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Full text of "Historia antigua y de la conquista de México"

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HISTOBIA  ANTIGUA 


YDE.LA. 


CONQUISTA  DE  MÉXICO 

POB  BL 

Lía  MANUEL  OROZCO  Y  BERRA,  \ : 

líiee-pRsideiiie  át  la  Sociedad  de  Oeografia  y  Eetadisüca,  Socio  de  número  de  la  Academia  Mexicana, 
Indii^ldao  correiiKmdiente  de  las  Bealeí  Academias  Española  y  de  la  Historia,  de  Madrid;  * 
B<»iorario  de  la  Sociedad  Arqueológica  de  Santiago  de  Chile,  Sociedad  Qeográfica 
de  Roma,  Sociedad  Arqueológica  de  Paria  j  Oongreso  internacional  de 

Americanistas;  Socio  de  número  de  la  Sociedad  de  Histoxla  ' 

Katural,  y  Honcnrario  de  las  Sociedades  Minera, 
Hnmboldt,  Andrés  del  Bio,  &c.,  &c. 


OITEOa  ESTÁ  OIKi  i  IIPnSAS  T  POR  ORDIK  DEL  SÜPKEVO  GOBUBKO  OE  U  RIPDIII6Á  HEUClXL 


Escribo  biHJo  el  influjo  de  lo  que  he  visto, 
leido  ó  calculado,  y  siempre  buscando  la  ver^ 
dad  y  la  Justicia^  Bespeto  la  religión,  y  sigo 
oonflado  por  el  camino  del  progreso  que  es  la 
ley  impuesta  á  la  humanidad.  Subordino  mis 
ideas  i  estos  principios:  Dios,  la  patriay  late- 
milia. 


Tomo  Primero. 


MÉXICO. 

TCPOOBAfÍA  DE  GONZALO  A.  ESTETA, 
Ban  Juan  de  Letran  número  f, 

1880. 


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Está  asegurada  la  propiedad  literaria  de  la  obra  conforme  á 
la  ley. 


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•  ••. 


Sr.  Secretario  del  despacho  de  Jmticia  é  Ins- 
trucción jpública^  Lie.  D.  Ignacio  Mariscal 

Riíego  á  V.  acepte  la  dedicatoria  de  este  primer 
volumen;  cumplo  en  ello  con  un  deber,  y  es  solo  un  pe- 
queño testimonio  del  respeto  y  de  la  graiitud  de 

El  AxnroB. 


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PRÓLOGO. 


LA  presente  obra  sale  á  luz,  por  acuerdo  del  Señor  Presidente 
de  la  Bepública  D.  Porfirio  Díaz,  y  orden  del  Señor  Minisr- 
tro  de  Instrucción  Pública  D.  Ignacio  Mariscal  Obligado 
como  estoy  á  distinción  tan  inmerecida  y  favor  tan  singular,  creo 
de  mi  deber  comenzar  dando  la^  más  expresivas  gracias  al  Supre* 
mo  Magistrado  de  la  Nación  y  á  su  dignó  Ministro  por  la  honra 
que  me  dispensaron,  la  cual  agradezco  en  lo  íntimo  del  corazón; 
y  ya  que  de  mi  pequenez  nada  pueda  i^lir  grande  ni  digno  para 
recompensa,  sea  corta  muestra  de  mis  sentimientos  este  público 
testimonio  de  gratitud. 

Tuve  intento  de  escribir  un  razonable  prólogo  para  la  obra, 
dando  cuenta  al  lector  de  que,  conforme  al  plan  que  me  propuse^ 
la  dividía  en  ci^atro  partes  intituladas:  La  oivilizacion. — ^Eii 

HOMBBE  PEEmSTÓMOO  EN  MÉXICO* — ^HlSTORU  ANTIGUA. — CONQUISTA 

DE  MÉXICO.  Ademas  de  explicar  semejante  división,  había  formado 
el  propósito  de  disculparme  del  orgulloso  atrevimiento  de  em- 
prender  nueva  labor  acerca  de  la  Historia  antigua  y  de  la  Con* 
quista  de  México,  ya  que  tan  repetidas  relaciones  existen,  así  de. 
propios  como  de  extraños,  acerca  de  entrambas  materias,  com- 
pletas 7  auténticas,  escritas  algunas  con  galanura  y  fluidez,  otras 
en  sentido  filosófico  bien  meditado,  no  faltando  ésta  ó  aquella 
pintorescas  y  tan  entretenidas  que  pueden  cautivar  la  ima^ipj^ , 
don  de  la  gente  indocta  y  vulgar.  Entre  otras  varias  raz^és^ 
apoyaría  principalmente  mi  defensa  en  el  rumbo  seguido  por  loe 
autores.  Generalmente  hablando,  divídense  éstos  en  dos  opuesí-^ 
tas  banderías.    Los  unos,  preocupados  por  el  amor  de  raza,  pdor : 


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VI 


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••    • 


el  respeto  á  la  religión^  por  la  diferencia  de  principios  civiliza- 
dores, y  urgidos  por  los  tiempos  en  que  vivían,  ven  con  la  luz  de 
sus  ojos  preocupados  los  distantes  objetos,  y  en  su  juicio  apasio- 
nado desaparecen  los  indios  por  inútiles  y  bárbaros,  llenando  por 
completo  el  cuadro  las  robustas  figuras  de  los  castellanos.  Los 
otros,  igualmente  descaminados  por  la  influencia  de  los  tiempos 
y  de  las  ideas  modificadas,  hacen  ostentoso  alarde  de  patriotis- 
mo y  de  filosofía,  sublimando  más  de  lo  merecido  i*  los  indígenas 
y  derribando  de  sus  p.^<^tj)l^si^  ídfe^Jííd^  espp.ñoles.  Entram- 
l>os  juicios  me  parecen  erróneos,  por  tocar  en  lo  absoluto.  Apar- 
tándome de  estos  'extremos,.lie  procurado  buscar  la  verdad  y  la 
justicia:  acaso  yo  también  incurra  en  la  censura  porque  me  preo- 
cupe en  favor  de  persona,  hecho  ó  idea;  que  ningún  hombre  puede 
alcanzar  la  perfección  de  la  rectitud  del  juicio  y  en  lo  inflexible 
déla  voluntad,  para  ser  imparciaL  También  me  serviría  de  dit- 
culpa  indicar,  qué  de  algunos  años  á  esta  parte,  en  España  y  en 
Héxico,  se  ha  dado  ala  estampa  copia  de  interesantísiínosf  docu- 
mentos sacados^  de  los  archivos,  y  curiosos  y  eruditos  t^alvatoñ 
del  olvido  crónicas,  relaciones  y  aun  pequeños  escritos  de  auto- 
res nacionales,  ya  en  mexicano,  ya  en  español,  á  todo  lo  cual  ha- 
bría que  añadir  las  pinturas  en  jeroglíficos  que  Corren  en  numero 
no  despreciable  en  obras,  ó  sueltas,  y  algunas  manuscritas. 

Pero  llenar  cumplidamente  el  propositóme  Uevaríia  muy  lejos, 
por  lo  cual  me  resolví  á  abandonarlo,  determinando  dar  al  leétor, 
en  pocas  palabras,  ía  historia  de  mi  libro.  Los  Señores  D.  Josa 
Aiitonio  y  D.  Bernardo  Méiidizábat  y  D.  Sebastian  Camacho, 
fuera  de  dispensarme  ana  amistad  y  muchas  consideraciones,  me 
proporcionaron  un  deslino  en  la  (jasa  de  Moneda,  del  cual  sacó 
el  sustento  de  íni  crecida  familia.  No  éontéíntos  con  ello,  me  de- 
jaron dias  libres^  la  seniana  pitra  consagi^arme  á  mis  estudios 
favoritos,  realizando  de  esta  mañera  lá  solución:  del  problema 
qué  tanto  me  ha  preocupado  durante  lia  vida,  teneií  en  un  punto 
pan  y  tiempo.  Por  ingrato  me  tendría  el  lector  bueno,  si  no  die- 
ra publico  testimonio  á  mis  favorecedores,  de  la  mucha  estima 
'e'ñ^^qtie  tengo  su  amistad  y  sus  favores:  mi.  agradecimiento  no 
pu^6  explicarlo  con  palabras. 

-.7  Puesto  á  la  labor  con  fe  y  constancia,  conducido  de  una  citaá 
pira  cita,  eché  de  ver  que  mis  libros  no  eran  los  suficientes,  fal- 
lándome mayor  número  del  que  en  mi  poder  tenía.  A  esto  tam- 


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bien  proveyó  la  amistad.  £1  SeSor  D.  José  Fernando  Bamírez 
me  bdJiqueó  cuanto  quise  de  su  copiosa  biblioteca,  debiejí^^ 
Raímente  á  su  fino  carino,  me  diera  parecer  acerca  de  los  pun- 
tos que  le  consultaba.  Cuando  aquella  biblioteca  pasó  en  parte 
i  poder  del  Señor  D.  Alfredo  Chavero,  goce  de  la  franquicia  para 
usar  de  los  libros  con  toda  amplitud.  Pero  mi  mayor  ventaja  res- 
pecto de  este  capitulo,  la  saqué  y  saco  aún,  de  la  muy  es,cogjld)a 
librería,  rica  principalmente  en  manuscritos,  de  mi  amigo  y  co- 
lega el  Señor  D.  Joaquín  García  Icazbalceta,  quien  no  ha  tenido 
encubierto  para  mí  ninguno  de  los  muchos  docjim^ntos  raros^  á 
Teces  únicos,  que  posee.  De  esta  manera  oomppend,©rá  el  le,otor, 
qae  he  contado  con  materiales  abundantes  y  encogidos. 

Pasaron  los  años,  y  mi  escj^^to,  retocado  á  cada  nueyo  docu- 
mento que  á  mi  poder  llagaba,  crecía,  crecía  en  términos  que  m,e 
desalentaban,  hasta  lograr  ponerle  término,  encerrándolo  en  cua- 
tro Yolúmenes  razonables.  Obstáculos  insuperables  se  me  opu- 
sieron para  lograr  la  impresión,  hasta  que,  como  siempre,  j,a 
amistad  yino  en  mi  auzüio.  El  Sr,  p.  Francisco  Sosa,  propuso 
en  el  Siglo  XIX^  al  Supremo  Gobierno,  que  tomara  por  su  cuen- 
ta los  gastos  de  la  obra;  le  apoyaron  el  Sr.  D.  José  María  Vijil, 
en  el  Monitor  ItepuUicano\  el  Sr.  D.  Santiago  Bamíxez,  en  el  Mi- 
^^0,  y  otras  varias  personas  en  diversos  periódicos.  Les  agra- 
dezco tanto  más  sus  buenos  oficios,  cuanto  que  fueron  espontá- 
neos y  sin  que  les  precediera  la  más  pequeña  indicación  mia. 
Eficaces  resultaron  aquellos  artículos,  pues  inmediatamente' dis- 
pnso  el  Sr.  Mi&istro  I>.  Ignacio  Mariscal,  que  se  procediera  á 
pasar  el  manuscrito  á  la  imprenta. 

Según  la  primera  orden,,  se  imprimirían  quinientos  ejemplares, 
de  los  cuales  se  reservaba  ciento  el  Gobierno,  quedando  en  mi 
provecho  los  cuatrocientos  restantes;  pero  después  en  una  con- 
ferencia, que  busqué  para  darle  las  gracias,  el  Sr.  Ministro  me 
significó  de  viva  voz,  que  los  ejemplares  subirían  á  mil,  de  cuyo 
numero  solo  dispondría  el  Ministerio  de  doscientos:  ademan  me 
lÚKo  la  promesa  de  concederme  la  propiedad  de  la  obra,  luego 
que  yo  cumpliese  con  las  formalidades  prescritas  por  la  ley.  ]3á* 
cia  este  tiempo  el  Sr.  D.  Alfredo  Chavero  propuso  en  la  Cámaira 
de  Diputados  sq  incluyera  en  el  presupuesto  una  partida  para 
qitelaobra  fuese  impres^^  proposicipn  admitida  por  unauipoiidad 
absoluta.   Ignoro  por  cuál  causa  quedó  olvida^A  .1^  determina- 


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oíoDy  que  no  quedó  comprendida  en  el  presupuesto.  Comenzó 
la  impresión  en  el  mes  de  Junio  del  presente*  año  de  1880.  A  me- 
dida que  los  pliegos  eran  tirados,  he  repartido  unos  pocos  acier- 
tos amigos  mios,  entre  otros  objetos,  para  que  me  dieran  de 
nuevo  su  opinión,  que  ^a  les  tenía  pedida,  j  me  indicasen  los 
errores  en  que  incurriera,  para  subsanarlos  en  la  mejor  forma 
posible  y  en  su  oportunidad. 

Con  una  deferencia  que  en  el  alma  estimo,  el  Sr.  D.  Joaquin 
García  Icazbalceta  se  encargó  de  revisar  las  pruebas;  sus  conse- 
jos me  son  de  suma  utilidad.  No  terminaré  sin  comunicar  al 
lector,  que  de  mis  hijos;  Juan  fuó  mi  dibujante  topógrafo;  Fer- 
nando el  dibujante  de  figuras  y  Josó  me  prestó  su  trabajo  en  la 
copia  de  documentos.  Inventario  de  reconocimientos  resultó  el 
prólogo. 

Siempre  promovido  por  los  buenos  oficios  de  mi  amigo  el  Sr. 
D.  Francisco  Sosa,  el  negocio  de  la  publicación,  que  había  sufri- 
do algunos  contratiempos,  quedó  definitivamente  arreglado  por 
el  decreto  siguiente,  que  á  la  letra  copio: 

"El  Presidente  de  la  Kepublica  se  h¿  servido  dirigirme  el  de- 
creto que  sigue: 

^^PORFIRIO  DIAZ^  Presidente  constitucional  de  los  Estados-  Uni- 
dos Mexicanos,  d  sus  habitantes,  sabed: 

"Que  el  Congreso  de  la  Union  ha  decretado  lo  siguiente: 

"El  Congreso  de  los  Estados-Unidos  Mexicanos  decreta: 

"Artículo  único.  Se  autoriza  el  gasto  de  ocho  mil  ($  8.000)  pa- 
ra la  impresión  de  la  "Historia  Antigua  de  Mésico,"  escrita  por 
el  O.  Manuel  Orozco  y  Berra. — J.  M.  Couttólenne,  Diputado  pre- 
sidente.— Miguel  Castellanos  Sánchez,  Senador  presidente. — JErnie-- 
teño  de  la  Garza,  Diputado  secretario.— jEViWg'we  María  Rubio, 
Senador  secretario. 

"Por  tanto,  mando  se  imprima,  publique,  circule  y  se  le  dé  el 
debido  cumplimiento. 

'*Dado  en  el  Palacio  del  Poder  Ejecutivo  Federal,  en  México^ 
á  15  de  Octubre  de  1880. — Porfirio  Díaz. — Al  Secretario  de  Es- 
piado y  del  Despacho  de  Hacienda  y  Crédito  público,  Manuel  J. 
•ídro. 

**T  lo  comunico  á  V.  para  los  efectod  correspondientes- 

"Libertad  en  la  Constitución,  México,  15  de  Octubre  de  1880.^ 
—roro.— Al...." 


IX 

Sin  falsa  módeetia,  me  preocupa  reciamente,  tengo  miedo  del 
juicio  que  el  lector  sensato  forme  de  la  obra.  Sé  que  el  hombre, 
aun  el  mejor  dotado  por  la  ProTÍdencia,  es  trunco  é  imperfecto 
7  sujeto  por  lo  mismo  al  error;  los  más  acabados  productos,  del 
ingenio  presentan  lunares  y  defectos;  no  siempre  atina  el  juicio 
á  encontrar  la  verdad,  aun  cuando  lo  intente  con  ánimo  recto. 
¿Qué  será  de  mí,  entregado  á  mis  propias  fuerzas,  más  imperfec- 
to 7  trunco  que  los  demás?  Buena  fe,  estudio  7  trabajo  me  reco- 
nocerá el  lector,  7  si  el  libro  no  es  bueno  lo  perdonará  siquiera 
en  amor  de  la  recta  intención. 


j^__ 


PRIMERA  PARTE 

LA  CIVILIZACIÓN 


LIBRO    I 


CAPÍTULO  I 

LA  mitología  (de  mythos,  £ábnla> y  logoa,  discurso),  no  6B  tin 
ccmociinieiito  de  vaaia  curiosidad.  Forma  parte  de  la  histo- 
ria relatando,  si  bien  en  manera  enigmática,  los  grandes  cataclis*' 
moedel  mundo  ó  las  hmsB&as  de  los  hombres  distíngtúdos;  perte** 
neoe  á  la  religión  al  enumerar  los  hechos  de  los  dioses  y  sn  culto; 
oorresponde  á  la  moral  en  tanto  que  explica  laás  reglas  de  conducta 
á  que  los  creyentes  se  sigetan;  cae  bajo  el  dominio  de  la  filosofía, 
al  juzgar  por-las  leyendas  del  estado  de  adelanto  alcan£a4o  pot 
d  pueblo  que  las  adopta.  Necesidad  ó  simple  especulación  ur* 
^  al  hombre  para  darse  cuenta  de  los  objetos  que  le  rodean* 
Impaciente  por  explicarlo  todo,  cuando  no  alcanea  la  solución 
de  xm  problema,  inventa  una  hipótesis;  si  el  hecho  está  fuera 
de  la  observación,  si  la  inteligencia  no  puede  entenderle,  ni  aún 
siquiera  definirle,  ó  bien  le  niega  con  pretenciosa  indiferencia» 
ó  se  conforma  con  un  mito  de  su  propia  cosecha,  tanto  más 
apredable  para  él  cuanto  más  confuso  y  enredado  es.    Las 
caestiones  que  más  le  importan  son  las  relacionadas  con  su  per* 
sooa.   ¿De  dónde  viene?   ¿Cuál  es  su  destino  en  este  mundo? 
¿Qué  término  habrá  más  allá  del  sepulcro?  Su  vida  en  el  plane- 
ta la  arregla  por  la  religión,  las  leyes  y  las  costumbres;  en  cuan- 


to  á  lo  demás,  presa  de  su  propia  ceguedad,  da  rienda  suelta  á 
la  imaginación,  y  á  falta  de  verdades  reconocidas,  se  conforma 
con  mentiras  manifiestas. 

La  mitología  mexicana  comienza  naturalmente  por  los  oríge- 
nes de  los  dioses,  de  la  creación  y  del  género  humano.  La  pri- 
mera leyenda,  bien  bella  por  cierto,  se  refiere  á  los  cuatro  soles 
cosmogónicos.  Los  autores  no  van  conformes  en  el  orden  suce- 
sivo de  esos  soles,  ni  en  su  número;  aunque  están  acordes  en  los 
hechos  mismos.  Cuentan  los  unos,  haber  habido  tres  pretéritos 
y  estar  en  uno  de  presente,  es  decir,  cuatro;  otros  señalan  cua- 
tro pasados  y  uno  actual,  esto  es,  cinco:  en  cuanto  al  tiempo, 
varían  entre  períodos  cortos  ó  muy  prolongados.  (1)  Las  causas 
de  esta  confusión  son  varias,  asignando  entre  ellas  la  incuria  de 
los  copiantes  de  opiniones  ajenas;  la  ignorancia  en  las  pinturas 
jeroglíficas;  la  errada  idea  de  corregir  por  raciocinios  y  consi- 
deraciones los  hechos  acontecidos,  enmendando  la  plana  á  los 
escritores  indígenas  á  fuer  de  ser  ellos  hombres  civilizados:  no 
pequeña  parte  en  el  embrollo  tienen,  quienes  por  dar  novedad  á 
sus  escritos,  sacan  á  relucir  sistemas  no  abonados  por  la  verdad 
y  aun  tal  vez  mentirosos  inventos. 

Adoptamos  la  versión  conservada  por  el  Códice  Vaticano:  (2) 
BS.un  documento  auténtico,  que  debe  ser  preferido  en  el  laberin- 
to de  las  opiniones,  y  que  cuenta  en  su  apoyo  algunas  de  las  mág^ 
respetables  de  los  autores  nacionales:  seguimos  también,  aunque 
en  parte,  la  explicación  que  acompaña  á  la  pintura  (3).  ''Exami- 
nando en  Roma  el  Cod.  Vaticanus,  num.  3  J38,  dice  Humboldt, 
{4)  copiado  en  1566  por  el  religioso  dominico  Pedro  de  los  Eios, 
encontré  el  dibujo  mexicano  representado  en  la  lám.  XXYL  Este 
pionumento  histórico  es  tanto  más  curioso,  cuanto  que  indica  la 
duración  de  cada  edad  por  medio  de  signos  cuyo  valor  conoce* 


(1)  IxUilzochiÜ,  Sumaria  relac.  de  la  hist.  gen.,  MS.— Bottmni,  Idea  de  una  nueva 
hÍ0L  gen.,  pág.  8.— Olavigero,  hist  antíg.,  tom.  I,  pág.  265.— Veytia,  hist  antig., 
tom.  I,  pág.  33. — Gomara,  segunda  parte,  cap.  OLXXXXIL — Gama,  §  62,  pág.  i«4. 
— Humboldt,  Yues  des  oordilléres,  tom.  n,  pág.  118.  &c,,  ko, 

(2)  A  copy  oí  a  Mexican  manusorípt,  preserved  in  the  Library  of  the  Yatican: 
149  pages.  Marked  No  8,788.  Kingsborough,  tom.  II. 

(8)  Spiegazione  deUe  taróle  del  Godioe  Mexicano,  che  si  conserva  nella  BibUoteoa 
Vaticana,  Al  no.  8,788.  MS.  Eingsborough,  tom.  V.  pág.  ^59  y  sig. 
«,(4)  Yues  des  Cordilléres,  tom.  n,  pág.  118. 


mos.  En  el  comentario  del  P.  Rios  está  enteramente  confundido 
el  orden  en  el  cnal  se  han  sncedido  las  catástrofes,  pues  el  dilu- 
vio que  es  la  láltima,  está  considerada  como  la  primera.  El  mismo 
eiror  se  encuentra  en  las  obras  de  Gomara,  de  Olavigero  (*)  y  de 
la  mayor  parte  de  los  autores  españoles,  que  olvidando  que  los 
mexicanos  colocaban  sus  'jeroglíficos  de  derecha  á  izquierda,  co- 
menzando por  la  parte  inferior  de  la  página,  invirtieron  necesa- 
riamente el  orden  de  las  cuatro  destrucciones  del  mundo.   Indi- 
caré el  orden  seguido  en  la  pintura  mexicana  de  la  biblioteca  del 
Vaticano,  y  como  se  dice  en  una  muy  curiosa  historia  escrita  en 
lengua  asrteca^  cuyos  fragmentos  fueron  conservados  por  el  indio 
Femando  de  Alba  IxtMlxochitl  (**).  El  testimonio  dé  un  autor  in- 
dígena y  la  copia  de  una  pintura  mexicana,  hecha  en  México  po- 
co tiempo  después  derla  conquista,  merecen  sin  duda  más  con- 
fianza que  la  relación  de  los  historiadores  españoles.  La  discor- 
dancia provenida  de  la  causa  acabada  de  indicar,  sólo  influye  en 
el  orden  de  las  destrucciones,  porque  las  circunstancias  de  cada 
nna  están  referidas  de  la  macera  más  uniforme  por  Gomara,  Pe- 
dro de  los  Bios,  Ixtlilxochitl,  Clavigero  y  Gama." 

El  comentador  del  Códice  Vaticano  coloca  las  destrucciones 
en  esta  forma:  1^  Atonaiiuh  ó  sol  de  agua;  2^,  Ehecatonatiuh  ó 
sol  de  aire;  8%  Tletonatiuh  ó  sol  de  fuego;  4%  Tlaltonatiuh  ó  sol 
de  tierra:  este  es  el  orden  verdadera  Humboldt,  guiado  por  las 
consid  iracionei^  que  expone,  invierte  la  colocación  en  este  modo: 
Haltonatiuh,  Tletonatiuh,  Ehecatonatiuh,  Atonatiuh,  lo  cual  no  va 
de  acuerdo  con  el  MS.  azteca  citado  por  Gama,  que  pone  Tlalto- 
natiuh, Ehecatonatiuh,  Tletonatiuh,  Atonatiuh,  ni  conforme  tam- 
poco con  Ixtlilxochitl,  quien  escribe  Atonatiuh,  Tlaltonatiuh, 
Ehecatonatiuh,  Tletonatiuh,  si  bien  cambia  esta  secuela  en  otra 
de  sus  relacione&  Si  Humboldt  no  tiene  justicia  en  estos  aser- 
tos, la  alcanza  de  sobra  al  asentar  la  manera  de  ser  leída  una  pá- 
gina jerc^lífíca;  pero  si  la  regla  es  general,  tiene  la  excepción  de 
caando  el  relato  va  seguido  en  línea  recta,  y  aun  de  izquierda  á 
derecha,  como  acontece  en  la  pintura  sincrónica  de  Tepechpan, 
y  otras.  El  Códice  Vaticano  es  una  de  estas  excepciones.  Ademas 
el  cambio  se  ha  hecho  intencionalmente  por  aquellos  escrífores. 


(*)  Storia  antíca  del  Messico,  tom.  II,  pág.  57. 

(♦•)  Gaina,  §  62,  pág.  97.  Boturini,  Cat  del  Muí^o,  §  VIII,  nüm.  13. 


6 

que  impulsados  del  deseo  cristiano,  en  manera  aigona  autorvsa* 
do,  de  ajustiur  las  tradiciones  indias  con  las  reüdades  bíblicas, 
no  titubearon  en  llevar  al  último  lugar  el  AtoaatiiLli  para  hacer- 
lo coincidir  oon  el  diluvio  de  lHoé.  Delante  déla  pintura  origi* 
nal^  del  dooum^ito  auténtico»  desaparece  todo  linaje  de  conside- 
raciones; la  página  relata  la  genuina  tradidcoi  .del  pueblo  á  que 
pertenece;  la  lectura  propia  es  la  dada  por  eü  ooflientador. 

''Entre  todos  los  rasgos  de  aaaloiB^  prosigue  Huaiboldib  (1) 
observados  en  los  monumentos»  en  las  costumbares  y  en  las  tra- 
diciones de  los  pueblos  de  Asia  y  de  Amanea»  el  más  ]MtIt)áble  es 
el  preseaitadQ  por  la  mitología  mexicaoia»  en  la  ficción.  <iQsm<^;ó^ 
nica  de  las  deatrucciones  y  de  las  regeseramonaa  pex\^cas  del 
universo.  Se  remonta  hasta  la  más  alta  antigüedad  esa. ficción, 
que  suponiendo  la  materia  indestructible  y  atribuyendo' al  espa- 
cio lo  que  parece  pertenecer  solo  al  tiempo»  liga  la  l^c^dion  de 
ciertos  grandes  ciclos  á  la  idea  de  la  renovación  del  mundo.  Los 
Ubrqg  sagrados  de  los  hindus,  principalmente  los  Mágavaia  Fovr 
Tááfia^  hablan  ya  de  las  cuatro  edades  j  de  losjpro^dj^ó  cataclis- 
mos que  en  diversas  épocas  hicieron  perecer  la  ea^óie  huma- 
na. (^)  Existen  en  la  mesa  del  Tibet  {^}  una  tradiiáon  de  cinco 
odades»  análoga  á  la  da  los  mexieanos.  81  es  verdad  que  eatafic- 
<yion  astrológica»  traslormada  en  base  de  un  sistema  particular 
de  cosmogonía»  nació  en  el  Hindostán»  es  también  probable  que 
die  ahi  pasara  á  los  pueblos  occidentates»  por  el  Iron  y  la  Caldea. 
'Si>  puede  desooaiocerae  la  semejansa  entre  la  tradición  hindú  de 
loa  ¡fvgas  y  de  los  kcdpas^  los  ciclos  da  los  habitantes  antiguos  de 
ütruña»  y  esa  serie  de  generacicmes  destruidas»  caracterizadas 
por  Besiodo  ba|o  el  emblema  de  loa  cuatro  metales." 

£n  efecto»,  la  analogía  es  palpaMe;  veámoslo. 

£1  primer  sol»  más  bkm  edad»  apoca»  se  nombí^  Abmatiuk,  de 
aíl,  agua,  y  testaiiuht  sol:  sonando  el  compuesto»  sol  de  agua» 
diluvioi  ó  como  qmere  Boturini»  pirimfír^  euamt  eóhxr  qve  deaértt^ 
yeron  las  of/uas.  Según  el  dominicano  Bios»  llamóae  el  período 
Ocmmálal,  ^he  vuol  diré  la  testa  bianca."  La  pintura  del  Gódioe 


(1)  Loco  cit. 

(*)  Hamilton  y  Langles»  Catalogue  des  Mantisorits  sanskrits  de  la  BibL  impér. ; 
p.  18.  Bech.  asiatiques,  Tom.  II,  pág.  171.  Moor,  Hinda  Pantheón,  p.  27  et  101. 
(**)  Georgi,  Alphab.  Tibetanum,  p.  220. 


V  .  *  ^' 


VíitieaDa  66iá  compuesta  dei  afrobolo  o&t  foooQOQible  en  el  oolor 
Mdy  los  «pé&difies  termuubdoft  en  peopteSos  ofnmlos  oonoéniri- 
00&  Deoiix)  ddi  agoa  se  distingue  él  símbolo  ooii^  casa,  c<m  im 
Iiombr0:liiioaEido  el  tmso  j  la  oalnssa^  para  signiñoar  la  snmev^ 
«üm  deies  edifieioo  y  sub  moradores;  ae  ven  nadando  dos  pe^ 
iffA^^iÓBko'pompsb  ésijos  sean  los  liábhantea del  líquido  ele«. 

porque^  ssgnn  la  tsadioíon^  los  bomhses  qnedioron 
en  Tlooomxim^  pecsooas  peaoaijIoB.  ilota  al  medio 

vsi  madero  akueoado»  QJba3B&^  oanoa,  segnn  lo  in- 

oonteniendo  im  bombre  y  lina  mnjer^  q1  tínioo  par 

esoapado  al  pei^ro,  guardando  el  foago  del  bogu: 

ku  bsarea  estaba  oonstraida  de  nn  tronco  da 

ide  el  eataclismo  1^  diosa  Matlaloneye  ó  €hal'* 
con  sns  atiibiitos  del  agoa  y  de  las  Ihrviasi.  cxtal  si 
ba^M'jij^eielo  condnoída  por  el  raya  El  día  ^i  qtie  aooaxteeid 
k)ÍMÍ»j(jfcc^  loa  el  señalado  con  et  signo  vwÜákdBá  aü:  el  Talos 
del  psi^rijáb  "TO  inaroado  cc^ 

kmsydt  tevmínado  poi^  im» eqpeda  de  plnma^  Ta)d  cnatrooieB* 
k^  cada  oiroitlülo  m^Kir,  indica  mía  imidad:  así  la  dnracioxi  de^ 
la  ^oea^ldé  de  4<X)8  años. 

Ia  segsada  edad  es  JEEieMrft)itatf iiA,  ded^eoo^  viento,  y  fosoíMci; 
«lena,  dwi4®  vtonta  6  termlnad<>  por  1^^  BioslellaiBa 

^^fibsseteii^  y  arfo»  9/wefju^  Bn  la  pactC' superior  é»  la  pintora 
lyageee  ei  sfauboto  ftmolfcft,  en  sola  una  miti^  denotando  ^pie  ei 
8ol  68t&  mepgnado  6.  roto;  llevn  nna  canda  en  forma  de  culebra» 
ptMsgiot  del  desastre  y  atributo  de  QoetzalooatL  iSste  dios,  cual 
aisslierftji^f^  astro,  saca  la  cal)«zay  los  brasos^  Uefrando  ea  las 
manos  súá^te^sos  earaetetísticos^  el  báculo  y- nn  manojade  phih 
lus  de  qéoéoBO^  KÓtsoise  castra  cabezas  fantásticas,  símbda  de 
eieeoii,  sj^^uífioaado  qne  los  vientos  se  desencadenaron  de  loa  coa* 
iro  pnnAe^Mierdinales,  as£  como  las  Uneas  fozmandc^  yacnadwtf^ 
inos,  ya  JjjMaras  iMerlte  de  tres  lac^,  <pie  el  soplo  varió  en  to^ 
dasdireé^í^KBs.  Las  Maeaa  ániaariíKas,  de  pnntos  y  rgcnrvaa^  sim?-^ 
Mifluí  ld^ii|>motiTios  formados  por  el  pohra  En  medio  de  este 
desorden  sé^agitan  los  monos,  esBL  que,  segnn  hk  tradi^km,  faeroü 
mxvertidds  los  bombrea  D^itro  de  ana  gruta  convearsan  tran^ 
qiabmente.  nn  bombre  j  tma  mxt}er,  el  par  privilegiada  escapado 
i  la  furia  de  los  huracanes  que  destruyeron  el  género  humano; 
8&lTiron^é  ellos  y  también  el  fuego  djsl  bogan  Acontedó  el  ca- 


rossa."  Presenta  la  estampa  nna  figura  semejante  á  la 
ana  olla  de  bcmro.  comUL  tomada  del  cuello  á  la  boca;  1xiíáxii&p^<  ; 
los  lados  opuestos  laterales  poír  unas  fajas  curras,  maSi^ú;^^  ^\'¡ 
ÜaMf  tierra»  distinguible  en  los  cuadriláteros  altern«|L»d0,.3j^-> 
versos  colores  acompañados  de  hojas  de  plantas.  Í^HPíp^^PÍf^  *«  * 
dibujo  es  rojo,  dando  ¿^entender  el  conjunto,  que  lnljlg)[ii'j>¿  lít^/  -. 
abierto  en  profundas  grietas,  en  cuyo  fondo  hierve  ^jMHGÍDáitlB^  •^ : 
terráneo  como  en  un  puchero,  y  el  líquido  encendii 
sobre  la  superficie  exterior:  en  este  cataclismo  per< 
humano  al  embate  de  las  erupciones  volcánicas  y 
fuego.  En  medio  de  la  abra  se  distingue  al  dios 
Tletl,  el  fuego  señor  del  año,  saliendo  del  cráter  de] 
lanzando  con  ambas  manos  hacía  la  tierra  la  lluvia  d^ífiSW^  •'  sS^r  '  : 
guele  la  cauda  cometaria  del  fuego  y  del  rayo,  práiánn^i  oe'^^^^^^^   •; 
sastre.  En  la  parte  menos  atormentada  se  ve  repetid^^^|s  Ve!á€^ 
el  mímico  ótzSt,  atravesado  por  unas  yerbas,  avisando^jgfpí  sóbj^ef/ >■  . 
los  edificios  destruidos  brotó  la  vegetación.  Vuelan  ilii^^p^aixisí^^ 
azorados  y  con  el  pico  abierto;  son  los  únicos  animal^lFiS^Í^I^^ '. 
en  el  cuadro.  Dentro  de  una  gruta,  llenos  de  espantogH^  ; 

dlca  su  color  amarillo,  conv^san  la  mujer  y  el  hom1b|}^,|^Íüvaái^ 
tínicamente  de  la  espantosa  catástrofe.  Aconteció  en^^s^O'dftK  ;/ 
Kxmjihvi  oUinf  nueve  movimientos,  y  duró  la  edad  48(kt>Íbaoíu       ;/'^ ' 
TUtímjoii'ah^  de  Üaüiy  tierra;  sol  de  tierra,  cuarta  y^^^^Waedad^":^;. 
denominada  por  Bios,  ''Etá  delli  capelli  neri."  La  ^|ína  «no  pró^: .'  ' 
dujo  los  acostumbrados  frutos,  y  los  hombres  pere^mj^de  ham*^ .  v; 
bre.  El  dibujo  asume  una  figura  triangular,  term^^'.  lateral-;  V 
mente  por  un  cordón  ó  torzal  de  los  tallos  de  las  j^S^^e^  trepar-  ^. 
doras  con  hojas  y  flores.  La  diosa  Xochiquet2al,  flU^jde  quáíKOri 
Uiy  baja  impelida  de  lo  alto  y  empuña  lasttores  terniÉ^áfai^  délos 
cordones,  cual  si  los  llevara  ha<^  los  hombres:  ^^^j¥inidad 
era  especialmente  venerada  como  diosa  de  los  Bmom0.  duran- 
te el  mes  Quechblli  le  sacrificaban  muchas  doncell^úHpJ^*  Aa^^ 
de  la  divinidad  se  notan  unas  semillas  arrojando  hojáft  y  flores,- 'V, 
cual  si  terminada  ya  la  esterilidad  volviera  el  suelo. -¿f producir,  \!- 

(1)  Totqnemada^  lib.  X,  cap  XXXV. 


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sos  saeonados  frutos.  Yénse  á  la  derecha  un  hombre  y  una  mu- 
jer, llevando  en  la  una  mano  flores  ó  frutos,  y  en  la  otr^  una  ban- 
dera; Humboldt  (1)  dice  ser  un  instrumento  cortante;  no,  la  ban- 
dera como  carácter  numeral  siginflca  veinte,  y  en  este  caso,  podría 
decir  que  igual  número  era  el  de  las  parejas  salvadas,  ó  bien  que 
los  frutos  habían  sido  recojidos  veinte  años  después  de  la  este- 
rilidad; y  pudiera  también  ser  signo  de  fiesta  y  regocijo  como  en 
el  mes  Panquetzali2tli,  nombre  deriyado  depantU,  bandera.  Una 
sola  figura  de  hombre,  con  los  mismos  objetos  en  las  manos,  vie- 
ne como  á  incorporarse  con  la  pareja  del  lado  opuesto.  Duró  es- 
ta edad  5,206  años  (2). 

Conforme  á  esta  leyenda  el  mundo  fué  creado  en  un  año  ce  tec- 
paü,  Tecpatl,  pedernal  ó  silex,  es  el  símbolo  del  fuego;  en  este 
signo  salió  el  mundo  del  caos;  no  se  dice  si  por  vdlxmtad  y  pode- 
ú>  de  los  diosea,  si  bien  se  comprende  haber  sido  de  esta  mane- 
ra^ según,  las  pinturas  mismas  que  hacen  presidir  á  las  divinida-^, 
des  en  los  diversos  oataclismoa  Ce  iecpaü^  es  el  principio  del 
tiempo  y  de  la  cronología.  Tampoco  se  dice  cuando  fuera  creado 
el  hombre,  aunque  se  advierte  que  sufrió  de  presente  el  rigor  de 
aquellas  plagae.  Cluatro  veces  la  humanidad  fué  destruida  por 
grandes  eatadigmos;  primero,  por  un  diluvio  en  que  perecen  los 
seres,  á  excepción  de  un  hombre  y  de  una  mujer,  padres  de  la 
Bneva  humanidad;  después  por  grandes  huracanes  que  todo  lo 
ancasan,  salvándose  el  matrimonio  que  repoblará  el  mundo;  gran- 
des erupciones  volcánicas  remueven  la  corteza  del  planeta,  des- 
truyen tercera  v«z  la  especie  humana,  salvándose  todavía  el  par 
destinado  á  perpetuar  las  razas;  por  ultimo,  la  tierra  niega  sus 
frates,  se  estremece  al  impulso  de  los  terremotos,  y  viene  á  termi- 
nar las  revoluciones  del  mundo.  Estas  renovaciones  periódicas 
se  verifican  por  el  agua,  el  aire,  el  fuego  y  la  tierra;  los  cua^o 
elementos  constitutÍTos  de  todas  las  coisas,  no  solo  en  las  ereen- 
eias  de  los  pueblos  americanos,  sino  taínbien  en  las  de  los  pue- 
ble» civilizados  del  antiguo  mundo. 

Cuatro  soles  fueron  extinguidos  por  las  divinidades  á  las  cua- 
les estaban  consagrados  los  elementos.  Según  lo  que  de  las  pin- 
toras se  desprende,  tres  veces  pereció  el  género  humano,  y  otras 


(1)  Vnes  des  CordiUéres,  pag,  124. 

(2)  Véase  Anales  del  Museo  liaoianal,  tom.  1,  pág.  3d9  y  sigiiientes. 


V 


10 

tttOLtas  fué  repoblada  la  tierra  por  la  pareja  salvada  del  eataclia- 
mo«  En  el, cuarto  período  no  snoediá  aaí;  ademas  del  hombre  j 
de  la  mujer,  tal  ves  de  veinte  ¿unilias,  como  pueden  indicarlo  la« 
banderas,  quedaron  aun  otros  habitantes.  Si  en  las  anteriores 
pinturas  ha;  designio  de  explicar  una  catástrofe,  en  la  ultimase 
ve  el  intento  de  poner  á  la  vista  una  escena  alegre;  los  colores 
del  cuadro  son  agradables,  {Mreside  la  diosa  Xochiquetzal  de  los 
lícitos  amores.  Más  bien  que  á  conmemorar  la  calamidad  del 
hambre,  parece  dirijida  ¿  señalar  el  término  de  la  esterilidad  de 
la  tierra.  Según  los  estudios  hechos  por  mi  amigo  Alfredo  Oha- 
vero,  este  sol  postrero,  más  bien  época  cosmogónica,  conmemo*- 
ra  la  destrucción  del  reino  de  ToUan,  acabado  por  la  peste,  el 
hambre  y  la  guerra. 

^Las  cuatro  edades  designadas  bajo  el  nombre  de  soles,  dice 
Humboldt  (1)  componen  un  total  de  18,028  aáos,  es  decir,  seia 
mil  años  más  que  las  cuatro  edades  persas  descritas  en  el  Zend* 
Avesta  (*)•  No  v^o  indicado  en  parte  alguna  cuántos  fueron  los 
años  transcurridos  desde  el  diluvio  de  Ooxcox  hasta  el  sacrificio 
de  Tlalixca,  ó  hasta  la  reforma  del  calendario  azteca;  sea  cual 
fuere  la  relación  que  se  les  atribuya^  resulta  si^npre  que  los  me*'- 
xmanos  daban  al  mundo  una  duración  de  má^  de  veinte  mil  aao& 
Esta  duración  ocmtrasta  sin  duda  ccm  el  gran  período  délos  hin* 
dus  que  cuenta  4320,000  anos,  y  í|fQbre*todo  oon  la  ficdon  cosmo- 
gánica  de  los  tibetanos,  según  la  cual  la  especie  humana  ctltata 
yadíea  y  oeho  evoluciones»  compuesta  cada  una  de  muchos  jpacMí 
eíqpresadoa  por  cantidades  de  sesenta  y  dos  cíísoa:  {**)  sin  em* 
borgo»  muy  notable  ee  encontraír  en  un  pueblo  americano  los  días 
y  los  anos  en  que  el  mundo  sufrió  grandes  catástarofes,  hace  más 
de  veinte  siglos,  por  el  mismo  sistema  de  catendario  usado  á  la 
llegada  de  Cortés." 

B.  Antonio  de  León  y  Qama,  (2)  siguiendo  la  versión  de  un 
Ma.  mexicano,  dice:  ^K3reyeron  que  el  sol  había  muerto  cuatro 
veces,  ó  que  hubo  cuatro  sole%  que  habían  acabado  en  otros  tan^ 
tos  tiempos  6  edades;  y  que  el  quinto  sol  era  el  que  actualmente 
loe  alumbraba.  Oontaban  por  primera  edad  ó  duración  del  pri- 

(1)  Loco  oit,  pág.  128. 

(*)  Anquetil;  Zend^Aveéta,  tomo  II,  pág.  852. 
(♦♦)  Alphab.  Tibet,  pág.  472. 

(2)  Desoríp.  de  Im  piedras,  primera  parte,  iníiiL  62,  pág.  94. 


11 

* 

opr  sol  676  anos»  al  fia  4^  loa  coaL^pis  en  nno  nombrado  ce  acaü^ 
estando  el  sol  en  el  signo  mhm  ocdoü^  se  destTU7ero^  los  honjL* 
1»^  {ftltái^doles  Ua  8í^$l^llc^3i  j  4^11^^  s[ianteni;mientos,  y  faetón 
moertos  7  coñudos  por  los  iÁgl^  4  t^cumd,  que  ex^n  unos  imima- 
1^  feroces;  acabwdo  co^  ellos  jimiam^nte  el  prixAer  sol,  cuya 
jlfistracoion  duró  el  tieiVApq  4^43  ^^^  X^  segunda  edod  y  fin 
del  segundo  sad  fingÍ6rQQ{^^Ii|4>ía  sid<>  estando.  ési)e  e9  el  signo 
«Mte^' a¿^o^  €^  qn^  ^oa  l^iV^^ 

^Maolisron  1^  easaa  y  se  Uera^on  ^  los  bc^nlweSi  de  los  eualea 
quedaron  alfipiuaos  eon\er|i4oa  w  xM^dSLa^  esta  segunda  d^a- 

iniocion  aconteció  en  el  ano  ce  toepeM  á  los  364  de  la  prinstera»  y 
ea  el  relexido  día  nahm  éh&^aíL  En  otro  wo  nonij^rado  también 
oe  ieqpoíü^  l^biendo  pasado  otros  312  anos  de  la  i^gunda  destrue- 
mi,  dicen  (|ue  sucedió  la  ter^ri^  y  fin  del  teroeffo  solj  estando 
é9t9enelsigno9Ux^9i«úiAt¿i¿Zi  en  quefuesi^o^  despidos  con  fuego 
j  couTertidos  ea  aves.  Y  finaUne^t^  1%  <Hiarta  ves»  en  que  fingie- 
ron haber  apabadQ  el  Q^arto  ^o\  fué  en  el  Piluvio»  en  que  pere* 
deronlos  hjombre8suiQM:gi4psdmtro  ^  agua¿  los  que  supu0ie* 
iQH  haberse  convertido  en  pescados  del  nmr¿  y.  esta  destruoaian 
dicen  que  fué  á  Ic^  ^  woa  de  la  ter^ra^  ea  uno  ncHubmdo  <«  de8¿, 
;  ^u  el  dia  nombrado  wdm  aiík'* 

Loa  cuatro  soles  ^  .^te  finito  terp^ÍQa?on  por  la  tierra,  el 
viento»  el  fue£^  y  el  agucu^  ^1  periodq  totid  se  eleva  &  X,4D1  anoa^ 
Goioparado  con  el  órde^  de  los  aol^  y  el  período  de  18^028  anoa 
admitidos  por  el  Códi^  Ya^qam»  la  difepi^ucia  es  ^nearn^  I^ 
Tordadera  tradición  ea  la  del  Ciódice»  £1  escritor  mexicano  tras- 
tomo  loa  soles  pa^  dejar  com^  ppsiafrero  el  diluvio»  y  reb9jó  el 
^r  de  los  simios  caronográfiiCO^t  poifque  in^droso  de  los  tiempos 
en  que  vivía  y  urgido  por  la  ense^an?^  religiosa^  nada  se  atrevido 
i  decir  contra  las  doctrii^a^  cri8t|a^as.  Pero  el  período  má^doiko 
j  el  Tníuiujto  tienen  ^  misQio  fnndamumtoi  ningiWQ  de  ellos  puede 
8^  admitido  con^  y^líclfad  incfHí^overtible. 

La  leyeoiida  más  gemüna  acercí^  de  la  creación  del  quinto  sol, 
ea  )a  recogida  por  el  R  Saha^in  (1).  "Peinan  que  antes  que  hu- 
Itiese  dia  en  el  mundo,  que^  se  íuntaron  los  dioses  en  aquel  lugar 
^  se  Uama  l^eutioacan,  (que  es  el  pueblo  de  San  Juan  entre 
CtÚQonauIítlan  y  Qtumba),  dijeron  los  unos  á  los  otros:  ^'dioses, 

(1)  lib.  YU,  Q$p.  II,  tom.  n,  pág.  246. 


I 


12 

m 

¿quién  tendrá  cargo  de  alumbrar  el  mundo?'*  luego  á  estas  pala- 
bras respondió  un  dios  que  se  llamaba  Tecuciztecatl  y  dijo:  "Yo 
tomo  á  cargo  de  alumbrar  el  mundo:"  luego  otra  vez  hablaron 
los  dioses  y  dijeron:  "¿quién  será  otro  más?"  al  instante  se  mira* 
ron  los  unos  á  los  otros,  y  conferían  qxtiéñ  sería  el  otro,  y  ningu- 
no de  ellos  osaba  ofrecerse  á  aquel  oficio,  todos  temían,  y  se 
excusabim.  Uno  de  los  dioses  de  que  no  se  hacía  cuenta  y  era 
buboso,  no  hablaba,  sino  que  oía  lo  que  los  otros  dioses  decían: 
los  otros  habláronle  y  dijóronle:  "sé  tu  el  que  alumbres,  bubosi- 
to,"  y  él  de  buena  voluntad  obedeció  á  lo  que  le  mandaron  y  res- 
pondió: "en  merced  recibo  lo  que  me  habéis  mandado,  sea  así,"  y 
luego  los  dos  comenzaron  á  hacer  penitencia  cuatro  dias.  Des- 
pués encendieron  fuego  en  el  hogar  el  cual  era  hecho  en  una  pe- 
ña que  ahora  llajoasai  tetUeooooUL  El  dios  llamado  Tecuciztecatl 
todo  lo  que  ofrecía  era  precioso,  pues  en  lugar  de  ramos  ofrecía 
plumas  ricas  que  se  llaman  manquetzaUi:  en  lugar  de  pelotas  de 
heno,  ofrecía  pelotas  de  oro:  en  lugar  de  espinas '  ensangrenta- 
das, ofrece  espinas  hechas  de  coral  colorado,  y  el  copal  que 
ofrecía  era  muy  bueno.  El  buboso,  que  se  llamaba  Nanaoatzin, 
en  lugar  de  ramos  o&e<^a  cañas  verdes  atadas  de  tres  en  tres, 
todas  ellas  llegaban  á  nueye:  ofrecía  bolas  de  heno  y  espinas  de 
maguey,  y  ensangrentábalas  con  sü  misma  sangre,  y  en  lugar  de 
copal,  ofrecía  las  postillas  de  las  bubas.  A  cada  uno  de  éstos  se 
les  edificó  una  torre  como  monte;  en  los  mismos  monteé  hicieron 
patencia  cuatro  noches,  y  ahora  se  llaman  estos  montes  tzacua- 
Uiy  están  ambos  cerca  del  pueblo  de  Ban  Juan  que  se  llama 
Teuhtioacan.  De  que  se  acabaron  las  cuatra  noches  de  su  pe- 
nitencia, esto  se  hizo  al  fin  ó  al  remache  de  ella,  cuando  la  no- 
che siguiente  á  la  media  noche  habían  de  comenzar  á  hacer  sus 
oficios,  antes  xm  poco  de  la  medianía  de  ella,  diéronle  sus  aderezos 
al  que  se  llamaba  Tecuciztecatl,  á  saber,  un  plumaje  llamado 
axtacomiÜ,  y  una  jaqueta  de  lienzo,  y  al  buboso  que  se  llamaba 
Nanaoatzin,  tocáronle  la  cabeza  con  papel  que  se  llama  amatzon- 
Üiy  y  pusiéronle  una  estola  de  papel  y  un  maxtli  de  lo  mismo. 
Llegada  la  media  noche,  todos  los  dioses  se  pusieron  en  derre- 
dor del  hogar  que  se  llama  teutexcaUi,  En  éste  ardió  el  fuego 
cuatro  dias:  ordenáronse  los  dichos  dioses  en  dos  rendes,  unos 
de  la  una  parte  del  fuego  y  otros  de  la  otra,  y  luego  los  dos  so- 
bredichos, se  pusieron  delante  del  fuego  y  las  caras  hacia  él,  en 


13 

medio  de  los  dos  reíales  de  los  dioses,  los  cuales  todos  estaban 
levantados,  j  luego  hablajron  y  dijeron  á  Tecuciztecatl:  ^'¡Ea, 
p)i6s,  Tecuciztecatl,  entra  tú  en  el  fuego:''  y  él  luego  acometió  para 
eoharse  en  él;  7  como  el  fuego  era  grande  y  estaba  muy  encendi- 
do, sintió  la  gran  calor,  hubo  miedo,  y  no  osó  echarse  en  él  y 
Tolviose  atrás.   Otra  vez  tomó  para  echarse  en  la  hoguera  ha- 
ciéndose fuerza,  y  llegándose  se  detuvo,  no  osó  arrojarse  en  la 
boguera,  cuatro  veces  probó,  pero  nunca  se  osó  echar.   Estaba 
puesto  mandamiento  que  ninguno  probase  más  de  cuatro  veces. 
De  que  hubo  probado  cuatro  veces,  los  dioses  luego  hablaron  á 
Naoaoatzin,  y  dijéronle. ....  ¡Ea^  pues,  Nanaoatzin,  prueba  tú! 
j  como  le  hubieron,  hablado  los  dioses,  esforzóse,  y  cerrando  los 
ojos,  arremetió  y  echós^e  en  el  fuego,  y  luego  comenzó  á  rechi- 
nar y  respendar.  en  el  fuego  como  quien  se  asa.  Como  vio  Tecu- 
ciztecatl que  se  había  echado  en  el  fuego  y  ardía,  arremetió  y 
echóse  en  la  hc^uera,  y  dizque  una  águila  entró  e^  ella  y  tam- 
bién se  quemó,  y  por  eso  tiene  las  plumas  hoscas  ó  negrestinas. 
A  la  postre  entró  un  tig?e  y  no  se  quemó,  sino  chamuscóse,  y 
por  eso  quedó  manchado  de  negro,  y  blanco:  de  este  lugar  se  to- 
mó la  costumbre  de  llamar  á  los  hombres  diestros  en  la  guerra, 
CwkvMlocdoÜ,  y  dicen  prínotero  CvmikUi  porque  el  águila  primero 
entró  en  el  fuego^  y  di  cese  á  la  postre  ocdotl,  porque  el  tigre  en- 
tró en  el  fuego  á  la  postre  del  águila.  Después  que  mnbos  se  hu* 
bieron  arrojado  en  el  fuego,  y  que  se  habían  quemado,  luego  los 
dioses  se  sentaron  á  esperar  á  que  prontamente  vendría  á  salir 
elNanaoatzin.  Habiendo  estado  gran  rato  esperando,  comenzóse 
i  poner  colorado  el  cielo,  y  en  todas  partes  apareció  la  luz  del 
alba.  Dicen  que  después  de  ésto  los  dioses  se  hincaron  de  rodi- 
llas para  esperar  por  donde  saldría  Nanaoatzin  hecho  sol:  mira- 
ron á  todas  partes  volviéudose  en  derredor,  mas  nunca  acertaron 
i  pensar  ni  á  decir  á  qué  parte  saldría,  en  ninguna  cosa  se  deter- 
minaron: algunos  pensaron  que  saldría  de  la  parte  del  Norte,  y 
paráronse  á  mirar  hacia  él;  otros  hacia  el  Mediodía,  á  todas  partes 
sospecharon  que  había  de  salir,  porque  por  todas  partes  había 
resplandor  del  alba:  otros  se  pusieron  á  mirar  hacia  el  Oriente, 
7  dijeron,  aquí  de  e^ta  parte  ha  de  salir  el  soL  El  dicho  de  éstos 
fné  verdadero:  dicen  que  los  que  miraron  hacia  el  Oriente  fueron 
Quetzaleoatl,  que  también  se  llama  Ehecatl,  y  otro  que  se  llama 
Totee  y  por  otro  nombre  Anaoatlytecu,  y  por  otro  nombre  Tía- 


14 

tlahnioteícatliptica,  y  otros  qtte  se  llaman  Minizcon  que  son  i&- 
nnmerables,  y  cnatro  mujeres,  la  primera  se  llama  Tíacapan,  la 
segunda  Teícü,  la  tercera  Tlacocoa,  la  cuarta  Xocoyotl;  y  cuan^ 
do  vino  á  salir  el  sol,  pareció  muy  colorado,  y  que  se  contoneaba 
de  una  parte  á  otra,  y  nadie  lo  podía  mirar,  porque  quitaba  la 
^sta  de  los  ojos,  resplandecía  y  echaba  rayos  de  sí  en  gran 
manera,  y  sus  rayos  se  derramaron  por  todas  partes;  y  después 
salió  la  luna  en  la  misma  parte  del  Oriente  4  par  del  sol:  prime- 
ro salió  el  sol  y  tras  él  la  luna,  por  la  orden  que  entraron  en  el 
fuego  por  la  misma  salieron  hechos  sol  y  luna.  Y  dicen  los  que 
cuentan  filbulas  ó  hablillas,  que  tenían  igual  luz  con  que  alum- 
braban, y  de  que  vieron  los  diosefi  ijue  igualmente  resplande- 
cían, habláronse  otra  vez  y  dijeron:  **|0h  dioses!  ¿cómo  será  ésto? 
¿será  bien  que  Vayan  á  la  par?  ¿será  bien  que  igualmente  alum- 
bren?" T  los  dioses  dieron  Sentencia  y  dijeron:   "Sea  de  esta 
manera,"  y  luego  uno  de  ellos  fuó  corriendo,  y  dio  con  un  cone- 
jo en  la  cara  á  Tecuciztecatl,  y  escuredóle  la  cara,  ofuscóle  el 
resplandor,  y  quedó  icomo  ahora  está  su  cara.  Después  que  hu- 
bieron salido  ambos  sobre  la  tierra  estuvieron  quedos  sin  mo- 
verse de  un  lugar  el  sol  y  la  luna;  y  los  dioses  otra  vez  se  habla- 
ron y  dijeron:  "¿Oójtno  podemos  vivir?  no  se  menea  el  sol,  ¿he- 
mos de  vivir  entre  los  villanos?  muramos  todos  y  hagámosle 
que  resucite  por  nuestra  muerte,**  y  luego  el  aire  se  encargó  de 
matar  á  todos  los  dioses  y  matólos,  y  dícese  que  uno  llamado 
Xolotl,  rehusaba  la  muerte,  y  dijo  á  los  dioses:  **¡0h  dioses!  no 
muera  yo,"  y  lloraba  en  gran  manera,  de  suerte  que  se  le  hincha- 
ron los  ojos  de  llorar,  y  cuando  llegaba  á  él  el  que  mataba,  echó 
á  huir  y  escondióse  entre  los  maizales,  y  convirtióse  en  pié  de 
maíz  que  tiene  dos  cañas,  y  los  labradores  le  llaman  Xolotl,  y 
fué  visto  y  hallado  entre  los  pies  ^el  maíz:  otra  vez  echó  á  htiir" 
y  se  escondió  entre  los  magueyes,  y  convirtióse  en  maguey  que 
tiene  dos  cuerpos  que  se  llama  mexoloÜ:  otra  vez  fué  visto,  y  echó 
á  huir,  y  metióse  en  el  agua,  ó  hízose  pez,  que  se  llama  axólotly 
y  de  alU  le  tomaron  y  le  mataron;  y  dicen  que  aunque  fueron 
muertos  los  dioses,  no  por  eso  se  movió  el  sol;  y  luego  el  viento 
comenzó  á  zumbar  y  ventear  reciamente,  y  él  le  hizo  moverse 
para  que  anduviese  su  camino;  y  después  que  el  sol  comenzó  á 
caminar,  la  luna  se  estuvo  queda  en  el  lugar  donde  estaba-  Des- 
pués del  sol  comenzó  la  luna  á  andar;  de  esta  manera  se  deriva- 


16 

nm  ü  uno  del  oteo  y  aeí  BÚen.  ea  dÍTeraos  tiempos,  el  sol  dua 
tm  dia^  y  la  luna  trabaja  en  la  noche  ó  alumbra  en  ella."  (1) 

Hemos  eopiado  al  pié  de  la  letra  esta  leyenda  por  pareMmoa 
dd  gran  importancia:  á  primera  vieta  aparece  disparatada,  extra- 
lagantei  mas  á  poco  que  se  le  examine,  deja  entender  su  sign^ 
eada  Gomara  (2)  dice:  '"Del  quinto  sol  que  al  prs^enta  tienen, 
no  dicen  de  qné  manex»  se  ha  de  perder;  pero  cuentan  oómo^ 
acabado  el  cuarto  sol,  se  escureció  todo  el  mundo,  y  estuvieron 
en  tinieblas  tointicinco  años  contónos;  y  que  á  los  quince  de 
aquella  espantosa  escuiidad,  los  dioses  fotmaron  un  homltfe  y 
nna  mxqer,  que  luego  tuvieron  hijos,  y  dende  á  dies  años  apare^ 
ció  el  sol  recien  mado  y  nacido  en  dia  de  oon^;  y  por  eso  traen 
h  (menta  de  ws  <Ji^u>8  deade  aqíiél^^  Asi  que>  contando  de 

entonces  hasta  el  año  mil  quinientos  cincuenta  y  doe>  ha  su  sol 
oeho<^ntos  y  cincuenta  y  ocho  años;  por  manera  que  ha  muchos 
anos  usan  de  escritura  pintada;  y  no  solamente  la  tienen  desde 
ce  tochüi,  que  es  comienzo  del  primer  año,  mes  y  dia  del  quinto 
so],  mas  también  la  usaban  en  vida  de  los  otros  cuatro  soles  per- 
didos y  pasados;  pero  dejábanlas  olvidar,  diciendo  que,  con  el 
nuevo  sol,  nuevas  debían  ser  todcbs  las  otead  cosas.  También  cuen- 
tan que  tres  dias  después  qtie  apareció  este  quinto  sol,  se  mui^ 
ron  los  dioses/' 

Si  de  1552  restamos  858,  encontearemos  694,  año  de  la  erac^- 


(1)  En  la  relaoion  áel  P.  Mendieta,  lib.  n,  cap.  II,  y  en  la  de  Tor^uemada,  que 
le  copia,  lib.  VI,  cap.  XIjTT,  loé  dioses  adorados  en  Teotíhuaoan  eran  animales; 
TkíUj  gavüan  ó  halcón,  se  encargó  de  liaeet  ámdar  al  sol,  aunque  sin  coásegniílo; 
C6U,  fiebve,  le  Utó  flechas  de  qne  el  sol  so  deíendi<5»  y  oon  una  de  las  mismas  saetas 
tuáó  á  CÍÜk  IjOs  dioses  desmayaron  entónces,  resolvieron  sacrificarse  y  morir,  sien- 
do el  sacrificadozi  Xolotl,  qtiien  tezminada  su  obra  se  sacrifica  á  sí  mismo.  Boturini, 
P%  37,  y  Veytia  que  le  sigue,  tOm*.  I.  yág,  88,  no  hacen  dios  al  buboso,  sino  uiio 
deloB  eoncurrentes^  la  metamorfosis  intentada  á  la  sazón  por  el  dios  de  loe  maíces 
Centootl,  flanaado  también  laopiíittín,  ó  el  dios  haérfttno,  solo  y  sin  padres.  Ano- 
JBdo  el  buboso  á  la  hoguera  hísose  un  heirmoso  globo  de  fuego;  una  águila  se  airojd 
alas  Damas,  tomó  con  el  pico  el  sol,  trasportándolo  á  los  cielos.  El  mismo  Veytia, 
toa.  I,  pág.  25,  habla  de  que  en  un  año  señalado  con  el  signo  siete  conejos,  el  sol 
Riqpendió  su  curso  por  espacio  de  un  dia  natural,  causando  graves  estragos,  hasta 
qoe  QB  moe^to  picááacIoAe  una  i»ema  le  hizo  proseguir  ski  carrekía.  Aunque  eviden- 
temente esto  corresponde  también  á  la  fábula  del  buboso,  Veytia  lo  hace  leyenda 
s^nxada  para  aplicarla  al  pasaje  bíblico  de  Josué:  tanto  así  es  su  empeño  por  ajus- 
to la  mitología  mexicana  al  Libro  sagrado. 

(2)  &  la  Coleo,  de  AA.  españoles,  tom.  22,  pág.  431. 


16 

tiana  en  que  los  mexicanos  comenzaron  á  contar  el  quinto  sol,  ó 
más  bien  su  quinta  época  cronológicai  Caía,  pues,  este  comien- 
zo demtro  de  1a  época  historia,  y  por  consecuencia,  el  cuarto  sol 
no  terminó  por  una  catástrofe,  sino  por  algún  acontecimiento 
notable  para  aquellos  pueblos.  Según*  mi  cómputo,  los  toltecas 
llegaron  á  ToUan  el  año  ce  ccdli  661;  Ghalchiuhtlatonac  comenzó 
á  reinar  el  VII  acatl  667;  el  quinto  sol  tuvo  principio  el  VIII 
tochtli  694,  vigésimo  sétimo  del  reinado  de  aquel  príncipe. 

El  suceso  conmemorado  en  el  mito  es  la  dedicación  á  las  pi- 
rámides de  Teotihuacan  al  sol  y  á  la  luna.  Teotihuacan,  como 
su  nombró  lo  dice,  estaba  consagrado  á  los  antiguos  dioses;  exis- 
tía con  sus  pirámides  desde  los  tiempos  más  remotos;  era  ün 
santuario  venerado  en  que  eran^orados  los  animales,  uno  de 
los  pisos  más  bajos  en  las  religiones  inventadas  por  los  hombres. 
Los  toltecas,  aunque  deístas,  admitían  el  culto  de  los  astros  del 
dia  y  de  la  noche,  no  siéndoles  desconocido  el  fuego  simbólico: 
á  fuer  de  conquistadores  ó  por  más  civilizados,  impusieron  sus 
creencias  en  la  ciudad  santa;  los  dioses  antiguos  fueron  derro- 
cados de  sus  altares,  ostentándose  la  imagen  del  sol  sobre  el 
Tonatiuh  Itzacual,  y  la  luna  su  compañera  en  el  Meztli  ItzacuaL 
El  hecho  importaba  la  perdida  de  la  religión  primitiva  y  la  sus- 
titución del  culto  extranjero;  vencidos  y  vencedores  tenían  em- 
peño en  perpetuar  el  recuerdo. 

La  escena  pasa  en  Teotihuacan;  en  asamblea  de  los  dioses,  de 
los  sacerdotes  sus  representantes,  se  busca  quien  se  atreva  á 
iniciar  el 'cambio;  Tecuciztecatl  se  ofrece;  faltaba  un  compañero 
y  se  le  encuentra  en  el  asqueroso  Nanaoatzin:  aquel  la  casta  sa- 
cerdotal, rica  y  poderosa,  éste  el  pueblo  pobre  que  admitía  an- 
sioso ser  regenerado  por  la  nueva  civilización.  Purificáronse 
cuatro  noches  por  el  fuego  sagrado,  purificando  también  los 
tzacuaUi  (pirámides).  A  la  media  noche  en  que  debió  tener  lugar 
la  sustitución  de  deidades,  los  sacerdotes  se  revistieron  sus  arreos; 
á  la  horay  Tecuciztecatl  vaciló,  Nanaoatzin  colocó  resueltamente 
en  la  pirámide  la  imagen  del  sol,  á  su  ejemplo,  aunque  tras  largo 
vacilar,  llevó  la  luna  á  su  asiento  el  sacerdote  irresoluto.  Loa 
soldados  no  fueron  extraños  al  cambio;  por  eso  el  águila  llevó 
al  cielo  én  el  pico  al  astro  del  dia,  mientras  el  tigre  transportó 
á  la  compañera  de  la  noche:  los  caballeros  cuauMi  y  ocdotly  águi- 
las y  tigres,  fueron  siempre  considerados  en  el  ejército.  La  luna. 


17 

menos  reverenciada  que  el  sol,  para  perder  el  brillo .  recibió  so- 
bre el  rostro  un  golpe  con  un  conejo:  era^ara  marcar  el  signo 
4el  año  del  acontecimiento:  desde  entonces  los  pueblos  de  Ana- 
hnac  descubrían  el  tocMi  cronológico,  en  esas  sombras  indecisas 
gne  se  advierten  en  la  redonda  cara  de  la  luna  llena.  Al  princi- 
pio los  astros  no  se  movían,  porque  el  culto  no  progresaba;  fuá 
indispensable  el  viento,  la  predicación,  para  hacerlos  caminar. 
Caando  los  nuevos  númenes  ganaron  pros^tos,  los  antiguos  dio- 
ses perecieron,  pues  fueron  derribados  de  sus  altares:  Xolotl  re- 
sistió el  último;  tres  veces  metamorf oseado,  acabó  por  sucumbir* 
Dábase  culto  al  sol,  á  la  claridad  del  dia;  á  la  luna  durante  la  no- 
che, siguiendo  tal  verlas  fases  de  la  diosa  melancólica. 

Esta  opinión  no  obsta  en  manera  alguna  con  la  del  Sr.  Cha- 
vero.  Los  texcocanos  contaban  su  ciclo  comenzando  por  el  sig- 
no tecpatly  mientras  los  mexicanos  lo  empezaban  por  tochÜL  (1) 
La  pintura  vaticana  es  de  origen  acolhua,  conserva  estrictamen- 
te la  tradiccion  tolteca,  y  naturalmente  escog\p  por  principio  de 
su  última  época  histórica  el  oe  tecpatl  1,116,  asignado  por  su  his- 
toriador Ixtlilxochitl  á  la  destrucción  de  ToUan.  Seguían  los  me- 
xicdnoft  la  era  de  la  dedicación  á  los  pirámides,  por  haber  teni- 
do lugar  en  el  signo  tochtlL 

De  todas  maneras,  el  cómputo  de  los  soles  no  era  una  cuenta 
vaga  para  los  pueblos  de  Anáhuac;  su  cronología  se  enlazaba 
para  ellos  de  una  manera  cierta,  entre  los  tiempos  cosmogónicos 
y  los  históricos,  contando  en  esta  forma. 

I  tecpatl.     Creación  del  mundo:  principio  del  tiempo. 

4^008  años  del  mundo.  El  diluvio:  fin  de  Atonatiuh,  y  princi- 
pio de  la  segunda  época. 

8,018  del  mundo.  Acabamiento  del  sol  Ehecatonatiuh:  empieza 
la  tercera  época. 

12,822  del  mimdo.  Concluye  el  sol  Tletonatiuh:  comienzo  del 
coarto  período. 

17,334  del  mundo.  En. el  orden  cronológico  IFcaUi,  y  coincide 
con  el  primer  año  de  la  Era  cristiana. 

18,028  del  mundo.  Vm  tochtli,  694  de  Jesucristo^  fin  del  cuar- 
to sol  Tlaltonatiuh:  inicial  del  quinto  sol;  dedicación  de  los  pi- 
rámides de  San  Juan  Teotihuacan  al  sol  y  á  la  luna. 

0)    Gama,  prim.  parle,  pág.  16. 


18 

18865.  Edad  del  mundo  contada  por  los  mexicanos  el  año/Z/ 
cállí,  1521,  en  que  la  <5iudad  de  México  quedó  sometida  por  los 
castellunotí. 

Corresponden  los  tres  primeros  soles  á  los  tiempos  prehistó- 
r¡,cos;  el  cuarto  6  Tlaltonatiuli  cae  en  parte  en  la  época  descono- 
cida; el  quinto  es  rigurosamente  histórico.  Conforme  á  las  creen- 
cias admitidas  por  los  mexicanos,  este  sol  no  debia  ser  eterno. 
Ignoraban  cuál  debia  ser  sü  duración,  aunque  sabian  que  pere- 
cería al  ñn  de  uno  de  los  ciclos  do  52  años;  por  eso  á  la  media 
noche  del  último  dia  del  periodo  tenia  lugar  la  fiesta  de  la  reno- 
vación del  fuego,  siendo  la  presencia  del  sol  sobre  el  horizonte, 
seguridad  al  mundo  de  otros  52  años  de  existencia. 

La  acabada  de  exponer  no  eá  la  única  tradiocion  acerca  de  los 
soles.     Según  una  versión  de  origen  colhua,  tenemos: 

"Ce  tochtUj  un  conejo.  En  este  año  se  dijo,  que  en  el  año  de  ce 
iochtli  se  fundaron  los  tultecas,  y  entonces  comenzó  la  cuenta  de 
sus  años  ó  edades^  y  que  á  la  vez  Uevaban  nauhüaniantli^  (*)  cua- 
tro edades,  y  que  se  completaron  cinco  edades.  Que  según  sa- 
bian los  ancianos,  en  el  año  del  referido  ce  tochili^  un  conejo,  se 
formó  la  tierra  y  el  cielo,  y  que  el  hombre  y  cuanto  hay  en  la 
tierra  todo  fué  formado  de  ella  por  Quetzalcoatl,  y  que  éste  en  el 
dia  7  Wiecatl  habia  criado  y  animado  todo:  chicóme  eccUl  y  tonal  yn 
quin  chinh  yn  quin  yocox,'* 

"Que  en  la  primera  edad,  ce  tonatiúh,  existiendo  todo  como  en 
su  principio,  on  niUTica  iiiitzinecan,  las  cuatro  aguas  del  sol,  Tuthui 
atl  iyiüoncd,  (**)  consumieron  lo  criado  en  la  tierra,  pues  lo  ahoga- 
ron, é  hicieron  que  los  hombres,  animales,  &c  alzasen  y  abajasen 
á  menudo  sus  cabezas  de  entrólas  furiosas  olas,  y  que  todos  pe- 
reciesen ó  se  volviesen  pescados,  tlacamtchtihíioG.  (^)  Por  esto  se 
llamó  esta  edad  Atonatiuh,  sol  de  agua,  ó  correr  los  dias  de  agua.** 

"En  la.  segunda  edad  del  sol,  iiiic  one  tonatiúh,  á  la  vez  que  ra- 
yaba el  7ioJcui  ocdotU  cuatro  tigres,  se  dijo,  que  se  había  cubierto 

(*)  Kauhtlainantli;  seguu  el  P.  Molina.  Los  indios  se  valían  de  esta  expresioa 
cuando  qnerian  dar  á  entender  que  una  cosa  estaba  'duplicada,  aunque  el  nombre 
quiere  decir,  cuatro  órdenes  de  cosas. 

C**)  NdhxU  atl  initonal'  cuando  el  símbolo  de  los  dias  era  el  de  TUíhtUatl,  cuatro 
aguas. 

(♦)  Tltfcamichtíhuac;  se  deriva  de  tlaeatl,  persona,  micTii,  pescado,  y  del  verbo 
ihuaj  ir  á  ser. 


19 

el  cielo  y  oscnrecido  el  sol  al  llegar  á  la  mitad  del  cielo  (medio 
(Ka),  j  en  segnida  durante  la  oscuridad  se  estaba  comiendo  el 
sol  (eclipsando),  y  las  gentes  se  caían  de  embriaguez." 

'^En  la  tercera  edad,  en  el  símbolo  nahui  quiákuiü,  cuatro  llu- 
íias,  hizo  sol  de  lluvia;  porque  llovió  fuego  y  arena,  por  cuya 
causa  se  qttemó  é  hirvió  la  piedra  y  se  forms^ron  peñascos,  y  la 
piedra  llamada  tezontle  ó  tetzantM,'*  ' 

"En  la  cuarta  edad,  inic  nahui  Tonatiuh,  y  en  el  símbolo  nahui- 
eiecaU,  hicieron  tan  fuertes  vientos  que  ahogaron  á  muchas  *per- 
'aonas  y  arrojaron  por  los  montes  á  otras.  De  donde  resultó  que 
éstas  se  convirtiesen  en  monos,  y  se  llamó  esta  edad  ó  época,  sol 
de  aire  ó  de  fuertes  vientos.'*  t 

"En  la  quinta  edad,  macuHl  Tonatiuh,  y  en  el  símbolo  noÁui 
ólUn,  cuatro  movimientos,  según  ancianos  y  antiguos  habrá  gran- 
des  movimientos  ¿e  la  tierra,  hambres,  guerras  y  confusiones^  y 
se  consumirá  todp."  (1) 

Esta  tradíccion  nos  parece  un  tanto  disfígurada,  por  la  intro- 
daccion  en  ella  de  las  doctrinas  cristianas. 

El  8r.  Brasseur  ha  dado  un  extracto  del  Códice  Ohimalpopoca. 
que  no  carece  de  interés.  Es  el  siguiente: 

'*E1  primer  sol  tomó  nombre  del  dia  naJiui  atl  y  se  llamó  Ato- 
natinh;  entonces  tuvo  lugar  la  inundación,  habiendo  flotado  los 
hombres  como  peces." 

**Este  es  el  sol  llamado  7iahui  aü,  el  agua  permaneció  tranqui- 
la dorante  cuarenta  años  más  doce,  y  se  vivia  por  la  tercera  y  la 
cuarta  vez;  cuando  llegó  el  sol  nahui  atl  hablan  pasado  cuatro- 
cientos años,  más  doscientos,  más  setenta  y  seis,  y  entonces  fue- 
ron perdidos  y  anegados  los  hombres,  y  convertidos  en  peces. 
El  cielo  se  aproximó  al  agua,  todo  se  perdió  en  un  solo  dia,  y  el 
dia  nahui  xochitl  se  consumió  todo  lo  que  era  de  nuestra  carne." 

*T  en  aquel  año  ce  daUi  y  el  dia  riahui  atl,  todo  se  perdió.  Las 
montañas  se  abismaron  bajo  el  agua.  El  agua  permaneció  tran 
quila  durante  cincuenta  y  dos  años." 

(1)  Anales  de  Oaauhtitlan,  MS.,  tom.  I  en  la  colección  del  Sr.  D.  Femando  Ba- 
iDúez,  ahora  en  poder  del  Lie.  D.  Alfredo  Chavero:  traducción  del  mexicano  por  el 
Ik,  Galicia  Ohimalpopoca.  A  veces  me  figuro  ser  este  MS.  el  Uamado  Códice  Ghi- 
milpopoca  por  el  Sr.  Brasseur  de  Bourbourg;  á  veces  desisto  de  mi  Idea^  porque  en- 
eofntrp  diferencias  sustanciales  entre  ambos  textos.  Y.  g.  al  principio  de  esta  relación 
se  eonforma  en  parte,  y  difiere  en  mucho  de  la  copiada  por  el  Sr.  Brasseur,  en  su 
Histoire  des  nations  civiüsees  du  Mexique  et  de  V  Améríque-Gentralej  tom.  I,  pág.  85. 


20 

"Al  fln  del  año,  Titlahuan  previno  á  Nata  y  á  bu  mujer  Nena, 
díciéndoles:  "No  hagáis  odli  (pulque );  ahuecad  inmediatamente 
un  gran  ahtiehvetl,  j  entrareis  en  él  cuando  en  el  mes  Tozoztli  el 
agua  se*  aproxime  al  cielo. 

"Ellos  entraron,  y  cuando  aquel  cerró  la  puerta  les  dijo:  "No 
comerás  tu,  más  de  una  mazorca  de  maíz  y  otra  tu  mujer." 

"Luego  que  acabaron  salieron  de  ahí,  porque  el  agua  perma- 
necía tranquila;  el  leño  (la  barca)  no  se  movia,  y  comenzaron  á 
perecejr  los  peces." 

"Entonces  encendieron  fuego  frotando  dos  pedazos  de  made-^ 
ra,  y  asaron  los  pescados.  Los  dioses  Citlallinicue  y  Citlallato- 
nac,  miraron  hacia  abajo  y  dijeron:  "Dioses,  ¿qué  fuego  es  aquel? 
¿porqué  están  ahumando  los  cielos?" 

"Luego  descendió  Titlacahuan  Tezcatlipoca  y  se  puso  á  rega- 
ñar diciendo:  "¿Que  hace  aquí  este  fuego?"  Y  tomando  los  pes- 
cados les  compuso  las  agallas,  les  arregló  la  cabeza,  y  los  trans* 
formó  en  perros."  (1) 


(1)    Brasseor,  tom.  I,  pag.  425:    El  resto  de  la  leyenda;  aunque  con  variantes^ 
Tiene  á  ser  la  misma  que  en  los  anales  de  Guauhtitlan. 


•  CAPÍTULO  n. 

Los  aneo  ¿oles,  según  la  leyenda  mexioana.^Los  trece  cieloi, — El  dioa  invisible  ó  Th- 
que  líakuaqtte. — La  primera  mujer  ó  Cikuaoohuatl,~-El  OmeteotUU  j/  la  Omed- 
huaü. — AeiUmaitL — La  ereadon  según  los  mixtéeos, — Los  perieues,  los  guaiouras  y 
fe»  eoékSmies  de  CatífcrvÁa. — Los  sinaloas. — Monogenismo  de  los  mexieanos,^-La 
Uerra.^Loseielos.'-Lasestrellas.'^Oometas.^El planeta  Vínus.-^El  sol,^BeUp- 
ses.^La  luna. 

m 

NADA  hemos  visto  todavía  acerca  del  origen  de  los  dioses  y 
del  mundo.  Según  un  antiguo  manuscrito,  (1)  habitaban  en 
el  treceno  cielo  los  dioses  Tonacatecutli,  y  Tonacacihuatl  su 
mnjer:  cielos  y  númenes  aparecen  los  primeros»  sin  decirse  de 
dónde  traen  principio.  El  par  divino  tuvo  cuatro  hijos.  Tlatlauh- 
qniteztz&tlapuca»  que  nació  todo  colorado,  divinidad  principal  de 
bs  de  Tlazcala  y  de  Huexotzinco  bajo  el  nombre  de  Gamaxtle. 
Yayanquitezcutlipuca,  quien  nació  negro;  era  el  principal  de  sus 
hermanos,  estaba  en  todo  lugar,  sabía  todos  los  pensamientos, 
conocía  los  corazones,  llamándole  Moyocoya,  *'que  quiere  decir 
que  es  poderoso  ó  que  liace  todas  las  cosas  sin  que  otro  le  vaya 
á  la  mano,  y  según  este  noi^bre  no  le  sabían  pintar  sino  como 
aire."  El  tercero  fue  Quetzalcoatl  ó  Tahuiliecatl;  y  el  cuarto  hijo 
se  llamó  Omiteotl  é  Inaquizcoatl;  los  mexicanos  le  adoraban  bajo 
el  nombre  de  Huitzilopochtli  por  ser  izquierdo;  nació  sin  carnes 
ó  con  solo  los  huesos  en  forma  de  esqueleto.  (2)  Seiscientos  años 
permanecieron  inactivos  los  dioses,  hasta  que  al  fin  de  aquel  pe- 
riodo se  reunieron  los  cuatro  hijos  á  fin  de  determinar  lo  que 
debia  de  hacerse;  conferenciado,  cometieron  el  desempeño  á 

(1)  Se  encuentra  en  un  Códice  intítulado,  Libro  de  Oro  y  Tesoro  índico,  propio 
del  8r.  D.  Joaquín  García  Icazbalceta.  Llámase  el  escrito  Historia  de  los  mexioanos 
por  808  pinturas,  y  se  atribuye  á  Fr.  Juan  Zumárraga  y  á  un  Fr.  Bemardino  de  San 
Fnnoisoo:  por  esta  causa  citaré  el  MS.  bajo  el  nombre  de  Fr.  Bemardino.  La  rela- 
Qon  fné  escrita  oyendo  á  los  señores,  principales  y  sacerdotes,  y  con  presencia  "de 
'^808  libros  y  figuras  que  .según  lo  que  demostravan  eran  antiguas  y  muchas  deHas 
'*teflida  la  parte  untadas  con  sangre  humana." 

{i).  Fr.  Bemardino,  cap.  I.  MS. 


22 

Quetzalcoatl  y  á  Hnitzilópochtli,  quien  para  entonces  ya  tenía 
carnes.  La  primera  obra  de  los  dioses  creadores  fué  el  fuego,  y 
en  seguida  un  medio  sol  que  alumbraba  poco.  Siguióse  la  crea- 
ción del  hombre  Oxomoco  y  de  su  mujer  Cipactonal,  dándosele 
á  él  orden  para  cultivar  la  tierra,  y  á  ella  de  que  hilage  y  tejiese, 
y  ciertos  granos  de  maíz  para  hacer  adivinaciones:  estos  consor- 
tes inventaron  la  cuenta  del  tiempo  y  el  calendario.  Crearon  el 
averno  ó  el  infierno  haciendo  señores  de  aquel  lugar  á  Mictlan* 
tecutli  y  á  Michitecacihuatl  su  mujer:  luego  los  cielos,  ademas 
del  treceno  ya  existente.  Beunidos  en  seguida  los  cuatro  dioses 
formaron  el  agua;  le  dieron  por  señores  á  Tlalocateoutli  y  á  su 
esposa  Chalchiuhtlicue:  estos  dioses  del  agua  tenían  su  aposento 
"  en  cuatro  cuartos,  y  en  medio  un  gran  patio  do  están  cuatro 
"barreñones  grandes  de  agua;  la  una  agua  es  muy  buena  y  desta 
"llueve  cuando  se  crian  los  panes  y  semillas,  y  envíase  en  buen 
"tiempo;  otra  es  mala  cuando  llueve,  y  con  el  agua  se  crian  tela- 
"  rañas  en  los  panes  y  se  añublan;  otra  es  cuando  llueve  y  se  ye- 
"lan,  otra  cuando  llueve  y  no  grana  y  se  secan:  y  este  dios  del 
"  agua  crió  muchos  ministros  pequeños  de  cuerpo,  los  cuales  es- 
"  tan  en  los  cuartos  de  la  dicha  casa,  y  tienen  alcancías  en  que 
"toman  el  agua  de  aquellos. barreñones  y  unos  palos  en  la  otra 
"  mano,  y  cuando  el  dios  del  agua  les  manda  que  vayan  á  regar 
"  algunos  términos,  toman  sus  alcancías  y  palos,  y  riegan  del  agua 
"para  llover  que  les  mandan,  y  cuando  atruena  es  cuando  quie- 
"bran  las  alcancías  con  los  palos,  y  cuando  viene  rayo  es  de  lo  que 
"  tenia  dentro  ó  parte  de  la  alcancía."  Los  cuatro  dioses,  por  últi- 
mo, dentro  del  agua  hicieron  un  gran  pez  llamado  Oipactli,  cuyo 
pez  fué  transformado  en  la  tierra,  con  su  dios  Tlalteouhtli,  al  cual 
pintan  tendido  sobre  el  Cipactli  en  memoria  de  su  creación.  (1) 
De  los  primeros  padres  Oxomoco  y  Cipactonal  nació  Pilcinte- 
cutli,  y  por  faltarle  mujer  le  dieron  una  formada  de  los  cabellos 
de  XochiquetzaL  Entonces  los  cuatro  dioses,  mirando  que  el 
medio  sol  alumbraba  poco,  quisieron  copapletarlo  y  al  efecto 
Tezcatlipoca  se  convirtió  en  sol.  ^gun  esta  leyenda,  el  astro 
sale  por  Oriente,  llega  á  lo  más  alto  del  cielo  y  de  ahí  se  toma 
al  horizonte  para  aparecer  al  otro  dia;  del  meridiano  al  ocaso  lo 
que  se  ve  es  la  claridad  del  astro  y  no  el  sol  mismo.  En  esta 

(1)  Fr.  Bemardino,  cap.  n,  MS. 


23 

« 

^ooa  fneroB  criados  lo»  gigantes,  hombres  muy  corpulentos, 
eoD  tantas  fuerzas  que  arrancaban  los  árboles  con  las  manos^ 
y  eran  rústicos,  supuesto  que  comian  sólo  la  bellota  de  las  en- 
cimas. (1)  . 

Tezcatlipuca  permcineció  siendo  sol  tiempo  de  trece  ciclos  6 
676  años,  á  cabo  de  los  cuale»  Quetzalcoatl  le  dio  con  un  bastón, 
le  derribo  al  agua,  y  él  se  transformo  en  el  astro  luminoso.  Tez*- 
ofttUpoea  en  el  liquido  se  trasformó  en  tigre,  salió  á  tierra  y 
^oró  á  los  gigantes:  en  memoria  de  este  hecho  queda  en  el  cielo 
fai  eonstelacion  de  la  Osa  mayor,  que  es  Tezcatlipuca  bajando  de 
los  cielos  á  los  mares.  Entonces  los  macehiwUiy  6  el  común  del 
género  humano,  se  alimentaban  de.  piñones.  Quetzalcoatl  duró 
heoho  sol  otros  676  años,  y  entonces  el  tigre  TeKcatlipocM)»  le  dio 
ona^oz,  le  derribó  del  cielo,  y  levantó  tan  grande  viento  que  se 
ló  llevó  ¿  él  y  á  los  inacehtiaüiy  los  cuales  se  volvieron  monos. 
Tlalocateeutli  tomó  entonces  el  lugar  del  sol,  durando  en  su 
puesto  364  años,  *'en  cuyo  tiempo  Ips  macehuales  que  habia  jio 
"eomian  sino  aciemhüi:  que  es  una  simiente  como  de  trigo  que 
''nace  en  el  agua."  Al  fin  de  esta  edad,  Quetzalcoa4A  llovió  fuego 
del  cielo>  quitó  de  sol  á  Tlaloc  poniendo  en  su  lugar  á  eu  esposa 
CbaUúuhtlieue,  quien  duró  como  astro  312  años;  '^  los  macehua- 
**  les  comian  en  este  tiempo  de  una  cimiente  como  maíz  que  se  dice 
"dntrocoeopi;  (2)  ansí  que  desde  el  naeimiento  de  los  dioses  fasta 
'*el  cumplimienta  deste  sol  hubo  según  su  cuenta  1628  años."  (3) 

En  el  postrero  de  estos  años  llovió  tan  reciam^ite  que  todo 
88  cubrió  con  el  agua,  los  maoektKáii  se  trasforzoaron  en  peces,  y 
el  etelo  cayó  ^sobre  la  tierra:  aquel  año  tenia  por  signo  tocMU. 
Vista  tan  grande  destrucción,  los  cuatro  dioses  alnrieron  ciíatrp 
caminos  por  debajo  de  la  tierra  para  salir  á  la  superficie  supe- 
TÍor;  criaron  cuatro  hombres  llamados  Otomitl,  Itzcoatl,  Izmali- 
y^  y  Tenoehi;  Tezcatlipoca  se  convirtió  en*  el  grande  árbol 
llaiiíuido  tezcaoahuitl,  y  Quetzalcoatl  en  el  quetzalhuaxotl;  y  con 
los  árboles^  hombres  y  dioses  reunidos  alzaron  el  cielo,  ponién- 
dolo como  ahora  está.  TonacatecujÜi  por  esta  acción  hizo  á  sus 
h^os  señores  del  cielo  y  las  estrellas.  El  camino  por  el  que  Tez- 


(1)  Optts.  cit.,  cap.  III.,  MS. 

Í2)  Esta  palabra  está  muy  estropeada. 

(3;  Pr.  Bemardino,  cap.  IV.  MS. 


catlipuca  y  Qaetzalooatl  pasaron  por  la  esfera  es  la  vía  láctea^ 
7  allí  tienen  su  asiento.  (1) 

Dos  años  después  Tezoatlipoca,  mudado  el  nombre  en  Mixooatl, 
sacó  fuego  por  medio  de  dos  palos,  é  hizo  fiesta  á  los  dioses  en- 
cendiendo grandes  fuegos.  Al  sexto  año  nació  Oenteotl  hijo  de 
Pilcintecutli;  al  octavo  crearon  los  dioses  á  los  macehuales  como 
de  antes  solian  estar.  En  el  primer  año  de  la  seguida  trecena 
juntáronse  las  cuatro  divinidades  á  fin  de  formar  un  sol,  así  para 
que  alumbrase  la  tierra,  como  para  que  comiese  corazones  y  be- 
biese sangre;  para  xeunir  esta  ofrenda  hicieron  la  guerra^  la  cual 
duró  tres  años,  y  para  que  hubiese  gente  de  que  el  sol  comiese^ 
Tezeatlipoca  creó  cuatrocientos  hombres  y  cinco  mujeres,  los 
cuales  quedando  vivos  fueron  trasladados  al  doceno  cielo:  en 
aquella  guerra  murió  Xochiquetzal,  y  fue  la  más  esforzada  de 
cuantas  en  ella  murieron.  (2)  Beunida  ya  la  comida  del  sol,  los 
dioses  ayxmaron,  se  sacaron  sangre  de  las  orejas  y  del  cuerpo,  y 
encendido  im  gran  fuego  Quetzalcoatl  arrojó  en  el  á  su  hijo,  el 
cual  fue  hecho  sol;  Tlalocatecutli  arrojó  también  á  su  hijo,  cuando 
el  fuego  no  estaba  tan  intenso,  y  salió  hecho  luna,  cenicienta  y 
oscura  á  causa  del  estado  de  la  hoguera.  ^T  en  este  postrero  año 
'^deste  trece  comenzó  á  alumbrarel  sol,  porque  fasta  entonces 
"  habia  sido  noche,  y  la  luna  comenzó  á  andar  tras  él,  y  nunca  le 
"alcanza  y  andan  por  el  aire  sin  que  lleguen  á  los  cielos."  (3) 

La  leyenda  de  los  cinco  soles,  en  la  forma  acabada  de  relatar, 
es  la  genuina  mexicana,  á  diferencia  de  la  tolteca  ó  tezcocana 
referida  en  el  Códice  Vaticano.  Todavía  el  MS.  mencionado  nos 
da  los  curiosos  pormenores  siguientes:  En  el  primer  cielo  esta- 
ban, la  estrella  hembra  Citlalmime  y  la  macho  Citlalatonac,  y 
son  las  guardas  del  cielo  puestas  por  Tonacatecutli,  y  no  se  ven 
por  estar  en  el  camino  que  el  cielo  hace.  En  el  segundo  cielo  es- 
tán las  mujeres  llamadas  Tezauhichuatl  ó  Cicimine,  en  forma  de 
esqueletos,  y  cuando  el  mundo  se  acabase  bajarían  á  comerse  á 
los  hombres.  En  el  tercero  habitaban  los  cuatrocientos  hombres 
formados  por  Tezeatlipoca,  j  eran  de  cinco  colores,  amarillos, 
negros,  blancos,  azules  y  colorados,  siendo  los  guardadores  de 


(1)  OpoB.  cit.,  cap.  y.  MS. 

(2)  Ibid.,  cap.  VI.  MS. 

(3)  Fr.  Bemardino,  cap.  \'II.  MS. 


26 

los  cielos.  Estaban  las  aves  en  el  onarto  cielo,  y  de  ahí  bajaban 
á  la  tierra.  En  el  quinto  estaban  las  culebras  de  fuego,  hechas 
por  el  dios  de  este  elemento,  y  de  ellas  salían  los  cometas  j  las 
estrellas  errantes.  .«El  sexto  cielo  contenia  el  aire;  el  sétimo  el 
polvo:  en  el  octavo  se  reunían  los  dioses;  de  ahí  arriba  no  subia 
ninguno,  y  no  sabían  lo  que  había  hasta  el  treceno  en  que  vi- 
vían Tonaoatecutli  y  su  esposa  TonacacihuatL 

En  la  confusión  de  aquella  mitología  revuelta  y  extravagante, 
86  mira  descollar  la  creencia  en  la  unidad  de  Dios.  En  la  lengua 
mexicana  TeoÜ  corresponde  á  la  idea  abstracta  Dios.  Con  esa 
palabra  distinguían  un  ser  supremo,  invisible  y  eterno,  al  cual 
Bo  representaban  en  forma  alguna.  Decíanle  Tloque  NaJmaque, 
aquel  que  tiene  todo  en  sí  ó  eí  creador  de  todas  loa  cosas;  Ipahie- 
moaady  aquel  por  quien  se  vive,  é  Ipálnjemohv^üoni^  por  quien  vi- 
vimos y  somos.  (1)  Mendieta,  (2)  aunque  aplicándolo  mecamen- 
te al  sol,  asegura  que  á  esa  divinidad  invisible  decían  ^*Moyucv^ 
jfoízin  ayac  oquiyooux^  a¡fac  oqtdpic,  que  quiere  decir,  que  nadie 
lo  crió  ó  formó,  sino  qw  éí  solo  por  su  autoridad  y  por  su  vo- 
luntad  lo  hace  todo."  Según  el  intérprete  del  Códice  Telleriano, 
(3)  la  Tonacacihua  se  llamaba  Chicomecoatl  siete  culebras,  y 
caoBaba  las  hambres:  á  Tonacatecutli,  ''que  era  el  dios  que  di- 
cen, que  hizo  el  mundo,"  le  apellidaban  Tloque  Nahuaque,  Tlal- 
ticpaque,  Teotlale-Matlahua-Tepehua.  En  otras  versiones,  el 
cieador  del  cielo  y  de  la  tierra  habían  sido  Tezoatlipoca,  Huitzi- 
lopochtli,  ó  OcelopochtlL  (4)  Para  que  nada  falte  en  estas  en- 
ecMitradas  opiniones,  Acosta  (5)  niega  haya  en  mexicano  una  pa- 
labra que  corresponda  al  Deus  latino^  Theos  griego,  El  hebreo  y 
Alá  arábigo;  mas  esto  no  es  sostenible.       « 

£1  Tloque  Nahuaque  creó  en  un  ameno  jardín  un  hombre  y  una 
mujer,  progenitores  del  género  humano.  Nada  se  dice  del  varón; 
la  mujer  se  denominaba  Cihuacohuatl,  la  mujer  culebra,  la  cule- 
bra hembra;  decíanla  también  Tititl,  nuestra  madre  ó  el  vientre 


(1)  IxtUfaLOohiU,  reiaoiones.  MS. —Diego  Muñoz  Oamargo,  Hist  de  TiBxoalla. 
IfiS.— B^ac.  de  J.  B.  Pomar,  MS.--Torquemada,  lib.  VI,  cap.  VIII.--Boturim,  pág. 
79. — Cla:vigero,  tom.  II,  pág.  223. — Herrera,  dec.  III,  lib.  11,  cap.  XV. — etc. —etc. 

(2)  Hist  edes.  indiana,  pág.  88.  ^ 

(3)  Parte  segunda,  lámina  I. 

(4)  Mendieta,  pág.  81. 

(5)  ffigt.  nat.  y  mor.  Üb.  V.  cap.  111. 

4 


26 

de  donde  nacimos,  y  Teoyaominqui,  diosa  que  recoge  las  almas 
de  los  difuntos.  (1)  Llamábanla  también  Quilaztli,  asegurando 
tener  siempre  gemelos,  cocohua  en  mexicano,  y  se  aparecía  algu- 
nas veces  vestida  de  blanco,  llevando  á  las  espaldas  una  cunita, 
cosólli,  cual  si  cargara  á  un  niño,  oyéndosele  dar  gritos  y  llorar; 
su  aparición  se  tomaba  en  mal  agüero.  (2) 

Según  otra  versión,  encima  de  los  once  cielos  habitaban  en 
una  ciudad  gloriosa,  llena  de  delicias  y  riquezas,  el  dios  Omete- 
cuhtli,  dos  veces  caballero  ó  señor,  por  otro  nombre  Citlalato* 
nao,  estrella  resplandeciente,  con  su  esposa  Omecihuatl,  dos  ve- 
ces señora,  ó  Citlalicue,  enaguas  ó  faldellín  de  estrellas:  tuvie- 
ron muchos  hijos,  dirigiendo  el  padre  á  los  varones,  la  madre  á 
las  hembras.  (3)  La  Omecihuatl  dio  á  luz  un  fecpcití,  de  lo  cual 
espantados  y  admirados  los  hijos,  acordaron  arrojarlo  á  la  tie- 
rra; cayó  el  pedernal  en  Chicomoztoc,  siete  cuevas,  y  al  golpe 
brotaron  mil  seiscientos  dioses  ó  diosas.  Después  de  algún  tiem- 
po que  éstos  vivieron  desterrados,  enviaron  un  mensajero  á  Ci- 
tlalicue diciéndole,  que  ya  que  estaban  caidos,  les  diese  Ucencia 
para  crear  hombres  que  les  sirviesen,  dándoles  la  industria  pa- 
ra formarlos;  ella  contestó  tenerlo  por  bien,  que  ocurriesen  al 
Mictlan  Tecutli,  señor  ó  capitán  del  infierno,  pidiéndole  les  die- 
se hueso  ó  ceniza  de  los  muertos  pasados,  sobre  lo  cual  se  sacri- 
ficarían, y  saldrían  un  hombre  y  una  mujer  que  se  multiplica- 
rían en  seguida. 

Traida  esta  respuesta  por  Tlotli,  gavilán,  se  reunieron  los  dio- 
ses en  consejo,  determinando  que  Xolotl  fuese  al  infierno  á  pe- 
dir los  huesos,  previniéndole  que  por  cuanto  era  doblado  y  ca- 
viloso el  capitán,  mirase  no  se  arrepintiera  después  de  hecha  la 
dádiva.  Xolotl  fué  á  cumplir  el  mandado,  obteniendo  del  Mic- 
tlan Tecutli  el  hueso  y  ceniza;  mas  apenas  los  tuvo  en  sus  manos, 
echó  á  huir  con  toda  velocidad;  perseguido  por  el  capitán  del  in- 
fierno, tropezó,  rompió  el  hueso  tamaño  de  una  braza,  y  reco- 
giendo como  pudo  los  pedazos  llegó  á  presencia  de  los  dioses. 
Pusieron  los  desiguales  fragmentos  en  un  lebrillo,  se  sacaron 
sangre  del  cuerpo  que  echaron  sobre  las  astillas,  y  á  los  cuatro 


(1)  Veytia,  tom.  I,  pág.  8-9. 

(2)  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XXXI. 

(3)  Torqnemada  lib.  VI,  cap.  XIX. 


27 

diitti  salió  un  niño;  tomando  á  la  misma  operación,  á  los  otros 
cnat¡ro  dias  salió  nna  niña,  "y  los  dieron  á  criar  al  mismo  Xo- 
lotl»  el  cual  los  crió  con  la  leche  de  cardo."  (1)  Roto  el  hueso  en 
psxtes  desiguales,  por  eso  salieron  los  hombres  de  diversas  es- 
taturas. 

Casi  todos  los  pueBlos  poseen  un  mito  acerca  del  fuego,  que 
recuerda  al  griego  Prometeo.  En  esta  leyenda,  al  choque  del  ce- 
leste tecpatl  (símbolo  del  fuego)  contra  la  tierra,  brotan  los  dio- 
ses terrestres,  es  decir,  las  ciencias  y  las  artes.  Los  hijos  del  sí- 
lex fecundan  con  su  sangre  las  cenizas  de  los  muertos,  y  apare- 
een  los  progenitores  del  género  humano;  son  las  nuevas  genera- 
ciones Tiviendo  nueva  vida,  al  contacto  de  los  beneficios  del  po- 
deroBo  elemento. 

Refieren  los  de  Acolman,  que  estando  el  sol  en  el  cielo,  á  ho- 
ras de  las  nueve,  tiró  una  flecha  y  con  ella  hizo  un  hoyo,  del 
eoal  salió  un  hombre  no  teniendo  más  cuerpo  que  de  los  brazos 
arriba;  en  seguida  una  mujer  entera,  siendo  éste  el  primer,  par 
que  dio  principio  á  los  nacidos.  El  hombre  se  llamó  Aculmaitl, 
compuesto  de  dcuHi,  hombre,  y  maítl,  marío.  (2)  Traza  tiene  es- 
ta leyenda  de  referirse  más  bien  al- origen  de  la  tribu  Acolhua, 
nombre  deriv^o  también  de  aixílí,  hombro,  y  que  significa,  los 
hombres  Hombrados  ó  forzudos.  Los  mixtéeos  decían  proceder 
de  los  árboles  de  Apoala.  Los  otomiés  salieron  de  una  roca  he- 
rida con  un  bastón  por  Camaxtli.  (3)  Los  tzapotécos  confesa- 
biai  descender  de  los  tigres,  de  las  águilas,  de  las  rocas  y  de  los 
árboles.  (4) 

En  oiara  relación  de  los  mixtecas  de  Cuilapa  se  dice,  que  en  el 
imo  j  el  día  de  la  oscuridad  y  las  tinieblas,  cuando  aun  no  ha- 
bía dias  ni  anos,  el  mundo  era  un  caos  sumido  en  la  oscuridad, 
estando  la  tierra  cubierta  de  agua,  sobre  la  cual  sobrenadaban 
el  limo  y  la  lama.  Un  dia  apareció  el  dios  Ciervo  por  sobrenom- 
bro Culebra  de  León,  y  la  linda  diosa  Ciervo  ó  Culebra  de  Ti- 
gre: tenían  figura  humana,  y  con  su  gran  sabiduría  levantaron 
sobre  el  agua  una  gran  peña,  y  encima  construyeron  suntuosos 


(1)  Mendiéta,  lib.  II,  cap,  I. 

(2)  Mendieta,  lib.  II,  cap.  VL  Torqueinada,  lib.  VI,  cap.  XLIV. 
(8)  MS.  de  Fr.  Bemardino. 

<4)  Burgoa,  Geog.  d?6crip.,  fol.  19G. 


28 

palacios  para  su  morada;  en  lo  más  alto  colocaron  una  hacha  de 
cobrO;  con  el  ñlo  hacia  arriba  sobre  el  cual  se  sustentaba  el  cie- 
lo. Estos  edificios  estaban  en  la  Mixteca  alta,  junto  al  pueblo  de 
Apoala,  y  la  peña  se  llamaba,  litgar  donde  estaba  d  cielo.  Muchas 
siglos  vivieron  los  dioses  en  descanso,  gozando  de  delicias,  has- 
ta que  les  aconteció  tener  dos  hijos  varo&es  hermosos,  discretos 
y  sabios  en  todas  las  artes;  del  nombre  del  dia  de  su  nacimiento 
se  llamaron  Viento  de  nueve  Culebras  y  Viento  de  nueve  Cavernas: 
ambos  fueron  criados  con  mucho  regalo,  y  sabían  transformarse 
en  águila  ó  serpiente,  hacerse  invisibles  y  aun  penetrar  á  travos 
de  los  objetos. 

Gozando  estos  dioses  de  la  mayor  tranquilidad  acordaron  ha- 
cer ofrenda  y  sacrificio  á  sus  padres,  á  cuyo  efecto  tomaron  unos 
incensarios  de  barro,  les  pusieron  lumbre  y  quemaron  una  caai- 
tidad  de  beleño  molido:  fué  ésta  la  primera  ofrenda.  En  seguida 
construyeron  un  jardin  con  plantas  y  flores,  árboles  y  frutos,  y 
yerbas  olorosas;  junto  labraron  un  prado  con  todo  lo  necesario 
para  los  sacrificios.  Los  piadosos  hermanos  vivían  contentos  en 
aquella  heredad,  cultivábanla,  quemaban  el  beleño,  y  con  oracio- 
nes,  votos  y  promesas  pedían  á  sus  padres,  apareciese  la  luz,  se 
congregase  el  agua  en  alguna  parte  y  quedase  á^  descubierto  la 
tierra;  pues  no  tenían  mas  de  aquel  pequeño  vergel  para  su  sus- 
tento: para  esforzar  su  ruego  se  punzaron  las  prejas  y  la  lengua 
con  lancetas  de  pedernal,  esparciendo  la  sangre  sobre  los  árboles 
y  plantas  con  un  hisopo  de  ramas  de  sauz.   Los  dioses  Ciervo 
tuvieron  más  hijos  ó  hijas;  pero  sobrevino  un  diluvio,  en  el  caal 
perecieron  muchos  de  ellos.  Pasada  la  catástrofe,  el  dios  llamado 
Criador  de  todas  las  cosas,  formó  el  cielo  y  la  tierra  y  restauró  el 
genero  humano.  (1) 

Aquí  aparecen  dos  épocas  separadas  por  un  diluvio:  la  prime- 
ra el  caos  sin  tiempo  y  sin  luz,  en  que  vivía  la  generación  de  los 
dioses;  la  segunda  de  los  tiempos  y  de  los  hombres  actuales:  el 
pasado  tenebroso,  confusp;  el  presente  luminoso  y  entendible. 

Las  tribus  de  la  Baja  California,  según  Clavijero,  (2)  tenían 
idea,  aunque  confusa,  de  un  Ser  Supremo,  creador  del  mundo. 
En  las  creencias  de  los  pericués,  Niparaja  había  hecho  el  cielo. 


(1)  Fr.  Gregorio  García,  Origen  de  los  indios,  lib.  Y.,  cap.  IV. 

(2)  Hist  de  la  Antigua  California,  lib.  I,  par.  XXY. 


29 

la  tierra  y  el  mar;  su  esposa  era  Anajicojondi,  en  la  cual  sin  to- 
carla había  tenido  tres  hijos.  Anajicojondi  dio  á  luz  á'Cuajaip 
en  las  montañas  de  Acaragui;  fué  poderoso  y  le  servían  muchos 
vasallos,  pues  cuando  quería  entraba  debajo  de  la  tierra  y  saca- 
ba hombres;  mas  éstos  se  tomaron  ingratos,  se  conjuraron  con- 
tra Cuajaip,  y  le  mataron,  atravesándole  la  cabeza  con  un  ruedo 
de  espinas.  En  el  cielo,  más  poblado  aun  que  la  tierra,  Tuparan, 
por  otro  nombre  Bae,  se  alzó  con  sus  parciales  contra  Niparaja; 
quedando  éste  vencedor,  quitó  á  su  enemigo  las  pitahayas  y  las 
otras  frutas  deliciosas,  le  aprisionó  en  una  cueva  cerca  de  la  mar, 
criando  á  las  ballenas  para  que  no  le  dejasen  salir  de  allí.  Nipa- 
raja  quería  el  bien;  Tuparan  apetecía  la  guerra,  por  eso  los  que 
morían  flechados  no  iban  al  cielo,  sino  á  la  gruta  de  Tuparan. 
Las  estrellas  eran  de  metal  habiendo  sido  creadas  por  el  numen 
Púrataliui,  la  luna  era  obra  de  Cucunumic. 

Contaban  los  guaicuras  que  en  el  Norte  habitaba  un  espíritu 
principal  llamado  Guamongo,  quien  mandó  á  la  península  otro 
espíritu  por  nombre  Gujiaqui.  Visitó  éste  el  país,  sembró  las  pi- 
tahayas, dispuso  los  lugares  de  pesca,  se  encerró  algún  tiempo 
en  una  gruta  cerca  de  Puerto  Escondido,  donde  enseñó  á  sus  de- 
Totos  á  tejer  las  capas  de  cabellos  usadas  por  sus  sacerdotes,  y 
acabada  la  visita  retomó  al  septentrión  de  donde  había  venido. 
Afirmaban  también  los  doctores  guaicuras  que  el  sol,  la  luna  y 
los  otros  astros,  aparentemente  más  grandes,  eran  hombres  y  mu- 
jeres, los  cuales,  todos  toá"dias  al  ponerse,  caían  en  la  mar  y  sa- 
Uan  de  él  al  dia  siguiente  á  nado,  y  que  las  estrellas  eran  fogo- 
nes encendidos  en  el  cielo  por  el  espíritu  visitador,  y  vueltos  á 
^cender  después  de  ser  apagados  en  el  agua  del  mar  (1). 

Había  para  los  cochimíes  un  ser  creador  del  cielo,  de  la  tierra 
y  de  todas  las  cosas  í  habitaba  en  el  cielo  el  espíritu  llamado,  d 
que  vive,  quien  sin  concurso  de  mujer  tuvo  un  hijo,  por  nombre 
d  vdozy  y  la  perfeccioríló  término  deí  barro:  aparecía  un  tercer  per- 
sonaje dicho,  d  que  Jio/ce  señores.  El  qve  vive  crió  ciertos  seres  in- 
feriores, los  cuales  se  rebelaron  contra  su  señor  y  contra  los  hom- 
bre, diciéndoles  por  esto  ^nentirosos  y  engañadores,  los  cuales 
eojian  á  los  muertos  y  los  metían  debajo  de  la  tierra  para  que  no 
vi^en  al  Señor  que  vive  (2). 

(1)  CUmJero,  hist  de  California,  lib.  I,  párr.  XXV. 

(2)  ClsTijero,  loco  cit 


L 


30 

Según  alcanzaron  á  ver  los  misioneros,  celebraban  los  sinaloas 
una  fiesta  por  espapio  de  ocho  dias.  Sobre  un  suelo  emparejado 
con  arena  suelta,  en  el  interior  de  una  casa,  ti^azaban  un  círculo 
de  dos  varas  y  media  de  diámetro.  Los  indios,  excluidas  las  mu- 
jeres, entraban  embijados,  cantando  y  bailando,  con  bordones  en 
las  manos;  sentábanse  á  veces,  y  con  unas  cañas  delgadas  seña- 
laban figuras,  que  pintaban  de  colores.  Eran  dos  personaa  á  cu- 
yo rededor  se  veían  cañas  de  maíz,  frijoles,  calabazas,  y  entre 
ellas,  pájaros,  culebras  y  otros  animales.  Preguntados  por  la  sig- 
nificación de  las  figuras,  respondieron  llamarse  la  una  Yiriseua 
y  la  otra  Vairubi;  tal  vez  los  religiosos  no  entendieron  la  expli- 
cación de  la  leyenda,  pues  ji  hacen  dos  diosas,  la  segunda  ma- 
dre de  la  primera,  ya  una  madre  y  su  hijo,  ya  en  fin,  el  varón  y 
la  hembra  progenitores  del  género  humano  (1). 

En  concepto  de  los  mexicanos  la  filiación  y  distribución  de  las 
razas  era  ésta.  Ixtacmixcoatl,  la  culebra  de  nube  blanca,  tuvo 
dos  esposas.  En  la  una,  llamada  Uancueitl,  enaguas  viejas  ó  de 
vieja,  engendró  seis  hijos.  El  primogénito  Xelhua  fundó  y  pobló 
á  CuauhquechoUan,  Itzocan,  Epatlan,  Teopantlan,  Tehuacan,  Coz- 
catlan,  Teotitlan  y  otros  lugares.  Del  segundo  hijo  Tenoch,  fun- 
dador de  Tenochtitlan,  descienden  los  tenochca  ó  mexica.  Ulme- 

9  

catl,  el  tercero^  pobló  ciertos  pueblos  como  Totomihuacan,  Hni- 
tzilapan  y  Cuetlaxcoapan.  El  cuarto,  Xicalancatl,  se  estableció 
hacia  las  costas  del  Golfo,  fundando  á  Xicalanco  cerca  de  Tabas- 
co,  y  al  otro  Xicalanco  cercano  á  Veracruz.  Al  quinto,  Mixtecatl, 
reconocen  por  padre  los  mixteca,  habitadores  del  antiguo  Mix- 
tecapan.  Otomitl,  el  sexto,  se  subió  á  las  montañas  cercanas  á 
México,  levantando  las  poblaciones  de  Xilotepec,  Tollan  y  Ótom- 
pan:  "ésta  es  la  mayor  generación  de  toda  la  tierra  de  Anáhuac, 
"la  cual  allende  de  ser  muy  diferente  en  la  habla,  andan  los  hom- 
"bres  chamorros;  también  hay  quien  dice,  que  los  chichimecas 
"vienen  de  este  Otomitl,  por  ser  entrambas  naciones  de  baja  suer- 
"te,  y  la  más  soez  y  servil  gente  que  hay  en  toda  esta  tierra  (2)." 
Ixtacmixcoatl  é  Uancueitl  habían  salido  de  Chicomoztoc,  y  la 
gente  creía  Uaber  sido  engendrada  por  la  lluvia  y  el  polvo  de  la 


(1)  Blvas,  Triunfos  de  uuestra  Santa  Fee,  lib.  ü,  cap.  III. 

(2)  Gomara,  apud  Barcia,  segunda  parte,  cap.  CLXXXXV. — Torquemada,  lib.  I, 
cap  XII. 


31 

« 

tierra  (1).  De  la  segunda  esposa,  Chimalma,  uaoió  QuetzalcoatL 
Mx.  Brasseur  (2)  puso  en  historia  esta  leyenda,  eon  muchos 
pormenores  de  propio  caudal  é  invención.  Xelhua,  significa  los 
gigantes^  y  Xicalancatl  representan  los  pueblos  de  lengua  nahoa; 
Ulmecatly  (los  tzapoteca)  y  Mixtecatl,  hablan  lenguas  hermanas, 
distintas  de  la  anterior;  Otomítl  tiene  |iabla  separada  de  las  otras, 
lo  mismo  que  loa  chichimecas;  en  siete  naciones  nombradi^^,  seis 
hablas  diversas.  Todas  esas  naciones  pertenecían  á  épocas  dis- 
tintas, desde  Xelhua  el  gigante,  hasta  los  mexica  que  al  último 
se  presentaron  en  el  YaUe.  No  es,, pues,  historia  ni  mito;  es  la 
expresión  de  los  filósofos  mexicanos  reconociendo  á  todos  los 
puebloa  del  imperio,  fueran  cuales  fuesen  sus  diferencias  etno- 
gráfi.cas,  como  provenidas  de  un  solo  tronco:  los  mexicanos  pro- 
fesaban la  doctrina  monogenista,  cual  lo  comprueba  el  par  privi- 
legiado que  escapó  á  cada  uno  de  los  grandes  cataclismos,  En 
cuanto  á  QuetzalcoaÜ  blanco,  barbudo,  de  origen  evidentemen- 
te extranjero,  para  ser  consecuente  con  el  principio,  se  le  dio 
por  padre  también  á  Ixtaomixcoatl,  asignándole  otra  madre, 
Ghiznalma. 

Dejando  ya  los  orígenes,  pasemos  ¿  considerar  la  estructura 
del  mundo.  La  tierra  era  plana,  terminaba  en  los  países  conoci- 
do8|  j  más  allá  de  las  costas  se  extendía  la  mar,  cuyas  aguas  se 
unían  con  los  cielos;  óstos  y  aquellas  eran  de  la  misma  materia, 
aunque  los  cielos  más  densos:  todo  el  aparato  se  sustentaba  en 
hombros  de  ciertos  dioses^  los  cuales  se  relevaban  al  estar  can- 
sados (3).  Para  los  californios,  la  esfera  se  sostenía  en  las  espal- 
da» de  siete  gigantes.  Cuando  Dios  creó  el  mundo,  decían  los 
mayas,  puso  á  los  cuatro  hermanos  Bacab  hacia  los  cuatro  ex- 
tremos del  cielo,  para  que  lo  sustentasen  y  no  se  cayese:  estos 
Bacab  eran  conocidos  también  con  los  nombres  de  los  años  Kan, 
Muluc»  Ix,  Cauac  (4).  Cuando  los  gigantes  ó  los  genios  flaquea- 
ban,  vacilaba  la  tierra  y  sobrevenían  los  terremotos. 

Llamábase  el  mar  TeoaÜy  no  en  el  sentid  de  dios,  ''sino  agua 
maraviüosa  en  profundidad  y  grandeza.''  Llamábase  también  Ilhui- 


(1)  Motolinia^  hist.  de  los  indios,  pág.  49. 

(2)  Hist:  des  nat.  civilisées,  lib.  11,  cap.  I. 

(3)  Mofioz  Camargo,  MS.  154. 

(I)  Belacion  de  las  cosos  de  Yucatán  por  Landa,  pág.  206. 


L 


32 

"caatl,  que  quiere  decir  agua  que  se  juntó  con  d  cido,  porque  loe 
^'antiguos  habitadores  de  esta  tierra  pensaban  que  el  cielo  se 
^'juntaba  con  el  agua  en  la  mar,  como  si  fuera  una  casa:  que  el 
''agua  son  las  paredes,  y  el  cielo  está  sobre  ellas,  y  por  ese  lia- 
''man  á  la  mar  el  cielo  (amictlan)."  (1)  Pebe  suponerse  que  la 
casa  la  creían  redonda  y  techada  en  forma  circular,  por  ser 
ésta  la  figura  aparente  determinada  por  la  vista. 

En  cuanto  al  número  de  los  cielos  andan  discordes.  Trece  cuen- 
ta la  relación  de  Fr.  Bemardino;  doce  son  para  Sahagun  y  Tor- 
quemada;  once  en  otra  noticia  mexicana,  y  Muñoz  Camargo,  (2) 
con  otros  escritores,  enumera  nueve,  nombrados  "Chiconauh- 
nepanhuican,  Ilhuicac,  donde  hay  perpetua  holganza."  Para  ellos 
la  tierra  estaba  ñja;  la  luna  y  la  esfera  giraban  al  derredor  de 
aquella. 

Las  estrellas,  cithUn,  (citlaUo,  estrellado)^  estaban  pegadas  en 
el  cielo:  tenían  idea  de  las  diversas  magnitudes  aparentes,  su- 
puesto que  á  las  pequeñas  nombraban  ciÜaltontlL  Los  astróno- 
mos mexicanos  reconocían  algunas  constelaciones.  Guiados  por  las 
indicaciones  de  Sahagun,  hallamos  que  les  llamaba  la  atención  la 
estrella  de  primera  magnitud  Aldebaran  y  el  grupo  de  las  Hiadas, 
en  elToro.  La  culminación  délas  Pléyadas  les  servía  en  su  Cere- 
monia del  fuego  nuevo.  Las  tres  estrellas  del  cinturon  de  Orion 
eran  cbnocidas  bajo  la  denominación  de  Yoaltecutli  y  Yacahuiz- 
tli,  las  tomaban  por  agüero,  y  les  ofrecían  incienso  á  la  prima 
noche,  á  la  hora  de  las  tres  y  al  alba:  las  distinguían  por  mct- 
malhuaztli,  nombre  de  los  palos  que  servían  para  encender  el  fue- 
go nuevo.  A  honra  de  estas  estrellas  se  hacía  una  quemadura 
á  los  hombres  en  la  muñeca,  pues  si  morían  sin  la  señal,  eu  el 
infierno  les  barrenarían  con  un  palo  como  acá  en  la  tierra  para 
sacar  la  lumbre;  (3)  El  inamolhuaztli  colocado  en  la  esfera,  divi- 
nizaba el  instrumento  de  la  ceremonia  cíclica.  Las  estrellas  de 
la  Bocina,  es  decir,  la  Osa  menor,  pintábalas  como  una  S  y  les 
decían  citlaJxunec2ulli  jorque  tienen  semejanza  con  cierta  espé- 
jele de  pan al  cual  llaman  xunecidlli,  el  cual  se  comía  -en 

"todas  las  casas  un  dia  al  año,  que  llamaban  xucldlhuitL  (4)    La 

(1)  P.  Sahagun,  tom.  III,  pág.  309. 

(2)  Hist.  de  Tlaxcala,  MS.  152. 

(3)  P.  Sahagun,  tom.  II,  pág.  2C0. 

(4)  Ibid.  tom.  n,  pág.  252. 


33 

Osa  m&jor  ó  el  Carro,  heinos  Visto  antes  ser  el  tigre  Tezeatlipo- 
a&  Estas  dos  constelaciones  no  se  ponen  en  el  horizonte  de  Mé- 
xico; p(»r  ello  y  por  sn  figura  debieron  llamar  la  atención  de  los 
astrónomos,  no  siendo  tin  supuesto  muy  aventurado  el  que  haeían 
obserraoiones  de  la  polar,  supuesto  que  sabían  trazar  la  línea 
meridiana.  La  constelación  zodiacal  del  Escorpión  era  conoci* 
da  por  CdoÜ,  alacrán;  es  decir,  eV  mismo  nombre  adoptado  en  la 
ci^cia  astronómica  de  los  pueblos  primitivos  del  mtindo.  Como 
dios,  preside  esta  constelación  en  la  décimo  tercera  trecena  del 
Tonalamatl  J3ajo  el  nombre  de  Teoiztactlachpanqui,  compuesto 
i^ieoü,  dios,  ixtac^  blanco,  y  tlackpanqui^X  qne  barre  algo:  el  dios 
bümco  qne  barre. 

Es  sabido  que  las  veinte  divinidades  que  presidían  á  las  tre- 
cenas del  Tonalamatl,  según  Gama,  tenían  lugar  preferente  en- 
tolos  planetas  y  signos  celestes;  con  ellos  se  simbolizaban  el 
sd,  la  luna,  los  planetas  y  algunas  estrellas  fijas.  Citlalinicue  ó 
Cülalcueye,  enaguas  de  estrellas,  en  la  décima  sexta  trecena,  es 
la  Via  láctea;  (1)  en  la  pintura  está  representada  por  una  co- 
mente cual  si  fuera  de  agua»  ocupando  los  tres  lados  principales 
del  cuadrante. 

Los  cometas,  y  las.  estrellas  errantes  venían  del  quinto  cielo. 
Los  cometas,  düoíinpopocay  estrella  que  humea,  eran  pronósticos 
de  muertes  de  príncipe  ó  rey,  guerra  ó  calamidad;  el  pueblo  decía, 
"«ito  es  nuestra  hambre  f^  pensaban  en  lamateria^omo  en  los  pue- 
Uosde  Europa  hasta  hace  algunos  anos.  Creían  que  si  la  luz  del 
cometa  hería  alguna  cosa  viva,  ahí  se  criaba  un  gusano,  y  el  co- 
nejo ó  la  liebre  se  hacían  malos  para  comer:  las  gentes  se  abriga- 
ban por  la  noche  para  no  recibir  daño.  (2)  Por  esto  llamaban  á 
la  cauda  del  cometa  dtíaUntlarmnay  la  estrella  tira  saeta;  cuando 
aparecía  c^'inito  le  decían  xihuitL 

El  plasata  Vónus  tenía  el  nombre  de  Citlalatona,  la  estrella  de 
claridad,  (3)  estrella  resplandeciente.  El  interprete  del  Códice 
Tdleri&no  (4)  le  dice  Cihuatlaltona,  la  primera  claridad;  forma- 
da sutes  qne  el  sol,  fué  la  primera  luz  que  apareció  en  el  mnn- 

(1)  GamA,  Desoripeion,  pág.  100  * 

(2)  P.  Sahagan,  tom.  H,  pág.  251. 

(S)  Dsl  Planeta  Venus.  Copia  de  un  Códice  MS.  en  poder  del  Sr.  D.  Joaquín 
^tttía  Icazbalceta,  que  contiene  un  ejemplar  de  la  Hist  de  los  Indios  de  Fr .  Tori- 
bio  Uoioüma,  áon  más  completo  que  el  publicado. 

(4)   Segunda  parte,  lám.  XIY. 


i 


34 

do.  Quetzalcoatl  al  morir  se  transformó  en  esta  estrella.  En  el 
referido  Códice  se  le  llama  Tlahuizcalpantecutli,  "quiere  decir, 
señor  de  la  mañana  cu^do  amanece,  y  lo  mismo  es  señor  do 
aquella  claridad  cuando  quiere  anochecer."  Preside  la  décima 
cuarta  trecena  del  Tonalamatl  bajo  el  signo  Natui  Ollin  ó  más 
bien  Nauhollin.  En  el  templo  mayor  de  México  existía  el  teo- 
calli  Ilhuicatitlan,  junto  al  cielo,  destinado  para  los  sacrificios 
cuando  aparecía  el  planeta:  ó  igualmente  el  Hueitzompantli^  (1) 
En  el  Ilhuicatitlan  había  una  columna  alta  y  gruesa  donde  es- 
taba pintada  la  estrella;  remataba  en  un  chapitel  de  paja,  y  ante 
ella  tenían  lugar  los  sacrificios.  (2)  Los  antiguos  le  llamaban 
Lucifer  por  la  mañana,  y  en  la  tarde  Vesper  ó  Hesperus;  nom- 
bres análogos  le  daban  los  mexicanos,  pues  citlalpul  es  la  es- 
trella de  la  mañana,  y  Hueitlálin,  la  de  la  tarde.  (3) 

Los  astrónomos  conocían  bien  sus  movimientos,  dándole  en 
su  aparición  vespertina  un  período  de  260  dias;  sabían  el  tiem- 
po fijo  de  su  vuelta  oriental  señalando  otro  período  de  260  dias, 
más  una  trecena,  lo  cual  suma  273.  (4)  A  esta  cuenta  llamaban 
ToiKilpoliuaHi,  y  estaba  destinada  al  cómputo  del  Tonalamatl, 
papel  del  sol,  el  cual  se  componía  de  períodos  absolutos  de  260 
dias:  el  mismo  período,  con  ciertas  correcciones  se  prolongaba 
por  los  años,  las  indicciones,  y  los  ciclos. 

En  la  historia  del  sol  hay  mucho  de  confuso.  Destruido  cua- 
tro veces,  fue  formado  una  quinta;  bajo  este  aspecto  es  una  cria- 
tura secundaria  y  sin  poder,  no  es  una  divinidad.  Luego  apa- 
rece que  los  númenes  tomaron  su  lugar  por  algún  tiempo,  reci- 
biendo una  especie  de  santificación.  Le  encontramos  al  fin  ele- 
vado á  la  altura  de  los  dioses,  en  una  de  las  categorías  más  en- 
cumbradas. Todo  indica  una  mezcla  de  ideas,  de  distintas  épocas 
y  de  diversas  jprocedencias,  formando  un  cuerpo  abigarrado: 
mitos  cosmogónicos,  rituales  ó  astronómicos. 

En  su  ultima  faz,  el  sol  era  tenido  por  creador  de  todas  las  co- 
sas y  causa  de  ellas,  extendiéndose  su  culto  por  muy  gran  parte 
del  nuevo  continente.  (5)     Aunque  tenía  diversos  nombres,  por 

(1)  Torquemada,  Ub.  Vm,  cap.  XIV. 

(2)  Sahagun,  tom.  I,  pág.  205. 

(3)  P.  Sahagun,  tom.  II,  pág.  250. 

(4)  Del  planeta  Vrnus.  MS. 

(5)  P,  Duran,  seg.  parte,  cap,  X.  BÍS.— Mehdieta  lib.  II,  cap.  Vm. 


36 

«loeleiieui  se  le  llamaba  Teotl;  el  apellido  T<»iátiuli«  significando 

m  Acelde&te  quiere  deoir^  el  que  va  respl^deciendD,  (1)  Guando* 
en  Teoiihtiaean  murieron  loe  dioses,  dejaron  á  s\i8  devotos  laa 
mantas  con  que  se  cubrían;  aquellos  sectarios  tomaron  palos,  les 
bicieroQ  una  muesca  donde  pusieron  una  piedra  preciosa  por 
ooraz^Qy  y  los  envolvieron  primero  con  pieles  de  culebra  6  tigre 
y  en  s^^da  eon  las  mimtas;  estos  bultos  se  llamaron  üaquimi' 
UUL  (2)  Tristes  y  apenados  vagaban  los  devotos»  hasta  que  uno 
de  ellos  11^6  á  la  orill^i  del  mar;  tres  veces  se  le  apareció  Tez- 
caÜipoca,  previniéndole  al  fin,  fuese  al  sol  y  trajese  cantores  ó 
instrumentos  para  hacerle  fiesta.  Las  ballenas,  las  tortugas  y 
las  sirenas  formaron  un  puente  sobre  la  mar,  y  el  devoto,  can*. 
taAdo  un  eanto  hermoso,  llegó  al  astro  y  le  dio  cuenta  de  su  co- 
metido. Previno  el  sol  á  los  que  con  él  estaban,  que,  no  respon- 
diesen al  cantar  del  mensajero,  porque  quienes  tal  hicieran  aqi^el 
se  los  llevaría  consigo:  no  obstante  la  prevención,,  cómo  el  canto 
era  tan  melifluo,  algunos  respondieron,  y  ól  se  vino  con  ellos  á 
la  tierra,  trayendo  el  h\k¿hvfi¡!BL  y  el  t&j^isyoM*  Comenzaron  de  nue- 
vo las  fiestas,  los  bailes  y  los  cant^^es  á  los  muertos  dioses*  (3) 
En  esta  relación  continua  el  mito  de  Teotihuacan;  los  sectarios 
de  las  divinidades  d^^ocadas  por  el  culto  del  sol,  vagan  mucho 
tíeiDpo  ocultando  su  rito  proscripto,  hasta  que  pueden  de  nuevo 
piaetíea;rlé  poniéndose  en  contacto  con  los  prosélitos  del  astro. 

Los  totonacos  adoraban  la  grcm  diosa  de  los  cielos,  esposa  del 
8oL  Su  templo  estaba  en  lo  alto  de  una  montana,  muy  fresco  y 
limpio  á  maravüla;  repudiaba  los  sacrificios  de  hombres  amando 
ae  le  sacrificasen  tórtolas,  aves  y  conejos;  sacerdotes  buenos  y 
arreglados  cuidan  de  Bxt  culto,  rogándole  pidiera  á  su  esposo  el 
sel,  los  librara  de  la  tiranía  de  los  dioses  que  exigian  sai;^e  hu- 
mana. (4) 

fiepresentaban  los  mexicanos  el  astro  con  varios  círculos  con- 
céntricos, divididos  en  ocho  partes  con  unas  aspas  triangulares, 
luuaendo  relación  á  sus  movimientos  aparentes  y  á  la  división 
del  tiempo.  A  veces  ofireoe  en  el  centro  un  rostro  de  frente  con 
una  gran  lengua  saliente  de  la  boca,  como  en  la  piedra  vulgar- 

p]  Torquemtda,  Ub.  VI,  cap.  XXVn. 

(3)  Mendieta,  lib.  U,  oap.  U. 

(8)  Hendidta,  lib.  II,  oap.  m. 

[4]  Mendieta,  Ub.  n,  oap.  IX. 


[ 


36 

mente  llamada  Calendario;  otras  el  rostro  está  de  perfil  j  sin 
lengua,  como  en  el  Tonalamatl;  las  más  veces  no  aparece  la  oara^ 
como  en  el  Coaulixicalli  de  Tízoc  y  en  las  pinturas  de  los  Có* 
dices. 

Estando  fija  la  tierra,  el  sol  giraba  al  derredor  de  ella.  Los 
guerreros  muertos  sobre  el  campo  de  batalla  iban  á  morar  á  la 
casa  del  sol,  en  el  lugar  de  Oriente:  por  esto  se  llamaba  ese  pun- 
to cardinal  Tlalocan,  paraiso.  Las  mujeres  muertas  en  el  pri- 
mer alumbramiento  subían  á  la  categoría  de  diosas  bajo  el  nom- 
bre de  MacihttQquezquey  entrando  en  el  número  de  las  mujeres  ce- 
lestiales denominadas  Cihuapipiltin,  é  iban  á  habitar  también  la 
casa  del  sol,  aunque  hacia  el  Occidente,  punto  que  por  esto  era 
llamado  Cihtuxtlampa.  Al  disponerse  á  salir  por  Oriente  el  Tona- 
tiuh  en  su  curso  diurno,  los  guerreros  celestes  aprestaban  sus 
armas  y  corrían  á  su  encuentro  armando  estruendo  y  dando  vo- 
ces; se  le  ponían  delante,  y  con  pelea  de  regocijo  le  llevaban  has- 
ta ponerle  en  la  mitad  más  alta  del  cielo,  el  cual  llamaban  Ne- 
panílatonatiuh.  Becibiánlo  en  aquel  punto  las  Macihuaquezque^ 
armadas  y  con  regocijos  guerreros;  entregánbanle  los  hombres, 
y  se  esparcían  en  seguida  por  el  cielo  y  sus  jardines  á  chupar  las 
flores  hasta  el  siguiente  dia.  Las  diosas  celestes  ponían  al  To- 
natiuh  en  unas  andas  de  plumas  de  quetzaUí,  llamadas  qvetzcdcír- 
panecahuitl,  lo  tomaban  en  hombros  unas,  precediendo  las  otras 
dando  voces  de  alegría,  y  haciendo  fiesta:  así  bajaban  de  lo  alto 
hasta  llegar  al  Oihuatlampa.  Allí  salían  á  encontrar  al  Tona- 
tiuh  los  del  infierno;  porque  cuando  en  la  tierra  comienza  la  no- 
che, en  el  infierno  empieza  el  dia:  entonces  los  muertos  despier- 
.tan,  se  levantan,  corren  al  encuentro  del  astro,  y  lo  conducen  si- 
lenciosos hasta  ponerlo  en  el  Oriente.  En  tanto  las  Macihua- 
quezque  bajan  á  la  tierra,  buscan  los  instrumentos  para  tejer  y 
labrar,  se  aparecen  á  sus  perdidos  esposos  y  les  regalan  las  obras 
de  sus  manos.  (1) 

El  Tlalchitonatiuh,  reunión  del  sol  y  la  tierra,  en  el  Códice 
l|elleriano,  (2)  presenta  á  la  tierra  en  figura  humana,  sin  cabe- 
za, con  dos  manos  levantadas  hacia  arriba  y  dos  hacia  abajo,  te- 
niendo en  la  parte  inferior  el  miquizUi  para  señalar  la  mansión 


[1]    P.  Sahagun,  tom.  II,  pág.  186  y  síg. 
(2)    Segunda  parte,  lám.  XXV. 


N. 


37 

de  los  muertos.  En  dicha  parte  se  descubre  el  luminar  con  los 
AEreos  de  Tlaloc/  dando  á  entender  el  conjunto  el  movimiento 
M  astro.  Según  el  intérprete,  ''este  es  el  escalamiento,  ó  calor 
qae  da  el  sol  á  la  tierra,  y  así  dicen  que  cuando  el  sol  se  pone 
que  va  á  alumbrar  á  los  muertos." 

£1  sistema  de  rotación  y  las  creencias  determinaron  los  nom- 
bres de  los  puntos  cardinales  Hemos  visto  que  el  Oriente  era 
Tlalocom^  la  mansión  de  los  guerreros  gloriosos;  el  Occidente  se 
decía  CihuaÜampa,  liabitacion  de  las  diosas  Cihuapipiltin,  mu- 
jercitas.  Nombrábase  MicUampa,  infierno,  al  Norte,  y  JEPuitzílam- 
fo,  lugar  espinoso,  el  Sur,  residencia  de  las  diosas  apellidadas 
Huümaoa, 

£1  nombre  NaJiui  Oüin,  cuatro  movimientos  del  sol,  se  refiere 
al  movimiento  del  astro  entre  los  trópicos.  Parece  que  desde 
muy  antiguo  conocieron  los  astrónomos  mexicanos  los  puntos 
solsticiales  y  equinocciales.  Esta  determinación  ^s  de  las  más 
ficiles.  Pronto  debió  ser  observado  que  el  luminar  ño  tenia  su 
orto  y  ocaso  en  los  mismos  puntos  del  horizonte,  y  por  la  des- 
viación al  N.  y  al  S.  se  pudo  formar  juicio  de  la  amplitud  de  la 
íaja  recorrida,  sirviendo  para  ello  de  comparación  los  objetos  fí- 
sicos de  la  tierra  colocados  en  el  horizonte;  tomada  después  la 
mitad  de  la  curva  aparente,  podía  señalarse  con  exactitud  los 
{rantos  equinocciales  y  ese  movimiento  de  vaivén.  Estas  ob- 
servaciones, acompañadas  de  las  de  sombra  de  los  gnómones, 
padieron  conducir  á  la  determinación  de  la  línea  meridiana,  y  al 
conocimiento  de  los  dias  en  que  el  sol  pasaba  por  el  zenit  de  la 
dudad. 

<Jue  los  mexicanos  conocían  el  verdadero  valor  del  año  trópi- 
00,  es  indudable;  (1)  el  testimonio  de  Humboldt,  y  de  otras  per- 
sonas,, prueban  que  algunos  edificios  estaban  perfectamente 
orientados;  Gama  (2)  vio  todavía,  el  año  1775,  sobre  una  de  las 
roeas  del  cerro  de  Chapultepec,  las  líneas  que  señalaban  el  me- 
lidiano  y  los  puntos  solsticialeSé  De  aquí  la  división  de  las  es- 
taciones, y  saber  los  pasos  por  el  zenit. 

En  cuanto  dios,  el  sol  recibía  adoraciones  durante  los  dias  y 
las  noches.  Al  amanecer  lo  recibían  los  sacerdotes  del  templo 
mayor  con  su  estruendosa  música  de  tambores,  bocinas  y  cara- 

(1)   Véase  adelante  nuestro  trabajo  especial  sobre  el  Oálendarío. 
(3)   Bescrip.  de  las  dos  piedras,  primera  parte,  §  76. 


38 

coldB>  Baorificáñdole  eodomiees,  aornuiíeándoleg  la  ^abeeta  j  ofr^ 
cié&dole  la  saxigre:  (1)  en  el  testo  d^  día  tooía  CiHisagradas  ]m- 
oee  é  ineienso.  Su  templo  se  llamaba  Oaaulixicaleo^  j  el  rey  pa- 
ra afiistír  á  las  fíestae  tenía  el  edifioio  partieular  cUcko  HiM!f- 
cuauhxicalco.  (2)  Existía  una  orden  de  oabállerod  que  recom*- 
oía  por  patrono  al  ásüo;  eran  todos  nobles,  y  si  bien  eran  casa- 
dos tenían  mecada  particular  en  el  templo  mayor  llamada  Omir 
cuauhtin  inchcmy  casa  ó  madriguera  de  las  águilas.  AM  había  tma 
üsiágen  del  sol  pintada  sobre  lienzo,  que  se  moslaraba  al  pueUo 
por  los  sacerdotes'  cuatro  veces  en  el  día  y  en  la  noche»  Dos  ve- 
ces al  año,  cuando  en  el  <Srden  sucesivo  de  los  días  tooaba  el  8%* 
no  nahui  dlin,  tenía  lugar  un  sacrificio  con  muy  particulares  ce- 
rem<mias,  precedido  de  un  muy  rigoroso  ayuno,  y  en  que  sólo 
tomaban  parte  inmediata  aquellos  valerosos  caballeros.  (3)  Fíqs- 
tas  solemnes  se  verificaban  en  el  solsticio  de  invierno.  (4)  La 
que  se  hacía  en  el  templo  de  Iztaccenteotl,  dios  de  las  miesea 
blancas,  era  precedida  de  un  ayimo  de  cuarenta  dias,  sacrifieán- 
dose  á  los  leprosos  y  contagiados.  (6) 

En  el  Tonalamatl  (6)  preside  la  décima  primera  trecena  ooao 
planeta,  Tonatiuh,  acompañado  de  Tlatocaocelotl,  la  peraona  ti- 
^e,  y  de  Tlatocaxolotl,  la  persona  Xolotl,  personificación  aquel  «b 
los  guerreros  y  éste  de  los  sacerdotes.  Castillo  (7)  le  acompaña  de 
Tepoztecatl,  divinización  del  cobre,  como  metiU  usado  ea  sus  ar- 
mas y  utensilios.  En  la  décima  cuarta  trecena  aparece  con  Na- 
hui OUin  Tonatiuh,  sol  en  sus  cuatro  movimientos,  y  le  siguen 
Pilcintecutli,  el  dios  ó  señor  niño,  y  QuetzalcoatL  Finidmente, 
en  la  décima  sexta  trecena  vuelve  á  aparecer  Ollin  Tonatiofa, 
movimiento  del  sol,  con  Tlalloc  el  dios  de  las  aguas,  y  Citlali- 
nicue  ó  Citlalcueye,  la  Yia  láctea.  En  esta  última  forma  se  rela- 
cionan el  sol  y  la  Yia  láctea,  cual  si  tuvieran  idea  de  la  inmen- 
sa nebulosa  á  que  pertenece  nuestro  sistema  planetario. 

Los  eclipses  de  sol  constan  en  las  pinturas  jeroglíficas,  re- 
presentados por  el  signo  ideográfico  teoÜ^  oon  una  mancha  re- 

(1)  Torquemadfl,  Hb.  IX,'cap.  XXXTV. 

<2)  Torqnemada,  lib.  VIH,  cap.  12. 

(8)  P.  Duran,  Segunda  parte,  cap.  X.  MS. 

<4)  Torquemada,  Ub.  VIH,  cap.  Xm. 

(5)  Torqnemada,  lib.  X,  cap.  XXVHI. 

(6)  He  sirre  nn  ejemplar  de  los  litografiados  en  Paria,  por  Deaportei. 

(7)  Apnd  Gama;  primera  parte,  §  63. 


39 

donda  y  negra,  más  ó  menos  amplia  según  la  intensidad  del  fe- 
nómeno. Fiesta  principal  se  hacía  bajo  la  denominación  de  Ne- 
tonatiuhcnalo,  d  infeliz  sol  comidoy  (1)  y  tenía  lugar  cada  200  ó 
800  dias.  Durante  los  eclipses  las  mujeres  lloraban  á  voces,  los 
¿ombres  gritaban  tapándose  y  destapándose  altematiyámente  la 
boca  con  las  manos,  alborotándose  la  gente  con  gran  temor;  pun- 
zftanse  las  orejas  con  púas  de  maguey  y  se  pasaban  mimbres 
por  los  agujeros;  en  los  templos  cantaban  y  tañían  los  instru- 
mentos con  gran  ruido;  se  buscaban  hombres  de  pelo  y  rostro 
blancos,  llamados  albinos,  y  los  sacrificaban  con  algunos  cauti- 
vos. Si  el  eclipse  era  total,  exclamaban:  "nunca  más  alumbrará, 
ponerse  han  perpetuas  tinieblas,  y  descenderán  los  demonios  y 
vendránnos  á  comer,"(2)  Muchas  supersticiones  había,  semejan- 
tes 6  iguales  á  las  que  vamos  á  enumerar. 

Conocemos  ya  la  historia  de  la  luna  una  vez  creada  y  hasta 
ahora  nunca  destruida;  su  papel  en  el  orbe  es  respectivamente 
moderno.  Los  de  TJaxcala  creían  que  era  la  esposa  del  sol,  di- 
ciendo que  ambos  consortes  cuando  se  retiraban  del  cielo  descan- 
saban de  sus  fatigas  y  dormían.  (3)  La  luz  del  sol  era  propia,  la 
de  la  luna  se  apagaba  ó  amortiguaba  en  parte  según  la  progresión 
de  BUS  fases:  lleva  en  el  rostro  la  geñal  del  conejo  con  que  los 
fioses  la  hicieron  menos  resplandecient^e.  Becibía  adoración  en 
el  templo  mayor  de  Máxico  en  el  teocalli  Tecucizcalco,  casa  de 
caracoles,  pues  la  luna,  conforme  á  su  origen,  llamábase  también 
Teimciztecatí:  le  hacían  sacrificios  en  diversos  tiempos  del  año.  (4) 
Los  de  Xaltocan  la  tenían  por  dios  principal. 

£1  eclipse  de  luna  producía  menor  alboroto  que  el  de  sol.  Las 
mtqeres  grávidas,  para  evitar  el  aborto  ó  defender  que  el  niño 
saliera  con  los  labios  rotos,  {tencua,  labio  comido)  boquituertos,  sin 
luffices'ó  bizcos,  se  ponían  en  la  boca  ó  encima  del  vientre  un  pe- 
dazo de  itztíif  obsidiana.  (5)  Todavía  la  gente  vulgar  de  los  cam- 
pos acostumbra  cubrir  el  vientre  con  una  tela  de  color  «ncamado. 
La  costumbre  de  los  mexicanos  se  encuentra  en  pueblos  de  las 
costas  del  N.  O.  Las  tribus  de  Scmora,  en  los  eclipses  del  sol  y 

(1)  Chuna,  loco  dt,  por.  57 

(2)  P.  Sahagun,  lib.  Vn,  cap.  I. 
(8)  Hnftoz  Oamargo.  MS.  165.     ' 

(4)  Tocquemada,  lib.  Vm,  cap.  XTIT. 
(Ó  Saliagnn,  lib.  Vn,  cap.  II. 


40 

de  la  luna,  salían  de  sus  casas  dando  los  más  fuertes  alaridos  j 
haciendo  cuanto  mayor  estruendo  podían.  (1)  Los  misioneros  en 
Sinaloa,  durante  un  eclipse  de  luna,  vieron  salir  á  los  de  xm  pue- 
blo á  la  plaza  armados  con  arcos,  flechas  y  palos,  voceando  y 
golpeando  fuertemente  en  las  esteras:  acudían]  en  defensa  del 
astro,  amenazado  por  im  genio  que  en  el  cielo  reside  y  con  el 
cual  trae  perpetua  guerra.  (2)  La  palabra  MetzÜi  significa  igual- 
mente luna  y  núes,  dando  á  entender  que  en  un  tiempo  el  calen- 
dario fué  lunar. 

Al  ver  tan  enmarañadas  nociones  astronómicas,  truncas  y 
fabulosas,  dudan  algunos  que  los  mexicanos  hayan  podido  llegar 
á  las  delicadas  observaciones  que  los  condujeron  á  la  medida 
exacta  del  tiempo  para  la  formación  de  su  calendario,  y  todavía 
más,  cuando  su  aritmética  parece  insuficiente  y  no  constan  cuáles 
nociones  tuvieron  en  geometría.  En  México,  á  semejanza  de  lo 
acontecido  en  Egipto,  en  Grecia  y  en  otras  naciones,  los  sacer- 
dotes monopolizaban  las  ciencias  y  la  religión:  de  la  astronomía 
V.  g.,  el  pueblo  no  era  sabedor  sino  de  las  cosas  vulgares;  apar- 
tado de  la  iniciación  sacerdotal,  juzgaba  por  su  ceguedad  y  ad- 
mitía consejas  absurdas.   Durante  la  conquista  perecieron  los 
tlamacaz  que  defendiendo  valerosamente  sus  teocalli;  con  ellos 
pereció  la  ciencia.  Cuando  los  entendidos  misioneros  quisieron 
recoger  las  noticias  de  los  pueblos  conquistados,  generalmente 
sólo  pudieron  consultar  con  los  ignorantes.  Si  algún  sacerdote 
escapó  á  la  matanza,  ocultaba  pertinazmente  la  clase  á  que  per- 
tenecía, y  si  era  descubierto  y  preguntado,  debía  tener  empeño 
en  no  revelar  los  secretos,  tratándose  de  conquistadores  y  de 
enemigos  de  los  dioses.  La  verdadera  ciencia  azteca  desapareció 
sin  remedio. 


(l)  Alegre,  Hist.  de  la  Compañía  de  Jesús,  tom.  II,  pág.  217. 
(3)  Kivas,  üb.  III,  cap.  XXV. 


"H 


CAPÍTULO  nx 

IúehiqueUaL--M(mt(ma».-'Fiegtaij/  dioinidade$.'-Mit08funerales,-~M  infierno, 
^MicUanteouUi  y  lo$  éUmu  infñTuUes. — Lugares  de  ánoameo  de  ¡a$  ánimaa. — SI 
e9ua,^Tla¡iOo.^Ohakihímhffiie.^H 
étdeChoUolan. 

Los  mexicanos,  ademas  de  los  cuerpos  celestes  adoraban  los 
(nutro  elementos  tierra,  ogua,  aire  y  fuego.  (1)  Antiquísima  es  la 
doctrina  de  la  composición  *de  todos  los  cuerpos  por  la  combi- 
fiadon  de  estos  cuatro  principios  elementales,  y  gustó  tanto  á 
h  humanidad,  que  no  comenzó  á  abandonarla  hasta  mediados 
del  pasado  siglo.  En  el  sistema  de  Pitágoras,  aprendido  tal  vez 
de  los  sacerdotes  de  Baco,  ^'el  mundo  sublunar  era  teatro  de  un 
'^eombate  sin  fin  entre  la  vida  j  la  muerte,  presentando  la  per- 
lina aUemativa  de  las  generaciones  y  las  destrucciones;  era 
'la  región  de  los  cuatro  elementos,  tierra,  agua,  aire  y  fuego,  los 
'^eoales  por  sus  uniones,  divorcios  y  transformaciones  incesan- 
'^,  producían  todos  los  fenómenos  accidentales  que  aparecen 
"isnestra  vista.'*(2)  Ideas  análogas  abundaban  en  los  mexicanos. 

Como  diosa  figuraban  la  tierra  en  una  rana  fiera,  con  bocas 
llenas  de  sangre  en  todos  las  coyunturas,  diciendo  que  todo- lo 
comía  y  tragaba.  (3)  Donde  quiera  que  se  muestran  bajo  algún 
ttpecto  las  reproducciones,  la  razón  incipiente  las  asemeja  á  las 
pneraciones  de  los  seres,  formando  dualidades  de  hombre  y  de 
nitjer.  Tlaltecutli,  de  ÜaHi,  tierra,  y  tecuÜi,  señor,  era  el  dios 
^won  de  este  elemento:  á  este  señor  tierra  reverenciaban  con 
gnmdes  sacrificios  y  ofrendas.    La  principal  reverencia  que  en 

(1)  P.  Mondieta,  üb.  n,  cap.  Vil. 

(2)  Fignier,  Savants  de  Tantíqnité,  pág.  81. 

(3)  Mendieta,  lib.  U,  cap.  IV:  la  copia  Torqnemada,  lib.  VI,  cap.  XUV. 

6 


i 


42 

su  honor  se  practicaba,  era  tomar  del  polvo  con  el  dedo  mayor 
de  la  mano  y  llevarlo  á  la  boca:  (1)  se  hacía  en  memoria  del  na- 
cimiento y  de  la  muerte  de  los  hombres. 

La  tierra,  negando  sus  frutos,  presenciando  la  muerte  de  los 
seres  y  encerrando  los  despojos  en  su  seno,  desnudo  de  su  ver- 
dor durante  el  invierno,  presenta  una  faz  angustiosa  y  dura; 
mientras  su  fertilidad  abundosa,  el  nacimiento  constante  de  nue- 
vos individuos,  la  reaparición  de  las  plantas  en  la  primavera,  la 
ofrecen  como  blanda  y  amorosa:  de  aquí  considerarla  como  ma- 
dre y  madrastra  al  tiempo  mismo.    Ambas  ideas  se  encerraban 
en  la  Chicomecoatl  6  Chicomecohuatl,  siete  culebras,  diosa  en 
general  de  la  germinación  de  las  plantas,  pues  bajo  este  nombre 
era  el  numen  de  la  esterilidad  y  del  hambre,  mientras  eB  el  de 
Chalchiuhcihuatl,  mujer  preciosa  ó  de  chalchihuitl,  presidía  á  la 
abundancia  y  al  regocijo:  era  el  bien  y  el  mal  en  una  sola  pieza. 
Bepresentábanla  en  forma  de  linda  moza,  con  una  tiara  en  la  ca- 
beza, cueytl  enaguas,  huipüU  esj^ecie  de  camisa  y  oocíK,  zapato,  to- 
do rojo  haciendo  tal  vez  alusión  al  concurso  del  fuego;  entre  sus 
atavíos  galanos  se  distinguían  sus  ricos  pendientes  en  las  orejas, 
el  collar  de  mazorca  de  oro  remedando  las  del  maíz,  y  las  ma- 
zorcas del  mismo  género  que  en  las  manos  llevaba,  con  lod  bra- 
zos extendidos  cual  si  estuviera  bailando.  (2)  La  fiesta  de  esta 
divinidad  era  general  en  el  país,  pidiéndole  año  abundante  en 
mantenimientos;  la  víctima  especial  representante  de  la  diosa  se 
decía  Atlatona,  el  agua  resplandeciente,  y  la  sacrificaba  el  sacer- 
dote de  Tlaloc,  aludiendo  al  consorcio  de  la  tierra  y  del  agua, 
al  principio  de  la  misma  tierra  formada  ó  sacada  del  seno  de  las 
aguas.    Atlatona  era  la  diosa  de  los  leprosos  y  heridos  de  enfer- 
medades contagiosas;  sus  despojos,  eraa  arrojados  á  un  sótano  á 
fin  de  apartarlos  del  contacto  de  los  vivientes.  (3) 

Chicomecoatl  era  conocida  también  por  Centeotl,  de  cenüi,  la 
mazorca  del  maíz  seco.  (4)  Constituyendo  el  maíz  la  base  de  la 
láimentacion  de  aquellos  pueblos,  no  podía  faltsa  divinidad  que 
presidiese  álsu  prodnc<áon.  Por  eso  Centeotl  sedistii^nía  ignai*- 

(1)  P.  Dnnn,  Begunda  porte,  cap.  XIX  MS. 

(2)  Doran,  cap.  XHH^  líS.-Saliagan,  Ub.  I,  cap.  Vn,  le  pone  en  la  mano  derecha 
un  "yaso,  y  en  la  izquierda  una  rodela  con  una  ílor  grande  pintada." 

(8)  P.  Duran,  loco  dt  MS. 

(4)  Torquemada,  lib.  X,  cap.  XTTT. 


48 

Dente  par  los  nofintoeii  de  Xik^aen,  de  ixdhü,  la  mazorca  oaaad» 
wimússsk  á  íormaítse;  letaeeeiitootl,  mat^  bkttco;  Tlatlaiifaqui- 

oenteotl,  maíz  colorado^  j  oirod  que  liacen  alusión  al  estado  áA 
graux  (1)  Todavía  le  llaaaiabiiB  T^teotl,  diosa  oxigmál,  y  To- 
meayohaa,  la  sustentadoYa  de  nmestra  eanie,  Bl  düefente  esr 
tado  de  las  sieiBlE^as  deiegpmiaába  las  fiestas  de  este  numen,  sien- 
do las  prm<»pales  en  el  teroévOy  octavo  y  undéeimo  saceses. 

^^os  antes  que  los  totonaoos  f  ev€«enoiaban  una  diosa  enemi- 
ga de  k  sastre,  bajo  el  dietado  de  la  esposa  del  sol;  es  la  misma 
GeitieeÜ.  (2)  Es  nebral  j  aun  lógico  que  los  pueblos  primitivos 
%aa  admitid  el  consc^cío,  élitre  el  sol  y  la»  tierra;  el  padre  del 
ealof  j  de  la  luz  fecundadores,  ella  l¿rtil,  madre  que  vuelve  c&ñ 
cieces  las  simientes  confiadas  á  su  seño. 

Los  autores,  confundidos  sin  duda  por  la  dualidad  encerrada 
ea  estos  mitos,  ya  hacen  hembra  á  Oenteotl,  ya  vaaron:  el  inter- 
ínete del  Oódioe  Telleriano  se  decide  por  el  segundo  extraño, 
wfioediéndole  por  esposa  á  Xodiiquetzal.  (3) 

La  diosa  ^rra  tdcaazaba  todavía  otros  nomtoes.  Toci,  núes** 
^  abuela;  el  oora^on  de  la  tierra,  ^^orque  oucundo  quería  hacía 
^oiiblar  la  tierra."  {4)  Antes  vimos  explicados  los  terremotos 
por  los  vaivenes  del  globo  eA  ewnbiarse  los  dioses  encargados^^ 
Nsleai^Io;  á  esta  idea  materiiú  se  sustituye  ahora  la  del  poder 
^  Hfia  divinidad.  Al  t^áblar,  si  estaba  presente  una  miqer  gi^ 
^  NstílMTÍan  de  pronto  las  ollas  ó  quebrábanlas,  p<»rque  no  mo^ 
^*vieBe;  y  deoían  que  el  ieinlribr  de  la  tierra  era  sefial  de  que  se 
"Mía  presto  de  gastar  y  acabar  el  maíz  de  las  ^arojea**  (5) 

AdtMfábaBe  á  esta  diosa  en  el  lugar  dicho  Tocntitkm;  ahora 
Sfttdalupe,  donde  mismo  asentó  su  real  Sandoval  idurantecA 
^  de  México.  El  Oihuateocalli  estaba  compuesto  de  cuatro 
?^es  maderos  de  más  de  25  brazas  de  dito,  forhiimdo  cuadro, 
jefiijíflaa  un  andamio  y  |^k^  cubierto  con  un  techo  de  paja.  Bl 
'Uo  tenía  la  figura  de  una  anciana,  el  rostro  de  las  narices  arri- 
cia blanco,  de  las  narices  abajo  negro;  su  cabellera  de  mujer  ador- 
^  con  copos  de  algodón;  en  la  una  mano  una  rodela  y  en  la 

(1)  GiaTijezo,  tom.  I,  pág.  288. 

(i)  rbn^nemada,  Uh.  VI,  oap,  XíS:y.^-<BBTÍjera>  tom.  i,  pág.  284. 

(3)   Explicación,  lám.  XXX. 

(O   P.  Duran,  segunda  parte,  cap.  XV,  MS. 

(S)  Hotolinia,  His.  de  los  indios,  trat.  II,  cap.  VIII. 


4á 

otra  una  escoba;  el  vestido  estaba  adornado  con  hilo  torcido  de 
algodón.  No  tenía  guardas  ni  sacerdotes,  y  su  fiesta  principal 
tenía  lugar  en  el  mes  Ochpaniztli  (1) 

Oonforme  al  P.  Sahagun  (2)  era  diosa  de  la  medicina  y  de  los 
médicos,  de  las  parteras  y  de  los  agoreros  ó  adivinadores:  al  ver 
los  arreos  del  numen  podría  decirse  que  cuidaba  de  la  cosecha 
del  algodón.  Era  invocaba  igualmente  para  los  baños  bajo  el 
nombre  de  Temazcalteci,  abuela  de  los  TemazccdU,  Bajo  esta  ad- 
vocación el  ídolo  tenía  la  boca  y  barba  teñidas  de  tdli,  en  el  ros- 
tro unos  parches  de  lo  mismo;  un  paño  atado  en  la  cabeza  con 
las  puntas  para  la  espalda,  con  unas  plumas  &  manera  de  Ucmias; 
la  camisa  y  faldellín  blancos;  en  una  mano  una  escoba  y  en  la 
otra  una  rodela  con  una  chapa  de  oro. 

La  Toci  aun  recibía  otras  denominaciones.  Tonan,  nuestra 
madre;  Teteoinan,  madre  de  los  dioses.  De  este  ntimen  se  cono- 
ce el  origen  terrestre;  es  l%hija  del  rey  de  Colhuacan  sacrifica- 
da villanamente  por  los  n^exicanos,  para  que  sirviera,  según  el 
consejo  de  Huitzilopochtli,  de  diosa  de  la  discordia.  (3) 

Xochiquetzal,  quetzalli  de  flores,  preside  en  la  pintura  Yati- 
oana  al  cuarto  sol  cosmogónico.  Adorábanla  en  Tlaxcala  como 
iS  diosa  de  los  amores.  En  extremo  hermosa,  vivía  en  los  aires 
sobre  el  noveno  cielo,  en  lugares  deleitosos  de  fuentes,  rios  y 
flores,  servida  por  muchos  genios  femeninos,  y  enanos,  corcoha- 
dos  y  truhanes  que  la  divertían  perpetuamente.  Tan  guardada 
estaba  por  su  corte  que  hombre  alguno  podía  verla,  lo  cual  no 
evitaba  que,  valiéndose  de  sus  servidores,  mandara  embajada  £ 
los  dioses  que  codiciaba.  El  lugar  de  la  residencia  de  la  diosa 
era  Tamoanchan,  paraíso,  y  existía  ahí  el  árbol  Xochitlicaoan, 
cuyas  flores  cojidas  ó  sólo  tocadas  hacían  fieles  y  dichosos  ena- 
morados. Xochiquetzal  fué  esposa  de  Tlaloc,  mas  se  la  hurtó 
Tezcatlipoca,  quien  colocó  á  su  amante  en  el  lugar  de  las  deli- 
cias: el  desdeñado  Tlaloc  tomó  por  compañera  á  Ifatlalcueye.  (4) 

El  lugar  Tamoanchan  y  el  árbol  Xochitlicacan  constan  en  el 
Códice  Telleriana  (5) 

(1)  P.  Duran,  cap.  XV,  MS. 

(2)  Hiat  gen.,  Mb.  I,  cap.  Vm. 

(8).Torquemadft,  Ub.  VH,  oh>.  XVIII:  üb.  IX  wp.  XI;  Ub.  X,  otp.  VH;  lib.  X, 

(4)  Mufioz  Gamargo,  MS. 
(6)  Lám.  XXin. 


46 

Conforme  á  otra  yersion,  los  mexicanos  gastaban  en  extremo 
de  las  flores;  ricos  y  pobres  se  deleitaban  en  llevarlas  y  olerías» 
empleándolas  profusamente,  así  en  las  fiestas  religiosas  como  en 
las  civiles  j  particulares.  Xochiqnetzal  presidía  á  las  flores, 
siendo  también  abogada  de  los  plateros,  pintores,  entalladores, 
7  en  general  de  las  artes  de  ornato.  Su  fiesta  regocijada  y  gene- 
ral se  llamaba  Xochilhuitl,  haciéndose  para  despedirse  de  las 
rosas  en  el  tiempo  en  que  se  aproximabui  los  hielos  del  invier* 
no;  mas  aunque  entonces  comenzaba,  venía  á  terminar  en  los 
meses  Pachtli  y  HueipachtlL  En  el  principio,  sin  más  adornos 
que  flores  en  sus  personas,  casas,  calles  y  templos,  se  entrega- 
ban á  regocijadas  danzas  y  representaciones  chistosas. 

Al  amanecer  del  primer  dia  del  Pachtontli,  las  mujeres  con- 
sagradas á  Huitzilopochtli  molían  cierta  cantidad  de  maíz,  for- 
maban una  pella  apretada,  la  colocaban  en  una  lujosa  batea  y  la 
entregaban  á  los  sacerdotes,  quienes  la  llevaban  solemnemente  á 
lo  alto  del  templo,  poniéndola  á  los  pies  del  dios.  Dejábanle  guar- 
das, y  los  ministros,  durante  la  noche,  iban  y  venían  con  luces 
de  la  batea* al  ídolo  y  del  ídolo  á  la  batea,  hasta  que  pasada  me- 
dia noche  aparecía  sobre  la  masa,  la  huella  del  pié  de  un  niño  * 
reden  nacido,  á  veces  también  cabellos  de  mujer  y  algunos 
cedacillos  de  paja.  La  milagrosa  hueUa  era  señala  de  la  llegada 
de  Yaotzin,  guerreador,  6  sea  de  Huitzilopochtli  mismo;  los  sa- 
cerdotes anunciaban  el  portento  con  las  bocinas  y  caracoles, 
aendiendo  atropelladamente  la  multitud  á  considerarlo  á  la  hiz 
de  tantas  antorchas,  que  convertían  la  noche  en  dia.  Saciado  el 
teombro,  quedaba  el  pueblo  aplazado  para  de  ahí  á  tres  días  en 
que  aparecían  los  tres  compañeros  del  señor  de  la  guerra,  llama- 
dos Yatecutli,  Cuchtlapuhcoyaoctzin  y  Titlacahuan. 

En  el  mes  Hueipachtli,  las  dos  victimas  representantes  de 
Xcehiqnetzal,  llamadas  Tezcacohuatl,  escocidas  jóvenes,  vírgenes 
7  hermosas,  eran  llevadas  con  regocqados  bailes  al  Cuauhxicalli: 
paradas  encima,  los  sacerdotes  les  traían  cuatro  xicaUi,  (jicaras), 
eon  maíz  blanco,  amarillo,  morado  y  negro,  que  ellas  sucesiva- 
mente esparcían  á  los  cuatro  vientos,  arrojándolo  con  la  mano 
como  quien  siembra:  la  multitud  se  arrojaba  á  recojerlos,  dán- 
dose por  muy  contento  quien  se  hacía  de  dos  granos,  que  sem- 
braba para  cosechar  de  la  simiente  bendita.  Entre  tanto  andaba 
el  baile,  estando  en  el  centro  de  la  danza  un  sacerdote  en  pié. 


46 

mostrando  en  la  mano  alta  y  en  un  paño  el  (mdiillo  del  sacnfi- 
cio,  usado  ezolusivamente  en  aquella  ceremonia.  Las  dos  vieü* 
mas  eran  saerificadas,  mas  con  las  piernas  cruzadas  para  ates- 
tiguar su  estado  limpio.  S^uía  la  inmolación  de  otra  víctima 
con  las  insanias  de  Xochiquetzal,  con  baile  de  los  artesanos 
protejidos  de  la  diosa. 

Toda  persona  sin  excepción,  se  había  dispuesto  por  medio  de 
abluciones,  las  cuales  limpiaban  de  los  pecados  menores  ó  ve- 
niales, y  terminada  la  fiesta  se  entregaban  á  comer  el  tzoaUi^  pan 
compuesto  de  huauhtUy  bledos,  maíz  y  miel  negra.  La  purifica- 
ción por  el  agua  no  era  completa;  los  pecados  mayores  se  remi- 
tian  por  medio  de  una  verdadera  ccmfesion  con  los  sacerdotes, 
y  la  limpia  se  consumaba  comiendo  un  pedacillo  del  tzoaJK  de 
que  había  sido  formado  el  cuerpo  de  algunos  dioses.  Eran  seme- 
janza de  la  confesión  y  comunión  de  Ips  cristianoa.  (1)  La  cere- 
monia recuerda  la  creación  de  los  dioses  y  de  los  hombres,  por 
el  tecpatl  celeste. 

En  una  tercera  leyenda,  Xochiquetzal  se  presenta  como  una 
ramera  desenvuelta,  colocada  furtivamente  por  Tezcatlipoca  en 
'  la  habitación  de  Topiltzin,  Huemac  ó  Quetzalcoatl,  á  fin  de  per- 
derie  en  el  concepto  público.  (2) 

Todas  las  diosas  enumeradas  parecen  no  ser  más  de  una  sola, 
la  diosa  tierra;  los  diversos  nombres  aparecen  como  otras  tantas 
adoradones,  como  las  diversas  manifestaciones  del  elemento,  no 
sin  mostrar  el  concurso  principen  del  fuego  y  del  agua. 

Las  montañas  llamaron  siempre  la  atención  de  los  pueblos; 
en  la  cima  de  las  grandes  alturas,  á  la  vista  del  despejado  y  an- 
cho horizonte,  el  alma  se  eáente  como  desprendida  de  las  cosas 
terrestres;  más  cercano  ahí  del  cielo,  el  hombre  se  ^ura  que 
podría  hablar  con  Píos  cara  á  cara.  Lugares  son  á  propósito 
para  levantar  altares  y  templos;  la  oración  y  el  incienso  pueden 
subir  pronto  y  sin  obstáculo  hasta  la  bóveda  del  cielo.  Por  eso 
los  mexicanos  tenían  teocaüi  en  todas  las  cumbres,  en  los  puer- 
tos de  las  sierras,  en  las  eminencias  de  los  caminos,  á  donde  de- 
votos ó  cansados  caminantes  hacían  sus  preces  y  sacrificios.  (3) 


(1)  P.  Duran,  cap.  XVI.  MS. 

(2)  P.  Duran,  segunda  parte,  cap.  I,  MS. 
(8)  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XVL 


47 

Los  montes  exm  ima  QSpeoie  de  vasos^  de  tierra  por  faera» 
llenos  por  dentro  de  agua,  q^ue  pueden  romperse  y  anegar  la 
tierra.  (1)  En  su  centro  habitaba  TepeyollotU,  corazón  del  ceyro. 
Esta,  divinidad,  que  debe  corresponder  á  alguna  estrella,  ocupa 
el  octavo  Ingar  entre  I09  acompañados  ó  señores  de  la  noche, 
según  86  ve  en  el  TonalamatL  El  cuarto  acompañado  es  Cen- 
toetl,  tomado  en  su  carácter  de  símbolo  astronómico/  ó  planeta. 

Las  montañas  principales  reoibían  formal  adoradon;  estaban 
personifioadas  en  un  ídolo,  con  lugar  en  los  teocalli,  propias  ora- 
ciones j  TÍotimas.  El  Iztaccíhuatl,  mujer  blanca,  tenía  fiesta  en 
Mesico  y  en  una  gruta  en  su  falda:  el  Popocatzin  ó  Popocatepec, 
montaña  que  humea,  estaba  en  el  mismo  caso.  (2)  En  concepto 
del  pueblo  eran  éstos  marido  y  mujer.  La  diosa  Miitlalcueye, 
montana  cerca  de  Tlaxcalla,  era  la  querida  de  Tlaloc.  (3)  En  la 
misma  comarca  está  el  Tlapaltecatl,  señor  de  muchos  colores:  á 
estas  dos  acudían  en  las  fiestas  los  pueblos  de  aquellas  comar- 
cas. Al  S.  del  volean  el  Teocuicani,  dios  cantor  ó  cantor  divino; 
dábanle  este  nombre,  porque  siendo  áspero  y  muy  alto,  en  su 
cumbre  se  forman  recias  tempestades,  haciéndose  oír  con  espan- 
to éí  ronco  retumbo  del  raya  En  la  cumbre  había  una  casa  lla- 
mada Ayauí^calli,  casa  de  descanso  y  sombra  de  los  dioses,  con 
un  ídolo  muy  rico  de  piedra  verde,  del  tamaño  de  un  muchacho 
de  ocho  años,  el  cual  fué  motivo  de  porfiadas  guerras  entre  los 
ocMxvecinos,  y  luego  desapareció  á  la  venida  de  los  españoles. 
Otros  muchos  había  como  el  Huixachtitlan  ó  de  Itztapalapan, 
qp»  no  es  de  gran  altura.  La  fiesta  anual  era  celebrada  sobre 
cada  una  de  las  más  afamadas  sucesivamente,  pues  era  de  rito 
no  repetirse  dos  veces  seguidas  en  la  misma.  (4) 

JEn  el  mes  Tepeilhuitl,  fiesta  de  los  montea,  formaban  de  tzoa- 
2I1  la  figura  del  Popocatepec,  poniéndole  al  rededor  l^s  otras 
montañas  principales  como  las  de  Tlaloc,  C  jicomecoatl,  &c.,  en 
la  parte  superior  les  colocaban  sus  ojos  y  boca,  adornándolas 
con  unos^papeles  llamados  tetehuitl:  junto  estaban  las  imágenes 
del  Chalchiuhtlicue  y  de  Cihuacoatl.  Dos  días  le  servían  comi- 
da en  trastecitos  como  á  niños,  pasando  la  xlltima  noche  en  bai- 

(1)  Sáhagmi,  tomo  8,  pág.  310. 

(2)  P.  Duran,  cap.  XVII  y  XVm,  MS. 

(3)  Hnfioz  Camargo,  MS. 

(4)  P.  Duran,  cap.  XVni,  MS. 


48 

les,  tañendo  las  flautas  unos  muchachos.  En  amaneciendo  toma- 
ban un  tzotzopaztU,  (especie  de  regla  de  una  madera  dura  j  pesa- 
da, que  servía  para  apretar  los  tejidos),  y  como  si  fuera  el  cu- 
chillo del  sacrificio  lo  metían  en  la  masa,  sacando  el  corazón  de 
las  figuras,  como  si  personas  fueran,  y  lo  entregaban  al  amo  de 
la  casa:  despedazados  los  cerros,  comían  el  tzoaUi  con  toda  reve- 
rencia como  carne  de  los  dioses.  La  concurrencia  se  entregaba 
á  comer  y  beber  á  honra  de  las  deidades  muertas,  llamadas  tepie- 
me.  Mientras  esto  pasaba  en  las  casas,  los  sacerdotes  buscaban 
en  los  montes  las  ramas  más  irregulares  en  curvas,  á  las  cuales 
decían  cocUzin,\as  llevaban  á  los  templos,  las  revestían  del  tzoalli, 
poníanles  ojos  y  boca,  haciendo  las  mismas  ceremonias  que  con 
los  cerros:  sacrificábanlas  igualmente  dando  la  masa  á  los  cojos> 
mancos,  contrahechos  y  tullidos,  con  obligación  de  proporcionar 
los  ingredientes  del  tzocdli  en  el  siguiente  año.  (1) 

Para  contentar  el  rito  bárbaro,  sediento  siempre  de  sangre  hu- 
mana, había  al  efecto  cinco  víctimas  inmoladas;  cuatro  muje- 
res nombradas  Tepechoch,  Matlalcuae,  Xochitecatl  y  Mayahuetl, 
y  un  hombre  dicho  Minahuatl  (2).  Verdaderamente  estos  pare- 
cen ser  los  nombres  de  las  divinidades  de  las  montañas.  La  fies- 
ta tenía  por  objeto  alcanzar  buenas  y  suficientes  lluvias.  Los 
montes,  sobre  los  cuales  se  posan  las  nubes,  forman  el  consorcio 
de  la  tierrra  y  del  agua  para  producir  abundantes  cosechas. 

Entre  los  choles,  el  alto  cerro  de  Escurruchan,  orillas  del  rio 
Maytol,  era  tenido  por  el  dios  de  las  montañas;  en  la  cumbre 
había  un  espacio  limpio  con  un  cercado  de  maderos,  dentro  del 
cual  ardía  constantemente  un  fuego  para  alivio  de  los  cami- 
nantes (3). 

En  la  mitología  mexicana  el  lugar  de  los  muertos  pertenecía 
á  la  tierva.  Creían  el  alma  inmortal  algunos  pueblos,  y  en  una 
vida  futura  al  lado  de  los  dioses  y  llena  de  delicias  .(4)*  Las  na- 
ciones de  raza  nahoa  asignaban  tres  lugares  para  el  descanso  de 
las  ánimas,  señalando  á  cada  uno  cierta  recompensa  ó  preroga- 
tiva.  Los  de  Tlaxcalla  pensaban  que  las  almas  de  los  nobles  se 
tomaban  en  nieblas,  nubes,  pájaros  de  hermosas  plumas  ó  eu 

(1)  P.  Duran,  cap.  ÍVIII,  MS.— Sahagun,  Ub.  II,  cap.  XXXV. 

(2)  Torquemada,  lib.X,  cap.  XXV. 

(3)  Villagatierre,  Hiat  de  la  conqyista  del  ítzÁ,  lib  m,  cap.  I. 

(4)  Mufioz  Oamargo.  MS. 


49 

piedras  preciosas;  la  gente  común  se  convertía  en  comadrejas, 
escarabajos,  zorrillos  y  otros  animalejos  feos.  Los  otomíes,  por 
ultimo,  broncos  y  salvajes,  estaban  persuadidos  de  que  alma  y 
cuerpo  perecían  juntamente  (1).  En  este  capítulo,  como  en  to- 
dos, las  ideas  andan  revueltas;  ya  se  presenta  eí  conocimiento 
puro  de  la  inmortalidad  del  alma,  ya  la  grosera  metensomatosis, 
ya  el  materialismQ  desconsolador. 

Los  ancianos  encargados  de  este  oficio  tomaban  el  cadáver,  le 
encojian  las  piernas,  le  envolvían  en  los  sudarios  y  le  amarra- 
ban fuertemente;  habían  cortado  diferentes  papeles,  de  los  cua- 
les unos  ponían  al  difunto,  los  otros  le  presentaban  para  diver- 
sos objetos.  Derramábanle  un  poco  de  agua  sobre  la  cabeza,  di- 
dendo,  "esta  es  de  la  que  gozasteis  estando  en  el  mundo;" 
poníanle  también  un  jarrillo  con  agua  y  le  decían,  "veis  aquí 
con  que  habéis  de  caminar."  Los  despojos  eran  quemados,  jun- 
tos con  las  ropas  y  objetos  del  difunto,  y  un  perro  de  color  ber- 
mejo atado  por  el  pescuezo  con  un  hilo  de  algodón  flojo,  sacrifi- 
cado previamente;  sobre  la  ceniza,  carbón  y  huesos  vertían  un 
poco  de  agua,  diciendo,  "lávese  el  difunto;"  recogían  después  las 
cenizas,  poníanlas  eu  una  olla  ó  jarro,  ton  un  chalchihuitl  ó  una 
piéán  de  menos  valer  llamada  texoxoctliy  según  la  calidad  del 
individuo,  la  cual  tenían  por  corazón  de  los  despojos,  y  las  ente- 
rraban en  un  hoyo  redondo.  Piedras  iguales  habían  sido  colo- 
cadas antes  en  la  boca  del  difanto.  Parece  que  el  ánima  perma- 
neces con  las  cenizas,  hasta  los  cuatro  anos  que  se  separaba  é 
iba  á  su  habitación  finaL 

9  camino  de  la  otra'  vida  estaba  erizado  de  dificultades;  los 
pipéled  ñerríxñ  para  vencerlas.  Había  que  atravesar  entre  dos 
dente  que  estaban  chocando  una  contra  otra;  adelante  estaba 
WñA  gran  culebra  guardando  el  paso;  luego  el  gran  lagarto  verde 
Xoclcitoiía};  desjmes  ocho  páramos  6  desiertos;  en  seguida  loi^ 
adío  coHados,  y  al  fin  el  viento  helado  üzeJiecayan,  viento  de  tfzifi 
á  obsidiana,  que  arrancaba  las  piedras  y  cortaba  como  navaja: 
para  este  lugar  servían  las  ropas  preparadas.  Llegada  el  ánima 
i  la  orifia  del  Chicunahuapan,  nueve  aguas,  rio  ancho  y  profun- 
do; si  el  perrillo  bermejo  conocía  á  su  amo  desde  la  otra  orilla, 
arrojábase  á  la  corriente  y  le  pasaba;  presentábase  el  dios  del 

(1)  M«Ddiet%  Hb.  U,  cap.  Xin. 


5© 

lugar,  quedando  al  fin  en  su  morada  definitiva  el  Chicuñamictla 
ó  noveno  infierno  (1). 

Quienes  morían  de  enfermedad  natural,  sin  distinción  de  cla- 
ses, que  ellos  también  ante  la  muerte  quedaban  igualados,  iban 
al  lugar  llamado  Mictlan.  Este  nombre  lo  traducen  por  infierno, 
si  bien  significa  mejor,  lugar  ó  tierra  de  los  muertos  ó  de  la 
muerte:  era  amplio,  cerrado,  oscuro  y  con  nueve  estancias.  En 
cuanto  á  su  situación,  la  palabra  Mictlampa,  á  la  parte  de  los 
muertos,  indica  quB  lo  suponían  al  Norte:  (2)  aunque  solo  po- 
dría tomarse  por  el  rumbo  que  habría  que  seguir  para  ir  á  la 
última  morada.  Su  verdadero  sitio  era  en  el  centro  ó  debajo  de 
la  tierra;  por  eso  el  templo  dedicado  al  dios  se  llamaba  Tlalxicco, 
en  el  ombligo  de  la  tierra;  el  sacerdote  estaba  pintado  comple- 
tamente de  negro  y  se  llamaba  Tlüllantenamacac  (3). 

Los  dioses  de  aquel  lugar  eran  Mictlantecutli,  señor  del  infier- 
no, por  otros  nombres  Acolnahuacatl  ó  Tzontemoc,  el  que  inclina 
la  cabeza;  su  esposa  era  Mictecacihuatl.  Según  el  intérprete  del 
Códice  Telleriano,  (á)  lo  colocaban  enfrente  del  sol  por  ver  si  po- 
dría tomar  algunos  de  los  muertos:  solo  á  éste  y  al  señor  del  cielo 
y  de  la  abundancia  ponían  corona.   La  religión  mexicana  tendía 
á  familiarizar  á  los  creyentes  con  la  idea  terrible  de  la  muerte; 
pueblo  de  soldados,  víctimas  todos  para  el  sacrificio,  milagro  era 
conservar  la  vida,  y  el  dogma  y  las  costumbres  enseñaban  á  lle- 
gar al  término  incierto  sin  espanto,  con  tranquila  indiferencia. 
Miquiztli,  muerte,  representada  por  un  cráneo,  era  el  sexto  signo 
de  los  dias  del  mes  y  el  quinto  de  los  acompañados  de  la  nocae; 
presidía  al  primer  dia  de  la  sexta  trecena;  se  le  consideraba  en- 
tre los  signos  celestes;  tenía  dentro  del  templo  mayor  el  suyo, 
nombrado  Tolnahuac,  le  daban  culto  particular  con  el  nombre 
Ce  Miquiztli,  y  le  sacrificaban  esclavos  (5).    Como  signo  ceiesce 
Mictlantecutli  preside  á  la  décima  trecena  del  Tonalamatl;  le  pin- 
tan á  los  pies  un  cuerpo  medio  enterrado,  para  dar  á  entender  el 
encargo  que  tenía  de  recoger  á  los.  muertos. 

(1)  Sahagun,  apéndice  del  lib.  III,  cap.  I.  Tofquemada,  lib  XIII,  cap.  XLVli.  P. 
Mendicta,  lib.  II,  cap.  Xin. 

(2)  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XLVI. 
(h)  Tofqu -imada,  .ib.  VIII,  cap.  XII. 
(4)  Segunda  parte,  lám.  XY« 

(6)  Gama,  descrip.  §  11,  niím.  29. 


51 

Otro^varíoa  diosea  infernales  están  mencionados.  Constan  en 
la  explicación  del  Códice  Vaticano,  tomados  con  su  viciosa  or- 
togri^a,  los  espiritas  masculinos  Miquitlantecotl  ó  Tzitzimitl, 
Lspnnteque,  Nextepelma  y  Contemoque  (Izontemoc),  con  los  fe- 
meninos Miquitecacihua,  Nexoxocho,  Micapetlacoli  y  Chalmaca- 
ciuatL  Presidiendo  en  la  décima  segunda  trecena  del  Tonalamatl 
Temos  á  Teonexquimilli:  la  palabra  se  compone  de  teoÜ,  dios;  nex- 
m^  ceniza,  y  quimUUf  bulto  6  lio;  el  bulto  de  ceniza  dios,  ó  como 
¿raduee  Boturini,  (1)  bvUo  ceniciento^  btdío  de  oscuridad  y  neblina, 
dioe  sin  pies  ni  cabeza.  En  la  décima  quinta  trecena  está  la  Teo- 
yamiqui,  la  cual  tenia  el  oficio  de  recoger  las  almas  de  los  que 
perecían  en  la  guerra  ó  sacrificados;  su  nombre  significa,  morir 
en  la  guerra  divina  ó  en  defensa  de  los  dioses. 

El  segundo  lugar  para  el  descanso  de  las  ánimas  se  decía  Tla- 
looan,  lugar  de  Tlaloc,  ó  como  traducen  los  autores,  paraíso  te- 
rrenal: era  un  sitio  fresco,  ameno,  abundante  en  mantenimientos, 
banquilo,  satisfactorio  y  mansión  de  los  dioses  llamados  Tlalo- 
qnes.  Los  muertos  de  rayo,  hidrópicos,  leprosos,  bubosos,  sar- 
nosos y  gotosos,  iban  £  aquel  lugar,  y  sus  cuerpos  en  lugar  de 
quemados  eran  enterrados.  A  los  cadáveres  ponían  semillas  de 
bledos  Bobre  el  rostro,  en  la  frente  color  azul  y  papeles  cortados, 
7  en  la  majio  una  vara  que  debería  reverdecer  en  el  paraíso.  (2) 

Los  guerreros  muertos  en  la  guerra,  los  cautivos  perecidos  en 
poder  de  enemigos  y  según  parece  también  las  víctimas,  habita- 
ban, como  hemos  visto,  la  casa  del  sol.  Había  en  el  cielo  arbo- 
ledas y  bosques,  jardines  con  flores  exquisitas;  allá  recibían  las 
inimas  las  ofrendas  que  en  el  mundo  les  hacían,  acompañaban 
al  Bol  en  su  curso,  y  pasados  cuatro  años  se  tomaban  en  tzintza- 
nes  ó  chupamirtos,  para  andar  chupando  las  rosas  celestes  y 
terrestres  (3). 

£1  signo  calli  simboliza  la  tierra  como  habitación  del  hombre; 
en  esta  forma  es  uno  de  los  cuatro  caracteres  de  los  años,  y  uno 
de  los'dias  del  mes. 

Después  del  fuego,  seguía  el  agua  como  elemento  más  reveren- 
ciado. Fuera  del  auxilio  que  á  la  tierra  prestaba  en  la  produo- 
don  de  las  plantas,  considerándola  en  las  nubes,  lluvia,*  granizo, 

(1)  Idea  de  una  nueya  hist,  pág.  16. 

(2)  ftaKfLgnti,  apéndice  al  lib.  III,  oap.  IL— Torquemada,  lib.  XIII,oap.  XLyíII. 

(3)  Sahagon,  apéndice  al  lib.  HI,  cap.  III,— Torqnemada,  loco  dt 


62 

hieloy  faentes  7  ríos,  consagrada  por  el  rito  lavaba  en  el  bautis- 
mo, purificaba  la  yíctima,  limpiaba  el  alma  de  los  pecados  me- 
nores, disponía  á  los  vivos  y  á  los  difuntos  para  presentarse  ante 
los  dioses;  la  vida  material  y  ,1a  religiosa  pendían  del  líquido 
elementa 

En  sus  conocimientos  geológicos,  el  agua  de  la  mar  penetra  por 
la  tierra,  por  sus  venas  y  caños  debajo  de  ella,  hasta  que  en  los 
llanos  ó  alturas  encuentra  una  salida,  presentándose  en  forma  de 
fuente;  el  agua  del  mar  es  salada,  mas  pierde  la  sal  y  el  amargor 
colándose  entre  la  arena  y  las  piedras,  tornándose  dulce  y  buena 
de  beber.  Los  manantiales  de  tierra  llana  son  ameyaUi,  agua  que 
mana;  si  al  salir  hace  hervir  la  arena  se  dicen  xalatly  agua  de 
arena;  las  fuentes  intermitentes  son  pinahvatl^  agua  vergonzosa. 
Los  pozos  profundos  se  llaman  ayohtuüiztU  y  los  someros  aUaco- 
móUi;  los  manantiales  profundos  axoocohuílli,  agua  azuL 

Según  una  leyenda,  los  ríos  todos  salían  del  Tlalocan,  habita- 
ción de  Chalchiuhilicue;  mas  ésta  parece  una  figura  dando  á  en- 
tender, que  los  ríos  eran  la  obra  de  la  diosa.  Los  ríos  son  atoyaU, 
agua  apresurada  en  correr;  la  unión  de  los  arroyos  forma  los 
grandes  ríos.  Beconocían  que  las  montanas  daban  origen  alguna 
vez  á  los  ríos,  y  por  eso  el  P.  Duran  dice,  que  se  hacían  tantos 
honores  al  Popocatepec,  por  las  corrientes  que  en  él  tienen  na- 
cimiento. Las  lagunas  tienen  por  nombre  amanaUi,  agua  tran- 
quila (1). 

Vimos  ya  la  manera  en  que  el  agua  está  distribuida  en  el  cielo 
y  cómo  se  verifican  el  trueno  y  el  rayo;  en  memoria  de  esta  fic- 
ción, dtHrante  la  fiesta  de  los  tkdoque  salían  los  sacerdotes  con  una 
caña  de  maíz  verde  en  la  una  mano  y  en  la  otra  un  cántaro  o^n 
asa,  (2)  que  eran  el  palo  y  la  alcMicía  de  los  servidcm^es  del  dios 
de  las  aguas.  No  obstante  esto,  todos  los  fenómenos  meteoroló- 
gicos acuosos  eran  atribuidos  á  Tlaloc;  atributos  suyos  eran  el 
relámpago,  el  rayo  y  el  trueno;  con  el  rayo  hería  á  quien  su  vo^ 
luntad  era,  debiendo  saberse  que  la  muerte  era  producida  por  la 
piedra  del  rayo:  (3)  debían  referirse  ya á  las  fulguritas,  ya  á  una 
creencia  vulgar  también  en  Europa    De  sus  observaciones  ha- 

• 

(1)  P.  Etehagan,  Ub.  XH,  cap.  XH. 
(f>  Riihigín,  fib.  yn,  msk  Y. 
(8)  P.  Dnnn»  oi^.  Yin.  MB. 


í 


53 


bíin  deduoido,  que  el  agua  brotaba  á  los  pies  del  <xhuehveU  (Ou- 
pfOB8Q8  distioha);  el  aroo-^íris  repetido  era  señal  de  que  iban  á 
QNar  las  aguas;  helaba  eada  auo  en  nu  espacio  de  oieuto  veinte 
taguas;  el  ano  de  nevadas  pronosticaba  buenas  cosechas;  las  nu- 
bes 6Bcima  de  las  montanas  indicaban  la  proximidad  de  las  Uu- 
Tiss;  asnal  de  granizo  eran  las  nubes  blancas,  j  para  prevenir  los 
«ales  que  hacían,  había  unos  hechiceros  llamados  teciuhüaaquef 
e^rbadores  de  granizo,  los  cuales  poseían  conjuros  pare  evitar 
el  daño  en  los  maizales,  6  enviar  el  nublado  á  los  desiertos  6  tie- 
rras  ao  sembradas  (1). 

£1  dios  del  agua  era  Tlaloc.  El  nombre  parece  indicari  íeQun- 
dador  de  la  tierra,  lo  cual  se  aviene  con  el  dictado  que  le  daban 
de  engendrador  de  las  aguas  (2).  Tlaloc  ó  Tlalocatecuhtli,  según 
spi^ece  en  una  pintura  que  á  la  vista  tenemos»  está  en  figura  de 
un  lumibre  bien  formado:  lleva  en  la  cabeza  una  diadema  de  piu- 
sas blancas  y  verdes,  con  xm  adorno  de  plumas  rojas  y  blancas; 
el  pelo  largo  tendido  á  la  espaldar  al  cuello  una  gargantilla  ver- 
da  como  agua;  del  cuello  al  muslo,  sin  mangas,  una  túnica  azul, 
ocm  adoraos  como  red,  prendidas  las  mayas  con  flores;  adornos 
de  oro  en  las  pantorrillas,  pulseras  de  chalchihuitl;  en  la  una  ma- 
llo el  chtmaHi  azul  profusamente  adornado  de  plumas  amarillas, 
verdes,  rojas  y  azules,  y  en  la  otra  mano  una  lámina  de  oro  agu- 
da y  hondeada  representando  el  rayo:  el  cuerpo  es  negro.  Nunca 
podía  verse  el  rostro  de  los  dioses,  y  por  eso  aquellas  divinida- 
des le  tenían  cubierto  con  una  máscara.  La  de  Tlaloc  es  muy 
evacterística;  es  un  ojo  circular  rodeado  por  una  curva  particu- 
lar, que  en  la  parte  inferior  se  prolonga  hacia  abajo,  para  encor- 
Tarse  de  nuevo  hacia  arriba^  lleva  una  encía  roja,  de  la  cual  se 
desprenden  unos  dientes  largos,  curvos  y  agudos.  Ese  conjunto 
m  géneria  aparece  en  las  pinturas  jeroglíficas,  ya  como  el  nom- 
bre del  dios,  ya  como  el  símbolo  de  la  lluvia. 

Mf  agua,  es  el  nombre  y  signo  del  noveno  dia  del  meS|  el  sez- 
io  señor  nocturno  ó  acompañado  de  la  noche.  Como  diosa  se  Ua- 
nia  Ghakdiioue  ó  Ohalchiuhtlicue,  enaguas  de  Chalchihuitl;  era 
patrona  de  los  nautas,  de  los  pescadores,  de  cuantos  tenían  gran- 
g^rfas  en  el  líquido  elemento;  los  señores  le  dedicaban  sus  ma- 
trimonios. Dueña  de  las  olas,  podía  anegar  en  el  mar,  en  los  lagos 

0)  Bahagim.  lib.  VU,  oap.  VL 

(2)  Toiqaemada,  lib.  VI,  cap.  XXTIl. 


54 

y  en  los  ríos:  adorábanla  jnnto  con  Chicomeooatl  y  con  Huixto- 
cihuatl,  diosa  de  la  sal,  pues  entre  las  tres  mantenían  al  puebla. 

Qmahuitly  lluvia,  décimo  noveno  dia  del  mes,  el  noveno  de  los 
señores  de  la  noche.  Presiden  la  primera  trecena  del  TonalamaÜ, 
el  Cipactli  y  Ehecatl  ó  Quetzalcoatl,  con  Atl  ó  Ghalchiuhcue:  se 
ve  el  símbolo  del  agua  y  ahí  á  Cipactli  en  figura  de  un  cocodrilo. 
Este  principio  del  libro  sagrado  y  adivinatorio,  se  refiere  sin  duda 
al  principio  de  la  creación;  como  ya  vimos,  los  dioses  formaron 
dentro  del  agua  el  gran  pez  Cipactli,  el  cual  fué  transformado  en 
la  tierra.  La  presencia  del  agua,  del  Cipactli  y  de  Quetzalcoatl, 
autorizaría  á  creer  que  por  la  fuerza  del  viento  sobre  las  aguas, 
apareció  la  tierra. 

Cipactli,  signo  del  primer  dia  del  mes,  inicial  del  primer  año 
del  ciclo  y  del  período  de  260  dias  del  Tonalamatl,  era  afortuna- 
do en  el  calendario  adivinatorio.  Su  forma  no  es  la  de  caimán, 
ni  la  d^  pez,  por  lo  cual  los  autores  tradujeron,  espadarte  y  pez 
marino;  es  una  figura  fantástica,  cuya  genuina  representación 
presenta  la  piedra  del  Calendario,  no  siéndole  extrañas  algunas 
variantes  en  las  pinturas.  En  la  copia  de  un  Tonalamatl  que  á  la 
vista  tenemos,  Quetzalcoatl  sentado  y  con  las  manos  extendidas, 
evoca  al  Cipactli  que  está  delante;  es  una  creación,  es  el  princi- 
pio de  las  cosas,  y  el  signo  parece  tener  el  significado  de  origen^ 
comienzo,  principio. 

Chalchiuhcue  se  encuentra  al  frente  de  la  quinta  trecena,  con 
el  planeta  Tlazolteotl.       "^ 

En  la  sétima  reinan  Hueitlaloc  y  Xopancali^Hueitlaloc,  advo- 
caciones de  Tlaloc,  referentes  al  tiempo  de  las  inundaciones  por 
las  fuertes  lluvias;  le  acompaña  Chalchiuhcue. 

En  la  décima  sexta  OUin  Tonatiuh  se  encuentra  con  Citlali- 
nicue  6  Citlalcueye  y  con  Tlaloc.  Muy  de  notar  es  semejante 
unión  astronómica,  supuesto  que  el  sol  está  representado  en  sus 
cuatro  movimientos,  unido  á  la  Citlalinicue  que  es  la  misma  Orne- 
cihuatl  ó  la  Vía  láctea. 

La  habitación  de  Tlaloc  estaba  en  el  lugar  dicho  Tlalocan,  pa- 
raíso; era  en  la  tierra  un  sitio  ameno,  ftesco,  abundante,  lleno  de 
delicias.  El  dios  era  uno  y  muchos  al  mismo  tiempo,  supuesto 
ser  conocidas  multitud  de  divinidades  subalternas  bajo  la  pala- 
bra plural  Üaloque,  En  tiempo  de  lluvias,  hacia  la  mañana  co- 
mienzan á  acumularse  las  nubes  en  la  cumbre  de  las  altas  mon- 


66 

tanas;  al  medio  dia  empiezan  á  extenderse,  é  impelidas  después 
por  los  vientos  reinantes  van  á  desatarse  en  lluvias  en  los  veci- 
nos valles;  este  fenómeno  meteorológico,  explicado  por  el  con- 
sorcio de  la  tierra  y  del  agua,  daba  lugar  á  la  creencia  de  ser  los 
montes  la  habitación  de  los  tUdoque^  de  haber  tantos  tlaloqve 
cuantos  piuitos  de  acumulación  de  nubes,  de  la  adoración  de  las 
niontaSas,  y  de  que  este  culto  se  confundiera  alguna  vez  con  el 
de  los  Ücdoque. 

Befiérese  la  antigüedad  del  culto  de  Tlaloc  al  tiempo  de  los 
toltecas;  ños  persuadimos  de  que  pertenece  á  una  religión  y  épo- 
ca anteriores,  porque  los  toltecas  á  los  principios  fueron  deistas, 
7  al  fin  cayeron  en  la  idolatría.  En  aquellos  tiempos  remotos  se 
veía  la  estatua  del  dios  en  la  cumbre  de  la  alta  montaña  llamada 
todavía  Tlaloc,  no  lójos  de  Texcoco,  de  piedra  pómez,  en  figura 
de  nn  hombre  sentado  sobre  una  loza  cuadrada,  delante  de  la 
cual  Labia  un  vaso  en  el  que  los  devotos  ponían*írf7i  y  toda  clase 
de  simientes,  para  dar  gracias  después  de  la  cosecha.  Kezahual- 
pilli  cambió  esta  estatua  por  otra  de  piedra  negra;  mas  destro- 
zada por  un  rayo,  y  tomando  el  suceso  como  castigo  de  la  pro- 
fanación cometida,  fue  vuelta  la  primitiva  á  su  asiento,  detenién- 
dole con  tres  clavos  de  oro  uno  de  los  brazos  que  se  le  había 
roto.  El  obispo  D.  Fr.  Juan  Zumárraga  hizo  traer  á  Móxico  el 
reverenciado  numen,  mandando  hacerlo  pedazos.  (1) 

El  templo  de  Tlaloc  estaba  en  el  patio  del  mayor  de  México; 
nombrábase  Epcoatl,  culebra  de  caracol.  (2)  En  el  mes  Atlaca- 
hnalco  ó  Ouahuitlehua  sacrificaban  en  su  honor  niños  tiernos, 
qne  el  pecho  no  dejaban  todavía,  repitiéndolo  los  dos  meses  si- 
guientes: el  sacrificio  tenía  lugar  en  los  montes,  de  donde  las 
ünvias  les  Tenían  y  las  nubes  se  engendraban.  (3) 

En  tiempo  del  segundo  Motecuhzoma  iban  los  reyes  y  los  no- 
bles á  la  montana  de  Tlaloc,  llevando  un  rico  presente  de  joyas, 
mantas  y  comida;  en  tanto  los  sacerdotes  en  México  hacían  la 
fiesta  del  dios,  y  en  seguida  ambas  comitivas  se  reunían  en  la 
nútad  del  lago,. conducidas  en  un  número  grande  de  caiioas:  los 
noerdotes  llevaban  preparada  una  oanoita,  en  la  cual  ponían 
doB  niños  mujercita  y  varoncito,  dejándoles  anegar  en  el  remo- 

(1)  Torqnemada,  lib.  VI,  cap.  XXm. 
(í)  Torqnemada,  lib.  Vm,  cap.  XII. 
9)  ^rquemada,  lib.  X,  cap.  X. 


56 

lino  formado  por  las  agrias.  (1)  Los  sacrifioios.Qr%nrepeti4o8| 
teniendo  lugar  según  el  estado  de  crecimiento  de  lois  sembrados 
ó  las  Tariaciones  en  las  Uuyias.  (2)  Las  fiestas  á  los  ÜaioquCf  pen- 
dían igualmente  de  las  variaciones  atmosféricas.  (3) 

Chalchiulicue»  Gbalchiliuitlicue,  Olialchiubcueje,  diosa  del 
agua,  no  era  esposa  sino  companera  de  Tlaloc.  Distinguíanli^ 
con  diversos  nombres;  Apozonallotl  ó  Acuecueyotl,  explicando 
las  ondas  y  su  movimiento;  Atlacamani,  tempestuosa  y  alboro- 
tadora; Ahuic  y  Ayaub,  indicando  que  se  movía  y  mudabí^  á  to- 
das partes;  Xixiquipilihui,  el  subir  y  bajar  de  las  olas.  En  Tlax- 
calla  era  conocida  por  Matlalcueye,  enaguas  azules,  nombre  de 
la  montaña  cercana  á  la  capital  de  la  república.  (4) 

A  este  grupo  corresponde  Huixtocihuatl,  diosa  de  la  saL  Oe- 
lebrábanla  las  mujeres  danzando,  asidas  por  las  manos  de  unas. 
sartas  de  flores  llamadas  xochimecaü,  con  guirnaldas  de  iztayauh, 
guiando  el  cantQ  y  regocijo  dos  venerables  ancianos:  moría  sacri- 
ficada una  mujer  en  hábito  de  la  divinidad.  (5) 

En  las  naciones  de  Sonora,  principalmente  entre  los  ópatas» 
mientras  unos  músicos  tañían  i  la  sordina  unas  calabazas  hue- 
cas con  palos  ó  huesos,  algunas  niñas  vestidas  de  blanco  ó  ^n 
camisa  salían  de  la  casa  á  un  lugar  lin^pio  y  barrido,  y  ahí  bai- 
laban para  llamar  á  las  nubes  en  tiempos  de  siembras.  Duróte 
la  tempestad  y  cuando  más  retumba  el  rayo,  los  naturales  arro- 
jaban gritos  de  alegría  y  saltaban  de  placer.  Para  precaverse  de 
ser  heridos  por  el  rayo,  caso  de  ser  mordidos  por  la  víbora,  se 
echaban  por  la  cabeza  una  olla  de  agua.  Al  tocado  ppr  el  rayo 
no  se  le  permitía  volver  á  su  casa,  le  conservaban  en  ^1  liigar  dgai- 
de  fué  herido  y  allí  le  llevaban  sus  alimentos;  mas  si  moría,  de- 
jábanle por  tres  dias  para  esperar  que  el  alma  espantada  tornara 
al  cuerpo  á  cuyo  rededor  andaba  revoloteado;  pas^dp  el  plazo 
le  enterraban  sentado  en  un  hoyo,  vestido  con  todas  sus  ropas 
y  con  provisiones  de  granos  y  yerbas.  (6) 

(1)  P.  Duran,  segonda  parte,  cap.  VIII.  MS. 

(2)  Torquemada,  lib.  Vn,  cap.  XXL 

(3)  Torquemada,  lib.  X,  cap.  XIL 

(4)  P.  Sahagun,  lib.  I,  cap.  XI.— Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XXm, 
(6)  Torquemada,  lib.  X,  cap.  XVIEE. 

(6)  Descríp.  geográfica  de  la  proTÍnoia  de  Sonora.  Doc.  para  la  bist.  de  Mézioo, 
tercera  s^rie,  tom.  I,  pág.  539. 


Al  f  oí  7  4  U  lima  reneraban  lOomo  6  bansAooB;  haoíaiKi  bailes 
fdt  qiie  lecálbíw  la  Itma  hüby^  arroj^dole  poSadoB  de  piadLe. 
L&8  almas  de  los  muertos  yan  á  una  espaciosa  JUgnni^  »  cuya 
ml^  boreid  estó  sentado  un  pigmeo  nombrado  Butzu  Ym;  éate 
Im  teeo^,  las  acomoda  en  una  eanoa,  j  las  oiiinda  i  la  presencia 
^  nnit  yiej^  Uam^kd^  Yateo<mhoat9Íqi^i«  que  habita  e|i  la  banda 
üttitiaL  La  ^ciana  examinaba  las  almas;  si  estaban  Hmpias  se 
In  fÑfv^  7  m  m  fi^ntre  g^t^^isban  de  bienayentnranm,  si  pinta- 
imiff^  ü^oj^bi^  en  la  laguna.  (1)  Los  misioneros  toncaron  al  pié 
dd  Is  leirf^  semejante  relaoiouj  en  la  oual  se  desoul^e  un  }ui<^ 
poflbero,  con  reoompensa  y  castigo,  según  la  limpieza  é  suciedad 
fiblinima. 

Tenninaremos  este  capitulo  atacando  una  creencia  infundada. 
Bsiste  una  pinfa^ra  autentica  m/o^iqaua  que  pert^eiueci^  Á  L^tlil- 
looUtl;  de  su  poder  pasó  al  de  D.  Caerlos  de  Sigüenza,  quiíen  la 
c(^9ionis9  Á  GemelU  Careri,  (2)  pnUi^^i^dpla  éste  en  la  reUeion 
de  «os  TÍiyes.  La  pintura  llegó  á  macaos  de  J).  Autonio  León  y 
%m^  luego  i  su  i^bacea  el  P.  Picbardp«  de  la  testamentaria  de 
ifÜA  ^  J).  J.  Vioeute  Sánchez»  quien  finalmente  la  regaló  al  Vu* 
1^  NaoíoQaL  CHaTÍgero  publicó  sólo  el  principio  de  la  estampa; 
ivpboJdit  1^  fiopíó  entera»  así  como  el  liord  Eingsborongh  y  el 
8r.  Gondr#  ^n  ^l  tom.  TIT,  edición  de  Cumplido  de  la  conquista 
^  Mép^  por  Piescoti  Be  tpd^«  la  pubUcadl^  pp?  el  Sr.  D. 
fcp^ando  SrAniirez  es  la  más  ^uténtipa>  por  ser  facímile  del 

'  Xomaado  eueprpo  las  doctrinas  de  í^iguenzai  para  Clayigerp 
cw^bik  en  las  pinturas  me^c^^oas  que  aquellos  pueblos  teníi^i 
**V9¥^  todas  las  naciones  cultaSi  noticias  claras,  aunque  altera- 
%!  con  ttbulas,  de  la  creación  del  mundo»  del  diluvio  univer- 
'^  de  la  confusión  de  las  lenguas  y  de  la  dispersión  de  las 
'^IPIítes."  Sal^^onse  del  diluyip  an  una  barca  el  hombre  Ooxcox 
^  IjdpfsipaGÜi  y  su  mujer  Xochiquetzal,  desembarcando  cerca  de 
U  ttontaña  de  Oulhuacan;  los  hijos  de  aquel  par  fueroi\  mudos, 

(1)  I)oeiuDfiiit06,  itroera  aéñe,  pág.  628. 

(2)  Giro  del  mondo  del  doUor  D.  Gio.  Francesco  Gemelli  Oareri.  Napoli  1€99— 
1701  Hay  otea  edición  de  1728:  réase  el  tomo  VL 

(3)  Ooadro  histdrioo-geroglífíco  de  la  peregrinación  de  las  tribos  aztecas  que  po- 
^ivvB  el  YaUe  de  México.  (Ndm.  1).  Acompafiado  de  algunas  explicaciones  para  su 
vtaBganday  por  D.  Josd  Femando  Bamirez,  Conservador  del  Museo  nacional. 

8 


58 

y  un  pájaro  les  comunico  los  idiomas  de  las  ramas  de  un  árboL 
(1)  En  consonancia  con  ebtas  ideas  dio  la  explicación  de  las 
pintura^  aplicando  los  símbolos  á  su  pensamiento.  (2) 

Yeytia,  (3)  quien  no  conoció  la  estampa  que  nos  ocupa,  señala 
el  año  ce  tecpatl  para  la  creación  del  mundo,  y  el  diluvio  á  los 
1716  años,  en  otro  año  también  tecpatl:  "quedaron  sumergidos 
en  las  aguas  los  más  altos  montes  caxtclmólicüi,  que  quiere  de- 
''cir  quince  codos,  y  que  de  esta  general  calamidad  sólo  escapa- 
"ron  ocho  personas  en  un  ÜaptlipeilacaUiy  que  quiere  decir,  com 
**oomo  arca  cerrada,  y  en  sus  mapas  la  figuran  en  forma  de  una 
"barquilla  con  toldo  por  encima,  del  cual  asoman  ocho  cabezas,  y 
"asientan  que  de  estas  personas  volvió  á  propagarse  el  génerq 
"humano.'* 

En  la  elegante  pluma  de  Humboldt  (4)  aquellas  ideas  tomaron 
mayor  ensanche.  "Entre  los  diversos  pueblos  que  habitan  en 
México,  dice,  aztecas,  mixtéeos,  tzapotecos,  tlaxcaltecas,  michoa- 
caneses,  se  han  encontrado  pinturas  representando  el  diluvio  de 
Coxcox.  El  Noe,  Xisutrus  ó  Menou  de  estos  pueblos  se  llama- 
ba Coxcox,  Teocipactli  ó  Tezpi;  se  salvó  en  unión  de  bu  mujer 
Xochiquetzal  en  una  barca,  ó  según  otras  tradiciones  en  una 
balsa  de  ahuehuete  (Cupressus  disticha).  La  pintura  representa 
á  Coxcox  en  medio  del  agua,  extendido  sobre  una  barca." 

"La  montaña  cuya  cima  coronada  de  un  árbol  (dice  entrando 
ya  en  la  explicación  de  la  pintura),  se  eleva  en  medio  de  las 
aguas,  es  el  Ararat  de  los  mexicanos,  el  pico  de  Colhuacan.  El 
cuerno  representado  á  la  izquierda  es  el  jeroglífico  fonético  de* 
Colhuacan.  Al  pió  de  la  montaña  aparecen  las  cabezas  de  Coxcox 
y  de  su  mujer,  reconocible  ésta  por  las  dos  trenzas  en  forma  de 
cuernos  que,  según  hemos  observado  repetidas  veces,  representa 
el  sexo  femenino.  Los  hombres  nacidos  después  del  diluvio  eran 
mudos;  desde  lo  alto  de  un  árbol  les  distribuye  una  paloma  las 
lenguas,  representadas  en  forma  de  pequeñas  vírgulas.  No  debe 
confundirse  esta  paloma  con  ^  pájaro  que  dio  á  Coxcox  la  noticia 
del  escurrimiento  de  las  aguas.  Conservaban  los  pueblos  de  Mi- 
choacan  una  tradición,  según  la  cual  Coxcox,  á  quien  ellos  11a- 

(1)  Hist.  antigua,  tom.  I,  pág.  225. 

(2)  Loco  oit.,  tom.  I,  pág.  422. 
(8)  HÍ0t.  antigua,  tom.  I,  pág.  10. 

(4)  Vuea  dea  cordill^res;  tom.  n,  pág.  168. 


\ 


59 

maban  Tezpi,  se  ^nbaroó  en  un  espacioso  aooUi  oon  su  mujer, 
sos  hijos,  muchos  animales  7  los  granos  caja  conservación  era 
cara  á  la  humanidad.  Cuando  el  gran  espíritu  Tezcatlipoca  or- 
dena á  las  aguas  retirarse,  Tezpi  hizo  salir  de  su  barca  al  zopi- 
lote (Ynltur  aura),  el  cual  no  volvió,  pues  como  se  alimenta  de 
csnie  muerta,  se  entretuvo  con  el  gran  número  de  cadáveres  de 
qie  la  tierra  recientemente  enjuta  estaba  regada.  Tezpi  soltó 
otoroe  pájaros  volviendo  únicamente  el  colibrí  trayendo  en  el  pi- 
co nna  ramita  con  hojas;  conociendo  Tezpi  que  el  suelo  comen- 
zaba de  nuevo  á  engalanarse  con  vegetación,  abandonó  su  barca 
oerea  de  la  montaña  de  Colhuacan." 

Sostenida  la  doctrina  dentro  7  fuera  de  nuestro  país  por  tan 
competentes  autoridades,  la  fortuna  de  la  estampa  quedó  asegu- 
rada Comenzaba,  al  decir  SU70,  en  el  diluvio  universal  termi- 
nando en  la  fundación  de  México.  Ningún  documento  antiguo 
ora  más  explícito,  ni  más  auténtico;  dando  cuenta  del  gran  cata- 
clismo asiático,  de  la  confusión  de  las  lenguas  7  de  la  peregri- 
nación de  las  tribus,  ligaba  la  historia  del  Asia  con  la  de  Amó- 
riea;  comprobábase  en  los  puntos  respectivos  la  relación  bíblica; 
seextrechaban  los  límites  de  la  cronología;  quedaba  resuelto  el 
atormentador  problema  del  origen  de  los  americanos.  La  de- 
iBoetracion  aparecía  tan  sólida  que  Parave7  la  acojió  entre  sus 
áoGomentos  de  Asina,  China  7  Amórica  para  probar  el  diluvio 
deNoe,  las  diez  generaciones  anteriores,  la  existencia  del  pri- 
i&er  hombre  7  el  pecado  original.  (1) 

Dos  escuelas,  podemos  decir,  se  formaron  bajo  estos  princi- 
pioe.  La  religiosa,  á  CU70  frente  iban  nuestros  escritores  de  his- 
tona  antigua,  tenía  por  objeto  ajustar  la  cronología  7  ciertos 
)ttchos  primitivos  con  la  relación  de  la  Santa  Biblia.  Distin- 
gtiése  en  ello  ye7tia,  quien  aplicando  á  las  narraciones  el  tor- 
iBento  del  leeho  de  Procusta,  las  desnaturalizó  sin  servir  por 
^  para  sostener  verdades  que  no  habían  menester  esta  confir- 
SttdoiL  La  escuela  filosófica,  capitaneada  por  Humboldt,  bus- 
^  solo  fijar  orígenes,  establecer  relaciones. 
A  ser  verdadero  el  relato,  fuera  grande  7  copioso  en  impor- 
^Sfites  conclusiones,  mas  no  pasa  de  una  hermosa  ilusión.  Así 
lo  demostró  7a  el  Sr.  D.  Femando  Ramírez  dando  la  verdadera 

(1)  Pttis,  1888.  Al  final  la  kLmina. 


90 

leoiur*  de  loa  si^^os  jeroglíficoa.  Ja  eatiunp>a  rekta  la  peregri- 
nado» de  loa  mexioanos;  no  oonuenza  en  el  dilavio,  sino  en  las 
orillaa  del  lago  cerca  de  Colhoaoan;  entre  el  principio  y  el  fin 
hay  ^na  pequeña  extenaion  geográfica,  y  nn  no  grande  período 
cronológii^.  Segnn  el  repetido  Sr.  Bamirez  (1), — ''SalTos  mía 
'^eapetoa  &  la  autoridad  de  tantoa  y  tan  gravea  eacritoreaj  yo 
''creo  qne  el  Ingar  de  qne  ae  trata  en  nueatro  derrotero,  apenaa 
"diatará  nveve  millas  de  laa  goteraa  de  México;  que  el  pretendido 
^^Asutktn  debe  boacarae  en  el  lago  de  Chalco  y  laa  enormea  dia- 
"tanciaa  que  ee  suponen  han  reqorrido  loa  emigrantea,  no  exce- 
"den  loa  límitea  del  terrritorio  del  valle  de  México,  aegun  ae 
"encuentra  trazado  en  el  Atlaa  del  Barón  de  Humboldt." 

!Gin  ouanto  al  tiempo,  partiendo  de  que  la  fundación  de  México 
ae  verificó  el  ano  (me  caUí  1325,  aiguiendo  en  aentido  retrógrado 
loe  aignoa  cronográficos,  daremoa  con  el  ano  ce  tocktli  882  en  que 
la  relación  comienza;  comprende  únicamente  un  período,  de  413 
aSfíi»  !E¡nlazadoa,  como  dicen  catarlo,  el  diluvio  y  el  principio 
d^  la  ciudad,  ae  aigue  que  entre  amboa  auceaoa  aolo  mediaron 
cuatro  aigloa  y  medio,  y  entóncea  el  diluvio  de  Noé  y  de  Coxcox 
tuvo  lugar  en  el  aao  882  de  la  era  oriatiana.  No  pretendidos 
aalir  á  ti^maño  absurdo  Clavigero  ni  Humboldi  £¡n  su  lugw  raa- 
pectivo  daremoa  la  interpretación  de  la  pintura. 

J^qa  puebloa  de  México,  tenían  en  verdad  la  tradición  del  dilu* 
TÍO]  maa  la  lámina  que  lo  abona  no  ea  la  examinada.  Ijo  oom- 
prueba  la  estampa  del  Códice  Yaticano  que  repreaenta  el  Ato- 
natiuh  ó  primer  aol  coamogónico.  No  ae  dicen  ahí  loa  nombres 
da  loa  aalvados  del  cataclismo.  Coxcox  y  Xochiquetzal  eatán 
to^iadoa  de  la  pintura  repetida,  y  aon  falsos  en  el  sentido  ^  qoa 
se  lea  aplica;  el  Teocipactli  ae  encuentra  como  ya  aabemos,  re- 
presentando no  el  diluvio  sino  la  formación  de  la  tierra;  Te?^ 
ea  de  la  tradición  michoacwesa:  en  la  leyenda  mexicana,  reco^ 
jida  en  el  Códice  Cbimalpopoca,  se  llama  el  varón  Nata  y  1a 
hembra  Nena:  estos  nombres  tienen  mayor  derecho  para  ser 
tomados  por  verdaderos. 

En  el  comentario  al  Códice  vaticano  (2)  se  encuentra  uina  re- 
lación que  hace  recordar  la  torre  de  BabeL  En  la  época  del  di* 

(1)  Gnadro  hiskórico-eronológioo, 

(2)  Spiegazione  delle  TatoIo  del  Oodioe  lieaaioaiio,  apnd  Lord  KingsboroniFh. 
tom.  V.  ^^ 


61 

hiTÍo  6  Atonatinli  moraban  sobre  la  tierra  los  gigantes;  mnclios 
perecieron  sumergidos  en  las  aguas,  algnnos  quedaron  conTer- 
tidos  en  peces,  y  solo  siete  hermanos  se  salvaron  en  las  grutas 
de  la  montaña  de  Tlaloc.  Guando  las  aguas  se  escurrieron  sobre 
la  tierra,  Xelhua  el  gigante  fué  á  OhoUolan,  y  con  grandes  ado- 
bes fabricados  en  Tlalmanalco  al  pié  de  la  sierra  de  Oocotl,  7 
conducidos  de  mano  en  mano  por  una  fila  de  hombres  tendida 
entre  ambos  puntos,  comenzó  á  construir  la  gran  pirámide,  en 
memoria  de  la  montaña  en  que  fué  salvado.  Irritados  los  dioses 
de  que  la  obra  amenazara  llegar  á  las  nubes,  lanzaron  el  fuego 
celeste,  mataron  á  muchos  de  los  constructores,  dispersáronse 
los  demás,  y  no  pasó  adelante  la  construcción;  sin  embargo,  el 
mciite  artificial  subsiste  todavía,  atestiguando  el  poder  de  Xel- 
toael  gigante,  apellidado  el  Arquitecto. 

Esta  tradición  atribuye  la  pirámide  á  los  gigantes,  es  dedit, 
i  hff  naciones  primitivas  de  Anáhuac.  Del  mismo  parecer  es  el 
P.  Doanm,  (1)  quien  llama  al  monumento  TlachihiiaUepec,  cerro 
heéio  á  mano.  La  opinión  que  hace  esta  obra  y  sus  congéneres 
de  Teotihuacü^  de  procedencia  tolteca,  nos  parece  errónea;  (9) 
absolutamente  consta  en  la  historia  que  ese  pueblo,  aunque 
muy  aéelatttado,  se  diera  á  levantar  esas  inmensas  aglomera- 
dones  de  tierra,  que  evidentemente  ya  encontró  en  pié  al  llegar 
i  esfais  latitxrdies.  Pertenecen  á  diverja  y  más  antigua  eiviü^a- 
cíon  qué  la  tolteca. 


(I)  Sigonda  parte,  oap.  XYin.  HS. 

(S)  Botorím,  idea  de  una  nueva  biet.  pág.  US. 


I 


CAPITULO  IV. 

El  mmto,-—Qusteaiooaa.—6uhítíorü:L-—Antaff<miimo  dd  Tmoatiipooa.—0(nriff6  él 
ealmdarío. — Profecía  de  loi  hombre»  blancos  y  barbiidoi. — DootrinM  crittiancu.'^ 
La  crm.  —Profetas  rnaya.  —Predicaoion  dsl  apbstol  Santo  Tomás. 

Ehecatl,  yiento,  está  representado  en  las  pintaras  por  una  ca- 
beza fantástica,  signo  ideográfico  de  este  elemento.  Los  mexica- 
nos le  concedían  voz,  teniendo  muy  en  cuenta  para  sus  agüeros, 
los  gemidos  que  arroja  en  la  arboleda,  los  rugidos  de  la  tempes- 
tad, las  palabras  que  pronuncia  metiéndose  por  los  resquicioB.  (1) 
Sopla  de  los  cuatro  puntos  cardinales.  El  de  E.  ÜalocayoÜ,  Tiene 
del  Tlalocan,  no  es  furioso  j  da  seguridad  á  las  canoas.  El  de  N. 
midlampa  ehecaÜ,  viento  del  infierno,  es  terrible  y  causa  desgra- 
cias. El  de  O.  cihuaüampa  e/ieoaü,  viento  que  sopla  de  la  habitación 
de  las  mujeres,  hace  tiritar  y  temblar  de  frió.  El  de  S.  huitzílam- 
pa  ehecatl,  viento  de  las  diosas  Huitznaoa,  es  furioso,  convirtién- 
dose á  veces  en  huracán.  (2)  * 

Antes  de  las  aguas  se  presenta  el  viento,  formando  remolinos 
de  polvo  en  las  llanuras  y  llevando  delante  los  objetos  livianos 
en  los  caminos;  de  este  hecho  natural  decían  los  mexicanos,  que 
Ehecatl,  como  precursor  de  los  Üaloque,  se  presentaba  barriendo 
y  limpiándoles  el  paso.  El  dios  del  aire  llamábase  QuetzalcoatL 
Viene  de  coaü  ó  cohvatí^  culebra,  y  de  quetzaUt,  pluma  larga,  verde 
y  rica,  en  sentido  figurado  preciado,  valioso,  &a:  el  conjunto  sue- 
na culebra  de  pluma  rica,  culebra  preciosa,  y  metafóricamente, 
perdona  de  gran  valía  por  su^  prendas  y  saber.  Las  ideas  más 
encontradas  y  confusas  quedan  acerca  de  esta  divinidad;  se  pre- 
senta tomo  uno  ó  varios  personajes;  como  hombre  mortal,  como 
deificación  de  un  legislador,  como  dios  primitivo,  como  ser  real 
y  como  fantástico.  Es  importante  detenernos  á  considerarle,  por- 

(1)  Doran,  segunda  parte,  oap.  XIX.  MS. 

(2)  P.  Sahagun,  lib.  VII,  cap.  IV. 


63 

fae  fabuloso  ó  verdadero,  las  doctrinas  que  se  le  atribuyen  tn- 
mron  sobrada  parte  en  facilitar  la  conquista  de  México. 

En  la  cosmogonía  de  los  soles,  Quetzalooatl  aparece  ya  en  an- 
tagonismo con  Tezcatlipoca;  ambos  forman  una  especie  de  dua- 
lidad, en  que  aquel  representa  el  genio  del  bien,  éste  el  del  maL 
En  los  orígenes  de  las  tribus,  Qnetzalcoatl  es  hijo  de  Iztacmix- 
coatl  y  de  Ohimalma;  es  por  consecuencia  extranjero,  medio  her- 
mano de  los  mexicanos.  Besueltamente  se  le  tiene  por  extraño 
j  venido  de  otras  tierras,  en  distintas  opiniones,  haciéndole  uno 
mismo  con  Topiltzin  y  Huemac.  (1)  La  conseja  de  ser  hijo  de 
Camaztli  y  de  Chimalma,  y  que  ésta  se  hizo  gráyida  tragándose 
on  chalchihuitl,  viene  de  confundir  la  leyenda  de  Iztacmixcoai}, 
7  el  nacimiento  de  Huitzilopochtli.  Más  camino  lleva  que  Que- 
taalcoatl  fué  llevado  al  cielo  en  fofma  de  cometa.  (2) 

Gomo  personaje  histórico,  establecido  que  estuvo  el  reino  de 
ToUan,  aparecieron  en  la  provincia  de  Panuco  algunas  personas 
Teatidas  de  trajes  talares,  cubiertas  las  cabezas;  sin  reencuentro 
de  guerra,  y  antes  bien  recibidas  y  festejadas  por  todas  partes, 
atravesaron  de  la  costa  al  interior  de  las  tierras,  llegando  al  fin 
i  lollan  en  donde  se  les  admitió  con  la  mayor  benevolencia.  Los 
reden  llegados  eran  extranjeros,  sabían  labrar  los  metales  y  las 
piedra»  preciosas,  el  cultivo  de  la  tierra  y  multitud  de  otras  in- 
dustrias, por  lo  cxtal  se  les  tenía  en  grande  estima  y  se  les  hacía 
honra.  (3)  El  jefe  de  los  extranjeros  se  llamaba  Quetzalcoatl. 
"Era  hombre  blanco,  crecido  de  cuerpo,  ánchala  frente,  los  ojos 
grandes,  los  cabellos  largos  y  negros,  la  barba  grande  y  redonda." 
Casto,  muy  amigo  de  la  paz,  pues  se  tapaba  los  oídos  cuando  se 
le  hablaba  de  la  guerra,  inteligente  y  justo,  sabedor  en  las  cien- 
cias y  en  las  artes,  con  su  ejemplo  y  su  doctrina  predicó  una  nue- 
va religión,  inculcando  el  ayuno,  la  penitencia,  el  amor  y  el  res- 
peso  á  la  divinidad,  la  práctica  de  la  virtud,  el  desprecio  al 
crimen.  (4) 


(1)  P.  Doran,  segunda  parto,  cap.  I.  MS. 
(S)  TorqiteiDada,  üb.  VI,  cap.  XLV. 

(3)  Torqnéittada,  libro  III,  cap.  VII. —Duran,  cap.  L  MS. 

(4)  P.  Dur^n,  cap.  L  MS.— Mendieta,  págs.  82,  86,  92-93,  97-98.— Torquemada 
Bb.  IV,  cap.  XLV;  lib.  VI,  cap.  XXIV;  lib.  IH,  cap.  VII;  lib.  IV,  cap,  XIV,  Ac.— 
Moioünia,  págs.  10,  30,  65.— Veytia,  tom.  I,  cap.  XV  y  sig.— Clavijero,  hist.  anti- 
pu,  tom.  I,  pág.  229  y  sig.  &c.,  &c. 


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64 

Sn  predicd^^ion  enbontaró  en  los  talanoB  imtieiLSO  núiútíú  é^ 
prosélitos,  Ilegasidó  á  set  él  pontífiod  de  sn  onlto.  IhitóMeB  goté 
T<^an  de  nnft  edftd  nbundaíite  y  próspera»  coalla  del  reinado  de 
Batomo.  Qoetealcodti  tenia  casas  de  chidchihtiitli  de  plata»  dé 
oúhthm  coloradas  y  blancas,  de  tnrqnesas,  de  pluiüas  ricas;  los 
ligeros  corredores  tlancHacemÜhiHme  oomnnicaban  sus  órdenes; 
sns  pregones  dados  en  la  montaña  Tisat^itepec  se  oísai  &  cien  le- 
gnas  de  distancia;  abundaban  los  granos,  las  calabazas  median 
una  brasa  en  redondo,  las  majorcas  de  maíz  er&a  inmensas,  los 
bledos  parecían  árboles;  sembrado  el  algodón  nacía  e:&pontánea- 
mente  de  todos  colores;  criábanse  en  la  ciudad  aves  de  canto  y 
Is^Uas  plumas  co«n6  él  xivhtotoü^  quetzaUotoÜ,  zoiouan  y  (UmhquechA; 
llenos  estaban  los  almacenes  de  riquezas,  de  mantenimieütoB»  de 
ropas:  en  suma,  el  pueblo  vivía  satisfecho  y  feliz.  (1)  Sabio,  sa* 
cerdote,  legislador  y  taumaturgo,  nadie  como  él  eta  querido  y 
reverenciado. 

Mudable  es  la  fortuna  en  este  mundo,  y  la  de  Quetzaooatl 
amenguó  al  cabo.  El  dios  Tezcatlipoca  bajó  del  cielo  por  el  hilo 
de  una  araña,  tomó  la  forma  de  im  anciano,  presentándose  en  la 
casa  de  su  euemigo;  rechazado  primero,  admitido  después  á  la 
presencia  del  pontífice;  le  intimó  abandonara  la  ciudad,  perauar 
dióndole  á  fuerza  de  ruegos  tomaina  del  vino  blanco  de  la  tierra, 
sacado  del  teomeü:  resistió¡el  sabio;  pero  vencido  por  las  sáplÍMs, 
saboreó  el  pórfido  licor  y  se  embriagó.  (2)  La  vista  de  su  fáltale 
][^rodujo  en  el  pueblo  gran  descrédito. 

Tezcatiipoca,  por  otros  nombres  Titlac^uan  y  TlacahnepiUD, 
se  convirtió  en  un  indio  forastero,  que  desnudo,  y  bajo  la  deno- 
minación de  Toh«eyo,  se  sentó  á  vender  ají  verde  en  el  mereado 
de  Tollan.  Huemac,  rey  de  los  tulanos,  tenía  una  hija  donoélla 
muy  hermosa,  la  eual  acertó  á  distinguir  al  Tohueyo,  y  antojóeele 
tanto  que  enfermó  de  amores.  Para  curarla,  pues  se  morík,  tote 
preciso  buscar  al  Tohueyo,  traerle  al  palacio,  vestirle  y  dáñele 
por  esposo.  Matrimonio  tan  desigual  disgustó  á  los  vasallos,  quie- 
nes prorrumpieron  en  destempladas  murmuraciones.  A  fin  de 
acallar  el  disgusto  público,  Huemac  determinó  deshaoerae  de  au 
importuno  yerno;  envióle  á  la  guerra  de  Coatepec,  ordenando 


(1)  fitahasim,  Ub.  lU,  osp.  IV. 

(2)  Sahagon,  lib.  m,cap.  IV. 


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65 


eretamente  á  sus  oapitanes  le  hicieran  perecer.  En  la  batalla 
dejaron  abandonado  al  Tobuejo  con  los  pajes,  enanos  j  cojos; 
BUS  cuando  el  enemigo  los  acometió,  pelearon  con  tanto  brío,  que 
salieron  vencedores.  Fué  indispensable  que  Huemac  y  los  tula-- 
noB  salieran  á  recibir  al  plebeyo  con  gran  fiesta,  poniéndole  las 
armas  qudzalapanecayotl  y  el  xiuhohimaüi,  divisas  de  los  triunfa- 
dores. (1)  Las  artes  de  Titlacahuan  habían  traído  el  descrédito  á 
Qnetzalcoatl  y  á  su  amigo  el  rey  Huemac. 

Para  solemnizar  el  triunfo,  Titlacahu^  reunió  una  gran  muí- 
titad  para  cantar  y  bailar,  entretúvolos  hasta  la  media  noche,  en 
que  los  danzantes  se  despeñaban  en  el  barranco  tpcccdlatihco,  con- 
virtiéndose en  piedras:  en  figura  de  un  valiente  tequi^Ma  dio  muer- 
te á  muchos  guerreros.  Bajo  la  forma  de  Tlaoahuepan  ó  Acexcoch, 
sentado  en  el  mercado  hacía  bailar  un  muchacho  sobre  la  palma 
de  la  mano  (Huitzilopochtli  era  el  muchacho);  la  gente  por  ver 
el  prodigio,  se  apiñaba  al  rededor,  y  empujándose  unos  á  otros 
morian  ahogados  y  acoceados.  Tanto  se  repitió  el  mal  que  mata- 
nm  al  brujo  á  ped!radas;  mas  el  cuerpo  se  corrompió  derramán- 
dose la  peste  en  el  pueblo.  No  se  dejaba  sacar  el  cadáver,  tanto 
«ra  el  peso  que  tenía;  vencido  por  un  canto  se  dejó  llevar  al  mon- 
te, no  sin  muchísimas  muertes,  pues  rompiéndose  una  soga,  la 
gente  asida  de  ella  perecía  al  caer.  (2) 

Fnnestos  presagios  de  ruina  se  veían  por  todas  partes.  Volaba 
Bo  diatante  de  la  tierra  el  Iztaccuixtli,  pasado  con  una  flecha;  la 
sierra  de  Zacapec  arrojaba  llamas  por  la  noche;  llovieron  piedras, 
J  cajó  del  cielo  una  gran  piedra  á  la  cual  llamaron  techcaü,  sobre 
¡a  ooal  sacrificaban  á  los  que  querían  morir.  A  la  peste  siguió  el 
Wbre,  faltaron  los  mantenimientos,  y  los  que  se  encontraban 
eran  mortíferos.  (3) 

Tanto  arreciaron  las  calamidades,  que  Quetzalcoatl  resolvió 
dnmdonar  á  ToUan;  ninguna  súplica  le  detuvo,  poniéndose  en 
cunino  en  compañía  de  sus  parciales.  Quemó  sus  casas,  sepultó 
w  riquezas,  dio  libertad  á  los  pájaros,  y  precedido  de  músicos 
batistas  para  entretener  su  pena,  se  alejó  para  siempre  de  la 
^ata  ciudad.  Detenido  dos  veces  en  el  tránsito  por  los  ruegos 
^  sns  sectarios,  no  mudó  de  propósito;  aseguraba  ir  á'Tlapallan, 

(1)  Sahagun,  lib.  IH,  cap.  V  y  VI. 

(2)  Bahagmi,  lib.  III,  cap.  VII  al  IX. 

(3)  Sahagun,  lib.  m,  cap.  X  y  XI. 


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al  llamado  de  su  señor  e  iba  á  ver  al  sol.  Por  el  tránsito  fué  ha- 
ciendo prodigios.  En  Ouauhtitlan  arrojó  piedras  contra  un  árbol 
y  quedaron  encajadas  en  el  tronco,  en  Temacpalco  dejó  estam- 
padas las  manos  en  la  roca,  y  también  la  señal  del  cuerpo  en 
donde  se  sentó;  construyó  un  puente  sobre  el  rio  que  pasa  por 
Tepanoaya.  En  Coapa  le  salieron  al  encuentro  los  nigrománticos 
sus  enemigos  para  impedirle  el  viaje;  mas  se  mantuvo  inflexible, 
si  bien  le  quitaron  las  artes  que  en  su  compañía  se  llevaba.  Afli- 
gido por  la  pena,  mirando  morir  á  sus  pajes,  enanos  y  corcoba- 
dos  por  el  frió  entre  los  volcanes,  abandonado  de  casi  todos,  logró 
por  fin  llegar  á  Cholollan.  (1) 

Becibido  con  amorosa  hospitalidad,  pudo  reposar  tranquilo, 
predicando  y  estableciendo  su  doctrina.  Algún  tiempo,  casi  por 
veinte  años,  permaneció  en  la  ciudad  santa  desempeñando  su  pa- 
pel de  pontífice,  hasta  que  al  cabo  miró  desvanecerse  su  felicidad 
como  la  vez  primera.  Sus  jurados  enemigos,  los  tulanos,  vinieron 
con  poderoso  ejercito  contra  ól;  al  rumor  de  los  aprestos  Que- 
tzalcoatl  abandonó  á  Cholollan,  con  cuatro  de  sus  discípulQS  se 
dirigió  á  las  costas  del  Golfo,  y  llegado  á  la  mar  en  la  boca  del 
Coatzacoalco,  bien  se  metió  por  las  aguas  que  le  abrían  paso,  ya 
tendió  su  capa  que  le  sirvió  de  barca,  ya  finalmente  construyó 
de  culebras  una  balsa,  coatlapecJiÜiy  y  metiéndose  en  ella  se  fué 
navegando  hasta  desaparecer.  (2) 

Los  tulanos  tomaron  y  talaron  á  Cholollan,  apoderándose  del 
país  circunvecino.  Esto  no  obstante,  los  de  la  ciudad  santa  deifi- 
carón  á  Quetzalcoatl,  eligiéndole  y  adorándole  como  su  principal 
dios;  los  de  Tollan  á  su  ejemplo  rindieron  honores  divinos  á  su 
jefe,  elevándolo  á  los  altares  bajo  los  nombres  de  Tezcatlipuca, 
Titlacahuan  y  Tlacahuepan.  (3) 

La  religión  politeísta  de  los  antiguos  pueblos  de  Anahuao  pre- 
senta una  marcada  tendencia  hacia  la  unidad;  cada  imoion  ireeo- 
nocía  un  dios  principal,  al  cual  estaban  como  8ub<»:dinados  los 
demás.  El  genio  tutelar  de  los  mexicanos  era  Huitzilopochtli;  el 
de  los  acolhua,  Tezcatlipoca;  de  los  tlaxcalteca,  Camaxtli;  en 
Cholollan,  Quetzalcoatl;  (4)  en  Tlacopan,  Mixcoatl,  y  así  en  los 

(1)  SahaguB,  lib.  III,  cap.  XII  al  XIV.— Torquemada.  lib.  VI,  cap.  XXIV. 

(2)  Sahagun,  lib.  HI,  cap.  XIV. 

(3)  Torquemada,  lib.  III,  cap.  VII. 

(4)  F.  Mendieta,  lib.  II,  cap.  X. 


67 

demás.  Los  méxica,  por  su  parte,  profesaban  un  eclecticismo  po- 
00  raeionaL  A  semejanza  de  los  romanos,  todos  los  dioses  de  los 
pueblos  vencidos  eran  traídos  al  templo  mayor  de  México,  don- 
de se  les  ponía  altar  y  rendía  culto;  fuera  que  se  les  calificara 
ménoB  poderosos,'  sea  que  como  cautivos  se  les  retuviera  para 
quitar  su  protección  al  pueblo  sojuzgado,  lo  cierto  es  que  los  nú- 
mms  extranjeros  eran  admitidos  al  panteón  mexicano,  transfor- 
mándose en  dioses  nacionales.  (1)  Esto  explica,  en  parte,  esa 
abigarrada  mezcla  en  las  leyendas  mitológicas.        / 

Bespecto  á  Quetzalcoatl,  á  quien  encontraremos  segunda  vez  en 
Yucatán,  examinémosle  en  sus  diversos  aspectos.  Como  dios^ 
a^o  es  im  hombre  deificado;  es  de  la  misma  ralea  que  su  enemigo 
Tezcatlipoca.  El  antagonismo  de  ambos,  como  divinidades,  tiene 
m  asiento  en  las  observaciones  astronómicas.  Quetzalcoatl  es  el 
planeta  Venus;  Tezcatlipoca  la  luna.  Los  diversos  aspectos  de 
¡os  dos  planetas,  su  alternativo  aparecimiento  hacia  la  tarde  ó  la 
mañana^  dan  motivo  á  sus  combates  y  á  sus  respectivos  venci- 
mientos. 

Su  antagonismo  religioso  es  fácil  de  comprender.  Quetzalcoatl 
I»ediea  en  ToUan  una  nueva  doctrina,  triunfa  de  pronto  y  se  ha- 
ce el  pontífice  de  su  religión.  Tezcatlipoca  y  sus  parciales,  repre- 
sentantes del  culto  nacional,  vencidos  al  principio,  se  hacen  luego 
poderosos,  desacreditan  al  taumaturgo  y  logran  por  fin  hacerle 
ibandoniur  la  ciudad;  le  persiguen  en  su  refugio  de  OholoUan, 
^danzando  arrojarle  definitivamente  del  país.  La  guerra  civil  y 
religiosa  que  en  Tollan  sobrevino,  fué  parte  para  la  destrucción 
de  la  monarquía  tolteca,  y  partf  que  los  sectarios  del  hombre  blan- 
eo  tuvieran  que  huir  á  Yucatán. 

Como  civilizador,  Quetzalcoatl  introduce  en  el  país  las  artes 
itílies  y  de  ornato;  la  agricultura,  la  mecánica,  el  tejido,  el  labra- 
do cb  los  metales  y  de  las  piedras  preciosas,  constituyen  sus  más 
lieos  presentes:  la  excelencia  de  los  artefactos  es  tan  palpable, 
«pe  para  ponderar  á  los  artífices  se  escoje  la  palabra  tolteca. 
Corrigió  también  el  calendario.  Oxomoco  y  su  mujer  Cipactonal 
(el  principio  de  los  diasrel  comienzo  de  la  luz)  habían  formado 
la  cuenta  de  los  tiempos;  pero,  según  la  leyenda,  la  vieja  Cipac- 
tonal tuvo  por  bien  tomar  consejo  de  su  nieto  Quetzalcoatl,  y 

(1)  Torqiiemada,  lib.  X,  cap.  XXVI. 


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68 

entre  los  tres  sacaron  el  calendario.  (1)  Según  aparece  del  estu- 
dio del  almanaque  azteca,  la  cuenta  primitiva  estaba  basada  en 
los  períodos  trecenales  con  atingencia  á  la  luna  (Tezcatlipoea); 
siguióse  la  formación  del  período  de  260  dias,  sacado  de  las  apa- 
riciones de  Venus  (Quetzalcoatl),  por  excelencia  el  período  azte- 
ca. El  calendario  tzapoteca,  conservado  sin  la  corrección  últinia, 
se  compone  de  j^eríodos  sucesivos,  prolongados  indefínidamente, 
de  260  dias,  divididos  en  cuatro  fracciones  de  65  dias,  subdivi- 
didas  cada  una  de  éstas  en  cinco  partea  de  trece  dias.  (2)  El  To- 
nalamatl,  cómputo  religioso,  se  compone  igualmente  de  períodos 
seguidos  indefinidamente  de  260  dias,  aunque  divididos  en  vein- 
te períodos  de  trece  dias,  ajustando  la  cuenta  á  la  división  lla- 
mada de  los  meses.  Según  parece,  la  corrección  de  Quetzalcoatl 
estriba  en  la  formación  del  año  de  360  dias,  por  el  compuesto  de 
diez  y  ocho  meses  de  veinte  dias  cada  uno,  que  añadiendo  los 
cinco  nemontemi  ó  complementarios,  forman  el  total  de  365:  y  esto 
fundado  precisamente  en  los  períodos  sacramentales  y  primitivos 
de  260,  y  de  los  trecenales  impropiamente  llamados  semanas.  (S) 
Como  profeta,  predijo  Quetzalcoatl  que  andando  el  tiempo  ven- 
drían por  el  lado  del  Oriente  unos  hombres  blancos  y  barbudos 
como  él,  quienes  se  apoderarían  irremisiblemente  del  país,  de- 
rrocando del  solio  á  los  monarcas,  de  su  altar  á  los  dioses,  plan- 
tando entre  los  hombres  una  nueva  doctrina.  (4)    La  profecía 
arraigó  profundamente  en  los  ánimos,  y  grandes  y  pequeños  te- 
nían f  é  en  su  cumplimiento.  Por  espacio  de  algunas  generaciones 
los  padres  juntaban  á  sus  hijos,  y  sabed,  les  decían,  que  vendrá 
una  gente  barbuda,  cubierta  la  cabera  con  unos  como  apaztti  (6) 
semejantes  á  los  cobertores  de  las  trojes,  vestidos  de  colores,    y 
cuando  vengan  cesarán  las  guerras,  se  abrirá  el  mundo  á  toda.3 
partes  y  todo  se  andará  y  comunicará.  (^)  Cobrando  mayor  cré- 
dito la  profecía,  los  emperadores  de  Tenochtitlan  no  se  tenían 
por  legítimos  señores  de  siis  pueblos;  eran  sólo  los  tenientes  de 

(1)  Mendieta,  Ub.  II,  cap.  XIV. 

(2)  Arte  en  lengua  zapoteoa,  por  Fr.  Juan  de  Córdoba,  México,  1678. 

(3)  Tengo  escrito  tratado  particular  del  calendario,  dedicado  á  mi  amigo  el  Sr 
Lie.  Alfredo  Ohavero. 

(4)  Mendieta,  lib.  n,  cap.  X. — ^Motolinia,  trat.  I,  cap.  XII.-*>TorqiiemadB,  lUx  Vi 
cap.  XXTV,  &c. 

(5)  ApaaÜi,  voz  mexicana,  lebrillo  6  barrefio. 

(6)  Torquemada,  lib.  11,  cap.  CX. 


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Qodtzídcoatl,  obligados  á  devolverle^  cuando  de  nuevo  apai^ciera, 
^poderío  y  el  mando  que  en  su  nombre  disfrutaban.  (1)    Esta, 
fiegra  creencia»  urgiendo  y  determinado  en  el  ánimo  supersti- 
cioso de  las  naciones  nahoai  explica  sobradamente  la  conducta 
vacilóte  de  MoctecuhzoiOA  y.  de  sus  vasallos^  descubriendo  cuan 
biea  preparado  estaba  el  terreno  para  la  conquista  española.  Los 
castellanos  fueron  recibidos  como  los  prometidos  por  Que  tzacoatL 
Como  predicador  y  pontífice,  enseno  nueva  ley,  con  prácticas 
en  mucboB-  puntos  semejantes  á  las  cristianas,  dejando  derrama- 
do el  culto  de  la  asenso 

Lofi  f^ztecas  usaban  piUabra  propia,  en  ai^  idioma  para  signifi- 
ear  la  09ru2.  Según  Toiquem^ada:  (2)  ''A  esta  cruz,  como  uo  le 
"BBiáask  el  nombre,  Uamaron  los  indios  Tonacacuabuitl,  que  quie- 
"^  decir,  madero  qtie  da  el,  sustento  de  nuestra  vida;  tomada  la 
"e&Aolo^M  del  maí^  que  llaman  UmwayutJ^  que  quiere  decir: 
"ooBa  de  nuestra  carne,  como  quien  dic^  1a  cosa  que  alimenta 
'nuestro  cuerpa"  Veytia,  (3)  si  bien  confundiendo  los  significa- 
dos^ aquí  oorsegidos,  Uama  al  signo  Tonacacuahuitl,  palo  de  la 
^títidad  ó  de  la  abundaiHÚa;  Quiatiuitziteotl,  dios  de  sus  llu- 
msj  Cbicabualizteotl,  dios  fuerte  ó  poderoso. 

La  cruz  se  encuentra  entre  los  adornos  de  algunos  dioses;  en 
ona  pintura,  que  no  comprendemos,  uxrn  persona  lleva  una  manta, 
sripicada  de  cruces. 

fin  la  región  mexicana  son  c^ebres  las  cruces  de  la  Mixteca, 
de  Querétaro^  Tepic  y  Tianguistepec.  "De  la  de  la  Mixteca,  dice 
ÍSavijero,  (^)  habla  el  P.  Burgoa,  doininicano,  en  su  crónica,  y 
Botorini  en  su  obra.  Pe  la  de  Querétaro  escribió  un  religioso 
¿aadacano  del  colegio  de  Propaganda  de  aquella  ciudad,  y  de  la 
de  Tepio  el  docto  jesuita  Segiszpundo  Tarabal,  cuyos  manuscritos 
Be  Doiservají  en  el  colegio  de  jesuítas  de  Guadalajara.  La  da 
'Ka&quiz^peo  fué  descubierta  por  Boturini,  que  habla  de  eUa  en 
«tobra.'' 

Célebre  es  la  cruz  de  Cuauhtochco,  (Huatulco),  que  intentó 
quemar  el  Drake  sin  fruto  alguno.    Torquemada  (5)  conjetura 

(1)  TofquemBda,  lib.  IV,  oap.  XIV. 

(2)  Lib.  XVI,  cap.  XXVn. 

(B)  Hki  «ntig.,  tom.  I,  pág.  203. 

(4)  ffiít  antíg.,  tom.  I,  pág.  281.  Nota  tercera. 

(5)  Honarq.  indiana,  lib.  XVI,  cap.  XXVm. 


70 

» 

que  la  pondría  Fr.  Martin  de  Valencia;  mas  lo  contradicen  algu- 
nos autores,  afirmando  que  desde  los  tiempos  antiguos  existía 
recibiendo  adoración  de  las  naturales.  (1) 

La  cruz  de  Metztitlan  está  labrada  en  la  punta  de  una  sierra, 
sobre  una  peña  inaccesible,  acompañada  de  una  luna.  (2) 

Quetzalcoatl,  al  presentarse  en  Tollan,  vestía  una  túnica  «em* 
brada  de  cruces  negras  ó  rojas. 

Abundan  en  los  autores  las  noticias  de  semejanzas  entre  el  cul- 
to azteca  y  el  cristiano;  tantas  son  y  tan  parecidas,  que  no  pue- 
den achacarse  al  resultado  de  la  simple  casualidad.  Bautizábase 
poniendo  agua  sobre  la  cabeza,  y  era  como  limpia  y  lavado  de 
una  culpa  originaL  Había  una  manera  de  confesión,  para  purifi- 
car el  alma  por  el  perdón  de  los  pecados.  Comíase  la  carne  dala 
víctima  como  cosa  sagrada,  como  el  cuerpo  mismo  del  numen  al 
que  se  ofrecía,  y  se  daba  una  comunión  místicfi^  recibida  con  re- 
cogimiento y  reverencia;  entre  los  totonacas  se  administraba  la 
comunión  á  los  hombres  de  veinticinco  años  y  á  las  mujeres  de 
diez  y  seis,  y  la  llamaban  ioyóRiaitlacual,  manjar  de  nuestra  alma. 
Con  una  especie  de  agua  bendita  se  consagraba  á  los  monarcas, 
y  de  ella  se  daba  á  beber  á  los  generales  cuando  partían  para  al- 
guna guerra:  el  agua  lustral  servía  para  diversas  ceremonias.  Los 
conjuradores  del  granizo  sacudían  contra  las  nubes  sus  mantas, 
pronunciando  ciertos  exorcismos.  (3) 

En  la  fiesta  llamada  Tlacaxipehualiztli  se  honraba  una  divini- 
dad, una  y  trina;  era  Totee,  "señor  espantoso  y  terrible  que  pone 
temor;"  Xipe,  "hombre  desollado  y  maltratado;"  Tlatlauhqui- 
tezcatl,  "espejo  de  resplandor  encendido."  De  este  ídolo  dice  el 
P.  Duran,  (4)  "que  con  ser  uno  lo  adoraban  debajo  de  tres  nom- 
"bres,  y  con  tener  tres  nombres  los  adoraban  por  uno,  casi  á  la 
"misma  manera  que  nosotros  creemos  en  la  Santísima  Trinidad." 
En  ciertas  fiestas  en  Tlaxcalla  y  ColoUan,  "levantaban  nn  cau- 
**tivo  en  una  cruz  atado,  y  allí  le  azaeteaban,  y  la  cruz  era  nn 
"madero  muy  levantado  y  alto;  y  otro  dia  de  fiesta  ataban  á  otro, 
"á  otra  más  baja,  y  con  unos  palos  de  encina  de  una  braza,  lo 

* 

(1)  Fr.  Gregorio  García,  Predio,  del  eyang.  lib.  V,  oap.  V.— Fr.  Joaquín  Braulio, 
hist  de  S.  Agustín  del  Peni,  lib.  I,  cap.  5.— Gil  González  Dáyila,  foj.  229. 

(2)  Grijalva,  Edad  I,  cap.  XIX. 
(8)  P.  Mendieta,  üb.  II.  cap.  XIX. 
(4)  Segunda  parte,  cap.  IX  MS. 


71 

"apaleaban,  y  moría  en  este  tormenta"  (1).  Becuerdan  estos  nl- 
tímos  pormenores,  no  solo  la  muerte  de  cruz,  sino  la  práctica  de 
los  Judíos  al  quebrar  á  palos  las  piernas  de  los  ajusticiados. 

Beiere  el  P.  Duran,  (2)  que  informado  por  un  indio  de  que  el 
predicador  blanco,  á  su  tránsito  por  Oouituco,  *le9  había  dejado 
'^  libro  grande  de  cuatro  dedos  de  alto  de  unas  letras,  y  yo, 
**moYÍdo  con  deseo  de  haber  este  libro,  fui  á  Ocuituco  y  rogué  á 
'los  indios  con  toda  la  humildad  del  mundo  me  lo  mostrasen,  y  me 
"juraron  que  había  seis  años  que  lo  quemaron,  porque  no  acerta- 
*%an  á  leer  la  letra  ni  era  como  la  nuestra,  y  que  temiendo  no 
Íes  causase  algún  mal  lo  quemaron/' 

Como  en  su  lugar  veremos,  Quetzalcoatl  pasó  ó  Yucatán;  bajo 
el  nombre  de  Kukulcan  se  estableció  en  la  península,  (3)  dejando 
,  las  mismas  profecías  que  en  Anáhuac,  haciendo  adorar  la  cruz, 
predicando  las  doctrinas  cristianas. 

Curiosas  en  demasía  son  las  predicciones  de  los  profetas  yuca- 
tecos: su  estilo  sentencioso  y  poético,  sus  inspirados  acentos  de 
un  porvenir  á  la  letra  cumplido,  les  dan  cierto  sabor  á  los  dichos 
de  las  Sibilas,  ó  más  bien  á  los  anatemas  lanzados  contra  la  na- 
ción impía.  Patzin  Taxun  Ohan,  idólatra,  hablaba  así  con  sus 
hermanos:  "Hecha  fué  la  palabra  de  Dios  sobre  la  tierra,  la  cual 
"esperad,  que  ella  vendrá,  que  sus  sacerdotes  os  la  traerán. 
"Aprended  sus  palabras  y  predicación  divina.  Bienaventurados 
'los  que  las  recibieren.  ¡Oh  Itzalanos!  aborreced  á  vuestros  dio- 
"ses.  Olvidadlos,  que  ya  son  finibles.  Adorad  todos  al  Dios  de 
"la  verdad,  que  está  poderoso  en  todas  partes,  que  es  Creador 
"de  todas  las  cosas.'* 

El  gran  sacerdote  Na  hau  Pee,  decía  á  los  fieles:  ^'En  el  dia 
"^ue  más  alumbrare  el  sol  por  la  misericordia  del  Omnipotente, 
"Tendrán  de  aquí  á  cuatro  edades  los  que  han  de  traer  la  nueVa 
"de  Dios.  Con  gran  afecto  os  encomiendo  esperéis,  oh  Itzalanos, 
**Tue8tros  huespedes  que  son  los  padres  de  la  tierra,  cuando 
"vengan." 

La  amenaza  de  un  castigo  sale  de  la  boca  de  Ah  Eukil  Chel, 

(1)  Torquemada»  lib.  X,  cap.  XXXI. 

(2)  Segunda  porte,  cap.  I.  MS. 

(3)  Herrera,  dec.  IV,  lib.  X,  cap.  II, 


i 


72 

antigno  sacerdote,  "^n  el  fin  de  la  edad  presente  los  queignoriis 
*'Ias  cosas  futuras,  ¿qué  pensáis  que  sucederá?  Sabed  que  Ten- 
''drán  de  toda  parte  del  Norte  y  del  Oriente  tales  cosas  por  nnes^ 
"tros  males,  que  los  podéis  tener  por  presentes.  Yo  os  digo  que 
"en  la  edad  novena,  ningún  sacerdote  ni  profeta  os  declararla 
"escritura,  que  generalmente  ignoráis." 

Otro  sacerdote  gentil  Ali  Na  Fuctun  se  pronuncia  contra  los 
Ídolos.  "En]  la  última  edad,  según  está  determinado,  habrá  fin 
"el  culto  de  dioses  vanos,  y  el  mundo  será  purificado  con  fuego. 
"El  que  ésta  viere  será  llamado  bienaventurado,  si  con  dolor  11o- 
"rare  sus  pecados." 

La  ruta  del  porvenir  la  descubre  al  fin  el  profeta  Ohilan  Ba- 
lam,  gran  sacerdote  de  Tixcacayom  Cauicli,  en  Maní  "En  el  fin 
"de  la  décima  tercera  edad,  estando  en  su  pujanza  Itzá  y  la  ciu- 
"dad  nombrada  Tancah  (que  está  entre  Yacman  y  TichaquiUo,  * 
"que  hoy  se  llama  Ichpaa,  que  es  fortaleza  y  castillo)  vendrá  la 
"señal  de  un  Dios  que  está  en  las  alturas,  y  la  cruz  se  manifes- 
"tara  ya  al  mundo,  con  la  cual  fué  alumbrado  el  orbe.    Habrá 
"división  entre  las  voluntades,  cuando  esta  señal  sea  traida  en 
"tiempo  venidero.  Los  hombres  sacerdotes  antes  de  llegar  una 
"legua,  y  á  un  cuarto  de  legua  no  mas,  veréis  la  cruz  que  se  os 
"aparecerá,  y  os  amanecerá  de  polo  á  polo.   Cesará  el  culto  de 
"vanos  dioses.  Ya  vuestro]  padre  viene,  oh  Itzalanos.   Ya  viene 
"vuestro Jhermano,  oh  Tantunites.  Recibid  á  vuestros  huéspedes 
"barbados  del  Oriente,  que  vienen  á  traer  la  señal  de  Dios.  Dios 
"es,  que  nos  viene  manso  y  piadoso.  Ya  viene  el  tiempo  de  núes- 
"tra  vida.  No  tenéis  que  temer  del  mundo.   Tu  eres  Dios  único, 
"que  nos  criaste  piadoso.   Buenas  son  las  palabras  de  Dios.  Ea, 
"ensalcemos  su  señal  en  alto;  ensalcemos  para  adorarla  y  verla. 
"La  cruz  hemos  de  ensalzar.  En  oposición  de  la  mentira  se  apa- 
"rece  hoy,  en  contra  del  árbol  primero  del  mundo.  Hoyes  hecha 
"al  mundo  demostración.    Señal  es  ésta  de  un  Dios  de  las  alta- 
"ras.   Esta  adorad,  oh  gente  Itzalana,  adorémosla  con  voluntad 
"recta,  adoremos  al  que  es  Dios  nuestro  y  verdadero  Dios.    Ke- 
"cibid  la  palabra  del  Dios  verdadero,  que  del  cielo  viene  el.  que 
"os  habla.    Cobrad  juicio  y  ser  los  de  Itza.    Los  que  creyeren, 
"serán  alumbrados  en  la  edad  que  está  por  venir.   Mirad  ai  cm 
"importa  lo  que  yo  os  digo,  advierto  y  encargo,  yo  vuestro  intór* 
"prete  y  maestro  de  crédito,  Balam  por  nombre.   Y  con  esto  lie 


78 

"itoabado  de  deoir  lo  qne  Dios  verdadero  me  mandó,  para  que 
io  oiga  todo  el  mundo."  (1) 

Bespeoto  de  las  cruoes  de  Yucatán,  Pedro  Mártir  (2),  si  biendu- 
daido  sin  fundamento,  asegura  fueron  vistas  por  los  castellanos. 

Oviedo  (3)  expresa  la  misma  duda  infundada  en  estas  pala- 
bras: "Entre  estas  gentes  se  hallaron  cruoes,  segtind  yo  oy  alpi- 
"Wo  que  he  dichoy  Antón  de  Alaminos;  pero  yo  tóngolo  por  fábula, 
""é  si  las  avia,  no  pienso  que  las  harían,  por  pensar  lo  que  hacían, 
"^n  hacerlas,  pues  que  en  la  verdad  son  jdolatras,  y  como  ha 
'"parecido  por  la  experiencia,  ninguna  memoria  tenían  ó  habría 
""entre  aquella  generación  de  la  cruz  ó  pasión  de  Christo,  é  aun- 
''QflQ  cruces  oviesse  entre  ellos,  no  sabrían  porqué  las  hacían;  é 
'*á  ló  supieren  en  algund  tiempo  (como  se  debe  creer),  ya  lo 
"habían  olvidado."  Los  escrúpulos  de  Oviedo  no  destruyen  la 
aseveración  del  piloto. 

El  capellán  de  la  armada  de  Orijalva,  escribe  así  en  la  relación 
(W  descubrimiento:  (4)  **Despues  del  viaje  referido  escribe  el 
''eapitan  de  lá  armada  al  Bey  Católico,  que  ha  descubierto  otra 
"ida  llamada  Ylúa,  en  la  que  han  hallado  gentes  que  andan  ves- 
'"tidas  de  ropas  de  algodón;  que  tienen  harta  policía,  habitan  en 
"cttas  de  piedra,  y  tienen  sus  leyes  y  ordenanzas,  y  lugares  pú- 
"V&eóB  diputados  á  la  administración  de  justicia.  Adoran,  una 
'"cvu  de  mármol,  blanca  y  grande,  que  encima  tiene  una  corona 
%  «ro;  y  dicen  que  en  ella  murió  uno  que  es  más  lucida  y  res* 
"l^deeiente  que  el  sol." 

Bcaotal  DiiiZ'del  Castillo,  (5)  quien  vino  con  Francisco  Hernán- 
^de  Cordova,  dice:  ''y  lleváronnos  á  unas  casas  muy  grandes, 
''qve  eran  adoratorios  de  sus  ídolos  y  estaban  muy  bien  labrados 
"dd'OÉl  7  eaoito,  y  tenían  figurados  en  unas  paredes  muchos  bul- 
"tos  de  serpientes  y  culebras  y  otras  pinturas  de  ídolos,  y  aire- 
ad» de  xmo  como  altar,  lleno  de  gotas  de  sangre  muy  fresca; 
"y  4  otra  parte  de  los  ídolos  tenían  unas  señales  como  á  manera 
%  cruces,  pintadas  de  otros  bultos  de  indios." 

''I)  CbgoUado,  Hist.  de  Yucatán,  lib.  11,  cap.  XI. 
(3)Ode8n.  aec.,  lib.  IV,  cap.  I. 

(3)  Biflt.  natural  y  general,  Madná^  1851.  Lib.  XVH,  cap.  ni. 

(4)  Itmeíaiio  delarmata  del  Be  Oatholko in  ^dia,  éc,:  en  los  dociunentos  de 
^^«tiklcazbalceta,  tpm.  I,  pág.  806. 

(5)  HiBt  verdadera,  cap.  ÜI- 

10 


i 


ti 


74 

Gomara,  (1)  informado  por  los  mismos  conquistadores,  se  ex- 
presa de  esta  manera:  "Eran  grandes  santuarios,  Aouzamil  y  Xi- 
"calanoo,  y  cada  pueblo  tenía  allí  su  templo  6  su  altar,  do  iban 
"á  adorar  sus  dioses;  y  entre  ellos  muchas  cruces  de  palo  y  de 
"latón;  de  donde  arguyen  algunos  que  muchos  españoles  se  fue- 
"ron  áesta  tierra  cuando  la  destrucción  de  España  hecha  por  los 
^'moros  en  tiempo  del  rey  don  Bodrigo." 

Describiendo  el  templo  de  Oozumel,  refiere  el  mismo  Goma- 
ra: (2)  "Al  pió  de  aquella  mesma  torre  estaba  un  cercado  de  pie- 
"dra  y  cal,  muy  bien  lucido  y  almenado,  en  medio  del  cual  había 
"una  cruz  de  cal  tan  alta  como  diez  palmos,  á  la  cual  tenían  y 
"adoraban  por  dios  de  la  lluvia,  porque  cuando  no  llovía  y  había 
"falta  de  agua,  iban  á  ella  en  procesión  muy  devotos;  ofrecíanle 
"codornices  por,  aplacarle  la  ira  y  enojo  que  con  ellos  tenia  ó 
"mostraba  tener,  con  la  sangre  de  aquella  simple  avecica .... 
"Tal  era  la  religión  de  aquellos  acuzamilanos,  y  no  se  pudo  sa- 
"ber  dónde  ni  como  tomaron  devoción  con  aquel  dios  de  cruz; 
porque  no  hay  rastro  ni  señal  en  aquella  isla,  ni  iun  en  nii^pi- 
na  otra  parte  de  las  Indias,  que  se  haya  en  ella  predicado  el 
"EvangeUo." 

En  el  Peregrino  Indiano  se  menciona  igualmente  la  oruz.  (3) 

La  cruz  estaba  colocada  en  los  patios  de  los  templos  y  la  lla- 
maban, el  árbol  verdadero  del  mimdo.  "Y  esta  fuó  la  cansa  qod 
"preguntaban  á  Francisco  Hernández  de  Córdoba,  y  á  los  suyos» 
"si  iban  donde  nace  el  sol,  y  cuando  entró  el  adelantado  Don 
"Francisco  de  Montejo,  y  los  indios  vian  que  hacían  tanta  reve- 
^'rencia  á  la  cruz,  tuvieron  por  cierto  lo  que  su  gran  profeta  Ohi- 
"lam  Cambal  les  había  dicho."  (4) 

"En  el  reino  de  Yucatán,  dice  Fr.  Bartolomé  de  las  Gasas, 
cuando  los  nuestros  lo  descubrieron  hallaron  cruces,  y  una  de 
cal  y  canto,  de  altura  de  diez  palmos,  en  medio  de  un  patio  car- 

(1)  Hist .  general  de  las  Indias,  pág.  186. 

(2)  Loco  cit.  pág.  305. 

(3)  Por  D.  Antonio  de  Saavedra  Guzman,  Madrid,  1599.  £n  la  foja  22,  r. 

Tienen  allí  la  oraz,  y  la  adoraban 
Con  gran  Teneraoion  j  rererencia, 
Dios  de  UuYÍas  continuo  la  llamaban, 
Y  estaba  en  on  gran  templo  de  abstinencia. 

(4)  Bemesal,  Hist.  de  la  proyincia  de  8.  Vicente  de  Obiapay  Qoatemala,  Madrid, 
MDCXIX. 


I 


76 

cado  muy  Incido  y  almenado,  junto  á  un  muy  solemne  templo,  y 
inoy  TÍsitado  de  mucha  gente  devota,  en  la  isla  de  Cozumel,  que 
está  junto  á  la  Tierra  Firme  de  Yucatán.  A  esta  cruz  se  dice 
que  tenían  y  adoraban  por  dios  del  agua-lluvia,  y  cuando  había 
íatta  de  agua  le  sacrificaban  eodomioee,  como  se  dirá;  pregunta- 
dos de  dónde  habían  habido  noticia  de  aquella  señal,  respondie- 
ron qne  un  hombre  muy  hermoso  había  por  allí  pasado  y  les 
bbía  dejado  aquella  señal,  porque  del  siempre  se  acordasen; 
okOB  dizque  afirmaban  que  porque  había  muerto  en  ella  un 
hombre  más  resplandeciente  que  el  sol:  esto  refiere  Pedro  Már- 
tir en  el  capítulo  primero  de  su  cuarta  Década."  (1) 

Segujx  el.  mismo  autor,  los  de  la  provincia  de  Cumaná  reveren- 
cÜtmn  la  cruz,  ^y  con  ella  se  abroquelaban  del  diablo,  salvo  que 
k  pintaban  desta  manera  X,  y  desta  x ,  y  quizás  c  on  otras  re- 
meltas  que  no  Uegarou  á  nuestra  noticia;  llamaban  la  cruz  en 
n  lengua  pumuteri  (la  media  silaba  luenga)."  (2) 

Caanio  á.  la  semejanza  con  las  prácticacr  cristianas,  entre  los 
Bi&ya  se  administraba  el  bautismo  á  los  neófitos  enti^  los  tres  y 
doG&años,  significando  en  su.  lengua,  nacer  otra  vez,  como  dice 
el  Evangelio,  nisi  quisrencUtisfuerit  ex  aqua,  cfec.  "Hallaron  tam- 
Í>ien  los  padres  relación  que  entre  estas  gentes  había  confesión 
'^tocal  de  pecados,  semejante  en  algo  al  S.  Sacramento  de  la  pe- 
"lúteiKáa,  y  algunas  otras  ceremonias  de  la  iglesia."  (3)  El  reli- 
gioso atnbnye  estas  semejanzas,  á  que  el  diablo  se  proponía  re- 
Bedac  á  Dios. 

Segan  un  M8.  autógrafo  de  Fr.  Bartolomé  de  las  Casas,  con- 
iertado  en  el  convento  de  Santo  Domingo  de  México  y  consul- 
tado por  Torquemada,  cuando  aquel  ,buen  obispo  desembarcó  en 
Incalan,  encargó  á  un  clérigo  inquiriese  lo  relativo  á  las  ereen- 
^  da  los  indios:  después  de  un  año  le  informó,  que  creífioi  en 
na  Dios  que  estaba  en  el  cielo  y  tenía  tres  personas.  La  una,  el 
pidre,  se  llamaba  Izona  y  había  creado  á  los  hombres  y  todas 
las  cosas;  Bacab,  el  hijo,  había  nacido  de  la  doncella  llamada 
Chirim%  cuja  madire  se  nombraba  Ischel;  la  tercera  persona  ó 
d  espíritu  se  decía  Echuah.  El  hijo,  Baoab,  fué  muerto  por  Eo- 
puco,  amarrado  á  un  palo,  azotado  y  con  una  corona  de  espinas; 

(1)  Hist.  ApologétíoA,  cap.  O^TXin. 

(S)  EM.  Apolog^tloa,  cap.  OXXV  y  COXLVII. 

(3)  Bemesal,  loco  cit. 


u 


76 

resucitó  empero  á  los  tres  dias  y  subió  al  cielo:  bajó,  en  seguida 
á  la  tierra  el  espíritu  Echuah,  "y  hartó  la  tierra  de  todo  lo  que 
"había  menester."  Significa  Izona,  el  gran  padre;  Baoab,  lujo 
del  gran  padre;  E<)huah>  mercader.  Preguntados  los  indios  cómo 
sabían  aquello,  respondieron,  que  en  los  tiempos  antiguos  llega- 
ron Á  sus  tierras  veinte  hombres  con  su  jefe  Cocolcan,  blancos  y 
barbados,  los  cuales  mandaban  que  se  confesasen  laa  gentes  y 
ayunasen.  De  aquí  que  Fr.  Bartolomé  añadiese:  "Si  estas  cosas 
"son  verdad,  parece  haber  sido  en  aquella  tierra  nuestra  Santa 
"Fe  sabida;  pero  como  en  ninguna  parte  de  las  Indias,  habernos 
"tal  nueva  hcálado,  puesto  que  en  la  tierra  del  BxasiJ,  que  po- 
"seen  los  portugueses,  se  imaginan  hallarse  rastro  de  Santo  To- 
"mas  apóstol;  pero  como  aquella  nueva  no  voló  adelante,  cierta- 
mente la  tierra  y  reino  de  Yucatán  da  á  entender  cosas  más 
especiales  y  de  mayor  antigüedad,  por  las  grandes,  admirables 
"y  exquisitas  maneras  de  edificios  antiquísimos,  y  letreros  d© 
"ciertos  caracteres,  que  en  otra  ninguna  parte.  Finalmente,  se- 
"cretos  son  estos,  que  sólo  Dios  los  sabe."  (1) 

Si  la  relación  anterior  aparece  un  tanto  sospechosa,  sentido 
inverso  debemos  dar  á  las  palabras  de  Fr.  Francisco  Ximenez.  (2) 
"Es  verdad  que  desde  su  principio,  dice  respecto  del  JJÍS.  quiche 
"cuya  traducción  presenta,  y  que  empieza  á  tratar  de  Dios^  dice 
"cosas  tan  conformes  á  la  Santa  Escritura  y  fé  católica,  aludien- 
"do  Á  lo  que  sabemos  por  rebelación  del  Espíritu  Santo  en  laa 
"Santas  Escrituras;  pero  como  quiera  que  éstas  se  hallen  envuel- 
"tas  en  mil  mentiras  y  cuentos  que  no  se  les  debe  dar  más  eré- 
"dito,  que  el  que  tiene  el  padre  de  mentiras,  Satanás,  quien  fae 
"su  tutor,  &c."  Más  autoridades  pudiéramos  aducir;  las  omitiinoB 
para  no  ser  cansados. 

Pero  importa  tal  vez  á  la  historia  consignar  aquí,  que  la  cruz 
se  encuentra  derramada  por  todo  el  continente  americano,  desde 
los  antiguos  tiempos.  Hacia  el  Norte:  "El  P.  Luciere,  en  su  J2e- 
**laiéion  de  la  Gaspésie,  dice  que  los  indios  de  la  parte  oriental  del 
"Canadá  tenían  conocimienfo  de  la  cruz  cristiana,  quafué  en  -sti 
"país,  añade,  como  el  arco-iris  que  Dios  hizo  aparecer  un  tleHí» 

(1)  Torquemada,  lib.  XV,  cap.  XLIX.--Beme8al,  lib.  V,  cap.  Vil.— Cogcdludo, 
lib.  IV,  cap.  VI.— Casas,  ^ist.  Apologética,  cap.  CXXm. 

(2)  Las  historias  del  origen  de  los  indies  de  esta  provincia  de  Guatimala,  &e.   Vie> 
na,  1867.   Prólogo. 


77 

^  sobre  la  tierra,  con  promesa  de  no  castigarla  oon  sumido 

"düuYio."  (1) 
Los  constructores  de  los  terraplenes  de  Norte  Amériea  diéron- 

les  oon  frecneneia  la  forma  de  cruz,  y  debe  tenerse  pr^^nte  aer 

Aquellos  obreros  anteriores  á  las  tribus  cazadoras  encontradas 

por  los  blancos.  (2) 

En  el  Sur:  ''Refiere  el  P.  Antonio  Buíz,  que  se  halló  en  el  Pa- 
raguay (en  el  lugar  llamado  después  San  Eseriz)  una  cruz  que, 
según  la  tradición  del  país,  fué  llevada  por  un  hombre  blanco  y 

muy  barbado,  Tenido  del  otro  lado  del  mar."  (3) 

Describiendo  Gomara  las  costumbres  de  Cumaná,  escribe:  ''En- 
tre los  muchos  ídolos  y  figuras  que  adoran  por  dioses,  tienen  una 
aspa  como  la  de  San  Andrés,  y  un  signo  como  de  escribano,  cua- 
drado, cerrado  y  atrayezado  en  cruz  de  esquina  á  esquina  y  mu- 
dios  frailes  y  otros  españoles  decían  ser  cruz,  y  que  con  él  se 
defendían  de  los  fantasmas  de  noche,  y  lo  ponían  á  los  niños  en 
naciendo."  (4) 

Segon  la  carta  escrita  por  Fr.  Bernardo  de  Armentia,  enelBio 
de  la  Plata,  á  l.'^de  Mayo  de  1638,  cuatro  años  antes  de  que  ahí 
Degaran  los  religiosos,  predicó  un  indio  llamado  Etiguiara  que 
vettdrían  pronto  hermanos  de  Santo  Tomé  á  bautizarlos,  "y  or- 
denó muchos  cantares,  que  agora  los  indios  cantan,  en  que  hallo 
manda  se  guarden  los  mandamientos  de  Dios."  (5) 

El  P.  Alfonso  de  Ovalle  (6)  refiere,  que  en  un  valle  de  Quito 
enseñaba  un  indio  anciano  á  otros  jóvenes  que  debían  sucederle 
en  el  cargo  de  repetidor  de  los  cantares,  una  historia  ó  relación 
del  diluvio,  después  del  cual  llegó  al  Perú  un  hombre  blanco,  lla- 
mado Thome,  á  predicar  una  nueva  doctrina,  antes  no  oída. 

El  P.  Sinaon  de  Vasconcelos,  (7)  escribe:  "Cuanto  á  la  religión 
coüTenían  todos  los  indios  de  todas  las  naciones,  así  de  una  co- 
mo de  otra  parte  de  la  Anrérica,  que  había  tradición  entre  ellos 
antíquisima  de  padres  á  hijos,  que  muchos  siglos  después  del* 

vi)  Antiquités  amérioaines,  pág.  143. 

(3)  Antíquities  of  WisconBÍn,  bj*  I.  A.  Lapham:  principalmente  pág.  18,  lám.  8; 
P^.  20,  lám.  10;  pág.  88,  lám.  81;  pág.  55,  lám.  86  y  87;  lám.  40,  &c. 

9i  Cooqnista  espiritual  del  Paragoaj,  §  28  y  26. — ^Antiqtiités  ámérioAines,  pág.  148. 

(4)  Tom.  XXn  de  la  Coleo,  de  AA.  espafioles,  pág.  208. 

(5)  Toiqnemada,  lib.  XV/  cap.  XLVm. 

(€)  Hist.  del  Beino  de  Chile,  lib.  Yin,  cap.  1. 

(7)  Crónica  de  la  PiOTÍncia  del  Brasil,  1668,  íoj.  51. 


• 


78 

diluvio,  anduvieron  en  sus  tierras  unos  hombres  blancos,  vesti- 
dos; barbados,  que  hablaban  cosas  de  un  Dios  y  de  otra  vida;  uno 
de  ellos  se  llamaba  Sumé,  que  quiere  decir  Thomé,  y  que  estos 
no  fueron  admitidos  de  sus  antepasados  y  se  acogieron  á  otras 
partes  del  mundo,  enseñándoles  primero  con  todo  á  plantar  y 
coger  el  fruto  del  principal  mantenimiento  de  que  usan,  llamado 
Mandioca.''  Sigue  dando  noticias  de  la  presencia  de  Santo  Tho- 
me  por  aquellos  lugares. 

Bespecto  de  los  del  Brasil;  "tienen  memoria  del  diluvio,  em- 
pero falsamente,  porque  dicen,  que,  cubriéndose  la  tierra  de  agua, 
una  mujer  con  su  marido  subieron  en  un  pino,  y  después  de  men- 
guadas las  aguas  descendieron,  y  de  aquestos  procedieron  todos 
los  hombres  y  mujeres." — "Dicen  ellos,  que  Santo  Tomás,  á  quien 
llaman  Zome,  pasó  por  aquí;  esto  les  quedó  por  dicho  de  sus  an- 
tepasados, y  que  sus  pisadas  están  señaladas  cabe  un  rio,  las 
cuales  yo  fui  á  ver  por  más  certeza  de  la  verdad,  y  vi,  con  los 
propios  ojos,  cuatro  pisadas  muy  señaladas,  con  sus  dedos^  las 
cuales,  algunas  veces  cubre  el  rio  cuando  hinche;  dicen  también, 
que  cuando  dejó  estas  pisadas  iba  huyendo  de  los  indios  que  le 
querían  flechar,  y  llegando  allí,  se  le  abrió  el  rio  y  pasara  por 
medio  del,  sin  se  mojar  á  la  otra  parte  y  de  allí  fue  para  la  India: 
asimismo  cuentan,  que  cuando  le  querían  fechar  los  indios,  las 
flechas  se  volvían  para  ellos,  y  los  montes  le  hacían  camino  por 
do  pasase.  Otros  cuentan  esto  como  por  escarnio."  (1) 

"Los  Incas  tenían  una  cruz  de  un  mármol  muy  hermoso  6  de 
jaspe  el  más  puro,  perfectamente  pulida  y  hecha  de  una  sola  pie- 
za; tenía  tres  cuartas  de  ana  de  largo  y  tres  dedos  de  ancho,  y 
estaba  colocada  en  un  lugar  sagrado  de  palacio,  como  objeto  de 
gran  veneración.  Los  españoles  la  enriquecieron  de  oro  y  de  pie- 
dras y  la  colocaron  en  la  catedral  de  Cuzco.  (2)  Mr.  I^anking  cree 
muy  probable  que  esa  cruz  haya  sido  llevada  por  Manco-Capac, 
-porque  en  el  siglo  XIII  se  encontraban  muchos  cristianos  de  la 
secta  de  los  nestorianos  al  servicio  de  los  Mogoles.  (3)  !E1  con- 
quistador del  reino  de  Bengala  fué  un  cristiano.  (4) 

(1)  Casas,  Hist.  de  Indias,  lib.  I,  cap.  CLXXV. 

(2)  Oaroilaso  de  la  Vega,  lib.  II,  cap.  III. 

(3)  Marco  Polo,  yoL  I,  pág.  601. 

(4)  "Wárden,  Becherches  sur  les  antíqnités  de  rABOéríque,  «ap.  VI. 


79 

Dejamos  por  referir  las  opiniones  del  P.  Calanoha  y  de  otros 
ciomstaSy  mas  no  sin  apnntarn^  nuevo  la  cruz  de  que  antes  ha- 
UamoB  de  los  Incas.  (1) 

Bepetídas  veces  se  encuentra  la  figura  de  la  cruz  en  las  pintu- 
ras mexicanas.    Debemos  al  Sr.  Ohavero  un  ejemplar  de  las  es- 
taaipas  en  que  el  Sr.  Don  Femando  Bamírez  había  recopilado 
msíio  encontró  acerca  de  la  materia  en  los  Códices.  Distínguen- 
8e  la  cruz  griega  y  latina;  ya  se  presenta  como  distintivo  en  la 
espa  j  en  el  tocado  de  Quetzalcoatl  y  de  Ehéc&tl;  marca  la  tale- 
ga en  que  los  sacerdotes  conducían  el  incienso;  se  la  encuentra 
marcando  ciertos  asientos  ó  tronos  de  los  dioses.    Llámanos  la 
atención  xma  figura  cruciforme  que  ofrece  ciertos  rasgos  de  seme- 
janza con  la  del  Palenque,  y  otra  más  pequeña  y  simbólica,  coro- 
nada por  una  ave.  No  sabemos  si  el  Sr.  Bamírez  escribió  alguna 
explicación  de  estas  láminas;  por  nuestra  parte,  ya  no  tenemos 
tiempo  de  identificar  los  dibujos  é  intentar  alguna  decifracion. 
Hemos  Itablado  hasta  aquí  del  signo  cristiano,  tenemos  ahora 
que  decir  «dgunas  palabras  del  mismo  signo,  si  bien,  en  nuestro 
concepto,  con  significaron  muy  diversa.  Nos  referimos  á  la  cruz 
del  Palenque.    El  primer  dibujo  que  conocemos  es  el  de  Du- 
pabL  (2)   "No  hay  la  menor  duda,  dice,  de  la  impresión  grande 
que  causa  sobre  el  alma  esta  especie  de  cruz  al  improvista,  pero 
bien  mirada  y  sin  preocupación,  no  es  en  rigor  la  Santa  Cruz  la- 
tina que  veneramos,  si  la  cruz  griega  desfigurada  por  los  adornos 
extraordinarios,  pues  esa  consiste  en  una  línea  determinada  y 
veitieal,  óortñAsk  por  la  intersección  horizontal  de  otra  línea  me- 
nor que  la  primera,  y  forma  cuatro  ángulos  rectos,  v.  g.  t.    La 
otra  se  figura  también  por  dos  líneas  rectas,  de  una  vertical  y  la 
otra  horizontal;  ésta  la  divide  en  dos  porciones  iguales,  y  forma 
naturalmente  una  cruz  también  de  cuatro  ángulos  rectos,  v.  g.  + 
{6  emz  griega).  Ademas  de  lo  insinuado,  los  adornos  tan  compli- 
cados y  tan  caprichosos,  no  son  correspondientes  á  la  venerable 
desnudez  de  la  original  y  á  sus  sublimes  misterios,  y  aun  es  fuer- 
za aplicar  esta  composiciop  alegórica  á  la  religión  de  esta  nación, 
que  por  ignc^ar  absolutamente  el  conocimiento  de  su  ritual,  nos 
vemos  precisados  á  guardar  el  silencio."  (8) 

(i)  Gardlaso,  Coment.  reales.  Parte  eeg.,  lib.  I,  cap.  XVH. 

(2)  Teieeia  expe^cion,  niím.  40,  lám.  XXXYI. 

(3)  Axitíqmt<^  niMicaines,  pág.  26. 


80 

"El  bajo  relieve  esculpido,  dice  el  mismo  Dupaix,  sobre  grandes 
losas  de  mármol  amarillo,  que  adornaba  el  santuario  del  templo 
llamado  de  la  Cruz,  merece  particular  atención.  Todo  el  lujo  ée 
escultura,  adornos,  accesorios  y  jeroglíficos,  se  emplea  en  hacer 
resaltar  la  importancia  de  la  cruz,  objeto  principal  de  la  repre- 
sentación, esculpida  de  una  manera  muy  adornada  é  ingeniosa, 
llevando  encima  un  pájaro  semejante  á  un  gallo.  Dos  personajes 
están  uno  á  cada  lado  de  la  cruz,  el  uno  en  adoración,  el  otro 
ofreciendo  sóbrelos  brazos  levantados  á  un  niño,  dibujado  de  un 
modo  fantástico:  numerosas  leyendas  jeroglíficas,  dispuestas  en 
forma  regular,  rodean  á  los  dos  personajes,  detras  de  los  cuales 
están  colocadas  otras  dos  figuras  emblemáticas,  una  á  cada  lado, 
y  de  las  cuales  una  está  rodeada  de  jeroglíficos."  (1) 

Oigamos  ahora  á  Humboldt.  (2)  "Las  cruces  que  tanto  excita- 
ron la  curiosidad  de  los  conquistadores  en  Oozumel,  Yucatán,  y 
en  otras  comarcas  de  América,  (+)  no  son  más  de  "cuentos  de 
monjes,"  y  merecen  un  examen  más  serio  como  todo  lo  que  se 
refiere  al  culto  de  los  pueblos  indígenas  del  Nuevo  Continente. 
Me  sirvo  de  la  palabra  culto,  porque  en  un  relieve  conservado  en 
las  ruinas  del  Paleque  en  Guatemala,  del  cual  poseo  copia,  i^o 
me  parece  que  pueda  caber  duda  alguna  acerca  de  que  una  figu- 
ra simbólica  en  forma  de  cruz  era  objeto  de  adoración.    Sin  em- 
bargo, es  preciso  observar^  que  á  esta  cruz  falta  la  prolongación 
superior,  y  que  forma  más  bien  la  letra  tau.   Existe  entre  los  je- 
roglíficos aztecas  el  que  designa  el  sol  en  sus  cuatro  movimientos 
(Nahui  oUin  tonatiuh)  por  impresiones  del  pié  (xocpalli),  recor- 
dando también  la  forma  de  una  cruz.  (^)  Algunas  ideas,  sin  re- 
lación alguna  con  el  cristianismo,  pueden  haber  sido  atribuidas 

(1)  Antiquites  mexicaines,  pág.  7í),  al  final  de  la  obra. 

(2)  Histoire  de  la  Ge'ographie  du  Nouveau  Continent,  París,  Tom.   II,   nota  G, 
pig.  354. 

(  +  )  Pfitr.  Mart.  Ocean.,  lib.  IV,  cap.  I;  Gomara,  lib.  II,  cap.  XVII;  lib.  III, 
cap.  II  y  XXXII;  Garzilaso,  lib.  II,  cap.  in,  Herrera,  Dec.  I,  lib.  III,  cap.  I;  An- 
tonio Buíz,  Conquista  espiritual  del  Paraguay,  §  23  y  25;  Lafitau,  tom.  I,  pág.  425- 
450;  Hom.  Oríg.  Amer.,  pág.  65.  Las  cruces  encontradas  por  6lP.  Lecler«  o€iroa 
de  Gaspé,  en  el  interior  del  Golfo  de  San  Lorenzo  (Belation  de  Gaspósie,  cap.  IX) 
pudieran  muy  bien  tener  un  origen  cristiano. 

(*)  Encontré  la  cruz  en  el  MS.  Borgiano  (fol.  47,  MSS.,  ntím.  210)  y  la  hio«  re- 
presentar en  mis  Vues  des  Cordilléres  et  Monumens  des  peuples  amerioiUnB,  fol,  87, 
fig.  8. 


81 

simbólicamente  á  este  emblema  egipcio  de  Hermes  (tauticud 
duuraeter),  tan  célebre  entre  los  cristianos  después  de  la  des- 
iraecion  del  templo  de  Serapis  en  Alejandría,  en  tiempo  de  Teo- 
doro el  grande.  (+)  En  las  monedas  de  Sidon  del  siglo  tercero 
antes  de  nuestra  era,  se  ve  en  la  mano  de  Astarté  un  bastón  ter- 
zazoado  en  una  cruz.  En  Scandinavia,  un  signo  del  alfabeto  rimioo 
figuraba  el  martiUo  de  Thor,  muy  parecido  á  la  cruz  de  relieve 
del  Palenque;  se  marcaba  con  esta  runa,  en  los  países  paganos, 
los  objetos  que  se  quería  santificar,  (v)  Podría  recordar  aquí  que 
ios  antigaos  cbiapaneses  de  las  cercanías  del  !t^alenque,  dedica- 
ron tmo  de  los  signos  de  los  días  á  un  Votan;  (n)  jefe  célebre  en 
8QS  anales,  y  que  se  ba  creído  reconocer  en  ese  nombre  de  Votan, 
im  Wodan  u  Odin  americano,  y  también  el  Wodans-dag  (wed- 
needay)  ó  Bound-dar,  dia  de  Boudha;  pero  relaciones  tan  vagas 
entre  los '  pxieblos  mexicanos  y  scandinavos,  fundadas  sólo  en 
liiaU^;ías  de  sonido,  nos  llevarían  á  un  terreno  extraño  á  la 
Iii^ria." 

Acerca  de  la  cruz  del  Palenque  opina  F.  de  Waldeck,  que  es 
on  símbolo  astronómico,  tal  vez  el  emblema  de  los  cuatro  puntos 
cardinales.  (1)  M.  Léonce  Angrand  ve  en  el  relieve  la  represen- 
tación del  bautismo  entre  los  maya,  y  H.  de  Oharencey  cree  ha- 
ber leído  en  los  jeroglíficos  la  palabra  HuTiah-^Kn,  el  sólo  santo, 
y  á  nombre  de  Eukulcan.  (2)  Salvos  nuestros  respetos,  no  nos 
damos  por  convencidos  áe  la  lectura. 

Para  probar  el  salir  á  algún  resultado,  ordenemos  nuestras 
idaas.  Las  cruces  de  México  y  Yucatán  se  deben  á  Quetzalcoatl 
6  Knkulcan;  se  ignora  quién  fué  el  introdi|>ctor  de  la  cruz  del 
Palenque.  Según  los  testimonios  históricos,  aquellas  correspon- 
da á  la  é{>oca  de  la  destrucción  de  los  tolteca;  ésta  es  anterior 

(+)  Rafinas,  Hifit.  ecdea,  Ub.  n,  ci^.XXIX  (ed.  de  1562),  pág.  26i;  Sozomenus 
Sed  hÍBt,  Ub.  m,  cap.  XV  (ed.  GuiL  Beading.),  Cantabrigia,   1720,  tom.  n^ 

P^.  298:   Tbeophanes,  Chronogr  (ed.  Par.   1655),  pág.  61:  Suidas^  art. 

SaeKtf,  (Edipns  Mg,  (ed«  Bom.  1654)  tom.  m,  pág.  277;  Flénry.,  Hist.  eccles., 
(tiPar.  1695),  t.  IV,  pág.  655.  Hag.  Erfind.  der  Buchstabenschxift,  p.  32;  Dupaix. 
Asi  Hez.  Pl.  86. 

(t)  Véifie  el  excelente  tratado  de  M.  GuiUatune  Grimín,  Uber  Deutsche  Bunen, 
Ptg.212. 

(n)  y.  mis  Ynes  des  Ck>rdméres,  1. 1,  pág.  382,  y  t.  II,  pág.  356. 

(1)  Beroe  Axnéiicaine,  2«  Serie,  tom.  n,  pág.  69. 

(2)  Actos  de  las  Bodété  Philologiqne.  Kum.  3,  Mars  1870. 


82 

á  la  era  de  Jesucristo.  Signos  semejantes,  no  tienen,  sin  embar- 
go, la  misma  significación;  las  unas  son  cristianas,  la  otra  trae 
origen  de  otro  culto.  Cayendo  todas  bajo  la  jurisdicción  de  nues- 
tra historia,  es  preciso  separarlas,  tratando  las  dos  clases  inde- 
pendientemente. Comenzamos  por  las  cruces  cristianas. 

Muchas  y  muy  encontradas  opiniones  encontramos,  según  el 
temperamento  y  las  creencias  de  los  autores.  La  primera  fué, 
negar  rotundamente.  Expediente  cómodo,  que  si  hien  no  resuel- 
Te  el  problema,  lo  destruye,  cerrando  la  puerta  á  ulteriores  es- 
peculaciones. Dijeron  unos,  son  falsos  los  profetas  y  las  profecías 
de  Yucatán,  porque  nunca  existieren  profetas  ni  profecías;  algu- 
nos creyentes  negaron  también,  fundados  en  que  los  infieles  no 
pueden  ser  profetas,  y  se  embrollaron  en  largas  argumentaciones 
teológicas:  el  sabio  Humboldt  se  contentó  con  sus  palabras,  "son 
cuentos  de  monjes." 

Herrera  atestigua  haber  sido  encontradas  las  cruces  en  Xuoa- 
tan,  corrigiendo  á  Gomara  por  haber  dicho  que  algunas  eran  de 
latón,  y  refiere  la  profecía  de  Chilam  Cambal  á  tiempo  muy  cer- 
cano á  la  llegada  de  los  castellanos.  (1)  Copió  la  relación  Tor- 
quemada,  cambiando  el  nombre  del  profeta  en  Chilancaleatl,  y 
parece  no  dar  á  la  relación  entero  crédito.  (2)  Siguióse  BemesiJ, 
quien  se  conformaba  con  las  profecías.  (3)  Con  estas  y  otras  au- 
toridades, quedó  modificada  la  opinión  general;  si  los  heohos  no 
eran  falsos,  debían  tenerse  como  de  reciente  introducción  y  co- 
pia de  lo  que  los  indios  habían  yisto  á  los  castellanos.  Por  eso 
el  Dr.  D.  Pedro  Sánchez  de  Aguilar,  en  su  informe  contra  los 
idólatras,  refiriéndose  á  la  cruz  mandada  poner  por  D.  Hernando 
en  Cozumel,  asevera:  "De  esta  cruz  tomó  motivo  [un]  sacerdote 
de  ídolos,  llamado  Chilam  Cambal,  de  hacer  una  poesía  en  su 
lengua,  que  he  leído  muchas  veces,  en  que  dijo,  que  la  gente  nueva 
que  había  de  conquistarlos  veneraba  la  cruz;  con  los  cuales  ha- 
bían de  emparentar.  Esto  mismo  refiere  Antonio  de  Herrera,  y 
como  el  adelantado  Montejo,  á  cuyo  cargo  estuvo  la  conquista 
de  esta  provincia,  tardó  más  de  diez  años  en  volver  á  ella^  pen^ 
saronlos  nuestros  que  éstos  indios  pusieron  esta  cruz,  y  tuvieron 
por  profecía  la  poesía  de  Chilam  Cambal;  esta  es  la  verdad,  la 

(1)  Hist.  general,  d<íc.  II,  lib.  m,  cap.  I. 

(2)  Monarq.  Ind.,  lib.  XV,  cap.  XUX. 
(8)  Bemesal,  lib.  V,  cap.  VIL 


83 

cual  averigüé  por  saber  la  lengua  de  ello^  y  por  la  cojnumoacion 
de  los  indios  viejos  primeros  neófitos  que  alcanoé,  loa  cuales  iban 
en  su  romería  al  templo  de  Go^umeL"  (1) 

£1  espíritu  religioso  extmviaba  el  buen  seütido  de  Sánohez  4e 
Agoilar.  Cortés  mandó  labrar  la  cruz  4e  madera  de  Cotsumel  el 
año  1619,  (2)  y  las  cruces  en  aquella  isla  babían  sido  vistas  por 
Grijalva  en  1517;  por  consecuenciai  aquella  no  pudo  servir  de 
modelo  para  éstas.  Cogolludo  demuestra  que  loa  profetas  maya 
son  con  mucbo  anteriores  al  descubrimiento  de  América,  y  así 
eonsta  en  su  cronología. 

Semejante  explicación  no  pudo  sostenerse  contra  la  evidencia 
de  la  verdad;  como  tampoco  pudo  tomarse  á  lo  serio,  que  el  dia- 
blo remedara  las  instituciones  caristianas  para  perder  las  almas 
de  los  idólatras:  imposible  fuera  que  el  demoiúo  entregara  por 
dmbolo  de  adoración á  susadeptos  el  signo  que  lo  amedrenta,  y 
trabsgara  en  allanar  el  camino  para  la  predicación  evangólit a. 

Las  ideas  t<miaron  nuero  rumbo;  ¿se  había  ó  nó  predicado  eoi 
América  el  Evangelio?  Muchos  lo  negaron;  mas  prevaleció  la 
solución  afirmativa.  Entonces,  ¿cuándo  y  por  quién  fué  hecha  la 
predicación?  No  era  fácil  acertar  con  la  respuesta;  pero  supues- 
to el  constar  que  los  apóstoles  predicaron  el  Evangelio  á  todo  el 
mundo,  uno  de  ellos  fué  el  predicador. 

£1 P.  Duran,  partidario  de  la  predicación,  solo  acierta  á  seña- 
lar, alguno  de  los  apóstoles.  (3)  Acosta  pone  de  manifiesto  la 
semejanza  de  las  ceremonias  idolátricas  con  las  cristianas,  atri- 
bujéndolo  al  demonio.  (4)  Fr.  Gregorio  García,  (5)  sosteniendo 
ser  de  tártaros  la  filiación  mexicana,  escribe:  '^y  se  conservan 
entre  ellos  otras  costumbres,  semejantes  á  las  cristianas,  que  pu- 
dieron retener  aunque  desfiguradas,  desde  que  Santo  Tomás  pre- 
dieó^en  las  Indias  y  sus  comarcas,  j^  aún  en  el  Brasil;  pues  sus 
indica  tienen  tradición  de  un  santo  varón  llamado  Sume^  que  dice 
Vasconcelos  es  el  mismo  que  Tomé,  á  quien  Homio  llama  Maire 
Bamane^  y  componiendo  una  voz  de  Pay]  y  Sume  afirma  le  dan 
d  nombre  de  Faicumá  los  guaráis  (como  después  á  los  religiosos 

(1)  Oogollndo,  Hb.  IV,  oap.  IX. 

(2)  BenMd  Díaz,  «ap.  XXVn. 
(S)  SegoBds  parte,  oap.  L  MS. 

(4)  mat  nat.  y  moeal  da  las  Indias,  lib.  V,  cap.  XXm  y  mg. 
00  Oiig.  de  loa  indios  del  Nuevo  Mondo,  Hb.  IV,  gxn,  pág.  299. 


84 

españoles),  el  cual  parece  es  Santo  Toínás,  porque  Mayre  puede 
ser  corrupción  de  Meyr^  que  en  su  lengua  significa  peregrino  6ar- 
hado  vestido:  y  quitando  la  T  á  Tomás,  queda  ornas  ó  uman,  que 
después  de  tanto  tiempo  aun  da  indicios  del  nombre,  y  más  en 
diferente  idioma."  Calancha  afirma  haberse  conservado  el  nom- 
bre Toma  ó  Thomé  en  Nueva  España,  Perú  y  Chile:  (1)  le  sigue 
Ovalle,  (2)  y  á  ambos  contradice  Solórzano.  (3) 

Entre  los  escritores  nacionales,  Becerra  Tanco  (4)  asegura  que 
la  palabra  Quetzalcoatl  es  sinónima  de  Tomás,  en  griego  Didy- 
miis  ó  mellizo,  pues  coatí  ó  cohuaü  en  mexicano  significa  culebra, 
y  en  plural  cocón  6  cocome  es  el  mellizo:  de  aquí  se  forma  oíate  ó 
coate  en  la  misma  acepción. 

D.  Carlos  de  Sigüenza  y  Góngora  escribió  im  libro  para  pro- 
bar la  predicación  del  Evangelio  en  México,  por  Quetzalcoatl, 
quien  no  era  otro  que  el  apóstol  Santo  Tomás,  y  si  bien  la  obra 
no  vio  la  luz  pública  y  el  MS.  se  tiene  por  perdido,  la  opinión  se 
acreditó  hasta  tenerse  por  cierta,  sólo  por  la  autoridad  del  dis- 
tinguido anticuario.  (5) 

(1)  Hist  dd  Peni,  lib.  n,  cap.  II. 

(2)  Hist.  de  Chüe,  lib.  Vm,  cap.  Vn. 
(8)  Política  Indiana,  lib.  I,  cap.  YII. 

(4)  FeUcidad  de  México,  México,  1685.  Fol.  55. 

(5)  Se  sabía  de  la  existencia  del  libro  de  Sigüenza,  por  la  mención  que  él  mismo 
hizo  en  el  prólogo  de  su  Parayso  Ocoid6ntal,«México,  1680.    Después,  dio  el  título 
completo  en  su  Libra  Astronómica,  México,  1690,  y  era,  Fénix  del  OcdáenU  Santo 
Thomas  Apóstol,  Jiallado  con  el  nombre  de  Quetzalcoatl  entre  las  cenizas  de  antigua» 
tradiciones,  conservadas  en  piedras,  en  Teoamoxtles  Tultecos  y  en  cantares  Teoóhi- 
chimecos  y  Mexicanos,  Perdido  el  MS.  como  arriba  dijimos,  se  hicieron,  sin  fruto, 
exquisitas  diligencias  por  encontrarle.    Damos  una  fausta  nueva  ¿  los  bibliófilos. 
Tenemos  á  la  vista  un  Códice  MS.  intitulado:   Bl  Santo  Apóstol  Santo  Tomás  en  el 
Nueoo  Mundo.  Colección  de  noticias  y  memorias  relativas  á  la  predicación  del  JBhan- 
geUo  en  América,  antes  de  su.  descuirimiento  por  los  Españolea.    Colectadas  y  ordenen- 
da»  por  D.  José  F.  Mamiret,  Conservador  del  Museo  Nacional,  47pág.,  Prdlogodel 
colecitor,  625  pág.  de  texto  y  m  del  índice.  Esta  es  una  copia;  el  original  lo  encontró 
el  Sr.  Kamírez  en  la  Biblioteca  de  la  Profesa.   De  las  eruditas  investigaciones  del 
colector  resulta,  que  el  Códice  perteneció  á  D.  Carlos  de  Sigüenza  y  Góngora,  algu- 
nas de  las  piezas  son  del  P.  jesuita  Manuel  Duarte,  portugués,  quien  residió  catorce 
afios  en  México  y  fechaba  uno  de  sus  trabajos  á  26  de  Setiembre  de  1679;  al  marchai 
á  las  Filipinas  dejaba  sus  apuntes  á  D.  Carlos  para  que  los  aprovediara.  ''^Ck>ncluyG 
"de  todo,  dice  el  Sr.  Ramírez,  y  resumiendo  mis  conjeturas,  que  si  di  optíocxQo  que 
'forma  la  segunda  parte  de  este  volumen,  no  es  el  tan  buscado  y  proclamado  Í*é 
*'nix  del  Occidente,  él  y  la  primera  nos  dan,  por  lo  menos,  sus  materiales."    Xias  pie 
zas  recogidas  más  parecen  apuntamientos  que  obras  acabadas,  ya  porque  las  notíoiaj 


85 

Yetanconrt  seguía  las  opiniones  de  Sigüens»,  de  quien  fué 
amigo,  refiriendo  largamente  las  semejanzas  de  la  religión  cris- 
tiana oon  la  de  los  mexicanos.  (1)  Partidario  de  la  misma  idea 
se  muestra  Boturini,  (2)  y  Yeytia  asigna  á  la  predicación  el  ano 
63  de  Jesucristo^  dando  sí  predicador  los  nombres  de  Quetzal- 
coatl,  Ouculcan  y  Hueman.  (3)  Todavía  en  nuestros  dias  vuelTO 
al  mismo  tema  D.  Manuel  Berrera  y  Pérez«  (4) 

Aunque  sirven  de  fundamento  á  este  sistema  copiosas  razones 
y  llenas  de  ingenio,  muchas  de  ellas  solo  consisten  en  nombres 
mal  interpretados,  en  congruencias  de  poco  bulto  y  peso.  Todas 
juntas  no  pueden  responder  á  esta  objeción.  Santo  Tomás  existió 
en  el  primer  siglo  de  la  iglesia,  Quetzalcoatl  en  el  X;  hay  impo- 
sibilidad absoluta  para  admitir  en  uno  sólo  á  entrambos  perso- 
najes. Suponiendo,  contra  la  verdad  histórica,  haber  habido  otro 
Quetzalcoatl  el  año  63  de  Jesucristo,  como  entonces  los  toltecas 
no  liabían  llegado  al  valle,  ni  existían  aun  las  naciones  civiliza- 
das de  Anáhuac,  no  fué  á  ellas  á  las  que  se  hi^o  la  predicación. 
Si  Santo  Tomás  es  diverso  dé  Quetzalcoatl,  su  doctrina  corres- 
ponde á  tiempos  prehistóricos,  no  pudo  apirovechar  á  naciones 
aparecidas  cinco  siglos  después,  y  ni  pudo  enseñar  institucioneSj 
como  la  de  los  monjes,  en  su  época  aún  desconocidas. 

Estas  reflexiones,  sin  duda,  llevaron  por  rumbo  nuevo  la  inte- 
ligencia del  Dr.  Fr.  Servando  Teresa  d0  Mier.  (6)  En  este  escri- 
tor no  predomina  el  sentfiniento  religioso,  sino  el  político;  pre« 

Taa  repetidas,  ya  porque  las  ideas  se  enouentran  á  veoes  interrumpidas  'para  tennis 
Bar  en  otro  lugar;  por  otra  parte,  echamos  de  menos  en  estos  escritos  el  estilo  gon- 
g^ioo  de  D.  Garlos.  Kos  persuadimos,  por  ifltimo,  á  que  tenemos  los  materialeff/ 
las  dootrinaa,  las  autoridades,  las  argumentaciones  que  sirvieron  á  Sigfienza  para  su 
obcB,  aunque  no  el  mismo  Fénix  del  Occidente.  Tiene  ademas  el  mérito,  de  ser  un 
eompleto  arsenal  de  noticias  acerca  de  su  asunto.  El  Códice  formado  por  el  8r« 
Tt^faAg,  se  encuentra  hoy  en  poder  de  mi  amigo  el  Sr.  líe.  D.  Alfredo  Gharero: 
teoemos  copia. 

(1)  Teatro  Mexicano,  2  P.  T.  8,  cap.  Vm  y  sig. 

(S)  Catálogo  de  su  Museo,  pág.  50. 

(3)  Hist.  anl,  cap.  XY  y  sig. 

(4)  Semanario  ilustrado,  México,  1868.  Tom.  I. 

(5)  Historia  de  la  reyoludon  de  Hueva  Espafia,  por  D.'José  Guerra:  Londres  1818. 
José  Chierra  es  el  seudónimo  bajo  el  cual  se  encubrió  el  P.  Mier.  Al  fin  del  segundo 
ToUmen  se  encuentra  la  disertación  acerca  de  la  venida  de  Santo  Tomás  á  la  Améri- 
ca. Copii^  D.  Carlos  María  Bustamante  en  la  Hist  del  P.  Sahagun,  tom.  I,  dea- 
paea  de  la  pág.  277. 


86 

tendía  probaar  qne  la  América  no  era  deudora  á  los  españoles  de 
la  primera  predicaeion  de  la  ié.  ''Haciéndome  todas  estas  difionl^ 
tades  sospechar,  dice,  qne  nuestro  Santo  Tomás  no  era  el  apóstol^ 
me  dediqué  á  estudiar  los  autores  portugueses,  como  Barros  y 
otros  que  cita  García,  sobre  las  cosas  de  la  India  pertenecientes 
á  Santo  Tomás,  de  que  han  escrito  largamente  por  su  cuerpo, 
cruz  y  memorias  halladas  en  Meliapor,  ciudad  de  OoromandeL 
T  en  sus  historias  hallé  en  el  Y  ó  YI  siglo,  otro  Santo  Tomás, 
oU^K),  sucesor  suyo,  judío  heleídsta  también  como  el  aposten, 
(esto  es,  hebreos  que  hablaban  griego  con  idiotismos  hebreos), 
tan  célebre  como  él  por  su  predicación  y  milagros:  del  cual  el 
BreTÍario  6  Santoral  de  la  iglesia  Siriaca  tiene  largas  lecciones, 
en  que  se  refiere  cómo  pasó  á  predicar  á  la  China,  y  á  otras  re* 
giones  barbearas  y  remotas,  haciendo  muddos  prodigios.  Éste  sin 
duda  debe  ser  nuestro  Quetz^coatl,  Chilamcambal  en  lengua 
dúnesa,  qm  trajo  sin  duda  discípulos  diinos^  Los  grandes  edí* 
fiéios  de  Mictlim,  Campeche,  &c.,  que  se  atribuyen  á  los  disoípu- 
los  de  QuetzaJcoatl,  son  muy  p€»^ecidos  á  los  chineses^'^  (1) 

£1  Santo  Tomás  de  Melii^or,  para  nuestro  caso,  se  encoeatra 
poco  más  6  mé&os  en  las  oiteunetancias  del  a;p6atúh  consta  que 
murió  en  la  liidia  y  nada  dice  su  7iáa  de:  la  j^nedicaeíon  en 
jtottérioa.  (2) 

Pero  si  ambos  Santos  Tomás  sucumben  ante  la  crítica,  Que* 
tJialéoatl  queda  en  pié  con  su  historia,  á  la  cual  no  alcanza  la 
contradicción:  hubo  un  predicador  blanco  y  barbado,  que  ensenó 
doctrinas  muy  s^nejuites  á  las  cristianas. 


(1>  Ldco  oít,  pág.  XXXV. 

(S)  Qarcíá,  oríg.  d«  los  indios,  pág.  299  y  relativae. 


CAPÍTULO  V. 

•  * 

Crmwiana.^'^Cfrwt  béddMoa,^^OnaBegipcia,^€fnu  erítUana.-^Za  eme  del  Paleri' 
gvA  parece  búddhktK^iSerá  Vota/ih  un  ImddM^Lae  erueee  de  Méxko  $en  de 
ttigen  erietiano. — DesotibrimierUo  de  América  por  loe  ielandeeee. — ¿Q^eteailooaU 
9rá  un  mMonero  Ulanc^ééT— Pretenda  de  los  símbolos  de  la  cruz  en  México,— CivilC. 
íeiorm  de  América.^  OficHatria.-^  OohuatUmtona.  —  MicceoaÜ.'^Reouerdo  de  loe 
^egroe^^IijetMfUn^^Fafaitaemm  de  la  noehc-^Apúéroe, 

LAcraz  es  u»  signo  conocido  desde  tiempos  remotos,  siendo 
objeto  de  cnlto  entre  los  egipcios,  en  Siria  y  en  otros  pne- 
U09.  Para  las  naciones  arianas  signi&caba  los  dos  maderos  des- 
dados á  encender  el  fuego  sagrado  Agn%  haciendo  usó  de  la 
pdabra  _pra7?ia¿Aá,  dé  donde  se  derivó  la  voz  Prometeo.  "El 
íQttbi^  Ptometeo,  dice  Iff;  Joly,  (1)  es  de  origen  védico,  y  re- 
cuerda el  nrétodo  empleado  por  los  antiguos  brahmines  para 
oWttier  el'faego  sagrado;  &  este  fln  se  servían  de  un  fcaston  11a- 
Dttdb  imjdha  ó  pramaíhay  cuyo  prefijo  pra  añade  la  idea  de  robar 
^fuerza  &  la  idea  contenida  en  la  raíz  matJia,  del  verbo  math- 
**tó  ómarUháird,  producir  fuera  por  medio  de  lá  fricción.  íro- 
Q^  fué  quien  descubrió  el  fuego,  lé  Mzo  salir  dé  donde  esta- 
ba oculto,  le  robó  y  le  comunicó  á  los  hombres.  De  Pramathd 
(íPrwnathyn8,  él  que  cava  frotando,  el  que  roba  el  fuego,  la  tran- 
ódon  es  fácil  y  natural,  y  solo  xm  paso  hay  que  franquear  para 
%Dr  del  Pramathyus  indio  al  Prometheo  griego,  que  robó  el 
'íBgo  del  cielo  para  encender  la  chispa  del  alma  en  el  hombre 
fonnado  de  barro." 
^  bastón  encendedor  ópramatha  estaba  armado  de  nna  cner- 
Me  cánamo,  mezdado  con  pelo  de  vaca,  y  con  ayuda  de  esta 
<!^OBnta  enrollada  sobre  la  parte  superior,  el  sacerdote  de  Brahma 

(1)  Lm  oricpnes  de  f  eu  dans  rhnmaxiité.  La  Beme  Sdentíñqae  de  la  Fnnoe  et 
^fEfcnnger,  6^  aimée,  mím.  80,  22  Janvier  1876. 


I 


88 

le  imprimía  un  movimiento  giratorio,  alternativo  de  izquierda  á 
derecha  y  al  contrario.  El  movimiento  tenía  lugar  en  un  peque- 
ño hueco  practicado  en  el  punto  de  intersección  de  dos  maderos, 
colocados  transversalmente  uno  encima  de  otro,  de  manera  que 
formaran  una  cruz,  mientras  sus  extremidades,  dobladas  en  án- 
gulos rectos,  estaban  sólidamente  fijas  por  cuatro  clavos  de  bron- 
ce, á  fin  que  no  pudieran  moverse  á  ningún  lado.  El  conjunto  de 
la  máquina  se  llamaba  Stvastika.  (1)  El  padre  del  fuego  sagrado 
se  nombraba  Ttvastr%  es  decir,  carpintero  divino,  el  fabricador 
del  StvastiJca  y  del  Pramatha,  cuyo  frotamiento  recíproco  produ- 
cía el  hijo  divino  llamado  Agni  La  madre  tenía  el  nombre  de 
Maya.  El  Agni  cambiaba  su  nombre  en  Akta  (ungido),  cuando 
los  sacerdotes  derramaban  sobre  su  cabeza  el  espirituoso  Sanujif 
y  sobre  su  cuerpo  la  manteca  purificada  del  sacrificio." 

"En  su  interesante  obra  sobre  el  Origen  del  fuego  (Die  Herab- 
kunft  des  Feuers)  Adalberto  Kühn  designa  siempre  el  signo 
núm.  1  y  su  análogo  el  núm.  2  bajo  la  palabra  arani,  y  mira  am- 
bos como  símbolos  religiosos  por  excelencia,  de  nuestros  anti- 
guos antecesores  los  aryanas." 

Befiriéndose  á  la  Cruz  mística,  dice  Holmboé:  (2)  "La  cruz  do 
que  hablamos,  y  se  vé  en  algunas  monedas  de  la  Lidia,  se  en- 
cuentra igualmente  en  muchas  bracteates  de  oro  halladas  en 
Scandinavia,  así  en  los  hatigs  como  en  otros  lugares;  esa  cruz 
tiene  una  forma  singular,  pues  sus  cuatro  brazos  termins^  en 
una  curvatura,  como  se  observa  en  la  figura  (núm.  20).  Muy  no- 
table es  esta  cruz,  na  sólo  porque  su  uso  es  muy  común,  sino 
por  el  efecto  saludable  que  le  atribuyen  los  hindus,  y  particu- 
larmente los  buddhistas. 

'^os  buddhistas  consideran  esta  cruz  como  una  de  las  figuras 
más  importantes,  entre  las  sesenta  y  cinco  que  se  figuran  ver  en 
la  huella  del  pie  de  Buddha,  y  no  solamente  está  puesta  al  fren- 
te de  la  lista,  sino  que  con  poca  diferencia  está  reproducida  bajo 
los  números  3  y  4,  en  la  enumeración  que  M.  Burnonf  puso  en 


(1)  "¡Oosa  notablel  £1  Swoitika  (V*  nuestra  lám.  1,  niim.  1)  de  U  India  está  figtt« 
'^rado  frecuentemente  con  estas  dos  formas  (niím.  1 J  3)  en  los  fuMUo  6  diBOOfl  da 
''tierra  cocida^  encontrados  con  tanta  abundancia,  por  el  Doctor  Schliemann,  en  latf 
'^ruinas  de  la  antigua  Bion;  de  donde  nace  esta  conclusión  muj  natural,  los  trojanos 
"eran  de  filiación  aryana." 

(2)  Traces  de  Buddhisme  en  Nonrége  &c.  Faris,  1857,  pág.  84. 


89 

el  apéndice  Vill  de  bu  edidon  del  Loto  de  la  buena  ley,  en  donde 

leemos:"  (1) 

I  ^'SvasHkaya.  Es  la  figura  mística  familiar  á  muchas  sectas 
hindns,  representada  de  este  modo  (nnm  9);  literalmente  signifi- 
ca su  nombre  signo  de  bendición  6  de  buen  agüero.  El  signo  Svas- 
tika  es  tan  conocido  de  los  brahmanes  como  de  los  bnddhistas, 
j  el  Bámáyana  habla  en  cierto  lugar  de  vasos  marcados  con  este 
signo  afortunado.  *  Sin  embargo»  me  atrevería  á  decir,  que  esta 
marca,  cuyos  nombres  y  uso  ciertamente  son  antiguos,  pues  se 
le  encuentra  en  las  medallas  más  viejas  buddhicas,  no  fué  tan 
frecnenteménte  usada  entre  los  primeros  como  entre  los  segun- 
dos. También  es  cierto,  que  la  mayor  parte  de  las  inscripciones 
grabadas  vistas  en  las  cavernas  buddhicas  del  O.  de  las  Indias, 
están  precedidas  6  seguidas  de  la  marca  sacramentaL'* 

3.  ^'Ncmddvartaya.  Es  igualmente  un  diagrama  de  buen  augu- 
rio, cuyo  nombre  verdadero  es  ncmdyavarta,  significa  el  enro- 
llamiento ó  el  círculo  afortunado.  M.  «Oolebrooke  lo  figura  de 
esta  manera  (núm.  10). 

''El  Amarakochxij  forma  de  este  signo  el  nombre  de  una  espe- 
cie particular  de  templo  ó  edificio  sagrado,  y  es  de  notar  que 
el  numdyavarta  de  los  iDjain  puede  pasar  por  una  especie  de 
laberinto." 

i.  *^86vastekaya  (mSm.  11).  La  sola  diferencia  entre  este  signo 
y  el  de  que  antes  hablamos,  es  que  los  brazos  de  la  cruz  van  de 
derecha  á  izquierda,  mientras  la  núm.  9  lleva  los  brazos  de  iz- 
quierda á  derecha." 

El  Uógrafo  de  Hionén  Thsang  menciona  una  piedra  con  las 
huellas  de  los  dos  pies  de  Buddha,  que  en  las  extremidades  de 
los  diez  dedos  se  veían  flores  terminadas  en  el  signo  místico 
ONOK.  (2)  De  esta  misma  cruz  habla  el  R  P.  Orazio  della  Penna 
di  Billi,  en  su  descripción  del  Hxibet,  diciendo:  ''£[anno  una  spe- 
^  di  croce,  che  tengono  con  venerazione."  (3)  Befiere  el  P. 
Byacinthe,  que  las  mujeres  del  Thibet  adornan  con  esta  cruz  sus 
^tidos.  (4)  Según  M.  Pallas,  los  mongoles  dibujan  esta  cruz  en 

(l)  Le  lotos  de  la  bonne  loi,  pág.  €25—626, 

(3)  21  editor  indica:  'HSe  dice  qae  trae  su  origen  de  la  forma  de  los  bucles  de  Bud- 
''dha,  enrollados  de  izquierda  á  derecha."  (Hionén  Thsang,  pág  38). 

(S)  Kony.  Jonm.  asiat.  XIV;  pág.  427. 

(4)  D).  t.  rV,  pág.  245. 

12 


L 


90 

pedamos  de  papel,  que  colocan  al  pecho  de  sus  muertos.  (1)  Fre« 
cuentemente  se  ve  también  la  cruz  en  el  pecho  de  los  santos.  (2) 
En  el  Hindostán  es  objeto  de  veneración,  bajo  el  nombre  de 
setkia.  Dice  M.  Taylor  en  su  diccionario:  "Sethia,  es  una  marca 
''en  forma  de  cruz,  con  los  cuatro  brazos  doblados  en  ángulos 
"rectos,  y  que  los  hindus  pintan  de  colorado  al  principio  de  sus 
"libros  de  cuentas  al  principiar  el  año  nuevo.  Forman  la  mis* 
"ma  figura  de  harina^  sobre  el  suelo,  en  las  bodas  y  en  otras 
"ceremonias." 

''Es  curioso  notar  la  circunstancia;  dice  Clavel,  (3)  que  el  simr 
bolo  de  la  cru2  se  mezcla  á  la  arquitectura  y  á  la  ornamentación 
de  los  templos  búddhioos;  muchos  de  éstos  son  cruciformes,  y 
casi  todos  tienen j  cruces  en  las  esculturas  que  adornan  los  mur 
ros  y  los  pedestales  de  las  estatuas.  Se  encuentra  el  mismo  em- 
blema en  loa  palacios,  en  los  monasterios  y  en  las  tumbas.  Aña- 
diremos que  la  cruz  era  antiguamente  un  instrumento  de  supli- 
cio infamante,  entre  los  pueblos  que  recibieron  la  doctrina  de 
Sakya;  todavía  se  le]  ve  hoy  de  trecho  en  trecho  á  la  orilla  da 
los  caminos  del  Japón.  Los  criminales  son  atados  con  cuerdas, 
y  se  les  da  la  muerte  atravesándoles  el  costado  con  una  lanza." 

Justo  Lipsio  (4)  habla  del  símbolo  egipcio  que  se  interpreta 
vida  futura.  Chanpolion  (5)  ofrece  varias  veces  la  figura  de  la 
cnus  con  asa,  (núnL  4  y  5de  nuestra  estampa  1*)  y  el  signo  con 
sus  variantes  (6,  7  y  8),  que  dice  significar,  **lavidai  y  más  pro-- 
piamenie  la  vida  di^Tt^''  M.  lienoir^  interpretando  loa  dibujos 
de  Dupaix,  dice:  (6)  "La  cruz  con  asa  ó  el  Tau,  en  manos  de  Iaís, 
indica  el  tiempo^deJUuvias  en  Abisinin,  del  mismo  modo  que 
ammoía^la  iiuwdaeion  en  Egipto;  en  Oartasse,  Nubia,^  se  ve  xm 
bago  relieve  en  el  templo  principal  en  el  cual  hay  una  cruz  emul- 
Ittda  bajo  el  emblema,  que  figwa  la  unión  de  las  estaciones,  por 
^  nodo  formado  por  las  gnmdes  divinidades  egipcias  Ibí»  y  Ü$ái6i 
madte  de  la  naturaleza^ .  Este  signo  es  en  la  Lidia  la  imagen  del 

(1)  Pallas,  Sammlnngen  historidcher  Nachtíohten  über  die  Mongt^ohen  Vbitektf- 
€ttadi»a,  1,  pág.  427. 

(2)  Kouy.  Joüin.  Asiat.  I,  pág.  415. 

(8)  F.  T.  B.  Clavel,  hist  pittoresqtiedefreligjcms.  Pazis,  1844.  Tozo.  I,  pág  880. 

(4)  Justas  lipshis,  Traotatvis  de  Craóe.  Lateti»  Pansiomm,  1598.  lib.  3,  o.  S« 

(5)  'BrécoB  du  BjsUme'  hierog^yphiqTze  des  aaiiíens  egyptienB»  París,  1828.  KUme- 
ro  277. 

(6)  Antiqnités  mezicames,  pág.  79,  al  fin. 


91 

diDB  Djagarnatha,  es  decir,  del  lingam;  es  sabido  que  el  Tan  era 
símbolo  del  pháUus,  de  Osiris  ó  de  la  fectmdacion." 

En  Larrainzar  encontramos:  (1)  *Ta  se  ha  visto,  qne  la  cruz 
m  asa  entre  los  egipcios  se  consideraba  como  emblema  de  las 
mnndacSones  del  Nilo,  del  cual  dependía  sil  fertilidad,  y  los  bie- 
nes todos  que  de  ellas  resultaban.  Era  el  instrumento  con  qne  se 
medfan,  y  se  anunciaban  al  pueblo  el  progreso  y  aumento  de  ese 
grande  6  importante  acontecimiento,  pues  no  por  ser  común  ú 
ordinario,  dejaba  de  considerarse  como  origen  de  la  vida  y  f di- 
Mi  de  aquella  nación,  usaban  los  egipcios  para  expresar  este 
Amnento  6  crecimiento  del  rio,  de  la  palabra  cano6,  (2)  convertida 
en  campos  por  los  griegos,  que  era  un  jarro  6  cántaro  de  agua, 
empleando  para  marcarlo  la  figura  T  6  una  +  pequeña,  (3)  que 
con  el  tiempo  no  es  de  admirarse  haya  dejado  de  ser  entre  los 
egipcios  un  nuevo  signoy  convirtiéndose  en  una  deidad  á  quien 
tóbntasen  culto." 

'^ta  misma  palabra  por  la  analogía  del  lenguaje  se  encuen- 
tra en  el  sánscrito  transformada  en  cunibh,  con  la  cual  se  signifi- 
caba un  jarro  6  vaso  qne  dio  nombre  en  el  zodiaco  hindú  al  signo 
oyttar/te  "Este  cumbk-  O'hafa,  6  jarro,  dice  Paterson.  (4)  es  el 
"objeto  principal  en  la  celebración  del  culto  hindú.  Se  le  conside- 
*ni  cerno  casi  la  misma  deidad.  No  pueden  dispensarse  de  ella, 
"¿■paso  que  pueden  omitir  enteralnente  la  imagen  de  Durga.'* 
h¡evúüímavas  hacen  uso  del  vaso  sagrado  marcándolo  de  esta 
Kmera  (náü.  9).  Los  saivas  ló  señalaban  con  un  doble  triángu- 
lo (ttám.  17);  xxnó  de  los  triángulos  significa  siva^  que  reúne  en  sí 
ioB  tiies  grandes  atributos  de  Id.  pureza,  la  verdad  y  la  justicia; 
^  otra  triángulo  es  su  concierto  con  los  mismos  caracteres  y 
>Mtmtos.  (5)  Los  adoradores  de  sadi,  6  el  principio  hembra,  se- 
iásbm  el  jarro  con  esta  flgnra  (ñúm.  18),  á  cuyas  señales  se  las 

(1)  Eetodios  «obre  la  hiet.  de  Américaí  México^  1875.  Tom.  2,  pág.  178. 

(2)  Aiiatío  zeeearehM  or  transactions  oí  ihe  Society  inatituted  in  Bengala  íor  in^ 
^QODgmto  the  historj  and  antiquities,  ihe  arts,  sdenceaand  literatoM-oC  Asia. 
Ittdon,  1798,  Tca«  8,§d,pág.  75.  J.  D.  Patencm,  artiele  of  til» origúirof  tiiftHMa 


J.  D.  Patenon,  id.,  id. 
14)  Id.,  a,  id. 
iS)  Aóatío  researchea,  Ao,  Paterson,  &o. 


92 

llama  jantra,  y  son  caracteres  geroglíficos,  de  los  cuales  se  en- 
cuentra gran  variedad."  (1) 

Con  la  figura  núm.  19  denotaban  á  Mercurio  los  astrónomos 
egipcios;  denotando  el  círculo  la  difusión  de  la  Divina  Mente 
en  el  mundo  sideral,  y  la  cruz  inferior  la  difusión  de  los  ele- 
mentos. (2) 

El  signo  llamado  cruz  china,  núm.  16,  se  diferencia  únicamente 
de  la  cruz  ariana,  en  tener  la  dobladura  de  los  brazos  en  sentido 
contrario. 

^'Como  instrumento  ó  medio  de  castigo,  era  también  conocida 
(la  cruz),  según  se  ha  indicado,  en  tiempo  de  Abraharru  Niño 
suspendió  def  ella  á  Tarno  ó  Tarin,  rey  de  Medea,  conforme  al 
testimonio  de  Diódoro.  (3)  El  patíbulo  de  la  cruz  se  acostumbra- 
ba entre  los  persas,  los  egipcios,  los  africanos,  los  macedonios, 
los  griegos  y  los  romanos.  (4)  En  la  Escritura  bajo  la  palabra 
patíbulo  se  habla  de  la  cruz,  según  se  colige  de  los  capítulos  YII, 
Vin,  XXnr  de  ios  Números  y  del  libro  de  Esther."  (5) 

Así,  pues,  la  cruz  ha  sido  conocida  por  diferentes  pneblos, 
desde  la  más  remota  antigüedad,  con  la  variedad  de  fornuks  que 
hemos  visto,  con  diversas  significaciones,  y  sirviendo  también  de 
objeto  sagrado,  recibiendo  culto.  El  mismo  pueblo  de  Israel  co- 
nocía aquella  forma»  bien  que  solo  la  empleara  como  instrumen- 
to de  suplicio.  Convirtióse  en  el  signo  sagrado  del  cristianismOi 
en  el  árbol  santo  de  la  redención,  por  la  muerte  del  SalTador. 
Las  formas  principales  de  la  cruz  cristiana  son,  la  latina,  (núm.  12) 
cruz  commissa,  la  griega  (núm.  13)  cruz  inmmissa,  y  el  aspa  de  San 
Andrés  (núm.  14)  cruz  decussatd.  Siguen  las  compuestas  como  la 
de  Caravaca,  la  de  Santiago  y  las  de  las  órdenes  de  caballería. 

De  las  cruces  encontradas  en  Mé3dco,  la  de  Metztitlan  ofrece 
la  figura  del  tau  T;  las  de  Cozumel,  Cuauhtochco  y  otras  eviden- 
temente tienen  la  forma  latina;  las  que  se  notan  colocadas  en  las 
sandalias  de  los  dioses,  en  el  Tonalamatl,  son  al  parecer  griegas 
(núm.  22);  la  encontrada  por  Squier  en  Centro  América,  (6)  á  no 

(1)  Ibid. 

^)  Laminzar,  tom.  II,  pág.  186. 
(8)  Lib.  n  de  8u  Biblioteca,  pág.  91.        * 

(4)  Martinetti.  Tesoxo  delle  antí<^ta  judaiohe,  caldee,  indiane,  4^.,  tom.  I,  1 24 
pág.  283.— Justo  Lipsio,  Tratado  de  la  Oroz,  lib.  I,  cap.  XL 
(6)  Larrainzar,  tom.  II,  pág.  171. 
(6)  Nicaragua,  its  people,  kQ,,  Kew  Tork,  1855,.  Tom.  n,  pág.  92. 


93 

ser  una  semejanza  casual,  acnsa  francamente  su  origen  búddhico; 
h  del  Palenque  (núm.  23)  no  da  claros  caracteres  para  su  clasi* 
ficfteion.  En  esto,  como  en  todo  lo  relativo  á  la  mitología  azteca, 
hj  nna  mezcla  confusa  de  antiguo  y  de  moderno,  de  doctrinas 
confosas;  y  de  distinto  origen,  que  es  preciso  separar  en  cuanto 
posible  sea. 

Ooménzando  por  la  cruz  del  Palenque,  tenemos  como  cierto 
que,  atendido  el  contenido  del  relieve,  estar  colocado  en  un  tem- 
plo, j  las  demás  circunstancias  admitidas  ya,  aquel  signo  era  un 
símbolo  sagrado  que  recibía  culto.  Pero  si  los  autores  están  casi 
anánimes  en  este  punto,  entran  en  el  mayor  desacuerdo  al  tratar 
de  fijar  la  significación  y  el  origen  del  emblema. 

Mr.  Lenoir  opina  que  la  cruz  del  Palenque  es  incontestable- 
mente anterior  al  cristianismo  y  nada  tiene  que  ver  con  la  reli- 
gión cristiana;  '^esta  cruz  está  en  el  cielo,  formada  por  la  unión 
"de  la  eclíptica  con  el  ecuador,  fijandp  dos  puntos  importantes 
"iú  año;  á  saber,  la  primavera  por  la  presencia  del  sol  en  la 
^nsteladon  de  Aries,  que  está  acostado  sobre  esta  unión  crucial, 
'^  el  otoño  por  el  descanso  que  el  sol  hace  en  el  signo  de  Virgo, 
"colocado  en  el  segundo  punto  crucial."  (1)  Opina  Mr.  Wal- 
deck  (2)  que  es  un  signo  astronómico,  señalando  cada  uno  de  los 
coatro  brazos  uno  de  los  puntos  cardinales.  Brinton  (3)  juzga  ser 
el  emblema  de  los  cuatro  vientos,  y  le  parece  que'el  pájaro  posado 
sobre  la  (9az  es  el  símbolo  del  dios  del  aire.  H«  de  Oharencey,  (4) 
bajóla  autoridad  de  M.  ^Léonce  Angrand,  ve  la  ceremonia  del 
baatísmo  entre  los  maya,  f  descifra  el  nombre  de  Eukulcan  en  los 
jeroglíficos:  infiere  de  aquí,  que  todo  el  relieve  debe  referirse  á 
loe  tiempos  modernos  de  Quetzalcoatl.  Pero  el  Sr.  Charencey 
onda  de  opixiion  en  escrito  posterior  (5)  ofreciendo  probar  que  la 
cruz  es  el  árbol  de  la  Ceiba;  que  el  pájaro  es  la  representación  de 
Ift  gran  deidad  Hunalh^u,  así  como  el  relieve  figura  el  apoteosis 
de  Yetan.  El  trabajo  entero  está  consagrado,  á  demostrar  el  orí- 

(1)  Antíqtdtés  xnézicaineB,  pág.  79. 

(2)  Berue  Américane.  Deuxiéme  sárie,  tom.  II.  Description  du  bas-relieí  de  la 
Cnáx,  pég.  76. 

(^  13ie  mths  oí  the  New  World.  Kew  York,  1868.  Pág.  116;  para  la  omz  véanse 
lMpágB.95,  97,  183,  188. 

[i]  Actos  de  la  Sooiété  Phüologiqne,  Mars  1870.  Essaide  déchüfrementd'unfrag- 
BMQt  d'ÍDsexiption  palenqnéenne. 

(S)  Le  Mythe  de  Votan.  ÍLlen90n,  1871.  Pág.  104. 


94 

gen  asiático  de  las  leyendas  referentes  á  este  personaje.  Larrain- 
zar  dice:  (1)  ^'Es  de  notarse  la  coincidencia  sorprendente  que 
hay  entre  las  ceremonias  del  hindú  y  las  figuras  egipcias,  hMta 
constituir  una  identidad  que  Paterson  explica  considerando  que 
esta  ceremonia  se  verificaba  en  el  eqymoccio  autunál,  en  cuya  tiem- 
po prevalece  la  estación  de  las  tempestades  ó  inundaciones,  y 
supone  que  son  sojuzgadas  durante  el  paso  del  sol  por  los  signos 
León  y  Virgo.  ¡Quién  sabe  si  el  hermoso  relieve  de  que  nos  ocu- 
pamos, representaría,  supuestas  todas  las  circxmstancias  que  Be 
han  especificado,  esta  ceremonia  religiosa,  y  si  ]ia  crttz  que  se 
halla  en  el  centro  es  el  oanob  de  los  egipcios  y  el  cumbh  de  los 
indus,  es  la  deidad  que  por  su  beneficencia  y  nobles  caracteres, 
era  objeto  de  culto  y  veneración!" 

Al  medio  de  esta  confusión,  un  punto  parece  estar  bien  demos- 
trado; la  civilización  representada  por  las  ruinas  del  Palenque  y 
de  Yucatán,  es  completamente  diversa  de  la  azteca.  Difiaren  por 
la  lengua,  por  la  escritura,  por  la  arquitectura,  por  los  vestidos, 
por  los  usos  y  las  costumbres,  por  la  teogonia:  si  algunos  puntos 
de  relación  ofrecen,  datan  de  la  época  de  Kukulcan,  en  que  aque- 
llas se  pusieron  en  contacto.  Besulta  históricamente  demostrado 
también,  que  la  existencia  del  Palenque  es  muy  .anterior  á  la  de 
los  tolteca.  Inferimos  de  estas  premisas,  que  la  cruz  del  Palen- 
que viene  de  distinto  origen  que  las  cruces  de  México  y  de  Co- 
zumel;  que  no  fué  introducida  por  Eukulcan  ó  sea  QAetealooiatl, 
y  por  lo  mismo,  que  no  es  de  significación  cristiana  como  las 
traídas  por  el  civilizador  blanco  y  barbado.  La  cruz  del  Palen- 
que nos  parece  búddhica. 

Hé  aquí  someramente  nuestras  razones.  El  buddhismo  es  una 
derivación  del  brahmismo.  El  nacimiento  de  Buddha,  autor  del 
cisma,  lo  colocan  los  mongoles,  los  chinos  y  los  japoneses  hacia 
1027  ó  1029;  los  cachemiranos  en  1333;  k>s  tíbetanos  en  2969,  no 
obstante  que  de  sus  libros  sagrados  resultan  835;  los  de  Oeylan, 
y  reinos  de  Siam  y  de  Ava  en  643.  (2)  Por  todos  esos  cómputos, 
el  principio  de  aquella  religión  es  anterior  en  varios  siglos  á  la 
era  cristiana. 

La  cruz  existe  en  el  culto  búddhico.    Abel  Bemusat  j  Olavel 


(1)  EsiadioB  sobre  la  hist.  de  América,  tom.  n,  pág.  179. 

(2)  Clavel,  bist.  pittoresqae  des  religions,  (om.  ü,  pág,  278. 


95 

iiaeen  curiosas  obserraciones,  aeerca  de  la  semejanza  de*  ciertas 
prácticas  búddhicc^  con  las  de  la  religión  cristiana.  (1)  Presente 
está  la  craz  del  Palenque,  j  los  autores  convienen,  entre  ellos^^l 
P.  Fr.  Francisco  Jiménez,  (2)  en  la  casi  identidad  de  algunas 
dci  las  creencias  de  los  pueblos  de  Centro  América  con  las  del 
^tolicismo. 
Existen  entre  los  buddhistas  monumentos  religiosos  y  tumu- 
lates  de  grandes  y  pequeñas  dimensiones.  ^'Se  les  llama  en  sans- 
^'críto  stupa^  lo  que  propian^ente  significa  moTUon.  Esta  palabra 
%é  alterada  de  manera,  que  los  habitantes  actuales  del  Hindos- 
tán y  del  A^hanistan  llaman  á  las  mismas  construcciones  tope 
<"j  también  burdy,  torre,  en  el  Afghanistan.  Llevan  en  Geylan  el 
**nombre  de  tupa,  con  más  frecuencia  cía^o&r,  palabra  estropeada 
Mel  sánscrito  dhátugopa,  que  quiere  decir  receptáculo  de  reliquias 
"preciosas.    En  el  Tibet  se  les  nombra  chostin  6  chhodtiru"  (3) 
Estas  grandes  construcciones,  de  forma  cupular,  servían  para 
guardar  las  reliquias  de  los  buddhas;  á  vec^s  al  rededor  de  una 
de  ellas  se  veían  muchas  tumbas,  colocadas  á  todos  rumbos,  me- 
nos al  E. 

Estos  detalles  recuerdan  las  pirámides  de  Teotihuacan  con 
sos  alineimiientos  de  túmulos;  pero  su  figura  y  loa  materiales  de 
que  están  construidas,  les  alejan  del  género  stupa,  lo  mismo  que 
ásu  coi^énere  la  de  OholoUan.  Mas  las  pirámides  de  Itzamal 
se  acocan  á  la  forma  de  ciertos  tope  del  Indostan,  así  por  los 
inateriales  que  son  piedras  labradas,  como  por  estar  en  escalo- 
nes; ademas,  estaban  destinadas  á  guardar  las  reliquias  del  gran 
aislador  Zamná.  Crece  aun  la  semejanza  en  las  construcciones 
tomulares  encontradas  en  la  Mixteca,  y  más  al  S.  De  forma  có- 
nica unas^veces,  cupular  otras;  de  piedras  labradas  retenidas  con 
omento;  con  celdas  interiores,  comunicando  al  exterior  por  pa- 
Ei^dizos  ya  rectos,  ya  cruciformes;  conteniendo  cenizas  en  urnas 
ó  dentro  de  la  tierra,  con  vasos,  utensilios  y  adornos:  su  destino 
7  forma  no  dejan  duda  de  su  origen  asiático.  Corroboran  este 
oiigen  los  Relieves  vistos  en  aquella  comarca,  los  trajes  en  ellos 
^presentados;  la  veneración  que  ciertos  árboles  recibían  de  aque- 

(1)  Loco  oit,  tom.  n,  pág.  389. 

(2)  Las  historias  del  origen  de  los  indios  de  esta  proy.  de  Guatemala,  A»  Viene, 
^7.  Prólogo. 

(8)  Hc^boe.  Traces  de  Buddhisme  en  Norwege,  oap.  I  y  sig. 


L 


te 


96 

Uos  pueblos,  los  mitos  de  la  serpiente,  y  otras  varias  congruen- 
cias que  iremos  notando  en  sus  respectivos  lugares. 

'Tjos  buddhistas  consideran  como  sagrados  los  árboles  bajo 
*^o&  cuales  estaban  sentados  sus  jefes  espirituales,  cuando  r^ci- 
'Hbieron  el  perfecto  conocimiento  ó  la  inteligencia  que  les  hizo 
"buddhas  (inteligentes  y  conocedores);  pero  adoran  más  parti- 
^^cularmente  el  árbol  bajo  el  cual  fué  iniciado  el  último  Buddhá 
Gautuma  CakyamunL  Este  árbol  es  llamado  por  excelencia 
bodhi  druma  ó  árbol  de  la  inteligencia:  es  élJicKS  religiosa  ójicus 
"indica:'  (1) 

Si  de  estos  antecedentes  puede  inferirse  algo,  diríamos,  que  el 
relieve  palencano  parece  contener  á  un  tiempo  los  dos  símbolos 
búddhicos;  la  cruz  en  su  forma  más  simple,  y  los  atributos  del  ár- 
bol de  la  inteligencia.  En  efecto,  tres  brazos  de  la  cruz  terminan 
en  el  loto  sagrado,  llevando  por  apéndice  los  dos  brazos  horizon- 
tales los  dragones  místicos;  el  ave  fantástica  de  la  parte  superior 
puede  ser  Garuda,  pájaro  consagrado  á  Viscbnú.  (2) 

El  recuerdo  del  árbol  búddliico  vino  á  ingertarse,  bajo  forma 
diversa,  en  la  teogonia  azteca.  Según  dice  Ixtlilxochitl,  Quetzal- 
coatí,  por  otro  nombre  Huemac,  "fué  el  primero  que  adoró  y  co- 
*1ocó  la  cruz,  que  llamaron  Quiabuitziteotl,  Cliicahualizteotl  y 
"otros  Tonacacuahuitl,  que  quiere  decir,  dios  de  las  lluvias  y  de 
"la  salud,  y  árbol  del  sustento  ó  de  la  vida."  (3)  La  lám.  ^^TH 
del  Cód.  Telleriano  Eemense,  ofrece  el  árbol  simbólico,  quebrado 
y  chorreando  sangre,  signo  de  Tamoanchan  donde  los  dioses  fue- 
ron creados,  ó  del  paraíso,  del  cual  fueron  después  arrojados.  (4) 

El  introductor  del  culto  búddhico  parece  ser  Votan,  el  civili- 
zador y  legislador  de  Chiapan.  De  su  historia  diremos  en  el  lu- 
gar respectivo,  ocupándonos  ahora  de  la  etimología  del  hombre. 
"Los  buddhistas  hablan  de  muchos  Buddhas;  pero  al  que  conce- 
den mayor  interés  es  al-ultimo,  cuyo  primer  apellido  fué  Stdáhar- 
tüf  príncipe  real  de  nacimiento,  dicho  fhkyamuni  (el  religioso  de 
la  familia  fJakya),  porque  era  vastago  de  la  distinguida  familia 
í^kya,  y  Gaútama  por  pertenecer  á .  la  gran  raza  Gatama.  Al 
reino  prefirió  la  vida  errante  de  los  religiosos  mendicantes,  á  fin 

(1)  Holmboe,  pág.  45. 

(2)  Holmboe,  pág.  33. 

(3)  Historia  ohiéhixneca,  cap.  I,  BÍS. 

(4)  Yéase  el  intcírprete  en  Kingsborongh. 


97 

de  predica  la  moral  y  reformar  las  falsas  doctrinas  de  los  brah-* 
manes.  Después  de  largas  meditaciones,  se  convirtió  en  Bnddha 
(oonocimientOy  inteligencia),  rexmió  mnchos  discípulos  y  continuó 
con  fruto  sus  tareas  hasta  su  muerte,  acaecida  el  año  543  antes 
de  nuestra  era.  Los  discípulos  propagaron  celosamente  la  doc- 
trina, y  ya  en  el  primer  sínodo  de  sus  más  famosos  doctores,  433 
antes  de  nuestra  era,  se  tomó  la  resolución  de  enviar  misioneros 
fuera  de  lá  India,  &  los  países  circunvecinos,  é  idéntica  medida, 
fué  tomada  por  segunda  vez  en  el  sínodo  del  año  246.  Timos  que 
sus  esfuerzos  fueron  fructuosos^  pues  el  buddhismo  estaba  ya 
establecido  en  la  Transoxana  y  en  el  Asia  superior  desde  el  se- 
gundo siglo  de  nuestra  era" "Es  de  presumir  que  los  más 

flustres  de  aquellos  misioneros  fueron  llamados,  si  no  Buddha^ 
al  menos  con  algún  epíteto  derivado  de  la  misma  raíz  sánscrita 
hudh,  conocer,  comprender;]  por  ejemplo,  bodhin,  bodhi,  {Báhio, 
inteligente),  ó  bodkán,  bodhard^  participio  de  presente  del  verbo; 
y  de  aquí  pudieron  formar  los  escandinavos  Odin  y  los  alemanes 
Wodan.  La  transición  de  la  &  en  v  se  opera  en  la  misma  lengua 
sánscrita,  y  en  el  beng^lí  y  el  hindustani,  de  ella  derivadas,  ha 
desapcurecido  la  diferencia  entre  ambas  consonantes."  (1) 

De  las  palabras  bodkáan^  hodhaní,  convertidas  en  Odin  y  Wo- 
dan,  se  saca  con  mayor  facilidad  el  nombre  de  Votan,  por  sólo  la 
rastitucion  de  la  ¿Z  en  t  Debe  saberse  que  en  los  idiomas  cha- 
paneco 7  maya  no  e!dste  la  c2,  (2)  y  es  natural  suponer  que  al 
recibir  un  nombre  extranjero  convirtieran  aquel  sonido  en  su 
albi  t  De  aquí  la  identidad  de  scmido  y  de  significado  entre  Vo- 
tan 7  bodhan,  y  la  presunción  de  que  Votan  fuera  un  budha. 

Hxunboldt,  en  sus  cuadros  de  la  naturaleza,  asienta:  ^'Las  an- 
tiguas relaciones  entre  el  occidente  de  América  y  el  oriente  de 
Aaia^  son  á  mis  ojos  más  de  verosímiles;  ¿pero  por  quó  camino 
y  con  qué  razas  asiáticas  tuvieron  lugar  esas  comunicaciones? 
Esto  es  lo  que  todavía  no  puede  determinarse,  ün  corto  número 
de  ijudividuos  pertenecientes  á  la  ilustrada  clase  de  los  sacerdo- 
tes, debía  sin  duda  bastar  para  producir  grandes  cambios  en  el 
estado  político  de  la  Ámériea  occidental  Las  fábulas  esparcidas 
oftro  tiempo  sobre  expediciones  chinas  al  Nuevo  Continente,  se 

(1)  H<toboa,  pág.  68. 

(2)  Pimentel,  Cuadro  desoriptívo  y  oomparatÍYO  de  las  lenguas  de  México.  To- 
so m,  ptfg.  107. 

13 


i 


98 

limitan  en  realidad  á  viajes  al  Fousang  6  Japón.  Pero  por  otra 
parte  es  posible  que  los  japoneses  ó  los  siam-pi  de  Corea,  hayan 
sido  arrojados  por  la  tempestad  á  las  costas  de  América." 

"Está  demostrado  históricamente,  qne  algunos  bonzos  y  algu- 
nos aventureros  navegaron  por  el  mar  de  la  China,  para  ir  en 
busca  de  un  remedio  que  asegurara  á  los  hombres  la  inmortali- 
dad. Así  es  que,  en  el  reinado  de  Tshin-chiloang-tli,  209  años 
antes  de  la  era  cristiana,  300  parejas  de  jóvenes  de  uno  y  otro 
sexo  enviados  al  Japón,  se  establecieron  en  Nipón  en  lugar  de 
volver  á  China.  ¿No  había  podido  conducir  la  casualidad  expe- 
diciones semejantes  á  las  islas  Aleutianas,  Alaska  ó  la  Nueva  Ca- 
lifornia? Aun  se  pretende  haber  encontrado  á  principios  del  siglo 
XVI,  sobre  las  costas  de  Quivira  y  Cíbola,  (el  Dorado  del  Norte) 
restps  de  buques  salidos  de  Katay,  es  decir,  del  Japón  ó  de  la 
China." 

Kespecto  de  las  cruces  encontradas  en  México,  nos  parecen 
evidentenjente  de  origen  cristiano.  Para  establecerlo  tenemos 
estos  hechos  demostrados. 

Un  pirata  scandinavo  llamado  Naddocus,  yendo  de  Noruega  á 
las  islas  Feroe,  fué  arrojado  por  la  tempestad  sobre  la  costa 
oriental  de  Islanda,  á  cuya  isla  puso  por  nombre  Snelande.  Pas^í 
ésto  en  861,  y  comunicando  Naddocus  su  descubrimiento  al  sue- 
co Gardarus  Svafarson,  éste  partió  para  la  isla  en  864,  pasó  allí 
el  invierno  'y  puso  á  la  tierra  Gardarsholm.  Ploceo,  pirata  no- 
ruego, fué  igualmente  á  la  isla  en  que  permaneció  dos  años,  y  le 
puso  leeland  ó  país  de  los  yelos.  La  Islandajfué  definitivamente 
ocupada  por  Ingolf,  año  874,  con  gran  número]  de  familiaB  dis* 
gustadas  del  dominio  del  rey  Harald. 

Eric  Baude,  el  Rojo  ó  Cabeza  roja,  por  haber  muerto  á  un  hom 
bre  fué  desterrado  por  tres  años  de  Lslanda.  ^Sabiendo  por  m 
marinero  noruego,  llamado  Gunbivern,  qne  había  una  gran  cost 
al  O.  de  la  isla,  se  embarcó  con  algunos  compañeros,  año  982,  ] 
tras  corta  navegación  tomó  tierra,  á  la  cual  apellidó  [Groenlad 
ó  Tierra  verde:  los  scandinavos  ponían  el^pió  fen  nna  comai 
ca  perteneciente  á  la  América.  Eric  el  rojo  se  estableció  m 
Groenlandia,  poniendo  su  morada  en  Brattalid  en  el  Ericsfioii 
mientras  su  co;apañero  Heriulf,  hijo  de  Bard,  se  establecía  d 
Eeriulfsnes,  en  la  parte  meridionaL  j 


I 


99 

« 

En  986,  Biame  Heriulfeon,  (1)  hijo  de  Heriúlf,  emprendía  via- 
je á  Noruega,  y  como  al  tomar  á  Islanda  supiera  la  ida  de  su 
padre,  resolvió  irle  á  buscar  á  Groenlandia,  aunque  le  eran  des- 
conocidos aquellos  mares.  Llevado  por  el  viento,  y  perdido  en- 
tre la  bruma,  tocó  hasta  tres  veces  eñ  tierras  desconocidas,  que 
pareciéndole  inhospitalarias  y  no  corresponder  á  las  señales  que 
le  habían  dado,  no  quiso  reconocer;  dio  la  vuelta,  aportando  fe- 
lizmente á  Herialfsnes.  Había  sido  descubierto  el  continente 
Americano; 

Hacia  994  Biame  visitó  á  Eric,  jarl  de  Noruega,  y  contándola 
su  viaje,  Eric  le  llevó  á  mal  no  haber  reconocido  la  tierra  por  él 
descubierta.  Volvió  Biarne  á  Groenlandia  y  vendió  su  barco  á 
Lei^  hijo  de  Eric  el  Kojo^  quien  disponía  un  viaje  de  descubri- 
mientos. Leif  se  embarcó  con  35  hombres,  año  1000,  dio  la  vela 
al  Sur  y  vino  á  echar  anclas  en  las  tierras  vistas  por  Biame; 
al  primer  sitio  reconocido  llamó  HeUuland  por  ser  peñascoso;  al 
segando,  al  S.  del  anterior,  Markland,  (tierra  de  bosques,  hoy 
Nueva  Escocia);  eñ  el  tercero  advirtieron  un  rio,  subieron  la  co- 
rriente hasta  un  lago,  en  donde  se  determinaron  á  pasar  el  in- 
viamo,  á  cuyo  efecto  construyeron  habitaciones,  llamadas  más 
tttde  Lei&budir,  casas  de  Lei¿  El  alemán  Tyrker  descubrió  pa- 
rras silvestres,  recibiendo  por  ello  la  comarca  el  nombre  de  Yin- 
^d  (tierra  de  viñas,  Nantucket,  E.  U.)  A  la  primavera  siguien- 
te Leif  regresó  á  su  patria. 

Aquellos  descubrimientos  llamaron  fuertemente  la  atención 
en  Crroénlandia.  Thorvald,  hermano  de  Leif,  tomó  el  barco  de 
árte,-embarcó  80  hombres  y  se  hizo  al  mar  el  año  1002.  Pasaron 
ú  invierno  en  Leifsbudir  en  el  Yinland;  en  la  primavera  de  1003 
Devaron  sus  excursiones  al  S.,  volviendo  á  recogerse  en  Lei&- 
hidir  durante  los  frios.  En  el  estío  de  lOOá  avanzaron  hasta  el 
ttbo  Eiaiames  (cabo  Cod);  adelante  vieron  un  promontorio,  don- 
di  hallaron  tres  canoas  montadas  por  tres  naturales  del  país  ca- 
^nna^  armaron  querella  con  ellos,  mataron  ocho,  y  el  último 
¥«lo  salvarse  á  duras  penas. .  Muy  poco  después  apareció  gran 
de  indígenas,  combatieron  algún  tiempo  á  los  scandina- 
f^rándose  en  seguida.   Thorvald  quedó  herido  en  un  bra- 


Cl)  Antíqoitates  americana,  sive  scriptores  septentrionales  renun  ante  Colombia- 
"a«nn  in  America,  opera  et  studio  Caroli  O.  Rafn.  Copenhague,  1887.— Antiqnities 
^Béncaones,  par  Charles  Ohristian  Bafn,  Copenhague,  1845. 


L 


\S^ 


ví¿^ 


^^^ 


100 

zO|  murió  y  lo  enterraron  en  Elrossanes  (Cabo  de  las  Cruces), 
llamado  así  porque  sobre  la  sepultura  pusieron  cruces.  £1  reato 
de  la  expedición  pasó  el  invierno  en  Leifsbudir,  y  en  la  primar 
vera  1005  volvió  á  Groenlandia.  Los  naturales,  vistos  entonces 
por  vez  primera,  eran  los  esquimales,  extendidos  en  aquella  épo- 
ca mucho  más  al  S.,  á  quienes  los  islandeses  llamaron  skreHings. 
En  la  primavera^  1007  se  aprestó  otra  expedición  de  160  hom- 
bres, en  tres  naves;  mandaba  la  una  Thorfinn  Karlsefne  y  Sno- 
rre  Thorbranson;  la  segunda  Biame  Grimolfon  y  Thorhall  Gam- 
lafion;  la  última  Thorvard,  esposo  de  Freydise>  hija  natural  de 
Eric  el  Rojo.  Tocaron  en  Vertribygd,  después  en  Biamey  (Dis- 
co); hacia  el  S.  registraron  el  Helluland,  Markland,  y  doblado  el 
cabo  Kialames,  los  «corredores  de  tierra  trajeron  muestras  de 
maíz  y  de  parras  silvestres;  descubrieron  la  isla  Straumey  (Mar- 
tha  Vineyard),  é  hicieron  sus  preparativos  para  invernar  en 
Straumfiord,  (bahía  de  Buzzard).  Disgustados  entre  »í  los  jefes, 
Thorhall  se  separó  con  ocho  hombres,  yendo  á  perderse  sobre  la 
costa  de  Islanda:  los  151  aventureros  restantes  con  Karlsefne, 
Sno(rre  y  Biame,  siguieron  al  S^  mirando  á  los  naturales  "de 
"color  oscuro  y  feos,  crecidas  cabelleras,  ojos  grandes  y  carilar- 
"gos:"  pasaron  eljinviemo  en  el  actual  Mont-Haup.  Una  maña- 
na de  la  primavera  1008,  se  vio  pasar  á  los  naturales  en  sus  ca- 
noas, siguiendo  el  rumbo  S.  E.;  hechas  señales  de  paz  con  un 
escudo  blanco,  se  allegaron  confiadamente  entrando  en  trueques 
en  que  ellos  daban  pieles  grises  por  tiras  de  lienzo  rojo;  gusta- 
ron mucho  délas  sopas  en  leche,  huyendo  al  bramido  de  un  toro 
traSdo  en  la  expedición,  salido  por  acaso  del  lugar  donde  pacía. 
Al  principio  del  invierno  siguiente  tomaron  los  naturales  con 
intenciones  hostiles,  siguiéndose  una  batalla  en  que  los  islande- 
ses se  pusieron  en  fuga;  detenidos  los  fugitivos  por  la  valiente 
Freydice,  tomaron  á  la  pelea,  haciendo  retirar  á  los  indígenas 
hasta  sus  canoas.  Karlsefne  abandonó  aquel  sitio,  pasó  el  tercer 
invierno  en  Straumfiord,  descubrió  más  tierras  al  S.  y  regresó  á 
Groenlandia.  "Cuando  partieron  de  Vinland  llevaban  viento  del 
^'S.;  llegaron  á  Markland  donde  encontraron  cinco  skrellings, 
"tomaron  dos  niños  varones  que  llevaron  consigo,  enseñáronle 
"la  lengua  del]  Norte|y  les  bautizaron:  dijeron  que  su  madre  se 
"llamaba  Wethildi  y  su  padre  Vrfiege;  que  los  skrellings  estaban 
"gobernados  por  reyes,  uno  de  los  cuales  se  decía  Abaldaxnon  y 


101 

''el  otro  Yaldidida,  qué  no  había  casas  en  sa  país,  morando  la 
población  en  cavernas." 

Los  hermanos  islandeses  Helge  y  Finaboge,  de  vnelta  de  nn 
viaje  i  Noruega,  llegaron  á  Groenlandia  durante  el  estío  de 
lOlL  Fre jdise,  esposa  de  Thorvard,  la  que  se  había  distinguido 
en  la  expedición  anterior,  les  propuso  hacer  viage  á  Yinland,  á 
condicioli  de  partir  los  provechos:  se  convinieron,  debiendo  lle- 
var cada  parte  sólo  treinta  hombres;  mas  contra  lo  pactado, 
Freydise  ocultó  y  llevó  cinco  de  más.  Llegaron  el  año  10X2  á 
lei&budir,  pasaron  el  invierno,  cargaron  de  los  productos  del 
país  principalmente  maderas,  y  cuando  todo  estaba  á  punto, 
Freydise  indujo  á^su  marido  á  que  diera  muerte  á  Helge,  Finn- 
boge  y  sus  compañeros;  ejecutado  el  crimen  lo^  asesinos  se  apro- 
piaron el  barco,  dando  vuelta  á  Groenlandia  en  la  primavera  de 
1013. 

"Puede  tenerse  como  cierto  que  las  relaciones  entre  Groenlan- 
''dia  y  Yinland,  subsistieron  mucho  tiempo  después  de  aquella 
*époea,  aunque  no  den  nociones  completas  acerca  de  ello  los 
""antiguos  manuscritos  referentes  á  Groenlandia.  Se  sabe  que  e! 
"obispo  groenlandés  Eric,  llevado  por  el  deseo  de  convertir  á 
'los  colonos  6  de  hacerles  perseverar  en  la  religión  cristiana, 
"^egó  á  Yinland  el  año  1121.  Los  anales  islandeses  de  la  época, 
"U  mencionarlo,  no  refieren  los  resultados  del  viaje;  por  las 
'^expresiones  empleadas,  creemos  que  fue  á  Yinland  donde  fijó 
"su  morada."  (1) 

Henciónanse  también  descubrimientos  hechos  en  las  regiones 
frticas  de  América,  el  año  1266,  bajo  los  auspicios  de  algunos 
edesiásticoa  del  obispado  de  Gardar  en  Groenlandia,  y  el  viaje 
íMarkland  en  1327.  Las  sieigas no  vuelven  á  mencionarlas  colo- 
lúas  de  América,  constando  sólo  que  Ordericus  Yitalis  recuerda 
el  Yinland  como  una  de  las  posesiones  de  los  noruegos  en  ultra- 
in»,  hacia  fines  del  siglo  XL  Los  establecimientos  de  Groen- 
landia  comenzaron  á  decaer  en  1406,  y  se  arruinaron,  perdiéndose 
U  memoria  de  su  existencia. 

**Conocidos  estos  documentos  auténticos,  dice  Rafn,  (2)  aoce- 
*^le8  á  todo  el  mundo,  ninguno  podrá  dudar  de  la  certidumbre 

(1)  CliriBtían  Bafn,  pág.  20. 

(2)  Loco  cit.  pág.  23. 


102 

"de  este  hecho  histórico;  los  scandinavos,  durante  los  siglos  X 
"y  XI,  descubrieron  y  visitaron  una  gran  parte  de  las  costas 
"orientales  de  la  América  del  Norte,  y  cada  quien  se  convencerá 
"de  que  las  relaciones  entre  ambos  países  subsistieron  durante 
"los  siglos  siguientes.  El  hecho  esencial  es  cierto  é  incontestable." 
De  esta  verdad  sacamos,  que  Quetzalcoatl  es  un  misionero 
islandés.   Se  nos  dirá,  que  esto  no  pasa  de  una  suposición;  con- 
cedemos; pero  el  supuesto  presenta  tanta  congruencia  en  su  abo- 
no, que  no  parecerá  descabellado  admitirle  ni  defenderle.  Él 
tiempo  de  los  descubrimientos  de  los  scandinavos,  coincide  con  la 
época  en  que  el  gran  legislador  se  presentó  en  Tollan.    Los  ex- 
tranjeros aportaron  á  nuestro  país  por  la  parte  de  Panuco,  es 
decir,  por  las  co^as  orientales  frecuentadas  entonces  por  los  na- 
vegantes islandeses;  expedición  casual  ó  voluntaria,  es  evidente 
que  los  extranjeros  llegaron,  internándose  al  interior,  bien  deli- 
beradamente, bien  imposibilitados  para  seguir  su  viaje.   Eran 
blancos  y  barbados,  como  en  realidad  lo  son  los  de  su  raza,  re- 
conociéndolo así  las  tradiciones  nahoas.   Vestían  traje  diverso, 
trayendo  Quetzalcoatl  sembrada  la  túnica  de  cruces;  los  scandi- 
navos de  aquellas  épocas  eran  católicos.  Descubre  el  jefe  su  ca- 
rácter sacerdotal  en  su  vida  casta  y  abstinente,  en  su  amor  á  la 
paz,  en  las  virtudes  y  costumbres  que  se  le  atribuyen.  Sus  pre- 
dicaciones están  en  consonancia  con  su  origen  y  carácter  religio- 
so; introduce  el  culto  de  la  cruz,  doctrinas  y  prátticas,  qtie  aun- 
que ya  desfiguradas,  dejan  reconocer  la  fiUacion  cristiana. 
•  Notables  se  hicieron  los  extranjeros  no  solo  por  el  milagro  de 
su  llegada,  por  su  aspecto  y  atavíos,  sino  también  por  sus  predi- 
caciones y  por  las  enseñanzas  que  derramaban  perfeccionando 
las  ciencias  y  las  artes:  pertenecían  á  pueblos  más  adelantados 
en  civilización,  el  sacerdote  debía  poseer  mayores  conocimientos 
que  sus  compañeros.    Dieron  reglas  para  el  cultivo  de  la  tierra, 
para  labrar  los  metales,  pulir  las  piedras  preciosas,  no  sabemos 
cuántas  cosas  más.    Quetzalcoatl  corrigió  el  calendario.    Htan- 
boldt,  (1)  llevado  por  las  semejanzas  que  encontró,  se  esforzó  en 
probar  el  origen  asiático  del  calendario  azteca;  persuadidos  por 
sus  razonamientos,  así  lo  creímos  algún  tiempo,  hasta  que  nue- 
vos estudios  nos  convencieron  de  que  el  cómputo  mexicano,  que 
no  es  otro  que  el  tolteca  corregido  por  Quetzalcoatl,  se  deriva 

(1)  Vues  des  Cordilléres,  tom.  I.,  pág.  338. 


r 


103 


direetamente  del  calendario  jtdiano.    En  efecto,  es  el  año  de  3Cf6 
dias^  con  un  dia  intercalar  constante  por  cada  cuatro  años.   Los 
scandinavos  contaban  el  dia  desde  el  orto  del  sol,  según  el  estilo 
babilónico,  y  así  lo  contaron  los  nahoa.  "Los  antiguos  scandina- 
^^(»,  dice  Baíu,  dividían  el  horizonte  en  ocho  playas  ó  rincones 
"del  mando  (attir);  una  revolución  del  sol  se  dividía  también  en 
"ocho  pflurtes  iguales  (eylctir)y  determinadas  por  la  marcha  apa- 
''rente  del  astro."  (l)j|Esta  es  la  misma  división  del  dia  en  ocho 
partes  empleada  por  los  méxica.  De  la  misma  procedencia  viene 
ia  adopción  de  las  cuatro  estaciones,  y  la  doctrina  de  los  cuatro 
elementos,  aire,  tierra,  agua  y  fuego,  representados  por  los  cua- 
tro símbolos  anuales  tochtli,  cáUt,  acatl  y  tecpatl    Si  el  sistema 
juliano  no  está  completo,  es  decir,  si  no  son  iguales  en  número 
los  meses  ni  los  dias  que  los  componen,  y  falta  la  semana  de  sie- 
te dias,  la  razón  es  obvia;  la  corrección  vino  á  efectuarse  sobre 
el  primitivo  sistema  del  Tonalamatl  ó  sean  los  períodos  de  260 
dias,  combinandojel  antiguo  con  el  nuevo  cómputo.    Por  estos 
trabajos  astronómicos,  Quetzalcoatl  fue  identificado  con  el  pla- 
neta Venus. 

Los  dogmas  católicos  no  se  conservaron  puros,  porque  no  pre- 
lalecieron  completamente  en  Tollan;  la  reacción  idólatra,  de  don- 
de viene  el  antagonismo  religioso  de  Tezcatlipoca  ó  Titlacahuan, 
venció  al  nuevo  culto,  y  al  recoger  la  tradición  los  herederos  de 
la  civilización  tolteca,  la  desnaturalizaron  mezclándola  á  sus 
distintas  oreencias;  las  transformaron  para  adaptarlas  á  sus  cos- 
tnmbres.  De  aquí  las  modificaciones  en  las  órdenes  monásticas 
de  monjes  y  monjas,  en  las  instituciones  religiosas,  en  la  admi- 
fiistracion  de  lo  que  pudieran  llamarse  los  sacramentos. 

Arrojado  Quetzalcoatl  de  Tollan,  bien  que  ól  mismo  amenazara 
eon  que  vendrían  en  su  defensa  los  hombres  de  su  raza;  bien  que 
sos  parciales  lo  prometieran  como  cosa  segura;  bien  que  fuera 
inducción  del  pueblo,  esperando  que  si  aquellos  extranjeros  ha- 
biaa  venido  por  Oriente,  otros  podrían  presentarse  por  el  mismo 
nuabo;  lo  cierto  es  que  quedó  firmemente  acreditada  la  profecía, 
deqoe  hombres  blancos  y  barbados  se  presentarían  por  donde 
Baos  el  soL  En  la  forma  que  lo  presentamos,  el  hecho  nada  tiene 
^  sobrenatural  ni  profético. 
Qaetzalcoatl  permaneció  algún  tiempo  en  CholoUan;  arrojado 

(1)  Antíqoitates  américaine,  pág.  16. 


104 

t  CStbO 

de  nuevo  de  aquella  ciudad,  setdirigió  á  Yucatán,  donde  tomó  el 
nombre  de  Kukulcan,  de  idéntico  significado  que  QuetzulcoatL 
Allá  predicó  sus  doctrinas,  sostenidas  después  por  los  emigran*- 
tes  tolteca,  refugiados  en  la  península  después  de  la  de8traoeio& 
de  ToUan.  De  aquí  que  se  encuentrenpambien  en  Yucatán  la 
cruz  j  las  instituciones  cristianas:  el  reinado  de  Sukulcan  y  de 
sus  sectarios,  fué  allá  más  pacífico  y  duradero;  por  eso  sus  creen- 
cias entre  los  maya  dejaron  má^  claras  y  profundas  huellas* 
Acreditóse  igualmente  la  promesa  de  los  hombres  blancos  y  bar-, 
bados;  entonces  las  decantadas.profecías  de  los  sacerdotes  mayas 
nada  tienen  de  incomprensible  ni  extraordinario;  son  simplemen- 
te el  recuerdo  de  una  creencia,  el  eco  de  los  presentimientos  po- 
pulares, persistentes  de  una  manera  sólida  así  en  Yucatán  como 
en  México:  la  diferencia,  que  alíale  cantaban  los  sacerdotes  á loa 
creyentes,  aquí  le  repetían  los  ancianos  á  sus  familias. 

Procediendo  los  nahoa  como  todos  los  pueblos  semicivilizados, 
así  que  transcurrió  cierto  tiempo,  el  agradecimiento  público  dei- 
ficó la  memoria  del  gran  reformador.  Como  astrónomo  le  había 
puesto  en  el  planeta  Venus,  como  á  ser  superior  le  Ueyó  al  cielo 
mitológico,  haciéndole  uno  de  sus  principales  dioses.  Entonces 
la  imaginación  adornó  la  yida  del  hombre  con  todas  las  marayi- 
lias  que  corresponden  al  numen;  entonces  se  produjeron  los  mi- 
lagros, los  hechos  extraordinarios,  que  solo  eran  los  hechos 
comunes  extendidos  á  medidas  sobrenaturales. 

Tal  es  nuestro  Quetzalooatl.  Admitirle  no  repugna  á  la  razón. 
Nada  tiene  de  inverosímil;  no  se  apoya  en  nada  maravilloso  ni 
fantástibo;  la  explicación  es  llana,  natural,  sirve  para  resolver 
multitud  de  problemas,  hasta  aquí  insolubles  por  el  carácter  de 
portento  que  se  les  atribuye.  Preténdese  qae  para  aclimatar  en 
un  país  los  principios  religiosos,  es  precisa  una  invasión  en  toda 
forma:  concedemos  el  principio,  en  los  casos  en  que  se  trata  de 
extirpar  un  culto  para  sustituirle  con  otro;  pero  es  falso  en  todas 
las  ocasiones  que  sólo  ofrecen  doctrinas  mezcladas.  Lo  observó 
ya  Humboldt,  basta  un  pequeño  número  de  personas  ilustradas 
para  introducir  en  un  país  profundos  cambios  en  el  orden  reli- 
gioso y  político,  y  tal  es  el  caso  de  QuetzalcoatL  Siguióse  del 
corto  número  de  predicadores  que  los  cambios  fueran  parciales^ 
que  se  «vea  la  civilización  europea  sólo  representada  en  ciertos 
puntos  y  no  en  totalidad,  como  malamente  pudiera  pretenderse. 


105 

De  Quetzalooal  nos  hemos  atrevido  á  señalen  el  origen  y  la 
«poca;  de  Votan  nada  afirmamos,  fuera  de  ser  asiátioo»  sectario 
de  Buddha.  ün  hecho  sí  es  verdadero,  y  no  carece  de  importan- 
cia. K  signo  de  la  cruz  búddhica  se  presento  en  México  por  las 
eostas  occidentales,  mientras  la  cruz  cristiana  se  introdujo  por 
iaB  costas  orientales;  después  de  varios  siglos,  ambos  signos  se 
puá^on  en  presencia  uno  de  otro,  para  mezclarse  y  confundirse, 
]K>  obstante  sus  diversas  antigmedad  y  procedencia.  Símbolos  de 
dos  religiones  distintas,  ambas  sirvieron  de  enseña  para  traer  la 
<árQÍ2acion  á  los  pueblos  de  Anáhuac.  Esos  signos  místicos  ates- 
t^oaa  de  una  manera  indudable,  antiguas  comunicaciones  entre 
el  antiguo  y  el  nuevo  mundo,  perdidas  en  el  recuerdo  de  la  his- 
toria Téngase  presente,  que  nada  de  esto  admitimos  para  esta- 
blecer la  filiación  de  los  pueblos  americanos,  porque  ello  no 
pmeba  en  manera  algtma^  identidad  de  raza;  le  tomamos^  y 
le  repetimos,  únicamente  como  demostraciones  de  ciertos  con- 
iacios  premeditados  ó  casuales,  perdidos  en  la  memoria  déla 
hmanidad. 

Las  diversas  naciones  del  continente  americano  ofrecen  por 
todas  partes  sus  legisladores  y  civilizadores.  Entre  las  tribus  del 
Hortei  los  algonkinos  presentan  á  Michabo  ó  Manibozho;  los  irp- 
qoeses  á  loskeha;  los  cherokees  á  Wasi;  los  caribes  á  Tamoi. 
En  nuestro  país,  los  chiapaneca  ostentan  en  tiempos  remotos  á 
Votan,  y  los  maya  á  Zamná;  en  época  más  moderna,  los  tolteca 
tienen  á  Qnetzalcoatl,  idéntico  con  el  maya  Kukulcan,  y  confun- 
iüo  tal' vez  malamente  con  el  Gucumatz  de  los  quicheas.  Al  Sur, 
loe  miuseas  se  ufanan  con  Nemqueteba;  los  aymarás  con  Yira- 
<¡oeh&;  los  mandanas  con  Numock-miuckeha,  y  los  pueblos  del 
Otmbco  con  Amálivaca.  A  pesar  de  no  compartir  siempre  sus 
opiniones,  Brinton  reconoce  que  los  mitos  de  loskeha,  Yiraco- 
^^  Quetzalcóati  y  Michabo,  son  esencialmente  uno  mismo.  (1) 
&  esas  leyendas  se  encuentran  los  hombres  blancos  y  barbados, 
^  profecías  de  la  venida  de  conquistadores  blancos  por  el  Orien- 
te. Brinton  lo  explica  por  los  mitos  de  la  luz  y  de  los  vientos; 
Wofeos  creemos  encontrar  la  confirmación  de  nuestras  doctri- 
nas, comunicaciones  diversas  con  el  antiguo  mundo.  Entre  los 
pueblos  semici^álizados,  la  verdadera  historia  de  sus  hombres 

fl)  The  myths  of  the  New  World,  cap.  VI. 

14 


106        ' 

preeminentes  desaparece,  conservándose  tenazmente  su  recuerdo 
en  forma  de  leyendas  místicas  j  religiosas. 

En  la  región  boreal  de  nuestro  continente,  prevalece  de  una 
manera  notable  la  ofiolatría;  el  culto  de  la  serpiente  aparece  ba- 
jo diversas  formas,  ya  representado  por  la  terrible  víbora  de 
cascabel,  ya  por  serpientes  de  grandes  dimensiones,  ya  en  fin,  por 
dragones  alados.  Todos  estos  pueden  ser  mitos  para  expresar, 
bien  el  curso  de  un  rio  serpenteando  en  la  llanura;  el  zig-zag  de 
la  chispa  eléctrica  culebreando  sobre  las  nubes;  la  tormenta  cau- 
sada por  el  viento  y  por  el  rayo  juntos.  En  la  mitología  mexica- 
na no  son  escasos  los  dioses  en  cuyos  nombres  se  encuentra  la 
radical  coeUl  6  cohuaÜ,  culebra.  lia  Oihuaeoatl,  mujer  cul6brc^ 
culebra  hembra,  primera  mujer  que  sufrió  los  dolores  de  la  ma- 
ternidad, lia  diosa  de  las  mieses  Oenteotl  por  otro  nombre  Ohi- 
comecohuatl,  siete  culebras.  Ooatlicue,  enaguas  dé  culebra,  ma- 
dre de  Huitzilopochtli.  La  Cohuatlicue  ó  Cohuatlantona,  culebra 
resplandeciente,  diosa  de  las  flores,  á  la  cual  los  oficiales  de  las 
flores,  llamados  xochimanque,  ofrecían  en  el  mes  Tozoztontli, 
ramos  de  flores  formados  con  precioso  artificio.  (1) 

Iztacmixcoatl,  culebra  de  nube  blanca,  padre  de  los  pueblos 
de  Anáhuaa  Votan,  que  en  su  calidad  de  buddha,  era  una  ser- 
piente. Quetzalooatl,  con  sus  elementos  de  pájaro  y  de  culebra, 
recordando  los  conflictos  de  los  vientos,  de  los  cuales  era  dios. 
Mixcoatl,  ctdebra  de  nube,  recordando  el  fenómeno  meteorológico 
de  las  trombas.  Este  era  dios  de  la  caza,  y  le  estaban  consagra- 
dos el  arco  y  la  flecha.  Su  templo,  dentro  del  mayor  de  México, 
se  nombraba  Teotlalpan,  en  el  cual  tenía  lugar  una  gran  fiesta 
y  procesión;  después  de  terminadas,  el  rey  y  la  nobleza  salían  al 
cerro  Zacatepec,  cuatro  leguas  al  S.  de  la  ciudad,  lo  rodeaban  y 
ojeando  en  seguida,  hachan  reunir  la  caza  en  el  lugar  donde  de 
antemano  habían  colocado  los  lazos:  tomaban  de  los  animales  lo 
que  les  parecía  para  sacrificarlos  al  numen,  y  el  resto  lo  dejaban 
vivo  para  que  se  fuese  por  riscos  y  montañas.  Mixcoatl  era  tam- 
bién dios  de  los  otomies.  (2) 

* 

Los  dioses  principales  de  estos  bárbaros  serranos  se  llamaban 
Otontecutli  y  Xoxippa,  siguiendo  en  categoría  Atetein;  alguno 


(1)  Torqnemada,  lib.  X,  cap.  XIT. 

(2)  Torquemada,  lib.  X,  cap.  XII. 


107 

de  ellos  debe  ser  el  Mixcoatl  mexicano.  (1)  Este  mismo  numen  es 

idéitico  al  Camaxtli,  dios  de  los  de  Tlaxcalla  y  de  Huexotzinco. 

En  el  teocalli  mayor  de  México,  el  templo  denominado  Tlama- 

'^00,  dedicado  al  dios  Tlamatzincatl,  de  la  tríbnTmatlatzinca, 

servia  para  un  sacrificio  en  que  la  carne  de  la  víctima  se  repartía 

i  los  hidalgos  y  caballeros.   Si  Tí  amatzincatl  no  es  idéntico  con 

IGxeoatl,  éste  sí  al  menos  era  adorado  también  por  los  matla- 

tzinca.  Junto  al  teocalli  estalla  la  casa  dicha  Ouauhxicalco,  á  la 

mi,  durante  los  sacrificios  que  los  matlatzinca  hacían  á  Mix- 

eofttl,  bajaban  los  niños  sacrificados  á  los  tlaloque,  quienes  bajo 

el  nombre  de  teteuhpoaUi  vivían  con  los  dioses  de  las  aguas  en 

stíma  gloria  y  celestial  alegría,  y  asistían  en  persona  cada  año, 

escoltados  por  la  gran  serpiente  Xiuhcoatl,  pintada  de  varios  y 

diversos  colores.  A  la  misma  divinidad  estaba  destinado  el  Mix- 

• 

eoaiiiteopan,  al  cual  subían  las  víctimas  de  dos  en  dos,  atadas 
de  pies  y  manos.  (2) 

Los  matlátjEhica  [de  Tolocan  llamaban  en  su  lengua  Coltzin  á 
BQdíos;  "y  cuando  hacíim  sacrificio  de  alguna  persona,,  lo  estru- 
''jaban  retorciéndolo  con  cordeles  puestos  á  manera  de  red,  y 
'^tro  de  ellos  lo  oprimían  tanto,  que  por  las  mallas  de  la  red 
"saiíto  los  huesos  de  los  brazos  y  pies,  y  derramaban  la  sangre 
"leíante  del  ídolo.'*  (3) 

£1  dios  Taras,  del  que  sacan  su  nombre  los  tarascos,  es  igual- 
menté  el  repetido  Mixcoatl.  En  Michoacan  le  sacrificaban  cule- 
%íte,  aves  y  conejos;  nunca  hombres,  que  aunque  fueran  prisio- 
aeros,  eran  conservados  para  esclavos.  (4) 

ISl  ieocalH  apellidado  Mixcohuapan  estaba  destinado  también 
áHixcoatL  (5) 

En  la  destrucción  del  mundo  consumada  por  el  aire,  los  hom- 
bres fueron  transformados  en  monos.  Observa  Humboldt  (6) 
qoe,  '^n  general,  abundan  menos  los  monos  en  la  parte  cálida  de 
Vídeo  que  en  la  América  meridional  Estos  animal^  empren- 
den emigraciones  lejanas,  cuando  arrojados  por  el  hambre  ó  la 

0)  P.  Bfthagttn,  iom.  m,  pág.  127. 
(3)  TocqcMstMáa,  Wx  X,  <ap.  XIV. 

(3)  P.  Sahagim;  tom.  m,  pág.  130. 

(4)  P.  Sahagnn,  tom.  III,  pág.  138. 

(5)  Torqnemada,  lib.  X,  cap.  XH. 

(6)  Vnea  des  Cordilléres,  tom.  II,  pág.  127. 


108 

intemperie,  se  ven  obligados  á  abandonar  su  antigua  mansión. 
Conozco  lugares  en  la  parte  montañosa  del  Perú,  ouyos  habitan- 
tes recuerdan  la  época  en  que  las  nuevas  colonias  de  monos  se 
fijaron  en  tal  ó  cual  valle.  ¿La  tradición  de  los  cinco  soles  ocm- 
tendría  un  dato  para  la  historia  de  estos  animales?  ¿Designará  el 
wo  en  que  los  huracanes  y  los  trastornos  causados  por  los  vol- 
canes obligaron  á  los  monos  á  hacer  incursiones  en  las  montañas 
de  Anáhuac?" 

Natural  parece  la  observación  del  sabio  alemán;  mas,  en  nues- 
tro concepto,  la  idea  azteca  se  refiere  á  alguna  transformación 
mitológica.  El  ozomatli  es  nombre  y  signo  de  uno  de  los  dias  del 
mes  entre  los  pueblos  nahoas;  cosa  extraña  para  naciones  que 
vinieron  del  Norte,  donde  no  es  conocido  aquel  cuadrumano.  En 
las  tradiciones  quichees,  (1)  los  genios  criaron  unos  seres  de  pa- 
lo,  la  carne  de  los  hombres  de  corcho,  la  de  las  mujeres  de  cora- 
zón de  espadaña;  salieron  broncos, idiotas,  no  quisieron  alabará 
los  dioses  creadores,  siguiéndose  por  ello  que  fueron  destruidos. 
^^Señal  de  esta  gente  son  los  monos  que  ainStA  andan  por  los 
'^montes  y  por  eso  quedaron  por  señal,  porque  solo  fueron  de 
"palo,  hechos  por  el  Creador,  y  el  mono  por  eso  se  panrece  al  hwfnbref 
"porque  es  señal  de  otro  género  de  hombres  hechos  de  palo.-' 
En  la  misma  leyenda  se  encuentra  la  transformación  de  Hum- 
Batz  y  de  Hum-Choven  en  micos,  por  medio  de  un  encantftmien- 
to.    Frecuente  es  encontrar  en  las  ruinas  de  Copan  esculioras 
representando  la  cara  del  mono,  barruntándose  por  ello  que  el 
animal  hacía  gran  papel  en  la  mitología  de  aquel  pueblo. 

La  semejanza  aparente  entre  el  cuadrumano  y  el  hombí»,  oau- 
sa  de  tantos  dislates  modernos  apoyados  por  personas  que  se 
dicen  de  ingenio,  obró  fuertemente  sobre  la  imaginación  de  las 
razas  antiguas,  las  cuales  explicaban  el  fenómeno  por  la  crea- 
ción imperfecta  ejecutada  por  los  genios  quichees*  Pero  ¿no  ha- 
brá  ademas  otra  idea  relativa  á  la  raza  negra?  ¿Serán  los  taóüOB 
el  mito  d^  gentes  atezadas,  vistas  alguna  vez  por  las  tribus  ame- 
ricaruas?  En  la  creación  imperfecta,  el  negro  y  el  mono  pueden 
estar  confundidos.  Los  aroras,  por  oscuros  de  color,  eran  llama- 
dos monos  por  sus  vecinos;  los  negros  afirman  del  orangután, 
que  se  abstiene  de  hablar  porque  no  le  pongan  al  trabajo. 

(1)  Las  historias  del  origen  de  los  indios,  por  Ximéhez,  pág.  12  j  sig. 


109 

Algunas  reminiscencias  podemos  aducir  á  este  propósito.  La 
legenda  qnichee^  pintando  el  tercer  esfaerzo  creador,  admite 
cuatro  hombres  primitivos,  cada  uno  con  compañera  propia.  "Y 
''alU  mismo  estuvieron  en  aquella  dulzura  los  hombres  Ucmcos  y 
**negros,  y  hubo  muchas  lenguas  de  dos  orejas,  y  hay  patrias  de 
^i  hombre,  ,.e  »o^  ta  ™to  J  «¿,,  y  lo  Wn 
"casas,  sino  que  como  locos  se  andan  por  todos  los  montes;  ésto 
"dqeron  menospreciando  las  patrias  de  otros,  dijeron,  all^T  don- 
"de  vieron  el  Oriente."  (1)  Aquí  aparece  ya  la  diferencia;  los  hom- 
Iwes  blancos  y  negros  no  tenían  la  misma  lengua;  los  negros 
aiídaban  escondidos  por  los  montes;  existían  naciones  cuyos  ros- 
tios eran  desconocidos. 

Entte  las  tradiciones  chiapaneeas  conservadas  por  el  obispo 
Ntmez  de  la  Vega,  (2)  encontramos:  "En  muchos,  pueblos  de  la 
pmrotía  de  este  obispado  tienen  pintados  en  sus  Reportónos 
¿Calendarios  siete  negritos  para  hacer  divinaciones  y  pronósti- 
cos correspondientes  á  los  siete  dias  de  la  semana  comenzándola 
por  el  viernes  á  contax,  como  por  los  siete  planetas  los  •  gentiles, 
y  al  que  llaman  Cozlahuntoz  (que  es  el  demonio,  según  los  in- 
dioB  dicen  con.  trece  potestades)  le  tienen  pintado  en  silla,  y  con 
astas  en  la  cabeza,  como  de  camero.  Tienen  los  indios  gran  mie- 
do al  n^ro,  porque  les  dura  la  memoria  de  uno  de  sus  primiti- 
vos ascendientes  de  color  etiópico,  que  fué  gran  guerreador  y 
craelisimo,  según  consta  por  un  cuadernillo  historial  antiquísi- 
oío,  que  en  su  idioma  escrito,  para  en  nuestro  poder.  Los  de 
Oschuc  y  de  otros  pueblos  de  los  llanos  veneran  mucho  al  que 
Daman  c   YcHakau,  que  qtiiere  decir  negro  principal  ó  señor  de 

Begros." 

aplicando,  ó  mas  bien  contradiciendo  Boturini  (3)  estos  aser- 
tos, nos  dice:  "pues  los  iales  negritos  fueron  los  principales  se- 
icst^  de  esta  nación,  que  teniendo  en  tiempo  del  heroísmo  junto 
ú  dominio  aristocrático  el  ministerio  del  sacerdocio,  se  distin- 
guían de  los  demás  héroes  pintándose  las  caras  con  color  negro, 
;  t^íigo  ea  mi  archivo  un  mapa  aun  de  la  tercera  edad,  en  que  se 
^  al  sacerdote  con  la  cara  pintada  de  negro,  siendo  cierto  que 


(1)  Xím^neE;  loco  cit,  pág.  84. 

(2)  Ccmstítaciones  diocesanas  de  Chiápas,  niím.  82,  §  XXVlíl,  pág.  9. 

(3)  Idea  de  xma  Bae^a  hist,  pág.  117. 


lio 

en  toda  la  gentilidad  no  vinieron  á  estas,  partes  etiopes  algunos, 
y  sólo  se  acostumbraba  entre  los  sacerdotes  el  tiznarse  las  caras» 
porque  imitaban  en  esto  á  su  dios  del  infierno  Mictlanteuctli  ó 
Teotlamacazqui,  negro  y  feo,  y  de  él  fueron  generalmente  llama- 
dos tlamacazque." 

Contradice  igualmente  D.  Juan  Eio  Pérez,  (1)  en  estos  térmi- 
nos: ''Sin  embargo  de  que  la  explicación  de  Boturini  sobre  este 
pasaje  puede  ser  probable,  parece  serlo  más  la  de  q\ie  Yalahau 
gobernando  á  los  de  Ochuc,  donde  era  venerado,  haya  tomado  la 
denominación  de  señor  de  negi'oa  por  el  nombre  de  este  pueblo, 
más  bien  que  de  la  condición  de  sus  subditos;  porque  chvc  en 
lengua  maya  es  carbón,  y  todo  el  mundo  sabe  que  es  de  color 
negro,  y  como  él  era  señor  de  los  chuqnes,  traduciendo  el  nombre 
del  pueblo  lo  llamarían  señor  de  los  carbones,  y  de  los  negros  por 
una  mala  aplicación  de  dicha  palabra.  Los  indios  daban  nombre 
á  sus  pueblos,  ó  con  el  apellido  de  sus  jefes,  pues  en  esta  penín- 
sula subsiste  aun  el  de  Ghucy  ó  por  haber  hallado  en  aquel  lugar 
cuando  lo  poblaron  carbón  de  algún  incendio  de  montes  tan  con- 
tinuos en  estas  selvas.    El  nombre  Yalahau  es  comnn  á  varios 
lugares  de  esta  península,  y  puede  componerse  de  las  dos  pala- 
bras yal,  hijo  de  hembra,  y  de  ahau,  rey,  esto  es,  hijo  de  reina:  ó 
de  yaal,  agua,  y  qjau,  rey,  significando  algún  manantial  de  agua 
excelente  para  el  uso  del  rey." 

Ponemos  el  pro  y  el  contra  para  que  el  lector  forme  juicio 
propio.  Por  nuestra  parte,  nos  parece  infundada  la  negación  abso- 
luta de  Boturini  al  asentar,  "que  en  toda  la  gentilidEwi  no  vinie- 
ron á  estas  partes  etiopes  algunos,"  y  juzgamos  un  tanto  forzadas 
las  deducciones  del  Sr.  Pérez.  Verdad  es  que  los  sacerdotes  se 
pintaban  cuerpo  y  rostro  de  negro,  y  es  evidente  que  en  las  pin- 
turas jeroglíficas  se  distinguen  por  este  color;  mas  carece  de  la 
misma  certidumbre,  que  ese  uso  viniera  por  darse  paxeoido  á 
Mictlanteuctli  De  mejor  gana  admitiríamos  ser  el  recuerdo  de 
un  culto  extraño  á  los  azteca,  aprendido  tal  vez  de  los  hombrea 
de  color. 

Hacia  1862  fué  descubierta  en  Mayapan,  cantón  de  los  Tuxtla, 
Estado  de  Veracruz,  una  cabeza  colosal  de  granito,  (dos  Taras  de 
altura  y  las  proporciones  correspondientes)  muy  bien  esculpida, 

(1)  Apén.  al  Dice.  Universal  de  Hist.  y  de  Geog.,  tom.  I,  pág.  780. 


111 

con  el  tipo  exactamente  del  negro.  Di<^a  á  conocer  Don  José 
María  Melgar  el  ano  1868  en  su  periódico  de  esta  capital;  (1)  to- 
mó el  artículo  el  Boletín  de  la  Sociedad  de  Geografía,  (2)  y  por 
s^unda  vez  con  algunos  aumentos.  (3)  Dudóse  al  principio  de 
la  exactitud  del  dibujo,  comparado  el  del  Sr.  Melgar  con  otro 
remitido  á  la  Sociedad;  más  por  informes  posteriores  y  el  exá- 
mesk  de  personas  competentes  resulta,  no  solo  ser  auténtico  el 
mcmumento,  sino  que  existen  otros  de  la  misma  clase  aparecien- 
do en  todos  ellos  la  intención  deliberada  de  representar  la  raza 
etíope.  El  parecido  no  deja  la  menor  duda,  y  no  puede  achacarse 
á  obra  casual  é  inmotivada.  Aquella  misma  fisonomía  presentan 
algunas  obras  de  cerámica  antiguas:  hemos  creído  encontrar  el 
mismo  tipo  en  algunas  de  las  cabezas  tan  frecuentes  en  Teoti- 
Imacan.  Una  figurilla  de  barro,  sacada  en  las  escavaoiones  da 
Metlac,  tiene  el  rostro  pintado  de  negro.  En  todo  ello  encontra- 
mos motivos  para  pensar,  que  esas  representaciones  reconocen 
poar  ovigen  la  idea  de  fijar,  jat  en  la  piedra,  ya  en  el  barro,  la  me- 
laoria  de  los  individuos  de  una  raza  desemejante  á  la  americana. 
En  la  lengua  mexicana  ixÜiUie  quiere  decir,  negro  de  rostro. 
Entre  las  divinidades  se  contaba  á  IxtliUon,  negrillo.  '^A  este 
dios  hacíanle  un  oratc»rio  de  tablas  pintadas  como  tabemáoido 
donde  estaba  su  imagen.  En  este  oratorio  ó  templo  había  mu- 
chos lebrillos  y  tinajas  de  agua,  todas  estaban  tapadas  con  tablas 
6  comales:  llamaban  á  esta  agua  ilüatlf  que  quiere  decir  agua  ne- 
gra, y  cuando  algún  niño  enfermaba  llevábanle  al  templo  ó  taber- 
Báeolo  de  este  dios  Ixtlilton,  y  abrían  una  de  aquellas  tinajas,  y 
dábanle  de  beber  al  niño  de  la  misma  y  con  ella  sanaba;  y  cuan- 
do al^^^uno  quería  hacer  la  fiesta  de  este  dios  por*  su  devoción^ 
llevaba  la  imagen  á  su  cas€k  Esta  no  era  de  bulto  ni  pintada,  sino 
qme  era  uno  de  los  sátrapas,  que  se  vestíalos  ornamentos  de  es- 
te dios,  y  cuando  le  llevaban  íbsmle  incensando  delante  con  hu- 
mo de  eopal,  hasta  que  llegaba  esta  imagen  á  la  casa  del  que 
había  de  hacerle  [fiesta  con  danzas  y  cs^tares."  (4)  Llamábase 
también  Tlaltetecuin,  y  es  bien  extraño  que  el  dios  no  tuviera 

(1)  Semanario  ÜQBtr&do,  Octfubre  1868. 
(S)  Begimda  época,  tom.  I,  pág.  292. 

(3)  Segunda  época,  tom.  m,  pág.  104. 

(4)  Sahagon,  tom.  I,  pég.  24.— Olayijero,  tom«  I,  pág.  237. 


112 

ídolo  m  representaoion  material  como  los  otros  númenes,  sino 
que  le  representara  el  hombre  vivo  destinado  á  aqnel  oficio. 

Ho  pretendemos  leyantar  á  la  categoría  de  demosla^'aoicMi  los 
hechos  qne  anteceden,  y  fundar  la  conseonencia  de  la  presencia 
de  los  negros  en  América;  más  su  conjunto  pudiera  dar  pié  {>ara 
conjeturar  alguna  comunicación  con  las  razas  de  color,  bien  ocm 
la  asiática  y  polinésica  por  nuestras  oos^^is  occidentales,  bien 
directamente  ccm  el  África  por  el  Oriente.  Sabido  de  todos  es, 
que  la  armada  de  Alvares  Cabral,  arnmcada  por  los  vientos  de 
las  playas  africanas,  fué  traída  á  las  de  América,  siguiéndose  el 
descubrimiento  del  Brasil,  por  cierto  tan  impremeditado  co- 
mo no  esperado.  ¿No  podrían  los  vientos  del  Ehecatonatiuh 
conducir  en  los  tiempos  remotos  algunas  baa'cas  tripuladas  por 
negros? 

El  aire,  como  indispensable  para  la  respiración,  pe^a  natural- 
mente á  ser  un  símbolo  de  la  vida.  El  alma  impalpable,  fuera 
del  alcance  de  la  observación  de  nuestros  sentidos,  se  la  asemeja 
más  ó  menos  también  al  aire.  En  la  vida  del  otro  mundo,  los 
nahoa  concedían  al  alma  una  existencia  semejante  á  la  munda- 
nal, con  las  mismas  necesidades,  muchas  veces  con  las  mismas 
ocupaciones,  sólo  que  los  medios  de  llevarlas  eran  fáciles  y 
desaparecían  por  completo  los  males.  Esto  explica  por  qué  se 
ponían  en  los  sepulcros  armas  y  .vestidos,  mantenimientos  y 
adornos. 

Á  semejanisa  de  ciertas  creencias  modernas,  los  mexicanos  ad- 
mitían la  comunicación  con  los  espíritus.  Multitud  de  fantasmas 
ó  visiones  aparecían  en  la  oscuridad  de  la  noche,  causando  mié-  . 
do,  presagiando  calamidades,  repartiendo  alguna  vez  el  bien. 
Era  el  Tlacahueyac  en  figura  de  hombre,  solo  que  era  tamaño  de 
un  gigante.    El  Tlacanexquimilli,  bulto  de  oscuridad  y  ceniza, 
que  envuelto  como  un  cadáver  en  sudarios  cenicientos,  iba  ro- 
dando por  el  suelo.  Tezcatlipuca  tomaba  á  veces  la  forma  de  un 
gigante,  llevando  en  las  manos,  armadas  con  grandes  uñas,  1& 
cabeza  separada  del  tronco;  rasgado  el  pecho  como  el  de  un  sck- 
crificado,  resollaba  por  la  ancha  herida,  que  se  abría  y  cerraba 
á  cada  aspiración,  produciendo  un  gran  ruido  temeroso.  Cuitla- 
panton,  Cintanaton  ó  Ointlatlapacholo,  era  una  enanilla  muy 
bien  ataviada,  que  solo  aparecía  para  predecir  la  muerte.  Volaba 
por  los  aires  una  cabeza  de  hombre,  con  largos  cabellos,  la  boca 


113 

abierta  hasta  las  orejas.  (1)  ün  cráneo  perseguía  á  los  medrosos^ 
7  si  le  querían  tomar  saltaba  de  un  lugar  á  otro  produciendo  lu^ 
gabre  rumor,  ün  difunto  aparecía  tendido  j  amortajado,  y  esta- 
ba quejándose  y  gimiendo.  Estas  y  todas  sus  semejantes  tenían 
oomo  visiones  de  Tezcatlipoca.  Los  miedosos  se  espantaban, 
huían,  y  se  derribaban  al  suelo  desmayados;  mas  los  valientes 
que  en  busca  de  ella  salían,  arremetían,  asíanse  á  ellas  y  les  arran- 
caban algún  don,  representado  por  espinas  de  maguey.  Oon  la 
luz  del  dia  se  disipaban  las  visiones.  (2) 

Sacaban  agüeros  de  los  gritos  de  los  animales,  del  canto  de  los 
pájaros,  de  la  presencia  de  los  objetos;  generalmente  las  predic- 
ciones  eran  adversas.  Oír  bramar  á  la  fiera  en  la  montaña  traía 
inforiimio;  présago  de  desgracias  era  el  canto  del  Oactli  oacton; 
los  ruidos  como  de  partir  leña  llamados  tooáUeptiztU,  hacha  noc- 
timia^  amagaba  á  los  sacerdotes;  el  canto  del  teccloíl,  buho,  pre- 
sagiaba la  muerte;  el  paso  de  la  comadreja  era  nuncio  de  males, 
y  lo  mismo  si  se  entraba  un  conejo  en  alguna  casa;  el  gusano 
pmhuvstli  significaba  robo  ó  mal.  (3)  Achaque  de  todos  los  pue- 
blos, en  todas  las  edades,  ha  sido  relacionar  las  cosas  conocidas 
mu  las  desconocidas,  á  fin  de  establecer  reglas  y  descubrir  por 
ellas  los  sucesos  futuros.  Admitida  la  fuerza  del  hado,  el  influjo 
de  los  cuerpos  sublunares,  se  admitirá  el  participio  de  todos  los 
ol^etos  naturales  sobre  las  acciones  humanas. 


(1)  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  XXII. 

C2)  Sáhagun,  Hb.  V,  cap.  XI  á  XIH.  ^ 

(8)  Sehagim,  lib.  V,  cap.  I  á  Vm. 

•      15 


CAPÍTULO  VI. 

Elfuego.-^XiuhtecuhÜí  TletL— Fiestas  anuales. — De  cuatro  en  cuatro  cmos.^Pttego 
perpetuo, — Fiesta  secular  del  fuego  nuew. — TezcatUpoca.-'^onUfres.-^FegtMdad, 
—La  victima. — JTuitzHopooTUH. — Etimohgia  del  nombre. — Origenes, — TetéeíkuiU, 
Téteauhteotl.  —  Formas.  —  Teo¡/aotlatohua,  —  Fiesta  del  mes  PanquettaUetíL— 
Tlacahu.epancuexcoteinr.'-'Pama  b  Fa^nalton. — Dios  de  la  guerra  en  los  bosques,-' 
TeoyaomiquL — MiqvMtU. 

EL  dios  del  fuego,  Xiuhtecuhtli  Te  ti,  el  fuego  señor  del  año, 
es  el  primero  de  los  acompañados  ó  señores  de  la  noche. 
Se  le  coDpcía  con  los  nombres  d6  Ixcozauhqui,  cariaxúarillo, 
Cuecaltzin,  llama  de  fuego,  y  Huehueteotl,  dios  antiguo,  '^y  to- 
ados le  tenían  por  padre  considerando  los  efectos  que  hacia,  por 
"que  queiíia,  y  la  llama  enciende  y  q,brasa."  (1)  Estas  xlenomina- 
ciones  autorizan  para  pensar,  que  el  culto  del  fuego  es  muy  an- 
tiguo entre  los  americanos,  y  que  se  ha  confundido  alguna  vez 
con  el  del  sol.  Xiuhtecuhtli  es  la  representación  propia  del  fue- 
go como  elemento,  teniendo  dos  símbolos  que  le  pertenecen.  El 
mamcúkuaztli  ó  sean  los  palos  con  que  se  encendía  la  lumbre  nue- 
va, y  el  tecpatL 

Tecpatl,  pedernal  ó  silex,  hijo  de  la  Omecihuatl  y  arrojardo  del 
cielo  á  la  tierra  para  producir  la  primera  raza  de  dioses.  Signo 
del  décimo  dia  del  mes,  segundo  de  los  compañeros  de  la  noche, 
y  uno  de  los  cuatro  nombres  de  los  años  bajo  la  denominación 
tecpaxihuiiL  El  mamalhuaztli  y  el  tecpatl  responden  á  la  idea  de 
fuego;  aquel  como  símbolo  de  la  fiesta  cíclica,  conmemorando  lí 
conquista  del  elemento  por  la  frotación  de  dos  maderos;  éste  al 
más  antiguo  procedimiento  de  sacar  las  chispas  por  el  clxoqu< 
contra  el  pedernaL 

El  Teotecpatl,  pedernal  divino,  pedernal  dios,  preside  en  lí 
f 

(1)  P.  Sahagjm,  lib.  I,  cap.  XIII. 


116 

trecena  del  TonalamatL  Está  representado  hombre  de 
medio  cuerpo  abajo,  con  un  cendal  á  la  cintura,  y  de  aquí  arriba 
en  la  forma,  convenida  del  tecpatl,  teniendo  en  el  interior  un 
rostro  de  perfil  y  rematando  en  los  brazos  cuyas  manos  empuñan 
el  cuchillo  sagrado:  en  esta  forma  es  más  bien  él  símbolo  del 
sacrificio. 

'"La  imagen  de  este  dios  figuraba  un  hombre  desnudo,  el  cual 
tenía  la  barba  teñida  con  la  resina  llamada  ÜTli  que  es  negra,  y 
an  barbote  de  piedra  colorada  en  el  agujero  de  la  barba.  Tenía 
en  la  cabeza  una  corona  de  papel  pintada  de  diversos  colo!res  y 
de  diversas  labores:  en  lo  alto  de  la  corona  tenía  unos  penachos 
de  plumas  verdes,  á  manera  de  llamas  de  fuego:  unas  bolas  de 
pliunas  hacia  los  lados,  como  pendientes  hacia  las  orejas:  unas 
orejeras  en  los  agujeros  de  las  orejas,  labradas  de  turquesas  de 
color  mosaico:  teiáa  acuestas  un  plumaje  hecho  á  manera  de 
una  cabeza  de  dragón,  labrada  de  plumas  amarillas,  con  unos 
(sracolitos  mariscos:  unos  cascabeles  atados  *á  las  gargantas  de 
ios  pies:  en  la  mano  iequierda  una  rodela  con  cinco  piedras  Ter- 
desy  que  se  llaman  dbalchihuites,  puestas  á  manera  de  cruz  sobre 
ima  ehapa  de  oro,  casi  cubierta  toda  la  rodela:  en  la  mano  dere- 
cha tenía  uno  á  manera  de  cetro,  que  era  una  chapa  de  oro  re- 
donday  agujerada  por  el  medio,  y  sobre  ella  un  remate  de  dos 
^boB,  uno  mayor  y  otro  menor  con  una  punta  sobre  el  menor: 
Btmaban  á  este  ceiaro  TlaoMclonir  que  quiere  decir  miradero  ó 
adradór,  porque  con  él  ocultaba  la  cara  y  miraba  por  el  agujero 
de  emnedio  áh  la  chapa  de  oro.''  (1) 
El  dios  encendido  ó  bermejo  era  muy  reverenciado;  en  las  co- 
arrqjaban  al  fuego,  en  su  honra,  el  primer  bocado  y  el  pri- 
sorbo  de  bebida.  (2)  De  las  fiestas  que  le  estaban  consagra- 
da%  ^gtrnn.  era  tan  cruel,  que  su  relato  sobresalta  el  corazón. 
fiuaate  la  fiesta  de  Tleaochimaco  los  sacerdotes  del  numen, 
UamadoB  Qíueheyohuan^  sus  viejos,  iban  al  monte  á  buscar  un  muy 
grande  árbol,  que  con  todo  y  ramas  hincaban  en  el  patio  del 
templo.   £n  la  vigilia  de  la  fiesta  del  dios,  celebrada  en  el  mes 
Xoootihuetzi,  venían  carpinteros,  derribaban  con  todo  cuidado 
el  árbol,  lo  limpiaban  dejándolo  liso,  y  volvían  á  ponerlo  enhies- 

(1)  P.  Sahagon,  lib.  I,  wg.  Xm. 

(2)  Clarigeio,  tom.  I,  pág.  388. 


116 

to  sostenido  por  sogas:  el  palo  estaba  adornado  con  los  papeles 
simbólicos,  sustentando  en  el  remate  una  figura  de  Xiulxtecuhtli 
formada  [del  místico  tzooUi.  Llegado  el  dia,  encendían  jimto  al 
árbol  una  gran  hoguera,  y  cuantos  tenían  esclavos  que  ofrecer 
venían  adornados,  pintado  el  cuerpo  de  amarillo,  que  era  ta 
librea  del  fuego.   Los  cautivos  velaban  en  el  templo  toda  la  no- 
che, y  á  la  hora  les  ataviaban  con  los  arreos  del  sacrificio,  les 
ataban  de  pies  y  manos,  poniéndoles  sobre  el  rostro  polvos  de 
yauchtli  (1)  para  hacerles  insensibles  á  la  muerte.   Los  ofrenda- 
dores  tomaban  á  los  cautivos  sobre  los  hombros,  formando  un 
baile  alrededor  del  palo  y  de  la  hoguera;  á  tiempo  convenido 
uno  de  ellos  arrojaba  su  cautivo  á  la  lumbre.  La  infeliz  víctima 
rodaba  sin  poderse  valer  sobre  las  brasas,  permanecía  algún 
tiempo  en  el  tormento,  y  cuando  luchaba  contra  la  muerte  en  la 
agonía,  era  sacado  con  algún  garabato,  llevado  al  tajón  del  sa- 
crificio, é  inmolado  en  la  forma  ordinaria.   Los  demás  cautivos 
iban  así  pereciendo  sucesivamente.  (2)   Los  muchachos  arreme- 
tían en  seguida  para  apoderarse  de  la  figura  de  XiuhtechÜi,  tre- 
pando por  los  cordeles  que  retenían  el  árbol,  mientras  los  man- 
dones de  los^mancebos  defendían  la  subida  á  garrotazos.  (3) 

En  principios  del  mes  Izcalli  sacábase  lumbre  nueva  con  dos 
palos,  y  tomada  con  una  yesca  se  encendía  el  hogar  del  dios, 
formando  una  gran  hoguera;  acudían  los  muchachos  trayendo 
todos  los  animales  que  habían  cazado  el  dia  anterior,  y  aun  pe- 
ces y  culebras,  echándolo  todo  en  la  lumbre,  daban  una  vuelta 
alrededor  de  ella,  y  se  retiraban  contentos  recibiendo  uno  de  los 
bollos  llamados  c/ioZcAiííAíamoHí.  La  fiesta  era  conocida  por  Hua- 
uhquiltamalcualiztli.  Diez  dias  después  se  repetía  la  ceremonia 


(1)  TatíhUí  escribe  Torquemada.  Clavigero,  nota  en  la  pág.  281,  tomo  I,  dice: 
'^El  yauMU  es  una  planta  cuyo  tallo  tiene  un  codo  de  largo^  las  hojas  sexnejanieB  á 
''las  del  sauz,  pero  dentadas,  las  flores  amarillas,  y  las  raíces  sutiles.  Las  flores  y  las 
''hojas  tienen  el  mismo  olor  y  sabor  que  el  anis.  Es  útil  en  la  medicina,  y  los  médi- 
''eos  mércanos  las  aplican  á  muchas  dolencias;  pero  también  la  empleaban  en  usos 
"supersticiosos."  La  idea  de  adormecer  á  las  víctimas,  para  hacer  menos  crueles 
sus  padecimientos,  parece  g^ierál  entre  los  mexicanoa.  Según  Mendieta,  lib.  II 
cap.  XYI,  describiendo  aquellas  repugnantes  ceremonias  escribe:  "Y  pasa  no  senüi 
tanto  la  muerte,  les  daban  cierto  brebaje  á  beber,  que  parece  los  desatínaba,  y  mos 
traban  ir  á  morir  con  alegría." 

(2)  Bahágun,  lib.  II,  cap.  X.  Torquemada,  lib.  X,  cap.  XXn. 

(3)  Véanse  los  pormenores  de  la  fiesta  en  Sahagun,  lib.  11,  cap.  XXIX. 


117 

dando  al  dios  la  advocación  de  Milintoc;  no  se  encendía  el  faego 
con  los  palos,  y  aunque  en  la  hoguera  se  echaba  la  caza  traida 
por  los  mancebos,  dejábase  consumir  la  pequeña:  y  la  grande  ja 
asada  se  apartaba  para  ser  comida  por  los  ancianos:  llamábase 
e0te  manjar  Galpvleqne.  (1) 

Estas  fiestas  se  yerificaban  tres  años  arreo,  j  al  cuarto  tenía 
logar  otra  con  mayor  aparato.  En  ella,  para  dar  muestras  de  la 
dualidad  encamada  en  las  divinidades  mexicanas,  morían  en  el 
sacrificio  ordinario  no  sólo  los  cautivos  y  esclavos,  smo  también 
sus  mujeres,  ataviados  unos,  y  otras  con  las  insignias  de  Ixco- 
zauhqui.  Acabado  el  sacrificio  tenía  lugar  un  báijte  solemne,  lla- 
mado Netecuitotiliztli,  porque  sólo  eran  admitidos  el  rey  y  la 
principal  nobleza;  terminábala  danza  al  dar  cuatro  vueltas  alre- 
dedor del  patio.  Acabados  baile  y  fiesta,  que  como  se  advierte 
solo  tenia  lugar  de  cuatro  en  cuatro  años,  se  procedía  á  agujerar 
las  orejas  de  los  niños  y  las  niñas,  á  cuyo  efecto  acudían  los  pa- 
dres con  los  respectivos  padrinos  de  los  párvulos.  Hacíase  el 
taladro  con  un  hueso,  curábase  I^  herida  eon  la  parte  más  blan- 
da y  fina  de  las  plumas  y  un  poco  del  ungüento  llamado  ocotzofl^ 
terminando  por  pasar  cuatro  veces  por  el  fuego  á  los  infantes,  á 
manera  de  lustracion.  (2) 

En  éstas  ceremonias  anuales  y  cuatemales  se  nota  el  intento 
de  celebrar  ciertos  períodos  de  tiempo,  relacionados  con  el  ca- 
lendario. Aunque  los  cultos  del  sol  y  del  fuego  andan  separados, 
se  advierte  que  á  veces  se  confunden  tomándose  el  uno  por  el 
otro.  Al  pió  del  templo  mayor,  junto  á  la  escalera  principal,  ha- 
bía dos  braseros  en  que  se  conservaba  fuego  perpetuo;  los  sacer- 
dotes cuidaban  de  alimentarle,  y  ponían  incienso  durante  no^e 
y  día.  (3)  En  el  templo  llamado  Huit^ahuao  conservábase  igual- 
mente el  fuego  sagrado,  (4)  siendo  práctica  común  en  todos  los 
tooealli.  (5)  Casual  puede  ser  la  semejanza,  mas  recuerda  el  ma- 
gnsmo  de  los  pueblos  orientales. 

La  mayor  y  principal  fiesta  en  honra  del  fuego  era  la  cíclica  ó 
seonlar,  celebrada  de  62  en  52  años,  para  sacar  el  fuego  nuevo. 

•  (t)  Sahagtrn,  litx.  H,  cap.  XXXVIL  Torqnemada,  lib.  X;  cap.  XXX. 
(^  SÉluigim;  lib.  U,  cap.  XXX  Vil  y  XXXVUI. 
(S)  Torqoemada,'  üb.  Vni,  cap.  XL 

(4)  Torqnemada,  lib.  VHI,  cap.  XIIL 

(5)  P  Mendieta,  Hb.  n,  cap.  Vn. 


118 

Según  la  leyenda  cosmogónica  de  los  soles,  el  mundo  había  da 
terminar  al  fin  de  uno  de  los  ciclos;  si  se  lograba  el  nuevo  fuego» 
había  seguridad  de  otros  cincuenta  y  dos  anos  para  la  vida  del 
planeta;  caso  contrario,  el  sol  y  la  humanidad  perecerían  sin  re- 
medio. Aquella  solemnidad  llevaba  en  sí  una  mezcla  extraña  de 
ansiedad,  luchando  el  ánimo  entre  la  esperanza  de  la  vida  y  el 
terror  de  la  muerte. 

Llamábase  la  fiesta  Toxiuhmolpilia,  atadura  de  los  anos»  Xiuh«> 
tzitzquilo,  se  toma  el  ano  nuevo:  tenía  lugar  á  la  media  noehe 
anterior  al  dia  en  que  comenzaba  el  siguiente  cido.  Los  hábi^ 
tantea  se  preparaban  inutilizando  sws  ropas  y  muebles,  quebran^ 
do  ó  arrojando  al  (^ua  sus  dioses  y  utensilios;  por  la  noche  se 
subían  á  las  azoteas  de  las  casas,  por  temor  de  que  bajasen  délo 
alto  las  f antasBaas  dichas  taUzimime  y  se  comiesen  á  los  hombres. 
Solo  las  mujeres  grávidas  quedaban  encerradas  en  los  graaieros, 
cubierto  el  rostro  con  una  máscara  de  penca  de  magizoy,  evitan- 
do así,  si  el  fuego  no  apareciera,  que  se  convirtieran  en  animalea 
fieros  y  se  comieran  á  laa  gwtefi:  para  que  lo»  pequennelos  no  se 
transformaran  en  ratones,  se  les  ponía  la  máscara  dé  maguey, 
impidiendo  se  durmieran^  á  pellizcos  y  rempujones.  Loa  de  los 
pueblos  comarcanos  al  valle,  subían  á  la^  montabas  y  altairas, 
fijando  ansiosos  y  á  porjEía  la  vista^  en  el  punto  donde  habían  de 
aparecer  la  llama  sagrada. 

Cerca  de  la  puesta  del  sol,  los  sacerdotes  de  México  reveaiÍAa 
las  insignias  de  todos  los  dioses,  en  representación  de  los  náxna* 
nes;  al  prijompio  de  la  noche  se  ponían  en  mancha  procesional- 
mente,  compaso  mesurado,  á  lo  que  Uamában  ieonenenU,  caminan 
como  dioses:  la  muchedumbre  silenciosa  seguía  la  comitiva.  El 
sacerdote  del  barrio  de  CJopolco,  encargado  de  sacar  la  lumbre, 
iba  por  el  camino  ensayándose  en  su  oficio.  (1)  Dirigiaiíae  al 
cerro  Huixaehtitlan,  (2)  procurando  llegar  al  teocalli  conatmido 

(1)  De  estos  palos  uno  era  cuadrangular,  de  madera  bUnda,  con  una  muesca  gtl 
nn  lado;  ^  otro  era  un  madero  cilindrico  y  duro,  el  cual  colocado  verticahnente  en 
Ia  ZBueflca  de  aquel,  y  dáttéole  vueltas  continuadas  entre  las  palmas  de  laa  manos, 
arrancaba  por  la  frotación  un  polvo  menudo,  que  entraba  en  combustión.  Los  paJboB 
86  llamaban  mamaihuagUi,  J^leUaaoni,  qne  aaroja  ó  dá  fuego;  TlecuabniÜ,  pak>  ^ 
faego. 

(2)  Huixachtecatl,  Huixaehtitlan,  HuixachÜan,  palabras  derivadas  de  huixaehin, 
especie  de  mimosa  llamada  ahora  huizachi.  El  cerro  es  conocido  actualmente  por 
de  la  Estrella  6  Iztapalapan. 


U9 

e&  la  eombre  hacía  la  medía  noche.  Esperaban  á  que  las  Pléyar 
das  estUTÍexan  en  la  mitad  del  cielo,  y  entonces  tomaban  el  cau- 
tÍTO  preyenido  al  intento,  le  sacaban  el  corazón  y  sobre  la  herida 
eolocabaoa  el  Üdlaxoni:  aplicábase  con  fuerza  el  sacerdote  á  res- 
tregar los  leños,  sumidos  los  circunstantes  en  la  mayor  zozobra: 
era  el  momento  decisiva  Mas  cuando  los  palos.iban  ennegrecién- 
iose,  se  escapaban  ligeras  señales  de  humo,  brotando  por  último 
la  llama,  un  gran  grito  de  júbilo  se  alzaba  entre  los  presentes,  que 
repetido  en  todas  direcciones,  se  propagaba  á  los  lugares  distan- 
tes. Con  el  fuego  del  üecuahuiü  se  encendía  una  inmensa  hogue- 
ra, á  don,de  eran  arrojados  el  corazón  y  el  cuerpo  de  la  víctima. 
Luego  que  los  de  los  pueblos  y  montañas  descubrían  la  llama 
apetecida  en  la^]  tinieblas,  prorrumpían  en  alaridos  de  gozó,  y 
cortándose  sin  distinción  alguna  en  las  orejas,  arrojaban  la  san- 
gre hacia  la  distante  hoguera. 

hoB  sacerdotes  entregaban  el^  fuego  nuevo  á  los  emisarios  ve- 
nidos de  los  pueblos  y  provincias,  poniéndolo  en  teas  de  pino 
resÍKOSo;  aquellos  emisarios,  muy  ligeros  corredores,  llevaban  la 
llama  sin  dejarla  extinguir,  y  mudados  de  distancia  en  distancia 
eomo  en  postas»  en  breve  tiempo  llegaba  el  depósito  al  lugar  de 
su  ^BQiiino.  En  México  el  fuego  era  colocado  en  el  templo  mayor, 
delante  de  Huitzilopochtli,  sobre  un  candelero  de  cal  y  canto; 
formaban  una  hoguera,  quemando  cantidad  de  copal,  repartiéi^- 
^p  en  seguida  á  los  otros  teocalli,  habitaciones  de  los  sacerdo- 
^60»  7  P9^  último  á  cada  uno  de  los  vecinos  de  la  ciudad.    Cada 
unp  de  éstos  encendía  una  lumbrada  en  el  patio  de  su  casa,  sa- 
crificaba codornices,  é  incensaba  hacia  los  cuatro  puntos  cardi- 
nales.   Comían  el  potaje  llamado  tzohmUi,  compuesto  de  miel  y 
Uedog,  absteniéndose  de  tomar  agua  hasta  el  medio  día;  á  esta 
¿ora  comenzaba  el  sacrificio  en  los  templos,  y  acabado  podíase 
ya  beber.  Seguíase  el  regocijo  general;  las  mujeres  grávidas  eran 
sacadas  de  su.  encierro:  vestíanse  todos  de  nuevo,  ponían  en  su 
higar  los  muebles  y  las  esteras  construidas  al  intento,  renacien- 
do 1^  seguridad  absoluta  de  otros  cincuenta  y  dos  años  de  exis- 
tflncift.    Ocurre  que  tal  vez  no  era  tanto  el  miedo,  de  ver  acabar 
el  mTindo,  cuando  tan  á  mano  tenían  prevenido  cuanto  debía 
serrirles  en  el  nuevo  ciclo.    Si  acontecía  nacer  alguno  en  aquel 
dia^  0Í  hombre  le  llamaban  Molpüli,  atadura,  y  si  mujer  Xiuh- 
nenetL 


120 

La  última  fiesta  del  fuego  nuevo  tuvo  lugar  el  orne  calli  1507, 
reinando  en  México  el  segundo  Motecuhzoma.  El  prisionero  so- 
bre cuyo  pecho  se  sacó  el  fuego  simbólico  fué  Xiubtlamin,  gue- 
rrero valiente  y  generoso  de  Huexotzinco,  cautivado  por  un  gue- 
rrero de  Tlatelolco  llamado  Itzcuin,  quien  por  esta  hazaña  se 
llamó  Xiuhtlaminnan,  tomador  de  Xiuhtlamin.  (1) 

Dada  idea  áe  las  divinidades  correspondientes  á  los  cuatro 
elementos,  pasemos  á  dar  cuenta  de  los  demás  númenes  del  pan- 
teón mexicano.  El  primero  y  el  más  importante  era  Tezcatlipoca, 
espejo  resplandeciente.  En  este  mito  están  mezcladas  las  ideas 
más  encontradas;  la  unidad,  la  dualidad  y  la  pluralidad;  el  espí- 
ritu y  la  materia;  el  hombre  y  el  dios;  el  bien  y  el  mal,  ya  en 
lucha,  ya  perfectamente  unidos.  Sus  nombres  son  varios  como 
sus  oficios,  ToallJehecatl,  viento  de  la  noche;  Titlacahuan,  somos 
tus  siervos  y  esclavos;  Moyocoyatzin,  el  que  hace  cuanto  quiere; 
Telpochtli,  (2)  mancebo,  porque  el  tiempo  no  pasaba  por  él  ni 
nunca  envejecía;  Yautl,  enemigo,  y  otros  muchos  como  Necoci- 
autlmonenequi,  Teiocoiani,  Techimatini,  Moquequeloa,  Toatzin, 
Necaoalpilli,  &c 

En  las  oraciones  que  se  le  dirigían,  se  le  dice:  "tú  eres  invisi- 
ble y  no  palpable,  bien  así  como  la  noche  y  el  aire.'*  Es  eterno, 
creador  del  cielo  y  del  infierno,  alma  del  universo,  señor  de  la 
tierra,  gobernador  del  mundo,  señor  de  las  batallas  y  de  las  ri- 
quezas. "Penetráis  con  una  vista  las  piedras  y  árboles,  viendo 
lo  que  dentro  está  escondido,  y  por  la  misma  razón  veis  y  enten- 
déis lo  que  está  dentro  de  nuestros  corazones,  y  veis  nuestros 
pensamientos.  Nuestras  ánimas  en  vuestra  presencia  son  como 
un  poco  de  humo  y  dé  niebla  que  se  levantare  la  tierra."  De  él, 
sin  embargo,  dimanan  la  peste  y  el  hambre;  toma  apariencias  de 
fantasmas  nocturnas  para  hacer  daños;  mucho  tiene  de  malévolo 
ya  que  se  le  dice,  "nosotros  los  hombres  somos  vuestro  espectá- 
culo y  teatro,  de  quien  vos  os  reís."  No  obstante  su  gran  poder, 
se  llama  al  sol  y  á  la  tierra,  "padre  y  madre  de  todos."  T  debe 
su  origen  al  Huehueteotl,  supuestas  estas  palabras,  "vuestro  pa- 
dre y  madre,  de  todos  los  dioses,  el  dios  antiguo,  que  es  el  dios 
del  ruego  que  está  en  medio  de  las  flores,  y  en  medio  del  alber- 

(1)  Sahagun,  lib.  VII,  cap.  IX  á  XII:  lib.  IV,  apéndice  tomo  I,  pág.  346. — Tor- 
quemada,  lib.  X,  cap.  XXXIII. 

(2)  Tojquemada,  lib.  VI,  cap.  XX. 


121 

gao  cercado  de  cuatro  paredes,  j  está  cubierto  con  plumas  res- 
plandecientes que  son  como  alas."  Ante  él  se  hace  la  confesión 
de  las  culpas,  él  las  perdona,  y  limpia  y  purifica  las  almas  tor- 
nándolas á  su  pristina  candidez.  (1) 

En  México  la  estatua  de  Tezcatlipoca  era  de  obsidiana,  la  cual 
por  esta  causa,  ademas  de  su  nombre  itztU,  se  llamaba  teotetl, 
piedra  divina;  en  los  demás  lugares  era  de  palo.  El  negro  rostro 
estaba  pintado  de  blanco  en  la  frente,  nariz  y  boca;  dos  orejeras, 
unas  da  plata  y  otras  de  oro;  en  el  labio  inferior  un  bezote  de 
berilo,  con  una  pluma  azul  ó  verde;  sujetaba  el  cabello  una  lámi- 
na de  oro,  rematando  en  una  oreja  del  mismo  metal  con  los  sig- 
nos de  la  palabra,  significando  que  escuchaba  los  ruegos  y  ple- 
garias; de  entre  banda  y  oreja  colgaban  unas  borlas  de  plumas 
blancas  de  garza.  Tenía  suspendido  al  cuello  un  joyel  que  le 
cubría  el  pecho;  brazaletes  de  oro,  y  una  piedra  verde  en  el  om- 
bligo; en  la  mano  izquierda  un  mosqueador  formado  de  una  chapa 
redonda  de  oro  bruñido,  con  plumas  verdes,  azules,  y  amarillas, 
üanaábase  itlachiaya,  su  mirador,  porque  allí  veía  todas  las  cosas. 
Llevaba  en  la  mano  derecha  cuatro  saetas,  significando  que  .sa- 
bía castigar  á  los  malos;  atados  á  los  pies  veinte  cascabeles  de 
oro,  y  en  el  izquierdo  un  pié  de  venado,  simbolizando  la  ligereza 
y  agilidad  de  sus  obras.  Le  cobijaba  una  manta  de  red  negra 
y  blanca,  con  orla  á  la  redonda  de  rosas  blancas,  negras  y  co- 
loradas, adornadas  de  plumas:  ricas  cutaras  completaban  su 
adorno.  (2) 

Tezcatlipoca  representaba  en  realidad  una  Providencia  divina, 
velando  sobre  la  creación  que  era  obra  suya;  mas  tenía  otros 
símbolos  más  ó  menos  incompatibles  con  su  dignidad.  Bajo  el 
Qombre  de  Titlacahuan  patrocinaba  á  los  enamorados.  (3)  Gomo 
Necocyaotl,  sembrador  de  discordias,  tenía  una  forma  espantosa, 
u&enazando  por  todos  lados  infortunios.  (4)  Los  de  Tianquiz- 
manalco  le  representaban  como  un  hermoso  joven,  cubierto  con 
una  piel  de  venado,  llamándole  Tlacatelpoctli,  mancebo  virgen, 

(t)  Sftbagnn,  lib.  VI,  cap.  I  al  VU:  lib.  UI,  cxp.  II. 

(2)  P.  Duran,  oap.  IV.  HB.  Aoosta,  Hb.  V,  cap.  IX. 

(3)  Botnxini,  idea  de  una  nueva  hiat.,  pág.  12. 

(4)  Gama,  descrip.  de  las  dos  piedras,  pág.  40. 

16 


122 

en  memoria  de  un  penitente  que  desde  niño  vivió  en  las  laderas 
del  volcan.  (1) 

Titlacahuan  ó  Tezcatlipoca  domina  en  la  segunda  trecenar  del 
TonalamatL  Tiene  enfrente  la  luna,  que  es  su  símbolo  astronó- 
mico, bajo  cuyo  aspecto  mantiene  las  luchas  con  Venus  ó  Que- 
tzalcoatL  Como  persona  real,  y  con  el  tercer  nombre  Tlacahue- 
pan,  lo  vemos  luchar  con  el  mismo  Quetzalcoatl,  su  anti^msta 
religioso,  representando  un  culto  más  antiguo. 

Beina  también  en  la  tercera  trecena  del  Tonalamatl,  con  lla- 
tocaocelotl  ó  según  Castillo  con  Teotlamacazqui  IztlacatinL  Tla- 
tocaocelotl,  tigre  hombre  ó  persona,  figurado  en  un  tigre  con  un 
penacho  de  plumas  ricas,  parece  simbolizar  la  fuerza  guerrera^ 
perteneciendo  sin  duda  á  alguna  constelación  que  ahora  se  nos 
escapa.  Teotlamacazqui,  sacerdote  divino,  es  el  signo  de  los  mi- 
nistros dedicados  al  culto  y  al  estudio  de  las  cosas  santas. 

"Llamábanle  Moyocoyatzin,  por  razón  que  hacía  todo  cuanto 
quería  y  pensaba,  y  que  ninguno  le  podía  contradecir  á  lo  que 
hacía,  ni  en  el  cielo  ni  en  este  mundo,  y  en  dar  riqueza  á  quien 
quería;  y  más  decían,  que  el  dia  que  fuese  servido  de  destruir  y 
derribar  el  cielo,  que  lo  haría,  y  los  vivos  se  acabarían;  y  al  di» 
cho  Titlacahuan  todos  le  adoraban  y  rogaban,  y  en  todos  los  ca- 
minos y  divisiones  de  calles  le  ponían  un  asiento  hecho  de  pie- 
dras, para  él,  que  se  llamaba  MomuztU,  y  le  ponían  ciertos  ramea 
en  el  dicho  asiento  por  su  honra  y  servicio  cada  cinco  días,  allende 
de  ios  veinte  días  de  fiesta  que  le  hacían,  y  asi  tenían  la  costtun- 
bre  y  orden  de  hacerlo  siempre."  (2) 

La  gran  fiesta  solemne  en  honra  de  esta  divinidad,  tenía  logar 
en  el  mes  Toxcatl;  las  ceremonias  ten&ua  mucho  de  místico  y  de 
significativo.  (8)  Llama  sobre  ellas  la  atención  la  víctizna  consa- 
grada al  dios.  Luego  que  la  anterior  fiesta  terminaba,  eacogUM^ 
entre  los  esclavos  un  mozo  gentil  y  hermoso,  sin  mácala  alguna, 
de  buenas  maneras,  bien  hablado  y  entendido  en  la  mvúsica  j  el 
canto,  en  todo  lo  cual  había  sido  indnsiariado  por  los  calpixqua 
que  le  tenían  á  cargo.  Dejábanle  crecer  el  pelo  hasta  la  cintora; 
con  resina  le  pegaban  en  la  cabeza  plumas  blancas  de  gallina; 

(1)  Camino  del  cielo,  por  el  P.  Fr.  Martín  de  León.  Mádoo,  1610»  foj.  96. 

(2)  P.  Sahagon.  lib.  m,  cap.  U. 

(8)  Torqnemada,  lib.  X,  cap.  XT^.— Dnrtfn,  segunda  parte,  oap.  IV.  "MB. 


123 

vestido  de  TU)a  oíanera  riea^  añadían  tma  gainialda  de  flores  lia* 
mada  izqíUxocfdÜy  y  sartales  de  flores  atravesados  del  hombro  al 
wAá^;  gargantilla  de  piedras  preciosas  con  un  largo  joyel;  ador^ 
nos  de  oro  en  brazos  y  piernas;  99200^20^2  y  manta  muy  ricos;  en 
smoa,  el  mayor  y  más  suntuoso  adorno.  Con  estos  arreos,  segui- 
do de  ocko  pajes  destinados  á  su  servicio  y  de  la  gente  princi- 
pal que  quería  acompañarle,  recorría  á  su  voluntad  dia  y  noche 
la  población,  tocando  una  flautilla  de  sonido  agudo,  con  flores  y 
ramilletes  en  las  manos,  fumando  las  cañas  de  humo  y  saludan- 
do cortesmente  á  cuantos  veía*  La  gente  que  le  encontraba  se 
humillaba,  haciéndole  reverencia  como  al  mismo  Tezcatlipoca,  al 
que  representaba.  El  sonido  de  la  flautilla,  oído  principalmente 
de  noche,  ponía  espanto  en  los  criminales  y  pecadores. 

Yeixite  dias  antes  de  cumplirse  el  plazo,  le  quitaban  aquellas 
insignias,  le  vestían  como  á  capitán  cortándole  el  pelo  y  atándo- 
selo con  las  borlas  dichas  aztaxdü  de  oro,  plumas  y  tocbomiÜ. 
Sa  vida  hasta  entonces  había  pagado  satisfecha  y  harta;  ahora 
lecrecían  jmo»  él  los  goce^  y  el  placer.  Dábanle  por  compañeras 
mtimfts  cuatro  doncellas  lindas,  al  intento  criadas,  con  los  nom- 
bres de  laa  diosas  Xochiquetzal,  Zilonen,  Atlatonan  y  Huixto- 
cihuatl;  proceres  y  nobles  le  acomp^aban  y  servían,  pasando 
todos  los  diaa  ea  espléndidos  convites.  Los  cinco  últimos  dias 
la  nobleza,  entera  le  acompañaba»  á  excepción  del  rey,  y  el  ban- 
foete^  baile  y  música  tenían  lugar  en  sitios  deleitosos.  El  pri- 
]Q0r  ái»  en  el  barrio  de  Tacan  man;  el  segundo  en  el  santuario 
de  Tezcatlipoca;  el  tercero  en  Chap^ltepec;  el  cuarto  en  Teper 
taípico^  el  quinto  y  último  en  Tepepplco. 

Por  más  que  los  placeres  le  habían  entretenido,  tocla.ba  al  cabo 
ú  infortunado  ténoina  Concluido  el  sarao  en  Tep^olco,  sali^ 
el  mf^ojsebo  en  una  canoa  cubierta  con  xqi  toldo;  en  Tlapizahua^ 
7111,  w>  Icios  de  ItztapaJapan,  le  abandonabais  sus  miq'eres  y  el 
cert^  de  nobles^  prosiguieniio  &u  camino  con  loa  ocho  pajes 
de  sB.  servidumbre-  Uegado  á  Mé;xico,  quedabsp  sólo  al  pié  de 
]m  gradas  del  teocalli;  subía  pausadamente,  rompiendo  en  cada 
esealon  alguna  de  las  flautillas  que  le  sirvieron  para  ta^,  arro- 
^do  sus  adornos,  como  quien  se  desprende  de  las  últimas  y 
más  queridas  ilusiones.  Llegado  á  la  parte  superior,  se  ponía 
junto  á  las  andas  del  ídolo,  seguía  la  procesión,  y  terminada  le 
tomahin  los  s4cerdote%  le  tendían  sobre  el  techcaü  y  le  inmola- 


L 


124 

ban.  Por  un  priyilegio,  no  arrojaban  el  cadáver  por  las  escale- 
ras abajo,  sino  que  los  ministros  le  bajaban  con  toda  reverencia, 
cortábanle  estando  abajo  la  cabeza,  que  colocaban  en  el  TScm- 
pcmüi,  y  el  cuerpo  lo  condimentaban  repartiéndole  como  comida 
mística  al  rey,  sacerdotes  y  nobleza.  Sic  transü  gloria  mwndi 
"Decían  que  esto  significaba,  que  los  que  tienen  riquezas  y  de- 
"leites  en  su  vida,  al  cabo  de  ella  han  de  venir  á  terminar  en 
"pobreza  y  dolor."  (1) 

Huitzilopochtli,  el  dios  propio,  peculiar  de  los  méxica.  El  ña- 
men terrible  explica  por  sí  solo  la  organización  y  los  instintos 
de  la  tribu.   Huitzilopochtli  era  la  deificación  de  la  guerra;  bus 
sectarios  debían  ser  conquistadores,  no  tanto  por  extender  su 
poderío,  cuanto  por  hacer  adorar  al  Tetzahuitl  de  todas  las 
naciones  de  la  tierra.  El  culto  era  feroz  y  sangriento,  porque  la 
guerra  se  complace  en  la  sangre;  la  víctima  apetecida  por  la  di- 
vinidad era  el  prisionero.   El  sacerd.ote  y  el  soldado  formaban 
las  clases  privilegiadas;  pero  se  tocaban  en  muchos  puntos,  se 
confundían  á  veces,  porque  el  ministro  era  guerreador,  y  los  mi- 
litares en  su  juventud  habían  servido  en  los  templos.   El  jefe 
principal,  llamémosle  rey,  asumía  los  caracteres  de  primero  en 
el  Estado  y  en  la  milicia,  el  pontífice  de  la  religión.  México  pro- 
piamente era  un  campamento.  La  educación  hacía  al  niño  sóbriói 
sufrido  contra  la  intemperie,  estoico  para  el  dolor;  al  joven, 
amante  del  dios,  reverente  por  el  culto,  indiferente  para  los  es- 
pectáculos sangrientos,  impasible  para  recibir  la  muerte;  al  hom- 
bre, guerreador  determinado;  altivo  para  no  retroceder  nunca, 
con  la  conciencia.  orguUosa  de  la  supremacía  de  su  raza.  £n  los 
combates  se  ganaban  los  grados  militares,  las  distinciones  civi- 
les; fuera  de  la  pelea  no  tenían  esperanza  de  medra,  ni  los  no- 
bles ni  los  plebeyos;  se  alcanzaba  en  las  batallas  honra  y  lucro. 
La  vida,  que  era  de  la  patria,  se  pasaba  en  continuo  pugniar  con- 
tra los  hombres  y  los  elementos;  la  muerte  podía  venir  cuando 
quisiera,  afrentosa  casi  si  era  natural,  gloriosa  y  bien  recompen- 
sada si  verificada  en  el  campo  de  batalla  ó  en  las  aras  de  los 
dioses  de  la  guerra  sagrada. 

Diversas  son  las  etimologías  dadas  al  nombre.   Según  uuos> 

(1)  Bahagun,  lib.  11,  cap.  V,  y  XXTV*  Torquemada,  Hb.  X,  cap.  XTV  y  XV. 


126 

significa  siniestra  de  pluma  relumbrante.  (1)   En  otro  sentir  se 
compone  de  Hnitzilin,  chupamirto,  y  de  Tlalmipochtli,  nigro- 
mante ó  hechicero  qne  echa  fuego  por  la  boca;  pero  la  lengua 
no  autoriza  esta  formación.  Se  saca  también  de  huitzilin,  y  de 
opochtli,  mano  izquierda,  sonando,  mano  izquierda  6  siniestra 
de  pluma  relumbrante.  (2)  En  versión  diversa  se  hace  la  palabra 
de  Huitziton,  capitán  conductor  de  los  mexicanos,  y  de  mapoche^ 
que  68  la  mano  siniestra,  como  quien  dice,  Huitziton  sentado  á 
la  mano  siniestra;  (3)  Olavigero  repugnó  esta  etimología  por 
violenta.  (4)  Conformándonoi^  con  el  mismo  Olavigero,  la  signi- 
fi<5acion  propia  debe  tonArse  de  huitzitzílin,  chupamirto,  que  en 
composición  arroja  el  elemento  huítxü,  y  de  opochtU,  mano  sinies- 
tra; **Llam6se  así,  dice  el  repetido  autor,  porque  su  ídolo  tenía 
en  el  pié  izquierdo  unas  plumas  de  aquella  ave."  Las  traduccio- 
nes que  pudieran  formarse,  mano  izquierda  de  colibrí,  ó  colibrí 
izquierdo,  no  nos  satisfacen. 

Quedan  rastros,  como  hemos  visto,  de  una  religión  muy  anti- 
gua,  en  la  cual  eran  adorados  los  animales;  acaso  en  aquella  épo- 
ca el  huüzitzüin  era  el  emblema  del  valor  guerrero,  y  bajo  esta 
forma  el  dios  de  la  guerra.  No  aparece  el  supuesto  tan  descabe- 
llado, pues  en  aquella  Mitología  estaba  adniitido,  que  los  gue- 
rreros habitantes  de  la  casa  del  sol,  después  de  acompañar  al 
astro,  se  convertían  en  chupamirtos,  esparciéndose  por  los  jar- 
dines del  cielo  á  libar  el  néctar  de  las  flores.  Por  otra  parte  en- 
tre los  guerreros  mexicanos  había  algunos  muy  temidos,  porque 
combatían  con  la  mano  izquierda.  A  estas  dos  ideas  nos  "parece 
corresponder  el  nombre  HuitzilopocHtli,  significando  en  realidad 
el  guerrero  zurdo,  el  zurdo  dios  de  la  guerra;  ó  tomando  la  voz 
huitzitzilin  en  su  sentido  figurado,  el  zurdo  precioso,  el  zurdo 
distinguido,  valioso,  primoroso.  Consta  en  documentos  antiguos, 
llamarse  por  otro  nombre  Mexitli. 

Vario  como  su  nombre  es  su  origen.  Lo  hemos  visto  entre  los 
dioses  primitivos,  llamándole  en  el  ritual  señor  del  cielo  y  de  la 
tierra  También  aparece  éomo  un  hombre  robusto  y  guerreador, 
llevando  por  divisa  una  cabeza  de  dragón  espantable  que  echa- 

(1)  Acoflta,  lib.  V,  cap,  IX. 

(2)  Torqnemada,  lib.  VI,  cap.  XXI. 

(3)  Botazini,  idea  de  una  nueva  hist  pág.  61.  Le  sigue  Veytia,  tom.  11,  pág.  94. 

(4)  Hifit.  antig.  tom.  1,  nota  en  la  página  234. 


126 

ba  fuego  por  la  boca;  ó  como  un  nigromántico  que  se  transfor- 
maba en  figura  de  animales:  en  ambos  casos,  después  de  muerto 
le  honraron  comp  dios;  (1)  En  otra  leyenda,  los  mexicanos,  du* 
rante  su  peregrinación,  traían  como  conductor  á  un  capitán  Ha-* 
mado  Húitzinton;  muerto  cargado  de  años  y  de  méritos,  fuá  arre* 
batado  al  cielo  y  puesto  á  la  izquierda  de  Tezcatlipoca,  quien 
tenía  la  foriiía  de  un  espantoso  dragón:  aquel  fué  el  apoteosis  del 
capitán.  (2)   La  relación  propiamente  religiosa  cambia  de  fonua. 
Había  en  el  pueblo  de  Coatepec,  cerca  de  Tollan,  una  devota 
mujer  llamada  Coatlicue,  madre  de  los  indios  nombrados  CeU- 
tzonhuitznahuac  y  de  la  mujer  dicha  Ooyolxauhqui  Estaba  una 
vez  Coatlicue  barriendo  el  templo,  cuando  del  cielo  calló  un  ovi- 
llo de  plumas  finas,  que  ella  recogió,  colocándolo  en  el  vientre 
debajo  de  las  enaguas;  acabado  el  quehacer  buscó  el  ovillo;  mas 
con  grande  asombro  suyo  había  desaparecido,  subiendo  de  pun- 
to su  confusión  sintiendo  los  síntomas  de  estar  grávida,  Ouaaido 
aquel  estado  se  hizo  patente,  los  oentzonhuitznahuac,  impulsa- 
dos principalmente  por  su  hermana  Coyolxauhqui^  resolvieron 
matar  á  la  devota,  pues  había  afrentado  su  linaje  con  acción  tan 
contraria  á  la  honestidad.    Ouahuitlicue,  uno  de  los  hijos,  dio 
aviso  de  la  determinación  á  Ooatlicué,  la  cual  se  entristeció  y 
lloraba  su  desventura:  creíase  perdida  sin  remedio,  y  más  se 
afligía  cuanto  que  se  tenía  por  inocente:  estando  muy  apenada, 
oyó  salir  de  su  vientre  una  voz  que  le  dijo:  "Madre  mia,  no  te 
"acongojes  ni  recibas  pena,  que  yo  lo  remediare  y  te  librare,  eoü 
/mucha  gloria  tuya  y  estimación  mia." 

El  dia  señalado,  los  cenfizonhuitznahuac  vistieron  sus  insig- 
nias guerreras,  tomaron  sus  armas,  y  conducidos  por  la  sañosa 
Coyolxauhqui  se  dirijieron  á  consumar  el  crimen.  La  voz  que 
salía  del  vientre  preguntó:  ¿á  donde  venían  los  enemigos?  Oua- 
huitlicue respondió,  que  por  Tzompantitlan.  Bepetidas  las  pre- 
guntas, las  respuestas  decían  que  en  Coaxalco,  en  Apetlac,  al 
medio  de  la  sierra,  es  decir,  siempre  más  cerca.  Cuando  Cuahui- 
tlicue  dijo,  ¡ya  están  aquí!  Huitzilopochtli  nació  de  improviso. 
Bostro,  brazos  y  muslos  tenía  pintados  de  azul;  la  pierna  sinies- 
tra delgada  y  emplumada;  en  la  cabeza  pegado  un  plumaje;  ar- 

(1)  Sahagun,  lib.  I,  oap.  1. 

(2)  Botuiini,  idea,  pág.  60.  Veytia,  tom.  11,  pág.  93. 


127 

mado  con  la  rodela  llamada  Tehnehueli  y  tin  dardo,  también 
azules.  Aparecióse"  igualmente  nn  guerrero  apellidado  Tochan- 
calquiy  j  una  culebra  de  tea  de  pino  dicha  ^uhcoatL  Por  orden 
del  dioSy  Tochancalqui  encendió  la  culebra  y  arremetiendo  con- 
tra la  instigadora  Coyolxaubqui  la  consumió  en  el  instante;  Hui- 
tsUopochtli  cerró  briosamente  contra  los  centzonhuitznahuac;  en 
balde  le  pidieron  merced  y  luego  huyeron,  porque  perseguidos 
las  sierras  abajo  sin  tregua  ni  descanso,  perecieron  á  excepción 
de  pocos:  el  vencedor  robó  las  casas  de  los  vencidos,  y  depuso 
los  despojos  á  los  ptós  de  su  madre.  Por  este  caso  prodigioso 
se  decía  al  numen  Tetzahuitl,  espanto,  asombro,  y  Tetzauhteotl, 
dios  espantoso,  asombroso.  (1) 

Esta  leyenda  refiere  sin  duda  algún  desafuero  cometido  por 
los  méxica  contra  los  huitznahoa,  avecindados  en  Ooatepec.  Lo 
cierto  es,  como  comprobado  por  sus  pinturas,  que  cuando  los 
aztecas  aparecen  comenzando  su  peregrinación,  ya  venían  con- 
doeidos  por  su  dios  Huitzilopochtli,  representado  en  la  cabeza 
del  hnitzitzilin,  en  cuya  forma  hablaba  con  la  tribu  y  daba  sus 
órdenes  á  los  sacerdotes. 

Besj>ecto  de  la  figura^  el  misticismo  hacía  cambiar  las  insig- 
nias y  los  adornos.  Vimos  ya  como  se  presentó  al  nacer;  he  aquí 
otra  forma.  '^Era  una  estatua  de  madera  entretallada  en  seme- 
^mza  de  un  hombre  sentado  en  un  escaño  azul  fundado  en  unas 
andas,  y  de  cada  esquina  salía  un  madero  con  una  cabeza  de 
sierpe  al  cabo:  el  escaño  denotaba  .que  estaba  sentado  en  el  cielo. 
El  mifimo  ídolo  tenía  toda  la  frente  azul,  y  por  encima  de  la  na- 
ik  una  venda  azul,  que  tomaba  de  una  oreja  á  otra  Tenía  sobre 
la  cabeza  un  rico  plumaje  de  hechura  de  pico  de  pájaro:  'el  re- 
nate  de  él  de  oro  muy  bruñido.  Tenía  en  la  mano  izquierda  una 
rodela  blanca  con  cinco  pinas  de  plumas  blancas  x^^estas  en 
emz:  salía  por  lo  alto  un  gallardete  de  oro,  y  por  las  manijas 
enatro  saetas,  que  según  decían  los  mexicanos,  les  habían  envia- 
do del  cielo  para  hacer  las  hazañas  que  en  su  lugar  se  dirán.  Te- 
nia en  la  mano  derecha  un  báculo  labrado  á  manera  de  culebra, 
todo  azul  ondeado.  Todo  este  ornato,  y  el  demás  que  era  mucho, 
tenía  sos  significaciones,  según  los  mexicanos  declaraban."  (2) 

(1)  P.  Sahagan,  lib.'m,  cap.  I,  §  l.—Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XXI.— GlaTÍgero, 
tem.  I,  pág.  2S5. 

(2)  Acosta,  lib.  V,  cap.  IX.— Duran,  segunda  parte,  cap.  II,  MS. 


128 

Según  otros  autores,  la  estatua  era  la  de  ún  gran  jigante,  her- 
mosa y  galanamente  adornada  de  joyas  y  piedras  preciosas,  for- 
mando figuras  de  aves,  mariposas,  ranas,  peces  del  mar,  flores  y 
frutos,  "para  dar  á  entender  que  de  todo  era  señor  y  hacedor." 
Tenía  una  máscara  de  oro,  denotando  que  la  deijiadno  es  visible 
sino  que  está  encubierta,  con  ojos  de  espejuelos  muy  relumbran- 
tes, avisando  que  todo  lo  veía  y  sabía  todo,  que  no  duerme  y  ve- 
la constantemente  por  las  criaturas.  Estaba  ceñida  de  una  grue- 
sa cxdebra  de  oro;  un  collar  de  diez  corazones  humanos,  como 
señor  de  la  vida;  otro  rostro  en  el  cerebro  -á  manera  de  hombre 
muerto,  indicando  que  á  su  voluntad  dábala  vida  y  la  muerte.  (1) 

En  todo  este  simbolismo  dominan  siempre  el  huitzitzilin  y  la 
cxdebra,  mitos  de  la  religión  primitiva.  A  estas  ideas  unieron  los 
méxica  con  su  eclecticismo  no  siempre  bien  razonado,  los  mitos 
religiosos  de  las  tribus  de  cuyos  dioses  se  apoderaron  para  fcwr- 
mar  su  abigarrado  panteón. 

Domina  en  la  sexta  trecena  del  Tonalamatl  bajo  la  advocación 
de  Tetzauhteotl,  en  compañía  de  Piltzintecutli.  En  la  décima 
quinta  trecena  impera  con  Teoyaotlatohua  y  Teoyaomiqui.  Teo- 
yaotlatohua,  nuncio  ó  jefe  principal  que  publica  la  guerra  divina, 
divinidad  invocada  en  las  guerras  religiosas,  á  la  que  seguía  co- 
mo fiel  compañera  la  Teoyaomiqui;  era  sobrenombre  de  Huitzi- 
lopochtli.  En  la  vigésima  y  última  trecena  aparece  aun  Tetzauh- 
teotl Huitzilopochtli,  junto  con  Teotecpatl. 

Entre  las  fiestas  solemnes  celebradas  en  honra  de  esta  divini- 
dad, ninguna  es  tan  significativa  como  la  siguiente,  pues  recuerda 
los  ritos  cristianos  y  el  influjo  que  tnvo  Quetzalcoatl  en  introdu- 
cirlos. He  aquí  la  relación:  "Asimismo  dicen  que  el  día  que  lo 
celebraban  para  hacer  la  fiesta  que  llaman  Panquetzaliztli,  to- 
maban semillas  de  bledos  y  las  limpiaban  quitando  muy  bien  las 
pajas,  y  apartando  otras  semillas  que  se  llaman  petzicatl  y  tez-- 
caohuauhtli;  molíanlas  delicadamente,  después  estando  la  harina 
muy  sutil,  amasábanlck,  y  con  la  misma  hacían  el  cuerpo  de  Yi« 
tzilopochtli.  Al  dia  siguiente  un  hombre  que  se  llamaba  Que- 
tzalcoatl, tiraba  al  cuerpo  del  dicho  Vitzilopuchtli  con  un  dardo 
que  tenía  un  casquiUo  de  piedra,  y  se  lo  metía  por  el  corazón, 
estando  presente  el  rey  ó  señor,  y  un  privado  del  dicho  Vitzilo- 

(1)  Torquemada,  lib.  VI,  cap,  XXXVII.  Clavigero,  tom.  I,  pág,  235. 


.  i 


129 

piichtiiy  que  se  llamaba  Tehnoa.  También  se  hallaban  presente» 
cuatro  grandes  sacerdotes,  y  más  otros  cnatro  principales  de  los 
mancebos  (jne  tenían  cargo  de  criar  la  juventud,  cuyo  colegio  se 
llamaba  Telpuchtlotoque;  todos  estos  se  hallaban  presentes  cuan- 
do mataban  el  cuerpo  de  Vitzilopuchtli,  y  después  de  haberlo 
muerto,  luego  lo  desbarataban,  comp  que  era  de  una  masa  hecha 
de  semilla  de  bledos,  y  el  corazón  de  Vitzilopuchtli,  tomábanlo 
para  el  señor  ó  el  rey,  y  todo  el  cuerpo  y  pedazos  que  eran  como 
besos  de  dicho  Vitzilopuchtli,  lo  repartían  por  iguales  partes 
entre  los  naturales  de  México  y  Tlaltelulco.  Los  de  México  que 
eran  ministros  del  dicho  Vitzilopuchtli  que  se  llamaban  Calpu- 
les, tomaban  cuatro  pedazos  del  cuerpo,  y  otros  tantos  tomaban 
los  de  Tlaltelulco,  para  los  que  tenían  el  mismo  nombre;  de  esta 
manera  repartían  entre  ellos  los  cuatro  pedazos  del  cuerpo  de 
Yit2álopuchtli  á  los  indios  de  los  l)arrios,  y  á  los  ministros  de  los 
ídolos  que  se  llamaban  Calpxdes,  los  cuales  comían  el  cuerpo  de 
Vitzilopuchtli  cada  año,  según  su  orden  y  costumbre  que  ellos 
habían  tenido.  Cada  uno  comía  un  pedazo  del  cuerpo  de  este 
dios,  y  los  que  comían  eran  mancebos,  y  decían  que  era  el  cuer- 
po de  dios  que  se  llamaba  Teocualo,  y  los  que  recibían  y  comían 
el  cuerpo  de  Vitzilopuchtli,  se  llamaban  ministros  de  dios."  (1) 

Si  esta  era  la  principal,  no  faltaban  otras  divinidades  que^  pre- 
sidían á  la  guerra.  Tlacahuepancuexcotzin  era  hermano  de  Hui- 
tzilopochtli,  su  compañero  y  sustituto:  recibía  adoración  en  el 
ieocalli  HuitznahuaccalpuUi,  donde  se  hacía  su  estatua  de  masa 
á  semejanza  de  su  hermano  mayor.  (2)  Se  le  daba  culto  principal 
en  Texcoco.  Si  la  guerra  se  emprendía  para  conquistar  alguna 
provincia  ó  con  otro  particxdar  motivo,  los  guerreros  iban  á  los 
montes  á  traer  leña,  presentándola  á  los  sacerdotes  del  templo, 
á  fin  de  que  ardiera  en  el  fuego  perpetuo  todo  el  tiempo  que  la 
expedición  durara,  haciendo  el  rey  algunos  sacrificios  ante  las 
estatuas  de  Huitzilopochtli  y  de  Tlacahuepancuexcotzin:  á  este 
aeto  y  ofrenda  llamaban  TeocuauhquetzaliztlL  (3) 

l'^aina  ó  Paynalton,  ligero,  veloz,  apresurado;  del  verbo  paynUf 
correr  apresuradamente.   Hermano  menor  de  Huitzilopochtli,  y 

(1>  Sfthagnn,  lib.  IQ,  oi^.  I,  §  segando.— Torqnemada,  lib.  VI,  cap.  XXX  VIH, 
samenta  o£o8  miicho&  pormenores  semejantes  ¿  la  consagración  y  oomunion  de  este 
pan  místíco  anualmente.  Téocuah  qniere  decir,  dios  es  comido. 

m  Totqaemada,  lib,  VIII,  cap.  XYI. 

C3;  Gunia,  descríp.  de  las  dos  piedras,  pág.  38,  §  22. 

'  17 


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L 


130 

su  coadjutor  ó  vicario.  En  los  casos  de  un  acometimiento  repen- 
tino de  los  enemigos,  los  sacerdotes  tomaban  la  estatua  del  dios 
en  unas  andas,  y  echaban  á  correr  por  las  calles  y  alrededor  de 
la  ciudad,  parando  de  cuando  en  cuando  en  ciertos  lugares  para 
hacer  sacrificios  de  codowiices  y  aun  de  hombres.  Esta  ceremo- 
nia equivalía  á  tocar  á  rebato,  pues  todos  los  guerreros  estaban 
obligados  á  tomar  las  armas,  para  acudir  al  lugar  amenazado.  (1) 
Era  el  numen  de  la  guerra  de  sorpresa  y  de  emboscadas. 

"Y  en  los  bosques  tenían  dios  de  las  guerras,  para  que  los  de- 
fendiese y  guardase  de  sus  enemigos."  (2)  Era  el  numen  que 
presidía  á  la  guerra  de  montana,  diversa  de  la  que  se  hacía  en  la 
tierra  ll^na. 

Teoyaomiqui,  morir  en  la  guerra  divina,  morir  en  defensa  de 
los  dioses.  Los  mexicanos,  acolhua  y  tepaneca,  tenían  concerta- 
da una  guerra  religiosa  contra  los  de  Tlaxcalla,  Huexotzinco  y 
Cholollan:  era  su  objeto  traer  víctimas  frescas  para  los  dioses, 
razón  por  la  cual  se  llamaba  guerra  sagrada,  florida,  contra  los 
enemigos.de  casa.   La  Teoyaomiqui  completaba  la  dualidad  en 
los  dioses  de  la  guerra;  su  oficio  era  recojer  las  almas  de  los  muer- 
tos en  las  batallas  religiosas,  y  las  de  los  prisioneros  sacrificados  á 
los  dioses.   Principalmente  en  estos  combates,  el  objeto  de  los 
guerreros  consistía  menos  en  dar  muerte  álos  enemigos,  que  en 
cogerlos  vivos  para  traerles  como  víctimas:  á  estas  batallas  se  di- 
rigían los  combatientes  resueltos  á  morir,  pues  sólo  con  mucha 
victoria  podían  escapar  con  vida.  "A  ella  dirigían  sus  votos  y  sa- 
crificios los  señores  y  gente  militar,  no  sólo  en  el  templo  donde 
se  veneraba,  sino  dentro  de  sus  propias  casas;  cuidando  los  pa- 
dres ó  parientes  de  aquellos  soldados,  ya  que  estaban  proi^tos  á 
salir  de  ellas,  de  barrer  y  limpiar  bien  todas  sus  piezas,  compo- 
nerlas y  sahumarlas  con  el  incienso  sacro,  que  era  del  copal  mis- 
mo que  ofrecían  en  el  templo,  á  cuya  ceremonia  daban  el  nombre 
de  Tlachpahualiztli"  (3) 

La  Teoyaomiqui  impera  en  la  XV  trecena  del  Tonalamatl»  en 
compañía  de  Teoyaotlatohua  Huitzilopochtli  "No  solamente 
veneraban  en  el  templo,  dice  Gama,  (4)  este  horrible  simulacro, 

(1)  Sahagnn,  lib.  I,  cap.  IL  Torquemadft,  lib.  VI,  cap.  XXn.  Olavigero,  tom.  I, 
pág.  236. 

(2)  Torqaemada,  lib.  VI,  oap.  XVI. 
h)  Gama;  las  dos  piedras,  pág.  36,  §  22.  Botorini,  pág.  27. 
[4)  Loco  oit,  pág.  42,  §  26. 


131 

eomo  un  compendio  de  muchos  dioses,  sino  que  también  le  fin- 
gieron los  astrólogos  judiciarios  constelación  celeste  que  influía 
en  los  que  nacían  en  la  trecena  que  denominaba,  que  era  la  XV 
del  TonalamatL  En  ello  suponían  dominio  á  estos  dos  compa- 
ñeros, no  unidos  como  están  aquí,  ni  con  los  ornamentos  y  divi- 
sas que  se  yen  cubiertos,  sino  en  otras  figuras  diferentes,  menos 
deformes  (como  que  los  fingían  ya  separados  de  la  tierra  y  colo- 
cados en  el  cielo)  aimque  siempre  afeados  con  los  atributos  que 
les  suponían.  Allí  aparece  Teoyaotlatohua  Huitzilopochtli  con 
el  rostro  descubierto,  y  con  la  boca  abierta  en  acción  de  que  está 
hablando,  con  sólo  medio  cuerpo,  y  el  resto  en  forma  de  una  es- 
pecie de  banco:  tiene  en  la  cabeza  un  penacho  de  plxñnas,  y  en 
el  cerebro  otro  ^que  forma  la  figura  de  un  timbal,  que  también 
remata  en  plumas.  Del  mismo  cerebro  le  bajan  unos  adornos  que 
le  cubren  la  espalda:  sus  brazos  se  asemejan  á  unos  troncos  con 
ramas,  y  de  la  cintura  le  nacen  una^  yerbas,  que  parte  de  ellas 
cae  sobre  el  banco.  En  frente  de  esta  figura  está  Teoyaomiqui 
desnuda,  y  cubierta  con  sólo  un  cendal,  parada  sobre  una  basa 
ó  porción  de  pilastra;  la  cabeza  separada  del  cuerpo  arriba  del 
cuello,  con  los  ojos  vendados,  y  en  su  lugar  dos  víboras  ó  cule- 
Ixras,  que  nacen  del  mismo  cuello.  Entre  estas  dos  figuras  está 
un  árbol  de  flores  partido  por  medio,  al  cual  se  junta  un  maídero 
con  varios  atravesaños,  y  encima  de  él  ima  ave,  cuya  cabeza  está 
también  dividida  del  cuerpo.  Se  ve  también  otra  cabeza  de  ave 
dentro  de  una  jicara,  otra  de  sierpe,  una  oUa  con  la  boca  para 
abajo  saliendo  de  ella  la  materia  que  contenía  dentro,  cuya  figu- 
ra parece  ser  la  que  usaban  para  representar  el  dgua;  y  final- 
mente, ocupan  el  resto  del  cuadro  otros  jeroglíficos  y  figuras 
diferentes." 

Miquiztli,  muerte.  Simbolizada  en  un  cráneo,  es  el  signo  del 
sexto  dia  del  mes  y  el  quinto  de  los  acompañados  ó  señores  de 
la  noche.  En  la  religión  guerrera  de  los  mexicanos,  no. podía  fal- 
tar la  deificación  de  la  idea  del  término  de  la  existencia.  Oolo- 
cado  entre  los  signos  celestes,  por  él  comenzaba  la  sexta  trecena 
del  TonalamatL  Oon  su  numero  de  orden  CemiquizÜi  se  le  ado- 
raba por  dios,  en  el  templo  llamado  Tolnahuac,  sacrificándole 
cautivos  cada  260  dias.  (1) 

(1)  Tofqaemada,  lib.  Yin,  cap.  XYI. 


CAPÍTULO  vn. 

Dioses  menores.'^Templos.'-TeocaUi  de  ntUteílopachtU,---Ttompantli,^ Templo  de 
QueUsalooatl,—TeoealU  de  Texcoco,— -Templo  al  dios  incógrUto.—OuUo,— Oración. 
—Música,  canto' y  danea,— Ofrendas.— Copam.—ChapopoUi.'— Ayunos,— Peni- 
tencias. 

» 

LOS  dioses  mexicanos^  atento  cada  uno  al  desempeño  de  sus 
obligaciones,  no  tenían  espacio  para  entregarse  á  pasatiem- 
pos: si  'menos  poéticos,  mucho  más  morales  que  las  divinidades 
griegas,  no  se  ocupaban  en  fraguar  incestos,  seducir  á  las  libres 
y  manchar  el  tálamo  de  las  casadas.  Los  númenes  aztecas  care- 
cían de  esposas;  las  diosas  eran  sólo  sus  companeras.  Sin  em- 
bargo, algunas  deidades  presidían  al  amor,  aunque  no  con  la 
repugnante  desnudez  de  la  Venus  hermafrodita.  Tlazolteotl,  de 
tlazóUi,  basura,  era  la  diosa  de  los  amores  sucios,  la  Venus  desho- 
nesta ó  diosa  de  la  carnalidad.  Su  segundo  nombre  era  Ixcuina; 
ésta  se  componía  de  Tiacapan,  la  hermana  primogénita,  de  la 
segunda  Teicu,  de  la  media  Tlaco,  y  de  la  menor  Xocotzin.  El 
tercer  nombre  ó  tercera  personificación  era  el  de  Tlazolcuani, 
comedora  de  cosas  sucias.  (1) 

Tlazolteol  era  el  sétimo  de  los  señores  6  acompañados  de  la 
noche:  reinaba  en  laXVllI  trecena  del Tonalamatl,  en  compañía 
de  Piltzintecuhtli. 

Las  diosas  recibían  en  conjunto  el  apellido  de  Ixcuiname,  con- 
cediéndoles el  poder  de  despertar  las  malas  pasiones;  mas  tenían 
poder  para  perdonar  las  faltas.  Seguíase  de  aquí  una  verdadera' 

(1)  Sahagun,  lib.  I,  cap.  XIL 


i 


133 

confesión  auricular,  parecida  bajo  muchos  aspectos  á  la  práctica 
cristiana.  (1) 

Befiere  la  leyenda,  que  el  penitente  Yappan,  aspirando  á  la 
perfección  para  alcanzar  transformarse,  abandonó  á  su  esposa 
Tlahuitzin  y  á  sus  parientes,  retiróse  al  yermo,  y  subido  sobre 
la  peña  de  la  penitencia  llamada  Tehuehuetl,  comenzó  la  vida 
perfecta.  Observábanle  los  dioses;  mas  á  £n  de  cuidarle  de  más 
cerca,  pusiéronle  por  espía  á  Yaotl,  enemigo.  Yappan  se  mantuvo 
firme  por  mucho  tiempo,  rechazando  la  seducción  de  las  mujeres 
enviadas  para  tentarle:  los  dioses  se  admiraban  de  tan  grandes 
triunfos.  Yaotl  rabiaba  de  envidioso  despecho.  Tlazolteotl,  que 
con  aquello  se  tenía  por  desairada,  hablando  con  las  deidades  les 
dijo:  ^^o  creáis,  altos  é  inmortales  dioses,  que  Yappan  tenga  he- 
^'róicos  esfuerzos  pa^a  concluir  su  penitencia,  y  merecer  de  vues- 
'^a  benignidad  alguna  de  las  trasmutaciones  sublimes.  Bajaré 
^o,  y  luego  veréis  como  es  frágil  i^u  propósito  y  fingida  su  conti- 
'•neiicia.''  Vino  á  la  tierra,  y  acercándose  al  Tehuehuetl,  dijo  con 
tono  meloso  al  penitente:  ''Hermano  Yappan,  yo,  la  diosa  Tla&ol- 
'^teotl,  asombrada  de  tu  constancia  y  apiadada  de  tus  trabajos, 
"vengo  á  consolarte:"  y  añadió:  "¿Qué  camino  tomaré  ó  por  cuál 
"senda  he  de  subir  á  hablarte?"  ''Seas  muy  bien  venida,  contes* 
^  inmediatamente  el  anacoreta;  aguárdate  que  bajaré  por  tL" 
Haciendo  como  dijo,  bajó  de  la  peña  y  con  su  preciosa  compañera 
subió  de  nuevo:  frágil  como  vidrio  delgado,  tapado  con  las  vesti- 
duras de  la  diosa  puso  fin  á  su  penitencia. 

Indignados  los  dioses  se  preparaban  á  castigar  la  profanación 
de  la  x^ña  sagrada;  Yaotl,  arrebatado  por  su  perversidad,  se  ade- 
lintóy  sin  tomar  antes  permiso,  y  subiendo  al  Tehuehuetl,  des* 
pues  de  apostrofar  á  Yappan  le  cortó  la  cabeza:  los  dioses  le 
transformaron  en  alacrán,  sin  cabeza,  con  los  brazos  tendidos  co- 
mo para  defendersCj  ocultándose  inmediatamente  debajo  de  la 
piedra.  Saliéndose  todavía  d^  su  cometido,  se  apoderó  de  Tla- 
huitzin, la  llevó  al  Tehuehuetl  é  igualmente  le  cortó  la.  cabeza: 
también  fué  convertida  en  alacrán,  y  fué  á  buscar  á  su  esposo 
debajo  de  la  peña.  Desde  entonces,  los  escorpiones  cenicientos  ó 
negros  salieron  de  Yappan,  mientras  los  encendidos  ó  rojos  se 
produjeron  de  Tlahuitzin.  Pero  los  dioses  se  irritaron  contra  el 

(1)  Sahagun,  üb.  I,  cap.  til. 


L 


134 

atrevimiento  de  Yaotii  y  lo  transformaron  en  la  langosta  ahítam- 
chapvUin,  llamada  de  aquel  tiempo  Tzontecoma,  carga  cabeza.  (1) 

Macnilxoohiqtietzalli,  cinco  flores  de  quetzal,  6  como  quiere 
Boturini,  la  del  abanico  de  cinco  flores  y  plumas;  diosa  de  los 
amores  honestos.  (2)  Preside  en  la  IV  trecena  junta  con  Macuil- 
xochitl.  Gama  confunde  en  una  misma  ambas  deidades,  que  son 
diversas. 

Tlalteculitli,  dios  vengador  del  adulterio.  Quienes  morían  por 
adúlteros  eran  llamados  en  general  Tlazolteomiqui,  muerto  por 
Tlazolteotl;  si  hombre  Tlazolteotlahpaliuhque,  al  que  aplastan 
la  cabeza  con  una  losa  por  Tlazolteotl;  si  mujer  TlazolteocihuaÜ, 
mujer  Tlazolteotl,  mujer  liviana.  Tlaltecutli  reina  en  la  XII  tre- 
cena del  Tonalamatl,  en  compañía  de  Teonexquimilli. 

Tezcatzoncatl  era  el  dios  de  la  embriaguez:  llamábanle  también 
Tequechmecamani,  el  ahorcador,  y  Teatlahuiani,  el  ahogador. 
Era  hermano  de  Yiauhtecatl,  Izquitecatl,  Acoloa,  Tlilhoa,  Pan- 
tecatl,  Tultecatl,  Papasstac,  Tlaltecaihuoa,  Tepufetecatl,  Ohimál- 
panecatl,  Oolhuatzincatl,  (3)  nombres  de  bebidas  fermentadas, 
cuyos  elementos  revelan  ya  el  inventor,  ya  el  lugar,  ya  la  deno- 
minación de  cada  licor.  En  el  segundo  dia  de  la  tercera  trecena 
del  Tonalamatl,  caía  el  signo  Ómetochtli,  dos  C(Hiejos,  en  el  cual 
se  hacía  fiesta  á  los  dioses  del  vino;  de  aquí  que  el  dios  se  llama- 
ra igualmente  Ómetochtli.  Como  la  embriaguez  influye  dando 
muchas  y  diversas  inclinaciones  á  los  hombres,  á  cada  nno  dé 
estos  estados  decían,  tener  su  conejo,  y  al  resultado  de  cada  nno, 
acon^m'se;  de  manera  que  los  dioses  del  vino  eran  Centzontotoch- 
tíjkf  cuatrocientos  conejos,  ó  más  bien,  innumerables  maneras  de 
embriaguez.  (4)  Meichpochtli  y  Xochímeiohpochtli,  protectoras 
de  las  borrachas. 

Omacatl  ú  Omeacatl;  dos  cañas,  presidía  á  los  convites,  á  las 
bodas  y  á  los  regocijos  públicos.  8u  estatua  era  llevada  por  loa 
sacerdotes  á  las  casas  de  los  particulares,  y  en  su  fiesta  había 
tma  comunión  mística  de  masa  de  tzoaUi.  (5) 

Tzi^otlatenan,  natural  de  Tzapotla,  é  inventora  del  ungüento 

(1)  Botoiini,  idea  de  una  nttevB  hist,  pág,  G8-6. 

(2)  Boturini,  pág.  14.  Glavigero,  tom.  I,  pág.  287. 

(8)  Sahagnn,  lib.  I,  cap.  XXn.  Torqnexnada,  lib.  XVII,  cap.  XXIX. 

(4)  Sahagun,  lib.  IV,  cap.  V  y  VL 

(5)  Sahagun,  lib.  I,  cap.  XV.  Torquemada,  lib.  VI,, cap.  XXIX. 


135 

de  resina  llamado  oxitl:  festejábanla  con  sacrificios  y  cantares  en 
su  loor.  (1) 

XipetoteCy  desollado,  ó  Totee,  era  originario  de  Tzapotlan  en 
Xalixco,  7  numen  contra  algunas  enfermedades  cutáneas;  como 
la  diosa  anterior,  presidía  á  la  medicina.  En  su  fiesta,  llamada 
Tlacaxipeliualiztli,  tenía  lugar  la  bárbara  costumbre  de  desollar 
á  las  víctimas.I(2)  Según  Torquemada,  (3)  Xippe  y  Toteo  era 
dios  de  los  plateros;  le  reverenciaban,  porque  tenían  por  averi- 
guado, que  á  los  que  no  le  hacían  honra  los  afligía  con  enferme- 
dades de  ojos,  apostemas  y  sama.  Xippe  quiere  decir,  calvo  6 
atezado.  En  una  tercera  versión:  **  TlazipehuaUzíli,  símbolo  del 
primer  mes,  quiere  decir  desoUamiento  de  gentes,  porque  en  su  pri- 
mer dia  se  desollaban  unos  hombres  vivos  dedicados  al  dios  T(h 
tenCf  esto  es,  dios  señor  nuestro,  6  al  dios  Oxipe,  dios  del  deso- 
Uamiento, síncopa  de  Tloxipeuca,  á  qnien  los  plateros  dedicaban 
los  desollados,  por  haberles  hurtado  alhajas  de  oro  y  plata, 
ó  pedrería,  llevándolos  antes  á  su  templo  arrastrados  por  los 
cabeUos."  (4). 

Yiacatecuhtli,  deidad  de  los  mercaderes,  tenía  cinco  herma- 
nos, 'Ghiconquiahuitl,  Xomocuil,  Nacxitl,  Cochimetl  y  Tacapi- 
tzahnac,  con  ima  hermana  Chalmeoacihualt,  (5)  Yiacatecutl,  el 
señcMT  que  guía,  era  honrado  en  dos  fiestas  solemnes  durante  los 
meees  nono  y  décimo  sétimo.  Llamábasele  por  otro  nombre 
Tacacoliuhqui  (6) 

Amimitl,  dios  de  Cuitlahuac,  que  así  patrocinaba  la  pesca  en 
el  lago,  como  remediaba  ciertas  enfermedades  de  estómago.  (7) 

Kappatocuhtli,  cuatro  veces  señor,  numen 'de  los  que  labral^an 
esteras,  petoüj  asientos,  iqpali^  y  obras  de  juncia,  tólcuextli;  consi- 
derado como  uno  de  los  tlaloque,  se  le  pedía  agua  y  ióUinj  tule. 
Se  le  llamaba  Tepahpaca,  Teaaltati,  limpiar  ó  labar,  porque  sa- 
Ua  perdonar  las  injurias  que  se  le  hacían;  Quitzetzelobua,  cerner 
6  esparcir,  porque  era  liberal  para  conceder  bienes,  y  también 


(l)  fift>iftgnn,  lib.  I,  cap.  IX.  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XXXI. 

C2)  Sahagon,  lib.  I,  cap.  XVIIL 

(8)  Monarq.  .indiana,  lib.  VI,  cap.  XXIX. 

<4)  Botoiini,  pág.  51. 

(5)  Sahagon,  Hb.  I,  oap.  XIX. 

(6)  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XXVm. 

(7)  Torquemada,  loco  cit. 


136 

en  el  mismo  sentido  Tlaitlaniniloni  y  Tlanenpopoloa,  largo  y  libe- 
ral; Teatzelhuia^  el  que  rooía  con  agua,  porque  se  compadecía 
de  los  infelices;  Amotenencua,  el  que  se  muestra  agradecido.  (1) 

Los  lapidarios  ó  artífices  de  labrar  piedras  preciosas  contaban 
cuatro  patronos;  dos  rarones»  Chicuhnahuiitzcuintli,  nueve  pe- 
rros, y  Nahualpili,  señor  hechicero,  y  dos  hembraa|Macuilcalli 
cinco  casas,  y  Centeotl  que  parece  ser  la  misma  diosa  de  las 
mieses.  En  el  día  señalado  con  el  nombre  nueve  perros  se  hacía 
fiesta,  matando  cuatro  esclavos,  dos  hombres  y  dos  mujeres.  (2) 

Opochtli,  zurdo,  inventor  de  las  redes  para  pescar,  de  la  espe-, 
cié  de  fisga  de  tres  puntas  llamada m^7nacacAa2Z^  conque  se  cojen 
las  ranas,  de  los  lazos  para  coger  las  aves  y  los  remos  para  remar: 
pertenecía  á  la  familia  de  los  tlaloque,  y  los  pescadores  eran  sus 
principales  devotos.  (3) 

Tepitoton  ó  Tepictoton,  pequeñitos,  dioses  domésticos  6  lares, 
de  los  cuales  seis  debía  de  tener  en  su  casa  el  rey,  cuatro  los 
nobles  y  dos  los  plebeyos;  multitud  de  las  mismas  figurillas  ha- 
bía derramadas  por  plazas,  calles,  campos  y  montes,  como  guar- 
dadores de  todas  las  cosas.  (4) 

Piltzintecutli,  custodio  y  guardador  de  los  niños  nacidos  en. 
matrimonio,  principalmente  de  los  nobles;  pintábanle  de  poca 
edad  y  heriñoso;  presidía  en  la  YI  trecena  del  TonalamatL 

Tohualtecutli,  señor  de  la  noche,  á  quien  se  le  pedía  diese 
sueño  á  los  niñoB.  Yohualticitl,  madre  general  de  los  niños,  dio- 
sa de  las  cunas,  encargada  de  velar  por  sus  hijos.  (5) 

Ylamatecuhtli,  señora  anciana,  protectora  de  los  viejos.  (6) 

Ahuilteotl,  dios  apocado  por  los  vicios,  del  verbo  ahuüíhui^ 
apocarse  con  los  vicios.  Numen  de  los  ociosos,  vagabundos  y  ju- 
glares, y  gente  baldía  y  despreciable.  (7) 

Xóchitl,  fior,  nombre  del  vigésimo  dia  del  me^  y  tercero  de 
los  acompañados  de  la  noche:  bajo  el  signo  Cexochül  tenía  lugar 
en  el  Tonalamatl,  como  símbolo  de  la  |fiorescencia,  con  influjo 
sobre  la  suerte  de  los  hombres.   La  misma  idea,  bajo  el  nombre 

(1)  Sáhagun,  lib.  I,  cap.  XX.  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XXX. 

(2)  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XXX. 

(8)  Sahagun,  lib.  I,  cap.  XVIL  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XXX. 

(4)  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XXXIV. 

(5)  Torquemada,  lib.  XTTT,  cap.  XX. 

(6)  Torquemada,  lib,  X,  cap.  XXIX. 

(7)  Boturini,  pág.  26. 


137 

Haooilxochitl,  cinco  flores,  presidía  en  la  cuarta  trecena  del  To- 
nalamatL  Dios  ó  diosa,  pues  siempre  reina  el  sistema  de  duali- 
dad, era  abc^ada  particular  de  quienes  moraban  en  las  casas  de 
los  señores  y  en  los  palacios  de  los  príncipes,  (1)  y  también  de 
la  germinación  de  las  flores:  llamábanle  también  XocUpilli,  el 
principal  que  da  flores  ó  que  tiene  cargo  de  dar  flores.  Quetzal- 
maliny  figura  fantástica  que  domina  en  la  novena  trecena  del 
Tonal  amatl,  significando  la  vegetación  lozana  ó  el  mayor  creci- 
miento de  las  plantas.  Xocbcua,  come  flores,  adorado  en  el  tem- 
pio  dicho  Netlatiloyan,  compañero  de  Nanahtiatl,  buba,  (2)  y 
destructor  de  las  flores.  Macuilmalinali  y  Topantlacaqui,  eran 
también  abogados  de  flores  y  plantas.  (3) 

Quialiuitl,  lluvia,  nombre  del  décimo  noveno  dia  del  mes,  no- 
'veno  de  los  compañeros  de  la  noche:  deificada  bajo  el  nombre  de 
MacnilquiahuitL 

Cada  uno  de  los  signos  que  presidía  á  los  260  dias  del  Tona- 
kinatl,  era  una  divinidad  de  mayor  ó  menor  importancia;  que 
influía  buena  ó  malaventura,  así  sobre  el  nacimiento  de  las  cria- 
turas, como  sobre  los  acontecimientos  diarios.  Todavía  se  des- 
cendía á  dar  virtud  á  los  animales  para  el  aumento  de  la  pesca 
7  de  la  caza,  encontrándose  figuras  de  divinidades  en  forma  dé 
eoadrapedos,  aves,  peces  y  reptiles.  (4) 

Faltan  por  enumerar  algunas  divinidades  mexicanas,  mas  ya 
son  de  poco  momento.  En  lo  recopilado  se  advierte,  que  la  reli- 
gión azteca  no  admite  ser  clarificada  en  ningún  sistema  puro. 
Aquel  pueblo  formó  sus  creencias  á  la  manera  que  acrecentó  su 
imperio:  sin  respeto  á  la  lengua  ni  á  las  costumbres,  puso  bajo 
su  jugo  todas  las  naciones  á  su  alcance;  sin  considerar  si  cua- 
draban ó  no  con  sus  doctrinas,  admitió  todos  los  sistemas  de  los 
pneblos  vencidos,  fortaando  una  mezcla  confusa  é  incoherente. 
fia  efecto,  se  ven  unidos,  un  dios  incorpóreo,  invisible,  creador 
7  sustentador  del  universo,  con  dos  dioses  al  parecer  increados, 
padres  de  una  generación  de  divinidades;  es  decir,^la  unidad,  la 
dualidad,  la  pluralidad.  En  los  dioses,  el  sexo  se  confunde  hasta 
no  saber  á  cual  pertenecen.  Desde  las  ideas  más  abstractas  acer- 

(V)  Sahagmi,  lib.  I,  cap.  XIV. 

(2)  Torquemada,  lib.  Vm,  cap.  XTV. 

(3)  Torquemada,  lib.  VIII,  cap.  XTV. 
C4)  Torq^uemada,  lib.  VI,  cap.  XVI. 

18 


138 

ca  de  la  divinidad,  como  en  el  Tloquenahuaque,  se  desciende 
hasta  las  concepciones  más  groseras  en  las  ofrendas  consecra- 
das á  la  materia  animada  é  inanimada.  Los  númenes  son  ya  po- 
derosos espíritus,  hombres  deificados,  el  pez  6  la  rana,  los  astros, 
la  fuente  sabrosa  y  el  monte  sombrío.  Ya  un  dios  único  preside 
sobre  el  mundo,  ya  se  juzga  indispensable  que  un  numen  dirija 
cada  una  de  las  ciencias,  de  las  artes,  de  las  ocupaciones  déla 
vida,  de  las  acciones  en  la  existencia  presente  y  futura. 

La  religión  propiamente  mexicana,  según  ¿parece  por  la  his- 
toria, consistía  en  una  idea  simple,  la  deificación  de  la  guerra. 
De  aquí  el  terrible  Huitmlopochtli  y  sus  cruentos  hermanos,  ex- 
presando cada  uno  las  naturales  variaciones  de  un  hecho  que 
debía  ser  firmemente  puesto  en  práctica  como  culto,  la  víotíma. 
humana,  la  sangre  del  vencido.  Como  sólo  guerreros  y  conquis- 
tadores, los  méxica  no  eran  filósofos  ni  pensadores.   El  cargo  de 
pensar  acerca  de  ciertas  materias  lo  dejaban  á  las  otras  razas,y 
entre  los  tributos  pagados  por  los  pueblos  sometidos,  recibíu, 
sin  examinarlas,  las  teogonias  y  las  deducciones  filosóficas.  Al 
rededor  del  Tezahuitl  Huitzilopochtli  se  formó  un  monatma 
Se  reconocen  los  trozos  despedazados  de  creencias  muy  diver^ 
sas,  pertenecientes  á  pueblos  antiguos  y  modernos,  conocidos  y 
desconocidos.  Los  habitantes  primitivos  de  Teotihuacan  ofrecen 
restos  de  una  zoolatría  salvage.  Los  toltecas  dan  ejemplo  de  un 
deísmo  puro,  transformado  poco  á  poco  en  politeísmo.  Las  tó- 
bus  que  llegan  del  Norte  trae  cada  una  su  divinidad,  que  cambia 
de  nombres  y  de  empleos,  dando  lugar  á  pluralidades  más  6  mo- 
nos reconocibles.  Los  chichimeca  se  presentan  como  adoradores 
del  sol  y  de  los  astros.  En  Yucatán  se  advierte  el  culto  del  fue- 
ga  Sin  acertar  á  darse  cuenta  de  donde  proceden,  se  encuentra 
un  monogenismo  puro,  ya  para  expresar  la  regeneración  del  gé- 
nero humano  después  de  ,los  cuatro  grandes  cataclismos,  ya  pa- 
ra explicar  la  filiación  de  las  razas.  El  culto  de  los  cuatro  ele- 
mentos, concebido  como  entre  algunos  pueblos  del  viejo  mundo. 
La  ofiolatría  extendida  por  casi  todo  el  continente.   Mitos  que 
no  dejan  duda  acerca  de  su  origen  asiático.  Y  sobre  todo  esto  la 
figura  de  Quetzalcoatl,  de  procedencia  europea,  introduciendo  la 
adoración  de  la  cruz,  prácticas,  doctrinas  y  principios  incuestio- 
nablemente cristianos. 

Los  principales  dioses  corresponden  en  el  cielo  á  planetas. 


189 

aóisteliieiones  ó  idstrellas.  En  gran  parte  sus  leyendas  son  astro- 
Ddmioas.  El  antagonismo  de  Qnetzalcoatl  y  de  Tezcatlipoca, 
povonido  en  la  tierra  de  diferencias  religiosas,  en  la  esfera  se 
oontíerte  en  los  movimientos  simultáneos  de  Venus  y  de  la  lu- 
na,  «as  apariencias  en  la  tarde  y  en  la  mañana.  La  TÍa  láctea,  el 
dRcnfpioD,  la  osa,  las  Pléyadas,  tienen  relación  con  las  divinida- 
des. Fuera  de  las  luchas  astronómicas,  viveí^  en  perpetua  paz; 
no  tienen  necesidad  de  alimento,  ni  les  aquejan  las  pasiones  y 
log  sobresaltos  de  los  mortales.  Están  conformes  con  las  preces 
y  los  sacrificios.  El  Tlfiwatecolotl,  buho  persona,  hombre  buho, 
í^Ntfeoe  como  el  genio  del  mal;  pero  aunque  los  escritores  le  han 
beoho  sinónimo  de  diablo,  no  tiene  el  poder  qne  á  éste  se  le  su- 
pone, siendo  únicamente  un  fantasma,  que  si  hace  males,  puede 
alguna  vez  conceder  bienes.  Aunque  se  echa  de  monos  esa  dua- 
lidad común  á  muchas  religiones  antiguas,  el  hado  ó  sino  se 
oaiiijSesta  por  signos  prósperos  ó  nefastos,  influyendo  neces»^ 
ñámente  en  la  suerte  de  los  hombres. 

Las  imágenes  de  los  dioses  son  horribles.  Careciendo  en  lo 
sbftoltrto  de  belleza  artística,  quedan  aun  más  desfigurados  por 
na  simbolismo  recargado  y  fantástico,  añadiendo  espanto  á  la 
baldad.  Las  estatuas  demandaban  miedo  más  que  respeto.  Las 
trinidades  griegas  dejan  admirar  á  sus  devotos  sus  formas  co- 
nectas, que  dan  copioso  asunto  al  pintor  y  al  estatuario;  las 
diosas  muestran  con  impúdica  tranquilidad  sus  gracias  plásticas, 
jZ(Ao  alguna  de  ellas  mantiene  como  escondido  su  intacto  pu- 
íor.  En  el  panteón  azteca,  concebido  por  pueblos  bárbaros  pero 
motaÜzados,  los  dioses  se  mantienen  en  un  casto  decoro;  ningún 
^oon  anda  descubierto,  ninguna  hembra  enseña  lo  que  no  pet- 
ittHen  las  costumbres:  tienen  el  sello  que  les  pusieron  imagina- 
ciones adustas,  severas,  atrasadas;  fáltales  el  insolente  descaro 
^  eso  que  absurdamente  se  llama  refinamiento  de  civilización. 

Los  edificios  destinados  al  culto  se  llamaban  Teocalli,  de  teotl, 
^  y  oalli,  casa,  casa  de  dios,  y  Teopan,  lugar  de  dios.  Se  les 
c&ecntraba  profusamente  derramados  por  los  caminos,  encruci- 
jadas, valles,  montes,  sembrados;  en  las  poblaciones  ocupaba  el 
principal  el  centro,  fuera  de  que  cada  barrio  tenia  el  suyo,  mul- 
^lidbdolos  ademas  la  devoción  por  caUes  y  plazas.  De  mayor 
ó  menor  grandeza  en  proporciones  y  ornato,  todos  eran  iguales 


140 

en  forma  y  disposición:  cada  pueblo,  según  su  importancia,  se 
distinguía  por  el  tamaño  y  número  de  sus  templos.  (1) 

Mencionaremos  los  principales  teocalli,  y  de  su  descripción 
se  sacará  relatiyamente  la  de  los  demás.   La  ciudad  de  México, 
en  tiempos  sucesivos,  había  levantado  el  suntuoso  templo  de 
Huitzilopochtli.  (2)  La  construcción  se  componía  de  muy  diver- 
sas partes.    Era  una  gran  superficie,  cercada  con  una  pared  de 
piedras  labradas  en  forma  de  serpientes,  entrelazadas  las  unas 
con  las  otras,  llamada  coatepantliy  pared  ó  muro  de  culebras.  El 
muro  ofrecía  cuatro  puertas;  salía  la  del  O.  á  la  actual  calle  de 
Tacuba,  siguiendo  la  calzada  de  Tlacopan;  la  del  N.  correspon- 
día á  la  calzada  de  Tepeyacac;  la  del  E.  terminaba  en  la  costa 
de  la  isla  en  donde  estaba  situada  la  ciudad,  en  el  embarcadexo 
del  lago,  y  la  cuarta  al  S.  para  la  calzada  de  Coyohuacan:  calles 
y  caminos  estaban  sacados  en  línea  recta  por  una  y  dos  leguas, 
con  objeto  de  que  los  devotos  pudieran  descubrir  el  templo  des- 
de lejos. 

En  el  centro  de  este  cercado  se  alzaba  el  gran  teocalli.    Era 
una  construcción  maciza,  rectangular,  de  cuatro  á  cinco  metros 
de  altura;  sobre  ella  seguía  otra  semejante,  mas  no  de  las  misnaas 
dimensiones,  pues  igualando  con  la  anterior  por  una  cara,  por 
los  otros  lados  disminuía  en  anchura,  dejando  un  espacio  ó  pa- 
sadizo con  el  interior  por  el  cual  podían  caminar  tres  ó  cuatro 
hombres  de  frente;  seguían  del  mismo  modo  los  diferentes  pisos» 
hasta  el  último  que  presentaba  una  superficie  lisa  é  igual:  el 
conjunto  asumía  la  forma  de  una  pirámide  truncada.    La  carcb 
unida  no  era  vertical,  sino  inclinada  hacia  la  parte  interior,  y  en. 
ella  estaba  construida  la  escalera,  de  un  sólo  tramo  de  alto  á  ba- 
jo, (3)  con  ciento  y  veinte  escalones  de  un  pió  cada  uno  de  altu- 

(1)  ?.  Mendieta,  lib.  11,  cap.  VIL  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  IX. 

(2)  LoB  españoles  llamaron  á  los  teocalli,  Cú  en  singular  y  Ctíes  en  plural;  el  pri. 
mero  es  voz  de  la  lengua  de  las  islas,  el  segundo  de  formación  castellana. 

(3)  Las  dimensiones  suministradas  por  los  testigos  de  vista  no  van  ooníormes;  ea 
natural,  no  todos  podían  tener  la  misma  práctica  para  tomar  medidas  á  ojo.  De  aq^x^ 
resulta,  que  mientras  Torquemada,  lib.  VIII,  cap.  XI,  da  á  la  cepa  inferior  la  forzar 
cuadrada  y  trescientos  setenta- pies  de  esquina  á  esquina,  Tezozomoc,  Crónica  MI^u 
zicana,  cap.  37,  MS.,  acepta  la  figura  de  paraleldgramo,  con  125  brazas  por  el  lai^c 
mayor  y  90  par  el  menor.  La  misma  discordancia  en  la  altura  rertioali  que  segnn  ^^l 
mismo  Tezozomoc,  cap.  50,  subía  á  160  estados. 


141 

iSi  (1)  Éstos  eran  de  piedras  labradas;  el  resto,  reforzado  con 
mamposteria,  estaba  encalado  j  bruñido,  presentando  una  vista 
muy  hermosa. 

La  Buperñcie  superior,  propiamente  el  atrio,  quedaba  cercada 
ooB  un  pretil  galano,  labrado  de  piedras  menudas  negras,  sobre 
campo  blanco  y  colorado;  encima  unas  almenas  á  manera  de  ca- 
racoles, 7  en  los  remates  de  los  estribos  dos  figuras  de  piedra, 
sentadas,  con  unos  candeleros  en  las  manos  rematando  en  unas 
como  miangas  de  cruz,  de  plumas  amarillas  y  verdes.  Miraba  la 
escalera  al  Oeste;  á  corta  distancia  de  ella  quedaba  el  teckcatl  6 
piedra  del  sacrificio,  y  en  el  lado  opuesto,  es  decir,  al  E.  veíanse 
las  capillas  de  los  dioses.  Eran  dos,  cada  una  de  tres  cuerpos, 
el  primero  de  mampostería,  los  otros  dos  de  madera  rematando 
en  chapiteles  curiosos:  en  la  una  se  adoraba  á  Huitzilopochtli  y 
en  la  otra  á  Tlaloc.  Grande  era  la  altura  de  estas  capillas,  au- 
mentando con  mucho  la  general  del  edificio. 

Al  pié  de  la  escalera  se  encontraban  los  dos  grandes  braseros 
en  que  perpetuamente  ardía  el  fuego  sagrado.  Todo  el  patio  es- 
taba empedrado  de  grandes  lozas,  tan  bruñidas  que  con  frecuen- 
cia se  deslizaban  los  pies.  Quedando  libre  un  espacio  para  las 
ceremonias  y  bailes  religiosos,  el  resto  del  patio  se  veía  ocupado 
por  multitud  de  teocalli  menores,  estanques  y  fuentes  para  las 
abluciones,  casas  de  penitencia,  depósitos  de  las  vestiduras  y 
de  los  adornos  de  los  dioses,  habitaciones  para  los  socerdotes, 
lugares  para  los  diversos  géneros  de  sacrificio,  copiosos  depósi- 
tos de  armas,  y  en  fin,  cuanto  era  menester  para  las  prácticas  de 
aq[Qel  complicado  culto.  Para  formar  idea  aproximada  de  la  ex- 
tensión del  atrio  superior,  recordaremos  que  Cortés  nos  dice  que 
iU  se  fortificaron  quinientos  nobles  para  defenderse;  la  parte 

'  (1)  (HATigero,  tom.  I,  pág.  243,  y  en  ello  le  sigue  Prescott,  niega  que  fuera  una 
^Kalera  sola,  y  afirma  que  eran  tantas  escaleras  como  pisos  contaba  el  edificio.  Por 
oís  citas  que  en  abono  de  su  doctrina  alegue,  es  absolutamente  falsa.  Cegado  por 
d  dibujo  de  fantasía  que  acompafia  en  Bamusio  la  Relación  del  conquistador  anóni- 
100,  fordd  á  BU  sabor  los  textos  de  éste,  de  Cortés,  de  Bemál  Díaz  y  de  Sahagun, 
)m  tmieB  bien  interpretadas  dioen  lo  contrario  á  su  prop<5sito.  En  el  templo  de  Hui- 
Uopoditlila  escalera  era  una  sola.  El  P.  Duran  y  Aoosta  cuentan  120  escalones, 
^iétína  ToBOzomoc,  láp.  37,  le  supone  860.  La  repetida  escalera,  aunque  una  so- 
K  tporeee  dhridida  de  alto  á  bajo  en  las  pinturas,  en  dos  6  tres  secciones  parale- 
hs,  aUtlanda  tres  compartimientos,  resultarían  los  120  escalones  completos,  6  360 
fnodones. 


i 


142 

(íescubierta  del  patio,  donde  fué  la  matanza  ejecutada  por  Alva- 
rado,  podía  contener  danzando  en  rueda  al  rededor  del  teocaUi, 
de  ocho  á  diez  mil  personas.  (1) 

No  cuadrando  á  nuestro  propósito  hacer  una  minuciosa  des- 
cripción de  todo  el  edificio,  preciso  se  hace  detenemos  ante  dos 
objetos,  que  por  su  originalidad  llaman  la  atención.  El  uno  el 
Tzompantli,  lugar  destinado  á  conservar  las  cabezas  de  los  pri- 
sioneros sacrificados.    Según  un  testigo  de  vista: — "Estaban 
frontero  de  esta  torre  sesenta  ó  setenta  vig3.s  muy  altas,  hinca- 
das derivadas  de  la  torre  cuanto  un  tiro  de  balleta,  puestas  so- 
bre un  treatro  (sic)  grande,  hecho  de  cal  e  piedra,  é  por  las  gra- 
das del  muchas  cabezas  de  muertos  pegadas  con  cal,  é  los  dien- 
tes hacia  fuera.   Estaba  de  un  cabo  é  de  otro  destas  vigas  dos 
torres  hechas  de  cal  é  de  cabezas  de  muertos,  sin  otra  alguna 
piedra,  é  los  dientes  hacia  fuera,  en  lo  que  se  pudie  aparecer,  é 
las  vigas  apartadas  una  de  otra  poco  menos  que  una  vara  de  me- 
dir, é  desde  lo  alto  dellas  fasta  abajo  puestos  palos  cuan  espesos 
cabien,  é  en  cada  palo  cinco  cabezas  de  muerto  ensartadas  por 
las  sienes  en  el  dicho  palo:  é  quien  esto  escribe,  y  un  Gonzalo 
de  Ymbría,  contaron  los  palos  que  habie,  é  multiplicando  á  cinco 
cabezas  cada  palo  de  los  que  entre  viga  y  viga  estaban,  como  di- 
cho he,  hallamos  haber  ciento  treinta  y  seis  mil  cabezas."  (2) 
Después  de  sacrificado  el  prisionero,  recogido  el  cadáver  por  el 
cautivador  y  comida  la  carne,  la  cabeza  era  entregada  á  loa  sa- 
cerdotes, quienes  horadándola  por  las  sienes  la  colocaban  en  las 
varas  del  tzompantli;  en  su  lugar  permanecía,  hasta  que  despe- 
dazada por  la  intemperie  era  sustituida  con  otra.    Este  de  que 
acabamos  de  hablar  era  el  mayor,  pues  consta  de  Sahagun  que 
ahí  mismo  había  otros  menores:  horribles  osarios  que  dan  tes- 
timonio de  aquella  desatinada  religión. 

(1)  En  esta  ligera  descripción  tomamos  por  principales  guías,  P.  Duran,  segamda 
parte,  cap.  H.  MS.  Acosta»  lib.  V,  cap.  XTU.  Oodioe  Bamirez,  MS.  Pueden  consul- 
tarse para  la  multitud  de  pormenores  que  faltan,  Cronquistador  anónimo,  Doonmen- 
tos  de  García  Icazbalceta,  tom.  I,  pág.  384.  Motolinia,  trat.  I,  cap.  XIL  P.  Sahagun, 
tom.  I,  pág.  197  y  sigui^itea.  P.  Mendieta,  lib.  11,  cap.  VIL  Torquemada»  lib. 
VIII,  cap.  XI.  Véase  Clayigero,  tom«  I,  pég.  240,  para  las  dif  erenoias  que  hemos 
acentado. 

(2)  Belaoipn  de  Andrés  de  Tapia,  Documentos  para  la  Hisi  da  Mézioo  por  D. 
Joaquín  García  Icazbalceta,  tom.  n,  pág.  583.  P.  Duran,  sagondrparte,  ci^  II, 
MS.  Acosta,  lib.  V,  cap.  Xm. 


143 

£1  otro  objeto  era  el  templo  de  Quetzalcoatl,  el  único  que  por 
la  forma  se  distinguía  de  los  demás.  Este  descansaba  sobre  una 
sola  cepa,  á  la  cual  se  subía  por  gradas;  había  encima  un  edificio 
redondo  cubierto  con  un  chapitel  curiosamente  labrado;  la  puer- 
ta era  estrecha  y  figuraba  la  boca  abierta  de  una  serpiente  feroz, 
con  sus  ojos,  dientes  y  colmillos,  poniendo  espanto  en  el  cora- 
son  de  quienes  se  acercaban.  (1)  Hasta  en  su  santuario  se  diíe- 
renciaba  Quetzalcoatl  de  las  otras  divinidades.  ^ 

En  este  gran  Panteón  estaban  encerrados,  no  solo  los  núme- 
nes nacionales,  más  también  todos  los  de  los  pueblos  conquista- 
dos. Cada  uno  tenía  su  templo,  sus  sacerdotes  y  guardadores, 
su  culto  partit!ular.  Pasaban  de  cinco  mil  las  personas  aposen- 
tadas por  el  patio,  entre  ministros,  servidores,  mancebos  y  mu- 
jeres consagradas  á  las  diversas  faenas.  En  cada  altar  se  encen- 
día fuego,  así  que  por  la  noche  la  iluminación  presentaba  un  as- 
pecto sorprendente.  Beinaban  el  aseo  y  la  compostura  por  to- 
das partes,  cada  objeto  parecía  nuevo,  y  su  magnífico  conjunto 
logró  cautivar  la  admiración  de  los  conquistadores. 

Bíval  de  este  templo  era  el  de  Texcoco:  copiamos  de  un  origi- 
nal poco  conocido  la  descripción,  con  su  ingenuo  lenguaje. — "El 
templo  principal  de  estos  ídolos  HuitzilopochtU  y  Tlaloc,  estaba 
edificado  en  medio  de  la  ciudad,  cuadrado  y  macizó  como  terra- 
pleno de  barro  y  piedra,  y  solamente  las  haces  de  cal  y  canto. 
Tenía  en  cada  cuadro  ochenta  brazas  largas  y  de  alto  veinte  y 
siete;  tenía  ciento  y  sesenta  escalones  á  la  parte  de  poniente  por 
donde  á  él  se  subía.  Comenzaba  su  edificio  desde  sus  cimientos, 
de  tal  forma  que  como  iba  subiendo  se  iba  disminuyendo  y  es- 
trechando de  todas  partes  en  forma  piramidal,  y  de  trecho  á  tre- 
clio  hacía  un  descanso  como  poyo  al  rededor  de  todo  él,  como 
camino  de  un  estado  en  medio  de  las  gradas  que  subía  de  abajo 
arriba  hasta  la  cumbre,  que  era  como  división  para  hacer  dos 
subidas  qxi#  entrambas  iban  á  parar  en  un  patio,  que  en  lo  más 
alto  de  él  se  hacía,  en  donde  había  dos  aposentos  grandes,  el  uno 
inayor  que  el  otro;  en  el  mayor  que  estaba  á  la  parte  del  sur,  es- 
taba el  ídolo  HuitzilopochtU,  y  en  el  otro  que  era  el  menor,  que 
cataba  á  la  parte  del  norte,  estaba  el  ídolo  Tlaloc,  que  ellos  y 
los  aposentos  miraban  á  la  parte  de  poniente,  y  por  delante  el 

(1)  Torquemada,  lib.  vm,  cap.  XL  Motolinia,  trat.  1,  cap.  XU. 


[ 


144 

patio  que  se  ha  dicho,  prolongado  de  norte  á  sur,  muy  llano  y 
lucido,  y  tan  capaz  que  cabían  en  él  sin  pesadumbre  quinientos 
hombres,  y  al  un  lado  de  él  hacia  la  puerta  del  aposento  mayor 
de  Huitzilopochtli,  una  piedra  levantada  de  una  vara  en  alto» 
con  lo  alto  de  ella  al  talle  de  un  cofre  tumbado  que  llamaban 
techcatl  donde  sacrificaban  los  indios.  Estos  ídolos  estaban  sen- 
tados, sijj.  embargo  que  se  han  puesto  parados,  porque  se  ha  he- 
cho por  dar  mejor  á  entender  su  forma,  talle  y  compostura.  Te- 
nía cada  aposento  de  estos  tres  sobrados,  que  se  mandaban  por 
de  dentro  de  uno  en  otro,  con  una  escalera  de  madera  movediza. 
Teníanlos  llenos  de  munición  de  todo  género  de  aianas,  especial- 
mente de  macanas,  rodelas,  arcos  y  flechas,  lanzas  y  guijarros, 
y  todo  género  de  vestimentas  y  arreos  de  guerra.  (1) 

Nezahualcoyotl,  el  rey  filósofo  y  poeta,  había  mandado  cons- 
truir en  Texcoco  un  templo  al  dios  increado  y  desconocido.  Se- 
gún el  historiador  de  aquel  príncipe: — "En  recompensa  de  tan 
grandes  mercedes  que  había  el  rey  recibido  del  dios  incógnito  y 
criador  de  todas  las  cosas,  le  edificó  un  templo  muy  suntuoso, 
frontero  y  opuesto  al  templo  mayor  de  Huitzilopochtli,  el  cual 
fuera  de  tener  cuatro  descansos  el  Cu,  y  fundamento  de  una  to- 
rre altísima  que  estaba  edificada  sobre  él  con  nueve  sobrados, 
que  significaban  nueve  ciclos,  el  décimo  que  servía  de  remate  de 
los  otros  nueve  sobrados,  era  por  la  parte  de  afuera  matizado  de 
negro  y  estrellado;  por  la  parte  interior  estaba  todo  engastado 
de  oro,  pedrería  y  plumas  preciosas,  colocándolo  al  dios  referido 
y  no  conocido  ni  visto  hasta  entonces,  sin  ninguna  estatua  ni 
forma  su  figura.  El  chapitel  referido  casi  remataba  en  tres  pun- 
tas, y  en  el  noveno  sobrado  estaba  un  instrumento  que  llamaban. 
Chilititliy  de  donde  tomó  el  nombre  este  templo  y  torre,  y  en  él 
así  mismo  otros  instrumentos  musicales  como  eran  las  cornetas, 
flautas,  caracoles  y  un  artesón  de  metal  que  Uan^ban  tetzüa'- 
catl,  que  servía  de  campana,  que  con  un  martillo  asimismo  de 
metal  le  tañían,  y  tenía  casi  el  mismo  tañido  de  una  campana;  y 
uno  á  manera  de  atambor,  que  es  el  instrumento  con  que  hacen 
las  danzas,  muy  grande;  este,  los  demás,  y  en  especial  el  llamado 
CMlüüU,  se  tocaban  cuatro  veces  cada  dia  natural,  que  era  á  las 
horas  que  atrás  queda  referido  que  el  rey  oraba"  (2)  Por  lafor- 

(1)  Belaoion  de  la  ciudad  de  Texcoco  por  Juan  Bautista  Pomar.  MS. 

(2)  IxÜilxochitl,  Hist.  chichimeca,  cap.  45.  MS. 


146 

Bft  este  templo  %parece  muy  partícolar;  la  especie  de  campana 
laooficda  osos  asiáticos  ó  oristiaiios,  y  por  la  aplicación  resulta 
ser  el  nnico  consagrado  á  una  idea  filosófica  de  la  Divinidad. 

£!li  otro  Ingar  dimos  noticia  de  las  pirámides  de  Teotihnacan 
y  de  Cholollan,  que  si  bien  estaban  aproyechadas  como  templos, 
eoResponden  á  los  tiempos  antehistóricos:  estas  obras  son  las 
mayores  de  sa  gánero,  dqando  muy  atrás  por  sus  dimensiones  á 
los  ieooaUi  de  Mózico  y  de  Texcoco.  El  número  de  los  edificios 
idigíoflos  no  puede  ser  fgado  ni  aun  de  una  manera  aproximada; 
oatre  gcandeSy  medianos  y  pequeños;  en  las  ciudades,  en  las  11a- 
fiums,  en  los  ssontes,  la  superstición  los  había  multiplicado  de 
ana  manera  prodigiosai^ 

Pasando  al  culto,  llama  la  atenoion  el  gran  número  de  festivi- 
iíáibB  prenrenidas  por  el  riiaiaL  En  cada  uno  de  los  diez  y  ocho 
oeaea  se  hacía  solemne  fiesta  á  la  divinidad  que  en  él  presidía; 
aofanuoiBábase  el  signo  de  cada  uno  de  los  dias  con  que  comen- 
lita  iirecenas;  muchas  lechas  del  Tonalimiatl  pedían  vícti- 
j  preces;  cada  iconocimiento  humano,  eada  una  de  las  accio- 
nas subeidianaa  tenían  su  patrón  pariáeular;  se  acudía  á  los  nú- 
avies  para  pedirles  su  auxilio  en  la  guerra,  su  defensa  contra  la 
paite^  0U  liberalidad  en  el  hambre;  las  estaciones,  los  fenómenos 
fflfitoorológicos,  los  acaecimientos  astronómicos,  pedían  sacrifi- 
cios; loa  aoosatecimientos  públicos  faustos  6  adversos  traían  ac- 
éoü  de  gracias  ú  ofrendas  piura  aplacar  á  las  divinidades,  y  las 
fiirtae  ¿jas  y  movibles,  y  las  que  inventaba  la  devoción  particu- 
lir,  Itf^eáan  contínua  6  interminable  la  asistencia  á  los  templos. 
(1)  XiOB  méxicA  pifiaban  m  tiempo  combatiendo  ú  orando. 

La  mi^or  reverencia  ó  acatamiento  á  los  dioses  consistía  en 
bdinaor  el  cuerpo,  tocar  la  tierra  oon  el  dedo  mayor  de  la  mano 
[dvedha  y  llevar  el  polvo  á  la  boca;  la  misma  ceremonia  se  prac- 
tíodba  delaaite  de  persoaias  de  alta  consideración.  Era  descono- 
cido el  ponerse  de  rodilas;  delante  de  los  númenes  permanecían 
Gi  endillaSf  eoBservando  esta  postura  anie  los  superiores,  en 
las  cpiíversacifiAes  y  en  los  actos  de  la  vida  doméstica.  (2)  En  la 
o^Moa  pedian  el  remedio  de  sus  necesidades;  probable  es  que 
en  el  ritual  estuvieran  determinadas,  ó  la  costumbre  tuviera  ad- 
vitidas  algunas  preces,  que  en  ciertos  casos  se  repitieran  de 

(1)  Oiunplidft  idea  de  ello  da  el  P.  Sahagon,  tom.  I,  p^.  50,  228. 
(8)  P.  Mendieta,  Hb.  II,  cap.  XI. 

19 


146 

memoria;  así  lo  dejan  entender  al  menos  las  copservadas  por  los 
autores.  (1)  Aquel  pueblo  ceremonioso,  que  para  cada  aconteci- 
miento guardaba  preparada  una  arenga,  no  debía  mostrarse  cor- 
to en  lo  tocante  á  la  religión. 

La  música,  el  canto  y  la  danza  formaban  parte  del  culta  Vi- 
mos que  el  sol  dio  .á  los  devotos  de  Tezcatlipoca  el  gran  tambor 
llamado  huehueü  y  el  instrumento  de  madera  nombrado  ¿epofuzz- 
Üi;  (2)  tocados  por  medio  de  baquetas,  eran  propios  {Hira  mar- 
car el  compás  en  el  canto  y  en  el  baile:  añadíanse  alguna  Tezlos 
pitos  y  los  caracoles.  Los  cantares  eran  á  honra  de  los  dioses; 
como  en  las  oraciones,  se  loaban  las  virtudes  del  numen,  ó  se 
pedía  remedio  para  las  necesidades .  publicas  ó  privadas.  Los 
cantares  en  el  mes  Tecuilliuitontli  eran  de  amores,  duloes  histo- 
rias, riesgos  en  cazas  y  monterías,  hazañas  de  los  hombres  y  su- 
cesos notables;  (3)  si  para  éstos  eran  alegres,  tomábanse  en  tristes 
y  melancólicos  en  las  exequias  de  los  difuntos  y  en  las  memorias 
de  los  muertos.  Las  danzas  religiosas  casi  siempre  eran  simbó- 
licas, y  las  había  dedicadas  á  ciertas  deidades;  bailaba  en  oca- 
siones paHioulares  «1'  rey,  y  según  los  casos  rituales  los  sacer- 
dotes, los  guerreros,  Jos  mancebos,  las  mujeiies  y  las  doncellas 
consagradas  á  los  templos,  bien  una  sola  clase,  bien  mezclados 
según  lo  pedido  por  hi  costumbre. 

El  huehuetl  se  compone  de  un  armazón  cilindrico  de  madera  de 
unos  dos  pies  de  diámetro  y  cinco  de  alto;  la  cara  inferior,  libre, 
tiene  tres  ó  cuatro  varillas  gruesas,  de  poca  altura,  que  le  sirven 
para  sustentarse;  en  la  cara  superior  lleva  tirante  una  piel  cur- 
tida de  venado:  según  el  parche  está  más  ó  monos  tirante  produ- 
ce el  son  más  ó  menos  grave.  Tocábase  hiriendo  sobre  la  piel  con 
los  dedos  ó  las  manos,  ó  bien  con  dos  gruesos  bolillos,  cnyo  ex- 
tremo estaba  cubierto  con  una  pelota  de  aHi:  oyénse  desde  bieo 
lójos  los  roncos  y  lúgubres  sonidos  de  este  tambor.  El  ¿eponoxfli 
es  también  un  cilindro  hueco  de  madera,  que  en  la  parte  oon^ 
vexa  ofrece  una  ranura,  que  en  unión  de  otras  cuatro,  d^an  li 
bres  dos  lengüetas,  separadas  por  tres  de  los  lados;  frojxtera  uní 
de  otra,  sobre  ellas  se  hiere  con  bolillos,  produciendo  dos  torvos 

.    (1)  P.  Sah^gon  Hb.  ti. 

(2)  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XLTTT. 
(.S)  Torquemada,  lib.  X,  cap.  XXXTV. 


\ 


147 

diferentes^  algo  mates  y  siempre  lúgubres.  Los  pitos  y  flaatillas 
arrojan  silvos  agudísimos;  los  caracoles  y  bocinas  dan  sonidos 
graves.  (1)  Los  mexicanos  no  eran  músicos.  El  cauto  se  resentía 
de  monótono;  sabían  cambiar  de  compases  avivando  y  dando  ma- 
yor vida  á  la  entonación,  mas  no  pasaban  de  ciertos  ritmos  muy 
maroados. 

Mudio  caso  hacían  del  baile  y  del  canto,  por  lo  cual^los  reyes 
y  señores  mantenían  maestros,  que  fuera  de  saber  lo  admitido  ya 
para  los  dioses  y  las  festividades,  pudieran  componer  cantares  y 
danzas  en  los  nuevos  acontecimientos.  En  las  reuniones  particu- 
lares eran  pocos  los  danzantes,  aumentando  según  las  circuns- 
tancias, creciendo  el  número  hasta  millares  en  las  fiestas  sol^n- 
neB  y  públicas.   Los  bailarines,  cuando  pocos,  se  colocaban  en 
dos  filas,  que  aflelantaban  haciendo  sus  pasos  en  hilera,  ó  bien 
pfuestos  rostro  á  rostro  se  mezclaban  y  confundían.  Si  eran  mu- 
dios,  la  música,  colocada  sobre  esteras  finas,  ocupaba  el  centro, 
laiáitras  ellos  formaban  alrededor  círculos  concéntricos,  más  y 
wÁA  ámpHos  á  medida  que  de  la  música  se  alejaban.    Junto  al 
centaro  estaban  dos  6  cuatro  personas,  los  corifeos  del  baile;  los 
dansantes  quedaban  ccdocados  de  manera  que  formaban  como 
radios  de  los  círculos,  pues  cada  uno  tenía  por  pareja,  ya  á  la 
persona  de  los  lados,  y  a  á  la  de  adelante,  ya  á  la  de  atrás.  Dada  la 
señal  se  comenzaba  con  un  compás  lento;  consistía  la  destreza  en 
que  la  música,  el  canto  y  la  danza,  llevaran  un  perfecto  acorde; 
hs  Toces  no  se  desentonaban,  cada  danzante  alzaba,  como  impul- 
sado por  un  resorte,  la  misma  mano,  bajaba  el  mismo  brazo,  mo- 
ifa  el  mismo  pié.    Como  era  natural,  los  del  primer  círculo,  se 
meneaban  con  cierta  lentitud;  mas  á  medida  que  se  alejaban  de} 
centro,  como  en  el  mismo  tiempo  tenían  que  recorrer  mayor  cir- 
eunferencia,  la  velocidad  iba  siendo  más  y  más  grande.  Acabada 
jBOOk  estrofa  y  repetida,  mudábase  el  compás  en  más  vivo  sucesi- 
vunente,  hasta  que  los  últimos  danzantes  debieran  tomar  una 
ni|Bdez  vertiginosa.  Entre  las  circunferencias  había  pequeños 
ú£m»  siguiendo  la  danza,  y  truhanes  ó  chócarreros  bajo  disfraces 
ñiUes,  diciendo  dichos  agudos  ó  picantes,  para  regocijar  á  los 
espectadores.  Estos  espectáculos  coreográficos  duraban  por  mu- 
chas horas;  los  danzantes  fatigados  eran  sustituidos  por  otros, 

• 

(1)  Torqoemada,  lib.  XIV,  oap.  XL 


148 

cuadrillas  eBteras  tomaban  el  lugar  de  las  que  se  retiraban  á  co- 
jaoier  ó  refresoar.  Aoudían  eon  sus  mejores  trajes,  adornos  y  joyas; 
Henean  en  las  manos  plumajes  vistosos,  flores  y  ramilletes,  y  i 
veces  se  coronaban  con  guirnaldas.  Era  espectáculo  digno  de 
admirad on.  (1) 

En  las  festividades,  y  principalmente  en  la  de  las  flores,  ios 
azteca  usaban  adornar  profusamente  los  templos  derramas  y  de 
rosas;  escogían  las  yerbas  aromáticcks.  Entre  las  flores  era  sim- 
bóUca  el  oooooooktUy  que  *'es  de  olor  muy  suave  y  fragante,  como 
-el  de  ^1  albahaca  y  mejorana,''  y  entre  las  plantas  las  ramas  y 
las  hojas  del  tzapotL  El  (Mii^qui -por  otro  nombre  oocixikuül,  yer- 
ba de  culebras,  la  tomaban  los  sacerdotes  para  entrar  en  cierto 
estado  de  visión  y  recibir  respuesta  á  sus  dudas.  (2) 

Ofrendaban  plumas  finas  para  el  adorno  de  lo^  altares  y  de  lo8 
dioses;  las  víctimas  eran  adornadas  con  plumas  según  lo  reque- 
ría jel  rito,  y  las  blancas  de  gallina  se  tenían  por  simbólicas. 
Psábaae  el  pi^l,  amaü,  en  el  adorno  de  los  prisioneros,  así  'co- 
mo en  multitud  de  ministerios  del  culto.  Pedían  los  ritos  el  oxiÜ, 
^^uujgaento  de  trementina,"  y  el  ocotzcü,  '^resinade  pino  ó  i^emen- 
tina,"  (3)  para  pegar  las  plumas  á  la  cabeza  ó  nngir  ciertas  par- 
tes del  cuerpa  El  cMn  6  yRin,  (hule,  goma  elástica)  era  simbólico 
chon*eado  sobre  los  papeles,  ó  en  marcas  en  los  carrillos  y  sienes 
de  las  víctimas,  y  aun  de  los  dioses. 

Se  hacía  general  ofrenda  de  los  frutos  de  la  tierra;  mas  las  se- 
millas místicas  eran  dos  principalmente,  la  chicun  y  el  JmavMlL 

El  copcUR  servía-de  isahumerio  paraJas  personas  de  distinción, 
y  ,de  incienso  para  los  dioses.  "GopaUi,  dice  el  P.  MotoUna,  (4) 
.es  género  de  incienso  que  corre  de  un  árbol,  el  cual  en  cierto 
tiempo  del  año  punzan  para  que  salga  y  corra  aquel  licor,  y  po- 
nen debajo  4$  en  el  mismo  árbol  atadas  unas  pencas  de  maguey. . . 
y  allí  caen  y  se  cuajan  unos  panes  de  la  maixera  de  la  jibia  de  loi 
plateros;  hácese  dejeste  copalli  revuelto  con  aceite  muy  bnens 

toeoaetttina Algunos  dicen  que  este  copalli  es  mirra  probatí 

iñma."  Sacadas  por  sajamiento  ó  producidas  naturalmente,  varias 
plantas  producían  resinasque  daban  humos  odoríferos,  conocida! 

(1)  Torqnemada,  Jib.  XIV,  cap.  XL 

(2)  Yetancourt,  Teatro  Mexicano,  P.  1.  T.  2.  niím.  210. 

(3)  Vocabulario  de  Molina. 

'    (4)  Histt  de  lo0  indios,  trat.  I,  cap.  VII. 


149 

por  loB  mexicanod  bajo  el  nombre  genérico  de  copallL  Tales  e^an 
el  Copalcuahuitl,  árbol  de  copal,  que  nace  en  tierras  calientes  de 
GnemaTaca,  Copalla  y  Michoacan;  el  Copálctuihuiél  paüahuac,  que 
da  la  resina  blanca  j  es  parecida  á  lo  qne  llaman  los  españoles 
zomaqae;  el  'TepecopalUy  copal  de  cerro,  destila  el  incienso  Uama^ 
do  de  Jadea^  abundante  en  Filipnas  y  dicho  en  España  anime 
de  las  indias;  el  XochicopaJUi  copal  de  rosas  ó  florido,  abundante 
en  Colima  y  Michoacan  á  donde  lo  llaman  xafrafiacaua^  el  Oo- 
pídcuaúhsciotl,  copal  del  árbol  leproso,  con  una  variedad;  el  Cui- 
tlacopaUiy  excremento  de  copal,  producto  del  Xiocuahuitl  ó  palo 
leproso;  Tzinacancuitlacopcdli,  copal  de  estiércol  de  murciélago; 
GopáBi  de  Tototepec;  el  Tecopcdctuúimtt  pitíMhuac^  ypot  áltimo  el 
TeocopalU  6  copal  de  los  dioses.  (1) 

En  la  fiesta  que  en  el  mes  Toxcatl  se  hacía  á  honra  de  Huitzi-^ 
lopochtli^  llamada  del  incienso  de  Huitzálopochtli,  en  lugaaí  de 
copalli  se  quemaba  chapopotU  (2)  (chapopote,  a^aUo).  *fBl  cha- 
popotli,  que  llaman  los  españoles  betún  inxUco,  y  por  otro  nom- 
bre  chicle  (tzicle)  prieto,  sale  (íe  unos  manantiales  de  la  costa  de 
Panuco^  y  Hquido  entra  en  la  mar  del  17orte,  y  cuájase  en  pedeí^ 
zosy  el  negro  que  tira  á  rubio  la  resaca  lo  echa  á  las  orillas,  vén* 
deae  en  los  mercados,  y  lo  compran  las  mujeres  para  mascar, 
lunpia  y  conforta  los  dientes,  su  olor  es  tan  agudo  y  fétido  como 
el  de  la  ruda."  (3) 

El  ayono  era  práctica  general;  consistía  en  hacer  únicameiit^ 
ima  comida  ligera  durante  el  dia,  y  á  veces  otra  en  la  noche.  Se** 
gHB  la  solemnidad,  el  pueblo  entero,  contados  aun  los  niños, 
ftfenaba  por  espacio  de  dos,  cuatro,  cinco  y  diez  días,  y  en  esos 
tienkpos  loa  casados  se  abstenían  de  sus  esposas.  Los  sacerdotes 
dsban  el  ejemplo  en  la  austeridad  de  sus  cuaifesmas  de  veinte 
7  de  cuarenta  dias,  contándose  una  de  ochenta  días*  muy  traba- 

josa.  (4) 

Diaüngoíanse  las  penitencias  por  doloYósas  y  cruentas.  Según 
la  deWcion  ó  las  prescriípoiones  del  rito  sacábanse  saiigre,  pi- 

(1>  Vetaiificmzt,  P.  1«  T.  2,  wím.  173-77.  De  la  nstiffaldKa  y  tirtodes  de  ha  fUtat- 
ttft  por  A.  Fnnoísco  yJTntfnez,  cap.  I  á  VII|  Hb.  I,  seg.  part. — Copal,  per  D.  1^0^ 
Davdo  Oliva.  La  Katoraleza,  tom.  I,  pág.  87. 

(S)  Torqaemada,  lib.  X,  oap.  XVI. 

(3)  Vetanoonii,  P.  1.  T.  2,  mím.  ISS. 

<4)  Mendieta,  Ub.  n,  eap.  XYIL 


150 

candóse  y  horadándose  con  tina  espina  de  maguey  las  piernas,  en 
espinillas  y  muslos,  los  molledos  de  los  brazos,  los  pechos  y  las 
orejas;  las  espinas  teñidas  en  sangre  ofrecíanlas  á  los  pies  de  los 
númenes,  ó  las  quemaban  en  su  loor.  Horadábanse  las  orejas  por 
el  cartflago,  y  sacaban  por  el  horado  pajas  ó  cañas  de  mayor  6 
menor  tamaño,  en  más  ó  menos  número,  ofreciéndolas  en  mano- 
jos sangrientos  como  pruebas  de  su  piedad.  Oon  una  navaja  de 
obsidiana  sajábanse  la  lengua,  y  por  la  herida  sacaban  sucesiva- 
mente aquellas  cañas  ásperas,  causándose  un  dolor  insoporta* 
ble.  (1)  Muestra  de  tan  atroz  procedimiento  ofrece  la  lám.  83  del 
Oódice  Telleriano  Bemense. 

En  Tehuacan  había  de  continuo  cuatro  sacerdotes  mancebos 
llamados  Monáuhxiuhzauhqíiey  ayunadores  de  cuatro  años.    Por 
vestido  llevaban  en  todo  tiempouna  manta  delgada  y  un  maxtiaü, 
y  sólo  lo  renovaban  de  año  en  año;  su  cama  era  el  suelo  desnudo 
y  por  cabecera  una  piedra;  ayunaban  diariamente,  tomando  por 
alimento  una  sola  vez  al  dia  una  única  tortilla  del  peso  de  unas 
dos  onzas  y  una  escudilla  de  atoUi;  sólo  de  veinte  en  veinte  dias, 
en  las  fiestas  solemnes  de  los  meses,  podían  comer  lo  que  tenían. 
Ocupábanse  en  orar  y  alabar  á  los  dioses;  dos  velaban  una  no* 
che  sin  dormir  sueño,  y  los  otros  dos  la  noche  siguiente,  de  ma- 
nera que  no  tomaban  descanso  mas  de  cada  cuarenta  y  ocho 
horas;  cantaban  continuamente,  sacábanse  sangre  del  cuerpo, 
ofrecían  incienso  cuatro  veces  durante  la  oscuridad,  y  de  veinte 
en  veinte  dias  se  sacaban  por  un  agujero  practicado  en  lo  alto  de 
las  orejas  hasta  sesenta  cañas  gruesas,  que  ensangrentadas  depo- 
sitaban á  los  pies  del  ídolo,  para  quemarlas  al  fin  de  la  penitencia. 
Doraba  ésta  cuatro  años.  Si  alguno  moría  era  inmediatamente 
reemplazado,  si  bien  su  muerte  se  tenía  por  mal  agüero,  como 
presagio  de  gran  mortandad  en  el  común  y  de  la  pérdida  de  se- 
ñores y  principales.  (2) 

Los  sacerdotes  de  Tlaxcalla  celebraban  á  su  dios  Oamaxtli  una 
fiesta  de  cuatro  en  cuatro  años,  llamada  Teoxihuitl,  año  divina 
Preparábanse  con  exquisitas  ceremonias;  carpinteros  que  habían 
orado  y  ayunado  labraban  unos  palos  gruesos  como  el  dedo  pul- 
gar ó  índice,  y  como  entrambos  unidos,  y  largos  hasta  de  una 

(1)  P.  Sahagon,  tom.  I,  pág.  218.— líendieta,  Ub.  U»  cap.  XV. 

(2)  Hotolina,  trai  I,  cap.  IX.— Mendieta,  lib.  II,  eap.  XVm. 


151 

bnza;  sacábanse  con  lad  mismas  disposiciones  navajas  de  itzUif 
obsidiana,  y  el  AcJieauMi  ó  jefe  de  los  sacerdotes  exhortaba  á  sus 
subordinados  á  la  penitencia.  Previo  ir  hasta  la  cumbre  de  la 
montaña  Matlalcueye  á  ofrecer  piedras  preciosas  al  numen,  co- 
menzaba el  ayuno  y  la  penitencia  dé  ciento  sesenta  dias.  Después 
de  los  cantos  rituales,  un  maestro  tomaba  las  navajas  preparadas 
7  abría  en  la  lengua  de  cada  uno  competente  herida;  dando  ejem- 
plo el  Acheauhtli  se  pasaba  por  el  horado  cuatrocientos  cinco 
pilos  de  los  benditos,  los  más  gruesos  y  laicos:  á  imitación  suya 
los  más  fuertes  se  sacaban  igual  humero,  los  menos  animosos  só- 
Ip  doscientos,  y  acabada  la  operación  se  ponían  de  nuevo  á  can- 
tar, esforzándose  en  medio  de  sus  agudos  dolores  porque  la  voz 
no  desmayara.  Seguíase  un  ayuno  rigoroso  de  ochenta  dias,  re- 
]ntíendo  de  veinte  en  veinte  dias  la  operación  de  los  palos  saca- 
dos á  través  de^la  lengua:  terminado  el  plazo  ponían  al  público 
im  ramo  verde  y  los  leños  de  la  penitencia,  señal  de  que  él  pueblo, 
nobleza  y  principales  debían  ayunar  los  ochenta  dias  siguientes, 
p»&>do  en  que  proseguían  las  austeridades  de  los  sacerdotes 
basta  completar  las  dentó  sesenta.  Durante  el  ayuno  del  común 
no  había  de  faltar  fuego  encendido,  de  dia  ni  de  noche,  en  la  ca- 
sa de  los  principales;  y  si  acontecía  que  se  apagase,  el  dueño  de 
la  eftsa  mataba  un  esclavo  y  echaba  la  sangre  en  el  brasero  ú 
Imgar  en  qñe  el  fuego  había  muerto.  (1) 

Los  de  CholoUan  celebraban  á  Quetzalcoatl  en  una  fiesta  de 
turiaro  en  cuatro  años.  £1  Acheauhtli,  que  así  se  llamaba  tam- 
bieo  el  principal  sacerdote  de  aquel  lugar,  ayunaba  rigorosamente 
CQsbo  días  antes;  reuníanse  luego  los  sacerdotes,  cada  uno  de  loa 
nales  recibía  un  incensario,  tlemaiüf  (2)  incienso,  puntas  de  ma-^ 
goey  y  üzne;  bajábanse  á  los  aposentos  del  patio  fronteros  al 
templo,  y  sentados  junto  á  los  muros  permanecían  quietos,  sin 
BaUr  á  obra  cosa  que  á  sus  necesidades.  Por  sesenta  dias  segui- 
^  sólo  tomaban  una  cortísima  ración  de  tortillas  y  agua;  dor- 
Biisn  una»  dos  horas  á  la  prima  noche  y  otra  hora  á  la  puesta 

(1)  Uotúliiia,  trttt  I,  oap.  X.  Hendiéta;  lib.  II,  oap.  XVII. 

(S)  Tbmaül,  de  tktl,  fuego,  j  maití,  mano:  ''eran  unas  caoharaa  grandes  agajera- 
"dag,  Denas  de  brasas,  y  los  astiles  largos,  delgados,  rollizos  y  huecos,  y  tenían 
"«Big  «majas  dentro,  y  el  remate  era  una  cabeza  de  culebra."  Sahagun,  tom.  I,  pi- 
Siaa  177,  y  en  otros  lugares.  Algunas  veces  moTían  los  mangos  para  que  sonaran  las 
^^i^^üifoeadUU,  ooma'preTenoion  del  rito. 


L 


1 


152 

del  sol»  gastando  el  tiempo  en  orar,  incensar  y  sacarse  sangre  de 
las  orejas.  Si  alguien  se  dormía,  arrojábanse  sobre  él,  le  rompían 
el  incensario,  tiraban  sos  ropas  &  las  letrinas,  y  punzándole  cruel- 
mente las  orejas  le  echaban  la  sangre  sobre  la  cabeza  afrentán- 
dole como  indigno  de  servir  á  los  dioses.  Los  veinte  dias  siguien- 
tes la  penitencia  era  menos  cruenta,  el  sueño  algo  mayor,  hasta 
que  llegada  la  fiesta  cesaba  el  padecer.  (1) 

Los  sacerdotes  mexicanos  se  sacaban  sangre  de  las  espiniUas 
de  las  piernas,  y  las  cañas  ó  espinas  ensangrentadas  iban  á  po- 
nerlas en  las  montañas  y  en  la»  cuevas,  sobre  un  lecho  de  hojas 
saliendo  desnudos  y  de  noche.    Los  hombres  en  general  hacían 
ostentación  de  la  sangre  que  se -sacaban  de  las  orejas,  poniiándose 
una  raya  de  la  ceja  á  la  quijada;  las  mujeres  se  untaban  el  rojo 
licor  al  rededor  del  rostro.    ''Las  mujeres  tenían  devoción  tam- 
bién de  ofrecer  esta  sangre  por  espacio  de  ochenta  dicbs,  cortá- 
banse de  tres  en  tres  dias,  ó  de  cuatro  en  cuatro  dias  todo  ese 
tiempo.  (2)  En  ciertas  ocasiones  no  escapaban  de  estas  prácticas 
doloroaas  ni  aun  los  niños  de  más  corta  edad., Aquella  supersti- 
ción conducía  á  actos  terribles  de  barbarie.  Algunos  hombres  se 
horadaban  la  piel  del  genital  sacándose  por  el  horado  veinte  ó 
cuarenta  brazas  de  cordel;  (3)  en  ocasiones  se  reunían  vaados 
hombres,  y  simultáneamente  iban  tirando  del  cordel    El  derra- 
mamiento de  sangre  y  la  crueldad  de  los  martirios  presidían  en 
estas  prácticas  salvajes. 

Tras  aquellos  sufrimientos  seguían  casi  siempre  los  placeres 
de  la  mesa,  como  una  especie  de  indemnización;  gteaa  cantidad 
de  comida  y  la  bebida  del  pulque  les  daban  fuerzas  para  seguir 
maltratándose  el  cuerpo.  Por  eso  entre  las  oblaciones  se  tenia 
por  una  de  las  más  aceptas,  ofrecer  en  los  templos  platos  de 
viandas  condimentadas;  los  dioses  se  contentaban  con  el  doi?,  y 
los  sacerdotes  devoraban  las  sustancias  en  nombre  de  los  núme- 
nes inmortales. 


(1)  Motolima,  tamt  I,  oftp.  XI.— MendieCa,  lib.  II,  oap.  XVIIL 

(2)  Sahagon,  tom.  I^  pág.  214. 

(8)  Mendieta,  lib.  IL  oap.  XY.  MotoUnia,  ttat  I,  eap.  IX. 


CAPÍTULO  vm. 

• 

Saerifidos — Tet^ieatLSacriJUsio  ordinafrío.—Otra  elote  de  aaeríficCoe.^De  niños,^ 
tlacaaipehuaUetU,^TenuaamU,-— Cv^  EuihpilU  CuauhUeehuaU  ó  voéó 

del  9oL — TeomomkxieaUi, — Imptetion  de  la  mano  ctbierta.-^CuauhxicaUi  de  Titoc, 

LA  parte  capital  del  culto  azteca  eran  lo¿  sacrificios.  Las  co- 
dornices, langostas,  mariposas  y  culebras  apostaron  con  los 
dioses  en  Teotihuacan  por  donde  saldría  el  sol,  y  habiendo  per- 
dido fueron  condenadas  á  ser  sacrificadas.  (1)  Las  codornices, 
entre  los  animales,  hacían  papel  principaL  Los  sacerdotes  re<»- 
bíiu  al  sol  á  su  salida  con  música  y  alabanzas;  cada  uno  de  ellos 
«raneaba  la  cabeza  á  una  codorniz,  mostrándola  sangrienta  al 
astro  en  señal  de  holocausto.  Las  aves  muertas  servían  de  pasto 
i  los  ministros.  (2)  En  la  fiesta  de  Tezoatlipoca,  el  rey  arranca- 
ba la  dabeza  á  cuatro  codornices,  tirándolas  á  los  pies  del  dioS; 
ea^egnida  los  sacerdotes  practicaban  el  mismo  sacrificio,  y  lue^ 
S^  todo  el  pueblo;  el  gran  numero  de  aves  muertas  era  recogi- 
do por  los  criados  del  rey,  quienes  cocían  ó  asaban  una  parte 
para  la  comida  del  señor  y  de  los  ministros,  salando  el  resto 
pira  que  se  conservara  como  cosa  sagrada.  (3)  Huitzilopochtli 
tenía  también  consagrados  como  víctimas,  codornices  y  gavila- 
nes. Se  ofrecían  á  Mixcoatl  conejos,  venados  y  coyotes.  A  diver- 
sas divinidades  toda  clase  de  animales,  así  bravos  como  domes- 
ticos,  sin  olvidar  los  peces  y  vivientes  acuáticos.  (4)   Según  una 

(1)  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XLII. 

(2)  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  XXXIV. 

(3)  Torqaemada,  Hb.  X,  cap.  XVL 
'^4)  Torqnemada,  lib.  VI,  cap.  VI. 

20 


154 

respetable  opinión, — "Las  aves  que  á  sns  dioses  ofrecían,  pocos 
las  comían,  antes  las  echaban  á  maL"  (1) 

En  materia  de  sacrificios,  como  en  todo  su  sistema  religioso^ 
los  aztecas  reunían  lo  practicado  por  los  diversos  pueblos.  A  la 
simple  ofrenda  de  las  flores  y  de  los  frutos  hecha  á  Ooatlicue  j 
á  Centeotl,  restos  de  !os  cultos  primitivos,  juntaban  como  vícti- 
mas, ya  la  codorniz  de  origen  chichimeca,  ya  los  otros  animales 
reminiscencias  de  los  habitantes  del  antiguo  Teotihuacan.   Para 
colmo  de  monstruosidad  presentaban  también  la  víctima  huma- 
na.   La  historia  declara  á  los  méxica  culpables  de  este  invento. 
En  efecto,  la  mención  auténtica  que  hemos  encontrado  en  las 
pinturas  de  esta  práctica  feroz,  corresponde  á  la  primera  parte 
de  la  peregrinación  de  la  tribu.  ¿Fueron  ellos  los  verdaderos  in- 
ventores del  crimen,  ó  lo  imitaron  de  pueblo  más  antiguo?  Nada 
podemos  asegurar  con  absoluta  certeza.  El  instinto  homicida, 
que  en  más  de  una  vez  dejaron  traslucir  en  las  mansiones  de  &u 
viaje,  fué  parte  para  qne  las  tribus  les  arrojaran  de  sus  pobla- 
ciones  y  les  persiguieran  por  la  guerra;  el  sacrificio  de  los  i)ri- 
sioneros  chalqueses  y  el  de  la  hija  del  señor  de  Oolhuacan,  de- 
terminaron su  salida  fuera  del  valle  y  su  ausencia  por  muchos 
años^  Fundada  la  ciudad  de  México,  la  sangre  de  un  prisionero 
colhua  sirvió  para  inaugurar  el  humilde  momoztli  de  Huitzilo^ 
pochtli.  En  los  años  de  esclavitud  y  de  desdicha,  el  dios  hubo  de 
contentarse  con  alguna  víctima  furtivamente  tomada  en  la  tie^n 
firme;  mas  cuando  la  tribu  rompió  el  yugo  y  se  hizo  poderosa»  la 
religión  secundada  por  la  venganza  enconfa'ó  amplia  cosecha  en 
los  prisioneros  enemigos.  Hecho  público  aquel  rito,  introducido 
á  fuerza  de  armas  en  todos  los  pueblos  sojuzgados,  el  número  de 
las  víctimas  aumentó  proporcionahnente  al  poderío  del  imperio. 
Gústase  la  sangre  y  es  bebida  embriagante;  el  colmo  del  frenesí 
subió,  en  la  dedicación  del  templo  mayor,  reinando  AhnitzotL 
Llegada  la  idea  á  su  punto  culminante,  había  esperanzas  al  mé- 
nos  de  qne  iría' disminuyendo  en  intensidad. 

De  dos  clases  salían  víctimas  humanas,  de  los  esclavos  y  de 
los  prisioneros  de  guerra.  Los  esclavos  que  por  tres  ó  cuatro  ve- 
ces habían  mudado  de  amo,  á  causa  de  haber  huido  ó  de  su  gé^ 
nio  intolerable,  eran  vendidos  para  el  sacrificio:  (2)  los  donaban 

(1)  Hendieta,  Hb.  H,  oap..Xy. 

(2)  Torqnemada,  lib.  XTV,  cap.  XVII. 


155 

i  los  templos  SQS  dueños,  ó  los  compraban  los  devotos  con  el 
mismo  fin.  Las  madres  vendían  á  sus  niños  de  pecho  para  ofre- 
cerles á  los  ilaloque,  con  el  derecho  que  los  padres  tenían  de 
Tender  á  sus  ^hijos  caso  de  necesidad:  se  vislumbran  algunos 
otros  casos,  aunque  bien  pocos,  en  que  personas  libres  sucum- 
bhn  sobre  las  aras.  Abundaban  en  los  mercados,  UanquüÜij  los 
esdavos  de  venta.  En  cada  fiesta  perecían  tantos  cuantos  eran 
k»  númenes  honrados  en  ella;  pedía  el  rito  que  cada  una  repre- 
sentara al  dios  á  que  estaba  consagrado,  y  al  efecto  moría  con 
el  «vestido,  [insignias  y  arreos  correspondientes:  (1)  la  {áedad 
ofrecda  algunas  otras  víctimas. 

'*Ma8  débese  notar^que  lo  sobredicho  en  el  precedente  capitu- 
lo, que  tantos  esdavos  mataban  y  sacrificaban  en  xma  fiesta^ 
enantes  de  [sus  dioses  venían  á  caer  en  ella,  se  entiende  de  los 
esobvos  de  venta:  y  esto  era  sacrificando  hoiúbres  ante  los  dio- 
ses y  mujeres  delante  las  diosas,  y  á  veces  niños.  Mas  de  los  es- 
daTOs  tomados  en  guerra,  todos  los  que  á  la  sazón  tenían,  sacri- 
ficaban y  mataban^  aunque  fuesen  mil,  puesto  que  en  diversas 
fiostas  diversas  ceremonias  hacían  con  ellos.  Y  para  no  sentir 
tanto  la  muerte,  les  daban  cierto  brebaje  á  beber,  que  parece  los 
desatiaaba,  y  mostraban  ir  á  morir  con  alegría"  (2)  Ouando  el 
imperio  estaba  en  paz  y  sobrevenía  alguna  solemnidad  que  pi- 
fienra  griui  niimero  de  víctimas,  como  en  la  coronación  de  los 
leyes,  se  emprendía  una  guerra  bajo  los  más  fútiles  pretextos. 
Para  ^empos  normales,  á  fin  de  proveer  á  los  dioses  de  carne 
iresoa,  concertaron  los  tres  reinos  coligados  de  México,  Texcoco 
7  Tlacopan  por  una  parte,  la  república  de  Tlaxcalla,  la  ciudad 
teocrática  de  Cholollan  y  el  estado  oligárquico  de  Huexotzinco 
por  otra,  aquella  célebre  guerra  mensual  denominada  Xoddyor 
ofoUf  guerra  florida,  guerra  religiosa  ó  de  los  enem^os  de  casa, 
en  la  cual  recíprocamente  se  suministraban  víctimas  en  cada 
nna  de  las  diez  y  ocho  fiestas  principales  que  al  ano'  tenían.  En 
se  lugar  respectivo  daremos  pormenores  acerca  de  este  raro 
pacta 

Los  sacrificios  de  víctimas  humanas  eran  de  diferentes  clases, 
«xistiendojdiversas  piedras  á  ellos  destinadas.  Para  el  sacrificio 

(1)  Motolinia,  trat.  1,  cap.  VI.  Mendieta,  Ub.  11,  cap.  XV  y  sig. 
{%)  Mendieta.  tib.  U/  cap.  XVI. 


156 

común  la  piedra  se  Uamaba  techcaJtL  Era  an  trozo  de  roca  verde, 
de  niio3  seis  pies  de  largo,  una  tercia  de  ancho  y  de  altuí^  como 
hasta  la  cintura  de  un  hombre,  disminuyendo  de  alto  á  bajo  en 
forma  piramidal  hasta  rematar  en  un  pequeño  espacio;  la  figura 
estaba  apropiada  para  que  la  víctima  ¿tendida  de  espaldas  enci- 
ma,  quedara  con  las  piernas,  brazos  y  cabeza  colgantes,  levanta*- 
do  en  arco  el  pecho  y  bien  tirante  la  piel.  (1) 

Los  ministros  oficiantes  eran  seis;  cinco  destinados  á  tenerlos 
brazos  cabeza  y  piernas,  y  el  último  el  sacrificador.  Aquellos  te- 
nían cuerpo  y  rostro  pintado  de  negro,  con  una  raya  blanca  al  re- 
dedor de  la  boca,  las  cabelleras  erizadas  y  revueltas,  ceñidas  en' la 
frente  con  una  banda  de  cuero,  que  enlaparte  superior  tenía  una 
pequeña  rodela  de  papel  de  [diversos  colores;  vestían  unas  dal- 
máticas blancas,  labradas  de  negro,  á  las  cuales  llamaban  ^qpo- 
hcuachtlL  El  nombre  de  los  ministros  era  chachalmeca,  como  quien 
dice,  ministro  de  cosa  divina.  En  cada  una  de  las  fiestas  cambia- 
ba de  nombre  y  de  traje  el  sacrificador;  en  la  de  HuitzüopochtK 
se  nombraba  Topiltzin,  sinónimo  de  QuetzalcoaiL  '^1  traje  y 
^'ropa  era  una  manta  colorada  á  manera  de  dalmática»  con  unas 
"flocaduras  verdes  por  orla,  una  corona  de  varias  plumas  verdes 
"y  amcurill&s  en  la  cabeza,  y  en  las  orejas  unas  orejeras  de  oaro 
"engastadas  en  ellas  piedras  verdes,  y  debajo  del  labio  un  bezo^ 
"te  (2)  de  una  piedra  azuL"  Preparada  la  víctima  según  lasprei^ 

(1)  P.  Donoi,  cap.  HL  M8.  MóCoUnifli,  trát  1,  cap.  VI.  Sahagtm,  tom.  I,  p^- 
198.  Gomara,  cap..  CGXV.  Acosta,  lib.  Y,  cap.  XTTT.  Herrera,  dec.  m,  lib.  II»  eap. 
XV.  Torquemada,  lib.  VII,  cap.  XIX.  El  P.  Valades,  Bhetorica  Obristíana,  Pan 
quarta,  cap.  YI,  dice:  ^'In  majore  horum  adytorum  locata  erat  mensa  qoadrats 
magna  et  splendida,  habebant  singula  latera  longitadinem  triimí  tdnarmn,  non 
abdimües  lapidda  illid,  qtua  Ínter  Bomana  monumenta  adfaimo  servantim  hieá  qtiOd 
erat  unicolores,  singidi  anguli  erat  craaai  tres  ninas  plus  minns,  sttbnÉtebaaita^  qv** 
tom*  animalibuB,  tanquan  columellis.  Gonscendebatur  ad  eas  per  gradns  TÍgintí,  qm 
lamen  Tel  plores  vel  pauciores  interdum  erant.  Erant  ejusmodi  scalfe  apposit» 
ad  iñngola  qoataor  latera.**  Esta  mesa  cuadrada  de  tres  varas  por  largo,  sustentada 
por  cuatro  animales  y  con  otras  tantas  escaleras  para  subir  á  ella,  estaba  deetmada 
al  dios  del  vino  Ometocbtli,  en  el  sacrifloio  que  se  le  hacía  en  la  octava  treceM  del 
Tonalamatl;  según  testimonio  de  Gama,  segunda  parte,  pág.  43,  §  128»  nota. 

(2)  El  nombre  propio  es  tenteU,  de  ifiníM^  labio,  y  UU,  piedra,  potqie  ae  oflAba 
en  un  horado  hecho  en  el  labio  inferior.  Generalmente  era  de  figura  oilíndiica,  te- 
niendo en  un  extremo  un  apéndice  convexo  propio  para  adaptarse  por  aquélla  cur« 
vatura  á  los  dientes;  el  otro  extremo  salía  por  el  horado  del  labio,  recibiendo  on 
plumerito  de  plumas  de  colibrí  para  hacerlo  Vistoso.  Esta  íoma  ae  conoce  vulgar- 


157 

eripciones  del  ríto^  cnatro  de  los  oficiantes  la  tomaban  de  los 
brazos  y  piernas,  y  alzándola  en  alto  la  colocaban  de  espaldas 
encima  del  techcatl;  el  qnintojfministro  le  ponía  sobre  el  cuello  ' 
una  collera  de  madera,  (1)  á  fin  de  mantener  colgante  la  cabeza, 
y  tal  vez  para  hacer  refluir  la  sangre  hacia  el  pecho.  Pronuncia- 
das las  oraciones  rituales,  el  sacrificador,  armado  de  un  agudo 
Cuchillo  de  pedernal  (tecpcUl,  silex),  se  adelantaba,  hería  sobre  el 
pecho,  metía  la  mano  por  la  herida,  y  arrancando  el  corazón 
palpitante,  sangriento,  exhalando  vaho,  levantaba  la  mano  ofre- 
ciéndole al  sol,  y  luego  lejtiraba  á  los  pies  del  ídolo.  (2) 

Respecto  del  corazón  observaban  muy  diversas  prácticas:  que- 
mábanle á  veces  y  otras  le  colocaban  sobre  el  altar  en  una  vasija 
llamada  chalchiuhxicaUi;  ya  le  enterraban,  ya  se  le  comían  los  sa- 
cerdotes, ó  bien  le  conservan  por  algún  tiempo  con  extrañas  ce- 
remonias. Con  la  sangre  recogida  en  un  vaso,  untaban  los  labios 
de  los  ídolos  para  que  la  gustasen,  y  tenían  con  ella  ciertas  partes 
de  los  santuarios  y  de  los  templos. 

• 

Lg  víctima  era  arrojada  poqlas  gradas  del  teocalli  abajo.  Si  era 
prisionero  4e  gueira,  el  cautivador  con  sus  amigos  la  recogían, 
y  Uevándolja  al  calpuUi  la  destrozaban;  enviabibn  la  cabe^  á  los 
sacerdotes  para  ^que  fuera  colocada  en  el  Tezompantli,  el  resto 
d^  cuerpo  se  conducía  á  la  casa  del  dueño.  Del  cadáver  se  co- 
nfian las  partes  carnosas;  los  desechos  y  las  entrañas  se  arroja- 
bi^  á  las  fieras.  Hecha  trozos  la  carne,  la  cocían  con  msáz,  y  á 
eada  convidado  daban  tma  escudilla  con  un  pedazo  y  su  caldo 
correspondiente:  llamaban  á  la  cojxúda,  üaccUlaoUu  El  convite  era 
regocijado,  terminando  con  alegrías  y  bebida  de  ocüi,  pulque. 
''£1  señor  del  cautivo  no  jcomía  de  la  carne,  porque  hacía  cuenta 
*^que  aquella  era  m  misma  carne,  porque  desde  la  hora  que  le  cau- 
**tív6,  le  tenía  por  hijo,  y  el  cautivo  á  su  señor  por  padre;  y  por 


MBte  tejóla  denommacion  de  9&mbrerÜ08j  porque  se  parecen  á  los  de  copa  alta. 
A%«B08  rematan  en  ptmta,  y  otros  asemejan  un  diente  canino.  Los  más  prolonga- 
^7  de  bMÍlo  eran  de  reyes  y  grandes  señores;  los  azules  de  los  sacerdotes;  los  de 
ohádmna  de  los  guerreros;  los  de  cristal  de  roca  de  la  servidumbre  real. 

(1)  Esta  fyieza,  llamada  por  los  autores  collera  y  el  yugo,  era  de  madera  ó  de  pie- 
^  ItbtadA  curiosamente  y  en  forma  á  veces  de  culebra. 

(2)  Burán,  segunda  parte,  cap.  HE.  MS.  Motolinia,  trat.  1,  cap.  VI.  Torqxiemada, 
fib.TO,  cap.  ^IXjíkc. 


158 

"esta  razón  no  quería  comer  de  aquella  ctene,  pero  comía  de  la 
"de  los  otros  cautivos  que  se  habían  muerto."  (1) 

En  honra  de  la  verdad  debe  decirse,  que  ese  banquete  no  era 
un  acto  de  puro  canibalismo.  Los  méxica  comían  de  aquella  car- 
ne como  de  una  sustancia  mística,  en  virtud  dé  la  trasmutación 
que  la  víctima  había  sufrido  en  el  sacrificio.  Un  autor  nada  sos- 
pechoso dice:  "Luego  tomaban  al  sacrificado  y  volvíanselo  á  su 
"dueño,  con  la  carne  del  cual  solemnizaban  la  fiesta,  la  cual  car- 
"ne  de  todos  los  sacrificados  tenían  realmente  por  carne  consa- 
'.'grada  y  bendita,  y  la  comían  con  tanta  reverencia  y  con  tantas 
"ceremonias  y  melindres,  como  si  fuera  alguna  cosa  celestiíJ,  y 
"así  la  gente  común  jamas  la  comía,  sino  allá  la  gente  ilustre  y 
"muy  principaL"  (2)  Infiérese  de  aquí  el  sentido  religioso  que 
los  azteca  daban  á  la  carne  de  la  víctima.  Prueba  ademas,  que  la 
práctica  de  comer  la  carne  humana  no  era  universal,  supuesto 
que  aquella  vianda  sólo  se  repartía  á  la  gente  ilustre  y  principal, 
al  dueño  del  esclavo  y  al  guerrero  cautivador  del  prisionero  con 
sus  amigos  y  parientes,  únicos  que  podían  alcanzar  una  fracción 
de  la  víctima  inmolada.  Si  quien  daba  el  festín  tenía  posibles, 
repartía  á  sus  comensales  mantas  y  joyas.  Con  el  esclavo  sacrifi- 
cado se  procedía  de  manera  idéntica,  aunque  con  menor  solem- 
nidad que  con  el  preso  en  guerra.  (3) 

En  el  teocalli  mayor  de  México  los  techcaü  eran  dos,  cada  uno 
frontero  de  lo&  dos  santuarios  de  Huitzilopochtli  y  de  Tlaloc,  y 
tan  cerca  de  la  escalera  que  con  facilidad  se  podían  arrojar  por 
ella  los  cadáveres;  de  aquí  resultaba,  que  del  tajón  hasta  abajo 
había  constantemente  un  regajal  de  sangre.  (4) 

En  el  mes  Hueytecuilhuitl,  la  mujer  que  representaba  á  la 
diosa  Xilonen,  cargada  espalda  con  espalda  por  un  sacerdote  era 
degollada,  le  sacaban  .el  corazón  y  le  ofrecían  al  sol.  (5) 

En  la  fiesta  de  Tlaloc  hacían  morar  juntos,  por  espacio  de  vein- 
te ó  treinta  dias,  á  un  esclavo  y  á  una  esclava  cual  si  fueran  ma- 
rido y  mujer;  los  sacrificaban,  y  los  cadáveres  eran  enterrados  en 
una  hoya  á  manera  de  silo  que  en  el  templo  tenían.  (6) 

(V)  Sahagan,  tom.  I,  págs.  89  y  03. 

(2^  P.  Duran,  SAgnnda  parte,  cap.  X.  MS. 

3;  Motolinia,  trat.  I,  cap.  VI.  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XIX. 

4)  P.  Sahagun,  tom.  I,  pág.  198. 

'5)  Saliagim,  tom.  I,  pág.  61, 

6)  Motounia,  trat.  I,  cap.  VI.  Torqoemada,  Ub.  VI,  cap.  XX. 


159 

En  el  tiempo  en  que  habían  brotado  los  maizales  sacrifioaban 
dos  niños,  nno  hombre  y  otro  mujer,  hijos  de  señores  y  principa- 
les, llevándoles  á  la  montana  de  Tlaloo,  cortándoles  la  cabeza  y 
oHiservando  sus  despojos  en  una  caja  de  piedra  como  si  fueran 
reliquias.  En  el  mes  Atlacahualco  sacrificaban  en  los  montes  ni- 
ños de  pecho  comprados  á  sus  madres.  En  el  mes  Atemoztli  su* 
mergian  en  el  lago  xin  niño  y  una  niña,  kaciendo  zozobrar  la 
oanoita  en  que  les  colocaban.  Guando  el  maíz  estaba  un  poco 
decido,  compraban  cuatro  niños  de  cinco  á  seis  años  de  edad,  y 
encerrábanles  en  una  cueva,  dejándoles  morir  de  terror  y  de 
hambre.  (1) 

lia  fiesta  de  Tlacaxipehualiztli,  desoUamiento  de  hombres,  se 
hacía  á  honra  de  aquella  trinidad  representada  por  Totee,  Xipe 
y  Tlatlauhquitezcatl,  y  era  universal,  así  en  las  grandes  ciudades 
ccNoao  en  los  pequeños  pueblos.  Cuarenta  dias  antes  cada  templo 
de  los  colpHJlUy  barrio,  nombraba. el  esclavo  que  representaba  el 
dios,  tributando  á  todos  honores  divinos.  El  dia  de  la  solemni- 
dad, bien  temprano,  sacrificaban  aquellos  esclavos  con  las  insig- 
nias .de  los  principiáes  dioses  como  Huitzilopochtli,  Quetzalcoatl, 
Macuilxochitl,  &c.,  arrojando  las  víctimas  en  el  lugar  dicho  Za- 
oapan,  sobre  la  paja  ó  zacate.  Carniceros  diestros  tomaban  los 
cadáveres,  y  abriéndoles  por  la  espalda,  del  colodrillo  al  calcañar, 
separaban  la  piel,  tan  putera  cual  si  fuera  de  un  cordero;  daban 
la  carne  al  dueño  del  esclavo,  y  los  pellejos  los  vestían  otras  tan- 
tas personas,  las  cuales  se  las  acomodaban  á  raíz  del  cuerpo, 
pomiéndose  encima  las  ropas  de  los  dioses  que  los  esclavos  ha- 
blan traído.  En  esta  guisa,  aquellos  hombres  representaban  á 
les  númenes,  se  repartían  hacia  los  cuatro  puntos  cardinales*  y 
en  señal  de  su  poder  llevavan  asidos  como  presos  algunas  per- 
sonas: esta  ceremonia  se  llamaba  neteotoquüiztli^  reputarse  por 
dios.  Poco  después  reunían  aquellas  divinidades  y  las  ataban 
una  con  otra  ligando  la  pierna  izquierda  del  uno  con  la  derecha 
del  otro,  del  pié  á  la,  rodilla,  y  así  paseaban  aquel  dia,  susten- 
tándose los  unos  con  los  otros  como  mejor  podían.  Estas  prác- 
ticas tenían  por  abjeto  simbolizar,  que  todos  los  dioses  no  eran 
mas  de  uno  solo,  ''que  todo  era  un  poder  y  una  unión,"  (2)  en 

(1)  Moiolinia,  trat.  I.  cap.  VII.  Toiquemada,  lib.  VII,  cap.  XXI.  Sahagnn,  tom.  I, 
pág.  84. 

(2)  P.  Darán,  segunda  parte,  oap.  DL  MS. 


160 

consonancia  con  sus  ideas  teológicas  acerca  de  la  unidad  y  de 
la  pluralidad  reunidas. 

Atados  aún,  eran  conducidos  al  Cuauhxicalco.  Era  estenn 
patio  en  el  teocalli  mayor,  cuadrado  como  de  siete  brazas  por 
lado,  en  el  cual  estaban  colocadas  cercanas  dos  grandes  piedras, 
llamada  la  una  Temalacatl,  la  otra  Cuauxicalli.  Temalacatl,  tra- 
ducido por  rueda  de  piedra,  se  compone  de  tetly  piedra,  y  de  ttio- 
lacoÜy  (malacate,  huso);  el  pezón  del  huso  azteca  era  comunmen- 
te una  media  esfera  de  barro  cocido  ó  de  piedra,  con  un  taladra 
en  el  centro,  tomando  á  veces  la  forma  de  un  cilindro  de  poca 
altura  respeto  del  diámetro  de  las  bases;  de  aquí  sin  duda  se  de- 
riva el  compuesto.  El  Temalacatl  era  un  cilindro  de  piedra,  de 
una  vara  de  altura,  de  dos  brazadas  de  diámetro,  con  un  horado 
vertical  en  el  centro,  y  labrada  la  superficie  convexa  con  figuras 
ó  batallas.  Asentada  sobre  un  macizo,  quedaba  en  alto,  subién- 
dose á  ella  por  tres  ó  cuatro  gradas.  (1) 

La  honra  de  la  invención  de  la  piedra  y  del  sacrificio  que  en 
ella  se  hacía,  corresponde  á  Motecuhzoma  Ilhuicamina.  Cuando 
quedó  terminada  la  reconstrucción  que  mandó  hacer  del  teocalli 
mayor,  acabada  la  guerra  de  la  Huaxteca,  ordenó  se  labrase  una 
piedra  redonda,  en  la  cual  debían  estar  representados  los.  com- 
bates contra  los  tecpaneca  de  Azcapotzalco,  "la  cual  escultura 
quiere  que  sea  perpetua  memoria  de  aquella  admirable  hazaña, 
y  debería  nombrarse  Temalacatl,  rueda  de  piedra.  Acabáronla 
pronto  los  canteros,  y  el  rey  mandó  se  hiciese  un  poyo  alto 
**donde  se  .pusiese,  y  así  se  hizo  un  poyo  alto  y  encima  del  la 
"mandaron  poner,  que  señorease  un  gran  estado  (estatura)  de 
"un  hombre."  La  piedra  tenía  un  agujero  en  medio,  por  donde 
s^lía  la  soga  destinada  á  sujetar  al  prisionero:  en  ella  combatie- 
ron los  cueiteca,  y  cuando  el  corazón  de  los  sacrificados  estaba 
frió,  "lo  ponían  en  un  lugar  que  llamaban  Cuauhxicalli,  que  era 
"otra  piedra  grande  que  era  dedicada  al  sol,  y  tenía  enmedio  una 
"pileta  donde  se  hacían  otros  sacrificios  diferentes  de  este."  (2) 

Tezozomoc  (3)  conviene  en  lo  anterior,  aumentando  que  los 

(1)  Duirán,  segonda  parte,  oap.  IX.  MS.  £1  OonqaiBtador  aiuSnimo,  apud  Otfdá 
Icazbalceta,  tom.  I,  pág.  376 .  P.  Sahagun,  tom.  I,  pág.  207.  Torqnemada,  lib.  VIH 
oap.  XV. 

(2)  Duran,  Hist  de  las  Indias  de  NueTa  España,  oap.  XX. 

(3)  Oxónioa  Mezioana,  cap.  80.  MS. 


161 

prisioneros  fueron  ocupados  en  reconstruir  el  templo,  ^le  hlcie* 
'^on  gradas  y  en  medio  se  puso  el  tajón  á  donde  habían  de  ser 
'muertos  los  tales  esclavos  habidos  en  guerra,  y  para  recorda- 
''clon  del  rey  Chimalpopoca  que  lo  ¿abia  comenzado  á  hacer.'* 
Be8i>ecto  del  Temalacatl:  ^'Acabada  de  lubrar  la  gran  piedra  6 
''rodezno  de  molino,  la  subieron  en  lo  alto  y  la  pusieron  en  me- 
''dio  de  la  gran  sala,  frontero  de  la  puerta  principal  y  del  ídolo 
"Huitzilopochtli,  que  éste  er^  labrado  de  piedra,  arrimado  á  la 
"pared,  cosa  que  estuviera  mirando  á  la  piedra  ó  rodezno,  y  esta 
dicha  piedra  está  en  una  esquina  de  la  casa  de  un  vecino,  hijo 
de  un  conquistador,  y  la  piedra  del  sacrificio  está  hoy  junto  & 
"la  iglesia  mayor  de  la  ciudad."  El  autor  escribía  en  1598. 

lia  época  de  la  construcción  de  las  piedras  la  fija  con  precisión 
Fr.  Bemardino.  (1)  "En  el  año  136  (de  la  fundación  de  México, 
"1459)  hizo  mote^uma  el  viejo  vna  rrodela  de  piedra  la  qual  sa- 
"oó  rrodrigo  gomez  que  estaba  enterrada  á  la  puerta  de  su  casa 
"la  qual  tiene  un  agujero  en  medio  y  es  muy  grande  y  aquel 
"agujero  ponían  los  que  tomavan  ea  la  guerra  atados  que  no  po- 
"dían  mandar  sino  los  brazos  y  davanle  vna  rrodela  y  un  espada 
"de  palo  y  venían  tres  hombres  uno  vestido  como  tigre  otro  co- 
"mo  león  y  otro  como  águila  y  peleavan  con  él  hiriéndole  luego 
"tonxavan  un  navajon  y  le  sacaban  el  corazón  y  así  sacaron  loa 
^''navajones  con  la  piedra  debajo  de  aquella  piedra  redonda  y 
"muy  grande  y  después  los  señores  que  fueron  de  méxico  hizie- 
"ron  otras  dos  piedras  y  las  pusieron  cada  señor  la  suya  vna  so- 
"^re  otra  y  la  vna  habían  sacado  y  está  oy  dia  debajo  de  la  pila 
"del  bautizar  y  la  otra  se  quemó  y  quebró  quando  entraron  los 
'^españoles  y  los  primeros  que  esta  piedra  estrenaron  fueron  los 
"de  cuistlavaca.'*  •  • 

Bazon  tenía  Fr.  Bemardino  al  asegurar  que  estos  monumen- 
tos fueron  varios.  En  efecto,  Axayacatl  mandó  labrar  nuevos 
Temalacatl  y  Cuauhxicalli,  estrenándolas  los  prisioneros  matla- 
isonca.  (2)  Convidó  para  el  estreno  á  gran  número  de  señores» 
teniendo  lugar  la  fiesta  en  el  mes  Tlacaxipehualiztli,  á  honra  de 
un  nuevo  dios  desconocido  nombrado  Tlatlauhquitezcatl,  espejo 
colorado.  (3)  Alguna  vez  se  llama  Cuauhtemalacatl  á  esta  pie* 

(1)  MS.  de  Fr.  Bemardino,  en  poder  del  Sr.  D.  Joaquín  García  loazbalceta. 

(2)  P.  Darán,  ci^.  XXXYI.  Tezozomoc,  cap.  49.  US. 

(8)  TezoEomoc,  cap.  50.  MS. 

21 


162 

dra,  (1)  68  decir,  Temalacatl  de  lapS  águilas,  no  siendo  estraño  que 
también  le  digan  Temalacatl  CnanlixicallL  (2)  El  segundo  Mote- 
enlizoma  msoidó  labrar  dos  piedras  semejantes,  para  el  gran  sa- 
crificio apellidado  Tlacaxij^hualiztli  tlahuahuana. 

"una  de  estas  piedras,  al  menos  la  última  que  se  halló  en  este 
"gran  templo^  cuando  nuestros  españoles  entearon  en  la  ciudad 
'^  se  s^oderaron  de  ella,  está  el  dia  de  hoy  en  la  entrada  de  la 
"plaza  mayor  y  la  de  el  Marqués,  sentada  junto  al  cementerio  de 
"la  iglesia  mayor,  y  junto  de  la  puerta  del  Perdón,  la  cual  está  á 
"vista  de  todos,  y  aun  muchos  se  juntan  en  aquel  lugar  á  sus  con- 
"versaciones,  y  junto  á  ella  han  sucedido  algunas  desgracias."  (3) 

La  TOA  Cuauhxicalli  se  compone  de  cuauhtlif  águila,  águilas^  y 
de  xuxiUi,  jicara;  dando  á  entender  jicara  ó  vaso  de  las  águilas^ 
donde  beben  las  ^^pulas.  Cuauhxicalli  es  una  palabra  genérica, 
aplicada  á  varios  monumentos  cong^eres,  que  no  tenían  las 
mismas  formas  y  aplicación.  Para  determinar  la  forma  y  el  uso 
del  que  acompañaba  al  Temalacatl,  fuera  de  lo  antes  dicho  que 
le  atañe,  reuniremos  algunas  autoridades. 

Sai  tiempo  del  primer  Motecuhzoma,  el  jefe  Tlacaeletrin  Ci- 
huacoatl  aprobó  que  el  tajón  no  fuese  de  madera,  sino  de  piedra, 
redonda,  "en  medio  agujerada  para  echar  los  corazones  de  los 
bueorpos  que  allí  muriesen,  después  de  haber  gustado  la  saagre 
de  eUoe  caliente  Huitzilopochtli,  y  que  esta  piedra  no  la  labra- 
sen los  huaxtecas,  sino  los  de  Azcapotzalco  y  Ouyoacan,  exee- 
"lentes  albañiles,  labrando  en  dicha  piedra  la  guerra  de  sus  pue- 
"blos  cuando  por  nosotros  fueron  vencidos  y  muertos,  y  sujeta- 
"dos  á  este  imperio."  (4)  Be  esta  piedra  se  afirma  que,  "se  sacó 
''del  lugar  donde  ahora  se  edifica  la  iglesia  mayor,  y  esiá  á  la 
"puerta  del  perdón.  Dicen  ique  la  quieren  para  hacer  della  una 
**pila  de  bautizar.*'  (5) 

Puesta  la  piedra  en  el  templo,  se  convocó  á  los  vasallos  de  la 
eoroim  para  que  viniesen  á  ver  el  vaso  dd  acl,  asi  intitulado  y  lla- 
mado dios  XiuhpiUi  Cuauhtleehuatl,  el  cual  había  de  estrenarse 

(1)  Teíozomoc,  Orón.  Mexicana,  cap.  54.  MS. 

(2)  Loco  cit  cap.  92  y  97.  MS. 

(3)  Torquemada,  Ub.  Vm,  cap.  XV. 

(4)  Tezozomoc,  cap.  80.  MS. 
($)  P.  Duran,  cap.  XXIL 


"( 


168  - 

MD  los  Tencidoa  escdavos  de  HuaxT^oac  y  de  OoMxtlalinacan.  (1) 
S  mismo  actor  la  nombra,  ''batea  de  piedra  agujerada  qne  lla^ 
''Hum  OaaakxicallL"  (2)  En  la  maerte  de  Tínoe  fiteron  sacrifica- 
dos los  prisioneros,  ''en  el  agujero  del  Coaubxicalli  de  piedra  6 
"degoUadera"  (3)  Durante  la  dedicación  del  templo  mayor  por 
Ahmkzotl,  sacado  el  corazón  á  las  victimas  lo  daban  á  los  sacer- 
dotes, j  "ellos  á  todo  correr  iban  echando  en  el  agujero  de  la 
''piedra  que  Uamaban  Onauhxicalli,  que  estal»  agujerada  de  una 
''rara  en  redondo,  que  hoy  está  está  piedra  del  demonio  en  fren- 
"te  de  la  iglesia  mayor."  (4)  Describiendo  las  penitencias  que 
al  subir  ál  trono  hizo  MoteouhiKnna  n,  dice:  "Acabado  de  co- 
"mer  volvieron  á  subir  al  templo,  sin  llegar  las  cuatro  gradas 
"más  á  donde  estaba  el  gcaan  ídolo,  sino  sólo  á  la  piedra  redonda 
"qne  Uamabito  CusuhxióaJli,  brasero  y  caño  de  saootgre,  como  es* 
"taba  agujerada  toda  la  pijsdra  colaba  mucha  sangre  y  entraba 
''por  el  agt^ro  muchos  corazones  humanos.*'  (6) 

Fiados  en  estas  autoridaides,  omitidas  otras  por  inútiles,  sa* 
camoB  que  el  Guauhxicalli  XiuhpiUi  Guimhtieehuatl,  ó  vaso  del 
sol»  er&  un  cilindro  de  piedra,  de  más  de  cinsco  pies  de  diámetro 
7  tees  de  alturai,  hueco  en  la  parte  interior  en  el  diámetro  de  una 
i^ura,  y  labrada  la  supexf^eie  esterior.  fin  este  vaso  se  ccdocabaín 
k»  oarazones  de  las  victisa^^  en  las  gra^^des  iestívidades  como 
en  la  del  Tlaeazipehualiztli  lüm  ciertas  oo^iones  servía  de  pie« 
dra  de  sacrificio;  los  sacerdotes  se  hincaban  ó  sentaban  sobre  el 
ImFdo  del  vaso;  la  victiiiaa  retenida  pot  los  brazos  y  las  piernas 
quedaba  c<m  ]|a  espalda  en  €A  aire  dentro  del  vaso,  y  en  esa  pos* 
toia  le  arrancaba  el  sacrificadcH*  el  ootsoion.  La  Mm.  8',  cap.  28 
de  la  primera  piarte  del  {P.  Duran,  da  cumplida  idea  de  io  que 
aeabamos  de  decir. 

Preciso  fué  CQtear  en]  esta  digresión,  á  fin  de  evitar  cuanto 
posible  la  poca  clsuridad  que  en  los  i»itores  se  encuentra  acerca 
de  esta  materia  Yolvemos  á  la  descripción  de  la  fiesta  Tlacaxi- 
pehualiztlL 

lios  hombres  unidos  por  los  pies  que  representaban  á  los 

(1)  Tessotoaux?,  Cfarómca  Mex.  onp.  83.  MS. 

(2)  liDoocit. 

(3)  Otón.  Mexicana,  cap.  60.  MS. 

(4)  Tezozomoo,  cap.  70.  MS. 
(6)  TesDOcomoc,  cap.  ^.  MS. 


164 

dioses,  venían  escoltados  por  cuatro  guerreros,  dos  con  insignias 
de  tigre  y  dos  de  águila;  reunidos  los  sacerdotes,  presididos  por 
el  superior  Yoallahua,  formaban  una  procesión,  y  bajando  al 
Cuauhxicalco,  tomaban  lugar  al  rededor  del  Temalacatl  y  del 
Cuauhxicalli,  sentándose  en  sus  qtieckolicpaUi;  ya  acomodados, 
tocaban  flautas,  caracoles,  daban  silvos  y  cantaban  un  cantar 
apropiado  á  la  fiesta.   Salía  en  seguida  un  anciano  sacerdote  y 
con  él  cuatro  guerreros  yestidos  cada  uno  respectivamente  de 
blanco,  verde,  amarillo  y  colorado,  á  los  cuales  nombrábanlas 
cuatro  auroras,  llevando  á  los  dioses  Ixcozauhqui  y  Titlacahuan, 
á  los  cuales  colocaban  sobre  un  altar.   El  sacerdote  viejo  llegá- 
base á  los  prisioneros  y  tomando  uno  le  colocaba  sobre  el  Te- 
malacatl, atándole  por  un  pié  con  la  zoga  (centzonmecatl)  que 
salía  por  el  agujero  del  centro  de  la  piedra.  Aquel  infeliz  estaba 
desnudo;  para  darle  ánimo  le  presentaban  en  un  <cicaXli  la  bebi- 
da nombrada  teooctli,  y  él  tomaba  la  vasija,  la  presentaba  á  los 
puntos  cardinales,  y  bebía  el  líquido  chupando  con  una  caña 
hueca;  el  sacerdote  sacrificaba  una  codorniz  arrancádole  la  ca- 
beza, levantaba  en  alto  el  cMmaUi  del  prisionero  y  arrojaba  ha- 
cia atrás  el  cuerpo  de  la  avecica.  El  preso  quedaba  sólo  sobre 
el  Temalacatl;  recibía  para  defenderse  tres  pelotas  grandes  de 
madera  de  pino,  un  escudo  de  combate  y  un  macuahmtl  6  espada 
mexicana,  de  solo  madera,  emplumados  los  cantos  en  lugar  de 
tener  navajas. 

Al  sonido  del  lúgubre  huehuetl  salía  él  tigre  primero  armado 
con  su  coracina,  escudo  y  una  espada  verdadera;  danzando  y  co- 
mo en  son  de  fiesta,  esgrimiendo  las  armas,  el  ojo  atento  á  los 
movimientos  de  su  enemigo,  se  iba  acercando  y  rodeando  el  Te- 
malacatl.  El  prisionero  tomaba  las  bolas  de  palo,  arrojándolas 
sucesivamente  contra  el  gran  tigre,  quien  recojía  los  golpes  en  la 
rodela;  agotados  los  tiros,  embrazaba  su  escudo,  tomaba  el  casi 
inútil  macuahuitl,  y  se  empeñaba  una  lucha  terrible,  pues  de  los 
combatientes  el  uno  pugnaba  por  salvar  la  vida,  el  otro  por 
mantener  su  honra.  La  ventaja  de  las  armas  determinaba  al  fin 
que  el  prisionero  recibía  alguna  herida;  inmediatamente  tañían 
las  bocinas,  caracoles  yflautillas,  dejándose  caer  el  desventurado 
sobre  la  piedra.   Entonces  los  sacrificadores  le  desataban,  con- 
ducíanle al  Cuauhxicalli,  le  arrancaban  el  corazón  y  le  ofrecían 
al  soL  Así  perecían  uno  tras  otro  todos  los  prisioneros. 


f 


165 

Algún  valiente  prisionero  daba  muerte,  hería  ó  causaba  al  tí- 
gre  mayor,  y  entonces  era  reemplazado  por  el  tigre  menor,  y  su- 
cesivamente por  las  águilas  mayor  ó  menor;  si  todavía  no  eran 
snficientesHomabañ  el  puesto  uno  de  los  cuatro  auroras,  guerre- 
ros zurdos  destrísimos  en  combatir  con  la  mano  izquierda:  con- 
tra tanto  enemigo  no  cabía  la  esperanza  de  salir  convida.  Según 
la  autoridad  del  Conquistador  anónimo,  (1)  si  el  preso  vencía  á 
sfete  de  aquellos  guerreros,  "le  dejaban  en  libertad,  y  estaban 
"obligados  á  restituirle  todo  cuanto  le  habían  quitado  en  la 
"guerra."   No  faltaban  cautivos  que  al  tocar  la  espada  cortés 
perdieran  el  ánimo,  creyeran  inútil  prolongar  la  vida  por  pocos 
instantes  más,  y  arrojando  lejos  las  inútiles  armas  se  tendieran 
sobre  el  Temalacatl;  esto  no  los  libraba  de  ser  al  punto  sacrifi- 
cados. Antes  de  la  pelea  aquellas  víctimas  se  llamaban  Oahuanti; 
los  corazones  eran  recogidos  en  la  cavidad  del  Cuaubxicalli,  y 
entonces  les  decían  cuauhnocldli,  tunas  de  las  águilas,  y  á  los  ca- 
dáveres, cuaiihteca.  Nombraban  la  ceremonia  TlaMiahuanaliztUy 
"que  quiere  decir,  señalar  ó  rasguñar  señalando  con  espada,  y 
"hablando  nuestro  modo  es  dar  toque  esgrimiendo  con  espadas 
"blancas." 

Terminada  la  ceremonia  á  la  cual  los  autores  han  dado  nom- 
bre de  ScLcrificio  gladiatorío,  los  representantes  de  los  dioses  se 
quitaban  los  cueros  de  que  estaban  vestidos;  los  sacerdotes  con 
sos  manos  les  lavaban  el  cuerpo,  y  con  mucha  reverencia  colga- 
ban los  pellejos  de  unas  varas.  Los  dueños  de  los  dautivos  reco- 
gían los  despojos,  llevándolos  á  sus  casas  para  hacer  el  festín  de 
costumbre.  Al  dia  siguiente  pedían  permiso  algunas  gentes  á  los 
que  donaron  el  esclavo  desollado,  y  dada  licencia  revestían  los 
pellejos,  vestían  los  adornos  de  Xipe,  saliendo  por  las  calles  á 
pedir  limosna;  costumbre  era  que  cada  quien  les  diera  alguna 
cosa  según  sus  facidtades,  y  que  si  dos  de  aquellos  pordioseros 
se  encontraran  arremetieran  uno  contra  el  otro  hasta  despeda- 
zarse ropa  y  pellejo:  por  la  noche  volvían  su  despojo  al  templo. 
Las  mujeres  presentaban  sus  niños  á  los  mendigos,  quienes  les 
daban  cierta  consagración  paseándolos  en  sus  brazos  cuatro  ve- 
ces al  rededor  de  los  patios.  Pasados  los  primeros  veinte  dias 
cesaba  la  limosna,  de  la  cual  recibía  la  mitad  el  dueño  del  es- 

(1)  Apnd  García  Icazbálceta,  tom.  1,  pág.  375. 


166 

clavo;  en  los  siguientes  veinte  dias  los  guerreros  hacían  bailes 
y  festines,  quitando  cada  dia  uno  ó  más  de  los  cueros,  y  al  con- 
cluir el  término  de  cuarenta,  todos  aquellos  pellejos  hediondos, 
encogidos  y  negros,  eran  enterrados  en  una  cueva  fabricada  al 
pié  de  las  gradAs  del  teocalli  de  Xipe.  (1) 

Las  grandes  piedras  encerradas  en  los  patios  del  gran  teoca- 
lli estuvieron  mucho  tiempo  expuestas  en  la  plaza  pública  de  la 
ciudad,  hasta  que  los  vecinos  tomaron  algunas  para  adorno  Se 
sus  casas,  despedazaron  otras,  y  las  muy  pesadas  enterraron  ba- 
jo el  pavimento.  El  P.  Duran,  (2)  cita  algunas  que  en  su  tiempo 
se  veían,  diciéndonos  que  las  culebras  del  coatepantli  servían  de 
pedestales  á  los  pilares  de  la  primitiva  catedral.  Torquemada(3) 
afirma  que  en  su  tiempo  se  descubrían  en  los  cimientos  de  las 
casas  de  los  conquistadores  algunos  ídolos  y  piedras  labradas, 
los  cuales  mandó  picar  y  destruir  el  arzobispo  D.  Fr.  García  de 
Santa  María  Mendoza,  quien  rigió  la  sede  de  1600  á  1606. 

Brantz  Mayer  (4)  nos  informa  de  que:  "Cuando  hace  algunos 
años  se  practicaban  ciertas  obras  en  la  plaza,  se  encontró -este 
monumento  á  poca  profundidad  bajo  la  superficie.  El  Sr.  Gon- 
dra  pretendió  se  alzara  de  ahí,  pero  el  gobierno  no  quiso  dat  los 
gastos,  y  como  las  dimensiones  de  la  piedra,  según  me  dijo  el 
mismo  Sr.  Gondra,  eran  exactamente  las  de  la  de  Sacrificios,  es 
decir,  nueve  pies  de  diámetro  por  tres  de  altura,  no  le  pareció 
ejecutar  la  operación  á  su  costa.  Deseando,  sin  embargo,  conser- 
var en  cuanto  posible  el  recuerdo  de  las  figuras  en  relieve  de 
que  estaba  cubierta,  (principalmente  porque  las  escidturas  esta- 
ban pintadas  de  amarillo,  rojo,  verde,  carmesí  y  negro,  colores 
que  permanecían  vivos  todavía),  hizo  sacar  un  dibujo,  del  cual 
es  copia  el  grabado  puesto  en  este  libro." 

"Oreía  el  Sr:  Gondra  que  era  la  piedra  de  los  gladiadores,  co- 
locada tal  vez  en  la  parte  inferior  del  teocalli,  frente  á  la  gran 
piedra  de  los  sacrificios.   Esto  no  va  de  acuerdo  con  la  relación 

(1)  Nos  sirvieron  de  principal  guía  para  esta  ceremonia,  Duran,  segunda  parU, 
cap.  IX.  MS.  P.  Sahagun,  lib.  11,  cap.  XXL  Conquistador  anónimo,  loco  cit  Tor- 
quemada,  lib.  X,  cap.  XI. 

(2)  Segunda  parte,  cap.  IX.  MS. 

(3)  Monarq.  Indiana,  lib.  XVII,  cap.  I. 

(4)  México  as  it  was  and  as  it  is,  by  Brantz  Mayer,  secretary  of  the  V.  S.  Lega- 
tíon  to  that  country  in  1841  and  1842.  Third  edition  Baltimore  1844.  Pág.  123. 


167 

de  algunos  antiguos  escritores,  quienes,  aunque  están  de  aouer* 
do  en  decir  que  era  circular,  como  lo  significa  su  nombre  Tema- 
laoatl,  están  conformes  en  asegurar  que  la  superficie  superior  era 
lisa  y  que  tenía  en  el  centro  un  taladro,  del  cual  era  atado  el 
eautÍYo,  como  ya  dije." 

^Las  figuras  representadas  en  relieve  sobre  la  piedra,  eviden- 
temente son  de  guerreros  armados  dispuestos  al  combate.  Me 
ha  parecido  dar  al  público  el  dibujo,  por  vez  primera,  como  pas- 
to á  las  observaciofies  de  la  crítica,  con  la  esperanza  de  que  si 
Jio  es  la  piedra  gladiatoria,  los  entendidos  en  antigüedades  me- 
xicanas puedan  descifrar  algún  dia  lo  que  sea  realmente.  Muy 
notable  es  que  los  colores  se  conserven  todavía  frescos,  y  que 
aparezca  la  figura  de  la  ^'mano  abierta,"  esculpida  en  un  escudo 
y  entre  las  piernas  algunos  hombres  en  los  grupos  laterales. 
Esta  ''mano  abierta"  fué  encontrada  por  Mr.  Stephens  en  casi 
todos  los  templos  que  visitó,  en  su  reciente  exploración  de 
Yucatán."  ' 

Dibujo  entero  de  los  relieves,  así  de  la  cara  superior  como  de 
la  superficie  convexa,  fué  publicado  en  la  Historia  de  la  conquis- 
ta por  Prescott,  (1)  bajo  el  título,  ''BeUeves  en  la  piedra  de  los 
gladiadores.  Comunicó  la  estampa  al  editor  el  repetido  Sr.  D. 
Isidro  Bafael  Oondra." 

Justando  únicamente  por  las  láminas,  el  monumento  no  pue- 
de ser  un  Temalaoatl;  fáltale  el  taladro  central.  Las  figuras  no 
son  de  guerreros  armados  dispuestos  al  combate;  evidentemente 
representan  dioses,  y  entren  ellos  se  distingue  á  Huitzilopoohtl! 
eon  sus  armas  y  atributos,  teniendo  delante  sacerdotes  ú  otras 
divinidades  con  sus  trajes  y  divisas,  llevando  en  las  manos  los 
símbolos  del  holocausto.  Los  dioses  de  la  cara  superior  ni  com-> 
baten,  ni  pueden  estar  combatiendo;  consideran,  con  el  cuerpo 
echado  hacia  atrás,  el  objeto  que  parece  estar  en  el  aire  y  es  el 
signo  Cipactli.  Adviórtense  por  todos  lados  símbolos;  aves,  cua- 
drúpedos y  reptiles  fantásticos;  signos  del  sol  y  de  los  dias  del 
BMs,  con  otros  objetos  semejantes  á  loe  de  los  libros  rituales.  Ko 
eabe  duda,  es  un  monumento  religioso  destinado  á  los^  dioses» 
con  leyendas  relativas  al  culto.  En  cuanto  á  la  impresión  de  la 
''mano  abierta,"  confesamos  no  saber  lo  que  en  Yucatán  signifi- 

(1)  Ecdc.  de  V.  Gareiá  Torres,  México,  1844.  Tom.  I,  pág.  85. 


168 

ca.  En  México/  durante  la  fiesta  de  Panqnetzaliztli,  "iban  los 
^'esclavos  que  habían  de  morir  á  las  casas  de  sus  amos  á  despe- 
^'dirse,  y  llevábanles  delante  una  escudilla  de  tinta,  ó  Üe  almsr 
"gre,  ó  de  color  azul:  iban  cantando  con  muy  alta  voz,  que  pare- 
'^cía  que  rompían  el  pecho,  y  en  llegando  á  las  casas  de  sus  amos, 
*'metían  ambas  manos  en  h,  escudilla  de  color  ó  de  tinta,  y  po- 
''níanlas  en  los  umbrales  de  las  puertas  y  en  los  postes  de  las 
''casas  de  sus  amos,  y  dejábanlas  allí  impresas  con  los  colores; 
"lo  mismo  hacían  en  las  casas  de  sus  parientes."  (1) 

Acerca  del  nombre  y  destino  de  esta  piedra,  dice  Tezozomoc,  (2) . 
que  en  los  tiempos  de  Motecuhzoma  Ilhuicamina,  para  la  fiesta 
del  Tlacaxipehualiztli,  los  sacerdotes  se  ejercitaron  para  el  sa- 
crificio en  la  piedra  pintada. 

Después  de  la  guerra  de  Tlaltelolco,  dijo  Axayacatl  á  Cihua- 
coatl:  "Señor  y  padre;  mucho  quisiera  que  renovásemos  la  pie- 
dra redonda  que  está  por  brasero  y  degolladero  arriba  de  la  casa 
y  templo  de  Tetzahuitl  Huitzilopochtli,  ó  si  os  parece  que  se 
labre  otra  mayorjde  mejores  labores,  y  el  que  ahora  está  sirva 
para  otro  templo  de  dios."  En  efecto,  mandáronse  venir  los 
canteros  de  Azcapotzalco,  Tlacopan,  Coyohuacan,  Gulhuacají, 
Cuitlahuac,  Chalco,  Mizquic,  Texcoco  y  Huatitlan;  juntáronse 
ademas  hasta  60,000  hombres  para  traer  arrastrando  con  sogas 
una  gran  piedra  de  Ayotzinco,  la  cual  se  sumió  y  perdió  en  el 
puente  de  Xoloc:  entonces  trajeron  otra  más  grande  de  las  inme- 
diaciones de  Coyohuacan,  que,  metida  á  México,  fué  labrada, 
"historiando  en  la  labor  á  los  dioses  y  principalmente  al  de  Hni- 
"tzilopochtli."  Teniendo  en  cuenta  Axayacatl,  que  la  piedra  que 
estaba  en  lo  alto  del  templo  había  sido  dispuesta  por  Motecuh- 
zoma el  viejo,  la  quitó  y  puso  abajo,  colocando  en  su  lugar  la  por 
él  mandada  labrar.  Hizo  igualmente  construir  un  Cuauhxicalli, 
"al  mismo  estilo  para  la  sangre  de  los  degollados  en  sacrificix), 
''pues  es  nuestra  ofrenda  y  honra  de  nuestro  amo  y  señor  Hui- 
"tzilopochtli"  (3) 

En  la  fiesta  cíclica  que  tuvo  lugar  durante  el  reinado  del  se- 
gundo Motecuhzoma  en  el  cerro  Huixachtitlan,  se  hizo  el  sacrí- 

(1)  P.  Sahagon,  tom.  I,  pág.  170. 

(2)  Crónica  Mexicana^  cap.  XXX.  MS. 

(3)  Tezozomoc,  cap.  XLVII.  MS. 


"í 


169 

ficío  de  los  cautivos  sobre  Isk  piedra  pintada,  ^qne  estaba  encima 
'^de  este  cerro  de  Iztapalapa  cuando  la  conquista  mexicana  por 
^.  Femando  Cortés,  capitán  de  los  españoles,  al  subir  encima 
'^de  este  cerro  para  desbaratar  á  los  que  le  defendían,  arrojó  de 
allí  esta  piedra  labrada,  como  se  dirá  adelante  en  la  propia 
conquista.'*  (1) 

Si  no  nos  despeñamos  en  nuestras  inducciones,  la  piedra  que 
aun  se  conserva  sepultada  en  la  plaza  principal  pertenece  al  gé- 
nero de  las  pintadas  y  consagradas  á  los  dioses.  Su  nombre  pa- 
rece ser  Teocuauhxicalli,  (2)  palabra  compuesta  de  teoÜy  dios, 
diciendo  el  compuesto  Cuauhxicalli  de  los  dioses  6  divino. 

Del  género  Cuaubxicalli  es  también  la  gr^  piedra  cilindrica, 
colocada  actualmente  en  el  patio  del  Museo  Nacional,  y  llamada 
vulgarmente  piedra  de  los  sacrificios.  Bemoviendo  el  terreno  de 
la  plaza  principal  para  formar  el  empedrado,  apareció  este  mo- 
nnmento  el  17  de  Diciembre  1791;  sacado  d^  su  sepulcro,  donde 
jaeía  en  sentido  inverso  del  natural,  fué  examinado  por  nuestro 
sabio  anticuario  D.  Antonio  de  León  y  Gama,  (3)  qxden  publicó 
extensa  descripción.  Otras  grandes  piedras  fueron  halladas  tam- 
faiesi,  que  juzgándose  estorbo  por  su  volumen  y  peso  fueron  man- 
dadas destrozar,  para  que  fuesen  aprovechados  los  pedazos  en 
el  pavimento;  la  misma  suerte  corriera  ésta,  á  no  haber  acertado 
i  pasar  i>or  ahí  el  Sr.  canónigo  Gamboa,  quien  logró  hacer  cesar 
la  comenaSada  desvastacion  en  ella  y  que  fuera  colocada  en  el 
ángulo  S.  O.  del  cementerio  de  la  Catedral.  Permaneció  en  aquel 
sitío,  hasta  ser  trasladada,  en  1824,  al  patio  de  la  universidad, 
local  destinado  entonces  para  Museo  Nacional:  marca  el  sitio  en 
donde  estuvo,  la  lápida  mandada  colocar  por  el  Sr.  D.  José  Fer- 
luoido  Ramírez,  1852,  siendo  ministro  de  Belaciones  del  presi- 
dente D.  Mariano  Arista,  y  lleva  esta  inscripción:  '^ Antiguo 
"asiento  de  la  piedra  llamada  de  los  Sacrificios,  trasladada  al 
"Museo  Nacional  el  dia  10  de  Noviembre  de  1824"  (4)  El  año 
1873  fué  conducida  al  lugar  en  donde  hoy  se  encuentra,  siendo 
director  del  Museo  el  Sr.  D.  Bamon  Isac  Alcaraz. 

(1)  Tezozomoc,  cap.  XOVn.  MS. 

(2)  Tezozomoo,  cap.  XXXm.  MS. 

(3)  Bescrip.  de  las  dos  piedras,  segunda  parte. 

(4)  Bamírez,  antíg.  mex.  conseiradas  en  el  Museo  Nacional. 

22 


170  c 

.  Gama  la  tuvo  por  una  piedra  astronómica  dedicada  al  sol,  ex- 
plicando que  las  figuras  del  relieve  eran  danzantes  que  simboli- 
zaban una  de  las  grandes  fiestas  celebradas  en  honra  del  astro.  (1) 
Humboldt  opinó  que  era  un  Temalacatl  destinado  á  los  comba- 
tes gladiatorios,  representando  los  relieves  las  conquistas  de  un 
rey  azteca.  (2)  D.  Femando  Ramírez,  con  mejor  acierto  estable- 
ce que  era  un  monumento  conmemorativo  y¿votivo  á  la  vez;  de- 
dicado al  sol,  y  conmemorativo  ''de  las  victorias  obtenidas  por 
"TizQo,  sobre  los  pueblos  figu^rados  en  la  circunferencia  del  ci- 
"lindro,  cuyos  símbolos  no  representan  danzantes,  como  suponía 
"Gama,  sino  grupos  de  vencedores  y  de  vendaos,  dispuestos  de  dos 
"en  dos,  el  uno  llevando  asido  del  cabello  al  otro,  y  éste  portan- 
"do  en  la  mano  izquierda  un  haz  de  flechas  con  la  punta  hacia 
"abajo,  y  en  la  derecha  una  arma  que  presenta  en  señal  de  su- 
"mision,  á  la  manera  que  se  ven  los  relieves  de  su  genero  en  los 
"monumentos  Egipcios  y  Asirlos.  En  cada  uno  de  estos  grupos 
"y  hacia  la  parte  posterior  de  la  cabeza,  que  figura  un  prisionero, 
"se  ve  un  símbolo  jeroglífico,  que  da  fonéticamenie,  el  nombre  de 
"su  pueblo."  (3)    Nebel  publicó  dibujo  de  la  piedra  dando  una 
corta  descripción,  y  haciendo  notar  que  ,entre  los  combatieiit^ 
había  dos  mujeres."  (4) 

Subiendo  á  los  tiempos  antiguos,  leemos  en  un  hisioriadox; 
"Determinado  por  el  rey  Huehuemote^uma  que  se  labrase  en  una 
piedra  muy  grande  la  semejanza  del  sol  y  que  se  le  háolese  uijka 
gran  fiesta,  mandaron  á  los  canteros  que  se  buscase  tma  gran 
piedra,  y  buscada  se  pintase  en  ella  una  figura  del  sol,  redonda, 
y  qiie  en  medio  della  hiciesen  una  pileta  redonda,  y  que  del  bor- 
do de  la  pileta  saliesen  unos  rayos  para  que  en  aquella  pileta  se 
recogiese  la  sangre  de  los  sacrificados,  para  que  la  semejaJifa  del 
sol  gomase  della,  y  que  desta  pileta  saliese  un  caño  por  donde  se 
derramase  aquella  sangre,  y  mandaron  que  al  rededor  della,  por 
orla  ó  fanefa,  pintaran  todas  las  guerras  que  hasta  entonces 


(1)  Descrip.  de  las  dos  piedras,  looo  oit. 

(2)  Vues  desOordüléres.  Planche  XXL 

(3)  Antig.  mex.  conservadas  en  el  Museo  Nacional. 

(4)  Yiage  pintoresco  j  arqueológico  sobre  la  parte  más  interesante  de  la  Repübli- 
oa  Mejicana,  en  los  afios  transcurridos  desde  1829  hasta  1884,  por  el  arquitecto  D. 
Garlos  NebeL  50  láminas  litografiadas  oon  su  texto  expücatiro.  París  y  Héjioo, 
MDGOOXL. 


171 

anian  tenido  j  que  el  sol  les  auia  concedido  de  que  las  venciesen 
eon  su  faTor  y  ayuda.  Tomada  la  obra  á  cargo  de  los  canteros^ 
bascaron  una  piedra  gruesa  y  hermosa  y  en  ella  esculpieron  la 
semejanga  del  sol,  pintaron  en  ella  las  guerras  que  auian  venci* 
do  de  Tepeaca,  de  Tochpan,  de  la  Guasteca,  de  Cuetlaxtlan,  de 
Coaixtlahuac,  todo  muy  ctíriosamente  labrado,"  (1) 

Completa  descripción  sería  ésta  del  monumento  que  nos  oou- 
pa,  á  tener  entalladas  en  la  orla  las  guerras  de  Tepeaca,  Toch- 
pan, &c.  Estas  piedras  se  llamaban  Cuauhxicalli,  pertenecían  á 
los  caballeros  del  sol,  y  acompañaban á  la  piedra  del  sol,  deque 
en  seguida  hablaremos.  De  estos  cuauhxicalli  se  mencionan  va- 
rios; fuera  del  de  Motecuhzoma  I,  queda  memoria  del  mandado 
construir  por  Axayacatl(2)  y  del  intentado  por  Motecuhzoma  11, 
habiendo  motivo  para  creer,  con  Pr.  Bemardino,  que  cada  rey 
mandaba  fabricar  el  suyo.  En  apoyo  de  esta  opinión  viene,  que 
el  que  estudiamos  es  el  Guaulixicalli  de  Tízoc. 

Bs  un  cilindro  djd  traquita,  2^66  de  diámetro  y  0?^84:  de  altura. 
Tiene  el  doble  carácter  de  religioso  y  de  histórico:  monumento 
votivo  por  estar  consagrado  al  sol,  es  una  página  de  los  anales 
méxica  por  ser  el  compendio  de  las  guerras  del  monarca  cons- 
tructor. 

La  cara  superior  tiene  entallada  la  imagen  del  sol,  levantado 
el  relieve  sobre  el  plano  0n^026.  En  los  jeroglíficos  mexicanos,  el 
signo  cUin  es  la  representación  más  simple  del  astro  del  dia;  au- 
mentan las  formas  en  el  carácter  fonético  teoU;  lleva  en  esta  pie- 
dra una  figura  más  complicada,  y  es  perfecta  y  completa  en  la 
piedra  del  sol,  descrita  por  nuestro  amigo  y  compañero  el  Sr.  Lie. 
D.  Alfredo  Ohavero.  Siguiendo  del  centro  á  la  circunferencia, 
aquel  está  ocupado  por  un  hueco  cóncavo,  0,^46  de  diámetro, 
0°^16  de  profundidad,  formando  propiamente  el  vaso  ó  xicálli 
Concéntricos  á  éste  se  cuentan  ooho  coronas  ó  ánulos,  dispues- 
tos en  esta  forma:  uno  liso  y  plano,  otro  formado  de  dobles  pun- 
tos ó  de  circuliUos  con  otro  más  pequeño  concéntrico,  en  número 
de  16;  tercero  y  cuarto  llenos,  unidos  y  distinguiéndose  uno  del 
otro  por  el  mayor  relieve;  quinto  compuesto  de  40  puntos  sen- 
eOlos;  sexto,  angosto  y  lleno;  sétimo,  de  48  puntos  sencillos;  úl- 
timo. Uso  y  lleno. 

(1)  P,  Dnván,  cap.  XXIII. 

(2)  Tesozomoc,  ofip.  49.  MS. 


172 

Sobre  éste  descansan  cuatro  figuras  semejantes  &  una  A,  sin  el 
trazo  medial  y  con  los  extremos  formando  hacia  afuera  una  vo- 
luta; los  vértices  tocan  la  circunferencia  de  la  piedra,  dividién- 
dola en  cuatro  partes  iguales.  De  los  intermedios  arrancan  otras 
cuatro  figuras  triangulares,  sin  los  extremos  recorvos,  que  tocan- 
do también  en  la  circunferencia,  la  dividen  con  las  anteriores  en 
ocho  partes  iguales.  .Todavía  de  los  intermedios  se  alzan  unos 
dibujos  trapezoidales,  parecidos  á  un  carcax  con  sus  flechas,  ter- 
minados en  un  punto  doble:  son  ocho  estas  figuras,  ocho  ios  cír- 
culos 7  diez  y  seis  las  partes  en  que  la  circunferencia  queda 
dividida,  un  punto  doble  marca  cada  una  de  ellas.  Sobre  elánnlo 
exterioi^  y  entre  las  cuatro  primeras  figuras  triangulares,  se 
cuentan  cuatro  signos  cruciformes,  con  un  punto  central,  en 
todas  32,  debiendo  aumentarse  ocho  colocadas  sobre  los  trape- 
zoides. Finalmente,  al  rededor  de  la  misma  corona,  se  despren- 
den unas  como  medio  elipses,  con  otra  simétrica  en  el  interior, 
8  en  cada  división,  64  en  la  circunferencia,  á  las  cuales  se  han  de 
aumentar  32,  cuatro  en  cada  extremo  de  los  trapecios.  Nace  de 
la  cavidad  central  una  canal,  terminada,  en  la  circunferencia., 
lDal2  de  longitud,  0^185  de  profundidad. 

Hueco  y  caño  son  propios  de  la  piedra  y  distintivos  del  Cuauh- 
xicalli;  servían,  aquel  para  recojer  la  sangre  de  las  víctimas  sa- 
crificadas ahí  ó  contener  los  corazones  de  los  sacrificados,  éste 
para  que  la  sangre  se  derramase  delante  del  ídolo.  No  son  obra 
de  la  desvastacion,  como  quiere  Gama,  ni  pudiera  haberse  prac- 
ticado en  forma  tan  regular. 

Figuras  triangulares  y  trapecios,  circulillos  ó  puntos  sencillos 
y  dobles,  signos  cruciformes,  medias  elipses  y  ánulos,  se  cuentan 
por  múltiplos  de  cuatro.  Este  número  es  cabalístico  y  misterio- 
so. Cuatro  son  los  soles  cosmogónicos  ó  edades  del  mundo;  cuatro 
las  regeneraciones  del  género  humano;  cuatro  los  movimientos 
del  sol,  las  estaciones,  las  divisiones  principales  del  dia,  los  sig- 
nos de  los  años,  los  ÜcdpiUi  ó  divisiones  del  ciclo,  los  elementos 
constitutivos  de  los  cuerpos  agua,  aire,  fuego  y  tierra. 

La  figura  circular  es  la  que  aparentemente  afecta  al  sol.  Signifi- 
can los  triángulos  los  rayos  luminosos  que  del  astro  se  despren- 
den; los  trapecios  los  manojos  ó  haces  de  luz,  y  las  semielipses 
los  resplandores  terminales  del  luminar  y  de  sus  rayos.  La  su- 
cesión y  orden  de  los  ánulos  sea  tal  vez  relativa  á  la  idea  que 


173 

los  astrónomos  mexicanos  tenían  acerca  de  la  constitución  física 
del  sol;  capas  concéntricas  más  ó  menos  densas  encerrando  la 
materia  de  la  luz,  significada  por  los  circnlülos,  conjetura  que 
podía  hallar  fundamento  en  esos  corpúsculos  que  se  distinguen 
sobre  nn  rayo  luminoso  penetrando  en  un  aposento  oscuro. 

Es  pues  la  representación  del  sol,  en  cuanto  astro,  y  con  su 
nombre  reverenciado  teoíL  Las  primeras  aspas  triangulares  le 
califican  de  N(ihuidlin,'<suB,tTO  movimientos.  Se  refieren  al  curso 
aparente  del  equinoccio  de  primavera  al  solsticio  de  estío,  de 
éste  al  equinoccio  de  otoño,  de  aquí  al  solsticio  de  invierno,  de 
esta  posición  á  la  inicial.  Sin  duda  es  también  la  cuenta  de  las 
cuatro  grandes  horas  desiguales,  contadas  de  un  orto  del  sol  al 
inmediato,  de  las  estaciones,  &e.,  como  regulador  del  tiempo,  en 
las  fracciones  grandes  ó  pequeñas. 

£1  relieve  de  la  superficie  convexa  se  compone  de  quince  (1) 
grupos  de  dos  figuras  cada  uno.  Una  de  ellas  siempre  es  la  mis- 
ma; lleva  e^L  la  cabeza  un  casco  coronado  con  un  gran  penacho, 
rematando  hacia  la  frente  en  una  cabeza  de  águila,  distintivo  de 
ios  cuacuauhtin  6  caballeros  del  sol;  grandes  pendientes  en  las 
orejas;  al  cuello  un  ancho  collar;  al  pecho  un  adorno,  ó  más  bien 
ana  defensa  contra  los  golpes  enemigos;  cúbrele  la  cintura  y  par- 
te de  los  muslos  el  maocüaíl  de  puntas  colgantes,  brazaletes,  y 
adornos  en  las  piernas;  en  los  pies  el  zapato  ó  cacüi  nacnonal, 
terminando  el  izquierdo  en  una  prolongación  curva  háoia  arriba: 
Humboldt  mira  en  esto  una  arma,  no  es  sino  un  distintivo.  Be- 
tiene  juntos  en  la  mano  derecha  el  chimaUi  6  escudo,  dos  mülf 
flecha,  ó  tldcochtU,  vara  arrojadiza,  y  el  macucJmiü,  espada  mexi- 
cana, en  cuyo  manejo  sobresalían  aquellos  soldados;  con  la  mano 
izquierda  empuña  por  el  pelo  al  guerrero  que  delante  tiene.  Sólo 
imo  de  ellos  se  diferencia  de  los  demás  en  el  rico,  más  abundan- 
te y  distinto  plumaje  de  la  cimera  del  casco;  en  el  lujoso  maxüatl, 
en  la  joya  y  borla  que  le  cuelgan  á  la  espalda:  esas  insignias  y 
adornos,  que  sólo  pertenecen  á  príncipes  ó  reyes,  determinan 
ser  éste  el  principal  ó  jefe,  el  grupo  de  mayor  categoría,  el  pri- 
mero en  ójden. 

La  segunda  figura  se  presenta  con  el  cuerpo  inclinado  y  el  ros- 
tro afligido;  ofrece  con  la  mano  derecha  el  símbolo  de  sumisión, 

(l)  Ko  yeinfee  como  dioe  Humboldt. 


174 

mientras  en  la  mano  izquierda  conserva  todavía,  bien  dos  flechas 
con  las  puntas  hacia  arriba,  bien  arco  y  flechas,  una  porra,  una 
lanza  ó  una  espada.  En  cuanto  al  traje,  varía  según  el  pueblo  que 
representa.  Nebel  asegura,  "que  hay  entre  los  conquistados  dQS 
''mujeres;"  no  es  exacto.  Los  guerreros  que  visten  una  especie 
de  enagua  llevan  el  ichcahíiipiUiy  armadura  de  algodón  colchado 
para  defensa  del  cuerpo,  llamada  escai^píZ  por  los  castellanos.  Las 
barbas  descubiertas  por  Humboldt  en  el  rostro  de  una  de  las 
figuras,  es  un  distintivo  guerrero. 

En  las  pinturas  jeroglíficas  mexicanas  el  combate,  la  batalla  j 
la  guerra  se  representan  de  distintos  modos.  En  los  Códices  Te* 
Ueriano-Eemense  y  Vaticano  dos  guerreros,  distinguibles  por 
sus  armas  y  arreos,  y  por  sus  nonibres  gentilicios,  están  uno  de- 
lante de  otro  en  ademan  de  combatir:  es  una  representación  mí- 
mica, caracteres  propiamente  kiriológicos.  En  la  primera  lámina 
del  Códice  Mendocino  se  presenta  un  guerrero  armado,  y  delan- 
te el  soldado  vencido,  y  junto  el  nombre  del  pueblo  que  repre- 
senta con  el  símbolo  de  la  conquista:  aquí  el  grupo  de  mímico 
pasa  á  alegórico,  y  no  significa  solanaente  el  combate,  sino  tam- 
bién la  victoria,  el  saqueo  y  la  destrucción  de  la  ciudad  enemiga. 
En  las  otras  láminas  del  mismo  Códice  Mendocino  está  pintado 
el  rey  y  delante  los  pueblos  por  ól  conquistados;  esto  se  significa 
con  un  chimaüi  que  reposa  sobre  un  manojo  de  flechas.  El  signo 
suena  yaoyotl,  guerra,  batalla;  ó  bien  reuniendo  los  valores  ióni- 
cos de  los  objetos  dirá  mül  chimoJU,  lo  que  metafóricamente  sig- 
nifica en  mexicano,  guerra,  batalla:  (1)  el  signo,  de  alegórico  se 
transformó  en  ideográfico  y  aun  en  fonético. 

El  relieve  que  vamos  interpretando  dice  claramente,  que  cada 
par  representa  una  batalla  ó  una  conquista.  Son  grupos  do  ven- 
cedores y  de  vencidos  como  dice  el  Sr.  Bamírez;  los  vencedores, 
los  caballeros  cU(icucmh.tin,  águilas,  los  que  retienen  por  ol  pelo  á 
los  prisioneros;  los  vencidos,  los  que  presentan  la  señal  del  tri- 
buto: el  nombre  del  pueblo  sojuzgado  se  mira  sobre  la  cabeza  de 
cada  figura,  la  cual  representa  la  población,  la  tribu  ó  la  nación 
vencida. 

Poniéndonos  al  frente  del  grupo  principal,  el  guerrero  vence- 
dor, á  quien  su  vestido  distingue  como  rey,  lleva  también  su 

(1)  Diccionario  de  Molina. 


176 

nombre  propio  expresado  por  xmsk  pierna;  es  el  jeifoglifico  ideo- 
pi&eo  del  nombre  Tízoc,  monarca  mexicano  que  gobernó  del 
orne  calli  1481  al  chicóme  tochtli  1486.  El  vencido  representa  la 
provincia  Matlatzinca.  Son  pues  exactas  las  aseveraciones  del 
Sr.  Bamirez;  ''es  un  monumento  conmemorativo  de  las  victorias 
"obtenidas  por  Tízoc,  sobre  los  pueblos  figurados  en  la  circun- 
"ferencia  del  cilindro."  Prosiguiendo  bacía  la  derecha,  contradi- 
ciendo algunas  veces  á  Gama,  bemos  leído:  Tochtla,  Abuilizapan, 
Axocopan,  Coatepec,  Tenanco,  Xocbimilco,  Tozxiubco,  Tamazo- 
lapan,  Acolman,  Tecaxic,  Tancuitlan,  Tonalimoquetzallan,  Ebe- 
catepec,  Cuetlaxtla.  (1) 


(1)  Anaks  dcü  ISxtseo  Kaoionál,  tom.  I,  pág.  3  y  sjgs.»  y  Diccionario  geográfico  y 
ffttñígúoa  de  la  BepübUca  Mezioana. 


I 


CAPÍTULO  IX. 


8acrifiom,^La  piedra  del  soL — Historia. — Sacrificio  del  mensajero  del  sol.  ^Fiesta 
del  mes  Xoootümetzi.^Fiesta  de  Teotleco.^Fiesta  en  Tumra  del  fuego  en  el  mes 
Hucitecuilhtutl.— Sacrificio  al  fuego. — Fuego  perpetuo^ — El  hambre  de  la  Cihua- 
coatí. — Fiesta  al  fuego. — De  cuatro  en  cuatro^  y  de  ocJio  en  ocho  anos, — Número  di 
Jas  sacrificios  Tmnanos. — Universalidad  de  la  victima  humana, — No  son  los  menea- 
nos  los  únicos  criminales  en  este  respecto. — Antropofagia. — Común  á  los  puebhs  de 
la  tierra. — Los  macanos  no  son  antropófagos  en  la  rigorosa  acepción  de  ¡apalabra. 

EL  rey  Axayacatl,  constructor  de  un  Cuauhaxicalli, — 'Tam- 
"bien  estababa  ocupado  en  labrar  la  piedra  famosa  y  grande, 
"donde  estañan  esculpidas  las  figuras  de  los  meses  y  años,  dias 
"y  semanas,  con  tanta  curiosidad  que  era  cosa  de  ver,  la  cual 
"piedra  muchos  vimos  y  alcanzamos  en  la  plaza  grande,  junto  á 
"la  acequia  la  qual  mandó  enterrar  el  Illmo  y  Bmo.  Señor  Don 
"fray  Alonso  de  Montúfar,  dignísimo  arzobispo  de  México  de  fe- 
"lice  memoria,  por  los  grandes  delitos  que  sobre  ella  se  cometían 
"de  muertes."  (1)  Adoptando  la  fecha  esculpida  sobre  la  misma 
piedra,  la  construcción  data  del  trece  acatl  1479. 

Estrenado  el  Cuauhxicalli  con  muerte  de  los  prisioneros  ma- 
tlatzinca,  Axayacatl  convidó  á  los  señores  de  Texcoco,  de  Tlaco- 
pan  y  de  otras  provincias,  para  que  viniesen  á  colocar  la  piedra 
dd  sol,  que  ya  estaba  acabada;  en  efecto  acudieron  con  sus  alha- 
míes y  canteros,  y  en  un  solo  dia  construyeron  un  maciza  de 
"veinte  brazas  en  redondo,"  encima  del  cual  la  colocaron  ho- 

(1)  P.  Darán,  cap.  XXXV.    Repite  la  noticia  acerca  de  la  mandada  entenrar  de  la 
piedra,  en  la  segunda  parte,  cap.  IX.  MS. 


177 

rizontalmente,  con  gran  £esta  de  música  en  los  templos,  que- 
mándose "gran  cantidad  de  enciensos  por  mano  de  los  turíbulos 
"que  tenían  aquel  sólo  oficio  de  encensar,  á  los  quales  llamauan 
'ilemniacaqrie,  que  propiamente  quiere  decir  turibolario  ó  en- 
"censador."  (1) 

Colocada  la  piedra  del  sol,  entró  en  consejo  el  rey  con  Neza- 
hnalcoyotl,  Totoquihuaztli  y  otros  señores,  á  fin  de  determinar 
a  cuál  proyincia  se  haría  la  guerra,  para  tener  prisioneros  que 
sacrificar  en  la  inauguración:  escogido  Michhuacan,  marcharon 
los  reyes  coligados  con  poderoso  ejército;  pero  los  tarascos  se 
defendieron  con  valentía,  derrotaron  á  los  móxica,  y  Axayacatl, 
poco  menos  que  huyendo,  retomó  á  su  capital  á  celebrar  las  exe- 
quias de  sus  muertos.  (2)  Terminadas  las  ceremonias  fúnebres, 
los  aliados  fueron  contra  los  de  Tliliuhquitepec,  población  situa- 
íla  entre  Otompa  y  Tepepolco,  la  cual  tuvo  que  aceptar  el  com- 
bate por  ser  una  de  las  del  concierto  en  la  guerra  sagrada.  Em- 
peñada fue  la  batalla,  y  cuando  los  de  Tliliuhquitepec  rogaron 
que  cesara  la  pelea,  se  encontró  que  el  ejército  había  tomado 
setecientos  prisioneros;  no  fué  ello  sin  perdida,  pues  sólo  de  los 
gíierreros  méxica  faltaron  420.  Axayacatl  volvió  á  México,  con- 
solándose con  la  reflexión  de,  "que  de  ambas  partes  auia  querido 
comer  el  sol."  (3) 

Para  la  dedicación  no  sólo  acudieron  los  señores  amigos,  mas 
íMnbien  los  enemigos  de  casa  Tlaxcalla,  Huexotzinco  y  CholoUan. 
H  dia  de  la  fiesta,  "mandaron  aperciuir  y  aderejar  la  piedra  y 
ios  que  auian  de  sacrificar,  para  lo  qual  se  aderezó  el  rey,  que 
"^hé  el  principal  en  este  oficio,  y  luego  su  coadjutor  Tlacaelel;  y 
luego  los  que  representaban  los  dioses  todos,  como  eran  Que- 
""tzalcoatl  y  Tlaloc,  Opochtli,  Itzpapalotl,  Toualana,  Apantecutli, 
''Hiiitzilopochtli  y  Toci,  Oihuacoatl,  Izquitecatl,  Icnopilli,  Mix- 
^coatl,  Tepuztecatl,  vestidos  todos  estos  como  dioses  para  sacri- 
'ícar  encima  de  la  piedra,  todos  subidos.  Auiéndose  aderezado, 
**áirtes  que  amaneciese  salió  el  rey  muy  galano,  y  junto  &  él  Tla- 
''eaelel  al  mismo  modo  vestido,  y  sus  cuchillos  de  navajas  en 
ias  manos  y  subíanse  encima  de  la  piedra:  luego  sacaban  los 

(1)  P.  Dnrán,  cap.  XXXVI. 

(2)  P.  l>iirán,  cap.  XXXVII. 
(Z)  P.  Duran,  oap.  XXXVHT. 

23 


ti 


178 

''presos,  todos  embijado»  con  yeso  y  las  canecas  emplumadas  y 
"unos  be5ote3  largos  de  pluma,  y  poníanlos  en  renglera  en  el  Im- 
gar  de  las  calauernas,  y  antes  que  los  empe9asen  á  sacrificar 
salía  un  encensador  del  templo  y  traía  en  la  mano  una  gran 
"hacha  de  encienso,  á  manera  de  culebra  que  ellos  llamauan 
xiuhcoaUf  la  que  venía  encendida,  y  daua  cuatro  vueltas,  al  rede- 
dor desta  piedra,  encensándola,  y  al  cauo  echáuala  así  ardiendo 
"encima  la  piedra  y  allí  se  acauaba  de  quemar:  hecho  este  em- 
"pef  auan  los  sacrificios,  matando  el  rey  hasta  que  se  cansaua, 
"de  aquellos  hombres  presos,  y  luego  le  sucedía  Tlacaelel  hasta 
"que  se  cansaua,  y  luego  aquellos  que  representaban  loa  dioses 
"sucesivamente,  hasta  que  se  acauaron  aquellos  setecientos  kom- 
'Ibres  presos  que  de  la  guerra  de  Tliliuhquitepec  auian  traído; 
"los  quales  acauados,  quedando  todos  tendidos  junto  al  lugar  de 
'las  calauernas  y  todo  el  templo  y  el  patio  ensangrentado,  que 
"era  cosa  de  gran  espanto  y  cosa  que  la  mesma  naturaleza  abo- 
"rrece,  fué  ^1  rey  y  ofreció  á  sus  güespedes  muy  ricas  mantas  y 
'^'oyas  y  muy  ricos  plumages."    Apenas  salidos  los  huéspedes, 
Axayacatl  cayó  enfermo  del  trabajo  del  sacrificio  y  del  acedo  olor 
de  la  sangre,  muriendo  de  ahí  á  pocos  dias.  (1)    Aconteció  esto 
el  año  1581.  La  fatal  piedra  causa  de  tanta  sangre  inútilmente 
derramada,  costaba  la  vida  á  su  mismo  constructor. 

La  piedra  del  sol  estaba  colocada  en  el  departamento  de  los 
cuacuauUin  ó  caballeros  del  sol,  donde  había  templo  é  imagen 
del  astro,  como  ya  dijimos  en  un  capítulo  anterior.  Aquella  con- 
gregación guerrera  solemnizaba  dos  fiestas  principales  al  año, 
cuando  al  signo  óHin  tocaba  en  el  orden  sucesivo  de  los  dias  e^ 
número  cuatro,  formando  el  símbolo  NanhóUm,  cuatro  movimien- 
tos del  sol.  La  primera  del  año  era  la  más  solemne.  Ayunábase 
aquel  dia  con  todo  rigor,  pues  ni  aun  á  los  niños  y  los  enfermos 
permitían  tomar  alimento;  cuando  el  luminar  estaba  en  la  mitad 
de  su  carrera,  tocaban  los  sacerdotes  los  caracoles  y  las  bocinas 
á  cuyo  sonido  acudía  el  pueblo  en  multitud. 

Al  sonido  de  aquellos  instrumentos,  "sacaban  un  indio  de  los 
"presos  en  la  guerra  muy  acompañado  y  cercado  de  gente  ilus 
"tre;  traía  las  piernas  embijadas  de  unas  rayas  blancas  y  la  me 
"dia  cara  de  colorado,  pegado  sobre  los  cabellos  un  plumag 

(1)  P.  Darán,  oap.  X&XViU. 


1T9 

i)lanco;  traía  en  la  mano  un  báculo  muy  galano,  con  sus  lazos  y 
"ataduras  de  cuero  enjertadas  en  él  algunas  plumas;  en  la  otra 
"mano  traía  una  rodela  con  cinco  copos  de  algodón  en  ella;  traía 
"acuestas  una  carguilla  en  la  cual  traía  plumas  de  águila,  j  pe* 
"dazos  de  almagre,  y  pedazos  de  yeso,  y  humo  de  tea,  y  papeles 
"rajados  con  hule.  De  tods¿  estas  niñerías  hacían  una  carguilla, 
%  cual  sacaba  aquel  iiidio  á  cuestas,  y  poníanle  al  pié  de  las 
"gradas  del  templo,  (1)  y  allí  en  voz  alta  que  lo  oía  toda  la  gente 
"que  presente  estaba,  le  decían:  "Señor,  loqueos  suplicamos  es, 
"que  vais  ante  nuestro  dios  el  sol  y  que  de  nuestra  parte  le  sa- 
ldéis, y  le  digáis  que  sus  hijos  y  caballeros  y  principales  que 
*icá  quedan,  le  suplican  se  acuerde  de  ellos  y  que  desde  allá  los 
iaborezca,  y  que  reciba  este  pequeño  presente  que  le  enviamos, 
^  dalléis  este  bácido  para  con  que  camine,  y  esta  rodela  para 
'^  defensa,  con  todo  lo  demás  que  lleváis  en  esa  carguilla.*'  El 
indio,  oída  la  embajada,  decía  que  le  placía;  y  soltávanlo,  y  lue- 
ngo empellaba  á  subir  por  el  templo  arriba  subiendo  muy  poco 
^í  poco,  haciendo  tras  cada  escalón  mucha  demora  estándose 
'^pü-ado  un  rato,  y  en  subiendo  otro  parábase  otro  rato,  según 
ilevaba  instrucción  de  lo  que  había  de  estar  en  otro  escalón,  y 
Cambien  para  denotar  el  curso  del  sol  irse  poco  á  poco  haciendo 
"su  curso  acá  en  la  tierra,  y  así  tardaba  en  subir  aquellas  gra- 
'das  grande  rato.    En  acabando  que  las  acababa  de  subir,  íbase 
"í  la  piedra  que  llamamos  cuaukodcaRi  y  subíase  en  ella,  la  cual 
"dijimos  que  tenía  en  medio  las  armas  del  sol.    Puesto  allí,  en 
*^oz  alta,  vuelto  á  la  imagen  del  sol  que  estaba  colgada  en  la 
''pieza,  encima  de  aquel  altar,  y  de  cuando  en  cuando  volvién- 
Moee  al  verdadero  sol,  decía  su  embajada.    En  acabándola  de 
'decir,  subían  por  las  cuatro  escaleras  que  dije  tenía  esta  pie- 
*hk  para  subir  á  ella,  cuatro  ministros  del  sacriñcio,  y  quitá- 
Í»ÍDle  el  báculo  y  la  rodela  y  la  carga  que  traía,  y  á  él  tomaban 
pi&  y  manos  y  subía  el  principal  sacrificador  con  su  cuchillo 
la  mano  y  degollábalo,  mandándole  fuese  con  su  mensaje  al 
ero  sol  á  la  otra  vida;  y  escurríale  la  sangre  en  aquella 
la  oual  por  aquella  canal  que  tenía  se  derramaba  delante 
la  cámara  del  sol,  y  el  sol  que  estaba  sentado  en  la  piedra 
enchia  de  aquella  sangi:e.    Acabada  de  salir  toda  la  sangre, 

(1)  Ho  del  mayor,  Bino  del  Oaanhzioaloo,  qne  tenía  unas  otuorenta  gradas  para  mi- 
^  él,  7  estaba, '  'donde  ahora  se  oonstraje  la  iglesia  mayor. " 


180 

"luego  le  abrían  por  el  pecho  y  le  sacaban  el  corazón,  y  con  la 
"mano  alta  se  lo  presentaban  al  sol  basta  que  dejase  tle  vahear 
"que  se  enfriaba,  y  así  acababa  la  vida  el  desventurado  mensa- 
"jero  del  soL"  (1) 

Teníase  cuidado  de  que  el  sacrificio  termin^»ra  al  medio  dia; 
los  sacerdotes  tocaban  de  nuevo  los  caracoles  y  las  bocinas,  sien- 
do esta  señal  de  ser  acabado  el  ayuno,  colgaban  la  carguilla,  el 
báculo  y  la  rodela  por  trofeos  junto  á  la  imagen  del  sol  y  entre- 
gaban á  su  dueño  el  cuerpo  del  sacrificado  para  que  hiciera  el 
banquete  de  costumbre.  Los  mancebos  cacuauldin^  en  seguida, 
se  juntaban  delante  del  ídolo,  con  navajas  se  abrían  el  molledo 
del  brazo  izquierdo,  pasando  por  la  herida  varitas  delgadas  j 
lisas  de  mimbre,  en  la  cantidad  que  su  valor  y  devoción  les  per- 
mitía, arrojándolas  ensangrentadas  á  los  pies  de  la  imagen.  Ter- 
minaba la  fiesta  con  un  gran  baile,  al  que  sólo  concurrían  los 
señores  y  principales. 

Antes  de  pasar  adelante  terminaremos  la  historia  de  la  piedra 
del  sol.  Tomada  la  ciudad  de  México  por  los  castellanos,  derribado 
Huitzilopochtli  de  Su  teocalli  por  Gil  González  de  Benavides,  (2) 
y  poco  á  poco  esparcidos  los  monumentos,  el  que  nos  ocupa  per- 
maneció junto  á  la  acequia,  que  en  aquellos  tiempos  pasaba  por 
el  costado  de  palacio,  delante  de  los  portales  de  las  Flores  y 
Diputación,  hasta  que  fue  mandada  enterrar  por  el  arzobispo 
D.  Fr.  Alonso  de  Montufar,  quien  gobernó  la  mitra  de  1551  i 
1669.  Permaneció  la  piedra  en  su  sepulcro,  hasta  que  con  moti- 
TO  del  empedrado  de  la  plaza  mayor  volvió  á  la  luz  en  el  mes  de 
Agosto  1790.  Permaneció  expuesta  á  la  vandálica  ignorancia  del 
vulgo,  sufriendo  algunas  desA^astaciones,  hasta  que  los  canónigos 
de  la  catedral  lograron  colocarla  sobre  un  macizo,  en  la  cara  qu< 
mira  al  Oeste  del  cubo  de  una  de  las  torres. 

Nuestro  célebre  anticuario  D.  Antonio  de  León  y  Gama  \1i7J 
y  publicó  completa  descripción  del  monumento,  pn  su  sistemi 
era  el  calendario  azteca;  debería  estar  colocada,  "sobre  "un  plan 
horizontal,  elevada  verticalmente,  mirando  al  Sur,  y  con  perfecí 
dirección  de  E.  á  O.;"  deberían  ser  dos  piedras  complementí 
una  de  la  otra;  fuera  de  señalar  las  fiestas  y  fastos  mexicanos,- 

(1)  Duran,  segunda  parte,  cap.  X.  MS. 
(2")  Duran,  loco  cit.  al  final. 


181 

"Servía  también  esta  piedra  de  un  relox  solar,  por  donde  cono- 
Yim  diariamente  los  sacerdotes  las  horas  en  que  debían  hacer 
"sus  ceremonias  y  sacrificios,  por  medio  de  unos  gnómones,  ó 
'índices  que  le  fijaban,  como  después  veremos.  De  manera  que 
"en  esta  piedra  estaba  reducida  la  mitad  de  la  eclíptica,  ó  movi- 
"miento  propio  del  sol,  de  occidente  á  oriente  según  el  orden  de 
"los  signos,  desde  el  primer  punto  de  Aries  hasta  el  primero  de 
"Libra,  &c."  (1)  Bajo  autoridad  tan  competente,  desde  1792  has- 
ía  nuestros  dias,  sé  ha  conocido  la  piedra  por  Calendario  azteca, 
Calendario  mexicano.  Humboldt  sancionó  la  doctrina,  (2)  y  desde 
entonces  híui  pasado  sin  contradicción,  entre  nacionales  y  extran- 
jeros, los  asertos  de  Gama,  repitiéndose  sin  variación  en  multitud 
de  obras. 

Nuevos  estudios  arqueológicos  traen  ahora  nuevas  explicacio- 
üas.  El  Sr.  Lie.  D.  Alfredo  Chavero,  con  la  luz  de  la  historia  en 
ia  mano,  hace  patente,  que  la  piedra  debía  estar  colocada  no 
rcrtical,  sino  horizontalmente;  que  no  eran  dos  semejantes,  como 
se  suponía,  pues  no  aparece  haber  existido  más  de  solo  una;  que 
ao  es,  ni  puede  ser  calendario,  ya  que  no  contiene  los  elementos 
indispensables  para  el  cómputo  del  tiempo.  Verdad  es  que  ex- 
presa mucho  de  lo  señalado  por  Gama;  pero  esto  no  la  constituye 
talmente  un  calendario,  apareciendo  que  es  la  Piedra  del  Sol, 
niandado  construir  por  Axayacatl.  (3)  Participamos  en  la  mayor 
parte  de  las  mismas  opiniones. 

Volvemos  á  los  sacrificios.  Cortaban  en  el  monte  el  mayor  ár- 
W  derecho  que  podía  ser  encontrado,  y  sobre  rodillos,  sin  las- 
timarle, le  traían  al  templo,  colocándole  enhiesto  sobre  el  suelo: 
^te  árbol  se  llamaba  xocott  La  víspera  de  la  fiesta  Xocotlhuetzi, 
^-costaban  con  cuidado  el  árbol,  lo  desbastaban  hasta  dejarle  liso 
y  derecho,  y  volvíanle  á  poner  enhiesto,  sostenido  á  los  lados 
por  diez  maromas;  pintado,  compuesto  de  largos  y  muchos  pa- 
peles, y  sosteniendo  en  la  punta  una  figura  de  masa  de  bledos, 
^ío«S/,  en  forma  de  hombre  conforme  á  Sahagun,  en  figura  de 

(1)  Deacrip.  de  las  dos  piedras.  Primera  parte,  §  IV. 

(2)  Vues  des  Oordüléres.  Planche  XXII. 

(3)  Yéaae  Pérez  Hernández,  Diccionario  Geogr.  y  Estad,  de  la  República  Mexi- 
«aa,  art  Calendario  Azteca,  los  opúsculos  publicados  por  el  autor,  y  sus  nuevos 
^'Bbtjos  en  loe  tomos  I  y  II  de  los  Anales  del  Museo  Nacional. 


ti 


182 

pájaro  según  Darán.  El  día  de  la  ceremonia»  acudían  los  guerre- 
ros con  los  cautivos  que  habían  de  sacrificar:    "Traían  todo  el 
''cuerpo  teñido  con  color  amarillo,  y  la  cara  con  color  bermeja; 
''traían  un  plumage  como  mariposa,  hecho  de  plumas  coloradas 
"de  papagayo:  llevaban  en  la  mano  izquierda  una  rodela  labrada 
"de  pluma  blanca,  con  sus  rapacejos  que  colgaban  á  la  parte  de 
"abajo:  en  el  campo  de  esta  rodela  iban  piernas  de  tigre  ó  águila 
"dibujado  al  propósito.    Llamaban  á  esta  rodela  chimaltetqpanüif 
"cada  uno  de  los  que  iban  en  el  areito  así  aderezados,  iba  purea- 
"do  con  su  cautivo,  y  ambos  danzando  á  la  par.  Los  cautivos  lie- 
"vaban  el  cuerpo  teñido  de  blanco,  y  el  maxtiail  con  que  iban 
"ceñidos  era  de  papel:  llevaban  también  unas  tiras  de  papel  blan- 
'^co,  á  manera  de  estolas,  echados  desde  el  hombro  hasta  el 
"sobaco,  y  también  unos  cabellos  de  tiras  de  papel  cortadas  del- 
gadas.   Llevaban  emplumada  la  cabeza  con  plumas  blancas  á 
manera  de  vilma:  llevaban  un  bezote  hecho  de  pluma,  y  los  ros- 
"tros  de  color  vermejo,  y  las  mejillas  teñidas  de  negro:  en  este 
"areito  perseveraban  hasta  la  noche."  (1) 

A  la  puestas  del  sol,  que  el  baile  terminaba,  se  retiraban  loa 
guerreros  con  sus  cautivos;  á  la  media  noche,  aquellos  cortaban  á 
éstos,  á  raíz  del  casco,  un  mechón  de  cabellos  de  la  corcmilla, 
los  cuales  guardaban  por  memoria  de  su  valentía,  en  unas  peta- 
quillas  de  caña,  suspendidas,  en  lugar  público,  de  los  techos  de 
sus  casas.  En  amaneciendo  llevaban  de  nuevo  los  cautivos  al 
teocalli,  formándoles  en  hilera  junto  al  Tzompantli;  bajaba  un  sa< 
cerdote,  les  quitaba  una  banderita  que  tenían  en  la  mano,  lot 
desnudaba  y  arrojábalo  todo  en  el  fuego.  Desnudos  ya  los  cau 
tívos,  descendía  del  templo  un  sacerdote  trayendo  en  brazos  h 
imagen  de  Painal,  paseándola  delante  de  ellos;  tomaba  al  templo 
y  volvía  á  bajar  por  segunda  vez.  Entonces  los  guerreros  toma 
ban  por  el  cabello  á  las  víctimas,  dejándolas  en  el  lugar  llamadt 
Apetlac;  acudían  luego  los  sacrificadores,  les  ataban  los  pies,  la 
manos  á  la  espalda  y  les  arrojaban  al  rostro  puñados  de  inciense 
después  lo  echaban  sobre  los  hombros  acuestas,  y  subíanlo 
arriba  á  lo  alto  del  Cu,  donde  estaba  un  gran  fuego  j  monto: 
"de  brasas,  y  llegados  arriba  luego  daban  con  ellos  en  el  faegc 
"Al  tiempo  que  los  arrojaban,  alzábase  un  gran  polvo  de  cenizi 

(1)  Sahagan,  tom.  I,  pág.  U3-44. 


tí 


183 

'"j  cada  uno  adonde  caía  se  hacía  un  gran  hoyo  en  el  faego,  por- 
"qne  todo  era  brasa  y  rescoldo,  y  allí  en  el  fuego  comenzaba  á 
"dar  TnelcoSy  y  hacer  bascas  el  triste  del  cautiyo,  comenzaba  á 
'"rechinar  el  cuerpo,  como  cuando  asan  algún  animal  y  levantá- 
*1)aDBe  vegigas  por  todas  partes  del  cuerpo,  y  estando  en  esta 
"agonía,  sacábanle  con  unos  garabatos  arrastrando  los  sátrapas 
"qne  llamaban  cifOottoct^tT^n,,  y  pdhíanle  encima  del  tajón  que  se 
"llamaba  techcaU,  y  luego  le  abrían  los  pechos  de  tetilla  á  tetilla, 
"6  tm  poco  más  abajo,  y  luego  le  sacaban  el  corazón  y  le  arroja-^ 
"ban  á  los  pies  de  la  estatua  de  Xiuhtecutli,  dios  del  fuego.*'  (1) 
Terminaba  la  fiesta  con  que  los  mancebos  arremetían  á  trepar  al 
írbol,  para  apoderarse  de  los  objetos  que  en  la  punta  tenía,  al- 
canzando grande  honra  quienes  podían  lograrlo.  (2) 

En  el  mes  Teutleco,  llegada  ó  venida  de  los  dioses,  el  primer 
niimen  que  se  decía  llegaba  era  Tlamatzincatl  ó  Telpochtli,  por- 
que como  mancebo  llegaba  más  aprisa;  aparecía  después  Yaca- 
püzahuatl  ó  Yiacatecutli  dios  de  los  mercaderes,  y  al  ñn  Izco- 
¿anhqui  ó  Xiuhtecutli  dios  del  fuego.  Las  víctimas  en  esta  fiesta 
eran  quemadas  vivas,  sobre  el  fuego  encendido  en  el  grande  altar 
llamado  Tecalco.  (3)  , 

Había  en  el  patio  del  gran  teocalli  una  pieza  de  unos  setenta 
pi&  de  largo  y  treinta  de  ancho  llamada  TlíUan,  lugar  de  negru- 
ra, porque  no  tenía  por  donde  recibir  luz  alguna;  entrábase  sólo 
por  una  puerta  tan  pequeña  que  era  menester  penetrar  á  cuatro 
pies,  y  tenía  su  antepuerta  para  que  se  conservara  completa  os- 
curidad. Aqtií  estaba  la  imagen  de  la  diosa  Cihuacoatl  ó  Qui- 
laztli,  y  arrimados  por  las  paredes  los  idolillos  grandes  y  chicos 
consagrados  á  los  montes:  ahí  sólo  se  permitían  la  entrada  los 
sacerdotes  particulares  y  ancianos  consagrados  á  la  diosa.  Veinte 
dias  antes  de  la  fiesta  del  mes  Hueitecuilhuitl,  gran  fiesta  de  los 
señores,  escogían  una  esclava,  que  con  los  arreos  blancos  de  Ci- 
huacoatl representaba  á  la  diosa,  aunque  bajo  el  nombre  de  Xi- 
lomen;  traíanla  de  boda  en  boda  y  de  festín  en  festiñ,  presentán- 
dola en  los  mercados,  y  procurando  que  estuviera  siempre  alegre, 

« 

vi)  Sahag^an,  tom.  I,  pág.  145-6. 

(2)  Sahagon,  lib.  II,  cap.  XXIX.  Con  algunas  Yariantes,  P.  Duran,  segunda  par- 
te, eip.  Xn.  HS. 

(3)  Sáhagxm,  lib.  II,  cap.  XXXI. 


1 


184 

dándole  á  beber  del  pulque  ó  de  ciertas  bebidas  místicas.  Llegado 
el  dia  de  la  solemnidad,  ponían  á  la  esclava  delante  de  la  puerta 
del  Tlillan,  con  tanta  reverencia  como  á  la  diosa  misma.  Fron- 
tero estaba  labrado  curiosamente  con  piedras  el  teoílecuíUiy  bra- 
sero ó  fogón  divino;  cuatro  dias  antes  habían  alimentado  ahí  los 
sacerdotes  un  gran  fuego,  con  madera  de  encina,  de  modo  que 
aquel  dia  estaba  encendido  y  caliente  como  un  gran  horno.  Es- 
taban ya  preparados  cuatro  prisioneros  de  guerra;  cuatro  sacer- 
dotes tomaban  á  uno  de  aquellos  por  manos  y  pies,  levantábMile 
en  peso,  cuatro  veces  le  daban  enviones  al  aire  y  luego  le  arroja- 
ban al  brasero;  sacábanle  antes  que  acabase  de  morir  y  le  sa- 
crificaban por  el  método  ordinario,  tendiendo  el  cuerpo  delante 
de  la  diosa.  Practicaban  lo  mismo  con  los  cuatro  prisioneros, 
tendiendo  los  cuerpos  juntos  y  unidos,  á  lo  cu^  llamaban,  el 
estrado  de  presos.  Tocaba  entonces  su  turno  á  la  diosa,  la  cual 
era  tendida  sobre  aquel  estrado  y  degollábanla  recogiendo  la 
sangre  en  un  lebrillo,  sacándola  después  el  corazón;  éste  lo  da- 
ban á  la  estatua  de  Cihuacoatl,  con  la  sangre  rociaban  todos  los 
dioses  del  Tlillan,  las  paredes  y  el  fuego  del  hogar  ardiente.  Los 
cuerpos  de  los  cautivos  eran  entregados  á  sus  dueños,  á  fin  de 
.  que  celebrasen  el  convite  místico. 

Acabado  el  sacrificio,  salía  un  sacerdote  y  barría  cuidadosa- 
mente al  rededor  del  teoflecuilli,  que  significaba  á  Xiuhtecutli, 
dios  del  fuego.  Los  sacerdotes  de  todos  los  barrios  acudían,  tra- 
yendo una  manta,  un  maxtlatl  y  un  idolillo;  doblaban  aquellas 
piezas,  ponían  encima  al  dios,  se  colocaban  á  la  redonda  del  ho- 
gar, y  desnudándose  de  toda  rojDa,  se  sentaban  en  cuclillas,  cada 
cual  junto  a  su  patrono.  En  cada  mano  tenían  una  hacha  de  una 
vara  de  largo,  formada  de  la  resina  del  anime  ó  copalli;  las  en- 
cendían en  el  fogón,  levantábanlas  en  alto;  la  resina  ardiendo 
corría  por  sus  brazos  y  cuerpo,  chorreaba  encendida  sobre  su 
rostro  y  piernas,  y  ellos  permanecían  tranquilos  y  callados.  Con- 
sumidas las  hachas,  arrojaban  el  sobrante  al  fuego,  despegábanse 
lo  que  tenían  en  los  cuerpos  arrancando  pedazos  de  la  piel,  que 
también  lo  echaban  al  fogón,  quemaban  ademas  cargas  de  incien- 
so que  levantaban  espeso  humo,  y  mientras  se  consumía  bailaban 
al  rededor  del  teotlecuiUi,  cantando  alabanzas  en  loor  del  fuego  y 
de  sus  sacrificios. 

Seguía  el  baile  de  los  principales  y  caballeros,  acompañados 


185 

de  mujeres^  todos  galanamente  aderezados,  aunque  principal- 
mente oon  las  rosas  llamadas  oenpoalxochitl;  estas  flores,  termina- 
da la  danza,  eran  colocadas  sobre  el  altar  de  Huitzilopochtli, 
llamando  á  la  ceremonia  xochipaina^  apresuramiento,  ó  xochica- 
laquia,  ofrecimiento  de  flores.  Los  mancebos  subían  corriendo 
al  templo  y  se  disputaban  para  cojer  las  rosas.  La  costumbre 
quería,  que  las  provincias  cercanas  á  México,  dieran  á  porfía  y 
por  diez  dias  arreo,  cada  una  un  espléndido  convite  á  los  ea1t>a- 
Ueros  méxica.  (1) 

Junto  al  Tullan  estaban  los  aposentos  de  los  sacerdotes,  lla- 
mados tecuacuiUm  como  los  idolillos  encerrados,  y  delante  una 
pieza  en  que  dos  de  ellos,  mudándose,  mantenían  el  fuego  per- 
petuo y  recibían  las  frecuentes  oblaciones  de  los  fíeles.  Cada 
ocho  dias  una  diputación  de  estos  sacerdotes  acudía  al  re}',  avi- 
sándole que  la  Cihuacoatl  tenía  hambre,  y  para  que  se  le  aplacase 
recibían  un  cautivo  de  guerra.  Moría  éste  dentro  del  Tlillan, 
arrancándole  un  pedazo  del  muslo,  cual  si  en  verdad  la  diosa  lo 
hubiera  comido.  Si  pasaban  los  ocho  dias  sin  la  ordinaria  ración, 
para  motejar  á  los  señores  por  su  falta  de  celo,  tomaban  los  sa- 
cerdotes una  cuna,  ponían  el  cuchillo  del  sacrificio,  al  que  llama- 
ban al  hijo  de  Cihuacoatl,  entregándola  á  una  india  de  confianza; 
é&ta  iba  al  tianquiztli,  y  escogiendo  á  la  vendedora  más  rica,  le 
rogaba  le  guardara  su  niño  mientras  volvía.  Aceptado  el  encalco, 
llegado  el  tiempo  de  retirarse,  y  mirando  que  ni  la  madre  torna- 
ba ni  chistaba  el  niño,  la  mercadera  registraba  ia  cuna,  y  encon- 
trando el  cuchillo,  admirada  en  realidad  ó  bien  industriada,  pre- 
gonaba que  la  Cihuacoatl  era  venida  y  había  dejado  á  su  hijo 
para  mostrar  el  hambre  que  tenía.  Entonces  acudían  los  sacer- 
dotes llorando^  llevándose  con  gran  reverencia  su  cuchillo.  (2) 

£n  el  mes  Izcalli  encendían  fuego  nuevo,  y  en  el  hogar  quema- 
ban todo  género  de  caza,  peces,  ranas  y  sabandijas  del  agua;  co- 
mían ciertos  tamcdli  preparados,  llamando  por  eso  á  la  fiesta 
Huouhquitamalcualiztli.  Diez  dias  después  hacían  segunda  fiesta 
al  fuego,  diferenciándose  en  que  de  los  animales,  los  pequeños 
se  dejaban  consumir  en  la  lumbre,  mientras  los  grandes  se  apar- 
iÚMDL  para  comida  de  los  sacerdotes.  En  la  fiesta  que  de  cuatro 

(1)  Darán,  segunda  parte,  cap.  XIII.  MS. 
(8)  Darán,  segunda  parte,  cap.  XIII.  MS. 

24 


186 

en  cuatro  años  se  hacía  á  Xiuhtecntli,  mataban  muchos  esclayoB, 
cada  uno  con  su  mujer;  el  baile  lo  presidía  el  rey,  j  tomaba  parte 
en  la  danza  sólo  la  nobleza.  Aquel  mismo  día  agujeraban  las 
orejas  á  los  niños  y  niñas  nacidos  en  los  cuatro  años  anteriores; 
les  tenían  durante  la  operación  los  padrinos  ó  teÜateahtUz  y  se 
ejecutaba  horadando  con  un  punzón  de  hueso,  ensalmando  la 
herida  con  la  pluma  blanda  de  papagayo  llamado  ÜachaicÜ  y  un 
poco  de  ocotzoü:  después  les  llevaban  pasándoles  por  el  fuego, 
ejecutando  una  especie  de  lustracion.  (1) 

La  fiesta  que  se  hacía  cada  ocho  años,  caía  unas  veces  en  el 
mes  QuechoUi  y  otras  en  el  de  Tepeilhuitl;  llamábase  Atamal- 
cualiztli,  ayuno  de  pan  y  agua.   Ocho  dias  antes  guardaban  un 
fíyuno  rigoroso,  comiendo  una  sola  vez  al  medio  dia  tamales  sin 
sal  ni  otro  ingrediente,  y  bebiendo  tan  solamente  agua.   Pasado 
el  ayuno,  seguía  un  baile  en  que  creían  bailaban  todos  los  dio- 
s^9>  y  por  eso  llamaban  á  la  fiesta  Ixneztioa,  buscar  ventura. 
Los  danzante?  se  disfrazaban  de  aves,  moscas,  escarabajos,  ó 
tomaban  figuras  de  enfermos,  vendedores  y  otras  muchas  inven- 
ciones. "Estaba  la  imagen  de  Tlaloc  enmedio  del  areito,  á  cuya 
''honra  bailaban,  y  delante  della  estaba  una  balsa  de  agua,  don* 
"de  había  culebras  y  ranas,  y  unos  hombres  que  llamaban  maxor 
**teoaz  estaban  á  la  orilla  de  la  balsa,  y  tragábanse  las  culebras 
"y  las  ranas  vivas;  tomábanlas  con  las  bocas  y  no  con  las  manosi 
"y  cuando  las  habían  tomado  en  la  boca,  íBanse  á  bailar,  íbanlas 
"tragando  y  bailando,  y  el  que  primero  acababa  de  tragar  la  cu- 
"lebraó  rana,  luego  daba  voces  diciendo  papa,  papcu"  (2)  Esto 
recuerda  los  regocijos  y  juglerías  del  Carnaval,  con  su  ayuno, 
aunque  anticipado. 

En  Cuauhtitlan  levantaban*  seis  grandes  palos  como  mástiles 
de  navio;  sacrificaban  dos  esclavas,  desollábanlas  y  sacábanles 
los  huesos  de  los  muslos.  Dos  sacerdotes  se  vestían  los  pellejos, 
y  empuñando  las  canillas,  bajaban  bramando,  paso  ápaso,  del  tem- 
plo, la  gente  que  los  veía  gritaba  como  espantada,  '^a  vienen 
nuestros  dioses,  ya  vienen  nuestros  dioses.''  Los  dos  sacerdotes 
desde  abajo,  adornados  con  cantidad  de  papeles,  comenzaban 
á  tocar  con  las  canillas  sus  huehuetl,  mientras  la  multitud  sa- 


(1)  Sahftgun,  lib.  U.  cap.  XXXVII. 

(2)  Sahagun,  tom.  I,  pag.  195. 


187 

orificaba  delante  de  ellos  muy  grande  cantidad  de  codornices. 
Después»  ataban  en  los  palos  seis  cautiyos;  mas  apenas. bajaban 
los  sacerdotes  que  les  subían,  hombres  y  muchaclios  disparaban 
sus  flechas,  hasta  dejarles  cuajados  de  ellas;  volvían  los  sacer- 
dotes á  subir,  despeñaban  de  lo  alto  á  los  cautivos,  quienes  no 
obstante  que  se  estrellaban  contra  el  suelo,  eran  en  seguida  sa- 
crificados. (1) 

Este  culto  era  cruel.  Como  si  no  fueran  suficientes  los  horro- 
res de  la  víctica  humana,  los  reyes  pontífices  y  batalladores  de 
Tenochtitlan  por  emulación  supersticiosa,  ó  más  bien  por  rencor 
contra  los  enemigos  que  suministraban  los  objetos  para  el  sacri- 
ficio, fueron  inventcuido  exquisitas  maneras  de  hacer  más  lenta 
y  dolorosa  la  agonía  del  prisionero.  Empedernido  el  corazón  á 
la  vista  repetida  de  las  escenas  sangrientas,  los  fieles  aprendie- 
ron á  no  perdonar  su  propio  cuerpo;  sus  maceraciones  y  peni- 
tencias ponen  miedo,  maravillando  que  se  repitieran  de  una  ma- 
nera tan  general  y  continuada.  Por  mucha  qué  la  paciencia  sea 
al  leer  estas  aberraciones,  al  fin  brota  del  labio  la  maldición 
contra  culto  tan  absurdo. 

Acerca  del  número  de  las  víctimas,  no  andan  conformes  los 
autores;  cosa  puesta  en  razón,  supuesto  que  no  habiendo  punto 
fijo  de  donde  partir,  las  avaluaciones  son  á  ojo,  determinadas 
por  el  buen  querer.  El  Sr.  Zumárraga  en  carta  de  12  de  Junio 
1524,  asegura  que  solo  en  México  se  sacrificaban  20,000  perso- 
nas. Torquemada  dice  que  estos  20,000  era  únicamente  de  los 
niños.  Según  Gomara  pasaban  de  60,000.  Acosta  afirma,  que  en 
un  solo  dia  eran  muertos  en  el  imperio  6,000  y  aun  20,000.  (2) 
£1  P.  Duran  se  figura  que  el  número  de  los  que  sucumbían  en 
los  aliares,  igualaba  al  de  los  muertos  de  muerte  natural.  Opina 
Glavigero  que  eran  muchos,  sin  poder  señalarse  el  número.  Por 
el  contrario,  el  P.  Las  Casas  limita  los  casos,  á  lo  más  en  ciento 
al  añp.  Por  mucho  que  se  disminuyan,  siempre  resultará  que 
son  excesivos.  Ningún  pueblo,  por  otra  parte,  se  extremó  taüto 
como  el'  méxica  en  tan  abominable  costumbre.  Si  el  número  de 
los  sacrificados  no  se  puede  fijar  con  exactitud,  debe  formarse 
idea  por  estos  datos.  Los  prisioneros  de  guerra  estaban  destina- 

(1)  Moiolinia,  trat  1;  cap.  VII. 

(2)  Clavigero,  tom.  I,  pág.  259. 


\ 


188 

« 

dos  como  víctimas;  los  mexica  eran  conquistadores,  extendieron 
BU  dominio  por  un  grande  territorio,  y  de  continuo  llevaban 
sus  armas  contra  las  provincias  independientes  ó  rebeldes:  en 
todas  las  guerras,  no  se  procuraba  tanto  matar  al  enemigo,  cuan- 
to hacer  el  mayor  número  de  cautivos.  Las  fiestas  eran  dia- 
rias, fuera  de  las  solemnes  de  veinte  en  veinte  dias:  no  habiendo 
guerra,  se  ocurría  en  estas  ocasiones  a  la  guerra  pactada  y  reli- 
giosa contra  Tlaxcalla,  CholoUan  y  Huexotzinco.  Ademas,  se 
preparaba  una  gran  hecatombe  para  la  coronación  de  cada  imo 
de  los  reyes,  o  cuando  quería  consagrarse  algún  nuevo  monu- 
mento religioso.  Espantan  verdaderamente  estas  dos  cifras;  el 
número  de  los  cráneos  que  los  conquistadores  vieron  conserva- 
dos en  el  Tzompantli;  el  número  de  los  sacrificados  en  la  sola 
dedicación  del  templo  mayor,  que  fueron  20,000  según  el  Códice 
Telleriano  Eemense,  6  20,400  conforme  al  Códice  Vaticano.  Pre- 
ciso es  también  tener  en  cuenta,  la  grp,n  cantidad  de  esclavos 
vendidos  para  los  sacrificios. 

Tremendos  cargos  han  sido  fulminados  contra  los  americanos 
por  esta  práctica  impía.  Para  responder  alzaron  ya  la  voz  nues- 
tros compatriotas  Clavigero  (1)  y  el  Sr.  Don  José  Fernando  Ba- 
mírez:  (2)  á  su  ejemplo  vamos  á  decir  también  algunaa  palabras, 
en  que  sus  luminosos  escritos  nos  servirán  de  guías.  Esta  de- 
fensa y  cuanto  digamos,  como  vamos  á  ver,  no  es  solo  en  favor 
de  las  antiguas  tribus,  sino  de  la  humanidad  entera. 

**íso  ha  habido  casi  ninguna  nación  en  el  mundo,  dice  Clavige- 
ro, que  no  haya  sacrificado  víctimas  humanas  al  objeto  de  su 
culto.  Los  Libros  Santos  nos  dicen  que  los  Ammoníitas  quema- 
ban á  sus  hijos  en  honor  de  su  dios  Moloch,  íy  que  lo  mismo 
hacían  otros  pueblos  de  la  tierra  de  Canaam."  Los  Israelitas  imi- 
taron alguna  vez  aquél  ejemplo.  Consta  en  el  lib.  IV  de  los  Be- 
yes, que  Achaz  y  Manases,  reyes  de  Judá,  usaron  aquel  rito  gen- 
tílico de  pasar  á  sus  hijos  por  las  llamas.  La  expresión  del  texto 
sagrado  parece  indicar  más  bien  una  lustracion  ó  consagración 
que  un  holocausto;  pero  el  salmo  CV  no  nos  permite  dudar  que 
los  Israelitas  sacrificaban  realmente  sus  hijos  á  los  dioses  de  los 


(1)  Hist.  antig.  Disertación  Vil  I,  tom.  II,  pág.  418. 

(2)  Hist.  de  la  Conquista  por  Prescott;  edic.  de  Cumplido,  tom.  II.  Notas  y 
clarecimieutos. 


189 

CananeoSy  no  bastando  á  retraerlos  de  aquella  bárbara  snpers- 
ticiony  los  estupendos  y  admirables  milagros  obrados  por  el  bra- 
S50  omnipotente  del  verdadero  Dios.  "Commisti  euné  inter  gentes^ 
d  didicerurvt  opera  eorum,  et  servierunt  sctdptilihus  eorvm,  etfactum 
est  iUis  in  scadaíum.  Et  immolavearurd  filios  auoa  etjfiUas  suas  Dcemo- 
ms.  Et  effudernni  sangiánem  innocentem;  sanguinemJÚiornm  stiorum 
dJRtarum  suarum  qncun  immólaverant8ct(J.ptilibu8  Chanaan.  Et  infec- 
ta eM  térra  in  sanguinibus" 

**De  los  egipcios  sabemos  por  el  testimonio  de  Maneton,  sa- 
cerdote é  historiador  célebre  de  aquella  nación,  citado  por  Ense- 
bio de  Cesárea,  qne  cada  dia  se  inmolaban  tres  víctimas  huma- 
nas, en  Heliópolis  solo  á  la  diosa  Juno.  Y  no  eran  solo  los  Am- 
momitas,  los  Oananeos  y  los  Egipcios  los  que  obsequiaban  de  un 
modo  tan  inhumano  á  sus  dioses  Moloch,  Belfegor  y  Juno;  pues 
los  Persas  hacían  iguales  sacrificios  á  Mitra  6  el  sol,  los  Feni- 
cios y  los  Cartagineses  á  Baal  ó  Saturno,  los  Cretenses  á  Jove, 
los  Lacedemonios  á  Marte,  los  Focenses  á  Diana,  los  habitantes 
de  Lesbos  á  Baco,  los  íesalónicos  al  centauro  Quiron  y  á  Peleo, 
los  Galos  á  Eso  y  á  Teutates,  los  Bardos  de  la  Germania  á  Tuis- 
ton,  y  así  otras  naciones  á  sus  dioses  tutelares.  Filón  dice  que 
los  Fenicios,  en  sub  calamidades  públicas,  ofrecían  en  sacrificio 
á  su  inhumano  Baal  los  hijos  que  más  amaban,  y  Curcio  afirma 
que  lo  mismo  hicieron  los  Tirios  hasta  la  conquista  de  su  famosa 
ciudad.  Sus  compatriotas  los  Cartagineses  observaban  el  mismo 
rito  en  honor  de  Saturno  el  Cruel,  llamado  así  con  justa  razón. 
Sabemos  que  cuando  fueron  vencidos  por  Agátooles,  rey  de  Si- 
racusa,  para  aplacar  á  su  dios,  que  creían  irritado  contra  ellos, 
le  sacrificaron  200  familias  nobles,  ademas  de  300  jóvenes,  que 
espontáneamente  se  ofrecieron  en  holocausto  para  dar  este  tes- 
timonio de  su  valor,  de  su  piedad  para  con  los  dioses  y  de  su 
amor  á  la  patria,  y  según  asegura  Tertuliano,  que  como  africano 
y  poco  posterior  á  aquella  época,  debía  saberlo  bien,  aquellos 
sacrificios  fueron  usados  en  África  hasta  los  tiempos  del  empe- 
rador Tiberio,  como  en  las  Galias  hasta  los  de  Claudio,  según 
dice  Suetonio." 

**Ijos  Pelasgos,  antiguos  habitantes  de  Italia,  sacrificaban  pa- 
ra obedecer  á  un  oráculo,  la  décima  parte  de  sus  hijos,  como 
cuenta  Dionisio  de  Halicarnaso.  Los  romanos  que  fueron  tan 
sanguinarios  y  supersticiosos,  conocieron  también  aquellos  sa- 


190 

crificios.   Durante  todo  el  tiempo  del  dominio  de  los  reyes,  in- 
molaron niños  en  honor  de  la  diosa  Maia,  madre  de  los  Laces, 
para  implorar  de  ella  la  felicidad  de  sus  casas.   Indujoles  á  esta 
práctica,  según  dice  Macrobio,  cierto  oráculo  de  Apolo.   Por 
Plinio  sabemos  que  hasta  el  año  667  de  la  fundación  de  Boma, 
no  se  prohibieron  los  sacrificios  humanos.  "D  GL  Vil  demun  tmiio 
urhisy  Cn.  Conx.  Lmttüo  Lidnio  Cosa.  Seiiatum  consultum  factum 
esty  ne  hofno  immolaretur.  Mas  no  por  esta  prohibición  cesaron  de 
un  todo  los  ejemplos  de  aquella  bárbara  superstición,  pues  Au- 
gusto, según  afirman  varios  escritores  citados  por  Suetonio,  des- 
pués de  la  toma  de  Perusia,  donde  se  había  fortificado  el  cónsul 
L.  Antonio,  sacrificó  en  honor  de  su  tio  Julio  Cesar,  divinizado 
ya  por  los  Bomanos,  300  hombres,  parte  senadores  y  parte  ca- 
balleros, escogidos  entre  la  gente  de  Antonio,  sobre  un  altar  eri- 
gido al  nuevo  dios.  "Perusia  capta  inpluHhus  animadvertit;  orare 
veniant,  vel  excusare  se  conantibtts  una  voce  occurens,  moriendum  ese. 
Scribunt  quídam  trecentos  et  dedüitiis  electos,  ntritisque  ordinis  ad 
aram  D.  Julio  exstructam  Idtb.  Martiis  vicñmarum  more  macicUos.^ 
Lactancio  Firmiano  que  conocía  á  fondo  á  la  nación  Bomana  y 
que  floreció  en  el  siglo  lY  de  la  Iglesia,  dice  expresamente  que 
aun  en  sus  tiempos  se  hacían  aquellos  sacrificios  en  Italia  al 
dios  LaciaL  "Nec  Latini  quidem  hujus  immanitaiis  eocpertes  fuerunt 
siqmdem  Latialis  Júpiter  etiam  num  sanguine  colitur  humano.^^  Ni 
los  españoles  se  preservaron  de  aquel  horrible  contagio.  Estra- 
bon  cuenta  en  el  lib.  m,  que  los  Lusitanos  sacrificaban  los  pri- 
sioneros cortándoles  la  mano  derecha  para  consagrarla  á  sus 
dioses,  observando  sus  entrañas  y  guardándolas  para  sus  agüe- 
ros; que  todos  los  habitantes  de  los  montes  sacrificaban  también 
á  los  prisioneros  con  sus  caballos,  ofreciendo  ciento  á  ciento 
aquellas  víctimas  al  dios  Marte,  y  hablando  en  general  dice,  que 
era  propio  de  los  españoles  sacrificarse  por  sus  amigos.  No  es 
ajeno  de  este  modo  de  pensar  lo  que  Silio  Itálico  cuenta  de  los 
Béticos  sus  antepasados,  á  saber,  que  después  de  pasada  la  ju- 
ventud, fastidiados  de  la  vida,  se  daban  muerte  á  sí  mismos,  lo 
que  el  elogia  como  una  acción  heroica: 

"Prodiga  gens  animad  et  properare  facillima  mortem; 

''Nanque  ubi  transcendit  florente  viribus  annos, 

''Impatiens  oevi  spemit  venisse  senectam,  • 

''Et  fati  modus  in  dextra  est. 


191 

"Quién  diría  que  esta  manía  de  los  Béticos  había  después  de 
ser  una  moda  en  Francia  y  en  Inglaterra?  Viniendo  á  tiempos 
posteriores,  el  P.  Mariana,  hablando  de  los  Gk>dos,  que  ocupa- 
ron la  España,  dice  así:  'Torque  estaban  persuadidos  que  no 
^'tendría  buen  éxito  la  guerra,  si  i^o  ofrecían  sangre  humana  por 
"el  ejército,  sacrificaban  los  prisioneros  de  guerra  al  dios  Marte, 
"al  cual  eran  particularmente  devotos,  y  también  acostumbra- 
''ban  ofrecerle  las  primicias  de. los  despojos,  y  suspender  de  las 
"ramas  de  los  árboles  los  pellejos  de  los  que  mataban."  Si  no 
hubieran  olvidado  esta  especie  los  españoles  que  «escribieron  la 
historia  de  México,  y  hubieran  tenido  presente  lo  que  pasaba  en 
su  misma  península,  no  se  habrían  maravillado  tanto  de  los  sa- 
crificios de  los  mexicanos." 

Dejando  á  Clavigero,  encontramos  en  Cesar  Cantú:  (1)  ''La 
mayor  parte  de  los  pueblos  han  inmolado  víctimas  humanas. 
Fenicios,  i^pcios,  Árabes,  Cananeos,  habitantes  de  Tiro  y  de 
Cartago,  Persas,  Atenienses,  Lacedemonios,  Jónicos,  todos  los 
griegos  del  continente  y  de  las  islas,  Bomanos,  antiguos  Breto- 
nes, Hispanos,  G^los;  todos  han  estado  igualmente  sumergidos 
en  esta  horrible  preocupación.  Para  conseguir  el  favor  de  los 
dioses,  el  rey  de  Moab  ofreció  á  su  hijo  en  holocausto  sobre  los 
muros  de  su  capital,  sitiada  por  los  Israelitas,  causando  esta  ac- 
ción tal  horror  á  los  sitiadores,  que  al  momento  se  alejaron.  (2) 
No  puede  menos  de  sentirse  un  estremecimiento  de  horror  al 
leer  en  los  autores  tanto  antiguos  como  modernos  la  descripción 
de  los  sacrificios  humanos,  usados  desde  los  tiempos  más  remo- 
tos en  toda  la  gentilidad,  y  practicados  hoy  día  en  la  India  y  en 
lo  interior  del  África.  Ignórase  quién  fué  el  primero  que  acon- 
sejó tan  atroz  barbarie;  pero  haya  sido  Saturno,  como  resulta  en 
el  fragmento  de  Sanconiaton,  ó  Licaon  como  Pausanias  parece 
indicar,  es  lo  cierto  que  esta  costumbre  echó  profundas  y  robus- 
tas raíces.  La  inmolación  de  las  víctimas  humanas  era  una  de 
las  abominaciones  que  Moisés  reprendió  á  los  Amorreos;  los 
Moabitas  sacrificaban  niños  al  dios  Moloc,  cuya  cruel  costumbre 
prevaleció  entre  los  Tirios  y  Fenicios,  y  los  mismos  Hebreos  la 
habían  tomado  de  sus  vecinos." 

(1)  Hiflt.  Universal,  tom.  VIH,  pág.  787. 

(2)  IV  Beg.  IV.  27. 


1 


192 

El  mismo  Cantó  escribe  en  otra  parte:  (1)  "Qnisiérase  negar 
la  historia  cuando  nos  muestra  este  abominable  nso  practicado 
en  todo  el  universo;  pero  para  oprobio  de  la  especie  humana  no 
hay  cosa  más  incontestable,  pues  que  hasta  las  ficciones  de  la 
poesía  atestiguan  esta  preocupación  universal."- 

Copiando  ahora  al  Sr.  Bamírez,  (2)  dice:  "En  efecto,  dejando 
á  un  lado  la  sola  tradición  histórica,  que  nos  conduciría  en  nues- 
tras investigaciones  á  una  época  más  remota  que  la  del  sacrifi- 
cio intentado  por  Abraham,  (3)  y  ateniéndonos  únicamente  á 
aquellas  pruebas  de  hecho  que  aun  se  conservan,  y  que  podemos 
juzgar  por  nosotros  mismos,  es  de  veras  muy  digno  de  atención 
que  la  prueba  de  la  existencia  de  los  sacrificios  humanos  se  en- 
cuentra en  monumentos  que  á  su  vez  son  testigos  irrecusables 
de  la  alta  civilización  á  que  había  llegado  ^1  pueblo  que  los  cons- 
truyó; cual  si  nos  dijesen  en  lenguaje  misterioso  que  aquellos 
habían  caminado  á  la  par  de  ésta.    Las  estupendas  ruinas  de 
Persépolis,  que  nos  transportan  tantos  siglos  más  allá  de  Alejan- 
dro, han  perpetuado  en  sus  magníficos  relieves  la  memoria  de 
los  sacrificios  humanos:  (4)  la  misma  se  reproduce  en  las  pintu- 
ras halladas  en  los  sepulcros  de  los  reyes  de  Tebas,  no  dejando 
duda  alguna,  dice  el  barón  de  Humboldt,  de  que  los  egipcios 
practicaron  estos  sacrificios.  (5)    Muestras  de  ello  se  reconocen 
en  los  escombros  que  cubren  fa  isla  Phila  ó  Philoe,  cuyos  aca- 
bados relieves  y  cincelados  mármoles  nos  hacen  retroceder,  en 
los  más  moderaos,  un  periodo  de  cinco  mil  años.  (6)   En  fin  la 
antigua  y  misteriosa  India  nos  presenta  en  el  collar  de  cráneos 
humanos  que  adornan  el  cuello  de  la  diosa  Cali  ó  Bhavani,  así 
como  también  en  las  esculturas  de  Elephantina,  la  práctica  de 
las  tremendas  lecciones  contenidas  en  sus  libros  sagrados.  (7) 

(1)  Loco  cit.  pág.  772. 

(2)  Notas  y  esólarecimientos,  pág.  89. 

(8)  £1  sabio  Abate  Guence  conviene  en  que  esta  especie  de  sacrificios  estaban  en 
uso  mucho  antes  de  Abraham,  Lettres  de  quelquesjuifa,  vol.  n,  lett.  3,  §  2. 
(4;  Chardin,  Voyages  en  Perse,  <fec.,  vol.  IX,  pág.  63  y  sig.  edic.  12.  ®  1711. 

(5)  Vues  des  CordiUéres,  &c.  Planche  XV,  vol.  I,  pág.  289  in  8.  <=> 

(6)  Histoire  scientifique  et  militaire  de  rezpédition  francaise  en  Egypte,  yoI.  V  ó 
III,  cap.  I,  in  8.  <=>  1832. 

(7)  Vues,  &c.,  loe.  cit  pág.  256.— **E1  placer  que  causa  á  la  divinidad  el  sacrificio 
de  una  tortuga,  dice  la  ley  del  Indostan,  solamente  le  dura  tm  mes;  el  que  recibe 
del  sacrificio  de  un  cocodrilo,  dura  tres  meses;  una  DicUma  humana  le  causa  un  pía- 


193 

Por  lo  que  toca  á  los  pueblos  que  llamaré  modernos,  conside- 
rándolos  como  la  almáciga  ó  el  tronco  de  donde  brotaron  las 
naciones  que  hoy  llevan  la  bandera  de  la  civilización,  es  muy 
fácil  probar  con  su  misma  historia,  que  ni  uno  sólo  de  ellos  ha 
escapado  á  aquel  bautismo  de  sangre,  cual  si  éste  formara  uno 
de  los  necesarios  eslabones  de  la  cadena  social,  que  ninguno  ten- 
dría el  privilegio  de  saltar."  (1) 

Del  testimonio  conforme  de  los  autores  se  deduce,  que  la 
práctica  de  los  sacrificios  humanos  ha  sido  común  al  Antiguo  y 
al  Nuevo  mundo.  ¿Podremos  inferir  de  su  universalidad,  la  bon- 
dad de  la  costumbre?  De  ninguna  manera:  la  repetición  de  un 
acto  criminal,  ni  le  abona,  ni  le  justifica.  Pero  se  puede  estable- 
cer, que  los  europeos  cometen  un  acto  de  injusticia  y  de  irre- 
flexión al  levantar  el  grito  contra  esta  barbarie  de  los  americanos 
achacándoles  como  crimen  particular  el  que  también  es  propio 
suyo  y  común.  Cuanto  de  los  indios  digan,  cae  sobre  la  cabeza 
de  todos  los  pueblos;  ese  afectado  horror  está  fuera  de  lugar;  si 
alguien  está  inocente  tire  la  primera  piedra. 

Mas  esta  mancha  de  la  humanidad  ¿alcanza  alguna  explicación 
plausible?  ¿Tan  grande  falta  es,  que  no  admite  disculpa  ni  mer- 
ced delante  de  la  razón?  Tal  vez  pudiera  merecer  alguna. 

En  último  análisis,  los  sistemas  religiosos  de  los  filósofos  so 
resumen  en  estos  principios.  Dios  crió  al  hombre,  se  comunicó 
con  BU  obra,  se  le  dio  á  conocer  y  le  impuso  una  doctrina;  la  re- 
Telacion.  Esta  es  mi  creencia.  La  idea  de  la  Divinidad  es  innata 
en  el  hombre:  la  intuición.  Dios  y  su  culto  son  un  esfuerzo  de 
la  inteligencia  humana,  y  marcan  cierto  estado  de  adelanto:  la 
evolución.  En  ningún  caso  puedo  creer  con  el  poeta,  que  los  pri- 
meros dioses  hayan  sido  el  parto  del  temor.  (2)  No  en  el  prime- 

«r  de  mil  años,  y  tres,  un  placer  de  den  mil  años.  De  la  reHgion  considerée  dans  sa 
KNxree,  «fcc.,  por  B.  Oonstant,  lib.  Xn,  cap.  2,  in  8.  ^  1831. — Es  probable  que  así 
hsyan  discturrldo  todos  los  pueblos,  desde  el  momento  en  que  les  ocurrió  salpicar 
ran  sangre  las  aras  dé  sus  dioses,  sin  que  fuera  bastante  á  contenerlos  otro  poder, 
qoe  el  emergente  del  abuso  mismo  del  sacrificio. 

(1)  Para  no  fastidiar  Á  mis  lectores  con  la  lectura  insípida  de  un  mismo  hecbo, 
Ttxiando  solamente  con  los  nombres  propios  de  los  pueblos,  lo  remito  al  capítulo  ci- 
tftdode  B.  Constant,  y  al  lib.  VII  de  la  Monarquía  indiana  del  P.  Torquemada;  don- 
de hallará  una  gran  parte  de  las  pruebas  que  podrían  producirse  en  apoyo  de  esta 
pcopoócion. 

(2)  PrimuB  in  orbe  Déos  íecit  timor. 


194 

ro,  porque  Dios  se  reveló  á  su  hechura  por  la  ley  del  amor;  no 
en  el  segando,  porque  la  idea  estaba  concebida;  no  en  el  terce- 
ro, porque  el  hombre,  en  su  estado  primitivo  convencional  y  sn- 
puesto,  está  más  propenso  á  la  admiración  que  al  miedo;  porque 
del  peligro  se  huye  sin  detenerse  á  adorarlo;  porque  lo  que  se 
alza  por  Dios  infunde  respeto,  y  antes  fue  elegido  por  el  recono- 
cimiento ó  el  asombro. 

Sin  embargo,  es  evidente  que  en  el  culto  se  encuentran  mez- 
clados dos  sentimientos,  al  parecer  impopible  de  estar  asociados, 
el  amor  y  el  miedo.   La  explic&cion  es  fácil.   Dios  se  considera 
siempre  como  la  perfección  absoluta.  A  poco  que  se  examine,  el 
hombre  se  encuentra  imperfecto,  trunco.    La  inmensa  grandeza 
de  Dios,  los  favores  de  él  alcanzados,  la  esperanza  de  los  bene- 
ficios por  recibir,  determinan  la  admiración,  el  agradecimiento 
y '  el  amor.   Las  relaciones  que  se  establecen  entre  Dios  y  el 
hombre  presuponen  una  regla  de  conducta,  es  decir,  una  ley  con 
su  parte  penal;  recompensa  para  quien  la  cumple,  castigo  para 
quien  la  infrinje.   Ahora  bien;  reconocida  por  el  hombre  su  im- 
perfección, por  esta  causa,  ó  por  temor  á  la  perversidad  perso- 
nal, piensa  que  es  fácil,  muy  fácil  conculcar  la  ley.   Del  crimen 
viene  el  miedo  al  castigo,  el  temor  á  la  Divinidad;  no  por  supo- 
nerla malévola  ó  vengativa,  sino  precisamente  por  considerarla 
justa- 
Apartado  el  hombre  de  la  revelación,  quedó  entregado  á  su 
propia  ceguedad.  £1  amor  inventó  la  ofrenda,  el  miedo  el  sacri- 
ficio. La  ofrenda  es  al  principio  sencilla,  como  sencillo  es  el  co- 
razón; después  razonada,  á  medida  que  se  ilustra  la  mente.  Nada 
más  tierno,  nada  más  natural,  que  colocar  sobre  el  altar  la  yer- 
ba olorosa,  la  flor  fragante  de  los  campos,  el  fruto  sazonado  y 
sabroso,  las  espigas  de  la  cosecha,  las  primicias  del  rebaño*  El 
sacrificio  es  la  expiación,  y  comienza  por  la  persona  del  culpa- 
do. I^a  falta  se  purga  por  la  pena  proporcional;  cuanto  más  gra- 
ve es  el  pecado,  tanto  mayor  será  la  penitencia.  Brota  del  labio 
la  oración  ó  súplica;  siguen  la  abstinencia,  la  maceracion;  el  arre- 
pentimiento y  el  fervor  conducen  á  expiaciones  en  que  el  cuerpo 
se  desgarra,  y  la  sangre  que  de  las  heridas  mana  es  la  primera 
que,  sin  pretenderlo,  se  ofrece  á  la  Divinidad. 

La  lógica  del  sentimiento  ^da  por  pendientes  resbaladizas. 
Prosiguiendo  en  sus  inducciones,  admite  que  la  culpa  puede  re- 


195 

dímirse  por  objetos  extraños  al  culpado;  es  decir,  descubre  el 
aiatema  de  sustitución.  Y  como  la  DiTÍnidad  es  dueña  de  todo 
lo  ereadOy  fuente  de  la  producción  y  de  la  vida,  infiere,  que  no 
solo  se  le  deben  los  seres  inanimados,  sino  también  los  vivien- 
tes; á  las  plantas,  flores  y  frutos  seguirá  la  ofrenda  de  animales. 
Los  seres  animados  solo  pueden  ser  sustituidos  por  seres  ani- 
mados. A  la  ofrenda  acompaña  la  víctima,  el  símbolo  expiatorio; 
el  sacrificio  se  hace  superior  á  la  oblación.  [La  víctima  se  hace 
santa,  por  estar  consi^ada  á  Dios:  si  redime  la  culpa  individual 
también  puede  ponerse  en  desagravio  de  las  maldades  públicas, 
ó  por  la  salud  común;  entonces  el  sentimiento  particular  se  con- 
vertirá en  común  y  ritual.  La  víctima  será  de  tanto  mayor  precio, 
cnanto  mayores  sean  las  perfecciones  que  se  le  atribuyan.  Cada 
pueblo  dará  la  preferencia  á  un  animal  privilegiado;  y  como  la 
repetieion  de  un  sacrificio  es  la  repetición  de  una  obra  merito- 
ria, no  siempre  la  piedra  se  conformará  con  una  víctima,  y  llega»* 
rá  hasta  la  hecatombe. 

Se  escapan  las  ideas  intermedias,  que  á  los  hombres  actuales 
no  pueden  ocurrir,  hasta  llegar  á  la  víctima  humana,  que  era  la 
consecuenciaiorzosa  de  una  lógica  inflexible,  torcida  en  sus  ^in« 
eipios.  Admitida  la  sustitución,  el  suplicio  del  criminal  que  sa- 
tis&cia  la  vindicta  pública,  se  transformó  en  el  sacrificio  del 
malo  para  aplacar  á  la  Divinidad  enojada  y  alcanzar  el  remedio 
de  la  comunidad.  Si  se  degollaba  al  prisionero  por  enemigo  de 
la  patriss  se  le  podía  sacrificar  como  enemigo  de  los  dioses.  Se 
inmolaba  al  esclavo,  con  el  derecho  que  el  señor  tenía  para  dis- 
poner á  su  antojo  de  su  propiedad.  Pereció  también  el  inocente, 
pedido  por  el  expreso  mandato  del  dios,  por  el  voto  popular,  por 
ímb  prescripciones  del  rito. 

Puesta  la  primitiva  verdad  en  la  resbaladiza  pendiente,  fuerza 
era  verla  despeñada  hasta  el  abismo.  El  pensamiento  seguía  el 
érden  progresivo;  la  piedra  para  sostener  el  ara;  los  metales  y 
objetos  valiosos  para  adornarla;  las  plantas  y  frutos  para  ofren- 
da; los  animales,  víctimas  de  sustitución;  preciso  era  llegs^  al 
ser  más  perfecto  en  la  creación,  al  más  preciado,  al  que  más  se 
poMle  semejar  á  la  Divinidad,  el  hombre.  £1  hombre  víctima  de 
sí  propio  en  la  penitencia  personal;  víctima  de  sustitución  por 
nna  congregación,  por  un  pueblo  entero.  Si  el  sacrificio  del  cri- 
minal era  grato,  en  casos  escepcionales  lo  sería  con  mayor  razón 


196 

I 

el  del  inocente.  Si  sucumbía  el  guerrero,  también  tenía  su  pre- 
cio la  sangre  de  la  mujer  y  del  niño.  Nada  de  esto  podemos  aho- 
ra admitir  como  racional,  porque  precisamente  venimos  contra 
la  corriente  de  aquellas  ideas  absurdas.  Nos  parece  el  sacrificio 
humano,  impío  y  abominable;  matar  al  inocente,  atentatorio  y 
criminal;  dar  la  muerte  al  prisionero,  injusto;  reconocer  la  escla- 
vitud, inicuo:  pensamos  detenernos  ante  la  vida  del  malvado, 
como  ante  cosa  de  la  cual  no  podemos  disponer.  m 

Vemos  á  todos  los  pueblos  convergir  á  un  punto,  aunque  igno- 
ramos los  caminos  por  donde  llegaron;  se  les  ve  coincidir  en  una 
idea  común,  sin  que  tengamos  todos  los  elementos  para  juzgar 
del  raciocinio.  Sin  embargo,  estudiando  los  rastros  que  aun  que- 
dan en  la  historia,  se  descubre  que  el  sacrificio  humano,  más  es 
error  del  espíritu,  que  perversidad  del  corazón;  dimanó  de  exce- 
so en  el  sentimiento  religioso,  y  no  de  verdadera  inclinación  al 
maL  Los  pueblos  en  los  tiempos  que  siguieron  esa  bárbara  ins- 
titución, progresaron  física  y  moralmente.    La  víctima  humana 
no  se  presentó,  sin  existir  primero  la  idea  de  un  Ser  Supremo,  la 
inmortalidad  del  alma,  la  vida  futura,  el  castigo  y  la  recompensa 
de  las  acciones,  la  redención  de  la  culpa,  la  sustitución  en  el  sa- 
crificio, la  eficacia  de  las  acciones  buenas  para  lograr  el  perdón; 
un  conjunto  completo  de  doctrinas,  enderezadas  á  ensalzar  la 
virtud  y  enfrenar  el  vicio.   Sin  duda  que  es  una  inmensa  mejora 
moral  haber  suprimido  esa  práctica  salvaje;  pero,  examinada  fi- 
losóficamente, no  se  presta  á  las  lamentaciones  intempestivas  de 
ciertos  pensadores  llorones.   El  sacrificio  humano  es  un  lamen- 
table  error  de  la  humanidad.  Adoptando  los  pensamientos  del 
conde  de  Maistre,  (1)  '*su  horror  nace  de  que  sin  duda  ignoran 
''que  el  abuso  de  sacrificios,  por  enorme  que  sea,  es  nada  en 
"comparación  de  la  impiedad  absoluta."   En  cuanto  á  mí,  voy 
más  adelante.  Prefiero  la  víctima  humana,  á  la  ausencia  de  Dios 
y  de  su  altar  en  el  sistema  del  ateo:  para  mí,  encierra  más  sen- 
tido común  el  fetiche  del  negro  bozal,  que  el  evasivo  y  descon- 
solador quien  sabe  del  pirrónico.  El  cristianismo  hace  imposible 
4}ue  aparezca  otra  vez  la  víctima  humana:  Dios  aparta  indignado 
los  ojos  de  la  sangre,  y  ya  fuó  redimida  la  humanidad  por  el 
cruento  sacrificio  del  Calvario. 

(1)  In  Bamires,  looo  cit  pág.  70. 


197 

Fuera  del  qne  acabamos  de  narrar,  se  formula  segundo  cargo 
contra  los  mexicanos,  el  de  antropofagia.  Seré  breve: 

"Ademas  de  los  ejemplos  producidos,  dice  el  Sr.  Don  Josa 
Femando  Bamírez,  (1)  y  sin.  tomar  en  cuenta  el  semillero  de 
antropófagos,  que  los  poetas  antiguos  j  los  mitólogos  sitúan  en 
el  corazón  de  la  Europa,  sabemos  por  Plinio  y  por  Pomponio 
Mela,  (2)  que  lo  eran  esas  numerosas  tribus  conocidas  bajo  la 
denominación  de  Escitas:  lo  mismo  dice  Estrabon  (3)  de  los  Ir- 
landeses:  como  testigo  de  vista  lo  afirma  San  Gerónimo  (4)  délos 
Escoceses,  y  Diódoro  de  Sisilia,  (5)  confirmando  estas  noticias, 
aumenta  eí  catálogo  con  las  numerosas  tribus  de. los  Celtas. 
Voltaire  cita  un  pasaje  de  Marco  Polo,  que  decía  ser  un  privile- 
gio de  los  magos  y  sacerdotes  Tártaros  comer  la  carne  de  los 
ajusticiados,  y  Sir  Stamford  Baffles  refiere  un  hecho  semejante, 
de  muy  reciente  data  y  del  más  singular  carácter  que  observó 
entre  los  Battas,  (6)  pueblo  de  la  Sumatra,  donde  la  civilización 
ka  hecho  grandes  progresos,  pues  no  sólo  han  adoptado  para  su 
gobierno  las  formas  constitucionales,  sino  que  también  tienen 
establecimientos  de  instrucción  publica,  y  una  gran  parte  de  la 
población  sabe  leer  y  escribir." 

"Para  dar  punto  á  este  artículo  y  completar  la  prueba  relativa 
á  la  universalidad  del  antropofagismo,  diró  con  el  sabio  Virey, 
que  ha  examinado  la  materia  como  historiador,  como  filósofo  y 
como  fisiólogo:  "Las  naciones  hoy  más  cultas  fueron  antigua- 
"mente  antropófagas:  Pellontier  lo  afirma  de  todos  ios  Cdtas,  (7) 
**y  Cluver  de  los  Alemanes.  (8)  Infiérese  por  las  capitulares  de 
"Cario  Magno  (9)  que  este  crimen  debía  ser  bastante  común, 
**puesto  que  aquel  grande  monarca  tuvo  necesidad  de  imponer 
'*penas  para  suprimirlo.  En  la  guerra  que  los  tártaros  hicieron  á 
*1o8  rusos  el  año  de  1740,  se  les  vio  chupar  la  sangre  á  los  muer- 


(1)  Notas  y  aclaraciones,  pág.  64. 

(2)  Plin.  Hist.  natur.  IV,  17.— Mela,  de  Situ  Orbis,  H,  I. 

(3)  Geograpb.,  lib.  IV,  pág.  189. 

(i)  QáL  por  Torquemada,  Ub.  XIV,  cap.  IXVI. 
(6)  Hiat.  ünivers.,  V.  21. 

(6)  Encjclopedie  des  gens  du  monde,  ¿c.  art.  Adultere. 

(7)  Hist  dea  cnltes,  t.  I,  pág.  235-243. 

(8)  Germán,  antig. 

(9)  Edic.  d'Heinec.,  pág.  882. 


198 

"tos.  Todos  ¡08  europeos  descienden  oriffinanamenie  de  una  raza  an* 
^^trop¿faga.  ün  antiguo  escoliasta  de  Píndaro  lo  afirma  de  loa 
''pnebloB  del  Ática,  en  épocas  remotas,  y  Pausanias  lo  asegura 
''de  los  imtiguos  griegos,  que  con  el' discurso  del  tiempo  llegarosi 
"á  formar  la  nación  más  culta  é  ilustrada  del  universa"  £3  au- 
tor citado  que  prosigue  haciendo  una  larga  y  minuciosa  enume- 
ración de  otros  muchos  pueblos  de  ambos  continentes,,  pazm 
probar,  que  nada  tiene  absolutamente  de  nuevo  ni  de  extraño  que  él 
hombre  haya  devorado  á  su  semejante^  la  cierra  exclamando:  ^'Nos- 
otros,  pues,  somos  descendientes  de  antropófagos.^^  (1) 

Infiérese  de  aquí,  que  la  antropofagia  ha  sido  crimen  común 
del  mundo  entero;  esta  cuestión  queda  colocada  en  el  mismo  te- 
rreno que  la  de  los  sacrificios  humanos. 

Denominase  antropófago  al  que  come  carne  humana.  Se  com- 
prende que  comer  carne  humana  es  un  acto  abominable,  y  se 
debe  conceder  que  los  mexicanos  se  entregaban  á  esta  práctica- 
Pero,  ¿no  existe  diferencia  alguna,  entre  quien  la  come  por  vicio, 
por  placer,  por  costumbre,  porque  hace  de  ella  la  parte  princi- 
pal y  constante  de  su  alimentación,  y  quien  sólo  la  come  en  cier- 
tas y  determinadas  ocasiones,  permitidas  por  la  ley  y  prescritas 
por  el  culto?  No,  se  responderá;  la  razón  anatematiza  el  hecho 
bárbaro  de  tocar  á  la  carne  del  hombre,  y  no  aminora  el  crimen 
la  cantidad  tomada  por  alimento,  ni  el  disfraz  con  que  se  la  en- 
cubra. Sin  pretender  clasificar  los  diversos  géneros  de  antropo- 
fagia, insisto  en  que,  es  más  viciosa  y  repugnante  la  conducta 
del  caribe,  del  caníbal,  del  acaxee,  que  andaban  á  caza  de  hom- 
bres para  devorarlos,  que  la  de  los  méxica  comiendo  únicamente, 
por  sentimiento  religioso,  la  carne  de  las  victimas  inmoladas  á 
los  dioses.  Sólo  pretendo  explicar  la  antropofagia  de  los  aztecas. 

Besumiendo  de  nuevo  lo  que  ya  dijimos,  el  Estado  y  los  par- 
ticulares proveían  de  víctimas  al  culto,  y  ninguna  injusticia,  se- 
gún ellos,  se  cometía  en  la  muerte  de  las  personas  entregadas  al 
cuchillo  sacerdotal.  Los  esclavos  perecían  bajo  el  derecho  que 
el  dueño  tenia  para  disponer  de  sus  cosas.  En  cuanto  á  los  pri- 
sioneros de  guerra,  reconvenido  Motecuhzoma  por  Oortés  acerca 
de  la  crueldad  de  los  sacrificios,  contestó  el  rey :  "Nosotros  tene- 
^^os  derecho  de  quitar  la  vida  á  nuestros  enemigos;  podemos 

(1)  NouTeau  dictíon.  d'hist  natur.  art.  Anthropopfaagae.  Pazia,  1816. 


199 

^^matarloB  en  el  calor  de  la  accioB^  como  vosotros  hacéis  con  los 
"noestros.  ¿Y  por  qué  no  podremos  reservarlos  para  honrar  con 
**sa  muerte  á  nuestros  dioses?"  (1)  Idénticas  ideas  acerca  de  estos 
capítulos,  profesaban  muchos  pueblos  del  antiguo  continente. 

üoníórme  al  sistema  de  sustitución,  inmolada  la  víctima  que- 
daba consagrada^  por  pertenecer  á  las  divinidades.  Sacada  de  su 
estado  natural  por  la  santificación  del  sacrificio,  se  transformaba 
en  ana  sostancia  mística;  desaparecían  los  caracteres  primitivos, 
digamos  así,  para  adquirir^otros  simbólicos  y  perfectos.  Comer 
de  la  víctima  es  declararse  adorador  del  dios,  oon&sor  de  la  re- 
ügion,  parte  integrante  de  los  creyentes;  hay  una  especie  de 
identificación  con  la  misma  divinidad;  se  goza  de  una  prerogativa 
casi  celeste;  el  objeto  comido  cobra  el  mismo  valoi^  de  la  trans- 
¿nrmacion  santa  del  sacrificio.  ^Tor  una  continuación  de  las  mis- 
'"mas  ideas  sobre  la  naturaleza  y  eficacia  de  los  sacrificios,  veían 
''también  los  antiguos  alguna  cosa  misteriosa  en  la  comida  del 
"«cuerpo  y  de  la  sangre  de  la  víctima.  Ésta  contenía,  en  su  sentir^ 
"eZ  complemento  dd  sacrificio  y  déla  unidad  reUgiosa,  de  tal  modo, 
"que  los  cristianos  rehusaron  por  mucho  tiempo  probar  las  car- 
'^nes  inmoladas,  para  que  no  se  creyese  que  comiéndolas,  reco- 
''nocían  las  falsas  divinidades  á  que  se  habían  ofrecido;  porque 
'^iodos  los  que  participaban  de  una  víctima  son  vn  mismo  cuerpo.  (2) 
'^MaB  esta  idea  universal  de  la  comunión  por  la  sangre,  aunque 
''viciosa  en  su  apHcacion,  creo  sin  embargo  justa  y  perfecta  en 
"sa  origen,  así  como  aquella  de  la  cual  derivaba."  (3) 

Los  méxica,  en  virtud  de  la  trasmutación,  comían  la  carne  de 
la  victima,  no  por  ser  codorniz,  culebra  ú  hombre,  sino  porque 
era  una  sustancia  santa.  La  tenͣui  por  cosa  consagrada  y  sagra- 
da, como  aquella  masa  de  tzoalli  de  que  formaban  el  cuerpo  de 
Huitzilopochtli,  que  despedazada  servía  en  menudos  trozos  p^ra 
su  comimion  mística.  Ademas,  la  participación  de  la  víctima 
sólo  alcanzaba  á  la  gente  ilustre  y  principal,  al  dueño  del  escla* 
To  ó  cautivador  del  prisionero  con  sus  amigos  y  parientes;  no 
era  una  práctica  universal,  no  todos  llegaban  á  comer  la  carne 
hu&Aana.  • 

(1)  darígero,  tom.  II,  pág.  427. 

(2)  1.  Oocinth.  X,  17. 

(3)  SI  conde  de  Maistre,  eit.  por  Ramírez,  pág.  56. 


200 

Pudiera  llamar  la  atención  ese  convite  repugnante  en  que  la 
víctima  era  servida  condimentada.  Pero,  los  grados  en  el  ejército, 
las  distinciones  civiles,  las  recompensas  de  todo  género  se  alcan- 
zaban en  los  campos  de  batalla,  y  se  medían  por  el  numero  de 
prisioneros  cautivados  personalmente.  Traer  un  hombre  de  la 
guerra  era  una  valentía,  era  rematar  una  hazaña  á  la  cual  seguía 
el  premio;  prescrito  por  el  ritual  que  el  prisionero  se  consagrara 
á  los  dioses,  quedaba  trasmutado  en  víctima;  nacía  de  entrambas 
cosas  un  acontecimiento  fausto,  y  para  comer  la  sustancia  mís- 
tica y  celebrar  los  hechos  del  guerrero,  era  ese  convite  religioso 
y  social  al  tiempo  mismo,  á  que  concurrían  los  amigos  y  parien- 
tes del  .vencedor. 

Fuera  de  la  víctima  inmolada,  nunca  los  méxica  comieron  la 
carne  humana,  ni  aun  en  los  casos  de  mayor  apuro.  He  aquí  la 
prueba.  Bajo  el  reinado  de  Motecuhzoma  Hhuicamina  sobrevino 
una  hambre  espantosa;  el  pueblo  necesitado  devoró  plantas  y 
raíces;  se  alimentó  de  los  animales  más  inmundos;  vendieron  sus 
hijos  á  cambio  de  maíz  á  los  mercaderes  cuexteca  y  se  vendían 
á  sí  propios;  emigraron  á  tierras  lejanas,  quedando  muchos  muer- 
tos por  campos  y  caminos:  durante  tamaño  apuro  no  se  registra 
en  los  anales  de  ese  pu6blo  afligido  que  se  comieran  unos  &  otros, 
no  ya  dando  á  otro  la  muerte  cuando  vivo,  pero  ni  aun  aprove- 
chando los  despojos  de  los  muertos.  Eepitióse  la  plaga  en  el  rei- 
nado del  segundo  Motecuhzoma,  y  en  las  mismas  condiciones. 

Los  conquistadores,  (1)  como  testigos  presenciales,  refieren  los 
sufrimientos  de  los  meiica  durante  el  asedio  de  Tenochtitlan. 
El  hambre  fue  la  más  cruel.  Consumidas  las  provisiones  comie- 
ron las  hojas  y  las  cortezas  de  los  árboles;  escarvaron  la  tierra 
para  sacar  las  raíces;  agotaron  las  sabandijas  en  la  tierra  y  en  el 
agua  de  la  ciudad:  murieron  de  hambre  y  no  tocaron  á  los  cuer- 
pos de  los  suyos.  No  les  faltaba  poco  ni  mucho  de  aquel  alimen- 
to, porque  las  plazas,  las  calles,  las  casas  estaban  sembradas  con 
montones  de  cadáveres  despedazados  y  de  miembros  esparcidos. 
"También  quiero  decir,  dice  Bernal  Díaz,  (2)  que  no  comíanla 
"carne  de  sus  mexicanos,  sino  era  de  los  enemigos  tlaxcaltecas  y 
"las  nuestras  que  apañaban;  y  no  se  ha  hallado  generación  en  el 

(1)  Bemal  Díaz,  cap.  CLVI.  Cartas  de  Cortés,  en  Lorenzana,  pág.  289. 

(2)  Loco  cit. 


.    ^  201 

'*mimdo  que  tanto  sufriese  la  hambre  y  sed  y  continuas  guerras 
"como  ésta."  Es  de  advertir,  que  esa  caíne  de  los  tlaxcaltecas  y 
de  los  españoles  que  los  méxica  comían,  provenía  de  los  prisio- 
neros sacrificados,  mas  no  de  los  muertos  caídos  sobre  el  campo  de 
batalla.  Francisco  López  de  Gomara,  informado  por  los  conquis- 
tadores, repite  la  cuenta  de  las  penurias  de  los  sitiados  y  escribe: 
*De  aquí  también  se  conoce,  cómo  mexicanos  aunque  comen 
"carne  de  hombre,  no  comen  la  de  los  suyos,  como  algunos  píen- 
"san,  que  si  la  comieran,  no  murieran  así  de  hambre."  (1)  El 
cronista  Herrera,  (2)  quien  tuvo  á  la  vista  documentos  auténti- 
cos, afirma  expresamente:  "Teníanse  en  casa  los  muertos,  porque 
"los  enemigos  no  conociesen  su  flaqueza:  no  los  comían,  porque 
ios  mexicanos  no  comían  los  suyos." 

Causa  verdadera  admiración  que,  contra  autoridades  tan  carac- 
terizadas, emita  opinión  contraria  el  Sr.  Prescott,  en  su  Historia 
de  la  Conquista  de  México;  mas  ya  fué  combatido  victoriosamen- 
te por  el  Sr.  Eamírez.  (3) 

Pongo  punto  final  Á  este  asunto.  Ignoro  cuál  será  la  impresión 
que  mis  observaciones  dejen  en  el  ánimo  de  los  lectores.  En  mi 
creencia  personal,  si  porque  los  méxica  gustaban  la  carne  huma- 
na 88  les  puede  llamar  antropófagos,  evidentemente  no  eran  ca- 
níbales. Una  advertencia.  Ni  remotamente  se  vea  en  lo  escrito 
la  aprobación  del  sacrificio  humano,  ni  mucho  menos  el  comer 
de  la  víctima.  Esta  es  explicación,  y  no  defensa.  (4)  Aborrezco 
Mas  las  acciones  que  propenden  á  la  destrucción  violenta  del 
iombre,  llevando  por  máxima,  pocas  veces  la  sangre  se  vertió  sin 
crimen. 


(l)  Crónica  de  la  N.  España,  cap.  CXXXXIII,  in  Barcia. 

f2)  Déc.  ni,  Hb.  n.  cap.  VHI. 

(8)  Kotas  y  esclarecimientos,  p^g.  64. 

(4)  Fr.  Jacobo  de  Testera,  escribiendo  al  emperador  Carlos  V,  de  Huexotzinco,  á 
^ds  Kajo  ll»33,  le  decía:  ''Sy  dy^en  qne  tienen  inoapa9Ídad  natural,  díganlo  las  ' 
^'obns  y  enooiuen9ando  de  sus  males  los  ritos  de  las  ydolatrías  é  adorafiones  de  sus 
"ialaos  dioses  é  <;irimonias  de  diversos  grados  de  personas  cerca  de  sus  sacrificios 
"<líe,  avnqne  estp  es  malo,  na^e  de  vna  solicitud  natural  no  dormida,  que  busca  so- 
"oorro  é  no  topa  con  el  verdadero  remediador,  &o."  Cartas  de  Indias,  pág.  64. 

26 


I 


LIBRO   11. 


CAPITULO  I. 

Coétumbres.— Estado  interesante.— Precaucionés.—Loi  dhua^Mpütín, —Féiioftmáia 
nei.—I[oróscopo, — Ul  bautismo.--'^<miín'es,'—La4¡taiicCa.-—(^reunoiíion. — J^óájoa' 
don  de  los  niños  al  Calmecac  ó  al  TelpuchcalU, — Educación  doméitiea  s^ffun  el 
Códice  Mendocino.— Educación  religiosa  de  la  mujer, — Sacerdotisas  ó  morcas. — 
CancvMnaje. — Mujeres  públicas,— El  Cuicoyan, — Leyes  acerca  del  matrimonio, — 
Bepudio  ó  divorcio.— Ceremonias  en  el  matrimonio.— En  Idusatlan. — En  la 
teca. — Entre  los  otomies. 


LOS  antiguos  méxica  se  distinguían  por  ceremoniosos.  En 
relaciones,  aun  en  las  más  comunes,  se  sujetaban  á  ciertas 
reglas,  que  constituían  su  código  de  urbanidad.  Eran  fórmnlaa, 
acompañadas  de  discursos  más  ó  menos  prolijos,  aprendidos  de 
memoria  en  las  escuelas  ó  en  el  seno  de  la  familia,  repetidos  de 
una  manera  igual  en  todas  las  circunstancias  idénticas.  Esas 
arengas,  muchas  de  las  cuales  conserraron  los  autores,  ofrecen 
un  lenguaje  sentencioso,  lleno  de  figuras  é  imágenes,  abundando 
en  palabras  expresivas  y  del  mayor  comedimiento.  Las  ideas 
'predominantes  son,  el  respeto  á  los  dioses,  el  cumplimiento  exa^ 
jerado  del  culto,  una  negra  superstición,  basada  en  creencias 
extravagantes  y  agüeros  absurdos;  sigue  la  parte  moral,  excelen- 
te en  máximas  y  doctrinas  tomadas  de  las  fuentes  más  puras. 


303 

dhteiibriéiidose  en  el  fondo  ciertas  apreiisiones  melimoólicag,  á 
que  dan  lúimeoto  la  mstabilidad  y  rapidez  de  las  cosas  hnma- 
M89  los  sufrimientos  y  las  penalidades  de  la  vida  transitoria,  el 
reonerdo  de  la  vida  fatiira>  amargado  por  los  castigos  qne  aguar- 
dan á  quienes  no  cnmplen  sns  obligaciones.  Siempre  la  messcla 
eonfcBsa  que  hemos  encontrado  en  las  ideas  religiosas. 

Para  penetrar  en  el  laberinto  de  las  costumbres,  vamos  á  to- 
mar por  guia  el  Códice  de  Mendoza.  Documento  auténtico  y  del 
mayor  preciojpara  nuestra  historia,  las  quince  láminas  de  que  su 
tercera  parte  consta,  de  la  68  á  la  72  indusives,  al  interpretarlas 
Bds  conducirán  por  la  vida  íntima  de  los  pueblos  que  nos  van 
ocupaindo. 

Imego  que  la  casada  se  sentía  madre,  lo  avisaba  á  sus  parien- 
tes; seguíase  una  reunión  de  las  familias  de  los  cónyuges,  en  que 
mutuamente  se  daban  el  parabién  por  el  feliz  suceso,  en  largos 
y  numerosos  discursos:  acababa  la  reunión  con  un  convite.  (1) 
Bepetíase  cuando  la  enferma  llegaba  al  sétimo  i  octavo  mes,  mas 
entonces  concurrían  sólo  los  parientes  ancianos,  hombres  y  mu- 
j/sree,  quienes,  después  de  la  comida  indispensable,  elegían  la 
miqer  experimentada  para  aquellas  ocasiones,  llamada  ticüL  La 
médica,  por  lo  común  vieja,  se  hacía  cargo  de  la  paciente;  la 
pmnera  prescripción  era  un  ba&o  en  el  temaxcctSd,  invocando  á 
loaMicitl  diosa  de  los  baños,  á  Xochicatzin  y  á  Quilaztli,  núme- 
nes protectores  en  aquellos  casos;  seguía  la  imposición  de  ciertas 
re^as  higiénicas,  como  la  de  no  entregarse  á  ejercicios  violentos, 
nmir  buenos  alimentos,  Jkc,  á  las  que  iban  unidas  muchas  indi- 
eaeíones  absurdas,  como  las  de  que  no  viera  lo  colorado  porque 
d  Mo  no  se  pusiera  de  lado;  no  mascara  tzidli,  (chicle,  el  chapos 
poSS)  para  que  el  niño  no  contrajera  la  enfermedad  dicha  neten-- 
tasponük^,  y  así  otras.  (2)  Dura  todavía  la  costumbre  en  el 
pmblo  de  contentar  los  antojos  que  en  las  cosas  de  comer  tenga 
la  mt^er  grávida,  á  fin  de  evitar  el  aborto. 

Ims  medicinas  apHcadas  en  la  hora  crítica,  hora  de  muerte  co- 
mo la  llamaban,  consistían  en  baños,  dar  á  la  paciente  una  infa- 
áen  éñ  la  raíz  molida  de  la  yerba  llamada  cihuapadli^  y  como 
wpmmo-'expelente  una  bebida  en  que  se  ponía  el  polvo  de  un 

(1)  P.  8ahagmi>  tom.  11,  lib.  VI,  pág.  160^78. 
(t)  P.  SaliAgiQi,  loco  cit  pág.  ITi.^. 


204 

pedazo,  tamaño  de  un  dedo,  de  la  cola  del  tlacuoUzin  (tlaeuache, 
Didélphis  Cali/ornica,  Benn).  En  los  casos  difíciles,  la  tidü  to- 
maba por  la  cabeza  á  la  enferma,  la  levantaba,  le  infundía  ánimo 
invocando  á  Cihuaéoatl,  Quilaztli  [y  Yoalticitl,  y  dábala  en  las 
espaldas  con  líis  manos  ó  los  píes.  Si  acontecía  que  el  niño  mu- 
riera dentro  de  la  cámara  materna,  la  médica,  con  una  navaja  de 
piedla,  sabía  despedazar  el  cuerpo  y  extraer  los  pedazos.  (1) 

Agotados  los  recursos  del  arte,  sin  éxito  favorable,  la  ticitl 
cerraba,  la  puerta  del  cuarto  de  la  enferma,  dejándola  sola.  Lue- 
go que  moría,  llamábanla  maclhiiaqiiezque,  mujer  valiente,  que- 
dando colocada  en  el  número  de  las  divinidades,  bajo  el  nombre 
de  CUmapipiltin.  Lavaban  el  cadáver  dejándole  el  pelo  suelto  y 
tendido,  poníanle  las  nuevas  y  mejores  ropas  que  tenía,  y  tomán- 
dole el  marido  sobre  la  espalda,  á  la  puesta  del  sol  se  dirigía  al 
templo  para  hacer  la  inhumación;  rodeábanle  las  ticitl  viejas, 
armadas  de  espada  y  rodela,  voceando  en  son  de  guerra  y  aco- 
metimiento. Esta  prevención  venía  de  que,  los  mancebos  apelli- 
dados telpxipiichtin^  ó  guerreros  noveles,  salían  al  encuentro  del 
cortejo,  trabando  una  verdadera  escaramuza  por  apoderarse  del 
despojo  y  cortarle  el  dedo  mayor  de  la  mano  izquierda,  el  cual 
colocado  en  el  escudo  deslumbraba  y  atemorizaba  al  enemigo, 
haciendo  valiente  al  poseedor.  Lograda  ó  no  la  mutilación^  pues 
las  matronas  se  defendían  obstinadamente,  el  cadáver  era  ente- 
rrado delante  de  las  gradas  del  teocalli  de  las  diosas  Gihuapi* 
piltin,  mujeres  celestiales.  Todavía  era  preciso  que  él  marido, 
acompañado  de  sus  amigos,  guardase  cuatro  noches  arreo  el  se- 
pulcro, porque  los  soldados  bisónos  acudían  á  apoderarse  del 
dedo  codiciado,  ó  de  los  cabellos  que  tenían  la  misma  virtud;  7 
los  hechiceros  nombrados  tomamacpolitotique  hurtaban  el  cuerpo 
para  cortarle  entero  el  brazo  izquierdo,  eficaz  para  ciertos  en* 
cantamientos,  y  desmayar  á  las  personas  á  quienes  querían  ro- 
bar. Como  en  su  lugar  vimos,  las  cihuapípiüin  moraban  en  el  Ci- 
huatlampa,  occidente;  de  ahí  salían  armadas  y  en  son  de  guerra 
á  recibir  al  sol  en  lo  más  alto  de  su  curso  diurno,  iwjxi^iüaíoriatiulh 
le  ponían  sobre  las  ricas  andas  qmtzalajHincayotl,  y  con  danza 
guerrera  le  llevaban  hasta  el  ocaso,  donde  terminaba  &u  tiurea; 
entonces  amanecía  en  el  infierno,  los  reprobos  se  levantaban  pa- 

(1)  Sahagun,  tom.  11,  pág.  184-85. 


205 

I»  oonduoír  al  sol  al  orto  siguiente,  mientras  las  cihnapipütín  ba- 
jaban á  la  tierra,  ya  para  poner  espanto,  ya  para  entregarse  á 
labores  femeniles.  (1) 

En  los  casos  comnnes  y  felices,  al  llegar  la  hora  de  muerte  la- 
Taban  el  cnerdo  de  la  enferma  y  jabonaban  sus  cabellos,  colo- 
cándola en  la  pieza  destinada  al  efecto;  la  asistían  segnn  usa- 
ban, prodigándola  todo  cuidado.  La  ticitl,  al  terminar  el  alum- 
bramiento, recibía  al  niño,  y  como  todo  en  aquellas  costumbres 
t^a  el  aire  de  guerra  ó  combate,  voceaba  á  la  manera  de  los 
que  pelean,  significando  que  la  paciente  "había  vencido  varonil- 
''meiite,  y  que  había  cautivado  un  niño.*'  Lavaba  y  componía  al 
infante;  este  lavatorio  iba  acompañado  de  estas  palabras:  "Be- 
"eíbate  el  agua,  por  ser  tu  madre  la  diosa  Chalchiuhtlicue  Chal- 
"'chiohtlatonac,  y  póngate*  el  lavatorio,  para  lavar  y  quitar  las 
"manchas  y  suciedades  qué  tienes  de  parte  de  tus  padres,  y  lím- 
"piete  tu  corazón,  y  dé  buena  y  perfecta  vida."  Era  una  primera 
iblucion  para  quitar  unas  manchas  semejantes  á  las  del  pecado 
originaL  (2)  Sí  era  varón  le  decía:  "Hijo  mió  muy  amado  y  muy 
tierno:  cata  aquí  la  doctrina  que  nos  dejaron  nuestro  señor  Yoal- 
teeuili  y  la  señora  Yoalticitl,  tu  padre  y  madre.  De  medio  de  tí 
corto  tu  ombligo;  sábete  y  entiende,  que  no  es  aquí  tu  casa  don- 
de has  nacido,  porque  eres  soldado  y  criado:  eres  ave  que  llaman 
féchoL  Eres  pájaro  que  llaman  tzactum  (Tzacuantototl,  Filome- 
B%  Am]>elis  cedrorum,  Sclat.),  y  tambieil  eres  ave  y  soldado  del 
que  eatá  en  todas  partes;  pero  esta  casa  donde  has  nacido,  no  es 
sino  nn  nido,  es  una  posada  donde  has  llegado,  es  tu  salida  pa- 
ra este  mundo:  aquí  brotas  y  floreces,  aquí  te  apartas  de  tu  ma« 
dre,  como  el  pedazo  de  la  piedra  donde  se  corta:  esta  es  tu  cuna 
y  tugar  donde  reclines  tu  cabeza,  solamente  es  tu  posada  esta 
casa:  tu  propia  tierra  otra  es:  para  otra  parte  estas  prometido; 
que  es  el  campo  donde  se  hacen  las  guerras,  donde  se  traban  las 
batallas,  para  allí  eres  enviado,  tu  oficio  y  facultad  es  la  guerra, 
tu  obligación  es  dar  de  beber  al  sol  sangre  de  los  enemigos,  y 
dar  de  comer  á  la  tierra,  que  se  llama  Tlaltecutli,  con  los  cuer- 
pos de  los  contrarios,  &c."  Si  era  hembra  la  decía: "Habéis 

de  estar  dentro  de  casa,  como  el  corazón  dentro  del  cuerpo;  no 

(1)  P.  Sáhagon,  tom.  n,  pág.  186-91. 

(2)  Torqnemada,  lib.  XIII,  cap.  XVI. 


ao6 

habéis  de  andar  ÍQera  de  ella;  no  habéis  de  tener  costumbre  d» 
ir  á  ninguna  parte:  habéis  de  tener  la  ceniza  con  que  se  cubre 
el  fuego  en  el  hogar;  habéis  de  ser  las  piedras  en'  que  se  pone  la 
olla;  en  este  lugar  os  entierra  nuestro  senor^  aquí  habéis  de  tra- 
bajar, y  vuestro  oficio  ha  de  ser  traer  agua,  moler  el  maíz  en  el 
metate:  allí  habéis  de  sudar  junto  á  la  ceniza  y  el  hogar."  Estas 
oraciones  ó  sean  discursos,  encierran  las  doctrinas  que  aquel 
pueblo  tenía,  acerca  de  los  destinos  de  ambos  sexos;  en  conse* 
cuencia,  los  guerreros  que  á  pelear  salían,  Ueyaban  á  enterrar  el 
ombligo  del  niño  en  un  campo  de  batalla,  siendo'  esto  señal  de 
que  "era  ofrecido  y  prometido  al  sol  y  á  la  tierra;"  miénteasque 
el  ombligo  de  la  niña  era  enterrado  junto  al  fogón,  en  señal  de 
que  la  doncella  quedaba  atada  á  la  casa.  La  ticitl  dirijía  una 
congratulación  á  la  ya  madre.  (1) 

Seguían  los  plácemes  dados  á  la  madre,  padre,  parientes  y 
aun  á  los  mismos  niños,  por  los  amigos  y  parientes  le^os;  se- 
gún la  categoría  de  la  familia  eran  las  arengas,  pues  si  el  reden 
nacido  era  principe,  venían  al  cumplimiento  los  señores  de  los 
pueblos  y  los  embajadores  de  los  reinos  amigos.  Oada  quien,  se- 
gún sus  posibles  recalaba  al  infante,  llamándose  el  r^alo  üdptt- 
mm,  ropa  para  envolver  al  niño.  (2)  Buscábase  en  seguida  á  uno 
de  los  adivinos  llamados  TonaJpotLhqui,  el  que  sabe  conocer  la 
fortuna  de  los  que  nacen.  Preguntaba  la  hora  del  nacimiento, 
las  circunstancias  que  lo  habían  acompañado;  consultaba  el  To* 
nalamatl  y  las  pinturas  astrológicas,  levantaba  la  figura  como 
los  antiguos  astrólogos  europeos,  y  bien  considerada,  atendido 
el  iaigno  predominante  en  la  }ux%  la  influencia  de  la  deidad  rei^ 
nante  en  la  trecena  y  las  demás  circunstancias,  decía  la  buena  6 
mala  ventura,  pronostíeando  según  sus  cuentas,  bienes  6  mides. 
SI  bautismo  se  hacía  cuatro  días  despuee,  mas  si  el  astrólogo 
encontraba  que  aquel  era  dia  de  signo  injusto  se  trasladaba  al 
proaúmo  feliz;  por  su  adivinanza  recibía  aJgun  regalo,  y  si  en 
suerte  le  tocaba  formar  el  horóscopo  de  un  hijo  de  rey,  seguro 
estaba  de  quedar  rico  para  toda  su  vida.  (3) 

Las  vecinas,  amigas  y  parientes  de  la  enferma  venían  á  sidu- 


(1)  P.  Sahagon,  tom.  II,  pág.  191-203. 

(2)  P.  Sahagun,  loco  eit,  pág.  204^15.— TorqnemadA,  lib.  XITI,  M{l  ZVII. 
(8)  P.  Sahagun,  tom.  II,  pág.  215^17.  Torquemada,  lib.  Xm,  otap,  XIX. 


207 

dttrlft,  teniendo  oaidado  de  restregarse  las  rodillas  con  ceniza  y 
roikegar  las  de  los  niños  que  Uevabají,  á  fin  de  fortalecer  los 
hodsos.  En  los  cuatro  dias  antes  del  bautismo  ardía  fuego  con- 
tífiuo  en  la  casa,  cuidando  de  que  no  se  extinguiera  ni  lo  toma- 
ran parajsacarlo  fuera,  para  que  no  se-quitara  la  buena  ventura 
ú  recien  nacido.  (1) 

Llegado  el  dia  del  bautismo  limpiaban  la  casa,  barrían  la  calle, 
aderezaban  los  aposentos,  engalanaban  las  puertas  con  ramas  y 
áreos  á^  toUm^  regando  flores  por  los  suelos:  preparábase  un 
gran  convite,  según  los  medios  de  que  la  familia  podía  dispo- 
flar.  (2)  Ponían  en  el  patio  una  especie  de  alfombra  de  tullin  de 
wrtsa  dimenciones,  encima  un  apazüi  nuevo,  (lebrillo  de  barro) 
Umio  de  agua;  si  el  bautizado  era  varón,  colocábase  en  la  alfom- 
bra y  junto  al  biureño,  una  rodelita,  un  arquito  y  cuatro  flechitas 
BÚrando  á  los  puntos  cardinales,  una  memtita  y  un  maxtlaü,  los 
útiles  del  oficio  á  que  el  niño  iba  á  ser  destinado,  qtte  era  comun- 
mente el  de  8U  padre;  si  hembra,  poníase  una  estera,  escoba,  huso 
(malaoail)  con  su  copo  de  algodón,  ima  enagua  y  un  huijoUH^  todo 
peqoefliio.  Al  lado  de  Oriente,  en  una  vasija  se  dejaba  el  potaje 
llamado  iosom^  compuesto  de  frijoles  cocidos  y  maíz  tostado.  Los 
aoavidi^OB  se  acomodaban  al  rededor  de  la  alfon^bra,  llevando 
lia  ropas  y  dqes  destinados  á  la  crii^tura,  mientras  en  el  centro 
avdía  el  fuego  conservado  los  cuatro  dias  anteriores,  en  un  ha- 
ohon  aUmentade  oon  rajas  de  ocótl 

"Bí  ministro  de  aquella  ceremonia  era  la  ticitly  tomaba  al  niño 
en  los  brazos,  desnudábale,  ponítáe  en  las  manos  el  arco  y  flechas, 
6  la  escoba,  según  el  sexo;  daba  una  vuelta  al  rededor  de  la  enea 
étullin»  parando  con  el  rostro  vuelto  al  Occidente.  Los  preparati- 
vos teniím  lugar  al  amanecer,  y  la  ceremonia  comenzaba  á  la 
siáida  del  boL  La  tieitl  levantaba  al  cielo  la  criatura  con  entram- 
bas  mimoa  diciendo:  ^'Hijo  mió,  el  señor  dios  Ometecutli,  y  Ome- 
^'dihuatl,  señOTes  del  deceno  cielo,  te  criaronjpara  enviarte  á  este 
^undo  triste  y  calamitoso;  toma  pues  el  agua  que  te  ha  de  dar 
^'vida,  para  que  oon  ella  vivas  en  este  mundo,  la  cual  se  llama  la 
''diosa  Chalchi^tlicue,  Ohalchiuhtlatonac."  Diciendo  estas  pa- 
'^labras,  tomaba  el  agua  con  la  mano  derecha  y  poníasela  en  la 

(1)  P.  Sahagcm,  topa.  1,  pág.  880-81.  Torquemada,  lib.  XIII,  cap.  XXUL 

(2)  Deaoriben  08ta  comida,  Sahagon^tom.  I,  pág.  884-86.  Torquemada,  lib.  XIII, 
cap.  XXUL 


208 

"boca,  y  luego  volvía  á  repetir:  "Toma  niño  el  agua  que  te  ha  de 
"dar  vida  en  este  mundo."  Luego  se  la  ponía  sobre  los  pechos 
"y  decía  lo  mismo;  luego  se  la  echaba  sobre  la  cabeza  y  repetía 
"ciertas  palabras;  porque  á  este  dios  del  agua  le  es  dadolimpiar- 
"las,  en  todos  los  que  con  agua  se  lavan.  Luego  lavaba  todo  el 
"cuerpo  de  la  criatura,  y  estregándole  todos  los  miembros,  decía: 
"¿Dónde  estás  mala  fortuna?  ¿En  que  miembro  estás?  Apártate, 
"ventura  mala,  de  esta  criatura." 

"Dicho  esto,  y  hecha  esta  ceremonia,Ialzaba  hacia  el  cíelo  ala 
"criatura,  y  decía:   "Señor  Ometecutli,  Omecihuatl,  criador  de 
"las  ánimas,  esta  criatura  que  criaste  y  formaste  y  enviaste  á 
"este  míiserable  mundo,  te  ofrezco  para  que  infundas  tu  virtud 
"en  ella."  Luego  volvía  segunda  vez  á  levantarla,  y  hablando  con 
"la  diosa  del  agua  le  decía:    "A  tí  llamo,  señora,  á  tí  te  suplico, 
"diosa,  madre  de  los  dioses,  que  espires  en  esta  criatura  tu  vir- 
"tud."  Y  teroera^vez  la  decía:    "Vosotros,  celestiales  dioses,  so- 
"plad  á  esta  criatura,  y  dadla  la  virtud  que  tenéis,  para  que  sea 
"de  buena  vida."  Otra  cuarta  vez  la  confrontaba  con  el  sol,  y  decía: 
"Señor  dios  sol,  padre  de  todos;  y  tú,  tierra,  madre  nuestra,  esta 
"criatura  os  ofrezco,  para  que  como  vuestra  la  amparéis,  y  pues 
"nació  para  la  guerra  (si  era  niño)  muera  en  ella  defendiendo  la 
"causa  de  los  dioses."    Dicho  esto  tomaba  el  escudo,  arco  y  fle- 
"chas,  y  ofrecíalo  al  dios  de  la  guerra  en  nombre  del  niño,  di- 
"ciendo:    Eecibid,  señor,  este  pequeño  don  que  os  ofrezco,  con 
"que  me  doy  á  vuestro  servicio.  Plega  á  tí,  señor,  que  este  niño 
"vaya  á  los  cielos,  donde  se  gozan  los  deleites  celestiales,  y  los 
"soldados  que  murieron  en  la  guerra."  (1) 

Entonces  la  ticitl  ponía  nombre  al  niño,  y  repitiéndolo  tres 
veces  gritaba:  "¡Oh  hombre  valiente!  recibe,  toma  tu  rodela,  to- 
"ma  el  dardo,  que  estas  son  tus  recreaciones,  y  regocijos  del  sol." 
Vestía  luego  la  manta  y  maxtlatl  al  niño,  y  entregábalo  á  la 
madre.  A  esta  sazón  entraban  los  muchachos  del  barrio,  se  apo- 
deraban del  ixcue,  y  salían  huyendo,  comiendo  y  gritando:  "Fu- 
"lano,  fulano,  tu  oficio  es  regocijar  al  sol  y  á  la  tierra,  y  darles 
"de  comer  y  de  beber:  ya  eres  de  la  suerte  de  los  soldados  que 
"son  águilas  y  tigres,  los  cuales  murieron  en  la  guerra,  y  ahora 
"están  regocijando  y  cantando  delante  del  sol:"  é  iban  también 

(1)  Torqnemada,  lib.  XIII,  cap.  XX. 


209 

"diciendo:  ''¡Oh  soldados!  ¡Oh  gente  de  guerra!  venid  acá^nrenid 
H  comer  el  ombligo  de  fulano."  Estos  muchachos  representaban 
"á  los  hombres  de  guerra,  porque  robaban  y  arrebataban  la  co- 
"mida  que  se  llamaba  d  omUigo  dd  niño.  Después  que  la  partera 
"ó  sacerdotisa,  había  acabado  todas  las  ceremonias  del  bautismo, 
"metían  al  niño  en  casa,  é  iba  delante  el  hachón  de  teas  ardien-* 
"do,  j  así  se  acababa  el  bautismo."  (1) 

En  el  bautismo  de  la  nina,  las  oraciones  van  enderezadas  á 
pedir  para  ella  la  virtud;  vestíanla  y  colocábanla  en  la  cuna,  po- 
niéndola bajo  el  amparo  de  Yoalticitl,  Yoaltecutli,  Yacuhuiztli  y 
Lunamializtli,  rogándoles  no  hicieran  daño  á  la  criatura  y  le  die- 
ran blando  y  apacible  sueño.  (2) 

Imponían  nombre  á  los  niños,  por  el  primer  objeto  que  veían, 
del  nombre  del  signo  fausto  del  dia  en  que  nacían,  del  aconteci- 
miento fausto  ó  infausto  que  llamaba  la  atención,  de  los  fenóme- 
nos celestes  ó  meteorológicos,  de  los  cargos  de  familia  á  que 
estaban  destinados,  &c;  (3)  á  veces,  ya  grandes,  por  alguna  ha- 
zaña cambiaban  el  nombre,  ó  añadían  otro  segundo  que  servía 
como  de  apellido.  Quienes  nacían  en  la  fiesta  secular  del  fuego, 
si  hombre  se  llamaba  Mcipüliy  si  mujer  XiuhnmeíL  AI  varón 
nacido  en  los  cinco  nemontemi  le  decían  Nemon,  MerUlacafl,  Nen- 
(pnzquiquiz^  NemoquichtK,  hombre  baldío  y  para  nada;  la  hembra, 
^mdhuatly  mujer  infeliz.  (4) 

En  la  fiesta  del  mesToxcatl,  hecha  á  honra  de  HuitzUopochtli, 
los  sacerdotes  hacían  una  incisión  á  los  niños  y  las  niñas  nacidas 
^n  el  año,  en  el  pecho  ó  estómago,  en  las  muñecas  ó  en  los  molle- 


(1)  Sahagun,  tom.  II,  pág.  217.2^(,  La  lám.  LVUI  dol  Códice  Mendooino;  en  la 
pute  saperior,  representa  el  bautismo  loe  niímeros  se  refieren  á  las  estampas  publi- 
<*das  por  Lord  Kingsborongh.  La  madre  (1)  con  el  rostro  amarillo,  en  señal  de  sos 
Keioitespadeoiniientos,  explica  con  el  símbolo  de  la  palabra  los  discursos  que  pro- 
muía;  (3)  la  cuna,  y  encima  (2)  el  signo  del  mes;  la  Udtl  (4)  Ueya  al  níAo  en  los 
^nzo8,  ora  y  habla;  (9)  la  alfombra  de  tollin  con  el  apaatU  lleno  de  agua;  (5)  los 
objetos  destinados  al  varón,  escudo,  flechas,  los  símbolos  de  los  cuatro  oficios  prin- 
^iptles  de  derecha  á  izquierda,  platero,  i^tor,  mosaico  de  pluma,  albafiil;  (10)  oh- 
JHoi  mujerilee,  escoba,  huso,  estera;  (6,  7  y  8)  muchachos  que  se  apoderan  del  iaxue, 
LaiHneas  de  pnntos  y  las  huellas,  marcan  la  correlación  de  los  objetos  y  los  moyi- 
°úent06  de  las  personas.  Véase  ademas,  Meudieta^  lib.  II,  cap.  XIX. 

^2)  Sihagun,  tom.  n,  pág.  222-23. 

(3)  Torquemada,  lib.  XHI,  cap.  XXII.  Motolinia,  pág.  37. 

(4)  Sahagun,  tom.  I,  pág.  192.  Torquemada,  lib.  X,  cap.  XXX. 

27 


210 

dos  ^e  los  brazos,  en  señal  de  quedar  consagrados  al  dios.  (1) 
Las  mujeres  presentaban  en  los  templos  á  sus  hijos,  recibiendo 
una  especie  de  purificación.  Ya  hemos  visto  que  en  la  fiesta  de 
cada  cuatro  años  agujeraban  las  orejas  á  los  niños;  dábanles  á 
beber  pulque,  y  por  eso  la  llamaban,  la  borrachera  de  niños  y 
niñas.  (2)  Cumpliendo  las  prescripciones  de  la  naturaleza,  las 
madres  criaban  sus  hijos  á  los  pechos,  sin  ser  excepción  en  las 
categorías  más  elevadas  las  esposas  de  los  reyes;  unos  dos  años 
duraba  la  lactancia,  y  el  destetar  á  los  chicuelos  era  celebrado 
con  un  convite.  (3) 

En  cuanto  á  la  circuncisión,  consta  que  los  totonaca,  á  los  28 
ó  29  dias  de  nacido  el  niño,  le  presentaban  en  el  templo,  donde 
los  sacerdotes,  colocándole  sobre  una  gran  piedra  lisa,  le  circun- 
cidaban quemando  el  despojo;  corrompían  á  las  niñas  con  el  de- 
do, y  amonestaban  á  las  madres  repitieran  la  operación  á  los  seis 
años,  (4)  García  (5)  afirma  ser  práctica  de  los  de  Yucatán  é  isla  de 
Acuzamil,  de  los  Totones  (sic)  "j  los  Mexicanos  hacían  lo  pro- 
pio." Zuazo  (6)  refiere,  que  los  niños  permanecían  en  su  casa  de 
dos  á  cinco  años,  ^'é  pasado  el  dicho  tiempo  circuncídanle  á  ma- 
guera de  Moro  ó  Judío."  Herrera  (7)  asegura  ser  costumbre  en 
la  provincia  de  "Guazacualco  y  Huta,"  y  también  "^n  la  pro- 
vincia de  Cuextxatla."  En  concepto  de  Acosta,  (8)  á  los  niños 
recien  nacidos  les  sacrificaban  de  las  orejas  y  del  phallus,  "que 
en  alguna  manera  remedaban  la  circuncisión  de  los  judíos."  Con- 
tradiciendo Cogolludo,  (9)  á  Fr,  Luis  de  TJrreta  en  bu  Hisi  de 
Etiopia,  á  Pineda  en  su  Monarq.  Eclesias.  y  al  Dr.  Illescas  en 
la  Pontifical,  quienes  aseguran  lo  relativo  á  la  circuncisión  en 
Yucatán,  dice  que  los  predicadores  evangélicos  no  hacen  de  ello 
memoria:  "A  todos  los  antiguos  que  viven  lo  he  preguntado,  y 
"me  han  respondido,  que  no  han  aléanzado  hubiese  tal  entre  los 

(1)  Torqueinadft,  lib.  X,  cap.  XVI. 

(2)  Sahagun,  tom.  I,  pág.  189-90. 

(3)  Torquemada,  lib.  XHI,  cap.  XXIV. 

(4)  Mendieta,  lib.  H,  cap.  XIX.  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XLVIIL 

(5)  Orig.  de  los  indios,  lib.  m,  cap.  VI,  pág.  109 . 

(6)  Carta  del  Lie.  AIoobo  Zuazo,  Ooleo.  de  Doc.  del  Sr.  D.  Joaquín  García  loaz- 
baloeta,  tom.  I,  pág.  364. 

(7)  Hist.  de  las  Indias,  áéc.  IV,  lib.  IX,  cap.  VII. 

(8)  Hist.  nat.  y  moral,  tom.  I,  pág.  71. 

(9)  Hist.  de  Yucatán,  lib.  IV,  cap.  VL 


211 

''indios,  ni  éstos  tienen  tradición  de  que  asasen  tal  costumbre 
'tas  ascendientes."  Clavigero  niega  la  existencia  entre  los  me- 
xicanos de  semejante  práctica.  Según  lo  que  nosotros  hemos 
podido  alciuizar,  la  circuncisión  era  propia  de  los  totonaca  y  tal 
Tez  de  alguna  otra  tribu;  mas  no  era  acto  religioso  entre  los  me- 
xioanos  7  los  pueblos  sujetos  al  imperio:  el  sacrificio  en  los  niños 
de  tierna  edad,  las  mutilaciones  que  particulares  y  sacerdotes  se 
hadan  en  sus  penitencias,  pudieron  acreditar  una  creencia  que 
no  aparece  sólidamente  comprobada. 

Mientras  los  niños  se  iban  criando,  los  padres  les  ofrecían  á 
los  establecimientos  de  educación.  Ercm  éstos  de  dos  clases;  el 
Calmeoac  ó  colegio  religioso,  donde  se  enseñaba  el  servicio  de 
los  dioses  y  á  yivir  en  limpieza,  humildad  y  castidad;  el  Tel- 
pnohcaUi,  recogimiento  propiamente  de  enseñanza  de  los  cono- 
cimientos civiles.  De  igual  manera  se  llamaban  las  escuelas  para 
Us  niñas,  y  la  instrucción  al  mismo  tiempo  era  religiosa  y  mu- 
jeril Ouando  los  padres  determinaban  hacer  la  dedicación,  pre- 
paraban un  convite,  invitaban  á  sus  parientes  y  al  superior  del 
colegio,  y  después  de  regalar  á  éste  con  maxUaÜ,  mantas  y  flores, 
\ñ  deelairaban  su  pretensión;  aceptada,  tomaba  en  brazos  al  niño 
en  señal  de  ser  su  subdito,  agujerábale  el  labio  inferior  y  le  po- 
nía el  tentetl  6  barbote.  (1)  Los  chicuelos  permanecían  en  su  casa, 
hasta  la  edad  desdada  para  entrar  al  colegio.  (2) 

La  educación  en  esa  edad  temprana,  dada  inmediatamente  por 
los  padres,  la  trazan  para  el  varón  y  la  hembra  simultánea  y 
progresivamente  las  láminas  del  Cód.  Mendocino.  A  los  tres 
anos  (núm.  1,  lám.  LIX),  el  padre  (2)  enseña  á  hablar  y  da  con- 
sejos á  su  hijo  (3)  que  ya  puede  andar:  la  madre  (5)  comienza  la 
enseñanza  de  la  hija  (7):  ambos  chicos  reciben  por  alimento  en 
cada  comida,  media  tortilla  de  maíz,  tlaxccdli  (4  y  5).  Mientras 
el  varón  sólo  va  cubierto  con  la  manta,  la  hembra  está  vestida; 
aquel  pueblo  cuidaba  mucho  de  la  decencia  femenil,  despertando 
desde  muy  temprano  en  la  mujer,  el  sentimiento  del  pudor  y  el 

(1)  La  parte  inf ^or  de  la  lámina  LVni,  representa  el  aeto  de  ofrecer  al  nifio  á 
vno  de  I06  establecimientos  piíblicos.  £1  padre  (11)  y  la  madre  (14)  están  dedicando 
al  nifio  toAavia  en  la  cuna  (18);  escuolian  y  admiten,  puestos  aquí  altematiramente 
por  Ub  líneas  de  puntos,  ya  el  sacerdote  superior  del  Oalmecac  (12),  ya  el  Telpuch- 
tliio,  Telpnohtlatoque  6  Tiachoauh,  superior  del  Telpuchcalli.  (15) 

(2)  P.  Sahagun,  tom.  II,  pág.  223. 


212 

amor  á  la  virtud  Desde  recien  nacidos,  usaban  bañar  repetidas 
Teces  á  los  párvulos  en  agua  fría,  aun  durante  el  invierno;  la  ro- 
pa era  muy  poca,  la  cama  dura.  La  falta  de  abrigo  no  era  sólo 
en  los  hijos  de  los  pobres;  practicaban  lo  mismo  los  nobles  y  los 
ricos,  pues  el  intento  era  hacerlos  robustos  y  sanos.  (1) 

A  los  cuatro  años,  el  padre  (8)  emplea  al  niño  en  trabajos 
ligeros  (9),  como  acarrear  agua  en  pequeñas  vasijas;  la  madre  (11) 
pone  en  manos  de  su  hija  el  malacatly  huso,  dándole  las  prime- 
ras lecciones  de  deshuesar  el  algodón  (13):  la  ración  por  comida 
una  tortilla  (10  y  12). 

A  los  cinco  años,  el  padre  (14)  hace  cargar  á  sus  hijos  (15  y  17) 
pequeñas  carguillas;  la  madre  (18)  prosigue  el  enseñamiento  del 
hilado  (20);  una  tortilla  por  alimento  (16  y  19).  Entre  aquellos 
pueblos  privados  de  bestias  de  carga,  era  indispensable  acos- 
tumbrarse á  llevar  á  cuestas  grandes  pesos;  los  mercaderes  para 
su  comercio,  los  ricos  y  los  pobres  para  transportar  sus  menes- 
teres, los  soldados  para  sus  armas  y  bagajes,  tenían  necesidad 
de  ir  siempre  cargados.  De  aquí  el  uso  de  esas  carguillas,  de 
poco  peso  al  principio,  y  el  cual  se  iba  aumentando  según  la 
edad;  el  hábito  se  hacía  tal,  que  cuando  les  faltaba  suficiente  car- 
ga, tomaban  piedras  ó  tierra  para  completarla.  Sin  el  alivio  de 
los  medios  de  locomoción,  aprendían  á  caminar  á  pié,  haciendo 
jomadas  muy  largas,  descalzos  por  llanuras  y  montañas.  Así,  los 
fundamentos  de  esta  educación  reposaban  en  la  frugalidad,  el 
trabajo,  y  en  la  robustez  para  resistir  á  la  intemperie. 

A  los  seis  años,  el  padre  (21)  manda  á  sus  hijos  al  tianquiztUy 
mercado  (22)  á  ganar  alguna  cosa  de  comer  á  cambio  de  su  tra- 
bajo; la  madre  (24)  perfecciona  á  su  hija  (24)  en  el  manejo  del 
malacatl:  la  ración  ha  subido  á  tortilla  y  media  (23  y  25). 

A  los  siete  años  (2)  (1)  el  padre  (2)  comienza  á  industriar  á  su 
hijo  (4)  en  componer  las  redes,  matlatl,  6  en  los  menesteres  de  al- 
gún oficio;  la  madre  (5)  perfecciona  á  la  niña  en  hilar  (7);  la  ra- 
ción tortilla  y  media  (3  y  6). 

A  los  ocho  años  (8)  las  amonestaciones  de  palabra  van  acom- 
pañadas con  la  amenaza  del  castigo.  El  padre  (9)  pone  á  la  vista 
del  varón  poco  diligente  (11)  las  puntas  de  maguey  (10),  símbolo 

(1)  Torquemada,  lib.  XIII.  cap.  XXVII. 

(2)  Lord  Kingsborough,  tom.  I,  lám.  LX. 


213 

de  castigo  y  t&mbieii  de  la  penitencia  religiosa;  la  madre  (13) 
procede  igualmente  contra  su  hija  (14):  el  alimento  todavía  tor* 
tilla  y  media  (10  y  14). 

A  los  nueve  años  (17),  el  padre  (19)  ata  de  pies  y  manos  al 
muchacho  flojo  ó  desaplicado  (20),  punzándole  con  las  púas  del 
maguey:  la  madre  (21)  sigue  aquel  ejemplo  con  la  muchacha  (23)» 
sí  bien  se  advierte  que  en  éste,  como  en  todos  los  demás  casos, 
la  hembra  es  tratada  siempre  con  menos  rigor  que  el  varón:  tor- 
tilla y  media  por  alimento  (18  y  22). 

Llegados  los  diez  años  (24)  los  castigos  á  los  desobedientes  é 
incorregibles  se  toman  más  duros  y  violentos.  El  padre  (26)  da 
de  palos  á  su  hijo  (27);  la  madre  (28)  usa  del  mismo  remedio  con 
,  la  hija  (30);  siempre  tortilla  y  media  (25  y  29). 

Arreciaban  los  castigos  á  los  once  años  (10)  (1).  El  padre  (3) 
expone  al  hijo  (4)  al  humo  asfixiante  que  despide  el  cMUi  (chile, 
pimiento,  capsicumj  quemado  al  fuego  (5);  la  madre  (6)  procede 
con  su  hija  (7)  de  la  misma  manera  (9) :  no  cambian  la  tortilla  y 
media  (2  y  8). 

Doce  años  (10),  y  el  padre  (12),  por  castigo  y  aun  para  acos- 
tumbrarle á  la  fatiga,  ata  á  su  hijo  (13)  y  le  hace  dormir  desnudo 
sobre  la  tierra  desigual;  la  madre  (15)  levanta  á  su  hija  (17)  á  la 
media  noche  (14)  haciéndola  barrer  la  casa  y  la  calle,  ya  para 
acostumbrarla  al  trabajo,  ya  para  cumplir  ciertos  ritos  religio- 
sos: por  alimento,  tortilla  y  media  (11  y  16). 

Son  los  trece  años  (19),  y  el  padre  (18)  ha  enseñado  á  su  hi- 
jo (21)  á  ir  á  traer  leña  ó  yerba  del  campo  y  á  manejar  una  canoa; 
se  advierten  dos  mejoras,  el  muchacho  lleva  ceñido  el  maxÜcUl, 
dejando  dé  estar  completamente  desnudo,  y  su  ración  es  de  dos 
tortillas  (20).  La  madre  (22),  perfeccionada  la  hija  en  el  hilado 
V  en  ios  quehaceres  domésticos,  la  aplica  á  moler  y  cocer  el 
p«L  (23);  se  la  ve  de  rodillas  delante  del  metate,  meüatly  molien- 
do el  maíz  cocido  de  que  se  forma  la  masa,  distinguiéndose  de- 
lante el  molcajete,  midcaxiüy  (25)  vasija  de  piedra  ó  de  barro,  que  ^ 
eon  su  texcioü  6  moledor,  se  emplea  para  triturar  el  diiUi  y  las 
demás  sustancias  que  sirven  de  salsas;  el  comal,  comaUiy  coloca- 
do sobre  el  hogar,  ÜecuUli,  compuesto  de  tres  piedras  colocadas 
en  triángulo,  entre  las  cuales  se  pone  el  combustible  y  que  sus- 

<l)  Lord  Kingeborongh,  tom.  I,  lám.  LXI. 


I 


214 

tenían  el  comaUt  (26);  el  cántaro  tzotzocolU  (28)  con  el  agua  indis* 
pensable  para  la  operación,  y  finalmente  las  tortillas,  ÜaxcdOÁ,  ya 
cocidas  (27),  de  las  cuales  recibe  dos  por  alimento  (24). 

A  los  catorce  años  (29),  el  padre  (31)  ha  enseñado  al  joven  (32) 
á  ser  pescador  en  las  aguas  de  los  lagos;  su  alimento  dos  torti- 
llas (30).    La  madre  (33)  enseña  á  su  hija  (36)  el  arte  difícil  de 
tejer.  El  telar  (36)  ofrece  aún  su  forma  casi  primitiva;  consta  de 
dos  maderos  sobre  los  cuales  se  aseguraban  por  ambos  extremos 
los  hilos,  del  tamaño  requerido  por  la  tela;  por  un  cabo  se  ase- 
guraba á  un  objeto  firme,  como  un  palo  hincado  en  tierra,  y  por 
el  otro  se  ajustaba  á  la  cintura  de  la  tejedora.  La  verdadera  cien- 
cia consistía  en  urdir,  ooiotíay  nitla,  es  decir,  en  colocar  por  colo- 
res los  hilos,  de  manera  que  resultaran  los  dibujos  y  las  labores 
apetecidas,  lo  cual  se  lograba  por  medio  del  xiotl,  palillo  redondo 
al  cual  estaban  sujetos  los  hilos  de  la  tela  por  medio  de  otros 
más  pequeños,  y  que  subiéndolo  ó  bajándolo  alternativamente 
separaba  las  hebras  formando  lo  que  llamaban  cruces;  por  entre 
éstas  pasaba  el  hilo  que  servia  de  trama,  quedando  apretada  ca- 
da tejida  por  medio  de  una  especie  de  regla  de  madera  dura  y 
pesada,  apellidada  tzotzopazíli:  la  figura  tiene  en  la  derecha  el 
xiotl  y  en  la  izquierda  el  apretador.  La  doncella  recibía  dos  tor- 
tillas por  comida  (34). 

Estas  láminas  relatan  la  educación  doméstica,  llamémosle  así, 
y  consistía  en  la  enseñanza  paternal,  hasta  que  el  hombre  y  la 
mujer  habían  aprendido  sus  obligaciones  como  hijos.  Las  máxi- 
mas que  se  les  inculcaban  eran,  la  reverencia  y  el  temor  á  los 
númenes;  el  amor  y  el  respeto  á  los  padres;  la  consideración  á 
los  ancianos,  la  conmiseración  al  pobre  y  al  desvalido:  ap^o 
al  cumplimiento  de  los  deberes;  horror  al  vicio;  ocupaciones 
constantes  para  huir  de  la  ociosidad;  decir  siempre  la  verdad, 
proceder  en  todo  con  mesura,  sujetando  las  acciones  á  razón  y  á 
justicia.  Los  castigos  en  verdad  no  eran  extremados,  supuesto  el 
estado  de  aquel  pueblo,  ya  que  consistían  en  reñir  de  palabra, 
dar  con  ortiga  por  el  cuerpo  en  lugar  de  azotes,  pegar  con  varas, 
punzar  con  las  puntas  de  maguey,  exponer  al  humo  de  chile;  sólo 
al  mentiroso  incorregible  le  hendían  un  poco  el  labio,  para  ha- 
cer patente  su  vicio  á  todo  el  mundo.  Maravilla  verdaderamente 
la  pureza  de  las  doctrinas  morales  inculcadas  á  la  juventud. 
Nuestros  antiguos  cronistas  recogieron  los  razonamientos  que 


215 

lo0  padres  dirigían  á  sns  hijos,  y  fuera  de  lo  que  atañe  al  culto 
y  las  eostnmbres,  bien  quisiéramos  que  nuestra  juventud  supie- 
ra y  practicara  lo  predicado  por  los  bárbaros.  (1) 

Más  extremado  era  el  cuidado  con  las  mujeres.  'Teníanlas 
recc^das  y  ocupadas  en  sus  labores;  salían  solo  á  los  templos,  y 
Tigiladas;  guardaban  silencio,  y  en  sus  propias  casas  se  les  pro- 
hibía platicar  á  la  mesa  hasta  ser  casadas;  se  las  tenía  en  conti- 
nuo trabajo;  se  las  haicia  entender  el  mucho  precio  de  la  honestidad 
y  del  recato*  "Parece  que  querían,  dice  Mendieta,  que  fuesen 
"sordas,  ciegas  y  mudas,  como  á  la  verdad  les  conviene  mucho  á 
"laa  mujeres  mozas,  y  más  á  las  doncellas."  Tanto  respeto  se  te- 
nía á  la  verdad,  que  si  alguna  doncella  era  sospechada  de  falta 
grave,  cobraba  su  fama,  quedando  por  inocente,  con  hacer  este 
juraniento:  ¡Por  ventura  no  me  ve  nuestro  señor  dios!  pronuncia- 
ba el  nombre  de  su  mayor  divinidad,  ponía  el  dedo  en  tierra  y 
b  beeaba:  esta  fórmula  bastaba,  porque  nadie  se  atrevía  á  hacer 
el  juramento  faltando  á  la  verdad.  (2)  Poca  diferencia  había  en 
U  educación  de  nobles  y  plebeyos,  y  consistía  en  que  á  los  pri- 
meros no  enseñaban  los  oficios  mecánicos,  y  eran  vigilados  con 
otajor  empeño  en  sus  casas.  (3) 

CcHnenzaba  la  educación  pública  á  los  quince  años  (8)  entre- 
gando el  padre  (4)  á  su  hijo  (1),  según  la  promesa  hecha  después 
M  bautismo,  bien  al  sacerdote  superior  del  Oalmecac  (2),  bien 
ú  telpuchtloto,  superior  del  Telpuchcalü  (6f).  (4)  De  aquí  nos 
eouduce  nuestro  guía  al  matrimonio;  mas  antes  de  abordar  este 
asunto,  vamos  á  terminar  de  una  vez  con  lo  relativo  á  la  educa- 
ción de  la  mujer. 

Las  niñas  ofrecidas  al  Telpuchcalli,  cuando  grandecillas  apren- 
dan á  cantar  y  danzar  en  servicio  de  los  dioses  Moyucoya,  Tez- 
callipoca  y  Taotli;  vivían  en  sns  casas  é  iban  á  tomar  las  leccio- 
nes á  la  escuela.  En  cuanto  á  las  presentadas  al  Oalmecac,  ponían 
i  las  pequeñuelas  un  sartal  al  cuello,  llamado  yacuaUi,  distintivo 

(l)  P.  Saluigun,  tom.  íl,  pág.  113.152.  Mendieta,  pág.  112-120.  Son  notables  loa 
consejos  dados  por  el  padre  á  su  hijo,  y  por  la  madre  á  8\i  hija,  comprendiendo  todas 
U»  Testas  para  conducirse  en  sociedad. 

(%)  Mendieta,  lib.  n,  cap.  XXHT. 

(3)  Torqaemada,  Hb.  Xm,  cap.  XXVm. 

(4)  Cód.  de  Mendoza,  lám.  LXII,  parte  snperior. 


216 

de  &u  voto  y  el  cual  nunca  se  quitaba.  Vivían  con  bus  padreSi  j 
mientras  llegaban  á  buena  edad,  la  madre,  como  en  reconoci- 
miento de  la  promesa,  llevaba  para  las  fiestas  de  veinte  en  vein- 
te dias,  xuíBk  escoba  para  barrer  el  templo,  incienso  para  zahumar 
á  los  dioses  y  cortezas  de  los  árboles  para  alimentar  el  fuego 
sagrado;  la  niña  conducía  por  sí  misma  la  ofrenda,  luego  que  po- 
día hacerlo.  Cuando  la  postulanta  llegaba  á  la  edad  requerida, 
BU  familia  ofrecía  un  convite  á  las  superioras  del  monasterio; 
después,  tomaban  éstas  por  la  mano  á  la  mozuela  y  la  ponían 
ante  el  gran  sacerdote  Quetzalcoatl,  anciano  grave  y  venerable 
que  nunca  salía  del  templo,  y  era  jefe  de  aquellas  comunidades, 
dirijiéndole  la  súplica  de  aceptar  el  voto  de  la  doncella:  admiti- 
da, se  le  hacía  en  las  costillas  y  el  pecho  una  incicion,  señal  de 
ser  ya  religiosa,  y  la  entregaban  á  las  superioras  del  templo  á 
que  pertenecía. 

De  los  doce  á  los  trece  años  de  edad  se  verificaba  el  ingreso  á 
la  comunidad.  Los  votos  se  hacían  por  uno  ó  má^  años,  si  bien 
había  algunas  que  se  empeñaban  perpetuamente.  La  mayor  par- 
te eran  doncellas,  aunque  había  otras  que  por  devoción,  por  al- 
canzar la  salud  ó  por  purgar  alguna  culpa,  se  entregaban  tem- 
poralmente á  la  penitencia.  Llamábanse  CihuacuaquiUi  ó  Cihua- 
tlamacazque,  sacerdotisas;  decíanse  también  hermanas,  denomi- 
nándose las  superioras  CuacuacuUtin,  por  tener  cortado  el  cabello 
de  cierta  manera.  La  morada  de  estas  monjas,  como  les  llaman 
algunos  escritores,  estaba  entre  los  edificios  de  los  patios  de  los 
templos.  Luego  que  alguna  venía  de  nuevo,  se  le  cortaba  el  ca- 
bello en  forma  determinada,  aunque  después  se  lo  dejaba  crecer 
como  de  antes.  Todas  dormían  vestidas,  por  honestidad  y  para 
estar  prontas  al  t^rabajo;  unidas  en  grandes  salas,  en  donde  las 
principales  y  cuidadoras  vigilaban  las  acciones  de  cada  una 
Aquella  vida  era  de  abstinencia  y  de  laboriosidad;  llevaban  los 
ojos  bajos,  guardaban  silencio;  en  sus  acciones  y  porte  mostra- 
ban gran  compostura  y  honestidad,  no  salían  un  punto  de  la 
modestia  y  del  recogimiento,  sufriendo  irremisiblemente  la  pena 
de  muerte  por  cualquiera  falta  contra  la  castidad.  Vestían  siem- 
pre de  blanco,  aseadas  y  sin  compostiira.  Guardábanlas  las  su- 
perioras con  sumo  esmero  en  la  parte  interior  del  edificio,  mien- 
tras por  la  parte  exterior  había  guardas  y  vigilantes  ancianos, 
velando  dia  y  noche. 


217 

Sos  ocupaciones  consistían  en  levantarse  á  las  diez,  á  la  me- 
dia noche  y  á  la  madrugada;  procesionalmente  y  presididas  por 
sos  superícHras,  ellas  á  un  lado  y  los  sacerdotes  al  otro,  iban  á 
ofrecer  incienso  y  atizar  los  fuegos  sacados, '  acoiflpañando  las 
preces  establecidas:  en  ida  ni  en  vuelta  escuchaban  ni  dirijían  la 
palabra  á  los  varones.  Barrían  y  regaban  el  teocalli,  en  la  parte 
no  reservada  á  los  hombres:  muy  temprano  presentaban  comida 
á  los  dioses.  Consistía  en  unas  tortillas  en  figuras  de  manos, 
pi^,  ó  retorcidos,  llamadas  nuupadiaxcaUi,  xopaUlaxccílli,  cocol- 
ílaxoaUiy  acompañadas  de  viandas  y  guisados:  según  sus  creen- 
cias, los  dioses  gustaban  y  consumían  el  olor,  quedando  el  resto 
psra  sustento  de  los  sacerdotes.  Las  doncellas  entretanto  ayu- 
naban, haciendo  una  comida  al  medio  dia,  con  pequeña  colación 
en  la  noche.  Ocupaban  lo  demás  del  tiempo  en  coser,  hilar  y  te- 
jer mantas  finas  y  de  brillantes  colores  para  los  altares  ó  los  nú- 
menes. A  tiempos  las  reunían  las  superioras  para  amonestar  el 
cnmplimiento  de  los  deberes,  castigar  á  las  negligentes,  imponer 
algún  castigo  á  quienes  habían  reído  ó  faltado  á  la  modestia.  El 
estado  no  gastaba  en  el  sosten  de  estos  establecimientos:  sus- 
tentábanse ellas  con  el  trabajo  de  sus  manos,  ó  por  sus  padres 
y  parientes. 

En  algunas  fiestas  prescritas  por  el  rito,  podían  comer  carne, 
porque  se  interrumpía  el  ayuno;  asistían  á  los  bailes  religiosos, 
emplumándose  pies  y  manos,  y  dándose  afeite  rojo  en  los  carri- 
llos; durante  las  penitencias,  punzábanse  la  parte  superior  de  las 
orejas,  y  la  sangre  ponían  en  las  mejillas  como  afeite  religioso, 
el  cual  lavaban  en  un  estanque  particular  á  ello  destinado.  En 
viendo  entrar  o  salir  un  ratón  ó  un  murciélago  en  la  capilla  del 
dios,  ó  encontrado  un  agujero  del  ratón;  tomábanlo  como  agüero 
de  haberse  cometido  falta  grave,  procediéndose  inmediatamente 
á  rigorosa  averiguacion.  Llamaban  estos  pecados  teüazolmictilizüi. 
Si  alguna  se  encontraba  culpable,  ocultítbalo  cuidadosamente, 
mas  no  sin  sentir  la  aprehensión  de  que  sería  descubierta,  por- 
que los  dioses  en  castigo  harían  que  se  le  pudriesen  las  carnes. 

Llegado  el  tiempo  de  cumplido  el  voto  ó  siendo  ya  de  edad  la 
doncella  para  ser  casada  y  encontrado  marido,  la  familia  y  los 
parientes  aderazaban  el  convite  acostumbrado  en  todas  ocasio- 
nes, se  dirijían  al  teocalli,  tendían  delante  del  dios  una  manta 

grande,  encima  de  la  cual  colocaban  en  platos  curiosos  de  ma- 

28 


218 

dera  la  comida  de  codornices,  aves  y  patos,  tres  grandes  tamaUi 
de  maíz,  flores,  cañas,  incienso  y  los  cañutos  para  famar:  hecha 
la  ofrenda,  dirijía  xin  orador  el  discurso  dando  gracias  por  el 
esmero  con  que  la  joven  había  sido  tratada,  y  pidiendo  permiso 
para  sacarla  del  recogimiento;  el  Quetzalcoatl  ó  Tepanteohuatzin 
daba  la  licencia,  franqueaba  la  salida  la  Teouacuilti  superiora 
del  monasterio,  amonestando  el  cumplimiento  de  los  deberes,  y 
la  muchacha  era  conducida  regocijadamente  á  su  casa,  (1) 

Para  alcanzar  la  satisfacción  de  deseos  amorosos,  aquellas 
gentes  hacían  uso  de  hechizos  y  encantamientos  con  ciertas  flo- 
res: (2)  todavía  dura  entre  algunos  la  creencia,  de  que  llevando 
un  chupamirto  muerto  logran  fácUes  amores.   La  edad  para  ca- 
sarse los  mancebos  estaba  fijada  entre  los  veinte  y  veintidós 
años:  entonces^'pedían  sus  padres  licencia  para  ello,  y  sin  dificul- 
tad se  les  concedía.  A  los  jóvenes  que  descuidaban  aquella  obli- 
gación en  los  seminarios,  el  superior  los  compelía,  y  si  rehusa- 
ban, quedaban  obligados  á  perpetua  continencia;  caso  de  faltar 
á  ésta  era  pregonado  malo  é  in|ame,  y  ningún  padre  le  daría  á 
su  hija,  justo  castigo  á  solteros  perniciosos.   En  Tlaxcalla,  tres- 
quilaban  la  cabeza  de  los  que  aborrecían  casarse,  que  era  grande 
afrenta,  despidiéndole  de  la  compañía  de  los  demás  mancebos.  (3) 

No  obstante  tan  profundo  respeto  al  matrimonio,  la  ley  y  las 
costumbres,  aunque  no  lo  permitían  y  eran  miradas  con  repug-. 
nancia  y  desvío,  toleraban  las  relaciones  ilícitas.  Los  mancebos 
antes  d.e  casarse,  y  particularmente  los  hijos  de  nobles  y  ricos» 
pedían  sus  hijas,  principalmente  á  las  madres,  y  con  ellas  vivían 
vida  marital:  estas  mancebas  se  llamaban  Tlacallalcahuilli,  per- 
sona dejada,  porque  era  como  abandonada  de  sus  padres.  Si  du- 
rante aquel  trato  nacía  un  hijo,  el  hombre  estaba  obligado  á  to- 
mar por  esposa  legítima  á  la  mujer,  según  las  formalidades  del 
rito,  ó  á  devolverla  á  su  familia  sin  poderse  acercar  más  á  ella. 
Cuando  el  j($ven  no  pedía  permiso  á  la  madre,  la  manceba  lleva- 
ba el  nombre  genérico  áe  Temecauh;  duraban  las  relaciones  á 
voluntad,  y  podían  legitimarse  por  medio  del  matrimonio,  en 

(1)  Darán,  segunda  parte,  cap.  11.  MS.  P.  Sahagon,  tom.  2,  pág*  228-25.  Tor- 
quemada,  lib.  XIII,  cap.  XTV.  Mendleta,  Ub.  II,  cap.  XVIII.  Clayigero,  tom.  1, 
pág.  258-54.  Acosta,  ^m.  2,  pág.  85-.7. 

(2)  Torquemada  lib.  VI,  cap.  XLVIII. 
(8)  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  XII. 


4 


219 

eñjo  caso  cambiaba  el  nombre  por  el  de  esposa  Cihuatlantli  ó 
Nociliiiaali,  pedida  ó  mi  mnjer:  al  v^on,  qne  antes  se  le  decía 
Tepochtl»  cobraba  el  nombre  de  Tlapalihni,  hombre  hecho.  Los 
reyes,  nobles  y  principales,  fuera  de  la  esposa  legítima,  Cihua- 
tkntli  6  Nocihuanh,  tomaban  por  sí  ó  á  sus  familias  las  pedían, 
ciiuitas  concubinas  eran  de  su  gusto,  las  cuales  llevaban  el  nom* 
bre  particular  de  Cihuapilli.  (1) 

Tampoco  admitidas,  aunque  también  toleradas,  existían  las 
mex^etrices,  despreciadas  por  la  sociedad  j  no  perseguidas  por 
las  leyes:  no  viyían  en  común,  sino  cada  cual  en  su  casa.  Gomo 
todo  es  contrasteen  esta  civilización,  las  mujeres  de  ciertas  con- 
gregaciones eran  educadas  para  el  vicio.  En  el  mes  Hueitecuil- 
Imitl,  los  guerreros  distinguidos,  lujosamente  ataviados,  baila- 
ban cogidos  por  las  manos  con  las  mozas,  que  acudían  muy 
compuestas.  ''En  cesando  el  que  tañía  el  atambor  y  teponaztli, 
'luego  todos  se  paraban  y  comenzaban  á  irse  á  sus  casas.  A  los 
'^uy  principales  los  iban  alumbrando  con  sus  hachas  de  tea 
'^delante,  y  las  mujeres  que  habían  danzado,  se  juntaban  todas 
"en  acabando  el  areito,  y  los  que  tenían  cargo  de  eUas  llevaban- 
"las  á  las  casas  donde  solían  juntarse.  No  consentían  que  se  de- 
''rramasen  ó  que  fuesen  con  ningún  hombre,  excepto  con  los 
''principales.  Si  llamaban  alguna  de  ellas  para  darlas  de  comer, 
"llamaban  también  á  las  matronas  que  las  guardaban,  daban 
"comida  y  mantas  para  que  las  llevasen  á  sus  casas,  lo  que  les 
"sobraba  de  la  comida  siempre  lo  llevaban  también  i  su  casa. 
"Algunos  de  los  principales  soldados  si  querían  llevar  alguna  de 
"aquellas  mozas,  lo  decían  secreptamente  á  la  matrona  que  las 
"guardaba  para  que  la  llevase,  y  no  osaban  llamarlas  públicamen- 
"te;  la  matrona  la  llevaba  á  casa  "de  aquel,  ó  donde  él  mandaba; 
"pero  de  noche  la  llevaba  y  de  noche  salía."  (2)  Si  por  descuido 
ae  hacía  esto  públicamente,  el  guerrero  era  castigado,  se  le  qui- 
taban las  armas' y  era  despedido  del  ejército;  la  miq^r  no  volvía 
á  la  compañía  de  las  demás.  (3) 

No  podríamos  entender  este  pasaje,  ó  al  menos  nos  daríamos 
i  sospediar,  que  las  recogidas  doncellas  del  Oalmecac  se  entre- 

(1)  Torqaemada,  lib.  XH,  cap.  III. 

(2)  P.  Sahagnn,  toni.  1,  pág.  184. 

(3)  P.  SahaguD,  tom.  1,  pág.  181-36. 


220 

gabau  á  estos  excesos,  si  no  encontráramos  la  explicación  en 
Tezozomoc.  (1)  Desde  los  tiempos  de  Itzcoatl  había  en  México 
una  casa  de  educación  llamada  Cnicoyan,  alegría  grande  de  las 
mujeres,  donde  se  enseñaba  á  las  jóvenes  el  canto  y  la  danza,  al 
sonido  del  teponaztli  y  del  tlapanhvehueü:  aquellas  danzas,  muchas 
alegóricas,  eran  ejecutadas  en  las  fiestas  civiles  y  religiosas.  De 
noche  eran  las  lecciones,  que  terminaban  en  escenas  crapulosas. 
Las  educandas  salían  de  precisión  desenvueltas  y  livianas,  j 
como  los  mexica  criaban  á  sus  hijas  en  recato,  pedían  á  los  pue- 
blos vencidos  cierto  contingente  de  doncellas  para  sostener  la 
institución,  acabando  por  ser  las  infelices  la  lepra  de  la  ciudad. 

Bajo  pena  de  muerte  estaba  prohibida  la  unión  entre  padres  é 
hijos,  hermanos,  suegros  y  yernos,  padrastros  y  entenados.  La 
costumbre  de  los  reyes  del  Perú,  de  casarse  entre  sí  los  herma- 
nos, fue  desconocida  en  el  imperio  de  México;  algunos  casos  se 
dieron  entre  otros  pueblos,  que  nunca  fueron  reconocidos  legí- 
timos. Entre  algunas  tribus  bárbaras,  muerto  el  señor,  su  hijo 
tomaba  por  esposas  á  las  mujeres  y  mancebas  de  su  padre,  que 
no  habían  tenido  sucesión;  esta  alianza  era  llamada  por  los  pue* 
blos  civilizados  Tetzahuitl,  cosa  espantosa,  y  á  los  frutos  Tetta- 
nhconetly  hijos  de  asombro  y  de  espanto.  En  Michoacan  se  podía 
tomar  á  la  suegra  por  mujer,  y  si  era  mayor  y  tenía  hija  de  otro 
marido,  ésta  vivía  en  común  en  poder  del  nuevo  esposo.  (2) 

Castigábase  el  adulterio  con  pena  de  muerte,  en  el  noble,  aho- 
gándole en  la  cárcel,  en  el  plebeyo  apedreándole.  Para  aplicar 
el  castigo  no  bastaba  la  acusación  del  cónyuge,  eran  precisos 
testigos  y  la  confesión  de  los  culpados.  El  marido  no  podía  dar 
la  muerte  á  la  mujer  por  sospechas,  ni  caso  que  la  cogiera  infra- 
ganti,  pues  la  ley  prohibía  que  nadie  se  hiciera  justicia  por  su 
mano.  El  incestuoso  moría  por  ello,  y  si  el  muerto  tenía  herma- 
nos, el  mayor  ó  el  menor  casaba  con  la  viuda  si  tenía  hijos.  Re- 
cibía castigo  quien  separado  del  cónyuge  por  adúltero,  se  unía 
de  nuevo  en  cópula.  El  hombre  que  se  vestía  en  hábitos  de  mu- 
jer, y  la  mujer  en  los  de  hombre,  morían  ahorcados.  La  tercera 
era  llevada  á  la  plaza,  donde  quemándole  hasta  la  piel  los  cabe- 
llos con  rajas  de  ocote,  y  untándole  la  cabeza  con  la  brea,  le  de- 

(1)  Ordnioa  mexioana,  c^.  18.  MS. 

(2)  Torquemada,  lib.  Xm,  cap.  Vil;  Ub.  XII,  oap.  IV. 


221 

jtbBSí  ir  á  su  casa*   Las  marimachoB,  llamadas  paílachey  incuba, 
teDÍan  pena-  de  mnerte.  (1) 

"El  reo  de  pecado  nefando  era  ahorcado,  ó  quemado  vivo  si 
"era  sacerdote.  En  todos  los  pueblos  de  Anáhuac,  excepto  entre 
"los  pwiuqueses,  se  miraba  con  abominación  aquel  críiiien,  y  en 
"todos  se  castigaba  con  rigor.  Sin  embargo,  algunos  hombres 
"malignos,  para  justificar  sus  propios  excesos,  infamaron  con  tan 
"horrendo  crimen  á  todas  las  naciones  americanas;  pero  la  fal- 
"sedad  de  esta  calumnia,  que  con  culpable  facilidad  adoptaron 
"muchos  escritores  europeos,  está  demostrada  por  el  testimonio 
"de  otros  más  imparciales  y  mejor  instruidos.**  (2) 

El  repudio  ó  divorcio,  según  se  verificaba  en  Texcoco,  maestra 
de  las  leyes  en  Anáhuac,  se  hacía  delante  de  los  jueces.  Los  des- 
ayenidos  se  presentaban  alegando  cada  uno  las  razones  en  que 
fandaba  la  separación;  oídas,  pesadas,  y  averiguado  si  entre  ellos 
habían  pasado  las  ceremonias  del  casamiento,  los  jueces  les  amo- 
nestaban la  reconciliación,  vivir  en  paz,  y  retirarse  juntos  á  su 
domicilio.  Aceptado  el  consejo  el  juicio  quedaba  fenecido;  mas 
si  persistían  en  separarse,  el  juez  los  despedía  con  aspereza.  La 
justicia,  pues,  no  autorizaba  en  manera  alguna  el  divorcio,  aun- 
que la  costumbre  era,  en  este  segundo  caso,  que  los  casados  se 
separaban,  cual  si  hubieran  recibido  de  los  superiores  consenti- 
miento tácito:  de  todas  maneras,  el  divorcio  era  censurado  por 
el  pueblo,  (3) 

La  mejor  edad  para  casarse  la  mujer  era  de  los  quince  á  los 
diez  y  ocho  años:  vergonzoso  parecía  que  solicitara  marido,  de 
manera  que,  jamas  ella  ni  su  familia  daban  para  ello  los  prime- 
ros pasos.  Cuando  un  padre  tenía  un  mancebo  idóneo  para  ser 
casado,  reunía  á  los  parientes  significándoles  su  determinación; 
aceptada,  era  llamado  el  hijo,  se  le  hacía  entender,  y  él  daba  las 
gracias,  teniéndolo  á  gran  merced  y  beneficio:  todo  ello  con  las 
arengas  acostumbradasjde  aquel  pueblo  ceremonioso.  Si  el  jo- 
ven residía  en  el  Telpuchcalli,  hacían  una  gran  comida,  prepa- 
raban los  cañutos  para  fumar  y  una  hacha  de  cobre:  convidado 

(1)  Torquemada,  lib.  Xn,  cap.  IV. 

f2)  Clavigero,  tom.  I,  pág.  32*.  ^ 

(3)  TVwqxieinada,  lib.  XHI,  cap.  XV. 


232 

el  Telpnchtlato,  después  de  comer  se  le  ponían  delante  el  man- 
cebo y  sus  parientes;  un  orador  le  dirijía  la  palabra  pidiéndole 
licencia  para  que  el  alumno  se  pudiera  retirar  del  seminario, 
porque  quería  ser  casado;  el  Telpuchtlato  lo  tenía  por  bien,  y 
tomando  el  hacha  de  cobre  se  retiraba^  dejando  al  joven  en  su 
casa.  Aquella  hacha  era  como  rescate,  y  llevarla  era  señal  de 
conceder  libertad* 

Llamábase  á  los  astrólogos  ó  adivinos,  quienes  por  el  horós- 
copo del  joven  y  de  la  doncella  escogida,  determinaban  si  el 
consorcio  sería  infeliz  ó  fausto;  en  el  primer  caso  se  abandonaba 
la  pretensión,  en  el  segundo  se  procedía  á  realizarla.  Escogidas 
dos  ancianas  de  las  más  honradas  y  abonadas  entre  las  parían- 
tas,  iban  á  la  casa  del  padre  de  la  doncella,  y  con  gran  retórica 
y  mucha  parola  le  pedían  la  mano  de  su  hija,  informándole  acer- 
ca de  la  familia  del  pretendiente:  quería  la  costumbre  que  en 
aquella  primera  vez,  se  diera  siempre  respuesta  negativa.  Pocos 
dias  después  volvían  las  ancianas  solicitadoras,  cihuaüanqm,  ro- 
.  gando  ahincadamente  porque  se  hiciera  el  matrimonio;  si  el  pa- 
dre no  convenía,  negábase  de  una  manera  absoluta,  con  lo  cual 
quedaba  terminado  el  negocio;  mas  si  era  de  su  agrado,  contes- 
taba que  hablaría  con  sus  parientes  é  hija.  La  familia  de  la  no- 
via se  reunía,  daban  su  consentimiento,  y  á  los  cuatro  dias  que 
tornaban  tercera  vez  las  cihuatlanque,  daban  por  último  el  apete- 
cido sí:  el  padre  de  la  novia  pasaba  también  á  participarlo  á  su 
consuegro.   De  nuevo  volvían  los  adivinos  para  señalar  el  dia 
del  matrimonio,  escogiéndose  alguno  de  estos  cinco  signos  bien 
acondicionados,  Acatl,  Ozomatli,  Cipactli,  Cuauhtli  ó  Calli.  Las 
cihuatlanquey  "demandadoras  de  mujer,  negociadoras  de  casa- 
mientos," daban  sus  embajadas  acompañadfiís  de  regalos,  y  ajus- 
tado el  contrato,  pactaban  los  bienes  que  los  novios  llevarían 
cada  uno  de  por  sí. 

Para  el  dia  de  la  boda  se  preparaba  un  gran  convite;  temprano 
llegaban  los  mancebos  con  sus  maestros,  al  medio  dia  entraban 
los  convidados,  dándoseles  profusamente  de  comer,  flores  y  ca- 
ñas para  fumar,  acaydl;  cada  uno  de  ellos  ofrecía  junto  al  fuego 
algún  don  según  su  clase,  y  los  más  pobres  sólo  maíz.  Entretan- 
to en  la  casa  de  la  novia,  hacia  la  tarde,  bañábanle  componién- 
dole los  cabellos,  vestíanla  galanamente,  componíanla  brazos  y 
piernas  con  plumas  coloradas,  pegándola  marmajita  sobre  el 


V 

« 


r 
j 


223 

miro,  ó  bien  I03  polvos  amarillos  del  ieccmhvixUL  Colocada  so- 
bre una  estera,  petatly  cerca  del  hogar,  los  ancianos  le  hacían  ra- 
sonamientos  para  que  supiera  cumplir  los  nuevos  deberes  de  su 
estado,  á  lo  cual  respondía  ella  dando  las  gracias.  A  la  puesta 
del  flol,  llegaban  de  tropel  los  parientes  del  mozo,  demandando 
á  la  doncella.  Una  matrona  destinada  al  efecto  tendía  en  el  sue- 
h  uta  manta  cuadrada,  dicha  tUlquemiíl.,  se  ponía  en  ella  de  ro- 
dillas la  novia»  y  recogiendo  las  pxmtas  se  la  echaba  á  la  espalda; 
ks  doncellas  amigas  encendían  teas  de  ocofl^  y  precediendo  las 
InosB,  formado  el  cortejo  en  forma  procesional,  acompañando 
todos  los  parientes,  atravesaban  las  calles  hasta  la  morada  del 
iBflaefeoebo. 

La  casa  estaba  adornada  con  ramas  y  flores,  lo  mismo  que  la 
sala  principal;  en  el  medio  de  ésta  se  colocaba  una  estera  fina 
labrada  de  coloares,  cerca  del  hogar,  que  estaba  enc^idido,  y  jun- 
to al  cual  había  una  vasija  con  oopalii;  delante  de  la  estera  algu- 
oas  viandas.  Llegada  la  desposada  á  la  puerta  de  la  calle,  y 
bajada  del  üSquemiÜ  se  ponía  en  pié;  el  novio  salía  á  su  encuen- 
too,  sahumábanse  uno  al  otro  con  braserillos  en  que  se  ponía 
oopalUf  y  tomándose  por  la  mano  penetraban  hasta  la  sala,  sen- 
tándose sobre  la  estera,  la  mujer  á  la  izquierda  del  varón:  lospa* 
rientes  cada  uno  del  lado  de  su  familia,  los  demás  concurrentes 
por  eA  resto  de  la  cámara.  La  suegra  de  la  novia  vestía  á  ésta  un 
htdpiUi,  y  le  ponía  delante  un  eueUl,  enaguas;  la  suegra  del  novio 
ponía  á  éste  una  manta,  anudada  sobre  el  hombro,  dejándole  de- 
lante un  maxÜaíL  Aunque  alguno  dice  que  los  sacerdotes  inter- 
venían en  aquel  acto,  lo  más  seguro  parece  que,  en  aquella  sazón 
se  adelantaban  las  casamenteras  llamadas  titici,  y  ataban  la  manta 
del  novio  con  el  huipilli  de  la  novia;  era  el  acto  solemne,  el  sím- 
bolc>  de  que  quedaban  unidos  á  perpetuidad.  Después  de  un  rato 
desanudaban  las  ropas  de  los  esposos,  daban  juntos  siete  vueltas 
si  rededor  del  hogar,  ponían  copalli  en  honra  de  los  dioses  y  co- 
locados de  nuevo  en  sus  asientos  se  ofrecían  regalos.  La  madre 
del  esposo  llegándose  á  su  nuera  la  lavaba  la  boca  dejándole 
ddante  algunas  viandas,  entre  ellas  tamaUi  y  el  mcUi  llamado 
OaknUli;  el  esposo  x>onía  en  la  boca  de  su  consorte  los  cuatro 
primeros  bocados  de  la  comida,  á  lo  cual  correspondía  poniendo 
en  la  boca  del  varón  los  cuatro  segundos  bocados.  Mientras  los 
comensales  en  el  patio  se  entregaban  al  rumor  de  1^  danza,  las 


224 

(itici  llegaban  á  los  esposos  á  la  cámara  nupcial  y  los  dejalMUí 
solos.  (1) 

Cuatro  días  quedaban  encerrados,  sin  salir  más  de  á  sus  nece- 
sidades personales,  y  al  medio  dia  y  á  la  media  noche  para  ofce^ 
cer  incienso  y  comida  á  los  dioses.  A  la  cuarta  noche  Tenían  dos 
sacerdotes  y  aparejaban  el  lecho  x>oniendo  juntas  dos  esteras 
finas,  en  medio  unas  plumas  y  un  chalchihuiü^un  pedazo  de  cuero 
de  tigre,  y  á  las  cuatro  partes  unas  cañas  verdes  y  puntas  de 
maguey,  para  sacrificarse  la  lengua  y  las  orejas.  Aquella  noche 
se  consumaba  el  matrimonio.  Al  dia  siguiente  sacaban  las  este- 
ras, sacudiéndolas  fuertemente  en  el  patio;  los  esposos  se  baña- 
ban sentados  en  unas  esteras  de  juncia  verde,  echándoles  el  agua 
un  sacerdote  como  si  fuera  otro  bautismo;  poníanles  ropas  nue- 
vas y  dándoles  un  incensario  sahumaban  á  los  dioses.  La  esposa 
se  ataviaba  con  plumas  blancas  en  la  cabeza,  y  pies  yl)razos  con 
pluma  colorada.  A  los  señores  y  principales  les  bañaban  con  un 
plumaje,  á  honra  del  dios  del  vino  TezcatzoncatL  Al  dia  siguien- 
te, las  esteras  y  ropa,  cañas,  púas  y  manjares,  eran  llevados  al 
teocalli  y  presentados  como  en  hacimiento  de  gracias.  Durante 
aquellos  dias,  los  convidados  permanecían  en  la  casa  en  regoci- 
jos y  festines.  (2) 

Si  en  la  cámara  nupcial  hallaban  carbón  ó  ceniza  tenían  por 
agüero  de  que  no  vivirían  larga  vida,  al  contrario  de  lo  que  pen- 

(1)  Lord  Eingsborough,  lám.  LXII,  en  la  parte  inferior.  La  novia  llevada  á  cues- 
tas por  la  matrona  (25),  escoltada  por  las  doncellas  sus  amigas  con  las  teas  encendi- 
das (23,  24,  26,  27);  la  sala  del  convite  con  la  estera  (18),  sobre  la  cnal  están  Bentados 
el  novio  (14)  y  la  novia  (12)  en  el  momento  de  tener  anudados  los  vestidos;  cerca  se 
distinguen  el  copalli  (13)  y  el  hogar  (11)  con  fl  fuego  encendido,  símbolo  de  la  feli- 
cidad doméstica  y  de  la  fecundidad,  al  lado  de  la  desposada  los  padres  y  parientes 
varones  (10  y  16);  al  lado  del  esposo  las  madres  y  parientas  mujeres.  (15  y  20):  ex- 
presan el  convite  e\ekÍquihuiU(\l')\[ib'no  de  tamaM óhoWon  de  maíz;  el  mukaoBUl  (19) 
con  una  pierna  y  la  cabeza  del  kueccohtl;  el  taoteoeolü  (hoy  chochocol,  vasija  de  que 
usan  los  aguadores)  con  el  octU  (21)  y  el  scicattt  para  beberlo  (22).  Era  platillo  consa- 
grado para  aquella  fiesta  el  tlatoniüif  guisado  de  chile  (mvlli,  hoy  mole)  con  la  carne 
del  guajolote.  A  través  de  los  siglos  transcurridos  quedan  todavía  entre  los  indíge- 
nas y  clases  pobres,  restos  de  aquellas  costumbres  que  se  traslucen  al  medio  de  las 
ceremonias  cristianas:  lo  relativo  á  manjares  es  casi  todavía  como  en  los  tiempos 
primitivos,  supuesto  que  aiín  conservan  las  mismas  viandas  como  fondo  de  alimen- 
tación. 

(2)  P.  Sahagun,  tom.  I,  pág.  81-83;  tom.  11,  pág.  152-160.  Mendieta,  lib.  II, 
cap.  XXV.  Torquemada,  lib.  Xm,  cap.  V  y  VI.  Acosta,  lib.  V,  cap.  XXVII.  Expli- 
cación del  0<5dice  de  Mendoza,  en  Lord  Eingsborougb,  Ac. 


225 

sabftD  si  el  encuentro  era  de  nn  grano  de  maíz  ú  otra  semilla.,  (1) 
Los  méxica  se  mostraban  muy  celosos  de  la  integridad  de  sus 
esposas,  y  si  no  las  encontraban  cual  debían,  lo  hacían  público 
con  palabras  afrentosas  y  gran  vergüenza  de  la  mujer,  de  sus  pa- 
dres y  parientes;  pero  si  ella  había  conservado  su  honestidad, 
había  gran  fiesta,  dádivas,  ofrendas  á  los  dioses,  y  un  gran  con- 
vite en  la  casa  de  cada  uno  de  los  cónyuges.  (2) '^Todavía  hoy,  en 
los  pueblos,  se  tiene  muy  en  cuenta  la  pureza  de  la  novia,  y  caso 
contrario  se  hace  pública  su  deshonra  por  medio  de  manifesta- 
ciones cuyo  significado  es  conocido.  (3) 

Las  ceremonias  del  matrimonio  variaban  §ntre  algunas  tribus. 
En  Ichcatlan,  quien  quería  casarse  era  conducido  al  templo  por 
los  sacerdotes,  le  cortaban  un  mechón  de  cabellos  y  enseñándo- 
los al  pueblo  exclamaban:  ^'Este  quiere  casarse."  Bajaba  enton- 
ces las  gradas,  tomando  por  suya  la  primera  mujer  libre  que 
encontraba,  teniéndola  como  destinada  por  los  dioses  para  su 
con^panera:  debe  pensarse  que  las  doncellas  que  no  apetecieran 
aquel  esposo,  no  se  acercarían  por  las  inmediaciones  del  teocalli. 
&i  la  Mixteca  cortaban  una  guedeja  de  cabellos  á  cada  uno  de 
los  novios,  los  hacían  tomarse  por  las  manos  y  les  anudaban  las 
ropas;  para  finalizar  la  ceremonia,  el  esposo  tomaba  acuestas  á 
la  mujer  llevándola  breve  espacio,  tal  vez  como  expresión  de  la 
nueva  y  dulce  y  pesada  carga.  (4)  Las  mujeres  otomíes,  mozas  y 
nejas,  andaban  siempre  pulidas  y  galanas,  emplumadas  con  pin- 
inas coloradas  pies,  piernas  y  brazos,  afeitados  los  rostros  con  el 
betún  del  tecomhuiü  y  color  encima,  teñidos  los  dientes  de  negro. 
Desde  muy  tiernos  casaban  á  los  muahachos  con  niñas  de  su  edad^ 
"y  i  los  que  regían,  gobernaban  y  eran  principales,  les  pedían  sus 
"lujas;  y  si  alguna  de  ellas  era  mujer  hecha  y  no  la  habían  pedi- 
"^,  para  que  no  se  le  pasase  la  vida  sin  tener  hijos,  la  daban  co- 
"mo  en  don  los  principales  sin  ser  pedida  ó  le  pedía  marido  con 
'qtrien  casarla."  (5)  Los  otomíes  tenían  libertad  de  juntarse  con 
las  solteras;  cesaba  aquel  abuso  después  del  matrimonio.  En  la 
primera  noche  de  las  bodas  podía  el  marido  repudiar  á  su  mujer, 

(1)  Mendieta,  pág.  128.  Torqnemada,  tom.  U,  pág.  416. 

(2)  Aeosta,  tom.  II,  pág.  72. 

(3)  Véaae  Veytia,  tom.  II,  pág.  26-7. 

(4)  Torquemada,  Mb.  XHI,  cap.  V. 

(5)  P.  Sahagun,  tom.  III,  pág.  127-28. 

29 


226 

mas  dándose  por  satisfecho  no  podía  ya  abandonarla.  Batificado 
así  el  consorcio,  hacían  retirada  penitencia  por  veinte  ó  treinta 
dias  en  satisfacción  de  sus  pasadas  faltas.  (1) 

Los  méxica  eran  polígamos.  Principalmente  los  reyes  y  seño- 
res tenían  cantidad  de  mujeres;  mas  para  ofrecer  siempre  el  con- 
traste, una  sola  era  considerada  como  esposa  legítima,  recibiendo 
como  tal  honores  y  distinciones,  mientras  las  demás  eran  reco- 
nocidas únicamente  como  concubinas.  De  aquí  resultaba  en  los 
palacios  de  los  grandes  una  especie  de  harén,  cuya  guarda  esta- 
ba confiada,  en  lugar  de  los  eunucos  turcos,  á  enanos  y  corcoba- 
dos,  contrahechos  y  desagradables. 


(1)  Clavigero,  tom.  I,  pag.  293. 


CAPITULO  II. 


Edueaeion  de  la  juventud.— El  Calmecac,— Víase  sacerdotal, — Rentas  de  los  teocalli. 
^  Traje, — VncUyti. — Categorías, — Sacerdotes  guerreros, — Trabemos  y  oetipaciones, 
—Vida  y  costumbres. — órderies  Tnonásticas.'—TelpochUliztlL.—Tlamacaecoyotl, — 
Monges  de  Centeotl"  Los  reclutas.'— Edu^cacion en  el  TelpuehcalU,— Armas  ofensi- 
vas y  defensivas. — Estandartes. —Milsica  guerrefra, — Organización  del  ejército,'^ 
MarcfiCís, — Combate. — Cautivos. — Orados  militares  y  modo  de  alcanzarlos. — Órde^ 
nes  militares.  --Postas  y  correos. — Vuelta  del  ^ército. 


NUESTRO  guía  nos  conduce  ahora  á  la  educación  que  á  los 
jóvenes  se  daba  en  los  gimnasios  y  seminarios:  reúne  lo 
relatívo  al  Calmecac  y  al  Telpuchcalli;  mas  nosotros  lo  tratare- 
mos separadamente. 

No  eran  admitidos  en  el  Calmecac  mas  que  los  hijos  de  los  no- 
bles y  gente  principal  Los  padres,  como  ya  vimos,  ofrecían  el 
niño  recien  nacido  á  los  sacerdotes  de  los  templos,  á  nombre  de 
Quetzalcoatl  ó  Tilpotonqui,  y  una  vez  aceptado,  permanecía  en 
su  casa  hasta  la  edad  competente.  Dos  géneros  de  educandos 
había  en  la  casa;  los  unos  que.seguían  la  vida  sacerdotal  hasta 
morir  en  ella,  los  otros  que  sólo  recibían  la  enseñanza  religiosa 
y  civil,  separándose  del  seminario  cuando  querían  casarse:  á  to- 
dos indistintamente  se  daba  la  misma  educación.  En  cada  lugar 
variaba  el  número  de  los  alumnos,  en  razón  de  la  importancia  de 
la  población  y  del  teocalli. 


228 

Llevado  el  muchacho  al  Calmecac,  los  padres  ofrecían  á  Que- 
tzalcoatl  papeles,  incienso,  maxüaily  sartales  de  piedras  y  plumas 
ricas;  los  novicios  tañían  los  instrumentos,  pintaban  de  negro  el 
rostro  y  cuerpo  del  nuevo  hermano,  poníanle  al  cuello  unas  cuen- 
tas de  palo  llamadas  ÜacopaHi  y  le  sacrificaban  de  las  orejas  á 
honra  de  Quetzalcoatl.  La  disciplina  de  la  casa  era  áspera  en  de- 
masía. Por  vestido  llevaban  los  alumnos  el  maxtJafl  y  una  sola 
manta  fina  y  blanca  de  algodón;  la  cama  era  dura,  el  alimento 
parco:  las  órdenes  dadas  por  los  superiores  eran  cumplidas  exac- 
tamente sin  que  fuera  obstáculo  la  estación,  la  hora  ó  las  intem- 
peries. Dormían  separados;  comían  de  lo  que  en  el  Calmecac  se 
guisaba,  y  si  de  sus  casas  les  llevaban  los  alimentos,  se  hacían 
comunes;  no  podían  separarse  un  punto  del  seminario. 

Levantados  antes  de  la  salida  del  sol,  barrían  y  limpiaban  el 
templo;  tenían  aseados  y  listos  los  objetos  relativos  al  culto  y 
sacrificios;  iban  al  campo  á  traer  las  púas  de  maguey  para  las 
penitencias,  la  leña  para  alimentar  el  fuego  sagrado;  trabajaban 
en  reparar  los  edificios  y  teocalli.  Concluido  el  trabajo  se  retira- 
ban al  monasterio,  bañábanse,  se  entretenían  en  ejercicios  de 
penitencia,  y  á  las  once  de  la  noche  cada  uno  salía  al  lugar  de  su 
devoción,  á  dejar  clavadas  en  bolas  de  heno  las  púas  de  maguey 
con  que  se  había  sacrificado.  El  soberbio,  el  desobediente,  el  que 
ofendía  á  otro  era  castigado  severamente,  consistiendo  aquellos 
castigos  en  azotar  con  ortiga,  punzar  con  las  puntas  de  maguey 
las  orejas,  costados  y  cuerpo,  y  otros  aun  más  fuertes:  al  borracho 
é  incontinente  le  daban  garrote,  le  quemaban  vivo  ó  asaeteaban. 
Bañábanse  á  la  media  noche  como  los  sacerdotes,  guardaban  los 
ayunos  con  todo  el  rigor  pedido  por  el  rito,  orando,  sacrificándose 
el  cuerpo,  y  poniendo  en  práctica  los  preceptos  religiosos. 

Enseñábanles  á  hablar  con  retórica  y  urbanidad;  aprendían  los 
cantos  sagrados  destinados  á  los  dioses,  'los  cuales  versos  estaban 
escritos  en  sus  libros  por  caracteres,"  es  decir,  que  les  enseñaban 
la  lectura  y  escritura  de  los  jeroglíficos,  así  como  las  combinacio- 
nes de  la  astrología  y  la  cuenta  de  los  años  y  del  calendario. 
Vivían  castamente,  comían  con  templanza,  jamas  mentían,  eran 
devotos  y  temían  á  los  dioses.  Llamábanse  teotlamacazque,  ^'man- 
cebos ó  mozos  divinos,  ó  mancebos  donceles  de  dios."  Cada  cin- 
co años  tenía  lugar  la  promoción  de  grados,  es  decir,  que  según 


/ 


229 

los  méritos  de  cada  ano  era  subido  á  mayor  logar  en  la  escala 
sacerdotaL  (1) 
La  clase  de  los  sacerdotes  era  muy  numerosa.    No  podemos 

fijar  la  cantidad  precisa;  pero  si  se  atiende  á  que  Torquemada 
sabe  á  cuarenta  mil  los  teocali!  en  el  imperio  y  que  en  relación 
de  la  importancia  de  las  poblaciones  era  el  número  de  los  minis- 
tros, elevándose  á  cinco  mil  en  sólo  el  templo  mayor,  no  parecerá 
eiagerada  la  cifra  de  un  millón  adoptada  por  Clavigero.  (2)  Para 
el  mantenimiento  de  ellos,  y  gastos  de  reparación  de  los  edifi- 

(1)  Sahagan,  tom.  I,  pág.  271-7C.  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  XL  Los  educandos 
del  Gafanecac  y  del  Telpuohcalli  se  ocupaban  en  barrer  los  teocaUi  y  casas  (1);  traer 
tuSin  (2)  para  adornos  6  usos  domésticos,  púas  de  maguey  (3)  para  las  penitendasy 
OMtí  ó  carrizo  (4)  para  las  enramadas  y  sacrificios,  troncos  para  lefia  (5),  cortezas 
verdes  (6)  ó  secas  (7)  para  atizar  el  fuego  sagrado,  ramas  de  árboles  (8)  para  las  com- 
poetaras  y  adornos. 

Peculiar  al  Calmecac  vemos  un  sacerdote  (9)  punzando  al  novicio  con  púas  de 
nttgvey  (10),  ya  para  acostumbrarle  á  sacrificarse  el  cuerpo,  ya  castigando  alguna 
falta.  Dos  sacerdotes  (11  y  18)  punzan  con  púas  de  maguey  el  cuerpo  del  novido  (12), 
eastigándole  por  haber  permanecido  por  tres  días  en  su  casa  (14)  sin  venir  al  mo- 
ittsleiio. 

Esto  dice  la  lámina  LXin  del  Oódice  Mendooino;  en  cuanto  á  la  LXIY;  un  sacer- 
dote  (2)  va  en  marcha  para  el  sacrificio;  conduce  en  una  mano  el  tlemaUl  con  el  fue- 
go y  en  la  otra  la  bolsa  del  copalU  6  incienso;  carga  á  la  espalda  el  vaso  con  belefio 
reqiterido  en  ciertos  ritos,  y  las  caftas  para  el  sacrificio  personal;  sigúele  im  novi- 
cio (1)  con  la  escoba  para  barrer  y  la  ofrenda. 

ün  alumno  (4)  canta  y  toca  el  teponaztli  á  la  hora  de  media  noche  (8),  según  lo 
prevenido  en  el  ritual 

Otio  (6)  está  en  observación  del  cielo  para  determinar  la  media  noche  (5).  Gare- 
<¿eiido  aquellos  pueblos  del  reloj,  se  dirigían  para  marcar  las  horas,  por  el  sol  durante 
d  dia,  en  la  noche  por  las  estrellas.  Dice  la  estampa,  con  el  símbolo  estrella  unido 
¿ojo  por  la  línea  de  puntos,  que  colocados  en  lo  alto  de  los  templos  los  observado- 
res seguían  atentamente  el  movimiento  de  los  astros,  y  por  su  posición  daban  la 
Befiil  para  las  distribuciones.  Debían  de  tener  algún  medio  para  gobernarse  durante 
las  noches  en  que  el  cielo  estaba  entoldado  por  las  nubes,  ya  por  las  costumbres  de 
datos  animales,  ya  por  el  color  del  fuego  en  hd  fogatas,  como  lo  practican  las  gen- 
tes de  la  frontera. 

Los  novicios  (7)  no  estaban  exceptuados  de  ir  á  la  guerra:  seguían  á  su  sacerdote 
coadaotor,  llevando  el  dardo  <5  lanza  en  la  mano,  á  la  espalda  el  escudo,  arco  y  fie* 
cbtt  y  el  equipaje  de  su  superior. 

Obhgaoion  de  los  novicios  era  reeojer  y  prepararlas  caftas  para  los  sacrificios  (12). 
OoKMk)  algnno  de  ellos  (15)  faltaba  á  la  castidad  con  alguna  mujer  (16),  los  supe- 
óttOB  (18  y  16)  le  imponían  mny  duras  penitencias,  punzándole  con  púas  de  ma- 
g^.  Era  también  de  su  deber  (20)  reparar  y  conservar  los  templos  de  dentro  y 
hen  de  la  ciudad.  (21) 

(2)  Hist,  antig.,  tom.  I,  pág.  249. 


280 

cios,  los  templos  tenían  la  propiedad  de  grandt^s  tierras;  colonos^ 
terrazgueros  ó  arrendatarios  las  labraban,  contribuyendo  con 
víveres  de  toda  clase,  bebidas,  leña  y  carbón,  copalli  y  lo  necesa- 
rio para  el  culto,  teniéndose  los  pueblos  y  gente  ocupada  en  este 
cultivo  como  muy  honrados  y  estimados.  A  tiempos  del  año  vi- 
sitaban los  minÍ8tros;[su8  heredades,  ya  para  ^reglar  la  admi- 
nistración, ya  para  atender  á  Ic^  necesidades  de  los  trabajadores. 
El  templo  mayor  de  México  disfrutaba  cuantiosos  bienes,  y  en 
Texcoco  quince  pueblos  suministraban  mantenimientos  al  rey  y 
al  templo  por  seis  meses,  siguiendo  con  la  misma  carga  otros 
quince  pueblos  los  seis  meses  inmediatos,  sin  cesar  el  tumo.   Á 
estas  rentas  deben  aumentarse  las  oblaciones  de  los  fieles,  las 
donaciones  de  los  devotos  establecidas  en  las  fiestas  religiosas, 
las  primicias  de  las  sementeras,  los  votos,  &c.   Inmediatos  á  los 
teocalli  había  trojes  y  graneros  donde  se  guardaban  aquellos 
productos;  sacado  lo  que  era  menester,  el  sobrante  se  repartía  á 
los  pobres,  para  lo  cual  había  en  las  grandes  ciudades  como  Mé- 
xico, Tlaxoalla,  Texcoco,  Cholollan  y  otras,  hospitales  donde  se 
curaba  á  los  enfermos  y  acudían  los  necesitados  para  la  distri- 
bución de  los  residuos.    Las  monjas  confeccionaban  la  comida 
de  los  dioses;  muchas  mujeres,  que  servían  fuera  de  la  clausura 
y  no  vivían  en  los  templos,  hacían  de  comer  á  los  ministros  y 
servidores  inferiores.  (1) 

El  nombre  de  los  sacerdotes  era  ieopixqui,  "que  quiere  decir, 
"oficiales  ó  guardas  de  dios,  de  teotl  que  es  dios,  y  pixqid,  que  es 
"guarda  ú  oficial.''  (2)  "Criaban  sus  cabellos  á  manera  de  nazare- 
**nos,  y  como  nunca  los  cortaban  ni  peinaban  y  ellos  andaban 
"mucho  tiempo  negros  y  los  cabellos  muy  largos  y  sucios,  pare- 
"cían  al  demonio.  A  aquellos  cabellos  grandes  llamaban  nopapa, 
"y  de  allí  les  quedó  á  los  españoles  llamar  á  estos  ministros  pa- 
**pas.'^  (3)  En  efecto,  aquellos  ministros  se  dejaban  crecer  el  pelo, 
que  á  veces  les  llegaba  á  los  pies,  trenzándolo  con  cordones  de 
algodón  y  pintándolo  con  tinta  negra.  Aunque  durante  los  baños 
y  abluciones  perdían  el  color,  todas  las  mañanas  se  pintaban 

(1)  Torquemada,  lib.  Vm,  cap.  XX. 

(2)  Torquemada,  11b.  IX,  oap.  m. 

(8)  Motolinia,  Hiat.  de  los  indios,  pág.  45.  Adelante  daremos  la  qne  nos  parece 
Terdadera  etimologíc  de  la  palabra  pa^. 


231 

cnerpo  y  rostro  de  negro  con  una  tinta  formada  del  negro  db 
humo  de  ocotl,  matizándose  con  otros  colores,  principalmente  ocre 
y  almagre.  Sn  vestido  era  una  manta  blanca  fina  de  algodón,  si 
bien  según  los  grados  aquellas  mantas  se  distinguían  por  flecos^ 
listas  ó  labores  negras.  Por  calzado  llevaban  cacñi  (cadesy  saü- 
daBas),  compuestos  de  una  suela  anudada  por  correas  á  la  gar* 
ganta  del  pié.  (1)  usaban  también  de  un  ungüento  particular, 
llamado  teopactli,  remedio  ó  medicina  divina,  para  cuando  iban  & 
sacrificar  á  los  montes  ó  cuevas,  pues  libraba  de  las  fieras;  servía 
también  de  medicina  en  varias  enfermedades.  Becogían  sabaii-^ 
(Kjas  ponzoñosas  como  víboras,  alacranes,  cientopies,  &c.,  y  las 
quemaban  en  un  brasero  delante  del  altar;  la  ceniza  la  revolvían 
con  tabaco,  óldiuhqui,  negro  de  humo,  gusanos,  arañas  y  alacra- 
nes vivos,  y  todo  mezclado  y  machacado  formaba  el  extraño 
menjurge.  (2) 

La  clase  sacerdotal  estaba  organizada  i>or  categorías.  El  jeftí 
supremo  llamábase  Teotecuhtli,  Señor  divino,  y  se  distinguía 
por  la  borla  de  algodón  que  al  pecho  llevaba  colgando;  le  seguía 
en  dignidad  el  Hueiteopixqui,  gran  sacerdote.  (3)  En  Texcoco  y 
Tlaoopan  un  hermano  del  rey  era  el  sumo  pontífice;  en  México 
era  electo  el  más  noble,  virtuoso  y  entendido  de  los  sacerdotes, 
aunque  sin  duda  se  escogía  persona  de  la  casa  real  Motecuhzo- 
laa  y  Cuanhtemoc  desempeñaron  aquella  dignidad;  los  reyes 
méxica  en  las  grandes  solemnidades  hacían  el  papel  de  sacrífiíca- 
dores,  y  se  comprende  que,  al  menos  en  los  últimos  tiempos,  los 
monarcas  de  México  asumían  el  doble  carácter  de  jefes  de  la 
leKgion  y  del  Estado.  El  Teotecuhtli  parece  consagrado  particn- 
lannente  á  las  cosas  civiles;  era  consejero  del  rey,  sin  su  apro- 
bación no  se  declaraba  la  guerra,  é  intervenía  en  los  graves  ne- 
gocios públicos,  ungía  al  rey  electo,  en  las  grandes  y  solemnes 
ocasiones  era  el  sacrificador.  (4)  El  Hueiteopixqui  entendía  di* 
rectamente  en  los  asuntos  rituales. 

El  sumo  sacerdote  entre  los  totonaca,  escogido  entre  seis  de 
los  ministros  más  virtuosos,  era  ungido  en  la  cabeza  con  un  un- 

(1)  Torqnemada,  lib.  IX,  cap.  XXVIII. 

(2)  Aoosta,  lib.  V,  cap.  XXVI. 

(3)  Tcnrqaemada,  lib.  IX,  cap.  III. 

(4)  Torqnemada,  lib.  IX,  cap,  V.  Clavigero,  tom.  I,  pág.  2J50. 


232 

güento  compuesto  de  vüi  j  sangre  de  niños  sacrificados;  (1)  lla- 
mábase á  esto  uncio7i  divina. 

El  Mexicatlteohuatzin  tenia  á  su  cargo  el  culto  en  los  pueblos 
y  provincias,  su  distintivo  era  un  incensario  y  una  talega  con 
copalli:  tenia  dos  coadjutores,  el  Huitznaoateuhuatzin  y  el  Te- 
panteuhuatzin.  El  Tlaquimiloltecuhtli,  cuidador  de  los  tesoros 
de  la  iglesia;  TUllancalcatl,  que  disponía  de  los  ornamentos  y 
vasos  sagrados;  Tlapixcatzin,  ordenador  de  los  cantos  é  hinmos 
religiosos;  Tlamacazcateotl,  director  de  los  estudios  de  los  man- 
cebos; (2)  el  Epcualiztli,  ó  como  corrije  Clavigero,  Epcoacuiltzin, 
maestro  de  ceremonias  ó  arreglador  de  las  fiestas;  Meloncotehua, 
que  entendía  en  el  servicio  del  templo;  Cinteutzin,  superior  de 
los  monjes  del  templo  de  Xilomen;  Atempateohuatzin,  presidía 
á  los  ministros  de  la  diosa  Toci;  Tecaumanteohua,  asistente  del 
templo  del  fuego;  Tezcatzoncatlometochitli,  sacerdote  del  dios 
del  vino,  con  su  vicario  Ometochtliiyauhqueme,  &c.,  &c.  (3)  Se- 
guían empleados  inferiores  como  tañedores,  cantores,  sacrista- 
nes, mozos,  y  en  cada  calpulli  ó  barrio  existía  un  ministro  que 
hacía  veces  como  de  párroco. 

Los  sacerdotes  acompañaban  á  los  ejércitos  en  campaña,  ya 
para  desempeñar  los  sacrificios  é  interpretar  los  agüeros,  ya  pa- 
ra combatir  en  defensa  de  los  dioses:  había  también,  por  conse- 
cuencia, algunas  categorías  militares.  Los  Tlamacaztequihuaque, 
que  habían  hecho  hazañas  en  la  guerra;  Tlamacazcayaque,  que 
había  cautivado  un  hombre  en  la  guerra:  éstos  no  vivían  en  los 
templos,  mas  acudían  á  las  fiestas,  recogiéndose  á  hacer  peni- 
tencia. Los  ministros  cantores  se  decían  Tlamacazquecuicanime; 
los  sacerdotes  menores  Tlamacazteicahuan,  los  muchachos  sa- 
cristanejos  Tlamacatoton.  (4) 

Los  jóvenes  del  Calmecac,  que  seguían  la  carrera  eclesiástica, 
pasaban  por  diversos  grados.  El  inferior  tlamacazto,  especie  de 
acólito;  tlaniacazqui,  diácono;  tlananiacaCf  sacerdote:  de  éstos  se 
nombraba  un  jefe  superior  ó  pontífice,  llamado  Quetzalcoatl,  que 
aunque  plebeyo,  fuera  el  más  virtuoso  y  entendido,  haciéndose 
la  elección  por  el  rey  y  los  principales.   Otros  dos^  grandes  sa- 

(1)  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  VII. 

(2)  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  VI.  P.  Sahagun,  tom.  I,  pág,  218-23. 

(3)  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  X. 

(4)  P.  Sahagun,  tom.  I,  pág.  112. 


/ 


r^ 


233 

oerdotes  salían  también  de  ellos;  el  Teotectlamacazqui  consagra- 
do al  servicio  de  Huitzilopochtli,  y  el  Tlaloctlamacazqui  servi- 
dor de  Tlaloc.  (1) 

En  cnanto  á  sns  trabajos  y  ocupaciones,  á  la  salida  del  sol 
ofrecían  sangre  de  las  orejas,  recibiéndolo  con  sacrificio  de  co- 
dornices, música  y  oraciones;  nueve  veces  incensaban  al  astro, 
coatro  de  dia  y  cinco  de  noche,  en  intervalos  casi  iguales.  (2) 
A  los  ídolos  incensaban  al  amanecer,  al  medio  dia,  á  la  puesta 
del  sol  y  á  la  media  noche;  á  esta  hora  tañían  sus  flautillas,  bo- 
cinas y  caracoles,  diciendo  ciertas  oraciones  y  haciendo  peniten- 
cias: eran  como  maitines  á  que  ninguno  faltaba.  (3)  Lavábanse 
la  sangre  en  el  estanque  llamado  Ezapan,  sobre  el  agua  de  san- 
gre, y  las  púas  que  les  servían,  colocaban  en  las  almenas  del  tem- 
plo, clavadas  en  bolas  de  heno,  para  edificación  del  pueblo.  De 
sos  ayunos  y  ásperas  penitencias  hemos  dado  noticia,  aumen- 
tando ahora  que  se  disciplinaban  con  sogas  de  pita  de  maguey 
con  nudos  en  la  punta,  se  azotaban  con  recias  ortigas,  se  daban 
unos  á  otros  golpes  en  la  espalda  con  una  piedra,  se  despeñaban 
de  alguna  altura  para  quebrantarse  el  cuerpo,  y  no  faltaba  quien 
8e  retirara  á  las  sierras  más  agrias  para  hacer  vida  dura  y  peni- 
tente. (4)  El  sumo  sacerdote  se  apartaba  alguna  vez  á  un  monte 
espeso,  por  término  de  nueve  meses  y  un  año,  y  bajo  una  choza 
de  ramas  pasaba  el  tiempo,  sin  comunicarse  con  nadie,  comiendo 
granos  de  maíz  crudo  y  bebiendo  agua,  orando,  sacrificando  ani- 
males, y  sacándose  sangre  del  cuerpo  á  todas  horas  del  dia  y  de 
la  noche,  (6) 

Mostrábanse  solícitos  en  el  cumplimiento  de  sus  deberes  reli- 
giosos, practicando  sacitficios  y  preces  con  diligente  solicitud, 
grande  compostura  y  reverencia;  la  menor  falta  era  castigada  con 
snmo  rigor.  (6)  En  lo  alto  de  los  teocalli  y  en  las  encrucijadas 
de  las  calles,  había  veladores,  que  se  mudaban  por  cuartos  du- 
rante la  noche,  para  advertir,  aquellos  á  los  sacerdotes,  éstos  al 
pneblo,  las  horas  de  distribuciones  para  la  oración,  atizar  los 


(1)  P.  Sabagun,  tom.  I,  pág.  270-77. 

(2)  P.  Sahagun,  tom.  I,  pág.  224. 

(3)  Aoosta,  tom.  I,  pág.  84. 

(4)  AooBta,  Ub.  V,  cap.  XVn. 

(5)  Torquemada,  lib.  IX.  cap.  XXV. 
(S)  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  XXIV. 

30 


234 

fuegos  sagrados,  y  decir  las  alabanzas  prescritas  en  el  ritnaL*  (1) 
de  aquí  el  poco  descanso  de  los  ministros,  quienes  se  acostum- 
braban á  dormir  bien  poco.  "Usaban  también  hacer  procesión 
''en  muchas  de  sus  fiestas,  y  traían  en  andas  las  imágenes  de  los 
"ídolos,  algunas  veces  al  rededor  de  los  cues,  y  otras  veces  por 
"lugares  más  lejos,  y  acudía  todo  el  pueblo  á  estas  procesio- 
"nes."  (2)  Servíanles  para  dar  las  señales  y  convocar  á  los  fieles 
las  flautillas,  bocinas  y  caracoles;  tañían  también  el  huehuetl  y 
el  teponaztli.  A  los  dormilones  despertaban  echándoles  agua 
fría  ó  rescoldo  del  fuego.  Poníanse  orejeras  y  bezotes  á  honra 
de  los  dioses,  llamando  á  estos  actos  Nenacazxapotlaliztli  y  Ne- 
tenxapotlaliztli.  (3)  Los  cantos  y  bailes  diídlrenciaban  en  la  no- 
che y  el  dia,  en  las  diversas  fiestas  y  solemnidades;  (4)  se  tenía 
gran  cuenta  con  aquellos  himnos  sagrados  y  con  las  representa- 
ciones simbólicas,  prescritas  por  el  ritual.  Llevaban  siempre  los 
ojos  bajos,  guardándose  de  alzarlos  á  mujer  alguna;  sn  porte 
era  compuesto  y  recatado,  sus  palabras  mesuradas:  irreprocha- 
bles en  castidad,  se  entregaban  á  las  más  crueles  abstinencias  y 
maceraciones  para  apagar  los  fuegos  del  deseo,  tomaban  bebe- 
dizos para  hacerse  impotentes,  á  fin  de  no  ofender  á  los  dioses, 
y  si  no  bastaba,  se  hendían  el  phallus  para  inutilizarse  por 
completo.  (5) 

Había  otras  reuniones  á  manera  de  órdenes  monásticas.  La 
llamada  Telpochtiliztli,  de  loa  jóvenes,  estaba  instituida  á  honra 
de  Tezcaltlipoca  ó  Telpochtli,  joven  ó  mancebo.  No  vivían  con- 
sagrados en  monasterio,  sino  en  sus  casas,  y  sólo  se  reunían  de 
noche  en  un  edificio  del  barrio:  se  admitían  hombres  y  mujeres, 
los  cuales  andaban  vestidos  galana  y  pulidamente.  Niños  y  niñas 
eran  ofrecidos  por  los  padres  á  la  orden;  cuando  llegaban  á  la 
edad  requerida,  acudían  á  la  congregación  á  la  puesta  del  sol,  y 
asidos  de  las  manos  mozos  y  mozas,  tañían,  cantaban  y  bailaban 
á  honra  del  dios,  hasta  la  media  noche  presididos  por  un  prin- 
cipal que  les  enseñaba  y  doctrinaba:  luego  se  retiraban.  Nada 
pasaba  allí  contra  las  buenas  costumbres,  pues  la  menor  falta 

(1)  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  XXXIV.  Sahagun,  tom.  I,  pág.  215. 

(2)  Sahagun,  tom.  I,  pág.  210. 
(8)  Sahagon,  tom.  I,  pág.  218. 

(4)  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  XXIII 

(5)  Acosta,  lib.  V,  cap.  XVII.  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  XXVI  y  XXIX. 


236 

contra  la  honestidad  quedaba  castigada  con  la  muerte,  irremisi- 
blemente sin  excepción.  La  maestra  de  las  doncellas  se  nombra- 
ba Icbpochtlatoque.  Los  alumnos  no  tenían  otra  obligación  que 
h  dicha,  permaneciendo  en  el  gremio  basta  que  se  casaban.  (1) 

La  orden  Tlamacazcoyotl,  vida  de  penitencia,  servía  á  Que- 
tzalcoatl.  A  los  cuatro  años  de  edad,  los  párvulos  ofrecidos  al 
¡jffltitnto  se  encerraban  á  vivir  en  comunidad,  hombres  y  mujeres 
separados,  bajo  la  vigilancia  de  sus  superiores.  Vestían  pobre- 
mente; bañábanse  á  la  media  nocke,  velando  en  seguida  hasta  las 
dos  de  la  mañana  en  oración  y  penitencia;  para  sacarse  sangre 
con  las  púas  de  maguey  tenían  licencia  de  ir  á  los  montes  á 
sacrificar  á  los  dioses:  trabajaban  en  las  sementeras  de  las  tierras 
del  teocalli,  aunque  los  padres  de  los  alumnos  tenían  obligación 
de  mandarles  el  alimento.  Yivian  recatada  y  limpiamente  hasta 
que  se  casaban.  (2) 

Entre  los  totonaca,  los  monjes  de  Centeotl  no  pasaba  de  cierto 
numero,  escogido  entre  los  anciluios  de  más  de  sesenta  años,  de 
vida  ejemplar  y  austera  virtud.  Vestidos  de  pieles,  dados  á  la 
penitencia;  de  condiHjta  irreprochable,  servían  de  consultores, 
DO  solo  á  la  gente  humilde  sino  á  los  mismos  pontífices  y  reyes. 
Ocupábanse  en  escribir  historias,  las  cuales  enseñaban  y  expli- 
caban al  pueblo  los  sumoasacerdojtes  en  pláticas  y  sermones.  (3) 

El  número  de  los  sacerdotes,  &us  riquezas,  su  comunicación 
con  los  dioses,  su  vida  ejemplar,  los  conocimientos  de  que  eran 
poseedores,  los  hacían  sin  duda  queridos  y  respetados  de  to- 
dos. (4)  Intervenían  en  los  actos  de  la  existencia  del  hombre; 
tomaban  parte  en  los  negocios  públicos  y  no  eran  extraños  á  las 
resoluciones  de  los  grandes;  aconsejaban  y  aun  dirigían  á  los  re- 
jes;  combatían  por  los  dioses  y  por  la  patria  dando  ejemplos  de 
civismo.  Dirigían  la  educación  de  la  juventud:  nobles  y  pecheros, 
grandes  y  chicos,  varones  y  hembraa  tenían  puntos  de  contacto 
eon  el  sacerdocio;  por  más  ó  menos  tiempo  habían  permanecido 
en  los  institutos,  entregados  á  la»  prácticas  piadosas,  llevando 
la  vida  contemplativa,  austera  y  penitente  de  los  monjes.  Ellos 
iaUaban  con  los  dioses,  siendo  los  intermediarios  entre  las  di- 

(1)  Torquemada,  üb.  IX,  cap.  XXX. 

(2)  Torqnemada,  Ub.  IX,  cap.  XXXI. 

(3)  Torquemada,  lib.  IX.  cap.  VIII." 

(4)  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  XVIII. 


236 

vinidades  y  los  hombres.  Sabían  interpretar  los  agüeros;  enten- 
dían el  canto  del  tecolotl,  la  significación  de  la  marcha  de  la  culebra 
y  del  vuelo  de  los  insectos;  (1)  leían  la  suerte  futura  en  las  com- 
plicadas significaciones  del  Tonalamatl,  en  las  enredadas  posi- 
ciones de  los  númenes  celestes:  teófonos,  adivinos  y  profetas, 
debían  influir  poderosamente  en  la  multitud  por  tan  relevantes 
cualidades.  Poseedores  de  las  ciencias,  ninguno  les  podía  hacer 
competencia  en  los  primores  del  cálculo,  en  la  claridad  de  la  es- 
critura, en  los  secretos  complicados  de  la  astronomía,  de  la  teo- 
gonia y  dp  la  astrología  judiciaria.    Sospechamos  que  lo  que  al 
pueblo  se  enseñaba  acerca  de  estos  ramo^  era  trunco  y  confuso; 
sin  duda  que  los  ministros  iniciados  debían  tener  una  escritura 
jeroglífica  muy  cercana  á  la  fonética,  ya  que  podían  conservar  es- 
critos himnos  y  doctrinas,  para  lo  cual  son  insuficientes  los  ca- 
racteres ahora  conocidos:  eran  menester  conocimientos  exactos 
acerca  del  movimiento  de  los  astros,  para  señalar  con  precisión 
el  valor  del  año  trópico,  las  fase^delaluna  y  las  apariencias  del 
planeta  Yénus.    La  repetición  de  las  fiestas,  la  participación  de 
la  multitud  en  las  ceremonias,  la  obligación  de  la  penitencia,  del 
ayuno  y  de  la  oración  á  todas  las  horas  del  dia  y  de  la  noche, 
debían  grabar  hondamente  el  principio  religioso  en  el  ánimo  de 
aquel  pueblo  melancólico  y  meditabundo,  grave  y  soñador.  En- 
tre los  méxica  no  había  casta  sacerdotal.    Faltaba  [que  el  oficio 
pasara  de  padres  á  hijos;  que  por  derecho,  una  fracción  de  aque- 
lla sociedad  revistiera  el  carácter  sagrado.    En  la  clase  azteca 
todos  eran  admitidos  á  la  participación  de  las  gracias  divinas,  y 
la  limpieza  de  costumbres,  las  virtudes  relevantes,  la  sabiduría, 
podían  conducir  hasta  las  más  encumbradas  posiciones. 

La  parte  inferior  de  la  lám.  liXTÍT  (2)  dice,  que  los  muchachos 
á  cierta  edad  (16)  eran  presentados  por  sus  padres  (19)  á  aJgnn 
valiente  soldado,  al  menos  con  el  grado  de  tequihua  (15),  á  fin  de 
que  le  llevara  á  la  guerra.  Admitido  el  encargo,  cuando  la  oca- 
sión llegaba,  se  ponía  en  marcha  (19),  seguido  del  recluta  (18) 
cargado  con  bastimentos  y  fardaje.  Befierese  esto  á  los  mucha* 
chos  que  no  entraban  á  los  institutos  religiosos  ó  civiles,  perte- 
necientes á  la  gente  ínfima  ó  común.  Los  méxica  tomaban  parte 

(1)  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  XVn. 

(2)  Gddioe  Mendocino^n  Lord  Eingsboroogh. 


237 

desde  muy  temprano  en  las  cosas  de  la  milicia.  Como  no  tenían 
faerzas  aún  para  pelear,  hacían  sus  primeras  salidas  bajo  el  am- 
paro de  un  Teterano,  siendo  su  empleo  servir  como  de  paje  y 
eurgar  los  efectos  que  para  ambos  eran  menester.  Así  se  acos- 
tumbraba á  las  marchas,  á  snfrir  la  intemperie,  á  dormir  en  el 
campamento,  y  si  bien  no  combatía,  miraba  de  cerca  al  enemigo, 
86  endurecía  en  la  vista  de  la  sangre,  tcfmaba  ejemplo  de  los  gue- 
rreros para  imitar  sus  hazañas,  é  iba  aprendiendo  la  táctica  y 
organización  del  ejército. 

Pasado  este  episodio,  pasamos  ahora  á  la  educación  en  el 
Telpuchcalli.  Estas  escuelas  para  hombres  y  mujeres  que  perte- 
necían á  lo  que  podremos  llamar  la  clase  media,  estaban  anexas 
á  los  templos;  separados  por  sexos,  vivían  en  comunidad,  ocu- 
pándose en  los  mismos  quehaceres,  recibiendo  la  misma  ense^ 
¿anza  que  los  del  Calmecac,  aunque  no  tan  cerca  de  los  dioses, 
ni  de  las  cosas  sagradas.  Los  hombres  estaban  dirigidos  por  je- 
fes llamados  Telpuchtlato,  guarda  de  los  mancebos.  Pintábanse 
el  cuerpo  de  negro  á  excepción  del  rostro,  vestían  el  maxtlaü,  y 
por  todo  abrigo  la  manta  llamada  dalcaayaily  de  pita  torcida  de 
maguey,  en  forma  ¿e  red  floja  y  rala:  era  éste  el  distintivo  de 
estos  colegios  civiles.  Las  ocupaciones  de  los  alumnos  eran  se- 
mejantes, como  antes  dijimos,  á  las  de  los  novicios,  y  como  pro- 
pías  del  Telpuchcalli  dicen  las  pinturas  del  Cód.  Mendocino, 
lám.  LXiy^  que  los  alumnos  guardaban  continencia;  si  alguien  (10) 
cometía  falta  con  mujer  (9),  los  superiores  (8  y  11)  le  castigaban 
mesándole  los  cabellos,  y  dándoles  de  golpes  con  fuertes  leños, 
al  compás  de  duras  amonestaciones.  Los  ociosos  ó  incorregi- 
bles (18),  eran  castigados  por  mano  de  sus  superiores  (17  y  19) 
eon  quemarles  el  cabello;  la  falta  de  este  adorno  se  tenía  por 
afrentoso.  Obligados  estaban  (20)  á  reparar  los  teocalli  (21),  aca- 
rreando para  ello  los  materiales:  lo  mismo  acontecía  (1)  respecto 
de  las  casas  ó  edificios  públicos.  (1) 

Trabajaban  en  común  tierras  y  heredades  para  su  sustento;  en 
materias  religiosas  guardaban  los  ayunos,  hacían  penitencias, 
sacrificándose  el  cuerpo  en  la  forma  que  la  costumbre  tenía  es- 
tablecido. Terminaban  los  trabajos  hacia  la  puesta  del  sol;  reti- 
rábanse entonces  á  sus  casas,  bañábanse,  se  pintaban  de  nuevo 
el  cuerpo  de  negro,  exceptuando  el  rostro,  poníanse  distintivos 

(1)  Oód.  Mendocino,  lám.  LXV. 


238 

y  adornos  quienes  ya  los  habían  alcanzado,  dirigiéndose  en  se- 
guida al  CuicacalcOy  casa  del  canto,  donde  pasaban  hasta  la  media 
noche  cantando  y  bailando,  para  ir  á  dormir  al  seminario.  Según 
se  colige  de  la  relación  del  P.  Sahagun,  aquella  pureza  de  cos- 
tumbres no  rezaba  con  todos  los  alumnos  igualmente;  los  niños 
estaban  sujetos  á  rigorosa  disciplina;  mas  para  los  mancebos  que 
habían  ido  á  la  guerra,  principalmente  si  habían  ganado  algún 
ascenso,  aquella  disciplina  se  relajaba  un  tanto,  como  consecuen- 
cia de  la  vida  disipada  del  soldado.  A  éstos  seles  permitía  tener 
mancebas,  dándoseles  licencia  para  ir  á  dormir  á  sus  casas.  La 
embriaguez  era  castigada  con  pena  de  muerte.  De  aquellos  semi- 
narios se  retiraban  para  casarse;  para  lograr  su  separación  daban 
al  Telpuchtlato  diez  ó  doce  mantas  grandes  de  las  llamadas  onach- 
tli,  el  jefe  les  hacía  un  largo  razonamiento  recomendándoles  sus 
deberes,  y  quedaban  libres.  Otros  alumnos  había  que  permane- 
cían en  el  colegio  aun  contra  su  voluntad,  hasta  que  una  orden 
del  rey  les  dejaba  libres.  (1) 

Hacia  los  quince  años  de  edad,  (2)  cuando  los  alumnos  eran  fuer- 
tes, al  mando  de  uno  de  los  guerreros  del  Telpuchcalli  (4)  salían 
á  la  guerra  (3),  llevando  el  fardaje  y  armas  de  su  maestro.  (2) 
Así  los  hombres  de  todas  las  clases  de  la  sociedad,  apenas  llega- 
dos á  la  juventud,  comenzaban  la  carrera  militar,  disponiéndose 
á  tomar  parte  en  los  interminables  combates  que  debían  ser  la 
ocupación  constante  de  su  vida  entera.  Los  alumnos  de  los  gim- 
nasios, como  los  demás  ciudadanos,  sólo  podían  abrirse  camino 
á  los  puestos  y  las  dignidades  por  medio  de  hazañas  guerreras. 
No  podían  aspirar,  sino  en  casos  excepcionales,  á  los  lugares 
destinados  á  los  nobles,  mas  mucho  se  encumbraban  si  sabían 
merecerlo.  Subían  á  Tiacauh,  maestro  de  los  mancebos;  Tel- 
puchtlato, jefe  de  los  mancebos;  Tlacatecatl,  Tlacochcalcatl  ó 
Cuauhtlato,  jefes  en  el  ejército  ó  gobernadores  en  los  pueblos,  y 
Achcautli,  especie  de  alguacil  ó  empleado  en  la  administración 
de  justicia.  "De  esta  manera  iban  subiendo  de  grado  en  grado 
"los  mancebos  que  allí  se  criaban,  y  eran  muy  muchos  los  que 
"se  educaban  en  las  casas  de  Telpuchcalli,  porque  cada  parro- 
"quia  (barrio)  tenía  quince  ó  diez  casas  de  Telpuchcalli."  (3) 

(1)  Sahagau,  tom.  I,  pág.  2G6-71.  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  XII. 

(2)  Cód.  de  Mendoza,  lám.  LXV. 

(3)  Sahagun,  tom.  I,  pág.  2(\0. 


239 

Los  peoheros  estabau  obligados  á  los  trabajos  serviles.  Dice 
el  Códice  (1)  que  el  tecnhtli  (6)  encargado  de  las  obras,  emplea 
á  los  plebeyos  (5)  en  la  reparación  y  construcción  de  los  caminos 
públicos  (8),  y  de  los  teocalli  deteriorados  (7).  Simboliza  este 
trabajo  la  coa^  madero  largo,  duro  y  puntiagudo,  empleado  en 
remoTer  la  tierra  en  las  faenas  agrícolas  ó  de  ingeniería.  Las  dos 
líneas  paralelas  con  huellas  del  pié  humano  indican  camino,  ca* 
Ue,  calzada;  el  símbolo  agua,  atravesado  por  las  lineas,  caüal  con 
puente.  El  símbolo  que  acompaña  al  figurativo  teocalli,  tiene  el 
Talor  fónico  de  zozoUic,  cosa  usada  y  vieja. 

'EA  guía  que  nos  conduce  nos  pone  ahora  delante  los  grados 
militares;  antes  dé  encargarnos  de  la  descifracion  de  la  pintura, 
tenemos  que  entrar  en  algunos  pormenores.  Las  armas  ofensivas 
de  los  mexica  eran  de  varias  clases.  El  arco,  tlahuifoUi,  de  made- 
ra elástica,  con  la  cuerda  de  nervios  de  animales  ó  de  hilo  de 
pelo  de  ciervo:  algunos  había  de  cinco  pies  de  cuerda.  La  flecha, 
mitl,  el  astil  de  madera,  armado  de  un  hueso,  espina  recia  de 
peacado,  ó  punta  labrada  de  pedernal,  tecpactl^  ú  obsidiana,  itüli. 
Dieese  que  los  flecheros  de  Tehuacan  eran  tan  diestros,  que 
disparaban  con  acierto  dos  y  tres  saetas  á  un  tiempo.  (2)  De  los 
tarahumares  y  Maquis  se  asegura,  que  puestos  en  circulo  algunos 
flecheros,  arrojan  al  aire  una  mazorca  de  maíz  y  ñola  dejan  caer 
basta  que  á.  tifos  le  quitan  los  granos;  cuanto  tiempo  quieren 
mantienen  en  el  aire  una  moneda  mediana.  (3)  Conforme  á  un 
autor,  (4)  ponían  en  las  flechas  espinas  del  pez  lihiza  que  son  en- 
conadas. Debemos  advertir,  que  fuera  de  los  seris,  tribu  de  So- 
nora, las  naciones  de  raza  nahoa  no  usaban  saetas  emponzoñadas; 
entre  los  méxica  sería  contrario  á  sus  mismas  instituciones.  La 
guerra  se  emprendía  para .  hacer  prisioneros  que  sacrificar  á  los 
dioses,  y  matar  á  los  cautivos  era  privarse  del  fruto  de  la  victo- 
ria. La  lanza,  kpuziopilliy  el  asta  de  madera  fuerte  ú  oiatli,  con 
punta  de  pedernal  ó  cobre:  las  picas  de  algunos  de  Chiapan  y  de 
loB  de  Chinantla  medían  hasta  diez  y  ocho  pies  de  largo:  estos 
últimos  acudieron  al  socorro  de  Cortés  cuando  salió  contra  Nar- 

(1)  Gód.  de  Mendoza,  lám.  LXV. 

(2)  Torqaemada,  lib.  XIV,  cap.  III. 

(3)  davigero,  tom.  1.  pág.  332,  nota. 

(4)  Herrera,  dec.  n,  lib.  VU,  cap.  XI. 


240 

vaez.  En  flechas  y  lanzas  la  moharra  se  aseguraba  al  palo  con 
nervios  j  gomas  ó  resinas  apropiadas.  La  honda,  temaUatl,  con 
la  cual  alcanzaban  muy  lejos.  La  maza,  porra  ó  clava,  cnaúkólólK, 
claveteadas  con  cobre  y  oro  si  se  quiere,  mas  no  con  fierro  como 
por  descuido  dice  Ixtlilxochitl,  (1)  pues  este  metal  no  fué  em- 
pleado por  los  aztecas.  Del  dardo,  asegura  Olavigero,  (2)  que  iba 
atado  al  brazo  por  un  amiento,  á  fin  de  cobrar  el  arma  después 
de  haber  herido,  nos  figuramos  que  se  refiere  á  la  fisga,  feg>íHt 
yojcatepuzo  icmichmaloy  que  así  servía  para  tomar  el  pescado  como 
de  arma  arrojadiza.   Los  dardos  llamados  tlacochtli  se  ''tiran  con 

una  ballesta  hecha  de  otro  palo.   " Algunos  dardos  tienen 

tres  puntas  con  las  que  hacen  tres  heñidas.''  (3)  No  hemos  en- 
contrado descripción  de  esta  especie  de  ballesta,  mencionada  en 
otros  lugares.  Llamábase  atlatl;  parece  inventada  por  los  méli- 
ca durante  su  mansión  en  Atlacuihuayan  (Tacubaya),  cuyo  nom- 
bre significa,  en  donde  se  cogió  ó  inventó  el  atlatl.  Esta  opinión 
del  Sr.  D.  José  Femando  Bamírez  la  vemos  confirmada  en  la 
pintura  publicada  por  Mr.  Aubin  en  París;  el  nombre  Atlacui- 
huayan está  expresado  jeroglíficamente  por  el  atlatt;  ignoramos 
cuál  fuese  su  mecanismo.  El  mactiakuiüy  palo  de  la  mano,  llama- 
do por  los  castellanos  macana  (4)  ó  espada.  "Tiene  también  es- 
padas, dice  un  testigo  ocular  (5)  "que  son  de  esta  manera:  hacen 

(1)  Kelaciones.  MS. 

(2)  Hist.  antig.,  tom.  I,  pág.  333. 

(3)  M  (Conquistador  anónimo,  apud.  García  loazbaloeta,  Doc.  tom.  I,  pág.  875. 

(4)  Creímos  alguna  vez  que  la  palabra  macana  era  corrupción  de  la  voz  mexicana 
jnacuahuitl;  es  un  verdadero  error,  porque  macana  pertenece  á  la  lengua  de  las  is- 
las. Fr.  Bartolomé'  de  las  Gasas,  Historia  de  las  Indias,  lib.  I,  cap.  95,  describiendo 
las  atmas  de  los  insulares,  escribe:  ''Y  unas  como  espadas,  de  forma  de  una  paleta 
basta  el  cabo,  y  del  cabo  á  la  empuñadura  se  viene  ensangostando,  no  aguda  de  los 
cabos,  sino  chata;  estas  son  de  palma,  porque  las  palmas  no  tienen  las  pencas  como 
las  de  acá,  sino  lisas  6  rasas,  y  son  tan  duras  y  pesadas,  que  de  hueso,  y  cuasi  de 
acero,  no  pueden  ser  más:  llámanlas  macanas."  El  mismo  Casas,  Hist.  apologética, 
cap.  15,  hablando  de  ciertas  palmas,  6áce:  "Son  huecas,  pasados  dos  buenos  dedot 
de  gordo,  que  tiene  lo  que  digo,  que  es  muy  dura,  y  están  llenas  de  unas  hilachas, 
las  cuales  quitadas,  que  se  quitan  y  sacan  fácilmente,  quedan  como  una  culebrina  <5 
bombarda,  que  suelen  servir,  enteras,  6  partidas  por  medio,  de  canales  por  donde 
venga  el  agua  para  edificios,  en  especial  donde  se  hace  el  aziícar,  que  se  llaman  in- 
genios: de  esta  manera  hacían  los  indios  las  que  llamaban  macanas,"  MacuahuUl  se 
compone  de  maiUt  mano,  y  ctiahuitlj  árbol,  madera,  diciendo  la  traducción  literal, 
madero  de  la  mano  6  para  la  mano. 

(5)  El  Conquistador  anónimo,  loco  cit.  Motolinia,  pág.  188. 


241 

"ana  espada  de  madera  á  modo  de  montante,  con  la  empuñadura 

"no  ten  larga,  pero  de  nnos  tres  dedos  de  ancho,  y  en  el  filo  le 

"dejan  ciertas  canales  en  las  que  encajan  unas  navajas  de  piedra 

"?ÍYa,  que  cortan  como  una  navaja  de  Tolosa.    Yo  yí  un  día  que 

*'eoHft>atiendo  un  indio  con  un  caballero,  dio  el  indio  al  caballo 

"de  sa  contrario  tal  cuchillada  en  el  pecho,  que  se  lo  abrió  has- 

"ta  las  entrañas;  y  cayó  muerto  al  punto.    T  el  mismo  dia  vi  & 

"otro  indio  dar  también  á  otro  caballo  una  cuchillada  en  el  cue- 

*11o,  con  que  lo  tendió  muerto  á  sus  pies."    Las  piezas  laterales 

cortantes,  aunque  alguna  vez  de  pedernal,  constantemente  eran 

de  itzUi,  fijas  en  las  ranuras  con  goma  laca.  Los  guerreros  méxi- 

ea  sobresalían  en  el  manejo  de  esta  arma,  representada  de  varías 

maneras  en  las  pinturas.    En  un  principio  parece  haber  sido  de 

madera  dura  con  dos  filos,  como  aparece  en  la  pintura  de  Aubín; 

se  le  encuentra  ancho  y  corvo  &  manera  de  alfanje,  y  finalmente 

en  sa  ^tima  forma,  cuál  se  advierten  en  la  primera  estampa  del 

OóeBce  de  Mendoza.  En  el  eitremo  de  la  empuñadura  tenía  una 

correa,  *ouyo  lazo  quedaba  seguro  en  la  muñeca  de  la  mano  del 

combatiente. 

Las  armas  defensivas  consistían  en  el  escudo,  diimáüi,  forma- 
do de  carrizos  majados,  otaM  ú  otros  materiales,  reforzados  con 
pieles  7  láminas  de  cobre,  plata  ú  oro;  de  forma  oval,  redonda  ó 
semejantes  á  una  media  luna;  de  tamaño  suficiente  para  defender 
el  bii»to  6  bien  tan  grandes  que  cubrían  el  cuerpo,  plegándose 
d^pnes  del  eombate  pf»ra  trsaisportarloa  cómodamente.  Oomun 
esta  defensa  para  el  simple  guerreo  y  el  rey,  diferenciábanse  en 
que  según  el  grado,  dignidad  ó  distinción  eran  los  adornos;  el 
cAhimSí  cubierto  de  plumas  ricas,  con  un  rapacejo  de  las  mismas 
en  la  parte  inferior,  láminas  de  metales  preciosos,  piedras  finas, 
earaooles  mariscos  ó  de  oro,  ofrecía  las  divisas  propias  de  cada 
orden  dé  cábafiéria,  que  ninguno  podía  llevar  fuera  de  los  con- 
dee(»rados  en  cada  categoría.  La  armadura  consistía  en  un  sayo 
de  algodón  colchado  dé  uno  y  medio  á  dos  dedos  de  grueso,  lla- 
mado tchcahmpiUi,  camisa  de  algodón,  que  resistía  bien  á  los  gol- 
pea de  kis  flechas  y  á  los  botes  de  la  lanza:  los  castellanos  los 
¿doptaron  bajo  el  nombre  de  escaupü,  porque  si  no  eran  suficien- 
tes contra  las  armas  de  fuego,  bastaban  contra  los  proyectiles 
indios.  Sobre  esto  se  ponían  una  especie  de  sayos  de  pieles  ó  de 

tela  gruesa^  atacados  por  la  espalda,  que  les  cubrían  brazos  y 

31 


V 


212 

piernas,  adornados  de  plumas  finas  y  vistosas,  añadiendo  los  se- 
ñores para  defensa  láminas  de  plata  ú  oro.  Las  greVas  se  Uaouir 
ban  cozeJucafl,  los  brazaletes  mate^necatl,  las  pulseras  Tnatzopddli, 
la  piedra  del  labio  tetüeü,  los  zarcillos  ú  orejeras  naoochüi,  la  ca- 
dena de  oro  y  piedras  finas  del  cuello  cozcapetláL  Este  era  prin- 
cipalmente el  traje  del  rey,  quien  en  la  cabeza  llevaba  la  insiga 
cuachiaüi  que  por  la  espalda  le  bajaba  más  abajo  de  la  ointur^ 
y  á  los  lados  de  este  penacho  dos  plumajes  dichos  anano/eazüi,  (1) 
Completaban  la  armadura  con  una  celada  de  mad^a,  cubierta 
de  plumas,  en  mil  maneras  diversas;  generalmente  en  forma  de 
una  cabeza  de  águila,  sierpe,  tigre  con  las  fauces  abiertas  y  ios 
dientes  salientes,  por  entre  las  cuales  asomaba  el  rostro  del  gue- 
rrero; servíales  de  garzota  grandes  plumajes,  enhiestos  y  ondean- 
tes, pues  la  intención  era  dar  realce  á  la  estatura.  (2)    Muchas 
maneras  de  armaduras  y  rodelas  presenta  el  Códice  Mendocino, 
en  la  nómina  de  los  tributos.  Los  simples  soldados,  que  aun  no 
alcanzaban  grado  alguno,  entvaban  desnudos  á  la  pelea,  cubierta 
la  parte  media  del  cuerpo  con  el  maxüaüy  pintado  el  cuarpo  de 
diversos  colores;  iba  provisto  del  chimáUt  y  de  las  armas  ofensi- 
vas ya  enumeradas. 

Los  mcUlatzinca  eran  diestros  honderos  ó  fondibularios;  desde 
niños  se  ejercitaban  en  el  uso  del  tematlatl,  que  siempre  traían 
ceñida  á  la  cabeza.  (3) 

Los  estandartes  eran  del  genero  de  los  signum  romanos;  cada 
pueblo  tenía  el  suyo  propio,  sin  contar  con  los  de  las  divisiones 
de  los  ejércitos.  Clavigero  asegura  que,  ^'1,1^  insignia  del  imperio 
^^mexicano  era  una  águila  en  actitud  de  arrojaarse  á  un  tigre."  (4) 
Valiosa  es  la  autoridad,  mas  no  podemos  conformamos  oon  ella. 
El  águila  descubierta  en  el  sitio  que  después  sirvió  de  asiento  á 
la  ciudad  de  México,  según  una  tradiciou,  tenía  en  las  uñas  un 
pájaro  muy  galano;  (5)  mas  esto  nos  parece  un^  descuido  ó  una| 
equivocación.  La  forma  genuina  la  suministra  la  estampa  prime- 
ra de  la  Colección  de  Mendoza,  en  que  el  águila  aparece  de  per- 

i 

(1)  Torquemada,  lib.  XIV,  oap.  V.   Sahaguu,  tom.  n,  pág.  298,^  kiga  cae&U 
de  los  aderezos  que  los  sefiores  usaban  en  la  gueira.  i 

(2)  Conquistador  anónimo,  pág.  372.  Aoosta,  tom.  11,  pág.  140. 

(3)  Sahagun,  tom.  HI,  pág.  128. 

(4)  Hist  antig.,  tom.  I,  pág.  883. 

(5)  Aoosta,  Ub.  VII,  cap.  Vil.,  tom.  11,  pág.  162. 


248 

fil  sobre  el  nopal,  y  oon  una  garra  alzada.  Tezozomoc,  (1)  autor 
indina»  quien  bebió  en  la  misma  fuente  que  Acosta,  relata  que 
"el  águila  estaba  comiendo  y  despedazando  una  culebra"  Con 
algunas  variantes,  á  través  de  los  siglos  de  la  dominaeion  espa- 
sola,  éataB  fueron  las  armas  del  imperio  de  México,  y  son  boy  de 
la  Bepublica  Mexicana.  (2)  Acerca  de  la  insignia  de  la  Bepública 
de  Tlaxcalla  tenemos  varias  opiniones.  Para  Bemal  Díaz,  testigo 
presencial,  era  una  ave  blanca,  tendidas  las  alas  cual  si  quisiera 
yolar,  *^que  parece  como  avestruz;''  para  Gomara,  informado  por 
los  conquistadores,  era  una  grulla;  en  Torquemada  es  una  águila 
de  oro.  Consultando  la  Manta  de  TkixoaUa,  de  la  cual  tenemos 
m  calco  á  la  vista,  se  bbserva  que  mi  varios  lugares  los  tlaxcal* 
teca  están  caracterizados  por  el  ave  blanca  tendidas  las  alas;  el 
eoello  largo,  el  pico  prolongado  y  agudo  la  alejan  del  tipa  del 
águila,  acercándola  al  de  la  grulla  ó  la  garza:  ni  conocían  el  aved« 
tmz  para  copiarlo,  ni  parece  fácil  tuvieran  la  misma  insignia  de 
s<0  mortales  enemigos  los  méxica.  De  las  cuatro  cabeceras  Oco- 
leblco  tenía  por  estandarte  un  pájaro  verde  sobre  una  roca;  Ti« 
tatian  una  garza  sobre  una  peña:  Tepeticpac  un  lobo  con  flechas 
en  la  garra;  Quiahuiztlan  un  parasol  de  plumas  verdes.  Cada 
fraeeíon  del  ejército  llevaba  su  enseña  particular;  el  jefe  ó  gene« 
ni  principal  se  la  ataba  fuertemente  á  la  espalda,  de  manera  que 
no  podía  perderlo  sino  con  la  vida.  Los  méxica  llévabcm  su  es- 
tandarte en  el  centro  del  ejército;  los  tlaxcalteca  á  vanguardia  en 
la  marcha^  á  retaguardia  en  la  pelea 

La  música  guerrera  se  componía  de  caracoles  marinos,  con  los 
cuales  se  daban  los  toques  de  alc^ma,  acometid{^  &c.,  usaban 
igu^boiente  de  unas  banderas  pequeñas  de  oro,  las  cuales  levan- 
taban en  alto,  cuando  tocaban  al  arma,  para  que  comenzara  la 
pelea.  Los  generales  llevaban  á  la  espalda  un  pequeño  atambor, 
9ue  tocaban  dando  sus  órdenes  á  los  jefes  inferiores.  (3)  Bemal 
Diae,  después  de  transcurridos  largos  años  del  asedio  de  México, 
reecnrdaba  aún  con  cierto  temor,  los  lúgubres  sonidos  del  caracol 
de  Guauhtemoc 

Segon  las  indicaciones  suministradas  por  Tezozomoc,  dispues- 

O)  Orónioa  Hexioana,  primera  foja. 

(^  Vtee  el  precioso  trabajo  del  Sr.  D.  José  Femando  Bamírez,  en  al  Dicción, 
uní?,  de  Hist.  de  geog.  art  Armas  de  México. 
(3)  Saliagan,  Ub.  Vm,  cap.  XIL 


24é 

ta  algtma  guerra^  el  rey  de  México  comumoaba  sus  órdenes  á  los 
calpixque,  fijando  el  número  de  hombres  con  que  la  ciudad  había 
de  contribuir  y  para  cuándo  debían  estar  listos.  Informados  los 
oficiales  y  jefes  por  su  orden,  nombraban  los  capitanes^  caballe* 
ros  y  soldados,  los  munLoionaban  y  avituallaban,  y  organizados 
en  capitanías  les  hacían  marchar  á  un  cierto  lugar  determinado. 
Aquí  se  juntaban  los  contingentes  de  los  reinos  aliados  de  Tex- 
eoco  y  Tl^oopan,  con  los  auzUios  pedidos  á  las  provincias  ami- 
gas ó  tributarias*  Antes  de  abandonar  la  ciudad  traían  al  templo 
la  leña  para  alimentar  el  fuego  sagrado  duraiinte  su  ausencia,  se 
sacrificaban  el  cuerpo  delante  de  los  dioses,  y  los  sacerdotes  in- 
vocaban y  hacían  sacrificios  á  Huitzilopochtli.  Teníase  cuidado 
que  el  dia  de  la  marcha  no  fuera  aciago,  y  algunos  ministros  to- 
miabaa  las  armas  uniéndose  á  los  guerreros,  yapara  cumplir  sus 
deberes  sacerdotales,  ya  para  amonestar  é  infundir  ánimo  en  los 
combatientes. 

Sin  duda  que  el  ejército  estaba  sujeto  á  una  distribución  cal- 
culada Muno9  Camargo  (1)  asegura  que  se  dividía  en  batallones 
de  cien  hombres;  Clavigero  (2)  afirma,  que  cuando  el  ejército  era 
numeroso,  se  formaban  divisiones  de  á  xiquipiüi  ú  ocho  mil  hom- 
bres; el  Conquistador  anónimo  (3)  menciona  compañías  con  ar- 
mas blancas  y  Qncamadas,  azules  y  amarillas,  y  otras  de  diversas 
maneras*  Organizada  la  fuerza,  el  fardaje  era  conducido  por  car- 
gadores ó  tamene,  y  abultaban  el  número  los  muchachos  reclutas 
que  iban  en  seguimiento  de  los  veteranos.  Uníanse  siempre,  para 
las  expediciones  leganal  y  de  provecho,  gran  cantidad  de  volun- 
tariios,  que  viviendo  sólo  de  los  despojos  de  la  guerra,  la  hacían 
por  su  cuenta,  distinguiéndose  más  que  pingunos  por  su  inclina- 
ción al  desorden  y  al  saqueo. 

Ampliamente  informados  estaban  los  mézica,  por  medio  de 
sus  mercaderes,  de  los  recursos  en  todo  género  de  las  provincias 
independientes;  ademas,  antes  de  emprender  una  expedición  te- 
nían siempre  exploradores  sobre  el  campo  enemiga  Estos  espías 
se  llamaban  quimichin,  ratón;  vestidos  como  sus  contrarios  y 
^ectando  su  lenguaje  y  costumbres,  traían  noticia  cierta  del.nú- 

(1)  HÍBt.  deTUacaUa.  MS. 

(2)  Hist.  antig.,  tom.  I,  pág.  335. 

(8)  En  García  loasbaloeta,  Doo.  (om.  I,  pág.  372. 


246 

mero  de  los  guerreros,  de  las  fortificaciones  de  los  pueblo?,  y 
croquis  é  informes  de  los  caminos  y  puntos  difíciles  del  tránsito. 
El  quimtcMn  era  recompensado  con  una  suerte  de  tierra,  si  su 
dídho  era  verdadero;  mas  si  era  falso  y  se  descubría  que  era  trai- 
dor, llevado  á  la  plaza  le  cortaban  el  cuerpo  poco  á  poco  á  peda- 
zos, repartían  los  txozos  por  barrios  y  lugares  púMicos,  haciendo 
esclavos  á  los  parientes  en  primero  y  segundo  grado,  y  á  cuantos 
supieron  y  no  denunciaron  la  traición.  (1) 

El  ejercito  marchaba  dividido  por  nacionalidades.  Pernoctando 
en  el  campo,  formaban  chozas  de  enramadas  páralos  principales, 
y  el  oomnn  dprmía  á  cielo  iraso;  en  país  enemigo  el  cs^npamento 
quedaba  fortificado  con  obras  pasajeras,  derramándose  á  lo  lejos 
Telas,  escuchas  y  corredores.  Tezozomoc  y  Duran  nos  iníormiui 
que,  cuando  el  ejército  se  aposentaba  en  ]as  cercanías  de  un  pue- 
blo, los  moradores  le  iaraían  víveres,  regalos  y  áxm  obsequios  de 
mujeres;  caso  de  no  cumplir  con  esta  gabela^  la  poblaron  era 
puesta  á  saco,  las  hembras  sufrían  la  brutalidad  de  los  soldados. 

Torquemada  (2)  relata  que  la  batalla  tenía  lugar  en  un  campo 
«riazo  dei^inado  al  intento,  llamado  yaoÜaUiy  tierra  de  guerra  6 
de  batalla  Si  nosotros  no  somos  los  mal  informados,  la  demar- 
cación del  yaoÜcdU  era  p£»ra  la  guerra  sagrada  en  términos  de 
Tlaxcalla,  Huexotzinco,  OholoUan  y  Tliliuhquitepec;  en  las  de- 
más conquistas,  los  invadidos  aprovechaban  las  ventajas  sobre 
los  cerros,  en  las  alturas  de  los  desfiladeros,  al  amparo  de  las 
murallas  de  sus  pueblos,  ó  en  la  llanura  misma.  El  rumor  de  la 
batalla  era  espantoso.  Sonaba  la  música  militar;  atronaban  los 
oidos  los  guerreros  dando  alaridos,  voces  feroces  de  desafío, 
spelUdando  México,  Texcoco,  Tlacopan  ó  el  lugar  de  donde  eran 
para  reconocerse;  silbaban  agriamente  doblando  y  apretando  en- 
tre los  dedos  el  labio  inferior  ó  bien  con  huesos  hendidos;  ahulia- 
ban  tapándose  y  destapándose  alternativamente  la  boca  con  la 
palma  de  la  mano.  La  gente  de  vanguardia  no  era  la  mejor,  y 
comenzaba  el  conflicto  con  las  hondas  y  los  dardos,  (3)  arrojando 
también  piedras  á  mano;  cargaban  sobre  los  contrarios,  aparen- 

(1)  Tofqttemada,  lib.  XIV,  cap.  IL 

(2)  Monarq.  Ind.,  lib.  XIV,  cap.  III 

(3)  El  P.  Mendieta  y  Torquemada  que  le  copia  dicen  ambos:  "dardos  que  sacaban 
"ton,  Jugaderas  y  las  tiraban  muy  redas/'  Befiérense  en  esto  al  aUatl,  WamfJi^  por 
el  anónimo  bi^eeta. 


246 

taban  luego  huir,  haciendo  de  nuevo  rostro;  así  eBcaramuceaban 
largo  rato,  hasta  que  consumida  la  munición  salían  de  refresco 
los  de  lanza  y  espada,  arrodelados  entre  ellos  los  de  arco;  el 
combate  se  hacia  más  y  más  reñido,  tomaban  parte  por  ambos 
lados  las  tropas  de  retaguardia  ó  reservas,  abandonando  por  ul- 
timo el  campo  quien  se  declaraba  vencido.  Durante  la  pelea 
andaban  gentes  sueltas  recogiendo  á  los  heridos,  para  llevarlos 
á  curar  por  sus  cirujanos. 

En  las  marchas  ó  en  las  batallas  ponían  celadas,  ya  haciendo 
grandes  hoyos  disimulados  en  que  los  guerreros  se  escondían, 
ya  encubiertos  éstos  bajo  yerba  ó  paja,  y  cuando  los  contrarios 
pasaban  creyendo  en  una  segura  victoria,  les  salían  á  las  espal- 
das haciéndoles  pagar  cara  su  confianza.  Sobre  el  campo  de  ba- 
talla se  declaraban  tributarios  los  vencidos,  estipulándosela 
cuantía  y  calidad  de  los  tributos.  Si  huían  eran  perseguidos  has- 
ta que  se  sometían.  En  el  asalto  de  las  poblaciones,  los  vence- 
dores ponían  fuego  al  teocalli  principal,  siendo  ésta  la  señal  de 
rendimiento.  Seguía  el  saqueo,  el  incendio  de  los  lugares,  el 
aprovecharse  de  esclavos,  muchas  veces  sin  distinción  de  sexo  ni 
edad.  Muerto  el  general  ó  perdido  el  estandarte  dispersábase  el 
ejército,  sin  que  fuerza  alguna  alcanzara  á  detener  los  fugitivos.  (1) 
A  esta  costumbre  debieron  su  salvación  los  castellanos  en  la  cé- 
lebre batalla  de  Otompan. 

En  las  guerras  de  conquista  tratábase  de  destruir  al  enemigo 
y  de  tomarle  el  mayor  número  de  prisioneros)  para  sacrificar  á 
los  dioses;  por  esto  era  reputada  mayor  hazaña  tomar  un  cauti- 
vo, que  matar  muchos  guerreros.  En  la  guerra  sagrada  exclusi- 
vamente se  trataba  de  cojer  hombres  vivos  por  ambos  conten- 
dientes, resultando  que  sobre  el  yaotlaUi  quedaban  bien  pocos 
cadáveres.  Gomo  con  justicia  observan  algunos  escritores,  esta 
ciega  costumbre  salvó  de  mil  peligros  á  los  conquistadores  es- 
pañoles, y  el  mismo  D.  Hernando  escapó  la  vida  más  de  una  vez^ 
en  que  debiendo  ser  muerto,  fué  sacado  vivo  de  manos  de  sus 
cautivadores. 

Los  muchachos  traían  tusada  la  cabeza;  á  los  diez  años  dejá^ 
banles  una  vedija  de  cabellos  en  el  cogote  llamada  mocuexpcUtin; 

(iXMendieta,  lib.  II,  cap.  XXVL    Torqnemada,  lib.  XIV,  cap.  in.  TdBOzomoo, 
Crónica  Méx.  MS.  Ixtlüxochitl,  reladones.  MS.  OlaTigero,  tom.  1;  pág.  834. 


/ 


247 

á  los  quince  años,  en  qne  la  vedija  estaba  ya  larga,  les  decían 
(MXfoJtchic/tíepul;  á  los  veinte  años  comenzaban  á  combatir,  pnes- 
toe  entre  los  veteranos,  cnidados  é  industriados  en  el  ataque  y 
la  defensa  por  quien  les  servia  de  maestro.  Si  varios  mancebos 
juntos  cautivaban  un  hombre,  le  quitaban  el  mechón  de  pelo  del 
cogote,  dejándole  otro  sobre  la  oreja  derecha.  Cuando  después 
de  ido  dos  ó  tres  veces  á  la  guerra  no  cautivaba  solo  ni  acompa- 
ñado, le  llamaban  por  afrenta  cuexp(üjchicaGpvl;  si  se  enmendaba, 
le  quitaban  la  vedija  del  cogote,  poniéndole  un  casquete  de  plu- 
mas pegado  á  la  cabeza;  en  caso  contrario,  le  abrían  una  corona 
en  medio  de  la  cabeza,  cosa  de  suma  afrenta,  no  pudiendo  en 
adelante  vestir  más  que  de  pita,  icMl%  quedando  relegado  entre 
los  plebeyos.  (1) 

Al  cautivo  que  no  se  rendía  de  grado,  le  desjarretaba  el  cauti- 
vador hiriéndole  en  el  pié  ó  le  inutilizaba  un  brazo,  con  herida 
que  no  fuera  de  muerte,  para  lograr  traerle  vivo.  Estos  prisio- 
neros se  llamaban  moRL  Si  alguien  robaba  á  otro  su  cautivo, 
moría  por  ella  Caso  de  duda  entre  dos  que  disputaban  quién 
había  hecho  un  cautivo,  sentenciaba  el  juez  siguiendo  la  decla- 
ración del  prisionero.  Nunca  se  admitía  rescate  por  los  cautivos; 
mientras  mayor  señor  era,  más  seguro  estaba  de  perecer  en  el 
ara  del  terrible  dios.  Al  prisionero  que  lograba  huir  de  la  pri- 
vón en  que  le  tenían,  siendo  pechero,  su  señor  le  daba  recom- 
pensa de  mantas;  mas  si  era  soldado  valiente,  noble  ó  caballero, 
h&  suyos  le  mataban  diciéndole,  que  pues  no  había  sido  cauti- 
vador, ni  sabido  defenderse,  debería  tener  valor  para  morir  sacri- 
ficado á  los  dioses.  (2)  Sabemos  que  el  cuerpo  de  la  víctima 
pertenecía  al  cautivador;  siendo  muchos  los  aprehensores,  se  re- 
partían el  cadáver  por  su  orden  de  esta  manera:  el  primero,  el 
coerpo,  muslo  y  pierna  derecha,  el  segimdo  el  muslo  y  pierna  iz- 
quierda, el  tercero  el  brazo  derecho,  el  cuarto  el  brazo  izquierdo, 
y  luego  quinto  y  sexto  dividían  ya  los  brazos  en  dos  partes.  (3) 

£1  joven  que  por  primera  vez  cautivaba  un  hombre  se  decía 
t^ffu¿bÜitaqvMamcm^  mancebo  guerrero  y  cautivador.  (4)  La  lá- 
mina LXY  del  Códice  Mendocino  presenta  sucesivamente  los 

(1)  P.  Sahagon,  tom.  n,  pág.  826^1. 

(2)  TOrquemada,  lib.  XIV,  cap.  m. 
(a)  Sahagun,  tom.  ü,  pág.  329-^0. 
(4)  P.  Sahagnn,  tom.  ü,  pág.  331. 


248 

grados  y  las  divisas  que  se  iban  ganando,  contados  por  el  numero 
de  los  prisioneros.  En  el  primero  (9  y  10)  la  manta  adorn^ulade 
los  colores  y  dibujo  expresados  en  la  pintura.  En  el  segando  (11 
y  12)  la  manta  leonada,  con  armadura  y  caperuza  roja.  En  el 
tercero  (13  y  14)  la  manta  roja,  avisando  el  estanda^rte  atado  á  la 
espalda,  que  alcanzaba  algún  mando  en  el  ejército.  Para  seguir 
ganando  honores,  de  aquí  adelante  era  indispensable  que  el  cau- 
tivo no  fuera  soldado  común,  sino  capitán  ó  guerrero  distinguido; 
avisa  esto  la  pintura,  con  la  especie  de  media  luna  que  en  la  ca- 
ra presenta  el  vencido,  distintivo  usado  por  los  hombres  valien- 
tes y  condecorados.  El  primer  prisionero  distinguido  (15  y  16) 
traía  la  armadura  roja  con  el  morricm  de  los  ocdoü^  tigre.  M  se- 
gundo (17  y  18)  daba  el  dictado  de  otomiü  y  mando  en  el  ejército, 
como  lo  avisa  el  estandarte.  Por  el  tercero  se  subía  á  aM/iMin 
(19  y  20)  y  á  general.  Ultimo  grado  era  el  de  Tlacatecatl  (21), 
uno  de  los  generales  superiores.  Los  sacerdotes  y  novicios  alcan- 
zaban también  distinciones  militares.  La  estampa  LXYI  nos 
dice  las  insignias  que  obtenía  en  el  primero  (1),  segundo  (2), 
tercero  (3)  y  cuarto  (4)  prisionero  común;  en  el  primero  (6)  y 
segundo  (6)  prisioneros  distinguidos,  por  los  cuales  se  llegaba  al 
mando.  (1) 

Las  leyes  suntuarias,  acerca  del  v^tido,  estaban  basadas  pro- 
piamente en  los  distintivos  miütares.  Ni  los  señoi^  ni  sus  Ujos 
podían  usar  mantas  labradas,  de  colores,  joyas  y  plumajes,  mien- 
tras no  habían  hecho  una  valentía,  matando  ó  cautivaado  un 
hombre  en  la  guerra.  Los  no  principales  no  se  podían  atar  ios 
cabellos  como  valientes,  hasta  haber  muerto  <S  preso  cuatro  hom- 
bres. El  mismo  rey  electo,  para  ser  ungido,  tenia  que  salir  pre- 
viamente á  la  guerra  y  hacer  alguna  valentía;  los  prisioneros^que 
tomaba  eran  sacrificados  con  particulares  ceremonias.  (2)  Oada 
grado  tenía  determinado  vestido,  colores  y  adornos;  quien  tomaba 
traje  que  no  le  correspondía,  moría  por  ello.  El  rey  timaba  tma 
manta  blsmoa  y  azul,  llamada  anuhtílmastUy  que  eraá  manera  de  la 
púrpura  real;  al  visitar  los  templos  vestía  de  blanco;  en  las  so- 
lemnidades y  fiestas  variaban  los  colores  según  la  etiqueta;  en 
ocasiones  públicas  se  ponía  el  coptUi,  corona  ó  diadema,  de  oro 


(1)  Véase  la  explicación  del  Códice  eu  Lord  Kingsborough. 

(2)  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  IV.  Tezozomoc.  MS. 


j  pienbag  preciosas,  blanca  y  azul  como  la  manta.  Los  príncipes 
vwrtEbm  é&  hMH  6  pita  como  los  ma/oehicMi,  si  no  habían  salido  á 
k  gMrra;  onando  se  habían  ya  distinguido,  su  traje  era  blanco 
ton  cenefa  de  colores.  Los  ^capitanes  traían  la  insignia  dicha 
üaóhcmaxivyo.  Muy  honroso  era  el  distintivo  llamado  Ilacatduh- 
qdy  concedido  á  quien  mirando  huir  á  los  suyos,  con  su  ejemplo 
y  {NilatttM  les  hacía  volver  de  nuevo  al  combate.  (1) 

M  tdfM(Mikitq;uiílmn^  poctíla  tefiirse  el  Cuerpo  de  amarillo,  la 
c»a  de  ro]0>  con  líis  sienes  amarillas;  la  manta  tenia  listas  de 
ty>lor  morado.  M  tercer  catitivo  podía  ser  elegido  para  mandar 
i  los  iíi«Hioebos  del  Telpuchcálli.  Al  cuarto,  le  cortaban  el  ca- 
beOo,  irecibiendo  título  de  capitán;  podíase  sentar  en  los  alien- 
tos llamadas  iq^eSi  j  alternar  con  los  valientes.  Poco  importaba 
ya  cautivar  guerreros  de  los  otros  países,  siendo  preciso  que  fue- 
ran de  ios  eixemigos  de  caso.  Estos  alcanzaban  el  dictado  de 
tmtíht/aocMf  águila  que  gt^,  la  maxrta  rica  llamada  cuecMntU  6 
lade  dos  colores  ekio(>apál/n43d(í(¡ixm  y  bezotes  verdes  y  ama- 

rillos-(2)  • 

Segnn  se  colige  de  los  malieriales  que  á  la  idsta  tenemos,  las 
ordenes  militares  eran  varias.  'Los  ackoauhtin^  príncipes,  á  la  cual 
correspondían  los  reyes  y  personas  dé  sangre  real.  Los  ünauMirij, 
^[guitas,  i)ara  nobles  y  grandes  señores.  El  nombre  tequihua,  se  da- 
ba en  general  á  los  valientes,  y  si  los  caball^os  se  distinguían 
wtra  sus  piu'es,  tomaban  el  apellido  de  cucuyuavMin^  que  eran  los 
cal»ll63?os  del  sol,  ó  como  les  llama  Duran,  comendadores  de  las 
iguüas.  Estos  tenían  el  pelo  de  la  coronilla  de  la  cabeza  atado 
#ón  una  comea  roja,  de  la  cual  pendían  á  la  espalda  tantas  bor- 
las eactfrnadaB  cuaibtaB  hazañas  había  rematado.  Depues  de  eje- 
cutados veinte  hechos  gloriosos  recibían  el  apellido  de  cuachic, 
loft  Apaban  dejándoles  mi  mechón  de  pelo,  grueso  como  el  pul- 
gar, sobre  la  oreja  izquierda,  pintándoles  la  cabeza  la  mitad  azul, ' 
la^ttra  váiBA  roja  ó  amarilla;  se  cubrían  con  un  maxüatl  gúb,TQ.o, 
y  mmixfea&iade  nequen  de  red  con  mallas  grandes.  Los  cuacuauh- 
^  no  podían  huir  de  diez  ni  doce  hombres;  los  cuachic  no  debían 
retroceder  ante  veinte,  por  eso  estos  caballeros  iban  á  la  reta- 
gaardm  del  ejército,  á  fin  de  sostenerle  en  las  sorpresas  y  derro- 

(1)  Torquemada,  lib.  XIV,  oap.  V. 

(2)  P.  Sahagun,  tom.  2,  pág.  331-32. 

32 


250 

tas.  Los  de  la  clase  media  y  los  plebeyos  texiían  las  órdeistfiB  de 
los  ocdotl,  tigre  y  de  los  otomiü,  otomL  Bedbían  distintivos  de 
pieles^  gozaban  de  muchas  excenciones,  entre  las  cuales  se  conta- 
ba la  de  tener  mancebas,  preeminencia  bien  conforme  con  solda- 
dos. Siguiendo  la  manera  de  hablar  espanolai  á  éstos  llaman 
caballeros  pardos.  (1) 

Durante  la  paz  en  los  caminos  frecuentados,  en  la  guerra  basta 
la  provincia  en  que  se  hacía,  había  establecidos  correos,  pairiy 
para  recibir  prontas  noticias.  Dentro  del  imperio  existían  á  dis- 
tancias proporcionadas  ciertos  edificios  llamados  techudoycm^  lu- 
gar donde  se  aguarda,  en  que  vivían  corredores  muy  ligeros,  siem- 
pre dispuestos  á  ponerse  en  marcha:  desde  niños  se  ejercitaban 
en  la  carrera,  trepando  sin  detenerse  las  cuestas  más  agñaa.  Lue- 
go que  de  un  lugar  quería  comunicarse  á  México  alguna  noticia  ó 
viceversa,  xuxpain  recibía  de  viva  voz  ó  por' escrito  su  despacho; 
corría  sin  descanso  hasta  la  próxima  posta,  en  que  olro  correo 
recibía  el  mensaje,  y  así  sucesivamente  hasta  su  destino:  dieese 
que  la  marcha  se  estimaba^en  cuatro  ó  cinco  leguas  por  lu^a, 
rindiendo  una  jomada  de  cien  leguas  eñ  un  día  y  una  noche.  El 
servicio  de  postas  se  establecía  tras  el  ejército  en  campaña,  no 
teniendo  temor  de  que.  los  mensajeros  fueran  detenidos,  ni  aun 
en  los  países  extraños,  pues  eran  respetados  de  todos,  gozando 
de  grandes  inmunidades.  (2) 

Denotaba  el  traje  del  pain  el  carácter  del  mensaje  de  que 
era  portador.  El  cabello  atado  con  una  cinta  de  color  y  una  man- 
ta ceñida  al  cuerpo,  significaba  noticias  indiferentes,  de  marchas, 
movimientos  &o.  El  pelo  suelto  esparcido  sobre  el  rostro,  señal 
era  de  desastre;  venía  sin  hablar  palabra,  entrándose  al  palacio  á 
dar  cuenta  á  su  señor;  nada  tenían  que  preguntar  las  gentes  de 
la  ciudad,  y  entendiendo  que  los  suyos  habían  sido  derrotados 
se  entregaban  á  duelo  y  llanto.  Grande,  por  el  contrario,  era  el 
alborozo,  cuando  el  pain  llegaba  con  la  rodela  embsazada^  blan- 
diendo el  macuahuitl,  trenzado  el  cabello,  ceñido  un  lienzo  blan- 
co, é  iba  por  las  calles  esgrimiendo  y  haciendo  gentilezas,  (3) 
era  señal  de  victoria. 

(1)  Duran,  segunda  parte,  cap.  XI.  MS.  Acoeta,  lib.  VI,  cap.  XXVT. 

(2)  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  I.  Acosta,  lib.  VI,  cap.  X. 

(3)  Torquemada,  loco  cit. 


251 

*  Gft&ada  una  batallii,  los  mensajeros,  qne  entonces  tomaban  el 
nombre  particular  de  teqiUpafUiíUmti,  daban  la  noticia  al  rey;  és- 
te les  bacía  guardar  hasta  que  se  confirmasen  las  nuevas,  pues 
si  salían  &J8as,  recibían  aquellos  la  muerte.  El  general  vencedor 
contaba  los  cautivos,  separados  los  de  cada  nacionalidad  ó  capi- 
tanía, y  con  cuenta  y  razón  cierta  enviaba  un  capitán,  que  rati- 
ficando la  noticia  por  completo,  determinaba  que  el  rey  diera 
libertad  á  los  primeros  tequijpcmtíüanti.  (1) 

El  ejército  victorioso  era  recibido  en  la  ciudad  en  medio  del 
r^odjo  piíblico;  el  monarca  recompensaba  ampliamente  á  los 
guerreros  que  se  habían  distinguido,  promoviéndolos  á  los  gra- 
dos que  les  correspondía.  Los  prisioneros,  recibidos  con  cierta 
solemnidad,  eran  custodiados  en  los  calpulli,  para  ser  sacrifica- 
dos en  la  fiesta  para  que  fueron  tomados.  Al  rey  se  le  recibía  de 
una  manera  espléndida,  con  todos  los  honores  del  triunfo.  Oaeo 
de  un  revés,  los  guerreros  penetraban  en  la  ciudad  confusos  y 
en  silencio;  las  familias  lloraban  sus  deudos  perdidos,  signién- 
dose  la  ceremonia  general  de  las  exequias  por  los  difuntos.  (2) 


(1)  Sáhftgim,  Um,  2,  pág.  927-28. 

(2)  Tesosomoc.  HS. 


CAPÍTULO  III. 

i 

D^^tUdáde»  eMks  y  müUareB.—CasUffo  de  un  señor  rebelde.— Lat  fner€aderei,-^Mó^ 
nedet.—Dwknyicwn  de  guarra.^Embc^adiorte.'^ueoee  y  trümnalee,—Admi$iiUtra' 
don  dejwUoía,'-Oé}rceles,—LegUlatían,--JEh^^ 

LA  lámina  LXYIdel  Códice  Mendocino  termina  mo&trando 
los  nombres,  trajes  é  insignias  de  algunos  de  los  magnates 
de  la  corte  mexicana.  Con  sn  verdadera  ortografía  aparecen  el 
Cuaulmoclitli  (7),  TlUancalqni  (8),  Atempanecatl  (9),  Ezhua* 
huacatl  (10),  Tlacochcalcatl  (11),  Tezcacoacatl  (12),  Cnaxiliyahna- 
catl  (13),  Tocuiltecatl  (14).  Nada  explica  acerca  de  ellos  el  in- 
térprete del  Códice;  probaremos  nosotros  á  decir  lo  que  alcan- 
zamos. 

Los  méxica,  durante  el  tiempo  de  su  servidumbre,  reconocie- 
ron entre  sí  algunas  diferencias  nobiliarias,  así  de  individuos 
como  de  familias;  pero  la  verdadera  institución  de  la  nobleza  no 
vino  á  tener  lugar,  hasta  que  roto  el  yugo  de  los  tepaneca,  el  rey 
Itzcoatl,  á  fin  de  premiar  á  los  guerreros  dignos,  inventó  los 
grados,  con  sus  distintivos  y  preeminencias.  De  entonces  quedó 
determinado,  que  después  de  electo  el  rey,  se  eligiesen  de  entre 
los  hermanos  suyos  ó  parientes  más  próximos,  cuatro  personas 
que  componían  el  consejo  supremo,  sin  cuyo  parecer  nada  se  de- 
terminaba y  de  entre  los  cuales  se  nombraba  el  siguiente  mo- 
narca. El  primero  en  dignidad  era  el  TlacochccdcaÜ,  señor  ó  prín- 
cipe de  la  casa  de  los  dardos  ó  varas  arrojadizas,  especie  de  ge- 
neral en  jefe  del  ejercito,  y  puesto  casi  constantemente  ocupado 
por  quienes  subieron  al  trono  de  México.  Segundo  era  el  Tlaca- 


253 

ieíxMy  corta  hombres  ó  eercenador  dB  hombres;  seguía  el  tercero, 
el  BzkuahvacaÜ,  el  que  derrama  sangre  arañando  ó  rasguñando; 
cuarto  fué  el  TUlaiuxdqui,  el  señor  de  la  casa  negra  ó  de  la  ne* 
grura.  (1)  De  éstos,  tres  corresponden  á  los  númesos  11, 10  y  8 
del  Cód.  Mendocíno. 

El  Tlacateoaili  era  especie  de  juea  que  conocía  de  las  causas 
chdles  7  eríminales,  de  cuyo  tribunal  se  podía  apelar  al  juez  su* 
pi»mo  6  tribunal  superior  del  OihuacoatL  Este  Cihuaooatl  sólo 
cedía  en  dignidad  al  rey,  aunque  no  siempre  gozó  de  las  mismas 
prerogatíras.  El  GuaaimockÜi  y  el  TlaiSxMxw  eran  asesores  del 
Hacatecatl,  y  el  GuauhnochtUy  ademas,  eJeoutiJba  por  su  mano  las 
sentencias  de  los  jueces.  (2) 

El  jitíem^paaiecaüy  señor  de  la  orilla  del  agua,  parece  por  su 
sombre  el  encargado  del  régimen  de  las  aguas  en  la  ciudad  y  los 
lagos.  TezcxtGoacaÜ,  que  parece  ser  un  grado  militar.  El  intár- 
prete  del  Códice  escribe  pata  el  número  13  IHpoctfohuacaU.  No 
encontramos  la  relación  entre  el  nombre  dé  la  persona,  y  el  je- 
rpj^ifioo  expresado  por  un  vaso  de  madera,  conteniendo  el  licoar 
espumoso  ocdi.  En  nuestro  concepto  debe  leerse  Cuauk!/€bhuacaÜ, 
eomo  en  el  ntim.  18  de  la  lista  de  la  nobleza  de  Itzcoatl,  (3)  la 
persona  qu,e  rodea  el  bosque  ó  la  cerca.  El  número  M  del  intér* 
prete,  esc^rito  TixnnteoaÜj  es  error  de  pluma,  cometido  en  las  c6* 
pías  p<Hr  TocuitecaíL 

La  lámina  LXYII  del  Códice  refiere  un  acto  de  Justicia.  Dis- 
ponía la  legislación  mexicana,  que  si  algún  señor  de  provincia  se 
rebelaba,  sufriera  pena  de  muerte  estrangulado,  quedando  su  £a^ 
milla  reducida  &  servidumbre.  El  encargado  de  estas  ejecucio- 
nes era  el  HtiitxnaJmacatl  (1)  los  ejecutores  ó  verdugos  (2  y  4)  pa« 
saban  un  dogal  al  cuello  del  culpable  (3),  tirando  de  los  estremos 
hasta  dejarle  sin  vida,  la  mujer  y  los  hijos  (5  y  6)  eran  puestos  en 
colleras  como  esdavos.  El  Huitznahuacteohuatzin  era  coadjutor 
del  Mexicatlteohuatzin,  (4)  de  manera  que  este  cmrgo  era  saoer^ 
dotal,  y  así  lo  explica  la  estampa. 

Durante  el  tiempo  que  los  méxica  vivieron  confinados  en  sais- 

* 

(1)  V,  Duran,  primera  parto,  cap.  XL  Acosta,  lib.  VI,  cap.  XXV. 

(2)  Torqnemada,  Hb.  XI,  cap.  XXV. 
(4^)  P.  l>iivápi,  primeva  parte,  pág.  98. 
(4)  Tar«Bema4a,  lib.  IX,  oap.  VI. 


256 

ban  el  Xoconoohco  y  penetraban  en  Cuaubtemallan.  Los  poóhb^ook 
espías  caminaban  de  noche,  vestidos  con  el  traje,  contrahaciendo 
las  costumbres  y  hablando  el  lenguaje  del  pueblo  que  iban  á  es- 
tudiar, se  introducían  por  pequeños  grupos,  evitando  despertar 
sospechas  y  esparciéndose  por  diveraos  puntos:  tomaban  el  nom- 
bre particular  de  nahucdoztoneca.  Los  traficantes  en  esclavos  se 
decían  teyaohu(xLt)huani, 

Mientras  duraba  el  viaje^  los  parientes  de  los  mercaderes  que 
en  la  ciudad  quedaban,  no  se  lavaban  la  cabeza,  aun  cuando  sa 
bañaran,  sino  de  ochenta  en  ochenta  dias.  Si  tenían  noticia  d» 
haber  fallecido  alguno  en  el  camino,  hacían  las  exequias,  y  des- 
pués de  cuatro  dias  se  lavaban  la  cabeza.  Si  perecía  en  la  guierra, 
hacían  su  estatua  con  rajas  de  ocoÜ  y  la  quemaban,  cual  si  se 
tratara  de  soldados.  (1)  Muerto  en  el  camino  un  pocldec^  sw 
compañeros  ponían  al  cadáver  su  tentetl  y  demás  insignias,  pin- 
tábanle de  negro  los  ojos  y  de  colorado  al  rededor  de  la  bocs^  . 
atábanle  fuertemente  á  un  cacaxtli^  y  le  dejaban  de  pió  arrimado 
á  un  palo  hincado  en  tierra,  en  lo  alto  de  alguna  montan»;  ahí  se 
consumía  el  cuerpo,  y  decían  que  no  había  muerto,  sino  que  ha- 
bía ido  á  morar  al  soL  (2)  Asi  entre  los  azteca»  la  ocupación  del 
mercader  se  equiparaba  con  la  del  guerrero;  esa  profesión,  pac!(- 
fica  entre  todos  los  pueblos,  para  los  méxica  era  militar,  toman- 
do los  dos  matices  predominantes  de  su  civilización,  la  guerra  y 
el  servicio  de  los  dioses* 

Guando  volvían,  entraban  de  noche  en  la  ciudad,  espertando 
los  signos  prósperos  cecaRi  y  chicomecaM;  daban  un  convite  á  BT\ñ 
parientes  haciendo  sus  ofrendas  y  sacrificios  á  Xiuhteoutli  y 
Yiacatecutli.  Presentábanse  al  rey,  bien  para  entragarle  los  rega- 
los que  en  retomo  traían  de  los  señores  amigos,  bian  poca  ren- 
dir los  informes  de  que  habían  sido  encargados.  Becompanfiafea 
el  monarca  los  buenos  servicios  con  dádivas  ó  distinciones^  }a 
cual  acrecía  la  importancia  del  gremio.  Esta  creciente  importan- 
cia fué  más  de  una  vez  motivo  de  celos  pt^ra  la  nobleza»  (3) 

Hacían  el  comercio  por  medio  del  trueque  de  los  objeto^,  con- 
frontados según  su  valor:  carecían  en  lo  absoli^to  de  l^i  monada 

(1)  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  XXVn. 

(2)  P.  Sahagan,  tom.  n,  pág.  358. 

(8)  Para  lo  relatívo  á  los  meroadcdres  véaae  Sabaguu,  lib.  IX,  cap.  I  al  XI?» 


.  257 

acunada,  mas  empleaban  para  suplirla  ciertos  productos  que 
servían  como  pecunia  en  las  transacciones  mercantiles.  Cinco 
distintas  cosas  conocemos.  El  cacao  de  mejor  clase,  cuyos  granos 
escogidos  se  contaban  por  bolsas  de  8,000  almendras,  xiquipilUp 
si  la  mercancía  era  de  gran  valor  se  computaba  por  sacos  de  tres 
xiqnipüli  6  24,000  granos.  ''Estos  árboles  (los  del  cacao),  son  te- 
nidos en  grande  estima,  porque  los  tales  granos  son  la  principal 
moneda  que  corre  en  la  tierra,  y  vale  cada  uno  como  un  medio 
marchetto  (1)  de  los  nuestros.  Esta  moneda,  aunque  muy  incó- 
moda, es  la  más  común  después  del  oro  y  la  plata,  y  la  que  más 
se  usa  de  cuantas  hay  en  aquella  tierra."  (2)  Algunas  de  las  pro- 
TÍncias  sometidas  pagaban  al  imperio  gruesas  cantidades  en  ca- 
cao, ya  para  preparar  ciertas  bebidas,  ya  del  destinado  para  la 
compra;  de  esta  última  clase  encontraron  los  castellanos  cantidad 
de  cftrgas  cuando  se  aposentaron  en  el  palacio  de  Axayacatl. 
"Cómese  verde  desde  que  se  comienzan  á  cuajar  las  almendras,  y 
es  sabroso,  y  también  lo  comen  seco,  y|psto  pocos  granos  y  po- 
cas Teces;  mas  lo  que  más  generalmente  de  él  se  usa  es  para  mo- 
neda, y  corre  por  toda  esta  tierra:  una  carga  tiene  tres  números, 
Tale  6  suma  este  número  ocho  mil,  que  los  indios  llaman  xiqui- 
pilU;  ima  carga  son  veinticuatro  mil  almendras  6  cacaos:  adonde 
ae  coje  vale  la  carga  cinco  ó  seis  pesos  de  oro,  llevándolo  la  tierra 
adentro  va  creciendo  el  precio,  y  también  sube  y  baja  conforme 
al  ano,  porque  en  buen  año  multiplica  mucho."  (3)  Según  lo  in- 
dica esta  autoridad,  y  lo  confirma  ampliamente  la  historia,  el  uso 
del  cacao  como  moneda  se  continuó  en  los  tiempos  inmediata- 
mente posteriores  á  la  conquista,  siendo  constante  que  la  cos- 
tumbre duró  los  tres  siglos  de  la  dominación  española,  y  vino  á 
terminar  algunos  años  después  de  la  independencia  del  país. — 
''Está  era  la  moneda  antigua  con  que  los  indios  comerciaban  las 
coeaa  necesarias  en  las  ferias,  que  llaman  Tianguis,  y  hasta  el 
dia  de  hoy  se  observa  para  las  cosas  menudas  usar  el  cacao  para 
las  compras:  siémbrase  dentro  de  las  huertas  del  cacao  otros  ár- 
boles que  llaman  Quauhpatlachtli,  son  muy  altos  y  sombríos, 

p.)  "Moneda  pequefia  de  cobre  con  la  efigie  de  San  Marcos,  que  Tale  cosa  de  dos 
eentavoe  de  franco"  (como  tres  centavos  de  nuestro  real  mexicano). — Nota  de  Ter- 


(2)  Ckmqmstador  anónimo,  en  García  Icazbalceta,  Doc.  tom.  I,  pág.  380. 
(8)  Motolinia,  apnd.  García  Icazbalceta,  Doc.  tom.  I,  pág.  190. 

So 


258 

oaya  fruta  es  comestible,  aunque  es  cálida,  y  es  á  la  manera  de 
almendras,  más  dura  que  la  del  cacao,  y  no  sirve  para  el  chooo- 
late,  sirre  para  moneda,  y  desta  se  da  por  limosna  á  los  indios 
pobres  que  piden  de  puerta  en  puerta,  y  llámase  cacao  jpoíloe^ 
tlV*  (1)  Así,  pues,  desde  los  tiempos  antiguos^  fuera  del  cacao, 
había  la  almendra  denominada  paüachüi  que  también  servía  de 
moneda. 

Para  el  mismo  empleo  usaban  de  manta^  de  algodón  Uaixiyadas 
cuachüi,  y  de  otras  denominadas  pcdolcuachüiy  "aunque  corrom- 
"piendo  el  vocablo,  los  españoles  les  lÍB,maxon patóles.ooachdes.''  (2) 
Conforme  al  mismo  Torquemada,  loco  cit. :  "En  otras  (partes  ó 
"provincias)  usaban  mucho  de  unas  monedan  de  cobre  casi  de 
''hechura  de  Tau  T,  de  anchor  de  tres  ó  cuatro  dedos,  y  era  pluu- 
"chuela  delgada,  unas  más  y  otras  menos,  donde  había  muoho 
"oro.*'  Dos  ejemplares  de  este  objeto  hemos  examinado  en  el 
Museo  Nacional,  y  hasta  ahora  le  habíamos  tenido  por  moneda 
siguiendo  las  doctrinas  del  repetido  Torquemada,  de  Olavigero  (3) 
y  del  Sr.  D.  Femando  Bamírez,  (4)  quien  le  compara  por  la  for- 
ma al  instrumento  cortante  denominado  tajadera;  mas  ahora  es- 
tamos inclinados  á  mudar  de  opinión  y  á  tener  el  menoionado 
objeto,  mejor  que  como  moneda  para  lo  cual  no  se  pr^ta  por  el 
tamaño  ni  por  la  figura,  como  instrumento  de  agricultura  segpm 
indica  el  capitán  Dupaix.  Véase  lo  escrito  acerca  de  esta  mMe- 
ria  por  el  Sr.  D.  Jesús  Sánchez.  (5) 

Lo  que  servia  indisputablemente  para  comprar  era  el  polvo 
de  oro  encerrado  en  cañones  trasparentes  de  pluma,  (6)  Ya  en 
los  tributos,  ya  en  diversas  relaciones  se  hace  mención  de  tejue- 
los de  oro,  de  más  ó  menos  peso,  que  presumimos  servían  tam- 
bién en  las  contrataciones  para  pagar  las  cosas  de  mucha  estima. 
P.  Hernando  Cortes  nos  informa  que  buscando  estaño  para  fun- 
dir artillería,  "topé  entre  los  naturales  de  una  provincia  que  se 
''dice  Taohco,  ciertas  piecezuelas  de  ello,  á  manera  de  moneda 
"muy  delgada,  y  procediendo  por  mi  pesquisa  halle,  que  en  la 

(1)  Vetanootirt,  Teatro  Mexicano.  P.  1.  T.  2,  nüm.  165. 

(2)  Torquemada,  lib.  XTV,  cap.  XIV. 

(3)  Hist  antig.,  Ub.  Vn. 

(4)  Kotaa  y  aclaraciones  á  Prescott,  tom.  III;  pág.  102. 

(5)  Anales  del  Museo  Nacional,  tom.  I,  pág.  398. 

(6)  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  XTV. 


269 

^"Wcha  provincia  y  aun  en  otras  se  trataba  por  moneda."  (1)  El 
conqtdstador  no  snministra  otras  indicaciones. 

*Tj8k  moneda  de  que  usaban  (en  Yucatán),  era  campanillas  y 
^'éas^ibeles  de  cobre,  que  tenían  el  ralor  según  la  grandeza,  y  unas 
'^eonehas  coloradas  que  se  traían  de  fuera  de  esta  tierra,  de  que 
^^haeían  sartas  á  modo  de  rosarios.  También  servían  de  moneda 
^oa  granos  del  cacao,  y  de  éstos  usaban  más  en  sus  contratado- 
''ses,  y  de  idgunas  piedras  de  valor,  y  hachuelas  de  cobre  traídas 
^e  la  Nueva  Espa£a,  que  trocaban  por  otras  cosas,  como  en  to« 
^das  partes  sucede.*'  (2) 

Foco  antes  hemos  dicho  que  el  rey  de  México  daba  por  vía  de 
gastos  á  los  mercaderes  1,600  cuachüt,&  los  cuales  da  el  Padre 
Sahagim  el  nombre  de  toldillos.  (8)  Bustamante,  anotador  de  la 
obra,  pone  por  nota:  '^Era  una  moneda  que  consistía  en  unos 
^'pedazos  de  cobre  cortados  en  figura  de  T.  Olavigero,  tom.  I, 
^'pág.  949/'  Como  se  advierte,  la  explicación  es  absolutamente 
falsa.  En  el  pasaje  citado,  por  error  de  imprenta  en  lugar  de 
cmuMU  se  lee  qüanhñi  (euauMi)^  águila.  De  este  descuido  se  sir- 
ve el-Sr.  Brasseur  para  lanzarse  á  los  espacios  imaginarlos.  '^1 
jÉfífmbre  sólo  bastaría  para  llamar  la  atención,  dice,  porque  indi- 
ca una  forma  ó  una  marca  muy  conocida  en  Europa;  solo  que  el 
autor  olvida  decir,  al  designarla  como  moneda  para  hacer  cam- 
bios, cuáles  eran  su  forma  y  su  valor.  Suponemos  que  debía  ser 
de  oro,  &c."  (4)  Ya  sabemos  que  el  caachtli  era  una  manta  de 
algodón. 

Bl  robo  hecho  á  los  mercaderes  en  una  provincia,  no  recibir- 
los de  buen  grado,  darles  muerte,  eran  causa  para  que  los  reyes 
ixdigados  de  México,  Texcoco  y  Tlacopan  declararan  la  guerra.  (5) 
Los  embajadores  eran  también  sagfadós  entre  aquellos  pueblos, 
7  las  afrentas  que  se  les  hacían  eran  irremisiblemente  vengadas 
por  la  guerra.  (6)  Narra  estas  prácticas  la  estampa  LXVÍl  del 
Códice.  Los  habitantes  de  un  pueblo  distante  (7  y  11),  asaltan 
7  dan  muerte  á  los  Üamama  (9  y  10),  quitándoles  las  mercaderías 

<1)  Cartas  de  relación,  Lorenzana,  pág.  379. 

(2)  CogoUado,  lib.  IV,  oap.  m. 

<3)  Sahagon,  tom.  n,  pág.  842. 

(4)  BrasMor  de  Boorbourg,  tom.  III,  pág.  628. 

<5)  Sahagon,  tom.  II,  pág.  857. 

46)  Torqaemada,  lib.  XIV,  oap.  I. 


260 

(8)  simbolizadas  en  el  cacaxtli  y  quimilli  de  ropa,  que  eran  de  los 
mercaderes  según  indican  el  mosqueador  redondo  y  el  bordón* 
Después  del  desastre,  conforme  lo  dicen  los  xopaUi. 6  huellas  hu- 
manas, los  mercaderes  se  pusieron  en  huida  (15  y  16),  persegui- 
dos á  flechazos  por  los  robadores  (17).  Más  abajo  unos  embaja- 
dores (19  y  20),  distinguibles  en  el  bordón  y  mosqueador  agudo, 
son  perseguidos  por  los  enemigos  ó  rebeldes  (18  y  21). 

A  estos  atentados  seguía  la  dt^claracion  de  guerra.  Curioso  era 
el  derecho  público  en  este  punto,  y  la  descripción  la  tomaremos 
de  Ixtlilxochitl.  (1)  ''Cuando  se  había  de  hacer  alguna  entrada 
ó  guerra,  dice,  contra  algún  señor  de  las  provincias  remotas,  ha- 
bía de  ser  por  causas  bastantes  que  hubiese  para  ello,  que  eran, 
que  este  tal  señor  hubiese  muerto  á  los  mercaderes  que  iban  & 
tratar  y  contratar  en  su  provincia,  no  consintiendo  trato  ni  co- 
municación con  los  de  acá  (porque  estos  tres  cabezas  fundaban 
su  señorío  é  imperio  sobre  todas  las  demás,  por  el  derecho  que 
pretendían  sobre  toda  la  tierra  que  había  sidp  de  los  tolteeas, 
cuyos  sucesores  y  herederos  eran  ellos;  y  por  la  posición  y  nue- 
va población  que  de  ella  tuvo  el  gran  Chichimeca  Xolotl  su  an- 
tepasado), para  lo  cual  todos  tres  en  consejo  de  guerra,  con  sus 
capitanes  y  consejeros  se  juntaban  y  trataban  del  orden  que  se 
había  de  tener,  y  la  primera  diligencia  que  se  hacía  era,  que  iban 
ciertos  mensajeros  de  los  mexicanos,  que  llamaban  Cuaouauh- 
nochtzin,  y  éstos  les  requerían  á  los  de  la  provincia  rebelada,  en 
especial  á  todos  los  ancianos,  juntando  para  ello  cantidad  de 
viejos  y  viejas,  á  quienes  de  parte  de  los  tres  cabezas  requerían 
y  decían,  que  ellos  como  personas  que  habían  de  padecer  las  ca- 
lamidades y  trabajos  que  causaban  las  guerras,  si  su  seQor  se 
desvanecía  en  no  admitir  la  amistad,  protección  y  amparo  del 
imperio,  pues  tenían  experiencia  de  todo,  le  fuesen  á  la  mano  y 
procurasen  de  que  enmendase  el  avieso  y  desacato  que  habían 
tenido  contra  el  imperio,  dentro  de  veinte  dias  que  les  daban  de 
término;  y  para  que  no  dijesen  en  ningún  tiempo,  que  violenta- 
mente habían  sido  conquistados  y  ganados,  les  daban  cierta  can- 
tidad de  rodelas  y  macanas.  Y  se  ponían  estos  mensajeros  en 
cierta  parte,  en  donde  aguardaban  la  resolución  de  la  república 
y  de  los  ancianos  de  la  tal  provincia;  los  cuales  respondían  lo 

(1)  Hist  Chichimeca,  cap.  XXXVIU,  MS. 


261 

qae  á  ellos  parecía,  ó  dentro  del  término  referido  allanaban  al 
señor,  y  entonces  dándoles  su  ié  y  palabra  de  nnnca  ser  contra- 
rio al  imperio,  dejar  entrar  y  salir,  tratar  y  contratar  á  los  mer- 
caderes y  gente  de  él,  enriando  cierto  presente  de  oro,  pedre- 
ría, plumas,  mantas,  era  perdonado  y  admitido  por  amigo  del 
imperio." 

'T  si  no  hacía  esto,  cumplidos  los  veinte  dias,  llegaban  á  esta 
sazón  otros  mensajeros,  que  eran  naturales  de  la  ciudad  de  Tex- 
ooco,  de  los  acolhuas,  llamados  Acbcacauhtzin,  que  eran  de  aque- 
llos jueces  que  en  otra  parte  se  dijeron  pesquisidores,  los  cuales 
daban  su  embajada  al  mismo  señor  de  la  tal  provincia  y  á  todos 
loB  naturales  y  caballeros  de  su  casa  y  linaje,  apercibiéndoles, 
que  dentro  de  otros  veinte  dias  que  les  daban  de  término,  se  re- 
dujesen á  paz  y  concordia  con  el  imperio,  con  apercibimiento, 
qae  si  se  cumplía  el  término  y  no  se  allanaban,  que  sería  el  señor 
castigado  con  pena  de  muerte,  conforme  á  las  leyes  que  dispo- 
nían  hacerle  la  «cabeza  pedazos  con  una  porra,  si  no  morían  en 
batalla  6  cautivos  en  ella  para  ser  sacrificados  á  los  dioses,  y  los 
demás  caballeros  de  su  casa  y  corte  asimismo  serían  castigados 
conforme  á  la  voluntad  de  los  tres  cabezas  del  imperio.  Habien- 
do hecho  este  apercibimiento  al  señor  y  á  todos  los  nobles  de  su 
provincia,  si  dentro  de  los  veinte  dias  se  allanaban,  quedábanlos 
de  la  provincia  obligados  de  dar  un  reconocimiento  á  las  tres  ca- 
bezas, en  cada  un  año,  aunque  moderado,  y  el  señor  perdonado 
con  todos  los  nobles  y  admitido  en  la  gracia  y  amistad  de  las 
tres  cabezas.  Y  si  no  quería,  luego  incontinente  le  ungían  estos 
embajadores  el  brazo  derecho  y  la  cabeza  con  cierto  licor  que 
llevaban,  que  era  para  esforzarle  á  que  pudiese  resistir  la  furia 
del  ejército  de  los  tres  cabezas  del  imperio,  y  así  mismo  le  po- 
nían en  la  cabeza  un  penacho  de  plumería  que  llamaban  tecpüoflf 
atado  con  una  correa  colorada,  y  le  presentaban  muchas  rodelas, 
macanas  y  otros  adherentes  de  guerra,  y  luego  se  juntaban  con 
los  otros  primeros  embajadores,  aguardando  á  que  se  cumpliese 
el  término  de  los  veinte  dias." 

**¥  cumplido,  no  habiéndose  dado  de  paz,  á  esta  sazón  llega- 
ban terceros  embajadores,  que  eran  de  la  ciudad  de  Tlacopan,  de 
micion  tepaneca,  y  tenían  la  misma  dignidad  y  oficio  que  los  de- 
mas,  los  cuales  daban  su  embajada  de  parte  de  los  tres  cabezas 
del  imperio  á  todos  los  capitanes,  soldados  y  otros  hombres  de 


262 

milicia,  apercibiéndoles  por  último  apercibimiento,  que  coma 
tales  personas  habían  de  recibir  los  golpes  y  trabajos  de  la  goe* 
rra,  que  procurasen  dentro  de  veinte  dias  dar  la  obedienoii^al 
imperio,  que  serían  perdonados  y  admitidos  en  su  gracia;  donde 
no,  pasado  el  tiempo,  vendrían  sobre  ellos  y  á  fuego  y  sangre 
asolarían  toda  la  provincia,  y  se  quedarían  por  esclavos  todos  lo» 
cautivos  en  ella,  y  los  demás  por  tributarios  vasallos  del  impe* 
rio.  Los  cuales,  si  dentro  de  este  término  se  rendían^  sólo  el  se- 
ñor  era  castigado,  y  la  provincia  quedaba  sujeta  á  dar  algún  más 
tributo  y  reconocimiento,  y  esto  había  de  ser  en  las  rentas  pw* 
tenecientes  al  señor;  y  donde  no,  cumplidos  los  veinte  dias,  estos 
embajadores  tepanecas  daban  á  los  capitanes  y  hombres  milita* 
res  de  aquella  provincia,  rodelas  y  macanas,  y  se  juntaban  con 
los  otros,  y  luego  juntos  se  despedían  del  señor,  de  la  república 
y  de  los  hombres  de  guerra,  apercibiéndoles  que  dentro  de  otros 
veinte  dias,  estarían  los  tres  cabezas  ó  sus  capitanes  con  ejército 
sobre  ellos  y  ejecutarían  todo  lo  que  les  tenían  apercibido.   Y 
cumplidos  luego  se  daba  la  batalla,  porque  ya  á  esta  sazón  había 
venido  marchando  el  ejército,  y  conquistados  y  ganados  que  eran^ 
se  ejecutaba  todo  lo  atrás  referido,  repartiendo  las  tierras  y  los 
tributos  entre  los  tres  cabezas:  al  rey  de  México  y  al  de  Texcooo 
por  iguales  partes,  y  al  de  Tlacopan  una  cierta  parte,  que  era 
como  la  quinta;  aunque  se  tenía  atención  de  dar  á  los  herederos 
del  tal  señor,  tierras  y  vasallos  suficientes  á  la  calidad  de  sus 
personas,  entrando  en  la  sucesión  del  señorío  ei  heredero  y  su- 
cesor legítimo  del  tal  señor,  con  las  obligaciones  y  reconocimien- 
to referido;  y  dejándole  guarnición  de  gente  del  ejército  de  las 
tres  cabezas,  la  que  era  conveniente  para  la  seguridad  de  aque- 
lla provincia,  se  volvía  la  demás:  y  de  esta  manera  sujetaron  á 
toda  la  tierra." 

La  estampa  contiene  el  segundo  requerimiento,  en  que  los 
achcauhtzin  (12  y  13)  desafían  al  señor  (14),  le  ungen,  ponen 
.  manta  y  penacho,  ofreciéndole  armas  para  su  defensa* 

La  estampa  LX'VlLL  del  Cód.  representa  la  manera  con  que 
los  espías  se  conducían.  Se  ve  el  plano  de  una  población,  el  teo- 
calli  (5)  en  el  centro,  al  rededor  las  casas  (4,  7, 11, 12, 16),  y  el 
tianquiztli  6  mercado  (8);  atraviesa  una  corriente  de  agua,  indi- 
cada por  la  lista  azul,  y  varios  caminos,  expresados  por  las  listas 
amarillas  con  la  huella  del  pié.   Los  embajadores  y  mercaderes 


263 

H,  2,  9, 10),  llegan  á  la  ciudad  por  diversas  sendas,  aparentando 
caiácter  pa<^'oo;  llegada  la  noche  ó  en  sazón  oportuna,  se  es- 
pareen  los  espías  pot  todos  lados  (3,  6, 13, 14),  observando  onan- 
toe  pormenores  pueden. 

Xa  faja  inferior  relata  la  sumisión  dé  un  pueblo  que  no  aceptó 
Is  guerra.  '*£!  mexicano  que  está  sentado  (18),  y  á  sus^espaldas 
"una  rodela  y  flechas  (19),  signifi^  dice  el  intérprete  del  Códi- 
"ee,  que  estando  los  mexicanos  movidos  á  destruir  por  vía  de 
"guerra  á  cierto  pueUo  que  se  había  rebelado  contara  el  señorío 
''ds  IféxMo,  los  ^pes  figurados  vasallos  del  cacique  (15, 16, 17), 
"i^  asimismo  están  sentados  en  frente  del  mexicano,  signifi- 
''oan  que  estando  todcel  pueblo  del  cacique  atemorizado  de  la 
"guerra  y  destrucción  que  los  mexicanos  les  queríau  hacer,  vie- 
"nen  ¿  México  á  tratar  paces,  sometiéndose  por  vasallos  de  Mé- 
'iiooj  y  protestando  de  les  tributar  y  reconocer  el  señorío,  me* 
''diante  lo  cual  los  reciben  en  amistad  y  por  vasallos,  reponiendo 
io  determinado  en  su  perjuicio." 

Finaliza  la  ratampa  con  el  Tlacatecatl  (20),  Tlacochcalcatl  (21), 
HaitzBahuacatl  (22)]  y  Ouauhyaliuacatl  (23).  Yímosles  en  la  es- 
tampa LXVI  con  BUS  distintivos  y  trajes  de  corte;  ahora  les  ve- 
mos con  sus  arreos  guerreros. 

Los  plebeyos  como  hemos  visto,  estaban  obligados  á  los  tra- 
bajos de  la  ciudad;  esta  obligación  cesaba  al  casarse,  y  para  que- 
dar Ubre  practicaban  la  ceremonia  representada  en  la  estampa 
liXIX  del  Cód.  £1  interesado  ^5)  presentaba  su  esposa  (9)  á  los 
principales  encargadosfdel  ramo  (1);  preparaba  regalo  de  man- 
tas (2),  cañas  para  fumar,  acayeü  (3),  y  un  convite  compuesto  de 
l^maUi  (6),  molU  de  hnexoloü  (7)  y  cacao  (8),  añadiendo  una  hacha 
de  cobre.  Después  de  la  comida  hacía  un  razonamiento  pidiendo 
86  le  exceptuara  del  servicio  según  lá  ley;  se  lo  otorgaban  los 
principales,  llevándose  al  retirarse  el  hacha  de  cobre,  como  res- 
cate del  agraciado. 

Los  reyes  de  la  tliple  alianza  para  enviar  mensajes  á  los  seño- 
res amigos,  ajustar  diferencias  y  declarar  guerras,  usaban  de 
abajadores.  Estos  eran  nobles,  de  edad  provecta,  juicio  recto 
7  cflitendidos  en  la  manera  de  decir:  el  ceremonial  mexicano  es- 
taba sujeto  á  ciertos  discursos  siempre  los  mismos  en  cada  caso, 
especie  de  fórmulas  en  que  solo  variaban  los  nombres  y  las  cir- 
<nm8tancias  particulares,  y  es  casi  seguro  que  aconteciera  lo 


1 


264 

mismo  en  las  relaciones  diplomáticas.  La  verdad  es,  que  segmi 
la  importancia  de  la  persona  á  quien  se  enviaba,  así  era  la  cate- 
goría y  nobleza  del  embajador.  Vestía  las*  insignias  del  señor  á 
qnien  representaba,  puesta  encima  una  especie  de  dialmática 
verde  con  borlas  colgantes,  y  sobre  ella  una  manta  más  ó  menos 
fina  atada  á  los  hombros  ó  pecho;  trenzado  el  cabello  con  plu- 
mas ricas  de  las  que  colgaban  borlas  de  colores:  en  la  mano 
derecha  una  flecha  con  las  plumas  hacia  arriba,  y  en  la  izquierda 
una  pequeña  rodela  y  una  redecilla  en  que  conducía  su  manteni- 
miento. Por  sus  insignias  reconocían  su  carácter,  que  le  hacía 
sagrado  aun  en  tierras  enemigas,  aunque  perdía  sus  inmunida- 
des si  se  apartaba  del  camino  recto.  En  los  pueblos  del  tránsito  le 
aposentaban  y  regalaban,  llegado  al  lugar  de  su  destino^  salían- 
le á  recibir,  los  nobles  le  albergaban  en  la  calpixca  6  casa  públi- 
ca de  huéspedes^  haciéndole  gran  honra.  Admitido  á  la  presen- 
cia del  príncipe,  éste  le  recibía  en  la  sala  de  audiencia,  sentado 
en  su  icpolU,  acompañado  de  su  corte;  él  entraba  mesuradamen- 
te, se  ponía  en  cuclillas  en  medio  de  la  sala,  y  cuando  se  le  per- 
mitía hablar  daba  su  mensaje  con  voz  clara,  pausada  y  comedida, 
con  la  mayor  retórica  posible.  La  respuesta  la  recibía  el  emba- 
jador al  dia  siguiente  por  boca  de  uno  de  los  empleados  de  la 
corte;  poníanle  provisiones  en  la  redecilla  que  llevaba,  los  no- 
bles le  sacaban  fuera  del  pueblo,  quedando  terminada  su  misión. 
Los  señores  amigos  daban  siempre  algunos  regalos,  que  por 
cortesía  debían  ser  admitidos:  los  obsequios  de  los  enemigos  no 
los  tomaban  aquellos  enviados  sino  con  el  expreso  consentimien- 
to de  su  rey.  Hacer  agravio  ó  matar  á  un  embajador  estaba  re- 
putado por  infame,  siendo  crimen  que  se  castigaba  con  excesivo 
rigor.  (1) 

La  estampa  LXIX  del  Códice  presenta  al  rey  de  México  (10), 
mandando  diversas  clases  de  embajadores  (11, 12, 13)  á  declarar 
la  guerra. 

Como  en  todos  los  gobiernos  despóticos,  el  rey  tenía  el  dere- 
cho de  formular  las  leyes.  Bien  se  comprende  que  algunaiS  dis- 
posiciones no  eran  otra  cosa  que  las  antiguas  costumbres  adop- 
tadas por  la  nación,  bien  suyas  propias,  bien  aprendidas  y  to- 
madas de  pueblos  más  civilizados.  Corto  número  de  reglas  debía 

(1)  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  I. 


266 

ser  conocido  por  la  tribu  méxica,  en  su  estado  salvaje  y  desgra- 
ciado; pero  desde  los  tiempos  de  Itzcoatl  en  que  se  hizo  inde- 
pendiente y  á  medida  qu^  la  nación  extendió  su  poderío  á  lo 
lejos,  debieron  surgir  necesidades  nuevasj  trayendo  consigo  los 
indispensables  preceptos  para  ordenarlas.  Los  méxica  se  ocu- 
paban demasiado  en.  la  guerra,  y  á  este  r§mo  consagraron  su 
atención  entera,  de  modo  que  sus  leyes  en  esta  materia  predo- 
minaron' por  completo  entre  las  demás  naciones,  las  cuales  se- 
guían en  todos  sus  puntos  aquel  código  militar.  Casi  en  el  espa- 
do de  tiempo  que  reinaron  los  reyes  conquistadores  azteca,  ocu- 
paron el  trono  de  Acolhuacan  dos  monarcas  legisladores  y  filó- 
sofos, Nezahualcoyotl  y  Nezahualpillii  quienes  cuidaron  más  de 
organizar  que  de  ensanchar  sus  dominios.  EUos  compUaron  las 
antiguas  costumbres,  añadieron  nuevas  disposiciones,  formaron 
dig^unos  así,  los  códigos  civil  y  criminal;  determinando  la  cate- 
goría y  atribuciones  de  los  jueces,  reglamentando  la  administra- 
dLon  de  justicia,  el  número  y  la  importancia  de  los  tribunales. 
Tanto  acertaron  en  esta  materia,  para  su  tiempo  y  sus  usos  bien 
entendido,  que  las  demás  naciones  gustaron  de  aquella  legisla- 
ción, tomándola  para  el  orden  de  sus  pueblos. 

En  Tenochtitlan  existía  el  Cihuacoatl,  magistrado  nombrado 
poi:  el  rey,  inferior  sólo  á  éste,  quien  entendía  en  las  cosas  de 
gobierno  y  en  la  hacienda  del  monarca:  juzgaba  por  su  propia 
persona,  conocía  en  los  negocios  que  le  estaban  encomendados; 
mas  en  las  apelaciones  de  los  negocios  criminales,  eran  sus  sen- 
tencias definitivas,  pues  no  admitían  apelación.  Era  tenido  en 
tanta  estima,  que  quien  quiera  que  usurpaba  el  oficio  moría  por 
ello,  confiscaban  sus  bienes,  y  se  vendían  por  esclavos  su  mujer 
é  hijos.  Magistrados  con  el  mismo  nombré  y  atribuciones  había 
en  las  grandes  ciudades  con  mucha  copaarca.  (1) 

Seguíale  en  categoría  el  Tlacatecatl,  quien  conocía  en  causas 
civiles  y  criminales;  en  las  civiles  juzgaba  en  definitiva,  en  las 
criminales,  como  vimos,  se  apelaba  al  Cihuacoatl.  El  tribunal 
era  colegiado,*  siendo  presidente  el  Tlacatecatl,  quien  tenía  por 
asesores  ó  asociados  al  Cuauhnochtli  y  al  Tlailotlac;  cada  uno 
de  los  tres  tenía  un  teniente  que  oían  y  determinaban  junto  con 
los  principales;  aunque  las  sentencias  se  pronunciaban  en  nom- 

(l)  Torquemada,  lib.  XI,  cap.  XXV. 

34 


266 

bre  del  Tlaoatecatl.  «Asistían  á  mañana  y  tarde  con  sus  insigmaB 
puestas,  á  las  salas  de  justicia  que  en  el  palacio  del  rey  haUa^ 
llamadas  Tlaltzontecoyan,  lugar  de  sentencias,  derivado  de  Üci- 
zontedK,  cosa  juzgada;  oían  con  mesura  y  silencio  á  las  pwrtes, 
conservando  el  orden  ciertos  empleados  y  porteros»  Las  deter- 
minaciones tomadas  por  el  tribunal  las  pregonaba  el  Ucp&jjoÜ^ 
pregonero,  y  las  penas  las  ejecutaba  por  su  mano  el  CTuauhnodi'' 
tlL(l) 

En  el  reino  de  Acolhuacan  había  en  seis  ciudades  priztcipales 
una  especie  de  tribunal  superior  ó  audiencia,  cuyos  jueces  cono- 
cían de  los  negocios  y  recogían  los  tributos  reales.  En  la  corte 
de  Texcoco  y  en  el  palacio  del  rey,  había  dos  salas  de  consejo 
con  dos  jueces  cada  una;  la  una  de  jueces  mayores  que  oían  los 
negocios  graves  pertenecientes  á  la  determinación  del  rey,  la 
otra  de  jueces  menores  que  conocían  en  pleitos  de  menor  cuan- 
tía: las  causas  determinadas  por  estos  segundos,  se  apelaban  pa- 
ra los  primeros,  quienes  no  sentenciaban  en  definitiva  sin  acuer- 
do del  rey.  Sentábanse  á  escuchar  á  los  litigantes  de  mañana,  des- 
cansaban á  medio  dia,  comían  de  ló  que  les  mandaban  del  pala<»o, 
prosiguiendo  después  su  tarea  hasta  terminar  el  dia^ 

Oada  tribunal  tenía  su  escribano  ó  sean  pintores  diestros  que 
ponían  en  pinturas  el  motivo  del  litigio,  los  nombres  de  los  con- 
tendientes y  las  sentencias  pronunciadas.  Oada  diez  dias,  ó  cuan- 
do más  doce,  los  jueces  de  aquellos  tribunales  venían  á  confe- 
renciar con  el  rey  los  casos  arduos,  quedando  las  determinaciones 
tomadas  como  inapelables.  Si  por  su  mucha  gravedad  el  nego- 
cio no  fenecía  en  este  plazo,  terminaba  irremisiblemente  en  los 
consejos  que  tenían  lugar  de  80  en  80  dias,  llamados  por  ésto 
Napoallatoli.  Los  jueces  tenían  el  nombre  de  Tecuhtlatoque, 
"señores  que  gobiernan  el  bien  público  y  lo  hablan." 

Cada  sala  tenía  un  empleado  dicho  AchoauMzin,  mayores,  equi- 
valente al  alguacil  mayor,  encargado  de  prender  á  los  delincuen- 
tes, aun  cuando  fuera  muy  gran  señor:  sus  insignias  le  hacían 
conocer  y  respetar.  Los  alguaciles  menores,  topiUi,  comunicaban 
las  órdenes  ó  hacían  las  citaciones,  sin  poner  reparo  en  tiempo 
ni  distancia.  (2) 

(1)  Torqnemada,  loco  cit. 

(2)  Torquemada,  lib.  XI,  cap.  XXVI.  Breve  y  Bomaria  relación  de  los  sefiores  y 
maneras  y  diferencias  que  había  de  ellas  en  la  Nueva  eepaña,  ¿lc.,  por  él  Doctor 


267 

En  las  poblacioiies  donde  aquellos  tribunales  no  existían^  ha- 
iiía  jaeces  menores  con  jurisdicción  limitada,  qne  sentenciando 
8do  pleitos  de  poca  calidad,  en  los  graves  formaban  nna  especie 
de  iBdstmo^on,  prendiendo á  los  delincuentes, y  llevándola  can- 
4a  para  ser  determinada  en  los  consejos  de  cada  ochenta  dias. 
Estas  reuniones  generides  duraban  dies  ó  doce  dias,  pues  eran 
especie  de  cortes  en  que  así  se  conieren^ba  acerca  de  negocios 
judiciales,  como  de  cosas  tocantes  á  la  gobernación  de  los  pue- 
blos del  reino.  (1) 

En  cada  barrio  de  Mádoo  habia  un  teucUif  electo  anualmente 
por  loa  Tecinos;  determinaba  de  causas  urianas,  dando  cuenta 
diariamente  á  los  jueces  superiores.  Seguían  los  oerUecücqñxg^f 
elegidos  también  por  los  vecinos,  y  tenían  cargo  de  vigilar  cierto 
número  de  familias,  de  cuyas  acciones  daban  cuenta  á  los  jueces. 
Los  teqnüiaioqíd  citaban  á  los  reos  ó  comunicaban  las  órdenes 
de  los  teuctU,  y  los  tcpiUi  hachan  los  arrestos.  (2) 

Las  pinturas  del  Oódice  Mendocino,  lámina  LXTX,  suminis- 
tran Botioias  no  encontradas  en  otra  parte  por  nosotros,  acerca 
de  otros  jueces  6  tribunales^  Tales  son  el  Mixcoatlailotlac  (15) 
8^;un  el  intérprete  del  Codex,  en  cuyo  nombre  jeroglífico  sólo 
«MKmtramos  la  piüiabra  Tlailotlac,  ya  conocida;  así  como  el  Ez- 
huahuacatl  (18).  Desconocidos  el  Acatlyaoapanecatl  (20)  y  el 
Téquixquináhuacatl  (22).  Cada  uno  presenta  á  la  espalda  (14, 
17, 19,  21)  un  temoüiy  que  asiste  para  aprender  á  juzgar  antes  de 
flulñr  á  la  cat^oria  de  juez.  Llevan  todos  en  la  cabeza  el  copiUi 
6  corona  real,  dando  á  entender  que  la  justicia  se  administra  en 
Bombie  del  soberano,  teniendo  las  sentencias  tanta  autoridad 
como  si  el  rey  las  prcmunciara. 

En  el  grupo  del  juzgado  (16),  el  hombre  y  la  mujer  con  el  sím- 
bolo de  la  palabra  denotan  los  litigantes;  las  figuras  calladas  son 
los  interesados  ó  testigos.  No  consta  que  entre  las  naciones  de 
Anáhuac  existiera  la  profesión  de  abogado;  las  partes  defendían 
SQ  derecho,  apoyándolo  en  pruebas  escritas  ó  testimonio  de  tes* 
tígos,  admitiéndose  también  el  juramento  formal. 

Alonzo  de  Zorita.  MS.   Imprimióse,  aunque  trunca,  en  la  Colección  de  Documentos 
inéditos  del  ArchÍTO  de  Indias,  tom.  II,  pág.  1-126. 

(1)  Zonta,  BreTe  relación,  &c,  M8.  Mendieta,  lib.  n,  cap.  XXYIII. 

(2)  ClaTigero,  tom.  2,  pág.  821, 


268 

Los  jueces  administraban  justicia  con  la  mayor  rectitud,  sm 
diferencia  entre  grandes  y  chicos,  ricos  y  pobres,  sin  que  reci- 
bieran poco  ni  mucho  de  los  litigantes.  Tenían  señalado  salario, 
tierras  bastantes  para  sustentar  una  familia  holgadamente,  en 
las  cuales  había  labradores  que  las  sembraban  dando  cierta  por- 
ción de  las  cosechas,  suministrando  ademas  agua,  leña  y  servi- 
cios personales.  Al  morir  los  jueces,  pasaban  las  tierras  á  sus 
sucesores  en  el  cargo,  no  á  su  familia,  con  las  gentes  que  las 
beneficiaban. 

Si  los  jueces  recibían  cohecho,  ó  se  desmandaban  en  la  bebida 
ó  descuidaban  sus  obligaciones,  los  otros  jueces  los  reprendían 
ásperamente;  no  enmendados  á  la  tercera  amonestación  les  ha- 
cían trasquilar,  cosa  de  mucha  añ^enta,  privándolos  del  oficio. 
Esto  era  en  cosas  livianas,  porque  si  eran  graves,  desde  la  primera 
era  destituido  por  el  rey.  Llegada  á  descubrir  una  muy  grande 
injusticia,  seguíase  irremisiblemente  la  muerte.  (1) 

La  estampa  LXX  del  Cód.  Mendocino  muestra  la  figura  que 
las  salas  de  audiencia  tenían  en  México.  Según  el  interprete: 
1.  Trono  y  estrado  de  Moteczuma.  2.  Moteczuma.  3«  Cacia  don- 
de aposentaban  á  los  señores  de  Tenayucan,  y  Chiciyiauhtla,  y 
^'Culhuacan,  que  eran  sus  amigos  y  confederados  de  Moteczuma. 
'^4  Casa  donde  se  aposentaba  á  los  grandes  señores  de  Texouco 
^'y  Tacuba,  que  eran  sus  amigos  de  Moteczuma.  5.  Patio  de  las 
''casas  de  Moteczuma.  6.  Patio  de  las  casas  reales  de  Moteczuma. 
"7.  Sala  del  Consejo  de  guerra.  8.  Estas  gradas  que  van  subieu- 
''do  van  á  dar  al  patio  de  la  casa  de  Moteczuma,  que  son  estas 
''figuradas.  9.  Estos  cuatro  son  como  oidores  del  Consejo  de 
"Moteczuma,  é  hombres  sabios.  10.  Pleiteantes  que  en  grado  de 
"apelación  de  los  alcaldes,  se  presentan  y  parecen  ante  los  oido- 
res del  Consejo  de  Moteczuma.'' 

Faltóle  decir  que  el  vencido  en  el  juicio  (10)  se  retira  del  tri- 
bunal. (2) 

Las  prisiones  eran  de  dos  especies.  La  llamada  teílpüoyan^  lu- 
gar de  presos,  en  que  estaban  detenidos  los  delincuentes  de  pe- 
nas leves;  el  cuauhcaUi,  casa  de  madera,  especie  de  jaula  fuerte 
de  vigas,  en  que  se  guardaba  los  condenados  á  muerte  y  prisio- 

(1)  Zorita.  Breve  relación.  MS.  La  copia  Torquemada,  lib.  XI,  cap.  XXVI. 

(2)  Véase  Lord  Eingsborough. 


269 

neros  de  guerra  destinados  al  sacrificio.  Las  puertas  eran  muy 
estrechas,  cerradas  con  tablas  por  fuera,  j  arrimadas  á  ellas 
grandes  piedras  para  mayor  seguridad:  guardia  competente  cui- 
daba de  que  los  presos  no  se  evadieran.  Estrechas  y  malsanas 
aquellas  construcciones,  recibiendo  los  detenidos  poco  alimento, 
á  breve  tiempo  estaban  flacos  y  enfermos.  (1)  I40S  cautivos  si 
recibían  abundante  colación  á  fin  de  estar  lucios  y  gordos  al  ser 
inmolados.  Oaso  de  escaparse  algún  cautivo,  los  guardas  paga- 
ban al  dueño  una  esclava,  algunas  mantas  y  una  rodela. 

Acerca  de  las  leyes  vamos  á  copiar  una  recopilación  manuscri- 
ta^ á  la  cual  sólo  cambiaremos  su  anticuada  ortografía. 

"Estas  son  leyes  que  tenían  los  indios  de  la  Nueva  España. 

Anáhuac  ó  México. 

*'E1  hijo  del  principal  que  era  tahúr  y  vendía  lo  que  su  padre 
tenía  ó  vendía  alguna  suerte  atierra,  moría  por  ello  secreta- 
mente ahogado,  y  si  era  mácehual  era  esclavo. 

''Si  alguno  toma  de  los  magueyes  para  hacer  miel  y  son  veinte, 
págalos  con  las  mantas  que  los  jueces  dicen,  y  si  no  las  tiene  ó 
es  de  más  magueyes,  es  esclavo  ó  esclavos. 

"Quien  pide  algunas  mantas  fiadas  ó  prestadas  y  no  las  paga, 
es  esclavo. 

''Si  alguno  hurta  alguna  red  de  pescar,  págala  con  mantas,  y 
si  no  las  tiene  es  'esclavo. 

"Si  alguno  hurta  algilna  canoa,  paga  tantas  mantas  cuantas  va- 
le la  canoa,  y  si  no  las  tiene  es  esclavo. 

"Si  alguna  esclava  pequeña  qué  no  es  de  edad  para  hombre, 
alguno  la  toma»  es  esclavo  el  que  se  echó  con  ella;  si  muere  de 
otea  manera  paga  la  cura. 

"Si  llevó  á  vender  su  esclava  á  Azcapotzalco,  do  era  la  feria  de 
los  esclavos;  y  el  que  se  la  compró  le  dio  mantas,  y  él  las  regis- 
tró y  se  contentó  de  ellas,  si  después  se  arrepiente  vuelve  las 

mantas. 

"Si  alguno  quedó  pequeñito  y  los  parientes  le  venden,  y  se  sa- 
be después  cuando  es  mayor,  sacan  los  jueces  las  mantas  que  les 
parecen  para  dar  al  que  lo  compró  y  queda  libre. 

"Si  algún  esclavo  se  vende  y  se  huye  y  se  vende  á  otra  perso- 
na, pareciendo  se  vuelve  á  su  dueño,  y  pierde  lo  que  dio  por  él. 

(8)  P.  Mendieta,  lib.  II,  cap.  XXIX. 


270 

"Si  alguno  se  echa  con  esclava  y  muere  estando  preñada,  es 
esclavo  el  que  con  ella  se  echó,  y  si  pare,  el  parto  es  libre  y  llévalo 
el  padre. 

"Si  algunos  vendieron  algún  niño  por  esclavo,  y  después  se  sa- 
be, todos  los  que  en  ello  entendieron  son  esclavos,  y  dellos-dan 
uno  al  que  lo  compró  y  los  otros  los  reparten  entre  la  madre  de 
quien  era  el  niño  que  vendieron  y  entre  el  que  lo  descubrió. 

"Los  que  dan  bebedizos  para  que  otro  muera,  muere  por  ello 
á  garrotazos;  y  si  la  muerta  era  esclava,  era  esclava  la  que  los 
daba. 

"Si  hurtaban  las  mazorcas  de  maíz  de  veinte  arriba,  moría  por 
ello;  si  menos,  pagaba  alguna  cosa  por  ello. 

"El  que  arrancaba  el  maíz  antes  de  granado,  moría  por  ello. 

'^1  que  hurtaba  el  yete,  (1)  que  es  una  calabaza  atada  con  unos 
cueros  colocados  por  la  cabeza  con  unas  borlas  de  pluma  al  cabo, 
de  que  usan  los  señores  y  traen  en  ella  polvos  verdes  que  son 
tabacos,  moría  el  que  lo  hurtaba,  á  garrotazos. 

"El  que  hurtaba  algún  chalchihuitl\en  cualquier  parte  era 
apedreado  en  el  tianguis,  porque  ningún  hombre  bajo  las  podía 
tener. 

"El  que  en  el  tianguis  hurtaba  algo,  los  del  tianguis  le  mata- 
ban á  pedradas. 

"El  que  salteaba  en  el  camino,  era  apedreado  publicamente. 

"Era  ley  que  el  papa  que  se  emborrabhaba,  en  la  casa  do  lo 
hallaban  borracho  lo  mataban  con  una  porras;  y  el  mozo  por  ca- 
sar que  se  emborrachaba,  era  llevado  á  una  casa  que  se  llamaba 
telpuchcalli  y  allí  le  mataban  con  garrotes,  y  el  principal  que 
tenía  aquel  cargo  si  se  emborrachaba,  quitábanle  el  oficio^  y  si 
era  valiente  hombre  le  quitaban  el  título  de  valiente. 

"Si  el  padre  pecaba  con  su  hija,  moría  ahogado  ó  con  garrote  é 
echábanle  una  soga  al  pescuezo. 

"El  que  pecaba  con  su  hermana,  moría  ahogdulo  con  garrote  y 
era  muy  detestable  entre  ellos. 

"Si  una  mujer  pecaba  con  otra,  las  mataban  ahogándolas  con 
garrote. 

"El  papa  que  era  hallado  con  una  mujer,  le  mataban  secreta- 
mente con  un  garrote,  é  lo  quemaban,  é  derribábanle  su  casa,  y 

(1)  Debe  leerse  ye¿¿. 


271 

tomábanle  todo  lo  que  tenía,  y  morían  todos  los  encubridores 
que  lo  sabían  y  callaban. 

^o  bastaba  probanza  para  el  adnlterio  si  no  los  tomaban  jun- 
tos» y  la  pena  era  que  públicamente  los  apedreaban.  • 

''Algunas  destaa  leyes  no  son  auténticas,  porque  se  sacaron  de 
un  librillo  de  indios  no  auténtico,  como  estotras  que  se  siguen, 
las  cuales  son  verdaderas. 

**En  esto  que  se  sigue  no  se  trata  más  de  decir  y  contar  las  le- 
yes que  los  indios  de  la  Nueva  España  tenían,  en  cuatro  cosas; 
la  primera  es  de  los  hechiceros  y  salteadores;  la  segunda  es  de 
los  ladrones;  la  tercera  es  de  lujuria;  la  cuarta  de  las  guerras. 

"Capítxdo  primero,  que  trata  de  los  hechiceros  y  salteadores. 

''Era  ley  que  sacrificasen,  abriéndolo  por  los  pechos,  al  que  ha- 
da hechicerías  que  viniese  algún  mal  sobre  alguna  ciudad. 

"Era  ley  que  ahorcasen  al  hechicero  que  con  hechizos  ponía 
su^o  á  los  de  la  casa,  paira  poder  entrar  más  seguro  á  robar. 

"Ahorcaban  á  los  salteadores  de  los  caminos  y  castigábanlos 
muy  reciamente. 

"Ahorcaban  al  que  mataba  con  bebedizos. 

"Ahorcaban  á  los  que  por  los  caminos,  por  hacer  mal,  se  fin- 
gían ser  meüyajeros  de  los  señores. 

"Capítulo  dos,  que  trata  de  la  lujuria. 

"Ahorcaban  al  que  se  echaba  -con  su  madre  por  fuerza,  y  si 
ella  era  consentidora  dello,  también  la  ahorcaban  á  ella,  y  era 
cosa  muy  detestable. 

"Ahorcaban  á  los  hermanos  que  se  echaban  con  sus  hermanas. 

"Ahorcaban  al  que  se  echaba  con  su  entenada,  y  ella  también 
si  había  consentido. 

"Tenía  pena  de  muerte  el  que  pecaba  con  su  suegra. 

"Apedreaban  á  los  que  habían  cometido  adulterio,  á  sus  mari- 
dos juntamente  con  el  que  con  ella  había  pecado. 

"A  ninguna  mujer  ni  hombre  castigaban  por  este  pecado  de 
adulterio,  si  sólo  el  mt^ido  della  acusaba,  sino  que  había  de  ha- 
ber testigos  y  confesión  de  los  malhechores,  y  si  estos  malhecho- 
'  res  eran  principales,  ahogábanlos  en  la  cárceL 

"Tenía  pena  de  muerte  el  que  mataba  á  su  mujer  por  sospecha 
6  indicio,  y  aunque  la  tomase  con  otro,  sino  que  los  jueces  lo  ha- 
bían de  castigar. 


272 

'^n  algunas  castigaban  al  que  se  echaba  con  su  mujer,  después 
que  le  tubiese  hecho  traición. 

''Por  la  ley  no  tenía  pena  el  que  se  echaba  con  la  manceba  de 
otro,  excepto  si  había  ya  mucho  tiempo  que  el  otro  la  tenía,  y 
por  haber  mucho  que  estaban  juntos  eran  entre  sus  vecinos  te- 
nidos por  casados. 

"Ahorcaban  al (cuilon)  ó  sometico  y  al  varón  que  toma- 
ban en  hábito  de  mujer. 

"Mataban  al  médico  ó  hechicera  que  daba  bebedizos  para  echar 
la  criatura  la  mujer  preñada,  y  asimismo  á  la  que  lo  tal  tomaba 
para  este  efecto. 

"Desterraban  y  tomaban  los  bienes  y  dábanle  otros  castigos 
recios,  á  los  papas  que  tomaban  con  alguna  mujer,  y  si  había 
pecado  contra  natura,  los  quemaban  vivos  en  algunas  partes,  y 
en  otras  los  ahogaban  ó  los  mataban  de  otra  manera. 

"Capítulo  tercero,  que  trata  de  las  leyes  que  había  en  las 
guerras. 

"Cuando  algún  pueblo  se  rebelaba,  enviaban  luego  los  señores 
de  los  tres  reinos  que  eran  México,  Texcooo  y  Tlacopan,  secre- 
tamente á  saber  si  aquella  rebelión,  si  procedía  todo  el  pueblo 
ó  solo  por  mandado  y  parecer  del  señor  de  taL  pueblo,  y  si  esta 
rebelión  procedía  solamente  del  señor  de  tal  pueblo,  enviaban 
los  señores  de  los  tres  reinos  sobre  ellos,  capitanes  y  jueces  que 
públicamente  justiciaban  á  los  señores  que  se  rebelaban  y  á  los 
que  eran  del  mismo  parecer.  Y  si  esta  rebelión  era  por  parecer 
y  voluntad  de  todo  el  pueblo,  requeríanlos  muchas  veces  á  que 
fuesen  sujetos  como  antes  y  tributasen,  y  si  después  de  muchas 
veces  requeridos  no  querían  sujetarse,  entonces  dábanles  <úertaa 
rodelas  y  ciertas  armas  en  señal  de  amenazas,  y  pregonaban  la 
guerra  á  fuego  y  á  sangre;  pero  de  tal  manera,  que  en  cualquier 
tiempo  que  saliesen  de  paz  los  tales  rebeldes,  cesaba  la  guerra» 

"Era  ley  que  degollasen  á  los  que  en  la  guerra  hacían  algnn 
daño  á  los  enemigos  sin  licencia  del  capitán,  ó  acometían  antes, 
ó  se  apartaban  de  la  capitanía. 

"Tenía  pena  de  muerte  el  que  en  la  guerra  quitaba  la  presa  á 
otro. 

"Tenía  pena  de  muerte  y  de  perdimiento  de  bienes  y  otras 
muy  graves  penas,  el  señor  ó  principal  que  en  algún  baile  ó  fies- 
ta ó  guerra  sacaba  alguna  divisa  que  fuese  como  las  armas  6 


278 

dÍTÍsas  de  los  señores  de  México  y  Texcoco  y  Tlacopan,  que  eran 
los  tres  reyes  principales,  y  algunas  veces  había  guerra  sobre 
ello. 

"Hacían  pedazos  y  perdían  todos  sus  bienes  y  hacían  esclavos 
á  todos  sus  parientes,  al  que  era  traidor  avisando  á  los  enemigos 
en  la  guerra,  avisándoles  de  lo  que  se  concertaba  ó  platicaba 
contra  ellos. 

"Capítulo  cuarto  que  trata  de  los  hurtos. 

"Hacían  esclavo  al  que  era  ladrón,  si  no  había  gastado  lo  hur- 
tado, y  si  lo  había  gastado,  moría  por  ello,  si  era  cosa  de  valor. 

"El  que  en  el  mercado  hurtaba  algo,  era  ley  que  luego  publi- 
camente en  el  mismo  mercado  le  matasen  á  palos. 

"Ahorcaban  á  los  que  hurtaban  cantidad  de  mazorcas  de  maíz 

6  arrancaban  algunos  maizales,  excepto  si  no  era  de  la  primera 
ringlera  que  estaba  junto  al  camino,  porque  desta  tenían  los  ca- 
minantes licencia  de  tomar  algunas  mazorcas  para  su  camino. 

"Era  ley  y  con  rigor  guardada,  que  si  algún  indio  vendía  por 
esclavo  algún  niño  perdido,  que  hiciesen  esclavo  al  que  lo  vendía, 

7  BU  hacienda  partiesen  en  dos  partes,  la  una  parte  daban  al 
niño  y  la  otra  parte  al  que  lo  había  comprado,  y  si  los  que  la 
habían  vendido  eran  más  de  uno,  á  todos  los  hacían  esclavos. 

'*Estas  son  leyes  de  diversas. 

**Tenían  pena  de  muerte  los  jueces  que  hacían  alguna  relación 
f^a  al  señor  superior,  en  algún  pleito,  y  asimismo  los  jueces 
que  sentenciaban  alguno  injustamente. 

"Ahorcaban  y  muy  gravemente  castigaban  á  los  hijos  que  gas- 
taban zfial  la  hacienda  que  sus  padres  les  habían  dejado,  6  des- 
hacían para  gastar  mal,  ó  destruían  las  armas  y  joyas  ó  cosas 
B^iJadas  que  los  padres  les  habían  dejado,  y  asimismo  tenían 
esta  pena  y  castigo  los  que  quedaban  por  tutores  de  algunos  me- 
nores, si  no  daban  buena  cuenta  á  los  hijos  de  los  bienes  de  sus 
padres  difuntos. 

**Tenía  pena  de  muerte  el  que  quitaba  ó  apartaba  los  mojones, 
7  términos  ó  señales  de  las  tierras  y  heredades. 

'^1  modo  que  tenían  de  castigar  á  sus  hijos  é  hijas,  siendo 

mozos,  cuando  salían  viciosos  y  desobedientes  y  traviesos,  era 

trasquilarlos  y  traerlos  maltratados,  y  pinchándoles  las  orejas 

y  los  muslos  y  brazos. 

35 


274 

*TEra  cosa  muy  vedada  y  reprehendida  y  castigada,  el  embo- 
rracharse los  mancebos  hasta  que  fuesen  de  cincuenta  años,  y  en 
algunas  partes  había  penas  señaladas. 

"Hacían  esclavo  al  que  vendía  alguna  tierra  ajena,  ó  que  tu- 
viese depositada  sin  licencia. 

"Era  ley  que  el  esclavo  que  estaba  preso  y  se  soltaba  de  la 
prisión,  y  iba  á  palacio,  entrando  que  entrase  en  el  patio,  era 
libre  de  la  servidumbre  y  como  libre  podía  andar  seguro. 

"Otra  costumbre  entre  ellos,  que  los  hijos  de  los  señores  y 
hombres  ricos,  en  siendo  de  siete  años  poco  más  ó  menos,  entra- 
ban en  los  templos  á  servir  á  los  ídolos,  á  donde  servían  barrien- 
do y  haciendo  fuego  de  los  templos  y  salas  y  patios,  y  echaban 
los  inciensos  en  los  fuegos,  y  servían  á  los  papaguates,  y  cuando 
eran  negligentes  ó  traviesos  ó  desobodi  entes,  atábanles  las  ma- 
nos y  pies,  y  punzábanles  los  muslos  con  unas  púas,  y  los  brazos 
y  los  pechos,  y  echábanlos  á  rodar  por  la§  gradas  abajo  de  los 
templos  pequeños.  T  más  es  de  saber,  que  en  México,  y  asimis- 
mo en  Texcoco  y  Tlacopan,  había  tres  Consejos,  el  primero  era 
Consejo  de  las  cosas  de  guerra;  el  segundo  era  adonde  había 
cuatro  oidores  para  oír  los  pleitos  de  la  gente  común;  el  tercero 
era  el  Consejo  donde  se  averiguaban  los  pleitos  que  entre  seño- 
res y  caballeros  se  ofrecían,  ó  entre  pueblos  sobre  linderos  ó 
términos,  y  deste  Consejo  en  ciertas  cosas  señaladas  daban  parte 
al  señor,  que  eran  como  casos  reservados  á  estos  reyes  y  señores 
destos  tres  reinos  que  arriba  están  dichos. 

"Estas  son  las  leyes  por  las  cuales  condenaban  á  alguno  á  que 
fuese  esclavo. 

"Hacían  pedazos  y  perdían  todos  sus  bienes  y  hacían  esclaTos 
á  todos  sus  parientes,  al  que  era  traidor  avisando  á  los  enemigos 
en  la  guerra,  avisándoles  de  lo  que  se  conversaba  ó  platicaba  en. 
el  real  contra  ellos.  « 

"Hacían  esclavo  al  que  había  hecho  algún  hurto  en  cantidad^ 
si  aun  no  lo  había  gastado. 

"Otra  ley,  que  si  algún  indio  vendía  por  esclavo  algún  niño 
perdido,  y  así  mismo  hacían  esclavos  á.  todos  los  que  lo  habían 
Tendido  si  eran  muchos. 

"Hacían  esclavo  al  que  vendía  alguna  tierra  ajena,  ó  que  tu- 
viese depositada,  sin  Ucencia. 


275 

'^n  algunas  partes  era  ley^  que  haoían  esclayo  al  qiie  había 
empreñado  alguna  esclava,  cuando  la  tal  moría  de  parto  ó  por  el 
parto  quedaba  lisiada. 

'^Hacían  esclavos  á  los  que  hurtaban  cantidad  de  mazorcas  de 
maíz,  en  los  maizales  de  los  templos  ó  de  los  señores. 

^Tor  otra  cosa  también  hacían  esclavos,  mas  eran  arbitrarios; 
mas  estas  sobredichas  eran  leyes  que  ningim  juez  podía  dispen- 
sar en  ellas,  si  no  era  matando  al  que  los  cometía  por  no  hacer- 
los  esclavos,  y  todo  esto  sobredicho  es  verdad,  porque  yo  las 
saqué  de  un  libro  de  sus  pinturas,  á  donde  por  pinturas  están 
escritas  estas  leyes,  en  un  libro  muy  auténtico,  y  porque  es  ver- 
dad lo  firmé  de  mi  nombre.  Fecha  en  Valladolid,  á  diez  del  mes 
de  Setiembre,  año  de  mil  y  quinientos  y  cuarenta  y  tres  años. 
Fr.  Andrés  de  Alobiz."  (1) 

La  estampa  LXXII  del  Códice  Mendocino,  (2)  indica  algunas 
de  las  penas  impuestas  á  los  delincuentes.  Los  jóvenes  del  Cal- 
mecac  que  por  la  primera  vez  se  embriagaban  (2)  sufrían  una 
pena  correccional;  la  reincidencia  (1)  traía  precisamente  la  muer- 
te. La  embriaguez  está  simbolizada,  por  el  vaso  de  madera  lleno 
de  licor  espumoso.  La  joven  educanda  (3)  muere  también  por 
haber  incurrido  en  el  mismo  vicio. 

Conforme  á  una  de  las  leyes  arriba  citadas,  la  libertad  para 
embriagarse  comenzaba  á  los  cincuenta  años;  mas  según  la  auto- 
ridad de  la  estampa  esa  triste  exención  empezaba  á  los  setenta 
años  (6).  Bepugnante  prerogativa,  fundada  tal  vez  en  la  difi- 
cultad de  llegar  á  edad  tan  avanzada,  6  en  que  los  agraciados, 
defendidos  por  la  experiencia,  no  abusarían  de  la  prerogativa; 
siempre  sería  triste  de  ver,  en  público  ó  en  secreto,  el  espectá- 
culo inmoral  de  un  anciano  ebrio,  socorrido  por  los  hijos  y  nie- 
tos á  quienes  debía  enseñanza  y  ejemplo.  El  viejo  parece  estar 
en  algún  convite,  según  indica  el  xochiü  ó  ramillete  que  en  la 
mano  tiene.  Si  visto  en  el  anciano  indigna,  en  la  anciana  causa 
fepulsion:  instalada  delante  de  una  cántara  de  pulque  (7)  toma 
i  volujitad,  hervida  por  su  hija,  sostenida  por  su  nieta,  presen- 
tí) JÉ^aXeografíado  y  copiado  de  un  precioso  Códice  antiguo,  intitulado  Libro  de 
0x0,  en  poder  del  Sr.  D.  Joaquin  García  Icazbalceta.  Para  las  leyes  mexicanas  véan- 
«ej  Zorita,  breye  relación,  MS.  Mendíeta,  lib'.  II,  cap.  XXIX.  Torquemada,  lib.  TTT^ 
ttp.  n  al  VIL  Olayigero,  tom.  1,  pág.  822  y  sig. 

(2)  Loxd.  Eingsboroogh,  tom.  1. 


á76 

senciando  la  fatal  escena  tm  rapaz,  que  no  recibe  nna  lección 
ejemplar. 

Según  las  minuciosas  investigaciones  de  Zorita,  (1)  el  viiio  no 
podía  beberse  sin  licencia  de  los  señores  ó  los  jueces;  se  daba  á 
los  enfermos,  á  los  viejos  de  más  de  cincuenta  años,  á  fin  de  que 
se  les  calentara  la  sangre,  en  cantidad  de  tres  tazas;  en  las  bodas 
podían  beber  dos  tazas  los  que  pasaban  de  treinta  años,  j  la 
misma  cantidad  se  permitía  á  los  que  acarreaban  madera  j  pie- 
dras por  ser  gran  trabajo;  se  daba  á  las  mujeres  en  los  primeros 
dias  que  seguían  al  alumbramiento.  En  nobles,  señores  y  gente 
de  guerra  era  afrenta  embeodarse,  y  se  reputaba  infame  á  quien 
lo  hacía.  Al  borracho,  hombre  ó  mujer,  le  trasquilaban  en  el 
tianquiztli,  y  le  derribaban  la  casa,  "porque  decían,  que  el  qtie 
"se  embeodaba  y  perdía  el  seso  por  ello,  no  merecía  tener  casa 
"en  pueblo,  ni  ser  contado  entre  los  vecinos  de  él,  y  eran  priva- 
"dos  de  los  oficios  públicos  que,  tenían  y  quedaban  inhábiles 
'^ara  los  tener  adelante." 

Engáñanse  los  autores  que  afirman,  que  los  indios  en  su  infi- 
delidad se  entregaban  á  la  embriaguez:  "y  tomaron  ocasión  para 
'%  decir  y  creer,  porque  luego  como  se  ganó  la  tierra  se  daban 
"al  vino  desenfrenadamente,  y  toldaban  esta  licencia  cuando  co- 
"menzó  á  cesar  la  autoridad  y  poder  de  sus  jueces  naturales  pa- 
'*ra  los  castigar  con  la  libertad  que  solían.  Y  dicen  los  indios  vie- 
"jos  que  ésta  fué  la  causa  por  que  en  esto  y  en  otros  vicios  y  deli- 
**tos  tomó  cada  uno  licencia  para  hacerlo  que  quería,  porque  no 
"se  dan  las  justicias  de  los  españoles  ttm  buena  maña  como  dus 
'jueces  en  lo  averiguar  y  castigar;  y  poco  á  poco  se  fu^  dismi- 
"nuyendo  el  autoridad  y  modo  de  su  justicia,  hasta  que  del  todo 
"se  vino  á  consumir  y  acabar,  y  con  ellos  se  acabó  la  buena  orden 
"que  en  todo  tenían  y  su  pulicía." 

Las  leyes  de  los  pueblos  de  Anáhuac  adolecían  de  un  cará^r 
draconiano.  Dirigidas  principalmente  contra  el  robo,  la  inconti- 
nencia y  la  embriaguez,  se  prodiga  la  pena  de  muerte,  en  dife- 
rentes formas,  y  la  esclavitud;  en  algunos  casos  el  destierro,  én 
otros  la  confiscación,  raras  son  las  penas  corporales,  sin  que  en- 
tre ellas  se  enumeren  los  azotes,  que  sólo  se  daban  á  los  niños. 
La  legislación,  como  la  de  todas  las  naciones  no  bien  civilizadas, 

(1)  Breve  y  Bomaria  relación.  MS. 


277 

no  atendía  á  las  causas  exculpantes;  ni  establecía  yerdadera 
proporción  entre  el  crimen  y  su  castigo.  La  razón  debe  ser,  que 
aquellos  legisladores  tenían  que  habérselas  con  gentes  de  cer- 
liz  dura,  acostumbrados  á  despreciar  los  dolores  físicos,  á  ver 
con  indiferencia  y  aun  desprecio  la  pérdida  de  la  vida;  precisas 
é  indispensables  .eran  penas,  que  si  no  ponían  miedo  en  el  delin- 
euentOi,  fueran  eficaces  á  segregar  de  la  sociedad  los  miembros 
gangrenados.  Fuera  de  ésto,  las  leyes  revelan  un  pueblo  ade- 
lantado, morigerado  y  justo;  protegían  el  respeto  á  la  autoridad, 
la  familia  y  los  bienes,  y  en  algunos  capítulos  son  muy  superio- 
res á  los  códigos  de  los  bárbaros  que  invadieron  la  Europa. 


OAPÉrULO  IV. 

JE!sG¡avUiíd,'-Manera8  de  e(mstitmr8e,--C(mdüíion  de  los  esclavos,  ^Jfodos  de  ea^n^ 
grdrse  la  servidumbre,— Esclavos  de  collera,—  Mercado  para  los  escloDos,-— Mercados 
particulares, — TianguiztU. — Metales, — Oro,  plateros  y  joyeros, — Plata, — Plomo, 
— Estaño. — dndbrio, — Cobre, — Laboreo  de  las  minas,— Fieprro, — TecoeaküiU, — 
Obsidiana, — Cerro  de  las  Nanajas, — FaMcadon  de  los  cuchillos, — Diversos  objetos, 
— Materiales  de  construcción, — Adornos  de  piedra, — Piedras  preciosas, — Perlas,'^ 
Conchas, 

LA  esclavitud  en  Anáhuac,  á  pesar  de  ser  bárbara  institneionr 
estaba  organizada  de  una  manera  menos  irracional  que  en 
Europa.  Nuestros  escritores  de  cosas  antiguas  asignan  tres  cau- 
8as  por  las  cuales  el  hombre  libre  podía  constituirse  esclavo:  la 
guerra,  la  ley  y  la  voluntad.  Propiamente  hablando,  el  prisione- 
ro de  guerra  no  era  esclavo;  la  religión  le  había  destinado  para 
víctima  de  los  dioses;  ima  vez  tomado  en  el  campo  de  batalla,  se 
le  retenía,  es  verdad,  mas  sin  hacerle  trabajar  y,  por  el  contrario, 
regalándole  y  atendiéndole:  su  muerte  era  indudable;  pero  no 
pasaba  por  las  penas  de  la  servidumbre.  La  ley  y  la  voluntad 
hacían  esclavos;  siendo  de  notar,  que  en  las  leyes  aztecas  no  se 
reconocía  el  bárbaro  principio  de  la  legislación  romana,  el  fru- 
to sigue  al  vientre:  porque  todo  hijo  de  esclavo  nacía  libre.  (1) 
Esta  sola  determinación,  que  hacía  imposible  trasmitir  la  heren- 
cia fatal  de  una  en  otra  generación,  era  ya  un  inmenso  paso 
moral. 

(1)  Torqnemada,  lib.  XIV,  cap.  XVI. 


279 

A  esta  regla  general  había  luia  excepción^  admitiendo  la  auto- 
ridad del  padre  Sahagan.  Dioe  que  al  acercarse  el  año  secular 
cetochUi,  temíase  por  el  vulgo  que  trajera  escasez,  preyiniéndos'e 
oontra  ella,  por  la  reimion  de  ciertos  mantenimientos  comidos 
sdlo  en  casos  de  necesidad.  'T  cuando  acontecía  la  dicha  ham- 
1)re,  pro  sigue,  entonces  se  Tendían  por  esclavos  muchos  pobres, 
'^hombres  y  mujeres,  y  comprábanlos  los  ricos  que  tenían  mu- 
"chas  proviciones  allegadas,  y  no  solamente  los  dichos  pobres  se 
''vendían  á  sí  mismos,  sino  que  también  vendían  á  sus  hijos  y  á 
''sus  descendientes,  y  á  todo  su  linaje,  y  así  eran  esclavos  perpe- 
'toamente,  porque  decían  que  esta  servidumbre  que  se  cobraba 
"en  tal  tiempo  no  tenía  remedio  para  acabarse  en  algún  tiempo, 
"porque  sus  padres  se  habían  vendido  por  escapar  de  la  muerte, 
"ó  por  librar  su  vida  de  la  última  necesidad,  y  decían  que  por  su 
"colpa  les  acontecía  aquel  desastre;  porque  ellos  sabiendo  que 
"?enía  la  dicha  hambre,  se  habían  descuidado,  y  no  habían  cu^ 
"rado  de  remedio,  y  así  decían  después,  que  los  tales  esclavos 
"habían  o  obrado  la  dicha  servidumbre  en  el  año  de  cetochtli,  y  los 
"descendientes  que  la  han  heredado  de  sus  antepasados,  la  cual 
"se  decía  servidumbre  pe;rpetua."  (1) 

La  ley  determinaba  los  crímenes  por  los  cuales  las  personas 
libres  se  tomaban  esclavas.  Fuera  de  los  casos  enumerados  en 
8u  lugar,  tenemos  que  aumentar  los  siguientes.  El  tahúr,  que 
jugando  bajo  su  palabra,  no  pagaba  en  el  plazo  estipulado,  era 
Tendido  judicialmente  para  satisfacer  al  acreedor.  Si  al  padre  de 
yarios  hijos,  alguno  de  ellos  salía  malo  é  incorregible,  podía  ven- 
derle, previa  licencia  de  los  jueces,  para  servir  de  corrección  £ 
los  de  su  especie:  el  padre  estaba  obligado  á  dar  un  convite,  con 
el  precio,  del  cual  sólo  podían  participar  él,  la  madre,  los  her« 
manos  y  parientes  más  próximos;  avisábase  á  los  criados  no  co- 
miesen aquella  comida  que  era  precio  del  hijo,  y  si  á  pesar  de 
ello  la  tomaban  Uno  ó  muchos,  quedaban  esclavos.  El  que  pedía 
prestada  cosa  de  cuantía  y  jxó  la  devolvía,  era  vendido  para  pa« 
gar  á  los  dueños  de  los  objetos  prestados.  El  homicida  de  hom-* 
bre  que  tenía  mujer  é  hijos  sufría  pena  de  muerte;  mas  si  la 
esposa  del  occiso  le  perdonaba,  lé  daban  á  ésta  por  esclavo.  (2) 

(1)  Sahagan,  tom.  n,  pág.  258-9. 

(2)  P.  Ihirán,  segundn  parte,  cap.  XX.  líS. 


280 

De  los  que  acudían  á  robar  un  granero,  quien  subía  á  la  parte 
superior  para  sacar  por  la  abertura  las  mazorcas,  quedaba  por 
esclavo,  recibiendo  los  demás  pena  menor.  (1) 

Por  voluntad  se  constituía  la  esclavitud  en  los  casos  siguien* 
tes.  Los  jugadores  para  dar  alimento  á  su  vicio,  las  mujeres  de 
vida  alegre,  ahuiani,  para  sustentar  su  adorno,  se  vendían  por  un 
precio  determinado,  que  para  los  primeros  al  menos  era  de  oe^ 
qmmiUi,  ó  sea  una  carga  de  veinte  mantas;  este  contrato  se  bacía 
con  la  condición  de  dejarles  gozar  del  precio  de  la  venta,  por  lo 
eual  andaban  libres  cosa  de  un  año  que  las  mantas  les  durabasi, 
entrando  en  seguida  á  la  servidumbre.  Bajo  estas  condicionen 
Tendíanse  también  los  holgazanes  Hombres  6  miqeres.  Én  tieni- 
po  de  necesidad  6  hambre,  el  marido  y  la  mujer  se  concertaban 
para  venderse  uno  á  otro,  ó  bien  vendían  á  uno  de  sus  hijos  si 
tenían  más  de  cuatro.  Estos  muchachos  así  esclavizados  perma»- 
necían  en  la  casa  de  sus  amos  por  cierto  tiempo,  después  del  cual^ 
oon  consentimiento  del  señor,  j  aun  dando  todavía  algo  por  pre- 
oio,  se  les  retiraba  á  descansar,  poniendo  en  su  lugar  alguno  de 
sus  hermanos:  (2)  era  una  curiosa  mutación  de  condiciones  la  que 
traía  esa  sustitución  de  personas. 

Otro  género  de  servidumbre,  tequiyoüy  Üacoyotl,  había,  á  que 
daban  nombre  de  huektieÜaUcLcdU^  servidumbre  grande  ó  mayor. 
Oonsistía  en  que  dos  ó  más  casas,  precisamente  en  tiempo  de 
hambre,  vendían  una  persona,  constituyéndose  en  la  obligación 
de  mantenerla  siempre  como  viva,  aun  cuando  muriera,  fuera  del 
easo  en  que  falleciera  en  la  casa  del  amo  ó  le  cogiera  alguna  cosa 
de  su  propiedad.  Esta  es  la  servidumbre  mencionada  arriba  por 
el  P.  Sahagun,  pues  en  efecto  ser  hacía  perpetua  pasando  de  una 
¿  otra  generación,  ya  que  las  casas  obligadas  tenían  que  mante- 
ner vivo  indefinidamente  el  esclavo,  ya  para  el  amo  directo,  y& 
p»ra  sus  descendientes.  Para  que  la  obligación  no  pudiera  extin- 
guirse, el  señor  nunca  tomaba  cosa  que  de  su  siervo  fuera,  ni  le 
permitía  que  en  su  casa  viviera.  M  año  de  1505;  que  fué  de  mu^ 
eha  hambre,  el  sabio  rey  de  Texcoco  Kezahualpilli,  á  fin  de  cor- 
tor  de  raíz  éste  abuso  introducido  y  evití^  que  por  la  carestía  se 
aumentara,  abrogó  la  ley,  quedando  libres  las  casas  compróme* 

(1)  Torquemada,  lib.  XIT,  cap.  XVI. 

(3)  Duran,  segunda  parte,  cap.  XX.  MS.   Torquemada,  lib.  XHÍ,  cap.  XVI. 


281 

tidas  de  antigao,  j  prohibidos  tan  onerosos  contratos.  Este  buen 
ejemplo  fué  seguido  por  Motecnhssoma,  cesando  desde  entonces 
1&  servidumbre  perpetua.  (1)  * 

La  renta  de  los  esclayos  se  hacía  delante  de  testigos  ancianos, 
de  euatro  furriba  por  cada  parte,  los  cuales  fijaban  el  precio  y 
estipnlaban  los  términos  del  contrato^  Fuera  de  su  estado  servil, 
la  condición  de  lo&  esclavos  era  bien  tolerable;  vivían  en  las  tie- 
rras de  sua  amos  labrando  sementeras  para  éstos  y  para  sí;  pres- 
taban en  las  casas  servicios  personales  como  barrer,  acarrear  n 
agua  y  leña;  recibían  buen  teato,  y  pudiendo  adquirir  peculio,  sí 
eran  diligentes,  se  casaban,  mantenían  casa  propia,  y  aun  á  su 
tomo  compraban  esclavos  para  su  servido.  (2)  Si  los  siervos  eran 
muchachos  ó  pobres,  vivían  en  la  casa  del  amo  formando  parte 
de  la  &milia,  dándoles  de  vestir  y  de  comer.  (3) 

Recobrábase  la  libertad  por  uno  de  estos  medios.  Si  estando 
el  eselavo  en  el  mercado  lograba  burlar  la  vigilancia  del  amo, 
iioia,  pasaba*  las  bardas  del  tiamqutzüi  y  más  allá  ponía  el  pié  so- 
bre un  excremento  humano,  se  presentaba  á  los  jueces  en  aquella 
forana,  y  refiriáidoles  el  caso,,  les  pedía  le  librasen  del  cauti- 
Terio,  supuesto  estar  así  determinado  por  la  ley:  los  magistrado» 
le  lavaban  todo  el  cuerpo,  poníanle  ropas  nuevas,  le  presentaban 
i  su  amo  diciéndole,  que  aquel  se  había  librado  con  su  industria, 
7  que  asistido  por  la  ley  había  cesado  de  ser  esclavo.  Al  ver  huir 
i  su  siervo,  el  señor  daba  grandes  voces  á  la  gente  para  que  le 
detuviesen;  mas  cuanto  mayores  voces  daba^  tanto  más  se  preoa- 
^íbsx  los  espectadores  de  poner  estorbo  aloque  huía,  porque  la  ley 
condenaba  por  esclavo  á  toda  persona  que  impedía  que  un  hom- 
bre recobrara  su  libertad.  Si  el  amo  se  enamoraba  de  la  esclava, 
ó  el  ama  de  un  esclavo,  y  constaba,  porque  tenían  hijos  6  de  otra 
manera  auténtica,  seguíase  su  matrimonio,  saliendo  los  agra- 
ciados de  la  condición  servil.  Quedaba  también  libre,  quien  antes 
da  la  segunda  venta  podía  volver  el  precio  por  que  había  sido 
comprado.  (4)  Estando  con  la  collera  al  cuello,  si  podía  meterse 
en  el  palacio  ó  casa  de  los  reyes,  volvía  á  su  antigua  libertad; 
p^ia  de  ser  reducido  á  servidumbre,  ninguno  podía  atajarle 

(1)  Torqnemada,  lib.  XIV,  oap.  XVXL  Sahagon,  tom.  n,  pág.  808. 

(2)  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  XVL   MotoUma»  trat  II,  oap.  Y. 

(3)  Torquemada,  Ub.  XIV,  cap.  XVIL 

(O  P.  Darán,  segunda  parte,  oap.  XX.  MS. 

86 


\ 


282 

los  pasoS;  fuera  del  amo  ó  de  bus  hijos.  Era  costumbre  entre 
los  señores,  á  su  muerte,  dar  por  libres  á  los  esclayos  que  ha- 
bían hecho  señalados  servicios:  los  demás  siervos  eran  de  sns 
herederos.  (1) 

El  señor  no  podía  vender  al  siervo  sin  su  consentimienta  Ce- 
saba este  privilegio  si  el* esclavo  era  perezoso,  mal  mirado,  vicioso 
6  huía  de  la  casa;  entonces  el  amo  le  amonestaba  una,  dos  y  tres 
veces  delante  de  testigos,  y  si  aun  permanecía  incorregible,  po- 
níale la  collera,  distintivo  de  su  mala  condición,  y  podía  venderte 
á  las  personas  ó  en  los  mercados.  ^La  collera  era  una  pieza  de 
madera,  que  ajustando  al  cuello  terminaba  en  dos  argollas  por  la 
parte  posterior;  por  éstas  pasaba  una  vara  larga,  á  cuyos  extre- 
mos no  pudiera  alcanzarse  con  las  manos,  ligada  á  otra  segunda 
vara  exterior  de  una  manera  sólida:  la  collera  servía  no  solo  pa- 
ra distinguir  al  mal  esclavo,  sino  para  impedirle  huir  entre  la 
gente  ó  penetrar  por  lugares  estrechos.  Los  compradores  de  es- 
clavos de  collera  se  informaban  del  numero  de  ventas  por  que 
habían  pasado,  y  si  después  de  cuatro  todavía  no  se  enmenda- 
ban, podían  ya  ser  vendidos  para  el  sacrificio.  (2)  Estos  vicio- 
sos incorregibles  expiaban  sus  crímenes,  muriendo  como  repre- 
sentantes de  los  dioses  en  las  solemnidades  religiosas. 

Había  dos  mercados  de  esclavos,  Azcapotzalco  6  Itzocan.  Los 
mercaderes  concurrían  trayendo  hombres,  mujeres  y  niños,  ata- 
viados y  compuestos  con  ropas  vistosas  y  los  adornos  de  que 
podían  usar;  poniéndose  cada  uno  en  el  lugar  señalado,  traía  un 
tocador  de  teponazüi,  y  á  su  son  hacía  cantar  y  bailar  á  los  escla- 
vos, haciéndoles  desplegar  todas  sus  habilidades.  Los  compra- 
dores andaban  mirando  á  todas  partes,  hasta  encontrar  una 
mercancía  á  su  gusto;  fijados  en  alguna,  se  imponían  de  las  con- 
diciones del  siervo,  desnudábanle  para  descubrir  si  tenía  imper- 
fección ó  enfermedad,  le  hacían  saltar  y  hacer  movimientos.  El 
precio  consistía  generalmente  en  cuacJitli,  más  ó  menos  según  la 
pieza,  teniéndose  en  cuenta  que  los  destinados  al  sacrificio  eran 
de  mayor  precio,  supuesto  que  no  debían  tener  defecto  alguno 
personal.  Hecho  el  ajuste,  el  mercader  despojaba  de  sus  galas  al 

(1)  Torquemada,  Ub.  XIV,  cap.  XTII. 

(2)  Duran,  segunda  parte,  cap.  XX.  MS.  Torquemada,  líb.  XTV,  cap.  XVII. 


283 

eselavo  y  le  entregaba  al  nueYO  dueño,  quien  estaba  obligado  á 
Herar  ropas  para  eubrírle.  (1) 

La  prisión  para  los  esdavos,  situada  en  donde  ahora  la  iglesia 
de  San  Hipólito,  se  llamaba  petlacaUiy  casa  de  esteras;  era  una 
galera  larga,  compuesta  de  planchas  de  madera,  con  una  abertu- 
ra superior,  la  cual  metida  por  ella  los  presos  se  cerraba,  asegu- 
lándola  con  una  gran  losa. 

Había  mercados  particulares  para  ciertos  objetos.  En  el  de 
CholoUan  se  trataban  joyas,  piedras  finas  y  plumas;  en  Texcoco 
vapaB,  jicaras  y  loza.  ^El  mercado  de  los  perros  estaba  en  Acul- 
aa^  y  subsistió  algunos  anos  después  de  la  conquista.  Beunían 
allí  los  me  rcaderes  perros  de  todas  clases,  para  gusto,  para  sa- 
onfioar  á  los  dioses  y  para  acompañará  los  difuntos.  (2)  La  car- 
ne de  este  cuadrúpedo,  ya  casi  extinguido  hoy,  servía  de  alimento 
i  los  pueblos  de  Anáhuac. 

Los  pschteca,  propiamente  eran  los  mercaderes  del  comercio 
por  mayor;  el  comercio  al  menudeo,  destinado  á  la  renta  de  lo^ 
arieíaotos  y  al  abasto  de  las  poblaciones,  tenía  lugar  en  todos  los 
poeblos  de  cierta  importancia.  Eran  afamado^  los  mercados  de 
Meneo,  Texcoco,  Tlaxcalla,  CholoUan,  Tepeyacac,  Huexotzinco, 
Xoohimilco  y  otros,  rebajando  en  importancia  en  relación  al  nú- 
laero  de  habitantes  y  á  su  habilidad  para  las  artes.  El  tianquiztli 
6»|aba  colocado  en  los  pueblos  delante  ó  á  un  lado  del  teocalli; 
Cfircado  de  tapia,  con  sus  entradas  correspondientes;  en  cada  uno 
había  un  inwmozfU  no  muy  alto,  terminado  por  una  piedra  redon- 
da del  tamaño  de  una  rodela^  labrada  con  la  figura  del  sol  y  al- 
gunos otros  3Ígnos:  encima  se  colocaba  la  efigie  del  dios  de  los 
laercados,  á  cuyo  pié  venían  las  trajinantes  á  dejar  en  ofrenda 
algo  de  lo  que  traían^  recogido  y  aprovechado  después  por  los 
sacerdotes.  La  feria  ó- mercado  tenía  llagar  en  cada  población  en 
períodos  de  cinco,  en  t  cinco  dias;  llamándoles  por  eso  macuiltian- 
jmzUi;  cada  lugar  tenía  señalada  la  comarca  que  á  él  debía  acu- 
dir, compuesta  de  todos  los  pueblos  menores  en  distancia  de 
coatro  leguas.  ,E1  macuüttanquizíU,  un  día  aquí,  el  siguiente  allá, 
y  sucesivamente  hasta  volver  el  turno,  era  un  dia  de  verdadera 
fiesta,  no  sólo  porque  los  traficantes  tenían  ocasión  de  vender 

0)  P.  Sahagun,  tom.  I,  pág.  33,  tom.  n,  pág.  S70. 
(2)  Duran,  segunda  parte,  cap.  XX.  MS. 


284 

sns  productos  y  adquirir  lo  que  les  faltaba,  sino  porque  la  gente 
acudía  regocijada  á  gozar  del  solaz  de  la  conoutrenioía.  Dos  oati- 
sas  determinantes  había  ademas;  prevenía  la  ley  que  nada  pudie- 
ra ser  vendido  por  los  caminos,  aun  cuando  fuera  con  gran  pro- 
vecho, y  de  no  concurrir  á  la  feria  se  seguía  el  enojo  del  dios  del 
tianquiztli.  Ambas  determinaciones  aparecen  interesadas;  los  bbt 
cerdotes  por  sus  ofrendas,  el  señor  y  la  comunidad  del  pueblo, 
porque  cada  trajinante  pagaba  un  impuesto,  cuyo  monto  se  ire- 
partía  entre  aquellos.  (1) 

El  mercado  principal  de  México  subsistió  delante  del  paIa(áo 
del  rey;  hecha  la  conquista  de  Tlatelolco  por  Axayacatl,  quedó 
trasladado  á  la  plaza  conocida  ahora  por  de  Santiago,  ya  del  to- 
do abandonada.  Según  los  conquistadores  que  le  vieron,  (2)  es- 
taba rodeado  por  todos  cuatro  lados  de  portales,  y  era  tan  grande 
como  dos  veces  la  ciudad  de  Salamanca,  concurriendo  diariamen- 
te á  comprar  y  vender  de  veinte  á  veinticinco  mil  personas,  y  el 
doble  en  los  dias  de  tianquiztli.  Las  mercaderías  estaban  ordena*- 
das  por  calles;  vendíase  por  cuenta  y  medida,  aunque  no  vieron 
pesas.  Había  una  buena  casa,  el  (ecpan,  donde  estaban  siempve 
sentados  doce  jueces,  entendiendo  en  las  causas  que  se  ofrecías 
y  mandando  castigar  á  los  criminales;  varios  empleados  públicog 
iban  vigilando  por  la  plaza,  inspeccionando  las  mercancías  y  que- 
brando las  medidas  falsas.  Sobraban  cargadores,  que  por  módico 
precio,  transportaban  las  mercaderías  á  la  casa  del  comprador. 

Vamos  á  seguir  la  enumeración  de  los  objetos,  que  en  la  pías» 
registraron  los  caracterizados  testigos,  á  fin  de  dar  idea  de  las 
artes,  industria  y  mantenimientos  de  los  méxica:  el  orden  en  la 
narración  no  será  el  que  nosotros  quisiéramos,  por  haber  deter- 
minado tomar  por  guía  la  carta  de  Cortés. 

Vendíanse  joyas  de  oro  y  de  plata,  de  plomo,  de  latón,  de  co- 
bre y  de  estaño.  Hé  aquí  la  lista  de  los  metales  conocidos  por  loa 
azteca.  ^'Mucho  tiempo  antes  de  la  llegada  de  los  españoles,  dice 
Humboldt,  (3)  los  indígenas  de  Mádco,  así  como  los  del  Pe- 
ra, conocieron  el  uso  de  varios  metales.  No  se  contentaron  con 

(1)  P.  I>Qnín,  segnncU  partey^^cap.  XX.  MB. 

(2)  Cartas  de  Cortes  en  Lorenzana»  pág.  102-5.  Conquistador  anónimo,  Doonin. 
de  García  loazbaloeta,  tom.  1.  pag.  892. 

(8)  Essai  politique  sor  le  royanme  déla  Konrelle  Bspagne,  Paria,  1811,  (om.  H, 
pág.  482. 


285 

lo6  que  en  estado  nativo  se  encuentran  en  la  superficie  del  suelo, 
prindpalmeiite  en  el  lecho  de  los  rios  y  en  las  barrancas  cayadas 
por  los  torrentes,  sino  que  se  daban  á  trabajos  subterráneos  para 
explotar  las  yetas,  sabiendo  oayar  galerías,  formar  pozos  de  co- 
municación y  ventilación,  teniendo  instrumentos  propios  para 
atacar  la  roca.  Cortés  nos  dice  en  la  relación  histórica  de  su  ex- 
pedición, que  en  el  gran  mercado  de  Tenochtitlan  se  vendían  oro, 
plata^  cobre,  plomo  y  estaño.   Los  habitantes  de  la  Tzapoteca  y 
del  Mixteoapan,  (1)  provincias  que  hoy  forman  parte  de  la  inten- 
dencia de  Oaxaca,  separaban  el  oro  de  los  terrenos  de  aluvión 
por  medio  del  lavado.    Aquellos  pueblos  pagaban  el  tributo  de 
dos  maneras;  las  pepitas  ó  granos  de  oro  nativo,  en  sacos  de 
enero  ó  en  pequeños  cestos  tejidos  4e  juncos  delgados,  ó  fundido 
el  metal  en  barras.  Semejantes  éstas  á  las  que  se  encuentran  hoy 
en  el  comercio,  están  figuradas  en  las  pinturas  mexicanas.    En 
los  tiempos  de  Montezuma  ya  trabajaban  los  naturales  las  vetas 
argentíferas  de  Tlachco  (Tasco),  en  la  provincia  de  Cohuixco,  y 
las  que  atraviesan  las  montañas  de  Tzompanco." 

''En  todas  las  grandes  ciudades  de  Anáhuac  se  fabricaban  va- 
sos de  oro  y  de  plata,  aunque  ésta  fuese  mucho  menos  estima- 
da por  los  americanos  quetpor  los  pueblos  del  antiguo  continen- 
te. Al  penetrar  los  españoles  por  primera  vez  á  Tenochtitlan,  no 
podían  cansarse  de  admirar  la  habilidad  de  los  joyeros  mexica- 
nos, entre  los  cuales  se  reputaban  por  más  celebres  los  de  Az- 
eapotzalco  y  üholula:  cuando  seducido  Montezuma  por  su  extre- 
mada credulidad,  reconoció  en  la  llegada  de  los  hombres  blancos 
y  barbados  el  cumplimiento  de  las  profecías  de  Quetzalcoatl,  ;y 
obligó  á  la  nobleza  azteca  á  prestar  homenaje  al  rey  de  España, 
la  cantidad  de  metales  preciosos  ofrecida  á  Oortés  se  valuó  en 
eantidad  de  162,000  pesos  de  oro.  ^'Sin  todas  las  joyas  de  oro, 
'^ce  el  Conquistador  en  su  primera  carta  á  Carlos  V,  y  plata,  y 
^hzmajes,  y  piedras  y  otras  muchas  cosas  de  valor,  que  para 
*^.  S.  M.  yo  asigné,  y  aparté,  que  podrían  valer  cien  mil  duca- 
'^dos,  y  más  suma;  las  cuales  demás  de  su  valor,  eran  tales  y  tan 
''maravillosas,  que  consideradas  por  su"novedad  y  extrañeza  no 
'tenían  precio,  ni  es  de  creer  que  alguno  de  todos  los  príncipes 


(1)  Principalmente  los  habitanies  de  lo0  antlgoosf  iteUogcleHaaxyaoao  (OazAoa), 
Gpjolapan  y  Atlaoueohahuayan. 


286 

''del  mundo,  de  quien  se  tiene  noticia,  las  pudiese  tener  tales  y 
"de  tal  calidad.  T  no  le  parezca  á  V.  A.  fabuloso  lo  que  digo, 
''pues  es  verdad  que  todas  las  cosas  criadas,  así  en  la  tierra  co- 
"mo  en  la  mar,  de  que  el  dicho  Muteczuma  pudiese  tener  cono- 
"cimiento,  tenía  contrahechas  muy  al  natural,  así  de  oro  y  plata, 
"como  de  pedrería  y  de  plumas,  en  tanta  perfección  que  casi 
"ellas  mismas  parecían:  de  las  cuales  todas  me  dio  para  V.  A. 
"mucha  parte,  sin  otras  que  yo  le  di  figuradas  y  él  las  mandó 
"hacer  de  oro,  así  como  imágenes,  crucifijos,  medallas,  joyeles  y 
"collares,  y  otras  muchas  cosas  de  las  nuestras  que  les  hice  con- 
"trafacer.  Cupieron  asimismo  á  V.  A.  del  quinto  de  la  plata  que 
"se  hubo,  ciento  tantos  marcos,  los  cuales  hice  labrar  á  los  na- 
"turales  de  platos  grandes  y  pequeños,  y  escudillas,  y  tazas,  y 
"cucharas;  y  lo  labraron  tan  perfecto,  como  se  lo  podíamos  dar 
"á  entender."  (1)  Leyendo  este  pasaje  se  cree  escuchar  la  rela- 
ción de  un  embajador  europeo,  enviado  á  la  China  ó  al  Japón. 
T  no  sería  posible  acusar  de  exajerado  al  general  español,  con- 
siderando que  el  emperador  Carlos  V.  podría  juzgar  con  sus 
propios  ojos  acerca  de  la  perfección  de  los  objetos  que  le  fueron 
mandados.  La  fundición  había  hecho  progresos  considerables 
entre  los  muyscas,  en  el  reino  de  Nueva  Granada,  entre  los  pe- 
ruanos y  los  habitantes  de  Quito.  En  este  ultimo,  por  muchos 
siglos  se  conservaron  en  Caxas  Eeales  obras  preciosas  de  plate- 
ría americana.  Hace  pocos  años,  que  por  un  sistema  de  econo- 
mía, que  pudiera  llamarse  bárbara,  fueron  fundidas  esas  obras 
que  probaban,  que  muchos  pueblos  del  Nuevo  continente  habían 
alcanzado  un  grado  de  civilización,  muy  superior  al  que  gene- 
ralmente se  les  atribuye." 

Los  méxica  sacaban,  pues,  el  oro  de  las  vetas,  para  cuyo  des- 
cubrimiento tenían  ciertas  reglas  eficaces  en  tiempo  de  aguas; 
recogíanlo  igualmente  en  los  rios  y  arroyos,  lavando  las  arenas 
en  jicaras.  (2)  La  matrícula  de  tributos,  que  hace  parte  del  Gód. 
Mendocino,  (3)  refiere  las  provincias  que  pagaban,  oro  al  impe- 
rio de  México.  Tlapa  y  su  comarca  (Lám.  41),  "diez  tabletas  de 
oro,  dice  el  interprete,  de  cuatro  dedos  de  ancho  y  de  tres  coar- 
tas de  medir  de  largo,"  (núm.  20),  y,  "veinte  jicaras  de  oro  en 

(1)  Cartas  en  Lorenzana,  pág.  99. 

(2)  B.  Saliagon,  tom.  8,  pág.  808. 

(8)  Yéase  el  Lord.  Kingsborough,  tom.  1. 


287 

polyo,  cada  una  jicara  cabía  en  ella  dos  cdmozadas,^^  (núm.  21). 
Para  darnos  cuenta  de  la  cantidad  de  oro,  sería  preciso  conocer 
la  medida  de  capacidad  llamnda  almozada;  confesamos  nuestra 
ineptitud,  al  no  encontrar  la  palabra  en  los  libros  que  consul- 
tamos. No  puede  ser  error  por  almiidada,  que  es  una  superficie; 
ni  por  (dmozála,  cobertor  de  lana;  si  se  nos  permitiera,  corregi- 
ríamos álrmierza,  "porción  de  cosa  suelta  y  no  líquida  que  cabe 
en  las  manos  juntas  y  puestas  en  forma  cóncaya.'*  (1)  Toaltepec 
daba  (lám.  42),  cuarenta  tejuelos  de  oro,  "del  tamaño  de  una  hos- 
tia y  del  grosor  de  un  dedo"  (num.  31  y  32).  Coaixtlahuacan, 
(Lám.  45)  veinte  jicaras  de  polvo  ó  pepitas  de  oro  (num.  27). 
Coyolapan  (Lám.  46),  "veinte  tejuelos  de  oro  fino  del  tamaño  de 
mi  plato  mediano,  y  de  grosor  del  dedo  pulgar"  (núm.  17).  Tlacli- 
quiauhco  (Lám.  47)  veinte  vasijas  con  polvo  de  oro  fino  (núm.  4), 
Tochtepec  (Lám.  48),  una  rodela  de  oro,  con  adornos  de  lo  mis- 
mo (núm.  28),  una  pieza  de  oro  á  manera  de  ala,  para  adorno 
del  yelmo  (núm.  29),  "una  diadema  de  oro  de  esta  hechura" 
(núm.  30),  "un  apretador  de  oro  para  la  cabeza,  de  ancho  de  una 
mano  y  grueso  de  un  pergamino"  (núm.  31),  dos  sartales  de  cuen- 
tas de  oro,  la  una  con  cascabeles  (núm.  32  y  33).  Así  los  tributos 
de  oro  se  exigían  en  grano,  en  barras  fundidas  y  en  piezas  labra- 
das. No  se  hace  mención  de  la  plata,  ni  de  los  demás  metales, 
fuera  del  cobre. 

Los  secretos  del  arte  del  joyero,  platero  y  fundidor  entre  los 
méxica,  nos  son  ahora  desconocidos;  perdiéronse  después  de  la 
conquista,  por  desprecio  á  la  habilidad  de  los  vencidos,  ó  más 
bien  por  las  circunstancias  precisas  de  aquella  época  de  tran- 
sición. El  testimonio  de  Corsés,  de  Gomara  y  de  otros  que  vie- 
ron los  objetos  labrados,  no  dejan  duda  acerca  de  su  belleza  y 
perfección;  las  piezas  remitidas  á  España  llenaron  de  admira- 
ción á  los  curiosos,  juzgándolas  inimitables  los  plateros  de  Se- 
villa. "Para  las  cosas  que  dicen  de  fundición  y  vaciado,  eran 
%uy  hábiles,  y  hacían  una  joya  de  oro  6  plata  con  grandes  pri- 
**inores,  haciendo  mucha  ventaja  á  nuestros  plateros  españoles, 
^rque  fundían  un  pájaro  que  se  le  andaba  la  cabeza,  lengua  y 
"las  alas,  y  hacían  un  mono  ú  otro  animal  que  se  le  andaban 
"cabeza,  lengua,  pies  y  manos,  y  en  las  manos  les  ponían  unas 

(1)  Dic.  de  la  lengua  castellana. 


288 

'tareyejnelos  que  parecía  bailar  con  ellos.  T  lo  que  más  es,  que 
''sacaban  de  la  fundición  una  pieza,  la  mitad  de  oro  j  la  mitad 
'de  plata,  y  vaciaban  un  pece  la  mitad  de  las  escamas  de  oro  y 
"la  mitad  de  plata,  y  otros  variados,  conviene  á  saber,  una  esca- 
"ma  de  oro  y  otra  de  plata  de  que  se  maravillaron  mucho  los 
"plateros  de  España."  (1)  Cosas  son  estas  que  hoy  no  se  fabrican 
en  ninguna  parte  del  mundo. 

Pocos  de  estos  primores  quedan  entre  nosotros,  exhumados 
en  sepulcros  y  escavaciones.  Hemos  visto  anillos  de  filigrana 
de  fino  trabajo,  resaltando  entre  los  huecos  figuras  de  dioses, 
símbolos  ó  adornos.  Cuentas  labradas  esféricas  ó  esferoidales; 
cascabeles,  y  aun  pequeños  idolillos.  Muy  notable  nos  pareció 
un  busto  de  Huitzüopochtli,  con  el  morrión  remedando  la  ca- 
beza de  una  águila  y  la  cimera  de  un  gusto  inimitable. 

Los  tolteca  practicaban  este  arte,  anterior  sin  duda  á  ellos, 
atribuyendo  el  perfeccionamiento  á  Quetzalcoatl.  Los  instru- 
mentos de  labranza  no  sabemos  fueran  otro  que  el  martillo,  for- 
mado de  piedras  duras;  conocían  los  crisoles  para  fundir  el  me- 
tal, los  moldes  para  dar  forma  al  artefacto.  Lps  núm.  24  y  25, 
lám.  71  del  Cód.  Mendoza  representan  al  platero  y  su  discípulo. 
Sobre  un  banco  se  advierte  un  brasero  con  fuego,  en  el  cual  se 
distingue  el  símbolo  del  oro  labrado;  en  una  mano  tiene  el  arte- 
sano una  varilla  para  remover  el  metal,  con  la  otra  empuña  y  lle- 
va á  la  boca  una  especie  de  soplete  ó  tubo  para  avivar  la  com- 
bustión. Humboldt  dice:  "Según  las  tradiciones  que  recogí  cerca 
"de  Kiobamba,  entre  los  indios  del  pueblo  de  Lican,  los  antiguos 
"habitantes  de  Quito  fundían  los  minerales  de  plata,  estratifi- 
"cándolos  con  carbones  y  soplando  el  fuego  con  cañas  largas  de 
"bambú.  Muchos  indios  se  colocaban  en  círculo  alrededor  del 
"agujero  que  encerraba  el  mineral,  de  manera  que  las  corrientes 
"de  aire  salían  de  muchas  cañas  á  la  vez."  (2)  Procedimiento 
semejante  al  de  los  peruanos  aparece  practicado  por  los  mexica. 

Según  nos  informa  el  P.  Sahagun,  (3)  los  oficiales  que  labraban 
oro  eran  de  dos  maneras;  los  unos  martilladores;  "otros  se  Ua- 
"man  Üatlaliani,  que  quiere  decir  que  asientan  el  oro  ó  alguna 
"cosa  en  él,  ó  en  la  plata,  éstos  son  verdaderos  oficiales  ó  por 

(1)  Torqnemada,  lib.  Xm.  cap.  XXXIV.  Clavigero,  tom.  1,  pág.  373. 

(2)  Ebbbí  politiqae,  tom.  2,  pág.  484,  nota  2. 
(8)  Hifit  de  las  cosas  de  NE.,  tom.  2,  pág.  887. 


289 

"otro  nombre  se  llaman  ttdteca;  pero  están  divididos  en  dos  par- 
"tes,  porqne  labran  eljoro  cada  uno  de  sn  manera."  El  dicciona- 
rio de  la  lengua  mexicana,  (1)  ofrece  diversos  nombres  para  los 
que  labran  plata,  oro,  anillos,  .vasos  y  joyas,  lo  cual  parece  in- 
dicar, que  el  arte  de  la  platería  estaba  dividida  en  diversos  ra- 
mos, practicado  cada  uno  por  particulares  artesanos. 

Los  azteca  recogían  plomo  y  estaño  en  la  provincia  de  Tlfiwíhco 
7  en  Itzmiquilpan.  El  primero  era  poco  apreciado,  y  del*  segun- 
do hemos  visto  que  servía  de  moneda.  Ohilapan  y  otros  puntos 
producían  cinabrio,  usado^en  las  pinturas  ó  escritura,  y  en  em- 
bijarse el  cuerpo. 

Sin  duda  que  el  cobre  es  el  metal  empleado  primitivamente 
por  el  hombre.  En  México  se  usó  desde  muy  antiguo.  En  las 
niinas  de  Casas  grandes,  (Chihuahua)  fueron  encontradas  dos 
piezas  de  cobre;  "una  tortuga  de  diez  centímetros  de  largo,  y 
'"una  lagartija  con  la  cabeza  levantada  y  abierta  como  para  re- 
"dbir  un  objeto."  (2)JPerdiéronse  después  de  encontrados,  y  no 
podemos  hacer  juicio  de  ellos.  Coincidencia  casual  ó  verdadero 
punto  de  relación,  es  común  encontrar  tortugas  de  cobre  en  los 
antiguos  sepulcros  de  la  Huaxteca.  Tenemos  á  la  vista  la  de  la 
colección  de  nuestro  amigo  el  Sr.  Chavero;  hueca,  y  con  un 
cuerpo  suelto  interior,  sirve  como  de  cascabel;  en  un  extremo 
ofrece  ima  pequeña  argolla  para  llevarla  suspendida;  la  forman 
Mminas  ^obre  las  cuales,  siguiendo  el  contomo  de  la  figura,  se 
afirma  un  alambre  siguiendo  las  vueltas  de  una  espiral  ó  for- 
inando  curvas  de  mayor  á  menor;  los  labios  del  cascabel  y  el 
medio  del  carapacho  ofrecen  sobrepuesto  un  torzal  de  dos  alam- 
bres, mientras  otro  forma  la  boca  del  animal  y  los  adornos  del 
frente:  ojos  y  nariz  son  pequeños  trozos  esferoidales.  Si' el  dibujo 
no  es  correcto,  la  manufactura  es  artificiosa,  llamando  la  aten- 
ción el  cómo  fueron  soldadas  entre  sí  las  diversas  partes. 

Hacíanse  de  cobre  objetos  semejantes  á  los  de  oro,  sin  duda 
para  adorno  de  los  pobres.  Tenemos  á  la  vista  anillos  macizos  y 
de  filigrana,  que  aunque  muy  atacados  por  el  orin,  dejan  ver  sus 
formas  curiosas.  Pero  el  empleo  principal  de  este  metal  era  en 
las  hachas,  cuyo  uso  parece  estar  esparcido  hasta  muy  lejos. 

(1)  Diccionario  de  Molina. 

(2)  Exploration  minerálógique  des  régíons  mezicaines,  por  M.  E.  GoiUemin  Ta- 
nyse.  Paría,  MDCOOLXIX,  pág.  176.— Archives,  tom.  m,  pág.  848. 

37 


290 

Durante  la  expedición  del  ano  1518  mandada  por  Juan  de  Gri* 
jalva^  los  barcos  arribaron  al  rio  Tonalla^  apellidado  entóucea 
San  Antonio;  los  navegantes  se  dieron  á  cambiar  cuentas  de  vidrio 
y  bujerías  por  el  oro  de  los  naturales. — 'TT  después  lo  supieron 
"los  de  Guanacualco  (Coatzacoalco)  é  otros  pueblos  coinarca]io& 
"que  rescatábamos,  también  vinieron  ellos  con  sus  piecezuelas, 
"y  llevaron  cuentas  verdes,  que  aquellos  tenían  en  mucho.  Pero 
"demás  de  aqueste  rescate,  traían  comunmente  todos  los  indios 
"de  aquella  provincia  unas  hachas  de  cobre  muy-  lucidas,  como 
"por  gentileza  é  á  manera  de  armas,  con  unos  cabos  de  palo  muy 
"pintados,  y  nosotros  creímos  que  eran  de  oro  bajo,  é  comeuza- 
"mos  á  rescatar  dellas:  digo  que  en  tresdias  se  hubieron  más  de 
"seiscientas  dellas,  y  estábamos  muy  contentos  con  ellas  creyen^ 
"do  Ü^ue  eran  de  oro  bajo,  é  los  indios  mucho  más  con  las  cuentas; 
"mas  todo  salió  vano,  que  las  hachas  eran  de  cobre  é  las  cuentas 
"un  poco  de  nada."  (1) 

Las  hachas  antiguas  de  bronce  son  idénticas  por  la  forma  á  las 
exhumadas  en  Dinamarca,  conocidas  bajo  el  nombre  de  ^)aaZs¿av; 
por  la  liga  son  iguales  á  las  del  Norte  y  Sud  Amério^i.  En  los 
tiempos  históricos,  ninguna  de  las  naciones  de  Anáhuac  usó  el 
hacha  como  arma  de  guerra;  los  de  Coatzacoalco,  mencionados 
por  Bernal  Díaz,  las  llevaban,  como  dice  el  escritor,  más  por 
gentileza  que  por  otra  causa.  Empleaban  el  hacha  en  la  tala  de 
los  bosques,  en  el  arte  de  la  carpintería  y  cosas  análogas.  En  las 
pinturas  jeroglíficas  el  hacha  es  el  símbolo  del  cobre,'  y  del  arte 
del  carpintero  y  del  tallador:  en  las  costumbres,  servía  de  resca- 
te á  los  alumnos  de  los  seminarios.  De  cobre  hicieron  puntas  de 
flechas  y  de  lanzas,  mas  no  parece  les  ocurriera  nunca  formar 
armas  semejantes  á  la  espada. 

Abunda  el  cobre  en  los  Estados  de  Chihuahua,  Durango,  Za- 
catecas, San  Luis,  Jalisco  y  Michoacan;  pero  aquellos  lugares 
caían  fuera  de  la  demarcación  del  imperio.  Los  azteca  se  pro- 
veían del  metal  en  las  provincias  de  ZacatoUan  y  de  Cohuixco, 
Estados  actuales  de  Guerrero  y  de  Oaxaca.  Tepecuacuilco  da- 
ba en  parte  de  tributo  (Lám.  39  del  Cód.)  cien  hachas  de  cobre, 
(num.  20).  Quiauhteopan  y  su  comarca  (Lám.  42)  cuarenta  oas« 
cábeles,  coyóUi,  grandes  de  cobre  (núm,  19)  y  ochenta  hachas, 

(1)  Berna!  Díaz,  cap.  XVI. 


291 

(mim.  ^).  £1  nombre  mexicano  del  metal  es  iepunOi;  el  hacha 
para  cortan  madera  tepmcuauhxexeUmit  cuauKÜcUeconi,  j  para  la* 
brarla,  ÜaximaítepudlL 

'anchos  sabios  distinguidos,  d^ce  Humboldt,  (1)  aunque  ex- 
ia»no8  á  los  conocimientos  químicos,  pretendieron  que  los  mexi- 
canos y  los  peruanos  tenían  un  secreto  para  templar  el  cobre,  y 
convertirlo  en  acero.  Es  indudable  que  las  hachas  y  otros  útiles 
mexicanos  eran  casi  tan  coartantes  como  los  instrumentos  de  ace* 
To;  mas  esta  dureza  extraordinaria  era  debida  á  la  liga  de  estaño 
y  no  al  temple.  Lo  que  los  primeros  historiadores  de  la  con- 
quista, llamaron  cobix  duro  ó  oortaifte^  semeja  al  Xolkos  de  los 
griegos  y  al  035  de  los  romanos.  Los  escultores  mexicanos  y  pe- 
roanos  ejecutaban  grandes  obras  en  el  grünatein  y  el  pórfido 
basáltico  más  duro.  Los  joyeros  cortaban  y  perforaban  las  es- 
laeraldas  y  otras  piedras  finas,  sirviéndose  á  la  vez  de  un  útil 
de  metal  y  de  un  polvo  silicoso.  Traje  de  Lima  un  cincel  de  los 
antiguos  peruanos,  en  el  que  M.  Yauquelin  encontró  0,94  de  co- 
bre y  0^06  de  estaño.  Había  sido  tan  bien  forjada  la  liga,  que  la 
pesantez  específica  se  hizo  8,815,  mientras  que,  según  las  expe- 
riencias de  M.  Briche,  los  químicos  no  obtienen  este  máximum 
da  dendidad,  sino  uniendo  16  de  estaño  á  100  partes  de  cobre. 
Pareoe  que  los  griegos,  para  endurecer  el  cobre,  se  servían  á  la 
vez  del  etstañoy  del  fierro.  También  una  hacha  de  los  galos,  en- 
^xmtrftda  en  Francia  por  M.  Dupont  de  Nemours,  que  corta  el 
pajlo  como  si  fuera  de  acero,  sin  r.omperse  ni  embotarse,  contie- 
ne según  el  análisis  de  M.  Yanquelin,  0,87  de  cobre,  0,03  de  fie- 
rro y  0,09  de  estaño." 

£1  cobre  no  debía  su  dureza  al  temple  sino  á  la  liga  con  el  es- 
taño. En  los  análisis  mandados  practicar  en  México  por  el  Sr. 
P.  Femando  Ramírez,  los  útiles  contienen  90  partes  de  cobre 
por  10  de  estaño.  Hemos  logrado,  ver  algunos  que  nos  parecen 
einceles,  dotados  de  gran  dureza.  El  cincel  sometido  al  análisis 
por  el  Sr.  D.  Gumesindo  Mendoza  ofrece  la  densidad  de  8,875  y 
ocmtiene  97,87  de  cobre  y  2,13  de  estaño.  (2)  Las  hachas  de  co- 
bce»  al  menos  las  destinadas  á  las  artes,  no  son  de  cobre  puro, 
pues  alguna  qne  hemos  logrado  ver  presenta  los  filos  duros:  de 

(1)  Bflsai  politique,  tom.  2,  pág.  485. 

(2)  Anales  del  Museo  Nacional,  tom.  I,  pág.  117. 


r 


292 

estas  hachas,  las  que  llevan  los  mangos  rectos  servían  en  el  cor- 
te de  árboles  ó  faenas  análogas,  y  las  de  mango  recurvo  eran 
empleadas  en  la  carpintería:  así  al  menos  están  diseñadas  en  el 
Códice  de  Mendoza. 

En  la  sesión  celebrada  el  10  de  Setiembre  1877  por  el  Con- 
greso de  los  Americanistas  en  Luxembourg,  el  Sr.  de  Helwald 
asentó  las  dos  proposiciones  siguientes,  contradecidas  flojamen- 
te por  M.  Peterken:  1*  En  América  no  se  encuentra  el  cobre  en 
estado  nativo,  más  de  en  la  región  del  Lago  Superior.  2*  No 
existe  en  México  huella  alrana  de  la  explotación  de  las  minas 
de  cobre  por  los  indígenas,  anterior  al  descubrimiento  de  Amé- 
rica. Infiere  de  aquí,  "que  pues  no  tenemos  prueba  de  que  el 
cobre  haya  sido  explotado  en  la  América  Central,  debe  admitir- 
se que  el  cobre  que  servía  para  formar  el  bronce  provenía  del 
Norte."  (1) 

Proposiciones  y  consecuencia  son  falsas.  A  propósito  de  ésto 
escribió  un  lluminoso  artículo  el  Sr.  D.  Jesús  Sánchez,  del  cnal 
tomamos  ciertas  indicaciones.  (2)  Contrayéndonos  solamente  á 
México:  "El  cobre  se  encuentra  en  estado  nativo,  bajólas  formas 
de  cobre 'vidrioso  y  cobre  oxidulado,  en  las  minas  de  Inguaran, 
un  poco  al  Sur  del  volcan  del  JoruUo,  en  San  Juan  Giietamo  en 
la  intendencia  de  Valladolid  y  en  la  provincia  de  Nuevo  Méxi- 
co." (3)  El  Sr.  D.  Andrés  del  Kio,  en  su  tratado  de  Orictognosia 
asienta,  que  en  el  criadero  de  Chihuahua  el  cobre,  "se  presenta 
en  grandes  masas  en  la  superficie."  (4)  En  Zomelahuacan  se  en- 
cuentra el  cobre  virgen  y  también  con  ley  de  oro.  (5)  De  estas 
autoridades,  que  aun  pudiéramos  aumentar,  inferimos  rectamen- 
te que  el  cobre  se  encuentra  en  México  en  estado  nativo.  Bien, 
podrá  objetar  el  Sr.  Helwald,  esto  prueba  que  en  el  actual  terri- 
torio de  laEepública  Mexicana  exista  el  cobre  nativo;  pero  en 
manera  alguna  demuestra  que  las  antiguas  naciones  indígenas 
tomaran  el  metal  empleado  en  sus  útiles  de  estos  mantos  ó  cria- 
deros, totalmente  desconocidos  para  ellas. 

Si  de  estos  lugares  tomaban  ó  no  el  cobre  que  usaban,  no  t^- 

(1)  Compte-raendu,  tom.  I,  París,  1878,  pág.  51-52. 

(2)  Anales  del  Museo  Nacional,  tom.  I,  pág.  387  y  6ig. 

(3)  Humboldt,  Essai  politique,  tom.  H,  pág.  581. 

(4)  Filadelfia,  1832.  pág.  82. 

(6)  Dio.  Univ.  de  Hist  y  de  Geog. 


293 

nemos  datos  pai'a  afirmarlo  ni  para  negarlo.  Pero  consta  en  los 
documentos  indígenas  que  Tepecuacuilco  y  Qaiauhteopan  daban 
en  tributo  objetos  de  cobre,  de  lo  cual  se  deduce  sin  réplica  al- 
gima,  que  en  aquellas  localidades  existía  y  se  beneficiaba  el  re- 
petido metal  sin  necesidad  de  ocurrir  al  Lago  Superior.  Ademas^ 
''los  pueblos  aztecas  sacaban  antes  de  la  conquista,  dice  Hum^ 
boldt,  el  plomo  j  el  estaño  de  las  yetas  de  Tlachco  (Tasco,  al 
Noiriie  de  Ghilpancingo)  é  Izmiquilpan;  el  cinabrio  que  servía  de 
color  á  los  pintoras  lo  tomaban  de  Chilapan.  El  cobre  era  de 
todos  los  metales  el  más  comunm^te  empleado  en  las  artes 
mecánicas.  Reemplazaba  hasta  cierto  punto  el  fierro  y  el  acero. 
Las  armas,  las  hachas,  los  cinceles,  todos  los  útiles  eran  hechos 
con  el  cobre  extraído  de  las  montañas  de  Zacatollan  y  Oohuix- 
co."  (1)  No  existe  la  menor  duda;  los  méxica  sacaban  el  cobre  de 
ks  comarcas  que  estaban  bajo  su  mando. 

En  el  mes  de  Setiembre  1873,  al  estarse  practicando  un  reco- 
nocimiento en  el  cerro  del  Águila,  sobre  la  veta  de  cobre  allí 
existente,  al  apoyar  tmo  de  los  peones  con  fuerza  la  barreta  so^ 
bre  el  suelo,  ésta  se  hundió  desapareciendo  completamente.  Pro- 
cedióse á  inquirir  si  era  una  mina  azolvada,  resultando  de  los 
trabtq'oa  el  descubrimiento  de  una  escavacion  de  31^  metros  de 
Jazgo,  de  un  metro  á  metro  y  medio  de  profundidad,  con  una  an- 
chura variable  entre  medio  metro  y  un  metro,  y  en  cuyo  fondo 
seguía  una  rica  cinta  de  cobre  de  unos  cuatro  á  diez  centímetros 
de  anchura.  El  Sr.  D,  Felipe  Larrainzar  observó  con  cuidado  la 
obra,  descubriendo  bien  pronto  no  haber  huellas  del  fierro  ó  de 
la  pólvora,  que  las  paredes  y  el  fondo  presentaban  la  acción  del 
fuego,  mirándose  ademas,  así  el  metal  como  la  roca  y  tej^etate 
ea  que  arma  la  veta,  resquebrajados  y  hendidos  por  muchas 
partes.  Al  principio  no  fueron  vistos  útiles  ningunos;  mas  regis- 
trados los  escombros  se  encontraron  142  mazas  de  piedra,  de  ta- 
maños desiguales,  en  forma  de  mazos  ó  cuñas,  con  los  extremos 
desportillados  y  rotos:  aquellas  piedras  no  pertenecían  á  ningu- 
na de  las  rocas  constitutivas  del  cerro.  Hechas  las  indagaciones 
eonvenientes  no  quedó  duda  alguna;  aquella  era  una  veta  de  co- 
bre trabajada  por  las  antiguas  razas  indígenas.  El  .procedimiento 
de  extracción  quedó  también  patente;  calentada  la  roca  por  me- 


l)  Essai  politiqne,  tom.  II,  pág.  482. 


294 

dio  del  fuego,  bien  se  la  deja  enfriar  lentamente,  ó  se  vierte  agua 
sobre  ella  para  acelerar  la  operación;  matriz  y  mineral  se  re- 
vientan  ofreciendo  resqaebrajadnras,  sobre  las  cuales  pueden 
obrar  las  cuñas,  ó  los  mazos  separan  á  golpes  trozos  más  6  me- 
nos considerables.  Este  era  en  realidad  el  método  que  los  azteca 
seguían  en  el  laboreo  de  sus  minas,  método  que  podía  ser  apli- 
cado así  á  tajo  abierto  cual  se  presenta  en  el  cerro  del  Águila, 
como  en  galerías  cerradas  cual  áe  ofrecen  en  Tlachco.  Debelaos 
las  noticias,  y  el  regalo  de  uno  de  los  mazos  de  piedra,  á  la  fina 
atención  del  Sr.  D.  Felipe  Larrainzar. 

"La  naturaleza  ofrece  á  los  mexicanos,  dice  Hnmboldt,  (1)  enor- 
mes masas  de  hierro  y  de  niquel;  esas  masas,  que  se  encuentran 
esparcidas  sobre  la  superficie  del  suelo,  son  fibrosas,  maleables 
y  de  tan  gran  tenacidad,  que  con  mucha  dificultad  se  consigne 
separar  algimos  fragmentos  con  la  ayuda  de  nuestros  útiles  de 
acero.  El  verdadero  fierro  nativo,  al  que  no  puede  atribuirse 
un  oyígen  meteóríco,  constantemente  mezclado  al  plomo  y  al  co- 
bre, es  infinitamente  raro  en  todas  las  partes  del  globo.  Por  con- 
secuencia, no  debe  admirar  que  los  mexicanos,  como  la  mayor 
parte  de  los  otros  pueblos,  al  principio  de  su  civilización,  se  ha- 
yan fijado  de  preferencia  en  el  cobre  y  no  en  el  hierro.  ¿Mas 
cómo  esos  mismos  americanos,  que  trataban  por  el  fuego  una 
gran  cantidad  de  minerales,  no  fueron  conducidos  al  descubri- 
miento del  fierro  por  la  mezcla  de  las  sustancias  combustibles 
con  los  ocres  rojos  y  amarillos,  (2)  extremadamente  comunes  en 
muchas  partes  de  México?  Si  por  el  contrario,  como  me  inclino 
á  creerlo,  este  metal  les  era  conocido,  ¿cómo  no  llegaron  á  apre- 
ciarlo en  su  justo  valor?" 

Nosotros  no  resolvemos  la  cuestión;  simplemente  podremos 
decir,  que  si  es  racional  suponer  que  los  americanos  conocieron 
el  fierro,  también  es  evidente  que  nunca  le  usaron.  Encontramos 
un  hecho  curioso.  "M.  Müller,  director  de  la  casa  de  moneda  de 
^'Chihuahua,  hizo  un  descubrimiento  muy  importante  en  el  tem- 
"plo  mayor  (de  Casas  Grandes).  En  una  escavacion  practicada 
"en  una  de  las  cámaras  del  laberinto,  se  halló  á  corta  profundi- 

(1)  Essai-politíque,  tom.  II,  pág.  484. 

(2)  ''El  ocre  amariUo,  Uamado  tecozakuUl,  servía  para  la  pintura,  lo  mismo  qao  el 
dnábrío.  El  ocre  hacía  parto  de  los  objetos  que  componen  la  lista  de  tributos  de 
Halinaltepec." 


295 

"dad  una  masa  lenticnlar,  cincuenta  centímetros  de  diámetro,  dé 
''fierro  meteórico,  envuelta  cuidadosamente  en  estofas  semejantes 
"á  las  que  cubren  los  cadáveres  antiguos,  en  las  tumbas  de  la 
"misma  localidad.  ¿Este  aerolito  fué  encontrado  allí,  6  fué  traído 
"de  lejos?  ¿Los  antiguos  fueron  testigos  de  su  caída?  Cierto  es 
"que  lo  miraban  como  un  objeto  extraordinario;  tal  vez  celebra- 
"ban  su  caída  como  la  muerte  de  un  3ios  desconocido,  ál  que 
"dieron  sepulcro  en  su  templo..  En  todos  tiempos  debió  referirse 
"una  idea  supersticiosa  á  esos  trozos  de  fierro  meteórico,  que  en 
"tan  gran  número  se  encuentran  en  Chihuahua.  Probablemente 
"el  uso  del  hierro  hubiera  comenzado  mucho  tiempo  antes  de  la 
"conquista  de  Hernando  Cortés,  así  como  el  del  oro,  de  la  plata 
**y  del  cobre  nativo  de  las  vetas,  si  esos  trozos  no  hubieran  sido 
"objeto  de  superstición."  (1)  La  mayor  parte  de  estas  conclusio- 
nes no  se  pueden  tomar  sino  como  supuestas. 

El  ocre  amarillo,  tecozahuitly  servía  en  las  pinturas,  y  compuesto 
en  fo];ma  de  barniz  se  usaba  en  ciertas  solemnidades  para  embi- 
jarse el  rostro  ó  el  cuerpo  entero.  Los  méxica  tomaban  las  pie- 
dras, reduciéndolas  por  el  molido  á  polvo  muy  fino.  (2)  Tlalco- 
zautitlan  y  sus  pueblos  sujetos  (Cód.  de  Mendoza,  lámina  42), 
tributaban  veinte  cazuelas  de  este  barniz  (num.  4).  Muy  comunes 
8on  en  nuestro  suelo  los  ocres  rojos  y  amarillos  de  hermosos  co- 
lores, y  sus  yacimientos  presentan  señales  de  las  antiguas  explo- 
taciones de  los  indígenas. 

Las  naciones  de  Anáhuac  hacían  numerosas  aplicaciones  de  la 
obsidiana,  llamada  por  ellos  itztli  y  por  los  tarascos  tzinapu.  Se- 
gún los  estudios  practicados  por  mi  amigo  el  Sr.  D.  Mariano 
Barcena,  (8)  los  yacimientos  de  obsidiana,  en  nuestro  país,  se 
encuentran  en  las  formaciones  traquíticas.  Sus  variedades  son; 
la  dorada,  la  plateada  ó  argentina,  la  negra,  la  azulada,  la  verde 
y  la  roja  ó  de  Pénjamo.  "Asociadas  á  esa  roca  se  hallan  en  mu- 
"cíias  partes  la  piedra  pez  y  la  perlit^i,  formando  transiciones  á 
^'veces  insensibles  con  la  primera  y  aún  con  los  pórfidos  traquí- 
"ticos,  pues  en  los  cerros  vecinos  á  Cadereyta  Méndez,  he  visto 
"masas  de  piedra  pez  salpicada  de  cristales  blancos  de  riacolita. 

(1)  Guillemin  Tarayre,  Exploration,  pág.  17G. 

(2)  P.  Bahagun,  tom.  III,  pág.  808. 

(3)  Las  obsidianas  de  México,  en  el  Minero  Mexicano,  tom.  n,  niím.  29,  pág.  368. 


296 

^'La  obsidiana  roja  de  Péujamó  creo  que  tiene  bastantes  afinida- 
"des  con  la  retinita,  principahnente  por  su  lustre  resinoso  y  por 
"su  testura.  Cerca  de  la  hacienda  de  Pateo,  en  Michocan,  existe 
"también  otro  criadero  de  obsidiana  semejante  al  de  Pénjamo. 
"Me  han  asegurado  últimamente  que  en  un  pozo  artesiano  que 
"están  abriendo  cerca  de  Otumba,  han  encontrado  un  dique  de 
"esa  misma  roca.  La  obsidiana  negra  la  he  visto  en  grandes  ma- 
"sas  en  un  cerro  que  está  inmediato  al  pueblo  de  la  Magdalena, 
"en  el  Estado  de  Jalisco.  Las  variedades  verdes  y  agrisadas 
"abundan  en  otras  muchas  localidades." 

Becordamos  haber  visto  un  trozo  de  obsidiana  con  manchas 
blancas,  y  á  este  propósito  leemos  en  Sahagun,  capitulo  I,  "de 
las  piedras  de  que  se  hacen  los  espejos  y  navajas,"  que  hay  minas 
de  donde  se  sacan;  las  unas  blancas,  que  pulidas  son  hermosas, 
sirven  de  espejo  á  los  señores  y  hacen  la  cara  muy  bien,  y  "otras 
de  metal  que  son  negras  cuando  las  labran  y  pulen,"  y  deforman 
mucho  la  imagen.  (1)  Como  los  espejos  y  navajas  se  sacaban  de 
la  obsidiana,  estas  palabras  pudieran  autorizar  á  admitir  una  va- 
riedad blanca. 

"Las  minas  de  obsidiana  del  Cerro  de  las  navajas,  dice  Guille- 
"min  Tarayre,  (2)  parecen  haber  suplido  á  las  necesidades  de 
"Anáhuac.  Colocada  la  montaña  en  ellímite  de  los  otomíes, 
"forma  una  de  las  cumbres  de  la  cadena  traquítica  que  de  E.  á  O. 
'se  extiende,  desde  los  Órganos  de  Actopan  hasta  Tulancingo,  en 
"el  límite  N.  del  valle  de  México. 

"Las  minas  explotadas  antiguamente  ocupan  un  espacio  de 
"medio  kilómetro  cuadrado,  en  una  de  las  pendientes  de  la  mon- 
"taña  y  al  pie  del  pitón  llamado  cerro  del  Jacal,  cuya  cumbre  se 
"eleva  3,121  metros  sobre  el  nivel ^el  océano.  Dista  cerca  de  líK) 
"kilómetros  de  México,  al  N.  N.  E.  Vénse  allí  una  serie  de  esca- 
vaciones  parciales,  especie  de  pozos  irregulares,  á  cuyo  rededor 
yacen  los  fragmentos  de  la  preparación  de  los  trozos  y  de  la  fa- 
"bricacion  de  algunos  grandes  instrumentos. 

"Se  encuentra  la  masa  de  obsidiana  a  muy  poca  profundidad 
"del  suelo,  bajo  una  capa  de  detritus  traquíticos;  forma  una  gran 
"ampolla,  hendida  en  todos  sentidos  y  de  tal  manera,  que  los  tro- 


(1)  P.  Sahagun,  tom.  III,  pág.  301. 

(2)  Ezploration,  pág.  230. 


297 

*^os  no  presentan  dimensiones  considerables.  |Ofrece  la  roca 
"muchas  variedades  de  color;  la  más  común  es  la  obsidiana  ver- 
**de  oscuro,  sigue  la  negra,  la  morena,  y  una  variedad  de  reflejos 
"brillantes  de  hermoso  efecto.  • 

"Los  mineros  antiguos  no  tomaban  al  acaso  los  trozos,  pues 
"si  así  hubiera  sido  disfrutaran  la  montaña  como  una  cantera. 
'Demuestra  el  examen  del  yacimiento,  que  eran  desechados  los 
"materiales  próximos  á  la  superficie,  ó  que  más  bien  se  les  deja- 
"ha  en  su  sitio  como  inútiles.  Las  acciones  atmosféricas  habían 
"alterado  sus  propiedades  vitreas,  y  se  reconoce  en  efecto  en  los 
"trozos  que  están  al  exterior,  que  perdieron^  su  translucidez  y 
"adquirieron  cierto  grano  en  la  fractura;  pasaron'  visiblemente 
"del  estado  vitrio  á  cierto  grado  amorfo. 

"Era  necesario  extraer  los  trozos  de  la  parte  profunda,  cual  lo 
"indican  las  escavaciones,  algunas  de  las  cuales  no  están  cegadas: 
^^  advierte  quilas  materias  explotables  quedaban  á  corta  dis- 
"tancia  de  la  superficie^  aunque  al  mismo  tiempo  se  nota  que 
"otra  consideración  guiaba  al  minero,  y  era  la  forma  natural  y 
*la  curvatura  de  las  caras  del  trozo,  pues  la  elección  se  hacía, 
"no  sólo  con  objeto  de  aprovechar  las  formas  y  dimensiones  ac- 
"cidentales  en  una  obra  especial,  sino  juzgar  por  el  sentido  de  la 
"testura  y  la  naturaleza  de  la  pasta,  si  por  el  trabajo  se  podrían 
«obtener  superficies  apetecidas.  A  mayor  profundidad  es  más 
"homogénea  la  obsidiana,  su  color  se  hace  negro  más  acentuado, 
**la  testura  tiene  mayor  tenacidad  y  es  más  fina,  propiedades  que 
**permiten  la  fabricación  de  pequeños  objetos. 

"Muy  juntas  unas  á  otras  están  las  escavaciones  distinguión- 
"dose  en  sus  formas  irregulares,  que  sólo  guiaron  al  obrero  en 
"su  trabajo  los  trozos  aprovechables;  afectan  más  la  forma  indi- 
gnada que  la  de  pozos  verticales.  A  cerca  de  dos  metros  bajo  la 
"superficie,  ofrecen  un  ensanchamiento  no  cegado  en  algunos 
'juntos. 

*Tacen  en  la  superficie  las  reliquias  esparcidas  de  los  trozos 

''preparados,  y  los  embriones  de  grandes  instrumentos,  como 

"grandes  lanzas  y  prismas  triangulares  de  que  sacaban  estiletes 

"ó  cuchillos  para  los  eacrificadores.   Es  probable  que  los  trozos 

"y  prismas  preparados  fueran  enviados  á  las  ciudades  vecinas, 

"en  las  cuales  tenía  lugar  la  fabricación  de  los  objetos.   De  este 

"género  de  trabajo  no  queda  rastro  en  el  Cerro  de  las  Navajas, 

38 


/ 
/ 


298 


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J-* 


mientras  en  Tulanclngo  aparecen  numerosos  núoíeoí,  atestignan- 
"do  lo  mismo  que  en  Teotihuacan,  que  todo  un  barrio  dó  la  ciu- 
"dad  debió  estar  ocupado  por  cuchilleros,  á  juzgar  por  la  profu- 
"sion  de  los  restos  de  su  industria." 

Sacaban  de  la  obsidiana  cuchillos  y  navajas,  lancetas  empleadas 
para  sangrar  en  la  cirujía  y  para  sacarse  sangre  en  las  peniten- 
cias, y  otros  útiles  cortantes  6  punzantes.  "Oficiales  tenían  y 
tienen  de  hacer  navajas  de  una  cierta  piedra  negra  ó  pedernaL 
Y  verlas  hacer,  es  una  de  las  cosas  que  por  maravilla  se  pueden 
ir  á  ver  entre  los  indios.  T  hácenlas  (si  se  puede  dar  á  entender) 
de  esta  manera:  siéntanse  en  el  suelo  y  toman  un  pediizo  de  aque- 
lla piedra  negra,  que  es  cuasi  como  azabache,  y  dura  como  pe- 
dernal, y  es  piedra  que  se  puede  llamar  preciosa,  más  hermosa 
y  reluciente  que  alabastro  y  jaspe,  tanto  que  de  ella  se  hace  n 
aras  y  espejos.  Aquel  pedazo  que  toman  es  de^n  palmo  ó  poco 
más  largo,  y  de  grueso  como  Ig.  pierna  ó  poco  menos,  y  rollizo. 
Tiene  un  palo  del  grueso  de  una  lanza  y  largo  como  tres  codos 
ó  poco  más,  y  al  principio  de  este  palo  ponen  pegado  y  bien  ata- 
do un  trozo  de  palo  de  palmo,  grueso  como  el  molledo  del  brazo, 
y  algo  más,  y  éste  tiene  su  frente  llana  y  tajada,  y  sirve  este  trozo 
para  que  pese  más  aquella  parte.  Juntan  ambos  pies  descalzos 
y  con  ellos  aprietan  la  piedra  con  el  pecho,  y  con  ambas  las  ma- 
nos toman  el  palo  que  dije  era  como  vara  de  lanza  (que  también 
es  llano  y  tajado),  y  pónenlo  á  besar  con  el  canto  de  la  frente  de 
la  piedra  (que  también  es  llana  y  tajada),  y  entonces  aprietan 
hacia  el  pecho,  y  luego  salta  de  la  piedra  una  navaja  con  su  pun- 
ta y  sus  filos  de  ambas  partes,  como  si  de  un  nabo  la  quisieran 
formar  con  un  cuchillo  muy  agudo,  ó  si  como  la  formasen  de 
hierro  al  fuego,  y  después  en  la  muela  la  aguzasen,  y  últimamente 
le  diesen  filos  en  la  piedra  de  afilar.  T  sacan  ellos  en  un  credo 
de  estas  piedras,  en  la  manera  dicha,  como  veinte  ó  más  navajas* 
Salen  éstas  cuasi  de  la  misma  hechura  y  forma  que  las  lancetas 
cop  que  nuestros  barberos  acostumbran  sangrar,  salvo  que  tie- 
nen un  lomillo  por  medio,  y  hacia  las  puntas  salen  graciosamente 
algo  combadas."  (1)  Poco  después  de  la  conquista,  los  españoles 
se  rasuraban,  y  cortaban  el  pelo  con  estas  navajas;  mas  como  á 


(1)  P.  Mendieta,  lib.  IV,  cap.  XII.  Le  copia  Torquemada,  lib.  XVII,  cap,  L  Mo- 
tolinia,  trat.  I,  cap.  X. 


/ 


299 

cada  corte  pierden  el  filo,  había  necesidad  de  renovarlas  a  cada 
paso. 

Para  las  armas  como  flechas,  lanzas  y  las  piezas  del  maeuahuitt^ 
el  procedimiento  era  diverso.  Se  nota  que  escogido  el  trozo,  se 
le  daba  forma  por  medio  de  la  percusión.  Otro  método  debía 
seguirse  en  la  construcción  de  cuentas  de  diversas  formas,  ani- 
males, flores,  amuletos,  ídolos,  lápidas  conmemorativas,  &c.,  en 
los  cuales  llama  muchísimo  la  atención  la  pureza  del  contomo, 
nxmca  interrumpido  por  desportilladuras,  y  el  finísimo  pulimen- 
to, que  aplicado  á  láminas  circulares  las  dejaba  servir  de  espejos. 
Dos  piezas  nos  han  cautivado  siempre  la  atención.  Por  su  her- 
mosura, ciertas  máscaras  de  limpio  y  correcto  dibujo,  pulidas  y 
acabadas  con  esmero  verdaderamente  artístico,  horadadas  en  la 
parte  superior,  servían  para  cubrir  el  rostro  de  los  dioses  en  al- 
gunas 'solemnidaHes,  ó  á  los  difuntos  de  cierta  categoría:  por  lo 
difícil  en  la  ejecución,  los  llamados  carretes,  á  causa  de  la  total 
semejanza  que  presentan  con  los  de  madera  destinados  á  devanar 
hilo.  El  material  vitrio  y  quebradizo  quedó  reducido  al  grueso 
de  un  cartón  delgado;  los  apéndices  circulares,  pulidos  en  la  cara 
exterior,  ofrecen  raeduras  marcadas  en  el  interior;  la  regularidad 
de  formas  hace  sospechar,  que  no  fueron  labrados  á  mano  sino  en 
un  tomo,  pudiendo  ser  raídas  las  superficies  cual  si  fueran  de 
madera. 

Las  rocas  aprovechadas  en  las  construcciones  eran  la  traquita 
anfibólica  (chiluca),  y  el  basalto  compacto,  (recinto);  empleóse 
después  el  conglomerado  pomoso  (tepetlatl,  tepetate),  y  en  segui- 
da la  lava  escoriosa  {tetzontU,  tezontle),  cuyas  canteras  en  el  Pe- 
ñon  grande  ó  de  Cortés  fueron  descubiertas  en  los  tiempos  de 
Ahuitzotl.  La  cal,  teneztU,  fué  conocida  desde  los  tiempos  remo- 
tos. Atotonilco  acudía  al  imperio  con  duatro  cientas  cargas  de 
ella  (Cód.  lám.  30  num.  24),  y  Tepeyacac  con  cuatro  mil  (lám.  44, 

nóm.  28). 

En  traquita,  basalto  y  otras  rocas  dejaron  los  méxica  obras 
gigantescas,  de  las  cuales  se  conservan  aun  la  piedra  del  sol,  el 
cuauhxicalli  de  Tizoc,  la  estatua  colosal  de  la  Omecihuatl  ó  Ci- 
huacohuatl  llamada  por  Gama  la  Teoyaomiqui,  el  fragmento  sa- 
cado del  atrio  de  la  catedral,  y  trozos  de  menor  importancia  en 
estatuas,  animales  simbólicos  y  lápidas  conmemorativas.  Las 
antiguas  pinturas^muestran  que  esas  grandes  moles  fueron  trans- 


300 

4 

portadas  de  largas  distancias,  sobre  rodillos  de  madera,  tirando 
con  cuerdas  infinidad  de  hombres.  Pero  ellas  nada  dicen  acerca 
de  los  instrumentos  que  usaban  los  canteros  para  pulir  y  labrar 
esas  sustancias  tan  duras,.sin  el  auxilio  de  los  instrumentos  de  hie- 
rro; atapadas  con  otras  piedras,  ó  cuando  más  con  ciertos  cinceles 
de  cobre,  como  nos  lo  hace  presumir  el  que  tenemos  á  la  vista 
de  la  colección  del  Sr.  Chavero,  es  verdaderamente  maravilloso 
observar  el  relieve  perfecto,  el  dibujo  fino,  la  minuciosidad  de  los 
detalles,  por  más  que  no  contente  la  parte  artística  del  diseño. 

A  estas  rocas  reputadas  groseras,  seguían  otras  más  finas,  apre- 
ciables  por  el  pulimento,  la  semitrasparencia  y  la  variedad  de 
colores.  Conforme  á  la  clasificación  del  Sr.  Barcena,  se  encuen- 
tran dioritas,  ágatas,  ópalos,  heliotropos,  clorita,  litomarga,  fel- 
despato, &c.  Destinadas  para  adornos,  principalmente  en  collares, 
son  piezas  generalmente  chicas,  planas  unas,,  curvas  la§  otras; 
algunas  sólo  recibieron  una  forma  regular  y  perfecto  pulimentOi 
aprovechada  la  figura  natural  del  trozo,  mientras  no  pocas  se 
convirtieron  en  flores,  aves,  rostros,  cabezas,  cráneos,  idolillos 
y  figurillas  simbólicas.  Todos  llevan  dos  ó  más  horados  laterales, 
ó  bien  uno  longitudinal,  destinados  al  hilo  á  que  estaban  suspen- 
didos. Este  horado  se  presenta  de  dos  maneras,  en  la  cónica  jr 
en  la  cilindrica:  aquel,  muy  aparente  en  las  cuenta^  de  roca  ver- 
de, de  formas  irregulares,  nos  parece  el  más  antiguo;  éste,  evi- 
dentemente moderno  como  perfección  en  el  arte,  es  sin  disputa 
mejor.  Tenemos  á  la  vista  para  juzgar,  de  la  colección  Chavero, 
un  cráneo  pequeño  en  cristal  de  roca,  perfectamente  pulido,  lí- 
neas firmes  y  correctas,  toques  maestros  y  valientes.  El  horado 
emprendido  verticalmente  no  llegó  á  ser  terminado,  aunque  el 
artífice  lo  emprendió  por  ambos  lados  opuestos;  es  cilindrico,  de 
unos  dos  milímetros  de  diámetro,  las  paredes  sin  desportilladu- 
ras aunque  no  lisas,  la  base  plana.  Todo  ello  indica  un  instru- 
mento de  bronce,  sin  punta,  introducido  á  golpes  sucesivos  y 
dando  vueltas  al  mismo  tiempo  al  perforador,  ayudado  tal  vez 
por  el  agua  y  alguna  arena  fina  y  resistente. 

Venían  en  lugar  preferente  las  piedras  reputadas  preciosas. 
Los  méxica  tenían  sus  señales  para  descubrirlas;  si  al  querer  sa- 
lir el  sol  veían  en  la  tierra  un  humiUo  delicado,  era  señal  que  ahí 
había  criadero  de  piedras  finas,  ó  algunas  estaban  allí  escondidas: 
si  la  yerba  se  conservaba  siempre  verde  en  algún  lugar,  sin  duda 


301 

que  debajo  yacían  los  dialcMhuitl.  Lo  cierto  es  que  aquellas  pie- 
dras estimadas,  las  sacaban  bien  rompiendo  las  rocas  que  conte- 
nían dentro  las  cristalizaciones,  bien  arrancándolas  de  las  mi- 
nas. (1)  El  chálchihmtl  es  un  fluoruro  de  calcium  (flourina),  verde, 
no  muy  trasparente  y  con  manchas  blancas,  usábanle  los  nobles 
en  cuentas  ensartadas  en  hilos,  atadas  como  pulseras,  estando 
prohibido  por  las  leyes  suntuarias  que  lo  trajeran  los  plebeyos: 
los  españoles  lo  confundieron  con  la  esmeralda.  Había  otras  es- 
pecies; el  queizalchálchihuil,  muy  verde,  transparente  y  sin  man- 
chas; el  tUyahtíc,  verde  con  vetas  negras.  (2)  Tepecuacuilco  daba 
de  tributo  cinco  sartales  de  cuentas  de  chalchihuitl,  esféricas  ó 
más  ó  menos  esferoidales  (Kingsborough,  lám'.  39,  números  32, 
33,  34,  35  y  36).  Coaixtláhuacan  dos  sartales  (lám.  45,  números 
21  y  22).  Tochtepec  cuatro  sartas  de  cuentas  medianas  (lám.  48, 
números  34,  35,  36  y  37),  tres  cuentas  grandes  (números  38,  39 
y  40),  tres  sartas  de  cuentas  chicas  redondas  (números  41,  42  y 
43).  Xocoíjochco  dos  sartales  de  cuentas  medianas  (lám.  49,  nú- 
meros 10  y  11).  Cuetlaxtlan  una  sarta  (lám.  15,  núm.  21].  Toch- 
pan  dos  sartales  (lám.  54,  núm.  26  y  27). 

Las  verdaderas  esmeraldas  se  nombraban  qKetzálifzÜu  Las  tur- 
quesas teoxihmñ  estaban  destinadas  exclusivamente  á  los  dioses, 
estando  prohibido  las  usasen  los  mortales;  las  redondas  se  decían 
xiuhtomatli,  y  las  manchadas  y  de  menos  valer  eran  xixitl,  Quiauh- 
teopan  acudía  con  una  cazuelar  de  turquesas  menudas  (lám.  42, 
núm.  17)  y  Yoaltepec  diez  mascaritas  de  turquesas  (núm.  22)  y 
una  piedra  en  la  forma  del  dibujo  (núm.  34). 

El  tlapalteoxihntl  es  propiamente  el  rubí;  el  quetzalitzepioUotli 
el  ópalo,  principalmente  cuando  tiene  las  cambiantes  de  colores 
del  arlequin;  tehuilotl  el  cristal  de  roca.  (3)  Tochtepec  pagaba, 
"veinte  piedras  de  bezote  de  ámbar  claro,  con  su  engaste  de  oro 
al  cabo"  (lám.  48,  núm.  44),  y  "veinte  piedras  de  cristal  con  su 
matiz  de  azul  y  engaste  de  oro",  (núm.  45).  Los  méxica  usaban 
pendientes  en  las  orejas  y  en  la  nariz;  collares,  pulseras  y  ajor- 
cas en  brazos  y  piernas,  de  sus  piedras  precioíías,  de  oro,  de 
perlas,  de  conchas  ú  objetos  vistosos.  Los  objetos  arriba  men- 
cionados eran  bezotes,  tentefl,  adorno  del  labio  del  cual  hablamos 

(1)  SahaguJ?,  tom.  ni,  pág.  295-96. 

(2)  Sahagun,  tom.  III,  pág.  207-98. 

(3)  Sahagun,  tom.  3,  pfig.  2?)8. 


302 

ya:  los  pequeños  se  decían  tempilolli  y  los  grandes  tenzacaü.  Cris- 
tal debe  tomarse  en  sentido  del  de  roca,  pues  ©1  vidrio  no  lo 
conocían.  Xoconochco  contribuía  con  dos  iezotes  de  ámbar  con 
su  engaste  de  oro  (lám.  49,  núm.  22  y  26).  Cuetlaxtlan  veinte 
bezotes  de  berilo  (lám.  51,  nüm.  25). 

El  xiuhmcdlcdiztli  parece  ser  el  zafiro;  el  edetl  ó  piedra  de  san- 
gre es  roja;  el  mixtecafetl  era  una  piedra  manchada  de  colores. 
Les  era  también  conocido  el  mármol  aitztli,  los  tecalis  iztacchcd- 
cMhuitl  sacados  de  las  canteras  de  Tecalco,  las  variedades  del 
jaspe  y  otras  varias.  (1)  El  arte  del  lapidario  y  del  joyero,  llegó 
entre  los  méxica  á  gran  perfección:  vesele  representado  en  la 
lám.  72  del  Códice,  num.  19  y  20.   Algunas  piezas  se  distinguen 
por  lo  regular  y  hermoso  de  la  forma,  y  todas  por  la  belleza  del 
pulimiento.  Esto  último  conseguían  frotando  los  fósiles  con  dos 
clases  de  esmeril;  primero  con  el  polvo  ó  arenilla  del  pedernal 
molido,  ó  de  unas  piedras  que  traían  de  Huaxtepec,  y  después 
con  la  arena  fina  de  unas  pedlrezuelas  coloradas  y  de  otros  colo- 
res que  traían  de  la  provincia  de  Anáhuac  y  de  Tototepec.  (2) 
Hemos  dicho  que  los  horados  merecen  particular  mención,  y 
crecerá  la  admiración  si  ahora  añadimos,  que  sabían  hacer  aque- 
llos taladros  en  forma  curva.  Hemos  visto  una  máscara  de  obsi- 
diana perforada  en  el  espesor  de  la  parte  superior:  se  habla  de 
la  existencia  de  una  culebra  de  piedra  enroscada  en  forma  espi- 
ral, agujerada  de  la  boca  á  la  cola  siguiendo  las  inflexiones  del 
reptil. 

Cihuatlan  contribuía  con  ochocientas  conchas  de  la  mar,  (lá- 
mina 40,  núm.  25  y  26).  Usaban  para  adornos  de  Conchitas  y  ca- 
racoles. Eptli,  concha  del  mar,  ciTm,  caracolito;  pero  distinguían 
las  conchas  de  que  arriba  se  habla,  así  como  el  coral,  bajo  la  de- 
nominación de  tapachtli  Conocían  igualmente  la  perla  epiollotli 
y  la  concha  en  que  se  encierra  ejytatapálcatl  Los  caracolillos  que 
tengo  á  la  vista  presentan  un  horado  ó  dos  circulares,  para  po- 
der ser  ensartados  en  hilos,  ó  bien  una  ranura,  en  donde  el  ins- 
trumento que  la  procticó  no  dejó  señales:  la  mayor  parte  están 
cortados  verticalmente  al  eje,  faltándoles  el  remate  de  la  espiral. 
Veo  también,  perfectamente  cortadas,  rebanadas  completas  por 
secciones  perpendiculares  al  eje. 

(1)  Sahagun,  tom.  8,  pág.  299-803. 

(2)  Sahagun,  tom.  3,  pág.  305. 


CAPITULO  V. 

Tributot^-^Trajei  de  los  hamiresy  de  laamttjeres.—Alffodon.—Iíegtien.'^Fiuinas, 
-^Amanteea.-^Aves  de  ¡turnas  finas.--AUmento8,  —  Maiz,  —  FiyoL-^Ohian,— 
Hvauhñc.'^CMlii.'-Ol^eto»  (HmtestíMes.—Prodtictos  del  Valle  de  Méxtoo.—Aves 
aouátícoi.—Peees.—Iianas.-'M  a(DayaeaU,"AhvmaU'-Puxi,'-TecuUl(UL-''CV' 
cuUn.--'8(ü,'-Teqy4xquUl--No(MU,'-Tza^poa,'-Fruta^^  y  tubéretUos.-' 

Oaeao.—Miel  de  maguey, —Azúcar, --Miel  de  abejcu.—MeÜ.—Octll—'Provechúa  ea- 
codos  del  metL-^BeHridas  embriagantes, -^Chicha.— Teonacati.'-  Yerbas  embriagan- 
tes,— Madera,— OUaU.^Pieles  curtidas. 

EL  tributo  consistía  en  la  cantidad  de  efectos  señalada  á  cada 
provincia  conquistada;  según  los  productos  de  ésta,  ó  su  im- 
portancia  en  razón  de  la  población  y  de  la  industria,  así,  era  la 
cuantía  del  impuesto.  Pagábase,  ya  sólo  dos  veces  al  año,  ya  tres, 
ya  cada  ochenta  dias  ó  sean  cuatro  meses  mexicanos,  según  ha- 
bía pactado  la  comarca  al  someterse.  El  monto  total  lo  repartía 
el  señor  del  país  por  ciudades  y  pueblos,  y  estos  por  individuos 
ó  gremios,  aunque  lo  general  era  por  barrios.  El  imperio  tenía 
sus  recaudadores,  distinguibles  en  que  llevaban  un  bastón  en  la 
una  mano  y  un  mosqueador  en  la  otra,  los  cuales  llegado  el  pla- 
zo exigían,  por  cuenta  y  razón,  el  monto  de  lo  señalado:  los  pue- 
blos recogíaoi  su  cuota,  llevándola  por  su  cuenta  á  la  capital  de 
la  provincia,  donde  se  almacenaba  en  edificios  al  efecto  destina- 
dos. A  nadie  valía  razón  ni  excusa  para  exceptuarse  del  pago;  si 
pobre,  debía  trabajar;  si  enfermo,  se  esperaba  á  que  sanaae;  los 
exactores  perseguían  á  todos  con  la  mayor  crueldad,  temendo 


304 

facultad  de  vender  por  esclavos  á  los  insolventes.  (1)  De  lo  al- 
macenado disponía  el  rey  en  cada  lugar,  ó  bien  era  traído  por 
los  mismos  subditos  á  la  capital  á  que  correspondía,  México,  Tex- 
coco  ó  Tlacopan,  donde  respectivamente  se  guardaban,  á  cargo 
de  mayordomos  principales,  quienes  por  pinturas  llevaban  cuen- 
ta exacta  de  las  entradas  y  salidas  según  órdenes  del  monarca: 
la  falta  de  probidad  de  estos  empleados  era  castigada  con  pena 
de  muerte. 

El  importe  del  tributo,  los  regalos  que  nobles  y  pecheros  ha- 
cían á  los  monarcas  y  los  despojos  de  la  guerra,  constituían  las 
rentas  y  acrecían  las  riquezas  de  los  tres  señores  confederados. 
Pero  aquel  impuesto  por  una  parte  era  enorme,  y  se  aumentaba 
con  el  tributo  pagado  al  señor  natural;  estaba  recargado  con  los 
servicios  personales  ya  en  el  pueblo,  ya  para  los  nobles,  ya  para 
la  capital  de  la  provincia,  de  manera  que  la  condición  de  los  ma- 
cehuales  era  dura,  mirando  siempre  su  familia  en  lá  miseria, 
mientras  rendía  el  espíritu  en  trabajos  para  él  improductivos: 
auméntese  el  rigor  de  los  exactores  del  tributo,  los  malos  trata- 
mientos de  que  eran  objeto,  el  servicio  militar  á  que  estaba  so- 
metido, y  se  comprenderá,  así  las  miserias  que  agobiaban  á  los 
conquistados,  como  la  impaciencia  con  que  llevaban  el  yugo  de 
la  servidumbre. 

En  el  Códice  Mendocino,  la  matrícula  mexicana  de  tributos  la 
forman  de  la  lám.  19  &  la  57  inclusive.  (2)  No  parece  estar  com- 
pleta, pues  evidentemente  faltan  varias  de  las  provincias  con- 
quistadas, según  consta  en  los  anales.  Eegístranse  ahí  los  objetos 
necesarios  para  vestidos,  adornos,  alimentos,  armas,  riquezas, 
juegos;  para  llenar  las  necesidades  y  antojos  de  la  vida.  Consti- 
tuyendo las  rentas  de  los  Estados,  se  distribuían  entre  la  casa 
real,  sostenimiento  del  culto  y  de  los  sacerdotes,  pago  de  sir- 
vientes y  domésticos,  recompensas  á  los  guerreros  y  servidores 
civiles,  regalos  paya  los  señores  amigos  ó  extraños,  &c.  Al  contar 
la  inmensa  cantidad  de  lo  recogido,  dos  ideas  principales  se  pre- 
sentan. Para  cumplir  en  cada  provincia,  era  preciso  que  existie- 
ra una  muy  gran  cultura  de  los  campos;  producciones  sobradas 
que  cubriendo  las  necesidades  de  los  habitantes,  dejaran  lo  sufi- 

(1)  Torqnemadft,  lib.  XTV,  cap.  Vm. 

(2)  Lbrd.  Kingsborough,  tom.  I. 


805 

diente  &  los  impuestos;  adelanto  en  las  brtes  para  producir  los 
objetos  demandados  por  el  lujo  á  la  industria;  población  inmen- 
sa que  bagara  á  los  contingentes  exigidos  por  la  guerra,  sin  que 
escasearan  el  labrador  en  los  campos,  el  oficial  en  los  talleres. 
Así,  pues,  la  suma  dé  los  tributos  revela  un  país  próspero  y  flo- 
reciente, adelantado  en  civilización,  con  sobrados  recursos  para 
llevar  sus  armas  poderosas  y  extender  su  dominación  sobre  un 
iiunenso  territorio.    La  segunda  idea  es,  que  bajo  esta  deslum- 
bradora apariencia  se  descubre  el  más  espantoso  despotismo. 
El  rey,  los  sacerdotes,  los  nobles,  los  soldados,  las  clases  privi- 
legiadas vivían  en  la  comodidad  y  la  abundancia;  pero  los  demás, 
atados  al  suelo,  agobiados  por  el  trabajo,  con  malo  y  escaso  ali- 
mento, vejetaban  para  sus  señores  sin  recompensa  y  sin  esperan- 
za. Inmensa  era  la  distancia  entre  el  rey  y  su  vasallo;  distinta 
la  condición  entre  la  capital  del  imperio  y  las  provincias  some- 
tidas. Aquella  sociedad  se  dividía  marcadamente  entre  vencedo- 
res y  vencidos;  entre  señores  y  esclavos;  entre  privilegiados  po- 
seedores de  los  bienes  de  la  tierra,  é  ilotas  desheredados,  sin  otro 
porvenir  alhagueño  que  la  muerte,  alcanzada  en  el  campo  de  ba- 
talla ó  en  el  aira  de  un  dios. 

Co*nsistía  el  traje  de  los  hombres  en  tres  piezas,  la  manta  ó 
iümatlif  el  maxilatl  ó  faja,  y  los  caclli  ó  zapatos.  Kíjidas  eran  las 
leyes  snntuariaSj.que  no  permitían  usar  al  plebeyo  más  que  ropas 
de  la  pita  del  maguey,  de  las  fibras  de  cierta  especie  de  palma  ó 
de  algodón  basto;  por  el  contrario,  los  nobles  vestían  de  tejidos 
finos  de  algodón,  de  colores  variados  y  adornos  exquisitos. 

La  capa  ó  manta  era  una  tela  cuadrangular,  atadas  las  puntas 
de  la  parte  angosta  sobre  el  pecho  ó  un  hombro,  cayendo  en  de- 
rredor del  cuerpo  hasta  las  pantorrillas  ó  poco  más  abajo.  Las 
mantas  de  los  nobles  eran  de  diversos  matices  y  labores,  listadas 
unas,  con  cenefas  y  flecos,  negras  para  los  sacerdotes,  tejidas  con 
plumas  ó  pelo  de  conejo,  cada  una  según  el  grado  ó  categoría  de 
la  persona  que  debía. usarla,  pues  todo  estaba  prescrito  en  leyes 
suntuarias.  Idea  cumplida  do  su  variedad  suministra  el  Códice 
ifendocíno.  Aquellos  pueblos  no  eran  extraños  á  la  moda,  y  pa- 
ra bailes  y  ceremonias  estaban  destinadas  mantas,  cada  una  con 
su  nombre  y  hechura  particular.  (1)    Llevaban  los  nobles  dos  ó 


(1)  Sahagon,  tom.  II,  pág.  286. 

39 


u 


306 

tres  tümatli;  y  "en  invierno  se  cubren  eon  una  especie  de  zama- 
rros hechos  de  una  pluma  muy  fina  que  parece  carmesí,  ó  como 
nuestros  sombreros  de  pelo,  y  los  tienen  encarnados,  negros» 
blancos,  pardos  y  amarillos."*  (1)J  El  inaxtlatl,  llamado  ipor  los 
castellanos  bragas  ó  pañetes,  lienzo  largo  y  poco  ancho  comoxm& 
faja,  que  enrollado  al  rededor  de  las  caderas,  se  anudaba  dejando 
caer  una  punta  atrás  y  otra  delante,  sirviendo  para  tapar  las  ver- 
güenzas. Los  cacfliy  zapatos,  sandalias  ó  cutaras,  de  donde  viene 
la  palabra  cades,  consistían  en  una  suela  de  piel  de  venado,  de 
varios  cueros  cosidos,  con  un  talón  en  la  parte  posterior;  "de 
"entre  los  dedos  salen  unas  correas  anchas  que  se  aseguran  en 
"la  garganta  del  pié  con  unos  botones."  (2)  Llevaban  la  cabeza 
descubierta,  cortado  el  p^lo  según  su  clase. 

"Las  mujeres  gastan  unas  camisas  de  algodón  sin  mangas 
"(huipillijy  como  sobrepellices,  largas  y  anchas  llenas  de  laborea 
"muy  finas,  con  sus  franjas  ú  orlas,  que  parecen  muy  bien.    Se 
"ponen  dos,  tres  ó  cuatro  camisas  de  éstas,  todas  distintas,  y  unaa 
"más  largas  que  otras  para  que  asomen  por  debajo  como  zagale- 
jos. Usan  ademas  de  la  cintura  abajo  otra  suerte  do  traje  (cueitl), 
(y  según  traduce  el  diccionario,  saya,  faldellin,  faldillas  ó  naguas) 
de  puro  algodón,  que  les  baja  hasta  los  tobillos,  asimismo  inuy 
"lucido  y  bien  labrado.  No  usan  nada  en  la  cabeza,  ni  aun  en  las 
"tierras  frias,  sino  que  dejan  crecer  sus  cabellos,  que  son  muy 
"hermosos,  aunque  por  lo  general  negros  ó  tirando  á  castaños; 
"de  modo  que  con  este  vestido  y  los  cabellos  largos  y  sueltos 
"que  les  cubren  la  espalda,  parecen  muy  bien.  En  las  tierras  ca- 
"lientes  ceresinas  al  mar,  usan  unos  velos  como  de  redecilla  de 
"color  leonado."  (3) 

Las  señoras  usaban  afeites  en  el  rostro  de  colorado,  amarillo  ó 
negro,  hecho  de  incienso  quemado  con  tinta:  pintábanse  también 
los  pies  de  negro.  "Usaban  traer  los  cabellos  largos  hasta  la  cin- 
"ta  y  otras  los  traían  hasta  las  espaldas,  y  otras  los  tenían  laicos 
de  una  y  otra  parte  de  las  sienes  y  orejas,  y  toda  la  cabeza  tras- 
quilada. Otras  traían  los  cabellos  torcidos  con  hilo  prieto  de 
algodón,  y  los  tocaban  á  la  cabeza,  y  así  lo  usan  hasta  ahora, 
"haciendo  de  ellos  como  unos  cornezuelos  sobre  la  frente.  Otrae^ 

(1)  Conquistador  anónimo,  en  Icazbalceta,  tom.  I,  pág.  376. 

(2)  Conq.  anónimo,  pág.  877.  Sahagon,  tom.  II,  pág.  290. 

(3)  Oonq.  anónimo,  pág.  377. 


ti 
u 


i 


307 

"tíeneín  más  largos  los  cabellos,  y  cortan  ignalmente  el  cabo  de 
"eH6$  por  hermosearse,  y  en  torciéndolos  y  atándolos  parecen 
"0éf  todos  iguales,  y  otras  se  trasquilan  toda  la  cabeza.  Usaban 
**tambien  las  mnjeres  teñir  los  cabellos  con  lodo  prieto,  ó  con 
"una  yerba  verde  que  se  llama  xtuhquüitl,  por  hacer  relucientes 
'los  cabellos,  á  manera  de  color  morado,  y  también  limpian  los 
"dientes  coij  color  colorado  ó  grana:  usaban  también  pintar  las 
'*iíianos,  el  cuello  y  pecho."  (1) 

Conforme  á  la  matrícula  de  tributos,  la  mayor  parte  de  las 
provincias  pagaban  mantas  tejidas.  Las  blancas  y  corrientes  es- 
tán expresadas  sin  color  ninguno  en  el  Códice.  Es  el  símbolo  del 
quimüti  (quimil,  envoltorio,  lio),  compuesto  de  veinte  mantas;  el 
numeral  puesto  encima  indica  que  se  piden  cuatrocientos  quimiUi 
de  cada  xílase.  La  pintura  expresa  los  colores  y  dibujos  que  de- 
bían tener,  y  los  dedos  que  encima  algunas  veces  se  ponían,  sig- 
nifican que  las  mantas  deben  ser  de  dos,  tres,  tantas  veces  délas 
dimensiones  comunes  cuantos  son  los  dedos  dibujados.  El  qui- 
müK  de  maxilatl  se  representaba  con  su  símbolo  así  como  los 
Jimpiflu  Las  mantas  ordinarias  de  icJdli  (ixtle,  pita,  hilo  de  ma- 
guey, nequen),  están  simbolizadas  por  la  espina  atravesada  de 
mi^ey.  De  toda  especie  de  mantas,  aparecen  en  la  matrícula 
168  qinmüli,  lo  cual  hace  subir  la  cifra  á  1.328,000:  lios  de  max- 
üáU  nueve,  6  72,000  piezas;  cargas  de  huipiUi  doce,  ó  96,000  ca- 
misas. Ademas,  Cihuatlan  pagaba  400  cargas  de  algodón  (Kings- 
borougli,  lám.  40,  num.  24);  Cuauhtochco,  1,600  (lám.  50,  números 
10, 11,  12,  13);  Atlan,  1,200  (lám.  55,  números  8, 9, 10),  y  Xiuhcoac, 
800  (lám.  57,  números  16  y  17),  lo  que  hace  un  total  de  4,000  car- 
gas de  algodón  en  greña.  El  algodón  se  indica  en  las  pinturas 
por  un  fardo  formado  de  peflatl,  atado  con  mecatl  (soga,  mecate), 
y  la  flor  representativa  del  producto. 

Algodón,  ichcatl.  El  algodón  (Monadelphia  polyandria,  familia 
délas  malvaceas,  género  Gossypium  de  L.)  es  indígena  en  Amé- 
rica, y  su  cultivo  se  conoce  desde  muy  antiguo.  Lidígena  también 
de  la  India,  Herodoto  le  menciona  describiéndole  como  planta 
m.o  %  y  Strabon  le  nombra  igualmente  hablando  de  los  indios, 
de^Uá  pasó  su  cultivo  áJEgipto,  (donde  le  nombraban  gossypitm 
J  xHoi),  á  Fersia  y  á  las  costas  orientales  del  Mediterráneo:  mti- 

(1)  Sahagun,  tom.  II,  pág.  809-10. 


308 

clio  después  pasó  á  Koma  y  á  Grecia.  Los  árabes  le  decían  yoo- 
tha  j  le  He  varón  á  España  y  otras  partes  de  Europa.  Se  ve,  pues, 
que  en  los  tiempos  remotos,  los  europeos  no  conocían  el  algodón, 
TÍstiéndose  sólo  de  lino;  lo  contrario  aconteció  en  América,  don-  * 
de  el  uso  del  lino  fué  desconocido. 

El  intérprete  del  Códice  Mendocino,  dice:  "Cargas  de  enegven 
"blando  que  llaman  yzcocotilmatlV  Ambas  palabras  están  estro- 
peadas y  deben  leerse:  nequen  é  iczolilmaili.  Esta  última  se  com- 
pone de  itzotl,  especie  de  palma  y  de  tilmatli^  manta  ó  capa,  de 
donde  se  corrobora  que  los  méxica  llamaban  flequen  á  los  tejidos 
de  las  fibras  del  icxotl  y  de  la  pita  ó  {clitli  del  maguey.  El  hene- 
quén ó  jenequen,  es  planta  textil  actualmente  cultirada  y  bene- 
ciada  en  grande  escala  en  Yucatán,  en  donde  se  distinguen  hasia 
siete  clases,  conocidas  en  la  lengua  maya  con  los  nombres. CA^Íewi, 
Ydxqtd,  Sacqui,  Chucumqui,  Babqui,  Quitaiu^ui  y  Cajum:  la  planta 
es  de  la  familia  del  maguey,  y  produce  un  filamento  flexible,  sua- 
ve y  resistente,  muy  a])reciado  en  los  mercados  de  Europa. 

Las  armaduras  enumeradas  en  la  matrícula  de  tributos  llegan 
á  683,  cada  una  con  su  respectivo  chimalli.  En  algunas  se  distin- 
gué, eu  lo  que  podríamos  llamar  visera,  una  especie  de  media 
luna  de  oro.  VTambien  traían,  (los  señores)  un  barbote  de  chai- 
'^cJáuiu'il  engastonado  en  oro,  metido  en  la  barba.  También  traían 
"estos  barbotes  hechos  de  cristal  largos,  y  dentro  de  ellos  unas 
"plumas  azules  metidas,  que  las  Lacen  parecer  zafiros.  Otras 
"muchas  maneras  de  piedras  preciosas  traían  por  barbotes.  Te- 
"nían  el  bezo  agujerado,  y  por  allí  las  traían  colgadas,  como  que 
"salían  de  dentro  de  la  carne:  y  también  unas  medias  lunas  de 
"oro  colgadas  en  los  bezotes.  Traían  también  agujeradas  las  na- 
"rices  los  grandes  señores,  y  en  los  agujeros  metidas  unas  tur- 
"quesas  muy  finas  ú  otras  piedras  preciosas,  una  de  la  una  parte, 
"y  otra  de  la  otra  de  la  nariz."  (1) 

Uno  de  los  adornos  más  preciados  eran  las  plumas  finas.  Coaix- 
tlahuacan  pagaba  800  manojos  de  plumas  de  g'tó^oñi  (Kingsbo- 
rough,  lám.  45,  núms.  ^3,  24)  y  un  tlálpilloni  (núm.  28).  Tlalch- 
quiauhco,  400  manojos  de  plumas  verdes  (lámina  47,  núm.  9). 
Tochtepec,  80  manojos  de  plumas  verdes  de  quetzalli  (lám.  48, 
núm.  46),  cuatro  piezas  de  plumas  amarillas  y  verdes  (núm^  50, 

(1)  P.  Sahagun,  tom.  II,  pág.  289. 


309 

61, 52^  53),  8,000  manojos  de  plumas  chicas  azules  (nám.  57),  8,000 
Bumojillos  de  coloradas  (núm.  58)  y  8,000  de  verdes^  (nám.  59). 
Xoconoclico,  800  manojos  de  plumas  finas  azules,  (lám,  49  núm.  13, 
16)j  800  de  plumas  finas  coloradas  (mims.  16, 17),  800  de  verdes 
(noms.  14, 18),  160  pieles  preparadas  del  Jmitzitzilin  (nuras.  19, 
23),  800  manojos  de  plumas  finas  amarillas  (núms.  20, 24)  800  plu- 
mas finas  verdes  (núms.  21, 25).  Cuetlaxtlan,  400  manojos  de  plu- 
mas verdes  finas  (lám.  51,  núm.  23),  y  un  quetzalpilloni  para  el 
rey,  (núm.  26).  Tochpan,  veinte  talegos  de  plumas  pequeñitas 
(lámina  54,  núm.  25). 

En  los  tiempos  de  los  tolteca  usaban  para  bailes  y  adornos  de 
{dumajes  blancos  y  negros,  formados  de  plumas  de  gallina,  gar- 
sis  y  ánades.  En  el  reinado  de  Ahuitzotl  trajeron  las  plumad 
finas,  de  la  provincia  de  Anáhuac,  los  mercaderes  dichos  tecimc" 
nenque,  y  entonces  se  introdujeron  en  el  adorno  de  los  señores,  y 
los  oficiales  de  plumería,  amanteca,  se  dieron  á  labrar  los  mosai- 
cos. ^(1)  Las  plumas  pequeñas  eran  empleadas  en  ropas  para  se- 
ñores, sacerdotes  y  dioses;  las  plumas  grandes  en  armaduras, 
eecados,  mitras,  mosqueadores,  &c 

Los  amanteca  formaban  un  gremio  unido  al  de  los  pochteca. 
Siete  dioses  adoraban,  entre  ellos  dos  mujeres,  siendo  el  princi- 
pal Coyotlinahuatl;  á  los  amanteca  decían  "Iconipixoanimexiti, 
"que  quiere  decir,  los  que  primeiW poblaron  que  se  Uamaron  rhexüi, 
"de  donde  vino  este  vocablo  México."  Hacían  dos  fiestas  solem- 
nes en  los  meses  panquetzaliztli  y  tlaxochimaco,  con  sacrificio 
de  esclavos  y  particulares  ceremonias.  (2)  Los  que  se  dedicaban 
Ü  mosaico  de  plumas  labraban  hermosas  figuras  de  bello  perfil, 
con  sus  colores  y  sombras  tan  al  natural,  como  si  fueran  pinturas. 
Determinado  el  diseño  le  repartían  entre  varios  oficiales;  cada 
ono  ejecutaba  su  parte  sobre  un  lienzo,  tomando  las  plumitas 
del  color  y  matiz  apetecido  con  unas  pinzas,  las  pegaban  unas 
encimadas  á  otras,  con  sustancias  glutinosas  como  la  del  tzautli, 
y  una  vez  acabadas,  las  reunían  para  juzgar  del  efecto.  Enmenda- 
dos los  defectos,  pegaban  el  todo  sobre  una  tabla  de  ahtíehued  ó 
lámina  de  cobre,  lo  bruñían  con  esmero  y  quedaba  terminada.  (3) 

Aquellas  obras  fueron  admiradas  por  cuantos  las  vieron.  "En 

(1)  P.  Sahagnn,  tom.  II,  pág.  80G. 

(f)  Sahagtm,  tom.  II,  pág.  391  y  sig. 

(3)  Torquemada,  lib.  XIII,  cap.  XXXIV.  Olavigero,  tom.  I,  pág.  374. 


310 

Ift  Nueva  España,  dice  Acosta,  (1)  kay  copia  de  píjaros  de  exce- 
lentes plumas,  que  de  su  fineza  no  se  hallan  en  Europa,  eomoae 
puede  ver  por  las  imágenes  de  pluma,  que  de  allá  se  traen:  Us 
cuales  con  mucha  razón  son  estimadas  j  causan  admiracion^q^e 
de  plumas  de  pájaros  se  pueda  labrar  obra  tan  delioad^  ;  ^ 
igual,  que  no  parece  sino  de  colores  pintadas;  y  lo  que  no  pi^ede 
hacer  el  pincel  y  los  colores  de  tinte,  tienen  unos  visos  mira4iB 
un  poco  á  soslayo  tan  lindos,  tan  alegres  y  vivos,  que  deleita 
admirablemente.  Algunos  indios,  buenos  maestros,  reinaban  ow 
perfección  de  pluma  lo  que  ven  de  pincel,  que  ninguna  ventaja 
les  hacen  los  pintores  de  España.  Al  príncipe  de  España  D.  Fe- 
lipe dio  su  maestro  tres  estampas  pequeñitas,  como  para  regÍÜ3- 
tros  de  diurno,  hechas  de  pluma,  y  S.  A  las  n^ostró  al  rey  Dop 
Felipe  nuestro  señor,  su  padre,  y  mirándolas  dijo:  que  no  había 
visto  en  figuras  tan  pequeñas  cpsa  de  mayor  primor.    Otro  cua- 
dro mayor,  en  que  estaba  retratado  San  Francisco  recibiendolie 
alegremente  la  S.  de  Sixto  V,  y  diciéndole  que  aquello  hacíanlos 
indios  de  pluma,  quiso  probarlo  trayendo  los  dedos  un  poco  so- 
bre el  cuadro  para  ver  si  era  pluma  aquella,  pareciéndgile  <»ia 
maravillosa  estar  tan  bien  asentada,  que  la  vista  no  pudiese  juz- 
gar si  eran  colores  naturales  de  plumas,  ó  si  eran  artificiales  de 
pincel.  Los  visos  que  hace  lo  verde  y  un  naranjado  como  doradp, 
y  otros  colores  finos,  son  de  extraña  hermosura:  y  mirada  la  ima- 
gen á  otra  luz,  parecen  colores  muertos,  que  es  variedad  de  no- 
tar.'*   Después  de  la  conquista  cultivóse  algún  tanto  este  arte, 
principalmente  en  Pátzcuaro  de  Michoaoan;  decayó  con  el  tiem- 
pOy  estando  ahora  casi  abandonado.    Para  las  fiestas  hacían  loe 
amanteca  sobre  esteras,  mosaicos  de  hojas  de  árboles  ó  de  floree, 
de  gusto  exquisito  y  grandioso  efecto. 

Las  aves  que  suministraban  las  plumas  finas  á  los  mexioe» 
eran  varias.  La  más  estimada  y  principal  era  el  quetxaUotoU  6 
quetzaUi  (pharomachrus  mocinno,  Llave)  llamado  ahora  quezal  ó 
quezale;  Curucú  en  el  Brasil,  en  México,  Coas,  de  la  familia  de 
los  Trogonideos,  "representada  en  México  por  un  gran  número 
"de  especies,  que  son  los  Tragón  coUaris,  Massena,  mexicanMe,  m$' 
*1anocephcduSf  degana,  cUreólus,  y  probablemente  algunos  otro^"  (2) 

(2)  HÍ8i.  nat  y  moral,  tom.  I,  pág.  274. 

(1)  La  Nattiraleza.  Periódico  científico  de  la  Sociedad  de  HiHt.  Natural,  tom.  2, 
pág.  14. 


311 

Jab  plumas  de  la  oola  largas,  verdes  y  resplandeoientes  son  las 
qne  yerdaderamente  se  llalnaban  quetzaU%  las  plumas  dál  tocado 
de  la  cabeza^  y  laa  coloradie^s  del  cuello  y  pecho  tomaban  el  nom- 
ine de  tzimizoan,  las  verdes  de  encima  de  las  alas  son  ^i^«a{- 
k$iMU.  El  huiUsitzilin,  én  Hichoacan  tzinízon,  chupamirto,  pica- 
flor, (fcroquilideos),  representadps  en  el  valle  y  en  México  pcsr 
muchas  especies*  El  ¿ao^isintfecan,  ave  acuática  de  plumas  negras. 
Mti^'^kqtíechól  6  teoquechd,  acuático  tambiet^   El  xiuhquechd  de 
pkiQías  verdes,  habitante  d^  la  provincia  de  Anáhuac  hacia  la 
iftaar  del  Sur  (boy  Estado  de  Gruerrero).  El  zaczum,  amarillo,  rojo 
*  y  lecüna^o.  El  (mcuan,  de  la  provincia  d^  Ouextlan  y  de  Miohhua- 
can.  El  (JialchiuhtotúÜ^  BXiú  y  verde.  El  xiuhtototl  del  ^áhuac  en 
Jos  pueblos  de  Tecpaatla^  TlapUpUf^n  y  Oztotlan,  el  pecho  mo- 
rado, la  espalda  azuliuerte>  lámalas  aaul  claro,  las  plumas  de  la 
Wa  ametaladas  de  verde,  azul  y  n^gro.  El  xochtíenacaüy  del  To- 
ionaeapan  y  de  Co^xtilav,  ala  y  cala  ametaladas  de  negro  y  blan- 
co. El  cue^fKtehtotoU,  de  color  leonado.   El  dototoü^  con  las  alas 
úiosradl^s.  (1)  Los  ptieblos  obligados  á  dar  el  tributo  de  plumas, 
^aban  á  los  pájaros  para  despojarlos  cuidadosamente  de  sus 
{(alas,  ó  bien  los  cazaban  con  liga  6  redes  para  no  maltratar  m 
«npi^ax  las  pltunillas.    Aunque  con  menos  aprecio,  empleaban 
las  plumas  de  los  papagayos.   El  tosmene,  cuando  pequeño,  tozíli 
eiuuQdo  grandes,  de  la  provincia  de  Cuextlan;  el  alo  de  la  misma 
localidad;  el  cocíio  semejcuite  al  toznene;  el  quüiton^  pequeño,  colo- 
rado y  verde;  el  ÜatctoitccáHi,  rojo,  amarillo  y  verde.  (2) 

Bumiñietraban  los  pueblos  de  las  diversas  provincias,  según 
la  cuenia  sacada  del  intérprete  del  Cód.  .2é  trojes  de  maíz,  20  de 
fríjol,  20  de  chía  y  19  de  bledos  6  huauhüi  Las  trojes  eran  de 
piedra  y  mezcla,  cuezcomaÜ,  Ó  de  madera  cuatihcuezcQmaíl.  Lo  re- 
inresentado  en  las  pinturas  del  Códice  no  es  propiamente  una 
troje  sino  una  medida  usada  por  los  azte^^a  para  los  áridos,  j 
sea  tal  yezél^ilatamixcMuálom.  Medida  como  de  celemin  ó  arro- 
ba." (3)  Igncuramos  cuál  era  su  capacidad  aunque  el  repetido  in- 
tárprete  nos  informa  que  en  cada  troje  cabían  de  cuatro  á  cinco 
mil  fanegas.  La  avaluación  es  vaga,  y  aunque  no  pierde  su  ca« 
rácter  por  tomar  el  término  medio  4,500,  resultarán  en  este  su- 

(V)  SahR^n,  tom.  3,  pág.  16C  y  sig. 
(2)  Sahagtm,  tom.  8,  pág.  170  y  aíg. 
(8)  Diccionario  de  líoEoft. 


312 

puesto  108,000  fanegas  de  maíz,  90,000  de  frijol,  90,000  de  chía> 
y  85,500  de  huauhtlL 

**Cuando  Colon  descubrió  el  nuevo  mundo,  dice  D.  Luis  de  la 
Bosa,  (1)  el  maíz  se  cultivaba  enHaity  y  en  este  continente  des» 
de  tiempo  inmemorial.  ¿Los  antiguos  habitantes  de  las  Antillas 
tuvieron  en  algún  tiempo  comunicaciones  con  México?  ¿Llevaron 
acaso  el  maíz  de  este  continente  á  sus  islas,  ó  de  ellas  vino  aque- 
lla planta,  ó  se  bailó  silvestre  en  el  continente  y  en  las  islas?. . . 
No  se  sabe  qué  responder  á  estas  cuestiones.  "Cuando  los  euro- 
''peos  descubrieron  la  América,  dice  Mr.  Humboldt,  el  zea  moáz 
<'(en  lengua  azteca  ÜcloUí,  en  la  de  Haity  maiz,  en  quichua  cara)^' 
''ya  se  cultivaba  desde  la  parte  más  meridional  de  Chile  hasta 
'*Pensilvania.  Era  tradición  en  los  pueblos  aztecas,  que  los  tol- 
"tecas  fueron  los  que  introdujeron  en  México,  en  el  siglo  VEE  de 
'^nuestra  era,  el  cultivo  del  maí¿,  algodón  y  pimiento:  acaso  es-- 
"tos  ramos  diversos  de  agricultura  ya  existían  antes  de  los  tol- 
"tecas,  y  podría  muy  bien  ser  que-  aquella  nación,  cuya  grande 
"civilización  han  celebrado  todos  los  historiadores,  no  hizo  más 
"que  darles  mayor  estencion  con  buen  éxito.  Hernández  nos  di* 
"ce  que  los  mismos  otomíes,  que  eran  un  pueblo  errante  y  bar- 
"baro,  sembraban  maíz.  (2)  Por  consiguiente  el  cultivo,  de.  esta 
"graminea  se  extendía  hasta  más  allá  del  rio  grande  de  Santiago, 
"en  otro  tiempo  llamado  Tololotlan."  Parece  que  el  cultivo  del 
maíz  ha  ejercido  una  grande  influencia  en  la  suerte  de  México 
desde  la  más  remota  antigüedad.  Probablemente  las  diferentes 
razas  de  hombres  que  vinieron  á  poblar  este  país  cultivaban  el 
maíz  en  las  comarcas  en  que  descansaban  de  las  fatigas  de  su 
peregrinación;  y  verosímilmente  abandonaron  sus  primeras  po- 
blaciones (cuyas  ruinas  subsisten  aún),  porque  la  esterilidad  de 
aquellos  climas  no  era  á  propósito  para  el  cultivo  de  una  semi- 
lla, de  cuyas  cosechas  dependía  su  subsistencia.  En  las  harino- 
sas y  antiguas  ruinas  de  la  Quemada  hemos  hallado,  entre  la 
argamasa  de  los  edificios,  olotes  de  maíz  que  se  pulverizaban  al 
tocarlos.   Creemos  que  en  los  escombros  de  edificios  más  antí- 

• 

(1)  Memoria  sobre  el  cultÍTO  del  xnaíz,  México,  184G.  Fág,  4. 

(2)  En  la  lengua  otomí  el  maíz  tbiha,  el  maíz  ancho  tiifábViay  el  maíz  fresco  <> 
tierno  8aiha\  el  maíz  picado  rtm^áatha,  el  maíz  prieto  hetha,  la  milpa  6  maizal 
huáJ/e.  (Vocabulario  del  idioma  otcuní,  por  Pr.  Joaquín  Lopes  YepeaV 


813 

» 

goos  podrán  hallarse  aún  algunos  otros  vestigios  qne  comprue- 
ben la  antigüedad  del  cultivo  del  maíz  en  México. 

"A  más  de  la  tradición  que  enseña  haber  venido  de  la  Asia  los 
pobladores  de  este  continente,  y  haber  traído  &  él  el  maíz,  hay 
a^nos  otros  datos,  que  hacen  más  probable  esta  opinión,  sobre 
b  que  leemos  en  el  Ensayo  político  de  Nueva  España,  una  nota 
que  por  su  ínteres  y  curiosidad  copiamos  á  la  letra:  "El  Sr.  Bo- 
**berto  Brown,  cuyo  nombre  es  de  tanta  autoridad  ep.  las  cuestio- 
'^es  de  la  geografía  y  de  la  historia  de  las  plantas,  considera 
'Iximbien  el  maíz,  el  manioc,  el  capsium  (pimiento)  y  el  tabaco 
"como  plantas  de  origen  americano,  (1)  al  paso  que  Crawfurd,  en 
'Hm  exi;elente  obra  sobre  el  Archipiélago  de  la  India,  (tom.  1,  pág. 
**S66),  cree  que  el  maíz,  que  tiene  una  denominación  (que  no  se 
"la  han  dado  los  extraiqeros),  es  á  saherjagang  en  malayo,  y  ja- 
^vanála  en  sánscrito,  (2)  se  ha  cultivado  en  este  archipiélago  antes 
"del  descubrimiento  de  la  América,  ¿Habrán  acaso  traído  los 
"pueblos  de  raza  malaya  ó  de  la  gran  Polinesia,  en  tiempos  más 
"remotos  de  la  llegada  de  los  europeos,  el  maíz  y  el  plátano,  de 

"la  Asia  á  la  América? El  aislamiento  del  género  Zea  y  su 

"gran  diferencia  de  todas  las  gramíneas  que  crecen  espontánea- 
"mente,  son  unos  hechos  muy  notables. 

•*En  el  Asia  oriental  continental,  el  maíz  no  tiene  nombre  pro- 
"pio;  en  la  lengua  china  se  llama  ya-chu-chu,  grano  de  chu,  6  de 
**ya  (jade),  6  yumy  (arroz)  parecido  al  jade;  en  lengua  japonesa  se 
"llama  nanhamJiiM^  6  granos  de  necubán,  y  ordinariamente  trigo 
"extranjero;  en  manduhes  se  llama  aikha-chuckn,  granos  de  vidrio 
"de  color.  En  el  grande  herbario  chino  que  se  titula  Pen'thsao- 
"hadgmon,  que  se  compuso  á  mediados  del  siglo  YIII,  se  dice 
"que  el  maíz  ha  sido  llevado  á  la  China  de  los  países  ocddéixtoles, 
"(Nota  manuscrita  de  Mr.  Elaproth). 

**Podía  llamar  la  atención. el  ver  que  el  trigOi  uno  de  los  cinco 
"granos  que  cultivavon  los  chinos  desde  la  más  remota  antigüe- 
^dad,  se  halla  llamado  en  su  lengua  con  el  nombre  mayisée,  que 
**eíai  corresponde  á  la  pronunciación  de  maíz;  pero  es  necesario. 
"tener  presente  que  la  palabra  maíz  es  una  corrupción  de  mahiz^ 
"usada  sólo  en  Hayti  ó  Santo  Domingo,  y  que  en  las  costas 


(1)  Botony  oí  Congo,  pág.  50. 

(2)  AinaUe,  Mal.  med.  oí  Hindostán,  pág.  218. 


40 


3U 

"opuestas  al  Asia  los  nombres  de  esta  gramínea,  no  tiene  ningu- 

"na  analogía  con  el  radical  may.  Entre  los  seltas  y  los  livonios, 

"mayse  significa  pan. 
"Insistiremos  sobre  este  punto,  porqne  creemos  hacer  trtí  seí- 

"vicio  á  las  personas  estudiosas,  reuniendo  en  un  sólo  cuerpo  h» 
^datos  más  curiosos  que  hemos  hallado  sobre  un  objeto  enlazado ' 
'con  las  cuestiones  relativas  al  origen  de  la  primera  población 

"de  America. 

4 

"Se  preguntará  acaso,  ¿por  quilas  tribus  asiáticas  que  trajeron 
el  maíz  al  nuevo  continente,  no  trajeron  también  el  trigo  y  loe 
demás  cereales?  "Suponiendo,  dice  Mr.  Humboldt,  que  todos  los 
"hombres  traen  su  origen  del  mismo  faronco,  acaso  podría -admi- 
"tirse  que  los  americanos  se  han  separado,  como  los  atlantes,  del 
"resto  del  género  humano,  antes  que  el  trigo  se  cultivase  en  el 
"llano  central  del  Asia," 

"El  Dr.  Hernández  asegura  haber  hallado  en  México  una  espe- 
cie de  maíz  silvestre;  nosotros  dudamos  mucho  de  este  hecho, 
por  no  haberse  confirmado  con  las  observaciones  de  otros  botá- 
nicos: Hernández  puede  haberse  equivocado  creyendo  que  sería 
silvestre  el  maíz  que  suele  nacer  y  desarrollarse  sin  cultivo,  y  al 
que  se  llama  comunmente  mostrenco.  Este  maíz  degenera  tanto, 
que  apenas  asemilla,  y  es  muy  difícil  que  su  semilla  pueda  pro- 
pagarse por  sí  misma.  ' 

"Es,  pues,  dudoso  todavía  si  el  maíz  es  indígena  de  América^ 
ó  si  ha  sido  traído  de  Asia  al  nuevo  continente." 

Hasta  aquí  el  Sr.  de  la  Bosa.  El  maíz  no  sólo  era  conocido  y 
cultivado  por  las  tribus  primitivas,  sino  que  ya  le  usaban  como 
alimento  en  las  formas  que  hoy  mii^mo  se  le  dan:  comj^mébaloy 
que  de  las  excavaciones  que  presentan  caracteres  de  remota  an- 
tigüedad, se  sacan  con  frecuencia  meÜaÜ,  metate,  ó  piedras  que 
sirven  para  moler  el  maíz  y  preparar  el  pan.  Los  tolteca  intro- 
dujeron el  uso  entre  las  tribus  salvajes  y  cazadoras;  Quetzalcoatl 
dio  reglas  para  mejorar  el  cidtivo,  las  cuales  aprovechaban  los 
«méxica,  viniendo  á  traer  la  perfección  el  arado  y  los  instrumen- 
tos de  fierro.  Consérvanse  todavía  los  nombres  mexicanos,  que 
no  pudieron,  por  no  tenerlos,  ser  sustituidos  por  los  espanolM. 
De  nacido  hasta  que  está  un  poco  crecido,  es  ÜoctU;  la  banderilla 
6  flor  terminal  de  la  caña,  miahttatl;  xüotif  comenzar  á  apuntiur  la 
mazorca  en  la  caña;  añloü,  jilote,  la  mazorca  de  maáz  tierno  y  por 


316 

oaajar;  doti^  elote,  la  mazorca  tierna  aunque  con  los  granos  coa- 
jados:  comía  el  miahítaü  la  gente  pobre,  y  ésta  j  los  señores  sa 
regalaban  con  el  dotl  cocido  ó  asado.  Centliy  cinüij  el  maíz  seco 
en  mazorca;  ya  desgranado  tlaolli^  ÜayoUi,  tlauUi,  y  no  maíz  que 
68  nombre  tomado  de  la  lengua  de  las  islas,  oIqÜ,  olote,  el  cora- 
son  de  la  mazo:|^ca;  doizhuatl,  eloiotomocJiÜij  las  hojas  que  la  e¡ar 
vuelven,  &q.  Distinguían  varias  especies  por  los  colores.  Izta/y 
tlaoüi,  maíz  blanco,  yauhtlaolli,  yauíü,  maíz  negro;  cuztictloMUi, 
maíz  amarillo;  xiuhtoctlauUi,  maíz  colorado;  xuchiceitttaulli,  maíiz 
de  colores;  cuappaclicenüaulli,  maíz  de  color  leonado;  xiulitootepiüf 
/^oí^-maíz  que  se  lo^a  en  cincuenta  dias,  &o. 

£1  maíz  constituía  la  base  de  la  alimentación  do  nuestros  an- 
tepasados, como  ahora  Jíorma  la  de  las  clases  pobres.  Utilizaba 
el  grano  en  sus  diferentes  estados,  en  maneras  muy  variadail. 
Apuntando  sólo  las  principales,  el  grano  seco,  aunque  no  duro, 
tostado  en  el  comaUi,  (1)  produce  el  izquül,  esquite;  revienta  que- 
dando en  la  iorma  de  una  especie  de  florecilla,  á  ^  cual  llamabais 
v^miuMÜ  en  el  valle  de  Tolocan.  (2)  ^Calentado  en  agua  de  cal 
hasta  cierto  punto,  lavado  en  seguida  hasta  quitarle  el  holleja; 
molido  en  el  medaü  con  agua  hasta  reducirl(\á  pasta  consistente 
7  fina,  se  toman  porciones  de  ésta,^ue  comprimidas  aptrel^ 
palmas  de  his  manos  en  manera  particular,  se  enss^eha  en  forsa^ 
redonda  más  ó  menos  delgada;  colocada  sobre  al  comal,  y  voltea 
da  por  ambos  lados,  queda  confeccionado  el  ÜaxcaUi,  tortilla,  como 
le  llamaron  los  castellanos  y  le  decimas  ahora.  Era  entonces  .41 
único  pan,  comido  sólo  ó  en  unión  de  otros  alimentos;  caliente 
es  sabroso,  sano  y  nutritivo;  cuando  frió  se  hace  desagradable 
La  tortilla  tostada  en  el  comalli  se  convierte  en  totopochüiy  (e^i 
Jalisco  lleva  el  nombre  de  pacholí),  que  no  alterándose  en  algún 
tiempo,  servía  de  bastimento  á  caminantes  y  soldados.  Duro  el 
grano,  tostado  y  molidp  eu  seco,  da  el  pinolli,  harina  de  maíz, 
ijue  conservando  por  muchos  dias  sus  propiedades,  servía  igual- 
mente en  guerras  y  viajes,  bien  tomado  el  polvo  á  puños,  bien 
desleido  en  agua.  Cocido  y  molido  en  seco,  envuelto  el  producto 

(1)  £1  comal  es  un  utensilio  redondo,  delgado,  ligeramente  cóncavo,  desbarro 
poroío  y  sin  TÍdriar,  colbcado  Bobre  el  hogar,  ÜecuUU^  v  cuando  caliente  untado  con 
uia  4Drifi  cantidad  de  agua  de  cal,  sirre  para  cocer  encima  las  tortillaa,  j  otros 
i80t«tás. 

(2)  &aba|;un,  tom.  3,  pág.  180.        • 


316 

eñ  lag  hojas  que  cubren  la  mazorca,  y  cocido  en  ollas  al  vapor 
del  agua,  se  obtienen  los  tamaUi.  Cocido  y  molidoi  desleído  en 
agua  y  quitadas  las  partes  gruesas  en  un  cedazo,  hervido  hasta  i 
darle  cierta  consistencia,  rinde  el  atoUi  ó  atidli,  especie  de  puches 
llamados  por  los  castellanos  mazamorra;  es  bebida  sana  y  ligera,  { 
que  hace  bien  á  los  enfermos.  El  pan,  los  tamcdli  j  el  atulli  va- 
riaban en  nombres  y  circunstancias,  según  los  ingredientes  que 
se  le  mezclaban,  las  formas  que  recibían  y  las  fiestas  á  que  se 
les  destinaba.  (1)  El  maíz  está  representado  en  la  matricula  de 
tributos. 

Frizol  como  primero  se  le  dijo,  frijol  como  ahora  le  llamamos, 
en  mexicano  es  e¿/.  (Phaseolus  vulgaris,  leguminosas  de  L.);  ori- 
ginario de  America  y  de  la  India,  cuenta#muchas  variedades  co- 
nocidas b-ijo  los  nombres  de  parraleño,  bayo,  negro,  blanco,  ama- 
rillo, pinto  6  manchado  de  colores:  hay  especies  grandes,  frijoles 
gordos,  en  mexicano  ayacotlL  Condimentado  de  diversas  mane- 
ras constituía  un  platillo  universal,  y  hoy  mismo  tiene  consumo 
en  las  mesas  de  todas  las  clases.  La  baya  del  etl  tierno  es  el  exoÜ^ 
ejote  ó  judías  tiernas. 

Ohian,  {Salvia  Hispánica  según  algunos,  Salvia  cJiiaii  conforme 
á  D,  Pablo  de  la  Llave);  hay  dos  especies,  la  chianpiizahuac^  ne- 
gra, de  la  cual  se  saca  un  aceite  bueno  en  la  pintura;  la  chianpor 
ilaJiuac,  blanca,  de  mayor  tamaoo:  la  primera,  ó  ambas  mezcla- 
das, puestas  á  infundir  en  agua,  sueltan  mucilago,  formando  en- 
dulzada  una  bebida  refrijerante.  Esta  bebida  se  reputa  medici- 
nal, y  en  nuestra  farmacopea  se  llama  á  la  semilla  mucilaginosa, 
anodina,  pectoral,  demulcente,  laxante  y  que  puede  suplir  con 
ventaja  á  la  zaragatona.  Hernández  acopió  más  de  veinte  nom- 
bres de  plantas  en  cuyos  compuestos  entra  la  palabra  chian.  De 
la  misma  especie  es  el  chianfzotzolH,  "y^ésta  es  la  que  sirve  tosta- 
"da  para  hacer  alegría  cocida  con  mieL'*  (2)  Molida  la  semilla 
en  seco  forma  elchianpínollty  harina  de  chia,  que  desleída  en  agua 
es  buena  de  beber.  (3)  El  chianzotzolaiólli  era  bebida  compuesta 
de  chian  y  de  maíz.  (4) 

(1)  Véase  para  la  variedad  de  alimentos,  Sabagan,  tom.  1,  pág.  121),  184;  tom.  2, 
ptfg.  207-808;  tom.  8,  pág.  118-19,  182.  '• 

(2)  Vetanconrt,  Teatro  Mexicano,  P.  1,  trat.  2,  niím.  151.  : 
(8)  Sahagun,  tom.  1,  pág.  129.  J 
(¿)  Clavigero,  tom.  1,  pág.  892.                  •                                                 / 


317 

La  palftbrft  hvauMi  tradncen  los  autores  y  el  dic.  de  Molina» 
bledos.  "El  hzuitUU,  dice  Betancourt,  (1)  ea  una  semilla  como 
^'ajonjolí,  dase  morada  y  amarilla  de  unas  matas  á  manera  de 
'^arbolillos  con  la  hoja  como  de  lengua  de  vaca,  da  en  el  pendón 
"de  arriba  que  llaman  quautzontli  como  un  plumaje  de  semilleja 
"muy  junta,  de  elL*  se  hacen  unos  tiimalillos  que  lla9ian  tzoales, 
"que  son  para  los  naturales  de  regalo."  'E\cx(,auhtzonÜiy  huauson- 
tíü,  cómese  fresco  en  diversos  guisos. 

Tochpan  rentaba  800  cargas  de  ckilLi  (Cód.  Mendocino,  lám. 
54,  núms.  21,  22),  Oxitipan.  400  (lám.  56,  num.  9),  y  Xiuh<Joac, 
áOO  (lám.  57,  núm.  15),  en  todo  1,600  cargas  del  producto.  El  cAí- 
Mj  llamado  hoy  chile  (capsicum),  entre  los  peruanos  uchu^  fué 
nombrado  por  los  castellanos  axiy  voz  ahitiana,  y  también  pi- 
miento. Originario  de  Asia  y  de  América,  Hernández  encontró 
en  México  varias  especies  cultivadas  que  clasificó  en  siete  géne- 
ros: CuauhcliiUiy  chilli  de  árbol;  C/nUecpin,  chilli  pulga,  sea  por 
su  tamaño  pequeño  ó  por  la  fuerza  del  picante,  con  tres  especies; 
Tonalchüliy  chilli  del  sol  ó  del  calor,  chilli  veraniego;  ChilcozÜiy 
chilli  amarillo;  Tzíncuayo,  por  el  escozor  que  produce  al  des- 
comerlo; MücMlU,  chilli  de  sementera  ó  milpan.  Las  especies  cla- 
sificadas hasta  hoy  llegan  á  sesenta  y  una.  El  capsicum  se  comía 
yerde  ó  seco,  constituyendo  una  salsa  universal  para  todas  las 
clases;  molido  formaba  la  variedad  de  guisados  conocidos  bajo 
el  nombre  genérico  de  mólli  ó  mvlli':  hoy  mismo  se  le  emplea  de 
una  manera  general  Salsas  y  guisos  estaban  bompuestos  ademas 
del  chilli,  ya  con  el  iomatly  tomate,  (Physalis)  jb»  con  el  xídomatl, 
jitomate,  ( Licopcrsicwiii  e^identuítiy  D.  C). 

Fuera  de  estos  renglones,  que  podremos  llamar  de  primera 
necesidad,  aprovechaban  una  gran  variedad  de  setas  ú  hongos, 
imnacatl,  (2)  las  yerbas  comestibles  distinguidas  bajo  el  nombre 
genérico  de  quiiUl,  quelites,  (3)  diversas  raíces,  las  hojas  tiernas 
del42opa¿/t,  cáctVrS,  asadas  ó  cocidas,  las  bayas  del  mizquitl, -mez- 
quite^  (Mimosa  nUotica),  &c.  Urgidos  por  la  necesidad  comían 
una  semilla  nombrada  poluccdJy  el  popoiaÜ  ó  maíz  descompuesto, 
el  xólotzontli  ó  cabellos  de  las  mazorcas,  el  raeízólli  raeduras  ó 

(1)  Teatro  Mejicano,  P.  1,  trat.  2,  niím.  151. 

(2)  Sahagtin,  tom.  3,  pág.  243. 
(8)  Sahagan,  tom.  3,  pág.  246. 


318 

raspaduras  del  maguey,  nochxochitl  6  flor  de  la  tuna,  mexcaütó 
las  pencas  del  maguey  cocidas.  (1)  El  miclilnuiuUli^  semilleja 
blanca  y  menuda,  de  que  se  hacían  tamalU,  ó  tostada  y  molida 
se  tomaba  desleída  en  agua  miel.  De  hortalizas  y  verduras,  T^e- 
rros,  cebollas,  xonacatl;  verdolagas,  {fzmiquüitl,  (Porfulaca  rnbris), 
y  la  yerba  epa^zoü,  ( Chenojjodium  amhrosiodes)y  buena  para  los 
frijoles  y  empleada  en  usos  medicinales.  Gran  variedad  de  cala- 
bazas grandes  ó  chicas.  El  chayofli  (Sycios  edules)^  qtie  cocido  es . 
dulce,  agradable  y  aguanoso.  (2) 

Faltándoles  el  toro,  el  carnero,  la  cabra  y  el  puerco  carecían 
de  carenes  abundantes.  Suplíanlas  con  los  animales  domésticos  y 
por  la  caza.  Aquellos  estaban  reducidos  á  las  palomas,  y  al  ga- 
llináceo llamado  hicexolotl  ó  fotoluí,  apellidado  por  los  castellanos 
huajolote,  pavo  o  gallipavo.  Completaba  el  número  el  cuadnípe- 
do  conocido  bajo  el  nombre  de  perro.  Según  Clavigero  se  enu- 
meraban tres  especies:  el  itzcuhifcpotzotli  ó  perro  jorobado,  el  te- 
peizcuintli  o  perro  montes,  y  el  xoloitzcidntti,  perro  paje,  mayor 
que  los  otros,  el  cuerpo  privado  de  pelo,  llevando  solo  en  el  ho- 
cico algunas  cerdas  largas  y  retorcidas.  "Estas  tres  especies  de 
"cuadrúpedos  están  extinguidas,  ó  cuando  más  sólo  se  conservan 
•'de  ellas  algunos  individuos."  (3)  Atendiendo  á  Sahagun,  los 
perros  de  la  tierra  se  decían  í?7¿/c/¿z,  itzcuintli,  xocldocoyotJ,  fetlamn 
y  telndtzofl,  siendo  de  diferentes  tamaños  y  colores.  "Criaban  en 
"esta  tierra  unos  perros  sin  pelo  ninguno,  continúa  diciendo,  y 
"si  algunos  pelos  tenían  eran  muy  pocos.  Otros  perrillos  criaban 
"que  llamaban  xoloitzcidniU,  que  ningún  pelo  tenían,  y  de  noche 
"abrigábanlos  con  mantas  para  dormir:  estos  perros  no  nacen 
"así,  sino  que  de  pequeños  los  untan  con  resina  que  se  llama 
oxitl,  y  con  esto  se  les  cae  el  pelo,  quedando  el  cuerpo  muy  liso. 
Otros  dicen  que  nacen  sin  pelo,  en  los  pueblos  que  se  llaman 
Teutleco  y  Tocilan.  Hay  otros  perros  que  se  llaman  Ucdchichi^ 
bajuelos,  redondillos,  son  muy  buenos  de  comer."  (4)  Si  no  nos 
engañamos,  todos  estos  animales  prestaban  sus  carnes  para  loa 
convites,  después  de  criarlos  y  cebarlos  con  esmero.  (5) 

(1)  Sahagun,  tora.  2,  pág.  258.  * 

(2)  J.  B.  Pomar,  Belacion  de  TexcooO;  par.  XXIV.  M3. 

(3)  Hist  antig.  tom.  1,  pág.  40-1. 

(4)  P.  Sahagun.  tom.  UI,  pág.  163-4. 

(5)  Torquemadaj  lib.  XI,  cap.  XXX. 


ii 
ti 

Si 


319 

Enfadoso  seria  enumerar  los  cuadrúpedos,  aves  y  peces,  toma- 
dos en  la  caza  ó  en  -la  pesca.    Los  principales  de  los  primeros 
eran  el  mazatl,  venado,  (Cervus  mexicanus,  Gmel);  tochtU,  conejo, 
(Ijepas  sylvaticus,  Bachman);  ciüi,  liebre,  (Lepus  callo tis,  Wag.); 
eoyametl,  javalí,  (Dicotyles  torquatus  J.  Cuvier);  la  ardilla,  la 
fofeany  otros.  Entre  las  aves,  la  codorniz,  zolin,  (Oallipepla  squam- 
mata,  Gray);  se  consumía  en  inmenso  número  como  destinada  á 
los  sacrificios.    Los  peces  eran  los  tomados  en  el  mar,  en  los  la- 
gos y  en  los  rios.   Aprovechaban  también  algunos  animales  de 
aspecto  repugnante  fias  culebras  y  hasta  la  terrible  vívora  de 
cascabel^  (Crotalus  rhombifer,  Latr.)  cortándole  previamente  la 
cabeza;  los  alacranes,  á  los  cuales  quitaban  el  dardo  ponzoñoso; 
la  iguana  cuauhquetzpalirif  (Cyclura  pectinata,  Wieg,  la  Cyclura 
acantura,  Gray,  y  la  iguana  rhinolopha,  Wieg),  de  cuyas  espe- 
cies comían  así  la  carne  como  los  huevos;  las  tortugas,  ayotl,  de 
agua  dulce  y  de  los  pozos;  algunas  hormigas,  como  las  llamadas 
azcamoUiy  y  las  necuojzcatl  ú  hormigas  de  miel,  á  las  cuales  sé  chu- 
pa el  abdomen  lleno  de  un  licor  dulce;  las  langostas  chapolin,  y 
principalmente  la  nombrada  acachapolin;  (1)  los  gusanos  que  se 
crian  en  el  maguey  ineocuilin,  y  los  que  viven  en  las  mazorcas  del 
maíz,  &€.,  &c. 

Los  pueblos  riberanos  de  los  lagos  del  valle  sacaban  de  aque- 
llas aguas  inmensos  provechos.  Encerrados  por  mucho  tiempo 
los  méxica  en  los  estrechos  límites  de  su  isla  y  urgidos  por  el 
hambre,  sacaron  del  elemento  que  les*  rodeaba  cuantos  prove- 
chos pudieron  arrrancarle.  Como  lo  más  importante,  una  gran 
Taríedad  de  patos,  canauhtliy  distinguidos  por  los  cazadores  in- 
dígenas con  nombres  particulares,  (2)  garzüs,  aztatl,  gallinetas  y 
aves  acuáticas,  las  cuales  abundaban  en  el  invierno  para  des- 
aparecer en  el  verano;  el  gallardo  tzüzicuüoil,  chichicuilote  (Ma- 
croramphus  griseus,  Leach.]^  encanto  de  los  niños  en  la  estación 
de  lluvias.  Las  aguas  salobres  no  proveían  á  la  alimentación, 
mas  las  dulces  mantenían  el  amüotl  6  pescado  blanco,  el  xohuüi, 
jTiiles,  de  los  lugares  pantanosos;  el  axdmichi,  pesca dillos  de  are- 
na; el  cuitlajoetlaüy  chiquillos  también,  dados  como  medicina  á  los 
niños;  los  michcahuan  que  se  ven  como  hervir,  aparecer  y  desapa- 

(1)  P.  Saliagan,  tom.  m,  pág.  225. 

(2)  Véase  al  P.  Sahagim,  tom.  m,  pág.  174-82.  ' 


320 

recer  rápidamente  en  los  manantiales.  (1)  El  curioso  axoloU,  ojo- 
lote,  (Siredon  lichenoides)  blanco  ó  negro,  objeto  de  estudio  para 
naturales  y  extranjeros.  Las  ranas,  ctieyatl,  (Baña  halecina,  Ca- 
tesb.);  las  mayores  llamaban  tecalatl,  habiendo  otra  especie  el 
acacueyetly  (Rana  Moctezuma,  Baird  &  Gir.);  de  los  huevos  de  es- 
tos batracios  nace  el  atepocatl,  atepocate,  renacuajos  que  se  comen 
cocidos  ó  asados.  El  acacueyatl  son  ranillas  de  los  lugares  pan- 
tanosos. El  acocili^  especie  de  camaroncillo,  que  cocido  se  pone 
colorado,  y  se  comía  también  tostado.  El  anenextli  larva  no  sabe- 
mos de  cuál  insecto;  en  su  metamorfosis  son  redondos,  con  cuatro 
pies,  ancha  la  cabeza  y  de  color  pardo.  ISl  michpüi,  del*  cual 
sabemos  lo  que  del  anterior,  y  el  mifpicJdetei  que  le  es  análoga 
El  izcahuilliy  gusano  de  color  rojo,  une  aparentando  no  tener  ca- 
beza, presenta  una  cola  por  ambos  extremos;  el  afopiñariy  de  co- 
lor oscuro,  y  el  ocuüztac  negro,*'que  tostado  se  pone  blanco.  (2) 

Existe  todavía  el  pequeño  insecto  llamado  axayacaH,  y  es  el 
mismo  que  los  indios  venden  por  las  calles  como  mosco  para  los 
pájaros:  el  Sr.  D.  Pablo  de  la  Llave  lo  clasificó  bajo  la  denomi- 
nación de  AiLuauilea  mexicana.  "Cogían  tan  gran  cantidad,  que 
"tenían  para  comer,  para  cebar  muchas  especies  de  pájaros  y 
"para  vender  en  el  mercado.  Amasábanlas,  y  con  la  pasta  hacían 
"unos  panes  que  ponían  á  cocer  en  agua  con  nitro,  en  hojas  de 
"maíz.  Esta  comida  no  desagradó  á  los  historiadores  españoles 
"que  la  probaron."  (3)  Disponían  los  naturales  unos  hacecillos 
de  tules,  sobre  los  cuales  venía  la  hembra  del  axayacatl  á  poner 
los  huevos;  este  es  el  ahuauilt,  usado  todavía,  y  tiene  el  sabor  de 
caviar.  Su  aspecto  es  como  de  arena;  visto  con  el  microscopio 
presenta  la  forma  de  un  verdadero  huevo,  proporcionado  al  ani- 
mal que  le  produce,  ofreciendo  la  mayor  parte  la  abertura  por 
donde  salió  la  larva,  y  todos  una  depresión. producida  en  el  pun- 
to de  apoyo;  de  manera  que  propiamente  no  se  aprovechan  loe 
huevos,  sino  el  cascaron. 

La  larva  salida  del  huevo  es  un  gusanillo  blanco,  tirando  á 
amarillento;  recogido  en  grandes  cantidades  se  prepara  entero, 
cocido  en  hojas  de  maíz,  ó  molido,  reducido  á  pasta,  se  le  pone 

(1)  Sahagun,  tom.  III,  pág.  202-3. 

(2)  P.  Sahagun,  tom.  IH,  pág.  203. 

(3)  Clavigero.  hist.  antig.,  tom.  I,  pág.  390. 


321 

¡gualmente  en  las  hojas.    Entonces  se  llama  puxi,  reputándole 
eomo  muy  alimenticio. 

Agotando  los  recursos,  los  méxica,  al  decir  de  los  autores,  co- 
mian  hasta  la  espuma  de  las  aguas.  '^Hay  unas  urronas  que  se 
''crían  sobre  el  agua,  que  se  llaman  tecidtlcUl,  son  de  color  de  azul 
"claro,  después  que  está  bien  espeso  y  grueso;  cogenlo,  tienden* 
""lo  en  el  suelo  sobre  ceniza,  y  después  hacen  unas  tortas  de  ello, 
"^  tostadas  las  comen."  (1)  "En  la  superficie  del  a^a  de  esta 
'1(^ima  se  crían  unos  como  limos  muy  molidos,  y  á  cierto  tiem- 
'^  del  año,  que  están  más  cuajados,  cógenlos  los  indios  con  unas 
"redecillas  muy  menudas  y  sácanlos  fuera  del  agua,  y  sobre  la 
"tierra  ó  arena  de  la  ribera  hacen  eras  de  ellos  hasta  que  se  se- 
bean, y  es  la  torta  que  hacen*  del  grosor  de  dos  dedos,  y  enjugan 
"el  uno  cuando  llega  á  tener  sazón  y  estar  bien  seca,  la  cual  des- 
"pues  dé  enjuta  y  seca,  la  cortan  como  ladrillos  pequeños,  lo 
"coiú  comen  estas  gentes  por  queso,  y  tiene  para  ellos  muy  buen 
"sabor,  y  es  algo  saladillo.  De  esto  sacaban  mucha  cantidad  á 
''los  mercados,  y  de  otra  comida  que  llaman  tecidüatly  aunque  ya 
"ahora  se  han  perdido  estos  dos  géneros  y  no  parecen,  y  no  sé 
"si  lo  causa  estar  los  indios  hechos  ya  á  nuestras  comidas,  y  no 
"dárseles  nada  por  las  suyas."  (2)  Por  último,  Clavigero  dice:  (3) 
"Hacían  también  uso  de  una  sustancia  fangosa  que  nada  en  las 
"aguas  del  lago,  secándola  al  sol,  y  conservándola  para  comerla 
'^  guisa  de  queso,  al  que  se  parece  mucho  en  el  sabor.  Dábanle 
"el  nombre  de  tecuiüatl  6  sea  excremento  de  piedra." 

Del  mismo  producto  se  hacían  dos  preparaciones,  llamada  la 
una  tecmüaü,  la  otra  cucuHn^  palabra  traducida  en  el  dice,  de  Mo« 
Ima,  "vascosidad  del  agua,  ó  cosa  comestible  que  se  cria  entre 
"ciertas  yerbas  del  agua."  No  las  traen  al  mercado,  mas  los  in- 
dios de  las  riberas  los  consumen  todavía,  llamando  al  segundo 
cMcuZito  del  agita.  Su  formación  es  ésta.  La  larva  del  axayacatl, 
para  sufrir  su  transformación,  construye  con  las  materias  que  se 
apropia  de  las  aguas  ó  con  lo  que  exonera,  un  nido  compuesto 
de  innumerables  celdillas,  semejante  en  la  forma,  anque  no  en 
la  consistencia,  á  algunas  esponjas.  En  circunstancias  que  nos 
aon  desconocidas,  los  nidos  vienen  á  la  superficie  del  agua,  don- 

(1)  Sahagon,  tom.  m,  pág.  204. 

(2)  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  XIV. 

(3)  Hlst.  antig.,  tom.  I,  pág.  390. 


322 

de  los  indios  los  recogen  y  cuecen  en  hojas  de  maíz,  presentando 
entonces  el  aspecto  de  una  materia  gelatinosa,  que  debe  ser  muy 
nutritiva 

Causa  asombro,  por  una  parte,  las  inmensas  ventajas  que  loa 
méxica  supieron  sacar  de  un  animalillo,  tan  despreciable  al  pa- 
recer, diversificando  los  manjares  en  el  axayacatl,  ahuautli,  puxi, 
tecuitlatl  y  cuculin;  y  por  la  otra,  los  millones  de  individuos 
consumidos  por  los  hombres  y  los  pájaros,  sin  que  esos  frágiles 
seres  hayan  sido  exterminados. 

Ocuilla  satisfacía  2,000  panes  de  sal,  iztatl,  (Kingsborough, 
lám.  36»  números  17  al  21),  blanca  y  fina,  destinada  al  gasto  de 
los  señores  de  México.  Su  carácter  jeroglífico  está  representado 
en  las  láminas.  Sacábanla  en  las  costas  del  agua  del  mar,  sabien- 
do aprovechar  las  salinas.  ''Hay  también  ñientes  de  sal  viva,  que 
''es  cosa  mjiy  de  ver  los  manantiales  blancos  que  están  siempre 
"haciendo  unas  venas  muy  blancas,  que  sacada  el  agua  y  echada 
"en  unas  eras  pequeñas  y  encaladas  y  dándoles  el  sol,  en  brere 
"se  vuelven  en  sal."  (1)  En  el  valle  la  explotación  de  la  sal  y  del 
salitre  se  practicaba  de  esta  manera.  Con  las  tierras  lavadas  for- 
maban montones  huecos;  en  el  fondo  de  la  cavidad  colocaban 
ramas  en  forma  de  parrilla,  que  servía  de  sustentáculo  á  un  pooo 
de  tule,  zacate  ó  simplemente  un  petate,  que  recibía  la  tierra  sa- 
Icula  sacada  de  los  criaderos.  Bajo  la  parrilla  había  una  perfora- 
ción lateral,  recibiendo  un  carrizo  ó  penca  de  maguey  que  servía 
de  llave  ó  nariz  para  que  el  líquido  salado  escurriera,  procedente 
del  agua  puesta  sobre  las  tierras.  Las  aguas  ó  logias  se  recibían 
en  ollas,  que  se  ponían  á  evaporar.  Este  aparato  rustico  era  un 
verdadero  legiviador  ó  aparato  de  desalojamiento,  muy  econó* 
mico,  el  cual  se  carga  y  descarga  á  proporción  que  la  tierra  está 
lavada.  En  lo  antiguo  los  habitantes  de  Coyohuacan  se  dedica- 
ban á  esta  industria;  la  sal  que  fabricaban  era  de  color  de  ladriUo, 
amasada  en  tortas  redondas,  y  no  siendo  buena  de  comer  se  desti* 
naba  principalmente  á  salar  carnes. 

Empleaban  también  para  sazonar  sus  condimentos  de  tequix- 
quitl,  carbonato  de  sosa  natural  eflorecente,  sesqui-carbonato  de 
sosa.  EstaF%  sales  eflorecentes  se  presentan  hacia  la  estación  seca, 
sobre  1  is  tierras  abandonadas  por  las  aguas  del  lago. 

(1)  líotolinia,  trat.  m,  cap.  IX. 


y 


328 

Toca  sn  lugar  á  la  enumeración  de  las  principales  frutas  indí- 
genas. Comenzamos  por  el  noehtU^  llamado  entre  nosotros  éuna, 
palabra  de  la  lengua  de  las  islas  introducida  en  la  colonia  por  los 
españoles;  es  el  fruto  del  nopaüi,  cactus,  presentándose  multitud 
de  variedades  asi  por  el  color  como  por  la  forma;  aunque  la  ma- 
yor parte  dulces  ó  agridulces  y  jugosos.  (1)  Son  los  higos  de  la* 
dias  ó  higos  chumbos  de  los  escritores  antiguos.  A  este  capítulo 
pertenecen  el  agrio  ococonochfli,  y  la  variedad  de  las  pitahayas. 

Bajo  el  genérico  izapotl  se  comprendían:  el  chidmpoÜ,  chicoza-* 
pote,  (zapota  achras)  que  contiene  el  ckidU,  chicle,  mascado  por 
be  mujeres  del  pueblo.  IztadmpoÜ,  zapote  blanco,  (Casimiroa 
edulis)  distinguiéndose  el  oochizteizapotl,  porque  provoca  á  dormir. 
Coztz€^fH>Üy  zapote  amarillo,  (Lúcuma  salicifolium)  con  la  variedad 
doiominada  cntzapotl  IlamatzapoÜ,  ilama  (vieja)  anona.  Ouauh* 
tiapoüy  anona»  ZacmUzapoÜ^  chirimoya^  (Anona  tripetakb^  Tschuddi; 
An/omB  cherimoUa,  Baimond)  nombre  tomado  del  quiche  chiri* 
muya.  TliUzapotl  6  TotolcuiÜcUzapoti,  zapote  prieto,  (Diospiros 
ol»eeifolia).  TetzorUza^poÜ,  tetaapoU,  mamey,  (Lúcuma  mammo- 
eum);  mamey  es  de  la  lengua  de  las  islas.  (2)  ^ 

Ihi'ahuacaitt,  ahuaeate,  (Persea  gratissima)  distinguían  la  es- 
peje grande  tlaeoccdakuacdU^  y  los  pequeños  qvüahiuxccd'L  El 
iexocotty  tejocote  (Mespilus)  sólo  es  bueno  confitado.  Las  cirue- 
la^ mctofí^xocoÜ,  (Bpondias  bombín)  amarillas  ó  rojas,  grandes  ó 
pequeñas;  las  aioyaxocoÜ  se^comían  crudas  ó  cocidas,  y  hacían 
im  pulque  embriagante  oon  ellas.  Las  guayabas,  xalxocotl,  (psi- 
ákim  pommiferum).  El  capclin,  capulín,  (Prunus  Capulín)  fruto 
al  qtie  los  castellanos  llamaron  cerezas,  con  tres  especies;  el  ólo- 
capuUny  el  taalca^fyuim  y  el  xi¿omacapfdin.  (3)  McUza¿ly  pina,  (Bro- 
iBeiia  ananas).  El  cuavJmloÜf  huajilote^  (Bhus)  cuyo  fruto  se 
come  cocido.  El  aTnacaptdin  6  moral. 

Terminaremos  oon  los  bulbos  y  tubérculos.  El  caamiitl,  cebo- 
lla del  ooehosoohitiy  (Tigridia)  de  ^sabor  dulce.  Camotl,  camote  ó 
la  batata  europea,  (Convolvulus  batatas).  CuauhcamotlyhneLcaAmo- 
te,  (Jatropha  manioc).  Tlálcacdkuatl^  cacahuate,  (Arachis  hypo- 
gea),  que  según  Humboldt,  **parece  h§,ber  existido  en  África  y 

(1)  P.  Sahagun,  tom.  m,  pág.  238. 
<2)  Bahagnn,  tom.  III,,pág.  285. 
(3)  Sáhagun,  tom.  m,  pág.  286. 


324 

**A8Ía,  especialmente  en  Cochinchina,  mucho  tiempo  antes  del 
"descubrimiento  de  América."  Xícama,  catzoüy  (Dolichus  tube- 
rosus);  á  esta  especie  referían  la  raíz  cimatly  que  sólo  se  podía 
comer  cocida;  el  tocimatl  que  cocida  se  pone  amarilla;  el  camjh 
xoru  Comíanse  también  las  partes  blandas  de  la  raíz  de  la  espa- 
daña, la  del  atzatzamóK,  del  catateztli,  del  cuecnexqui  y  del  xalto- 
maiL  (1) 

Tlaltelolco  pagaba  cuarenta  canastos  de  cacao  molido,  cada  uno 
de  1,600  almendras,  ó  sean  ^,000  almendras  en  todo  (Kingsbo- 
rough,  lám.  19,  números  2  y  3).  Cihuatlan  80  cargas  de  cacao  en 
grano  (lám.  40,  núm.  23).  Tochtepec,  200  cargas  de  granos  (lám.  48, 
núm.  55).    Xoconocho,  200  cargas  (lám.  49,  números  27  y  29). 
Cuauhtochco,  20  cargas  (lám.  50,  num.  9).    Cuetlaxtlan,  200  car- 
gas (lám.  51,  núm.  22).   El  cacahnaü,  cacao,  (Theobroma  cacao) 
es  el  fruto  del  árbol  nombrado  cacaocítahtdtl  Aunque  sería  bueno 
extendemos  en  la  descripción  de  esta  curiosa  planta,  ahora  no 
nos  debemos  detener  sino  en  los  provechos  que  de  ella  sacaban 
los  pueblos  antiguos.    Hernández  (2)  enumera  cuatro  especies 
conocidas:  el  cuauhcacahtiaü,  el  inecacacahuatl,  el  ocochicácahtuzfí  y 
el  tlalcacahtiail,  añadiendo  una  quinta  el  ciianhpaÜacMlt.    Gomian 
las  almendras  todavía  verdes,  y  las  secas  en  menor  cantidad. 
Los  granos  mayores  y  logrados  servían  de  moneda,  como  tene- 
mos dicho.  La  bebida  que  con  el  cacao  se  preparaba,  servida  con 
aplauso  en  banquetes  y  fiestas,  sólo  era  propia  de  señores  y  gente 
rica,  pues  su  costo  la  ponía  fuera  del  alcance  de  los  pobres»  no 
siendo  contrahecha.   "El  cJwcolatey  tal  como  ahora  le  usamos»  no 
"era  conocido  de  los  indios:  lo  que  ellos  tomaban  venía  á  ser  lo 
"que  hoy  llamamos  "cacao  frío"  ó  "espuma  de  cacao"  y  que  aún 
"se  vende  en  los  tianguis  ó  mercados  de  los  pueblos.  Mezclaban 
"con  el  cacao  varias  yerbas,  especias,  chile,  miel,  agua  rosada, 
"granos  del  jx)clioil  ó  ceiba,  y  especialmente  maíz.    Conocían  va- 
"rios  métodos  para  preparar  la  bebida;  pero  siempre  en  frío,  y 
"así  se  tomaba.  Lo  general  era  moler  el  cacao  y  demás  setoillaB, 
"desleir  la  pasta  en  agua,  separar  xma  parte  y  ponerla  en  mayor 
"cantidad  de  agua,  batir  el  líquido  y  pasarle  varias  veces  de  un 
"vaso  á  otro,  dejándole  caer  desde  alto,  para  que  formase   espu- 

(1)  P.  Sahagun,  toro.  III,  pág.  240. 

(2)  Lib.  VI,  cap.  87. 


325 

^'in&"  (1)  En  la  escritura  jeroglífica  mexicana»  las  cargas  de  cacao 
se  expresaban  por  el  determinativo  de  la  almendra.  El  chiquihuiüp 
cláquilinite,  cesto  ó  canasto,  servía  para  recoger  el  grano.  Son 
redondos  próximamente,  aunque  de  base  casi  cuadrangular,  teji- 
dos de  tiras  de  carrizo  ú  otates,  adelgasados  y  Iíbos. 

Axocopan  mandaba  400  cántaros  de  miel  de  maguey  espesa 
(Kingsborough,  lám.  29,  num.  27),  y  Hueipochtla  otros  400  cán- 
taros (lám.  31,  núm.  26).  Tlachco  200  cántaros  de  miel  de  abejas 
(lám.  38,  números  21  á  30).  Tepecuacuilco,  200  cántaros  (lám.  39, 
núnero  39  á  48).  Tlalcozauhtitlan,  100;  Quiauhteopan,  100,  é 
igaal  cantidad  Yoaltepec  (lám.  42,  números  5, 18,  29). 

En  la  descripción  del  mercado  de  México,  dice  D.  Hernando 
Cortés:  ''Venden  miel  de  abejas,  y  cera,  y  miel  de  cañas  de  maíz, 
"que  son  tan  melosas  y  dulces  como  las  de  azúcar:  y  miel  de 
"unas  plantas,  que  llaman  en  las  otras  y  estas  (2)  maguey,  que 
"es  mny  mejor  que  arrope:  y  de  estas  plantas  facen  azúcar  y  vino» 
"que  así  mismo  venden."  (3)  Desde  los  tiempos  de  los  tolteca 
era  conocido  el  modo  de  convertir  en  miel  el  jugo  del  maguey, 
luibiendo  conservado  la  historia  las  aventuras  de  la  bella  Xóchitl. 
A  lo  llamado  ahora  agtuimiel  se  decía  en  mexicano  nenecuüt,  cq- 
^da  hasta  la  consistencia  de  jarabe  era  la  miel  nevücdüliy  neuüd- 
ietzahucííliy  jieoidUiÜazaUu  La  azúcar  debió  ser  una  consecuencia 
forzosa  de  esta  preparación;  bastaba  concentrar  el  líquido,  darle 
consistencia  de  jarabe  espeso,  y  obtener  la  cristalización  por  el 
enfriamiento. 

''Antes  de  la  llegada  de  los  europeos,  dice  Humboldt,  los  me- 
"xicanos  y  los  peruanos  esprimian  el  jugo  de  las  cañas  del  maíz 
"para  hacer  azúcar.  No  se  conformaban  con  concentrar  el  jugo 
"por  evaporación,  sabían  también  preparar  la  azúcar  bruta,  en- 
*friando  el  jarabe  espeso."  (4)  ¿Conocían  los  pueblos  de  México 
la  caña  de  azúcar?  D.  Aniceto  Ortega,  en  su  Memoria  sobre  el 
Amndo  sacharifera,  sacharum  de  Lineo,  Sacharoforum  de  Nec- 
hent,  reunió  preciosas  noticias  acerca  de  la  historia  de  esta  plan- 

<1>  leftzbatoeta,  diálogos  de  Cervéntes,  pág.  242-48,  artíonlo  bien  intevesante  y 
comi^eto.  MotoliniA,  trat.  m,  cap.  Yin.  Acosta,  lib.  lY.  cap.  XXIL  Toiqaemada, 
üb.  XIV,  cap.  XLn.  Clavigero,  tom.  I,  pág.  392. 

(2)  Falta  aquí  la  palabra,  partes. 

(d>  Cartas  en  Lorencana,  pág.  103^. 

(4)  fiwd  poütíqne,  tom.  H,  pág.  377. 


326 

ta.  Los  naturalistas  disputan  todavía  si  el  arando,  indígena  en 
la  Asia  j  la  Ooeanía,  lo  es  también  en  América;  resultando  de 
las  mejores  obserraciones,  que  esta  segunda  opinión  es  la  más 
probable.  "M.  B.  Edwards,  concillando  todas  las  opiniones  bu- 
^^poney  que  la  caña  de  assucar  crecía  naturalmente  en  muchos  lu- 
'^gares  del  nuevo  mundo;  pero  que  Cristóbal  Oolon,  que  debía 
^'necesariamente  ignorarlo,  trajo  planta  de  Canarias  en  su  primer 
''viaje.  Esta  explicación  parece  ser  la  verdadera."  La  abeja  co- 
mún, (Apis  mellifera)  era  conocida  de  los  méxica  en  el  estado 
silvestre:  sacaban  la  cera,  aprovechada  no  sabemos  en  cuales 
usos.  Distinguían  la  abeja  que  forma  panal  en  los  árboles  cueaá- 
cntayoUy  de  la  mimcahnaü  que  fabrica  como  la  anterior;  la  pipiyoU 
6  montesa;  la  tJaletmtl  que  anida  debajo  de  tierra,  el  ab6)orro  ó 
cdcoüi  y  el  iemoli  de  mayor  tamaño.  Miel  en  general  es  necuüi;h 
miel  de  abejas  cuauhfiemíli;  la  miel  sacada  de  las  flores  xodane- 
chtüi,  xochinenectdli,  xochimemeyaUotl  La  miel  de  las  cañas  del  maíz 
ohhumecvMy  necidxqmhuiUi. 

La  miel  servía  en  los  diversos  condimentos  de  la  cocina  mexi- 
cana, principalmente  en  las  confecciones  del  pinoUi,  atolli,  ohiaii, 
tamalli  y  cacao. 

Para  decir  algo  respecto  de  la  bebida  de  aquellos  pueblos,  es 
preciso  detenerse  ante  la  planta  que  la  produce;  de  ésta  han  he» 
cho  grandes  elogios  los  autores,  á  fe  que  merecidos,  pues  ningu- 
na como  ella  hace  servicios  al  hombre,  ya  estando  viva,  ya  eon 
sus  despojos  cuando  muerta.  La  planta  es  el  metí,  (Agave  amerioa* 
na);  la  bebida  que  produce  el  octli  Ninguna  de  las  dos  voces  es 
ahora  usada;  metí  fué  sustituida  por  la  palabra  maguey^  pertene- 
ciente á  la  lengua  de  las  islas;  al  octli  le  dijeron  los  antiguos 
ptUcrCy  convertido  ahora  en  pulqne,  que,  no  es  palabra  española 
ni  mexicana;  sino  tomada  ''de  la  lengua  araucana  que  se  habla  en 
"Chile,  en  la  cual,  pulque  es  el  nombre  general  de  las  bebidas  que 
'los  indios  usan  para  embriagarse:  pero  es  difícil  adivinar  odmo 
**pasó  este  nombre  á  México."  (1) 

Existen  diez  y  nueve  especies  de  agave,  con  catorce  variedades, 
y  desde  la  cultivada  llamada  fina,  hasta  la  salvaje  ó  cimarrona, 
cada  una  presta  los  servicios  á  que  está  destinada;  planta  verda- 


(1)  Clayigero,  tom.  I,  pág.  393,  nota.  No  hemos  sabido  encontrar  la  palabtm  «a 
el  Diccionario  de  chilenismos  por  Zorobabel  Bodiígues.  Saalia^Oy  ISTfi. 


327 

derameaie  soaud,  fué  el  don  más  preciado  que  la  Proridencia 
pudo  kaoer  á  los  pueblos  primitÍTOs.  El  onltiyo  del  metí  es  maj^ 
ntíguo.  La  loenoion  primera  que  encontramos  se  refiere  á  los 
OlmeeabnixtolL  ''Estos  mismos  inyentaron  el  modo  de  hacer  el 
vino  de  la  tien^u  era  mnjer  la  qne  oomenssó  y  supo  primero, 
agq^rar  los  magueyes  para  sacar  la  miel  de  que  se  hace  el  vino, 
y  llamábase  Moaioasl^  y  el  que  halló  primero  las  raíces  que  echan 
en  la  ndel  se  llamaba  PcuUñoaíL  Los  autores  del  arte  de  saber 
hacer  el  pulcro  asi  como  se  hace  ahora  se  decían  Tepuaslecatl, 
Qoailapanqui,  Tliloa,  Papatztactzocaca,  todos  los  cuales  iuTcn-' 
taron  la  manera  de  hacer  el  pulcre  en  el  monte  llamado  Chichi^ 
^^Kiií*^;  y  porque  el  dicho  vino  hace  espumai  también  llamaron 
al  monte  FqpopaoonaÜepetif  que  quiere  decir  monte  espumoso."  (1) 
Esta  noticia  ya  unida  á  la  leyenda  de  la  embriaguez  del  jefe  de 
los  ouexteca^  quien  por  esta  causa  tuvo  que  retirarse  con  sus 
gentes  há<na  Panuco,  es  decir,  que  se  refiere  á  los  tiempos  pf  i- 
mitiYos  en  que  los  huasteca  estaban  establecidos  en  el  interior 
del  país.  En  la  primera  pintura  de  la  peregrinación  azteca  cons- 
ta, que  los  mexi  tomaron  de  los  chalca  el  cultiyo  del  metí  y  ex- 
trajeron el  octli.  Tenemos  también  la  historia  de  la  bella  Xóchitl, 
hacia  el  fifi  de  la  monarquía  tolteca.  De  ello  diremos  en  sus  res- 
pectivos  lugares. 

Siguiendo  á  Hernández^  el  metí  productor  del  octli  se  nombra 
llacameü,  Teomett  (Furcroya  odorata,  Poiret;  Furcroya  tuberosa, 
Aitcm;  Furcroya  cubensis,  Haw).  Por  término  medio  llega  á  com« 
plato  crecimiento  á  los  diez  años;  entonces,  de  las  hojas  centrales 
afñnadas  en  forma  cónica  se  alea  el  qtdoüy  bohordo  que  alcanza 
hasta  cinco  metros  de  altura,  en  cuyo  extremo  se  presentan  las 
flores,  después  las  semillas,  y  muere  en  seguida:  el  bohordo  seco 
se  llama  qviocuahuüL  Propágase  por  las  semillas,  mas  también 
por  los  renuevos  que  de  las  raíces  en  cada  individuo  brotan. 

Para  lograr  el  octli,  luego  que  el  metí  se  acerca  á  la  inflorecencía 
y  antes  de  que  el  bohordo  se  presente,  se  arranca  el  cono  centnd 
de  las  hojas,  dejando  en  su  lugar  una  cavidad,  en  la  cual  viene  á 
recogerse  el  cambinm,  líquido  blanqueeíno  compuesto  de  agua, 
asíear  y  gluten  en  suspensión:  esto  es  lo  que  se  llama  agwi  miel. 
Tres  veces  al  dia  se  extrae  el  agua  miel  por  medio  del  (wocoái, 

(1)  StliAgim,  tom.  III,  pág.  14S. 


328 

durando  la  cosecha  de  cuatro  á  seis  meses;  á  cada  extracoí(ni  se 
/aspa  la  cavidad,  la  cual  se  ensancha  y  profundiza  hasta  que  la 
planta  se  agota  y  muere.  El  agua  miel  es  conducido  á  las  oñci- 
nas,  se  le  deja  fermentar,  añadiendo  una  cantidad  de  otra  ya  fer- 
mentada, obteniéndose  al  poco  tiempo  el  octli  en  estado  perfecto. 
Dos  clases  principales  se  distinguen,  el  pulque  fino  y  el  Üachique: 
los  catadores  juzgan  á  éste  inferior  á  aquel,  no  obstante  que  ayu- 
dan la  fermentación  con  las  raices  de  la  planta  nombrada  ocpac- 
/K,  remedio  ó  medicamento  del  octli.  (1) 

Como  hemos  visto,  variados  eran  los  manjares  en  las  comidas 
usadas  por  los  señores;  en  ellas  era  común  el  octli,  y  mucho  más 
en  las  fiestas  y  regocijos  de  los  pobres.  Castigada  severamente 
la  embriaguez,  reglamentada  la  cantidad  que  debía  beberse,  per- 
mitido el  licor  en  exceso  sólo  á  los  ancianos,  no  por  eso  dejaba 
de  ser  de  uso  general.  Los  médicos  daban  ciertas  medicinasen 
él;  á  las  mujeres  en  el  dia  siguiente  al  alumbramiento  se  les  ha- 
cía beber  un  poco.  (2)  En  la  fiesta  Panquetzaliztli  bebían  el 
moüaloctli,  ú  octli  azul,  porque  lo  teñían  de  este  cqlor;  (3)  en  la 
fiesta  de  Atemoztli  dábase  el  vino  á  las  mujeres  como  si  fuera 
prevenido  por  el  rituaL  (4)  En  la  fiesta  Izcalli  al  licor  tomado  le 
daban  el  nombre  particular  de  texccdcehuüo.  (5)  Ninguna  olla  de 
vino  nuevo  se  comenzaba  sin  ofrecer  un  tanto  en  samficio  á  Ii- 
tlilton.  (6)  Ometochtli  era  dios  del  vino  y  del  fuego;  cuando 
echaban  el  ocpaüi  al  agua  miel  y  ésta  empezando  á  fermentar  hacía 
espuma,  encendían  braseros,  les  ponían  copal,  y  zahumaban  el 
octli  en  honra  del  dios.  (7)  Componían  el  pulque  con  miel,  ó 
ehiUi,  frutas,  yerbas  y  otros  ingredientes,  según  el  gusto  ó  la 
sazón* 

Entrando  en  la  enumeración  de  los  aprovechamientos  del  ma- 
guey ó  árhol  de  Jas  maravillas^  terminaremos  con  el  líquido,  repi- 

(1)  Memoria  sobre  el  maguey  mcxiciano,  por  Pedro  Blasquez  é  Ignacio  Blasquez, 
Héwx),  1865. 

(8)  Tofrqnemada,  lib.  XIV,  cap.  X. 

(3)  Sahagan,  tom.  n,  pág.  175. 

(4)  Sahagmi,  tom.  n,  pág.  179. 

(5)  Sahagnn,  tom.  II,  pág.  186. 

(6)  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XXIX. 

(7)  Padre  Dnrán,  seg.  parte,  cap.  XXII.   M8. 


329 

tiendo  un  poco  de  lo  ya  dicho.  El  agua  miel  puesta  al  fuego,  **y 
''apuirándolo  más  el  fuego  es  como  miel;  y  á  medio  cocer  sirve  de 
"arrope,  y  es  de  buen  sabor  sano,  y  á  mi  parecer  es  mejor  que 
"arropa  de  uvas."  (1)  **De  este  mismo  licor  hacen  buen  arrope  y 
"miel,  aunque  la  miel  no  es  de  tan  bueft  gusto  como  la  de  abejas; 
**pero  para  guisar  de  comer  dicen  que  está  mejor  y  es  muy  sana. 
^También  sacan  de  este  licor  unos  panes  pequeños  de  azúcar, 
**pero  ni  es  tan  blanco  ni  es  tan  dulce  como  el  nuestro.  Asi- 
"mismo  hacen  de  este  licor  vinagre  bueno;  unos  lo  aciertan  ó 
''saben  hacer  mejor  que  otros."  (2) 

Las  púas  terminales  de  las  hojas  servían  en  las  penitencias 
religiosas;  se  les  empleaba  como  punzones,  de  clavos  en  las  pa- 
redes y  maderas,  de  alfileres  para  retener  lienzos  gruesos;  en  al- 
gunas especies  se  arrancan  unidas  á  las  fibras  de  la  planta,  y 
entonces  sirven  de  aguja  é  hilo  á  la  vez.  Las  hojas  ó  pencas 
fiescas  servían  á  )as  molenderas  para  recibir  la  masa,  á  los  alha- 
míes para  acarrear  el  barro.  ''De  estas  pencas  hechas  pedazos, 
Mice  MotoUnia,  (loco  cii),  se  sirven  mucho  los  maestros  aman- 
"tecaÜ,  que  labran  de  pluma  y  oro;  y  encima  de  estas  pencas  ha- 
teen un  papel  de  algodón  engrudado,  tan  delgado  como  una  muy 
"delgada  toca;  y  sobre  aquel  papel  y  encima  de  la  penca  labran 
'^todos  sus  dibujos;  y  es  de  los  principales  instrumentos  de  su 
^•ofiíio.  Los  pintores  y  otros  oficiales  se  aprovechan  mucho  de 
''éstas  hojas."  Colocadas  convenientemente  sirven  como  tejas 
en  las  habitaciones;  sostenidas  é  inclinadas,  sobrepuestas,  se 
usaban  como  arcaduces. 

Las  flores  son  comestiblea  El  bohordo,  asado  cuando  tierno, 
sSrve  de  alimento.  Con  la  parte  carnosa  y  blanda  de  las  pencas, 
unida  al  maíz,  se  confeccionan  las  foriiUas  de  maguey,  sabrosas  y 
niitritivas;  molida  esa  misma  parte,  deshecha  en  agua  miel  y  her- 
vida, rinde  una  especie  de  atole  que  no  deja  de  ser  agradable. 
Las  pencas  de  ciertas  especies  asadas  á  la  lumbre  ó  más  bien  en 
barbacoa,  en  ciertas  ocasiones  sólo  se  mascan  y  chupan,  pues  el 
hilo  impediría  tragarlas;  "mas  si  las  cabezas  están  cocidas  de 
^uen  maestro,  dice  Motolinia,  tienen  tan  buenas  tajadas  que 
"muchos  españoles  lo  quieren  tanto  como  buen  diacitron." 

(1)  Acosta,  lib.  IV,  cap.  XXHI. 

(2)  Motolinia,  trat  m,  cap.  XIX. 

42 


330 

''El  modo  con  que  proceden  los  indígenas  para  hacer  pita,  ái*> 
''cen  los  Sres.  Blasquez,  es  el  siguiente:  machacan  bien  las  pe»^ 
''cas  con  pisones,  y  las  ponen  á  hervir  después  largo  tiempo  para 
"que  suelten  mejor  la  pulpa  ó  parenquima.  En  esta  disposioíon 
"las  layan  en  agua  jabonosa,  y  logran  con  esto  que  los  hilos  Uaa- 
"queen  muy  bien,  los  ponen  á  secar  en  el  sol,  y  hacen  á  mano 
'%s  tejidos  gruesos  y  delgados  que  necesitan  en  sus  diversas  la^ 
''bores  del  campo."  Este  es  el  ichtli  ó  nequen  del  que  hacíafi 
cordeles  rnecoM,  mecate,  ropas,  &c.  De  las  mismas  fibras  se  labra- 
ba papel  en  muy  grandes  cantidades. 

"Cuando  se  capa  el  maguey,  al  estirar  sus  pencas  ú  hojas  tíer- 
"ñas  se  descubren  unos  hilillos  finos  y  suaves,  y  de  ellos  se  forman 
"unas  mechas  que  se  usan  en  vez  de  yesca.  Estas  fibras,  que  scm 
"muy  blancas,  tienen  la  finura  y  fortaleza  de  la  misma  seda.  Oal- 
"culamos,  que  sacándolas  con  cuidado,  puede  rendir  cada  mejfóUte 
"(cono  de  hojas  del  centro  del  maguey)  muy  cerca  de  media  h- 
"bra.  Beneficiada  y  tejida  esta  sustancia,  sería  exactamente  igual 
"alas  telas  de  seda.'* 

El  bohordo  seco  y  leñoso  sirve  de  vigas  en  las  habitaoicHies,  6 
de  puntal  en  los  soportales.  Las  pencas  secas  son  buen  oomlHifi- 
tible,  y  la  ceniza  es  buena  para  hacer  lejía.  Las  raíces  gruesas, 
mecoatl,  servían  de  jabón;  del  cimiento  de  las  hojaB  pequmas  se 
hacen  escobetas.  El  tronco  seco,  desprendidas  las  pencas,  queda 
convertido  en  asiento  cómodo.  El  meocvüm  6  gusano  delmagu^ 
era  reputado  como  una  golosina.  La  goma  que  las  pencas  desti- 
lan se  tiene  por  igual  á  la  arábiga;  al  menos  puede  sastituirae  á 
ella  sin  peligro.  Durante  las  lluvias,  los  viajeros  encuentran  agua 
recogida  en  la  unión  de  las  pencas.  * 

Cual  si  todo  esto  no  fuera  bastante,  al  octli  y  á  la  plaata  se 
les  conceden  maravillosas  facultades  medicinales,  en  cuya  enu- 
meración no  entraremos. 

Fabricaban  bebidas  embrii^antes  de  las  ca£as  del  maia  cuan- 
do la  mazorca  está  en  leche,  de  las  palmas  y  de  las  pinas.  (1)  Sn 
la  isla  de  Cuba  se  hacía  un  vino  con  agua,  arócar  y  maíz  tostado 
para  precipitar  la  fermentación,  al  cual  daban  el  nombre  de  o&i- 
cha.  Esta  palabra  se  hizo  genérica  para  expresar  las  bebidas 
fermentadas  sacadas  del  maíz,  y  usadas  por  los  pueblos  ameri- 

(1)  Torquemada,  lib.  VH,  cap.  X.   OlaTigmro,  tom.  I,  pig,  393. 


331 

«aiKMk  fin  el  Pera  se  denonúiiaba  amibCL  Se  hacía  de  divetsos 
modos.  ''El  más  fuerte  á  modo  de  oenresai  humedeoiendo  prime- 
hú  el  grano  de  maíz  hasta  que  comienza  á  brotar,  y  después  co- 
'^ciáBdolo  oosEi  cierto  arden,  sale  ton  recio  que  á  pocos  lances  de- 
'^REÍba;  este  llaman  en  el  Pera  sora^  y  es  prohibido  por  ley,  por 
^%m  grandes  daños  que  trae  emborrachando  bravamente."  (1) 
Los  méxica  conocían  las  bebidas  fermentadas  de  maíz.  Los  oto- 
míes  decían  zeydethdf  (adulterada  aendechó)  y  los  mafisahua  fseyré- 
da  á  una  composidon  hecha  de  maíz^  puesto  á  germinar,  seco  y 
molidoy  hervido  después  con  agua,  que  hace  recordar  el  método 
empleado  para  preparar  el  sorcu  La  bebida  de  los  otomíes  es 
semejante  al  bier  de  los  antiguos  germanos,  sólo  que  éstos  utili- 
zaban la  cebada  en  lugar  del  maíz.  (^ 

Los  teananacaüf  carne  divina,  hongos  divinos,  amargos  y  desa- 
gradables, eran  comidos  para  practicar  ciertos  actos  supersticio- 
sos; tomaban  dos  ó  tres  solamente  con  un  poco  de  miel  de  abejas. 
Producían  nn  estado  de  embriaguez,  con  alucinaciones  de  carác- 
ter espantoso.  (3)  La  semilla  ókliuhqui,  de  la  planta  coatlacoooauh- 
qvi,  emborracha  y  enloquece  haciendo  ver  visiones  espantables; 
pax)dfEce  los  mismos  efectos  del  peyoü^  aunque  sólo  persistentes 
pcur  tres  dias.  Otras  plantas  había  de  la  misma  especie,  usadas 
por  los  hechiceros  para  hacer  maleficios,  (4) 

Xilotepec  daba,  según  el  intérprete,  ''una  águila  viva  que  cada 
''un  tributo  trayan,  unas  veces  tres,  otras  cuatro,  y  otras  más  ó 
"menos"  (Kingsborough,  lám.  33,  num.  13),  Oxitipan  estaba  á  lo 
mismo  obligado  (lám.  66,  núm.  10). 

Guacnauhoan  con  su  comarca  proveían  de  maderas;  entregaban 
1,200  vigas  grandes,  labradas  hvjet%(xiyoÜy  tahuapctUetÜi^  (lám.  34, 
números  22  á  24);  1,200  tablas  hvapoMly  huapaUi  (números  25  á  27); 
1^200  morillos  (números  28  á  30);  1,200  cargas  de  leña  (números 
31  á  30).  Todavía  hoy  se  cuenta  la  leña  por  issonüi  6  sean  400  le- 
ños» divididos  en  20  bultos  de  20  palos  cada  uno:  400  txonüi  son 
160,000  leños,  subiendo  el  total  á  480,000. 

Tepeyacac,  destinados  para  la  guerra  de  TlaxcaUa,  contribuía 

O)  Aooeta,  Hb.  IV,  cap.  XVI. 

(2)  Sendecho,  por  Gumesmdo  Mendoza.  BoL  de  la  Soc.  de  Geog.    Segunda  épo~ 
tom.  II,  pág.  25. 
(8)  Hotolinia,  trat.  I,  cap.  II. 
(4)  Sáhagon,  tom.  m,  pág.  241  y  sig. 


332 

con  8,000  atados  de  otkUly  otate,  (Arando  bambos),  destinados 
>para  astas  de  lanzas  vt  otras  armas:  cada  atado  era  de  20  otates, 
de  manera  que  formaban  un  total  de  80,000  (lám.  44,  num.  29), 
y  8,000  atados  de  otates  pequeños  destinados  para  flechas:  en 
todo  160,000  piezas  (num.  30).  También  debía  presentar  400  pie- 
les curtidas  de  venado,  mazaily  con  su  pelo  (núm.  28),  así  como 
Xoconochco  40  pieles  de  tigre,  oeeldl,  (Felis  onza,  L,)  (lám.  49, 
números  28  y  30). 


CAPITULO  VI. 

Tabaco.-'PapeL—Xicam.  -'l(^MU¿.'-'PetíaU.—aapalU.^Gacaxtli.  ^-CoeMniOa."^ 
ÜUL  — lÁqyidánibar.  — Ámbar  amarülo, —Juegos  y  dheniones. — Tlac/dlí, — Pato^ 
UL-^EjerddúB  gimnásUeoa. — Palo  del  volador.— Poeaia  liT%ca,—Poe»ia  dramática. 
"ArgttiUctura.— Arquitectura  müUar.— Escultura.— Arteé  y  oficios.— T^edores. 
—A\fareros.—Medid7ia.— Médicos, — TemagcalU. 

SEGÚN  el  interprete,  Tepeyacac  y  sus  pueblos  sujetos  tributa- 
ban "ocho  mil  cargas  de  acayetl^  que  son  perfumes  que  usan 
'"por  la  boca.''  (Eingsboroug,  lám.  44  núm.  33).  Para  decir  lo  que 
era  este  objeto,  tenemos  que  entrai*  en  algunos  pormenores.  El 
tabaco  (Nicotina  tabacum,  género  solanáceas  de  Jussieu,  pentan- 
dría  monoginea  de  Linneo),  es  originario  de  América.  Los  espa- 
ñoles conocieron  la  planta  en  Haití  ó  Santo  Domingo,  y  de  ella 
dice  Oviedo:  (1)  "Ysaban  los  indios  desta  isla  entre  otros  sus 
'"ricios  uno  muy  malo,  que  es  tomar  unas  ahumadas,  que  ellos 
"llaman  tabaco^  para  salir  de  sentido.  Y  esto  hacían  con  el  humo 
"de  cierta  hierva  que,  á  lo  que  yo  he  podido  entender,  es  de  ca- 
ntidad del  beleño;  pero  no  de  aquella  hechura  ó  forma,  segund 
"su  vista,  porque  esta  hierva  es  un  tallo  ó  pimpollo  como  quatro 
"ó  cinco  palmos  ó  menos  de  alto  y  con  unas  hojas  anchas  é  grue- 
"sas,  é  blandas  é  vellosas,  y  el  verdor  tira  algo  á  la  color  de  las 
"hojas  de  la  lengua  de  buey  ó  buglosa  (que  llaman  los  herbola- 
dlos é  médicos).  Esta  hierba  que  digo,  en  alguna  manera  é  gé- 

(1)  Gonzalo  Fernández  de  Oviedo  y  Valdés,  Hist.  general  y  natural  de  las  Indias^ 
Ifaadd,  1851.  lib.  V,  oap.  IL 


334 

"ñero  es  semejante  al  beleño,  la  qnal  toman  de  aquesta  manera: 
"los  caciques  é  hombres  principales  tenían  unos  palillos  huecos 
"del  tamañojde  un  xeme  ó  menos  de  la  groseza  del  dedo  menor, 
"de  la  mano,  y  estos  cañutos  tenían  dos  cañones  respondientes 
"á  uno  como  aquí  está  pintado  (Icím,  Vf^.  7'),  é  todo  en  una  pie- 
"za.  Y  los  dos  ponían  en  las  ventanas  de  las  narices  e  el  otro  en 
"el  humo  e  hierva  que^estaba  ardiendo  ó  quemándose;  y  estaban 
"muy  lisos  é  bien  labrados,  y  quemaban  las  hojas  de  aquella 
"hierva  arrebujadas  ó  envueltas  de  la  manera  que  los  pajes  cor- 
" tésanos  suelen  hechar  sus  ahumadas:  é  tomaban  el  aliento  é 
"humo  para  sí  una  é  dos  e  tres  e  más  veces,  cuanto  lo  podían 
"porfiar,  hasta  que  quedaban  sin  sentido  grande  espacio,  tendi- 
"dos  en  tierra,  beodos  ó  adormidos  de  un  grave  y  muy  pesado 
"sueño.  Los  indios  que  no  alcanzaban  aquellos  palillos,  tomaban 
"aquel  humo  con  unos  cálamos  ó  cañuelas  de  carrizos,  é  á  aquel 
"tal  instrumento  con  que  toman  el  humo,  ó  á  las  cañuelas  que  es 
"dicho  llaman  los  indios  tabaco,  ó  no  á  la  hierva  ó  sueño  que  les 
"toma  (como  pensaban  algunos).   Esta  hierva  tenían  los  indios 
"por  cosa  muy  preciada,  é  la  criaban  en  sus  huertos  é  labranzas 
"para  el  efecto  que  es  dicho;  dándose  á  entender  que  este  tomar 
"de  aquella  hierva  é  zahumerio  no  tan  solamente  les  era  cosa 
"sana,  pero  muy  sancta  cosa."    Sácase  con  toda  evidencia,  que 
los  instrumentos  para  fumar  se  denominaban  tabaco;  la  planta, 
en  lengua  ahitiana,  es  cohiba  6  cojiba. 

Hemos  visto  que  los  castellanos  introdujeron  en  México  mu- 
chas voces  de  la  lengua  de  las  islas,  siendo  una  de  ellas  tabaco, 
que,  aunque  sancionada  por  la  ciencia,  no  significa  en  realidad 
lo  que  debiera.  Fumábase  en  todo  el  continente  americano:  los 
peruanos  llamaban  á  la  planta  sayri.  Los  méxica  distinguían  tres 
especies  de  la  planta;  el  yetl,  de  hoja  larga  y  el  más  estimado;  el 
picietly  de  hoja  menuda;  el  cxiauhyetl,  poco  estimado  por  ser  cima- 
rrón. Fumábase  en  los  convites,  en  los  bailes  y  en  ciertas  cere- 
monias profanas  ó  religiosas.  £1  aparato  en  que  se  fumaba  se 
decía  acayetl,  caña  de  yetl  ó  tabaco,  cuando  la  planta  se  colocaba 
en  un  carrizo;  y  pocyectl,  yetl  que  humea,  cuando  las  hojas  esta- 
ban enrolladas  sobre  sí  mismas;  de  aquí  las  dos  palabras  estro- 
peadas de  los  autores  acayotes  y  poquides.  "Estos  poquietes  ó 
"acayotes,  eran  unos  cañutos  de  carrizo,  de  un  palmo  pooo  más 
"ó  menos  de  largo.  Estos  los  rellenaban  de  una  pasta  qae  hacían 

/ 


836 

"de  yerbas  aromáticas^  entre  las  que  las  más  asadas  eran  las  del 
"liqnidambar  que  llamaban  xockicócozot  (sic),  y  el  tabaco  que  en 
"la  lengua  náhuatl  se  llama  yetl,  ó  picietl  ó  quanyetl,  segnn  las 
''tres  especies  de  ella  qme  distinguían.  Formaban,  pues,  la  pasta 
"de  estas  yerbas  con  carbón  molido,  y  rellenando  con  ella  los 
"cañutos  les  prendían  fuego  por  un  lado,  y  asi  los  daban  á  los 
"l^Ttéspedes  para  que  los  tuviesen  en  las  manos  y  gustasen  de  su 
"buen  olor,  y  así  en  los  principios  no  eran  otra  cosa  que  un  per- 
díame pfura  el  deleite  del  olfato;  pero  después  en  los  tiempos 
'•subsecuentes  tuvieron  otro  uso,  porque  prendiéndoles  fuego 
'•por  un  lado,  chupaban  por  el  otro,  y  tragaban  aquel  humo.  Es- 
"to  no  sólo  les  servía  de  delicia,  syio  de  medicina,  porque  decían 
"que  les  fortificaba  la  cabeza,  y  les  aliviaba  cualquier  dolor  de 
"ella,  fortalecía  los  miembros  cansados,  hacía  expeler  la  flema, 
"y  finalmente  le  atribuían  otras  muchas  virtudes."  (1)    Según 
otra  autoridad:  "Después  de  comer,  los  señores  solían  conciliar 
el  4ueño  con  el  humo  del  tabaca  De  esta  planta  hacían  gran  uso. 
Empleábanla  en  emplastos,  6  para  fumar,  ó  en  polvo  por  la  na- 
riz.   Para  fumar  ponían  en  un  tubo  de  caña,  ó  de  otra  materia 
más  fima»  la  hoja,  con  resina  de  liquidámbar,  ó  con  otras  yerbas 
(dorosas.    Recibían  el  humo,  apretando  el  tubo  con  la  boca,  y 
tapándose  la  nariz  con  la  mano,  á  fin  de  que  pasase  más  pronta- 
mente al  pulmón."  (2)  .  En  la  matrícula  de  tributos  está  repre- 
sentado el  dcayetl. 

Cuauhnahuac  debía  entregar  en  cada  tributo  ocho  mil  rollos 
de  papel  (Kingsboroug,  lám.  25,  núm.  11),  é  igual  cantidad  Ne- 
popohualco  (lám.  27,  núm.  16).  Cada  rollo  contenía  veinte  plie- 
gos, de  manera  que  se  pedían  160,000  pliegos  á  cada  comarca,  en 
cada  uno  de  los  plazos  señalados.  Era  inmensa  la  cantidad  de 
papel  consumida  por  los  pueblos  de  Anáhuac;  fuera  de  los  usos 
domésticos  y  de  las  artes,  sus  principales  empleos  los  tenía  en  las 
cfflEemonias  religiosas  y  en  las  pinturas  jeroglíficas.  Al  }iablar  de 
las  diversas  fiestas  hemos  indicado  las  ofrendas,  sacrificios  y 
objetos  que  del  papel  se  hacían;  en  la  del  mes  Toxcatl  se  ves- 
tími  los  sacerdotes  con  (vmamaocüi  de  este  mismo  producto:  (3) 
los  cadáveres  iban  protegidos  por  ciertos  papeles  mágicos,  que 

(1)  Veytia,  Hist  antígoa,  tom.  m,  pág.  49-61. 
m  davigero,  tom.  I,  pág.  897. 
<a)  T«qa«iiiada,  Eb.  X,  cap.  XVI. 


336 

servían  para  que  el  alma  venciera  los  malos  pasos  en  el  camino 
de  la  otra  vida. 

Fabricábase  el  artefacto  de  diversas  cosas.  ^^Hácesé  del  metí 
"buen  papel;  el  pliego  es  tan  grande  como  dos  pliegos  del  nues- 
"tro,  y  de  esto  se  hace  mucho  en  Tlaxcallan,  que  corre  por  gran 
*  aparte  de  la  Nueva  España.  Otros  árboles  hay  de  que  se  hace  en 
"tierra  caliente,  y  de  éstos  se  solía  gastar  gran  cantidad;  el  árbol 
"y  el  papel  se  llama  amatl,  y  de  este  nombre  llaman  á  las  cartas 
"y  á  los  libros  y  al  papel  amate,  aunque  el  libro  su  nombre  se 
"tiene."  (1)  Así,  los  principales  elementos  para  la  fabricación  del 
papel  se  tomaban  del  maguey  y  del  antacuahintí,  si  bien  se  em- 
pleaban igualmente  el  algodón^  las  ñbras  de  la  palma  llamada 
iczotl  y  algunos  otros  textiles.  (2) 

Acerca  del  papel  de  maguey  nos  dice  Humboldt:  (3)  "No  sólo  el 
maguey  es  la  viña  de  los  pueblos  aztecas,  sino  que  también  pue- 
de reemplazar  al  cáñamo  de  Asia  y  la  caña  del  papel  (Cypems 
papyrue)  de  los  egipcios.  El  papel  sobre  que  pintaban  sus  figu- 
ras jeroglificas  los  antiguos  mexicanos,  estaba  hecho  de  las  fibras 
de  las  hojas  del  agave,  maceradas  en  agua,  pegadas  por  capas 
como  las  fibras  del  Cyperus  de  Egipto,  y  de  la  morera  (Bronsso- 
netia)  de  las  islas  de  la  mar  del  Sur.  He  traído  muchos  fragmen- 
tos de  manuscritos  aztecas  escritos  sobre  papel  maguey,  de  tan 
diverso  espesor,  que  los  unos  parecen  cartón,  mientras  los  otros 
papel  de  China," 

La  fabricación  del  papel  se  hacía  en  efecto,  macerando  enagua 
por  algún  tiempo  las  hojas  ó  pencas;  machácanse  después  para 
apartar  la  parte  carnosa,  quedando  sólo  los  filamentos;  ya  lim- 
pios se  extienden  por  capas,  retenidas  por  algún  pegamento, 
dándoles  el  grueso  que  se  apetece;  después  se  bruñen,  quedando 
listas  para  entregarlas  al  comercio.  (4)  El  papel  que  podemos 
llamar  fino,  tal  cual  ahora  le  observamos  es  trigueño,  terso,  lus- 
troso, flexible,  un  tanto  semejante  al  pergamino:  en  cuanto  al 
grueso,  varía  hasta  el  del  cartón  delgado.  Las  capas  de  las  fibras 
están  estrechamente  unidas,  y  fueron  comprimidas  de  manera 
que  presenten  una  superficie  iguaL  Los  papeles  bastos  dejan  ver 

(1)  Motolinia,  trat  III,  cap.  XIX. 

(2)  Olavigero,  tom.  I,  pág.  367.  Boturini,  pág.  96  del  catálogo. 
(8)  Eosai  poUtique,  tom.  U,  pág.  422. 

(4)  Boturini,  pág.  95-6  del  catálogo.  Blasquez,  Mem.  del  maguey,  pág.  27. 


387 

Bobre  las  caras  algunas  fibras  desprendidas  en  parte,  y  en  los 
bordes  se  palpa  la  segregación  de  los  hilos^  Los  pliegos  son  da 
cÜTWsos  tamaños;  hay  algnno  en  el  Museo  Nacional»  de  una  sola 
pieea,  de  varios  onetros  de  largo.  En  la  fiesta  Toxcatl  ponían  á 
Hiritzik>pochtli  en  unas  andas:  '^Delante  de  estas  andas  llevaban 
''ima  manera  de  lienzo,  hecho  de  papel,  que  tenía  veinte  brazas 
'%  largo,  ima  de  ancho,  y  un  dedo  de  grueso."  (1)  Esto  puede 
dar  idea  de  las  dimensiones  que  podían  dar  á  su  artefacto. 

£1  emacuahvdíly  árbol  de  amaÜ  6  pax>el,  anacah^lüe  hoy,  por  es- 
tar estropeada  la  palabra,  "conocido  también  con  el  nombre  de 
"Sirioote  y  Trompillo,  pertenece  á  la  familia  de  las  Borragina- 
"ceas,  tribu  Cordieas,  género  Cordia  de  Plumb,  y  especie  JBois^ 
"rierí  de  D.  C. 

''Es  digno  de  notarse  que  hacia  la  época  en  que  vino  Hernán- 
dez  á  estudiar  las  producciones  dé  nuestro  país,  se  fabricaba  aún 
en  Tepoxtlan  el  papyrus  mexicano  con  el  árbol  del  papel,  pues- 
to que  nos  da  en  la  fabricación  de  este  precioso  objeto,  esta  ex- 
presiva y  elegante  frase:  "Tepoxtlanicis  provenit  montibus,  ubi 
'irequenter  interpoUatur  ex  ea  papyrus,  fervetque  opificum  tur- 
"b%"  y  hierve  la  multitud  de  trabajadores:  es  decir,  que  aun  ha- 
bía actividad  en  ese  comercio  del  papyrusy  que  como  el  de  los 
eg^Kiios  servía  paara  escribir  en  él  la  historia  de  los  dioses  y  de 
loa  héroes,  para  adornar  laa  piras  funerales  y  para  hacer  vesti- 
dos y  cuerdas:  en  una  palabra,  lo  empleaban  en  los  usos  religio- 
sofly  políticos  y  económicos. 

'Tero  es  indudable  que  cuando  Hernández  admiraba  la  turba 
de  trabajadores,  ya  no  se  utilizaba  nuestro  árbol  más  que  en  los 
osos  económicos,  sucediendo  aquí  lo  que  dice  el  naturalista  ro- 
mano al  hablar  del  papyrus  egipcio:  ''después  pasó  á  usos  comu- 
nes un  objeto  del  que  depende  la  inmortalidad  de  los  hombres. 

''Hernández  concluye  dándonos  el  método  que  seguían  lo3  ar- 
tesanos aztecas  para  preparar  su  papyrus,  y  encontramos  en  esta 
mampulacion,  una  semejanza  tal  con  la  que  usaban  los  antiguos 
halDÜantes  del  Nilo,  que  casi  no  hay  diferencia  alguna."  (2) 

Oonsta  en  la  relación  de  Culhuacan  por  el  corregidor  Gallego, 


(1)  Torqnemada,  lib.  X,  cap.  XVL 

(2)  £1  anacahuite,  por  los  Sres.  D.  Qnmesindo  Mendoza  y  D.  Alfonso  Herrara;  la 
NaAnraleza,  peritSdico  de  la  Soo.  Mex.  de  Hist  nat.,  tom.  3,  pág.  151. 

43 


338 

MS.  eu  poder  del  Sr.  García  Icazbalceta,  que  en  1580  existía 
ahí  una  fábrica  de  papel  de  maguey. 

Cuauhnalmac  estaba  también  obligada  á  entregar  2,000  xicaUi, 
cuatrocientas  de  cada  clase  de  las  expresadas  en  el  dibujo  (Lord 
Kingsborough,  lám.  25,  núms.  12  al  16);  Nepopualco,  otras  2,000 
(lám.  27,  núms.  11  á  15);Tlachco,  1,200  amarillas  (láin.  38,  núms. 
32  á  34);  Tepecuacuilco,  1,200  amarillas  (lám.  39,  núms.  27  á  29); 
Tlapa,  800  tecomates  amarillos  para  beber  el  cacao  (lám.  41, 
núm.  22);'Xoconoclico,  400  vasijas  de  piedra  (lám.  49,  núm.  31), 
y  400  de  barro  para  beber  cacao  (núnu  32).   El  Diccionario  de 
Molina  traduce  la  palabra  xicnlliy  vaso  de  calabaza:  en  efecto, 
servía  para  beber  los  líquidos,  ya  que  los  móxica  no  conocían  el 
vidrio.  Las  jicaras  se  sacan  del  pericarpio  de  la  Cresceiüia  cujeky 
descrita  por  Hernández  y  conocida  de  los  antiguos  bajo  el  nom- 
bre de  xicalcuahuitl;  el  fruto  es  redondo,  se  le  parte  en  dos  mi- 
tades, se  le  despoja  de  la  pulpa  y  de  la  simiente;  pintadas.de 
diversos  colores  y  dibujos,  barnizada,  se  entrega  al  comercio. 
tTsase  todavía  el  vaso,  que  tiene  bonita  apariencia,  aunque  no  en 
manera  tan  general  como  en  lo  pasado:  de  común  ahora  son 
rojas,  distinguiéndose,  según  se  hizo  la  sección  en  el  fruto,  en 
jicara  flor,  jicara  botón  y  jicara  barba.   El  tecamaü,  tecomate,  se 
diferencia  del  xicaUi  en  tener  la  boca  más  estrecha,  pues  el  fruto 
en  lugar  de  partirse  por  el  medio  se  aprovecha  casi  todo,  y  ade- 
mas es  más  pequeño;  sácanse  del  pericarpio  del  cuauhteconiaÜ  ó 
árbol  del  tecomate.   "De  éstas  hay  muchas  y  de  muchas  hechu- 
"ras  y  maneras,  aunque  lo  ordinario  es  usar  de  ellas  en  su  he- 
"chura  llana  y  simple;  son  vasos  muy  hermosos  y  lindos,  que  de 
"las  que  llamamos  jicaras  hay  algunas  tan  grandes  y  anchas,  que 
"no  las  abraza  un  hombre;  son  como  fuentes  de  plata,  y  en  al- 
"gunas  ocasiones  sirven  de  lo  mismo."  (1) 

Cuauhtitlan  había  de  entregar  cuatro  mil  entre  tcpalli  y  petlaü 
(Kingsborough,  lám.  28,  míms.  23  y  24).  Icjxilli,  asentadero,  se- 
gún el  Diccionario  de  Molina;  sillón  de  respaldo  ancho  y  levan- 
tado, con  el  asiento  del  alto  de  un  pié  ó  poco  más.  Fetlatl,  peta- 
te, estera:  tejíanlas  de  las  hojas  de  la  palma  ó  del  tule;  de  labo- 
res curiosas  y  colores  brillantes,  de  gran  finura  algunas  veces, 

(1)  Torquemada,  lib.  XIII,  cap.  XXXIV. 


339 

eran  de  muy  linda  apariencia.    Servían  de  aliPombra,  lechos,  ta- 
pices en  las  paredes,  abrigo  para  las  puertas,  &c.  (1) 

Tlachco  enviaba  cuatrocientos  canastillos  de  copalH  blanco  re- 
finado, y  ocho  mil  pellas  de  copalli  por  refinar,  envueltas  en  ho- 
jas de  palma.  (Kingsborough,  lám.  38",  nums.  31  y  35).  Tepecua- 
cailco,  idéntico  número  de  canastillos  y  de  pellas,  (lám.  39>  núms. 
37  y  38).  El  copalli  fino  y  refinado  estaba  consagrado  al  culto, 
el  segundo  era  empleado  en  los  usos  domésticos  y  sociales. 

Tepeyacac,  'T)oscientos  cacaxtles,  que  son  aparejos  con  que 
"los  indios  llevan  cargas  á  cuestas  &  manera  de  albardas.**  Asi 
se  expresa  el  intérprete  del  Códice.  No  consta  la  cantidad  en  el 
Kingsborough  (lám.  44,  núm.  34).  El  cacaxtlí  se  compone  de  dos 
maderos  verticales,  á  los  cuales  van  unidos  otros  paralelos  y  ho- 
rizontales; sobre  la  superficie  desigual  se  aseguran  los  objetos 
que  se  quieren,  ya  por  medio  de  otros  maderos  retenidos  por 
cnerdas,  ya  por  una  red  graesa  de  pita  fuerte;  la  cara  lisa  se 
adapta  á  la  espalda,  y  se  detiene  el  todo  por  medio  de  una 
soga  que  tiene  en  el  medio  una  parte  más  ancha,  llamada  meca- 
poHi,  la  cual  se  fija  á  la  frente.  Era  el  aparato  antiguo,  usado 
todavía  hoy,  destinado  para  conducir  las  cargas. 

Contribuía  Coaixtlahuacan  con  cuarenta  talegos  de  grana, 
(Kingsborough,  lám.  45,  núms.  25  y  26),  Coyolapan,  20  talegos 
(lám.  45,  núm.  18)  y  Tlachquiauhco  cinco  talegos,  (lám.  46  núm. 
8;.  La  grana  ó  cochinilla,  (Goccus  cacti  del  orden  de  los  he- 
mípteros),  era  criada  con  abundancia  en  los  tiempos  antiguos 
en  el  Mixtecapan,  entre  los  tzapoteca,  y  cerca  de  CholoUan  y  de 
Huexotzinco.  Era  empleada  en  tintes,  y  en  colores  para  las  pin- 
turas, dando  un  rojo  vivo  y  hermoso.  Ya  preparada,  los  méxica 
le  decían  ^lochezüi,  sangre  de  nocldli  ó  de  tuna,  y  entonces  era  ob- 
jeto de  muy  considerable  comercio. 

Tochtepec  pagaba  16,000  pellas  de  nlli  (Kingsborough,  lám.  48, 
núms.  47  y  48).  El  vlli^  ú  óUiy  hule,  goma  clástica,  es  producto  del 
tícuahmUy  árbol  de  oUí,  (Castilloa  elástica,  Cervantes;  Jatropha 
elástios,  Linneo;  Siphonia  elástica,  Persoon;  Siphonia  cahucbu, 
Beréber;  Haevea  gmanensis,  Aublet;  Echites  corymbosa,  Jac- 
^uieu).   No  sólo  [este  árbol  produce  por  incisión  el  jugo  lecho- 

,  sino  también  otras  plantas  de  las  familias  Euforbiáceas,  Ar- 


po 


(1)  Torquemada,  tona,  ü,  pág.  488. 


1 


340 

tocárpeas  y  Apocíneas;  los  indios  del  Amazonas  conocen  la  sus- 
tancia bajo  el  nombre  de  caukchu.  (1)  El  olcuahuitl  es  comim  en 
Guatemala;  los  tarascos  tienen  de  lar  misma  especie  el  tarcmUxca, 
El  oUi,  dice  un  escritor  del  siglo  XVI,  "es  una  goma  de  un  ár- 
bol que  se  cria  en  tierra  caliente,  del  cual  punzándole  salen  unas 
gotas  blancas,  y  ayúntanlo  tmo  con  otro,  que  es  cosa  que  luego 
se  cuaja  y  para  negro,  asi  como  pez  blanda;  y  de  ésta  hacen  las 
pelotas  con  que  juegan  los  indios,  que  saltan  más  que  las  pelo- 
tas de  viento  de  Castilla,  y  son  del  mismo  tamaño,  y  un  poco 
más  prietas:  aunque  son  mucho  más  pesadas  las  de  esta  tierra, 
corren  y  saltan  tanto  que  parece  que  traen  azogue  dentro  de  sí. 
De  este  oUi  usaban  mucho  ofrecer  á  los  demonios,  así  en  pape- 
les que  quemándolo  corrían  unas  gotas  negras  y  éstas  caían  so- 
bre papeles,  y  aquellos  papeles  con  aquellas  gotas,  y  otros  con 
gotas  de  sangre^  ofrecíanlo  al  demonio:  y  también  ponían  de 
aquel  olli  en  los  carrillos  de  los  ídolos,  que  algunos  tenían  dos 
y  tres  dedos  de  costra  sobre  el  rostro,  y  ellos  feos,  parecían  bien 
figuras  del  demonio,  sucias  y  feas,  y  hediondas."  (2)  Usábase 
también  para  xmgirse  en  ciertas  solemnidades  y  en  las  cosas  do- 
mésticas: empleábase  igualmente  para  medicinas  contra  algunas 
enfermedades  y  la  esterilidad.  Del  licor  blanco,  cocido  en  agua, 
hacían  las  pelotas  para  el  juego  del  Üachtli:  para  fabricar  tiras 
elásticas  del  ancho  y  grueso  que  querían,  untábanse  el  cuerpo 
con  el  líquido,  dejábanlo  cuajar,  y  lo  despegaban  en  seguida. 
Derretido  al  fuego  obtenían  un  aceite  empleado  contra  los  males 


(1)  £1  árbol  del  hule,  por  D.  Mauuel  M.  Yillada:  la  Naturaleza,  tom.  JII,  pág.  316 
y  8ig. — rjEji  carta  escrita  por  el  Sr.  D.  E.  Uricoechea  al  Sr.  B.  Manuel  M.  .  Altamira- 
no,  secretario  de  la  Soc.  de  Gkog.  y  Est.  se  dice:  "Noto  que  en  la  pág.  156  del  tom.  I, 
iercera  época,  se  halla  la  palabra  caoutchouo  empleada  como  castellana,  cueaaóo  la 
palabra  puramente  americana  es  eaiucho,  que  snpoiiía  conocida  en  México.     Gaucho 
llamamos  la  goma  elástica  en  toda  aquella  parte  de  la  América  del  Sur  en  donde  se 
produce,  y  como  les  será  fácil  á  vdes.  ver  en  los  artículos  de  exportación  del  Diario 
Oficial -de  Colombia.    Es  cierto  que  los  españoles  han  escrito  cauhchií  (Colmeiro), 
cautchuo  (BonquiUo),  coutchu,  cautshu^,  <fec.,  debido  á  que  esos  seAores  no  ftaben 
nada  de  América,  ni  leen  jamas  un  libro  americano;  pero  en  su  misma  casa  les  mos- 
tré  en  un  manuscrito  de  1720  (Biblioteca  de  Gayangos)  descriptivo  del  Peni,  el  dicho 
vocablo,  lo  que  prueba  que  no  es  de  hoy  su  uso.  En  la  próxima  edición  registrará  el 
Diccionario  de  la  Academia  'la  palabra  castiza  caucho,  que.  yo  presenté  á  mi  aproba- 
ción: fué  aceptada  en  una  de  las  sesiones  á  que  asistí." 

(2)  Motolinia,  en  Icazbalcetai  pág.  44-5. 


341 

cU  pecho.  Los  reyes  y  señores  mandaban  hacer  zapatos  con  las 
soelsB  de  xdli,  y  los  hacían  poner  á  los  trahanes,  enanos  y  cor- 
oobadoB  de  su  palacio,  pM>a  'verles  dar  traspiés  y  caídas  sobre  el 
suela  "Usan  de  él  los  nuestros  para  encerar  capas  aguaderas, 
*1i«ohas  de  ca&axnazo,  que  son  buenas  para  resistir  el  agua;  pero 
''no  para  el  sol,  porque  su  calor  y  rayos  lo  derrite."  (1)  Así  la 
eostumbre  de  los  lienzos  hulados  en  la  colonia  data,  al  menos 
de  principios  del  siglo  XYII;  duraba  en  1,690,  ya  que  damos  con 
esta  noticia  correlatira:  "del  usan  los  nuestros  para  encerar  las 
''eapas  que  resisten  los  aguaceros,  pero  no  para  el  sol,  porque  á 
''su  calor  se  derrite."  (2) 

Tochtepec,  ofrecía  cien  ollas  de  liquidámbar  (Elingsborough, 
lám.  48,  num.  54)  y  Tlatlauhquitepec  ocho  mil  atados  ó  envolto- 
rios de  lo  mismo  (lám.  53,  núm.  21).  El  oiíocMocotzociiahuitl,  árbol 
de  xoddocoizoU  6  liquidámbar,  (Liquidámbar  asplenifolia,  Sty- 
nx;  Liquidámbar  Styraciflua,  Linneo;  de  la  familia  de  las  Amen- 
táceas de  Jussieu,  Platanáceas  de  otros,  y  últimamente  Bcdsa- 
BÍfiuas  de  Eudlicher):  es  común  á  la  América  y  á  la  India.  (3) 
La  Terina,  en  mexicano  ocotzoü^  xockiocotzotl  según  su  estado,  Uqui- 
dámbw,  ámbar  líquido,  lidambar,  estoraque  líquido.  ^'Hállanse 
em  estos  montes  árboles  de  pimienta,  la  cual  difiere  de  la  de 
Midabar  porque  no  requema  tanto  ni  es  tan  fina;  pero  es  pimien- 
ta natural  más  doncel  que  la  otra.  También  hay  árboles  de  ca- 
nela; la  canela  es  más  blanca  y  más  gorda.  Hay  también  muchas 
montañas  de  árboles  de  liquidámbar,  son  hermosos  árboles,  y 
muchos  de  ellos  muy  altos;  tienen  la  hoja  como  hoja  de  hiedra; 
el  licor  que  de  ellos  sacan  llaman  los  españoles  liquidámbar,  es 
suave  en  olor,  y  medicinable  en  virtud,  y  de  precio  entre  ios 
indios;  los  indios  de  la  Nueva  España  mézclanlo  con  su  propia 
corteza  para  lo  cuajar,  que  no  lo  quieren  líquido,  y  hacen  unos 
panes  envueltos  en  unas  hojas  grtmdes:  usanlo  para  olores,  y 
también  curan  con  ello  algunas  enfermedades.  Hay  dos  géneros 
de  árboles  de  que  sale  y  se  hace  el  bálsamo,  y  de  ambos  géneros 
se  hace  mucha  cantidad;  del  un  género  de  estos  árboles  que  se 

(1)  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  XLUI. 

(2)  Veianooort,  Teatro  mex.  Pte.  1,  trat.  2,  cap.  10,  núm.  182. 

(3)  liqfddámbar,  por  D.  Manuel  Gutiérrez  Losada:  la  Naturaleza,  tom.  11,  pá* 
9^  70. 


342 

llaman  xiloxocbitl  hacen  el  bálsamo  los  indios  y  lo  hacían  antes 
que  los  españoles  viniesen;  éste  de  los  indios  es  algo  más  odorí- 
fero, y  no  torna  tan  prieto  como  el- que  hacen  los  españoles;  es- 
tos árboles  se  dan  en  las  riberas  de  los  rios  que  salen  de  estos 
montes  hacia  la  mar  del  Norte,  y  no  á  la  otra  banda,  y  lo  mi^mo 
es  de  los  árboles  de  donde  sacan  el  liquidámbar,  y  del  que  los 
españoles  sacan  e\  bálsamo;  todos  se  dan  á  la  parte  del  Norte, 
aunque  los  árboles  del  liquidámbar  y  del  bálsamo  de  loe  espa- 
ñoles también  los  hay  en  lo  alto  de  los  montes.  Este  bálsamo 
es  precioso,  y  curan  y  sanan  con  él  muchas  enfermedades;  hácese 
en  pocas  partes;  yo  creo  que  es  la  causa  que  aun  no  han  conoci- 
do los  árboles,  en  especial  aquel  xiloxochitl,  que  creo  que  es  el 
mejor,  porque  está  ya  esperimentado."  (1)  Los  acayetl  se  per- 
fumaban uniendo  el  yetl  al  liquidámbar. 

Xoconochco  remitía  dos  piezas  grandes  de  ámbar  amarillo 
(Kingsborough,  lám.  49,  núms.  33  y  34).  "El  ámbar  de  esta  tie- 
rra se  llama  apozonalli;  dicese  de  esta  manera,  porque  estas  pie- 
dras así  llamadas  [son  semejantes  á  las  campanillas  ó  ampollas 
del  agua,  cuando  le  da  el  sol  en  saliendo,  que  parece  son  ama- 
rillas claras  como  oro:  estas  piedras  hállanse  en  mineros  en 
montañas.  Hay  tres  maneras  de  aquellas,  la  una  se  llama  ámbar 
amarillo,  éstas  parece  que  tienen  dentro  de  sí  una  centella  de 
fuego,  y  son  muy  hermosas:  la  segunda  se  llama  tzalapozonáUi^  dí- 
cese  así,  porque  son  amarillas  con  mezcla  de  verde  claro:  la  ter- 
cera izíacapozoncdliy  llámase  así  porque  son  amarillas  blanqueci- 
nas, no  son  trasparentes  ni  muy  preciosas."  (2)  Este  producto 
llamado  piedra  por  el  sabio  cronista  franciscano,  sabían  bienios 
méxica  que  á  veces  se  presentaba  en  el  mar;  así  se  deduce  de  la 
palabra  apozoncdliy  derivada  de  apozonaUotl,  espuma  de  agua.  Her- 
nández distingue  dos  especies  llamando  á  la  una  aposdani  y  á  la 
otra  ylletre.  El  ámbar  de  los  méxica,  cárabe  ó  sucino,  es  la  resi- 
na del  árbol  llamado  cuaiüipindlL  En  el  dibujo  que  le  represen- 
ta, el  símbolo  ail  que  le  distingue  es  una  prueba  más  de  las  ideas 
abrigadas  por  los  méxica. 

Aquí  termina  la  enumeración  de  los  objetos  demandados  en 
tributo  por  los  señores  de  la  triple  alianza;  si  dan  idea  del  des- 

(1)  Motolinla,  txat.  ni,cap.  VIIL  Torqnemada,  lib.  XIV.  cap.  XLIII. 

(2)  P.  Sahagnn,  tom.  III,  pág.  298. 


343 

potismo  qne  pesaba  sobre  los  pueblos  sojuzgados,  sirven  tam- 
bién para  formar  juicio  acerca  de  los  adelantos  artísticos  y  ma- 
nnfáctureros  de  aquellas  naciones. 

Tomemos  ahora  á  la  estampa  71  del  Códice  Mendocino,  de  la 
cnal  nos  habíamos  apartado.  Es  una  especie  de  enumeración  de 
las  ocupaciones  ó  condiciones  de  las  personas,  en  quienes  antes 
no  se  había  fijado.  El  numero  1  es  un  mensajero,  reconocible 
por  el  bordón  y  mosqueador.  Los  números  2  y  3,  representan, 
un  maestro  repitiendo  repetidas  veces  la  lección,  que  escucha 
atento  el  discípulo.  El  4  representa  al  cuicamoiin  ó  músico  y 
cantor  de  profesión:  toca  con  las  manos  el  hiwhíietl,  acompañando 
SQ  canto;  la  persona  que  delante  tiene  significa  el  auditorio;  en 
medio  de  las  dos  figuras  se  distinguen  un  maxtlatl,  una  manta, 
una  vasija  con  tamales,  un  xochitl  ó  ramillete  y  un  ojcayeüy  obje- 
tos que  en  regalo  recibía  el  menestral,  ya  en  las  calles  ya  en  las 
casas  á  donde  era  llamado.  Los  9  y  10  marcan  el  Texcolco  6  ca- 
sa de  los  obras  públicas,  á  cuya  puerta  está  sentado  el  j)etlacal- 
catl  ó  mayordomo;  tiene  delante  dos  albañiles,  6  y  13,  llorando 
por  haber  sido  reconvenidos  por  faltas  en  el  trabaja  Su  profe- 
sión está  simbolizada  en  la  coa  y  el  kuacáUi,  5  y  12,  destinada 
aquella  á  remover  la  tierra,  éste  á  trasportar  el  escombro.  Cas- 
tigada como  era  la  holgazanería,  la  ley  no  permitía  la  mendici- 
dad; exceptuábase  el  liciado  ó  estropeado,  numero  7,  único  á 
quien  era  permitido  andar  vagando  para  implorar  la  caridad 
pública. 

El  número  8  recuerdo  el  jaogador  de  pelota.  En  todas  las  ciu- 
dades y  pueblos  principales  había  el  tlachtl%  generalmente  en  el 
mercado,  de  mayor  ó  menor  tamaño,  según  la  importancia  del 
edificio.  Tenía  la  forma  que  representan  las  pinturas;  cercábalo 
una  pared  de  una  y  media  á  dos  brazas  de  altura,  terminada  en 
ahnenas  ó  figuras  de  los  dioses,  pintada  la  cara  interior  de  ador- 
nos ó  pinturas  de  Ometochtli,  patrono  de  jugadores  y  borrachos; 
el  piso  estaba  encalado,  terso  y  limpio.  El  juego  tenía  lugar  á 
lo  largo  sobre  la  parte  angosta,  en  cuyas  paredes  de  ambos  lados 
babía  fijas  dos  piedras,  con  un  horado  capaz  solamente  de  dejar 
pasar  la  pelota;  las  partes  anchas  terminales,  daban  abrigo  á  los 
Jugadores.  Estos  estaban  desnudos,  cubiertas  las  vergüenzas  con 
el  maxtlatl,  llevando  en  las  asentaderas  nn  cuero  de  venado  bas- 
tante fuerte,  así  como  en  las  manos  una  especie  de  guantes.  Ja- 


344 

gábase  de  uno  á  ano,  ó  bien  por  parü&OB,  eatipolándose  la  piarte 
del  cuerpo  con  que  se  había  de  recibir  la  pelota,  que  de  conmn 
solo  era  con  las  asentaderas,  los  cuadriles  ó  rodilla.  La  pebta 
vUamalomi  era  de  óUij  esférica  y  muy  pesada  por  grande.  Ganá- 
base á  determinadas  rayas;  mas  hacía  suyo  el  ju^[o  quien  logra- 
ba hacer  pasar  la  pelota  por  el  agujero  de  la  piedra  que  á  su 
lado  tocaba:  este  acto  de  destreza  se  recibía  con  mucho  aplauso, 
y  el  feliz  jugador  tenía  derecho  á  apoderarse  de  las  mantas  de 
los  espectadores,  quienes  luego  se  ponían  en  huida  al  medio  de 
ruido  y  algazara. 

Juego  no  sólo  de  los  plebeyos,  sino  de  gente  principal,  se  le 
tenía  en  estima.  Apostaban  según  su  categoría,  desde  algunas 
mazorcas  de  maíz,  hasta  joyas,  plumas  y  heredades:  los  vioioeos 
arruinados  se  jugaban  á  sí  propios,  siendo  el  pacto  que  si  no  se 
rescataban  á  cierto  plazo  quedaban  por  perpetuos  esclaTOs.  Los 
señores  jugaban  sus  fortunas,  sus  mancebas;  veremos  que  los 
monarcas  de  México  aventuraron  alguna  vez  su  reino  en  el  Üach- 
ili,  y  ventilaron  la  realidad  de  un  vaticinio  á  las  rayas  de  una. 
partida.  (1) 

Jugaban  un  juego  semejante  sd  de  las  damas,  con  chinas  blan- 
cas y  negras  que  se  quitaban  ó  mataban  como  en  el  tablera 
Hacían  sobre  un  encalado  cierto  número  de  hoyos  pequeños,  y 
ponían  diez  pedrezuelas  cada  uno  de  los  dos  jugadores,  y  tirando 
unas  cañas  hendidas,  ganaban  las  que  caían  vuelto  lo  hueco  arri- 
ba, hasta  tomar  las  diez  piedras  del  contrario.  El  juego  más  co- 
mún entre  el  pueblo,  seguido  con  empeño  por  los  tahúres  de 
profesión  era  el  patoUi.  Tomaba  su  nombre  de  los  colorines  que 
servían  de  especie  de  dados.  Era  una  aspa  señalada  sobre  una 
estera  con  rayas  negras  de  ullí,  dividida  en  cierto  número  de  ca- 
sas; cada  uno  de  los  jugadores  estaba  armado  de  tres  piedrecillas 
azules  y  de  tres  colorines  sobre  los  cuales  estaban  señalados 
puntos  blancos  á  manera  de  dados;  tomados  éstos  y  revueltos  en 
la  mano,  los*  puntos  ganados  se  señalaban  sobre  el  aspa  con  las 
piedras  azules,  hasta  vencer  el  juego  quien  las  colocaba  en  las 
casillas  felices  y  convenidas.  Bemal  Díaz  menciona  el  jtiego  del 
tokioque  que  servía  de  distracción  á  Motecuhzomm  durante  su 


(1)  Darán,  segonda  parte,  cap.  XXIQ.  1Í8.  Torquemada,  Hb.  XIV,  cap.  XXL  P. 
Bahagon,  tom.  n,  pág.  291^,  216-17. 


345 

oantívidad  en  el  caartel  de  los  castellaoios.  Todos  estos  juegos 
iban  acompañados  de  particuiarea  supersticiones.  El  tla<^li 
era  consagrado  por  los  sacerdotes  con  bendición  solemne,  y  an- 
tes no  debía  ser  usado  para  sn  objeto;  las  pelotas,  los  dados,  las 
piedrecillas,  eran  adc^rados  como  dioses,  invocándolos,  sgdiumán- 
dolos  y  ofreciéndoles  flores  y  aun  comida;  ningún  tahúr  comen- 
taba una  partida  sin  hacer  preces  al  numen  pidiéndole  su  am- 
paro: en  suma,  el  sentimiento  religioso  iba  unido  hasta  á  los 
aetojei  de  engaño  y  superchería.  (1) 

Los  bárbaros  chichimeca  solemnizaban  sus  fiestas  luchando 
entre  sí,  ó  combatiendo  contra  fieras  bravas;  la  costumbre  dura- 
ba todavía  en  los  tiempos  del  rey  acolhua  Techotlaia,  en  cuya 
coronación  los  guerreros  lidiaron  contra  tigres  y  leones.  (2)  Ade- 
lantada la  civilización,  esos  ejercicios  fueron  sustituidos  por  la 
lucha,  la  carrera,  tirar  al  blanco  con  el  arco  ó  el  dardo,  naciendo 
ademas  otros  de  ligereza  y  equilibrio.  El  bailador  de  la  tranca, 
como  ahora  se  le  llama,  entraba  acompañado  de  siete  ú  ocho 
vestidos  como  los  huasteca,  cantando  y  bailando;  tirábase  en  el 
suelo  de  espaldas,  levantaba  las  piernas,  y  arqueándolas  tomaba 
con  los  pies  la  tranca  que  se  había  puesto  hacia  la  cabeza,  ha- 
ó^dola  dar  vueltas,  poner  de  punta,  subir  y  bajar,  sin  tocarla 
con  otra  cosa  que  con  las  plantas  de  los  pies.  La  tranca  era  de 
nueve  á  diez  palmos  de  largo,  bien  gruesa  y  redonda.  (8)  A  veces 
se  ponían  dos  hombres  sobre  el  palo,  guardando  el  equilibrio  á 
ahorcajadas  sobre  los  extremos. 

Comparsas  de  treinta  ó  cuarenta  personas  bailaban  al  rededor 
del  huehuetíi,  sostenidos  en  zancos  de  dos  brazas  de  alto,  hacien- 
do prodigios  de  equilibrio.  Tres  hombres  subidos  uno  sobre 
otro,  bailaban  á  compás,  el  primero  sobre  el  suelo,  los  otros  dos 
sobre  los  hombros  de  quienes  los  sostenían.  Tomaban  un  palo 
en  forma  de  una  ^,  dos  hombres  apoyaban  en  sus  hombros  los 
extremos  inferiores,  mientras  sobre  el  superior  se  ponía  de  pié 
un  tercero,  y  todos  tres  se  movían  y  bailaban  á  concierto.  Pues- 
to uno  en  la  posición  del  bailador  del  palo,  con  una  sola  pierna 

(1)  Duran,  segunda  parte,  cap.  XXIII.  MS.  Torquemada,  lib.  XFV,  oap.  XIL  Qla- 
▼igero,  toza.  I,  pág.  362  y  sig. 

(2)  Tovquemada,  Mb.  I,  cap.  XXV,  Hb.  II,  oap.  Vn. 
(S)  Mendieta,  lib.  IV,  cap.  XH. 

44 


346 

levantada,  sobre  la  planta  del  pié,  la  compañía  de  volatines  salta, 
voltea  y  hace  otros  mnchos  ejercicios.  (1)  El  juego  del  volador, 
que  queda  hoy  bien  diverso  y  como  pálido  reflejo  del  antiguo, 
consistía  en  un  palo  grueso,  muy  alto  y  derecho,  que  se  hincaba 
fuertemente  en  tierra;  á  una  pieza  en  la  parte  superior  estaban 
sujetas  cuatro  sogas,  las  cuales  pasaban  por  otros  tantos  aguje- 
ros, practicados  en  los  extremos  dé  un  bastidor  cuadrado,  y  re- 
matando en  una  lazada.  Las  sogas  se  rodeaban  al  árbol  de  ma- 
nera que  no  mordiese  la  una  sobre  la  otra,  y  con  tal  cuenta  que 
las  vueltas  de  los  voladores  no  fueran  más  ni  menos  de  trece. 
Subíase  á  lo  alto  por  cuerdas  y  lazadas;  trepaban  los  que  querían 
muy  compuestos,  con  sonajas  6  instrumentos  músicos,  subiendo 
por  tumo  á  bailar  y  decir  gracias  sobre  el  brevísimo  espacio 
superior.  Cuando  era  tiempo,  los  cuatro  principales  voladores, 
vestidos  como  gi'andes  aves  con  las  alas  tendidas,  se  ataban  á 
los  extremos  de  las  sogas;  su  peso  determinaba  al  bastidor  amo- 
verse en  dirección  opuesta  á  la  en  que  las  sogas  estaban  enro- 
lladas, produciéndose  un  movimiento  giratorio,  que  para  los 
voladores  se  iba  ensanchando  á  proporción  de  la  cuerda  libre, 
hasta  llegar  por  líltimo  al  suelo.  A  la  mitad  del  vuelo,  los  acom- 
pañantes, que  habían  permanecido  en  el  bastidor,  se  escurrían 
por  las  cuerdas  abajo,  variando  sus  juegos  gimnásticos.  (2)  Los 
cuatro  voladores  significaban  los  cuatro  símbolos  de  los  años, 
que  con  las  trece  vueltas  formaban  los  cuatro  tlalpilli  de  que  el 
ciclo  estaba  compuesto. 

Como  frutos  sazonados  de  la  civilización  encontramos  la  mú- 
sica, el  canto  y  la  danza.  Debióles  seguir  de  cérea  la  poesía. 
Consta  en  efecto  que  tenían  himnos  sagrados,  cantados  á  honra 
de  los  dioses  implorando  su  protección;  poesías  levantadas  re- 
cordando las  hazañas  de  los  héroes  ó  la  historia  de  los  pueblos 
y  de  los  príncipes;  descriptivas  de  la  caza  ó  de  las  ocupaciones 
rurales;  morales,  y  finalmente  amorosas.  "Los  poetas  eran  más 
numerosos  que  los  arengadores.  Sus  versos  observaban  el  metro 
y  la  cadencia.  En  los  fragmentos  que  aún  existen  hay  versos 
que,  en  medio  de  las  voces  significativas,  tienen  ciertas  interjec- 
ciones ó  silabas  privadas  de  significación,  que  sólo  sirven  para 


(1)  Duran,  segunda  parte,  cap.  XXIII,  M8.  Torqxiemada,  lib.  XIV,  cap.  XII. 

(2)  Torqnemada,  lib.  X,  cap.  XXXVIII. 


347 

ajnstar  el  metro:  mas  quizás  este  era  un  abuso  deque  sólo  eoha- 
baa  mano  los  poetastros.  Bu  lenguaje  poético  era  puro,  ameno, 
brillante,  figurado  y  lleno  de  comparaciones  con  los  objetos  más 
^adables  de  la  naturaleza,  como  las  flores,  loa  árboles,  los  arro- 
jos, &C.  En-  la  poesía  era  donde  con  más  frecuencia  se  servían 
de  las  voces  compuestas,  y  solían  ser  tan  largas  que  con  una  so- 
la se  formaba  un  verso  de  los  mayores,"  (1) 

La  poesía  era  cultivada  con  amor  en  la  corte  de  Texcoco.  Ne- 
zahuálcoyotl  instituyó  en  sxi  palacíon  un  tribunal,  mejor  ac€kde- 
mia,  que  intituló  ^e  Ciencia  y  Música.  Era  una  gran  sala^  con 
tres  tronos  para  los  reyes  de  Acolhuacan,  de  México  y  de  Tlaco- 
pan;  en  el  centro  había  un  huehueü;  decoraban  las  paredes  trofeos 
é  insignias  de  rica  plumería,  mirándose  también  mantas,  joyas 
;  preseas  para  hacer  regalos.  Presidían  los  reyes  coligados;  jun- 
tábanse filósofos,  poetas  y  algunos  de  los  más  famosos  capitanes, 
"que  de  ordinario  estaban  cantando  los  cantos  de  sus  historias, 
''cosas  de  moralidad,  y  sentencias."  (2)  Nezahualcoyol  se  distin- 
guió como  insigne  poeta;  mucho  compuso,  reputándose  como 
más  acabado  los|himnos  al  Dios  creador.  A  nosotros  ha  llegado 
su  oda  á  la  muerte  de  Tezozomoc,  que  á  ser  en  realidad  suya, 
revela  elevación  de  pensamientos  y  una  tierna  y  filosófica  me- 
lancolía. (3) 

Be  vela  un  alto  grado  dé  cultura  que  los  méxica  se  dedicaran 
á  la  poesía  dramática.  El  teatro  en  que  representaban  sus  dra^ 
ma^  era  un  terraplén  cuadrado,  descubierto,  situado  en  la  plaza 
del  mercado  ó  en  el  atrio  inferior  de  algún  templo,  y  bastante 
alto  para  poder  ser  visto  por  todos  los  espectadores.  El  que  ha- 
bía en  la  plaza  de  Tlaltelolco  era  de  piedra  y  cal,  según  afirma 
Ck>rtes,  y  tenían  trece  pies  de  alto,  y  de  largo  por  cada  lado  trein- 
ta pasos.  (4)  Para  formar  idea  de  las  decoraciones  y  dramas, 
oigamos  á  otro  autor,  al  describir  la  fiesta  que  los  mercaderes 
hacían  en  CholoUan.  ''Este  templo,  dice,  tenía  un  patio  mediano, 
donde  el  dia  de  su  fiesta  se  hacían/grandes  bailes  y  regocijos,  y 
muy  graciosos  entremeses,  para  lo  cual  había  en  medio  de  este 
patio  un  pequeño  teatro  de  á  treinta  pies  en  cuadro,  curiosamente 

(1)  Clavigero,  fom.  I,  pág.  o50. 

(2)  Ixtliliochitl,  Hist.  Chicb.,  cap.  XXXVI.  MS. 

(3)  Doc.  para  la  HÍ8t  de  México,  tercera  serie,  tom.  I,  pág.  28tí. 

(4)  Clavigero,  tom.  I,  pág.  058. 


348 

encalado,  el  cual  enramaban  y  aderezaban  para  aquel  dia,  con 
toda  la  policía  posible,  cercándolo  todo  de  arcos  hechos  de  di« 
Tersidad  de  flores  y  plumería,  colgando  á  trechos  muchos  pájaros, 
conejos  y  otras  cosas  apacibles,  donde  después  de  haber  comido, 
se  juntaba  toda  la  gente.   Salían  los  representantes  y  hacían  en- 
tremeses, haciéndose  sordos,  arromadizos,  cojos,  ciegos  y  mancos, 
viniendo  á  pedir  sanidad  al  ídolo:  los  sordos  respondiendo  ade- 
fesios, y  los  arromadizos  tosiendo;  los  cojos  cojeando  decían  sus 
miserias  y  quejas,  con  que  hacían  reir  grandemente  al  pueblo. 
Otros  salían  en  nombre  de  las  sabandijas:  tgios  restidos  como 
escarabajos,  y  otros  como  sapos,  y  otros  como  lagartijas,  &a,  y 
encontrándose  allí  referían  sus  oficios,  y  volviendo  cada  uno  por 
sí,  tocaban  algunas  flautillas,  de  que  gustaban  sumamente  los 
oyentes,  porque  eran  muy  ingeniosas:  fingían  asimismo  muchas 
mariposas  y  pájaros  de  muy  diversos  colores,  sacando  vestidos 
á  los  muchachos  del  templo  en  aquestas  formas,*  los  «nales  sa- 
biéndose en  una  arboleda,  que  allí  plantaban,  loa  sacerdotes  del 
templo  les  tiraban  con  cerbatanas,  donde  había  en  defensa  de 
los  unos,  y  ofensa  de  los  otros,  graciosos  dichos,  con  que  entre- 
tenían los  circunstantes;  lo  cual  concluido  hacían  un  mitote  6 
baile  con  todos  estos  personajes,  y  se  concluía  la  fiesta;  y  esto 
acostumbraban  hacer  en  las  más  principales  fiestas."  (1)  Todo  es- 
taba, pues,  consagrado  á  las  divinidades,  urgiendo  el  principio 
religioso  hasta  sobre  los  actos  de  solaz  de  aquellos  pueblos. 

Tomando  á  la  estampa  del  Cód.  Mendooino,  el  núm.  14  repre- 
senta un  ladrón  ratero,  ocupado  en  extraer  algunos  objetos  del 
peÜacaUi;  esta  palabra,  que  significa  arca  ó  baúl,  di6  or%Mi  á  la 
voz  petaca.  En  el  15  el  jugador  de  patóUi;  para  indicar  la  desen- 
frenada pasión  por  este  vicio,  le  pintan- desnudo,  por  estar  apos- 
tando la  manta  16. 

17  y  18,  el  carpintero  y  su  discípulo;  19  y  20,  lapidario  con  su 
aprendiz;  22  y  23,  pintor  con  su  oficial;  24  y  26,  platero  y  fundi- 
dor con  su  ayudante;  26  y  27,  los  que  hacían  mosaicos  de  pluma. 

Acerca  de  las  artes  ejercitadas  por  los  nahoa  podemos  asegu- 
rar, que  conocían  todas  las  necesarias  para  satisfacer  sus  nece- 
sidades y  sus  gustos.  De  algunas  se  forma  juicio,  por  los  objetos 
que  todavía  podemos  sujetar  á  nuestro  examen;  de  las  otras»  que 

(1)  Aoosta,  lib.  V,  cap.  XXX. 


r 


349 

no  dejaron  rastro,  habremos  de  contentamos  con  los  dichos  de 
las  personas  que  vieron  las  obras.  La  arquitectura  está  repre- 
sentada en  nuestro  país  por^multitud  de  ruinas,  derramadas  de 
Norte  á  Sur.  Estudiadas  con  atención  se  descubre,  que  no  corres- 
ponden á  la  misma  época  j  ni  siquiera  á  la  misma  civilización. 
Como  en  su  lugar  observaremos,  la  región  austral,  tomada  del 
Palenque  á  Copan,  ningún  punto  de  contacto  presenta  con  el 
arte  mexicano;  forma  un  grupo  especial,  fuertemente  diseñado 
c(m  loa  caracteres  de  su  fisonomía  propia.  La  región  central  ó 
habitada  por  las  tribus  civilizadas,  ya  presenta  ruinas  evidente- 
mente de  la  última  época  histórica,  ya  muestra  otras  que  es  du- 
doso pertenezcan  á  las  tribus  nahoa;  las  pirámides  de  Cholollfm 
y  de  Teotihuacan,  el  templo  ó  palacio  de  Xochicalco,  sin  duda 
no  fueron  obra  de  tolteca,  ni  de  méxica.  Los  monumentos  de  la 
región  boreal  se  han  atribuido  á  las  naciones  establecidas  en  el 
viUe  de  Médco;  pero  tal  supuesto  no  queda  autorizado,  ni  por  el 
itinerario  seguido  por  las  tribus  emigrantes,  ni  por  los  caracte- 
res arquitectónicos  de  los  edificios. 

ISegun  esto,  la  arquitctctura  había  alcanzado  un  amplio  des- 
arrollo y  aun  pasado  por  distintas  fases,  antes  que  los  tolteca 
llegaran  á  fundar  en  ToUan  la  capital  de  su  monarquía.  A  esta 
nación,  la  primera  que  dejo  historia  porque  traía  los  medios  de 
perpetuarla  por  la  escritura,  atribuyen  los  escritores  todos  los 
inventos  útiles,  el  principio  de  las  ciencias  y  de  las  artes.  En 
verdad  los  tolteca  son  los  introductores  de  la  civilización  encon- 
trada en  Anáhuac  por  la  conquista  española;  de  ellos  aprendie- 
iCHi  las  tribus  bárbaras,  tal  vez  los  acolhua,  y  después  los  méxi- 
ca;  pero  es  muy  dudoso,  si  no  completamente  falso,  que  fueran 
ellos  los  primitivos  inventores,  que  á  ellos  se  deba  cuanto  aparece 
grande  y  notable,  que  antes  de  ellos  nada  existiera  ni  hubiera 
podido  existir.  La  mayoría  de  los  escritores,  no  hallando  solución 
i  los  problemaa  que  se  les  presentan»  les  resuelven  fácilmente, 
poniéndoles  á  cuenta  de  aquella  addantada  nacicm. 

La  metrópoli  de  la  monarquía  tolteca  fué  arrasada  por  la  gue- 
na^  y  pocos  restos  se  salvaron  de  la  destrucción.  En  los  tiempos 
eereanos  á  la  conquista  española,  la  ciudad  primitiva  estaba  en 
ninas;  mas  había  señales  de  las  muchas  obras  construidas:  "en- 
'tre  las  cuales  dejaron  una  que  está  allí,  y  hoy  en  dia  se  ve,  aun- 
'^qne  no  la  acabaron,  que  se  llama  quetzcMy  que  son  unos  pilares 


íí." 


só- 
bele hd  hechura  do  culebra,  que  tiene  la  cabeza  eu  el  suelo  por 
"pié,  y  la  cola  y  los  cascabeles  de  ella  tienen  arriba-    Dejaron 
"también  una  sierra  ó  un  cerro,  que  los  dichos  tulteca  comenza- 
"ron  á  hacer  y  no  la  acabaron,  y  los  edificios  viejos  de  sus  casas, 
"y  el  encalado  parece  hoy  día:  hállause  también  hoy  cosas  suyas 
"primorosamente  hechas,  conviene  á  saber,  pedazos  de  olla,  ó- 
"de  barro,  vasos,  escudillas  y  ollas:  sácanse  también  de  debajo 
"de  la  tierra  joyas  y  piedras  preciosas,  como  esmeraldas  y  tur- 
"quesas  finas."  (1)    Actualmente  se  encuentran  en  el  moderno 
Tula,  un  bajo  relieve,  sobre  roca  dura,  representando  dos  perso- 
najes, con  trajes  íí  manera  de  los  orientales,  diversos  de  los  usa- 
dos por  los  pueblos  posteriores:  piedras  talladas  con  grecas  y 
labores  de  buen  gusto  y  correcto  dibujo;  \\a  disco  sobre  el  cual 
se  descubren  los  lineamientos  rudimentales  de  la  efigie  del  sol, 
tal  cual  la  representaron  después  los  mexica.  Llaman  sobré  to- 
do la  atención  las  columnas:  son  las  unas  pareadas,  monolíticas, 
labrado  el  fuste  en  dos  porciones  con  una  especie  de  nudos,  lle- 
vando la  segunda  un  festón  en  la  parte  inferior;  el  resto  del  fuste 
es  liso,  terminando  en  lo  alto  por  un  adorno  que  se  pudiera  lla- 
mar el  capitel,  é  inclinadas  hacia  adelante  en  la  parte  inferior: 
tienen  el  asi^ecto  de  algunas  columnas  egipcias.  Las  otras  están 
formadas  por  trozos;  cilindricas,  labradas  en  la  superficie  de  la- 
bores complicadas,  bien  complrendidas  y  firmemente  ejecutadas, 
ofrecen  una  notable  particularidad;  cada  trozo  termina  en  la 
cara  superior  por  un  cilindro  pequeño,  central  y  sólido,  mientras 
la  base  inferior  ofrece  una  perforación  cilindrica,  del  mismo  ta- 
maño; embonando  sucesivamente  uno  en  otro,  daban  mayor  es- 
tabilidad á  la  columna.  (2)    Todo  esto  prueba  que  estaban  muy 
adelantados  en  la  construcción,  aun  cuando  no  podemos  señalar 
el  género  á  que  su  arquitectura  pertenecía. 

Entre  los  nalioa  las  habitaciones  ofrecían  grandes  diferencias. 
En  los  mont^fS  y  campiñas  las  chozas  de  la  gente  infeliz  eran  de 
ramas  ó  carrizos,  con  cubiertas  de  yerba  ó  paja.  En  los  pueblos 
las  paredes  eran  de  adobes,  ó  de  piedra  y  lodo,  con  los  techos 
inclinados  á  una  ó  dos  aguas,  de  tejamanil,  ó  de  manojos  de  za- 


(1)  Sahaguu.  tom.  ni,  piíg.  106. 

(2)  Kuinas  de  la  antigua  Tollan.    Boletín  de  la  Soc.  de  Oeog.  y  Est.  tere,  época, 
tom.  I,  pag.  173  ysig. 


351  . 

cate  largo  y  grueso,  ó  bien  de  las  pencas  del  maguey  puestas 
como  tejas.    Las  casas  de  los  señores  y  gente  principal  eran  de 
piedra  y  cal,  las  paredes  repelladas,  bruñidas  y  blanqueadas;  los 
suelos  también  lisos  e  iguales;  de  azotea  sostenida  sobre  vigas 
de  fuertes  maderas,  encalada  la  superficie  superior  para  impedir, 
la  entrada  al  agua.    En  México,  á  causa  de  la  poca  estabilidad 
del  terreno,  se  afirmaban  los  cimientos  sobre  estacadas  hechas 
en  jbI  suelo,  y  para  defenderse  de  la  humedad  levantaban  lo  sufi- 
ciente los  pisos  con  materiales  secos  ó  interponiendo  un  espacio 
libre,  como  todavia  hoy  se  practica.  Por  temor  lí  los  terremotos 
las  viviendas  en  lo  general  tenían  un  solo  piso,  y  en  los  grandes 
palacios  no  pasaban  de  dos.    El  plano  general  podría  trazarse 
por  un  paralelógramo,  á  cuyo  rededor  estaban  las  piezas  comu- 
nicadas unas  con  otras,  según  las  necesidades  del  propietario; 
había  huertas  y  jardines,  un  oratorio  cü/anhccdli :hskño,  femazccdli, 
y  un  granero  para  las  provisiones.  (1) 

'^abía  y  hay  todavía  en  esta  ciudad  muy  hermosas  y  muy 
buenas  casas  de  señores,  tan  grandes  y  con  tantas  estancias, 
aposentos  y  jardines,  arriba  y  abajo,  que  era  cosa  maravillosa  de 
ver.   Yo  entre  más  de  cuatro  veces  en  una  casa  del  señor  princi- 
psíl,  sin  más  fin  que  el  de  verla,  y  siempre  andaba  yo  tanto  que 
me  cansaba,  de  modo  que  nunca  llegué  á  verla  toda.    Era  cos- 
tumbre que  á  \a,  entrada  de  todas  las  casas  de  los  señores  hubiese 
gradísimas  salas  y  estancias  al  rededor  de  un  gran  patio;  pero 
allí  había  una  sala  tan  grande,  que  cabían  en  ella  con  toda  como- 
didad más  de  tres  mil  personas.    Y  era  tanta  su  extensión,  que 
en  el  piso  de  arriba  había  un  terrado  donde  treinta  homdres  á 
caballo  pudieran  correr  cañas  como  en  una  plaza."  (2)  Esto,  que 
parecería  hipérbole,  está  confirmado  plenamente:  en  el  palacio 
en  que  fueron  alojados  los  castellanos,  la  pjrimera  vez  que  á  la 
ciudad  penetraron,  cupieron  cómodamente  los  quinientos  expe- 
dicionarios, sus  dos  mil  aliados  y  servidumbre,  y  después  Mote- 
cuhizoma  con  su  séquito. 

lios  grandes  palacios  remataban  en  almenas  ó  figuras;  tenía 
comisas  y  otros  adornos  arquitectónicos,  y  sabían  fabricaa  cier- 
ta especie  de  arcos  y  bóvedas,  aun  cuando  Torquemada  afirma 

(1^  Torquemada,  lib.  III,  cap.  V  y  XXIII.  Mendieta,  lib.  II,  cap.  XXIII.    Clavi- 
gero,  tom.  I,  pág.  376. 
(2)  Ck>iiqTiÍ8tador  anónimo,  en  Icazbalceta,  tom.  I,  pág.  395. 


352 

lo  contrario;  decoraban  los  muros  con  piedras  labradas,  y  "en 
tomo  de  las  puertas  y  ventanas,  á  manera  de  lazos,  y  en  algunos 
edificios  había  una  gran  sierpe  de  piedra,  en  actitud  de  morder- 
se la  cola,  después  de  haber  girado  el  cuerpo  en  torno  de  todas 
las  ventanas  da  la  casa."  (1)  En  México  se  empleaba  comxmmen- 
te  por  piedra  de  construcción  el  tetzontliy  y  no  les  eran  extraños 
el  jaspe  y  el  teccdli,  del  cual  dicen  usaron  alguna  vez  en  láminas 
delgadas  como  de  vidrieras.  Los  muros  eran  verticales:  refiere 
Clavigero  (loco  cit.),  que  algunos  pensaron  que  los  méxiea,  á  se- 
mejanza de  los  mixteca,  levantaban  las  paredes  sosteniéndolas 
por  montones  de  tierra  laterales;  esto  le  parece  falso.  En  efecto, 
aun  cuando  no  nos  ocurra  una  autoridad  directa,  encontramos 
pasajes  en  que  se  traslucen  los  andamios:  el  hilo  á  plomo  es  un 
descubrimiento  dejlosjmás  sencillos  y  primitivos. 

Gran  lujo  de  decoración  desplegaban  los  méxica  en  sus  (eocor 
lli.  Las  capillas  del  templo  mayor:  "Son  tan  bien  labradas,  así 
'*de  cantería,  como  de  madera,  que  no  pueden  ser  mejor  hech^, 
''ni  labradas  en  ninguna  parte,  porque  toda  la  cantería  de  dentro 
"de  las  capillas  donde  tienen  los  ídolos,  es  de  imaginería  y  za- 
"quizamíes:  y  el  maderamiento  es  to4p  de  masonería,  y  muy  pin- 
"tados  de  cosas  de  monstruos,  y  otras  figuras  y  labores.  Todas 
"estas  torres  son  enterramientos  de  señores:  y  las  capillas  que 
"en  ellas  tienen,  son  dedicadas  cada  una  á  su  ídolo  á  que  tienen 
"devoción."  "Hay  tres  salas  dentro  de  esta  gran  mezquita,  don- 
"de  están  los  principales  ídolos,  de  maravillosa  grandeva  7  altn- 
*'ra  y  de  muchas  labores  y  figuras  esculpidas,  así  en  la  cantería 
"como  en  el  maderamiento."  (2) 

Adelantados  estaban  los  méxioa  en  arquitectura,  como  se  ad- 
vierte por  estas  descripciones;  pero  indudablemente  no  tan  ade- 
lantados como  algunas  de  las  naciones  que  les  precedieron.  No 
dejaron  un  templo  como  el  de  Xochicalco,  ni  palacios  como  los 
de  Mictlan,  ni  grandes  edificios  como  los  del  Palenque,  TJxmal 
ó  Chichen  Itzá. 

"Se  entra  á  ella  (la  ciudad  de  México)  por  tres  calzadas  altas, 
"de  piedi*a  y  tierra,  siendo  el  ancho  de  cada  una  de  treinta  pasos 
"ó  más:  una  de  ellas  corre  por  más  de  dos  leguas  de  agua  hasta 


(1)  Clavigero,  tom.  I,  pág.  377. 

(2)  Cartas  de  Oortc%,  en  Lorenzana,  pág.  106. 


363 

'llegar  á  la  ciudad,  y  la  otra  por  legua  y  media.  Estas  dos  cal- 
''zadas  atraviesan  el  lago  y  entran  á  lo  poblado,  en  cuyo  centro 
'Vienen  á  reunirse,  de  modo  que  en  realidad  son  una  sola.  La 
"otra  corre  como  un  cuarto  de  legua,  de  la  tierra  firme  á  la  ciu- 
"dad,  y  por  ella  viene  de  .tres  cuartos  de  legua  de  distancia,  un 
"caño  ó  arroyo  de  agua  dulce  y  muy  buena.  El  golpe  de  agua  es 
*iúás  grueso  que  el  cuerpo  de  un  liombre>  y  llega  hasta  el  cen- 
'Hro  de  la  población:  de  ella  beben  todos  los  vecinos.  Nace  al 
''pié  de  un  cerro  donde  forma  una  fuente  grande,  de  la  cual  la 
"trajeron  á  la  ciudali."  (1)  Estas  obras  hidráulicas  tenían  su  im- 
portancia; construidas  sobre  los  lagos,  á  veces  en  partes  profun- 
das, estaban  sostenidas  por  estacadas  firmes,  piedra  y  arena,  con 
la  superficie  plana  como  la  de  la  mejor  calzada  europea:  corta- 
das por  anchos  y  profundos  fosos,  que  así  servían  para  defensa 
de  la  ciudad,  como  de  tránsito  á  las  canoas  ocupadas  en  el  tráfi- 
co. Dé  mucho  mayor  mérito  era  el  dique  construido  para  defen- 
der á  México  de  las  inundaciones;  obra  colosal  que  aun  subsiste 
en  nuestros  dias,  bien  que  muy  menguada. 

Había  caminos  públicos  que  reunían  entre  sí  las  poblaciones; 
aunque  no  siempre  demandaban  grandes  obras,  pues  estaban 
destinados  á  viajeros  de  á  pié,  la  autoridad  pública  cuidaba  ^de  . 
ellos,  haciéndolos  reparar  en  la  estación  seca.  Pasábanse  los  rios 
por  medio  de  balsas,  canoas,  maromas  ó  puentes  colgantes  for- 
mados de  fuertes  y  gruesos  bejucos,  unidos  por  atravesaños  de 
madera  y  suspendidos  á  los  árboles  de  ambas  riberas:  los  puen- 
tes de  mampostería  eran  pocos  y  sobre  las  corrientes  pequeñas. 

lia  arquitectura  militar  estaba  en  consonancia  con  la  fuerza  de 
las  armas  empleadas.  Coi^istía  en  murallas  de  piedra  seca,  de 
ramas  y  tierra,  de  adobes  ó  de  piedra  y  mezcla,  con  su  parapeto 
7  foso:  generalmente  las  puertas  de  entrada  eran  dos  curvas 
concéntricas.  Las  ciudades  de  importancia  tenían  á  veces  dos  ó 
más  recintos  fortificados,  por  otras  tantas  murallas,  completando 
la  defensa  interior  los  teocalli  y  sus  patios  cercados.  En  las  for- 
tificaciones cuyas  ruinas  subsisten  todavía,  se  observa  que  las 
I  cortinas  siguen  el  perímetro  del  lugar,  sin  atender  en  apariencia 

Fra  circunstancia;  en  algunas,  sin  embargo,  se  descubre  cierto 
dio  topográfico,  y  que  los  obstáculos  están  aglomerados  en 

(1)  Conquistador  andnimO;  en  loazbalceta,  tom.  I,  pág.  891. 

•    45 


te 


354 

los  sitios  más  débiles.  Formaban  también  baluartes  ó  rednctos, 
como  el  fuerte  nombrado  Xoloc  en  las  calzadas  de  México.  ^'E  asi 
"seguí  la  diclia  calzada,  dice  D.  Hernando  Cortés,  y  á  media  le- 
ngua antes  de  llegar  al  cuerpo  de  la  ciudad  de  Temixtitan,  á  la 
"entrada  de  otra  calzada  que  viene  á  dar  de  la  tierra  firme  á  esta 
"otra,  está  un  muy  fuerte  baluarte  con  dos  torres,  cercado  de 
muro  de  dos  estados,  con  su  pretil  almenado  por  toda  la  cerca, 
que  toma  por  ambas  calzadas,  y  no  tiene  mas  de  dos  puertas, 
"^una  por  do  entran  y  otra  por  do  salen."  (1) 

En  el  ataque  de  aquellas  plazas  fortifícíitias,  ponían  flecheros 
y  honderos  á  desalojar  de  lejos  á  los  defensores  de  los  muros, 
mientras  los  asaltantes  arrimaban  las  escalas;  formaban  con  grue- 
sas tablas  un  ingenio  semejante  al  de  la  tortuga  romana,  á  fin  de 
acercarse  á  la  muralla  para  abrir  la  brecha,  colmando  antes  los 
fosos  con  fagina;  sabían  también,  en  los  terrenos  á  propósito, 
abrir  minas  para  penetrar  al  interior  por  debajo  de  las  m'urallas. 
En  la  defensa,  conocían  las  abatidas  de  piedras,  ramas  ó  árboles; 
defendían  el  asalto  á  los  muros,  ademas  de  con  sus  anñas,  arro- 
jando sobre  el  contrario,  grandes  piedras,  gruesas  vigas  y  cuanto 
pudiera  ofender.  Su  empleo  era  la  guerra,  y  la  habían  estudiado 
hasta  donde  sus  necesidades  alcanzaban. 

Pasando  á  la  escultura,  los  grandes  trozos  esculpidos  que  nos 
quedan  no  pueden  servir  para  formar  acertado  juicio  acerca  de 
la  aptitud  de  los  artífices  méxica,  pues  por  lo  general  son  bultos 
mitológicos,  en  que  los  atributos  alegóricos  y  simbólicos  predo- 
minan, presentándose  á  nuestra  vista  como  deformes  é  inartís- 
ticos. Sin  embargo,  se  encuentran  objetos  que  revelan  gran  ade- 
lantamiento 9n  e^  arte.  La  estatua  sentada,  en  el  Museo  Nacional, 
si  está  lejos  de  sostener  un  paralelo  con  las  obras  griegas  y 
romanas,  ofrece  lincamientos  firmes,  toques  vigorosos,  buen  co- 
nocimiento de  la  anatomía  humana,  una  cabeza  de  piedra  dura, 
en  aquel  mismo  lugar,  está  atacada  por  mano  diestra.  Las  más- 
caras de  obsidiana  son  notables  por.la  perfección  del  contomo; 
algunas  figurillas  de  barro  poco  dejan  que  desear  en  cuanto  al 
modelado  puro  y  artístico;  una  máscara  de  madera  es  primorosa, 
bajo  el  aspecto  de  la  expresión  del  dibujo. 

El  estatuario  no  tenía  elementos  para  llegar  á  la  pesfeccioii; 

(1)  Cartas  en  Lorenzana,  pág.  78. 


356 

laltabale  el  estudio  de  las  ropas  eu  trajes  vistosos  y  galaixoSi  y 
£08  creencias  religiosas  no  le  permitían  ejercitarse  en.  el  cuerpo 
desnudo^  pues  los  dioses  no  se  complacían  en  mostrar  sus  belle- 
zas plásticas.  Pero  en  cambio,  el  escultor  y  el  picapedrero  su- 
bieron á  un  punto  que  nos  parece  admirable;  admirable,,  9Í, 
porque  sus  relieves  en  piedras  duras  son  bien  acabados,  y  no 
debe  ponerse  en  olvido  qne  carecían  de  instmmentos  de  hierro. 
Se  les  objeta  el  recargo  de  adornos  fsiptásticos;  mas  esta  es  cuea- 
tion  de  gustos,  de  usos  y  de  creencias.  Este  sentir  no  es  splp 
imestro.  "El  que  pudiere  podrá  ver  dos  fígura§  liechas  á  lo  arfti- 
"guo,  en  el  bosque  de  Ohapultepec,  que  son  retratos  de  dos  re- 
"yes  mexicanos,  las  cuales  están  esculpidas  en  dos  piedras  duras, 
'acidas  en  el  mismo  cerro,  la  una  de  muy  crecida  estatura  y  la 
"otra  no  tanto;  pero  tan  enriquecidas  de  labor  de  armas  y  plif- 
"mas  á  su  usanza,  que  parecen  más  labradas  de  cera  que  de  la 
^^materia  que  son,  tan  lisas  y  limpias  que  no  parecen  hechas  á 
^*mano."  (1)  "Y  no  le  parezca  á  V.  A.  fabuloso  lo  que  digo,  pues 
^'es  verdad  que  todas  las  cosas  criadas,  así  en  la  tierra  x^omo  en 
"la  mar,  de  que  el  dicho  Muteczuma  pudiese  tener  conocimiento, 
^'tenía  contrahechas  muy  al  natural,  así  de  oro  y  plata,  como  de 
'odrería  y  de  plumas,  en  tanta  perfección  que  casi  ellas  mismas 
^'parecían.'*  (2)  Alaban  estas  palabras  no  sólo  á  los  plateros  y 
fandidores,  sino  también  á  los  modeladores  y  oficiales  de  mosai- 
-co,  cuyos  trabajos  descansaban  en  la  escultura  y  la  pintura. 

Para  las  obras  que  llevamos  enunciadas  eran  precisos  oficiales 
iJbañiles,  arquitectos,  ingenieros,  escultores,  estatuarios,  pica- 
pedreros^ carpinteros,  entalladores,  plateros,  fundidores,  joyeros, 
l&pidaarios,  pintores  decoradores,  formadores  de  mpsaico  de  plu- 
loa:  del  pintor  hablaremos  en  su  lugar,  y  proseguimos  la  enume- 
ración de  las,  otras  artes  y  oficios. 

Bespecto  de  las  telas  producidas  por  los  tejedores,  era^  de 
algodón,  de  algodón  con  plumas  ó  pelo  de  conejo,  ó  de  pita  u 
otros  n;iateriales.  "Unas  eran  gruesas  como  angeo  ó  brin;  otras 
delga^s  y  tupidas  como  rúan,  y  otras  más  delgadas  á  manera 
de  toca,  y  muchas  como  amaizales  moriscos;  eran  finalmente  como 
las  querían."  (3)    "Demás  de  esto  me  dio  ^1  dicho  Muteczuma 

(1)  Torqnemada,  lib.  XIII,  cap.  XXXIV. 

(2)  Cortés,  cartas  en  Lorenzana,  pág.  99. 
(8)  Torqueznada,  tom.  n,  pág.  488. 


356 

mttclia  ropa  de  la  miya,  que  era  tal,  qne  considerada  ser  toda  de 
algodón  y  sin  seda,  en  todo  el  mundo  no  se  podía  hacer  ni  tejer 
otra  tal,  ni  de  tantas  ni  tan  diversas  y  naturales  colores  ni  labo- 
res, en  que  liabía  ropas  de  hombres  y  de  mujeres  muy  maravi- 
llosas, y  había  paramentosjpara  camas,  que  Hechos  de  seda  no 
Ae  podían,  comparar:  é  había  otros  paños  como  de  tapicería  que 
"podían  servir  en  salas  y  en  iglesias:  había  colchas  y  cobe^res 
de  camas,  así  de  pluma  como  de  algodón,  de  diversos  colóreS) 
asimismo  muy  maravillosas;  y  otras  muchas  cosas,  que  por  ser 
tantaá  y  tales,  no  lasjsé  significar  á  V.  M.*'  (1) 

Los  alfareros  conocían  el  tomo.  Los  trastos  comunes  no  te- 
nían vidriado,  pues  éste  le  aprendieron  después,  de  los  espaiíoles. 
Los  vasos  finos  son  de  elegantes  formas,  con  una  especie  de  bar- 
niz de  un  ocre  rojo,  sobre  el  cual  se  ven  pinturas  de  objetos 
simbólicos  ó  simplemente  decorativos.  A  veces  están  labrados 
como  en  relieve,  por  medio  dé  patrones  de  barro  cocido,  de  los 
cuales  quedan  algunos,^curvos  en  el  frente  y  con  una  agarradera 
para  manejarlos.  [También  hay  utensilios  representando  figuras 
grotescas,  animales,  ó  combinaciones  caprichosas.  Tenemos  tres 
vasos  procedentes  de  sepulcros  en  CholoUan,  primorosos  por  los 
símbolos  de  los  dias  del  mes  que  tienen  pintados;  pinturas  de 
tanta  firmeza,  que  á  pesar  de  haber  estado  bajo  tierra,  sin  duda 
más  de  cuatro  siglos,  se  conservan  frescas  como  el  primer  dia. 

Los  zapateros  hacían  los  cactli  ó  sandalias  de  la  pita  d^l  ma- 
guey; para  los  principales  iban  forrados  con  algodón,  y  los  muy 
finos  eran  pintados  y  dorados.  Los  curtidores  adobaban  los  cue- 
TOB  del  venado,  del  tigre  y  de  otros  animales,  con  ó  sin  el  pelo, 
de  diversos  colores,  y  tan  blandos  que  parecían  tela:  prepará- 
banlos también  para  la  escritura.  Tenemos  indicados  ya,  los  fa- 
bricantes de  esteras,  de  xicalli,  de  objetos  de  obsidiana,  &c.  (2) 

Terminando  con  la  lám.  71  del  Cód.  Mendocino,  dé  la  persona 
representada  en  el  náméro  21,  dice  el  intérprete  que  es,  **vicioso 
de  mala  lengua  y  chismoso."  Puede  ser,  mas  á  nuestra  cuenta  es 
el  petimetre  mexicano;  indícanlo  el  traje  cuidado,  y  las  ore- 
jas que  le  sirven  de  nombre,  radical  de  los  verbos  nacazicteca, 
echarse  de  lado,  ai!X)marse  á  mirar  algo,  ó  nacadüay  mirar  á  otro 

(1)  Cartas  de  Cortóg  en  Lorenzana,  pág,  99-100. 

(2)  Para  las  diversas  artes  entre  los  mézica,  véase  Torquemada,  lib,  XüJ,,c»oM^ 
lo  XXXIV.  Mendieta,  Hb.  IV,  cap.  XIL  .       ' 


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367 

coQ:  afición.  Jóvem  baldio  que  se  ooatonea»  mira  &  1m  mTijeins^  coa 
deaoaro,  y  ea  ocioso,  parlador  y  de  xoalas  costumbrea.  I40S  Ha- 
rneros 28  y  29  motejan  el  vicio  de  la  embriaguez.  Hombre  y  mii- 
jfr  toman  el  ocüi,  de  cuyo  uso  inmoderado  se^signe  el  aban^oi^Q 
4e  todo,  cual  lo  indican  el  arca  abierta,  el  maíz  derramado  así 
como  los  frijoles  y  la  cbia,  el  cántaro  volcado^UeTafinalmeAteal 
robo  y  I4  muerte  marcados  por  el  num.  30. 

En  seguimiento  de  nuestro  guía  bemos  divagado  por  donde 
nofi  condujo;  abandonados  abora  á  nuestra  voluntad,  terx^ina^e- 
mos  este  capítulo  dando  idea  de  la  medicina  de  los  naboa.  Po^ 
Hernando  Cortes,  haciendo  la  descripción  del  mercado  de  Mé- 
xico, dice:  "Hay  calle  de  arbolarios  (Jonde  h^y  todas. las  raíca^ 
"7  yerbas  medicij^ales,  que  en  la  tierra  se  hallaiL  Hay  casas  co* 
'^o  de  boticarios  don/le  se  venden  las  medicinas  hechas,  así 
'atables,  como  ungüentos  y  emplastos."  (1)  Bn  efecto,  los  nahoa^ 
Ba^bau  principalme¡Qte  sus  medicinas  del  reino  vegi^tal,  bien  qvL^ 
entre  sus  remedios  se  contaran  mucbocí  de  los  reinos  animal  y 
mineral,  A^uella,s  drogas  se  ministraban  en  forma  de  infusioixefi( 
j  cocimientos  de  las  hojas  ó  raices^  gomas  y  resinas  en  lamedo- 
íes  y  polvos;  cpinidas  las  carnes  de  algunos  animales;  triturado» 
los  huesos  ó  las  piedras:  tenían  también  emplastos,  ungüentos  y 
aceites.  En  lo  relativo  ala  cirují a, sabían  curar  acertadamente 
las  heridas,  componer  los  miembros  dialocados,  y  sangrar  con 
púas  de  maguey  ó  lancetas  de  üztlu 

Los  bárbaros  chichimeqf  no  conocían  ni  aplicaban  medicina 
a]|guQa;  si  .alguien  enfermaba,  y  á  los  tres  ó  cuatro  dias  no  sana-^ 
ba»  juntábanse  los  parientes  en  acuerdo,  acabando  por  meter  una 
flecha  por  la  hoya  de  la  garganta  al  paciente;  "y  los  que  ya  eran 
^uy  viejos  ó  viejas,  los  mataban  así  mismo  con  flechas,  dicien- 
^'do  que  con  aquello  les  despenaban,  porque  ya  no  penasen  más 
"en  el  mundo,  y  porque  no  tuviesen  ya  lástima  de  ellos,  y  los 
"enterraban  con  muy  gran  regocijo,  y  les  duraban  las  fiestas  del 
"entierro  dos  ó  tres  dias  con  gran  baile  y  canta"  (2)  Se  atribuya 
á  los  tolteea  la  enseñanza  de  los  primeros  preceptos  médicos;  de 
aquella  nación  se  trasmitieron  á  los  pueblos  nahoa,  formándose 
al  csk\)Q  un.  cuerpo  de  dqc  trina  fundado  en  la  experiencia  y  laob-, 

(1)  Oarlaft  en  Lorenzana,  pág.  103. 

(2)  P.  Sáhagun,  tom.  III,  pág.  119. 


358 

Beryacion.  Algunos  individuos  se  dedicaban  á  la  profesión  mé- 
dica, y  oomo  generalmente  el  hijo  seguía  el  ejercicio  del  padre, 
la  ciencia  adquirida  no  se  malograba,  y  aun  acrecía  durante  los 
siglos  por  medio  de  las  herencias  repetidas.  Toda  la  gente  del 
campo  conocía  ademas  las  yirtudes  de  las  yerbas,  ya  que  estaban 
obligadas  á  buscarlas  para  mantenerse  6  curarse.  (1) 

Nos  figuramos  que  la  ciencia  médica  no  se  sostenía  por  sólo 
la  tradición  oral,  sino  que  había  escritos  algunos  tratados.   Si 
ésto  no  parece  verdadero,  sí  lo  es  que  en  las  grandes  ciudades 
como  México,  Texcoco,  Tlaxcalla,  Oholollan  y  otras,  había  hos- 
pitales donde  acudían  los  menesterosos  á  ser  curados  áfi  sus 
dolencias.  (2)   De  los  medicamentos  mexicanos  algunos  aprove- 
chó la  Europa,  como  el  liquidámbar,  el  copal,  algunos  bálsamos, 
la  zarzaparrilla,  la  purga  de  Jalapa,  &c,;  mas,  en  nuestro  humil- 
de concepto,  nuestros  médicos  no  han  sabido  sacar  todas  las 
ventajas  que  pudiera  proporcionar  la  ciencia  nahoa.  Ésta  no  se 
perdió  con  la  conquista.  Felipe  II  envió  á  la  colonia  &  su  médi- 
co el  Dr.  Francisco  Hernández,  quien  después  de  muchos  años 
dé  estudio,  consultando  á  los  herbolarios  y  médicos  indios,  pro- 
dujo una  obra  acerca  de  los  productos  naturales  de  nuestro  país, 
en  24  libros  y  11  tomos  de  láminas.   Pareciendo  muy  volumino- 
sa, fué  mandada  compendiar  al  médico  italiano  el  Dr.  Nardo 
Antonio  Becco,  quien  en  efecto  la  redujo,  bajo  la  revisión  del 
Dr.  Valle.    Una^copia  de  este  manuscrito  llego  á  México  y  fué 
á  parar  á  manos  del  religioso  dominico  Fr.  Francisco  Ximenez; 
aprovecháronle  en  sus  escritos  él  Dr.  Fr.  Agustin  Farfan,  Juan 
de  Barrios,  Alonso  López  de  Hinojoso  y  otros,  hasta  que  com- 
pleto vio,  por  fin,  la  luz  pública  en  México,  (3)  ano  1615.  El  tra- 

• 

(1)  Torquemada,  lib.  XTV,  cap.  XIV. 

(2)  Torquemada,aib.  VHI,  cap.  XX. 

(8)  Qvatro  libros  de  la  Katyraleza,  y  virtvdes  de  las  plantas,  y  animales  que  están 
Moetüdos  en  el  yso  de  Medicina  en  la  Kueaa  España,  y  la  Methodo,  y  correocion,  y 
peaparación,  qae  para  adminisiTalIaa,  se  requiere  con  lo  que  el  Doctor  FranoÍBeo 
Hernández  escriuló  en  .^lengua  Ijatina.  Muy  vtíl  para  todo  género  da  gente  q.,  yine 
en  estancias  y  pueblos,  do  no  ay  Médicos,  ni  Botica.  Traduzido,  y  aumentados  mu- 
chos simples,  y  Compuestos  y  otros  muchos  secretos  curativos,  por  Fr.  Francisco 
IQmenez,  hijo  idel  oonuento  de  S.  Domingo  de  Méxioo,  Natural  de  la  Villa  de  lüms 
del  Beyno  de  Aragón.  A  Nro  B.  P.  Maestro  Fr.  Hernando  Basan,  Prior  Protiiiicial 
de  la  Prouinoia  de  Sactiago  de  Mezico,^de  la  Orden  délos  Predicadores,  y  C^athedrá- 
tfeo  lubilado  de  Theologia  en  la  Yniuersidad  Beal,  £n  México,  en  casa  de  la  Viuda 
de  Diego  López  Daualos.  1615.  £n4p 


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359 

tuyo  del  Dr.  Hernández  se  publico  en  Boma,  1651,  nn  tomo  folio, 
y  es  Madrid,  1790,  3  vol.  en  4"  mr.  Queda  más  por  consultar  en 
este  ramo,«8Í  bien  se  nota  estar  confundida  la  verdad  de  la  ob- 
servación con  recetas  empíricas  y  noticias  vulgares.  (1) 

Los  médicos  aplicaban  la  verdadera  ciencia,  .mezclándola  con 
prácticas  supersticiosas;  invocaban  á  los  númenes,  pronuncia- 
ban palabras  cabalísticas,  hacían  conjuros;  apretaban  los  miem- 
hros  dolientes  para  extraer  el  mal,  soplaban  para  ahuyentarlo;  y 
uniendo  ademas  la  superchería,  chupaban  el  lugar  enfermo  afir- 
mando que  así  sacaban  el  dolor,  en  señal  de  lo  cual  se  extraían 
de  la  boca  espinas,  huesos  pequeños  ó  pedacillos  de  carbón,  di- 
ciendo ser  aquello  lo  que  causaba  la  molestia.  Creíalo  la  gente 
ruda,  y  con  tales  procedimientos  se  pensaban  mejorados.  (2) 
Estos  curanderos,  que  se  nombraban  teüacuüiquey  sacaban  gusa- 
nillos de  la  boca  y  los  ojos,  y  pedrezuelas  de  las  demás  partas 
del  cuerpo.  Había  también  adivinos  que  echaban  suertes  para 
aogurao:  el  termino  de  las  enfermedades.  Tomaban  un  puñado, 
de  maíces  gruesos,  y  revolviéndolos  como  dados  los  tiraban  sie- 
te ú  ocho  veces:  si  algún  grano  quedaba  enhiesto  señal  era  que 
el  enfermo  moriría.  Tenían  un  manojo  de  cuerdas  atadas  de 
cierta  manera,  que  llamaban  mecaÜapouJique;  lanzándolo  al  suelo, 
si  las  cuerdas  quedaban  retorcidas  ó  revueltas  señal  era  de  muer- 
te^ mas  si  una  ó  muchas  quedaban  extendida»  augurio  era  de  vi- 
da, pues  el  paciente  comenzaba  á  estirar  manos  ó  pies.  Si  alguno 
enfermaba  de  calenturas  recias,  hacían  un  perrillo  de  masa  de 
maíz,  le  pcHiían  sobre  una  penca  de  maguey  y  de  mañana  le  co- 
locaban á  la  orilla  del  camino;  el  primero  quo«por  allí  pasara  se 
llevaría  la  enfermedad  en  los  zancajos.  Era  mal  agüero  el  tem- 
Uar  de  los  párpados  y  el  mucho  pestañear.  (3) 

Las  mujeres  practicaban  la  medicina;  exclusivamente  estaban 
encargadas  de  las  dolencias  de  las  mujeres  grávidas,  y  presidían 
i  la  hora  del  alumbramiento.  Ya  hemos  dicho  cómo  procedían 
en  estos  casos,  (4) 

(1)  P.  Sahagon,  de  las  yeibas  medioinalds,  toxn.  d,  pá^.  249.81;  de  las  piedras 
medicinaleB,  tom.  3,  pág.  284-87,  «fcc 

p)  Torquemada,  lib.  XHI,  cap.  XXXV. 

(^)  Hendieta^  líb.  H,  cap.  XtX;  P.  BahaguB,  tom.  1,  pág.  6;  Motolüiia,  en  Icaz- 
tówta,  pág.  130. 

(4)  Sahagun  tom.  2,  pág.  184-5. 


j 


360 

BanábaDse  frecuentemente  en  agua  fri%  así  por  gusto  ó  liigis*- 
ne,  como  por  ciertos  preceptos  religiosos;  no  desconocían  el  nao 
de  las  aguas  termales.  Pero  el  baño  característico  de  los  naboa 
era  el  de  vapor,  llamado  temazcaüi.    "El  tetnazcalU  ó  hipoeausto 
mexicano,  se  fabrica  por  lo  común  de  ladrillos  crudos.  Su  forma 
es  muy  semejante  á  la  de  los  hornos  de  pan,  pero  con  la  diferen- 
cia que  el  pavimento  del  temazcalli  es  algo  convexo  y  más  bajo 
que  la  superficie  del  suelo,  en  lugar  que  el  de  nuestros  hornos  es 
llano  y  elevado,  para  mayor  comodidad  del  panadero.  Su  mayor 
diámetro  es  de  cerca  de  ocho  pies,  y  su  mayor  elevación  de  seis. 
Su  entrada,  semejante  también  á  la  boca  de  un  homo,  tiene  la 
altura  suficiente  para  que  un  hombre  entre  de  rodillas.   En  la 
parte  opuesta  &  la  entrada  hay  un  hornillo  de  piedra  ó  ladrillos, 
con  la  boca  hacia  la  parte  exterior,  y  con  un  agujero  en  la  supe- 
rior, para  dar  salida  al  humo.  La  parte  en  que  el  hornillo  se  une 
al  hipocausto,  la  cual  tiene  dos  pies  y  medio  en  cuadro,  está  ce- 
rrada con  piedra  seca  de  tetzonili,  ó  con  otra  no  menos  porosa 
que  ella.   En  la  parte  superior  de  la  bóveda,  hay  otro  agujero 
como  el  de  la  hornilla.   Tal  es  la  estructura  común  del  temai^ 
calli;  pero  hay  otros  que  no  tienen  bóveda  ni  hornilla,  y  que  se 
reducen  á  unas  pequeñas  piezas' cuadrilongas,  bien  cubiertas  y 
defendidas  del  aire. 

''Lo  primero  que  se  hace  antes  de  bañarse  es  poner  dentro 
del  temazcalli  una  estera,  en  lugar  de  la  cual  los  españoles  po- 
nen un  colchón  para  más  comodidad,  un  jarro  de  agua,  y  unas 
yerbas  ú  hojas  de  maíz.  Después  se  hace  fuego  en  el  hornillo^ 
y  se  conserva  encendido  hasta  que  estén  hechas  ascua  las  pie- 
dras de  que  he  hecho  mención.  El  que  quiere  bañarse  entra  or- 
dinariamente desnudo,  sélo  6  acompañado  de  un  sirviente,  si  su 
enfermedad  lo  exije  ó  así  le  acomoda.  Inmediatamente  cierra  la 
entrada,  dejando  un  poco  abierto  el  agujero  superior,  á  fin  de 
que  salga  el  humo  que  puede  introducirse  del  hornillo,  y  cuan- 
do ha  salido  todo,  lo  cierra  también.  Entonces  empieza  á  echar 
agua  en  la  piedra  encendida,  de  la  que  se  alza  un  denso  vapor, 
que  va  á  ocupar  la  parte  superior  del  temazcalli.  Echase  en  se- 
guida en  la  estera,  y  si  tiene  consigo  un  sirviente,  ¿ste  atrae  ha- 
cia abajo  el  vapor  con  las  yerbas  ó  con  el  maíz,  y  con  las  mismas 
mojadas  en  el  agua  del  jarro,  quQ  ya  está  tibia,  gol^toa  al  exdex- 
mo  en  todo  el  cuerpo  y  sobre  todo,  en  la  parte  dolorida.  Jume- 


361 

dtttamente  se  presenta  un  sudor  copioso  y  suave,  que  se  au- 
menta ó  disminuye  según  conviene.  Conseguida  la  deseada  eva- 
eaaoion  se  deja  salir  el  vapor,  se  abre  la  puertecilla,  y  se  viste 
el  enfermo;  ó  si  no,  bien  cubierto  lo  llevan  sobre  la  estera  ó  so- 
bre el  colchón  á  una  pieza  inmediata,  pues  siempre  hay  alguna, 
habitación  en  las  cercanías  del  baño."  (1) 


t' 


U)  €bmgero,  tom.  1,  pág.  988-9.  Sahftnim,  totn.  3,  pág.  236-7. 

46 


L 


CAPÍTULO  VIL 

Organización  éodál,  —La  triple  aUanuL-^Otterra  florida.'— Orden  de  ntcesüm.-^ 
Elección.  —  Undon  'y  penitencia.— Proólatnaeion.  — Coronación. —  Jíobleea.^TlO" 
toani.-'Calpum.'-Tecpantlalli.^PiUaüL'-'Milckifnam.'-TeoUalpan.^ 
lW6plede¡/08.—AffrieuUura.'-Jardinería. — Bosgtm.— Chinampas.^ AcalU  í  bar* 
cae, — Muebles  ¡/{Utimbrado.'-Fieonomia — Deformación  del  cráneo. — Oorcovadoty 
enanoe,— Jahon, —  Cremación. — Posición  del  cadáver. — Funerales  de  I09  reyes  $ 
señores. 

LA  organización  social  de  los  pueblos  del  valle  había  pasado 
por  varias  modificaciones,  antes  de  alcanzar  la  forma  en  que 
la  encontró  la  conquista  española;  de  las  transformaciones  snoe- 
sivas  da  cuenta  la.  historia,  7  aquí  sólo  nos  ocuparemos  en  diseñar 
el  estado  que  tenían  las  principales  monarquías.  Los  méxica,  al 
principio  de  su  peregrinación,  eran  conducidos  por  sus  sacer- 
dotes, quienes  compartieron  después  el  mando  con  jefes  guerre- 
ros; metidos  en  la  isla  del  lago  y  después  de  fundado  México, 
cambiaron  su  gobierno  oligárquico  por  el  monárquico,  eligiendo 
BU  primer  rey.3  Durante  este  período  fueron  esclavos  de  los  te- 
paneca  de  Azcapotzalco,  y  tiempo  hubo  en  que  tuvieron  que  con- 
tentar los  caprichos  más  despóticos  de  su  tirano.  Hacia  enton- 
ces, los  aculhua,  en  cuya  civilización  habían  venido  á  fundirse 
los  bárbaros  chichimeca,  vieron  asesinar  á  su  rey,  y  usurpar  la 
corona  al  mismo  señor  de  Azcapotzalco.  El  cuarto  rey  de  Méxi- 
co, Itzcoatl,  por  sacudir  el  yugo,  y  el  legítimo  heredero  de  Acol- 
huacan,  Nezahualcoyotl,  por  recobrar  el  trono  de  sus  padres,  se 
pusieron  en  armas,  se  confederaron,  y  sus  esfuerzos  fueron  tan 


i 


363 

frcctuosos,  que  lograron  dejar  libre  á  Tenochtitlan  y  reconstruir 
h  monarquía  de  Texcoco.  Los  monarcas  yictoriosos  destruye- 
ron el  reino  de  Azcapotzalco;  mas  para  no  dejar  sin  representa- 
ción á  la  tribu  tepaneca,  erigieron  una  nueva  monarquía,  cuya 
capital  Tlac(^an  le  dio  nombre.  Los  tres  príncipes  se  confeder 
raron,  ligando  sus  intereses  así  en  la  paz  como  en  la  guerra,  que- 
dando establecida  la  triple  alianza  de  México,  Texcoco  y  Tlaco- 
pan,  todavía  en  pié  en  los  últimos  tiempos. 

Al  formarse  la  confederación,  Tlacopan  quedó  subordinado  á 
sus  colegas,  ya  porque  les  debía  la  existencia,  ya  porque  pesaba 
poco  sü  poderío;  y  siempre  permaneció  relegada  al  último  lu- 
gar. Sin  duda  alguna  que  Nezahualcoyotl  pudo  declararse  el 
primero  en  la  liga,  por^ser  dueño  de  un  extenso  señorío,  porque 
sin  su  socorro  los  méxica  hubieran  sido  aniquilados,  y  porque 
é&loñ  estaban  entonces  reducidos  á  sólo  su  ciudad;  pero  prefirió 
tratar  como  iguales  á  sus  protegidos,  quedando  para  en  adelan- 
te  establecido,  que  los  despojos  de  las  conquistas  se  repartirían, 
dando  un  quinto  á  Tlacopan,  llevando  el  resto  por  partes  igua- 
les México  y  Texcoco.  (1)  Poco  después  se  hizo  t^quel  pacto  de 
la  guerra  sagrada  ó  florida  ó  de  los  enemigos  de  casa,  instituida 
para  tener  siempre  víctimas  frescas  que  ofrecer  á  los  dioses;  ex- 
traño y  particular  concierto  al  que  debieron  la  existencia  políti- 
ca la  llamada  república  de  Tlaxcalla,  y  los  pequeños  señoríos  de 
CholoUan  y  de  Huexotzinco.      • 

Itzcoatl  fué  un  rey  político  y  guerrero;  Nezahualcoyotl  filóso- 
fo y  organizador.  V  A  cargo  de  aquel  quedó  la  ^dirección  de  las 
cosas  de  la  guerra;  éste  se  dedicó  al  arreglo  interior:  uno  repre- 
sentaba la  conquista,  el  otro  la  paz.  Tal  vez  por  estas  diversas 
condiciones,  desde  que  los  méxica  se  pusieron  á  guerrear  en  la 
tierra  firme;  todos  los  señoríos  vencidos  con  los  contingentes  de 
la  triple  alianza,  quedaron  bajo  el  dominio  deJMEéxico;  y  sucedió 
esto  mismo  sin  variación  durante  la  serie  de  señores  políticos 
y  batalladores  [que  reinaron  en  Tenochtitlan,  mientras  en  Tex- 
coco sólo  gobernaron  Nezahualcoyotl  y  su  hijo  Nezahualpilli, 
ambos  filósofos  y  amigos  de  la  civilización.  Así  fué  que,  mién- 

0iy  Eeta  dhídlon  por  qointas  partes  parece  ser  la  Terdadera,  no  obstante  las  opi- 
nkniies  emitidas  por  algunos  autores.  Seguimos  á  Zorita,  Breve  y  sumaria  relación; 
mas  consiütense  Ixtlilxochitl,  hist  chichim.  cap.  82,  MS.  Yeytia,  tom.  8,  póg.  164; 
TToorqnemada,  lib.  II,  cap.  XL,  &a 


,    364 

tras  México  creció  y  creció  hasta  tomar  proporciones  colosales, 
Texcoco  quedó  encerrado  en  sus  antiguos  límites,  si  no  los  vio 
menguados  por  las  pretensiones  de  su  colega;  entonces  se  mar- 
có claramente  la  preponderancia  de  los  mexica  en  la  parte  gae* 
rrera,  quedando  á  los  acolhua  la  palma  de  la  instrucción:  por 
eso  se  ha  dicho,  que  México  era  la  Boma,  Texcoco  la  Atenas  de 
Anáhuac. 

A  medida  que  los  reyes  mexica  acrecían  su  poderío,  perdían 
BUS  costumbres  primitivas  y  sencillas,  adoptando  otras  mis  re* 
finadas,  que  por  grados  los  iban  conduciendo  al  despotismo.  Al 
subir  al  trono  Motecuhzoma  H,  todo  cambió  por  completo;  la 
monarquía  estaba  en  el  pináculo  de  su  gloria;  Su  fuerza  no  ha- 
llaba resistencia  seria  en  parte  alguna,  y  el  monarca,  orgulloso 
y  tirano  por  temperamento,  se  hizo  no  sólo  respetar  como  señor, 
sino  adorar  como  dios.  En  Texcoco  se  empañaba  el  antiguo  lus<' 
fre;  Cacama  carecía  de  los  tamaños  de  sus  aniecesores;  brotó  la 
división  en  la  familia  real  por  motivo  de  la  sucesión;  el  rey  acul- 
hua  subió  al  trono  pof  la  ayuda  que  lé  prestó  el  mexica,  notán- 
dose que  la  importancia  de  Texcoco  se  amenguaba,  y  que  las 
pretensiones  de  Motecuhzoma  se  convertían  en  exigencias. 

Para  fijar  el  orden  de  sucesión  en  las  monarquías  de  la  triple 
alianza,  no  nos  atengamos  tanto  alo  que  los  autores  dicen,  cuan- 
to á  lo  que  en  realidad  pasó.  Eü  México,  Acamapictlí  fue  elegi- 
do primer  rey;  le  sucedió  su  hijo  Huitzilihuitl,  y  á  éste  sus  her- 
manos. Chimalpopoca  legítimo,  é  Itzcoatl  bastardo  por  ser  h^o 
de  una  esclava.  Siguió  Motecuhzoma  Ilhuicamina,  hijo  de  Hui- 
zzilihuitl,  quien  murió  sin  sucesión  masculina;  mas  teniendo  una 
hija,  los  descendientes  de  ésta  ocuparon  el  trono,  y  fueron  A:xa- 
yacatl,  Tizoc  y  Ahuitzotl.  Motecuhzoma  11  fué  hijo  de  Axayacatl, 
así  como  su  hermano  Cüitlahuac  que  le  sucedió;  por  último, 
Cuauhtemoc  fué  hijo  de  AhuitzotL  Conforme  á  ésto,  la  verdade- 
ra regla  es  la  siguiente:  ^'fué  costumbre  de  estos  mexicanos  en 
'las  elecciones  que  hacían,  que  fuesen  reinando  sucesivamente 
"los  hermanos  unos  después  de  otros,  y  acabando  de  reinar  el 
"ultimo,  entraba  en  su  lugar  el  hijo  del  hermano  mayor  que  pri- 
"mero  había  reinado,  que  era  sobrino  de  los  otros  reyes,  qué  i 
''su  padre  había  sucedida"  (1)  En  Texcoco  y  Tlacop^a  la  suoe- 

(1")  Torquemada,  Jib.  II,  cap.  XYIIL  Clavigero,  tom.  1,  pág.  $08. 

'  É 


w 


365 


áon  tuvo  lugar  rigorosamente  de  padres  á  hijos;  mas  como  los 
reyes  tenían  multitud  de  miyeres,  el  heredero  al  trono  no  era 
el  primogénito  de  aquellas  uniones,  sino  el  hijo  mayor  legítimo, 
reptrtado  por  tal  el  habido  en  la  esposa  legítima  ó  principal,  que 
en  Texcoco  era  siempre  una  señora  de  la  casa  de  México. 

Juan  Bautista  Pomar,  en  su  relación  manuscrita  de  Texcoco, 
pone  cosa  diversa  de  lo  arriba  asentado.  Tenemos  á  Pomar  co- 
mo grande  autoridad  acerca  de  lo  que  de  su  patria  escribe;  mas 
én  este  punto  no  le  creemos;  así  porque  va  contra  la  evidencia 
liistorica,  como  porque  acerca  de  ello  desfiguró  &  sabiendas  los 
hechos.  En  la  época  en  que  escribía,  1582,  andaba  pretendiendo 
la  gobernación  de  Texcoco,  como  descendiente  que  era  de  la  ca-^ 
sa  real,  aunque  en  línea  bastarda,  y  para  apoyar  sus  pretensio- 
nes puso  lo  que  le  convenía.  (1) 

En  México  la  elevación  al  trono  teíiía  cierta  forma  electiva; 
aunque  estaba  determinada  y  admitida  la  orden  precisa  de  suce- 
rion,  los  electores  tenían  la  facultad  de  escoger  entre  los  candi- 
datos, á  quien  les  parecía  más  idóneo;  por  eso  Axayacatl  reinó 
primero  qué  su  hermano  mayor,  y  Motecuhzoma  II  fué  preferido 
á  su  primogénito.  Hecha  la  elección,  la  confirmaban  los  reyes 
de  i^lacopan  y  de  Texcoco  en  uso  de  su  prerogativa.  (2) 

Beuníanse  á  la  eleccioi;i  los  cuatro  electores  nombrados,  dichos 
tecutlatoqiie,  los  ancianos  llamados  dchcacaiihtlv,  los  soldados  vie- 
jos yahuiquihuaqne,  y  los  principales  tlamacazque  ó  papalinaque: 
juntos  conferenciaban  hasta  ponerse  de  acuerdo  acerca  de  la 
persona.  El  electo  debía  ser  valiente,  ejercitado  en  las  cosas  de 
la  guerra;  prudente  y  sabio,  criado  en  el  Calmecac;  g[ue  no  be- 
biese octliy  justo  y  amigo  de  los  dioses:  junto  con  él  nombraban 
cuatro  consejeros  que  le  ayudasen  á  entender  en  los  negocios 
graves  del  reino.  (3)  Conocido  el  resultado  de  la  junta,  ratifica- 
do el  voto  por  los  reyes  aliados,  éstos  hacían  al  nombrado  un 
rico  presente,  acudiendo  a  la  capital  con  el  mismo  objeto,  todos 
los  señores  de  los  pueblos  amigos  ó  sometidos. 

Para  la  unción  del  nuevo  rey,  se  escogía  cuidadosamente  un 
dia  fausto,  según  las  reglas  de  su  arte  adivinatoria.    Llegado  el 


(1)  Torqnemftda,  lib.  XI,  cap.  XXVII. 

(2)  Zorita,  breve  y  Bumaría  relación,  MS. 
(8)  Bahagan,  tom.  2,  pág.  318. 


366 

plazo,  los  señores  vestidos  con  sus  insignias,  presidiendo  los  re- 
yes de  Texcoco  y  Tlaeopan  por  delante,  tomaban  al  electo,  qm 
iba  desnudo  cubierto  solo  con  el  maxtlatl,  y  le  conducían  al 
templo  de  Huitzilopochtli;  iban  en  silencio,  y  llegados  á  la  es- 
calera del  teocalli,  dos  caballeros  tomaban  por  los  brazos  al 
monarca,  subiendo  las  gradas  arriba,  donde  esperaba  el  sacer- 
dote mayor,  acompañado  de  los  ministros  principales.    Todos 
hacían  la  reverencia  al  dios,  tomando  polvo  de  la  tierra  con  el 
dedo  mayor  de  la  mano  derecha,  llevándolo  á  la  boca.   El  pon- 
tífice teñía  de  negro  el  cuerpo  del  rey,  quien  se  ponía  en  la  pos- 
tura humilde  á  su  usanza,  que  era  en  cuclillas;  con  un  hisopo 
de  ramas  de  cedro,  sauce,  y  hojas  de  caña,  le  rociaba  cuatro  ve- 
ces con  la  agua  consagrada,  (1)  dirigiéndole  después  un  breve 
saludo.   Vestíanle  después  el  traje  con  que  los  sacerdotes  ofre- 
cían el  incienso;  el  xiooUi  verde  á  manera  de  huipilli  de  mu- 
jer, pintado  con  cráneos  y  huesos,  sobre  la  cara  un  lienzo  verde 
con  las  mismas  pinturas,  y  sobre  la  cabeza  una  igual  negra;  al 
cuello  unas  correas  coloradas  con  unas  insignias  á  las  puntas;  á 
la  espalda  la  calabaza  con  picietl,  terminada  en  borlas  verdes; 
en  la  mano  izquierda  la  bolsa  de  lienzo  verde,  con  la  pintura  de 
cráneos  y  canillas,  llena  de  copal  blanco,  y  en  la  mano  derecha 
el  brasero  llamado  tlemaitl;  calzábanle  con  cacUi  también  verdes. 
En  aquel  arreo  iba  á  incensar  al  dios,  lo  cual  se  advertía  al  pue- 
blo que  desde  abajo  estaba  mii:ando,  con  las  cometas  y  demás 
instrumentos  que  entonces  tañían  los  ministros.  Terminado  este 
acto,  el  sumo  sacerdote  tomaba  asiento,  dirigiendo  una  exhor- 
tación al  electo,  en  que  recordaba  la  honra  que  le  habían  he- 
cho, las  obligaciones  que  contraía,  los  deberes  que  debía  cum- 
plir, y  que  sobre  todo  fuera  cuidadoso  en  las  cosas  de  la  guerra 
y  en  el  servicio  de  los  dioses. 

Bespondía  otorgando  cuanto  se  le  encargaba;  le  bajabfibn  por 
la  escalera,  á  cuyo  pié  los  señores  le,  esperaban  para  darle  la 


(1)  'Tuvieron  también  una  manera  como  de  agua  bendita,  y  esta  bendecía  el  sa- 
mo sacerdote  cuando  consagraba  la  estatua  del  ídolo  Huitzilopochtli  en  México. 
"que  era  hecho  de  masa  de  todas  semillas,  amasadas  con  sangre  de  niños  y  niñas 
"que  le  sacrificaban.  Y  aquella  agua  se  guardaba  en  una  vasija  debajo  del  altar,  y 
«86 -usaba  de  ella  para  bendecir  ó  consagrar  al  rey  cuando  se  ooronaba;  j  á  los  oapi* 
"times  generales,  cuando  se  habían  de  partir  á  hacer  alguna  guerra,  les  daban  ¿  be- 
"ber  con  ciertas  ceremonias."  Mendieta,  pág.  109. 


tí 


367 

obedienoim  presentándole  en  señal  de  reconocimiento  joyas,  man- 
tas 7  otros  objetos.  Acabado  ésto,  los  sacerdotes  le  conducían  al 
TlacochoodcOy  situado  entre  los  edificios  del  patio  inferior.  Allí 
pasaba  cuatro  dias  continuos,  ayunando  sin  comer  más  de  una 
Tez  á  medio  dia;  sacándose  sangre  en  penitencia,  incensando  á 
Hoitzilopochtli  al  medio  dia  y  á  la  media  noche,  bañándose  á 
esta  hora  en  una  alberca:  los  sacerdotes  le  acompañaban  á  estas 
eeremonias.  Pasados  los  cuatro  dias,  la  nobleza  venia  á  sacarle, 
llevándole  con  gran  regocijo  á  su  palacio,  así  como  á  los  cuatro 
consejeros  que  en  la  penitencia  le  habían  acompañado.  (1) 

Consultado  el  libro  adivinatorio  y  señalado  el  dia  de  la  pro- 
clamación, partían  mensajeros  en  todas  direcciones  á  convidará 
los  reyes  y  señores,  amigos  ó  enemigos,  quienes  concurrían  en 
el  plazo  señalado  por  sí  ó  por  delegados.  Tenían  lugar  grandes 
iestas  y  regocijos,  en  que  se  prodigaban  suculentos  convites, 
continuados  y  grandes  bailes,  repitiéndose  los  dones  y  regalos 
que  el  rey  hacía  á  los  señores,  en  retomo  de  los  que  éstos  le  ha- 
bían traído.  Esta  fiesta  de  la  proclamación  se  llamaba  MaMcUoa- 
paca.  Cada  una  de  estas  ceremonias  iba  acompañada  de  aquellas 
largas  arengas  que  los  méxica  tenían  dispuestas,  formando  el  có- 
digo de  su  intrincado  ceremonial.  (2) 

Todavía  no  quedaba  terminada  aquí  la  tarea.  Para  coronarse 
y  entrar  en  el  ejercicio  pleno  de  su  autoridad,  era  indispensable 
qué  el  rey  saliera  á  campaña  al  frente  de  su  ejército,  á  fin  de 
traer  los,  prisioneros  que  debían  ser  inmolados  en  la  solemnidad. 
Escogíase  al  intento  una  provincia  rebelada  ó  por  conquistar; 
se  ponían  los  medios  de  salir  victoriosos,  y  ejército  y  rey  torna- 
ban triunfantes,  calculando  su  dicha  por  el  mayor  número  de 
oautivoB  hechos  al  enemigo.  Las  fiestas  tenían  lugar  como  las  de 
antes,  sólo  que  ahora  el  rey  se  i^ostraba  magnífico  en  recompen- 
sar á  los  guerreros  que  se  habían  distinguido  en  la  campaña, 
dándoles  dones,  insignias  ó  nuevos  grados.  (3)  Al  esplendor  de 
los  bailes  y  convites,  se  unía  el  cruento  espectáculo  de  los  sa- 
crificios y  las  terribles  peripecias  de  los  combates  gladiatorios; 

« 

(1)  Mendieta,  lib.  n,  cap.  XXXVn.   Torquemada^  Hjj.  XI,  cap.  XXVIIL    P.  8a- 
Jbason,  tom.  n,  pig.  818-20.  OaTÍgerp,  tom.  I,  pág.  809. 
(Sy  Yéanae  estos  arengas  en  Sahagnn,  tom.  II,  pág.  76-118. 
(8)  Sáhagon.  tom.  n,  pág.  821-22. 


368 

de  manera  que,  al  retirarse  los  convidados,  si  iban  maravillados 
de  la  riqueza  y  del  poder  de  los  méxica,  llevaban  encogido  el  co- 
razón por  los  espectáculos  de  su  sangriento  culto. 

Seguían  en  categoría  al  rey  los  grandes  dignatarios  del  impe- 
rio por  su  orden,  los  sacerdotes,  jefes  del  ejército  y  magistrados, 
quedando  en  último  término  el  común  del  pueblo  no  condecora- 
do ni  distinguido.  Respecto  de  la  ciudad  primitiva  de  México, 
las  clases  sólo  estaban  divididas  en  el  rey  y  casa  real,  los  saceS»- 
dotes,  los  guerreros  y  la  gente  menuda;  pero  las  conquistas  su- 
cesivas, la  absorción  de  los  pueblos  de  lenguas  y  usos  diversos, 
introdujeron  nuevos  elementos  en  la  organización  social,  dando 
principio  á  una  nobleza,  distinta  en  parte  de  las  clases  recono- 
cidas, que  venía  representando  por  un  lado  el  nacimiento  y  la 
familia,^  por  otro  lado  la  riqueza  individual  y  la  propiedad. 

Las  tribus  establecidas  en  la  tierra,  de  la  misma  ó  diferente 
filiación,  se  habían  subdividido  casi  indefinidamente;  cadu  pe- 
queño territorio  tenía  propio  señor,  cada  pueblo  ofrecía  un  su- 
perior, ya  subordinado  á  otro,  ya  independiente.  La  conquista 
mexicana  sujetaba  las  tribus  al  pago  del  tributo  y  al  contingente 
de  armas,  municiones  y  soldados  para  la  guerra;  pero  dejaba  i 
los  señores  naturales  su  señorío,  al  pueblo  sus  usos  y  costum- 
bres. Tomábanse  algunas  tierras,  ya  para  que  labradas  en  común 
produjeran  renta  á  la  corona,  ya  para  repartir  á  los  guerreros 
que  más  se  habían  distinguido.  Todos  estos  jefes  se  denomina- 
ban Üatoaniy  y  fueron  confundidos  por  los  castellanos  con  el 
nombre  de  caciques,  palabra  tomada  de  la  lengua  de  las  islas.  Los 
Üatoani  ejercían  en  su  provincia  la  jurisdicción  civil  y  criminal; 
gobernaban  según  sus  leyes  y  fueros,  y  muriendo  dejaban  el  se- 
ñorío á  sus  hijos  ó  parientes,  si  bien  se  había  menester  la  confir- 
mación dé  los  reyes  de  Méxicoi  Texcoco  ó  Tlacopan,  según  su 
caso.  (1)  Era  la  nobleza  hereditaria. 

En  los  tiempos  de  Motecuhzoma  11  se  contaban  treinta  de 
estos  señores  de  á  cien  mil  vasallos,  y  tres  mil  de  pueblos  y  lu- 
gares de  menor  importancia.  Su  condición  había  empeorado  en 
el  reinado  de  aquel  déspota  emperador,  pues  no  sólo  estaban 
obligados  á  tener  gasa  en  la  corte  para  esplendor  de  ella»  aino 
que  residían  en  México  cierta  parte  del  año,  no  podían  retiriurae 

(1)  Zorita,  breve  y  samaría  relación.  M8.  ' 


369 

sin  licencia,  y  eu  este  caso  dejaban  hijo  ó  hermano  en  rehenes  úb 
que  no  se  alzarían,  faltando  á  la  jurada  obediencia.  (1) 

Las  poblaciones  fundadas  por  las  tribus  recibieron  el  nombre 
de  vil^petl,  pueblo,  htceicdi^petl,  ciudad.  Al  reunirse  los  primitivos 
pobladores  tomaron  para  sí  cierta  extensión  de  terreno,  que  por 
lotes  fué  repartido  á  las  familias.  Cambiados  los  vecinos  de  unos 
á  otros  pueblos,  en  los  tiempos  de  Techotlalla,  cada  parcialidad 
quedó  con  sus  tierras  propias,  y  los  pueblos  quedaron  subdivi- 
didos  en  tantos  ccdpvlli  ó  barrios,  cuantas  las  parcialidades  eran. 
Cada  calpuUi,  dividido  por  calles  ó  ÜaxüacaUt,  defendía  la  pro- 
piedad de  sus  terrenos,  y  evitaba  de  una  manera  absoluta  la 
mezcla  con  sus  propios  vecinos  y  aun  más  con  los  extraños.  Las 
Emilias  tenedoras  de  las  tierras  del  calpulli  eran  usufructuarias: 
heredábanlas  sin  con  tradición  de  padres  á  hijos,  mas  no  podían 
enajenaarlas  bajo  ninguna  condición,  ni  disponer  de  ellas  sino  en 
herencia  legítima.  Si  el  vecino  se  pasaba  á  vivir  á  otro  calpulli 
del  mismo  pueblo,  perdía  su  lote,  y  con  mayor  razón  si  se  tras- 
ladaba á  otra  vecindad;  si  dejaba  de  labrar  dos  años  seguidos,  y 
reconvenido  hacía  lo  mismo  al  siguiente  año,  perdía  igualmente 
Impropiedad.  En  estos  casos  y  en  el  de  la  extinción  de  la  fami- 
lia, las  tierras  volvían  al  calpulli,  y  el  principal,  con  acuerdo  de 
W  ancianos,  las  dabaá  las  nuevas  familias  formadas.  Quien  hor 
bU  'recibido  un  mal  lote  podía  pedir  se  le  cambiara,  caso  que 
alguno  estuviere  vacante,  y  si  había  lotes  de  sobra  se  daban  en 
arrendamiento  á  los  del  calpulli  vecino,  mas  nunca  en  donación 
ó  venta.  Pagaban  tributo  al  tlaioam  del  pueblo,  en  los  frutos  que 
la  tierra  producía,  prestando  ademas  servicio  de  hombres  y  mu- 
jeres. (2)  Este  linaje  de  propietarios  constituía  una  nobleza  i5 
ckse  privilegiada  en  las  poblaciones,  presentaba  la  ventaja  de 
flo  dejar  ir  á  manos  al  pueblo^  arraigando  los  hombres  al  calpu- 
IH,  aunque  producía  el  aislamiento  entre  los  mismos  vecinos  y 
era  motivo  de  poco  adelanto,  conduciendo  á  una  inmovilidad  ca- 
si absoluta.  ^ 

Las  tierras  de  que  el  rey  se  apoderaba  en  las  provincias  coit^ 
qiistadas  y  dejaba  para  sí,  tecpanÜáUiy  las  repartía  á  ciertos  nobles 
llamados  iecpanpoukqui  6  tecpanüaca^  gente  de  palacio  6  recámara 

(1)  Toiquemada,  lib.  U,  cap.  LXXXIX. 

(2)  Zorita,  sumaria  relación.  MS.  Torquemada,  Ub.  XIV,  cap.  YH, 

47 


370 

del  rey:  estaban  obligados  á  aderezar  los  jardines  y  tener  repa- 
radas y  limpias  las  casas  reales;  no  pagaban  tribnto,  ofreciendo 
tínicamente  al  señor  flores  y  pájaros  en  señal  Me  reconocimiento. 
Poseían  las  tierras  en  usufrnto,  sin  poder  disponer  de  ellas,  faera 
<le  dejarlas  en  herencia  á  sus  legítimos  sucesores.  Si  la  familia 
se  extinguía,  ó  el  propietario  incurría  en  pena  ó  dejaba  el  servi- 
cio, la  heredad  volvía  al  rey,  quien  disponía  de  ella  á  voluntad. 
£sta  nobleza  era*  muy  estimada  por  el  común,  por  ser  la  más  con- 
junta á  la  casa  real,  estar  siempre  cerca  y  en  guarda  del  sobera- 
no/7  acompañarle  cuando  salía  de  la  ciudad.  (1) 

De  las  tierras  repartidas  por  el  rey  se  numeraban  tres  catego- 
rías. Las  que  habían  cabido  en  suerte  á  las  personas  de  la  faoú- 
lia  real,  se  conservaban  indefinidamente  por  herencia,  sin  poderse 
enajenar,  formando  una  especie  de  mayorazgos;  pero  las  dona- 
ciones que  el  rey  hacía  sin  esta  conJIcion,  se  podían  enajenar 
libremente.    Llamábanse  estas  propiedades  pillcdli,  tierras  de 
nobles,  y  los  poseedores  se  nomhTahun  pipiUzín.  La  segunda  ma- 
nera de  pillaUi  la  constituían  las  donaciones  hechas  á  los  guerre- 
ros en  recompensa  de  sus  hazañas:  la  merced  era  libre  ó  con 
oondicion;  en  el  primer  caso  podían  vender  las  tierras  á  otros 
nobles,  mas  nunca  á  los  plebeyos  porque  por  sólo  este  hecho 
volvían  las  tierras  á  la  corona;  en  el  segundo  caso  se  icamplia  la 
condición,  y  la  heredad  se  trasmitía  de  padres  á  hijos.    Llamá- 
banse estos  nobles  tecquihuay  hidalgos  ó  gente  de  guerra;  no  pft^ 
gabán  tributo,  servían  de  guardia  al  soberano,  estando  listo 
siempre  cierto  número  para  servir  de  enviados,  ministros  y  eje» 
outores  de  justicia:  gozaban  de  muchas  preeminencias,  recibiendo 
del  rey  ración  y  acostamiento.  El  tercer  género  á^pillaüilo  ioi» 
maban  las  tierras  que,  como  á  los  jueces  ó  á  ciertos  empleado! 
públicos,  se  daban  para  sostener  con  lucimiento  las  cargas  del 
empleo,  duraba  el  usufructo  el  tiempo  del  cargo  y  nada  más.  (3|, 

Cerca  de  los  calpuUi  y  con  obligación  á  los  vecinos  de  labraM 
las,  había  tierras  destinadas  al  cultivo,  cuyos  productos  estabaá 
Mcliisivamente  dediados  al  mantenimiento  del  ejército  en  tienn 
po  de  guerra.  Llamábanse  mUchimaüi^  tierras  de  guerra;  cacam 
müpan  ó  oacalomiíJt,- sembrados  ó  heredades  de  los  cuervos.  Dw 
la  división  y  aplicación  de  todas  estas  propiedades  había  mapul 

(1)  Torquemada,  tom.  ü,  p4g.  546. 

(3)  Zorita,  sumaria  relación.  MS.'  Torqnemáda,  lib.  XTV,  oap.  Vn. 


/ 


371  . 

7  Ubros;  las  tierras  de  los  oalpulli  estaban  pintadas  de  amarillo 
éaOf  las  de  los  nobles  de  encamado»  las  del  rey  de  pnrpura.  (1) 

Para  sufragar  los  gastos  del  eidto,  los  teocali!  tenían  señaladas 
tieiras.  Una  región  era  conocida  con  el  nombre  de  teoiHa^pofrif 
tieira  de  los  dioses,  por  estar  destinada  á  objetos  religiosos. 

liBk  propiedad  de  }a  tierra  estaba,  pues,  muy  sabdividida.  Con 
esta  distribución  se  proveía  á  la  subsistencia  del  mayor  número 
de  &milias;  pero  los  bienes  así  yincnlados  estaban  como  inertes, 
todod  los  desheredados  quedaban  faera  del  pooo  movimiento  que 
se  operaba  en  aquella  sociedad.  La  suerte  de  los  privilegiados 
esfad)a  asegurada,  mientras  la  condición  de  los  macehuaUi  ó  ple- 
beyos era  dura  y  afanosa.  Así  pasa  todavía,  de  absoluta  necesi- 
dad, aun  en  las  naciones  mejor  organizadas.  Sin  embargo,  el 
naothuaHi  era  dueño  de  su  fortuna;  tenía  delante  la  milicia  y  el 
saeerdooio,  y  con  ^valor,  talento  y  virtud,  podía  encumbrarse  á 
k»  puestos  superiores;  quien  no  progresaba  por  ser  incapaz  de 
Indiar  contra  el  trabajo,  de  su  ineptitud  debía  quejarse  y  no  del 
hado.  De  los  plebeyos,  unos  ejercitaban  las  artes  mecánicas, 
sacando  de  sus  industrias  lo  necesario  para  su  sustento,  los  otros 
n  hacían  labradores;  éstos  eran  los  más  desdichados,  aunque  su 
desdicha  provenía  del  despotismo  del  gobierno.  Los  nobles,  que 
10  podían  cultivar  con  sus  manos  las  tierras,  empleaban  á  los 
pedieros,  ya  asignándoles'  una  ración  por  su  trabajo,  ya  dando- 
Íes  las  heredades  como  en  arrendamiento,  cobrando  en  frutos 
determinada  renta:  esto  daba  ocupación  á  millares  de  brazos  y 
iQeguraba  la  vida  á  las  familias  pobres.  También  los  calpuüi  da- 
los lotes  vacos  á  los  terra^^eros,  con  término  de  uno  ó  dos 
i&os,  por  cierta  cantidad  de  los  frutos  de  la  tierra.  Aunque  pre- 
nria,  esta  condición  sería  llevadera,  á  no  sobrevenir  el  tributo 
fdido  por  el  conquistador.  Gomo  plebeyos,  de  los  granos  que 
de  tres  medidas  daban  una,  uno  de  cada  tres  de  k>  que 
fliaban;  su  trabajo  era  para  el  déspota  de  México;  eran  escla- 
da  la  tierra?  "y  cuando  cdmían  huevos  les  parecia  que  el 
les  hacía  gran  merced,  y  estaban  tan  oprimidos,  que  casi 
les  tasaba  lo  que  habían  de  comer,  y  lo  demás  era  para  el 
feey."  {2)  El  cáncer  de  aquella  sociedad  estaba  en  el  orgullo  de 
■ix^es» 

(1)  Torquemada,  tom.  II,  pág.  546. 
(3)  Torqoemada,  hb.  n,  cap.  LXXXDL 


372 

La  agricultura  entretenía  gran  número  de  brazos.  Careciendo' 
de  instrumentos  de  kierro,  del  buey,  caballo  y  muía  que  les  aU- 
viaran  sus  faenas,  suplían  aquellas  faltas  por  medio  de  perseve- 
rancia y  trabajo.  Usaban  de  la  coa  para  cavar  la  tierra,  del  kmdlt 
6  pala  para  removerla,  de  hachas  de  piedra  ó  de  cobre  para  cor- 
tar los  árboles  y  la  maleza;  las  demás  faenas  quedaban  encomen- 
dadas á  la  fuerza  del  hombre,  ayudado  por  las  mujeres  y  los 
niños.    La  población  era  mucha,  y  preciso  era  aprovechar  todo- 
el  suelo  útil,  asi  en  la  llanura  como  en  las  laderas  de  los  montes. 
Los  campos  llenos  de  matorrales,  eran  preparados  para  la  siem- 
bra por  medio  del  fuego,  quedando  libre,  sí  mismo  tiempo  que* 
recibía  abono  con  las  cenizas.    Llegada  la  buena  estación,  el 
hombre,  después  de  aflojar  la  tierra,  hacía  con  la  coa  agujeros  en 
línea  recta  de  un  linde  al  otro,  repitiendo  la  operación  por  líneas 
paralelas  hasta  llenar  la  superficie;  la  mujer  depositaba  los  gra- 
nos de  maíz  en  el  agujero,  tapándolo  y  apretando  con  el  pié  Ift 
tierra.    Crecida  un  poco  la  planta  le  amontonaban  tierra  al  piér 
cuidaban  de  arrancar  la  zizaña,  y  cogida  la  cosecha,  en  común  se 
quitaban  la^  hojas  y  desgranaban  las  mazorcas:  depositaban  los  | 
productos  en  trojes  ó  graneros,  ya  de  madera,  ya  redondos  de 
piedra  y  lodo,  con  una  abertura  en  la  parte  superior. 

La  experiencia  les  había  enseñado  á  distinguir  las  diversas 
calidades  de  los  terrenos,  y  los  cultivos  para  que  eran  apropia- 
dos, dando  á  cada  uno  nombre  particular.  (1)  Las  siembras  de 
temporal  quedaban  aventuradas  á  la  bondad  del  cielo,  á  «fin  de 
que  la  lluvia  les  diera  suficiente  riego;  por  eso  eran  las  fiestas  á 
los  dioses  de  las  aguas  y  á  las  otras  divinidades  protectoras  de 
los  mantenimientos.  Esto  era  en  los  terrenos  que  no  eran  de  re- 
gadío. En  efecto,  sabían  conducir  de  lejos  el  líquido  beñ^co, 
bien  por  medio  de  arcaduces  apipüolli,  canales  6  acequias  apanÜif 
forma^ido  extensos  sistemas  de  irrigación,  comunes  á  yarios'pue- 
blos  ó  particulares.  En  los  lugares  propios  formaban  grandes 
depósitos  de  agua  llovediza  ó  albef  cas  tlaquiUicatitl^  llamados  ja- 
giíey  por  los. castellanos,  de  un  nombre  de  la  lengua  de  las  islas. 
Cuando  algún  terreno  se  hacía  ingrato,  le  dejaban  descansar  por 
algunos  años,  hasta  que  la  maleza  de  que  se  cubría  daba  testí- 
*monio  de  nueva  fertilidad.    Todas  las  heredades  estaban  Mota- 

(1)  P.  Sahagnn,  tom.  IH,  pág.  314-1^. 


373 

I 

¿aa.  (xm,  cercas  de  piedra  seca,  formadas  con  gran  arte»  ó  con 
Tallados  de  magueyes;  los  propietarios  las  reparaban  cada  año, 
ea  el  mes  Fanquetzaliztli,  siguiendo  las  prescripciones  del  ri* 
iaaL(l) 

Gastaban  apasionadamente  del  aroma  de  las  flores.  Nadie 
podía  entrar  al  palacio  ni  ver  al  rey,  sin  ofrecerle  ramilletes;  el 
mismo  uso  había  con  señores  y  embajadores;  los  particulares  los 
Oeiraban  por  gozar,  y  nunca  faltaban  en  los  convites  y  regocijos 
ds  los  particulares;  formaban  parte  de  las  ofrendas  del  culto,  y  se^ 
empleaban  en  el  embellecimiento  de  casas  y  templos.  De  aquí 
qu»  el  cultiyo  de  las  flores  fuera  universal;  abtmdaban  los  jardi- 
ñas  en  las  habitaciones  de  los  nobles,  y  los  reyes  los  hacían  cul- 
tíiar  de  una  manera  particular:  los  más  famosos,  según  el  dicho 
dd  los  conquistadores,  fueron  los  de  México,  Texcoco,  Itztapala- 
pm  y  Huaxtepec.  Cuidábanse  en  ellos  las  flores  más  preciadas 
oa  cada  provincia,  plantas  exóticas  traídas  de  lejos  y  con  acierta 
aclimatadas,  yerbas  medicinales  de  las  menos  comunes.  Por  el 
laismo  orden  tenían  huertos  con  árboles  frutiJes,  CTymtos  el  clima 
podía  producir  y  sustentar.  Los  arbolados  y  bosques  les  mere- 
úm  gran  atención.  Necesitábanlos  para  muchos  objetos,  con* 
tándose  entre'  ellos  que  se  abrigara  y  reprodujera  la  caza,  y  dar 
abasto  al  gran  consumo  de  leña  que  se  hacía  en  los  usos  comu- 
nes, en  las  casas  reales  y  en  los  teocallL  En  los  bosques  de  la 
propiedad  del  rey  estaba  prohibido  penetrar  para  cortar  arbola 
6  ramas;  en  los  particulares  el  corte  estaba  reglamentado  de  una 
manera  severa,»  y  por  costumbre  se  hacían  plantíos  por  todas 
partes.  Aquellos,  dizque  bárbaros,  tenían  mejor  policía  en  este 
ramo  que  nosotros;  ahora  que  el  consumo  de  leña  aumenta  con 
las  máquinas  de  vapor,  la  tala  de  árboles  se  verifica  sin  concier- 
to ni  tino:  á  nuesta  vista  han  desaparecido  inmensos  arbolados, 
y  donde  antiguamente  se  presentaban  impenetrables  bosques, 
hoy  se  miran  montañas  desnudas,  surcadas  por  las  lluvias  y  abra- 
sadas por  el  sol. 

Bien  dicho  se  está,  que  la  necesidad  es  madre  de  la  industria, 
ünoerrados  los  méxica  en  el  perímetro  de  su  isla,  faltábales  tie- 
rra que  cxdtivar;  para  contentar  las  exigencias  del  señor  de  Az- 
^potzalco,  y  proveer  en  seguida  á  su  mantenimiento,  inventaron 

(1)  Torquemada,  Ub.  XIH,  cap.  XXXI  y  XXXU.  davigexo,  tom.  I^  pág.  34a 


374 

• 

los  huertos  flotantes  ó  chinamipa.    '^1  modo  qué  tuvieron  enton- 
ces de  hacerlo^  y  que  aun  en  el  día  conservan,  es  bastante  sen- 
cillo. Hacen  un  tejido  de  varas  y  raíces  de  algunas  plantas  acoi- 
ticas  y  de  otras  materias  leves,  pero  capaces  de  sostener  xmida 
la  tierra  del  huerto.    Sobre  este  fundamento  colocan  ramas  lia- 
rás de  aquellas  mismas  plantas  y  encima  el  fango  que  sacan  del 
fondo  del  lago.  La  figura  ordinaria  es  cuadrilonga:  las  dimensio- 
nes varían,  pero  por  lo  común  son,  si  no  me  engaño,  ocho  toesa» 
poco  más  ó  menos  de  largo,  tres  de  ancho  y  menos  de  un  pié  de 
elevación  sobre  la  superficie  del  agua.    Estos  fueron  los  prime- 
ros campos  que  tuvieron  los  mexicanos,  después  de  la  fundación 
de  su  ciudad,  y  en  ellos  cultivaban  el  maíz,  el  chile,  y  todas  las 
otras  plantas  necesarias  á  su  sustento.  Habiéndose  después  mul- 
tiplicado excesivamente  aquellos  campos  móviles,  los  hubo  tam- 
bién para  jardines  de  flores  y  de  yerbas  aromáticas,  que  se  em- 
pleaban en  el  culto  de  los  dioses  y  en  el  recreo  de  los  magnates* 
Ahora  solo  se  cultivan  en  ellos  flores  y  toda  clase  de  hortalizaSr 
Todos  los  dias  del  año,  al  salir  el  sol,  se  ven  llegar  por  el  canal, 
á  la  gran  plaza  de  aquella  capital,  innumerables  barcos  cargados 
de  muchas  especies  de  flores  y  otros  vegetales,  criados  en  aque- 
llos huertos.   En  ellos  prosperan  todas  las  plantas  maravillosa- 
mente, porque  el  fango  del  lago  es  fértilísimo,  y  no  necesita  dd 
agua  del  cielo.    En  los  huertos'  mayores  suele  haber  arbustos,  y 
aun  una  cabana  para  preservarse  el  dueño,  del  sol  y  de  la  lluvia. 
Cuando  el  amo  de  un  huerto  ó  como  ellos  dicen,  de  una  cMnam- 
pa,  quiere  pasar  á  otro .  sitio,  ó  por  alejarse  de  un  vecino  perju- 
dicial, ó  para  aproximarse  á  su  familia,  se  pone  en  su  barca,  y 
con  ella  sola,  si  el  huerto  es  pequeño,  ó  con  el  auxilio  de  otras 
si  es  grande,  lo  tira  á  remolque,  y  lo  conduce  donde  quiere.   La 
parte  del  lago  donde  están  estos  jardines  es  un  sitio  de  recreo, 
.  donde  los  sentidos  gozan  del  más  suave  de  los  placeres."  (1)  Las 
chinampas  han  disminuido  en  número;  á  medida  que  las  aguas 
del  lago  bajan  ó  se  asolvan  las  orillas,  es  preciso  llevarlas  á  lu- 
gares más  profundos,  pues  de  lo  contrario  quedan  soldadas  y 
firmes  sobre  el  fondo  del  vaso. 

£1  abastecimiento  de  la  ciudad  de  México,  y  el  tráfico  con  los 
pueblos  de  las  márgenes  del  lago,  se  hacía  por  medio  de.  los 

(1)  davigero,  tom.  I,  pág.  830. 


376 

oaiO^  caj»aa  de  agnA  ó  canoas.  Según  un  testigo  ocular,  ''son  da 
'^  madero  socavado,  aunque  hay  algunas  tan  grandes  que  ca* 
'W  dentro  cómodamente  hasta  cinco  personas/'  (1)  Admitimos 
k¡ío  como  evidente^  pero  sólo  respecto  de  las  canoas  pequeñas, 
llamadas  ahora  chalupas,  que  navegaban  por  las  calles  de  agua 
déla  ciudad.  En  cuanto  al  número:  "Había  en  México  muchas 
"acallis  ó  barcas  para  servicio  de  las  casas,  y  otras  muchas  de 
^'tiratantes  que  venían  con  bastimentos  á  la  ciudad,  y  todos  los 
''paeblos  de  la  redonda,  que  están  llenos  de  barcas,  que  nunca 
"cesan  de  entrar  y  salir  á  la  ciudad,  las  cuales  eran  innúmera- 
^'blds.  En  las  calzadas  había  puentes  que  fácilmente  se  podían 
'Uzar;  y  para  guardarse  de  la  parte  del  agua  er^  las  barcaa 
"^ue  digo,  que  ei;an  sin  cuento,  porque  hervían  por  la  agua  y 
''por  las  calles.'*  (2)  Según  otru  buena  auto^id^d,  acudían  tantas 
ttooas  al  mercado  principal,  que  cubrían  el  agua."  (3) 

Ni  todas  las  canoas  podían  ser  de  un  madero  socavado,  ni  en 
las  mayores  cabían  solo  cinco  personas,  supuesto  que  los  méxi- 
ea  hicieron  algunas  expediciones  mihtares  contra  los  pueblas 
riberanos,  dieron  combates  navales  en  los  lagos  y  transportaron 
por  agua  sus  ejércitos.  La  flotilla  de  los  mexica  salió  á  oponerse 
i  los  bergantines  de  los  castellanos,  y  sus  canoas  lograron  algu- 
na vez.  apoderarse  de  una  de  aquellas  embarcaciones.  Preso  Mo- 
tecuhzoma  en  el  cuartel  de  los  blancps,  cuando  salía  á  pasea^ 
por  el  lago,  "iba  en  canoas  grandes,  que  en  cada  una  cabían  se- 
"senta  hombres."  (4)  Según  se  advierte  en  las  pinturas  del  Cód. 
Mendocino,.  eran  de  fondo  plano,  sin  velas  ni  timón;  manejában- 
las con  grandes  remos,  cuyo  extremo  se  fijaba  en  el  fondo  en  los 
lagares  someros,  ó  con  paletas  en  las  aguas  profundas. 

Bespectode  la  navegación  en  las  costas  y  rios,  tenemos:  "Aca- 
Qien  esta  lengua  quiere  decir  casa  hecha  sobre  agua;  con  estas 
aa^eg^n  por  los  grandes  rios,  como  son  los  de  la  costa,  y  para 
^m  pesquerías  y  contrataciones;  y  con  éstas  salen  á  la  mar,  y 
opn  las  grandes  de  estas  acallis  navegan  de  una  isla  á  otra,  y  se 
afareveo;!  á  atravesar  algún  golfo  pequeño.  Estas  acallis  ó  barcas 
cada  una  es  de  una  sola  pieza,  de  un  árbol  tan  grande  y  tan  grue- 

(1)  Conquistador  anónimo,  en  Icazbalceta,  tom.  I,  pág.  392. 

(2)  Motolinia,  pág.  187. 

(3>  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  XUI. 
(4)  Torquemada,  lib.  IV,  cap.  LX. 


1 


376 

SO  como  lo  demanda  la  longitud,  y  conforme  al  ancho  que  le 
pueden  dar,  que  es  de  lo  grueso  del  árbol  de  que  se  haoen,  y 
para  esto  hay  sus  maestros  como  en  Vizcaya  los  hay  de  naTÍos; 
y  como  los  rios  se  van  haciendo  mayores  cuanto  más  se  aligan 
Á  la  costa,  tanto  son  mayores  estos  acallis  ó  barcas."  (1) 

Los  objetos  que  rodean  al  hombre  determinan  sus  ocupado* 
nes;  los  méxica,  metidos  en  una  isla  debieron  precisamente  con* 
vertirse  en  nautas.  El  arte  de  navegar  debió  irse  perfeccionando 
conforme  á  las  necesidades  de  aquel  pueblo  y  al  grado  de  pode- 
río que  fuü  alcanzando.  Al  principio  el  pequeño  acalli  debió  s« 
empleado  en  la  pesca,  entre  los  carrizales  y  lugares  cercanos  á 
la  isla;  después  debió  crecer  la  canoa  para  ser  empleada  en  ei 
tráfico  con  la  tierra  firme;  más  adelante  hubo  que  empleax  ma-  { 
yores  barcas  onjconquistar  las  ciudades  de  las  orillas  de  los  la- 
gos, en  trasportar  los  soldados  que  iban  á  las  conquistas  dis- 
tantes, en  tener  siempre  á  raya  á  los  pueblos  pescadores  de 
aquellos  litorales.  Aumentada  la  población,  convertida  México 
en  la  metrópoli  de  un  gran  imperio,  el  número  de  los  acallis  de 
todos  portes  hubo  de  crecer  en  gran  cuantía,  no  siendo  increíble 
io  que  asegura  un  autor  contemporáneo:  "están  al  derredor  della 
'^todos  los  dias  del  mundo  por  la  dicha  laguna  sesenta  y  setenta 
"mil  canoas  de  las  grandes,  en  que  vienen  provisiones  á  la  cru- 
"dad."  (2)    Sin  embargo,  oi  arte  de  navegar  no  pudo  pasar  de 
estrechísimos  límites,  ya  que  relativamente  eran  tan  cortos  aque- 
llos depósitos  de  aguas  tranquilas  y  estancadas. 

El  verdadero  adelanto  náutico  debemos  buscarle  en  los  pue- 
blos que  habitaban  las  costas  de  los  mares.  "Nada  nos  dicen  los 
^'historiadores  del  comercio  marítimo  de  los  mexicanos.  Proba- 
^'blemente  no  sería  de  mucha  importancia,  y  sus  barcas,  qne 
apenas  se  alejaban  de  la  costa,  en  uno,  y  otro  mar,  serían  prin- 
cipalmente empleadas  en  la  pesca."  (3)  En  efecto,  mientras 
consta  que  los  pochteca  se  aventuraban  hasta  las  provincias  más 
distantes  de  Centro  América,  nada  se  encuentra  acerca  Hb  las 
expediciones  emprendidas  por  mar:  las  barcas  de  la  costo  de 
México  se  alejaban  poco  de  la  orilla  para  ir  á  pescar,  apartando^ 

^l)  MotoUnia,  trat  III,  cap.  X. 

(2)  Carta  del  Licenciado  Alonso  Zaaro,  apud.  García  IcazbalcetA,  Doc.  t02n.  I, 
pág.  859. 
(8)  Clavigero,  tom.  I,  pág.  352. 


ce 


377 

se  i  las  cercanas  islas  como  la  de  Sacrificios.  Sea  lo  que  fuere, 
apdlos  acalli  debían  sermtiy  superiores  en  tamaño  á  las  usadas' 
ea  los  lagos.  Durante  la  expedición  de  Juan  de  Grijalva,  1617; 
— '*^neflido  por  nuestra  navegación,  llegamos  á  un  rio  grande,  que 
ie  pusimos  por  nombre,  rio  de  canoavS,  é  allí  enfrente  de  lá  boéa 
"áel  «ugimos;  y  estando  surtos  todos  tres  navios,  y  estando  al- 
"go  descaidados,  vinieron  por  el  rio  dieis  y  seis  canoas  muy 
agrandes  llenas  de  indios  de  guerra,  con  arcos  y  flechas  y  lan* 
"aas,  y  vanse  derechos  al  navio  más  pequeño,  del  cual  era  capitán 
^'Alm&Bo  de  Avila,  y  estaba  más  llegado  á  tierra,  y  dándole  una 
"rociada  de  flechas,  que  irieron  á  dos  soldados,  echaron  mano  al 
'tevío  como  que  lo  querían  llevar,  y  aun  cortaron  una  amarra."  (1) 
Aquella  costa  pertenecía  á  la  provincia  del  Huaxtecapan,  y  muy 
jmndes^  A  proporción,  debían  ser.  las  barca»  de  los  naturales, 
pa^  se  atrevieron  á  salir  al  encuentro  de  las  naves  castellanas. 

Mayores  adelantos  parece  que  habían  alcanzado  los  pueblos 
de  Yucatán.  En  las  pinturas  existentes  en  una  sala  de  Chichen 
Itíá  aparece  una  embarcación  de  alto  bordo,  con  los  do3  extre*- 
mos  recürvos  y  levantados,  conteniendo  á  lo  que  se  indica  una 
iQn&erosa  tripulación;  diríamos  á  vista  del  dibujo,  que  es  una 
embarcación  ocupada  en  el  asalto  de  una  población  de  la  costa, 
^os  tripulantes  roban  las  casas  y  arrojan  al  agua  algunos  dé 
SE»  prisioneros.  (2)  Si  por  tan  livianos  fundamentos  nos  dejára- 
mos guiar,  inferiríamos  que  los  primitivos  habitantes  de  la  pe- 
nínsula, los  constructores  de  las  grandes  maravillas  del  arte, 
fueron  mucho  más  adelantados  en  la  náutica  que  sus  degenera- 
dos sucesores. 

Aieniendonos  á  datos  más  positivos,  durante  el  viaje  de  D. 
•Ottstobal  Oolon,  1502,  al  descubrir  las  islas  de  los  Guanajos: — 
''En' habiendo  salido  á  tierra  D.  Bartolomé  Colon,  llegó  una  ca- 
"aoa'ide  indios,  tan  grande  como  una  galera,  y  de  ocho  pies  de 
"ancho,  iba  cargada  de  mercaderías  de  hacia  Poniente,  y  debía 
"ser  de  tierra  de  Yucatán,  porque  no  está  de  allí  sino  de  treinta 
ieguas  ó  poco  más:  traía  en  medio  de  la  canoa  un  toldo  de  es- 
'teras  de  palma,  que  en  la  Nueva  España  llaman  petates:  iban 
"dentro  de  él  las  mujeres,  hijos,  hacienda  y  mercaderías,  sin  que 

(1)  Bemal  Díaz,  cap.  XVL 

(2)  Incidents  of  trayel  in  Yucatán  by  John  Stephena,  vol.  n,  pág.  810-11 

48 


378 

*'agua  de  lámar,  ni  del  cielo  los  pudiese  mojar." — ''Eran  las  mer- 
''oaderías  muchas  mantas  de  algodón,  muy  pintadas  y  de  diver- 
''sos  colores  y  labores,  y  camisetas  sin  mangas  y  sin  oaello6, 
''cortas  hasta  la  rodilla  y  aun  menos,  también  pintadas  y  labrar 
"das,  y  almaizares  que  en  Nueva  españa  llaman  mástil  coa  q^ 
"los  hombres  cubren  sus  partes  secretas,  también  pintados  y  la* 
"brados:  muchas  espadas  de  madera,  con  una  canal  en  los  filos 
"y  allí  pegadas  con  fortísimo  betún  é  hilo,  ciertas  navajas  de 
"pedernal;  hachuelas  de  cobre  para  cortar  leña,  cascabeleB  y  par 
"tenas,  crisoles  para  fundir  el  cobre,  almendras  que  llaman  ca* 
"cao  que  en  Nueva  Espaiía  tienen  por  moneda:  su  bastimento 
''era  pan  de  maíz  y  raíces  que  en  Nueva  España  llaman  camotes 
"y  en  las  islas  axis,  y  batatas,  y  el  vino  era  del  mismo  maíz  que  i 
aparecía  cerveza.  Iban  en  la  canoa  veinte  y  cinco  hombrea"  &c  (1) 
Oumplida  descripción  de  aquel  barco  mercante  que  surcaba  las 
olas  á  largas  distancias,  para  ir  á  traficar  en  las  islas  y  la  costa 
del  golfo  de  Honduras.  Sin  duda  alguna  que,  por  imperfecta  que 
se  suponga  aquella  embarcación,  ya  demuestra  cierto  adelanto 
en  la  ciencia  de  la  marinería. 

Volviendo  al  viaje  de  Juan  de  Grijalva,  estando  sobre  la  costa 
de  Yucatán,  queriendo  reconocer  una  población  &  la  que  pusie* 
ron  por  nombre  el  Gran  Cairo:  "una  mañana,  que  fueron  4  de 
"Marzo,  vimos  venir  cinco  canoas  grandes  llenas  de  indios  natur 
"rales  de  aquella  población,  y  venían  á  remo  y  vela.  Son  canoas 
"hechas  á  manera  de  artesas,  son  grandes,  de  maderos  gruesos 
"y  cavadas  por  dentro  y  está  hueco,  y  todas  son  de  un,  madero 
"macizo,  y  hay  muchas  dellas  en  que  caben  en  pie  cuarenta  y 
"cincuenta  indios."  (2)  Refiriéndose  Oviedo  al  mismo  viaje  de 
Grijalva,  y  narrando  lo  que  pasó  en  lago  de  Términos,  escribe: 
"y  en  tanto  que  allí  estovieron  los  chriptianos  tomando  agua, 
"vieron  canoas  cada  dia  atravesar  con  gente  á  la  vela,  que  pa- 
"saban  á  la  otra  tierra  de  la  Isla  Bica  ó  Yucatán."  (3)  £}n  la 
carta  escrita  por  el  regimiento  de  la  Villa  Rica  de  la  Veracruz 
al  emperador,  dándole  cuenta  de  la  expedición  de  D.  Hernando 
Cortes  encontramos:  "Y  visto  ésto,  (el  mal  tiempo),  el  capitán 

I 

(1)  Herrera,  dec.  1,  lib.  V,  cep.  V. — Cases,  Hist.  de  Indias,  lib.  II,  cap.  XX. 

(2)  Bemal  Díaz,  cap.  11. 

(8)  Hist.  general  y  natural,  lib.  XVII,  cap.  XVIL 


^  » 


379 

^lna&dd  desembarcar  (en  Ooznmel)  toda  la  otra  gente  de  la  ar- 
'^mada,  y  otro  día  á  medio  día  vieron  nna  canoa  á  la  vela  hacia 
'te  dieha  isla."  (1)  De  estas  autoridades  de  los  testigos  presen-' 
diles  7  de  persona  por  ellos  infonnada  deducimos,  que  los  ha* 
Mtotes  de  Yucatán  nt^vegaban  á  vela  y  remo  y  se  confiaban  á 
las  olas  á  largas  distancias.  No  nos  parece  preciso  llamar  la 
ataidon  acerca  de  que,  el  empleo  y  uso  de  la  vela  en  las  embar- 
eaeiones  importa  ya  un  grande  adelanto,  supuesto  que  las  puede 
oomimiear  mayor  velocidad  economizando  las  fuerzas  de  los 
hombres  empleadoi^  como  remeros. 

Narrando  Bemal  Diaz  las  penalidades  del  viaje  de  D.  Her- 
nando Cortés  á  las  Hibueras,  cuenta:  '^é  yendo  por  la  cost^  del 
'%)rte  (Gonzalo  de  Sandoval),  vio  que  venía  por  la  mar  una  ca- 
'^loa  á  remo  y  á  la  vela,  y  se  escondió  de  dia  en  tm  monte,  por- 
«que  vieron  venir  la  canoa  con  los  indios  mercaderes."  (2)  Según, 
¿ito,  el  empleo  de  la  vela  era  conocido  también  de  los  navegaúr 
\m  del  Golfo  Dulce.  Conocíanla  igualmente  los  del  Perú.  (3) 

La  vida  doméstica  era  tranquila,  y  á  nuestro  modo  actual  de^ 
TOT  llena  de  privaciones.  Las  puertas  y  ventanas  de  las  casas 
estabaaoL  sólo  defendidas  por  cortinas  ó  esteras,  teniendo  en  sus 
«rtremos  cascabeles  ó  cuerpecillos  sólidos  que  sonaban  al  inten* 
tarse  la  entrada.  En  las  habitaciones  de  los  ricos  babía  estera^ 
tendidas  por  el  suelo  sirviendo  de  alfombras,  y  otras  esteras  finas 
5  pintadas  cubriendo  las  paredes:  las  casas  de  los  pobres  esta- 
ban desnudas.  La  cama,  sobre  el  suelo,  se  componía  de  uno  ó 
varios  petates  sobrepuestos;  si  el  necesitado  se  tapaba  con  la 
ropa  que  le  vestía,  el  poderoso  aumentaba  alguna  colcha  para 
abrigarse  contra  el  frío.  No  había  otros  asientos  que  los  llama- 
do8  iopaüi;  sentábanse  sobre  la  tierra  en  cuclillas,  las  mujeres 
«m  la«  piernas  cruzadas  ó  dobladas.  Servíanse  las  comidas  so- 
be esteras  y  manteles,  mas  no  parece  usaran  del  tenedor  y  la 
enehara;  al  primero  suplían  los  dedos,  á  la  segunda  los  pedazos 
de  la  tortilla  doblados  en  forma  cóncava.  Constituía  su  alumbra- 
do» rajas  delgadas  del  pinp  resinoso  llamado  oootl,  encendidas 
por  vjx  extremo,  y  fijadas  por  el  otro  en  lo  que  podremos  llamar 

(1)  Cartas  y  relaciones,  en  Gayangos,  pág.  12. 

(2)  Bist.  verdadera,  cap.  CLXXVni. 
(8)  Loe  navegantes  indígenas  de  la  época  de  la  conquista,  por  A.  Niíflsz  Ortega, 

Boletín  de  la  Soc.  de  Geog.  Segunda  época,  tom.  IV,  pág.  47. 


380 

candeleros;  arden  poco  á  poco,  dan  buena  luz,  aunque  es  predao 
separar  con  frecuencia  la  parte  ya  carbonizada,  ló  que  equivale 
á  despavilar;  pero  en  cambio  producen  un  humo  espeso,  que  Ite- 
na  de  hoUin  techo  y  paredes.  (1)  Esta,  para  nosotros  miseria, 
no  nos  causa  extrañeza.  Desde  niños  estaban  criados  á  la  intem- 
perie; de  jóvenes  pasaban  la  vida  en  la  aspereza  del  monasterio; 
de  hombres  se  acostumbraban  á  las  penalidades  del  campamen* 
to;  nada  habían  menester,  fuera  de  un  sitio  donde  reposar  de  la 
fatiga,  algunos  trastos  en  que  tomar  el  alimento.  Fuertes  y  so- 
brios, bajo  un  clima  benigno,  nuestros  remilgos  hubieran  que- 
brantado su  salud  y  amenguado  sus  bríos.  Ademas,  dormían  & 
la  oscuridad  y  trabajaban  á  la  luz. 

Según  las  personas  que  les  vieron,  aquellos  pueblos  eran  bien 
proporcionados  de  cuerpo,  delgados  de  carnes,  ágiles,  buenos 
corredores;  negros  los  ojos,  negro  el  cabello  y  lacio;  el  color  co- 
brizo, las  facciones  regulares;  aspecto  agradable,  aunque  un  tanto 
triste  y  desconfiado:  las  mujeres  de  talla  mediana,  movimientos 
graciosos;  bien  agestadas  en  general,  hermosas  muchas;  de  pié 
extremadamente  breve.  Los  sentidos  perspicaces,  y  más  ejercita- 
dos la  vista  y  el  oído.  Afeaban  y  perdían  aquellas  dotes  naturales, 
IdA  mujeres  por  el  uso  de  algunos  afeites;  por  llevar  nacockiU  6 
pendientes  muy  pesados,  que  les  hacían  las  orejas  deformes;  por- 
que las  penitencias  pedidas  por  el  ritual  les  dejaban  cicatrioes  y 
lacras;  los  hombres  por  embijarse  ^ara  salir  á  la  guerra,  por  dea- 
figurarse  el  labio,  horadándole  para  llevar  el  tenteÜ  6  distintivo 
guerrero;  porque  por  los  zarcillos  y  sacrificios,  tenían  las  orejas 
largas,  aspadas  y  con  excrecencias.  (2) 

En  cuanto  á  la  costumbre  de  deformar  el  cráneo,  para  darle 
oierfca  prolongación  hacia  arriba,  más  ó  menos  pronunciada,  &ih 
contramos,  aunque  lo  contrario  se  diga,  que  los  mexicanos  no  la 
practicaban,  al  menos  en  los  últimos  tiempo^.  Algunas  iribvs 
antiguas  dieron  á  las  cabezas  d^  los  niños,  por  medio  de  oiertas 
industrias,  una  frente  cuadrada  y  plana,  empinada  de  la  parte 
posterior;  es  sabido  que  en  el  Peni,  la  familia  real  y  la  noblesca 
gozaban  de  este  privilegio  concedido  por  gracia  á  las  demás  <da- 
ses;  las  figuras  representadas  en  los  relieves  del  Palenque,  pa- 

(1)  Olavigero,  tom.  I,  pág.  896. 

(2)  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  XXIV  y  XXV. 


881 

neeo  ppreseniar  la  misma  deformación;  algunas  tribHis  salvajes  en 
ks  E.  TJ.  se  aplastan  háoia  atrás  la  frente;  pero  como  común  y 
goieral,  no  encontramos  una  autoridad  de  peso,  que  atribuya  la 
eo6tombre  á  los  pueblos  civilizados  de  México,  comenzando  por 
k»  tolieca.  Los  cráneos,  aunque  pocos,  que  bemos  examinado,  tie- 
nen los  caracteres  generales  de  su  raza;  si  se  encuentran  otros  di- 
TerscSy  ó  son  más  antiguos,  ó  constituyen  una  singularidad  .os- 
teológioa*  Verdades  que  algunos  de  estos  cráneos  tienen  elfron- 
U  deprimido  bácia  atrás,  plano  y  como  cuadrado,  mientras  la 
parte  occipital  se  abulta  un  tanto;  estas  son  señales  casi  infali- 
Ues  de  que,  el  despojo  perteneció  á  un  individuo  de  las  clases 
menesterosas.  Faltos  cornos  sabemos  de  bestias  de  carga,  los  po- 
nes tenían  que  «conducir  toda  clase  de  objetos:  desde  tietnos  se 
les  ponía  el  peso  á  la  espalda  en  el  cacaxüi,  suspendido  á  la  fren- 
te por  el  mecapalK;  enarcado  el  cuerpo,  la  cabeza  inclinada  para 
Imoer  el  tiro,  la  constante  repetición  de  la  postura  y  de  la  pre- 
áoo,  acababan  por  dar  al  cráneo  la  forma  que  se  le  advierte. 

En  general,  había  pocos  lisiados;  la  vida  dura  que  á  los  niños 
Be  daba,  debía  hacer  perecer  á  los  débiles  y  enfermizos,  salván- 
dose sólo  los  robustos  y  bien  conformados.  Los  corcovados, 
enanos  ó  contrahechos,  eran  objeto  de  lástima  para  el  pueblo. 
Solo  á  los  estropeados  se  permitía  implorar  la  caridad  pública. 
Seyes  y  señores  tenían  á  su  lado  jorobados  y  enanos,  que  les 
servían  de  bufones  como  á  los  nobles  europeos  de  la  edad  me- 
dia, ó  de  diversión  por  su  extraño  aspecto;  les  empleaban  tam- 
bién en  cuidar  á  sus  numerosas  concubinas.  En  cambio,  tenían 
el  triste  privilegio  de  ser  inmolados  cuando  su  señor  moría,  pa- 
la ir  á  desempeñar  en  la  otra  vida  sus  funciones.  Cortés  nos  di- 
ee,  Imciendo  la  descripción  de  los  jardines  de  México:  "Tenía 
'^n  esta  casa  un  cuarto  en  que  tenía  hombres,  y  mujeres  y  niños^ 
blancos  de  su  nacimiento  en  el  rostro,  y  cuerpo,  y  cabello,  y 
*^as  y  pestañas."  Y  poco  más  adelante:  "Tenía  otra  casa  den- 
ude tenía  muchos  hombres  y  mujeres  monstruos,  en  que  había 
^^nanos,  corcovados  y  contrahechos,  y  otros  con  otras  deformi- 
^'dadesi  y  cada  una  manera  de  monstruos  en  su  cuarto  por  sL 
*%  también  había  para  éstos  personas  dedicadas^  para  tener 
"cargo  de  ellos."  (1) 

(1)  Certas  de  relación  en  Lorenzana,  pág.  112  y  113, 


\ 


382 

Las  clases  acomodadas  eran  limpios  de  su  persona.  No  coso* 
cían  el  jabón,  mas  suplían  la  falta  con  una  raíz  y  un  £ruto.  La 
primera  es  de  la  planta  llamada  amolli:  "tiene  las  hojas  como 
"espadañas  chicas  y  el  tallo  blanco,  la  raíz  de  esta  yerba  ^«b  eo*- 
"mo  jabón  para  lavar  la  ropa,  y  con  las  delgadas  lavan  la  e&be- 
"za,  y  también  son  como  morgapara  emborracharlos  peces."  (1) 
El  segundo  se  toma  del  copál^wcotl  dicho  también  árbol  del  jaboa. 
"El  árbol  del  jabón,  que  eu  la  escritura  es  herva.  fullonum  y  de 
"las  cuentiis,  es  muy  común  en  Oaxaca,  y  la  Misteca  alta,  y  las 
"islas  Españolas  y  Puerto  Eico,  echa  una  fruta  como  ayellauas 
"que  no  es  para  comida  sino  para  alabanza,  porque  con  lo  de 
"afuera,  jabonea  la  ropa  como  se  pudiera  con  el  mejor  jaban 
"de  Castilla;  dentro  se  halla  una  cuenta  negra  como  garbanzos 
"mayores  ó  menores,  de  que  se  hacen  infinitos  rosarios,  que  Ua* 
"man  de  frutilla,  que  igualan  á  los  de  coyolli;  dentro  de  la  cuente 
"tiene  una  médula  tan  amarga  como  la  del  durazno,  é&ta  se  saca 
"y  queda  liviana  la  cuenta  y  fuerte,  porque  nunca  se  quiebra,  y 
"del  tam  iño  que  quieren  hacen  las  cuentas  para  rosarios,  tantos 
"qu0  pueden  dar  abasto  á  toda  España"  (2) 

Las  naciones  nahoa  conservaban  los  despojos  de  sus  muertos, 
por  la  inhumación  y  por  la  incineración.  El  primer  método  apa* 
rece  sin  disputa  como  el  más  antiguo;  para  fijar  el  tiempo  en  que 
fué  introducido  el  segundo  modo,  nos  faltan  datos,  pues  los  su- 
ministrados por  los  autores  aparecen  contradictorios.  Ocurrien- 
do á  las  futotes  más  autorizadas,  respecto  de  los  tolteca  asegura 
Lctlilxochitl,  que  los  reyes,  "enterrábanse  amortajados  y  con  sus 
^^signias  reales,  en  los  templos  de  sus  falsos  dioses."  Todos 
los  monarcas  de  aquella  dinastía  fueron  inhumados,  hasta  el  lU- 
timo  Topiltzin,  quien  "mandó  quemar  su  cuerpo,  con  los  ritos  y 
"ceremonias  que  después  se  usaron,  que  fué  el  primero  que  fué 
"quemado."  (3)    De  los  chichimeca  asegura  Torquemada,  á  la 

(1)  SalMtgan,  tom.  S,  pág.  244. 

(2)  VetftiKÍOart,  P.  1,  T.  2,  niím.  184.  (^vigero,  tom.  I,  pág.  898. 

(8)  Ixtlilxoohitl,  primera  relación.  M8.  Veytia»  tom.  m,  pág.  4,  reñtíéBásm  á 
esta  autoridad  saca  que  Topiltzin,  ifltimo  rey  toUeca,  inventó  este  oeremonial,  pao 
•n  seguida  lo  contradice,  afirmando  que  ninguna  de  las  tribus  usó  quemar  loa  cada- 
Teres,  y  que  si  los  mexicanos  lo  practicaron  fué  después  de  la  muerte  de  su  rey 
HuitzilihuitL  De  aquí  tomd  Brasseur  de  Bourbourg  su  noticia,  para  atribuir  decidi- 
damente á  Topiltzin  esta  inyencion. 


383 


i»erte  de  Xolotl,  qne  fué  quemado  y  sus  cenizas  recogidas  en 
nüa  caja  labrada  de  piedra,  y  aumenta:  'TPodas  las  ilaciones  del 
*^uiido  han  tenido  modos  particulares  de  enterrar  los  cuerpos 
"de  sus  difuntos,  pero  el  que  estos  chiohimecas  usaron,  fuQ  que- 
"marlos."  En  consecuencin,  dice  después  que  fueron  reducidos 
á  cenizas  los  cadáveres  de  Tlotzin  y  Tlaltecatzin.  (1)  El  cronista 
nacional  de  la  tribu,  sostiene  en  contrario,  que  Xolotl  fué  ente- 
rrado en  una  de  las  cuevas  de  su  morada;  Nopaltzin  fué  sepulta- 
do en  el  lugar  donde  lo  estaba  su  padre;  Tlotzin  fué  conducido 
"á  la  cueva  de  su  entierro,  en  donde  tenían  hecho  un  hoyo  re- 
"dondo,  que  tenía  más  de  un  astado  de  profundidad;  allí  lo  me- 
'iían  y  cubrían  de  tierra:"  escribe  lo  mismo  de  los  demás  mo- 
narcas,  hasta  llegar  á  Ixtlilxochitl  cuyo  cadáver  fué  quemado, 
recogiéndose  las  cenizas.  "Ixtlilxochitl  fué  el  primer  emperador 
'*chichimeca,  que  se  enterró  con  semejantes  exequias,  que  es 
"conforme  á  los  ritos  y  ceremonias  de  los  tolteca."  (2)  De  los 
máxica  es  evidente  que  usaron  el  sistema  de  cremación,  al  me- 
nos desde  que  fundaron  á  México.  Los  mixteca  y  los  tzapoteca 
enterraban  ó  quemaban  los  cadáveres,  y  en  el  primer  caso  prac- 
ticaban una  especie  de  embalsamamiento.  De  todas  maneras,  la 
inhumación  precedió  á  la  incineración. 

En  el  caso  de  cremación  las  cenizas  eran  recogidas  en  ollas  y 
cántaros,  de  construcción  burda.  Sin  duda  que  así  se  distinguían 
los  restos  de  los  pobres  ó  plebeyos,  porque  también  se  encuen- 
tran cajas  labradas  de  piedra,  vasos  de  barro  de  mucho  gusto,  y 
ornas  funerarias  con  figuras  de  dioses  y  adornos  simbólicos,  ver- 
daderos esfuerzos  de  su  arte  cerámica.    En  cuanto  á  la  posición 
del  cadáver  en  el  sepulcro,  lo  más  auténtico  y  antiguo  que  pode- 
mbs  presentar  es  lo  relativo  á  Casas  Grandes  de  Chihuahua. 
'Ijas  tumbas  ofrecen  la  forma  de  cubas  de  piedra  seca;  la  sección 
"horizontal  es  una  elipse  de  1,™50  en  el  diámetro  mayor,  por  un 
**metro  en  el  menor,  y  otro  de  altura.    El  despojo,  envuelto  en 
'%na  estofa  tejida  con  las  fibras  apretadas  de  un  vejetal  que 
'^cnerda  el  agave,  está  en  cuclillas  como  lo  indica  la  figura 
^Xl^kmina  4%  número  4).  Al  rededor  se  encuentran  vasos  u  obje- 
'*toa  de  predilección  del  difunto,  como  collares,  brazaletes,  alfa- 

(1)  Torquemada,  Hb.  I,  cap.  XXXÍV,  XLVH;  lib.  n,  cap.  VL 

(2)  Ixtiüxoohitl,  Hist  Ohichim.  cap.  7,  8,  9  .....19. 


■^—JLJ 


384 

"rería,  &c."  (1)  Esto  concuerda  con  lo  que  nos  dice  un  testifí 
"presencial.  Hacían  en  la  tierra  un  hoyo  revestido  de  parad  4 
"cal  y  canto,  y  en  él  ponÍ€kn  al  muerto  sentado  en  una  silla.  Al 
"lado  colocaban  su  espada  y  rodela,  enterrando  también  cij^as 
"preseas  de  oro:  yo  ayude  á  sacar  de  una  sepultura  cosa  de  tres 
"mil  castellanos.  Ponían  allí  mismo  comida  y  bebida  para  aJga- 
"nos  dias;  y  si  era  mujer  le  dejaban  al  lado  la  rueen,  el  buso  y 
"los  demás  instrumentos  do  labor,  diciendo  que  alláá  donde  iba, 
"había  de  ocuparse  en  alguna  cosa;  y  que  aquella  comida  era 
"para  que  se  sustentara  por  el  camino.  Muchas  veces  queiftabau 
"los  muertos  y  enterraban  las  cenizas.*'  (2) 

Así,  los  sepulcros  eran  elípticos  ó  circulares,  y  el  cadáver  es- 
taba sentado.  Las  pinturas  mexicanas  presentan  la  forma  eñ  que 
el  despojo  se  ponía:  (Véase  Códice  Mendocino,  estampa  45,  nu- 
mero 9,  y  lám.  51,  num.  2).  La  primera  es*  el  símbolo  de  Mietlan, 
el  infierno  ó  lugar  de  los  muertos.    El  difunto  está  sentado,  cob 
las  piernas  dobladas  y  pegadas  al  pecho;  envuelto  en  el  sudario 
ó  paños  funerales,  se  mantiene  en  aquella  posición  por  medio  de 
los  lazos,  que  le  ligan  los  mienbros.    Esta  era  la  costumbre  udí- 
versal.   Llámame  por  tanto  mucho  la  atención,  el  sepulcro  visto 
por  D.  Mariano  Barcena  ea  la  hacienda  de  la  Lechería,  valle  de 
México.    "Al  pié  de  la  falda  N.  del  cerro  de  Tlaxomulco,  dice, 
fueron  descubiertas  por  unos  labradores  algunas  losas  de  basal- 
to que  se  hallaban  debajo  de  la  tierra  vegetal.  Levantadas  aque- 
llas, se  vio  que  cubrían  un  sepulcro  lleno  de  tierra  y  que  tendría 
4os  metros  de  largo,  dos  de  profundidad  y  uno  de  anchura.  Ac- 
tualmente está  vacío  y  puede  admirar  su  regular  construocicm  y 
su  orientación  según  la  línea  E.  O.  Sus  paredes  están  revestidas   • 
de  piedras  unidas  por  cemento  terroso;  en  la  base  había  losas  de   ! 
basalto,  lo  mismo  que  en  sus  cabeceras  y  hacia  el  medio  de  los 
lados.  En  él  fondo  se  encontró  un  esqueleto  casi  destruido  por 
el  tiempo;  los  huesos  se  desmoronaban  al  tocarlos  y  no  fué  po* 
fiible  conservar  ni  un  fragmento  del  cráneo.    Este  se  hallaba  en 
la  cabecera  del  O.,  y  á  su  lado  se  encontraba  una  gran  cantidad 
de  polvo  de  cinabrio,  rodajas  de  micas  y  vario  trastos  ó  ídolos 
pequeños."  (3)  El  Sr.- Barcena  me  enseño  algunos  de  los  utensi- 

(1)  Guiüemin  Tarayre,  exploration  minéralogique.  pág.  177. 

(2)  Conq.  andnimo,  en  loa^balceta,  tom.  I,  pág.  B98. 
(8)  Feíiédico  **£1  Federalista,'*  martes  28  de  Kov.  de  1875. 


385 

líos  BaaadoB  de  ahí»  y  no  me  parecieron  ser  del  gusto  azteca;  por 
esto  y  por  la  poaidon  del  cadáver,  oreo  que  el  sepulcro  pertenece 
á  raza  distinta  y  más  antigua  que  la  nahoa: 

£q  capitulo  anterior  hablamos  de  los  funerales  en  general; 
diremos  ahora  lo  que  corresponde  á  las  particularidades  de  los 
eatierros  de  los  reyes  y  señores.  Guando  el  monarca  de  México 
enfermaba,  ponían  máscaras  á  los  dioses  Huitzilopochtli  y  Tez- 
catUpoca,  sin  quitárselas  hasta  que  aquel  sanaba  ó  moría.  En 
este  evento  desgraciado,  avisábase  ilimediatamente  á  los  reyes, 
amigos  y  señores  sujetos,  señalándose  el  dia  en  que  el  entierro 
tendría  lugar.  En  tanto,  le  tenían  en  palacio,  sobre  esteras  finas, 
velándole  su  servidumbre.  Congregados  los  señores  con  los  pa- 
rientes y  amigos,  cada  uno  traía  ricos  regalos  de'mantas,  plumas, 
rodelas  labradas,  esclavos  y  unas  banderas  pequeñas  de  papel. 
Lavaban  el  cuerpo,  cortándole  de  la  parte  superior  de  la  cabeza 
un  mechón  de  cabellos,  que  con  el  que  á  su  nacimiento  les  qui- 
taban, ponían  en  una  cajita  pintada  por  dentro  de  figuras  de 
dioses.  Vestían  el  cadáver  con  quince  ó  veinte  mantas  finas  de 
colores,  poniéndole  en  la  boca  una  piedra  de  chalchihuitl,  que 
decían  servirle  de  corazón,  le  cubrían  el  rostro  con  una  máscara, 
le  adornaban  con  joyas  y  pedrería^  y  sobre  todo  le  vestían  las 
insignias  del  dios  en  cuyo  templo  debía  ser  depositado.  En  esta 
sazón,  sacrificaban  al  esclavo  que  había  tenido  el  oficio  de  poner 
lumbre  é  incienso  en  los  altares  que  el  señor  tenía  en  su  casa,  á 
ñn  de  q^e  en  lo  mismo  le  sirviese  en  k  otra  vida. 

La  procesión  fúnebre  se  componía  de  las  mujeres,  ptoientes  y 
amigos  del  finado,  haciendo  grandes  extremos  de  dolor  y  lloran^ 
do:  la  nobleza  llevaba  un  gran  estandarte  de  papel  y  las  insignias 
reales,,  y  los  sacerdotes  acompañantes  iban  cantando,  mas  sin 
ayuda  de  instrumentos  músicos.  Llegado  el  cortejo  á  la  puerta 
del  patio  del  teocalli,  salía  á  recibirle  el  sumo  sacerdote  acom- 
pañado de  sus  altos  dignatarios,  é  inmediatamente  colocaban  el 
cadáver  sobre  la  pira  ya  dispuesta.  Esta  estaba  colocada  al  pié 
de  la  escalera  del  templo,  compuesta  de  leña  resinosa,  mezclada 
COA  copalli  Puesto  fuego  á  la  leña,  y  mientras  se  quemaba  el 
cuerpo,  se  procedía  á  sacrificar  á  las  personas  que  debían  acom- 
pañar al  difunto  en  el  viaje  á  la  otra  vida;  éstas  eran,  alguno  ó 
algunas  de  las  mujeres  del  finado,  sus  enanos  y*  corcobados  que 

le  alegraban,  esclavos  de  su  casa,  y  los  ofrecidos  por  los  dolien- 

49 


386 

tes,  entre  todos  los  cuales  pasaban  aveces  de  doscientos:  sacado 
el  corazón  como  en  el  sacrificio  ordinario,  los  cuerpos  eran  arro- 
jados á  otra  pira,  cercana  á  la  principal,  con  sus  vestidos  y  todos 
los  preparativos  de  que  para  el  viaje  eran  portadcPres.  También 
era  quemado  el  perro  ó  techichi,  que,  como  ya  dijimos,  servía  de 
guía  en  los  senderos  del  milndo  desconocido.  Allá  iban  á  tenerle 
palacio  y  servirle. 

Tenía  lugar  la  cremación  al  cuarto  dia  de  la  muerte;  al  siguien- 
te recogían  de  la  pira  las  cenizas,  los  huesecillos  no  consumidos 
y  el  chalchihuitl  puesto  por  corazón,  encerrándolo  en  la  caja  que 
contenía  los  cabellos;  encima  ponían  una  figura  de  palo,  con  litó 
insignias  del  señor,  delante  de  la  cual  venían  los  dolientes  á  ha- 
cer sus  ofrendas:  á  esta  ceremonia'  decían  qidto7ialtm,  que  quiere 
decir,  dánle  buena  ventura.  Cuatro  diaa  continuos  llevaban  ofren- 
das de  flores  y  comida,  ante  el  bulto  de  la  caja  y  ai  lugar  de  la 
pira,  una  ó  dos  veces  al  dia  según  quería  cada  cual,  terminando 
este  primer  período  con  sacrificar  diez  ó  quince  ésclavofe,  pues 
durando  el  viaje  incógnito  cuatro  dias,  el  ánima  iba  todavía  ca- 
minando y  había  menester  socorro.  A  los  veinte  dias  matabscn 
aún  cuatro  ó  cinco  esclavos;  á  los  sesenta,  uno  ó  dos;  á  los  ochen- 
ta, diez  más  ó  menos;  terminajido  aquí  los  sacrificios.  Cada  año, 
en  aniversario,  traían  ante  la  caja  colocada  en  el  sepulcro  ofrenda 
de  comida,  vino,  rosas  y  acayett,  sacrificando  codornices,  conejos, 
aves  y  mariposas;  pasados  cuatro  años  cesaba  en  adelante  toda 
demostración  pública.  "Los  vivos  en  esta  memoria  de  los  defun- 
"tos,  bailaban  y  se  embeodaban,  y  lloraban  acordándose  de  aquel 
"muerto  y  de  los  otros  sus  defunctos."  (1) 

Según  otra  autoridad:  "En  la  muerte  de  estas  gentes  se  guar- 
da esta  costumbre.  Luego  que  el  defunto  ha  espirado  llaman 
ciertas  mujeres  y  hombres  que  están  salariados  de  público  para 
hacer  lo  siguiente.  Toman  el  cuerpo  desnudo  sobre  las  rodillas 
uh  hombre  ó  mujer,  y  tiénelo  abrazado  por  las  espaldas,  y  allí 
Uéganse  otras  personas  diputadas  para  lavar  al  finado,  y  lávanlo 
muy  bien;  y  llega  un  hombre  con  un  huso  ó  palo  á  manera  de 
crenchas  de  mujeres,  y  mételo  entre  los  cabellos  del  defunto 
con  ciertas  ceremonias,  con  las  cuales  divide  los  dichos  cabe- 

(1)  Mendieta,  lib.  n,  cap.  XL.    La  copia  Torquemada,  lib.  XIII,  cap.  XLV,   Le 
sigue  Clavigero,  tom.  I,  pág.  294. 


387 

Uos  en  unas  partes  y  otras;  y  así  lavado  el  defunto  con  cier- 
tos endines  (*)  en  sus  cabellos,  vístenlo  todo  de  blanco,  mny 
bien  vestido,  y  con  el  rostro  de  fuera,  y  asiéntanlo  sobre  íina  si- 
lla; poniendo  sobre  su  cabeza  y  sobre  todo  su  cuerpo  grandes 
penachos  y  plumajes  de  diversos  colores  y  formas;  y  está  así  por 
espacio  de  una  hora  6  dos;  y  pasado  este  tiempo  vienen  otras 
mujeres  é  hombres  á  manera  de  los  de  arriba,  y  desnudan  al  de- 
funto todas  las  ropas  blancas  y  plumajes  que  tenía,  y  tómanlo  á 
lavar  segunda  vez  como  de  primero,  y  vístenlo  de  vestiduras  co- 
loradas con  otros  penachos  que  acuden  á  la  misma  color,  y  pó- 
nénle  en  su  silla  como  de  primero  por  otro  tanto  espacio  de  las 
dos  horas,  y  allí  hacen  cierto  planto  y  lamentación,  mayor  ó  me- 
nor como  es  la  calidad  del  defunto.  Toman  tercera  vez  otras 
mujeres  á  desnudarle  todo  lo  colorado,  ylávanle  como  de  prime- 
ro, y  vístenlo  todo  de  negro  con  plumajes  ó  penachos  negros,  y 
llevan  todas  estas  tres  maneras  de  vestiduras  al  templo  con  el 
drfonto  á  enterrar;  y  estas  vestiduras  no  vuelven  á  uso  humano, 
salvo  que  quedan  á  los  sacerdotes  para  servieip  del  templo/'  (1) 
Tal  vez  se  refieran  estas  ceremonias,  &  caso  particular  de  clase  6 
dignidad. 

Todos  los  cadáveres  eran  quemados;  exceptuábanse  los  de  las 
personas  muertas  ahogadas,  de  hidropesía  y  de  alguna  otra  en- 
fermedad. 


C*)  "No  conozco  esta  palabra,  que  parece  significar  aquí,  ungüentos  6  perfumas, 
(1)  Carta  de  Zuazo,  en  Icazbalceta,  tom.  I,  pág.  365. 


M 


LIBRO   III. 


CAPÍTULO  I. 

ESCRITÜKA  GEBOGLÍFICA. 

NepohtuUtzUzin  V  quipos, — Origen  de  Ut  escritura  jeroglífica. — Escrituras  diversas. 
— Son  sigilos  ¡/no  pinturas, — Colores. — TlacuUo. — lAiros. — Bibliotec<ts  o  arcM- 
'DOS.— Enseñanza. — Las  escrituras  versaban  sobre  todas  mateHoé, — Disposición ét 
los  signos. — Pinturas  histMcas.— Escritura  sacerdotak'— Perdióse  el  arte  de  áeé- 
cifra/r  los  jeroglíficos. ^Destrucción  de  las  pinturas, — Fundamentos  de  la  historia 
antigua  de  México,^  Su  valor  y  mitenticidad. — Las  pinturas  jeroglificas, 

SEGÚN  el  testimonio  de  Boturini,  antes  de  la  escritura  jero- 
glífica fueron  nisadas  por  los  pueblos  antiguos  de  México,  esas 
cuerdas  compuestas  de  otras  pequeñas  de.  distintos  colores,  que 
anudadas  de  diferentes  maneras,  servían  en  el  Perú  para  perpe- 
tuar los  sucesos,  llevar  las  cuentas  administrativas,  ¿c,  suplien- 
do cumplidamente  los  oficios  de  una  escritura.  Llámanse  qquipo 
de  la  palabra  peruana  qquipou,  de  etimología  desconocidc^  dán- 
dose el  nombre  de  qquipucamayoc  á  los  oficiales  encargados  de 
los  archivos.  Muestras  de  ellos  encontró  Boturini  en  Tlaxcalla, 
carcomidas  por  el  tiempo;  en  mexicano  se  nombraban  nepohucd- 
tziizin,  cordón  de  cuenta  y  número,  ó  cuenta  de  los  sucesos.  (1) 

(1)  Boturini,  Idea  de  una  nuera  hist.,  pág.  85  y  ág.  Veytia^  Hist  ftntíg.,  tom.  I, 
pág.  6.  Clavigero,  tom.  I,  pág.  371. 


389 

EBte  género  de  recuerdo  desapareció  sin  duda  á  la  presencia  de 
los  jeroglíficos. 

''Son  quipos  unos  memoriales  ó  registros  hechos  de  ramales, 
en  que  diversos  ñudos  y  diversos  colores  significan  diversas  co- 
sas. Es  increíble  lo  que  en  este  modo  alcanzaron,  porque  cuanto 
los  libros  pueden  decir  de  historias,  leyes,  ceremonias  y  cuentas 
de  negocios,  todo  eso  suplen  los  quipo  tan  puntualmente,  que 
admira.  Había  para  tener  estos  quipos  ó  memoriales  oficiales 
diputados,  que  se  llaman  hoy  dia  Quipo  camayo,  los  cuales  eran 
obligados  á  dar  cuenta  de  cada  cosa,  como  los  escribanos  públi- 
cos acá,  y  así  se  les  debía  dar  entero  crédito;  porque  para  diver- 
sos géneros,  comO  de  guerra,  de  gobierno,  de  tributos,  de  cere- 
monias, de  tierras  había  diversos  quipos  ó  ramales;  y  en  cada 
manojo  de  éstos  tantos  ñudos,  ñudicos  é  hilillos  atados,  unos 
colorados,  otros  verdes,  otros  azules,  otros  blancos,  y  finalmente 
tantas  diferencias,  que  así  como  nosotros  de  veinte  y  cuatro  le- 
tras, guisándolas  en  diferentes  maneras,  sacamos  tanta  infinidad 
de  vocablos,  así  éstos  de  sus  ñudos  y  colores  sacaban  inumera- 
bles  significaciones  de  cosas."  (1) 

"Por  una  coincidencia  singular^  efecto  tal  vez  de  la  casualidad, 
una  escritura  análoga  existía  entre  los  chinos,  en  una  remota 
antigüedad.  Uno  de  los  primeros  jefes  de  aquel  gran  pueblo,  de 
mmilnre  Souir^jin^  pasa  por  haber  introducido  entre  sus  compa- 
triotas el  uso  de  las  cuerdas  anudadas,  con  cuyo  auxilio,  no  sólo 
podían  llevar  las  cuentas  comerciales,  sino  entender  y  conocer 
las  leyes  de  la  nación  y  los  primeros  principios  morales.  {*)  Se 
pretende,  que  en  su  origen,  japoneses  y  tibetanos  usaron  un  pro- 
cedimiento análogo.  Como  quiera  que  sea,  no  admira  que  esa 
smgular  invención  se  encuentre  en  muchos  puntos  lejanos  en  el 
globo,  pues  antes  de  la  invension  de  la  escritura,  todos  los  pue- 
blos debieron  emplear  procedimientos  de  este  género  para  fijar 
sns  pensamientos."  (2) 

Al  llegar  del  N.  los  tolteca  para  fundar  la  monarquía  de  Tol- 
Ito,  ya  traían  la  escritura  jeroglífica,  ejercitada  en  su  antigua 

(1)  Acósta,  Hist.  nat.  y.  moral,  liK  VI,  cap.  VHI.  ' 

(*)  •'Véase  respecto  de  esto  la  obra  ohina  intitulada:  Kang-kien-i-tchi'loh,  lib.  I, 

í.  4.  (Nota  de  la  redacción)." 
(2^  Notice  sur  les  qquipos  des  anciens  Pérvpiens  par  M.  José  Pérez.  Revtje  Amé- 

ncaine,  par  León  de  Rosny,  Denxiéme  serie,  tom.  II,  pág.  54. 


390 

patria  Huhuetlapallan.  (1)  ¿Fueron  ellos  los  inveatorea,  ó  k  re- 
cibieron de  otro  pueblo?  No  sabemos  responder  á  la  pr^girnta. 
Si  ellos  la  inventaron,  maestra  es  de  ana  civilización  iiauy  avan- 
zada, á  que  no  pudo  llegarse  sino  tras  largos  siglos  de  estabilidad 
y  adelantos;  si  de  otro  pueblo  la  aprendieron,  éste  debió  encon- 
trarse en  circunstancias  análogas:  de  todos  modos:  algo  hay  más 
allá  de  los  tolteoa.  Tampoco  podremos  resolver,  si  el  conocimie&to 
era  peculiar  á  la  tribu  ó  común  á  la  raza  nahoa,  aunque  lo  e&- 
contremos  aplicado  por  los  acolhua  desde  que  se  preseixtafon  eu 
el  valle.  La  verdad  es,  que  el  arte  de  escribir  lo  enseñaron  los 
tolteca  á  sus  contemporáneos;  que  después  de  acabada  la  monar- 
quía de  Tollan,  los  restos  dispersos  lo  propagaron  entre  chichi- 
meca  y  otomíes,  llegando  á  preponderar  en  Anáhuac. 

De  ios  mexicanos  se  dice,  que  desde  el  principio  de  su  pere- 
grinación traían  sus  sabios  ó  adivinos  llamados  amoocoaqmf  es 
decir,  "hombres  entendidos  en  las  pinturas  antiguas.**  Compu- 
sieron la  cuenta  del  tiempo,  e  inventaron  la  astrología  judiciaría 
y  el  arte  de  adivinar  los  sueños,  escribiendo  sus  relaciones  his- 
tóricas, todo  lo  cual  se  sabía  por  las  pinturas,  ^'que  se  quemaron 
^'en  tiempo  del  señor  de  México  que  se  decía  Itzcoatl,  en  cuya 
''época  los  señores  y  los  principales  que  había  entonces,  acorda- 
^'ron  y  mandaron  que  se  quemasen  todas,  para  que  no  viniesen  á 
'^anos  del  vulgo  y  fuesen  menospreciadas.'*  (2)  Hé  aquí  una  dae- 
truccion  de  pinturas,  perpetrada  antes  que  la  de  los  castellanos. 

En  las  pinturas  méxica  el  dibujo  es  incorrecto,  los  contornos, 
angulosos  y  duros;  carecen  de  términos  y  gradaciones  las  figuifts 
puestas  en  contraste;  no  siempre  guardan  proporción  las  partes 
del  mismo  objeto:  se  echan  de  menos  las  sombras,  siquiera  en  el 
dintorno;  hombres  y  animales  casi  siempre  de  perfil,  tienen  co- 
locados los  ojos  cual  si  estuvieran  de  £rente;  los  colores  presen- 
tan campos  iguales,  de  tintas  brillantes.  A  pesar.de  t£UQia¿os 
defectos,  las  pinturas  rebelan  manos  firmes  y  ejeroitadae,  cierto 
gusto  al  disponer  algunas  figuras;  se  descubre  que  el  pintor  sa- 
crifica la  belleza  del  dibujo  y  su  saber  artístico,  á  la  necesidad 
de  ganar  tiempo.  Esos  mamarrachos  no  son  la  expresión  del  arte 

(1)  Ixtlilxochitl,  Hist.  Chichimeca  y  relac.  MS.  Los  autores  están  contestes  en 
este  ponto. 

(2)  Sahagun,  tom.  HI,  pág.  140-1.  •  • 


391 

azteca^  ni  por  ellos  puede  juzgarse  del  estado  de  perfeecion  al- 
oaassado  por  los  pintores;  no  son.  pinturas,  son  signos  gráficos 
destinados  á  despertar  ideas,  repetidos  siempre  de  la  misma  ma- 
sera, en  consonancia  con  un  sistema  convencional  y  como  tal 
practicado. 

En  parte  por  esta  razón,  no  siempre  es  fácil  atinar  con  los  ob- 
jetos representados.  Se  distinguen  fácilmente  el  hombre,  la  mu- 
jer, y  multitud  de  otros  signos;  pero  se  escapan  algunos  yestidot, 
adornos,  uiensilioe  empleados  en  las  faenas  dom^ticas,  y  todos 
los  de  este  genero.  No  nace  ésto  de  mal  desempeño  en  la  pintu- 
ra, sino  de  que  no  siempre  sabemos  lo  bastante  de  los  usos  y  las 
costumbres  antiguas.  La  dificultad  sube  de  punto  en  los  anima- 
les, más  mal  diseñados  en  proporción  de  más  pequeños,  hacién- 
dose casi  insuperable  en  las  plantas,  distinguibles  por  figuras 
convencionales  y  no  por  las  propias  formas.  Es  que,  lo  repeti- 
mos^ no  son  pinturas,  sino  signos. 

Jjob  colores  empleados,  con  pocas  excepciones,  son  el  blanco, 
üagro,  azul,  rojo,  verde,  amarillo,  morado,  en  intensidades  varia- 
bles. £1  ccádiomO)  grueso  y  uniforme,  siempre  negro;  los  objetos 
de  8U  natural  color,  aunque  no  siempre  con  verdadera  exactitud. 
Las  carnes  de  ¿unarillo  sucio,  para  xemedar  el  tinte  cobrizo  de 
la  raza;  se  indica  la  persona  muerta  6  enferma,  con  amarillo  pá- 
lida: los  troneos  de  los  árboles,  las  maderas  y  los  taUoe  de  las 
plantas,  también  amaríllps,  las  hojas  verdes,  los  frutos  del  color 
que  piden:  el  agua  azul,  y  en  algunos  casos  verde,  verdes  los 
montes^  las  flores  rojas;  los  edificios  blancos,  los  trastes  de  biu'ro 
aanarillo,  &c.  Si  se  echan  de  menos  las  medias  tintas  y  sombras, 
es  porque  los  colores,  así  como  los  contornos,  son  convenciona- 
les; algo  ukás,  en  muchos  casos  son  elemento  en  el  valor  fónico 
de  la  figura.    Siempre  que  un  objeto,  en  lugar  de  su  color  cons- 
tante lleva  otro  diverso,  éste  se  tiene  en  cuenta  en  la  descifracion; 
V.  g.  el  mímico  tepeÜ  va  pintado  de  verde,  y  suena  tq^ec,  mas  dado 
de  xmgro,  el  sonido  cambia  en  üüíepec^  cerro  prieto  6  negro. 

El  color  rojo  sacaban  de  la  grana,  -  nocheztíí,  que  se  vendía  en 
los  mercados  en  forma  de  panes:  de  menor  clase  ^ra  el  tiapatnez- 
iU  ó  gramak  cenicienta.  Con  el  achioü,  achiote,  (Bixa  Orellana)  se 
sacaba  color  de  vermellon,  mezclando  las  flores  ó  semillas  con 
la  grasa  del  cocm  aodn.  El  Jmiticuakuitl,  galo  de  Campeche  ó  de 
tinte,  suministraba  un  rojo  negruzco;  revuelto  con  alumbre  el 


392 

color  salía  claro  y  hermoso.  Colorado  &brioaban  con  las  hojas 
del  arbusto  tezocUl,  hervidas  con  alumbre;  también  de  la  planta 
dicha  Üaliac.  Amarillo  claro  obtenían  del  zouxxüaúoccdli;  amarillo 
oscuro  del  ocre  llamado  teookxhtUÜ,  ó  del  xookipeMi^  tintura  de 
flores,  que  tiene  la  hoja  semejante  á  la  artemisa;  naranjado,  de 
las  hojas  del  mismo  xocMpaUi  mezcladas  con  nitro.  Del  xiquiM 
6  xiquüipitzahuaCi  añil,  (Indigotera  Argéntea),  sacaban  ei  a^l 
turquí  j  claro:  y  del  maílálxihuiü  el  muy  fino  azul  llamado  mar 
ÜoHiy  6  los  texotU  y  xocohuic^  azul  celeste.  Para  el  blanco  aervían 
el  tÍMÜ  ó  tizatlaUij  tizate,  semejante  al  blanco  de  España,  y  el 
chimaÜizaMj  que  calcinado  queda  parecido  al  yeso.  Tinta  negra 
hacían  del  nacazcolotl,  huixackiny  otros  ingredientes,  ó  de  la 
planta  llamada  tlcdiac;  color  negro  de  una  tierra  fétida,  mineral, 
llamada  Ücdihiaxnc  6  con  el  humo  del  ccoü^  usado  todavía.  Con  el 
amarillo  del  zacaUaxcalli  y  el  azul  del  texoHi,  unidos  al  tzaeuM^ 
formaban*  el  verde  oscuro  dicho  yiapcdU:  loa  matices  del  verde 
de  las  mezclas  diversas  de  amarillo  y  azul.  La  grana  con  alum- 
bre,  dan  morado.  El  leonado  provenía  de  la  piedra  que  traían 
de  Tlahuic,  llamada  tecoxtK,  molida  y  revuelta  con  tzacutü  (1) 

Daban  consistencia  y  brillo  á  los  colorea  con  algunas  gomas  ú 
resinas;  en  las  pieles  preparadas  usaban  del  aceite  de  chian,  f(n> 
mando  un  barniz  con  la  ^grasa  del  cocua  axin;  de  preferencia 
empleaban  el  tzatUti.  '^  TzateUi  y  zazcdic  son  yerbas  glutinosas  y 
pegajosas,  frías,  húmedas  y  restringeni^s:  el  é¡íatsÜ{  es  raíz  de  una 
yerba  que  produce  las  hojas  como  las  del  puerro,  los  tallos  de* 
rochos  y  las  flores  que  da  amarillas  tiran  á  rojas,  menores  que 
los  lirios,  nacen  en  tierras  calientes;  de  asta  se  hacen  polvos  pa- 
ra pegar,  y  se  gastan  para  las  pastillas  de. boca  y  de  sahumar. . . 
El  zaacdic  tiene  los  tallos  largos  y  delgados,  las  ^ojas  largas,  la 
fruta  á  racimos  en  forma  de  uvas  silve^es,  con  zarcillos  como 
parras,  nace  en  pedregales  en  los  altos  de  México."  (2)  Eficaces 
eran  los  medios  de  fijar  los  coloree,  supuesto  que,  después  de 
los  siglos  transcurridos,  las  pinturas  están  frescas  cual  si  lleva- 
ran poco  tiempo  de  estar  aplicadas  al  papeL 

Para  los  escritos  eran  empleados  las  diversas  clases  de  papel; 
lienzos  de  algodón,  de  pita,  de  las.fibras  de  la  palma  iczotl,  y  de 

(1)  Sahagon,  tom.  3,  pág.  300-9.  Clavigero,  tom.  1^  pág.  868. 

(2)  Yetanoourt,  Teatro  Mexicano,  P.  1,  T.  2,  n;ím.  224. 


algunos  otros  toxiáles:  eran  de  una  sola  pieza,  ó  compuestos  de 
Itrios  fragmentos  unidos  por  medio  de  costuras.  Pintaban  tam- 
bién sobre  pieles  curtidas  j  preparadas  con  arte,  ya  en  su  for- 
tta  natural,  ya  cortadas  en  tiras  unidas  por  medio  de  costuras: 
algunas  ]fHeles  ofrecen  un  barniz  blanco,  sobre  el  cual  está  p^s* 
ta  la  pintuta. 

Los  pintores,  ÜaeuilOf  trasmitíim  el  arte  de  padres  á  hijos:  la 
^rofedion  presuponía  cierto  número  de  conocimientos,  de  donde 
resultaba  que  los  pintores  eran  muy.  considerados  por  reyes  y 
señores,  quienes  en  multitud  de  casos  les  consultaban  acerca  del 
contenido  de  las  x^inturas.  En  el  Gód.  Mendocino  el  Üacuilo  lleva 
en  la  mano  un  instrumento  parecido  al  estilo  de  los  romanos; 
ssgun  se  infiere,  era  de  madera  y  arralado  dé  manera  que,  pu- 
diera conservar  la  tinta  para  f(»rmar  los  contomos.  Probable- 
mente conocían  algo  semejante  al  pincel,  pues  de  otra  manera 
BO  86  entiende  cómo  daban  las  tintas  sin  cortarlas,  en  campos 
axtoisos. 

Conservábanse  los  MSS.  formados  rollos,  ó  bien  plegados 
un  dobtoz  á  la  parte  inferior,  otro  á  la  superior  altemativa- 
m^te,  con  dos  tablas  en  las  caras  contrapuestas,  lo  que  les 
bada  tomar  la  apariencia  de  los  libros  modernos.  (1)   En  Hon- 
duras, *^había  unos  libros  de  hojas  á  su  modo  encuadernados  ó 
^I^IiegadoSy  en  que  tenían  los  indios  sabios  la  distribución  de  sus 
'iJempos,  y  conooimientp  de  planetas  y  animales,  y  otras  cosas 
'^natnvales,  y  sus  antiguallas;  cosa  de  grande  curiosidad  y  dili- 
^gexieia."  (2)  Las  pinturas  andaban  en  manos  de  todos  como 
muy  comunes;  mas  había  también  granded  depósitos  formados 
por  eoénta  del  Estado,  especie  de  archivos  ó  bibliotecas,  en  don- 
de se  custodiaban  los  documentos  de  la  nación.   La  mayor  bi- 
blifiiteea  y  mejor  escuela  de  escritura  ei^m  las  de  Texcoco,  se- 
guian  en  importancia  las  de  México:  muchos  empleados  se  ocu- 
paban exclusivamente  en  copiar  las  pinturas  y  tenerlas  en  arre- 
glo» lios  libros,  lo  mismo  que  el  papel,  se  llamaban  amatl   En 
Móxico  había  un  noble,  nombrado  por  el  rey,  destinado  á  velar 
8c^d  los  cronistas.  (3) 

(1)  Clavigero,  tom.  1,  pág.  367. 

(2)  AcoBta,  lib.  IV,  cap.  VII. 

(3)  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  VI. 

•     50 


394 

La  lectura  se  enseñaba  eu  los  colegios,  y  los  sacerdotes  ini- 
ciaban á  los  mancebos  que  seguían  la  vida  sacerdotal,  en  la  des- 
oifracion  y  conocimiento  de  los  libros  religiosos.  ''Es  de  saber, 
que  tenían  los  mexicanos  grande  curiosidad  en  que  los  mucha- 
chos tomasen  de  n\emoría  los  dichos  parlamentos  y  composi- 
ciones, y  para  ésto  tenían  escuelas,  y  como  colegios  ó  seminarios, 
adonde  los  ancianos  enseñaban  á  los  mozos  éstas  y  otras  mudbas 
cosas,  que  por  tradición  se  conservan  tan  enteras,  como  si  hu- 
biera escritura  de  ellas.  Especialmente  las  nacioiies  famosas 
hacían  á  los  muchachos'  que*  se  imponían  para  ser  retóricos,  y 
usar  oficio  de  oradores,  que  las  i)omasen  palabra  por  palabra;  y 
muchas  de  éstas,  cuando  vinieron  los  españoles,  y  lea  enseñEuron 
á  escribir  y  leer  nuestra  lengua,  los  mismos  indios  las  escribie- 
ron, como  lo  testifican  hombres  graves  que  las  leyeron."  (1)  La 
lectura  era  conocimiento  corriente  entre  sacerdotes,  nobles  y 
letrados.. 

Del  testimonio  unánime  de  los  escritores,  del  exán^n  de  las 
pinturas  que  hoy  pueden  ser  estudiadas,  resulta  que  los  libros 
versaban  sobre  todos  los  rabios:  historia,  peregrin84Ú<nxe6,  ge- 
nealogías, códigos  civiles  V  criminales,  calendario,  mitología, 
arte  adivinatoria,  astronomía,  usos  y  costumbres,  ph^os  geo- 
gráficos, topográficos  y  de  ciudades,  cuentas  y  tributos,  tie^rras 
y  propiedades,  pleitos  y  litigios,  cantos  é  himnos  para  los  dio- 
ses, &C.,  &c.  (2)  Fr.  Bemardino  de  Sahagun  nos  dice,  qae  ha- 
biendo emprendido  por  orden  de  su  prelado  la  obra  que  com- 
puso, conferenció  con  los  indios  entendidos  de  Tepeopuloo,  quie- 
nes, ''todas  las  cosas  que  conferimos  me  las  dieron  por  pinturas, 
"que  aquella  era  la  escritura  que  ellos  antiguamente  usaban:  los 
"gramáticos  las  declaraban  en  su  lengua,  escribiendo  la  decla- 
"racion  al  pié  de  la  pintura.  Tengo  aun  ahora  estos  orj^^- 
"les."  (3)  Bajo  la  verdad  de  tan  autorizada  persona  se  pu/ede 
establecer,  que  la.  anotación  gráfica  de  los  azteca,  era  muy  aban- 
dante  en  recursos,  supuesto  que  podía  expresar,  de  una  mai»era 

* 

inteligible,  cuantas  materias  abarcó  en  sus  libros  el  inaprecia- 
ble franciscano. 

(1)  Acosta,  Ub.  VI,  cap.  VII. 

(2)  Torquemada,  lib.  I,  cap.  X,  XI;  lib.  II,  cap.  XUI;  Ub.  X,  cap.  XVI;  lib  XIV, 
cap.  VIII.  Motolinia,  en  Icazbalceta,  pág.  186.  Glayigero,  tom.  1,  pág.  $66,  &c,&c. 

(3)  Hist.  general,  tom  1,  pág.  IV. 


895 

'Tor  lo  que  respecta  al  orden  de  representar  los  años  y  los 
fioodsosy  el  pintor  podía  empezar  por  el  ángulo  qne  se  le  anto- 
jase; pero  eon  esta  regla  observada  constantemente  en  cuantas 
{rifitiiras  lie  yisto:  ásto  es,  que  «i  empezaba  por  el  ángulo  supe- 
rior á  mano  derecha,  continuaba  hada  la  iaquierda^  8i  empeza- 
ba como  era  más  común,  por  el  ángulo  superior  de  la  izquierda, 
continuaba  hacia  la  derecha,  y  si  en  el  ángulo  inferior  de  la  de- 
fedm,  seguia  perpendicularmenie  hacia  arriba;  de  modo  que  en 
h  parte  superior  de  la  tela  no  pintaban  nunca  de  izquierda  á 
dffl^eeha^  ni  en  el  inferi<^  de  derecha  á  izquierda;  ni  subían  por 
la  isquierda,  ni  bajaban  por  el  ladp  opuesto.  Sabido  este  méto- 
do es  fácil  conocer  á  primera  vista  donde  empe^ba  la  serie  de 
los  años  en  una  pintura  histáriea*"  (1) 

No  contradecimos  estas  aeeTeraeiones,  mas  aumentaremos  al- 
guna observación.  En  los  círculos  de  los  ccdendarios,  los  signos 
corren  de  derecha  á  izquierda,  y  este  uso  parece  prevalecer.  Se 
presentan,  sin  embaído,  excepciones  á  las  reglas  generales.  De 
lasaos  estampas  publicadas  por  el  Sr.  D.  Femando  Bamírez, 
en  ei  Atias  de  Ghtrcía  Cubas,  la  primera  comienza  á  la  derecha, 
8%uiendo  á  la  izquierda  de  una  manera  irregular,  adelantando 
por  la  superficie  del  papel  y  pasando  sin  otra  regla,  á  lo  que  pa- 
leee,  que  aprovechar  el  eoípwdo;  la  segimda  presenta  la  narra- 
'oion  de  izquierda  á  derecha,  y  las  anotaciones  cronológicaa  en 
columnas  verticales,  sucediándose  alteoms^vamente  de  arriba 
abajo  y  al  contraria  La  historia  sincrónica  de  Tepechpan  está 
dispuesta  en  dos  líneas  horizontales,  de  izquierda  á  derecha. 

Contrayéndonos  á  las  pinturas  históricas,  en  que  hemos  pre- 
tendido ejercitamos,  diremos  lo  que  hemos  creído  entender.  La 
iósioria,  tiatolloíl,  cual  ha  llegado  á  nuestros  dias,  consta  en  pin^ 
toras,  Üacuüoüi,  ilacHÜólMli,  que  contienen  ya  un  hecho  aislado, 
ya  un  periodo  de  mayor  ó  menor  duración;  bien  una  crónica  en- 
tera ó  la  serie  de  los  reyes  de  una  nación.  Sabemos  que  al  pin- 
tor se  decía  Üacmlo;  al  cronista  se  llamaba  xinMl<icuüo,  pintor  de 
años  6  por  años.  Contienen  la  relación  de  los  sucesos,  acompa- 
ñadas ó  no  da  anotaciones  cronológicas.  Las  primeras  solo  se 
diferencian  de  las  segundas,  en  la  falta  délas  fechas;  son  por  és- 
to de  menor  aprecio,  no  pasando  de  simples  tlacuüólU.   has  ero- 

(1)  Clayigero,  tom.  1,  pág.  370-1. 


396 

nológioas,  cexiuhÜajOuiloUi,  pintura  6  historia  año  por  año>  cexMr 
araaüy  papel  ó  historia  año  por  año;  ofrecen  dos  madreadas  di** 
visiones.  En  la  una,  los  ciclos  van  anotados  con  el  símbolo  dá 
xinhmólpiU!,  y  los  años  por  medio  de  puntos:  ésto  deja  la  crcoio» 
logia  imperfecta  y  á  veces  algo  oscura.  En  la  otra  división,  los 
signos  cronográficos  se  suceden  con  toda  regularidad,  suminis* 
trando  el  tipo  perfecto  de  esta  escritura. 

De  la  disposición  de  las  pinturas,  uo  se  saca  una  regla  g^ie: 
ral  absoluta.  Se  les  encuentra  dispuestas  como  las  páginas  de 
un  libro,  en  grupos  separados  y  completos;  ó  sobre  la  misma  sn^ 
perfície  afectan  la  forma  de  columnas  verticalee,  con  leotura  de 
alto  á  bajo,  enlazados  los  años  con  las  figuras;  ó  en  líneas  ho- 
rizontales, ó  en  una  sola  prolongada;  ó  en  grupos  aislados;  ó  eo- 
mo  en  ciertos  itinerarios,  revolviendo  en  todas  díreecionj^.  Ge- 
neralmente, las  figuras  tienen  vuelto  el  rostro  hacia  el  lado  para 
donde  sigue  la  lectura:  en  un  solo  grupo,  las  personas  miran  bi- 
cia  el  punto  principal  de  la  pintura,  ó  están  Ireinte  á  frente  ex- 
plicando las  relaciones  ó  el  enlace  que  entre  sí  tienen:  muchos 
objetos  rodeando  otro  central,  indican  que  éste  es  el  fin  piinm- 
pal  de  la  leyenda,  al  cual  están  los  demás  subordinados.  En<jk>6 
demás  casos,  el  mismo  asunto  determina  la  posición  y  las  aotí- 
tudes  de  los  individuos,  según  el  efecto  que  el  piniror  quiso  pro- 
ducir en  la  imaginación.  La  serie  cronológica,  es  guía  infalible 
para  seguir  sin  titubear  una  narración  extensa. 

Gama,  competente  autoridad  en  la  materia,  asegura  que  exis- 
tían, "tres  especies  de  historia,  la  vulgar ^  la  cronólógioa  y  la  odefi- 
"¿6  y  ntUdógica.'^  Poco  más  adelante  continúa:  "Entre  los  mis- 
mos sacerdotes  habíannos  (y  éstos  eran  los  más  dupersticiosos), 
^de  quienes  era  peculiar  la^  tercera  especie  de  historia.  Ellos  lle- 
vaban la  memoria  del  origen  de  sus  dioses,  de  los  tiempos  en 
que  nacieron  sus  principales  capitanes  y  caudillos  que  suponían 
haberse  convertido  en  tales;  sus  acontecimientos,  sus  transfof- 
maciones,  y  todo  lo  demás  que  tenía  relación  con  su  mitología, 
cuyas  fábulas  estaban  historiadas  en  sus  pinturas,  de  que  ellos 
mismos  eran  los  autores.  A  estos  pertenecía  tamlnen  el  asentar 
las  fiestas  rituales,  formar  el  Tonalamatl,  y  dar  las  respuestas 
en  los  negocios  que  les  consultaban  como  oráculo  de  sus  dioses. 
Eran  éstos  los  astrólogos  judiciarios,  que  levantaban  figura^  &xr- 
maban  sus  temas  celestes,  y  pronósticos  genetlíaoos  sobre  laven- 


397 

tttM^  los  luuHdoB:  pmtabain  sos  libros  qne  lliimabau  Teoamox- 
tíi  con  dertos  símboloB  y  gerogUficos  que  solo  ellos  entendían, . 
én  que  estaban  cifrados  los  más  ocultos  arcanos  y  misterios  de 
8ü  falsa  religión.  De  estos  libros  zángano  se  ha  encontrado»  de- 
bieron de  quemarlos  todos  los  primeros  religiosos  qne  vinieron 
á  predicar  el  santo  erangelio,  6  los  escondieron  aquellos  sacer- 
dotes qne  quedaron  yíyos  después  de  la  conquista,  de  modo  que 
no^'itim  parecido  jamas;  por  lo  que  de  esta  especie  de  historia 
nada  diremos.  En  cuanto  á  sus  símbolos  y  caracteres,  basta  pa- 
ra conocer  la  gran  dificultad  que  había  para  entenderlos  el  saber 
que  estaba  reservado  á  solo  los  sacerdotes  su  formación  é  inte- 
ligencia." (1) 

Fuera  de  que  no  existe  ningún  documento  de  efite  género,  pues 
hoy  tenemos  los  publicados  por  Lord  Eongaborongh,  es. de  toda 
etidencia  y  así  consta  en  los  autores  y  en  las  pinturas  del  Oód. 
Mendociüo,  que  los  sacerdotes  tenían  bajo  su  exclusivo  cargo 
i0  tocante  al  culto  y  religión,  la  astronomía  y  el  cálculo  para 
predecir  el  futuro:  también  es  verdad,  que  los  símbolos  de  aque- 
lla escritura  solo  de  ellos  eran  conocidos.  De  aquí  nace  la  oues- 
tídi)  si  ''los  sacerdotes  usaban  de  caracteres  simbólicos  ocultos, 
^^pftíta  representar  los  misterios  de  la  religión."  (2)  Como  en  to- 
(ias  las  cosas  humanas,  niéganlo  unos,  ácéptanlo  otros.  Por  nues- 
tra parte,  aunque  con  fundamento  lo  sospechamos,  no  podríamos 
sin  temeridad  afirmar,  no  sabiéndolo  bien,  que  existieran  dos 
gáieros  diversos  de  escritura;  la  sacerdotal,  sagrada  y  oculta,  y 
la  vulgar  ó  comuiL*  Pero  adoptando  que  la  manera  de  escribir 
faeza  la  misma;  supuesto  que  la  escritura  mitológica  es  simbóli- 
C8^  que  los  símbolos  son  generalmente  arbitrarios;,  que  quien 
no  conoce  el  valor  del  signo  no  puede  interpretarlo;  que  los  sa- 
cerdotes se  reservaban  el  conocimiento  de  aquellos  caracteres; 
qué  0Ólo  iniciaban  en  la  lectura  á  quienes  seguían  la  carrera  sa- 
eeidotal;  se  sigue  naturalmente,  que  los  sacerdotes  usaban  de 
ana  escritura  fuera  del  conocimiento  del  vulgo. 

En  cuanto  á  la  importancia  que  tengan  y  aprecio  que  deba 
haoeroe  de  los  jeroglíficos  astecas,  las  opiniones  son  variables. 
Wilson  determina  ex  cátedra,  que  las  pinturas  son  obra  de  los 

(1)  OaaiA,  déscdpoion  de  las  dos  piedias.  Mádco,  1832.  Segunda  parte,  pág.  81. 
(2>  Pveflcott,  C<mq.  de  Máúco,  edio.  de  Cnnrplido,  1844.  Tom.  I,  pág.  67. 


398 

frailes.  Uuos  dicen,  que  no  pasan  de  escritura  pintada;  otros  se 
ñjan  en  que,  los  símbolos  son  sólo  figurativos,  expresando  un 
estado  incipiente  del  arte:  éstos,  los  comparan  á  los  logogrifos; 
aquellos,  les  dan  la  importancia  de  los  rebtis  pintados.  Pva 
Prescott,  "los  jeroglíficos  servían  de  una  especie  de  estenografía, 
"ó  colección  de  notas  más  significativas  en  realidad,  de  lo  que  pa- 
"recían  interpretadas  literalmente,  y  la  reunión  de  éstas,  tradicio- 
''nes  orales  y  escritas,  constituía  lo  que  se  puede  llamarla  literár 
"tura  de  los  aztecas."  (1)  Copiamos  arriba  el  juicio  de  SahagUD, 
El  Sr.  obispo  Gasas,  asegurando  que  vio  las  pinturas,  aumenta: 
"Aunque  no  tenían  escritura  como  nosotros,  empero  tenífui  sus 
"figuras  y  caracteres,  que  todas  las  cosas  que  querían  significa- 
"ban;  y  destas  sus  libros  grandes  por  tan  agudo  y  sutil  artificio, 
"que  podríamos  decir  que  nuestras  letras  en  aquello  ik>  les  hi* 
"cieron  ventaja."  (2)  "Porque  tenían  sus  figuras  y  jeroglíficos  con 
que  pintaban  las  cosas'  en  esta  forma,  que  las  cosas  que  tenían 
figura  las  ponían  con  sus  propias  imágenes,  y  para  las  oosaA  que 
no  había  imagen  propia,  tenían  otros  caracteres  significativos  4Íe 
aquello,  y  con  este  modo  figuraban  cuanto  querían,  y  para  me- 
moria del  tiempo  en  que  acaecía  cada  cosa,  tenían  aquelle^  rae- 
das  pintadas,  que  cada  una  de  ellas  tenía  un  siglo,  que  er^  62 
años."  (3) 

"Porque  tenían  para  cada  género  sus  escritores,  unos  que  tra^ 
taban  de  los  anales,  poniendo  por  su  orden  las  cosas  que  acae- 
cían en  cada  un  año,  con  dia,  mes  y  hora;  otros  tenían  á  su  oaargo 
las  genealogías  y  descendencias  de  los  reyes,  y  señores  y  personas 
de  linaje,  asentando  por  cuenta  y  razón  los  que  nacían,  y  borraban 
los  que  morían  cbn  la  misma  cuenta;  unos  tenían  cuidado  de  lae 
pinturas  de  los  términos,  límites  y  mojoneras  de  las  ciudades, 
provincias,  pueblos  y  lugares,  y  de  las  suertes  y  repartimiento 
de  las  tierras  de  cuyas  eran  y  á  quién  pertenecían;  óteos,  de  losli- 
*  bros  y  las  leyes,  ritos  y  ceremonias  que  usaban  en  su  infidelidad^ 
y  los  sacerdotes  de  los  templos,  de  sus  idolatrías  y  modo  de  fs 
doctrina  idolátrica,  y  de  las  fiestas  de  sus  falsos  dioses,  y  calen- 
darios; y  finalmente  los  filósofos  y  sabios  que  tenían  entre  ellos, 

(1)  Hist.  de  la  conquista,  tom.  I,  pág.  69.  Edic.  de  Cumplido. 

(2)  ffiflt.  apologética.  MS.,  cap.  COXXXV. 

(3)  Acosta,  Ub.  VI,  cap.  VII. 


399 

estoba  á  sn  catgo  el  pintar  todas  las  ciencias  que  sabían  y  alcan^ 
zaban,  y  enseñar  de  memoria  todos  los  cantos  qne  conservabaii, 
sas  ciencias  -e  historias."  (1)  El  mismo  cronista  asegura,  que  pa- 
ra quienes  la  entendían,  la  escritura  jeroglífica  era  tan  dará  como 
nvueáras  letras.  Torquemada  repite,  en  los  capítulos  antes  citados, 
qire  eran  "letras  reales  de  cosas  pintadas,"  y  que  lo  que  afirma 
está  tomado  "de  las  mismas  historias  mexicanas  y  tetzcucanas, 
"que  son  las  que  sigo  en  este  discurso,  y  las  que  tengo  en  mi 
"poder." 

Comparando  estas  diversas  autoridades  observaremos,  que  las 
personas  más  cercanas  á  los  tieíupos  de  la  conquista  ó  las  que 
aparecen  como  más  entendidas  en  la  cuestión,  son  ItS  que  pro- 
nancian  juicios  más  favorables  acerca  de  la  escritura  azteca:  es 
lógico,  los  jueces  más  competentes  pronuncian  fallos  más  funda- 
dos. Una  consecuencia  se  desprende  naturalmente;  la  escritura 
gráfica  de  los  nahoa  era  capaa  de  expresar  las  cosas  materiales 
7  las  abstractas.  La  interpretación  de  aquellos  caracteres  es  des- 
coi^eida  para  nosotros;  ignoramos  de  todo  punto  esa  lectura 
de  corrido  de  los  signos,  cual  si  fueran  letras;  no  estamos  muy 
versados  en  el  idioma,  y  todas  estas  causas  reunidas  determinan, 
que  no  podamos  acertar,  cual  se  debiera,  al  formar  juicio  en  esta 
materia.  Pero  debemos  huir  del  ejemplo  de  quienes  no  atinando 
en  cosa  oscura,  la  dan  por  inútil  ó  absurda,  para  ocultar  la  pro- 
pia incapacidad. 

Las  pinturas  sufrieron  constante  persecución.  Como  decimos 
en  otro  lugar,  el  rey  Itzco^tl  mandó  destruir  las  relaciones  anti- 
guas, porque  no  llegasen  á  noticia  del  vulgo  y  fuesen  menospre- 
eiadas.  Los  aliados  tlaxcalteca,  al  ocupar  en  compañía  de  los 
castellanos  la  ciudad  de  Texcoco,  destruyeron  la  biblioteca  de 
aquella  monarquía.  Al  quedar  arrasada  la  capital  por  los  espa- 
ñolea y  sus  amigos,  perecieron  las  bibliotecas  de  México,  los 
depósitos  de  MSS.  conservados  en  los  teocalli,  y  los  documentos 
que  guardaban  los  particulares.  Más  tarde  las  pérdidas  se  hicie- 
ron mayores;  "porque  los  indios  antiguos  escondieron  estos  pa- 
peles porque  no  se  los  quitasen  los  españoles,  cuando  les  entraron 
la  ciudad  y  tierras,  y  se  quedaron  perdidos  por  muerte  de  los 
que  las  escondieron,  ó  porque  los  religiosos  y  obispo  primero 

(1)  Iitiikochitl,  hist.  chichim.  Prólogo  MS.  • 


400     • 

D.  Juan  de  Zumárraga  los  quemaron,  con  otros  muchos,  de  ma- 
cha importancia  p&ra  saber  las  cosas  antiguas  de  esta  tierra, 
porque  como  todas  ellas  eram  figuras  y  tí&racteres,  que  represen- 
taban animales  racionales  é  irracionales,  yerbas,  árboles,  piedras, 
montes,  agua,  sierras  y  otras  cosas  de  este  tono,  entendieron  que 
era  demostración  de  superstición  idolátrica;  y  así  quemaron 
cuantos  pudieron  haber  á  las  manos,  que  á  no  haber  sido  diligen- 
tes algunos  indios  curiosos,  en  esconder  parte  de  estos  papeles  y 
historias,  no  hubiera  ahora  de  ellos,  aun  la  noticia  que  tene- 
mos." (1)  Comprendemos  la  necesidad  en  que  se  vieron  aquellos 
buenos  misioneros  y  su  prelado  para  destruir  los  objetos  perte- 
necientes al  idolátrico  culto;  no  los  censuramos,  sabiéndonos  co- 
locar en  las  condiciones  del  tiempo  y  de  las  circunstancias;  sin 
embargo,  duélenos  mucho  aquellas  destrucciones  en  que  pere- 
cieron los  tesoros  científicos  de  un  pueblo.   Justicia  sea  hecha. 
Ijos  mismos  religiosos  perseguidores,  cuando  supieron  distinguir 
el  escrito  dogmático,  del  histórico  y  del  científico,  fueron  los 
primeros  que  se  apresuraron  á  aprovechar  aquellos  papeles,  for- 
mando primorosas  relaciones  que  hoy  sirven  de  recro  y  de  en- 
señeamiento.  MSS.  infortunados.  En  los  siglos  subsecuentes,  por 
motivo  del  desden  con  que  ercm  vistos,  muchos  fueron  consumi- 
dos por  la  humedad  y  la  polilla.    Hoy  mismo,  en  que  la  codicia 
se  sobrepone  al  deseo  de  saber  y  al  patriotismo,  las  raras  pin- 
turas que  se  descubren  toman  camino  al  extranjero,  en  manos  de 
persona  más  curioas  ó  entendidas. 

Brota  espontáneamente  la  observación  de  que,  si  las  pinturas 
antiguas  perecieron,  y  ademas,  es  desconocida  su  lectura,  de  nin- 
gún provecho  pueden  ser  para  la  historia  esos  confusos  dibujos 
que  en  nuestros  dias  circulan,  tal  vez  con  señales  de  ser  apócri- 
fos. Vamos  á  responder;  mas  como  ésto  mereciera  una  lai^a  y 
esmerada  disertación,  y  ésta  no  sea  la  sazón  de  intentarla,  ha- 
bremos de  contentamos  con  pocas  palabras  respectivaQiente,  y 
con  someras  indicaciones,  ya  históricas,  ya  bibliográficas. 

Fácil  es  de  comprender  que,  al  entregar  al  fuego  las  bibliote- 
cas de  México  y  de  Texcoco,  ^  los  papeles  en  poder  de  los  parti- 
culares, no  pudo  hacerse  lo  mismo  en  todas  las  ciudades;  los 
indios  se  apresuraron  á  esconder  aqueUos  documentos  que  en 

(1)  Torqueij^ada,  Jib.  III,  cap.  VI. 


401 

sa  poder  estaban,  loa  ocultaron  cuidadosamente,  y  aunque  esto 
mismo  haya  sido  causa  de  que  muchos  se  extraviaran,  no  pocos 
al  fin  se  salvaron  del  cataclismo.  Los  mismos  autores  del  mal, 
como  acabamos  de  decir,  conocieron  bien  pronto  su  error,  dedi- 
cándose inmediatamente  á  reparar  el  daño  causado;  los  religiosos 
86  dieron  á  buscar  las  pinturas  existentes,  y  en  lugar  de  destruir- 
las.  las  estudiaron  ó  interpretaron.  recogi;ndo  la  ^adición  de  los 
inteligentes,  consultando  con  los  entendidos  y  fijando  en  lengua 
castellana  las  observaciones  cosechadas.  A  su  ejemplo,  los  indí- 
genas, sacudiendo  un  tanto  el  miedo,  hacían  copias  de  las  anti- 
guas pinturas,  poní  miles,  los  que  sabían  escribir,  los  caracteres 
fonéticos  castellanos,  ya  solo  los  nombres  á  los  grupos  jeroglí- 
ficos, ya  comentarios  é  interpretaciones  completas  en  su  idioma; 
ya^  en  fin,  escribieron  relaciones  en  que  estaba  recogida  la  tra- 
dición méxica. 

Contrayéndonos  á  las  pinturas  publicadas,  que  conocemos,  se 
presenta  en  primer  término  la  inapreciable  y  magnífica  colección 
del  Lord  Elingsborough,  digna  de  las  alabanzas  de  la  fama.  En 
ellas  se  contienen,  relativas  á  la  historia  política  de  México,  tres 
pie2as  principales.  El  Cód.  Mendocino,  llamado  así  por  haberle 
mandado  hacer  el  primer  virey  de  la  colonia,  el  muy  ilustrado 
D.  Antonio  de  Mendoza:  escrito  por  pintores  mexicanos,  inter- 
pretado por  loa  tlacuüo  que  aun  sobrevivían,  trasladada  la  des- 
dfracion  méxica  por  buenos  intérpretes  castellanos,  el  documen- 
to es  auténtico,  fehaciente,  digno  de  todo  crédito.  Las  dos  pintu- 
ras de  las  peregrinaciones  aztecas,  t][ue  han  visto  la  luz  pública 
varias  veces,  en  diversas  formas,  siendo  la  edición  más  estimada 
la  del  Sr.  D.  Femando  Bamírez,  por  ir  acompañadas  las  láminas 
de  eruditas  explicaciones:  los  originales  antiguos,  verdaderos, 
irrecusables,  existen  todavía.  En  París  han  sido  litografiados, 
de  la  colección  de  Mr.  Aubin,  antes  de  Boturini,  el  Tonalamatl, 
la  historia  sincrónica  de  Tepechpan  y  de  México,  y  en  f ac-símile 
un  M8.  anónimo  del  siglo  XVI,  en  figuras,  y  con  la  interpreta- 
ción en  mexicano.  Debe  enumerarse  con  aprecio,  la  colección 
pul)licada  en  París,  de  las  estampas  relativas  á  los  viajes  de  Du- 
paix.   Otras  de  menor  importancia  en  varios  libros  y  relaciones. 

Para  la  historía  política  de  Texcoco,  presenta  el  Kingsborough 

dos  documentos  culminantes;  los  Códices  Telleriano  Bemense,  y 

Vaticano,  ambos  con  explicaciones:  en  ellos  va  mezclada  la  his- 

51 


402 

toria  de  México,  como  accidental,  y  no  formando  el  asunto  pri- 
mero, que  pertenece  á  la  monarquía  Acolhua.  De  la  coleccioB 
Anbin,  el  Mapa  Tlotzin  y  el  Mapa  Quinatzin,  que  llevan  junto  á 
las  figuras  textos  explicativos  mexicanos. 

No  son  pocos  los  escritores  indígenas,  más  ó  menos  cercanos 
a  la  conquista:  (1)  si  mucho  se  ha  perdido  de  lo  que  escribieron, 
quedannos  todavía  bastante.  De  lo  más  precioso  es  sin  duda  la 
obra  de  un  anónimo  del  siglo  XVI,  quien  escribió  en  mexicano; 
tradújola  al  castellano  el  jesuíta  Juan  Tovar,  y  esta  traducción 
fué  aprovechada  al  pió  de  la  letra,  ó  con  cortas  variantes,  por  el 
P.  Acosta  en  su  Hist.  natural  y  moral  de  las  Indias,  en  la  parte 
relativa  á  México.  El  mismo  MS.  sirvió  á  los  escritores  nacio- 
nales Duran  y  Tezozomoc,  para  tejer  sus  obras  respectivas,  si 
bien  exornadas  con  mayor  número  de  noticias,  hasta  haberse 
hecho  muy  más  grandes  que  el  original.  (2)  Bajo  el  título,  Ana- 
les antiguos  de  México  y  sus  contornos,  compiló  el  Sr.  Bamírez 
26  piezas  entre  fragmentos  y  relaciones  antiguas,  en  castellano 
ó  en  mexicano  y  con  su  respectiva  traducción;  son  de  autores 
indígenas.  (3)  Quedan  al  comercio  literario,  la  obra  de  Ohimal- 
pain,  la  historia  de  Tlaxcalla  de  Diego  Muñoz  Oamargo,  la  rela- 
ción de  Texcoco  de  Juan  Bautista  Pomar,  y  otras  de  menos 
cuantía. 

Una  de  las  fuentes  más  puras  para  la  historiar  de  los  tolteca, 
chichimeca  y  acolhua,  se  encuentra  en  las  relaciones  é  historia 
chichimeca  de  D.  Fernando  de  Alva  Ixtlilxochitl.  Sacadas  de  las 
pinturas  antiguas  que  obraron  en  poder  de  sus  antepasados; 
consultadas  las  relaciones  escritas  por  los  cronistas  de  su  nación; 
oido  el  parecer  de  los  sabios  ancianos  que  aun  conservaban  las 
tradiciones  de  la  patria,  á  quienes  hizo  Certificar  á  18  de  No- 
viembre de  1608,  que  todo  estaba  conforme  con  los  primitivos 

(1)  Véase  Clavigero,  tom.  1,  pág.  XVII.  Ixtlilxochitl,  Hist.  Chichim.  y  Belaciones, 
haciendo  mérito  de  las  pinturas  e'  historias  que  le  sirvieron.  Boturini,  Catálogo  del 
Museo,  hist.  indiano,  al  fin  de  su  obra. 

(2)  Descubrió  este  MS.  el  Sr.  D.  Femando  Bamírez,  en  la  biblioteca  de  S.  Fran- 
cisco. Está  acompañado  de  láminas;  la  letra  es  del  siglo  XVI,  y  parece  ser  la  traduc- 
ción misma  del  P.  Juan  Tovar.  Tenemos  copia  autorizada,  y  citaremos  el  documento 
bajo  el  título,  Códice  Bamírez,  en  honra  de  quien  le  conservó. 

(3)  Véase  el  catálogo  de  los  dos  vol.  MSS.  en  los  Apuntes  para  un  catálogo  de  es- 
critores en  lenguas  indígenas  de  México,  por  Joaquin  García  Icazbalceta.  Tenemos 
copia  de  los  documentos. 


403 

documentos;  sus  escritos  tienen  el  sello  más  anténtico,  snpnesto 
qne  se  fundan  en  las  pinturas  jeroglificas,  en  historias  escritas 
j  en  la  tradición  contemporánea.  (1)    Amargas  crítica^  se  han 
hecho  de  las  obras  de  este  autor,  por  la  desigualdad  de  sus  re- 
laciones, y  principalmente  por  la  confusión  que  su  cronología 
presenta.    El  cargo  es  verdadero;  al  mismo  síml^plo  cronográfioo 
mexicano,  atribuye  distintas  correspondencias  éñ  la  serie  de  los 
años  vulgares,  resultando  cómputos  imposibles  de  ser  puestos 
de  acuerdo.  La  explicación  es  obvia:  Ixtlilxochitl  verídico  y  pun- 
tual enia  narración  de  los  sucesos,  no  pudo  alcanzar  cumpli- 
damente la  confrontación  de  los  calendarios  azteca  y  juliano:  en 
cada  relación  se  atuvo  á  cálculo  distinto,  y  sólo  vino  á  medio 
atinar  en  la  historia  chichimeca.    El  remedio  es  bien  sencillo; 
tomar  tablas  de  correspondencia  exacta,  y  partiendo  de  una  fe- 
cha conocida  y  bien  determinada  atribuir  á  cada  anotación  grá- 
fica, que  son.  ciertas  y  no  varían,  el  año  de  nuestra  era  que  en 
realidad  le  corresponda.   Veytia,  que  bebió  en  Ixtlilxochítl,  re- 
formó  los  trabajos  de  su  maestro,  aunque  por  rumbo  diverso  del 
que  indicamos,  presentando  con  pocas  excepciones  la  verdadera 
cronología  de  la  Historia  Chichimeca. 

De  los  trabajos  de  los  religiosos  tenemos  dos  relaciones,  es- 
critas á  pedimento  de  Doña  Isabel,  hija  de  Motecuhzoma,  con 
presencia  de  las  pinturas  antiguas,  que  aparecían  manchadas  con 
la  sangre  del  sacrificio.  La  hermosa  crónica  de  Fray  Toribio 
Motolinia,  abundante  y  puntual  en  lo  relativo  á  las  costumbres, 
lleva  cortas  noticias  acerca  de  las  tribus  de  Anáhuac  y  de  los 
reyes  de  México,  en  la  epístola  proemial  al  conde  de  Benavente. 
Fr.  Gerónimo  de  Mendieta,  que  indica  haber  aprovechado  los 
trabajos  del  P.  Olmos,  perdidos  hoy  para  nosotros.  Todos  estos 
escritores,  más  ó  menos  próximos  á  la  conquista,  disfrutaron  de 
las  pinturas,  vieron  con  sus  ojos  las  ruinas  del  destrozado  imperio, 
recof^eron  las  tradiciones  aztecas  en  puras  fuentes.  Por  la  con- 
formidad en  la  genealogía  de  los  reyes  de  México,  aparecen  for- 
mando como  la  escuela  primitiva;  tuvieron  k  la  vista  una  pintura 
semejante  á  la  del  Vaticano,  discordando  en  los  tres  primeros 
reinados,  concordando  bien  en  los  demás.    Mendieta  es  una 


(1)  Notas  y  esclarecimientos,  por  D.  José  Femando  Bamírez,  en  la  historia  de  la 
conquista  por  Prescot,  edic.  de  Cumplido,  tom.  2,  pág.  3. 


404: 

excepción  en  la  parte  cronológica,  pues  sigue  al  pie  de  la  letra  el 
Cód.  Mendocino,  errando  donde  el  intérprete  yerra.  A  este  gru- 
po debemos  agregar  á  Francisco  López  de  Gomara,  bien  infor- 
mado en  general  de  estas  primeras  doctrinas;  pero  diminuto  y 
trunco  en  la  cronología. 

La  magnífica  obra  de  Fr.  Bernardino  de  Sahagun,  es  una  de 
las  fuentes  más  caracterizadas  de  nuestra  historia  antigua.  Exac- 
to 7  extenso  en  las  costumbres,  solo  consagró  á  las  dinastías  de 
los  reyes  los  cap.  I  al  V,  del  lib.  VIII.  Su  cronología  se  aleja  en 
lo  absoluto  de  la  adoptada  por  la  escuela  anterior,  que  le  debía 
ser  conocida,  arrojando  fechas  imposibles  de  concordar:  presu- 
mimos que  esta  parte  de  la  obra  ha  sufrido  en  las  copias  serias 
alteraciones.  Nos  afirma  en  esta  opinión,  encontrar  en  las  rela- 
ciones franciscanas  una  firmada,  Fr.  Bernardino  franciscano,  (1) 
que  en  nuestro  concepto  pertenece  á  Sahagun,  y  cuya  cronología 
de  los  reyes  mexicanos  es  casi  exactamente  igual  á  las  del  P. 
Mendieta  y  Cód.  Mendocino. 

Fr.  Diego  Duran  pertenece,  como  ya  indicamos,  a  la  escuela 
del  Anónimo  ó  Cód.  Bamírez:  sus  datos  cronológicos  van  acor- 
des con  las  pinturas  Vaticana  y  Telleriana  en  lo  relativo  á  los 
tres  primeros  reyes  de  México,  adoptando  para  los  siguientes 
los  datos  del  Cód.  de  Mendoza.  Acosta  es  también  el  Anónimo; 
comete  el  error  imperdonable  de  colocar  en  el  trono  de  México,  A 
Tízoc  antes  de  Axayacatl,  con  lo  cual  y  con  los  primeros  reinados 
trabuca  completamente  los  cómputos.  El  cronista  Antonio  de  He- 
rrera tiene  por  asunto  principal  tratar  de  lo^  hechos  de  los  caste- 
llanos en  América,  mereciendo  grande  estima,  pues  disfrutó  de 
abundantes  y  auténticos  documentos;  de  la  historia  antigua  de  Mé- 
xico trató  en  la  dec.  III,  lib.  11,  cap,«Xná  XVI,  en  la  cual  siguió  á 
Gomara,  copiando  con  sus  arreos  al  P.  José  de  Acosta  en  lo  re- 
lativo á  los  reyes  mexicanos.  Enrico  Martínez,  en  lo  poco  que 
trata  de  la  historia  de  México,  toma  por  guía  al  P.  Acosta,  no 
sin  hacerle  algunas  modificaciones.  Gemelli  Careri,  que  en  Mé- 
xico conoció  y  trató  á  D.  Carlos  de  Sigüenzay  Góngora,  sigue  no 
obstante  al  P.  Acosta  en  la  genealogía  de  los  monarcas. 

La  Monarquía  Indiana  de  Fr.  Juan  de  Torquemada,  es  la  pri- 
mera obra  completa  acerca  de  nuestra  historia  antigua:  de  inten- 

(1)  Los  originales  de  eBtas  relaciones,  recogidas  en  un  Códice  antiguo  del    siglo 
XYI,  están  en  poder  del  Sr.  D.  Joaquia  García  Icazbalceta. 


405 

• 

to  colosal^  abarca  todos  los  ramos  que  constituyen  la  civilización 
de  los  pueblos  primitivos.  Se  le  critica,  de  plagiario,  de  difuso, 
7  de  estar  erizado  de  citas  provenidas  de  una  erudición  indiges- 
ta; de  poco  tino  al  disfrutar  los  materiales;  de  adoptar  consejas 
absurdas  y  relaciones  maravillosas.  Torquemada  aprovechó  los 
trabajos  de  sus  antecesores  Olmos,  Mendieta,  Sahagun,  <&c.,  co- 
piando al  pié  de  la  letra,  como  suyos,  párrafos  y  aun  capítulos 
enteros;  de  aquí  el  cargo  de  plagiario.  Para  disculparle,  es  de 
notar,  que  en  varios  pasajes  de  sus  libros  confiesa,  dos  y  más 
veces  repetido,  que  las  obras  de  aquellos  autores  le  sirven  de 
guía  y  en  ellos  bebe  sus  doctrinas;  con  estas  advertencias,  ya  no 
le  pareció  necesario  señalar  en  cada  ocasión  lo  que  de  otros  se 
tomaba:  descuido  será,  mas  no  mala  fe.  Se  dilata  en  referir  los 
hechos,  mezcla  la  relación  con  reminiscencias  no  siempre  con- 
gruentes, cada  cuestión  la  toma  ábovo,  al  mismo  propósito  acu- 
mula las  autoridades  del  Evangelio  y  de  los  Santos  Padres  de  la 
Iglesia,  con  la  de  los  poetas  é  historiadores  paganos;  estos  acha- 
ques no  son  suyos,  son  de  su  tiempo;  los  escritores  de  su  época» 
hacían  el  mismo  alarde  de  erudición.  Consejas  y  absurdos  eran 
moneda  corriente  de  su  siglo.  Cargo  serio  es  sin  duda  el  que 
resulta  de  las  contradicciones  observadas,  acerca  de  la  misma 
materia  en  dos  capítulos  distintos;  poco  cuidado  indica,  mas  tam- 
bi^i  son  lunares  casi  indispensables  en  obras  de  tan  largo  aliento. 
La  Monarquía  Indiana  está  formada*  con  los  materiales  antiguos, 
consultando  las  pinturas  indias,  recogiendo  en  cuanto  posible  la 
tradición,  rastreando  las  bibliotecas  para  tomar  documentos  nue- 
vos, en  fin,  es  el  resultado  de  largas  meditaciones,  de  investiga- 
ciones minuciosas,  de  un  deseo  inmenso  de  acierto.  Defectos 
tiene;  apetecemos  ver  la  obra  humana  que  no  los  presente.  En 
cambio,  ningún  acopio  igual  ha  sido  formado  de  tan  curiosos 
documentos;  es  un  arsenal  al  que  es  preciso  acudir  para  proveer- 
se de  noticias;  nadie  podrá  dispensarse  de  consultar  el  libro, 
cuando  trate  de  escribir  las  cosas  de  México.  Su  cronología  di- 
fiere de  la  de  los  autores  á  quienes  copió,  apareciendo  que  formó 
la  suya  de  propia  cuenta;  en  los  tres  primeros  reinados  es  con- 
fuso, al  llegar  á  los  tiempos  modernos  se  fija  y  aclara,  hasta  to- 
mar el  camino  verdadero;  deja  truncas  algunas  fechas,  vacila  en 
otras. 
Fr.  Agustín  Vetancourt  es  en  el  fondo  Torquemada,  su  sistema 


406 

cronológico  el  de  su  amigo  Sigüenza.    D.  Carlos  de  Sigüenza  y 
Góngora,  de  quien  tenemos  una  relación  cronológica  de  los  me- 
xicanos, que  conforma  bien  con  el  Cód.  de  Mendoza;  es  el  sólo 
autor,  (otros  después  le  copiaron),  que  señale  con  dia,  mes  y  año, 
el  advenimiento  al  trono  de  los  reyes  tenochca.  El  P.  Francisco 
Javier  Clavigero  es  de  la  escuela  histórica  de  Torquemada.  No- 
table es  la  historia  antigua  por  juiciosa  y  bien  ideada;  el  estilo 
ameno,  la  narración  fácil;  toca  en  las  disertaciones  cuestiones 
difíciles,  con  acierto  y  valentía;  es  de  los  primeros  que  sale  fren- 
te á  frente  en  defensa  de  los  americanos  ultrajados;  escudriña  la 
geografía  azteca,  estudia  las  ciencias  naturales:  sin  disputa,  va 
al  frente  de  los  escritores  filosóficos  de  México.  En  su  cronología, 
intento  seguirá  Sigüenza;  tal  vez  habría  adoptado  la  del  Cód.  de 
Mendoza,  que  le  fue  familiar;  pero  extraviado  por  la  fecha  de  la 
dedicación  del  templo  mayor,  se  entregó  á  supuestos  más  ó  menos 
arbitrarios,  se  extravió,  ó  hizo  cómputos  de  propia  cosecha.    Si- 
guen á  Clavigero  y  á  Vey tia,  D.  José  María  Koa  Barcena,  D.  Fran- 
cisco -Carbajal  Espinosa. 

Los  artícxdos  de  Alejandro  de  Humboldt  acerca  de  antigüeda- 
des mexicanas,  insertos  en  su  obra  Vnes  des  CordiUeres,  en  general 
están  bien  comprendidos;  apreciables  por  la  fluidez  del  estilo,  lo 
luminoso  de  las  reflexiones  y  notable  erudición,  merecen  ser  con- 
sultados en  muchos  casos.  Humboldt  contribuyó  poderosamente 
á  dar  á  conocer  nuestro  país  en  el  extranjero,  y  se  le  debe  consi- 
derar como  el  principal  mantenedor  de  la  idea,  de  la  semejanza 
de  la  civilización  azteca  con  la  de  los  pueblos  de  Asia.  Formó  un 
compendio  cronológico,  cuyos  fundamentos  ignoramos. 

D.  Carlos  María  Bustamante,  en  los  libros  que  escribió  acerca 
de  historia  antigua,  copia  á  Yeytia  y  á  Ixtlilxochitl.  Las  tablas 
cronológicas  contenidas  en  la  obra  intitulada  ''Tezcuco  en  los  úl- 
timos tiempos  de  si|s  antiguos  reyes,"  son  mixtas  y  abigarradas, 
compuestas  por  las  de  Vey  tia,  Ixtlilxochitl  y  Clavigero.  La  corres- 
pondencia entre  los  años  mexicanos  y  de  nuestra  era,  sólo  es  exac- 
ta en  parte,  pues  consultaba  á  la  vez  las  buenas  tablas  cronológi- 
cas de  Clavigero,  con  las  erradas  que  atribuye  á  Boturini. 

El  último  escritor  de  nota  es  Brasseur  de  Bourbourg.  Estu- 
dioso, erudito,  investigador;,  se  pierde  por  una  ardiente  imagina- 
ción, se  extravía  por  poca  madurez  en  el  pensamiento:  amigo  de 
novedades,  de  hipótesis  insostenibles,  de  descubrimientos  fan- 


407 

tásticos  y  maravillosos,  ha  confundido,  ha  pervertido  la  historia 
de  México. 

Tales  son  ahora  los  fundamentos  de  la  historia  antigua  de  Mé- 
xico. Pinturas  originales  y  copias;  relaciones  de  ambos  pueblos, 
vencido  y  vencedor;  trabajando  de  consuno,  la  clase  sacerdotal, 
las  autoridades  mismas  de  la  colonia  por  repetidas  veces,  y  los 
particulares.  Fáltannos  mucho  por  nombrar  de  pequeños  traba- 
jos. ¿Qué  autoridad  puede  concederse  á  todo  ello?  Ya  lo  ha  di- 
cho el  Sr.  D.  Fernando  Ramírez  respondiendo  á  las  dudas  de 
Prescoti 

"La  historia  mexicana,  como  la  de  todos  los  otros  pueblos,  se 
forñía  de  esas  dos  clases  de  noticias:  en  las  unas  se  describen  los 
usos,  costumbres  y  creencias  dominantes  que  dan  el  tipo  de  la 
nación;  y  en  las  otras  la  vida  pública  y  privada  de  sus  hombres 
célebres,  allende  los  otros  hechos  que  interesan  á  la  masa  de  la 
comunidad  y  que'constituyen  el  ser  y  vida  de  las  sociedades.  En 
cuanto  á  las  primeras,  repito  lo  que  antes  he  dicho,  que  ningu- 
na de  las  historias  conocidas  puede  sostener  el  paralelo  con  las 
nuestras;  porque  ni  Aulio  Gelio,  ni  Macrobio,  ni  Petronio,  ni 
otro  ninguno  de  los  que  emprendieron  describir  las  costumbres 
privadas  de  los  pueblos  que  conocieron,  presentan  en  apoyo  de 
su  fé  datos  tan  auténticos  ni  fidedignos  como  los  que  ministran 
nuestros  cronistas,  especialmente  el  diligentísimo  padre  Saha- 
gun. 

"Por  lo  que  toca  á  biografías  y  á  sucesos,  me  parece  que  no 
pueden  considerarse  como  mejor  autentizados  los  contenidos  en 
las  historias  griegas  y  romanas,  que  los  que  memoran  Ixtlilxo- 
chitl,  Tezozomoo,  Veytia  y  otros  muchos  que  han  bebido  en  fuen- 
tes nada  desemejantes  á  las  en  qtie  bebieron  Herodoto  ó  Dioni- 
sio de  Halicamaso;  ni  creo  que  los  grandes  hechos  de  Alejandro, 
referidos  por  Quinto  Curcib  ó  por  Arriano,  sean  más  dignos  de 
fé  que  los  de  Netzahualcóyotl  ó  cualquiera  otro  de  nuestros  re- 
yes, trasmitidos  &  la  posteridad  por  sus  compatriotas  ó  descen- 
dientes. Nada  digo  de  las  inciertas  tradiciones  de  los  Asirlos, 
Medos  y  Persas,  ni  de  las  nebulosas  dinastías  de  los  Egipcios, 
cuya  memoria  todavía  se  busca  en  las  ruinas  de  sus  ciudades  y 
de  sns  sepulcros."  (1) 

(1)  Notas  y  aclaraciones,  pág.  8-9. 


408 

Queda  todavía  en  pié  la  cuestión,  de  la  lectura  de  las^  páginas 
jeroglíficas;  en  ella  vamos  á  ocuparnos.  El  Oód.  Mendocino  tiene 
interpretación  autentica,  ejecutada  por  personas  competentes, 
mandada  hacer  por  el  virey  D.  Antonio  de  Mendoza.  Los  G<Sdi'- 
ces  Vaticano  y  Telleriano  Bemense  están  también  interpretados, 
si  bien  en  tiempos  posteriores.  He  aquí  puntos  más  ó  menos 
seguros  de  partida,  nociones  preciosas  para  servir  de  base  en  las 
investigaciones.  Sabagun,  Torquemada,  Ixtliloxochitl,  Siguenza, 
supieron  leer  la  escritura  jeroglífica,  mas  nada  escribieron  aceroa 
de  ello.  Acosta  dejó  únicamente  sucintas  noticias.  (1)  El  simbo- 
lismo del  padre  Kircher  sirvió  de  poco.  (2)  Burgoa,  refiriéndose 
á  los  pueblos  de  Oaxaca,  escribe:  ''Entre  la  barbaridad  de  estas 
naciones  se  hallaron  muchos  libros  á  su  modo,  en  hojas  ó  telas 
de  especiales  cortezas  de  árboles  que  se  hallaban  en  tierras  ca- 
lientes, y  las  curtían  y  aderezaban  á  modo  de  pergaminos  de  ana 
tercia,  poco  más  ó  menos  de  ancho,  y  unas  tras  otras  las  surcían 
y  pegaban  en  una  pieza  tan  larga  como  la  habían  menester,  don- 
de todas  sus  historias  escribían  con  nnos  caracteres  tan  abrevia- 
dos, que  una  sola  plana  expresaban  el  lugar,  sitio,  provincia^  año, 
mes  y  dia,  con  todos  los  demás  nombres  de  dioses,  ceremonias  y 
sacrificios,  ó  victorias  que  habían  celebrado  y  tenido,  y  para  esto 
á  los  hijos  de  los  señores,  y  á  los  que  escogían  para  su  sacerdo- 
cio eítseñaban  é  instruían  desde  su  niñez,  haciéndoles  decorar 
aquellos  caracteres,  y  tomar  de  memoria  las  historias,  y  destos 
mismos  instrumentos  he  tenido  en  mis  manos,  y  oídolos  explicar 
á  algunos  viejos  con  bastante  admiración,  y  solían  poner  estos 
papeles  ó  como  tablas  de  cosmografía,  pegados  á  lo  largo  en  las 
salas  de  los  señores,  por  grandeza  y  vanidad,  preciándose  de  tra- 
tar en  sus  juntan  y  visitas  de  aquellas  materias."  (3)  Así,  en  el 
segundo  tercio  del  siglo  XVII,  aun  se  conservaba  en  Oaxaca  el 
conocimiento  primitivo  de  la  escritura  jeroglífica. 

Sigue  un  largo  período  en  que  los  estudios  de  nuestra  histo- 
ria fueron  olvidados.  Lorenzo  Boturini  Benaducci  vino  á  darles 
poderoso  impulso,  reuniendo  aquella  rica  y  preciosa  colección 
de  documentos,  que  por  el  gobierno  colonial  le  fué  quitada. 
Triste  fue  la  suerte  de  ese  tesoro.    En  parte  ó  en  todo  sirvió  á 

(1)  Hist.  nat.  y  moral,  lib.  VI,  cap.  VII. 

(2)  Athan.  Kircher,  (Edipus  ^gyptiacus,  pág.  28-36. 

(8)  Palestra  historial,  por  Fr.  F/ancisco  de  Burgoa,  Me'zicO;  1670,  fol.  89. 


/ 


409 

D.  Mariano  Yeytia;  á  la  mnerte  saya,  pasó  la  colección  á  la  se- 
(nretaría  del  virreinato,  en  donde  la  humedad,  los  ratones  j  los 
cariosos,  la  cercenaron  á  porfía:  Gama  y  el  P.  Fichardo  la  dis- 
frutaron, sacando  copias  de  pinturas  y  manuscritos.  Llerados 
los  restos  á  la  biblioteca  de  la  universidad,  sufrieron  tales  me- 
noscabos, <^ue  casi  se  redujeron  á  nada;  pusiéronse  los  residuos 
en  el  Museo  Nacional,  para  sufrir  nueva  merma.  Mr.  Aubin  nos 
informa  de  lo  que  alcanzó,  y  cuanto  de  ello  tiene  en  su  colección 
particular  en  Paris. 

Los  jesuitas  expatriados  en  Italia,  engañaron  lad  horas  de  tedio 
oou  el  dulce  recuerdo  de  las  cosas  de  la  patria.  Despertábase  el 
deseo  de  descifrar  las  pinturas  jeroglíficas,  y  Clavigero,  en  su 
historia  antigua,  (l)daba  la  ''Explicación  de  las  figuras  oscuras." 
Lino  Fábrega  interpretó  el  códice  jeroglífico  de  Veletri,  existeur 
te  en  el  Museo  Borgiano;  (2)  existió  el  MS.  en  la  biblioteca  de  la 
Universidad,  citado  por  Humboldt  en  sus  Yues  des  Cordilléres, 
k)  aprovechó  Zoega  en  su  tratado  de  Origine  et  usu  OMiscorum. 
Pedro  Josó  Márquez  se  ejercitó  en  describir  la  pirámide  de  Pa- 
pantla  y  las  ruinas  de  Xochicalco.  (3) 

Toca  el  lugar  preferente,  en  materia  de  descifracion  jeroglífica, 
á  la  obra  de  D.  Antonio  de  León  y  Gama.  (4)  Trabajo  serio,  con- 
cienzudo, erudito;  es  el  fundamento  de  la  escuela  que,  habiendo 
perdido  la  tradición  antigua,  busca  por  comparaciones  é  induc- 
ciones descubrir  el  sentido  de  los  caracteres  móxica.  Lo  publi- 
cado fué  sólo  el  compendio  de  una  obra  voluminosa,  hoy  com- 
pletamente desaparecida.  Atacado  por  el  distinguido  D.  José 
Antonio  Álzate  y  Bamírez,  verdad  sea  dicha,  con  más  encono  y 
envidia  que  saber.  Gama  tuvo  que  escribir  la  segunda  parte.  Es- 
te modesto  sabio  reunió  una  buena  colección  de  pinturas  y  ma- 
nuBoritos,  que  á  su  muerte  pasó  á  manos  del  presbítero  filipense 
D.  José  Pichardo. 

Pichardo  siguió  á  Gama  en  el  amor  á  las  pinturas,  si  bien  no 

(1)  Tom.  I,  pág.  416  y  sig. 

(2)  Códice  Messicano.  MS. 

(8)  Dne  Antiolii  Monumenti  di  Architettnra  Messicana  ühistrati  da  D.  Pietro  Már- 
quez, Boma,  1804. 

(4)  Descripción  de  las  dos  piedras,  &c.,  México,  MDGOXGII.  Publicada  después 
con  ía  segunda  parte,  México,  1882. 

52 


410 

conocemos  el  fruto  de  sus  estudios,  Humboldt  nos  dice:  (1)  "La 
biblioteca  de  la  Universidad  de  México  no  contiene  pinturas  je- 
roglíficas originales;  no  encontré  más  de  algunas  copias  lineales, 
sin  colores,  ejecutadas  con  poco  cuidado.  Hoy,  la  colección  más 
rica  y  hermosa  de  la  capital,  es  la  de  D.  José  Antonio  Pichardo, 
miembro  de  la  congregación  de  San  Felipe  NerL  La  casa  de  ese 
hombre  instruido  y  laborioso  fué  para  mí,  lo  que  la  casa  de  Si- 
güenza  para  el  viajero  Gemelli.  El  P.  Pichardo  ha  sacrificado  su 
pequeña  fortuna  euj  reunir  pinturas  aztecas,  y  en  hacer  copiar 
las  que  no  podía  adquirir:  su  amigo  Gama,  autor  de  muchas  me- 
morias astronómicas,  le  legó  lo  más  curioso  que  poseía  de  pin- 
turas jeroglíficas.  De  esta  manera,  así  en  el  nuevo  continente, 
como  casi  en  todas  partes,  simples  particulares  y  los  menos  ricos, 
saben  reunir  y  conservar  los  objetos,  que  deberían  fijar  la  aten- 
ción de  los  gobiernos."  De  aquí  adquirió  Humboldt  las  pinturas 
existentes  en  la  biblioteca  de  Berlín.  Muerto  Pichardo,  la  co- 
lección pasó  á  manos  del  Dr.  D.  José  Vicente  Sánchez;  algo  pasó 
al  Museo  Nacional,  desapareciendo  lo  demás,  para  ir  á  aumentar 
las  adquisiciones  de  los  particulares  en  Europa.  Siempre  el  mis- 
mo punible  descuido,  la  misma  vergonzosa  indiferencia. 

Veytia  y  Clavigero,  por  amor  religioso,  se  esforzaron  en  con- 
cordar la  cronología  y  las  tradiciones  de  los  pueblos  de  México, 
con  la  Biblia.  Humboldt  siguió  el  mismo  sistema,  que  cuadraba 
á  su  opinión  del  origen  asiático  de  los  nahoa.  Estas  opixiiones, 
reunidas  al  mismo  fin,  aunque  partiendo  de  puntos  tal  vez  opues- 
tos, han  influido  poderosamente  en  dirigir  las  indagaciones 
del  mundo  científico  en  esta  dirección,  no  en  todos  casos  muy 
acertada. 

Pasábansenos  dos  indicaciones.  La  una  es  relativa  al  Lie.  D. 
José  Ignacio  Borunda.  "Dícese  que  Borunda  escribió  una  clave 
general  para  la  interpretación  de  los  jeroglíficos  mexicanos,  y 
que  su  MS.  le  fué  recogido  y  enviado  á  España  por  la  autoridad 
eclesiástica,  con  motivo  de  las  ruidosas  controversias  á  que  dio 
lugar  al  famoso  sermón  del  Dr.  Mier,  sobre  la  aparición  de  Nues- 
tra Señora  de  Guadalupe."  (2)  La  otra  pertenece  á  las  cartas  de 
D.  Hernando  Cortés,  publicadas  por  el  Sr.  arzobispo  D.  Fran- 

(1)  Vues  des  Ck)rdiUéres,  tom.  I,  pag.  228-20. 

(2)  Dice.  Univ.  de  hist.  y  de  geogr.  Art.  Borunda. 


/ 


{ 


411 

cisco  Antonio  Lorenzana,  (1)  en  cuya  obra  se  encuentra  copiada 
la  matrícula  de  tributos  del  Cód.  de  Mendoza:  en  breves  palabras 
diremos,  las  láminas  son  infieles,  las  interpretaciones  infelices. 

En  nuestros  tiempos,  quien  se  ha  llevado  la  palma  en  los  es- 
tudios arqueológicos  é  interpretación  de  los  jeroglíficos,  es  sin 
disputa  el  Sr.  D.  José  Femando  Eamírez;  de  juicio  recto  y  pro- 
fundo, versado  en  el  conocimiento  dé  los  idiomas  indígenas,  con 
una  de  las  mejores  bibliotecas  que  de  México  se  haya  reunido, 
sus  obras  dan  clara  luz  acerca  de  ciertos  puntos,  siendo  sus  con- 
clusiones muy  dignas  de  seguirse  y.  aplicarse.  En  materia  de 
descifracion,  avanzó  muy  más  que  ninguno  de  sus  antecesores.  (2) 
El  Lie.  D.  Alfredo  Chavero  ha  practicado  ensayos  en  este  ra- 
mo, (3)  que  sin  duda  no  serán  loa  últimos  debidos  á  su  laborio- 
sidad. Cultivan  este  estudio  mis  buenos  amigos  los  Sres.  D. 
Gumesindo  Mendoza  y  D.  Jesús  Sánchez.  (Muy  distinguido  me- 
xicanista,  aunque  mucho  más  versado  en  las  cosas  del  siglo  XVI, 
es  el  muy  conocido  literato  D.  Joaquin  García  Icazbalceta). 

Del  extranjero,  ha  llegado  á  nuestras  manos  como  notable,  el 
trabajo  de  Mr.  J.  M.  A  Aubin,  intitulado:  "Mémoire  sur  la  pein- 
ture  didactique  et  Tecriture  figurative  des  anciens  mexicains;"  (4) 
contiene  curiosas  observaciones,  algunas  apreciaciones  felices,  y 
hace  honra  á  su  autor.   Brasseur  de  Borbourg  le  copia  tan  sólo. 

Tales  son  los  elementos  reunidos:  si  hemos  sabido  aprovechar- 
los^  para  hacerlos  al  mismo  tiempo  progresar,  juzgúelo  el  lector. 
Ko  es  trabajo  acabado,  mucho  menos  definitivo;  pero,  si  no  nos 
engañamos,  es  un  paso  más  hacia  ese  fin  desconocido  que  vamos 
persiguiendo. 


(1)  Hist  de  Nueva  España,  escrita  por  su  esclarecido  conquistador,  &c.  Máxi- 
c®,  1770. 

(2)  Kotas  y  esclarecimientos:  Descripción  de  cuatro  láminas  monumentales,  en 
la  conquista  por  Prescott,  tom.  n.  Los  dos  cuadros  histórico-jerogliñcos,  en  el 
Atlas  de  García  Cubas.  Antigüedades  mexicanas  conservadas  en  el  Museo  Nacional, 
una  lámina  y  texto  explicativo,  <fec. 

(3)  Piedra  llamada  del  calendario,  lápida  conmemorativa. 

(4)  Revue  Américaine,  et.  Oriéntale.  Paris. 


CAPÍTULO  II. 

Escritura  ge)  oglifica,—- Tradición. — Origen  d^  la  escritura. — Caracteres  mi77UC09  6 
figurativos. — Simbólicos  ó  trópicos. — Ideográficos. — Fonéticos, — Reglas  gramática' 
les  del  meximno. — Las  proposiciones. — El  izin  revej*e7icial, — Composición  de  las 
palabras.  "Valor  fónico  de  los  caracteres, — Singular  y  plural. -^Género, — Deri- 
vados. 

EN  la  infancia  de  los  pueblos,  cuando  comienzan  á  recorrer 
el  camino  de  la  civilización  y  carecen  de  medios  adecuados 
para  perpetuar  las  cosas  que  más  les  importan,  encalcan  á  la 
memoria  ciertas  relaciones,  conteniendo,  ja  la  procedencia  de  la 
tribu  y  las  hazañas  rematadas  por  sus  hombres  distinguidos,  ya 
las  reglas  de  conducta  establecidas  por  los  legisladores:  ora  el 
principio  de  los  dioses  con  las  enseñanzas  ó  los  beneficios  de 
ellos  recibidos;  bien  los  resultados  de  la  experiencia  aplicados  á 
sus  artes  nacientes.  Esas  relaciones  se  impregnan,  digámoslo 
así,  del  carácter  del  pueblo  que  las  compone;  y  sea  que  se  pre- 
senten como  el  esfuerzo  de  una  poesía,  más  ó  menos  artificiosa, 
ó  como  la  simple  expresión  de  un  recuerdo,  más  ó  menos  claio, 
lo  cierto  es  que,  esas  leyendas  encierran  el  saber  alcanzado  por 
los  hombres  entendidos  de  la  tribu,  forman  el  tesoro  de  las  doc- 
trinas y  de  las  creencias  adoptadas  por  la  comunidad,  son  la  sa- 
ma de  sus  nociones  históricas.  En  determinadas  ocasiones  pu- 
blicas ó  religiosas,  en  el  seno  de  la  familia  y  al  amor  del  hogar, 
los  sabidores  de  las  relaciones  las  repiten  al  concurso,  oautírando 


^ 


413 

la  imaginación  y  excitando  el  ingenio  de  aquellas  gentes  senci- 
llas: j  á  fuerza  de  oírlas  se  graban  en  la  memoria  de  los  oyentes, 
pasan  sucesiyamente  de  padres  á  hijos,  quedando  establecida  la 
tradición. 

A  medida  que  transcurre  el  tiempo  y  el  pueblo  se  civiliza,  las 
relaciones  tradicionales  se  hacen  más  largas  y  artificiosas;  un 
solo  hombre  es  incapaz  de  abarcarlas  todas  en  la  memoria,  sien-- 
do  indispensable  subdividirlas  en  grupos  ó  ramos,  profesado 
cada  uno  por  las  personas  á  quienes  de  preferencia  importan. 
La  tradición  oral  presenta  graves  inconvenientes:  de  la  mejor 
buena  fe,  ahora  ó  mañana,  cada  repetidor  olvida  un  pormenor, 
altera  un  nombre,  suprime  una  fecha,  cambia  una  palabra  ó  ima 
frase  mudando  el  sentido  primitivo:  los  sucesos  recientes,  por 
más  importantes,  se  retienen  con  gran  cantidad  de  pormenores;^ 
mas  á  medida  que  de  la  actual  época  se  alejan,  se  descoloran  y 
descaman,  se  condensan,  se  reducen  á  breves  enunciados,  lle- 
gando finalmente  á  una  embrollada  oscuridad,  desfigurados  y 
divididos  por  lagunas  que  los  privan  de  una  razonable  ilación. 
Los  poetas  se^poderan  de  las  leyendas  heroicas  y  los  sacerdo- 
tes de  las  relaciones  místicas:  por  admiración  y  por  respeto, 
cuando  no  intervenga  alguna  causa  bastarda,  poetas  y  sacerdo- 
tes trasforman  aquellas  composiciones  candidas  y  aun  verídicas 
en  otras  místicas,  alegóricas,  impenetrables,  con  su  cortejo  de 
hechos  sobrenaturales  y  de  estupendos  prodigios.  Así  se  per- 
vierte la  tradición,  y  á  través  de  los  siglos  las  cosas  más  auten- 
ticas toman  las  formas  de  lo  maravilloso  y  lo  fantástico. 

Ya  más  adelantada  la  nación  reconoce  los  inconvenientes  de 
este  sistema  trunco  é  imperfecto;  pulsa  las  dificultades,  ya  de 
formar,  ya  de  consultar  los  archivos  ambulantes  de  los  hombres 
instruidos;  y  para  no  perder  nada  de  sus  recuerdos,  concibe  la 
idea  de  fijar  el  cumulo  de  los  conocimientos  adquiridos,  de  una 
manera  permanente,  clara,  al  alcance  de  la  multitud.  Los  prime- 
ros ensayos  de  este  género  fueron  los  orígenes  de  la  escritura; 
de  ese  arte  maravilloso  que  pone  patente  á  los  ojos  lo  que  pasa 
en  el  entendimiento. 

La  idea  primera  que  debió  presentarse  para  consignar  un  he- 
cho, fue  sin  duda  la  de  reproducirle,  de  copiarle  sobre  una  ma- 
teria fácil  de  transportar,  ó  sobre  un  objeto  duro  que  por  su  na- 
turaleza pudiera  resistir  á  las  injurias  del  tiempo  y  de  los  hom- 


1» 


V 


414 

bres:  la  pintura  y  la  escultura  debieron  ser,  sin  lo  que  tienen  de 
artístico,  los  orígenes  de  la  escritura. — "El  primer  medio  que 
La  debido  ocurrir  á  la  mente,  dice  el  Sr.  D.  José  Fernando  Ra- 
mírez, es  la  pintura  del  hecho  que  se  quería  perpetuar,  repro- 
duciéndose en  el  lienzo  ó  en  el  papel  con  todos  sus  pormenores. 
Así  es,  que  si  se  trataba  de  conservar  el  recuerdo  de  la  destruc- 
ción de  un  pueblo  por  la  guerra,  se  pintarían  hombres  peleando, 
mujeres  y  niños  pasados  á  cuchillo,  y  casas  incendiadas.     . 

"Como  un  tal  medio  de  historiar  era  sumamente  lento  y  labo-^ 
rioso,  se  pensó  en  simplificarlo;  mas  ésto  no  debió  haceríse  de 
una  vez,  sino  que  el  pintor  comenzaría  por  omitir  algunos  ras- 
gos hasta  llegar  &  la  total  supresión  de  las  figuras  de  detalle. 
Por  consiguiente,  el  hecho  que  nos  sirve  de  ejemplo,  se  repre- 
sentaría entonces  con  la  imagen  de  un  guerrero  que  tiene  asido 
á  otro  por  los  cabellos,  á  la  manera  de  los  que  se  ven  en  los  re- 
lieves de  la  piedra  llamada  de  los  sacrificios;  ó  también  colocan- 
do aquel  mismo  guerrero,  de  pié  y  armado  sobre  el  jeroglífico 
que  representara  el  asiento  de  la  tribu  sometida. 

"En  la  vida  de  los  pueblos  medio  civilizados,  la  guerra  y  las 
conquistas  son  los  sucesos  más  importantes  y  dignos  de  recuer- 
do; de  aquí  es,  que  cuando  aquellas  se  multiplicaban  dentro  de  un 
breve  período,  el  trabajo  del  historiador  crecía  en  la  misma  pro- 
porción sin  utilidad  y  sin  interés.  Pensóse  entonces  e¿  una  nue- 
va simplificación,  y  ésta  se  hizo  como  se  ve  repetidamente  en  los 
anales  aztecas,  pintando  la  efigie  de  un  guerrero  y  de  un  escudo 
de  armas  en  el  centro  de  varios  signos  simbólicos  que  represen- 
tan el  nombre  y  número  de  otros  tantos  pueblos.  El  ^odo  signi- 
ficaba que  aquel  guerrero  los  había  subyugado  por  fuerza  de 
armas."  (1) 

Las  observaciones  del  Sr.  Bamírez  son  exactas.  La  represen- 
tación minuciosa  del  acontecimiento  debió  ser  el  primer  esfuer- 
zo de  la  mente  para  darle  perpetuidad;  siguióse  el  compendiar 
la  pintura  suprimiendo  cuanto  fuera  superfino,  sin  perder  por 
ello  la  semejanza  apetecida;  paso  tras  paso  se  fué  simplificando 
el  dibujo,  hasta  dejarle  únicamente  lo  indispensable  para  res- 
ponder á  la  idea  que  se  pretendía  reproducir.  Fácilmente  se  ad- 
vierte que  el  procedimiento,  para  llegar  del  primero  al  último 


(1)  Notas  y  aclaraciones,  Prescott,  tom.  II,  Apéndice,  pág.  13-14. 


A# 


415 

término,  hubo  de  costar  repetidos  esfuerzos  al  entendimiento,  en 
períodos  de  tiempo  indeterminados;  y  que,  dar  algunos  pasos 
adelante,  era  labor  de  trabajos  lentos  y  dificultosos. 

La  transformación  sufrida  por  el  cuadro  en  conjunto,  la  sufría 
igualmente  cada  uno  de  los  objetos  elementales.  Cn  árbol,  por 
ejemplo,  estaría  copiado  con  iiodos  sus  pormenores  en  las  pin- 
turas primitivas,  á  la  manera  en  que  le  representa  un  paisajista 
en  nuestros  dias:  cansados  los  pintores  de  perder  el  tiempo  en 
tanta  minuciosidad,  fueron  corñpendiando  el  contorno  hasta  de- 
jarle en  una  forma  fácil,  sin  que  por  ello  dejara  el  árbol  de  ser 
reconocible,  llegando  así  sucesivamente  hasta  que  los  trazos  co- 
rrespondieron más  á  una  figura  convencional  que  al  retrato  del 
árbol  mismo.  Cada  objeto  á  su  turno,  al  alcanzar  su  última  tras- 
formacion,  cambió  de  valor  para  los  pintojres;  semejantes  dibu- 
jos no  formaban  necesariamente  parte  de  un  cuadro  determinado, 
del  cual  no  pudieran  estar  separados;  se  tornaron  componentes, 
con  valor  propio  cada  uno,  aplicados  á  distintas  combinaciones; 
de  simples  representaciones  pasaron  á  ser  caracteres  fijos,  ele- 
mentos de  la  escritura. 

Ya  como  elementos  gráficos  recibieron  aun  modificaciones,  es- 
pecie de  abreviaturas  comd  las  admitidas  en  nuestra  escritura 
fonética.  La  más  aparente  es  la  que  admite  la  cabeza  sola  de  un 
ser  en  representación  del  ser  mismo;  así  uii  hombre,  un  cuadrú- 
pedo, una  ave,  van  expresados  por  la  cabeza  de  cada  uno  res- 
pectivamente. 

Los  pueblos  inventores  de  la  escritura  de  México  siguieron 
sin  duda  el  camino  que  acabamos  de  indicar,  ó  más  bien,  les  he- 
mos trazado  su  itinerario  por  los  puntos  que  les  hemos  visto  re- 
correr. La  escritura  nahoa  ofrece  una  cantidad  muy  considera- 
ble de  signos,  copia  de  los  objetos  naturales  ó  artificiales,  los 
cuales  indican  el  estado  incipiente  del  arte  de  escribir,  corres- 
ponden á  los  orígenes  de  la  escritura,  forman  el  medio  más  im- 
perfecto de  perpetuar  los  sucesos. 

L  Esta  primera  serie  de  signos  ó  caracteres  recibió  el  nombre 
de  mímicos  6  figurativos.  Les  han  llamado  también  kiríclógicos  ó 
figurativos  porque  expresan  la  palabra  con  la  pintura  de  la  cosa 
misma.  Bescherelle  define  lavozkiriologique:  ^^Peinture  des  idees 
par  les  seides  images  des  óbjets  visibles.''  Deriva  la  palabra  de  las 
griegas  hirios,  propio,  ylogosy  lenguaje.  Representan  simplemen- 


fjl 


4ie 

te  el  objeto,  sin  otra  idea  asociada.  La  figura  de  un  hombre,  de 
una  casa,  solo  traen  al  entendimiento  las  ideas  de  hombre  y  de 
casa  en  general,  sin  relación  de  tiempo,  de  lugar,  de  nacionali- 
dad, de  uso,  <&c.  Ademas,  no  caben  en  esta  primera  serie  más  de 
los  signos  que  expresan  cosas  materiales  ó  artificiales,  visibles, 
de  contomos  fijos,  inyariables  á  la  simple  inspección. 

Encontraremos  en  esta  sección  todas  las  cosas  conocidas  de 
los  nahoa. 

I.  Algunos  cuerpos  celestes  como  cUlcdin,  estrella. 

II.  El  hombre  y  la  mujer,  de  diversas  edades  y  condiciones, 
en  diversas  actitudes,  ejecutando  multitud  de  faenas. 

lU.  Miembros  aislados  de  los  hombres  ó  de  los  animales. 

IV.  Cuadrúpedos  salvajes  ó  domésticos.  Ocdotl  tigre,  citli  lie- 
bre, coyotl  coyote,  tochtli  conejo,  mazatl  venado,  tecuani  bestia 
feroz,  ayotochüi  armadillo,  quimichin  ratón,  ^pcUl  zorrillo,  cozamor 
lofl  comadreja,  coyametl  jabalí  y  el  terrible  akuitzotl  présago  de 
desgracias,  &c.:  délos  cuadrúpedos  domésticos  solo  encontramos 
el  itzcuinñi,  chichi  6  techichi,  perro  mexicano. 

V.  Cuadrumanos;  ozotnatli,  mono. 

VI.  Beptiles  ú  otra  especie  de  animales,  siendo  la  principal 
la  coatí  6  cohuaü,  culebra  ó  serpiente,  bajo  varios  aspectos  y  con 
distintas  denominaciones:  ciietzpalin  lagartija,  cueyatl  rana,  tama" 
zolin  zapo,  ayoÜ  tortuga,  <fec. 

VII.  Aves  diversas.  Tototl  pájara  en  general;  cuaiiMi  águila, 
qtietzolli  ave  así  llamada;  tziiiacan  murciélago,  cozcaciumhtli  aura 
ó  rey  de  los  zopilotes,  zolin  codorniz,  huilotl  paloma,  tecolotl  teco- 
lote ó  buho,  aziatl  garza,  molotl  gorrión,  caccdoÜ  cuervo,  toziU  pa- 
pagayo amarillo,  huitzitzilin  colibrí,  cocotli  tórtola,  &c.,  de  las  de 
corral  totolin  6  huexdoÜ  guajolote  ó  pavo. 

Vm.  Peces:  ttiichin^  pez  en  general  y  algunos  pocos  en  par- 
ticular. 

IX.  Ciertos  insectos,  como  ozcatl  hormiga,  cJutpdin  langos- 
ta, ocidlin  gusano,  xicoü  jicote  ó  abejorro,  cdotl  escorpión  ó  ala- 
crán, <fec. 

X.  Arboles,  plantas,  flores,  frutos,  semillas  y  gomas.  SuextíA 
sauz,  acaJtl  caña  de  carrizo,  metí  maguey,  fiopalli  nopal,  nochüi 
tuna,  mizquitl  mezquite,  xochiü  flor  en  general,  copalli  por  goma 
en  general  6  por  cierta  clase  de  incienso  para  zahumar,  ióüin  tu- 
le, juncia  ó  espadaña,  Üoxioil  jaríUa  ó  vardasca,  capulín  árbol  y 


417 

frtito  del  mi&mo  nombre,  ocoü  ocote,  tzapotí  zapote  por  el  árbol  y 
por  el  fmto,  ckían  chía,  packtli  heno,  xocmochtU  tuna  agria,  xaccUl 
zacate  6  pasto,  huixachin  huisache,  cacahuatt  cacao,  otlcUl  otate^ 
akuaü  encina,  epaizoa  epazote,  xorñetl  saúco,  icííotí  palma,  chiUi 
chile  ó  pimiento,  amoUi  yerba  que  sirve  de  jabón,  &c.,  &a 

XL  Prendas  del  vestido  6  adornos.  Í7actóí  sandalias  ó  zapatos, 
üuiíl  phuna  pequeña,  coyoSí  cascabel,  maocOal  bragas  ó  faja  que 
servía  para  cubrir  las  vergüenzas,  huip^i  camisa  de  mujer,  tur 
rmxüi  manta  que  servia  de  capa^  cueiü  refajo  ó  enaguas,  cozoatl 
gargantilla,  mcochüi  orejeras  ó  pendientes,  tenteü  bezote  ó  piedra 
para  adornar  el  labio,  &q. 

XII.  Muebles,  armas  é  insignias.  Ghimaüi  escudo,  mitl  flecha, 
ichcáhuipiUi  armadura  de  algodón  colchado,  teyaodiichihucdizíli  ar- 
madura, HahmdóOi  arco,  tiacochiU  dardo,  macuahuiO,  espada  me- 
xieana,  temdthñ  honda,  pwmhóloüi  porra,  topUli  lanza,  icpaUi  silla, 
jje^íaf?  estera,  topiUi  especie  de  corona  real,  quecholU  borla  de  plu- 
ma finai,  &o. 

XTTT.  Utensilios.  XicaUi  jicara  ó  vaso  para  beber,  hmizomiü 
aguja,  mcdacatl  malacate  6  huso,  chiquihmü  cesto,  comcdli  comal, 
cGWJírt  escudilla  6  plato,  iezcatl  espejo,  acaydl  cañuto  para  fumar, 
comiü  olla,  &c. 

XIV.  Edificios  y  construcciones.  Xacálli  choza,  ienamitl  cerca 
ó  muro,  ieocaUi  6  teopan  templo,  calli  casa,  tecpan  palacio,  ilachtli 
juego  de  pelota,  acaUi  canoa,  acaxitl  alberca,  &c. 

XV.  Instrumentos  músicos,  de  las  artes  y  de  los  oficios.  ITue- 
hueü  especie  de  atambor,  teponaztU  tambor  de  madera,  ayacacliüi 
sonaja,  coatt  coa,  tlaximcdtepuzilí  hacho,  para  labrar  madera,  &c. 

AVI.  Objetos  anómalos. 

Multitud  de  otros  objetos  se  encuentran  reproducidos  en  las 
pinturas,  con  menor  ó  mayor  dificultad  reconocibles,  según  el 
gfado  de  perfección  en  el  dibujó:  se  presentan  óon  solo  el  pelcñl 
negro,  sin  soínbras  de  ninguna  clase,  ó  si  están  iluminados,  con 
campos  de  tintas  iguales  sin  graduaciones  ni  matices. 

n.  Comenzando  el  arte  de  la  escritura  por  reproducir  por  me- 
dio de  copias  los  objetos  existentes  en  la  naturaleza,  ningún 
obstáculo  serio  pudo  encontrar  el  pintor;  mas  á  poco  observar 
debió  encoijtrarse  con  otro  orden  de  objetos,  que  si  bien  son 
materiales,  no  ofrecen  siempre  una  figura  determinada,  v.  g.,  el 

53 


418 

ftgua  que  toma  las  formas  del  recipiente  qjie  la  contiene;  la  pie- 
dra de  contornos  fijos  en  cada  trozo  particular  y  de  formas  múl* 
tiples  en  lo  general;  el  cielo  con  su  variable  aspecto;  el  viento 
cuyos  efectos  y  contacto  se  sienten,  pero  que  no  se  ve.   En  éstos 
y  en  los  casos  análogos  la  pintura  no  podía  tomax  el  retrato;  pero 
como  había  menester  el  mencionar  aquellos  objetos,  la  necesidad, . 
madre  de  la  industria,  determinó  la  invención  de  un  signo  con- 
vencional, dispuesto  para  recordar  á  la  mente  el  nombre  y  la 
idea  á  que  estaba  referido.   El  paso  de  los  caracteres  mímicos^ 
los  de  esta  segunda  clase  no  pudo  ser  dado  de  una  manera  vio- 
lenta, le  fueron  preparando  los  mismos  signos  figurativos.  En  la 
escritura  mexicana  d  árbd  presenta  forma  determinada;  en  el 
idioma  nahoa  cuahtdü  significa  árbol  y  madera;  aprovechando 
ambas  acepciones,  el  signo  mímico  representa  árbcl  en  general, 
y  algunas  veces  como  signo  convencional  representa  la  madera. 
Ademas,  como  las  cosas  inanimadas  carecen  de  plural,  el  carác- 
ter sirve  para  expresar  así  uno  como  muchos  árboles,  alendo 
también  signo  convencional  de  floresta  ó  bosque.    Más  tcMlavía: 
como  el  dibujo  sólo  dice  árbol  en  general,  cuando  se  ofreció  re- 
producir un  árbol  de  especie  determinada  como  el  capulin,  el 
ocote,  la  encina,  &c.,  se  hizo  pteciso  acudir  al  arbitrio,  bien  de 
distinguirlos  por  los  frutos  que  producen,  bien  colocándoles  una 
señal  determinada  para  ser  á  primera  vista  reconocibles:  con  el 
capulin  y  con  otros  siguieron  el  primer  sistema,  con  el  ocote  y. 
con  la  encina  el  segundo. 

Belativamente  estos  procedimientos  son  obvios,  y  fueron  pre- 
parando  el  camino  á  otros  más  complicados,  y  por  último  á  los 
más  diñciles,  fundándose  en  inducciones  me^atas  ó  inmediata& 
Al  andar  el  hombre  sobre  la  tierra  blanda,  deja  impresa  la  planta 
del  pió  desnudo;  esta  planta  ó  huella  despertó  las  ideas  de  cajxii- 
no,  movimiento,  traslación,  dirección,  huida,  &c,  y  se  tomó  para 
signo  convencional  de  cada  una  de  estas  ideas.  La  lengua  es  *el 
órgano  principal  y  aparente  para  producir  el  habla;  se  tomó  una 
lengua  ó  vírgula  para  expresar  la  palabra,  el  mando,  el  conTe- 
nio,  &c.  El  canto  es  una  habla  producida  con  mayor  esfuerzo  y 
adornada  con  inflexiones  agradables;  una  lengua  ó  vírgula  de 
mayor  tamaño  de  la  que  expresa  el  habla  y  con  dibujos  orna- 
mentales, fué  admitida  para  representar  el  cantar.  Sin  duda  faé 
éste  un  paso  ajigantado  en  el  camino  de  la  escritura^  con  el  que 


y_ 


419 

86  acercó  á  la  perfección,  aumentando  sus  recursos  para  fijar  los 
pensamientos. 

A  esta  segunda  clase  de  signos,  llamamos  trópicos  ó  simbóltcos. 
líos  fundamos  en  esta  autoridad. — "Pronto  debió  sentirse  la  in- 
suficiencia de  este  primer  medio;  trazando  la  figura  de  un  hom- 
bre no  se  indicaba  particularmente  un  individuo,  sucediendo  lo 
mismo  con  las  figuras  de  lugar.   La  necesidad  de  distinguir  los 
individuos  creó  el  uso  de  otra  clase  de  signos,  cada  uno  de  los 
cuales  fué  particular  á  un  hombre  ó  lugar;  estos  signos  fueron 
tomados  de  las  cualidades  físicas  de  los  individuos  ó  de  la  se- 
mejanza con  objetos  materiales;  y  como  no  eran  propiamente 
figurativos,  no  fueron  sino  simbólicos,  y  por  esto  se  les  llama 
caracteres  trópicos  6  simhóUcoSs  auxiliados  de  los  caracteres  figu- 
rados 7  enipleados  con  ellos  simultáneamente:  á  este  grado  lle- 
garon los  mexicanos  y  de  aquí  no  pasaron."  (1) 

Con  todo  el  respeto  debido  á  tan  buen  escritor,  observamos: 
que  los  mexicanos  alcanzaron  los  signos  simbólicos,  es  evidente; 
que  de  aquí  no  pasaron,  no  es  exacto. 

Admitimos  la  denominación  de  Champollion  Figoac  en  sentido 
más  lato,  supuesto  que  para  nosotros  son  signos  sirribóiicos  6  tro- 
píeos j  no  solo  los  que  sirven  para  distinguir  entre  sí  á  los  indi- 
vidnos  y  á  los  lugares,  sino  para  marcar  los  objetos  materiales 
que  no  tienen  figura  definida.  La  diferencia  entre  éstos  y  los 
signos  mímicos  ó  figurativos  queda  establecida  por  su  propia 
naturaleza:  el  dibujo  que  representa  un  tocMi,  como  signo  figu- 
raüro,  no  despierta  otra  idea  que  la  del  animal  mismo,  y  puede 
ser  leído,  digamos  asi,  en  todos  los  idiomas,  ya  que  quien  quie- 
ra qne  le  mire  pronunciará  en  la  lengua  que  hable,  conejo.  Ko 
sucede  lo  mismo  con  los  caracteres  simbólicos;  la  figura  conven- 
cional no  trae  á  la  mente  idea  ninguna,  hasta  que  se  le  atribuye 
a%ana  semejanza  más  ó  monos  remota  con  un  objeto  conocido, 
y  entonces  significará  lo  que  bien  parezca  al  observador:  el  sj^n- 
tído  Terdadero  solo  le  alcanza  quien  sabe  el  valor  convencional. 
Es  decir,  para  leer  un  carácter  simbólico  es  preciso  estar  en  la 
confidencia,  saber  y  aceptar  el  significado  que  al  inventor  plugo 
darle.  !Bii  los  caracteres  trópicos  no  hay  que  buscar  siempre  su 
formación  ideoli^ca;  no  es  Mcil,  de  común,  atinar  con  la  razón 

(1)  Champollion  Figeao,  hist.  de  Egipto. 


420 

que  motivó  el  invento.  Dos  pintores  formarán  idénticos  los  sig- 
nos mímicos:  producirán  de  continuo  caracteres  simbólicos  di- 
versos. 

Los  símbolos  tomaron  nacimiento  de  multitud  de  órdenes  de 
ideas.  Admitido  un  signo,  por  semejanzas  más  ó  menos  aparen- 
tes, dio  nacimiento  á  los  correlativos  de  su  especie;  de  aÜ  agua, 
se  derivaron  atoyaÜ  rio,  améllayi  fuente,  atezcatl  charco,  hueiatl 
mar,  £c.  La  necesidad  de  dar  á  conocer  el  material  de  que  un 
objeto  está  formado,  reúne  un  carácter  simbólico  con  un  mímico, 
expresando  las  ideas  compuestas  tecoxciü  fuente  de  piedra,  tmor 
mitl  cerca  de  piedra,  tecaUi  casa  de  piedra,  &c.  A  veces  se  forman 
los  derivados  de  las  diversas  formas  tomadas  por  el  mismo  ob- 
jeto; á  veces  por  la  semejanza  de  otros  objetos  materiales:  en  la 
mayor  parte  de  los  casos  el  invento  parece  arbitrario,  supuesto 
que  el  símbolo  es  un  objeto  desconocido  en  Ja  naturaleza,  pre- 
sentando las  apariencias  de  ideal  ó  de, fantástico. 

IIL  Expresados  los  objetos  naturales  ó  artificiales  de  forma 
determinada,  y  los  objetos  naturales  de  forma  indeterminada,  la 
escritura  debió  intentar  el  reproducir  por  medio  de  signos  las 
acciones  y  pasiones,  las  ideas,  las  cosas  abstractas.  Nació  de 
aquí  la  tercera  clase  de  caracteres  á  los  cuales  llamamos  eniffmi- 
ticos  ó  ideográficoSy  que  son  dibujos  naturales  representativos  de 
ideas. 

"Inmenso  era  el  campo  que  dar  había,  escribe  OhampoUion 
Figeac,  de  la  representación  de  estos  objetos  físicos  á  la  represen- 
tación de  laaideas  metafísicas;  pero  los  pueblos  del  antiguo  mundo 
lo  Salvaron.  Ellos  expresaron  por  signos  esooritos  Dioa^  alma  y  las 
de  las  humanas  pasiones;  pero  estos  signos  fueron  arbitrarios  y  en 
cierto  modo  convencionales,  aunque  provenidos  de  analogías  más 
ó  menos  verdaderas  entre  el  mundo  físico  y  él  moral;  así  el  león  se 
tomó  para  expres&r  la  idea  fuerza.  Esta  nueva  especie  de  signos 
U^miidos  enigmáticos  SLgtegSkáoB  á  las  dos  clases  primeras  de  figu- 
rados y  simbólicos,  fueron  inventados  y  usados  por  los  egipcios 
y  chinos,  resultando  que  el  sistema  de  estos  tres  elementos  de 
escritura  era  enteramente  ideográfico^  es  decir,  compuesto  de  sig- 
nos que  expresaban  directamente  la  idea  de  los  objetos  j  no  los  so- 
nidos de  las  palabras  que  designaban  esos  mismos  objetos.  Esta 
clase  de  escritura  era  también  un  dibujo  ó  pintura,  puesto  que 


421 

la  fidelidad  de  su  significado  dependía  del  trazo  de  cada  objeto 
qne  debía  estar  representado."  (1) 

Escuchemos  ahora  al  Sr.  D.  José  Femando  Bamírez,  quien 
directamente  se  dirije  á  nuestro  particular  objeto. — 'Tero  la  di- 
ficultad subía  hasta  un  punto  que  parecía  invencible  cuando  se 
trataba  de  representar  objetos  difíciles  de  reproducir  exactamen- 
te por  la  pintura^  tales  como  la  tierra»  el  agua»  el  aire^  &a»  y  so- 
bre iodo  las  ideas  abstractas,  como  las  del  movimiento  j  su 
dirección,  el  habla,  &c.,  que  muchas  veces  serían  necesarias  en 
la  pintura  para  dar  su  complemento  á  la  narración  del  suceso 
cuja  memoria  se  quería  conservar.  Tal  dificultad  sólo  podía  ven* 
cerse  recurriendo  á  los  símbolos,  es  decir,  á  la  invención  de  tma 
figura  convencional  que  por  sí  sola  representase  aquel  objeto  ó 

binacion  con  algunos  szgnos  figurativos,  representaba  no  sólo  un 
objeto,  sino  un  pensapiiento  entero.  Así  los  mexicanos  con  el 
signo  OUin,  que  s^ifica  movimierUOf  colocado  sobre  el  símbolo 
representativo  de  la  tierra,  expresaban  exactamente  la  idea  de 
terremoto,  j  también  la  del  número  de  veces  que  se  había  repe- 
tido;  con  sólo  duplicar  ó  triplicar  el  signo.  La  idea  del  curso  ó 
dirección  que  llevan  los  objetos  puestos  en  movimiento,  se  re- 
presentaba por  la  huella  del  pió  desnudo;  la  del  habla  por  una 
figurilla  á  manera  de  lengua,  inmediata  á  la  boca  de  un  rostro 
humano.  La  del  bautismo  se  expresó,  por  los  primeros  de  nuesr 
tros  indígenas  cristianos,  de  una  manera  tan  sencilla  como  clara: 
figuraban  á  un  religioso  con  un  jarrito  en  la  mano,  iQvantado  á 
la  altura  de  la  cabeza  del  catecúmeno,  j  cubriendo  parte  de  óste 
con  el  símbolo  del  agua.  A  esta  especie  de  escritura  se  dio  el 
nombre  de  ideográfica,  por  componerse  de  signos  figurativos  y 
simbólicos,  que  expresan  directamente  la  idea  de  los  objetos  y 
de  las  cosas  cuyas  formas  no  es  posible  reproducir  por  medio  de 
la  pintura»"  (2) 

lios  caracteres*  enigmáticos  é  ideográficos,  por  su  naturaleza 
san  también  simbólicos:  la  diferencia  entre  ambos  consiste  en 
que,  aquellos  representan  ideas,  óstos  objetos  materiales  de  for- 
ma indetorininada.  Tomaron  origen  de  diversas  fuentes. 

(1)  Obajupoillon  Figeao,  hist.  de  Egipto. 
(3)  Kotas  y  aolaraoieneS;  pág^  14*15. 


422 

I.  Por  sinécdoque;  pintando  la  parte  por  el  todo.    Dijimos  que 
en  los  jeroglíficos  mexicanos  es  frecuente  colocar  la  cabeza  de 
un  ser  viviente  por  el  ser  mismo;  pero  en  este  caso,  si  hay  sim- 
bolismo, debe  tenerse  más  bien  como  una  abreviatura  del  carác- 
ter mímico.    Mas  no  podrá  negarse  que  es  carácter  enigmático 
por  sinécdoque  el  que  se  encuentra  repetido  en  el  Códice  de 
Mendoza,  compuesto  de  un  chimoIU,  escudo,  debajo  del  cual  aso- 
ma un  manojo  de  flechas,  miü;  los  caracteres  mímicos  de  que 
está  compuesto  el  grupo  jeroglífico  expresan  las  ideas,  guerra  y 
batalla:  si  se  unen  los  sonidos  arrojados  por  la  pintura  obten- 
dríamos mttlchimaUty  metáfora  que  en  la  lengua  mexicana  quiere 
decir,  guerra,  batalla:  el  grupo  no  sólo  es  ideográfico,  sino  hasta 
fonético.    La  frase  aü  tlachimóBiy  expresada  gráficamente  por  el 
agua  y  por  el  incendio,  es  también  metáfora  mexicana  que  da  á 
entender,  guerra,  batalla.    El  chimaüi  presentando  en  vez  de  las 
flechas  un  macuahmtl,  tiene  el  significado  de  yaoyoü,  igualmente 
guerra,  batalla,  significando  también,  enemigo.  Bodeado  el  gru- 
po jeroglífico  por  la  huella  del  pié  humano,  da  á  entender  que  la 
guerra  se  hizo  por  todos  los  pueblos  comarcanos.    En  los  jero- 
glíficos egipcios,  dos  brazos  armados  de  un  escudo  y  de  una  es- 
pada significan  ejército  y  combate. 

IL  Por  metonimia,  pintando  la  causa  por  el  efecto,  el  efecto 
por  la  causa,  ó  el  instrumento  por  la  obra  producida.  A  esta 
clase  pertenecen  el  ciclo  expresado  por  los  maderos  que  servían 
para  encender  el  fuego  nuevo;  el  año  simbolizadp  por  la  yerba; 
la  idea  Dios  expresada  por  el  símbolo  del  sol;  los  útiles  de  la 
pintura  tomados  para  representar  la  escritura  y  al  pintor,  &c 

TTT,  Por  metáfora;  adoptando  generalmente  un  carácter  figu- 
rativo ó  simbólico  para  expresar  la  idea,  por  medio  de  semejan- 
zas perceptibles  las  unas,  arbitrarias  ó  supuestas  las  otras  entre 
el  signo  y  la  idea  concebida.  Así  el  tigre,  oodoü,  y  el  águila^ 
cuoMhÜi,  significan  el  valor  y  los  guerreros  distinguidos  en  el  ejér- 
cito; el  símbolo  xihuitl  responde  á  la  idea  de,  cosa  preciosa;  las 
plumas  del  quetzalli  dicen,  cosa  fina  ó  apreciable,  &c. 

lY.  Por  enigmas;  empleando  para  r^resentar  la  idea  uia  figu- 
ra fantástica  á  veces,  de  pura  convención  siempre,  que  no  tiene 
semejanza  en  la  naturaleza  sino  de  muy  remoto  y  que  proBenta 
relaciones  con  la  idea  traídas  de  muy  l^os.  Tales  son  el  simbó- 


423 

lioo  Tlaloc  dieiendo  la  Uayia  y  el  buen  tiempo,  y  la  generalidad 
de  las  figuras  mitológicas,  &c. 

De  la  formación  de  estos  signos  se  infiere,  que  un  carácter 
figurativo  puede  en  algunos  casos  conyertirse  en  simbólico  y  en 
enigmático;  no  siempre  podrá  verificarse  la  recíproca.  Aíly  v.  g., 
siempre  será  trópico  y  jamas  mímico;  ocdotl  pasa  algunas  veces 
á  ser  enigmático. 

y.  ''Los  oaracleres^^de  la  tercera  clase,  que  es  la  más  impor- 
tante, dice  Ch^mpollion  en  su  Gramática  egipcia^  supuesto  que 
los  signos  que  la  componen  son  de  uso  más  frecuente  que  el  de 
las  dos  primeras  clases  en  los  textos  jeroglíficos  de  todas  las  épo- 
c^,  han  recibido  la  cali^caoion  dQ/onétioos,  porque  representan 
en  realidad,  no  ideas,  sino  sonidos  ó  pronunciaciones." — "El  mé- 
todo fonético  procede  por  la  notación  de  las  voces  y  de  las  artí- 
culaciones  expresadas  aisladamente,  por  me^io  de  caracteres  par- 
ticulares y  no  por  la  anotación  de  las  süabas.    La  serie  de  los 
signos  fonéticos  constituye  un  verdsrdero  al/abelo  y  no  un  süaba- 
rio.'* — "Considerados  en  su  forma  material,  los  caracteres  foné- 
ticos  nacieron,  así  como  los  figurativos  y  los  trópicos,  de  las 
imágenes  de  los  objetos  físicos  más  ó  menos  expresos." — "El 
principio  fundamental  del  método  fonético  consistía,  en  repre- 
sentar una  voz  ó  una  articulación  por  la  imitación  de  un  objeto 
físico,  cuyo  nombre  en  la  lengua  .egipcia  hablada,  tuviese  por 
inicial  la  voz  ó  la  articulación  que  se  trataba  de  expresar." 

Se  ha  repetido  que  la  escritura  mexicana  no  pasaba  de  una 
escritura  pintada,  y  encontramos  que  contiene  signos  ideográfi- 
cos. Ñipase  que  tenga  algo  de  fonética,  y  nos  figuramos  que  la 
negativa  no  se  puede  tomar  en  sentido  absoluto.  Si  se  nos  pre- 
gunta si  conocemos  una  serie  de  signos  que  representen  exclusi- 
vamente sonidos  ó  articulaciones  de  las  voces  habladas,  respon- 
deremos resueltamente,  no.  *La  escritura  mexicana^  tal  cual  hoy  la 
conocemos^  no  presenta  un  alfabeto,  ni  mucho  menos  un  alfabeto 
fonético  regular;  pero  ofrece  signos,  perfectamente  reconocibles 
entre  las  tres  categorías  anteriores,  á  los  cuales  puede  sin  impro- 
piedad llamarse  fonéticos,  por  llenar  estas  circunstancias:  L  Be- 
pieseatan  en  todos  los  casos  en  que  se  les  encuentran,  no  ideas 
aoBo  sonidos  6  pronunciaciones.  U  Semejantes  á  los  caracteres 
mímicos,  simbólicos  y  enigmáticos,  son  imágenes  de  objetos  ñsi- 
eos.  HL  Sirven  para  expresar  en  la  lengua  mexicana  hablada»  la 


424 

TOZÓ  la  articulación  que  se  pretende  anotar.  IV.  A^  veces  los 
objetos  físicos,  en  la  lengua  mexicana  hablada,  tienen  por  inicial 
la  voz  ó  la  articulación  que  se  pretende  anotar.  No  se  pida  que 
estas  doctrinas,  acomodadas  por  Ohampollion  á  la  escritura  egip- 
cia, cuadren  sin  discrepancia  á  la  escritura  mexicana* 

Sin  duda  que  los  signos  fonéticos,  que '  creemos  percibir,  no 
forman  un  sistema  completo  que  conozcamos,  por  medio  del  cual 
pudieran  ser  escritas  las  palabras;  suministran  á  Teces  sonidos 
simples  ó  literales,  á  veces  sonidos  compuestos  silábicos  ó  poli- 
silábicos. El  sistema  á  que  pertenecen  no  se  había  fijado  comple- 
tamente. Las  cuatro  categorías  de  signos  se  encuentran  confusa- 
mente mezcladas,  sin  tomar  un  rumbo  determinado  y  firme.  Es 
que,  cuando  la  civilización  europea  pasó  al  nuevo  mundo  y  ex- 
tinguió la  civilización  nahoa,  la  escritura  estaba  en  su  áltimo 
período  de  elaboración;  comenzando  por  la  representación  de  los 
objetos,  había  tenido  tiempo  para  la  expresión  de  las  ideas,  7  se 
ocupaba  entonces  en  perfeccionarse  queriendo  encontrar  los  ca- 
racteres fonéticos.  La  escritura  mexicana  fué  sorprendida  en  este 
trabajo,  el  que  no  le  fué  posible  terminar. 

Echando  una  ojeada  sobre  la  pintura  eh  general,  las  cuatro 
especies  de  signos  de  que  acabamos  de  hablar  colistituyen  los 
elementos  de  la  escritura  jeroglífica  de  los  pueblos  de  Anáhuac 
cual  hoy  la  conocemos.  Destinados  para  expresar  las  ideas  con- 
cebidas en  lengua  mexicana,  están  formados  según  la  índole  de 
este  idioma;  la  forma,  la  composición,  la  lectura,  fueron  deter- 
minadas precisamente  por  el  sistema  de  interpretación  á  que 
debían  sujetarse.  Infiérese  rectamente,  que  los  jeroglíficos  mexi- 
canos no  deben  ser  examinados  ni  entendidos,  sino  según  los 
preceptos  gramaticales  del  nahoa.  Las  pinturas  son  una  lengua 
escrita. 

Si  lo  acabado  de  expresar  es  verdadero,  importa  decir  algunas 
palabras  acerca  de  ciertaá  reglas  gramaticales  de  la  lengua  me- 
xicana, á  las  cuales  tendremos  que  ocurrir  con  frecuencia:  ooiria- 
das  á  veces,  á  veces  extractadas  de  las  gramáticas,  las  referire- 
mos únicamente  á  la  lectura  y  formación  de  las  voces,  en  cuanto 
tengan  atingencia  con  nuestra  labor.  Es  el  objeto,  etitar  repe- 
ticiones inútiles,  ya  que  muchas  ocasiones  tendremos  que  invo- 
car unas  mismas  doctrinas. 

El  alfabeto  mexicano  se  compone  de  las  siguientes  letras:  a,  c» 


». 


425 

eh^  e,  h,  iy  1,  m,  n,  o,  p,  q,  t,  n,  %,  y,  z,  tz.  Suenan  todas  como  en 
castellano,  con  estas  dós  excepciones:  1*,  la  x  se  pronuncia  como 
la  sh  inglesa  en  el  pronombre  ske;  2*i  &  falta  de  un  signo  parti- 
cular Be  juntan  las  dos  letras  tzá  fin  de  representar  un  fuerte 
sonido  lingual  dental,  del  cual  carece  el  castellano;  pero  que  se 
sople  por  las  articulaciones  unidas  de  las  dos  consonantes:  ne- 
cesíia  la  t02  tiva.  Equirale  la  fe  á  la  />  del  idioma  maya^ 

Siguiendo  la  índole  del  castellano,  la  o  suena  suare  con  las  vo- 
cales e,  i,  y  fuerte  con  las  a,  o,  ii;  por  esta  causa  los  gramáticos 
dieron  á  la  primera  el  nombre  de  e  éva^^  y  á  la  segunda  el  de 
c fuerte.  Para  orbtener  el  sonido  blando  usaban  de  la  p,  no  admi- 
tiendo palabra  alguna  con  z  inicial.  Esta  coie^tumbre  en  boga  du- 
rante el  siglo  XYI,  determinó  que  el  mejor  Yocabulario  mexica- 
no que  poseemos,  el  del  F.  Molina,  no  contenga  tocos  emx>ejsan- 
do  con  Zy  quedando  mencladas  en  la  o  las  TOces  con  esta  letra 
inicial  y  con  la  ^  (cedilla).  AboMdo  este  signo  en  la  actual  es- 
critura, se  emplea  la  z  en  todos  los  casos  de  pronunciación  sua- 
ve con  las  a,  o,  tf,  dejando  la  c  para  los  sonidos  fuertes  con  las 
mismas  letras. 

El  abecedario  mexicano  carece  de  eSe;  cuando  se  encuentran 
dos  des  unidas,  como  en  la  palabra  ccM^  la  una  ele  forma  arti- 
culación inversa  con  la  vocal  que  le  antecede,  miénl^as  que  la 
otra  ele  la  forma  directa  con  la  vocal  que  la  sigue:  en  el  ejemplo 
actual  leeríamos  cal-lL 

Catorce  palabras  presenta  el  Vocabulario  de  Molina  escritas, 
con  h  inicial.  La  h  es  aspirada  cuando  le  precede  la  t«  ó  se  en- 
cuentra al  fin  de  una  palabra.  Antiguamente  se  confundieron  el 
valor  y  uso  de  las  letras  &,  v,  ú,  usándose  promiscuamente,  de 
donde  resultaron  las  denominaciones  ya  no  admitidas  de  u  vch 
coi  y  de  V  consonante.  Siguiendo  esta  doctrina  el  P.  Molina,  es- 
cribe muchas  voces  con  v  inicial  y  la  conserva  en  la  composición 
de  las  palabras.  Ya  en  el  siglo  XYIII  estaba  abandonada  la  cos- 
tumbre, y  por  eso  dice  la  gramática  de  Aldama  y  Guevara:  "A 
'^  n  consonante,  ningún  varón  la  pronuncia  como  en  español 
''(las  mujeres  sí):  sino  que  le  dan  un  sonido  muy  semejante  al 
''que  tiene  el  hu  dé  esta  voz  española,  hueco.  Para  que  el  lector 

sepa  cuando  es  consonMite^  usan  muchos  autores  (y  usaré  yo) 

anteponerle  A.  Ni  el  Vocabulario  ni  otros  autores  ponen  distin- 

"tivo  alguno:  y  todos  usan  este  carácter  u,  aunque  sea  conscman- 

54 


"; 


426 

*^te;  7  así  te  daré  esta  regla:  es  consonante  la  que  estuviere  en- 
'^tre  dos  vocales:  y  la  que  fuere  la  primera  letra  de  la  \oz,  por- 
"que  no  hay  voz  que  empiece  con  u  vocaL  v.  g.  en  veve  (senex) 
'^ambas  son  consonantes;  pero  ya  dije  que  yo  escribiré  así,  htíe- 

Respecto  de  la  o,  asegura  la  misma  gramática:  "Ala  o.pronun- 
'^cian  tan  oscuramente  que  parece  tt.  De  aquí  j^ace  que  donde 
"unos  autores  escriben  o,  escriben  otros  U*  v^g*  teoU^teñíl,  (Dios), 
^^mochi^  muchi^  (todo),  (latoani,  Üatuani^  (Benqr),  Yo  escribiré  o; 
"pero  sirva  dicha  noticia  para  que  si  no  hallar^  en  el  Yocabu- 
"lario  la  voz  escrita  con  o,  la  busques  escrita  coiau.''  (2) 

La  ¿  se  une  frecuentemente  con  la  Z  aaí  en  articulación  inversa 
como  en  directa;  en  el  primer  caso  suena  como .  en  las  palabras 
castellanas  Atlas,  Atlántico;  en  el  segundo  la  ti  toma  un  sonido 
compuesto  cual  si  se  pronunciara  ÜCt  sonando  confusa  ú  oscu- 
ra la  e.  Por  regla  general,  no  se  con^c^rr a  la  t  e^tre  dos  eles; 
cuando  en  la  composición  de  las  palabras  resxdta  la  combinación 
m,  desaparece  la  t  quedando  únicamente  U,.  sin  que  cambie  el 
significado  de  la  voz. 

Según  tenemos  observado,  de  una  manera  invariable  todo  nom- 
bre de  lugar  ó  geográfico  va  a£gado  con  una  preposición,  de  aquí 
la  necesidad  de  indicar  alguna  cosa  respecto  de  su  valor  y  uso. 
Las  preposiciones  que  se  juntan  con  nombres,  sin  estar  de  ellas 
separadas  son: 

L  C,  significa,  en  y  dentro:  se  une  á  los  nombres  acabados  en 
ti,  los  cuales  cambian  estas  letras  finales  por  la  c;  ühuioatl,  cielo, 
ühuicac,  en  ó  dentro  del  cielo. 

n.  Co,  sinónimo  de  c,  que^e  pone  con  las  palabras  terminadas 
tliy  li,  in.  Ejemplos:  tianqidzUi,  mercado,  tianqnizco,  en  ó  dentro 
del  mercado;  acálU,  canoa  ó  nave,  aoalco,-^n  6  dentro  de  la  caiM>a; 
capvlin,  el  árbol  que  da  la  fruta  de  este  nombre,  capvico,  en  el 
capulín. 

Se  exceptúan  de  las  reglas  anteriores  los  monaaílabos  acaba- 
dos en  ^  á  los  cuales  no  se  les  pone  c  ni  oo,  fuera  de  ÜeÜj  fuc^go, 
que  hace  íleoo,  en  ó  dentro  del  fuego. 

m  y  lY.  Nálf  ncdoa,  del  otro  lado,;de  la  otra  banda.  Se  com- 
ponen con  aü,  agua,  0^02^0^  rio,  y  algunas  pocas  más.    Anal  6 

(1)  JUdama  7  Oaevara,  niim.  9. 

(2)  Aldama  7  Gueraxa,  nüm.  8. 


427 

analco,  del  otro  lado  del  agua;  atoyanalco,  del  otro  lado  del  rio.  Se 
imen  también  con  algunos  verbos. 

V  y  VL  Pa  y  copay  en.  AtenÜi,  orilla  del  agua  (de  oü,  agua,  y 
de  t&nÜXy  labio  ú  orilla),  atempa  6  aiencopay  en  la  orilla  del  agua. 
En  ciertos  casos  equivale  á,  con,  y  de, 

lias  preposiciones  que  se  juntan  á  nombres  ó  á  pronombres 
poserivos,  unidas  ó  separadas  de  ellos,  son: 

L  Patij  en,  sobre.  Pe  (lálUy  tierra,  sale  tlalpcm,  en  ó  sobre  la 
tierra;  en  algunos  compuestos  significa  también,  en  tiempo. 

n.  Tlan,  junto,  debirjo,  entre,  cerca,  en,  &c  CoM,  culebra, 
oocáUm,  junto,  debajo,  «fec,  la  culebra:  afí,  agua,  oHkiny  en  el  agua. 
En  composición  va  imida  generalmente  ó  más  bien  en  muchos 
casos  á  la  partícula  ti,  llamada  por  los  gramátícos  ligadura  ó  li- 
gatura, colocada  por  eufonía,  sin  que  quite  ó  aumente  nada  á  la 
significación.  TletiÜaUy  entre  el  fuego;  cuemhtíüan,  junto  á  la  ar- 
boleda; cehmlottílan,  debajo  de  la  sombra;  ttaUany  debajo  de  la 
tierra.  Esta  última  palabra  está  compuesta  de  ÜaUi,  tierra,  con  la 
preposición;  debería  escribirse  ÜaUíany  mas  'por  la  regla  que  su- 
prime la  t  entre  dos  eles,  queda  la  forma  correcta  ÜaUan. 

TTT-  Cay  toma  la  ligatura  U  en  los  nombres  óon  los  cuales  se 
compone,  y  vale,  con,  6  explica  la  causa  de  la  acción;  tetica  con 
piedrit;  cuauhJticay  con  palo. 

lY.  Techy  quiere  decir  en,  ó  indica  cosa  junta  con  otra;  recibe 
la  lif^tura  U.  TepcmÜi,  pared,  tepcmtüechy  en  la  pared.  Significa 
igualmente  cíe,  acercay  en  cuyo  caso  va  unida  á  las  partículas  jpa 
y  copa. 

Y.  ijTmci  lo  mismo  que  Aocta,  contra;  generalmente  toma  con 
los  nombres  las  partículas  pa  y  copa;  ühuicacpahuic  ó  ühuico/cco' 
paJmCy  hacia  el  cielo. 

"Vlr  Tzalariy  equivalente  á  entre:  cuauhtzcdany  entre  árboles; 
catttxdafiy  entre  casas;  t^eézalany  entre  montes.  Si  á  estos  com- 
puestos se  aumenta  la  sílaba  tli  (de  la  palabra  cüi,  camino),  se 
obtiene'  ctuttiktsxdanUiy  senda  6  camino  entre  los  árboles;  cáUza- 
¡asnUiy  senda  ó  camino  entre  las  casas;  tepetzalanüiy  senda  ó  cami- 
no entre  los  cerros. 

YIL  Nqpantía,  en  medio.    IVaíwepanfla,  en  medio  de  la  tierra; 
yókuabúpañiílay  la  media  noche;  cwmhnepardUiy  en  medio  de  los  ár- 
boles 6  del  bosque. 
YUL  Nahuacy  junto,  en  compañía,  cerca:  Cna'uhnahuae,  cerca 


428 

ó  junto  de  los  árboles;  tepe^váhuac^  junto  al  monte:  calnahuac^  jun- 
to á  la  casa.  Es  sinónimo  de  tloc  "Destas  dos  preposiciones  thc 
''j  nahiia  se  forman  dos  nombres  de  Dios  Üocque  j  nahmque. 
''Aquel  apud  quem  sunt  omnia,  ó  qui  est  iuxta  omnia." 

IX.  Icpacy  suena  tanto  como  sobre,  encima^  j  se  compone  oon 
la  ligatura  ti:  cuauJdicpac,  sobre  el  árbol  6  los  árboles;  tepetiqpoc^ 
sobre  el  cerro;  tialticpac^  sobre  la  tierra.  Uniendo  á  esta  últiaia 
palabra  la  silaba  tli^  tendríamos  tiáUicpcUU^  el  orbe  de  la  tierra. 

Xf  Xly  XTT  y  XTTT.  Ixco,  ixpan,  iixpampc^  ixüa»,  preposiciauAS 
que  se  derivan  de  ixílif  superfioiej  cara  6  haz  de  alguna  cosa,  j 
se  forman  de  la  radical  ¿i;  y  de  otra  preposicioui  de  manera  que 
son  preposiciones  compuestas.  Con  ellas  no  pierdan  la  Ü  final 
los  pocos  nombres  con  que  se  juntan* 

Ixco,  en  la  superficie,  encima:  atlixco^  en  la  superficie  del  agua; 
tlatxcOf  en  la  delantera. 

Ixpcm,  delante,  en  presencia,  encima:  iep^liocpan,  encima,  en  la 
superficie  del  cerro. 

Lc/pampa^  que  oon  la  partícula  pan  significa  movimiento;  ma> 
pampcUichcdoa,  huyes  de  mi  presencia. 

IcÜQM  6  ixtloy  delante  de  los  ojos:  sin<Snimo  de  iocpan. 

Xiy  y  XV.  Itio  é  itec¡  derivados  de  itiü  6  üeÜ^  vientre,  y  dan  á 
entender,  dentro,  en  lo  interior:  cálitic,  dentro  de  la  casa;  aMtict 
dentro  del  agua.  Las  palabras  terminadas  en  A  no  pierden  las 
letras  ;finales  al  unírseles  estas  preposiciones:  se  exceptúa '¿6petí, 
cerro,  que  hace  tepeitic,  dentro  del  cerro. 

XVL  TzirMan,  abajo,  debajo:  atzinüan  debajo  del  agua. 

XVil.  Tepotzco,  detras,  á  las  espaldas:  caUepotzco,  detrás^  de  la 
casa. 

XVI  [  1.  GuiÜapan,  sinónimo  de  tepotzco, — ''Coippónese  de  mi- 
'^tlapantU,  que  perdiendo  su  final  queda  en  pan  por  prepos.ícion, 
''jporque  si  quitada  la  final  queda  partíctda  que  sea  preposicioTiy  $io  se 
^'añade  otra.'' — ^Téngase  presente  esta  regla  que  es  iipportante. 

XIX.  Can,  expresa,  el  lugar  en  que  la  acción  se  verifica^ 

XX.  "CAÍ,  significa  lo  mismo  que  inferius,  de  más  abajo^  v.  g. 
"de  tepeü  por  el  cerro,  y  tenÜi,  ladera,  sale,  tepeteniU,  que  es  un 
"barrio,  que  quiere  decir,  en  la  orilla  6  ladera  del  cerro  de  más 
"abajo.  Tlatenohi,  es  un  pueblo  donde  están  dos  laderas,  y  en  la 
"de  más  abajo  llamaron  tlatenchi  6  íUdchí,  tuvieron  por.  adverbio 
"que  significa  lo  contrario  de  acó,  hacia  arriba;  pero  es  de  fioBi, 


429 

"por  la  tierra,  ycM.  Tkdchí,  más  abajo- del  suelo,  y  con  huic,  ha- 
"cía,  Üodchilmic'' 

XXI.  TlUy  significa  abundancia  de  la  cosa  expresada  por  el 
nombre  ^  que  va  unida.  Las  voces  terminadas  en  ti  6  tli  pierden 
estas  letras  finales  para  recibir  en  su  lugar  el  Üa:  de  tetl^  piedra; 
de  Xóchitl,  flor;  de  cTiauhÜi,  águila,  se  forman  tetla,  en  donde  abun- 
dan piedraá,  pedregal;  xochitta,  eñ  donde  abundan  flores,  jar- 
din;  cuauhtla,  en  donde  abundan  las  águilas.  Los  nombres  aca- 
bados en  huitl  cambian  esta  terminación  por  la^e  uhtla;  cuahuitl^ 
áíbol,  madera,  hace  c2¿a?íMa,  lugar  abundante  en  árboles,  flores- 
ta. Los  terminados  en  K,  ín,  raudan  la  terminación  en  ía,  (tenien- 
do en  cuenta  la  supresión  de  la  t  entre  dos  eles);  así,  ccoíK,  are- 
na, se  convierte  en  xaRa,  donde  abunda,  la  arena,  arenal;  zotdin, 
palma,  forma  zotólla,  palmar.  8i  al  final  in  no  precede  í,  no  cam- 
bia la  terminación,  añadiéndose  lisamente  el  Üa;  v.  g.  tecpin,  pul- 
ga, tecpinilay  en  donde  abundan  pulgas,  pulguero. 

En  cuanto  á  las  preposiciones  observaremos  con  Monlau:  (1) 
— 'Todas  las  preposicíf/nes,  en  todas  las  lenguas  no  son  más  que 
**restos  de  nombres  que  tuvieron,  en  su  origen,  su  valor  y  uso 
'•propios,  y  que  luego  fueron  destinadas  al  uso  prepositivo. — To- 
'*das  ellas  también  son  expresivas' de  hgar,  de  situación  en  el 
'^espaciOy  situación  absoluta  ó  relativa:  examínense  una  por  una 
"y  se  verá,  con  efecto,  que  todas  expresan  arriba,  abajo,  enfrente, 
"Oidentro,  afuera,  encima,  delante,  detrae,  entre,  cd  través,  departe  á 
**paTte,  de  acá,  de  allá,  de,  que  es  decir,  ideas  de  loccJidad*'* 

Para  el  mexicano  tienen  lugar  completo  estas  observaciones. 
Las  partículas  prepositivas,  simples  ó  compuestas,  son  restos  de 
palabras  de  significación  propia  en  la  lengua,  trasformadas  des- 
pués en  preposiciones,  con  acepción  diversa  de  la  que  al  princi- 
pio tuvieron.  Así  can  viene  de  cavüi,  carrillo;  pan  de  pantU,  ban- 
dera; apan,  de  apantli,  acequia;  ñan,  de  üantli,  dientes;  tía,  de  Üa- 
tu,  tio,  hermano  dé  padre  6  madre;  tzdan,  de  tzcdaniU,  en  compo- 
sición, senda  6  camino;  c  síncopa  de  co,  y  así  de  las  demás.  De 
las  compuestas  ixco,  ixpan,  ixpampa,  ixtla,  ixtlan,  se  derivan  de 
¡xfti,  cara  ó  faz;  tfic  é  itec,  de  itiil6  iteñ,  vientre;  feputzco,  de  tepotz- 
tli,  espalda;  cuifíapan,  de  anUlapanqui,  espalda;  <fec.  Todas  ellas 
expresan  absoluta  6  relativamente,  un  lugar  en  el  espacio,  razón 

(1)     Vocabulario  gramatical  de  la  lengua  castellana.  Madrid,  1870.  Pág.  1G5. 


430 

por  la  cual  fueron  eseogidas  para  afijar  loa  nombres  geográficos, 
precisando  ideas  de  localidad. 

Las  preposiciones  se  ponen  siempre  al  fin  de  las  palabras:  ra- 
zón por  la  cual  algunos  gramáticos  las  han  llamado  posposicio- 
nes. Pueden  colocarse  juntas  ó  separadas  del  nombre  á  que  se 
refieren;  pero  en  los  nombres  de  lugar  invariablemente  sirven  de 
afijo.  Para  unir  las  preposiciones  no  se  atiende  á  si  el  nombre 
tiene  ó  no  plural;  sólo  se  tiene  en  cuenta  la  terminación  de  la  voz 
en  singular.  (1) 

Existen  diversas  clases  de  preposiciones,  y: — "Muchas  de  ellas 
"son  indiferentes  para  equivaler  á  estas  españolas,  cl,  de,  en,  por, 
"según  corresponde  en  español  á  la  acción  del  verbo  que  las  ri- 
"ge.  •  •  .Se  te  hará  difícil  que  se  pueda  entender  lo  que  se  habla, 
"siendo  equívocas  muchas  de  las  preposiciones;  pero  el  uso  te  lo 
"hará  fácil;  y  considera  que  también  en  las  españolas  y  en  las 
"latinas  hay  muchas  equívocas.*' 

La  manera  de  afijar  el  nombre  de  lugar  es  muy  sencillo:  la  ul- 
tima voz  de  las  que  entran  en  composición  pierde  la  sílaba  ¿nal 
ó  las  letras  finales,  tomando  en  su  lugar  la  preposición  que  le 
corresponde,  conforme  á  las  reglas  antes  expresadas. 

Existen  algunos  verbales  terminados  en  layan,  ayan,  dtc,  que 
hacen  oficios  de  preposiciones  y  significan  lugar, 

^'Tzintli  y  tzin,  denotan  reverencia  ó  cortesía  (para  eso  se  osan 
"comunmente);  amor  ó  aprecio,  lástima  ó  compasión  de  la  perso- 
'^na  ú  objeto,  con  quien  ó  de  quien  se  habla;  y  así  sólo  se  usan 
"cuando  el  que  habla  se  quiere  mo8tr|tr  reverente,  cortas,  amo- 
'^oso,  compasivo,  ú  apreciador  de  la  persona  ú  objeto  de  quien 
"ó  con  quien  se  habla;  y  ya  por  la  materia  de  que  se  habla^  6  ya 
"por  otras  circunstancias,  se  conoce  si  al  poner  dichas  finales  es 
"por  modo  de  cortesía,  ó  por  amor,  &c."  (2) — ^En  las  locuciones 
reverenciales,  principalmente  las  dirigidas  á  Dios,  la  partícula 
tzin  toma  la  preposición  co,  y  en  la  forma  tunco  constituye  el  final 
de  las  palabras.  TzinÜi  y  su  síncopa  tzin  son  una  misma  oosa: 
por  algo  que  podríamos  llamar  una  aberración  del  mexicano  y 
conforme  al  Vocabulario  de  Molina,  tzxntíi  significa,  "el  ojo  del 
salvohonor,"  es  decir,  aniis;  y  su  radical  tzin  se  emplea  para  de- 


(1)  Aldaiúa  y  Oueyar»,  niím.  364-6G. 

(2)  Aldaxna  y  Guevara,  mün.  36. 


y 


/ 
/ 

/ 
í 


431 

notar  la  reverencia,  el  amor,  el  aprecio,  la  compasión,  y  la  cor- 
tesía. Encuéntrase  el  compuesto  tzinco  afijando  algunos  nombres 
geográficos;  entonces,  no  significa  amor,  reverencia,  &c.,  sino, 
atrcíSy  detras f  á  la  espalda^  j  de  una  manera  figurada,  en  la  parte 
inferior^  no  faltando  persona,  como  Vetancourt  en  su  Teatro  Me- 
xicano, que  traduzca  la  palabra  tzinco  por,  d  principio  ó  alprin- 
dpioy  al  comenzar  algmia  cosa^  En  la  forma  acabada  de  mencionar 
tzinco  es  un  compuesto;  pero  sólo  el  tsdn^  al  final  de  los  nombres 
de  persona,  siempre  es  reverencial. 

Forman  el  fondo  de  la  lengua  mexicana  un  numero  considera- 
ble de  palabras  radicales,  con  significación  fija  y  determinada,  en 
las  cuales  abundan  las  voces  simples  y  monosilábicas:  de  éstas 
y  de  otras  que  presentan  una  estructura  más  complicada  se  for- 
man indefinidamente  voces  compuestas,  más  bien  frases,  que 
concretan  en  su  significado  todas  las  ideas  expresadas  por  los 
componentes.  De  aquí  que  el  idioma  no  sólo  sea  expresivo  y  nu- 
meroso, sino  que  se  preste  constantemente  á  que  la  inteligencia 
le  adapte  á  sus  necesidades  y  caprichos,  expresando  los  pensa- 
mientos más  complicados  de  la  manera  más  flexible. 

Las  reglas  pa!ra  la  formación  de  las  palabras,  que  á  nuestro 
propósito  cuadran,  están  basadas  en  el  precepto  de  que,  en  la 
composición  no  deben  entrar  más  de  tres  elementos,  á  no  ser  en 
las  voces  destinadas  á  la  poesía  y  á  los  asuntos  sagrados,  en  cu- 
yos casos  se  permiten  frases  con  multiplicados  componentes. 

Si  resulta  el  compuesto  de  dos  nombres  sustantivos,  el  prime- 
ro pierde  las  letras  finales  ó  la  última  sílaba,  quedando  íntegro 
el  segundo.  La  colocación  no  es  arbitraria,  supuesto  que  el  pri- 
mer nombre  es  el  calificativo  del  segundo;  de  donde  se  infiere 
que  la  traducción  comienza  por  el  nombre  final;  poniendo  el  an- 
terior en  genitivo.  Con  las  voces  teotl^  Dios,  y  tlaioUt,  discurso  ó 
palabras,  se  forma  teoSatólU,  palabras  de  Dios  ó  palabras  divinas: 
de  tdlt  piedra,  y  de  oofft,  casa,  sale  tecaUi,  casa  de  piedra;  si  se  es- 
cribiera catíeU  la  traducción  cambiaría  en,  piedra  de  casa. 

Los  nombres  numerales  se  colocan  siempre  al  principio  de  la 
composición  y  se  exceptúan  de  la  regla  anterior,  supuesto  que 
no  obstante  su  posición  no  se  convierten  eñ  genitivos.  Con  ma- 
cuíUt,  cinco,  y  ÜamanÜi,  cosa  ó  cosas,  se  forma  macuillamantti 
(recuérdese  que  la  t  desaparece  entre  dos  eles),  cinco  cosas. 

Al  unirse  ún  nombre  sustantivo  y  un  a^'etivo,  éste  se  coloca 


432 

invariablemente  al  principio:  así,  de  tlazotliy  precioso,  caro,  ama- 
do, de  mucho  valor,  y  de  cuicaüy  cantar,  tendremos  ÜazocuicaÜ, 
cantar,  precioso. 

Cuando  los  nombres  componentes  son  más  de  dos,  cada  uno 
pierde  las  letras  finales  ó  la  ultima  sílaba,  á  excepción  del  último 
que  se  conserva  entero;  el  lugar  de  prioridad  le  determina  el  or- 
den lógico  de  la  idea  gue  se  pretende  expresar.  Con  las  palabras 
ciiaJiuítly  árbol,  palo,  madera  (tengase  presente  que  la  composi- 
ción arroja  el  elemento  cuauh);  Üazotlif  precioso,  y  kuehitetl,  una 
especie  de  atambor,  puede  construirse  bien  cuauhüazohuehueü, 
tambor  precioso  de  palo,  ó  bien  ÜazociuiuhhuehtteÜ,  tambor  de  pa- 
lo precioso. 

Las  reglas  anteriores  cuentan  excepciones,  de  las  cuales  indi- 
caremos algunas.  Los  nombres  terminados  en  qui  6  en  c,  cambian 
las  letras  finales  en  ca,  sin  variar  de  significación:  coooxqui,  en- 
fermo; paüiy  medicamento,  hacen  cocoxcapaüiy  medicamento  ó 
medicina  del  enfermo.  Existen  algunos  nombres  presentando  la 
irregularidad  de  no  perder  sus  letras  finales  como  tiatzcan,  cedro 
que  forma  fJcUzccmcnahuüly  palo  de  cedro. 

En  la  composición  de  un  nombre  con  un  verbo,  éste  ocupa  el 
último  lugar,  con  pocas  excepciones. 

Como  elementos  de  la  escritura  gráfica  los  signos  figurativos, 
simbólicos  é  ideográficos,  representan  una  serie  de  nombres  de 
las  diversas  categorías  admitidas  en  las  gramáticas;  una  porción 
de  ideas  más  ó  menos  complexas,  sin  relación  entre  sí,  pero  cada  ' 
una  completa  y  determinada.  Cada  figura  ó  signo,  como,  carác- 
ter gráfico,  representa  la  voz  simple  o  compuesta  que  le  corres- 
ponde en  el  lenguaje  hablado.  La  figura  conyo  trae  á  los  labios 
la  palabra  tochÜL  Esta  anotfkcion  del  discurso  es  lo»  más  i^mper- 
fecta  y  primitiva. 

Beunidos  dos  ó  más  signos,  se  unen  según  lo  pide  el  lenguaje. 
No  da  cada  uno  la  palabra  entera  que  ,  represeAta;  perdiendo  la 
última  sílaba  ó  las  letras  finales,  se  po:(ivieri|en  en  ebmejato^  fo- 
nicos,  en  raíces  ó  radicales  para  integr£^r  ^1  compue^^  pasando 
de  nombre  perfecto,  á  sonido  que  no  conservo  sien^pre  su  primi- 
tiva acepción.  Hubo-en  esto  una  verdadera  trasform ación* 

Los  caracteres  enigmáticos  é  ideográficos  sirvieron  para  per- 
feccionar el  sistema  de  nombres;  no  solo  vinieron  á  representar 
las  ideas  abstractas,  sino  que  introdujeron  en  la  escritura  gráfica. 


433 

mnohos  yerbos,  muchos  de  los  nombres  yerbales  tan  frecuentes  en 
el  mexicano.  Con  ellos  se  intentaba  ligar  los  nombres  propios  en- 
tre sí,  ir  dando  al  [discurso  escrito  la  trabazón  que  le  faltaba. 

Siguiendo  este  sendero,  fué  notado  que  algunos  caracteres  te- 
nían una  radical  idéntica,  aunque  con  distinto  significado,  y  esas 
radicales  se  emplearon  en  la  composición,  nó  como  fíguratiyas 
del  objeto  físico,  sino  expresando  sonidos  del  lenguaje  hablado, 
con  significado  diverso  del  constitutiyo  del  signo.  Nacieron  de 
aquí  los  caracteres  homófonos;  como  por  un  procedimiento  aná- 
logo los  sinómmos^  compuestos  de  objetos  físicos  diyersos,  res- 
pondiendo al  mismo  significado. 

Más  adelante  se  obserya  que  á  un  solo  signo  se  atribuyen  dis- 
tintos sonidos,  resultando  caracteres  j9oZi/Wo9.  Al  final  se  pre- 
sentan los  oaracteres/on^^íco^.  Estos,  en  sus  diyersos  estados 
embrionarios  ó  perfectos,  son,  ora  de  letras,  ora  de  sflabas.  Los 
primeros  esfuerzos  de  los  pintores  se  dirijieron  de  preferencia  á 
los  prefijos  y  afijos,  siéndonos  hoy  más  conocidos  los  resultados 
de  estos  segundos  ó  de  las  preposiciones  en  que  terminan  los 
nombres  de  lugar,  en  los  cuales  se  mostraron  felices. 

Partiendo  de  los  principios  establecidos,  procuraremos  irnos 
iniciando  en  la  lectura. 

M  mexicano  carece  de  articidos,  en  yano  será  buscar  signos 
que  los  representen. 

lios  nombres  de  seres  animados,  tienen  plural;  mas  como  le 
forman  bajo  reglas  determinadas,  conocida  la  terminación  del 
singular,  se  saca  la  forma  del  plural.  Las  cosas  inanimadas  ca- 
recen de  plural,  tetl  quiere  decir  piedra  y  piedras.  (1) — "Para  la 
"composición  nunca  se  pone  en  los  nombres  que  preceden  la  yoz 
"de  plural,  aunque  suelen  para  quitar  el  equíyoco,  doblar  la 
"primera  sílaba  cuando  hablan  de  plural:  y.  g.  ptpitzocaüi.  Dije 
"suelen,  porque  muchas  yeces  no  lo  hacen;  pero  sin  hacerlo  se 
"entiende  6  se  subentiende  si  habla  en  singular  ó  plural;  así  co- 
"mo  en  español  entendemos  ó  subentendemos  I  a  significación  de 
'^ooesqiie  hay  equívocas,"  (2)  Por  estas  reglas  (según  indica- 
mos antes),  un  solo  signo  representa  el  singular  y  el  plural.  En 
efecto^n  las  pinturas,  y  notablemente  en  ]os  planos  geográficos, 
un  árbol,  xma  planta,  una  piedra,  indican  la  multiplicidad  de  los 

<1)  Aldama  y  Guevara,  niím.  22  y  siguientes. 
(2)  Aldama  y  Guevara;  niím.  486. 

65 


I 


'* 


434 

árboles,  de  las  plantas,  de  las  piedras  de  la  especie  representa- 
da; un  árbol  será  un  bosque,  una  piedra  un  pedregal;  el  simbó- 
lico tepetl  indica  una  montana;  varios  cerros  seguidos  una  cordi- 
llera. Un  pez  en  el  símbolo  del  rio  ó  del  lago,  marca  la  pesca*, 
un- ciervo  la  abundancia  de  esta  caza;  un-insecto,  que  se  le  en- 
cuentra frecuentemente  en  el  terreno. 

Eespecto  del  genero:  "Hay  nombres  (pocos),  que  por  sí  mes- 
amos significan  sexo  masculino  ú  femenino.   Y.  g.  senex^  üama, 
*^oquichtli,  cihvatl;  pero  á  reserva  de  esos  pocos,  todos  son  co- 
"munes  á  entrambos  sexos;  v.  g.  ichoatlj  significa  oveja  ó  camero. 
"Cuando  quieren  quitar  la  indiferencia  que  de  pot  sí  tienen  los 
"nombres,  les  unen,  (antepuestos)  el  nombre  oquichüi  y  ciJmail; 
"v.  g.  oquichicJicailf  carnero,  cihuaichcatl,  oveja:  al  tnodo  que  tie 
"quita  la  indiferencia  de  la  voz  latina  aquüa^úioi&aáoaqmlamas, 
"y  aquüa  fceinincu''  (1)   De  aquí  resultaría  extremada  oonfosion 
en  los  nombres  propios,  ya  para  distinguir  los  de  cosas  de  los 
de  lugar,  ya  para  distinguir  éstos  de  los  de  persona,  y  los  mas-  ' 
culinos  de  los  femeninos  entre  sí;  para  remediar  el  inconTenien- 
te,  la  escritura  mexicana  usa  de  ciertos  caracteres  que  llamare- 
mos determinativos^  por  medio  de  los  cuales  sé  aclara  la  lectura 
en  los  casos  dudosos. 

"Esta  lengua  es  una  pura  etimología,  y  no  tiene  la  multitud 
"de  anomalías  que  la  española,  sino  que  es  mtiy  natural  y  vega- 
"lar  en  sus  derivaciones,  de  lo  cual  se  infiere  que  con  ver  tina 
"voz  en  el  Vocabulario,  ya  sabrás  otras  voces  que  de  aquellas  se 
"derivan,  y  otras  de  donde  aquella  nace."  (2)  De  aquí  la  facultad 
de  descifrar  por  los  símbolos  conocidos  los  desconocidos,  si  bien 
empleando  las  convenientes  reservas. 

"En  derivar  unas  voces  de  otras  (ó  nombres  de  verbos:  6  ver- 
"bos  de  nombres:  ó  verbos  de  verbos:  ó  nombres  de  otros  nom- 
^O^res),  es  mucho  más  abundante  esta  lengua,  que  la  eapa&o^  y 
"la  latina:  y  así  muchas  voces  mexicanas,  solo  por  rodeos,  ó  usan- 
"do  voces  bárbaras,  se  pueden  traducir  en  español  ó  latín."  (3) 
De  esta  derivación  resulta  en  muchos  casos,  que  el  láffio  de  tin 
nombre  lo  sea  igualmente  del  verbo,  cuya  pronunciación  comien- 
za por  la  radical  del  mismo  nombre. 

(1)  Aldoma  y  Guevara,  nüm.  71. 

(2)  Aldama  y  Guevara,  prólogo  IL 
(8)  jUdama  y  Guevara,  niím.  401. 


CAPÍTULO  m. 

ESCRITÜKA  JEROGLÍFICA,  * 

Caracteres  primiihoé  élUnoi,^Nombru  propios  de  la»  ¿ehoré»  de  M^tíeo.^^Iíomhree 
da  ioe  eemree  de  TlateMeo.^Iíombres  de  ios  reye»  de  Acolhttaean, 

T^  L  origen  de  la  escritora  figurativa,  x»ropiameiite  dicba»  dice 
iJ  Bosny,  se  remonta  en  China  á  una  ^poea  tan  lejana,  que 
es  preciso  acudir  cuando  menos  á  los  tiempos  somihiatórioos;  los 
mismos  historiadores  chinos  no  están  de  acuerdo  acerca  del  siglo 
á  que  deba  referirse  tan  preciosa  invención.  Según  los  unos,  {*) 
es  indispensable  llegar  al  reinado  de  Fou*ki  (más  de  tres  mil 
años  antes  de  nuestra  era)  para  descubrir  los  primeros  vestigios: 
aquel  príncipe  seria  el  inventor  de  los  caracteres  figurativos  6 
KoM^wen^  para  reemplazar  los  Koua  y  los  cordeliUos  aaudadosi 
cuyo  empleo  era  insuficiente  para  el  pueblo  chino,  arrastrado 
por  un  ;>odero80  impulso  progresivo,  hacía  más  amplio  porvenir 
de  lus  y  civUiaacion.  Según  Ips  otros  escritores,  {*^)  débese  k 
honra  de  haber  imaginado  la  escritura  el  ministro  Thsang'i'hich, 

C*>  TMd-klo-tten,  Hb.  I,  pág.  1.— 8«9d-ki-ppa(saidQ^ento  á  las  lÉ^^moxil^  ^  gVpn 
IliflUnidftafo  Seoamiwthwett);  Tonng-kleny  seo.  ioido-píMi;  Ijou-asoa  de  IXH^  oit^Aos 
por  Paathier,  en  Sinico-iEgTptíaoa,  pág.  8  y  sig.,  25  y  sig. 

C**)  £1  autor  del  V^ai-ki  y  Tchou-hi  en  su  comentario  al  Hiao-King  (£1  libro  de  la 
piedad  filial)  Y.  Pantbieri  op.  dt.  pág.  8;  Klaprotb,  Aper9n  de  Torigme  dea  diíf^ 
raates  ^oritnreB  de  rancien  monde,  pág.  8, 


v;. 


436 

quien  para  ello  recibió  instrucciones  del  emperador  Hoang-ti, 
yeintises  ó  veintisiete  siglos  antes  de  nuestra  Era'*  (1) 

Antes  hicimos  notar  el  uso  de  los  quipos  entre  chinos  y  ame- 
ricanos; ahora  notamos  que  á  las  cuerdas  anudadas  siguió  en 
China  el  invento  dé  la  escritura  figurativa,  como  aconteció  entre 
los  nahoa.  Pues  bien,  entre  los  diez  y  ocho  signos  primitivos  de 
los  chinos  presentados  por  Bosny,  (2)  suprimidos  los  objetos 
desconocidos  á  los  americanos,  quedan  seis  iguales  ó  muy  seme- 
jantes á  los  signos  móxica.  Tales  son  la  luna  (lám.  2,  núm.  1),  el 
hacha  (2),  la  lluvia  (3),  el  ojo  (4),  la  caña  de  bambú  (5),  el  agua  (6); 
siendo  muy  de  notar  que  la  luna  también  significa  mes^  y  que  el 
número  7  que  representa  al  rinoceronte,  desconocido  en  México, 
lleva  en  el  cuerpo  una  figura  redonda  que  algunas  veces  se  en- 
cuentra en  los  cuadrúpedos  de  nuestras  pinturas  jeroglíficas.  ¿La 
coincidencia  provendrá  únicamente  de  la  aptitud  de  los  pintores 
para  representar  los  objetos? 

Pretendimos  recojer  los  caracteres  méxica  según  sus  catego- 
rías y  colocarles  por  sóries  sucesivas;  mas  ésto  nos  ofreció  insu- 
perables dificultades,  fuera  de  la  mucha  extensión  que  la  labor 
tomaba,  por  lo  cual  hubimos  de  renunciar  al  intento.  Nos  oeñi- 
mos  por  ahora  á  dar  la  descifracion  de  los  grupos  jerc^líficos  que 
más  nos  importa  conocer,  comenzando  por  los 

Nombres  pbopiós  de  pebsona.  Los  nombres  de  este  género  pre- 
sentan constantemente  el  determinativo  oquichüi,  macho  ó  varón, 
cihuaüy  hembra  ó  mujer.  Distínguense  por  el  vestido  peculiar  del 
uno  y  del  otro  sexo;  ademas,  en  la  figura  se  expresan  cuantos 
pormenores  quieren  indicarse.  Para  la  edad,  el  niño  por  la  pe- 
quenez, el  hombre  por  el  tamaño,  el  viejo  por  las  arrugas;  la  con- 
dición, como  los  señores  por  el  copiüif  los  soldados  por  las  armas, 
los  sacjerdotes  por  sus  rostros  negros  y  sus  vestiduras  con  ador- 
nos del  mismo  color;  las  diversas  categorías  sociales  por  sus 
distintivos^ :  indi  canse  también  la  enfermedad  por  el  cuerpo  de- 
macrado pintado  de  amarillo;  al  lisiado  con  los  miembros  torci- 
dos, y  así  en  los  demás  casos,  de  manera  que,  para  determinar 
bien  un  grupo  hay  que  estudiarle  detenidamente.  Muchas  veces, 

(1)  Les  éAcritotes  fignratiyes  et  hieroglyphiques  des  différents  penples  anciens  et 
modemes;  par  "Léon  de  Bosny.  París,  1870.  Pág.  8. 

(2)  Loco  cit.,  pág.  4. 


437 

cnando  se  quiere  decir  hombre  ó  mujer  en  general,  se  presenta 
sólo  la  cabeza  como  abreviatura  de  la  figura  entera;  entonces  se 
distingue  el  varón  por  el  pelo  corto,  mientras  la  hembra  está  to- 
cada con  dos  trenzas  que  le  forman  sobre  la  frente  dos  apéndices 
salientes.  El  nombre  jeroglífico  va  unido  por  una  línea  á  la  ca- 
beza del  determinativo. 

Nombres  de  los  señobes  de  México.  I.  Tenoch  6  TemuJi.  El 
nombre  jeroglífico,  ya  en  el  Códice  Menc^ocino  (lám.  I,  núm.  6), 
ya  en  todos  los  MSS.  ^  pinturas  que  conocemos,  está  expresado 
como  en  nuestra  lámina  11,  num.  8,  a,  copiado  del  P.  Duran.  Son 
dos  grupos;  el  de  la  derecha,  a,  se  compone  del  carácter  simbó- 
lico teüy  piedra,  que  en  todas  ocasiones  entra  en  los  compuestos 
expresando  la  sílaba  te,  bien  con  su  propio  significado  de  piedra, 
bien  como  sonido  fonético  integrando  una  palabra  de  distinta 
significación:  encima  se  advierte  el  nopalU,  nopal  (cactus^,  con  su 
fruto  en  mexicano  nochtli,  al  cual  denominamos  tuna,  palabra  que 
no  corresponde  al  castellano  ni  al  nahoa,  sino  á  la  lengua  de  las 
islas,  y  es  una  de  tantas  voces  que  los  españoles  aprendieron  en 
las  Antillas  e  introdujeron  en  la  Nueva  España.  Formando  el 
compuesto  con  estos  elementos  fónicos,  conforme  á  las  reglas 
antes  indicadas,  tendremos,  ie-nochüi  (la  que  conocemos  por  tu- 
nita  colorada),  sonando  tuna  de  piedra,  denominación  que  saca  ya 
de  ser  un  tanto  cuanto  dura,  ó  de  su  figura  semejante  á  la  de  pe- 
queñas piedras  rodadas,  ó  por  últhno  á  que  se  cría  y  prospera 
en  laderas  y  lugares  pedregosos.  Por  regla  general,  que  mucho 
importa  tener  presente,  cuando  el  nombre  de  persona  proviene 
del  nombre  de  un  objeto,  como  en  mexicano  es  la  pluralidad  de 
los  casos,  pierde  á  voluntad  la  sílaba  final  ó  las  tU timas  letras 
finales.  Así  en  la  palabra  que  nos  ocupa  ie-nochtli  significa  la 
fruta,  Te-noch  indica  la  persona  así  llamada.  De  aquí  y  de  sus 
casos  análogos  inferimos,  que  el  mismo  grupo  jeroglífico,  sólo  ó 
con  su  determinativo,  tiene  distinto  significado  y  digamos  así, 
distinta  pronunciación  en  la  cuantidad  silábica. 

En  las  estampas  del  P.  Duran  dos  veces  se  encuentra  á  Tenoch 
teniendo  al  lado  una  compañera.  El  nombre  de  ésta  lo  dice  el 
grupo  de  la  izquierda,  b,en  nuestra  lámina.  Se  compone  del  mí- 
mico toóhtli,  conejo;  del  mímico  cdüi,  casa,  teniendo  encima  una 
bandera  panÜL  Esta  bandera  es  un  signo  numeral  que  se  pro- 
nimeia  cempoh'uálU,  veinte;  entra  en  la  composición  de  los  nom- 


438 

bres  como  carácter  fonético  arrojando  la  sílaba  pan,  principio  de 
la  voz  panul,  y  todavía  para  afirmar  su  índole  fonética  afija  como 
veremos  los  nombres  de  Ingar  y  connota  la  preposición  pan,  so- 
bre, encima.  Los  signos  nos  suministran  los  elementos  fónicos 
Toch-cál-pany  compuesto  derivado  evidentemente  de  tochcaUi,  "ma- 
driguera de  conejos." 

En  los  dos  primeros  nombres  solamente  encontramos  3ra  con- 
firmados nuestros  asertos;  los  caracteres  de  las  distintas  catego* 
rías  van  mezclados  y  confundidos  en  esta  escritura. 

n.  Acamapic  Para  los  nombres  de  los  reyes  de  México  hemos 
procurado  recojer  cuantas  variantes  hemos  visto  en  las  pinturas, 
á  fin  de  compararlas  y  ponerlas  de  manifiesto  á  los  lectores.  Para 
evitar  en  cuanto  posible  las  repeticiones,  dispusimos  por  grupos 
los  jeroglíficos,  distinguiéndoles  con  letras  de  orden. 

A.  Códice  Mendocino. 

B.  Códices  Telleriano  Bemense  y  Vaticano. 

C.  Pintura  publicada  por  Aubin. 

D.  Pintura  mexicana  adjunta  á  la  anterior. 

E.  Pinturas  de  la  obra  del  P.  Duran. 

R  Historia  sincrónica  de  Tepechpan  y  de  México. 

G.  Historia  antigua  de  México  por  Clavigero.  Aunque  eviden- 
temente las  figuras  están  tomadas  del  Códice  de  Mendoza,  son 
las  menos  genuinas  de  todas  porque  el  dibujante  enmendó  los 
contomos,  con  lo  cual  mejoró  la  parte  artística,  á  costa  de  h 
originalidad. 

H.  Pintura  mexicana  cuya  procedencia  no  conocemos. 

Encontramos  el  nombre  de  este  rey  ortografiado  de  distintas 
maneras;  Acamapich,  Acamapichtli,  Acamapichi,  Acamapichtzín 
Acamapitzin,  Acamapixtli,Acamapitz,  &c.  En  cuanto  á  significa- 
dos, D.  Carlos  de  Sigüenza  y  Góngora  le  traduce,  "el  que  tiene 
en  la  mano  cañas;"  Clavigero,  Herrera  y  otros  interpretan,  "ca- 
ñas en  el  puño,'*  &c.  (Lám.  2,  núm.  9). 

Cada  nombre  de  los  que  examinamos  va  acompañado  de  su 
determinativo,  carácter  que  hemos  suprimido  para  ganar  espacio 
en  nuestras  estampas.  El  determinativo  de  estos  reyes,  en  el 
Códice  Mendocino,  es  una  figura  de  hombre  sentado  en  cuclillas 
á  la  usanza  azteca,  sobre  jmpeüatly  petate  ó  estera;  símbolo  no 
sólo  de  descanso,  arraigo,  sino  también  de  mando:  cúbrele  el 
tílmatlif  lienzo  que  servia  para  taparse,  tilma  hoy,  concedido  á  la 


489 

nobkza  por  las  leyes  santuarías;  delante  de  la  boea  se  observa 
Ift  TÍrgula  ó  lengua,  símbolo  de  la  vida,  de  la  palabra,  de  man- 
dar, conversar,  &c.;  ostenta  en  la  cabeza  el  oopiUiy  distintivo  ó 
cottXBA  realf  amarrada  eu  la  parte  posterior  por  las  correas  rojas 
qQO  sólo  podían  asar  los  guerreros:  el  conjunto  indica  un  señor, 
ray  Q  soberano.  Fuera  del  nombre  jeroglífico,  notamos  que  de  la 
parte  posterior  de  la  cab^sa  se  alza  un  tronco  de  víbora  rematado 
en  un  ro^ro  da  mujer.  Los  elementos  pictóricos  del  grupo  arro- 
jan los  sonidos  CQOÜ,  6  cohvaÜ^  culebra,  y  cihuaü^  mujer,  dando  el 
compuesto  CihuarocnUl,  ó  Cih^m-coTiucál,  la  culebra  hembra,  la 
mujer  culebra,  diosa  venerada  por  los  méxica  como  la  Eva  del 
g^ero  liumano:  aquí  no  tiene  este  sentido,  sino  se  toma  por  Ci- 
huaeo^tl,  nombre  de  uno  de  los  empleos  guerreros  de  más  im- 
portancia en  el  ejército:  al  ser  electo  eate  rey,  desempeñaba  el 
cargo  de  Oihuacoatl. 

Gomponese  el  jeroglífico  de  una  mano  empuñando  un  haz  ó   • 
manojo  de  cañas  ó  carrizos;  las  cañas  forman  un  manojo,  ó  €t^tán/ 
formando  una .  especie  de  porra,  ó  en  figura  de  aspas:  en  fodos 
los  casos  significa  el  mismo  nombre.  Los  elementos  fónicos  de    / 
la  piutura  ¿arrojan  ocoA,  caña  ó  cañas,  y  ma%il9  mano;  dé  aquí  re-  / 
suki^  aca-ma,  de  manera  que  para  completar  la  frase  sería  pre- ' 
ciso  4u^r  el  significado  de  la  acción  ejecutada  por  la  mano.  El 
Sr.  D.  José  Femiuido  Bamírez  escribió  á  este  propósito:    ''Con- 
"síste  en  un  manojo  de  cañas  agarrado  por  una  mano,  lo  Qual  da 
''exactamente  la  significación  de  la  palabra  AcamapickÜi^  com- 
"pueata  de  <icafl,  caña;  maiüf  mano,  y  jmohoa^  agarrar  ó  asir.  (Eist. 
"Cfuchirneca,  en  la  Colee,  de  Ternaux  Campana;  Apénd.  á  la  segun- 
"da  parte;  voL  XTTT)."  (1)    Pero  admitiendo  esta  composición, 
debió  resultar  a^íOrTria-pach  ó  acarmorpadu),  palabra  que  no  vemos 
autorizada.    Así  lo  debió  comprender  el  Sr.  Bamírez,  pues  en 
otro  lagar  dice:  ^^Compónese  el  nombre  jeroglífico  de  Acamapic" 
*'tli..  •  »de  una  mano  en  acción  de  agarrar  ó  asir  fuertemente  un 
"haz  de  juncos  ó  cañas;  este  símbolo  daba  en  nuestra  escritura 
"fonétiea  las  palabras,  aoatl,  caña  ó  carrizo,  jmapicüi,  que  según 
"el  Vocabulario  castellano-mexicano  de  Pr.  Alonso  de  Molina, 
^'mgni&CB,  pufiado  de  alguna  cosa."  (2)  En  efecto,  Acamapictli  se 


(1)  NotaB  y  aclaraciones,  loco  cit.,  pág.  116. 

(2)  liOco'Cit.i  pág.  117|  en  la  nota. 


f 


440 

interpreta,  puñado  de  cañas  ó  oarri^s.  La  manera  correcta  de 
escribir  el  nombre  es,  AcamapicÜi  (objeto),  Acamapic  (nombre  de 
persoga),  Acamapitzin  (con  el  reverencial). 

in.  Huitzilihnitl,  Vitzilohuitl,  Vitzüohnítli,  Huitzilioitl,  Hui- 
tziliuhtli,  Viciliuci,  Huicilihuici,  Huioilicnici;  de  todas  estas  for- 
mas la  correcta,  aunque  anticuada  y  correspondiendo  á  la  orto- 
grafía del  siglo  XVI,  es  Vitzilivitl;  en  la  manera  actual  escribi- 
mos Huitzilihuitl  (lám.  2,  num.  10).  Fórmase  el  nombre  del  ave 
llamada  huUziUn  6  huitzitzilin,  chupa-flores  6  colibrí,  bien  expre- 
sado por  el  ave  entera  ó  bien  por  solo  ^la  cabeza,  rodeada  de 
plumas  pequeñas  ihuitl:  de  aquí  los  elementos  fónicos  SuitzQr 
ihuülf  plumitas  de  chupamirto.  D.  Carlos  de  Siguenza  interpre- 
ta: ''pájaro  de  estimable  y  riquísima  plumería,"  (1)  atendiendo 
sin  duda  á  que  el  pájaro  era  símbolo  de  cosa  rica,  preciada,  es- 
timada. Huitzilihuitl,  Huitzüihui,  Huüzilihuitzin, 

IV.  Chimalpopoca,  Chimalpupuca,  (lám.  2.  nóm.  11).  Un  es- 
cudo ó  rodela  chimaMiy  teniendo  encima  el  carácter  simbólico  del 
humo,  podli;  por  el  permiso  que  la  lengua  concede  á  los  sustan- 
tivos para  transformarse  en  verbos,  eUsigno  no  suena  poctli  sino 
popoca,  humear,  arrojar  humo;  resulta  cMmál-popoca,  escudo  hu- 
meante ó  que  despide  humo.  Chimalpopoca  (Chimalpupuca  viene 
de  la  confusión  de  la  o  con  la  u),  Chimalpopocatzin.  (2)  No  pier- 
de la  última  sílaba  porque  la  radical  popo  quedaría  confusa. 

V.  Itzcohuatl,  Itzcoatl,  Itzcoatzin,  Izcuaci,  Izcoaci,  &c.  (lám. 
2,  núm.  12).  Todas  las  variantes  de  A  á  H  representan  una  cu- 
lebra, coatí  ó  cohiiatl,  llevando  en  un  solo  lado  ó  al  rededor  puntas 
negras  más  ó  menos  semejantes  á  puntas  de  flechas,  objeto  desig- 
nado con  la  palabra  itzüi,  obsidiana.  Los  elementos  fónicos  di- 
cen itz-coatl,  itz-cohuatt  D.  Carlos  de  Siguenza  traduce,  "culebra 
de  navajas;"  Clavigero  interpreta,  "serpiente  de  itztli  ó  armada 
con  lancetas  ó  navajas  de  la  piedra  itztli."  Propiamente,  culebra 
de  obsidiana  6  armada  con  flechas  de  obsidiana.  Itzcoatl,  Uzeo- 
huatly  Itzcoatzin,  Itzcohuatzin, 

i  4 

Bespecto  de  la  variante  I,  tomada  de  los^  dibujos  publicados 

(1)  Piedad  heroica. 

(2)  Quimalpopoca  se  escribe  erróneamente  en  la  edic.  de  Londres  de  la  obra  de 
Glayigero. 


\ 


411 

por  Mr.  Aubin,  (1)  dice  este  autor:  "En  los  documentos  históri- 
''oos  ó  adminisirativos  de  orden  más  elevado^  la  escritura  figurati- 
'Sra  constantemente  fonética,  solo  es  ideográfica  por  abreviatura  ó 
"por  impotencia*  Itzcoatl  (b)  (serpiente  de  obsidiana),  nombre  del 
"cuarto  rey  de  Méxioo,  tiene  por  rébus  en  los  tributos  de  Loren- 
"zana  (c)  y  en  todas  las  pintuaras  populares  una  serpiente  (coatí) 
"guarnecida  de  obsidiana  (itztli)^  pudiendo  á  voluntad  interpre- 
"tar  ya  fonéticamente  por  el  sonido  de  las  voces,  ya  ideográfica- 
"mente  por  sus  acepciones  gramaticales;  mas  todo  se  convierte 
"en  fonético  en  las  escrituras  más  precisas.  El  Códice  Yergara 
"(Boturini,  §  III,  núm.  12)  fojas  39,  40,  49,  52,  escribe. silábica- 
"mente  el  mismo  nombre  Itzcoatl  por  medio  de  la  obsidiana 
''(i^ztU,  raíz  itzj  del  vaso  (co-nutl^  raíz  co)  jIa  agua  atU*  (a) 

El  nombre  que  examinamos  no  procede  ni  puede  proceder  de 
Izcohucu  Es  verdad  que  si  se  examina  el  grupo  jeroglífico  I,  to- 
mando de  la  parte  inferior  á  la  superior,  encontramos  el  simbó- 
lico itztli  en  forma  de  un  viacuahuitl  rematando  en  la  punta  de 
una  flecha;  en  el  mímico  comitl,  que  en  diferentes  casos  arroja 
lo9  sonidos  co,  con,  com,  y  del  simbólico  atl,  agua:  los  elementos 
gráficos  de  la  pintura  arrojan  los  sonidos  itz-co-atl,  en  que  los 
signos  no  intervienen  con  su  significado  propio,  sino  exclusiva- 
mente representando  sonidos,  formando  palabras  de  valor  del 
todo  distinto  al  de  los  componentes.  Este  y  otros  casos  análogos 
demuestran,  que  la  escritura  mexicana  estaba  en  camino  para 
descubrir  los  signos  fonéticos,  notándose  que  admitía  los  signos 
silábicos  y  aun  salía  á  los  literales,  como  se  advierte  en  aü  que 
aquí  entra  con  todo  su  valor  y  en  otros  casos  vale  la  vocal  a. 

(1)  B«yae  Améríoaine  et  Oriéntale,  tom.  IV,  pág.  36-37. 

(b)  ^'liMcoaíU  6  lücohuatl  parece  ser  en  sn  origen  el  nombre  de  tin  pez  llamado 
robalo  por  los  espaftoles  é  Izoohua  por  Hernández,  (Traot.  Y,  cap.  XLI;  p.  78);  pero 
nnnca  se  le  enonentra  escrito  de  esta  mm&fA*  Ia  etimología  gramatical,  el  sentido 
de  la  palabra  entera,  y  su  definición  absoluta,  quimeras  de  los  ideógrafos,  represen- 
tan un  papel  insignificante  en  la  escritura  mexicana,  esencialmente  fonética  como 
todA  verdadera  escritura." 

(0)  '«Loieuzacia,  Hlst  de  Nu«Ta  Kspafta,  íoL  3,  y  en  Lord  Kingsbotough,  pl.  1, 
aegiUKU  parte  de  la  colección  de  Mendozi^ — GlaTigero,  jbom.  1,  ap^d. 

(a)  "£1  signo  inferior  es  el  ilzUi  (navaja  de  barbero,  Dic.  de  Molina,  primera  par- 
te), obsidiana  y  punta  de  flecha,  lanceta,  navaja  de  rasurar,  d:c.,  fabricadas  de  obsi- 
ffisna;  en  medio  está  el  eomiU  (olla  6  barril  de  barro,  M.)  y  encima  el  símbolo  bien 
eoncoido  del  agua  [o^/],  representado  por  algunas  gotas.  Vcase  Clavigero,  apénd. 
y  los  signos  (6  bis)  31  y  1  de  las  páginas  siguientes." 

56 


442 

YI.  La  palabra  Motecuhzoma,  (lám.  2,  núm.  13)  se  enonentra  or- 
tografiada de  muy  distintas  maneras.  Segnn  el  Sr.  Lie  D.  Alfredo 
Chavero,  Oortés  en  sus  cartas  usa  las  formas  Mnte^nma  y  Mntec- 
9iima;  Bérnal  Díbá  pone  Montérrima,  en  lo  onal  le  signe  el  Con- 
quistador Anónimo;  Pedro  Mártir  le  dice  Muteczuma.— **De  los 
^'historiadores  primitivos,  el  P.  Motolinia  lo  llama  Moteuczoma 
"en  su  "Hist.  de  los  Lidios  de  Nueva  España,"  publicada  primera-' 
"mente  por  Eingsborough,  y  después  con  una  versión  mejor,  por 
"el  Sr.  Icazbalceta,  en  la  citada  colección.  El  P.  Sahagun  llama- 
"lo  Motecuzoma,  y  así  está  en  las  dos  ediciones  que  casi  al  mis- 
'mo  tiempo  hacían  de  la  "Historia  general  de  las  cosas  de  Nue* 
'^  España,"  Eingsborough  en  Londres,  y  J).  Oárlos  María  de 
"Bustamante  en  México.  Fr.  Bartolomé  de  las  Gasas  usa  del 
^'nombre  Monteruma  en  sus  ^^iajes  de  los  españoles  á  las  In- 
"dias,"  edición  francesa  de  París  1697.  En  la  "Conquista  de  Mé- 
"xico"  del  clérigo  Francisco  López  de  Gomara,  edición  de  Am* 
"beres,  en  casa  de  Juan  Steelsio,  1554,  se  escribe  el  nombre  Mo- 
"te^uma.  Fr.  Gerónimo  Mendieta  en  su  "Historia  Edesiástioa 
"Indiana,"  dado  á  luz  cuando  ya  se  creía  perdido  tan  precioso 
"monumento,  por  el  infatigable  Sr.  Icazbalceta,  en  México,  1870, 
"en  una  espléndida  edición  de  solo  446  ejemplares,  usa  la  voz 
"Muteczuma.  Fr.  Juan  de  Torquemada  llámalo  Motecuh^uma 
"en  la  "Monarquía  Indiana."  Tezozomoc  le  dice  Moctezuma, 
'Hianto  en  el  M8.  como  en  la  edición  de  Eingsborough,  y  en  la 
"traducción  francesa  de  Temaux  Oompans.  El  P.  Duran  usa  la 
"palabra  Monte9uma,  en  su  "Historia  de  las  Indias  de  Nueva 
"España,"  de  la  cual  se  publicó  el  primer  tomo  por  D.  José  Per- 
"nando  Bamírez,  en  México,  el  año  1867.  Acosta  le  llama  Mote- 
'-zuma."  Aduce  otra  multitud  de  autoridades  con  las  mismas 
variantes.  (1) 

Sirviéndonos  de  maestros  las  personas  más  entendidas,  así  on 
la  interpretación  jeroglífica,  como  en  el  conocimiento  de  las  re- 
glas gramaticales,  aceptamos  como  más  correcta  la  forma  MoU' 
cfuJixomoL.  Para  distinguirle  del  noveno  rey  y  segundo  del  misoio 
nombre,  los  autores  le  llaman  Hnekuemoteeuhxomaf  j  también  le 
dan  un  sobrenombre  diciéndole  Uhtticamina, 

Huehuemotecuhzoma  está  compuesto  con  la  voz  huebve^  vie- 

(1)  Hombres  ilustres  mexicanos,  tom.  1,  pág.  180-182. 


/ 


443 

¡Of  an^ano^  expresimdo  Motecuhzoma  el  viejo.  A  este  propósito 
dice  ClaTigero:  ''Los  mexicanos  llamaron  al  primer  Motenhcao- 
'iñd^  Huektte,  y  al  segundo  Xoooyotzin,  nombres  eqniriJentes  al 
**semor  jjimior  de  los  latinos."  (1) 

Nombre  y  pronombre  presentan  las  pinturas.  Las  variantes 
B,  F  é  I,  representan  el  oopüliy  distintivo  real  ó  corona;  como  sig- 
no ideográfico  suena  t€cuhil%  señor  6  principal,  arrojando  la  ra- 
dical (ecuh  6  teca;  en  el  presente  caso  es  un  signo  con  el  valor  ío- 
fiétioo  Metecuhzcymou  El  jeroglifico  es  ideográfico  y  no  ofrece  los 
elementos  hablados  de  la  palabra. — ''Las  dificultades  que  pje- 
"senta  el  análisis  etimolográfico  del  nombre  propio  del  quinto 
"emperador  mexicano,  dice  el  Sr.  D.  Femando  Ramírez,  (2)  se 
"comprenderá  desde  luego  por  los  embarazos  en  que  puso  á  un 
"literato  tan  distinguido  como  Clavigero.    Compuesto  según  se 
"vá  de  las  palabras  Moteczuma^  nhuicamina,  ellas  dan  en  jui- 
"ció  de  aquel  historiador,  (a)  su  nombre  y  sóbreTionibre.  El  prime- 
"ro  qne  lo  fué  también  del  noveno  emperador,  lo  explica  con  las 
"s%uientes  palabras: — "Moieuczoma  quiere  decir,  Señor  indig- 
"nado;  mas  no  entiendo  la  figura    •  •  •  Ilhuicamina  quiere  decir, 
"tií  que  tira  flechas  cH  <Ádo^  y  por  eso  se  figura  una  flecha  tirada 
"háoia  el  cielo." — ^La  dificultad,  pues,  se  encuentra,  tanto  en  la 
'*eUmoloffía  como  en  la  eáimcHografia  del  nombre;  y  puesto  que  su 
"asunto  es  el  mismo  del  articulo  siguiente,  y  que  allí  se  halla 
'^máfi  daramenie  discernido  su  propio  símbolo,  reservaremos  pa-r 
"ra  Me  lugar  su  análisis  etimolográfieo,  ocupándonos  aquí  so- 
"lamente  del  que  Olavigero  califica  de  su  sobrenúnibre.^' 

Ck>mo  el  8r.  Bamírez  no  publicó  el  articulo  á  que  se  refiere, 
quedamos  entregados  á  nuestras  propias  fuerzas.  Ya  que  el  exa- 
men etimolográfieo  nada  dice,  ocurrimos  á'  la  etimología  grama- 
tical de  la  palabra.  Motecuhzoma  se  compone  de  mo,  señal  de 
tercera  persona  de  los  pronombres  rdosy  timOf  mo;  de  t€cuhü%  se- 
ñor, dictado  que  adoptaron  los  reyes  de  la  (ariple  alianza,  equiva- 
lente según  Lctlilxochitl  al  Oésar  de  los  romanos,  y  de  tmmále  6 
zomcdey  sañudo,  lleno  de  coraje:  M(htecuh^zoma,  el  Beñor  ó  vuestro 
Sefior  sañudo  ó  lleno  de  coraje^ 

(1)  Hlsi.  antig.  tom.  1,  pág.  191,  en  la  aetá. 

(2)  Dio.  Unir,  de  Hist  y  Geog.,  art.  respectíro. 

(a)  explicación  de  las  figuras  oscuras,  al  fin  del  primer  tomo  de  su  historia. 


444 

En  cuanto  al  agnonien  la  etimología  es  más  clara.   Se  deriva, 
(variantes  A,  G,)  del  figurativo  cielo,  ühuicatl,  expresado  por  las 
figuras  taquigráficas  de  estrellas,  sol,  astros  y  de  su  movimiento, 
contra  el  cual  cielo  hiere  una  flecha  mitl;  según  las  libertades 
de  la  pintura,  la  flecha  está  tomada  en  el  sentido  de  la  acción 
que  ejecuta,  y  el  sustantivo  indica  el  verbo  mina,  "tirar  flecha  6 
saeta,  flechar  ó  asaetar  á  alguno:"  llhuicamina,  el  que  tira  flechas 
al  cielo,  el  que  asaetea  al  cielo.  D.  Carlos  de  Sigüenza  traduce, 
"que  arroja  flechas  al  cielo,"  el  Sr.  Ramírez,.  Clavigero  y  otros, 
"el  que  tira  flechas  hacia  el  cielo."  Las  variantes  O  y  D  arrojan 
el  mismo  significado,  sólo  que  el  simbólico  cielo  está  muy  com- 
pendiado, ofreciendo  solamente  un  círculo  ó  un  semicírculo  con 
una  estrella  interior.  La  variante  H  se  presenta  todavía  más 
compendiada,  y  tanto  que  una  sola  estrella  simboliza  el  firma- 
mento; mas  en  este  caso  créeme»  que  hay  un  error  cometido  por 
el  dibujante,  porque  si  el  objeto  se  toma  en  su  verdadero  Talor 
ciücüin,  el  compuesto  no  sonaría  Ilhuica-mina,  sino  Citial-mincu 

En  cuanto  á  la  variante  E  se  advierte  que  el  copüli  está  atra- 
vesado por  una  flecha,  reuniendo  en  una  sola  figura  los  elemen- 
tos gráficos  principales  de  los  dos  nombres;  en  nuestro  concepto, 
es  una  abreviatura  ingeniosa  y  conforme  con  la  índole  de  las 
pinturas  jeroglíficas,  cuya  lectura  con*ecta  es  Motecuhzoma  H- 
huicamina. 

Vn.  AxayacaÜy  (lám.  2,  núm.  14).  Axayaca»  Axayaoatan,  Axa« 
yacaci,  &c.  Una  cabeza  humana  sobre  cuyo  rostro  corre  el  agua. 
Los  elementos  pictóricos  son  fáciles  de  entender  aÜ,  agua,  y 
xayaccUl,  cara,  rostro,  carátula,  máscara:  A-xayacaÜj  c^a  ó  ros- 
tro de  agua.  Como  á  los  niños  ^e  ponía  el  nombre  del  objeto  pri- 
mero que  á  la  vista  se  presentaba,  acaso  el  nombre  de  este  rey 
se  derive  de  axaxayacaü,  "cierta  sabandija  de  agua  como  mos- 
ca," (M.)  ó  bien  axayaoatl,  como  escribe  Clavigero,  (1)  definién- 
dola "una  mosca  propia  de  los  lagos  mexicanos."  Es  el  mosco 
que  produce  el  áhtiauMi.  AxayacaÜ,  AxaycLca,  Axoyacaizuu 

VITL  Tizozic,  Tizocicatzin,  Tizocicaci,  Tizi^cicatzi^,  Tízoc, 
Tizuctzin,  &c.  (Lám.  2  núm.  15).  El  nombre  se  encuentra  escrito 
con  distintos  grupos  jeroglíficos,  aunque  todos  con  la  misma 
significación. — "La  lápida  representa  la  efigie  del  primero  (Ti- 


(1)  Hist.  antig.  tom.  1,  pág.  65. 


/ 


\ 

} 

i. 


445 

"zoc),  en  la  figura  de  su  derecha,  reconocible  por  una  pierna  co- 
"locada  á  la  altura  del  hombro,  que  era  el  símbolo  de  su  nom- 
'Hbre.  Las  pintura^  aztecas  representan  la  pierna  y  el  cuerpo 
"todo  del  rey,  sembrado  de  puntos  ó  pintas  negras  que  dan  la 
"significación  de  su  nombre.  Tízoc  quiere  decir  timado.'*  (1)  En 
realidad  así  se  ve  en  eí  Códice  Mendocino,  variante  A,  en  cuyo 
dibujo  parece  se  quiso  representar  alguna  enfermedad  cutánea, 
acreditando  la  tradición  que  sustenta  que  el  rey  era  leproso.  En 
la  variante  F  la  pierna  lleva  rayas  longitudinales,  mientras  la  I, 
tomada  de  la  lápida  conmemorativa  de  la  dedicación  del  templo 
mayor,  ofrece  las  líneas  hacia  el  pié:  no  nos  detendremos  en  las 
heridas  que  presenta  la  variante  G,  porque  no  es  genuina,  por 
más  que  esté  copiada  del  Códice  Mendocino.  En  estas  formas, 
el  jeroglífico  no  nos  enseña  ninguno  de  los  elementos  etimolo- 
gráficos,  apareciendo  como  uno  de  tantos  caracteres  ideográfi- 
cos que  suena,  Tízoc. 

En  las  variantes  C,  D,  E,  H,  la  pierna  no  aparece  sola,  sino 
con  una  espina  hincada  en  ella,  ó  picándola.  Aquí  ya  encontra- 
mos un  signo  que  nos  puede  proporcionar  un  sonido,  ya  parcial, 
ya  total  del  nombre.  La  figura  triangular  es  el  mímico  espinay 
huitzéli,  que  como  objeto  natural  entra  en  composición  con  su  ra- 
dical huitz;  pero  tornándose  en  simbólico,  ó  mejor  dicho,  en  fo- 
nético, y  pasando  de  nombre  á  verbo,  suena  y  expresa  el  verbo 
zo,  sangrar,  y  zozo,  ensartar,  con  las  ideas  análogas  de  picar,  pun- 
zar,  atravesar.  Zo^  sangrar  ó  sangrarse,  no  se  toma' en  la  acepción 
quirúrgica,  sino  en  la  de  sacarse  sangre  con  una  espina  de  algu- 
na parte  del  cuerpo,  siguiendo  los  preceptos  del  culto  azteca: 
algunos  autores  llaman  á  esta  acción  sacrificarse^  explicando  de 
una  manera  exacta  la  práctica  religiosa.  Es  frecuente  encontrar 
en  los  grupos  jeroglíficos  un  signo,  cuyo  valor  fonético  sirve  de 
nota  mnotémica  para  recordar  á  la  mente  la  pronunciación  de  la 
palabra  entera.  En  el  presente  caso  la  espina  con  su  valor  zo,  6 
tomando  el  jpretérito  zoc,  ya  significa  por  sí  sólo  la  palabra  san- 
grado, que  recuerda  naturalmente  el  nombre  Tizoo.  Tal  vez  la 
pierna,  en  casos  semejantes,  se  tomará  en  el  sentido  de  persona 
ó  personas. 

(1)  Bamírez,  Hist.  de  Prescott,  tom.  n,  pág.  121,  explicación  de  la  lámina  se- 
gtmda. 


446 

La  variante  B,  sacada  de  los  Códices  Telleriano  Bemense  y 
Vaticano,  está  comptiesto  del  simbólico  tetl,  piedra,  traspasado 
por  una  espina.  Tett  toma  diversas  acepciones  en  la  escritora 
jeroglífica.  En  los  compuestos  toma  la  radical  te  el  significado  de 
tiacaü,  persona;  esto  dimana  de  que  te  es  un  pronombre,  y  el— 
"Pronombre  te  compuesto  con  preposición,  equivale  á  la  voz  ea- 
"pafiola,  pei^sonas,  gentes^  otro  ú  otros.'*  (1)  Esto  supuesto  la  pin- 
tura arroja  silábicamente  Te-zoc^  persona  sangrada  ó  sacrificada. 
En  esta  forma  quedaría  anfibológico  el  compuesto,  pues  tezoni  6 
tezoc  significa  sangrador ^  y  como  la  idea  que  se  pretende  expresar 
es  la  pasiva,  se  sustituye  el  pronombre  te  por  el  de  igual  clase  ¿t, 
obteniendo  la  forma  genuina  Ti-xoc,  el  sangrado,  el  sacrificado. 
El  simbólico  teil  expresa,  pues,  en  diversas  circunstancias  los 
pronombres  te,  ti. 

¡Curioso  compuesto!  Contiene  una  pequeña  página  de  la  his- 
toria de  la  escritura  jeroglífica  de  los  móxica.  Proporciona  cier- 
tas nociones  exactas  acerca  del  camino  que  los  signos  seguían, 
desde  el  simbolismo  y  la  ideografía,  hasta  el  fonetismo.  La  pier- 
na, carácter  ideográfico,  con  el  valor  fónico  Tízoc;  la  pierna, 
acompañada  de  un  mímico  indicante  al  mismo  tiempo  de  un  so- 
nido y  de  una  idea;  la  escritura  silábica,  supuesto  que  los  signos 
arrojan  sonidos  que  no  tienen  el  valor  propio  de  las  radicales»  Lo 
repetimos,  el  fonetismo  iba  presentándose  así  en  los  sonidos  sim* 
pies  como  en  los  compuestos.  Tízoc,  Tizotzin. 

IX.  Ahuitzotl,  Autzotl,  Auitzotl,  Avitzotl,  Auizoci,  Ahuitzo- 
tzin,  &c.  (Lám.  2,  núm.  16).  Un  cuadrúpedo  con  él  símbolo  aÜ. 
Imposible  sería  dar  el  nombre  del  animal,  mientras  no  pudiése- 
mos conocerle,  ó  no  supiéramos  por  algún  camino  cuál  era  el 
representado.  AÜ  está  colocado,  ya  para  avisar  que  el  axúmal  es 
anfibio,  ya  como  signo  mnotómico  avisando  que  el  nombre  co- 
mienza por  a.  En  efecto  está  representado  el  Ahuitzotl. 

^'Auitzotl,  cierto  animalejo  de  agua  como  perrillo."  (2)  Bon 
Carlos  de  Sigüenza  dice:  "Cierto  animal  pal\istre  que  correspon- 
de á  la  nutria."  (8)  Clavigero  le  describe:  "El  ahuüzoü  es  nn 
"cuadrúpedo  anfibio,  que  vive  por  lo  común  en  los  ríos  de  los 
"países  calientes.    El  cuerpo  tiene  un  pié  de  largo,  el  hocico  es 

(1)  Gramática  de  Aldama  j  Guevara»  ntCm.  869. 

(2)  Yooabalario  de  Molina. 
(8)  Piedad  heroica. 


M7 

'largo  y  agudo,  y  la  cola  grande.  Tiene  la  piel  manchada  de  ne- 
"gro  y  pardo."  (1)  .Para  los  méxica  era  un  animal  reverenciado 
y  fantástico.  "Hay  un  animal  en  esta  tierra  que  vive  en  el  agua, 
*^  nunca  se  ha  oído,  el  cual  se  llama  Avitzotl,  es  de  tamaño  como 
"un  perrillo;  tiene  el  pelo  muy  lezne  y  pequeño;  tiene  las  oreji- 
**tas  pequeñas  y  puntiagudas,  así  como  el  cuerpo  negro  muy  liso, 
^'la  cola  larga,  y  al  cabo  de  ella  una  como  mano  de  persona;  tiene 
"pi^  y  manos,  y  son  coído  de  mona:  habita  este  animal  en  los 
'profundos  manantiales  de  las  aguas,  y  si  alguna  persona  llega 
%  la  orilla  de  donde  él  habita,  luego  le  arrebata  con  la  mano  de 
'lá  cola,  y  le  mete  debajo  del  agua  y  le  lleva  al  profundo,  luego 
"turba  á  ésta  y  la  hace  vertir  y  levantar  olas,  parece  que  es  tem- 
"pestad  de  agua,  y  las  olas  quiebran  en  las  orillas,  y  hacen  es- 
"pama;  y  luego  salen  muchos  peces  y  ranas  de  lo  profundo,  an- 
idan sobre  la  haz  del  agua,  y  hacen  grande  alboroto  en  ella;  y  el 
"que  fué  metido  debajo  allí  muere,  y  de  ahí  &  pocos  dias,  el  agua 
"arroja  fuera  de  su  seno  el  cuerpo  del  que  fué  ahogado,  y  sale 
"sin  ojos,  sin  dientes,  y  sin  uñas,  que  todo  se  lo  quitó  el  Avitzotl: 
"el  cuerpo  ninguna  llaga  trae,  sino  todo  lleno  de  cardenales."  (2) 
Sigue  nuestro  sabio  franciscano  refiriendo  las  consejas  recojidas 
entre  los  indígenas.  Si  pasaba  tiempo  sin  que  el  animal  hiciera 
presa,  ponía  á  la  orilla  de  su  albergue  peces  y  ranas  para  atraer 
á  los  pescadores,  ó  bien  lloraba  como  niño.  Sólo  los  sacerdotes 
podían  tocar  los  cuerpos  de  los  anegados  por  el  ahuitzoüy  y  eran 
sepultados  con  grandes  ceremonias  en  el  lugar  del  teocalli  mayor 
llamado  Ayauhcalco:  quienes  así  perecían  eran  reputados  por 
bienaventurados  y  protegidos  por  los  dioses  tlcHoque,  En  las  pin- 
turas, el  ahuitzotl  es  un  símbolo  infausto,  présago  de  calamidades 
y  desgracias.  AhuitzoÜ^  Ahuitzotzin. 

Ouadró  tan  bien  su  nombre  al  mexicano  rey,  mostróse  tan  da- 
ñino y  calamitoso  para  propios  y  extraños,  que  su  apellido  se 
hizo  sinónimo  de  vejación  y  de  molestia.  Hoy  todavía,  como  he- 
vMMia  de  los  tiempos  antiguos,  cuando  una  persona  nos  molesta 
atofligáadonos  de  una  manera  insoportable,  acostumbramos  decir, 
falano.  es  mi  ahuizote, 

X.  Bfótecuhzoma  Xdboyotmu  (Lám.  3,  núm.  17).    Motecuhzoma 

Cl)  Hi8t.  Antig.,  tom.  I,  pág.  42. 
C2)  SáhAgtm,  tom.  m,  pág.  205^. 


448 

expresado  con  el  copilU  en  las  variantes  B,  C,  D,  E,  F:  en  la  E  ¿ 
la  derecha,  parece  haber  un  error  del  dibujante,  quien  puso  el 
ideográfico  de  Motecuhzoma  Ilhuicamina.  EnAyG.  ademas  del 
copillí  se  advierte  una  figurilla,  á  la  cual  no  acertamos  á  dar 
nombre,  que  indudablemente  está  destinada  á  expresar  la  pala- 
bra xocoyotl,  "hijo  ó  hija  menor  ó  postrera."  (Mol.):  de  aquí  se 
deriva  la  voz  socoyote,  en  acepción  del  menor  de  los  hijos  de  una 
familia. 

XL  Avitlatoa,  Catlavaci,  Cuitlahuac,  Cuitlahuatzin,  &c.  (Lá- 
mina 3,  núm.  18).  Aseguran  que  este  rey  tomó  su  nombre  del 
pueblo  de  Cuitlahuac,  situado  entre  los  lagos  de  Chalco  j  de 
Xochimilco,  y  llamado  hoy  Tlahuac.  La  variante  H,  tomada  del 
Códice  de  Mendoza,  lám.  2,  núm.  6,  expresa  el  nombre  de  la  po- 
blación. La  etimología  arrojada  por  los  signos  gráficos,  viene  de 
cuiilatl,  excremento;  la  sección  del  canal  en  que  el  signo  está  con- 
tenido suena  apan  y  hitac,  de  donde  el  compuesto  cuiüor-htuic, 
Hiui  es  partícula  que  indica  posesión,  de  manera  que  se  podría 
interpretar,  poseedores  de  excremento,  tomado  en  el  sentido  de 
que  disponían  del  producto  del  lago  llamado  tecuülaü.  También 
puede  provenir,  y  nos  parece  más  seguro,  de  huacqui,  "cosa  seca, 
enjuta,  ó  ennegrecida"  (M.),  y  entonces  la  frase  significa,  excre- 
mento seco  ó  enjuto.  En  la  variante  F  aparece  sólo  el  mímico 
cuitíatl,  que  en  C  y  D  está  acompañado  con  el  simbólico  a¿L  En  C 
se  advierte  ademas  una  figura  que  representa  la  manera  en  que 
se  colocaba  el  cadáver,  en  cuclillas,  los  muslos  contra  el  pecho, 
envuelto  en  los  sudarios  y  atado  con  las  cuerdas  que  le  sujeta- 
ban: el  difunto,  en  el  presente  caso,  está  rodeado  de  pequeños 
circulillos,  en  la  pintura  rojos,  avisando  que  el  rey  murió  de  vi- 
ruelas. Cuitlahuac,  Cuitlahuatzin,  En  la  variante  F  el  determina- 
tivo rey  va  acompañado  de  los  cuatro  signos  numerales  que 
avisan  que  su  reinado  fué  de  ochenta  dias. 

XIL  Cuautemoc,  Guatemusi,  Guatimuza,  Guatimobin,  Hoate- 
moo,  &a  (Lámina  3,  núm.  19).  Escribir  la  palabra  con  h  no  tiene 
razón  de  ser;  mas  ponerle  la  g  es  intolerable,  supuesto  que  esta 
letra  no  forma  parte  del  alfabeto  mexicano?  El  nombre  propio  es 
CuauhtemoCf  compuesto  de  cuauhtli,  águila,  y  de  temoc,  pretérito  del 
verbo  temo,  "descender  ó  abajar:"  Ctutuh-temoc,  águila  que  des- 
cendió 6  bajó.  D.  Carlos  de  Sigüenza  traduce:  ''ágmla  que  cae  ó 

\ 


\ 


4 


ÁÁñ 

ie  precipita."  (1)  Los  elementos  pictográficos  soD^bien  una  águi- 
la, F,  con  la  cabeza  hacia  abajo  en  señal  de  bajar;  bien  sólo  la 
cabeza  acompañada  de  la  buella]^del  pié  humano,  con  la  marca 
de  los  dedos  hacia  la  parte  inferior.  La  huella  humana  se  nom- 
bra xocpci  ó  xocpaUi,  "la  planta  del  pié:'*  este  signo,  como  adelanté 
Téremos,  es  ideográfico  y  pasa  á  fonético,  expresando  muy  dis- 
tintos yerbos  de  movimiento.  Si  la  huella  presenta  la  punta  hacia 
arriba  suena  tleco,  subir;  mas  si  como  en  el  presente  caso  tiene 
la  punta  hacia  abajo,  significa  el  verbo  temo  y  también  el  preté- 
rito temoc, 

NoMBBES  DE  LOS  SEÑORES  DE  Tlatelolco.  L  CuoctiauJipüzahuac. 
(Lám.  3,  núm.  20).  Expresado  por  el  cuerno  de  un  venado  o  cier- 
vo. El  signo  es  ideográfico;  descomponiendo  los  elementos  de  la 
palabra  tenemos,  cicacuahuiil  (quaquauitl  de  Molina),  "cuerno  de 
animal  ó  astas;"  perdiendo  la  última  sílaba  itf,  quedaría  por  ele- 
mento cucuauahu;  pero  por  regla  general  no  se  sostiene  esta  forma, 
smo  qne  se  cambia  en  todos  los  casos  análogos  en  cuojcuauh^  pos- 
poniendo la  A  á  la  t¿.  Pitzahuac,  "cosa  delgada,  así  como  varas, 
'•pilares,  columnas,  sogas,  y  cosas  largas  y  rollizas,  ó  el  camino, 
'*0l  viento  delgado  y  sutil,  los  frisóles  pequeños,  lentejas,  ó  cosas 
••semejantes."  (M.)  (7^¿ac^íaA-J>l7^aAwac  ó  jnfeaAtíoc,  cuerno  delgí|4o 
de  ciervo,  ó  cuernos  delgados  de  ciervo,  supuesto  que  los  méxica 
no  conocían  otras  astas  que  las  del  venado. 

3X  Flacateoil,  (lám.  3,  núm.  21).  Grupo  curioso,  compuesto  del 
aimbólico  tetl,  y  del  ideográfico  teoü,  Dios,  expresado  por  la  ima- 
gen del  sol,  en  este  caso  muy  compendiada.  La  lectura  es  verda- 
deramente silábico-fonética.  Te  tomado  en  el  sentido  de  tiacaíl 
(V.  Tízoc),  con  el  ideográfico,  forman  Tlaca-teotl,  dios  persona^ 
dios  hombre. 

*  *  ■  ' 

TTT,  CuauMatocu  (Lám.  9,  núm.  22).  Una  águfla  teniendo  de- 
lante del  pico  una'^vírgula.  La  vírgula  ó  lengiia  esel  sÍDOtbolp  ^e 
tiatoUi,  "palabra,  plática  ó  habla;"  sustantivo  que  conservando 
laa  radicales  se  convierte  en  el  verbo  üatoot  "hablar  algo^  ó^i- 
23ÍMV  goijeai;  ó  cantar  las  aves,"  6  "abpgar  ó  rpgaij.por  otro." 
(UL):  el  carácter  expresa,  pueí^  asi  el  habla  humana^  c<^o  lade 
Io8  anímales.    La  lectura  queda  entonces  ya;  cuaiiJíríUdw,  igfúSa 


ny  jMttdad  heroica, 

«7 


450 

que  chirría.  En  la  lám.  VI,  nunL  5  del  Códice  de  Mendoza  se  id- 
lata  la  muerte  de  este  rey  ahorcado  por  los  mexica. 

El  grupo  A,  tomado  del  Códice  Meijidocino,  puede  servir  de 
jejemplo  de  que  en  las  pinturas  se  debe  atender  á  todos  los  por- 
menores. Compónese  de  tres  partes  distintas;  del  determinativo 
rey,  b,  distinguible  así  por  el  copilli,  como  por  elpetlatl  en  que 
está  sentado;  la  cabeza  inclinada,  los  ojos  cerrados,  dan  Á  enten- 
der  que  está  muerto,  y  dice  la  causa  de  la  muerte  la  cuerda  qne 
iiene  anudada  á  la  garganta,  y  cuyas  puntas  se  distinguen  hacia 
atrás:  todo  ello  da  á  entender  que  aquel  príncipe  fue  ahorcado  á 
usanza  de  los  méxica.  La  historia  suministra  el  relato  minucioso 
de  aquel  hecho.  Dice  el  nombre  del  rey  la  figura  a,  Cuauhtlatoa. 
En  cuanto  á  la  parte  c,  es  el  ideográfíco-mímioo  de  la  ciudad  de 
^latelolco,  representada  por  un  montón  de  tierra. 

MoquHiuix  (num.  23).  Un  rostro  amarillo,  con  una  especie  de 
venda  roja.  El  signo  es  ideográfico.  Descoiü poniendo  los  elemen- 
tos etimolográficos  encontramos:  mo,  señal  de  tercera  persona, 
unido  á  qui^  que  también  indica  tercera  persona  de  singular  ó 
plural;  huihuixqui,  sinónimo  de  huihzUlinto,  "enfermo  que  no  se 
puede  tener  de  flaco:"  tendremos  Mo-qui-huixqui  ó  Mo-qui-huix, 
,^1  flaco  por  enfermizo. 

El  grupo  A  es  también  una  leyenda.  Se  nota  el  símbolo  de 
Tlatelolco  (a);  encima  el  teocalli  (b),  coronado  por  las  capillas 
de  los  númenes  (c);  las  capillas  llevan  los  determinativos  del  in- 
cendio, dando  á  entender  que  Tlatelolco  ha  sido  tomado  por 
asalto.  De  lo  alto  del  teocalli  se  despeña  de  cabeza  el  rey,  con 
los  ojos  cerrados  en  señal  que  murió  de  la  caída:  dice  el  nombre 
eí  grupo  (e).  El  dibujo  está  tomado  del  Códice  de  Mendoza,  en 
lia.  parte  relativa  al  reinado  de  Axayacatl.  Con  los  datos  sumi- 
nistrados por  la  historia  la  lectura  se  hace  fácil  é  inteligible. 
Dirá:  cuando  Axayacatl  conquistó  á  í^latelolco,  su  rey  Moquihuix 
ue  defekdió  en  el  templo  mayoi",  del  cual  se  despeñó  cuando  se 
creyó  vencido. 

NOMBBBS  Í)B  liOS  SEÑORES  BE  Ac<MÚHUACAN.  I.  Amacuí,  Xolotl.  IiOS 

nombres  de  los  reyes  de  Acolhuacan  constan  en  una  pintara  qxiA 
íné  de  Boturini,  ahora  en  poder  de  Mr.  Aubin,  quien  la  hiizo  li^ 
'togijafiar,  bajo  el  título  **Histoire' du  Bóyaume  d'Acolhüacan  o^ 
de  Tezcuco  ^einture  non  ohronologique).  Mappe  Tlotzin.  PL  L'1 
La  estampa  va  acompañada,  en  algunos  lugares,  de  expfioacioi 


451 

nes  en  lengua  nahoa»  cuya  traducción  alirances  publicó  también 
el  Sr.  Aubin.  (1) 

Nuestros  autores  de  historia  antigua  están  conformes  en  lla- 
mar Xolotl  al  primer  rqy  chichimeca,  el  intérprete  de  la  pintura 
le  nombra  Amacui.  Nada  tiene  de  estraño  qua  aquellos  antiguos 
guerreros  se  distingan  por  dos  ó  más  apellidos,  de  manera  que 
no  presenta  inconveniente  alguno  admitir  que  éste  se  denomine 
Amacui  ó  Xolotl.    Ko  conocemos  el  verdadero  sentido  de  esta 
segunda  palabra.  Pretenden  algunos  que  significa,  ojo,  vigilantOi 
traducción  que  no  tiene  fundamento;  Xolotl  es  aquel  dios  ani- 
mal de  Teotihuacan^  que  por  medio  de  transformaciones  resistió 
cuanto  pudo,  hasta  sucumbir  ante  el  culto  del  sol  y  de  la  luna; 
el  vocabulario  de  Molina  traduce  la  voz  ocolo,  ''paje,  mozo,  criado 
6  esclavo."    En  la  colección  de  nombres  gráficos  que  poseemos, 
no  es  menor  la  iucertidumbre;  todos  están  copiados  en  el  nume- 
ro 24.  La  variante  a  dice  xolo,  y  es  la  única  que  parece  confor- 
marse con  la  significación  mexicana.    Las  variantes  c  o  suenan 
xcloü;  las  b  b  xolohua;  la  d  xóloque:  ofrecen  la  misma  radical,  y  pa- 
recen referirse  á  un  animal  cuadrúpedo  y  bravo,  que  no  atinamos 
i  conocer.  Los  chichimeca  hablaban  lengua  diversa  de  la  nahoa; 
al  traducir  los  méxica  á  su  lengua  los  nombres  de  los  bárbaros, 
lo  han  de  haber  hecho  por  medio  de  signos  homófonos,  aunque 
no  sinónimos. 

£1  determinativo  de  Amacui,  núm.  25,  presenta  un  hombre  en 
la  actitud  de  andar;  cortado  el  pelo  sobre  la  frente,  teadido  y 
largo  á  la  espalda,  ceñido  con  la  diadema  de  pachtli,  (Tilantia) 
distintivo  de  aquellos  reyes  salvajes;  viste  su  desnudez  con  una 
especie  de  jaque ta  que  hasta  los  muslos  le  llega,  y  empuña  el 
arco  y  las  flechas  que  á  la  tribu  dan  su  nombre:  todo  indica  los 
reyes  salvajes,  cazadores  y  vagabundos.  Amacui  se  compone  de 
afncUl,  papel,  y  del  verbo  cui,  coger.  El  nombre,  escrito  gráfica- 
mente, es  un  cuadrilátero  figurativo  de  amatl,  no  ofreciendo  ra- 
dical alguna  de  donde  se  saque  la  voz  cui.  Por  regla  general,  !2^ 
signos  mímicos  que  pasan  á  ideográficos,  es  decir,  que  adquieren 
un  Talor  fónico  determinado  y  expresan  una  idea  más  ó  monos 
complexa,  arrojan  en  la  interpretación  su  radical,  principio  de  la 
palabra  compuesta,  y  sirve  de  sílaba  mnotemica  para  traer  á  la 

(1)  fieme  am^rioaine  et  oñenUle,  tom.  Y,  pág.  871  j  si        . 


4S2 

memoria  la  prounnciacion  completa  de  lo  representado  por  el 
signo. 

n.  Nopaltzin,  núm.  26.  De  nopalli,  (Cactns),  con  el  reverénciaL 
Determinativo  como  el  anterior. 

in.  Tlotzin,  núm  37.  Con  el  determinativo  de  los  anteriores^ 
De  Üotli,  gavilán,  alcon  ó  azor. 

rV.  Quinaizin  Tláltecatzin^  núm.  28.  Cambia  el  determinativo^ 
aunque  con  los  mismos  arreos  de  los  reyes  cazadores,  la  figura 
aparece  sentada  en  señal  de  que  la  tribu  se  "fijó  en  la  tierr^^  no 
anda  al  aire  libre,  sino  que  en  la  pinEuta  se  nota  que  vive  en  las^ 
cavernas;  aquel  pueblo  salvaje,  de  cazador  sé  transforma  en 
troglodita. 

Mr.  Aubín  (1)  traduce  al  francés  la  palabra  quinan^  ^or  la  tele 
grognante  y  Quimatzín  por  bramant  Con  perdón  sea  dicho,  no  nos 
parece  exacto.  En  mexicano,  bramar  es  iecoyohna;  bramido  feco-^ 
yohualiztliy  choquiztli;  bramador  tecoyohuam,  chocani;  bramar  el 
ciervo  j:>ípí^2ca;  bramador  como  cieryo  pipítzcam.  De  aquí  no  se 
puede  sacar  quinan,  ni  siquiera  su  radical;  somos  de  parecer  que 
la  palabra  repetida  quinan  no  está  en  la  escritura. 

TUatecatzin  traduce  IxtHlxochitl,  "el  que  tiende  y  allana  la 
"tierra,"  frase  equivalente  á  conquistador.  Compónesela  frase  de 
Üallif  tierra,  y  del  verbo  teca,  "asentar  piedras  en  el  edificio,  6 
poner  maderos  ó  cosa  semejante  en  el  suelo  tendidos,  ó  envasa* 
alguna  cosa  líquida,"  (2)  que  también  significa,  emparejar,^  igua- 
lar: el  apellido  parece  bien  puesto  á  un  monarca  batallador.  El 
hombre  gráfico  lo  dice  el  cuadrilátero  dividido  en  tres  comparti- 
mientos, simbólico  de  tlalfi;  convertido  el  signo  en  ideográfico, 
suena  tlateca,  arrojando  como  los  de  su  género  la  radical  muoté- 
mica  tlal  del  compuesto.  Tlál-teca-tzin,  con  el  reverencial. 

En  cuanto  á  la  cabeza  bramadora,  es  la  del  mazall,^yenñ.So,  te- 
niendo delante  del  hocico  las  vírgulas  repetidas  de  la  palaÜira, 
signo  fonético  de  la  preposición  nahiac;  el  todo  da  la  lectiíra 
maza-hua,  nombre  de  la  tribu  de  procedencia  otomí.  Cómo  Tos 
dos  signos  van  separados  y  unidos  entre  )bí  indicando  relaGion, 
nos  atrevemos  á  leer  en  la  pintura,  Tlaltecatziiunaazabua,.el.cóii- 
quistador  ó  allanador  de  los  mazahua. 

(1)  Bevne  Axnérícaine  et  Oriéntale,  tou.  T,  pág.  MS  y  87S; 

(2)  Yocabularío  de  Molina^ 


/ 


453 

V.  TechodoUa^  num.  29.  Cpmo  primer  rey  que  resueltamente 
iojna  el  ciunino  de  la  civilizacioD,  aparece  en  el  determinativo, 
sibi^Q  con  el  arco  y  flechas  de  su  tribu,  sin  la  corona  rústica  de 
pacMi  adoptada  por  sus  antecesores,  conservando  aun  los  largos 
cabellos  tendidos  á  la  espalda]  púas  como  los  merovingiauos  re- 
presenta á  los  reyes  de  la  larga  cabellera. 

Compónese  la  escritura  gráfica  de  ietl ,  del  cual  se  desprende 
el  simbólico  otí  como  (forreando  y  lleno,  de  puntos  para  expre- 
sar el  lodo;  choloa,  ''l^uir^  s^ltar^  ausentarse,  ó  saltar  ó  chorrear 
el  agua;"  ilalcUl,  cieno.  De  aq^uíel  compuesto  Te-cbo-tlala,  cieno, 
lodo  q^ue  chor>re«ir  de  la  piedra.  Esta  forina  vertical  de  aÜ  vere- 
mos que  significa  el  verbo  chdoa. 

VI.  IxÜUxochitl,  num.  30.  Una  flor  de  forma  particular,  ideo- 
gráfico d.el  cpnipuesto.  Pos  formacfiones  le  encontramos.  IxtliUic, 
"mroreno  ó  negro  de  rostro;"  xochitl,  flor:  Ixtlil-xochitl,  flor  de 
cara  negra.  Ixtli,  cara,  faz;  ÜilxochiÜ^  vainilla:  Ixrtlilxochitl,  ros- 
tro de  vainilla.  Lo  que  parece  indicar  en  realidad  es  la  vaniUa' 
negra. 

VUL  TezozomoCf  num.  31.  La  pintu^ra  que  seguimos  no  cuenta 
á  este  nsurpador,  que  en  la  dinastía  de  Acolhuacan  ocupa  el  sé- 
timo lagar;  tpmamos  la  figura  de  la  peregrinación  azteca*  £1 
signo  tetly  terminado  en  un  rostro  humano,  de  cuya  nariz  salen 
unas  vírgulas  de  puntos,  símbolo  de  la  respiración  ó  del  aliento. 
Nos  parece  que  el  compuesto  tiene  por  elementos  tetl^  ó  sea  te 
radical  mnotémica;  el  verbo  zoaoloa,  "follar  ó  zumbar  los  fuelles, 
óanhelar  el  que  se  está  muriendo:"  Te-zozomoc,  el  que  resuella 
de  un  raodo  anheloso,  tal  vez  el  asmático. 

Vm.  Maxtla,  num.  32.  También  usurpador:  tomado  de  los 
Códices  Telleriano  y  Vaticano.  De  maxüafl,  la  pieza  del  vestido 
que  se  ponían  á  la  cintura  los  hombres.  Los  historiadores  le  di- 
cen Maxtla-ton,  con  la  terminación  del  diminutivo  despreciativo. 
IX-  NezalíVxilcoyoÜ^  num.  33.  Bey  de  los  más  civilizados,  her- 
mosa figura  de  la  antigüedad:  se  le  ve  sentado  sobre  el  trono  ó 
silla  real.  Forma  el  nombre  gráfico  la  cabeza  de  un  coyoÜ,  coyote, 
(Canis  latrans,  S^y.)  con  el  ideográfico  del  ayuno,  que  es  esa 
especie  de  cíngulo  con  hilas  ó  cintas  colgantes  y  suena  nezahudizilu 
Perdiendo  esta  palabra  las  silabas  izüi  por  ser  las  determinativas 
de  acción,  queda  Nezahual-coyotl,  coyote,  ayuno  ó  hambriento. 
Oorta  es  la  variante  que  ofrece  el  Cód.  Telleriano.  El  ideográfico 


/ 


464 

nezaJitud  presenta  diversas  formas;  tal  vez  las  cuerdas  y  paños  de 
esa  especie  de  cínguloy  darían  á  entender  el  número  de  los  dias 
y  el  rigor  con  que  la  penitencia  debiera  hacerse.  Véase  el  nú- 
mero 46. 

X.  NezahuaJpiUiy  núm.  34.  El  ideográfico  nezaJiuol^  con  un  niño, 
jnlli;  Nezahual-pilli,  el  niño  ó  hijo  ayuno.  PiUi  significa  noble, 
ilustre,  caballero,  y  también  hijo;  pudiera  también  traducirse, 
hijo  de  nezahuaL  Escríbese  igualmente  Nezahualpiltzintli,  qne 
se  puede  descomponer  en  Nezahualpil  que  da  á  las  palabras  la 
forma  de  diminutivo  con  amor  y  ternura,  y  el  reverencial  entero 
izintli  que  debe  acompañar  al  diminutivo;  todo  diría  con  cariño 
el  señor  nezahualito.  Tercer  significado  sacaríamos,  de  que  jnTZi 
compuesto  con  tzintli  significa  niño,  y  con  (ontli  muchacho,  de 
manera  que  Nezahual-pilzintli  sería  el  niño  Nezahual.  (1) 

XI.  Cacama^  núm.  35.  Cacamatl,  ''mazorcas  pequeñas  de  maíz, 
,que  nacen  cabe  la  mazorca  mayor."  Así  lo  dice  el  figurativo.  El 
signo  es  mímico  é  ideográfico. 

XH.  GuicuitzcatziTL  No  consta  en  la  pintura  que  examinamos. 
Se  deriva  de  cuicuüzcatl,  golondrina. 

Xm.  Coanacochy  núm.  36.  De  coatl^  culebra,  y  nacocJiiÜi,  las 
orejeras  ó  pendientes  que  los  pueblos  nahoa  usaban  colgar  en  la 
parte  carnosa  de  las  orejas:  Coa-nacoch,  pendientes  de  culebra. 

XrV.  IxtlilxochiÜ,  Segundo  rey  de  su  nombre  y  último  de  la 
dinastía  acolhua.  Su  nombre  gráfico  es  idéntico  al  de  su  homó- 
nimo; núm.  37. 

Para  completar  la  lámina  escogimos  algunos  signos  ideográfi- 
cos y  ajan  fonéticos,  que  no  dejan  de  ser  curiosos.  El  grupo  nú- 
mero 38  está  compuesto  del  mímico  tlalliy  tierra,  teniendo  en  el 
centro  el  ideográfico  oHín,  movimiento.  El  signo  dlin  por  medio 
del  sonido  que  arroja  significa  movimiento  en  general;  como 
símbolo  astronómico  representa  los  cuatro  movimientos  del  sol, 
(razón  por  la  cual  da  la  lectura  de  NauhoUin),  contados  4^  los 
equinoccios  á  los  solsticios.  Colocado  sobre  el  carácter  tierra 
despierta  de  luego  á  luego  la  idea  de  que  la  tierra  se  movió,  y  es 
por  consecuencia  la  expresión  del  temblor  de  tierra.  Tomando 
los  elementos  fónicos  tendremos  tlal-olin,  terremoto,  y  también 
ej  verbo  tlaloliJit,  temblar  la  tierra.    El  diverso  tamaño  del  signo 


1 


! 


(1)  Aldama  y  Guevara,  niím.JCG. 


465 

cOin  da  la  indicación  de  la  fuerza  ó  duración  del  movimiento^  nú- 
mero 39,  y  la  repetición  del  signo  dice  las  veces  que  se  repitió  el 
fenómeno,  núm.  40. 

El  num.  41  ofrece  un  escudo,  chimcdli,  sobre  un  haz  de  flechas, 
mitl;  su  Bignificado  es  yaoyotl^  guerra,  batalla.  Si  se  toman  los 
sonidos  fónicos  mitl-chimollt,  dice  también,  por  metáfora  en  la 
lengua  mexicana,  guerra,  batalla.  De  la  misma  manera  a¿l,  agua, 
y  el  incepdio  tlachinoUi,  metafóricamente  quieren  decir  también, 
aÜrtlacJiinolli,  guerra,  batalla.  (1)  Si  el  yaoyotl  está  rodeado  de 
varios  nombres  de  población,  predica  que  á  todos  aquellos  luga- 
res se  hizo  la  guerra;  si  está  rodeado  por  la  huella  del  pie  hu- 
mano relata  que  todos  los  pueblos  comarcanos  tomaron  parte  en 
la  guerra,  á  diferencia  de  cuando  lá  huella  parte  de  un  lugar  de- 
terminado, pues  entonces  aquel  sólo  tomó  parte  en  la  refriega. 

El  chimalliy  con  el  macuaJiuüIy  núm.  42,  arroja  el  significado  yojOÜ, 
enemigo.  En  los  jeroglíficos  egipcios,  do»  brazos  armados,  el  uno 
oon  el  escudo,  el  otro  de  una  espada,  significan  q^ército  y  combate. 
El  núm.  43  es  del  mismo  gónero  de  los  dos  anteriores:  consta 
de  un  chimalli  adornado  de  plumas,  sobre  un  manojo  de  flechas 
sin  punta  ó  corteses.  Suena  xochiyaoyoü,  ó  sea  guerra  florida  6 
áe  flores,  guerra  religiosa  ó  contra  los  enemigos  de  casa,  institui- 
da para  traer  víctimas  frescas  para  los  dioses. 

El  núm.  44  representa  un  hombre  con  los  arreos  propios  de  la 
víctima;  lleva  en  la  mano  derecha  el  xochtyaoyotl^  y*fen  la  izquier- 
da la  bandera  ó  signo  numeral  de  veinte;  el  todo  indica  el  sacri- 
ficio de  los  prisioneros  hechos  en  la  guerra  florida,  que  so  veri-» 
ficaba  de  veinte  en  veinte  dias  ó  sea.al  principio  de  cada  mes.  Si 
el'  signo  está  unido  con  el  mímico  hmtzth\  espina,  avisa  que  al 
sacrificio  se  unía  la  penitencia. 

Ija  figura  fantástica  del  núm.  45,  muestra  una  ave  poderosa  coa 
grandes  garras,  y  una  cabeza  humana  con  la  boca  abierta  cual  si 
estuviera  pretendiendo  comer:  parece  un  especie  de  esfinge.  Sig- 
nifica el  hambre,  apizimique,  en  el  sentido  de  carestía  general.  Así 
se  le  encuentra  en  los  Códices  Vaticano  y  Telleriano  Rcmenso. 

Finalmente,  el  núm.  46  arroja  la  palabra  nezahuoJiztli,  ayiinó, 
del  que  hicimos  mención  en  los  compuestos  Nezahualcoyoíl  y 
Kezahualpilli. 

(1)  Yooabukrío  de  MoUdo. 


CAPÍTULO  IV 

BSCRITUBA  JEBOQLÍFICA. 

Jípm^etpropi»  á$  p&r$ana,~-Funda(hres  de  Méxiec—EUmoloffíade  loafioUbtm» 
MMoo  y  T&nooktíUan.—Oatáloffo  de  nombree  propioe  Umadoi  de  la  coleeáón  Bt^ 
nire^.—Aa."' Ouaití.— Del  foTUtíeo  ix,— Oiuwf  del  fonético  aáhuacu—JB  Mf^ 

IBfiitL 

EL  Oód.  Mendoza  presenta  algunos  otros  nombres  propios  de 
persona,  j  son  los  de  los  fundadores  de  la  ciudad  de  Méxi- 
co» figurados  en  la  primera  lámina.  Comenzaremos  advirtiendo, 
que  los  copiantes  de  la  interpretación  castellana  cambiaron  1* 
lectura  de  los  números  1  j3,  error  que  no  recordamos  haya  sida 
notado,  ya  que  Je  vemos  repetido  en  obras  de  importancia.  (1) 

1.  Ocdopan,  El  determinativo  es  un  hombre  cubierto  con  su 
HlmatK;  cortado  el  pelo  sobre  la  frente,  largo  hacia  la  espalda,  y 
amarrado  un  mechón  sobre  la  coronilla  de  la  cabeza  con  una  co- 
rrea roja,  tocado  usado  por  los  guerreros  distinguidos;  se  le  ve 
sentado  sobre  la  estera,  en  señal  de  asiento,  arraigo  y  mando. 
El  nombre  gráfico  lo  forma  una  bandera  amarilla,  con  mancbaa 
negras,  remedando  la  piel  de  tigre,  ocdott  De  este  sustantivo  y 
de|xi7i¿/t,  bandera,  nace  el  compuesto  Ocdo-pántli^  Ocelopan^  ver- 
dadera lectura  del  símbolo.  Bandera  de  tigre  seríala  traducción 
literal,  mas  la  figurada  y  propia  es,  caudillo,  jefe  ó  principal  de 
los  guerreros  ocdotl. 

(1)  Lc8  écrituree  fíguraÜTes  et  hidroglyphiqnes  des  düíérents  peuple»,   pág.  15. 
Los  grupos  jocoglíflcos  están  lamentablemente  estropeados  en  la  estampa. 


I 


467 

2.  Üíuxpa7h  Carácter  ideográfico  que  sólo  presenta  una  sílaba 
imiómica.  Se  compone  de  cuaül,  cabeza,  y  de  panüi:  Cua-pan, 
bandera  cabeza  ó  principal,  ó  m^or  en  sentido  metafórico,  cau* 
(UHo  ó  cabeza  de  loa  gaerreros  cuackio. 

3.  AcaciiU.  Este  nombre  es  el  trastornado  con  el  L  Se  compp* 
03  de  los  mímicos  cioaJtl^  caña,  carrizo^  y  ciüi^  ''liebre^  abuela,  ó 
tía  hermana  de  abuela.''  La  lectura  es  ian  fácil  que  debió  haber 
sido  conooido  el  error*  Aca-citU^  liebre  del  carrizal. 

4  AJmexotl.  Otra  adverteucia  preliminar.  Como  la  interpretar 
cion  de  los  pintores  me:(icanos  ha  pasado  por  varias  manos,  no 
siempre  expertas,  la  ortografía  de  los  nombres  ha  sufrido  algu* 
ñas  alteraciones;  nos  encargamos  de  corregirlas,  en  cuanto  pof. 
demos  entender.  El  grupo  jeroglifico  se  compona  del  simbólico^ 
aÜ-y  con  el  huexotl,  sauz;  loa  elementos  fónicos  dan  A-huexotl^  aaMu 
del  agua  ó  acuático,  espede  muy  común  en  nuestro,  país .  áLl%< 
orilla  de  las  aguas. 

7.  Xomimith  La  pintura  representa  un  pie  atravesado  por  una. 
flecha,  j  lo  mismo  expresa  la  palabra  hablada.  Los  elemenios 
fónicos  son  curiosos  de  considerar  en  este  compuesto.  El  pió 
icxitly  no  entra  en  la  lectura  con  su  primera  silaba  íc,  sino  que. 
transformándose  en  fonético  arroja  el  sonido  constante  xo.  La 
flecha,  mitl,  está  tomada  en  sus  dos  acepciones;  de  verbo,  mma^ 
de  sustantivo,  mitiy  expresando  al  mismo  tiempo  la  causa  y  el 
electo.    Xo^mi-mülf  pie  asaetado  con  flecho. 

8.  JCocoyoL  El  pie  que  arroja  el  nombre,  expresa  fuertemente 
1&  ¿aba  ó  tibia,  xocoyoUi,  de  donde  se  saca  el  sonido  Xocoyol. 

9.  Xtuhcac,  Un  zapato,  cacÜi^  pintado  de  azul  turquí,  xiuktto. 
Xíuli-cac,  zapato  azul.  El  original  está  pintado  de  azul,  siendo 
este  caso  prueba  plena  de  que,  en  los  jeroglíficos  mexicanos  has- 
ta los  colores  hablan,  según  establece  Gama. 

.  10.   ^fofoÜ.  Lectura  fácil.  El  simbólico  atl,  con  la  cabeza  de  un 

pájaro,  que  recordamos  significa  el  ave  entera,  totoÜ:  A^totoÜy  pá- 

jaro  acuático. 

5.    Tecineuh.   Tecineuh  se  encuentra  escrito  en  la  interpreta^ 

2Íon  del  Códice;  Tecineub  copiaron  los  Señores  Aubin  y  Kosny 

an  la  obra  antes  citada:  Tecineuh  en  todas  partes  que  de  esta  lá- 

nína  se  trata.  Comprendemos  como  se  hizo  lítlectuva.  La  figura 

ruperior  es  el  meÜy  maguey,  y  tomando  lo  producido  por  lo  que 

e  produce,  tradujeron  neuhtU,  en  lugar  de  odli,  pulque.    El  sím- 

58 


á5S 

bolo  inferior  fue  tomado  por  Utly  y  el  fonátioo  del  medio  cuerpo 
desnudo  en  su  verdadero  valor  tzin.   De  aquí  el  compuesto  de 
Te-tzin-neiLh'Üif  en  su  formación  eufónica  Tetzincub. 
.  Comenzamos  por  afirmar,  que  algo  ha  pasado  en  esta  lectura, 
que  nosotros  intentamos  en  vano  comprender.    Sea  vituperable 
presunción,  sea  supina  ignorancia,  nos  atrevemos  á  decir  qaek 
interpretación  no  es  exacta:  acaso  los  Üacuilo  mexicanos  come- 
tieron un  engaño,  por  encubrir  el  verdadero  nombre  de  su  patria 
á  los  conquistadores.   Nos  fundamos  en  las  siguientes  razones. 
Se  admite  por  el  intérprete  el  signo  tzin,  en  esto  no  queda  dada 
MeÜ  le  tomamos  nosotros  en  su  sentido  recto,  arrojando' su  ele- 
mento fónico  me.    En  cuanbo  al  carácter  intermedio,  véase  bieo, 
no  es  tetl;  es  el  banco  del  maguey  donde  se  forma  el  receptáculo 
del  líquido  que  de  la  planta  se  recoge,  el  xicüi  ii  ombligo  del  ma* 
guey.   Con  estos  elementos  formamos  Me-xio-tzin^  ó  eufónica- 
mente Mexitzin,  reverencial  de  Mexi  ó  Mexitli  Así  se  llama  el 
personaje  y  no  Tecineuh. 

Comprueban  nuestro  dicho,  ademas  de  las  reglas  gramaticales 
que  autorizan  nuestra  lectura,  la  muy  competente  autoridad  del 
Codex  Bamírez,  (1)  el  cual  dice:  "Fueron  caminando  con  su  ar- 
"ca  por  donde  su  ídolo  los  iba  guiando,  llevando  por  caudillo  á 
"uno  que  se  llamaba  Mexi,  del  cual  toma  el  nombre  de  Mexica- 
nos: porque  do  Mexi  con  esta  partícula  ca,  componen  Mexioa, 
que  quiere  decir  la  gente  de  México^  En  el  Mapa  Quinatzin  los 
méxica  están  expresados  con  su  verdadero  jeroglífico  el  metí, 
núm.  18.  En  la  colección  de  nombres  formada  por  el  Sr.  D.  Jo- 
^se  Fernando  Ramírez,  el  gentilicio  mexicano  está  igualmente  es- 
crito con  el  maguey.  Asila  escritura  fonética  y  la  jeroglífica  van 
acordes  en  sostener  nuestra  interpretación. 

Por  no  atender  al  verdadero  símbolo,  ha  venido  la  gran  varie- 
dad de  los  autores  acerca  de  la  etimología  de  la  palabra  Méxicp. 
Torquemada  (2)  dice,  que  algunos  han  querido  interpretar  fuen- 
te ó  manantial,  cosa  que  podría  ser,  atendido  á  que  hay  muchas 
fuentes  á  la  redonda  de  la  ciudad;  '^pero  los  mismos  naturales 
"afirman,  que  este  nombre  tomaron  del  dios  principal  que  ellos 
'^trajeron,  el  cual  tenía  dos  nombres,  el  uno  Huitzilopochtli  y  el 

(1)  BeJacion  del  origen  de  los  indios  qno  habitan  esta  nueTa  Espafía  sf  gun  sus 
historias.  MS.  Pág.  18,  en  mi  copia. 

(2)  Monarq.  indiana,  lib.  III,  cap.  XXIIT. 


469 

'^tro  MexítK,  y  esté  segundo  quiere  decir  ombligo  de  tnaguey; 
"y  así  diceíi  que  ios  primeros  mexicanos  lo  tomaron  de  áu  dios, 
^  así  en  sus  principios  se  llamaron  Mexiti,  y  después  se  llama- 
'^on  Méxica,  y  de  este  nombre  se  nombró  la  ciudad.*'  Herrera 
escribe:  "Llamóse  Mexi  el  caudillo  que  este  linaje  llevaba,  de 
*^onde  salió  el  nombre  de  Móxico/'  (1)  y  después  pone  la  eti- 
mologfa  de  manantial  ó  faentó.  "No  faltan  muchos,  prosigue, 
**que  dicen  qué  esta  ciudad  sé  llamó  México  por  los  primeros 
•'fundadores  que  se  llamaron  mexiti,  que  aun  ahora  se  nombran 
"méxica  los  naturales  de  aquel  barrio  ó  población.  Los  funda- 
adores  de  Mexiti  tomaron  Hombre  de  su  principal  dios  é  ídolo, 
"dicho  Mexitli,  que  es  lo  mismo  que  Vizitlipuchtli."  (Huitzilo- 
pochtli). 

Vetancourt  vacila  entre  la  derivación  de  Huitzilopchtli  lla- 
mado también  Mexitzin,  ó  que  así  se  llamaba  el  conductor  de  la 
tribu,  ó  de  la  fuente  ó  manantial,  ó  porque  se  vestían  de  unas 
hojas  grandes  de  laguna  llamadas  mexiti.  Olavigero  resumió  es- 
tas diversas  autoridades.  (2)  "Hay  una  gran  variedad  de  opinio- 
nes, dice,  entre  los  autores  sobre  la  etimología  de  la  palabra 
México.  Algunos  dicen  que  viene  de  Metztli,  que  significa  luna, 
porque  vieron  la  luna  reflejada  en  el  lago,  como  el  oráculo  había 
predicho.  Otros  dicen  que  México  quiere  decir  fuente,  por  haber 
descubierto  una  de  buena  agua  en  aquel  sitio.  Mas  estas  dos  eti- 
mologías son  violentas,  y  la  primera,  ad»?mas  de  violenta  ridi- 
cula. Yo  creí  algún  tiempo  que  el  nombre  verdadero  era  México, 
que  quiere  decir  en  el  centro  del  maguey,  ó  pita,  ó  aloe  mexica- 
no; pero  me  desengañó  el  estudio  de  la  historia,  y  ahora  estoy 
seguro  que  México  es  lo  mismo  que  lugar  de  Mexitli,  ó  Huítzi- 
lopochtK,  es  decir,  el  Marte  de  los  mexicanos,  á  causa  del  san- 
tuario que  en  aquel  sitio  se  le  erigió:  de  modo  que  México  era 
para  aquellos  pueblos  lo  mismo  que  Fannm  Martia  para  los  ro- 
manos. Los  mexicanos  quitan  en  la  composición  de  los  nombres 
de  aquella  especie  la  sílaba  final  tli.  El  eo  que  les  añaden  es  nues- 
tra preposición  en.  El  nombre  Mexicaltzinco  significa  sitio  de  la 
casa  ó  templo  del  dios  Mexiti;  dé  modo  qué  lo  mismo  valen 
Huitzilopochco,  Mexicaltzinco,  y  México,  nombres  de  los  tres 
puntos  que  sucesivamente  habitaron  los  mexicanos." 

(1)  Dec.  III,  Hb.  n,  cap.  X. 

(2)  Hist.  antigua,  tom.  1,  pág.  113,  nota  negunda. 


460 

Inútil  sería  acumulax  mayor  numero  de  citaa.  La  Yerdadiua 
réplioa  es,  que  la  exacta  etimología  de  un  nombre  np  pueda  sei^ 
derivada  sino  del^  jeroglífico  escrito  que  le  representa.  ]>el  jerof 
gUfico  mismp^  y,  á,e  laa  opiniones  de  los  autores»  quedají  ahora 
bien  averiguada9  las  siguientes  conclusiones.  Suitzilopochtli  ^ 
lo  mismo  que  Mexitli.  El  fundador  de  México,  se  Uaji^aAba  Mexíi 
lo  mismo  que  MexitU.  Si  4  esta  palabra  se  afija  cpn  la  preposir. 
cion  co,  para  convertirlaf^n  nombre  de,  luga^,  resultará  M^xiiM^ 
nombre  de  la  ciudad.  México  significa,  luga^  de  Mexi,  da  Mexi- 
tli  ó  Huitzilopoctli,  fundada  por  Mexitzjn.  Be  México,  se.  forma^ 
mexicatl»  méxica.  Veremos  en  su  lugar,  y.  debe  tenerse  presentj^ 
que  la  tribu  cambió  de  nombres;  del  lugar  Aztlan,  de  su  primír 
tivo  asiento,  se  llamó  azüaneca,  azteca;  consagrada  á  su  dios,  fue 
mexi  y  mexitin;  establecida  en  la  ciudad,  méxiccu 

6.  Tenucli  ó  Tenpclu  Cambia  el  determinativo:  vemos  el  cuer- 
po pintado  de  negro;  cortado  el  pelo  sobre  la  frente  y  suelto  ala 
espalda,  no  está  recogido  en  la  coronilla  por  la  correa  roja;  la 
capa  lleva  fluecos  y  cenefas  negras:  todo  indica  que  se  trata  de 
un  sacerdote  principal.  El  nombre  gráfico,  según  tenemos  ya  ex- 
plicado, da  la  lectura  Te-nocli. 

Si  esta  palabra  la  queremos  convertir  en  nombre  de  lug^, 
como  adelante  veremos,  tiene  que  aSadirse  la  preposición  Ü(m^ 
acompañada  de  la  ligatura  ti;  obtendremos  Tenoch^i-Ücmi  cuyo 
,  genuino  significado  es,  junto  al  tenochtli,  6  fundada  por  Tenoch* 
Asi,  los  dos  principales  fundadores  de  la  ciudad  le  dieron  su 
nombre;  por  el  caudillo  civil  se  le  dijo  México,  por  el  jefe  reli- 
gioso Tenochtitlan. 

Pasamos  ahora  á  los  nombres  propio»  de  dignidades  ó  em- 
pleos. Ijlevan  el  determinativo  hombre,  presentando  en  su  ves- 
tido, insignias  ó  adornos  la  categoría  que  representan.  El  noxDr 
bre  representado  por  el  grupo  jeroglífico  se  termina  por  la  pa- 
labra calquif  morador  ó  vecino,  ó  bien  por  las  sílabas  necaíl^  me- 
caü,  tecatlf  catl^  contracción  ó  compuestos  de  la  palabra  tiacaÜ^ 
persona.  Estas  terminaciones  no  están  expresas  en  la  escritora» 
sino  que  el  lector,  las  suple  en  vista  del  determinativo. 

Ocupémonos  en  los  personajes  da  la  láix^.  LXYH  del  Có4« 
Mendocino. 

7.  CuauhnocJdliy  lám.  4,  num.  1.  El  signo  gráfico  representa  la 
bellota  del  encino,  cuavhrorMti.  Así  lo  escribe  el  intérprete. 


4m 

8.  TWkmcdqm^  ist&rxL  2.  THUan  se  compone  de  Üüli,  tiime  ó 
negrura,  y  el  abandancial  Üa:  donde  baj  mttdba  oactüridad  ó  (anie- 
blas. Bennido  á  ccili,  forma  üíBmuxXLi,  casa  de  la  ódcnridad  6 
tinieblas.  Oon  el  final  ccUqui^  dando  la  forma  eufónica  al  com- 
puesto, tendremos  por  nltimo,  Tlillan-oal-qni,  el  habitador  de  la 
eása  tenebrosa.  Los  elementos  fónicos  le  dan  el  ooiUi  y  lo  negro 
<KK¿  En  el  télnplo  mayor  babía  nn  aposento  dedicado  á  Crhua- 
eoatl,  bajo  el  nombre  Tlillanealmecac. 

9.  AtempanecaÜ,  ñum.  3.  El  simbólico  ai?,  con  el  figurativo 
téntli^  labios,  hacen  como  nombre  de  Ingar.  A-ten-co,  A-tem-pa, 
A-ten-copa;  en  la  brilla  del  agua.  A-ten-pa-necatl,  el  encargado 
de  la  orilla  del  agua,  ó  del  l^égimen  de  las  aguas  de  la  ciudad. 

10.  Ezhuahuacafl,  núm.  4.  El  P.  Duran  forma  el  nombre,  de 
estli,  sangre,  y  del  verbo  hnahvana,  arañar  ó  rasguñar:  Ez-huahua- 
ccUl,  persona  que  araña  ó  rasguña  sacando  sangre.  El  nombre 
gráfico  es  el  símbolo  del  rasguño,  representado  por  una  recta  de 
la  cual  se  desprenden  las  gotas  de  sangre. 

11.  TlacochocdcatlJIflúm.  5.  El  nombra  gráfico  de  los  elementos 
fónicos;  ilacochüi^  dardo  ó  azagaya,  y  ccdH:  Tlacoch-ccd-ccUl,  señor 
de  la  casa  de  los  dardos  ó  varas  arrojadizas. 

12.  TezcaaxuxUlf  núm.  6,  La  culebra,  en  la  forma  que  el  dibujo 
la  representa,  se  lee  tezGocoaÜ,  especie  particular  de  víbora,  lla- 
mada tezoaüy  espejo,  por  tener  relumbrosa  lapieL  Tezoa-coa-caÜ, 
la  persona  tezcacoatl^  Era  el  jefe  segtmdo  en  el  ejercito. 

13*.  CuauhydhucwaÜy  (nombre  muy  estropeado  en  el  interprete, 
en  donde  se  lee  Ticocyahuacatl),  núm.  7/  Se  compone  de  cuakuitl, 
árbol,  7  por  eictension  bosque,-  del  verbo  yahucdoa,  andar  muchas 
Toces  al  rededor:  Ouavh-yahua-oaÜ,  persona  que  rodea  6  cerca  -el 
bosque  muchas  veces.  .En  cuanto  á  la  escritura  gráfica,  es  un 
Tftso  de  madera  lleno  de  un  licor  espumoso,  de  donde  resulta  el 
sonido  ctumh^áhíMlli,  vaso  redondo  de  madera.  Es  un  signo  ideo- 
gráfico, res^Jondiendo  por  los  sonidos  de  la  lengua  hablada,  á  las 
ideas  que  sus  radicales  significan. 

14*  Tocuiiecatl,  num.  8.  Se  compone  la  palabra  de  iooMlay  es- 
paldas;  del  verbo  iequi^  cortar  ó  cercenar  TocatVc-co^,  el  que  aco- 
mete ó  hiere  por  la  espalda.  El  nombre  lo  forma  un  gusalio, 
osttí^,  qtie  sirve  de  mnotónico.  De  estos  nombres,  unos  sumí- 
Jilitnm  los  elementos  para  la  lectura,  otros  solo  sirven  pata  in* 


462 

dicar  uno  ó  más  sonidos,  otros  son  oaracteres  ideográficos  ooa 
nn  valcNT  determinado. 

Lámina  67  del  Códice  de  Mendoza» 

1.  HuüznaÜ^  lám.  4,  núm.  9.  El  nombre  pictónico  está  escrito 
con  el  figurativo  huitztli,  espina,  con  una  melladura  6  boca,  de- 
lante de  la  cual  se  observa  la  vírgula,  símbolo  de  la  palabra:  es- 
ta boca  y  lengua,  como  indicamos  al  hablar  del  rey  Acolhna 
Tlaltecatzin,  es  el  fonético  de  la  preposición  nahauc^  cerca,  junta 
La  verdadera  lectura  es  livdtZ'naJiuac^  que  afijándole  como  non^ 
bre  de  dignidad  dará  Haüz-nahua-catl^  ortografía  propia  del  nom- 
bre. £1  Huitznahuacatl  era  el  juez  encargado  de  presidir  las 
ejecuciones  de  los  señores  rebelados  contra  el  imperio.  La  espi- 
na grande  ó  púa,  que  es  la  representada  en  la  pintura,  se  toma 
también  por  el  verbo  Jmüz,  venir:  la  palabra  que  no^  ocupa  po- 
dría traducirse  por,  persona  que  viene  cerca. ' 

La  lámina  LXIX  ofrece  los  nombres  de  cuatro  magistrados 
de  México. 

15.  Mixcoatlailotlac,  núm.  10.  El  determinativo  de  los  grandes 
magistrados,  es  el  mismo  que  el  de  los  reyes  de  TenochtiÜan; 
indicaban  con  ésto,  que  los  jueces  representaban  al  monarca  y 
en  su  nombre  administraban  la  justicia.  El  nombre  gráfico  debe 
ser  un  signo  ideográfico.  La  palabra  mixcoatly  que  ya  conocemos, 
no  consta  en  el  jeroglífico:  acaso  diga  este  Tlailocaeatl,  denomi- 
nación que  encontramos  en  la  historia.  Confesémoslo  con  inge- 
nuidad; no  entendemos  el  grupo  jeroglífico. 

18.  EzJniahtíacaÜf  idéntico  al  número  4 

20.  AccUlyapanecatly  núm.  11.  El  mímico  acaü  sobre  la  nariXr 
yacaüf  de  un  rostro  humano.  Be  aquí  los  elementos  fónicos  del 
principio  de  la  palabra,  que  parece  dar  á  entender,  el  que  tieoe 
tacto  y  perspicacia  para  descubrir  lo  que  está  oculto  en  el  co- 
razón. 

22.  Tequio^quinahtuxcaUy  12.  £1  simbólico  tequixqtiiü  con  el  fo- 
nético nakuac:  Tequixqui-nahiuxr&íÜ^  el  encargado  de  conocer  an 
los  pleitos  de  las 'sales  ó  productos  salinos» 

Como  hasta  aquí  hemos  podido  observar,  los  signos  figaraH- 
Tos  no  presentan  dificultad;  conocido  el  objeto  qu^  represeutaii» 
no  hay  inconvemente  en  encontrar  su  valor  Iónico.  No  aconl^eob 
lo  mismo  con  los  caracteres  simbólicos  ó  ideográficos,  pars¿  ]o0 
cuales  es  indispensable  iniciarse  ^  su  significado:  de  los  f  <jy9k¿- 


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468 


ücos  66  ha  de  saber  el  soDÍdo  literal  ó  silábico.  El  Sr.  D.  José 
JPeruando  Bamírez  empleó  largos  años  en  recojer  los  elementos 
de  la  escritura  mexicana.  Copió  cuantos  jeroglíficos  llegaron  á 
8QS  manos,  ya  de  las  matrícula^}  de  tributos  del  siglo  XVI,  ya  de 
las  pinturas  encontradas  despaes  de  la  conquista  española;  por 
lo  general  cada  grupo  ya  acompañudo  de  la  traducción  mexicana 
en  nuestra  escritura,  formando  el  conjunto  un  verdadero  diccio- 
nario trilingüe,  si  á  cada  palabra  mexicana  se  junta  su  equiva- 
lente castellano.  Un  poco  hay  que  luchar  contra  la  oscuridad  de 
las  letras  antiguas  y  lo  caprichoso  de  las  abreviaturas;  mas  cuan- 
do es  esto  sólo,  los  obstáculos  quedan  allanados  con  esfuerzos 
paleográfícos.  De  la  preciosa  colección  Bamírez,  ahora  en  nues- 
tro poder  por  bondad  de  su  familia,  vamos  á  presentar  algunas 
muestras.  En  su  mayor  parte  son  desconocidas  e  inéditas;  les 
daremos  su  significado  mexicano,  señalando  los  elementos  del 
compuesto;  las  traduciremos  al  castellano,  no  las  repetiremos 
conatantemente  para  una  misma  voz,  sino  cuando  sea  desconoci- 
da, por  presentarse  por  la  primera  vez  en  nuestro  escrito. 

El  símbolo  atl  se  encuentra  repetido  en  las  pinturas  de  una 
manera  constante,  en  gran  número  de  casos  entra  en  los  com- 
puestos, no  con  su  significado  agua,  sino  como  signo  fonético  del 
sonido  CL  De  este  símbolo  se  derivan  todas  las  ideas  correlativas. 
Qutahuitl^  lluvia,  expresada  de  maneras  diferentes  (en  el  Códice 
Mendocino,  Tlachquiauhco,  1.  47,  n.  3;  Quiauhtecpan,  1.  8,  n.  9). 
Tecikuitl,  granizo  (Teciuhtlan,  1.  53,  n.  3)  &c.  Fuera  de  estos  que 
son  ya  conocidos,  y  que  en  su  lugar  presentaremos,  ofrecemos  á 
nuestros  lectores,  YohzuxlahuacJdli  6  YohualahuecJiÜi,  lám.  4,  nú- 
mero 13,  rocío  de  la  noche,  expresado  por  el  simbólico  yohua  6 
yohualli,  noche,  y  atl  Ayahuitl,  14,  niebla,  neblina,  nube  del  ojo, 
#on  una  variante.  Tlapaquiahuitt,  15,  agua  nieve,  escrito  con 
tíajxin,  color,  y  quiaJiuüL  IcnoquiahuiÜ,  16,  forniado  de  icnotl,  húér- 
faiio,  diciendo  lluvia  huérfana  ó  spla  y  metáfora  lluvia  siniestra, 
calamitosa,  como  las  singulares  de  sangre,  animales:  los  mexica- 
nos tenían  por  calamitosa  la  lluvia  con  el  sol.'  Teúhquiahmti,  17, 
ds  tezMli^  polvo;  lluvia  menuda  como  polvo.  At^^xyppoca,  18,  atl 
één  ék  fid[mbolo  del  humo  en  sentido  del  verbo  pópoca,  agua  qii<d 
imiBéár,  lAimo  de  agua,  los  vapores  que  se  alzan  del  s^a.  Xopa- 
^ütffi^  19,  dd  ijoopán  ó  ccúpantíi^  veíano;  agua  veraniega.  AxicUi,  30, 
dé  xüúli^  ombligo;  r^tnolino/ rórtiee.    MixóoaÜi'Sl,  escrito  gráfi- 


464 

camente  con  las  nnbes,  mixtl%  y  la  culebra:  culebra  de  nubes,  la 
tromba:  con  tres  variantes.  Cozamahtl,  22,  el  arco-iris;  coswTnoZo- 
caü,  lo  que  participa  del  íris.M'^o??,  23,  lama  del  agua,  expresado 
por  tzo)itl{,  cabellos;  cabellos  [del  agua.  Tlahuacki,  24,  regador, 
compuesto  de  gotas  de  agua  en  sentido  contrapuesto.  Ahuetziy 
25,  de  knefzi,  caer; ''agua  que  cae. 

AcaJiiialli,  26,  yerbas  grandes  y  secas.    Almilla  27,  tia.  Aocvd, 
28,  metf.  nulo,  bueno  para  nada.    AyaüyaJiUcdoa,  29,  jeroglífico 
ingenioso  con  la  significación  de  sitio,  cerco,  sitiar  ó  cercar  álos 
enemigos:  de  atl;^¡jaotJy  enemigo,  y  del  verbo  yahualoa,  cercar  i 
otros;  ó  bien  de  atly  y  del  verbo  yaoyahuáloay  cercar  á  los  enemi- 
gos en  la  guerra.  Ayolloco,  30,  golfo  de  mar.  A7jaJiualoa,  31,  agua 
quer  rodea  6  cerca,  puede  tomarse  por  foso.    Aionoly  32,  de  o//,  y 
tonalliy  calor  del  sol  ó  tiempo  de  estío;  agua  de  verano.    Véanse 
BUS  cuatro  xar'mntes,^ Aztapützon,  33,  cabello  parado  como  las  ra- 
mas de  la  planta  aztapil,  cabello  hirsuto.    Aaiceliui,  34,  formado 
de  acacece'1,  especie  de  carrizo  y'de  ceJuua,  descansar  á  otro  ayu- 
dándole &  llevar  la  carga;  ó  también  de  acatl  y  de  cialady  cansar- 
se; en  ambos  casos  arroja  la  idea,  el  que  está  cansado.    Altepec, 
35,  de  atl  y  de  tepell,  cerro;  pueblo  ó  ciudad.    AquechmachioCy  36, 
de  atl,  quechtlf,  pescuezo,  y  macMotl,  señal;  el  que  lleva  señal  en 
el  pescuezo.     Camacliili,  37,  una  boca  con  una  mano,  hablador. 
Cena)iotly  38,  de  cen,  en  gran  manera,  y  ana,  asperezarse;  el  qne 
se  aspereza.   Cicíciiüy  39,  cosa  flaca  ó  seca;  puede  tomarse  la  mis- 
ma idea  de  lasj  palabras  congéneras  xicuUl,  etico,  ó  tezicuilihuiy 
pararse  muy  flaco  ó  tullido;  en  todos  los  casos  responde  á  flaco, 
demacrado.  Dicen  lo  mismo  las  variantes  40. 

Cihuacoatly  Cihtiacohuatl,  41,  hembra  de  la  culebra,  la  mujer 
culebra,  la  gemela:  variantes  de  la  que  conocemos,  Cihtiacoccl^^f 
hombro  de  mujer,  mujer  contraecha.  CíhuapcmionoCy  43,  de  cihuor 
pan  y  o  loc,  estar  acostado  ó  tirado  á  la  manera  de  las  mujeres; 
caídoy  tirado  á  la  larga  mujerilmente.  Con  una  variante.  CiliUa¡f(h 
lio,  44,  corazón  de  mujer;  cobarde,  afeminado,  sin  ácimo. 

CipaclUf  45,  y  como  nombre  de  persona  CMpaa  Símbolo  dfil 
cjal  hemos  hablado.  Freseatamos  diee  y  siete  yariante?!  en  las 
cuales. naas  aparecen  como  una  yerba^  otras cowo  un  giisaao;  ¿a- 
tas  cot)io  un  ^pess,  a<}aella  como  una  persona  iáiitá^tiea  eobietta 
de  espinas,  ya  finalmente  como  un  cuadrúpedo.  i 

/ 


...  466 

CíMin,  46,  estrella;  una  de  bus  variantes.  De  aquí  se  derÍTft 
Cüldmpoca,  47,  estrella  que  humea;  cometa.  En  bus  cuatro  ya- 
riantes  se  distingue  la  serpiente  de  varios  colores,  tomada  de  los 
Códices  Telleriano-Remense  y  Vaticano,  como  símbolo  6  présago. 
de  desgracias.  Xihuitl^  48,  (con  sus  ocho  variantes)^  significa 
yerba,  año,  cosa  preciosa  ó  turquesa,  y  también  cometa;  son^  di- 
gamos así,  variaciones  de  los  signos  anteriores.  CiÜalpvi^  49,  la 
estrella  de  la  mañana,  el  planeta  Yénus  en  su  apariencia  matu- 
tina. CiÜalcolotl,  50,  de  colotl,  escorpión  ó  alacrán;  la  estrella  ala- 
crán, la  constelación  del  mismo  nombre.  Xiuhfli^  51,  lo  que  parti- 
cipa del  cometa.» 

Coatzon  ó  Cohuatzon,  52,  cabello  crespo  ó  ensortijado.  CoaÜi  53, 
ademas  de  culebra,  significa  mellizo,  y  esto  segundo  significa  la 
pintura.  Si  son  congéneres  la  palabra  Xüoay  54,  partir,  rajar  ó 
dividir;  indicando  la  persona  nacida  con  dos  cuerpos  ó  cabezas, 
y  en  general  los  monstruos  de  este  género.  De  aquí  también 
XolocJioa,  55,  hilvanar;  dando  á  entender  las  personas  hilvanadas 
ó  unidas.  Gohiuxtlachtxqui^  66,  de  Üachixqtdy  atalaya,  ó  el  que  mira 
alguna  cosa;  el  vigilante  ú  observador *oomofleírpiente.  CoJmaüta, 
57,  el  que  mira  y  observa  como  culebra;  perspicaz. 

Cocdizüi,  58,  enfermedad  ó  pestilencia.  Cocdicoc,  59,  de  coooií, 
enfermo,  icoc,  estar.  Esto  es  si  se  pronuncia  breve,  que  si  se  pro*- 
\  nuncia  largo  significa,  bellaco,  rencoroso.  CoaMicoc^  60,  cocoüiy 
I  cocoüotl,  riña  ú  enojo;  el  que  está  enojado,  el  pleitista.  Cooonetonllif 
i  61,  muchachuelo,  muñeco.  CoyoruxIiuaUi,  62,  ya  se  lea  como  dice 
f  h  palabra  mexicana  en  la  pintura,  ya  con  su  lectura  natural 
\  Cuacoyotl,  de  cuaiüi  cabeza,  y  coyotly  coyote,  siempre  significa, 
persona  astuta.  CocohmcaÜ,  63,  de  cocotl,  gargüero,  y  hneicóUie, 
:  muy  torcido;  persona  que  tiene  el  cuello  abultado,  el  que  padece 
i  papera.  ZÓlomitt,  64,  de  zóloo,  zumbar,  y  omití  y  hueso,  el  que  zum- 
;  ba  ó  silba  con  hueso. 

El  verbo  cua,  comer,  morder  ó  comer  á  otro,  se  expresa  gene- 
ralmente por  una  boca  abierta,  con  un  objeto  entre  los  labios; 
indica  igualmente  cuaniy  el  que  come.  Cuacuay  65,  significa  roer, 
dar  bocados  ó  dentelladas  á  otro,  y  metaf.  tartamudo.  CvxuMa  no 
representa,  como  se  advierte,  la  idea  general  comer,  sino  la  par- 
t^sular  de  comerse  á  otro,  y  así  lo  indican  OuaUoCy  66,  donde  se 
coiné,  j  Cuatiny  67,'los  comedores:  en  este  sentido  la  verdadera 

signiñcaeion  sería  Te<uaniy  antrofíófago.    CuaUacy  68,  lo  bueno 

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1 


9 


■^' 


4S6  •    • 

de  comer.  GuatoCy  69^  el  que  está  comiendo.    CucUonUiy  70,  boca- 
dito,  y  metal  tragoncito.  Cvatortany  71,  nnestra  madre  come. 

Se  nos  presentan  varios  compuestos  formados  con  la  radical 
cíujM^  cabeza.  Cuamixiuhcauhj  72,  inventor  ó  proyectista,  el  par- 
tero que  ayuda  á  la  enferma  oprimiéndole  el  vientre  con  la  ca- 
beza.   Guatzohuaxtli^  73,  de  tzoTmaociliy  lazo  para  cazar,  especie  de 
corona  ó  diadema  para  la  cabeza,  á  la  manera  del  laurel  conque 
se  premiaba  á  los  vencedores.    Cuatzohua^  73,  coronado.  CuaUÜ, 
74,  cabeza  de  piedra;  porfiado,  tonto,  tenaz.    GucUemilli  ó  Cmk- 
mimiUi,  76,  de  temtmilliy  columna  de  piedra,  cosa  cilindrica.  Cm- 
cuahttay  76,  el  cornudo,  engañado  por  su  esposa.    Cttamiztliy  TI, 
de  mizüi,  gato  ó  leopardo,  cabeza  de  gato;  meta£  promovedor  ó 
autor  de  cosas  malas,  mal '  corazón.    Cuazozcl  6  Ciuxzól,  78,  de  zo* 
2oUic,  cosa  raída  ó  vieja;  cabeza  de  viejo,  cana,  y  metaf.  atontado 
de  viejo,  chocho.  Con  su  variante.    Cuacil,  79,  de  dlin,  caracol 
chiquito;  mas  la  verdadera  etimología  debe  tomarse  de  acüin  o 
oodíw,  liendre;  cabeza  liendrosa.    OuapaízcJiua,  80,  de  paizahnac, 
machucar,  estrujar;  metaf. ^de  escasas  ideas,  limitado.     Cimam- 
kutÜ,  81,  cabeza  llena  de  granos,  sarnoso.  GuaÜapamjca^  82,  cabeza 
partida  ó  rota,  ó  también  Gvachálani,  83,  de  chcdani,  rajado,  cas- 
cado, partido.  Guamimily  84,  cabeza  redonda  ó  grande.   Gtuztqpa- 
tlach,  86,  cabeza  aplastada.  Gatletl  6  GuaÜecdin,  86,  de  tletly  fu^o, 
6  de  Üecolin,  homo;  cabeza  de  fuego,  caliente  como  homo,  meta^. 
fogoso,  animoso,  ardiente,  &c.  Guaizotl,  87,  de  tzotl,  suciedad,  mu- 
gre, inmundicia  del  sudor.    Guaüacaztli,  88,  de  üacatzon,  retorcer 
como  cordón;  cabeza  con  el  pelo  retorcido.  GuatlahuitoUi,  89,  ca- 
beza de  arco,  meta£  cabeza  arrebatada,  de  ideas  estra&larias;  el 
calavera.  Gtiatopitly  90,  lám.  5,  de  topttl,  lagartija.    GuatemoUi,  91, 
de  temolK,  tábano;  molesto,  importuno.    Guatecuxcml,  92,  cabeza 
pintada,  manchada  ó  sucia.  GnayahuaUi,  93,  cabeza  á  la  que  fal- 
ta el  pelo  en  forma  redonda,  el  calvo  de  la  parte  superior.de  la 
cabeza. 

GuauhxaydcaÜ,  94,  de  cuauhtli,  águila,  y  ocayctcatl,  rostro,  más- 
cara; la  radical  cuauh  puede  también  venir  de  cnahuitly  árbol,  palo, 
madera;  asi  este  nombre  puede  tener  dos  acepciones:  Cuauhxa- 
yacatl,  pronunciado  breve,  significa,  cara  de  palo,  sinvergüenza; 
pronunciado  largo  da  á  entender,  cara  de  águila,  carilargo.  Cua^h- 
izonteco,  95,  cabeza  de  águila;  hombre  de  capacidad,  de  pensa- 
mientos graves  y  acertados.    Gnauhieci^  96,  de  teci,  tia,  abuela,  la 


*• 


467 

que  mnele,  y  el  verbo  moler^  lo  cual  parece  indicar  el  determi- 
nativo mujer  vieja;  metaf.  vieja  impertinente,  de  mal  genio  y 
carácter;  la  suegra. 

OuecuecTi,  97,  travieso  desvergonzado;  derivado  de  citecuechüi, 
labrado,  laboreado.  Cueflan,  98,  de  cueüania,  quebrar  palos  ó  co- 
sas largas;  el  quebrado,  el  que  se  ha  fracturado  algo.  Gojí  su 
Tañante. 

Cuicuil,  99,  cosa  garrapateada,  chorreada,  &a:  con  su  variante* 
Cmtlapantzon,  100,  de  cidtlopan,  espalda;  espalda  velluda.  Guilla^ 
piU%  101,  cola  ó  rabo  de  animal  ó  ave;  también  se  toma  por  el 
extremo  de  alguna  cosa.  Cuitlapilli  atlapalliy  gente  menuda,  va- 
sallos ó  macehuales,  en  cuyo  sentido  pudiera  también  emplean^ 
Dos  variantes. 

Ohalcamahuül,  102,  el  que  juega  con  clialchihtdt I ;  jugador  da  un 
juego  semejante  al  de  las  matatenas,  metal  chancero,  burlón* 
ChalcMuMUcue,  103,  diosa  del  agua.  Chiahiiatzüzimitl,  104;  el  es- 
píritu sucio  ó  el  diablo  sucio.  Chicahita,  105  de  cMcadiCf  cosa 
recia  y  fuerte,  ó  persona  anciana;  metaf.  hombre  muy  fuerte, 
membrudo,  un  Hércules.  '  Ghiteiuioloy  106,  el  que  no  asienta  bien 
eí  pié  cojo.  ChochoTiua^  107,  ae  Chóholoa,  andar  dando  saltos;  tam- 
bién puede  derivarse  de  chochoqui,  tonto  ó  sih  juicio. 

Ehecatl,  108,  viento;  simbolizado  bien  por  el  rostro  humano  en 
aptitud  de  soplar,  bien  por  una  cabeza  fantástica;  fuera  de  que 
(  le  veremos  en  los  signos  de  los  dias;  presentamos  siete  variantes. 
Naturalmente  de  aquí  se  deriva  el  verbo  pitza,  109,  que  según  su 
pretérito  significa  soplar,  ó  "tañer  ó  tocar  trompeta,  cheremía, 
)  flauta  ó  otro  instruiijento  semejante;  soplar  el  fuego,  soplar  mu- 
I  chas  veces."  De  aquí  otros  compuestos  ingeniosos.  Itzehecatl,  110, 
I  de  itztli,  obsidiana;  viento  cortante  ó  penetrante,  y  su  variante,  111, 
\  que  también  significa  viento  muy  frió  y  penetrante.  Ehecatzitzi- 
;'  mil,  112,  de  tzitzimil,  "nombre  de  demonio;"  viento  sucio,  dañoso, 
corrompido.  Ehecatoco,  113,  de  éhvaJtoco^  "llevarme  por  ahí  el  vien- 
to;" viento  muy  fuerte  y  recio,  el  huracán.  NauJwhecatl,  114,  de 
\  noihui,  cuatro;  los  cuatro  vientos,  los  vientos  cardinales.    En  sus 

I  variantes  se  nota,  ya  un  símbolo  particular,  ya  las  cuatro  rayas 
^e  dan  la  radical  natih.    Ehecazoma,  115,  de  ozomatli,  mono,  sír- 
{  viendo  de  mnómico  del  verbo  tzomia,  sonarse  las  narices,  hacer 
t  Ttádo]  esto  es,  viento  que  zumba.    Ehecatecatl,  116,  persona  que 
llace  viento,  que  sopla.    Ehecacicicuni,  117,  de  cuicani,  cantor;  el 


I, 


V 


468  • 

quo  canta  al  viento,  el  que  canta  sin  acompañarse  con  instramen- 
to  alguno. 

Jluapalmizili,  118,  pasmo,  envaramiento,  o  calambre.  HvjoJlml, 
119,  atado  ó  amarrado  muy  fuertemente.  Hnecatlacail,  120,  ex- 
tranjero, forastero,  las  cosas  que  vienen  de  otra  parte.  Huetzquij 
121,  risueño;  de  hiielzcUy  reír.  Con  su  variante.  Huetztoc,  122,  caí- 
do ó  tirado;  de  hiietzi,  caer.  Hmllaeaily  123,  persona  tullida  ó  mu- 
tilada; metaf.  inútil,  abandonado,  quien  descuida  sus  intereses. 

La  pupila  del  ojo,  como  símbolo  significa  la  estrella;  pero  co- 
mo carácter  fonético  suena  constantemente  ix.  En  los  nombres 
de  lugar,  como  afijo,  suena  iooco^  preposición  compuesta  que  log 
gramáticos  derivan  deixtli,  rostro,  cara,  delantera,  haz,  superfi- 
cie, ó  el  ñudo  de  la  caña.  Encontramos  este  signo  con  muchas 
variantes,  124,  y  en  cuanto  á  su  significado,  los  intérpretes  ya  le 
dan  el  valor  fónico  de  tlamao,  tomado  de  ilamati,  "embaucar  á 
otro  el  hechicero,"  metaf.  fascinar,  sojuzgar;  ya  el  más  acertado 
de  ixüamati,  ojos  hermosos,  hechiceros,  y  en  general  ojos  de  bue- 
na forma;  tercera  traducción  le  dan  por  teixco,  descomedidlo  ó 
atrevido.  La  palabra  ixtlamatí,  125i|)uede  también  derivarse  de 
tlamatini,  sabio,  inteligente,  previsor,  metaf.  ojos  inteligentes.  De 
aquí  compuestos  ciertamente  ingeniosos.  Coaix  ó  Cohuaix^  126, 
ojo  de  serpiente;  metaf.  ojos  penetrantes,  fascinadores,  locnáhm, 

127,  formado  de  los  dos  fonéticos  ix  y  nahnac;  ojo  inteligente, 
penetrante,  que  lee  en  el  interior.  Nahnacy  en  los  nombres  de 
lugar,  suena  naJmatl  en  los  compuestos  relativos  á  persona,  sig- 
nificando "cosa  que  suena  bien  ú  hombre  ladino;"  de  aquí  que 
ixnahua  dice  también,  ojos  parleros  ó  habladores.  El  ojo  entero, 

128,  significa  el  verbo  tlcwhia,  ver,  mirar,  obsérs'ar;  de  donde  to- 
maríamos tlaixtotocaní,  escudriñador,  y  también  mirón  y  curioso. 

Siempre  con  la  misma  radical  tenemos  Ixayoil,  139,  lágrimas^ 
y  metaf.  afligido.  La  voz  está  escritoiconel  fonético  ix^  y  el  sim- 
bólico xalli,  arena.  Seguirá  el  verbo  ixayoquiza,  130,  llorar  lágri- 
mas, ó  bien  choca  ó  choclia,  131,  de  donde  sale  cliocíli,  lloro  í 
llanto.  Natural  se  presenta  Canunchodlt,  132,  el  que  llora  con 
boca  abierta.  El  rostro  con  lágrimas  en  los  ojos  encontram 
con  dos  significados  diversos;  uno  el  que  acabamos  de  ver; 
otro  diciendo  icnocil,  133,  huérfano,  ó  motoliniay  pobreza:  en  1 
tres  acepciones  es  frecuente.    Encontramos  un  ideográfico  c 


/ 


i 


«  469 

lioso  IcnooquichÜiy  134,  viudo;  formado  con  el  ojo  y  el  mímico 
odli^  dando  á  entender,  el  que  no  mira  en  la  casa,  quien  en  ella 
no  encuentra  á  su  compañera.  IxcáltzonÜi,  135,  compuesto  de  íar, 
callijtzonfli,  cabellos;  el  cejudo.  Ixtzonpapal,  136,  pestañas  lar- 
gas. Tlamaoza,  137,  de  oza^  untar,  embijar,  ojos,  pintados.  Ixte- 
cuechtii,  138,  de  ixtetl,  globo  del  ojo,  y  cuechfUy  especie  de  caracol; 
ojos  saltones.  Ixtlil,  139,  de  ÜtUi,  negro;  ojos  negros,  la  ojera;  y 
si  se  toma  de  {xüi,  cara  6  faz  negra.  Así  tenemos  IxtlüooocMÜ,  140, 
nombre  de  dos  reyes  texcocanos,  escrito  con  los  dos  signos  txtlil 
j  xocMtL  Ixpopoyutly  141,  ciego;  expresado  de  una  manera  ideo- 
gráfica con  la  banda  sobre  los  ojos,  y  escrito  por  ixtli  el  ñudo  de 
la  caña,  y  el  mímico  popotl,  popote,  formando  ioo-popo^  y  el  yoü 
suplido. 

TcnotlacaÜ,  142,  persona  huérfana,  de  iawtly  necesitado,  según 
ánt^s  vimos.  Icéüiuetztoc,  143,  huérfano  desamparado,  tirado  y 
abandonado. '  Intlahueiüi,  144,  el  muchacho  malo,  que  hace  be- 
rrinches, lepayotl,  145,  como  dice  el  original,  ó  mejor  icpatetl, 
ovillo  de  hilo,  de  icpaily  hilo.  Txmafíaíly  146,  de  matlatl,  red;  cara 
de  red,  hipócrita.  Izcuina,  147,  la  diosa  de  los  amores  sucios. 
Ixknateco,  148,  de  izhu<dl,  hoja  ó  yerba  seca,  y  tecomatl,  tecomate; 
"cubierta  á  manera  de  bolsa  para  cubrir  ó  resguardar  la  fruta  ú 
objetos  semejantes." 

Mayaña^  149,  tener  hambre;  con  su  variante.  Macehuálli,  150, 
vasallo,  y  también  macehuay  el  acto  de  hacer  obsequio  ó  presente. 
Maceuhqui,  151,  digno  merecedor;  y  el  verbo  macehtuí,  "conseguir 
ó  merecer  lo  deseado:  también,  hacer  penitencia.  Todas  sus  va- 
riantes consisten,  en  la  cabeza  con  el  plumaje  en  la  parte  poste- 
rior. Macuepatly  152,  de  macuecm,  enfermo  ó  manco  de  las  manos, 
ó  de  macudoa,  torcerse  ó  descomponerse  la  mano.  Malindlli,  153, 
signo  con  variantes,  que  adelante  veremos;  cosa  torcida,  y  tam- 
bién el  verbo  mcdinay  torcer  cordel  sobre  el  muslo. 

lia  mano,  maitly  se  la  encuentra  frecuentemente  en  la  escritu* 
ra  jeroglífica.  Sus  oficios  son  varios.  Entra  en  los  compuestos 
ooii  au  radical  fónica  ma^  ya  conservando  su  significado;  ya  ex- 
j[^eaando  los  distintos  verbos  que  comienzan  con  la  misma  síla- 
Vbtf^  ?na;  sirve  aveces  como  denota  mnotemica,  en  compuestos 
qae  con  la  mano  no  tienen  relación;  en  ocasiones  no  desempeña 
iu2i|;Tmo  de  estos  papeles,  aunque  siempre  donde  se  le  mira  in- 


470 

dica  un  verbo,  una  acción  envuelta  eu  el  jeroglifico.  YeamoB  los 
ejemplos. 

La  mano  sola,  abietta,  como  signo  numeral  si^aifica  maouiUif 
154,  cinco:  se  toma  también  por  macehíiallif  compuesto  de  tfioíÚ 
y  del  verbo  cehualoa,  sembrar,  dando  á  entender  el  labrador  6 
agricultor,  y  metaf.  plebeyo.  Suena  también  actimaUa^  metal 
desatento,  atrevido  que  mete  las  manos  á  la  cara.  Amoüivi^  156, 
de  amolhuiay  labarse  con  jabón. 

Cahiialoc,  156,  de  cahua,  callar  ó  dejar  de  hacer  algo,  y  de  iooc, 
estar;  el  callado  ó  silencioso.   El  verbo  oahva,  según  su  preterir 
to,  tiene  diversas  significaciones;  en  la  de  ^^dejar  algo  ó  llevar 
una  cosa  á  otra  parte,"  tenemos  aun  la  palabra  CahucdoCf  157,  el 
que  lleva  alguna  cosa.   Se  entiende  naturalmente  el  grupo  Ci- 
huacahua,  158,  mujer  callada.    Cihuainani,  159,  una  mano  aga- 
rrando ó  cautivando  uiia  mujer;  ésta  da  su  fónico  cihuaÜ;  aquelU 
significa  el  verbo  ma,  cazar  ó  cautivar,  de  donde  resulta  ellsig- 
nificado,  vencedor  ó  cautivador  de  mujeres.   La  lectura  B6  haoe 
silábica,  pues  fácilmente  leeremos  Coliua-ma-ni^  160,  cazador  de 
culebras.  Ciiauh'nia-7iiy  161,  cazador  de  águilas.  ToUMna-^i,  162, 
de  tototl,  pájaro;  cazador  de  pájaros.    GocolUooc^  163,  de  ooooOif 
niña,  enojo,';  y  de  icoc;  el  que  está  riñendo,  la  riña.   También  ex- 
plica el  verbo  cpcolia,  aborrecer  ó  querer  mal  á  otro.  Cuatro  va- 
riantes.   Cozccdlaneuhy  164,  de  cozcatly  collar,  y  Oa7ieu¡Uia,  prestar, 
ó  flamtehtilli  ó  tlanehutliy  prestado;  collar  prestado.   O^^Aiía-títe-ífWH 
165,  lectura  silábica;  cojedor  ó  cazador  de  las  vívoras  de  oasca- 
beL    Cuauhtomay  166,  el  que  lleva  palo  en  la  mano.  Tlañecuh,  168, 
prestar  ó  prestado.    Cuetlaiieuh,  167,  de  cueiü^  enaguas;  enaguas 
prestadas.    Cuicammiiy  169,  de  cuica^  cantar;  el  que  canta  acom- 
pañándose tocando  con  las  manos.    Cuicuitly  170,  de  cnicuSia^ 
arrebatar  y  tomar  á  otro,  robar;  metaf.  raptor,  ladrón.    J^mbca- 
hua,  171,  de  huitztU,  espina,  y  de  cahna  en  el  sentido  de  dejaor  de 
hacer;  metaf.  vago,  perdulario,  desperdiciado.  Ix-oahtta,  172,  ser 
codicioso. 

£Jhuatl  ó  lelniatl,  173,  los  demostrativos  e^,  aqtiel,  mostróndole 
con  el  dedo.  Macaloa,  174,  de  macahua^  soltar  algo  de  la  nkano, 
resbalar;  lo  que  se  resbala  de  la  mano.  MalcaJiualoei  175,  de  «noi 
Ui,  prisionero,  preso,  de  cahua,  dejar;  dejar  al  preso  6  prisionero 
MacuülOf  176,  metaf*  manos  pintadas  ó  rayadas^  MaUpiioc,  177! 
de  ilpia,  atar  alguna  cosa;  el  que  está  atado  de  ma^os.     Jtfcmcd 


I 


!^ 


471 

178,  de  mamali^  taladrar;  metal  hacer  enredos,  revolrer,  entro- 

ineterse.    Manatí^  179,  de  manfuij  poner  en  el  suelo  platos  ó  cosa» 

Uanas,  &c.    Mapichoa^  180,  silvar  con  el  dedo.    McUíapali,  181,  ^ 

joaitl  j  atUipalif  ala;  manos  pintadas.   Mateqma,  182,  labarse  las 

manos.   MaÜdemani,  183,  de  maüao,  diez,  expresado  por  el  nu* 

meraLindicado  por  el  rombo,  y  ma^  cantivar;  el  que  ha  caativa- 

do  diez  prisioneros.  Con  mayor  claridad  lo  dice  su  homófono, 

184  Mttzunicud,  185,  el  que  tiene  la  mano  muy  torcida.  Momane- 

perno,  186,  de  nepanpay  juntar,  ó  poner  uña  cosa  sobre  otra,  ó  de 

manepanoa,  casarse,  desposarse,  ó  juntar  las  manos.   Moieldhuhp 

187,  de  mo,  pronombre  recíproco,  y  tdchikua^  abominar  ó  malde^ 

dr  alguna  cosa;  metal  el  que  aborrece,  el  maldiciente.    Opoch, 

OpocknUtl,  188,  la  mano  izquierda,  zurdo;  con  Tariantes.   Nspo- 

pol^  189,  desperdiciado,  pródigo.  Falii^  190,  de  paloa,  lamer;  ei 

que  lame,  y  metal  adulador. 

TecUerriiaf  191,  espulgar.    Teíoonequiél,  192,  de  tewtboloaffíip  dM* 
eoncertador,  desbaratador  ó  revolvedor;  \m  yo  lo  vi.    Temac,  193, 
en  la  mano  de  alguno;  depender  de  otro  ó  estar  bajo  su  protec- 
ción.   2^emaop¡aUoy  194  de  temacpaUi,  persona  llevada  en  la  palma 
de  las  manos,  en  silla  formada  con  las  manos.    Tepi^  195,  de  tetl^ 
j  del  verbo  pi,  pelar^  sacar  de  raíz  los  pelos,  coger  yerbas  sin 
desarraigarlas;  el  que  se  arranca  el  vello.    Tetolmi,  196,  de  tcUniOt 
.  aflijir  ó  maltratar  á  otro.    Te^tzonrTna,  197,  de  tdaonMa,  atesorar 
6  guardar  hacienda;  el  avara    Tla/imloatli  198,  de  Üahuilia,  alum- 
brarse con  C6mdela,  ó  de  Üáhmliy  alumbrar  á  otro;  el  que  alum- 
bra»   Ma-nohua,  199,  la  mano  con  el  fonético  nahuo^,  del  verbo 
memaJvuij  defenderse,  defender  á  otro,  ó  departir  á  los  que  rinesu 
Tfamahmzo,  200,  el  que  se  admira  ó  maravilla  de  alguna  cosa, 
quien  llama  la  atención  sobre  algún  objeta    TlamarUy  201,  cau- 
tnrador;  en  el  mismo  sentido  puede  leerse  malcahua,  de  maUi, 
eantÍTo  y  del  verbo  cahua;  6  tepaUama;  significa  también  y  pue- 
de leerse  Te-malHy  esclavo,  criado.   Yóanse  sus  vatiantes  en  la 
Jámiiia  6.   Nos  encontramos  aún  otra  variante  del  verbo  Tlcm- 
tMhÜa,  202,  prestar,  é  inmediatamente  por  comparación  TlaÜan- 
oiktía,    203,  tomar  prestado.    TlalUmeuhy  204,  tener  tierra  pres- 
T^lapic,  205,  en  vano  ó  sin  proposite;  puede  derivarse  tam^ 
de  tlapiquia,  fabricar  ó  inventar  alga  Una  variante.    Tla^ 
j^okXLiy  206,  barro  amasado  y  ^prarejado  para  hacer  loza,  tierra 
xmiquiatada  por  guerra,  cosa  que  se  perdió  y  la  hallaron  dea^ 


/ 


472 

pues.  TlcUepehna^  207,  esparcir  ó  echar  algo  por  el  suelo;  me- 
tal desperdiciado.  Tlatlatli,  208,  el  que  guarda  alguna  cosa,  ó 
el  que  hace  fuego,  ó  el  que  esconde  algo:  como  se  advierte  en  su 
variante  también  quiere  decir  atizador.  Tlazalo,  209,  de  zaíoa,  o 
MUhuif  pegar  algo,  hacer  pared.  Con  su  variante.  Tzokua^  210, 
el  que  tiene  cabellos.  Tzetzd,  211,  de  tzetzeloa,  sacudir,  fcemir; 
metal  el  tembloroso. 

Xivhnetly  212,  de  xihuitl  en  sentido  de  cosas  preciosas,  y  wefoa, 
batir,  revolver,  y  también  ofrendar.   Con  variante.   Xochipepem^ 
213,  del  verdadero  pepena^  elegir,  escojer.   XocMcuiculy  214,  de 
oMÍm,  entallar  en  madera  ó  alimpiar  el  suelo,  &c.   Xochitequi,  215, 
de  tequi,  cortar.  En  todos  estos  casos  de  cortar  flores,- escojerlas 
limpiarlas,  &c,  puede  presentarse  alguna  confusión  á  la  vista  no 
ejercitada.  XotladlaiecÜi,  216,  guirnalda  de  flores;  la  persona  qué 
las  hace.  Xotlami,  217,  de  xotla,  abrasarse  la  tierra,  ó  encenderse 
los  carbones;  quien  hace  fuego,  ó  tiene  quemadas  las  manos. 
Yaomanay  218,  ordenar  guerra  contra  algunos;  el  yaoyotl  y  maiB^ 
hacen  silábica  la  lectura.  Yaoquizqui,  219,  soldado,  indicado  por 
la  navaja  de  itztU,   Yaotla,  220,  hacer  la  guerra  á  otros;  la  mano 
armada  del  soldado,  hiriendo  Bohre nnchimaUi.  Zacamoa,2Slihr 
brar  'ó  abrir  de  nuevo  la  tierra.  Omitimos  algunos  ejemplos,  que 
los  ya  advertidos  bastan  para  determinar  los  diferentes  oficios 
que  en  la  escritura  tiene  el  carácter  maitl. 

Continuando  nuestro  catálogo,  tenemos,  Mocnoitoa,  222,  de  inio, 
icnoüy  6  itohua,  decir  alguna  cosa;  el  que  se  llora  pobre.  Así  da  la 
lectura  el  Sr.  Bamírez;  nosotros  vemos  los  signos  icnotl  j  nahuac, 
sacando  la  lectura  YcTio-kua,  piadoso,  compasivo.  Mopipüohua, 
223,  de  pipÜQüy  colgarse  ó  suspenderse;  el  que  se  ahorco,  y  metat 
porfiado  para  pedir,  pegote,  parásito.  Moctiecuetzoy  224,  de  cuecne- 
izoa,  rebullirse,  estar  desasosegado.  Su  variante.  MoÜahvde,  225, 
de  mo  y  ttahude,  sañudo,  iracundo;  el  sañudo  ó  iracundo.  Motent- 
itki,  226,  de  temhua^  epidermis  dé  los  labios;  compuesto  que  vie- 
ne de  moy  tentiiy  labios,  y  ehua;  el  que  se  arranca  la  epidermis  de 
los' labios. 

NacazpcUlac,  227,  orejón  ú  orejudo.  CaycmacaZy  228,  el  a^jero 
de  la  oreja;  metaf.  oido  delicado  ó  fino.  Nacacen,  229,  el  ¿be  gran- 
de comprensión  6  ingenio.  NatUhen,  230,  de  nahui,  cuatro,  y  ien- 
Sif  labios;  cuatro  labios,  labios  partidos.  Náhuatl,  231,  una  de  las 
teütas  aplicaciones  del  fonético  nahnac,  con  la  terminación  pro- 


473 

pia  á  personas:  ladino,  inteligente  en  lenguas.  NahuaÜatohnay  na- 
htaÜacáU,  intérprete.  Nezahucd,  232,  enlatado,  ayunador,  peniten- 
te: variantes  del  isigno  ya  conocido  en  NezahualcoyotL  Necocy 
233,  de  ambas  partes,  de  una  y  otra  parte,  á  un  lado  y  otro.  Con 
su  variante.  Nehuan,  234,  ambos  á  dos,  juntamente  ambos  á  dos; 
metal  companeros,  amigos  íntimos.  Nendhuatly  235,  mujer  infe- 
liz, la  nacida  durante  los  nemontemi  ó  dias  complementarios  del 
año;  mujer  inútil,  abandonada.  Oon  variantes.  NeneÜy  236,  ídolo 
ó  muñeca.  Nepancauh^  237,  de  nepariüa^  enmedio  y  cahua  en  acep- 
ción de  quedarse;  quedarse  enmedio.  NerUequiÜ^  238^  trabajar  de 
balde  ó  sin  fruto.  Con  variantes.  NeÜamacMica,  239,  rica  y  prós- 
peramente. 


cd 


i 


GAPfrULO  V. 

KSCBrnTBA.  JEBOOIiÍFICA. 

OUL-^IHverMs  acepciones  de  la  hueüa  humana,-^  Verboe  de  movimiento. ^^Sl  eimboit 
de  la  palaln'a  y  me  ofldoe-^/Signo  del  diminuiivo.'-Del  fonético  xo.^Nambm  dt 
artes  y  ofdos.—UtensiUos  y  objetos. 

OCNECIHüATL,  240,  la  mujer  borracha.    OUin,  241,  movi- 
miento; con  diversas  variantes.    TlaloUni^  242,  terremoto  6 
temblar  la  tierra;  variantes  del  signo  que  conocemos. 

OtU,  243,  camino.  En  ciertos  compuestos  parece  destinado  i 
producir  el  sonido  o,  como  atl^  de  la  a,.y  eU,  frijol,  la  e.  El  signo 
se  lee  oüi,  j  también  oüioa,  en  el  camino.  MoÜábg,  244,  el  cami* 
no  con  el  determinativo  persona.  Puede  dársele  diversas  acep- 
ciones, aunque  de  ideas  correlativas.  De  Moüoioard^  kuidor,  ó  el 
que  corre  mucho:  de  hncünotMoa,  venir  corriendo  ó  huyemio;  de 
ítíaloa^  correr  mucho,  huir.  La  palabra  estará  compuesta  del  fffo- 
nombre  mo,  expresado  por  la  cabeza  humana,  y  tlcdoa  por  el  ca- 
mino, diciendo  Mo-tkdchc,  el  que  corre  ó  huye  por  el  camino^ 
Otenooy  245,  junto  ó  cerca  del  camino,  y  oteTicaÜ,  el  que  vive  junto 
al  camino.  O^moaxi/,  246,  encrucijada  de  caminos.  OÜtcakwsMoc, 
247,  caído  ó  tirado  á  la  larga  en  el  camino.  Compuesto  de  o&i  ú 
otlica,  con  ca  que  significa  en;  huetz,  pretérito  de  htietzij  caer;  la 
ligatura  ¿t,  y  oc  verbo  auxiliar  que  indica  la  posición  horizontal: 
0íU'Ca'huetz4''Oc.  Metaf.  el  borracho  caído  en  lugar  publico  6 
transitado.  Con  variantes.    Toioooc  ú  Ocotoc,  248.   En  el  primer 


v 


476 

MBo  86  deriya  de  totocOf  en  la  acepción  de  perseguir  á  otro, 
echarle  á  puertas^  ayudando  la  acción  con  el  garrote  en  la  mano. 
En  el  fl^^do  caso  de  ot^HKi^  caminar,  iS  ir  por  el  camino,  dicién- 
dolo  así  la  hueUa  y  el  bastón  del  caminante.  Fain,  249,  depcmct^ 
ooner  lijeramente. 

Como  en  otro  lugar  dijimos,  y  lo  vamos  comprobando,  la  hue- 
lla del  pié  humano,  axxpaUif  como  representiya,  digámoslo  así 
del  hombre  mismo,  recibe  multiplicadas  acepciones.  Explica- 
mos que  dice  marcha,  camino,  dirección,  jornada;  ademas  exprC'^ 
sa  diversos  verbos  de  movimiento,  por  medio  de  combinaciones 
más  ó  manos  ingeniosas.  Generalmente  dos  huellas  con  la  pun- 
ta hacia  abajo  son  el  carácter  fonético  del  verbo  Temo^  250,  ba- 
jar, y  de  su  pretérito  temoc,  bajó.  Para  hacer  la  lectura  evidente, 
ya  acompañado  del  signo  tetl  para  dar  la  sílaba  inicial:  2Vmoc, 
261,  bajó.  Son  ya  de  fácil  lectura  los  grupos  siguientes.  Jpcmte- 
moc,  252,  cayó  sobre  el  agua.*  Uuauh-temocy  253,  águila  que  bigó 
ó  ea^:  variante  del  nombre  del  último  rey  de  México,  ühimal^ 
temoc^  254,  escudo  que  bajó.  HuiéeHr^moc,  255,  bajar  como  el 
chupamirto,  subiendo,  bajando,  desviándose,  como  un  pedaciUo 
de  papel  en  etaire.  Umi-temoc,  256,  de  ihuiU^  pluma;  bajar  lenta- 
oiente  como  la  pluma.  Pon-^emoo,  257,  caer  primero  que  otros»  ó 
el  que  cayó  primera  Tlacoch-Tennun^,  268,  de  tlacoehÜ%  dai^do,  bar 
jar  como  flecha,  ba¡jar  rápidamente. 

Las  doa  huellas  con  la  punta  hacia  arriba,  son  el  fonético  del 
y^bo  TleoOf  259,  subir:  también  significa  el  pretérito  Üecoc,  sa- 
bía Tiecoc^  260,  representado  por  una  escalera  con  la  huella  au- 
1i»ei)do,  lo  que  significa  el  verbal  acoc,  del  verbo  caxxmiy  levantar^ 
se  ó  alearse  en  alto.  Huüo-tleooc,  261,  de  htdlotl,  paloma;  paloma 
que  subió,  que  voló  para  arriba.  ToUhtiecoe,  262,  de  tototiy  pájarot 
Guica-Üecoe,  263,  de  eutoo,  cantar,  ó  cuiccUl^  canto;  canto  que  aior 
bió;  canto  alto»  de  gran  extensión.  Tlapayauhy  264,  de  Üapayahu% 
Uoyer  manaaa^nte  y  sin  cesar.  Grupos  curiosos  y  silábicos,  que 
son  como  oiaros  muchos  verdaderos  intentos  de  una  escritura 
fonética.  Eatán  compuestos  de  los  dientes,  fonético  de  Üa  ó  íUm; 
del  fonético  pcMy  la  bandera,  y  de  la  lluvia  con  el  verbo  (¡eco. 

lias  huellas  en  sentidos  inversos  con  el  fonético  del  verbo  j^e- 
«n*,  365|  vivir,  morar.  De  aquí  los  compuestos  IcntMiemi,  266^  vi- 
vii  como  huérfano.  Si  esta  es  la  traducción  silábica,  el  grupo  es 


476 

la  expresión  del  verbo  tcnanimitiay  vivir  humildemente.  Mauhoor 
nemi,  267;  como  nombre  significa,  temeroso;  como  verbo,  vivir 
con  temor  ó  andar  sobresaltado.  Es  nn  verbo  compuesto  de 
otros  dos,  mahui,  temer,  y  nemi,  vivir;  unidos  por  la  ligatura  ofl; 
mauh'ca-neini.  El  signo,  nombre  y  verbo  juntos  da  la  idea  dd 
cobarde,  medroso,  y  de  quien  de  eefta  manera  vive.    Teixconemif 

268,  de  fe,  afijo  indicativo  de  persona;  íccco,  en  la  cara,  y  nemi;ú 
atrevido,  descomedido,  que  se  le  va  á  la  cara  á  otro.   TennermÜ^ 

269,  de  tentU,  labio;  el  mantenido,  el  comensal.  Tlanemi,  270,  con 
el  fonético  tía  6  Üan;  el  que  vive  ó  mora,  con  otro.  Tochnemi, 
271,  de  toclifliy  conejo;  el  que  vive  como  conejo. 

Varias  huellas  en  sentidos  diversos  son  el  fonético  del  verbo 
Nenemi,  272,  andar  ó  caminar,  y  también  del  verbo  Nennemi,  an- 
dar hecho  vagamundo:  en  la  formación  gráfica  del  signo  aparece 
que  se  quiso  hacer  un  frecuentativo  de  nemiy  duplicando  las  hue- 
llas, como  nenemiy  duplica  su  primera  silaba;  Las  mismas  hue* 
lias,  en  una  posición  determinada,  dan  estos  caracteres  ideográ- 
ficos. Anelnenemiy  273,  de  and,  perezoso,  perdedor  de  tiempo;  el 
que  anda  espacio,  perezosamente.  Aocmonenemi,  274,  de  aocmOf 
relativo  que '^significa,  ya  no;  el  que  ya  no  anda.  De  las  tres  va- 
riantes del  numero  275,  una  debe  leerse  Gihucen/emi,  el  que  vivt 
como  mujer;  el  afeminado.  Las  otras  serán  Cihvanenemi,  el  que 
anda  con  mujeres,  el  que  las  sigue  ó  á  ellas  es  aficionado.  Teñe- 
nemi,  276,  de  teÜ,  significando  persona;  el  que  anda  sobre  piedras. 
Macihuanenemiy  278,  grupo  silábico,  el  qtie  anda  cogiendo  muje- 
res. Cihnanenemi,  275,  la  mujer  andariega,  ó  también  el  que  ai^ 
como  mujer.  Tlatolnenemi,  279,  con  el  símbolo  de  la  palabra  tia- 
UMi;  el  que  anda  hablando  ó  platicando,  el  arengador  de  oficio. 
Ouriosa  es  su  variante  y  filosófica,  280,  en  que  el  mismo  oonoep** 
to  está  expresado  por  el  símbolo  ehecatL  Xohommemiy  281>  el  q«e 
anda  como  fior;  es  decir,  el  que  usa  afeites  ó  se  pinta  cual  ñor. 

La  huella  sirve  igualmente  para  expresar  el  verbo  Quitia,  282, 
salir,  y  la  acción  de  salir  quizalizüi.  En  este  caso  la  huella  va 
acompañada  de  algún  determinativo,  como  en  el  presente  caso 
por  una  persona  á  la  puerta  de  uña  casa,  con  el  ooocpaüi  indican- 
do la  marcha  ó  dirección.  Quizani,  283,  el  que  sale,  con  el  signo 
caUiy  y  las  huellas  que  de  la  casa  se  apartan,  metal  andariego, 
callejero.  Teixtla/juiza,  284,  de  te,  persona;  iodla,  en  presencia,  de- 
terminado por  el  fonético  ix,  y  qtiiza;  el  que  sale  á  la  presencia 


/ 

f 


477 

de  otro,  metaf.  el  que  se  presenta  repetidamente  á  la  presencia 
de  alguien,  molesto,  importuno.  Tepaiiquizqui^  6  Tepanquizani, 
286,  de  tepaiiy  sobre  alguna  persona,  y  qutzqui,  verbal  de  quiza,  el 
que  representa,  cómico  ó  farsante. 

Al  hablar  de  otli,  encontramos  expresado  el  verbo  paiiia,  co- 
rrer lijeramente;  por  aquel  signo;  tenemos  ahora  otra  expresión 
del  mismo  verbo,  ya  por  el  camino,  ya  por  las  huellas  y  el  foné- 
tico j?a  ópariy  286,  en  que  éste  da  la  sílaba  inicial  de  la  palabra, 
expresando  las  huellas  el  movimiento,  y  sirviendo  de  comple- 
mento. Quetzalpain,  287,  de  quetzálU,  pluma  larga,  verde  ó  rica,  y 
pcdn  expresada  por  la  bandera  y  las  huellas.  Esta  es  la  lectura 
silábica,  pero  la  intención  parece  expresar  el  verbo  quetza,  dete- 
ner, ó  hacer  parar  al  que  camina.  En  el  número  288,  el  quetzalli 
está  acompañado  del  verbo  tleco,  diciendo  también  el  verbo  que- 
tza,  mas  en  el  sentido  de  hacer  levantar  al  que  está  sentado. 
Tochpainoy  289,  correr  apresuradamente  y  á  saltos  como  el  co- 
nejo. YaopaiTují,  290,  de  yaoti,  enemigo,  enemigo  que  corrió  apre- 
suradamente, que  huyó  con  presura.  En  lugar  del  yaoü,  que  ya 
hemos  visto,  encontramos  el  carapacho  de  la  tortuga,  ó  el  ani- 
mal mismo,  ayod^  que  demás  de  semejarse  al  escudo,  produce 
una  radical  semejante.  Es  un  caso  de  signos  homófonos.  Con  di- 
versas variantes. 

Patlan,  el  que  vuela,  Patlcmi,  volar,  lo  dice  el  grupo  jeroglífico, 
292.  La  primera  voz  está  escrita  fonéticamente  con  los  signos 
tian  y  pan;  la  segunda,  derivada  del  grupo  anterior,  se  leería, 
Pa-Üa-rtiy  completándose  con  las  huellas  en  sentido  de  ni, 

Totoca,  ni,  significa  ir  de  prisa,  correr,  empeorar  ó  crecer  la 
enfermedad;  Moca,  nite,  perseguir  á  otro,  echarle  á  puertas,  des- 
pedirle ó  desterrarle;  el  signo  fonético  de  este  verbo  son  dos  6 
tres  huellas  en  dirección  horizontal,  293.  Sus  diversas  acepcio- 
nes pueden  entenderse  por  medio  de  figuras  complementarias: 
asi  TotocoCy  294,  se  toma  en  sentido  d©  corrido,  en  tanto  que 
T<^wx>Cy  295,  expresa  perseguido. 

Teteputztoca,  296^  seguir  á  otro,  ir  detras  de  él;  está  formado  de 
tejmtzco,  detras  de  alguno,  y  de  totoca. 

Totoyoca,  297,  correr  ó  darse  prisa,  sirviendo  el  iotoíl  para  dar 
la  inicial  de  la  palabra.  Pudiera  leerse  también  Totoyoa  hen- 
chirse algo  de  pájaros.   Correlativo  es  este  grupo  con  el  leído 


478 

por  los  intérpretes  Tlaioiocac,  298,  despedir,  espaz^r  á  los  ani- 
males, y  principalmente  los  pájaros. 

Ix'tococ,  299^  despedir  con  la  visiia,  haciendo  señales  con  los 
ojos. 

Tepvlnemiy  300,  verbo  compuesto  de  te  oomo  afijo  distintiTO  de 
persona;  ^,'por  favor,  mediante,  y  nenemi;  la  pintara  indioft  el 
qne  anda  enmedio  de  otro,  el  favorecido  ó  protegido.  El  nombie 
y  también  el  verbo  ofrecen  distintas  variantes;  la  cabeza  entie 
las  huellas;  el  pié  rodeado  del  xocpaüi;  el  símbolo  ÜeÜ  dando  la 
silaba  inicial  de  la  palabra;  un  signo  verdaderamente  ideográfioo; 
la  indicación  de  calli  con  la  huella:  todos  ellos  son  grupos  sinó- 
nimos y  homófonos. 

Yaqui,  301,  ido  ó  partido  para  alguna  parte,  verbal  en  qwi  del 
verbo  yauk^  ir  á  alguna  parte.  Le  encontramos  escrito  de  tres 
maneras;  con  el  signo  oüi  en  sentido  vertical,  con  las  huellas 
dispuestas  á  semejanza  del  verbo  Üeco;  con  las  huellas  y  una  ca- 
beza humana.  Igualmente  encontramos  Tihtdy  302,  plnral  del 
presente  de  yauh,  ya  vamos,  y  JErí«¿a,«803,  pretérito  imperfeeto  del 
mismo  verbo,  iba,  fui,  había  ido;  de  manera  que  se  mira  el  intei^' 
to  de  expresar,  así  el  verbo,  como  sus  diversos  tiempos.  TmhMui 
304,  compuesto  de  tentli  y  de  huta,  pretérito  imperfecto  de  yavk 

Mocihuia,  306,  **congojarse,  trafagar  ó  agonizar," — ''importuno, 
ó  desasosegará  otro.''  Nace  de  aquí  el  verbal  Tlamodhuilli,  306, 
desasosegado  y  acosado  de  otros:  el  fonético  tian  da  la  sílaba 
inicial. 

Tecahííoc,  307,  verbal  de  cajma^  exceder^  sobrepujar,  adelantar 
á  otro,  &C.:  la  idea  está  espresada  con  tres  huellas,  alzándose  la 
central  sobre  las  colaterales. 

Nacxitly  308,  verbal  sacado  de  icxiü,  pié,  y  aci,  llegar,  alcanzar 
al  que  huye  ó  camina;  el  que  llega. 

Ahuilnenquiy  309,  compuesto  de  ahuic,  á  una  parte  y  otra,  y  ««n- 
qui,  andar  de  acá  para  allá  perdiendo  el  tiempo.  AnÜTienquiy  ra* 
mera,  lujuriosa,  dada  á  la  carne. 

TianquizÜato,  310,  el  celador  ó  cuidador  del  mercado,  tianqmsír 
Üi;  el  verbo  cuidar  el  mercado.  Tianquiznahtíacatly  311,  el  ladino 
6  entendido  en  el  mercado. 

Tlacza,  312,  ir  muy  de  prisa  6  correr;  también  el  nombre.  Ne- 
huay  313,  partirse  para  alguna  parte.  Indicado  también  con  una 
pierna,  aunque  en  sentido  contrario. 


} 
I 


47» 

StudmoiCi  el  qoe  llega  ó  viene,  314,  representado  por  nna  sola 
IraeUa,  ó  por  ésta  acompañada  da  ana  piearna.  Paede  confnndirse 
0on  el  nám.  Sualkuiay  316,  ó  Buaikmac;  el  primero  pretérito 
de  huatacy  venir;  el  segundo  verbal  de  pretérito  del  verbo  AtoilAia, 
formado  de  Jmai;  el  que  retoma  ó  viene,  y  así  lo  indican  las 
huellas.   . 

Terminado  lo  qne  por  ahora  tenemos  que  decir  del  signo  de  la 
huella^  iprosegnimos  nuestra  enumeración. 

FapadUj  816,  cabellos  eidietrados  como  los  de  los  sacerdotes; 
po^pahua  6  papeuMiCf  gaedejndo.  Ofreee  machas  variantes.  Pa^ 
tmüf  317,  cosa  fla/sa,  enjuta,  seeft.  Peizknkhua,  318,  de  peéisA%  pie« 
dra  de  espejos,  y  tenüi;  el  de  labios  relumbrosos  como  espejo; 
metií.  cómico. 

Qubqmy  319,  verbal  de  quiza;  el  que  sale  de  dentro  de  algún 
logar  6  ODSa.  Québni^  320,  desconcertarse  algún  hueso;  la  señal 
que  la  figura  lleva  en  el  cuadril  es  el  determinativo  del  sitio  de 
la  luxación,  y  en  cada  caso  particular  indicará  el  hueso  dislocado. 

Detengámonos  ahora  para  considerar  el  símbolo  de  la  palabra, 
que  determina  multitud  de  nombres  y  de  verbos.  AmizÜatOy  321, 
áú  verbo  ixÜadxHJit  hablar  con  falsedad;  embustero,  falso.  Ayaqui- 
20^  .322,  despreciar,  abandonar,  y  el  despedido  ó  abandonado. 
Obdottoíoca,  323,  tronar  ó  hacer  ruido  lo  que  hierve  en  la  olla  á 
borbollones;  también  ovcuct!,  el  que  habla  muy  precipitadamente 
7  á  medias  palabras.  Omoam,  324,  cantor.  CuicaxochüU  326,  canto 
ñotido  ó  de  flor,  canto  melodioso.  Chadialacatly  326,  de  chachaiaca^ 
hablar  mudio,  ó  ckcwhaHacanif  parlero;  equivide  á  tíatchuard,  327, 
haUador;  metaf .  chistoso,  aguda  Choohóhhepü,  828,  el  que  tiene 
lengua  partida,  el  maldiciente.  MocmoacuHo^  329,  el  que  escribe 
ó  {anta  cantares;  formado  de  cmetdly  cuito,  y  de  cuíloa,  escribir 
ó  pintar  algo.  Motdchiuh,  330,  de  fna  y  tdcMhua,  abominar  ó  mal^ 
deóir  alguna  cosa;  el  que  se  maldice.  Mcdahudcahua^  331,  no 
atender  por  estar  enc^ido^  desesperado,  furioso:  la  voz  motlahvd^ 
cauhqui  significa,  desconfiado,  en&dado,  desesperado,  y  tlahiüe, 
samdo,  iracundo,  bravo. 

Opoatiiy  332,  chocarrero,  de  opoa^  chocarrear.  TéaJtm,  833,  el 

gritón,  el  que  regaña  gritando;  de^a^Ko,  reñir,  gritar  regañando. 

TemzUaca^  334,  de  tmUi  é  isdlacay  falso  profeta;  el  mentiroso.    Te- 

jMnÜcUoa^  385,  defender;  de  tepanüato  6  tépmUhakm,  intercesor  6 

abogado.    TetzanhUatoa,  336,  de  tetmkuiü,  cosa  escandalosa,  es- 


480 

pantosa  ó  agüero;  hablar  cosas  terribles,  espantosas,  escandalo- 
sas; descubrir  secreto  p^r  el  cnal  se  causó  grave  daño  y  escándalo; 
metaf.  adivino,  pronosticador  de  cosas  funestas.  TenhtoR,  337,  el 
significado  propio  es,  polvito,  metaf.  remolino;  el  que  habla  arre- 
batada y  confusamente.    Tlapic,  338,  en  vano  ó  sin  propósito;  el 
que  habla  en  vano  sin  sustancia.    Tlatol,  339,  de  ÜcUoíU^  el  que 
habla  mucho,  hablador.    TlatoUzon,  340,  de  tlaioUi  y  tezoif^üa,  aña- 
dir algo  á  la  plática  ó  sermón;  el  que  agrega  á  la  verdad  de  lo 
que  saba    Tlatóímuna^  341,  de  ÜatoUiy  y  del  verbo  manoy  alinear, 
poner  en  orden,  &c.;  el  que  habla  ordenadamente,  el  que  dispo* 
ne,  ordena,  legisla.    Tlaiclmahui^  342,  de  Tnahui,  temer;  el  de  vos 
temerosa.    Motocamaca,  343,  de  tomacay  poner  ó  dar  nombre;  el 
que  se  da  nombre,  el  presuntuoso.  Semejante  al  anterior.  Thkue- 
fc,  344,  sañudo,  iracundo  y  bravo;  el  que  así  habla.    Tossqueciíds 
345,  de  tozquiüy  voz,  y  quechoUiy  el  pájaro  de  este  nombre,  el  de 
la  voz  de  quichoüt,  dulce,  suave  como  el  trino  del  pájaro.    TzaíUi^ 
toe,  346,  de  tzatzi,  pregonar,  dar  voces;  el  que  da  voces,  el  qiw 
grita 

Prosigamos  nuestro  catálogo. 

Tecacaliniy  347,  asaeteador  ó  guerreador;  propiamente,  el  asae* 
teado.    Tecanihudzcay  348,  reir  y  mofar  de  otro,  literalmente,  yo 
me  rio  de  otro;  el  burlón.    TecahuetzquizHiy  risa  ó  escamecimi^- 
to  que  de  otro  se  hace.    Tecocohua,  349,  persona  enferma,  de  CO' 
coa  estar  enferma    Su  variante.    TecttaciuXy  350,  tartamudo:  el 
símbolo  dice,  come  piedras.  Tecuólaniy  351,  el  que  hace  enojar  á 
otro;  de  cuáUmiay  enojar  á  otro.  TecuitlassoCy  352,  el  que  tiene  rots 
la  rabadilla:  relativo  á  idea  que  antes  vimos.    Techichinoy  353,  el 
que  chamusca  ó  quema  personas.  Teicniuhy  354,  amigo  de  todos, 
líl  fonético  Üa  dice  Üacatly  la  persona  que  de  todos  se  hace  ami- 
go. Teixconemi;  355,  irrespetuoso,  desatento;  de  teiocconekua,  des- 
comedirse con  otro  yéndole  á  la  cara.  Teixpauy  356,  públicamen- 
te delante  de  otros;  expresado  fonéticamente  por  los  labios  y  el 
ojo.  Temachy  367,  enseñador,  predicador,  maestro.  Témeme,  358, 
de  memey  llevar  carga  acuestas,  el  que  carga  á  personas  ó  hace 
meme  á  los  niños;  metaf.  tutor,  curador,  protector.  TemiqutKÜakuiy 
358,  notificador  ó  anunciador  de  la  muerte*  TerrufiAhuiy  859,  ooaa 
ó  persona  importuna  y  que  da  desasosiego  é  inquietud.   Tenaca^ 
360,  embajador  ó  mensajero  de  grandes.  Teifuxca»y  361,  sordo.  La 
falta  de  alguno  de  los  sentidos  se  expresa  generalmente  con  msia 


481 

banda  qae  le  cubre;  así  el  ciego  lleva  una  banda  sobre  los  ojos;  , 
el  mudo  nanüiy  la  ofrece  sobre  la  boca.  Tetwlmac,  36^^  el  qu^  está 
cerca..  También  el  que  está  detras  ó  á  la  espalda.  Tentón,  363^ 
diminutiyo  de  tenüi,  jetoncito.  Tenca,  864  jetón;  y  en  el  femeni- 
no tenhmc,  365,  jetona.  Tecocohtia,  366,  labios  enfermos,  daros 
como  piedra.  Tsuitz,  367,  de  itzUi,  labios  cortantes,  el  maldicien- 
te. Tenhiioqtd^GS,  de  tenhttahuaqui,  estar  boquiseco,  muerto  de 
hambre  y  sed.  Oon  su  variante.  Tentehita,  369,  el  qué  tiene  tentetl 
ó  bezote,  ó  el  que  tiene  el  labio  inferior  abultado  y  salido.  Ten- 
xaoaüf  370,  bezote  largo..  Ixyaquic,  371,  cara  puntiaguda.  Tentlor 
pal,  372,  labios  pintados;  de  buen  parecer.  Tentzon,  373,  barbón. 
Tdzon,  374,  barbas  duras  como  piedra. 

TeqpanhuetztoCf  375,  tirado  6  caído  en  el  templo,  teopcm.    TeoU, 
376,  manera  común  de  expresar  la  palabra  Dios,  diversa  de  la 
ya  conocida.    Tepcmtemoc,  877,  escalador,  de  tepdntemo,  escalar  ' 
casa  ó  fortaleza,  el  que  baja  ó  sube  ayudado  de  otro.    Tepalca  ó 
Tepcdnemi,  378,  el  que  vive  con  otro,  el  que  vive  en  casa  ajena. 
Tepcftztli,  379,  jorobado.    Tequeqvdoani,  380,  burlador  y  escarne- 
cedor.   Tepexihui,  380,  de  tepeocihtíia,  despeñarse  ó  despeñar  á 
otro:  metaf.  perseguido  de  la  suerte.  Teyacapcm,  381,  en  la  extre- 
midad ú  orilla  de  la  piedra;  metaf.  el  que  guía,  ó  va  delante  de 
Iba  gentes.    Teízcdan,  882,  lámina  7,  entre  algunos,  ó  por  medio  * 
de  ellos;  tetzcUarí  nemi;  malsín  6  revoltoso.    Tetzauh  6  tetzakmü, 
383,  espanto,  cosa  espantosa,  lo  que  espanta  6  aterroriza  sobre- 
cogiendo y  causando  admiración;  tetxahvdU,  cosa  escandalosa,  6 
espantosa,  ó  cosa  de  agüero.  TetzaJirta,  884,  el  que  hila,  y  el  acto 
de  hilar,  del  verbo  tmhua,  hilar.  Teuhtli,  386,  i)olva  Con  varian- 
tes.  TenccMy  386,  la  persona  que  está  empolvada.  TexauJiqui,  387, 
del  yerbo  xahua,  afeitarse  la  india  á  su  modo  antiguo,  ó  más  bien 
del  verbo  xauhqui,  india  afeitada  á  su  modo  antiguo;  el  que  usa 
afeites  y  metaef.  adulador.    Teyohua,  388,  cosa  semejante  ó  con 
cualidad  de  piedra. 

TlalccUl,  389,  persona,  quienqxáera.  Tlacatanili,  390,  persona 
pequeña,  niño.  Tlacatecolotl,  391,  la  persona  teoolofl,  buho,  el  mal 
genio  6  genio  del  mal;  diablo  ó  demonio  como  le  tradujeron  los 
castellanos.  Tlacahiiepan,  392,  de  htiepardli,  viga  grande  desbasta- 
da por  labrar;  persona  larga  como  viga.  TlacololK,  393,  persona 
contrahecha  6  torcida.    TlaJman,  394,  borracho,  beodo;  de  Üor 

kuanqui,  6  de  Üahuaan,  beber  vino  ó  emborracharse  templadamen- 

61 


482 

te,  ó  de  atlahua)nani,  el  que  se  emborracha.  Tlahuictli,  395,  el  que 
corta  con  los  dientes;  mordaz,."murmurador.  TlahuitzcoUi,  396,  el 
alba,  ó  el  resplandor  del  alba;  metai  el  que  alumbra,  instruye, 
da  consejos.  Su  variante,  397,  está  expresada  por  la  estrella  de 
la  mañana.  TMatl,  398,  de  Üalli,  tierra,  y  atl;  agua  turbia  ó  cena- 
gosa. Xcdatly  399,  de  xalliy  arena,  agua  de  arena  ó  arenosa.  Tli- 
latí,  400,  de  tliUi,  negro;  agua  negra. 

Tkdli,  401,  símbolo  de  la  tierra:  representada  por  puntos,  en 
lo  cual  se  confunde  con  ocalliy  ya  encerrados  dentro  de  un  círcu- 
lo, ya  formando  un  manchón  como  si  estuviera  suelta.  En  sus 
variantes,  402,  se  lee  milliy  campo  ó  heredad,  indicando  la  tierra 
cultivada.  TlcdtonÜiy  403;  tierra  pequeña,  cornejal.  CuemiÜ,  here- 
dad, tierra  labrada  ó  camellón,  y  de  aquí  Cuenpc^  404,  en  los 
surcos,  ó  el  tiempo  de  practicarlos.  GuetlamiloÜ,  405,  tierra  me- 
dio revuelta  para  hacer  surcos.  Tlalnahuac,  406,  tierra  delgada^ 
MatIcdnelOf  407,  de  neloa,  batir  algo;  tierra  revuelta.  TlalMcahvu, 
408,  de  ilaltel,  terrón,  y  de  calina,  el  que  quedó  sepultado  ó  aban- 
donado entre  los  terrones  del  campo.  TMtmdli,  409,  tierra  chi- 
quita. 

Tlamahuizo,  410,  el  que  se  admira  ó  maravilla  de  alguna  cosa. 
Tlamocoa,  411,  el  que  padece  o  sufre  de  los  dientes.  Tlamacho- 
.  oatl,  412,  de  Üaniachoa,  labrar  con  pinturas,  dibujos,  &c;  el  labra- 
do ó  pintado.  Tla7icuaizatzatzi,*  413,  de  ttancvmtl^  rodilla,  y  de 
tzatzatzi,  gritar,  dar  muchas  voces;  se  ^ude  á  la  costumbre  que 
tenían  de  gritar,  poniendo  y  quitando  sucesiva  y  rápidamente  la 
mano  en  la  boca,  ó  bien  dándose  recias  palmadas'  en  las  rodillas 
ó  los  muslos.  Tenahuac,  414,  con  alguno,  á  par  de  alguno.  Tlor 
nahua,  415,  con  los  dos  fonéticos  Üa  y  nahnac;  mando,  precepto, 
del  verbo  tlaruüiuatia,  mandar  algo. 

Tlantli,  416,  dientes;  metaf.  alegría,  contento,  satisfaccioiu  Tía- 
Üan,  417,  de  tlatlarUia,  dar  diente  con  diente,  tiritíir.  JlatlacolUi 
418,  pecado,  culpa,  defecto;  grupo  en  que  se  encuentran  los  fo- 
néticos tía  ó  tlan,  y  colticy  cosa  torcida.  Tlatonac,  419,  sol  ardiente-, 
ó  fuerte,  de  tona,  hacer  calor  ó  soL  En  su  variante,  420,  el  prin* 
cipio  de  la  palabra  lo  da  el  fonético  tía.  ühalchiuhÜa¿onac,  421,  de 
chalchihuül,  piedra  fina;  calor  hermoso,  el  buen  tieibpo.  TlaccUeoil 
422,  nombre  de  uno  de  los  reyes  de  Tlatelolco;  también  Tt 
nac,  calor  fuerte  ó  pesado.  Iguahnente  pudiera  leerse  ie4eotl 
dioses.  Tlaocol,  423,  persona  triste,  el  triste.  Tlatlaztli^  424, 


. » 


4S3 

arrojada  por  sí,  ó  cosa  que  se  le  cayó  á  alguno,  ó  criatura  abor- 
tada j  echada  voluntariamente;  el  aborto  y  el  abortado.  Tlatzi- 
huüly  6  Tlatziuhque,  425,  perezoso,  y  también  tlatziuhca^  perezosa- 
mente, ó  tlcUziuhcayotly  pereza. 

TlaüztoCy  426,  el  que  está  mirando  ú  observando  con  mucha 
atención.  Tlaza,  427,  echarse  pc^r  esos  suelos,  ó  de  alto  á  bajar 
despeñándose,  echar  &  otro  en  el  suelo  ó  derribarle;  metal  des- 
dedido, privado  de  la  protección  que  se  le  debía.  TlazoUi,  428, 
basura,  desperdicio.  Con  diversas  variantes.  Tlazoocfne^  429,  de 
tiazotU,  el  amor  sucio.  ^Tlüpüzac,  430,  vara  negra,  soga  ó  cosa 
delgada. 

Tochpützintli  ó   TocJdontli,  4&1,  de  tochtU,  conejo.   Ambas  pala- 
bras son  un  diminutivo,  el  primero  reverencial  y  cariñoso,  como 
si  dijéramos  conejito  chiquito,  primoroso;  el  segundo  es  sólo  di- 
minutivo, conejito.  La  cabeza  del  niño  es  la  señal  del  diminutivo^ 
derivado  de  su  nombre  tlacatontUy  persona  chiquita;  tenemos  en 
comprobación,  ademas  de  esta  palabra,  la  tlaltontli.    Toloa^  ni^ 
bajar  6  inclinar  la  cabeza;  tóloa,  niüa^  tragar  algo:  de  aquí  estas 
dos  diversas  acepciones;  TóLoc^  432,  atragantado,  y  que  depone, 
y  Tótotica,  433,  cabizbajo,  ó  el  que  hace  reverencia.  Tonahtuil,  434, 
propiamente  hacia  nuestra  espalda  ó  detras;  metaf.  el  que  escu- 
cha, espía,  ó  acecha,  derivado  de  la  voz  nahucdUy  bruja.    TonaUif 
435,  calor  del  sol  ó  tiempo  de  estío.    Itztonatiuh,  436,  de  itztlt,  y 
lonaiiuhy  sol;  sol  picante,  molesto.    Tonalxochitly  437,  escrito  de 
una  manera  silábica;  girasol.  Puede  también  ser  leído  XochiteotL 
Sos  variantes.  Toteuc,  438,  nuestro  señor  ó  superior.  Totomihua, 

439,  de  totoüy  pájaro;  mifly  la,  flecha,  y  la  partícula  hua  que  indica 
propiedad;  pieza  de  caza  volátil,  el  cazador  de  pájaros,  la  caza  de 
pájaros  por  medio  de  la  cual  se  hacen  propias  las  piezas.  Tozflay 

440,  de  toztlac,  saliva;  baboso.  La  escritura  es  silábica. 
FzajcHXy  441,  enano.  Tzapico,  442,  espinado;  de  tzapinia,  espinar- 
se ó  punzarse,  pudiendo  también  derivarse  de  tzoponia  6  tzopinia, 
punzar,  picar.  De  aquí  se  forma  Tzapin,  443,  espinar  ó  pujizar. 
Tzcmaqnemitl,  4A4:,  manta  pintada,  rayada  ó  manchada;  tzamaquerif 
él  qae  está  abrigado  con  aquella  manta.  Tzetzd,  445,  de  tsetzéloa^ 
aacadir,  cernir,  &c.,  meta£  tembloroso.  Tzicmn  ó  Tsummi^  446, 
bniSLCaclor.  TzipiÜ^  447,  el  niño  que  está  enfermo*  ó  desganado  de 
comer  porque  su  madre  está  en  cinta;  el  chijpil  en  la  manera  vul- 
gar.    Tscncallij  cabellera,  en  general;  txojUli^  cabello  ó  pelo.    Do 


484 

aquí  los  diversos  signos  T^one,  448,  de  grandes  cabellos;  Tzo/t^ 
ioUy  449,  cabellera  chica;  TzonconÜiy  450,  madeja  de  pelo  sucio  6 
tiznado;  Tsoncol,  451,  pelo  crespo  ó  rizado.  Tzocuil,  452,  la  en- 
fermedad del  pelo  llamada  nrsnela,  y  consiste  en  que  la  punta 
del  pelo  se  divide  ó  fracciona.  Tsotzocatly  453,  la  bermga  de  las 
manos  llamada  mesqiíino;  metafr  sucio,  desaseado. 

Xüxacan^  454,  cacarizo.  Xixicpd^  455,  de  xixiahtia,  barrigudo. 
Xockuíhuiliy  456,  de  xochiaJiuüia,  regar,  desparramar,  verter  flores. 
Xochüenqui,  457,  labios  de  rosa,  hermosos;  metal  elocuente.  X<h 
chiüanUi,  458,  dientes  hermosos.  XóUi,  459,  frase  elíptica  tomada 
de  xolehuay  rozarse  ó  desollarse;  desollado.  Xoxtli,  lobanillo,  al 
que  tiene  lobanillo  de  xoocaUi,  lobado  ó  lobanillo;  ó  ocoocale,  xoocaUoy 
el  hombre  con  lobanillo.  Así  el  460,  lleva  la  lectura  Xoxnl^  j  el 
461,  Tacaocochy  pólipo,  explicando  la  persona  que  en  la  nariz  le 
tiene. 

Pié  es  iodtl;  pero  cuando  entra  en  composición  se  convierte  en 
signo  fonético  de  la  sílaba  xo.  De  aquí,  podemos  decir,  las  di- 
versas acepciones  del  mímico  pié,  encontrándole  en  estas  fonjias. 
XecpaJUy  462,  la  planta  del  pié,  y  también  qvequetzottiy  calcañar. 
Xonecuil  6  Xocve,  463,  cojo.  XocuiÜa,  464,  sudor  del  pié  ó  el  pié 
sudoso,  y  también  el  pié  sucio.  Xqpehucdoc,  464,  pateador,  de 
xopehida,  dar  puntapiés.  Explícanlo  con  propiedad  las  variantes. 
Icnoocopariy  465,  lectura  verdaderamente  silábica,  con  los  des  ío- 
Héticos  xo  j  pan;  Icno-xo-pau,  verano,  huérfano;  verano  malo  ó 
desgraciado:  ccopaUy  verano. .  Si  el  pié  no  representa  un  sonido, 
es  porque  sirve  de  signo  mímico  y  entra  con  su  valor  fónico  so- 
lamente. Naicxül,  466,  el  que  tiene  el  pié  atorado.  laticuauTi,  467, 
pié  de  águila,  y  también  CtuxiíkneTiemiy  el  que  anda  como  águila, 
de  una  manera  grave  y  haciendo  caravanas.  Pilnenemiy  468,  el 
que  anda  al  paso  gravedoso  del  señor  ó  caballero.  TUdtecui^  469, 
hacer  ruido  con  los  pies,  rascar  ó  hacer  polvo  con  ellos.  Guarúi- 
chochoUiy  470,  corma  de  palo.  Chodidoay  471,  andar  dando  saltea] 
.ó  huir. 

YaaÜf  472,  enemigo.    TlacoyaoÜ,  473,  esclavo  hecho  en  gnerra»| 
el  enemigo  hecho  esclavo;  de  tUtcoÜi,  esclavo,  expresado  por 
sonido  üacochtU;  lectura  silábica.    Yaoten,  474,  de  yaoíf.,  y 
formando  Yaoten  ó  Yachte,  radical  de  yaotequihuaj  capitán  de  gu< 
rra,  y  también  los  verbos  yaotcuJicatthti,  y  su  sinónima  ya< 


486 

capitanear  en  la  guerra.    Yaopiüi,  476,  cabcdlero  6  señor  de  la 
guerra. 

Yohual  6  YohucUliy  noche,  e:sprésada  de  varias  maneras  en  las 
pinturas.  Las  figuras  que  aquí  presentamos  corresponden  á  ideas 
diversas  acerca  de  la  noche;  así  el  476,  indica  iJRioohe  un  poco 
clara:  el  477,  la  noche  muy  oscura;  el  478,  la  noche  en  que  bri- 
llan las  estrellas;  el  479,  la  noche  en  que  las  estrellas  aparecen 
entre  las  nubes. 

ZaonOy  480,  de  zaonotiuhy  cosa  torpe  y  pesada,  que  no  corre  ni 
anda  mucho:  con  variantes.  Zomcd.  481,  de  zoma,  corajudo,  ira» 
cundo,  á  la  manera  de  los  niños  que  en  su  enojo  se  arrojan  con- 
tra el  suelo. 

Pasamos  ahora  á  dar  algunos  nombres  de  oficios  ó  de  las  ar- 
tes mecánicas.  En  primer  lugar  tenemos  AmantecoM,  lám.  8,  nú- 
mero 1,  oficial  de  arte  mecánica,  en  general.  Ihuiamantecatlf  % 
oficial  de  mosaico  de  plumas.  AmaÜacuüo,  Üacuílo,  üacmLoani^  3, 
pintor,  escritor,  expresado  por  el  pincel  ó  instrumento  que  al 
caso  servia.  De  aquí  nacen,  TlapáUecaM,  4,  pintor  de  colores. 
Tlápálacuilo,  5,  del  verbo  üapcdaquia,  poner  los  colores  en  lo  que 
se  pinta,  ó  sea*  el  iluminador  6  colorista.  Ta  conocemos  el  mí- 
mico amatly  papel,  de  donde  salen,  Amatec,  6,  papel  cortado; 
ArifwJtecoüy  7,  y  Amaxachy  8,  cortador  de  papel.  Cutüólt,  lám.  9, 
núm.  9,  pintura,  ó  bien,  tlacuiUoUy  cosa  pintada.  AmoxíU,  10,  libro 
ó  escritura  en  pinturas.  Amapoani  6  amapohtíqm,  11,  lector.  Mi- 
lacuiUóUiy  12,  mapa  ó  pintura  de  tierras  cultivadas.  Tkdicuüoa, 
13,  pintar  en  la  tierra.  Tlalicuüalf  14,  pintura  ó  pintor  de  tierras. 
AmaílacuiUoU,  15,  del  verbo  arruma,  adivinar  en  agua,  de  donde 
el  significado  de,  horóscopo,  adivinación  de  la  suerte  futura. 

Amimitl,  16,  compuesto  de  atl  y  de  mitl,  con  seis  variantes:  se 
deriva  de  ami,  montear  ó  cazar,  6  amini,  montero  ó  cazador. 
Ayachquiza,  17  danzante. 

,  Cacizoc,  18,  zapatero;  de  cactli,  sandalia,  zapato,  y  tzoma,  coser; 
6  caochiuquiy  de  cadli,  y  del  verbo  chihtuí,  hacer.  Las  variantes 
ofrecen  ya  el  calzado  mismo,  ya  los  instrumentos  que  para  fa- 
bricarlo sirven.  CoJivayaotequihiía,  19,  él  recaudador  de  tributos.  * 
Cuahuini,  20,  leñador.  ChiquitthcJiiuhqui,  21,  el  que  hace  chiqm^ 
hdü,  chiquihuites  ó  cestos;  los  variantes  ponen  el  cesto  de  fren- 
te ó  por  la  boca. 


\ 
i 


486 

MextcamaUy  22,  el  esclavo  ó  prisionero  de  los  méxica.  Müctóoti^ 
23,  labrador  ó  aldeano.  Michmani,  24,  pescador,  expresado  por 
solo  el  pescado,  midiin,  6  bien  por  la  red,  maÜaíL  Motdckiuh,  25, 
cantero. 

Ocotzotlazqui;*26y  vendedor  de  trementina,  de  ocotzoüj  resina  de 
pino,  trementina,  ú  ocotzoteUy  pez.  Ocoma,  27,  de  ocoü,  ocote,  pi- 
no; silábico,  el  que  coge  el  ocote.  PeUachiuhqney  28,  el  que  hace 
petlaüf  petates  ó  esteras.  Qttetzálhmque,  29,  vendedor  de  plumas 
filias. 

Teci,  30,  la  mujer  que  muele  maíz;  la  molendera  j  también  el 
verbo  moler  .Bepresentado  por  las  manos  haciendo  mover  el 
mdlapüli  ó  mano  del  metlaÜ,  metate.  Tecocohua,  31,  de  cooo,  (aria- 
da  de  casa  ó  sirvienta;  se  expresa  por  una  mano  que  hace  cari- 
cias á  los  niños. '  Tecochteca,  32,  de  tecocTUecani,  arruUador  6  el 
que  hace  dormir;  muy  particular  nos  parece  este  grupo,  en  que 
se  representa  una  acción  semejante  á  la  practicada  por  los  mag- 
netizadores para  hacer  dormir.  Tecpoyotl,  33,  pregonero.  Teüpi, 
34,  el  que  aprehende  ó  encarcela,  alguacil.  TdoMi,  35,  de  teki- 
lia,  herir  con  lanza;  el  soldado  de  ella  armado.  Tema,  36,  bañarse 
en  temazcáUi,  el  temazcalero  ó  dueño  del  temazc^:  escritura  fo- 
nética. TeocuiÜachiuhque,  37,  platero  ó  joyero.  CozticteocuiUaU, 
oro;  IztacteocuitlaÜ,  plata;  de  teotl,  y  cuülatl,  excremento  se  forman 
estas  voces,  de  manera  que  el  oro  es  el  excremento  amarillo  de 
los  dioses,  mientras  la  plata  es  el  excremento  blanco  de  los  mis- 
mos. Tepixqui,  38,  cuidador,  mayordomo,  guardador.  TepotepUz- 
qui,  39,  herrero  ó  fundidor  de  cobre.  Tequülato,  40,  mandón  ó 
merino,  el  que  tiene  cargo  de  repartir  el  tributo  ó  teqnio,  i  los 
macehuaUi.  Tetlaneca,  41,  de  tlanana^  sacar  diente  ó  muela,  el  sa- 
camuelas.  Tetzotzonqui^  42,  cantero  que  labra  piedra,  y  también 
el  verbo  tefsotsona,  labrar  piedras.  Variantes  en  que  se  mira  1» 
piedra  labrada,  ó  bien  solo  las  piedras  que  servían  de  pico.  Te- 
xinqui,  6  teximani,  43,  barbero  ó  trasquilador. 

T tapan,  44,  color  en  general.  Se  simboliza  con  un  cuadrilátero 
ó  un  círculo,  por  lo  común  pintado  de  rojo;  para  expresar  un  co- 
lor determinado,  la  figura  le  tiene  puesto;  blanca,  se  leerá  istac, 
negra,  tlilti;  amarilla,  cósauhqui,  coztic,  &o.  Tlachma,  45,  de  tiach" 
Üi,  juego  de  pelota;  el  dueño  del  juego.  Tlalaxi^ui,  46,  viajero. 
TlaUamackiuhqne,  47,  medidor  de  tierras.  Tlamaca,  48,  servir  i 
la  mesa,  ó  administrar  la  comida  y  manjares;  servir,  distnbuír. 


487 

repartir,  el  doméstico.  TMmaül,  49,  labrador  ó  gañan.  Tlamatu 
cotí,  50,  de  dama,  médico  ó  cirujano;  ó  de  ÜamcUi,  embaucar  á 
otro  el  hecUcero;  el  médico  que. cura  con  ensalmos.  Su  variante, 
aáí  como  este  grupo,  son  ideográficos.  T lamatüoxoch,  51,  de  Üa- 
matiniy  sabio,  inteligente  en  disponer  flores,  hortelano.  Tlama- 
eeuhy  52,  el  que  ofrenda  ó  sirve.  Tlamahmlcm,  53,  el  que  arrastra 
ftlgo  con  la  mano.  Tlapacho^  54,  trampa  de  red  para  cojer  pája- 
ros, ó  quien  les  toma  con  la  red.  Cnauhxinquiy  Üaxiitqvij  55,  car- 
pintero. Expresado  por  el  hacha  de  cobre  que  servía  para  cor- 
tar las  maderas. 

TopiU%  56,  alguacil  de  indios.  Toso^  57,  punzado,  sangrado, 
y  también  el  sangrador.    Tzavíiqui,  58,  hilador  ó  hilandera. 

Xockimanqui,  59,  el  cuidador  y  productor  de  flores.  XochÜamif 
60,  segador  6  cortador  de  flores. 

Zoquichiuhque,  61,  alfarero;  de  soquichihuCy  hacer  barro  para 
edificar  paredes,  adobes,  <fec  En  una  de  las  variantes  se  expresa 
el  procedimiento,  indicando  que  la  obra  se  hacia  con  la  mano, 
ayudándose  con  el  agua;  las  otras  variantes  están  expresadas  por 
la  obra  misma,  comül,  olla. 

Terminaremos  este  capítulo  con  los  nombres  de  algunos  uten- 
silios, objetos  domésticos,  &c. 

Axogneriy  62,  cierto  pájaro  de  pluma  blanca,  una  especie  de 
pala  usada  para  remover  la  tierra.  Axoquenctíe,  63,  de  axoqum, 
j  de  cueiü,  enaguas:  enaguas  de  plumas  de  atxoquen. 

Oacxochitlf  64,  sandalias  pintadas  como  flores.  CaxmaiÜy  65, 
escudilla  semejante  á  la  sartén.  Coscamaid,  66,  de  oozcatl,  collar; 
pulsera.  Cuojdhcalli,  67,  pabellón,  cielo  de  cama,  tienda  de  cam- 
paña. Guapüdiy  68,  adorno  colgante  de  la  cabeza.  Cuauhqiiemül, 
69,  pieza  del  vestido  mujeril,  destinada  á  cubrir  pecho  y  espal- 
da; hoy  se  dice  vulgarmente  quisquemiü.  Cuahuic,  70,  estaca. 
Cuexopay  Yl,  que  silábicamente  pudiera  leerse  Cue-xo-pa,  ena- 
guas sobre  los  pies,  ó  que  dejan  descubiertos  los  pies.  Ghicocue, 
72,  enaguas  de  las  mujeres  compuestas  ó  ligeras. 

Ehecamalacatl^  73,  de  eJiecatly  y  de  málacatl,  huso;  malacate  de 
aire,  el  rehilete;  juguete  para  los  niños. 

Moumextliy  74,  pulsera.  Maxtlcufcícatl,]  75,  de  maxtlaüy  braguero, 
pañetes  que  servían  para  cubrir  la  deshonestidad  del  hombre,  y 
de  saeatl,  zacate;  pañetes  de  zacate,  burdos.  MezoÜy  76,  la  penca 
deca  del  maguey  que  servia  de  combustible. 


V 

t 

9 


1 


488 

OíUíchiquihuiÜ,  77,  chiquihuül  hecho  de  oíloM;  chiqnihuite,  cei- 
to  de  otates.    Ocotsotl^  78,  ungüento  de  trementina. 

PicieÜy  79,  la  caña  para  fumar. 

Tayauh,  80,  especie  de  paño  para  adorno  mujeril  Teconcdli,  81, 
carbón.  Tepujstlateconi,  hacha  para  cortar;  tepuMtli^  cobre;  te^m- 
huia^  cortar  algo  con  hacha.  De  los  instrumentos  de  este  géneio» 
representando  así  los  nombres  como  los  verbos,  encontramoe: 
hachas  de  piedra,  (exinquif  82,  ya  solo  atadas,  ya  con  mangos  de 
madera.  De  cobre,  la  de  forma  común  llamada  ¿epoar,  83;  ya  con 
mangos  de  distintas  formas,  dichas  teposcuauhy  84,  y  con  el  man- 
go retorcido  denominada  teposcocoly  85;  por  último  la  moxdoy  86, 
de  xdoay  partir,  rajar,  &a,  por  estar  destinada  á  estos  objetos. 
TepozmiÜy  87,  punzón,  lezna,  punta  de  flecha  ó  hierro  de  lanza. 

TezcaÜy  88,  espejo.  De  aquí  TezcaÜacOj  89,  medio  espejo,  6 
UzcaÜapanqm^  espejo  quebrado,  ó  tes(xtüapana,  quebrador  de  es- 
pejos. Analizada  la  palabra  tezcaü^  quiere  decir  superficie  tersa, 
plana  y  pulida,  como  la  que  forma  el  agua  de  un  lago.  Tetzaiáy 
6  malacaüy  90,  huso  para  hilar;  sabemos  que  significa  el  verbo 
tzahua^  hilar,  y  malacachoa,  dar  vueltas  en  derredor  de  un  objeto, 
y  los  nombres  tsáhuani,  tzauhqui^  hilador  ó  hilandero.    TümaJOii 

91,  manta  ó  capa,  común  en  el  traje  de  los.  hombres.   THlmaSi^ 

92,  la  capa  negra  de  los  sacerdotes.  Tlemacuex,  93,  de  tieüy  fuego, 
pulsera  de  color  encendido  como  de  fuego.  Tlüpoíonquiy  94,  biz- 
ma negra,  aplicada  en  la  medicina  en  diversos  usos;  las  varian- 
tes dan  idea  de  sus  multiplicadas  formas. 

TozpetlacaUiy  95,  de  peüaccdli,  arca,  de  donde  se  deriva  nuestra 
palabra  petaca;  arca  fina. 

YecÜicuey  96,  de  yecüi,  bueno,  y  cueiü,  buenas  enaguas. 

ZacaqueqtLemitly  97,  capa  de  zacate  ó  palma, 'usado  todavía  hoy 
por  las  gentes  del  campo  para  resguardarse  de  la  lluvia,  y  co- 
nocida bajo  el  nombre  de  padioiu  Llámase  también  zacatümcUH 
Zacaicpal,  98,  asiento  de  zacate.  YcpaJliy  99,  asiento,  especie  de 
silla.  ZacapepechtU,  100,  cama  de  zacate  ó  paja. 

Paréceme  que  en.  justicia  he  dicho  poco  acerca  de  los  mate- 
riales que  voy  aprovechando.  El  Sr.  D.  José  Femando  Bamírez 
formó  su  colección  de  jeroglíficos  mexicanos,  de  cuantas  pintu- 
ras impresas  ó  manuscritas  cayeron  en  sus  manos;  así  reunió 
unas  cuatro  mil  tarjetas,  con  uno  ó  varios  símbolos  en  cada  una. 
Si  muchos  grupos  jeroglíficos  están  sin  explicación,  la  g^nerali- 


489 

dad  lleva  copiados  ep  facsímile  las  palabras  mexicanas  que  al 
calce  escribieron  los  antiguos  intérpretes  nahoa.  l^oro  si  el  Sr. 
B&mírez  formó  trabajo  particular  acerca  de  esta  materia;  á  mí 
me  faeron  regalados,  por  la  señora  yinda,  solo  los  dibujos.  Pero 
en  éstos  había  no  poco  escrito  por  mi  muy  sentido  amigo,  y  con 
ello,  y  con  mi  trabajo  en  paleografíar  y  traducir  las  voces  mexi- 
canas, voy  tejiendo  esta  labor,  que  con  ser  trunca  y  pobre,  me 
cuesta  no  pocas  meditaciones.  Nada  hubiera  yo  logrado,  sin  el 
inbajo  primitivo  deLSr.  Bamírez. 


62 


CAPÍTULO  VI 

BSGRITURA  JEROGLÍFICA. 

Nombres  geográficos  b  ds  lugar,--LaspreposkMnM.-'-BigriosfofUtíaos,'-Tl^ 
huac^Pan, — Apan,—Pa,—Iopac,^Ix  b  ixco,^  Tocan. — Tzinco. — Zo  yum.— 
Ma. — Nombres  de  ¡os  lugares  conquistados  por  los  emperadores  de  México. 

TODO  nombre  geográfico  ó  de  lugar  termina  por  una  prepo- 
sición ó  bien  por  una  forma  verbal  La  preposición  ó  partí- 
cula yerbal  afijan  invariablemente  el  compuesto.  Estos  nombres 
se  escriben  como  las  demás  palabras;  por  medio  de  uno,  dos  ó 
más  signos,  convinados  bajo  las  reglas  generales  de  sintaxis. 

Mr  J.  Hammond  Trunbull,  en  su  obra  intitulada:  '^he  com- 
position  of  Indian  Geographical  Ñames,"  asegura  que  los  nom- 
bres de  personas  y  de  lugares,  en  las  lenguas  de  muchos  de  los 
pueblos  primitivos  de  Norte-América,  son  significativos,  7  lo 
comprueba  con  las  lenguad  algonkinas.  En  el  mexicano  7  en 
otras  hablas  de  México,  verifícase  cosa  idéntica.  De  muy  dis- 
tintas fuentes  proviene^el  significado:  de  ideas  ó  de  creencias 
religiosas;  del  nombre  del  fundador  primitivo;  de  la  nación  que 
estableció  ó  conquistó  el  pueblo;  de  un  suceso  histórico;  de  una 
indicación  geográfica  ó  topográfica;  de  los  productos  que  inun- 
dan en  el  lugar,^ó  de  los  animales  que  prosperan,  ó  de  loja  arte- 
factos que  se  '^fabrican;  de  suposición  respecto  de  otras  'pobla- 
ciones, &C. 

El  signo  determinativo  de  los  nombres  de  lugar  es  el  ttimico 


491 

tqpetí,  cerro,  cerros,  montaña.  El  determinatiyo  acompaña  al 
nombre  cuando  puede  haber  motiyo  de  confusión;  en  los  demás 
casos,  según  parece  al  pintor,  le  pone  ó  le  suprime. 

El  determinatiyo  trae  este  origen.  Era  creencia  entre  los  me- 
xicanos que  los  montes  estaban  llenos  de  agua,  y  que  en  deter- 
minadas circunstancias  podrían  romperse,  causfmdo  inundacio- 
nes; por  eso  los  pintaban  como  especie  de  ánforas,  con  boca  en 
la  parte  inferior  por  donde  yan  unidos  á  la  tierra.  Esto  en  cuan- 
to á  la  forma;  en  cuanto  al  significado,  según  el  P.  Carochi,  (1) 
"Los  nombres  deriyatiyos  acabados  en  hua  y  en  e,  son  sustanti« 
vos,  y  significan  dueño  y  poseedor  de  la  cosa."— "Fórmanse  de 
diferentes  maneras,  conforme  á  las  terminaciones  de  los  nombres 
primitiyos.   Lo  primero,  si  el  nombre  primitivo  se  acaba  en  ¿2, 
de  ordinario  se  vuelve  la  Ü  en  hna^  como  de  atl,  agua,  y  de  tepetly 
el  monte  y  cerro,  se  derivan  ahna,  tepehtuiy  señor  del  agua  y  del 
cerro:  y  porque  los  indios  solían  habitar  en  cerros  que  tenían 
agua,  de  aquí  es  que  se  toman  áhua  y  tepehva,  que  andan  juntos, 
por  habitador  de  la  ciudad,  de  la  villa  y  del  pueblo,  que  tam- 
bién se  llama  aÜ,  tepetl,  y  destos  dos  nombres  se  compone  uno, 
(üiepeüy  la  ciudad  ó  pueblo,  y  del  se  deriva  cUtepehuay  vecino  de  la 
ciudad  6  pueblo." — En  nuestro  catálogo  hemos  visto,  que  aUepeO.^ 
pueblo  ó  ciudad",  está  escrito  con  un  cerro  y  el  simbólico  agua. 

La  majiera  de  afijar  el  nombre  de  lugar,  es  muy  sencillo:  la 
última  voz  de  las  componentes  pierde  su  sílaba  final  ó  sus  letras 
finales,  tomando  en  su  lugar  la  preposición  que  le  corresponde, 
s^^n  las  reglas  que  vamos  á  exponer. 

Las  preposiciones,  en  los  nombres  de  lugar,  se  encuentran  tá- 
citas 6  expresas.  Llamamos  tácitas  ó  suplidas  las  preposiciones 
que  no  constan  con  carácter  especial  en  la  escritura,  y  que  el 
lector  tiene  que  suplir  al  descifrar  el  jeroglífico,  siguiendo  las 
reglas  ^amaticales.  Les  decimos  expresas,  cuando  aparecen  es- 
critas por  un  signo  peculiar,  determinado  para  dar  un  sonido 
fijo,  Tm  significado  constante.  ' 

Tlan^  va  suplida  en  los  nombres  terminados  en  tíí,  tí,  Zí,  in.  Ex- 
presa^  bajo  las  cuatro  formas  que  representa  la  lám.  10,  núm.  1. 
C!omo  tomada  de  tlantli,  la  representan  los  dientes  bajo  diversas 
lormas;  peto  como  se  advierte,  ya  no  significa  lo  que  gráfioa- 

(1)  Arte  de  la  lengaa  mexicana,  Mézioo,  1645,  íoL  55. 


492 

mente  representa,  sino  que  se  convierte  en  un  fonético,  ya  dan- 
do la  sílaba  tía,  ya  la  preposición  tlan,- 

No  encontramos  para  tía  su  signo,  supuesto  que  los  dientes 
suplen  esta  sílaba;  como  preposición,  no  hemos  dado  con'su  fo- 
nético, si  le  tiene,  pues  creemos  que  siempre  es  suplido,  acom- 
pañando á  los  objetos  que  se  presentan  aislados  en  la  escritus. 

Nahtiac,  2,  se  expresa,  bien  por  una  boca  delante  de  la  cual 
se  nota  la  vírgula  símbolo  de  la  palabra,  bien  por  dos,  tres  ó 
más  vírgulas  prolongadas.  Como  fonético  hemos  visto  que  arro- 
ja los  sonidos  nahua  y  hua. 

Pan,  3,  significa,  en,  sobre,  in,  super,  pro.  (1)  Se  deriva  de  pan- 
ilif  bandera,  la  cual  como  signo  numeral  equivale  á  veinte.  En 
los  compuestos  arroja  el  sonido  ^n,  á  veces  jxz,  y  solo  en  el  fi- 
nal de  las  voces  se  presenta  como  preposición  y  con  su  signifi- 
cado propio;  se  le  ve,  pues,  adaptad^  al  uso  prepositivo  sin  su 
verdadero  valor.  Pan,  se  encuentra  expreso  y  suplido.  Suplido, 
lo  da  á  entender  la  posición  de  las  figuras  del  grupo  jeroglífico, 
colocadas  la  una  encima  de  la  otra. 

El  signo  4,  está  compuesto  de  tres  líneas,  una  horizontal,  las 
otras  dos  sobre  ella  inclinadas,  conteniendo  el  símbolo  aü;  se 
descubre  que  representa  el  corte  transversal  d&  un  canal  6  ace< 
quia,  apanüi,  de  donde  toma  su  nombre.  Es  un  carácter  foneti* 
co  cuyo  valor  es  apan;  significando,  en  el  agua,  y  que  colocado 
siempre  al  final  de  las  palabras  hace  oficios  de  preposición.  Sos* 
tenida  por  dos  reglas,  obtuvo  la  forma  que  tiene.  La  primera  es 
ésta;  atl,  como  monosilábica  se  une  con  la  preposición  pan,  for- 
mando apan,  en  el  agua.  Segunda  regla  que  importa  tener  pre- 
sente: todo  nombre,  que  al  perder  la  sílaba  ó  letras  finales,  que- 
da en  una  terminación  parecida  á  la  de  una  preposición,  se  qne- 
da  en  esa  forma,  sin  recibir  preposición  ninguna,  aun  cuando  por 
regla  gramatical  le  correspondiera  distinta:  teopanüi,  templo;  míe* 
Üantli,  infierno,  forman  teopan,  mictlan,  que  no  tiene  necesidad 
de  recibir  nueva  preposición.  (2) 

'  Pa  y  copa,  5,  tienen  su  signo  fonético,*'  y  es  una  sola  huella  del 
pié  humano.    Aunque  pan  j  paño  significan  lo  mismo,  los  auto- 

(1)  Guevara,  §  382;  Carochi,  comp.  pág.  40. 
{T\  Aldama  j  Guevara,  §  399. 


493 

* 

res  oonfanden  estas  preposiciones,  sustituyéndolas  promisona- 
mente  una  por  otra. 

El  signo  fonético  de  icpac,  6,  representa  un  ovillo  de  hilo, 
wpatetty  palabra  derivada  de  iqt>atly  hilo:  de  aquí  nació  la  prepo- 
sición. 

Hemos  hablado  ya  del  fonético  ¿r,  7.  Este  signo  suena  ta?  como 
demento  de  un  compuesto;  afijo  á  una  palabra  y  como  preposi- 
don  vale  constantemente  ixco, 

Bl  verbal  yocan  tiene  igualmente  su  fonético,  que  son  varias 
huellas  en  dirección  horizontal,  8. 

Debereüios  agregar  el  medio  cuerpo  desnudo^  9,  que  suena 
tm  como  elemento,  y  en  fin  de  los  nombres  de  lugar  tzinoo.  El 
pié  que  en  ciertos  compuestos  arroja  la  sílaba  xo^  10.  La  espina 
áft^ada,  11,  representando  los  sonidos  m>  y  zozo;  la  mano  en  sus 
lanificaciones  diversas,. siempre  dando  la  sflaba  ma,  y  así  otros 
»gno8  que  no  tan  daramente  se  pueden  colocar  en  esta  secíóion. 

Preciso  ha  sido  entrar  en  este  preámbulo,  á  fin  de  evitar  repe* 
tioiones  enfadosas  en  cada  caso  particular.  Pasamos  ya  á  la  des- 
oifracion  de  los  nombres  de  lugar,  escogiendo  en  el  Códice  de 
Mendoza  los  pueblos  conquistados  por  los  reyes  de  México.  Ex- 
{Hresaremos  la  lámina  á  que  pertenecen  en  la  edición  del  Lord 
Kingsborough;  el  n&nero  que  en  ella  lleva  el  grupo  jeroglífico, 
y  el  que  en  nuestras  estampas  le  corresponda;  en  cuanto  al  nom- 
bre le  escribiremos  con  la  ortografía  que  debe  tener.  Se  obser- 
vara;  que  en  este  ultimo  punto,  nos  separemos  muchas  veces  de 
la  OBoritura  adoptada  en  la  interpretación  del  Códice:  una  vez 
por  todas  diremos,  que  ni  remotamente  tenemos  la  pretensión 
de  saber  más  que  el  intérprete  y  por  ello  corregirle  la  plana; 
firmemente  seguros  estamos  de  que  los  intérpretes  no  se  equivo- 
caron; pero  el  documento  ha  pasado  sucesivamente  por  muchas 
manos  inexpertas,  éstas  han  maltratado  muy  mucho  las  copias, 
y  esos  errores  y  descuidos  son  los  que  pretendemos  enmendar. 
Omitiremos,  en  su  lugar  respectivo,  aunque  mencionándolos,  to- 
dos los  grupos  repetidos. 

Lámina  I.  Gobierno  de  Tenoch. 

11.  Cólhua  6  Colhna-can,  lám.  12,  num.  12,  lugar  de  los  colhua 
ó  culhua,  pues  en  el  mexicano  es  frecuente  el  cambio  de  la  o  por 
late,  y  al  contrario.  Un  cerro  con  la  cumbre  retorcida;  signo 
ideográfico  que  así  indica  la  tribu,,  como  el  lugar  de  su  morada. 


494 

Este  es  el  verdadero  significado,  y  se  deriva  de  coltíc,  cosa  tuerta 
ó  torcida,  y  de  la  partícula  hita,  formando  colhua,  poseedores  de  . 
cosas  tuertas  ó  torcidas.  Algunos  autores  escriben  erradamente 
Coloacan,  sacando  la  etimología  del.verbo  cdoay  niño,  "entortar- 
se ó  encorvarse,  ó  rodear  yendo  camino;"  mas  no  la  autoriza  el 
jeroglífico. 

12.  Teiui-yocan,  13,  un  monte  cercado  de  murallas,  tenamiÜihA 
cuales  dan  en  loa  compuestos  el  elemento  fónico  teñan  ó  tena; 
Tena-yocan,  lugar  en  que  se  hicieron  murallas,  lugar  amurallado. 
La  población,  que  sirvió  de  asiento  á  los  chichimeca,  desapare- 
ció, y  sus  ruinas  se  descubren  hoy  en  el  cerro  del  Tenayo,  de  la 
sierra  de  Guadalupe. 

Lámina  IL  Beinado  de  Acamapic. 

3.  Ouauhnahuacy  14,  un  árbol,  cuahuiH^  que  como  sabemos  d^a 
la  radical  cuauh,  el  fonético  de  la  preposición  nakuac:  CuanhrWí' 
huacy  cerca  de  los  árboles  ó  del  bosque.  Estropeada  la  palabra, 
queda  hoy  en  la  imposible  de  ser  reconocida,  Cuernavaca. 

5.  Mizqui-Cy  15,  el  árbol  llamado  mizquitl,  mezquite;  en  el  mez- 
quite ó  en  el  mezquita! 

6.  Cuiüa-Jiúa,  16,  nombre  del  pemiltimo  rey  de  México  y  de  la 
población  de  que  fue  señor.  AUa  dijimos  que  se  compone  de 
cuitlatlj  huacqui,  significando  excremento  seco  ó  enjuto.  Aquí 
como  noi^bre  de  lugar  debería  afijarse  con  una  preposición,  y  en 
efecto  en  la  pintura  está  acompañado  del  fonético  apan;  pero  co- 
mo termina  en  la  forma  de  la  preposición  c,  ya  no  admite  prepo- 
sición nueva;  el  grupo  jeroglífico  y  la  lectura  se  muestran  conse- 
cuentes con  las  reglas  gramaticales. 

7.  Xochi-mü-cOy  17:  del  figurativo  xochül,  flor,  repetido  sobre  el 
simbólico  müliy  campo  cultivado;  XocAí-míZ-co,  en  el  terreno  cul- 
tivado de  flores,  en  el  campo  de  flores. 

Lámina  IDE.  Beinado  de  Huitzilihuitl. 

1.  Tál'ti'tla7i,  18.  una  planta  ó  manojo  de  toüin  ó  tuUin^  tule, 
juncia,  espadaña,  llevando  el  fonético  Üan;  Tid-ti-tlan,  junto,  cer- 
ca, en,  el  tule  ó  en  el  tular. 

2.  Cuauh'ti-flany  19.  Un  árbol,  con  el  fonético  Üan:  significa, 
cerca,  junto,  en,  los  árboles  ó  el  bosque. 

3.  Chal-co,  20.  Carácter  ideográfico,  que  así  representa  la  ciQ' 
dad,  como  á  la  tribu  chalca.  La  pintura  figura  el  chdchxkuiü^  cu- 
ya radical  primitiva  chci  sirve  de  mnómico  para  la  palabra^ 


499 

A.  TóUcvn-izmcOy  21.  El  manojo  de  tollina  nombre  de  la  ciudad 
de  Tollán,  con  el  fonético  tzm,  en  fin  de  los  nombres  de  lugar 
tzmco,  con  el  significado  de  atrás,  detras,  á  la  espalda.  Parecerá 
contraías  reglas  establecidas  que  dos  ó  más  preposiciones  vayan 
jontas;  pero  esto  también  es  conforme  á  la  gramática.  De  las 
preposiciones,  sólo  e^  las  compuestas  pueden  ir  dos  juntas;  se 
exceptáa  üsinco,  que  se  junta  con  otras  preposiciones,  siendo  el 
caso  en  que  pueden  unirse  dos  ó  tres  de  ellas  á  una  misma 
palabra. 

7.  XaUocariy  22.  De  xaltozan,  "cierta  rata  ó  ratón,"  llamado  tu- 
za (Orden  roedores,  familia  cricetidas,  Geomix  mexicanus);  lu- 
gar de  tuzas,  tuzal. 

8.  Otúivpany  23.  El  étnico  de  los  otonoa  ú  otomíes,  sobre  el  de- 
terminatÍTO  á^  población  ó  el  cerro;  de  aquí  la  lectura  Oton-^n, 
sobre  los  otomíes  o  entre  los  otomíes. 

9.  TexcocOf  24.  Una  montana  riscosa,  sobre  la  cual  florece  la 
jarilla,  y  junto  un  brazo  extendido  con  el  símbolo  aÜ. — "La  ciu- 
dad de.Tezcuco,  dice  Ixtlilxochitl,  fué  fundada  en  tiempo  de  los 
toltecas  con  el  nombre  de  Catenichco;  destruida  al  tiempo  que 
aquella  nación,  la  reedificaron  los  emperadores  chichimecas, 
particularmente  Quinatzin,  quien  la  embelleció  mucho,  puso  en 
ella  su  residencia  y  la  hizo  la  capital  del  imperio.  A  su  llegada 
los  chichimecas  la  llamaron  Tezcuco,  es  decir,  lugar  de  deten- 
ción, porque  allí  pararon  todas  las  naciones  que  entonces  había 
en  la  Nueva  España." — No  dudamos  sea  ésta  la  verdadera  inter- 
pretación, y  entonces  será  un  carácter  ideográfico  con  el  valor 
fónico,  Tezcoco;  la  escritura,  no  obstante,  suministra  gráficamen- 
te otra  etimología:  TlacoU,  jarilla,  vardasca,  se  refiere  á  la  que 

•  brota  en  los  terrenos  llanos;  texcoüi^  es  la  jarilla  de  los  riscos, 
tomando  la  radical  de  teoccaUiy  peñasco  ó  risco;  de  aquí  la  verda- 
dera ortografía  del  nombre  Texco-co,  en  la  jarilla  de  los  riscos. 
Como  en  su  lugar  veremos,  el  brazo  es  carácter  ideográfico  ya 
de  la  provincia  de  Acolhuacan,  ya  de  la  tribu  acdüiiuz:  el  conjun- 
to jeroglífico  dice,  la  ciudad  de  Texcoco  "en  la  provincia  de  Acol- 
huacan. 

10.  Acolmauj  25.  Signo  ideográfico;  un  brazo,  con  el  simbólico 
oü  cerca  de  la  mano,  para  indicar  que  ésta  toma  parte  en  el  com- 
paeato.  La  voz  se  forma  de  acóHi^  hombre;  de  rruiitl^  significando 
el  verbo  ma,  cojer,  y  el  w  verbal:  Acol-ma-n,  en  donde  se  hizo  ó 


496 

copió  el  hombro.  Tiene  relación  con  la  leyenda  referida  en  otro 
Ingar.  Derivado  Ae  accHhua^  significaría,  lagar  tomado  ó  cautiyft- 
do  por  los  acdlliua, 

liámina  IV.  Reinado  de  Ohim'alpopoca. 

1;  Tequixquiapany  26.  Las  figurillas  onryilineas  é  irregnlaireB 
qne  sobre  el  fonético  apan  se  notan,  son  el  símbolo  del  teqnix^ 
qutüy  teqnesqnite,  carbonato  de  sosa  natural  eflorescenie.  Teqtdi- ' 
qni-apan^  en  el  agua  tequesquitosa  ó  salobre.  Dos  lugares  hay 
del  mismo  nombve,  y  para  distinguirles,  llamaron  al  uno  Teqnií- 
quiapan,  al  otro'  Tequiocqvdac. 

4.  Ohaho.  Véase  lám.  m,  núm,.  3. 

Lámina  V.  Beinado  de  Itzcoatl. 

1.  Azcaputzalco,  27.  De  azcaputzaüiy  hormiguero,  significando, 
en  el  hormiguero.  Muchos  de  los  nombres  de  lugar  se  formaron 
del  apellido  de  los  fundadores,  y  cuando  las  palabras  no  podían 
ser  expresadas  con  sus  propios  sonidos,  escc^an  signos  que 
próxiíaamente  correspondiesen  á  la  voz  apetecida;  con  el  tiempo 
estos  signos  cambiaron  de  pronunciación  y  por  con8ecuen<^  de 
significado.  Nos  informa  Ixtlilxochitl,  que  la  ciudad  de  que  tra- 
tamos fué  fundada^por  un  señor  nombrado  Lcputzal,  y  asi  M 
llamó  aquella  al  principio;  expresóse  la  denominación  por  medio 
de  un  hormiguero,  de  donde  resultó  que  el  vocablo  L^pteal  S6 
convirtiera  en  Azcapotzalco,  autorizado  por  la  multitud  de  gente 
que  en  la  ciudad  vivía,  haciéndola  semejante  á  un  hormiguero. 

2.  Gayohuacan,  28.  Expresado  por  un  oot/otl,  coyote,  con  el  pelo 
erizado  y  la  lengua  fuera  de  la  boca,  indicando  un  aniíhal  flaco 
y  hambriento. .  Si  por  el  signo  formamos  la  palabra,  debemos 
leer  üoyo-httac,  coyote  flaco,  tomado  el  complemento  de  hnacqmj 
"cosa  seca,  enjuta,  ó  emmagrecida.''  Por  corrupción  se  formó 
Coyo-húa-cariy  que  dice,  lugar  de  dueños  de  coyotes. 

3.  Teocáüiueyacy  29.  Sobre  el  determinativo  cerro;  un  teocdOiy 
en  forma  prolongada  ó  luenga,  hueyac:  Teocal-hueyac,  templo 
alto  ó  prolongado.  Adulteróse  después  el  nombre  en  TeocaUmi- 
can.  El  grupo  jeroglífico  presenta  la  particularidad  de  ir  acom-^ 
panado  del  determinativo  cerro  para  no  dejar  duda  acerca  de 
que  es  nombre  de  lugar,  y  que  el  templo  ofrece  ademas  el  deter- 
minativo de  conquista  que  acompaña  á  todos  los  pueblos  en  el 
Códice  Mendocino. 

6.  üuacrmuhcany  30.    Los  mímicos  árbol  y  águila  que  dan  los 


497 

• 

elementos  de  la  palabra  arrojan  cada  uno  el  sonido  ciiauh;  de 
aquí  debería  formarse  Cuanh-cuanh;  pero  por  eufonía,  como  ya 
lo  vimos,  los  componentes  cambian  quedando  Cua-cuauh-can, 
lugar  de  leñadores,  de  cuacuauhqui,  leñador. 

7.  Tlacopany  31.  Una  planta  florida,  sobre  la  indicación  de  la 
tierra  llana,  ó  sea  el  tlacotl,  jarilla  ó  vardasca.  Tlaco-pan  sobre  la 
jarilla.  A£rma  ;Ixtlilxochitl,  que  esta  población,  llamada  hoy 
Tacuba,  fué  fundada  por  un  señor  Tlacomanatzin,  de  donde  se 
formó  la  voz  Tlacopanien  este  caso  significará,  fundada  por  Tla- 
comanatzin. 

8.  Atlacuíhuaijan,  32.  En  la  liistoria  de  la  peregrinación  mexi- 
cana se  mira  escrito  el  nombre,  con  una  mano  empuñando  un 
madero,  doblado  en  la  parte  superior  y  un  atravesaño  en  la  in- 
ferior. El  Sr.  D.  José  Fernando  Ramírez,  en  la  nota  primera, 
pág.  21,  tom.  I  del  P.  Duran,  dice:  "Refiérese  probablemente  al 
"arma  mexicana,  llamada  atlatly  especie  de  ballesta,  que  según  la 
"tradición  fué  inventada  en  Tacubaya,  dando  origen  á  su  nom- 
"bre  Atlacuihuayan,  [que  quiere  decir,  donde  se  tomó  ó  cogió 
"el  Atlatl."  Esta  etimología  es  buena  y  la  confirma  la  pintura 
Aubin,  en  que  el  nombre  esta  expresado  por  el  atlatl  mismo;  pe- 
ro no  corresponde  á  la  pintura  que  examinamos,  compuesta  de 
un  jarro  del  cual  sale  el  agua.  Dice  el  P.  Carochi  en  su  gramáti- 
ca, que  Atlicuihuayan  significa,  lugar  en  que  se  toma  el  agua.  En 
esta  acepción  se  deriva  de  atlacuic,  aguador,  ó  del  verbo  atlacui, 
ir  por  agua  al  rio,  ó  finalmente  de  atlactdlmani,  herrada  (cubo  ó 
jarro)  para  sacar  agua.  Los  tres  signos  indicados  pertenecen  al 
género  de  los  ideográficos;  diversos  ya  en  los  signos  gráficos,  ya 
en  el  significado,  producen,  no  obstante,  el  mismo  nombre,  sien- 
do ejemplo  de  los  sinónimos  entre  los  caracteres.  Sirven  tam- 
bién de  muestra  de  la  dificultad  de  la  lectura  jeroglífica,  pues 
con  pequeñas  diferencias  ortológicas  el  sentido  de  la  frase  cam- 
bia totalmente. 

9.  Mixcoac,  33.  La  culebra  de  nube  ó  sea  Mixcoatl.  Ifixcoa-ó, 
en  la  culebra  de  nube,  en  donde  cayó  la  tromba,  ó  bien  funda- 

'  da  por,  ó  dedicada  á  Mixcoatl. 

10.  Cuduhdnialpan,  34.  Ideográfico;  se  deriva  del  verbo  cuanh- 

xinuiy  carpintear  ó  labrar  madera,  el  cual  forma  ctiauhximaloyan, 

lugar  en  que  se  labra  madera,  carpintería;  ó  mejor  de  cibauhxi- 

maU%  "acepilladuras  ó  astillas  pequeñas,  y  palo  ó  ídolo  labrado." 

63 


498 

('if.o.uhxiíiial-'pan^  donde  «e  labra  madera.  El  hacha  representad 
verbo  xinxr,  carpintear,  y  la  lectura  por  los  signos  sería  Cuauh- 
xima-paii. 

11.  (J^f/fi/hfitloM, — 12.  Tecpan,  35,  "casa  ó  palacio  real,  ó  de  al- 
gún señor  de  salva."  Expresado  por  raffi,  y  el  copiUi  indicante  de 
la  autoridad  real. — 13.   Texcoco  en  Acolhuacan;  véase  el  num.  24. 

Lámina  VI.  Reinado  do  Itzcoatl. 

I.  Jlixquic. — 2.  Cidilahnac. — 3.  Xocliimilco. — 4.  Chalco.— 5. 
Yaoyotl. 

6.  Tlateldco,  36.  "Y  volviendo  á  nuestro  propósito  digo,  que 
"los  Tlatelulcas,  divididos  de  los  mexicanos,  fundaron  su  ciudad 
"en  este  lugar  dicho,  el  cual  en  sus  priricipios  no  se  llamó  Tlate- 
"lulco,  que  quiere  decir,  montón  de  tierra  hecha  á  mano  ó  terra- 
"pleno,  sino  Xaltilulco,  que  quiere  decir  montón  de  arena.**  (1)  El 
nombre  gráfico,  en  realidad,  no  es  más  de  un  montón  de  tierra  ó 
de  arena:  la  palabra  se  forma  de  ilatdll,  "altozano,  ó  montón  de 
tierra  grande,"  ó  de  ilalteteüi,  montón, de  tierra;  con  el  verbo  y  la 
preposición  se  sacan  Tlatelolco  ó  Tlaltelolco,  maneras  correctas 
ambas,  dando  á  entender,  lugar  terraplenado,  igualado  á  mano. 

7.  HuUzilajMu,  37.  El  huitzitzüin  sobre  el  fonético  apoM:  Hutzil- 
apan,  en  el  agua  de  los  colibrís. 

8.  Cuaulmahmic, — 9.  Quetzallan,  38,  de  gíietzallí,  plumas  largas 
y  ricas,  y  el  fonético  tlan:  Quetzal-lan  (porque  la  t  de  tlan  se 
pierde  entre  las  II),  cerca  ó  junto  de  losquetzaUi,  pájaros  de  este 
nombre. 

10.  Zacualpan,  39.  Compuesto  de  un  tzacualli,  pirámide,  con 
una  mano  encima.  Ideográfico  derivado  de  zcdoa,  hacer  pared  6 
engrudar,  y  de  ciKilli,  cosa  buena:  Za-cual-pan,  donde  se  hacen 
buenas  paredes,  donde  se  construye  bien.  Tzacual-pan,  sobre  la 
pirámide. 

II.  Itztepec,  40.  De  itztl{,eri  una  de  sus  variantes:  Itz-tepe-c,en 
el  cerro  de  la  obsidiana. 

12.  Xiuhtepec,  41.  El  simbólico  de  xihuitl  en  el  sentido  de  cosa 
preciosa:  Xiuh-tepe-c,  en  el  cerro  precioso,  donde  hay  piedras 
preciosas. 

13.  Yoállan,  43í,  El  simb(51ico  noche  en  una  de  Bus»variantes. 
Corresponde  á  las  palabras  yoalU,  noche;  yoac,  de  noche;  yohuúHh 
noche,  yo1iv4ic,  de  noche,  y  al  verbo  yolmay  anochecer  ó  hacerse 

(1)  Torquomada,  lib.  III,  cap.  XXIV. 


499 

de  noche:  la  lectura  puede  ser  Yoal-lan  ó  Yohual-lan,  donde  os- 
curece pronto. 

14  Tepeouacuilco,  43.  Ideográfico:  las  radicales  del  compuesto 
son  ¿epeÜ;  cuaitly  cabeza;  el  verbo  cuilia,  pintar  algo,  y  la  prepo- 
sición: Tepe-cua-cuil-co,  en  el  cerro  de  la  cabeza  pintada.  Cree- 
mos que  la  cabeza  es  el  étnico  de  los  cohuixcuy  tribu  de  la  cual 
dice  el  P.  Sabagun  que  vivían  en  los  pueblos  de  Tepecuacuilco, 
Tlachmalacac  y  en  la  provincia  de  Chilapan,  hablando  lengua 
mexicana. 

Lámina  VIL  Beinado  de  Motecuhzoma  Ilhuicamina. 

L  Coaixílahuacan,  44.  Entre  loa  nombres  de  personas  dimos 
razón  de  este  gruj)o  jeroglífico,  por  lo  cual  sólo  hablaremos  aho- 
ra del  nombre  de  lugar.  Ixtlahiiacan,  desierto,  ó  tierra  llana  y 
despoblada  sin  árboles;  derivada  de  ixtlaJiuayo,  tierra  desie^^ta  y 
llana,  ó  de  ixilahuatl,  vega  ó  tierra  llana,  sabana  ó  campo:  el  fo- 
nético ix  da  el  elemento  inicial  de  la  palabra,  y  él  coatí  la  com- 
pleta: Coa-ixtlahuacan,  desierto  en  que  hay  culebras  ó  víboras. 

2.  Mamalkuaztepec,  45.  Conforme  al  P.  Sahagun,  los  palos  con 
que  se  sacaba  la  lumbre,  en  la  fiesta  del  fuego  nuevo,  se  llama- 
ban mamalhuaztli,  y  estos  palos  representa  la  pintura.  Mamal- 
huaz-tepe-c,  en  el  cerro  donde  se  toma  el  manialhíiaztlu  Con  esta 
palabra  se  significa  igualmente  la  constelación  de  Orion. 

3.  Tenaríco,  46.  El  mímico  tenamiü,  cerca  o  muro  de  ciudad, 
representada  por  la  cortina  con  sus  almenas,  ó  sólo  por  éstas  en 
otros  casos.  Tenan-co,  en  la  cerca  ó  muralla,  en  el  pueblo  forti- 
ficado. Témame  altepeÜ,  villa  cercada  de  muro. 

6.  Tdeuhtepecy  47.  Ideográfico.  El  lienzo  extendido  parece  ex- 
presar el  verbo  tetehuana,  "tirar  ó  estirar  algo,  extender  ó  des- 
arrugar alguna  cosa."  Teteuh-tepe-c,  en  el  cerro  donde  se  tienden 
ropas. 

7.  ChicoiiquiavJico,  .48.  Los  puntos  son  el  signo  numeral  de 
cJdcome,  siete;  las  gotad  significando  la  lluvia  quiahtdÜ,  sirviendo 
el  cerro  de  sólo  determinativo:  Chicon-quiauh-co,  en  las  siete 
lluvias,  donde  llueve  mucho.  Quiahuitl,  como  todos  los  de  su  es- 
tructura, al  perder  el  ül  final,  no  deja  el  elemento  quiahu^  sino 
qtie  forma  quiauh:  sirva  esto  de  recuerdo  páralos  casos  análogos. 

8.  Xiuhtepeo, — 9.  Totólapan^  49.  La  cabeza  del  huexolotly  huajo- 
lote,  pavo,  llamado  también  totcíin,  sobre  el  fonético  apan:  Totol- 
apan,  en  el  agua  los  pavos. 


t 

4 

í 


500 

10.  Choleo. — 11.  Cuauhnahuac, — 12.  AÜatlaucan^  50,  de  opan,  y 
ÜaÜauqui,  colorado:  A-tlatlau-can,  lugar  en  el  agua  colorada.  H 
fonético  sirve  para  dar  la  sílaba  inicial  a:  el  signo  debe  estar 
pintado  de  rojo. 

13.  Huaxtepee,  51.  Del  árbol  llamado  huaxin,  huaje:  Huax- 
tepe-c,  en  el  cerro  de  los  huaxin. 

Lámina  VIII.  Continuación  del  reinado  de  Motecuhzoma  H- 
huicamina. 

1.  Yauhtepec,  52.  De  yahuiü,  maíz  negro  ó  de  colores:  Yauh- 
tepe-c,  en  el  cerro  en  que  se  da  el  maíz  negro  ó  de  colores. 

2.  Tqjozílaf  53.  Tepoztli  ó  tepuzíli,  cobre;  tomando  el  instru- 
mento por  el  material  que  lo  forma,  Tepoz-tla,  donde  abunda  el 
cobre. 

3r  TeejM'tzinco,  54,  tras  el  tecpatl,  sílice;  claramente  expresado 
por  los  signos.  , 

4.  Yacapíchflan,  55.  Un  cerro  que  presenta  una  nariz,  debajo 
de  la  cual  se  observa  una  cierta  figurilla.  En  la  relación  de  Aca- 
piztla  por  el  alcalde  mayor  Juan  Gutiérrez  de  Licbana,  MS.  de 
1580,  en  poder  de  nuestro  amigo  el  Sr.  D.  Joaquín  García  Icaz- 
balceta,  se  dice:  "Esta  villa  de  Acapiztla  se  llamó  así,  porque 
antiguamente  se  llamaba  Xiliuitzci  capitzalcm,  porque  los  señores 
que  la  gobernaban  traían  unos  clialchiliuites  atravesados  en  las 
narices,  y  que  eso  quería  decir,  y  como  agora  está  la  lengua  co- 
rruta se  dice  y  le  llaman  Ayacapiztla."  La  lectura  directa  puede 
sacarse  de  yctcail,  nariz;  pitztli  (la  figurilla),  cuesco  ó  hueso  de 
cierta  fruta,  y  la  preposición:  Yaca-pitz-tlan,  los  de  narices  ahu- 
sadas ó  afiladas. 

5.  Yoal-tepe-c^  56,  en  el  cerro  de  la  noche,  cerro  umbroso. 

6.  Tlachco,  57.  De  tlachili,  juego  de  pelota. 

7.  TlalcozoMhtitlan,  58.  De  llalli,  campo  cultivado;  cozauhquú 
ocre  amarillo.   Tlal-cozauh-ti-tlan,  junto  al  campo  amarillo. 

8.  TepecuacuUco. — 9.  Quiauhteopaiiy  59,  de  qidahuitl  y  de  ieapan- 
tli:  Quiauh-teopan,  templo  de  la  lluvia*. 

10.  Chontalcoatlan,  60.  La  culebra  amarilla  lleva  el  nombre  par- 
ticular de  chordcdcoatl,  culebra  extraña,  forastera,  extranjera,  con 
el  fonético  forma  Ohoütalcoa-tlan,  cerca  del  chontalooatl. 

11.  Hneipochtla,  61.  Ideográfico,  representado  poj  los  arreos  é 
iusimias  de  los  mercaderes  principales;  compónese  de  híuei  gran- 


501 

de,  jpochtecatly  mercadeí:  Huei-poch-tla,  donde  abundan  los  gran- 
des mercaderes. 

12.  AtotonücOy  62.    Una  vasija  colocada  en  el  tlecmlli  ú  hogar,  . 
en  la  cual  hierve  el  agua.  De  aquí  cUotonüH,  agua  caliente  y  Ato- 
ionilco,  en  el  agua  caliente,  agua  tei^nal,  como  en  realidad  la  hay 
en  el  lugar. 

13.  Axocopauy  63.  El  xocopan  es  "un  árbol  del  tamaño  de  el 
laurel  con  hojas  como  de  naranjo  muy  suave;  estímase  porque  le 
echan  entre  la  ropa  y  le  da  un  olor  incomparable,  traen  cargas 
de  estos  ramos  para  la  procesión  del  dia  de  Corpus,  y  todos  los 
que  van  en  ella  llevan  de  estos  ramos  para  alivio  del  sol."  (1) 
Aunque  lleva  el  fonético  apaii,  como  ya  la  palabra  termina  en 
preposición,  aquel  sólo  suministra  la  inicial  a;  A-xocopan,  en  los 
xocopan  de  regadío. 

14.  ToUan,  64.  Una  planta  de  iollin  ó  tuUin:  Tol-lan,  junto  ó 
cerca  del  tule  ó  del  tular.  Vetancourt  dice  que  significa  pueblo 
de  mucha  gente,  y  que  lo  mismo  quiere  decir  Mamenhi,  palabra 
con  que  la  distinguían  en  su  lengua  los  otomíes. 

15.  Xilofepecj  65.  Dos  mazorcas  de  maíz  tierno,  xilotl;  Xilo- 
tepe-c,  en  el  cerro  de  los  jilotes. 

16.  IzcuhicmÜapilco,  66.  El  cuarto  trasero  del  izcuintU,  perro, 
terminado  en  el  rabo  cuitlapíUi:  Izcuin-cuitlapil-co,  en  el  rabo  del^ 
perro.  Guitiapilli  atlapalli,  gente  menuda,  vasallos  ó  macehuales. 

17.  Atotonilco. — 18.  Tlapaoyauy&l.  Ideográfico,  que  quiere  de- 
cir, lugar  en  donde  lavan. 

19.  Chapolixüla,  68.  El  pié,  icxitl,  de  un  chapulín,  cliapólin,  lan- 
gosta. Ohapol-icxi-tla,  donde  abundan  los  pies  de  las  langostas, 
los  animales  mismos,  tomando  la  parte  por  el  todo. 

20.  Tlattauhquitepecy-'QQ.  Un  cerro  pintado  de  colorado.  Tlal- 
tlauhquitepe-c,  en  el  cerro  colorado.  Es  uno  de  los  casos  en  que 
el  color  de  la  figura  entra  como  elemento  fónico  de  la  palabra. 

21.  Cuetlaxtla,  70.  El  simbólico  de  cueUaxíli,  cuero  curtido  ó 
adobado:  Cuetlax-tla,  donde  abundan  los  cueros  adobados. 

22.  Cuauhtochco,  71.  De  cualmitl  y  f oc/iíZí:  Cuauh-toch-co,  en  el 
conejo  de  palo,  y  también  en  el  bosque  de  los  conejos.  Si  fuera 
cuavMoctli  significaría,  árbol  ó  estaca  para  plantar. 

<1)  Vetíocoort,  Teatro  Mezio.  Trat.  2,  ntím.  154. 


502 

Lámina  IX.  Beinado  de  Axayacatl. 

I.  TMteldco:  ya  hablamos  de  este  grupo  jeroglífico. — 8.  AHk- 
piüacy  72.  Ideográfico  compuesto  de.  atl,  y  del  verbo  ajyolactia, 
sumir  ó  hundir  algo  en  el  agua:  Atl-apolac,  en  donde  se  hunde 
algo  en  el  agua.  Por  regla  general,  siempre  que  una  palabra  aca- 
bada en  vocal,  tiene  que  unirse  con  otra  que  también  comienza 
con  vocal,  la  primera  no  pierde  sus  últimas  consonantes. 

4.  Xcdatlan,  lám.  II,  núm.  73.  De  xalli,  arena,  y  atl:  Xal-a-tlan, 
junto  á  la  agua  de  arena,  ó  que  corre  por  lecho  de  arena. 

7.  Tlacotepec,  74.  De  tlaeotl,  jarilla  ó  vardasca:  Tlaco-tepe-c,  en 
el  cerro  de  la  jarilla. 

8.  Meiepec,  75.  De  indi,  el  mague,y. 

9.  Capulapan,  76.  El  árbol  llamado  copolin,  con  el  fonético 
apan:  Capol-apan,  en  el  agua  de  los  capulines.  Si  la  lectura  íaera 
Capul-huac,  se  derivaba  de  Jiuarqui,  seco,  y  diría,  en  el  capulinó 
capulines  secos. 

10.  Ocoyacac,  77.  Un  árbol  de  oeotl,  con  una  nariz,  yacatl:  Oco- 
yaca-c,  en  la  punta,  principio  ó  parte  saliente  del  ocotal. 

II.  Cuauhpanoctyan,  78.  El  dibujo  describe  bien  el  objeto,  pues 
está  compuesto  de  un  rio,  sobre  el  cual  están  colocados  unos  ma- 
deros, con  huellas  humanas  indicando  tránsito;  es  un  puente  de 
madera.  Se  forma  de  cuav.h,  radical  de  cuaiiJdtJ,  árbol,  madera,  y 
de  payioayan,  "vado  por  donde  se  vadea  y  pasa  el  rio." 

12.  XocJdacan,  79,  Ideográfico,  expresando  el  verbo  oler,  y  tam* 
bien  el  lugar  bien  oliente.  Compónese  de  JcovMaÜ^  agua  de  rosas: 
Xochia-can,  lugar  de  agua  de  rosas,  aromoso. 

13.  Tcofenanco,  80.  Signos  conocidos  que  arrojan  las  palabras 
teo-tenán-co,  en  las  murallas  del  dios,  en  las  murallas  divinas. 

14.  Ccdimayan,  81,  ideográfico  que  da  á  entender,  en  donde  las 
casas  están  alineadas  ó  puestas  en  acera.  * 

15.  Tzinacc^fq)ec,  82.  Ts/V?^^^/?,  murciélago:  Tzinaca-tepe-c,en 
el  cerro  de  los  murciélagos. 

Lámina  X.  Keinado  de  Axayacatl. 

1.  Tolocan,  83.  Tolocan  ó  Tolucan  propiamente  quiere  decir, 
lugar  de  los  iobica.  La  palabra  está  expresada  por  una  cabeza 
inclinada,  signo  del  verbo  iokxx,  bajar  ó  inclinar  la  cabeza,  resul- 
tando Tolo-can,  (de  sonido  igual  al  apetecido),  lugar  en  que  se 
inclina  la  cabeza.  En  cuanto  al  grupo  inferior,  compuesto  de  una 
red,  matlafl,  y  del  fonético  /x/íkv;,  arroja  naturalmente  losí  sonidos 


503 

Matla-tzinco,  uombre  de  la  provincia  en  que  Toloca  estaba  situa- 
da, y  también  designa  la  tribu  matlat/ánca. 

2.  Xiquipilco,  84,  del  signo  numeral  8,000,  xiquipilli,  ó  de  la 
bolsa  en  que  los  sacerdotes  llevaban  el  incienso;  con  la  preposi- 
ción, Xiquipil-co. 

3.  Tnantzinco^  85.  De  lectura  silábica  y  fácil;  Tenan-tzinco, 
tras  de  los  muros. 

4.  Tepeycuxic,  86.  Un  monte,  con  una  nariz,  yacatl;  Tepe-yaca-c, 
en  la  punta  ó  nariz  del  cerro,  el  cerro  saliente  o  adelantado  de 
pna  cordillera. 

5.  7Uaxwialo¡/an,  87.  La  población  pertenecía  á  los  tarascos, 
y  en  su  lengua*  le  llamaban  Taximaroa;  para  traducir  los  mexi- 
canos aquel  vocablo  de  lengua  extraña,  no  atendieron  al  signifi- 
cado sino  Á  reproducir  sonidos  semejantes;  tomaron  estos  del 
verbo  tktxima,  carpintear,  ó  de  tlaximalb\  astillas  ó  acepilladuras 
largas,  6  de  ílaximcdoni,  "azuela  6  cosa  semejante:"  afijáronle 
como  nombre  de  lugar,  formando  finalmente  Tlaximal-oyan. 

6.  Oztoman,  88.  La  cara  do  una  serpiente  simbolizando  la' cue- 
va 6  gruta,  oztoil^  con  una  mano  encima:  esto  produce  la  lectura 
Ozto-ma-n,  gruta  lie  cha  ó  fabricada  á  mano. 

7.  XfxyJitlmi,  89.  Ideográfico,  y  étnico  do  la  tribu  maroaca. 
El  pueblo  de  Xocotitlan  está  situado  junto  á  una  elevada  mon- 
taba, á  la  cual  antiguamente  llamaron  Xocotepec,  según  Ixtlil- 
xochitl,  nombre  derivado  do  Xocotl  su  descubridor;  de  aquí  el 
compuesto  Xoco-ti-tlan,  junto  al  Xocotepetl  ó  cerro  de  Xocotl. 

8.  Ocuilla,  90,  de  ocicilin,  gusano,  y  el  abundancial  fia:  Ocuil-la, 
gusanera. 

9.  Oztoticpac,  91.  La  gruta  con  el  fonético  icpac:  Ozto-ticpac, 
encima  de  la  gruta. — 10.  ]\faflrrfla/iy  92,  la  red,  y  el  fonético  tlayí: 
Matla-tlan,  junto  á  las  redes. 

11.  Cu€zcomat/acac,  93.  Una  vasija,  con  una  nariz;  aquella  re- 
presenta la  troje  para  guardar  las  mazorcas  del  maíz,  cuezcomatl. 
Cuezcoma-yaca-c,  en  la  punta  de  la  troje  ó  granero. — 12.  Teoalco, 
94,  Una  casa  formada  con  el  simbólico  tdh  de  donde  resultan 
los  sonidos  Te-cal-co,  en  la  casa  de  piedra,  en  la  casa  do  bóve- 
da. Este  pueblo  se  llama  ahora  Tecalli,  por  la  cantera  de  las 
hermosas  piedras  de  tecalli,  ónix  mexicano,  que  á  sus  inmedia- 
ciones se  encuentra,  y  la  palabra  entonces  será  Tecal-co,  en  los 
í«orí?/!,\londe  estos  se  encuentran. 


504 

13.  Cuetlaxtla. — 14.  Puxcanldla%  95.  Una  [cabeza  de  adormi- 
dera con  manchas  rojas,  amarillas  y  azules;  símbolo  de  las  cosas 
mohosas  ó  tomadas  de  orín,  puxcauJiqui:  Puxcauh-tlan,  junto  al 
moho,  ó  lo  mohoso. — 15.  Ahiiilizapan,  96.  Ideográfico;  un  hom- 
bre en  el  fonético  ajyan,  con  los  brazos  abiertos.  Olavigero  expli- 
cando un  dibujo  semejante  dice:  "La  figura  séptilna  es  la  del 
agua,  en  que  se  ve  un  hombre  con  los  brazos  abiertos,  en  señal 
de  alegría,  para  representar  la  ciudad  de  Ahuilizapan  llamada 
por  los  españoles  Drizaba.  El  primero  de  estos  dos  nombres 
significa,  en  el  agua  del  placer,  en  el  rio  alegre."  En  otra  parte 
hemos  visto  el  significado,  aguas  que  bajan  alegres  y  bulliciosas. 

16.  Tlaoü(tn,  97.  Un  cesto  lleno  de  maíz  desgranado,  tlaoUi; 
Tlaol-lan,  en  el  maíz  desgranado  y  seco. — 17.  3Itxtlan,  98.  Mixüi, 
nube,  expresada  en  la  forma  globular  que  los  pintores  le  atribu- 
yen, ó  con  dos  ojos  compuestos  de  círculos  concéntricos,  debajo 
de  los  cuales  so  extienden  unos  dientes  largos,  corvos  y  agudos, 
abre\'iatura  del  dios  Tlaloc.  Mix-tlan,  junto  á  las  nubes,  país 
nebuloso,  cubierto  de  nieblas. — 18.  Quetzoloztoc,  99.  La  cabeza 
de  la  serpiente,  ozfofl;  las  plumas  de  la  boca,  qnetzalli:  Quetzal- 
ozto-c,  en  la  gruta  del  quefzalli, — 19.  Tetzapotitlan,  100.  El  árbol 
tzapoíl,  zapote,  sobre  el  simbólico  teil:  Te-tzapo-ti-tlan,  en  los 
mameyes,  porque  tetzapotl  ó  mejor  tetzontzapotl  es  el  mamey.  (Lú- 
cuma mammosa). — 20.  Micqnctlan,  101.  Miqíiiztli^  muerte,  se  ex- 
presa cdn  un  cráneo,  ya  solo,  ya  coronado  de  Tíialinmlli;  el  mismo 
signo  dice  iniquird,  cosa  mortal,  y  el  verbo  miqui,  morir.  Micqueti, 
cuerpo  de  hombre  muerto;  Micque-tlan,  junto  á  los  cuerpos 
muertos,  cementerio. 

21.  Tamuoc,  102.  Este  pueblo  de  la  Huaxteca,  en  su  lengua 
se  llama  Tamui  ó  Tamuin.  Hemos  visto  que  los  mexicanos  tra- 
ducían los  nombres  de  las  lenguas  extranjeras,  no  por  su  signi- 
ficado, sino  por  medio  de  signos  fónicos  que  expresaran  los  so- 
nidos; no  siempre  lograban  su  intento  de  una  manera  cumplida, 
y  entonces  se  valían,  bien  de  sonidos  semejantes,  bien  de  solo 
notas  mnotemicas.  En  el  presente  caso,  la  forma  con  el  si^io 
otli  en  las  manos,  en  actitud  de  medir,  recuerda  el  verbo  tav^r 
cMüy  media  algo,  resultando  estos  elementos,  Tama-o-c,  seite- 
jante  de  Tamuoc. — 22.  Tamapachco,  103.  Traducción  igualrü|í©tG 
del  nombre  del  pueblo  huaxteco  Tamapachi  ó  Tamaquichi.  f  Pa- 
ra lograrlo  se  usó  del  coral,  tajxxchUif  lo  cual  solamente  sit»B  pa- 


505 

ra  dar  algunos  de  los  sonidos  iniciales.  En  la  lám.  XI,  núm.  14 
vuelve  á  ocurrir  este  nombre,  expresado  por  una  mano,  niaitl, 
cogiendo  una  concha  nácar,  tapachtli;  la  lectura  sería  Ma-tapach- 
co,  que  debería  servir  de  simple  recuerdo  para  obtener  la  pro- 
nonciacion  verdadera.  Debemos  advertir,  que  en  la  interpreta- 
ción se  escribió  erradamente,  primero  Tampatel,  después  Ta- 
mapacha. 

23.  Tochpa,  104.  El  conejo,  con  la  huella  fonético  de  la  prepo- 
sición pa;  Toch-pa,  en  el  conejo. — 24.  Tenexticpac,  105.  Ideográ- 
fico; de  ienexiliy  cal:  Tenex- t-icpac,  (la  ¿eufónica  de  la  lectura  ti), 
encima  de  la  cal. — 25.  Cuauhtla,  106,  donde  abundan  las  águilas. 

Lámina  XI.  Beinado  de  Tizoc. 

1.  Toncdirnoqtietzayan,  107.  Ideográfico;  se  deriva  de  tonalli,  ca- 
lor del  sol  ó  tiempo  de  estío;  de  í  que  significa,  propio  suyo,  y 
de  moquetzqifi,  el  que  está  levantado  en  pie  ó  cosa  empinada: 
Tonal-i-moquetz-ayan,  lugar  de  estío  ó  calor  fuerte. — 2.  Tozxiuh- 
€0, 108,  de  tozcatl,  garganta,  gargantilla,  y  xihuitl,  cosa  preciosa: 
Toz-xiuh-oo,  gargantilla  fina  ó  de  valor. — 3.  Ehecatepec,  109.  La 
cabeza  fantástica  símbolo  de  eliecatl:  Bheca-tepe-c,  en  el  cerro 
del  viento  ó  del  aire. — á.  C/Sa,  110,  de  cilin,  caracol  chiquito,  y 
el  abundancial  Üa. — 5.  Tecaxic,  111.  Tecaxitliy  fuente  de  piedra, 
compuesto  de  tetl,  y  de  caxitli,  escudilla  ó  vasija  honda:  Tecaxi-c, 
en  la  fuente. — 6.  Tolocan. 

9.  Yancuitlan,  112.  El  símbolo  yancuic,  cosa  nueva  ó  reciente, 
con  el  fonético  Üaii;  Yancui-tlan,  en  lo  nuevo  ó  reciente. — 10. 
!  Tlapa,  113,  de  tlapcdli,  color  para  pintar  ó  cosa  teñida;  perdíen- 
I  do  el  lli  queda  ya  Tlapa,  y  ademas  la  huella  da  el  fonético  pa. — 
I  IL  Atezcahnacan,  114.  AtezcaÜ,  charco:  Atezca-hua-can,  lugar  de 
I  propietarios  de  charcos.  La  palabra  atezcatl,  es  pintoresca;  se 
i  compone  de  cdl  y  tezcatl;  a-tezcatl,  espejo  de  agua. — 12.  Mazafla, 
I  115,  donde  abundan  los  venados. 

I  13.  Xocldyetlay  116,  La  xochitl,  sobre  el  objeto  llamado  acayeüy 
[  caña  para  fumar,  palabra  compuesta  de  acaü,  cana,  y  yeü,  tabaco, 
/  de  éste  se  toma  el  elemento  de  la  palabra.  Xochi-ye-tla,  donde 
^t  abunda  el  tabaco  flor  ó  perfumado. — 14.  TamapacJico,  117,  véase 
el  nim.  103. — 15.'  Ehecatlapechco,  118.  De  ehecatl,  y  tlapechtli,  an- 
das, andamio,  tablado,  camas  de  madera:  Eheca-tlapech-co. — 16. 

MkqueÜan. 

64 


506 

Lámina  XII.  Eeiuado  de  AhuitzotL 

1.  Xiuhcoacy  119.  Una  culebra,  cooü,  de  color  azul,  xiuhiic; 
Xiuh-coa-c,  en  la  culebra  azul. — 2.  Tlapa. — 3.  Mdanco,  120.-4. 
Amaxtlan,  121.  De  atl  y  de  maxüatl;  A-maxtlan,  en  donde  rodea 
el  agua,  lugar  rodeado  de  agua. — Tmpo-tlan,  122,  de  tzapoü,  za- 
pote.— 5.  XaJ'tepe'Cy'  123,  de  xcdlí,  arena. — 7.  Chi-apaii,  124,  de 
chiañ,  chía. — 8.  Toto-tepe-c,  125,  de  iototl^  pájaro. — 11.  XocMa, 
126.  Signo  que  parece  pertenecer  á  los  orígenes  de  la  escritura, 
cuando  se  pretendía  representarlo  todo  por  signos  materiales, 
inventando  figuras  que  directamente  llevaban  á  los  caracteres 
ideográficos.  No  atinamos  á  decir  si  se  deriva  de  xocMia,  decir 
gracias  a  donaires,  ó  'de  xocJdic,  niño  que  aun  no  habla  ó  cosa 
chica  y  pequeña:  en  ambos  casos,  la  flor  que  la  figura  lleva  en  la 
frente  arroja  el  mnotemico  xoch. 

12.  X()lochauJi?jan,  127,  tomado  del  verbo  xolochaliui,  arrugar- 
'se  do  vejez:  Xolochauh-yan;  en  donde  se  arrugan  de  vejez.— 
13.   dnicacucvildenanco,  128.    Las  murallas,  con  el  cozca^v/xuMi, 
ave  de  hermosas  plumas,  símbolo  del  décimo  sétimo  dia  del 
mes  mexicano:   Cozcacjjauh-tenan-co,  en  los  muros  consagra- 
dos al  cozcacuauhtli. — 14.  Cozliuijnlcan,  129.  Una  camisa  de  mu- 
jer, huijnlli,  do  color  amarillo,  coztic:  Coz-huipil-can,  lugar  de  ca- 
misas amarillas. — 15.    Coifucac,  130.    Una  mujer,  cihiíatl,  sobre 
cuya  cabeza  se  distinguen,  la  cabeza  de  un  coyotl  y  una  sandalia, 
cacfli:  do  aqtií  se  derivaría  la  lectura  silábica  Cihua-coyo-cac, 
lugar  ahora  nombrado  Coyocac  ó  Coyucac.    Estos  son  los  ele- 
mentos fónicos;  en  cuanto  al  significado  no  nos  parece  tan  llano, 
si  no  es  que  se  derive,  bien  del  verbo  cuyavd,  agujerarse  li  hora- 
darse algo,  ó  bien  de  royocfic,  agujerado  ó  cosa  agujerada,  dando 
á  entender  que  aquellos  habitantes  padecían  de  algún  mal  cutá- 
neo. Prueba  esto,  que  la  misma  palabra  Coyucac  está  expresada, 
en  la  lámina  XL,.núm.  10,  con  una  cabeza,  rapada  la  parte  su- 
perior y  llena  como  de  agujeros.    En  todo  caso,  ambos   signos 
son  ideográficos,  y  una  muestra  délos  caracteres  sinónimos  t 
homófonos  al  mismo  tiempo. 

16.  Aca-tepe-c,  131,  de  aeail,  la  caña  de  carrizo. — 17.  Ilnexdo- 
lia,  132,  de  hnerolotl,  pavo. — 18.  Ac/jt polco,  J33.  Ideográfico:  las 
cañas,  o.catl,  son  el  mnómico  do  la  voz;  la  mano  que  las  despe- 
daza significa  el  verbo  jjoloa,  perderse,  destruirse,  perder  ó  des- 
truir á  otros  con  guerra,  ó  conquistarlos:  Aca-pol-co,  lugar  con- 


( 


507 

quistado  y  destruido. — 19.  Xinh-hua-cariy  134,  de  xihuitl;  lugar  de^ 
poseedores  de  cosas  preciosas. — 20.  Apan-cal-can,  135,  lugar  en 
que  las  casas  tienen  caños  de  agua. — 21.  Teopa-iepe-c,  136,  en  el 
cerro  de  los  pedernales. —22.  Tepechiapan,  137.  Así  da  la  lectu- 
ra el  interprete,  la  cual  confesamos  no  entender:  nos  aventura- 
ríamos á  leer  de  manera  diversa,  mas  no  queremos  atrevemos. 
—23.  XicO'cJiíínal'Co,  138,  de  xicQÜy  jicote,  cierto  abejorro,*  y  c/¿í- 
múli^  escudo;  el  xicochtmalli  es  el  panal  de  cera  amarilla  forma- 
do por  los  jicotes. — 24.  XmhtcczacaÜan^  139.  Llamábase  el  dios 
del  fuego  Xiuhtecutli,  señor  del  año;  Izcozauhqui,  cariamarillo; 
Quetzaltin,  llama  de  fuego;  Huehueteotl, .  dios  antiguo.  La  es- 
tampa le  pone  como  cariamarillo,  dándole  nombre  de  Xiuhtec; 
en  lugar  de  la  corona  de  papel  de  diversos  colores,  y  de  los  pe- 
nachos verdes  á  manera  de  llamas  con  que  se  distinguía,  lleva 
adornos  de ,  zacatín  zacate  ó  pasto  que  espontáneamente  crece  en 
el  caiUpo:  feSrmase  de  aquí  la  palabra^  Xiuhtec-zaca-tlan.  Zaca- 
tlan  es  población  en  el  Estado  de  Puebla,  y  el  nombre  entero 
significa  Zacatlan  de  Xiuhtecutli,  ó  sea  consagrado  al  ftiego. 

Lámina  XIII.  Continúa  el  reinado  de  Ahuitzotl. 

1.  Tecuan-tepe-c,  140,  de  tecuani,  bestia  fiera  y  ponzoñosa,  ó 
persona  brava  y  cruel;  ademas  de  estas  acepciones  tecuani  quiere 
también  decir,  antropófago. — 2.  Coyól-ajjany  141,  de  cuyvlli  ó  co- 
yóUi,  cascabel;  en  el  agua  que  hace  ruido  como  los  cascabeles. — 
3.  Idac-Üalocarij  1*42.  Iztac,  blanco;  tlalocau'y  paraíso,  como  tra- 
ducen los  autores;  sonaría,  paraíso  blanco;  pero  tlalocan  literal- 
mente quiere  decir,'.lugar  de  Tlaloc,  y  así  lo  explica  la  figura  del 
dios,  que  por  serlo  de  la  lluvia  es  símbolo  de  ésto  y  de  las  nubes* 
.Metaf.  se  pudiera  traducir,  lugar  de  nubes  blancas. — 4.  Teocui- 
ilatla,  143,  donde  abunda  el  oro.  La  estampa  es  el  símbolo  del 
oro  labrado. — 5.  Huchuetlan,  144,  de  hueJiue,  anciano. — 6.  Citauh- 
ocayaca-ti-tlan,  145,  un  árbol,  sobre  una  máscara,  xayacatl;  junto 
á  las  máscaras  de  palo. — 7.  Izhtui-ilan,  146.  Ideográfico  del  verbo 
ixhua,  nacer  la  planta  ó  brotar  la  semilla. — 8.  ComUlan,  147,  de 
comiü,  olla;  lugar  de  alfareros. 

9.  Nan-tmi-tiav,14cS.  Una  especie  de  receptáculo  lleno  de  pun- 
tos negros,  símbolo  de  la  maternidad,  la  reproducción,  la  fecun- 
didad; debajo  un  medio  cuerpo  de  mujer  vestido,  ya  para  indicar, 
el  sexo,  ya  porque  entre  los  mexicanos,  por  respeto  al  pudo^ 
rara  vez  se  la  presenta  desnuda.    Es  un  ideográfico  compuesto 


508 

de  nantliy  madre,  ó  de  naiiyotl,  matriz,  en  que  el  medio  cuerpo 
produce  el  reverencial  tzin,  dando  á  entender  el  compuesto,  don- 
de se  honra  ó  reverencia  á  las  madres  ó  la  maternidad. — 10.  Hui- 
pil-la,  149,  de  huipilli,  camisa  de  mujer. — 11.  Cakua-Uan,  150. 
Ideográfico  del  verbo  cahua,  quedarse  en  algún  lugar  el  que  vino 
de  otra  parte,  dejar  ó  desamparar  á  otro. — 12.  Ma-Üan,  151,  de 
iztatl,  sal. — 13.  Huitz-tlan,  152,  de  huitztli,  espina. — 14.  Xolo-tím^ 
153,  una  de  tantas  variantes  del  sonido  xolotJ,  paje,  mozo,  criado, 
esclavo. — 15.  Ctuxuh'nacaZ'tlan,  154,  de  nacaztli,  oreja;  junto  á  los 
orejas  de  palo,  sordos. — 16.  Maza-tlan^  155,  de  mazail,  venado. 

17.  Ayotoch-cuitld-tla,  156.  El  ayotocMUy  armadillo,  encuberta- 
do, tatú,  y  sus  excrementos;  donde  abunda  el  estiércol  del  arma- 
dillo.— 18.  CuauhÜan,  157,  junto  á  las  águilas.^ — 19.  Quetzal-cm- 
ilapil'co,  158,  en  el  rabo  de  quetzalli:  borla  ó  adorno  colgante 
usado  por  los  guerreros. — 20.  Mapach-iepc-c,  159,  en  el  cerro  del 
mapach,  pequeño  cuadrúpedo  un  poco  semejante  en  sus  costum- 
bres á  la  ardilla.  (1)  El  nombre  del  animal,  según  el  notorio  in- 
tento que  en  esta  escritura  se  descubre,  está  expresado  de  una 
manera  fonética,  por  la  mano  y  por  el  pachtii,  heno,  diciendo  si- 
lábicamente ma^pach. — 21.  Cuaulipilól-la,  160,  de  cuauhpüdm, 
horca  de  madera. — 22.  Tlacofepec, — 23.  MizquiAlan^  161,  de  miz- 
quid,  mezquite. 

Lámina  XIV.  Reinado  de  Motecuhzoma  Xocoyotzin. 

1.  ArJdo'tlan,  162,  de  achiotl,  el  color  rojo  que  sacaban  dé  la 
Bixa  orellana  de  L. — 2.  Zozól4an,  163,  de  zosoltic,  cosa  vieja  6 
usada,  de  lo  cual  es  simbólico  la  manta  con  los  hilos  saltados; 
la  espina  sirve  de  mnómico  arrojando  los  sonidos  xo  y  zozo.  El 
mismo  elemento  zozól  puede  sacarse  de  zozóltin,  plural  de  zoUn  6 
zvUuy  codorniz,  y  de  aquí  ha  venido  el  error  de  algunos  al  tradu- 
cir este  nombre. — 3.  Nochez-Üan,  164,  de  nocheztU,  grana. — 4  Te- 
cuh'tepe-c,  165.  Sabemos  que  el  copilli,  como  signo  fónico  arroja 
los  sonidos  feo,  tecu,  teciih,  de  tecuhüi,  caballero  ó  principal;  en  el 
cerro  caballero,  en  el  principal  de  un  grupo.— 5.  Zd-la,  166,  de 
zoUn  ó  zulin,  codorniz. — 6.  Tlanitz-tlan,  167,  de  tlanitzüi,  espinilla 

7.  Huüo-tepe^y  168,  de  huilotl,  especie  de  paloma. — 10.  Icpd- 
tepe-c,  169,  con  el  fonético  icpac;  encima,  en  la  cumbre  del  cerra 
— 11.  Iztactlalocan. — 12.    Ghichihual'tatacal4a,  170,  representado 

(1)  Glayigero,  tom.  1,  pág.  88. 


•  509 

por  los  brazos  y  el  seno  de  una  mujer.  Se  compone  de  chichUma- 

U%  pecho  ó  teta,  y  del  verbo  tcUacaloa,  hacer  hoyos  pequeños;  la 

frase  quiere  decir,  donde  abundan  los  pechos^on  zarpuUido  y 

que  mucho  se  los  rascan. — 13.    Tecaxic.  —14.    TlachinoUti-c,  171. 

Queda  de  los  tiempos  antiguos  la  costumbre,  de  quemar  en  el 

invierno  los  pastos  secos  de  los  montes,  á  fin  de  preparar  los 

terrenos  para  la  primavera:  Üacliiiioa  significa,  quemar  los  pastos 

ó  montes;  tlachiiiolistli,  el  acto  de  quemarlos;  ÜachiTiolli,  la  cosa 

quemada:  de  aquí  la  frase  tlachmoUi  tehuatl,  guerra,  batalla.  La 

frase  puede  pues  interpretarse,  en  lo  quemado,  ó  en  donde  se 

dio  la  batalla. — 15.  Xoconoch-co,  172,  de  cc^oconochüiy  pequeña  tuna 

agria. — 16.  Tziivacan-tian,  173,  de  tzinacan,  murciélago. — 17.  Huitz- 

ÜaiL  — 18.    PiaZ'tla,  174,   de  piastH^  **calabaza  larga  y  delgada 

que  sirve  de  avenencia:''  da  idea  de  lugar  en  que  se  levanta  el 

agua. 

Lámina  XV.  Continúa  el  reinado  de  Motecubzoma. 

1.  Itz-tlan,  175,  de  iMli,  obsidiana. — 2.  .Zacimn-iepe-c,  176,  de 

zacuan,  elave  llamada  vulgarmente  madrugador,  expresada  por 

las  plumas  que  ya  hemos  visto  producir  el  mismo  sonido. — 

3.  Pipiol'tepe-c,  177,  dQ  pipiolin,  "abeja  montesa  que  hace  miel." 

— 4.  Hiiéiarpan,  178,  simbólico  que  representa  el  mar,  hueiatl 

acompañado  del  fonético  ^n;  sobre  el  mar,  lugar  marítimo. — 

5.  Tecpa-tlaUy  179. — G.    Ama-tlan,  180,  de  amatl,  papel. — 7.    Cal- 

tepe-c,  181,  de  caUi,  casa. — 8.  Pan-tepe-c,  182,  encima  del  cerro. — 

9.  Tco-a-tzínco,  183. — 10.    Tecozauh-tla,  184,  de  tecomhuitJ,  ocre 

amarillo,  expresada  la  primera  sílaba  por  el  simbólico  ML — 11. 

Teochia-pan,  185.  Ideográfico,  con  el  mnotémico  teoti. 

12.  Zaca-iepe-c,  186,  de  zacail,  zacate,  pasto. — 13.  Tlach-^uiavh" 
co,  187,  de  tlacldíi,  juego  de  pelota,  y  quiahuitl,  lluvia.— 14  MáH- 
nal-tepe-c,  188,  de  maiinall!,  cosa  torcida,  la  yerba  del  mismo  nom-  ' 
bre,  el  décimo  tercero  dia  del  mes  mexicano. — 15.  QuimicJirtepe-c, 
189,  deqiumichiti,  ratón,  espía. — 16. — lizcnin-tepe-Cy  190,  de  üzcuin- 
Üi,  peiTO. — 17.  Centzon-iepeHt,  191,  el  numeral  cenizonili,  cuatro- 
cientos; dando  á  entender  muchos  cerros,  país  montañoso. — 18. 
Quetzal'te]oe-c,  192,  en  el  cerro  del  quetzalíi — 19.  Cnezcoma-ixtla- 
kíiacan,  193,  graneros  ó  trojes  en  país  despoblado. — 20.  Huexolotla. 
Lámina  XVI.  Continúa  el  reinado  de  Motecuhzoma. 
1.  Xal-apan,  194,  de  xalli^  arena. — 2.  Xal-tíanqniz-co,  195,  de 
ocaMi,  y  de  tianquiztli^  mercado;  mercado  de  arena. — 3.   YÓloxp^íen' 


/ 


510 

citila,  190,  así  le  escribe  el  intérprete;  mas  la  palabra  nos  parece 
estar  muy  estropeada.  Es  un  ideográfico  expresado  por  un  cora- 
zón, ¡joUotly  con  una  figura  que  parece  un  arco.  Como  el  mnoté- 
mico  es  yolloU,  la  palabra  nos  pareóe  derirarse,  bien  de  yoHopo- 
zonqui,  airado,  enojado,  hombre  iracundo,  6  del  verbo  yolxUepowni, 
airarse  o  enojarse  mucho:  la  verdadera  ortografía  sería  entonces 
Yoltepozon-tla  ó  Yolxitepozo-tla. — 4.  J-iejje-c,  197,  de  cUl, — 5. 
Ww'flau,  198,  de  Mictlmdli,  infierno. — 6.  Izti-tlan,  199,  de  izted  ó 
iziHl,  uña. — 7.  TW-ie^ye-r,  200,  de  tlilUy  negro;  cerro  prieto:  debe 
estar  pintado  de  negi-o. — 8.  (!o)iKd-ie})€-c,  201,  de  comall!,  utensilio 
que  sirve  para  cocer  el  pan  de  maíz. 

Lámina  XVII.  Continúa  el  reinado  de  Motecuhzoma. 

1.  CUlal-iepe-Cf  202,  de  ciilalin,  estrella;  es  una  de  las  variantes 
del  símbolo  de  la  noche. -;-2.  CucfAihtochco.^—d.  Te-ienan-cOy  203, 
silábico;  en  los  muros  ó  cercas  de  piedras. — 4.  l'zompan-co,  204, 
de  izompantU,  lugar  donde  se  conservabají  los  cráneos  de  las  víc- 
timas.— 5.  XallocoM- — 8.  Hn(tx-yaca-c,  205,  de  hiLaxin,  huaje,  y 
yacatl,  nariz;  en  la  punta  6  parte  saliente  de  los  huajes. — 9.  lU- 
te-yocan,  206,  de  itzüi  y  tefl:  lugar  en  que  se  labran  piedras  de 
obsidiana. — Acal-hun-mn,  207,  de  acalliy  canoa;  lugar  en  que  hay 
dueños  de  canoas. — 11.  Coatztlan, — 12.  Haixachti-tlany  208,  de 
huixachin,  huisachi,  especie  de  mimosa,  con  una  de  las  formas  del 
fonético  Üan. — 15.  Zozollan, — 16.  Poc-tepe-v,  209,  de  poctli^  humo; 
cerro  del  humo  ó  que  humea. — 17.  CoaÜayavhcan,  210. — Los  me- 
xicanos, observadores  de  la  naturaleza,  habían  establecido  cier- 
tas clasificaciones  entre  los  animales,  que  aun  quedan  patentes 
en  los  nombres  que  les  impusieron.  Coatí,  culebra,  ayaiihy  cosa 
corva  suspendida  en  alto  como  bóveda,  y  de  aquí  cocUlayauh,  la 
culebra  que  arquea  y  levanta  la  parte  anterior  del  cuerpo.— 18. 
Acd-náliuaCy  211,  de  acdli,  hombro,  y  del  fonético  nahuac;  cerca 
de  los  alcohua. — 19.  Popotlan,  212,  de  popotl^  popote,  tallo  de  una 
especie  de  gramínea  que  sirve  para  hacer  escobas. — 20.  Morcal' 
co,  213.  El  dibujo  expresa  gráficamente  la  manera  empleada  en 
lo  antiguo,  j  todavía  hoy,  para  sacar  de  las  tierras  la  sal  ó  el 
salitre  que  contienen;  consiste  en  filtrar  por  capas  de  tierra  las 
aguas  salobres,  recojerlas  en  vasijas  y  evaporarlas  al  fuego.  El 
dibujo  es  un  ideográfico,  derivándose  su  etimología  de  tztaÜy  sal, 
y  oaUi,  casa,  dando  á  entender,  en  la  casa  de  la  sal,  donde  se  &- 
brica  sal.  Iztatl^  sal,  é  iztacj  blanco,  arrojan  la  misma  radical,  y 


511 

de  aquí  nace  el  error  de  quienes  traducen  Iztacalco,  por  casas 
blancas. — 21.  Clicdco-Á-ten-co^  lám.  13,  214.  Descúbrese  el  ideo- 
gráfico Chalco,  ya  conocido;  debajo  atl,  con  unos  labios  ieiitli, 
signos  que  silábicamente  dicen  A-ten-co,  en  la  orilla  del  agua: 
ambos  signos,  sin  la  preposición,  dicen  a-teiitli,  que  también  sig- 
nifica, en  la  ribera  del  rio  ó  de  la  mar.  Chalco  Ateneo,  Ateneo  de 
la  provincia  de  Chalco. 

Lámina  XVIIL  Termina  el  reinado  de  Motecuhzoma. 

3.  Oztoman, — 6.  Atza-can,  215.  El  verbo  atzdcua»  significa,  ''ata- 
par  ó  cerrar  el  agua,  para  que  no  se  salga:"  así  pues,  es  un  ideo- 
gráfico que  significa,  lugar  en  que  se  encierra  el  agua,  en  que  . 
hay  una  compuerta. ^-8.  Atlan,  216.  Si  estuviera  sólo  el  fonético  . 
diría  apa7i;  pero  como  tiene  también  expreso  el  flan,  suena  aüau, 
junto  al  agua. — 11.  Xonouoclico,  Así  traduce  este  signo  el  intér- 
prete, igualándolo  con  el  núm.  15  de  la  lám.  XIV:  verdad. es  que 
el  uno  y  el  otro  representan  un  nopalli;  pero  la  historia  no  auto- 
riza aquí  la  lectura  Xoconochco,  sino  que  debe  ser  Nopalla,  po- 
placion  de  los  otomíes  ocupada  en  los  últimos  años  del  reinado 
de  Motecuhzoma.— 21.  Tetzapotiilaiu 


'\ 


CAPITULO  VIL 


ESCRITURA  JEROGLÍFICA. 


I>e  los  nmnbrcs  gentUkm. — Reglas  gramatical^.— Alg^inus  etimologias. — Reflexiorut 
y  coticlmione^. — Escritura  jnixteca, — Esoritura  tnaya. — Comparaciones. 

LOS  nombres  gentilicios  so  derivan  inmediatamente  de  los 
nombres  de  lugar;  la  gramática  suministra  las  reglas  preci- 
sas para  su  formación. 

Los  terminados  en  las  preposiciones  co  j  c  las  convierten  en 
la  sílaba  cali  para  el  singular,  ca  para  el  plural:  de  México  se 
forman  mexicatl,  méxica:  de  Texcoco,  texcocatl,  fexcoca. 

Los  terminados  en  thni  ó  laii  la  mudan  en  tecafl:  de  Cholollan, 
chólóHecatl^chohiieca:  de  Te^ozÚMi^iepoztecaÜ,  tepozteca,  Pero  si  la 
preposición  va  acompañada  de  la  ligatura  haciendo  üiJan,  sólo 
reciben  alguna  de  las  frases  tlacatl,  chañe,  ccdquiy  coZcaf?,  que  quie- 
ren decir,  vecino;6  morador:  de  Cuauhtitlan,  cuauhtitlanchane  6 
Haca!.,  &c.  A  esta  misma  regla  están  sujetos  los  acabados  en  yan: 
de  Atlicuiliuayan,  aiUcuihuayancalqui,  ó  tlacatl,  de. 

Pan  se  convierte  en  paiwcatl  ó  recibe  la  terminación  ecatl:  de 
Tlacopan,  tlacojxinecail,  tlacopaneca. 

Man  se  transforma  en  rnecatl;  de  Acolman,  acdmeca^l,  acolmeca. 

Tres  terminaciones  diversas  admiten  los  acabados  en  can.  L» 
convierten  en  camecatl,  como  de  Xaltocan,  xaltocameeaÜ,  xcdíoca* 
meca:  ó  se  muda  en  caÜ,  como  de  Xaltocan,  xaltoccUl,  xalt^:  *^\ 
les  suprime  la  preposición,  como  de  Xaltocan,  xalto.         ^^'  Jí 


i 


613 

Los  acabados  enüa  óla  reciben  1%  sílaba  caÜ:  de  Gaaubtla> 
emuhüacaü,  cuauhtíaca;  de  Atla,  ailacaÜ,  aüaca, 

LoB  nombres  qne  finalizan  en  nahuao  é  tcpcua,  signen  la  regla 
general  de  la  preposición  c.  (1) 

Conforme  á  estas  reglas^^basta  conocer  la  terminación  de  nñ 
nombre  de  lugar,  para  poderle  transformar  inmediatamente  en 
nombre  gentilicio.  Esto  nos  conduce  á  una  conclusión/ que  noÉt 
parece  importante;  un  sólo  signo^^^sin  mudar  su  forma  gráfica^ 
'  8in  traer  la  más  mínima  confusión,  puede  ser  leído  de  cuatro 
maneras  diferentes.  Tomando,  por  ejemplo,  el  ielljélnochtliqxiQ 
ya  conocemos,  si  es  nombre  de  cosa  leeremos  tenochtli^  y  signifi- 
cará, tuna  de  piedra,  lo  'que  vulgarmente  conocemos  bajo  la  de- 
nominación de  tunita  colorada;  si  lleva  el  determinativo  hombre, 
86  convierte  en  nombre  de  persona,  j  perdiendo  la  última  sílaba 
suena  tenoch;  transformada  en  nombre  de  lugar  por  el  determi- 
nativo cerro  dice,  tenochtitlan,  y  tomado  como  étnico  tenemos  te- 
nochcatJ,  tenochcay  por  una  excepción  á  la  regla  general. 

Los  gentilicios  llevan  también  su  determinativo.  Bien  es  la 
figura  hombre,  en  cuyo  caso  el  signo  jeroglífico  va  colocado  di- 
rectamente sobre  la  cabeza,  para  distinguirle  del  nombre  pro- 
pio, ó  unidora  los  pies  por  medio  de  una  línea;  ó  bien*va  acom- 
pañado del  .mímico  calliy  símbolo  de  habitación,  de  familia  y  de 
\    tribu. 

La  interpretación  de  algunos  nombres  étnicos  ha  dado  motivó 
á  varias  y  aun  encontradas  opiniones;  encontramos  la  causa,  en 
que  Iqs  autores  se  han  fijado  exclusivamente  en  la  estructura  de 
las  palabras,  sin  tener  en  cuéntalos  signos  jeroglíficos, descuido 
que  ha  dado  por  resultado  errores  que  podrían  llamarse  imper- 
donables. Vamos  á  procurar  dar  á  esos  nombres  su  verdadero 
significado. 

L  AcolhucL  La  palabra  está  compuesta  de  accM^  hombro,  y  de 
la  partícula  liua;  acd-hua,  los  poseedores  de  hombros,  lo  que  en 
sentido  figurado  quiere  decirlos  hombres  hombrudos,  robustos, 
fuertes.  Transformado  en  nombre  de  lugar  por  medio  de  la  pre- 
posición can,  tenemos  Acolhuacan,  que  solamente  puede  signifi- 
car lugar  de  los  acolhua.  El  jeroglífico,  que  asi  diod  Acolhuacan 

i 

^^|Ú)  Compendio  del  P.  Caroclii,  p<g.  144.— Arte  de  lengua  mexicana  por  F.  A«- 
^)n  de  Yetaneoort,  Mañeo,  1C78,  foj.  80. 


65 


\ 


514 

como  aculhua,  ea  un  1>razo  con  el  hueso  del  hombro  descabierto, 
7  ahí  el  símbolo  atl  para  indicar  el  sonido  inicial  de  la  palabra» 
^ám.  10,  núm.  24).   El  interprete  del  Oód.  Mendocino  tradujo  el 
signo  por  Acolhuac^Q,  y  esto  en  su  línea  es  decisivo.  Juan  Bau- 
tista Pomar  nos  dice:  (1)  ^'acol  quiere  decir  hombro,  de  manera 
'^que  por  acolhuaque  se  interpreta  hombrudos,  j  así  nombraron 
"Á  esta  provincia  Acolhuacan,  que  es  tanto  como  decir  tierra  y 
^^proTÍncia  de  los  hombres  hombrudos,  y  por  la  misma  razoa  al 
^lenguaje  que  generalmente  en  toda  esta  provincia  hablan  lla^ 
"marón  acólJmacatlatoli;  y  porque  de  culhnaque  ó  aculkuaque  hay 
"mucha  semejanza,  y  no  se  tome  lo  uno  por  lo  otro,  y  por  esto 
"haya  error,  se  advierte  que,  como  se  ha  dicho,  aculhuaqu« 
"son  los  chichimecos  liombrudos,  y  culhuaques  son  los  adveuo- 
"dizos  del  género  mexicano,  tomando  la  denominación  de  su 
"nombre  de  Culhuacan,  pueblo  de  donde  vinieron  de  la  parte  del 
"poniente."   La  provincia  se  denominaba  Acclhuacatlalli.  "que 
quiere  decir,  tierra  y  provincia  de  los  hombres  hombrados."  Los 
signos  jeroglíficos,  la  autoridad  de  los  escritores  indios  versados 
en.  la  hi&toria  de  la  nación,  dan  á  sus  dichos  el  peso  que  les  falta  i 
los  demás  autores.  Es  pues  falso  lo  que  sostiene  Buschmann,  (2) 
á  saber,  que  acolhua  quiere  decir,  los  colhuadel  agua.  Tampoco 
debe  tomarse  la  etimología  del  verbo  colooy  rodear,  porque  en- 
tonces el  compuesto  debería  ser  ocolohua^  Acolohuacan.    Por  úl- 
timo, cierto  y  muy  cierto  es  que  la  palabra  acolhua  se  deriva  de 
aooUi^  hombro.    Cométese  error  indisculpable  al  confundir  los 
aoolhua  con  los  colhua  y  viceversa. 

II.  AnahuaCy  lám.  13>  núm.  1.  Compónese  la  palabra  de  añ, 
afijada  con  la  preposición  ncüinxxc:  Anáhuac,  cerca  ó  junto  del 
agua.  En  esta  forma  es  perfecto  nombre  de  lugar,  y  el  gentilicio 
derivado  no  puede  ser  otro  que  anahtiaccUl,  análiuáca.  Es  de  to- 
do punto  inadmisible  que  nahuac  signifique,  corona,  y  mucho 
menos  que  Anáhuac  quiera  decir,  península.  (3)  El  jeroglífico  se 
compone  del  simbólico  (xti,  en  forma  siempre  curva,  formando 
con  sus  apéndices  la  boca  y  vírgulas  que  constituyen  el  fonétíoo 
ftíúmao.  Varios  lugares  llevaxon  el  nombre  de  Anáhuac.  El  Padre 

(1)  Belacion  de  Tezcoco.  MS. 

(2),  Pe  los  nombres  de  logares  aztecaí^  en  el  Boletín  de  la  Soc.  de  Geog;r.  y  Et- 
tadiefc.,  tona,  VHI,  pág.  76. 
(8)  Boflohmann,  loco  di.,  pág.  33. 


/i^ 


616 

Sa&agan  presenta  entre  otras  estas  indicaciones:  "hacia  las  paz- 
'^s  que  llaman  Anaoac  que  es  el  oriente  de  México,  hacia  la 
"mar  del  Suri" — "En  las  provincias  d<)  Ancioac^  que  es  hacia  las 
"costas  del  mar  del  8ur  en  pueblos  que  se  llaman  Tecpatla,  Tla- 
"pilollan  y  Oztotlan."  (1)    Atendiendo  á  que  hay  un  descuido 
en  suponer  al  oriente  de  México  el  mar  del  Sur,  inferimos  que 
hacia  ambas  costas  quedaban  ciertas  provincias  con  el  nombro 
de  Anáhuac;  llamóse  también  así  el  valle  de  México,  y  por  ex- 
tensión todo  el  país  ocupado  por  el  imperio  de  México  y  los 
reinos  de  Acolhuácan,  Tlacopan  y  Michhuacan,  con  todos  los  pe- 
queños Estados  en  ellos  enclavados.    El  orgullo  nacional  di6 
mayor  ensanche  á  la  palabra  y  cemanahtuiíl  6  cemanahtiac,  signifi- 
ca, mundo.  (2) 

TTT.  Atlücaíl^  aÜixca,  gentilicio  derivado  de  AÜixco,  2,  de  ofl, 
con  el  fonético  ixco;  en  la  haz  del  agua. 

IV,  AzUan. — "Quiere  decir,  blancura  ó  lugar  de  garzas^  y  así 
"les  llaman  á  estas  naciones  AztJeca,  que  quiere  decir:  la  gente  de 
"ía  blancura.  Llamábanlos  por  otro  nonibre  Mecüiny  que  quiere 
"decir  Meodcaiws,  á  causa  de  quel  sacerdote  y  señor  que  los  guia- 
ba, se  llamaba  Meciy  de  donde  toda  la  congregación  tomó  la 
"denominación,  como  los  romanos  la  tomaron  del  primer  íunda- 
'tíor  dé  Boma,  que  fue  Bómvlo:  tienen  agora  otro  nombre,  el  qual 
"heredaron  después  que  poseyeron  esta  tierra,  que  fue  Teuuchca, 
^OT  causa  del  tunal  que  hallaron  nacido  en  la  piedra,  en  el  Vi- 
^gar  donde  edificaron  su  ciudad;  y  así  TenucTuca  quiere  decir  los 
^poseedores  del  tunoL"  (3) 

Por  regla  general,  nos  abstenemos  de  amontonar  citas  cuando 
ion  copias  las  unas  de  las  otras  ó  pertenecen  á  los  autores  de 
nás  de  segunda  mano;  copiamos  la  del  P.  Duran,  por  ser  de  pe- 
o  y  contener  mucho  de  lo  qué  apetecemos,  si  bien  vamos  á  ha- 
erle  algunas  observaciones.  Aztlan  no  puede  derivarse  de  adcUl, 
arza;  porque  entonces  la  formación  de  la  palabra  nos  llevaría  á 
^tatlan,  junto  6  cerca  de  las  garzas.  Es  absolutamente  falso 
ue,  **el  pájaro  colocado  sobre  el  jeroglífico  del  agua,  afl,  designe 
i  Aztlan,"  (4)  en  la  pintura  de  la  peregrinación  azteca;  pues 

(1)  HiBt.  general,  tom.  III,  pág.  168, 169, 
(3)  Tbcabalarío  de  Molina. 

(3)  P.  J>iirán,  Hist  de  las  Indias  de  N.  Espafia,  tom.  I,  pág.  19. 

(4)  Hamboldt,  Yues  des  CordiUéres,  tom.  n,  pág.  179* 


516 

como  en  su  lugar  veremos,  cosa  muy  diferente  significa.  El  nom- 
bre jeroglífico  de  Aztlan  lo  presenta  en  su  comienzo  la  pintura 
Aubin,  3,  y  como  se  advierte,  es  una  isla  en  la  cual  se  alza  el  de- 
terminativo de  lugar  tepeüy  teniendo  encima  una  figura  con  las 
manos  extendidas;  el  conjunto  es  un  ideográfico  que  dice  Aztlan, 
según  la  interpretación  de  los  lectores  indios.  Ningún  elemento 
fonético  presenta  para  deducir  de  donde  viene  la  radical  azy  y 
sin  embargo  la  lectura  es  exacta.  Ya  babia  observado  Busch- 
mann,  (1)  que  la  pal&bra  Aztlan  nada  tiene  que  ver  con  adaü  y 
que  la  radical  az  es  desconocida;  pero  que  pudiera  tener  relación 
con  iztac,  blanco.  Así  parece  ser,  aunque  bajo  distinta  forma, 
supuesto  que  la  palabra,  [azteca,  la  traduce  el  P.  Duran  por,  h 
gente  de  la  blancura.  De  Aztlan  sale  el  étnico  aztlanecatl,  azíkm^ 
ca,  que  por  excepción  á  la  regla  general  se  usa  bajo  la  forma  at- 
tecatl,  azteca. 

Este  fue  el  nombre  primitivo;  mas  durante  la  peregrinación, 
por  mandato  del  dios  ó  sea  el  buen  querer  del  sacerdote  condac^ 
tor,  trocaron  su  apellido  por  el  de  mexi,  mexiitn,  patronímico 
sacado  de  Mexitli  ó  Huitzilopochtli,  patrón  de  la  tribu,  dando  á 
entender,  los  consagrados  á  Mexitli. 

Fundada  la  ciudad,  de  sus  dos  principales  fundadores  tonoó 
los  nombres  de  México  y  de  Tenochtitlan.  De  México  viene  el 
étnico  mexicaÜ,  méxica,  que  en  la  escritura  jeroglífica  está  expre- 
sado de  dos  maneras;  por  el  mitl,  4,  inicial  del  nombre  de  Me^ 
xitzin,  según  se  mira  en  el  Mapa  Tlotzin,  y  segundo  por  ua  ca^ 
rácter  particular,  5,  que  también  arroja  el  valor  fónico  mexioaüy 
méxica.  De  Tenochtitlan,  escrito  con  el  tenochtli,  se  saca  tenodúi- 
Üan  chome,  tiaoaü,  oalqui,  &c.,  é  igualmente  por  excepción  ienochcaü^ 
tenochca. 

V.  Colhua..  Colhuacan,  expresado  por  un  cerro  con  la  cambie 
retorcida,  lám.  10,  núm.  12,  no  dice  otra  cosa  que  lugar  de  ka 
culhua  ó  colima.  El  cerro  de  cumbre  retorcida  es  también  el  ideo- 
gráfico del  nombre  de  la  tribu,  y  no  ofrece  los  elementos  de  h 
palabra.  Ni  la  gramática,  ni  el  signo  jeroglífico  autorizan  á  derivar 
el  compuesto  del  verbo  cóloa,  pues  se  hubiera  formado  colohua'J 
Colohuacan;  ni  de  cólK,  abuelo:  lo  que  más  probable  parece  € 
que  viene  de  coltic^  cosa  torcida,  haciendo  cótr-Jina,  dueños  ó  po* 

(1)  De  los  nombres  aztecas,  pág.  8I«  \ 


617 

•        / 

seedores  de  cosas  torcidas.  Oolhua  no  proviene  de  nn  nombre 
dd  lugar;  debe  ser  tin  patronímico:  de  Oolhuaean  resalta  el 
étnico  cdthuacatly  coihuaca,  más  las  otras  dos  formas  de  los  acabar- 
dos  en  can. 

YL  Cuextecatl^  cuexteca^  habitantes  de  la.provincia  de  Oaextlan, 

¡lámanse  también  huaxtecatl,  huaxteca,  habitantes  de  la  provincia 

de  Hnaxtlan:  no  atinamos  con  la  etimología  de  Cnextlan,  7  en 

cnanto  á  la  de  Huaxtlan  la  toman  de  huaxin,  huaje.    Dícenles 

también  toveic^  toveiomcy  "el  cual  nombre  quiere  decir  nuestro  pro- 

*^mo.  A  los  mismos  llaman  jpan^eca  ó  panateca,  que  quiere  decir 

"hombres  del  lugar  pasadero,  los  cuales  fueron  así  llamados,  7 

"son  los  que  viven  en  la  provincia  de  Panuco,  que  propiamente 

"se  llama  Pantlan  ó  Panotlan,  cuasi  pancada,  que  quiere  decir, 

'lugar  por  donde  pasan.**  (1)    El  nombre  jeroglífico  cuextecatl 

consiste  en  una  cabeza  humana  presentando  en  la  nariz  uu  gran 

horado;  así  le  encontramos  en  todas  sus  variantes,  6. 

Bespecto  de  la  palabra  toJiueyo,  traducida  por  el  P.  Sahagun 
nuestro  prójimo  7  por  el  diccionario  de  Molina,  "advenedizo  ó  ex- 
tranjero," la  escritura  gráfica  le  representa  de  varias  maneras,  7. 
Tohue7o  significa  ademas,  hombre  corpulento,  tosco,  medio  bár- 
baroy  que  tiene  alguna  cosa  exorbitante,  así  en  lo  físico  como  en 
lo  moral. 

VIL  Cuicaiecatl,  cnicateca,  habitante  de  Cuicatlan,  8.  La  pala- 
>ra  se  deriva.de  cuica^l,  canto,  ó  de  cuicani,  cantor,  cosas  ambas 
expresadas  por  el  símbolo  de  la  palabra  ma7or  7  mu7  adornado, 
uiccUeca,  cantadores. 

YTTL  Chaleatl,  chalca,  derivado  de  Chalco;  23,  en  la  peregrina- 
ion.  Encontiramos  otra  variante,  9,  expresada  por  un  conjunto 
!e  piedras  pequeñas. 

ZK.   ühicunavJiatl,  chicunauhxi,  10,  habitante  de^Chicunauhtla. 

X.  OhichimecaÜj  cMcliimeca^  No  están  conformes  los  lexicó- 
rafos  acerca  de  la  etimología  de  la  palabra.  Torquemada  afir- 
la  que  significa,  chupador  ó  mamador,  sacado  de  chicliUiztli, 
Amar  ó  mamadura,  ó  de  chickinálizüi,  chupar  6  chupadura,  "por- 
lue  estas  gentes,  en  sus  principios,  se  comíai;i  las  carnes  de  los 
animales  que  mataban,  crudas  7  les  chupaban  la  saogre  á  la 

;i)  Sahftgim,  tom.  m,  pág.  182. 


518 

'^manera  del  qne  mama."  (1)  YetaDcourt,  despuos  de  SbdÍQAr  la 
etimología  de  Torqnemada  aumenta:  '^uede  ser  que  esta  deiir 
''yacion  cuadre,  pero  según  lo  que  me  parece^  Chicbimeca  quie- 
bre decir  gente  perra  cMchimeÜacay  y  ésta  es  legítima  y  a^in 
'^buena  regla  la  deriyacion  de  chicbimeca."  (2)  Ya  en  la  pág.  10 
liabía  dicho:  ''el  Tocablo  mexicano  lo  dice  chichme^  llaman  i  los 
"t>erros,  y  cbichimeea  es  el  chichimetlaca."  Derivan  también  la 
voz  del  verbo  chicldna^  chupar,  y  mecail,  cordel,  porque  chupa- 
ban el  jugo  de  las  pencas  del  maguey.   Aseguran  que  el  nombre 
viene  del  de  la  ciudad  de  [.Ohichen,  de  la  cual  eran  oriundos,  y 
de  la  misma  palabra  Ghichen  6  Cichen,  apellido  del  jefe  conduc- 
tcHT  de  la  bribu.    YeyCia,  que  recopila  estas  opiniones,  emítela 
suya,  que  consiste  en  afirmar  que  su  principal  caudillo  se  Ibmó 
Ohichimecatl  y  de  él  se  nombró  la  tribu.  (3)  Ixtlilxochitl  nos 
ensena:  **y  este  apellido  y  nombre  de  Ohichimeca  lo  tuvieron 
''desde  su  origen,  que  es  vocablo  propio  de  esta  nacioa-que  % aie- 
"re  decir,  loe  águilas,  y  no  lo  que  suena  en  la  lengua  mexicana, 
"ni  la  interpretación  bárbara  que  le  quieren  dar  por  las  pintu- 
"ras  y  caracteres,  porque  allí  no  signifi:calos  mamones,  bíuo  los 
"hijos  de  los  chichimeqas  habidos  en  las  mujeres  toltecas;  apro- 
"vechándose  los  históricos  de  los  labios,  que  incluyen  la  partí- 
"oula  íe,  para  poder  pronunciar  tepilhuan."  (4)  Esta  opiuion  nos 
agrada  completamente. 

Cuestión  debatida  es,  si  los  chichimeca  hablaban  la  lengua 
mexicana  ú  otra  diferente.  Nosotros  nos  arrimamos  al  partido 
que  establece  que  el  idioma  era  diverso;  nuestras  razones  no  son 
para  exponerse  en  este  lugar,  (5)  En  este  supuesto,  la  tribu  se 
daba  el  título  de  los  ¿güilas,  palabra  de  cierta  pronunciaoioa  en 
su  lenguaje;  al  traducirla  los  mexicanos,  como  ya  tenemos  obser- 
vado, no  tomaron  el  significado,  sino  los  sonidos,  y  por  eso  no 
hicieron  Caauhtlr,'^8Íiio\Chichimeoa,  de  valor  fónico  igual  6  se- 
mejante á  la  voz  extranjera:  después  se  pretendió  traducirla  por 

(1)  Monar  q.  Indiana,  lib.  I,  cap.  XV. 

(3)  Teatro  meiioaoo,  segtmda  parto,  tcfá.  1,  cap.  V.  • 

(8)  Hifit.  antig..  tom.  1,  pág.  139  y  «íg. 

<i)  Hist.   ChichinMca,  cap.  IV,  US. 

(5)  Oaadro  descriptiyo  y  comparativo  de  las  lenguas  indígenas  de  M/OB 
Francisco  Pimentel,  México,  1862.  Tom.  1,  pág.  155.  —  Geografía  d<> 
pág.  6. 


519 

las  radicales  aztecas,  y  de  aquí  tantas  acepciones  distantes  de  la 
cardad.  Admitimos  qne  el  sobrenombre  de  la  tñbueza7<»  d/fui" 
hs.  M  nombre  jeroglífico,  segnn  le  encontramos  en  la  pintura 
de  la  peregrinación  azteca,  consta  de  un  arco  y  naa  flecha,  19, 
8ÍQ  duda  para  indicar  que  eran  cazadores. 

XI.  ChimalpaJnecaüy  ehimalpaneoOy  oriundo  de  Ohimalpan,  expre- 
sado por  un  dttmoUt,  escudo,  11,  en  el  Mapa  Quínatzin. 

XII.  ChcicitecaÜ,  choloUeca^  habitante  de  Oholollan.  En  el  infor- 
me del  corregidor  Gkibriel  de  Ghavez,  dado  en  1681,  MS.  en  pe- 
der de  mi  amigo  el  Sr.  García  Icazbalceta,  encontramos  estas 
curiosas  noticias. — '^A  esta  ciudad,  (á  quien  tituló  D.  Imis  de 
''Velasoo,  virey  que  fué  desta  Nueva  España,  por  su  carta  misi- 
va), llaman  los  indios  Tullan  Cholollan  Tlach&uhaltepetl,  y  tam- 
''bien  pronuncian  Tollam  OholoUam,  que  TuUam  significa  con- 
'^egacion  de  oficiales  de  diferentes  ofidos,  porque  dicen  qp% 
''antigaamente  en  sola  esta  dudad  se  usaba  hacer  jarros,  oUas, 
"escudillas,  sogas,  zapatos  y  otros  oficios  como  plateros,  lapida*- 
''rios  y  albañiles,  y  de  los  demás  oficios  que  les  eran  necesarios, 
^  de  aquí  dicen  los  indios  antiguos  que  los  demás  pueblos  de 
''la  comarca  comenzaron  á  tomar  y  á  aprender  los  dichos  oficios, 
''y  porque  en  la  lengua  mexicana,  tultecatl  quiere  decir  oficial, 
"se  llamó  Tullan,  que  como  está  dicho  quiere  decir,  congrega^ 
"cion  de  muchos  oficiales;  esto  dicen  los  indios  antiguos  y  cu- 
'Yiosos,  aunque  no  falta  quien  dice  que  Tullan  significa  multitud 
"de  gente  congregada  en  uno,  á  similitud  del  tule,  que  es  la 
"enea,  yerba,  y  no  parece  ir  fuera  de  camino,  porque  las  armas 
"de  esta  ciudad  son  una  mata  espesa  de  tule  y  un  cerro  con  una 
"trompeta  encima.   Otros  dicen  que  porque  había  un  prado  de 
"tule  junto  á  donde  edificaron  el  cerro  (de  que  adelante  se  dirá), 
"y  cuando  lo  poblaron  lo  ponen  por  armas.  Y  también  dicen  los 
"indios,  que  los^fundadores  de  esta  ciudad  vinieron  de  un  pue- 
"blo  que  se  llama  Tollam,  del  cual  por  ser  muy  lejos  y  haber 
"mucho  tiempo,  no  tienen  noticia,  y  que  de  camino  fundaron  i 
'fTuUantzinco  también  cerca  de  México  y  que  vinieron  á  parar  i 
^este  pueblo  y  también  le  llamaron  Tullam,  y  esta  opinión  es  la 
/^ás  verisímil]  de  todas,  por  ser  cosa  usada  en  todas  las  nacio-^ 
MM  poner  el  nombre  de  su  patria  al  pueblo  que  fundan,  y  es- 

^^¡almente  lo  hacen  los  españoles  en  las  Indias.   Llámanla 
3éhflk9m,4en  Cholollam,  porque  la  tierra  en  que  esta  ciudad  está 


sao 

^'fundada  dicen  que  se  llamaba  asi  antignamante  cuando  ellos 
^^yinieron  á  poblar,  j  en  la  lengua  mexicana  ckoUxm  quiere  decir 
'•huir,  y  choloani,  huidor,  y  entiéndese  que  este  nombre  les  pu- 
''sieron  los  comarcanos  como  advenedizos  y  huidores  de  su  tie* 
^'rra.  Tlaohiuhaltepec  quiere  decir  cerro  hecho  á  mano,  como  lo 
•'es  uno  que  está  en  esta  ciudad,  según  se  dirá  adelante.** 

El  jeroglífico  que  acompaña  al  informe  se  compone,  de  un  ce- 
rro ó  montón  de  peñascos,  coronados  de  un  manojo  de  tule  y 
desprendiéndose  de  alto  á  bajo  el  símbolo  del  agua.  Análoga  es 
la  pintura  que  se  encuentra  en  la  peregrinación,  21.  El  yerbo 
cAoloa  significa,  "huir,  saltar  ó  ausentarse,  ó  saltar  ó  chorrear  el 
agua;"  en  esta  acepción  GholoUan  da  á  entender,  cerca  á  junto 
donde  chorrea  ó  salta  el  agua.  Los  elementos  fónicos  pueden  to- 
marse igualmente  de  choloanif  huidor  ó  saltador,  y  principalmen- 
te del  yerbo  chdoUia,  echar  ó  huir.  Los  méxica,  que  apodabs^  i 
los  chololteca  de  cobardes,  entendían  la  palabra  en  el  sentido  de 
huidores,  escribiéndola  gráficamente  con  un  pié  de  yenado,  15, 
como  se  advierte  en  el  Cód.  Mendocino,  lám.  XLIY,  num.  24 
Este* signo,  cuyo  valor  fónico  es  chochollif  ponian  como  simbólico 
del  verbo  huir. 

XTTL  Huexotzincatl,  huexotsdnca^  morador  de  Huexotzinco,  24 
La  palabra  se  forma  de  huexotl,  sauz,  con  el  fonético  tzinoo;  tras 
los  sauces,  detras  del  saucedal 

XIY.  Huitznáhuaoatl^  huitxaahuaca.  En  el  Mapa  Quinatzin  está 
escrito  este  nombre  de  tribu  con  una  espina,  huitzUi,  y  la  prepo- 
sición naAtuzc,  12,  formando  el  nombre  de  lugar  Huitznahuao. 
HuUz  significa,  venir,  de  manera  que  el  compuesto  da  á  entender 
venidos  de  cerca.  En  el  Cód.  Mendocino,  lám.  XIX,  núm.  1,  se 
encuentra  escrito  del  mismo  modo  el  nombre  del  templo  de 
Huitznahuac,  significando,  cerca  de  las  espinas. 

XY.  Itzcoieoatlt  itzcoíeca,  de  Itzcotlan.  Xie  encontramos  escrito 
silábicamente  con  itzUi  y  comití^  haciendo  Itz-co-tlan,  16,  ó  bien 
con  solo  el  símbolo  de  la  obsidiana,  16  bis,  que  produce  el  soni- 
do inicial 

XYL  MacaoaccL  "Estos  macaoaques  son  diferentes  de  los  otros 
0O3  pcuilteca),  aunque  están  y  viven  en  una  comarca  de  Tolnca» 
y  están  poblados  en  el  pueblo  de  Xocotitlan,  y  su  lengua  es  di* 
ferente;  *pero  son  de  la  mism^  calidad  y  costumbres  de  los  de 
Toluca,  aunque  son  también  inhábiles  y  toscos,  porque  las  moy 


521 

▼iejas,  como  mozas  se  afeitan  xM>n  el  dicho  betún  iecozahuitl  6  con 
dolor,  y  se  empluman  los  brazos  y  piernas,  y  también  bailan  con 
las  sonajas  llamadas  ayacacJMi.  Los  hombres  de  aquesta  tierra, 
de  ordinario  traen  las  dichas  sonajas,  y  cuando  se  les  ofrece  ha- 
cer alguna  fiesta,  átanse  la  cabeza  con  alguna  correa,  y  allí  ponen 
una  de  las  dichas  sonajas.  Son  dudos  mucho  al  trabajo  de  labrar 
sementeras:  también  son  recios  y  para  mucho.  Hace  en  su  tierra 
grandísimo  frió,  porque  están  poblados  debajo  de  una  sierra  neva- 
da día  cual  llaman  Xocotepetl,  y  este  nombre  de  mctcaoaca,  se  les 
quedó  de  su  primero  y  antiguo  caudillo,  por  lo  que  se  llaman  Ohi- 
«himecas."  (1)  El  signo  jeroglífico  en  nuestra  lám.  11,  num.  89. 

XVII.  ^  MáUrialcaU,  mcdinalcoy  gentilicio  sacado  de  Malinaloo, 
población  que  se  escribe  con  el  signo  malincdli:  20,  de  la  pere- 
grinación. 

XVin.  MaÜatzincaU,  maÜcUzinoa.  "El  nombre  Matlatzincatl  tó- 
mase de  1710^0^2,  que  es  la  red  con  la  cual       granaban  el  maíz  y 
Iiaoíau  otras  cosas.   Los  que  se  llamaban  matlatzinca  para  des- 
granar  el  maíz,  echan  en  una  red  las  mazorcas,  y  allí  las  aporrean 
para  desgranarlo;  también  lo  que  cargaban  no  lo  llevaban  en 
costal  Bino  en  red  que  tenía  dentro  paja,  porque  no  se  saliese 
por  ella  lo  que  llevaban  ú  otra  cosa.   También  se  llamaban  Ma- 
Üatzinea  de  hondas  que  se  dicen  temaüaü,  y  así  matlatzinca  por 
otra  interpretación  quiere  decir,  honderos  ó  fondibularios,  por- 
gue los  dichos  matlatzinca  cuando  muchachos,  usaban  mucho 
traer  las  hondas  y  de  ordinario  las  traían  consigo,  como  los  chi- 
chimecas  sus  arcos  y  siempre  andaban  tirando  con  ellas.   Tam- 
bién les  llamaban  del  nombre  de  red  por  otra  razón  que  es  la 
más  principal,  porque  cuando  ásu  ídolo  sacrificaban  alguna  per- 
sona, la  echaban  dentro  la  dicha  red,  y  allí  le  retorcían  y  estru- 
jaban con  la  dicha  red,  hasta  que  le  hacían  echar  los  intestinos. 
La  cansa  de  llamarse  cuatiaü  cuando  es  uho  y  cuacMoia  cuando  son 
muchos,  es  porque  siempre  traían  la  cabeza  ceñida  cotí  la  honda, 
por  lo  cual  el  vocablo  se  decía  ct^o^/ por  abreviatura,  que  quiere 
decir  cuaitl,  que  es  la  cabeza,  y  ÜaU  que  quiere  decir  temaÜcUl  que 
es  la,  honda,  y  así  quiere  decir  euaüaüy  hombre  que  trae  la  honda 
en  la  cabeza  por  guirnalda:  también  se  interpreta  de  otra  mane- 
ra que   quiere  decir,  hombre  de  cabeza  de  piedra."  (2)   Tercer 

(1)  P.  Sabagun,  tom.  3,  pág.  180. 

(2)  P.  Sahagnn,  tom.  S,  p^,  128. 

66 


622 

nombre,  segnn  la  misma  antoridad,  era  tdnoati,  tóluea  gentilicio 
de  Tolocan;  este  nombre  se  derivaba  de  la  sierra  inmediata  lla- 
mada Tolutzin  ó  Tolotepetl.  Los  nombres  gráficos  de  Tolotepeo 
ó  TolocaD,  y  de  la  provincia  Matlatzinca  lo  suministra  el  grupo 
jeroglífico  de  nuestra  lámina  11,  núm.  88,  y  el  núm.  17. 

Añadiendo  que  matlatzinca  significa  también  los  que  hacen  le* 
des,  tendremos  completa  la  interpretación  mexicana  y  los  nom- 
bres con  que  de  los  mexicanos  eran  conocidos.  Ellos  en  su  idio- 
ma particular  que  hablaban  se  decían  neTUambati,  los  del  medio 
del  valle,  y  "nepirUatuhtd,  los  de  la  tierra  del  maíz,  por  estar  a?e- 
cindados  en  el  valle  de  Tolocan,  tierra  muy  abundante  en  la  pro- 
ducción de  aquel  cereal.    Con  motivo  de  la  guerra  que  Characn, 
el  Niño,  rey  de  Michhuacan,  tuvo  contra  los  tecos  según  unos 
autores,  contra  los  tochos  y  tecuexes  según  otros,  pidió  auxilio 
á  los  de  Tolocan,  quienes  le  mandaron  de  socorro  seis  capitanes 
con  mucha  gente:  alcanzada  la  victoria,  los  matlatzinca  quisie- 
ron quedarse  en  Michhuacan,  y  Characu  les  dio  para  que  &e  es- 
tableciesen desde  Indaparapeo  hasta  Tiripitio  en  el  centro  del 
reino.  Aquella  comarca  se  llamaba  o/ioractto,  tierra  de  Characn, 
porque  era  patrimonio  del  rey,  de  donde  á  los  nuevos  colonos 
dijeron  charaooSf  y  corrompida  esta  palabra  en  Charo  les  dijeron 
eharenses.  Igualmente  les  decían  en  Michhuacan  j^iVtncía^,  poique 
habitaban  en  la  mitad  del  reino,  de  piHnta,  la  mitad»  vocablo 
que  corrompido  quedó  en  pirinda,  como  si  se  dijera,  los  de  en 
medio.  (1) 

XIX.  MaÜaxipanecfitl^  matiaocipajíecay  25.  De  MaÜaxihuitly  yer- 
ba que  se  enreda  formando  red,  y  la  preposición  iqpac 

XX.  Mazdhwidy  mazahtuí.  Encontramos  escrito  el  nombre  de 
maneras  diversas  maxahuay  matáhvi,  maJtzaJiua^  maÜazahua^  moga- 
huiy  sin  duda  porque  traduciéndose  de  una  voz  de  lengua  extran- 
jera, los  mexicanos  en  la  suya  no  la  pronunciaban  siempre  de  la 
misma  manera.  Descifrando  el  nombre  Quinatzin  dijimos  que  la 

*  cabeza  de  venado,  mazatl,  con  el  fonético  nahuac^  era  el  f^entili- 
oio  de  esta  tribu;  en  ello  nos  afirmamos  ahora,  presentando  una 
variante,  26,  que  entre  nuestras  pinturas  encontramos* 

» 

(1)  Arte  de  la  lengna  Mailatziiiga,  muy  copioso  y  aseí  mismo  una  suma  y  tito 
abreTÍado,  compuesto  todo  por  el  Padre  Maestro  Fr.  Diego  Basalenque  de  la  drdec 
de  N.  P.  S.  Agustín  de  la  provincia  de  MichoacaiL  Anni  1640. -^HS.  en  poder  del 
8r.  D.  José  Femando  Bamírez. 


628 

XXI.  Mídihtuicatl,  rmchhuaccL  £1 P.  Sabagua  esoribe  para  el 
singular  micJioa,  y  para  el  plural  michoncctque.    Míohhuaoan  se 
forma  de  micldiiy  pescado;  la  partícula  hua  que  indica  posesión, 
j  la  preposición  can:  Mich-liua-can,  lugar  de  dueños  de  pescados» 
dueños  de  pesquerías,  pues  aquella  provincia  llamada  ahora  Mi- 
choacan,  era  muy  abundante  en  pesca.   Llamábanles  también 
Giíaockpanme^  cabeza  rapada  ó  raída,  porque  así  hombres  como 
mujeres  se  cortaban  el  cabello.   Decíanles  también  tarascas  6 
tarascos^  nombre  tomado  de  su  dios  Taras,  que  no  era  otro  que 
el  Mixcoatl  de  los  chichimeea.  (1)  El  P.  Lagunas  en  su  gramáti- 
ca asegura,  que  la  palabra  tarasco  se  deriva  de  tarJtascue,  que  en 
michoacanes  quiere  decir,  suegro  ó  yerno.  (2)   El  nombre  de 
aquel  antiguo  reino  y  el  étnico  de  él  derivado,  se  escribe  con  un 
pez;  así  se  encuentra  anotado  en  los  Cód.  Vaticano  y  Telleriano- 
BemeBse,  llevando  los  guerreros  el  cuerpo  pintado  de  verde,  sin 
dada  como  distintivo  nacional. 

XXII.  NahuaÜaeail,  nahuaüdta.  Gentilicio  común  á  varias  tri- 
bus, que  hablaban  todas  el  mismo  idioma  nalwa,  naktca,  vahvxiüi 
Uamado  después  mexicano.  Formado  de  esta  palabra  y  de  <Za- 
€a¿2,  persona,  el  compuesto  Nahwi-tlaoatlf  no  quiere  decir  otra 
cosa  que,  persona  n^uatl,  persona  que  habla  el  nahua.  Se  es- 
oribe  con  una  cabeza,  teniendo  delante  de  la  boca  repetido  el 
símbolo  de  la  palabra.  AnahuaÜacatl  nada  tiene  que  ver  con  na- 
hoatlaca,  es  un  compuesto  que  solo  quiere  decir,  persona  ó  gen- 
te de  Anáhuac. 

XXHL  Otoridél,  otonca.  Dice  el  P.  Sahagun  que  el  nombre  se 
deriva  de  Otofiy  jefe  de  la  tribu.  (3)  '^Ellos  llaman  ú  su  lengua, 
escribo  Náxera,  (4)  Hia  Hiu  cuyo  nombre  tal  vez  escribirían  los 
alemanes  Hiang-hiung.  Hia  para  ellos  es  lo  que  para  nosotros 
lengua,  y  hiu  significa  sentarse,  permanecer  y  descansar,  así  es 
que  bia-hiu,  debe  traducirse,  la  lengua  permaneció.  Oomo  hiu, 
sentarse,  es  no  solo  homónimo  sino  eufónico  de  hiu,  tres,  algu- 


^1)  F.  fiahfigan,  tom.  8,  pág.  187-S8. 

(S>  OnAdxD  deacripÜTo  y  comparativo  de  las  lenguas  inamenas  de  México,  por 
FraiK^Isco  Pimentel»  segimda  edición,  tom.  2,  pág.  283.  Hablamos  de  esto  en  otra 

(8)  Hist.  general,  tom.  8,  i>ág.  122. 

(4^  Oisertacion  sobre  la  lengua  othomí,  por  Fr.  lianael  Criaóstomo  Náxera,  M^ 
soo,  1845.  Pág.  28. 


SP-^^-^T-^^i^iBccT^rafí-j— ■iu.i  — 


524 

nos  han  traducido  á  hia-hiu,  por  la  "triple  lengua,"  y  han  expli- 
cado esta  definición,  por  los  tonos  de  ella,  ó  los  modos  de  su 
formacioD,  pues  para  pronunciarla  se  necesita  de  la  nariz,  la 
garganta  j  el  paladar;  mas  en  tal  caso  deberían  llamarse  Quta, 
ó  quíntupla,  pues  cinco  son  los  tonos,  y  de  cinco  distintivos  mo- 
dos obran  las  partes  de  la  boca,  garganta  y  pecho,  como  agentes 
de  los  sonidos."  Más  adelante  aumenta: — "Si  ellos  inmortalizaron 
ese  triunfo  que  dio  la  quietud  y  la  paz  á  su  lengua,  llamándola 
Hia-Hiu;  en  el  nombre  que  se  impusieron  á  sí  mismos,  conser- 
yaron  la  memeria  de  sus  larguísimas  peregrinaciones,  y  de  las 
muchas  veces  que  tuvieron  que  mudar  de  residencia,  para  llegar 
á  donde  se  denominaban  los  Othomí,  pues  otho  quiere  decir,  na- 
da, y  mí,  sentados  ó  quietos."  Los  autores,  castellanizando  la  pa- 
labra, escriben  en  singular  otomí,  dando  al  plural  las  diversas 
formas  otomís,  otomíes,  otomites.  El  étmico  se  saca  de  la  cabeza 
que  forma  parte  del  nombre  de  lugar  Otompa,  lám.  10,  núm.  23. 

XXIV.  Oztomecatly  oziomeca,  27t  natural  de  Oztoman. 

XXV.  Tepanecati,  tepaneca.  Tribu  que  fundó  un  reino  en  el 
Valle,  con  su  capital  Azcapotzalco.  Su  nombre  se  encuentra  ea» 
crito  en  la  pintura  de  la  peregrinación  con  el  simbólico  tetl,  18, 
y  en  el  Mapa  Quinatzin,  13,  con  el  mismo  símbolo  acompañado 
del  fonético  pan.  La  lectura  de  los  signos  arroja  el  nombre  te- 
pan,  sobre  ó  encima  de  las  piedras,  dando  idea  de  personas 
oriundas  de  un  país  pedregoso.  Tepan  también  significa,  sobre 
alguno  ó  sobre  algunos;  mas  este  homófono  no  aparece,  á  prime- 
ra vista,  tener  atingencia  con  la  palabra  que  estudiamos.  Es  ab- 
solutamente errada  la  palabra  tecpa^ieca,  y  la  interpretacionide, 
gentes  de  palacio. 

XXVI.  T lacopanecatl,  tlacopanéca,  natural  de  Tlacopan.  Fuera 
del  étnico  que  se  puede  escribir  con  el  nombre  de  la  población^ 
tenemos  una  variante,  28,  que  consiste  en  una  mano,  empuñaudo 
la  vardasca  ó  tlacotl  Véase  nuestra  lám.  10,  niim.  31. 

XXVn.  Tlahuicatly  Üahuica.  Tlahuica  quiere  decir,  el  que  lleva 
algo;  mas  como  nombre  gentilicio  no  es  este  su  significado,  y  se 
deriva  de  estas  palabras.  De  ilahuiü,  almagre  ó  cinabrio,  6  del 
verbo  tlahuia,  "almagrar  algo,  ó  pararse  bermejo  ú  encendido  el 
rostro;"  así  el  verdadero  sentido  es,  los  embijados  ó  pintadoi*  do 
rojo.  Hemos  eucontrado  del  nombra  gráfico  dos  variantes,  29. 
Estos  hablaban  lengua  mexicana,  y  de  la  misma  se  servíaa  loa 


525 

coliuixca  y  tlapaneca  poblados  en  Tepecnacuilco,  Tlaclimalacac 
y  provincia  de  ÍJhilapan,  á  quienes  decían  también,  hombres  al- 
magrados. 

KXYTTT.  Tlailotlacatl,  ÜailoÜaca.  Dos  variantes  nos  encontra- 
mos. La  primara  en  el  mapa  Quinatzín,  compuesta  de  otli  en  la 
forma  de  una  herradura  y  con  el  fonético  //íí,  30.  Tlaüoilacíli  es 
la  acción  de  revolverse,  indicado  por  la  pintura  y  de  aquí  la  pa- 
labra tiailotlac  La  misma  formación  no  da  el  indicativo  de  verbo 
Üa,  unido  al j  verbo  üoti,  "volverse  ó  tornarse  de  donde  iba,"  de 
donde  resulta  tla-ilo-tlaca,  personas  que  se  tornaron  de  donde 
iban.  La  segunda  variante,  31,  es  un  homófono  de  la  anterior, 
aunque  no  su  sinónimo,  supuesto  que  la  palabra  tiailotlac  est^ 
tomada  en  el  significado  de,  lo  que  tiene  muchos  rincones,  ó  án- 
gulos entrantes  f  salientes. 

XXIX.  Tlaxcaltecatlf  tlaxcalteca.  Los  autores  escriben  Tlax- 
callan  y  Tlaxcalla  confundiendo  el  afijo;  la  verdadera  ortografía 
parece  ser  la  quo  termina  con  el  abundancial  tía,  pues  derivado 
el  nombre  de  tlaxcalli,  tortilla  ó  pan  de  maíz,  significa,  país  abun- 
dante en  pan  ó  en  mantenimientos.  Consecuente  con  esta,  idea, 
las  pinturas  jeroglíficas  expresaban  la  provincia  y  su  gentilicio 
derivado  en  la  forma  que  la  presenta  el  Códi^^e  de  Mendoza,  lá- 
mina XLIV,  número  23,  con  una  mano  en  acción  de  labrar  las 
tortillas,  14. 

XXX.  Tdtecatly  tolfeca,  habitante  ó  morador  de  Tollan.  Na- 
ción de  lengua  nahoa,  y  que  introdujo  en  Anáhuac  su  adelantada 
civilización:  su  nombre  se  hizo  sinónimo  de  todo  lo  grande  y 
l)neno,  hasta  el  punto  de  que  la  pjjabra  tóltecatl  llegó  á  significar, 
''oficial  de  arte  mecánica,  ó  maestro."  Un  manojo  de  tollin  ex- 
presa el  patronímico. 

XXXL  Tzojpotecatl,  tzapoteca.  El  árbol  tzapofl,  como  nombre  de 
lugar,  está  empleado  para  expresar  los  pueblos  de  Tzapotla, 
7zapotlan,  Tzapotitlan;  tomado  como  gentilicio  nombra  á  los  tza- 
poteca,  famili^i  de  lengua  diversa  de  la  mexicana. 

XXXII.  Xalixcatl,  xalixca,  oriundo  de  Xalixco.  El  nombre  de 
lugar  está  escrito  con  el  mímico  xalli  y  el  fonético  ix,  ixco,  for- 
xnando  el  compuesto  Xal-ixco,  32,  encima  ó  en  la  haz  de  la  arena. 

XXXin.  Yopidatl,  yopica,  habitante  de  Tópico.  De  lengua  di- 
versa de  los  mexicanos,  no  acertamos  á  decir  cuál  sea  el  verda- 
dero significado  del  nombre;  rigiéndonos  por  la  pintura  33,  parece 


526 

derivado  del  verbo  yopehuay  despegar  algo,  dando  á  entender,  log 
que  se  les*  despega  algo,  los  despellejados^  Llámaseles  en  efecto 
yopi,  yope,  yopime  en  plural. 

Esto  es  cuanto  hemos  alcanzado  de  la  escritura  mexicana.  El 
arte  de  interpretar  los  jeroglíficos  se  ha  perdido;  ignoramos  si. 
quedó  algún  escrito  en  que  se  consignen  laá  reglas  "para  hoy  tan 
difícil  lectura.  Aprovechamos  las  doctrinas  establecidas  por  per- 
sonas inteligentes;  y  con  lo  que  oímos  al  Sr.  D.  José  Fernando 
Bamírez,  con  el  estudio  de  su  colección  de  jeroglíficos,  y  con 
nuestras  propias  observaciones,  nos  parece  que  hemos  adelanta- 
do un  tanto  los  resultados  adquiridos,  hemos  heuho  nuevos  des- 
cubrimientos que  nos  acercan  al  fin  que  se  persigue.  Todavía  no 
es  la  perfección;  pero  tenemos  hoy  más  que  ayer. 

Fáltannos  pinturas  para  emprender  nuevos  ejercicios;  casi  na- 
da sabemos  todavía  de  la  escritura  sacerdotal,  destinada  á  con- 
servar las  cosas  relativas  al  culto,  las  ciencias  y  los  enseñamien- 
tos morales.  Con  tan  cortos  elementos  no  se  deben  emitir  juicios 
definitivos;  muy  aventuradas,  fuera  de  razón  que  las  abone,  nos 
parecen  las  sentencias  pronunciadas  por  personas  que  sólo  juz- 
garon por  las  apariencias,  en  materia  que  totalmente  les  era 
desconocida. 

Eigiéndonos  por  lo  que  ahora  alcanzamos,  la  escritura  jeroglí- 
fica de  los  méxica  estaba  en  su  período  de  elaboración;  como 
todos  los  conocimientos  de  aquel  pueblo,  constaba  de  principios 
heterogéneos,  pugnando  por  salir  á  un  último  resultado.  Nótase 
que  los  caracteres  figurativos  ó  simbólicos,  ideográficos  ó  fonéti- 
cos, están  mezclados  y  confundidos,  usados  promiscuamente,  con 
notable  detrimento  de  la  claridad.  Sin  embargo,  se  descubre  el 
intento  de  alcanzar  los  signos  fónicos,  por  medio  de  los  cuales 
pudieran  ser  expresadas  las  palabras,  atendiendo  á  los  sonidos, 
sin  tener  en  cuenta  el  valor  natural  del  objeto  empleado.  La  es- 
critura mexicana  no  es  la  egipcia,  ni  la  china,  ni  la  pintada  de 
algunas  tribus  americanas,  aunque  con  cada  una  de  ellas  tenga 
algunos  puntos  de  contacto;  es  un  género  peculiar,  con  sus  pro- 
pios defectos  y  bellezas;  una  muestra  diferente  de  los  esfuerzos 
qne  la  humanidad  ha  hecho  pa^a  fijar  el  pensamiento. 

Tendía  la  escritura  á  convertirse  en  fonética;  mas  por  el  oami* 
no  que  llevaba  no  podía  salir  al  alfabeto.  La  índole  de  la  lengua 
en  la  formación  de  las  palabras,  precisaba  á  los  gramátioos  á 


•  527 

1)TiscaT  elementos  y  no  sonidos  simples;  los  signos,  por  conse* 
<jaencia,  debían  ser  silábicos,  más  ó  menos  complexos,  según  las 
radicales  que  estaban  destinadas  á  connotar.  Como  era  natural, 
los  sonidos  vocales  se  les  presentaron  aislados  y  por  eso  les  re- 
presentaron como  signos  simples;  af/,  ett,  ix  jotli,  indudablemen- 
te que  tienen  el  intento  de  representar  a,  c,  í,  o,  y  la  u  por  el  uso 
de  una  por  otra  de  estas  dos  ultimas  letras.  Queda  fuera  de  da- 
da que  los  signos  fonéticos  se  formaron  en  las  preposiciones; 
tras  ellas  se  observan  otros  caracteres  en  los  cuales  no  adverti- 
mos la  misma  fijeza,  porque  ignoramos  su  verdadera  aplicación. 
Lo  cierto  es,  que  los  caracteres,  de  valores  fónicos  simples  ó 
múltiples,  entran  como  elementos  en  la  formación  de  las  voces, 
no  propiamente  de  una  manera  silábica  si  se  quiere,  sino  como 
las  raíces  constitutivas  del  compuesto:  por  eso  las  frases,  á  pri- 
mera vista,  no  aparecen  cortadas  con  regularidad.  Esto  en  algu- 
nos casos  podrá  aparecer  como  pinturas  de  niños;  pero  en  el  fon- 
do no  es  ni  puede  ser  el  rebiis  ó  logogrifo. 

Pudiéramos  presentar  un  catálogo  de  voces  cuatro  ó  cinco  ve- 
ces mayor  del  que  ofrecemos.  El  que  examinamos  basta  para 
demostrar  que  se  pueden  escribir  los  nombres  de  las  cosas  ma- 
teriales por  los  signos  figurativos;  estos  nombres  por  medio  de 
afijos  se  convierten  en  nombres  de  persona,  de  lugar  y  gentilicios, 
y  por  medio  de  desinencias  en  singulares  y  plurales,  nombres  de 
dignidad  y  de  tribu.  Con  los  signos  simbólicos  ó  ideográficos  se 
pueden  nombrar  todos  los  objetos  físicos  que  no  tienen  figura 
determinada  y  aun  las  cosas  impalpables  y  abstractas:  bajo  este 
capítulo  la  lectura  será  enredada,  pero  es  completa. 

Expresaban  los  verbos.  Se  concibe  que  el  idioma  facilitó  este 

intento,  por  la  propiedad  que  tiene  de  convertir  los  nombres  en 

verbos.    Por  eso  tomó  un  signo  mímico,  cuyo  valor  fónico  fuera 

idéntico  al  de  la  acción  que  se  quería  explicar,  y  se  le  empleó  no 

por  el  objeto  que  representaba,  sino  por  el  sonido  que  emitía. 

Uno  de  los  ejemplos  más  palpables  para  asentar  esta  doctrina  es 

el  sif^o   maitl/  profusamente  derramado  en  la  escritura,  y  en 

multitud  de  casos  fuera  de  su  significado  propio.  En  Cacalomacan 

7  en  sus  relativos  ma  significa,  cazar,  cautivar;  en  Midimaloyan, 

pesear;  en  MapacUtepec,  cojer;  en  Quétzalmacan,  dar  ó  tributar; 

en  O^toman  se  p'iede  admitir  en  el  sentido  de,  hacer  6  fabricar» 

En  todos  estos  casos  la  radical  está  patente;  en  otros  la  presen- 


628  t 

cía  de  la  mano  indica  siempre  la  existencia  de  un  verbo,  aunque 
con  radicales  diversas,  como  acontece  en'Zacualpa,  Tlapaco- 
yan,  &c.  Ni  faltan  ejemplos  de  otros  significados  de  maiü  como 
en  Nepopualco,  que  se  traduce  contadero,  lugar  en  que  se  cuen- 
ta, contar.  Lo  mismo  se  puede  predicar  de  otros  caracteres.  Con- 
venimos en  ser  esto  muy  oscuro  y  prestarse  á  confusión;  ¿pero 
no  podríamos  decir,  que  es  confuso  y  oscuro  para  nosotros  poco 
versados  en  el  idioma  e  ignorantes  en  la  lectura^  mientras  para 
los  móxica,  sabidores  de  ambas  cosas,  era  claro  y  obvio? 

Más  á  ciegas  estamos  todavía  en  la  manera  de  escribir  los 
tiempos  de  los  verbos.    Hemos  encontrado  ejemplos  no  sólo  del 
infinitivo,  sí  también  del  pretérito  y  del  futuro,  aunque  no  en 
tanta  abundancia  que  podamos  deducir  reglas  generales.  Vimos 
también  signos  para  ciertos  demostrativos,  y  para  otras  partes  de 
la  oración.  De  que  no  conocemos  todos  los  demás  signos,  en  bue- 
na lógica  no  podemos  afirmar  que  no  existieron;  por  el  contrario, 
lo  conocido  nos  hace  figurar  que  la  escritura  móxica  era  más  com- 
pleta de  lo  que  hasta  ahora  nos  habíamos  imaginado.    Sea  de 
ello  lo  que  fuere,  con  los  jeroglíficos  conocidos,  con  los  caracte- 
res numerales  y  los  signos  cronológicos,  se  pueden  ya  entender 
las  pinturas  históricas,  siquiera  sea  en  las  indicaciones  compen- 
diadas que  contienen. 

Que  la  escritura  mexicana  era  suficiente  para  anotar  todo  gé- 
nero de  ideas,  aun  las  abstractas  y  metafísicas,  lo  hemos  probado 
ya  con  las  autoridades  de  Sahagun  y  de  las  Casas.  La  tendencia 
que  los  tlacuilo  tenían  para  transformar  los  signos  en  fonéticos 
la  demuestra  claramente,  que  en  los  tiempos  inmediatos  á  la 
conquista,  para  conservar  los  enseñamientos  religiosos,  tuvieron 
en  su  escritura  los  recursos  suficientes  para  fijar  de  una  manera 
entendible  así  las  preces  como  los  preceptos  morales;  y  debe  no- 
tarse, que  todo  ello  les  era  absolutamente  extraño,  ademas  de 
pronunciado  en  lenguas  extranjeras  como  eran  el  latin  y  el  cas- 
tellano. Acosta  dice  á  este  propósito;  También  escribieron  á  su 
modo  por  imágenes  y  caracteres  los  mismos  razonamientos;^  y  yo 
he  visto,  para  satisfacerme  en  esta  parte,  las  oraciones  del  Fa- 
ter  noster.  Ave  María,  Símbolo  y  la  confesión  general  en  el  mo- 
do dicho  de  indios,  y  cierto  se  admirará  cualquiera  que  lo  Tiere, 
porque  para  significar  aquella  palabra:  yo  pecador  me  oonñesOf 
pintan  un  indio  incado  de  rodillas  á  los  piós  de  un  religiosOy 


629 

como  que  se  confiesa;  y  luego  para  aquella:  á  Dios  Todopodero- 
so, pintan  tres  caras  con  sus  coronas  al  modo  de  la  Trinidad;  y 
&  la  gloriosa  Virgen  ^aría,  pintan  un  rostro  de  nuestra  Señora 
j  medio  cuerpo  con  un  niño;  y  á  San  Pedro  y  á  San  Pablo,  dos 
cabezas  con  coronas,  y  unas  llaves,  y  una  espada;  y  á  este  modo 
TA  toda  la  confesión  escrita  por  imágenes;  y  donde  faltan  imáge- 
nes, ponen  caracteres,  como:  en  que  pequé,  £&,  de  donde  se  po* 
irá  colegir  la  viveza  de  los  ingenios  de  estos  indios,  pues  este 
modo  de  escribir  nuestras  oraciones  y  cosas  de  la  Fé,  ni  se  lo 
enseñaron  los  españoles,  ni  ellos  pudieran  salir  con  él,  si  no  hi- 
cieran muy  particular  concepto  de  lo  que  les  enseñaban."  (1) 

Si  aquí  se  hecha  de  ver  el  sistema  general  de  la  escritura,  de 
signos  mezclados,  los  recursos  fonéticos  de  que  podía  disponer 
se  patentizan  en  el  siguiente  pasaje  de  Torquemada,  (2)  desori- 
hiendo  la  manera  con  que  escribían  el  Pater  noster: — ''El  voca* 
1^0  que  ellos  tienen,  y  que  más  tira  á  la  pronunciación  de  Pater, 
BB  pcmtU,  que  significa  una  como  handerita,  oon  que  cuentan  el 
número  veinte;  pues  para  acordarse  del  vocablo  Pater,  ponen 
aquella  banderita  que  significa  panüi,  y  en  ella  dicen  PcUer.  Pa- 
•    ra  la  segunda,  que  dice  Noster,  el  vocablo  que  ellos  tienen  más 
parecido  á  esta*  pronunciación  es  Nnddli,  que  es  el  nombre  de 
la  que  los  nuestros  llaman  tuna,  y  en  España  higo  de  loa  Indias; 
pues  para  acordarse  del  vocablo  Noster,  pintan  consecutivamente 
tras  de  la  banderita,  una  tuna,  que  ellos  llaman  nuchtU;  y  de  esta 
mimora  van  prosiguiendo  hasta  acabar  la  oración,"  En  otros  casos 
Be  advierte  el  intento  de  reproducir  silábicamente  las  palabras;  asi 
para  escribir  Amen  ponían  el  simbólico  aUyel  mímico  meü,  leyen- 
do ^-m^.  iEn  el  caso  del  Paternóster  colocaban  una  bandera  pan^ 
(Uy  tetlf  nochtli  y  teü  formando  la  lectura  pa-te  nodi4e,  que  remeda- 
ban los  sonidos  que  se  pretendía,  sin  atingencia  alguna  con  el 
significado.  Semejante  procedimiento  no  era  nuevo,  pues  hemos 
visto  que  los  méxica  le  practicaban  desde  antes  en  la  traducción 
de  los  nombres  de  lenguas  extranjeras.  Estudio  y  meditación  me- 
rece esta   materia,  antes  de  pronunciar  la  última  palabra.  (3) 

(1)  Aoosta,  historia  natural  y  moral,  lib.  VI,  cap.  Vil. —Véase  Anales  del  Museo 

Nacional,  tom.  1. 

(2)  Monarq.  indiana,  lib.  XV,  cap.  XXV. 

(3)  Véase  respecto  de  escritora  mexicana,  G^arcía,  origen  délos  indios,  lib.  4,  cap. 
22.  cat>.  23.  póg.  246-251.— Herrera,  déc.  8,  Kb.  2,  cap.  18,  pág.  75.^8olozano,  de 

67 


530 

Los  tolteca,  en  su  emigración  hacia  el  Sur,  lleyaron  sin  duda 
sus  caracteres  jeroglíficos  á  lugares  muy  distantes.  Según  el  tes- 
timonio de  Herrera,  en  Nicaragua,  "es  cierno  que  tenían  por  le- 
tras las  figuras  de  los  de  Culúa,  y  los  libros  de  papel  y  pergami- 
no, un  palmo  de  ancho  y  doce  de  largo,  y  doblados  como  fuelles 
á  donde  señalaban  por  ambas  partes  de  azul,  colorado  y  otros 
colores,  los  casos  memorables  que  acontecían  allí.  Tenían  pinta- 
das sus  leyes  y  ritos  con  gran  semejanza  de  los  mexicanos;  y 
ésto  hacen  solos  los  chorotegas,  y  no  todos  los  de  Nicaragua."  (1) 

Si  esto  acontecía  hacia  el  Sur,  no  será  aventurado  suponer 
que  todos  los  pueblos  sujetos  al  imperio  de  México  y  los  en  in- 
mediato contacto  con  él,  habían  adoptado  su  escritura  jeroglífica 
si  bien  haciéndole  las  modificaciones  requeridas  por  el  lenguaje 
y  las  costumbres  de  cada  uno.  De  los  mixtéeos  y  zapotecos  se 
dice:  "Entre  la  barbaridad  de  estas  naciones  se  hallaron  muchos 
libros  á  su  modo,  en  hojas  ó  telas  de  especiales  cortezas  de  ár- 
boles que  se  hallaban  en  tierras  calientes,  y  las  curtían  y  lidere- 
zaban  á  modo  de  pergaminos,  de  una  tercia  poco  más  ó  menos 
de  ancho,  y  unas  tras  otras  las  zurcían  y  pegaban  en  una  pieza 
tan  larga  como  la  habían  menester,  donde  todas  sus  historias 
escribían  con  unos  caracteres  tan  abreviados  que  una  sola  plana 
expresaban  el  lugar,  sitio,  provincia,  año,  mes  y  dia,  con  todos 
los  demás  nombres  de  dioses,  ceremonias  y  sacrificios  ó  victorias 
que  habían  celebrado  y  tenido,  y  para  esto  á  los  hijos  de  los  se- 
ñores y  á  los  que  escogían  para  su  sacerdocio,  enseñaban  é  ins- 
truían desde  su  niñez,  haciéndoles  decorar  aquellos  caracteres  y 
tomar  de  memoria  las  historias,  y  destos  mismos  instrumentos 
he  tenido  en  mis  manos,  y  oídolos  explicar  á  algunos  viejos  con 
bastante  admiración,  y  solían  poner  estos  papeles  como  tablas 
de  cosmografía  pegados  á  lo  largo  de  las  salas  de  los  señoreE, 
por  grandeza  y  vanidad,  preciándose  de  tratar  en  sus  juntas  y 
visitas  de  aquella  materia."  (2) 

No  acertaremos  á  decir  si  esta  escritura  es  del  mismo  género 
de  la  mexicana,  porque  no  la  hemos  estudiado;  presenta  ciertas 

semejanzas  en  los  signos  cronológicos  y  en  la  distribución  de  las 

> 

jur.  Ind.  tom.  1,  cap.  8,  n.  96. — Sahagnn,  tom.  3,  pág.  80. — Torqnemada,  Hb.  1» 
cap.  XI. — Acosta,  lib.  6,  cap.  IX. — Gomara,  tom.  1,  cap.  84. 

(1)  Herrera,  déc.  111,  lib.  IV,  cap.  VII,  pág.  121. 

(2)  Burgoa,  Palestra  historial,  fol.  89. 


531 

figuras,  aunque  debemos  admitir  que  los  signos  deben  haber 
cambiado  para  ajustarse  á  las  formas  del  lenguaje.  En  lo  que 
ofrecen  diferencias  palpables  es  en  el  dibujo  y  en  el  colorido, 
fiespecto  de  lo  primero  es  más  tosco,  aunque  más  monumental; 
por  lo  tocante  á  lo  segundo,  los  colores  que  predominan  son  el 
amarillo,  rojo,  negro  y  ciertos  semicolores  sucios,  los  cuales  dan 
á  las  pinturas  un  tono  sombrío  y  uniforme,  sin  dejar  de  ser  re- 
chinante. En  el  número  34,  ponemos  pequeños  trozos  de  esta 
escritura,  confundida  malamente  con  la  mexicana,  y  de  la  cual 
presenta  ejemplos  la  obra  del  Lord  Kingsborough.  (1) 

De  los  pueblos  mayase  dice:  "En  tiempo  de  su  infidelidad  te- 
nían los  indios  de  Yucathan  libros  de  cortezAs  de  árboles,  con 
nn  betún  blanco  y  perpetuo,  de  diez  y  doce  varas  de -largo,  que 
se  cogían  doblándolos  como  un  palmo.  En  éstos  pintaban  con 
colores  la  cuenta  de  sus  años,  las  guerras,  inundaciones,  huraca- 
nes, hambres  y  otros  sucesos."  (2)  Según  el  mismo  autor,  Itzam- 
ná,  **tengo  por  cierto  fué  el  hombre,  que  entre  ellos  primero  in- 
ventó los  caracteres,  que  servían  de  letras  á  los  indios."  (3) 

Los  itzaex,  de  procedencia  maya, — "conservan  hoy  las  profe- 
cías (escritas  en  sus  caracteres  antiguos),  los  que  llaman  sacer- 
dotes, en  un  libro  como  historia,  que  nombran  Analie,''  (4)  Aque- 
//a  escritura,  "eran  unos  caracteres  y  figuras,  pintadas  en  unas 
cortezas  de  árboles,  como  de  una  cuarta  de  largo  cada  hoja  ó  ta* 
blílla,  y  del  grueso  como  de  un  real  de  á  ocho,  dobladas  á  una 
parte  y  á  otra,  á  manera  de  biombo,  que  ellos  llaman  Analtees,''  (5) 
En  pasaje  anterior  se  encuentra,  "que  Anallehe^  ó  historias  es 
una  misma  cosa."  (6) 

Eacnéntranse  lijeras  noticias  acerca  de  la  escritura  de  los 
maja  en  distintos  autores;  (7)  copiaremos  nosotros,  como  más 


(1)  Fac-simüe  of  an  original  mexican  painting,  preserved  in  the  coUection  of  Sir 
Thomas  Bodley,  in  the  Bodleian  Library  at  Oxford:  40  pages. '  Yol,  1.  Del  mism* 
género  es  la  pintura  siguiente  conservada  en  la  misma  bibliotec\a. 

(2)  Cogolludo,  Hist.  de  Yucatán,  lib.  IV,  cap.  V. 

(3)  Op,  cit.,  lib.  rr,  cap.  vin. 

(4)  CtogoUudo,  Hist.  de  Yucatán,  lib.  IX,  cap.  XIV. 

(5)  TiUagn  tierre,  Hist.  de  la  conquista  del  Itza,  lib.  VII,  cap.  1. 
(C)  Villagiitierre,  lib.  VI,  cap.  IV,  pág.  353. 

(7)  Mendieta,  hiot.  ecles.  pág.  143.— Herrera,  dec.  i,  lib.  X,  cap.  II.— AoosU, 
ást.  nat.  y  mor.,  lib.  VI^  cap.  VTI. 


632 

^autorizadas,  las  doctrinas  del  P.  Landa.— ^"Que  las  ciencias  que 
enseñaban  eran  la  cuenta  de  los  años,  meses  y  dias,  las  fiestas  y 
ceremonias,  la  administración  de  los  sacramentos,  los  dias  y 
tiempos  fatales,  sus  maneras  de  adivinar  j  sus  profecías,  los 
acaecimientos,  y  remedios  para  los  males,  y  las  antigüedades,  y 
1er  y  escribir  con  sus  libros  y  caracteres  con  los  cuales  escribían 
y  con  figuras  que  significaban  las  escrituras." — "Que  escribían 
sus  libros  en  una  hoja  larga  doblada  con  plieguen,  que  se  Tenía 
á  cerrar  toda  entre  dos  tablas  que  hacían  muy  galanas  y  que  es- 
cribían de  una  parte  á  otra  á  colunas,  según  eran  los  pliegues, 
y  que  este  papel  hacía^n  de  las  raíces  de  un  árbol,  y  qaQ  le  daban 
un  lustre  blanco  ep  que  se  podía  bien  escribir,  y  que  sabían  de 
estas  ciencias  algunos  principales  señores,  por  curiosidad,  y  que 
por  esto  eran  más  estimados,  aunque  no  lo  usaban  en  público."  (1) 

'^Usaban  también  esta  gente  de  ciertos  caracteres  ó  letras  con 
las  cuales  escribían  en  sus  libros  sus  cosas  antiguas  y  sus  cien- 
cias, y  con  ellas  y  figuras,  y  algunas  señales  en  las  figuras  en- 
tendían sus  cosas  y  las  daban  á  entender  y  enseñaban.  Hallá- 
rnosles grande  número  de  libros  destas  sus  letras,  y  porque  no 
tenían  cosa  en  que  no  hubiese  superstición  y  falsedades  del  de- 
monio  se  les  quemamos  todos,  lo  cual  á  maravilla  sentían,  y  les 
daba  pena.'* 

**De  sus  letras  porne  aquí  un  a,  6,  c,  que  no  permite  su  pesa- 
dumbre más,  porque  usan  para  todas  las  aspiraciones  de  las  le- 
tras de  un  carácter,  y  después  al  puntar  de  las  partes  otro,  y  así 
viene  á  hacer  in  infinitum^  como  se  podrá  ver  en  el  siguiente  ejem- 
plo. Lcy  quiere  decir  lazo  y  cazar  con  él;  para  escribirle  con  sus 
caracteres,  habiéndoles  nosotros  hecho  entender  que  son  dos  le- 
tras, lo  escribían  ellos  con  tres,  poniendo  á  la  aspiración  de  la  I 
la  vocal  e,  que  antes  de  sí  trae,  y  en  esto  no  hierran,  aunque 
úsense,  si  quieren  ellos  de  su  curiosidad.  Ejemplo,  (lámina  14, 
número  1).  Después  al  cabo  le  pegan  la  parte  junta.  Ha,  que 
quiere  decir  agua,  porque  la  hache  tiene  a,  h,  antes  de  sí  la  po- 
nen ellos  al  principio  con  a,  y  al  cabo  desta  manera  (núm.  2). 
También  lo  escriben  á  partes,  pero  de  la  una  y  otra  manera,  yo 
no  pusiera  aquí  ni  tratara  de  ello  sino  por  dar  cuenta  entera  de 
las  cosas  desta  gente.  3Ia  in  katí  quiere  decir,  no  quiero,  ellos  lo 

(1)  Belacion  de  las  cosas  de  Yucatán,  por  Fr.  Diego  de  Lauda,  pág.  44. 


633 

escriben  á  partes  desta  manera:  (num.  3)."  (1)  Copiamos  el  abece- 
dario bajo  el  número  4. 

La  escritura  de  este  género  ha  recibido  de  los  americanistas 
franceses  el  nombre  decalculiforme,  (2)  6  en  forma  de  cálctdo,  por 
estar  distribuida  en  líneas  simétricas  horizontales  y  verticales. 
Caracteres  idénticos,  ó  al  menos  de  la  misma  filiación,  ofrecen 
los  monumentos  de  Copan  y  Quirigua,  los  de  Yucatán  en  sus 
principales  ruinas  de  Uxmal,  Kabah,  Eliuio  y  Chichen  Itzá,  el 
Palenque  y  algunas  piedras  de  Chiapas:  parece  que  en  esa  su- 
perficie se  desarrolló  la  civilización  que  elaboró  esta  adelantada 
escritura.  Los  documentos  que  á  nuestro  conocimiento  han  He- 
gado,  son:  el  Cód.  de  Dresde,  (3)  el  MS.  de  la  Biblioteca  imperial 
de  París,  (4)  el  Cód.  Troano  interpretado  por  Mr.  Brassettr  de 
Bourbourg,  (5)  y  el  MS.  Miró,  (6)  reproducido  en  parte  por  el 
8r.  Melgar.  (7)  Los  caracteres»  compuestos  de  líneas  diversas 
mezcladas  con  rostros  humanos,  presentan  una  composición  re- 
galar; el  dibujo  es  artístico,  cuando  no  representa  objetos  fan- 
tásticos; los  colores  están  aplicados  con  gusto:  superiores  bajo 
todos  aspectos  á  los  signos  méxica,  lo  son  todavía  más  en  el  con- 
cepto de  ser  fonéticos  y  estar  arreglados  por  un  alfabeto. 

Stephens,  (8)  comparando  la  leyenda  de  la  cara  superior  de 
un  altar  de  Copan  con  el  fragmento  del  Cód.  de  Dresde  publica- 
do* por  Humboldt,  (9)  infiere  que,  "los  aztecas  ó  mexicanos,  en 
tiempo  de  la  conquista,  tenían  el  mismo  lenguaje  escrito  que  el 
pueblo  de  Copan  y  de  Palenque."  En  tan  insostenible  error  cayó 
el  ilustre  viajero,  porque  creyó  de  origen  méxica  la  pintura  de 
Dresde.    Es  ahora  común  sentir,  que  las  escrituras  mexicana  y 


(1)  Fr.  Diego  de  landa,  pág.  816-822. 

(2)  Les  écritures  figoratives,  par  León  de  Bosuy,  pág.  19. 

(3)  Antiquities  oí  M(íxico,  Lord  Eingsborough,  tom.  lU. 

(4)  Manuscrít  dit  Mexicaín.  Ndm.  3  de  la  Bibliothéqne  Impénaíe  Photogiftpfaioé 
(sans  réduotion).  Paris,  1864. 

(5)  París.  Imprimerie  Imperiale.  MDCGQLXIX. 

(6)  ünstracion  de  Madrid,  Marzo  15  do  1871,  ndm.  29. 

(7)  Juicio  sobre  lo  qne  fdrvid  do  base  á  las  primeras  teogonias.  Traducción  del 
Dumtisorito  mayo  perteneciente  al  Sr.  Miró,  Ac,,  por  J.  M.  Melgar  y  Serrano.  Ve- 
raeroz.  1873. 

(8)  Ijicidéntsof  travelin  Central  America,  Chiapas  and  Yucatán.  New  Yoik,  164$. 
Tom.  2.  pág.  454. 

(9)  Yuos  dea  Cordilléres,  tom.  II,  pág.  268.  Véase  nuestra  lám.  14,  niím.  C. 


534 

«alculiforine  absolutamente  en  nada  se  parecen;  no  tienen  pim- 
to  alguno  de  contacto,  fuera  del  común  de  servir  para  expresar 
los  pensamientos;  corresponden  á  dos  civilizaciones  que  flore- 
cieron en  lugares  y  tiempos  dif^entes.  Aun  de  los  maravillosoB 
monumentos  de  esta  especie,  no  se  puede  afirmar  que  todos  ^ean 
©ontemporápeos;  razones  suficientes  aparecen  para  creer,  que 
Copan  y  Quirigua  son  los  más  antiguos,  corresponde  Palenque  á 
los  tiempos  medios,  y  pertenece  Yucatán  á  la  época  más  moder- 
na. Por  eso  nos  hemos  imaginado  que  aquellas  leyendas  pudie- 
ran estar  escritas  en  idiomas  diversos;  pues  aunque  á  la  misma 
eivilizaciou  conespouden,  y  aquella  comarca  está  ocupada  por 
pueblos  de  lenguas  afines,  no  podemos  descubrir  todavía,  si  los 
•onstructores  fueron  del  mismo  tronco  etnográfico  y  son  los  pro- 
genitores de  las  naciones  actuales.  Muestra  de  la  escritura  de 
Copan  presentamos  en  el  num.  6. 

El  abecedario  dado  por  Lauda  no  lia  producido  aún,  que  se- 
pamos, la  desciíracioii  de  los  caracteres  maya.  El  entusiasta 
Brasseur  de  Bourbourg  emprendió  la  lectura  del  Códice  Troano; 
escribió  un  regular  tomo  en  folio,  fundando  sobre  un  documento 
que  nos  parece  un  ritual,  maravillosos  descubrimientos;  mas  des- 
pués de  llegar  al  fin  del  volumen,  el  ánimo  no  queda  satisfecho 
ni  convencido  con  lo  que  ha  leído.  Piérdese  por  completo  la  ilu- 
sión, cuando  el  mismo  autor  confiesa,  (1)  haber  comenzado  la 
lectura  por  el  fin  del  documento:  tomar  un  libro  por  el  final,  y 
leerle  de  esta  manera,  sólo  puede  acontecer  en  materia  que  no 
se  entiende.  El  Sr.  Melgar  descifró  un  fragmento  del  MS.  Miró, 
siguiendo  las  doctrinas  de  Brasseur.  H.  de  Charencey  ha  hecho 
cosa  de  mayor  estima.  (2) 

Besumiendo.  Allá  en  tiempos  remotos,  los  chinos  usaron  de 
las  cuerdas  anudadas  para  perpetuar  sus  recuerdos,  las  cuales 
Abandonaron  por  signos  figurativos,  que  con  el  tiempo  se  con- 
TÍrtieron  en  ideográficos.  En  América,  ciertos  pueblos  antiguos 
tuvieron  también  las  cuerdas  anudadas,  entre  los  tolteca  olvida- 
das, entre  los  peruanos  admitidas  como  exclusivo  medio  de  es- 
critura, llevadas  á  su  posible  perfección  bajo  el  nombre  de  quippo* 
Los  tolteca,  desde  una  época  primitiva,  sustituyéronlas  cuerdas 

(1)  Bibliothéque  Mexico-Guatemalienne,  París,  1871,  p.  XXVII. 

(2)  BBSfá  de  déohiffrement  d*nn  fragment  d'iuBcription  palenquéenne. 


r 


635 

«on  signos  figurativos,  semejantes  á  los  de  los  chinos;  aquella 
adelantada  nación,  y  los  pueblos  que  en  sus  ciencias  se  abreva- 
ron, de  los  figurativos  pasaron  á  los  signos  simbólicos,  y  sin  es- 
tancarse en  los  ideográficos,  hacían  esfuerzos  para  saUr  á  los 
fonéticos.  Este  último  paso  lo  hablan  dado  ya  pueblos  extraños 
á  los  méxica  y  muy  más  antiguos,  los*  cuales  al  contacto  de  una 
dvüizacion  de  origen  desconocido,  se  habían  remontado  al  alfck- 
beto.  Tres  sistemas  cumpliendo  su  evolución,  sin  comunicarse, 
á  pesar  de  vivir  en  el  mismo  continente.    ¿Todos  tres  sistemas 
nacieron  espontáneamente  en  América?    ¿Crecieron,  se  desarro- 
liaron  por  contacto  con  los  pueblos  asiáticos?  ¿La  China,  en  épo- 
eas  diversas,  comunicó  su  escritura  á  las  naciones  americanas? 
No  lo  sabemos;  pero  del  conjunto  de  éste  y  de  otros  muchos  he- 
chos podemos  inferir,  que  la  América  se  ha  comunicado  con  los 
pueblos  de  Asia  por  el  Oeste,  con  los  pueblos  de  Europa  por  el 
Este.    Admitimos  la  teoría,  no  para  establecer  la  filiación,  sino 
simples  y  casuales  comunicaciones. 


CAPÍTULO  vm. 


NUMEBAOION. 

NuTMTcuiioiiTiablada.'^FornMeion  de  los  núnvero».^RadicaUé.'~lH9«r9a$%Ma.-' 
Artificio  de  te  numeración.— La  numeración  a  indéfinÍda.—El ñOema a  figeá- 
mai,— Resumen — Numercuion  para  objeto»  partícu¡are9,^Iíumerae£one8eriUL— 
Cuatro  cifras  priTicipales.— Cifras  auxiliares,— Cálculo,—0peracione9  aritmétieat. 
—Pesas.— Medidas  para  áridos.— Medida  Uneal.—CorrespondcTieia.— Distribución 
délas  Ucrra^, 

• 

DIVIDIREMOS  estas  nociones  en  dos  partes:  numeración  ha- 
blada,  numeración  escrita.    Comenzaremos  por  la  primera. 

1.  Ce  Ó  cem        6.  Chicnace  11.  MatlactU  once  IC.  OaxtoUi  once 

2.  Orne  7.  Chicóme  12.  Matlactli  ornóme  17.  Caxtolli  omome 

3.  Yeióei  8.  Chicuei  13.  Matiactli  omei  18.  Caxtolli  omdi 

4.  Nahui  9.  Chicuuahui  14.  Matlactli  onnahui  19.  Caxtolli  onnahm 

5.  Mactiilü  10.  MaÜñctli  15.  CaxtoUi  20.  Cempohualli. 

Fijando  la  atención  en  esta  primera  serie  de  los  nombres  nu- 
merales, se  advertirá,  que  los  cinco  primeros  son  diversos  entre 
si|  sin  tener  ninguna  relación  aparente,  y  ademas  parecen  ser 
simples;  pero  cinco,  macuilli,es  palabra  compuesta  que  deja  tras- 
lucir su  etimología.  Según  Gama,  (1)  "se  deriva  del  verbo  Ma- 
"cueloa,  compuesto  de  maiü,  que  es  la  mano,  y  del  verbo  simple 
"cmloa,  <j[ue  significa  doblegar:  lo  que  claramente  demuestra,  (po 

{l)  Descripción  de  las  dos  piedras;  segunda  parte,  pág.  130. 


537 

''en  8a  origen  dístingaían  cada  unidad  doblando  nn  dedo  hasta 
"completar  los  cinco,  cerrando  toda  la  mano.'*  En  efecto,  consi- 
derando los  nombres  á  la  mano  referentes,  encontramos  mapülij 
dedo  de  la  mano,  palabra  compuesta  de  la  radical  ma  de  maiÜ^  j 
ádpüUque  entre  sus  acepciones  cuenta  las  de  niño,  hijo;  as! 
figuradamente  mapüli  quiere  decir,  niños,  hijos,  apéndices  de  las 
manos.  Xopilliy  dedo  del  pié,  tiene  el  mismo  sentido,  así  como 
ma<yKxU{¡  palmA  de  la  mano.  MacmUi  se  forma  entonces  de  maiü, 
del  verbo  eu%  tomar,  y  de  pilli  ó  simplemente  Ui  por  los  apéndi- 
ces ó  dedos,  haciendo  el  compuesto  ma-cui-Ui,  los  dedos  tomados 
con  la  mano,  el  puño  cerrado.  Admitiendo  que  la  etimología 
pueda  igualmente  arrancturse  del  verbal  cuiU%  tomado,  (1)  lo 
cual  no  nos  parece  perfectamente  exacto,  siempre  aparece  por 
t^rdadero,  que  la  cuenta  de  las  primeras  unidades  se  fué  practi- 
cando por  medio  de  doblar  los  dedos  .de  la  mano;  hasta  qué  al 
llegar  á  cinco  se  formó  el  puño. 

Del  seis  al  nueve  las  palabras  son  compuestas.  En  sentir  de 
Gama,  chtcoace  ó  chicu^ce  se  deriva  del  adverbio  chico,  "que  sig- 
"nifica  á  mi  lado,  y  la  preposición  huan  que  es  junto  de  otro,  y 
"todo  el  vocablo  chicohuance,  de  quien  es  síncopa  chtcoace,  quiereí 
"decir,  uno  al  lado,  junto  de  los  otros."  (2)  Chico,  chicu,  tiene 
algunas  veces  el  sentido  de,  medio,  la  mitad,  como  en  las  pala- 
bras chicoctux,  chicocuacua,  cMcocuatic,  medio  comido:  (3)  a  cuenta 
entre  sus  significados  el  de,  asi  como:  de  manera  que  chico-a  daá 
entender  la  mitad;  la  mitad  de  las  manos,  una  mano.  Los  com- 
puestos chicoa-ce,  chicti-ome  (chicóme),  chicu-ei,  chicu-nahui,  que 
son  los  primeros  numerales  añadidos  á  la  voz  chictia,  significan 
en  r^didad  la  mitad  ó  una  mano,  más  uno,  más  dos,  -más  tres, 
más  cuatro,  ó  sean  seis,  siete,  ocho,  nueve. 

MaÜadli,  diez,  no  está  formado  por  aglomeración:  sus  radica- 
les no  ofrecen  duda:  maitl,  y  tlactli,  "el  cuerpo  del  hombre,  desde 
la  cintura  arriba:"  la  voz  dice,  las  manos  de  la  parte  superior 
del  hombre.  La  palabra  confirma  el  principio  asentado  á  priori, 
contaban  por  los  dedos  de  las  manos  tnacuUli,  una  mano  cerrada; 
maflacíli,  las  dos  manos  cerradas. 

(1)  Note  sur  la  uuméraUon  des  anoiens  mexicains  par  M.  Simeón.   Archives  de  la 
<3oaaiBÍ8Íon  Scientifique  du  Mexique,  tom.  m,  pág.  624. 

(2)  Loco  cit.,  pág.  130. 

(3)  V.  Vocabulario  de  Hólizia. 

68 


538 

Hasta  catorce  vuelve  la  aglomeración,  añadiendo  á  MaUacÜi 
los  cuatro  dígitos  fundamentales  por  medio  de  la  sílaba  on,  ya 
sea  en  el  sentido  de  mas,  ya  como  quiere  Molina,  "por  vía  ó  ma- 
nera de  ornato  y  buen  sonido.*'  Matlac-tli  once  11,  tnatlacfli  ornó- 
me 12,  matlactli  omei  13,  mcUlactli  onnahui  14;  las  dos  manos  más 
uno,  dos,  tres  y  cuatro. 

CaxtoUí,  caxtulli,  quince,  aparece  como  nombre  radical,  y  no 
atinamos  á  como  puede  ser  desatado,  ni  encontramos  exj^licacion 
en  los  autores.  Los  compuestos  sucesivos  siguen  el  orden  esta- 
blecido: Gaxtolli  once  16,  caxtoüi ornóme  17,  caxtoUiomei  18,  caxtolU 
onnahui  19;  ó  sean  quince  más  uno,  dos,  tres,  y  cuatro. 

CempohualU,  veinte,  se  compone  de  cern  y  de  pohuaUiy  cuenta, 
significando  el  compuesto,  tina  cuenta,  esto  es,  la  reunión  de  vein- 
te unidades.  Tal  vez  en  su  origen  se  compuso  la  palabra  áeoenh, 
del  verbo  jL>ofl,  contar,  y  de  pulió  lli  por  los  dedos; ce;;i-^poa-ííí una 
cuenta  de  los  dedos.  De  poa  se  forma  tíapocHiztli,  numeración: 
Uacempoaliztli,  suma  total;  ÜapoalH,  cosas  enumeradas.  CemipiUi, 
una  veintena,  una  cuenta,  señala  perfectamente  el  origen  de  la 
voz,  presentando  á  pilli  en  sentido  de  los  dedos.  Veinte  se  divide 
•  en  cuatro  partes  iguales,  determinadas  por  los  números  radica- 
les; las  fracciones  terminan  en  macuilli,  inaüacüi,  caxfoUi  y  cem- 
pohucdlL  Veinte  es  por  excelencia  el  número  mexicano;  es  el  yo, 
el  individuo,  compuesto  de  cuatro  partes,  los  pies  y  las  manos, 
cada  uno  con  sus  cinco  apéndices  ó  dedos.  Esta  forma  determi- 
nó la  numeración  escrita. 

De  veinte  en  adelante  el  sistema  de  la  formación  de  los  núme- 
ros se  funda  en  esta  regla  general,  tan  fácil  como  sencilla.  Los 
veinte  números  primarios  que  acabamos  de  explicar,  antepues- 
tos á  una  radical  numérica  cualquiera,  la  multiplican;  si  están 
pospuestos  á  la  radical  se  suman  con  ella.  Aplicándola  á  la  ra- 
dical poimalli  tendremos: 

20.  Cempoliualli,  veinte  multiplicado  por  uno. 

40.  Ompohualli,  veinte  multiplicado  por  dos. 

CO.  Yeipoliualli,  veinte  multiplicado  por  tres. 

80.  Nauhpohualli,  veinte  multiplicado  por  cuatro. 
100.  Macuilpohualli,  veinto  multiplicado  por  cinco. 
120.  Ohicuacempohualli,  veinte  multiplicado  por  seia. 
140.  Chicompohualli,  veinte  multiplicado  por  siete. 
160.  Ghicuepohualli,  veinte  multiplicado  por  ocho. 
180.  Chiconauhpohualli;  veinte  multiplicado  por  nueve. 


539  ' 

200.  Matíocpohualli,  veinte  multipIic(ido  por  diez. 

220.  MaÜactlioncempohu^li,  yeinte  multiplicado  por  once. 

240.  MatlactUomompoliualli,  veinte  multiplicado  por  doce. 

260.  MaÜaotliomeipohualli,  veinte  multiplicado  por  trece. 

280.  Mfttíactíionnaiilipohualli,  veinte  mTdtiplicado  pd!r  catorce. 

300,  Oaxtolpohualli,  veinte  multiplicado  por  quince. 

320.  Gaxtollioncepohualli,  veinte  multiplicado  por  diez  y  seis. 

340.  Castolliomompobualli,  veinte  multiplicado  por  diez  y  siete. 

360.  Cftxtolliomeipohualli,  veinte  multiplicado  por  diez  y  ocho. 

380.  CaxtollionnauhpohualH,  veinte  multiplicado  por  diez  y  nueve. 

400.  Cetzontli. 

4 

Naturalmente  resalta  una  progresión  por  diferencia,  con  la 
razón  del  mismo  yalor  del  numero  radical  Los  números  inter- 
medios entre  cada  dos  términos^  se  llenan  con  los  veinte  prime- 
xos,  en  esta  forma: 

20.  Cempohualli. 

21.  Cempohualli  once,  veinte  más  uno. 

22.  Cerilpohualli  ornóme,  veinte  más  dos- 

23.  Cempohualli  omei,  veinte  más  tres. 

24.  Cempohualli  onnahui,  veinte  más  cuatro. 

25.  Cempohualli  onmacuilli,  veinte  más  cinco. 

26.  Cempohualli  onchicuace,  veinte  n^ásseis. 

27.  Cempohualli  onckicome,  veinte  más  siete. 
^8.  Cempohualli  onchicuei,  veinte  más  ocho. 

29.  Cempohualli  on  chiconahui,  veinte  mjís  nueve. 

SO,  Cempohualli  onmatlactli,  veinte  más  diez. 

31.  CempohualK  onmatlactU  once,  veinte  más  once. 

32.  Cempohualli  onmatlactli  omome,  veinte  más  doce. 

33.  Cempohualli  onmatlactli  omei,  veinte  más  trece. 

34.  CempohualU  onmatlacti  onnahui,  veinte  más  catorce. 

35.  Cempohualli  oncaxtolli^  veinte  más  quince. 

36.  Cempohualli  oncaxtolli  once,  veinte  más  diez  y  seis. 

37.  Cempohualli  oncaxtolli  omome,  veinte  más  diez  y  siete. 

38.  Cempohualli  oncaxtolli  omoi,  veinte  más  diez  y  ocho. 

39.  Cempohuulli  oncaxtolli  onnahui,  veinte  más  diez  y  nueve. 

40.  Ompohualli,  veinte  multiplicado  por  dos. 

41.  Ompohualli  once,  veinte  multiplicado  por  dos,  más  uno. 

42.  Ompohualli  omome,  veinte  multiplicado  por  dos,  máscfds,  Jkc.,  &c. 

Proseguiremos  asi  de  una  manera  inflexible  hasta  399,  para  el 
enal  diríamos,  Caxtdlimhauhpohucdli  on  caxtoUi  onnahtn,  veinte  mul- 
tiplicado por  diez  y  nueve  más  di^z  y  nueve.  Para  cuatrocientos 
no  se  dice  veinte  multiplicado  por  veinte,  sino  que  se  introduce 


540 

un  nuevo  termino.  TzonUi,  400,  significa  ignalmenie,  cabello»  pe- 
loy  una  mata  de  hortaliza  ó  de  yerba;  j  metafóricamente,  mnlb- 
tad,  abundancia.  Si  los  números  primeros  se  tomaron  por  la 
comparación  con  las  manos  j  con  los  pies,  éste  se  sacó  del  pelo, 
de  la  cabeza. 

Tenemos,  pues,  muy  bien  determinadas  dos  series;  la  primera, 
del  uno  al  veinte;  la  segunda  del  veinte  al  cuatrocientos.  ün& 
tercera  serie  obtendremos  operando  sobre  el  Tadicaitzoiitli  como 
lo  hicimos  con  poh  ualU. 

400.  Cetzcmtli,  coatrocientOB  multiplicado  por  uno. 

800.  OmtzonÜi,  cuatrocientos  multiplicado  por  doe. 
1200.  Yeitzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  tres. 
1600.  Nauhtzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  cuatro. 
2000.  Macnfltzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  cineo. 
2400.  Chicoacetzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  seis. 
2800.  Chicomtzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  déte. 
3200.  Chicuetzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  ocbo. 
.^600.  Chiconauhtezontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  nucTe. 
4000.  Matlactezontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  diez. 
4400*  Matlactlioncetzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  once. 
4800.  Matlactliomomfzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  doce. 
5200.  Matlactliomeitzontli,  cuatrocientos  mtüliplicado  por  trece. 
.^GOO.  Matlactlionnatihtzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  catorce,' 
r»000.  Caxtolzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  quince.  * 

6400.  Caxtollioncetzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  diez  y  seitf. 
0800.  Caxtolliomom*zontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  diez  y  siete. 
7200.  CaxtoUi  omeitzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  diez  y  ocho. 
7600.  Caxtolli  onnauhtzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  diez  y  nuere. 
8000.  Cexiquipilli. 

Progresión  por  diferencia  con  el  mismo  valor  del  radical  izon^ 
tli:  Llénansé  los  intermedios  entre  cada  dos  términos  con  los 
cuatrocientos  numerales  de  que  se  componen  las  dos  primeras 
series,  sin  otra  diferencia  que  la  de  introducir  de  cuatrocientos 
en  adelante  la  palabra  ipaii^  preposición  equivalente  á  encima  de 
algo,  y  en  el  lenguaje  aritmético  á  más:  los  números  anteriores  i 
cuatrocientos  quedan  siempre  ligados  por  la  partícula  otu  £1  or- 
den lógico  ó  inflexible  en  que  se  desarróllala  numeración  habla- 
da no  permitan  equivocación  alguna. 

401.  Gentzontli  oncet 
405.  OentzonlH  oxjmactiilU. 


541 

410.  Oe^tsontli  onmttüaoüi. 

500.  Centzontli  ipan  mAOuüpohuaUi. 

749.  Oenisontli  ipan  oaztolliomompohaalli  onchioonalmi. 

En  el  7,999  diremos  cctxtolli  onnauhizonüi  ipan  oaxtoOi  onnauh- 
pohuaüi  ipan  caxtoUi  onnahui;  es  decir,  cuatrocientos  multiplica- 
dos por  diez  y  nueve  (7,600),  más  veinte  multiplicado  por  diez  y 
nueve  (380),  más  diez  y  nueve  (19). 

Para  ocho  mil  no  decían  cuatrocientos  por  veinte,  sino  que 
introdujeron  el  nuevo  término  cexiquipiUi,  que  significa,  bolsa, 
talega,  costal,  alforja. — 'Tarece  que  en  ella  quisieron  simbolizar 
el  vientre  del  cuerpo  humano,  en  el  cual,  en  la  cabeza,  manos  y 
pies  tenían  fundada  toda  su  aritmética."  (1) 

Procedamos  con  esta  radical  como  con  las  anteriores,  para  ob- 
tener una  cuarta  y  al  parecer  ultima  serie.  Tendjremos: 

8,000.  Oexi^iiipmi.  88,000.  Malaotli  onoezi^iiipiUi. 

16,000.  OmxiqmpinL  96,000.  ICatlaofli  prnonmquipüli. 

24,000.  Texiqnipilli  104,000.  IfatlacUi  omeinquipillL 

82,000.  NaahziqíiipilH.  112,000.  MatlaoÜi  ozmauhziqaipiUi. 

40,000.  ICftomlxiqíiipiUi.  120,000.  Oaxioixiqmpilli. 

48,000.  OhiconoexiquipiUi  128,000.  OaxtoIU  onoexiqnipilli. 

56,000.  OhioomziquipiUi.  186,000.  Caxtolli  omonudqmpilli 

64,000.  ChicoexiquipiUL  144,000.  Caxtolli  omeixiqaipilli. 

72,000.  Ghiconii4hxiqiiipUli.  152,000.  OaxtoIU  omurahziqnipillj. 

80,000.  MatlaoxiquipUli.  160,000.  Cepoluüxiqmpilli 

•  Progresión  igualmente  por  diferencia,  en  la  cual  el  primer 
término  y  la  razón  tienen  el  mismo  valor  del  radical.  Los  tér- 
minos intermedios  se  llenan  con  las  fres  series  anteriores  sin 
alterar  su  orden  inflexible. 

8,001.  Cexíqnipilli  once. 

8,Ol9«.  Cexiquipilli  ipan  caxtolUoxmahui 

8, 146.  CexiquipUli  ipan  macnilpolmalli  ompohnalli  onohionaoe,  eto. 

Hasta  llegar  en  su  orden  riguroso  á  169,999,  para  el  cual  di- 
ríamos, caxtolli  onnauhxipiUi  (152,000),  ipan  caxtolli  onnauJttzonÜi 
(7,600),  ipan  caxtolli  onnauhpokuaUi  (380),  ipan  caoMUi  onnahui  (19). 

(i;  Qama,  las  dos  piedras,  pág.  183. 


542 

El  último  término  de  la  progresión  no  toma  nombre  particu- 
lar como  en  las  anteriores,  según  parecía  pedirlo  el  orden  lógico 
de  la  numeración,  sino  que  se  enuncia  por  el  producto  de  20 
por  8,000.  Esto  induciría  á  pensar,  que  la  numeración  hablada 
de  los  mexicanos  no  pasaba  de  160,000,  supuesto  que  aquí  se  in- 
terrumpe el  sistema.  Mas  esto  no  resulta  ser  exacto;  la  numera- 
ción en  realidad  prosigue  de  una  manera  indefinida,  supuesto 
que  conforme  al  artificio  introducido  en  la  formación,  xíquipüli 
se  puede  multiplicar  por  todos  los  valores  desde  ccni  hasta  el 
mismo  xiqvipiUi,  arrojando  los  siguientes  productos: 

;t.líOO,()0().  Centzonxiquipilli. 
í;4.000,0()0.   Cexiquipilxiquipilli. 

Aunque  esta  i^ltiraa  cifra  sería  suficiente  para  responder  á  las 
necesidades  públicas  y  privadas  de  los  mexicanos,  existen  muy 
fundadas  razones  para  sostener,  que  la  numeración  hablada  no 
se  detenía  en  este  punto.  ' 

La  numeración  mava  descansaba  sobre  los  mismos  fundamen- 
tos  que  la  mexicana,  y  en  ella  encontramos  los  siguientes  térmi- 
nos, designados  con  nombres  particulares: 

20.  Kal.  quo  multiplicado  por  sí  mismo  daba, 
400.  BaCf  que  multiplicado  por  veinte  producía, 
8,000.  Ptc,  que  multiplicado  por  veinte  hacía, 
160,000.  OcUab,  que  ronltiplicado  por  veinte  subía  á, 
;í.200,000.  Kinehil. 

\ 

Es  decir,  que  contando  también  la  unidad,  existían  en  la  maya 
seis  términos  particulares  6  radicales,  por  medio  de  los  cuales 
se  podía  llevar  la  cuenta  de  las  cosas  hasta  donde  bien  se  qui- 
siera. Juzgando  por  analogía,  que  en  el  caso  no  parecerá  al  lee* 
tor  traída  por  los  cabellos,  creemos  que  entre  los  mexioanoa 
existían  esos  mismos  seis  términos  radicales,  de  los  cuales  abo- 
ra  solo  conocemos  cuatro,  habiéndose  perdido  la  memoria  de  los 
otros  dos. 

Si  lo  acabado  de  decir  se  tiene  como  un  supuesto  gratuito,  in- 
sistimos aún  en  nuestro  parecer,  apoyándole  en  lo  siguiente. 
Las  radicales  y  los  compuestos  que  de  ellas  resultan  se  podían 


543 

multiplicar  no  solo  de  dos  en  dos,  sino  de  tres  en  tres,  y  aun  más, 
de  manera  que  cuando  menos  pudiéramos  formar: 

512,000.000.000.  Cexíquípilxiquípilxiquipilli,  6  sea  el  cubo  de 
ocho  mil. 

Para  ello  nos  autoriza  el  Vocabulario  del  P.  Molina,  quien  • 
obece  la  palabra  MAcÜactzonociqnipilli,  equivalente  á  diez  multi- 
plicado por  cuatrocientos,  multiplicado  por  ocho  mil,  igual  á 
32,000.000.  (1) 

Besumiendo  lo  que  acabamos  de  decir.  La  numeración  habla- 
da comienza  por  los  números  fundamentales  ce,  omey  yd,  nahut, 
macuilliy  que  forman  la  primera  quintena;  chicoy  unido  á  los  cua- 
tro primeros,  empieza  la  segunda  quintena  terminada  en  rimtlac- 
ili,  voz  simple  como  los  fundamentales;  á  este  nuevo  término  se 
juntan  los  cuatro  primordiales  componiendo  la  tercera  quintena, 
rematada  en  ccudoVi,  también  nombre  simple;  la  cuarta  y  últin^a 
quintena  la  forma  caxtóUi,  siempre  con  los  cuatro  primeros,  re- 
matando en  la  segunda  radical  ceinpohualli.   En  adelante  solo  se 
presentan  como  términos  nuevos  fzonfli  j  xiquipiUiy  áe  manera 
que  con  solo  diez  nombres  combinados  se  pueden  expresar  to- 
das las  cantidades  imaginables.    Todo  el  artificio  consiste  en 
mezclar  y  componer  por  multiplicación  y  por  suma,  la  primera 
serie  de  veinte  números  con  las  radicales  pohuaViy  tzonüi  y  xiqui- 
piUif  asi  como  éstas  entre  sí. 

Fúndase  el  sistema  en  las  cuatro  radicales  ce,  pohualUy  tzoii- 
Üi^xiquipüli,  cuyos  valores  f ornean  esta  progresión  por  cocien- 
te —  1 :  20 :  400 : 8,000;  primer  término  la  unidad,  veinte  la  razón. 
Se  puede  expresar  de  esta  manera  -H-,(20)':  (20)*:  (20)':  (20)^  ó 
sean  las  potencias  de  veinte  de  cero  al  cubo.  Veinte  es  el  núme- 
ro de  términos  de  la  primera  serie  fundamental,  el  cual  se  des- 
compone  en  los  dos  factores  cuatro  del  número  de  las  quintehas, 
cinco  de  los  términos  que  las  componen.  La  reunión  de  veinte 
unidades  equivale  á  una  unidad  de  la  especie  inmediatamente 
superior;  así  veinte  ce  igual  á  cempohualli:  veinte  pohíioUi  forman 

(1}  Molina  traduce  tresctentM  mil  y  más  dos  mil;  error  manifiesto  en  que  incurrió, 
sin  dnda,  por  haber  trastornado  los  ceros  en  el  cálculo.  Erró  también  en  la  línea  an- 
terior á  ésta  escribiendo  (fol.  53),  **MatlacteonUlt  cuatrocientos,"  pues  solo  el  taoontU 
determina  el  cuatrocientos  y  multiplicado  por  diez  hace  cuatro  mil.  Cumplida  ra- 
zón noB  da  el  mismo  Molina  asentando  en  la  línea  inferior,  ^' Mcftlactzonceihuül, 
cuatio  mil  aflos." 


644 


cetzontli;  veinte  tzonüi  constitnyen  el  cexiquipiUi.  La  base  es  vehi- 
te,  el  sistema  vigesimaL 

El  enunciado  de  las  cantidades  comienza  por  las  unidades  su- 
periores; cada  radical  va  precedida  ó  multiplicada  por  las  veces 
que  cabe  en  el  conjunto,  y  está  seguida  con  las  cantidades  meno- 
res que  con  el  producto  se  juntan.  Para  traducir  al  lenguaje 
mexicano  una  cantidad  numérica,  es  lo  mismo  que  buscar  el  nú- 
mero de  veces  que  las  radicales  caben  en  el  enunciado,  dividien- 
do la  resta  por  las  radicales  inferiores  sucesivamente  hasta  el 
fin.  Por  ejemplo:  en  8,427  se  reconoce  inmediatamente  que  hay 
un  xiquipüli,  un  tzanüiy  vinpohuáUi  y  chioome;  pero  en  263,676  se- 
ría preciso  encontrar,  por  medio  de  la  división,  que  contiene  trein- 
ta y  un  adquipiUtf  trece  tzontli,  diez  y  ocho  pohttaUi  y  mctüacÜi  on 
chicoace. 

Tiene  lugar  lo  dicho  para  contar  las  cosas  en  general,  pues  en 
ciertas  aplicaciones  particulares  cambian  los  términos  y  ánn  U 
inteligencia  de  la  frase.  Así,  ''para  contar  gallinas,  huevos,  ca- 
cao, tunas,  tamales,  cerezas,  vasijas,  asentaderos,  frutas,  cala- 
bazas, n^bos,  xícamas,  melones,  libros  ó  cosas  redondas  ó  ro- 
''llizas,  dicen  de  la  manera  siguiente:"  (1) 


(( 


u 


1.  CenteÜ. 

2.  Ontetl. 

3.  YetetL 

4.  Nanhtetl. 

5.  MacuüteÜ. 

6.  CliiouacenteU. 

7.  Chicontetl. 

8.  ChicuetetL 


9.  Chionnaatetl. 

10.  BíatlaototL 

11.  Matíactetlonoe. 

12.  Matlactetlomome. 
18.  MatlacteiknneL 
14.  liatlactetl  onnahui. 
16.  Caztoltetl. 

16.  Caxtoltetlonoe. 


17.  Coxtoltotlomome. 

18.  CaxtolteUáimeL 

19.  Caztolteitomiáhiú. 

20.  CempohiialteÜ. 
40.  Ompohualtetl. 
60.  Tepohoaltetl. 
80.  Nftnhpohnalteü. 

100.  Macnilpohiuatet). 


Para  renglones,  camellones  de  surcos,  paredes,  hileras  de  per- 
sonas, 6  cosas  puestas  en  orden  á  la  larga. 


1.  Cempantli. 

2.  Ompantli. 

3.  Epantli. 

4.  Nappantli. 

i).  Macuilpantli. 

6.  Chicnacenpantp. 


7.  Chicomptmtli. 

8.  Chicuepantli. 

9.  Chicunanhpantli. 

10.  Mactlacpantli. 

11.  Mactlaq>antli  onoe. 

12.  Maotlacpantli  ornóme. 


13.  Mactlacpantli  omeL 

14.  Mactlacpantli  ODnahni. 

15.  Caxtolpantli. 

16.  Cattdlpantli  onoe. 
20.  Cempohualpantii. 
40.  Ompohoalpuitli. 


(1)  Yooab.  de  Molina,  fol.  119. 


646 

Para  zapatos^  papel,  platos,  escudillas,  trojes,  cosas  dobladas 
ma  sobre  otra,  ó  cosas  diversas  nna  de  otra. 


1.  CenÜAmantli. 

2.  Ontlftmanili. 
S.  RtiamantH. 

4.  Kftuhtlamantli. 

5.  HacaiUamanÜi. 

6.  Chiouacentlámantli. 

7.  ChJcamtlamgntfi 


8.  Chionetlamaiitli. 
.  9.  ChicimanhtlaBumtU. 

10.  HatiactlamantlL 

11.  Matiactlamantli  once. 

12.  MftUactlamantli  omome. 
18.  MaÜaeilamantli  omei. 
14.  IfaUactiamaiitli  cmnahni. 


15.  CaxtoUamantli. 
20.  CempohnftllainaTiili . 
40.  Ompobuallainanth', 
60.  TepohuallaxnantlL 
80.  NappohoallamanÜi 
loo.  MacmlpohtiallaiDantlL 


Las  mantas  sólo  se  cuentan  de  20  en  20,  de  esta  manera: 


ÉO.  CMuquimüli. 


40.  OmqoimiUL 


60.  Yeqiümillj,  Ao. 


Para  papel,  esteras,  tortillas,  mantas,  pellejos,  contados  de  20 
en  20: 


2a  CemipiUi. 

40.  Omipilli. 

60.  Teipilli 

80.  Nahmpilli. 
iOO.  MAOQÜpmi.    . 
120.  CbionaceimpUl]. 


140.  OhioumipiüL 
160.  Chioaeípilü 
180.  ChicniurahxpflH. 
200.  MaÜadpim. 
300.  CaztolipiUL 
400.  CempohiiaUíptili. 


1200.  YepohuaUipilli. 
160a  KaohpohnalUpilli. 
2000.  MaonilpohoallipillL 
2400.  Chiouaodmpdhiiallipilb^ 


'*Para  contar  mazorcas  de  mafz,dmaBoroas  de  pinas  de  cacao, 
"j  nnas  flores  que  se  llaman  ydaxockiüy  y  pilares  de  piedra,  plá- 
ntanos, 7  cierto  pan  de  semillas  como  bollos  que  llaman  tzoaüif  y 
"otros  de  maíz  largos  como  canutos  que  llaman  ÜaaxxdmimtUV' 


1.  CemoloAL 

2.  Omolotl. 

3.  Yeolotl. 

4.  NanholoÜ. 
r>.  Macnilolotl 

6.  Chkmaoeaoaolotl. 

7.  ChicomoloU. 

5.  Chicneolotl. 


9.  dücnnanholotl. 

10.  Matiooolotí. 

11.  Matlacolotl  once. 

12.  MaÜacoloÜ  órneme. 

13.  Matlacoloti  omei. 

14.  Matlaoolotl  aonahui. 

15.  Caztc^olotL 

16.  Caztololotl  once. 


17.  Caxtolololt  omome. 

18.  Caxtololotl  omei.    , 

19.  Caxtololotl  onnahnic. 

20.  Tlamic. 

30.  Tlamicomatlacttí. 
35.  Tlamic  oncaxtoUi 
40.  Ompohualli. 


Explicando  esto  nuestro  León  y  Gama,  (1)  dice:  '^Tenia  uso 
esta  especie  de  cálculo  en  el  comercio  para  contar  las  cosas  que 


(1)  Las  dos  piedras,  pág.  133. 


69 


546 

abultaban  poco,  j  eran  delgadas  y  planas,  que  podian  ponerse 
cómodamente^  nnas  sobre  otras  en  atados  ó  paquetes  regalados 
por  veintenas,  como  el  papel,  las  pieles,  las  esteras,  y  otras  cosas 
semejantes.    A  la  primera  veintena  llamaban  Cemipilli,  esto  es, 
nna  vez  20:  á  la  segunda  Omipilli,  ó  dos  veces  20:  Yeipilli  era 
tres  veces  20:  Nahuipilli  cuatro  veces  20;  y  así  ibim  continuando 
la  multiplicación  de  cada  veintena  por  los  demás  números  hasta 
el  veinte,  en  la  forma  que  se  hacía  con  el  pohualli,  cuyo  producto 
cuatrocientos  no  se  llamaba  Centzontli  sino  Cempohoallipilli  ó 
20  veces  20,  y  desde  aquí  se  seguía  multiplicando  este  nuevo 
producto  por  las  mismas  unidades  hasta  volver  allegar  al  nume- 
ro 20,  diciendo  Ompohuallipilli,  que  era  la  multiplicación  desde 
40,  ó  dos  veces  20,  cuyo  producto  es  800  paquetes.  Yeipohualli- 
pilli,  tres  veces  20  o  60,  multiplicados  por  20,  que  hacen  1,200,  y 
así  los  demás,  hasta  volver  á  llegar  al  20,  esto  es,  20  veces  20  ó 
400,  multiplicados  por  20,  cuyo  producto  se  nombraba  Genxi- 
quipilli,  que  es  decir,  una  vez  8,000:  el  cual  se  iba  también  mul- 
tiplicando por  los  mismos  números  dígitos,  como  OnxiquipiUi, 
que  es  dos  veces  8,000  ó  16,000:  Teixiquipilli  que  es  tres  veces 
8,000  ó  24,000.    De  manera  que  Cempohnaiziquipilli  ó  20  xiqui* 
pilli  componen  el  producto  de  160,000  atados  ó  paquetes:  400 
xiquipilli  ó  xiquipiltzontli  daban  por  producto  3.200,000,  y  final- 
ment'C,  8,000  xiquipilli  contenían  64  millones  de  bultos  de  papeU 
esteras  ú  otras  cosas  semejantes." 

'^e  la  misma  manera  numeraban  las  mantas,  lienzos  y  damas 
tejidos  de  algodón  y  pelos  de  conejo,  que  juntaban  de  20  en  20, 
formando  de  estos  fardos  ó  envoltorios,  á  que  llamaban  quimSli^ 
que  era  el  nombre  de  veinte  en  esta  especie  de  cuenta:  y  así  ya 
sabían  que  cenquimilli  contenía  una  vez  f  einte  mantas,  por  ejem- 
plo; Omquimilli  dos  veces  20  ó  40;  Teiquimilli  tres  veces  20 -o 
60;Nauhquimilli  cuatro  veces  20  ú  80;  Macuilquímilli  cinco  veces 
20  ó  ciento,  <&c  Se  derivan  estas  voces  del  verbo  quimüoa,  que 
significa  liar  ó  envolver.  Para  numerar  personas,  observaban 
también  disponerlas  por  series,  de  20  individuos,  y  contaban  las 
unidades  por  veintenas,  llamando  á  la  primera  serie  Oentecpantli, 
esto  es,  un  agregado  ó  serie  de  20  personas,  cuya  voz  se  deriva 
del  verbo  tecpantlalia^  que  significa,  poner  en  orden  la  gente.  On- 
tecpantli  eran  dos  órdenes  ó  40:  Eitecpantli  tres  órdenes  ó  60; 
Nauhtecpantli  cuatro  ordenes  ú  80,  &o.  Las  mazorcas  de  maíz  se 


647 

contaban  también  de  20  en  20,  y  tenían  particular  voz  que  lo 
significaba,  que  era  Üamic,  derivada  ^del  verbo  Üamicquüía  que 
significa,  aumentar  ó  multiplicar;  pero  de  este  nombre  no  se 
usaba  generalmente  sino  hasta  llegar  á  39  que  decían  tlamic  on- 
caxtoUi  onnahui;  porque  el  número  40  y  las  demás  veintenas  se 
expresaban  con  las  voces  comunes  ompohualli,  jeipohualli,  nauh- 
pohualli,  <&a    Para  las  mismas  mazorcas  de  maíz^  el  cacao  en 
pinas  ó  racimos,  las  piedras  j  otras  cosas  que  abultaban  mucho 
j  eran  desiguales  en  superficie,  se  añadía  á  los  números  dígitos 
la  partícula  ólotl,  diciendo  cemolótl,  1;  omolotl,  2;  Yeólotl,  3; 
basta  llegar  á  20,  que  también  se  áecía  tlamic,  y  se  continuaba 
en  la  misma  forma.  Las  medidas  de  tierras  y  otras  cosas  de  ex- 
tensión, tenían  sus  números  de  denominación  particular,  como 
Oempantli,  1;  Ompantli,  2;  Epantli,  3;  Nauhpantli,  4;  Caxtolpantli, 
15;  Cempohualpantli,  20;  Ompohualpantli,  40,  &c.    Las  cosas 
gruesae  se  contaban  por  Centetl,  t;  Ontetl,  2;  Yetetl,  3;  Nauhtetl, 
4;  Matlatetl,  10;  Caxtoltetl,  15;  Cempohualtetl,  20.  T  finalmente, 
las  cosas  que  se  entregaban  duplicadas,  triplicadas,  y  cuadrupli- 
cadas 6  quintiplicadas,  se  contaban  por  Centlamatli,  1;  Ontla- 
matli,  2;  Etlamantli,  3;  Nauhtlamantli,  4;  Macuitlamantli,  5:  esto 
es,  tantas  sumas  de  dos,  tres,  cuatro  ó  cinco  cosas  juntas  de  una 
especie,  como  platos,  cazuelas,  y  otras  cosas  que  se  ponían  en 
orden  nnas  sobre  otras,  y  hasta  hoy  es  muy  usada  entre  los  me- 
xicanos esta  cuenta,  principalmente  la  que  se  forma  de  cinco  en 
cinco;  á  la  que  así  ellos  como  los  españoles,  regulan  por  un  de- 
terminado número  dé  manos,  dándoles  este  nombre,  por  contarse 
como  nnidad  cada  agregado  de  cinco  cosas.*' 

Hasta  aquí  la  cita.  La  numeración  hablada  contiene  términos 
propios,  así  para  nombrar  las  cantidades  abstractas  como  para 
algunas  especies  concretas.  El  orden  de  los  términos  sigue  uiía 
progresión  rigurosa,  lógica  y  científica.  Se  puede  expresar  una 
serie  indefinida  de  cantidades.  Es  completamente  inexacto  el  de- 
cir de  los  autores  que  afirman,  que  los  mexicanos  sólo  eran  ca- 
paces de  contar  cuando  más  por  un  reducido  número  de  centenas. 
Casi  todos  los  pueblos  antiguos  contaron  por  los  dedos;  los 
indoctos  y  los  niños  cuentan  hoy  de  la  misma  manera:  parece 
que  la  Providencia  nos  dotó  en  las  manos  con  los  primeros  rudi- 
mentos del  cálculo.  El  origen  de  esta  cuenta  le  conservan  las 
naciones  en  la  composición  de  sus  nombres  numerales.  Entre  los 


\ 


548 

ejemplos  recogidos  por  Sir  John  Labbock,  (1)  vamos  á  tomar 
algunos  de  los  más  conformes  á  nuestro  propósito.  En  el  Labra- 
dor, la  palabra  taüeky  una  mano,  significa  también  cinco,  y  el  tér- 
mino que  expresa  veinte,  dice  igualmente  manos  y  pies  juntos. 
Los  indios  muisca  y  zamuca  dicen  para  cinco,,  mano  acabada; 
para  seis,  uno  de  la  otra  mano;  para  diez,  dos  manos  acabadas, 
y  algunas  veces  simplemente  quicha^  que  es  el  pié.    Once  es,  pié 
y  uno;  doce,  pió  y  dos;  trece,  pie  y  tres,  y  así  de  seguida:  veinte 
son^  los  pies  terminados,  y  en  otros  casos  hombre^  porque  éste 
cuenta  veinte  dedos  en  laa  manos  y  en  los  pies.  (2)  Entre  Tos  ja- 
ruroes  la  palabra  veinte  es  noenipune^  dos  hombres,  derivada  de 
Tioent,  dos,  y  de  canipune^  hombres.  Observa  Mr.  Brett,  hablando 
de  la  Quiana»  (3)  que  los  cuatro  primeros  números  están  repre- 
sentados por  palabras  simples.  Cinco  en  Arawák  es,  abar,  daka- 
bOf  una  mano  mia,  siguiéndose  hasta  nueve  la  repetición  abar 
timen,  bian  tunen:  biam-dakáboy.  diez,  quiere  decir,  mis  dos  manos. 
De  ^ez  á  veinte  usan  de  los  dedos  de  los  pies,  kiUi  6  okutiy  di- 
ciendo, abar-kuti-bana,  once;  biam-kuti-banaf  doce,  Ac:  dicen  al 
veinte  abar-loJco,  un  loko  ú  hombre.  Prosiguen  después  por  hom- 
bres, diciendo  para  cuarenta  y  cinco  Uam4ok(MÍbardakábch4aJ€agOy 
dos  hombres  y  una  mano  encima.    Entre  los  caribes,  la  palabra 
que  expresa  diez,  Chonnoncabo  raim  dice  literalmente,  los  dedos 
de  ambas  manos;  veinte  se  dice  Chonnongoud  raim,  los  dedos  de 
las  manos  y  de  los  pies.  (4) 

Pasemos  á  la  numeración  escrita.  De  precisión  debe  corres- 
ponder á  la  hablada.  Conociendo  sólo  cuatro  de  los  radicales 
numéricos,  cuatro  deben  ser  las  cifras  con  que  se  puedan  expre- 
sar las  cantidades,  correspondiendo  á  los  nombres  om^pohuoüi^ 
tezonüi  y  xiquipUlu 

Los  términos  de  la  primera  serie  funda^nental  de  cen  se  expre- 
san de  varias  maneras.  En  la  nómina  de  Tributos  del  Códice 
Mendocino,  aparecen  en  forma  de  los  dedos  de  la  mano,  expre- 
sando jios  números  del  uno  al  ocho,  ya  unidos,  ya  separados,  lá- 
mina 17,  núm.  1,  (lám.  15,  núm.  1),  forma  congruente  al  origen 

(1)  Tho  orígin  of  civili^atíon  and  tbe  prímitíve  oondition  of  man.  K«w  York,  1874. 
Pág.  296  y  8ig. 
'  (2)  Htimboldt  Personal  BesearcheB,  yol.  2,  pág.  117. 

(3)  Breti*B  Indian  Tribee  of  Gniana,  pág.  U7. 

(4)  Tertre's  Hiatory  of  the  Oaribby  lalands. 


649 

de  la  manera  de  contar.  En  otros  manuscritos  se  observan^  ora 
pequeñas  líneas  verticales,  separadas  ó  unidas  por  quinienas 
(núm.  2  de  la  lámina);  bien  puntos  más  ó  menos  grandes,  llenos 
de  negro  ó  de  color,  ó  circulillos,  ya  vacíos,  ya  llevando  en  el 
centro  un  punto  u  otro  circulillo  concéntrico,  &c.:  varía  el  tama- 
ño,  según  lo  pide  la  pintura  (num.  3).  Siguiendo  la  índole  de  su 
formación,  y  conformándose  con  los  dos  factores  cinco  y  cuatro 
en  que  el  veinte  se  descompone,  estos  signos  yan  distribuidos  en 
cuatro  gnipo§  de  cinco  en  cinco,  bien  en  líneas  horizontales,  bien 
en  verticales,  sueltos  6  unidos  por  medio  de  pequeñas  rayas. 

Esta  parece  serla  notación  primitiva,  la  cual  con  el  tiempo  ha 
de  haber  sufrido  algunos  cambios.    Nosotros  hemos  visto  como 
natural  derivado,  una  mano  con  los  dedos  extendidos  empleada 
para  expresar  macuilli  (num.  4).  Mr.  Brasseur  escribe:  (1)   "Ga- 
*'ma,  ni  ninguno  de  los  autores  que  han  tratado  de  la  numeración 
*^de  los  mexicanos,  menciona  signo  alguno  para  el  número  diesi^ 
í^era  de  los  puntos  : :  t } :  ya  conocidos;  exceptúo,  no  obstante» 
^al  jesuita  Fabregat,  quien  en  su  MS.  todavía  inédito,  avanza 
"que,  nn  pírculo  encerrado  dentro  de  otro  mayor,  ó  un  pequeño 
''cuadrado  contenido  en  otro  representan  en  México  la  cifra  diez.'* 
El  Sr.  Brasseur  comete  un  lamentable  error  asegurando  que  (Sa- 
ma no  menciona  signo  alguno  para  el  número  diez,  pues  constan 
así  en  el  texto  como  en  la  lámina  que  le  acompaña,  las  cifras 
para  expresar  los  números  diez  y  quince;  el  mismo  señor  abate 
hace  de  ello  mención  en  la  página  siguiente  á  la  antes  mencio- 
nada. Pronto  veremos  la  teoría  de  Gama:  respecto  de  los  signos 
de  Fabregat,  los  dos  círculos  concéntricos  (núm.  8),  no  les  hemos 
encontrado,  hecho  que  en  manera  alguna  contradice  la  noticia 
del  c^ebre  jesuita:  respecto  de  los  cuadrados  uno  dentro  de  otro 
(núm.  9),  podemos  afirmar,  que  ya  en  varios  manuscritos  del  si- 
glo  XVI  correspondientes  á  tributos,  ya  en  otras  pinturas  de 
algunas  de  las  cuales  tenemos  copia  en  nuestra  colección,  consta 
qne  un  cuadrilátero  á  veces  con  los  lados  rectilíueos,  á  veces  con 
los  lados  más  ó  menos  curvilíneos  (núm.  10),  se  emplea  como  ci- 
fira  para  expresar  el  diez.  Con  sólo  los  puntos  ó  rayas,  con  éstos 
j  la  mano  ó  el  cuadrilátero,  se  concibe  que  la  anotación  del  uno 
al  veinte,  ó  mejor  al  diez  y  nueve,  era  tan  clara  como  sencilla. 

(1)  MS.  Troano,  pág.  184.  . 


550 

La  cifra  para  anotar  la  radical  de  la  segunda  serie,  oempohuaHi, 
era  nna  especie  de  bandera  (núm.  5).  Así  dos  banderas  expresa- 
rían 40;  tres  banderas  dirían  60,  y  así  sncesiyamente  hasta  diez 
y  nueve,  las  cnales  dirían  380:  es  el  mayor  numero  en  que  esta 
cifra  puede  estar  repetida.  Los  térmicos  intermedios,  siguiendo 
la  regla  establecida  en  la  numeración  hablada,  se  obtienen  p(» 
medio  de  los  puntos  y  signos  de  la  primera  serie  fundamental 
Una  bandera  y  un  punto,  21;  dos  banderas  y  quince  puntos,  55; 
cinco  banderas  y  liueve  puntos,  109,  Scc 

Consecuente  con  el  principio  de  considerar  el  20  descompuesto 
en  los  dos  factores  cuatro  y  cinco,  dividían  el  campo  de  la  ban- 
dera en  cuatro  partes  por  medio  de  dos  lineas,  la  una  horizontal, 
la  otra  verticid;  cada  una  de  estas  divisiones  valía  por  consiguieii- 
te  cinca  Para  expresar  quince: — 'Tintaban  la  bandera  con  sólo 
''tres  pariies  blancas,  cubriendo  la  otra  cuarta  parte  de  color;  j 
^'cuando  no  tenían  éste  á  mano,  les  bastaba  señalarla  como  si  es^ 
''tuviera  segregada  de  toda  la  bandera,  lo  cual  así  representado 
"denotaba  el  valor  de  quince  (núm.  6.) . , . .  Para  abreviar  el  n¿- 
''mero  diez,  teñían  del  propio  color  la  mitad  de  la  bandera^  de- 
'^ando  la  otra  mitad  blanca."  (1)  (núm.  7).  Naturalmente  estos 
signos  introducían  una  abreviatura  en  los  punfos,  supuesto  que 
si  al  signo  de  diez  se  unían  uno,  dos,  <&a,  puntos,  leeríamos  su- 
cesivamente once,  doce,  &c:  añadidos  al  signo  de  quince  obten- 
dríamos de  la  misma  manera,  diez  y  seis,  diez  y  siete,  i&c,  hasta 
diez  y  nueve. 

La  tercera  cifra  para  expresar  la  radical  tzontU,  aparenta  la 
forma  de  la  parte  superior  barbada  de  una  pluma,  cortada  en 
sentido  perpendicular  al  astiL  Encontramos  algunas  variantes.  ' 
Se  presenta  en  el  Códice  Mendocino  como  en  el  núm.  11;  le  Te- 
mos en  la  obra  de  Gama  como  en  el  núm.  12;  le  encontramos  en 
Clavigerocualenelnúm.  13.  En  los  expedientes  de  tributos  y  en 
otras  pinturas  observamos  la  variante  (núm.  17),  muy  conforme 
con  el  significado  de  tzontU:  en  efecto,  parece  un  mechón  ó  ma- 
nojo de  cabellos  recogidos  por  una  cinta  ó  lazo.  Todavía  en  el 
Códice  Vaticano,  lámina  de  los  cuatro  soles  cosmogónicos,  ha- 
llamos otra  variante  (núm.  20).  Estos  signos  repetidos  producen 
la  progresión  respectiva,  en  el  orden  metódico  de  la  numeración 

(1)  Otma,  laa  dos  piedras,  segunda  parte,  pag.  136-37. 


661 

hablada.  Una  pltuna,  cetzonUi,  400;  dos  plumas,  omtzonüty  800;  tres 
plumas,  yeUzonÜi^  1,200;  y  así  sucesivamente  hasta  diez  y  nueve 
plumas,  caoctóUi  ormauMzorUli^  7,600.  Llénanse  los  intermedios  en- 
tre dos  términos,  con  las  series  de  las  banderas  y  de  los  puntos 
en  su  orden  rigurosamente  establecido. 

Bespecto  de  la  pluma,  'Rutaban  sólo  tres  ^uartas  partes  de 
**éeÍA  para  denotar  el  námero  300  (nám.  14);  cuando  habían  de 
'^presentar  200  se  servían  de  la  mitad  de  la  pluma  (núm.  15);  y 
''para  señdar  100  figuraban  solamente  la  cuarta  parte  de  ella."  (1) 
(num.  16).  También  en  la  variante-  de  cabellos  observamos  que 
teniendo  una  cuarta  parte  blanca  significa  300  (núm.  18),  y  sólo 
la  mitad  dice  200  (núm.  19).  Estas  intimas  cifras  venían  á  intro- 
ducir una  abreviatura  en  la  repetición  de  las  banderas,  de  una 
manera  congruente  con  el  sistema  entero:  una  pluma  consta  de 
veinte  banderas,  y  por  consiguiente,  una  cuarta  parte  de  la  pri- 
mera corresponde  á  cinco  banderas  ó  100. 

La  cuarta  y  última  cifra  (de  las  que  ahora  conocemos)  es  el 
xiqmpUl,  representado  por  la  bolsa  de  pieles  que  en  las  pinturas 
llevan  en  las  manos  algunos  sacerdotes  é  ídolos,  y  es  símbolo 
del  zahumerio  del  copal.  Encontramos  diversas  variantes:  la  del 
Oódice  Mendocino,  núm.  21;  en  Gama,  núm.  22;  en  Clavigero, 
núm.  28.  Gama  indica  que  este  signo  se  compendiaba,  ''pintando 
la  mitad  de  una  bolsa,"  (2)  la  cual  expresaría  el  valor  4^000:  no 
hemos  logrado  encontrar  esta  cifra  para  tomar  su  figura.  En 
cambio  hemos  dado  en  los  papeles  de  tributos  con  la  variante  nú- 
mero 2á,  que  representa  una  bolsa  común  de  cuero,  amarrada  la 
boca:  de  este  signo  sí  hemos  alcanzado  á  ver  la  mitad  ó  el  4,000, 
núm.  25.  Oon  el  xiquipitti  se  escribe  la  cuarta  serie:  una  bolsa 
dice  8,000;  dos  bolsas  16,000,  y  así  sucesivamente:  lascantidad.es 
intermedias  entre  dos  términos  se  llenan  con  las  cifras  de  las  tres 
sóries  anteriores. 

Oon  las  cuatro  cifras  principales  y  sus  abreviaturas,  más  el 
signo  matlacüij  se  expresan  todas  las  cantidades.  Esto  se  concibe 
fácilmente,  supuesto  que  escribiendo  cifras  unas  en  seguida  de 
otras,  se  podrían  representar  cualesquiera  números  por  grandes 
que  se  imaginasen;  pero  este  mótodo  tomado  al  pió  de  la  letra, 

m 

(1)  Gama,  segunda  parte,  pág.  137. 

* 

(2)  Gazna,  segunda  parte,  pág.  142. 


552 

sería  tan  embarazoso  como  confuso  y  complicado»  supuesto  que» 
para  representar  la  cantidad  ceociquipilxiquipim  seris^  indispensa- 
ble repetir  ocho  mil  veces  seguidas  la  cifra  de  la  bolsa.  Estaba 
obviado  este  inconveniente.  Según  las  indicaciones  de  Gama, 
quien  no  parece  se  pronuncie  en  la  materia  de  un  modo  definiti- 
vo; conforme  á  los  casos  auténticos  recogidos  por  el  Sr.  D.  José 
Femando  Bamírez,  en  su  coleocion  suelta  de  jeroglíficos  que  es- 
tán en  nuestro  poder;  con  arreglo  á  las  observaciones  practica- 
das por  nosotros  mismos  en  algunas  pinturas^  encontramos  las 
siguientes  anotaciones  numéricas,  dando  á  entender  la  manera 
en  que  se  ejecutaba  la  abreviatura  de  las  cifras.  En  el  núm.  26 
se  ve  una  bandera^  20;  más  el  cuadrilátero  1(H  más  dos  puntos, 
todo  lo  cual  dice  cempohuaüi  onmaUacÜi  ornóme^  32.  En  el  núm.  27, 
leeremos;  ompoliuaüi  onviaÜadU  oice^  51:  estas  cifras  tomadas  dd 
una  matrícula  de  tributos  se  distinguen  por  tener  repetida  la 
huella  del  pié  liumano;  esta  no  es  peculiar  del  numero,  sino  que 
da  á  entender  que  los  61  tributarios  se  ausentaron  ó  huyeron. 
En  el  número  28,  el  cuadrilátero  10,  unido  á  la  bandera  20,  la 
multiplica  dando  un  producto  de  diez  banderas,  más  otra  ban- 
dera, más  el  cuadrilátero,  más  dos  puntos,  dando  la  lectura  mo- 
Ücu:ilioncempohiudli onniatlactli  ornóme,  232.  En  el  núm.  29,  se  ved 
signo  maüacüi  sobre  el  de  tzonUi,  en  cuyo  caso  la  lectura  es  mch 
Üactzonili,  4,000.  En  el  número  30,  el  cuadrilátero  unido  á  la  bolsa 
se  pronuncia  mcUlacxiquipüliy  80,000:  idénticamente  expresa  la 
misma  cantidad  el  núm.  31.  En  el  núm.  32  tenemos  cempohnal^ 
xiquipilli,  160,000.  En  el  número  33  se  expresa  cetzonxiquipílliu 
3.200,000.  Como  se  advierte  en  estos  ejemplos,  en  ciertas  condi- 
ciones las  cifras  indican  que  se  multiplican  entre  sí,  y  no  sólo 
CQcontramos  casos  de  multiplicación  de  dos  en  dos,  sino  también 
de  tres  en  tres.  El  núm.  34  arroja  las  palabras  ompohualxiquipilli, 
320,000.  En  el  núm.  35  nos  encontramos  maÜacpohualxiqmpíUif 
1.600,000. 

La  numeración  hablada  y  los  ejemplos  que  acabamos  de  adu- 
cir, nos  autorizan  para  establecer  estas  reglas  generales:  toda 
cifra  unida  inmediatamente  á  otra,  ya  en  la  parte  inferior  ó  en 
la  superior,  ó  bien  colocada  una  dentro  de  otra  o  superpuesta, 
multiplica  el  valor  de  la  cifra  con  que  se  acompaña:  las  cifras 
puestas  en  seguida  unas  de  otras,  ó  colocadas  en  la  parte  supe- 
rior, aunque  no  inmediatamente  unidas,  dan  á  entender  que  se 


66a 

suman  entre  sí  j  con  el  término  principal.  Las  numeraciones 
hablada  y  escrita  estaban  en  perfecta  consonancia;  si  con  la  pri- 
mera se  podían  expresar  todas  las  cantidades  imaginables»  con 
la  segunda  se  podían  representar  de  una  manera  entendible  y 
completa.  Las  cifras,  en  verdad,  eran  complicadas,  bromosas 
para  ser  escritas;  pero  estaban  en  consonancia  con  el  género  de 
escritura  á  que  pertenecían.  Indudablemente  menos  perfectas 
que  las.  cifras  arábigas,  no  ceden  su  lugar  distinguido  ante  otros 
caracteres  de  los  pueblos  aQtiguos.  Su  combinación,  para  nos- 
otros, resulta  más  clara  y  científica  que  la  de  los  números  roma- 
nos. Son  verdaderas  cifras  numádcits,  y  por  lo  inismo  signos 
fonéticos  en  el  mismo  sentido  que  sus  congéneres.  Los  sistemas 
hablado  y  escrito  se  basaban,  como  tenemos  repetido,  en  la  mul- 
tiplici^cíon  y  la  suma. 

Siempre  en  consonancia  lo  hablado  y  lo  escrito,  empleaban  los 
mexicanos  algunos  otros  signos  para  casos  particulares,  y  de 
ellos  presentamos  los  que  han  U^ado  á  nuestro,  oonocimienta 
La  palabra  ^senÜacMi,  cenUncotí^  ''la  mitad  de  algo,''  se  expresa  por 
el  signo  particular  núm.  36,  y  también  por  sus  variantes  núme- 
ros 37  7  38;  responde  á  la  misma  idea  el  num-  39,  figurado  en  un 
oirculillo  mitad  blanco,  mitad  negro.   JSl  signo  núm.  4Ú  se  lee 
chicomacaUf  sacado  de  los  siete  puntos  superiores  clUcome  y  de  la 
figura  accUly  cana;  mas  la  palabra  no  dice,  siete  cañas,  sino  que 
significa  ''cierta  yerba  medicinal,'*  y  servia  para  designar  los  pa- 
quetes ó  manojos  de  yerbas  medicinales,  o  de  otras  plantas  em- 
pleadas y  estimadas  para  diferentes  usos.    Presentamos  en  el 
núm.  4:1  el  sonido  cemoloü^  "una  mazorca  de  maíz  ó  cosa  semejan- 
te," la  cual  entra  en  composición  de  ciertos  numerales:  de  aquí 
que  la  lectura  del  núm.  42  sea,  ^no^ocoíotí;  idénticamente  expresa 
lo  mismo  el  núm.  43.    En  esta  misma  numeración  el  veinte  se 
distinguía  con  el  término  particular  Üamic,  tqz  que  está  repre- 
sentada en  el  núm.  44,  en  forma  de  una  media  luna  ó  cosa  seme- 
jante.   A  este  mismo  género  de  notación  parecen  corresponder 
los  numerales  siguientes.    Núm.  45,  Üamic  omei^  23;  núm.  46,  oe- 
tzanmoloü;  núm.  47,  cepohJUjMzotimoloÜ;  elinúm*  48,  veinte  multipli- 
cado por  trescientos,  6,000;  el  núm.  49  y  su  sinónimo  el  60,  cepo- 
hvaladquipUoloily  160,000;  el  núm.  61,  xiquipclojoÜ^  y  por  último  el 
núm.  52  en  que  están  combinados  los  números,  doscientos,  Üamic 

y  el  determinativo  ohtl.   En  las  cuentas  del  papel,  esteras,  ¿ce, 

70 


654 

cemipmi  valia  veinte;  el  signo  era  la  misma  media  lona,  mas  no 
pronunciada  en  este  caso  Üamic,  sino  sólo  dando  á  entender  que 
los  numerales  debían  terminar  en  píZít,  cuyo  sonido  le  determi- 
naba el  copüU  determinativo;  por  eso  el  núm.  63  debe  ser  lifdo 
cemipiUi  onmacuim,  36. 

Los  mexicanos  se  ocupaban  en  trabajos  estadísticos;  los  ma- 
yordomos derramaban  los  tributos,  les  recogían  y  disfaribuian 
por  cuenta;  conocían  el  efectivo  de  ^os  ejércitos  en  guarnición  j 
en  campana,  y  les  preparaban  armas,  vestidos  y  raciones;  partían 
ciertas  rentM  entre  loe  sacerdotes,  el  culto  y  la  filbrica  de  loe 
teocalli;  tenían  un  calendario  muy  bien  arreglado,  Ac;  todo  lo 
cual  demuestra  que  conocían  la  ciencia  de  combinar  los  númeroBi 
sabían  calcular,  y  sus  cálculos  no  debían  ser  sólo  los  más  senci- 
llos, sino  levantarse  á  otros  complicados  y  difíciles,  ya  que  con 
tanta  exactitud  determinaran  el  valor  del  rao  trópico. 

Basado  el  sistema  numeral  en  la  multiplicación  y  en  la  suma, 
se  comprende  que  debían  practicar  ambas  operaciones.  El  idio- 
ma, entre  otras  voces,  presenta  poa,  contar  cosa  de  cuenta  6  nú- 
mero; Üapoaüi,  cosa  contada  ó  numerada;  UapoalüÜi,  el  acto  de 
numerar  ó  contar;  ÜaoempocdizÜif  suma  en  cuenta,  ó  suma  total 
La  regla  para  sumar  es  sencillísima.  Puestas  unas  debajo  de 
otras  las  unidades  de  las  diversas  especies,  se  suman  como  los 
números  arábigos,  teniendo  presente  que  veinte  unidades  de  una 
especie,  forman  una  unidad  de  la  inmediata  superior. 

Para  la  sustracción  presentamos  las  voces  inmaÜaiU  ce,  dediee 
uno;  incaxtóni  cp,  quince  monos  uno;  inccucMli  onnakfd  yei^  de  dies 
y  nueve  tres;  impohualli  ce,  cuarenta  menos  uno,  Ac:  el  in,  indica 
el  minuendo,  y  la  cifra  separada  el  sustraendo.  Para  la  resta  se 
encuentra  la  diferencia  entre  las  unidades  de  la  misma  especie; 
si  el  sustraendo  es  mayor  que  el  minuendo,  se  toma  una  de  las 
unidades  superiores,  que  reducida  á  la  inferior  vale  veinte:  v.  g. 
si  de  seis  banderas  había  que  quitar  doce  banderas,  tomaríamos 
una  pluma,  que  reducida  á  banderas  serian  veinte,  mas  las  seis 
del  minuendo,  veinte  y  seis,  y  quitadas  las  doce,  quedarían  ca- 
torce en  la  diferencia:  al  operar  sobre  las  plumas  se  considera- 
ría una  monos. 

Para  la  multiplicación,  ademas  de  los  compuestos  en  que  se 
daba  á  entender  un  nómero  multiplicado  por  otro,  tenían  tórmi- 
nos  propios  como  oeppacey  uno  por  uno;  napparuzhui^  cuatro  por 


655 

cuatro;  cMctmappachiconcAuiy  nueve  por  nueve;  maüaopa  maüacüi, 
diez  por  diez,  &a  Para  mulüplioar  un  número  por  otro,  se  toma 
Bucesivamente  el  multiplicando  por  cada  una  de  las  cifras  del 
multiplicador,  bajo  esta  base:  el  producto  de  los  puntos  entre  si 
sigue  la  regla  de  nuestras  unidades,  cierto  número  de  puntos  por 
una  bandera,  pluma  ó  bolsa,  son  otras  tantas  banderas,  plumas 
ó  bolsas;  una  bandera  por  una  bandera,  compone  una  pluma; 
una  bandera  por  xma  pluma,  igual  á  una  bolsa;  por  una  bolsa^ 
son  veinte  bolsas;  una  pluma  por  una  pluma,  componen  veinte 
bolsas*  &0.  La  suma  d^  los  productos  parciales  es  el  pro^uoto 
total 

Aparentemente  ía  división  es  complicada;  ya  entendida  pre- 
senta notable  sencillez.  Para  explicarla  pondremos  un  ejemplo» 
Dividiremos  cinco  xiquipilli,  once  taaontli,  cuatro  pohualli  y  chin- 
eóme, por  un  tzontli,  cuatro  pohualli  y  chiconahui:  para  poder 
figurar  la  operación  y  á  falta  de  tener  á  la  mano  léá  cifras  mesi- 
canas,  suponemos  que  una  x  representa  la  bolsa,  un*  p  la  p)u-^ 
ma^  nna  b  la  bandera,  y  una  a  cada  punto:  tendremos: 

Wl^VWPPfí?  bl>bb         aaMMa     |  pWbhhMUtatfim 

PBPP  bbbbbbbbb  bbUbaaMMMM 


pppppp  bbbbbbUibbbbbbb 

PH^P  bbbbbbbbb 


pp  bbbbbb 

pppp  bbbbbbbbb 


3qppI^nPPPPPPPPPPPPP^^^^^^^>^^^bb 
X  PPPP  bbbbbbbbb 

PPPPPPPPPI9PP         .  bbbbbbbb.  a«iu|uá 

PPPPPPPPPPPP  bbbb  aaaaAaaaaft 

-  ■  -  ■       .  .  ,.  ■ 

p  ■  bbb      aaftaaaaaiuiaBftftanH 


£n  el  cocáente  no  pueden  aparecer  otros  signos  que  los  cuatro 
conocidos,  puntos,  banderas,  plumas  y  bolsas.  Se  buscará  el  sig- 
no mayor  que  multiplicado  por  el  divisor  produzca  el  dividendo; 
en  el  caso  actuid  no  puede  ser  una  bolsa,  ni  una  pluma;  será  pues 
una  bandera,  que  poogo  en  el  cosiente,  y  multiplico  por  el  divi* 
sor  en  esta  forma.  Una  bandera  por  nueve  puntos,  son  nueve 
banderas,  y  las  pongo  debajo  del  dividendo:  una  bandera  por 
cuatro  banderas,  son  cuatro  pluma«:  una  bandera  por  una  plu- 


556 

ma,  uua  bolsa.    Bestando  del  dividendo  este  producto  parcial, 
tendremos:  que  quedan  los  siete  puntos;  de  cuatro  banderas  te- 
nemos que  restar  nueve  banderas,  y  como  esto  no  se  puede,  to- 
maremos una  de  las  inmediatas  plumas,  que  reducidas  á  bande- 
ras son  veinte,  con  lo  cual  si  de  veinticuatro  quitamos  nueve, 
quedarán  quince:  de  diez  plumas,  quitando  cuatro  quedan  seis, 
y  de  cinco  bolsas  rebajada  una  quedan  cuatro.    Esta  resta,  divi- 
dida por  el  divisor,  da  por  cociente  otra  bandera,  cuyo  producto 
por  el  divisor,  será  igual  al  anterior:  por  resta  quedarán  tres  x, 
dos  p,  seis  b  y  siete  a.   De  nuevo  tocará  á  bandera,  el  producto 
será  idéntico,  y  la  resta  una  x,  diez  y  siete  p,  diez  y  siete  b,  y 
siete  a.  Por  cuarta  vez  tocará  á  bandera,  y  la  diferencia  trece  p, 
ocho  b  y  siete  &    Cabrá  ahora  á  diez  puntos,  los  cuales  coloca- 
mos en  el  cociente  junto  á  las  cuatro  banderas.  Diez  puntos  por 
nueve  puntos,  son  noventa  puntos,  ó  cuatro  banderas  y  diez  pun- 
tos: diez  punios  por  cuatro  banderas,  igual  á  cuarenta  banderas 
ó  dos  plumas:  diez  puntos  por  una  pluma,  diez  plumas.   Practi- 
cando la  resta  quedarán  finalmente  unap,  tres,  b  y  diez  y  siete  a. 
Traducida  la  operación  á  nuestro  lenguaje  numérico,  tendriamos 
este  enunciado:  44487  dividido  por  489,  da  un  cooiente  de  no- 
venta unidades,  y  sobran  477.  No  sabemos  como  dispondrían  la 
operación  los  mexicanos,  pero  el  resultado  debería  ser  éste. 

Aunque  no  tenemos  nociones  precisas  acerca  de  todas  las  ope- 
raciones que  los  mexicanos  sabían  practicar,  no  parecerá  aven- 
turado admitir  con  Glama,  que  no  sólo  conocían  las  cuatro  pri- 
meras reglas  fundamentales,  sino  que  se  elevaban  á  cálculos  más 
complicados,  como  las  proporciones,  reglas  de  tres  y  otras.  En 
esta  materia,  como  en  todas,  preferimos  quedamos  cortos  enlo0 
supuestos,  para  no  sustituir  teorías  sin  fundamento  á  verdades 
averiguadas. 

'  Oomo  materias  correlativas  en  las  ciencias  matemáticas,  dire- 
mos unas  cuantas  palabras  acerca  de  pesos  y  medidas.  Desm- 
biendo  Cortés  el  mercado  de  Tenochtitlan,  dice:  (1)  'Todo  lo 
venden  por  cuenta  y  medida,  excepto  que  fasta  agora  no  se  ha 
visto  vender  cosa  alguna  por  peea" — Clavigero  escribe  al  mis- 
mo propósito: — hendíanse,  y  permutábanse  las  mercancías  p<^ 
número  y  por  medida;  pero  no  eabemoe  que  se  sirviesen  de  pesOp 

.(1)  Oaitaa  de  Oortéé  ^i  Lorenzana,  pág.  104. 


567 

ó  porque  lo  creyesen  expuesto  á  fraudes,  como  dicen  algunos  es- 
critores^ ó  porque  no  lo  juzgasen  necesario,  como  dicen  otros» 
ó  porque  si  lo  usaron  en  efecto,  no  llegó  á  noticia  de  los  españo- 
les." (1)  Dudosa  para  nosotros  es  la  cuestión,  y  la  abandonamos 
sin  resolverla,  dejándola  á  cargo  de  personas  mejor  informadas. 
Consta  que  tenían  medidas  para  los  áridos.  Hemos  visto  en 
las  pinturas  las  formas  que  les  daban,  64,  66,  66,  67,  y  la  manera 
con  que  expresaban  esta  especie  de  cantidades,  como  el  68  que 
explica  cuatrocientas  medidas;  pero  en  cuanto  á  la  capacidad  li- 
neal, y  á  la  correspondencia  con  nuestras  medidas  actuales,  nin- 
gún punto  seguro  de  partida  hemos  logrado  descubrir. 

lia  vara  lineal,  en  mexicauo,  llevaba  el  nombre  de  octacatl.  No 
atinando  á  encontrar  la  equivalencia,  entre  ésta  y  nuestras  varas 
de  medir,  cuando  la  comisión  científica  de  Pacbuca  iba  á  encar- 
garse del  levantamiento  del  plano  de  las  pirámides  de  San  Juan 
Teotihnaqan,  encargamos  á  su  jefe  D.  Ramón  'Almaraz,  averi- 
guara, 8Í  posible  era,  cuál  era  la  unidad  lineal  empleada  en  aque- 
llas construcciones:  el  entendido  ingeniero  hizo  cuantos  trabajos 
estuvieron  en  su  mano,  resumiendo  sus  inducciones  en  estas  pa- 
labras; ''me  contentaré  con  decir  que  la  unidad  lineal,  con  pe- 
''queñas  modificaciones,  debió  ser  cosa  de  O,  ™8,  ó  cuatro  pal- 
omos próximamente."  (2)  La  sagacidad  del  Sr.  Almaraz  para 
deacabrir  la  incógnita,  da  testimonio  de  sus  buenos  conocimien- 
toBy  aunque  el  resultado  no  podía  pasar  de  la  categoría  de  pro- 
bable, sapueato  que  la  solución  no  descansaba  en  relaciones  pre- 
sisas  7  directas,  y  si  O,  ™8  puede  responder  al  problema,  también 
lo  pueden  algunos  múltiplos  y  submúltiplos  suyos. 

Encontramos  después  en  Ixtlilxochitl,  al  hacer  la  descripción 
de  los  palacios  de  Nezahualooyotl: — 'Tenían  las  casas  de  longi- 
''tud,  que  corrían  de  Oriente  á  Poniente,  cuatrocientas  y  once 
"medidas  y  media,  que  reducidas  á  nuestras  medidas  hacen  mil 
"doscientas  treinta  y  cuatro  varas  y  media,  y  de  latitud,  que  es 
"de  Norte  á  Sur,  trescientas  veinte  y  seis  medidas,  que  hacen 
"novecientas  y  setenta  y  ocho  varas."  (3)  Kefiérese  Ixtlilxochitl 
en  su  comparación,  por  la  una  parte  á  la  medida  de  Texcoco  igual 

(1)  Hist.  antigua,  tom.  1,  pág.  349. 

(2)  Memoria  de  los  trabajos  ejecutados  por  la  comisión  científica  de  Pachuca  en 
el  año  de  1864.  México,  1866,  pág.  3.57. 

(3)  Büfltoria  Clüchimeca,  cap.  86:  MS. 


568 

en  todo  á  la  de  México,  y  por  la  otra  á  la  vara  de  Burgos,  qne 
era  la  mandada  usar  en  la  colonia  por  la  ordenanza  de  D.' Anto- 
nio de  Mendoza.  De  esta  relación  directa  se  saca,  que  una  me- 
dida lineal  mexicana  corresponde  á  tres  varas  exactas  de  Burgos: 
cada  una  de  éstas  es  igual  á  O,  °>838,  luego  aquella  mide  %  o>614. 
Gomo  según  la  Índole  de  la  numeración,  cada  una  de  estas  uni- 
dades principales  -se  dividía  en  cinco  menores,  cada  una  de  estas 
era  equivalente  á  21, 6  pulgadas  castellanas,  ó  O,  ™603. 

La  unidad  mayor  se  empleaba  en  las  grandes  extensiones,  co- 
mo en  las  distancias  itinerarias,  distribución  de  tierras,  &c.  La 
unidad  menor,  para  nosotros  la  verdadera  unidad,  era  la  aplica- 
^  en  el  comercio,  en  los  lienzos  y  cosas  de  no  mucha  extensión. 
Las  mantas,  tejidos  de  algodón  ó  telas  de  pelo  de  conejo,  estaban 
sujetas  á  este  tamaño,  llamado  zatl^  'pierna  de  manta  ó  pieza  de 
lienzo." 

No  sabemos  decir  cuales  nociones  alcanzaron  aquellos  pueblos 
acerca  de  la  geometría;  pero  la  regularidad  de  ciertas  esculturas 
astronómicas,  la  simetría  en  el  trazo  y  división  del  círculo,  la 
distribución  correcta  de  las  líneas,  nos  convencen  plenamente  de 
que,  no  les  eran  extrañas  varias  de  las  figuras  regulares,  ni  des- 
conocían algunas  de  sus  propiedades.  No  revelan  sus  planos 
geográficos  y  topográficos  que  hubieran  alcanzado  la  escala,  j 
con  ella  á  la  proporcionalidad  de  las  líneas;  pero  sabían  dividir  los 
terrenos,  limitarlos  para  distinguir  la  propiedad,  lo  cual  implica 
recursos  para  determinar  los  polígonos  y  avaluar  las  superfides. 
En  los  planos  de  tierras,  nám.  63,  tomado  de  Gama,  cada  lado 
tiene  marcada  su  dimensión  en  cifras  numéricas;  por  medio  de 
éstas  referidas  al  perímetro,  ó  por  la  cantidad  de  sembradura 
contenida  en  cada  heredad,  se  establecía  entre  ellos  la  relacióo, 
ya  para  las  constancias  del  catastro,  ya  para  asegurar  la  propie* 
dad  caso  de  controversia. 


OAPtrULO  IX 


NUMEBAQION. 

Numercusian  m<^fa,— Primera  $eriefundafnefital,Séffunda  terie  dé  Bctk,^  Tercera 
mriéde  I^---Obé&r9aeionéé,'--8ÍHemaprimttico,'--8{etema  moderno.--' Numeración 
dolo»  ta/raeeoe^^Numefraeicn  mixtMa,'-^Zapoteoa,''3fatlattínca.-'Othom{.'~3fa 
tahua. — Jfkoe, — Comparaeion, 


L 


A  numeración  maja  se  expresa  de  esta  manera  en  los  prime- 
ros Teiüte  términos. 


I.  Han. 

6.  Vac. 

IK  Bulac. 

16.  Vadalian. 

2.  Oa. 

7.  Vüo. 

12.  Lthflá. 

17.  Vuclahnn. 

3.  Ox. 

8.  Vtxac. 

18.  Oilahun. 

18.  Vflxaclahun. 

4.  Can. 

9.  Botón. 

14.  Canlahun. 

19.  Bdonláhun. 

S.'Ho. 

10.  Lahim. 

15.  Holhtm. 

20.  KalóhimkaL 

Se  advierte  á  la  primera  inspección,  qne  las  once  primeras  pa- 
labras son  nombres  simples,  con  significado  peculiar.  Lahcá^  do- 
ce, parece  compuesto  de  ca,  dos,  y  de  ZoA,  que  parecería  contrac- 
ción de  lahwij  diez;  pero  el  acento  y  la  estructura  de  la  palabra 
nos  hace  entender,  que  es  también  nombre  simple.  De  Oxlabun, 
13,  á  Bolonlahun,  19,  las  voces  son  compuestas  de  los  dígitos  y 
de  diez,  expresando  propiamente,  Oz-lahun,  tres  diez;  Can-lahun, 
cuatro  diez  (catorce);  Yuaxac-labun,  ocho  diez  (diez  y  ocho).  Ex- 
eepcion  á  esta  regla  es  Ho-l-hun,  en  donde  aparece  el  Ao,  cinco, 
y  l-lmn  elidida  la  a  de  la  hun  por  eufonía  6  regla  gramatical  que 
no  conocemos.   Kal  y  acompañado  de  Hun,  veinte  ó  un  veinte, 


560 

es  igualmente  voz  simple.  Kal  ademas  de  veinte  tiene  el  signi- 
ficabo  del  verbo  cerrar.  Esta  primera  serie  constitutiva  se  cuen- 
ta de  cinco  &n  cinco,  formando  cuatro  fracciones  terminadas  por 
Ho,  Lahun,  Holhun  j  Hunkal,  como  si  el  origen  de  la  numera- 
ción fuera  la  cuenta  por  los  dedos  de  las  manos  y  de  los  pies, 
hasta  Kal  que  cierra  6  completa  la  serie.  Este  origen  no  es  tan 
manifiesto  como  en  la  aritmética  mexicana. 

Kal  pospuesto  á  los  números  de  la  primera  serie  fundamental, 
produce  una  segunda  serie  en  esta  forma: 


20.  Honkal. 
40.  Cakal. 
60.  Oxkal. 
80.  Cankal. 
100.  Hokal. 


120.  Vackal. 
140.  Vuckal. 
160.  Yaxackal.  , 
180.  BolonkaL 
200.  Lahunkal. 


220.  Balaokal. 
240.  Lahoftkal. 
260.  Oxlahokal. 
280.  Canlahunkal. 
«00.  HolhukaL 


a20.  yadahukaL 
340.  YaclaliiikaL 
360.  Yazaclahucal. 
380.  BolQDláhnkáL 
400.  Bak  ó  honbak. 


A  excepción  de  la  última,  son  todas  voces  compuestas.  Con- 
siste el  artificio,  en  que  los  diez  y  nueve  números  antepuestos 
multiplican  la  radical  Kaly  20,  diciendo:  uno  por  veinte,  20  . . . 

cuatro  por  veinte,  80  . . .  diez  por  veinte,  200 quince  por 

veinte,  300  ...  diez  y  nueve  por  veinte,  380.  No  se  dice  Kdkd 
ó  veinte  por  veinte,  sino  que  para  expresar  400  se  iniaroduoe  nn 
nuevo  termino  simple,  Báky  radical'de  una  tercera  serie. 

Para  completar  ésta  segunda  en  que  nos  vamos  ocupando,  ha- 
bemos  menester  llenar  las  lagunas  entre  los  términos  de  arriba. 
Consigúese  esto  intercalando  entre  ellos  la  primera  serie  funda- 
mental, unida  por  medio  de  la  partícula  tu^  de  la  cual  no  encon- 
tramos la  significación  propia,  aunque  aparece  entrañar  la  idea 
de  adición  y  en  este  sentido  significar  más.  Así  tenemos: 


20.  Htaüud. 

21.  Huntukal. 

22.  Catukal. 

23.  Oxtukal. 

24.  Cantnkal. 

25.  Uotokal. 


26.  Vactokal. 

27.  VuotokaL 

28.  Vaxactakal. 

29.  Bolontukal. 

30.  Lahncakft]. 
81.  Buhictakal. 


82.  LahoAtokal. 

33.  OxIahatukaL 

34.  CaulaliatukBl. 

35.  Holhuoakal. 

36.  Vaclahontukal. 

37.  VudAbotakoL 


36.  VaxaolalmtakflL 

39.  BokmlahiitakaL 

40.  Cakal. 


Está  nomenclatura  es  entendible  y  natural.  Los  compuestos 
dicen,  uno  más  veinte cinco  más  veinte once  más  vein- 
te . .     quince  más  veinte ....  diez  y  nueve  más  veinte.    Treinta 


561 

es  la  excepción  á  la  regla  general  formando  Lahu-cakal^  en  que 
die2j  Labnn^  pierde  la  n  terminal,  desaparece  el  tUy  apareciendo 
la  palabra  cakal,  cuarenta,  diciendo  la  frase,  diez  de  cuarenta,  6 
cuarenta  menos  diez,  80.  Esta  excepción  se  convierte  en  regla 
gener^rl  para  loa  números  intermedios  de  su  clase. 


LahnoakaL  110.  Lahuuaokal.  190.  Laha  tu  lahunkal. 

50.  Ijahuyoxkal.  180.  Lahu  tiuckal.  210.  Lahu  tu  buluokaL 

70.  LahncankaL  150.  Lahu  naxaokal.  230.  Lahn  tu  lahoakaL 

90.  LahuyokáL  170.  Lahu  bolonkaL  250.  Lahn  tu  yoxlahiinkal.  ^ 

270.  Lahn  tn  canlahnkaL  330.  Lahn  tn  nnclahnkaL  390.  Lahu  hnxnbak* 

290.  Lahn  tn  holknkal.  350.  LahntunaxaclahnkaL 

310.  Lahn  tn  nadahnkal.  370.  Lahu  bolonlahnkal. 

La  lectura  natural  de  estas  fraces  es,  sesenta  menos  diez,  50 

ciento  menos  diez^  90  —   ciento  ochenta  menos  diez,  170 

doscientos  cuarenta  menos  diez,  230....  cuatrocientos  menos 
diez,  390.  Se  advierte  que  ox  va  j^recedido  en  ciertas  .composi- 
ciones por  una  y  eufónica;  que  la  h  de  hoTcal  se  transforma  tam- 
bién en  y  en  la  palabra  Láhuyohü;  que  la  partícula  tu  aparece 
e¿  ujia43  frases  estando  suprimida  en  otras:  idiotismos  son  estos 
del  idioma  y  no  tenemos  que  hacer  reparo  alguno. 

Prosiguiendo  en  integrar  la  segunda  serici  veamos  la  interca- 
lación entre  40  y  60.  Tendremos: 

40.  GákaL  47.  VuotuyozkaL  54.  CanlahntnyoxkaL 

41.  Hnntuyoxkal.  48.  VaxactnyoxkaL  55.  Holhuyoxkal. 

42.  CatuyoxkaL  49.  Bolontnyoxkal.  56.  VaolahutuyoxkaL 

43.  Oxtnyozkal.  50.  Lahnyoxkal.  57.  Vnclahntuyotkal. 

44.  Cantoyoxkal.  51.  ^notuyozkal»  58.  VazadahntuyozkaL 

45.  Hotuyoxkal.  52.  Lahoatuyoxkal.  59.  Bolonláhntuyoxkal. 

46.  VactnyoxkaL  53.  OxlahutuyoxkaL  60.  Oxkal. 

Evidentemente  que  en  estos  números  se  interrumpe  el  orden 
lógico  adoptado  al  principio:  antes  se  había  dicho,  Hunkal,  20; 
Huntukal,  21;  Oatukal,  22;  Oxtukal,  23,  <&c.,  muy  conforme  á  la 
numeración  hablada.  Siguiendo  el  mismo  concierto  ahora  debía 
decirse^  Gakal,  40;*Huntucakal,  41;  Oatucakal,  42;  Oxtukakal,  43; 
¿c,  prosiguiendo  [así  hasta  Oxkal,  60.  En  lugar  de  ésto,  encon- 
tramos que  los  compuestos  están  formados,  no  con  Cakal,  40,  si- 
no con  Oxkal,  60,  antepuestos  todos  los  términos  de  la  primera 

serie  fandamentaL 

71 


562 

Bancroft  (1)  kabía  observado  semejante  irregularidad,  á  lo 
cual  dice  M.  de  Bosny.  (2) — "Creo  haber  encontrado  la  solución 
del  problema  cuya  oscuridad  señala  con  mucha  razón  el  sabio 
Bancroft.  Falta  en  los  diccionarios  la  palabra  yox;  pero  esta  pa- 
labra es  compuesta,  en  la  que  y  está  unida  por  «ufonia  á  la  par- 
tícula tu  usada  en  los  nombres  de  los  números.  Observa  también 
M.  Bancroft,  que  tampoco  encontró  la  voz  tu  en  los  diccionarios: 
no  creo  absolutamente  como  él  supone,  que  es  la  simple  oonjtm- 
cion  "y,"  sino  que  es  una  contracción  do  las  palabras  íí-w,  "en 
su,  suyo,  á  él:"  u  es  pronombre  llamado  por  los  gramáticos  es- 
pañoles mixto,  que  forma  la  copulación  como  en'  ingles  la '«  del 
genitivo  en  King's  Palace.  Empleado  en  la  numeración  tme  hs 
cifras  elementales,  como  si  para  expresar  22  dijésemos  en  inglés 
two  ttoenty's  por  tw€ivty*8  two  (á  la  cifra  20  sus  dos  unidades).— 
En  cuanto  á  la  y^  sirva  para  evitar  el  contacto  de  dos  Tócales  en 
los  nombres  de  número." 

*'Queda  la  palabra  ox;  pero  ésta  significa  tres,  de  donde  resal- 
ta oxkal,  sesenta.  Para  anotar  una  unidad  añadida  á  40,  los  ma- 
yas dicen  de  esta  manera  hnn  tu  yox  hal,  es  decir,  60 — ^20+ L" 

En  nuestro  concepto  no  existe  tal  confusión.  Es  verdad,  y  ja 
lo  notamos,  que  se  interrumpe  el  orden  de  composición  adopta- 
do al  principio;  pero  el  que  sigue,  determinado  por  causas  que 
se  nos  escapan,  sigue  igualmente  uniforme  y  oonsecuente^  con  el 
priúcipio  puesto  en  práctica.  Cbntábase  por  veintenas.  La  pri- 
mera y  fundamente  está  compuesta  de  voces  simples  primero, 
compuestas-  después.  La  segunda  veintena  tuvo  por  origen  á 
Jiunkaly  término  final  de  la  antecedente;  en  treinta  se  introdujo 
el  término  final  cuarenta,  y  se  sostuvo  la^  composición  en  la  ma- 
nera que  había  comenzado.  Para  evitar  la  repetición  de  ciertos 
términos  y  caminar  consecuentes  á  la  formación  de  los  números 
medios  impares  30,  50,  70,  &a,  el  compuesto  no  se  trajo  del  pri- 
mer término  de  la  veintena,  sino  del  último,  y  de  aquí  el  orden 
subsecuente  adoptado  sin  excepción  hasta  el  fin  de  la  segunda 
serie.  Siguiendo  el  valor  de  los  elementos  componentes  de  la 
palabra,  hv/a  tu  yox  leal  no  dice  otra  cosa  que  uno  más  tres  veinte» 
en  su  valor  numérico  equivale  á  60 — 20+1;  pero  entiéadase  co- 

(1)  The  Katives  Baoes  of  Kortii-Amerioli,  tom.  n,  pág.  754. 

(2)  Mémoire  sur  la  ntunération  dans  la  langue  et  dans  l'Sksrítttre  fBotée  des  aaeieos 
Uayas.— Congrés  intemational  des  Amérícanistes;  Compte-rendui  tom.  2«  pág*  448. 

1 

V 

1 


663 

mo  se  quiera  siempre  será  evidente  que  hautuyoxkal  significa  ÍL 
Entramos  en  estas  observaciones  á  fin  de  damos  cnenta  de  la 
estmotnra  de  las  voces,  mas  no  porqne  tengamos  que  reprochar- 
les nada,  pues  si  son  como  son,  tenemos  que  adoptarlas  así.  I^ias 
veintenas  siguientes  están  de  esta  manera  formadas: 


60.  Oxkal. 

61.  Hontacankal. 

62.  Cytucanlcal. 

63.  ^OxtuoankaL 

64.  Cantucankal. 

65.  HotuconkaL 

66.  VactucankaL 

67.  VuctucankáL 

68.  Vaxaotucankal. 

69.  BolontuoanlcaL 

70.  LahucankaL 

71.  Buluotaoankal  V 

72.  LahcatncankaL 

73.  Oxlahatucankal. 

74.  Oanlahatuoankal. 

75.  HolhuoankaL 

76.  Yaclahutucankal. 

77.  Vuclahutucankal. 

78.  VaxadahntaoankaL 

79.  BoloBlahntooazLkal. 

80.  Oankal. 

81.  HutuyokaL  (1) 

82.  CatuyokaL 

83.  "Oxtayokal. 


84.  Cantuyokal. 

85.  Hoiuyokal. 
*86.  Vactuyokal. 

87.  VuctuyokaL 

88.  Yaxaotuyokal. 

89.  Bolontayokal. 

90.  LahuyokaL 

91.  Bulucttiyokal. 

92.  Lahcatüyokal. 

93.  Oxlahutuyokal. 

94.  Canlahutuyokal. 

95.  HolhuyokaL 

96.  Vadahutuyokal. 

97.  Vuclahntüyokal. 

98.  YaxaolahntuyokaL 

99.  BolonlaliTittiyokal. 

100.  Hokal. 

101.  Huntu  nackal. 

102.  CatuuaokaL 

103.  Oxtuuaokal. 

104.  Bantu  oackal. 

105.  Hotu  oackaL 

106.  Yactu  uackal. 

107.  Yuctu  uackal. 


108.  Yazactu  uaokal. 

109.  Bolontu  uackaL 

110.  Lahu  uaokal. 

112.  Lahoata  uaokal. 

113.  Oxlahutu  uackal. 

114.  Canlahutu  uaokaL 

115.  Holliu  uackal. 

116.  Yaclahutu  uackaL 

117.  Yudahutu  uackal 

118.  Yaxaclahutu  uackaL 

119.  Bolonlahutu  nackál. 

120.  YackaL 

121.  Huntu  uuckal. 

122.  Catu  uuckal 

123.  Oztu  uuckal. 

124.  Cantu  uuckal. 

125.  Hotu  uuckaL 

126.  Yactu  uuckal. 

127.  Yuctu  uuckal.* 

128.  Yaxactu  uuokal. 

129.  Bolontu  uuckaL 

130.  Lahu  uuckal 


Proseguiremos  hasta  400  en  la  misma  forma,  y  para  completa  r 
serie  solo  pondremos  algunos  números  intermedios. 


181*  Baluc  tu  uuckal. 
185.  Holhu  uuckaL 

140.  Vuckal. 

141.  Huntu  uaxackal. 
145.  Hotu  uaxackal. 

150.  JjBJia  utocackal. 

151.  Bnloo  tu  uaxaokaL 
155.  Holhu  uaxackaL 
16Q.  t^axackal, 


161.  Huntu  bolonkal. 
165.  Hotu  bolonkal. 

170.  Lahu  bolonkal. 

171.  Buluo  bolonkal. 
175.  Holhu  bolonkal. 

180.  Bolonkal. 

181.  Huntu  lahuncal. 
185.  Hotu  lahunkal. 
190.  Lahu  lahunkal. 


(1)   Yokál,  por  eufonía,  en  lugar  de  hokal. 


191.  Buluc  tu  lahunkaL 
195.  Holhu  tu  lahunkal. 

200.  LohunkaL 

201.  Huntu  buluckaL 
205.  Hotu  buluckal. 

210.  Lahu  tu  buluckaL 

211.  Buluc  tu  buluckal. 
215.  Holhu  tu  buluckaL 
220.  BuluckaL  • 


564 


221.  Hxmtu  lahcakal.  300. 

225.  Hoto  lalicakaL  301. 

230.  Laha  tn  lahcakaL  305. 

231.  Buluc  tu  lahcakal.  310. 
235.  Holhu  tu  lacakal.  311. 

240.  Lahcakal.  315. 

241.  Huntu  yoxlahunkal.  320. 
246.  Hotu  yoxlahunkal.        321. 

250.  Lahu  tu  yoxlahunkal.  325. 

251.  Buluc  tu  yoxlahunkal  330. 
255,  Holhu  tu  yoxlahunkal.  331. 

260.  OxlahukaL  335. 

261.  Huntu  canlahukal.  340. 
265.  Holhu  canlahukal.         341. 

270.  Lahu  tu  canlahukal.      345. 

271.  Buluc  tu  canlahukal.  350. 
275.  Holhu  tu  canlahucal.    351. 

280.  CanlahunkaL  3G0. 

281.  Huntu  holhukal.  361. 
285.  HotuholhukaL  365. 
200.  Lahu  tu  holhukal.  370. 
291.  Buluc  tu  holhukal  Z.'.  371. 
205.  Holhu  tu  holhuckal.     375. 


HoluhkaL  380. 

Huntu  uAclahukaL  381. 

Hotu  uaclahukal.  382. 

Lahu  tu  uaclahukaL  383. 

Buluc  tu  uaclahukaL  384. 

Holhu  tu  uaclahukal.  385. 

Vaclahucal.        .  386. 

Huntu  uuclahukaL  387. 

Hotu  uuclahukal.  388. 

Lahu  tu  uuclahukal.  380. 

Buluc  tu  uuclahukal.  390. 

Holhu  tu  uuclahukal.  391. 

Vuclahucal.  392. 

Huntu  uaxacl&hukal.  393. 

Hotu  uaxaclahukal.  394. 

Lahu  tu  uaxaclahukal.  305. 
Buluc  tn  uaxaclahukal. 396. 

Vaxaclahukal.  397. 

Huntu  bolonlahukal.  398. 

Hotu  bolonlahukal.  309. 

Lahu  bolonlahukal  400. 
Buluc  tu  bolonlahukal. 
Holhu  bolonlahukal. 


BobnlifaiikaL 
Huntu  hoobak. 
Catu  hunbae. 
Oxtu  hunbftk. 
Cantu  hunbftk. 
Hota  hunbftk. 
Vactn  hunbftk. 
Vuctu  hunbak. 
Vaxactu  hunb&L 
Bolontu  hunbftk. 
Buluc  tu  hunbftk. 
Buluc  tu  hnnbak. 
Lahca  tu  hunbak. 
Chdahu  tu  hunbak. 
Canlahu  tu  hunbftL 
Holhu  tu  hunbftk. 
Vaclahu  tu  hunbak. 
Vudahu  tu  hunbak. 
Vaxaclahu  tnbimbtL 
Bolonlahu  tubusbak. 
Bak  ó  hunbak.  (1) 


Con  Bak,  400,  ó  Huubak,  un  cuatrocientos,  termina  la  segun- 
da séri^  numeral.  La  tercera  se  forma  anteponiendo  á  la  radical 
bak  los  diez  y  nueve  términos  de  la  serie  fundamental,  en  esta 
forma: 


400.  Hunbac. 

800.  Cabak.      • 
1,200.  Cxbak. 
1,600.  Canbak. 
2,000.  Hobak. 
2,400.  Vacbak. 
2,800.  Vucbak. 


3,200.  Vaxacbak. 
3,600.  Bolonbak. 
4,000.  Lahunbak. 
4,400.  Bulucbak. 
4,800.  Lahcabak. 
5,200.  Oxlahunbak. 
5,600.  CanUihunbak.  . 


6,000.  Holhubak. 
6,400.  Vadahunbftk. 
6,800.  Vuclahunbak. 
7,200.  Yaxaclahimbak. 
7,600.  Bolonlahubak. 
8,000.  Pie  ó  htmpic. 


El  valor  expresado  por  las  voces  antepuestas  hace  oficio  de 
multiplicador  de  la  cantidad  representada  por  el  radical,  como 
si  en  los  diferentes  casos  se  dijera:  uno  por  cuatrocientos,  400; 
tres  por  cuatrocientos,  1,200;  quince  por  cuatrocientos,  6,000; 


(1)  Hemos  tomado  los  elementos  de  esta  numeración,  de  los  Etades  sor  le  sjat^ 
me  graphiqne  et  la  langue  des  mayas,  pág.  92^9. — Manusorit  Troane.  Tom.  11. 
París,  MDCCCLXX, 


565 

diez  y  nueve  por  cuatrocientos,  7,600.  No  se  dice  veinte  por 
cuatrocientos,'  8,000;  sino  que  para  expresar  este  número  se  in- 
troduce una  nueva  radical,  Pie,  que  vale  ocho  mil  Los  términos 
de  esta  serie  forman  una  progresión  por  diferencia  cuyo  primer 
término  y  la  razón  valen  ¿00.  Los  intermedios  entre  dos  térmi- 
nos consecutivos  se  llenan  con  las  cuatrocientas  voces  de  la  se- 
gunda serie,  no  sin  tener  presente  esta  regla  general.  Siempre 
que  se  quiera  contar  una  cantidad  mayor  de  409,  la  cantidad 
menor  deberá  ir  precedida4e  la  palabra  catac,  que  significa  y. 
y.  g.  si  queremos  expresar  450  diremos  hunhaka  catac  lahuyoxhoiL 
Con  la  nueva  radical  Pie  se  procede  como  con  las  anteriores» 
en  esta  forma: 

8,000.  Hun-pic.  64,000.  Vaxac-pio.  112,000.  Canlah«n-pic. 

16,000.  Ca-pio.  72,000.  Bolon-pic.  1^,000.  Hclhun-pic. 

24,000.  Ox-pio.  80,000.  Lahun-pic.  128,000.  Vaclahun-pic. 

32,000.  Can-pie-  88,000.  Buluc-pic.  136,000.  Vuclahun-pic. 

40,000.  Ho-pio.  96,000.  Lahca-pic.  144,000.  Voxaclahtin-pic. 

48,000.  Yac-pio  104,000.  Oxlahun-pic.  152,000.  Bolonlahun-pic. 

56,000.  Vuo-pic.  160,000.  Calab  (5*hmicalab, 

Se  integran  los  intermedios  con  los  ocho  mil  términos  de  la 
serie  anterior;  recibiendo  en  la  última  parte  del  compuesto  la 
voz  catac, 

Calab  vale  160,000;  multiplicándole  por  la  serie  fundamental, 
tendremos: 

Htm-oalab  (tin  dentó  sesenta  mil) =160,000. 
Ca-oalab  (dos  veces  ciento  sesenta  mil) =320,000. 
Ox-oalab  (tres  veces  ciento  sesenta  mil) =480,000. 
Can-calab  (cuatro  veces  ciento  sesenta  mil) =640,000. 

T  prosiguiendo  en  la  misma  forma  llegaremos  á  veinte  veces 
ciento  sesenta  mil,  igual  á  3.200,000  llamado  Ktnchil  6  Hunlzo- 
tzcch.  Operando  sobre  esta  nueva  radical  como  con  las  otras, 
obtendríamos:  - 


Hmi-kinchil  (un  tres  millones  doscientos  mil) =3.200,000. 
Ca-kinchil  (dos  veces  tres  millones  doscientos  mil) =6. 400,000. 
Ox-kinohil  (tres  veces  tres  millones  doscientos  mi]^= 9.600,000. 
Can-kinchil  (cuatro  veces  tres  mUlones  doscientos  mil) =12.800,000. 


/ 


566 

T  así  sucesivamente  hasta  veinte  veces  tres  millones  doscini* 
tos  mili  producto  ignal  á  64.000,000|  llamado  Alau  ó  Eundlau.  Po- 
dríamos todavía  decir: 

Hnn-alan  (tin  sesentft  y  cuatro  milloneB)=:  64.000,000. 
Ca-abu  (dos  veces  sesenta  y  cuatro  millonee)  =  128.000,000. 
Ox-alau  (tres  veces  sesenta  y  cuatro  millones) =192.000,000. 

Siguiendo  hasta  veinte  alau^  igual  1|280.000|000,  cantidad  sufi- 
ciente para  grandes  cálculos  y  que  puede  aumentarse  cuanto  se 
intente. 

£1  P.  Landa  (J.)  dice:  ''Que  su  cuenta  es  de  Y  en  Y  hasta  XX, 
"y  de  XX  en  XX  hasta  C,  y  de  C  en  C  hasta  400,  y  de  COCO  en 
"CCCC  hasta  un  mil.  Y  desta  cuenta  se  servían  mucho  para  la 
'^contratación  de  cacao.  Tienen  otras  cuentas  muy  largas  que  ex- 
"tienden  in  injinitum  contándolas  Vill  mil  veces  XX  que  son  O 
"y  LX  mil,  y  tomando  á  XX  duplican  éstas  C  y  LX  mil,  y  des- 
"pues  irlo  así  por  veinte  duplicando  hasta  que  hacen  un  inoon- 
^'table  número:  cuentan  en  el  suelo  ó  cosa  U^na." 

En  efecto,  atendido  el  procedimiento  que  en  práctica  se  pone, 
la  numeración  maya  es  indefinida;  se  pueden  anotar  todas  las 
cantidades  imaginables.  La  base  del  sistema  es  veinte.  Las  ra- 
.  dicales  por  medio  de  las  cuales  se  desarrolla  son  Hun^  Kalt 
BaJc,  Picy  Calab,  KincMl,  Alau,  &c.,  cuyos  valores  forman  esta 
progresión  por  cociente:  -H- 1:  20:  400:  8,000:  160,000:  3.200,000: 
64.000,000,  &c,  la  cual  puede  expresarse  de  esta  manera:  -H-  (20)*: 
(20)»:  (20)^:  (20)':  (20)^:  (20)*:  (20)«,  &c.,  ó  lo  que  es  lo  mismo,  las 
potencias  sucesivas  de  veiüte,  comenzando  por  cero  y  siguiendo 
por  los  números  naturales. 

Por  el  sistema  general,  la  base  y  algunas  otras  particularida- 
des, la  numeración  maya  es  idéntica  á  la  mexicana.  Sin  duda 
alguna  reconocen  un  origen  común.  Sin  embargo,  nótanse  dife- 
rencias esenciales  en  la  estructura  de  las  voces  numerales,  lo  cual 
indica  cierta  recomposición  por  parte  de  los  primeros,  y  en  ven- 
taja suya. 

Respecto  del  cálculo,  nos  parece  que  pueden  aprovecharse  las 
indicaciones  que  hicimos  al  hablar  de  la  aritmética  de  los  mézi- 

(1)  Apud.  Brasseur,  §  XXIV. 


667 

ca  La  gramática  de  Fr.  Antonio  de  San  Buenaventura  (1)  nos 
suministra  las  voces  Xocól,bukxQc,  bahcoc^  cuenta,  cálculo  en  ge« 
generaL  Bukzoe,  bakxoc,  significan  igualmente,  ''adicionar  y  men- 
''donar  lo  que  se  cuenta,  la  adición  misma."  TáabcunahocoCf  oácuxcoc^ 
dice  multiplicar.  Sospechamos  que  los  mexicanos  tenían  para  la 
multiplicación  alguna  tabla  semejante  á  la  de  Pitágoraa;  nuestro 
inicio  se  corrobora  con  la  siguiente  formada  por  los  mayas: 

Calem  ca Can  2  por   2 i 

Caiem  ox Vnao  2  por   3 6 

Calem  can Yaxao  2  por   4....    8 

Calem  ho Lahnn  2  por   5 10 

Calem  nao ¡..Lahca  2 por   6 .12 

Calem  uo.. .......'. Oanlahim  2  por   7....  14 

Calem  naxao.i ...Yadalitm  2  por   8 16 

Calem  bolón Yaxaclahun  2  por   9 18 

Calem  lahum Hankal  2  por  10 20 

Oxlemox Bolón  3  por   3 9 

Oxlem  can ,  .^.-Lahca  3  por    4 12 

Oxlem  ho Holhm  8  por   5 15 

Oxlem  nac. Voxaolalnm  ^voi  6....  18 

Oxlemuao...« Hmitukal  8  por   7 .21 

Oxlem  uaxac..... Cantonal  3  por  8......  24 

Oxlem4x)lon Vuctukal  3  por   9 27 

Oxlem  lahnn Lahacakal  3  por  10 80 

Calem  can Vaclahmi  4  por   4 16 

Calem  ho Himkal  *       4  por   6....  20 

Calem  nao ¿ Oantokal  4  por   6 24 

Calem  uuc Yaxactukal  4  por   7....  28 

Calem  uaxac Lahoatukal '  ^por   8 32  « 

Cakem  bolón ...Yaclahutoial  4  por   9 36 

Calem  lahun. Oakal  4  por  10 40 

Holem  ho « Hotukal  5  por   5....  25   . 

Holem  nao « Lahuoakal  5  por   6 30 

Holem  nuc ^Holnhucakal  5  por    7.   ...  35 

Holem  naxao. Oakal  5  por   8 40 

Holem  Bolón. Hotuyoxkal  5  por   9 45 

Holem  lahnn Lahnyoxkal  5  por  10 50 

Vaclem  uac Yaclahninlcal  6  por   C...  36 

Yaclem  uno Oatuyoxkal  6  por   7 42 

Yaclem  naxac Yaxactayoxkal  6  por   8.*..  48 

Yaclem  bolón ...Oanlahutuyoxkal  6  por   9 54 

Yaclemlahmi Oxkál  6  por  10 60 

(1)  Manuscxit  Troano,  pág.  98-99. 


568 

Vuclem  uuc Bolontuyoxkal  7  por   7 49 

Vuclem  uaxao Vadahutuyoxkal  7  por   8 56 

Vuclem  bolón Oxtucankal  7  por   9 63 

Vuclem  lahuB I^hucankal  7  por  10 70 

Vaxaclem  uaxac  i. Cantucankal  8  por   8 64 

Vaxaclem  bolón Lahcatuoankal         8  por  9 72 

Vaxaclem  lahun • Gaiücal  8  por  10 80 

Bololem  bolón Huntnyokal  9  por   9......  81 

Bololem  lahun Lahuyokal  9  por  10 90 

Lahulem  lahun Hokal  '         10  por  10 100 

Oonsiste  el  artificio  en  colocar  el  número  que  sirve  de  multi- 
plioando  seguido  de  la  palabra  lem,  y  luego  el  numero  multipli- 
cador. Lem,  según  el  diccionario  significa,  vez,  golpe,  y  sino 
"para  contar  veces." 

La  numeración  maya,  cual  la  hemos  bosquejado,  corresponde 
á  los  tiempos  primitivos  y  antiguos,  á  las  ^'cuentas  muy  largas 
que  extienden  in  infinitumj'  como  dice  Landa  en  la  segunda  par- 
te de  su  párrafo.  .Al  contacto  de  la  civilización  castellana  aquel 
sistema  se  modificó,  resultando  otro  sistema  diverso,  mezclado, 
aunque  claro  y  bien  entendible.  Pie  no  quiere  decir*  ocho  mü, 
sino  solamente  mil;  variando  en  consecuencia  todos  sus  compues- 
tos Káláby  quedó  con  su  valor;  pero  Kincliü  pasó  á  representar 
nn  millón,  conservando  esta  representación  en  sus  derivados. 
Hun  alau  no  sufrió  caisbio  alguno.  Bajo  estas  modificaciones,  el 
sistema  nuevo  y  al  que  hace  referencia  el  P.  Landa  al  principio 
de  su  párrafo,  quedó  de  esta  manera: 

400  Hunbak  700  Holhutubak        1,000  Lahuyoxbak  6  hunpic. 

500  Hotubak  800  Cabak 

600  Lahutubak       900  Hotuyoxbak 

Sacado  Pie  de  su  significado  antiguo,  forma: 

2,000  Capio  10,000  Lahnpic 

8,000  Oxpic  100,000  Hokalpio 

4,000  Canpic        1.000,000  Hunklnchil,  huntzotzcch,  y  también,  Vac  calab,.catfte 

cacalpic. 
5,000  Hopic. 

Bespecto  de  los  millones  se  cuentan  igualmente  por  los  núme- 
ros naturales  diciendo  SunJcincJiil,  CaJcinchüy  Oxkinchil,  <tc»  La 
multiplicación  sigue  la  forma  primitiva. 


669 

Lahnlem  hokal Hampio 

Lahnlem  hanpio Lahupio 

Lahnlem  lahupio Hokalpio 

Lahnlem  kotalpio. HnnTnnohil 


10  por      #00 1,000. 

10  por     1,000 10,000. 

10  por   10,000 100,000. 

10  por  100,000 1.000,000. 


Según  esta  numeración,  para  expresar  1,743  diríamos  Hunpic 
hóüíidvbaky  caiao  oxtuyoxkcd. 

Pertenece  esta  numeración  á  la  más  antigua  civilización;  así 
como  la  numeración  ínéxica  corresponde  á  los  tiempos  modernos. 
Por  vía  de  comparación,  veamos  lo  que  en  esta  misma  materia 
sabían  algunos  otros  pueblos,  comenzando  por  el  tarasco.  La 
numeración  hablada  es  ésta: 


1.  Ha  6.  Ctiimu 

2.'Tziman    7.  Ttmtzimaii 

3.  Tanima    8.  Yuntanimu 

4.  Tamu       9.  Yunthamu 

5.  Yomti    10.  Temben 


11.  Tembem  ma 

12.  Tembentziman  * 
18.  Tembentanúnu 

14.  Tembenthamn 

15.  Tembenyumu 


16.  Tembenouimu 

17.  Tembenyuntziman 

18.  Tembenyontanimu 

19.  Tembenyunthamu 

20.  Maecuatze,  (1)  makatarhi 


Siguiendo  el  sistema  méxica,  á  que  éste  corresponde,  Maecuatze 
se  multiplica  por  los  términos  de  esta  serie  fundamental,  hasta 
encontrar  el  segundo  número  radical  Mayrepeta  ó  cuatrocientos. 
La  formación  de  los  compuestos  es  la  siguiente: 


20.  Maecuatze 

SO.  Maecuatze  catembe 

iO,  Tziinanecuatze 


60.  Tanime  eouatze  100.  Tomecuatze. 

70.  Tanime  eouatze  catemben  200.  Tembeneouatze 
80.  Thamecuatze  '        300.  Tembeneouatze, 

cayumecuatze 


¿M).  Tzimanecuatze  catemben  90.  Thamecuatze  catemben     400.  Mayrepeta. 

Dos  términos  intermedios  se  llenan  de  este  modo: 


20.  Maecuatze 

21.  Maecuatze  cama 

22.  Maecuatze  oatziman 

23.  Maecuatze  catanimu 

24.  Maecuatze  catamu 

25.  Maecuatze  cayumu 

26.  Maecuatze  cacuimu 

34. 


27.  Maecuatze  cayuntziman 

28.  Maecuatze  oayuntammu 

29.  Maecuatze  cayunthamu 

30.  Maecuatze  catemben 

31.  Maecuatze  temben  cama 

32.  Maecuatze  temben  oatziman 

33.  Maecuatze  temben  catanimu 
Maecuatze  temben  catamu 


(1)  £n  el  original  está  escrito  Maequatze;  para  adaptarle  á  la  ortografía  actual 
eambiazmoB  la  q  en  c. 

72 


670 

#35.  Maeonatze  temben  oftytuna 

36.  Maeonatztt  temben  eaonimu 

37.  Maeooatze  temben  oaTontóman 

38.  Maeouatzé  temboi  coyontanimu 

39.  Maecnatze  temben  caytmthamu 

40.  Tzimanctiatze.  « 

La  formación  se  funda  en  la  multiplicación  de  la  radical  poi 
los  números  fundamentales,  sumando  al  producto  los  números 
complementarios:  la  última  frase  va  unida  por  medio  del  yerbo 
ca,  en  significado  de  mas  ó  de  7j.  De  aqui  resujta  un  orden  rigo- 
roso; veinte  más  uno;  veinte  más  cinco;  veinte  más  diez;  veinte 
diez  más  uno;  veinte  diez  más  nueve;  dos  veces  veinte  ó  cuaren- 
ta. La  voz  temben,  diez,  expresa  igualmente  madeja  6  guedeja 
de*  pelo. 

La  radical  Mayrepa^  400,  se  multiplica  por  los  términos  de  1a 
serie  fundamental,  resultando  veinte  compuestos,  múltiplos  de 
la  radical,  hasta  el  último  20x400=8,000,  cuyo  término  se  escri- 
be Maecuafze  yrepeta  6  Mazutupu,  Zutupu  significa,  bolsa  ó  tale- 
ga, correspondiendo  al  xiquipiUi  mexicano.  La  numeración  se 
desarrolla  multiplicando  la  nueva  radical  por  los  términos  de  la 
primera  serie,  y  como  el  mismo  método  se  puede  seguir  hasta 
donde  se  quiera,  resulta  que  la  numeración  es  indefinida,  pudien- 
do  expresarse  con  ella  las  cantidades  qiíe  se  pretenda. 

Los  compuestos  que  sirven  para  integrar  la  numeración,  son 
estos: 


400.  Mayrepeta. 

500.  Mayrepeta* y umecuatze. 

600.  Mayrepeta  catembenecoatze. 

700.  Mayrepeta  catemben  yiunecuatze. 

800.  Tzimanyrepeta. 

900.  Tziiaan*yrepeta  cayumecnatze. 
1,000.  Tziman  yrepeta  catemben  ecuatze. 
2,000.  Yumyrepeta. 

3,000.  Tuntzimanyrepeta  catemben  ecnatze. 
4,000.  Tembenyrepeta. 

6,000.  Tembentziman  yrepeta  catemben  ecuatze. 
6,000.  Tembenyon  yrepeta. 

7,000.  Tembenynntziman  yrepeta  catemben  ecnatze. 
8;  000.  Maecnatze  yrepeta  ó  Mazutnpu. 
9,000.  Maecuatzetziman  yrepeta  catemben  ecnatze. 
10,000.  Macnatzeynm  yrepeta. 


/ 
571 

20,000.  Tzimaneoaata»  yr^eta  caiemben  yrepeta. 

30,000.  Tanimeooaise  temban  jropeta  oaynin  yrepeta. 

40,000.  Tumeonatze  yrepeta. 

•50,000.  Cnüneciiatze  yrepeta  caymn  yrepeta. 

60,000.  Ytmtamin  eooatze  yrepeta. 

70,000.  Yunthanecaatse  yrepeta  oaynxB  yrepeta. 

60,000.  Tembenecuatze  yrepeta  catemben  yrepeta. 

90,000.  Temben  maeonatze  yrepeta  catembemmm  yrepet^ 
100,000.  Tembentanimecuatze  yrepeta. 
200,000.  Makatarhiéouatze  yrepeta  oacnimecuatze  yrepeta. 
300,000.  Makatarhi  ecuatze  catemben  yunthamecnatze  yrepeta. 
400,000.  Tacimimcatarhi  eouatze  oaynm  tanime-coatze  yrepeta. 
500,000.  Tamincatarhi  ecuatze  oatzlinaneoaatae  yrepeta. 
600,000.  Tanimcatarhi  eouatze  catemben  yumecaatze  yrepeta. 
700,000.  Thamkatarhi  ecuatze  cayumtaminecuatze  yrepeta. 
I  800,000.  Yumkatarfai  ecnatze  camaecuatze  yrex>eta. 

I  900,000.  Yumkatarhi  eouatze  catembenthameotiatze  yrepeta. 

Copiamos  esta  numeración  del  diccionario  del  P.  Lagunas»  (1) 
quien  explicando  el  sistema  dice:  ''El  menor  número  es  de  uno 
I  "&  diez.  El  mediano  de  diez  á  veinte»  que  llaman  Maecuatze.  Y 
"así,  un  XX,  dos  XX,  &c.,  hasta  CCCC  que  es  el  número  mayor 
"que  dicen  Mayrepeta,  que  son  OCCO.  T  así  de  esta  manera  van 
"contando  un  COCO,  dos  COCO,  tres  CCCC,  &c.  Hasta  llegar  al 
"último  número  y  principal,  que  es  Maecuatze  yrepeta,  que  son 
"Vm  mil,  el  mayor  número  que  tiene  es  éste.  T  de  aquí  toman 
"de  principio  hasta  llegar  otra  vez." 

Según  esto,  la  base  del  sistema  es  veinte.  Fórmase  por  medio 
de  onatro  radicales  -3fa,  Maecuatze  ó  Makatarhi^  Mayrepeta,  Mae- 
cuatze yrepeta  6  Zutupu.  (2)   Los  valores  de  éstas  forman  la  pro- 
gresión por  cociente  -H- 1 :  20  :  400  : 8,000  ó  sean  las  diversas  poten- 
cias de  veinte  de  cero  á  la  tercera,  en  esta  forma:  -H-  (20)° :  (20)  : 
(20)^:  (20)  .    Exactamente  el  sistema  mexicano.    Procede  igual- 
mente en  los  compuestos  de  la  numeración  hablada  por  medio  de 
la  adición  y  de  la  multiplicación.   Son  semejantes  aun  en  la  for- 
mación de  los  números  primitivos.   Ma,  1;  Tziman,  2;  Tanimu,  3; 
Tama,  4;  Yumu,  5;  son  números  simples.  C.uimu,  6;  Yuntziman,  71 

(1)  Arte  y  diccionario:  con  otras  obras,  en  lengua  liíiclioaoana.  Compuesto  por  ei 
muy  B.  P^  Fray  luán  Baptista  de  Lagunas,  ¿us.  México,  1574.  Pág.  120-35, — Cartas 
Mejicanas  escritas  por  D.  Benito  María  de  Moxó  afio  de  1805.  Genova;  Segunda 
edición.  Fág.  68^9. 

(2)  Cate  Zutupu,  que  no  le  Temos  en  la  numeración  de  Lagunas,  le  enooittramoB 
m  las  Cartas  mexicanas,  pág.  69. 


572 


Tüntanima,  8;  Yunthamu,  9;  eTÍdentemente  son  derivados  de  Yu- 
mn,  como  si  se  dijera  cinco  uno,  cinco  dos,  cinco  tres,  cinco  cua- 
tro. Tembeu  es  simple  también,  y  de  él  á  diez  y  nueve  son  com- 
puestos, diciendo  diez  uno  ó  más  uno,  diez  más  dos,  hasta  diez 
más  nueve  ó  diez  y  nueve.  Maecuatze  ó  MakatarM  es  también 
simple,  aunque  aquí  los  términos  van  precedidos  de  ma,  uno. 

En  cuanto  á  la  forma  da  las  voces  de  la  numeración  bablada, 
la  tarasca  es  superior  á  la  mexicana  en  el  orden  más  regular  y 
lógico,  lo  cual  proviene  de  la  formación  menos  complicada  de  la 
serie  fundamentaL  En  la  aritmética  mexicana,  xiquipUli  y  sus 
compuestos  son  el  fundamento  de  las  voces  que  expresan  canti- 
dades mayores  de  ocho  mil;  en  la  tarasca,  aunque  se  tiene  Mae- 
cuatze  yrepeta  que  responde  á  la  misma  idea,  no  es  palabra  sim- 
ple sino  compuesta  de  Maecuafze,  veinte,  y  de  yrepeta^  400,  de 
manera  que  los  derivados  todos  se  fundan  en  la  voz  Yi^epetd  co- 
mo exclusiva  y  singular.  El  Zutupu  apuntado  por  Moxó  no  apa- 
rece en  ninguna  parte. 

Pasemos  ahora  á  la  numeración  de  los  mixtecas.  Copiamos  de 
Alvarado:  (1) 


1.  Ec.  11. 

2.  VvuL  12. 

3.  Vni  13. 

4.  Qmi.  14. 

5.  Hoho.  15. 

6.  Yfio.  16. 

7.  Vsa.  17. 

8.  Vna.  18. 

9.  Ee.  19. 
10.  Vsi,  20. 

41.  Vvuidzico  ec. 

42.  Vvuidzico  wuL 

43.  Vvuidzico  vni. 

44.  Vviiidzico  qmi. 

45.  Vvuidzico  hoho. 

46.  Vvuidzico  ifio. 

47.  Vvuidzico  vsa. 

48.  Vvuidzico  vna. 

49.  Vvuidzico  ee. 
60,  Vvuidzico  vsi. 


Vsi  ec. 

Vsi  wuL 
Vsi  vni. 
Vsi  qmi. 
Saho. 
Sahoec. 
Saho  wui. 
Saho  vm. 
Saho  qmi. 
Oco. 


21.  Oco  ec. 

22.  Oco  wui. 

23.  Oco  vni. 

24.  Oco  qmi. 

25.  Oco  hoho. 

26.  Ocoiño. 

27.  Oco  vsa. 
^  28.  Oco  vna, 

29.  Oco  ee. 

30.  Oco  vsi. 

51.  Vvuidzico  vsi  ec. 

62.  Vvuidzico  vsi  wui. 

63.  Vvuidzico  vsi  vni. 
54.  Vvuidzico  vsi  qmi 
65.  Vvuidzico  shao. 

56.  Vvuidzico  saho  ec. 

57.  Vvuidzico  saho  wui. 

68.  Vvuidzico  saho  vni. 

69.  Vvuidzico  saho  qmi. 
60.  Vni  dzico. 


31.  Oco  vsi  ec. 

32.  Ooovsiwiü. 

33.  Oco  vsi  voL 

34.  Oco  vgi  qmi. 

35.  Oco  Saho. 

36.  Oco  saho  ec. 

37.  Oco  «abo  vTui. 

38.  Oco  saho  vni. 

39.  Oco  saho  qmL 

40.  Vvuidzico. 

61.  Vni  dzico  ec. 

62.  Vni  dzioo  vrui. 

63.  Vni  dzioo  yni. 
64^  Vni  dzico  qmL 

65.  Vni  dzico  hoho. 

66.  Vni  dzico  iño. 

67.  Vni  dzico  vsa. 

68.  Vni  dzico  vna. 

69.  Vni  dzico  ee. 

70.  Vni  dzico  vsi. 


(1)  Vocabulario  en  lengua  misteca,  hecho  por  los  Padres  de  la  Orden  de  Pzedici- 
dores,  que  residen  en  ella  y  lütimamente  recopilado  y  acabado  por  el  Padre  Fr.  Fias- 
cisco  de  Alvarado,  Vicario  de  Tama9ulapa,  de  la  misma  Orden.  Mádco,  1593. 


673 


100.  Hoho  dzioo. 

200.  Vsidzico. 

300.  SahoHzioo, 

400.  Eotttvui. 

500.  Eo  tuvxii  hoho. 

600.  Ectiivuivsi. 

700.  Eo  tuvui  eaho. 

800.  Vvuituvui. 

900:  Vvui  tuvui  hoho. 
1,000.  Vvui  tuvui  usi. 
2,000.  Hoho  tuvui.' 
8,000.  Eotetne. 


10,000.  Eo  tetne  yodzo  hoho  tuvui. 
20,000.  Vvui  tetne  yodzo  uei  tuvui. 
30,000.  Vni  tetne  yodzo  ^aho  tuvui. 
40,000.  Hoho  tetne. 
50,000.  Ifio  tetne  yodzo  hoho  tuvui. 
60,000.  Vsa  tetne  yodzo  vbí  tuvui. 
70,000.  Vna  tetne  yodzo  saho  tuvui. 
80,000.  Vd  tetne.  • 

90,000.  Vsi  ec  tetne  yodzo  hoho  tuvui. 
100,000.  Vsi  wui  tetne  yodzo  vsi  tuvui. 
1.000,000.  Vsi  sichi  cavsi  wui  tetne  yodzo  vsi  tuvui. 


"Para  contar  por  veintes  ó  dieces,  no  se  ha  de  decir  absolnte, 
sino  decir  quevui,  y  dicen  así: 


"10.  Huichi.  20.  Chico. 

"15.  Tnaha  25.  Chico  noho. 

"15  6  veinte,  huiohitnaho,  30.  Chico  huichi. 


35.  Chico  tnaho. 
40.  Vvuindáco,  &c.,  sio  de 
singulis. 


"Para  contar  zapatos,  ec  saha  wui  saha. 

"Para  contar  mantas,  ec  ticu  vvui  ticu."  (1) 

Del  uno  al  diez  las  voces  son  simples  y  significativas  de  por 
si;  del  once  al  catorce  son  compuestas  del  diez  y  respectivamen- 
te con  el  uno,  dos,  tres  y  cuatro.  Quince  tiene  nombre  particu- 
lar, que  sirve  para  componer  diez  y  seis  ó  quince  uno;  17  6  quin- 
ce dos;  18  ó  quince  tres;  19  6  quince  cuatro.  Oco,  veiíite,  es  tam- 
bién palabra  simple,  fin  de  la  primera  serie  fundamental,  y  se- 
gunda de  las  radicales. 

Oco  multiplicado  por  la  serie  inicial  produce  los  múltiplos, 
Vvidzico,  dos  por  veinte,  40;  Vni  dzico,  tres  por  veinte,  60;  Qmi 
dzicOy  cuatro  por  veinte,  80;  hasta  Saho  qmi  dzico,  diez  y  nueve 
por  veinte,  380.  Cuotrocientos,  tercera  radical  y  fin  de  la  segun- 
da Berie  se  escribe  Ec  tuvui,  un  cuatrocientos.  Como  señal  de  la 
multiplicación  entra  la  palabra  dzi,  que  convinada  con  oco,  per- 
diendo esta  la  o  inicial,  hace  dzico. 

La  radical  Tuvui  multiplicada  por  la  serie  fundamental  pro- 
duce loo.  múltiplos  de  cuatrocientos,  Vvui  tuvui,  dos  por  cuatro- 
cientos,  800;  Vni  tuvni,  tres  por  cuatrocientos,  1,200;  Qmi  tuvui, 


(1)  Diccionario  de  Lagunas,  fol.  204. 


574 

cuatro  por  caatrocientos,  1^00,  &o.  El  termino,  8,000,  resaltado 
de  20x400  es  Tetne.  La  formación  de  los  términos  intermedios 
entre  400  y  800  es  singular:  500,  ec  tuvui  hoho;  600,  ec  tuvui  tsí; 
700,  ec  tuYui  saho,  cuyas  frases  literalmente  dicen  cuatrocientos 
cinco,  cuatrocientos  diez,  cniatrocientos  quince.  Como  estos  pro- 
ductos no  pueden  ser  resaltado  de  la  multiplicación  de  400  por 
ninguno  dt  los  números  de  la  serie  f^jmdamental,  se  considera  la 
formación  entre  dos.  términos  consecutivos  de  la  progresión, 
400 — 8,000,  como  si  fuera  la  primera  veintena,  distinguiendo  el 
primer  término  por  ec,  uno,  el  segundo  por  hoho,  cinco,  el  terce- 
ro por  vsi,  diez,  el  cuarto  por  saho,  quince,  avisando  el  lugar  que 
en  la  serie  les  corresponde  hasta  Vvui  iivui,  800.  De  igual  mane- 
ra se  procede  en  los  casos  semejantes. 

Tetrie,  8,000,  sigue  bajo  el  mismo  método,  solo  que  en  sus  com- 
puestos la  partícula  dzi  cambia  en  yodzo  como  señal  también  de 
adición.  Para  expresar  20,000  se  ¿ice  Vvui  tetne  yodzo  vsi  tuvmf 
lo  cual  traducido  al  pié  de  la  letra  diría,  dos  ocho  mil  más  diez 
cuatrocientos,  ó  verdaderamente,  dos  multiplicado  por  ocho  mil 
(16,000)  más  diez  multiplicado  por  cuatrocientos  (4,000).  En  la 
frase  que  expresa  un  millón,  Vsi  aichi  oavsi  vvuiietne  yodzo  vd  <t¿- 
vuif  comprendemos  que  vvui  tetne  yodzo  vsi  tuvui  quiere  decir 
20,000;  mas  se  introduce  el  nuevo  término  sichi  y  la  partícula  ca, 
cuyos  significados  no  alcanisamos. 

Gomo  se  advierte,  es  el  sistema  mexicano.  La  base  iguala 
veinte:  los  términos  de  la  progresión  ^  1 :  20 :  400 : 8,000.  Los 
de  la  numeración  Ec,  Oco,  Tuvui,  Tetne,  máp  Siohi  cuyo  valor  ig- 
noramos. La  numeración  hablada  sigue  una  forma  regular  y  pue- 
de expresarse  en  ella  todas  las  cantidades  imaginables. 

Los  tzapoteca  pertenecen  á  la  familia  mixteca.  Según  el  MS. 
copiado  por  el  Sr.  Pimentel:  (1) — "Acerca  del  modo  de  contar  de 
^ 'estos  indios  zapotecos  es  de  notar.  Que  en  el  discurso  de  su 
^'cuenta  cuando  van  contando  tienen  sus  términos  ó  paradas,  don- 
ado descansa  la  cuenta,  de  la  manera  que  nosotros  vamos  de 
"diez  en  diez  hasta  ciento,  y  de  ciento  vamos  por  cientos  hasta 
"mil,  y  de  allí  por  millares  &c.  Así  estos  zapotecos  cuentan  has- 
"ta  cinco  al  que  llaman  dmyo  6  Cooyo,  y  de  allí  ponen  cuatro 
"veces  cinco  que  son  veinte  al  que  llaman  CW-íe  ó  ColAe.  Y  de 

(1)  Cuadro  d6sori(>tiyo  y  comparaÜYO  de  las  lenguas  indígenas,  tom,  8,  pág.  108. 


576 

'^aUí  van  contando,  j  ponen  cinco  veces  veinte  que  son  ciento, 
"al  que  llaman  Cayoa  ó  Coyoa.  Y  de  allí  ponen  cmatro  veces 
''ciento  que  son  cnatrocien^s  que  llaman  Tobiela  6  Chagada,  que 
''as  como  en  nuestra  cuenta  el  número  miL  Y  de  allí  ponen  vein- 
"te  veces  cuatro  cientos  que  son  ocho  mil,  j  á  este  número  lia- 
"joan  Tóbmtiy  Gkagcmtu  Yéíste  es  el  mayor  número  que  tienen, 
"y  de  aquí  van  contando  de  ocho  en  ocho  miL" 

Siempre  el  mismo  sistema.  La  base  veinte:  los  términos  de  la 
^ogresion  Tobi  6  Chaga^  GaJAe  6  Cól-lé,  Tobiela  6  Ghagada^  To- 
bízoti  6  GhagazotL  Cinco,  Gaayo  ó  Gooyo  solo  es  termino  en  los 
veinte  números  de  la  primera  serie  fimdamental:  ciento,  Gayoa 
ó  G(3yoa  no  es  radical.  La  numeración  hablada  es  ésta: 


1.  Tobi,  chaga. 

6.  Zopa. 

20.  Cal-le,  coUe. 

2.  Topa,  cato. 

7.  (*aaohe. 

100.  Cayoa,  coyoa. 

3.  Chona,  cayo. 

8.  Xoono. 

400.  Tobiela,  Chagaela. 

^4.  Tapa,  taa. 

9.  Caá,  yaa. 

8,000.  Chagazoti,  tobizoti. 

5.  Caayo,  cooyo. 

10.  Chif, 

Aunque  de  la  misma  familia  mkteco  y  zapoteeo,  los  nombres 
numerales  no  presentan  semejanza  alguna. 

Los  pirindas  ó  matlatzinca  que  forman  un  grupo  etnográfico 
particulaTi  usaban  del  sistema  aritmético  de  los  demás  pueblos. 
Hé  aquí  sus  numerales. 

1.  Indahui.  6.  Indahtohui.  II.  Indahata  mosdahui. 

2.  Inahui.  7.  Inethohui.  20.  Indohonta. 

3.  loyahu.  8.  Inenounohui.  100.  Incuta-ta. 

4.  I&conohny.  9.  Imurabtadahata.  400.  Dahanuia. 

5.  Inouthaa.  10.  ludahata. 

• 

En  la  formación  de  la  primera  veintena  hay  alguna  cosa  que 
se  nos  escapa  por  no  ser  entendidos  en  el  idioma.  Los  términos 
son  indahui,  IndoJionta,  Dáhanuta,  y  nos  falta  el  ocho  miL 

La  ZAnmeracion  hablada  de  los  othomí  es  la  siguiente: 


1, 

Na,  ra. 

6. 

Bato. 

11. 

Bota  mana;  reta  mará. 

16.  Betmarató. 

2. 

Yoho. 

7. 

Yotó. 

12. 

Bet  ma  yoho. 

17.  Be^mayotd. 

3. 

Hiu. 

8. 

Hiato. 

13. 

Betmahiu. 

18.  Bet  mahiat(5. 

4. 

€k>oho. 

9. 

Gita. 

14. 

Bet  magooho. 

19.  Betmagitó. 

5. 

Kiata. 

10. 

Beta. 

16. 

Bet  makiuta. 

20.  Naté.  (1) 

(1)  Para  la  ortografía  de  esta  numeración  hemos  tenido  presente: — Catecismo  y 
dociaracion  en  lengua  othomí,  oon  un  vocabulario  del  mismo  idioma.  Compuesto 


676 

Mí  amigo  el  Sr.  D.  Gamesindo  Mendoza,  perito  en  la  lengua 
othomí;  se  prestó  á  darme  algunas  indicaciones  acerca  de  la  com- 
posición de  estos  numerales.  Según  ellas,  na6ra  significa,  uni- 
dad, igualdad.  Yojó  ó  yoho^  quiere  decir,  lo  desconocido  que  mata 
ó  acaricia.  íBw,  lo  que  comienza  ahora.  Ooho  6  gooho,  el  señor 
que  mata  ó  acaricia.  KitUa  ó  hiuhta,  el  venerable  padre.  Beta,  la 
columna  padre.  Naté,  el  uno  ó  sólo  hacedor.  En  estos  significa- 
dos se  descubre  que  los  othomí,  como  algunos  pueblos  de  la  an- 
tigüedad, concedían  á  los  números  ciertas  cualidades  místicas  y 
ocultas. 

Las  cinco  primeras  voces  son  simples.  Botó,  Yotó,  HicUó,  Güó^ 

son  compuestas,  pues  dicen  sucesivamente  1  •♦-5,2+6, 3+6,4+6, 
determinando  el  6,  7,  8  y  9.  (2)  Beta,  es  igualmente  simple.  Las 
palabras  siguientes  hasta  diez  y  nueve  inclusive  vuelven  á  ser 
compuestas,  de  Bet,  contracción  de  retcL,  diez,  de  la  partícula  ma 
que  liga  ó  suma,  y  de  los  nueve  números  anteriores,  diciendo, 
diez  más  uno,  diez  más  dos  • .  .diez  más  nueve.  Na¿é,  veinte  es 
también  simple,  y  es  el  hacedor  único  ó  el  fundamento  de  los 
números.^  La  formación  de  los  siguientes  números  está  fundada 
en  esta  serie: 

20.  Naté.  50.  Yoté  mareta.  80.  Gooho  rató,  gité. 

30.  Katé  mareta.   CO.  BAuté,  Hinrate.  90.  Gooho  rata  mareta. 

40.  Yoté.  70.  Hiurate  mareta.  100.  Khitaté,  nanthebe. 

Los  pares  están  formados  por  la  multiplicación  de  veinte  por 
los  números  de  la  veintena  fundamental;  así  Tote  quiere  decir 
2x20;  HitdéyS X20;  Kiutatéy  5x20;  pero  este  tiene  un  término 

por  el  E.  P.  Fr.  Joaquín  López  Yepez.  México,  1826.  Pájg.  252.— Beglas  de  ottho- 
grt^hia,  dicoionarío  y  arte  del  idioma  othomí,  breve  instrucción  para  los  princ¡|nA&- 
tes,  que  dictó  el  Lio.  D.  Lvis  de  Nevé  y  Molina,  &c.  México,  1767.  Pág.  96.— Du 
sertacion  sobre  la  lengua  othomí,  &q.,  por  F.  Manuel  Crisóstomo  Náxera,  &c.  Méxi- 
co, 1845.  Pág.  189. — Cuadro  descriptiyo  y  comparativo  áfi  las  lenguas  indígenas  de 
México,  por  Francisco  PimenteL — ^La  dificultad  de  reproducir  los  sonidos  de  la  Ion 
gua  othomí  con  los  signos  de  nuestro  alfabeto,  determina  que  los  numerales  no  estén 
escritos  de  una  manera  idéntica  en  aquellas  obras.  £1  Sr.  Pimentel  vacila,  sin  duda, 
pues  los  escribe  de  dos  maneras  diferentes  en  el  tom.  3  de  su  cuadro,  pág.  439  y  iSS. 
(2)  Náxera,  loco  oit. — Gumesindo  Mendoza.— El  P.  Káxera  compara  la  nomeiv 
cion  hablada  de  los  othomí  con  la  notación  romana  por  medio  de  las  letras  numen- 
Íes,  y  encuentra  semejanza  entre  ambas.  Nos  parece,  salvo  todo  respeto,  que  U 
comparación  no  es  exacta,  porque  cambia  de  medio. 


677 

prc^pio  idh4>éi  exj>resai^do  que  el  prodaoto  de  dbaco  es  particular. 
Los  impares  son  el  compuesto  con  diez,  diciendo  20  x  10, 40  x  10; 
60x10,  Ac 


m  To  nthebé 
m  Hin  ntiiebé 
40a  Gooho  nihebé 
500.  Kiuta  nthebé 
600.  Bato  nthebé 


700.  Toto  nthebé 
800.  Hiato  nthebé 
900.  Gito  nthebé 
1,000.  Na  ma  ó,  nam-^, 
reta  nthebé 


10,000.  Beta  ma  ó 
100,000.  Ka  nthebé  nia^5 
1.000,000.  Beta  nthebé  ma-é. 


Nthebé,  ciento  entra  comonradical,  expresimdo  los  compuestos, 
dos  cientos,  tres  cientos,  cuatro  cientos,  hasta  mil  que  se  escribe 
bien  Reta  nthebé,  diez  cientos,  ó  Nama-6  6  nam-ó,  introduciendo 
el  nueTo  termino  6,  unido  á  na,  uno,  y  á  la  partícula  ma.  Sobre 
esta  nueva  radical  sigue  la  cuenta  diciendo  Beia  ma  ó,  diez  mi- . 
les;  ^a  nthebé  ma-ó,  un  ciento  de  miles;  Bda  nthebé  moró,  diez  cien- 
tos de  miles  ó  un  millón  ó  cuento.  No  eQcontramos  que  ouatrp- 
cie^tos  y  ocho  mil  tengan  nombres  particulares. 

Se  revela  á  primera  vista  que  la  formación  de  estas  voces  nu- 
merales ha  sido  sacada  de  los  dedos  de  las  manos  y  de  los  pies. 
De  uno  á  cinco  cada  dedo  de  una  mano  recibió  nombre  particu- 
lar; al  pasar  á  la  seguiída  se  dijo,  un  dedo  más  una  mano,  dos 
dedos  más  una  mano,  hasta  que  la  suma  de  ambas  manos  recibió 
un  nombre  propio.  Las  palabras  son  el  compuesto  de  la  suma  de 
las  manos  con  los  dos  pies,  hasta  llegar  á  veinte,  voz  propia. 

El  sistema  es  vigesimal.  La  base  veinte  aparece  dividida  prin- 
cipalmente en  los  factores  cinco  y  diez,  con  los  cuales  combina- 
dos se  forman  las  voces  numerales  por  medio  de  la  multiplicación 
y  de  la  suma.  Las  radicales  fundamentales  son  Ufa,  uno;  Beta, 
diez;  Naté,  veinte;  Nthebé,  ciento,  O,  mil.  Con  la  multiplicación . 
sucesiva  de  estos  tórmihos  entre  sí  pueden  alcanzarse  las  mayo- 
res cantidades,  supuesto  que  sin  salir  de  las  frases  conocidas, 
pudiéramos  deo|r»  un  millón  por  un  millón,  igual  i  un  billón.  El 
sistema  othpmí,  en  último  análisis,  ik)  es  el  mexicano. 

Los  mazahua,  de  la  familia  othomí,  dicen  de  éste  modo: 


l.I>aha 

.4.  Zloho           7.  Yencho 

10.  Deoha 

2.  Yehe 

5.  Zioha           8.  fihxoho 

20.  Yhotte 

8.  Enhii 

6.  Nantto          9.  Zincho 
1,000.  Yerno  deohiche. 

ioO.  Zhichiohe 

73 


678 

Es  el  sístema^otlioini  en  todos  sus  pormenores.  Entre  los  nom- 
bres apenas  se  perciben  algnnas  ligeras  semejanzas,  no  obstante 
que  el  othomí  y  el  mazabua  sean  lenguas  afines. 

Los  dos  pueblos  que  acabamos  de  mencionar  se  cuentan  entre 
los  broncos  ó  menos  adelantados  en  cirilizacion  que  las  naciones 
principales  de  Anáhuac;  hacia  el  Sur  eran  aun  más  atrasados  los 
mixes  7  los  zoques.  Sin  embargo^  mizes  y  zoques  seguían  el  ús- 
tema  de  la  nunieracion  mexicana,  y  si  bárbaros,  podían  expresar 
todas  las  cantidades  que  hubieran  menester.  Las  Yoces  numera- 
les de  los  mixes  son  éstas: 


1,  Tuuc 

5.  Mocoxo 

9.  Taxtnne 

80.  IpxDfthc,  20+10. 

2.  Mdtzc 

6.  Tuduuo 

10.  Mabe 

100.  Mooopx»   6+20. 

3.  Tucoc 

7.  Huextano 

11.  Mahctauc,  10+1. 

400.  Tancmoifi. 

4.  Maotazo 

8.  Tuotauo 

20.  Ipx 

Los  numerales  de  los  zoques  presentan  con  éstos  semejanzas. 
Sien  extendemos  más  acerca  de  esta  materia,  terminaremos 
con  una  comparación* 


Mikjm. 


HBMrtWO. 


Uno 

Kan 

Hnn 

Hnm 

Him. 

Dos 

Ca 

Tzab 

Cabe 

Cáb. 

Tres 

Ox 

Ox 

Oxe 

OxyOxib. 

Cofttro 

Can 

Tze 

iKiabe 

Kab. 

Oinoo 

Ho 

Bo 

Hoo 

Oo,  oob. 

Seis 

Vao 

Acao 

Yacao 

Vacakib. 

Siete 

Vno 

Bao 

Bao 

Vónb. 

Ocho 

Vaxao 

Hnaxio 

Vahxk 

Vabakib. 

Nuere 

Bolón 

Belleah 

Belhoh 

Beleh. 

Diez 

Lahmi 

Lahu 

Lahoh 

Labnlu 

Veinte 

Ealó  hnnkal 

Hnminio 

Huinkin 

HuTÍnak. 

Ciento 

Hokal 

Okal 

OkaL(l} 

Es  evidente  la  semejanza  que  entre  sí  presentan  estas  vooeSik) 
cual  no  puede  extrañarse,  supuesto  que  las  lenguas  que  les  dan 
origen  pertenecen  á  la  misma  familia  etnogfij^oa. 

A  juzgar  por  los  datos  de  que  hemos  podido  disponer,  apare- 
cen dos  sistemas  áe  numeración,  aunque  congéneres;  el  cthomi, 
y  el  que  llamaremos  á  falta  de  nombre  mejor,  maya.  El  primeroi 

(1)  Fimentel,  Cuadro  desoriptÍTO,  tom.  m,  pág.  261. 


679 

más  Bimple,  parece  ser  el  primitivo,  el  que  corresponde  á  pue- 
blos civilizados  en  cierto  grado  de  cultura;  el  segundo,  compli- 
cado^ artificioso,  científico  pudiéramos  decir,  pertenece  sin  duda 
á  naciones  muj  adelantadas,  á  tiempos  posteriores  de  mayor  des- 
arrollo intelectual:  uno  es  el  origen,  el  otro  el  derivado.  Siendo 
los  othomí  un  pueblo  antiquísimo  en  Anáhuac,  mirándole  siem- 
pre encastillado  en  las  montañas,  guardando  inmutables  sus 
costumbres,  resistente  á  las  civilizaciones  que  le  rodeaban,  natu- 
ral parece  encontrarle  como  tenaz  guardador  de  los  conocimien- 
tos aritméticos  recibidos  de  sus  mayores  en  los  tiempos  antiguos. 
Las  demás  naciones  recibieron  el  depósito,  acrecentándole  y 
perfeccionándole. . 

¿Oaál  de  las  naciones  civilizadas  fué  autora  de  este  trabajo? 
¿Fué  una  sola  la  perfeccionadora,  ó  concurrieron  varias?  No  lo 
sabemos.  Hemos  llamado  maya  al  sistema,  por  estas  considera- 
ciones. Históricamente  hablando,  los  mayas  siguen  en  antigüe- 
dad á  los  othomís.  En  la  comparación  que  hicimos  de  las  voces 
numerales,  vimos  que  ofrecen  marcadas  semejanzas  las  mayas, 
con  las  huaxtecas,  mames  y  quichóes.  Satisface  la  explicación  de 
que,  las  lenguas  á  que  las  voces  pertenecen  son  de  la  misma  fa- 
milia; pero  es  preciso  observar,  que  una  vez  establecidos  los 
huaxteca  en  las  costas  de  México,  separados  de  sus  hermanos 
que  fueron  á  poblar  en  Yucatán,  no  volvieron  á  tener  comunica- 
ción alguna.  Preciso  -fué  que  al  separarse  tuvieran  ya  formados 
los  nombres  numerales,  adoptado  el  sistema  aritmético,  para  que 
perdidas  por  completo  las  relaciones,  pudieran  apanecer  las  se- 
mejanzas después  de  siglos  de  separación.  No  es  aventurado  ad- 
mitir, que  mayas  y  huaxtecas  sabían  fa,  esta  míanera  de  contar 
al  principiar  su  peregrinación. 

Pero  las  civilizaciones  maya  y  nahoa  son  diferentes;  esos  pue- 
blos no  estuvieron  en  contacto  sino  hasta  los  últimos  tiempos 
de  su  existencia,  antes  de  que  se  pusieran  en  relaciones,  mayas 
y  nahoas  eran  sabedoras  del  sistema,  y  no  pudieron  aprenderle 
unos  de  los  otros.  Indispensable  es  entonces  admitir  también 
que  ambos  recibieron  la  enseñanza  en  las  regiones  boreales,  ya 
por  haberles  servido  de  maestro  una  tercera  nación,  ó  porque 
allá  se  pusieron  en  contacto.  Otro  fenómeno  aparece  digno  de 
nota.  Mientras  el  maya  dejó  su  huella  en  los  numerales  de  su 
familia,  no  aparecen,  ó  al  menos  no  es  muy  claro,  que  el  nahoa 


680 

lá  dejara  en  las  lenguas  de  sn  rama  etnográfioa,  j  en  la  de  lúi 
pueblos  á  quienes  comunicó  stt  ¿ÍTÍlizácion«  No  se  enouenftn  en 
el  tarasco,  en  el  matlátzinca;  no  baj  raistro  alguno  en  el  ofti^teM 
j  el  zapoteco,  ni  entre  sí  de  éstos  áóñ  aunque  son  afines;  no  en 
el  mixe,  ni  en  otrosí  que  pudiéramos  cito^.  Ei3  que  la  aritm^ea 
és  una  ciencia  qué  se  puede  comunicar  entre  los  pueblos  más  ex- 
traños, y  éstos  al  adoptarla  le  apHcan  las  yooés  que  les  eram  co^ 
niocidaSy  sus  numerales  que  tenían  ya  InTentados. 


FIN  DEL  TOMO  ^RIHBBO. 


ÍNDICE. 


lilBBO  PBIMSBO. 

PigloM. 

Capítulo  IL-^Máologia,  Las  cuatro  9ole$  úoimogánicoi,  OpiniUma,  El  quinto 
$(4,  Pirámides  de  Teotíkuaean,  Edad  del  mundo,  Máe  tradüsümee, 8 

Capítulo  JL^Loi  ctneo  solee,  eegwi^  la  lejfenda  mexicana.  Loe  trece  cielo».  El 
dioe  in/oisible  ó  Tloque  Hahuague,  La  primera  ftwjer  6  Cikuacohuatl,  El 
OmeteoutU  y  la  OmedkuaU^  Acuimaitl,  La  creación  eegun  lo»  miasteco», 
Loepericue»,  heguaicura»^  lo»  cochimie»  de  Oa^fomia,  Lo»  einaloa»,  Mo- 
nogenismodeloemexiocmo»,  La  tierra,  Lo»  délo»,  La»  estrella»,  Cometas^ 
El  planeta  Venus,  El  sol,  Eclipses,  La  luna .*. 21 

CKpttak>1IÍ,^Los  cuatro  elementos,  La  tierra,  Ohicomecoati,  Oenteotl,  To» 
c£,  TemaecaUeci,  Xochiquettál,  Montarías,  Fiestas  y  dioinidades,  Ritos  fu^ 
nerales.  El  inflersM,  Mietkmtecutli  y  los  dioses  infernales,  Lugares  de  des» 
canso  de  las  ánimas.  El  agua,  Tlaloc,  Chalchiuheue,  JEbtíxtodhuatl,  La 
pin^urardel  diluvio,  Pirámide  de  OhoUolan ,..••    41 

Capítulo  jy.^El  tiento,  QuetzaleoaÜ,  8u  historia.  Antagonismo  de  Tetca^ 
tUpoea,  Corrige  él  calendario,  ^rofeeia  de  los  hombres  blancos  y  barbudos, 
Doctrinas  cristianas,  La  crue,  Profetas  maya.  Predicación  del  apóstol 
Santo  Tomás 1 62 

Capítulo  V. — Ortu  ariana,  Orue  búddhica,  Orusegipda,  Orue  cristiana, 
La  cruz  del  Paiengué  parece  búddhica,  ¿Será  Votan  un  buddhaf  Las  cru- 
ees  de  México  son  de  origen  cristiano,  Desoubrimtento  de  América  por  los 
islandeses,  ¿Quetealeoatl  será  un  misionero  islandezf  Presencia  de  los  sím- 
bolos de  la  crus  en  México,  CiviRsadores  de  América,  Qflolatria,  Ochua- 
tlantona,  Mtxcoatl,  Becuerdo  de  los  negros,  IxtUUon,  Fantasmas  de  la  no- 
che. Agüeros, 87 

Capítulo  VL—Elfuego,  XiuteeuhtU  Tkü,  Fiestas  anuales,  De  cuatro  en 
cuatro  anos.  Fuego  perpetuo.  Fiesta  secular  delfitego  nuevo,  TesccMpoca, 
hombres.  Festividad,  La  victima,  HuitsüopoohtU,  Etimologia  del  nom¡bre, 
Orígenes,  TesahviÜ,  Tetzauhteotl,  Formas,  TeoyaoUatohua,  Fiesta  del 
mes  PanquefáaUztU,  Tlacahuepancuexcotsin,  Paina  ó  PaynaUon,  Dios  de 
laguerraen  los  bosques,  Teayaomigui,  Miquistli 114 

CsípítfaloYíl,--Dioses  menores.  Templos,  TeocalU de Huiteilopochtli,  Tkon^ 
panttí.  Templo  de  Quetealcoatl,  T¡BocaUi  de  Texcoco,  Templo  al  dios  incóg- 
nito, OuUo,  Oradon,  Música,  canto  y  danta,  OfrcTidas,  CopaXU,  Cha- 
popatU,  Ayunos^  Penitencias  ..• •  ••.•• 188 


682 

Capítulo  VnL  SaoriJIeCoé,  TeehcaÜ,  Sacrificio  ordinario,  Otra  eUm  de  m- 
erifidos,  De  niñoa,  TlaeoíxipehualiztU,  Temalaeatl,  CuauxieaUU,  EtUpilU, 
OuauhtleehiuUl  ó  taso  deltol,  Teoeuauhxicaüif  Impreeiotí  de  ¡a  mano 
abierta,  Ouau/iaicaUi  de  Titoo U8 

Capítulo  JX.-Saerfflcioe,  La  piedra  del  eol,  Historia,  Saorifioio  del  menea- 
jero  del  eol,  Fieeta  del  mee  XocotOmetd,  Fiesta  de  Teotleeo,  Fiestaen  hon- 
ra del  fuego  en  el  mes  JltteiteeiUlhuitlt  Sacrificio  al  fuego,  Fuego  perpetuo, 
El  hambre  de  la  CihuacoaU,  Fiesta  al  ftugo,  Be  cuatro  en  cuatro,  y  de 
ocho  en  ocho  años,  Número  de  los  sacrificios  humanos,  ürUocrsaUdad  de  ¡a 
victima  humana.  No  son  los  mexicanos  los  únicos  criminales  en  este  respec- 
to. Antropofagia,  Común  á  los  pueblos  de  la  tierra,  Los  m^eodcanos  no  son 
antropófagos  en  la  rigorosa  acepción  de  lapalabra 176 


UBBO  SEGUNDO. 


Capítulo  I. — Costumbres,  Estado  interesante,  Precauciones,  Las  dhuapipU- 
Un,  Felicitaciones,  Horóscopo,  M  bautismo.  Nombres,  Lactancia,  Circun- 
cisión, Dedicaciogí  de  los  niños  al  Galmecac  6  al  TelpuchcaUi,  Educación 
doméstica  según  el  Códice  Mendodno,  Eduéadon  religiosa  de  la  mujer.  So» 
eerdotieasó  monjas,  Coneubinqfe,  Mujeres  públicas.  El  cuicoyan.  Leyes 
acerca  del  matrimonio,  Eepudio  ó  divorcio.  Ceremonias  en  el  matrimcnio. 
En  Ichcatlan,  Enlamixteca,  Éntrelos  otomies 202 

Capítulo  IL — Educación  de  la  juventud,  El  Calmeoac,  Clase  sacerdotal, 
Rmtak  de  los  teocaUL  Traje,  ündon,  Categorías,  Sacerdotes  guerreros, 
Trabojos  y  ocupaciones,  Vida  y  costumbres.  Órdenes  monásticas,  Teipoíh- 
tilietlif  Tlamaeaecoyotl,  Monges  de  CenteoU,* Los  reclutas.  Educación  en  el 
TelpuchcaUi,  Armas  ofensivas  y  defensmis,  Estandartes,  Música  guerrera, 
Organización  del  ejército,  Marchas,  Combate,  Cautivos,  Orados  militares 
y  modo  de  alcanmrlos,  órdenes  militares.  Postas  y  correos.  Vuelta  del 
eférdto 227 

Capítulo  IIL — Dignidades  civiles  y  militares,  Castigo  de  un  señor  rebelde. 
Los  mercaderes.  Moneda,  Declaración  de  guerra,  Embc^adores,  Jueces  y 
tribunales.  Administración  de  justicia,  Cárceles,  Legislación,  Embriaguez,  352 

Capítulo  IV. — Esclavitud,  Maneras  de  constituirse,  CoTididon  de  los  esda/oos, 
Modos  de  extinguirse  la  servidumbre,  Esclavos  de  collera.  Mercado  para 
los  esclanos,  Mercados  particulares,  TianguiztU,  Metales,  Oro,  plateros  y 
joyeros,  Plata,  Plomo,  Estaíio,  Cincíbrio,  Cobre,  Laboreo  de  las  minas. 
Fierro,  Tecoeahuitl,  Obsidiana,  Cerro  de  las  navajas,  Fabricación  de  los 
cuchillos,  Diversos  objetos,  Materiales  de  construcción.  Adornos  de  piedra, 
Piedras  preciosas,  Perlas,  Conchas 278 

Capítulo  V. — Tributos,  Trqjesde  los  hombres  y  de  las  mujeres.  Algodón, 
Nequen,  Plumas,  Amanteca,  Aves  de  plumas  finas,  Alimentos,  Maiz,  fri- 
jol, Cliian,  BuauhtU,  ChUU,  Oljetos  comestibles.  Productos  del  Valle  de 
México,    Aves  acuátüMS,  Peces,  Ranas,  El  aoxtyacatl,  Ahuautli,  Puad, 


583 


TeeumaU,  OueuUn,  Sal,  TegutequiO,  ÍToehtU,  TzapoÜ,  Frutaa,  Bulbo^^i 
tubéreulot,  Cacao,  Miel  de  maguey,  Aeúcar,  Miel  de  abejas,  MeÜ,  Oottíi 
Provechos  sacados  del  metí,  Bellidas  embriagantes,  Chicha,  TeoTianaeaU,  \ 
Yerbas  embriagantes,  JIfadera,  OÜatl,  Pieles  curtidas ^ 

CB.Tp{txílp  YL.—Tabaco,  Papel,  XicalH,  lepaUi,  PeÜatl,  CopaUi,  CacaxtU, 
Cochinilla,  UlU,  Liguidám/ar,  Ámbar  amarillo,  Jtiegos  y  diversiones, 
TlachtU,  PatolU,  Ejercicios  gimnásticos.  Palo  del  volador.  Poesía  Úrica, 
Poesía  dramática,  Arguitectura,  Arquitectura  militar^  Escultura,  Artes 
y  oficios.  Tejedores,  Alfareros,  Medicina,  Médicos,  TemaecaHi 883 

Capítulo  VII.--Organieaeion  social,  La  triple  aiUanza,  Guerra  fiorida,  Or- 
den  de  sucecion.  Elección,  ÜTUsion  y  penitencia,  Proclamación,  Coronación, 
Nobleza,  Tlatoani,  CalpuUi,  Tecpantlalli,  PiUalli,  MüehimalU,  Teotlal- 
pan,  MacehuaUi  6  plebeyos.  Agricultura,  Jardinería,  Bosques,  Chinam- 
pas, AcaHU  ó  barcas.  Muebles  y  alumbrado,  Pisonomia,  Btformadon  del 
cráneo.  Corcovados  y  enanos,  Jaibon,  Cremación,  Posición  del  cadáver, 
Puneralesde  los  reyes  y  señores 862 


UBBO  TEBOEBO. 


Capítulo  I,  Esorítnra  jeroglífica. — IfepohíuaWritnn  ó  quipos.  Origen  de  la  \ 

eserituTí^  jeroglifica,  Eseritiíras  diversas,  Son  signos  y  no  pinturas.  Coló- 
res,  TlaouHo^  Libros,  Bibliotecas  ó  archivos,  ETiseñanga,  Las  escrituras 
versaban  sobre  todas  materias.  Disposición  de  los  signos.  Pinturas  historia 
cas.  Escritura  sacerdotal.  Perdióse  el  arte  de  descifrar  los  jeroglíficos.  Des- 
trucción de  las  pinturas.  Fundamentos  de  la  historia  antigua  de  México, 
Su  valor  y  autenticidad.  Las  pinturas  jeroglificas 888 

Capítulo  n,  Escritura  jerogUBiCA.— Tradición,  Origen  de  la  escritura,  Ca- 
ractéres  mímicos  b  figurativos.  Simbólicos  ó  trancos.  Ideográficos,  Foné- 
ticos, Reglas  gramaticales  del  mexicano,  Las  proposiciones.  El  tdn  rene- 
rendal,  Composición  de  las  palabras.  Valor  fórUeo  de  los  caracteres,  Sin- 
gular y  plural.  Género,  Derivados, • 412 

Capítulo  m,  Escritura  jeroglífica. — Caracteres  primiODOs  chinos,  Nombres 
propios  délos  señores  de  México,  Jfomibru  de  los  señores  de  TlaUdolco,  Nom- 
bres de  los  reyes  de  Aeolhuetcan,».^; •••..•••.. 485 

Capítulo  IV,  Escritura  jeroglífica.— JV<wt¿rM  propios  de  persona.  Fundada- 
res  de  México,  Etimologia  de  las  palabrea  México  y  TTmochUtlan,  Catálogo 
de  nombres  propios  tomados  de  la  colección  Bamires,  Atl,  Cuaitl,  Del/oní' 
tico  ir.  Casos  del  fonético  rislmsic.  El  signo  latÁtL 456 

Capítulo  V,  Escritura  jeroglífica.— 0¿¿^  Diversas  ctcepciones  de  la  huella  hu- 
mera. Verbos  de  movimiento.  El  símbolo  de  la  palabra  y  sus  oficios.  Signo 
del  diminutívo,  Del  fonético  io.  Nombres  de  arte,  y  oficios.  Utensilios  y  ob- 
jetos  474 

Capítulo  VI,  Escritura  jeitogjíñoA,— Nombres  geográficos  ó  de  lugar.  Las  pre- 
posiciones, Sigjios  fonéticos,  Tlan,  Nahuac,  Pan,  Apon,  Pa,  Icpac,  Ix  ó 


V 


684 


*^^^  / ,    ^^^'   7)»n«>,  2jO  y  zoto.  Na,  Nombres  de  tos  higares  congttUtadoé 
^'*^h$  emperadores  de  México 490 

^  ítalo  Vn,  Escritora  jeroglífica.— 2>0'¿m  nombres  gentilinos.  Reglas  gm- 
naticcUeSf  Algunas  etimologias,  Reflexiones  y  conclusiones,  Escritura  rntz- 
^ teca,  Escritura  maya,  Comparaciones 512 

Capítulo  vm,  Kameraoion. — Numeración  Tusblada,  Formación  de  los  mí- 
meros,  Sadieales,  Diversas  series.  Artificio  de  la  numeración,  La  numera^' 
don  es  indefinida,  El  sistema,  es  fngesimal,  Resúñnen,  Numeración  para 
o^tfetos  particulares.  Numeración  escrita,  Cuatro  cifras  principales,  Ctfiras 
auxiliares.  Cálculo,  Operaciones  aritméticas.  Pesas,  Medidas  pora  áridos. 
Medida  lineal,  Correspondencia,  DistHbudon  de  las  tierras 536 

Capítulo  IX,  Numeración. — Numeración  Maya,  Primera  serie  fundamen^ 
tal.  Segunda  serie  de  Bak,  Tercera  serie  de  Pie,  Observaciones,  Sistema 
primitivo,  Sistem{imodemo,  Numeración  de  los  tarascos.  Numeración  mix- 
teca,  Zapoteea,  Matlateinca,  Othomi,  Maeahua,  Mixe,  Comparación 559 


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