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Full text of "Historia de la campaña de Tacna y Arica, 1879-1880"

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HISTORIA 


DB   LA 


CAMPANA  DE  TACNA  Y  ARICA 


1879-1880 


DON  ANÍBAL  PINTO 


o 


HISTORIA 


DE  LA 


1879-1880 


POR 


k  VICUÑA  MACKENNA 


í4«Qh 


ILUSTRADA  CON  VISTAS,  RETRATOS,  ETC. 


SEaUNDA  EDICIÓN 


SANTIAGO  DE  CHILE 

RAFAEL  JOVER,  EDITOR 

OAIiLE  DB  LA  BAKDB&A»  NÚX.  73 


t 


1      Jiii  r^ipoi     1 


^         1;     . 


E8  propiedad  del  editor 


IM?.   CERVANTES,  BANDERA,  73 


DEDICATORIA 


gQL"Z3^ 


A  los  bravos  i  magnánimos  jefes,  oficiales,  soldados 
1  marinos,  que  ofrecieron  a  Chile  en  holocausto  sus 
nobles  vidas  en  los  combates  de  tierra  i  de  mar  que 
'  estas  pajinas  de  admiración,  de  justicia  i  de  gratitud 
conmemoran,  dedícalas  el  autor  como  el  intimo,  pro- 
fundo 1  cariñoso  homenaje  de  su  alma  de  chileno  i  de 
8u  misión  de  escritor. 


B.  Vicuña  Mackenna 


Santiago,  mayo  I.""  de  1881. 


ADVERTENCIA 


Annqne  la  presente  obra  relativa  a  las  gloriosas  campaflas 
'qne  el  ejército  de  Chile  llevó  a  cabo  en  los  departamentos  del 
Sor  del  Perú|  desde  Pisagua  a  Moqaehna  i  desde  Tacna  a  Arica, 
pnede  considerarse  como  nn  libro  separado  i  completo  en  el  pe« 
ríodo  qne  abraza,  forma  sin  embargo  parte  integrante  de  la  se- 
rie de  narraciones  históricas  qne  el  antor  ha  emprendido  para 
consignar  los  grandes  hechos  de  la  gnerra  sostenida  por  Chile 
4X>ntra  las  repúblicas  aliadas  del  Perú  i  Bolivia  darante  los  tres 
aftoB  de  1879,  80  i  8L 

La  mitad  i  la  parte  minuciosa  i  documentada  de  la  gnerra 
ha  sido  entregada  ya  al  público  en  dos  volúmenes  titula- 
dos Histeria  de  la  Campaña  de  Tarapacd  qne  comprenden  los 
prolijos  oríjenes  de  la  gnerra  i  sn  lento  desarrollo  hasta  la  crnel 
pero  memorable  batalla  qne  el  27  de  noviembre  de  1879  dio  por 
resultado  la  ocnpadon  total  del  departamento  de  Tarapacá  por 
los  chilenos,  i  al  propio  tiempo  cierra  el  primer  ciclo  i  la  prime- 
ra faz  de  la  gnerra. 

Es  dable  hoi  por  consigaiente  entrar  mas  de  lleno  en  el  drama 
de  las  campaflas;  i  el  historiador,  en  virtad  de  so  tarea  previa  e 
improba  ya  cnmplida,  se  halla  en  mejor  aptitud  de  prescindir 
con  cierta  libertad  de  la  documentación  para  penetrar  de  lleno 
en  el  terreno  palpitante  de  los  acontecimientos  militares  i  de  las 
mas  vivas  peripecias  de  la  gran  contienda  nacional. 


y 


—  8  — 

En  este  sentido  la  historia  recordada  de  la  campaña  de  Tara-^ 
paca  en  1879  pnede  considerarse  como  la  introducción  indispen- 
sable de  esta  serie  de  libros,  que  terminará  en  el  volAmen  con- 
sagrado a  la  inmortal  i  rápida  empresa  qae^condajo  victoriosaa^ 
las  banderas  de  Chile  hasta  las  gradas  de  la  catedral  de  Lima  i 
el  pórtico  de  sn  palacio  vice-real. 

El  editor  se  lisonjea,  por  consigaíente,  con  la  jastificada  espe-- 
Tanza  de  qne  los  dos  volúmenes  qne  desde  hoi  comienza  a  en- 
tregar al  público,  serán  acojidas  por  éste  con  la  misma  benevo- 
lencia qne  los  dos  primeros,  cuya  edición  se  agotó  por  completo* 
aun  antes  de  estar  repartidas  i  puestas  en  venta  las  últimas  en- 
tregas. 

I  por  efate  llano  camino,  los  qne  aman  la  gloria  de  su  patria^ 
i  los  qne  de  alguna  manera  hayan  tomado  parte  en  sus  nobles 
empresas  recientemente  consumadas,  tendrán  siempre  a  la  ma<^ 
no  una  compilación  tan  imparcial  como  verídica  de  los  grande» 
hechos  de  que  la  América  i  el  mundo  han  sido  testigos. 

En  todo  caso  la  historia  cabal  de  las  campañas  de  Chile  en  el 
Perú  no  tendrá  mas  estension  que  los  cuatro  volúmenes  ya  re- 
cordados. 

El  Editor 

Santiago,  mayo  1.^  de  188 L 


CAPITULO  I 


EL    CAMPAMENTO    DE    DIBUJO 


Ausencia  del  jeneral  en  jefe  i  del  ministro  de  la  guerra  en  campaña,  du- 
rante la  eepedicion  a  Tarapacá. — El  jeneral  Baqnedano  toma  el  mando 
del  ejército,  i  notable  actiyidad  que  desplega  al  tener  noticia  del  Qonflic» 
to.— £1  teniente  Besoain  es  el  primero  en  traer  la  nueva  del  combate. 
— ^Marcha  del  ejército  a  Dibujo. — El  jeneral  Baquedano  encuentra  al 
comandante  Yergara  i  conferencia  con  el  cemano&nte  Arteaga. — Llega 
el  comandante  Telazquez  al  campamento  de  Dibujo. — ^Medidas  que  se 
toman  para  ayeriguar  el  paradero  del  enemigo — ^El  capitán  Latham  se 
adelanta  con  ocho  Cazadores  i  regresa  sin  noticias  positiyas. — Se  con- 
centra toda  la  caballería  en  Dibujo. — ^Esploracion  sobre  Tarapacá  en- 
comendada al  comandante  Ürriola. — ^Los  heridos  peruanos  i  chilenos  en 
U  ambulancia  de  Tarapacá. — Horrible  aspecto  de  la  quebrada — Los  ca- 
dáveres de  loe  oficiales  del  Chacabuco. — Consternación  en  los  ánimos. 
— Paso  impmie  de  un  convoi  de  ganado  para  Arica. — El  AmcusowM  en 
Iqnique.-»Yiaje  a  Pisagna  del  ministro  de  la  guerra  i  del  jeneral  en  jefe. 
— ^Establece  éste  su  cuartel  jeneral  en  la  oficina  Beamés  i  ordena  la 
persecución  del  enemigo  por  la  caballería. 


I. 


En  el  libro  histórico  que  sirve  de  amplia  i  na* 
tnral  introducción  al  que  en  esta  portada  comien- 
za^ dejábamos  terminada,  a  la  caída  de  la  tarde  del 
dia"27  de  novienbrc  de  1879  ^dia  nefasto)  la  in- 
decisa batalla  de  Tarapacá,  ocurrida  en  la  que- 

HIST.  DE  LA  C.  DE  T.  I  A«  2 


—  10  — 


brada  de  ese  nombre  i  que  fue  tan  cruel  como  es- 
téril para  ambos  combatientes,  chilenos  i  peruanos, 
fruto  solo  de  un  heroico  pero  culpable  atolondra 
miento.  (1) 


II. 


Ausentes  en  esos  momentos,  mas  por  la  nove- 
dad de  la  captura  del  puerto  de  Iquique  que  por 
exijirlo  el  desarrollo  de  la  campaña,  el  ministro 
de  la  guerra  don  Bafael  Sotomayor  i  el  jeneral 
en  jefe  don  Erasmo  Escala,  habia  quedado  provi- 
sionalmente el  mando  del  campo  de  Dolores  al 
jeneral  de  caballería  don  Manuel  Baquedano,  que 
tan  humildes  como  patrióticos  puestos  desempe* 
ñara  desde  que  comenzó  la  guerra,  fuera  en  An- 
tofagasta  al  cargo  de  la  provisión  de  la  caballería 
en  el  desierto,  fuera  en  Pisagua  donde  tuvo  a  su 
ciiidado  personal  i  asiduo  las  máquinas  de  resacar 
agua  para  proveer  a  la  salud  del  ejército. 


IIL 


Hallábase  el  jeneral  interino  en  la  oficina  de 
Anjela,  situada  en  el  grupo  de  Santa  Catalina  i 
el  BearnéSy  algo  mas  de  una  legua  al  sur  del  dis- 


(1)  HisTOBiA  DB  LA  CampaRa  db  Tabapaoí,  tomo  2.\ 


Por- 
quel 
o  de 
que 


des- 

íede 


bre- 
con- 
mas 
odu- 
lano 
rida 
iban 
o  en 
esta 
roDa 


abia 
am- 
don 
da  a 


—  12  — 

los  primeros  tiros,  logró  reunir  toda  su  enerjía  pa- 
ra galopar  a  través  de  la  pampa,  conduciendo  su 
caballo  por  el  diestro  un  cabo  de  su  batería  lla- 
mado Eeyes. 

El  teniente  Besoain  había  llegado  a  Dolores  a. 
las  4  de  la  tarde,  i  poco  después  confirmó  su» 
aprehensiones  de  un  desastre  el  alférez  Or tuzar 
que  pertenecía  a  la  columna  Santa  Cruz,  deshecha, 
en  las  primeras  horas  de  la  mañana. 


V. 


Alarmados  con  aquellos  anuncios,  los  ayudan- 
tes del  Estado  Mayor  comenzaron  a  poner  las 
tropas  sobres  las  armas,  de  suerte  que  al  venir  el 
jeneral  al  campamento,  fué  fácil  a  éste  emprender 
con  tanta  resolución  como  celeridad  un  movi- 
miento de  avance  hacia  la  estación  llamada  de 
Dibujo,  situada  cuatro  o  cinco  leguas,  marchando 
por  los  rieles,  hacia  el  sudeste  de  Dolores. 

En  consecuencia,  el  ejército,  perfectamente 
amunicionado  i  con  víveres  para  dos  dias  en  sug 
morrales,  se  ponía  en  marcha  hacia  aquel  punto 
cuando  los  últimos  destellos  del  crepúsculo  em- 
palidecían la  vasta  i  solitaria  llanura. 

El  Batallón  Búlnes  rompía  la  marcha,  i  en  se- 
guida desfilaban  por  el  flanco,  silenciosos  pero  en 
perfecto  orden  militar,  los  rejimientos  Buin,  S.""  i 
4.""  de  línea,  los  batallones  Naval  i  Valparaíso  i 


léa- 
los 
los 
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Es- 


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—  14  — 


VII 


Instalada  la  división  en  Dibujo  como  mejor  era 
posible  en  el  desamparo  i  la  premura,  el  jeneral 
Baquedano  tomó  con  serenidad  todas  las  medidas 
que  la  situación  requería  a  fin  de  recojer  los  dis- 
persos, curar  los  heridos  i  esplorar  el  campo  hacia 
el  Oriente,  en  cuya  dirección  estuvieron  llegando 
toda  la  noche  del  27  i  durante  la  mañana  del  28 
grupos  de  rezagados  i  de  herídos,  pero  sin  soltar 
sus  armas. 

Por  fortuna  aquella  misma  noche  se  presentaron 
en  Dibujo  los  cirujanos  AUende^Padin  i  Puelma- 
Tupper  que  prestaron  oportunos  servicios  a  tanto 
valeroso  estropeado  por  el  plomo  enemigo,  el 
cansancio  de  las  marchas  i  la  imprevisión  ajena. 

VIH. 

A  fin  de  tomar  lenguas  de  lo  que  pasaba  en  la 
quebrada  i  mientras  venia  por  opuestos  rumbos 
la  dispersa  caballería  chilena,  el  jeneral  en  jefe 
despachó  en  la  tarde  del  dia  28  una  descubierta 
de  ocho  Cazadores  al  mando  del  activo  capitán 
voluntario  don  Marcos  Latham. 

Mas  como  esta  fuerza  regresara  en  la  mañana 
del  dia  29  sin  haber  adquirido  noticias  exactas 
sobre  la  verdadera  situación  del   enemigo,  cuyo 


—  15  — 

grueso  suponíase  a  esas  horas  atrincherado  en  el 
pueblo  de  Tarapacá,  organizóse  esa  misma  tarde 
una  columna  formal  de  esploracion.  Era  esta 
compuesta  de  50  Granaderos  a  caballo^  de  varios 
oficiales  que  iban  a  buscar  sus  deudos  muertos  i 
heridos,  del  médico  mayor  del  ejército  don  José 
Domingo  Gutiérrez  i  de  diversos  voluntarios  atraí- 
dos por  la  novedad  o  la  aflicción.  Tomó  el  man- 
do de  esta  partida  el  comandante  del  batallen 
Naval  don  Martiniano  Urriola,  cuyo  hijo  primo - 
jénito  había  perecido  en  la  fatal  batalla*  Iban  con 
él  en  esta  peregrinación  del  alma,  el  capitán 
Arrate,  hijo  político  del  bravo  e  inmolado  jefe  del 
2."*  de  línea,  don  Eleuterio  Eamirez,  el  capitán 
Lira  Errázuriz,  el  alférez  Luis  Sarratea  i  otros 
oficiales  que  contaban  deudos  o  amigos  en  el 
campo  del  martirio. 


IX. 


Acompañaba  asimismo  al  comandante  Urriola 
el  capitán  Fuentes,  jefe  de  la  artillería  tan  dolo- 
rosamente  perdida  en  la  refriega  de  la  ante-vís- 
pera, pero  que  confiadamente  se  esperaba  reco^' 
brar.  El  comandante  Velazquez,  jefe  superior  de 
aquella  arma  habíase  incorporado  también  a  esas 
horas  al  cuartel  jeneral. 

Hallábase  este  distinguido  oficial  en  Pisagua 
enfermo  i  recobrándose  a  bordo  del  Itata;  mas  al 


—  16  — 

primer  vago  rumor  telegráfico  de  un  contraste 
sufrido  por  nuestras  armas,  solicitó  un  caballo  i 
galopando  toda  la  noche  llegaba  al  campo  de 
Dibujo  a  las  10  de  la  mañana  del  dia  28.  A  esas 
horas  el  jeneral  Baquedano  reposaba  su  velada 
a  la  sombra  de  una  desvencijada  estera  echada 
sobre  un  muro,  i  al  darse  cuenta  de  la  caballero- 
sa conducta  de  aquel  pundonoroso  jefe,  tendióle 
con  efusión  la  mano,  sellándose  así  en  aquel  sitio 
la  cordial  amistad  que  conduciria  a  ambos  mas 
tarde,  unidos  en  la  responsabilidad  i  en  los  altos 
puestos,  a  la  gloriosa  victoria  cuyo  relato  pondrá 
fin  al  presente  volumen,  coronando  las  cimas  de 
Tacna. 


X. 


Cuando  el  comandante  Urriola  desfilaba  con 
su  pequeña  columna  por  la  pampa  del  Tamaru- 
gal  con  rumbo  hacia  el  oriente,  una  densa  polva- 
reda que  avanzaba  rápidamente  por  el  sur  le  hizo 
detener  el  paso  en  guarda  de  algún  inesperado 
peligro.  Eran  los  cazadores  a  caballo  que  llega- 
ban de  Peñablanca,  despachados  desde  Iquique 
en  auxilio  de  la  división  de  Tarapacá  cuando  supo 
allí  el  coronel  Sotomayor  su  riesgo  i  su  aisla- 
miento. Los  Granaderos  hablan  entrado  a  su  tur- 
no a  Dibujo  en  la  mañana  del  28  en  número  de 
180.  Agregados  a  éstos  380  Cazadores  que  ingre- 


—  17  — 


saroD  aquel  campo  el  dia  30  de  noviembre,  te- 
nia el  jeneral  Baquedano  ana  bonita  división  de 
cerca  de  seiscientos  hombres  de  so  arma  favorita 
i  en  aqael  momento  la  mas  necesitada. 


XI, 


La  escursion  del  comandante  Urriola  a  la  que- 
brada de  Tarapacá  fué  mas  melancólica  que  fruc- 
tuosa. Era  aquel  sitio  un  horrible  cementerio 
poblado  todavía,  a  esas  horas,  de  tenues  j  émidos 
que  salian  de  enormes  piras  de  cadáveres.  El  so- 
corro de  los  moribundos  era  ya  tardío,  pero  entre 
otros  recojióse  a  un  soldado  que  yacia  al  sol  des- 
de hacia  tres  dias  i  vivió  mas  tarde  para  vengar 
su  íenta  a<i;onía.  Llamábase  este  animoso  soldado 
de  la  Artillería  de  Marina,  Facundo  López,  i  ha- 
bia  sido  uno  de  los  afortunados  descubridores  de 
Caracoles,  donde  como  minero  ganó  una  fortuna 
que  perdió  en  seguida  como  milite. 

La  inspección  de  los  cadáveres  sembrados  en  el 
campo  fué  para  los  conmovidos  esploradores  un 
espectáculo  de  profundo  horror.  «Al  primero  que 
encontramos,  escribía  en  una  carta  el  alentado 
oficial  del  Chacabuco,  don  Luis  Sarratea,  que  ha- 
bla ido  en  demanda  de  sus  compañeros  de  cuerpo, 
fué  al  inolvidable  Pedro  ürriola.  Lágrimas  roda- 
ron por  mis  mejillas  al  contemplar  el  triste  pero 
glorioso  fin  de  mi  buen  amigo;  la  herida  que  re- 

HT8T,  DE  LA  C.  DE  T.  I  A.  3 


—  18  — 

cibiera  el  dia  de  la  batalla  habla  sido  en  una 
pierna:  pero  ahora  ¡qué  diferencia!  Tenia,  ademas, 
un  balazo  en  el  peeho,  un  bayonetazo  eo  el  ojo 
izquierdo  i  dos  en  la  cabeza,  fuera  de  varios  otros 
en  distintas  partes  del  cuerpo. 

<tA  corta  distancia  hallamos  el  cadáver  de  Jor- 
je  Cuevas.  Tenia  solo  la  herida  que  le  habia  oca- 
sionado la  muerte  casi  instantánea,  i  que  recibie- 
ra en  el  corazón. 

«Cerca  de  Jorje  estaba  el  cuerpo  del  pobre 
Martin  Frias  que,  como  todos  esos  denodados  ni- 
ños, portóse  valerosamente,  vendiendo  cara  su 
vida,  batiéndose  como  sabe  hacerlo  un  oficial  chi- 
leno, mejor  dicho,  como  lo  hace  todo  chileno,  sin 
contar  al  enemigo  i  pensando  solo  en  la  honra  i 
lustre  de  su  bandera. 

«El  cuerpo  del  arrojado  mayor  Valdivieso,  creo 
haberlo  reconocido  en  un  tronco  calcinado  por  el 
fuego  que  nuestros  bárbaros  enemigos  aplicaron 
a  los  que,  cayendo  heridos  durante^  la  acción,  no 
pudieron  reunirse  con  sus  compañeros. 

«Después  de  recorrer  el  campo,  anadia  el  ani- 
moso sepulturero,  bajamos  al  pueblo.  Al  entrar  a 
éste  encontramos  treinta  cuerpos  carbonizados  i 
otros  medio  quemados.  ¡Horrorli» 

XII. 

La  venganza  de  los  vencidos  de  San  Francisco 


—  19  — 

gobre  los  que  ya  no  podian  defenderse  habia  sido 
verdaderamente  atroz.  dSe  hubiera  dicho,  escla- 
maba  en  una  carta  íntima  el  coronel  Urriola  al 
contemplar  el  cadáver  despedazado  de  su  noble 
hijo,  que  nos  habiamos  batido  no  con  hombres 
sino  con  fieras.  ]> 

XIIL 

Entretanto,  adquirióse  por  los  espl oradores  la 
certidumbre  plena  de  que  los  peruanos  hablan 
desocupado  el  pueblo  i  la  quebrada  en  indecible 
confusión  durante  la  noche  del  combate,  abando- 
nando armas,  provisiones  i  sus  propios  heridos, 
sin  poder  arrastrar  siquiera  los  cañones  conquis* 
tados  en  la  mañana  en  la  ladera  i  que  constituían, 
junto  con  un  puñado  de  soldados  de  diversos 
cuerpos,  su  único  trofeo.  Sus  heridos,  amontona- 
dos en  una  pobre  ambulancia,  alcanzaban  a  165, 
i  entre  cuarenta  oficiales,  encontrábase  el  va- 
liente coronel  Ríos,  jefe  de  la  5.*  división,  que 
falleció  pocos  dias  mas  tarde  (el  12  de  diciem- 
bre) en  el  hospital  de  Antofa<?a8ta.  Al  penetrar 
en  la  ambulancia,  que  se  hallaba,  sin  remedios  i 
sin  alimentos,  a  cargo  de  dos  jóvenes  cirujanos, 
no  siendo  dueño  de  su  dolor,  el  comandante  Urrio- 
la increpó  fuertemente  su  conducta  en  la  batalla 
a  los  oficiales  peruanos  allí  hacinados,  formulando 
acervos  cargos  por  el   martirio  de   su  hijo.   Pero 


—  2ü  — 

aquellos,   medrosos  de  su  situación,  se  escusaron 
con  la  barbarie  incontenible  del  soldado.  El  co- 
ronel Ríos  mostró,  sin  embargo,  gran  entereza  de . 
ánimo  i  patriótica  resignación  hasta  su   última 
hora. 

XIV. 

Por  fortuna,  entre  los  heridos  del  enemigo  los 
chilenos  encontraron  medianamente  asistidos  al 
bravo  comandante  Vivar  que  alcanzó  así  aquella 
misma  noche  (noviembre  30)  la  dicha  por  él 
suspirada  de  morir  en  medio  de  los  suyos;  a  los 
capitanes  Necochea  i  Silva  Renard,  i  a  los  subte- 
nientes del  2.%  Párraga  i  Olmedo,  que  se  habían 
distinguido  sobre  manera  en  la  batalla,  así  como 
el  teniente  del  Ohacabuco  don  Víctor  Lira  Errá- 
zuriz.  Noble  cosa  es  recordar  que  todos  esos  va- 
lientes se  recobraron  rápidamente  de  sus  heridas 
para  ir  a  recibir  los  unos  la  muerte  i  los  otros 
gloriosa  confirmación  de  su  denuedo  en  nuevos 
campos  de  batalla. 


XV. 


La  columna  del  comandante  Urriola  regresó  al 
campo  de  Dibujo  en  la  tarde  del  30  de  noviem- 
bre, i  era  tan  intenso  el  natural  desfallecimiento 
que  en  todos  los  ánimos  infnndia  la  horrenda  vis- 


-al- 
ta del  campo  de  la  matanza,  que  los  espediciona* 
rios,  ocupados  en  dar  sepultura  a  los  muertos,  de- 
jaron escapar  impunemente  una  arria  de  bueyes 
que  aquel  día  atravesaba  la  quebrada  por  las  cer- 
canías del  pueblo  de  Tarapacá,  i  se  dirijia  a  Ari- 
ca desde  los  campos  arjentinos.  El  comandante 
Urriola  se  encontraba  de  regreso  en  Dibujo  al 
amanecer  del  I.""  de  diciembre,  después  de  una 
marcha  forzada  por  el  desierto. 

XVL 

Mientras  todo  esto,  que  era  alarma  i  tristeza 
para  muchos  pechos,  tenia  luf^ar  en  el  campo  soli- 
tario e  inclemente  de  Dibujo,  los  directores  de  la 
guerra  dábanse  lenta  cita  en  el  cuartel  jeneral  de 
Santa  Catalina. 

Avisado  por  el  telégrafo  desde  Dolores  de  la 
inminencia  de  un  fracaso,  el  comandante  del  vele- 
ro trasporte  Amazonas  se  habia  dirijido,  a  las  ora- 
ciones del  mismo  dia  del  combate  de  Pisagua,  a 
Iquique,  en  cuya  rada  fondeaba  a  las.  11  de  esa 
noche.  En  esa  hora  o  algo  mas  tarde,  embarcóse 
de  regreso  el  jeneral  Escala,  dominado  por  una 
justa  alarma,  i  al  dia  siguiente,  en  un  segundo 
viaje,  el  mismo  trasporte  condujo  a  Pisagua  al  mi- 
nistro de  la  guerra  en  campaña^  con  varios  oficia- 
les i  agregados. 

No  se  dieron,  sin  embargo,  los  dos  últimos  dig- 


—  22  — 

natarios  del  ejército  demasiada  prisa  para  inter- 
narse en  demanda  del  campo  de  Dibujo,  porque 
solo  el  2  de  diciembre,  a  las  5  de  la  tarde,  deseen* 
dian  ambos  en  la  estación  de  Bearnes  de  un  tren 
espreso,  acojidos  por  los  ecos  de  las  bandas  que 
festejaban  su  tardío  ariibo.  Es  regla  primordial 
de  guerra  la  de  que  nn  jeneral  en  jefe  no  debe,  por 
motivo  alguno,  separarse  jamas  del  ejército  que 
comanda,  i  el  caso  ocurrido  era  una  demostración 
palpitante  que  la  confirmaba. 

El  digno  jeneral  Escala  estableció,  entretanto, 
su  cuartel  jeneral  en  la  cómoda  oficina  de  Bearnes, 
donde  existían,  así  como  en  Sauta  Catalina,  allí 
inmediata,  vastos  i  aun  lujosos  departamentos,  al 
paso  que  el  ministro  de  la  guerra  en  campaña  iba 
a  asilarse  en  la  abrigada  cámara  del  AhtaOy  buque- 
gabinete  en  que  aquel  alto  funcionario  se  hallaba 
perfectamente  acomodado  al  rol  patriótico  pero 
lento  i  pasivo  que  le  habia  sido  asignado  como 
delegado  supremo  de  la  Moneda.  Ehtre  algunas 
medidas  de  detalle  que  el  ministro  i  el  jeneral  en 
jefe  concertaron  [)ara  instalar  a  su  vez  con  mayor 
desahogo  el  ejército,  sacándolo  de  la  asolada  pam- 
pa de  Dibujo,  dispusieron  acertadamente  despa- 
char desde  Dolores  una  gruesa  división  de  caba- 
llería en  persecución  del  ejército  de  Buendía  que 
se  retiraba  penosamente  por  las  cabeceras  de  la 
sierra  hacia  Arica. 

Tal  espedicion,  como  otras  de  su  jénero,  enco- 


--  28  — 

meudada  a  los  jinetes  chilenos  en  aquellos  hórri- 
dos desiertos,  ^ria  completamente  infructuosa. 
Pero  antes  de  narrar  sus  marchas  i  contramarchas 
en  los  páramos  i  quebradas  será  preciso  seguir  de 
cerca  el  duro  i  fatigoso  derrotero  por  el  cual,  con 
constancia  digna  de  mejor  suerte,  operaba  su  reti- 
rada el  que  habia  sido,  dos  semanas  hacia,  el  im- 
ponente ejército  aliado  de  Tarapacá,  encargado 
por  el  Perú  i  por  Solivia  de  su  guarda,  su  honra 
i  su  defensa. 


CAPITULO  II 


LA  (RETIRADA  DE  LOS  PERUANOS  A  CAMIRa 

• 

Inipresion  de  pánico  bajo  la  cual  se  retiran  los  peruanos  de  Tarapacá. — 
Topo^^rafía  de  sn  derrotero. — Las  quebradas  ael  norte.— El  señor  de 
Chüfimisa  i  las  «minas  de  frió»  de  Sibaya. — Aventuras  del  capitán  chileno 
Laiseca. — ^Miseria  espantosa  de  aquellos  lugares  saqueados  por  los  boli- 
vianos dispersos  en  Pisagua  i  San  Francisco. — Distancias  i  jornadas  de  la 
retirada  ae  los  peruanos.— Su  plan  hasta  Camiña.->  Las.  dos  primeras 
jomadas. — Pachica  i  Mocha.— Los  prisioneos  chilenos.— El  subteniente 
Silva  Basterrica  i  Maria  la  Gitinde.— El  cabo  Plata  i  su  relación  de  las 
jomadas. — Cuesta  de  Pacomilla.— Relación  del  oriental  Neto. — Esperan- 
za que  conforta  a  los  fujitivos  en  su  marcha. — Ordenes  i  socorros  que 
envía  Montero  desde  Arica  a  Jaiña  — El  ejército  peruano  en  Soga.  ^Im- 
portancia estratéjica  de  la  posición  de  Gamifia  para  la  retirada. — Falsa 
alarma  que  hace  abandonar  a  los  peruanos  esta  línea. 


Es  asunto  juzgado  i  ya  fuera  de  la  contro- 
versia de  la  historia  el  de  que  si  el  sangrien- 
to i  memorable  combate  de  Tarapacá  fué  una 
ventaja  militar  momentánea  para  el  ejército  pe- 
ruano, fué  a  la  par  jornada 'de  inmarcesible  gloria 
para  los  chilenos.  Victoria  definitiva  no  hubo  de 
hecho  para  nadie.  Resumióse  el  cruento  dia  en 


0f\  

una  doble  retirada  que  durante  la  noche  ejecuta- 
ron a  la  luz  de  la  luna  ambos  combatientes:  los 
asaltantes  hacia  Dibujo,  los  asaltados  a  Pachica. 

Pero  hubo  en  aquel  doble  movimiento,  casi 
paralelo  a  la  retaguardia,  una  diverjencia  notable 
para  los  combatientes.  El  ejército  de  Chile  se 
concentró  para  perseguir.  El  del  Perú  troco  su 
retirada  en  fuga,  i  este  resultado  fué  en  defi- 
nitiva, la  faz  militar  de  la  campaña  de  Tara- 
paca  aun  para  el  criterio  de  sus  propios  histo- 
riadores i  cronistas.  La  desocupación  del  terri- 
torio disputado  quedó  completa.  I  aun  entre  los 
peruanos  se  han  contado  críticos  intelijentes  que 
han  atribuido  la  retirada  de  los  que  se  llamaban 
vencedores  a  su  propio  pánico.  «Cuando  el  co- 
ronel Suarez,  jefe  de  estado  mayor  del  ejército,  se 
ocupaba  en  aprestar  las  seis  únicas  muías  que, 
después  de  la  fuga  de  las  «brigadas»,  quedaban 
de  servicio  pero  desprovistas  de  los  arreos  de  car- 
ga, dice  el  narrador  Molina,  sorprendióle  en  uno 
de  los  cuarteles  otra  noticia  fatal  comunicada  por 
un  arriero. 

«El  misterio  oculta  la  denuncia.  Sin  embargo, 
debió  haber  sido  terrible,  pues  el  coronel  Suarez 
sufrió  una  transformación  estraordinaria. 

«En  el  acto  dio  orden  de  levantar  el  campo, 
emprendiéndose  precipitadamente  la  retirada  mas 
inconveniente  que  rejistra  nuestra  historia. 

«¿Qué  habia  acontecido? 

IIIST.  DK  LA  C.  DR  T.  I  A.  4 


—  26  — 

4 

í(Se  cuenta  que  el  siniestro  mensajero  dijo  al 
oido  al  coronel  Suarez:  Los  chilenos  descienden 
a  la  quebrada: 

o:  Estas  palabras  fueron  para  el  arbitro,  de  la 
suerte  del  ejército  como  la  cabeza  de  Medusa:  Se 
emprendió,  pues,  la  marcha  i  se  dejaron  arroja* 
dos  sobre  el  campo,  a  la  intemperie  i  entregados 
a  la  ferocidad  chilena,  a  distmguidos  jefes  i  ofi- 
ciales heridos.  Allí  quedó  la  artillería  capturada, 
que  fué  el  gran  trofeo  de  la  histórica  victoria,  i 
se  abandonó  a  merced  del  invasor  el  mas  valioso 
i  floreciente  departamento  de  la  república.» 


II. 


Es  lo  cierto  que  a  las  doce  de  la  noche  del  dia 
del  formidable  combate,  reto  a  muerte  de  dos 
pueblos,  el  ejército  peruano  se  ponia  en  marcha 
cubriendo  su  retaguardia  la  1/  división,  mandada 
por  el  coronel  Herrera,  la  menos  trabajada  en  el 
mortífero  i  prolongado  encuentro  de  aquel  dia. 
Los  peruanos  abandonaban  así  no  solo  sus  heri- 
dos sino  sus  armas,  sus  municiones  i  hasta  sus 
víveres.  El  cuerpo  que  iba  mejor  provisto  de  per- 
trechos en  la  temerosa  retirada  guardaba  diezio- 
cho  cápsulas  en  sus  morrales,  es  decir^  el  fuego  de 
cinco  minutos.  La  penuria  i  la  zozobra  de  aque- 
lla marcha  de  95  leguas  peruanas  hasta  Arica, 
iban  a  ser  por  tanto  indecibles. 


—  27  — 


IIÍ 


Serpenteaba  el  áspero  sendero  que  el  deshecho 
pero  empedernido  ejército  del  Pera  iba  a  recorrer 
en  BU  retirada,  por  los  áridos  i  abruptos  faldeos 
de  la  cordillera  que  cierra  la  pampa  del  Tamaru- 
gal  hacia  el  oriente,  i  cuyas  yermas  cimas  corona 
cnal  sombría  diadema  el  lejano  i  solitario  cono 
del  Isluga,  volcan  apagado.  Es  esa  una  ramifica- 
ción de  los  Andes  bolivianos,  de  horrible  i  des- 
nudo aspecto,  partido  a  trechos  por  hondas  que- 
bradas a  manera  de  tajos  profundamente  escar- 
pados por  cuyo  fondo  corren  hilos  de  aguas, 
nauseabundas  en  el  estío,  turbias  i  torrentosas  en 
la  época  de  las  lluvias  de  la  altiplanicie.  Riegan 
éstas,  por  temporadas,  escasos  campos  de  alfalfa  i 
de  maiz,  único  alimento  de  la  bestia  i  del  indio, 
que  allí  es  como  la  bestia;  al  paso  que  los  últi- 
mos, en  los  recodos  del  estrecho  cauce  o  en  las 
faldas  que  lo  dominan  en  sus  márjenes,  amontonan 
stts  chozas  de  chirca  i  lodo,  notorias  por  sus  te- 
chos planos  perpetuamente  exentos  de  la  lluvia. 
Unos  cuantos  enfermizos  perales  i  los  gallardos 
pimientos  o  molles  de  Bolivia  suelen  dar  sombra 
a  aquellos  miserables  villorrios,  albergues  peren- 
nes de  la  miseria  i  del  ocio,  de  la  superstición  i 
de  la  chicha. 


—  28 


IV. 


En  el  lóbrego  laberinto  de  aquellas  quebradas 
que  recuerdan  a  la  fantasía  las  imájenes  del  aver- 
no paíjano,  ocupa  el  centro  del  sistema  la  de  Ta- 
rapacá,  la  mas  fértil,  amplia  i  abundosa,  por  cuya 
razón  hállase  ubicada  a  su  salida  sobre  la  pampa 
su  vetusta  capital. 

Hacia  el  sur  descienden  sucesivamente  las  que- 
bradas de  Pica,  famosa  por  sus  viñedos,  i  las  de 
Huatacondo  i  Tamentica,  lugares  miserables  que 
abren  estrechos  pjisos  a  Bolivia  i  tienen,  por  con- 
sitruiente,  un  poco  de  agua  para  la  bebida,  alfalfa 
escasa  para  las  llamas  i  unas  cuantas  chozas  para 
los  arrieros. 


V, 


Hacia  el  norte  de  Tarapacá,  suceden  se  en  or- 
den semejante  la  quebrada  de  Mocha,  que  es  solo 
un  oasis,  la  de  Camina  que  es  el  nacimiento  del 
valle  de  Tacna  i  de  Pisagua,  i  la  de  Camarones, 
que  va  a  rematar  al  océano  no  lejos  de  Arica. 
Todos  son  parajes  rocallosos,  quebrados,  de  as- 
pecto horrible,  sumamente  estériles  i  desnudos 
lo  mismo  de  industria  que  de  población. 

Si  el  agua,  que  los  visita  como  el  Nilo  por  alu- 
viones periódicos,  fuera  permanente,   la  estensa 


1 


—  29  — 

pampa  del  Tamarugal  seria  susceptible  de  ser 
convertida  no  solo  en  una  opulenta  dehesa  de  ga- 
nados sino  en  el  jardin  de  la  América,  gracias  a 
la  suavidad  de  su  clima.  Pero  la  pampa,  a  la  ma* 
ñera  de  colosal  esponja,  absorve  en  sus  insacia- 
bles fauces  de  caliche  hasta  los  últimos  átomos 
del  regadío  de  las  quebradas,  i  de  esta  suerte  las 
corrientes  andinas  que  bajan  de  la  meseta  boli- 
viana, conviértense  en  verdaderos  ríos  subterrá- 
neos que  alimentan  fuentes  inagotables  como  los 
pozos  de  Dolores. 

Quedan  entonces,  en  medio  de  los  secadales 
del  verano,  por  único  atavío  a  las  quebradas,  unas 
cuantas  vertientes  minerales,  especialmente  de 
carácter  sulfuroso,  que  los  indolentes  naturales 
desdeñan  por  entero. 

En  Sipiza,  lugarejo  situado  en  lo  mas  adentro 
de  la  quebrada  de  Tarapacá,  hai  una  fuente  de 
esta  naturaleza,  i  en  Pica  deliciosos  baños  natu- 
rales abiertos  sobre  lechos  de  arena  en  la  roca 
viva. 


VI. 


Políticamente,  pertenecen  todas  aquellas  co- 
marcas a  la  provincia  de  Tarapacá  i  forman  los 
distritos  de  ese  mismo  nombre,  de  Camina,  Siba- 
ya  i  Pica,  todos  los  cuales  tienen  curas  de  almas, 
o  como  seria  mas  propio  decir,  curas  de  chicha. 


—  80  — 

Allí  las  cuaresmas  son  vendimias  i  la  vida  entera 
el  sueño  torpe  de  la  embriaguez  perpetua. 

En  el  paraje  completamente  andino  de  Chus* 
misa,  situado  a  83  kilómetros  de  Tarapacá  i  a 
11,250  pies  de  altura,  existe  en  efecto,  un  famoso 
santuario  consagrado  al  «Señor  de  Chusmisai^,  al 
cual  en  cada  año  llevan  los  indios  de  las  quebra- 
das, veinte  leguas  en  contorno,  sus  torpes  adora- 
torios  de  alcohol  de  maiz,  i  algún  comercio  de 
sogas  i  pieles  de  llama,  burdos  tejidos  de  lana  i 
unas  pocas  mercaderías  europeas  que  andariegos 
traficantes  conducen  desde  Iquique,  o  descienden 
allí  desde  Oruro,  ciudad  casi  equidistante. 

Para  visitar  aquel  santuario,  los  devotos  se  enr 
sangrientan  las  rodillas  marchando  de  hinojos 
sobre  los  guijarros;  i  ejecutado  esto,  se  entregan 
a  espantosas  bacanales  de  alcohol  i  de  lujuria  que 
duran  por  estatuto  ocho  dias  cada  año,  del  1.**  al 
6  de  junio. —Es  esto  loque  se  llama  la  «feria  de 
Chusmisai»,  i  hablando  de  ella  dice  un  intelijente 
cateador  chileno  residente  largos  años  en  esas 
asperezas,  que  los  naturales  que  allí  ocurren  avi- 
ven la  mayor  parte  del  año  en  completa  ocio- 
sidad, entregados  al  licor  i  a  la  concupiscen- 
cia.3>  (1) 


(1)  El  capitán  don  Andrés  Laiseca  en  ana  interesante  i  bas- 
tante completa  memoria  que  ha  escrito  sobre  la  provincia  de 
Tarapacá  i  que   orijinal   existe  en  nuestro  poder.   El   capitán 


—  31  — 


VIL 


Ed  su  retirada  hacia  el  norte,  los  peruanos  no 
iban  a  verse  obligados,  por  consiguiente,  a  visitar 
en  toda  su  estension  estas  quebradas  sucesivas, 
sino  a  rebanarlas  en  sus  últimos  espolones  al  caer 
éstos  a  la  pampa,  ascendiendo  en  este  orden  i  ba- 
jando de  continuo  asperísimas  cuestas,  i  esto,  jun- 
to con  la  desigualdad  de  alturas  i  de  climas,  au* 
mentaría  las  penalidades  de  su  marcha,  agregán- 
dose esas  fatigas  a  las  del  hambre,  la  desnudez  i 
en  ocasiones  la  sed,  el  mayor  tormento  para  el 
hombre  que  camina.  Son  a  la  verdad  algunos  de 
aquellos  sitios  tan  cerriles  que,  encontrándose  la 
ciudad  de  Tarapacá  solo  a  4,055  pies  de  altura  so- 
bre el  nivel  del  mar,  en  la  próxima  jornada  del 
viajero  hacia  Mocha,  se  ha  subido  a  dqhle  eleva- 
ción (7,300  pies),  i  en  seguida  en  Sipiza  a  10,300 


Layseca  es  nataral  de  Concepción,  donde  nació  en  1838  i  ha 
trabajado  minas  en  toda  la  cordillera  de  Chile,  del  Perú  i  de 
Solivia.  Hallábase  poco  antes  de  la  guerra  ocupudo  en  eHplotar 
una  mina  de  azufre  en  la  quebra<la  de  Sí  baya,  pero  el  cura  del 
lagar,  que  miraba  con  recelo  su  presencia  en  aquel  sitio,  predi« 
có  a  los  indios  que  aquel  forastero  estaba  labrando  una  «mina 
de  frio9,  lo  que  daria  por  resultado  que  todos  sus  pastales  se 
helarían,  por  cuyo  motivo  aun  los  mas  libertinos  resistiéronse  a 
trabajar.  En  consecuencia,  hubo  el  esplorador  de  abandonar  su 
faena. 


—  32  - 

pies.  Sibaya,  que  es  el  lugar  mas  socorrido  i  dou- 
de  existe  el  famoso  cura  que  denominaba  <í mi- 
nas de  frioD  las  de  azufre,  yace  a  9,100  pies  de  alj 
tura. 

En  Chusmisa  (11,250  pies)  suele  el  frió  ser  tan 
intenso  que  en  pleno  verano  estuvo  al  morirse 
helado  el  esplorador  Laiseca  algunos  años  há.  El 
mismo  refiere  en  su  memoyia  ya  citada,  que  para 
no  sucumbir  al  influjo  de  una  temperatura  verda- 
deramente polar,  hubo  de  frotarse  el  cuerpo  con 
los  témpanos  de  nieve  que  recojia  de  su  cobertor 
i  de  esa  manera  alcanzaba  una  reacción  salvadora. 

VIIL 

Agregábase  a  esta  hórrida  desolación  de  la  na- 
turaleza la  circunstancia  de  que  todos  aquellos  mi- 
serables lugarejos  de  las  quebradas  habian  sido 
saqueados  por  los  dispersos  de  San  Francisco,  es- 
pecialmente por  los  soldados  bolivianos,  que  en 
espantoso  desorden  se  precipitaron  en  esa  direc- 
ción buscando  su  salida  hacia  Oruro.  Los  peruanos 
mismos  ayudaban  al  despojo  de  sus  infelices  com- 
patriotas i  al  botin  de  sus  aliados,  encontrándose 
este  hecho  infame  señalado  en  las  comunicaciones 
de  sus  propioá  jefes.  Robos,  asesinatos,  violacio- 
nes, todo  el  cortejo  de  crímenes  que  sigue  a  las 
tropas  desbandadas  liabia  pasado  por  allí  en  alas 
de  la  derrota;  i  un  estranjero  que  dias  mas  tarde 


—  33  — 

atravesó  aquellas  tristes  hondanadas,  viaieudo  por 
el  cacnÍDO  de  Oruro  a  Tarapacá,  qo  encontró  sino 
cementerios  donde  antes  existieron  aldeas.  Habia 
comenzado  en  esa  ocasión  la  temporada  de  las 
lluvias  en  las  sierras  (era  enero),  i  el  solitario  ca- 
minante solia  dar  pienso  a  su  enflaquecida  muía 
en  los  retoños  de  la  cebada  que  verdegueaba  a  la 
puerta  de  las  abandonabas  cabanas,  esparcida  la 
semilla  allí  por  los  saqueadores  i  los  fujítivos  (1). 


(1)  El  injeniero  sueco  don  Julio  B.  Bergman  espulsado  de 
Tacna  por  capricho  salvaje  del  capitán  jeaeral  Daza. 

La  tala  i  saqueo  de  las  quebradas  habiau  sidccomenzados  por 
los  dispersos  bolivianos  de  Pisagua  que  huyeron  en  gran  número 
hacia  Oruro.  Fué  la  dispersión  tan  completa  que,  en  carta  de 
Agua  Santa,  noviembre  5  de  1879^  el  coronel  Granier  decia  a 
Daza  que  al  batallón  Victoria  le  quedaban  solo  230  hombres  i  al 
Independencia  vbikticuatko. 

Estos  mismos  dispersos  comenzaron  a  llegar  a  La  Paz,  a  pié, 
armados  i  algunos  heridos,  desde  el  15  de  noviembre^  de  modo 
que  estos  gamos  del  desierto  recorrieron  mas  de  mil  kilómetros 
en  el  espacio  de  trece  dias. 

Hé  aquí  la  nota  oficial  que  acredita  esta  singular  facultad  de 
locomoción  de  las  tropas  bolivianas. 

MINISTERIO  DE  LA  GUEBBA. 


Tji  FaZy  a  19  de  noviembre  de  1879, 


«Sefior  jeneral: 


^rSírvase  Ud.  poner  en  conocimiento  del  capitán  jeneral  del 
ejército,  que  algunos  dispersos  en  el  combate  de  Pisaojua,  según 

HIST.  DK  LA  C.  DE  T.  I  A.  f) 


—  34  — 

Las  derrotas  son  ppr  lo  común  vergüenza  i  mi- 
serias para  los  que  las  padecen  en  el  campo  de 
batalla.  Perp  para  las  comarcas  en  que  se  con  su* 
man,  ciudad  o  despoblado,  aseméjanse  siempre  a 
todos  los  flajelós  humanos.  La  provincia  de  Tara- 
paca  habría  parecido  en  diciembre  de  1879  recien- 
temente visitada  por  el  cólera. 


el  sumario  qne  se  ha  instruido,  viéndose  cortados  por  las  fuerzas 
enemigas,  que  en  número  considerable  desembarcaron  en  las 
caletas  de  Pisagua  Vi'go  i  Junin,  i  no  pudiendo  incorporarse  a 
su  campamento,  porque  también  se  hallaban  desorientados  en 
las  sinuosas  localidades  en  que  se  encontraron,  reuniéronse  en  el 
punto  llamado  Camina;  i  allí  tomaron  la  rara  resolución  de  ve- 
nir a  visitar  a  8U8  familias. 

«En  su  consecuencia,  atr^.vesaron  el  desierto  en  dispersión, 
por  distintos  rumbos,  para  procurarse  recursos,  i  efectivamente 
han  arribado  a  esta  ciudad  i  a  la  villa  de  Oorocoro  en  los  días  15 
i  siguientes  de  los  corrientes.  Entre  éstos  han  venido  algunos 
heridos. 

ak  pesar  de  la  penosísima  marcha  que  han  ejecutado,  nin- 
guno h?  abandonado  su  rifle,  i  todos  los  han  entregado  en  esta 
policia  i  en  la  sub-prefectura  de  Corocero,  haciendo  anotar  sus 
nombres  para  volver  a  sus  cuerpos  después  de  tomar  algún  deS" 
canso. 

^Dígnese  decirme  en  contestación  si  estos  soldados  volverán 
iBk  sus  cuerpos  o  si  serán  incorporados  en  el  ejércit;>  de  reserva 
que  con  la  mayor  actividad  voi  organizando  en  la  ciudad  de 
Oruro. 

«Dios  guarde  a  Ud. 

Manuel  Othon  Jofrér^ 

Al  señor  jeneral  jefe  de  estado  mayor  jeneral  del  ejército  boliviano. 


—  35  — 


IX 


En  vista  de  estos  accidentes  i  de  la  dura  topo- 
grafía de  aquellos  parajes,  será  fácil  al  lector  ima- 
jinarse  cuáles  serian  los  sufrimientos  del  ejército 
vencido  que  de  una  manera  tan  violenta  i  asusta- 
diza se  alejaba  a  media  noche  de  Tarapacá  con 
dirección  a  Arica.  Tenia  esa  fuerza,  ya  con  exce- 
so fatigada,  que  recorrer  a  pié  no  menos  de  120 
leguas  chilenas  por  lugares  que  no  ofrecian  ni  el 
mas  pequeño  socorro,  i  para  esto  empleó  veinte 
largos  dias  en  medio  de  abrasador  estío,  alternado 
con  los  hielos  de  las  punas,  ejecutando  en  ocasio- 
nes marchas  de  diez  i  doce  leguas^  conforme  al 
siguiente  itinerario  que  nos  conduce  hasta  Arica, 
término  de  su  peregrinación  por  el  desierto: 

Dias  de  llegada.  Nombre  de  los  logares.  Distancias. 

23  de  noviembre  Tarapacá  a  Pachica...  3  leguas 

29  de         id.  Mocha 8  id. 

1.**  Je  diciembre  Pacomilla 8  id. 

2  de         id.  Sipiza 2  id. 

2  de         id.  Sotoca 2  id. 

2  de         id.  Jaiña 2  id. 

4  de         id.  Soga^. 7  id. 

5  de         id.  Camina . , 7  id. 

7  de         id.  Moquella 4  id. 

9  de         id.  Ñama 6  id. 


—  36  — 

Dias  de  llegada.  Nombre  de  los  lugares.  *  Distancias. 

10  de  diciembre  Marauta 7  leguas 

11  de         id.         Esquina 7     id. 

14  de         id.         Codpa 10     id. 

16  de         id.         Chaca • .  12     id. 

17  de         id.         En  la  pampa 7     id. 

18  de         id.         Arica 3     id. 


El  plan  del  jeneral  Buendía  habia  consistido 
sin  duda  en  ir  descabezando  la  sierra  por  sus  fal- 
das i  sus  cuestas  hasta  Camina,  en  que  comienza 
la  socorrida  quebrada  de  este  nombre  para  ganar 
desde  ésta  i  a  través  de  la  llanura  la  paralela  de 
Camarones,  donde  se  hallaria  en  salvo.  Mas  la 
aparición  de  una  fuerza  sospechosa  en  la  prime- 
ra de  aquellas  hendiduras  le  obligó  a  retroceder, 
como  mas  adelante  habrá  de  verse,  forzándole  a 
ejecutar  largo  i  fatigoso  rodeo  hasta  llegar  a  los 
arranques  de  Camarones  i  descender  desde  allí  a 
Chaca,  cortijo  intermedio  entre  Camarones  i  Ari- 
ca, distante  una  jornada  de  ambos  lugares.  Chaca 
es  una  hacienda  i  oasis  solitario  en  medio  de  la 
pampa. 


XI 


La  primera  jornada  nocturna  de  los  ftijitivos  de 


—  37  — 

Tarapacá  condújolos  a  Pachica,  paradero  estrecho 
de  arrieros,  de  cuyos  canchones  de  alfalfa  la  pri- 
mera división,  que  ahora  cerraba  la  retaguardia, 
habia  partido  aquella  misma  mañana  en  socorro 
de  Buendía,  apretado  en  la  batalla. 

De  Pachica,  el  valle  de  Tarapacá  se  interna  ha- 
cia Loanzana  i  aun  hasta  Sibaya  en  tortuoso  cur- 
so, sembrado  de  parches  de  viñedos,  dé  alfalfa  i 
de  maiz;  pero  como  el  ejército  prófugo  debia  re- 
basar las  estremidades  occidentales  de  la  sierra  a 
fin  de  ganar  el  norte,  abandonó  en  su  segunda 
jornada  el  lecho  de  la  quebrada  para  pasar  desde 
Pachica  la  empinada  i  fragosa  cuesta  de  Mocha 
que  da  acceso  por  el  lado  norte  al  pequeño  oasis 
de  aquel  nombre,  derivado  del  quichua  mochil 
«mascar  maiz2>. 

Allí,  en  medio  de  la  confusión  de  un  completo 
desastre  convertido  casi  en  irremediable  disper- 
sión, el  jefe  de  estado  mayor  del  abatido  ejército 
peruano,  i  quien  en  realidad  conducíalo  como 
superior,  dictó  el  parte  oficial  de  la  jornada  del  27, 
ponderándola  como  sin  igual  victoria.  I  en  segui- 
da creyó  confirmar  ésta  espidiendo  una  pomposa 
orden  del  dia  en  que  daba  las  gracias  en  nombre 
de  la  nación  a  los  combatientes. 


XII 


Iba  envuelto  en  el  convoi   de   los  fujitivos  un 


--  38  — 

puñado  de  cincuenta  prisioneros  chilenos  recoji- 
dos  principalmente  en  la  noche  del  combate,  ha- 
ciéndose notar  eptre  ellos  el  alférez  Silva  Baste - 
rrica,  de  Zapadores,  niño  de  tan  corta  edad  i  tan 
diminuta  estatura,  que  cuando  se  cansaba  le  echa* 
ban  alegremente  sus  custodios  en  una  paila  que 
iba  de  sobornal  sobre  una  muía;  i  por  esto,  al  in- 
terrogarle por  la  primera  vez  en  Arica  el  jeneral 
Montero  preguntóle — «¿dónde  habia  dejado  su 
nodriza?...  3) 

Por  contraposición,  marchaba  junto  a  aquel  po- 
bre niño,  en  los  primeros  días  de  la  retirada,  la 
cantinera  chilena  Maria  Quinteros,  cautivada  en 
el  campo  de  batalla  por  sus  antiguos  conocidos  i 
cautivos  de  Iquique,  donde  esta  mujer  alegre,  cor- 
pulenta i  animosa  era  conocida  antes  de  la  guerra 
con  el  apodo  de  «Maria  la  Grande».  Gracias  a 
sus  antiguas  relaciones  en  el  ejército  del  Perú, 
encontró  luego  acomodo  con  un  proveedor  arjen- 
tino  que  la  instaló  en  Arica  con  un  puesto  de  feu 
jiro,  i  en  él  favoreció  mas  tarde  de  caridad  al  al- 
férez  Silva  Basterrica,  su  compañero  de  marcha  i 
penalidades  (1). 

(1)  «Digo  si  será  melindrosat 

«Condolido  el  jeneral  en  jefe  de  que  la  amorosa  Maria  Quin- 
teros hiciera  la  marcha  a  pié,  ordenó  que  le  dieran  una  bestia. 

«La  fulana  no  quiso  aceptarla  mientras  no  se  trajera  apare- 
jada con  una  montura  conveniente  a  su  sexo. 


1 


—  39  — 


XIII 

Contando,  por  su  parte,  aquellas  dos  primeras 
jornadas  uno  de  los  prisioneros  chilenos  que  por 
fiel  a  su  bandera  i  a  su  jefe  se  habia  entregado  casi 
voluntariamente  al  enemigo,  el  cabo  Plata  Barros 
de  la  Artillería  de  Marina,  referia  sus  propias  pe- 
ripecias i  las  de  sus  compañeros  en  una  estensa 
carta  que  vio  la  luz  mas  tarde,  i  dice  así: 

c Salimos  de  Pachica  a  las  7  P.  M.  del  miislmo 
dia  (28  de  noviembre)  con  dirección  a  un  punto 
denominado  Mocha,  el  cual  dista  ocho  leguas,  te- 
niendo que  repechar  una  cuesta  que  está  a  la  su- 
bida de  Pachica.  Principiamos  a  subir  dicha  cues- 
ta a  las  8  de  la  noche;  i  tan  parada  era,  que  en 
la  mitad  de  ella  comenzaron  a  quedar  tendidos 
los  caballos  i  muías,  pues  ni  los  animales  tenian 
resistencia.  Llegamos  a  la  cumbre  al  amanecer 
del  29. 

«Seguimos  nuestra  marcha  sin  llevar  una  sola 
gota  de  agua,  la  que  a  veces  pudimos  procurar- 
nos comprándola  a  los  soldados  que   nos  la  ven- 


€ — ^¿Cómo  quieren  esclamó  entre  furiosa  i  escandalizada  que 
me  ponga  en  ridículo  yendo  horquetada  en  esa  muía? 
cCon  que,  ya  ven  ustedes  si  gastan  humos  las  amorosas.'» 
(Benito  Neto,  corresponsal  de  La  Opinión  Nacional  de  Lima 
en  el  ejército  de  Tarapacá). 


—  4U  — 

dian  a  razón  de  un  sol  por  un  solo  trago.  La  pa- 
gábamos, sin  embargo,  con  placer  porque  moríamos 
de  sed. 

<c Seguimos  todavía  nuestra  marcha  por  vma  es- 
tensa i  pedregosa  pampa,  en  donde  tampoco  en- 
contramos agua,  hasta  llegar  a  la  Mocha,  mui 
nombrada  por  los  cholos. 

«En  efecto,  la  aldea  es  mui  abundante  en  fru- 
tas  i  en  siembras,  las  cuales,  como  se  supondrá, 
quedaron  en  un  estado  lamentable.  Una  legua 
antes  de  nuestra  llegada  se  veia  verdeguear,  cosa 
que  nos  causó  gran  contento,  desde  que  tanto 
tiempo  no  veíamos  sino  cauchales  i  terrenos  sin 
vejetacion. 

«Llegamos  a  Mocha  a  las  6.10  P.  M.  del  mismo 
dia  29. 

«Se  nos  llevó  al  instante  a  una  casa  estrecha, 
donde  estábamos  mui  oprimidos.  Nos  custodiaba 
el  batallón  Iquique.  ^ 

«A  las  8  P.  M.  se  presentó  el  señor  jeneral  en 
jefe  don  Juan  Buendía,  quien  nos  prometió  dar- 
nos algún  alimento,  diciéndonos  que  él  estaba  en 
la  misma  situación  que  nosotros,  i  que  en  el  mis- 
mo estado  se  encontraban  sus  tropas;  agregó  que 
tuviésemos  paciencia  que  luego  comeríamos  algo. 

«No  habia  trascurrido,  en  efecto,  un  cuarto  de 
hora,  añade  el  sencillo  narrador,  cuando  volvió  el 
señor  jeneral  Buendía  trayéndonos  un  cuarto  de 
cordero  i  una  cabeza  de  chancho,  i  ordenó  a  la 


lo  para  que 
orden  a  la 

■  de  comer 
lesde  e]  dia 

s  a  de8c<an- 
mdo  se  n08 

[ocha,  reci- 
>8.  Un  tra- 
bí  todos  los 
roporciona- 
gradecimos 

i  el  día  8Í- 


mrco  desa- 
iras verdes, 
fatigados  í 
situada,  se- 
i.  Para  esto 
8ta  de  Pa- 
parte de  fa- 
3che  del  1." 
ombre,  dos 


—  42  — 

leguas  distantes  de  Sipiza. — Allí  alojaron  en  in- 
clemente sitio  sin  haber  tenido  siquiera  una  gota 
de  agua  con  que  apagar  la  sed  devoradora  de  la 
ardiente  travesía,  i  así  no  menos  de  diez  oficiales 
quedaron  rezagados  con  sus  bestias  exhaustas  en 
aquel  fatal  trayecto  de  ocho  leguas  peruanas  que 
duró  once  horas  consecutivas. 

«En  ella  quedaron  diez  oficiales  de  los  diferen- 
tes cuerpos  que  componian  aquella  numerosa  di- 
visión, cuyas  cabalgaduras  cayeron  muertas  de 
cansancio  i  de  sed. 

i>Algunos  soldados  murieron  también  estenua- 
dos,  pues  la  travesía  la  hicimos  con  tan  poca  agua 
que  a  la  mitad  de  la  cuesta  ya  no  teníamos  que 
beber.  Algunos  nos  echábamos  piedras  pequeñas 
a  la  boca  para  apagar  un  tanto  la  ardiente  i  de- 
sesperada sed. 

s)  Llegamos  a  Pacomilla  a  las  10  P.  M.  del  mis- 
mo dia,  donde  acampamos,  sin  tener  nada  abso- 
lutamente que  comer  ni  menos  que  comprar. 
Cuando  íbamos  en  busca  de  algún  alimento  que 
comprar,  nos  contestaban  los  pobres  vivientes  de 
la  aldea  que  los  bolivianos  a  su  pasada  no  habian 
dejado  nada,  que  todo  se  lo  habian  robado;  agre- 
gando que  si  llevábamos  algo  que  les  diésemos  de 
limosna,  porque  perecían  de  hambre.^  (1) 


(1)  Relación  del  cabo  Plata. 


—  44  — 

dEI  país  debe  un  voto  de  gracias  a  este  digno 
i  patriota  funcionorio. 

2>La  falta  de  calzado  en  la  tropa  imposibilitaba 
mucho  las  marchas. 

i>¡Qué  de  cuestas  arriba,  qué  de  cuestas  abajo! 
Aquellos  eran  caminos  para  cabras  i  no  para  hom- 
bres. 

3)¡I  qué  de  pedregales!  En  muchos  senderos  los 
pies  destrozados  de  nuestros  soldados  han  dejado 
señaladas  con  sangre  sus  huellas,  d 


XV. 


Confortaba  entretanto  al  desgraciado  ejército 
del  jeneral  Buendia  la  esperanza  de  encontrar 
víveres  a  medio  camino  de  su  peregrinación,  por- 
que desde  Tarapacá  habíanse  despachado  al  cuar- 
tel jeneral  de  Arica  chasques  sucesivos  anuncian- 
do la  inevitable  desastrosa  retirada  i  solicitando 
socorros.  De  ello  estaba  ya  al  corriente  el  contra- 
almirante  Montero,  jefe  de  aquella  plaza  desde 
los  últimos  dias  de  noviembre,  porque  con  fe- 
cha 3  de  diciembre  escribía  al  gobierno  de  Lima 
lo  siguiente:  «Al  ejército  de  Tarapacá  he  ordena- 
do su  retirada  a  esta  plaza,  pudiendo  asegurar  a 
U.  S.  que  mediante  las  medidas  tomadas  para  su 
marcha,  tanto  como  el  envió  de  víveres,  aguada, 
bagajes  i  ambulancias  para  asistir  a  los  enfermos, 
me  prometo  que  dentro  de  cuatro  o    seis  dias  mas 


—  46  — 

yes,  arroz,  galletas  í  uno  o  dos  líos  de  charqui. 
Ese  día  estuvimos  mui  eu  grande,  pues  comimos 
carne,  según  se  ordenó  por  el  señor  jeneral  Buen- 
dia.D 

I  prosiguiendo  la  jornada  hasta  el  punto  capi- 
tal  de  Camina  que  era  la  mitad  de  la  jornada  (40 
leguas  contadas  desde  Tarapacá)  el  mismo  pere- 
grino agrega: 

€  Salimos  de  Jaiña,  a  las  cuatro  de  la  tarde  con 
dirección  a  Soga,  distante  siete  leguas,  caminan- 
do por  un  sendero  de  cabras,  que  parece  no  ha- 
ber sido  jamas  transitado  por  la  planta  del  hom- 
bre. 

dEsc  camino  tenia  tantas  subidas  i  bajadas  que 
la  mayor  parte  de  los  oficiales  quedaron  a  pie: 
los  caballos  murieron  de  cansancio  i  de  hambre. 

dA  las  doce  de  la  noche  se  nos  dio  descanso 
en  la  cumbre  de  un  cerro,  donde  encontramos  una 
pampa  enteramente  desierta,  sin  agua  ni  ningún 
árbol- 

]>A  las  tres  de  la  madrugada  del  dia  4  llega- 
mos al  valle  de  Soga,  en  el  cual  no  encontramos 
otra  cosa  que  comer  que  cancha^  esto  es,  maiz 
tostado;  la  carne  que  nos  dieron  no  alcanzaría  a 
cuatro  onzas  i  el  arroz  a  una.  Esta  fué  la  comida 
que  tuvimos  en  Soga. 

3)  Pasamos  allí  la  noche  del  4,  i  salimos  para 
Camina  a  las  6  A.  M.  del  6,  llegando  a  las  10  P. 
M.  También  allí  se  nos  dio  carne  a  las  11  P.  M,b 


—  48  — 

mente  chilenos,  sino  arrieros  o  dispersos  del  cam- 
po aliado,  si  bien  era  verdad  que  tiempo  sobrado 
hablan  tenido  aquéllos,  no  solo  para  picar  la  re- 
taguardia enemiga  en  las  quebradas  transitables 
de  Camarones  i  Camina,  sino  aun  para  salirles  de 
frente  i  cortarles  francamente  el  paso  en  su  me- 
drosa retirada.  Tratar  del  motivo  porque  no  eje- 
cutaron medida  tan  obviamente  aconsejada  por  la 
situación,  habiéndola  emprendido  en  hora  opor- 
tuna i  con  medios  amplios  de  acción,  será  materia 
de  un  capítulo  separado,  pero  no  menos  instructi- 
vo que  el  presente. 


í 


ui- 


-so- 
que por  el  ministro  de  la  gnerra  en  campan; 
bia  regresado  a  Pisagua  el  28  de  noviem 
amanecer  en  el  trasporte  Amazonas  i  cómo 
llegado  en  seguida  al  cuartel  jeneral  de  Bí 
el  2  de  diciembre  por  la  tarde,  en  compag 
último  alto  funcionario,  que  a  su  vez  regresí 
leradamente  de  Iquique  el  29, 

Mas  desde  sn  vuelta  a  Pisagua,  el  jeneral 
la  se  habia  preocupado  en  dictar  activas  me 
militares  a  fía  de  despachar  la  caballería  el 
en  persecución  del  enemigo,  i  con  este  pro[ 
envió  al  campamento  de  Dolores  el  dia  29  a 
dante  don  Diego  Dublé  Alraeida. 


II. 


Llegó  este  dilijente  oficial  a  su  destino 
ocho  de  la  noche  de  aquel  dia;  pero  la  cabe 
no  se  habia  movido  todavía  de  Dibujo,  i  a 
a  buscarla  su  jefe  mas  antiguo  en  aquel  me 
to,  el  teniente  coronel  don  Pedro  Sctto  Aguí 

Por  mucho  que  fuera  el  empeño  que,  en 
lias  comarcas  mucho  mas  inclementes  con 
bruto  que  contra  el  hombre,  pusiera  en  sus  i 
tos  el  comandante  Soto  Aguilar  i  sus  val; 
capitanes  Yargas  (F.),  Parra,  Alzérreca,  Zo 
do  í  Barahona,  los  dos  Tejimientos  destina 
seguir  a  los  peruanos  fujitivos  de  Tarapacá, 
propiamente  a  interceptarlos,  no  hicieron  si 


—  52  — 

allí  andaban,  haciendo  gasto  de  laudable  entu- 
siasmo. 


IV. 


La  espedicion,  marchancjo  rectamente  al  norte 
para  tomar  lenguas  de  los  peruanos  i  atajarles  el 
camino,  llegó  al  oasis  de  Tiliviche  a  las  ocho  de 
la  mañana  de  aquel  dia,  habiendo  atravesado  con 
la  primera  claridad  del  alba  la  abra  de  Jazpam- 
pa.  En  aquel  paraje  deleitoso  hicieron  alto,  i  un 
oficial  que  hacia  parte  de  la  espedicion,  refiere 
que  al  desensillar  en  los  potrerillos  alfalfados  de 
aquella  grieta  de  la  pampa,  entre  los  alegres  re- 
linchos de  los  caballos  tan  fatigados  de  la  vida 
del  desierto  como  sus  jinetes, — cese  arrojaban  ofi- 
ciales i  tropa  sobre  el  verde  césped  i  se  revolca- 
ban.» (1) 


V. 


A  las  doce  del  dia  la  columna  continuó  su 
marcha  hacia  la  quebrada  inmediata  de  Tana, 
desde  cuyo  punto  sus  jefes  despacharon  emisarios 
a  tomar  noticias  del  enemigo. 

Con  propósitos  tales  fueron  comisionados,  para 
ir  hacia  Camarones  el  activo  capitán  movilizado 

(1)  Dublé  Almbida. — Diario  citado  de  campaña. 


-54  — 

de  veriHcaron  su  entrada  a  Arica  solo  el  11  de 
ciembre. 

VIL 

Pero  el  capitán  Layseca,  mas  ladino  o  mas  > 
prendedor,  babia  llegado  basta  cerca  de  Gara: 
avanzando  con  cautela  bácia  el  oriente  poi 
fondo  de  la  quebrada  i  dando  la  vuelta  el  £ 
diciembre  a  las  seis  de  la  tarde.  Era  el  mii 
dia  en  que  el  ejército  de  Buendia  llegaba  a  Jí 
a  una  jornada  de  cuatro  leguas  de  Camina. 

El  esplorador  chileno  era  en  consecuencia  ] 
tador  de  una  noticia  de  la  mayor  importan 
Anunciaba  con  certidumbre  plena,  que  el  ene 
go  avanzaba  sobre  Camina  i  que  por  (tonsigui 
te  no  solo  era  posible  sino  fácil  i  fructuoso  ale 
zarlo  por  el  flanco  i  dispersarlo  o  rendirlo.— 
las  6  P.  M.,  dice  en  su  diario  de  campaña  el 
mandante  Dublé,  llegó  el  capitán  Layseca,  i  an 
ció  que  cerca  de  Camina  había  encontrado 
italiano  quien  le  informó  que  el  ejército  perui 
hambriento  i  en  gran  parte  desarmado,  debia 
nir  de  un  momento  a  otro  a  ese  lugai",  en  nú 
ro  de  tres  mil  hombres.  El  mismo  informe  dií 
indio  peruano  que  encontró  en  el  camino.» 


(1)  Esta  míema  Tersion  da  el  corresponsal  de  qd  diar 
Santiago,  (El  Ferroearñl)  escribiendo  desde  el  Bearnés 


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—  60  — 

Los  tres  fujitivos  llegaron,  en  pos  de  mil  pe- 
ripecias, el  13  de  diciembre  a  Tana,  pasando  por 
Miñe-Miñe,  cuyo  alcalde,  un  indio  llamado  Muñoz, 
los  favoreció;  i  de  allí  una  avanzada  de  caballe- 
ría los  condujo  al  campamento  del  comandante 

Para  Arica,  nos  llevaron 
Unos  cuantos  prisioneros. 
Entre  éstos  iban  tres: 
Era  un  garjento  primero, 
(Necochea)  i  dos  soldados: 
San  Martin,  un  bravo  neto, 
I  Marin  que  amas  de  bravo 
Era  el  mismo  diablo  en  cuernos, 
Gracioso  hasta  decir  basta, 
Peechugonazo  i  despiertoD. 

Entretanto,  lo  i\nico  que  hai  de  auténtico  sobre  este  particular, 
es  la  carta  que  desde  Tana  escribió  el  sarjento  Necochea  al  co- 
mandante Yávar  que  se  hallaba  en  Tili viche,  i  dice  así: 

dSeñor:  En  este  momento  hemos  llegado  a  este  punto,  Tana, 
después  de  caminar  como  15  días  por  el  interior  del  Perú,  condu- 
cidos prisioneros  en  el  combate  de  Tarapacá.  Ya  no  podemos  dar 
un  tranco  ma«  hacia  la  pampa;  la  casualidad  hace  que  el  boliviano 
Manuel  Antesana,  se  ofrezca  a  ir  voluntariamente  a  avisar  a  ese 
punto,  pues  nosotros  no  hemos  comido  hace  dos  dias;  desearía- 
mos que  se  nos  remitiese  algo.  Somos  tres:  un  sarjento  2.°  del 
rejimiento  2,^  de  línea  i  dos  soldados  del  mismo  cuerpo.  Roga- 
mas  que  se  traiga  al  portador,  que  es  sirviente  de  este  punto. 
Esperamos.  Somos  portadores  de  importantes  noticias. tí> 

Manuel  Necochea, 
Al  jefe  de  la  avanzada  chilena. 


-  68  — 

anduvieron  aquellos  desdichados  siete  leguas  i 
otras  siete  el  11,  acampando  en  la  primera  jor- 
nada en  Esquina,  lugar  frijidísimo,  i  en  la  segun- 
da en  Codpa,  sitio  un  tanto  ameno,  abundante  en 
uvas  i  en  tunas,  i  socorrido  por  una  segunda  re- 
mesa de  Arica. 

Las  últimas  fuerzas  de  los  fujitivos  iban  entre 
tanto  agotándose  con  la  continuidad  de  una  mar- 
cha incesante  por  tan  inhospitalaria  comarca. 
«Caminamos  todo  el  dia,  dice  un  sufrido  prisionero 
chileno  que  en  ello  andaba,  hablando  de  la  mar- 
cha del  dia  11  entre  Esquina  i  Codpa,  con  un  sol 
ardentísimo  que  agotaba  nuestras  fuerzas,  exhaus- 
tas ya  por  la  sed  i  el  hambre.  No  es  estraño,  pues, 
que  una  buena  parte  de  la  tropa  peruana  quedase 
tendida  en  el  camino.  Nuestra  llegada  a  Codpa  fué 
a  las  tres  del  dia  12. 

dA  esa  hora  el  corneta  tocó  llamada  i  de  ella 
resultó  que  faltaban  mas  de  650  individuos  de 
tropa.  La  mayor  parte  de  esa  jente  fué  encon- 
trada por  uno  de  los  arrieros  que  habia  queda- 
do en  Camina,  el  cual  me  lo  refirió  poco  des- 
pués. 

» Permanecimos  en  Codpa  hasta  el  14,  i  allí  el 
jeneral  Buendia  nos  dio  por  su  propia  mano  un 
pan  por  cabeza,  pan  que  recibimos  con  el  mayor 
placer  como  que  no  lo  probábamos  desde  nuestra 
salida  de  Pisagua.  También  se  nos  dio  carne, 
aunque  en  mucha  mayor  cantidad  que  en  las  otras 


XII. 

De  Chaca,  camino  trilliido  de  Camari 
Arica,  la  distancia  es  corta,  i  después  de  ii 
modo  alojaniíeuto  en  la  pampa  ou  la  no( 
17  de  dieieinlifc,  el  c'éi'ciío  Vkíiicido  i  cs^ 
de  Tarapacá  liizo  su  cntiMda  tiiunial   en   ; 


el  ejercito  de  Chile  í  de  allí  siguió  en  RU  rejimicQtoa  ( 
i  Mirnliores. 

E^ila  mujer,  notable  en  su  esfera,  h:i  regref^ado  i^lli 
de  Lima  iiiiii  enferma  del  hígado,  pero  se  recobnij  gra^ 
cuidados  del  filántropo  caballero  don  Carlos  do  Mende' 
sideiite  de  la  Junta  do  Socorros,  quien  la  auxilia 
mpote. 

La  misma  María  Quiteña,  a  quien  hemos  visititdo  en 
de  enferma,  en  la  calle  del  Corro  (mayo  de  1881)  no. 
que  sus  tres  colegas  cantineras  del  2."  pe  llamaban  Le 
lar,  natural  de  Valp.iraiso,  de  24  aflos  de  edad  i  esceleí 
tada  muchacho,  Ru^a  Rümirea,  hija  de  Santiago,  joven 
anterior,  i  Petronila  Campos  que  seguía  a  au  padre,  vii 
do  del  2." — Las  dos  primeruM,  como  ae  sabe,  fueron  qm 
no  so  conserva  de  ellas  sino  na  zapato  que  nos  mand< 
que  el  coronel  Lynch,  i  que  conservamos  con  el  respel 
reliquia. 

La  lUmirez  refiere  también  que  al  llegar  a  Arica  lo 
le  descnbrioron  loa  cajones  de  municiones  qne  llevabaí 
cargas,  i  ella  vio  por  sus  ojos  qne  estaban  llenos  de 
sin  ningún  cartucho: — astucia  peruana  para  no  des 
los  soldudo3  i  esplicacion  del  [lúnioo  ctm  que  huyeron 
paca. 


mos  su  «lojiu  i  SU3  cnrUs  ea  an  artículo  de  El  Nuevo  Ferrocarril 
con  el  título  de  El  buen  soldado  Agustín  Toro.  Ei  comandante 
Santa  Cruz  lo  oprecmba  altamente. 


pren 

prov 
prep 
de  ti 
garn 
dele 
nido 


La  noticia  de  la  captt 
yo,  junto  COQ  la  del  irre] 
tado  por  las  armas  de  1 
de  San  Francisco,  en  li 
de  1879,  produjo  en  la 
presión  profunda  i  turl 
aquel  puel)lo  inquieto, 
nado.  Rejia  la  ciudad, 
cia  del  presidente  Prad 
vi  ce-presiden  te  el  jem 
hombre  probo  pero  ai 
nes  que  rujian  en  toi 
vejez  i  de  consejeros,  d 
■  cues  i  pelifíi'osos  los  ot 

El  ministro  del  int 
guo  alcalde  de  Lima  i 
fíeencia,  no  alcanzaba 
ser  pobre  habiendo  ten 
cienes  opulentas,  dote  i 
Don  Rafael  Velarde,  ( 
pujanza  la  cartera  de 
mismo  declíiró  mas  tar 
puesto  solo  por  compre 
ber  moral,  lo  que  acus 
convicción  patriótica.  1 
doctor  Quiroga,  comp 
la  movediza  política  de 


\ 


—  125  — 

(respuesta.) 
Arioa,  diciembre  23  de  1879, 

(lOhs.  P.  M.) 

Escelentísirao  Señor  don  Nicolás  de  Piérola. 

Este  Departamento  i  el  ejército  seguirán  lie 
Dando  su  deber  i  aceptan  el  hecho  a  que  se  refie- 
re V.  E. 


Montero. 


XVIIL 


Pero  sucesos  no  menos  estraordinarios  i  no  me- 
nos dramáticos  no  tardarían  en  sobrevenir  en  el 
campo  mismo  de  la  Alianza,  entre  Tacna  i  Arica, 
como  el  rebote  de  las  conmociones  que  dejamos 
bosquejadas  i  a  cuya  narración  es  fuerza  consa- 
gremos un  capítulo  separado. 


--  127  — 

preaideDcia  de  ese  cuerpo,  ha  resuelto  investir  del  mando  sapre- 
mo  al  señor  doctor  don  Nicolás  de  Piérola. 

Dios  guarde  a  V.  S. 

J.  DE  OSHA. 


Lima^  diciembre  23  de  1879. 

Exmo.  señor  coronel  don  Nicolás  de  Piérola: 

Por  la  nota  qne  con  fecha  de  hoi  me  ha  dirijido  el  señor  al- 
caide del  honorable  consejo  provincial,  qneda  enterado  el  ejér- 
cito de  qne  V.  E.  ha  sido  investido  por  el  paeblo  de  Lima  del 
mando  supremo  de  la  República. 

Dios  guarde  a  V.  E. 


(Firmado). 


J.  DB  OSMA. 


II. 

PROCLAMACIÓN  DB  LA  DICTADURA  POR  EL  BJÉRCITO  DB  LIMA. 

Lima^  diciejnbreí  23  de  1879, 

Señor  jeneral  ministro  de  Estado  en  el  despacho  de  guerra  i 
marina: 

Beunidos  en  este  estado  mayor  jeneral  los  señores  coman- 
dantes jenerales  de  división,  jefes  de  brigada  i  jefes  de  los  cuer- 
pos  del  ejército,  han  deliberado  por  unanimidad  no  hacer  armas 
contra  el  pueblo,  ni  contra  las  fuerzas  qne  en  el  Callao  estdti  a 
las  órdenes  del  señor  doctor  don  Nicolás  de  Piérola,  cuya  delí- 

eracion  comunicada  por  m(  al  ejército  ha  sido  aceptada  i  res- 
petada en  todas  sus  partes,  sino  combatir  al  enemigo  común  de 


—  151  — 

Estos  babian  presentado  en  julio  o  agosto  al  señor  Goyeneche 
una  propuesta  formnl,  para  un  arreglo  deñnitivo  sobre  guano^ 
bajo  Lis  bases  jenerales  siguientes: 

Un  adelanto  de  veinte  millones  de  francos  al  gobierno; 

8e  consideraban  cancelados  los  cupones  devengados  hasta  la 
fech  a; 

Compromiso  de  pa;^^•^^  al  gobierno  dos  libras  dos  chelines  en 
los  mismos  depósitos  por  2ada  tonrelada,  i  ademas  cuatro  libras 
en  bonos  de  la  deuda  esterna;  corriendo  de  cuenta  i  riesgo  del 
«indicado  de  tenedores  los  gastos  de  trasportes  i  espeiidio. 

El  señor  Goyeneche  no  se  creyó  con  autorización  suficiente 
para  concluir  este  arreglo,  i  no  dio  una  contestación  clara  i  ter- 
minante, espererando  talvez  que  el  gobierno  le  diera  instruccio- 
nes sobre  el  particular. — Esta  perplejidad  e  incertidumbre  del 
comisionado  peruano,  privó  a  la  república  de  los  fondos  sufi- 
cientes para  conseguir  poderosos  elementos  navales,  en  la  época 
en  que  aa  solo  blindado  habia  puesto  de  su  parte  la  fortuna  en 
la  guerra. 

Pero  las  ventajas  del  arreglo  propuesto  por  los  tenedores,  no 
solo  habrían  proporcionado  al  gobierno  los  medios  de  conseguir 
el  triunfo  sobre  Chile,  sino  que  también  hablan  levantado  su 
•abatido  crédito  en  Europa,  conquistándose  las  simpatías  públi- 
cas con  las  de  sus  tenedores,  que  habrian  hecho  su  cansa  solida* 
ria  con  la  del  Perú. 

La  frialdad  con  que  se  miró  una  cuestión  de  tan  trascendental 
importaiK/ia  por  los  ajentes  peruanos,  ha  causado,  pues,  al  Perú, 
mas  dailos  que  las  últimas  victorias  de  los  chilenos  en  Tarapacá. 

Ahora,  aunque  en  momentos  mas  difíciles  i  premiosos  para 
el  Perú,  se  van  a  discutir  las  bases  jenerales  de  un  arreglo  pa- 
recido a  ese  mismo  que  propusieron  cuatro  meses  h&  los  tene- 
dores; pero  el  doctor  Rosas,  para  dar  mas  solidez  a  cualquier 
<;ontrato  que  deba  celebrarse  con  su  firoiJi,  ha  preferido  enten- 
derse, mas  bien  que  con  solo  los  tenedores,  con  una  casa  respe- 
table que  garantice  a  la  vez  que  los  intereses  fiscales  del  Perú, 
los  de  sus  acreedores. 

Estos,  apreciando  el  espíritu  recto  del  comisionado  financiero. 


h«&  solicitado  el  apoyo  del  Crédit  InduBtriel  con  qnien  ha  :fto- 
menzado  a  entenderse  desde  luego  el  doctor  Rosas,  como  he 
indicado  al  principio  de  esta  correspondencia. 

£1  grnpo  de  la  Peruman  i  el  de  Dreyfus  entretanto,  hacen 
todos  los  esfuerzos  imajinábles  para  embarazar  cualquier  nego- 
ciación con  los  tenedores,  a  ña  de  ganar  tiempo,  esperando  un 
momento  oportuno  que  los  acontecimientos  de  la  guerra  en  el 
Pacifico,  pueda  proporcionarleSypara  aprovechar  de  las  aiigiia- 
tias  del  Perú,  obligando  al  gobierno  a  capitular  con  ellos. 

No  hai  duda,  que  los  intereses  do  esas  dos  casas  consignata- 
rias,  han  de  oponerle  al  doctor  Rosas  dificultades  muí  serias 
para  cualquier  arreglo  que  intente;  pero  si  cuenta  con  el  apoyo 
firme  i  decidido  del  gobierno,  es  seguro  que  él  podrá  celebrar 
un  buen  contrato,  dejando  por  muchos  años  sólidamente  garan- 
tizado el  crédito  del  Perú  en  Europa. 

Pero,  no  solo  tiene  que  luchar  el  comisionado  peruano  con  Ixu 
resistencias  ocultas  i  ostensibleé  de  los  dos  grupos  especulado- 
res en  guano  qne  hoi  comparten  las  utilidades  de  este  negocio, 
sino  también  con  las  que  le  oponen  los^  ajentes  de  Chile,  como 
puede  verse  por  la  siguiente  carta  dirijida  por  Gana  al  Dayle 
lelegraph. 

El  2  apareció  en  los  díaMOs  de  Londres  la  siguiente  decl^ 
ración: 

Sefior  editor:  Inclusa  hallrrá  usted  la  traducción  de  ana  car- 
ta recibida  hoi  de  8.  E.  el  ministro  chileno;  i  como  ella  es  de 
gran  interés,  particularmente  para  los  tenedores  de  bonos  pe- 
ruanos, ruego  a  usted  la  inserte  en  su  artículo  monetario  de 
mañana, — De  usted  atento  servidor. — Tomás  Weir^  cónsul. 

Diciembre  1.**  — (Traducción.) — Legación  de  Chile,  Paris,  no- 
viembre 29. — Señor  cónsul:  teniendo  en  consideración  los  riH 
mores  que  han  aparecido  en  algunos  periódicos  de  Lóftdres,  con 
referencia  a  un  contrato  o  contratos,  bajo  los  cuales  se  dice  que- 
el  gobierno  del  Perú  va  a  trasferir  a  una  tercera 'entidad  la  pro- 
piedad de  los  depósitos  de  guano  i  salitre  en  aquel  país,  autori- 
zo a  usted  para  declarar  oficialmente  que  el  gobierno  de  Chile, 
en  actual  posesión  de  esos  depósitos,  no  reconocerá^  por  todo  e< 


—  156  — 

* 

tiempa  qjie  permanezca  en  posesión  de  ellos,  uingana  reolaraa- 
cton  basada  en  contratos  o  arreglos  de  cualquier  uaiaraleza,  que 
afecten  dichos  depósitos  i  que  puedan  haberse  celebrado  después 
de  la  declaración  de  la  guerra  existente  entre  Chile  i  el  Perú. 

Sírvase  n&ted  hacer  el  mismo  anuncio  respecto  a  cualquiera 
propiedad  del  mismo  carácter  porteneciente  a  Bolivia. 

Soi  de  usted  señor  C(kisul  atento  servidor. — A.  Blest  Gana^ 
— Al  cónsul  de  Chile  en  Londres,  T.  K.  Weir. 


IL 

LA  TRANSACCIÓN  CON  DREYFÜ». 
(Belacioues  del  Comercio  de  Lima  del  10  de  enero  de  1880.^ 

Tres  documentos  de  trascendental  interés  para  el  crédito  i  las 
finanzas  del  país,  han  abierto  la  nueva  era  que  el  poder  de  hoi 
inicia  en  el  ramo  de  la  hacienda  pública. 

El  primero  se  refiero  a  un  arreglo  definitivo  do  las  cuestiones 
pendientes  con  la  casa  da  Dreyfus:  el  segunda)  a  nuevas  bases  p«\ra 
el  servicio  de  la  deuda  externa;  i  el  tercero  a  un  Cí)ntrato  de  em- 
préstito, por  una  cantidad  desconocida,  con  aquella  misma  casa. 

La  importancia  especial  de  cada  uno  de  estos  decretos,  nos 
obliga  a  nn  estudio  separado,  para  emitir  nuestro  juicio  del  mo- 
do mas  preciso  i  claro  que  nos  sea  posible. 

La  transacción  celebrada  con  la  anterior  casa  consignataria^ 
puede  sintetizarse  en  los  siguientes  términos: 

El  gobierno  reconoce  a  favor  de  Dreyfus  un  saldo  de  cuatro 
millones  ocho  mil  libras  esterlinas',  aceptando  provisionalmente 
como  comprohados  los  diversos  cargos  hechos  [)or  él  al  gobierno. 

El  gobierno  i  la  casa  de  Dreyfus  somaten  a  la  decisión  de  los 
tribunales  de  la  república  todos  sus  reclamos  pendientes,  i  no 
aceptan  como  base  para  sus  resoluciones  sino  lus  leyes  i  contra- 
tos vijentes,  i  los  principios  de  equidad  i  de  justicia  en  los  cnsos 
no  establecidos  por  aquellas  i  por  estos. 

Para  dar  mas  fnoi-za  a  este  convenio,  el  gobierno  declara 


—  157  — 

eancelado  i  no  existente  el  contrato  de  14  do  abril  de  1874,  que 
le  daba  derecho  para  reclamar  un  tanto  de  las  utilidades  obteni- 
das por  Ihrejifus  en  la  manipulación. 

Sí  ae  juzgara  este  convenio  aisladamente  del  contrato  de  em- 
prestito,  estipulado  en  un  arreglo  aparte,  seria  incaliñcable  pnes 
leyeria  que  se  había  concedido  a  Drejfus  mucho  mas  de  lo  que 
hubiese  esperado  alcanzar  nuncaj  aun  en  una  capitulación  i^icon" 
iid^nal  del  gobierno^  pues  nadie  ignora  qus  ahora  un  año  ofre- 
ció Dreyfus  una  transacción  que  importaba  la  rebaja  da  un  00  ^é 
del  saldo  que  entonces  reclamaba,  reduciéndose  este  a  meaos  de 
cinco  millones  de  soles  o  sea  a  un  millón  de  libras  esterliuas,  de- 
jando pendientes  ciertos  carj^os  que  el  ñsco  lo  hacía,  como  los 
relaüvos  al  cupón  que  cobró  indebidamente,  a  la  prima  de  tres 
mitones  de  soles  que  se  comprometió  a  abonar  al  gobierno  en 
80  contrato  del  69,  i  las  diferencias  de  precio  en  las  ventas  del 
guano;  cargos  que  arrojaban  un  monto  de  m%s  de  minie  millones 
de  soles,  sin  calcular  la  partida  correspondiente  a  los  prooechos 
líquidos  de  la  fnanipulacion. 

De  manera  quo  Dréyfus  ha  realizab  hoi  lo  que  ahora  un  ano 
no  se  habría  atrevido  ni  a  imajinar. 

Sin  que  sea  nuestro  ánimo  entrar  en  exámea  detenido  del 

coQtrato,  es  indispensable  quo  hagamos  not  ir  la  diferencia  sal-» 

tante  que  hai  entre  la  cantidad  que  pagase  ^ov/orfait  a  la  P^ 

rwian  i  la  que  se  fija  tácitameíite  en  este  nuevo  arreglo.  La 

JPeruman  cobra  £  4.15,  i  Dreyfus  cobrará  £  6.15,  puesto  que  en 

otra  parte  se  señala,  como  valor  invariable  del  guano,  £  11.15, 

siendo  fácil  probar  que  el  forfait  de  6.15  deja  una  utilidad  de 
£2.10 

Pero  h<vi  mas  todavía;  según  la  última  comunicación  pasada 
por  los  señores  Aranívar  i  Althaus  con  fecha  30  do  noviembre, 
Dreyfus  reconoció  con  franqueza  que  en  verdad  c^rrospondia  al 
gobierno  una  parte  de  las  utilid:id(3S  que  él  habia  obtenido  en 
virtud  do  la  concesión  que  se  le  dio  para  manipular  el  guano. 

Todos  estos  antecedentes,  hacen  presumir  que  la  anterior  casa 
consignataria  habría  accedido  con  satisfacción  a  un  arreglo  que 
Qo  le  costase  ningún  desembolso,  dejándola  en  plena  libertad 


—  158  — 

para  vender  el  gaaao  que  tiene  en  almacenes,  al  precio  i  en  for- 
ma que  mas  le  convinieBe. 

Consolidar  la  eaorme  fortana  que  le  había  dado  el  contrato 
del  69;  aamentáadola  considerablemeate  con  las  atilidades  es- 
traordinarias  alcanzadas  por  la  maniqalacíon,  i  añadir  a  sa  aeti-- 
vo  el  valor  de  mas  de  cuatrocientas  mil  toneladas  de  buen  gua* 
no,  qne  recibió  coa  esceso  sobre  los  dos  milloues  de  toneladas  a 
que  únicamente  tenia  derecho  segan  el  contrato,  era  sin  dada» 
ahora  dos  meses,  el  ideal  de  las  aspiraciones  del  que  hoi  se  enr 
cuentrapor  segunda  vez  arbitro  de  la  fortuna  fiscal  del  Perú* 

Pero  la  transacción  qne  acaba  de  colocar  a  la  casa  de  Dreyfus 
en  condiciones  de  ser  en  breve  una  de  las  mas  poderosas  de  Eu' 
ropa,  puede  dar  acaso  motivo  a  mui  serias  reclamaciones  de 
parte  de  los  tenedores  de  bonos  pernanos,  dificultando,  talvex, 
la  realización  del  contrato  de  empréstito  que  ha  sido  secura*- 
mente  el  objetivo  o  el  móvil  real  del  gobierno,  para  haber  hecho 
tan  amplias  concesiones  a  Dreyfus. 

Los  que  han  puesto  un  término  semejante,  a  las  odiosas  re- 
clamaciones que  habia  pendientes  entre  lá  anterior  casa  con- 
signataria  i  el  gobierno,  deben  haber  apreciado  bien  los  peligros 
que  esa  transacción  envuelve  para  la  presente  situación  del  país, 
considerando  las  antipatías  que  contra  el  Per&  despertarán  en 
el  público  europeo,  i  la  actitud  probable  de  aquellos  cuyo  poder 
e  influencia  deben  darnos  en  qué  pensar  seriamente  en  los  mo- 
mentos en  que  mas  necesitamos  de  sus  simpatías. 

También  debe  haberse  teaiJo  en  cuenta  la  negociación  inicia- 
da en  Paris  por  el  doctor  Rosas  con  el  Crédit  Industriéis  que 
según  la  correspondencia  que  en  seguida  publicamos,  ofrecia  un 
buen  prospecto  para  el  fisco  i  para  el  crédito  del  Perú,  dando 
fundadas  e^^peranzas  de  un  próximo  contrato  celebrado  con  ese 
banco,  sobre  bases  análogas  a  los  que  los  tenedores  ofrecieron 
al  seuoF  Qoyeuoche  cuatro  meses  há,  una  de  las  euales  era  la  de 
un  adelanto  de  veinte  millones  de  francos,  o  sea  de  cuatro  millo- 
nes  d^  fuertes. 


HP 


CAPITULO  V. 


EL  PLAN  DE   CAMPAÑA    DEL    DICTADOR  PIÉROLA. 

Laconsoripcion  militar  en  el  Perú. — El  18  por  ciento  de  240,000  hombres. 
— Continjentes  por  departamentos. — Estado  jeneral  de  conscripción. — 
El  continjeote  ae  Lima.- -c Presos»  i  n amarrados».— Desertores.— Or- 
gaaisacioQ  de  la  artillería  i  de  la  caballería.— El  batallón  de  Marina. — 
Escasez  estraordinaria  de  armas,  e  injeniosos  arbitrios  de  que  se  Talen 
los  peruanos  para  obtenerlas. — Misteriosos  acarreos  de  riñes. — Fundi- 
ción de  oafiones  en  la  Piedra  lisa. — La  defensa  de  Lima  i  el  alealde  Po- 
Rss.— Aparatos  de  inauguración  de  las  fortificaciones  de  San  Bartolo- 
mé i  Miraflores. — Medidas  de  detalle. — Pierola  declara  por  decreto  ven- 
eéd&ret  a  loe  peruanos  en  Tarapocá. — Acepta  la  Orus  Roja.— Arreglos 
de  familia. — Aspecto  militar  de  Lima  en  los  meses  de  verano,  de  1880. 
—Descanso  del  carnaTal.— El  reposo  de  febrero  en  la  Moneda  i  en  el 
palacio  de  Pizarro. — £1  dictador  declara,  dos  semanas  después  de  su 
uistalacion  en  el  poder,  hallarse  listo  para  emprender  la  campafia  de  es- 
polsion  de  los  chilenos. — Circular  que  en  este  sentida  dirije  a  los  pre- 
fectos.—* Misión  singular  que  confía  al  coronel  Biilinghurst  para  em- 
prender una  campaña  de  circunvalación  sobre  Tarapacá  por  los  lagos 
Titicaca  i  Poopo.— Viaje  del  emisario  de  Lima  a  Arequipa  i  Puno.-'— 
Sas  afanes  en  el  lago  Titicaca  i  como  zozobran  l<is  balsas  destinadas  a 
conducir  el  ejército. — Llega  Biilinghurst  a  la  Paz  i  Campero  apnieba 
con  entusiasmo  sus  quimeras.— Detalles  i  curiosas  comunicaciones.— 
Desembarcan  los  ehilenos  en  Pacocha  i  se  presenta  la  escnadra  en  el 
Callao  el  10  de  abril  de  1880. 


I. 


Eq  otro  lugar  de  este  libro  hemos  dicho  que  la 
condición  dominante  en  el  carácter  de  don  Nico- 


—  160  — 

las  de  Piérola  era  la  tenacidad, — ^tenacidad  cata- 
lana.D 

Llevaba  así  al  gobierno  de  su  pais  el  dictador 
arequipeño  la  misma  fuerza  que  le  habia  sosteni- 
do en  la  conspiración — la  intensidad  del  pro- 
pósito, acompañada  de  una  laboriosidad  a  toda 
prueba,  fantástica  en  ocasiones,  pero  incansable 
siempre.  Por  la  via  de  los  contrastes,  la  fuerza  del 
caudillo  político  de  Chile  en  esas  horas  era — «la 
fuerza  de  la  inercia.)^ 


IL 


Con  el  fin  do  dar  cuerpo  a  sus  resoluciones 
militares  de  la  primara  hora,  dictó  en  efecto  el 
jefe  supremo  del  Perú  medidas  eficaces  o  de  de- 
talle durante  todo  el  mes  de  enero  de  1880;  i 
la  mas  importante  de  aquéllas  fué  el  planteamien- 
to de  la  conscripción  militar  en  toda  la  república. 

Auxiliado  probablemente  por  el  censo  de  1874, 
i  por  los  datos  que,  aun  en  pais  tan  desgobernado 
como  el  Perú,  le  ofreciera  el  rejistro  civil,  pudo 
repartir  con  cierta  equidad  el  dictador  los  contia- 
jentes  solicitados  de  las  diversas  provincias  del 
Estado,  desde  Lima  al  Amazonas  i  desde  Tum- 
bes a  las  quebradas  de  Tarapacá. 

Siendo  el  Perú  un  pais  de  tres  millones  de  ha- 
bitantes, el  recuento  de  éstos  arrojó  un  total  de 
245; 793  individuos  aptos  para  las  armas  entre  los 


—  161  — 

18  i  50  años,  que  eran  los  términos  de  la  eons-' 
cripcion.  Descontados  5,437  estranjeros  reparti- 
dos en  el  país,  el  acervo  líquido  de  la  carue  de 
cañón  quedaba  en  pié  de  240,356  individuos.  Mas 
como  se  trataba  de  poner  sobre  las  armas  solo  la 
reserva  movilizable  que  debía  incorporarse  al  ejér- 
cito activo,  se  designó  el  18  por  ciento  del  total  o 
sea  43,255  hombres  para  la  inscripción  inmediata; 
pero  todavía  de  este  número  se  descontó  algo  mas 
de  la  mitad  (24,313)  porque  los  últimos  habían 
tomado  ya  las  armas.  El  monto  definitivo  i  exiji- 
Ue  de  hombres  era  solo  de  18,942,  todo  en  núme- 
ros mas  o  menos  aproximativos. 


IlL 


Hasta  el  día  en  que  se  hizo  el  llamamiento  je- 
neral  (enero  24  de  1880),  los  departamentos  co- 
lindantes de  Lima  i  Junin  habían  sido  los  que 
con  mas  fuertes  continjentes  habían  ocurrido  a  la 
guerra,  de  suerte  que  seria  escaso  su  raudal  de 
sangre  ofrecido  ahora  a  la  formación  de  nuevos 
ejércitos  o  reservas  movilízables. 

Lima  había  contribuido  con  3,568  soldados,  i 
le  quedaba  un  sobrante  disponible  solo  de  725 
plazas. 

Junin  estaba  representado  en  el  ejército  activo 
por  2,700  reclutas  i  su  reserva  llegaba  apenas  a 
456  plazas.  En  cambio  el  Cuzco,  que  había  en- 

H18T.   DB  LA  C.  DE  LIMA.  21 


—  162  - 

tregaclo  ya  2,400  indios  de  guerra,  contribuiría 
todavia  con  1,300,  i  la  cgoista  Arequipa  que  ha- 
bía equipado  solo  2,000  hombres  ofreció  un  coq- 
tinjente  de  771. 

Del  resto  de  los  departamentos,  i  entre  aquellos 
que  con  mayor  abundancia  pagarían  su  tributo  de 
fuerzas  activas,  figuraban  en  primer  lugar  Puno 
con  2,366  reclutas,  Amazonas  con  1833,  Cajamar- 
ca  con  1,734,  i  Ancachs  con  1,007.  Los  demás  en 
proporción  inferior.  (1) 


IV 


Por  la  parte  que  correspondía  a  la  ciudad  de 
Lima,  orílenóse  el  cumplimienta  del  decreto  de 
conscripción  de  26  de  diciembre,  por  el  intenden- 
te de  la  ciudad  i  jefe  de  su  policia  el  coronel  don 
Mariano  Bustamante  el  4  de  febrero.  El  cupo  de 
limeños  propiamente  tales  era  solo  de  434,  i  se 
disponia  en  el  llamamiento  local  que  si  no  se  pre- 
sentaban los  designados  en  el  plazo  de  una  sema- 
na,  serian  presos. — Escusado  es  decir  que  en  todos 
los  departamentos  del  interior,  antes  i  después  de  ! 
ese  plazo,  los  recalcitrantes  serian  aamarrados.D 


(1)  Por  ínteres  histórico,  militar  i  estadístico  que  esta  reseña 
ofrece  publicamos  en  el  anexo  de  este  capítulo  el  cuadro  com- 
pletí)  de  la  conscripción  del  Perú,  tal  cual  fué  repartido  a  todos 
los  departamentos  por  el  ministro  del  Interior  Orhegoso  el  26 
de  enero  de  1880. 


^  163  — 

No  es  tampoco  necesario  decir  que  los  deserto- 
res eran  tan  numerosos  como  los  inscriptos,  i  a 
este  grave  particular  se  refiere  la  siguiente  nota 
circular  que  el  ministro  de  gobierno  espidió  re- 
servadamente el  5  de  febrero  i  que  orijinal  tene- 
mos a  la  vista. 

SECBKTAKIA  DE  GOBIERNO  I  POLICÍA. 

Lima,  febrero  o  de  1880. 
Señor  prefecto  del  departamento  de  Tacna: 

Algunos  cuerpos  de  voluntarios  venidos  a  esta  capital  de  los 
distintos  dapartamentos  de  la  Repúblicn,  con  motivo  de  la  in- 
psta  guerra  a  qne  nos  ha  provocado  Chile,  han  sufrido  considé- 
reles bajas  por  la  deserción  de  individuos  que  estando  enrola- 
dos en  ellos  han  regresado^  sin  duda  a  su  país,  sin  la  respectiva 
licencia  final  otorgada  por  la  autoridad  competente. 

Como  la  tolerancia  o  impunidad  de  semejante  delito,  aparte 
de  relajar  la  moral  i  disciplina  militar  qne  deben  conservarse  en 
todo  su  rigor,  según  las  prescripciones  de  las  ordenanzas,  traerla 
fatales  eonsecnencias  para  el  ejército  i  mtd  especialmente  para 
el  país;  S.  E.  el  Jefe  Supremo  me  ha  encargado  prevenir  a  U.8- 
qne  espida  las  órdenes  mas  efícaces  a  las  autoridades  que  le  es- 
tán subordinadas^  para  que  en  1^  provincias  i  distritos  de  su 
mando  proceda  inmediatamente  a  perseguir,  aprehender  í  remi- 
tir, por  conducto  de  esa  prefectura,  a  esta  capital,  a  disposición 
del  E.  M.  J.,  a  todos  los  desertores  que  se  hallen  en  esos  lugares, 
siempre  que  no  estén  provistos  de  la  respectiva  licencia  final  que 
loaesceptue  del  servicio  por  inútiles,  espedida  por  quien  corres- 
ponda. 

El  gobierno  espera  del  acreditado  celo  de  US.  por  el  bnen  ser- 
tícío  i  del  de  las  autoridades  de  su  dependencia,  que  el  anterior 
mandato  será  pronta  i  exactamente  cumplido. 

Dios  guarde  a  US. 

Nemesio  Orbegoso. 


—  164  — 


Entre  las  medidas  militares  de  detalle  que  el 
dictador  espidió  con  relación  al  ejército,  después 
de  las  que  en  los  capítulos  anteriores  i  el  presen- 
te dejamos  recordadas,  figuran  la  organización  de 
la  artillería  en  una  sola  brigada^  con  cinco  batallo- 
nes i  la  de  la  caballería  en  varias  brigadas  con 
dos  escuadrones  cada  una,  siendo  uno  de  estos  de 
a:lancerosD  i  otro  de  «tiradoresD  (decreto  de  3  de  . 
enero  de  1880). 

El  10  de  enero  se  mandó  asimismo  crear  tres 
cuerpos  facultativos  de  zapadores,  de  pontoneros  i 
de  mineros....  i  el  1.°  de  febrero,  sobre  la  base  de 
la  Columna  Constitución  del  Callao,  que  daba  la 
guarnición  a  los  buques  de  guerra,  se  creó  el  ¿a- 
tallon  de  Marina,  que  tan  lucida  figura  haría  en 
la  batalla  de  Miradores,  un  año  mas  tarde,  a  las 
órdenes  de  su  braTO  comandante  el  capitán  de 
navio  Fanning. 


VI. 


El  gran  obstáculo  para  la  organización  de  los 
ejércitos  del  Norte  i  del  Centro  no  seria  sin  em- 
bargo la  escasez  de  jente  ni  de  decretos,  sino  la 
penuria  de  armas.  Las  que  habian  traido  bajo  el 
gobierno  del  presidente  Prado  el   Talismán,  e^ 


—  165 — 

Limeña^  la  Pilcomayo  i  otros  trasportes  desde  Pp,- 
namá,  habían  quedado  o  en  el  campo  de  San 
Francisco  o  habían  sido  distribuidas  casi  en  su  to- 
talidad al  ejército  de  Tacna.  El  vice-presiden- 
te  La  Puerta  despachó  a  últimos  de  su  gobier- 
no un  comisionado  especial  con  libranzas  has- 
ta por  la  suma  de  200  rail  pesos  en  oro  a  cargo 
del  segundo  vice-presidente  Canevaro,  pero  esas 
remesas  confiadas  a  los  fabricantes  de  Estados 
Unidos  i  compuestas  casi  esclusivamente  de  fusi- 
les Peabodj,  tardarían  todavía  algunos  me^es. 

En  cuanto  al  armamento  del  ejército  colecticio 
de  Lima,  había  sido  dispersado  en  su  mayor  par- 
te en  la  asonada  i  combate  del  21  de  diciembre, 
en  que  Lacotera  i  Piérola  se  disputaron  a  balazos 
la  dictadura. 


VIL 


Era  a  la  verdad  tan  angustiosa  la  situación  a 
este  respecto  (i  bien  debieron  saberlo  los  jenpra- 
les  chilenos  para  ajustar  sus  procedimientos  a  esa 
pauta)  que  se  habló  de  traer  armas  hasta  por  la 
vía  del  Amazonas,  que  era  la  mas  remota,  pero  al 
mismo  tiempo  la  menos  insegura. — ccEl  ministe- 
rio que  ha  caído,  escribía  a  Montero  el  ex-secre- 
tarío  del  presidente  Prado  don  Mariano  Alvarez 
desde  Lima  i  con  fecha  31  de  diciembre  de  1879, 
había  encargado  a  Europa  considerable  número 


—  166  — 

de  rifles,  ametralladoras  i  cañones,  dicen  que  pa- 
ra hacer  la  guerra  a  Montero  i  a  los  chilenos  i  es- 
tablecer una  dictadura.  Piérola  los  ha  ganado  por 
la  mano,  i  dicen  que  seguirá  la  misma  política. 
Dicen  también  que  Piérola  no  quiere  buques  de 
guerra,  que  no  hará  mas  que  la  guerra  terrestre; 
i  que  los  armamentos  nos  vendrán  por  el  rio  Ama- 
zonas, debiendo  ponerse  espeditos  inmediatamen- 
te los  caminos  que  lleven  al  mas  inmediato  afluen- 
te navegable.» 

Esta  idea  que  no  era  en  manera  alguna  irrea- 
lizable, pues  el  apostadero  amazónico  del  Perú  en 
Iquitos  se  halla  mas  o  menos  a  la  misma  distan- 
cia de  Europa  que  Panamá,  habia  sido  sujerida 
desde  el  principio  de  la  guerra  por  el  jeógrafo 
Paz  Soldán,  ministro  a  la  sazón  del  presidente 
Prado. 

VIII. 

A  fin  de  obviar  en  parte  aquellas  dificultades  se 
ocurrió  al  menesteroso  pero  útil  arbitrio  de  ofre- 
cer una  prima  por  las  armas  estraviadas  i  de  per- 
tenencia del  Estado  que  existian  en  manos  de 
particulares,  i  se  acordó  pagar  hasta  16  soles  por 
un  rifle  Peabody  o  Comblain,  10  soles  por  una 
carabina  Winchester,  2  soles  por  un  sable,  un  sol 
por  una  lanza,  i  un  sol  por  cada  cien  cápsulas  me- 
tálicas.... tan  grande  habia  sido  el  desbarajuste  i 


—  167  — 

el  desparramo  de  la  revuelta  sobre  cuyas  espumas 
había  mecido  su  cuna  la  dictadura. 

Este  bando,  que  lleva  la  firma  del  prefecto 
Echenique  i  que  consultaba  también  una  medida 
de  seguridad  interna  i  política  contra  el  vértigo  de 
los  trastornos,  achaque  tan  nativo  del  Perú  como 
el  soroche,  tiene  la  fecha  del  21  de  enero  de  1880, 
i  fijaba  diez  dias  para  su  ejecución.  Pasado  este 
término  se  practicarían  «visitas  domiciliarias»,  i 
el  que  hubiese  hecho  alguna  ocultación  seria  pe- 
nado con  seis  meses  de  cárcel  i  doscientos  soles. 
A  los  delatores  se  les  ofrecía  por  cada  denuncio 
cien  soles.  (1) 


(\)  Parece  que  este  procedimiento  dio  ua  buen  resultado 
aparte  de  otns  medidas  dirijidas  al  mismo  fin,  paos  en  una  co- 
rrespondencia  de  mediados  de  febrero,  leemos  lo  siguiente  sobre 
los  armamentos  del  Perú: 

«Se  han  obtenido  últimiiraente  cantidades  considerables  de 
rifles  Rerainorton  de  una  manera  misteriosa.  Alcranos  creen  ?a- 
ber,  sin  embargo,  que  estas  armas  llegaron  a  la  costa  en  dos  bu< 
qaes  de  vela,  uno  con  cargamento  de  carb;^n  i  el  otro  con  trigo, 
i  traian  estas  armas  debajo  de  sus  cargamentos. 

«Una  parte  de  ellas  fueron  desembarcadas  en  Moliendo  o  en  una 
caleta  cercana,  según  se  dice,  a  pesar  de  la  vijilencia  de  los  cru- 
ceros enemigos;  pero  sobre  este  punto  no  hai  nada  seguro.  No  cabe 
dada  alguna  de  que  hai  grandes  cantidades  de  armas  i  municio- 
nes en  el  istmo  de  Panamá  pertenecientes  al  gobierno  peruano, 
pero  aparentemente  es  muí  difícil  traerlas  a  puertos  peruanos. 
Todot  los  vapores  de  la  compañía  inglesa  que  salen  de  Panamá 
están  sujetos  a  un  riguroso  rejistro  i  se  observa  por  los  coman- 
dantes el  mayor  cnidado  para  precaverse  contra  la  introducción 
clandestina  de  armas  a  bordo.  Kl  coronel  Larraftaga,  cónsul  del 
Perñ  en  Panamá,  llegó  aquí  el  5  del  presente,  i  se  cree  que  el 
objeto  de  su  visita  es  concebir  algún  plan  para  traerlas  al  Perú.i) 


-  íéá- 


IX. 


Preocupóse  al  mismo  tiempo  el  dictador  de  ha- 
cer construir  cañones  en  la  vasta  i  bien  montada 
fundición  que  el  mecánico  ingles  White  tenia 
montada  en  la  Piedra  lisa,  al  pié  del  San  Cristó- 
bal, i  éste  fué  el  oríjen  de  las  innumerables  pero 
poco  eficaces  piezas  de  artillería  que  en  numero 
de  varios  centenares  capturó  el  ejéil'cito  chileno  en 
San  Juan,  Chorrillos  i  Miraflores.  Uno  de  los  sis- 
temas de  construcción  se  llamó  Wagnér,  poi*  el  de 
su  inventor;  i  según  un  escritor  militar  de  Lima  los' 
cañones  no  eran  ni  de  acero  ni  de  bronce,  sino  de 
una  sustancia  que  a:  tenia  las  virtudes  de  ambos  me- 
tales combinados^)...  Su  modelo  era  el  de  Vavas- 
seur  de  a  4,  con  alcance  de  tres  mil  metros  cortos. 

Un  injeniero  peruano,  o  mas  probablemente 
mestizo,  llamado  Grieve,  hizo  también  fundir  al- 
gunos cañones  que  llevaron  su  nombre  i  pesaban 
<(die¿  arrobas»,  con  un  tiro  de  4,500  metros  cal- 
culados. 

Es  curioso  observar  que  el  calibre  de  los  caño- 
nes se  contase  en  Lima  por  arrobas,  como  en  Chi- 
le el  charqui;  pero  esto  no  era  obstáculo  para  que 
el  dictador,  que  en  todo  andaba,  los  ensayase  en 
persona  en  la  playa  abierta  de  Conchan,  al  norte 
del  Callao.  Era  éste  su  pasatiempo  favorito  del  do- 
mingo durante  los  meses  de  enero,  febrero  i  marzo. 


—  149  — 


X. 


Con  el  ensayo  mas  o  menos  afortunado  de  los 
cañones  en  la  arena,  maduraron  las  aspiraciones 
de  defensa  de  Liraá  que  habían  comenzado  a  jer- 
minar  en  el  cerebro  ya  cansado  del  vice-presiden- 
te  La  Puerta  i  de  su  prefecto  Lara;  de  suerte  que 
acaudillados  un  dia  los  limeños  por  su  alcalde  mu- 
nicipal don  Meliton  Porras,  un  flebótomo  o  va- 
eunador  de  esa  ciudad  enriquecido  por  el  ajio, 
ea  única  de  varios  centenares  de  voluntarios,  prin- 
cipalmente bomberos  i  artesanos,  iniciaron  solem- 
nemente los  trabajos  de  fortificación  cavando  una 
zanja  al  pié  del  cerro  de  San  Bartolomé  el  prime- 
ro o  segundo  domingo  23  de  febrero  de   1880. — 
Lejos  estaban  entonces  los  defensores  de  Lima  de 
imajinarse  que  lo  que  abrían  con  la  azada  no  era 
un  foso  sino  una  sepultura! 


XI. 


Para  fin  tan  patriótico  pero  efímero  se  con» 
grcgaron  los  entusiastas  al  amanecer  de  aquel 
dia  veraniego  en  l:i  plaza  publica  de  Lima,  i 
después  de  oir  una  misa  i  sermón  qiio  en  el  atrio 
de  la  Catedral  dijo  el  fomoso  canónigo  Tobar,  re- 
flactor  de  La  Saciedad,  el  diario  relijioso -político 
del  Perú,  marcharon  en  columna  de  a  dos,  fran- 

HIST.   DE  LA  C.  DE  LIMA.  22 


-  150  ^ 

eos  hacia  los  áridos  cerros  que  rodean  por  el  orien- 
te la  ciudad,  entonando  algunos  himnos  i  armados 
de  sus  herramientas  de  trabajo.  Presidíalos  el  in- 
jeniero  don  Joaquip  Capello,  qu^  en  unos  c¡orra- 
les  habia  demarcado  el  dia  precedente  el  prifaer 
zig^zag.  El  injeniero  polaco  Malinousky,  hombre 
de  notoria  habilidad,  h¿ibia  sido  espulsado  por 
Piérola  a  cargp  de  antiguo  civilista. 

XII. 

Con  tal  motivo  dirijió  a  los  triabajadoreg  el  al- 
calde Porras  patriótica  alocución,  en  la.  cual  relu- 
cia  por  mas  de  una  fez  de  su  peculiar  elocueacia 
la  ííntig\iii  palangana  áe\  nativo  oficio,  que  en  Li- 
ma ha  qreado  secta — «los  palanganas  de  Lima» — - 
«Conciudadanos,  decíales  en  su  altisonante  arenga, 
el  alcalde  ex-sangrador,  en  aquel  dia.  O3  contemplo 
con  todo  el  entusiasmo  que  inspiran  los  nobles 
movimientos  populares.  El  espectáculo  que  ofre- 
céis halaga  ampliamente  al  patriotismo.  Después 
de  los  abnegados  sacrificios  que  la  culta  ciudad  de 
Lima  ha  hecho  para  el  sostenimiento  de  la  giiewja, 
vosotros,  ciudadanos,  que  no  creéis  haber  llenado 
suficientemente  vuestros  deberes  para  con  la  pa- 
tria, acudís  presuros  i  entusiastas  a  prestar  el  con- 
curso de  vuestro  trabajo  personal  e/i  esta  grande 
obra  de  fortificación  de  la  ciudad. 

«No  son  peligros  inminentes,  los  que  impulsan  al 


—  151  - 

« 

municipio  de  Lima  a  la  realización  de  esta  ardua 
tarea.  No  ciertamente...» 

I  proseguía  así  el  alcalde  en  su  verbosa  afluen- 
cia entusiasmando  a  la  abigarrada  muchedumbre 
que  le  seguía  mas  como  a  capataz  que  como  a  go- 
bernador de  la  localidad. 

XIII. 

Esto  por  lo  que  tocaba  a  las  palabras,  reglón 
abundantísimo  i  barato  en  toda  operación  limeña, 
sea  de  paz,  sea  de  guerra.  Mas  en  cuanto  a  la  ac- 
ción eficaz,  he  aquí  como  la  describe  un  testigo  do 
vista: 

íAl  ílegar  la  brillante  división  de  voluntarios,  que  así  puede' 
llamáfsele,  encontraron  demarcado  con  no  cerco  cuadrado  i  una 
pequefia  muralla  de  piedras,  el  lugar  de  la  primera  trinchera. 
£1  señor  alcalde  dirijió  a  la  comitiva  la  palabra,  a  la  qne   con- 
testó un  digno  ciudadano. 

iSe  procedió  a  colocar  en  el  suelo  una  estaca  conmemorativay 
i  dada  la  voz  de  principiar  los  trabajos,  el  señor  alcalde  dio  la 
primera  palada^  i  entonces  como  movidos  por  un  solo  impulso, 
todos  los  brazos  se  levantaron  i  el  sonido  de  los  instrumentos 
qae  comenzaron  a  la  vez  su  obra  de  zapa,  se  mezclaba  con  las 
dianas  que  ejecutaban  las  bandas  de  música,  animando  a  los  ciu- 
dadanos i  comunicando  vigor  i  fuerza  hasta  a  l&s  manos  jamas 
acostumbradas  a  tomar  una  tosca  herramienta. 

i>El  espectáculo  entonces  fué  indescriptible;  mas  de  dos  rail 
ciudadanos  entre  los  que  se  hallaban  al  lado  de  jóvenes  vigoro- 
sos, machos  padres  de  familia  acompañados  de  sus  hijos  i  algu- 
nos ancianos  entre  los  que  distinguimos  al  entusiasta  coronel 
don  Manuel  Tafur,  se  disputaban  un  puesto  en  la  tarea,  i  los  di- 


—  152  — 

lijentes  encargados  de  esta  obra  de  preparacioa^  señalaban  ince- 
santemente  el  sitio  que  debía  demolerse,  el  que  debía  rellenarse,  el 
muro  que  debia  ser  levanfizdo  i  el  camino  llano  que  debía  practi" 
carsela. 

Dos  peroancei?  sufrieron  sin  embargo  los  inicia- 
dores que  resfriaron  un  poco  su  patriótico  ardor,  i 
fué  el  uno  la  falta  de  agua  para  beber  después  del 
sudor  del  pico,  i  el  que  una  sección  de  artillería 
que  por  San  Bartolomé  hacia  ejercicio,  se  entre- 
tuvo malamente  un  rato  en  cañonearlos... 

■ 

XIV. 

t 

Por  lo  demás,  aquellos  trabajos,  si  bien  grotes- 
camente dirijidos,  no  podían  ser  mas  oportunos,  i 
aun  desde  entonces  hablóse  de  iniciar  las  líneas  de 
Miraflores  que  tan  funestas  fueron  mas  tarde  a  los 
chilenos.  (1) 

El  dictador,  que  al  parecer  ño  habia  tomado 
parte  personal  en  aquellas  disposiciones  se  fastidió 
al  fin  con  ellas^  i  declarando  que  las  fortificacio- 
nes del  alcalde  Porras  eran  absurdas,  mandó  sus- 
penderlas, echándolas,  conforme  al  dicho  vulgar 
del  país,  «a  la  pori'a.» 


(1)  dLos  habitantes  de  los  baños  vecinos  de  Síira flores,  hBn 
ofrecido  también  espontáneamente  sus  servicios  para  la  obra. 
Aun  los  pobres  desgraciados  naturales  del  Celeste  Imperio  se 
dicen  que  están  contajiados  con  el  fuego  del  entusiasmo,  pero  se 
ha  resuelto  sabiamente,  pagar  a  todos  los  que  asistan  al  trabajo 
de  defensas. 

(Suelto  de  la  prensa  de  Lima  del  13  de  marzso  de  1880), 


~  153  — 


XV. 


Por  esos  mismos  dias  (enero  27)  declaró  tam- 
bién don  Nicolás  de  Piérola  nulo  todo  lo  actuado 
en  el  proceso  de  los  reos  de  Iquique  López -Lava- 
He,  Guerra  i  otros,  a  título  de  que  el  ministro  de 
la  guerra  Lacotera  no  habia  tenido  facultades  para 
proceder  a  su  enjuiciamiento;  i  en  cambio,  por  de- 
creto de  31  de  enero  declaró  vencedores  a  los  com- 
batientes de  Tarapacá  como  a  los  de  Junin,  Aya- 
cucho  i  la  Palma. — En  el  Perú  las  victorias  se 
decretan^  i  el  diploma  de  la  de  Tarapacá  debia 
contener  estas  palabras,  como  prueba. 

«El venció  en  Tarapacá.  Enalte- 
ció i  dio  lustre  a  las  armas  del  Perú  combatiendo 
en  el el  27  de  noviembre  de  1879.D 

XVL 

En  medio  de  estas  incorrejibles  vanidades  que 
traicionan  una  enfermedad  mórbida  del  espíritu  i 
cuya  exajeracian  febril  habremos  de  compulsar 
mas  adelante,  el  dictador,  reaccionando  vigorosa- 
mente en  el  sentido  de  la  sensatez,  dictó  el  25  de 
febrero  de  1880  el  siguiente  acuerdo  que  asociaba 
al  Perú  a  las  clemencias  de  la  guerra  después 
de  las  feroces  matanzas  que  hablan  deshonrado  su 
bandera  en  Tarapacá. 


—  154  — 

dr Visto  el  conyenio  iaternacíonal  celebrado  en  Jínebra  en  22 
de  agosto  de  1864  por  varias  potencias  europeas»  para  aliviar  la 
condición  de  los  heridos  en  la  guerra; 

]>yistas  las  modificaciones  del  mismo  convenio  sancionadas 
en  París  en  29  de  agosto  de  1867; 

:»yisto  los  artículos  adiciónales  al  propio  pacto  estipulados  en 
Jinebra  a  20  de  octubre  de  1 888, 

^Deoi^éto: 

dEI  gobierno  de  la  Bepública  peruana  presta  su  accesión  al 
referido  convenio  internacional,  ajustado  en  Jinebra  a  22  de  agos« 
to  de  1864,  asi  como  a  las  modificaciones  i  adiciones  del  mis- 
mo, verificadas  en  las  fechas  arriba  espresaáas,  quedando  en 
consecuencia  sin  valor  alguno  el  decreto  referente  a  este  mismo 
asunto  espedido  en  2  de  mayo  de  1879  i  cuyos  términos  pudie- 
ron enjendrar  duda  sobre  la  aceptación  completa  por  parte  del 
Perú  de  todo  lo  estipulado  hasta  ahora  en  los  mencionados  actos 
internacionales. 

El  secretario  de  relaciones  esteriores  i  culto  queda  encargado 
de  la  puntual  observancia  del  presente  decreto  i  de  mandarlo 
publicar,  comunicándolo  en  debida  forma  a  quienes  corresponda^ 

»Dado  en  el  palacio  de  Lima  a  los  25  dias  del  mes  de  febrero 
de  1880. 


dNicoXiAs  de  Piérola. 


i^Pedro  José  Calderón.^ 


XVII. 

No  descuidaba  en  medio  de  estos  afanes  el  dic- 
tador del  Perú  ni  su  sangre  ni  su  hogar,  porque 
mientras  creaba  coroneles  a  sus  primos  i  a  sus 
hermanos  (don  Carlos  i  don  Exequiel  de  Piérola), 


—  155  - 


norubraba  fiscal  de  la  corte  superior  de  Arequipa 
a  su  tio  o  primo  don  Manuel  de  Piérola.  Simples 


arreglos  de  familia! 


xvm. 


Por  lo  demás,  i  mientras  los  chilenos,  o  mas  pro- 
piamente sus  directores  se  reposaban  en  las  recias 
calicheras  de  Tarapacá,  la  blanda  i  perezosa  Lima 
comenzaba  a  tomar  el  aspecto  de  una  ciudad  de 
guerra.  «Lima  se  ha  convertido,  decía  una  corres- 
pondencia formal  del  14  de  febrero,  en  un  vasto 
cuartel,  no  habiendo  menos  de  quince  rail  solda- 
dos, principalmente  de  infantería,  estacionados  en 
ella  en  este  momento,  i  el  número  se  aumenta 
constantemente.  Es  verdad  que  la  mayor  parte  de 
ellos  son  reclutas  que  probablemente  no  han  vis- 
to ni  menos  manejado  armas  de  fuego  en  su  vida, 
habiendo  sido  arrancados  por  la  fuerza  a  sus  ho- 
gares para  defender  a  su  patria,  pues  estos  candi- 
dos peruanos  se  imajinan  evidentemente  que  con 
vestirlos  con  uniforme  e  instruirlos  en  un  cuartel 
durante  un  mes,  es  suficiente  para  convertirlos  en 
guerreros.  D 

Pero  lo  que  afectaba  a  la  opinión  pública  i 
a  los  partidos,  reinaba  un  completo  desarme 
i  armisticio   que   seria  de  larga  duración. — «La 


—  156  — 

política  se  encuentra  en  calma,  decia  el  •  corres- 
ponsal antes  citado,  en  la  Ciudad  de  los  Reyes,  a 
consecuencia  de  la  llegada  del  Carnaval  con  sus 
numerosos  días  de  fiesta  i  regocijo.  El  dictador, 
después  de  dar  a  luz  un  sinnúmero  de  decretos, 
revocando  i  corrijiendo  muchos  de  los  actos  de 
sus  predecesores,  parece  que  se  ha  entregado  tem- 
poralmente al  reposo,  i  mientras  tanto  todo  mar- 
cha como  si  no  hubiera  tal  cosa,  como  si  una  gue- 
rra seria  no  comprometiera  el  porvenir  del  país. 
Es  en  verdad  perfectame^nte  asombroso  para  el 
observador  superficial,  ver  la  indiferencia  con  que 
la  mayoría  de  esta  jente  mira  este  asunto,  i  mien- 
tras los  vapores  llegan  unos  tras  otros  del  sur  i 
traen  poco  i  nada  de  noticias,  fuera  de  que  Arica 
que  se  considera  inespugnable  continúa  a  la  es- 
pectativa,  no  ocurre  nada  que  pueda  causar  ese 
estado  de  escitacion  loca  que  cualquier  rumor 
de  victoria  o  desastre  produce  invariablemente 
por  un  corto  tiempo,  d 

I,  cosa  digna  de  ser  recordada,  esa  misma  pro- 
funda apatia  del  placer  o  del  descanso  reinaba  a 
esas  horas  en  Santiago,  porque  una  persona  que 
visitó  la  Moneda  en  los  dias  que  precedieron  al 
carnaval  de  1880,  la  ha  comparado  a  un  inmenso, 
desierto  i  silencioso  mausoleo....  Así  se  hacia  la 
guerra,  i  a  ese  paso  caminaba  la  campaña  en  tan 
importante,  tan  crítica  i  decisiva  coyuntura  des- 
pués de  la  victoria 


—  177  — 


XX. 


No  era  tan  lento  sin  embargo  en  sus  fantásticas 
concepciones  de  campaña  el  dictador  del  Perú,  co- 
mo el  flemático  ministro  de  la  guerra  de  Chile  que 
a  la  sazón  dirijia  las  operaciones  en  Tarapacá,  por- 
que én  los  archivos  de  Lima  sé  han  encontrado 
documentos  de  los  cuales  aparece  que  don  Nicolás 
de  Piérola  se  propoiiia  arrojar  a  los  invasores  de' 
esa  provincia  por  un  vasto  =i  singulail  movimiento 
de  circunvalación  que  comenzaría  en  l^s  márjenes 
del  lago  Titicaca,  como  la  misteriosa  peregrina- 
ción de  Manco  Oapac  i  Mama  Ocko  en  los  tiem- 
pos prehistóricos  del  Perú. 

Con  este  propósito,  .el  dictador  reforzaba  de 
preferencia  el  ejército  de  Arequipa  enviando  una 
espedicion,  según  antes  vimos,  a  cargo  del  coronel 
Recabárren  en  el  Oroya;  acantonaba  en  lea  un 
pié  de  fuerza  copfiándoló  al  jeneral  Beingolea.el 
30  de  diciembre  de  1879,  i  en  los  últimos  días  de. 
enero  despachaba  una  esploracion  singularísima 
de  reconocimiento  a  los  lagos  Titicaca  i  Poopo  i. 
de  su  rio  intermedio,  el  Desaguadero,  medida  pe- 
regrina i  casi  estrafalaria  de  guerra  a  que  antes 
hemos  aludido* 

Para  tales  fines  comunicó  instrucciones  secre- 
tas a  su  antiguo  confidente,  el  coronel  Billinghurst, 
i  éste  partió  a  su  destino  por  la  via  de  Ático,  Are- 
quipa i  Puno  hacia  la  Paz. 

HIST.   DE  LA  C.  DE  LIMA.  23 


■ 
■ 
■ 

Hallábase  en  esta  cíuíIíílíí  el  emisario  del  dicta-  i 
dor  a  fines  de  febrero,  i  a  su  decir,  había  encon-  ) 
traíjo  U.9>a^,.eíitasiasti  adhesión  a  su$  quimeras.  j 
ÍJr9',}íi''base|de  é^tp,a  la  destruccion.de  los  pueates  1 
del  Dt]|$a^uiHdqro  i  su  nfi.vegacÍQn  en  bah^ts  de  to--  \ 
tar<p,i:emrps,(ie.lobo^,.^i 

,  J  ,ft  la  .veídad,*ü'at4bft$e  de  ponerla  en  .inme- 
diata .^equcion,  cuimdo  sobrevino  el  desembarco 
40  lo&.qhilein¡oa^tiiP£^pocha.  Delante  de  semejante 
npKedad  1q9  pl^-ni^tíi*  iDftiUtftra?  ■  4e  Liftia  comen- 
taron a  despertar  d^  SU»  fiusuefios,  fruto  de  su  ima^ 
jiuftoion  i  de. nuestra ipe^qza,. 

I  páralos  uiaos  á  Ipp  <^ttoB  er»  y»  sobrado  tiem- 
po. (1)  ..... 


'  Un*  acontecimiento  de  mucho  mayor  isígnifica- 


r     < 


.   I. 


(l)  Por  lo  curioso  de  este  viaje  de  esplorácion  i  sus  propósi- 
tos de  arrojar  al  ejército  de  Chile  de  Tarapacá  atacándolo  desde 
la  altiplaoicie  andina  conireearsos  trnidos  de  Quénos  Aires,  (di?* 
párate  que  ya  se  le  había  ocurrido  a  Daza  el  dia  de  su  caida^  i 
que  este  curioso  personaje  confirma,  en  su  reciente  Manifiesto) 
reproducimos' entre  los  anexos  algunos  de  los'  fragmentos  de  ía 
correspondencia  de  Billitighur6t  que  nosotros  poseemos  orijinal 
i  que  publicamos  íntegra  en  marzo  último  con  el  título  de  El 
cerebro  de.  Piérola. 

Entre  los  anexos  figura  también  una  circular  de  Piérola,  del 
5  de  ^arzo,  en  la  cual. asegura  que  ya  en  esa  fecha  tenia  resuel- 
to su'  plan  dé  campaña  contrít  Chile,  diez  dias  después  de  haber- 
se encaramado  a  la  dictadura.  .  :. 


=  m  = 

cíon  acabaría-  (fe  perfcurbg^r » la  pláci4a  confianza 
de  les  limeños  en  su  omnipotencia  i  en  la  timidez 
e  irresolución  atribuida  a  los  chilenos.— En  la  ma- 
ñana del  10  de  abril  de  1880,  por  entre  la  espesa 
bruma  del  oto^pr-habííise  sentido  dentro  de  la  rada 
i  a  pocos  cables  de  su  dársena  del  Callao  una  te- 
rrible detonación  que  puso  en  sobresalto  las  dos 
ciudades. 

Era  la  escuadra  chilena  que  hacia  su  aparición 
viniendo  desde  Pacocha.a  las  órdenes  del  contra- 
almirante Riveros;  i  el  estampido  que  anunciaba 
su  presencia  provenia  del  estallido  de  un  torpedo 
frustrado  aplicado  a  la  c?orbe;ta  Union  en  su  propio 
fondeadero. 

Semejante  suceso  desvia  por  su  solo  curso  la 
presente  relación  hacia  un  rumbo  de  mayor  brilló 
i  movimiento.  Las  hostilidades,  después  de  cinco 
meses  de  pausa,  iban  a  comenzar  en  mar  i  tierra 
con  nuevo  i  feliz  vigor. — Al  fin! 


—  180  — 


•ANEXOS  Ali  CÁMTÜLO  V. 


I. 


LA  COHSCBIPCIOir  ICa.IT4Lll  BÑ'  Sb  PBBÚ  BK  XMEZtO  DE  1880, 

CtJADRO  DÉMOSTRATIVü 

pon  departamento»  de  los  continj^ntes  que  lea  corresponde  dar  por 
ra  ta  formación  de  los  ejércitos  de  la  república  en  servicio  ac- 
tivo, con  arreglo  al  supremo  decreto  de  26  de  dicieTfibre  último ^ 
Í£nconceptoalos  datos  de  la  estadística  jener al. 


:<X>t>'OOu::OOC0O'M00l>»Q^OCC(NCiCfí 

:crít^eocooiCi'«r<:DiOt--^  oo.o  oo  ex»  oo  co  oo  t- 


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80|  .i'od  nóioonpaQ 


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-vnoioBn    nvpen^ 


■^eoeí5»o»-«ooacot*^c^ciíTí<oo-rc*í 


O!  -^  04 


CO 


'o^a9iin«!^8i{«    lap 

fiopvn!^d9099 

sopvpa  scniBixu 

Bt!|  ep  sojdCnf{.i;^83 


0lO0lOCit>»i-HCQ00»0<0«:00^'^01t*»0-<C0O 
*-HCC»05C^  ce  1-1  o  CO -^        íOt^OJt*        Ol  CO 

CiQ^         1-H  CQ  O)  ^        Ol  tO  ce 


Cf5 


81  9p«nii 
-nosBín  uoio«{qo¿[ 


•^cí5coooioo»ooooii^cot>-<:oa>'«ti-iooociO?co 

i-i»0000í»0'V000'Mt>-?000a0Ol^i-it>-C0CQcftOt* 
"^t*O»Ot>-»O'-^i-H»jC50í»Ot>-l>--1*'^"^t>-0>00i-iC0 
»OC0CC4O-HOOC0C^C0t-  OTf<00»-''^0>»-iOí<OCO 

»-IOí01i-Hr-«  Ol  Oli-Hl-t  T-H 


c^ 
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—  181  — 


u\A) 


n 


COMUNICACIONES  DEL  CORONEL  BILLÍNGHÜUST  AL  DICTADOS 

FIÉBOLA   BOBRR'  SUS   0PERA0I0N1E8  DE  ESPLORAOION  DIL 

LAGO    TITICACA   I   DEL   BIO   DESAGUADERO    PARA 

ESPULSAB  A  L08  CHILENOS   DE  TABAPACÁ,   EN  ENERO  I  FEBRERO 

DE  1880 

("Fragmentoe.) 
I. 

COMISIÓN  inLITAR'PK  ESPLOfiACION. 

Arequipa^  febrero  18  de  1880. 

4 
I 

A  S.  S.  el  señor  secretario  de  estado  en  el  despacho  de  guerra. 

Señor  secretario: 

Despnes  9e  alganos  inconvenientes  a  cansa  de  la  ftdtá  de  mo- 
vilidad en  la  Panta  Blanca  de' Aticó  i  efn  los  pueblos  del  tránsi- 
to^ llegué  a  esta  ciudad  el  \^  del  cerniente.  Á  mi  paso  por  la 
estación  de  Vítor  hice  un  telegrama  al  señor  jeneral  Montero 
anunciándole  la  disposicioú  del  supremo  gobieifno  de  que  el  te- 
niente de  la  armada  que  se  encuentra  embarcado  en  el  Manco 
Capae,  don  Bernardo  Smitb,  se  constituyera  en  Arequipa  a  re- 
cibir órdenes.  Con  posterioridad  telegrafié  directamente  al  in- 
dicado oficial ;  ni  del  primero  ni  del  último  he  tenido  bástala 
fecha  contestación. 

; ; ; 

A  fin  (le  completar  el  estadio  que  do  esa  parte  del  territo- 
rio  perú-boliviano  debe  hacerse  i  poder  suministrar  a  S.  E.  el 
jefe  del  estado  los  datos  que  desea  sobre  el  método  que  debería 
emplearse  para  establecer  una  Corriente  de  comunicación  entre 
Ornro^  Pampa-A  agallas  o  Salinas  i  la  República  Arjentina  para 
proveer  por  esa  ruta  al  departamento  de  T\irapacá  de  los  víve- 
res necesarios,  he  suplicado  al  señor  don  Manuel  A.  Loayza, 
respetable  vecino  de  Iquique  i  conocedor  como  el  que  mas  de 


esos  caminos^  que  me  acompafte.  El  señor  Loayza'patrióticamen- 
te  se  ha  prestado  a  someterse  b¿  los  riesgos  i  privacíoDes  de  la 
espedicioD.  Una  vez  en  aquellos  parajes  estudiaremos  este  im- 
portante pn^io  i  daré  cuenta  d^  ello  oportani^mente  a  Y.  S.     , 

Aprorxecbto  esta  oportunidad  para  ofrecer  a  Y.  S.  mis  respetos. 

Dios  guarde  a  Y.  B.,  señor  Becretfítio.^  Qttiltefmo  E.  Bi- 
llinghursL 

II. 


COMISIÓN  MILITAR  I^E  EBPLORACION. 

Füne,  fé>rero  22  de  1880. 
Á  S.  S.  el  secretario  de  estado  en  el  despacho  de  guerra: 

Beñor  secretarlo: 

Como  lo  tengo  a  Y.  S.  anunciado  en  mi  comunicación  de  18 
del  9ori[{eDÍie;  el  dia  20t.d^é  a  Arequipa  en  vifyepara  esta  ciu- 
dad^ ea  Ja.  eual  me,  tiene  Y.  :S.  4<?sde  anoche., Me  han  acompa-^ 
fi^do  I019  seQprea  ^^s^.  Lpayza  i  \m\  dos  ayndaateyi  ^ddi  pri: 
mero*.  \,      \  ■   . 

Esta  mafiana,  a.^A  dq  no, perder  tiempo^  fuimos  a  reconocer 
personalmente  las  dos  .lanchas  que  tiene  la  empresa,  una  lla- 
mada M(^ría,  que  cala  cuatro  i  n^gdío  piés^  i  la  oifVk  Edmundo^ 
que,icala.tr€;9,i,m^dio  pies.  Desde,  lueg^  la  que. piesta  .mejores 
ventajas  para  la  navegación  fluvial  ^  la  últimra  por  su  calado; 
desgraciadamente  no  está  en  condiciones  de  marcha.  Sin  embar- 
go, el  representante  del  señor  Sp^Qdi^.  me.  ha  ofrecido  arreglar- 
la de  modo  que  esté  espedita  parH.el  martes  24  en  lamañana.  ' 

£n  la  primera  de  las  lanchas  hicimos;  un  ensayo  por  el  lago; 
el  andar  de  esta  embarcación  es  de  4  a  5  millas.   ' 

El  vapor  Yaptirá  se  encuentra  actualmente  en  reparación;  así 
es  que  tendremos  que  e&pjerar  el  regreso  del  Fat?arí,  que  será 
maüana.en  la  noche,  para;  marchar  a  Ohililaya, 

He  comprado  tres  ialsch"^  de  tatom^  que  son  las  que  se  emplean 
aquí  en.  la  ^avegacion,.i  he  tenido  una  prestada  de  cuero  de  lobo* 


.  —  183  — 

Coa  estos  ¿lementps  i  unaa  cuaa^s  provjsíoaed  creo  qoe  poflré 
cumplir  mi  comisipu. 

Dios  goarde  a  V.  S.,  sauor  %i^tetAvio.^- Guillermo  E.  Pi- 
llinffhurdi. 

No  creo  de  mas  comuaicar  a  Y.  S.  qoe  a  seteaia  millas  de 
esta  cíadad  i  a  cien  metros  de  la  orilla  en  la  caleta  de  Llampo- 
pata  se  eocueatran  miaas  de  garbea  i  que  los  vapores  del  )ago 
osan  ea  la  actualidad  este  combustible  coa  biaen  éxito. 

« 

ÜI. 

.        .  .     ' 

COHlálOH  MILITAR  Dk  ESPIiOftA-ClOlf . 

Ckililaya  {Bolivia) y  febrero  26  de  1881. 

A  sa  señoría  el  secretario  de  estado  ea  el  despacho  de  guerra. 

Señor  secretario : 

A  Id  una  i  medía  de  esta  mafiaiía  zarpamos  en  el  vapor  Ya* 
varí  de  Puno^  llevando  a  remolque  la  lanchita  María  i  dos 
balsas  de  totora;  la  balsa  de  cuero  de  lo1>o  í  la  otra  dé  tótofa 
conseguimos,  no  sin  algunos  inconvenientes,  colocarlas  en  la 
Cubierta  del  vapor. 

» 

La  espedicioU;  mientras  se  reúnen  los  señores  Smitb  i  Tama-i 
fo,  ha  quedado  organizada  de  este  modo: 

Capitán  Nash  i  el  que  suscribe,  dedicados  a  la  n^eusura^  son? 
daje  i  demás  observaciones  del  rio  i  lago^  .     | 

Don  Manuel  A.  Loayza,  encargado  d^  la  seceiou  bálsjas« 

Don  Pedro  Villalobos,  encargado  de  las  provisiones. 

Don  José  Gt.  González,  encargado  de  las  brigadas  (de  muías) 
qae  deben  recorrer  por  la  ribera  el  curso  del  rio  para  prestarnos 
los  auxilios  necesarios. 

A  las  ciuco  de  la  mañana,  después  de  tres  i  media  horas  de 
navegación  penosa  i  lenta,  me  dio  parte  el  capitán  del  vapor 
qae  las  balsas  que  venian  remolcadas  se  habian  inutilizado  i 


I 

I 


—  184  — 

(\¡ae  la  lanchita  María  corría  riesgo  si*  insistíamos  en  remolcar- 
las. Me  agregó  que  en  el  Desaguadero  podríamos  comprar  otras 
•balsas  con  que  remplazar  éstas;  que  a  su  juicio  deberíamos 
larff  arlas  al  garete.  Como  el  precio  de  las  balsas  es  insignifican- 
te i  como  en  realidad  comprendí  que  la  lanchita  corría  peligro, 
ordené  que  se  cortase  la  amarra  i  se  largaran  ál  garete  las  indi- 
cadas dos  balsas. 

A  las  ocho  i  medía  de  la  no(ihe  atracamos  al  muelle  de  Ohiti- 
laja.  En  el  acto  dispuse  la  marcha  a  La  Paz  .para  el  día  si- 
guiente a  las  siete  de  la  mañana. 

Es  cuanto  puedo  informar  a  Y.  S.  por  ahora. 

Dios  guarde  ^  V.  S.,  señor  secrebMrip. — Guillermo  E.  Bir 
llinffhurst.i^ 


.\  . 


IV. 


«COMISIÓN    MILITAR  DB  E8PL0KACI0N. 

,  ^a  Jfaz,  febrero  2T  cLfi  \^%l. 

A  su  señoría  el  secretario. dq  estado  eu  el.despacho  de  la  guerra* 

Señor  secretario; 

•  Arribamos  a*  está  ciudad  &yei*  ít'ra'úüh,  í  cuarto  de  Ití'tátde. 
He  creído  Conveniente  traer  cobmigo  al  capitán  Nash  para  que 
me  ayude  a  revisar  los  datos  que  sobre  el  Desaguadero  existen 
én  las  oficinas  publicad. 

Poco  después  de  mi  llegada  recibí  la  visita  del  señor  ministro 
de  la  república,  doctor  Quiñones;  aproveché  de  esta  visita  para 
esponer  ante  dicho  funcionario  el  objeto  de  mi  viaje  i  las  ins- 
trucciones que  traigo. 

El  señor  Quiñones  bondadosamente  me  ofreció  visitar  al  jefe 
supremo  de  esta  repúblico  i  obtener  para  hoi  una  entrevista. 
Esta  ha  tenido  luorar  esta  tarde.  De  acuerdo  con  mis  instruc- 
cienes  desarrollé  ante  S.  E.  el  jeneral  Campero  el  plan  de  cam- 
paña acordado  por  5.  E.  el  kfe  supremo  del  Perú  i  le  indiqué  la 


—  185  — 

I 

clase  de  facilidades  que  necesito^  que  se  reducen  a  un  permiso 
para  cortar  los  puentes  del  Desa^io^uadero  i  una  circular  a  los  co- 
rrejidores  para  que  no  me  pongan  obstáculo  en  la  marcha. 

S.  E.  el  jeneral  Campero  se  hi\  manifestado  vhamente  entu- 
siasta por  el  nuevo  plan-de  campaQa,  i  nos  dijo  que  le  agradaba 
tauto  más  cuanto  que  las  ideas  del  escalen tísimo  seáor  Piérola 
coincidían  con  las  de  él  respecto  del  punto  estratégico  escojido  pa^ 
ra  el  ataque  a  Tarapacd;  i  Q,p\iii\Jiió  el  proyecto  de  surtirse  de 
provisiones  de  Buenos  Aires,  proyecto  qu£  él,  por  su  parte  ha  tra- 
tado de  realizar. 

Cree  el  .escelentísimo  señor  jeneral  que  Bolivia  no  podrá  po- 
ner sobre  las  armas  diez  mil  hombres  antes  de  seis  meses,  por 
la  escasez  de  recursos  i  la  estenuacion  en  que  ha  quedado  esta 
república  a  consecuencia  de  las  malas  cosechas  i  de  la  preseute 
guerra. 

Aproveché  esta  aportunídad  para  mauifestar  una  vez  mas,  a 
nombre  del  jefe  supremo  del  Perú,  al  indicado  señor  jeneral,  los 
propósitos  verdaderamente  fraternales  de  S.  E.  respecto  de  este 
país  i  en  particular  afecto  por  todo  lo  que  con  él  se  relaciona. 

En  resumen,  el  escelentísimo  jeneral  Campero  nos  ha  ofreci- 
do, al  señor  ministro  plenipotenciario  í  a  mi,  toda  clase  de  fa- 
cilidades i  aun  agregar  a  la  comisión  al  señor  Mujia,  ínjeniero 
militar  de  esta  república. 

Creo  pues,  señor  secretario,  que  dentro  de  cinco  dias  podre- 
mos comenzar  nuestros  estudios  en  el  territorio  deseado  i  que 
en  breve  podrá  su  señoría  poner  en  conocimiento  de  S,  E.  el 
fruta  de  nuestras  investigaciones. 

Dios  guarde  a   V.  S.,  señor  secretario. 

Guillermo  E.  BiUinghurst.j> 


HlST.  DÉ  LA  C.  D£  LIMA  24 


—  186  — 


V. 

(CJENEHAl.  GN  JEFE  DEL  PPIMBR  EJÉRCITO  DEL  SDR. 

Arica,  feérero  24  de  1880. 
Señor  secretario  de  la  guerra: 

Por  el  aprecíable' oficio  de  V.  S.  fecha  28  del  pasado,  me  he 
itnpnesbo  de  que  en  acuerdo  supremo  de  igual  fecha  ha  sido  des- 
tinado al  estado  mayor  jeaeral  del  segundo  ejército  el  coronel 
don  Guillermo  E.  Billiaghurst,  recomeudándole  a  la  vez  uua 
importante  comisión  a  los  departamentos  del  sur. 

Dios  guarde  a  Y.  S. 

L,  Montero. 


III. 

CIRCULAR  DEL   DICTADOR  A  LOS  PREFECTOS  DEL  PKRií  ANUNCtAN- 

D0LE8     QUE     TIENE   CONCEBIDO   SU   PLAN   DE   CAMPAÑA 

CONTRA   CHILE   EL   5   DE    ENERO   DE    188.0 

SECRETAKÍi  DB  OOBIBRNO  I  POLICÍA. 

Lima^  enero  10  de  1880. 

Señor  prefecto  del  departamento  de  Tacna: 

S.  E.  el  jefe  supremo,  cuyo  principal  programa  consiste  en 
hacer  efectiva  la  espulsion  de  nuestro  territorio,  del  enemigo 
invasor,  se  ocupa  actualmente  de  dar  la  organización  convenien- 
te a  las  fuerzas  que  con  laudable  patriotismo,  se  hallan  reuni- 
das en  esta  capital,  i  las  que  deben  reunirse  en  el  sur;  i  aproxi- 
mándose el  momento  de  dar  principio  al  plan  de  operaciones 
que  tiene  formado  S.  E.;  cree  indispensable  participarlo  a  US., 
con  el  objeto  de  que  redoble  su  actividad  en  la  vijilaneia  de  la 


—  187  — 

costa  de  sa  departamento,  en  facilitar  i  asegurar  el  tránsito  de 
los  correos  i  espresos,  adoptando  todas  aquellas  medidas  que  a 
su  juicio  sean  eficaces,  para  suplir  la  falta  de  telégrafo,  en  donde 
estuviese  interrumpido,  a  fin  de  que  el  servicio,  especialmente 
en  la  costa,  sea  cual  corresponde,  en  presencia  de  un  enemigo 
aleve,  i  evite  sorpresas  en  el  departamento  de  su  mando,  al  mis- 
mo tiempo  que,  garantice  el  éxito  de  las  operaciones  i  el  triunfo 
que  están  en  el  deber  de  alcanzar. 

Confío  en  que  el  celo  de  US.  corresponderá  satisfactoriamente 
a  estos  propósitos,  que  preocupan  particularmente  a  S.  E.  el 
jefe  supremo  i  que  llegado  el  caso  de  esperimentar  sus  ventajas, 
el  resultado  será  tan  cumplido,  como  lo  hace  esperar  el  ilustra- 
do patriotismo  de  US. 


Dios  sruarde  a  US. 


D 


Nemesio  Orbegoso. 


—  192  — 

renzo.  Allí,  aafces  del  alba  del  día  10,  debíaa  jun- 
tarse para  combinar  su  acción  i  su  sorpresa  contra 
los  buques  peruanos. 

I  mientras  avanzan  una  i  otra  a  su  destino,  será 
útil  echar  una  mirada  a  los  aprestos  de  defensa 
con  que  aguardaba  a  los  chilenos  el  arrogante 
dictador  del  Perú,  que  habia  tenido  ya  cien  dias 
de  plazo  bajo  su  bota  i  su  estatuto  para  prepa- 
rarse. 


IV. 


No  quedaba  a  los  desdichados  peruanos  en  sus 
horas  de  angustia  sino  un  tercio  de  los  doce 
buques  dé  guerra  que  con  64  cañones  en  sus  portas 
le  habian  servido  i  baluarte  para  retar,  tan  ufano 
como  insensato,  a  «guerra  tremenda^)  a  Chile. 

I  en  realidad  i  de  hecho  no  disponía  sino  de  un 
solo  buque  capaz  de  tomar  el  mar,  cual  era  la 
escurridiza  corbeta  Union.  Todos  sus  otros  cascos 
de  guerra  habia  desaparecido.  La  fragata  Indepen- 
dencia fuese  a  pique  con  sus  22  cañones;  el  Huáscar 
(5  cañones)  i  la  Pílcomayo  (6  canotiés),  estaban 
en  poder  de  los  chilenos  i  aun  formaban  parte 
de  la  escuadrilla  bloqueadora  para  aumentar,  si 
era  dable,  la  humillación  i  pesadumbre  de  sus  an- 
tiguos dueños  (1). 

(1)  Los  peruanos  habian  creído  divisar  por  entre  las  brumas 
de  enero  el  monitor  Huáscar,  voltejeando  cerca  del  Callao^  i  coa 


—  193  — 

3)De  cuarto  en  cuarto  de  hora  un  cañonazo 
anunciaba  a  los  habitantes  de  Iquique  que  algo 
nuevo  i  solemne  ocurria  i  el  jen  tío  aumentaba. 
Momentos  mas  tarde  la  comitiva  se  ponia  en  mar- 
cha, yendo  encabezada  poreljeneral  Villagran, 
quien  llevaba  a  su  derecha  al  señor  Carreño, 
gobernador  civil,  i  a  su  izquierda  al  coronel  Ve- 
lazquez.  Seguían  a  estos  casi  todos  los  jefes  i  ofi- 
ciales de  los  distintos  cuerpos  acantonados  en 
Iquique  i  otros  que  solo  estaban  de  tránsito.  Notá- 
banse entre  los  jefes  el  coronel  Letelíer,  tenientes 
coroneles  don  Eulojio  Robles,  don  José  R.  Vi- 
daurre,  señor  Ansieta,  sarjento  mayor  don  David 
Valdés,  don  manuel  Campbell,  comandante  del 
ToUeriy  i  muchos  otros. 

))El  carro  vacío  iba  adelante  i  los  ataúdes  eran 
llevados:  el  del  comandante  Ramírez  por  los  je- 
fes José  R.  Yidaurre,  Eulojio  Robles,  señor  Go- 
rostiaga,  sarjentos  mayores  señores  García  V., 
Arrate,  Valdés,  capitán  señor  Pantoja  i  capitán 
de  puerto  don  Estanislao  Lynch;  el  que  contenia 
los  restos  del  capitán  Garreton  lo  conducían  los 
señores  Manuel  Campbell,  Garreton,  hermano  del 
difunto,  Montoya,  Villegas  i  otros  cuyos  nombres 
no  pudimos  averiguar. 

3) Batiendo  marcha  i  al  son  de  música  alusiva 
al  acto,  llegó  la  comitiva  a  la  iglesia  en  cuyo  cen- 
tro estaba  arreglada  la  capilla  ardiente,  donde 
''ueron  depositados  los  restos. 

HIST.   DB   LA  C.   DE   T.    I  A.  25 


xDespues  do  la  misa  de  cuerpo  presente 
da  i  otras  ceremonias  relijiosas,  se  retiró  1í 
tiva  dejando  los  dos  ataúdes  en  depósito  e 
tada  capilla.»  (1) 

XX. 

Enterrados  todos  los  gloriosos  muertos 
rapacá,  los  chilenos  se  alejaron  como  parí 
pre  de  aquel  sitio  maldito,  poniendo  tér 
aquellas  escursiones  estériles  que  tendían 
propia  demora  a  paralizar  la  acción  colecti 
ejército,  que  era  lo  que  requería  la  situado 
campaña  i  reclamaba  con  evidente  desa 
opinión  pública  del  país. 

XXI. 

Un  poco  mas  tarde,  (hacía  fines  de  cnei 
prendió  por  el  lado  de  Pozo  Álmonte  una 
sión  de  reconocimiento  hacia  Pica  el  coma 
Letelier  con  sus  Carabineroa  de  Tungai, 


(1)  Carta  a  Loa  Tiempos,  Iqnique,  febrer(t  9  de  ]88( 
góae  mas  tarde  a  la  fúnebre  carga  del  Toro  el  cadáver 
comandante  Tliorason,  i  juntos  llegaron  cinco  ataúdes 
tal.  En  el  Ingar  oportuno  referiremog  loa  honores  que 
fueron  tributadoB,  porque  talea  mauifestacioaoa  honran, 
tro  concepto,  a  los  pueblos,  tanto  como  las  victorias  a  1 
tos  que  las  alcanzan. 


—  195  — 

canzar  ningún  resultado  práctico,  i  do  igual  ma- 
nera despacháronse,  ya  en  una  dirección  ya  en 
otra,  partidas  esploradoras  en  el  desierto  i  sus 
confines,  todas  mas  o  menos  con  el  mismo  mal 
éxito  que  las  precedentes. 

Hubiérase  dicho  que  el  ejército  de  ocupación 
de  Tarapacá  estuvo  consagrado  durante  los  meses 
de  diciembre  i  enero,  que  sucedieron  al  de  sus 
brillantes  hechos  de  armas  del  mes  precedente,  a 
la  tarea  jimnástica  de  ejercitar  el  sufrimiento  de 
sus  caballos  i  la  musculatura  de  sus  jinetes  en  to- 
da la  redondez  de  aquel  árido  i  fatigoso  desierto 
de  mil  leguas  en  cuadro, 

XXIL 

Tuvo  lugar  también  por  este  tiempo  i  en  una 
estremidad  apartada  de  aquel  Sahara  americano, 
un  valeroso  pero  desgraciado  encuentro  en  que 
rindieron  nobles  vidas  unos  cuantos  valientes  ji- 
netes chilenos  abandonados  a  su  suerte. 

Ocurrió  este  suceso,  denominado  el  combate  de 
Tarabillos,  el  6  de  diciembre  de  1879,  a  las  puer- 
tas del  pueblo  de  San  Pedro  de  Atacama,  de  la 
desastrosa  pero  heroica  manera  que  vamos  a  na- 
rrar. 

xxni. 

Desde  el  26  de  octubre  de  1879  guarnecía  aqno- 


-  196  — 

escuidada  poblacii 
iel  desierto  i  ven 
antiguo  de  Atae¡ 
el  valiente  oficia' 
Emilio  A  Ferrei 
!  la  República  i  tí 
)a  era  novicia,  le 
strados  i  la  mur 
anzaba  a  60  tiros 
cion  gastaron  loí 
iro  de  sus  carab 

3  campo  chileno  < 
tos,  especialmcnle 
ganaderos  del  Ingi 

celos,  pidió  el  te 
mes  algún  refuer 
iba  la  comandanci 
órdenes  del  comai 
a  a  Galanía  guarr 
Cazadores  del  De 
eros  al  mando  c 
Barbosa.  Hallábaí 
e  uno  i  otro  punt 

inmenso  triángul 
aciones  en  el  desi 
se  atendió  nuucí 


—  197  — 


XXIV. 


Avisado,  por  su  parte,  de  tal  situación  raediai>- 
te  sus  espías  el  jeneral  Campero,  que  a  la  sazón 
vagaba  con  su  famosa  e  impalpable  5^  división  en 
la  provincia  vecina  de  Lipez,  destacó  en  los  últi- 
mos dias  de  diciembre  desde  el  punto  llamado 
Salinas  de  Mendoza  al  conocido  guerrillero  do 
Caracoles  Kufino  Carrasco,  con  un  cuerpo  de  irre- 
gulares denominados  Franco-tiradores,  del  cual 
aquel  capitanejo,  hombre  revoltoso  pero  bravo,  se 
titulaba  coronel.  Según  éste,  su  banda  constaba 
solo  de  70  hombres,  pero  estando  a  los  informes 
chilenos  pasaba  de  150,  i  ésta  era  probablemente 
su  verdadera  fuerza,  porque  Carrasco  se  proponía 
asaltar  con  ella  sucesivamente  a  Calama,  San  Pe- 
dro i  Caracoles,  sitioconocido  de  pasadas  hazañas 
de  revueltas.  Dos  tenientes  coroneles  venian  a  sus 
órdenes.  (1) 


(1)  El  jeneral  Campero  se  hallaba  acampado  en  Salinas 
de  Mendoza  el  5  de  diciembre,  i  allí  tuvo  casi  a  un  mismo  tiem- 
po noticias  de  los  dos  combatas  de  San  Francisco  i  Tarapacá, 
según  el  siguiente  oficio  que  envió  desde  aquel  paraje  al  sub- 
prefecto  de  aquella  provincia  peruana,  don  Luis  Felipe  Rosas, 
estacionado  en  ese  momento  en  Chiapa,  aldea  andina  de  aquella 
'rada: 


\  bestia.  El  soldado  chileno  sin 
apar  con  un  cintarazo  de  sable 
seis  de  esa  mañana  dio  la  alar- 
do  campo  de  Calnma,  i  de  allí 


XXV. 

a  de  todo  esto,  el  comandante 
lia  siguiente,  4  de  diciembre,  el 
le  copiamos  de  su  orijinal  no 


coles,  diciembre  4  de  1879. 
)  Ferreira. 

níente: 

cuto  se  nic  anuncia  de  Culama 
do  150  hombres,  en  su  mayor 
armados,  al  mando  del  coronel 
lesto  en  marcha  desde  Chiuchiu 
de  del  dia  de  hoi,  en  dirección 
Ud.  pues  mili  prevenido  para 
!  le  llegue  el  refuerzo  de  sus 
larchando  para  el  interior  han 
j,  cortarlo  la  retirada  i  no  se  les 


~  210  — 


Era  ésta  la  octava  o  décima  correría  lanzada  a 
las  interriiinables  soledades  del  desierto,  i  ha- 
bría taLvez  sido  la  última  en  su  j  enero,  si  el  mi- 
nistro de  la  guerra  en  campaña,  no  hubiera  teni- 
do 9.  bien  organizar  otra  a  su  manera  i  por  su 
cuenta  desde  el  camarote  del  Abtao,  donde  se  es- 
tinguia  su  propia  lenta  actividad  en  la  nostaljia 
de  un  pontón  fondeado  en  honda  i  solitaria  bahía, 
emparedada  entre  altísimos  farellones. 

I  de  cómo  dio  bridas  a  su  propio  pensamiento 
el  director  civil  de  la  campana,  no  sabemos  si 
con  anuencia  del  jeneral  en  jefe  o  sin  ella,  será  el 
tema  del  próximo  capítulo  de  esta  historia. 


2>Todo  el  camino  de  Atacama  a  Qaetena  es  de  lo  mas  pésimo 
que  puede  darse. 

2>De  Quetena  Chica  nuestros  espedicionaríos  caminaron  en 
dirección  de  San  Cristóbal,  pasando  por  los  siguiente?  puntos: 
San  Onofre,  Pan  de  Azúcar,  Canchichayo,  Marcos  Cuevas, 
Luruchane,  Jevatagua  i  Catal.  Aquí  se  tomó  prisionero  a  un 
sárjente  llamado  Gregorio  Vargas,  perteneciente  al  escuadrón 
de  caballería  denominado  Franco-Tiradores,  que  manda  Ca- 
rrasco.» 


I, 


;1  Sotomuyor  i  Bueza,  mioístro 
legado  del  gobierno  en  la  cain- 
erra  emprendida  por  Ohile  con- 
;  aliadas,  un  hombre  de  indispu- 
i  patriota  esclarecido.  Modesto, 
),  coDciliador,  hombre  de  conse- 
orazon,  dotado  de  imperturbable 
nente  esforzado  como  sus  siete 
m  dejado  todos  honorable^  algu- 
amoria,  ladino  en  ocasiones,  tipo 
íeptoB  del  «hiiaso  chileno»,  siendo 

i  aun  cultivado,  su  conducta  ha- 
lática  i  respetable  para  todos  sus 

como  su  lastimosa  muerte,  ocu- 
era  de  una  victoria  memorable 
tribuido  a  preparar,  lo  ha  colo- 
ro de  los  mas  ilustres  servidores 

tiempo  que  hallábase  dotado  de 
a,  revestía  su  carácter  una  mo- 
I  reflejaba  la  eterna  inmutable 
noral  del  jefe  del  estado  de  quien 
lido  en  los  días  del  gran  terremo- 
nna  solitaria  estancia  de  campo 
e  Melipilla  (la  hacienda  de  Hue- 
1  parecía  a  prueba  de  sacudimíen- 


—  Sis  — 

tos,  porque  en  las  ocasiones  adv< 
propicias  de  la  vida,  mostrábasi 
turaleza  profundamente  liafátic 
vive  de  la  ebullición  de  la  sangr 
con  su  ser,  i  su  rostro  mate,  a 
pero  de  mirar  amortiguado,  su 
que  pai'ecia  en  ocasiones  pegar 
completamente  lívidos  i  enjutos 
pecto  bilioso  de  esos  funcioQari< 
las  monótonas  oficinas  de  gobie 
de  las  fascinaciones  propias  del  ( 

II. 

Pero  aparte  de  todo  esto,  su  i 
cho  i  por  BU  solo  propósito  una 
completamente  equivocada  i  fui 
secucion  de  la  campaña  en  tierr 
sido  en  la  marina,  porque  si  ha 
requiere  la  mas  perfecta  unidad, 
bruñido  de  una  dictadura  railití 
de  un  ejército  i  de  una  escuadra, 
Chile,  sometiéndose  constaateu 
apoltronamiento  del  jefe  del  Ei 
perseverante  error  de  dividir  1 
ponsabilidad  de  los  actos  entre  i 
madas  por  lo  mismo  a  vivir  ei 
que,  disimulado  en  ciertas  ocí 
en  otras  i  siempre  funesto  para 


—  s 

razado  almirante  Coch 
estrictamente  en  el  prim 
armas  a  las  instrucción^ 
tro  de  la  guerra,  que  de 
por  nn  telegrama  cruzai 
de  la  costa,  el  convoi  er 
probablemente  ileso. 

Avisado  asimismo  e 
hermano  i  jefe  de  estad 
corria  la  división  enviac 
tomó  la  cosa,  a  fuer  de 
las  oficinas,  i  dejó  venir 
ponerle  remedio. 

Después  de  estos  ac( 
se  encerró  en  la  cámari 
profunda  bahía  de  Pisa< 
operaciones,  o  mas  prop 
de  la  guerra,  de  acuerda 
jeneral  en  jefe,  estaeio 
Catalina,  i  sometido  vii 
mando  inmediato,  a  s 
único  que  aquí  se  sabe, 
caustica  correspondenci 
mentó  chileno  a  la  I'aii 
cha  17  de  diciembre,  de 
pasa  raui  buena  vida  a 
compañero  fiel  de  mef 
neral  Baquedano,  alegr 
que,  como  el  jeneral 


Pero  el  ministro  en  campaña  quie 
entretenimiento  en  el  océano,  i  para 
en  los  últimos  dias  de  diciembre  la 
un  paseo  marítimo  i  terrestre,  que,  au 
te  por  su  rapidez  i  su  rara  fortuna, 
sino  una  signiñcacion  contraproduee 
sarrollo  de  la  campaña:  tal  fué  el  en 
tallón  del  rejimiento  Lautaro  al  pue 
cha  con  el  objeto  de  ocupar  una  c 
este  puerto  indefenso  i  llave  del  depi 
Moquegua,  i  juntamente  destruir  L 
de  una  movilidad  que  mas  tarde  ha 
preciosa,  dando  ademas  el  alerta  al  a 
bre  el  rumbo  de  nuestras  íuturas  em; 

V. 

Meditada  i  resuelta  bajo  tan  erróne 
aquella  escursion  mista,  llamó  el  n 
cámara  en  la  mañana  del  29  de  dícíe 
liante  oficial  de  injenieros  don  Arí 
nez,  que  con  un  pequeño  cuerpo  de 
asistía  a  los  servicios  del  puerto,  i  con 
do  de  una  espedicion  lijera,  asocia 
mandante  don  Federico  Stuven,  qi 
cargo  la  maestranza  del  ejército  a  bo 
gata  a  vela  Elvira  Alvarez,  anclada 
el  puerto  de  Pisagua, 

En  la  tarde  de  ese  propio  dia  raei 


nes  pierolistas  desde  1874,  al  pas 
lugares  del  infeliz  Perú  aparecia  la 
tada  con  nombre  de  montonera,  t 
mas  horrendos  crímenes  i  asesinato 
gros  cimarrones  de  las  haciendas, 
el  trabajo  minucioso,  paciente  i  ba 
amarilla,  que  volvían  a  reclamai 
blancos  i  a  vengar  en  su  sangre  su 
minio:  el  África  en  guerra  con  el  A 
tiempo  de  los  Faraones. 

Yin. 

Kesístense  casi  a  la  pluma  los 

eias,  coDtini'ie  en  la  parte  que  le  correspondí 
nal.B— (Siguen  laa  firmas). 

Eran  a  Ja  verdad  tan  fnertes  las  eiiiocion( 
producían  en  aqnel  pueblo  impresionable, 
habitantes  perdieron  la  razón.— «Un  respeta 
a  este  propósito  el  Miati,  dirio  de  Arequipa 
loco  de  dolor,  senador  por  el  departamento  < 
nos  dice,  se  encuentra  casi  loco,  andándose 
brero. 

»En  todas  las  esquinas  se  detiene  i  comiei 
blo  como  sí  estuviera  en  el  pulpito. 

>Sus  palabras  son  incoherentes  i  denotan 
«e  halla  en  un  estado  normal. 

sjQuién  sabe  hasta  dónde  nos  llevarán  los 
desarrollándose  desde  el  sacrificio  de  Qraul. 

»¡DioB  miol  ¿estaremos  espiando  una  vidt 
de  locuras  i  errores?» 


que  se  hallaba  eQ  la  hacie 
taron  a  dou  Antonio  Prat 
rrido. 

sTodos  nos  fuimos  a  1 
les  matamos  tres  negros 
mos  nueve  entre  negros  e 
cárcel,  i  esperamos  al  pi 
interrogarlos  i  descubrir 
dores. 

»Aquí  hai  un  plan  pre 
tiempo  atrás,  i  un  círculo 
ha  hecho  creer  a  los  negr 
esclavos. 

bAI  atacar  el  pueblo  de 
didos:  j  Abajo  la  argolla! 

13 

Por  otra  parte,  i  volvie 
garefio,  en  el  mismo  día  í 
cío  de  Arequipa  corría  a 
hecho  a  su  prefecto,  la  i 
según  dijimos  guarnecía  , 
del  comandante  de  guerr 
nez  Tejeda,  conocido  por 
Huachu  llama  (huacho  i 
ra  ir  a  destituir  en  Moqu 
tren,  al  prefecto  don  Sara 
te  nombrado  por  el  jenei 


] 

cor 
los 
de 
pai 
de 


E 

Bobi 
mig 


E 
mué 
este 
nom 
ea  I 
neT 
ram 
sitni 


—  240  — 

a  servirle  él  mismo  do  piloto 
montaña;  i  como  los  dos  fuera 
después  de  corta  vacilación  se 
nes,  decidióse  la  festiva  calave 
de  otro  mozo,  el  comandante  d 
Osear  Viol. 

Desembarcáronse  inmcdlatai 
gins  dos  pequeños  cañones  Ki 
distinguido  teniente  de  marina 
Palma,  recientemente  regresadc 
hacia  su  carrera  en  ¡amarina  d 
una  i  media  el  Lautaro  partln 
conducido  en  dos  trenes  llevaí 
esforzado  Stuvcn,  que,  fiel  a  su 
to,  iba  en  la  máquina. 

La  empresa  de  acometer  r< 
pueblo  importante,  situado  en  u 
fias  i  a  60  millas  de  la  costa,  ern 
pintoresca,  porque  el  ferrocarri' 
el  interior  es  un  verdadero  di 
gargantas  i  páranlos  coraplotf 
desprovistos  de  agua.  El  mas 
podía  ser  causa  de  im  fracaso  i  1: 
locado,  una  galga  arrojada  dt 
producir  segura  catástrofe. 

En  las  primeras  IS  millas  se 
un  terreno  completamente  des 
tacion  de  los  Estanques,  llama' 
existen  dos  depú.iito.s  de  ní^na  m 


—  242  - 

ehiira  varía  entre  seis  i  doce  cuadras, 
término  medio  de  la  parte  plantada  i 
de  un  kilómetro,  por  treinta  de  desarr 
dirección  del  naciente  hacia  el  mar. 

Al  comenzar  esta  hoya  magnífica  se  h 
tacion  de  Conde,  que  debe  su  nombre 
yorazgo  moqueguano  (el  condado  de  San 
que  fué  usufructuario  el  ilustre  jenera 
dista  13  millas  del  Hospicio.  Sucédense 
cortos  trechos  las  estaciones  agrarias  de 
(a  4  millas  de  Conde)  de  Catalana  (6 
del  Puente  (1  milla). 

Hállase  esta  última  ubicada  a  orillas  d 
toso  rio  en  la  amplía  vuelta  que  éste  fon 
volver  por  el  sudoeste  la  ciudad  de  M 
situada  en  su  foudo,  pero  sobre  una  erain 
la  protejc  del  turbión;  i  de  allí,  rebasanc 
blo  por  el  poniente,  trepa  el  camino  de  ] 
meseta  denominada  Alto  de  la  Villa  qut 
el  pueblo  viejo  a  sus  pies. 

Desde  el  gran  terremoto  del  13  de 
1868  que  arruinó  a  Arequipa  i  a  Moqn 
lineóse  en  la  altura  la  planta  de  la  nuev 


quegua.  Por  su  foudo  camÍDS  el  tren  en  uua  esteo: 
de  siete  leguas,  en  medio  de  loa  paisiyeB  mas  rarJE 
reacoB.  Allí  ae  cosechan  loa  mejores  vinos  i  ae  reco 
sabrosas  frutas.» 

Temialocks 


aa  sospeetia,  que  ei  mayor  numero  ae  sus  nauí- 
tantes  no  tuvo  siquiera  la  natural  curiosidad  de 
ir  a  indagar  lo  que  la  llegada  imprevista  de  aque- 
llos trenes  con  tropa  significaba.  Algunos,  i  entre 
éstos  el  prefecto  intruso  don  Julio  César  Choca- 
no,  pensaron  que  aquellos  podían  ser  soldados  de 
ontero  que  venían  a  restablecer  en  Moquegua 
que  loü   movcdíuos   políticos  del   Perú   llaman 


—  246  — 

pleto  a  la  una  i  media  de  la  noche  con  trescientos 
fusileros  milicianos. 

Al  amanecer  del  dia  1.*"  de  enero  de  1880,  i 
cerno  intimación  i  salva  de  año  nuevo,  el  coman- 
dante Martinez  hizo  disparar  por  alto  i  en  di- 
rección a  la  ciudad  dos  cañonazos;  i  bastó  esto 
para  que  una  comisión  del  pueblo  se  presentase 
en  el  campamento  del  Alto  de  la  Villa  notifican- 
do a  su  jefe  el  completo  desarme  de  la  población  i 
la  fuga  de  las  autoridades,  i  solicitando  la  clemen- 
cia de  los  que  tan  fácilmente  habian  vencido  coa 
llegar  i  con  dormir. 

Otorgó  este  perdón  sin  grave  retardo  el  coman- 
dante de  la  espedicion  chilena  cual  aguinaldo  do 
año  nuevo,  i  en  seguida  dispuso  su  entrada  triun- 
fal a  la  ciudad  en  dos  porciones,  penetrando  el 
capitán  Diaz  Gana  con  40  hombres  por  el  camino 
de  Omate  i  el  resto  de  la  fuerza  en  columna  de 
honor  i  con  flanqueadores  esparcidos  en  guerrillas 
par  el  barrio  de  San  Bernabé. 

La  banda  del  Lautaro  ocupó  la  plaza  de  armas 
haciendo  resonar  el  aire  con  el  himno  de  Yun- 
gai  i  el  grito  de  guerra  del  chileno  que  es  el  la- 
cónico pero  enérjico  saludo  de  la  patria  ausente: 
— ¡  Viva  Ohile!  Un  corresponsal  peruano  que  esto 
cuenta  añade  que  los  invasores  entraron  a  Mo- 
quegua  haciendo  oir  la  canción  de  los  rotos,  pero 
antes  habia  dicho  que  los  moqueguanos  hablan  si- 
do sorprendidos  en  el  sueño  de  los  tontos. 


)a  DiaQaiia  en  esta  plaza,  me  dirijo  a  U.S.  a  fiu  de  que  se  sirva 
dictar  las  órdenes  conveuientes  para  que  In  fuerza  de  su  mando 
no  caté  diseminada  en  la  ciudad,  anisando  algunos  daños,  que 
deben  evitarse  eu  una  guerra  hunaanituria  como  la  presente,  i 
sobre  todo,  cuando  U.S.  uo  ha  encontrado  la  menor  resistencia 
eo  esta  plaza. 

«Dios  guarde  a  U.S.,  S.  C.  J.      ^ 

»■/.  B.  Pomareda.^ 


ñor;  1  en  p 
chó  el  2."  t 
silio  de  sus 
de  vuelta  e 
morro  de  S 


Tníleciblt 
aquel  efímc 
dueido  en  c 
ignorando 
liumor  ¡iivt 
ron  con  jug 
en  forma  i 
go,  que  lie; 
nico,  fué  tí 
rida  por  aq 

Llegó,  61 
a  Tacna  ji 
na  del  dia 
mas  contra 
plazas  de  < 
una  concei 
arcquipeño 
a  Ite;  ya  ei 
mente  una 
mentoR,  al 
nuevo  año 


:xT. 

an  bolivianas,  los  célebres 
esto  se  hablaba  de  sellar 
n  aquel  dia  de  sustos.  Por 
tralrairante  Montero  di- 
üo  el  siguiente  despacho 
[ia  de  la  tarde  de  ese  mis- 

[ue  vengan  50  artilleros 
cañones.  Contésteme.  Le 
on  por  el  año  nuevo,  i  oja- 
(sic)  la  alianza  con  nues- 
de  batalla.— Felicite  Ud. 

Montero.^ 

on  sus  sombras  i  sus  mié- 
a  estos  dos  curiosos  tele- 

A.    TACNA. 

Enero  l.^c/elSSO. 
.'¿.1  P.  M.) 


Ó  de  aquí  con  un  batallón 
Solar, 


—  254  — 

Era  ésa  la  hora  precisa  en  que  el  Lautaro  to- 
maba los  trenes  de  regreso,  i  como  si  lo  hubieran 
adivinado  desde  lejos,  el  jefe  del  estado  mayor,  el 
coronel  La  Torre,  escribia  al  jeneral  en  jefe  a  las 
7  i  tres  cuartos  de  aquella  misma  noche  el  si- 
guiente despacho: 

Jeneral  Montero: 

Una  vanguardia  chilena  a  dos  leguas  de  Arica. 


La  Torre. 


XXII. 


Al  fin  de  todo  i  aquietados  un  tanto  los  áni- 
mos, la  columna  destinada  a  operar  sobre  Moque- 
gua  partió  en  forma  a  la  madrugapa  del  2  de 
enero  i  era  compuesta  del  batallón  Cazadores  de 
Prado,  comandante  Somocurcio  i  otro.  Los  dos 
cuerpos  se  dirijieron  por  tren  a  Tacna  i  reunidos 
allí  a  una  pequeña  división  boliviana  que  coman- 
daba el  Coronel  Castro  Pinto,  marcharon  ambas 
fuerzas  a  Sama  el  dia  3  de  enero.  El  4  se  incor- 
poró el  batallón  Prado  (1)  a  la  guarnición  de  Ite 


(1) 


Ite,  enero  4  de  1880. 

(Recibido  en  Tacna,  a  las  10.30  P.  M.) 


yefior  prefecto: 
Se  ha  hecho  rancho  para  el  batallón  Prado,  pero  éste  no  pa- 


BKnvíamos  en  consecnencin 
derÍRo  Btnven  un  afectnoso  apr 
poleon  (si  ello  ea  dable)  eu  su 

de  orejas.» 


FRAGMENTO   DE    U^A  CARTA    1» 
SOBRE  EL  VIAJE  DEL  L&l 

Sefir  6.  Vicuña  Mackei 
(Santiago) 

Cuando  desrielamos  cer 

quegtia,  no  hubo  desgracia  nin, 
corros  e  hicieron  fuego  sobre  i 
rio,  que  esperaban  el  resulta 
hombres  de  los  Duestros  llegar 
estos  individuos,  que  después 
los  que  trabajaron  en  desriela 
fueron  8,  entre  ellos  el  padre  d 
motor;  no  hubo  fusilamientos. 
que  venia  en  el  tren  se  fiigó,  p 
Bíouero:  volvió  a  fugarse  i  se  1( 
marieroD. 

«Cuando  fui  yo  coa  25  hom 
iucendiar  las  casas  de  la  haciet 
agun,  la  bomba,  etc.;  pero  no  i 
alguno  aquí;  prohibí  estríctam 


—  262  — 

en  sus  penosos,  aislados,  inch 
mente  mouótonos  campamen 
de  Pisagua,  donde  yacía  en  un 
de  la  guerra,  hasta  el  Bearnés 
te  vejetaba  en  la  inacción  el  je 
gada  su  robusta  naturaleza  poi 
según  antes  vimos. 

Un  letal  fastidio  iba  invadit 
te  aun  los  corazones  mas  resue 
al  decir  de  la  prensa  de  aque 
daron  solo  con  un  tercio  de  s 
nuncia  o  licencia  del  mayor  ni 

Figuró  entre  loa  últimos  € 
del  jeneral  en  jefe,  mozo  ent 
rra,  que  desengañado  i  triste  i 
de  enero  a  esconder  su  desabr 
na  estancia  de  la  Viña  del  Ma 
firme  de  no  volver  a  los  camp 
confianza  irritaba  i  los  celos 
por  su  base. 

III. 

La  alimentación  del  ejércit 

(1)  aLUieveo  las  solicitudes  por  eof 
tnsB,  dice  en  una  carta  de  familia  fec 
Santa  Catalina,  el  intelijente  capitán  d 
agregado  a  la  secretaría  del  jeneral  eu 
guidü  oficial  se  dio  también  sus  vaoacii 
a  tomar  sus  delicioscs  baños. 


—  263  — 

nsacion  de  estas  desventajas,  habia 
siderablemente,  si  bien  el  estado 
■a  completamente  satisfactorio.  (1) 
ite  de  víveres  seeos  i  especialmente 
ostnda  i  del  cbarqui  desarrollaban 
>  grado  la  disentería  i  otras  enfer- 
s  órganos  dij estivos,  al  paso  que  el 
;o,  como  sucedió  durante  toda  la 
ba  mucho  que  desear,  encontrándo- 
casi  la  totalidad  de  su  personal.  (2) 

>,  por  otra  parte,  gran  Di!i[uero  de  las  quejas 
üla  nliiuentacioii  de  nueíítroa  soldados,  i  todos 
jios  de  la  uctividad,  competencia  i  buena  vo- 
lelegado  de  la  intendencia  del  ejé^clt^,  coro- 

m  lo3  campamentos  no  pasan  días  de  ham- 
¡a  antaño;  ya  Imsta  se  dan  el  lujo  de  tomar 
r  la  maüana;  tienen  pan  caliente  i  buena  pro- 
larecen  de  víverea  frescos,  como  ceboilaa  i  pa- 
le  fabrican  sit  propio  rancho,  qtie  no  deja  que 
lento  i  abundante. 

el  soldado  no  tenga  ahora  mas  quejas  que  la 
en  qne  permanece,  que  aleja  las  probabilida- 
ronto  la  campafia  i  regresar  cubierto  de   lan- 

irreapnndeneia  al  Mercurio,  Iqnique,  enero  iítí 

.enao  informe  que  cuerpo  por  ennrpo  pnsó  al 
;irujaiio  en  jefe  del  ejército,  don  Wenceslao 
nta  Catalina,  con  fecha  de  20  de  enero  de 
ion  de  uno  o  don  rejiniientos,  todos  tenían  de- 
]tes,  fuera  porque  careciaii  du  1."  o  2."  ciruja- 


--.^ 


—  264  - 


IV, 


Agregábanse  a  esta  causa  de  viva  mortificacioa 
accidentes  dolorosos  que  causaban  tantas  vícti- 
mas como  un  combate  parcial,  echándose  casi 
siempre  la  culpa  de  tales  fracasos  a  la  desidia  i  al 
sopor  que  parecia  haber  invadido  durante  aquella 
fatal  demora  todos  los  espíritus.  Fueron  de  esta 
manera  brutalmente  sacrificados  por  un  siniestro 
inconcebible  del  ferrocarril  de  Pisagua  a  Santa 
Catalina,  en  la  tarde  del  7  de  enero,  no  menos  de 
60  infelices  reclutas  que  habian  llegado  en  el  La- 
mar  para  llenar  bajas,  a  los  cuales  la  autoridad 
local  se  negó  a  acampar  en  sitio  cómodo;  i  por 
amontonárseles  en  un  desvio  de  la  línea  en  la 
plaza  de  Pisagua,  mató  un  tren  doce  infelices,  hi- 
riendo i  maltratando  gravemente  no  menos  de 
cuarenta  i  cinco,  cuyo  mayor  número  sucumbió  en 
seguida.  (1) 

no,  o  de  ambos,  por  falta  de  remedios,  instrumentos  o  cansas 
semejantes.  En  cuanto  a  enfermedades,  aunque  el  clima  del  de- 
sierto es  sano  i  aun  benigno,  había  cuerpos  como  el  de  Zapado- 
res que  contaban  un  veinte  por  cielito  de  enfermos,  lo  que  era 
enorme.  Un  gran  número  de  cirujanos  había  renunciado  i  no  se 
les  mandaba  remplazantes,  o  lo  que  era  mas  cierto,  no  se  les 
encontraba. 

(1)  «Hace  tres  días  desembarcaron  en  ésta  600  o  700  hom- 
bres destinados  a  llenar  las  bajas  de  los  cuerpos.  En  seguida  a 
ñxx  desembarco  se  trató  de  acamparlos  i  nosotros^  los  del  Par-^ 


ffva,  enero  10  de  1880.) 

BIST.   DB   LA  C.   DB   T.    I  A. 


alambre,  auxiliar  poderosísimo 
moderna,  mas  allá  de  Tacna;  i  i 
ses  de  completada  la  ocupación 
una  semana.  En  cnanto  a  penf 
dos  estremidades  de  la  línea  féri 
e  Iqniqíie,  medida  estratéjica  tfi 
jente  para  la  defensa  de  aquel 
pingüe  negacio  para  quien  lo 
eso  cuestión  qne  no  preocupó 
minuto  a  los  caudillos  de  la  gt 
ha  preocupado  mas  tarde  ni  aur 


(1)  LoB  peruanos,  sia  embargo,  nos  ha 
i  los  presapoeatoB  de  esa  obra,  qne  ellos  ( 
prender  cuando  loa  BorpréndimOH.  Según 
tnbre  de  1879,  toda,  la  distancia  que  falte 
Pozo  Almonte  i  Agua  Siinta,  era  solo  de 
en  terreno  completamente  llano.  E)n  cuat 
de  35,709  £  eo  la  forma  sigaiente: 

Eíeles  de  acero 2,310    v 

Planchas 76J 

Tornillos 14} 

Clavos 63| 

Agujan  i  cambios  jnegoa. 8 


i  46,200  dnrmiontes,  trasporte  de  mater 
oes,  lastreaje,  nivelaciones,  estacionei 
pozos,  etc 


CUARTA    DIVISIÓN 

onel  don  Orozimbo  Barbosa, 

Cuerpos  de  injantena. 

Buin,  (Ortiz). 

Lautaro,  Robles). 

Zapadores,  (Santa  Cruz). 

ina  brigada  completa. 

un  escuadrón  de  Granaderos. 

IX. 

era  vez  también,  en  la  organización 
¡rcito  de  Chile,  dióse  a  cada  división 
isiliar  de  un  jefe  de  estado  mayor 
cupo  este  honor  a  los  siguientes 
ea,  todos  jóvenes  i  militares  de  es- 

al  comandante  don  Adolfo  Silva 
director  de  la  Academia  militar, 
al  comandante  de  iüjenieros  don 
AriBtiaes  jyiartinez. 

Para  la  3'  al  comandante  i  ayudante  de  estado 
mayor  don  Diego  Dublé  Almeida,  autor  de  varias 
obras  militares. 

Para  la  4.'  al  mayor  de  injenieros  i  hermano 
del  precedente  don  Baldomcro  Dublé  Almeida, 

HIST.   DB  LA  C.   DB   T.    1  A.  35 


mozo  intelijente  que  había 
i  fortificado  la  línea  de  la 
ñas.  (1) 

(1)  Esta  organización  elemental  de 
tada  con  incesante  elanior  dexde  el  pri 
que  se  ocapaban  de  cuestiones  militan 
tal. — «Defde  el  principio  de  la  ^err 
tes  de  la  guerra,  en  la  primera  hora,  i 
diarios,  en  el  Mercurio,  en  el  Ferroea: 
rril,  ea  el  Senado,  en  todas  partes  a  < 
voz,  si  mas  no  fuera,  por  pobre,  mas 
biamos  pedido,  solicitado,  aclamado  i 
ganizacion  militar,  que  juzgábamos  el 
í,  si  podemos  decir  así,  el  abecedario 
conocen  hasta  loe  niQos  de  las  escaela 
el  ejército  en  divisiones  compactas,  h( 
de  la  bandera  tricolor  al  trapo  blancc 
al  mando  de  jefes  activos,  vijilantes,  i 
ra  con  el  soldado,  de  estimación  enti 
Ferrocarril  del  17  de  noviembre  de  1 

I  como  ya  en  esa  época  ee  asegura 
se  oponia  a  aquella  medida  i  el  minia 
con  indiferencia,  agregábamos  en  la 
que  tenia  por  título  Herrar  o  quitar  e. 
la  verdad  que  todo  lo  que  decimos  o  e 
i  perentorio  correctivo,  i  si  los  dos  m 
jeneral  en  jefe  ea  campaña  no  tieoet 
aplastar  rencillas  i  rivalidades  de  cuai 
única  causa  i  rtnica  escasa  para  no  ci 
lugar  de  ctmaudantes  de  batalloa  i  c( 
ciao  es  que  recuerden  (o  que  les  recoi 
proberbio  que  acostumbraba  repetir  d 
amolda  como  un  sayo  a  su  situación 
asi:  ^Herrar  o  quitar  el  bancos. 


—  278  — 


XI. 


Con  mucha  anterioridad  a  estos  actos  i  sucesos, 
había  sido  nombrado  también  jefe  de  estado  ma- 
yor del  ejército  el  esforzado  e  infatigable  coman- 
dante don  Pedro  Lagos,  por  renuncia  del  coronel 
don  Emilio  Sotomayor  que  no  pudo  avenirse  con 
su  antiguo  jefe  i  amigo  el  jeneral  Escala. 

armas^  síuo  redaciéndolo  a  una  absolata  impotencia  i  hacién- 
dole sentir  en  las  propiedades  e  intereses  de  sus  habitantes,  to- 
mado el  peso  de  la  gnerra.]> 

Lo  guerra  habia  tomado  efectivamente  un  carácter  sombrío  i 
casi  feroz  con  particularidad  desde  el  combate  de  Tarapacá  en 
que  los  peruanos  ejecutaron  actos  horribles  de  crueldad  con 
nuestros  heridos.  Los  cargos  principales  que  la  opinión  formu- 
laba contra  el  enemigo  eran  los  siguientes: — 1.°  Mal  trato  dado 
a  los  prisioneros. — 2.°  Muerte  cruel  e  ignominiosa  de  los  rendi- 
dos o  de  los  inermes, — 3.°  Incendio  de  los  lugares  no  fortiñeados 
o  de  simple  abrigo  para  los  heridos^  como  en  San  Lorenzo,  i  que- 
ma dfy  los  heridos  aun  vivos,  como  en  San  Pedro  de  Atacama. — 
4.°  Empleo  de  las  balas  esplosivas. — 5.°  Haber  hecho  fneyo  sobre 
parlamentarios^  i  6*'  Haber  autorizado  i  emprendido  la  guerra 
de  montoneros. 

El  autor  de  esta  historia  trató  i  dilucidó  todos  estos  puntos, 
comprobanbo  algunos  i  reconociendo  otros  como  inexactos  o  po- 
co comprobados,  en  un  esienso  artículo  que  con  el  título  de  Oue- 
rra  de  caníbales  o  guerra  de  cristianos,  dio  a  la  prensa  diaria  el 
19  de  febrero  de  1880.  Tratadas  esas  cuestiones  bajo  el  punto 
de  vista  de  las  lenidades  de  la  guerra  moderna,  resultaba  que 
en  mas  de  una  ocasión  las  tropas  chilenas  habían  faltado  tam- 
bién a  ellas. 


to  íntimo  i  cariñoso  de  la  tienda  d 
reparo  de  almas  jenerosas,  fuera  causa 
ignoramos,  el  hecho  doloroso  i  funestí 
desavenencia  estalló  en  el  cuartel  j 
junto  con  el  nombramiento  del  jefe 
ser  por  sus  funciones  los  ojos  i  las  al 
cito. 

Reinaba,  al  decir  malicioso  i  fastic 
soldados,  cierta  estéril  actividad  en  1 
del  cuartel  jeneral,  donde  las  nimieda 
ban  con  tal  formalidad  que  para  dejar 
i  corriente  una  mesada  de  soldado  s< 
menos  de  seis  trascripciones,  enviándoí 
tos  pliegos  a  los  diferentes  jefes,  ofi 
pleados.  No  gastó  sin  embargo,  i  por  d 
secretaría  del  jeneral  en  jefe  mas  tintí 
necesitaba  un  simple  i  terco  acuse  de  ] 
do  llegó  a  sus  manos  la  declaración 
que  el  Congreso  consagraba  como  un  ' 
tico  que  el  ejército  de  Tarapacá  «hab 
bien  de  la  nación,»  omisión  grave  i  e 
tesia  que  el  jeneral  Escala  enmendó 
mas  tarde  i  con  amplia  corrección.  (1 

^1^  Con  fecha  27  de  diciembre  de  1879  el  jeneral' 
te  del  Seuado  por  toda  contestacioa  al  acuerdo  que 
gro  al  ñaal  del  2."  voldmen  de  la  Historia  de  Tara} 
acuse  de  recibo  eacritu  en  doB  Ifueas.  Pero  dos  sei 
de,  esto  es,  el  8  de  enero  de  1880,  dirijió  al  mini 
rra  ua  oñcio  en  que  yalorizando  debidamente  la 


ataques  propios  de  la  inacción  contruriacia  que 
algo  mas  tarde  quitó  la  vida  en  el  campamento 
de  las  Yaras  al  primero  de  aquellos  dignos  pero 
poco  afortunados  servidores  de  la  República. 

disponía  qne  se  hiciera  mención  de  ella  en  laá  Iiojiis  de  servicioa 
de  iodos  los  jefes  i  oficiales  que  habían  tomado  parte  en  la  cam- 
patla.  JLis  oportuno  el  jefe  de  la  escu:i(lra,  contestó  directamen- 
te ef  voto  del  Cont^reso  el  5  da  enero  de  ISSO  en  una  nota  cuyo 
fioaí  dice  ásl':  «A  nombre  de  la  escuadra  qtie  comando,  agradez- 
co a  U  honorable  Cúmaralaalta  distinción  con  quesehadig- 
Jido  honrarla.» 

mST.  DE  LA  C.  DE  T.  1  A.  3G 


El  tedio  concluye  de  ord 
tratables  aun  los  mejor  temp 
soledades  truecan  al  hombn 
fiér  ansco,  i-eceloso  i  selvátici 

Las  cosas,  a  la  verdad,  e 
tin  rorapinaiento  definitivo  o 
presión  un  tanto  viva  que  € 
pleó  en  nna  de  sus  notas  de 
exijió  el  ministro  fuera  retin 
hacia  el  17  de  enero  en  Pisa 
pendencia  ya  varías  veces  ci 
do,  i  hubo  de  mediar  entre^ 
dilles  BU  secretario  común 
llevando  i  trayendo  recados 
de  la  playa  a  bordo  i  desde  < 


(1)  DeBtleel  17  de  diciembre  ile 
escrita  a  La  Patria  en  el  campanaei 
Í!is  desavenencias  del  jeneral  en  jefe 
mas  tardo  el  corresponsal  dül  Márcí 
nii^rao  pnrtictiltir  desde  Pisngua  (fel 
cnieiitea  significativos  términos;  «1 
-unos  qiip,  impuestos  de  l&desorgani 
i-.-i  tas  altas  re/ioacs,  temeu  ver  re¡ 
tiiltnsi  errores  de  imprevisión  i  de  i 
imUilm'inte  derramada  nos  costaroa 
»Podrfamoa  a  este  respecto  escribí 
liabíimos  principiado  ea  efecto  a  lev 
rhaB  miserias  en  lo  relatioo  a  la  di 
pn'iximu  partida  de  la  espedicion  noi 
I  lu  lio  podrian  ya  ser  oportuuameut 


logrado  por  completo  el  éxit 
qiio  nos  habían  entregado  la 
eá,  pero  sin  aJelantür  mcJif 
la  campaña  en  grande  que  ] 
únicarneute  un  remedio  efica 
sacar  el  ejercito  del  desierl 
rrumpiendo  su  letal  contaji 
confianza  i  la  alegría  giierrer 
peculiar  del  soldado  chileno, 
paña  i  en  vez  de  dormir  pele 

Pero  ¿a  dónde  ir? 

Era  este  un  problema  tan 
mo  la  inacción  misma,  porq 
los  sentimientos  i  de  los  p 
poca  cosa  se  había  preparado 
ra  de  una  manera  adecuada 
empresa  acometida.  Al  cent 
miseá  anarquía  en  las  opinio 
cuion  de  la  campaña. 

XV. 

Los"unos,  i  cutre  éstos  el 
nábante  a  un  ataque  por  tier 
chanJo  por  la  vía  casi  impr; 
nes.  Pero  ya  hemos  recordado 
ploraciones  que  hubieran  al 
para  el  ejército  habían  sido  ( 
Dijese  que  iba  a  mandarse  a 


Hubo  también  uu  lejano  tiroteo  de  cerro  a  ce- 
rro en  la  profunda  garganta  sin  mas  rcRultado 
que  ponderar  la  puntería  de  un  soldados  del  San- 
tiago llamado  José  Vega,  que  derribó  por  apues- 
ta a  un  oficial  enemigo  montado  en  un  blanco 
bridón,  i  el  estravio  de  un  soldado  de  Granaderos 


que  se  creyó  muerto.  ] 
Cea,  i  acosado  por  la 
brada  donde  le  hiciero 
gran  aparato  de  triutif 


Por  esta  misma  ép 
ocurrió  también  un  en 
de  Tana,  en  cuyo  lanc 
Pardo,  ayudantes  del  j 
han  un  reconocimient 
quince  Cazadores,   pu 

(I)  £1  parte  oficial  <lol  ani 
esta  cii'ciingtiiucia,  pero  coqsI 

El  capitán  Contreras  lo  c 
que  era  uu  vnlieute,  lo  llama 

SeguQ  el  parte  dul  ftltimo, 
oficial  que  bajó  al  f.mdo  de  1 
iicsto  CaraoD,  riíeto  de  un  val 
Estados  Unidos  a  servir  a  li 
Contreras  perdió  cuatro  cal 
cinco  muertos. 

No  hemos  encontrado  hast 
ciou  que  a  principios  do  ni: 
Layaecíi,  ninrchando  como  pn 
dante  del  2.°  escundron  de  Ci 
Anicaniente  un  apunte  del  pr 
ocupación  do  la  quebrada  se  i 
nos,  aludiendo  a  su  arrojo  i  a 
dar  a  Oliíle  an  limite  fietentri< 
i  con  los  burros?» 


finjia  xma  demostración  (le  frente, 

Miis,  todos  estos  planes  caían  sobre  el  tapiz, 
unas  veces  por  vacilación,  otras  por  falta  de  datos, 
otras  por  el  rechazo  de  los  marinos  que  reunidos 
en  consulta  sucesiva  liácía  la  medianía  de  enero 
opinaron  que  todo  intento  de  desembarco  a  la 
vista  de  Arica  era  temerario,  i  el  uso  de  las  cale- 

8  ineficaz  e  imprudente  por  las  dificultados  pe- 


—  288  — 

culíares  del  desembarco.  I  era  bajo  muchos  con- 
ceptos ésa  la  verdad  en  el  punto  de  vista  marítimo 
i  profesional  de  la  campaña. 

XVIII. 

No  acertó  a  alumbrar  la  mente  de  ninguno  de 
los  estratéjicos  de  la  capital  ni  del  campamento, 
puestos  al  habla  cuotidiana  por  el  alambre  eléc- 
trico, la  chispa  de  una  espedicion  que  habría  te- 
nido por  punto  de  partida  a  Moliendo,  por  base  la 
línea  férrea  q^ue  de  esa  costa  conduce  a  Arequipa 
i  por  objetivo  esta  ciudad,  la  de  Puno  i  la  Pciz, 
desde  cuyo  cuadrilátero  andino  se  habria  cortado 
la  retirada  de  todas  las  fuerzas   desparramadas 
por  los  peruanos  en  los  departamentos  de  Tacna 
i  Moquegua,  rindiéndolos  tal  vez  sin   combatir, 
Pero  empresa  de  tanto  aliento,   que  pudo  aun  ser 
acometida  desde  Antofagasta,  habria  necesitado 
sino  mejores  soldados,  porque  los  que  Chile  tenia 
bajo  su  bandera  sobraban  para  todo,  jenerales  mu- 
cho mas  espcrimentados  i  un  caudillo  de  jenio  que 
en  parte  alguna  se  veia  aparecer. 

XIX. 

* 

Manteníase  abierta  en  la  emerjencia  solo  la 
puerta  do  lio  para  entrar  a  un  segundo  desierto, 
i  al  través  de  este  llegar  por  jornadas  no  conocí- 


cía  de  'l'acaa,  como  la  üe  Alvaraao  ea  ííi"¿'¿  i  la 
de  Santa  Crnz  en  1823,  o  a  los  valles  rícoa  i  po- 
pulosos de  Lima  como  la  de  San  Martin  en  1820 
i  la  de  Búlnes  en  1838,  no  existe  decíamos  en  un 
artícnlo  que  fué  raui  comentado  en  Lima  i  que 
se  dio  a  luz  en  Santiago  el  5  de  enero  de  1880, 
comparación  posible  entre  los  recursos  que  ofre- 
cería la  rica  campiña  de  Lima,  i  en  jeneral  el  va- 
lle del  Bimac  hasta  sus  cabeceras,  para  la  ocupa- 
ción de  un  ejército,  aun  sin  tomar  posesión  de  la 
ciudad  misma,  objetivo  de  aquella  ocupación, 
ciudad  que  concentra  en  sus  entrañas  casi  todos 
los  recursos  vivos  del  Perú;  ul  paso  que  Arica 
Tacna  no  viven  siquiera  de  sí  mismas  en  su  esta- 
do normal,  sino  de  sus  valles  laterales  de  Sama, 
Locumba,  Lluta  i  Azapa,  para  la  provisión  cuoti- 
diana, i  de  Chile  para  los  suministros  en  grande. 
»En  segundo  lugar,  el  clima  del  valle  de  Lima, 
levantado  considerablemente  sobre  el  mar,  no 
obstante  su  proximidad  absoluta  al  último,  ha  sido 
siempre  reputado  como  uno  de  los  mas  sanos  de 
1«  costa  del  Pacífico,  i  como  tal  describiólo  el  sa- 
\  o  Unánue  i  aun  cantólo  Peralta  i  Barnuevo. 


mar  (como  era  entonces  nuestra  fortuna)  tenía- 
mos a  nuestro  albedrío  una  vasta  línea  de  operacio- 
nes, al  paso  que,  concentrando  nuestro  esfnerzo  a 
la  costa  Sur  del  Perú,  habríamos  de  encajonarnos 
forzosamente  entre  Arica  e  Ho,  dos  puntos  im- 
portantes, pero  que  en  manera  alguna  nos  condu- 
cirían al  desenlace  de  la  campaña  jeneral  ni  aun 
de  la  parcial  i  sucesiva  del  Sur.  El  Morro  de  Sa- 
ma, que  pudo  ser  un  buen  sitio  de  desembarco  al 
principio  de  la  gperra,  quedaba  ahora  como  un 
punto  aislado,  sin  significación  estratéjica  de  im- 
portancia, a  menos  que  se  llevase  allí  iodo  el  ejér- 
cito. 


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»Otra  razón  de  ultima  1 
objetivo  posible  de  una  car 
festado.  I  si  está  infestada 
¿qué  acontecería  en  la  blai 
nible  soldado  chileno. 

»¿No  vale  esto  solo  la  p 
tenidamente  sobre  lo  que 
mañana,  con  el  gran  prop 
fin  a  la  guerra  por  la  sumí 
del  enemigo? 

XXV 

sPero  volviendo  al  terreí 
la  conquista  i  ocupación  fel 
accesorios  de  la  campañf 
Tacna,  Moquegua,  Mollen 
belicosa  Arequipa,  debilitar 
ira  fuerza,  obligándonos  a  ( 
aisladas  eo  territorio  enem 
mismo,  a  todas  las  continj 
guerra  de  ocupación  en  te 
que  la  invasión  de  Lima  € 
poderoso  movimiento  de  co 
nuestro  ejército  compacto  i 
ria  el  empuje  i  entusiasmo  d< 


impulsiva  que  en  soldados  del  temple  de  los  uues- 
tros  se  hace  irresistible,  se  amenguariji  probable- 
mente hasta  las  proporciones  de  iiit  dcsenyailo, 
conduciéndolos  a  los  parajes  de  Arica,  en  los  cua- 
les un  poco  de  agua  i  un  poco  de  verdura  son  las 
únicas  variantes  i  loa  únicos  atractivos  que  se  le 
ofrecerían  en  comparación  con  las  comarcas  que 
hoi  ocupan.  ¿I  vale  esta  leve  mudanza,  que  nada 

HI9T.   DE   LA   0.   DE   T.    I   A;  38 


cide  i 
ismil 
msitc 
becer 
lestra 


No  a 

iljenc 

tratej 

eron 

ilarg. 

dieioi 

deBei 

}  en  e 

ico  i  1 

los  or 

barse 

iticia 

lyor  I 

ticini 


Una 
mentt 
mo  se 
18  de 


para  ese  un  las  recientes  i  araorosas  peticiones  ae 
varios  departamentos,  especialmente  del  de  Qui- 
llota,  el  Nuble  i  Araiico,  que  nos  habían  hecho  ór- 
ganos de  su  clamor  guerrero,  i  en  conclusión  dá- 
bamos al  gobierno  en  vacaciones  este  consejo 
llano  que  qnedó  por  entonces  i  durante  medio 
año  sin  acojida,  pero  que  llegado  a  la  ejecución 
después  de  la  batalla  de  Tacna  armó  en  dos  me- 
ses veinte  mil  hombres,  es  decir,  el  doble  de  lo 
que  antes  de  Tacna  se  exijia. — «Pida  el  gobierno, 
exclamábamos  a  este  propósito  el  2  de  enero,  a 
cada  una  de  las  provincias  vastas  i  populosas  de 
Aconcagua,  Valparaíso,  Santiago,  Golchagua,  Tal- 
ca, Linares,  Maule,  Nuble  i  Concepción  «n  teji- 
miento, dándole  armas  i  dinero,  que  lo  tiene  en 
abundancia,  para  su  equipo;  pida  un  batallón  a  las 
menos  considerables,  como  Curicó  i  Llanquihue; 
exonere,  si  quiere,  a  las  de  Bio-Bio,  Araueo  i 
Valdivia,  con  cargo  de  mantener  de  la  rienda  la 
fi'<  nt-era;  reserve  a  Chiloé  para  la  marina,  i  aun  si 
el  o  le  place,  retarde  la  cobranza  de  su  contin- 


jente  de  sangr 
ma  i  Coquimb 
Ciiile  sobre  li 
complemento 
duplicación  áe 
sario. 

»Chile  ha 
ocasiones  cien 
bierno  hoi  una 
bre  de  la  pat 
mil  soldados 
marchar. » 


Nada  de  es 
junio  sino  cuai 
heladas  sienes 
que  desocupa! 
nombrado,  cu: 
i  gloriosament 
nian  todavia 
Faltaba  evide 
clon,  i  esto  sei 
rosos  del  desie 
temos!  «Tres 
Dolores  un  sir 
1879,  esto  es, 
giiento  i  ostéri 


Era  la  vueli 
la  cuaresam,  i 
Iones  i  en  los 
después  de  la 
los  rastrojos.  ] 
marse  «la  opi] 
prensa  aletar^ 
ríferos  cuidan 
tana  un  medi 
charla,  al  ene 

Era  un  hecl 
el  país  empují 
nes  a  la  accioi 
claudicar. 


No  era  mee 
mos  en  los  caí 
fastidio  tomal 
batos  de  la  in 
teres  i  las  fun< 

«De  día  en 
eribia  uno  de 
gados  del  ejér 
espedicion  a  i 
turas  Sotomaj 

i¿r  qué  esti 
yendo  bien,  ci 


cuando 
cuando 
L  en  el 
ionfltei"- 
>¡os  que 
9  a  las 
,s  hasta 
¡9.  Hoi 
BoliWa 
I  i^iictiii.  un  (íuiu  ic/.iv-íiuir  un  los  culi- 
chales  del  desierto  i  cuando  quizá  ya  muchos  de 
los  heridos  han  dejado  el  lecho  del  dolor  i  están 
de  nuevo  en  su  puesto,  es  cuando  a  nuestros  ¡efes 
se  les  ocurre  marchar  sobre  Arica;  en  tres  o  cua- 
tro días  mas  empezará  el  embarque.  Caiga  sobre 
esas  cabezas  llenas  de  ambición  por  suceder  a 
«GlaudioB  en  el  poder,  toda  la  sangre  que  se  de- 
rrame inútilmente  en  esta  jornada  que  debió  ha- 
berse llevado  a  cabo  por  lo  menos  dos  meses 
há.i>  (1) 


(1)  Carta  al  aator  del  alférez  de  artillería  de  V.  A.  Bianchi, 
al  ancla  en  Pisagiia,  febrero  15  de  1880. 

Eu  los  últimos  días  de  cuero  parece  ocurrió  mi  último  encuen- 
tro de  la  caballería  chilena,  batiendo  los  Gnuiaderoa  uiia  culum- 
na  qne  ni  mando  de  Albarraciri  intentó  piísar  por  las  quebra- 
das desde  Camarones  a  Tarapacá.  Según  el  alférez  Souper  en  8U 
diario  de  campai'ia,  tuvo  lugar  este  hecho  de  armas  el  27  de  ene- 
ro, resultando  muerto  un  tcDÍeute  peruano  i  varios  prÍBÍoneroa. 
Xia  columna  peruana  se  componía  de  90  oficiales  i  solo  diüz  sol- 
HIST.   DE   LA   C.   DE   T.    1  A.  39 


—  306  — 

Motivos  de  apremio  fueron  estos  que  en  gran 
manera  dieron  lugar  al  atropellado  embarque  del 
r  ejército  en  los  últimos  dias  de  febrero,  con  menos 

que  deficientes  elementos  para  operar  de  nuevo 
en  el  desierto,  a  distancias  mucho  mas  considera- 
bles; i  esto  sin  contar  con  el  ausilio  milagroso  de 
los  rieles,  porque  no  habia  motivo  alguno  que 
autorizase  a  creer  que  después  del  paseo  del  Lau- 
taro en  enero,  los  peruanos  no  hubiesen  tomado 
las  necesarias  precauciones  a  fin  de  utilizar  en 
todo  o  en  parte  la  línea  férrea  de  Pacocha  a  Mo- 
quegua. 

Estando  a  la  correspondencia,  para  nosotros 
completamente  verídica,  del  capitán  Pardo  a  su 
familia,  el  conductor  de  equipajes  del  ejército 
chileno  don  Francisco  Bascuñan  declaró  al  mi- 
nistro de  la  guerra  tres  dias  antes  de  comenzar  el 
embarque  de  la  espedicion,  estoes,  el  15  de  febre- 
ro, que  no  contaba  sino  con  las  muías  necesarias 
para  movilizar  el  parque,  rancho  i  demás  impedi- 
menta de  dos  de  las  cuatro  divisiones  de  que  cons- 
taba el  ejército:  tan  lastimosamente  habíase  per- 
dido la  temporada  de  la  inacción  i  de  la  espera  en 
el  caliche! 


dados.  Los  dispersos  se  retiraron  a  Arica. 

A  propósito  de  la  salubridad  del  ejército  el  mismo  oficial  dice 
que  el  20  de  febrero  habia  en  el  Porvenir,  sobre  500  Cazadores, 
95  enfermos. 


febrero)  i  todos  los  jefes  ocuparon  sus  puestos  go- 
zosos con  salir  del  páramo  i  del  ocio. 

El  comandante  en  jefe  de  la  artillería  se  halla- 
ba el  día  11  de  febrero  en  Iqiiique  i  desde  ese 
puerto  i  con  esa  fecha  escribía  al  autor  de  este 
libro  estas  palabras  llenas  de  jeneroso  aliento: — 
«Hace  tres  días  que  estoi  en  este  puerto;  vine  con 
el  objeto  de  arreglar  la  artillería  de  campaña  i  de 
montaña  que  ha  de  quedar  con  el  ejército  de  re- 
serva, lo  mismo  una  brigada  de  artillería  de  costa 
para  el  servicio  de  los  fuertes  de  Iquiquc,  Pisagua 
i  Dolores,  donde  también  hemos  cOTistruido  una 
pequeña  fortaleza  con  piezas  francesas  de  cam- 
paña. 

íEl  ejército  de  operaciones  llevará  siempre  sus 
— is  baterías  completas. 

sDespues  que  desaparezca  el  ejército  enemigo 


dd  Anea  i  Tacna  podremos  llevar  ( 
setenta  piezas  de  artillería  bien  se: 

IV. 

Por  su  parte,  otro  distinguido  jef 
ma,  interpretando  los  sentimiento 
mas  juvenil  del  ejército,  en  vista 
horizontes  de  la  acción  que  se  ab 
los,  anadia  desde  el  campamento  ( 
semana  mas  tarde,  lo  que  en  seguí 
piar  oemo  noticia  i  como  sentimie 
tro  divisiones  del  ejército  están  s 
en  la  línea  de  Pisagua  a  Santa  C 
en  Jazpampa,  la  2.'  en  San  Anl 
Dolores  i  la  4.'  en  Santa  Catalina, 
por  el  orden  de  su  colocación,  a¡ 
la  costa  las  últimas  a  medida  que 
las  primeras  i  ocupando  las  posici 
tros  desalojamos  el  ejército  de  r 
tierra  vendrá  de  Iquique.  (1) 


(1)  Tuvo  lugnr  en  efecto  esta  marcha  de  ] 
ta  de  loB  bntalloDes  OtiupoHcau,  Ohíllan  i 

siertOj.el  24  de  febrero.  El  último  cuerpo  dio 
por  su  poca  moralidad  e  indisciplina  en  cata 
mente  al  salir  de  Iquique,  donde  quedó  rezB 
te  del  bfttalloii.  Entre  loa  anexos  de  este  ( 
una  sencilla  i  pintoresca  carta  de  un  soldn 
q^ue  cuenta  lu  penusu  marcha  de  aquello»  c 


—  310  - 

nueva  forma  del  ejército;  pero  a  ninguní 
drado  los  inoonyenientes;  todo  se  ha 
con  resignación;  i  estoi  seguro  que  no 
a  tener  otro  Tarapacá.  Hoi  cada  ano 
puesto  que  le  corresponde.  El  campo  ei 
a  las  glorias,  i  éstas  pertenecerán  indud 
al  trabajo,  a  la  intelijencia  i  al  valor.» 


En  resumen  de  esta  laudable  activid 
nistro  de  la  guerra  que  habia  ido  en 
Iquique  el  31  de  enero  i  regresó  a  Plf 
de  febrero,  escoltado  por  el  segundo  ba 
meralda,  hizo  un  viaje  de  reconocimi 
pocos  días  mas  tarde,  i  hacia  el  15  d 
se  constituyó  de  firme  en  el  puerto  del 
que  para  reunir  todos  los  trasportes,  hi 


(1)  Carta  al  autor  del  comandante  I>Íef;o  Da 
jefe  de  estado  mayor  de  la  3."  división.  Dolores, 
1881. — El  mayor  Salvo,  embarcado  ya  en  ese  día,  r 
bien  desde  a  bordo  del  Itata,  en  la  rada  de  Pisaj 
dejamos  definitivamente  el  desierto  para  reaaudaí 
tacion  de  la  trajedia,  cuyo  primer  entreacto  de  c 
gos  ha  proporcionado  a  la  tradicional  pereza  cbilen 
de  apacible  sueño  sobre  los  laureles  de  tres  jomai 
próximo  marzo  no  alcance  a  escandalizarse  con 
.  nuestras  armas.» 

La  salida  a  cumpafia  no  podía  ya  retardarse  un  i 
el  estado  de  verdadera  sobredcitaciaa  de  todos  los 


Eji  cjeruiLU    ucHiiiuauu  a  upt^rur    huuí»  ±iu  i  íu-kí- 

quegua,  Arica  i  Tacna  componíase  en  efecto  de 
12,800  hombres  (descontadas  dos  mil  bajas  por 
enfermos  u  otras  causas),  distribuidos  en  las  ar- 
mas i  cuerpos  que  ponemos  a  continuación: 

Rejimiento  Buin 1,200  hombres. 

Id.         2." 1,200  » 

Id.         3." 1,200  » 

Id.         4." 1,200  B 

Id.         Santiago 1,200  » 

Id.         Esmeralda 1,200  » 

Id.         Lautaro 1,200  » 

Id.         Artillería  núm.  2..  600  » 
Id.         Granaderos  a  ca- 
ballo   500  T> 

Id.         Artilleria  de  mari- 
na   750  » 

Id.         Cazadores  a  caba- 
llo   400  » 

Id.         Zapadores 600  » 

Batallón  Atacama 800  » 

Id.         Búlnes 600  » 

Id.         Valparaíso 350  » 

Id.         Navales 500  » 

Id.        Chacabuco 600  » 


—  312  — 

Batallón  Coquimbo 5 

Id.         Pontoneros 3 

Total 14,í 

VI. 

Comenzó  el  embarque  del  materií 
Hería  i  de  los  caballos  el  18  de  feb 
activa  dirección  del  jefe  de  estado  mí 
del  comandante  Stuven  que  habia  c 
muelle  i  lanchas  planas  para  aquel  < 
tinuó  aquella  difícil  operación  sin 
con  un  mar  plácido  por  escepcion  i  e 
nancible,  trabajando  noche  i  dia  co 
peculiar  al  marino  de  nuestras  costa 
ne  ejemplos  que  imitar.  El  22  bajó  a 
de  su  campamento  del  Hospicio,  i 
Pisagua  la  división  Amengual  (la  1. 
mo  dia,  que  era  domingo,  recibieron 
nerse  en  marcha  desde  sus  résped 
raentoa  de  San  Antonio  i  de  Dol 
mandaban  los  coroneles  Muñoz  i  Án 
2.'  i  3.').  La  4/  división  quedaba  a* 
Santa  Catalina  a  las  órdenes  del  core 
mientras  regresaban  a  tomarla  alf 
trasportes. 

Hizose  con  celeridad  el  embarqm 
visión  de  infantería,  fuerte  de  mas 


misma  hora  de  la  noche,  sufrió  la  tropa  cruelea 
trastornofl  en  una  marcha  forzada  de  diez  leguas, 
empeñado  su  jefe  en  llegar  al  embarcadero  a  la 
hora  pimtual  de  la  cita.  «El  domiogo  23  de  fe- 
brero, dice  la  relación  de  un  oficial  que  pertene- 
cía a  la  3."  división,  estábamos  mui  tranquilos  en 
nuestra  función  de  títeres,  cuando  circuló  como 
im  rayo  la  orden  de  que  nos  arreglásemos  inme- 
diatameate  para  marchar.  Como  buenos  militares, 
nos  pusimos  inmediatamente  a  la  obra  de  alistar- 
nos para  el  caso. 

í  A  la  unai  media  A.  M.  deiaraos  el  campamen- 
to de  Dolores  i  partimos  para  Pisagua. 

sLa  jornada  era  larga,  once  leguas  nádame- 
nos; i  sin  embargo,  llegamos  al  puerto  a  las  tres 
de  la  tarde,  no  obstante  de  haber  caminado  todos 
a  pié,  aunque  sin  descansar  en  ninguna  parte  mas 
de  diez  minutos. 

»  A  causa  de  esta  marcha  tan  precipitada,  nues- 
tra división  ha  quedado  en  un  estado  tristísimo. 
Muchos  se  quedaban  rendidos  de  cansancio  en  el 
camino.  En  las  últimas  tres  leguas,  daba  pena  ver 
a  los  pobres  soldados  tirados  de  cansancio  i  de 
se'l,  sin  que  nadie  les  pasara  un  poco  de  agua,  por- 
que se  nos  habia  concluido. 

IllST.    DE    LA   C.    UE    T.    1    A.  40 


—  314  — 

^Llegamos  a  Pisagua  dejando  en  el  camino  mas 
de  mil  ochocientos  hombres  de  la  división,  que  se 
compone  de  mas  de  tres  mil.  En  ese  puerto  des- 
cansamos toda  la  tarde  para  esperar  que  llegasen 
los  que  se  habian  atrasado. 

dA  la  una  i  media  de  la  noche  nos  embarca- 
mos, pero  todavia  quedaban  mas  de  cuatrocientos 
hombres  que  no  llegaban.»  (1) 


VIL 


Esceptnando  estos  contratiempos  de  la  inespe- 
riencia  (porque  en  la  guerra  los  avisos  i  las  órde- 
nes lejanas  deben  darse  décuplas),  el  embarque  de 
todo  el  ejército  hízose  con  felicidad,  enerjía  i  ra- 
pidez dentro  de  la  estrecha  rada  de  Pisagua  en 


(1;  Relación  publicada  en  Las  Novedades  <lel  8  de  marzo. 
Otra  correspondencia  agregaba  sobre  el  mismo  particular  lo  si- 
gniente:  «Se  me  asegura  que  el  telegrafista  omiso  es  un  perua- 
no que  ha  sido  reducido  a  prisión. 

DDesde  las  doce  del  dia  24,  un  gran  número  de  tropa  se  des- 
prendia  del  cerro  de  Pisagua,  frente  al  Hospicio,  dirijiéndose 
por  el  camino  del  ferrocarril.  Este  cordón  de  tropa  no  dejó  de 
bajar  hasta  las  oraciones,  i  aun  continuó  mas  tarde.  Apesar  de 
haberse  trabajado  hasta  las  doce  de  la  noche,  no  alcanzaron  a 
embarcarse  algunos  batallones.  Favorecidos  por  la  claridad  de  la 
luna,  que  estaba  magnífica,  se  continuó  el  embarque  dé  la  tropa, 
trabajando  en  el  remolque  de  las  lanchas  planas  muchas  lan- 
chas a  vapor.» 


do  de  mano  en  mana  entre  los  regocijados  com- 
batientes del  ejército  la  BÍguiente  noble  proclama 
de  su  jefe,  efusión  del  estilo  antiguo,  pero  que  no 
era  sino  el  reflejo  de  las  ardientes,  jenerosas  i  lar- 
go tiempo  comprimidas  aspiraciones  de  aquellos 
hombres  esforzados: 

«¡Soldados! 

j>  Vamos  a  emprender  la  segunda  jornada  de  la 
campaña  en  que  nos  hemos  empeñado  para  man- 
tener ileso  el  decoro  de  nuestra  honra  i  el  respe- 
to de  nuestro  derecho.  Las  heroicas  hazañas  que 
habéis  realizado  en  la  primera  etapa  han  dejado 
marcado  vuestro  paso  por  la  luminosa  huella  de 
vuestras  victorias;  i  a  esto  se  debe  que  nuestro 
glorioso  pabellón  flamee  hoi  triunfante  en  las 
mismas  posiciones  que  ocuparon  los  enemigos; 
quedando  así  sometida  a  nuestro  dominio  absoliK^ 


to  i  tranquila  posesioa  I 
territQvÍQ. 

íjSoldados  cíel  ejéi 

íMucho  93  debe  la  p: 
tucl  a  que  os  habéis  hee 
denodado  esfuerzo,  vua 
vuestra  paciente  resign 
en  reconocer  como  m* 
digna  conducta;  pero  j 
do  vuestros  sacrificios, 
a  exijir  i  esperar  de  vos 
a  quien  !e  debemos  to 
mos  empuñado  las  arn 
que  los  acouteeimientoa 
a  acometer. 

lí Vamos  a  invadir  ot 
rio  enemigo,  donde  éstt 
asaltantes  de  Pisagiui!  r 
jo  con  que  supisteis  v 
posiciones,  i  probad  un 
trarios  que  no  hai  obsta 
venza. 

i>¡B¡zarros  veteram 

»E1  terrible  castigo 
jornada  impusisteis  al 
piicnto  para  que  nunca 


I- 

Almismo  tiempo  circ 
antes  de  levar  anclas,  un 
instruccionea  i  de  señaleí 
convoi  que  era,  a  la  sirai 
greso  sobre  la  acefalia 
que  precedió  en  el  embaí 
cito  de  Antofagasta  a 
perderse. 

Ese  acertado  plan  dec 

ORDEN   DE    SALir 

1.°  Una  vez  que  cada 
porte  esté  listo  para  zarj 
bordo  la  tropa  i  pertre( 
izará  en  el  palo  trinquet 
que  mantendrá  izada  hai 
tida. 

2.°  Un  cañonazo  del 
para  que  todos  se  prepai 
remolcadores  tomar  a  su 
como  puedan  moverse,  s 

3.°  Un  segundo  cañón 
nal  de  zarpar  i  tomar  su  < 
al  N.  O.,  conforme  al  cr 
guiándose  por  el  Amazo7 


el  andar  del  convoi,  los  1 
rán  primero  i  ea  seguid 
mandase  aumentar  el  ar 
lante  aumentarán  prime 
11."  Señales.— Las  je 
Código  Internacional. 

12."  Llegada.- A  la  11 
buques  tomarán  el  fon 
cerrado,  en  el  orden  sif 
Amazonas,  3."  Ahtao  i 
5."  Angapios  i  ToÜen,  6." 
dejando  en  su  puesto  a  I 
Desembarco. — 1."  Al  1 
de  los  buques  abrirá  sus 
las  i  cordeles  (que  Uevaí 
cuitar  el  embarco  de  la 
nes  menores. 

2."  A  la  señal  del  bu| 
pularán,  con  prontitud,  e 
ría,  todas  las  erabarcaci 
planas  i  esperarán  al  eos 
buques. 

3.**  Cada  embarcación  \ 
nienteoUQ  guardia  raai'i 
4.°  El  capitán  de  frag 
de  corbeta  don  Luis  A. 
las  órdenes  del  comanda 
bales  o  ])or  escrito  que 
mente  respecto  al  desct 


apercibidos,  i  esto  fué  lo  que  aconteció.  El  convoi 
se  deslizaba  silencioso  delante  del  faro  apagado 

HIST.  DB  LA  C.  DE  T.  I  A.  41 


de  Arica  a  las  dos  < 
brero.  Su  orden  d 
cinco  o  seis  hileras. 

Ble 

Toro 

Itaia      Copiapó      ^ 

Lámar      LimaA 

Umlerío  I        E.  A 

Ángami 

A  retaguardia  de 
tigo  del  segundo  di 
francesa  Ckasseur, 
distancia. 


Con  el  alba  del  ( 
do  el  convoi  a  la  vÍí 
Abtao  que  por  su  pe 
El  rápido  trasporte 
do  el  rejimiento  Bi 
en  la  marcha  de  An 
la  delantera  en  pos 

A  las  11  del  día 
bkdo  la  punta  Colf 
cocha  por  el  sur,  i  n 
hacia  señales  de  api 


tierra  los  rejiraient* 
i  los  batallones  Na 
gunos  jinetes. 

Se  adelantaron  ét 
tres  leguas  hacia  el 
alguna  del  enemigc 
bia  sido  tan  comple 
sus  recursos.  El  mi 
la  via  férrea  con  sui 
(las  del  Lautaro)  i 
agua  del  inmediatt 
ciudad,  i  que  ese  di 
cánico  portugués, 
como  en  Písagua,  i 
sor. 

Hubiérase  sospec 
a  virtud  de  una  esp 
ruanos  se  habían  pi 
los  peligrosos  valleí 
de  la  serpiente  del 

Para  inutilizar  ( 
habríales  bastado,  < 
tillo  la  válvula  de 
funcionaba  aquel  i 
fresco  estanque  ce 
dantos  del  rio  en  i 
soldados  esparcido 
labios  o  la  boca  de 
tables  chorros,  que 


pero  dulcemente  hospitalario  el  d( 
tal  del  ejército. 

La  confianza  habia  sido  restituii 
to  a  todos  los  corazones.  La  ale^ 
los  improvisados  campamentos  de 
bajo  la  tosca  tienda  del  soldado,  f 
modos  alojamientos  que  con  visib 
categorías  militares  habíase  desde  1 
piado  en  el  pueblo  el  numeroso  cui 
nes  que  acompañaba  al  ejército. 

XVI. 

I  aquella  vehemente  espansion 
que  reparaba  tantas  faltas,  iba  a  i 
corazón  del  pais  que  se  sentia  otrs 
campaña,  saliendo  del  sofocante  > 
marugal,  elemento  fatal  que  al^ 
todavia,  equivocada  pero  tenazn 
principio  de  la  guerra,  el  regulad 
la  campaña  en  el  desierto. 

«Las  huestes  de  Chile  están  t 
mar!»  esclamaba  con  este  motive 
todas  las  pequeñas  arterías  de  1 
entusiasta  escritor  que  pretendia  e: 
horas  todas  las  jenerosas  impacie 
blo  chileno.  I  en  seguida,  como  sig 
«Los  gritos  de  guerra,  los  cántii 
den  a  las  victorias,  los  adioses  a  la 


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COIl 

que 
taifl. 


ANEXOS  AL  CAPITl 
I. 


PARTE    OFICIAL  DEL  JEKBRAL  ESCALA  801 
EJÉRCITO   CHILKNO  BN  í 


Panocha,  feí 
SeDor  minietro  de  la  gaerra: 

El  24  del  corriente  Balieron  de  PÍ8a| 
l)aertd  Ina  tres  primeras  divisiones  del 
con  809  respectivas  fuerzas  de  infanteríi 
Bl  coDvoí,  compoesto  de  diezisiete  bnqr 
medíatfu  del  aeñoc  coutra-al  mirante 
paerto  a  las  11  i  media  A.  M.,  de3i)ue3 
uavegacíon. 

Ia  ciudad  de  Pacocha  habia  '«ido  abt 
dades  peruanas  i  por  casi  todos  los  poblí 
la  ocupó  sin  resistencia  ni  difícaltad. 

El  desembarco  de  las  tropas,  moni 
continúa  con  actividad. 

Hemos  encontrado  el  muelle  en  buen 
a  vapor  que  se  ha  hecho  funcionar  con  lo 

Lii  estension  del  ferrocarril  i  la  parb 
alcanzado  a  reconocer  no  han  sufrido  de 
lido  órdenes  de  ocuparla. 


(1)  Loa  trasportes  erftu  en  verdad  17,  pero  I 
el  Taro  i  la  chata  de  desembarco. 


—  332- 

Las  locomotoras  no  pnedea  ñiii< 
por  mi  no  tienen  repDeato  i  no  las  hi 
rril  de  nada  nos  servirá.  De  Pacochc 
es  el  panto  mas  alto  de  la  serraafo, 
tomayor  se  establecería  el  cuartel  » 
8i  del  valle  se  podría  sacar  con  qu 

De  Hoepicio  arranca  hacia  el  sar 
telégrafo:  el  camino  es  bueno,  i  mi 
eea  en  Locumba,  pero  no  una  batiUlt 
ludo  opuesto  del  valla  i  tendrán  avaí 
cil  la  marcha.  No  creo  por  un  mome: 
donen  a  Tacna  para  resistir  en  Locui 
cil  acopiar  toda  clase  de  recursos.  I: 
hasta  llegar  al  valle  de  Tacna,  í  cuar 
de  unamarcka  larga  i  penosa  presen 
siva. 

Lnego  ocnpando  nosotros  a  Hospi 
pueda  moverse  antes  de  un  mes  de  e 
todo  tendrá  que  llevarse  a  muía:  per 
vÍBÍont)8,  etc.,  etc. 

Si  hai  tropa  en  Moqnegua,  como  d 
ra  poco  i  no  podría  venirnos  a  ataca 
no  pueden  ellos  que  dcíiembarqnemo 
a  Moquegua. 

Mas  temo  yo  a  las  tercianas  que 
do  al  jeaeral  h;iga  que  cadí^  rájimie 
nina,  Anico  antídoto  para  esta  enferc 
se  pueda  el  uso  de  la  fruta  en  ayuns 

No  creo  que  el  enemigo  abandone  i 
tillería  a  Locumba  i  Sama.  Sería  de; 

Hai  otro  camino  a  Tacna  i  es  el  ■ 
tomar  en  el  caso  qae  se  fortificasen  i 
mas  largo,  pero  tiene  mas  recursos, 
pero  hasta  ahora  eé  que  es  via  Ilospi 

He  trabajado  un  plano  exacto  de 


—  334  — 

el  batnlloa  Chillan  i  s  laa  siete  de  la  tnxQaDa  a 
en  movimíeoto;  la  primera  estacíoD  a  que  Ue; 
del  MoUe  a  10  millas  de  Iquique  i  el  golpe  de  ' 
desde  este  punto  es  magníñco-,  supóngase  a 
cerros  de  arena  de  u[ia  altura  mas  o  menos  que 
con  unas  curvas  tan  ca^^ríohosas  que  parece  Y. 
por  la  mano  del  mas  distinguido  escultor,  i  po 
al  oeste  los  cerros  macizos  de  piedra  i  unos  pan 
tes  colores  que  parece  que  lo  llevan  con  la  tu 
las  riquezas  que  encierran:  no  puede  ano  me 
Dios  porque  nos  tenia  esta  voladita  parn  nosot 
timos  i  como  a  3  millas  se  divisan  los  rióos  mii 
tajaya  que  quedan  al  norte  de  la  línea  i  contioi 
se  ll^a  a  la  estación  de  la  patrona  peruana  la  q 

'  se  ha  resignado  a  ser  chilena  pues  no  nos  quit(S 
línea,  aunque  hubiera  sido  para  el  susto.  Hi 
hoi  17  millas,  la  mitad  del  camino  parala  Koríi 
^¡gue  es  San  Juan  a  25  millas  i  mui  poco  vi 
guiendo  la  marcha  se  llega  a  la  estación  Centr 
ten  dos  líneas,  una  para  la  Noria  i  la  otra  para 
término  del  ferrocarril ;  en  la  estación  central  pi 
cuatro  de  la  tarde  pues  llegamos  a  las  II  i  10  n: 
llana,  lo  que  nos  repuao  algo,  pues  en  tos  carros 
veníamos,  que  no  tienen  mas  que  el  asiento,  no 

.  receree  i  el  sol  de  por  estos  mundos  es  el  único 
no  venceremos;  continuando  nuestra  marcha 
punto  va  tomando  insensiblemente  al  norte  lie 
cion  a  Pozo  Almonte  donde  echamos  pié  a  tieri 
mo8  para  partir  ni  siguiente  dia  a  trancar  el  i 
cuyo  término  es  Nueva  Carolina,  donde  llegam 
tarde  i  después  de  hacer  algo  por  la  vida  i  api 
agua,  partimos  a  las  cinco  de  la  tarde  hacia  el 
Dibnjo  distante  15  leguas;  toda  la  noche  ma 
quedos  descansos  i  a  la  ana  de  la  tai-de  llegabaí 
término  de  la  jornada;  yo  llegué  tnuclio  mas  t 
oia  con  otros  soldados  a  cargo  del  equipo  del  es 


dos  segnn  el  hambre  qae  tenia,  una 
ezamÍDando  algunos  restos  qne  qot 
DO  era  tan  bravo  el  toro  como  al  príc 
mo  día  poco  antes  de  lae  doce  de  la  i 
pamento  para  segair  a  Santa  Catalin 
batallones  a  los  ocho  del  día  1."  de  ni 
de  descanso  segnimos  s  este  campai 
despaea  de  tres  horas  de  marcha.  A 
el  alimento  abnndante  asi  es  que  ei 
estamos  aqni  nos  hemos  repuesto  al 
cha.  Como  ocho  cuadras  antes  de  lli 
halla  un  olor  ÍDSoportable  de  los  cho 
mil  chilenos  dejaron  en  el  campo  sie 

La  saluda,  etc. 


MANUEL    T.    THOMSON 


«Union»  en  Moliendo  i  la  O'liigí^ins  en  llu.-KiTi,'a  del  canitan  Lau- 
trup. — Bl<X[ueo  de  Moliendo  i  sus  incidcntos  dipluiiiálicos. — Kriicdieinn 
del  «Blanco»,  del  «Amazonas»  i  del  cLua»  al  ii"rto. — Aprchensiim  de 
una  I  ancha- torpedo  en  el  pueilo  de  llallcnitas  ]i>ircl  «AniaKonas». — 
Milagrosa  escapada  del  tra:>|)oi'te  «Liuicria*  de  lu  persecución  dol  «Illan- 
co, i  dol<Loa».— El«Blanco.enliiba[iialndi;|.ondrtne¡a.— El  «Cochni- 
ne>  i  la  «Mugallani's»  en  Aiicii. — Ke.'uelvc  ct  iilmirante  hacer  ri'levar 
al  «Cochraoe»  con  el  •i|)ii:i:<cai'H  i  corilia  el  Jimiidr)  de  eíle  inrinilgr  al 
eoinaridante  Tli'jinson.— Ü[iri'icii)[i  (¡ufi  esia  nunlida  onciictitPfi  en  el  ini- 
nUtro  Sotumayor  i  en  el  üpcpeiarin  de  la  escuadra  d'iri  líuie'iio  Lillo. — 
Se  dtrije  el  cotniíndatile  Tlioin-^mi  a  Arle:»  el  i'-»  du  febrero. — 1^1  |ir¡iiier 
día  del  bloqueo.— Impaciencia  febril  d(>l  coiuandaiito  Thoinímn  por  ejo- 
cutar  unñ  haiEaña  de  ruu'itubre. — Cul'ioa  el  lu.iiiitur  a  tiro  de  la  furÉiUe- 
za  del  Morro  en  la  mañana  del  :^  du  febivro  i  se  inicia  un  comliate  du- 
rante una  hora. — Tli'inison  reiuii'vu  la  ufi: ion  en  otro  rumbo  atücartdi) 
el  forrocarril  de  Tacna. — Hombiirdeo  de  la  poblieioN  i  priidiíiitc  cdHi;- 
sania  del  cura  Ciiavez — Muerte  dol  aspirante  Goiuok'a  i  di'l  iiiaríjiutxi 
¿."  Apoliuario  Lerdundí,  sobrino  do  un  irinnde  de  Üípafia, — Tercera  fuá 
diil  combale  naval  del  27  de  fehrem. — Kl  monitor  "ilaiUMi  Capac»  fralo 
de  su  ancladero  a  piiivocar  al  iHimucar, — Miuiiobra  atrevida  del  cn- 
luandante  Thumüoii  para  cortarlo  í  echarlo  a  pique,  i  al  ejecutarlo  es 
muerta. — Continúa  el  combate  el  valiente  comandante  Valverde.—  Tiiina 
el  mando  de  la  estación  del  bloiiueo  el  coinandante  Condolí  i  despacha 
HIST.  DE  LA  C.'  DE  T.  I  A.  4;i 


la  oMagalUnesv  a  Pdci 
mandante  Thumson  i  i 
dia  d«l  comljate, — Hum 
gus. — Cómo  fué  veDga< 
semana. — Partea  ofieia 
áo  febrero  de  1880. 


La  noticia  que 
que  aviso  de  la  e 
cito  en  la  maña 
bandera  en  fúneb 
valeroso  cuanto 
don  Manuel  Thoi 
en  Ábtao,  adalit 
püi'liado  i  ternera 
adentro  de  la  bal 
ñalado  jefe  bloqui 
car,  teniendo  por 


Pero  antes  de  i 
desdichado,  la  h' 
exije  que  volvanK 
para  compajÍDar  ] 
do  en  la  mar  dei 
junto  a  Punta  Ce 
dente. 


Io8  términos  siguientes:  «iDebo  tnmbien  hacer  presente  a  V.  S. 
que  cualquiera  agresioc  a  los  buques  de  raí  mando,  ya  con  tor- 
pedos, ya  sea  coa  cualquier  otro  medio  de  ataque  intentado  des- 
de tierra,  provocará  el  bombardeo  de  la  población  por  la  escua- 
dra de  Chile,  i  demás  actos  de  hostilidades  que  se  crean  nece- 
sarios. 

»Eii  tan  dolorosa  necesidad  será  V.  S.  el  solo  retiponsalile  de 
loa  daños  que  se  ocasionen  a  los  neutrales  i  demás  habitanteB.B 

A  lo  cual  el  arn^nte  comandante  de  la  plaza  dio  el  mismo 
dia  esta  respuesta : 

JEFE  SUFEaiOB,  POLÍTICO  I  HILITAA  DG  LOS  DEPARTAMENTOS  DEL 
SUR  DE   LA  BKPÚBLICA. 

Arica,  noviemlire  28  de  1 879. 

Ed  contestación  al  oficio  de  V.  S.  fecha  de  hui,  debo  decirle 
que  quedo  enterado  de  au  contenido;  i  que  i;n   cimoto  ul  uho  de 


—  340  — 

No  ocurrió  novedad  digna  de  nota  en  la  plaza 
bloqueada  durante  los  tres  primeros  meses  de  un 
largo  asedio  que  debia  durar  sin  solución  de  con- 
tinuidad durante  un  largo  medio  año  (28  de  no- 
viembre de  1879—7  de  junio  de  1880). 

El  2  de  diciembre  se  presentó  el  trasporte  chi- 
leno Lámar  conduciendo  107  heridos  i  al  dia  si- 
guiente hizo  su  aparición  en  la  ya  solitaria  rada 
el  vapor  de  la  línea  inglesa  Coquimbo^  conducien- 
do el  resto  de  los  heridos  i  mutilados  de  San 
Francisco  i  Tarapacá  i  la  célebre  ambulancia  del 
canónigo  arequipeño  Pérez,  capturado  en  Pisagua 
el  dia  del  asalto  de  esta  plaza,  i  la  cual  fué  con- 
ducida a  Valparáiso.  (1) 


otro  jénero  de  hostilidad^is  que  los  buques  de  su  mando  pudie- 
ran ejercitar  contra  este  puerto,  estoi  sumamente  resuelt'^,  no 
solo  a  contestar  a  la  iniciativa  de  la  provocación,  sino  también 
a  emplearlas  por  cuantos  medios  estén  a  mi  alcance;  jt72¿^^  esta 
plaza  militar  no  teme  en  manera  alguna  a  la  escuadra  de  la  na- 
ción que  representan  las  fuer  zas  del  mando  de  V.  S, 
Dios  guarde  a  V.  S. 

Lizardo  Montero, 

Al  comandante  en  jefe  de  la  división  naval  chilena. 

(1)    JENERAL   EN  JEFE    DEL    EJÉRCITO   DE  CHILE. 

Pisagua,  noviembre  28  de  1879. 
«Señor: 

i>En  obedecimiento  a  los  artículos  3.**  i  6.°  de  la  humanitaria 
convención  de  Jinebra  a  la  que  se  adhirieron  en  la  actual  guerra 


r 


—  341  — 


IV. 


Mientras  los  buques  chilenos  montaban  frente 
a  Arica  la  pesada  guardia  del  bloqueo,  la  alíjera 
corbeta  Union  se  habia  escapado  del  Callao  el  dia 
7  de  diciembre,  i  sacando  quites  a  las  corbetas 
chilenas  que  su  comandante  ostentaba  no  temer 

—     ni  I     ■    .        _        _L .^i^^         ■     .       -  I      1- ii-M  II     I  ■  I  ,  II  - 

los  gobiernos  de  Chile  i  del  Perú,  remito  a  disposición  de  VS. 
en  el  trasporte  chileno  Lámar ^  bajo  bao'lera  de  la  Cruz  Roja, 
el  personal  completo  de  una  ambulancia  pernaua  encontrada  en 
la  oficina  salitrera  üHuáscarD  i  uu  número  de  heridos  peruanos 
i  bolivianos,  cuya  nómina  hallará  VS.  en  el  estado  adjunto, 
firmado  por  el  cirujano  en  jefe  i  comandante  de  armas  de  esta 
plaza. 

Eras^no  Escala. 

Á\  señor  jeceral  en  jefe  del  ejército  Perú-boliviano. 

El  desembarco  de  los  heridos  del  Lámar  no  dio  lugar  a  nin- 
guna etiqueta  con  la  quisquillosa  autoridad  peruana  de  Arica> 
pero  a  consecuencia  de  haber  entrado  el  Coquimbo  sin  la  bande- 
ra peruana  en  su  trinquete  i  de  haberle  seüalado  su  fondeadero 
un  oficial  chileno,  el  fogoso  contralmirante  dictó  el  fulminante 
decreto  siguiente: 

JKFE  SUPERIOR,  POLÍTICO  I  MILITAR  DE  LOS  DEPARTAMENTOS  DEL 

SrR  DE  LA  RÉPIJBLICA. 

Arica,  diciembre  3  de  1879. 

<t Señor  capitán  de  puerto: 
íÜrdene  usted  al  jereote  de  la  compaüíii  inglesa  que  el  vapor 


avíseme  pora  irme. 

Márquez. 

Haata  oqnl  no  parece  que  estuvieran  mui  ajustados  a  la  deli- 
cadeza interoacioDal  ni  Caoevuro,  ni  ei  cónsul  de  Italia  en  Tac- 
na, ni  menos  los  peruanos  Bailón  i  Mánguez  convertidos  en  €Ítii- 
liaDoa.»  Pero  hemos  encontrado  tnmbien  este  telegrama  de  [)u- 
ño  i  letra  de  Montero  que  parece  corrija  todo  lo  irregular  del 
iatenlo. 

Arica,  marzo  11  de  1880. 


El  jefe  de  la  Garibaldi  ae  me  ha  negado   redondumente  alhe- 
gindo  (stc)  severas  iostruccioueB. 

Montero. 
HIST.  DB  LA  C.  DE  T.  I  A.  44 


—  34J  — 


no  existían,  i  en  seguida  guardó  la  costa  con  tanto 
desaliño,  que  los  buques  neutrales  solian  entrar  al 
puerto  (al  decir  de  los  peruanos)  sin  la  notifica- 
ción del  caso.  (1) 


VI. 


La  O'Higgins  bloqueaba  aun  con  anterioridad 
a  estos  sucesos  el  puerto  de  Pacocha,  i  el  13  de 
diciembre  ocurrió  a  su  bordo  el  curioso  lance  de 
la  escapada  del  capitán  Lauthrup  del  cautivo  Bi'- 


(1)  La  respuesta  del  jefe  de  la  plaza  de  Moliendo  faé  tan 
arrogante  como  la  del  jeneral  Montero. 

JEFATURA  MILrTAR  DE  LA  PLAZA  DB  ICOLLENDO. 

Diciembre  30  ie  1879. 

Ho  recibido  la  comunicación  que  U.  S.  me  dirije  i  quedo  en- 
terado de  su  contenido.  Esta  plaza  cumplirá  con  su  deber,  re- 
chazando cualquier  acto  de  hostilidad  que  emplee  la  división 
naval  de  su  mando,  i  se  reserva  por  su  parte  el  derecho  de  ha- 
cer uso  de  cuantos  medios  de  hostilidades  tenga  a  su  alcance. 

Dios  guarde  a  U.  S. 

(Firmado.) 

Manaél  San  Boman. 

En  cuanto  a  las  reclamaciones  diplomáticas  a  que  dio  lugar 
el  bloqueo  de  Moliendo^  publicamos  algunas  de  las  mas  intere- 
santes i  curiosos  en  los  anexos  del  presente  capítulo. 


\ 


VIII. 

Estuvo  al  ser  aquella  sumamente  a 
como  lo  son  de  ordinario  los  cruceros  ( 
en  oposición  a  los  lentos  i  desacredií 
queoa,  porque  a  la  altura  de  Supe,  al 
Callao,  vínose  como  a  entregar  en  la 
lobo  el  trasporte  peruano  Limeña,  que 
los  puertos  del  norte  cargado  de  tropa 
manda  del  Callao. 

Era  aquel  un  buque  viejo  i  de  rueda 
bia  hecho  su  estreno  en  el  Pacífico  20  a 
de  modo  que  su  andar  era  escaso  i  su  fi 
sible.  Viéndose  encima  de  los  dos  buque 
que  lo  perseguían,  su  comandante  se 
costa  para  embarrancarse,  pero  en  el 
mismo  de  ejecutarlo,  según  su  propia  di 
una  ráfaga  de  niebla  se  interpuso,  coi 
cuentos  de  la  cuna,  entre  el  perseguido 
seguidores,  que  eran  el  Blanco  i  el  Ijoa, 
se  así  por  caso  tan  ostraño,  celebrado  f 
ruanos  como  hazaña,  cuando  habia  síd 
milagro  de  las  nubes. 

IX. 

Fué  también  en  esta  esciirsion  cuand 
el  Amazonas  visitaron  dos  veces  el  ví 


^ 


349  .- 


carrera  Paita,  en  que  iba  de  fiíga  el  presidente 
Prado  hacia  Panamá,  pero  sin  sospechar  que  pre- 
sa en  aquel  momento  de  tanta  valia  i  aparato  fue- 
ra oculta  en  su  camarote,  con  la  complicidad 
mercenaria  de  la  compañía  inglesa. 


X. 


Entretanto  la  lancha-torpedo,  que  era  el  objeto 
directo  de  aquella  espedicion  marítima,  habia  lle- 
gado a  Colon  en  el  vapor  Ailsa  el  I.""  de  enero,  i 
armada  en  Panamá  por  los  oficiales  de  la  marina 
peruana  don  M.  Barrera  i  don  Arístides  Yidal, 
que  la  aguardaban  en  aquella  ciudad  desde  octu- 
bre, hízose  a  la  mar  con  considerables  dificulta- 
des i  cohechos.  El  16  de  enero  entraba  el  buque- 
cilio  al  puerto  de  Manta  en  la  costa  del  Ecuador, 
para  enmendar  una  falla  en  su  máquina,  i  mien- 
tras los  oficiales  peruanos  que  la  conducian  se 
marchaban  por  tierra  a  Guayaquil  i  de  allí  a  Pai- 
ta,  para  esperarla  sin  riesgo  personal,  el  coman- 
dante Thomson  la  acechaba  con  el  Amazonas  en 
la  bahía  solitaria  de  Ballenitas,  i  el  21   de  enero 
entraba  a  Paita  llevando  su  presa  a  remolque,  con 
no  poco  asombro  de  sus  capitanes  que  la  aguar- 
daban seguros  en  tierra.  (1) 


(  i)  Constaba  de  los  papeles  del  barco-torpedo  que  habia  te- 
nid<^  de  costo  9,000  £  esterlinas.  Era  escelen  te  i  prestó  después 


—  352  - 

«Señor  prefecto: 

»Cuatro  lanchas  ha  botad< 
desembarcar. 


iHoi  5  a  las  12  M.,  han 
fuerzas  chilenas  en  su  auda 
en  la  caleta  de  Ite! 


xni. 

Por  último,  el  21  de  enero 
alemán  Luxor,  restituido  a  si 
de  prolongado  embargo,  entr 
miso  del  jefe  del  bloqueo,  tre 
tiles  la  cruz  roja  i  fletado 
jefe  de  las  ambulancias  de  Li 
para  llevar  elementos  de  san 
de  Arica  i  trasportar  a  Lima 
se  creyese  indispensable  hace 
clima. 

El  28  de  enero  el  Blancc 
mente  de  su  escursion  al  no 
hia  Independencia,  un  poco 
desalojaba  de  allí  tres  buque 
no,  i  en  seguida  se  dirijia  i 


guerra  ec  campaña  i  especial 
secretario  don  Eusebio  'Lillo 
otro  del  brío  heroico  i  a  las 
comandante  Thomson,  hicier 
cuadra  objeciones  serian  a  prop 
bramiento.  Pero  prevaleció,  c 
opinión  del  conductor  responi 
de  ést>e  la  consideración  no  sol 
agraciado  sino  los  sentimien 
amistad  de  camaradas  que  se  c< 
valentísimo  capitán,  reducido 
retiro,  a  servir  en  ingloriosos 
muchas  veces  a  las  órdenes  de 
bia  colocado  en  las  manos  el  ci 
dallo  de  su  profesión: —Prat, 
figuraban  entre  éstos. 

Partió  el  dia  designado  el  E 
Cochrane,  \  éste  vino  a  limpia] 
Bar  su  máquina  a  Pisagua.  El  < 
son  quedaba  así  de  jefe  del  í 
sus  órdenes  al  bravo  comand 
Magallanes. 

XV. 

Mantúvose  el  comandante 
los  primeros  dias  de  su  desem; 
límites  de  sus  instrucciones  i  d 
tonía  de  los  bloqueos  que  ení 


combates  sucesivos  al  enemigo,  Bellando  el  último 
coD  el  sacrificio  de  su  altiva  vida. 

Hé.  aquí  como  pasó  suceso  tan  luctuoso,  catás- 
trofe i  gloría  de  las  gnerras  navales  de  la  Repú- 
blica. 

XVI. 

Er^i  el  27  de  febrero,  dia  viernes. 

El  comandante  Thomson  habia  subido  al  puen- 
te, sin  embargo,  como  para  aniversario  de  fiesta, 
alegre  como  nunca,  charlador,  de  buen  humor,  i 
hasta  habíase  afeitado,  lo  que  es  raro  en  el  mar  i 
en  un  bloqueo. 

Según  es  sabido,  los  asedios  marítimos  moder- 
nos son  esclusivameute  diurnos.  Durante  la  noche 
los  pontones  bloqueadores  avivan  sus  fuegos,  izan 
sn  anclote  i  aléjanse  a  voltejear  mar  afuera,  en 
precaución  de  los  torpedos.  I  es  así  como  estas 
operaciones  de  guerra  hácense  de  hecho  nomina- 
les i  completamente  estéríles  en  sus  resultados. 

El  ffuáacar  tenia  por  costumbre,  semejante  a 
los  pardos  guairabos  de  la  noche,  ir  a  cruzar  al 
n<  rte  hasta  Sama,  mientras  que  la  Magallanes  se 


—  356  — 

ponía  enfrente  de  las  quebradas  de  C 
de  Vítor.  Al  amanecer,  uno  i  otro  > 
acercándose,  sus  señales  i  su  aburrlmie 

novedad!  decían  las  banderas I  ei 

centinelas  sin  relevo  iban  a  montar  la  j 
puerto  en  el  fondo  de  la  ancha  i  prof 
del  continente  que  allí  vuélvese  saco. 

Mas,  como  antes  decíamos,  el  c 
Thomson  habia  amanecido  contento 
en  aquel  dia,  o  lo  que  es  lo  mismo,  ha 
tado  con  ansias  de  pelear,  porque  est 
él  descanso  i  era  placer.  Habría  soñadi 
mente  aquella  noche  con  la  gloria;  de 
cruzándose  con  la  Magallanes  a  la  vísl 
to,  dirijióse  al  sur  hasta  dar  frente  a 
nose  en  seguida,  pegado  a  tierra,  rejii 
su  anteojo  la  costa  i  sus  caletas,  haf 
osadamente  bajo  los  fuegos  del  Morro 
ce  cañones. 

XVII. 

Eran  las  nueve  de  una  mañana  de  c 
i  luminosa.  Los  artilleros  del  Morro 
ban  con  asombro  el  impasible  reto  de 
i  querido  atalaya,  tanto  mas  cuanto 
torio  no  alcanzaba  el  último  ni  con  mu 
derlos.  El  Huáscar  no  podía  apuntar 
sino  dentro  de  cierto  radio  horizontal, 


xvín. 

La  Magallanes  entretanto  que  se  1 
percibida,  fondeada  seis  millas  al  no 
to,  soltó  sus  amarras,  i  como  ave  heri 
el  aire  enloquecida  por  el  dolor,  Uegí 
te  su  irajil  estructura,  a  tomar  parte 
rado  encuentro,  batiéndose  de  cuerp 
los  fuertes.  Uno  de  sus  proyectiles  o» 
de  los  cañones  del  Morro,  como  par 
audacia'  de  su  capitán  i  el  certero  pul 
tilleros. 

XIX. 

Esta  primera  faz  de  la  jornada,  d 
de  dos  barcos  que  no  tenían  campo  c 
una  plaza  artillada  con  cañones  de 
canee  i  en  pleno  dominio  del  mar, 
cerca  de  una  hora,  í  durante  él  no 
de  notable,  escepto  el  destrozo  de 
donde  hubo  ocho  víctimas  i  catorce 

(1)  (Telegramas.) 

DBI.  SUB-FRBE'BCIO  DI'  ARICi  AL  FIUFBGTO 


Arica, /A 
(A  1.25  P.  M.) 
Baterías  haciendo  faego.  Desgracias  que  lam 


do  a  líis  doce  del  dia  al  coronel 
alambre  de  Tacna: 

«Dos  co  ID  bates: 

»E1  primer  combate  principió  a 

sPenetró  Huáscar  a  tiro  i  rom 
gos. 

sBuqucs  hacen  fuego  población 
tren  89  dirijan  norte  a  hacerle  fi 
tren  i  el  grupo  pasajeros  que  des( 
seguido  a  bombazos.  Entonces  ron 
terías  norte. 


cion  qnedó  completaoiente  desierta.  Es  cur 
la  disculpa  que  envió  el  pdrroco  de  Arica  al 
Bándose  de  su  tardanza  para  felicitarlo,  del>i 
a  las  balas. 


Señor  prefecto: 

,  Con  motivo  de  haberme  visto  sopaniJo  de 
diaa,  a  la  distancia  de  tres  leguas  de  mi  cu 
del  continuo  bombardeo  de  este  puerto,  nc 
cirmnstancias  de  felicitar  a  U.  S.  antes  de  £ 
tan  digno  puesto,  pues  algunos  dias  antes  j 
codo  el  Jefe  Supremo  doctor  don  Nicolás  t 
tengo  el  honor  de  ofrecer  mis  servicios  a 
V.  S. 

Dios  guarde  a  V.  B.,  aeüoi'  prefecto. 

José  L 

Cur 


tora  en  marcha.  La  ájil  cañononi  disparó  oii  po- 
cos minutos  doce  bombas,  segnn  la  prolija  cuenta 
que  llevara  un  italiano  que  üii  el  trun  venia. 

Bajo  esta  segunda  taz  hízo-so  en  breve  ¡eneral 
el  rudo  combate,  tomando  parte  también  en  él 
los  fuertes  rasantes  de  la  playa  de  Arica,  a  la  par 
( on  el  Morro,  i  un  disparo  fatal  de  éste,  cayendo 

HIST.    DE   LA  C.   DE   T,    1  &.  46 


-362  _ 

sobre  la  cubierta  del  monitor  chileno  i  junto  a  un 
cañon^  mató  instantáneamente  a  seis  de  sus  sir- 
vientes, quedando  nueve  heridos. 

Fué  doloroso  contar  entre  los  primeros  al  aspi- 
rante Goicolea,  hijo  de  Chiloé,  es  decir,  hijo  del 
mar,  mancebo  de  18  años  i  de  grandes  esperan- 
zas, i  al  artillero  segundo  Apolinario  Lersundi, 
sobrino  nieto  de  dos  jenerales,  de  los  cuales  el 
uno,  el  jeneral  don  Agustín  Lersundi,  hijo  de  Ita- 
ta,  fué  caudillo  en  el  Perú,  i  el  otro,  el  mariscal 
de  campo  don  Francisco  Lersundi,  primer  minis- 
tro de  Isabel  II:  tan  nobles  vidas  fueron  segadas 
en  esta  cruenta  guerra,  aun  en  los  puestos  mas 
oscuros!  (1) 

XXI. 

Con  la  avería  del  monitpr  sobreviene  nueva  i 


(1)  En  un  artículo  biográfico  que  publicamos  en  El  Nuevo 
Ferrocarril  del  26  de  abril  de  1880,  dejamos  perfectamente  de- 
mostrada la  identidad  de  este  orijen. 

El  marinero  primero  Apolinario  Lersundi,  natural  de  la  sie- 
rra de  Ranquil  en  Coelerau,  era  nieto  de  un  don  Ignacio  Ler- 
sundi, vizcaino,  que  vino  a  Chile  a  principios  del  siglo  i  fué  pa- 
dre del  jeneral  don  Agustín  Lersundi  i  del  padre  del  marinero 
del  Huáscar,  que  tenia  su  propio  nombre.  Ese  don  Ignacio  era 
hermano  del  jeneral  i  ministro  español,  i  cuando  presidia  el  con- 
sejo de  la  reina  en  1851,  lo  hizo  ir  a  Espaüa,  acojiéndolo  con 
mucha  benevolencia.  La  madre  del  combatiente -del  Hudscar^ 
mozo  de  30  a&os,  se  llama  doña  Carmen  Romero,  i  vive  en  la 
mayor  pobreza  i  desamparo,  viuda,  on  el  Tomé. 


su  timón. 

Su  rápitla  concepción  eni  evidentemente  cortar 
la  retirada  al  monitor,  interponiéndose  entre  él  i 
los  castillos  de  tierra.  Viró  para  esto,  describien- 
do un  semieírcnlo,  i  cnando  estuvo  a  tiro  de  pis- 
tola de  su  adversario,  se  detuvo,  como  si  aquel 
fuese  un  duelo  de  honor  sujeto  a  leyes  caballeres- 
cas que  exijian  una  pansa,  siquiera  para  el  último 
saludo. 

El  capitán  chileno  pareció  decir  a  su  contendor 
"■1  ese  momento  supremo: — «En  guardia!» 


r 
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! 
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xxn 

En  ese  mismo  instante 
una  misteriosa  reciprocidad 
se  detenia  también  i  paree 
movimientos  de  su  artiUer 
grave  que  le  ocurría  i  qm 
mente  correjido  le  habría  1 
fensa  en  nuestras  manos,  (l 


(1)  «Durante  ese  tiempo,  en  qi 
contendores,  ijermanecieron  en  sileí 
sncedido?  ¿Por  qué  el  Manco  Capa 
handió  a  su  adveraarío  con  aus  gra 
Huáscar  no  disparó  sua  cafíonea  d 
haber  caucado  graves  daños  a  nuea 

vGn  las  cañones  del  Manco  Capa 
de  la  lanada,  quebrándose  el  atao 
hombre  a  asearlo,  perdiéndose  de  e 
sfsimo.  I  en  cuanto  al  monitor  enei 
torre,  o  la  muerte  de  au  ciinanilan 
esc  instante.»  —(¿i'-.lacion  cUida,  de 

Segnn  un  teniente  del  Manco  Co 
el  cañen  que  se  inutilizó  fué  el  de 
teniep^e  liineño  Asín.  El  disparoqu 
al  centro  del  Huáscar,  por  el  tenie 
tural  de  Arica,  que  mandaba  el  c 
quien  propiamente  dirijia  el  combí 
viatio  a  bordo  espresamente  por  Mt 
efrecerle  una  ocii.siun  do  rehalulitarf 
Independencia.  —(Dalos  del  tentvnl 


el  intrépido  Valverde,  pregúntale  si  tira  con  pro- 
yectiles acerados  para  perforar  la  densa  tortuga 
que  les  ataja  el  paso.  Hace  el  jefe  una  señal  afir- 
mativa; vuelve  el  lugar- teniente  la  cabeza,  i  sién- 
tese un  estridor  seco  eomo  el  rechinar  de  un  árbol 
que  el  leñador  ha  derribado  en  la  espesura....  I  el 
grito  de  «¡muerto  el  comandante!»  estalla  a  la 
vez,  corao  un  incendio  subterráneo  i  comprimido, 
en  todos  los  compartimentos  del  buque  de  torre  í 
de  espolón. 

La  bala  redonda  de  Moore,  proyectil  vengador 
recojido  por  el  odio  i  el  burlado  honor  en  Pimta 
Gruesa,  ha  venido  con  rumbo  de  babor  i  ha  to- 
mado al  comandante  Thomson  por  la  mitad  lon- 
jitudinal  del  cuerpo,  llevándole  de  camino  medio 
hombre,  el  brH:ío  izquierdo  desde  el  hombro,  el 
torso  en  su  centro  i  la  pierna  izquierda  desde  su 
arranque,  quedando  únicamente  el  corazón,  pal- 
pitante todavía,  en  la  cubierta. 

El  rostro  del  inmolado  capitán  no  se  ha  desen- 
cajado: sus  ojos  están  entreabiertos  i  tranquilos; 
BU  espada,  golpeada  por  el  proyectil  en  la  empu- 
ñadura, ha  saltado  tres  metros  en  el  aire,  i  encor- 
vándose como  nn  arco  se  ha  metido  hasta  la  mi- 
tad de  la  hoja  en  la  cubierta  como  para  señalar 


eternamente  el  sitio  del  ei 
crificio.  Allí  cúbrela  hoi,  c 
ejemplo  de  edades  venider 
guardan  los  ingleses  en  G 
Nelson  dentro  de  un  fanal. 

XXTII 

Fué  así,  mutilado  por  un 
mo  su  alma  i  bu  denuedo,  \» 
dentro  de  la  plena  raadnr 
imo  de  los  mas  impávidos  t 
de  Chile. 

El  semblante  del  heroico 
ovalado,  hermoso  i  altivo, 
quedado  plácido,  risueño  i 
rinero  Alfredo  González,  t 
echó  sns  restos  dentro  de  un 
visado  del  mar,  el  comandar 
bia  i-ecibido  una  leve  lesio 
i  esto  tal  vez  espliea  su  di 
blandamente  entoldados  so 
lázuli  de  su  órbita.  El  héroe 
lor  humano. 

El  corneta  de  órdenes  H 
Dios  López,  muchacho  de 
na,  no  fué  tocado  por  la  bah 
lo  arrojó  sin  liabla  de   la   t< 
cubierta  vomitando  sangre. 


"i  el  campo  de  la  victoria  brilla  sobre  éstos, 
lu  íe  entonces  en  la  frente  de  los  muertos  la  rica 


diadema  de  los  paladines  inm 
Prat. 

Mas,  si  es  luto  i  hierro  lo  qi^ 
do,  upénas  liai  leve  i  piadosa  mt 
el  hecho  por  el  sacrificio,  com 
mirez  i  a  Vivar. 

I  una  de  esas  ideas  informes, 
mo  la  primera  edad  de  los  com 
de  probar  el  Huáscar  delante  d 
ojos  i  de  la  trémula  rabiza  de  a 
nos  señores.  Era  la  primera  ve 
ex-peruano  se  presentaba,  desf 
delante  de  la  boca  de  los  cañone 

¿Osarían  tirar  sobre  el  viejo  í< 

¿Le  dejarían  pasar  ileso? 

¿Aceptarian  el  reto  i  el  duelo  '. 
po  por  su  propio  heraldo,  por  la 
fantasía  de  todas  sus  glorias? 

Hé  allí  todo  lo  que  el  bravo 
capitán  chileno  quería  probar  ei 

Era  un  simple  ensayo  en  vo 
nario  del  Pacífico,  para  prepartí 
raendo  drama,  gloriosa  i  final  hí 

N;iílie  puede  hoi  dudarlo.  Th< 
grandecerse  o  morir.  Desde  su 
Papudo  (con  Williams)  i  de  Al 
bian  trascurrido  quince  años  de 
cura,  brega  penosa  por  el  pan  i 
pesada  que  en  la  existencia  b: 


Mas  como  en  la  primera  i  temeíana  entrada 
hacia  tierra  tuviera  el  comandante  Tíiomson 
qaince  bajas,  reHÍgnó.se  a  conccdur  a  la  plaza  cor- 
ta tregnn,  i  salió  hasta  sn  habitual  fondeadero  de 
vijía  a  refrescar  snjente  i  el  metal  de  los  caño- 
Des. 

El  acero  de  las  batallas  necesita  reposo  como 
el  músculo:  la  fibra  metálica,  como  el  nervio,  di- 

BIST.  DR  LA  C.  DE  T.  I  A.  47 


látase  con  el  ealoi-  latente,  i  fuerza  ( 
uno  i  al  otro  el  tiempo  necesario  pa 
hesion  i  su  tensión  natnral  se  veríf 
pausado  enfriamiento  de  sus  poros  i 
culas.  (1) 

Esto  en  cuanto  a  su  alma. 

En  cuanto  a  su  vida,  vamos  de  pr 
jarla. 

XXV. 

El  comandante  Thomson,  al  cae 
su  espada  sobre  el  puente  del  Haást 
sitio  en  que  fenecieran  Prat  i  Grau, 
do  apenas  41  años.  Nació  en  Valpar 
siendo  su  padre  don  Juan  Joaquín  1 
candinavo  de  nación,  i  su  madre  la 
nuela  Porto  Marino,  hija  de  uno  de 
héroes  Manuel  i  Joisé  Porto  Marino, 

(1)  Hé  aquí  como  el  comandante  Pando  reí 
parte  del  combnte  en  nuevo  telegrama  enviado 

«Segundo  combate:  principia  2,15  P.  M. 

uSale  monitor;  con  batería  Sur  combate  ene 
recibe  bomba  apopa  que  lleva  pabellón:  iza  otr 
Huáscar  se  interpone  entre  baterías  Morro  i  . 
a  50  metro9  sin  hacerse  daño;  Huáscar  no  yÍTt 
atrácase  atacador.  Se  retiran  enemigos,  Manco, 
hace  agua  calderas. 

sCarioneB  enemigos  pueden  incendiar  Arica. 

^Punterías  Morro,  malas. 


nos  no  amaDiin  ai  capinan  momson  pero  le  le- 
mian.  Le  consideraban  como  nuestro  primer  jefe 
naval  de  batalla. 

XXVII. 

Hizo  después  Thomson  cOn  poca  fortuna  pero 
coa  laudable  actividad  el  crucero  de  Panamá,  i 
mandó  en  jefe  la  espedícion  de  mar  que  llevó 
nuestro  ejército  desde  Antofagasta  a  Pisagua  a 
últimos  de  octubre.  Pero  sus  aspiraciones,  co- 
mo oficial  de  arrojo,  eran  mandar  el  Huáscar,  el 
buque  i  la  presa  de  mas  valía  que  tenia  la  Hepú- 
blica. 

El  comandante  Thomson  no  representaba  en 
la  marina  chilena  la  ciencia  sino  la  bravura  anti- 
gua i  turbulenta.  No  sufría  yugo,  i  era  severísimo 
con  BUS  subalternos;  pero  en  la  hora  del  peligro 
marchaba  a  la  cabeza  de  todos,  i  todos  con  con- 
fianza le  seguían.  Cuando  se  trasbordó  en  Iquíque 
al  Abtao  para  dirijirse  en  mayo  al  Callao,  la  tri- 
pulación entera  quena  irse  con  él,  sin  embargo  de 
que  todos  temían  su  justicia  i  hasta  su  ira. 

Pero  el  comandante  Thomson  no  gastaba  su 
altivez  jenial  solo  en  la  cubierta  de  las  naves  que 
con  ejemplar  rigor  gobernaba.  Para  él  no  habia 
estatura  mas  arriba  de  los  cinco  pies  de  la  filia- 


—  374  — 
cion  del  aula.  La  última  vez  qi 
la  secretaría  del  Senado,  en  los 
sa  interpelación  del  Mimac,  i  sin 
des  ni  de  potentados,  acusaba 
franqueza  las  culpas  i  a  los  cal] 
Nosotros  le  calmamos;  pero  si 
iluminado  por  vehemente  llam 
do  de  nuestras  impresiones;  su 
profundo  i  dulce  del  cielo  escan 
jaban  a  dos  centellas  del  cielo  t 

El  comandante  Thomson  en 
aquel  marino  francés  que,  intci 
(Luis  XIV)  sobre  un  combate 
bia  batido  a  los  holandeses  pt 
para  hacer  mas  viva  la  pintura 
leras  a  loe  cortesanos  que  asist 
cia,  i  entrándose  por  entre  elU 
dos  golpes,  finjiendo  que  eran  & 
batalla  del  mar. 

El  almirante  Blanco  Encalad 
pitan  Thomson  de  una  manera 
ro  el  heroico  oficial  chileno,  rea 
de  aquel  ilustre  Andrea  Doria  d 
preferido  servir  con  Juan  Bart,  * 
almirante  de  Luis  XIV,  que  ve 
i  a  la  Inglaterra  reunidas. 

Esa  era  su  escuela  i  aquél  era 


—  376  — 

lo  sacrificio,  en  un  fragmento  de 
sola  corona  empapada  de  sangre,  i 
una  de  las  cuales  el  heroísmo  era  y 
i  para  la  otra  un  ensueño 

XXIX. 

Con  la  desaparición  del  comand 
de  su  puesto  de  combate,  no  cesó 
segundo,  por  él  escojido,  el  tenient 
Valverde,  hijo  de  Valparaíso  i  de 
empleado  de  hacienda  de  ese  pu 
mando  del  monitor  i  continuó  t 
arrogancia  durante  una  larga  hora, 
saron  solo  a  las  tres  i  media  de  la 
dose  los  respectivos  combatientes 
sitios  acostumbrados  en  la  bahía. 

La  triple  jornada  del  27  de  febre 
do  así  siete  horas  casi  consecutivas 
media  de  la  mañana  hasta  las  3  i  ^ 

A  esa  hora  pasó  el  comandante  ' 
do  del  Huáscar,  i  no  pudo  reprimi 
al  contemplar  los  restos  destrozac 
guo  jefe  i  maestro.  Pero  reprimié 
hora  de  la  venganza,  tomó  el  mane 
bloqueo  i  despachó  la  Magallanes  a 
a  lio,  donde  yacia  la  escuadra  i  tei 
el  ejército  de  Chile,  no  del  todo 
todavía. 


gado  i  menos  en  ser  cumplido.  Inmediatamente 
el  contralmirante  Ri  veros  se  dirijió  con  el  Blanco 
i  el  Aligamos  a  Arica,  i  ordenó  el  bombardeo  de 
>  la  ciudad  por  espacio  de  seis  diaa  consecutivos. 
f  Ejecutaron  esta  pesada  tarea,  desde  el  29  de 
febrero  hasta  el  6  de  marzo,  el  Huáscar  i  el  An- 
gamos,  aquél  con  las  piezas  de  su  torre  i  el  último 
con  una  colisa  de  retrocarga  i  de  inusitado  alcan- 
ce que  acababa  de  montársele.  Los  marineros  lla- 
maban este  cañón  «el  mal  criado. d 

No  fueron  en  todo  eficaces  los  disparos  de 
aquel  bombardeo,  ora  por  la  distancia  desde  que 
86  ejecutaba,  ora  porque  los  proyectiles  cóniccs 
atraviesan  sin  encontrar  resistencia  ni  estallar  las 
endebles  construcciones  de  la  costa  tropical  del 
Perú.  En  realidad  no  hubo  mas  daños  de  consi- 
deración, desde  que  el  ejército  se  había  alejado, 
acampándose  en  las  lomas  inmediatas,  que  los  que 
aparecen  de  la  serie  de  telegramas  locales  que  co- 
piamos a  continuación: 

HIST.DB    LA  C.    DE    T.    1   A.  4S 


EL  SUB-PREPECrO  DE  ARICA,  SOBA,  AL 
TACNA,  SOLAR. 

Arica,  Tnarzo  2  dé 

«El  Angamos  ha  lanzado  a  las  sei 
de  cuatro  bombas,  dirijidas  al  pan 
monitor,  causando  lijeras  averías  t 
cion. 

íNo  hai  desgracia  personal. 

sEl  Angamos  estaba  fuera  del  alci 
tras  baterías. 


El  jefe  de  estado  mayor  Latorre 
esta  misma  ocasión,  a  escribir  a  Me 
cable: 

íBombardeo  diario.  El  Langamo 
de  mucho  alcance....» 


BUBPREFECrO  A  PREFECTO. 

Me 

<iAngamos  i  Huáscar  han  hecho  he 
te  disparos,  algunos  al  monitor,  i  ( 
cerro. 


8UBPREFECT0  A  PREFECTO. 

Marzo  4. 


«El  Angamos  i  Huáscar,  colocados  ftiera  del 
alcance  de  nuestra»  baterías,  han  roto  sus  fuegos 
sobre  la  población  a  las  ouce  i  media. 

pHan  hecho  hasta  ahora  como  veinte  disparos. 


XXX. 

Desde  el  quiuto  día  las  lavas  del  diluvio  de 
fíiego  comienzan  a  apagarse. 

No  hai  telegramas  reveladores  del  4  de  marzo 


Pero  los  buques-bornbardas  solo  arrojaroi 
21  bombas,  seis  el  5,  i  seis  el  6  de  marzo 

El  metal  iba  caldeándose  poco  a  poce 
vio  del  brazo  se  postraba  i  el  pañol  de 
bárbara  comenzaba  a  dar  señales  de  i 
anemia  en  todos  los  barcos  chilenos.  El  di 
bloqueos,  hermano  de  Pluton  i  de  Morfe 
a  recobrar  su  sueño  perdido  durante  d 
horas. 

El  Huáscar  habia  disparado  en  la  ser 
bombardeo,  según  la  cuenta  peruana,  1 
nazos,  el  Amjamos  60  i  la  Magallanes  s 
día  del  combate:  total  de  los  chilenos,  22 

Los  peruanos  tiraron  e\  27  de  febrero  2 
bas,  correspondiendo  193  al  Morro,  40  a 
tillos  del  norte  i  17  al  Manco  Oápac,  i 
de  estas  últimas  la  que  mató  al  corr 
Thomson  por  indecible,  indescifrable 
dad. 

Después,  como  los  tiros  quedaban  c 
peruanos  solo  dispararon  el  4  de  mará 
cañonazos  del  Morro,  dos  el  5  i  ninguno 
tal  de  disparos  en  siete  días,  261,  es  decii 
que  los  buques  chilenos. 

El  gran  total  de  las  bombas  arrojad, 
combates  i  bombardeos  de  Arica  desde 
febrero,  en  que  cayei-a  el  comandante  T 
hasta  el  6  de  marzo  en  que  fué  condig 
vengado,  alcanzó  a  487,  casi  el  mismo  de 


muerte  i  las  bazañas  del  qumto  capitaa  del  añus- 
car ,  que  después  de  Prat  i  de  Grau,  de  Serrano  i 
de  Aguirre,  cayera  sobre  su  cubierta,  indómito 
tritón,  Lautaro  del  mar,  como  él  iaveneible  i  co- 
mo él  inmortal. 

Sus  propios  adversarios  reconocieron  su  gloria, 
i  como  los  soldados  del  archiduque  Carlos  que 
cargaron  en  sus  hombros  el  ataúd  de  Marceaux, 
loa  peruanos  habrían  llevado  con  orgullo  el  fére- 
tro del  chileno  sobre  los  suyos  si  tal  honra  les 
hubiera  cabido.  «Los  enemigos  se  han  retirado, 
decía  en  efecto  por  el  telégrafo  el  contralmi- 
rante Montero  al  coronel  Camacho  el  dia  2  de 
marzo  de  1880.  Volverán  mui  pronto.  No  les  te- 
meónos.  El  comandante  del  Huáscar  ha  muerto. 
LaoQento  su  pérdida.  Era  un  valiente.» 

Montero.  (1) 

(1 )  TjS  noticia  de]  combate  del  29  de  febrero  i  la  de  la  muerte 
heroica  de  Thomsom,  Goicolea  i  aiis  compaaeros,  íaé  sentida  en 
Chile  coQ  profundo  pesar  el  1."  de  marzo  por  los  siguientes  co- 


blegramaB  enviadoB  ese  mismo  día  desde  Iqniqui 

«El  aefíor  Sotomayor,  con  fecha  28,  me  coman 

»Diga  V,  S.  al  ministro  de  la  guerra: 

sAyer  27,  s  las  8.30  A.  M.,  habiéndose  acero 
Arica  el  tHoáscars,  fué  'atacado  por  los  faertí 
monitor  sManco  Capaes. 

sOontcstaron  el  «Huáscar»  i  la  sMagalUnesi 
cincuenta  minutos. 

sA  las  11  A.  M.  hicieron  sHuáscar»  i  iMaga 
disparos  sobre  el  ferrocarril  que  conducia  trspas 
tivo  se  renovó  el  combate. 

sEq  este  encuentro  hubo  siete  muertos  i  ni 
«HuáscarD. 

x>Entre  los  primeros  figura  el  aspirante  don  E 
i  entre  los  segundos  el  teniente  1."  don  Emilio  1 
niente  2.°  don  Tomas  Pérez,  levemente. 

pNuestros  buques  se  retiraron  entonces  a  sn 
estando  allí  notaron  que  el  «Manco  CápacD  se 
snyo,  i  el  iHuáscars  entonces  se  movió  para  al 
su  artillería,  que  descargó  a  doscientos  metros,  i 

i>No  usó  del  último  porque  notó  que  al  cost: 
babia  una  lancha  torpedo.  Mientras  le  daba  ana 
haciendo  uso  de  su  artillerfn,  una  granada  del 
el  palo  de  raesana,  matando  instantáneamente 
comandante  del  aHuáscarn,  señor  Thomson,  a  1e 

sEl  segundo  comandante  Valverde  tomó  en  i 
do  del  buque,  i  el  fuego  continuó  por  una  hora  n 

La  uMagallanesn,  durante  ese  tiempo,  hatia 
blacioD,  recibiendo  tres  balazos  en  su  casco  i  ten 
de  gravedad. 

íParte  mas  detallado  i  pormenores  irén  próxii 

nCondell  quedó  al  mando  del  «Huáscar»,  qi 
niendo  el  bloqueo. 

uLas  averias  de  la  nMagallanea»  no  son  de  co 


DOCÜMENTOa   HELATIVOS  AL  INCIDENTE  DEL  VAPOR  «COQUIMBO» 
£N   LA    bahía   de  ABICA. 


(Inéditos). 

COMSDLAIIO  DE  aU   MAJESTAD  BB1TANICA. 

Arica,  3  de  diciembre  de  1879. 

Señor  Cootralmirante,  ¡efe  superior  político  í  militar  de  Iob  de- 
partamentos del  sur  de  la  República. 

Se&OT  contralmiraDte: 

Contestando  a  sn  estimable  nota,  fecha  de  hoi.  tongo  el  hoQor 
de  poner  en  conocimiento  de  Ud.  que  he  avisado  at  comandante 
del  baque  de  8.  M.  B,  aGarnet»  lo  que  me  escribe  Ud.  con  res- 
pecto al  vapor  aCoquimbo»  que  ha  fondeado  en  este  puerto  sin 
BDJetarse  a  los  reglamentos  marítimos  de  la  Kepúblicn. 

Ahora  me  es  grato  comunicar  a  Üd.  que  dicho  comandante 
mearisa  que  ha  arreglado  con  el  capitán  del  vapor  aCoquimbu» 
para  qne  ae  qnede  fondeado  en  este  puerto  bajo  las  órdenes  de 
costumbre  del  puerto. 

Con  sentimiento  de  distinguida  considemcion,  aoi  de  Ud. 

A.  i  S.  S. 

J.  \K 


como  consta  tambiea  de  los  adjuotiis  documeatos. 

Este  despacho,  pues,  en  bien  de  los  intereses  del  comercio, 
desea  qne  se  ponga  coto  oportuno  a  ese  abuso  de  los  enemigos, 
mediante  una  reclamación  diplomática  de  Ina  HeQores  ministros 
residentes  en  esa  capital;  i  ha  cuidado  de  so  hacer  jugar  aquí 
papel,  en  este  importante  asunto,  a  los  ajentcs  cun^^tilares  acre- 
ditados, por  cuanto  el  deseo  de  conservar  mui  ulta  la  dignidad 
de  la  república,  aconseja  que  esa  reclamación  se  verifique  del 
modo  i  en  la  forma  que  prescriben  \o»  principios  científicos,  por 
los  representantes  de  las  naciones  neutrales,  i  no  por  los  que 
desempeñan  un  puesto  secundario. 

U.  S.  se  servirá  disponer  lo  conveniente,  previos  los  acuerdos 
respectivos  i  en  vista  de  esta  nota  i  sus  referencias. 

Dios  guarde  a  U.  8. 

J.  Vidal  Garda  i  García. 


JZFE  3UPKK10R   POLÍTICO  I  MlLlTAIt  DE  LOS  DEPAnTAMENTOS 
DEL  SUR. 

Arica,  enero  9  de  ISíjO. 

Seflor: 

Creo  llegada  la  oportunidad  de  poner  en  conocimiento  del 
honorable  cuerpo  consular  residente  en  este  departamento,  que 
alganos  buques  mercantes  de  la  marina  neutral  han  entrado  i 
Sfl'ido  libremente  del  puerto  de  Moliendo,  sin  eiubargo  do  ha- 
ll: rae  cruzando  al  frente  de  éste  la  nave  de  guerra  de  k  repú- 
UIST.   DE   hk  C.   DE   T.    I  A.  49 


—  386  — 

btica  de  Chile,  qne  por  medio  de  o&cio  notifica 
ciembre  último,  el  establecimiento  del  bloqueo. 

Idéntico  caso  ha  tenido  lugar  en  este  puerto 
mes  citndo,  con  el  vapor  «Bolivias  de  la  comf 
obstante  también  de  encontrarse  quizil  dos  bnqi 
vista  de  la  bahía,  cuyo  hecho  es  de  pública  not 
estos  casos  se  repiten  alternatim  e  inevitablen 
aur  de  la  república,  que  hoi  recorren  las  fuerzas 
le,  simulando  aquella  hostilidad  que  el  derech 
noce  como  bloqueo  i  para  cuya  realización  ha  ea 
iuTaríabtes,  juzgo  de  mi  deber  hacer  presente 
cía  al  honorable  cuerpo  consular  a  quiea  le  es 
la  defensa  de  los  intereses  de  los  subditos  de 
potencias,  a  fin  de  que,  en  guai^da  de  loa  dereul 
ñámente  representan,  i  en  homenaje  a  los  prim 
mente  reconocidos,  se  sirvan  tomar  en  seria 
contenido  de  este  oficio  i  apreciar,  en  consecuei 
legalidad  que  conceden  a  los  procedimientos  d 
Chile,  una  vez  que  materialmente  no  puede  so 
dero  bloqueo,  conforme  a  las  sanas  e  ÍTiconcusat 
ciencia  iniernacional,  bloqueo  que  aun  en  el 
hubiese  e^ristido,  ha  quedado  de/acto  en  suspeí 
fuerza  efectiva  e  inmediata  que  lo  constituye  i 
hechos  que  dejo  referidos. 

Con  sentimiento  de  distinguida  conaideraci 
auBcribirme  de  usted  atento,  seguro  servidor. 

L. 
Al  seBor  cónsul 


RESPUESTAS. 

Tacna,  enero  12 
Señor: 

Los  ÍDÍrascritos  cónsules  tieoea  el  honor  de 


m. 


PARTE  (íFICrAL  DEL  CONTR ALMIRANTE  : 
NAVAL  DEL  27  DE  FEBRERO  DE  188C 


Sefior  MÍDÍetroi 

Habiendo  llegado  a  Pisagaa  el  mo 
presente,  de  regreso  de  bu  comisión  al 
fior  ministro  de  la  guerra  ea  campafi 
levar  al  «Cochrane»  en  el  bloqueo  de 
buque  pudiese  convoyar  el  resto  del  i 
en  Pisagua,  i  que  debía  marchar  a  II 
encontraba  el  citado  monitor  bloquea 
27,  por  Ina  causas  que  especifica  el  pai 
cribo  a  US.,  se  vio  obligado  a  trabar  ( 
«Magallanes  e,  con  los  fuertes  de 
CápacB. 

El  combate  se  continuó  durante  cae 
nuestra  parte  que  lamentar  la  muert 
del  iHuásca»,  capitán  de  fragata  c 
del  aspirante  don  Eulojio  Goicolca  i 
que  se  determinan  en  la  relación  de  ra 

El  parte  del  comandante  de  la  «Ma 
gata  don  Carlos  Condell,  dice  lo  sigui' 

«Hoi  27  de  febrero,  a  las  8  ha.  30  i 
cado  el  monitor  «Huáscaní  con  el  objt 
tes  que  existen  en  el  Morro  de  Arica 
fortalezas  de  la  población  i  monitor  a. 
el  monitor  aHuAscarD  se  vio  en  la  ir 
contestar  debidamente,  acompaflándol 
nes».  l'/ste  ataque  duró  próxímament 
el  aHiiáscar»  recibió  un  balazo  en  su 


>A  lae  11  A.  M.,  habiéndose  acercado  el  cHnáecar»  i  aMa- 
gall&Qes»  a  detener  el  tren  de  ferrocarril  que  venia  de  Tacna  a 
Arica  conduciendo  tropEie,  i  al  hacerle  ambos  boqnea  alganos 
diiparos,  se  trabó  nnevamente  el  combate,  atacando  los  fiíertee 
de  la  plaza  i  monitor  «Manco  C&pacv,  resultando  en  este  en- 
cuentro siete  moertos  i  nnere  heridos  del  monitor  «Haáscar. 
Entre  los  maertOB  se  encuentra  el  aspirante  señor  Eulojio  Qoi- 
oolea,  i  entre  los  heridos  el  segando  comandante,  teniente  pri- 
mero seDor  Emilio  Vatverde  i  teniente  segando  señor  Tomas 
Pérez,  habiéndose  retirado  ambos  baques  a  tomar  sa  fondea* 
dero, 

>E8tando  fondeados  i  la  jetite  en  las  faenas  del  buque,  se  vio 
ai  «Manco  Cápac»  dirtjirse  afuera  de  la  bahía.  El  comandante 
Thomson  ordenó  levar  i  atacar  el  monitor,  dirijiéadose  el  «Huás- 
car» sobre  él  hasta  aproximarse  a  ana  distancia  de  200  metros, 
descargar  toda  su  artillería  i  atacar  con  el  espolón.  Al  encon- 
trarse a  esta  distancia  i  llevar  a  cabo  su  plan  de  ataque,  notó 
qj¡6  el  monitor  tenia  al  costado  que  nos  presentaba  ana  lancha- 
torpedo,  razón  por  la  cual  desistió  de  embestir  i  continnó  d¿n- 
iole  nna  vuelta  circular,  haciendo  aso  de  lo  artillería,  cuando 
ana  de  las  granadas  del  monitor,  llevándose  el  palo  de  mesana, 
lizo  morir  instantáneamente  al  distinguido  i  valiente  coman- 
lante  Thomson.  Estp  sucedió  u  las  '¿  hs.  30  ms.  F.  M. 

»fjn  el  acto  el  segundo  comandante,  teniente  primero  sefior 
imilio  Valverde,  tomó  el  mando  del  buque  i  continuó  atacando 
lertes,  población  i  monitor  hasta  las  3  hs.  30  ms.  P.  M.,  hora 
u  qae  logró  juntarse  con  la  «Magallanesn,  que  a  la  par  que  el 
Huascars  hacia  un  vivísimo  fuego  por  la  parte  sur  de  la  po- 
tación. Esta  caQonera  recibió  tres  balazos  en  su  casco  i  tuvo  un 
sñdo  de  gravedad. 

«Detalles  i  pormenores  del  combate,  como  asi  mismo  las  ave- 
as  sufridas  por  el  a{Iii!lscari>,  los  dará  personalmente,  por  la 
*etnnra  del  tiempo,  el  teniente  primero  señor  Juan  Tomas  Ro- 
^rs.    E\  parte  detallado  dul  combate  lo  pas^tré  tan  pronto  como 


—  390  - 

paeda  hacerlo  el  teniente  primero  seQc 
sucedió  en  el  mando  al  comandante  Tbo 

sFor  lo  qne  hace  a  la  cañonera  <iMa^ 
mo  pueda,  el  que  snscribe  pasará  el  par 

De  acuerdo  con  el  seSor  ministro  de  1 
dispoesto  trasladar  a  Iquiqae  el  cadáveí 
eoD. 

También  de  acuerdo  con  el  señor  pii 
mandante  del   cHuáucar»  al  capitán 
Cocdell,  i  de  ta  iMagalIaness  al  de  cor 
gael  Gaona. 

Oportunameote  remitiré  a  US.  los  p 
cia  el  capitán  Conilell. 

Hoi  me  dirijo  a  Arica  con  el  buque  i 
Angamos  i  la  lancha- torgedo,  por  sí  es  ] 
gana  operación  contra  esa  plaza. 

Dios  guarde  a  US. 


Al  seflor  ministro  de  u 


IV. 

paste  orioial  dbl  cúhandante  del  1 
sobre  ex  combate  dk 

Comandancia  dbl  honitob  umanco  capao 

Al  anela.~Áriea, 

Benemérito  se&or  contralmirante,  jeo 
ejército  del  sur. 

Mu  es  honroso  poner  en  conocimiei 
mient'Os  realizados  el  día  de  hoi  a  bo 


pedita  en  el  menor  tiempo  la 
que  a  no  aer  por  esta  circunsta 
mas  dilatado  para  sn  terminac 
A  la  1  h.  15  mñ.  P.  M.  dejé 
el  enemigo,  que  se  conservaba 
mas  o  méoca,  emprendiendo  lí 
áel  puerto;  i  uDa  hora  deápues, 
car»,  deaoargó  su  artillería  d 
otroa  disparos,  basta  que  eocc 
romper  los  fuegos  de  este  moi 
entonces  el  combate,  que  por 
por  el  «Huáscar»,  que  acortal 
cMa^allauesD,  que  se  consen 
Des;  continué,  pues,  avanzando 
ciéndo  siempre  fuego  sobre  el  b 
Hubo  un  momento  desgracia 
los  cañones  de  la  torre,  por  1 
primera  sección  de  la  lanada;  i 
cari>  DOS  ponía  sa  proa,  aproxii 
toacion,  goberné  sobre  dicho  bi 
tro  costado  de  babor  a  la  diste 
QQ  pequeño  tiroteo  de  ametrs 
el  qne  eia  sostenido  desde  a  bo 
fiaba  sobre  la  torre. 

Sabsanado  con  actividad  el 
hacer  mención,  descargué  sobi 
por  la  aleta  de  babor,  una  de  Is 
til  fu¿  a  herir  la  popa  de  ese  b 
que  sostenia  su  pabellón, 

A  3  hs.  30  ms.  hice  suspend 
car»,  aprovechando  de  su  and; 
este  monitor,  gobernando  hacia 
gallanes.p 

Once  tiros  se  hicieron  con  las 
dos  han  ocasionado  averías  al  e 
la  corbeta,  que  pasan  de  cincm 


éstoa  los  fuegos  de  !a  plaza.  Acto  contfnno  ae  trs 
cuya  dnracioD  alternada  fué  de  7  bs.  Mis  snborc 
ron  todos  en  sus  pnestoe,  debieado  hacer  notar  i 
bomba  que  cayó  en  el  depósito  de  carbón  i  que 
un  inevitable  incendio  faé  apagado  por  el  ayudf 
pítanfa  teniente  2.°  don  Isoiael  Meza  a  quien  m 
janto  con  algnnos  hombres  de  mi  dependencia 
guardia  a  contener  en  su  orfjen  el  mal  de  que  ha; 

Por  lo  demás  diré  a  U.  S.  que  aun  cuando  el 
contínnado  desde  el  29  del  próximo  pasado  has 
seote  las  averías  cansadas  en  el  puerto  son  de 
ración. 

Haré  ademas  presente  A  U.  S.  que  habiendo 
tor  «Manco  Capaes  de  orden  del  benemérito  sea< 
rante  jeneral  en  jefe  a  provocar  al  enemigo  a  'a 
M.  descargó  certeramente  sobre  el  «Haáscare  lE 
dolé  serías  averías  los  que  dieron  lagar  a  que  le 
sien  naval  abandonara  la  línea  de  ataque,  voU 
monitor  completamente  ileso  a  su  fondeadero. 

Finalmente  diré  a  U.  S.  que  el  capitán  de  navi 
Moore  se  presentó  de  orden  del  señor  coutra-almi 
le  proporcionase  una  embarcación  para  conatituii 
monitor,  orden  que  cumplí  en  el  acto. 

Los  tiros  que  de  uua  i  otra  parte  se  han  he 
gaientes: 

TIR03  PERUANOS. 
Fechu.  Morra.  Norte 

Febrero  27 193     40     .... 

Id.      29 3     3     .... 

Marzo     1.° 

Id.        2 .... 

W.         4 4     


Capitán  de  fragata  don  Mbqh 

Teniente  1."  don  Emilio  Vah 

Id.     2.''  don  Juan  de  Dio: 

Id.     2."  don  Carlos  Krng 

Id.     2."  don  Tomas  2."  Pi 

Id.     2.°  don  Femando  Gi 

Guardia  marina  don  Gaspar 

Aspirante  don  Eulojio  Goicol 

Id.      don  Martin  F.  Olm 

Id.      don  Joi^e  Hernand 

Id.       don  David  Rodriga 

Doctor  don  Pedro  V.  O'Rian 

Contador  1."  don  David  Rodr 

Id.      2.°  don  Osear  Gofii 

Ayudante  del  contador  don  B 

Injeniero  1."  don  David  GIov 

Id.     2.°  don  Pablo  Rebol 

Id.      3."  don  Rafael  Asto 

Id.      3."  don  Finctnoso  "V 

(Dotación  d 

Comandante,  capitán  de  frogt 

Segundo  comandante,  tenient 

Teniente  2."  don  Antonio  Ma 

Id.       2.°  don  Horacio  Urc 

Guardia  marina  don  Rómalo 

Piloto  2."  don  Ramón  Oaorio 

Cirujano  1.°  don  Luis  Aguirt 

Contador  don  Domingo  Lope 

Injeniero  2,"  don  J,  Severo  C 

Id.      3.**  don  Manuel  Roí 

Id.      3."  don  José  del  Cái 

Aspirante  don  Víctor  Feruan 

Id,         don  Alejandro  Eat 

Id.        don  Manuel  Antoi 

Id.        don  Eduardo  Ibaf 


—  400  — 


pueblo  de  Moliendo  al  regreso  del  comandante  Barbosa.— Detalles  abo- 
minables.— Quiénes  quemaron  a  Moliendo.  —Reclamación  del  ministro 
de  Italia  Samminiatelli  por  haberse  atribuido  a  los  italianos. — Regresa 
la  espedicion  a  Paeocha  i  castigos  que  se  imponen. — Moliendo  es  la 
«Noche  tristeD  de  la  guerra  del  Perú. — Documentos  inéditos. 


I. 


Narrado  según  se  ha  visto  en  las  pajinas  prece- 
dentes el  episodio  de  Arica  ocurrido  el  27  de  fe- 
brero, i  vengada  condignamente  la  muerte  de  su 
protagonista  con  las  mayores  severidades  de  la 
guerra,  volvemos  al  puerto  de  Pacocha  en  cuya 
rada  anclaba  el  Blanco^  de  regreso  de  su  escur- 
sion  de  castigo,  el  1.*"  de  marzo  de  1880. 

Al  dia  siguiente,  2  de  marzo,  aportó  a  Pacocha 
la  división  Barbosa  (la  4.*),  embarcada  en  Pisa- 
gua  en  los  trasportes  Amazonas^  Loa  i  Matías 
Gousiño;  i  con  esto  el  ejército  de  operaciones  que- 
dó en  el  pió  de  12,850  hombres  que  era  su  totali- 
dad i  sobrado  para  aniquilar  al  enemigo  que  tres 
meses  justos  después  de  su  desembarco  habia  de 
combatir. 


II. 


Empleáronse  los  últimos  dias  de  febrero  i  los 
primeros  de  marzo  en  el  nuevo  cantón  del  ejér- 
cito chileno,  en  la  operación  simultánea  del  de- 
sembarque del  material  i  del  reconocimiento  del 
enemigo  tierra  adentro,  trabajo  que  hizo  fáciles 


/■ 


—  401  — 

la  inveroBÍmil  desidia  de  los  peruanos,  quienes, 
copiando  lo  que  tuvo  lugar  cuando  el  desembarco 
de  Pisagua,  no  sabian  pelear,  ni  siquiera  defen- 
derse, ni  siquiera  huir.  Todo  lo  habían  dejado  in- 
tacto al  invasor  desde  el  muelle  a  la  locomotora, 
desde  la  máquina  de  agua  a  los  rieles. 


III. 


Pero  si  los  peruanos  no  habian  hecho  nada  por 
defender  su  suelo  hollado  por  el  estranjero,  la  hó- 
rrida naturaleza,  enemiga  allí  del  hombre  hasta 
en  las  caricias  engañosas  de  sus  valles  que  brindan 
la  muerte  en  copa  de  pámpanos  i  de  flores,  lo  ha- 
bla hecho  todo.  En  otra  parte,  i  ya  lo  hemos  di- 
cho, de  las  veinte  leguas  (102  K.)  que  separan  a 
Pacocha  de  Moquegua,  diez  son  de  un  árido,  in« 
hospitalano  i  horrible  desierto  en  que  ni  un  ave 
estraviada  encontraría  una  gota  de  agua  para 
apagar  su  sed.  El  valle,  por  el  contrario,  regala 
perpetuo  i  opulento  festin  ala  gala  i  a  la  muerte. 

Por  aquella  causa  los  constructores  de  la  vía 
labraron  espaciosos  estanques  en  el  lugar  que 
lleva  este  nombre  (Los  Estanques  o  Salinas)  a 
cinco  leguas  del  punto  de  partida,  i  en  Hospicio, 
que  es  la  medianía  del  camino.  Son  aquellos  ver- 
daderas tinas  de  cal  i  ladrillos  que  los  trenes,  al 
pasar  de  semana  en  semana,  llenan  i  vacian  al- 
ternativamente. Las  locomotoras  que  viajan  en  el 

HIST.  DR  LA  C.  DB  T.  I  A.  51 


—  402  — 

desierto  llevan  como  los  dromec 
Pétrea  su  propio  sustento  en  su; 

IV. 

Era  el  paraje  del  Hospicio  el  1 
ductores  de  la  campaña,  guiado 
compás  encima  de  los  mapas, 
antemano  para  centro  de  las 
campaña  por  hallarse  a  vista  d< 
en  tal  posición  jeográfica  que 
descender  a  Moquegua  en  buscí 
retirada  o  encaminarse  a  Tacna 
lirle  de  frente. 

Pero  los  estratéjicos  de  la  ca 
contado  coa  las  inclemencias  de 
sa  i  yerma  sábana  de  arena,  b 
la  noche,  que  el  boI  tuesta  cor 
cano  en  los  dias  del  estío.  Los 
mientes  que  allí  esperimentó  ¡ 
tarde  la  división  Muñoz,  (2.')  i 
pero  terrible  confirmación  de  aq 

V. 

Maravilláronse  los  tempranos 
se  adelantaron  el  primer  dia  de 
de  febrero)  de  encontrar  la  líi 
remoción  de  un  solo  riel;  pero  e 


—  403  — 

cubierta  con  las  arenas  movedizas  de  los  médanos, 
mas  celosos  de  su  guarda  que  sus  propios  hijos  i 
señores. 

Mientras  el  infatigable  injeniero  Stuven  alista- 
ba las  locomotoras  abandonadas,  contra  sus  pre- 
visiones, en  la  estación  por  los  peruanos,  los  re- 
conocimientos no  pudieron  alcanzar  un  radio  de- 
masiado estenso. 

El  activo  capitán  Latham  habia  llegado  a  ca- 
ballo a  la  cabeza  de  una  descubierta  hasta  el  Hos- 
picio el  dia  I.""  de  marzo  i  en  seguida  el  capitán 
Pérez  del  Estado  Mayor  practicó  una  nueva  reco- 
rrida por  los  rieles,  sin  encontrar  en  la  vía  lesión 
de  cuenta  el  2  de  marzo. 

El  capitán  Pérez  i  su  descubierta  avanzó  hasta 
la  Rinconada,  antigua  hacienda  de  los  condes  de 
Moquegua,  por  donde  pasa  el  camino  que  comu- 
nica de  norte  a  sur  las  ciudades  de  Tacna  i  de 
Moquegua.  (1) 


(1)  (Dicha  espedicion  iba  al  mando  del  ayudante  del  estado 
mayor  jeneral,  capitán  Francisco  Pérez,  i  la  componían  el  capi- 
tán Manuel  Rodríguez,  el  capitán  de  injenieros  Enrique  Muni- 
zaga,  alférez  Quesada  de  cazadores  i  10  hombres  del  Rejimiento 
Cazadores  a  caballo. 

«Recorriendo  la  línea,  los  espedicionarios  llegaron  a  las  9  P. 
M.  a  Estanques,  donde  pernoctaron,  continuando  su  marcha  a 
las  4  A.  M.  del  dia  2  hasta  el  Hospicio,  desde  cuya  altura  se 
distinguió  jente  a  caballo  que  hnia  a  todo  escape  i  que,  según  los 
soldados,  su  número  llegaria  a  8  o  10^  i  según  el  capitán  Ro< 


—  404  — 

Hizo  en  seguida  el  comandante  Ve 
reconocimiento  mucho  mas  formal,  pi 
hasta  el  rio  de  lio  cuyas  gredosas  agua 
con  delicia  jinetes  i  caballos  en  la  tare 
marzo.  (1) 

drigaez,  no  psEaria  de  caatro. 

«Al  punto  se  mandó  a  trea  cazadores  persiga 
jitivos  por  la  derecho,  mientras  el  resto  de  laespec 
por  la  izquierda.  Esto  euce^Iia  a  las  once  de  la  mt 

aMui  luego  se  perdieron  de  vista  los  qae  huian, 
contianó  sn  marcha,  sin  otra  novedad,  hasta  la 
encontrar  ni  rastros  de  enemigo.  De  la  Riacoca 
como  cinco  leguas  de  Moquegua — volvieron  al 
era  el  punto  que  se  les  había  señalado  como  ten 
mina  el  camino  de  Locnmba  i  otros  senderos. 

«En  el  Hospicio,  donde  se  encuentra  nn  estanq 
Salinas,  algunos  rieles  i  dos  casnchas  de  madei 
línea  telegráfica  de  Tacna  a  Moqaegna  i  Mollend 
con  la  de  Pacocha. 

<La  línea  férrea  se  encoentra  en  buen  estado  hi 
i  media  antes  del  Hospicio,  donde  faltan  diez  t 
izquierda  i  nueve  a  la  derecha,  en  una  bajada  de  i 
talvez  en  el  mismo  punto  en  que  los  peruanos  qi 
les  cuando  regreiaba  la  espedicion  Martinez.  D 
hasta  la  Rinconada,  la  línea  estnba  buona.» 

(E.  Jlempel. — Correspondencia  al  Ferrocarril.) 

(1)  Acompañaron  al  coronel  Velazqnez  en  su  eí 
guientes  jinetes:  don  José  Francisco  Vergara,  seci 
el  mayor  Frías  i  capitanes  Flores  i  Erráznríz  d 
Cazadores  al  mando  del  teniente  León  i  25  artilh 
Iban  también  los  señores  Pérez  i  Augusto  Orrego 
estado  mayor,  i  los  ayudantes  del  cuartel  jenera 
derik. 


CoQ  dos  días  de  anterioridad  habian  hecho  tam- 
bién en  escaso  pero  seguro  tren,  conducido  por 
Stiiven  en  persona,  una  cómoda  escursion  los  cau- 
dillos del  ejército,  militares  i  paisanos.  En  dos  ca- 
rros tomaron  asientos,  ademas  de  la  escolta,  i  fue- 
ron i  volvieron  en  un  día,  recorriendo  la  pampa 
hasta  la  vecindad  del  Hospicio,  el  ministro  de  la 
guerra,  el  jeneral  en  jefe,  el  jeneral  Baquedano,  el 
secretario  jeneral  señor  Vergara,  el  teniente  coro- 
nel Zubiría,  los  capitanes  Zelaya  i  Silva  Vergara  de 
ÍDJenieros,  el  injeniero  Pretot  Freiré,  capellán 
FonteciUa  i  diversos  viajeros  entre  los  que  preva- 
lecía, como  era  de  regla  en  estos  casos,  el  perso- 
nal que  en  el  ejército  comenzaba  a  llamarse  con 
cierta  enfadosa  sorna  <el  elemento  cucalón. s 

VI. 

Pero  si  bien  todas  aquellas  esploraciones  traje- 
ron a  los  ánimos  la  convicción  de  la  inverosímil 
pusilanimidad  i  descuido  de  los  peruanos  en  el 
arte  elemental  de  la  guerra,  pusieron  también  de 
manifiesto  una  verdad  terrible. 

El  ejército,  sin  estudios  suficientes,  sin  la  calma 
debida,  después  de  la  inacción  culpable,  í  con  de- 
Sciencia  notoria  de  los  recursos  mas  adecuados  i 
naas  indispensables  para  la  vida  i  las  marchas  en 
íl  desierto,  había  sido  metido  en  un  verdadero  ca- 
llejón sin  salida. 


El  puerto  de  Pacocha,  como  los  acoi 
tos  se  encargaron  de  probarlo,  era  una  1 
tenible  para  el  ejército;  el  punto  céntric 
picio  un  páramo  mortal;  Moquegua  ui 
de  tei'cianas,  i  Tacna  i  Arica,  objetivos 
paña,  divisados  por  aquel  prisma,  convt 
simples  mirajes  del  horizonte,  a  donde 
no  podría  llegar  sino  después  de  padc 
indecibles,  que  lo  aniquilarían  sobre  ma 
de  pelear. 

Grave  cuidado  no  pudo  menos  de  & 
espíritu  de  los  hombres  que  tenian  la  r 
lidad  de  todo  aquello,  i  tan  notoria  fué 
sion  que  aun  llegó  a  hablarse  en  el  ca: 
de  que  el  ejército  seria  reembarcado,  i 
con  qué  deetino.  (1)  «Llevamos  ya  do 
permanencia  en  este  puerto,  uos  escri 
Pacocha  el  7  de  marzo  un  intelijente 
estado  mayor,  i  con  una  fuerza  de  12,85 
no  sabemos  todavía  a  donde  ir . . .  Teni 
clase  de  elementos  de  movilización,  ( 
dos  buenas  locomotoras,  se  han  hecho 
mientes  hasta  cuatro  leguas  de  Moque 
pues  de  todo  resulta  que  no  conviene 
sesión  ni  de  aquel  punto.  Cerca  de  30 
un  trayecto  escaso  de  aguadas  nos  e 


(1)  Asi  lo  escribió  a  Los  Tiempos  au  corres] 
desde  Pacocha  coa  fecha  12  de  marzo. 


>r  tierra,  lo  que 
deja  proDado  que  ao  bai  marcha  posible  sobre 
esos  puntos.  ¿Qué  objeto  tuvo  entonces  el  desem- 
barco en  este  puerto?  ¿Esperar  que  Arica  se  ria- 
da con  el  bombardeo  del  Ángamos?^  (1) 

VII. 

Habíase,  a  la  verdad  i  por  de  pronto,  mirado 
en  menos  el  estudio  prolijo  de  las  caletas  de  Ite 
i  Sama  en  que  desembocan  respectivamente  los 
ños  de  Locumba  i  de  Sama,  paralelos  al  de  lio  i 
al  de  Tacna,  situados  en  el  promedio  de  ambos, 
i  que  por  lo  mismo  eran  el  camino  mas  corto  i 
conocido  para  llevar  un  ataque  mediterráneo  a  las 
plazas  de  Tacna  i  Arica,  como  lo  hiciera  Miller 
en  1821  i  el  coronel  Gutiérrez  en  1865,  aquel  con- 
tra la  primera  de  aquellas  ciudades,  el  último  con- 
tra 8u  puerto.  (2) 

(1)  Carta  del  earjento  mayor  doQ  Fidel  ürrutia. 

(2)  El  corODel  Miller  hizo  en  una  sola  noche  la  joinnda  de  la 
caleta  de  Sama,  al  pueblo  de  Buena  Vista  o  Sama  o  Yaras  (que 
todos  estoB  nombres  tiene),  i  48  horas  después  de  sa  desembar- 
co ocupó  a  Tacna,  al  paso  que  el  mayor  Soler,  marchando  por 
la  costa,  ee  apoderó  simultáueaniente  de  Arica. 

Por  este  último  camino  avanzó  a  su  vez  sobre  Arica  el  coronel 
dutierrez  cuando  en  1863  lo  euvió  de  Lima  el  presidente  Pezet 
s  sofocar  la  revolución  que  eatulló  en  Arica  en  favor  de  Prado. 

Por  estoB  tnotiroB  nosotros  indicamos  como  panto  apropiado 
de  desembarco  la  caleta  de  Sama  desde  mai/o  de  1879,  i  sobre 


VIII. 

Para  mejor  darse  cuenta  de  la  j 
situación  i  de  la  magnitud  del  erroi 
rá  conveniente  traer  por  un  raom< 
el  leguario  oficial  de  la  antigua  prc 
quegua  i  echar  una  rápida  mirada 
capitales  distancias. 

De  lio  a  Tacna  hai  35  leguas  pe 
ca  42,  a  Moquegua  por  la  tortuosa 
tráfico  de  arrieros,  36  leguas. 

Entretanto,  desembarcando  en  I 
las  distancias  se  reducen  justamei 
(18  leguas)  porque  Sama  o  Buena 
el  punto  céntrico  de  aquel  cuadrilá 
des  sembradas  en  el  desierto  i  en  1 
Arica,  Moquegua  i  Tacna,  queda  s 
de  esta  última  ciudad,  que  es  su 
igual  distancia  de  Locumba  que  e 
granero. 


ese  miemo  particular  voMmos  a  entrar  en  m 
mientoB  en  agoato  de  ese  aüo,  caando  se  pnbli 
carta  de  don  Marcial  Uartiaez,  sorprendida  ei 
jería  la  misma  idea  a  su  hermano  don  Arístid 
moda  Arica,  allí  vecina  está  la  puerta  de  Si 
barco  el  comandante  Miller  en  1821,  i  con  nn  | 
tomó  no  solo  a  Arica,  sino  a  Tacna  i  a  Moque, 
{Ferrocarril  del  25  de  mayo  de  1879.) 


—  409  — 

Por  manera  que  lo  que  habría  buscado  como 
base  de  operaciones  el  mas  rudo  estratéjico  no  ha- 
bría sido  el  desolado  Hospicio,  médano  de  arena 
situado  entre  altas  lomas  que  separa  los  valles 
de  Sama  i  de  Locumba  del  de  lio.  I  esto  por  la 
razón  sencillísima  i  matemática  de  que  el  último 
nos  alejaba  de  nuestro  objetivo,  i  aquél  nos  lleva- 
ba, según  de  hecho  se  vio  mas  adelante,  a  las 
puertas  del  campamento,  de  la  ciudad  i  del  ejér- 
cito que  íbamos  a  agredir. 

Seria  también  conveniente  no  olvidar  las  si- 
guientes distancias  subsidiarias  i  cooperativas.  De 
Arica  a  Tacna,   via  de  tierra,  14  leguas;  de  Mo- 
quegua  a  Tacna  36  leguas;  de  lio  a  Moquegua  18. 
De  suerte  que  por  la  via  de  Moquegua,  que  era 
por  donde   marchábamos,   cuadruplicábamos  las 
distancias,  haciendo  un  rodeo  de  54  leguas  perua- 
nas (65  de  Chile)  cuando  desembarcando  en  las 
caletas  temamos  apenas  18  leguas  de  buen  cami- 
no que  recorrer.  Decididamente  en  lugar  de  pene- 
trar en  el  territorio  enemigo  por  su  centro,  habia- 
mos  ido  a  desembarcar  en  su  mas  remota  estremi- 
dad  setentrionaL 


IX. 


En  una  emerjencia  tan  espinosa,  rotas  las  re- 
laciones del  jefe  civil  i  del  caudillo  militar  del 
ejército,  teniendo  a  su  vista  un  enemigo  casi  inac- 

ETIST.  DE  LA  C.  DB   T.    I  A.  52 


cesible  i  a  su  espalda  el  descontentí 
del  país  por  los  demoras,  vino  en  s 
apuros  que  una  posición  escepcional  ( 
nistro  de  la  guerra  en  campaña,  una 
sima  idea,  la  mas  funesta  que  naciera 
silenciosa  del  Ahtao  durante  la  larga 
de  aquel  altó  funcionario  en  tan  estr< 
Tal  fué  el  plan  inesperado,  incon 
justificable  de  operar,  en  los  mom 
concentración  jeneral  de  fuerzas,  sol 
comercial  i  casi  inabordable  de  MoUe 
división  de  dos  mil  hombres. 


Ejecutaba  en  esos  momentos  el 
aquel  puerto  la  corbeta  G'ffiggíns, 
por  la  Covadonga,  que  reconia  las  c 
das  entre  Islaí,  ocho  millas  al  norte 
dura  del  fértil  valle  de  Tambo,  grai 
quipa,  veinte  kilómetos  al  sur. 

Esto  era  de  sobra  para  mantener  aq 
a  raya  de  recursos  i  a  la  belicosa  Ai 
gada  entre  sus  breñas.  I  tanto  era  es 
mediados  de  febrero  la  autoridad  < 
creía  estar  divisando  en  todas  parte 
de  los  invasores  chilenos.  (1) 

(1)  H¿  aquí  lo  que  el  prefecto  de  Arequipa  ei 


Por  otra  parte,  aquella  costa  iahospitalaria  i 
bravia  se  halla  bloqueada  casi  por  su  propia  es- 
tructura, inaccesible  las  mas  veces  al  viajero.  «Las 
bravezas  del  mar,  dice  un  jeógrafo  entendido,  ha- 
blando del  puerto  artificial  de  Moliendo  i  sus  ca- 
letas vecinas,  son  frecuentes,  i  aunque  por  lo  je- 
neral  no  ofrecen  peligro  a  los  buques,  por  ser 
bueno  el  tenedero,  impiden  a  veces  los  desembar- 
ques por  dos  o  tres  días  consecutivos  i  aun  la  comu- 
nicación con  tierra,  sobre  todo  en  los  meses  de 
junio  a  setiembre.! 


¡íO  de  febrero  al  mÍDÍstro  de  gobierno  del  Perú: 

«Ei  18  de  los  corrientea  recibí  aviso  del  sab-prefecto  de  Islai, 
por  medio  del  telégrafo  eléctrico,  de  qne  en  la  caleta  de  Aranta, 
ütaada  entre  Islaí  i  Qoilca,  se  distinguiao  algunas  carpas,  qae 
se  euponian  ser  de  los  enemigos  qne  hubiesen  desembarcado  {>or 
ese  lagsr. 

«Inmediatamente  dispuse  que  de  Moliendo  se  destacara  la 
fuerza  competente  sobre  esa  caleta,  cod  el  ña  de  desalojarlos  e 
impedir  que  cortaran  la  línea  telegráfica  que  une  esta  ciadad  a 
Caman¿. 

>La  existencia  de  las  carpas  había  sido  ilusoria:  los  enemigos 
Toltejeaban  en  su  nave  al  frente  de  ese  litoral,  poro  hasta  en- 
tonces no  habían  saltado  a  tierra. 

vCaaado  anestra  fuerza  llegó  a  Aranta,  pudo  notar  que  los 
enemigos  pisaban  nuestro  suelo  por  nn  sitio  accesible  de  la  costa 
llamado  Mollendito,  sitnado  entre  Islai  i  Aranta. 

•Hetrocedieroa  nuestros  soldados  i  tuvieron  la  suerte  de  lle- 
gar con  oportunidad  para  medir  sus  armas  con  loa  enemigos,  a 
quienes  obligaron  a  reembarcarse  a  la  primera  carga,  pero  cuan- 
do ya  liabían  verificado  la  ruptura  de  la  linea.! 


—  412  — 


XI. 


Mas  grave  que  todo  esto  era  el  hecho  que  debía 
ser  notorio  a  los  buques  bloqueadores  de  haber 
sido  desartillado  aquel  puerto  tres  meses  hacia, 
porque  cuando  los  arequipeños  supieron  el  desas- 
tre de  San  Francisco,  recelosos  de  un  asalto  en  su 
ciudad  sagrada,  mandaron  quitar  los  cañones  de 
calibre  que  allí  habia,  a  fines  de  noviembre  de 
1879,  dejando  apenas  una  escasa  guarnición  de 
doscientos  fusileros  milicianos,  llamada  la  colum- 
na Moliendo,  para  la  policía  del  puerto  i  sus  cale- 
tas de  Aranta,  Mollendito  i  otras. 

Pero  aun  existiendo,  como  algunos  sostenían, 
una  gruesa  división  en  esos  puertos  bloqueados, 
¿cuál  ventaja  positiva  se  alcanzaba  con  obligarla 
a  internarse  para  ir  a  reforzar  el  enemigo  que 
acumulaba  sus  fuerzas  en  el  interior  de  aquellas 
mismas  provincias?  «¿Qué  importancia  tiene  Mo- 
liendo? esclamaba  con  maduro  cálculo  i  fundado 
razonamiento  militar,  un  joven  oficial  de  estado 
mayor  que  desde  Paqocha  con  tal  motivo  nos  es- 
cribia;  ¿qué  importancia  tiene  Moliendo  mirado 
como  plaza  militar  i  su  ejército  mirado  como  re- 
fuerzo ya  sea  del  de  Arica  o  del  de  Lima?  ¿Vale 
la  pena  de  sacrificar  siquiera  diez  hombres  para 
rendir  aquella  plaza  i  derrotar  a  unos  mil  quinien- 
tos soldados  que  la  guarnecen?  ¿No  seria  mae 


/ 


uyuívuuu  ^  vuuiuu  u^wvuui  Dvulu  Lima  antes  de 
perder  un  cinco  por  ciento  de  individuos  de  tro- 
pa por  enfermedades  naturales  i  otro  tanto  en  es- 
pediciones  que  no  son  de  urjente  necesidad?»  (1) 

XII. 

No  prevaleció,  empero,  ninguno  de  estos  con- 
ceptos en  la  mente  del  ministro  de  la  guerra  que 
obraba  siempre  autoritariamente,  sin  consulta  de 
jefes  en  consejos,  como  para  casos  como  el  pre- 
sente es  de  prudencia  usual  i  aun  de  ordenanza. 
Parece  que  por  lo  relativo  a  la  marina  obtuvo  el 
ministro  la  adhesión  inmediata  del  contra-almi- 


(1)  Cftrta  citada  del  mayor  Urratia, 

El  estado  sanitario  no  era  tampoco  satisfaotorio  desde  el  pria- 
d'pio  eu  lio,  porqne  inmediatamente  el  cambio  de  clima  i  el  uso 
de  laa  frotas  i  de  licores  comenzó  a  hacerse  sentir  en  el  ejército. 

Hé  aquí  lo  qae  a  este  respecto  decía  una  correspondencia  en- 
riada a  Los  Tiempo»  e)  2  de  marzo,  esto  es,  una  semana  des- 
pués del  desembarco. 

aEl  estado  sanitario  del  ejército  no  es  mui  halagüefio.  La  día- 
Tea  i  disentería  se  desarrollan  en  gran  cantiJtul.  Huí  también 
\o  pocos  casos  de  fiebres  i  pneumonías.  El  hospital  que  so  ha 
mprovisado  tiene  mas  de  70  enfermos,  i  en  loa  distintos  cuerpos 
lai  también  un  n&mero  ooasiderable.  Las  medioinaa,  como  siem- 
ire,  escasas,  pues  algunos  batallones  no  pudieron  traer  las  que 
HKjeian.  Bs  rerdad  que  a  todos  se  les  maularon  tVntes  de  partir; 
lero  en  cantidades  qae  solo  alcanzan  para  algunos  dias,  i  esto 
altaado  algimas  de  primera  neceaidad.D 


rante  jefe  de  la  escuadra  i  la  conformid 
reBigaacioa  de  parte  del  jeneral  en  jefe, 
rior  en  principio,  su  subordinado  en  el  hí 

Pero  a  quien  no  se  consultó  en  lo  m 
precisamente  ai  jefe  que  por  su  posición 
coyunturas  del  servicio  en  campaña  era  el 
al  jefe  de  estado  mayor;  i  de  aquí  sobre 
contratiempos  í  disgustos,  precursores  de 
jedia  moral  para  las  armas  de  la  Repúb 
una  exacervacion  en  los  espíritus  que  al 
dujo  violento  e  irremediable  estallido. 

Todo  en  efecto  hízose  fuera  de  camino 
Ha  empresa  malhadada. 

Tiénese  por  cierto  que  el  jeneral  en  jt 
sejó  (i  no  decimos  mandó  porque  manda 
dia)  que  se  despachase  la  división  Ame 
que  estaban  los  Navales  i  otros  cuerpos  ap 
desembarcar  con  el  Valparaiso.  Pero  el  s 
tomayor,  destruyendo  como  el  Sicambric 
unas  cuantas  semanas  hacia  habia  sido 
tantos  sinsabores,  reyertas  i  afanes,  cot 
campaña  desbaratando  las  divisiones,  poi 
los  Navales  de  la  1.',  dos  cuerpos  de  la 
en  las  ambulancias  operó  una  alteración 
embarcando  la  sección  que  pertenecía 
«Para  evitarnos  apreciaciones,  decia  a 
pecto  uno  de  los  espedicion arios  de  lio  £ 
go  de  Santiago,  i  dejar  a  tu  criterio  e 
sobre  quién  cae  la  responsabilidad  del  des 


qne,  en  esto  como  en  todo,  se  nota  en  la  dirección 
de  la  campaña,  voi  a  hacerte  una  somera  esposi- 
cion  de  los  antecedentes  del  asunto. 

«El  miüiatro  Sotomayor  que,  dicho  sea  de  paso 
es  el  verdadero  jmeral  en  jefe,  fué  quien  dispuso 
la  partida  de  esa  espedicion,  la  que  debia  ser 
compuesta  solamente  del  3."  de  línea  i  los  Nava- 
les. Comunicada  al  jeneral  Escala  esta  resolución, 
no  se  opuso  a  ella;  pero  dijo  que  la  primera  divi- 
sión completa  debia  ser  la  que  marchase,  espo- 
DÍendo  las  razones  que  para  ello  habia.»  (1) 

xm. 

I  en  seguida  el  encadenamiento  fatal  del  error 
marchó  como  habia  comenzado. 

Señalado  el  domingo  7  de  marzo  para  el  em- 
barque de  la  espedicion  en  el  Blanco,  el  Amazo- 
nas i  el  Loa,  ocurrieron  tales  entorpecimientos 
que  uno  de  los  cuerpos  elejídos,  el  3."  de  línea, 
estuvo  todo  el  día  formado  en  el  muelle,  bajo  los 
rayos  del  sol  tropical,  sin  comer  ni  beber,  hasta 


( 1 )  Carta  del  campamento  de  Pacocha  fechada  el  l'Z  de  mar- 
so,  pablicada  en  Loa  Tiempos  con  la  firma  de  X.  X. 

El  misino  correspooaal  agrega  qne  coaira  todo  esto  protestó 
:1  coronel  Lagos  con  viveza,  i  aua  el  coroEiel  Ameagual  qae  se 
levautó  de  la  cama  para  ir  a  reclamar  ea  vano  cotitra  la  eegre- 
jacion  que  se  hacia  sin  bu  cousentimiento  de  uno  de  los  cuerpos 
ie  sa  divisioD. 


que  lo  volvieron  a  su  cuartel  al  a 
noche.  Algo  parecido  aconteció  a 
porque  todos  los  augurios  eran  funí 
Al  fin  la  desdichada  espedicion  d 
un  dia  de  rubor  a  Chile  (cosa  rara  ( 
historia)  hízose  a  la  mar  con  ruml 


(1)  (Dia  8  de  marzo). — Ayer  se  acordó  no 
espedicioQ  a  Moliendo,  con  noa  fuerza  de  2,1 
35  de  caballería,  en  los  buqaes  Blanco,  Amaz 
1.*  de  estoB  bnquea  lleva  al  batallón  Naval,  i 
3."  de  línea  i  el  3.**  a  450  hombres  de  Zapadc 
CQerpos  de  la  4.'  dÍTÍsion  i  a  Navales  de  la  1. 
acordada  entre  gallos  i  media  noche,  ha  trai 
desquiciamiento  en  el  estado  mayor  jeneral. 
el  seQor  ministro  Sotomayor  i  el  contra-alt 
aqnella.  Al  Jeneral  en  jefe  se  le  dio  cnenta  pa: 
i  al  jefe  de  estado  mayor  para  que  ordenase  ( 
veres  1  moniciones.  Según  otra  versión,  el  se 
tra-almirante  i  jeneral  en  jefe,  estaban  de  acu 
cabo  dicha  espedicion;  pero  en  todo  caso,  el, 
yor  no  ha  tenido  maa  conocimiento  del  asunte 
sable — al  segundo  dia — para  ordenar  el  emban 
Esta  medida,  como  es  consigoiente,  produjo  1 
del  señor  coronel  Lagos,  de  su  puesto  de  jefe 
jeneral. 

aEn  los  doce  dias  que  llevamos  de  campam 
¿cree  usted,  se&or,  qne  uno  sola  vez  hayan 
una  reunión  los  jefes  de  divisiones,  jefe  de  esti 
almirante  i  jeneral  en  jefe,  ante  el  señor  mini 
ante  el  jeneral  en  jefe?  Ninguna,  señor,  i  lo  ¡ 
acordó  la  espedicion  a  UollendQ.ii 

(Carta  en  forma  de  diario  del  mayor  Urrat 


en  lamauana  del  »  üe  marzo  entre  los  alegres  ví- 
tores de  la  tropa  que  soñaba  con  combates. 

XIV. 

El  mal  puerto  de  Moliendo,  situado  en  una  cos- 
ta recta  como  un  muro  formado  por  altos  arreci- 
fes, enclavados  a  pique  i  a  manera  de  barrera 
contra  espumosas  olas,  dista  54  millas  del  puerto 
abrigado  de  lio,  viaje  de  corta  jornada  para  tras- 
portes a  vapor.  Ciudad  nueva  i  convencional,  co- 
mo Pacocha,  a  virtud  de  ser  arranque  de  un  fe- 
rrocarril de  artificio,  tenia  Moliendo  escasas  pero 
bonitas  i  hasta  pintorescas  habitaciones. 

Algunas  de  éstas  ostentaban  el  lujo  de  ame- 
nos jardines  regados  con  agua  traida  por  cañería 
desde  Uchumayo  en  la  cabecera  de  Arequipa, 
prodigalidad  de  nababs  orientales,  porque  allí  el 
agua  es  oro  líquido.  Su  población  no  pasaba  de 
mil  quinientas  almas  antes  de  la  guerra,  toda 
jente  industrial  i  de  acarreo.  El  antiguo  puerto 
de  Islay,  abandonado  como  el  de  lio,  yace  tres 
leguas  al  norte;  camino  áspero  i  quebrado  por  la 
Bosta,  i  hacia  el  sur  corren  las  caletas  de  Mejia  i 
la  Ensenada,  lugar  de  bafios  aquél  para  los  aro- 
juipeños  que  viven  en  clima  apergaminado.  Dista 
le  Moliendo  la  primera  de  esas  estaciones  14  qui- 
ómetros  por  los  rieles  i  la  segunda  21.  En  la  En- 
lenada  tuerce  el  ferrocarril,  que  ha  venido  si- 

HIST.  DR  LA  C.  DE  T.  I  A.  53 


guiendo  las  sinuosidades  de  la  costa,  há< 
de  Tambo,  i  asciende  en  seguida  la  fragc 
de  Cahuintala,  donde  comienza  la  inmec 
«Desde  Moliendo,  dice  una  relación 
que  hemos  citado,  hasta  la  Ensenada 
estiende  por  la  playa;  desde  este  últi 
principiaii  las  fuertes  gradientes  qne  al( 
por  ciento.  La  estación  de  Tambo  dists 
metros  del  valle  de  ese  nombre  i  de  la 
de  Cocachacra,  capital  del  distrito,  pero 
sobre  su  nivel. 

«Desde  Tambo,  la  línea  sigue  su  asee 
quebrada  de  Cahuintala  con  gradient 
ciento  i  curvas  de  110  metros  de  radio.  ' 
de  esta  quebrada  termina  en  la  pampa  d 
do;  en  el  paradero  del  mismo  nombre  se 
agua  las  locomotoras  por  una  cañería  de 
metros  de  diámetro  que  viene  desde  ü 
llega  hasta  Moliendo,  sirviendo  para  sur 
ese  pueblo;  su  largo  es  de  145  kilómetrc 

(1)  Para  mayor  eBcIarecimieoto  de  In  topogral 
de  los  lugares,  hé  aquí  un  cuadro  de  las  estacione 
rril  de  Moliendo  a  Areqnipa  con  las  alturas  sobt 
mar  qne  ellas  ocnpan; 

Estaciones.  Distancias.  Altitoi 

Moliendo 00  kilóm.  2 

Mejia H        s  3 

Ensenada 21        s  10 


Tal  era  la  faja  de  terreno  marítimo,  abrupto  i 
completamente  desnudo  de  vejetacion  i  de  abrigo, 
escepto  a  Tambo,  sobre  que  iba  a  operar  como  a 
oscuras  la  división  abigarrada  i  revuelta  que  co- 
mandaba el  animoso  coronel  don  Orozimbo   Bar- 


XV. 

En  la  media  noche  del  dia  de  la  partida,  la  es- 
cuadrilla se  aproximó  cautelosamente  a  la  costa 
que  iba  a  asaltar,  i  habiendo  reconocido  el  tenien- 
te Señoret,  del  Blanco,  la  caleta  de  MoUendito,  se 
ordenó  desembarcar  allí  los  Navales,  estos  pájaros 
del  mar,  anfibios  en  la  campafia. 

Saltaron  así  a  tierra  en  profundo  silencio   las 

Estaciones.  Distanciiu.  Altítudei. 

Tambo 30  kilóm.  aOO  me. 

Pasco 41  B  .550  B 

Cacheado 56  ^  970  j> 

La  Joya 86  »  1,2-50  b 

Vítor. 120  »  ],.570  b 

Qnishuarani....  132  »  1,800  b 

Uchumayo 150  b  1,910  » 

Tiavaya 161  b  2,070  b 

Tiiiíío  Grande...  1C9  »  2,125  » 

Aroiiuipa 173  b  íi,300  r> 

Sn  viaje  de  subida  se  hace  en  8  horaa  45  minnto.'í. 
Id.  de  bajada  se  hace  en  7  horas  25  minatus. 


compañías  de  los  valientes  capita 
Simpson.  Pero,  como  era  de  temerse 
marea  i  la  resaca  obstruyeron  la  plí 
suspenderse  el  desembarco.  El  may 
jandro  Baqnedano,  hermano  deljene 
en  jefe  esta  columna. 

Quedaron  de  esta  suerte  aislados  e 
ría  caleta  i  casi  sin  salida  180  hombr 
a  eer  rodeados  i  cautivos  por  fuerzas 
advertidas,  si  éstas  hubieran  existido 
según  se  esperaba.  Por  fortuna,  and; 
en  calidad  de  práctico  el  entusiasta  i 
luntario  don  Arturo  Villarroel,  famoi 
con  el  nombre  de  ajeneral  Dinamita 
tablas  servicios  en  el  ramo  de  minas 
como  conocedor  de  los  lugares,  sacó 
tadoB  Navales  a  la  pampa,  cortó  el 
mantuvo  toda  la  noche  alerteando  a  1 
enemigos  destacados  de  la  corta  g 
Moliendo. 

El  capitán  Beytia  tomó  cuerpo  j 
de  esos  vijias  de  la  noche  que  vagab 
ridad,  sospechando  talvez  que  los  eh 
duendes. 

XVI. 

Entretanto,  el  resto  de  la  división 
operar  su  desembarco  en  Islay,  lo  qu 


la  luz  uei  uia  »  ue  marzo  i  marchó  inmediata- 
mente por  tierra  en  socorro  de  los  Navales  que 
habían  quedado  comprometidos  a  las  puertas  de 
Moliendo. 

La  distancia  que  separa  a  Islay  de  Moliendo  no 
es  larga,  según  vimos  pero  el  camino  es  suma- 
mente fatigoso  obstruido  por  proñindas  quebra- 
das, con  piso  movedizo  de  cenizas,  lecho  secular 
de  las  erupciones  del  Misti,  visible  allá  en  el  diá- 
fano horizonte  de  las  sierras. 

La  columna  chilena  hizo  con  considerable  can- 
sancio aquella  fatigosa  jornada,  pero  lograba  en- 
trar, reunida  ya  a  los  Navales,  a  la  plaza  de  Mo- 
liendo a  las  cuatro  de  la  tarde,  escuchando  las 
estimulantes  tocatas  de  sus  bandas.  Iban,  en  el 
orden  de  marcha,  una  descubierta  de  treinta  Ca- 
zadores a  caballo  mandada  por  los  valientes  jó- 
venes Belisario  Amor  i  Luis  Armaza,  de  renom- 
brada hazaña  posterior  el  último;  en  seguida  la 
columna  de  Navales,  en  pos  el  3.°  al  mando  deí 
comandante  Castro  i  Zapadores  al  de  Santa 
Crnz. 

La  población  entera  había  huido  espantada 
junto  con  los  soldados  de  la  guarnición,  hacia  el 
valle  de  Tambo  i  por  el  sendero  délos  rieles,  que 
quedaron  sembrados  de  pobres  despojos.  Solo  unos 
cuantos  pulperos  italianos,  estos  eternos  rezaga- 
dos de  la  guerra  del  Perú,  so  mantuvieron  a  cargo 
del  pueblo  i  de  sus  propias  míseras  menestras. 


XVIT. 

Acampó  aquella  tarde  su  división  e 
Barbosa,  secundado  por  su  intelijente  j 
tado  mayor  don  Baldoraero  Dublé  Ali 
la  magnífica  estación  del  ferrocarril  de  . 
al  decir  común  la  mejor  de  Sud  Améri 
ñas  hubo  tomado  algún  reposo  el  activ< 
lió  con  los  Cazadores  del  teniente  Ame 
lumna  Santa  Cruz  a  proseguir  su  reconc 
i  persecución,  caminando  por  el  terraplí 
rrocarril  bácia  el  valle  de  Tambo,  camin 
qnipa. 

XVIIT. 

Poníase  en  marcha  aquella  ftierza  a  li 
mañana  del  día  10  i  llegaba  a  la  estación 
solo  a  la  1  P.M.,  diez  horas  mas  tarde.  No  < 
ron  allí  sino  a  dos  italianos  que  cuidaba 
ramancheles,  i  siguieron  hacia  la  prósimf 
de  la  Ensenada  donde  comenzaba  a  aj 
primer  verdor  del  valle  de  Tambo.  Díóa 
ce  la  descubierta  del  teniente  Amor  a  la 
los  fujitivos,  i  en  una  animosa  carga  dad 
ladera,  cortó  17  prisioneros  i  entre  ello 
neta  de  artillería.  El  coronel  Barbosa, 
chaba  casi  solo  a  retaguardia,  contribuy( 


UB  íi<|uui  uiuijut:  (juii  iiuH  catii^ttijema  itra.tic!intt, 
porqae  viendo  a  su  vanguardia  comprometida, 
hizo  atar  ramas  a  las  colas  de  su  caballo  i  a  los 
de  su  corta  comitiva,  i  galopando  a  todo  escape 
produjo  tal  polvareda  que  el  enemigo  sospechan- 
do venia  un  gi-an  refuerzo,  continuó  su  fuga.  No 
corrió  sangre  en  aquel  encuentro  sino  polvo,  i 
ipéniís  si  un  corneta  do  cazadores  llamado  Can- 
celario Ramírez  sacó  un  rasmillón  de  bala  en  su 


XIX. 

Mientras  todo  esto  pasaba  a  la  lengua  del  océa- 
10,  avisado  é\  prefecto  de  Arequipa,  González  Or- 
tegoso,  por  el  telégrafo,  del  desembarco  de  los 
hilenos,  en  la  tarde  del  9,  alistaba  todas  las  fuer- 
as de  la  plaza,  i  marchaba  con  ellas  hacia  la 
osta  en  varios  trenes  en  la  madrugada  del  10, 
B  decir,  en  la  hora  en  que  el  coronel  Barbosa 
vanzaba  con  los  Zapadores  de  Moliendo  a  Me- 
a.(l) 

(1)  Los  telegramas  de  akmm  Jmiin  n^f: 

(uBecibido  de  Hejia  a  lan  2.  P.   M.) 

Arcquijia,  marzo  í). 
SeGor  prefecto: 
Uno  de  loa  oficiales  de  la  guardia  nacional  de  Ibtay  dice  qne 


XX. 

Componiau  la  división  arequipf 
nes  i  no  menos  de  cuatro  columm 
culiar  deiiomiaacion  de  loa  perua 
lloB  el  batallón  Lejion  peruana, 


se  desembarcaron  los  chilenos  por  traspo: 
lalay:  son  como  700  a  800  hombres. 

Las  compaQíaB  de  guardia  nacioaal  esl 
éste.  La  jente  está  armada. 

Kuestra  fuerza  sostuvo  combate  en  uuo 
eembarqne.  La  población  corre  en  masa  sol: 

Ocupado  Moliendo  por  tropas  chilenas. 

Cochrane,  Blanco  i  dos  trasportes  ea  la  h 


(Redbido  de  Mejia  a  las  2.30  P 
Are^u 
Seüor  prefecto: 

Varios  individuos  que  anoche  estuvieron 
qne  después  do  iñu  primeras  partidas  de  t 
han  desembarcando  mas  jente.  No  hai  b 
puerto. 

Empiezan  &  llc/^ar  los  nacionales  a 
lay:  la  jente  de  aquí  tístá  lista. 


Al  mismo  tiempo  el  Eco  del  Misti  hacii 


-«.  425  -* 

el  último  sobreviviente  de  los  cuatro  Gutiérrez, 
apellidado  por  esto,  o: el  Sobrado»,  jefe  de  fama,  el 
Apurimae  que  mandaba  en  calidad  de  interino  el 
comandante  don  Cipriano  Soto,  i  el  Piérola,  co- 
mandante Llosa.  A  esa  altura  de  la  campaña  ha- 
bia  batallones  oiPiérolas»  en  Lima,  en  Arequipa, 
en  Tacna,  en  Arica,  en  todas  partes  donde  el  dic- 
tador, a  la  manera  de  César,  imperaba. 

Componíanse  las  columnas  arequipeñas  de  la 
Guardia  civil,  de  los  artesanos  del  pueblo,  de  la 
llamada  «Columna  de  HonorD  i  de  la  de  jendar- 
mería  montada  que  mandaba  el  coronel  don  Ma- 
nuel Ramón  Rivera. 

Ascendia  esta  tropa  mas  o  menos  a  2,500  hom- 
bres colecticios,  i  con  las  fuerzas  del  valle  i  de  la 

cavernas  del  volcan  con  estos  gritos  de  guerra: 

«¡Areqnipeñosl  fé  i  valor.  El  Perú  i  la  América  esperan  mu- 
cho de  vuestros  esfuerzos. 

Ha  llegado  la  hora  solemne,  i  ahora,  como  siempre,  con  el 
filo  de  vuestras  armas  sabréis  dar  a  la  patria  una  pajina  de  glo- 
ría. 

Que  Grau,  nuestro  ínclito  mártir  de  Mejillones,  nos  aliente  en 
3Stas  supremas  horas  de  amargara  i  tribulación. 

Sin  mirar  el  número  de  los  enemigos,  ni  sus  cañones,  mar- 
chemos todos  a  vengar  los  desastres  sufridcs,  a  morir  como  pe- 
nanos  si  no  podemos  fatigar  i  rendir  a  la  victoria  a  nuestras 
)Iantas. 

¡A  las  armas,  arequipefios!  a  las  armas,  a  las  armas! 

Primero  la  muerte  del  mártir  antes  qne  el  vüependio  del 
nundo  i  la  cadena  vergonzosa  del  esclavo!... 

Hijos  del  Mistí^  ;a  las  armasiD 

HIST.  DB  LA  C.   DE   T.    I  A.  54 


costa,  refnjiada  en  Tambo,  podían  ce 
tres  mil  hombres,  un  tercio  mas  que' 
chilena.  Mandaban  las  columnas  de  T 
Uendo  los  comandantes  don  Eduardo 
Eoinaña  i  don  Mariano  Bedoya,  i  la 
sin  cañones  que  resguardaba  la  cosí 
don  Manuel  San  Román.  Por  nombrí 
los  peruanos,  como  el  pasadero  de  Lí 
daban  jamas  en  descubierto. 

XXL 

Emprendieron  su  marcha  los  arec 
mas  alharaca  que  entusiasmo  patrio 
mañana  del  dia  10  de  marzo,  i  a  las  ! 
drugada  llegaban  por  los  rieles  a  Tare 
cha  de  los  invasores  i  de  los  invadido 
por  consiguiente  pai'alela  aquella  noc 

La  división  arequipeña  era  maní 
por  el  coronel  don  Alfonso  Gonzale 
prefecto  pierolista  del  departamenti 
jefe  de  estado  mayor  al  coronel  don 
cisco  Goyzueta,  autor  de  pomposísimo 
nos,  al  parecer,  do  intenso  miedo. 

xxn. 

Dominados  por  su  sorpresa  i  por  si 
lebraron   los   arequipeños   una  junti 


aquella  miBiua  mañana  en  Tambo  i  resolvieron 
avanzar  de  frente  contra  los  chilenos  para  rrro- 
jarlos  al  mar. 

Pero  hablan  comenzado  por  dejar  sus  mejores 
batallones,  esto  es,  la  Lejion  peruana  i  el  Apuri- 
mac,  en  la  altiplanicie  de  Oacbendo,  para  mante- 
ner espedita  su  retirada. 

De  suerte  que  cuando  aquellas  tropas  descen- 
dieron al  valle  llamadas  por  el  prefecto,  era  ya  de 
noche,  i  aunque  las  fuerzas  contendientes  estaban 
a  la  vista  desde  media  tarde,  los  jefes  de  una  i  otra 
se  detuvieron  sin  acometerse. 

XXIIT. 

El  jefe  chileno  sospechó  iba  a  ser  agredido  por 
fuerzas  superiores  i  se  replegó  esa  misma  noche 
sobre  Moliendo,  incendiando  a  su  paso  las  esta- 
ciones i  material  rodante  de  la  línea,  al  paso  que 
el  prefecto  arequipeño,  seguíale  receloso  los  pa- 
sos, contemplando  en  todas  partes  la  cruel,  inú- 
til i  contraproducente  destrucción  de  todos  los 
medios  de  vida  i  de  progreso  de  que  han  hecho 
conquista  los  pueblos  modernos. 

Caminando  toda  la  noche  en  carros  que  la  mis- 
ma tropa  empujaba  en  fantástica  procesión,  llegó 
b1  coronel  Barbosa  a  Moliendo  en  la  nüifiana  del 
11,  i  a  la  tenue  luz  de  la  alborada  presontúselo  un 
espectáculo  de  horror;  la  orjia  de  un  ejército  des- 


bandado  entre  las  llamas  i  las  ceniz 
cendio.  No  se  ha  sabido  nunca  con  < 
la  manera  cómo  fué  aplicada  la  tea  ¡ 
nada  población.  Segiin  unos,  prendit 
diversas  pai'tes  de  la  ciudad  edificada 
madera;  según  otros,  encendida  su  prc 
un  soldado  repatriado  del  3.",  que  qu 
gar  su  espulsion,  cundió  el  siniestro  c 
i  el  descuido,  i  no  ha  faltado  quien  j 
fuera  todo  obra  de  incendiarios  esti 
Es  lo  cierto  de  todas  maneras  que  i 
noche  ardió  Moliendo  por  todos  sus  c 
mandóse  aun  su  hermoso  i  fi-esco  tei 
quial  que  ocupaba  el  centro  de  una  p 


( 1 )  Esto  al  meaoH  dijo  el  jeneral  Escala  en  u 
cribió  al  Vicario  Capitalar  de  Santiago,  esplicái 
de  Moliendo,  con  fecha  23  de  abril. — «I  entone 
a  varios  italianoe  con  las  teas  en  laa  manos.» 

Publicada  esta  carta,  maaifestó  espUcitamei 
al  gobierno  de  Chile  el  señor  Sanminiatelli,  M 
con  feoba  5  de  marzo,  i  el  Ministro  de  Belai 
señoT  Amanátegai  le  Si^tizñzo  inmediatamente 
de  ese  mismo  día,  observándole^  un  tanto  cavilo: 
dato  era  una  simple  opinión  personal  del  jeai 
hacia  mas  de  un  mea  que  hnbia  dej¡ido  de  mand: 

Es  muí  posible  que  los  italianos  no  hubiesec 
el  incendio  de  Moliendo,  i  asi  lo  creemos  nosot 
esto  dejaban  aquellos  nacionales  de  comprom» 
en  mas  de  una  ocasión  según  podrá  verse  en  u 
del  preseote  capítulo. 


(Serían  como  las  doce  de  la  noche  del  dia  10  de 
marzo,  escribía  uno  de  los  jóvenes  capellanes  de  la 
dÍTÍsion  a  su  madre  í  contándole  con  la  llana  na- 
turalidad del  hogar  los  horrores  de  aquella  noche, 
enando  desembarqué  en  el  muelle  i  me  dirijí  in- 
mediatamente a  mi  alojamiento,  en  donde  encon- 
tré a  la  jente  mui  tranquila,  pues  no  habia  habido 
nada  sobre  lo  que  se  habia  dicho  del  enemigo.  El 
incendio  estaba  en  su  mayor  fuerza,  la  iglesia  ar- 
día completamente.  To  no  me  atreví  a  ir  a  ver  el 
faego  de  cerca,  pues  se  sentían  tiros  a  cada  mo- 
mento i  los  oficiales  me  dijeron  que  les  habían 
hecho  a  ellos  algunos  disparos  i  que  era  peligroso 
3I  ir.  Esa  noche  me  acosté  vestido  i  como  a  las  3 
ie  la  mañana.  Al  día  siguiente  me  levanté  tem- 
pano i  ensillé  mi  caballo.  Apenas  salí  de  la  casa, 

0  primero  que  me  llamó  la  atención  fueron  los 
antos  que  habían  hecho  colocar  en  la  plaza  i  al 
ado  de  nuestra  casa.  Sobre  una  mesa  vi  una  cosa 
aedío  tapada  con  un  paño,  voÍ  a  ver  qué  era  i  me 
ncuentro  con  el  sol  de  la  custodia  i  aun  con  el 
laniísimo  en  ella.   Inmediatamente  la  envolví  en 

1  mismo  paño  i  la  llevé  a  mí  pieza  en  donde  la 
uardé  para  evitar  profanaciones.  Volví  en  seguí- 
íi  a  la  calle  para  hacer  guardar  todos  lo.s  santos  i 
emas  objetos  de  la  iglesia  que  hablan  sacado  i 
Uabau  en  el  medio  de  la  calle.  El  incendio  aun 
o  se  habia  extinguido  del  todo,  pues  varías  casas 
un  ardían. 


XXIT. 

<i Varias  familias,  todas  ellas  de  p( 
bian  refujiado  en  la  plaza,  en  don 
pedían  misericordia,  pues  creían  que 
blo  iba  a  ser  quemado  i  que  a  ellas  Ii 
tar.  Trabajo  inmenso  me  costaba  so 
gurándoles  que  nada  les  iba  a  su 
mejor  de  mi  perorata,  un  tremendo 
rompió  todos  los  vidrios  de  la  casa  ( 
cual  estábamos,  haciéndola  coumov 
un  terremoto,  aumentó  espantosame 
ría.  Todas  me  pedían  que  les  echai 
cien,  que  ya  no  les  quedaba  otro  coa 
de  rodillas  que  no  las  mataran,  que 
irse  a  refujiar  a  los  cerros.  Al  fin,  df 
cho  batallar,  conseguímos  sosegarlas 
habia  sido  causado  por  unos  sesenl 
pólvora  que  se  incendiaron  sin  sabe 
no  causaron  gran  daño,  gracias  a  q 
aire  libre,  que  si  no,  ¡quién  sabe  a  dó 
ido  todos  a  parar! 

«Ese  dia  anduve  por  el  pueblo 
mayor  pai-te  de  las  casas  habían  sí 
por  los  soldados  del  3."  de  línea  í  va 
italianos  i  soldados  de  los  otros  c 
advertir  que  al  3."  de  línea  se  le  dio 
ver  a  Islay  al  dia  siguiente  de  nui 


para  Eer  ahí  reembarcado.  Estos  salieron  de  Mo- 
liendo el  martes  en  la  tarde  i,  como  era  natural, 
ibao  furiosos  porque  loa  haeian  volverse  por  tie- 
rra, haciendo  una  marcha  bastante  penosa.  De 
éstos,  muchos  se  volvieron  al  pueblo,  se  emborra- 
charon i  principiaron  el  incendio  i  el  saqneo.  Mu- 
cho temimos  al  principio  que  se  hubieran  quema- 
do algunos  que  yacian  completamente  borrachos 
en  las  casas  que  se  quemaron,  pero  después  hemos 
visto  que  no  ha  faltado  nínguoo  a  la  hsta  que  se 
hizo  mas  tarde. 

líEl  jueves  i  viernes  (11  i  12  de  marzo)  el  in- 
cendio continuó  i  también  la  destrucción  de  la 
BBtacion.  En  ésta  el  Gobierno  peruano  ha  perdido 
ie  cinco  a  seis  millones  de  pesos,  pues  era  una 
Magnífica  estación  mui  superior  a  la  de  Santiago 

Valparaíso.  El  viernes  se  permitió  saquear  !a 
)arte  de  la  Aduana  que  estaba  sobre  el  muelle  i 
[ue  debia  ser  quemada  i  que  contenia  muchísimas 
nercaderías  i  licores.»  (1) 


(1)  Carta  del  presbítero  doa  Eduardo  Fubres  a  su  señora 
ladre. — Pacocba,  marzo  17  de  1S80. — Esta  carta  fué  pnblicacla, 
al  como  otra  del  distinguido  capellán  del  Cochrane  don  Ciimilo 
•rtúzar,  por  el  Yicario  de  Saotiago  don  José  Ramón  Astorga 
ara  refutar  ante  el  ouuciu  tipostólicu  en  Lima,  Motiseílor  Mo- 
3iini,  las  exajeraciones  i  calumuiua  del  cura  de  Moliendo  i  del 
icario  de  Arequipa  don  Lorenzo  Bedoya. 

Había  eat«  sacerdote  vertido  todo  el  dolor  i  la  biel  de  bu  alma 
a  su  comunicaciOD  oficial  al  ministro  del  Interior  del  Perú, 


Tal  era  el  horrendo  espt 
población,  convertida  en 
que  a  esas  horas  se  hallabfi 

De  lejos,  en  el  mar,  el  ei 
i,  despojado  de  su  horror,  ( 
paisaje  que  se  reflejaba  con 
agonizante  en  las  alterosas 
tura  aquellas  hogueras  el  r 
los  siglos  vagaba,  de  la  pin 
antes  de  las  siete  de  la  noc 
pulantes  del  Amazonas,  qu 
desde  la  mar,  se  declaró  en 
cendio  en  los  suburbios  de 
su  oríjen. . . . 

«El  incendio,  ayudado  p 
adquiriendo  proporciones 
con  sus  siniestros  i  rojizos  : 
bres   vecinas  i  la  inmens 


datai]a  en  Arequipa  el  24  de  ma 
ninnicados  por  el  pánico  de  Molleo 
capellanea  de  Chile  habían  ititen 
presenciando  las  danzas  sacrilegas 
jenea  de  los  altaros,  i  coiitriíiuido  au 
rístia.  Pero  todas  estas  atrocidades 
tas  referidas  i  en  la  nota  del  se&c 
comunicación  tiene  fecha  de  abril  í 


aquel  un  eepectáculü  a  la  vez  que  imponente  ate- 
rrador. 

íBaldomero  Dublé,  jefe  de  estado  mayor  de  la 
división,  Diego  Miller,  Arturo  Villarroel,  jefes, 
oficiales  i  soldados  se  esforzaban  en  contener  el 
elemento  devorador  que  se  cebaba  en  et  combus- 
tible que  le  proporcionaron  los  edificios  de  made- 
ra. A  pesar  de  los  constantes  i  abnegados  esfuer- 
zos de  las  personas  nombradas,  el  fuego  prendió 
en  la  iglesia  que  mui  luego  quedó  reducida  a  ce- 
nizas, así  como  seis  a  ocho  manzanas  de  casas,  si 
bien  de  las  mas  insigniñcantes. 

«El  incendio  coutinuó  durante  toda  la  noche 
del  10  al  11,  i  a  la  vez  que  ardia  Moliendo,  rojos 
resplandores  se  distinguian  por  Islay  i  Mejia.  Es- 
tos tres  puntos  eran  en  esos  momentos  inmensas 
hogueras.»  (1) 

XXII. 

De  lo  que  pasaba  entre  los  soldados  nos  dispen- 
samos de  hablar.  Culpóse  al  Tejimiento  3."  de  los 
nayores  escesos,  i  es  evidente  que  no  hubo  de 
Mirte  de  sus  jefes  i  oficiales  ni  la  firmeza,  ni  la 
)revÍ8Íon  debidas,  mucho  menos  la  vijÜancia  in- 
lispensable  en  tales  casos.  (2) 


(1)  H.  Hempel. — Correapondencia  al  JVrrotfarnV. 

{l¿y  A  propósito  de  tas  iDculpacionee  que  Be  hacían  unos  cuer- 

BIST.  DR  LA  0.  DB  T.  I  A.  55 


—  434  — 

Pero  mas  o  menos  todos  los  c 
dicion  se  mancharon  en  aquell 
por  las  llamas  de  una  universa 
que  la  dinamita  había  hecho  ¡ 
estación  de  Moliendo,  i  todos  suí 
al  paso  que  su  material  de  esp 
de  petróleo,  ardia  en  inestingui 
el  fuego  por  soldados  de  Chile  c 
superiores  i  a  instrucciones  exa< 

Por  fin,  con  gravísimos  des( 
dificultades,  resultando  herido  c 
ga  de  la  disciplina  contra  la  el 
capitán  don  Ricardo  Serrano  pe 
gó  su  atentado  con  la  vida  en  el 
reembarcar  la  espedicion  casi  a 

po3  a  otroB  por  los  desórdenes  de  Motleai 
te  párrafo  de  una  carta  escrita  por  Felii 
3."  a  sn  padre  José  del  Carmen  Silra,  un 
Santiago.  La  carta  tiene  esta  fecha  uPa 
1880,  i  el  párrafo  aludido  dice  así:  aCon: 
el  cQonto  al  revés.  Los  navales  cometiei 
pagó  con  BU  crédito  i  honor.  Si  puedo  v 
Mackenna  le  muestra  la  presente.  Lo  c 
en  contra  del  d."  no  es  cierto,  ¡no  es  cier 

val  fué  el  que  cometió  toda  la  falta 

bien  con  loa  fe/ea I  el  3."  que  no  ct 

ha  sido  de  su  honor?  Qué  fué  de  su  buena 
ventura  que  si  el  3."  se  hubiese  sublevadi 
los  Navales  para  conteserlu?  Nó!  No  k 
se  anblevará  jamás.  No  crean  nuestros 
cometa  tal  desacato.» 


dreotado  enemigo,  i  sin  mas  fruto  que  aquella 
vergüenza  i  tan  horrible  i  mal  aconsejada  devas- 
tación. Tres  o  cuatro  millones  destruidos,  funes- 
tas escenas  de  inmoralidad  para  el  soldado,  i  la 
carga  de  un  camello  de  reclamaciones  diplomáti- 
cae,  lié  allí  en  conjunto  el  fruto  de  la  fatal  espe- 
dicion  de  Molleado  que  no  habla  tenido  sino  una 
compensación:  la  de  alumbrar  con  la  riqueza  acu- 
mulada de  un  pueblo  los  densos  horizontes  do  una 
noche  de  horror. — ^Lindmmo  espectáculo  dicen 
que  presentaba  en  la  noche  del  10  al  11  una  área 
de  terreno  como  de  dtcziocho  lejuas  cuadradas, 
ilnminando  los  cen-os  i  las  ondas  del  océano  el 
incendio  que  a  la  vez  consiimia  a  Mollleudo,  Me- 
jia  e  Islay. 

«Los  estranjeros  avalúan  las  pérdidas  sufridas 
por  los  peruanos  en  la  destrucción  de  Moliendo, 
Islay,  Mejia,  muelles,  estaciones,  etc.,  en  ocho  mi- 
llones depesos.D  (1) 

No.  La  historia  para  ser  tal,  para  merecer  su 
nombre  i  servir  de  enseñanza  a  los  pueblos,  tiene 
jne  ser  inexorable  en  su  esposícion  como  en  sus 
bIIos.  i  concebida  así  la  espcdicion  de  ÍEolIcudo 
10  fué  solo  un  grave  error  militar,  sino  una  ver- 
jüenza  para  nuestras  armas. 

Fué  un  Tarapacá  moral,  la  Noche  triste  de  tan- 
as i  gloriosas  campañas  antiguas  i  venideras. 

( 1 )  Correspondencia  publicada  «n  Los  Ticinj/oa  i!ul  '¿'d  de  eiiu- 
D  de  1880. 


XXVII. 

Felizmente  la  espedicion  chilena  rej 
tarde  del  12  de  marzo,  dejando  solo  dos 
i  a  BU  arribo  a  lio  en  la  mañana  del  13 
por  castigo  a  casi  todas  las  clases  del  3, 
ció  a  cuatro  oficiales  de  ese  Tejimiento,  i 
tan  que  se  había  manchado  con  fraudes 
probados  se  le  condenó  a  muerte,  escapa 
por  una  enfermedad,  que  le  ahorró  el 
una  degi'adacion  ejecutada  a  presencia  d 

xxvm. 

Por  su  parte,  los  arequipeños  habían 
en  pos  de  la  corta  columna  chilena  ava^ 
ta  la  vecindad  de  Tambo,  con  una  precí 
daderamente  pavorosa.  Afirma  el  coroni 
ta  que  los  chilenos  se  retiraban  vergon 
«delante  del  terror  que  les  infundían 
dos»,  í  esto  de  tal  manera,  a  su  decir, 
trayecto  de  Tambo  a  Mejia  dejaron  ab 
once  cajones  de  cartuchos  i  ffun  dispersi 
mismo  jefe  refiere  en  su  parte  de  lo  j 
ridiculas  i  hasta  risibles  maniobras  a  qu 
garou  los  peruanos  para  acercarse  a  Me 
no  quedaba,  en  la  media  noche  del  10, 
bra  de  un  soldado  chileno. 


I  todavía,  en  vez  de  avanzar  sobre  los  que  así 
¿nian,  celebraron  los  jefes  del  Misti  en  aqnel  In- 
garejo  nueva  junta  de  guerra,  i  en  ella  resolvieron 
coDtramarchar  al  valle  de  Tambo,  acampándose  a 
la  sombra  de  los  frescos  olivares  de  Carmona. 

Fija  con  precisión  el  prolijo  coronel  Goyzueta 
la  hora  astronómica  de  esta  retirada  ocurrida  el 
día  11  de  marzo,  porque  dice  en  su  parte  oficial 
que  se  puso  en  marcha  «a  las  12  A.  M.» 

XXIX. 

En  resumen,  los  arequipeüos  no  se  atrevieron  a 
ocupar  a  Moliendo  sino  cuando  hacia  cuarenta  i 
Dcho  horas  que  había  desaparecido  hasta  el  postre- 
ro de  los  chilenos,  esto  es,  el  15  de  marzo;  i  dos 
iias  después,  mientras  una  parte  de  las  fuerzas  se 
icampaba  en  Tambo,  otra  regresaba  a  Arequipa, 
áendo  aclamada  entre  vítores  i  repiques,  como  si 
ín  vez  de  andar  i  volver  las  columnas  en  tren  de 
da  i  de  regreso,  hubieran  peleado  i  vencido. 

A  esas  horas  (marzo  17)  Arequipa  estaba  cus- 
odiada  ademas  por  numerosos  destacamentos  ve- 
lidos  de  Puno,  Torata  i  otros  parajes  de  la  Sie- 
m.  (1) 


(I)  Las  faerzaa  de  Puno  llegaron  a  Arequipa  el  lOdeeneroa 
8  órdenes  del  prefecto  don  Eifas  Malpartida,  i  se  componiaD  de 
•a  silentes  destAcamentoe :  Una  fracción  del  rejimiento  2  de 


I 


—  438  — 

Mayo  a  cargo  de  su  primer  jefe^  teniente  coronel  don  Isaac  Cha- 
morro. 

Una  sección  del  batallón  Pano^  al  mando  de  sus  jefes^  coronel 
don  Wenceslao  Bueno  i  sárjente  mayor  don  Isaac  Deza. 

Columnas  del  Mistí  i  de  Celadores,  que  mandaban  respecti- 
vamente  los  tenientes  coroneles  Aspiazú  i  Aragón. 

Jendarmes  de  caballería. 

Juntamente  llegó  de  Lima  por  tierra  un  continjente  de  nn 
millón  de  soles  papel,  que  según  se  dijo  iba  a  ser  distribuido  co- 
mo sigue: 

Para  Arica 650,000 

Arequipa ¿ 150,000 

Cuzco 100,000 

Puno 60,000 

Moquegua «     50,0C0 

£1  altisonante  parte  oficial  del  coronel  Qoyzueta  está  datado 
en  Tambo,  marzo  17  de  1880,  i  refiriéndose  a  los  estragos  cau- 
sados por  los  invasores,  se  espresa  en  los  irritados  términos  si- 
guientes: (cOraito  entrar  en  pormenores  acerca  de  los  horribles 
desastres  de  Mejía  i  Moliendo,  porque  ü.  S.  que  los  ha  visto  por 
sí  mismo,  sabrá  apreciarlos  en  toda  su  magnitud.  Bástame  de- 
cir que  todas  las  casas  de  Mejía  han  sido  saqueadas  por  com- 
pleto: que  la  floreciente  población  de   Moliendo  ha  quedado  re- 
ducida a  cenizas  i  escombros;  i  que  los  habitantes  de  ambos  sexos 
que  por  desgracia  quedaron  en  este  último  puerto,  cuando  fué 
ocupado  por  nuestros  enemigos,  han  sido  objeto  de  los  mayores 
vejámenes  i  tropelías.  ¡Oprobio  i  vergüenza  para  esos  hombres 
corrompidos,  que  con  el  atentado  criminal  de  que  hago  referen- 
cia han  dado  al  mundo  entero  un  escándalo  mas  de  inmoralidad 
i  salvajismo!]) 

Como  era  de  temerse,  la  prensa  peruana  i  especialmente  la  de 
Arequipa  se  desbordó  en  los  mas  atroces  dicterios  contra  Chile 
a  cousecuencia  de  aquella  espeJicion  tan  desacertada  como  esl 
ril .  En  un  editorial  do  Ld  Bolsa,  diario  de  aquel  pueblo,  corn 


título  Que  sepa  el  mun- 
iptos  signientes: 
fPero  cnando  lian  hecho  mas  tajosa  ostentación  de  sus  instin' 
tos  feroces  ha  sido  en  Moliendo,  donde  las  hordas  chilenas  han 
saqseado  loa  almacenes  fiscales,  la  propiedad  particular,  destrui- 
iki  a  pulvorazos  la  factoría,  la  estaciou,  el  muelle,  incendiado  la 
población,  sin  escluir  el  templo,  después  de  robar  sus  vasos  sa- 
fradfia  i,  lo  que  es  mas  horripilante  i  desgarrador,  profanar  la 
lustodia,  bajarla  del  tabernáculo  con  sacrilegas  i  manchadas 
nanos,  Iiacerla  pedazos  sin  respetar  la  sagrada  hostia,  al  inma- 
lalado  Cordero,  a  la  victima  espiatoria  de  nuestra  redención,  cu- 
'osfracmentoa  esparcidos  por  el  suelo  serian  hasta  pisoteados 
OT  las  plantas  mas  inmundas  qae  bao  jamas  hollado  la  tíe- 
ra  Tírjen  de  América,  i  todo  esto  en  medio  de  la  mas  estúpida 
eudez  i  de  las  blafemías  mas  diabólicas  qne  sallan  de  esas  bo- 
is  infernales.  Esto  unido  a  lai  llamaradas  que  devoraban  los 
iificios  i  el  humo  que  cubría  la  atmósfera,  parecía  el  mismo  in- 
emo. 


Loa  diarios  de  Chite  fueron  también  bastante  francos  al  apre- 
ít  la  espedicíon  de  Moliendo  i  sus  resultados,  i  de  ellos  toma- 
as  los  principales  datos  en  que  se  halla  fundada  esta  relación, 
spojándolos  muchas  veces  de  los  tintes  de  una  vira  indigno- 


—  440  — 


ANEXOS  AL  CAPITULO  XIL 

I. 

PARTE  OFICIAL  DEL  PREFECTO  DE  AREQUIPA   SOBRÉ  LOS  SUCESOS 

BE  MOLLENDO. 

Arequipa,  marzo  VJ  de  1880. 
Señor  coronel  secretario  en  el  despacho  de  guerra. 
Befior  coronel  secretario: 

El  martes  9  del  corriente  tuvo  conociuiiento  esta  prefectura, 
por  telegrama  recibido  a  la  1  P.  M.,  de  que  los  enemigos  habian 
desembarcado  por  Islay  i  tomado  sorpresivamente  el  puerto  de 
Moliendo^  lo  que  igualmente  fué  una  sorpresa  para  mí,  porque 
hacia  tiempo  que  varios  de  los  buques  de  la  escuadra  chilena 
voltejeaban  entre  Mejia  e  Islay  sin  que  hubiese  notado  ningún 
amago  de  desembarco  ni  la  permanencia  de  un  constante  blo- 
queo. 

Al  arribo  de  las  fuerzas  chilenas  ^n  el  mencionado  puerto, 
tuvieron  que  retirarse  a  Mejia  los  ciento  cincuenta  nacionales 
que  lo  guarnecian,  i  poco  tiempo  después  a  Tambo,  con  la  guar- 
nición de  artillería  que  se  encontraba  en  el  segundo  punto  nom- 
brado, viéndose  ambos  cuerpos  en  esta  forzosa  necesidad  por  el 
exuberante  número  de  los  soldados  i  la  superioridad  de  su  ar- 
mamento. 

Luego  que  tuve  conocimiento  de  la  invasión,  con  la  actividad 
del  caso  i  el  apoyo  del  pueblo,  que  entusiastamente  me  pedia 
los  elementos  para  combatir,  conseguí  organizar  una  ftierza  de 
700  hombres.  (1) 

(1)  Vista  la  nomenclatura  de  los  cuerpos  qne  hemos  hecho  nos  paree, 
que  esta  cifra  debe  ser  un  error.  Probablemente  diría  1,700. 


_  iteen  trenea 
especialeB,  t|nc  con  el  mas  laudable  celo  i  prontitud  se  apresuró 
a  alistar  la  empresa  de  estos  ferrocarriles,  llegando  a  la  esta- 
ción de  Tambo  a  las  5  de  la  tarde  del  mismo  dia  i  no  ánt«s  sin 
dada  por  la  mala  calidad  del  combustible.  ( 1 ) 

De  allí  hice  destacar  avanzadas  hasta  pocas  millas  de  la  En- 
senada, que  se  encontraba  ocupada  por  las  del  enemigo  i  las 
CDalea  huyeron  al  aproximarse  las  nuestras. 

Ed  la  tarde  del  IH  se  reunió  nn  consejo  de  gnerra,  en  el  que 
«opinó  por  la  inmediata  recuperación  de  Moliendo,  i  habien- 
lo  tenido  a  los  poco9  instante»  noticias  de  que  una  parte  de  las 
ueizas  chilenas  se  encontraba  en  Mejia,  me  encaminé  con  las 
mestras  bosta  la  Ensenada,  siendo  conducidas  en  trenes  hasta 
w  logar,  con  las  precauciones  necesarias,  siu  luz  ninguna,  i 
alidoa  de  la  oscuridad  i  BÍlencio  de  la  noche.  AIM  encontramos 
JgaaoB  carros  incendiados  i  otros  rodeados  de  combustible  para 
erlo,  lo  que  denota  la  precipitación  coo  que  el  enemigo  aban- 
loQó  ese  punto. 
Inmediatamente  i  remontáudonos  un  poco,  proseguimos  uues- 
ra  marcha  a  pié  i  con  el  mayor  sijilo  i  disciplina  sobre  Mejia, 
ende,  según  el  avitio  recibido,  debíamos  encontrar  i  batir  al 
lemigo. 

Como  a  los  tres  de  la  maüana  entramos  a  esta  población,  don- 
!  desgraciadamente  solo  hallamos  tas  huellas  de  una  reciente 
ga:  tales  fueron  velas  encendidas  en  diferentes  habitaciones, 
a  cajones  munición,  igual  número  de  rifles,  olgunas  prendas 
vestuario,  cápsulas  esparcidas,  ohjetos  preparados  para  llevar- 
un  barril  de  vino  i  otro  de  aguardiente  principiados  i  que  al 
recer  fueron  abandonados  por  la  priíta  con  que  habiau  huido. 
El  aspecto  de  esta  población  ern  desolador  la  estación  se  ha- 
>  incendiado;  las  puertas  i  ventanas  de  las  casas  se  encontra- 
n  abiertas,  saqueadas  todas,  i  los  objetos  que  no  habían  podi 
conducirse,  fracturudoa  i  dispersos  por  todas  partes. 


I)  El  comandante  militar  Goyzuctii  aHrma  que  llagó  a  las  9  de  la  ni 
■a.  TalTez  el  prefecto  llegó  en  la  tarde. 

HIST.  DR  LA  C.  DB  T.  I  A.  66 


—  442  — 

La  mañana  del  13  nos  sorprendió  en  este  logar,  i  siendo 
naestra  permanencia  en  él  bastante  peligrosa  para  la  impunidad 
con  que  podíamos  ser  heridos  por  las  balas  de  los  buques  chile- 
nos, resolvimos  tomar  las  alturas  de  Moliendo^  como  efectiva- 
mente lo  verificamos  en  el  acto. 

En  esas  posiciones  reuní  otro  consejo  de  guerra,  el  que  opinó 
que  por  ignorarse  el  número  de  los  enemigos  existentes  en  Mo- 
liendo, el  cual  a  mas  de  estar  perfectamente  armado  podía  ser 
mayor  que  el  que  llevábamos  para  batirlo,  a  lo  que  se  agregaba 
la  protección  de  los  buques  chilenos  surtos  en  la  bahía  de  aquel 
puerto,  no  debia  proseguirse  inmediatamente  la  marcha  i  que 
por  otra  parte  era  preciso  tomar  en  consideración  el  estado  de 
cansancio  de  las  fuerzas  espedicionarias  i  su  falta  de  alimento 
durante  30  horas;  lo  mucho  que  aventuraba  en  la  espedicion, 
pues  en  el  caso  de  una  derrota  quedaría  el  enemigo  en  posesión 
no  solo  de  Moliendo,  Mejia  i  Tambo,  sino  también  de  toda  la  lí- 
nea entre  Arequipa  i  aquel  puerto,  i  finalmente  la  inestabilidad 
de  BU  recuperación  en  el  improbable  caso  de  una  victoria;  porque 
los  fuegos  de  los  buques  chilenos  concluirían  por  incendiar  la 
población,  obligando  a  nuestras  fuerzas  a  retirarse  para  no  ser 
impunemente  despedazadas,  acordó  que  regresásemos  a  la  es- 
tación de  Tambo,  de  donde  se  dominaba  i  podía  defenderse  fá- 
cilmente el  valle,  cerrando  asimismo  el  paso  al  enemigo  desde 
las  inespugnables  posiciones  de  Cahuintala. 

Por  estos  motivos  regresé  en  la  madrugada  del  14  a  la  esta- 
ción de  Tambo,  donde  tuve  aviso  de  que  el  enemigo,  al  saber 
nuestra  aproximación  a  Moliendo,  se  había  apresurado  a  reem- 
barcarse con  el  mayor  desorden  i  confusión,  lo  que  palpable- 
mente notamos  cuando  en  la  noche  de  ese  mismo  día  entré  a  ese 
puerto  con  los  nacionales  de  él,  la  guarnición  de  artillería  i 
veinte  hombres  de  a  caballo,  pues  vimos  que  la  aduana  i  los  al- 
macenes fiscales  no  se  habian  incendiado,  ni  concluido  de  que- 
mar el  muelle,  en  el  que  se  había  dejado  muchos  de  los  objetos 
robados,  como  sacos  de  harina,  etc« 

El  aspecto  que  presentaba  Moliendo  era  mucho  mas  desconsol''' 
dor  que  el  de  Mejia.  La  maestranza,  la  estación,  los  almacén 


del  terroeaml  i  toda  la  parte  snpeiior  de  la  población,  inolasa  la 
igleais,  por  donde  babia  principiado  el  incandío,  estaban  redn- 
citioj  a,  ceaizaB  i  todo  el  material  de  la  primera  düstrozado  por 
la  miaa  que  se  habia  hecho  estallar  en  ella.  Loa  chilenos  se  ha- 
bJao  eatregado  ademas  a  loa  eaceaos  mas  abcrmi nables  i  deaea- 
frenadoa;  se  babia  aaqueado,  violado  a  las  mujeres,  robado  i 
maltratado  a  mucboa  nacionales  i  eatranjeros,  llegando  al  es- 
tremo  en  an  crápula  brutal,  de  escarnecer  i  danzar  en  el  templo 
coD  las  efijies  de  los  santos,  áotes  de  hacerlos  derorar  por  las 
llamaa. 

En  Moliendo  sapimos  por  los  estranjeros  vecinos  del  lugar  i 
pur  el  comandante  de  na  baqne  de  gcerra  europeo,  el  cual  se  re- 
Tena  al  ministro  de  guerra  chileno,  que  las  fuerzas  enemigas  ae 
wmponian  de  loe  batallones  Navales,  Zapadores,  3/  da  línea  i 
KseDta  hombrea  de  caballería,  formando  un  totul  de  2,500 
nombres,  perfectamente  armados  con  Comblaiu,  cuyo  náme- 
■o  como  notará  usted,  era  escesivamente  superior  al  nueatro, 
|ue  apenas  comprendia  1,000  i  tantos  con  las  gnaruícionea  del 
itoral  i  del  valle  de  Tambo,  con  loa  qne  nos  reunimos  en  esa  ea- 
acion. 

Las  pérdidas  caantioeísímas  ocasionadas  en  Moliendo  i  en  la 
Inea  férrea  hasta  la  Ensenada,  serian  nn  tanto  menores  si  loa 
jentes  comerciales  se  hubiesen  apresurado  a  despachar  sus  mer- 
aderlas,  conforme  al  decreto  de  8  del  corrieute  que  se  les  notÍ- 
có  el  mismo  dia  por  telégrafo. 

Habiendo  desaparecido  ya  et  peligro,  reparádose  la  línea  fé- 
rea,  recompuésto^e  la  cañería  de  agua,  por  concluirse  los  tra- 
ajos  de  reparación  del  telégrafo  cortado,  quedando  resguardadas 
ks  mercaderías  abandonadas,  vueltas  las  autoridades  i  empleados 
a  Moliendo,  i  despnes  de  dictar  las  órdenes  couveuieutea,  he 
pesado  a  esta  capital  con  las  fuerzas  que  llevé,  dt'jando  en 
inel  puerto  i  en  Mejia  la  guarnición  necesaria,  i  trayendo  dos 
risioneros:  et  uno  en  ta  Ensenada  i  el  otro  en  Moliendo. 
No  concluiré  este  parce  sin  aplaudir  cordial  i  merecidamente 
conducta  de  los  jefes  i  oticiales  del  estado  mayor  i  de  las  fuer- 
za de  la  plaza,  como  asimismo  de  los  bravos  hijos  de  Arequipa, 


—  444  — 

por  el  entusiasmo  ardiente,  resigaacion  i  disc 
nifestado  en  la  espediclon  qne  acaba  de  deaoi 
Dios  guarde  a  U.  S. 

C.  Aljtmso  Qonzalt 


(Inédita.) 

SDD-PREFBCTUK/L  DE  L(  FltOTINCIA  DK  TARATA 

Marzo 
Beílor  Prefecto  del  Departamento. 
Señor  Prefecto: 

En  este  momento,  2  P.  M .,  recibo  un  esp 
prefecto  de  Chncuito,  con  un  oficio  cuyo  U 
sigue: 

«  Julio,  marzo 
a  Señor  8ub-prefecto  de  la  provincia 

T>  A  las  11  de  esta  noche  he  recibido  un  t 
>  fecto  de  Puno  cnyo  tenor  es  el  siguiente: 

B  Marx 
B  Seílor  Snb-prefecto  de  Chucuito: 

»  En  este  momento  acnbo  de  reciliir  un  te 
B  to  de  Arequipa  en  qne  me  comnnica  que  1 
»  apoderado  del  puerto  de  Mdlcniiíi  i  me  pit 
B  liis  fiierzuB  que  haya  es|>edit;is  en  este  dep; 
»  la  ocfision  de  que  U.  S.  dé  nnu  prueba  i 
»  cuando  inmediatamente  con   su   batallón  I 


—  445  — 

»  aqül  sale  también  toda  la  fuerza  que  tengo  disponible .  Qne 

>  no  haya  escasa  ni  demora  alguna  en  su  marcha.  £1  pais  agrá- 

>  decer&  a  ü.  S.  su  rápido  movimiento. 
:»  Dios  guarde  a  U.  S. 

»  Elias  Malpartida. 

1  En  otro  oficio  posterior  me  avisa,  con  fecha  de  hoi:  que  se 
»  ha  marchado  a  Arequipa  con  todas  las  fuerzas  disponibles;  yo 

>  también  marcharé  mañana  mismo  si  es  posible,  quedando  en 

>  mi  lugar  el  llamado  por  la  lei  sefior  don  Federico  de  Amat 

>  i  en  Puno  el  Sub-prefecto  señor  Gallegos.  No  deje  U.  S.  de 

>  comunicar  las  ocurrencias  de  la  costa. 

»  Dios  guarde  a  ü.  S. 

»  Manuel  Zavala  Gonzalez,y> 

Lo  que  me  es  honroso  trascribir  a  D.  S.  del  mismo  modo  (por 

ispreso)  por  si  lo  ignorase  i  en  cumplimiento  de  mi  deber. 

Dios  guarde  a  U.  S. — S.  P. 

Modesto  Arias, 


III. 


NOTA  OFICIAL  DEL  6UB-PBBFECT0  DE  AREQUIPA 
SOBBE  LA  ESPEDICION   DE  LOS   CHILENOS   A   MOLLENDO 

(Inédita.) 

A  ib  de  marzo  de  1880. 
efior  Prefecto  del  departamento  de  Tacna. 
Sefior  Prefecto: 

Los  enemigos  en  número  de  dos  mil,  poco  mas  o  menos,  se 
resentaron  el  9  del  presente  en  el  litoral  de  este  departamento, 
bajo  el  amparo  de  los  cañones  de  su  escuadra,  verificaron  su 
^sembarco  entre  Moliendo  e  Islay,  tomando  posesión  del  pri- 
ero  de  estos  puertos  i  continuando  su  marcha  hasta  la  estación 
ú  ferrocarril  de  la  Ensenada. 

El  pueblo  de  Arequipa,  dispuesto  siempre  a  la  pelea  que  ha  de 


—  446  — 

dar  glorías  i  triunfos  a  la  Patria,  se  ]e7antó  incontinenti,  estu- 
siasta  i  como  nn  solo  hombre,  i  demandó  de  la  autoridad  los 
elementos  precisos  para  marchar  a  espnisar  a  los  contrarios. 

El  señor  Prefecto,  con  la  actividad  que  le  distingue,  reunió 
las  armas  i  municiones  de  que  pudo  disponer,  dictó  órdenes  efi- 
caces i  prudentes;  i  pasadas  pocas  horas,  salia  con  este  pueblo 
patriota  que  ha  adquirido  renombro  merecido  en  la  historia  del 
mundo,  a  disputar  al  enemigo  desleal  el  lauro  que  la  justicia 
tiene  reservado  a  la  causa  del  Perú,  en  último  resultado. 

ün  puñado  de  valientes,  ardiendo  en  entusiasmo  febril,  sa- 
lieron al  litoral;  i  a  su  sola  presencia,  los  hijos  de  la  nación  trai- 
dora, que  solo  han  peleado  desde  el  principio  de  la  guerra  cuan- 
do han  sido  diez  contra  uno  i  contando  con  fuertes  i  abundantes 
elementos,  huyeron  a  reembarcarse  sin  comprometer  la  con- 
tienda que  tanto  ansiaban  los  arequipeuos,  para  probar  a  los 
cobardes  de  Chile  que  sus  corazones  no  se  amilanan  nuoca,  ni 
su  proverbial  fue^o  se  ha  estinguido,  cuando  se  trata  de  defen- 
der el  honor  e  integridad  de  su  Patria. 

Los  asesinos  de  mujeres,  de  ancianos  i  de  niños  ocultaron  sa 
vergüenza  en  los  buques  que  les  esperaban;  pero  no  sin  dejar 
antes  vacías  las  casas  de  las  abandonadas  poblaciones  de  Mo- 
liendo i  Mejia  i  de  ponerlas  fuego  para  reducirlas  a  cenizas,  es- 
pecialmente a  la  primera. 

Gloria  digna  de  los  héroes  que  la  historia  escribe  i  cuyos  nom- 
bres ha  escrito  en  sus  pajinas  con  caracteres  fuljentes,  es  la  que 
acaba  de  alcanzar  el  valeroso  pueblo  de  Arequipa;  i  el  señor 
Prefecto,  que  todavía  se  encuentra  recorriendo  los  incendiados 
lugares  de  nuestro  litoral,  ha  dado  una  prueba,  relevante  por 
cierto,  de  su  tino  en  la  adopción  de  medidas  oportunas  i  de  sa 
serenidad  i  Valor  al  frente  de  los  enemigos. 

Lo  que  me  es  grato  comunicar  a  ü.  S.  para  su  intelíjencia, 

reservándose  la  Prefectura  para  hacerlo  luego  con  mas  prolijos 

datos  de  lo  sucedido. 

Dios  guarde  a  U.  S. 

Bruno  Abrill 


••■ 


IV. 

SOLICPTUO   DE   DOS  CIUDADAKOS  ITALIANOS   PARA   ENROLARSE 

EN    EL   BJÉRCITU  l'EKUANO 

I  SACRIFICAR  HASTA  SU   ULTIMA   GOTA   DR  BANOttK. 

S«&or  Piefecto  del  departameuto: 

Alejandro  B02Í0  i  Bartolo  G.  Botto  de  nncionalidad  itali&na, 
detenidos  en  la  cárcel  pública  de  esta  ciudad,  ante  U.  S.  respe- 

taosameote  decimos:  que  dominados  por  los  sentimientos  pa- 
tnótieoí  de  qae  por  connaturalización  estnmos  poseídos,  por  los 
■üDchos  aQos  que  hemos  vivido  en  diversas  partes  de  esta  repú- 
blica,  no  podemos  mirar  con  indiferencia  la  santa  i  justa  causa 
fue  tan  heroicamente  tratan  de  defender  los  peruanos,  sin  ofre- 
»r  nnestroe  servicios  como  antiguos  soldados  eu  el  reino  de  que 
temos  sido  sAbditos  durante  nuestra  juventud,  sacrificando  nties- 
Ta  vida  i  existencia  hasta  perder  la  última  gota  de  sangre  que 
ñrcula  en  nuestras  venas  en  defensa  de  los  derechos  ultrajados 
le  la  Kepública  del  Perú,  cual  nosotros  somos  gratos  para  con 
il.  No  daremos  grandes  capitales  ni  aun  medianos  porque  no  los 
iDseemos,  pero  el  ofrecemos  nuestras  persouas  cumo  soldados  o 
■a  la  marina  por  estar  acostumbrados  a  estos  servicios. 
Al  ofrecer  nuestros  servicios  no  es  nnestra  intención  evadirnos 
e  una  justa  condena  a  que  podían  someternos  loa  Tribunales 
e  Justicia  al  fallar  sobre  una  falsa  ímput;icíon  de  un  delito  de 
iiilacioD  de  la  comunicación  epistolar.  Este  delito  fué  cometido 
>or  la  necesidad  en  que  nos  encontnlhuuios  t-n  un  despoblado.  Si 
IS.  tuviei-aabien  cerciorarse  «ubre  la  miiferiiidt'l  ruso,  vería  que 
oBotroa  no  violamos  la  comunicracion  ni  ultrajiipnoft  al  correisfa 
i  al  compañero  de  éste:  soliinicnto  tornamos  doce  piínos  del  re- 
irido  correo,  i  esto  lo  hicinms  |ior  la  gr.in  ncce.tiihtd  en  que  nos 
□contrábamoa  por  no  cncontrnr  una  pt;rsoLiii  que  nos  vendiera 
i  un  solo  pan  para  el  sustento.  I  si  Ü.  S.  quiere  convencerse 
las  del  hecho,  puede  ordenar  quo  el  escribano  del  crimen  certi- 
qae  acerca  del  estado  del  proceso.  Por  tanto 


A  U.  S.  pedimos  se  sirva  concedemoB  la  ¡ 
(ie  justicia  reclamamos. 
Tacna,  abril  16  de  1879, 


Baríolo  G.  Botto. 


Aleja 


CARTA  DBL  CAPITÁN   DBL  3."  DON  RODOI 

SOBRE  LOS  SUCESOS  DE  MOLLK 
ESCRITA   A   SU   PADRE   DON   RAMUN  1 

(Inédita.) 

Seííor  don  Ramón  Portales, 

lio,  marzo 

...EatamoB  recien  llegadoa  do  uQaespedicio 
lay  i  Moliendo,  í  como  se  bar&n  muchos  con 
espedicioQ  i  yo  presencié  todo  lo  ocnrrído,  le 
cion  exacta  de  lo  sucedido.  Yo  he  llegado  buf 
do  de  la  mano  derecha  za&do,  pero  estoi  mejí 
no  le  había  escrito  después  de  mi  llegada. 

El  día  7  del  presente  se  dio  orden  de  eml 
dia  no  se  concluyó  el  embarque  sino  hasta  el 
la  tarde  salimos  una  división  con  dirección  a 
iba  compuesta  del  Tejimiento  3."  de  línea, 
hombrea  de  Zapadores  i  30  hombrea  de  Cazad 
.  Los  buques  que  fueron  eran:  el  Blanco,  el  . 
mar. 

Llegamos  a  Islay  a  las  2  de  la  mañana.  . 
echaron  botes  al  agna  i  bajaron  soldados  del 
ba  mui  oscura  i  e!  desembarco  era  al  lado  del 
leta.  Un  bote  con  15  hombrea  i  un  oficial  de£ 
pues  los  otros  botes  se  perdieron  de  la  caletf 
Bembarcaron,  pero  los  15  hombres  salieron,  i 


huyó  deapaes  de  hacet  alganos 
disparos.  Los  Navales  deaemb&rcarQD  eo  nna  caleta  vecina.  A 
las  10  del  día  había  desembarcado  la  diviaion  en  Islay. 

Este  puerto  estaba  solo  i  en  completa  ruina,  pnes  dicen  bace 
tiempo  estaba  abandonado. 

A  las  11  marchamoe  para  Moliendo,  por  tierra.  Eatá  mal  cer- 
ca, pero  el  camino  es  mui  malo,  lleno  de  quebradas  i  el  piso  o 
BQelo  es  un  terreno  lleno  de  conizas.  A  las  5  de  la  tarde  llega- 
mos a  Moliendo.  La  población  estaba  sola,  la  fuerza  que  había 
en  esa,  qne  ae  componía  de  230  hombrea,  huyó.  A  esa  hora  nos 
faimos  a  acampar  a  la  estación  del  ferrocarril. 

La  población  de  Moliendo  casi  toda  se  babia  retirado,  pues 
.temían  los  destrozos  del  ejército  chileno.  El  aspecto  del  puerto  i 
sos  edificios  es  superior  a  Pisagua,  a  lio  i  a  todos  los  demás 
puertos  de  que  hemos  tomado  posesión.  La  maeatranza  i  demás 
establecimientos  del  ferrocarril  quo  tenían  en  ese  puerto,  eia 
superior  a  la  que  nosotroa  tenemos.  El  dia  9  se  principió  la  des- 
tnicñan  de  todos  esos  establecimientos  i  duró  este  trabajo  hasta 
el  día  12. 

Al  lado  de  loB  ediñciosse  encontrarou  enterrados  útiles  de  la 
maestranza.  De  éstos,  parte  se  embarcó  en  nuestros  buques,  loa 
qne  ae  creían  útiles  para  nosotros.  También  se  destruyó  el  mué- 
lie  i  máquinas  que  en  él  había. 

El  dia  10  se  dio  orden  para  qne  nuestro  Tejimiento  manchara 
nuevamente  a  Islay.  A  laa  6  se  puso  en  marcha  habiendo  que- 
dado en  el  pueblo  como  50  iudívíduoa  de  tropa  faltando  a  lista, 
para  cuyo  efecto  se  dejó  a  un  señor  oficial  con  tropa  para  reco- 
¡er  esos  &ltos.  Debo  advertir  a  nsted  que  el  dia  anterior  se  habían 
mbido  ai  pueblo  muchos  Boldiidoa  nuestros,  Navales  i  Zapado- 
res, í  éstos  habían  cometido  sus  tropoüiis,  como  saquear  las  casas 
jae  estaban  solas  i  embriagarse. 

Cuando  nuestro  rejimieiito  iba  en  mitrcha  para  Islay,  se  vol- 
rieron  como  ICO  indiviiluos  de  tropa.  Habiendo  sido  avisado 
inestro  comandante  de  esta  falta,  me  envió  a  mí  a  reciijer  i  ho- 
3er  volver  a  esos  individuos,  pero  por  desgracia  ya  era  tarde.  Es- 

HIST.  OS   LA  O.   DB   T.    I  A.  5? 


1 


—  4&0  — 

tos  habian  entrado  al  pueblo  i  en  unión  de  la  demaa  tropa  délos 
otros  cuerpos  incendiaron  parte  de  la  población. 

Inmediatamente  se  paso  jente  a  apagar  el  faego,  pero  solo  se 
vino  a  conseguir  concluirlo  después  de  haberse  incendiado  una 
tercera  parte  de  la  población.  Los  soldados  que  se  volvieron  al 
pueblo  estaban  ebrios  i  como  tales  principiaron  a  acometer  de- 
sórdenes, como  hacer  tiros  de  rifle,  saquear  casas  i  cometer  otras 
clases  de  desórdenes  con  los  habitantes  de  la  población. 

Le  aseguro  que  daba  terror  i  lástima  el  desorden  que  habia. 
Mientras  tanto  yo  me  puse  a  las  órdenes  del  jefe  de  la  plaza,  el 
que  me  ordenó  que  recorriese  la  población  i  recojiese  a  todos  esos 
individuos,  para  cuyo  efecto  me  dio  fuerza  armada. 

A  las  1 1  de  la  noche  me  mandó  con  un  oficio  para  el  jefe  de 
mi  rejimiento  para  que  se  detuviera,  lo  que  efectué  acompañado 
con  fuerzas  de  Cazadores. 

A  las  2  de  la  mañana  volví  de  mi  comisión,  encontrando  al 
pueblo  mas  calmado,  pero  cometiendo  siempre  desórdenes,  para 
cuyo  efecto  se  me  dio  nuevamente  fuerza  para  recojer  a  esos  in- 
di viduo^i. 

Describirle  exactamente  todo  lo  sucedido  seria  mui  largo  i 
también  porque  creo  que  usted,  poco  mas  o  menos,  lo  calculará. 

El  dia  9,  en  la  noche,  salió  para  el  interior  a  un  lugar  llama- 
do Tambo  el  piquete  de  Cazadores  a  Caballo,  i  los  Zapadores  el 
dia  10  se  encontraron  con  una  fuerza  enemiga  de  infantería 
como  de  300  hombres;  tuvieron  su  tiroteo,  tomando  al  enemigo 
17  prisioneros. 

Los  nuestros  vieron  que  venían  máquinas  de  Arequipa  con 
fuerza,  con  jente  armada  en  gran  número,  entonces  se  retiraron 
destruyéndoles  la  linea  del  ferrocarril. 

Por  los  prisioneros  se  supo  que  el  enemigo  venia  con  fuerza 
como  de  4,000  (?)  hombres. 

A  las  3  de  la  mañana  se  me  ordenó  que  me  fuera  a  hacer  car- 
go de  la  guardia  que  habia,  de  nuestro  rejimiento,  sosteniendo 
la  jente  que  se  habia  juntado  de  los  dispersos,  porque  el  oficial 
que  estaba  al  cargo  de  ellos  fué  herido  por  un  cabo  de  nuestro 
mismo  rejimiento  que  estaba  ebrio  i  cometió  la  grave  falta  u 


ibio,  le 
pasó  la  ecda  i  le  rajó  la  lengaa.  Pero  el  oñcial  está  mejor,  sn 
nombre  es  Ricardo  Serrano,  hermano  del  liéroe. 

To  tave  qae  estar  hasta  las  8  de  k  maQana  a  cargo  de  todos 
as03  índiriduos,  qne  se  eocontraban  casi  todos  ebrios.  Usted  cal- 
cnlar¿  loa  malos  ratos  porque  he  tenido  qne  pasar. 

A  las  8  se  roe  ordenó  llevase  un  oficio  a  nuestro  comandante 
Castro  para  qae  siguiese  su  marcha  i  se  embarcase  el  rejimien- 
to  en  Islay,  lo  qne  se  efectuó  en  el  mismo  día. 

El  muelle  i  la  Aduana  de  este  puerto  fueron  incendiados  i  al 
dia  signiente  nos  fnimos  a  Moliendo  a  donde  se  embarcó  la  de- 
más tropa. 

Machos  cargos  indebidos  se  hacen  a  nuestro  Tejimiento,  pero 
Bon  mui  abnltadoe  i  falsos  i  lo  qne  le  he  referido  es  la  verdad  de 
los  hechos,  advirtiéndole  solo  que  si  ha  habido  desórdenes  e  in- 
subordinaciones es  debido  a  la  cizaüa  sembrada  por  nuestros  je- 
fes, pues  se  tenía  mucha  condescendencia  coa  la  tropa.  Aunque 
tarde,  parece  que  ahora  vuelven  sobre  sus  pasos  i  nuestro  reji- 
mieoto  será  el  modelo  del  ejercito. 

Como  laa  faltas  son  graves,  se  ba  mandado  levantar  un  suma- 
rió al  comandante  i  rejimieuto  i  a  4  oficiales.  Creo  que  el  resul- 
tado será  la  salida  del  comandante  Castro  i  de  los  4  oficíales. 

Con  este  motivo  se  tiene  un  gran  odio  al  3.*  i  qnfero  variar  de 
cuerpo.  Lo  saluda  su  afectfsimo  hijo. 

Rodolfo  Portales.D 


CAPITULO  XIII. 


EL  JENCRAL  BAQUEOAHO  EN  EL     ALTO  DE  CC 

Difícil  sitnacion  en  qne  ao  encnentra  el  ejército  de  Chile 
precipitado  daaembaico  en  Pncocha.— Deficiencia  en.  lea 
pecialmente  en  la  movilidad  en  viata  de  una  campaila  poi 
Incertidambres  i  disgustos  de  los  jefes  entre  ai. — Injus 
comandante  Bai-celS. — Choques  del  jenaral  en  jefe  i  d 
LagoB,  i  reconocimientoB  practicados  por  éste  de  las  cale 
Sama  hasta  Arica.— Severas  manifestaciones  de  la  preí 
conductores  de  la  guerra.— Por  fortuna  el  enemigo  ignora 
i  se  manifiesta  completamente  aturdido, — Canje  de  los 
Tarapacá. — Resuélvense  los  conductores  de  la  campaQ 
fatal  inacción  i  despachan  al  jeneral  Baquedauo  con  toda 
para  operar  en  el  valle  de  Moquegua. — Marcha  de  esta 
Pacocha  hasta  Conde  el  12  i  i:t  de  marzo. — Sale  de  Paco 
MañoE  i  horribles  padecimientos  qua  eaperimenta  en  el  d 
carencia  de  i^ua. — b^.scanas  horribles.— Su  le  el  comand 
buscar  aeua  en  el  valle  i  su  ti-eu  se  desriela. — Socorros  < 
el  joneral  líaquedano  envia  con  la  caballería  desde  Condt 
visión  Muflo»  al  valle  i  se  rehace. — El  jeneral  Baquedan 
atacar  a  loa  peruanos  on  Moqucg na. —Cartas  inúditas  de 
dados  de  la  división  Murloz  sobre  la  marcha  de  ésta  pot 
El  injaniero  Quelart. 


Cuando  en  la  tarde  del  12  de   marz 
regresaba  a  Pacocha  la  malhadada  espt 


sas  i  azares  de  la  gnerra  do  habian  alcanzado  un 
cambio  favorable  en  el  campo  de  los  chilenos. 
Todo  lo  contrario.  Habían  empeorado  visible- 
mente dia  por  dia,  casi  hora  por  hora;  el  regreso 
le  los  cuerpos  imprudentemente  arrojados  a  las 
áayas  de  la  costa  de  Arequipa  para  ejecutar  ac- 
m  de  inútil  devastación,  habia  dado  creces  al 
lisgusto  jeneral  al  saberse  la  esterilidad  de  aque- 
la  tentativa  i  las  faltas  cometidas  por  jefes,  ofi- 
iales  í  soldados.  El  único  fruto  de  aquella  escur- 
ión  había  consistido  a  la  verdad  en  el  proceso  a 
ue  dio  lugar,  resultando  condenados  a  diversas 
enas  no  menos  de  sesenta  soldados,  la  mayor 
arte  clases,  de  los  batallones  comprometidos  en 
18  desórdenes  de  aquella  fatal  jornada. 


TI. 


Por  otra  parte  los  conductores  de  la  guerra  no 
bian  qué  hacerse,  ni  qué  emprender  en  defini- 
rá con  el  ejército. 

Evidentemente  el  objetivo  de  la  campaña  era 
ataque  i  destrucción  del  ejército  aliado  acanto - 
.do  en  Tacna  i  en  Arica;  pero  no  era  dable 
ertar  con  el  camino  que  a  esos  fines  conduciría. 
)S  diversos  reconocimientos  practicados  hacia 
Hospicio,  (doce  leguas)  donde  el  camino  real 
iiirca   hacia   Moqueguu  i  hacia    Tacna  (via  Lo- 


cumba)  habían  presentado  a  los 
radores  solo  un  desierto  árido,  1: 
inhospitalario  en  absoluto  para 
soldado. 

La  carencia  de  agua  era  easi 
dolorosa  espeiñeneia  pasada  hat 
nifiesto  que  sin  ese  elemento  pr 
leño,  mas  que  para  cualquiera  c 
tinenta,  era  absolutamente  irapc 
operaciones  de  importancia,  qu 
como  en  Tarapacá,  a  una  catást 

III. 

En  otro  sentido,  la  deficiencia 
de  movilidad  era  tan  notoria,  au 
tida  del  ejército  de  sus  campame: 
que  se  conceptuaba  punto  ménc 
mover  mas  de  una  división  a  la 
do  con  la  cooperación  del  ferroc; 
auxiliaría  la  conducción  de  muí 
res  i  especialmente  de  dos  o  ti 
agua. — «Tenemos  elementos  de 
una  carta  escrita  cuarenta  i  seis 
desembarco  del  ejército  en  Pe 
aquel  tiempo  causó  grave  prc' 
ánimos,  tenemos  elementos  de  n 
los  suficientes  para  hacer  las  ma 
exijen  por  allá.  Cuatro  mil  muí 


■^ 


i  si  usted  se 
íja  solamente  en  la  prodijiosa  cantidad  de  vehí- 
culos que  se  necesitarían  para  el  acarreo  del  agua 
i  del  forraje  que  consumirían  osas  cuatro  mil  mu- 
ías i  los  dos  mil  animales  mas  de  la  caballería  i 
de  la  artillería,  prescindiendo  de  todo  otro  servi- 
cio, comprenderá  cuan  sería  es  la  dificultad  que 
le  señalo  i  se  inclinará  a  ser  mas  indiiliente  con 
!os  que  tienen  la  dirección  responsable  de  la  guc- 
.Ta.ii  (1) 

(t)  Carta  firmada  X.  X.  X.,  datada  en  Pacocha  el  13  de 
bril  i  publicada  eu  El  Mercurio  del  28  de  ese  mes.  Aunque 
tribuida  a  nn  jefe  militar,  dijose  entóucetí  t^ue  habia  sido  e»- 
rita  por  el  secretario  del  jeoeral  ea  jefe,  don  Másimo  Lira. 

Apreciando  las  dificultades  del  acarroo  del  agua,  el  autor  de 
u  misma  carta  se  espresaba  en  loa  términos  siguientes: 

«Ahora  bien:  snponiendo  an  ejército  de  doce  mil  hombres  ser- 
ido  úoicam«nte  por  tres  mil  animales  caballares  i  molares, 
tndríamoe  qne  para  el  cousamo  de  on  solo  dia  habria  qne  con- 
Licir  esta  cantidad  de  agua: 

Para  doce  mil  hombres,  a  seis  litros 72,000 

Para  tres  mil  animales,  a  veinte  litros 60,000 

Total 132,000 

xCada  uno  de  los  estanqaes  que  se  emplean  on  el  acarreo  del 
ua  tiene  capacidad  para  mil  doscientos  litros;  de  suerte  que 
ra  la  provisión  de  agua,  i  do  nada  mas  que  agua,  en  un  solo 
V,  se  necesitarian  ciento  JÍiíz  carretones  con  estanques,  ¿I  loa 
gajes?  ¿I  las  municiones?  ¿I  los  víveres?» 
El  equipo  de  los  cuerpos  no  era  tampoco  ni  con  mucho  satis* 
itorio.  Un  intelijente  sarjento  del  Lautaro  escribía  a  su  padre 


Coa  tan  escasos  med: 
de  romaoos  o  de  bedui 
marchar  con  todo  el  ej 
Tacna,  o  siquiera  hacia 
dio  i  rico  aunque  redui 
paso  a  los  aliados  en  el 
una  retirada  sobre  Are 
ciertamente  mas  corto 
de  alejarnos  del  propós 
la  campaña,  quedaba  to 
al  enemigo  por  el  aspen 
Puno,  i  de  allí  hacia  la 
i  el  lago  i,  hacia  Areq 
Vincocaya. 


No  habia  duda,  el  pe 
sido  mal  elejido  para  as 
i  esta  perplejidad  moti 

desde  Pacochael  10  de  marzo: 
to  está,  como  uq  payaso.  Yo  ea 
Der  zapatos  i  asi  signen  40  mt 
rán  ft  Moquegun,  pero  no  teuei 
el  agua.  Esta  es  uoa  falta  qne 
to  M.  Salas  a  su  padre  M.  Salu 


las  caletAS  de  la  costa  que  hizo  sÍq  resultados  po- 
sitivos el  coronel  Lagos,  jefe  de  estado  mayor,  vi- 
sitando a  Ite,  Sama  i  otros  recodos  alterosos  de 
I.t  costa  hasta  ponerse  al  alcance  de  los  cañones 
del  Morro  de  Arica  en  el  vaporcito  aviso  el 
Toro.  (1) 

íScgun  esto,  escribíanos  a  propósito  de  la  in- 
lertidumbre  que  reinaba  en  todos  los  espíritus  un 
Qtelijente  oficial  de  estado  mayor,  ¿debemos  apro- 
echar  el  ejército  que  tenemos  (con  2,000  hom- 
res  mas  de  la  re-serva)  para  ¡r  sobre  el  ¡ai!  del 
nemigo?  Si  esto  no  hacemos,  podria  asegurar 
ue  en  seis  meses  mas  no  hemos  destruido  por  com- 
leto  el  ejército  que  se  llama  del  Sur.  El  único 
ledio  de  obtener  este  resultado  en  la  mitad  del 
empo  que  fijo,  sería  reembarcando  el  ejército  i 
ivarlo  cerca  de  Arica  o  Sama.  Bastantes  bajas 
ndríamos  que  lamentar,  pero  de  todos  modos,  el 
iunfo  sería  nuestro.  El  ejército  se  desespera  en 

inacción;  el  jefe,  el  soldado  í  aun  el  oficial  en 
mpamento,  viendo  desaciertos,  desconcierto  en- 
3  los  directores  i  lejano  término  de  la  campa- 
t,  todos  sus  deseos  son  terminar  para  volver  al 
inquilo  hogar.»    (2) 

i  )  Por  estoa  miamoa  dias  el  cornaadante  Gorostiftga,  del  Co- 

ínbo,  i  otros  jeftía  practicaron  una  corU  esploracioQ  al  norte 

Ho  visitando  varias  fincas  i  propiudadea  peruanas,  pero  sin 

«r  ningan  mal  al  enemigo, 

2)  Carta  del  mayor  Fidal  Urrutía,  Pucocba  marzo  14  de 

SO. 

HIST.  DR  LA  C.  DE  T.  1  A.  58 


458  — 


VI- 


Por  opuesto  rumbo,  i  como  acontece  siempre 
en  casos  de  perturbación  i  desengaño,  los  ánimos 
se  habian  agriado  hasta  el  enojo  recíproco  i  la 
ira  desbordada  entre  los  caudillos  conductores  i 
orijinadores  de  la  empresa,  siendo  visible  para  to- 
dos el  divorcio  casi  completo  de  alma,  voluntad  i 
hasta  de  trato  que  reinaba  en  los  alojamientos  del 
jeneral  en  jefe  i  de  su  asesor  legal  el  ministro 
Sotomayor.  Aunque  hombre  sufrido  i  reservado, 
el  coronel  Lagos,  jefe  de  estado  mayor,  disimulaba 
apenas  la  profunda  irritación  que  le  causaban  los 
procedimientos  de  detalle  i  desconfianza  de  su 
jefe  superior,  en  cuyas  medidas  habia  de  ordina- 
rio, a  virtud  de  su  índole  minuciosa,  cierta  inva- 
sión de  facultades  ajenas  i  subalternas.  I  esto 
acontecía  de  tal  manera  i  con  tal  frecuencia,  que 
el  castigo  de  un  soldado  del  Santiago,  que  habia 
perdido  o  enajenado  un  par  de  botas,  simple  co- 
rrectivo disciplinario  inflijido  por  el  pundonoroso 
jefe  de  aquel  rejimiento  don  Francisco  Barceló, 
dio  lugar  a  un  ruidoso  disgusto  i  al  arresto  de  tan 
valiente  i  prestijioso  jefe  por  el  término  de  un  mes 
dentro  de  su  propio  cuerpo.  El  soldado  castigado 
se  habia  dado  maña  para  sobreponerse  a  la  auto- 
ridad directa  de  su  jefe,  base  de  toda  moral  i  d 
toda  disciplina  entre  las  tropas. 


Tal  era  la  situación  verdadera  del  ejército  en  la 
segunda  semana  de  marzo  de  1880  i  tres  semanas 
después  de  su  apresurado  desembarco  en  Pacoeha, 
verificada  el  25  de  febrero. 

TU. 

Cundía  en  vista  de  todo  esto  incontenible  des- 
jontento,  aguijoneado  por  la  inacción,  veneno  sor- 
lo  pero  corrosivo  de  los  campamentos,  en  el  ejér- 
:Íto  chileno.  «La  inacción  nos  debilita,  decia  con 
íste  motivo  un  corresponsal  a  un  diario  de  la  capi- 
al,  por  doble  causa;  el  espíritu  militar  del  soldado 
'a  a  méuos  i  el  del  contrano,  aprovechándose  de 
se  largo  tiempo  de  descanso  que  le  damos,  recobra 
larte  de  su  confianza  perdida  en  los  pasados  de- 
astres.  Agregúese  a  esto  que  el  aumento  de  nues- 
ras  fuerzas  es  casi  insignificante  durante  los  dias 
aun  meses  que  permanecemos  estacionarios,  en 
iuto  que  el  enemigo  no  pierde  un  instante  para 
íclutar  mas  jente  i  proveerse  de  armamento,  i 
a  se  comprenderá  la  capital  importancia  de  la 
Bpidez  de  las  operaciones.ji 

I  espresándose  con  mayor  franqueza,  acentua- 
ion  i  cólera  el  confidente  de  un  diario  de  Valpa- 
iÍ80  vertía  las  siguientes  duras  frases,  eco  fiel  sin 
mbargo  do  la  jencral  irritación  i  letargo,  que 
lusaba  ver  paralizado  en  un  médano  durante  lar- 
as  semanas  un  ejército  brioso  i  vencedor  com- 
uesto  de  catorce  mil  soldados. 


— «¿Qué  significa  esto,  por  Dios? 
¿Por  qué  tanta  ignorancia,  tanta  falt 
mo  en  los  que  nos  mandan?  Tocreiaí 
i  al  mÍDÍ8tro  faltos  de  intelijeneia  i 
mun, — porque,  en  fin,  no  a  todos  € 
la  naturaleza  con  estas  brillantes  do 
juzgaba  ilustrados.  Es  tan  senciUo 
les  concedo  ni  lo  ultimo  siquiera.  N 
dos  ha  leído  jamas  un  libro  de  hist 
cosa  sería  si  lo  hubieran  hecho.  C 
chos,  no  han  querido  aprender  en 
que  no  saben,  ni  se  les  ocurre. 
•  «La  única  eeploracion  seria  i  pro 
ahora  llevada  a  cabo,  es  la  del  coror 
Las  demás,  apenas  si  han  sido  mei'o 
to  ni  alcance  para  las  operaciones 
Debimos  haber  tomado  a  Moquegus 
to  estratéjico  de  hoi,  al  tercero  o 
nuestra  llegada.  No  lo  hicimos.  ¿Po 
lo  sabe.  Aseguran  que  por  inconven 
trados  por  el  ministro  i  el  jeneral. 
todo  tienen  inconvenientes,  menos 
recibir  el  sueldo,  estos  señores  de 
los  señores  de  los  inconvenientes !'»  (1 

(1)  Carta  a  Los  Tiempos,  Pacocha  marzo  1 
Patria  de  Valparaíso,  marzo  15.  Esta  última 
publicada  el  25  de  marao,  concluía  con  las  pa 
n)r>s  a  Gontiuuacíon. 

«La  guerra  ha  de  terminar.  Entonces,  cor 


vin. 

Afortuoadamente  el  enemigo  no  se  apercibía 
de  nada,  i  fluctuaba  entre  el  descoueierto  i  el  es- 
panto. Algo  mas  adelante  de  la  presente  relación 
babremos  de  revelar  sus  angustias,  sus  riñas  ¡n- 
rerosímiles,  sus  culpables  rebeliones  a  la  vista  del 
nvasor;  pero  las  dos  comunicaciones  siguientes 
'mantenidas  todavía  inéditas)  del  anciano  pré- 
sete de  Moquegua,  el  coronel  don  Tomas  Lay- 
2ca,  recientemente  instalado  por  el  dictador  Pie- 
dla como  bombre  de  su  amafio,  descubren  la  ti- 
lidez  i  confusión  que  reinaba  en  su  campo,  du- 
inte  los  primeros  ál^m  de  nuestro  desembarco. 

tEFECrURA  DE  LA  PROVINCIA    LITORAL  DE  MOQUEGUA. 

Moquegua,  marzo  5  de  1881. 

Señor  Prefecto  del  departamento  de  Tacna; 

Sin  embargo  de  las  muchas  comisiones  que  esta 
sfectura  ha  mandado  para  que  vijilen  al  enemi- 

tribairé  a  la  acasacion  qoe  debe  entablarse  contra  loa  que 
han  jugado  con  'a  vida  del  ejército  i  con  la  fortaoa  de  la  pa- 
.  Eaa  será  ana  obra  de  ja^ticia,  en  la  cual  todos  loa  chilenos 
eo  tomar  parte.» 

.  ese  grado  llegaba  el  calor  i  la  ¡rritaciou  dü  lutt  ¿uiuio-i:liad' 
a   veiigansa  postuma! 


—  462  — 

go,  no  se  puede  adquirir  datos 
a  él,  ni  menos  conocer  la  dii-eec 
mar.  No  obstante,  de  los  divers 
puede  calcularse  su  número  ei 
mas  o  menos,  teniendo  sus  av 
direcciones  hasta  Salinas,  habié 
en  días  pasados  hasta  las  Ladei 

Por  consiguiente,  la  situacií 
contramos  por  acá  es  bien  difíi 
vía  mas  con  la  escacez  de  recu 
nuestras  pequeñas  fuerzas  que 
batallones  «Granaderos  del  Cu 
policía,  toda  jente  colecticia  i  ( 
armada. 

Lo  que  ocurra  i  el  resultado 
por  espreso,  si  para  entonces  r 
la  línea  telegráfica  sobre  ésa, 
ha  salido  una  comisión. 

Dios  guarde  a  US. 

To 


PREFECTURA  DE  LA  PROVINCIA  LITl 

Moquegua,  ma 

Señor  Prefecto  del  depart 

Con  un  espreso  que  de  esta 


¿8a  a  las  8  A.  M.  de  ayer,  oficié  a  ÜS.  participán- 
dole todo  lo  aüteriormente  ocurrido  con  motivo 
de  la  aproximación  de  las  ftierzas  enemigas. 

Como  dije  a  US.  en  dicho  oficio,  los  batallones 
fGran»  i  «Granaderos  del  Cuzco»  se  retiraron  en 
ía  noche  anterior  al  Alto  de  la  Villa  por  disposi- 
2Íon  del  señor  comandante  jeneral  de  la  división, 
jnien  se  quedó  en  el  valle  con  el  escuadrón  Jen- 
larmes  para  atender  al  servicio  de  avanzadas:  a  las 
!  P.  M.  me  telegrafió  del  Conde  dicho  coraandan- 
e  jeneral  avisándome  que  se  presentaba  a  la  vis- 
a  una  descubierta  enemiga  de  veinte  hombres, 
poco  después  que  avanzaba  en  mayor  número  al 
alie,  habiendo  emprendido  con  tal  motivo  su  re- 
irada  a  esta  ciudad  con  la  citada  fuerza,  en  con- 
derocion  al  mal  estado  de  sus  caballos.  Las 
panzadas  chilenas,  en  número  de  80  a  100  hora- 
res,  adelantaron  hasta  el  Pacai,  de  donde  se  re- 
resaron  en  la  noche,  i  los  nuestros  permanecen 
1  el  valle  observando  los  movimientos  de  aqué- 
>s  i  procurando  restablecer  la  comunicación  te- 
gráfica  con  ésa,  lo  que  considero  bastante  difí- 
l  por  cnanto  el  enemigo  avanza  con  frecuencia 
;1  Hospicio  a  las  Laderas,  por  donde  pasa  el 
ambre  del  Telégrafo. 

En  la  mañana  de  hoi  se  ha  tomado  un  indivi- 

[O  al  parecer  chileno,   venido  de  Pacocha  i  por 

se  sabe  que  hai  allí  18  batallones  i  una  fuerza 

caballería  de  400  hombres  que  componen  un 


—  464  — 

total  de  10,000:  que  se  decía  < 
bian  venir  sobre  esta  ciudad 
Arica;  que  asimismo  oyó  que  ei 
ese  puerto  que  tuvo  lugar  en 
muerto  un  marinero  del  Huá 
comandante,  el  mismo  que  ánt< 
Amazonas. 

Es  cuanto  por  ahora  tengo 
US.  respecto  a  los  invasores. 

Acabo  de  recibir  aviso  que  el 
fuerte  de  500  plazas,  ha  llegadc 

Dios  guarde  a  US. 

Tom 

IX. 

Entretanto,  la  única  noveda 
en  el  campamento  de  Pacocl 
larguísima  espera  habia  consistí 
ochenta  prisioneros  chilenos  c 
a  bordo  de  la  corbeta  de  S.  M.  . 
tre  los  cuales,  sin  contar  algu 
Destrales  chilenos  aprisionados 
Tacna  i  Arica,  se  encontraban 
sufridos  cautivos  de  la  batalla 


(1)  Entre  los  prisioneroB  rescatados  v 
Zupadores  Aguatin  Toro  que  falleció  a  \os 


I  todflB  ios  prisioneros  coiienoa,  ios  ciiuies  aeben  embarcarle 
ftfiaaa  pam  ser  conducidos  a  Cliile,  según  el  canje  celebrado  con 
.eatro  gobierno.  £1  trea  dobe  traer  una  bandera  blanca.  STiita 
cbe  llegaré  a  ésa.  Estoi  bastante  mal. 

iLizardo  Montero,^ 

AriM,  marzo  16  de  1880. 

íSefior  jeneral  Montero: 

>En  la  Tarquoise  se  han  embarcinlo  80  prisioneros  chilenos. 
te  buque  ha  seguido  viaje  al  sur.  También  ha  salido  para  cl 
■te  el  blindado  aleiuun  Hanan. 

iliai/yada.9 
HIST.  DB  LA   C.    D6   T,    I  A.  59 


—  466  — 

de  fuerzas  enemigas  mas  o  menos  considerables 
en  el  pueblo  de  Moquegua,  término  de  la  línea 
férrea,  i  en  sus  contornos. 

En  presencia  de  eraerjencia  tal,  que  podia  pro- 
ducir un  amago  de  flanco  en  nuestra  marcha  diago- 
nal por  el  desierto  hasta  los  valles  de  Locumba. 
Sama  i  Tacna,  resolvióse  al  fin  en  el  cuartel  jene- 
ral  salir  de  cualquiera  manera  posible  de  tan  fu- 
nesta inacción.  I  fué  cosa  digna  de  notarse,  res- 
pecto del  estado  raórvido  de  los  ánimos  i  de  las 
querellas  intestinas  que  ajitaban  los  pechos  en 
las  capas  superiores  del  ejército,  que  ni  para  esto 
ni  para  ningún  j enero  de  medidas  se  citó  jamas 
a  junta  de  guerra,  como  está  prevenido  por  las 
ordenanzas  i  como  es  cordura  i  buen  consejo  po- 
nerlo en  obra  en  casos  apurados  o  de  vacilación. 

Se  determinó  por  consecuencia  de  todo  esto, 
hacer  salir  hacia  Moquegua  la  caballería  a  las  ór- 
denes del  jeneral  de  esta  arma  don  Manuel  Ba- 
quedano,  i  en  seguida  la  segunda  división  que 
mandaba  el  coronel  don  Mauricio  Muñoz  i  se 
componía  del  2.'',  de  su  mando,  del  Santiago,  con 
su  jefe  preso,  i  a  las  órdenes  de  su  segundo  el  bra- 
vo comandante  don  Estanislao  León  i  de  los  bata- 
llones Bálnes  i  Atacama  con  una  batería  Krup  de 
montaña.  Una  compañía  lijera  del  rejimiento. 
Buin,  mandada  por  el  valiente  capitán  don  Juan 
Ramón  Rivera,  muerto  después  en  Chorrillos,  iba 
adelante  de  la  columna  de  jinetes,  i  como  sólid 


queadores  a  caballo. 

XI. 

Designóse  el  dia  11  de  marzo  para  tan  itnpor- 
íaote  movimiento;  pero  ejecutábase  todo  con  tal 
desgreño,  que  habiéndose  puesto  en  marcha  una 
soUimna  de  doscientos  Cazadores  al  mando  del 
jomandante  don  Feliciano  Echeverría  a  las  doce 
le  ese  dia,  recibió  contraorden  media  hora  mas 
arde,  regresando  a  sus  cantones.  (1) 

En  cambio,  mucho  antes  de  la  madrugada  del 
iguiente  dia,  el  activo  jeneral  Baquedano,  siem- 
tre  puntual  hasta  los  ápices  en  el  servicio,  hacia 
ocar  diana  a  su  banda  de  cornetas,  i  marchando 
on  cortos  intervalos  desde  las  tres  de  la  mañana 
or  el  trayecto  de  la  via  férrea,  llegaba  al  Hospi- 
io,  i  allí  formaba  un  inmenso  i  pintoresco  cuadro, 
indicndo  a  las  diez  de  la  noche  su  tropa  en  la 
rida  llanura,  cada  jinete  asido  del  ronzal  de  su 
ujante  bestia. 

xn. 

Hablan  recorrido  los  800  caballos  del  jeneral 
aqiiedano  en  ese  dia  sin  la  menor  fatiga,  la  mi- 

(1)  Diario  de  campaña  del  alférez  Suuper,  yacitadu. 


tad  de  la  distancia  qi 
Moquegua,  o  sea  35  mi' 
habia  sido  hasta  los  est 
paraje  llegaron  a  las  oi 
descansando  hasta  las 
les  llevó  al  Hospicio,  i 
diez,  sufriendo  mortifica 
apartado  de  los  ríeles,  ú 
yecto.  (1) 

A  las  ocho  de  la  mai 
la  caballería  hacia  el  v; 
sion  de  sus  ricos  viñe( 
rio  que  sería  la  vida  del 
eia  que  un  corto  tiroteo 
Rivera  con  sus  abuines 
Resultó  del  encuentro  v 
rido  en  el  abdomen,  peí 
gas  huyeron  a  toda  bric 
las  tres  de  la  tarde  del 
era  dueño  del  valle  de  I 

En  su  descenso  del 
chileno  no  habia  eiicont 
defensa,  que  la  estraeci< 
'en  una  bajada  tan  rápi'l 
el  Pacai,  i  el  no  habei 
retaguardia  de  aquella  c 

(1)  Cartas  del  caintan  J.  Pi 
daao. 


rosa  contrariedad  que 
{juuu  irtuir  pur  cuuseuuciiuia  un  fatal  deBcalabro, 
según  en  breve  habremos  de  contar. 

xin. 

En  la  misma  tarde  del  día  en  que  emprendiera 
BU  marcha  la  columna  Baquedano  i  auxiliada  en 
parte  por  el  tren  que  manejaba  en  persona,  como 
era  su  hábito,  el  animoso  injeniero  Stuvcn,  había- 
se en  efecto  puesto  en  marcha  la  segunda  división 
en  pos  de  los  jinetes,  i  aprovechando  el  fresco  de 
la  noche  avanzó  aquella  pesada  columna  sin  gran 
trabajo  hasta  la  estación  de  Estanques. 

Esta  parte  de  la  línea  es  la  menos  fatigosa,  a 
mas  de  que  ella  encuentra  al  soldado  i  su  carama- 
Bola  en  todo  su  vigor. — aApénas  deja  el  ferroca- 
rril, dice  un  intelijente  corresponsal  de  la  prensa 
jue  habremos  de  citar  con  frecuencia  en  este  re- 
ato, apenas  deja  el  ferrocarril  la  estación  de  Pa- 
íocha,  se  interna  por  la  tendida  loma  que  espal- 
iea  la  rada  de  lio,  i  continúa  por  algnn  tiempo 
jordeando  el  valle.  La  vista  abarca  entonces,  a 
a  izquierda,  en  el  fondo  de  la  quebrada,  el  deli- 
:ioso  verde  oscuro  de  los  frondosos  olivares  que 
¡recen  en  las  márjcnes  del  rio;  por  ol  frente,  corre 
i  veces  la  via  forrea  tortuo.^a  i  accidentada,  a  voces 
)or  peinadas  barrancas  que  corao  grieta  secular 
incujonan  el  valle,  i  a  la  derecha  una  pampa  ári- 


1 


—  470  — 

da  i  desierta  que  se  estiende  en  suave  declive  has- 
ta la  playa. 

j>Este  aspecto  del  terreno,  semejantes  a  las  pam- 
pas de  Tarapacá,  se  mantiene  hasta  llegar  al  pun- 
to denominado  Lomas. 

i>Allí  la  línea  va  faldeando  un  estenso  cerro, 
cuya  superficie,  gracias  a  las  neblinas  invernales, 
ostenta  en  primavera  un^hermoso  tapiz  do  menu- 
da hierba  i  variadas  florecillas  silvestres.  Su  super- 
ficie abarca  algunas  leguas,  i  éste  es  el  lugar  en 
donde  vienen  a  pacer  en  esa  estación  los  ganados 
de  todas  las  haciendas  del  valle.  (1) 

XIV. 

Cuando  a  las  cinco  de  la  tarde  del  12  de  mar- 
zo atravesaba  gallardamente  la  plaza  de  Pacocha 
la  división  Muñoz,  nadie  habría  sospechado  los 
crueles  padecimientos  que  a  pocas  horas  la  aguar- 
daban. Marchó  en  orden  la  tropa,  que  era  demás 
de  3,000  hombres,  hasta  las  ocho  de  la  noche;  i 
después  de  un  descanso  de  cuatro  horas  aprove- 
chado en  sueño  reparador,  prosiguió  el  camino  a 
las  doce  de  le  noche  con  el  vigor  de  fresca  ca- 
manchaca,  haciendo  alto  cada  dos  horas  hasta  las 
nueve  i  media  de  la  mañana  del  dia  13.  A  esa 


(1)  E.  T.  Caviedes,  corresponsal  del  Mercurio  de  Valparaíso 
-Carta  de  Torata,  abril  7  de  1880. 


uura  (jueuu    uuaitipituíi    líl   dlViSlon  üll  tomo  ti  loR 

erianques  de  Salinas  como  bandada  de  sedientos 
cuervos  junto  al  charco. 

Había  allí,  por  fortuna,  agua  sobrada  para  la 
sed,  i  llegó  en  seguida  de  Pacocha  el  tren  del  co- 
mandante Stuven  conduciendo  dos  estanques  de 
repuesto  que  fueron  asaltados  como  si  el  agua 
fuera  botin  de  opípara  i  codiciada  fortuna. 

Satisfecha  la  avarienta  tropa  i  descansada  la 
mayor  parte  del  dia,  padeció  el  coronel  Muñoz  el 
lamentable  error  de  no  aprovechar  totalmente  la 
Qoche  para  la  fatigosa  marcha  que  debia  condu- 
cirlo hacia  el  Hospicio.  Cierto  es  que  levantó  su 
¡ampo  en  hora  oportuna,  esto  es,  a  las  cinco  i 
iuarto  de  la  tarde;  pero  los  descansos  de  la  noche 
labian  sido  tan  prolongados  que  desde  que  apare- 
!ió  el  sol  en  la  mañana  del  dia  14  fué  dejando  la 
lolumna  larga  cauda  de  rezagados  i  de  sedientos 
lasta  la  hora  del  mediodía,  en  que  arrastrándose 
'Or  la  polvorosa  i  enardecida  pampa,  comenzó  a 
legar  la  dispersa  columna  a  los  depósitos  de  a<nia 
el  Hospicio. — aEl  estanque  de  esta  estación, 
uenta  uno  de  los  cirujanos  del  ejército  que  íba  a 
aballo  i  delante,  debia  surtir  de  agua  al  eiérci- 
D;  pero  no  tenia  una  sola  gota,  pues  los  peruanos 
abian  cortado  la  línea  del  ferrocarril  i  porconsi- 
uiente  impedido  que  !a  máquina  llevara  el  agua 
DD  que  llenar  el  estanque  i  abastecer  a  la  tropa, 
■alcúlese  la  situación  de  3,000  hombres  que  He- 


—  472  — 

gabán  muertos  de  sed,  i  se  encontrab¡ 
mente  aislados  sin  agua  i  sin  espe 
nerla!  Aquello  era  un  cuadro  atroz.  H 
la  vida  a  muchos  que  volviao  a  la  ra; 
les  con  nuestras  caramayolas  los  lal 
dar  agua  con  una  de  ellas  a  30;  he 
soldados  que  en  la  noche  se  poniai 
rocío  para  que  los  labios  se  lea  mojar 

XV. 

A  la  verdad,  uno  de  los  oficiales  c 
el  teniente  don  Pedro  Navarro,  hijo 
roso  capitán  español  que  pereciera  í 
calles  de  Santiago  el  20  de  abril  de 
aventurero  que  habla  sido  oficial  d 
escribiente  de  abogado  en  Santiago  i 
escuela  en  Peneahue  (1877),  sucumbí 
la  insolación  i  a  su  propia  debilidí 
agonizando  en  la  mitad  del  camino  c 
convulsiones. — «La  falta  de  agua,  ag 
los  espedicionarios,  completando  aqu» 
horror,  ocasionó  tantos  males  que  ni 
tropa  murió  de  sed.  Aquí  he  visto  h 
dicho: '^^fortt■se  de  ¿'(.-J;  i  he  visto  tai 
nible  quü  es  tal  muerte.  La  march 
de  6  leguas,  i  durante  este  trayecto 
su  tumba  en  el  desierto  un  soldado  d 
uno  del  2°,  uno  del  Búlnes  i  el  jóvi 


murió  como  a  una  legua  antes  del  término  de  la 
marcha  al  Hospicio.» 

XVI. 

CoQ  la  previsión  i  oportunidad  debidas,  habíase 
wupado  el  dilijeote  iujeniero  Stuven  en  llenar 
os  estanques  del  Hospicio  desde  una  semana  ba- 
tía, estrayendo  agua  de  la  estación  de  Conde, 
¡rovista  de  bombas,  i  subiéndola  a  la  desolada  at- 
ura en  los  estanques  que  para  este  servicio  tenia 
1  ferrocarril  tan  jenerosamente  dejado  en  nuestras 
lanos;  i  desde  el  dia  8  una  guardia  de  60  Grana- 
eros  al  mando  del  capitán  UrcuUo  guardaba,  sa- 
le en  mano,  el  precioso  líquido  que  desde  Moisés 
3  la  vida  i  el  alraa  del  desierto.  Pero,  fuera  acci- 
ente,  como  algunos  han  asegnriido,  fuera  gula  de 
)s  jinetes  que  pasaron  adelante,  o  de  sus  cuballos, 
lé  lo  cierto  que  al  precipitarse  loa  primeros  in- 
.ütes  llegados  sobre  los  depósitos,  encontraron 
>énas  vestijios  del  agua  que  aguardaban.  Hízose 
1  consecuencia  en  torno  del  exhausto  charco  una 
rega  de  seres  humanos  enfurecidos,  como  la  que 

viajero  Azara  ha  descrito  de  los  animales  de 
lemo  enloquecidos  por  la  sed  a  orillas  de  los 
jostados  pajonales  de  las  pampas  arjentinas  en 
itíos  de  intensa  sequedad.  Era  aquel  un  ejemplo 
vo  i  horrible  de  lo  que  los  etnógrafos  modernos 

aiST.  DR  LA  C.  DB  T.  I  A.  60 


—  474  — 

han  acostumbrodo  llamar,  al  estudiar  la  teoría  i 
la  conservación  de  las  especies,  «la  lucha  por  la 
vida»  (the  strugglefor  Ufe.  (1) 

(1)  Darwin.  Or¿^m^(?/á;p^ci^.— Son  interesantes  los  siguien- 
tes fragmentos  del  horror  de  la  sed  tomados  de  una  carta  de  un 
capitán  del  Atacama,  escrita  en  Moqnegna  el  27  de  marzo,  i  que 
publicó  La  Revista  del  Sur  de  Concepción  el  15  de  abril  de 
1880. 

...((Admírate  tú  de  la  imprevisión  de  nuestros  jefes!  Teniendo 
que  marchar  el  ejército  por  el  mas  terrible  desierto,  faéronse  la 
mayor  parte  de  nuestros  soldados  sin  el  principal  elemento:  sin 
agua;  sin  agua  por  íalta  de  caramayolas.  En  mi  compañía  folta- 
ban  mas  de  50  caramayolas  que  las  pedí  hasta  el  cansancio  días 
antes  de  la  partida  a  la  mayoría  del  cuerpo,  i  para  salvar  mi 
responsabilidad  lo  hice  por  escrito  el  día  de  la  partida.  Lo  mis- 
mo hicieron  los  demás  comandantes  de  compttüía  del  batallón. 
El  comandante  del  cuerpo  se  cansó  de  pedirlas  al  jeneral  en  je- 
fe, tanto  por  ^notas  como  verbalmente.  A\  fin,  como  una  gran 
resolución,  una  hora  antes  de  la  partida  se  dio  orden  de  que  cada 
soldado  buscase  una  botella  i  llevase  su  agua!!  Para  entre  locos 
no  tendría  nada  de  estraño  semejante  orden;  pero  que  esa  orden 
parta  de  hombres  que  se  dicen  de  sentido  común,  i,  mas  que 
eso,  como  resolución  de  los  directores  del  ejército  chileno,— de 
este  ejército  tan  digno  de  mejores  jefes, — esto  es  el  colmo  de  1» 
barbaridad  i  ridiculez. 

]»Mientras  tanto,  la  sed  iba  haciendo  sus  estragos  de  momen- 
to en  momento.  Los  soldados  principiaron  a  tomarse  sus  propios 
orines...  i  después. ••  después  bebían  con  ansias  los  de  unos  po- 
cos burros  que»  por  inútiles,  no  habían  sido  mandados  al  rioi 
]i  era  de  ver  como  peleaban  aquellos  infelices  por  poner  el  plato 
primero  para  recibir  el  líquido! 

JD Varios  casos  hubo  de  desesperación  i  de  locura  causados  por 
la  sed. 

^.•»Eran  las  doce  cuando  los  portadores  de  la  vida  principia 


xvn. 

En  tan  apurado  coaflicto  ocuitíósg  al  oportuno 
espediente  de  despachar  el  tren  del  comandante 
Stuven  hacia  el  rio,  para  hacerlo  regresar  con  sus 
estanques  repletos  del  líquido  salvador.  Mas  por 
la  fatalidad  que  antes  insinuamos,  i  la  falta  de  un 
iencillo  aviso,  al  precipitarse  el  tren  hacia  el  río 
por  la  abrupta  bajada  <íe  Pacay  se  desrieló  com- 
pletamente, a  las  diez  de  una  noche  lóbrega  i  con 
peUgro  inminente  de  haber  rodado  por  completo 
hacia  el  abismo. 

Frustró  tan  lamentable  accidente  el  empeño  de 
«correr  la  tropa  amontonada  en  el  Hospicio  que 
:ra  de  tres  mil  soldados  convertidos  graduahnen- 
«  en  fieras.  De  suerte  que  cuando  después  do  in- 
ilemente  noche  de  insomnio  i  de  martirio,  no  dí- 
'isaban  aquellos  infelices  en  todo  el  lento  curso 
leí  siguieute  dia  (marzo  15)  el  penacho  blanco 


m  a  llegar.  Todavía  no  se  oyó  en  el  campamento  que  venia  un 
>idndn  trayendo  algunas  caramayolas  con  agua  cuando  toda 
t  dimsion,  como  por  encanto,  ee  puno  de  pié,  i  era  de  veraaque- 
m  homUeá  i  en  aquellas  actitudes.  £1  campimtento  semejaba 
ua  casa  de  Orates. — Se  pusieron  por  cadi  cuerpo  numerosas 
ii&nlia:j  a  fin  de  evitar  que  stj  arrebat.iiscn  el  ajiua.  Pero  nada 
rail  para  los  soldados  los  culatazos,  tas  amen^xzas  de  la  bayo- 
eta,  los  latiyazuü  del  rebouqm;;  tudo  era  iin'itil.  Lo  priucijial 
ra  touiar  un  surbu  Je  t^gua,  que  lo  demás  puuu  importabae. 


del  vapor  ni  sentían  el  silvido  precurg 
gada,  formóse  un  verdadero  motin  e 
mas  desesperada.  Destacándose  de  toi 
pos,  i  especialmente  del  batallón  B6 
fuera  de  sí,  comenzaron  a  precipita 
valle,  sordos  a  la  voz  de  sus  oficial 
amenaza  de  su  propio  jefe.  I  tan  alto  i 
dadesca  cólera  del  último,  que  ordei 
Flores,  jefe  de  la  batería  de  montaña 
la  división,  tirara  granadal  a  granel 
j  i  ti  vos. 

Ejecutólo  el  último  conforme  a  si 
desviando  la  puntería  lo  suficiente 
sarles  daño.  Al  tercero  o  cuarto  dísp 
de  la  sed  (que  tal  se  vuelven)  se  det 
gresaroD. 

xvm. 

Habíales  traido  mediano  alivio  en 
da  del  15  el  regreso  de  un  grupo  de  i 
asistenteB  que,  montados  en  todos  loa 
se  pudo  tener  a  mano,  bíijaron  al  va 
a  manera  de  racimos  con  tantas  caran: 
tas  podia  llevar  cada  uno  en  el  cuei 
tura.  De  esta  injeniosa  manera  el  co 
logró  proporcionar  a  su  desesperada 
de  2,000  litros  de  agua  que  rescatare 
das. 


—  477  — 

Entretanto   trabajaban  con  titánico  esfuerzo  el 
comandante  Stuven,  i  su  inseparable  cuanto  esfor* 
zade  segundo  el  capitán  Marcos  Lathan  en  la  la- 
dera del  Pacay  por  zafar  su  máquina  enterrada  en 
la  arena,  i  solo  en  la  tarde  del  16  pudieron  condu- 
cirla, auxiliados  por  destacamentos  de  Cazadores  a 
caballo  que  el  jeneral  Baqnedano  despachara  des- 
de la  estación  de  Conde  en  cuyo  caserío  tenia  su 
cuartel  jeneral.  Repletos  los  estanques  con  las 
bombas  de  aquel  paraje  i  después  de  un  corto  sue- 
ño, regresó  Stuven  a  la  altura  llegando  a  tiempo 
para  salvar  la  división  chilena  que  revuelta  i  de- 
sesperada habia  emprendido  su  marcha  hacia  el 
río  a  las  11  de  la  mañana  del  15,  repitiendo  con 
ronco  clamoreo,  a  manera  de  balido  del  ganado 
3uando  le  llevan  al  Bhrey8idero:-Agua!-Agua!  (1) 


(1)  Hé  aquí  como  el  iojeaiero  Stnven  refiere  su  lamentable 
bveotnra  en  el  parte  oficial  qae  pasó  con  fecha  de  lio,  marzo  16 
le  1880: 

cOontinnamos  pues  nuestro  camino  marchando  tan  lentamen- 
e  que  hubo  un  momento  que  alcanzó  a  pararse  el  tren;  tomé 
ftmbien  la  precaución  de  colocar  dos  hombres  como  vijías  sobre 
I  trompa  de  la  máquina  para  mejor  distinguir  la  línea,  pero 
nbo  un  instante  que  sentimos  que  el  convoi  se  detenia.  Se 
landó  aflojar  un  poco  las  palancas,  el  tren  tomó  mayor  veloci- 
ad  i  nos  fué  imposible  detenerlo  a  tiempo,  pues  notamos  en  este 
istante,  encontrándonos  sobre  una  calzada  muí  pendiente,  la 
dta  de  muchos  rieles  i  durmientes  i  la  destrucción  completa  del 
imino.  Inmediatamente  se  silbó  para  apretar  palancas  i  se  dio 
mtra-vapor,  pero  eato  sucedia  a  tan  poca  distancia  que  solo  al- 


XIX. 

Destacó  también  el  jeneral  Baque' 
Granaderos  i  cien  Cazadores,  para  qu( 
del   vigoroso  vino  del  valle,   se  avanz 


canzamoa  a  evitar  que  el  convoi  se  precipita'ie  al  o 
el  desrielamiento  de  la  máquina  que  quedó  coa  la 
rrada,  coa  solo  las  dos  últimas  ruedas  eobre  loa  riel 
clinacioQ  mui  pronunciada  hacia  adelante  i  medio 
bre  el  precipicio.  Inspeccionado  el  terreno,  vimos 
habían  sido  snstratilos  con  sus  respectivos  durmi 
fueron  arrojados  al  fondo  de  la  quebrada  junto  con 
qwe  habia  dejado  en  mi  viaje  anterior  a  una  cortt 
allí. 

dLu  calzada  formada  en  la  quebrada  era  tan  pt 
gosta,  que  fuera  de  loa  rieles  solo  habia  un  espacie 
cada  lado  de  un  terreno  movedizo  i  de  piedra,  asi 
bajo  se  hacia  mui  difícil  para  colocar  las  gatas  i 
tratar  de  levantar  la  locomotora.» 

Según  oí  mismo  Stuven,  el  jeneral  Baquedano 
do  aviso  al  capitán  Urcullo  de  la  estraccion  de  ri 
cay:  pero  deagraciadaraente  esta  noticia  llegó  a  su 
ñas  horas  de.spues  de  ha'jsr  salido  el  tren  para  el  i 

Entre  los  anexos  del  presente  capítulo  publicam 
tU3  inéditas  de  oficiales  e  individuos  de  tropa  de  Ib 
üoz  que  cuentiin  diversas  i>eripec¡as  de  la  horrib 
la  sed,  i  tratan  talvez  con  demasiada  severidad  a  ¡ 
camos  también  algunos  fragmentos  inéJitos  de  u 
carta  que  el  iiijeniero  cataUíu  Quelart,  iujenioroau 
ven,  nos  dirijió  sobre  ios  princíjiales  trabajos  i  ser 
dos  en  el  fuiTocarnl  de  Pacochu  a  Moquegua. 


Iii  sed  i  el  cansancio,  i  los  confortasen,  trayendo  a 
la  grupa  aquellos  que  no  pudiesen  continuar  la 
travesía  por  sí  solos. 

Recobrada  nn  tanto  la  calma  con  estas  medi- 
das, bajó  la  división  Muñoz  en  la  tarde  del  15  al 
valle,  cubierto  de  pámpanos  i  de  acequias  rega- 
doras, con  indecible  deleite,  Í  quedó  acampada 
aquella  noche  (la  del  15  de  marzo)  en  las  espa- 
ciosas bodegas  i  caseríos  del  rio  de  lio  que  desde 
allí  forma  hasta  Moquegua,  en  el  espacio  de  siete 
leguas,  ana  verdadera  nata  de  vides  i  de  olivos. 
«Cuando  llegamos  a  Conde,  esclama  en  una  carta 
de  familia  el  teniente  Teran  del  Santiago,  fué  co- 
mo haber  llegado  a  la  gloria.)) 

XX. 

La  anchura  media  del  valle  es  de  medio  quiló- 
metro, si  bien  cerca  de  Conde  no  pasa  de  tres  o 
cuatro  cuadras;  i  habiendo  sido  la  recientemente 
concluida  vendimia  sumamente  prolífica,  nadaban 
los  toneles  de  los  injenios  en  jenorosos  vinos  grue- 
sos, semejantes  a  los  de  Poitiigal  i  a  los  del  sur  de 
España.  Temeroso  por  lo  mismo  el  jeneral  Ba- 
^iiedano  de  los  escesos  que  en  tropa  cansada  i  de 
iuyo  libertosa  pudiera  causar  el  uso  de  tal  acopio 
3o  alcohol,  con  la  enerjía  i  prontitud  que  ha  ea- 
ríietcrizado  todas  sus  resoluciones  durante  la  guc- 


—  480  — 

rra,  ordenó  se  vaciase  en  el  canee  del  rio  el  con- 
tenido de  todas  las  bodegas. 

Hízose  esta  singular  operación  al  día  siguiente, 
i  era  tal  la  abundancia  de  algunos  lagares  que  en 
la  bodega  que  le  cupo  hacer  desocupar  al  alférez 
Harrington,  de  Cazadores  a  caballo,  los  soldados 
vadeaban  el  espumoso  caldo,  desnudos  hasta  la 
cintura  como  si  hubiera  sido  en  el  vado  de  un  rio. 

Injeniáronse  sin  embargo  los  mas  astutos  bebe- 
dores de  mil  maneras  para  tal  oportunidad  i  tal 
cosecha,  porque  algunos  desviaban  las  acequias 
regadoras  hacian  pozos  escondidos  entre  las  pa- 
rras, i  así  se  propiciaban  sabrosa  reserva  para  sus 
enjutas  fauces. 

Hablóse  también  alegremente  en  el  campamen- 
to de  la  maravillada  injenuidad  de  un  soldado 
que,  habiendo  llegado  rezagado,  tropezó'  con  un 
cauce  de  viña  que  corria  borde  a  borde  de  fragan- 
te vino,  i  echándose  de  bruces  i  bebiéndolo  a  sus 
anchas,  levantóse  entre  confundido  i  dichoso  dan- 
do gracias  a  los  dioses  de  haber  llegado  a  una 
tierra  en  cuyos  campos,  en  lugar  de  insípida  agua, 
corria  a  raudales  eLuéctar  querido  del  soldado. 

XXL 

Reorganizada  entretanto  i  repuesta  la  división 
durante  el  dia  16,  el  jeneral  Baqnedano  se  dispu- 
so emprender  a  firme  sobre  las  fuerzas  que  ocu 


/ 
i 


lar- 

nas 
hacia  aquella  plaza  al  amanecer  del  dia  17  de 
marzo. 

Mas  áates  de  narrar  tan  felices  operaciones,  se- 
rá fuerza  retrogradar  un  tanto  en  el  camino  de  la 
historia  a  ñn  de  dar  cuenta  de  las  fuerzas  que  los 
peruanos  habían  acumulado  en  aquel  valle,  i  cómo 
hablan  llegado  basta  allí. 


ANEXOS  AL  CAPITULO  XIII 
I. 

CASTA   INáorr*.  del   CAnTAN   DBL  SANTIAGO 

OH   DOMINOO  CASTII.t.O  90RRS   LA   HAHOHA   DE   LA  2.*  DITIStUK 

DB  PACOCHA   AL   HOSPICIO 

FICHADA  BN  HOQURaUA,     ABRIL   2   DE   1880. 


«Salimoa,  el  12  del  próximo  pasado  uie3,  de  lio  con  dirección 
Moqnegna  donde  ae  encontraba  el  eneioigo.  Esta   marcha  es 

atante  larga  i  con  la  escasez  del  elemento  priocífial,  del  agua. 
>L1egamo3a  la  estación  de  Salinas  el  13  a  las  9  de  la  maña- 

a  donde  lajniquina  nos  había  podido  depositar  varios  ostan- 
aisr.  DK   LA  C.   DE   T.    I  A.  61 


—  482  — 

ques  (le  agua  para  toda  la  a."  división^  que 
puesta  del  2."  de  línea,  Suntiago,  Atacama,  I 
piezas  Krup  i  6  ríe  campaQa,  i  900  da  caballi 
co  mi!  hombrea;  una  linda  i  valiente  división 

i>Salimo3  de  ésta  como  a  las  5  de  la  tardo, 
parte  de  la. noche  i  continuamos  hasta  tas  1: 
(14)  que  llegamos  a  la  estación  de  Hospicio 
cion,  con  un  aol  de  deahacer,  a  marchas  for 
agua  mas  que  la  que  se  tomó  en  la  carama 
con  el  gran  calor  i  marcha  en  el  desierto, 
elevac'ionea,  marchando  así  por  muchas  legu 
agnn. 

La  tropa  llegó  toda  en  dispersión  por  el  ^ 
sed  que  la  devoraba,  quedándose  algunos  boIc 
el  calor  i  el  cansancio,  de  los  cuales  yo  resut 
les  dos  caramaüolas  en  que  llevaba  agua  mez 

sEn  esta  se  nos  murió  un  oficiul  del  rejím 
rro,  porque  todos  marchaban  a  pié  esceptuai 
tañes  que  iban  a  caballo.  Creo  que  uno  o  d 
otros  rejimicntos  también  murieron,  porque 
que  de  quien  quedaba,  fuese  quien  fuera.  El 
Hospicio,  donde  las  máquinas  debían  habe 
¡Cuál  seria  U  sorpresa  do  nosotros  cuiíndo  no 
ta  por  haberse  desrielado  I;i  máquina  que  ver 
mo  modo  la  que  venia  con  agua  cerca  de  M 
iilamos  una  avanzada  nuestra!  Nos  determina 
no  era  posible,  la  tropa  quería  arrancarse  en 
taba  loca;  era  bárbaro  aquello. 

bNo  te  puedea  figurar  en  las  circunstancii 
vimos;  para  contener  la  jente  se  determiaií  n 
caballos  i  en  e!  de  los  jefes  i  en  muchos  de  la 
ramañolas  que  so  pudiera,  a  seis  leguas  de 
principia  el  gran  "alie  de  Moquegua,  que  es 
donde  corre  td  rio  lio  i  está  llena  de  vifias  i  t 
tas  clases. 

sYa  con  esto  quedamos  en  la  esperanza  de 


Ift%  caramaOoIa'i  cm  n^ua 
t  id'>3  se  fueron  furb'ioa  a 
toDiur  Ud  caramaQulaa  i  iaa  le'üaiiab.iii  C'ja  cuchillo.  Cl  rejí- 
mieato  perdió  400  caramnQola^  (^ue  las  Uevurou  h>s  ile  otros;  en 
fio,  en  angustias  pasamos  esa  noche  i  en  e^porar  íiue  Ile^ise  ai- 
gana  de  las  máquinas  de  cualquiera  lado  que  esperilbamos. 

iFué  ÍDÚtfl:  las  máquinas  uo  se  pudieron  componer  pronto,  i 
eran  las  once  del  día  i  todavia  en  esperar;  íaé  preciso  reunir  je- 
fes i  determÍDaron  marchar  iiiniediatkmeritt;  hasta  seis  leguas 
donde  se  encontraba  agua;  viaje  qiie  debíamos  haberlo  hecho  en 
la  noche  i  seguido,  el  mismo  dia  que  llegamos,  pero  no  se  ocu- 
rrió al  jefe. 

»En  el  momento  que  indico  se  determinó  marchar  i  como. so 
demorara  en  tbrniar  la  división  para  empreuderla,  su  aniviizó  a 
iesbaudar  la  trupa  e  ir^e  adelante  sin  poderla  cuiitoner,  úl  .su 
rolvió  lueode  rabia  i  nosotros  nos  hacíamos  na  poco  dcseiiteii- 
Jidos  al  ver  qoe  no  habia  remedio.  Cuaado  vio  los  grupos  que 
bao  adelante  por  la  loma  de  un  cerro,  tomó  la  medida  de  hucer- 
es  fuego  cou  la  Artillería,  alcanzando  a  disparar  cuatro  grana- 
las  que  reventaron  en  medio  de  lo.s grupos.  Feliiimente  no  mató 
i  ninguno.  Tal  medida  nos  indignó  hasta  mas  no  poder,  pero 
eulamos  que  soportar  en  silencio. 

fiEn  ñn,  se  organizó  la  división  i  continuando  la  marcha,  andu- 
■iraos  las  seis  leguas,  que  por  cerru-s  .se  liaceu  doblen.  La  tropa 
argada  i  cuu  100  tiroa  cada  uno  podía  llegar  entre  8  i  9  de  la 
.oche;  no  puedes  figurarte,  cuando  desde  la  altura  se  divisó  el  va- 
e,  vifias  i  i^na,  el  contento  de  la  tropa  al  ver  que  ya  se  acer- 
abaa* 


II. 


OABTA  DEL  TBN1ENTB  DüN   BELISABIO   ZKE 
SOBRE  BL  MISMO  ASUK] 


(Fragmentos.) 
Taena,ju', 


Sefior  Beojamiii  Vicmia  Hackesna. 
Santiago. 


Estioiado  seQoT  i  amigo: 


Mal  haría,  seDor,  en  entrar  a  referirle  te 
que  han  sucedido  deade  mi  salida  del  pi 
ser  ya  mai  trillado  nuestros  hechos  relac 
Solo  me  limito  en  la  presente  a  comunicf 
son  oscuros  i  desconocidos  para  usted. 

En  la  marcha  qne  hicimos  del  puerto  c 
la  cual  media  una  distancia  de  veinte  i  cu 
hizo  hacer  una  uarcha  forzada  hasta  la  e 
la  cual  nos  encontramos  sin  agua,  siendc 
de  la  distancia. 

Debido  a  la  descompostura  de  la  locoi 
surtir  de  agua  el  estanque  que  existía  ei 
guieute  la  división  tuvo  que  permanecer 
sol  i  una  noche  esperando  el  agua,  i  esto  < 
eicion  del  jefe  que  la  comandaba,  el  ei 
Mauricio  MuDoz,  jefe  de  la  2."  división, 
daba  la  espediciou. 

Al  siguiente  dia  llegaron  dos  estanque 
ron  insuñcientes  para  la  fuerza  que  comf: 
articiun  de  ella  »c  hizo  coq  el  orden  debic 


ud  m^ua,  iwu  BU  uuoMja   cu   is    uiauu,  dloho  OOTODel,  í  aquel  qUO 

por  casnalidad  tomase  otro  poco  mas  de  lo  limitado  era  huaa- 
qneado  i  garroteado  por  bu  propia  mano,  hasta  el  estremo  de 
herir  a  algnno  como  así  sucedió.  ComiaioQ  que  debía  solo  haberse 
encomendado  a  an  cabo  u  oficial  si  habiera  sido  necesario. 

Tiendo  los  soldados  qne  el  agna  era  escasa  i  habiendo  en- 
tre elloe  algunos  conocedores  del  terreno,  resnltó  estar  el  agna  a 
una  distancia  de  6  leguas  mas  al  interior,  por  cayo  motiro  ai- 
ganos  mas  necesitados  se  decidieron  a  llegar  luego  a  ese  punto, 
sin  conocimiento  del  jefe. 

Por  cayo  motiro,  viendo  el  jefe  de  que  marchaba  cierta  tropa 
por  usa  loma,  la  cual  iba  en  busca  de  agua,  ordenó  que  la  Arti- 
llería disparara  granadas  sobre  ellos,  por  cuyo  temor  tuvieron 
qoe  detenerse  sin  cansar  desgracia  que  lamentar. 

Es  de  advertir  de  qne  cuando  notó  esa  dispersión  roe  mandó 
ft  mi  í  al  subteniente  Weber  a  detenerlos,  i  sin  esperar  nuestra 
oonteatacion  fué  cuando  ordenó  hacer  los  disparos,  encontrándo- 
nos DoeotrOB  entre  elloa. 

Luego  que  la  tropa  reoibió  ana  escasa  medida  de  agna  i  una 
peqaeDa  ración  de  charqui,  hizo  emprender  la  marcha  en  la  mis- 
sa  ibrma  qne  la  anterior:  el  terreno  pesado,  sin  agua  i  mal  dor- 
nidoB,  el  soldado,  por  consiguiente,  al  poco  andar  se  encontraba 
litigado  i  pedia  a  gritos  se  les  diera  descanso,  i  como  el  jefe  no 
liciera  caso  de  las  súplicas  de  los  soldados,  éstos  forzosamente 
«nian  qne  quedarse  atrás. 

B.  Zelaya. 


III. 

'     CARTA  DE  VARIOS  SOLDADOS   SOBRE  EL  MISMO  TENOR. 
>e6or  don  Benjamín  VicuDa  Mackenna. 

Moqaegua,  abril  5  de  1880. 
Señor: 
No  teniendo  ya  a  quieo  recurrir,  varios  soldados  úml  ejército 


en  carapaña  le  saludamos  deseando,  cnaodo 
der,  ponga  los  remedios  posibles  para  vi 
prensa  paede  nsted,  en  tanta  clase  de  fraudí 
tígos  como  se  nos  están  haciendo,  remediar 

Pues,  sefior,  (de  quien  nanea  los  que  hai 
do  desconsolados)  los  que  sasoribimos  so 
soldados  de  la  2.*  división  i  nos  encontra 
del  coronel  Mauricio  Mu&oz  el  cual  desde 
división,  que  somos  Santiago,  2.°  de  línea, 
ha  tomado  tal  ira  con  nosotros  que  cuando  e 
pamento  de  San  Antonio  nos  hacia  ir  al  ej 
legua,  bien  equipados  i  con  mochila  a  la  ei 
de  maltrataroos  de  esa  suerte,  cuando  se  ofr 
de  San  Antonio  &  Pisagaa  nos  hizo  ir  con 
arenosa  i  sin  agua,  lus  mas  soldados  qued¡ 
escasez  de  agua  en  esos  terrenos  es  increiblt 
pasaron  a  morir  de  la  sed  a  causa  que  no  d 
tres  veces  en  toda  esa  distancia,  que  vend 
12  leguas  chilenas  pues  la  legua  peruana  ' 
que  ésta. 

A  mas  tenemos  otras  tantas  horribles  a 
carie:  la  marcha  de  lio  a  Moqueguacuya  mi 
la  2.*  división. 

Así  es  que  de  lio  hasta  Comles  no  ene 
que  en  una  sola  parte:  su  distancia  serjl  16  I 
des.  Habríamos  andado  ocho,  cnando  llcgam 
de  había  agna  en  abundancia,  pero  al  llegar  s 
tro  coronel  i  se  fué  a  poner  en  persona  al  lu 
traba  el  agua  con  una  gruesa  huasca  de  fien 
dar  con  ella  at  soldado  que  bebiese  mas  d 
molde  de  caramayola. 

Varios  señores  jefes  estaban  admirados 
cuantos  de  nuestros  compañeros  les  hirió 
allí  descansamos  cerca  de  cinco  horas  i  nos 
al  entrarse  el  sol:  hicimos  nada  mas  que  ut 
durmir  tuda  la  noche;  al  otro  dia  al  amanee 


abíamoe  consegaido,  mas 
nos  daró  mui  poco  i  muí  luego  fueron  ({iiedanila  nIgUDoa  agoni- 
zando de  la  sed  i  otros  dejando  de  exiatir,  entre  ellos  un  seQor 
oficial  del  Rejimiento  Santiag'o  3.'  del  I .",  señor  Navarro,  dejó  de 
exÍBtir  en  medio  de  grandes  añícciones  de  sed. 

Al  llegar  a  Hospicio,  allí  mismo  fueron  sus  restos  enterrados 
en  ana  pampa.  Mas  Ue^jados  que  fuimos  a  Hospicio  caai  al  mo- 
rímos, en  todo  cae  dia  no  bebimos  agua  i  ménoa  comimod.  Allí 
estaban  a  cada  momento  dejando  de  existir  varios  aoldados,  mas 
viendo  que  la  tropa  estuvo  a  punto  de  perderse  toda,  se  ordenó 
que  de  allí  fueran  a  buscar  agna  al  rio  lio,  i  cabalgaron  varios 
Boldadoa  llevando  consigo  algunos  14  otros  15  caramañolas. 
Esto  sucedió  como  a  las  It  A.  M.,  pero  estaba  tan  distante  el 
agua  qne  las  cargas  estaban  a  pnesta  de  sol  en  la  agnada  i  como 
a  las  2  de  la  mañana  vinieron  a  llegar  donde  estábamos  acam- 
paáos.  Nada  se  hizo  para  tanta  tropa  el  agua,  así  fué  que  algu- 
nos tomamos  i  otros  dó;  mas  al  dia  siguiente  era  insufrible, 
porque  dábamos  5  pesos  por  mi  poco  de  orines  i  no  se  ma- 
réela. 

Como  que  habia  anas  6  leguas  a  donde  estaba  el  agaa, 
licímos  modo  de  ponernos  en  marcha  como  pudiésemos  porque 
lo  oímos  la  voz  de  todos  los  jefes,  i  algunos  soldados,  clases  í 
ifíciales,  nos  precipitamos  a  irnos  adelante. 

Cuando  habríamos  andado  media  legua,  nuestro  coronel  abocó 
08  cauones  de  artillería  i  él  mismo  fijó  la  puntería  i  mui  pronto 
lescargó  sóbrela  tropa  sus  tiros,  mas  no  fueron  mui  certeroü 
>orque  alcanzaron  a  caer  como  a  diez  vaias  mas  adelante  i  otros 
•asaban  mas  adelante,  t'oto  un  soldado  falleció  porque  le  tocó 
.n  casco  de  granada.  En  fin.  que  mediante  grandes  fatigas  lie- 
Btnos  a  Condes  donde  hai  macha  uva  i  agua  en  abundancia; 
si  fué  que  cuando  divisamos  que  ya  estaba  cerca  lo  que  Ibaraoa 
aseando,  noa  apuramos  bastante  para  llegar  pronto  a  la  viña. 
ios  BU  intento  fué  en  la  noche  nbocar  los  cui'iones  a  la  viQa  pa- 
»  que  nos  reuniéramos,  pero  mi  jeneral  Baquedano  no  se  lo 
ertnitíó. 

Alucho  mas  le  dijéramos,  pero  no  hai  en  cuenta  porque  uoa 


—  488  — 

ha  prometido  que  si  no  morímos  a  manos  del  enemigo  morire- 
mos en  manos  de  él  i  ya  lo  estamos  viendo,  porque  por  ana 
lista  que  falte,  sea  clase  o  soldado,  hace  dar  100  palos,  i  al- 
gunos faltamos  porque  ya  todos  los  chilenos  saben  cuan  lar- 
ga ha  sido  nuestra  campaña,  así  es  que  varias  veces  faltamos 
una  lista  por  deseos  de  ir  al  pueblo  de  Moquegua  a  visitar  al- 
gunas chilenas  que  allí  se  hallan  posesionadas,  i  si  eso  hacemos 
es  porque  al  pueblo  que  nos  tomamos  nunca  nos  dejan  entrar  a 
él  i  nos  acampan  a  una  larga  distancia,  de  suerte  que  mas  que 
nunca  tengamos  uñ  peso  o  dos  no  hallamos  donde  comprar 
nada. 

I  sin  mas  esperamos,  señor,  no  salir  desatendidos  de  usted. 

Dios  guarde  a  usted,  señor. 

Varios  soldados  de  la  2.*  división. 


IV. 


CAUTA  DEL  INJENIERO  QUELART,  SEGUNDO  DEL  COMANDANTE 

STÜVBN,  SOBRE  LOS  TRABAJOS  I  SERVICIOS 

EJECUTADOS  EN  EL  FERROCARRIL  DE  PACOCHA  A  MOQUEQUA  PARA 

CONDUCIR  LA  2.*  DIVISIÓN. 

(FragmantoB) 


!•• 


Guando  llegamos  a  Pacocha  el  coronel  Lagos  pasó  al  lado  del 
Itata  i  avisó  a  Stuven  que  debiera  bajar.  Efectivamente  en  el 
muelle  la  máquina  que  servia  para  descargar  bultos  estaba  inu- 
tilizada i  Stuven  se  concretó  al  arreglo  de  ella,  armó  el  pescante 
i  puso  en  movimiento  la  maquinaria:  ayudada  por  la  balsa  que 
Stuven  construyó  en  Fisagua,  se  pudo  desembarcar  los  anímalos 
i  bultos  pesados. 

El  muelle  es  de  construcción  de  hierro,  la  cañería  de  agua  lle- 
ga hasta  el  muelle,  en  su  nacimiento  había  un  depósito  hecho 
al  propósito  para  contener  dinamita:  no  tenia  nada,  ya  sea  por 
que  no  pudieron  hacerlo  o  pensaron  ponerla  en  otra  parte:  alam- 


uiCB  uc  uuuic   ciiDuou    CU    ci    luuciic.    uiu vcu  I cwi iiu  lA  lUaeS* 

tnoza,  i  loa  camÍDeroa  del  ferrocarril,  casi  todos  ellos  Boltladof, 
recorrieron  la  línea  a  distancia  de  udd  legua,  ee  ocupnron  en 
desterrarla:  estaba  llena  do  arena  í  otros  obstáculos.  Los  cami- 
neros encontraron  en  sa  trayecto  nna  miaa  de  dinamita  que  sa- 
OUOQ  i  se  ta  eatregaron  al  jeneral  Escala  guien  lea  pagó  por  aa 
ratosiasmo  i  trabajo. 

Las  máquinas  de  la  estación  de  Facocha  eran  dos:  la  Pacoclia 
i  Moqaegno.  Había  otra  que  tenia  el  caldero  inútil  qae  fué  mas 
tarde  Ib  Chilenita,  todas  ellas  completamente  desarmadas  por 
los  pemanos.  Les  faltaba  las  bombos  para  la  alimentación  de  los 
ealderoB,  los  inyectores,  las  Tálrulas  de  distribncion  del  Tapor  i 
algunas  piezas  del  moTÍmiento. 

Era  conocido  entre  la  jente  del  pueblo  i  sobre  todo  de  los  ita- 
lianos qne  los  máquinas  no  podrían  servir  ni  en  doa  meses,  í  tan 
era  aa(  que  la  opinión  era  jeneral  en  Moqnegua  i  cuando  rieron 
la  primera  locomotora  llegar  al  valle,  qne  por  orden  del  seDor 
jeneral  Baqnedano  tenia  la  máquina  que  dar  un  pito  bien  largo 
i  fuerte,  se  asustaron  tanto  que  el  terror  fa6  inmenso;  «la  má- 
quina viene!»  decían. 

La  primera  máquina,  la  Pacocba,  aolo  demord  tres  díaa  para 
estar  en  camino. 

El  carbón,  en  grna  parte,  fué  llevado  a  un  alto  de  la  Knea 
distante  como  nna  legua:  gtuven  rccxrió  la  Hnea  hasta  Sali- 
nas. Para  llegar  a  este  resultado  fué  mucho  el  trabajo:  no 
se  fijaba  en  la  hora  de  comer,  de  dormir,  el  trabajo  era  de  día  1 
Doche,  los  operarios  eran  soldados  fogoneros,  caldereros,  raaqui- 
aistas,  herreros  i  torneros.  Se  fundieron  muchas  piezas,  como 
también  mnchoa  trabajos  que  hacer  para  la  escuadro. 

En  Salinas  la  primera  atención  de  Stuvou  fué  arreglar  el  ea- 
BDqne  de  agna,  le  faltaban  las  válvulas  í  llaves  pora  proveer  de 
tgna  a  las  locomotoras,  este  estanque  era  de  liierro  tenia  una  ca- 
pacidad de  veÍDte  mil  litros.  Las  casas  que  formaban  la  estación 
iran  iusigui&cantes  i  no  valia  la  pena  en  ocu¡)ar8e  en  ellus,  dos 
;n  todo;  carbón  de  piedra  habin,  como  300  toneladas,  100  dur- 
nieutcs;  en  un  medio  galpón  se  estableció  la  oficina  teU'^náñca 
UIST.   DB  LA  C.    DE   T.    1  Ai  62 


—  490  — 

quedando  un  soldado  a  su  pervicio;  la  gradiente  hasta  Salinas  es 
fuerte  i  las  curvas  raui  pronunciadas.  El  día  se  perdió  en  este 
reconocimiento  i  compostura  del  camino. 

El  día  siguiente  lo  empleamos  todo  en  arreglar  la  segunda 
niiiquina,  la  Moquegua:  estriba  completamente  deteriorada  i  era 
la  máquina  de  mas  fuefza. 

Temeroso  i  desconfiado  de  alguna  treta  de  los  peruanos  se  re- 
conoció bien  los  cilindros,  las  válvulas  repartidoras,  i  para  ver  sí 
los  cond actores  del  vapor  estaban  oprimidos  se  puso  nuevamen- 
te las  tapas,  válvulas  i  cañones  para  aplicar  el  vapor  sacándola 
tapa  que  correspondia  a  la  válvula  abierta,  se  dio  vapor  fuerte 
i  viendo  que  los  conductores  estaban  libres  se  arregló  la  máqui- 
na en  estado  de  correr,  sirviendo  don  Marcos  Lath:im,  capitán 
del  ejército,  de  fogonero.  Llevaba  el  tren  muchos  carros  i  a  dis- 
tancia de  10  de  quilómetros  de  Pacochn,  eu  las  Lomas,  la  gra- 
diente es  mui  fuerte  i  el  camino  estaba  mui  sucio,  en  las  curvas 
los  ríeles  engrasados,  la  presión  hubo  que  aumentarse  a  150  li- 
bras por  pulgada  cuadrada,  entonces  se  notó  un  golpe,  parando 
en  el  acto  la  máquina  se  notó  que  las  dos  tapas  del  cilindro  es- 
taban del  todo  quebradas,  el  pistón  hecho  pedazos,  i  el  cilindro 
rasgado  en  toda  su  lonjitud  i  un  agujero  de  cuatro  pulgadas 
cuadradíis,  esto  accidente  fué  ocasionado  por  un  cincel  i  tuercas 
quo  se  encontraban  detenidas  en  los  conductos  del  vapor,  objetos 
que  no  qui.^ieron  solir  con  todo  el  vapor  que  se  dio  en  la  maes- 
tranza para  limpiar  los  conductos,  objetos  que  deben  haber  sido 
colociulos  por  lií>mbres  entendidos  en  lamateriii.  Debido  al  movi- 
miento de  la  nuiqíiinn,  al  largo  trayecto  roviorrido  i  a  la  presión 
fuerte  que  hubo  que  dar  par.i  vencer  la  gradiente,  escupió  estos 
objetos  o.straños  a  la  máquina. 

Eu  el  acto  se  desconectó  la  máquina  quebrada  i  haciendo  uso 
del  otro  cilindro  en  buen  estado  pudo  la  máquina  regresar  a  Pa- 
c<^cha  p3ra  proceder  en  el  acto  a  su  compjslura.  Hubo  que  fun- 
dir una  Cíimisa  de  bronce  al  rededor  del  cilindro,  poner  dos  sun- 
clios  en  cnliente  en  el  reborde  de  cada  uno  de  los  estremos  del 
cilindro,  hncer  nuevo  pistón  i  algunas  piezas  del  movimiento:  er 
cinco  dias  qnedó  concluida  i  lista  otra  vez  para  el  camino. 


sgna  que  coatemn  el  estunque,  igual  al  ite  Salinas,  no  era  siiíl' 
ciente  ptua  la  división  qne  venia  atraj  porque  habían  hedió  utal 
UBO  del  agua,  qne  entro  riel  i  riel  estaba  la  demosti-aciou  qne  la 
tiem  había  sido  lavada. 

Ef  camino  férreo  de  Hospicio  a  Conde,  qne  es  la  entrada  al 
Talle,  estaba  deteriorado,  Jos  rieles  hribiiiLi  aHo  sacaJos  o  las  cur- 
vas engrasadas.  El  enemígn,  a  la  vista,  so  rtitir.i!)a  dcsp:u'io  a 
medida  que  avanzaba  Stnveu,  esperando,  sin  dnJa,  que  el  tren 
diese  con  los  abstilstilos  de  qnu  estaba  sembrado  el  camino;  el 
alférez  de  caballería  Q  lesada,  que  mandaba  esta  tropa,  le  pre- 
gante a  Staven  sí  atacaba,  tocó  a  la  vez  el  pito  de  U  m¡iq:iina  i 
atacoroQ  al  enemigo  el  que  hnyó  h;ist»  Uoude.  Oomo  ya  era  de 
noche,  el  capitán  Üpcullu  que  iba  al  manJo  de  toda  la  tri»pa  í 
con  Stuven  en  pI  tren  i  que  solo  iban  con  20  suldaJos  del  Boiii, 
convinieron  pasar  la  noche  en  un  corte  bien  cerrado  i  de  cerros 
qne  rodeaban  la  mtíiiiina,  en  cuya  altura  se  puso  la  jcute  nues- 
tra para  impedir  todo  ataque 

En  la  mañana,  bren  ds  alba,  Biguió  bajando  la  m¿  ]  nina  el  Pa- 
cay hasta  llegar  a  Goude;  ahí  se  volvió  a  encontrar  al  enemigo 
el  que  sé  retiró  a  una  bodega  de  vinos,  cerca  de  la  estación;  ésta 
hacía  fuego  hdeia  la  CJiballeria  nuestra  i  la  máquina,  cnanJo  vi- 
no un  sarjento  a  pedir  refuerzo  porque  la  caballería  no  poilia 
icercarse  a  la  bodega  debido  a  las  muchas  plantas  dj  viíias  de 
\ae  estaba  rodeada  i  se  llevó  al  anca  diez  soldados  del  Bnin,  los 
]ae  pudieron  acercarse  por  la  viña  a  la  bodega:  a  los  primeros 
iisparos  huyó  el  enemigo,  los  que  fueron  a  dar  a  los  Anjeles  . 
IJuedó  la  estación  de  Conde  libre  i  se  pudo  proceder  a  llenar  de 
igua  los  estanques. 

Begresando  a  encontrar  la  división  que  veuia  por  el  Hospicio 
tonde  encontró  la  jente  estenuada  de  sed,  muchos  había  ya 
teseaperados  i  su  ropa  suelta,  echados  en  el  suelo,  moribundos, 
legros  i  los  dientes  bien  cerrados.  El  capítm  Lathaui  i  Stuven 
eoiiui  que  abrirles  la  boca  con  un  hierro  i  darles  un  poco  de  agua 
»>n  vino  i  los  demás  recibieron  el  agua  que  tanta  falta  les  hacia. 


—  492  — 

El  coronel  Mufloz,  jefe  de  la  divtaiou,  le  dio  laa  gi 
vea  i  le  espresó  en  viata  de  lo  sucedido  que  había  i 
de  1,500  hombres.  Dejó  el  agua  que  le  sobi-ó  ea  Hoa 
DOS  i  regresó  a  Pacoclia  para  arreglar  las  otraa  Iocod 

El  qae  suscribe  habia  hecho  ya  todo  lo  posible  pan 
máquina  Moquegaa  después  de  algún  trabajo  i  debíi 
vidad  i  mucho  empeQo  de  los  soldados  que  trab: 
maestranza,  se  arreglaba  la  nueva  espedicioa  para 
fué  la  ['acocha  i  Moquegua  destinadas  a  acooipafiai 
que  llevaban  loa  útiles  necesarios  para  ella.  £1  que  e 
nejaba  la  Moquegua  i  Stuveu  la  Pacocha.  Ko  esí 
corredor  de  máquinas  disponible  i  que  conociera  el  o¡ 
había  que  emprender  el  viaje  basca  Moquegua;  Ia3 
ñas  iban  detras  del  ejército;  al  paaar  cerca  de  Calalú 
teoito  de  veíate  píús  estaba  destruido,  babiaa  corta 
traversales;  la  Artillería  no  pudiendo  pasar  por  el 
que  hacer  un  camino  por  el  estero:  a  propósito  los 
bajaron  con  empeño.  Stuvea  entró  en  la  oaaa  habit: 
cíbiadea  Chocano  para  buacar  maderas  a  propósito  p: 
te,  deshizo  el  piso  de  una  bodega  i  sacando  las  vigas, 
i  pilares,  tuvo  lo  neoesario  para  dejar  espedíto  el  pa< 
ron  lae  máquinas. 

El  ejército  llogó  al  río  que  divide  el  alto  de  la  vil 
gua:  el  puente  aquí  estaba  desarmado,  í  tenia  110 
go,  sin  mitohonea,  era  de  construccioa  suspendida,  to 
era  de  magiiífiua  construcción  i  todo  de  hierro. 

Regresaron  las  máquinas  a  Pacocha  i  Stuven  se 
poniendo  el  puente;  todos  los  tirantes  estaban  snelti 
te  hasta  la  mitad  de  parte  de  Pacocha  en  bnen  estai 
ferratería,  durmientes  i  rieles,  cuando  por  aviso  < 
por  persouas  bien  intenoíonadaa  i  que  habían  leci 
de  Stuven  i  otros  jefes  del  ejército,  le  comunicaron  i 
de  dinamita  que  había  a  la  entrada  del  puente,  Is 
arreglada  de  tal  manera  que  la  máquina  al  pasar  pe 
oomunicaba  a  la  composición  de  fulminante  que  pi 
oion  a  7  cajones  de  dinamita. 


CAPITULO  XIV 


EL  COMBATE  DE  LOS  "ANJELES." 


Orijen  del  segando  ejército  del  sur  en  el  Perú. — La  dlrision  oazqaeSa  del 
coronel  Luna  llega  a  los  valles  de  Arequipa,  i  Piércla  nombra  jefe  de 
ella  al  coronel  Gamarra.— Antecedentes  odiosos  de  este  jefe  i  su  ruia 
carácter. — Bien  concebidas  instrucciones  que  le  imparte  Piérola,  i  no 
las  ejecuta. — Rivalidades  entre  Gamarra  i  Montero,  i  curiosos  documen* 
tos  que  esplican  por  que  los  peruanos  no  defendieron  a  Pacocha.-*  Ga- 
marra concentra  su  división  en  Moquegua,  avanza  hacia  Oonde  i  lanza 
una  proclama  llamaudo  «[langostas»  a  los  chilenos.— Los  Jendarmea 
montados  de  Moquegua  hacen  en  el  valle  el  sei^vicio  de  guerrillas. — ^£1 
jenerul  Baquedaiio  practica  un  reconocimiento  jeneral  el  17  de  marzo; 
organiza  su  divisiou  en  son  de  combate  el  dia  18  i  el  19  avanza  hasta 
C  alai  una.— Admirable  disposición  i  marcha  del  ejército.— Accidente  en 
el  ferrocarril.^Gamarra  se  retira  al  cerro  inospugnable  de  los  Anjelea 
el  19  por  la  noche  i  los  chilenos  ocupan  sin  resistencia  a  Moquegua  el 
20  a  medio  dia. — Reconocimientos  del  dia  21,  i  cómo  dos  mineros  del 
Atacama  descubren  el  sendero  que  conduce  a  la  cumbre  de  Kstuquiña. 
—Descripción  de  la  posición  de  los  Anjeles  i  sus  admirables  defensas. 
— Los  morros  de  Estuquiña  i  Qiiiliuquile. — La  pampa  i  campamento  del 
Arrastrado. —  Intelijeute  colocación  que  Gamarra  da  a  sus  tropas  para 
la  defensa. — Por  qué  no  defendieron  los  peruanos  la  cumbre  de  Batnqaú 
fia,  i  curiosos  cargos  que  se  hicieron  a  este  respecto  entre  sí  loa  corone- 
les Ohocano  i  Gamarra. — Proceso  del  último  en  Lima  i  sus  singulares 
revelaciones. —  Hábil  plan  estratéjico  que  combinan  el  jeneral  Baque- 
daño  i  su  jofe  de  estado  mayor,  don  Aritides  Martínez,  para  rodear 
las  posiciones  del  enemigo  por  la  quebrada  de  Tumilaca,  atacándolo  al 
mismo  tiempo  por  Estuquiña  cou  el  Atacama.— Confíasele  al  coronel  Mu- 
ñoz la  misión  de  rodear  al  enemigo  i  no  lo  cousigue  por  la  desfavorable 
organización  de  su  fuerza. — Marcha  del  Atacama  i  sorpresa  de  la  caba- 
llada de  Cazadores  por  20  soldados  del  batallón  <iGrau>  que  bajan  de 
la  cuesta  de  los  Anjeles. — Vacilación  del  comandante  Martínez,  i  cómo 


•1  jeaeral  Boqncdnao  ]a  ordena  ímporiosamente  pro!iC|:;iiJr  In  operación 
«OTBniada.^DiBoultadBa  que  la  numerosa  división  Miiiloi  encuentra 
en  tu  (-amino  por  el  cnjon  de  Tumiinca  e  inminente  {«li^rro  en  que  so 
halla  de  fbv  estei minnd;i  (Jcsde  las  nltiirna  como  en  Tiuojuic/i. — lutcre- 
Kintes  rcTclBcioneí  del  cnpitBn  Cnstillo  del  « Par.t¡.i;_'('». — I.or  |íC!iinnoe 
íaben  a  la  una  de  la  nod.e  que  van  n  for  atacarlos  i  In  torpeza  de  Gn^ 
tnarra  no  le  peJlnile  dei^i^daznr  la  dívit>iod  ItlufJoz  (IcmIo  las  nltmas  de 
Quilencjuile.— Prodi j¡r.pa  ascención  del  Atacania  i  ci'nio  na  npatirion  on 
lacnmbre  del  cerro  de  EstoquiiJa  salva  el  dia  i  la  divinion  Mniloz  — 
Sorpresa  de  Gamam  que  toma  al  Atacamn  por  el  fCirau»  i  cómo  ordo 
na  sn  «heroica  retirídai. — Kficaz  coopeincion  de  la  artillería  cliüeaa 
desde  el  Alto  de  la  Villa.— El  jencral  Baquedauo  rubo  a  la  altura  poi 
el  camino  teal  i  poiaiguieudo  al  enemigo,  se  acampa  aquella  tirdo 
Yacango. — La  división  Garoarra  j)rí>sijTue  bu  fu^a  lijcia  Toiata  i  hii 
Arequipa,— Cu rioBOi  documentos  inüditoa  de  este  itinerario. — Kl  mic 
tro  de  gaem,  el  jeneral  en  jefe,  el  contra  almirante  Riroroü  i  ur 
nomeroso  pemonal  llegan  a  Yacingo  en  la  nidia  nin:hc  del  22  do  mar< 
H),  al  anuncio  da  la  victoria.— Inminente  pcligi^o  en  que  estuvieron  de 
mr  volado*  por  la  dinamita  eu  el  puente  de  Moqueyaa. — ConniJeracio* 
Des  sobre  el  combato  de  los  Aujetes  i  au  verdadero  canicter  militar.— 
Kl  Atacama  cambia  un  diado  Into  on  nn  día  de  gloria  para  üliile. — 
Pérdidas  i  episodios  dd  combate, — Documentos. 


I. 


Cuaüdo  por  su  feliz  desembarco  en  Pisagua,  cjc- 
;ntado  el  (lia  2  de  novicralire  de  1879,  los  ciiilc- 
los  cortaron  en  dos  el  ejército  de  los  aliados 
lisiando  a  Buendla  en  la  rejíon  de  Iquiqne  i  a 
Montero  en  la  do  Anca,  descendía  hacia  la  costa 
'ia  Arequipa,  de  las  ásperas  monfañíis  del  Cuzco 
lemillero  antiguo  de  Koldadoa,  una  división  de 
,500  hombres  destinada  a  reforzar  el  ejército  de 
rarapacá.  Componíase  esta  tropa  de  tres  batallo- 
es,  de  «esceleiite  pcrsonab  denominados  Gra- 
aderoB  del  (Juzco,  cuyo  jefe  era  un  coronel  cnx- 
nefio,  como  su  apellido,  don  Manuel  A.  Gamarra- 
I  Canas,  coronel  Martin  Alvarez  i  el  Canchis,  co- 
>nel   M.  A.  Velasco,  ahombre  díscolo  e  iusifne 


—  406  — 

civilista, 3)  según  la  cepresion  de  uno  de  sus  supe- 
riores, que  a  su  vez  era  «insigne  pierolista.j) 

Mandaba  en  jefe  aquella  columna  el  veterano 
coronel  don  Francisco  Luna,  cuzqueño,  hombre 
anciano  i  de  poca  fortuna,  porque  siendo  prefecto 
de  Arequipa  en  la  época  de  Pezet  i  su  traición, 
fué  depuesto  por  el  coronel  Prado  al  levantar 
aquel  impresionable  pueblo  contra  España;  i  re- 
cientemente ha  vuelto  cautivo  i  herido  a  aquella 
ciudad,  en  circunstancias  que  marchaba  al  Cuzco 
con  una  corta  columna  para  apoderarse  de  ese  de- 
partamento, a  nombre  del  gobierno  de  García 
Calderón  (abril  de  1881.) 

IL 

La  derrota  de  San  Francisco,  en  primer  térmi- 
no, i  en  seguida  la  revolución  de  Piérola,  parali- 
zaron la  marcha  de  aquella  fuerza  que  quedó  dis- 
tribuida en  diversos  parajes  del  departamento  do 
Arequipa,  el  batallón  Canchis  en  Mejia,  cerca  de 
Moliendo,  i  el  Canas  en  Tambo,  allí  vecino.  Es 
oportuno  recordar  aquí  que  la  existencia  de  esta 
fuerza  en  aquel  valle  fué  lo  que  en  parte  motivó 
la  desventurada  espedicion  a  Moliendo,  cuando 
hacia  mas  de  un  mes  que  aquella  habia  sido  re- 
tirada según  en  seguida  habremos  de  ver.  El  ba- 
tallón Granaderos,  que  parecía  ser  el  mas  agua- 
ndo de  los  tres,  pasó  a  Moquegua  probablemen*'" 
i^ara  reforzar  a  Montero. 


—  497  — 


III. 


Pero  el  dictador  Piérola,  que  desde  los  prime- 
ros días  de  su  violento  ascenso  al  poder  ocupóse 
mas  que  de  la  guerra  de  afianzarse  en  él,  separó 
de  su  puesto  en  los  primeros  dias  de  enero  al  co- 
ronel Luna,  llamándole  a  Lima  i  designando  para 
svL  sucesor  al  coronel  don  Agustin  Gamarra,  hijo 
del  antiguo  presidente  del  Perú  del  mismo  nom- 
bre, por  lo  cual  es  solo  conocido  en  aquella  tierra 
de  felices  apodos  con  el  nombre  de  «Gamarrita)!). 
Es  hombre  ya  anciano,  rechoncho,  de  rostro  ho- 
rrible i  de  alma  atravesada  como  sus  torvos  i  en- 
capotados ojos  en  rostro  rugoso  sembrado  de  cin- 
turas i  protuberancias.  Pasa  por  el  hombre  mas 
feo  de  su  país;  i  el  injenuo  maestro  de  escuela  de 
Samegua  que  antes  hemos  citado  refiere  que  al 
verle  desfilar  con  su  división  por  esa  aldea,  cuan- 
lo  tomó  posesión  de  Moquegua  algo  mas  tarde 
I  todo  le  consoló  menos  su  carn.T> 

En  otro  sentido  habíase  hcclio  este  hombre  es- 
>ecialmente  repulsivo  a  los  chilenos  por  inculpár- 
tele con  pruebas  judiciales  el  asesinato  del  bravo 
íapitan  chileno  don  ]\rarco  Aurelio  Gutiérrez,  pros- 
crito en  Lima  en  1852,  a  quien  por  motivos  de  ec- 
os disparó  una  noche  desde  su  balcón  una  carabina 
•argadade  postones.  El  coronel  Gamarra,  se  habia 
•asado  sin  embargo  en  segundas  nupcias,  i  según 

HIST.  DR    LA   C.    DE    T.    1    A.  *  03 


sus  cartas  orijinales  al  dictador  que 
nuestro  poder,  llenas  de  bajas  lisonjas, 
«n  Jjimu  en  condición  de  suma  pobre; 
fué  llamado  al  servicio  a  título  de  Pien 
tongo  mas  Dios  ni  nms  Patria  que  Piérol 
en  una  de  sus  cpístolaa,  dándole  invañf 
en  todas  ellas  el  título  de  imi  jeneral.s 

IV. 

Había  concebido  el  dictador  del  Var 
estratéjico  de  doble  importancia  políticí 
para  hacer  frente  a  los  chilenos  en  e!  Su 
preciso  a  ku  émulo  Montero  en  Tacna, 
con  el  nombre  de  «Secundo  ejéicito  de 
cuerpo  de  tropas  en  Arequipa;  i  como  b 
nuevo  núcleo  designó  la  división  del  Ci 
dolé  el  título  de  primera  división  de 
ejército  d'i  Sur,  i  la  confió  en  la  median 
ro  al  coronel  Gamarra.  Las  instrucción 
■  tidas  a  esto  jefe  i  que  copiamos  de  su  pn 
terior  revelan  con  claridad  sus  propÓ3Ít( 
testualmenle  como  sigue: 


(1)  En  El  Mercurio  ilel  22  de  marzo  de  1881  pul 
co  de  et-tíin  cnrtns  de  Qamnrra  n  Piérola  c^ue  orijini 
roii  retnitiditB  de  Liinn. 


IKCTBUCCION'ES  A  LAS   CUALES   SE    SUJETARA    E\.    SEffOB 
COHONEL   DON    ANDRtlS   GAMARRA. 

cS.  K.  el  jefe  supremo  de  la  República  que  ba 
tenido  a  bien  nombrar  a  U.  S.  comandante  jene- 
ral  de  la  1.'  divisioQ  del  2."  ejército  del  sur,  me 
orrlena  impartir  a  ü.  S.  las  instrncciones  siguien- 
tes: 

íl.'  La  división  del  mando  de  U.  S.  se  com- 
pondrá de  los  cuerpos  que  forman  la  división  Cus- 
co que  mandaba  el  señor  coronel  don  Fnmcisco 
LuDa,  que  vendrá  a  la  capitíil  a  ponerse  a  dispo- 
sición del  Supremo  Gobierno,  i  del  batallón  «Gran» 
acantonado  en  Moquegua,  a  las  órdenes  del  coro- 
nel don  César  Chocano. 

í2.'  Tan  luego  como  U.  S.  tome  el  maudo  de  la 
división  qne  se  le  confía,  procurará  organiza'-la 
con  la  fuerza  de  600  por  cada  batallón  i  con  a)--e- 
glo  a  las  disposiciones  supremas  relativas  a  la  or- 
ganización militar  de  los  ejércitos, 

»3.'  La  división  de  U.  S.  se  acantonará  en  Mo- 
guegua,  con  el  fiu  de  sostener  a  todo  tráncela 
línea  de  comunicación  del  primer  ejército  del  sur, 
con  los  departamentos  de  Moquegna  i  Arequipa, 
i  vjjilará  en  el  puerto  de  Pacocha  las  operaciones 
del  enemigo,  a  cuyo  efecto  destacaiá  sobre  dicho 
puerto  la  guarnición  necesaria  que  deberá  reclia- 


—  500  — 

zar  toda  tentativa  de  desembarque, 
U08,  dificultar  en  todo  lo  posible  ol  a 
pas  enemigas  al  interior  del  dep;ii-t 
lo  cual  se  inutilizará,  en  el  caso  do 
forzosa,  todos  los  elementos  de  móvil 
diera  aprovecliar  el  enemigo. 

»4.'  Permanecerá  U.  S.  en  Moqiiej 
del  Supremo  Gobierno,  mientras  el  jt 
del  2."  ejército  del  sur  se  constituye 
tamento  de  Arequipa. 

kS."  Ilemitirá  U.  S.  a  la  brevedad 
secretaría  un  estado  del  personal  i 
de  la  división  de  su  mando,  con  espr 
una  de  las  prendas  que  necesite,  pan 
dotación. 

s6.*  Hccibirá  U.  S.  en  esta  capit 
10,000  soles  que  con  esta  fecha  ha  o 
el  Jefe  Supremo  que  se  ponga  a  d 
U.  S.',  con  destino  al  socorro  ^de  la  ( 
mundo. 

7)1.'  Mientras  se  organizan  conv 
las  demás  divisiones  del  2."  ejército 
pondrá  U.  S.  que  uno  de  los  cuerpos 
se  constituya  en  Tambo  para  dcfent 
tante  punto  con  rchieiou  a  las  opcr 
tares. 

sS.'  S.  E.  elJcfe  Supremo  espera 
yos  antecedentes  lo  hacen  digno 
consideración,  corresponda  al  elevaí 


Ge  le  conna  aejanao,  en  tono  caso,  l-zsn  puscto  el  ho- 
nor de  las  armas  t  de  la  Bepúhlica. 

íLima,  enero  24  de  18S0. 


A  nadie  puedo  oculturse  que  Lis  iílcr.s  del  tlío- 
tador  eapresftdas  por  su  secrctiirto  de  l;i  f^ccrra 
3ran  claras,  certeras  i  oportunas.  IMántencr  en 
primer  térmiuo  la  comunicación  espedita  entro 
irequipa  i  Tacna,  i  defiiniler  a  toda  costa  los 
puertos  de  Moliendo  i  de  Pacoeha,  pnertas  de  ca- 
le inevitables  para  la  entrada  de  los  chilenos, 
uera  hacia  Arequipa  o  fuera  hacía  Tacna.  Pero 
'amos  a  ver  cómo  el  coronel  Gamarra,  mas  petu- 
ante  que  activo,  malogró  tau  acertadas  disposi- 
¡ioncs. 

En  consecuencia  de  aquellas  órdenes  partió  en 
fecto  el  coronel  Gamarra  de  Lima,  en  los  últimos 
ias  de  enero  con  un  estado  mayor  improvisado 
n  horas;  i  desembarcando  en  Chala,  llegó  a  Aro- 
uipa  por  ía  vía  de  Ático  en  los  primaros  días  du 
ibrero.  Era  su  segundo  como  jefe  de  estado  uia- 
or,  el  comandante  don  Simón  líarríoiiiievo. 

Hallábase  el  coronel  Gamarra  en  Arequipa  el 
de  febrero,  i  después  de  revistar  en  el  vallo  i!e 
'ambo  los  batallones  Canchís  i  Canas,  que  uucou- 


tro  candrajosos,  eia  zapatos  e  ii 
tro  meses»,  pasó  a  Moquegua 
el  12  de  febrero. 

A  su  propio  decii*,  i  conforoií 
cías  i  a  sus  precisas  iastrucciot 
dado  debió  ser  guarnecer  conap 
para  impedir  el  desembarco  d 
desde  la  espedicioa  del  Lautarc 
ticipado  por  ese  rumbo  el  auuQt 
ro,  como  era  hombre  suspicaz 
mascarado,  envolvióse  iumediat 
nes  de  mando  i  de  etiqueta  coa  e 
Montero  i  el  coronel  civilista  d 
de,  que  allí  estaba  con  motivo  < 
los  Chócanos  i  de  los  Barrios,  re 
superior  de  los  batallones  Gra 
i  de  la  anticua  columna  Hua 
fuei'za  desde  la  muerte  del  ¡lust 
razado,  habla  tomado  el  nomb: 
peruano  de  Vengadores  de  Gra 

Pretendia  Montero  que  esa  ft 
directamente  i  aun  habia  form; 
división  de  su  ejército,  i  Gama 
la  columna  era  suya  como  parte 
gundo  ejército  del  sur,  lo  que  e 

Trascurrieron  en  estas  sing 
poder,  eficaces  auxiliares  de  Chi 
cerca  de  dos  semanas,  i  a  la  p 
ta,  convertida,  según  Gamarn 


5Íon  de  las  fuerzas  disputadiis,  conforme  a  hi  pro- 
Tiesa  (le  Montero;  i  esto  CM|ilicrt  hx  Kingiilar  fortu- 
la  de  haber  encontrado  los  invasores  cspedito  su 
amÍDo  desdo  el  muelle  de  Pacocha  hasta  el  Alto 
ie  la  Yilla  jtinto  a  Moquegtia.  (1) 

VI. 

Ignoraban  loa  últimos  lo  qne  ocnrria  en  el  cam- 
■0  de  los  enemigos;  pero  si  se  Imbierfi  repetido  al 
la  Biguiente  de  su  desembarco  la  viaita  del  Lau- 
íro,  Moqiiegna  habría  caído  en  sus  manos  de  ma- 
nigada  como  la  vez  primera. 

Entretanto  el  coronel  Gamarra  se  había  limi- 
ido  a  concentrar  sus  cuerpos  lentamente  en  Mo- 
uegiia,  haciendo  venir  de  Tambo  por  la  travesía 
,  batallón  Canchis  i  el  Canas  desde  Torata  don- 
i  este  batallón  se  hallaba  desde  el  6  de  febrero 
in  la  mayor  miseria»,  según  aviso  de  su  propio 
fe  el  coronel  Velasco,  i  sin  tener  «siquiera  un 


(1)  Entre  los  anexos  del  presente  capítulo  pnlilicamos  nlgii- 
senrifisoa  docnnicTitos  inéilitns  solire  esU  üiugiilar  cotnpeten- 
1,  n  la  vista  del  enemigo.  Son  todos  orijinales  ¡  hnn  sido  es- 
u'dos  <Ie1  ]iroce3o  de  Gamnrrn  eo  el  cual  ésU>  lus  presentó  a 
ulü  (lo  piezas  juslíriaitiviie. 


cigarro.  El  Canchis  llcgi 
vísperíi  del  ataque  de  los 

Ademas  de  sus  ciuitrc 
coronel  Gamarra  con  la  < 
Ivlcqnegtia  que  manduba 
miel  A.  Jiménez,  hombrt 
peruanos,  i  con  nna  coUi 
estélente  tropa  por  lo  jeni 
monte  Jendarmes  i  Guai 
todo,  la  división  Gamarrs 
nía  de  marzo  con  un  niir 
mil  hombres  de  mediana 

V] 

En  el  primer  momento 
cliilenos,  envalentonóse  > 
hasta  el  punto  de  estable 
Conde  el  27  de  febrero 
ejército  esta  pcculiarísir 
contrada  mas  tarde  entre 
estancia  por  uno  de  los  c 
Bfl,  verdaderos  rebusconei 

«EL   COMANDAKTI?    JENIÍRAL 
DEL   SEGI3MD0    TiJ 

A    SUS    se 

^Compañeros: 
)) Tenemos  al  frente  a  r 


—  501  - 

do  en  el  presente  capítulo,  f 
cuerpo  de  relficion  ficciones 
las  que  hemos  marciido,  hal 
marra  acampado  con  sus  fm 
Villa  el  17  de  marzo,  dia  en  < 
finalizar  el  capítulo  precet 
fuerza  un  movimiento  el  jen 
la  estación  de  Conde  hacia  ] 

El  coronel  Gainarra  bo 
que  los  jinetes  chilenos  dcsi 
de  febrero,  a  destacar  do  avi 
montados  del  comandante  J 
pieio,  i  fueron  éstos  los  que 
tiroteo  con  los  buines  del 
16  en  Conde.  El  comandaiii 
sola  orden   perentoria  i   abi 


«Señor  comandante  Jii 


F  i-Ketírese  usted  siempre,  i 

I  como  lo  ha  hecho  antes, 

[  salvo  con  toda  su  fuerza,  i  d 

\  sos  como  al  presente. 


IX. 

Dio  por  resultado  al  cautt 
DO,  jefe  que  comenzaba  a  h. 
das  las  reglas  del  arte  milit 


seg'  ida  vino  de  gnamicíoa  estable  a  ese  desolado  pamje  una 


508 


X. 


En  el  avance  del  dia  17,  que  se  estendió  dos  o 
tres  leguas  por  el  valle  hacia  las  posiciones  ene- 
migas, no  tuvo  el  jeneral  Baquedano  sino  una  ba- 
ja, cayendo  herido  a  la  vuelta  un  soldado  de  Ca- 
zadores de  la  mitad  del  teniente  Juvenal  Calderón 
que  cerraba  la  retaguardia. 

Regresó  el  jeneral  chileno  a  su  campamento  de 
Conde,  enjuto  ya  del  peligroso  alcohol,  como  el 
suelo  al  dia  siguiente  de  la  lluvia,  i  después  de 
haber  empleado  todo  el  dia  18  en  organizar  mi- 
litarmente su  tropa,  emprendió  su  movimiento 
definitivo  sobre  Moque gua,  marchando  tranquila- 
mente i  en  orden  admirable  con  un  hermoso  sol 
toda  aquella  jornada,  siguiendo  los  rieles  i  los 
pámpanos  hasta  Calulana,  otra  estación  agraria 
del  valle,  distante  10  millas  de  la  de  Conde  i  4  do 
la  del  Alto  de  la  Villa.  (1) 

compañía  del  rejimieato  Esmeralda,  al  mando  del  capitán  don 
Juan  Félix  Sanfuentes. 

(1)  Reproducimos  en  seguida  de  sus  orijinales  inéditos  los  fa- 
mosos partes  del  prefecto  de  Moquegua  en  que  daba  cuenta  a 
Tacna  do  a,quellos  insignificantes  pero  ponderados  tiroteos, 

PU^-PREFEC^URA   DE   l,\   PROYINOIA  TARAT^V. 

Marzo  18  de  1880. 
Sefior  Prefecto  del  departamento: 
JiiX  este  momento,  10  A.  M.,  recibo  una  nota  del  gobernado 


Marzo  14. 

Digo  a  nsted  que  ua  nfiínero  coiíaiíJoraltle  do  fuerzas  enemi- 
^,  a  las  11  A.  M.  del  diu  de  ayer  eutrarün  al  valle  üe  <!.sb;i 
ciadad  donde  tuvo  lugar  un  t'utírtii  tiroteu  que  duró  dii  i  medio; 
alas  10  A.  M.  de  U  fecha  sü  hi  repetido  obro  í^oal  tiroteo  en 
la  hacienda  de  Chamoa  hasta  dü:ide  lui  avanzad.!  el  eiicitiii^'),  e.s 
probable  que  traten  de  tojnar  la  ciudad  que  se  h;illa  snlo  a  3  le- 
gaaa  de  donde  actualmento  se  encuentran. 

Lo  que  trascribo  a  usted  para  su  conocimiento. 

píos  guarde  a  usted. 

Modesto  Arias. 

Prefectura  de  noqirEr.uA. 

Marzo  \~  de  ISSO. 
SeQor  Prefecto  del  departamento  de  Tacna: 

Desde  la  1  P.  M.  de  hoi  Ha  tenido  lagar  en  et  valle  nu  faerto 
tiroteo  entre  los  chilenos  i  la  policía  da  esta  provincia,  que  hi 
lunido  hasta  las  3  P.  M.  El  enemigo  ha  avanzado  hasta  Cor- 
laato  donde  ha  dejado  ana  gran  avanzada  i  se  ha  retirado.  La 
lolicía  qneda  en  Orno.  No  tongo  pormenores  acerca  de  muertos 
herídod,  aun  cuando  ae  me  asegura  que  do  nuestra  fuerza  no 
OB  hai. 

El  coronel  Gamarra  con  la  división  en  el  Alto  de  la  Villa.  Lo 
ae  ocurriere  después  participaré  a  usted  oportunamente. 

Píos  guarde  a  usted. 

Tomás  Layscca. 


les  que  dominan  la  ciudí 
tancia  de  tiro  de  cañón, 
nordeste  de  su  hoya. 


Hállase  situada  la  liis 
gua,  posición  completa' 
ñera  de  sepultura,  entro 
confluencia  de  dos  ríos 
la  sierra,  el  lio  por  la  qi 
cia  el  sud  i  el  Torata  pi 
dos  afluentes,  i  como  si  í 
de  una  altísima  e  inacces 
a  mas  de  rail  pies  sobre  < 
dad  el  fiímoso  contrapue 
leza  inaccesible,  cortada 
eos  que  son  los  dos  rios  i 

Accesible  al  viajero  i 
frente,  i  a  través  de  un  1 
ma  de  zi<í-zasr,  los  perua: 
pre  invulnerable  aquel  n 
castillo  de  piedra  pero  s 
quedó  demostrado  en  la 
Pardo  contra  el  pretendie 
el  último  rodeado  de  im 
quognanos,  solo  pudo  se 
breñas  cuando  Montero, 
có  por  la  Cí^palda  en  Cbu 


apropiado  para  mi  numero; 
que  íi  poco  fio  subir  la  cuest 
tu  Iliuujula  Pumpa  del  Arra 
Ti'oa  o  cerros  de  Estuíiuiña  i 
a  su  espalda  una  tercera  al 
curiosa  formación  jeolójíca,  i 
rote»  en  Méjico,  el  cerro  del 

Establecido  el  campo  en 
fácil  atender  a  todas  partos 
de  esto,  prolongándose  el  Cii 
oriente,  se  encuentran  las  ¡ 
Torata,  lugares  de  recursos  i 
militares  por  sí  solas. 

La  aldea  de  Samegua,  es[ 
jena  de  Moquegua,  yace  a  1 
brada  de  Tumilaca  i  es  su  pi 
Moquegua  19  quilómetros, 
de  3,500  habitantes,  i  yace  i 
sobre  el  nivel  del  mar.  T' 
2,400  almas  i  se  halla  a  S 
cion.  (1) 

(1)  «La  ciudad  de  Moquegua  tien 
forme  con  los  afioa  qae  cuenta  de  ex 
que  su  fuudacíoD  dnta  desde  el  tier 
son  todns  de  ontigua  forma  es|)afii)li 
pesado  aspecto,  do  gruesas  paredes  d 
piedra,  no  siendo  escasos  afiucllas 
))ntina  em;!Pilríidos,  afinollns  n;¡íi3  (! 
rroles  que  usaban  nucatrus  abui:los. 

tEato,  la  estreche/I  de  !us  calles,  h 


—  516 

Colocó  en  seguida  dos  com 
deros  i  otra  del  Canchis  e 
Quilinquile,  para  barrer  coi 
da  de  Tumilaca,  i  encargó  ' 
sicion  importante  al  saijenl 
eo  García,  2."  jefe  de  Grana 
con  la  vida  su  consigna. 

Asegurado  así  el  frente  i 
sus  posiciones,  el  coronel  I 
rada  de  satisfacción  i  de  sej 
de  Estuquíña,  qne  cerraba  i 
por  sí  solo  su  mas  sólido 
macizo,  que  se  encumbra  sol 
trado  i  domina  las  trinchei 
serie  de  cuchillas  comple 
por  entre  las  cuales  serpea 
bras,  que  no  do  hombres  ni 
«camino  de  los  Guaneros» 
su  curso  que  a  nadie  ocurrí 
no  la  previsión  de  defende 
confiados  enemigos  con  lo 
'  los  rifles  de  los  mineros  de 


¡^     f  (1)  Despaoa  del  friicaso,  sin  eta 

Qamarra  en  Lims,  juró  i  añrmó  (\ 
mandante  del  Graa  para  que  deat) 
ceptuaba  Bnficientea  para  la  defen: 
agrega  en  bu  confesión  (jae  el  coi 
«Beta  muí  bien,  mi  coronel,  así  « 
también  ae  hallaba  en  Lima,  deda 


sin  disparar  u: 
mentó  en  el  ^ 
cuesta  de  los  . 
cubierta  de  s( 
21  en  reconoc 
su  intelijente  ^ 
te  don  Arístíi 
del  Norte. 

De  acuerdo 
del  20  dos  atr 
conocer  las  ci 
aquellos  dos  g 
ma  sin  ser  sei: 
noticia  de  que 
bles  para  ello: 
mas.  (1) 

Tomando  i 
posición  de  lo 
su  estrema  d 
su  plan  de  a 
admirable  pr 
solamente  de 
pugnable  sinc 
migo  en  su  vi 


(1)  Este  impoi 
coQOcido,  aos  ha 
¿3te  nos  agregó  q 
ti&car  a  los  dos  m 


cuales  100  eran  Granaderos  i  200  Cazadores.  En- 
tre estos  iba  el  invencible  capitán  Parra,  invulnc- 


—  520 

rabie  como  Murat  en  medio 
eran  mas  o  menos  1,400  ho 
Tenia,  a  nuestro  juicio,  c 
defecto  de  ser  demasiado  n 
en  un  estrecho  cajón,  dom 
Clones  por  altísimos  cerros, 
tajosamente  recargada  de 
agrupados  i  atascados  en  de 
manera  de  farellones  i  en  ci 
las  nubes,  un  puñado  de  ho 
dia  contener  i  aun  derrotar  i 
B  marchar  forzosamente  poi 
ras.  Desde  que  se  trataba  s 
tropas  que  se  suponia  irían 
bria  sido  suficiente  destacaí 
columna  lijera  de  infantería 
cuadron  que  le  sirviera  de  reí 
pero  la  dolorosa  memoria  d 
presente  en  los  corazones  i 
preocupaba  fuerteraent  los  ci 
ejecutar  todo  con  tal  segur 
asomos  de  peligro.  Este  esce 
tivó,  sin  duda,  aquel  hacinan 
pudo  sernos  fatal  como  en  se 
Tenia,  por  consiguiente,  e 
misión  secundaria  i  destinad] 
éxito  de  un  combate  que  se  1 
te  por  el  flanco  opuesto  a  aq 
na  debería  operar. 


dos  en  diversos  parajes  por  c 
falta  de  prácticos,  pues  solo 
UQ  sarjento  del  Santiago  que 
«na  división  peruana  por  aque 
A  esa  miema  hora  i  con  raai 
el  Atacama  tomaba  las  arma 
lencio  se  dirijia  por  el  camino  re 
to  hacia  el  cerro  de  Estuqu 
bia  dormir  el  sueño  que  pre 
dando  lugar  a  que  la  luna  esc 
disco  entre  las  lomas  i  los  j 
bácia  el  mar.  El  astro  de  la  i 
siempre  a  la  guerra,  habia  ei 


creciente. 


XVIII. 


Mas  no  había  hecho  el  esfo 
cameño  un  tercio  de  su  caminí 
de  los  potreros  i  viñedos  del 
pa  árida  de  Tambolombo,  ribi 
comienza  la  cuesta  de  los  Ad 
fica  i  súbita  descarga  le  det 
echándose  muchos  soldados  de 
las  zanjas,  porque  el  pánico  no 
to  galvánico  de  la  sorpresa  sol 


(1)  Dato  comanioado  por  el  coronel 
febrero  6  de  1881. 


XTX. 

¿Qué  había  acoatecido?  Simplemente  un  lance 
de  guerra  usual  entre  los  peruanos  avezados  mas 
ala  astucia  que  al  denuedo  i  que  refleja  indispu- 
table honor  sobre  el  jefe  del  batallón  cGrau»  que 
coronaba  la  altura  i  defendía  las  trincheras  de  los 
ÁDJeles. 

Dominando  con  la  vista,  como  en  carta  jeográ- 
fica  que  se  estiende  sobre  una  mesa,  las  posicio- 
nes de  los  chilenos  en  el  bajo,  el  coronol  Choca- 
no,  conocedor  hasta  de  los  ápices  del  nativo  suelo, 
había  divisado  durante  el  día  el  campamento  de 
nuestra  artillería,  i  su  caballada  paciendo  tran- 
qnilamente  en  sus  propios  alfalfares  i  a  tiro  de  ri- 
fle de  sus  altas  trincheras.  En  consecuencia  i  desde 
temprano  concibió  aquel  jefe  el  plan  de  un  asalto 
nocturno,  i  solicitó  del  coronel  Gamarra  el  permiso 
necesario  por  medio  de  la  siguiente  carta,  que  él 
mismo  puso  en  sus  manos  cuando  el  jefe  de  la  di- 
visión hacia  la  ronda  de  su  línea  de  batalla. 

iMarTio  21  de  1880. 

íMi  querido  coronel: 

«Deseo  preparar  para  esta  noche  un  asalto  so- 
bre las  fuerzas  enemigas  que   se  han  destacado  a 


—  524  - 

Tambolombo,  i  necesito  pan 
de  Ud.  Si  Ud.  lo  tiene  a  b 
quedar  permanentemente  en 
Ba  de  esta  posicioD.  Así  poi 
que  convenga,  asaltos  sobre  ' 
gas  que  solo  pueden  ejecutar 
nozca  el  terreno.  Contéstei 
por  escrito. 

vSu  amigo, 


XX. 

Llegada  la  noche  i  entol 
ra  camancbaca,  pudor  de  k 
mentó  del  Perú,  el  coronel 
suma  habilidad,  i  en  contr 
lumna  del  coronel  Muñoz,  so 
jidos  i  conocedores  a  palmos 
de  su  tercer  jefe  el  mayor  do 
do,  hijo  del  valle  como  sus  v 

Gracias  a  esto,  los  moqii 
sentir  al'descuidado  campan 
fuego  por  encima  de  los  ta 
mataron  en  un  momento  4  c 
la  caballada,  llevaron  el  sobr 
ral,  donde  no  era  fácil  compí 
i  estuvieron  a  punto  de  m 


bras,  el  tranquilo  i  prudente  comandante  Martí- 
nez, creyéndose  sorprendido  i  amagado  por  un 
ataque  directo,  detuvo  &u  marcha  oculto  en  el  ar- 
bolado i  despachó  a  su  segundo  jefe,  el  animoso 
sai^'ento  mayor  movilizado  don  Juan  Francisco 
Larrain  Gandarillas,  a  poner  en  noticia  del  jene- 
ral  en  jefe  lo  que  ocurría  i  pedir  órdenes. 

Atravesó  el  mayor  Larrain,  dando  pruebas  de 
indisputable  bravura,  el  trayecto  en  que  habia 
tenido  lugar  la  refriega  de  los  cazadores  del 
tGrauí  con  los  Cazadores  a  caballo,  i  llegó  a  me- 
dia noche  al  Alto  de  la  Villa,  en  los  momentos 
en  que  el  jeneral  Baquedano,  conforme  a  su  cos- 
tumbre al  emprender  toda  marcha,  bebía  sendas 
tazas  de  té,  rodeado  de  sus  juveniles  ayudantes. 

Contrájose  con  adusto  ceño  el  rostro  de  suyo 
a-~ntnado  del  caudillo  chileno,  cuya  primera  con- 
c    ^ion  militar  ha  sido  siempre  la  exactitud,  al  oír 


el  relato  i  la  consulta  del  mayo 
tándose  de  su  asiento  con  ade 
perioso,  limitóse  a  decir,  como  e 
de  Pisagua  a  bordo  del  Atíioz 
liar  lenguaje  que  remeda  el  lací 
clones  del  telégrafo: — ¡Lo  ordei 
Adelante!  Adelante! 

xxn. 

Regresó,  en  consecuencia,  a 
segundo  jefe  del  Atacama  i  I1( 
mas  o  menos  a  la  hora  en  que 
daba  la  vuelta  al  campamento 
como  botín  de  su  sorpresa  4  cal 
4  carabinas,  despojos  de  otroi 
que  chyeron  en  sus  puestos. 

XXTIT. 

A  esas  horas  sabían  ya  los  pe 
ser  atacados.  Jente  que  había  si 
i  el  propio  comisario  de  esa  ah 
del  imponente  desfile  de  la  divi, 
quebrada  de  Tumilaca;  i  si  a  e 
nel  Gamarra,  mas  avisado  o  mé 
ra  perfilado  uno  o  dos  de  sus 
crestas  de  Quílinquile,  donde  e 
desde  la  víspera  solo  dos  comj 


—  528  — 

ritos  i  un  capítaa  de  injenieros  hasta  que  llegamos 
a  una  gran  quebrada  que  era  imposible  pasara  la 
artillería  por  ser  un  desfiladero  cortado  a  pique, 
en  donde  quedamos  encajonados  en  dos  altos  ce- 
rros i  precisamente  donde  estaba  el  enemigo  arri- 
ba. En  vista  del  peligro  en  que  nos  encontrába- 
mos mandé  dar  parte  aj  coronel  i  que  tuviera  a 
bien  venir  a  la  vanguardia  a  verse  conmigo. 

Lo  ejecutó  i  le  hice  presente  la  desventajosa  po- 
sición en  que  nos  encontrábamos  i  que  me  dejase 
avanzar,  mandándome  protejer  para  tomar  la  altu- 
ra i  viniera  el  dia  en  disposición  de  atacar,  mien- 
tras el  resto  tomaba  una  posición  favorable,  aunque 
era  difícil.  Se  volvió  atrás  para  ejecutar  las  órdenes 
del  caso,  pero  como  se  demoraran  en  buscar  una 
subida  por  retaguardia,  vino  la  claridad  i  coa  ella 
pude  distinguir  el  movimiento  del  enemigo  que 
lo  teníamos  encima  i  se  repartía  en  distintas  di- 
recciones para  poder  encerrarnos  i  darnos  fuego 
por  todas  partes.  En  el  acto  mandé  por  segunda 
vez  el  aviso  al  coronel,  de  lo  que  recientemente  le 
habia  indicado  i  que  viniera  a  presenciarlo,  pero 
ya  no  nos  quedaba  tiempo.  Vino  i  volvió  para 
marchar  en  retirada  i  dar  una  vuelta.»  (1) 


(1)  Carta  inédita  del  mayor  Castillo  a  un  amigo. — ^Moqaegna, 
abril  6  de  1880. — En  el  combate  de  Tamilaca  se  distingaió  por 
sa  valor  uo  muchacho  boliviano  que  el  capitán  Castillo  (hoí  ma- 
yor) habia  tomado  a  su  servicio  en  Camina^  i  peleando  con. 


mente  imposible  sostener  ni  siquiera  mediana- 
mentó  tm  coinljate  ompeñado  desde  parajes  invi- 
sibles con  tropas  aciimuhulas  en  un  cajón  do 
cerros  en  forma  de  ataúd.  Las  laderas  de  Qnilin- 
quile  ocupadas  por  los  peruanos  so  denominan 


loa  aliadi'3  TGciliió  don  lieiiilüs  ile  l;ia  que  vino  a  recrobar.se  a 
Chile. 

Uu  oficial  de  U  división  MiiriüZ  a^'it'gaba  por  su  parte,  que- 
jándose de  injusticia  [lor  la  poca  caeiita  que  se  hizo  de  !a  uociotí 
de  Tamilaca,  Iü3  siguientes  detalles  sr,l,re  este  hecho  du  armas 
ein  importancia  i  aiui  siu  brille. 

«En  tiiii  duro  í.r;ince  era  iiocesnrio  aceptar  la  acción ;  ¡rcUj-mu» 
I"  .tw-j.re.i't  en  ¡.'jar  <k  .hrl-. 

»Lüs  cerros  (¡ue  tioa  rodeaiían  eran  iiia'-'reB¡hIc.i  i  a  cOjIji  de 
gia»  sacriíioii)  piulJiíi  )S  tri;p,irIo.<.  A  I  lí  ínulas  do  lu  Aitillcría 
costó  mi  tra!»iijo  e.Hírui:!  hacerlas  subir;  vari;i.s  do  t-lbis  se  diermí 
vuelta  con  caÚKnc.'i  i  cnja-i  rodando  hasta  el  fi-r.dn  de  la  <]iio- 
brada. 

íTjLa  vea  arriba  coutestamos   el   f'uejjo   del   eueiuigo,  el  cual 

^'lando  terreno  sobre  la  derecha  naestrii,  trataba  de  ílanquear- 

I    i.  Visto  este  movimiento,  a   tres    compafifas  del  2."  Iiatallon 

iliST.  DE   LA   r.    DE   T.    1  A  67 


iLos  púlpitosv,  porque 
a  maaera  de  galerías  de 
del  rio  que  corre  rebram 
Por  fortuna,  i  obede 
del  soldado,  se  corriere 
tropa  hacia  la  opuesta 
los  artilleros  del  mayor 
fuerzo  sus  piezas  lijaras 
dominar  el  duro  trano 
mando  su  dispersa  línea 
compañías  peruanas  i  a 
saba  de  700  metros.  Le 
gunos  eficaces  disparos, 
por  la  concusión  hacia  1 
los  artilleros  al  hacer  fu 
por  las  ruedas. 


del  raimiento  3."  de  llaea,  a  la 
Migael  Aírate,  ordenó  éate  gt 
Acto  contÍDQO  principiaron  a  i 
escelentes  resnitados,  pnea  col 
dimos  con  ventaía  hacer  qq  i 
rentar  número  dob  batia. 

sNueslra  división  la  mandi 
puesta  de  700  hombrea  del  reji 
tiago,  batería  de  artillería  de 
Hería. 

>Laa  bfyaa  del  3.*  de  Ifnea 
heridos.  Las  de  las  diviaionea  i 
a  40,  siendo  6  u  8  loa  masi 
T^mpos,  Moquegua  marzo  24 


Los  ajiles  halcones  de 
ejecutado  su  vuelo  tle  la 
colno  si  fueran  bandada 
rreblunea,  halcón  real,  li 
su  compañía,  que  era  la  í 
el  disparo  de  un  rifle  qu( 
la  única  señal  de  la  apai 
lia  lejion  de  bravos  que  ; 
ñutos,  salvaba  el  dia  de 
marcesible  gloria.  Ejec 
tarde  esa  ascensión  habri 
ra  Chile. 

Se  ha  ponderado  en  e 
lar  del  Atacama.  Pero  h 
nido  presente  que  su  tí 
minutos  talvez,  habría  ca 
dida  de  la  gruesa  divisi 
destinada,  como  la  colun 
rapacá,  a  barrer  el  paso  ; 
había  visto  precisada  a  e 
la  batalla  en  eircunstan 
favorables.  (1) 

(1)  «Las  loni.i3  de  Rstuquifia 
yns  lomos  p\ie(le  niiirchar  solo  ii 
miento  tlcLio  un  declive  prouunc 
guea  repeutiiiamente,  i  al   uní 


[I  uitjuuo  asi  tioujmar  ai  eiteiaiy:u  por  rí;[a,ü;iittruia,u 


dad  8U  línea,  los  ataca: 
que  de  sue  cornetas  sol 
diaba  el  «Grau»  arroll 
marajo,  i  plantando  so 
le  en  los  momentos  ei 
en  línea  en  el  Alto  de 
Novoa,  dispersaba  con 
vacion  la  última  resist 
rapetos  de  piedra  opoi 
Belisario  Martínez,  de 
ca,  fijó  el  primero  la  b 
cheras. 

La  victoria  fué  así 
del  enemigo  tan  comp 
en  tiempo  a  su  destino 
escapado  un  solo  homb 
mo,  para  llevar  la  no1 

Pero  gracias  al  fata 
coronel  Gamarra  que  < 
róica»,  pudo  hacer  dee 
ra  por  el  camino  de  "! 
el  batallón  Canchis  a 
marcha  los  granadero! 
parte  oficial  el  jefe  vei 
él  se  quedó  en  persona 
su  tropa  con  la  últin 
que  mandaba  el,  a  su 
don  Andrés  Abelino  I 
mente  que  no  se  retir 


Estando  a  sn  propio  re 
levantó  su  campo  a  las  4 
i  se  dirijió  hacia  Carun 
Omatc  i  Arequipa  dond 
dras,  i  hacia  Lima,  donde 
pe  de  gracia  un  ignoinini 

Por  sn  parte  el  afortun 
a  cuya  feliz  estratejia  d* 
éxito  del  día,  se  hal)ia  ac 
ros  momentos  del  encnen 
cuesta  de  los  Anjelcs,  IIct 
nes  i  al  primer  batallen 
en  guerrilla  i  la  caballerí; 


miestraa  armas.» 

Respecto  de  la  emigra 
el  preceptor  de  Soraegua  cuadro; 
fueran  gracio.sa!aeiite  risibles,  so 
i  bambrana  de  ios  soldados  qaa  t 
do  era  uq  leou  baiubriento,  era  un 
comprar  medio  de  pan  era  un  tri 
ñas  i  Granaderos  emb:irgamu  to' 

En  El  M.:r.;i,-¡o  del  19  de  diji 
parodia  de  eafca  singular  relación 
los  Anjeles.» 

En  los  anexos  del  presente  ca 
curiosos  documentos  aobre  la  reti 
Arequ¡i>a. 


Una  legua  an 
punto  denominat 
victorioso  aquell 
enemigo  hacia  A 
la  mañana  siguie 


BÍgae  el  camino,  falde 
piso  de  piedra  granítí' 
Atacama,  de  cuarzo  i 
nel  al  llegar  a  la  prin 
patae  a  las  cabalgada; 
Tecea  antee  de  llegar 
>A  trechos  esta  pai 
Mal  Faso,  se  conviert 
Itarrancaa  en  cuya  prt 
eos  los  esqueletos  de  i 
ber  rodado  por  la  peo 

«Después  de  ana  jo 
por  la  derecha  el  ccrr 
notable  por  su  estraQi 
de  qne  toma  su  nomb 

bAI  fin  tuerce  el  ca 
cortadura  del  terreno, 
cauce  por  donde  corre 
que  pasa  a  espaldas  d 

>Se  llega  poco  desp 
habitantes,  situada  eo 
pequeñas  heredades  si 


del  24  de  marzo,  después  de  cuatro  dias  de  glo- 
riosas fatigas.  A  esa  misma  hora  entraba  de  re- 
greso a  Pacocha  el  tren  especial  que  habia  condu- 
cido a  los  directores  de  la  guerra  a  Moquegua.  (1) 

XXXII. 

El  hecho  de  armas  de  los  Anjeles  no  fué  una 

tampoco  árboles  frutalea,  Bobre  todo  higaeras  que  producen  de* 
licioaaB  brev^as,  i  desde  allf  hasta  Torata  coDtiaúa  el  camino 
por  la  base  de  na  cerro  de  empinada  pendiente. 

»A  cada  recodo  del  camino  cambia  la  rústica  eBcena  que 
mantiene  constantemente  embelesado  al  viajero.  El  valle  por  fin 
se  estrecha,  i  el  sendero  baja  al  fondo,  atravesado  a  veces  por 
\as  aguas  del  riachuelo,  mientras  se  respira  an  ambiente  im- 
pregnado con  el  aroma  de  los  heliotropos  i  jazmines  qae  cubren 
las  paredes  del  lecho. 

sLa  imajinacion  se  trasporta  a  las  ñoridas  montañas  de  la 
Suiza,  tan  ponderada  por  los  viajeros,  al  contemplar  ese  terreno 
de  caprichosas  ondolaciones,  cubierto  de  vejetacíon  i  perfectn- 
mente  cultivado  por  Iob  iudfjenas.B 

(1)  Se  ha  asegurado  que  este  tren  estnvo  a  punto  de  ser  vo- 
lado con  dinamita  en  el  pueblo  de  Moquegua;  pero  parece  que 
el  comandaote  Stuven  recibió  oportuno  aviso  del  intenio  i  logrií 
evitarlo  eatrayendo  17  kilogramos  de  aquella  sustacia  esplosi- 
va  que  habían  sido  entrañados  en  uno  de  los  machones  del  puen^ 
te.  El  informe  del  injeuiero  Quetart  que  publicamos  entre  los 
anexos  del  capitulo  precedente  da  cueuta  de  este  suceso  que 
pudo  tener  tan  horribles  resultados. 


batalla  i  tuvo  apenas 
de  vanguardia.  Fué 
una  carga  rápida  i  h( 
tunidad  i  la  victoria. 

Como  acción  de  f 
estratéjica  de  primer 
base,  que  era  la  circí 
migo. 

Cierto  fué  que  so 
tuquiña;  pero  la  divií 
de  la  batalla,  fue  sor 
ligrosos  bajos  de  Qu 
absolutamente  al  pl 
bate. 

Las  pérdidas  de  é 
ron  por  esto  do  las  d 
zando  los  muertos  a 
por  parte  de  los  chile 
recibió  daño  uno  solo 
el  bravo  capitán  Par 
su  manta.  (1) 

(1)  Entre  los  9  maertoa 
prendidos  en  la  noche  i  «a 
do  José  Vicente  Zelada  (¡\i 
gresado  recientemente  del 
puesto.  Kl  comandiinte  Mi; 
Bw  nombro  en  su  parte  ofic 
zadores,  es  digno  recorJai's 
bió  atravesado  de  un  bayoi 


ros,  I  a  IOS  lenieQxes  iviazueíos,  ivioranie  i  meaina, 
del  Grau,  único  cuerpo  que  sostuvo  por  corto  es- 
pacio el  fuego  i  el  terreno.  Todos  los  demás  hu- 
yeron. 

Entre  los  jefes  prisioneros  del  enemigo  figura- 
ban solo  el  mayor  don  Enrique  Berrios,  del  bata- 
llón Canchis  i  el  tercer  jefe  del  Grau  don  Apolina- 
rio  Hurtado,  el  mismo  que  había  dado  el  asalto  en 
la  media  noche  del  21  a  los  Cazadores. 

xxxni. 

Todo  el  honor  de  la  jornada  cupo  al  ya  afama- 
do, desde  Pisagua,  batallón  Atacama,  i  con  digna 
justicia  le  hizo  felicitnr  el  gobierno  mediante  un 
acuerdo  especial  del  ministerio  de  la  guerra,  que 
como  en  resumen  de  la  jornada  reproducimos  ín- 
tegramente, cerrando  con  su  copia  el  presente  ca- 
pítulo. 


lacha  caerpo  a  cuerpo  con  los  asaltantes  del  Grau  en  lu  noche 
del  21,  En  su  parte  oficial  Ganiítrra  aseguró  que  bu  jentc  hnbia 
muert-o  mas  de  200  chilenos,  i  el  prefecto  Layseca,  confirmando 
esta  patraña,  declara  bajo  juramento  en  Lima,  que  según  sud  sc- 
pu'turas,  vinibh'.s  toilacla  en  la  quebrada  de  Ttimiiaca,  los  eiite- 
rn  <\os  paitaban  de  cien,  siendo  innumerables  loa  heridos. 


—  543  ■ 

Esa  congratulación  del  1 
a  todo  el  ejército  en  la  ór 
marzo,  decia  como  sigue: 

«En  la  acción  de  la  madi 
senté  el  batallón  Atácame 
cuesta  de  los  Ánjeles  con 
superiores  a  toda  ponderac; 
a  la  cabeza  de  la  tropa,  sus 
valizando  con  él  en  eneijía, 
subalternos  de  aquéllos,  esi 
pío  i  por  su  propio  patrioi 
con  aquel  mismo  poderoso 
el  2  de  noviembre  las  alturi 

»Gracias  principalmente 
vigoroso  de  alma  de  los 
pais,  se  tomó  posesión  en 
pérdida  de  vidas,  de  una  i 
tada  inespuguable  por  los 
dian.  La  fácil  victoria  del 
cuencia  de  aquel  acto  de  í 
desaliento  en  las  filas  del 
inmediata  dispersión. 

»U.S.  tuvo  ya  ocasión  de 
jefes,  oficiales  i  roldados  c 
pero  es  justo  que  a  las  fe 
agreguen  las  del  gobierno.  S 
mitirles  las  que  yo  les  env 
ello  estoi  seguro  de  interpí 
te  los  sentimientos  del  paii 


brus  ea  persona  al  campo  cliileao.  I  tokiu  esto  espUca  la  alegría 
coa  que  se  recibió  la  noticia  del  éxito,  i  la  %-Í3¡ta  (le  ftílicitacioa 
qne  en  cnerpo  hicieraa  todos  los  dignatarios  de  la  guerra  al  fe- 
liz vencedor.  Según  éste,  sa  plan  de  asalto  fué  un  secreto  abso- 
lato  en  su  división,  porque  a  todos  decía  que  iba  a  marchar  so- 
bre Arequipa  por  el  camino  llamado  del  Trapiche.  Ea  cuanto  al 
o  ti  ézitú  del  coronel  MuQoz,  explícalo  por  haber  insistido  éste 


—  544  — 

en  llevar  su  artillerfa  estando  desbara: 
que  aqael  jefe  llevaba  dos  guias,  minen 
bian  trabajado  hacia  poco  ea  eae  camiiK 
tropa  qne  hemos  reprochado  a  su  coluí 
jefe  que  eso  se  dispaso  en  vista  de  n 
combatir  del  enemigo,  caso  que  pudo  sui 
la  cansa  del  malogro  de  la  felicísima  i 
ataque,  dependió  de  la  mala  orgauizacio 
lumna  que  ea  manera  alguna  llenó  su  o! 


ANEXOS  AL  OAPITU 


DOCUMENTOS   INÉDITOS   RELATIVOS  A  LA  ( 

QUE  SE    ENTAEU)   KNTKG    EL   CONTRA.- 

1  LOS  CORONRLKS  YBLABDB 

AL  DESEMBARCAR  LOS    CSILEHO 

(Telegrama  de  Arica  a  Mo 

Fei 

(8.45  P.  M.J 

Señor  coronel  Gamarra: 

Si  los  chilenos  aparecieran,  todas  las 
órdenes;  la  patria  antes  (jue  todo.  Aun  nt 
gobierno  para  poner  a  bu  disposición  la  d 


CuMAMRANCIA  JESBUAL  DE  LA  10.'  DIViSIOX 

Alto  M  CüJuk,  febrero  37  de  1880. 

SeQor  coronel,  comandante  jenerttl  de  la  primera  diTÍsioa 
del  2."  ejército  del  snr: 

Siendo  incompatible  i  mni  inconveniente  para  la  poca  fuerza 
cjne  hai  en  este  campamento  la  existencia  de  dos  comandantes 
jei'erales  i  habiendo  recibido  antorizacion  del  señor  jeneral  en  jefe 
del  primer  ejército  del  sur  para  poder  entregar  &  usted  el  mando 
de  la  fuerza  que  hoi  me  obedece,  a¡)rovccho  desde  luego  dicha 
luitorizacion  i  pongo  a  las  inmediataa  órdeues  de  usted  el  bata- 
llón Granaderos  del  Cu/.co,  cuerpo  que  aunque  niievameiite  for- 
mado, eB  compuesto  de  ciudadanos  abnegados  i  decididos  a  sa- 
uriñcarse  en  aros  de  la  patria  í  que  me  ha  dado  en  el  poco  tiem- 
[K>  que  está  a  mis  órdenes  his  mayores  pruebas  do  Bubordinacion 
i  de  moralidad,  marchándume  en  el  din  al  cuartel  jeneral,  a  tiu 
de  ver  si  puedo  allí  prestar  con  mas  eSciicia  algún  servicio. 
Dios  guarde  a  usted. 

M.   Ve  lardo. 


Je»bk^l  bn  jefe  del  rniMER  ejíkcito  dp.l  bur. 

Tacna,  marzo  18  de  ISSO. 

Seflor  coronel,  comandante  jeneral  de  la  primera  división 
del  ¡i."  ejército,  don  A.  Gamarru: 

Por  la  corbeta  llegada  al  puerto  de  Arica  el  día  ilc  ayer,  he 
recibido  comunicacioues  del  supremo  gobierno  por  las  cuales  bu 
H13T.  DR  LA  C.  DE  T.  1  A.  (i9 


—  54( 

dispone  que  las  fuerzas  del  \naaá< 
cedimietitos  a  loB  mandatos  <le  tni 
la  mayor  anidad  de  accíon  en  Ia3 

Eq  consecuencia,  déme  U.  S.  ci 
bélica  del  territürio  en  do», le  se 
tir  consulta  alguna  Rubro  la  Htio 
BOguir  en  liis  iiclwalus  circuustuiií 
ocurra  pucilíl  U,  S.  ri,'i;iljir  con  oj; 

Rio."  gfturde  ti  U.  S. 


II 


NTai.  ÜI. 

Alfa  de  I"  Villa,  .I/wj 

Señor  Jenerul: 

Olira  en  mi  poder  Ja  nota  de  f 
cual  me  trascribe  otra  del  aeílor  I 
paña,  felicitando  a  nombre  del 
propio,  al  batiillon  de  mi  m^nd!), 
cribe,  por  nuestra  coudiicta  obser 
de  loa  Anjeles. 

Nada  tnaa  grato  para  e!  bütallo 
pense  mejor  sus  pequeíSos  servid' 
las  felicitaciones  entusiastas  du  q 
sns  jefes  superiores.  Mi  eiter;)ü  f 

, clavos  solo  del  deber,  se  siente  or 

^  premiado  cuando  los   defenHoros 

guerreros  de  su  jiutria,  intorprcl 
le  traen  una  palabra  de  estimule 


^ 


lo  jazgo  para  todo  el  ejórcito,  cuyos  cuerpos,  cualquiera  de  ellos, 
llegada  la  oportunidad,  haráu  maüana  lo  mismo  i  aun  maa  de  lo 
que  a  uoaotros  cupo  hacer,  pue.slo  que  todoH  somos  cljileiios  i 
eü  todos  alienta  el  vigoroso  espíritu  que  infunde  el  amor  a  la 
patria,  que  impone  la  fuerza  ilci  deber  i  que  exalta  el  anlielo  je- 
seroso  hacia  la  gloria. 
Dios  guarde  a  V.  S. 

.}>Hin  M.i.rVncx- 


iir. 

PARTBS,   CARTaS    i    XüTAS    ISÉDITAS   SOBllE    Í.A    HKTIltADV 
ÜR  LA  DIVISIÓN  QAMARRA  DE  TOHATA  A  ARKQtlfA. 

(Parto  de  Gamarra) 
truEB.v  Dividió: 

Cantinas,  mai-^o  23  ik  ISHO. 
Seüor  contralmiraute,  jeneral  eu  jefe  de!  primer  ejérctto  del  sur. 
Señor  cuotralmirauto: 
A  pesar  da  que  por  couiuoicncion  do  fecha   13  del  que  cnrsn 


recibida  el  dia  de  hoi,  el  señor  coronel  secretario  de  Estado  en 
el  despacho  de  guerra  me  iadica  la  marcha  sobre  este  departa- 
mento del  seuor  jeneral  en  jefe  del  2.®  ejército  i  con  el  cual  debo 
entenderme  directamente,  creo  indispensable  participar  a  U.S. 
que  el  28  del  referido  mes  a  horas  5  A.  M.  fui  atacado  por  el 
enemigo  en  el  número  de  3,000  hombres  de  infantería,  900  de 
caballería,  7  piezas  de  artillería  i  2  ametralladoras  por  los  cos- 
tados derecho,  izquierdo  i  centro  del  alto  de  los  Anjeles  i  la  que- 
brada de  Tumilaca;  i  viendo  después  de  mas  de  dos  horas  de  com- 
bate la  imposibilidad  de  obtener  resultados  favorables,  pues  la 
superioridad  de  aquel  era  imnoisa^  resolví  salvar  a  todo  trance 
la  división  de  mi  mando,  para  lo  que  emprendí  la  retirada  con 
los  batallones  Granaderos,  Canohis  i  Canas  sobre  esta  localidad 
a  donde  he  llegado  sin  tener  la  menor  novedad,  pues  estos  han 
rivalizado  en  moralidad  i  disciplina. 

Lo  que  me  es  ffrato  participar  a  U.  S.  para  su  intelijencia  ma- 
nifestándole en  conclusión  que  mañana  emprendo  mi  marcha  so- 
bre Órnate  de  donde  continuaré  sobre  Arequipa. 

Dios  guarde  a  U.  S.  muchos  aüos. — S.  C  A, 

A.  Garíutrra.  (1) 


(1)  Conforme  a  su  promesa,  Gamara  pasó  desde  Órnate  ol  4  do  abril  na 
parte  mas  ciroanstanoiado  i  lleno  de  falsedades  i  de  faa Carroñadas.  No  lo 
reproduoimos  aquí,  tomándolo  de  su  proceso,  por  haberse  dado  a  luz  ea 
Lima  en  i^a  Patria  del  28  de  abril  de  1880.  En  ese  mismo  periódico  so 
publica  el  parte  del  mismo  juez  del  jefe  de  estado  mayor  de  Gamarra  doa 
Simón  Barrionuevo  en  que  habla  del  «memorables  22  de  marzo  dia  de 
agrieto  ^cuerdoD,  especialmente  por.  el  «orden  admirable»  de  la  retirada 
de  la  división,  todo  testual.  Parece  que  los  derrotados  dol  Perú  hubiesen 
fondado  una  sociedad  de  elojios  mutuos... 


CoUlh'DANCIA  Dt:L  DATALLn.N 
GUANADEBOS  DBL  CfZCO.  • 

O/nate,  31  di-  inar^a  ,/r  1S')0. 
AI  eeñor  teniente  coronel  jefe  del  estado  ninyor  divisioii:tr¡t): 

(Jumiilo  con  el  deber  'de  poner  en  conocimioato  de  uated  Isi 
porte  que  el  cuerpu  de  mí  miuidi)  ha  tomiklo  eu  la  babitUa  del 
Alto  de  ¡OB  Anjeles  eu  la  madrugada  del  22  de  loa  corrientes  c(:ii 
fuerzas  enemigas. 

El  20  a  la  madrugada  entré  con  iliclio  cuerpo  al  punto  del 
Arrastrado  que  está  a  retaguardia  de  aquel  higar  en  el  quy  so 
rennió  toda  la  dirisíon. 

£1^21  se  comoaicó  la  orden  jeueral  por  la  cnal  debía  el  liata- 
ilon  Gran  cubrir  la  derecha  i  el  uiío  la.  izquierda  do  la  linea  o, 
lo  qae  es  lo  miümo,  otiuel  el  punto  do  los  Anjeles  í  el  ñltirao 
Quilinquile,  alendo  jefes  de  la  líuea  de  cada  uno  de  estos  puntos 
loa  respectivos  primeros  jefes  de  cuerpos  i  debiendo  el  que  co- 
malido prestar  el  servicio  del  modo  siguiente:  poner  de  dia  una 
avanzada  de  20  hombres  al  mando  de  su  respectivo  oficial  i  de 
noche  una  compaüfa,  sirviendo  de  reten  el  resto  del  batallou, 
sin  moverse  ésto  do  su  campamento  por  estar  iamediata  a  la 
trinchera  indicada,  siendo  de  la  responsabilidad  de  diclioa  pun- 
tos los  jefes  de  servicio  con  sus  respectivos  cuerpos. 

A  la  una  A.  M.  del  22  tuvo  aviso  la  comandancia  joncral  do 
que  el  enemigo  se  niovia  sobre  Samegua,  i  entonces  usted  como 
jcfo  de  estado  mayor  ordenó  que  los  cuerpos  se  pusiesen  sobre 
las  armas,  lo  que  se  efectué. 

El  señor  coronel  comandante  joneraí  de  la  divi.siiin  por  órga- 
no de  usted  ordenó  que  la  neeta  compaílfa  de  uii  batallen  que 
estaba  de  avanzada,  conforme  a  la  orden  jeueral,  descendiera 
inmediatamente  al  rio  de  Tumilaca  a'  órdenes  del  2/  jofo  del 
cuerpo,  Barjento  mayor  don    Francisco   Garcíii,  u  inped'r  nial- 


—  550  — 

quiera  invasioa  que  por  ese  costado  pudiera  hane: 
que  el  vacío  que  esta  dejaba  lo  llenara  una  cotup: 
llon  Cunchis.  lo  que  tacábieu  se  verificii. 

A  ka  5  de  la  misma  mañana  rompió  el  onemi 
sobre  aquel  costado  i  luego  se  sintieroa liia  detODU 
iiimefísa  iiifanteña  i  artillería,  a  poco  rato  so  vio  q 
goa  hacían  fuego  en  retirada  i  que  diclia  seata  con; 
cía  la  carga  con  denuedo  i  valor;  eutóuces  el  se& 
mandante  jeueral  dispuso  que  la  reforzara  la  prime 
que  fué  la  que  estuvo  en  ese  acto  en  Quilinqiiile,  t 
monte  se  dio  cumplimiento. 

Entre  tanto  que  esto  sucedía  en  el  lado  izqoierd 
cha  hubo  un  acontecimiento  triste:  el  enemigo  Uat 
alturas  del  cerro  Estuquiña  que  domina  los  Anjtsl 
al  batallón  Grau,  i  estendido  sus  fuegos  sobre  el  : 
visión  formada  en  columnas  paralelas  en  el  punto 
do.  Entonces  el  señor  coronel  comandante  jeneial, 
do  lo  diñcí!  de  la  situación,  ordenó  que  desfilara 
punto  de  Yacango  en  el  orden  siguiente:  Oanchii 
antes.  Canas  i  el  cuerpo  de  mi  mando  un  poco  df 
así  mismo  se  cumplió  en  un  orden  de  disciplina  i 
que  habrá  pocos  ejemplos  en  las  retiradas  qi¿c  kan 
cilos  bajo  los  poderoHos  fuegos  del  enemigo. 

A  la  salida  del  Arrastrado  el  señor  coronel  com 
ral,  tomó  el  mando  do  la  primera  compaÍLÍa  de  mi 
estaba  n  órdenes  inmediatas  de  su  capitán  ol  mo 
don  Andrés  A.  Bujazon.  Con  ella  hizo  retroceder 
impidió  que  los  soldados  del  batallón  Atacama  ooi 
lestando  nuestra  marcha,  habiéndose  perdido  cuai 
de  tropa  que  murieron  cu  este  combate,  A  la  di  vis 
en  Yacango  se  incorporó  poco  después  el  .señor  ci 
dante  jeneral  sin  la  espresada  primera  compañlf 
impuesto  que  esta  la  había  hecho  descender  por  I 
cerro  Baúl  a  protejer  las  dos  compaQías  que  se  ha 
la  izquierda  de  Tumilaca.  Llegó  la  división  a  la  p 
en  cuyo  sitio  eupímos  que  la  caballería  enemiga  i 


punto  dengminailo  «Ilabaya,»  douJe  híoimos  alto.  En  este  pan- 
to podíamos  sostener  iiu  segundo  ataque  con  grandes  ventajas 
de  nuestra  parte.  No  tnvo  Ingiir  porque  el  seilor  coronel  coman- 
dante comprendió  indudablemente  (¡ue  Imbria  aldo  ])el)groso 
efectuarlo,  atendiendo  que  en  este  sitio  se  Labian  reconcentrado 
todaa  las  familias  do  los  emigrados,  mujeres,  ancianos, "nio os, 
cargas,  equipajes,  acémilas,  ganndos,  etc.,  por  consiguiente  con- 
tinuamos nuestra  marcha  hasta  Chuculai,  donde  la  división  hizo 
alto.  En  la  madrugada  contiuuainos  nuestra  marcha  durmiendo 
en  Chnculnj.  Hasta  este  punto  vino  cubriendo  la  retaguardia  la 
primera  coiupañta  de  mi  cuerpo  a  las  inmediatas  órdenes  del  je- 
fe de  estado  mayíir  de  la  división  i  sarjento  mnyor  graduado 
Bujaaon  i  ae  incorporó  en  aquel  punto  a  las  once  do  la  noche: 
descendimos  a  Caruraas  donde  descamamos  cinco  dias;  i  des- 
pués de  organizada  la  divinion  m;irchamo.-i  a  ocupar  este  pueblo. 
Por  todo  lo  esiíuesto  verá  ese  estado  mayor  divisionario  que 
ej  cuerpo  de  mi  mando  ha  prestado  a  la  causa  nacional  los  ser- 
vicios que  se  le  ha  ordenado  prestara. 

Él  batallón  Grauaderos  fué  el  primero  que  rechazó  al  enemi- 
go en  el  rio  de Tumilaca  haciéndole  huir  despavorido,  batiéndose 
contraías  tres  armas  i  hubieudo  perdido  a  su  jefe  el  s:írjento 
mayor  don  Francisco  García,  cuyo  paradero  se  ignora,  pero  que 
conste  a  Ud.  que  quedó  mal  herido  en  el  campo  du  batalla  i 
perdido  también  al  teniente  don  Nicolás  Uoncul,  comandante 
de  esa  compañía,  al  teniente'  d'm  Gaspar  Coello  de  qnienei  kc 
asegura  que  cayerou  prisioneros,  el  subteniento  don  Julián  V¡- 
llavicencio,  quien  R«  hallaba  en  los  Aujcloí  custodiando  muni- 
cionen lltívadíis  a  aquel  ¡inntn  por  orden  de  la  couiamlaricia 
jeneral  como  el  ma^  a  iirop'Vsitu  para  el  uso  de  cII.ts,  ialos 
arrieros  i  bestias  que  condujeron  jiertrecbos  de  refuerzo  al  refe- 
rido pimtit  de  Tutuilacu. 

Fiuabneute  el  batallón  (;r.iiiadí:ros   pi'otejii»   l.\   retirada  di; 


—  552  - 

toda  líi  tlivision  en  nquel  memorable 
un  ^alor  desmedirlo  c!  teniente  don  } 
tenientes  don  Mariano  García  i  don 
Es  todo  lo  que  tengo  el  honor  de 
ponerlo  en  conocimiento  siipeiior, 
porte  sin  rrcomemlar  como  trcomieiu 
i  calor  de  todos  los  sciioresjf/cs,  o/u 
frente  dd  nicin'ijo  en  tan  penosa  red. 

Dios  guarde  a  Ud. 


(Parte  de!  comandanto 
R.  P. 


ñeñor  comandnnte  jefe  (íe  e 
nion  del  il."  ejército  del  sur: 

Pongo  en  conocimiento  de  UJ.  q 
dia  de  ayer  las  5  oonipaníns  del  cu 
mado  nn  tumulto  dando  loa  gritos— 
avanzaron  a  la  puerta  de  la  iglesia  di 
Eoldadoí",  el  uno  fugí')  í  el  otro  fué  to 
n  los  demás  contuvieron  el  capitán  i 
liftsta  ponerlos  en  orden. 

Las  cansas  del  deecoiiteiit-o  de  la 
deserción  son  no  tener  «ocurro  ni  cal 
porque  la  que  tienen  está  mni  vieja, 
hersc  esparcido  la  noticia  de  que  ( 
otro  al  ji'fe  de  Cnnaa,  relevanln  al  qi 
Ifi.  tiopa  con  soconxi  diario  que   le  si 


—  554  — 

con  los  íiierüos  irregulares  por  la  parí 
evento  reconcéntrese  con  el  coronel  I 
gran  refuerzo. 


Lo  que  me  es  grafo  poner  en  conocí 

Dios  guarde  a  U.  S. 

C.  Alfonso 

(Tolegrama  del  aub-jefe  de  estado  mayo 

Arequipa 

(De  Cam&ii¿  6.25  P. 

Señor  coronel  Gnmarra, 
Aieqnipa. 

Regrese  nsted  en  el  acto  a  íecona 
llegaré  el  viernes  i  daremos  el  grito  de 


(Nota  del  jefe  de  estado  majot  del 


Señor  coronel  Qamarra: 

No  hai  en  esta  plaza  nn  local  aparen 
dad  la  división  que  U.  8.  mandaí  por 
qne  ocupe  el  pueblo  de  Faucaparta,  qi 
i  de  buen  temperamento,  hasta  que  no 


Sedor  comandante  jeneral,  ooro&el  Gamara. 

Mi  estimado  amigo: 

CoDtesto  por  fiílta  de  tiempo  ea  do3  palabnia  m  apreciable 
del  35  de  tos  corríentoa  qne  he  leido  con  ínteres. 
Encontrará  nsted  eu  Paucapacta  lo  que  necesita. 

Su  amigo  S.  S. 

C.  Alfonso  González  i  Orbegoso. 

F.  B. — No  tenemos  cnarteles  desocupados  en  eato.  En  Pan- 
carpata  he  ordenado  se  les  aliste  alojamiento.  Después  arregla- 
remos con  usted  mismo. 

(Nota  del  jefe  de  estado  mayor  del  2.°  ejército  del  iinr.) 

ESTADO  MATOU  RE  I.&S  FDKRZAB. 

Arequipa,  abril  13  de  1880. 
Señor  coronel  don  Andrés  Garaarra. 
Seflor  coronel: 

Recibido  anoche  el  estimable  oficio  de  ü.  S.  de  esa  focha,  me 
es  grato  decirle  en  contestación  lo  siguiente : 

El  seflor  coronel  aub-jefe  de  este  estado  mayor  jeneral  don 
Isaac  Recabárren  a  bu  ingreso  a  ¿ata  de  la  capital  de  la  repúbli- 
ca, ha  traído  instrncciones  del  Supremo  Gobierno,  para  organi- 
zar dos  divisiones  qne  sirvan  de  vanguardia  al  2."  ejército  del 
sur  i  con  este  motjvo  se  ordenó  la  oontluuacion  de  la  marcha 
de  los  batallones  quo  componían  la  división  que  U.  S.  mandaba 
los  que  bao  sido  refundidos  on  los  cuerpos  siguientes:  en  el  ba- 


—  55G  — 

tiillon  Apuriinac  el  batiillon  Ciincliis  i  iir 
el  batallón  Lejion  Peruana  el  batallón  ( 
el  resto  de  Cunaií  para  que  estos  dos  cuei 
llon  Himocané  i  el  rejiínieiito  2  de  Ma 
dotaciones  de  artillería  formen  las  doa  di 
deben  operar  sobre  el  enemigo,  siendo 
Ift  primera  el  señor  coronel  don  Juan  I 
giiuda  el  señor  coronel  dun  Marcelino  G 
en  jefe  por  el  señor  coronel  Recabárren. 

ha  relación  anterior  es  la  verdad  pura 
este  estado  mayor  Sfipa  la  condición  en  qi 

Con  lo  espuesto,  U.  S.  procederá  seguí 

Dios  guarde  a  U.  S. 


(Rl  epílogo  do  la  «lieri'iion  fctiíadao 

Señor  «Ion  Andrés  Giiuiiirra. 

Ari'qiiijii.t 

Querido  amigo: 

Sui>lÍciJ  a  usted  no  entre  a  05t;i  cUidi 
hnllii  pri;¡>n,ri"lo  a  ihn'  a  XAfci  de  prJrali 

Yo  estol  pírstiUíliendo  al  pueblo  p:tnv 
semejante  cosa,  poro  no  obedecen  i  b.in  p 
Km  <kl  .V'xfi  para  ipie  se  lo  fusile  a  ustt 

Su  afedÍHÍino  ¡iniigo. 


niantl^ntc  UuMi^  i  de  H  C'k/.iilurQ*.— lil  i|uo  se  oica¡ 
Lloga  el  coninndaute  Uublí'  Aliiiciil.i  ¡il  Pacay  i  e 
duiíilü  cii  ju/.a:nl«  on  uousojo  ilu  giiorrd  i  iibsut'lto.— 
pai'tc  <i(!  lio  a  pouor  Uoi[iiC'i  :il  Oiill.io. 


I. 

Eu  la  tarde  del  dia  24  de 
qne  el  victorioso  jeneral  Baquei 
las  alturas  de  Torata,  acampaba 
su  divigioa  i  como  para  lavga .  < 
no  si  bien  engañoso  valle  de  M( 
llon  Búlnes  en  el  pueblo  para  6 
cía,  los  cuerpos  de  infantería 
Villa  i  los  escuadrones  esparcid 
del  rio  a  la  sombra  de  los  palto 
yos;  pues  allí  estos  frondosos  á 
i  nocivo  fruto,  se  alternan  en 
vivos. 

La  jente  estaba  coatenta,  el 
do  i  abundante,  la  comunicacio 
hallaba  regularizada  por  trenes 
ba  al  buen  pasar  de  los  oficíale 
gallinas  de  la  cazuela  que  el  bu 
de  Francia  ambicionaba  para  SU; 
poco  la  chicha  haya  que  es  el  c( 
cidad  del  chileno  i  que  algunos  i 
i  borrachos  trabajaban  a  hurtac 
ricos  jagos  del  valle  escapados 
partana  do  su  caudillo.--8La  Ci 
decia  un  empleado  de  la  sanidat 
dorando  el  agrado  de  su  reside 
Moquegua,  antes  de  la  aparicio 


tíidor.  A  esto  se  une  el  continuo  cantar  de  los  pa- 
jaritos que  los  hai  en  abundancia,  i  que  solo  es 
interrumpido  de  cuando  en  cuando,  por  algún  tiro 
de  Comblaia  de  algún  centinela  que  anuncia  la 
vista  del  enemigo. 

íYo  estoi  en  pié  todos  los  días  de  cinco  i  me- 
dia a  seis,  i  veo  diariamente  salir  el  sol  que  da  al 
campo  el  aspecto  mas  bello  cuando  caen  sus  rayos 
sobre  las  bojas  todavía  mojadas  porlaearaancba- 
ca  de  la  noche. 

jNuestro  alimento  acá  es  de  príncipes,  pues 
diariamente  comemos  gallinas,  chancho,  conejos, 
i  también  carne  de  llamas;  pues  todo  abunda  en 
este  valle  i  también  se  encuentra  en  las  muchas 
caBas  'que  los  peruanos  por  su  precipitada  fuga 
han  dejado  abandonadas. 

iTodas  las  haciendas  están  con  sus  bodegas  lle- 
nas de  licor  i  vinos  riquísimos,  los  que  se  han 
mandado  echar  al  rio  para  evitar  tentaciones  a  la 
tropa.  La  casa  que  ocupamos  tiene  en  sus  bode- 
gas novecientas  cuarenta  barricas  de  vino,  i  seis 
de  escelente  pisco.»  (1) 


(1)  Cart»  de  don  Eujeiiio  Peüa  Vicuna  d^ade  el  casorio  de 
San  Julián,  donde  se  hallaba  establecida  en  el  valle  la  ambu- 
laocia  Valparaíso  que  acompaüaba  a  la  2.*  divisioa. 


i; 

Aquelliv  plácida  pero  1 
Edén  que  encabria  bajo  c 
cbe  la  serpiente  de  asohi 
ponzoña,  fué  solo  interrní 
zo  poi"  una  ejecución  mili 
saínente  en  el  patíbulo  ui 
graciado  rcjimiento  2."  < 
María  Vidal.  Fué  causa  > 
dado  muerte  a  un  penian 
do  algo  ebrio,  dentro  de 
de  facción  al  cuidado  de  i 

Como  era  un  valiente  < 
joven,  instruido,  para  su 
venido  batiéndose  bajo  li 
i  quebrantado  rcjimiento 
se  la  oficialidad  de  toda  li 
vida,  i  la  defendió  con  ci 
ante  el  consejo  de  guerra 
don  Antonio  Silva  del  C 
el  noble  tributo  de  nn  ■ 
cruenta  guerra.  La  inílc: 
za,  de  la  que  no  se  a¡>ai 
Baquedano,  le  llevó  sin 
despocbo  de  todos  los  csf 
esa  impasible  i  rjilijiosa  b 
co  de  todos  los-  soldados  > 


No  habia  descuidado  tampoco  el  dilijentc  jene- 
ral  Baquedano  la  indispensable  operación  de  Iia,- 


(1)  Al  sentarBe  en  el  banco,  el  cubo  Vidal,  mozo  <le  24  años, 
solicitó  permiso  para  hablar,  i  dospues  de  pedir  perdón  por  bu 
involuntario  delito  a  sus  conipaüeroa  de  armas  i  de  recomeo- 
darles  la  abstiaencia  i  la  disciplina,  se  espresó  en  estos  términos 
testuaics: — «Oompaileroa,  lo  único  que  aiento  es  morir  sin  ter- 
minar esta  campaQa  tan  gloriosii  paní  Cliile.  Kn  naJa  siento  la 
muerte  como  no  poderlos  acompafiar  a  Tacna  i  Aricii,  para  que 
me  pagaran  loa  cholos  la  de  Tanipacil.i'  I  luego  agregó:  «¡Arri- 
ba tiradoresl»  cayendo  a  la  primera  descarga.  (Carta  thl  capí- 
tan  Teran  del  Santiago  a  sie  esposa.  Moqueijiia,  abril  1."  tk 
1880). 

BIST.  DE   LA.  R.   DB   T.    I  A:  71 


f— 


—  562  - 

cer  ejecutar  reconocimientOE 
mente  hacia  su  espalda,  qut 
ban,  por  una  aberración  de 
minos  que  deberían  conduc 
consecuencia,  el  alférez  de  ' 
don  Manuel  Balbontin  salió 
de  marzo  con  un  pelotón  de 
cabeceras  del  valle  de  Locui 
per  con  su  mitad  de  Cazador 
ferior  de  aquel  valle,  que  en 
áspera  quebrada  i  en  el  llano 
verdura. 

IV. 

Pero  mientras  las  cosas  pa 
cado  reposo  en  el  valle,  sor 
los  ánimos  i  rujia  escondida 
del  vecino  puerto.  Hemos  yj 
i  las  peripecias  de  la  violeni 
naba  entre  las  tres  mas  altas 
ejército,  encargadas  de  la  cí 
bilidad  de  la  campaña:  el  mi 
el  jeneral  en  jefe  i  el  jefe  de 
deplorable  estado  de  cosas  u 
indefinidamente;  i  al  fin,  a  ' 
de  detalle  que  luego  se  bicie: 
mo  funcionario  bizo  formal  i 
el  28  de  marzo  ante  el  miáis 


\ 


—  564  - 

ministro  i  el  gobierno.  Per 
Iqniqne  que  el  señor  Sotomí 
netamente  la  alternativa  en; 
pia  i  la  del  jeneral  Escala,  i 
bia  estado  unánime  por  ace] 
también  en  la  capital  que 
misma  unanimidad  de  paree 
cesor  que  deberia  darse  al 
adelantado  el  ministro  del 
María  la  idea  de  confiar  el  n 
coronel  Velazquez,  dáadol 
mayor  a  don  José  Francisco 
el  presidente  de  la  repúblic 
con  su  ministro  favorito  e 
apoyado  en  la  ordenanza  mil 
el  mando  del  jeneral  Baquec 
Cuatro  dias  pas&  el  mínisi 
bre  seguro  en  sus  resolución 
dio  en  concebirlas  i  aun  ma! 
lando  en  Iquique  por  el  tel 
BUS  colegas  de  la  capital  ¡3 
que  la  salvación  del  ejército 
mente  por  las  disensiones,  r 


(1)  En  lii  sección  (lestinadü  a  los; 
blicamos  algunas  de  l:i3  piezas  int 
(jue  arrojau  cierta  luz  sobre  las  ca 
que  dierou  por  resultado  ei  cambio  ( 
cito. 


Qos  poderes  para  hacer  i  deshacer  en  la  campaña 
de  mar  i  tierra. 

VI. 

Encontrábase  en  aqnel  puerto  desde  el  dia  28 
de  marzo  el  jeneral  Baquedano,  llamado  con  ur- 
jencia  por  un  telegrama  del  secretario  del  jeneral 
en  jefe  don  José  Francisco  Vergara;  pero  aunque 
era  notoria  la  diverjencia  que  reinaba  entre  los 
caudillos,  nada  se  le  comunicó  de  lo  que  pasaba. 
Solo  a  la  mañana  siguiente  del  arribo  del  minis- 
tro se  le  hizo  saber  que  la  renuncia  del  jeneral 
Escala  había  sido  aceptada  junto  con  la  del  jefe 
de  estado  mayor,  i  en  consecuencia  ese  mismo  dia 
fué  dado  a  reconocer  como  jeneral  en  jefe  el  je- 
neral de  brigada  don  Manuel  Baquedano  i  como 
su  segundo,  a  título  de  jefe  de  estado  mayor,  el 
comandante  de  artillería  don  José  Velazquez. 

VJI. 

Aquella  doble  elección  era  en  sí  misma  feliz, 
porque  ella  confiaba  la  suerte  de  !a  campaña  a 
dos  verdaderos  soldados,  jóveucf!,  animosos,  infa- 
tigables para  el  trabajo,  ríjido  el  uno  como  la  loi 
(condición  del  ánimo  que  las  últimas  luchas  in- 
testinas hacían  particularmente  precisa);  abierto 


el  otro,  como  jefe  i  creador  de  una 
na,  a  todas  las  ideas  i  cambios  pi 
progreso  militar. 

Ambos  eran  comparativamente 
desde  lejos  la  altura  del  puesto  que 
biendo  nacido  el  jeneral  Bjiquedaní 
en  1825  i  el  comandante  Velazque 
milde  aldea  del  departamento  de 
chuncaví)  en  1834.  El  jeneral  Baqii 
consecuencia  54  años.  Su  segundo 

VIII. 

Pasiéronse  los  nuevos  jefes  del  e 
jante  vigor  a  la  tarea  de  restituir  1 
los  espíritus  alterosos  i  a  prepara 
después  de  tanto  tiempo  perdido  er 
i  en  x-encillas  nimias,  los  elementos 
que  el  ejército  necesitaba  tanto  co 
dia  para  emprender  su  marcha  há( 
que  hacia  40  dias  habia  venido  a  1 
visto — ¿quién  lo  hubiera  sospeehai 
mas  esencial. 

Para  aquellos  fines  el  nuevo  jen 
junta  de  guerra,  i  después  en  el  f 
banquete,  a  todos  los  jefes  del  ejér 
da  humildad  solicitó  la  cooperacioi 
en  nombre  de  la  patria,  haciéndole 
unidos  serian  invencibles. — «Sin  ui 


rador  desde  cualquier  punto  q 
cía  el  norte  o  hacia  el  sur. 

Por  su  parte,  los  peruanos 
desde  Tacna  bácia  aquellos  pa 
guerrilleros  que  mandaba  el  ( 
con  el  nombre  de  Flanqueadoi 
doscientos  hombres  tan  coban 
tados;  i  vamos  a  dar  cuenta  dt 
aquellas  correrías  por  las  pan 
desierto  dieron  lugar. 

XI. 

Referimos  ya  que  desde  fint 
emprendido  una  escursion  d 
arranques  andinos  de  la  queb 
donde  están  los  parajes  i  villo 
baya  i  Mirave  (este  último  fau 
de  armas  en  la  guerra  de  la 
alférez  Balbontin,  í  en  seguida 
ferior  de  aquel  valle  el  alférez 
de  Moquegua,  camino  del  Hos 

Pero  a  esas  mismas  horas  i 
bia  tomado  a  su  cargo  una  d 
activo  i  entendido  comandantt 
Almeida,  jefe  de  estado  maj 
Amunátegui  i  autor  de  un  escelente  tratado  de 
reconocimientos  i  avanzadas,  impreso  reciente- 
mente en  Antofagasta. 


cimiento  hacia  Locumba  por  el  lado  de  la  costa, 
acompañado  solo  de  un  guia  i  cuatro  jinetes  bien 
DíODtiidos.  Pero  eri  el  cuartel  jeneral  se  le  obligó 
a  llevar  consigo  una  escolta  de  24  hombres,  Ca- 
zadores i  Granaderos,  lo  que  dio  lugar  a  un  lamen- 
table contraste,  i  fué  de  esta  manera. 

xir. 

Plisóse  en  marcha  el  comandante  Dublé  a  las 
ocho  de  la  noche  del  último  dia  de  marzo  llevan- 
do como  práctico  un  soldado  del  4."  de  línea  llama- 
do Amador  Figueroa,  quien  como  de  costumbre 
resultó  poco  perito  i  trascordado  en  sus  itinerarios. 
El  chileno,  nacido  de  ordinario  entre  las  breñas, 
Qo  es  buen  guia  en  la  llanura  sino  cuando  tiene 
divisaderos,  por  lo  opuesto  al  arjentino  i  al  perua- 
no, hijos  de  las  pampas  sin  marca  i  de  los  méda- 
Dos  sin  horizontes. 

El  comandante  Dublé  se  dírijia  ahora  hacia 
Locumba,  no  por  la  vuelta  del  Hospicio  sino  atra- 
/esando  diagonalmente  el  desierto  por  la  ruta 
\ue,  por  el  mes  de  junio  de  1821,  recorria  el  jc- 
leral  Miller,  de  Tacna  a  lio,  para  visitar  sus  en- 
'ermos,  acompañado  de  un  famoso  práctico  que 
labia  imitar  con  admirable  perfección  el  relincho 
leí  raballo  1  el  i-ebuzno  de  las  acémilas  i  de  los 

HIBT.  DR  LA  C.  DE  T.  I  A.  7S 


—  570  — 

asnos,  cualidad  inapreciable  en  aquellos  parajes 
en  que  el  hombre  dejado  a  pié  queda  dentro  de 
una  sepultura. 

Por  consiguiente,  caminando  toda  la  noche,  la 
corta  carabana  amaneció  medio  a  medio  de  la 
pampa  arenosa  que  separa  a  lio  de  Locumba,  i 
desde  allí,  echando  los  jinetes  víveres  i  cebada 
para  tres  dias  en  sus  morrales,  devolvieron  al 
puerto  las  muías  de  carga  i  se  encaminaron  cau- 
telosamente al  pago  de  Si  tana,  primer  paraje  ha- 
bitado del  valle  de  Locumba  en  aquella  dirección 
i  situado  en  un  ribazo  de  secano  de  su  rio. 


XIIL 


A  ese  punto  llegó  la  descubierta  del  coman- 
dante Díiblé  a  las  nueve  de  la  mañana  del  I.""  de 
abril,  i  desde  allí  despachó  su  jefe  como  parla- 
mentario al  pueblo  de  Locumba,  miserable  aldea 
de  300  pobladores,  al  valiente  capitán  Hojas  Al- 
meida,  su  deudo,  que  voluntario  le  acompañaba. 
La  tropa  era  mandada  por  el  alférez  de  Cazado- 
res don  Luis  Almarza,  mozo  arrojado,  hijo  de 
Chillan  pero  de  familia  de  Rancagua,  estirpe  de 
bi'avos  conocida  desde  la  Independencia  i  desde 
Yungai. 


i  titulíibíi  cónsul  en  Locamha,  cuso  estriiño 
erríi  tan  adeutro,  ü  no  kct  que  el  cónsul  i  el  cu- 
i  fueniii,  como  nosotros  lo  ereenios,  dos  figuro- 
5S  de  coiKedia  que  representaban  un  papel  bien 
.tudiado  en  la  mañana  i  cuyo  protagonista  era 
gaerrillero  Albarracin,  diestro  desde  su  moce- 
id  en  lita  celtidíis. 


XV. 

En  consecuencia  de  todo  est 
propias  reglas  i  advertencias  1 
dante  Dublé  penetró  incautat 
tentado  por  el  ofrecimiento  d( 
ave  del  paraiso  del  apetito  ch 
mesa  del  finjido  párroco  con  si 
I^ojas  i  Almarza,  sin  tomar  n: 
colocar  un  centinela  en  la  ton 
mientras  los  soldados  se  desayii 
el  pórtico  de  la  iglesia,  teniendí 
riendas.  Por  en  parte,  lus  tres  ( 
jado  sus  caballos  a  las  puerta 
por  el  ronzal  a  una  baranda,  a 
sarjento  Vicente  Espinosa  i  de 
ble,  un  soldado  despierto  llama 

Parecia  ciertamente  incompr 
credulidad  del  jefe  de  la  esploi 
dado  naturalmente  malicióse,  c 
bra  siquiera  un  singular  pedid 
cura  de  la  comedia,  solícitand 
cuantos  de  sus  soldados  para 
muerto  en  el  cementerio,  cuad: 
desde  allí  se  divisaba  en  tina  k 
nante....  Negóse  al  empeño  el  j 
al  decir  del  honrado  sacerdote 
de  dos  horas,  i  probablemente  i 


vivu  »iuuri»jiuiu  ^nru  ui  casu,  uuuiu  i^uu  uiii  cu  t^i 

cementerio  donde  ti  esas  horas  hallábase  ya  arma- 
da la  escondida  trampa  tan  injeniosamente  urdida 
por  los  guerrilleros  de  poncho  i  de  Botana. 

xvr. 

Fuera  en  efecto  que  Albarracín  hubiera  subi- 
do a  la  cabecera  del  valle  de  donde  según  la 
creencia  posterior  del  comandante  Dublé,  le  es- 
pantara la  aparición  de  la  corta  partid/i  del  al- 
férez Balbontin,  lo  que  juzgamos  dudoso;  fuera 
que  aquel  se  hubiera  mantenido  escondido  en  los 
alrededores  de  Locumba,  como  parece  cierto, 
tenia  esa  maüaua  oculta  su  tropa  en  el  claustro 
del  cementerio  i  en  las  viñas  que  por  todas  par- 
tea rodean  la  montuosa  aldea.  I  notando  desde 
sn  escondite  que  los  confiados  chilenos  no  llega- 
ban con  el  muerto  al  hombro,  lanzó  su  jente  a 
manera  de  manada  por  las  entradas  de  la  plaza 
disparando  con  gran  estrépito  i  algazara  sobre 
los  desmontados  jinetes,  cuyos  caballos  espanta- 
dos por  el  ruido  huyeron.  I  sucedió  de  esta  suerte 
que  la  primera  intimación  que  los  oficiales  chile- 
nos recibieron  de  la  sorpresa  fué  una  descarga 
hecha  del  interior  del  patio  en  cuyo  fogón  hervía, 
servida  por  mujeres,  la  pérfida  cazuela,  i  el  grito 
de  alarma  del  alentado  sarjento  Espinosa:—/^/ 
enemigo,  mi  comandante! 


XVII. 

Los  esploradores  do  Pacocha  ema 
diez,  i  estaban  a  pié;  do  modo  que  moi 
lio  era  ealviirse.  Lograron  esta  fortuni 
dante  Dublé  Alineida,  el  Karjento  E 
asistente  Muñoz  i  un  soldado,  valiente 
de  Piiehaeai,  llamado  Nicanor  Ahuma 

Pero  Albarríicin  halvia  mandado  cor 
salida  que  los  fujitivos  encontrarían  há 
pa,  i  por  aquel  desñladero  era  punto 
imposible  abrir.se  paso.  Acometió  sin  ei 
lero.saraente  el  comandante  Dublé  a  la 
le  cerraba  el  camiuo,  yendo  adelante 
Ahumada,  haciendo  un  remolino  con 
dando  desaforados  gritos  de  reto  a  los 
cholos.  Lograron  así  pasar,  rccibiendt 
el  caballo  del  comandante  chileno;  i  t 
seguida  a  los  cerros  qne  se  empinan  h; 
te,  tomaron  el  camino  de  Moquegaa  j 
cazadores  que  habían  escapado  felii 
opuesto  rumbo.  Todos  los  demás,  iuelí 
cíales  Rojas  i  Almarza,  que  fueron  1 
tiiunfo  a  Tacna  i  a  la  Paz,  cayeron 
muriendo  seis  u  ocho  de  aquellos  bni 
derse  defendei*.  Solo  el  centinela  que 
torre  hizo  uso  de  su  carabina  i  vengó 
(jon  la  de  un  guerrillero.   Un  astuto 


—  57 

OHiggins,  de  la  cañonera 
Angamos  recientemente  e 
i  armado  en  guerra,  i  del  ^ 
acarreos. 

No  cabe  en  el  marco  d< 
cuadro  de  las  operaciones 
por  objeto  preparar  la  n 
interesante  i  dilatado  de 
bien  complementario  del 
remos  sencillamente  la 
aaiatir  a  los  preparativos 
diterránea  que  debia  con< 
los  dos  meses  de  su  desen 
i  en  pos  al  Alto  de  la  Ali¡ 
i  fuerte  con  la  demora,  1* 
unido  del  Perú  i  de  Boliv: 


_  578  — 

sino  que  se  nos  lleve  al  combate,  estamoa  i 
tos  con  el  jefe  ({lio  albinos  cnnduzca  sin  desvian 
vAlit  tieae  usbeil,  amigo  mió,  conilciisado  a 
bre  la  situación. 

uLaa  paredes  del  cuartel  jeneral  han  teuid< 
lo  que  es  una  desgracia,  i  muchísimas  letiguí 
desgracia  harto  mayor.  Por  eso,  mieofcraí  el  jei 
vo  aquí,  no  habiii  en  el  ejército  quien  no  estii 
lu8  interíoridailes  de  BU  despacho.  Así  se  han 
sas  que  debieran  permanecer  secretas,  i  así  hai 
diarioB  de  esa  ciudad  noticias  que  correspondií 
pero  evidentemente  deafígnradoB  por  la  malic 
rea  i  de  los  comentadoreB. 

íPor  este  conducto  se  supo,  por  ejemplo,  c 
la  guerra  exijió  repetidas  veces  al  jeneral  £a 
resueltamente  su  papel  de  jefe,  i  tomara  la  iai 
raciones;  que  fuera  en  una  palabra,  la  cabezi 
brazo  que  ejecuta,  asumiendo,  naturalmoute,  t 
ponsabilidad  de  sus  actos.  No  dicen  los  ecos 
ferencias  qué  contestó  el  jeneral  a  estas  insi 
consta  que  nuuca  se  resolvió  a  salir  de  su  papi 
caracteriza  todo  el  período  de  su  maudo  a  una 
inerte  e  inquebrantable;  resistencia  que  nos  hi 
nos  durante  largos  meses  eu  naa  inacción  mal 
tusiasmo  i  que  enjendrd  el  fastidio  que  roia  coi 
de  nuestros  soldados. 

»Poro  yo  le  perdono  al  jeneral  Escala  su  fu 
BU  inactividad,  su  ausencia  de  los  campos  de  I 
suspicacia  de  su  carácter,  su  afición  a  las  inte 
taciooea  de  oficina;  lo  que  no  puedo  perdonar' 
troducido  una  desmoralización  profunda  hasti 
los  huesos  de  este  ejército  organizado  con  tí 
tanta  intelijencia  por  el  jeneral  Arteaga,  i  de! 
tan  justamente  orguUoaoa. 


CAPITULO 


LOS    PAJONALES  DE 


Actividad  i  conooi'dia  qne  reioa  en  el  campan 
jenoral  líaquedano  toma  el  mando  dol  ejúr 
qncgiia  i  el  puerto,  i  doloroso  accidente  q\ 
VI! u. — Pasatiempos  en  el  campameuto.— ü 
tito  acmpacochado».— Oportunaa  relloxion 
ineficacia  de  la  campaña  hScia  Tacna. — Li 
iiiiamauei-a  alarmante  ou  lio  i  en  Moqn 
mover  el  ojtrcito. — El  accrotario  del  jene 
es  nombrado  comandante  jeneial  de  caball 
te  uonibiamieiito  cansa  en  ios  jefes  de  esa 
desplega  notable  actividad,  se  traslada  a  S 
ría  bacía  Locnmba  el  8  de  abril. — K\  valU 
ciouoii  haiita  Caudaravu, — Mirabe.  Ilabaya 
gai'a  establece  su  campamento  ou  Sitaoa  i 
curaba. — Se  incorpora  a  la  división  Vorgar. 
ol  primer  escuadrón  de  Carabineros. — Me] 
curaba  por  la  vía  del  Hospicio.— Asesinato 
cucion  del  soldado  florales. — El  coronel 
valle  hadta  Jlirave  o  llabaya.— Kl  coronel 
ne  uingim a  resistencia  declarando  que  loa 
cíanos. — Curiosas  jeremiadas  del  goberní 
brahatas  del  guerrillero  Chirí,  parapetado 
íes  do  Locumlia  desplegan  mucha  m;is  vi 
madre  de  los  Chiri  i  cavta  que  esta  escribe 
Prudencia  de  Vega,  esposa  del  go1)crnadoi 
de  los  indijenas  del  dopart-imento  de  Pune 
vclacionen  ofieiales  sobie  este  particular.  - 
jriravecl  14  de  abril  i  a  llabaya  611.').— El 
capa  ii;'.eia  'Sama  por  el  camino  de  Chipo.— 
Lucuniba  i  te  dirijo  el  17  búcíu  Sama.— D< 
rez  üou|>ur  uu  la  niiüaua  del  14  i  viUi  atru 


niero  Stiivea,  habia  sufrido  un  acc 
cayendo  de  brnces  en  las  laderas  t 
máquina  llamada  La  Chilenita  en  1 
en  que  observaba  su  primer  viaje  d 
que,  perdiendo  el  equilibrio  en  unat 
fué  precipitado  en  el  desfiladero  dej¡ 
ríos  diaa  sin  sentido  i  en  peligro  inm 
rír.  Ocurrió  este  doloroso  accidenta 
cerca  de  costar  a  Chile  la  pérdida 
mas  eficaces  servidores  en  la  guerra 
zo  de  1880. 


II 


Tomaba  también  ahora  una  partt 
sonal,  mucho  mas  activa  que  en  las 
dentes,  en  las  operaciones,  el  ininis 
rra,  que  se  entcndia  a  las  rail  mai 
nuevo  jeneral  en  jefe  del  ejército; 
cumplian  alegremente  su  deber,  1 
chaban,  por  la  primera  vez  durant 
con  la  celeridad  debida. 

La  estagnación  en  Pacocha,  tan  1 
funesta  para  la  moral  i  la  salud  del 
la  de  Tarapacá,  híibia  concluido  p( 
en  tedio  insoportable  para  aquella  1 
dnmbre  armada  i  sujeta.  Verdad  es 
pos  hacían  lucidos  ejercicios,  especi 
tiro  al  blanco,  i  aun  se  amenizaban 


alguno  i  para  no  hallarlo  tal  v^z  íumediataineuto  al  término  del 
viaje? 

dSnpongo  o  vislumbro,  pero  sin  dato  auténtico  alguno,  que 


m. 

Servían,  por  otra  parte,  di 
conductores  de  la  guerra,  adc: 
que  de  suyo  es  laboriosa,  dos  < 
dad  en  la  situación:  el  descont 
vencí onal mente  suele  llaraari 
pública,  í  las  tercianas  de  los 
Perú,  impulso  mucho  mas  ta 
soluciones. 

Bí  clima  traidor  había  arro 
de  engañosos  prismas,  de  fioi 
frutas  delicadas  i  bebidas  jene 
pestilentes  gargantas,  i  desde 
de  abril  casos  al  priacipío  ! 

nuestros  directores  cciinieDzaa  a  verse 

<iEl  iutectar  reembarcar  el  ejército 
seria  peor  sin  la  ocupación  previa  por 
puertos, 

kEii  mis  anteriores  cartas  le  he  dad 
gares  i  otros  de  desembarco  i  sobre  lo; 
al  interior.  Puede  que  todavía  se  haga 
los  que  hncen  los  plaues  desdo  Sautit 
do  estudiar  las  cosas  como  es  debido  i 
que  no  es  posible  dejar  a  la  espalda  ej¿ 
terse. 

I  segim  el  jiro  que  van  tomando  los  ac 
ria  en  Arica  nos  cuitará  el  ataque  a  Li. 

¿I  dcujfues  no  necesitaremos  muc/tas 
que  antes  para  Ucearlo  a  calió.' 


pnllidlcas,  comenznron  a  trabajar  i  a  enrarecer  las 
filas  del  ejército,  especialmente  en  Moqnegna. 
Desde  mediados  de  abril,  cada  tren  que  bajaba  a 
la  costa  traía  30,  40  i  hasta  50  pacientes,  al  punto 
de  que  la  división  Muñoz,  qne  habia  quedado  in- 
tacta en  los  Anjeles  el  22  de  marzo,  estaba  redu- 
cida casi  a  la  mitad  de  su  fuerza  efectiva  en  igual 
diii  del  mes  do  abril.  La  caballería,  principalmen- 
íc,  obligada  a  vivir  en  los  húmedos  potreros  a  la 
mira  de  los  caballos,  contribuia  a  los  liospitales 
íon  mayor  continjonte,  uo  siendo  menos  de  1,500 
08  soldados  de  todas  armas  ([ue  fueron  remitidos 
ID  aquel  mes  al  litoral  de  Tarupacá  i  cspecial- 
aente  a  la  Noria,  donde  el  recobro  de  la  cruel 
olcncia  venia,  en  razón  de  la  altura  i  de  la  sc- 
nedad  del  clima,  con  mas  rapidez  i  eficacia.  En 
na  ocasión  el  trasporto  Itata  llevó  al  sur  de  una 
)la  vez  900  enfermos! 

IV. 

Todos  estos  motivos  juntos  empujaban  viva- 
ente  a  la  acción,  i  ésta  comenzó  do  Iteclio  el  6 
!  abril  nonibrando  el  niini.stro  de  la  guerra  en 
mpaña  coronel  de  caballería  al  impetuoso  i  ac- 
'o  secretario  del  jeneral  en  jefe,  don  José  Fran- 
jeo Vergara,  i  encomendándolo  con  esa  fecha  el 
ando  en  jefe  de  la  caballería. 

HIST,  UE  LA  o.  DE  T.  I  A.  74 


Fué  estii  medida  militar  jeneralme 
jida  por  los  hombres  de  la  profesión 
ciales,  porque  no  es  fácil  someter  a 
nuevo  i  hasta  cierto  punto  intruso  a 
a  cuerpos  acostumbrados  a  nn  orden 
pecial.  Pero  la  disposición  de  espíriti 
provisado,  así  como  su  infatigable  ac 
ca,  le  abriei'on  en  breve  camino  pr 
BUS  corapafieros  de  armas.  (1) 

Al  día  siguiente  de  su  nombramiei 
consecuencia  el  coronel  Vergara  a  de 
nuevo  puesto  i  cometido  militar  que 


(1)  «La  caballería  chilena  está  al  maudo  de 
ciaco  Yergara,  a  (jnien  han  hecho  coronol  i  ayu< 
La  acción  que  so  lia  hecho  tomar  a  este  caballe 
ciones  militares  desde  el  prÍDcipJo  do  la  gaer 
grandemente  a  los  jefes  del  ejército,  i  últimam 
jefe  de  caballería  que  se  ha  finjido  enfermn  ánt 
a  loa  órdenes  del  señor  Vergara.  Con  este  moti 
gusto,  quejas  i  murmuraciones.  So  ha  puesto 
triotismo  de  los  jefes  con  tanto  agravio  qne  se 
ocupando  en  operaciones  militares  que  solo  a  el 
desempeñar,  a  un  caballero  qne  será  todo  lo  bu 
,  ■qnr'se  quiera,  pero  que  no  es  militar  i  no  entiei 
del  oficio,  como  lo  ha  manifestado  infinitas  vec 
larmente  cuando  al  jeneral  Escala  se  le  ocurrió  r 
de  estado  mayor  a  Tarapacá,  siendo  aquella  m 
clasiva  de  la  ignorancia  en  materia  de  guerra 
gara.» 

Correspondencia  de  Pacocha  de  abril    18  pu 
Tiempos  del  30  de  abril  de  1880. 


coQocimiento  de  los  valles  cíe  JUocumba  i  ae  Sa- 
ma, movitnieoto  preparatorio  del  que  de  seguida 
deberían  ejecutar  las  diversas  divisiones  de  in- 
íaütería  del  ejército  con  dirección  a  Tacna,  donde 
definitivamente  se  hallaba  concentrado  el  ene- 
migo. 


Hallábanse  los  brillantes  rejimientos  de  Caza- 
dores i  Granaderos  reducidos  a  poco  mas  de  600 
jinetes  en  estado  de  montar  a  caballo,  cuando  el 
8  de  abril  ejecutaban  en  masa  bu  marcha  del  va- 
lle de  Moquegua  al  de  Locumba.  La  jornada  de 
aquel  diu  condujo  la  maltratada  columna  al  Hos- 
picio, donde  se  acampó  a  las  seis  de  la  tarde,  i 
partiendo  de  madrugada  a  la  mañana  siguiente, 
descendía  a  las  tres  i  media  de  la  tarde  al  valle 
de  Locumba,  sirviendo  de  guia  el  alférez  Souper 
que  por  esos  parajes  habiu  andado,  según  vimos, 
una  semana  hacia. 


VI. 


Es  el  valle  de  Locumba,  como  el  de  Sama  i  el 
de  Tacna,  el  cauce  mas  o  menos  profuso  o  pobre- 
mente cultivado,  según  el  ancho  de  sus  márjenes 
de  aluvión,  con  viña  i  coca,  maíz  i  algodón,  caña 


i  esparto,  legumbres  i  alfalfa,  depu 
tivo  de  un  rio  de  temporada  que,  d 
las  crestas  andinas  a  que  sirve  de 
macizo  del  Tacora,  se  pierde  en  1í 
médanos  movedizos  de  la  costa,  al 
trabajosamente  sus  aguas,  escepto 
las  lluvias  torrenciales,  a  las  del  1 
de  Locumba,  dice  el  ínjeuiero  alen 
do  Habich,  describiendo  su  culti" 
en~cuyo  fondo  corre  el  rio  de  su  nc 
cajonado  entre  cerros  de  30  a  ] 
elevación;  su  ancho  varía  entre  2(y 
pero  como  a  16  kilómetros  del  ma 
cauce,  que  queda  cubierto  por  las 
po  de  avenidas;  el  fondo  de  la  qnel 
de  los  terrenos  cultivados  del  lugai 

sPor  ambos  lados  del  valle  se  ei 
ras  o  pampas  como  la  de  Carneara 
reas,  i  la  de  Sitana,  de  3,000  h 
pampas  no  se  cultivan  por  falta  de 

»E1  rio  Locumba,  cuyo  caudal  e 
arroja  al  mar  4  metros  cúbicos  de 
gundo;  este  caudal  se  triplica  en  t 
nida,  i  en  enero,  febrero,  marzo  i  a 
bundancia  de  las  aguas  anega  mi; 
Los  paotiinos  imposibilitan  el  cu 
Han  tercianas  i  tiebres  malignas  q 
abandonar  el  cultivo  de  gran  partí 
rrenos. 


vadas,  que  producen  algodón,  caña  i  alfalfa,  com- 
prendidos  loa  viñedos  que  se  riegan  con  agua 
dulce  de  las  vertientes,  pues  la  del  rio  es  algo  sa- 
lobre. La  parte  no  cultivada  es  la  mas  sana  de  la 
3omarca.i> 

vn. 

Son  peculiares  de  estos  valles  dilatados  pajo- 
altís  en  que  crece  el  esparto  i  se  anida  entre  pá- 
■•idas  aguas  la  materia  jeneratriz,  como  en  el 
gro  romano  í  en  las  marismas  de  Andalucía,  de 
:B  fiebres  palúdicas.  1  de  aquí  viene  que  sus  ba- 
stantes sean  escasos  i  raquíticos,  resistiéndose, 
»mo  a  cosa  de  muerte,  los  pobladores  de  las  ai- 
ras, según  cuenta  el  viajero  Raimondi,  a  des- 
nder  a  aquellos  sepulcros  sin  ventilación,  aun  a 
speeho  del  azote  i  del  dinero,  pasión  sórdida 
1  indio.  Sus  núcleos  de  población  son  por  lo 
srao  mni  reducidos  i  miserables,  siendo  el  mas 
pioso  i  capital  del  distrito  el  de  Locumba,  aldea 

ranchos  que,  en  represalias  de  la  sorpresa  ecle- 
stico-gaerrillera  del  1."  de  abril,  fué  reducida  a 
liza  por  los  chilenos  a  su  paso  por  el  valle  un 
s  mas  tarde.  (1) 

1)  <E1  decautodo  pueblo  <]e  Locuiubu,  lúmosu  pur  üiisütice- 


viir. 

Mas  arriba  el  verde  valle,  cu; 
comparativamente  bajas  i  árenos 
toma  el  aspecto  de  una  agreste  q 
vide  en  diversas  ramificaciones  c 
ducen  todas  a  los  altos  de  Oam 
norte  i  a  los  de  Tarata  hacia  el  n 
Dándose  por  las  cimas  una  línea 
portante  pero  poco  frecuentada  q 
de  Moquegua  a  Tacna  por  Tora 
Tarata  i  Pachía.  Los  brazos  prim 
til  quebrada  son,  sin  embargo,  d< 
rio  de  Sinto,  el  que  corre  al  uord 
capampa  por  el  sur,  formando  aqi 


lentes  vinos  í  por  sna  no  menos  agradable! 
mo  todos  los  que  hemos  encoutrado  a  núes 
do,  es  na  lodazal.  Sus  edificios,  que  n< 
cieutos,  son  muí  ordinarios  i  de  mal  gusto 
indispensables  basurales,  forma  un  conjuii 
lastimoso.  Lo  encontramos  complétame^ 
mejor  del  puebla  es  la  iglesia  i  una  casa  d 
Filio,  el  cnal,  fiel  a  la  consigna  de  la  ñi}' 
buen  pillo,  echó  las  voladoras.  Detras  di 
he  mencionado,  se  ven  todavía  algunas  sea 
traición  hecha  .1  aquellos  2.")  cazadores  qui 
Almarza  venían  a  esplorar  el  vallo.» 
(Correspondencia  al  Mercurio.  Locumbí 
<;Si  seria  ese  Pillo,  el  pillo  cura  de  Locui 


Illas,  las  fugas  de  arrieros  i  las  eoiitribucioaes 
i  maíz,  coca  i  aguardiente,  ración  del  soldado  i 


saqueo  cuotidiano  contra  el  infe 
Hasta  los  pastos  habían  sido  taladi 
Hería  guerrillera  i  desmandada  del 
rracin,  que  por  aquellos  sitios  aní 
mata,  desde  que  los  chilenos  pisare 
a  fines  de  febrero. 

X. 

Después  de  una  noche  de  alerta, 
mo  motivo,  ordenó  el  coronel  Verg 
ñaña  del  10  de  abril,  que  el  capital 
con  su  compañía  posesión  de  Locui 
clónales,  que  eran  sus  custodios 
número  de  50,  con  la  sola  vista  de 
enos  se  disolvieron  huyendo. 

Llegó  ese  mismo  dia  al  valle  de 
tomar  parte  en  las  operaciones  de  1 
2."  escuadren  de  Carabiueros  de  Yt 
daba  el  valiente  comandante  don  ] 
en  número  de  150  hombres,  miénti 
mer  escuadrón,  rescatado  de  su  cau 
taba  en  Pisagua  para  venir  a  ped 
cuenta  sangrienta  de  las  torturas  i  i 
cienes  de  sus  jefes  i  soldados.  E 
Vargas  había  salido  de  Pacocha  el 
por  la  vía  del  Hospicio,  i  desde  aqi 
páramo  venia  reforzado  por  la  alen 
del  Buín  que  mandaba  el  capifea 
vanguardia  de  sn  predio  cuerpo  i  < 


dimion  marchaba  con  su  respectiva  brigada  de 
artillería  de  montaña. 

Al  dia  siguiente,  11  de  abril,  hizo  también  su 
íparicion  en  Sítana,  campamento  de  la  caballería, 
viniendo  del  Hospicio,  el  resto  de  aquel  hermoso 
■ejimiento  al  mando  de  su  comandante  don  José 
juis  Ortiz,  sin  mas  novedad  en  su  marcha  que  el 
«decimiento  intenso  de  la  sed  i  el  suicidio  por 
rta  causa  de  un  infeliz  soldado.  (1) 

(I)  GoDÍorme  a  la  distribucioa  de  Us  fuerzas  del  ejército  ea 
ivisioDes,  el  BuÍd  pertenecía  a  la  4.*,  pero  marchaba  ahora  como 
perteneciera  a  la  1.*  i  jiioto  con  ello.  En  la  4/  había  tomado 
I  pneeto  e]  rejímiento  3.°. 

Eq  cuaiito  a  la  marcha  del  rejímíento  desde  el  Hospicio,  hé 
DÍ  como  la  refiere  alguien  que  hizo  en  au  compaüla  aquella 
ra  jomada. 

iDespaes  de  un  sinoúmero  de  contratiempos  í  difícultades 
}  se  preseotnroii  para  reunir  la  artillería  í  elementos  para  la 
idnccion  de  ogua  i  víveres,  pudo  couseguirge  solo  ol  dia  10  a 

1  i  media  A.  M.  qne  llegase  la  artillería  qué  se  esperaba  a 

2  P.  M.  del  dia  anterior. 

Prevéngole  que  los  elementos  de  conducción  salieron  el  dia 
medio  dia  coa  dirección  al  valle,  pero  no  pudieron  avan;:ar 
[  que  dos  legnas,  porque  se  encontraron   con  una  quebrada 
linda  i  de  muí  difícil  duscenao,  para  poder  bajar  los  carrito- 
han  tenido  que  trabajar  veinte  horas  consecutivas,  punto  de 
ie  no  dadieroQ  avanzar  mas  por  ser  pésimo  el  camino. 
&.iidaban  al  cuidado  de  estos  elementos  losseQores  Bascufian, 
ya,  Figaeroa  í  Víctor  Castro. 
Pasaré  ahora  al  viaje  de  la  división. 
\.  las  6  i  media  A.  M.  del  dia  10  desñliS  el  Tejimiento  Buín, 

HIST.   DF  LA  C.  DB  T.  I  A.  75 


Hubo  de  lamentarse  a8Ími 
uno  de  bus  oficiales,  el  tenii 
Fernandez,  natural  de  Talca, 
quien  mató  estando  ebrio  un 
pañía.  Escusado  es  decir  que 
el  sitio  mismo  su  crimen  con 
sobrio  i  místico,  valiente  i  arr 


Begnido  de  una  batería  de  artillería  i  i 
caballo.  A  las  12  M.  llegamos  a  río  Se 
ra  que  la  tropa  almorzara  ¡  bebiera  aj 
(jne  alcanzaron  a  traer  las  tropas  de  i 
do  el  señor  Eascufian. 

i>Este  descanso  duró  dos  horas,  í  1 
dicho  punto,  al  subir  la  quebrada,  un  t 
compañía  del  primer  batallón,  de  a] 
balozo  en  la  boca,  el  que  le  causó  la  u 
Se  cree  lo  hizo  por  encontrarse  siu 
fuerzas  para  marchar  hasta  el  valle. 

xLa  artillería  acampó  en  el  alto,  ánl 
a  las  9  P.  M.  El  rejimiento  Buin  acaí 
abajo,  pero  en  el  mismo  valle,  a  los  d< 

sEsta  marcha  se  cree  que  ha  sido 
cuenta  el  ejército  por  su  celeridad  i  mt 

(1)  El  subteniente  Fernandez  había 
soldado  distingaido  del  Buin  en  1864, 1 
de  ese  cuerpo  don  Víctor  Borgoflo  a  ■ 
Corrió  después  suertes  varias,  i  cuandc 
peñaba  el  humilde  puesto  de  inspector 
Santiago.  Por  lo  demás,  hé  aquí  come 
Jjocumba  refiere  su  triste  fin,  ocurrido 
de  abril  en  que  lo  acupó  el  rejimiento. 

i>Se  nombró  de  ayanzuda  a  dos  com 


XI. 

Reforzada  así  aquella  posición  importante  i 
puesta  en  comunicación  aceleradamente  por  el 
telégrafo  con  Pacocha,  el  jefe  de  la  caballería  re- 


«, que  fueron  la  primera  i  la  cuarta  dol  primer  batallón.  En 
sta  última  compañía  había  iiti  soldado,  Pedro  Morales,  que  ae 
coDtraba  un  tanto  bubido,  i  porque  otro  soldado  le  botó  una 
aramañola  cod  vino,  con  el  objeto  de  prirarie  se  embriagara 
las,  se  enrejó  i  tenazmente  porfiaba  se  le  diera  su  caramayola, 

tal  estremo,  que  contestó  al  teniente  de  su  compañía,  seüor 
Ulcíadee  Fernandez,  que  no  obedecía  a  nadie  ínter  no  se  le  hi- 
iera  la  devolución  que  él  pedia. 

«Viéndose  ajado  el  teniente  por  tercera  vez  por  el  soldado, 
k6  su  espada  i  le  dio  dos  planazos  en  la  espalda.  Este,  paru 
íDgurse,  tomó  su  fusil  Í  lo  cargó  sin  que  nadie  se  apercibiera, 
.ravesaudo  de  un  balazo  al  señor  Fernandez,  lo  que  le  causó  la 

uerte  media  hora  después. 

«Morales  fué  tomado,  i  en  el  consejo  declaró  que  jamas  babia 
nido  motivos  para  cometer  el  acto  consumado;  que  solo  era 
iT  vengarse  de  los  dos  palos  que  el  se&or  Fernaudez  le  había 
.do,  i  que  moriria  con  el  sentimiento  de  haber  echado  un  bo- 
on  al  Tejimiento. 
»E1  soldado  fué  condenado  a  la  pena  de  muerte  por  el  consejo 

la  misma  noche,  i  fusilado  al  dia  siguiente  a  las  9  A.  M.  con 

da  la  tropa  formada. 

«Morales  murió  con  toda  sangría  fría.» 

£1  desdichado   teniente  Fernandez,  pertenece  a  una  familia 

litar  de  Talca,   Letelior  por  la  madre.   Dos  de  sus  hermanos 

le&roD  en  Chorrillos  en  el  batallón  Talca  i  ambos  murieron 

)r¡(wamentti. 


solvió  internarse  hacia  Mírave  e  Ilabaya  r 
do  la  agreste  garganta  de  Guaslata  eu  ci 
filaderos  diez  rifleros  animosos  habrían  h 
caz  defensa  contra  nunierosa  hueste. 

Los  habitantes  del  valle  en  todo  habie 
do  sin  embargo,  menos  en  tomar  las  a 
gobernador  de  Ilabaya,  don  A.  Vargas, 
de  la  independencia,  hombre  pobre  e 
dejó  penetrar  tranquilamente  los  160  C 
que  condncia  el  coronel  Vergara,  conté 
coa  contarlos  el  mismo  en  la  plaza  de 
aldea,  i  dechirar  sentenciosamente  que 
no  era  tropa  de  línea,  en  aviso  oficial  t 
raos  a  la  vista.  Solo  un  mozo,  mas  petu 
alentado,  hijo  de  un  hacendado  del  valle 
rativamcnte  rico,  llamado  Daniel  Hijii 
liabia  logrado  reuuii'  49  tiradores  que,  i 
eran  todos  voluntarios  i  valentísimos. 
siasta  labriego,  dándose  título  de  comai 
guerrillns,  se  habia  situado  en  Curibay 
mas  arriba,  en  el  villorrio  de  Candara 
levantado  alguna  jente  el  gobernador  do 
Guillen,  hombre  acomodado  i  patrón  de 
las,  como  el  padre  de  Chirí,  cuyo  nombre 
berto.  «Es  indesoríplible,  decía  el  gt 
Guillen  de  sus  candaraveños  (que  así  loí 
el  entusiasmo  de  este  pueblo  por  la  dcf 
su  turno  i  como  panr  hacer  ostentación  i 
nos  fogoso  patriotismo,  el  gobernador  de  ' 


XII. 

Por  su  parte  el  jefe  de  la  c 
ocupar  militarmente  a  Locnml 
la  siguiente  sobria  orden  del  c 

«Jefe  de  servicio  para  hoi  e 
ronel  don  Tomas  Yávar  i  para 
clase  graduado  don  Feliciano 

sLos  señores  jefes  de  cuerpo 
gnn  soldado  salga  de  su  camp; 
permiso,  castigando  esta  falta 
50  a  los  que  reincidan. 

•Todo  individuo  que  se  e: 
ejerciendo  violencia  sobre  I( 
despojarlos  de  sus  bienes,  serí 
palos. 

»A1  toque  de  atención  des] 
señores  jefes  de  los  cuerpos  du 
tengan  todo  listo  para  esting 
toque  de  silencio  no  permitirá 
vo  un  solo  alumbrado,  prohibi 
cender  cigarros  u  otras  luces 
al  enemigo  nuestra  presencia. 

3>IjOB  animales,   víveres  i  de 


sibles  crestas,  para  el  caso  que  los  chi 
mundos,  trancar  el  camino  en  la  aiigo. 
gar  (Curibaya)  dos  leguus.e 


Chejaya,  ábr 

«Cayeron  a  las  7  de  la  mafiar 
partidas,  una  por  el  panteón  i  < 
da  arriba. 


XIV. 

Por  otra  parte,  i  mientras  e 
coronel  Vargas,  de  quien  los  Cl 
te  sus  émulos  lugareños,  decic 
de  peruano  i  entrañas  de  chiler 
cienteinente  a  los  capitanes  íu 
acémilas  i  raciones  pedidas  con 
rra,  su  esposa  doña  Prudencia 
tiempo  i  alma  para  dirijir  con  c 
débil  i  sobresaltado,  desparran: 
de  una  carta,  las  siguieutes  inc 
cilla  de  la  montaña: — «Don  Di 
pierda  Ud.  tiempo  en  retirarse, 
nen  buenos  bijias,  i  no  vayan  í 
tare,  a  caer  en  Taraguai.  En  Hi 
hihiente. 

Pr 


( 1 )  El  nombre  correspondia  siquiera  t 
que  en  esos  valles  laa  mujeres  llevan  i 


XV. 

Mientras  todo  esto  pasaba  en  la  rejion  superior 
del  valle  de  Locnmba,  el  resbaladizo  guerrillero 
Albarracin  se  había  deslizado  como  sombra  des- 
xndiendo  el  10  u  11  de  abril  al  valle  de  Sama, 
Jesde  Mirave  por  el  camino  llamado  de  Chipe,  i 
!n  demanda  de  Tacna,  a  cuyo  ejército  servia  de 
[escubiei-ta.  Por  este  motivo  el  jefe  de  la  caba- 
[ería,  no  menos  que  por  encontrar  tallados  los  es- 
rechos  campos  de  alfalfa  en  aquellos  miserables 
igares,  resolvió  adelantar  sus  correrías  hasta 
lama. 

En  consecuencia,  el  17  de  abril  regresaba  el 
jronel  Yergara  a  Locumba  de  Ilabaya  í  Mirave, 
■reando  una  escasa  tropa  de  setenta  animales 
tmpuesta  en  su  mayor  número  de  muías  í  bíq 
icer  mas  daño  a  los  infelices  arrieros  del  valle, 
le  destrozar  una  de  las  estancias  de  las  patriotas 
liri,   llamada  Pachana,  en  castigo  de  haberse 


janidad,  la  prudencia,  etc.  Todos  los  ¡lapelea  orijinaleá  de 
}  sacamoB  estos  cortos  estractos  existuii  en  uucstro  poder  i 
ron  estrailloa  de  los  archivos  de  Tuciia,  como  prenda  lejftima 
[a  victoria.  Entre  los  auexos  dol  presen  tu  capítulo  pulilica- 
s  dos  netos  mni  curiosas  del  prefecto  de  Puuo  que  Imciaii 
sentir  nn  alzamiento  jeaeral  de  los  indios  puneOos  i  oiotjue- 
Dos  ea  favor  de  loa  chíIeDOS. 

BIST.  DE  LA  o.  DE  T.  I  A,  76 


consagrado  esii  familia  indíjena,  padi 
dre,  al  oficio  de  guerrilleros.  (1) 

XVI. 

Persiguiendo  su  propósito  de  sorp 
barraein  en  Sama,  el  coronel  Vergar 
su  marcha  desde  Locumba  en  la  noel 
su  arribo  (17  de  abril),  protejido  poi 
la  noche  i  por  la  luna  casi  llena.  La 
su  tropa  no  era  brillante.  La  caball* 
cida  i  despeada  por  las  marchas,  se  1 
mosamente  maltratada  por  las  monti 
desvencijadas  de  los  poco  cuidadosos 
leños,  i  éstos  a  su  vez  venían  trabaj 
vijilias,  el  escaso  alimento  i  partícub 
el  virus  de  la  terciana  que  había  ar 
de  padecer  desmedro,  en  el  malsano 
cumba  i  sus  contornos. 


(1)  El  bravo  Chiri  (hijo)  qne  nnDca  bajó  de 
mantuvo  estrictamente  &  la  defeosiva,  i  cuanc 
manas  mas  tarde  visitaron  a  Caudarave  busca 
alférez  Letelier  i  Silva,  no  ae  oyóla  detonación 

TodaTÍtt  la  áltima  noticia  de  aquellas  escari 
no  Be  quemó  un  grano  de  pólíora,  era  escrita  ] 
guerrillero  Chiri  a  su  esposo  Norberto.  «Ha  II 
Canseco,  le  escribía  desde  Cambayo  el  20  de 
los  chilenos  son  veinte  mil  í  dicen  que  el  «2  de 
a  almoreur  a  Tacna.v 


Tardó  por  esto  toda  la  noche  del  17  ea  llegar 
la  columna  esploradora  al  pié  de  la  cuesta  por  la 
cual  se  asciende  a  la  meseta  en  la  que,  como  so- 
bre una  alta  loma  visible  al  ojo,  corre  el  rio  i  va- 
lle de  Sama,  semejante  en  esto  a  algunos  rauda- 
les de  Chile  cuyo  lecho  se  empina,  sin  que  se  note, 
fobre  el  nivel  del  valle  central,  i  de  aquí  sus  con- 
;inuo8  desbordes  i  derrames. 

El  valle  de  Sama  es,  por  consiguiente,  mas 
ibierto  que  el  de  Locumba  i  sus  costados  sou  mu- 
;ho  menos  abruptos  i  escarpados.  Es  mas  que  una 
[uebrada  una  meseta,  sitio  por  consiguiente  ade- 
■uado  i  propicio  para  hacer  maniobrar  con  ven- 
aja  una  masa  de  caballería. 

Por  lo  demás,  el  valle  de  Sama  si  bien  mas  an- 
hc  es  mucho  mas  corto  i  reducido  que  el  de  Lo- 
umba,  i  su  pueblo  principal  Sama  o  Buena  Vista 
lie  da  nombre  al  rio,  es  un  villorrio  de  333  ha- 
itantes  situado  a  400  metros  sobre  el  nivel  del 
lar.  Dista  de  éste  en  línea  recta  hacia  el  ponien- 
)  unas  diez  leguas  i  otras  tantas  (44  i  medio  ki- 
>metro8)  a  Tacna. 

xvm. 

Apenas  habia  tendido  el  sol  su  luz  en  Ja  vasta 
árida  planicie  en  la  mañana  del  domingo  18  de 


—  604  — 

abril,  el  coronel  Vergara,  jefe  de  la  columna  es- 
ploradora,  destacó  conrio  vanguardia  al  bravo  alfé- 
rez don  Carlos  F.  Souper  con  20  Cazadores  i  coa 
orden  de  reconocer  el  valle  de  Sama  a  la  altura 
del  pago  o  caserío  de  Buena  Vista,  pero  sin  atra- 
vesarlo. Todo  intento  de  sorpresa  era  vano  desde 
que  los  horizontes  del  desierto  no  solo  muestraa 
a  la  distancia  de  leguas  los  objetos,  sino  que  los 
ajigantan  por  un  efecto  óptico  de  la  perspectiva. 
La  columna  marchó  al  paso  cansado  de  los  caba- 
llos en  pos  del  esplorador. 

Llegó  el  alférez  Souper  con  su  jente  a  la  már- 
jen  norte  del  valle  a  eso  de  las  diez  de  la  mañana, 
i  notando  que  en  la  ribera  opuesta  habia  alguna 
caballería  formada  en  línea,  juzgó  acertadamente 
que  era  la  de  Albarracin  i  despachó  un  soldado  a 
retaguardia  con  el  aviso.  En  seguida,  i  como  mo- 
zo atrevido,  hijo  de  padre  en  que  el  heroísmo  so- 
braba para  muchas  jeneraciones,  violentando  la 
orden  recibida  se  metió  al  valle  i  lo  pasó  de  ban- 
da a  banda  a  la  vista  del  enemigo,  cinco  o  seis 
veces  superior  en  número. 

Los  cazadores,  sin  cuidarse  mucho  de  los  jine- 
tes de  Albarracin,  a  quienes,  como  dijo  Francisco 
Caravajal  del  capitán  Zenteno,  no  conocían  sino 
por  la  espalda,  sacaron  sus  lazos  i  comenzaron  a 
aporratar  reses  para  la  división,  que  este  encargo 
también  traia  Souper;  de  suerte  que  cuando  el  úl- 
timo trepó  la  barranca  de  la  ribera  sur,  un   poco 


curneta,  tres  soldados  i  im  cabo  llamado  Hernán- 
dez, hombre  valentísimo. 

Divisando  tan  corto  número,  Albarracin,  que 
estaba  en  cobro  desde  temprano  para  dirijirse  a 
Tacna,  destacó  una  mitad  de  su  tropa  a  fin  de  en- 
volver a  Souper.  Batióse  éste  en  retirada,  i  lle- 
gando a  un  callejón  pantanoso  i  estrecho  por 
donde  corría  el  camino  de  subida  a  la  barranca, 
se  parapetó  tras  unas  pircas  i  se  defendió  hasta 
^ue  le  mataron  al  cabo  Hernández. 

XIX. 

No  le  llegaba  entretanto  refuerzo  al  bravo  al- 
érez  porque,  aunque  el  coronel  Vergara  había 
espachado  en  su  aiisüío  ai  teniente  don  Juvenal 
lalderou  i  al  alférez  Harrington,  deudo  de  Souper 
alentado  mozo  que  había  venido  del  cabo  de 
¡uena  Esperanza  para  hacer  la  guerra  por  su  na- 
70  suelo,  el  cansancio  de  los  caballos  les  impidió 
egar  antes  que  el  grueso  de  la  fuerza. 

Estando  ésta  a  la  vista  del  villorrio  ya  nom- 
rado,  notó  su  jefe  que  se  hallaba  defendida  por 
aa  escasa  fuerza  de  infantería,  apostada  en  las 
isas  i  aun  en  la  torre  de  la  parroquia.  Era  la 
lardia  nacional  de  Sama,  que  on  número  do  75 
80  hombres,  la  mayor  parte  infelices  plantado- 
s  de  algodón  del  valle,  i  pésimamente  armada 


malos  rií 
íes,  habia 
una  resist 
obarde  A 
es  subalte 
itores,  la  : 
In  vista  d 
gara  dívíi 
«edades  a 
,  confiand 
'  jinetes  G 
comandar 
ipucsta  d 
idante  ac 
EcheveiTÍ 
quedado 
Gl  tenient 
sigo  al  m 
reca,  PaiT 
mo  de  Gi 
senderos  i 
lando  los 
magarles 
I  la  ladera 
s  de  caza 
ía  chilení 
isistido  en 
3esde  ese 
la  acción 


fué  completo.  Hecho  esto,  comenzó  el  destrozo  a 
sable  de  los  infortunados  peruanos,  hijos  del  valle. 
Defendiéronse  éstos  tan  mal,  que  eseeptuando  al 
cabo  de  cazadores  Domingo  Zúñiga,  a  quien  mató 
un  paisano  traidoramcnte  desde  adentro  de  una 
casa,  i  UQ  carabinero  que  cayó  en  la  loma,  no  sa- 
có la  columna  chilena  un  solo  rasguño.  En  cam- 


bio  fueron  acuchillados  en  los 
metieron  a  la  desesperada,  no 
cívicos  o  cultivadores  de  algod 
rendirse  mas  por  efecto  de  pátiit 
Distinguióse  en  este  tiroteo  de 
rez  Valdebenito  que  con  diez  G 
entre  las  totoras  sin  dar  cuartf 
aquel  tiempo  que  para  obligar 
rrales  del  pantano  a  los  infantes 
arrojó  sus  calzoncillos  encendií 
ya  maduros;  i  cuando  por  la  so 
i  del  humo  salían,  sin  conmiseí 

XXI. 

De  la  columna  de  Sama  r( 
cruel  manera  solo  35  prisioner 
dos,  agregándose  un  paisano  qi 
mediatamente  por  encontrarse 
cápsulas  de  rifle,  i  otro  que 
Tacna  como  aviso  irregular  i 
aquel  fulminante  escarmieuto. 

(1)  Para  ]a  relación  del  combate  de  1 
hemos  seguido  príaci  pálmente  el  diario 
Souper,  oficial  tan  sincero  como  valien 
la  primera  de  ttns  dotes  el  haber  ido  i  vi 
pie  alférez,  i  coa  nueve  cintas  en  el  pee 
nes,  incluso  el  parte  oficial  del  corono!  \ 
denle  exfljeracion  í  están  escritas  en  un 


»lcalan  eo  120  a  130,  i  otros  la  hacen  subir  a  200  i  2ú0.i> 

En  cnanto  al  fusilamieDto  ordenado  por  el  coronel  Vergam,  lo 
iOQdenamos,  cuando  llegó  sa  noticia  a  Chite,  en  un  artíctilu  que 
enia  este  título — Cuidado.'  Cuidado/  Dio  lugar  esta  apreciación 
i  ana  polémica  de  prensa  en  ta  qae  el  derecho  moderno  de  gue- 
Ta  faé  discutido  en  pró  i  en  contra  de  ese  acto. 

H13T.  DR  LA  C.  DB  T.  I  A.  77 


mar,  el  coronel  Vergara,  qu 
guerra  no  había  escatimado  s 
llamada  i  se  dirijióa  acampai 
do,  dos  leguas  mas  abajo  de 
durante  la  noche  se  le  reuní 
habían  perseguido  a  Albarrac 
de  Tacna.  Los  últimos  eu  He 
19  fueron  los  capitanes  Alzér 

XXIV. 

Prosiguiendo  su  jornada  h 
esperaba  encontrar  noticias, 
la  columna  chilena  avanzó  aqi 
te  hacia  Ite,  por  el  camino 
corto  que  en  mayo  de  1821  hi 
mandante  Miller  con  su  andií 
barcando  en  Sama  para  capti: 
mano  a  Tacna  i  Arica.  Durai 
de  estenuacion  algunos  caha 
acampó  por  la  noche  en  una 
que  el  frió  de  la  noche  i  la  huí 
chaca  aumentó  las  penalidade 

Confortado  sin  embargo  c 
mar,  pusiéronse  de  madrugadj 
leños  el  día  20  de  abril.  A  la 
vista  del  océano  i  a  medio  di; 
eados  cuerpos  en  la  blanda  a 
Ite  donde  encontraron  de  cent 


—  612  — 


ANEXOS  AL  CAPITULO  XVI. 


NOTAS  DEL  PREFECTO  DE  PUKO  SOBBB  LA  ACTITUD 

DE  LOS    INDÍJBNAS  DE  ESE   DEPARTAMENTO  I  DEL  DE  MOQUEGUA 

CON  MOTIVO  DE  LA  GUERRA  ENTRE  PERUANOS  I  GHILBKOS 

I  SU  NOTORIA  PARCIALIDAD  HACIA  LOS   ÚLTIMOS, 


PREFECTURA    I    COMANDANCIA   JBNERAL    DEL    DEPARTAMENTO    DB    PUMO. 
NÚM.    14. 

A  21  de  abril  de  1880. 
Señor  Prefecto  del  departamento  de  Tacna: 

En  el  oñcío  del  Sub-prefecto  de  la  provincia  de  Ohacuito  ju- 
risdicción de  este  departamento,  que  en  copia  autorizada  tengo 
el  honor  de  pasar  a  manos  de  ü.  S.,  se  denuncia  un  hecho  gra- 
vísimo, de  que  un  Manuel  Gutiérrez  i  otros  indtjenas  simpatizan 
i  favorecen  a  nuestros  enemigoSy  proporcionándoles  víveres^  i  lle- 
gando al  estremo  de  que  un  sobrino  de  dicho  Gutiérrez  se  coloca 
en  determinados  lugares  para  apresar  a  los  propios  qtie  mandan 
las  autoridades. 

Importando  sobre  manera  esclarecer  los  hechos  denunciados 
en  dicho  oficio,  para,  a  ser  ciertos,  castigar  militarmente  a  sus 
autores;  tengo  el  honor  de  dirijirme  a  U.  S.  a  fin  de  que  se  sirva 
dictar  las  órdenes  que  conceptáe  mas  eficaces  al  intento  de  des- 
cubrir la  verdad. 

Dios  guarde  a  ü.  S. 

Fermin  Hernández. 


Julio,  a  17  de  abril  de  1880. 
SeDor  Prefecto  i  comandante  jeneral  del  departamento. 
SeíIorP.  iC.  J. 

Corren  rumores  de  que  loa  chilenOB  se  han  retirado  de  Loeum- 
ba  Bobre  Moquegna:  que  todo  el  ejército  inrasor  [se  halla  en  Fa- 
cocha  reembarcándose,  segan  nnos  con  dirección  a  Pisco  i  según 
otroa  a  Huacho;  pero  mas  factible  ea  que  vayas  a  Iquiqae  o 
Antofingafita,  a  curarse  las  tercianas  i  el  miedo  que  ha  domina. 

Si  aeago  nos  llegan  los  blindados  que  se  anuncian,  cambiará 
totalmente  la  faz  de  la  gnerra  i  los  aventureros  chilenos  anfri- 
rán  mui  pronto  el  tremendo  castigo  a  qae  se  han  hecho  aerehe- 
dores  (sic)  con  sn  conducta  salvaje  i  filibustera. 

La  indiada  de  esta  provincia  sigue  mui  insolente  con  motivo 
del  cobro  de  la  contribución  personal,  abiertamente  rechaza  el 
pago.  Los  indijeoas  i  vecinos  de  los  pueblos  exijen  recibos  tim* 
hredoB,  mandados  por  la  caja  fiscal,  como  siempre  se  ha  acos- 
tumbrado. 

Los  indios  provinieutes  de  la  costa  dicen  que  los  chilenos  pa* 
gao  cinco  pesos  por  arroba  de  papaa  de  Carumaa,  que  tieoea 
mucha  plata  para  comprar  todo  al  contado,  que  de  noche  les 
proporcionan  cuanto  necesitan  los  jnoi¡uef/uanos  i  carumeifos;  que 
los  ciñan  siempre,  asegnraudo  que  viven  a  su  favor;  que  un  ca- 
rameño  sobrino  de  don  Manuel  Gatierrez,  que  /lo,  sido  gobernó.- 
ior  muchos  años  aHÍ,  reside  en  el  cerro  ümalso,  unas  veces  i 
)tra8  en  Huaítire  con  una  l<irgacista  en  mano  paro  divisar  i 
¡aptnrar  a  los  propíos  que  pasan  entregándolos  a  los  chilenos  con 
as  comunicaciones  qne  conducen.  Dicho  Manuel  Q-otierrez,  i  su 
tóbrino  se  ocupan  también  en  conquistar  a  toda  la  indiada  a/a- 
vr  de  los  chilenos,  citando  i  diciendo  que  traen  inuclio  oro  i  piala 
mra  librarlos  de  lajf  contribuciones  i  molestias  de  los  peruanos, 


i  los  indios  está 
donde  puedan  i 

Los  indios  de 
teniente  muchas 
de  Fautogrande 
tes  militares,  lo 
ertemigo  i  recibe, 
oportunidad. 

Lo  que  poogí 
demás  Snee. 

Dios  guarde  i 


—  611 

«k  el  8  bI  gobierno  que  solo  espera 
char  sobre  Tacna,— Xiegan  dos  cw 
distribaida  esta  en  Tarapacá  a  las  6 
posición  i  número  del  ejército  de  op 
— Orare  falta  cometida  por  el  gobie 
pétente  reserva,  a  pOBaí  de  los  clam 
blioa.— £1  campo  de  los  peraanoe. 


Batida  en  todas  sus  li 
de  arena  que  separaba  a  ] 
co,  de  la  ciudad  de  Tac 
campaña;  esplorados  sus 
caballería  chilena;  recono 
nes  sus  senderos;  averigo 
actitud  fuerte  pero  estri 
enemigo,  privado  de  toda 
Tacna,  i  conocido,  por  úl 
llano  de  las  caletas  del  I 
trasporte  de  la  artillería 
casi  invencible  de  la  sitúa 
mentó  de  mover  por  masf 
desde  hacia  dos  meses  en 


Contamos,  en  efecto,  e 
cómo  el  Tejimiento  Buiu 
sien  Amengual,  habia  lie 
Hospicio,  el  11  de  abril. '. 
mandaba  aquel  anciano  p 


el  8  de  abril  en  escalones, 
marchando  el  Tejimiento  Esmeralda  el  dia  9  hacia 
el  Hospicio,  i  los  batallones  Naval  i  Valparaíso 
por  el  sendero  de  la  costa,  reconocido  por  el  co- 
rnaadante  Dublé  hacia  Sitana  i  Locumba. 

Eran,  sin  embargo,  tan  insuperables  las  diñcul- 
tades  de  la  marcha  por  aquellas  espantosas  sole- 
Jades  en  que  la  sed  del  soldado  se  vuelve  ira  i  la 
ra  se  trueca  en  muerte  o  en  suicidio,  que  el  coro- 
lel  Ámengual  solo  pudo  hacer  la  concentración 
otal  de  sus  fuerzas  en  el  valle  de  Locumba  el  18 
e  abril.  «El  rejimiento  Esmeralda,  escribía  el 
orresponsal  del  Mermrio  en  la  última  fecha,  lle- 
6  el  11  sin  novedad  a  Sitana.  (1) 

(1)  Sibaoa  m  una  aldea  de  100  habitantes  BÍttiada  en  una 
iseta  o  ribazo  del  valle  de  Locumba,  al  abrirse  éste  en  el  lia' 
,  í  8U  Dombre  viene  del  quichua  sitani  «respIandezco.B  Dieta 

Locamba,  valle  arriba,  1 1  kilómetros,  i  de  Sama  o  Buena* 
ta  44^  kil<Smetro8,  exactamente  la  misma  distancia  que  haí 
re  Sama  i  Tacna;  de  modo  que  Buenavísta  ea  no  punto  per- 
tamente  equidistante  entre  el  valle  de  Tacna  i  Locumba,  to- 
ado por  puntos  estremas  a  Tacna  i  a  Sitana. 
*or  lo  demás,  este  último  es  un  paraje  árido  i  sin  importan- 

puea  vive  solo  del  acarreo  de  los  productos  de  liocumba, 
08  TÍfiedoB  son  tan  feraces  que  en  1 876  produjeron  no  menos 
50,150  quintales  de  aguardiente,  o  pisco  de  Locumba.  Eu 

parajes  del  Perú  tos  lf(juidos  se  miden  por  quintales  de 

libras,  lo  que  hacia  decir  graciosamente  e  injenuamente  a 
india  que  habia  recibido  en  castigo  de  su  honestidad  cerca 
ien  azotes,  qne  chabiaa  faltado  pocos  de  éstos  para  enterar 
lintal...  <ie  azotea.» 

HIST.   DB   LA  o.   DB   T.    I  A.  78 


bLos  batallones  Naval 
solo  hoi  a  las  diez  A.  M.,  c 
de  marclia  por  el  camino  ( 

Después  de  un  descanso 
paraje  i  en  Locumba,  la  1. 
el  valle  de  Sama,  donde  p 
que  las  otras  el  30  de  abrí 

IIÍ. 

La  división  (Muñoz)  co 
Moquegua,  diezmada  por  li 
lentamente  a  salir-hácia  1 
rifiuefias  pero  fatales  hond 

IV. 

Precedióla,  en  consecue 
semana  la  3.'  división  (^ 
prendió  alegre  i  marcialme 
cocha,  en  la  tarde  del  22 
diversos  cuerpos  escalonaí 
res  i  avanzando  por  interv 
merced  a  cuyas  precaución 
señalado  al  jefe  de  la  coh 
yor,  fué  ésta  la  división  qi 
temblé  trayecto  de  las  pai 

Andando  toda  la  noche 
sion  Amunátegiii  acampó  < 


—  620  — 

nos  el  agua  corriente,  la  verdura  i  la  sombra  que 
les  ofrece  reposo  i  consuelo. 

DÜn  grupo  de  los  mas  sufridos  va  adelante,  se- 
parado buen  trecho  del  resto,  formando  avanzada. 
Los  otros  siguen  atrás  en  desorden.  I  no  es  posi- 
ble tampoco  guardar  la  fila,  pues  cada  soldado 
lleva  no  menos  de  veinte  libras  encima.  A  la  es- 
palda un  rollo  de  ropa  i  un  par  de  botas  de  re- 
puesto; al  costado  derecho  el  bolsón  con  tiros  i  al 
izquierdo  su  caramayola;  al  hombro,  su  rifle.  Des- 
graciado si  no  se  hubiera  suprimido  la  antigua  i 
pesada  mochila  de  cuero! 

2) Todos  aquellos  hombres  han  perdido  la  bulli- 
ciosa alegría  del  campamento.  Silenciosos,  som- 
bríos, caminan  mirando  al  suelo,  sin  que  les  lla- 
men la  atención  sus  jefes  i  sus  compañeros.  Solo 
el  toque  de  alarma  podría  sacarlos  de  su  muda 
resignación.  Unos  se  separan  de  la  via  común  i 
toman  la  que  les  parece  mas  corta  i  mas  fácil. 
Unos  buscan  la  quebrada  i  otros  la  altura.  Mien- 
tras tanto,  un  buen  número  se  saca  las  botas  i  se 
sienta  a  descansar  fumando  un  cigarrillo.  Los  ofi- 
ciales no  se  inquietan  porque  éste  o  aquél  toma 
rumbo  diverso,  pues  saben  que  todos  han  de  en- 
contrarse en  el  sitio  convenido.  (1) 

Tal  fué  la  esforzada  i  sufrida  marcha  de  las  dos 


(1)  Carta  de  Cayo  Graco  a  La  Patria.  Pacocha,  abril  24  d'' 
1880. 


al  frente  del  enemigo.  3ran  4  rejimientos  i  4  ba- 
tallones, en  todo  mas  o  menos  7  mil  hombres, 
agregada  a  la  cuenta  la  caballería  i  toda  la  arti- 
llería de  montaña  que  habia  ido  llegando  a  lomo 
de  muía  a  Locumba  i  a  Sama,  cada  brigada  con 
6U  correspondiente  división. 


Atravesar  un  desierto  de  40  leguas  en  el  espa- 
cio de  ocho  o  diez  dias  para  llegar  a  la  vista  de 
un  ejército  que  pudo,  como  se  intentó,  atacar 
aquellas  fuerzas  fatigadas  i  en  detalle,  habia  sido 
una  de  las  operaciones  mas  difíciles  i  para  el  ejér- 
cito mas  meritorias  de  la  guerra. 

Sin  embargo,  la  4.'  i  2.'  división  no  tardaron 
zn  llegar  a  tomar  sus  puestos  en  la  línea  de  com- 
bate en  los  campamentos  de  Buenavista  i  de  las 
Y^aras. 

I  aquí  será  oportuno  advertir  que  aunque  si- 
tuadas en  el  mismo  valle  estas  dos  posiciones  son 
iliversas,  porque  el  antiguo  pago  o  aldea  de  Bae- 
aavista,  visitado  por  Miller  en  1821,  está  tendido 
%  manera  de  calle  a  lo  largo  del  barranco  norte 
íel  valle  de  Sama,  i  por  el  opuesto  la  miserable 
ranchería  de  Las  Yaras,  esparcida  en  la  loma  sur, 
a  un  kilómetro  mas  o  menos  de  distancia,  que 


VII. 

Desde  esa  caleta  despachó  en  efecto  aquel  jefe 
con  el  anuncio  del  «descubriniientou  de  la  nueva 
yia  a  loa  injenieros  Zelaya  i  Figueroa,  que  anda- 
ban con  él,  i  éstos  lograron  presentarse  en  el  cam- 
pamento en  la  media  noche  del  23  de  abril. 

Bebía  a  esas  horas  su  té  tradicional  el  jeneral 
en  jefe  acompañado  del  ministro  de  la  guerra  i  el 
jefe  de  estado  mayor  i  rodeado  de  sus  ayudantes, 
cuando  los  dos  mensajeros  de  Ite  fueron  introdu- 
cidos sin  ceremonia  a  la  sala  común;  i  después  de 
oir  al  mayor  Zelaya,  que  se  espresó  con  bastante 
jnerjía  i  claridad,  calificando  de  «desatinon  la  re- 
nision  del  ejército  i  especialmente  de  la  pesada 
irtillería  de  campaña  por  la  via  del  Hospicio, 
)rolongándose  la  conferencia  hasta  hora  mni 
ivanzada  de  la  noche,  se  resolvió  al  fin  cambiar 
le  dirección  i  llevar  la  artillería  gruesa  i  la  4.' 
livieion  per  la  via  de  Ite.  Por  un  raro  acaso,  la 
rtillería  de  campaña  habia  sido  enviada  ese  mis- 
10  dia  al  Hospicio  por  el  ferrocarril. 

Con  todo,  i  para  mejor  cerciorarse,  el  coronel 
'elazquez  despachó  al  dia  siguiente  al  capitán  de 
1  arma  don  José  Joaquin  Flores  a  reconocer  la 
aeva  senda,  servicio  que  aquel  íutelijentc  i  ma- 
)grado  oficial  desempeñó  con  laudable  celeridad, 
jclarando  que  la  via  era  perfectamente  transita- 


—  624  — 

ble  para  los  cañones.  Por  esta  i  otras  escursiones 
semejantes,  pusieron  sus  compañeros  de  arma  al 
capitán  Flores  el  nombre  de — «el  Stanley  del  ejér- 
cito.» 

VIIL 

Resuelto  así  el  mas  arduo  problema  de  la  mar- 
cha al  través  del  despoblado,  se  hizo  retrogradar 
la  artillería  pesada  del  Hospicio  a  Pacocha,  i  se  dis- 
puso el  inmediato  desembarque  de  la  4.*  divisioQ. 

Ejecutóse  esta  operación  en  el  espacioso  tras- 
porte Itata  i  en  el  Santa  Luda  el  27  de  abril;  el 
28  llegaba  con  su  fuerza  el  coronel  Barbosa  a  Ite, 
desembarcaba  ese  dia  i  el  29,  i  continuando  su 
itinerario  con  alguna  precipitación  i  descuido 
aquella  misma  noche,  era  como  habia  sido  avis- 
tado el  dia  30  por  sus  compañeros  de  la  división 
Amengual.  (1) 

(1)  Fué  mai  digna  de  alabaaza  la  actividad  que  se  despleg^ó 
en  Ite,  mientras  la  caleta  (que  de  sujo  es  buena  i  tiene  9  bra- 
zas de  agua  cerca  de  tierra,  según  el  jeógrafo  Paz  Soldán)  es- 
tuvo sosegada.  Hé  aquí^  en  efecto^  lo  que  un  corresponsal^  qae 
era  testigo  de  aquellos  esfuerzos  por  recobrar  el  tiempo  tan  las- 
timosamente perdido,  escribia  con  fecha  1.®  de  mayo: 

«Poco  después  de  la  llegada  de  la  caballería  partió  la  Cova- 
donga  para  Pacocha  a  fin  de  traer  los  víveres  i  forraje.  En  se- 
guida se  despachó  desde  ese  puerto  al  Itata  con  nuevos  pertre- 
chos, i  gracic^s  a  los  oportunos  avisos  del  comandante  Orella, 
consiguió  que  a  la  cuarta  división,  mandada  por  el  coronel  Ba 


Immia  divisara  dli 
iuuiAumi¿u  Kiu  »uiu  lu.  uuuu/.u  u6  lii  división  IBar' 
bosa,  que  venía  en  gran  deegfeño  a  las  órdenea 
¡amediatas  del  comandante  Castro^  del  3;** — Und 
de  los  soldados  de  éste  sufiido  cuerpo  de  repit-i 
triados  se  suicidó  de  desesperación  i  de  sed,  i  el 
Jantaro,  rejimiento  también  de  repatriadcsj  8Í 
lió  proebas  de  resistencia  para  la  fatiga  i  de  je- 
erosidad  para  con  súa  compaüeros,  oo  se  raaü- 
jvo  siempre  en  la  línea  dé  la  snbordinaéioDí  Do8 
írapaüíaa  de  éste  cuerpo,  que  cerraban  la  reta- 
uatdia  con  otras  tantas  del  B.%  i  custodiaban  la 
•tillería  de  montaña  dé  la  división  (brigada  Jar- 
.),  se  desbandaron  hacia  adelante,  i  los  animosod 


a  i  (iompiiesia  di  las  rejímientos  2.°  de  líaea,  Laotaro  i  Za- 

íores,  se  le  diera  orden  de  venirse  por  mar. 

El  2f  llegaban  en  el  Kala  el  3:"  i  el   Lautato,  después  dé 

'mbatcfti'  con  la  maj-of  celeridad^  lo  mismo  que  los  víveres  i 

pertrechos  que  veuian  a  bordo,  al  dia  siguiente,  2S,  se  pii- 

íD  en  mardia  desdo  este  puerto  en  tlirecciou  a  Buena  Vistai 

iendo  él  Camino  que  da  freute  al  pueblo. 

31  mismo   Itaía,  cuyo  capitán  se  ha  hecho   acreedor  a  unti 

cial  recomendación  por  sn  actividad,   había  tWido  de  Pisa- 

bnasétíciiin  dé  artillería  de  seis  piezas  Erupp  de  campiuia 

b  ametralladora,  al  manilo  del  capitán  Jarpa.  Esta  tropa  sü 

eo  marcha  hacia  el  interior  a  ka  tres  do  la  tarde  del  misnio 

Qf  trosnloatdndo  las  lomas  vecinas  a  la  playa  por  oí  cami- 

le  fftidca  el  cerro  por  la  izquierda. 

i  Itata.  saliiS  esa  misma  nnche  para  el  norte  a  lin  dé  traer  al 

de  la  divisiuQj  i  quísMS  la  artillería  de  caiupaña{>> 

ilSÍ.   DB    LA  n.   DS   T.    i  ft.  Ti' 


—  62ü  - 

«terceríinoK»,  ostimulados  [ 
bmvo  i  enéi'jico  comandiitit 
a  Buena  Vista,  después  de  c 
arrastrando  a  pulso  los  can 
niulas.  El  coronel  Burbosti 
trabajo,  fué  el  último  en  pre 
rczHííado.  (1) 

IX. 

Por  su  parte,  la  división  51 
bien  desdo  Moqnegua  una 
cipitada  sobre  Conde,  el  í 
dia  27  de  abril  a  las  ordene 
coronel  Muñoz;  i  sucedió  q 
lies  contradictorias  del  jenei 
tro  de  la  guerra,  por  ejecuta 
daroii  cruelmente  abandonac 
de  veinte  i  cinco  Granadero 
que  ni  mando  del  alférez  di 
teniente  Silva  recorrían  las 
tu  busca  de  ganado. 

Regreso  el   primero    de 
oficiales  a  Moqnegua  el  2  dt 


(1)  En  loB  anexo3  tlul  i>rt;seiito  ci 
tüí»  mni  iiiteioaiitcs  de  ciiri-csponOe 
lii  clivisiiin  Iiiirlinsa  sobi-e  lii  tcrrilil 
sierto,  e^iiiociulnieuto  del  3."  i  íltl  L 


^  628  — 


^, 


Ignoramos  hasta  hoi  a  punto  fijo  cuántos  de 
los  des<íraciados  compañeros  del  alférez  Letelier 
sucumbieron  en  aquella  cobarde  celada.  Pero  tu- 
VQ  mas  fortuna  que  ellos  el  teniente  de  Granade- 
ros Silva  que  fue  enviado  en  su  busca  o  en  su 
apoyo  del  I.""  de  niayo  a  la  1  de  la  tarde,  no  por  la 
víq,  de  Tumilaca,  donde  le  hahri^  encqnt;ra4Q,  ai- 
no  por  la  de  los  Anjeles, 

Digna  es  bajo  muchos  conceptos  de  ser  narra- 
da con  detalles  la  feliz  cuanto  romántica  escapada 


campameqto  \  busoar  allí  unos  objetos  qne  se  le  habían  queda- 
do. Apenas  se  babia  alejado  una  cuadra  del  potrero  cqando  sin- 
tió una  descarga  como  de  cinco  tiros  de  riñe^  i  subiéndose  a  una 
paquefja  eminencia^  vio  ane  su£i  coqipaüeros  yacian  por  el  suelo 
muertos  o  heridos. 

:DEq  estos  momentos  resonó  una  nueva  descarga  dirijida  por 
unos  sesenta  hombros,  todos  paisanos  parapetados  en  las  tapias, 
i  viendo  Gallardo  que  por  todas  partes  desembocaban  en  aque- 
lla dirección  algunos  grupos  de  paisanos  armados,  buscó  el  ca- 
mino para  huir  por  la  vía  férrea  i  encontró  un  l^ombr^  que  venia 
a  caballo  er^  dirección  opuesta. 

j^Gallardo  le  hizo  fuego  con  su  carabina  i  le  mató  el  caballo. 
El  que  1q  montf^ba  huyó  a  todo  escape,  i  al  acercarse  el  Grana- 
dero, reconoció  en  el  cabs^Ilo  muerto  \\x\o  de  los  que  habían  que- 
dado en  el  potrero. 

3>To.do  ese  d\d,  permaneció  el  músico  oculto  ontre  las  viüas,  i 
entrada  ya  la  noche,  salió  a  la  linea  i  tomó  el  camino  a  Hospicio, 
a  donde  llegó  el  liínes  3  a  las  diez  de  |a  m.fkuana.]>, 


dieodo  prestadií  su  tinimada  pluma  aun  iatelíjen- 
te  i  llano  corresponsal  del  campo  chileno. 

(Habiendo  tenido  noticias,  dice  en  efecto,  un 
jente  de  noticias  del  diario  Las  Tiempos,  el  té- 
jente Silva  de  que  el  alférez  Leteliei'  babia  ido  eje 
'orata  a  Gamaco,  llegó  en  su  busca  hasta  Cocoré, 
ete  leguas  al  poniente  de  Torata,  al  mando  de 
1  destacanoonto  de  20  Granaderos, 
í  Allí  supo  Silva  que  Letelier  con  su  jente  ha- 
i  bajado  hacia  Moquegna  por  el  camino  de  Tu- 
laoá  i  Quilíaquile,  i  notando  síntomas  alarman-^ 
entre  los  pobladores,  tomó  un  cholo  i  lo  oblii 
a  que  lo  Uerase  a  Tumilaca  sin  posar  por 
rata. 

>En  Tumilaca  snpo  el  teniente  Silva  que  los 
males  que  conduela  el  alférez  Letelier  se  en- 
traban en  Samegiia,  i  efectivamente,  al  llegar 
te  pueblo,  a  la  una  de  la  tarde  del  2  del  pre- 
«,  los  encontró  todos  allí.  Eran  mas  de  300, 
)S  vacunos. 

Sabia  unos  veinte  o  veinticinco  paisanos  cus- 
índoles,  i  como  manifestasen  una  actitud  hos- 
se  negasen  a  entregarlos,  el  teniente  Silva  so 
obligado  a  dispararles  algunos  tiros,  con  la 
huyeron  hacía  el  pueblo. 
-Uí  le  dijeron  al  teniente  Silva  que  Letelier 

ido  a  Moquegna  acompañado  por  dos  sol- 


—  630 

dadoB,  invitado  por  el  con 
to  de  comerse  una  cazuels 

íEste  coronel  Flores  < 
qne  residía  en  Moquegna, 
siyo,  que  al  tomai-  posesioi 
tejió  hasta  el  estremo  de 
guardia  que  cuidara  su 
mismo  que  los  fundos  qu 
era  el  que  encabezaba  ali 
autor  de  la  celada  contra  i 

íEl  teniente  Silva,  sosp 
nencia  en  Samegua  podia 
partió  los  animales  en  tre 
dolos  rio  abajo,  aunque  co 
guientes  al  mal  estado  do ! 
recorrido  34  leguas  en  36 
minos. 

i. VI  pasar  frente  al  cen 
lu.  í.  un  hombre  apostado 
ees  dio  orden  a  la  tropa 
eremígos  bajaban  alplan. 

pÜontinuó  su  camino  ce 
rioEis,  hasta  que  unan  seit 
frente  aI  A.lto  de  la  Vil 
e.tiner.tia  mas  de  300  pai 
sibles  demostraciones  de 
la  escasa  fuerza  chilena. 

«Entonces  el  teniente 
sistencía,  se  vio  obligadc 


ai  hombro»,  con  la  esperanza  de  que  un  grupo 
como  de  40  o  50  jinetes  que  había  en  el  Alto  de 
!a  Tilla  bajase  a  cortarle  el  paso. 

XI. 

»Pero  los  peruanos,  en  vez  de  hacerlo  así,  rom- 
ieron  sobre  los  nuestros  nn  nutiido  fuego  de  fu- 
lerfa,  entro  cuyas  detonaciones  resonaban  de 
inndo  en  cuando  las  de  algunos  Rempart  que  sin 
ida  tenían  ocultos  en  Moquegua,  lo  mismo  que 
)  armas  de  que  hacían  uso. 
>A1  mismo  tiempo  que  avanzaba  por  el  valle, 
isó  el  teniente  Silva  una  nueva  partida  de  tro- 
;  enemigas  al  lado  de  Conde;  de  manera  quo 
sncontraba  rodeado  por  todas  partes  por  un 
iiero  no  menor  de  600  hombres.  Estos  ocupa- 

laa  alturas  del  lado  de  Moquegua,  el  Alto  do 
'^illíi,  las  alturas  de  Conde  i  las  cercanías  de 
egna,  corUmdo  por  todan  partes  la  retirada  de 
itroa  20  hombrea  de  cabullería. 
'ero  ningún  peruano  se  atrevía  a  bajar  de  sus 
íioues.  Por  el  contrario,  como  haciendo  alar- 
i  fiíi  cobardía,  se  oían  d¡.stiutaniente  en  medio 
íOf^o  las  voces  atipladas  de  algunos  que  gri- 

-¡  En  tren  al  pueblo,  pues! 


B — ¡Vendan  acá 

»I  por  el  estilo  í 
ruana  que  demostr 
de  no  bajar  a  batir 
perando  sin  duda  q 
a  atacarlos  en  sus  g 

nNuestras  desver 
momento  por  la  cii 
dose  los  enemigos  s 
las  carabinas  de  los 
Buficientü  para  heri 
BÍIar  a  los  nuestros 

sPor  fortuna,  en 
el  teniente  Silva  u 
quegua.  Le  dio  alca 
que  lo  condujese  po 
dirección  a  Locnml] 
sar  por  eütre  las  fu 
cortados  todos  los  c 

sEl  cholo  se  neg' 
gando  que  no  conoc 
de  una  próxima  miii 
teniente,  lo  indujei'í 
bravos  Granaderos. 

»Se  internaron  e 
cholo,  en  una  quebr 
üace  un  poco  mas 
cual  no  ee  veian  ni 
da  por  hombres  o  pi 


chos  otros  deBgraciac 
solo  en  junio  de  188 


No  eran  aqnelloB  < 
reparal)les,  los  único 
ejército  chileno  en  g 
despoblado,  avanzam 
hacia  lo  desconocido, 
brújula,  i  lo  que  era 
cesivos  i  aislados,  en 
trico  amenazado  de  c 

I  hai  constancia  ei 

(1)  Según  el  janeral  Ba( 
den  es  suyas  para  no  mover 
con  BUS  fuerzas  íntegras,  i 
guardia  150  hombres  del  E 
cnballo  del  capitán  Novoa. 
ha  hecho  el  coronel  MuQoz 
Pncocha  et  ministro  de  la  ¡ 
vio  obligado  a  pasar  por  el 
bara  suerte  un  nnmeroso  df 
guerra.  En  todo  caso  lo  o 
Letelier  i  a.  Bilva. 

Los  oficíales  Letelier  i  L 
tnacion  al  autor  de  este  libi 
samento  a  sus  manos  en  fel 
bierno  procuró  su  canjo  (no 
i  de  este  modo  regresaron  a 
el  vapor  CopUipó  el  20  de 


batería  de  montaña  que  mar 
Salvo,  i  habría  cerrado  el  pa 
ño  pero  valeroso  escuadrou 
capitaneaba  el  comandante 
giiida  babj'á  de  verse,  (1) 

XIV. 

Bajo  estos  adversos  angt 
las  penalidades  de  su  marchj 
siou  Muñoz  abandonó  a  Moc 
penetró  esa  noche  en  Cond( 
picio. 

Venia  aquella  tropa  suma 
los  aires  mal  sanos  del  valh 
de  elementos  de  marcha  que 
rejimiento  2."  de  Línea,  quic 
cían  de  caramayolas. 

El  tiempo  habia  por  fortu 
nando  toda  la  noche  del  28  1 

(1)  Los  datos  precedentes  nos  hac 
rías  úcaeioDes  por  el  digno  jenerat  C 
cnmba  había  estado  ocupado  por  los 
de  la  llegadu  de  los  chilenos.  nBl  ea 
el  capitán  nrjentiuo  del  Mármol,  que 
ese  cuerpo  cía  escolta  de  Daza,  mart 
fin  de  observar  i  prevenir  cualquier 
cuemigo.B  Pero  al  poco  tiempo  todo 
trado  por  la  terciana,  i  linbieron  de 
dolo  Alburractn  con  sus  guerrilleros. 


—  638  — 

Vergara  a  aquella  costa,  i  verificado  su  desembar- 
co el  23  i  24,  encontróse  que  la  caballería  acan- 
tonada en  aquella  árida  playa,  llegaba  a  770  jine- 
tes, i  por  este  motivo,  como  por  conservar  a  toda 
costa  la  posesión  del  valle,  salió  el  comandante 
Búlnes  con  su  jente  en  la  noche  del  26  de  abril, 
llevando  por  guia  al  alférez  Souper,  i  por  antor- 
cha la  luna  del  desierto  en  todo  su  esplendor. 

Después  de  una  jornada  de  14  horas,  los  Cara- 
bineros ocupaban  a  Buena-Vista  el  26  a  las  11  i 
media  de  la  mañana,  siendo  recibidos  cortesmente 
por  el  cura  del  lugar  don  Manuel  José  Baluarte, 
quien,  a  pesar  de  su  bélico  apellido,  era  cura  ver- 
dadero i  no  de  remedo  como  el  de  Locumba  i  co- 
mo otros. 

Cinco  dias  estuvo  de  esta  suerte  custodiando 
aquellos  parajes  el  comandante  Bulnes,  i  fué  mas 
que  poltronería  i  timidez  de  los  peruanos  no  avan- 
zar desde  Tacna  a  atacarlo  o  siquiera  a  sorpren- 
derlo. Tuvo,  sin  embargo,  el  jefe  chileno  la  pre- 
caución de  mudar  cada  noche  su  alojamiento, 
durmiendo  la  del  26  en  la  pampa,  la  del  27  en  la 
cuesta  de  Locumba,  a  tres  leguas  del  valle,  i  la 
del  28  en  el  pago  do  Porquera,  situado  en  la  pla- 
nicie una  legua  al  norte  del  valle. 

Encontrándose  en  aquel  paraje,  recibió  el  jefe 
de  Carabineros  a  las  4  i  media  de  la  tarde  del  día 
29  un  papel  del  comandante  Castro  del  3.^  anun- 
ciándole que  la  4.*  división  venia  de  Ite  terribl' 


Ia  3.*  división,  los  soldados  de  aquélla  i  especial- 
mente los  del  Lautaro,  salieron  largo  trecho  car- 
gados de  agua  para  devolverles  el  beneficio  reci- 
bido. 

aTodo  el  día  30,  dice  el  diario  de  un  oficial,  es- 
tuvo llegando  jente  de  Ite,  de  Sitana  i  de  Locum- 
ba.  Se  veía  toda  la  pampa  hormigueando  de  sol- 
dados.» Arrastrábanse  éstos  en  sedientos  tropeles 
i  como  los  Infantes  de  la  patria  en  1823,  en  aquel 
misnao  sitio,  se  precipitaban  al  rio  para  saciar  la 
sed  rabiosa  que  les  traia  enloquecidos. 


XVI. 

En  aquel  misino  día  habia 
mentó  de  Biiena-Vista  por  la 
jeneral  en  jefe,  con  ei  personi 
que  presidia  el  coronel  Lagoi 
gresado  de  Cliile;  i  a  virtuc 
previas  bien  establecidas,  def 
en  esas  precisas  horas  el  min 
el  coronel  Velazquez  trayendc 
la  reserva,  como  el  Chillan,  i 
la  artillería  de  campaña,  que 
por  los  trenes  del  Hospicio. 

Con  el  oportuno  arribo  de  '. 
3  de  mayo,  el  ejército  estaba  ; 
8,  establecidas  cómodamente 
en  Yaras,  el  jeneral  Baquedt 
mente  al  gobierno  que  aguan 
artillería  de  campaña  para  ras 
po  de  la  Alianza,  do'nde  le  es¡ 
honihres  el  jeneral  Campero. 

XVIL 

Las  posiciones  que  ocupaba 
guas  de  Tacna  eran  escelentei 
tendidos  en  forma  de  calles  ei 
Yaras,  situadas  en  la  márjen 


lies  armaaoa  en  paueiion. 

uYaras  es  ua  lugarejo  miserable,  formado  por 
uoa  sola  calle  orillada  de  ranchos  de  cañas  i  to- 
tora, harto  peor  i  en  mucho  inferiores  a  los  que 
Temos  ea  nuestros  campos.  Un  rancho  de  mayo- 
res dimensiones  i  mas  alto,  con  sus  paredes  i  te- 
cho embarrados,  sirve  de  capilla.  El  piso  es  el 
Buelo  disparejo,  i  el  altar  una  especie  de  mesa  de 
tablas  sin  labrar,  cnbiertaa  de  papel.  Atrás  se  le- 
vanta un  remedo  de  coronación,  i  eu  algo  pareci- 
do a  un  nicho  haí  una  iraájen  de  la  Vírjen,  del 
trabajo  mas  primitivo.  La  última  de  nuestras  ca- 
pillas de  aldea,  es  una  catedral. 

dNo  sucede  lo  mismo  coa  la  capilla  de  Buena- 
Vista,  pueblo  de  mucho  mejor  aspecto  i  que  pre- 
senta muchos  visos  de  civilización  en  algunas  de 
sus  construcción  ea.  La  iglesia  de  Buena- Vista, 
Iglesia  parroquial,  tendrá  unos  cuarenta  metros  de 
.argo  por  quince  de  ancho,  i  el  conjunto  del  edi- 
icio  no  es  feo,  sobresaliendo  dos  torrecillas  medio 
irruinadas.s 

tlIbT.  DE  LA  U.  SB  T.  I  A.  Hl 


XV 

Por  lo  demás,  la  castn 
habia  sido  establecida  co 
que  la  táctica  i  la  Orden 
vijilantes,  i  la  siguiente  ó 
diente  al  primero  de  su  ii 
Las  Yaras,  da  idea  del  d 
todos  sus  prv>cedimientos 
ncral  bajo  la  inspiración  d 
i  de  su  infatigable  primer 
te  Lagos: 

Cuartel  ^'ener, 

(Urden  je 

Jefe  de  servicio  para  hi 
DÍano  Urriola. 

Ayudante  de  servicio 
don  Bclisario  Campos. 

La  1.'  división  estableo 
tancia  de  un  kilómetro  a  1 
compuesta  de  una  compaj 
dotación  de  oficiales,  i  ot 
sobre  el  flanco  izquierdo  c 

Ambas  tendrán  órdei: 
avanzadas  no  hagan  fucg 


nadas  a  las  avanzadas  sobre  los  flancos  de  la  línea. 

Se  recomienda  igualmente  a  los  señores  jefes 
de  división  que  castiguen  severamente  a  los  indi- 
viduos que  incendiaren  o  destruyeren  por  otros 
medios  los  edificios  construidos  en  arabas  riberjis 
del  valle. 

La  retreta  se  tocará  a  las  8  P.  M.,  hora  en  que 
se  apagarla  los  fuegos  ea  el  campo. 

De  O.  del  J.  en  J. 

Pedro  Lagos. 

XIX. 

Al  propio  tiempo  que  el  ejército  de  operaciones 
16  internaba  en  el  desierto  para  librar  una  batalla 
campal  si  bien  no  definitiva  al  enemigo,  ee  movi- 


—  644  — 

lizaba  una  parto  del  ejército  de  reserva  que  desde 
el  mes  de  marzo  precedente  se  habia  escalonado, 
según  vimos,  desde  Santa  Catalina  a  Pisagiia,  a 
las  órdenes  del  jeneral  de  brigada  don  José  Anto- 
nio Villagran,  en  número  de  seis  mil  hombres  de 
escelentes  soldados.  El  cuartel  jeneral  habia  sido 
instalado  en  Pisagua  i  la  colocación  de  los  diver- 
sos cuerpos  que  formaban  la  reserva  era  a  medía- 
dos  de  abril  la  siguiente:  (1) 

(1)  No  entra  ea  la  cuenta  que  hacemos  del  ejército  de  reser- 
va UD  batallón  de  guardia  nacional  organizado  en  Iqníqne  a  me- 
diados de  marzo  i  que  el  16  de  abril  contaba  con  800  plazas,  ha- 
biendo ofrecido  la  novedad  de  que  su  cuerpo  de  oficíales  fué 
elejido  por  escrutinio  del  vecindario.  No  tomamos  tampoco  en 
consideración  el  2.*^  escuadrón  do  Carabineros  que  a  fines  de 
marzo  partió  para  Pacocha  a  las  órdenes  del  mayor  don  Rafael 
Vargas,  después  de  haber  espedicionado  sobre  Camarones  en  los 
primeros  dias  de  aquel  mes. 

Fué  ésta  la  escursion  que  antes  dijimos  habia  conducido  el 
capitán  Layseca  que  dio  por  resultado  la  captura  de  la  reducida 
guarnición  de  aquella  quebrada  i  produjo  una  pequ«ña  alarma 
en  el  cuartel  jeneral  en  Arica.  El  capitán  Layseca,  resguardado 
por  los  Carabineros,  partió  de  Tacna  el  6  de  marzo,  según  el  si- 
guiente telegrama: 

aPisagua^  febrero  15  de  1880. 
:d Capitán  Layseca: 

dEs  necesario  que  usted  se  ponga  en  marcha  a  desempeñar  sa 
comisión  a  la  mayor  brevedad  posible.  La  cosa  es  urjente. 

i> Jeneral  ViUa¡/ran.^ 
Tenemos  también  a  la  vista  una  nota  del  capitán  Layseca  "^ 


Ea  Dolores  el  Caupolican,  batallón  Saatiaguino 
al  mando,  del  teniente  coronel  movilizado  don 
Félix  Valdés,  que  falleció  prematuramente  a  cau> 
sa  de  las  inclemencias  del  clima  de  Facocha  algo 
mas  tarde. 

Acampaba  también  en  aquella  aguada  el  bata- 
llón Cazadores  del  Desierto,  a  cuya  mal  reputada 
moralidad,  su  nuevo  jefe,  el  bizarro  comandante 
don  Jorje  Wood,  prestaba  la  mas  perseverante  i 
reparadora  consagración. 

La  brigada  de  artillería  que  en  Iquique  babia 
organizado  el  mayor  Jarpa  completaba  aquel  can- 
tón. 

Por  último,  el  lucido^batallon  Concepción,  com- 
puesto todo  de  jóvenes  vigorosos  como  los  mon- 
tañeses del  Chillan,  ocupaba  las  casas  del  Porve- 
nir, a  las  órdenes  del  comandante  Seguel,  distin- 
guido oficial  i  descendiente  de  una  familia  señalada 
por  sus  servicios  al  rei  en  la  guerra  de  las  fronte- 
ras; al  paso  que  el  Valdivia,  cuerpo  organizado  en 
la  capital  como  el  Caupolican,  cerraba  la  estremi- 

mayor  Vargas  escrita  en  Cuya,  hacienda  de  Camarones  ot  13  do 
marzo,  dos  días  después  de  la  sorpresa,  en  que  aqnel  enteodiilü 
fificial  propone  marcharse  a  Arica  i  Tacna  i  reunirse  en  se<^uida 
con  el  ejército  en  lio,  empresa  atrevida  que  do  llegó  a  reali- 


dad  de  la  líne 
órdenes  del  dili 
tioez,  uno  de 
cito. 

EL  estado  de 
la  medianía  de 
bastante  satisfti 
así  su  equipo,  i 


De  este  segu 
jeneral  en  jefe 
lantadiis  en  la 
tieron  sucesiva 
jeneral  Villagí 
tiempo,  i  por  ( 
macion,  el  bata 
Cazadores  del  '. 
Ite  solo  en  víui 

(1)  El  jeneral  V 
estos  cuerpos  el  1 5 
guerra  del  ejército 
interesante  correspi 
abril  i  que  se  atríbi 
ticias  que  preceden 
como  un  hecho  snu 
que  entre  seis  mil  e 
no  sometido  a  juici 


—  018  — 

ejércitos,  o  mas  propiamente  en  tres  zonas:  en  el 
departamento  de  Tacna,  en  el  de  Tarapacá  i  en 
la  provincia  antes  boliviana  de  Antofagasta.  Pero 
como  iba  a  librarse  una  gran  batalla,  la  prudencia 
mas  obvia  aconsejaba,  como  lo  habia  reclamado 
con  raro  tesón  la  prensa  de  Chile,  una  reserva  se- 
*dentaria  de  diez  mil  hombres  escalonada  en  las 
ciudades  i  provincias  de  Chile,  alistándose  activa- 
mente para  ocurrir  a  todas  las  eraerjencias  sin  es- 
cluir  un  ataque  inmediato  i  directo  sobre  Lima. 
El  pais  daba  para  todo. 

Descuidó  punto  tan  capital  el  ministerio  Santa 
María,  i  esto  fué,  aparte  de  la  apocada  política 
personal  del  presidente  Pinto,  la  causa  verdadera 
de  su  caida  en  medio  de  su  gloria.  (1) 


(1)  En  una  carta  escrita  al  Mercurio  desde  Jazpampa  el  27 
de  abril,  se  hacian  las  siguientes  juiciosas  apreciaciones  sobre  las 
fuerzas  del  ejército  de  Chile  i  su  distribución: 

«Tres  son  los  ejércitos  que  tiene  Chile  en  territorio  revindi- 
cado  i  enemigo:  el  do  operaciones  de  lio  a  Moquegua;  el  do  re- 
Serva  en  la  línea  do  Pisagua  a  Iquique  a  través  del  desierto,  i 
el  de  Antofagasta  por  la  línea  del  Loa.  Al  ver  esta  disposición 
de  nuestras  fuerzas,  se  creerá  que  son  como  tres  paralelas  con 
sus  comunicaciones  fAciles  i  llamadas  a  protejerse  mutuamente, 
como  que  el  todo  tiende  a  un  objetivo  i  se  halla  bajo  la  direc- 
ción pe  un  solo  jefe;  nó,  sefior:  cada  una  de  esas  tres  líneas,  cuya 
importancia,  la  de  las  dos  últimas  on  particular,  es  por  demás 
problemática,  se  halla  al  mando  de  un  jeneral  o  comandante  en 
jefe  independiente  uno  del  otro,  i  aun  sus  mismas  relaciones 
personales  son  tan  desconocidas  como  son  las  rejiones  que  s 


frente  al  enemigo  en  Tacna,  en  el  cuso  que  fuer- 
zas destacadas  de  Arequipa  intentaran  algún  ama- 
go, como  en  efecto  algo  mas  tarde  sucedió.  En 
todas  partes  i  bajo  todos  conceptos  el  jeneral  Ba- 
quedano  se  mostraba  por  su  actividad  i  su  cautela, 
su  golpe  de  vista  militar  i  su  estratéjia,  un  ver- 
dadero jeneral. 


¡laran  a  cada  línea. 

íEsta  eircunstuiícia  es  lii  r:Li;on  piinjiie  el  ejiircito  dei  norte 
se  llalla  privado  de  lu  fuerza  de  7  a  8,000  huiubrea  de  ijiie  lia 
constado  el  de  reserva 

>  Actual  ID  ente,  desde  el  23  viene  operándose  un  movimiento 
en  la  reserva:  lian  marchado  pnra  Pisugua  los'batallonoa  Chi- 
llan i  Uauíiolicaí),  i  loa  dos  escuadrones  de  CarabínoroB  1."  i  2.°, 
i  nna  conipaüía  de  artillería  de  caiiipafia;  diaa  antes  marchó  el 
2.*  Atacama  para  ese  puerto,  i  todos  se  dirijen  a  lio.  Hui  queda 
la  reserva  así:  Eii  Lpiiijut!,  el  Cülchagu.i;  en  Pozo  Almonte,  2') 
granaderos;  en  Sant:i  Catalina,  et  Valdivia;  en  San  Francisco,  el 
Concepción;  en  Doloreí",  Cazadores  del  Desierto  i  media  Latería 
de  artillería  de  montana,  antigua;  en  la  Noria  25  granaderos; 
en  Tana,  igual  tropa;  en  Jaziiauípa,  el  2."  Aconcagua,  i  en  Pi- 
sagiia  dclie  hallursc  todavía  o  se  está  eiubarcamlo  el  Caupolican, 
pues  solo  anoche  pasó  por  aquí  desdo  Dolores. 

•  Uno  que  coiiocael  territorio  ae  admira  <li3  la  estagnación  eii 
HIST.  DK  LA  C.  DB  T.  I  A.  82 


¿Qué  acontecía 
go  qne  aqtiol  tenia 
esto  es,  uíi  mes  cal 
del  comanílo  en  je 

Punto  muí  inip 
que  historiamos,  p 
gradar  buen  trech"* 
en  los  primeros  en 
al   ejército   de  la 


que  se  ha  tenido  a  esbíis 
gos  lia  (jueiiado  ¡tnprol: 
r¡i])!ic!Í,  |me?  es  iinjinsil: 
una,  divorríiíiii  [nir  estos 
do,  hasta  el  ngua,  i  cna 
sitan  para  ¡)i'Dciiriir  det 
ejército  de  operaciones 
Tarapau;i,  Tana  i  Camai 

KTana  se  halla  unida 
Iqniqne  en  este  catiniai 
Tarapacá  i  Dolores  o  Di 

nEn  días  pasados  ae  t 
La  al  sur  por  el  nombra 
timaineiite  me  aseguran 
mover  «ste  ejército  de  s 
resuelto  quedarse,  i  este 
Parece,  pues,  que  luego 
vimiento  de  loa  dos  ejér 
vayamos  a  tener  un  We 


cniílo  (itíl  viíije,  te  iJiré  Bolamente  que  hiibn  soKk'loa  que  deses- 
jierados  de  sed,  so  sufcidarun  Ci)n  aus  i>rj¡)io3  rifti!s;  otros  reven- 
taron en  sangro  i  espiraron  en  el  acto.  La  bebida  do  orines  era 
cosa  que  la  miiyor  parte  emplearon  para  railigar  un  tanto  la 
ardiente  Fod  que  los  devoraba.  Unos  n  otros  so  pelÍLia  tan  re- 
iniiíintnte  líquido,  como  íinico  ruüurso  p:ini,  poder  vivir.  En  fin 
amigo,  de  esta  marcha  ine  quedan  muí  tristes  recuerdos, 

»De  mi  compafila  he  tenido  la  suerte  de  no  perder  ninguno. 
Tanto  sacrificio  de  este  |)obre  roto  chileno  ¿cómo  lo  pügará  la 
uaciuu?  ¿Pagará  siempre  como  ha  págalo  Chile?  La  mayor  parte 


Id  cree  así  i  apesar  de  esto  eiguen  la  baadei 
igual.  Si  Chite  es  feliz  lo  es  por  sus  rotos.^ 


(FragmeutoB.) 

ya?-as,  me 

...aEran  las  doB  de  la  mañana  i  recien  ec 
ble  cuenta  que  desde  Ite  parece  pequeña  i 
Machos  Be  acabaron  a  esta  hora  la  curamaí 
ración  qae  traían.  Ciiminamos  toda  la  noch( 
de  la  noche  sigaieQte,  i  solo  llegamoa  aqa{  r 

sNosotroB  quedamos  botados  sin  poder  i 
ahi  dormimos  un  poco,  ))ero  la  falta  de  1: 
teuieodo  que  usar  orines  para  mojar  uuestr 

>Ko  quiero  contarle  mil  ¡itrocidadea  que 
testigos  de  ellas  son  las  lágrimas  que  derr 
Carvallo.  Todo  se  sabrá  pero  caaudo  estem 
ahí  pediremos  cuenta  a  las  espadíis  que  cou 
ban  para  mover  cadáveres. 

íAqiií  estA  todo  el  ejército  de  vanguardi 
i  parte  de  la  artillería  que  llegará  maiians 
caballería  trajo  un  cliolito  que  venia  de  Tac 
ruanos  veniau.  Vienen  pues  a  pelear,  han  si 
¡Ojalá! 

>Aquf  parece  que  permaneceremos  algii 
hemos  construido  rucas. 

»Los  chilenos  enfermos  estaban  en   L( 
Han  quemado  la  casa  donde  cstabLiu  siu 
riendo  quemados.  Coo  este  m')tÍvo  el  jeneri 


>Yo  boté  todo  cnanto  traift  en  el  camino,  dejando  eoloel  rifle, 
cápenlas  i  tabaco.  Hasta  los  oficiales  bebieron  oñoes! 


Jfanuel  Salas,9 


(DKL   H18MO  AL  MiaUO). 

(Fra^entoe.) 

Yarcíí,  mayo  18  dt  1880. 

...(Yo  DO  sé  nada  de  Ordenanza  ni  tango  ninguna  a  la  mano 
donde  poder  ver  ei  hai  razón  o  dó  en  lo  qae  sucede  ni  tampoco, 
et  de  donde  viene  la  orden  i  qué  provecho  va  a  reponer,  ni  me- 
nos quien  es  el  autor: — voi  al  grano.  Es  el  caso  que  en  su  viaje 
de  Ite  a  este  campamento,  donde  la  sed  por  nada  no  deja  el 
campo  sembrado  de  cadáveres,  corre  la  voz  de  que  mi  mayor  di- 
ce que  boten  todo  lo  accesorio  i  dejen  solo  el  rifle,  manicionea  i 
i  ropa  de  parada;  porque  ademas  de  esto  el  soldado  trae  capote, 
frazada,  ropa,  poncho,  morral  con  víveres,  porta-capote,  víveres 
i  ademas  un  saco  de  esos  de  cebada  qne  uos  dieron  en  lio  para 
eu  caso  de  sitio,  fortiflcarnos  con  ellos,  lleniindolos  de  arena. 

Fatigados  con  la  marcha,  la  sed,  el  hambre  i  la  fiebre  i  mi- 
rando esos  desiertos,  pampas  inmensas  donde  la  vista  se  perdía 
en  insondable  mar  de  arena,  el  corazón  se  oprimía,  los  sentidos 
se  embotaban,  cada  soldada  no  era  ya  el  chistoso  i  humorístico 
parlachin  de  la  víspera  sino  una  beatia  que  marcha  al  /arre/ 
del  conductor,  con  la  cabeza  gacha.  Qué  pena,  papá!  qué  horrible 
deEesperacion!  El  corazón  se  me  oprimía,  quería  dar  rienda 
suelta  al  llanto,  desahogar  asi  mi  aflicción,  pero  estos  se  rom- 
Ubo. 


—  654  — 

}i)En  medio  del  desierto,  cargado  coa  au  peso  que  en  esos 
Diomentos  era  innecesario  para  la  vida,  viendo  para  todos  lados 
la  aridez  mas  espantosa  i  sin  fuerza  para  proseguir,  ostigado 
por  el  calor  i  la  sed  abrumadora  ¿qué  baria  uno? — botar  todo 
aquello  que  está  de  mas,  dejar  rifle,  balas,  i  sus  accesorios.  Creo 
yo  esto  justo,  i  mucbo  mas  cuando  dicen  que  el  mayor  Carvallo 
dijo  a  los  soldados:  boten  lo  que  tengan  i  dejen  lo  que  antes  he 
dicbo  a  Ud.  ¿Qué  bacer?  otra  vez  preguntó. 

3>Bueno,  ahora  se  ha  hecho  un  rejistro  quitándole  a  cada  solda- 
do un  recibo  sobre  su  haber  por  el  valor  de  las  prendas  que  ha 
perdido,  siendo  algunas  de  ellas  demás  para  el  soldado,  como  el 
saco  i  otras  que  debian  darse  de  baja,  como  el  capote  por  el  cual 
hacen  cargar  7  pesos  50  centavos,  habiendo  sido  dado  este  cuan- 
do recien  se  principió  a  formar  el  «LautaroD,  ahora  un  aüoíl! 


Manitel  Salas.v 


CAPITULO   XVIII. 


EL  PRIMER  EJÉRCITO  DEL  SUR. 

Deplorable  estado  en  que  bq  encuentra  el  ejército  da  Aricn  &!  recibirse  do 
ea  mando  el  contralmiraiite  Montero.— Ardor  con  que  íste  se  entrega 
R  BU  reorgnniíacion  i  a  su  aervicio. — Crea  el  catado  mayor  jeneral  con- 
fiiiidolo  al  coronel  Latorre  i  pide  urjentes  socorros  a  Lima. — Encar^'a 
el  mando  de  las  baterías  de  tierra  al  capitán  de  navio  don  Camilo  Ca- 
nillo.— Llegan  loa  restos  del  ejército  de  TarapacS,  i  medidas  quo  toma 
el  jeneral  Montero  para,  reorganiwirln.— ilefunde  los  dos  ejércitos  en 
uno  compuesto  de  ceica  de  10,UlM)  hombrea  i  forma  con  61  oclio  divísionca 
en  Ai-ica. — La  O."  i  10,'  divifíion. — Sngacidnd  i  elevación  de  inimocon  que 
el  jeneral  en  jefe  distiiliiiye 'es  mnudos  do  división  eiitie  loa  jbfes. — 
Loa  veteranos  do  Taraiiac;i.— Lom  coi-oue'Ioa  Cancvaro  e  Inclan. — Con- 
dición de  los  cuerpos  de  infantería,  su  numeración  i  agrupamiento  por 
divisiones, — Distribución  do  la  artilierii. — iis  caballería  a  pié. — Diver- 
sidad de  armamentos  i  municiones.  — Lamentable  estado  del  Bcrricio 
Binitario  militar  i  creación  de  una  aupcrin  tendencia  jonoral. — División 
do  torpediataa  en  la  ¡ala  del  Alacrán. — El  jeneral  Montero  se  cafuerza 
por  levantar  la  moral  de  la  tropa,  asciende  algunos  sarjontos  de  Tara- 
pacá  i  da  de  baja  a  varios  oñcialea  por  indignos. — Aparatosa  ceremonia 
en  honor  del  soldado  que  entrcgii  el  estandarte  del  2.°  de  línea, — Ren- 
corosa i  mezquina  conducta  de  Montero  con  Bnendia  i  Saarez.— Alta- 
nería e  inhumanidad  de  Montero  con  los  prisioneros  chilenos  a  quienes 
obliga  a  trabajar  on  las  fortificaciones  del  Morro,  i  fusja  de  algunos  de 
olios, — Los  detenidos  chilenos. — Huerta  i  Oallínato-Padiu. — Él  rop.i- 
triado  Herquiaigo  i  lista  do  crímenG»  peruanos  contra  chilenos  que  pu- 
blica en  Chile. 


Cnando  en  un  capítulo  ya  remoto  de  esta  his- 
toria referimos  la  tímid;i  e  inesplicíible  fuga  del 


Concentrada  la  escasa  i  poltrona  atención  del 
gobierno  del  jeneral  Prado  solo  al  ejército  de  Ta- 
Tftpacá,  vencido  ahora  en  San  Francisco,  i  la  gue- 
rra marítima  terminada  con  la  captura  del  Huás- 
car i  la  Pilcomayo,  Arica,  cuartel  jeneral  de  la 
resistencia  del  enemigo  después  del  rendimiento 
de  Iquique,  no  tenia  propiamente  mas  defensa 
que  la  natural  i  casi  inaccesible  de  su  afamado 
Morro  Í  de  unos  cuantos  cañones,  subidos  muchoa 
de  ellos  ¡oh  mengua  de  chilenos  vencedores!  por 
nuestros  propios  i  hercúleos  soldados  prisioneros 
en  el  Rimac. 

El  contralmirante  Montero,  coartado  por  mil 
contrariedades  en  el  gobierno  estrecho  del  recinto 
de  la  plaza,  habia  levantado  algunos  parapetos  i 
baterías  auxiliares  que  eran  todavía  de  muí  poca 
cuenta;  i  en  cuanto  al  ejército  de  tierra  encargado 
en  definitiva  de  la  defensa  dft^aquella  entrada  real 
al  teriitorio  del  Perú,  abandonada  en  mala  hora 
por  los  inespertos  jenerales  i  almirantes  de  Chile, 
existen  documentos  auténticos  que  manifiestan 
su  escaso  número  i  su  casi  absoluta  nulidad, 
por  la  falta  de  disciplina,  personal  i  cohesión  mi- 
litar. 


HIST.  DB   L\    < 


iir 

CuaTido  el  presidente  Pr; 
Uii  plaza,  el  25  do  noviera 
desparramado  en  su  playí 
ejército  bisoñe  i  ni  siquie 
plazas;  i  de  éstas  47  eran  d 
i  4,260  de  soldados  distril 
batallones  iacompletos,  mí 
jidos.  La  flor  del  ejército  d 
sido  segada  en  las  pampas 
plomo  de  Chile,  o  venia  1 
ponderada  retaliación  de  1 

IV. 

Pero  mientras  los  mutik 
ejército  del  jeneral  Buendíi 
sámente  por  las  desfiladei 
fondo  de  las  quebradas  hác 
el  jefe  superior  aprontabas 
utilizarlos. 

Tres  dias  después  de  reí 
es,  el  28  de  noviembre,  ort 
yor  encomendando  su  diré 
ballería  don  José  de  la  Toi 
decidido,  pero  presuntuoso 
do  de  caballería  que  sus  coi 


Poco  ma 
entró  a  c 
Arnaldo 
do  de  8Í 


Hechc 
gobierne 
cierto  br 
La  Piiei 
ffarmann 
nerop,  ei 
ejército, 
carne  de 
tes  amer 
tralmirai 
jinal  ten 
mejores 


Dos  se 
ciembre, 
que  vale 
en  el  caj 
cómo  fiK 
deetemp' 
afecto  i  I 


IX. 

Los  diferentes  cuerpos  de 
del  ejército  de  Tarapacá  11 
fuerou  agrupados  o  dlstribii 
guíente: 

El  batallón  Puno  o  6  de 
ronel  Ramírez  de  Arellano 
prisionero  a  Chile,  se  incorj 
8,  i  éste  quedó  al  mando  de 

compooia  de  las  siguieates  plazas, ! 

Jeneralea 

Jefes. 

Ofíciales 

Soldados 

Snma 

A  los  que  hai  que  agregar  1. 
de  tropa  que  bao  estado  Ueg 
pereos 

Total 

Tenemos  también  a  la  vista  para 
legr&ma  orjjinal  del  coronel  Latorr 
marzo  de  1880  i  dinjido  al  doctor  < 
turio  del  jeneral  Montero,  en  qae  It 
za  del  ejército  de  Arica  cuando  se 
jefes,  304  oficiales,  3  cirujanos  i  4,! 
A  Anea  de  diciembre  babia  123  jefi 
8,447  soldados  i  414  caballos.»  To 


Los  artilleros  que  habían  i 
en  Santa  Catalina  fueron  i 
servicio  sedentario  de  laa  bal 
ría  de  campaña  que  raandabo 
don  Domingo  Barbosa,  bajo 
del  comandante  jeneral  del  a 
rrillo,  sustituido  después,  seg 
ronel  don  Arnaldo  Panizo. 

La  caballería,  miserableiní 
del  cerro  de  San  Francisco,  c 
denominaciones,' sus  antiguo 
indeleble  vergüenza.  Todo  lo 
de  esta  arma  eran  sus  derrotí 

XL 

Eran  el  mayor  número  de  '. 
tería,  batallones  de  fuerza  reí 
los  mas  de  400  plazas  cfecti 
(578  plazas),  el  Pisagiia  (57^ 
de  preferencia,  i  el  «Victoria; 
nombre  corrió  cobardemente 
nía  674  plazas,  podian  consid 
nes  completos.  El  cuerpo  de 
contaba  también  409  hombn 
La  planta  normal  acordada  j 


los  qtie  se  hallaban  sobre  las  arr 
soldados  en  esta  forma:  jefes,   83; 
cirujanos,  4;  tropa,  8,391;  cuUnlIos,  ^ 
Agregaremos  aquí  que  de  laa  600  muías  que  per- 
tenecían propiamente  a  la  conducción  del  parque 
i  bagajes  del  ejército,  solo  21  tenían  aparejos!  Tal 
era  el  indecible  desbarajuste,  penuria  í  desperdi- 
cio que  en  todas  las  cosas  del  Perú  ent6nce8  i 
ahora  reinaban. 

XIII. 

De  todo  este  hacinamiento  de  tr 
i  armadas  con  no  menos  de  cinco 
de  rifles  de  precisión,  formó  el  jt 
en  los  primeros  dias  del  mes  de  ei 
de  ocho  divisiones,  aproximativi 
hombres  cada  una,  i  confió  de 
mando  a  los  aguerridos  i  todavía  a 
de  Tarapacá:  a  Dávila,  a  Cáceres, 
Herrera  i  al  juvenil  i  valeroso  Alf 

Entre  los  jefes  de  división  de  re 
miento  figuraban  también  dos  jó 
dignos  del  último  i  prtstijioso  cap 
ño  recien  nombrado,  el  coronel  de 
varo,  que  acababa  de  llegar  de  Li 
tallón  de  este  nombre  número  2,  i 
cuanto  caballeroso  coronel  don  Jo 
clan,  hijo  de  Tacna,  i  que  en  la  eji 


to  Pastor  Dávila;  jefe  de  c 
don  Melchor  Bedoya. 

Cuer^ 

Batallón  Lima  uúmero 
del  Cuzco  número  16. 

SEGUNDA   c 

Comandante  jeneral,  eoi 
dres  A.  Cáceres;  jefe  de  d( 
don  Isaac  Recabárren. 

Cueri 

Batallón  Zepita  número 
de  Prado  número  12. 

TERCERA    D 

Comandante  jeneral,    c 
Bolognesi;  jefe  de  detall, 
Baltasar  Velarde, 

Batallón  Pisagua  númei 
de  Arequipa. 

CUARTA  d: 

Comandante  jeneral,  coi 
jefe  de  detall,  teniente  con 
vajal. 


OCTAVA    DIVISIÓN. 

Coniaadantejeneral,  coroaeldoQ 
te;  jefe  de  detall,  coronel  graduado 
BuBtamante. 

Cuerpos. 

Batallón  Tarapacá,  Provisional  d 
ro  2,  batallón  Iqnique,  columna  Lo. 

XVI. 

Formó  ademas  el  jefe  superior  de 
iin  poco  en  el  vacío  o  en  cuadros,  de 
siones  en  el  curso  de  los  meses  de  e 
Componíase  la  una,  que  llevaba  el 
jente  colecticia  del  departamento,  i 
batallón  de  nacionales  en  Tacna  al  i 
dadano  don  F.  Fernandez  Prada  : 
por  creación  i  decreto  despachadc 
(6  de  febrero  de  1880),  el  batalloi 
Cazadores  de  Piérola,' cuyo  jefe  doi 
launde,  íntimo  amigo  del  dictador, 
»mente  su  puesto  a  la  vista 
según  en  su  lugar  i  en  su  día  hemos 

(1)  No  hemos  encontrado  entre  loa  pápele 
dos  en  Lima  o  en  Arica,  sobre  la  organizaci< 
Montero  una  noticia  i)recisa  de  la  9,'  divisio 


XVII. 

En  cuanto  a  los  baterías  fijas  de  la  plaza  de 
Arica,  cuyii  descripción  minuciosa  reservamos  pa- 
ra lugar  mas  oportuno,  estaban  servidas  las  del 
Morro  por  204  artilleros,  la  mayor  parte  antiguos 
marinos  náufragos  de  la  acorazada  Independencia, 
i  por  29  oficiales  al  mando  del  comandante  Es- 
pinosa. Los  fuertes  a  barbeta  del  Norte,  que  eran 
tres,  tenían  121  sirvientes  i  19. oficiales;  i  por  úl- 
timo, los  fuertes  del  Este,  que  miraban  hacia 
tierra,  18  oficiales  i  105  artilleros.  El  ejército 
se  hallaba 
que  hacia  i 
ductos. 


Ademas 
de  bahia  q 
nuestra  vis 
Oapac),  el 
sección  de 
liaba  en  la 
visión,  el  c 
Prado,  hijo 
blica,  i  se  c( 
pectivamen 


811  caballería,  eucontiutnos  los  nombres  de  los  sub- 
tenientes Enriques  Bologncsi  i  Baldomero  Pardo 
de  Zela  que  recordaban  nombres  ünstrcs  en  las 
armas  de  aquel  suelo. 

Era  conductor  del  parque  cl  siiijento  mayor  don 
Ernesto  Diaz  Causeco,  hijo  de  tm  jeneral  i  ex- 
presidente, de  cuyos  empeños  iil  coronel  Suarez 
para  ascender  su  prole,  en  otro  libro  dimos  cuenta. 

Quedó  compajinada  en  la  forma  que  dejamos 
mencionada  el  arma  de  artillería  por  la  orden  je- 
neral del  ejército  del  25  de  diciembre  de  1879. 

BIST.   DS   LV    n.    DE   T.    I   A.  f^5 


Organizado  de  este 

con  el  nombre  oficial 

según  comenzó  a  llar 

t-allones  de  infantería 

escuadrones  de  cabal 

me  a  una  orden  perc 

fechada  el  3  de  feb: 

numeración  impar  pa 

pos  de  Lima. 

Zepita,  o  núm.  \. 

Áyacucho,  o  núm. 

Skmac,  o  núm.  5. 

Victoria,  o  núm..  7 

Pisagua,  o  núm  9. 

Lima,  o  núm.  11. 

Huáscar,  o  núm.  1 

Cazadores  de  Pradi 

Arequipa,  o  núm.  '. 

Granaderos  de  Cuz 

Provisional  de  Lin 

Tarapacá,  o  núm. 

Guardias  de  Areq 

Arica,  o  núm.  27. 

Artesanos  de  Tacr 

Guardia  de  Tacni 

Iquigue,  o  núm.  3 


Habrá  notado  talvez  el  lector  con  asombro  que 
el  cuerpo  sanitario  (leí  ejército  de  Arica  no  con- 
taba para  nueve  mil  hombres  sino  con  tres  ciru- 
janos, i  no  es  de  estrañar,  por  esto,  que  en  iin 
solo  dia  (el  14  de  diciembre)  i  con  diferencia 
solo  de  media  hora,  muriesen  en  su  hospital  dos 
jefes  heridos  en  San  Francisco,  el  comandante 
don  Luis  Francisco  Seguin  i  el  sárjente  mayor 
don  Manuel  Trinidad  Córdoba.  Pero  en  vista  de 
tan  deplorable  deficiencia,  el  jeneral  en  jefe  orga- 
qízó  una  «superintendencia  médica»  que  puso  a 
3argo  del  cirujano  del  batallón  Cazadores  del 
Juzgo,  doctor  don  Tomas  Salazar. 


(I)  Esta  numerncioii  filé  un  tinto  alterad;i  mas  tarde,  ¡  ann 
e  caailjió  por  udmeros  ¡¡atc^,  !<i  que  no  os  Je  entidad.  Scgiin  un 
[ecreto  ya  recordado  del  dictador,  cada  batallón  debía  constar 
e  600  plazas,  pero  esto  tampoco  se  cumplió,  salvo  8¡nj,'ulitre3 
scepcioDe:<  porque  la  dcsonüon  e^i  un  mal  endémico  del  ejército 
el  Perú.  Para  mayor  ulariJad,  on  adulante  nombraremos  loa 
.iiorpus  solo  por  su.s  denominaciuneH  ííin  los  niiiacru^. 


No  limitaba  su  actividad  el  jefe  superior  del 
Sur  a  la  parte  técnica  de  la  organización  del  ejér- 
cito que  debía  defender  a  Tacna  i  Arica  contra  el 
tax'dío  avance  de  los  chilenos,  sino  que  trataba  d( 
levantar  su  espíritu  por  actos  de  arrogante  seve 
ridad.  Así  le  vemos  deponer  de  su  puesto  al  fa- 
moso capellán  de  la  fragata  Independencia,  el  trd- 
le  agustino  Sotíl,  por  r\,o  haberse  presentado  eS' 
tando  cumplida  su  licencia,  i  asimismo  dar  de  baja 
por  indignos  a  los  oficiales  don  Domingo  Váz- 
quez, ayudante  del  batallón  Canchis,  al  teniente 
don  Bernardo  Salas  i  a  dos  oficiales  mas,  entre 
gando  sus  nombres  al  oprobio  de  una  orden  del 
dia  jencral. 

Por  el  mismo  principio,  el  jeneral  Montero  as- 
cendió a  subtenientes,  con  fecha  5  de  febrero,  a  los 
sarjentos  don  Valentín  Castel  i  don  Dionisio  Mo- 
rales Berniúdez,  que  habíanse  batido  con  bravu- 
ra en  San  Francisco  i  en  Tarapacá. 

XXEII. 

Pero  llevado  el  jeneral  peruano,  como  suele 
acontecerle,  del  arrebato  de  su  índole  tropical, 
exajeró  estas  aparatosas  manefestaciones  del  ht^- 
nor  confiriendo  una  especie  de  orden  de  caballeri 


tada  por  él  en 
sus  compañeros 

»  Yo,  por  mi  ^ 
consideración  ? 
liemo,  quiero  a 
ración,  entregái 
les  de  plata,  pa 
compañeros  lie 
de  la  clase  a  qu 
tades  consiguiei 

ytEste  estandi 
que  llegue  la  ép 
tedral,  donde  & 
allí  sea  el  simh 
inmortalice  a  t 

T>¡8oldados.' 
los  Santos! 

j>¡Viva  el  ej 

DÜna  diana 
bandas  de  gno 
Cazadores  del  ! 
2,  siguió  a  este 
pueblo  con  aqi 
de  suponer  des 
tes  palabras  de 
solemne  ¡ustie 
de  sus  compañ 

{\)  Sobre  este 


deslustró  la  elevación  de  alma  del  jefe  superior 
del  Sur-Perú.  Tal  fué  el  petulante  i  empecinado 
encarnizamiento  con  que  de  pronto  i  durante  los 
primeros  meses  de  su  gobierno  militar  persiguió, 
haciendo  seguir  innoble  proceso,  a  sus  antiguos 
compañeros  de  armas,  su  jefe  el  uno,  su  coman- 
dante el  otro,  el  jeneral  don  Juan  Buendia  i  el 
coronel  don  Belisario  Suarez.  Revolviendo,  al  pa- 


dado  el  11  de  mayo  1»  siguiente  orden  del  dia  que  taivez  habría 
sido  suficiente  como  demostración  i  como  estímulo,  evitando  la 
comedia  i  aquello  de  alo  sublime  i  lo  ridictilos  que  es  lo  verda- 
dero. 

EfíCro  11. 

«Art  3."  Arrebatar  (?)  al  enemigo  ec  el  campo  de  batalla 
los  distintivos  de  su  nacionalidad,  que  son  defendidos  con  pre- 
dilección, ea  un  liecíio  grandioso,  que  tiene  por  recompensa  el 
homenaje  que  se  rinde  al  valor;  i  no  se  cumpliría  con  un  sagra- 
do deber,  si  se  pasara  desapercibida  la  heroica  i  patriótica  ac- 
ción del  guardia  civil  üdariano  de  los  Santos,  del  batallón  Quar- 
diaft  de  Arequipa,  quien,  en  e\/ra¡for  del  combate,  se  apoderó  el 
27  de  noviembre  íiltimo,  en  el  campo  de  Tarapacá,  dal  estan- 
darte chileno  del  rejimiento  2,"  de  líuea,  adquiriendo  con  ese 
trofeo,  el  testimonio  de  nuestro  triunfo,  un  timbre  glorioso  para 
nuestras  armas  i  una  reliquia  para  )a  patria,  como  reminiscencia 
de  cspUndidu  e  histórica  victorias. 


MqíSoz,  Joflé  López,  Ceferiao  Vergara,  Iltlefoaso  Guzman,  José 
AlboraoZ]  Pedro  Feflaloaa,  Federico  Sálicas,  Carmen  Salinas, 
Joaa  de  la  Croa  Anj«l,  Manael  Madriaga,  Bernardo  Vargas, 
Jaan  Bobadilla,  Maanel  Oarmons,  Francisco  Blaocliar,  Manuel 
Delgado,  Juan  F.  Palomino,  Juan  B.  Calderón,  José  M.  Carva- 
llo, Anacleto  Carvallo,  Benito  Agoirre,  Candelario  Morales,  Juan 
Cisterna,  Manuel  Qairoga,  Agastin  Diaz,  Florencio  Molina, 
Abelardo  Gaete,  Nicasio  Solis,  Jalio  Espinosa,  ¡Salvador  Burgos, 
Andrea  Rojas,  Adolfo  Arancibia,  Migue!  Murtinez,  Pantaleon 
Gamboa,  Camilo  Rojas,  Juan  C  Castro,  José  Arancibia,  Fran- 
cisco Arancibia,  Francisco  Maina,  Pedro  Baldebenito,  Alfonso 
Legran,  José  Araya. 

Inútil  es  decir  que  fueron  tratados  por  sus  carceleros  peores 
que  los  salvajes.» 


El  mayor  Henjudiigo  era  natural  de  San  Fernando,  i  habien- 
do partido  a  la  campaña  en  calidad  de  práctico  del  estado  ma- 
yor, peleó  i  fué  muerto  en  la  batalla  de  Chorrillos. 


CAPITULO  XIX; 


PIÉROLA  I  MONTERO. 

Eütroordinaria  penuria  en  que  se  ecouentra  el  ejército  de  Arica  por  razón 
del  bloqueo  i  la  lejania  de  su  bnse  de  Enministroa, — Absoluta  escasez 
de  dinero. — Los  telegialístaa  nia  Bucldoa. — Las  camisae  de  las  hijas 
del  Miati  i  el  pudor  de  Montero.— El  proceso  de  Buendia  se  paralit» 
por  falta  de  papel.— Los  enfeimoa  sin  pan  i  loa  oficiales  ain  ropa.— 
Distrihncion  »ie  bajetaa  entre  civües  i  militares.— Amago  de  motín  er 


el  Manco  Capac  por  falta  de  sueldos.  —Regular  provisión  de  carne  del 
ejército  i  bu  surtimiento  da  Salta  i  de  Puno. — El  distrito  de  Tamta  i 
sus  menestras. — Establecimiento  de  chasques  o  correos  a  pid.— Único 
socorro  que  recibe  Montero  do  Arequipa;  i  este  es  aolo  de  municiones.- 
Aventuras  de  un  coutinjente  de  dinero  con  motivo  del  combate  de  loi 
Anjotes- — Dopreoiaciou  del  billete  i  venta  de  esto  papol  por  mayor. — 
Entretanto  Piérola  socorra  jenerosamente  al  segundo  ejército  de  Are- 
quipa.—El  j  ene  ral  Beingoloa  en  lea  i  el  coronel  RecabdJrren  en  Gami- 
n:i. — Viaje  del  Oroi/a  con  un  armiraento  a  Quilca  i  su  aparición  en  To- 
copula. — Captura  ol  vapor  Dti'.iulci  i  fant.'istica  batalla  que  sostieuecun 
el  TalUil.-^KXnnoB.  que  la  noticia  del  viaje  dul  Oroya  produce  on  Chile. 


—  ICl  dictddor,  apesar  da  haber  sido  reconocido  pou  Montero,  ombaraia 
su  acción  en  todos  sentidos. — Le  quita  el  mando  político  del  sur  i  nom- 
bra prefecto  do  Tacna  a  bu  adlátere  Solar. — Lo  reconviene  porqae  usa 
el  titulo  deje/e  luperíor  que  hace  sombra  a  au  dominación  de  jV/e  supre- 
mo.— Intenta  desorganizar  el  eji'rcito  de  Arica  nombrando  jefes  de  sn 
amaño. — Observacionea  que  lii  hace  Montero,  i  su  patriótica  sumisión 
aguardando  au  hora.— Carta  do  la  eípusa  de  Slontero  .lobre  las  rivalidí' 
des  i  planes  de  Piérola. — -Manifiesto  de  Montero.— Aparece  de  repente 
la  Union  en  Arica. 

I. 

No  pocas  zozobnis  ¡  umargiis  contrariedade 


—  086  — 

gáadose  el  telégrafo  de  conservaraos  los  procesos 
de  aquellas  disolventes  discordias  iatestinas. 

I  sin  embargo,  hallábase  tan  exhausto  de  re- 
cursos el  antes  opulento  Sur-Peru,  que  esas  mis- 
mas convulsiones  de  irremediable  miseria  eran 
trasmitidas  por  obreros  que  no  recibían  siquiera 
sus  propios  escasos  sueldos  i  escribíanlas  sus  au- 
tores en  todo  j enero  de  desechos  de  papel.  A  ma- 
nera de  testigos  vivos  del  lastimero  cuadro  que 
trazamos,  copiamos  en  seguida  algunos  de  esos 
telegramas  que  acusan  la  miseria  mus  profunda,  i 
que  por  su  orden  de  fechas,  así  dicen:  (1) 


III. 


Febrero  10  de  1880. 

(De  Arica  a  Tacna). 

a  Señor  prefecto: 

DLa  tropa  sin  socorro  tres  días;  la  aduana  sin 
fondos;  los  libramientos  inaceptables,  ¿qué  hago? 

Arauco.y> 


(1)  En  el  mes  de  abril  de  1880  el  telegrafista  de  Ite  don  Aq- 
jel  Bustos  se  quejaba  de  no  haber  recibido  su  sueldo  desde  oc- 
tubre de  1879.  Igual  situación  cabía  al  telegrafista  de  Sama,  i 
ni  a  los  operarios  (camineros)  de  la  línea  se  les  ajustaba  sa  sa- 
lario. Debemos  agregar  que  el  precio  oficial  del  sol  era  de  % 
centavos  plata,  pero  nadie  lo  recibía,  apesar  de  las  amenaz 


—  688  — 

culo,  para  lo  cual  he  sido  demasiado  cansado.  El 
estado  lastimoso  de  la  tropa  me  obliga  a  romper 
el  silencio  que  me  había  propuesto  guardar  con 
esa  prefectura. 

Montero.-B 


IV. 


(íArica^  marzo  19  de  1880. 
DSeñor  jeneral  en  jefe. 

(Tacna). 

})E1  capellán  del  ejército  reclama  diez  soles  pla- 
ta por  cinco  misas  que  ha  dicho  para  el  ejército. 
No  es  justo  que  se  le  demore  el  pago.  Dígnese 
U.  S.  ordenar  si  lo  tiene  a  bien,  se  le  abone. 

Lato7V'e.  i> 


dAricüy  marzo  27  de  1880. 
)iSeñor  jeneral  en  jefe  del  primer  ejército  del  sur. 

(Tacna). 

dSc  están  tomando  las  ratificaciones  en  el  pro- 
ceso (Buendia  i  Suarez)  i  falta  papel  de  oficio  pa- 
ra terminarlas.  Disponga  ü.  S.  se  me  remitan 
cuatro  cuadernillos  el  lunes. 


Pedro  P.  Nielo. 
(Fiscal). 


V."  K'—Laiovre.^ 


con  em] 
ya  entri 


Dptin 
fes  irein 
total  (2 
aerarse 
descuen 
vuelven 
los  que 
I  luei 
«Este 
existen 
do  re  mi 


iKst« 
varas  be 
rae  falt 
para  30 
rados  ci: 


comb 

clamf 
archi 
buell. 
liech( 
de  uc 
im  ir 
duml 

puntos 
tierra  ( 
a  fia  d 
ro^e  qi 
noetni 
coD  iré 

DÍOB 


(1)1 

por  el 

los,  COI 

En  coa 

Areqoi 

«Cot 

Sírvasí 

Pare 
caencis 
que  el 

£ate 


ronel  don  Segundo  Ja 
tiempo  por  lii  vía  de  Ch 
Oroya  abundante  cargí 
pa,  a  cargo  del  activo  i  1 
su  deudo  i  paisano,  si  1 

(1)  Después  de  dejar  en  t 
bre  vapor  de  ruedas,  se  diríji 
sando  su  aparición  no  pequefl 
guró  que  traía  tropa  de  dei 
atrevió  solo  a  capturar  al  vaj 
ücnlar,  i  a  amenazar  desde  1 
cabotaje  que  fué  ati-acado  al  i 
eegun  consta  de  los  telegram 

>8eñor  coronel  Arriag 

iComo  cuatro  millas  de  ti( 
con  el  vapor  Duendes  a  remo 

.(2 
■üOroiya  llegó  hasta  puní 
bien  ogarrado  al  muelle.  Si  c 
pique,  pero  no  se  lo  llevará, 
le  disparó  bu  cafionazo  a  bali 
zó  la  proa  i  le  contestó  a  pól^ 
firme  en  eu  puesto.» 

•    .(3 
tOroya  se  fué  al  sur.  Se  p 

H¿  aquí  cómo  una  correapi 
(le  Antofagasta  el  mismo  dia 


ya,  pintaba  los  lancea  del  Taltal  i  sn  iberóico  combates  i  de- 
rrota «a  pólvora  solai'  del  baqne  eneniigo. 

<E1  enemigo  tampooo  daba  Ingar,  pues  apenas  tomó  a  remol- 
que al  Duendes,  se  vino  al  centro  de  la  bahía  cd  bnsca  del  Tal- 
tal, que  se  hallaba  fondeado  en  ella.  Pero  hé  aquí  que  el  pá- 
jaro se  le  bsbia  volado.  El  capitán  don  José  Theodoro,  que  se 
encontraba  en  tierra  al  llegar  el  Oroya,  se  fué  rápidamente  a 
bordo  de  su  bnque,  hizo  encender  los  fuegos  i  con  la  mayor 
tana /a^on  sbMÓ  hicm  él  Sur,  con  su  bandera  chileDa  izada  a 
popa. 

«Aquí  fué  Troya.  El  Oroi/a  no  quería  dejar  escapar  tan  buena 
presa,  que  él  creia  fuese  el  Toro,  según  el  comandante  Raygada 
dijo  a  don  Luis  Bischofí'.  Se  puso  furiosamente  en  bu  persecu- 
ción, i  cuando  el  Taltal  doblaba  la  puntilla  sur  del  puerto,  lla- 
mada Punta  Algodón,  le  disparó  un  cañonazo  con  balo. 

«Al  mismo  tiempo,  la  guarnición  i  el  pueblo  se  movian  en 
tierra  en  dirección  de  la  caleta  Sur  para  defender  al  Taltal,  que 
según  se  creia  debía  varar  alK. 

«El  primer  cañonazo  del  Oroya  fué  saludado  por  un  estrnen- 
doso  /eiva  Chile'  lanzado  por  la  tripulación  del  Taltal  i  secun- 
dado por  la  tropa  i  el  pueblo  en  tierra.  Debo  decir  a  usted  que 
cuando  hablo  de  tropa,  no  hablo  de  un  batallón  ni  cosa  pareci- 
da. Ko  había  mas  que  23  artilleros  del  rejimiento  número  1, 


lai 
de; 


de 


al 
hoi 


Or 
El 

hxl 
qu. 


el  I 


abi 
dtc 


divisiones  reciencemenie  lorraaaas  ea  Anuajtíiei* 
i  ajentes  de  su  antojo. 

A  todo,  escepto  a  lo  último,  resignóse  con  apa- 
triótica  conformidad»  el  jeneral  Montero,  guar- 
dando talvez  en  los  adentros  de  su  alma  provoca- 
da 8U  ira  i  su  hora.  (1) 

XI. 

Mas  espansiva  o  menos  discreta  la  varonil  es- 
posa del  jeneral,  la  señora  Rosa  Elias,  que  al  fin 
era  limeña,  desahogaba  su  aflijido  pecho  en  el  co- 
razón de  los  suyos,  i  por  estos  mismos  dias  i  en 
víspera  del  ponderado  viaje  de  la  Union  a  Arica, 
escribía  a  una  de  sus  hermanas  residente  en  sus 
haciendas  patrimoniales  de  lea,  la  siguiente  carta 
encontrada  allí  mas  tarde  por  un  oficial  chileno  i 
que  pinta  la  verdadera  situación  de  los  ánimos  i 


(1)  Ed  el  periódico  El  Nuew  Ferrocarril  del  21  de  abril  de 
1881  pablicamos  la  interesante  correspondencia  oficial  sostenida 
por  Montero  coq  el  dictador  por  medio  de  su  secretario  de  gue- 
ara  el  coronel  Iglesias,  cayos  notables  documentos  históricos 
nos  facron  remitidos  orijinales  deade  Lima.  Cnando  la  prensa 
de  esta  ciudad  loa  reprodujo,  su  lectura  causó  impresión  profun- 
da en  el  ánimo  <Ie  sus  habitantes,  siendo  ésta  naturitl mente  mui 
favorable  a  Montero  que  se  muestra  en  ellos  como  tin  verdadero 
patriota,  i  adverso  a  Fiérola  que  descubre  desenfrenada  i  vulgar 
ambiciou  personal. 


de  lafi  cosas! - 
mana,  i  así  la 

«Señora 


íQueri 
bCod  mnch 
veo  estás  bier 
una  idea  de  li 
mucho  tiempi 
gracia  en  Ai 
iodo:  está  desi 
tiene.  Este  ti 
a  los  chilenos 
triotismo  i  cr 
todo  su  deseo 
todo  hombre 
decretos,  i  ce 
bécil. 

»A  Carlos 
bierno:  dicen 
figuran  Cand 
Agüero  i  otr 
mui  grande 
habido  a  nin 
blar.  El  espi 
descaro. 
» Saluda  a 


íiuefl  que  no  aejen  ae  peair  en  sus  oraciones  por 
k  vida  de  su  padrino;  i  tú,  querida  raia,  recibe  un 
abrazo  de  tu  aflijida  comadre  i  hermana. — Sosa.v 

XII. 

Por  8«  parte  el  contralmirante  Montero,  con- 
firmando en  decorosa  i  forzada  reticencia  estos 
conceptos,  se  esplicaba  en  los  siguientes  términos 
en  su  breve  manifiesto  de  setiembre  22  de  1880, 
rectificando  al  del  jeneral  Campero: 

aíSo  voi  a  apreciar  en  su  conjunto  ni  tampoco 
en  cada  uno  de  sus  detalles  ese  importante  docu- 
mento. Dia  llegará  en  que  yo,  que  puedo  tomar 
las  cosas  de  mas  lejos  que  el  señor  jeneral  Cam- 
pero, presente  al  pais  la  relación  completa  i  exac- 
ta (le  los  hechos  que  se  han  sucedido  en  el  Sur, 
desde  el  principio  de  la  campaña  hasta  mi  separa- 
ción del  ejército;  a  la  vez  que  las  múltiples  i  com- 
pilas causas  que  una  en  pos  de  otra  vinieron  pre- 
parando i  determinaron  al  fin  el  desastre  del  Alto 
de  la  Alianza,  para  deducir  de  ellas,  a  su  turno, 
la  parte  de  responsabilidad  que  debe  tocar  a  cada 
uno.  Trabajo  es  ese  que  solo  puede  llevarse  a  ca- 
bo después  que,  pasado  el  calor  de  la  actualidad  i 
entrados  los  sucesos  en  su  corriente  normal,  haya 
vnelto  la  calma  a  los  auprntiis  i  pueda  decírsela 
verdad  eníera.v 


XIII. 

En  esta  situacioD,  i  como 
querido  dar  un  desmentidc 
su  famosa  aparición  en  la  ra 
Union  al  amanecer  del  17  d 
simple  vista  su  existencia  ] 
del  sur  socorros  salvadores, 
jieudo  a  su  vez  el  engaño  i 
aptitud  de  apreciar  ese  hecli 
mente  fué  solo  un  disfraz. 

I  esto  es  lo  que  de  seguid 
jar  demostrado  en  el  pros: 
historia,  porque  tan  peregr: 
esplicado  episodio  de  la  gue 
bparte  en  esté  libro  de  episo 


CAPITULO  XX 


LA    "UNtON"    EN    ARICA. 


EncoD^idM  pero  Tcrdftdoros  prop'ÍHitos  con  que  Pi<'ri>1a  despacha  la  coi'bc- 
ta  UnioH  del  Callan  a  Arica. — Lon  coinandantes  Villavicencio  i  Aljovin. 
—lía  Union  recala  en  Quilca  i  snbo  allí  por  el  Memhzit  que  el  bloqueo 
de  Arica  esW  Hostenido  boIo  por  el  Huútcar.-'^  dirije  a  ese  puerto  i 
favorecida  por  la  uiebla  so  acerca  al  Morro  antes  de  amanecer. — lion 
paruanoa  reanudan  el  cable  ontrc  Arica  i  Alollemlo.— Denpscha  Villa- 
TÍcencia  al  pnorto  al  teniente  Hoilrigiiei,  i  penetrando  al  fondeadero  cu 
recibido  con  grande  entuniatimo  por  los  de  tierra.— aE«qu¡iiaxo». — El 
Iluúicia-  descubi-e  a  la  Vniua  i  se  lanza  sobre  ella.— Impiesion  do  feal- 
dad que  hace  a  los  tripnlanteB  de  la  Unten  el  nuevo  as|]octo  del  fíuút- 
car— Cafionea  este  a  la  Union  a  distancia  de  4,000  metros,  i  el  coman- 
dante Condell  despocba  el  MaliiH  Cousiiio  a  dar  otíso  al  almirante  a 
Pococlia. — Aparecen  providencialmente  por  el  sor  el  Cirhranf  i  el 
ylmazonat.-- Conferencian  los  comamlanteH  CondcU  i  Latorre.i  tomando 
éste  el  mando  de  la  flotilla,  resuelven  dusti'uir  a  la  Uni'in  en  nú  fondea- 
dero.-—Arrogan  te  entrada  que  hace  el  Coíhrune  hasta  ponerse  a  500 
metros  de  la  Union  i  lluvia  do  proyectiles  que  le  descarga. — El  capellán 
Ortiiíar.  —Suponiendo  completamente  desarbolada  a  la  Union,  el  coman- 
dante Latorre  ordena  sUNpender  el  fuego  i  se  dirije  con  la  escuadrilla  a 
la  tinsenada  de  Chacalluta. — Kstiatajema  de  que  se  valen  los  pcrunnoa. 
— El  augurio  del  pajarito  i  los  santos  de  Arica.— La  Uiii'i»  concluye  su 
descaiga  ien  qu¿  consistía  el  riiliciili)  aocorio  que  ilevalia  ut  ejcírcito  de 
Montero.  — 2Ü  fardos  tocuyo,  3.UO0  zapatos  i  un  cajón  de  medicinas. — 
Ni  un  maravedí  en  dinero  ni  en  billetes. —  Escapada  de  la  Uidon,  i  pon- 
deraciones e  intenso  regocijo  que  produce  ep  los  peruanos. — La  bazaña 
de  Villavicencio  comparada  con  Sagunto  i  Waterloo. — Proceso  seguido 
en  el  Callao  a  la  tripulación  del  Manco  Capuc  i  singulares  exajeracionca 
do  heroísmo  a  que  áa  lugar.— El  Cochraite  remplaza  al  Jlaáiear  en  el 
bloqueo  de  Arica. 

m&I.  DE  LA  C.  DB  T.  I  A.  89 


Con  los  propósi 
te  sacaremos  a  luz  i  que  hubieran  sido  fines  pa- 
trióticos sino  encubrieran  artificiosa  celada,  sa- 
lió del  Callao  a  las  once  de  la  mañana  del  12 
de  marzo  de  1880  la  veloz  corbeta  Union,  última 
quilla  de  guerra  de  la  escuadra  del  Perú,  con 
rumbo  a  Arica,  Mandaba  el  alíjero  barco  el  capi- 
tán de  fragata  don  Manuel  Villaviccncío,  natunil 
de  Lima,  hombre  de  42  años,  de  escasa  figura  co- 
mo físico  pero  de  hígados  hinchados  i  alto  pecho 
como  jefe.  Era  su  segundo  el  capitán  de  corbeta 
don  Arístides  Aljobin,  mozo  serio  i  reservado,  hi- 
jo de  Piura,  como  Grau,  i  de  su  escuela.  Los  pe- 
ruanos no  escatiman  grados  al  escalafón  ni  sueldos 
a  su  presupuesto  ni  en  tierra  ni  en  el  mar;  i  por 
esto  montaba  el  buque  en  calidad  de  «tercer  jefei 
el  joven  limeño  don  Emilio  Benavides,  capitán 
graduado  de  corbeta  i  de  29  años  de  edad.  Ia 
Union  venia  ademas  tripulada  por  cuatro  tenien- 
tes i  diez  alféreces  i  guardia-marinas. ' 


II. 


En  su  rápida  marcha  al  sur,  la  Union  recaló  en 
la  tarde  del  14  (dia  domingo  de  pasión)  en  lari 
de  Qnilca,  antiguo  puerto  de  Arequipa,  destroO' 


Moliendo.  I  allí  esperó  al  vapor  del  sur,  measaje- 
ro  iafalible  de  noticias. 

De  madrugada,  al  dia  siguiente,  amarróse  en 
aquel  puerto  a  su  boya  ol  vapor  Mendoza  de  la 
compañía  del  Pacífico,  i  por  pasajeros  peruanos, 
supo  el  dilijente  capitán  Villavicencio  que  la  an- 
cha bahía  de  Arica  se  hallaba  mal  vijilada,  por- 
que solo  el  Huáscar  montaba  la  guardia  del  blo- 
queo, habiéndose  dirijido  el  Oochrane  a  Iquique 
con  el  objeto  de  montar  el  aparato  de  su  luz  eléc- 
trica recientemente  llegado  de  Europa.  I  aunque 
esta  noticia  túvola  por  «grosera  patraña  de  roto» 
el  gacetillero  Horta,  roto  portugués  que  venia 
embarcado  en  la  corbeta,  a  sueldo  del  Nacional 
de  Lima,  era  un  hecho  cierto  contradicho  en  tér- 
minos vulgares  por  hombre  grosero. 

III 

Supieron  ademas  en  aquel  puerto  los  tripulau- 
tes  de  la  Union  lo.s  lastimeros  sucesos  de  Molien- 
do, ocurridos  por  esos  dias,  i  tomaron  conocimien- 
to de  algunos  de  sus  m:is  melancólicos  detalles 
por  una  anciana  ciega  que,  guiada  por  un  nifio, 
habia  llegado  en  la  víspera  de  aquel  incendiado 
puerto,  ¡tristísiiui  iinijen  de  la  guerra  i  sus  te- 
rrores! 


IV. 

Levó  entretanto  anclas  la 
cía  de  las  favorables  nuevas  i 
Bajeros  peruanos  del  Mendo 
tarde  del  lunes  15  de  marz 
alta  noche  luces  sospechosas 
navegó  con  propicio  viento  i 
durante  el  día  16.  Cruzó  € 
dia,  hasta  enfrentar  a  Arica, 
i  de  su  estratajema. 

Era  la  noche  del  16  de  m 
luna  en  sus  primeras  horas 
perfil  de  la  tierra,  i  envueltas 
en  nieblas  matinales,  ropaje 
en  esos  climas.  I  a  su  soml 
aproximóse  cautelosamente  ¡ 
minutos  de  la  mañana  del  di 
Villavicencio,  conocedor  de  a 
su  propia  heredad. 

A  la  misma  hora  distiogui 
del  barco  los  vijías  de  tierra  ¡ 
pechosa  aparición  del  adve 
do  cambiado  señales  de  int 
destello,  fué  la  nave  amiga  i 
ro,  i  echó  sus  anclas  pegada 
cuando  araanecia,  a  las  cinco 
na.  El  comandante  Villavict 


—  710  — 

rada  de  Arica,  viudas  desde  hacia  largos  meses  de 
los  pendones  del  Perú,  la  aparición  del  barco  pre- 
dilecto  de  sus  marinos;  i  mientras  por  una  borda 
(la  de  babor)  echaba  la  veloz  corbeta  su  carga  a 
tierra,  i  recibía  c  irbon,  puesta  en  banda  para  alije- 
rar,  por  la  otra,  los  peruanos,  conforme  a  sus  cos- 
tumbres i  su  gusto,  traíanle  a  bordo  un  esquina- 

zo a:A  las  siete  i  media  de  la  mañana,  dice  el 

portugués  Horta,  una  banda  de  música,  seguida 
por  una  multitud  de  personas  que  vivaban  al  Pe- 
rú, se  presentó  en  el  muelle  a  saludarnos,  tocando 
primero  una  entusiasta  diana  i  la  canción  nacio- 
nal cuando  izamos  el  pabellón  de  honor.  Nunca 
las  notas  del  hermoso  himno  de  Alcedo  han  sido 
mas  gratas  a  nuestro  corazón.  Parecía  que  la  pa- 
tria estuviese  de  gala  celebrando  el  aniversario  de 
una  fecha  gloriosa^). 

Conforme  al  cortés  ceremonial  de  los  hombres 
de  mar,  aves  de  pasaje  que  se  saludan  con  un  tra- 
po o  con  la  gorra  al  divisarse  en  los  espacios,  to- 
dos los  buques  neutrales  enviaron  un  ayudante  a 
dar  la  bien  venida  al  recien  llegado,  escepto  el  al- 
mirante inglés  que  montaba  la  fragata  ShanoHj  i 
ello  lo  tomaron  en  cuenta  los  peruanos. 


VI. 


Entretanto  el  Huáscar^  único  centinela  chileno 
del  puerto,  en  ausencia  del   Cochrane^  habia  si( 


.„ ^„.  „„.^ _„„ .rasporte  Matías 

Covsiño,  que  en  esta  ocasión  le  servia  de  aviso  i 
de  bodega,  se  habia  dirijido,  cual  de  ordinario, 
hacia  al  sur;  i  cuando  después  de  amanecer  regre- 
saba de  8u  ronda,  como  en  el  combate  del  27  de 
febrero,  reconociéronle  sin  disimular  su  despecbo 
BUS  antiguos  señores,  avergonzados  tripulantes 
hoi  de  un  buque  fujítivo  que  navegaba  a  burtadi- 
llas.  1  Inmediatamente  después  de  la  hora  en  que 
la  Union  fondeó  junto  al  muelle,  añade  el  cronis- 
ta de  su  viaje  ya  citado,  se  avistaron  dos  humos 
al  sur  que  venian  por  el  lado  del  Morro,  reco- 
rriendo el  trayecto  que  en  la  madrugada  habíamos 
seguido  para  entrar.  Un  cuarto  de  hora  después 
so  divisaban  en  la  embocadura  del  puerto  dos  bu- 
ques enemigos,  que  el  comandante  Lagomarsiuo 
con  el  auxilio  del  anteojo  de  larga  vista  reconoció 
ser  el  Huáscar  i  el  Matías  Cousiño.  El  primero 
tiene  pintado  de  amarillo  la  línea  de  agua  i  la 
torre;  sus  mástiles  son  demasiado  lai'gos,  desple- 
gando en  el  tope  del  de  mesana  la  bandera  chile- 
na, enorme  trapo  de  lanilla  que  parece  fatigarlo 
con  su  peso.  Ha  perdido  muclio  en  hellaza  i  nos 
pareció  una  nace  pirata,  nido  de  desalmados 
aventureros». 

VIL 

Mandaba  eso  día  el  monitor  i  el  bloqueo  el 
impetuoso  capitán    Condell,  í  apenas  divisó  con 


la  claridad  del  dia  el 
dolo,  entróse  entre  ir 

hía,  i  a  la  distancia  uc  ■*  lun  uichwb  íc  uiopmv 
ocho  cañonazos.  La  Union  forzosamente  le  pre- 
sentaba todo  su  flanco  para  ser  herida.  El  Huás- 
car es  buque  mal  tirador,  i  no  hizo  daño  alguno 
al  barco  aparecido. 

YIII. 

Mas  el  acaso  sino  la  foituna  de  las  armas  d( 
Chile  habia  querido  que  el  monitor  chileno  m 
se  hallase  solo  en  su  tarea,  porque  aquella  mismí 
noche,  i  mientras  la  Union  gobernaba  mar  afuerí 
hacia  a  Arica  por  el  norte,  se  adelantaban  desde  el 
sur  pegados  a  la  costa  dos  barcos  chilenos:  el 
Cockrane,  que  regresaba  de  Iquiqne  para  rem- 
plazar al  monitor,  i  el  Amazonas,  que  desde  lio 
traía  al  blindado  un  repuesto  de  municiones  i  ve- 
nia en  su  conserva.  Porque  quiso  una  de  csascoia- 
cidencias  frecuentes  en  la  vida  del  mar,  que  son 
su  romance  como  la  niebla  es  sn  túnica,  la  in- 
mensidad su  campo  í  el  nimbo  su  misterio,  que 
uno  i  otro  se  pusieran  al  habla,  el  acorazado  i  el 
trasporte,  frente  a  la  caleta  de  Vítor,  quince  mi- 
llas al  sur  de  Arica,  mientras  la  Union  atraca- 
ba recelosa  pero  afortunada  al  muelle  de  aquel 
puerto. 

Hizo  señales  el  comandante  Latorre  que  ir 


1  Müliua) 
parii  dirijirse  a  Arica,  ignorando  en  absoluto  lo 
que  allí  pasaba,  de  suerte  que  cuando  loa  dos  je- 
fes que  llegaban  del  sur  sintieron  los  disparos  del 
Huáscar,  dentro  de  la  rada,  creyeron  que  se  trata- 
ba solo  de  un  bombardeo  de  la  plaza,  según  era 
costumbre  i  haeta  pasatíeuipo  do  los  aburridos 
bloqueadores, 

IX. 

Pero  una  Tez  dentro  de  la  bahía  i  puestos  al  ha-  ■ 
bla  con  el  monitor,  que  salió  a  recibir  a  sus  opor- 
tunos huéspedes,  comprendió  el  capitán  Latorre 
lo  que  pasaba  i,  como  oficial  superior,  tomó  el 
mando  de  la  escuadrilla.  El  Matías  Cousiño  había 
sido  despachado  en  la  primeva  hora  del  conflicto 
por  el  advertido  comandante  Condell  a  Pacocha 
a  solicitar  refuerzos  i  cerrar  la  puerta  a  la  Union, 
como  a  rata  caida  incautamente  en  una  trampa. 
Lo  que  había  pedido  al  norte,  el  destino  lo  traía 
ahora  por  distinta  vereda,  i  esto  no  sería,  sin  em- 
bargo, fortuna  pava  Chile.  Entretanto,  desde  que 
apareció  el  blindado  chileno,  la  Union  estaba  mi- 
litarmente perdida,  porque  se  veia  asediada  por 
tres  buques  enemigos  que  le  cortaban  el  paso  i  no 
dejaban  a  su  jefe  sino  uno  de  estos  dos  últimoH 
arbitrios: — o  rendirse  o  vararse. 

HIST.   DB   LA,  n.   DE    T.    1   A.  !)0 


Conferenciari 
bravos  comandi 
ros  de  la  ínfanc 
puente  de  la  \ 
leve  pausa  i  de 
prendieron  a  la 
que  a  toda  fnei 
coraje  sobre  la 
deliberado  de  e 
'  Huáscar  por  el 
ehrane,  que  los 
co,  por  el  norte 


Muí  pocas  Vi 
rítimas  de  la 
heroica  que  la  < 
que  vióse  a  su 
hacia  adelante, 
escondida  presí 
mente,  como  ec 
al  arpón,  azotai 
00  que  lo  atací 
a  los  treinta  ca 
de  rifle;  i  gober 


habría  muerto  mil  veces,  él  volvia  tranquilo  a  su 
fondeadero  convencido  de  haber  dañado  de  una 
mam-ra  irreparable  la  frájil  masa  de  su  adversa- 
rio. Tan  certeras  habían  sido  en  efecto  las  pun- 
terías de  los  cabos  de  cañón  de  Angainos,  que 
muchas  de  sus  granadas,  según  el  coraandaíite  de 
la  Union,  habían  reventado  en  el  aire  directamen- 
te sobre  su  cubierta,  cayendo  sus  cascos  a  manera 
de  lluvia  de  hierro  en  su  débil  batería.  I  lo  c¡ue  es 


nave,  cuyo  je 
mitad  del  dií 
fieren  en  los 
cial  partida, 
al  puente  i  ir 
se  hizo  a  las 
dose  del  telé 
puente  con 
movimiento  f 

íLa  corbet 
el  tope,  i  eng 
por  entre  las 
que  se  inclín 
horizonte  pai 

íUn  entus: 
tripulación  s 
toldilla,  saca 
saludos.» 

Por  lo  den 
tan  te  sobria  \ 
en  todos  sus 
orijinal  la  ref 

«Señor  prefet 

»Seño 

fiEn  cumpl 


con  su  comandante,  capitán  de  navio  don  Manuel 
,  Villavicencio,  éste  rae  manifestó  la  necesidad  qne 
tenia  que  le  proporcionara  carbón  i  lanchas  para 
dcsetübarcar  los  bultos  qne  traia;  inmediatamente 
se  procedió  a  esta  faena  i  dos  horas  después  ya 
teníamos  en  tierra  todo  el  cargamento:  al  mismo 
tiempo  se  le  seguía  embarcando  carbón. 

íPoco  después  de  haber  fondeado  la  Union  so 
presentaron  el  Huáscar  i  el  Cousiño,  el  último  de 
los  cuales,  al  notar  cu  el  puerto  a  la  corbeta,  sa- 
lió al  Norte,  a  la  vez  que  se  avistaba  por  el  Sur 
un  blindado,  i  por  el  Norte  un  trasporte  chileno; 
éste  se  dirijiú  hacia  el  blindado  i  juntos  se  dirijie- 
ron  al  puerto. 

(1)  Es  estraño  que  el  capitán  de  puerto  fije  esta  hora  para  la 
eotrada  do  la  UnioiieX  puerto,  pues  de  lodos  los  ducumeotoa  del 
caso  i  del  propio  tenor  de  su  nota,  reaultti  que  la  Union  atracó 
al  muelle  mucho  maa  tempiauo. 

HIST,  DE  LA  C.  DE  T.  I  A.  01 


»A  1«8  8  hs.  50  mi 
BUB  fuegos  sobre  la  ¡ 
rroi»  variables  entre 
tiros;  cuando  estuvo 
paros  i  poco  después 

»A  las  9  hs.  20  mi 
fuegos  i  a  las  10  hs, 
contestados  por  uno 
retiró  el  Huáscar  i  é 
situaron  aguantados 
a  una  distancia  de  6. 
manecieron  hasta  1í 
puso  en  movimiento 

dA  las  11  hs.  se  m 
i  salió  hasta  la  parte  < 

I.A  las  12  hs.  25  r 
BUS  ñiegos  situándose 

bA  la  1  h.  se  diriji 
a  toda  fuerza,  hacia  1 
cuando  estuvo  a  4,2C 
el  ffMorroí  sobre  ól  i 
neralizaron  los  fuego 
entre  el  blindado  i  - 
chilenos  i  las  batería 
Union  i  Manco  Capa 
2  hs.  20  ms.  P.  M.  qi 
fuera  del  alcance  de 

»Dnrante  el  cañón 
disparos,  36  el  blíndr 


plead 

tante 

ofrecí 

Di. 


Po: 
Dos  c 

acosti 


írdadero  propósito  de  la  es- 
ciirsion  de  la  corbeta  i  de  su  lejítimo  alcance  de 
guerra  i  de  socorro,  los  siguientes  telegramas  en- 
viados del  puerto  al  jeoeral  Moatero,  que  confuso 
se  hallaba  en  Tacna,  los  traicionan. 

i>  Arica,  marzo  17  de  1880. 

íSeñor  jeneral:  La  Union  ha  desembarcado  lo 
que  trajo.  Todo  está  en  el  campamento. — -Ray- 
gada.i 

i'(12.40). — La  Union  ha  traído  veinte  isiete  mil 
varas  de  brin,  cien  mil  tiros  Kemington,  tres  mil 
pares  dezapaios,  dos  ametralladoras  (sin  cureñas), 
nn  cajón  de  medicamentos  i  una  lanchita  torpedo. 
—  Latorre.it 

Eso  era  todo! 

Una  pacotilla  de  buhonero  que  no  fué  siquiera 
socorro  de  guerra,  equivalente  al  costo  de  su 
combustible  en  el  viaje  de  venida  i  de  regreso,  i 
a  esto  debía  agregarse  que  en  todos  los  telegra- 
mas posteriores  de  los  corresponsales  del  jeneral 
en  jefe  del  ejército,  en  quien  el  dictador  Píérola 
nunca  dejó  de  ver  nn  rival,  le  agregaban  esta  fra- 
se fatídica  i  trascendental: — aLa.  Union  no  ha 
iraido  continjentef» 


el  del  comandiinte  Canillo  i  el  de  Villavicencio  que  fuerun  pu- 
blicadoe  abuudan  tomen  le  poi  la  prensa  del  Perú  i  de  Chile. 


27  — 

1  Montero: 


jue,  pero  le  lleva  mucha 
delantera. — Raygada. 


(Comienzan  las  felicitaciones  que  en  el  Perú 
jamas  acaban). 

Señor  prefecto  de  Tacna:  (5.45  P.  M.) — Salió 
la  Union-,  El  blindado  calienta  su  máquina  a  pri- 
sa. Nuestra  corbeta  va  como  un  rayo.  Lo  felicito. 
— Sosa. 


(6  P.  M.) — Al  jeneral  en  jefe:  La  Union  ha 
salido  con  rumbo  al  sur.  El  blindado  i  el  traspor- 
te que  estaban  al  norte  la  persignen.  El  Huáscar 
no  sé  mueve.  Avisaré  cuando  se  pierda  de  vista. 
— Coloina. 

(6.7  P.  M.) — Al  jeneral  Montero:  Guando  he 
recibido  el  parte  de  usted  la  Union  se  habia  he- 
cho a  la  mar.  Le  lleva  buena  delantera  al  Co- 
chrane,  que  es  el  que  la  persigue.  Me  encargó 
Tillavicencio  lo  salude  a  usted. — Latorre. 


(6.33  P.  M.)- (Tacna).— Señor  jeneral  en  je- 
ft  :  La  Union  se  ha  perdido  de  vista  del  Morro. 


Lleva  de  delani 
lias.  —  Coloma. 

(8.18  P.M.)- 
Ueva  diez  milla! 
g08  que  la  per 
Amazonas.  A  n 
ca8Í  seguro  que 
cibido  serias  ave 
bien. — Raygadc 

(9.18  p.  M.;; 

está  tranquilo!  ] 
regresó  al  puert 


(1)  En  lo  que  esti 
los  subalternos  del  j< 
llevado  UD  solo  man 
ft  preguntar,  para  qii 
(ioae  en  riesgo  inniin 

Algunos  quisieron 
minute  interés  de  llt 
Pero  esto  es  falso,  pe 
ca  el  dia  14,  i  de  allí 
antes  por  el  telégrafi 
clones  de  doble  carát 
riaaclon  coa  fecha  lí 
visión  Ganiarra,  que 
oficial  de  la  jumada 
de  Carumas  el  23  de 


los  Anjeles,  los  bardos  i  los  prosistas  del  Rimac 
recordaron  con  aquel  motivo  n  Sagunto  i  a  >lu- 
mancia,  a  Trafalgar  i  a  Waterloo,  -ofreciendo  al 
ventnroso  triunfador  de  la  celeridad  en  la  huida, 
banquetes  i  coronas.  (1) 

nía  órdenes  para  someterse  bíqo  ni  coronel  LeivR  comandante 
en  jefe  del  2."  ejército  del  sur,  destinado  a  obrar  con  absoluta 
independencia  de  Montero.  Todo  este  embrollo  connta  de  los 
documentos  pablicados  en  los  anexos  del  capEtalo  XV,  del  pre 
aente  volñmen. 

(1)  cSaganto  í  Numancia  se  sepultaron  en  sus  escombros  al 
grito  de  vira  la  patria,  Cliurruca  i  Gravina  sucumbieron  glorio- 

HIST.  DE    LA   fí.   DR   T.    1   A.  92 


—  730  — 


XXII. 


De  madrugada  al  siguiente  dia  presentóse  en 
la  rada  de  Arica  el  contralmirante  Ri veros  en  la 
nave  de  su  insignia,  atraido  por  el  llamado  del 
Matías^  después  de  haber  despachado  desde  Paco- 


sameute  en  Trafalgar  en  desigual  combate,  impulsados  por  ese 
sentimiento,  Can\brone  prefirió  en  Waterloo  morir  (?)  antes  que 
rendirse;  Ricaurte  subió  a  la  inmortalidad  entre  chispas  de  fae- 
go  i  nubes  de  humo  del  parque  que  su  fiera  voluntad  hizo  volar 
antes  que  caer  en  poder  del  enemigo. 

]>Todos  estos  prodijios  de  valor  que  hacen  anonadar  la  ímaji- 
nacion  bajo  el  peso  de  su  grandeza,  son  el  resultado  de  esa  voz 
suprema  que  vivando  a  la  patria  en  el  momento  del  combate, 
parece  comunicar  un  entusiasmo  enérjico  a  todos  los  paladines 
de  una  misma  causa.x^ — (Horta). 

El  millonario  Derteano,  ofreció  un  espléndido  banquete  al  co- 
mandante Yillavicencio  en  su  suntuoso  rancho  de  Chorrillos; 
igual  manifestación  le  hicieron  los  alumnos  del  colejio  de  San 
Carlos;  los  vecinos  del  Callao  solicitaron  para  él  el  ascenso  a 
capitán  de  navio,  i  el  famoso  presidente  de  la  Cruz  Roja,  monse- 
ñor Roca,'olvidándose  de  su  obra  de  paz  i  de  misericordia;  le  di- 
ríjió  al  dia  siguiente  de  su  llegada  la  siguiente  belicosa  misiva: 

tSeñor  capitán  de  navio  don  Manuel  Yillavicencio,  comandante 
de  la  corbeta  Union. 

^Amígo  i  señor  mió: 

»Tengo  a  mi  padre  moribundol  Enjugo  un  instante  mis  lá- 
grimas para  felicitar  a  usted  en  estas  líneas,  i  rogarle  que  feli- 
cite en  mi  nombre  a  su  brillante  oficialidad  i  dotación  por  la 
hazaña  con  que  acaban  ustedes  de  honrar  a  nuestra  patria. 

:^Yo,  el  último  de  sus  hijos,  se  lo  agradezco  de  lo  íntimo  de 


aurtna,  en  un  veraaaero  Dioqueo  cíe  suscos,  mas 
efectivo  a  veces  que  el  del  carboa  de  piedra. 

IV. 

Una  semanii  (enero  7)  después  de  la  espedicion 
del  Lautaro  por  Pacocha,  ee  avisó  en  efecto  al  je- 
fe saperior  del  sur  que  los  chilenos  hablan  vuelto 
a  desembarcar  en  aquel  puerto,  i  esta  vez  con  ca- 
ballería. (1) 

Dio  Montero  la  voz  de  alarma  a  Tacna,  a  Mo- 
quegua  i  a  Ite,  pero  desde  ese  momento  manifes- 
tó la  opinión  que  puso  en  ejercicio  mas  tardo,  de 
no  atacarlos  en  su  desembarco,  sino  de  dejar  a  los 
invasores  internarse  en  busca  de  su  ruina.  Los  te- 
legramas que  de  su  mano  escribió  i  que  a  la  vista 
orijinal  tenemos,  revelan  su  concepción,  sus  ins- 
trucciones i  su  plan. 

dArica,  enero  7. 

»E1  jencral  en  jefe  al  comandante  Chocano, 
(Moquegua).— 7.55  P.  M. — Comunique  inmedia- 
tamente las  noticias  que  le  den  sus  osploradores. 

{I )     (Telegrama;.  <iAnca,  enero  7  de  1880. 

sMootero  a  CAceres,  Ite. — (9.20  A.  M.) — Parece  que  loa  clií- 
if^oshao  desembarcado  de  nuevo  en  Pacocba  con  caballerm. 
Inaie  preciiiciuncs. — Montero.'a 

HIST.  DR  LA  C.  DE  T.  1  A.  93 


pueden  tener  mas  t 
rasen  buques,  tomi 
retaguardia  franc» 
ponde  hacer.  Hoi  si 
lado  sur.  Tratamos 
atención. — Monten 


Anuncióse  en  se 
jefe  del  ejército  de 
Hur,  que  los  chilenc 
su  escuadra  en  la  r 
pudieron  sobradara 
produjo  en  el  cam| 
trascendental  ¡mp 
cion  jeneral  que  in 
jarnos  espedito  el 

(1)  Est«  telegrama  nc 
a  lo  que  en  el  teato  apu 
qne  bombardeó  en  dos  o 
de  doB  mil  hombre;:,  poi 
eacuadron  Albarracin,  8' 
enero  los  dos  cuerpos  qi 
Piíito  (el  Sucre  i  el  Aro 
tillerfa.  Esto  prueba  qu 
Diincíi  se  ocultó  a  los  pe 
siempre  con  una  espesa 
rren  era  a  la  sazón  jefe 
i  de  la  boliviauu  el  curo 


I 


so  de  desetnbaí 
vio  del  batallo! 
— Montero. 

I  aceattiandí 
jefe  que  mane 
suscitadas  por 
dores  del  valí 
de  enero,  lo  qii 
ceres.  (Conde) 
Ejecútela  üd.- 

(1)  Bd  realidad 
tracion  desde  el  26 
fué  enviado  solo  el 
se  en  descabierto  1 


cCoronel  Cacen 
dice  que  no  puede 
áotes  de  esos  tiaid 

Loa  siguientes  t 
cordiaa  de  los  01io( 
quegua  con  el  civil 
tenemos  dada  ante 


(!2.16P.  M.)- 
a  usted  partes  haci 
■Necesito  detalles  i 
No  Boi  prescieute  ( 
las  máquinas  de  II 
camino,  qué  preca' 


na  aiTision.   nn  ex-preiüci.0  ue   luutjuej^ua  uu  es  conuucio.    i  o 


solo  tengo  derecho  a  ord« 
trae  tanto  siga  uated  ea  i 


(8.35  P.  M,)-€Mont€ 
— El  eeOor  prefecto  de  M 
minaa  en  el  trayecto  del  I 
lizar  los  serricios  de  usté 


(4.45  P.  M.— ifonter. 
No  me  es  permitido  eiit< 
Este  caballero  le  está  h 
coBdncta.  Tenemos  cuat 
Esté  usted  listo  para  sal 
que  le  toque  auo  defender 
mirado  estoi  que  el  coroD 
iomedíatas  órdeneá.  ¿Hab 
a  servir  a  los  chileaos?  S 
atenerme.  Esa  fuerza  lia 
otra  autoridad  a  quien  ot 
dos  parece  qne  quisieran 
de  mi  pacieDcia  i  patríoti 
mas  haré  un  tiro  en  guer 
el  país  tarde  o  temprano 
Montero.» 


(9  P.  M.)— Montero 
mas  ínteres  que  el  bien 
habida  en  ese  lugar  a  n 
están  decididos  a  sacriflct 
estén  de  acuerdo  conmigí 


mo  Uhocano,  sin  lei  m  patriotismo,  ¡meae  nouer  ueaobedecicln 
laa  órdenes  únicas  que  debe  respetar. — MüiKero.n 


<i Arica,  febrero  21  de  1880. 

(8.50  P.  M.)  — SeBor  coronel  Velarde:  El  militar  monil  i  ab- 
negado no  puede  pensar  de  otro  modo.  Quizá  llegue  el  momen- 
to en  que  podamos  olvidar  tantas  amarguras,  como  iaa  quo  has- 
ta la  fecha  venimos  cosechando.  A  hombres  como  usted  es  deraaa 
recomendarles  lo  que  deben  hacer.  Se  baila  usted  eu  el  terreno 
i  usted  apreciará  la  sítuaciou.-  Montero.-» 

HI8T.  DE  LA  C.  DE  T.  1  A.  1)4 


^ 


—  746  — 

merodeadores,  sacando  ganados,  i  como  los  reyes 
moros  de  Granada,  imponiendo  contribuciones  de 
vacas,  de  ovejas  i  de  vírjenes. . . . 

A  estas  múltiples  alarmas  del  campo  perua- 
no, arrancadas  al  campo  chileno  que  dormía, 
corresponden  los  siguientes  telegramas,  estos  in- 
fatigables confidentes  de  todas  las  guerras  mo- 
dernas. 

Manzanares,  secretario,  al  jeneral  Montero. — 
De  Arica  a  Tacna. — Se  me  dice  que  fuerzas  chi- 
lenas andan  por  Azapa.  El  jefe  de  estado  mayor 
jeneral  me  confirma  lo  mismo.  A  todos  los  bata- 
llones los  he  mandado  poner  sobre  las  armas.— 
Manzanares. 


Montero  a  Albarracin:  (Ite). — Esté  listo.  Pue- 
de usted  ser  atacado  por  la  parte  norte.  Dé  cuen- 
ta de  lo  que  ocurre  por  allá. — Montero. 


Montero  a  Cantuarias:  (Ite). — No  importa  ten- 
ga Ud.  poca  jente.  üd.  no  puede  ni  debe  comba- 
tir. Se  retirará  en  momentos  dados.  Contráigase 
Ud.  a  mandar  todo  lo  que  le  pido,  i  dado  el  caso 
que  intenten  desembarcar  los  chilenos,  incendié 
usted  la  población.  Sáqueles  a  las  máquinas  algu- 
nas piezas,  i  mándelas  a  Moquegua.  Haga  usted 
la  guerra  como  los  rusos  con  Napoleón.  Destn 


ajEl-'K    BDI'ERIOE 
DE    ],0S    DEPARTAMENTOS 

j)  Arica, 
sSeñor  prefecto  del  d 

BÁun  cuando  verbí 
U.  S.  el  plan  de  opera* 
el  departamento  do  eu 
recomendarle  por  escri 

b1.°  Emplear  todo  ji 
dades  contra  el  enemi 
territorio  de  su  jurisdií 

í)2.''  Severidad  infle: 
militares  de  su  depenc 
su  jerarquía,  que  faltei 
miento  estricto  de  sus 

uSobre   estas   dos 
U.  S.  hacer  jirar  su  au1 
dos  sus  actos  a  este  res 
a  su  patriotismo  i  rcctc 
cipada  aprobación. 

»Dio8  guarde  a  U.  S 
(Fií 
L.  Montero. 


(1)  Archivo  de   la  ¡trefecti 
(juieii  estit  coiüunicücidii  íiií  ( 


No  se  trataba  ahora 
te  de  jinetes  en  tierra 
desembarco  en  la  caleí 
00  leguas  al  sur  de  Ar 
probablemente  en  iin 
uno  de  los  buques  mei 
hizo  en  aquel  deseraba 
ra  siguiente,  cuatro  di; 


marones  se  tirotean  con  el  er 
particular. — Montero.}) 

El  pnesto  avanzado  de  Ca 
cioD  telegráSca  con  el  cuartel 
i  SQs  poBtes  i  BU  alambre  sin 
de  Chile.  El  1.°  de  febrero  M 
qae  habia  mandado  poner  en 
cargas  de  cebada  epara  el  ca 
nociera  las  aficiones  de  bu  t 
tino  te  encargo,  i  Bobre  todo, 

Al  tiroteo  ya  citado  se  refi 
del  Becretarío  Manzanares,  si 
de  febrero; 

«SeDor  jeneral:  Ha  llegai 
trayendo  un  prisionero  ohíli 
nares.Ti 

El  prisionero  era  el  soldad 
tan  llama  en  su  parte  Seda 
porque  por  ella  lo  tomaron  ei 

El  comiaionado  de  Cámaro 
de  febrero  enviaba  ¡i  su  jefe  Í! 

«He  llegado  sin  novedad. 
puedo  hacer  nada.  Día  perdií 


dArtcí 

B  Señor  coronel  Oam 
U.  S.  lista  para  marchar 
visión  del  ejército  bolivii 
acordado. — Montero. » 

I  a  Yelarde  en  el  revef 
papel: 

«Señor  coronel  Velar 
esté  lista  para  marchar  a 
sion  Canevaro. Monte 

Los  telegramas  anterio 
7  de  la  noche,  i  poco  maí 
pues  de  dar  orden  al  coroi 
nna  cantidad  de  dinamite 
en  jefe  del  ejército  de  Ári 
varo  i  la  boliviana  deben 
ral  Pérez  o  coronel  Lator 

I  todavía  a  la  una  de  1í 
ma  dirijido  al  prefecto  Za 
con  urjencia  que  viniera  ( 
división  Dávila. 

I  todo  pasó  como  pasa 
por  las  lomas  silenciosas  el 
callado . . . 

a  Arica ¡ 

sSubprefeeto  a  prefectí 
noche. — Ayer  mandé  a  lai 


mo  s 
medi 
las  s 
légrí 


»Seíi 


dn  s 
las  p 
gun 

OODI 

ded 
gal 
mer< 
Ud. 
la  v€ 
íl 
lladf 


en  el 
da  i 
quilc 
cer  j 

do. : 

enT 


diijo  en  los  campamentos  de  Arica  i  'racna  basta 
colocar  a  los  combatientes  el  uno  fronte  al  otro  en 
el  Campo  de  la  Alianza  (1). 

(1)  Comunmente  ee  dice  eo  Chile,  en  el  Perft  i  aun  en  Boli- 
via  ol  «Alto  de  la  Alianza»;  pero  el  verdiidero  nombre,  acgiiu  ea 
BU  lugar  habrá  de  verso,  era  el  qne  apuntamos. — lE!  Campo  de 
)a  Alianza,  es  como  quien  dice  el  «Campo  del  Pafio  de  Oro»  de 
Fraacisco  I,rei  do  Francia,  a  quien  copió   Campero». 


jefe  superior  del  Sur  desprevenido  en  su  almena 
de  piedra  de  Arica.  Trabajada  sa  guara! cion  por 
la  malaria  del  clima  i  la  penuria,  malaria  perma- 
nente del  Perú,  el  jeneral  Montero,  no  obstante 
cierto  aturdimiento  que  le  es  peculiar  pero  que  los 
años  traen  en  calma,  había  visto  claro  en  medio  de 
las  vacilaciones  i  de  las  nuevas  falsas  o  eontradic- 
torias  de  sus  lugar-tenientes.  Sus  ojos  habían  es- 
tado siempre  fijos  en  Tte  o  en  Pacocha,  i  por  eso 
mantenía  en  cada  uno  de  esos  puestos  a  sus  dos 
capitanes  favoritos:  en  el  primero  al  coronel  Oá- 
ceres,  con  su  propia  división  reforzada  por  la  bo- 
liviana del  coronel  Castro  Pinto  i  los  coraceros 
de  Daza;  en  el  último  al  conocido  coronel  don 
Manuel  Velarde,  observando  desde  Conde  la  vía 
férrea  i  el  puerto  en  medio  de  las  convulsiones 
que  cada  día  promovían  los  Chócanos,  incorreji- 
blemente  inquietos. 

El  nombre  de  estos  últimos  personajes  parecía 
en  sí  mismo  una  definición  porque  no  podían  vi- 
vir sino  en  perpetuo  cboque:  i  para  esto  eran  cua- 
tro o  seis  hermanos,  descendientes,  a  maj'or  abun- 
d-'iiiento,  de  chileno: — vid  de  Araucano  eu  cepa 
1  oqueguana 


ultei 
def( 
este 
pod( 
plazi 
me  1 
ésta 
do  ] 
reco 
do  c 
lasl 
B 
siete 
de  e 
al  p 
men 
boli 
en  s 
lian 


(1) 

tndd 
mach 
dees 
i  fuei 


Arequipa  previni 
pasaba  de  lio  al 
nado  a  Arequipa, 
o  en  Mejia». 


Por  fin,  el  25  d 
tres  horas  escasas 
al  contralmirante 
temida  nueva  de 
lena;  e  ininediats 
impresiones  i  sus  ] 
la  división  deMoi 
medio  del  siguien 
las  dos  i  treinta  i  ( 
dia: — «Señor  pre 
miento  que  hará  ( 
a  Moquegua,  que 
ejército  sobre  Ite, 
na.  Si  fuesen  sobr 
zas  existentes  allí 
del  Alto  '.del  Con 
so  de  no  poder  re¡ 
perando  allí  refm 
sobre  Ite,  deben 
curar  caer  a  reta| 
que  el  pueblo  de 
desde  el  momento 


(1)  So  el  mismo  dia  el  jeneral  diríjia  al  Cürouol  Veliirde  tu 
sij^DÍente  patriótica  escitacton. 

(2.40  I'.  M.) 
SeDor  coronel  Velarde: 

Si  te  ha  llegúelo  el  momento  de  manifestar  a  tu  país  de  lo  que 
erea  cnpo7,  te  felicito  i  me  felicito.  A  nn  hombre  como  tó  es  (te- 
mas encargarle  tino  i  pradencia.  Haz  de  muñera  qtie  los  propios 
i  .'spionaje  se  Bucedan. 

Síonteiv. 

BIST.  DE  LA  C.  DK  T.  I  A.  90 


fría  variaciones  síqo  a  virtud  del  miraje  o  de  la  ilu- 
sión de  los  que  contemplaban  el  brumoso  mar  dea- 
de  BUS  atalayas  de  piedra,  o  columbraban  los  pardos 
perfiles  del  continente  desde  las  cofas  de  sus  mas- 
teleros. I  casi  siempre  sucedia  que  toda  novedad 
anuDciadií  era  una  falsa  alarma. — aA  las  2  de  la 
maüan-i,  escribía  por  el  telégrafo  en  la  madrugada 
del  20  de  marzo  (tres  días  después  del  viaje  de  la 
Union)  el  coronel  Latorre  al  jcncral  Montero  en 


□o  mandar.  Si  no  ha  sido  operación,  habrá  sido 
reconocimiento  del  enemigo. — Sánchez  Lagomar- 
sino.T»  (1) 

(]  J  "En  cnanto  a  las  falsas  alarmas  de  que  hemos  hablado  hé 
aquí  una  bastante  singular. 

nArica,  aln-il  8  de  1880. 

sSefior  jeoeral  Montero:  (Tacna). 
Cl  teniente  coronel  Medardo  Cornejo  me  comunica  qne  m 
hermano,  radicado  en  Sama,  le  da  aviao  qne  hace  cuatro  dias  que 
I    -  elesemdarcado  en  el  M<nro  de  Sama  cinco  mil  chilenos.  Cum- 
I      con  trasmitir  la  noticia  a  usted. — B 


^ 


—  768  — 


XI. 


Instalado  ahora  el  jeneral  Montero,  no  en  la 
prefectura  de  Tacna,  su  puesto  i  su  derecho  cuan- 
do era  jefe  superior  del  Sur,  sino  en  una  casa 
particular  junto  a  la  estación  del  ferrocarril,  su 
autoridad  i  su  influencia  habíanse  amenguado  con- 
siderablemente en  lo  militar,  porque  ticnia  qne 
partir  hasta  cierto  punto  su  comando  con  el  jefe 
de  las  tropas  bolivianas  i  en  lo  absoluto  por  lo 
que  correspondia  a  lo  civil  i  a  lo  político,  desde 
que  con  notorio  agravio  i  desmedro  suyo  habia 
prestado  su  juramento  de  instalación  en  el  oficio 
de  prefecto  de  Tacna  el  25  de  febrero,  el  mas 
querido  lugar-teniente  de  Piérola,  don  Pedro  del 
Solar. 

Por  otra  parte,  a  poco  de  haber  mudado  sus 
reales  el  ejército  peruano  a  Tacna,estalló  un  rom- 
pimiento violento  entre  el  jeneral  Montero  i  su  jefe 
de  estado  mayor  Latorre  a  quien  acusaba  aquél 
de  desidioso,  petulante  i  aun  inepto  para  el  de- 
sempeño de  su  delicado  puesto.  (1) 


(1)  «Cuando  vine,  no  estaba  aquí  el  coronel  La  Torre,  escri- 
bía desde  Tacna  el  1 5  de  abril  al  coronel  Bolognesi  el  periodista 
de  aventura  don  Manuel  Francisco  de  los  Rios.  Habia  ido  a  es- 
pedicionar  sobre  Sama  i  Locumba.  Con  el  jeneral  en  jefe  se  h 
armado  aquí  la  de  Dios  Cristo,  dando  por  resaltado  la  depc 


do 
ril, 
bi'a 
en 
hi- 


ili- 
:í¿- 
ose 
or- 
las 


ér- 
>do 

30- 

lue 
er- 
tre- 


dEsos  Judas  encubiertos  son  los  peores  enemi- 
gos que  tenemos  los  que  aliados  noblemente  de- 
fendemos dos  suelos  queridos. 

j)¿No  veis  la  resistencia  que  oponen  a  la  autori- 
dad para  auxiliar  a  la  patria  que  en  la  hora  su- 
prema les  pide  lo  que  tiene  derecho,  puesto  que  de 
ella  recibieron  beneficio?  ¿No  veis  cómo  se  ocul- 
tan, cómo  claman  i  hasta  cómo  se  llaman  inmunes 


ingleses  i  de 
■vdor  Piérolu 
reclamación 
quien  exijió 
ñero  estraido 
C,  subditos 
tal  demanda, 
tras  de  cam- 


iento  el  pre- 
sa departa- 
a  guerra  que 
as  por  la  im- 
a  estranjera. 
nadie  quería 

decíale  desde 
ado  Juan  C. 
^^y,LVl^J^J  v-uu  »t>i-i«i  w^  v.^  .»».*,«,  .11^  ^^^ncucntro  con 
que  no  hai  con  quien  liablar  en  este  lugar...  TSadie 
quiere  ser  gobernador,  así  es,  señor  prefecto,  que 
no  encuentro  en  esto  mo;lo  de  proceder  sino  una 
farsa  para  entorpecer  el  proi)ósito  mió». 

(1)  Noaotroa  publicamos  los  docatnentoa  fntegroa  'le  esta  re- 
.mticioD  en  El  Mercurio  de  Vulpamiso  en  nn  artículo  que  lle- 
^1  este  títnlo;  Las  agacíiad/ts  rk  don  Nicolás  de  Purrela. 
HIST.  DB  LA  C.  DK  T.  1  A.  98 


I 


En  un'  capíti: 
XVII)  hemos  vi 
vicios  públicos  i 
vecinos  a  la  capi 
pionaje  corrían 
porque  es  un  hi 
aquellos  tiempoi 
tando  en  tierra 
de  Tacna,  pasa 
tener  la  menor  i 
vasores.  «¿Qué  ! 
ba  el  jeneral  Mo 
bn,  Barrios,  desd 
le  respondía.  A  ' 
contrado  en  los  £ 
tan  importante  ( 
el  2  de  abril  en  ( 
ga,  enviado  en  c< 
el  cual  le  decia  e 
marciíado  sobre  ] 
i  que  Moquegua  : 
que  era  exacto  ( 


(1)  El  jeneral  Carai 
cío  de  los  peruanos  en 
en  aa  propia  casa.  Mo 


(al  inéD08  a  los  ojos  del  doctor  Solar,  su  eaetnigo),  el  que  loa 
OsBoño9  fueran  deudos  del  coronel  don  Belisario  Suarez  i  qae 
éate  viviese  ea  su  propia  casa;  pero  paraca  que  todo  uo  pasó  de 
una  Itjereza  i  que  fué  acalluda  oportunamente. 

(I)  Leoncio  Prado  había  organizado  una  montonera  en  Tara- 
ta  con  el  nombre  de  Guerrilla-Vanguardia,  i  el  4  íle  muyo  avi- 
saba a  Solar  que  tenia  40  hombres  resueltos.  Una  semana  mas 
tarde  nnunciiibá  desde  Moropuco  que  hiibian  sido  tomados 
prisioneros  dos  soldados  chilenos  d^l  2."  Atacama,  que  res- 
jonden  a  nombres  conocidos  eu  Copiapó:  RiJmulo  Ossa  i  Filt- 
aerto  Moutt.  Los  peruanos  los  suponían  espias;  pero  en  rea- 


a  sus  re. 
punto  delicado  de  la 
do  aquéllas   con  rart 

lidad  parece  que  do  pasaba 
fueron  captaradog  eo  el  vat 
cendído  del  Hospicio  con  & 

Al  eutrar  a  Tacna  eiicr 
coD  varios  coinpatriotoB,  al 
jeuto  del  Atacama  o  del  Ge 
pero  (¡ue  llevado  a  presen 
graa  desenftido  las  fuerzas 
a  10  mil  hombres  i  00  cañ< 
ro  DO  asi  por  los  oficiales  í 

Por  lo  demás,  i  volviend 
nota  llena  de  baladronadas 


SeíSor  prefecto  de  este  depi 
S.  P. 

Apenas  puedo  disponer  í 
go  el  honor  de  comunicar 
Ilabaja.  Dentro  de  tres  o  < 
que  está  en  Locumba,  i  de 
ré  sobre  Cornea  i  barreri  ( 
tren  entre  este  punto  i  Uoi 

Si  a  mi  llegada  a  Coropí 
mentó,  puea  el  que  tengo 


El  culpable  fué  indulta 
a  poco  trocóse  éste  ea  i 
aliados  que,  acercándose 
como  oportuno  socorro. 

El  dia  18  de  abril  pene 
lies  de  Tacna,  en  las  cua 
mó  eu  línea  de  parada  h 
8Íon  de  1,500  hombres  i 
Claudio  Ácosta,  antiguo  i 
que  venia  ahora  moribu 
la  interna  llama  que  se 
*-  Componíase  aquulla  f 
los  restos  de  la  invisible  - 
a  cuya  cabeza  se  habia  p 
ro  desde  Tupiza  a  Lipe: 
La  Paz,  por  la  márjen 
recorriendo  cerca  de  m: 
bolivianos  llamaron  ordií 
de  esta  división  los  harh 

Constaba  aquella  de 
dura,  aguerrida,  bien  di& 
su  mayor  parte  de  proba 
el  Chorolque  (eacelentes 
meridional  de  Chichas)  i 
temente  formado  en  la  pe 
bamba.  Venia  también  i 
un  escuadrón  de  Guias 
Ballivian,  hermano  del  ú 
Bolivia. 


4UC  iiu  aoiau  üuiu  las  uenuiciones  ae  dos  pueblos 
agradecidos  las  que  os  acompañen  hasta  la  eter- 
nidad, sino  también  la  admiración  del  mundo,  que 
os  contemplará  con  asombro  cuando  repercuta  el 
"-co  de  vuestras  imperecederas  hazañas. 

«¡Soldados  del  Perú  1  Bolivia!-  Que  cada  uno 


de  vosot 
tónces  o; 
coa  los 
dejando 
cienes. 

sNo  o 
lanzadas 
cada  mo 
consigna 
vencer,  t 

I  esa 
plida  jai 


La  en 
liviana, 
conduce 
cié  de  di 
cendian, 
formen  i 
rápida  i 
dades  i  ^ 
ron  por 
jefe  del 
Campo  I 


jeneral  se  preaentaiáit  a  c¡tb;i!Io  ¡laní  nc'im¡míiiir  ni  suscrito  nao 
bomni-áel  mando  dei  ejército  unido. 
Comunfqoese  para  aii  ci!ai¡)ltniieoti>. 
El  jcneral  en  jefe. 

tiisT.  í):-:  LV  o.  HK  T.   i  A,  yo 


—  788  — 


L 


Cuando  en  el  capítulo  VI  de  este  libro  hicimos 
memoria  de  la  ignominiosa  deposición  de  Daza, 
tirano  i  juglar  de  Bolivia,  ocurrida  en  el  campa- 
mento do  Tacna  el  27  de  diciembre  de  1879,  ia- 

■ 

sinuamos  que  un  sacudimiento  semejante  Labia 
tenido  lugar  con  diferencia  de  horas,  como  en  los 
terremotos,  en  las  ciudades  de  la  altiplanicie.  Era 
la  indignación  de  los  pueblos  que  hacia  eco  a  la 
indignación  de  los  soldados  contra  el  cobarde  i  el 
sayón,  prófugo  de  Camarones  i  del  honor. 

Como  de  costumbre,  fué  La  Paz  la  que  «dio  el 
grito  (esta  es  la  voz  técnica  en  Bolivia  como  en 
Méjico),  i  en  esta  ocasión  el  éxito  no  exijió  pu- 
janza ni  costó  sangre  ni  siquiera  pólvora,  no  solo 
porque  el  ejército  del  déspota  estaba  ausente  i  le- 
jano, sino  porque,  por  lo  contrario,  acercábase  el 
de  su  antiguo  rival,  el  prestijiosojeneral  don  Nar- 
ciso Campero,  jefe  da  aquella  5.^  división  bolivia- 
na tantas  veces  recordada  i  nunca  vista,  verdade- 
ro mito  del  desierto,  de  la  cual,  como  del  basilisco 
de  ojos  de  diamante  de  la  cordillera  real  del  Pe- 
rú, muchos  hablaban  sin  que  hubiera  nadie  que 
afirmase  haberla  divisado.  El  jeperal  Campero  lle- 
gaba, en  efecto,  por  esos  dias  a  Oruro  i  es  de  creer- 
se que  los  paceños  contaban,  para  levantarse,  con 
su  espada.  Por  otra  parte,  el  gobierno  de  Daz* 


j 


aquél  déspota  rufián  cayó  dos  vecca  en  un  dia. 
III 

Fueren  el  alma  de  la  nueva  junta  un  tui-bu- 
lento  atogado  de  La  Paz,  iisimisiuo  secUirio  del 


candi  lo 
nombre 
Bolivia, 
del  anti; 
era  don 
quiL'to  ( 
bre  de  e 
dado  ign 
de  Aya( 
fué  a  Bo 
prole. 

Era  el 
ardor  ei 
Severos 
noviemb 
quiea  ei 
Krupp  e 

Tal  ei 
cion  civ 
era  su  ai 
bros  rest 
gado  doi 
por  una 
lió  como 
Francise 
juuta  pe 
Oruro,  SI 


clamas  políticas,  bombo  i  programa  de  todos  Itn  motines  i  da 
809  secretarios jeneraies.  Loa  párrafos  relativoíi  al  ejército  i  a  los 
ciadailaiioe,  condensando  la  política  csterior  e  iuterior  de  Bolivia, 
deciau  como  sigue: 

«Soldados  del  ejército  nacional! 
El  valeroso  pueblo  de  La   Paz  lia  deplorado  con  sincero  po- 


Narciso  Campero.^ 
áeSor  prefecto  i  comandonte  jeneral  del  departamento. 


to,  la  revolueio 
de  la  jornada) 
Corral,  a  la  sa: 
caer  prisionert 
nos.  I  como  o 
fruto  de  su  esf 
ñaña  (el  14 
cuartel  una  co 
lio,  1.'  de  la  re 

Pero  en  esi 
revolución  jeiit 
pecho  de  nn  ¡d 
dante  llamado 
un  sobrino  suy 
el  cuartel  de  I( 
habia  servido 
segundo  jefe  di 

Acudió  al  I 
amotinada,  el  < 
balazo  de  revó' 
na,  mientras  el 
a  boca  de  jarr( 
derecho.  Rivas 
múltiple  i  sang 
parte  por  los  ni 

Reaccionada 
rebelde  que  pn 
en  pié  solo  el  c 
lia  que  se  hiz 


L^tliiiUib,   1.  ununí  1  VI  lili/   un;  unii  v;uiiiciiuu  ei   lllllliuu 

supremo  do  \n  repúMicü,  n  efecto  dn  proseguir  la 
f/ueiTa  contra  Chile  i  recoiistituii"  el  p;iís  mccKan- 
tc  una  conveucion,  flocreto: 

Art.  1."  Acci>to  ]íi  coimsion  promsíonal  quQ  me 
confiere  la  patria  i  asumo  la  presideucia  de   Boli- 


—  800  — 


ronel  Granier  con  su  novel  cuerpo  de  artesanos  i 
de  indios. 

I  asi  era  la  verdad,  porque  habiendo  ordenado 
el  jeneral  Campero  que  el  día  12  se  aproximasen 
los  cuerpos  acantonados  en  Huaqui  junto  a  Tia- 
huanuco,  i  en  Viacha  ya  en  son  de  marcha,  a  la 
ciudad  de  La  Paz  para  pasarles  revista  i  despedir- 
los, amotináronse  aquéllos,  amarrando  a  su  pro- 
pio jefe  el  jeneral  Arguedas,  escándalo  i  novedad 
de  bulto  que  sucedió  de  esta  manera. 

El  doctor  Guachalla,  que  contaba  de  seguro, 
con  altas  complicidades  en  La  Paz,  contra  Cam- 
pero i  en  favor  de  Corral,  habia  salido  a  campaña, 
i  se  hallaba  con  su  cuerpo  a  manera  de  vanguar- 
dia en  Tiahuanuco,  paraje  de  seculares  i  grandio- 
sas ruinas  en  la  planicie  que  domina  en  profundo 
i  helado  silencio  aquella  tumultosa  ciudad. 

En  el  lugarejo  histórico  de  Viacha,  situado  en 
la  misma  llanura,  i  a  cuatro  leguas  de  la  capi- 
tal, encontrábase  a  esas  mismas  horas  el  jeneral 
don  Casto  Arguedas,  jefe  de  la  división  auxiliar 
del  Perú,  con  dos  batallones,  el  Bustillo  i  al  Aya- 
cucho  boliviano,  el  parque  i  un  escuadrón  de  guias 
que  mandaba  el  coronel  Ballivian. 

Contando  con  la  cooperación  de  los  parciales, 
que  eran  numerosos,  el  doctor  i  comandante  Gua- 
challa contramarchó  en  la  noche  del  11  de  Tia- 
huanuco a  Viacha,  i  apoderándose  por  sorpre"" 
de  las  municiones  de  la  espedicion  contenidas  f 


i»Las  utopias  de  Campero  que  es  un  berdadera- 
eníe  i  qne  rasis  se  ha  ocupado  de  hacer  política 

HIST.  DE  LA  C.  DK  T.  I  A.  101 


interna  que  de  la  guerra 
do  la  quinta  división  a  la 
estado  de  no  poder  lleva 
i  que  con  miserias  no  ha 
to:  de  acuerdo  con  los 
me  he  determinado  a  axc 
se  verifica  hoi  doponien 
con  el  único  Jin  de  alende 
a  los  asuntos  de  la  guem 
mi  patiñotismo. 

«Doi  cuenta  a  U.  lijer 
pribada,  reservándome  1 
mente:  i  no  espere  U.  po 
gwno,  porque  no  hai  im  s< 
mo  para  la  campaña  ni 
Tenientemente:  esta  es  líi 
te  procuraré  arreglarlos  ¡ 

Suyo  i  afectísimo  com 

™-  (1) 

(1)  El  coronel  Camocho  coal 
CE  términos  tan  duros  como  pat 
tada  en  Tacna,  cuatro  díaa  desp 
esto  es,  el  16  de  marzo,  tomamo 

«No  me  atrevo  a  calificar  eat^ 
qne  emplear  una  palabra  muí  d 
no  quiero  aplicar  a  ningún  bolii 
Bolivía  contase  entre  sus  hijos  i 
sagrada  existencia. 

>Aunque  me  asegura  qne  ese 
do  con  la  5.*  divieioa^  permitan 


cintas  en  las  calles 
huir  hacia  los  Yungi 
solo.  Granier  le  acora 

Aconseiado  por  su 
Ha,  i  favorecido  por  h 
(don  Gregorio)  que  8 
resentidos  i  aceptare 
proclamóse  jefe  supi 
Silva  i  comenzó  a  lev 
es  decir,  contra  Cara¡ 

Pero  aquella  desí 
reacción  no  había  en( 

(1)  CoD  este  fío  solicitó  < 
nea  una  confereacín  ea  Ja  ir 
i  celebrada  ésta  el  dia  1 3,  e 
de  fidelidad  &  la  alianza  al , 
si  habia  sublevado  al  ejercí 
flojedad  de  Campero  por  lie 
—  sGete  señor,  escribía  el  d 
habl&ndole  de  la  actitud  dé 
9  P.  M,  de  boi  iina  persona 
los  deseos  que  le  animan  p( 
la  alianza  que  existe  entrt 
Silva  me  ha  dirijido  una  caí 
deseos  por  conservar,  sobre 
rú  i  ofireciéodome  que  el  dÍE 
rencia  para  acordar  lo  ma 
Puno.» 

Entre  los  anexos  de  esti 
comprensivo  de  esta  ímport 
mente  por  el  criterio  de  los 
esperando  la  ruptura  cutre 


muestriis  de  vigor  haciendo  fusilar  entre  oti-os  al 
líente  capitán  del  estinguido  batallón  Dalence, 


—  806  — 

don  Domingo  Vargas,  que  habis 
en  subir  con  su  compañía  a  la 
Francisco;  i  encaminadas  las  o[ 
guerra  i  de  la  administración  en  t 
pudo  despachar  la  fuerte  divisio 
blevado  el  doctor  Guachalla  i  que 
dada  por  el  jeneral  dou  Claudio 
la  fuerza  auxiliar  que  con  tanta  pi 
cía  de  discursos  i  alegria  verdad 
atribulados  por  recientes  contrati 
gado  a  Tacna  el  18  de  abril,  sea 

XIV. 

El  dia  de  la  víspera  liabia  teni 
to  la  sableadura  de  Sama  por  la  ( 
le;  i  lu  ñiga  cobarde  de  Albarrac 
compensada  con  aquel  refuerzo. 

Pero  pisando  las  huellas  de  1 
bajado  también  de  las  sierras  el 


(1)  DIjose  entÓDCes  que  Albarniciu  h 
coronel,  como  un  estfinulo  después  de  si 
coaas  que  haa  solido  pasar  ea  Chile  dura: 
no  tuvieron  asi  lugar,  Qfen  fui  asceudií 
mandante  don  Augusto  Albíirracin,  buei 
yor.  El  guerrillero  ee  llama  Gregorio,  i  ta 
por  que  al  último  lo  vemos  figurar  en  Is 
desde  1843. 


—  808  — 

3.°  Qae  el  departamento  de  La  Paz  consecuente  al  espirito  de 
fraternidad  con  los  demás  de  la  república,  considera  como  pri- 
mera necesidad  la  organización  del  poder  páblico,  para  lo  que 
desea  i  espera  el  concurso  de  todos  los  pueblos,  cuja  rolantad 
respeta,  declara: 

1.^  Que  el  pueblo  de  La  Paz  ratifica  i  sostiene  la  alianza  perú- 
boliviana,  para  hacer  la  guerra  a  Chile;  i  protesta  seguir  la  sae^ 
te  común  hasta  vencer  o  sucumbir  en  la  actual  lucha. 

2.''  Que  destituye  al  jeneral  Hilarión  Daza  de  la  presidencia 
de  la  república  i  del  mando  del  ejército  boliviano  i  nombra  jene- 
ral en  jefe  de  éste  al  jeneral  Narciso  Campero  i  ruega  al  señor 
contra-almirante  jeneral  Lizardo  Montero  se  haga  cargo  del 
mando  del  ejército  boliviano  hasta  que  el  jeneral  Campero  se 
constituya  en  el  teatro  de  la  guerra. 

3.®  Que  nombra  una  }unta  de  gobierno  compuesta  de  los  se- 
ñores coronel  Uladislao  Silva,  doctor  BudesinJo  Carvajal  i  co- 
ronel Donato  Vázquez,  para  que  poniéndose  de  acuerdo  con  loa 
otros  departamentos,  convoque  a  la  brevedad  posible  una  con- 
vención nacional,  quedando  privados  del  voto  pasivo  para  la 
majistratura  suprema  los  que  hicieren  la  convocatoria.  Mientras 
tanto  la  junta  de  gobierno  atenderá  a  las  urjentes  necesidaded 
de  la  guerra. 

La  Paz,  diciembre  28  de  1879. 

(Siguen  las  firmas.) 


IL 


DECRETO  DE  LA  JUNTA  REVOLUCIONARIA  DE  LA  PAZ  ORGAI^IZAKDO 

EL  NUEVO   GOBIERNO. 

Art.  1."  La  junta  acepta  la  confianza  que  en  ella  deposita  el 
voto  popular,  i  ofrece  satisfacer  las  exij  encías  públicas  en  el  sen- 
tido de  sus  necesidades. 

2,^  El  servicio  de  la  administración  continuará  en  los  distin- 
tos ramos  sin  mas  alteración  que  la  que  demande  el  cambio ; 
lítico  actual. 


—  810  — 

la  gnerra  nncional  en  que  ambos  pnebios  se  hallan  con  la  repú- 
blica de  Chile. 

Rogando  a  V,  E.  se  digne  trasmitir  el  contenido  de  este  oficio 
al  excelentísimo  gobierno  del  Peni,  me  es  altamente  honroso 
suscribirme  de  V.  E.  mui  atento  i  obsecuente  servidor. 

Severo  Matos. 

Al  excelentísimo  señor  doctor  J.  Luis  Quifiones,  Enviado  Estraordinario 
i  Ministro  Plenipotenciario  del  Perú  en  Bolivia. 


IV. 


PRIMERAS  NOTAS  CAMBIADAS  ENTRE  LOS  GOBIERNOS 
DE    CAMPERO   I   DE    PTÉROLA     MANTENIENDO  I  CONSOLIDANDO    LA 

ALIANZA  ESTABLECIDA    CONTRA  CHILE, 

República  de  Bolivia. — Secretaría  jeneral  de  Estado. —  Sección 
de  Relaciones  Esteriores. 

OrurOj  enero  21  de  1880, 

Señor  Ministro:  Al  tener  la  alta  honra  de  dirijirme  a  V.  E., 
mes  es  grato  cumplir  con  la  orden  que  he  recibido  del  jefe  su- 
premo de  la  repViblictt,  señor  jeneral  Narciso  Campero,  de  hacer 
saber  al  excelentísimo  gobierno  del  Perú,  haber  sido  elevado  a 
la  primera  majistratura  de  Bolivia,  por  la  voluntad  uniforme  de 
los  pueblos. 

Este  hecho,  que  en  circunstancias  ordinarias  nohabria  tenido 
mas  que  una  significación  interna,  en  las  actuales,  en  que  Boli- 
via i  el  Perú  se  hallan  comprometidos  en  la  defensa  de  su  dig- 
nidad ultrajada,  contra  una  guerra  de  conquista  que  el  derecho 
universal  condena,  importa,  me  complazco  en  asegurarlo,  un 
cambio  radical  en  el  cumplimiento  de  las  obligaciones  que  la  si- 
tuación impone,  pues  ahora,  mas  que  nunca,  Bolivia  i  su  nuevo 
gobierno  abrigan  la  íntima  convicción  de  que  la  Providencia  ja- 
mas abandona  a  los  pueblos  que  quieren  salvarse. 

Por  esto  el  jefe  supremo  de  la  república  me  encarga,  pai 


PROTESTA   DE   LAS   SESoI 

I 

Madres,  esposas  i  ciudadi 
fer«Dtes  ante  el  luctuoso  ( 
por  la  facción  temeraria  qii 
cebible  escándalo  de  12  d 
escapftr  un  grito  de  dolor 
una  protesta  enérjicft  i  seve 
de  lesa  patria  que  importa 
Ed  DOmbre  de  Dios  i  de  I 
nos,  esposos,  hijos  i  paisaní 
i  en  toi-DO  del  estandurt^  n 
impreso.  En  nombre  de  la 
contra  cualquiera  tentativa 
nal  de  parte  de  los  faccioso 
cherar  en  eata  desgraciada 
Tergilenssa.  Paceños,  no  coi 
intento. 


DECRETO  DEL   PBE8I 

TBAIDORBS   A   LA    PATRIA    A 

MILIT 


KAaciso  CAMPERO,  prb.sid: 

Considerando: 

Que  la  rebelión  militar  i 
ciudad  de  la  Paz,  en  la  situ 
rra  esterior,  i  en  los  iiiomei 


cumplimiento  del  pn 
cular. 

Dado  en  la  ciudad 
marzo  de  mil  ochocií 
pero. — ( Refreodado), 


HEUORANDin 

El,   13    E 

ENTHR    EL   CAUDILLO 

APUNZASDO    I   CN 

(Estracto  de  una 
dictadur  I'iérola,  cbc 

...aEsa  conf«renc¡: 
ella  el  aeñor:rforonel 
mucha  cordialidad: 
en  favor  porque  hal) 
jenerai  Campero,  pu 
lulamente  nuda  en  \ 
aspirucioQ  principal 
te  haber  comandado 
i  de  an  permanencia 
que  en  consecuencia, 
sitivoü,  8U3  ?ehemei 
boliviana  hasta  llegt 
clon  de  amhaa  reprtV 
eficnz  hasta  wnsegii: 
(jne  Bolivin  paeila  d 
las  fuerzas  quo  le  ob 
aun  no  haliia  n^umii 
la  voluntad  popular 
que  Oeseit  gobernar  < 
do  dur  una  prueba  f 


presupuesto  correspondiente  a  un  mes,  sin  perjuicio  de  conti- 
nuar atendiendo  a  ana  suceaiviis  uecesiJndes;  que,  adeniaa,  que- 
riii  evitar  así  la  guerra  civil  que  tratará  de  hacer  el  señor  jeaoral 
Oaiijpero  i  ctinfiar  la  organización  de  su  gobierno  solo  al  apoyo 
i  absoluta  voluntad  de  los  pueblos;  en  fin,  que  si  no  sobrevenía 
algún  fatal  acontecimiento  en  la  política  ijue  se  proponía  seguir, 
organizará  inmediataments  una  buena  división,  con  la  que  se 
dirijirá  en  persona  al  teatro  de  la  guerra. 

Terminó  asegurándome  que  conservaría  al  señor  coronel  Cu- 
macho  al  mando  del  ejército  de  Bolivia  que  existe  en  Tacna, 
Cuidando  de  proveer  a  todas  laH  necesidades. 

No  pude  menos  que  agradecer  al  señor  coronel  Silvn,  a  ntrni- 
hre  de  la  alianza  i  del  Pen'i,  los  jenerosoa  prnp(Ísitos  que  me 
habia  moni festado,  i  solicité  a  la  vez,  que  eso  luismo  me  dijese 
por  escrito  como  constancia  de  nuestra  conferencia,  a  lo  que  ae 
prestó  gustoso. 
Con  este  fin  le  he  dirijido  la  carta  semi-oñcial  cuya  copia 

mpa&o,  i  es  de  esperar  que  al   contestarla  cumpla  la  oferta 

■  em  ha  hecho. 


—  816  — 

* 

En  oonsecaencia^  me  he  dirijido  al  prefecto  de  Puno  para  qoe 
ordene  que  los  vapores  Yapuru,  Yavay^í  i  algnoas  otras  grandes 
embarcaciones  que  existan  en  actual  servicio  en  el  lago  Titicaca, 
estén  listas  en  üliililaya  el  citado  dia  19  para  que  trasladen  a 
Puno  los  1,200  hombres  a  que  poco  mas  o  menos  ascieade  el 
número  de  los  cuerpos  indicados. 


VIII. 


FRAGMENTOS  DE  UNA  CARTA  DEL  CX>RONBL  CAMACHO 

DIRIJIDA  A  UN  HERMANO   SUYO  DESDE  TACNA 

EL  7  DE  FEBRERO  DE    18S0  A  PROPÓSITO  DE  LAS   AMBICIONES 

A  LA  PRESIDENCIA  QUE  COMENZABAN  A  SURJIR. 


Me  hablas  de  candidaturas  i  me  preguntas  qué  opino  de  la 
mia.  Mi  contestación  es  mui  sencilla:  en  un  pueblo  que  se  halla 
en  campaña  al  frente  del  enemigo  nacional  i  que  tiene  que  con- 
sagrar toda  su  actividad  física  e  intelectual  al  éxito  de  la  gue- 
rra, seria  una  insensatez  llamarlo  a  las  elecciones  de  su  primer 
majístrado;  i  en  una  persona  que  presentase  su  candidatara, 
seria  un  crimen  distraer  la  atención  de  aquel  con  sus  ambicio- 
nes egoistas.  No  creo  por  nn  instante  que  el  gobierno  convoque 
a  sufragar  para  presidente,  i  juzgo  que  la  convención  se  limitará 
al  nombramiento  de  uno  provisional,  esoojitando  los  medios  qae 
proporcionen  los  recursos  bélicos  que  tanto  necesitamos. 

Mas,  si  contra  esta  opinión  prevaleciese  la  contraria,  si  viese 
a  Bolivia  olvidar  el  interés  común  por  preocuparse  del  personal, 
debo  decirte  con  franqueza,  que  no  solo  no  presentaría  mi  can- 
didatura, pero  que  tampoco  aceptaria  ni  la  que  gratuitamente 
me  ofreciesen,  lo  cual  te  dará  la  medida  de  la  repugnancia  íd- 
veneible  que  siento  al  poder. 

No  quiero  ser  el  gobernante  de  mi  patria.  ¿Sabes  por  qué? 
Por  no  ser  el  blanco  de  sus  odios,  si  cumpliendo  con  la  lei  ^'^ 
satisfago  las  ezijencias  de  los  hombres;  por  no  ser  un  rei  de  b 


irienteB  en  la  ciudad  de  1 

del  ejército  ha  tenido  a  bi 

clama  siguiente  a  las  fuer 

Compañeros; 

Tengo  la  satisfacción  di 
tros  votos  soleoinemente  i 

Los  amotinados  de  Vía 
llevando  tras  sí  el  anatett 

El  heroico  pueblo  pacel 
contra  la  sublevación  del 
fuerza  que  guarnecia  aqu' 

Por  vez  primera  en  nu 
de  las  seSoras  i  del  ejércii 
neas  i  unánimes  contra 
Debéis  estar  orgulloso  de 
vuestras  ideas  i  sentimiei 
de  la  roas  noble  porción  d 

¡Amor  al  ilustre  pueblí 

¡Gloria  al  buen  nombn 

Amigos: 

Sé  que  veréis  con  íntin 
la  tranquilidad  interior,  í¡ 
sombra  del  gobierno  naci 
ciaros  que  el  señor  jenera 
livia,  debe  eacontrarae  ei 
los  ansilioB  que  demanda 

Camaradas: 

Por  hoi  el  crimen  está 
la  leí. 

Soldados: 

Seguid  cumpliendo  vuf 
patriotismo  que  tanto  os 
i  al  respeto  i  carifio  de  ti 


finitiva  dal  ejéi'cito  hacia  los  loma 
do  la  Alianiaí.— Organización  de 
tneoto  fué  mudado  el  14  da  mayo.- 
BB  renuDcia  del  jeneral  Campero 
de  la  batalla  i  ardid  de  que  se  vale 
tarla. — Llega  al  aCampo  de  la  Alie 
UD  emisario  del  coronel  Leiva  anuí 
SuF  ocupa  a  Torata  desde  el  dia  2( 
baje  a  Locumba  e  inquiete  la  retí 
i  mistérica  que  se  eBclarecerán  maf 
inieDtoa  de  Leiva.— La  proviRÍon  d 
nos.— Penaría  de  loa  prímeroH  i  ab 
netal  que  precede  a  la  batalla. 


] 

La  estrecha  cordialida 
tre  el  impetaoso  pero 
Montero,  jeneral  en  jefe 
digno  coronel  Camacho,  1 
pundonorosamente  leal,  i 
en  los  primeros  días  de 
la  junción  de  los  dos  * 
alrededores.  Por  el  con 
jefe  acentuó  la  concordi 
aparentemente,  entre  las 
do  el  esterminio  de  Chi 
que  anunciaba  el  4  de  al 
tal  de  las  fuerzas,  operai 
lo  había  preocupado  dosi 
paña,  encoinendada  a  su 
den  jeneral  decía  como  s 


de  vuestros  superiores  por 
disciplina  militar. 

«Por  lioi  queda  declarado 
ral  del  ejército  unido,  prepai 
bate;  mañana  os  confundiré 
mentó  para  emprender  la  h 
tanto  a  la  apacible  sombra  ■ 
al  vivificante  calor  del  vivac, 
cabida  a  otros  sentimientos  < 
estímulo  por  la  gloría  i  poi 
confraternidad. 


(1 )  Este  íütereaante  documento  ii 
esu  misDia  Dflturaleza  que  en  el  pref 
han  sido  copiados  del  Libro  de  ór. 
Mayor  Jeneral  del  Ejército  Aliado  q 
tro  poder.  Fu¿  encontrado  oate  impo 
en  la  tienda  del  jeneral  Ferez,  jefe  d 
de  la  Alianza,  i  condacido  a  Chile  p< 
ejército  don  Eduardo  Fabres,  quien 
quiárnoslo. 

El  jeneral  en  jefe  del  ejército  aliat 
cito  boliviano  desde  que  él,  aliandon: 
eauo  campamento  de  Arica,  se  ins 
efecto  lo  que  a  este  propósito  decia 
marzo: 

«El  comandante  en  jefe  del  ejercí 
fes,  oficiales  i  soldados  del  ejército  i 
•el  Perú,  por  la  constancia  con  que  I 
actual,  i  espera  que   la  ríjida  mora 


—  824  — 

jínese  qué  consideraciones  i  respetos  hacia  sas 
oficiales  podían  tener  aquellos  soldados,  cuando 
el  Capitán  Jeneral  del  Ejército  i  Presidente  de  la 
Kepública  se  presentaba  en  su  cuartel,  entraba  en 
la  cuadra  de  cada  compañía  que  le  esperaba  for- 
mada en  ala,  hacia  retirar  de  allí  a  los  oficiales 
de  la  misma,  i  hablaba  a  los  soldados  en  términos 
como  estos:  Como  están  hijitosf — Cómo  les  tratará 
— Qué  les  falta? — Tienen  alguna  queja  que  darm^ 
— Hablen^  díganme  todo. — Semejante  proceder,  al 
propio  tiempo  que  relajaba  la  influencia  moral  del 
oficial,  que  en  cualquier  caso  i  en  todos  los  mo- 
mentos debe  pesar  decisivamente  sobre  el  áninao 
del  soldado,  creaba  en  éste  un  instinto  de  casi 
superioridad  sobre  aquél,  o  cuando  menos,  la  con- 
ciencia de  un  equilibrio  de  fuerzas  e  influencias, 
que  no  podia  sino  producir  una  profunda  relaja- 
ción de  la  disciplina  militar. 

DMuchos  oficiales  i  aun  los  mismos  jefes  reci- 
bían reprimendas  grotescas  motivadas  por  quejas 
mas  o  menos  fundadas  de  los  soldados  al  Capitán 
Jeneral  D  (1). 


(1)  El  oficial  i  escritor  arjentino  don  Florencio  del  Mármol, 
en  sn  libro  titulado  Recuerdos  ele  viajes  i  guerras  (páj.  51)  pu- 
blicado en  Buenos  Aires  en  1881. 

A  propósito  de  las  bofetadas  de  Daza  a  sus  edecanes  (escuela 
de  Morales),  hé  aquí  el  curioso  caso  que  apunta  el  capitán  del 
Mármol  como  testigo  de  vista. 

dRecuerdOi  con  este  motivo,  el  incidente  que  paso  a  refer 


po  miniiulo 
viíino;  i  poi 
livia  duniii 
durante  el 
impliicyble 
ncrul,  j)or 
hiista  el  no 
oríjtíii  los 
Anjditos,  p 
mozos  de  b 
líizador  «je 

iiiiiiístro  tie  In 
tor  espi'cial  cli 
coptoB  Bobie  (j 
niéiioií  liaíitii  )■ 
ti  llera  de  líuli 

«Dejenernlíi 
tlíendu  su  &nti 
tre  otras  cnnsi 
a1>>;iin!is  de  lo¡ 
(Iftílo  n  la  dasi 
q/icialcí  iJl/ei 
niítasoino  1»  e 
pitancaflos  po 

a  La  2ii'cc>ni 
radon:  mas  c 
cnielineiite  en 
de  cirro,  se  le 

BCIIiejlllllc:^  VI; 

lie  Ití  lliiiiüilii 
anr.ito  a  int  i 
liieiuu.u 


i  idos 
en  el 

dos  p 

Büluci 

caífla 
prese  I 
sobor 
los  ár 


Ac( 
que  t( 
no  i  a 
renci: 
del  su 
do,  qi 
sos  O 

«El 
gom( 
mas  c 
go.  N 


(1)1 

■09  Col 

Jla-aldi 
do  aque 
(Jaoiftch 
riador  i 
Camacl 


Fué,  eii  conseciiciicUi, 
constiuitc  dilijeiieiii  paní 
JL'fo  del  ejército  boliviy 
(le  tul  iiqueüii  iriiisii  indi 
mátieaincnte  corroinpÍd¡ 
vertido  por  la  cer^'ezii,  I 
tiin  jenoral,  jefe  i  caudü 
chado  país.  Para  esto  di 
que  espídsó  ignominlos 
declaró  cobardes  h  los  q 
jó  por  faltas  leves  a  jóv 
(lentes  enrolados  por  er 
líüiana,  i  arrastró  algui 
cuya  afrenta  les  salvó  s( 
pnsivas  matronas  de  Ta 

hoüieaaje  da  jusUuia  i  il¿  grut 
nerísmo,  para  con  Justo  L.  Mi 
en  la  batalla  de  Tacua),  Vega, 
ra  (italiano),  mayores  Romoi 

MoECOSO. 

«La  juventud  ilnstrad?  ^i>  h 
i  otro3  cíepartamentüs,  tenia  t 
caerpos  de  «Miirillu»,  «La  Vi 
será  siempre  honroso  recuerdo 
i'iiao  do  jóvenes  doctoi-es  que  hi 
13S0,  en  clase  de  soldados. 

(1)  Se  leerán  prubabletQi.'nt' 


es  ló  que  vamos  n  cumplir. 

A  poco  de  reunidos  en  Tacna  los  jefes  de  los 
dos  ejércitos  aliarlos,  provocó  el  coronel  Camacho 
uníi  resolución  ctpital  sobre  la  ca.mpafia,  cual  era 
el  plan  de  ésta,  que  aun  no  so  liabia  acordado,  es- 
tando ya  los  ciiilenos  por  esos  dias  a  la  vi.stu  do 
Locumba,  a  dos  jornadas  del  campo  aliado. 

Para  objeto  tan  apremiante  i  en  cuya  concep- 
ción el  coronel  Canincho  era  mucho   mas  fiicrtj 


jircBentc  cnpítiilo  las  priucijiaieí  m&Iiiliti  qv.o  el  ornnel  Cuiii- 
clio  toiuó  (Iftsile  (liclemlire  ile  \H70  a  aliril  tic  IS.Sí)  jKira  reof^-i- 
iiiziir  i  ini>vii¡/,ur  ol  i'júrcito  b'>livi;ini>.  Rmi  t'«Ii)i  e«r>H  ilnpiiiiniti  ■ 
toa  orijiíialoa  e  inúdítns  cstruiíli»!*  d-:!  liliro  <le  úrilciiua  jeiieralo!i 
yn  citado.  E[  beiicniúntn  jciioimI  ilmi  Jn:iii  Josó  I'ercz,  i-\\i<i  llegó 

lío  l.iina.  (Ii.ii.ln  lu  f,iMÍit  c-.iinii;v!o  Dan  i,  il  mü,li.iit:M    de    muiv.o 

''■aé  su  j>ritici]'nl  )ui^ili;[i'  ni  cf^n  (.'uiiiruíii. 


—  83Í 

qnc  Montero,  hombre  ain 
i  a  mas  de  esto  marino,  se 
ira  de  oficiales  jenoralns, 
boliviano  propuso  rcsiielt 
abandonara  a  Tacr.a,  que 
era  una  ratonera  como  í 
lantera  al  enemigo  raarc 
Sama  para  librar  allí  bat 
nos  que  llegaban  por  bi 
favor  de  los  aliados  todas 
i  las  peculiaridades  de  uia 
tropas.  El  coronel  Cama 
órdenes  de  Daza  aquellos  ] 
viembre  de  1879,  recorrí 
costa  hasta  lio,  en  cuyo  p' 
del  desembarco  de  los  chi 

El  caudillo  del  ejércit' 
consecuencia,  i  con  esceler 
que  ocupado  el  valle  de  Si 
que  concentrarse  con  gra 
malsano  paraje  de  Locum 
del  Hospicio,  por  cuanto  c 
daba  interceptada  su  coni 
uas  caletas  de  Sania  i  do  J 
recordando  a  Eseipion,  e 
África,  esclamaba  c-síusiaf 
la  esc  de  Sama  por  la  zda 
romano  B. 

Apoyábale    en    su  idej 


Saca- 
¡ampo, 
isaba  i 
1 jene- 
ansie- 
téjicoa 
mados 
ea  im 
o  de  la 
a  con- 
cito ea 


¡ruana 
il  men- 
ean i  20, 
do  tau 
irdade- 
•ir  sino 
sañas  i 


msinna- 
pritnerofl 
íoBtiago, 
■do  uno  i 
aeegnrnr 

)S 


arrebatos  individuale 
batalla  debía  librarse 
de  tener  a  la  mano  el 
yas  formidables  fortal 
desastre  apara  morir  1 
puesto  del  deber.»  1 1 
algo  de  revelador  i  de 
peruano  que  apoyó  el 
los  jenerales  boliviano 
i  este  sería  el  único  ( 
en  Arica  en  el  puesto 
A  su  vez  el  único  c 
BoUvia,  que  apoyó  el  ] 
i  de  Panizo,  fué  el  cor 
bia  militado  junto  coi 
el  principio  de  la  cam 


Consintieron,  sin  e 
del  plan  de  Sama  en  < 
peruanos  i  bolivianos 
puta,  i  de  este  pacto  d 
sonal  el  oficial  arjenti 
veces  hemos  citado  en 
daba  como  ayudante 
bolivianos  i  peruanos, 
dad  de  recuerdos  el  au 
didos  por  el  contralmi 


i  el  costftdo  derecho  q 
tajas  i  hasta  posicionei 

»Una  vez  llenado  < 
regresamos  a  Tacna;  i 
ferencia,  celebrada  en' 
ronel  Inclan,  del  ejér 
bien  asistí,  me  pase  a 
marón  los  que  respoi 
mentos.B  (1) 

Mas,  en  definitiva 
peruanos  acalorados  { 
dieron  la  espalda  a  la 
darse  definitivamente 
tamente  antiniilitar,  i 
queado  el  puerto  de 
chilenos  (al  fin!)  la  ri 
que  era  la  victoria. 


Tenia  esto  lugar  er 
i  alarmado  de  las  cot 


(1)  F.  del  Mármol.  Libr 
leer  estas  revelaciones  nos  h 
ral  Camacho  en  diversas  oc 
recibir  sna  visitas  en  Vífia  t 
peccion  del  valle  do  Sama 
de  abril,  es  decir,  en  los  mo 
era  nombrado  jeneral  en  jef 


Ignoran 
8Íon  que  e 
cion  del  pi 
fuera  favo 
que  así  pe] 
pía  casa;  ] 
en  esa  ocaí 
del  patriot 
siguiente  ( 
mandando 
en  jefe  i  re 


la  CoDTeacioD 
1880.  Ed  ese, 
coronel  Camai 
del  ejército,  pi 
para  el  caso  ei 
de  loa  estados 
plom&tíca  fué 
Campero  qne 
en  Samn,  por 
marcha,  llega 
Esto  hizo  c 
derrotado  por 
cir,  la  primen 
cuando  se  con 


Por  su  parte  el  uueví 
pendió  a  la  galantería  i 
Alianza,  en  una  calores 
que  en  la  altiplanicie,  s 
todos  los  caudillos: — al 
esclamaba  en  ella  el  je 
unido:  Vengo  del  corazí 
8UB  nobles  i  jenerosos  se 
fran  en  una  sola  idea:  1í 
gloria  común. 

jFuí  el  primero  en  j 
contra  la  villana  ocupa< 
el  último  en  plegar  la  sa 
enarboló  mi  brazo. 

íEl  desenvolví  miente 
tros  campamentos;  pero 
no  dejó  de  circular  entr 
del  patriotismo.» 

I  en  otra  parte  de  si 
gaba: 

«Peruanos: 

íSi  no  puedo  ofrecero 
luces,  contad  alo  menos 
eion  a  la  santa  causa  de 
sa  de  los  peruanos  con 


9)'e»,  (1)  ligados  por 
sangre  jcnerosa,  que 
"jQfundir  ea  una  mis- 
atria  comuD. 


,  i  haréis  pagar  biea 
ras  ventajas  con  que 

mido! — al  vivac,  al 


•ciso  Campero*. 


mtos  de  la  campaña 
jndiente.  El  ejército 
<  tranquilamente  en 
dentes  queda  minu- 
de  mayo  el  jeneral 
ierno  que  aguardaba 
vía  de  Ite,  la  artlUe- 
;on  14  mil  hombres 
te  demorado  al  ene- 


i  oportuna  paráfrasis  del 
himno  nacioaul  del  Ferú. 
106 


—  842  — 

No  era  este  inferior  en  fuerzas  a  esas  horas, 
porque  con  la  incorporación  do  la  división  Acos- 
ta  a  naedíados  de  abril,  el  ejército  boliviano  acan- 
tonado en  Tacna,  según  datos  oficiales  que  tene- 
mos a  la  vista,  había  subido  a  5,150  hombres,  mien- 
tras que  los  peruanos  pasaban  de  ocho  mil  (1). 


(1)  Hemos  publicado  antes  datos  oñciales  qne  presentaban 

la  fuerza  de  los  peruanos  en  una  cifra  próxima  a  10  mil  hom- 
bres; pero  había  que  descontar  mil  seiscientos  dejados  en  Arica. 
En  cuanto  a  la  fuerza  efectiva  del  ejército  boliviano,  lié  aquí  un 
estado  oficial  completo  del  15  de  mayo: 

Nombres  de  los  cuerpos.  Jefes.  Ofia.  Tropa.  Total. 

Batallón  Alianza  1.^ 8       39  603  650 

n      Sucre  2.^ 6      27  470  603 

€      Loa  3.^ 3      20  336  359 

a     Aroma  4.^ 7      29  323  359 

d     Viedma6.** ,  9      34  370  413 

<c     Padilla  6.^ 9      34  310  351 

€     Tarija  7.^ 4      31  372  407 

€     Chorolque  8.*» 4      35  419  458 

«     Grau  9.^ 6      31  388  425 

Rejimiento  Artillería 6      28  226  260 

Escuadrón  Coraceros 5       15  113  133 

Rejimiento  Murillo 5      18  148  169 

€        Vanguardia 3      15  155  173 

n        Libres  del  Sur 4      22  180  206 

Escuadrón  Escolta 12       10  127  149 

Cuerpo  sanitario » 4      19  100  HS 

Estado  Mayor  Jeneral 30      20       —  50 

€            de  la  1.*  División 4        4       —  8 

c            dela2.»        Id 8      —       —  8 

<            dela3.»        Id 7        4       —  11 


de  marcha  para  cualquier 
j  ene  ralísimo   Campero  aci 

carecen  de  los  sacos  de  arena  para 

Siendo  iadispensuble  proveer  de 

soldados,  me  permito  solicitar  de 

posible  fuere,  para  la  fuerza  que  a 

Batallón  Alianza     N.* 

Id.        Sacre  i 

Id.        Loa  c 


Id. 

Aroma        c 

Id. 

Viedmá      « 

Id. 

Padilla        c 

Id. 
Id. 
Id. 

Tanja         « 
Cliorolqne   « 
Graa           < 

Kejimiento  Artillerfa..., 

Dios  gaard«  a 

Total 

Dd. 

Los  cuerpos  con  qne  Boliria 
hasta  la  batalla  de  Tacna  eran  22 
i  aquéllos  se  hallaban  clasificados 
diendo  a  la  provincia  do  que  procí 
De  Cochabamba:  Batallen  Aroj 
Cliza;  Padilla,  de  Tarata;  Gscaad 
Vanguardia,  de  Cochabamba;  Bat 
ta;  Escuadren  2.*  Húsares. 

De  La  Paz:  Batallón  Yictería, 
raceros — Escolta,  Paucarpata. 
De  Oruro:  Batallón  Daleace,  C 
De  Chuquisaca:  Batallón  01añ< 
De  Potosí:  Batallón  Oolquecha 
De  Tarija:  Batallón  Tarija. 
De  Santa  Cruz:  Escolta  yela8( 


ele 
el 


18- 

a 

iz, 


—  846  — 

tradicho  el  jeneral  Montero,  pero  solo  coa  una  re- 
ticencia), i  la  carencia  no  menos  absoluta  de  movi- 
lidad, que  en  esto  no  cabia  contradicción  posible. 
Conforme  a  las  buenas  reglas  de  la  castramen- 
cion,  comenzó  el  jeneralísimo  por  pasar  una  re- 
vista jeneral  al  ejército  de  la  Alianza,  operación 
que  tuvo  lugar  en  la  planicie  del  panteón  de  Tac- 
na el  26  de  abril  dejando  grata  impresión  en  el 
alma  del  caudillo  i  del  soldado;  i  una  semana  mas 
tarde  movilizó  todo  el  ejército,  como  si  lo  llevara 
a  estrellarse  contra  el  enemigo,  camino  de  Sama, 
el  2  de  mayo,  esto  es,  en  la  misma  fecha  en  que  el 
jeneral  Baquedano,  llegado  a  aquel  valle  el  dia  de 
la  antevíspera,  instalaba  sus  divisiones  en  Las 
Yaras.  (1) 


(1)  El  orden  en  que  marchó  hacia  Sama  el  ejército  anido  faé 
el  siguiente,  conforme  a  una  orden  jeneral  del  27  de  abril  qoe 
orijinal  tenemos  a  la  vista: 

Escuadrón  Húsares  de  Junin  (de  descubierta). — Batallón  Li> 
ma. — Batallón  Aroma.— 1.*  División  boliviana. — 2.*  División 
boliviana. — 3.*  División  del  Perú.— 4.*  División  del  Perú. — 2.* 
División  del  Perú,  —o.*  División  del  Perú. — 1.'  División  del  Pe- 
rú.—6.*  División  del  Perú. — Escuadrón  Murillo. — Escuadrón 
Vanguardia  de  Oochabamba. — Dos  ametralladoras  bolivianas  i 
cuatro  peruanas.  -  Tres  ametralladoras  peruanas  i  dos  cañones 
rajados  de  a  12. — Seis  Krupps,  dos  ametralladoras  bolivianas,  i 
toda  la  artillería  peruana. — 7.*  División  del  Perú, — 8.*  División 
del  Perú. — 3.*  División  de  Bolivia. — Escuadrón  Libres  del  Sur. 
— Batallón  Padilla. — Guias  del  Perú. — Coraceros  i  Guias  de 
Bolivia. 

Para  ejecutar  cou  mediano  acierto  estas  operaciones^  se  ocurrí 


tianera  de 
losjeauíias,  iiauía  qiienuo  soto  uarse  cuenta  de 
sus  arreos  de  viaje,  ejecutando  una  escursion  pre- 
via, i  notando  la  imposibilidad  de  emprender,  re- 
gresó a  Tacna  dos  días  después  de  su  partida. 

Entretanto  había  dejado  reconocido  de  esta  ma- 
nera el  terreno  de  sus  futuras  operaciones  i  cinco 
diaa  mas  tarde,  el  9  de  mayo,  dictó  la  siguiente 
importante  orden  del  dia  que  se  cumplió  estricta- 
mente en  la  inmediata  mañana; 

«Art.  1."  El  ejército  se  hallará  listo  para  em- 
prender la  marcha  a  la  primera  señal  que  se  indi- 

a  hacer  una  prorrfitii  jeueral  de  mnlaa  en  el  esquilmado  valle  de 
Llota,  coüforoie  a  los  sigmentes  telegramas  que  copiamos  de 
sus  orijinales: 

(Muí  reservado). 

Tacna,  abril  27  de  1880. 

SeQor  coronel  Bolognesi.  (Arica). 

Mande  US,  que  de  nn  modo  secreto  marche  nna  comisión  a 
Lluta  i  se  apodere  de  todas  las  mutas  que  se  encuentren  en  ese 
valle,  así  como  de  los  respectivos  aparejos.  Creo  que  con  ma- 
cho provecho  se  puede  mandar  con  el  mismo  objeto  una  comi- 
sioQ  a  Codpa.  Del  éxito  dependerá  en  mucha  parte  la  suerte 
del  ejército. —  Velarde. 

A  esto  contestó  el  coronel  Bolognesi,  gobernador  militar  de 
Arica  el  1."  de  mayo: — SeQor  coronel  Velarde,  jefe  de  estado 
mayor.  Creo  que  pasado  mítíiana  se  verificará  el  milagro,  remi- 
endo a  US.  doscientas  muías  aparejadas.  La  requisa  no  ha 
ado  buenos  resaltados,  •i^o^i'^^^jí. 


qne,  debiendo  los  se 
de  división  coaducir 
bícÍoq  en  que  se  encí 
mino  mas  corto  a  oci 
&  formar  en  columna 
la  misma  disposicíoD 

BÁrt.  2.°  Los  estad 
tivos  ordenarán  que 
chea  al  pié  de  las  dii 

»Árt.  3.'  Antes  de 
liarán  provistas  de  af 
que  las  brigadas  i  cal 
vaderos  que  están  dis 

DArt.  4."  Los  cuer] 
forrajear  en  el  dia,  p< 
to  a  retaguardia  de  1í 
el  respectivo  pienso. 

íArt.  5."  Se  previe: 
vive»  en  los  puestof 
responda  a:Ejército  U 
«Bolivia»  con  que  se 

i  Comuniqúese. — E 


( I )  Libro  de  órdenes  jem 
la  Alianza  fué  dado  al  cerr< 
orden  jeneral  cnyo  articulo 

Art.  1."  El  campamento 
TO  cCampo  de  la  Alianza», 


IV. 

Jto  de  la  Alianza  fué  ele- 
!o  i  ojo  de  maestro  por  el 
10  i  aprovechado  alumno 
Mayor  de  Francia,  por- 
tiorco  uu  ribazo  aislado,  a 
idas  en  todas  direcciones, 
nada  seca,  intensamente 
un  despliegue  por  el  frcn- 
:  por  los  ñancos,  a  menos 
s  de  agua  i  sacrificar  rau- 
\o  las  columnas  destina- 
frente  i  el  oblicuo  de  las 
Pero  mas  que  esto,  sien- 
clive,  cubierto  de  peque- 
de  matorrales  aparraga- 
tía  manera  seria  la  acción 
¡añones  del  ejército  chile- 
jste  mucho  mas  pujante 
is  bombas  que  caen  en  la 

Tcito  UníJo  i   se  levantará  una 
9  e  morías, 
no  coa  una  pilastra  de  piedra 

do  al  jeaeral  Campero  en  bu  fu- 
habí»  continuado  sirviéndole  de 
iconlróse  en  la  batalla  de  Tacna. 
107 


arena  no  matan  poi 
sofocadas.  (1) 

(1)  Hé  aquí  las  baenas 
ral  Campero  para  situar  e 
coa  pericia  militar  ocupó 
cargo  del  peligro,  dice  en  a 
me  constituí  a  los  (loa  dú 
los  señoree  Moutero  i  Can 
tensión  i  en  sus  mas  peqti 
examen  fué  el  de  añanza 
mai  desfavorable  para  nos 
ba  apoderarse  de  ella  el  < 
ventajosa  para  nosotros  i  r 
que  ocupábanlos.  Resolví, 
ordenó  i  practicó  sin  dilac 

nUna  vez  allí,  me  tranq 
cf  ann  mas  de  que  en  aqi¡ 
evitaba  un  peligro  real,  a 
militar.  En  efecto,  eatábn 
nuestro  frente  por  una  cej 
prendia  una  especie  de  glo 
nuestra  espalda,  ocupaiidi 
llanos  por  ambos  lados, 
uienteniente  por  una»  hon 
meseta  a  nno  i  otro  costa 
da  estaba  situada  de  tal  m 
del  enemigo  a  Tacna,  que  i 
tener  en  vista, 

sAquella  posición,  sin  ei 
falta  de  recurso,  tanto  pan 
pero  resolví  obviar  cate  in( 
a  alguna  distancia  en  los  c 
gro  i  proporcionándonos  di 
nacesarios  para  el  ejército, 


XV. 

uencia,  formada  la  línea  de 
nayo  en  pintoresco  desorden 
tos,  fogones  i  ntnallas,  en  lá 

media  legua  i  en  forma  de 
la,  con  el  frente  hacia  el  no- 

i  ciudad  de  Tacna  a  sus  es- 
ra  necesario  ver  aquello,  dice 
,  prensa  de  Lima,  describien- 
las  escenas  del  campamento 
liarse  una  idea  de  su  solera- 
3n.  Todas  las  peripecias,  to- 

presentaba  el  campamento, 
is  diversos  sentimientos  que 


guíente  qne  es  aoo  de  mayor  ínteres: 
o  del  tjército  aliado,  el  aeílor  jeneral 
!  tenia  instrucciones  especiales  del 
.bandoaar  bajo  protesto  al^funo  nues- 
e  la  constituiaa  Tacna  i  Arioa.  Poa- 
efocto,  un  oñcio  fechaJo  en  fiima,  a 
¡ue  el  Beflor  secretario  de  estado  en 
:  otras  cosas,  me  dice  lo  siguiente: 
3n  jefe  {señor  Lisardo  Montero),  ha 
lies  de  S.  E.  el  jefe  supienio  de  la 
'  esta  secretaría,  en  las  cuikle.^  se  se- 
[¡¡pales— 1."  la  defensiva  absoluta  de 
nsiva  ofensiva  de  las  alturas  tie  Mo- 
uel  Jyle.siasb. 


—  853  - 

laa  producían,  nos  recorda 
que  Thier?  hace  en  su  obra 
de  las  guerras  napoleónicas, 
o  las  que  nos  presentan  k 
Vernet.  > 

La  derecha  de  la  línea  en 
ral  Montero,  la  izquierda  pe 
el  centro  por  el  coronel  Oa 
por  el  coronel  Murguia,  jefi 

El  dia  22  de  mayo  se  di 
ayudantes  del  jeneral  en  j< 
por  una  escarapela  verde  i  ( 
dos  de  Bolivia  i  el  Perú,  i  < 
división  boliviana  que  fué  p 
le  a  las  órdenes  del  bravo  i 
del  lllimani  en  San  Francis 


(1)  La  Orden  jeneral  del  ejército 
to  de  los  ayudantes  del  jeneral  en  ji 

«Artículo  único.— Loa  edecanes 
E.  el  Supremo  Director  de  la  Gaeri 
el  ejército  por  ana  escarapela  bicolo 
rao  en  el  kepí  para  impartir  oportuí 

I  la  relativa  al  mando  de  la  Unea 
concebida  en  los  términos  sigaiente; 

«Artículo  único. — S.  E.  el  Suprer 
diepnesto  que  el  ala  derecha  del  eje 
batallón  G-rau  nAmero  9,  sea  man<l! 
contra-almirante  jeneral,  jeneral  en 
Sor,  doD  Lizardo  Montero,  i  el  ala  i 
el  batallón  Viedma  nñmero  5,  la  ma 


853  — 

rcito  unido  habia  sido  or- 
:io  de  vanguardia  i  puesta 
el  boliviano  don  Juan  Sa- 
el  11  de  mayo,  conforme  a 
opiamos  del  orijinal: 

Campo  de  la  Alianza, 
A  11  de  mayo  de  1880. 


D  que  loB  cuerpos  de  caba- 
irdia  del  ejército,  desde  el 
uponga  usted  de  ésta,  se 
i  órdenes  del  señor  coronel 


idante  ea  jefe  del  ejército  bolivio- 
dioados  los  señorea  comandantes 
lau  en  dichas  alas, 
en  Jefe, 

Perex.it 

t  advertir  qne  no  fué  la  posición 
conetitnyó  propiamente  el  Campo 
e  ese  mes,  después  de  un  mori- 
loB  jenerales  Campero,  Montero, 
)tro3  jefes,  ae  acordó  correr  la  línea 
n  Iiv  estremidod  occidental  de  las 
Trillada  o  lomajes  arenosos  de  In- 
médunos.  Ese  mismo  dia  ee  eje- 
proteatas  usuales  del  coronel  pe- 
mal  elejido  el  sitio  del  ala  iz< 
i  colocar  su  artillería. 


comandan 
don  Juan 

Dios  gi] 


Luchan 

provisión 
días  el  sul 
dos  los  asi 
completo 
la  vida  i  1 
comunes  i 
la  Aliauz£ 
de  helada 
sano  del  ¡ 
mas  novec 
derico  Mn 
cuencia  d( 
el  batalloi 
hombros  ( 
timos  hon 
horas  Ántt 
mostrado 
garganta 
solemne  d 
ser  gloría 


ao  i  otro  ejér- 
laño  de!  carn- 
ee dia  eD  el  de 
8  del  Perú  i 

ívíspera  de  la 
:onel  doQ  Se- 
Antofagasta, 
ce  a  la  guerra 
3,  corre  arras- 
de  ruinas. 


jran  reconoci- 
,  de  que  mas 
¡ueata,  i  el  25 
'  de  singular 
de  gratesto  si 
3Ípio  de  hon- 

.  jefe  del  ejér- 
irarse  la  bata- 
iolia  llevar  la 
n  la  raya  de 
.ba  su  puesto 
talla,  a  título 
ea  La  Faz  su 
medíante  la 


—  856  — 

reunioü  de  la  asamblea  que  él  mismo  había  coa- 
vocado. A  tan  estraño  escrúpulo  de  almanaque  i 
de  distancia,  puso  término  la  firme  negativa  para 
aceptarla  de  los  comandantes  jenerales  Montero  i 
Camacbo,  recurriendo  este  último  a  una  estrata- 
jema  casuística  para  motivar  la  no  aceptación  de 
la  renuncia  del  j  ene  ralísimo,  fundándose  precisa- 
mente en  los  amplios  podeies  que  le  habian  sido 
conferidos  por  la  orden  del  dia  en  que  el  último  se 
despedia  del  ejército  para  combatir  como  soldado. 
El  curiosísimo  i  característico  documento  de  la 
renuncia  del  jeneral  Campero   decia  como  sigue: 

EL  CIUDADANO  NARCISO   OAMPEBO, 


JBNBRAL  IM  JEFB  I  SUPREMO  DIRECTOR  DK  LA  GUBRRA  BN  BL  8CR 

DBL  PERÚ. 


AL  EJERCITO  UNIDO- 


^Defensores  de  la  alianza! 


DPor  el  espíritu  público  de  las  actas  populares 
de  Bolivia  que  me  encomendaron  transitoriamen- 
te el  gobierno  de  la  república  i  por  los  términos 
de  mi  decreto  i  consiguiente  proclama  de  acepta- 
ción, hoi  deben  cesar  de  hecho  mis  funciones  de 
presidente  de  Bolivia. 

T>Por  una  consecuencia  necesaria  debe  cesar  tam- 
bién mi  investidura  del  mando  en  jefe  del  ejército 
unido* 


como  hasta 
aguí  al  servicio  de  la  alianza. 

bNo  importa;  aunque  pasajeramente  he  mere- 
cido la  alta  honra,  la  dicha  de  mandar  en  jefe  es- 
te lucido  i  denodado  ejército,  quiero  ahora  tener 
la  satisfaccioD  de  enseñar  prácticamente  a  nues- 
tros jóvenes  guerreros  que  mas  que  todo  asé  ohe- 
decer,j>  especialmente  cuando  se  trata  de  salvar 
la  patria, 

x^Viva  la  alianza! 

bI  por  cnanto,  al  descender  de  la  silla  presi- 
dencial, debo  entregar  a  otro  el  mando  del  ejér- 
cito unido,  cúmpleme  dar  la  siguiente 

ORDEN    JENERAL: 

i-Con  sujeción  al  art.  1.°  del  protocolo  celebrado 
en  Lima  a  5  de  mayo  de  1879  i  aplicando  por 
anahjia  a  los  que  hoi  comandan  el  ejército  del 
Perú  i  el  ejército  de  Bolivia,  lo  establecido  por 
dicho  artículo  para  los  rcRpectivos  presidentes: 

»Art.  1.°  Desde  esta  fecha  queda  encargado 
del  mando  en  jefe  de  ambos  ejércitos  su  señoría 
el  jeneral  contralmíraute  don  Lisardo  Montero. 

itArt.  2."  En  caso  de  muerte  o  imposibilidad 
de  su  señoría  el  jeneral  conti'almirante,  lo  reem- 
plazará, como  es  natural,  su  señoría  el  comandan- 
te en  jefe  del  ejército,  benemérito  coronel  don 
^leodoro  Camacho,  mientras  el  eseelentísimo  go- 

ierno  del  Perú  resuelve  lo  conveniente. 

HIST.  DR  LA  C.  DE  T.  I  A,  108 


sArt.  3."  El 
ma  fecha,  sujei 
caso,  del  coma 
i  listo  pava  ocv 

nHágase  sa 
neral  en  jefe 
el  comandante 
cada  cual  com 
a  su  respectivo 
den  jeneral  de 

j)Dada  en  ei 
25  de  mayo  dt 

íComuníqm 


Un  suceso  q 
tuvo  también 
batalla  que  tai 
25  de  mayo  pi 
jeneral  Campe 
Torata,  despac 
Leiva,  coraam 


(1)  El  capitán  ] 
páj¡Q&  99  Ae  su  111: 
a  luz  ha  sido  copia 


(A  las  10.40  P.  M.; 
quipa.  Jenerales  en 
auxilio.  Fuerzas  inme 
quieten  enemigo,  Ch 
Abandonando  Moqu 
Hospicio.  íáomoB  diez 
lidad  de  ustedes  inc 
zar.  (1) 


(1)  £d  ana  carta  intercei 
na,  diríjida  a  su  padre  en  f( 
bras  acerca  de  las  esperanzi 
mota  sobre  la  presencia  inn 

«De  Bolivia  han  llegado 
nea,  bien  armados  i  con  ba. 
mil  hombres,  con  23  caflon< 
sitiw  que  de  Arequipa  kan 
a  tos  ehilotes  en  la  retagua 
darabe>. 

Bespecto  de  los  recursos 
peruanos,  o  mas  bien  sus 
aquí  lo  que  rezaba  otra  cari 

«Tacna,  abril  24.— De  Di 
dalecío  Gómez,  Liuia. — Tei 
alfalfas  de  Uuta  i  Futre,  d 
nos  llegaráu  después,  hasta 

Es  de  advertir  aquí  que 
alimentados,  porque  solo  lei 
Bol  diario,  i  éste  para  divid 
vos  por  plaza;  mas  como 


isejado  Lei- 
)re  de  Lima 
lo  ocuparía 

después  de 
orno  pájaro 
7'e,  dando  la 
le  judío.  De 
a  cuya  ciu- 
mientos  del 

el  Cuzco  i 


solo  faltaba 
esto  hízolo 
),  como  San 
uientes  no- 
larcaban  las 
¡aban  el  pa- 

del  recono- 
s  chilenos  a 


B  mayores  cod- 
contrario,  loa 
npo  estaba  lle- 
8  del  mercado 
jon  de  la  rabo- 


las  órdenes  del  je 
te  jeneral  de  art 
Yacas,  don  José 
la  primera  vez  a 
cía  testualmente 
talles: 

s&auNDA  óbdb:^  ji 


I  Campo  de  i 

íArt.  1.°  Aun 
la  guerra  está  ín 
habrá  individuo 
no  cumpla  con  el 
impouen;  por  si 
dando  estos  sa^ 
cobardía,  ordeno 
gan  presente  los 

íArt.  525.  D 
cíales  que  dice:  < 
otros  o  se  halle  \ 

»Art.  533.  Qu 
quier  graduación 
si  no  tiene  órdei 

sArt.  531.  Qu 
acción  di8tingui( 

sArt.  202.  De 


83  — 

)or  cobardía  fuere  el  pri- 
la  sobre  acción  de  guerra, 

0  a  la  vista  del  eoeraigo 
esperándole  en  la  defen- 

ismo  ser  muerto  por  cual- 
castigo  i  ejemplo  de  los 
ue  estando  en  acción  de 
ella  se  escondiere,  huyere 
;to  de  herida  o  contusión 
lacer  su  deber  o  en  algún 
embate  en  que  debe  ha- 
lonsejo  de  guerra  i  conde- 
e  merezca  su  delito,  según 

rtíeulos  citados  queda  afi- 
iperior  a  ejecutar  por  sí 
batalla  al  que  vuelva  cara 
cobardía.  Esta  orden  será 

1  ejército  en  todas  las  lis- 
ras  dure  la  campaña, 
premo  director  de  la  gue- 
eute  el  entusiasmo  patrió- 
señores  doctores  José  O. 
la  Ilustrísima  Corte  Su- 

;ntoB  de  Tacna,  Moqnegua 
José  Manuel  Stiarez  fiscal 
el  primer  cañonazo  dispa- 
,u  venido  a  ofrecer  sus  ser- 
>jército  aliado,  ha  tenido  a 


bien  destinar  al  primero  coi 
honorario  del  estado  mayor 
unido  i  a  los  dos  últimos  co 
premo  director. 

»Árt.  3."  Asimismo  el  sii| 
guerra  en  conformidad  de  la 
Código  militar  i  en  vista  di 
ayudantes  de  carapo  señalado 

creto  de no  son  su 

nicar  las  órdenes  del  directo 
para  los  distintos  destinos  q 
tenido  a  bien  nombrar  accide: 
canes  a  los  comandantes  B 
Exequiel  de  la  Peña  i  al  C( 
Agustín  López,  i  como  ayuda 
capitanes  Eomualdo  de  la  I 
Sorsano. 

í  Art.  4."  Es  nombrado  acc 
tario  privado  del  director  si 
el  coronel  graduado  Miguel  I 

sArt.  5."  El  coronel  Ildefot 
brado  comandante  jeneral  de 
serva  compuesta  de  los  batall 
ma,  previniéndose  para  lo  s 
quiera  división  o  brigada  qa< 
mas  antiguo  tomará  el  mande 
no  se  dicte  la  orden  jeneral  r 

iComuníquese.  El  jeneral  ^ 


—  866  — 


ANEXOS  AL  CAPITULO  XXIV. 


MEDIDAS  MILITARES  ADOPTADAS  POK    RL  CORONEL  ÜAMACHO  PARA 

REORGANIZAR   I    MORALIZAR    EL  EJERCITO   DE  DAZA 

EN   LOS  CANTONES   DB  TACNA. 


(Documentos  inéditos  tomados  del  libro  de  órdenes  jenerales  del  Esta- 
do Mayor  Jeneral  del  Ejército  Unido). 


I. 


ACEPTACIÓN   DEL  MANDO   EN    JBFB   DEL    EJÉRCITO   DB  DAZA 

POR   EL  CORONEL  GAHACHO. 

ESTADO   MAYOR  JENERAL   DEL  EJÉRCITO   DE  BOLIVIA. 

Cuartel  jeneral  en  Tacxa^  a  27  de  diciembre  de  1879, 

El  coronel  Eleodoro  Camacho,  nombrado  comandante  en  jefe 
del  ejército  en  esta  ciudad,  por  el  voto  espontáneo  i  nninime 
de  todots  los  señores  jenerales,  jefes,  oficíales  i  tropa  de  los  caer- 
pos  bolivianos,  tiene  el  honor  de  aceptar  esta  delicada  comisíoa 
i  de  manifestar  su  reconocimiento  por  tan  inmerecida  distinción 
saludando  i  felicitando  a  sus  compañeros  de  armas  por  el  patrio- 
tismo i  circunspección  con  que  han  operado  en  este  dia  un  cam- 
bio en  la  dirección  del  ejército,  de  acuerdo  con  el  pronunciado 
sentimiento  nacional  i  en  armonía  con  las  exijencias  de  la  San- 
ta Alianza  perú-boliviana. 

Art.  1.^  Todos  los  señores  jenerales,  jefes  i  oficiales  del  ejér- 
cito, continuarán  en  ejercicio  de  sus  funciones,  como  hasta  el 
dia  de  hoi. 

Art.  2.^  El  distinguido  jeneral   de  brigada  don  Casto  Ai^ae* 
das  que  ha  sido  llamado  a  nombre  de  la  patria  a  desempeñar  ei 
cargo  de  jefe  de  Estado  Mayor  Jeneral  del  Ejército,  segn 
prestando  sus  importantes  servicios  en  dicho  puesto. 


leo  jeneral  del  día  parü  conocimiento 
jefe  de  Estado  Uayor  Jeneral. 

Miffuel  Aifuiíre. 

II. 


'.neral  en  Tacna,  a  30  ile  enero  de  1880. 


u  habidas  en  la  Lejion  Boliviana  por 
ido  dejar  de  concederse  en  mérito  de 
ales  que  ae  han  alegado  por  los  intere- 
^ue  en  el  Per4  i  Bolivia  se  juague  dea- 
ai  honor  de  estos  cuerpos  que  deben 
le  abiiegacton  i  patrtotiamo. 
eneitiigo  hace  probable  que  el  ejército 
inmediatamente  los  ultrajes  iirferidoB  a 
i  al  houor  de  eud  armas.  El  seflor  (Jo- 
o  Mayor  en  campaña,  ha  orJeiíailo: 
dividuo  de  la  «Lejion  Boliviana»  que 
lentos  qae  atravesamos,  se  le  conceda 
barda  e  indigno  de  pertenecer  al  ejéroi- 
'e  de  boliriano.» 


iii. 


teral  en  Tacna,  a  20  de  febrero  de  1880. 

m  jefe  del  ejército  se  propone  cortar 
idos  ea  ^1  aervícío  ojilitar  por' la  mala 


dirección  í  tolerancia  de  la  admmi: 
no  BoIo  ea  necesario  moralizar  seve 
ducirlo  al  campo  del  honor,  sino  ta 
do  parte  del  programa  del  cambio 
de  diciembre  último,  de  acuerdo  co 
boliviano.  Por  lo  mismo  se  adviert 
qae  todaa  las  faltas  serán  ejemplar 
cuencia  el  subteniente  César  Ouart 
mero  5,  es  dado  de  baja,  con  igooi 
mas,  por  haber  orijinado  su  mala 
dos  sumarios  contra  su  persona. 

IV. 

ORDEN   JENERAL  CASTIOAt 

El  señor  comandante  en  jefe  del 
fundo  disgusto  que  el  día  de  hoi  ví 
tes  a  lo3  distinguidos  cuerpo  de  la 
tado  de  la  manera  mas  violeiita  i 
muías  que  se  conducía  a  este  cuan 
movilidad  del  ejército,  ocasionando 
dispersión  de  una  parte  de  ella.  Qi 
to  mas  indigno  cuanto  (pie  él  se  h 
cuya  honorabilidad  i  delicadeza  a 
sabordinacion  propios  de  un  milita 
tanto  tolerar  un  abuso  que  ameng 
cionea  debidas  a  la  ilustre  aLejion 

Artículo  único. — Que  se  castigue 
de  ese  atentado,  dándolos  de  alta 
de  infantería  por  ser  indignos  de 
de  que  liacian  parte,  previniéndos 
picará  todo  el  rigor  de  la  disciplin 
te  los  abusos  a  que  se  refiere  esta<^ 
— El  comandante  en  jefe  del  depa: 


CAPIT 


Instalación  da  los  ctiilonos  en  el 
aspecto  i  buenas  condiciones  < 
vagas  noticias  sobre  el  movim 
2  de  mayo.— Medidas  qae  ton; 
Kl  2."  Atacama  en  el  Hospicio 
— La  caballería  en  It«  i  grave 
por  las  bravesas  del  mar. — Nc 
ííi,  i  peligros  en  qne  pone  bu  í 
f  orlados  trabajoij  del  comandi 

cumbre  la  aHillería  de  campí 
mandantes  Orella  i  Santa  Cru 
nazoH  la  subida  de  la  airtiller 
YaniB. — Llegan  a  Ite  Ion  Casi 
nador  militar  de  la  caleta  su  < 
la  caballería  de  Ite  a  Bnena 
Sotomayor  i  el  coronel  Velali 
de  mayo. — Concentración  toh 
lebrar  e¡  primer  aniversario  ¡ 
asados  de  burro  en  loa  campal 
Soto  mayor. — Día  ti  ngu  i  dos  mt 
traido  para  con  au  pais  i  bono 
cito  viste  luto,  pero  uo  nota^si 
coaduce  el  cadáver  del  núuisti 
res  del  Desierto  para  librar  la 


Dista  el  valle  de  Si 


:  se  cuentan 
cabecera  del 
s  su  capital. 
I  Yaras  está 
ena  Vista,  i' 
día  hacia  el 
idera  ea  qae 
Íes  de  Chile, 
seis  leguas, 
i  Baquedano 

I  las  dívisio- 
raárjtín  nov- 
en el  campo 
16  nocturno, 
V'^ista  en  una 
i  atacar  a  los 
ería  i  habian 
■o  que  podia 
Ida.  (1) 


;o  rumor  que 
1  campo  chi- 


o;  pero  ni  éste  ni 
iviso,  i  talvez  do 
gun  cura  de  Lo- 


leño  de  que  el  enemi 
el  desierto;  i  esta  novec 
de  algunos,  por  un  m 
Tacna  a  Sama  en  busca 
capturado  por  nuestras 
noticia  como  cierta.  St 
de  Campero  fueron  div 
2  por  las  descubiertas 
quien  trajo  el  aviso  no 
to  i  a  la  tienda  del  jene 
sin  embargo  la  índole  ( 
de  la  campaña,  manifes 
contra  todo  jénero  de 
tarde,  en  el  sentido  d 
migo. 

Pero  aparte  de  esta  ( 
las  trincheras  de  todos  ] 
tenores  se  encargaron 
del  real  chileno  en  Las 
tanto  azarosa  por  cuant 
coraza,  que  era  la  artill 
alas  formadas  por  sus  n 
bres,  caballos  i  cañones 
sionados  por  las  bravoz 
de  Ite. 

Mas,  fuera  desconfian 
cibido  de  Las  Yaras;  fu( 
carencia  de  movilidad  ( 
to)  el  meditado  golpe 


Acertadamente 
del  ejército  formar 
valle  de  Sama,  sin 
rrancas,  posición  ; 
todo  mas  sana;  i  8 
en  el  hacha  i  acost 
dos  los  flancos  i  arl 
BUS  desiertos  ranel 
un  campamento  en 
te  i  dando  vista  hí 
legua  de  estension. 
situó  en  los  flancos 
nes  al  frente  en  de 
la  4.'  división — La 
mas  reducido  en  la 
cómodo  por  la  mej( 
Vista  i  de  su  iglesi 


La  posición  del 
bien  elejida;  pero  1 
pleta  por  la  falta  d 
das.  La  artillería  ( 
la  caballería  desde 
nado  en  Ite  para  p 


a  Moquegua.  I  ese  peligro 
coronel  Leiva  se  había  m 
cabeíía  del  segundo  ejércit 
mil  hombres,  jente  bisoñ 
cando  aparentemente  su  ji 

Para  ponerse  a  cubierto 
el  jeneral  chileno  guardaí 
á  lio  i  el  ferrocarril  que  co 
ñera  de  una  contra  coraza 
en  el  alto  del  Hospicio  el '. 
guarneciendo  a  Pacocha 
Valdivia,  cuerpos  estraido 
serva  de  Tarapacá. 

Al  propio  tiempo,  quedí 
res  traídos  por  mar  de  Pa 
Cazadores  del  Desierto  coi 

De  esta  manera,  durantt 
ñas  del  mes  de  mayo,  el  ej 
diez  i  seis  mil  hombres,  hí 
un  vasto  triángulo  en  esti 
mentó  de  las  Yaras  i  Buei 
infantería  con  9  rail  plazaf 
nea  del  Hospicio  a  Pacoc 
1,500  plazas,  i  en  Ite  mil  i 
caballos  i  unos  cuantos  cei 

Vil 

Ruda  hacíase  en  tales  Ci 


)Dcentracion  total,  a  la  vista  del 
ntábanse  las  contrariedades  con 
ria  efervescencia  del  mar  que,  for- 
ada  de  la  caleta  de  Ite  una  barra 
la  de  espumosos  torbellinos,  no 
mbarco  de  víveres  ni  siquiera  de 
10  menos  de  municiones.  El  dia  4 
legado  el  Itata  con  refuerzos  i  fo- 
so cuanto  abnegado  capitán  Mr. 
de  Escocia,  al  dirijirse  a  tierra 
importantes  para  el  ministro  So- 
)  al  parecer  ahogado,  porque  el 
lucia  zozobró,  i  solo  pudo  ser  re- 
mas tai'de  desde  tierra.  (1) 
i  desembarcar  fué  sin  embargo  el 
to  Souper,  quien  en  todos  los  peli- 
í  atravesar  en  su  heroica  vida  no 
en  que  otros  llegaran  antes  que  éX. 

te  salvador,  diestramente  manejado,  se  acer- 
>9  toma  i  loa  llera  a  bordo  del  Itata,  CD  me* 
edad,  pues  salvadores  i  salvados  corren  pe- 
I  por  las  revueltas  olas, 
imandante  Stewart, — ano  de  los  mas  caba- 
pitanes  de  la  compañía  i  uno  también  de  los 
D  prestado  al  ejército, — es  cnidadosaanente 
breve  a  su  estado  norniLiI  de  salud. 
te  incidente,  el  jefe  de  estado  mayor  jeneral 
:o  u[ia  nota  pidiendo  sean   recompensados 
humanitarios  vogadores», 
yo  5  de  18B0). 


Vill. 

Por  fortuna  en  los  dos  primeroi 
pronuncióse  cierta  bonanza  en  la  i 
desembarcarse  la  artillería  de  caír 
regresado  del  Hospicio  a  Pacoch 
Presidia  a  esta  operación,  como 
suministro  del  ejército,  el  intelijei 
del  arma  don  José  Velazquez,  qu 
en  su  verdadero  puesto  sus  fuñe: 
estado  mayor  jeneral. 

CoD  todo,  la  mayor  dificultad  j 
de  la  artillería  de  campaña,  tan  ji 
mada  por  él  jeneral  en  jefe,  no  i 
•mente  en  su  desembarco  sino  e 
alto  médano  de  arena  que  hasta  1 
cientos  metros  casi  verticales  cier 
leta  por  todos  sus  ámbitos.  Enc( 
el  coronel  Velazquez  para  supom 
lo  dos  poderosos,  incansables  e  i 
liares  en  dos  oficiales  distinguido 
mozos  de  corazón,  esperanzas  de 
riña  i  en  su  ejército,  que  ya  no  exii 
Orella,  comandante  de  la  Cavado 
coronel  Rlcai'do  Santa  Cruz,  coi 
padores.  Haciendo  prodijios  de  t 
lijencia  i  de  recursos,  i  auxiliados 
i  los  brazos  de  mil  nervudos  zapa 


—  879  — 

fin  la  tarea,  i  al  cabo  de  tres  días  los  veinte  caño- 
nes de  la  artillería  pesada,  uncidos  sus  avantrenes 
a  cuatro  parejas  de  briosos  caballos  cada  pieza,  es- 
peraban el  día  8  de  mayo  la  orden  de  marcha*  «Hoi 
concluimos,  escribía  en  ese  mismo  día  al  compa- 
jinador  de  esta  historia  el  comandante  Santa  Cruz 
desde  la  caleta  de  Ite,  hoi  concluimos  de  subir  con 
mi  tejimiento  la  artillería  de  campaña  a  la  cima 
(300  metros),  habiendo  ensayado  por  la  primera 
vez  en  Chile  el  sistema  de  aparejos  de  mar  para 
esta  operación.  Dura  ha  sido  la  tarea  para  mis 
pobres  soldados,  que  a  fuerza  de  brazos  han  ven- 
cido una  dificultad  insuperable,  lo  que  nos  ahorra 
caballos  para  el  próximo  combate.  Quedo  espe- 
rando, añadía  el  noble  adalid,  de  comunicarle  en 
pocos  dias  mas  una  nueva  victoria.»  I  así  en  ver- 
dad acontecería;  pero  no  sería  el  joven  soldado  su 
heraldo,  sino  su  mas  ínclita  víctima.  (1) 

El  primero  en  subir  con  sus  cañones  fué  el  in- 

(1)  No  era  tan  nuevo  bajo  el  8ol,  como  lo  imajiaaba  el  coman- 
dante de  Zapadores,  el  arte  de  sabir  cañones  con  cables  i  moto- 
nes de  mar  a  las  akuras,  porque  ya  lo  había  dado  a  conocer  e 
ilustrádolo  en  una  lámina  curiosa,  a  mediados  del  siglo  XVII, 
el  célebre  injeniero  militar  i  «catedrático  do  artillerfaD  Firrufino, 
natural  de  Madrid,  en  su  obra  titulada  El  Perferto  Artillero j 
impresa  en  esa  ciudad  en  1642.  La  teoría  i  la  lámina  demostra- 
tiva de  Firrufino  acaban  de  ser  reproducidas  por  el  Me/norial  de 
ArtiUer'ia^  revista  militar  española,  en  número  estraordinario, 
(mayo  25  de  1881)  con  motivo  del  centenario  de  Calderón  de  la 
Barca  que  fué  también  artillero. 


fatigable  esploradoi 
res.  «OoiQo  a  las  d( 
bia  alguien  desde  el 
tea  dos  disparos  de 
del  cerro  por  donde 
ludo  que  hace  la  ba 
llega  a  tocar  la  el 
cuento.» 


Por  lo  demás,  fu 
lancólica  estadía  de 
en  ella  residieron,  \ 
rra  acostumbraba  n* 
gando  cartas  o  ajei 
ayudante  don  Cami 
del  Mercurio,  i  áml 
Orella,  han  desapar 
El  capitán  Orella,  { 
ánimos,  cayó  allí  m 
sal  de  la  prensa  i'efi 
na  escena  de  ver  in 
al  jefe  de  estado  m 
haciendo  éste  los  hi 
jOuán  nobles  cuadr 
guerra  i  por  cuánto; 
vivir  orgulloso  de  si 


cima,  partió  el  9 
s  sirvientes  arma- 
a  seguros  sns  jefes 
se  encontraría  co- 
Perú  moderno  un 
varios,  i  menos  un 
quitarlos.  El  13  i 
8  de  municiones  i 
;acamentos  de  ca- 
ían en  buen  tiem- 

comenzado  a  ser 
Tibriento  soldado. 
:ial  de  caballería, 

estadía  en  Yaras 
elices  i  calumnia- 
gordos  i  lechonee 
80  favorito  de  los 
BOU  todavía  en  la 
en  Ispahan,  i  fué- 
a  de  un  opulento 
1  Chile  el  suculen- 
;i  jefe,  por  no  ser 
n  un  asado  de  bu- 
ecido  bruto  ofre- 


Refiere  iiBÍmÍHuic 
111 


XI. 

Despachadas  definitivame 
ciones  de  guerra  i  boca,  incl 
bueyeB  destinada  a  remplaza 
Saca  carnadura  de  los  jument 
marcharon  el  día  15  los  Zap: 
caballería  custodiando  su  pro; 
andado  escasísimo,  maltrata] 
la  caballada  del  ejército  mas 
cesantes  por  el  despoblado.  ( 

oficial  que  antes  de  partir  de  Ite  mor 
de  8D  compañía  Olodomiro  Montes,  v 
que  habia  peleado  en  Yungai;  i  su 
BU  muerte,  toma  pié  de  sn  apellido  p: 
BUS  conciadadanoa  a  unos  chilenos  lis 
la  liacienda  de  Ite,  que  fueron  toa  maí 
go8  de  la  cansa  de  an  patria. 

(1)  «El  forraje  de  los  caballos  se  bi 
ponsal  de  Ite  el  dia  6  de  mayo. 

cEstoB  comienzan  a  qnerer  coraersf 
madera.  Mandarlos  a  la  quebrada  de 
allí  no  quedan  ni  seDales  de  pasto.  1 
apuros  para  dar  de  comer  a  loe  caballi 
zadores  i  Carabineros,  que  se  encuenti 
ffliOB  víveres  para  la  tropa  andan 
caeos. 

«Al  amanecer  del  dia  7  el  comanda 

do  coa  BU  chalupa  una  laucha  repleta 

de  cebada.  Los  caballos  están,  pnee,  t 

«Parece  que  el  mar  quiere  concedei 


XII. 

)dos  los  apuros  i  aprestos  del  mar, 

0  en  que  el  coronel  Velazquez, 
lyor  del  ejército,  i  eacarga^lo  por 
08  aquellos  servicios  especiales, 

1  cuartel  jeneral,  i  verificólo  en 
que  partiera  la  caballería,  acora- 
;1  ministro  de  la  guerra  don  Ra- 

tardo  del  16  de  mayo  montó  en 
su  muía  de  viaje  aquel  buen  pa- 
onarib  que  por  la  primera  vez  en- 
laña  activa,  i  dando  alcance  a  la 
leguas  de  Ite,  llegaba  muí  tarde 
mado  de  fatal  cansaacío  al  cam- 
Yaras. — cSotomayor  es  el  espíri- 
del  mundo,  escribia  alguien  que 

le  calmaba.  De  noclie  pnede  verse  que  tan 
'  ba  Bido  dexperdiciada.  Duaclentoa  í  tan- 
encueotraa  amontoimdos  ea  tierra». 
«as  cambiaruD  rodícaltuente  ana  semana 
mayo  se  sose^  caai  por  completo  oí  albo- 
,  hoi,  eacrlbia  el  corresponsiil  citado  en  sa 
I  a  ese  dia  i  al  15,  el  desembarco  de  mn- 
rraje  ha  sido  activísimo.  Se  ba  trabajado 
dia  i  Docfae.  Mañana  al  amanecer  partiremos  a  Bueoa  Vista. 
¡1  ejército  tiene  para  bu  marcha  a  Tacna  mas  de  trescientos 
íyes». 


—  884  — 

le  estrechara  por  la  última  vez  la  mano  antes  de 
partir  en  aquel  mismo  dia,  i  en  campamentos 
donde  a  cada  momento  llegan  noticias  alarman- 
tes, esa  tranquilidad  es  la  mayor  de  las  cualida- 
des. A  las  dos  de  la  tarde  dejó  este  campamento 
de  Ite  dirijiéndose  a  Buena  Vista,  donde  debe 
llegar  a  las  doce  de  la  noche  3>  (1), 

El  comandante  don  Jorje  Wood  fué  nombrado 
gobernador  militar  de  Ite,  en  ausencia  del  minis- 
tro, i  quedó  allí  de  guarnición  hasta  la  víspera  de 
la  batalla  con  los  Cazadores  del  Desierto. 

XIII.. 

Al  fin  el  17  de  mayo  hallábase  en  todas  sus 
partes  concluida  la  concentración  del  ejército 
que  habia  comenzado  el  8  de  abril  con  la  partida 
de  la  caballería  de  Moquegua — ¿qué  decimos? — 
que  habia  comenzado  el  25  de  febrero,  tres  meses 
hacía  con  el  desembarco  del  ejército  en  Pacocha; 
i  después  de  tantos  errores,  fatigas  i  sacrificios 
que  resultaron  mas  o  menos  estériles,  debió  ser 
aquel  un  fausto  dia  para  Chile,  porque  una  vez 
juntos  todos  los  brazos,  la  victoria  era  un  simple 
detalle  de  la  gran  jornada.  Los  jefes  i  el  ejército 


(1)  Carta  de  Ite  del  16  de  mayo  publicada  por  El  Ferroca- 
rril de  Santiago.  Se  dijo  entóaces  que  esta  carta  era  escrita  por 
persona  caracterizada  pero  que  no  pertenecía  al  ejército. 


ian  deseado  librar  la  batalla  el  21  de 
jolemoizar  grandiosamente  el  primer 
de  la  inmortal  hazaña  en  la  rada  de 
1*0  las  dificultades  de  la  marcha  por  el 
tblado,  especialmente  en  cnanto  a  la 
!  agua  después  de  la  cruel  esperiencia 
ardaria  todavía  el  avance  jeneral  so- 
is del  Campo  de  la  Alianza  una  larga 
1  17  de  mayo,  añadía  desde  Ite  en  su 

el  corresponsal  civil  que  acabamos 
aran  todos  los  directores  de  la  guerra 
Vista,  i  supongo  que  el  19  o  20  em- 
a  marcha  sobre  Tacna.  Se  manifiesta 
es  porque  la  batalla  tenga  lugar  el 

inclino  a  creer  que  difícilmente  al- 
ies que  los  trasportes  de  agua  i  vive- 
son  mas  morosos  de  lo  que  se  cree; 
'  se  puede  asegurar  que  no  se  pasai'á 
aso  del  24.» 

XIV. 

>  dable  hacer  de  la  inminente  batalla 
"io,  dispúsose  el  ejército  a  conmemo- 
Uiciosas  fiestas  en  que  las  guirnaldas 
rayan  del  valle,  las  banderolas  de  los 
indas  de  música  ¡  los  pintarrajeados 
is  pantomimas  harian  con  las  «cazuo- 
0  el  gasto  piiucipal  de  la  alegría. 


—  8S6  - 

Había  agua  en  abundancia  para  todo,  i  los  chi- 
lenos, jente  de  regadío  por  escelencia,  rebosaban 
de  contento  i  aun  de  hartura  en  la  escasez.  «El 
entusiasmo  que  reina  en  nuestras  tropas,  escla- 
maba un  bravo  capitán  del  2.'*  de  línea  que  pere- 
ció gloriosamente  én  las  altura»  de  Ohorríllos,  es 
un  augurio  feliz  de  victoria,  i  entiendo  que  no 
habrá  un  solo  jefe,  oficial  ni  soldado  que  no  desee 
marchar  en  el  acto  contra  nuestros  enemigos. 
Ah!  nadie,  ninguno  se  figura  ser  de  los  que  han 
de  caer. . . .d  (1) 


XV. 


Amaneció  en  consecuencia  la  estensa  avenida 
que  formaban  las  ramadas  i  carpas  del  campa- 
mento cubierta  de  improvisados  tapizadores,  que, 
rivalizando  un  cuerpo  con  otro  cuerpo,  una  divi- 
sión con  otra  división,  se  esforzaban  en  dar  lucido 
aspecto  a  sus  contornos  para  el  próximo  día  del 
aniversario.  Los  que  recuerdan  el  aspecto  del  real 
chileno  en  la  tarde  del  20  de  mayo,  lo  comparan 
a  las  avenidas  del  Campo  de  Marte  de  Santiago 
en  la  víspera  afanosa  de  las  fiestas  patrias  de  ae- 
tiembre. 

Pero  en  aquellas  precisas  horas,  rumor  sinies- 


(1 )  Carta  al  autor  del  capitán  don  J,  de  la  C.  Reyes  Oamp 
Campamento  de  Las  Yaras,  mayo  19  (Jp  1880, 


campamento,  i  detuvo  todos  los 
ciendo  los  ánimos.  El  ministro 
I  Rafael  Sotomayor,   acababa  de 

que  después  de  su  larga  estadía 
3U  buque  i  de  su  tranquila  i  casi 
Qcia  en  Pacocha  i  eu  Ite,  el  mi- 
ra en  campaña  habia  hecho  en  la 
1  noche  del  16  de  mayo  una  mar- 
rzadísiraa  hasta  Buena  Vista,  a 
)8trado.  Repúsose  sin  embargo,  i 
lia  19  habia  sido  uno  de  los  mas 
felices  de  su  vida.  Veía  cercano 
patrióticos  esfuerzos,  i  esta  satis- 
sbosar  aquella  mañana  de  su  na- 
eoraun  silenciosa  i  flemática,  en 
!s  con  el  jeneral  en  jefe  i  los  co- 
ñsion  i  de  cuerpos  que  le  rodea- 
jeneral,  sitio  de  su  alojamiento, 
odia,  i  conforme  a  una  costumbre 
ta  con  su  naturaleza  tranquila  i 
sosegadamente  larga  siesta: — re- 
i  piesidente  que  no  de  soldado, 
laron  a  comer,  mostró  buen  ape- 
igremente  a  la  mesa  i  aun  gustó 
L>os  de  sopa.  Pero  de  repente  le- 
ana.  precipitación,  diciendo  que 
'.  no  viéndole  llegar,  salieron  a 
ontraron  agonizante  eu  cierto  In- 


gar  de  descanso  contiguo  al  < 
mía  estaba  amoratada,  por 
aquel  un  accidente  pasajero 
tal  lo  creen);  i  poniéndolo  ei 
graron.  Pero  la  vida  se  había 
tantáneamcntc  i  la  sangre  a, 
no  brotó  de  la  profunda  inci 
ra.  (1) 

XVI. 

De  tan  dolorosa  como  inesj 
ció  en  edad  robusta  i  en  la  p! 
zas  (a  los  58  años)  aquel  h 
conciliador  i  por  escelencia  pa 
ocasiones  i  especialmente  en  I 


(1)  Nunca  se  ha  espuesto  cieutffica 
de  la  muerte  del  seííor  Sotomayor;  per 
gurado  qae  lo  que  le  quitó  la  vida  fué 
producida  por  la  escitacion  de  bu  víají 
prolongada  calma  i  npoltronamiento  d 
dentaria  a  bordo.  Su  ¡ladre  habia  muei 
(parálisis  al  cerebro)  i  de  mus  hermano, 
i  otro  del  corazón.  El  ministro  tenia  tí 
lívido  í  aun  melancólico,  i  en  Yaras  le 
pado  derecho  una  lágrima  espesa  i  g 
usaba  estiinulantes  como  se  ha  creído 
vino,  ni  mucho  niéuoa  licores,  Bebia  iil 
tímulo  pudo  precipitarle,  con  la  fatijja, 
organismo. 


campaña  que  iba  a  terminar  contra  el 
¡ra  Bolivia,  ofreció  a  su  país  el  desin- 
ibuto  de  su  consagración  así  en  humil- 
I  no  pedidos,  como  en  los  mas  altos  no 

Rafael  Sotomayor  un  hombre  de  alma 
notable  antes  que  todo  i  aun  sobresa- 
erra  de  potentados  egoístas,  por  una 
L  a  toda  prueba,  Í  esta  condición  de  su 
AS  que  el  brillo  de  bu  intelijencia  i  sns 
i  guerra,  habrá  de  ser  su  primer  tim- 
3  la  hora  de  la  justicia  cabal  llegue  pa- 

memoria  hasta  el  análisis  i  la  gratitud 
ridad. 

bargo  aquel  funcionario  que  tan  alto 
[a  ocupado  hasta  su  hora  postrera  en 

no  fué  llorado  como  una  pérdida,  i 
1  no  se  habían  enfriado  del  todo  sus 
adíe  notó  que  su  desaparición  creara  en 
tt  superior  uri  vacío.  I  esto  sucedía  ló- 
porque  aun  siendo  un  grande  hombre 
¡enío,  sus  ftincionea  de  ministro  de  la 
campaña,  novedad  i  absurdo  creado 
;  en  Chile  por  el  apocauíieuto  del  man- 
sremo,  o  los  recelos  recíprocos  de  sus 
sra  una  rueda  de  mas  en  el  mecanismo 
aciones  militares. 

»  que  en  momentos  de  crisis,  ereadiien 
por  su   propia   posición   embiinizosa  e 

hk  C.  DE  T.  I  A.  112 


—  8íK)  — 

indefinida,  él  habia  servido  de  conciliación  en  el 
cuartel  jeneral  i  de  cohesión  al  ejército,  pero  nun- 
ca le  habia  servido  de  estímulo,  de  impulso,  de 
adalid,  i  lo  que  los  soldados  piden,  aplauden  i  aca- 
tan son  caudillos  i  no  consejeros. 

I  de  aquí  la  gloria  indeleble  de  Arturo  Prat  i  el 
olvido  lentamente  consumado  de  los  que  han  ido 
a  la  guerra  no  con  la  espada  en  la  mano  sino  con 
una  cartera  de  papeles  inútiles  bajo  el  brazo. 

Esceptuando  los  lictores,  don  Rafael  Sotomayor 
filé  el  Fabio  Cunctator  (moroso)  de  la  segunda 
guerra  púnica  del  Perú, 

XVII. 

Hízose  por  esto  en  torno  del  átaud  del  alto  dig- 
natario el  duelo  del  respeto  i  de  la  conmiseración, 
pero  nadie,  ni  siquiera  el  jeneral  en  jefe,  que  era 
.-  luiniio  i  leal  amigo,  echó  de  ver  que  las 
toscas  tablas  de  su  féretro  habian  guardado  un 
fragmento  de  la  suerte  de  Chile  confiada  esclasi- 
vamente  a  los  soldados. 

Por  la  orden  jeneral  del  dia  21  se  dispuso  que 
el  ejército  vistiese  luto  por  ocho  dias,  i  se  destinó 
la  4.*  división,  acantonada  en  Buena  Vista,  para 
rendirle  los  últimos  honores. 

Embalsamado  de  prisa  su  cadáver  por  el  ciruja- 
no en  jefe  del  ejército,  el  doctor  Allende  Padir  ' 
su  secretario  don  Marcial  Gatica,  fué  colocado 


las  i  llevado  a  Ite  bíijo  la  custodia 

coronel  Lagos,  que  desde  su  vuel- 

calidad  de  primer  ayudante  del 

jeneral  en  jefe,  no  se  había  apeado  un  solo  dia  del 

caballo. 

Tributáronse  a  los  despojos  del  malogrado  mi- 
nistro en  la  caleta  de  Ite  los  honores  debidos,  por 
el  jefe  de  la  guarnición  don  Jorje  Wood  el  dia  22 
de  mayo,  i  en  seguida  llevólos  a  bordo  del  Oockra~ 
ne  'que  bloqueaba  a  Arica,  la  cañonera  Magalla- 
nes, destinados  a  esperar  allí  la  hora  de  los  triun- 
fos que  serian  sus  mas  dignos  funerales.  (1) 

XVIII. 

El  coronel  Lagos  regresó  inmediatamente  al 
campo  de  Las  Taras  llevando  consigo  a  los  Caza- 
dores del  Desierto,  último  eontínjente  de  la  línea 
de  batalla  que  ya  de  hecho  en  esas  solemnes  ho- 
ras comenzaba  a  formarse  como  en  breve  vamos 
a  narrar. 

El  fatal  destino  del  departamento  de  Tacna  i 

(1)  Los  peru&DOB  se  apercibieron  en  Arica  el  dia  21  de  qtie 
algan  siniestro  había  ocurrido  en  el  campo  de  loe  chilenos  por- 
que en  nn  telegrataa  dirijido  ese  din  deede  ese  imerto  al  coronel 
Coloma  por  el  antiguo  prefecto  don  Brnno  Bueno,  le  decía  a  Ina 
3.25  P.  M, — nCochratiey  Cocaihiiija  i  Copiupó  permanecen  fon- 
I  dos  como  de  ordluarío,  i  parece  íjuc  ccn  gU!i¡iBbelloiics  a  me- 
(      asta». 


de  su  capital,  qne  por  una  si 
chua  llamábase  ciudad  de  : 
mente  «ciudad  derribada»,  hi 
el  hado  de  la  guerra.  (1) 

(1)  Es  verdaderamente  curioso  o1 
campaKa  i  ocnpacíon  de  loa  peruai 
bo  quichna  qae  eigaifica  «derribar  n 
manera,  U  infeliz  Moqaegoa,  ciudad 
ira  hoi  i  en  época  anterior  tiene  (coic 
qne  simboliza  el  dolor)  nna  etimoloj 
muíci  enfrir  i  kua  adoración.  El  gua.'  d 
eÍDO  aimará,  i  consiste  en  nna  ínter 
revea  del  araucano  en  que  al  gua  ea  pi 
vienen  Aconca^'ua,  Baoca^uct,  üolcha 
maizalea. 


CAPITULO  XXVL 


BATALLA  DE  TACNA. 


LA  VÍSPERA  I  LA  SORPRESA. 


Táctica  especial  de  batalla  del  jeneral  Baqnedano. — Reconocimientos  pre- 
vios emprendidos  desde  Las  Yaras  sobre  el  Campo  de  la  Alianza.— El 
comandante  B diñes  lo  avista  el  10  de  mayo  i  el  comandante  Lagos  lo 
reconoce  en  la  madrugada  del  13. —El  jeneral  Baquedano  de  acuerdo 
con  el  Ministro  de  la  Guerra  i  el  Jefe  de  Estftdo  Mayor,  dispone  un  re- 
conocimiento en  fuerza  de  las  tres  armas  sobre  el  campo  enemigo  el  20 
de  mayo,  i  se  realiza  el  dia  22.— La  primera  jornada.— La  Quebrada 
Honda.  —El  primer  cañonazo  del  enemigo  i  la  certera  respuesta  del  ma- 
yor Salvo. — Temeridad  de  Roberto  Souper  que  reta  a  un  batallón  ene- 
migo.—Alarma  en  Tacna  i  marcha  de  la  reserva  al  toque  de  arrebato. 
— Acertado  consejo  que  el  coronel  boliviano  Aguirre  dio  al  jeneral  Pé- 
rez i  respuesta  de  ésto. — Nota  del  estado  mayor  boliviano  i  carta  nota- 
ble de  Montero  a  Leiva  sobre  el  reconocimiento  del  dia  22  de  mayo. — 
Regreso  de  la  columna  del  coronel  Yelazquez  al  campamento  de  Las 
Yaras,  i  singular  telegrama  que  se  recibe  de  la  Moneda,  creando  un 
trunvirato  para  las  operaciones  de  la  gueri'a  — Junta  de  guerra  que  tie- 
ne lugar  el  24  de  mayo  en  el  aloj^imiento  del  jeneral  en  jefe  i  lo  que  en 
ella  ocurrió.— El  coronel  Amengual  i  sus  observaciones.— El  ejército  se 
pone  en  marcha  en  la  mañana  del  25  i  aspecto  grandioso  de  sus  colum- 
nas avanzando  por  el  desierto.— Los  «Diez  mil»  de  Jenofonte. — Los 
Húsares  de  Junin  sorprenden  en  Quebrada  Honda  un  convoi  de  arrieros 
conduciendo  agua. — El  comandante  de  equipajes  Rascuñan  i  el  capataz 
La  Mona. — Los  arrieros  de  Chile  en  la  campaña. — El  coronel  Velazquez 
se  adelanta  a  Quebrada  Honda  para  acampar  el  ejército,  i  el  jeneral 
Baquedano  detiene  en  persona  la  l.*^  i  2.*^  división  i  las  instala  con  la 
luz  del  dia.— El  campamento  de  Quebrada  Honda  i  prolijas  precaucio- 
nes militares  que  se  tomaron  para  evitar  una  sorpresa. — Conferencia 
postuma  de  los  jenerales  Baquedano  i  Camacho  un  año  mas  tarde. — 


El  ietieral  Campero 
Honda  del  avance  en  miaa  dei  ejer 
la,  se  dUpone  a  darle  un  iis:i!t()  nt 
lugaf  en  su  carpa  i  marcha  fant;!: 
Honda. — Error  capital  que  padece 
sorpresa,  i  sus  inevitables  resultado 
lumnas  i  su  contra-maroha. — Solo  I 
pata  se  aprozímaa  hacia  el  flanco  i 
un  centinela. — El  campo  de  loa  el 
noche. — El  comandante  Martínez  i  i 
aproximación  de  Suarez  al  nmanec 
alarma. — El  coronel  Velazquez  hao 
Ib  reta^ardia  de  Suares  i  el  maye 
Loe  aliados  regresan  desatentados  a 


T 

Ha  8Ído  invariable  cos' 
neral  Baquedaao  iio  erap 
ni  formar  plan  definitivo 
nes,  por  cálculos  de  libros 
sino  después  de  prolijos, 
reconocimientos  practica 
todas  direcciones  por  él  e 
de  mayor  confianza  i  espí 

En  virtud  de  estos  san 
que  si  no  recuerdan  la  ap 
vivamente  a  la  memoria  1 
picaz  de  San  Martin,  el  je 
chileno  tomó  en  Yaras  to 
la  batalla  i  de  la  victoria, 
mente  un  espiritual  dicho 
en  Ite,  según  el  cual,  coi 
le  ponderaba  las  grandes 
del  jeueral  Campero,  aprt 


)s  del  viejo  mundo,  le  contestó: — 
o  muí  cierto,  pero  con  Baqiiedano  lo 


II. 

a  10  de  mayo  el  comandante  Búl- 
a  de  escolta  al  jeneral  en  jefe  con  su 
Carabineros,  se  habla  acercado  a  las 
I  enemigo,  i  traído  la  confirmación 
lo  éste  en  masa  de  Tacna,  hallándo- 
en  ima  estensa  loma  en  la  zona  me- 

ancha  pampa.  Por  su  parte,  el  in- 
aodante  Lagos,  que  desde  el  día  25 
bia  incorporado  al  ejército  en  cali- 
ir  ayudante  del  jenei'al  en  jefe,  se 
i  destacamento  de  jinetes  a  tal  in- 

la  eerrillada  de  Intiorco  en  la  albo- 
e  mayo,  que  estuvo  largo  rato  escu- 

el  lomo  del  caballo  las  dianas  que 
el  campamento  de  los  aliados,  dor- 
i  arena  i  la  confianza. 
Lagos  habla  ratificado  las  noticias 
2I  cornandante  Búlnes  i  su  jente. 
lüocian  los  perfiles  topográficos  de 
¿\  enemigo,  ignorábase  todo  lo  de- 
ero,  el  alcance  de  sus  cañones,  los 
nudosos  del  terreno,  i  lo  que  era 
ite  que  todo,  la  posibilidad  del  acá- 


rreo  de  nuestra  artillería  de  m 
medanosas  llanuras,  pesiidilla 
cion  de  la  guerra  en  el  campe 
Para  dar  cuenta  de  todo  est 
en  jefe,  de  acuerdo  con  el  jef! 
que  solicitó  con  vivacidad  hac 
to  directo  i  personal,  que  el  c 
éste  en  fuerza  cotí  las  tres  ai 
número  de  jefes  que  fuera  dal 
suelto  desde  la  tarde  del  día 
mo  dictamen  de  guerra  en  qu 
nemérito  ministro  Sotomayo] 
después  era  cadáver. 

111. 

Pasóse  el  dia  21,  si  no  en  I 
ría  que  la  muerte  babia  enluti 
de  la  jornada  que  seria  varia, 
da.  Hízose  en  efecto  requisa  ( 
muía  de  silla  babia  suelta  en  e 
de  los  jefes  i  oficiales,  i  en  ell 
manera  de  dragones,  trescient< 
los  cuerpos.  Agregáronse  a  ést 
del  comandantes  Búlnes,  los  Ca 
Parra,  junto  con  los  Granaden 
místocles  Urrutia,  i  a  esta  al 
700  jinetes  incorporáronse  pan 
armas  dos  grandes  piezas  de  ci 


parejas  de  caballos  eseojidos  i  destinadas 
lascarar  al  enemigo  i  medir  su  radio  de 

I  todo  esto,  montaron  a  caballo  do  menos 
mt08  jefes  i  oficiales  de  todas  las  armas  i 
las  divisiones,  i  a  las  órdenes  directas  del 
Vehv/.quez  se  pusieron  en  marcha  a  las 
.  mañana  del  22  de  mayo.  Iban  a  su  lado, 
dante  Laicos,  que  se  habia  ofrecido  jene- 
te  a  acompañarle  como  simple  ayudante, 
)  sido  antes  su  jefe,  los  coroneles  Amen- 
lunátegui,  Barbosa,  Vergara  i  Muñoz,  los 
mtes  Barceló,  Souper,  los  dos  Dublé, 
HoUey,  en  una  palabra,  todos  los  jefes  de 
de  cuerpo  i  de  servicio  que  iban  a  tomar 
la  próvima  batalla.  El  bravo  Salvo  venia 
ie  la  artillería,  i  los  revueltos  infantes  de 
8  rejimientos  a  las  órdenes  de  un  simple 
Allí  nadie  mandaba  ni  tenía  celos  del 
porque  mas  que  una  división  de  guerra 
iquella  pintoresca  caravana  ima  partida 
3S  cazadores  que  iban  a  dar  una  batida 
ino  al  jabalí  o  a  la  pantera. — Era  aquel 
¡e  digno  del  gráfico  pincel  de  Horacio 
al  gran  pintor  de  las  batallas  del  desierto 
isente  siglo. 


IV. 

Por  no  estraviarse  de  la  hu 
borra  en  aquellas  pixmpas  sin  t 
i  contra  el  cierzo,  a  poco  de  I 
Yaras  la  comitiva  echó  pié  a  t 
la  helada  arena  a  descansar, 
Aparecida  ésta,  prosiguieron  s 
peño,  i  a  las  nueve  descendí 
Honda,  único  relieve  poderos; 
aquella  sabana  muerta  i  silenc 
el  aquilón  acarreador  de  arena 

Forma  aquella  quebrada  un 
del  terreno  que  podrá  tener  tre 
i  barrancas  de  ocho  o  diez  mi 
vertical.  Su  bajada  por  el  noi 
artillería,  pero  su  ascenso  al  lac 
las  dificultades  de  la  arena  acun 
to  i  que  convierte  la  subida  en 

V. 

Tenían  allí  los  peruanos  su 
ta  montada.  Torció  ésta  acel 
a  la  vista  de  los  chilenos  i  corr 
dar  la  nueva  del  avance  jeneral 
to  (que  por  tal  lo  tuvieron),  í 
de  cerca  por  los  cazadores  del  i 


—  899  — 

le  los  alféreces  Souper  i  Han-ígton,  dos 
mestizos,  iban  adelante  con  el  teniente 
Lara,  hoí  capitán,  hijo  de  nn  capitán  de 

en  el  intervalo  remuda  de  caballos  en 
ida  del  hondo  médano  a  los  cañonea  del 
Ito,  i  cuando  éstos  trepaban  a  la  altura, 
primer  cañonazo  de  alarmí  en  la  línea 
Por  el  volumen  del  Immo  del  disparo, 
los  artilleros  que  era  pieza  de  poco  cali- 
m  las  once  en  punto  de  la  mañana, 
le  emprender  el  reco a oci miento  minu- 
as  posiciones,  i  cuando  la  división  esplo- 
bia  rebasado  varias  cuadras  laquabrada, 
■  «altoís  el  coronel  Veiazquez  a  su  cor- 
:denes,  i  echados  todos  en  el  suelo  se  re- 
en  alegres  i  descuidados  grupos  a  comer 

0  charqui  i  su  dura  galleta,  ración  raati- 
impamento. 

*do  como  el  labriego  antes  de  uncirse 
>  al  arado,  necesita  fortificar  su  músculo 
,ena. 

VI. 

anse  en  tan  pacífica  tarea  cuando  apare- 
horizonte,  a  legua  i  cuarto  de  distancia 

1  metros)  un  punto  blanquecino.  Era  el 
un  segundo  disparo,  i  sacando  los  arti- 


—  90Ü  - 

lleros  sus  relojes  con  prest 
gundos  que  tardó  en  Uegai 
dos.  La  detonación  demor 
diéronse  cuenta  aquellos  de  q 
matívamente  a  cinco  naíl  rm 
miga.  (1) 

El  corneta  del  jefe  de  estí 
diatamente  natencion!»  con 
«marcha!»;  i  verificando  ésta 
mas  adelante,  calculando  ha 
nuestros  artilleros  lanzaron  i 
bre  el  Campo  de  la  Alianza.  I 
dó  corto;  pero  el  segundo  ca 
un  grupo  de  carpas,  que  seri 
co,  i  que  desaparecieron  con 
sido  en  efecto  tan  certera  la 
la  segunda  bomba  aventó  et 
un  soldado  do  la  vangu;u"dii 
raado  Aurelio  Soria,  que  en 
centinela.  Hubiérase  dicho 
andaba  allí,  como  sospechóle 
el  viejo  Carabajal  en  Xaxixi 

(1)  Esta  operación  es  muí  sencÉl) 
do  con  la  velocidad  de  340  metros  | 
coda  tree  Begucdos  representan  mai 
fórmula  de  los  artilleros,  pnra  no  otv 
segundo.  Cualquiera  puede  comprol 
confrontando  su  reloj  desde  nua  di 
lies  de  Santiago,  entre  el  humaüo  ( 
9U  d^touaciou. 


VII. 

esto,  i  notando  que  los  disparos  ene- 
izabau  ni  coa  mucho  a  nuestra  lí- 
ésta  en  batalla  coo  los  cañones  al 
lUería  en  ala,  los  infantes  a  reta- 
ispuso  el  reconocí cniento  de  cerca  i 
cienes. 

larte  de  los  jefes  i  oficiales  se  diri- 
.  centro,  el  coronel  Velazquez  se 
estado  mayor  hacia  la  derecha,  i  el 
ra,  acompañado  do  seis  ayudantes 
i'or,  hizo  rumbo  hacia  el  oriente,  en 
meo  derecho  del  enemigo, 
su  costumbre,  el  que  mas  se  acercó 
emigas,  no  para  reconocerlas  sino 
fué  Roberto  Souper,  incorrejible- 
lo.  Divisando  en  una  hondonada  un 
do  en  guerrilla,  sacó  aquel  Murat 
ble  en  la  loma  i  comenzó  a  apostro- 
i,rde3,  casi  a  tiro  de  revólver.  Una 
a  respuesta  do  aquella  pintoresca 
pues  de  la  cual,  encontrándose  ile- 
ó  su  kepi  i  saludando  con  cortesía 
nqullo  p'iso  de  su  cabiillo  de  bata- 
or  él  Jaaii  José. 

mismo  noble  bruto  que  oii  Chorri- 
ico  balazos. 


Eatretanto  g 
campo  peruano 
media  a  su  retji 
tos,  conforme  a 
sentido  el  caño 
diatamente  la  ^ 
Ramón,  que  sol 
comenzó  a  toca 
marcha  el  preft 
de  sollozos  i  dj 
danos,  sos  te  ni  J, 

Pero  ya  a  esi 
mente  los  espío 
taran  siquiera 
uno.  Refiere  a  i 
don  Miguel  Ag 
del  j  ene  ral  Can 
tado  mayor  del 
nos  con  dos  div 
tiro  largo  de  su 
Pérez  juzgó  iní 
jinetes,  i  la  em| 
cacioQ.  (1) 

(1)  «En  aquelloí 
algunos  jefes  pera'» 
enemigo,  por  lo  que 


ria;  i  con  este  motivo  el  sul 
del  ejército  boliviano  diriji 
siguiente  despacho  que  se  1 

«Campo  (le  la  Allí 

íTengo  el  agrado  de  participar 
se  sirva  pooerlo  en  conoeimioiitn  d 
estado  del  poder  ejecutivo,  que  el 
poco  mas  o  menos,  se  presentó  el 
distancia  de  cuatro  millas,  coinpuet 
zas  de  caballería,  i  dos  o  tres  piez 
dirijir  once  tiros  de  cañón  sobre  di 
con  nueve  por  nuestra  parte,  esciis; 
queño  encuentro  con  loa  defensoro; 
siastas  desean  lanzarse  sobre  los  ii 

sEn  el  cambio  de  balas  e3|)resa 
rabie  muerte  de!  joven  riflero  Au 
Vanguardia  de  Coch  abato  ba.  Por 
colije  que  mañana,  o  dentro  de  bre 
brará  el  combate  cuya  victoria  se 
tusiasmo  febril  que  demuestran  lo: 

>Para  mayores  detalles  del  liecl 
a  la  presente  el  parte  orijinal  ¡m! 
jefe  por  el  jefe  de  línea. 

íSin  maa  que  comunicar  a  Ud. 


No  hacia  en  sus  adentn 
fianza  el  comandante  en  j 


—  908  — 


XI. 


Entretanto,  satisfecha  de  su  dia  i  de  su  propó- 
sito, la  carabaaa  chilena  del  desierto  se  hallaba 
de  regreso  en  el  campo  de  Las  Yaras  a  las  7  de 
la  noche  del  mismo  dia  de  su  salida  i  se  entregaba 
al  descanso. 

En  vista  de  los  datos  recojidos  por  los  espío ra- 
dores,  i  especialmente  por  el  estado  mayor  jene- 
ral,  combinaron  al  siguiente  dia  los  detalles  del 
ataque  en  el  campamento  de  Las  Yaras,  i  se  citó 
a  junta  jeneral  de  guerra  para  el  dia  24,  víspera  de 
la  marcha  sobre  el  enemigo.  Por  una  singular 
coincidencia,  i  cuando  iban  a  impartirse  las  órde- 
nes de  batalla  que  deben  ser  siempre  en  un  ejército, 
como  en  un  barco  de  guerra,  esclusivamente  uni- 
personales, llegó  al  alojamiento  del  jeneral  en  jefe 
un  telegrama  de  la  Moneda  en  el  cual,  acusando 
recibo  del  anuncio  de  la  muerte  del  ministro  de 
la  guerra,  se  creaba  en  su  reemplazo  un  triunvira- 
to compuesto  del  jeneral  Baquedano  i  de  los  co- 
roneles Velazquez  i  Vergara  para  todas  las  resolu- 
ciones serias  de  la  campaña.  El  gobierno  no  podia 
correjirse  de  su  manía  presidencial  de  meter,  cu- 
piese o  nó,  una  cuña  civil  en  el  montaje  de  la 
guerra;  i  se  ha  asegurado  por  esto  que  el  jeneral 
en  jefe,  indignado  por  aquella  tutela  no  pedida,  ^^ 
dio  curso  al  mensaje,  i  desde  ese  dia  dató  la  hoi 


tle  su  autiguo 
ble,  como  era 
,  después  de 


yo  celebrada 
estinado  a  la 
;odon  del,  pa- 
6  militar.  El 
io  laconismo 
¡eneral  de  d¡- 
3aal  llevarían 
[a  derecha,  la 
líi  4.'  a  la  es- 
era  convenir. 
s  dificultades 
Muñoz  había 
nda  división  i 
¡efe  del  San- 
io nsectien  cía, 
ir  la  reserva 
ea  BuÍD,  3.", 
mil  hombres 

ioQ  de  impor- 
unos  preguu- 
ara  amoldar- 


se  a  él,  i  Be  les  ob 
6rden  del  dia,  si  I 
de  los  coirifindfvnti 
conocimiento  del 

Por  su  parte,  el 
de  éstos,  siendo  el 
gual,  recordando 
militado  en  el  Peí 
Arequipa  i  de  Bíál 
servar,  i  a  nuestro 
va  estaba  demasía 
que  convenía  dar 
da  uno  de  los  cuei 
a  las  divisiones  n 
do  el  peso  del  ata 
bierto.  Contestóst 
tan  viejo  soldadc 
soldados  aguerridí 
bisoña,  i  se  le  hiz< 
da  cada  división  j 
el  Valparaíso,  la  ! 
Dea,  la  3.'  por  la 
Zapadores. 

No  quedó  del  t( 
veterano  del  Bar 
cierto  enfado  de  I 
El  coronel  Amen» 
vie¡08  soldados  d 
de  aquellos  groga 


como 
lábito 
es  las 
aQ  en 
(nocí- 
eQ  la 
ampo 
Dgual 
o  coa 
eüor? 
Italia, 

i  bis- 
la  de 


ira  la 
)rovi- 

íierto 
bata- 
on  la 
lante 
justi- 
iiida- 
íldo- 
ife  de 
lienta 


I 


Cíirretrts,  tirudas  por  dos 
nos  de  trescientas  de  es' 
descansadas  de  sus  fatij 
conducían  el  líquido  pr 
nos  de  cien  arrieros,  la  i 
aconcagülnos  i  rancag 
barriles,  custodiados  po 
bineros  al  mando  del  ca 
lante  con  encargo  de 
Quebrada  Honda,  dont 
BU  lunch  de  agua.... 

En  seguida  marchó  ( 
lumna  por  mitades  o  \ 
elección  de  los  jefes. 

La  artillería  de  mont 
400  metros  a  retaguar 
listos  los  cañones  para  < 

La  artillería  pesada  s 
va  i  la  caballería  abane 
once  de  la  noche,  desp 
sus  maltratadas  bestias, 
nete  un  atado  de  pasto 
za  de  su  montura. 


I  3 


h 


El  día  estaba  ardient 
comida,  parte  esencial  d 
I  una  vez  concluido  el  i 


1 


—  912  — 

fantes  marchaban  agobiados  con  el  peso  de  sus 
abrigos,  su  agna,  sus  municiones  (100  tiros  por 
plaza),  sn  rifle  i  los  mil  pequeños  aperos  del  in- 
dustrioso soldado  chileno.  Pero  iban  a  pelear,  i 
todos  se  mostraban  alegres  i  no  pocos  enhiestos. 
Esceptuando  los  rostros  i  los  trajes,  por  el  paisa- 
je, la  arena,  la  sed,  el  cielo  i  las  sombras  lumino- 
sas que  proyectan  los  siglos  sobre  la  gloria  de  las 
armas  de  los  pueblos  guerreros,  cualquiera  que 
hubiese  distinguido  las  polvorosas  colum-nas  de 
Chile  en  marcha  desde  la  cima  de  una  pequeña 
loma  que  interceptaba  la  llanura  en  su  medianía, 
habria  recordado,  como  una  evocación  apropiada 
del  momento  solemne  i  del  grandioso  espectáculo, 
la  retirada  de  aquellos  «Diez  mil»  que,  después 
del  desastre  de  Cunaxa,  condujo  Jenofonte  desde 
el  fondo  de  la  Persia  a  las  orillas  del  Bosforo  a 
través  de  las  calcinadas  llanuras  de  la  Mesopota- 
mia.  Los  chilenos  en  ese  momento,  descontados 
los  jinetes  i  los  artilleros,  sobrepasaban  apenas  al 
número  de  los  griegos. 

XIV. 

Entretanto,  un  incidente  de  mal  augurio  había 
ocurrido  en  la  vanguardia,  i  su  noticia,  traida  por 
un  carabinero,  cundió  rápidamente  en  las  filas. 
El  capataz  de  la  arria  de  muías  que  habia  partido 
de  madrugada  llevando  el  agua  de  refresco  par 
las  divisiones,  obstinado  como  su  acémila,  se  hab. 


—  914  — 

muerto  del  agua,  uno  de  los  volúmenes  de  mas 
difícil  trasporte  en  suelo  movedizo.  El  coman- 
dante Bascuñan  hacia  esfuerzos  sobrehumanos,  i 
gracias  a  esto  aquella  preciosa  sustancia  no  faltó 
a  la  mañana  siguiente  en  el  campamento  de  Que- 
brada Honda  (1). 

(1 )  Teoemos  a  la  vista  el  parte  orijioal  que  el  comandante 
Bascuñan  pasó  al  estado  mayor  de  Chile  de  sus  esforzados  ser- 
vicios durante  la  car •  paña  del  desierto,  desde  el  8  de  abril  eu 
que  comenzó  el  acarreo  de  <agua  i  municiones,  primero  por  la  vía 
del  Hospicio  i  de  Locuinba,  i  después  por  la  de  I  te  i  Las  Yaras; 
i  aunque  luchando  con  la  inesperiencia,  puede  asegurarse  que 
aquel  arduo  servicio  estuvo  siempre  bien  desempeñado. 

Desde  el  principio  de  la  campaña  un  oficial  italiano  que  había 
servido  en  la  última  guerra  de  Francia  como  conductor  de  equi- 
pajes, ofreció  sus  servicios  al  gobierno  en  los  mismos  dias  en  que 
solicitaba  patriótica  i  desinteresadamente  fuesen  admitidos  los 
suyos  el  comandante  Stuven.  Pero  a  uno  i  otro  se  le  volvió  du- 
rante varios  meses  la  espalda,  i  al  primero  definitivamente. 

En  cuanto  a  los  arrieros  chilenos,  contratados  casi  en  su  to- 
talidad por  la  Sociedad  Nacional  de  Agricultura,  se  condujeron 
casi  siempre  con  su  habitual  esfuerzo,  natural  bravura  i  mas 
que  conjenial  afición  al  trago.  Se  nos  ha  asegurado  que  el  capa- 
taz de  las  60  muías,  hijo  de  la  Dehesa,  pero  arriero  de  Ranca- 
gua,  se  llamaba  Pedro  Laríwna,  i  talvez  seria  por  las  monas  que 
tomaba. 

Muchos  de  aquellos  desgraciados  fallecieron  en  la  cam- 
paña, ademas  de  los  que  mató  el  enemigo  o  se  mataron  entre 
ellos.  De  la  cuadrilla  de  ocho  que  manejaba  el  capataz  Damián 
Soto,  perecieron  en  el  hospital  de  Sau  Ramón  en  Tacna  la  mi- 
tad, Candelario  Soto,  Julián  Guzíuan,  P.  ^Moreno  i  Budesindo 
López,  todos  de  Rancagua.  El  capataz  Soto,  anda  hoí  (agosf'* 
de  1881)  en  el  pescante  de  un  coche  posta  de  la  capital  in 


las  columnas,  apoy 
quedó  de  estrema 
una  especie  de  are  > 
en  la  vecindad  de 
Quebrada  Honda,  q 
batalla  i  como  yangí 
hombres  de  las  divi 
Atacama  cerraba  p( 
nea  curva  intelijent 
dante,  el  teniente  o 
nombrado  jefe  de  d: 
El  jeneral  en  jefe 
su  espartano  vivac 
junto  al  camino,  i  s£ 
nos  que  la  emineneii 
sables.  La  idea  de 
gravitaba  en  Chile  ( 
no  se  apartaba  tamj 
de  nuestros  jefes.  Ei 
fortuna  muchos  hiji 
Cancha-Rayada. 


Establecida  sol  id; 
de  la  Quebrada  Ho 
mayor  repasaron  el 
línea  las  divisiones 
(Barbosa)  í  la  de  re 


_j 


I  fué  precisamente 
propusieron. 

Guando  al  caer  la  ts 
efecto  al  Campo  de  la 
vítores  de  soldadesca  í 
«los  gloriosos  Húsares 
muías,  de  barriles  i  de 
llevados  a  la  tienda  d< 
rrogado  por  él  el  capat 
confesó  de  plano  que 
venia  en  masa  sobre  el 

Estando  a  su  propia 
momento  cuando  el  je 
do  se  formó  claro  i  fon 
ro,  de  la  cohesión  i  de 
venia  a  atacarlo  i  qut 
de  sus  aliados  le  habia 
reconocimiento  del  dii 
riorídad  i  aun  de  desp 

Acostumbrado  el  je 
los  artes  i  ardides  de 
los  libros  que  a  la  estr 
ras  americanas,  resolví 


mas  espuestoa  a  un  frncaao  ( 
Tuvo  Ingiir  esta  confereac 


a  sn 
n,  al 
e  las 
mas 
Que- 
iado, 
ellos 
tdres 
;  vía-  , 
!Jo  al 
)  no- 
¡  alto 


a  m- 
cora- 
trcra 
iduce 

coa- 
supo 

por- 
os de 
ISii- 
y  una 
[e  las 
r  por 
to  en 


—  920  — 

masa  haciéndolo  descender  en  columnas  cerradas 
por  divisiones  en  medio  de  la  noche  i  de  la  niebla, 
dando  lugar  así  al  estravio  i  desconfianza  recípro- 
ca de  las  columnas  en  su  fantástico  avance  por  el 
llano.  A  la  verdad,  lo  que  el  jeneíalísimo  de  los 
aliados  fraguó  en  su  mente  i  trató  de  llevar  a  ca- 
bo no  fué  una  sorpresa  sino  una  batalla  noctunia, 
la  cual  en  esa  forma  no  habría  podido  menos  de 
serle  funestísima- 

XXII. 

* 

De  todas  suertes,  a  las  diez  de  la  noche  del  25 
de  mayo  i  cuando  los  chilenos  dormían  como  los 
jigantes  de  la  mitolojía  con  solo  un  ojo,  asidos  los 
infantes  de  sus  rifles  i  los  artilleros  de  sus  atalajes, 
los  jefes  divisionarios  del  ejército  unido,  Montero, 
Gamacho,  Dávila,  Castro  Pinto,  Canevaro,  Acosta, 
Cáceres  i  Suarez,  Panizo,  Zapata  i  otros  confe- 
renciaban con  el  jeneral  Campero  en  su  tienda  de 
campaña  situada  en  la  medianía  del  Campo  de  la 
Alianza.  I  a  esa  hora,  resuelta  por  unanimidad  de 
votos  la  intentada  sorpresa,  íbase  cada  jefe  a  po- 
ner al  frente  de  su  división,  presididas  éstas  por 
sus  respectivos  guias,  (jente  toda  de  Sama  i  de 
Locumba)  eximios  conocedores  de  aquellas  pam- 
pas en  que  nacieran. 

Aunque  no  se  ha  conservado  razón  de  la  d¡s' 
bucion  de  las  columnas  en  su  marcha,  colíjese  ^ 


j 


—  922  — 


XXIIL 


Como  es  de  costumbre,  los  responsable  del  mal 
éxito  echaron  la  culpa  del  fracaso  a  los  guias,  ale- 
gando que  éstos  se  empamparon.  I  si  bien  lo  últi- 
mo pudo  suceder  como  un  fenómeno  natural  del 
desierto  i  de  sus  vaquéanos,  no  podrá  negarse  que 
el  mal  orijinario  estaba  en  la  concepción,  es  decir, 
en  la  multiplicidad  de  las  column.is,  que  debie- 
ran ser  una  sola  i  de  jente  escojida  como  en  Can- 
cha-Rayada i  en  la  Macacona.  La  camanchaca  si 
no  se  habia  posado  en  el  pecho  de  los  caudillos 
aliados,  de  seguro  habia  invadido  aquella  noche 
su  cerebro. 

Después  de  dos  horas  de  incierta  marcha,  en 
efecto,  i  de  haberse  llevado  por  delante  el  batallón 
Tarija  que  estaba  de  gran  guardia  i  que  se  incor- 
pOTÓ  en  una  de  las  divisiones,  no  encontrando  por 
ningún  rumbo  el  campo  chileno,  hizo  Campero,  en 
el  medio  de  la  pampa,  junta  de  guias  empampados, 
i  de  suxliscordia  de  opiniones  i  de  rumbos,  seme- 
jante a  la  de  los  relojes  de  los  corresponsales,  re- 
sultó que  todo  el  ejército  iba  estraviado.  I  para  po- 
nerlo a  salvo  de  ser  sorprendido  en  la  sorpresa, 
hubo  de  darse  orden  a  las  tres  de  la  mañana  de 
contramarchar  al  campamento  en  cuyas  cimas  el 
jeneral  Pérez  ordenó  encender  grandes  fogatai 


habían  pasado  la  i 
la  vÍBpera  de  la  pt 
talla?  Pocos  duvn 
tuvo  miedo.  Los  ( 
en  la  arena  o  en  s 
ban  las  últimas  co 
en  su  corazón  el  ] 
¡estraño  augurio!  < 
conocidos  cumplió 
tumba  que  perfore 
antes  que  el  impai 
sus  prendas  de  va] 
madre,  al  huérfau' 
positarioB  los  uoog 
sencilla  i  sublime. 
Jarpa  del  Chillan, 
hasta  disponer  se 
en  la  traslación  d<: 
natal.  I  así  en  su 


Por  le  demás,  e] 
la  doble  oscuridad 
centinelas  no  se  pi 
suavemente  la  culi 
las  tinieblas  no  se 
ayudantes  de  cam[ 
cruzaban  por  entr 


3l  cuartel  jeneral 
punto  céatrico  i 
noche,  decía  un 
%  en  vela,  se  es- 
quedó  el  campo 

a,  el  cielo  estuvo 

)  fué  confiada  al 
ra  aquella  noche 

nos  escurríamos 
la  colocación  de 
a  el  cirujano  de 
a.  el  cual  hicimos 

iquel  vasto  cam- 
1  batalla,  reinase 
refunda  quietud, 
iominar  aun  con 

carpas  a  medio 
iba  quizá  la  úni-  . 
i.  Estábamos  en 
tacama,  i  aquella 
del  comandante 
recorría  a  esas 
ín  compañía  del 


I 


í 


bEi 
apoya 
el  seg 

cortes 
de  chf 
habia 
hacia 
íDi 
la  car] 
a  dom 
íjEi 
íSe, 
en  la  ( 
raída, 
do  un 
guardi 
las  dof 
tro  ale 


Era 
forme 
en  jeft: 
secretí 


(l)R 
NueKO  } 


por  el  comandante  del  Atacama  de  la  novedad, 
envió  a  decirle  que  el  enemigo  aparecía  en  una 
densa  raasa  por  nuestra  estrema  izquierda. 

ÍSo  Be  imajinó  el  jeneral  Baquedano  que  los 
aliados,  acostumbrados  a  sus  trincheras,  le  trajesen 
un  ataque  de  frente  i  campal  con  la  clara  luz  del 
día,  pero  con  voz  pausada  i  alejando  apenas  la 
fragante  taza  de  los  labios,  contestó  que  se  retira- 
sen las  grandes  guardias  a  paso  lento,  como  es- 
taba prevenido,  a  sus  puestos  en  laa  filas. 

AI  mismo  tiempo  el  dilijente  coronel  Velaz- 
quez  a  quien  ninguna  de  las  peripecias  de  la  gue- 
rra le  tomaría  de  sorpresa,  envió  a  decir  al  mayor 
Frías,  llamado  el  «huaso»  por  ladino  i  por  valien- 
te, que  atalajase  dos  cañones  de  campaña  de  su 
brigada  co:i  los  mas  fornidos  caballos  de  su  reji- 
miento,  i  a  toda  prisa  atravesíise  la  quebrada  en 
dirección  diagonal  hacia  nuestra  ala  izquierda 
para  cañonear  las  masas  enemigas  que  en  esa  di- 
rección i  en  la  neblinosa  penumbra  de  l^i  albora- 
da se  columbraban  (1). 


(I)  Hé  aqui  loa  términos  con  qne  el  comandante  Martínez 
dio  cuenta  de  los  dacesoe  de  aquella  noche  i  sn  alborada  en  sa 
parte  oficial  de  la  batalla  del  dia  BÍguiente. 

«El  25  emprendimog  marclia  de  Bnenavísta,  formando  parte 
(le  la  2/  división  compuesta  del  rejiraierito  2."  de  línea  i  del 
I  lutiago,  comandada  por  el  teniente  coronel  don  Francisco  Bat- 
I  dó.  En  esta  jornada  no  hubo  novedad  digna  de  mencionarse  i 


Eran  las  divi; 
quienes,  a  esa  h 
tiraban;  Í  tan  a 
cañones,  que  un' 
dilla  que  tenia 
jefes  divisionarii 
vó  al  campamer 
casco  de  granad 
dentro  del  cam 
prendidos  i  arre 
ido  a  despertar. 

Cuenta  tambi 
cito  que  al  senti 
gunos  de  nuestri 
i  envueltos  en  si 

se  hizo  pernoctar  a  1 
del  eDemigo. 

»A1  amanecer  del 
dÍTÍBÓ  que  el  enemi 
marcba  forzada  se  d 
BÍon  llevando  su  gu< 
conocimiento  de  V.  É 
del  ejército  aliado,  f 
marchase  inmediata] 
Tan  laego  coñac  el  et 
retrocedió  apreaurads 
caballería  hasta  toa 
Tacna,  donde  tenia  ti 
fué  ejecutada  por  mi 
2.'  com  paula  con  órd 
de  quinientos  a  seise; 


CAP 


(EL  DDE 

Ordeo  de  batalla  del  ejérci 
dea  del  dia  que  la  diap 
Lns  poBÍcioneH  da)  enem 
nti'incheradns. — Mnnia  el 
dei'echa  del  ejercito  aliat 
— El  centro, — Las  dÍvÍBÍ< 
nea  Loa,  Orau,  Cborolqu 
Cantro  Pinto  a  cargo  del 
nelGcnzaleE  Pachacha  ei 
de  Bolivia,  i  error  que  Re 
con  el  Aroma. —  La  ai^tilli 
mandada  por  Murguia. — 
El  preaidento  Campero  v 
Camacho  la  izquierda.— 
Amengual  a  la  izquierda, 
fila.  —La  reaerva  jeueral 
ría  chilena  en  lai  alan, — 1 
ra  de  cañón  del  enemigo ' 
a  la  artillería  chilena.^F 
campo  de  liat:il!a  pava  ap 
vo  con  Fuanteü  Villam 
Frías  i  Sanfaentea  al  c 
cañones  de  la  artillería  el 
yectilea  que  gastan  por  pi 
de  Chile  encargados  de 
oficiales  de  Campero,  do  ] 
cion  de  la  aitillería  de  Cb 
migo,  después  de  una  hon 


riiero  español  Bodri 
&  la  arena  i  al  acasc 

(1)  Asegura  el  jenera 
citado,  que  habiendo  íhb] 
deud  lo  deshicieseu.  A  8d 
altoB. 

En  cuanto  a  la  formaci 
que  encontró  en  el  camp 
Martiniano  Santa  María, 
TegervajeDeral  i  otras  va 
del  combate. 

«El  ejercicio  del  dia  dt 
de  batalla  sobre  el  flanco 
i  a  la  altara  del  último  bi 
supneato  de  que  la  raaaa 
ahí.  Ed  bu  virtud  se  disp 

»La  diviaioQ  Castro  Pi 
a  su  izqnierda  con  las  col 
quedarán  en  orden  inrers 
de  base  la  artillería  que 
unirse  otra  que  se  indícaí 
ala  derecha. 

>Ija  división  Suarez  oc 
BUS  masaa  a  la  izqnierda 
que  actualmente  tiene;  de 
Pisagua,  el  Arica,  el  Mis 
bamba.  La  artillería  Pan 
la  derecha  del  Padilla. 

»La  división  Mendoza. 
batallones  líudscar  i  Vii 
viran  de  refuerzo  al  ala  d 
i  escuadrón  Murillo  forra 
808  de  la  divi.sion  íjuarez 
quierda. 

sLa  diviaion  Herrera  1 


sunidas,  no  tuvo  er 
cuntrario  consta  que 
órdenes  los  Colorado, 
ga  final  de  la  vietorit 
batallón  fué  puesto  di 
como  en  el  orden  de 


Háse  sostenido  ta 
durante  todo  el  curso 
del  Campo  de  la  AIíj 
reforzada  por  zanjas 
ras.  De  aquéllas,  es 
comenzadas  hacia  ía  ( 
dos,  trabajadas  por  el 
do  Bolivia  que  raand 
apareciendo  en  la  esc 
80  i  Heno  de  guijarro, 
lia  obra  que  aumenta 
tiles  enemigos.  En  el 
saban  sino  los  fosos  ( 
hacen  los  soldados  io 
to  a  trincheras  no  ha 
do  sino  en  Pisagua, 
de  la  vía  férrea,  en  I 
las  chácaras  i  morrud 
cialmente  en  Arica  i 
rias  i  bien  dispuestas 


—  936  — 


IV. 


Perfiladas  así,  a  vuelo  de  ave,  la  línea  i  la  po- 
sición del  enemigo  en  sus  tres  puntos  mas  vulne- 
rables, vamos  a  recorrerla  de  lijero  por  su  frente 
i  retaguardia,  comenzando  como  es  de  ordenanza 
por  su  estrema  derecha  en  este  orden. 

Servia  de  apoyo  a  esta  ala  el  fuerte  Rodríguez- 
Caballero  en  cuyas  portas  habia  colocado  el  coro- 
nel Flores  sus  seis  cañonez  Krupp  de  montaña, 
lujo  i  coraza  del  ejército  aliado,  manejados  de  cer- 
ca por  el  capitán  alemán  Diu.  El  rejimiento  Mu- 
rillo,  reducido  a  simple  escuadrón  de  150  plazas, 
lo  protejia  inmediatamente  a  las  órdenes  del  en- 
tusiasta coronel  paceño  don  Clodomiro  Montes, 
que  allí  fué  aventado  con  su  caballo  por  una  bom- 
ba chilena.  Su  tropa  pelearía  pié  a  tierra. 

Seguía  inmediatamente  la  división  del  nervioso 
e  irritable  coronel  Dávila  que  era  la  primera  del 
ejército  peruano,  compuesta  del  batallón  Lima 
número  8,  fogueado  ya  en  Tarapacá  por  su  bravo 
i  pundonoroso  jefe  el  coronel  don  Remijio  Mora- 
les Bermudez,  natural  de  aquellas  ásperas  sierras. 


terreno  hasta  una  pequeña  profundidad,  se  encontró  con  aoa 
formación  de  pizarra  deleznable,  la  que  amontonada  a  los  bordes 
del  foso,  habría  causado  efectos  desastrosos,  chocando  en  ellas 
las  bombas  i  metrallas  enemigas.  Esta  circunstancia  i  la  £i" 
de  herramientas  hizo  desistir  en  su  empeño  al  mencionado  jei 


fiel  dia  en  Taríi] 
boliviano  que  al 
forzada  jente  co 
guerra  hallábase 
ras  de  la  Panip 
en  las  que  se  í 
nombre.  Manda 
ronel  don  Rain 
sido  segundo  de 
doB,  i  que,  roto  < 
personal,  pasara 
de  tenedor  de  lil 
ca,  en  una  casa 
lia  procesado  i  p 
Campero. 

Kl  Grau  prov* 
chabamba  i  habi 
según  vimos,  en 
róñeles  don  Nati 
ñarrieta  en  honc 
en  Punta  Angan 
te,  i  tenia  por  ofi 
ilustrada  juventi 

El  Chorolque, 
un  famoso  batal 
de  Tupiza,  ciuda 
cia  por  el  jenera] 
de  su  propia  ht 
guerra  contra  Cl 


Villegas,  liei'inauo  del  jeneml 
Tas,  prisionero  en  San  Fran- 
ipiza,  como  torios  sus  oficiales 
Doro  o  de  Villegas, 
tallón  de  La  Paz  i  llevaba  el 
e  guerrillero  de  la  indepen- 
ü. 

)ra  aquel  bizarro  coronel  P. 
le  Corocero,  que  tan  denoda- 
al  Atacama  las  laderas  de  Pi- 
batallon  independencia,  com- 
.diestrados  en  faenas  cliilenaa. 
a  formaba  propiamente  el  ala 
le  la  alianza,  i  separadas  de 
de  artillería  boliviana  com- 
alladoras  i  un  cañón,  seguían 
la  división  Cáceres,  baluartes 

la  división  Zapata  comandaba 
as  el  comandante  don  José 


lioa  de  la  artillería  boliviaon  según  ol 
LÜente  comandante  jeneral,  el  coronel 

«Es  de  advertir  aquf  que  la  artillería  todn  do  nnestro  ejérci- 
to se  bailaba  seccionada  préviamenti  a  la  batalla, como  sigue: — 
cuatro  piezas  Krupp  a  mis  órdenes  en  el  fuerte  de  la  derecha; 
— tres  piezas  a  órdenes  del  corouel  José  Caniacho,  a  vanguardia 
del  primer  tercio  de  nuestra  línea; — tres  piezas  a  órdenes  del 


No  se  habrá  olvidac 
(fisiones  peruanas  que 
taba  de  los  batalloDC 
restos  del  antiguo  A; 
jue  habia  sacado  de  e, 
fe  don  Julio  Mac-Kle 
médico  escoces  avecin 
710Z0  de  30  años,  qu( 
jfreció  a  su  patria  el  c 
iu  fortuna. 

La  división  Cáceres 
m  Tarapacá,  del  inveí 
lirecto  habia  pasado  a 
Llosa,  hijo  de  Arequij 
Je  los  tres  mancebos  c 
que  allí  rindió  la  vid 
Formaba  el  2."  grup 
mtiguo  batallón  areq 
de  «Cazadores  de  Prs 
campaña.  Mas,  despae 
de  pila  i  de  bandera,  p 
siendo  éste  remplazadt 

comaodatite  Adolfo  Palacios, 
de  aquella,  i  dos  piezas  Km) 
Pando,  en  apoyo  de  la  estre 
dicho.» 


942  — 


IX. 


En  cuanto  a  los  cuerpos  de  la  división  Canevaro 
eran  el  Provisional  de  Lima,  organizado  con  los 
gremios  de  aquella  ciudad  i  que  su  propio  jefe, 
ahora  comandante  de  división,  trajera  a  Arica  en 
la  víspera  de  San  Francisco.  Pero  mucho  mas  pu- 
jante que  este  era  el  2.""  cuerpo  de  esta  división, 
porque  componíanlo  aquellos  Cazadores  del  Cuz- 
co que  el  bravo  coronel  ayacuchano,  si  bien  hijo  de 
chileno,  don  Víctor  Fajardo,  condujo  a  la  par  con 
la  división  Herrera,  al  lance  final  del  combate  de 
Tarapacá,  marchando  por  el  flanco  i  al  trote  tres 
leguas  desde  Pacliica. 

En  jeneral,  los  jefes  peruanos  comandantes  de 
batallón,  liquidados  los  cobardes  por  Montero,  eran 
jente  de  primer  orden,  i  por  eso  el  mayor  núme- 
ro de  ellos  sucumbió  en  el  puesto  del  deber  i  del 
honor:  Fajardo,  Llosa,  Luna,  Mac-Klean,  Vidal, 
Barriga  i  el  anciano  coronel  Mendoza  que  allí 
mandaba  una  división  en  la  estrema  izquierda  de 
sus  posiciones. 

X. 

Descrito  i  ordenado  de  esta  manera  el  centro 
de  los  aliados,  seguia  hacia  la  izquierda  i  en  pues- 
to avanzado  sobre  la  línea  de  batalla  la  artillerí 
peruana  que  en  número  de  12  cañones  mandab 


mandí 
la  mis 
ea  su 
Amen 
el  batí 
ocultái 
do  aat 
de  Car 
que  11< 
en  la  I 
bravo 
deña  s 
decir  I 
corone 
Pisagu 
ruano 
de  la  [ 
en  la  j 
tenso  r< 
resulte 
Tal 
po  de 
timo  c 
del  COI 
1600  r 
cabalU 
lia  has 
tos  de 
rrump 


a  retaguardia  de 
üvision  Acosta,  se 
rpos  bolivianos  de 
te  Julio  Carrillo) 
aba,  (comandante 
s  sobre  sus  flacos 
ntemplara  su  triste 
.rdes  coraceros  de 
s  de  metal  que  lea 
para  ellos  de  pelear 

de  Colorados  i  el 
sido  colocados  há- 
jeneral  de  comba- 
idos  cuerpos  de  lí- 
uia  por  jefes  al  in- 
lustrado  i  valiente, 
Ion  Avelino  Doria 
i  Alianza  dejó,  en 
idoso  i  ambigua  fa- 


miento  qne  hrice  iiecesa- 
i  que  llaman  aAroinai)  n 
.mnrilla  (Ic  Oriiro,  tiilvez 

!Oii  el  Sucre  o  '¿.°  de  lío- 
119 


—  946  ^ 


XIIL 

En  cuanto  a  la  caballería  peruana,  nombrárnos- 
la aquí  simplemente  como  decoración  del  campo 
de  batalla,  pues  tenia  por  jefe  a  un  cobarde  que 
lleva  como  por  mofa  el  nombre  de  <r  Aquiles:^. 

El  lector  de  este  libro  habrá  reconocido  fácil- 
mente al  coronel  Aquiles  Mende^z,  comandante  en 
jefe  de  los  «gloriosos  Húsares  de  Junin»,  captores 
de  arrieros  i  de  barriles.  El  coronel  Ramírez  que 
huyó  de  San  Francisco  i  el  comandante  Gayo  que 
se  pasó  mas  tarde  a  Piérola  en  Huaraz,  andaban 
también  por  la  estrema  derecha  de  la  linea,  arre- 
molinando sus  caballos  listos  para  huir.  Solo  unos 
pocos  oficiales  de  estos  escuadrones  cumplieron 
su  deber  intimando  a  los  dispersos  i  quedando 
prisioneros  o  muertos  en  el  campo.  En  honor  de 

livia  que;  al  mando  de  Ayoroa,  peleó  en  la  estrema  izquierda  del 
enemigo  con  señalada  bravura,  i  era  uno  de  los  cuerpos  embos- 
cados de  la  división  Acosta.  El  Aroma  o  4.^  de  línea  de  Bolim 
vestia  de  rojo  como  los  Colorados,  i  éstos  también  pelearon  eo 
ese  flanco  i  en  realidad  formaron  un  solo  cuerpo  con  los  verda* 
deros  Colorados  que  vestían  chaqueta  roja  i  pantalón  blanco  de 
brin. 

Para  mavor  claridad  pondremos  aquí  los.  nombres  i  número  de 
orden  de  los  cuerpos  de  línea  del  ejército  boliviano: 

Núm.  1.®  Alianza,  ^Colorados». 

Nám.  2.®  Sucre,  «Amarillosi>. 

Núm.  3.^  Illimani  (desecho  en  San  Francisco). 

Núm.  4.*  Aroma,  de  uniforme  colorado  i  blanco. 


—  947  ~ 

la  justicia  debemos  agregar  que  no  merecen  de  la 
historia  igual  reproche  las  fuerzas  de  reserva  que 
en  número  de  700  hombres  sacó  el  dilijente  pre- 
fecto Solar  de  los  cuarteles  i  calles  de  Tacna,  por- 
que el  jefe  militar  que  las  mandaba,  el  teniente 
coronel  don  Napoleón  Vidal,  comandante  de  la 
jendarmería  de  aquella  ciudad,  que  era  su  cuna, 
encontró  allí  el  sepulcro  de  los  bravos. 

La  división  Solar  se  componía  de  200  jendar- 
mes,  60  policiales  montados,  100  lanceros  de  Tac- 
na, Sama  i  Tarapacá  i  400  voluntarios  de  la  re- 
serva movilizada,  o  sea  guardia  nacional  volunta- 
ria de  Tacna. 

XIV. 

Como  es  sabido,  mandaba  el  ala  derecha  de  los 
aliados  el  jeneral  Montero,  el  centro  el  coronel 
don  Miguel  Casto  Pinto,  comandante  en  jefe  de 
la  primera  división  boliviana,  i  la  izquierda  el  co- 
ronel don  Eleodoro  Camacho,  i  toda  la  línea  el 
jeneralísimo  don  Narciso  Campero. 


XV. 


Tal  era  la  triple  línea  de  batalla  de  los  aliados 
del  doble  pacto  secreto  de  1872  que  los  soldados 
chilenos  se  adelantí^ban  a  romper  con  sus  bayone- 


tns  i  cañones,  i 
pública  de  la  A 
Puestas  sobr 
coa  los  estrépi! 
qae  el  último  t 
tes  de  tiros  qi 
escepcion  del 
cion  en  el  mati 
ñas  cerradas  \ 
chilenas,  de  fi 
caballería  en  a 
cía  la  estrema 
roa  con  Rafael 
repartiéndose  1 
sos  nimbos,  bu 
quebrantar  pré 
el  frente  i  prol 
de  nuestras  col 


Por  el  órde 
la  división  Am 
estreraa  derech 
tra  la  división 
visión  peruana 

La  segunda  < 
mandante  don 
acabada  del  he 


Momento  oportuno  < 
error  de  óptica  que  pa( 
cuerpos  chilenos  1  &us_ 
que  cada  uno  habia  te: 
línea  de  batalla  a  los 
Alianza,  siendo  que  lof 
mera  hora  por  retagí 
serva  situada  en  la  dei 
cstrema  izquierda  con  1< 
gual.  La  equivocación 
ansias  de  la  fantasía  qi 
cho  de  llevar  trajes  co: 
sa,  el  Lima  de  Canevá 
Doria,  sin  contar  que  € 
Trámente  sus  fundas  ( 
Atacama,  mostró  sus  li 
serpiente  roja  que  rera 
vible,  a  guisa  de  caudt 


La  división  Amunát 
destinada,  conforme  al 
talla  del  jeneral  Baqi 
punto  de  unión  a  la 
cargadas  propiamente 
batalla  en  el  naneo  izq 
vidarse,  a  fin  de  hacer 
de  la  justicia  i  de  la 


i  batalla  íle  Tacna, 
zar  la  línea  de  los 
da  i  por  su  centro, 
ia  el  ataque  de  la 
sraa  derecha  ene- 
naentario  del  plan 
,nzó  la  última,  qne 
a  marcha  diagonal 
e,  tres  cuartos  de 
s  en  la  izquierda, 
,  el  coronel  Flores 

del  terreno,  la  ba- 
ue  jeneral  de  fren- 
ivo  de  las  masas, 
remetida  sobre  sus 

^8  de  la  batalla,  la 
■ie  de  rocas  parale- 
Lrdia  de  la  pequeña 
cuartel  jeneral,  sus 
ada  por  batallones 

vario,  los  dos  ejér- 
loga  eo  trea  lineas 
parada  de  batalla 
ima  por  su  proxi- 
de  uno  de  sus  jene- 
gran  batalla  histó- 


rica  de  aquel  nona 
miras  arenosas  di 
por  Escipion  a  A 
202  A.  J.  C.) 

El  jeneral  roma 
de  a  pié  en  tres  lí 
jeras  de  soporte  i 
estremidades,  la  r 
la  cabeza,  i  a  la  i; 
BUS  terribles  núni: 

I  el  jeneral  cari 
sus  lejiones  veter 
colecticias,  galos, 
centro,  i  al  frente 
res  de  torres  de  c< 

La  disposición 
que  los  cañones  d 
vez  a  los  hercúleo 


Terminábanse  ; 
ñaña  estos  apreste 
habían  comenzad 
perfiles  de  la  Que! 
el  centro  del  Can: 
ñonazo  del  eneini; 
yadas  de  a  doce. 


guíente,  que  en  esta  ali 
conocer: 

Batería  Flores,  4  caí 
(modelo  1879)  i  2  ame 
dadas  por  el  alférez  do 
del  factor  de  Valparaia 

Batería  Villlarreal,  6 
usados  en  la   c;uerra  fi 

Batería  Errázuríz,  5  c 

Batería  Sanfuentes,  6 

Total  de  la  artillerín 
i  2  ametralladoras. 

Al  centro,  que  en  la 
era  nuestra  derecha.  < 
zando  de  frente  las  bat 
cañones)  i  Abel  Gomes 
doras),  cada  cual  de  és 
perior,  por  el  pundonoi 
por  el  intrépido  Fñas  1 

La  batería  de  mont; 
Krupp)  fué  dirijida  de 
en  el  momento  oportur 

El  total  de  la  artilleí 
po  peruano  constaba  dt 
Ktupp  de  campaña,  17 
seis  de  bronce)  i  4  an 
zas  contra  31  del  enem 

(1)  De  laa  ocho  baterías  d 


tuvo  su  actividad  I 
gracias  a  su  distan 
tros  fuegos,  dice  a 
del  coronel  Flores 
la  artillería  de  Chi 
ejecución,  disputa 
lumnia,  nuestros 
guieron  sin  interr 
alcanzaban  apenas 
cion  con  los  (erribl 
con  su  numerosa  i 
canee,  que  en  náui 
ejercicio  i  doce  de 
quierda  de  nuestra 
BUS  proyectiles  a  le 
entre  los  cuales  el 
hasta  quince  bomb 
que  afortunadamei 
de  ninguna  clase. 
íSolo  al  centro 
llon  «GrauB  algún 
taran  un  oficial  i  d 
los  pies  del  caballo 
rejimiento  Murillo 
ninguno  de  los  ind 


(1)  Parte  oficial  del  < 
'\  -¿O  de  jalio  de  1880  í 


i 

f  Pero,  sobre  si,  apesi 

y  artillería  de  Chile  cura] 

I  ra  i  de  batalla,  conforii] 

'  introducidos  por  el  use 


i  laa  filaa  de  la  ¿lianza  no  pue 

menos  a  en  eacesiva  dietancí 

i  qne  habia  sido  espresamente 

tf  las  ocho  i  fres  cuartos  A.  M. 

;       *  jeoeral  Campero,  alabándose 

!  cuando  se  rompieron  los  priu 

^  se  suspendieron  por  de  pront< 

viendo  a  suspenderse  por  tri 

sucesivos, 

^.  sEsta  circunstancia  me  hi: 

t  ■  ria  atraernos  a  todo  trance  I 

*  aquella  era  cuestión  de  paciei 
mente  eran  ventajosas,  i  el  ei 

•  una  manera  decidida.  En  efe( 
i-'                                  ja  de  no  presentar  blanco  a  si 

se  hallaba  oculta  detrás  de  la 
!  guian  las  j/iezas  de  artillería, 

tuda  la  planicie  que  él  ocupa: 
ñon  no  nos  causnbaa  dafio  ti 
de  nuestras  filas,  por  la  para 
o  bien  se  enterraban  las  bou 
produciendo  una  especie  de  e 
í  sarnos  mayor  mal.  Esto  dio 

case  cada  disparo  de  auna  o 
costo  de  cada  tiro  i  a  su  com; 
No  fueron  sin  embargo  tai 
nuestra  artillería,  porque  m 
oficial  por  un  bote  de  bomb 
cí>ronel  Gamacho,  el  jcneral 


injisas  de  los  al 
eedei"  lo  mismo 
dándose  de  qii 
posiciones  i  aqi 
había  designad 


Duró  el  caño 
ba  el  perfil  de  1 
sinuosidades  pr 
reloj  desde  cerc 
cartajido  los  ra 
siempre  andan 

T  una  vez  tei 
reinó  algún  tre 
ron  las  corneta 
Chile  que  ordt 
seguida  desplej 
dantes  del  cuai 
impartiéndoles 

Filé  este  el  r 
deraraente  grai 
de  la  pólvora  n 
horizontes.  La 
dominantes  to 
latido  de  los  ce 
nientos  chileno 
impulso  se  aval 


^  962  — 

tos  (le  hora  que  duró  aquella  marcha  redobLida, 
un  silencio  profundo  reinaba  en  la  estensa  pampa; 
nadie  hubiera  dicho  que  allí  habia  cerca  de  treia- 
ta  mil  hombres  que  se  aprestaban  para  despeda- 
zarse.i>  (1) 

XXV. 

I  cosa  verdaderamente  digna  de  ser  recordada, 
el  solo  avance  i  despliegue  sucesivo  de  nuestras  ma- 
sas, bastó  para  llevar  al  pecho  del  enemigo  el  ter- 
ror i  la  convicción  de  su  inevitable  derrota. — «A 
las  siete  de  la  mañana  próximamente,  esclama  el 
mas  bravo  de  los  capitanes  del  Perú  que  desde  el 
centro  de  la  línea  enemiga  presenciara  con  rostro 
sombrío  pero  con  pecho  de  bronce  el  imponente 


(1)  Una  carta  del  campo  chileno  agregaba  todavía  este  tier- 
no detalle: 

«A  las  nneve  i  media  nos  bailábamos  a  tiro  de  cañón  del  ene- 
migo; se  hizo  alto;  los  capellanes  recorrieron  las  filas  i  después 
de  exhortar  a  los  soldados,  les  dieron  la  santa  absolución.— 
«¡Antes  de  ir  a  morir  por  la  patria,  un  instante  es  preciso  elevar 
el  corazón  a  Dios! ]> 

:»Dudo,  amigo  mió,  que  pueda  e:s^istir  un  momento  mas  solem- 
ne que  el  en  que  te  escribo»  Muchos  hacian  sus  últimos  en^» 
cargos. 

])Toma  este  anillo,  decia  uno^  si  muero,  se  lo  entregaras  a 
ellal2>-^a:Guarda  esta  cartera;  si  no  me  encuentras,  se  la  darás  a 
mi  madreis— ^d[Toma  esta  carta;  hazla  llegar  a  su  destino. t-« 
«Conserva  mi  reloj,  es  un  recuerdo  que  quiero  dejar  a  mi  her 
mano i> 


Ll 


A  la  verdad,  la  bat 
za  estaba  ganada  ÁnU 

Para  los  chilenos 
Perú  i  contra  Bolivia, 

densos  ouadros  bien  protejid 
dormir,  i  la  artillería  que  nc 
sa  (¡arma  de  peraanosl),  i  ■< 
ra  levantar  el  campo  a  las  d< 
la  primera  laz  a  las  crestas  < 
con  aos  primeras  salras. 

sEa  tal  orden  de  marcha, 
nea  jeoeral  de  combate,  de  < 
ngimiento,  de  bombre  a  horr 
i  el  resultado  seria  terríbleu 


ÜLO  XXVIII. 


ILA  OE  TACNA. 

CAMPO  DE  LA  ALIANZA. 


le  ataque  del  ejároito  de  Ohile  esperan  la 
po8ÍcionM  del  Campo  de  la  Aliatua. — La 
VslparaiBO  a  las  iSnlenes  da  AmeagnaL— 
I  qne  h  Ib  bacea. — Sn  movimiento  oblioao 

0  enemigo. — Temor  de  los  jefes  bolÍTÍa- 
ejo  que  el  coronel  Aanirre  da  a  Gamacho. 
>  por  la  emboscada  del  ooronel  Oonzales 
iota. — El  faego  se  rompe  precipitadamente 
raflorea. — Opinión  de  Campero. — So  traba 
a  derecha  la  batalla. — Muerte  del  capitán 
liman. — El  beso  de  Amengnal. — Heioismo 

1  éeta  derrota  en  hu  primer  empuje  toda  el 
ga  de  loe  batallones  peruanos  Huáscar  i 
le  dirÍHÍon  Mendoza,  del   coronel  Barriga  i 

Hniscar.— El  ooronel  Godinez.— Denoda- 
ere  o  Amarillos  de  Bolivia,  mientras  llega 
E  conduce  desde  la  estrema  derecha  de  loi 
OH  batallones  Alianza  i  Aroma,  i  Camperg 
9  batallones  fujitivoa. —Restablece  en  ¿tos 
rreno  a  la  1.*  división  qne  carece  de  mnní- 
litanes  Patricio  Larrain  i  Alberto  Qormaz 
I  combate.— Intrepidez  de  los  Navales.— El 
'udantes  Dneflas  i  Carvallo,  pierden  saa  ca- 

oflciales.— Una  bala  en  una  tortilla.— El 
leraos  hacia  la  izquierda  i  pone  en  grave 
lió  i  Amengual. — Todos  los  cuerpos  chileDoa 
—El  comandante  Holley  del  Esmeralda  so- 
leros í  et  comandante  de  éstos  exijo  órdeq 


'N- 


—  9Gtí  — 

superior.— El  coronel  Yerbara  es  autorizado  para  hacer  cargar  a  loi 
Granaderos,  por  el  j enera!  Baquedano. — Infructuosa  carga  sobre  los 
Colorados  i  Amarillos  que  forman  cuadro  i  rechazan  a  los  asaltantes.-- 
Sablean  éstos  a  varios  soldados  de  Navales  en  la  confusión  del  encuen- 
tro .^  Muerte  del  teniente  del  Esmeralda  Aníbal  Guerrero. — Elmajor 
Marzani  de  Granaderos  i  el  soldado  distinguido  Maturana  —Desabri- 
miento con  que  el  jeneral  Baquedano  recibe  del  coronel  Yeigara  U 
noticia  del  mal  éxito  de  los  Granaderos  i  resultados  posteriores  de  esta 
escena — Estraordinario  heroísmo  con  que  se  baten  el  Esmeralda,  el 
Kaval  i  el  Chillan. — ^Yargas  Carampangue  i  el  capitán  José  María  Pin- 
to.—Sefialada  bravura  del  capitán  Elias  Beytia.  —  Matanza  que  los 
chilenos  hacen  en  el  campo  enemigo. — Muerte  del  coronel  Lopes,  i  có- 
mo el  coronel  Murguia  fué  salvado  por  un  soldado  de  Navales. — Maerte 
del  2j*  jefe  del  batallón  Alianza^  Ráyelo,  i  del  mayor  Yixcarra  del  Yied- 
ma.—- El  ¿.«Jefe  del  Sucre,  Ballivian,  i  el  del  Aroma,  Crespo,  fuera  de 
combate.^El  ataaue  por  el  centro. — La  línea  de  gueirillas  de  la  2.*  di-' 
visión  chilena  i  el  coronel  Castro  Pinto.— Arenga  vengadora  del  oo- 
mandante  Canto  del  2.°  de  línea,  i  cómo  el  Atacama  se  precipita  hááa 
el  punto  mas  fuerte  de  la  línea  enemiga.— Rafael  Torreblanca  a  la 
vanguardia,  i  por  qué  lo  elije  el  comandante  Martínez. — Obstinado  he- 
roísmo de  la  línea  de  guerrillas  de  la  2.*  división  i  mérito  que  ocsres- 
ponde  a  los  capitanes  Torreblanca  del  Atacama,  Castillo  i  Dinator  del 
Santiago,  Concha  i  Olivos  del  2.^. — Notando  los  jefes  aliados  la  delúli- 
dad  de  la  línea  de  guerrillas,  la  atacan  vigorosamente  avanzando  en 
toda  su  línea.— Torreblanca  los  espera  a  pie  firme  i  es  muerto  i  bayo- 
neteado.— Astucia  dtf  su  cometa  Román.— Noticias  biográficas  del  hé- 
roe Atacameño.— Furor  del  Atacama  al  saber  la  muerte  del  adalid.— 
Palabras  del  capitán  López.  —El  comandante  Martínez  manda  tocar  s 
la  carga  i  el  Atacama  se  precipita  sobre  los  batallones  bolivianos  de  k 
división  Castro  Pinto  i  especialmente  sobre  el  Padilla  que  arroja  las 
fundas  de  sus  kepis  colorados  en  señal  de  reto. — El  Santiago  i  el  2.* 
avanzan  al  mismo  tiempo  con  estraordinario  denuedo. — ^Terrible  mi- 
ta nza.— Los  tres  jefes  del  Santiago  i  los  tres  jefes  del  Padilla  fuera  de 
combate. —Bizarría  de  Barceló. —  El  capitán  Olivos.  >-Las  bajas  del 
Atacama,  del  Santiago  i  del  2.^— Sublime  heroísmo  del  capitán  Arce 
del  Atacama  i  muerte  de  los  dos  Martínez.- Palabras  espartanas  de  sa 
padre. — Los  jenerales  Campero  i  Montero  dominan  en  ese  momento  la 
batalla  desde  una  altura  i  el  primero  la  describe  con  felices  rasgos.— 
Apurada  situación  de  las  dos  divisiones  chilenas  que  piden  constante- 
mente socorro. — Estoica  impasibilidad  militar  del  jeneral  Baqueda- 
no.— a¡A  su  tiempo,  a  su  tiempo!])— A  la  una  en  punto  del  día  el  jene- 
ral Baquedano  dispone  en  persona  el  avance  de  la  división  AmunátegnL 
—Bajas  de  la  1.^  división.- La  artillería  de  marina  avanza  al  trote  en 
apoyo  de  la  división  Amengua!,  el  Chacabuco  a  sostener  al  2.^  i  el  Co- 
quimbo al  Atacama. — Avanza  al  mismo  tiempo  la  reserva  jeneral,  i  sn 
imponente  despliegue. — Arrogantes  palabras  del  3.°. — La  batalla  va  a 
decidirse. 


I. 


En  las  batallas  corno  en  los  huracanes,  sob 
viene  casi  siempre  cierta  pesada  calma  que  pre< 


Chile  estrellas  de  ( 
nes  adalides  como 
nieto. 


No  hacían  aqnel 
bríos  montañeses  < 
izquierda  de  la  pn 
guna  de  sus  bríos, 
netas  tocaban— «i 
recibieron  con  coni 
cion  de  sus  capelli 
por  su  patria,  señi 
la  lontananza  de 
las  puertas  del  ciel 

Hecho  esto,  mai 


No  sabia  a  punt 
píese,  dado  el  cara 
libradas  entre  méd 
cion,  sin  senderos 
ataque  el  comand» 
sion.  Señalósele  úi 
fíl  de  las  lomas  de 
costa,  i  esto  era  se 


—  970    - 

da  división,  rotura  peligrosa  de  la  coraza  de  com- 
bate por  la  cual  una  hora  mas  tarde  el  enemigo 
asestó  golpe  casi  mortal  a  la  batalla. 

Pero  igual  vacío  existió,  i  en  mucho  mayor  ám- 
bito, entre  la  2.*  i  la  4.*  división;  i  por  otra  parte, 
se  ha  esplieado  la  conversión  escesiva  de  la  1.*  por 
el  propósito  de  flanquear  al  enemigo  por  su  estre- 
ma izquierda,  como  en  efecto  tuvo  lugar. 

Debe  quedar  asimismo  constancia  en  este  pun- 
to de  un  hecho  olvidado  en  todas  las  reseñas  de 
la  batalla,  i  fué  el  de  que  los  pontoneros,  apenas 
un  centenar  o  dos  de  hombres,  pelearon  en  el  ala 
izquierda  de  la  primera  división,  ligándola  en  cier- 
to modo  con  la  segunda  al  mando  del  teniente  don 
Daniel  Silva  Vergara,  i  dejaron  23  de  sus  valien- 
tes camaradas  en  el  campo  de  batalla. 

VII. 

No  es  tampoco  justo  ni  por  un  momento  olvi- 
dar que  en  su  estrema  izquierda  la  línea  de  los 
aliados  formaba  un  verdadero  martillo,  mirando 
hacia  el  oeste  el  batallón  Sucre,  que  en  esa  direc- 
ción tenia  sus  fosos  inconclusos  de  sur  a  norte. 
Allí  estaban  también  en  emboscada  el  Viedma  i 
el  Tarija,  de  suerte  que,  si  por  una  parte,  la  esce- 
siva inclinación  de  la  división  Amengual  hacia  su 
derecha  tenia  el  inconveniente  de  abrir  dilatado 
portillo  a  su  izquierda,  ofrecía  la  ventaja  de  ope- 
rar un  verdadero  flanqueo  de  la  línea  enemiga  p^ 


ricanas,  i  que  por  lo  n 
tardar  en  tomar  en  cu 
ha  llamado  mas  tarde 
Miraflores». 

<La  dirección  de  don 

dice  el  jeneralísimo  Oai 

de  circunvalación,  era  r 

■  lo  había  previsto  yo  des 

la  que  coloqué  allí  nuet 

i> Repentinamente  i  a 
noté  que  se  había  hecho 
de  batalla  i  que  se  co 
nuestra  parte,  rompiená 
ala  izquierda,  árUes  de  t 
acercado  lo  bastante.  Es 
dimiento  de  nuestros  se 


íComo  quiera  que 
combate  i  como  por  uní 
nético,  se  estendió  poco  i 
de  batalla,  hasta  quepo 

^ 

Entretanto,  [\as  colín 
bian  puesto  en  movimií 
celó  a  las  diez  de  la  ms 
go  qne  acababa  de  disip 
del  cañón,  loa  últimos  i 


ventura  por  las 
ura,  encontró  el 
m  Flores  de  la 
rente  de  batalla, 
¡orno  en  la  mar- 
67  del  ejército, 
ven  adalid  res- 
a  su  frente,  por 
I  así  era  la  ver- 
division  Acoffta, 
:re  i  Viedma,  se 
)3cados  tías  una 
probablemente 


veterano  de  las 
mdas  civiles  de 
a  Cerro  Grande, 
ar  sus  armas  al 
i  tan  oportuna, 
10  mas  de  dos- 
ñbieron  con  una 
igos. 

aquella  celada; 
ló;  i  corriendo  a 
batalla  que  con- 
Jrriola,  Vargas- 


—  974  — 

Caram pangue  i  HoUey,  trabóse  con  la  celeridad 
del  rayo  un  combate  mortífero  en  la  estrema  iz- 
quierda de  las  posiciones  de  la  Alianza  que  allí 
formaban  una  especie  de  saliente  espolón.  La  ba- 
talla comenzaba  a  manera  de  pujilato  antigno: 
cuerpo  a  cuerpo. 

Cayó  a  los  primeros  disparos,  entre  cincuenta  o 
sesenta  de  los  suyos,  instantáneamente  muerto  el 
capitán  Holguin  del  Valparaíso  i  en  seguida  el 
teniente  Gillmann  de  Navales,  ambos  con  una 
bala  en  la  frente,  la  mas  hermosa  de  las  heridas 
que  dan  la  muerte,  porque  ésta  conviértese  en 
aureola  en  torno  de  la  pálida  sien  del  inmolado. 

I  tan  cierto  es  lo  que  acabamos  de  decir,  que 
encontrando  a  un  soldado  del  Esmeralda  así  de- 
rribado, el  coronel  Amengual  por  un  movimiento 
involuntario  de  su  alma  de  guerrero,  se  apeó  de 
su  caballo  de  batalla  llamado^n  el  ejército  el  Ca- 
brito^ por  el  color  de  su  piel,  i  alzando  en  sus  bra- 
zos el  pesado  busto  del  bravo  caido  en  el  primer 
disparo,  lo  besó  con  efusión  en  la  frente:  cuadro 
digno  de  los  cantos  de  Homero!  ^ 

«El  subteniente  Gillmann,  dice  un  testigo  de 
la  batalla,  i  a  propósito  de  este  brillante  mozo 
que  habia  dejado  lucida  i  casi  opulenta  posición 
en  Valparaíso,  recibió  en  medio  de  la  frente  ua 
balazo  que  le  atravesó  el  cráneo.  Cayó  ríjido  de 
bruces,  ajitó  convulsivamente  la  mano  derech  i 
en  seguida  espiró. 


—  976  — 


Los  soldados  del  Valparaíso  alabaron  también 
en  aquel  trance  la  impávida  severidad  de  un  sub- 
teniente  de  su  cuerpo,  llamado  Ibañez,  que  en 
parte  alguna  vemos  recomendado  oficialmente. 


»La  respuesta  del  jeneral  fué  una  orden  repetida  por  tercera 
vez  i  mas  imperiosamente  qae  las  tres  primeras.  Se  me  ordena- 
ba avanzar  de  frente  i  con  inaudita  premura.  ¿Contra  quien?  Yo 
no  lo  sabia^  el  capitán  Flores  tampoco;  pero  debia  obedecer  i 
obedecí. 

:»Formé  entonces  mis  líneas  de  combate;  la  primera  fué  for- 
mada por  el  Yalparaiso  disperso  en  guerrilla,  la  segunda  por  Na- 
vales i  el  primer  batallón  del  Esmeralda;  la  tercera  por  el  se- 
cundo batallón  de  este  cuerpo  i  el  Chillan.  Total:  2.364  plazas, 
incluso  las  bandas  de  música. 

>Hacíaseme  diñcil  comprender  que  el  enemigo  se  hubiera 
retirado  viéndonos  a  300  varas  de  la  cuesta  de  aquella  loma;  i 
mi  sospecha  no  tardó  en  ser  plena  evidencia. 

:»En  previsión  de  un  ataque  imprevisto,  recorrí  mi  campo  pa- 
ra dar  la  última  mirada  a  la  distribución  de  las  fuerzas  de  mi 
mando  i  prepararla  para  un  próximo  encuentro. 

—  ^Coronel  Niño,  dije  al  jefe  del  Valparaíso,  ¿ha  hecho  usted 
cargar  a  su  jente? 

— íNó,  coronel,  me  contestó. 

— i^Fues  haga  usted  cargar,  repuse  i  ¡cuidado  con  una  sor- 
presa! 

]»Se  ejecutó  mi  orden,  que  resultó  ser  una  salvación. 

:d Seguí  recorriendo  el  campo;  i  al  llegar   Navales: 

— DCoronel  Urriola,  dije  a  su  jefe,  es  llegado  el  momento  de 
marchar  al  matadero;  es  preciso  no  dejar  mal  puesta  la  bandera. 

— líNo  lo  quedará,  me  contestó  el  jefe  de  Navales. 

]>Mis  tiradores  se  encontraban  ya  a  50  pasos  de  la  cresta; 
poco  después  la  dominaban,  siendo  recibidos  por  una  descarga 
cerrada  del  enemigo  que  puso  fuera  de  combate  a  64  guerrille- 
ros del  Valparaíso.  Se  habia  evidenciado  la  sospecha;  el  enenii- 
fl^o  se  encontraba  a  200  pasos  de  la  cresta,  i  se  habia  ocultado  a 
a  vista  del  capitán  Flores  en  houdos  hoyos  i  profundas  zanjas. 

íYa  el  combate  se  encontraba  empeñado:  poco  después  se  je- 
neralizaba  en  toda  la  línea]>. 


•primer  jeie  uei  viuluiih,  i  ui  cuiiiuiiuaiue  uon  An- 
mro  Ruedas,  secundo   d^I   HtiásCíU-,    que  así  su- 

Hisr.  DE  L*  C.   DE  T.  I  A.  123 


cumbian  esfo; 
to  coa  los  ca| 
otros  (1). 

Pero  el  cor 
ala  del  ejérc 
de  los  chilen 
ñas  para  coiit 

A  primera 
coronel  del  et 
López  a  pedií 
él  mismo,  haí 
día  con  los  O 
tes  de  la  líaei 


(1)  Eljeneral 
los  stguieuteB  eii 
noté  algunos  siot 


3 ue  pasaba  i  Be  t 
e  loB  mas  crecic 
apenas  entrado  < 
principiaba  a  des 

»En  la  indigni 
llones  que  acabs 
huían,  a  fin  de  ht 
poeicloDeB.  Pero  1 
líos  se  contnviert 

>Ea  vista  de 
sobre  la  línea  i  lli 
filas.  Entraron  er 
rior  a  todo  elojio, 
de  artillería  al  ei 
bayonetas. 

(2)  El  coronel 
campo  del  jeneral 
de  la  prensa  en  I 
lorados;  pero  los  i 
garon  terminante 


nombrados,  con  escepcion  del  afortunado  mayor 
Castillo,  quedaron  en  el  campo,  i  algunos  para  no 
levantarse  jamas. 

No  formaban  las  cinco  compañías  guerrilleras 
4e  la  segunda  división  sino  quinientos  hombres 


Casi  todof 
Uey,  Vargaf 
tes  Souper  i 
menda  i  por: 
comenzaban 
turbados  que 

En  medio 
soldados  que 
€derrota!i>  e 
Adolfo  HoUí 
fogosidad  de 
hacia  la  estri 


LoB  boIiriaDos,  i 
ga,  i  eutÓDCGS  el 
para  dispararles 
una  bala  qae  ídí 
abrasó  horrorosd 

>E)1  aubteniea 
esos  momentos 
número  de  Holila 
enemigo. 

íFuera  de  las 
de  las  que  llovía 
oídos  se  habían  i 
Diente  don  Guill 
vaba  envuelta  ei: 
alguna,  i  el  mayí 
alentaba  a  la  tro 
del  combate,  al  I 
biá  guardado  en 
ga,  i  aun  estuvo 


~  986  — 

Ruyos.  Contóse  entre  éstos  el  juvenil  subteniente 
Aspillaga,  hijo  del  sur,  que  acababa  de  incorpo- 
rarse en  el  cuerpo,  i  suerte  igual  habría  corrido  el 
bravo  mayor  don  David  Marzan  si  un  esforzado 
voluntario  llamado  Jovino  Maturana,  mozo  de  re- 
cio corazón  i  de  miembros  de  Hércules,  no  le  hu- 
biese sacado  de  debajo  de  su  caballo  muerto,  i  dá- 
dole  el  suyo  para  quedarse  a  pelear  junto  con  el 
Esmeralda.  Por  este  rasgo  de  distinguido  heroísmo 
el  soldado  Maturana,  que  pertenecía  a  una  familia 
patricia  de  Colchagua,  fué  ascendido  a  sárjente  en 
el  campo  de  batalla  i  al  frente  de  las  filas.  (1) 

Por  otra  parte,  envueltos  los  Granaderos  en  nu- 
bes de  polvo  que  los  cascos  de  sus  caballos  en  su 
carrera  levantaban,  pasaron  a  llevarse  de  camino 
i  sablearon  a  varios  soldados  de  la  división  Amen- 
gual,  especialmente  del  cuerpo  de  Navales.  (2) 

Como  respecto  de  la  artillería  i  sus  efectos,  el 
entendido  jeneralísimo  de  la  Alianza  habia  lo- 
grado su  propósito  de  neutralizar  la  potencia  de 
la  caballería  chilena,  cuya  pujanza  conocida  era 


(1)  El  sar¡ento  Maturana  había  sido  recomendado  hacía  poco 
como  voluntario  por  don  Leopoldo  ürrutia,  juez  de  letras  de 
San  Fernando,  a  su  hennano  el  capitaa  de  Granaderos  don  Te- 
míritocles  Urrutia. 

(2)  Se  dijo  que  el  estimable  teniente  del  Esmeralda  don  Aní- 
bal Guerrero,  habia  sido  muerto  de  esta  cruel  manera;  pero  la 
relación  que  publicó  el  capitán  de  su  compañía  don  Rafael  Ova- 
lie,  contradijo  semejante  rumor,  porque  Guerrero,  herido  d(» 
veces,  sucumbió  a  un  tercer  proyectil  aue  le  tocó  en  las  sienes. 
En  cambio,  i  entre  otros,  el  soldado  de  Navales  Daniel  Moy; 
fué  muerto  de  un  sablazo  que  le  arrebató  la  mitad  de  la  cabesi 


.» 


mundante  ¡enoi 
só  a  su  lado  p< 
su  noticia  su  i 
momento  en  el 
gures  que  de  a» 
nacer  las  iutest 
taroD  en  días  d 
neral  de  los  chi 


El  momentiti 
tante  verdaden 
das  divisiones  ( 
doble  número, 
sobrehumanos 
atacadas,  debili 
recha  donde  ei 
división  Dávila 
lar.  Con  todo,  i 
tantas  batallas, 
su  caballo,  en  i 
su  ejemplo,  par 


(1)  Sobre  este  e; 
sa  en  los  térmiaos  i 

«Pero  agrega  el 
llerfa  prestado  por 
Por  mi  parte  puede 
Lagos  i  Velazques 
reservo  el  pleno  dei 
entonces  coinan<lan> 
de  la  ¡¡íterra  en  cm 


mismo  cuerpo  don  Bi-lmuudo  F.  Blanco,  herido  en  Tacna,  en 
carta  que  nos  escribió  desde  el  hospital  de  Iquique  el  20  de  jn- 
nio,  nos  dice  qne  l&s  últimas  palabras  de  su  comandante  del 
Canto  fueron  éstas: — aMu< hachos  no  hai  qne  hacer  pri^ionerosl 
Acuérdense  de  Tarapacál  I  si  alguuo  de  ustedes  vuelve  cara, 
qne  el  que  esté  mas  cerca  lo  mates. 


(leuda  de  Pisagua,  grit 
chos!  arrojad  las  fundas 
enemigo  os  conozca  poi 
I  poniéndose  a  su  cabe 
guerrilla  de  Torreblanc 
cia  BU  izquierda,  i  la  en 
puje.  Fué  ese  el  mom 
frente  cayó  el  bravo  e 
cuerpo,  Rafael  Torrebla 
de  nuestras  batallas. 


Para  dar  mayor  rcal( 
meño,  el  comandante  I 

para  él  las  charreteras  de  capitán  en  la  cuesta  de 
los  Anjeles,  encomendó  a  su  compañía,  (qne  era 
la  segunda)  el  cubrir  el  frente  de  su  batallón,  fun- 
ción de  guerra  que  correspondía  de  derecho  a  la 
cuarta  compañía  guerrillera.  De  suerte  que  el  ca- 
pitán Torreblanca  peleaba  allí  por  lujo;  i  en  la  mas 
adelantada  i  mas  comprometida  posición  de  la  lí 
nea  de  batalla,  se  mantuvo  cerrando  la  estreraa 
izquierda  de  la  segunda  i  aislada  división,  secuD' 
dado  por  los  guerrilleros  del  Santiago  i  del  2."  d( 
línea. 

Pero  cuando  los  jefes  aliados  del  centro  Castre 
Pinto,  Canevaro,  Villegas  del  Chorolque,  Fajar^' 
del  Cuzco,  Iraola  del  Arequipa  i  especialmeei 


que  en  Tacna  minió  irlorioaameiite,  eseribin  a  bu  digna  madre 
aesde  L\s  Yaraa  el  18  de  ra:iynestii3  pilalvraa: — «Nd  ten^a  cui- 
dado por  mf.  Estuí  blindado.  Ii]st-itai>á  ea  la  sitnactnii  de  Hernau 
Cortés  que  qu'ími'i  sus  nares  en  Májio  para  triunfar  o  morir». 
iiisT.  di;  la  c.  de  t.  i  a.  1^5 


F^ 


—  1001   — 

pitan  de  la  independencia,  perdía  aljí  ano  de  sus 
brazos  i  era  herido  el  otro  en  los  momentos  en 
que  el  bravo  cirujano  Kidd,  del  2.*"  de  línea,  lo  cu- 
raba. 

Adelante  de  la  línea  i  animándolo  con  estraor- 
dinario  arrojo  rocibia  tres  balazos  mortales  el  ter- 
cer jefe  del  batallón  que  llevaba  con  tanto  brío 
el  nombre  déla  capital  déla  República,  i  al  des- 
lizarse agonizando  de  su  caballo,  el  mayor  Silva 
Arriagada,  retoño  cual  los  otros  de  un  capitán  de 
los  Anjeles,  recojíale  en  sus  brazos,  retirando  su  pié 
derecho  engarzado  en  su  estribera,  el  capitán  Gas- 
tillo  que  mandaba  las  guerrillas,  i  éste,  a  su  vez  pa- 
ra seguir  avanzando,  confiaba  el  héroe  moribundo  a 
un  viejo  soldado  de  su  compañía,  llamado  Fuensa- 

murieron  heroicamente  los  capitanes  Juan  G.  Zavala  i  Julio 
Acha;  los  tenientes  José  María  Obando,  Delfín  Butrón,  Justo 
Pastor  Rivera,  el  porta-estandarte  Sócrates  Céspedes  i  N.  Qar- 
^cia  que  se  alistó  en  la  5.*^  compañía  momentos  antes  de  la  bata- 
lla. Fueron  heridos  el  que  habla,  del  brazo  i  costado  izquierdo, 
iniítizándosele  su  cabalgadura  por  tres  proyectiles;  el  2,**  jefe, 
teniente  coronel  Vicente  Crespo,  en  la  parte  inferíor  de  la  rodi- 
lla derecha;  el  sarjento  mayor  Manuel  Cordero,  de  gravedad,  en 
el  muslo  derecho,  i  el  sarjento  mayor  graduado  Julián  Paz,  de 
la  5.*  compañía.:^ 

Quedaron  fuera  de  combate,  ademas  de  los  nombrados,  el  ma- 
yor don  Manuel  Marañen  del  Padilla,  herido,  i  el  mayor  del  Loa, 
don  Severino  Peña,  muerto. 

El  batallón  Padilla,  el  mas  distinguido  i  maltratado  de  la  li- 
nea boliviana  junto  con  él  Sucre  i  el  Alianza,  tuvo  120  bajas, 
iy  sin  embargo,  éstas  no  alcanzan  a  la  mitad  del  probado  i  he- 
roico Ataca  ma. 

El  Alianza,  sobre  500  plazas,  tuvo  191  muertos:  los  heridos 
se  retiraron  en  gran  número  por  la  quebrada  de  Para,  que  está 
contigua  a  Tacna  i  un  poco  mas  abajo  de  la  ciudad.  Ese  sendero 
quedó  8eml)rado  de  cadáveres  i  de  despojos. 

HIST.  DK  LA  C.  OK  T.  I  A.  12G 


—  1002  — 

lida,— <i  El  valiente  corneta  Pascual  Val  des,  dice  el 
ofíci&l  últimamente  nombrado,  describiendo  en 
carta  inédita  a  un  amigo  la  carga  vengadora  de  su 
Tejimiento,  el  valiente  corneta  Pascual  Valdés  no 
dejó  de  tocar  a  la  carga  con  su  voz  sonora  que 
los  llamaba  a  entrar  en  línea  mas  unida  para 
que  de  esta  manera  fueran  mas  sólidos  los  fuegos 
i  hubiera  mas  resistencia  en  el  caso  de  una  carga 
que  intentó  el  enemigo,  porque  en  cuanto  vieron 
que  los  nuestros  armaron  la  bayoneta  al  toque  de 
— a  la  carga! — del**  corneta  ya  mencionado,  lo 
imitaran  ellos  también  i  avanzaban  resueltos,  pero 
no  era  posible  resistiesen  el  empuje  de  nuestros 
rotos,  pues  todos  los  oficiales  trabajaban  hasta  la 
exajeracion,  como  asimismo  los  jefes,  por  obtener 
el  triunfo»  (1). 


(1)  Distinoruióse  especialmente  en  esfce  sangriento  encuentro 
la  compañía  del  Santiago  que  mandaba  el  capitán  don  Pedro 
Pablo  Toledo  (la  1.*  del  2.**),  ponjue  de  103  soldados  con  que 
entró  al  fuego  perdió  71,  de  éstos  29  muertos  i  105  heridos. 

Un  año  cabal  después  de  la  batalla.  El  Comercio,  diario  de 
Tacna,  del  8  de  junio  de  1881,  daba  la  siguiente  melancólica  no- 
ticia sobre  uno  de  los  valientes  del  Santiago,  sacrificado  i  olvi- 
dado en  el  campo  de  batalla,  donde  se  encontró  su  cadáver  con 
una  tarjeta  que  decia  asi: 

«Bejimiento  de  línea  <j:Santiago]>.  Nombre, — Sárjenlo  2.^  Desú 
deiño  Huerta  Solis. — Si  me  Tnatan,  háganme  el  favor  ele  avisar 
al  canónigo  don  Pasctial  Solis  de  Obando. — Santiago^  calle  de 
las  Delicias,  núm.  264. 

«Todo  esto  está  escrito  de  puño  i  letra  del  mismo  bravo  sar* 
jento. 

<rEn  la  parte  inferior  de  la  tarjeta  se  nota  una  cinta  colorada, 
proveniente,  talvez,  de  la  oxidación  de  algún  cuerpo  estrafio.» 


—  1003  — 


Fué  aqnel  el  momento  supremo  de  la  titám*ea 
lucha,  i  el  jeneralísimo  enemigb,  pidiendo  al  arte 
paleta  rica  en  coloridos,  lo  describió,  en  los  tér- 
minos que  siguen,  a  sus  compatriotas: 

ocEn  estos  momentos  me  dirijí  hacia  el  ala  de- 
recha, i  en  una  pequeña  eminencia  rae  encontré 
con  el  jeneral  Montero,  que  venia  hacia  el  centro. 
Nos  detuvimos  allí  un  instante,  por  ser  un  sitio 
a  propósito  para  observar  en  su  mayor  estension 
el  campo  de  batalla.  Era  grandioso  el  cuadro  que 
se  presentaba  a  nuestra  vista,  i  no  pudimos  me- 
nos que  permanecer  absortos  en  su  contempla- 
ción. 

(íQuisiera  poder  describíroslo  con  los  mismos 
colores  i  variados  matices  con  que  se  ofreció  a  mi 
vista.  En  nuestro  costado  derecho,  donde  el  com- 
bate no  era  todavia  mui  encarnizado,  el  ala  dere- 
cha de  nuestra  línea  i  la  izquierda*  del  enemigo 
presentaban  el  aspecto  de  dos  inmensas  fajas  de 
fuego  como  envueltas  por  una  especie  de  niebla 
iluminada  por  los  tintes  del  crepúsculo  de  la  ma- 
ñana. El  centro,  donde  obraba  con  mas  vigor  la 
artillería  enemiga,  ofrecia  el  espectáculo  de  un 
confuso  hacinamiento  de  nuiles  bajas,  unas  blan- 
cas i  otras   cenicientas,  según   que   las   descargas 


—  1004  — 

ernn  ñe  Krnpp  o  de  ametralladoras.  El  costado 
izquierdo,  donde  el  combate  era  mas  reciamente 
sostenido,  no  presentaba  sino  una  densa  oscarí- 
dad,  impenetrable  a  la  vista,  pero  iluminada  de 
momento  a  momento,  como  cuando  el  rayo  cruza 
el  espacio  en  noche  tempestuosa.  El  tronar  era 
horrible  o,  mas  bien,  no  se  oia  mas  que  un  trueno 
indefinidamente  prolongado.  En  su  conjunto  era 
arrobadora,  señores,  l^  contemplación  de  este  cua- 
dro maravilloso,  a  pesar  de  la  íntima  conviccioa 
de  que  su  fondo  no  contenia  otra  cosa  que  la  de- 
solación i  la  muerte,  disfrazadas  con  deslumbra- 
dores ropajesi)   (1). 


¿Qué  hacia  entretanto  para  contrarrestar  la  ola 
que  rápidamente  parecia  envolver  en  esa  terrible 
hora  las  dos  alas  de  la  línea  de  batalla  de  los  chi- 
lenos, su  cuartel  jeneral  que  la  dominaba  desde 
su  centro? 

El  jeneral  Báquedano,  seguro  de  su  dia  aguar- 
daba impasible  el  desarrolló  del  problema  resuel- 
to en  su  espíritu  de  antemano.  A  los  azorados 
ayudantes  que  de  todos  los  cuerpos  llegaban  so- 
licitando socorros,  contestábales  con  el  tranquilo 


(1)  Informe  varias  veces  citado  del  jeneral  Campero  a  la  Con- 
vención de  Solivia. 


—  1006  — 

talante  de  una  convicción  serenamente  formada  i 

I 

en  su  lenguaje  peculiar  que  en  tales  ocasiones 
remeda  los  proyectiles: — ¡A  su  tiempo! — ¡A  su 
tiempo! 

I  cuando  juzgó  que  «ese  tiempo»  (que  pudo  an- 
ticiparse sin  daño,  a  nuestro  juicio,  un  cuarto  de  ho- 
ra) habia  llegado,  lanzó  su  caballo  de  batalla,  el 
ya  famoso  i  hoi  inválido  Diamante,  bridón  colcha- 
güino  envejecido  bajo  el  arzón,  al  centro  de  la  di- 
visión Amunátegni.  que  arma  al  brazo  aguardaba 
órdenes,  i  personalmente  la  lanzó  al  combate;  la 
Artillería  de  Marina,  al  trote  hacia  la  derecha  para 
arrimar  el  hombro  al  último  empuje  de  la  división 
Araengual;  el  Chacabuco  al  centro  para  sostener 
a  Barceló,  i  el  denodado  Coquimbo  en  busca  de 
su  jemelo  el  Atacama^su  «cuñado i>  de  campamento 
al  que,  armando  sus  yataganes  en  lá  loma,  resca- 
taría, vengando  sus  terribles  pérdidas  con  sobras 
de  heroismo  i  de  castigo. 

Se  ha  dicho  que  el  bizarro  coronel  Lagos,  que 
en  todas  partes  se  hallaba,  habia  dado  bajo  su 
propia  responsabilidad  la  orden  de  avanzar  a  la 
3.*  división,  i  esto  como  un  reproche  de  bandería 
a  la  flema  imperturbable  pero  segura  del  jeneral 
en  jefe.  Mas  el  hecho  cierto  es  que  el  último  vino 
en  persona,  impartió  sus  órdenes  al  sereno  coronel 
Amunátegui,  i  no  contento  con  esto,  notando  que 
el  Chacabuco  se  soslayaba  un  tanto  al  emprender 
su   marcha  hacia  la  altura,  metió  espuelas  al  ca- 


—  lOOfl  — 

bailo,  i  gritóle  desde  una  de  sus  alas  por  dos  veces: 
¡Guia  al  centro!  ¡Guia  al  centro!  (1). 


En  ese  instante  decisivo  oíanse  'líis  primeras 
detonaciones  del  canon  de  Barbosa  (batería  Fon- 


(1)  Datos  del  coronel  Toro  Herrera  i  del  cirujano  Kidd,  qaien 
allí,  a  retaguardia  del  2.^,  estaba  presente.  Según  el  último,  era 
notable  el  talante  del  jefe  del  Chacabnco,  quien  fumaba  tranqui- 
lamente un  habano  al  entrar  al  fuego. 

Las  bajas  de  la  1.^  división  chilena  estaban  representadas  mas 
o  menos  hasta  ese  momento  de  la  batalla,  por  las  siguientes  ci- 
fras, que  eran,  sin  embargo,  inferiores  casi  a  un  tercio  a  las  de 
la  2.*  división. 

Batallón  de  Navales. — Oficiales  muertos,  Juan  Gillman,  i  he- 
rido grave,  capitán  Guillermo  Carvallo. 

Oficiales  heridos  leves,  coronel  Martiniano  Urriola  (mui  leve;, 
capitanes  Reinaldo  Guarda,  Pedro  Elias  Beytía,  Roberto  Simp- 
son,  teniente  Enrique  Délano,  .subteniente  Miguel  Valdivieso 
Huici  i  Enrique  Grarcfa. 

Muertos  de  tropa,  42. — Heridos  de  tropa,  70. 

Batallón  Valparaíso, — Oficíales  muertos,  capitán  Ricardo  01- 
guin;  id.  heridos  graves,  teniente  Miguel  Sanhiieza  i  José  María 
Garcia;  id.  heridos  leves,  ayudante  Felipe  Artigas,  subteniente 
Amador  Ferreira. 

Muertos  de  tropa,  27. — Heridos  de  tropa,  70.  > 

Rejimiento  Esmeralda. — Oficiales  muertos,  teniente  Aníbaf 
Guerrero,  subteniente  José  Santos  Montalva;  id.  heridos,  sarjento 
mayor  Enrique  Coke,  capitán  Juan  Rafael  Ovall^",  teniente  Arís- 
tides  Pinto,  subtenientes  Jerman  Balbontín,  Mateo  Bravo  Ri- 
vera, Juan  de  Dios  Santiago,  Luis  Ureta,  Julio  Padilla. 

Muertos  de  tropa,  66. — Heridos  de  tropa,  160. 

Batallón  Chillan, — ^Oficiales  muertos,  capitán  Juan  Manuel 
Jarpa,  subtenientes  Manuel  Urrutia  i  Abrabam  Reyes  Baso. 

Heridos  graves,  capitán  Honorindo  E.  Arredondo,  tenientes 
Ernesto  Jiménez  González,  Francisco  I.  Rosas,  subtenientes 
Roberto  Siderei  Borne  i  Nicolás  Yávar  Jiménez;  id.  leve,  co- 
mandante José  Antonio  Vargas  Pinochet. 

Muertos  de  tropa,  22. — Heridos  de  tropa,  67. 


—  1007  ~ 

tecillas)  que  rompía  sus  fuegos  sobre  la  debilitada 
izquierda  del  enemigo,  i  para  dar  a  la  batalla  todo 
su  final  desarrollo,'  eL  jeneral  Baquedano  ordenaba 
avanzar  en  compactas  masas  la  reserva. 

Adelantóse  ésta,  que  habia  perdido  diezisiete 
hombres  a  retaguardia  del  cuartel  jeneral,  con  la 
pujanza  invencible  que  da  al  soldado  la  suelta  de 
sus  bríos  comprimidos  largo  espacio  por  la  disci- 
plina; i  al  desfilar  el  3."  rej  i  miento  de  repatriados 
i  lejion  de  vengadores  hacia  las  cuchillas  que  en- 
rojecía la  sangre  de  dos  mil  chilenos,  oyeron  a 
muchos  de  sus  soldados  el  jeneral  en  jefe  i  el  co- 
ronel Velazquez  gritar  entre  bravatas  de  provo- 
cación i  de  venganza:  «¡Por  donde  pasa  el  3.** 
tiembla  la  tierra!2>  (1). 

Habia  llegado  la  hora  definitiva,  es  decir,  la 
hora  de  la  crisis. 

Delante  de  las  reservas  sucesivas  sacadas  in- 
t9.cta8  del  fondo  de  nuestras  líneas  cuando  los 
aliados,  llevados  de  su  propia  asustadiza  impetuo- 
sidad, habían  agotado  por  completo  las  suyas,  iba 
a  dar  el  vuelco  definitivo  al  dado  de  la  guerra,  i 
la  victoria  se  pasearía  otra  vez,  como  las  águilas  de 
Alejandro  en  Arbelas,  sobre  las  banderas  de  las 
invictas  i  bien  conducidas  lejíones  de  Chile. 

Eran  las  dos  i  media  de  la  tarde. 

(1)  Datos  del  coronel  Velazquez,  que  lo  oyera. 


CAPITULO  XXIX. 


BATALLA  DE  TACNA 

(la  victoria) 

La  Artillería  de  Marina  llega  oportunamente  para  decidir  la  victoria  en  el 
ala  izquierda  del  enemigo,  i  brillante  mamobra  que  ejecuta  el  capitán 
Rivera  con  el  segundo  batallón  del  rejimiento  Esmeralda. — Muerte  de 
loe  comandantes  Mac- Olean  i  Llosa. — Bl  coronel  Camacho,  al  notar  el 
desbande  de  su  ala,  se  precipita  en  medio  de  los  soldados,  pierde  su  caba- 
llo i  es  herido  gravemente.— Sus  heroicas  palabras  al  ser  conducido  a  la 
ambolancia  boliviana. — Fuga  del  coronel  Panizo  i  sus  escusas  por  la 
pérdida  de  su  artillería. •«  1^1  capitán  Silva  Prado  de  la  Artillería  de 
Marina  i  el  comandante  Ravelo,  2.^  jefe  de  los  Colorados. — Brillante 
carga  del  Chacabuco  en  auxilio  del  2.^  de  línea.-— Í¿1  mayor  Briones  i  el 
capitán  Vargas  de  los  Libres  del  Sur. — Canto  de  guerra  de  este  oficial. — 
El  batallón  Coquimbo  decide  la  bataUa  en  el  centro,  su  heroica  con- 
dacta  i  sus  dolorosas  pérdidas  — Los  oficiales  Varas  i  Várela.— Goros- 
tiaga  i  Pinto  Agüero.— La  bandera  del  Coauimbo  i  su  gloriosa  escolta. — 
Heroísmo  del  capitán  Luis  Larrain  Alcalae,  que  carga  a  la  bayoneta. — 
<r¡  Adelante,  rotos  del  Coquimbo!» —El  batallón  Coquimbo  en  TacnA, 
como  en  Maipo,  decide  la  batalla,  i  honrosa  manifestación  que  recibe  de 
los  representantes  de  su  provincia.— Muerte  heroica  del  coronel  Fajar- 
do de  los  Cazadores  del  Cuzco.— El  ataque  de  la  derecha  enemiga. — 
Oportunidad  i  precisión  con  que  el  jeneral  Baquedano  lanza  la  4.^  divi- 
sión i  consumada  estratejia  del  coronel  Barbosa  i  su  jefe  de  Estado 
Sayor  Dublé  Almeida. — La  batería  de  montaña  del  capitán  Fontecillas. — 
rden  i  sistema  de  combate  que  desplegó  la  4.*  aivision.— Palabras 
de  Santa  Cruz.  ~ Su  gloriosa  muerte  i  noticias  de  su  vida. — Muerte  del 
Capitán  Molina  i  del  subteniente  Salinas  de  Zapadores.— Cómo  murió 
el  subteniente  Yávar  del  Lautaro. — Inquietud  del  jeneral  Baquedano 

Eor  la  suerte  de  la  4  *  división  i  noticias  que  le  comunica  el  comandante 
lublé  Almeida. — Heroica  promesa  de  Barbosa.— El  asalto  del  fuerte 


—  1009  — 

boliYiaiio  i  su  captara  por  los  Cazadores  del  Desierto,  Lautaro  i  Zapado- 
res.— Trofeos  que  toma  el  comandante  Wood.— Heroísmo  del  doctor  bo- 
liviano Gabelas,  qne  es  tomado  sobre  nn  cañón.  -  El  coronel  Martínez 
Uega  al  f  aerte  con  los  restos  dispersos  del  Atacama. — Valerosa  conducta 
de  la  columna  de  Tacna.^Los  Húsares  de  Junin  vuelven  por  su  honor. 
^Campero  i  Montero  se  retiran  juntos  a  las  2^  de  la  tarde. — ÍbIso  tele- 
grama atribuido  al  último  sobre  la  «ira  de  Dios». — El  jeneral  Baquedano 
uega  a  la  altura  i  despacha  como  parlamentario  al  coronel  Vergara.— El 
mayor  Salvo  i  él  capitán  Plores  alas  puertas  de  Tacna. -^Rstraordinaria 
presencia  de  ánimo  de  este  oficial  i  cómo  se  intimó  rendición  a  Tacna 
con  una  sábana  del  Matícu  C(msiño,—FA  coronel  Amengual  entra  por  otra 
dirección  a  Tacna,  después  de  haber  hecho  cañonear  la  población  por  la 
batería  Yillarreal,  i  altercado  que  sostiene  en  la  plaza  de  la  ciudad  con  el 
coronel  y ergara.-^El  primer  ramo  de  ñores. —Las  divisiones  vencedoras 
bajan  a  beb»r  al  valle  i  se  acampan  en  la  altura.— £1  jeneral  en  jefe 
ordena  al  comandante  Báf ael  Vargas  perseguir  con  la  caballería  los  dis- 
persos del  ejército  aliado. 


L 


La  orden  de  avance  precipitado  impartida  por 
el  jeneral  en  jefe  en  persona  a  la  división  Amuná* 
tegui  en  el  momento  decisivo  i  mas  crítico  de  la 
batalla,  habia  sido  obedecida  con  bulliciosa  alegría 
por  la  impaciente  tropa.  La  Artillería  de  Marina, 
que,  marchando  diagonalmente  hacia  la  derecha, 
tenia  mas  largo  trecho  de  revuelto  i  pesado  mé- 
dano que  recorrer,  se  precipitó  al  trote,  acaudillada 
por  su  pundonoroso  jefe  el  comandante  Vidaurre, 
hijo  de  la  Serena,  i  llegaba  precisamente  en  el 
instante  supremo  del  supremo  esfuerzo  de  la  pri- 
mera división. 

Retirado  herido  del  campo  el  bizarro  coronel 
Urriola  en  ancas  del  caballo  de  un  oficial  del  Es- 
meralda (el  valiente  capitán  Lecaros),  i  llevado  a 
improvisada  ambulancia,  porque  las  organizadas 
para  la  batalla,  como  en  todas  partes  antes  i  des- 

mST.  DR  LA  C.  PE  T.  I  A.  ]2'7 


—  loiu  - 

pues  de  esta  jornada,  no  se  vieron;  i  puesto  fuera 
de  combate  el  mayor  Coke,  habia  tomado  el  .man- 
do del  segundo  batallón  Esmeralda  el  capitán  de 
su  primera  compañía  don  Fortunato  Rivera,  arro- 
gante joven  talquino  que  es  hoi  una  esperanza  del 
ejército.  Iba  éste  asido  de  la  acionera  del  mayor 
Coke,  para  aliviar  su  cansancio,  cuando  vino  la 
bala  que  hirió  al  último  jefe  en  el  muslo;  i  obran- 
do ahora  a  su  albedrío  i  secundado  hábilmente  por 
el  capitán   Naranjo,   alentado  mozo  santiaguino 
que  pertenecía  al  ejército  de  línea,  ejecutaron  am- 
bos una  rápida  i  acentuada  conversión  hacía  la 
derecha,  envolviendo  al  Aroma  i  a  los  Colorados, 
que  se  batían  todavía  con  furiosa  desesperación. 
Los  restos  de  los  bravos  Navales  cargaban  a  su 
vez  junto  con  lo  qué  quedaba  del  Chillan,  reco- 
jiendo  cada  cual  sus  últimos  bríos  en  el  alma  i  en 
sus  fatigados  músculos  para  no  dejar  escaparse 
victoria  tan  terriblemente  disputada. 


II. 


I  tal  lograron,  porque  refiere  el  jeneral  Caraa- 
cho  que,  cuando  él  descendía  de  la  loma  con  la  se- 
guridad del  éxito  en  su  animoso  pecho,  barriendo 
el  faldeo  que  tenia  a  su  frente  con  las  veteranas 
divisiones  de  Cáceres  i  de  Suarez,  de  repente  detu- 
vieron éstas  su  marcha  victoriosa  i  vacilaron. — 
Hacia  pocos   minutos  habíase  acercado   al   cau- 


—  1011  — 

dillo  boliviano  el  juvenil  comand?inte  mostizo  del 
Arica,  vestido  con  sus  mejores  cralas  de  jefe  en 
aquel  dia;  i  como  marchase  a  pié,  haciendo  llevar 
a  su  espalda  su  caballo  por  la  brida  a  su  corneta 
de  órdenes,  se  detuvo  un  momento  para  decir  a 
su  superior:— «Comandante  jeneral:  sea  US.  testi- 
go de  cómo  entra  al  fuego  el  comandante  del 
Arica.ií — ^I  apenas  habia  acabado  de  hablar,  una 
bala  le  postró  muerto,  como  si  el  bizarro  talante 
i  el  brillante  uniforme  de  aquel  valiente  le  hubie- 
ra señalado  su  fatal  trayecto. 

Un  momento  después  caia  igualmente  derriba- 
do '  de  su  caballo,  empapando  sus  ancas  con  grueso 
chorro  de  sangre  escapado  por  la  espalda,  el  jefe 
del  Zepita,  el  intrépido  Carlos  Llosa;  i  el  coronel 
Cáceres,  privado  así  de  sus  dos  brazos,  iba  a  de- 
rramar tma  lágrima  de  amigo  sobre  sus  cadáveres. 
El  capitán  de  guerra  mas  querido  de  los  peruanos, 
ascendido  hoi  a  jeneral,  habia  perdido  dos  caba- 
llos, i  hallóse  tan  comprometido,  que  ér  mismo 
confiesa  en  su  parte  oficial  de  la  jornada  haber  lo- 
grado con  dificultad  escapar  de  la  atrevida  codicia 
de  los  chilenos  el  estandarte  del  Zepita  i  el  de  la 
Universidad  de  Lima,  confiado  a  los  Cazadores 
del  Misti.  Un  cabo  del  2.*"  de  línea  llamado  Luis 
Bustamante  habia  conquistado  para  su  cuerpo  i 
para  su  fama  una  banderola  del  primero  de  aque- 
llos cuerpos. 


-  1012  ~ 


III. 


Mas  ¿por  qué  se  deteDÍan  i  volvían  ahora  el 
rostro  i  la  espalda  a  los  movilizados  chilenos,  los 
ufanos  «vencedores  de  Tarapacá»? — ^Era  que  la. 
Artillería  de  Marina,  la  misma  de  la  poza  de  agua 
de  la  quebrada  de  aquel  nombre  de  siniestra  me- 
moria, llegaba  ahora  jadeante,  pero  no  de  sed  de 
caramayola  sino  de  sed  de  venganza.  I  al  ver 
diseñarse  en  la  llanura,  al  través  de  las  ráfagas  de 
humo,  las  densas  i  sombrías  masas  de  la  reserva 
jeneral  que  desplegaba  sus  columnas  en  intermina- 
bles hileras  de  batalla,  los  tarapaqueños  de  Cáceres 
i  de  Suarez,  que  habían  peleado  con  indisputable 
bravura  hasta  ese  instante,  cojidos  de  contajioso 
pánico,  como  en  San  Francisco,  se  amilanaron  i 
corrieron. — «Viendo  avanzar  la  reserva,  dice  el 
teniente  Souper,  los  aliados  creyeron  que  todo 
Chile  se  les  venia  encima,  i  arrancaron.» 

Uno  de  los  primeros  en  ceder  el  campo  había 
sido  el  petulante  coronel  Panizo,  el  mismo  que 
quería  ir  a  morir  con  el  ultimo  hombre  a  Arica  i 
que  dejó  abandonados  allí  sus  cañones,  dando  por 
escusa  que  le  habian  muerto  las  muías,  con  mas 
que  él  habia  protestado  contra  aquella  posición 
cuando  se  la  señalaron  el  dia  14  de  mayo:  todo 
esto  en  presencia  de  varios  jefes  i  del  corresponsal 
de  El  Nacional  de  Lima. 


I 


—  1018  — 

La  principal  razón  de  su  desastre  que  daba  el 
artillero  peruano  redundaba,  no  obstante,  en  nues- 
tro honor,  porque  si  temia  que  le  quitaran  sus  ca- 
ñones (como  se  los  quitaron)  era  a  virtud  de  la 
«conocida  resolución  de  los  chileno8:^   (1). 

Precipitóse  sobre  los  fujitivos  llamándolos  al 
deber  el  pundonoroso  Camacho  i  aun  disparó  su 
revólver  sobre  los  primeros  que  encontró  a  su  pa- 
so pero  era  tarde  i  era  inútil.  Derribado  su  caballo 
de  batalla,  un  casco  de  grana'la  le  hería  al  miscuo 
tiempo  mortalmente  en  el  bajo  vientre,  i  el  cau- 
dillo boliviano  era  llevado  casi  moribundo  a  la 
ambulancia  de  su  ejército  allí  vecina,  a  retaguar- 
dia (2). 

(1)  Parte  oficial  del  coronel  Panizo,  Tarata,  mayo  28  de  1880. 

(2)  El  coronel  Camacho  fué  recojido  del  campo,  en  quehahia 
buscado  la  muerte,  por  su  ayudante,  el  capitán  don  Santiago  So- 
lares, que  le  hizo  montar  en  el  cabullo  de  un  jenprosooticÍMl  del 
nombre  de  Montes  (Isaac).  Héaqui  la  interesante  manera  cómo 
el  doctor  Dalence,  superintendente  de  las  ambnlancÍHS  bolivia- 
nas, refiere  en  su  notable  Informe  sobre  los  servicios  del  cuerpo 
sanitario  de  Solivia^  en  Tacna,  la  conducciou  del  jeneral  Cama- 
cho del  campo  de  batalla.  * 

tfPoco  tiempo  después  se  aproximaban  a  la  ambulancia,  con 
paso  muí  lento,  dos  jinetes.  Eran  el  comHudante  en  jefe  de 
nuestro  ejército,  que  venia  herido,  i  el  subteniente  Santiago  So- 
lares, que  le  acompasaba.  La  fisonomía  descompuenta  del  herido 
i  su  acento,  denotaban  un  pr(»fundo  sufrimiento.  Lo  desmonta- 
mos para  atenderle  cual  requería  su  estado,  i  con  la  mas  profunda 
pena  le  escuchamos  estas  palahran:  Hulnera  preferido  quedar 
muerto  en  el  campo  antes  de  presenciar  tan  desastrosa  derrota  j> 
Fué  preciso  acostarle  en  una  camilla,  i  aunque  manift^stó  deseos 
de  quedarse  en  la  ambulancia  no  creímos  prudente  el  condes- 
cenderle, puesto  que,  según  lo  que  nos  acababa  de  decir,  en  poco 
tiempo  mas  nuestras  tiendas  debían  ser  invadidas  por  las  tropas 
enemigas.  El  oficial  que  lo  acompañaba,  una  vez  que  lo  vio 
acomodado,   se  despidió   de   él    con   estas   palabras:   uLe  dejo 


-  1014  — 

La  artillería  de  Marina  se  habia  cubierto  dos 
veces  de  gloria  por  su  oportunidad  i  por  su  valen- 
tía, i  con  sacrificios  comparativamente  cortos  to* 
mó  ricos  trofeos  de  banderas,  cañones  i  prisiones 
ros  (1). 

La  mayor  parte  de  la  artillería  del  coronel  Pa- 
nizo habia  quedado  en  manos  de  la  primera  divi- 
sión i  de  sus  recien  llegados  i  felices  auxiliares. 
El  comandante  Vidaurre  estaba  vengado  de  la 
suerte  de  Tarapacá  i  no  habia  tenido  sino  78  ba- 
jas, de  estas  18  muertos,  56  heridos  i  4  dispersos. 


V. 


Igual  fortuna  habia  acompañado  al  Chacabuco 
en  su  avance  de  frente  sobre  las  posiciones  en  que 
todavia  quemaban  sus  últimos  cartuchos  el  aniqui- 
lado 2."*  de  línea  i  el  impertérrito  Santiago.  Mar- 
chando a  la  cabera  de  su  bien  conducida  tropa,  el 
brillante  comandante  Toro  Herrera,  sin  soltar 
su  cigarro  puro  de  los  labios,  sibaritismo  de  la 
gloria  que  reta  a  la  muerte,  avanzó  sin  que  lo  de- 


bien  atendido,  mi  ecranel,  i  me  voi  tranquilo  a  morir  con  Tiuestros 
compañeros,  e  hiiiOHodo  las  espuelas  asa  caballo,  partió  ai  galope 
hacia  Ih  Jinea  de  batalla.]» 

(1)  El  2.^  jefe  de  los  Colorados,  el  bravo  i  juvenil  Ravelo, 
rindió  su  esfiada  al  brillante  capitán  de  la  Artillería  de  Marina 
Silva  Prado,  i  como  no  pudiese  hablar  por  el  dolor  de  sus  heridas, 
para  hacerse  conocer,  escribió  en  un  papel,  según  El  Comercio  de 
Tacna,  estas  palabras: — Felipe  Ravelo,  hijo  del  jeneral  Ranelo, 


—  1015  — 

tuvieran  ni  el  plomo  ni  la  arena.  Su  segundo  jefe, 
el  denodado  i  juvenil  Belisario  Zanartu,  antiguo  i 
glorioso  zapador,  iba  adelante  con  la  guerrilla  qué 
todo  lo  harria  en  su  avance.  I  así,  en  menos  de 
media  hora,  el  entusiasta  hatallon  santiaguino  o 
mas  propiamente  «chimhero^,  coronaba  la  loma 
con  alegres  i  característicos  gritos  de  victoria.  El 
destino  hahia  querido  que  en  todo  ese  frente  de 
batalla  hubiesen  peleado  como  vengadores  los  que 
habian  sido  sacrificados  como  bisónos  en  Tarapa- 
cá,  i  cuerpo  con  cuerpo,  Suarez  i  Cáceres  contra 
Toro  i  contra  Vidaurre.  El  Ohacabuco  tuvo  po- 
cas bajas,  apenas  50,  de  los  cuales  solo  once  muer- 
tos (1). 


(1)  BegUD  la  relaoion  publinada  por  el  entndn  mayor,  el  Cha- 
cabuco  solo  tuvo  9  Diuert<»8  i  31  herido»,  i  la  Artillería  de  Ma- 
rina 9  muertos  i  14  berilios.  Pero  damos  en  el  testo  Jas  cifras 
que  apunta  ei  coronel  Araunáteguí,  comandante  en  jnfe  de  la  3.* 
división,  en  su  parte  oñcial,  datado  en  Tacna  el  30  de  mayo 
de  1881. 

El  Chacabnco  o,  mas  propiamente,  su  veterano  i  honrado  ayu- 
dante don  Félix  Briones,  viejo  soldado  de  Chillan,  hijo  del  ar- 
mero del  rei  en  esa  ciudad,  recojió  del  campo  de  batalla  al  capi- 
tán boliviano  de  los  Libres  del  Sur^  don  Adolfo  Vargas,  i  lo  con- 
dujo a  la  vecina  ambulancia,  entregándolo  al  doctor  Dalence.  A 
él  es  a  quien  se  refiere  por  las  señas  el  último,  en  el  siguiente 
pasaje  en  que,  sin  embargo,  se  equivoca  al  capitán  Vargas  con 
Ravelo.  Briones  llevó  a  Vargas  en  ancas. — Hé  aquí,  entretanto, 
el  pasaje  aludido: 

<Se  nos  dio  aviso  que  mui  cerca  de  nuestro  campamento  ha- 
bia  un  herido  que  requería  nuestros  cuidados;  ocurrimos  por  él 
con  una  camilla:  era  el  capitán  Adolfo  Vargas,  del  rejimiento 
Libres  del  Sur,  que,  atravesado  el  pecho  por  una  bala,  daba  mui 
pocas  esperanzas  de  vida.  Poco  después  llegó,  traido  en  ancas 
por  un  jefe  chileno  de  pequeña  estatura,  barba  cana  i  de  anteo^ 
joSy  el  teniente  coronel  Felipe  Ravelo,  herido  en  la  pierna  iz- 


-^  1016   - 


VI. 


No  fué  esa  la  suerte  del  denonado  Goquirribo 
que  conversó  totalmente  hacia  la  izquierda  en  de- 
manda del  Atacaraa  i  del  Santiago;  pero  fué  mu- 
cho mayor  su  jjloria  i  mas  merecido  su  renombre, 
duplicación  de  la  fama  i  la  victoria. 

Como  en  Maipo,  el  Coquimbo  entraba  a  decidir 


qnierda,  con  fractura  de  ano  de  los  huesos.  Agradecimos  al  es- 
presado jefe  su  delicadeza  i  procedimos  a  acomodar  i  a  entender 
a  nuestro  valeroso  herido.]) 

El  bravo  comaridanttí  Ravelo  murió  algunos  dias  mas  tarde» 
complicada  su  herida  con  el  tifus.  En  cUMiito  al  capitnn  Vargas» 
ignoramos  su  suerte;  pero  en  el  Boletín  de  la  Guerra  del  ejército 
boliviano^  del  25  de  mayo,  último  número  que  se  publicó  de  esa 
revista,  encontramos  una  briosa  C(»mp(»sicion  poética  de  su  pía- 
ma,  en  que  alienta  a  sus  compatriotas  a  morir  peleando.  A  ésta, 
que  tiene  por  titulo  Frente  al  enemigo^  pertenece»  las  siguientes 
estrofas: 

«Scddados  de  la  alianza,  valientes  campeones 
De  sacrosanta  causa  ¡arriba,  a  batallar! 
Guardianes  de  los  fueros  i  honor  de  dos  Naciones, 
Llegó  el  ansiado  iustante,  volemos  a  luchar. 

Soldados,  adelante! — alzada  la  visera^ 
Altiva  la  mirada,  radiante  de  valor; 
Nada  deteno^a  el  paso,  la  mano  firme  hiera 
I  entre  su  misma  sangre  sepulte  al  invasor. 


El  mundo  entero  os  mira! — La  enseña  esplendorosa 
De  dos  Naciones  grandes  tenéis  que  conservar! 
La  vírjen,  el  anciano,  las  madres  i  la  esposa 
Cuutíaron  a  vosotros  la  guardia  del  hogar. 

Estiende  ya  sus  alas  el  Dios  de  la  victoria 
Mostrándonos  brillante  la  senda  del  deber, 


r   •"-' 


I 

lül7  — 


la  batalla  eu  8U  hora  postrimera  derramando  to* 
frentes  de  jenerosa  sangre.  ^ 

A  poco  de  haberse  metido  al  fuego,  caía  en 
efecto  derribado  de  su  caballo  el  comandante  Go- 
rostiaga  con  su  brazo  derecho  hecho  pedazos,  i 
luego  el  plomo  boliviano  postraba  a  su  lado  a  sus 
dos  bizarros  ayudantes  el  capitán  Federico  Cava- 
da, mozo  coquimbano,  entusiasta  por  la  guerra,  i 
en  pos  de  él,  el  teniente  don  Clodomiro  Várela, 
niño  de  la  Serena,  hijo  de  padres  pobres  que  ha- 
bía seguido  la  bandera  de  su  pueblo  con  la  heroi- 
ca credulidad  de  la  infancia,  enrolándose  como 
soldado  para  morir  como  héroe. 

Tomaba  en  ese  angustioso  momento  el  mando 
del  batallón,  su  joven  mayor  don  Marcial  Pint(^ 
Agüero,  que  habia  sido  incorporado  a  sus  filas 
hacia  apenas  una  semana.  Pero  digno  en  todo  de 
mandar  veteranos,  i  llevando  con  apropiada  arro- 
gancia su  nombre  i  su  herencia  de  familia,  se  pre- 
cipitó en  compactas  filas,  domo  en  Miraflores,  so- 
bre el  formidable  x^entro  enemigo  i  al  fin  lo  que- 


Abiertas  nos  esperan  las  paertas  de  la  gloria. 
Con  brío  en  el  espirita  ¡soldados  a  vencer! 

Soldados  ¡adelante!  alzada  la  visera, 
Altiva  la  mirada,  etc. 

A.  F.  Vargas. 

Campo  <ile  la  Alianza,  mayo  22  de  1880.1^ 

El  capitán  habia  cumplido  la  palabra  del  poeta. 

UrST.  PR  LA  C.  DK  T.  1  A.  TJS 


—  1018 


/ 


bró  dejando  148  de  los  suyos  en  el  campo  i  su 
bandera  acribillada  de  balas  i  de  gloriosos  servi- 
dores  muertos  (1). 


(1)  Por  una  prudeDcia  muí  discatible,  los  únicos  coerpos  chi- 
lenos que  entraron  al  fuego  en  Tacna  con  sus  estandartes  foeron 
el  Valparaíso  i  el  Coquimbo,  i  éste  ofreció  uoble  tributo  al  su^o: 

(íE\  subteniente  abanderado  don  Carlos  L.  Ansieta,  fué  hendo 
gravemente  i  reemplazado  por  el  subtenieute  don  Juan  G.  Varas, 
que  también  cayó  herido,  sucediéudoje  sui^sivamente  los  sar- 
jentos  de  la  escolta  Juan  N.  Oyarce  i  Cristian  Helthberh,  ambos 
muertos,  i  los  cabos  de  la  misma,  Daniel  Díaz,  muerto,  i  Bernar- 
do Segovia,  herido. 

«Los  últimos  que  tomaron  el  estandarte  fueron  los  cabos  Ma- 
nuel C.  Vera  i  Domingo  Melendez.» 

Según  el  parte  oficial  del  mayor  Pinto  Agüero  las  bajas  del 
Coquimbo  pasan  de  148,  es  decir,  la  tercera  parte  de  su  efectivo 
que  llegaba  a  480  plazas,  pérdida  enorme  atendida  la  hora  en 
que  entró  al  combate.  Pero  según  el  estado  ya  citado  del  coro- 
nel Amunátegui,  esas  pérdidas  fueron  algo  inferiores  i  estin 
apuntadas  para  toda  la  3/  división  en  el  orden  siguiente: 

Bejimiento  Artillería  de  Marina: 

Muertos^ 18 

Heridos...» 56 

Dispersos »      4 

Total ..• 78 

Batallón  Chacabuco;  contuso  el  subteniente  don  Víctor  Luco. 

Muertos  de  tropa 11 

Heridos        id 89 

Dispersos     id ; • 13 

Total 64 

fiatallon  Coquimbo. — Muerto,  teniente  don  Clodomiro  Vá- 
rela. 

Heridos:  comandante  don  Alejandro  Gorostiaga. 

Capitanes:  don  Federico  2.^  Cavada  i  don  Francisco  Aristía. 

Teniente,  don  Manuel  M.  Masnata. 


—  1019  — 


VII. 


Befíeren  los  que  lo  oyeron,  de  un  soldado  del 
Coquimbo,  que  al  caer  atravesado  el  pecho  por 
mortífero  proyectil  que  lo  bandeó  de  parte  a  parte, 
alcanzó  a  esclamar:  Adelante,  rotos  del  Goquimho!... 
I  estas  palabras  que  los  griegos  habrían  esculpido 
en  imperecedero  mármol,  como  las  esclamaciones 
de  su  batallón  sagrado,  han  sido  acojidas  como 
lema  de  heroisrno  en  las  pajinas  i  en  las  leyendas 
del  vencedor.  <iEl  Coquimbo,  dice  uno  de  los  mas 
vivaces  narradores  de  la  batalla  de  Tacna,  había 
avanzado  con  la  mayor  celeridad  a  reforzar  a  los 


Subtenientes:  Jaan  G.  Yaras,  Caupolican  Iglesias  i  Antonio 
Urqoeta. 

Abanderado,  Carlos  L.  Ansieta. 

Con  taso,  Capitán,  don  Pedro  C  Orrego.  , 

Muertos:  22  individuos  de  tropa. 

Heridos:  107  id.  id. 

Entre  los  muertos  del  Coquimbo  son  dignos  de  especial  re"^ 
cuerdo,  ademas  del  teniente  Várela,  el  subteniente  don  Juan  G. 
Taras  i  el  sarjento  alemán  Helthberth,  que  entró  a  las  filas  por 
noble  entusiasmo.  El  subteniente  Varas,  hijo  de  un  saríent<»  de 
las  barricadas  de  la  Serena  de  1851,  había  nacido  en  Arqueros 
el  15  de  julio  de  1846,  i  después  de  haber  trabajado  rudamente 
en  diversas  faenas  de  minas,  se  alistó  como  simple  soldado. 
Ascendido  a  sarjento  por  su  conducta  en  San  Francisco,  recibió 
en  Tacna  una  herida  en  el  muslo  i  por  consecuencia  de  ella  mu- 
rió en  las  ambulancias  el  9  de  junio  inmediato.  Sus  restos  fue- 
mu  conducidos  a  la  Serena  junto  con  los  del  teniente  Várela  i 
allí  se  les  tributó  los  honores  de  la  gratitud  pública. 

Entre  los  anexos  de  este  capítulo  publicamos  también  una  es- 
pecial manifestación  que  al.  Coquimbo  hicieron  los  senadores  i 
diputados  de  su  provincia. 


—  1020  — 

valientes  del  Santiago  i  del  Atacama,  que  en  cooír 
pañía  de  los  Zapadores  sostenian  ahora  lo  mas  re- 
ñido del  combate.  En  pocos  minutos  salvó  la  dis- 
tancia que  lo  separaba  del  campo  de  la  acción,  e 
inmediatamente  atacó  con  denuedo  i  bizarría,  sin 
disparar  un  tiro  hasta  que  se  hubo  encontrado  a 
solo  200  metros  de  las  trincheras. 

Una  vez  a  esa  distancia,  rompió  sus  fuegos 
en  avance  i  atacó  el  centro  de  la  línea  enemiga, 
formada  en  esos  momentos  por  el  batallón  Muri- 
11o,  boliviano,  i  por  el  rejimiento  Canevaro,  uno 
de  los  mas  lucidos  i  veteranos  del  ejército  perua- 
no, como  que  todo  él  estaba  formado  con  antiguos 
soldados  del  disciplinado  Pichincha.  Solo  su  ofi- 
cialidad pertenecia  a  la  flor  de  la  juventud  lime- 
ña, enrolada  allí  por  el  prestijio  de  su  millonario 
jefej)  (1). 


(1)  Oaviedbs,  quien  agrega  al  mismo  respecto  el  sigaiente 
paBaje: 

«Así,  no  es  raro  que  desde  el  comandante  a  los  ayudantes  tu- 
vieran iodos  sus  caballos  muertos  durante  la  acción,  i  qne  el 
hermoso  ejemplo  de  los  superiores  se  comunicase  a  los  soldados*. 
(Tno  de  éstos,  que  en  los  momentos  de  asaltar  las  trincheras 
caía  en  tierra  víctima  de  una  bala  enemiga  que  le  abría  eti  el 
pecho  mortal  herida,  reunió  sus  últimos  alientos  para  gritar  con 
voz  estentórea:  iijAdelunte  rotos  del  Coquimbo!»  i  en  siegoida 
espiró. 

«En  el  lugar  de  las  trincheras  que  habia  atacado,  se  apoderó 
el  Ooquimbo  de  dos  cañones,  dos  ametralladoras  i  algunas  ban- 
deras enemigas.]) 

El  coronel  Aguirre  ha  adoptado  como  epígrafe  de  su  folleto 
varias  veces  citado  la  esclamacion  del  soldado  del  Ooquimbo,  i 
a  este  propósito  copiamos  de  una  carta,  escrita  por  el  soldado 


—  1021  — 


vni. 

El  Coquimbo  fué  el  Batallón  Sagrado  del  Oara- 
po  de  la  Alianza  i  por  eHto  sin  detetierse  ni  a  tornar 
respiro  en  esa  alta  loma,  que  era  la  diadema  de 
su  costoso  triunfó,  prosiguió  la  triunfal  jornada, 
siendo  el  primer  cuerpo  chileno  que  avistara  el 
verde  valle  premio  de  sus  magnánimos  sacri fíelos. 
El  intrépido  capitán  del  2.*"  de  línea,  don  Salustio 
Ortiz,  se  incorporó  al  Coquimbo  con  siete  hom- 
bres, restos  dispersos  de  su  mutilada  compañía,  i 
con  ellos  le  siguió  hasta  colocarse  a  la  vista  de 
Tacna,  ejecutando  una  carrera  de  dos  leguas  que 
llenó  de  admiración  a  todo  el  ejército. 


Juan  de  Dios  Maldonado,  de  ese  caerpo,  el  pasaje  siguiente: 
cPocos  momentos  después  nos  pusimos  a  distancia  de  500  me- 
tros, cuando  todo  el  Coquimbo  rompía  el  fuego  i  principiamos  a 
avanzar  sobre  el  enemigo  que  gritaba  ¡Viva  el  Perú!  mientras 
nosotros  gritábamoH  ¡Viva  Chile! 

«Hemos  llegado  a  una  distancia  de  50  a  60  metros.  Entonces 
viendo  que  los  jefes  no  mandaban  armar  bayoneta  nosotros  mis- 
mos gritamos  ¡Arttar  bayoneta!  Viendo  los  cholos  que  nosotros 
íbamos  a  la  carga,  volvieron  las  espaldas  i  arrancaron  en  derrota 
i  nosotros  avanzando  en  persiga  de  ellos.i^ 

Según  el  parte  oficial  del  mayor  Pinto,  quien  mandó  armar 
bayoneta  al  Coquimbo  fué  el  valeroso  i  malogrado  capitán  don 
Luís  Larrain  Alcalde. — tf  Los  fuegos  por  nuestra  parte  se  síguie- 
.ron  siempre  en  avance  i  a  paso  rápido  hasta  llegar  a  nnos  ochen- 
ta metros  de  distancia  del  enemigo,  oportunidad  que  aprovechó 
el  capitán  de  la  compafiia  de  granaderos  don  Luís  Larrain,  para 
ordenar  armar  la  bayoneta  i  preparar  una  carga;  pero  el  enemi- 
go huyó  con  tal  rapidez  que  desgraciadamente  no  fué  aprove- 
chado el  coraje  i  serenidad  del  indicado  capitán.» 


—  1022  — 


IX. 


Uno  de  los  últimos  comandantes  de  tropa  del 
Perú  que  ftuciirnbió  al  implacable  plomo  de  loa 
chilenos,  filé  el  coroael  Fajanlo,  que  mandaba  ea 
la  división  Canevaro  los  Cazadores  del  Cuzco.  Era 
este  jefe,  después  de  Cáceres,  el  mas  brillante  ca- 
pitán de  guerra  que  ostentaban  con  orgullo  en  sus 
filas  los  peruanos,  i  aquel  dia  habíase  vestido  de 
gran  parada  como  M  ic  Klean,  cual  si  se  tratase  de 
una  fiesta  o  revista  militar.  Montaba  un  soberbio 
alazán  infles  que  habia  traido  de  las  salitreras  de 
Tarapacá,  i  solo  cuando  tres  balas  hablan  herido 
al  noble  bruto,  consintió  en  que  su  corneta  de  or- 
denes, un  muchacho  del  Callao  llamado  Manuel 
Polo,  lo  llevase  ala  retaguardia.  Continuó  batién- 
dose denodadamente  a  pié  el  héroe  ayacuchano, 
hasta  que  una  bala  del  Coquimbo,  atravesán- 
dole el  corazón,  le  dejó  sin  vida,  Cáceres  montaba 
en  ese  momento  su  tercer  caballo,  i  Suarez  aca- 
baba de  ser  herido  en  una  pierna;  pero  ambos  vi- 
nieron al  puesto  en  que  su  desdichado  amigo  ca- 
yera, e  hicieron  entregar  a  un  hijo  suyo,  alférez  de 
su  propio  cuerpo,  sus  últimas  i  mas  queridas  pren- 
das, incluso  su  anillo  de  alianza,  No  lejos  de  él, 
i  cubierto  con  un  paleto  civil  que  apenas  ocultaba 
sus  insignias,  yacia  muerto,  de  espaldas,  el  coronel 
Luna  de  los  Cazadores  del  Misti. 


—  1023  — 


X. 


Entretanto  i  en  los  momentos  de  jnsto  alboro- 
zo en  que  los  tres  cuerpos  de  la  3.*  división  coro- 
naban casi  simultáneamente  por  el  centro  i  la  de- 
recha, si  bien  por  diversos  rumbos,  la  altura  i  to- 
maban  de  hecho  posesión  del  Campo  de  la  Alianza, 
que  era  ya  a  esas  horas  el  ensangretado  anfiteatro 
de  señalada  victoria,  sentíase  hacia  nuestra  izquier- 
da un  fuego  sostenido,  pero  que  de  momento  en 
momento  iba  debilitándose.  Era  la  división  Bar- 
bosa que  a  esa  hora  i  conforme  a  su  itinerario,  a 
su  consigna  i  a  su  denuedo,  completaba  la  obra 
común  en  aquella  ala. 

Apenas  echó  de  ver,  en  efecto,  con  ojo  certero 
la  grande  concentración  de  sus  masas  que  el  ene- 
migo habia  hecho  hacia  su  izquierda  i  hacia  su 
centro,  juzgo  el  jeneral  en  jefe  del  ejército  de  Ohile 
que  era  llegada  la  propicia  coyuntura  de  lanzar  la 
vigorosa  división  Barbosa  (2,600  hombres)  sobre 
el  flanco  derecho  del  enemigo,  imprudente  i  exce- 
sivamente desguarnecido  de  sus  reservas  natura- 
les por  los  peruanos.  Allí  estaban  a  medio  di& 
sqIo  Montero,  Dávila,  Vidal  i  la  artillería  prusiana 
del  coronel  Flores,  guarecida  tras  los  improvisa- 
dos espaldones  de  su  fuerte. 

En  consecuencia,  el  ataque  que  allí  desarrolló  el 
coronel  Barbosa  fué  breve,  resuelto  ieuérjico  con- 


—  1024  — 

forme  a  la  índole  de  guerra  de  este  distinguido 
militar.  Secundado  poderosamente  por  su  hábil  i 
sereno  jefe  de  estado  mayor,  el  teniente  coronel 
don  Baldomcro  Dublé  Almeida,  asentó  sólidamen- 
te sobre  una  loma  arenosa,  subiendo  a  pulsos  i  a 
pechos  de  soldados  los  cañones  de  montaña  de  la 
batería  Fontecilias;  i  una  vez  logrado  esto  en  me- 
dio del  fuego  enemigo,  dejando  las  seis  piezas  pro- 
tejidas  por  dos  compañías  del  Lautaro,  lanzó  el 
comandante  en  jefe  este  arrojado  rejimiento  al 
centro,  los  Zapadores  de  Santa  Cruz  a  su  derecha, 
i  los  Cazadores  del  Desierto,  con  el  impetuoso 
Wood  a  la  cabeza,  haciendo  largo  rodeo  por  su 
izquiecda. 

XI. 

m 

Faltaban  solo  dos  o  tres  minutos  para  las  doce 
del  dia,  i  hallábase  la  batalla  en  su  mayor  ajita- 
cion,  zozobra  i  matanza  en  el  centro  i  en  el  ala 
opuesta,  cuando  la  división  Barbosa  inició  el  com- 
bate en  orden  disperso,  i  avanzando  cada  cuerpo 
a  su  albedrío,  arma  a  discreción,  sobre  la  línea 
enemiga. 

Al  impartir  el  jefe  de  la  división  al  comandante 
Santa  Cruz  la  orden  de  ataque,  le  habia  dicho: — 
«Pelee,  comandante,  a  su  manera^  i  si  sucumbe,  cae- 
rá en  buena  compañía.i^ — <rSé  quien  me  manda!» 
contestó  con  concentrada  i  melancólica  satisfac- 
ción el  denodado  cuanto  infeliz  jefe,  i  sus  corne- 


1025  — 


tas  sonaron  la  señal  de  avance  i  dispersión  en 
orden  oculto,  hábilmente  protejidos  por  la  artille- 
ría de  montaña,  enclavada  atrevidamente  a  mil 
doscientos  metros  del  fuerte  enemigo. 


XII. 


Pelearon  los  cuerpos  chilenos  de  la  izquierda 
durante   dos  largas  horas  con  lujo  de   estratéjia, 
batiéndose  al  abrigo  de  los  montículos  de  arena, 
agazapándose  en  las  zanjas,  encendiéndose  en  las 
grietas  del  terreno  i  aprovechando  hasta  el  mas 
humilde  matorral  para  cubrirse.  Pero  como  aque- 
llas tropas  ejecutaban  un  movimiento  concéntrico 
sobre  un  fuerte  artillado  i  dominante  del  enemi- 
go, sus  pérdidas  eran   numerosas  i  habrian  sido 
mucho  mayores  sin  aquellas  precauciones  del  arte 
moderno  de  guerrear  contra  el  plomo  hecho  rau- 
dal. I  fué  caso  doloroso  que  el  maestro  del  últi- 
mo sistema  de  pelea  en  el  campo  chileno  desde 
los  dias  embrionarios  de  Antofagastk,   cayera  en 
medio  de  la  protectora  prueba.  Peleaba  el  coman- 
dante Santa  Cruz  a  caballo,   en  el  centro  de  su 
cuerpo,  sin  mas  escudo  que  una  ancha  manta  de 
su  abrigo  de  la  noche  que  por  hijiene  llevaba  ata- 
da a  su  cintura,  cuando  una  bala  de  Peabody  vino 
a  herirle  en  el  bajo  vientre.  Comprimió  dolorosa- 
mente  sus   labios  el  esforzado  combatiente  de  Pi- 

Híí^T.  DK  LA  C.  PK  T.  I  A.  l2U 


—   Í026  — 

sagua  i  Tarapacá,  i  con  sombría  espresion  se  con- 
tentó con  decir:~«Estoi  heridoÍD 

Lleváronle  sus  ayudantes  a  retacjuardia,  donde 
recibió  lijera  curación,  i  empeorándose  en  la  noche 
por  la  inclemencia  del  tiempo  i  la  inflamación  de 
sus  tejidos,  sucumbió  a  la  mañana  siguiente,  sere- 
na i  resignada,  aquelbi  víctima  expiatoria  de ' la 
guerra  i  la  mas  señalada  por  su  graduación  i  por 
sus  méritos  en  el  Campo  de  la  Alianza. 


XIII. 


Era  el  comandante  Santa  Cruz  hijo  de  Melipi- 
11a,  como  los  Serranos,  como  los  Sotomayor,  como 
los  Vargas,  sus  primos,  i  otros  bravos  conocidos 
del  ejército  i  la  marina.  Tenia  por  esto  en  medio 
de  su  natural  llaneza  campesina  propia  del  lucha- 
dor chileno,  no  poca  parte  de  la  elevada  cultura 
que  dan  al  hombre  las  tradiciones  de  familia,  el 
desarrollo  de  su  intelijencia  i  los  gustos  artísticos. 
Emparentado  por  su  alcurnia  nobiliaria  con  las 
primeras  familias  de  la  colonia,  la  pobreza  babia 
visitado  el  hogar  de  los  suyos,  i  quien  habría  po- 
dido ser  opulento  mayorazgo  ce  trocó  por  la  labor 
i  el  deber  en  rudo  soldado.  Hombre  de  corazón, 
de  virtud  i  de  entusiasmo,  habia  unido  su  vida  ha-  . 
cia  poco  a  una  esposa  en  la  cual  la  juventud  no 
era  sino  parte  de  sus  dones,  i  él,  por  sus  propias 


—  1027  — 

manos,  había  construido  en  los  bosqnosde  la  fron- 
tera su  ajuar  de  desposado. 

Tétrica  sonrisa  descorría  su  semblante  grave,  í 
parecía  ser  presajio  del  fin  prematuro  pero  glorío- 
so  que,  en  ciudad  conquistada  por  su  brazo,  en  el 
valle  enemigo  encontrara. 

XIV. 

« 

No  lejos  del  infortunado  comandante  Santa 
Cruz,  i  como  bajo  su  ala  amiga,  había  perecido 
también  un  niño  de  Santiago,  de  antigua  alcurnia 
como  él,  nieto  de  la  viuda  de  Juan  José  Carrera, 
la  belladona  Ana  María  Cotapos, — el  subteniente 
de  Zapadores  don  Victorino  Salinas,  mancebo  de 
frájil  estructura  i  apenas  de  19  años  de  edad. — 
Luchó  el  entusiasta  niño  por  ir  a  pelear  como  sus 
abuelos,  i  acompañóle  igual  desdicha,  porque, 
muerto  él  en  Tacna,  el  hermano  que  le  seguía  en 
la  suerte  de  la  vida  fué  a  ocupar  su  puesto  para 
sucumbir  en  Miraflores. 


XV. 


Por  lo  demás,  i  gracias  a  su  admirable  orden  de 
batalla,  los  Zapadores  no  perdieron  sino  uno  de 
sus  capitanes,  el  sólido  oficial  don  Rudesíndo  Mo* 
lina,  hijo  de  Maipo  i  nieto  del  famoso  «Colejiab 
de  esto  apellido. 


'í    ••  —  1028  — 

Cadete  en  1865,  subteniente  del  7.*  en  1871, 
capitán  de  Zapadores  hacia  pocos  di  as  (abril  de 
1880),  el  destino  íe  llevó  como  por  la  mano  al 
sacrificio,  porque  al  emprenderla  marcha  a  pecho 
descubierto  sobre  el  fuerte,  recibió,  como  casi 
todos  los  capitanes  chilenos  inmolados  en  Tacna^ 
una  bala  en  medio  de  la  frente  i  espiró  en  el  acto 
dejando  desamparada  viuda  i  tres  pequeños  huér- 
fanos. 

No  lejos  de  él  cayó  también  el  subteniente,  re- 
cien ascendido  del  Lautaro,  don  Adolfo  Yávar,  que 
se  decia  pariente  materno  del  jeneral  Baquedano, 
i  había  partido  de  Quillota,  su  ciudad  natal,  en 
calidad  de  sárjente.  I  fué  circunstancia  digna  de 
ser  conservada  como  esperiencia  de  guerra,  que 
aquel  fuera  el  único  oficial  chileno  que  matara 
la  artillería  aliada,  porque  un  casco  de  granada 
le  perforó  el  pecho  i  la  garganta  debajo  de  la 
barba. 

XVI. 

Al  lanzarse  al  combate  la  cuarta  división,  apo- 
yada en  SUR  cureñas  situadas  en  un  espolón  de 
arena,  habíase  tendido  en  ala  en  forma  de  abanico 
que  se  abre  sobre  su  mango;  pero  poco  a  poco  sus 
ajiles  soldados  iban  cerrando  el  círculo  de  sus  fue- 
gos en  torno  al  fuerte  del  injeniero  español  que 
defendían  porfiadamente  los  soldados  de  Dávila  i 


r 


—  1029  ~ 

los  que  Montero,  dejados  solos  desde  la  primera 
hora,  había  lograda  recojer  de  varios  cuerpos. 

Al  marchar  con  su  tropa  hacia  la  estrema  iz- 
quierda del  Campo  de  la  Alianza  el  coronel  Bar- 
bosa, habíale  recomendado  el  jeneral  en  jefe  que 
obrara  a  discreción  i  díchole  que  no  le  pidiera 
refuerzos  sino  en  caso  de  estremado  apuro.  I  no- 
tando que  nadie  venia  de  aquella  ala  con  noticias, 
despachó  el  jeneral  Baquedano  a  medio  dia  a  su 
valiente  ayudante  de  campo  don  Diego  Dublé  Al- 
meida  a  tomar  lenguas  de  lo  que  en  aquella  leja- 
nía pasaba.  Mas  veloz  que  el  viento  recorrió  el 
ancho  médano  en  diez  minutos  aquel  despierto 
jefe  a  quien  amor  de  hermano  le  prestara  alas,  i 
cuando  hubo  conferenciado  un  minuto  con  los 
dos  jefes  de  aquella  división,  regresó  a  galope  con 
buenas  nuevas,  — «Diga  üd.  a  mi  jeneral  que  en 
un  cuarto  de  hora  mas,  tomo  el  tuerte.  Necesi- 
to municiones,  pero  si  éstas  no  llegan,  lo  tomaré 
a  la  bayoneta», — fueron  sus  palabras.  Se  necesita  a 
la  verdad  ancho  pecho  o  mandar  soldados  chile- 
nos para  hacer  sobre  un  campo  de  batalla  tan 
arriesgadas  promesas. 

I  como  lo  dijo  lo  puso  como  por  reloj  en  ejecu- 
ción el  coronel  Barbosa;  porque  afortunadamente 
en  esos  precisos  momentos  notando,  desde  las  po- 
siciones centrales  que  ocupaban  i  mantenían  con 
sus  baterías  de  campaña  los  mayores  Frias  i  Mon- 
toya,  que  el  reducto  boliviano  no  apagaba  sus  fue- 


—  1030  — 

g08,  pasieroQ  al  soslayo  sus  cañones,  i  tirando 
rápidamente  por  elevación  en  socorro  de  Fonte- 
cillaSy  lo  enmudecieron  al  fín  totalmente. 

XVIL 

Diéronse  cuenta  de  todo  desde  las  cercanías  del 
reducto  los  agazapados  Cazadores,  Lautaros  i  Za- 
padores que  a  manera  de  leopardos,  de  onzas  i  de 
jaguares,  se  arrastraban  por  Ion  matorrales,  i  de 
repente  saltaron  de  brinco  al  parapeto;  i  revueltos 
todos,  sin  que  hubiera,  como  en  el  Morro  mas  tar- 
de, derecho  lejítimo  a  la  prioridad  de  nombres  ni 
de  banderas,  entraron  al  recinto,  junto  con  solda- 
dos del  Atacama  i  aun  del  Santiago  i  de  otros  cuer- 
pos que  la  vorajine  de  la  batalla  i  la  victoria  habia 
arrojado  hacia  aquella  estremidad.  El  coronel  don 
Juan  Martínez  venia  con  los  últimos.  El  mayor 
de  Zapadores,  don  ümitel  Urrutia,  fué  el  primer 
oficial  de  graduación  que  ocupó  el  fuerte. 

Es  de  justicia,  sin  embargo,  agregar  que  el  que 
tomó  allí  mayor  número  de  trofeo^,  fué  el  coman- 
dante áe  los  Cazadores  del  Desierto,  siendo  el 
primero  de  éstos  en  llegar  nn  sarjento  prusiano 
llamado  Kremer,  que  habia  hecho  las  campañas 
de  Francia  en  1870-71,  i  que,  por  recordarlas  en 
miniatura,  dejó  sus  toneles  dé  cervecero  en  los 
Anjeles  para  empuñar  el  fusil  del  simple  comba- 
tiente • 


—  1031  — 

El  alférez  Rahausen,  después  capitán  del  Co' 
quimbo,  habia  penetrado  también  en  los  primeros 
grupos,  dejando  en  el  campo  heridos  de  gravedad 
a  sus  compañeros  Bouquet,  segundo  jefe,  el  capi- 
tán Jorje  Porras,  el  bravo  ayudante  don  Santiago 
Vargas  i  otros  oficiales  (1). 


(1)  Seofun  el  corresponsal  del  Mercurio  i  el  parte  oficial  del 
comandante  Wood,  el  honor  de  la  primacía  en  el  asalto  i  captura 
del  redncto  de  la  derecha  del  enemigo,,  corresponde  a  los  Cazado- 
rea  del  Desierto. 

«En  estos  mismos  momentos,  dice  el  primero,  se  adue&aban 
los  Cazadores  del  Desierto  del  fuerte  que  tenian  a  su  freate,  i 
podia  decirse  que  a  esas  horas,  la  1.37  de  la  tarde,  habia  cesado 
el  terrible  combate  en  toda  la  enorme  estenaion  de  la  línea  de 
batalla.]) 

I  su  propio  jefe  afiade:-— «Nadie  pondrá  en  duda  el  hecho  in- 
disputable de  haber  sido  la  fuerza  de  mi  mando  la  que  tomó 
posesión  del  reducto  desalojando  al  enemigo  de  este  formidable 
punto  de  apoyo.» 

En  cuanto  a  los  trofeos  tomados  dentro  del  recinto  del  fuerte, 
donde  parece  habian  sido  dejados  para  seguridad  por  los  diver- 
sos cuerpos  a  que  pertenecían,  el  bravo  comandante  Wood  los 
enumera  como  sigue: 

aEn  dicho  reducto  fueron  cojidas  cinco  piezas  de  artillería  de 
montaña,  de  las  cuales  cuatro  Krupp  i  todas  íutactHs;  una  consi- 
derable cantidad  de  municiones;  tres  oficiales  i  muchos  indivi- 
duos de  tropa  prisioneros;  doce  banderas,  de  las  cuales  una,  con 
la  señal  de  guerra  sin  cuartel,  pertenecía  al  Rejimiento  1.^  de 
Daza;  otra  a  un  rejimiento  de  artillería  peruano  i  otra  a  uno 
boliviano,  otra  al  rejimiento  de  caballería  Murillo  que  se  batió 
desmontado  defendiendo  el  reducto,  i  las  restantes  no  conocidas 
aun,  pero  todas  cojidas  a  viva  fuerza  en  aquel  punto.» 

Sin  embargo  de  todo  esto,  el  coronel  Barbosa,  a  quien  hemos 
interrogado  sobre  el  particular  para  dar  satisfacción  hasta  de 
estas  pequeñas  rivalidades  de  la  justa  arrogancia  militar,  ase- 
gura que  no  podría  decidir  quiénes  entraron  primero  al  fuerte,  in- 
clinándose a  afirmar  que  el  Lautaro  i  Cazadores  penetraron  jun- 
tos i  revueltos  como  habinn  peleado,  especialmente  la  compañía 
del  bravo  capitán  Bernabé  Chacón,  que  se  incorporó  en  la  refriega 
a  los  Cazadores  del  Desierto,  según  lo  refiere  el  mismo  coman- 


i 


—  1032  — 


Haciendo  cabal  justicia  al  denuedo  de  nuestros 
soldados,  el  coronel  boliviano  Aguirre  que  allí  es- 
taba, declaró  que  el  fuerte  fué  tomado  solo  por  el 
«valor  chileno  3>. 


dante  Wood. 

De  los  tres  cuerpos  comprometídoB  en  la  derecha  el  qae  mas 
sufrió  fué  el  Lautaro  porque  tuvo  86  bajas,  en  seguida  los  Za- 
padores coa  69  i  por  último  los  Cazadores  del  Desierto  que  libra- 
ron bien  con  43  bajas,  si  biea  este  cuerpo  no  entró  al  combate 
eÍDO  con  364  plazas  porque  habia  dejado  20  soldados  de  guarni- 
ción en  Ite  i  80  en  Taras. 

Por  fortuna,  fuera  del  capitán  Molina  i  el  subteniente  Salinas 
de  Zapadores  i  del  subteoiente  Yávar  del  Lautaro,  no  tuvo  la  4.^ 
división  mas  oficiales  muertos,  i  sus  bajas  están  representadas  en 
heridos  en  la  forma  siguiente: 

El  Lautaro 

Oficiales  heridog  graves. — Capitanes  José  Zarate  i  Nicomedes 
Gacitú»;  subtenientes  José  de  la  Cruz  Barrios  i  Severo  Ríos. 
Muertos  de  tropa. — Dieziseis. 
Heridos  de  tropa. — Cincuenta  i  cuatro. 
Contusos  de  tropa. — Treinta  i  dos. 

Los  Cazadores  del  Desierto 

Oficiales  heridos. — Comandante  Hilario  Bouquet,  capitán 
Jorje  Pirras,  teniente  Santiago  Barbosa,  subteniente  José  E. 
Pérez. 

Muertos  de  tr(»pa — Cinco. 

Heridos  de  tropa. — Treinta  i  ocho. 

Los  Zapadores 

Oficiales  heridos. — Capitán  Abel  Luna;  subtenientes  Jacinto 
Muñoz,  Juan  Á.  Maldonado,  Beujamio  Poblete,  Rodolfo  Diaz 
Villar. 

Oficial  contuso. — Capitán  Rafael  Granifo. 

Muertos  de  tropa. — ^Treinta. 
.  Heri<loB  de  tropa. — Treinta  i  nueve. 

El  subteniente  Dinz  Villar  es  un  animoso  muchacho  de  19 
afios  i  junto  con  el  Hul)teniente  Bruna  del  Santiago,  que  como 
él  fué  herido,  han  sido  conocidos  como  Los  Cadetes  de   Tacna, 


r    ' 


—  1033 


XVIII 

Es  también  de  justicia  para  con  el  enemigo  ha- 
cer mención  de  un  valiente  ciudadano  de  Bolivia, 
que  ahí  fué  tomado  sobre  un  canon.  Llamábase 
éste  el  doctor  don  José  Maria  Cabezas,  abogado 
de  Sucre  hecho  soldado  por  el  patriotismo,  i  pri- 
sionero todavia  de  Chile  por  el  honor. 

En  los  Libres  del  Sur  militó  también  el  doctor 
don  Esteban  Ri veros  con  su  hijo  don  Froilan,  pa- 
dre e  hijo,  ambos  soldados  rasos;  i  del  Murillo, 
cayó  herido  i  prisionero  el  joven  boliviano  don 
Boberto  Mitchell;  mui  conocido  en  Santiago  como 
bombero. 


. ' 


Con  el  feliz  asalto  del  último  reducto  de  los  ar- 
tilleros bolivianos,  roto  i  destrozado  en  todas  di- 
recciones el  frente  de  batalla,  la  jornada  se  habia 
trocado,  después  de  tres  horas  de  encarnizado 
combate,  en  decisiva,  gloriosa  i  completa  victoria 
para  las  armas  de  Chile  (1). 


(1)  Segaa  es  sabido,  el  prefecto  Solar  atribuyó  en  gran  parte 
la  derrota  de  Tacna  a  la  cobardía  de  los  bolivianos^  a  quienes, 
dice  en  su  famosa  carta  a  Piérola,  no  pndo  sujetar  ni  a  rienda- 
zos. 

En  esto  hai  tanta  iojustioia  como  vanagloria,  pues  parece  que 
la  división  de  reserva  de  Tacna  se  batió  con  señalado  denuedo 

HIST.  OF.  LA  C.  DH  T.  I  A.  130 


—  1034  — 

Cuando  el  coronel  Barbosa  en  ájil  corcel  de 
ensangrentados  ijares  llegaba  al  reducto  tomado 
a  la  bayoneta  entre  los  vítores  de  la  tropa  i  las 
dianas  de  las  trompetas  que  proclamaban  a  tre- 
chos la  victoria  en  la  estension  de  larga  legua, 
veíase,  en  efecto,  alzarse  por  las  pardas  lomas  en 
dirección  a  Tacna  un  grupo  de  jinetes,  uño  de  los 
cuales  distinguíase  por  el  brioso  i  flexible  alazán 
que  montaba.  Era  este  el  jeneral  Campero  que, 
con  los  restos  de  su  estado  mayor  i  los  del  de  Mon- 
tero, se  alejaba  del  campo  de  su  memorable  derro- 
ta. Tomando  la  bandera  de  un  batallón  peruano 
que  se  desorganizaba,  habíase  esforzado  el  taimado 
anciano  por  contener  en  la  izquierda  la  desbanda- 
da tropa,  i  galopando  en  seguida  hacia  el  ala  que 
mandaba  el  jeneral  Montero,  finjióndole  esperan- 
zas, díjole  que  todavía  era  posible  restablecer  el 
combate.  Pero  señalóle  el  último  con  el  brazo 
todo  el  campo  cubierto  de  dispersos^  i  entonces 


en  la  estrema  derecha  a  las  órdenes  de  Solar  i  de  Montero.  Se 
colije  esto  al  menos  de  una  nóniina  de  bajas  en  que  aparecen 
muerto  el  comandante  de  la  fuerza  de  Para  don  Manuel  Alcázar, 
herido  el  comandante  Vidal  (que  murió  mas  tarde,  segan  diji- 
mos) d  la  mayor  parte  de  la  oficialidad  de  la  columna  Tacna 
quedó  destrozada.]) 

Parecería  también  que  la  caballería  peruana  hizo  ea  los 
postreras  momentos  algún  esfuerzo  por  rescatar  bqs  pasadas 
menguas,  porque  al  ser  cierta  la  nómina  referida,  habría  muer- 
to su  segundo  jefe  el  comandante  Reina,  el  3.^  Birme  i  varios 
oficiules.  De  éstos,  dos  vinieron  heridos  a  Cbile.  Una  duda  sin 
emburtfo*  ¿No  serian  la  mayor  parte  de  estos  infelices  sacrifica- 
dos por  los  propios  fujitivos  a  quienes  trataban  en  vano  de  con- 
tener? 


—  1085  - 

enterrando  su  barba  en  el  pecho  Ior  dos  cRiidillos 
de  la  Alianza,  por  la  tercera  vez  vencida,  se  en- 
caminaron silenciosos  hacia  Tacna,  i  de  allí  aque- 
lla misma  tarde,  el  uno  a  La  Paz  por  Pachía  i 
Palca,  el  otro  hacia  Lima  por  Pachía,  Tarata,  Pu- 
no i  Arequipa  (1). 


(1)  dcSenan  las  3  P.  M.,  mas  o  menos,  dice  e}  sincero  doctor 
Dalence,  cuapdo  vimos  pasar  por  nuestra  derecha,  a  distancia  de 
lina  cuadra  i  con  dirección  a  Tacna,  una  comitiva  de  20  a  25  ji- 
netes. Uno  de  ellos  tenia  snjeto  al  brazo  un  gallardete  boliviano. 
Conocimos  que  era  el  que  flameaba  en  la  tienda  del  comandante 
en  jefe  de  nuestro  ejército  i  presumimos  que  fuese  la  sefial  de 
reunión  que  daba  a  nuestros  dispersos  el  jeneral  en  jefe  del  ejér- 
cito unidcD 

Por  su  parte,  el  jeneral  Campero  narra  su  retirada  en  estos 
términos: 

cBran  las  3  i  media  P.  M. 

<rLos  enemigos  dominaban  las  alturas  i  nos  hacian  algunos 
disparos  de  artillería,  que  alcanzaban  a  la  ciudad  de  Tacna,  ha- 
cia la  que  me  retiraba  lentamente  con  los  señores  Montero  i  Ve- 
larde. 

^A  la  entrada  en  aquella  ciudad,  el  jeneral  Montero  se  separó 
de  mí,  manifestándome  que  iba  a  comunicar  sus  órdenes  a  Ari- 
ca. Una  vez  en  la  ciudad,  indagué  por  el  señor  Solar,  prefecto 
del  departamento  de  Moquegua  (que  era  en  realidad  el  alma  de 
la  política  de  Lima)  i,  al  encontrarle  en  la  plaza  principal,  con- 
ferenciamos respecto  a  lo  qae  se  debia  hacer.  El  me  espresó  que 
sñ  intención  primitiva  para  el  caso  de  un  desastre  habla  sido 
retirarse  a  Arica;  pero  que  eso  ja  no  era  posible  ni  tenia  objeto, 
i  que  verifícarian  su  retirada  a  Fnno  por  Tarata.  Yo,  por  mi  par- 
te, le  dije  que  me  retiraba  por  Palca,  donde  habia  víveres  i  re- 
cursos enviados  por  Solivia  i  podria  reunir  los  restos  del  ejército 
boliviano  quo  se  retiraba  por  esa  ruta.i> 

Hé  aquí  todavía  unos  cuantos  episodios  de  la  batalla  del 
Campo  de  la  Alianza  referidos  por  un  testigo  de  vista,  aunque 
enfermo  de  tercianas,  el  capitán  arjentino  del  Mármol.  La  rela- 
ción tiene  vivacidad,  pero  en  algunos  pasajes,  como  el  del  Buin  i 
los  Colorados,  se  resiente...  de  las  tercianas. 

<eA1  tiempo  de  picar  la  bestia,  (para  salir  de  Tacna)  algunas 
señoritas  que  estaban  en  un  balcón  frente  a  aquel  siii*j,  ajitnndo 


1036  — 


Eran  las  tres  i  inedia  de  la  tarde,  i  la  batalla^ 
que  había  demorado  en  su  desarrollo  desde  las 
seis  de  la  mañana  i  en  su  fragor  i  resistencia  des- 


sus  pagúelos,  me  salndaron  al  grito  de  ¡viva  el  arjentinol 

a:Di  vuelta  la  cabeza  i  contesté  al  saludo  sin  detenerme. 

«Cuande  ascendía  la  cuesta,  era  verdaderamente  conmovedor 
el  espectáculo  que  ofrecían  unas  300  a  500  rabonas,  descendien- 
do hacia  Tacna,  con  sus  hijos  a  las  espaldas,  sus  ollas  de  comida 
^  en  la  mano,  sus  lágrimas  en  los  ojos,  su  queja  dolorida  en  los 
labios 

«Media  hora  después  llegaba  al  campo  de  batalla. 

«Me  diriji  al  costado  izquierdo  i  me  coloqué  en  la  fila  esterior 
dein^atallon  Sucre  2.^  de  línea,  sin  otra  intención  que  la  de  es- 
ponerme como  todos,  pero  no  para  desempeñar  un  papel  activo, 
absolutamente  imposible  en  el  estado  de  mi  salud  i  la  estenua- 
cion  de  mis  fuerzas. 

«En  aquel  hervidero  de  balas,  peor  que  tostaderuy  como  decian 
los  bolivianos,  parecia  imposible  que  un  solo  hombre  pudiera 
salvar  ileso.  Las  balas  cruzaban  sin  cesar  silbando  aloido^  o  pi- 
caban de  frente,  a  los  costados,  a  retaguardia,  levantando  cada 
una  8U  prano  de  arena  para  formar  esa  .espesa  nube  que  por  to- 
das partes  nos  rodeaba  confundida  con  humo. 

«En  aquel  costado  estaban  también  los  Colorados,  llegados  de 
la  derecha  en  protección  de  la  izquierda.  Conteniendo  i  recha- 
zando unos  veces,  avanzando  i  arrollando  otras,  Uejjraron  hasta 
apoderarse  de  prisioneros  i  tomar  una  batería  que  luego  aban- 
donaban acosados  por  las  masas  que,  cada  vez  mas  compactas, 
oponia  el  enemigo,  ante  cuya  superioridad  de  número  i  de 
elementos  era  materialmente  imposible  alcanzar  un  resultado 
feliz. 

«El  batallón  Buin  (?)  afamado  de  los  chilenos,  avanzaba  re- 
suelto, i  se  oia  en  sus  filas  el  grito  de:  ¡dónde  están  los  doUh 
rodos! 

«Estos  no  eran  hombres  de  hacerse  esperar  en  tales  ocasio- 
nes. Avanzan  también,  i  después  de  un  nutrido  fuego  ganando 
terreno,  esgrimen  la  bayoneta  i  cargan  con  admirable  denuedo. 

«Pudo  verse  en  tierra  i  bañado  en  sangre  lín  grupo  formado 


/ 


■í 


—  1087  -- 

de  las  once,  estaba  en  todas  direcciones  termina- 
da. El  jeneral  Baquedano  había  subido  por  el  cen- 
tro a  la  línea  del  Campo  d^  la  Alianza;  i  en  sitio 
cercano  al  que  hacia  poco  ocuparon  los  jenerales 
fujitivos  dio  orden  a  la  caballería  de  la  izquierda, 


por  un  colorado  i  uno  del  Buin,  caya  bayoneta  la  tenia  aquel 
clavada  en  el  pecho  cerca  del  hombro  izquierdo,  mientras  el  Co- 
lorado habia  introducido  ia  suya  en  la  ingle  derecha  del  chil<^no, 
encontrándose  ani  ambos  recíprocamente  inutilizados. 

cEntre  el  cholaje  chileno  habia  también  muchos  hermosotes. 
Uno,  que  quizá  estaba  herido,  manteniéndose  con  una  rodilli*  en 
tierra,  se  clavó  la  btiyoneta  en  el  pecho  con  suh  propias  manos, 
volvió  a  arrancarhi  i  la  introdujo  de  nuevo,  encontrando  lo  que 
tal  vez  buscaba:  el  corazón  i  la  muerte.  Este  soldado  debia  igno- 
rar la  máxima  de  Napoleón  sobre  el  suicidio. 

«Otro  cuerpo  chileno  que  tenían  a  su  frente  los  jóvenes  <Mu- 
rillo82>,  gritaba  a  medida  que  se  fusilaba  cou  ellos:  ¡Soatenetey 
bolivianito! 

a  Los  bolivianitos  decentes  de  La  Paz,  de  Sucre,  Cochabamba, 
Potosí  i  Santa  Cruz,  se  sostenían  cou  heroica  intrepidez. 

dEl  batallón  Chorolque  hacia  prodijios  de  valor.  Sus  soldados, 
aun  heridos,  no  cesaban  de  mandarle  balas  al  chileno. 

d:Idéntica  era  la  conducta  del  Canevaro,  Ayacucho  i  otros  ba- 
tallones peruanos. 

«Los  Amarillos  2;^  de  línea  recibieron  cargas  de  caballería  que 
rechazaron.  Los  fuegos  que  de  todas  partes  le  venían,  hicieron 
sufrir  a  este  cuerpo  quizá  mas  que  a  otro  alguno. 

«Pero  todo  esfuerzo  era  imposible.  Las  lineas  chilenas  se 
prolongaban,  aumentándole  siempre,  formando  un  círculo  que 
tendía  a  cerrarse  por  nuestra  izquierda. 

«La  artillería  boliviana  se  sostuvo  mortífera  e  inconmovible 
hasta  el  último  momento.  Por  desgracia,  el  número  i  calidad  de 
sus  piezas  era  algo  menos  que  cero  comparado  con  los  60  o  70 
Krupps  del  enemigo,  aunque  los  proyectiles  no  nos  causaban 
mayor  estrago  por  el  lecho  de  arena  en  que  caían. 

«Así  se  sostuvo  este  imposible  hasta  mas  de  las  3  de  la  tarde. 

«Momentos  antes  habían  caído  sucesivamente  el  coronel  Ca- 
macho  i  el  jeneral  Pérez,  herido  el  primero  en  la  rejion  del  vien- 
tre^ i  el  segundo,  en  la  parte  superior  izquierda  de  la  nariz. 

«Poco  después  la  derrota  empozó.» 


-F—í^ 


—  1088  — 

que  se  había  manteDÍdo  completamente  iDactiva, 
persiguiera  los  restos  del  ejército  aliado  hacia  Pa- 
chía  o  hacia  Arica,  porque  en  ese  momento  no 
era  fácil  discernir  hacia  que  punto  definiti\^amente 
huian. 

Es  de  oportunidad  recordar  en  este  pasaje  que 
el  jeneral  Montero  no  habia  abandonado  su  idea 
favorita  de  ir  a  rehacerse  a  Arica;  pero  el  turbión 
de  la  derrota  lo  arrastró  hacia  las  sierras,  siendo, 
sin  embargo,  hecho  notoriamente  falso  que  hubie- 
ra enviado  un  telegrama  a  Bolognesi  ordenándole 
se  rindiese  i  declarando  que  «la  ira  de  Dios  se 
ht^bia  desatado  contra  el  infeliz  Peru,:^  Montero 
encontró  roto  el  alambre,  i  hai  constancia  de  que 
desde  esa  hora  solo  desde  la  estación  del  Hospicio 
hubo  comunicación  con  el  vecino  puerto  (1). 


Tranquilo,   dichoso,  pero  inmutable,  el  jeneral 
en  jefe  del  ejército  chileno  continuaba  desde   la 

(1)  Dio  oríjen  a  este  falso  rumor  el  siguieate  telegrama: 

TquiqtiCy  junio  8  de  1881. 
Sefior  mioistro  Amnnitegui: 

Eo  Arica  se  ha  encontrado  el  siguionte  parte  de  Montero,  des-' 
pues  de  la  batalla  de  Tacna: 

<No  piensen  en  resistir,  que  la  ira  de  Dios  ha  caido  sobre  el 
Perrt.:^--  L^/ncL 


r'f 


—  1039  •— 

altura  dictando  las  disposiciones  complementarias 
de  una  batalla  campal,  cuando  llegando  hasta  él 
el  coronel  Vergara  (cuyo  desabrimiento  era  visi- 
ble) tuvo  a  bien  encomendarle  la  misión  de  ir  a 
intimar  rendición  a  la  ciudad  de  Tacna,  que  su- 
ponía pe  aprestarla  a  la  defensa. 

Pero  a  esas  horas  el  enemigo  la  habia  ya  des- 
amparado, completando  en  esa  dirección  su  derro- 
ta la  aparición  de  toda  la  artillería  del  mayor 
Salvo  (veinte  piezas),  que  perfilaron  en  la  alta 
loma  que  domina  lá  ciudad  a  tiro  corto  de  canon 
por  el  noroeste. 

Sin  recibir  órdenes  especiales  habia  hecho  ese 
arrogante  i  oportuno  avance  aquel  intrépido  ofi- 
cial, a  vanguardia  de  todo  el  ejército,  i  no  sin  es- 
poner  sus  cañones  a  un  asalto  de  parte  del  ene- 
migo en  retirada. — Su  imprudencia  era  notoria, 
pero  observando  la  tranquilidad  de  la  planicie, 
descendió  aquel  jefe  con  la  artillería  de  montaña 
i  las  ametralladoras  hacia  el  valle,  dejando  en  la 
alta  colina  arenosa  las  piezas  pesadas  de  la  bate- 
ría Yillarreal  en  línea  de  batalla. 


XXII. 


Mostraba  evidentemente  el  mayor  Salvo  ansia 
viva  por  posesionarse  de  Tacna,  i  aunque  recibió 
frecuentes  órdenes  para  retroceder,  no  lo  verificó, 


—    1040   — 

9 

dando  por  escusa  lo  pesado  del  médano  en  el  re- 
greso. 

Mas,  a  su  turno,  uno  de  sus  subalternos  inme- 
diatos quiso  disputarle  tan  apetecida  gloria,  i  sin 
orden  recibida,  metióse  a  la  plaza  por  uno  de  sus 
arrabales,  dejando  a  considerable  distancia  dos 
ametralladoras  que  mandaba. 

Era  este  el  capitán  de  artillería  don  José  Joa- 
quin  Flores,  destinado  a  mostrarse  siempre  en  la 
primera  fila  i  en  la  primera  descubierta  del  ejér- 
cito chileno.  Penetrando,  en  efecto,  i  como  a  escon- 
didas este  valiente  oficial  hasta  la  plaza  del  pueblo, 
preguntó  a  un  grupo  de  estranjeros  que  allí  habla 
quién  era  el  que  mandaba;  mas  como  unos  cuan- 
tos soldados  del  Perú,  ebrios  de  vino  o  ebrios  de 
miedo,  le  hicieron  tres  o  cuatro  disparos  con  tré- 
mulo i  traicionero  pulso,  alzó  tranquilamente  el 
artillero  su  kepi,  en  señal  de  saludo,  i  torciendo 
bridas  dijo  con  ironía  a  los  circunstantes: — «Has- 
ta luego,  caballeros! » 

Uno  de  los  así  interpelados  (que  lo  contaba), 
antiguo  oficial  alemán,  habia  sido  testigo  dé  la 
batalla,  mirándola  con  anteojo  en  un  alto  mira- 
dor del  pueblo,  i  desde  la  primera  hora  del  en- 
cuentro, viendo  descender  por  las  laderas  intermi- 
nable cadena  de  fujitivos,  habia  esclamado  en 
francés  i  en  el  lenguaje  universal  de  los  soldados: 
—lis  sont  rases...  (1). 

(1)  Dato  de  doa  Elusebio  Lillo,  prefecto  de  Tacna. 


~  1041  — 


XXIIL 

Solo  al  divisar  el  jefe  de  la  artillería  chilena  de 
la  derecha  el  conocido  caballo  tordillo  rabón  del 
«Stanley  del  ejércitoD,  que  galopaba  de  regreso 
por  los  afueras  del  pueblo,  se  dio  cuenta  de  la  he- 
roica temeridad  de  su  jinete.  I  noticiado  de  lo 
que  habia  tenido  lugar,  mas  por  via  de  intima- 
ción que  de  represalia,  ordenó  hacer  fuego  sobre 
la  población,  pero  con  punterías  elevadas  para  no 
dañarla.  Otro  tanto  pero  con  distinto  fin  ejecutaba 
desde  la  vecina  altura  el  capitán  Villarreal  por 
órdenes  del  coronel  Amengual  que  allí  se  le  habia 
reunido  en  un  estado  de  febril  escitacion,  con  las 
reliquias  de  sus  mutilados  batallones.  El  coronel 
Amengual  quería  reducir  a  cenizas  la  cindadela 
de  la  Alianza;  pero  por  fortuna  la  batería  Villa- 
rreal que  tiraba  hacia  la  estación  del  ferrocarril, 
solo  hizo  una  docena  de  disparos.  Salvo  habia  he- 
cho diez  veces  ese  número,  i  el  último  con  la  vi- 
sual al  reloj  de  la  prefectura  que  a  esa  hora  mar- 
caba las  cuatro  de  la  tarde. 

XXIV. 

En  esos  momentos  descendia  el  coronel  Verga- 
ra  de  las  lomas  acompañado  de  un  ayudante,  e 
instaba  al  mayor  Salvo,  a  su  paso,  para  entrar 

HIST.  DB  LA  o.  DE  T.  I  A«  131 


—  1042  — 

juntos  a  la  plaza,  lo  que  ejecutaron,  llevando  en 
señal  de  parlamento  Una  sábana  del  trasporte  Mor 
tías  Gousiño  que  el  capitán  Lastarria  del  Coquim- 
bo, ayudante  del  coronel  Amunátegui,  habia  saca- 
do de  debajo  de  su  montura. 

Después  del  horror  de  la  trajedia  comenzaba  el 
alegre  entusiasmo  de  los  que  vencen. 

Al  penetrar  en  las  primeras  calles  de  la  pobla- 
ción, divisaron  también  los  parlamentarios  chile- 
nos un  soldado  que  montaba  tranquilamente  la 
gtiardia  en  una  esquina  i  que  por  su  uaiforme  pa- 
i'ecia  desde  la  distancia  pertenecer  al  ejército  de 
Chile.  Reconociéronle  en  efecto  por  tal,  i  como 
individuo  del  Santiago;  i  cuando,  al  desfilar,  le 
interrogaron  sobre  lo  que  allí  hacia,  contestó  sen- 
cillamente:—jffe  venido  a  tomarme  a  Tacna.  (1) 

Aquel  singular  captor  de  uaa  ciuda  i  era  digno 
de  llevar  su  nombre: — «Lautaro d. 


XXV 

Pero  mientras  el  p  irlamiutario  Vergjira  entra- 
ba en  pláticas  de  arreglo  con  algunos  de  los  cón- 
sules estranjeros  que  habian  salido  a  su  encuen- 
tro, hacia  por  otro  rumbo  su  aparición  el  coronel 
Amengual,  acompañado  del  comandante  Bulnes, 

,  „-     — —  -  —    -  I   I  —     -  —   ■     ■  —  —   ^  ■  _  ^^^^ ^ — . _       ^^       — 

(1)  Datos  del  coronel  Vergara  i  del  mayor  Salvo. 


~  1043    - 

seguidos  de  grupos  de  todos  los  cuerpos  del  ejér- 
cito, especialmente  de  Carabineros  i  de  soldados 
de  la  Artillería  de  Marina. — Haciéndose  presen- 
tar el  arrogante  veterano  al  alcalde  del  pueblo,  por 
una  comisión  consular  que  salió  a  su  paso,  mani- 
festó con  tosca  enerjia  a  aquel  funcionario  que 
quedaba  responsable  del  orden  interno  de  la  ciu- 
dad, i  fuese  a  sentar  con  la  fiereza  de  un  conquis- 
tador de  la  edad  feudal  en  uno  de  los  bancos  de 
la  plaza,  mientras  ordenaba  a  una  mujer  perua- 
na escojiera  las  mejores  flores  del  jardin  para  en- 
viar la  primera  corona  de  la  victoria  al  jeneral 
en  jefe. 

XXVI. 

Hallábase  en  tan  pintoresca  i  jentil  faena  el  jefe 
de  la  primera  división  del  ejército  de  Chile,  cuan- 
do se  presentó  viniendo  por  otra  dirección  el  co- 
ronel Vergara  con  su  grupo,  i  haciéndose  allí  un 
alarde  de  recíprocas  supremacías,  cambiáronse 
ambos  jefes  palabras  de  enfadosa  reconvención 
ajenas  a  tan  gran  momento.  Eran  aquéllas  las  es- 
pinas ocultas  de  las  flores  que  la  mujer  tacneña 
recojia  en  el  pensil 

XX  vn. 

Ocultábase  ya  el  sol  invernal  en  el  fondo  del 


—  1044  — 

ancho  valle  i  sus  mesetas  de  arena,  cuando  re- 
cibieron el  jeneral  en  jefe  i  el  comandante  Velaz- 
quez  la  noticia  de  estar  ocupada  la  ciudad,  i  am- 
bos ordenaron  bajasen  unas  en  pos  de  otras  las  di- 
visiones a  beber  al  rio,  único  pero  rico  galardón 
de  sus  fatigas,  porque  en  seguida  regresaron  a  la 
altura  a  desempeñar  sus  últimos  deberes  de  se- 
pultureros, quedando  solo  en  el  bajo  i  en  la  direc- 
ción a  Arica,  acampada  en  la  quinta  llamada  de 
Forero,  la  división  Barbosa  para  protejer  la  noche 
de  cualquiera  eventualidad. 

El  ejército  de  Chile,  conforme  a  su  costumbre, 
que  recuerda  la  vanagloria  del  mas  renombrado 
hombre  de  guerra  del  presente  i  pasado  siglo,  ha- 
bla dormido  sobre  el  campo  de  batalla! 

Esa  era  desde  Maipo  i  desde  Yungai  su  glo- 
riosa costumbre. 


ANEXOS  AL  CAPITULO  XXIX. 


L 


MANIFESTACIÓN   DIRlJIDA    AL  BATALLÓN  COQUMBO   POK  LOS 
BEPKESENTANTES   DB  BÜ  PHOVINCIA,  KN  RL  GONUUESO  NACIONAL. 

Santiago  y  junio  29  dt  1880. 

Señen  • 

La  conducta  del  batallón  núm.  1  de  Coquimbo  que  usted  dignamente 
comandó  en  la  gloriosa  batalla  del  Alto  de  Tctcna,  conducta  atestiguada 
por  el  ejército  entero  i  por  todos  los  boletines  de  la  victoria,  ha  llenado 
al  país  de  admiración  i  de  lejítimo  orgullo  a  su  provincia  nativa. 


—  1045  — 

Capo,  en  efecto,  a  ese  noble  cuerpo,  de  reciente  formación,  la  señalada 
honra  de  marchar  al  asalto  de  las  formidables  posiciones  del  enemigo  en 
el  momento  critico  de  la  batalla  i  decidir  ésta  con  heroico  empuje  en  el 
centro  de  la  línea  de  combate,  arriando  las  rotas  alas  del  ejército  de  la 
Alianza  hasta  el  fondo  del  valle,  tomándole  sus  ambulancias,  sus  jefes  i  sus 
estandartes,  al  paso  que,  por  una  escepcion,  qne  recojerá  la  historia,  el 
suyo  propio  recibia  once  balazos  i  quedaba  su  asta  teñida  con  la  sangre 
jenerosa  de  los  seis  valientes  que  le  sirvieron  alternativamente  de  escol- 
ta, de  portas  i  de  mártires  en  el  camino  del  triunfo. 

Nueve  oficiales  i  ciento  veintiséis  soldados  dejados  fuera  de  combate 
en  esa  marcha  rápida  e  iiTesistiblc,  pusieron  en  seguida,  en  pos  del  pabe- 
llón, el  sello  de  ]a  gloria  al  antiguo  heroismo  coquimbano. 

El  batallón  núm.  1  de  Coquimbo,  como  las  lejiones  colombianas  en  las 
faldas  de  Ayacucho^  marchó,  en  efecto,  señor  comandante,  desde  el  primer 
momento,  a  paso  de  vencedores;  i  en  ese  avance  que  desconcertó,  por  su  or- 
den i  por  su  audacia  admirables,  a  las  aguerridas  divisiones  bolivianas  que 
la  bisoña  i  heroica  tropa  encontró  a  su  paso,  tuvo  usted,  señor  comandan- 
te, la  fortuna  de  caer  de  su  caballo  en  el  campo  del  honor,  junto  con  sus 
dos  intrépidos  ayudantes. 

Devuelto  el  mando  desde  ese  momento  supremo  a  su  joven  i  valeroso  se- 
gundo, vengó  éste  i  el  Coquimbo  a  los  caidos  en  sus  filas,  al  ejército  i  al 
país,  siendo  el  primero  en  avistar  i  dominar  la  ciudad  que  fuera  durante 
un  largo  año  el  asilo  i  el  cuartel  je neral  de  sus  enemigos.  Solo  el  cansan- 
cio de  una  carrera  de  tres  leguas  i  las  órdenes  de  jefes  superiores,  contu- 
vieron, el  caer  la  tarde,  su  pujanza. 

Como  en  Maipo,  el  número  1  de  Coquimbo  habia  sido  designado  para 
decidir  la  batalla,  i  como  en  Maipo  la  decidió  con  su  heroismo,  con  su 
sangre  i  su  bandera. 

¡Eterno  honor  sea  tributado  a  los  que  asi  cumplen  en  la  historia  este 
doble  deber  del  heroismo! 

Entretanto,  señor  comandante,  los  abajos  suscritos,  senadores  i  diputa- 
dos de  la  provincia  de  Coquímóo,  hsn  creído  de  su  deber  asociarse  al  jus- 
to regocijo  de  sus  dignos  representados  i  enviar  al  valiente  batallón  nú- 
mero 1  un  voto  de  gracias,  rogándole  que,  mientras  llega  la  hora  de  las 
debidas  recompensas  nacionales,  se  digne  usted  comunicarlo  a  sus  bizarros 
oficiales  i  a  todos  los  individuos  de  su  valerosa  tropa  en  la  forma  que  us- 
ted juzgase  mas  acertada. 

Con  este  motivo  tienen  el  honor  de  suscribirse  de  usted,  señor  coman- 
dante, atentos  i  respetuosos  servidores. — Gerónimo  Urmeneta,  senador  por 
Coquimbo. — Benjamin  Viaiña  Markenna,  senador  por  Coquimbo. — Jorfe 
ffuneeus,  diputado  por  Elqui.^^ Enrique  Gami^  diputado  por  Elqui. — Fran- 
cisco Gandarillapy  diputado  por  Coquimbo. — Enrique  Matte^  diputado  por 
Ovalle. — Francisco  Donoso  Vergara,  diputado  por  Ovalle. — Juan  Francisco 
Itivas^  diputado  por  Ovalle. — Félix  Mackenna^  diputado  por  Ovalle. — Pe- 
dro N,  Videla^  diputado  por  la  Serena. — Carlos  Vicuña  Guerrero^  diputa- 
do por  la  Serena. — José  A.  Tagle  A.^  diputado  por  Combarbalá. — Fran- 
cisco Carvallo  Elizalde,  diputado  por  Combarbalá  — Javier  Varas  Marin^ 
diputado  por  Illapel. — /.  N,  Hurtado^  diputado  por  Illapel. 


—  1046  • 


II. 


LA.  DERROTA  I  RETIRADA  DE  LOS  ALIADOS  REFERIDA 

POR    ELLOS  MISMOS. 


(fragmentos  del  informe    DEL  JEN  ERAL   CAMPERO   A    LA  CONYBI«0ION). 


"Viendo  yo  que  el  número  iba  a  inutilizar  los  heroicos  esfuerzos  de  los 
nuestros,  mandé  que  algunos  cu^^rpos  del  centro,  donde  el  combate  era  me- 
nos reñido,  se  recostasen  hacia  el  ala  izquierda.  Al  mismo  tiempo  envié 
mi  escolta  mandada  por  el  capitán  Jésupe,  a  fín  de  que  hiciera  un  esfuerzo 
supremo,  para  reunir  a  los  que  se  habian  dispersado.  (1) 

En  estos  momentos  solemnes  so  me  anuncia  por  el  teniente  Julio  Zilve- 
t¡,  que  el  coronel  Camacho  había  caido  herido  i  que  este  fatal  accidente 
desanima  las  tropas.  Como  antes  se  me  hubiese  dicho  que  el  jeneral  Aco^ 
ta  habia  sido  destrozado  con  su  caballo  por  una  bomba,  ordeno  que  el  co- 
ronel Ramón  González  se  haga  cargo  del  mando  de  esa  ala,  como  el  jefe 
mas  caracterizado  que  quedaba.  Pero  al  mismo  tiempo  noto,  que  los  nues- 
tros empiezan  a  ceder  abrumados  por  el  número,  insinuándose  la  disper- 
sión en  diversos  puntos  de  la  línea  de  batalla.  A  impulsos  de  la  desesperar 
cion  que  me  infunde  la  inminencia  de  naestro  desastre,  tomo  tm  estandar- 
te peruano  i  procuro  reunir  .a  los  que  se  dispersan.  No  consigo  qoe  me 
rodeen  sino  20  a  25  hombres.  Viendo  lo  estéril  de  mis  esfuerzos,  dejo  el 
estandarte  a  mi  edecán,  el  coronel  Ezequiel  de  la  Peña,  afín  de  ver  si  po- 
día contener  a  los  demás  dispersos.  Ya  no  es  posible.  Entretanto,  los  ba- 
tallones Colorado  i  Canevaro  i  algunos  otros  restos  de  naestro  ejército, 
encerrados  en  un  semicírculo  de  fuego,  se  abren  paso  al  través  de  las  filas 
enemigas  i  se  baten  en  retirada,  completamente  destrozados.  Bncoentro  a 
los  señores  Montero  i  coronel  Velarde,  jefe  de  estado  mayor  jeneral  del 
ejército  peruano,  quienes  me  anuncian  que  ya  todo  parecia  acabado  sin 
remedio;  que  la  derecha  i  ei  centro  se  habían  deshecho  completamente  i 
peleaban  en  dispersión. 

Al  mismo  tiempo  se  me  advierte  la  caída  del  jeneral  Pérez,  jefe  de  es- 
tado mayor  jeneral  del  ejército  aliado,  quien  había  sido  herido  en  el  fra- 
gor del  combate  i  sucumbía  lanzando  vivas  a  la  alianza. 

Juntamente  con  los  señores  Montero  i  Velarde,  i  haciendo  un  esfuerzo 
supremo,  trato  de  contenerá  los  que  huyen,  en  una  ceja  de  las  caldas  que 
dan  vista  a  Tacna^  para  conducirlos  en  orden  a  esta  ciudad.  Ya  no  es  po- 
sible. Arrastrados  por  el  terror,  ya  nada  escuchan  i  principian  su  marcha. 


**i 


(I)  Esta  escolta  constaba  de  18  jinetes,  qae,  por  una  deferencia  especial,  me 
había  cedido  el  señor  jeneral  Montero.  Tres  de  aquellos  fueron  heridos  i  tam- 
bién el  caballo  del  capitán  Jésupe,  lo  que  me  hizo  notar  éste,  diciéndome: 
"Jeneral:  mi  caballo  ha  sido  ya  condecorado  por  el  enemigo  con  una  medalla  de 
honor.** 


CAPITULO  XXX. 


LA  BATALLA  DEL  CAMPO  DE    LA  ALIANZA 


BAJO     EL    PUNTO    DE    VISTA    MILITAR. 


Reflexiones  militares  a  que  se  presta  la  batalla  del  Campo  de  la  Alianza. 
— Peligro  de  pelear  sin  retirada.  <— El  ejército  chileuo  es  mas  numeroso 
que  el  de  la  Alianza  pero  de  hecho  se  baten  9,000  infantes  chile- 
nos contra  13,000  aliados  en  fuertes  posiciones. — Mania  de  rebajar 
BU  námero  en  todos  los  vencidos. — ^Demostraciones  numéricas. — Re- 
sultados militares  de  la  batalla  — ^Prisioneros,  armas  i  trofeos. — Bajas 
del  ejército  de  Chile  i  sus  detalles  por  división. — Bajas  del  ejército 
aliado  i  su  enorme  pérdida  en  oñciales. — Tacna  es  el  Mirafloi*es  de 
los  peruanos. — Estratejia  particular  i  certera  del  jeneral  Baquedano 
al  librar  la  batalla  del  Campo  de  la  Alianza. — El  ejército  movilizado 
de  Chile  i  lo  que  la  República  tiene  que  esperar  de  sus  voluntarios.— 
Unidad  de  raza  i  de  armas. —  Desventaja  de  los  aliados  bajo  este  pun- 
to de  vista. — El  orden  disperso  i  la  formación  unida  de  las  batallas  mo- 
dernas.— Demostraciones  numéricas. — La  cuestión  cartuchos  i  su  solu- 
ción en  el  campo  de  batalla  en  contra  de  las  exajeraciones  del  prin- 
cipio de  la  campaña. — Misión  de  la  artillería  en  las  guerras  futuras. 
— Servicios  que  presta  la  caballería  de  Chile  en  la  campaña  i  su  situa- 
ción espectante  en  la  batalla  de  Tacna. — El  servicio  sanitario  de  Chile  i 
sus  tristes  esperiencias  desde  Pisagua  al  Campo  de  la  Alianza. — Lamen- 
table abandono  de  los  heridos  chilenos  i  cómo  muchos  de  éstos  son  so- 
corridos por  las  ambulancias  de  los  Aliados. — Casos  personales  i  honro- 
sas escepciones.— Acumulación  de  heridos  i  la  sed  en  la  batalla. — Juan 
Portilla  i  Salustio  Gallardo. — La  batalla  del  Campo  de  la  Alianza  juz- 
gada como  acción  de  guerra  i  su  esterilidad  prevista  como  fin  estratéjico 
de  la  campaña. — a¡La  guerra  comienza!» — 1  juorme  error  político  que  se 
consuma  en  el  Campo  de  la  Alianza.— La  situación  verdadera  de  la 
Alianza  antes  de  la  batalla,  según  el  Manifiesto  del  jeneral  Campero.-- « 
Proclama  del  jeneral  Baquedano  a  los  vencedores  de  Tacna. 


—  1048  — 


I. 


Tal  habia  sido,  en  todo  heroica,  gloriosa  i  com- 
pleta, la  batalla  del  Campo  de  la  Alianza,  digna 
de  alta  fama  en  los  anales  de  la  guerra  i  en  los 
fastos  del  patriotismo.  Pelearon  en  ella  cuerpo  a 
cuerpo  nueve  mil  chilenos,  después  de  haber  atra- 
vesado cuarenta  leguas  de  desierto  con  la  sed  en 
la  garganta,  el  cansancio  de  todos  sus  miembros 
i  el  amor  de  la  patria,  como  sublime  antídoto  den- 
tro de  sus  entrañas,  contra  trece  mil  aliados  que 
formaban  la  flor  del  ejército  aguerrido  i  veterano 
de  las  repúblicas  del  Pera  i  Bolivia,  eternos  ene- 
migos de  Chile  con  el  odio  tenaz  de  la  emulación 
secreta  i  de  la  envidia  desbordada. 


IL 


Considerada  bajo  un  punto  de  vista  estricta- 
mente estratéjico,  tuvo  la  batalla  del  Campo  de 
la  Alianza  un  vicio  capital  para  los  chilenos, — el 
de  que  su  ejército  fué  llevado  por  el  desierto  a 
pelear  sin  humana  retirada;  i  esto,  cuando  se  jue- 
ga al  azar  de  las  armas,  que  nadie  tiene  por  segu- 
ro, la  suerte  de  una  nación,  no  sólo  es  riesgoso  si- 
no altamente  ocasionado  a  catástrofes  irrepara- 
bles. 

Comprendíanlo  así  muchos  jefes  i  aun  oficiales 


—  1049  — 

subalternos  del  ejército  i  lo  lamentaban.  —«Esta- 
mos en  un  momento  mui  solemne,  escribía  al  au- 
tor de  esta  historia  desde  Las  Yaras  el  18  de  ma- 
yo el  comandante  del  Chacabuco.  La  batalla  que 
se  va  a  dar  es  decisiva.  El  triunfo  tiene  que  ser 
completo  o  las  consecuencias  serán  funestas. d  En 
otra  ocasión,  hemos  citado  las  levantadas  pala- 
bras del  capitán  Olivos,  que  comparaba  la  situa- 
ción del  ejército  de  Chile  a  la  hueste  de  Hernán 
Cortés,  después  del  incendio  de  las  naves;  i  esta 
era  la  síntesis  característica  de  la  situación.  Solo 
los  soldados  que  no  meditan  i  que  marchan  sin  mi- 
rar atrás  se  mostraban  alegres  en  presencia  de 
aquella  eventualidad,  i  como  el  heroico  Brandsen, 
estaban  inclinados  a  decir: — «Felices  los  comba- 
tientes colocados  entre  la  muerte  i  la  victoriaÍD  (1) 

(1)  Carta  del  coronel  Brandsen  al  coronel  Yiel. — Mendoza 
1819. 

Los  aliados  comprendían,  por  sn  parte  toda  la  imprudencia 
qae  habia  en  nuestro  movimiento,  i  confiando  especialmente  en 
la  celeridad  de  Leiva,  creian  de  buena  fé  tenernos  ya  entre  sus 
manos.  Hé  aquí  en  efecto  lo  que  decia  un  editorial  del  Boletín 
del  Ejército  Boliviano  del  25  de  mayo,  es  decir,  de  la  víspera  de 
la  batalla. 

4[En  un  editorial  del  núm.  47  de  este  periódico,  demostramos 
lo  necesario  e  indispensable  que  era  no  dejar  salir  un  solo  hom- 
bre del  ejército  enemigo,  del  nuevo  territorio  que  habia  ifivadido, 
ajin  de  desarmar  a  Chile  del  único  ejército  con  que  cuenta. 

p Concluimos  poco  mas  o  menos  diciendo:  ese  ejército  debe  que* 
dar  en  poder  nuestro^  de  jeneral  a  tambor. 

]>Lo  que  entonces,  es  decir,  ahora  un  mes,  podia  ser  diñcil,  hoi 
es  completamente  axequible, 

i^Quién  sabe  si  a  estas  horas  el  ejército  de  Arequipa  ha  cortar 
do  ya  al  enemigo  la  línea  de  comunicación  con  P acocha  i  su  escua- 
dra. 
9 1  quién  sabe  si  el  enemigo  se  prepara  a  abandonar  este  teatro^ 

HIST.  Dlfi  LA  C.  DE  T.  I  A.  132 


—  1060  — 


III. 


En  el  número,  tomado  en  globo,  era  mayor  el 
ejército  de  Chile  que  hacia  la  campaña  a  la  ofen- 
siva comparado  el  que  parapetado  en  fuertes  po- 
siciones naturales  le  salía  al  paso,  porque  las  tro- 
pas que  el  invicto  jeneral  Baquedano   condujo 
desde  Las  Yar¿\s  al  Campo  de  la  Alianza  alcanza- 
ban, contando  plaza  por  plaza,  a  13,520  soldados; 
pero  descontada  la  reserva  jeneral  i  la  caballería 
de  la  izquierda  que  uo  disparó  un  solo  fusilazo, 
ni  hizo  siquiera  brillar  sus  sables  en  la  jornada, 
el  número  de  combatientes  fué  con  mucho  infe- 
rior al  del  enemigo  que  sostuvo  su  línea  con  trece 
njil  hombres  sólidamente  establecidos.  (1) 


para  volver  a  Tarapacá;  lo  que  francamente  no  debemos  permitir. 
;)E3  necesario  cerrarle  todos  los  puntos  de  la  costa  de  que  pue- 
da disponer  para  reembarcarse,  flanqueándolo  por  Ite  i  Morro  de 
Sama,  a  fin  de  erni)UJarlo  hacia  el  interior,  a  qtie  pu,rgue  su  pe- 
cado entre  las  breñas  de  nuestras  cordtlleras,T> 

(1)  Como  es  de  costumbre  inveterada  en  los  vencidos,  empe- 
ñados en  llevar  las  atenuaciones  hasta  la  exajenacion,  el  número 
de  los  aliados  en  el  Campo  de  la  Alianza  ha  sido  reducido  a  pro- 
porciones insostenibles. 

Hemos  oido  al  jeneral  Camacho  afirmar  de  buena  fé,  pero  de 
memf)na,  en  presencia  del  jeneral  Baquedano  que  el  total  de 
los  aliados  no  pasaba  de  10,800,  siendo  7,000  peruanos  i 
3,800  bolivianos.  El  coronel  Aguirre,  en  sn  folleto  varias  veces 
citado,  desciende  a  9,300,  en  esta  forma: — Peruanos  5,100,  boli- 
vianos 4,200,  i  todavía  El  Nacional  de  Lima  del  2(5  dejuaio  de 
18S0  hacia  figurar  solo  9,030  soldados  de  los  cuales  apenaa 
8,500  eran  combatientes  efectivos,  contra  ló  mil  chilenos! 

Entretanto,  para  establecer  la  ciñM  exacta  de  los  boliviaaoa 


—  1051  — 


I  lo  que  hubo  de  mas  alta  prez  para  el  valor  de 
Chile,  filé  que  la  mayor  parte  de  los  nueve  mil 
infantes   que  allí  pelearon  dejaron  sus  hogares 


tenemos  el  cuadro  oficial  i  reciente  que  publica  el  doctor  Dalen- 
ce,  en  el  cual  aparecen  5,150  eoldados;  i  respecto  de  los  peruanos, 
su  número  no  ha  podido  descender  en  ningún  caso  de  ocho  mil, 
según  una  sencilla  demostración. 

El  ejercito  que  Montero  reunió  en  Arica  en  enero  de  1880 
ascendía,  según  vimos,  a  diez  mil  hombres,  i  después  se  le  agre- 
garon diversas  partidas  i  especinlmente  la  división  Solar  que 
llegó  a  contar  800  plazas,  de  modo  que  vehajando  1,600  solda- 
dos dejados  en  Arica  quedaba  todavía  un  efectivo  de  9,200.  Pero 
queremos  consentir  en  que  por  enfermedades  u  otros  motivos  se 
descuenten  todavía  1,200:  siempre  queda  el  número  de  8,000 
peruanos  i  5,000  bolivianos.  El  siguiente  estado  tomado  de  un 
diario  de  Solivia,  confirma  estos  mismos  resultados  i  dice  así: 

EJÉRCITO   PBRÜANO. 

Rejimiento  de  Artillería. 

Infantería. — Batallón  Zepita  núm.  1,  id.  Ayacucho  3,  id.  Ca- 
zadores del  Rimac  5,  id.  Victoria  7,  id.  Fisagua  9,  id.  Lima  1 1 , 
id.  Huáscar  13,  id.  Cazadores  del  Misti  15,  id.  Areqiiipa  17,  id. 
Granaderos  del  Cuzco  19,  id.  Provinciales  de  Lima  21,  id.  Ta- 
rapacá  23,  id.  Granaderos  de  Arequipa  25,  id.  Arica  27,  id.  Ar- 
tesanos de  Tacna  29,  id.  Granaderos  de  Tacna  31,  id.  Iquique 
33,  id.  Piérola.— Hombres  9,000. 

Caballería. — Rejimiento  Húsares  de  Jnnínni^m  1,  Escuadrón 
Guias  3,  id.  Flánqueadores  de  Tacna  5. — Total  de  cuerpos  22. 

EJÉRCITO    BOLIVIANO. 

Infantería.— Batallón  Alianza  núm.  1,  id.  Sucre  2,  id.  Loa  3, 
id.  Aroma  4,  id.  Viedma  5,  id.  Padilla  é,  id.  Tarija  7,  id.  Cho- 
rolque  8,  id.  Grau  9. 

Rejimiento  de  Artillería. 
Caballería. — Escuadren  Coraceros,  id.  Murillo,  id  Yanguar- 


^  1062  ^ 

como  voluntarios  i  guardias  nacionales  moviliza- 
dos. Con  escepcion  de  la  Artillería  de  Marina  i 
del  mutilado  2."*  de  línea,  los  diez  batallones  i 
Tejimientos  de  la  1.*,  2.*,  3.*  i  4.'  división  que 
entraron  al  fuego,  en  todo  nueve  mil  combatien- 
tes, pertenecian  a  esa  nobilísima  clase  de  hombres 
que  en  Chile  no  pelea  por  paga,  ni  obediencia,  ni 
vanagloria,  sino  por  Chile,  al  grito  de  «Yiva  Chi- 
le!i>,  pronunciando  cuyo  nombre  i  bendiciéndolo, 
les  es  dulce  morir.  (1) 


dia  de  Cochabamba,  id.  Libres  del  Sor,  -id.  caerpo  de  Ambalaa- 
cias  120.^Total  de  cuerpos  14.— Hombres  4^800. 

Total  del  ejército  aliado: 

Peruano • 9,000 

Boliviano. 4,800 

Total , 13,800 

Total  de  cuerpos 36 

(1)  Nunca  hemos  encontrado  una  razón  comprensiva  del 
total  efectivo  de  las  divisiones  chilenas;  pero  el  siguiente  dato 
publicado  por  la  prensa  del  Perú  nos  parece  bastante  exacto. 

DIVISIÓN  AMENGUAL. 

Rejimiento  3.^  de  línea 1000  hombres. 

Batallen  Esmeralda ; 500        » 

Id.      Navales 500        » 

Id.      Valparaiso 500        > 

Artillería. 

Una  brigada  12  cañones. 120        » 

Caballería. 
Un  escuadrón 150        > 

3770        » 


—  1068  — 


IV 


El  ejército  enemigo,  veterano  en  su  mayor  par- 
te, como  sacado  de  comarcas  que  viven  en  ince- 

DIVISIÓN  Müf^OZ. 

Rejimiento  2.^  de  línea 1  jg^^ 

Id.        Santiago j 

Batallón  Búlnes \  Q/^^ 

l.^Atacama /  ^""        ^ 

Batería  Krup )  ^►q 

Escuadrón  Cazadores J  ^ 

2850 

DIVISIÓN  AMTJNÁTEOUI. 

Bejimiento  4.^  de  linea 1      •.¿.¡.r. 

Artillería  de  Marina /     ^^"" 

Batallón  Chacabnco 

Id.      Coquimbo 

Batería  de  campafia \       ^/.^ 

Escuadrón  Granaderos j 


}     1109        > 


2850 

DIVISIÓN  BABBOSÁ. 


Bejimiento  Bnin  i  Lautaro 1800        » 

Brigada  de  Zapadores,  Artillería  i  Escuadrón  \       f.^^ 
wanaderos j 


2300 

Total  por  divisiones  con  sus  bajas 11770 

1.* 3,770  combatientes 596  bajas. 

2.» 2,850  j>  847      > 

3.».. ..-.  2,850  T>  181      > 

4/ 2,300  »  296      j^ 


11,770  1,920 

El  total  atribuido  a  los  chilenos  es  inferior  en  dos  mil  hom- 


—  10fl4  — 

san  tes  guerras  civiles,  fué  totalmente  aniquilado, 
escapando  unos  pocos  centenares  por  la  quebrada 
del  Tacora  hacia  Bolivia  i  gruesos  grupos  de  fuji- 
tivos  hacia  Puno  por  Tarata.  —Dos  mil  quinien- 
tos prisioneros  de  la  clase  de  tropa,  tres  jenera- 
les,  de  los  cuales  dos  moribundos  i  un  tercero  as- 
cendido en  el  campo  de  batalla  por  la  Convención 
de  Bolivia,  como  para  dar  mayor  realce  a  la  vic- 
toria de  Chile,  cinco  coroneles  i  ciento  treinta  ofi- 
ciales, la  mayor  parte  bolivianos,  un  tercio  de 
ellos  heridos  i  mostrando  la  constancia  de  los  bra- 
vos; diez  cañones,  cinco  ametralladoras,  mil  cajas 
de  guerra  i  de  pertrechos,  cinco  mil  rifles,  i  lo  que 
valia  mas  que  todo  esto,  innumerables  estandartes 
i  banderolas  que  sé  han  esparcido  en  las  ciudades 
i  aldeas  de  la  república  vencedora,  haciendo  jiro- 
nes de  su  gloria  en  lugar  de  formar  un  solo  trofeo 
nacional,  tales  fueron  los  resultados  de  aquella  in- 
mortal jornada  que  el  país  no  supo  apreciar  en  sus 
primeras  horas,  ni  aun  tal  vez  hoi  dia,  porque  vo- 
ces escondidas  se  ocuparon  en  desfigurarla  como 
concepción  i  como  logi*o. 


bres  al  efectivo,  pero  para  estimar  los  combatientes  verdaderos 
deben  deducirse  al  menos  4,500  de  la  reserva  i  asi  tendríamos 
9,000  chilenos  contra  13,000  aliados.  En  resumen,  pelearon  fuer- 
zas mas  o  menos  iguales  26,000  hombres  de  una  parte  i  otra, 
quedando  4,000  fuera  de  combátelo  sea  la  sesta  parte. 


—  1055  — 


V. 


Fué  un  hecho  militar  bajo  todos  coaceptos  bri- 
llante i  cabal,  porque  si  hubo  algunos  defectos  de 
detalle,  inevitables  en  ejércitos  bisónos,  ninguno 
importaba  la  menor  censara,  i  todo  su  conjunto 
ante  la  estratejia,  el  criterio  militar  i  los  resulta- 
dos perseguidos  se  hizo  digno  del  mayor  aplauso. 
Porque  los  que  imajinan  que  sobre  un  desierto  de 
arena,  sin  agua,  sin  trasportes,  sin  víveres,  sin  hori- 
zontes, sin  esploraciones  que  la  fatiga  hace  impo- 
sibles, se  pueda  maniobrar  de  la  manera  que  lo 
ejecutan  los  ejércitos  europeos,  marchando  a  la  vez 
sus  divisiones  por  diez  o  mas  rutas  socorridas  i 
converjentes,  moviéndose  como  los  peones  de  un 
tablero  de  ajedrez,  ésos  no  conocen  ni  la  guerra 
americana  ni  la  s:':.erra  del  desierto. 

Todo  lo  contrario. 

La  manera  como  el  jeneral  Baquedano  condu- 
jo su  ejército  hasta  dar  frente  al  enemigo,  i  su  tác- 
tica especial  encaminada  a  lanzarlo  sobre  uno  de 
los  flancos  del  enemigo,  haciénílole  agotar  sus  re- 
servas para  caer  sobre  su  ala  opuesta  en  hora  opor- 
tuna, arrojando  en  pos  las  suyas  sobre  los  puntos 
debilitados  por  el  cañón  i  el  ataque  a  vivo  fue- 
go, amoldándose  en  esto  al  carácter  peculiar 
del  chileno,  le  hacen  alto  honor  como  a  caudillo. 
Su  estratejia  así  concebida  i  así  planteada  no  solo 


-.  1066  -¿ 

resistió  ai  empuje  enemigo,  que  fué  notorio,  sino 
a  la  impaciencia  natural  de  los  suyos.  I  su  espre- 
sion  favorita  i  casi  única  durante  la  batalla — Á  su 
tiempo!-A  su  tiempo!  pone  de  manifiesto  la  sereni- 
dad imperturbable  de  su  espíritu  en  lo  recio  del 
encuentro,  su  clara  previsión  i  la  seguridad  de  sus 
medidas  calculadas  de  antemano. 

Los  enemigos  de  Chile,  que  en  esta  gran  bata- 
lla'han  sido  como  en  otras  posteriores  nuestros 
mejores  jueces  contra  nosotros  mismos  i  nues- 
tras mezquinas  pasiones,  han  declarado  que  los  je- 
fes Baquedano  i  Velazquez  condujeron  con  rara 
maestría  la  batalla,  agregando  que  la  sola  vista 
del  despliegue  de  su  formidable  reserva  basto  pa- 
ra consumar  su  derrota. 

Tratándose  de  pelear,  los  chilenos  rara  vez  a  la 
verdad  cometen  faltas,  porque  eso  precisamente 
es  lo  que  saben  desde  Caupolican  i  desde  Pe- 
dro de  Valdivia — pelear!  Los  errores,  las  desa- 
venencias, los  celos,  las  ruedas  inútiles,  los  ambi- 
ciosos vulgares  i  los  intrusos  petulantes,  esos 
preceden  casi  siempre  al  fuego;  pero  en  la  batalla, 
como  en  el  crisol,  todo  se  purifica  i  con  la  limpie- 
za se  engrandece  i  brilla. 


VL 


Jefes  i  soldados  cumplieron  todos  su  deber  a 
porfia  en  aquel  dia  memorable.  De  los  primeros 


—  1057  — 

quedaron  en  el  campo  ciento  catorce  bravos,  de 
ellos  veinte  i  cinco  muertos,  i  de  los  últimos  1,800, 
de  los  cuales  400  perecieron  por  el  plomo  ene- 
migo i  .muchos  mas  por  la  impericia,  desidia  i 
fatal  organización  de  nuestros  servicios  sanitarios 
que  jamas  estuvieron,  bajo  ningún  punto  de  vis- 
ta,  a  la  altura  de  su  misión  ni  siquiera  del  desem- 
peño del  enemigo,  que  en  esto  nos  aventajó,  con 
desmedro  de  nuestra  fama  de  pueblo  organizador, 
intelijente  i  adelantado.  El  total  efectivo  de  bajas 
filó  de  1797,  i  no  seria  aventurado  agregar  que  la 
mitad  de  su  número,  ochocientos  cadáveres,  que- 
daron en  los  fosos  del  Campo  de  la  Alianza  o  en 
las  camillas  de  las  ambulancias.  (1) 


VII. 


Batiéronse  los  ejércitos  aliados  con  indisputa- 
ble intrepidez,  i  hubo  cuerpos  que  se  cubrieron 
de  lejítima  gloria  como  el  Zepita,  el  Ayacucho,  el 
Alianza,  el  Sucre,  el  Padilla,  el  Chorolque  i  el 
Aroma:  los  cuatro  últimos,  bolivianos.  Otros,  de 
eterna  vergüenza  como  el  Huáscar  i  el  Victoria 
del  campo  del  Perú.  La  mayor  parte  de  los  jefes 


(1)  Entre  los  anexos  del  presente  capítalo  publicamos  una 
razón  completa  de  las  bajas  del  ejército  de  Chile,  nómina  de  he- 
ridos i  prisioneros  del  ejército  aliado,  listas  de  pertrechos  toma- 
dos, etc.,  etc.  Las  cifras  no  pueden  ser  matemáticas,  porque  el 
estado  mayor  no  las  ha  dado  tales  pero,  pueden  considerarse  nlui 
próximas  a  la  verdad,  con  diferencia  de  cortísimas  fraccionen. 

HIST.  DE  LA  o.  DE  T.  I  A.  133 


—  1058  — 

de  cuerpo  pagaron  el  tributo  de  su  vida  a  su  pa- 
tria i  a  su  infortunio  como  Pérez  i  Mendoza,  dos 
.gloriosos  ancianos  cuyas  ensangrentadas  canas 
recordaban  a  Bolivia  i  al  Perú  dignísimos  servi- 
cios; i  en  pos  de  ellos  seguian,  en  la  flor  de  la  vi- 
da, Fajardo,  Vidal,  Llosa,  Mac-Klean,  Luna,  Ba- 
rriga, Reina,  Alcázar,  López,  Ravelo,  e  innumera- 
bles jefes  de  la  clase  de  tenientes  coroneles,  ma- 
yores i  capitanes,  muertos  o  heridos.  (1) 

Corrió  a  la  verdad  el  plomo  de  Chile  tan  denso  i 
tan  recio  en  el  asalto  de  la  cuchilla  i  en  el  porfía-, 
do  entusiasmo  de  los  cuerpos  en  el  ala  izquierda  i 


(2)  Conforme  a  los  imperfectos  i  escasos  partes  oficiales  del 
ejército  del  Perú,  perdió  este  147  jefes  í  oficiales  en  esta  forma. 
El  Zepita  6  muertos  i  8  heridos.  Los  Cazaciores  del  Misti  5 
muertos  i  8  heridos,  entre  los  primeros  al  mayor  Igarza  su  tercer 
jefe;  el  Pisagua  6  muertos  i  7  heridos;  el  Arica  5  muertos  e 
igual  niímeros  de  heridos;  el  Huáscar  G  muertos  i  5  heridos,  i 
los  Cazadores  del  Cuzco  igual  número  entre  muertos  i  heridos. 
El  Ayacucho  dejó  24  oficiales  fuera  de  combate,  el  Arequipa  13 
i  la  división  Canevaro  perdió  27,  correspondiendo  al  Lima  13  i 
a  los  Cazadores  del  Rimac  del  l)ravo  Fnjardo,  14.  El  Lima 
núm'.  11  tuvo  también  12  bajas,  casi  todas  de  capitanes,  como  el 
Pisagua  que  perdió  todos  los  suyos.  En  una  publicación  del  co- 
ronel Velnrde  se  habla  de  300  oficiales  del  Perú  muertos  o  he- 
ridos en  Tacna,  pero  probablemante  no  pasaron  de  2üO,  el  doble 
-de  los  chilenos. 

En  cuanto  a  los  bolivianos,  sus  pérdidas  en  oficiales  fueren 
mui  numerosas,  i  el  coronel  Aguirre  publica  la  lista  de  23  jefes 
^ue  déla  clase  de  mayor  a  jeneral  quedaron  en  el  campo,  resul- 
tando muerto  el  jeneral  Pérez,  el  coronel  López,  el  bravo  Rave- 
lo,'cl  mayor  Uria,  i  los  demás  heridos. 

En  los  anexos  publicamos  una  relación  peruana  incom- 
pleta que  hace  subir  el  número  de  sus  bajas  de  oficiales  a 
134?  en  esta  forma: — 5  coroneles,  10  tenientes  coroneles,  13  sar- 
án tos  mayores,  28  capitanes,  41  tenientes  i  37  subtenientes. 


\  _  1059  — 

en  el  centro,  que  los  jefes  de  la  Alianza  que  no 
fueron  muertos  en  el  sitio,  ostentan  hoi,  como  Ca- 
macho  entre  los  bolivianos,  Murguia,  Pando,  Balli- 
vian,  Calvimonte,  Adolfo  Palacios  i  muchos  otfos, 
las  honrosas  cicatrices  del  deber  cumplido.  E  igual 
mérito  i  distinción  cupo  a  Suarez,  a  Vila,  a  Ira- 
ola,  a  Espinosa,  a  Bustios,  a  Morales  Bermudez  i 
al  mismo  afortunado  Cáceres  que  resultó  contuso, 
perdiendo  todos,  o  el  mayor  número,  sus  caballos 
de  batalla  como  aconteciera  entre  los  comandan- 
tes de  Chile. 

La  batalla  del  Campo  de  la  Alianza  fué  en  ver- 
dad para  el  honor  peruano  lo  que  la  de  Miraflores 
para  el  honor  chileno; — el  sacrificio  voluntario  de 
la  vida  en  una  prueba  terrible  i  desigual. 

VIII. 

I  como  primera  reflexión  útil  para  la  historia  i 
sus  enseñanzas,  será  digno  hacer  notar  aquí  res- 
pecto de  los  últimos,  que  los  cuerpos  movilizados 
se  batieron  con  una  eneijia,  decisión  i  tenacidad 
que  pudo  enorgullecer  a  los  mas  aguerridos  vete- 
ranos de  la  república.  Por  manera  que  Chile  tie- 
ne ya  por  sabido  que  posee  en  sus  ciudades  i  co- 
marcas un  ejército  siempre  listo  para  su  defensa  i 
para  consolidar  sus  derechos  i  sus  glorias. 

Contemplada  bajo  el  aspecto  de  su  fuerza  mus- 
cular, pareció  a  la  verdad  la  batalla  del  Campo  de 


—  1080  — 

la  Alianza  una  pelea  de  titanes,  i  si,  así  como  sü 
duración  fué  corta,  se  hubiese  prolongado  un  tercio 
mas  de  la  jornada,  no  habría  sido  aquélla  comba- 
te de  hombres  sino  carniceria  de  fieras,  trocándo- 
se el  arenoso  medaño  del  Campo  de  la  Alianza 
en  charcos  horribles  de  sangre.  (1) 


(1)  La  siguiente  animada  relación  de  la  visita  que  al  dia  si- 
sigaieote  practicó  el  jefe  de  las  ambulancias  bolivianas,  doctor 
Dalence,  para  recojer  heridos  i  sepultar  a  los  muertos»  da  una 
idea  del  encarnizamiento  i  del  horror  del  combate»  comenzando 
por  la  izquierda  de  la  línea  de  la  Alianza. 

«El  número  de  muertos  (dice  en  su  folleto  citado  el  doctor 
boliviano)  que  computamos  al  ejército  aliado  alcanzaría  a  1,500 
mas  o  menos;  habiendo  sido  victimados  (repasados)  65  a  70  de 
ellos.  Entre  los  muertos  correspondian  la  mayor  parte  a  nuestro 
ejército  en  la  clase  de  tropa  i  al  ejército  peruano  en  la  de  jefes  i 
oficiales. 

«Entre  los  nuestros  dicen  que  fué  encontrado  en  línea  muí 
avanzada  un  soldado  del  batallón  Alianza  junto  a  otro  chileno^ 
recíprocamente  atravesados  por  bayoneta  el  uno  i  yatagán  el 
otro, 

«Los  que  nosotros  encontramos  mui  adelante  cerca  del  lugar 
que  habia  ocupado  una  sección  de  la  artillería  enemiga,  frente 
al  estremo  de  nuestra  ala  derecha,  fueron  varios  del  rejimiento 
Murillo,  i  mas  avanzados  que  todos,  los  cadáveres  de  los  jóvenes 
Werter  Rivera  i  Samuel  Elgueta;  en  seguida  un  buen  número 
de  los  de  nuestros  Zapadores;  hacia  el  centro  delante  del  gl¿cis 
de  la  meseta  en  que  se  encontraba  nuestra  línea,  muchos  del  ba- 
tallón Gran,  del  Chorolque,  del  Loa  i  del  Padilla,  hacia  la  ijs- 
quierda  un  tendal  de  los  del  batallón  2.^  i  del  Viedma,  sobre  su 
propio  terreno  i  muchos  del  Tarija;  i  en  fin  un  considerable  nú- 
mero de  los  del  batallón  Alianza  i  algunos  del  Aroma,  en  línea 
mucho  mas  avanzada  de  todos. 

«Continuando  nuestro  camino,  encontramos  muertos  a  propor- 
ción que  ascendíamos  a  la  meseta,  i  en  las  inflexiones  del  terre- 
no que  se  estienden  sobre  ésta,  un  soldado  del  Aroma,  un  chile' 
no,  uno  del  Aroma  (victimado),  uno  del  Victoria  (victimado), 
un  riflero  del  rejimiento  Libres  del  Pnr,  otro  del  mismo  cuerpo, 
que  por  una  carta  que  tenia  en  el  bolsillo  vimos  que  se  llamaba 
Jos(í  María  Ayala,  uno  del  Alianza  (victimado),  un  soldado  pe* 


—  1061  — 

Los  ejércitos  combatientes  no  alcanzaban  a  28 
mil  soldados^  i  de  estos  no  menos  de  cuatro  mil 
quedaron  en  el  campo,  correspondiendo  cerca  de 
dos  mil  a  Chile,  i  el  resto  dividido  casi  por  igua- 
les partes  entre  los  aliados.  Los  peruanos  eran 
menos,  pero  algunos  de  sus  cuerpos  abandonaron 
temprano  el  campo,  cayendo  no  pocos  de  ellos 
por  balas  bolivianas  en  castigo  de  su  miedo  i  de 
su  fuga. 


JLJx* 


Quedó  demostrada  allí  en  todo  la  superioridad 
del  chileno  como  metal  de  combate,  lo  que  era  ya 
una  noción  histórica  conocida,  como  organización 
de  gueri'a  (no  obstante  sensibles  vacíos  e  inespe- 
riencias)  i  especialmente  como  armamento.  Imi- 
tando una  espresion  militar  tan  cruel  como  famo- 
sa, la  unidad  de  calibre  i  de  resorte  del  rifle  Com- 
blain  «hizo  maravillase)  en  Tacna,  como  el  Chasse- 


roano  cuyo  naiforme  nos  era  desconocido,  ano  del  Zepita,  uno 
de  Libres  del  Sar  (Francisco  Jiménez),  un  sarjento  1.^  del 
Alianza  (victimado  con  bala  i  bayoneta),  otro  del  mismo  caer- 
po  (victimado),  seis  chilenos,  5  de  Vanguardia  de  Cochabamba 
(tres  de  ellos  victimados),  6  Libres  del  Sur,  6  soldados  perua- 
nos i  4  del  escuadrón  Coraceros.  Dimos  sucesivamente  sepultu- 
ra a  todos  esos  cadáveres  i  nos  dispusimos  a  hacer  lo  mismo  con 
un  grupo  de  5  rifleros  Libres  del  Sur  cerca  de  los  que  se  encon- 
traba un  oficial  de  bigote  i  pera  crespos  i  largos,  á  quien  le  ha- 
blan quitado  la  levita  i  el  calzado,  i  que  se  hallaba,  como  los 
anteriores,  en  una  hondonada  que  existe  a  la  izquierda  de  la  in- 
flexión de  terreno  en  que  se  encontraba  una  sección  de  la  artille- 
ría peruana,  lüra  este  el  coronel  boliviano  López. d 


—  1062  — 

pot  CQ  SU  estreno  de  Mentana,  diez  i  siete  años 
hacia. 

Los  peruanos,  por  el  contrario,  armados  mas 
como  turba  que  como  ejército,  lucharon  con  la  irre- 
dimible desventaja  de  la  variedad  de  sus  rifles  de 
precisión.  Solo  el  Zepita  i  el  Pisagua  estaban 
armados  de  fusiles  Comblain.  Los  Cazadores  del 
Cuzco  i  el  batallón  de  Morales  Bermudez  tenian 
Peabody  americano  de  largo  pero  fatigoso  tiro, 
mientras  que  los  cuerpos  organizados  en  el  sur  se 
batian  con  el  ya  anticuado  Chassepot  i  los  demás, 
especialmente  los  bolivianos,  con  el  Bemington. 


X. 


Con  relación  a  la  artillería  no  cabia  compara- 
ción posible,  porque  Chik  llevaba  de  antemano 
la  victoria  uncida  a  sus  treinta  cañones  Krupp,  al 
paso  que  los  aliados  solo  podian  oponer  a  sus  dis- 
paros piezas  abigarradas  i  antiguas,  francesas,  in- 
glesas i  alemanas,  siendo  los  seis  Krupps  de  mon- 
taña de  Daza  su  única  pieza  de  resistencia  dentro 
del  campo  de  tiro  superior  de  las  nuestras.  La 
ineficacia  de  sus  proyectiles  cayendo  en  suelo 
blando  fué  reconocida,  i  la  del  enemigo  resultó 
tan  inferior  en  esto  que  solo  se  sabe  de  un  oficial 
que  por  su  efecto  pereciera. 

En  cuanto  al  uso  aun  novel  i  pooo  esperimen- 
tudo  do  las  ametralladoras,  no  pudo  allí  abrirse  jui- 


—  1063  — 

cío  porque  los  aliados  teniendo  once  de  estas  armas 
del  sistema  G-atling  i  los  chilenos  solo  cuatro,  pa- 
rece que  ni  las  unas  ni  las  otra-^  prestaron  S3r vi- 
cios eficaces,  i  en  realidad  las  del  ejército  de  Chile 
no  hicieron  un  solo  disparo  por  no  dañar  a  nues- 
tros propios  soldados  con  su  incierto  tiro.  Pudiera 
decirse  por  esto  que,  esceptuando  en  las  alturas 
(como  en  Chorrillos)  o  en  las  cofas  de  los  buques, 
el  uso  de  esta  invención  moderna  no  se  halla 
todavia  suficientemente  definido,  no  obstante 
la  farsa  imperial  que  se  llamó  o:  combate  de  For- 
bach  o  el  bautizo  del  príncipe  imperial»  en  los 
comienzos  de  la  guerra  franco-alemana  de  1870, 
que  se  inició  para  los  franceses  en  una  escaramu- 
8a  de  ametralladoras  contra  huíanos. 


XI, 


Con  la  misma  acentuación  de  superioridad  que 
da  a  un  pueblo  la  homojeneidad  de  su  raza,  en  opo- 
sición a  los  que  para  su  mal  carecen  de  ella,  i  la 
que  dispensa  a  un  ejército  hi  unidad  de  su  arma- 
mento de  combate,  púsose  a  descubierto  en  la 
batalla  del  Campo  de  la  Alianza,  tan  llena  de  en- 
señanzas militares  para  la  Itepública,  la  ventaja 
indisputable  del  orden  disperso  de  combate  re- 
comendado a  los  cuerpos  de  infantería  que  pelean 
en  avance,  i  especialmente  a  aquellos  destinados 
a  desalojar  de  un  puesto  dado  a  un  enemigo  pa- 


—  1064  — 

Tapetado.  Sin  este  arbitrio  que  mucho»  de  nues- 
tros rejimientos  pusieron  instintivamente  en  obra 
contra  la  rutina  de  sus  jefes  «a  la  antigua,i>  la 
infantería  de  Chile  habría  sido  cruelmente  ester- 
minada en  aquel  esforzado  ascenso  a  la  loma  que 
duró  cerce  de  tres  horas. 

Evidencióse  mas  marcadamente  esta  peculiari- 
dad de  los  combates  modernos  en  el  ataque  del 
ala  derecha  del  enemigo,  que  la  división  Barbosa 
conquistó  palmo  a  palmo  en  orden  disperso,  con- 
forme a  la  táctica  prusiana  que  con  el  nombre  de 
guerrilla  inglesa  habia  enseñado  el  intelijente  i 
malogrado  Santa  Cruz  a  sus  Zapadores. 

El  rejimiento  Esmeralda  que  se  batió  en  el  ala 
opuesta  del  enemigo  sin  sujetarse  a  la  táctica  al- 
ternativa de  ocultarse  i  de  hacer  iuego  en  avan- 
ce, guardando  distancias  homojéneas  de  hombre  a 
hombre,  tuvo  en  efecto  248  bajas  i  en  igual  pro- 
porción el  Santiago  (222),  el  Naval  121  i  el  Co- 
quimbo mismo,  simple  batallón  que  habiendo  en- 
trado al  fuego  en  el  último  tercio  de  la  batalla, 
dejó  148  de  los  suyos,  al  paso  que  los  Zapadores 
al  atacar  un  fuerte  artillado  con  cañones  Krupp  i 
defendido  por  1,500  soldados  resueltos,  solo  tuvo 
77  bajas,  es  decir,  menos  de  un  tercio  del  Esnie- 
ralda  i  solo  la  cuarta  parte  de  las  bajas  del  San- 
tiago. (1) 

(1)  La  siguiente  comparación  de  los  dos  caerpos  que  pelearon 


/ 


—  1066  — 


•  * 


XII. 

Besalta  esta  misma  comprobación  tan  digna  de 
ser  tomada  en  cuenta  en  futuros  combates,  de  la 
comparación  del  efectivo  de  las*  divisiones  con  sus 
bajas,  tomados  los  unos  i  los  otros  en  globo,  tal 
cual  fueron  organizados  en  sus  tres  armas,  porque 
el  resultado  que  el  estudio  comparativo  de  las 
que  entraron  de  lleno  i  de  frente,  al  fuego,  es  el 
siguiente: 

1.*  división  3,770  plazas  bajas  396 

.2.'      id.       2,860     '7>  \      847 

4.'      id.      2,300      D  3>     296 

Es  decir,  en  uno  i  otro  caso,  la  mitad  de  las  pér- 
didas corresponde  a  la  división  que  peleó  en  la  iz- 


en  las  dos  alad  opuestas  del  ejército,  el  uno  «a  la  antigua,!)  es 
decir  eu  formación  unida,  i  el  otro  disperso,  ilustra  perfecta m€lxit6 
esta  cuestión  en  esta  forma. 


Bajas  del  Esmeralda. 

Bjajas  de  Zaptfdoresv 

Oficiales  muertos....  2 
Id.      heridos 10 

Soldados  muertos....  76 
id.      heridos 160 

3 
5 

30       '    ' 
.  39 

248  77 

< 

Los  bolivianos  reconocieron  i  apreciaron  las  ventajas  del  ms- 
tema  introducido  por  Santa  Cruz  i  su  fiel  asociado  el  coronel 
Doningo  Toro  en  el  ejército,  i  hoi  probablemente  lo  practicarán 
en  las  tropas  que  adiestran  para  renovar  la  guerra. 

HIST.  DB  LA  o.  DE  T.  I  A.  134 


—  1066  — 

quierda  estratéjicamente,  respecto  de  la  división 
de  la  derecha,  i  la  tercera  parte  respecto  de  la  que 
peleó  en  el  centro.  La  3.*  división  que,  sumada  en 
conjunto  í  üó  por  siis  combatientes  como  las  an- 
teriores,  constaba  de  2,850  plazas,  tuvo  solo  181 
bajas,  la  mayor  parte  de  éstas  del  Ooquimbo,  que 
entró  vigorosa  i  temerariamente  en  formación 
Uñida  como  su  antiguo  modelo  en  bravura,  jemelo 
en-  ella  i  en  nacionalidad  comarcana,  en  el  calle- 
jón de  Espejo. 

XIII. 

I 

Quedó  de  igual  manera  demostrado  en  el  Cam- 
po de  la  Alianza,  terreno  estratéjicamente  elejido 
por  el  enemigo,  que  si  bien  la  caballería  chilena, 
tan  justamente  tendida  d.e  los  peruanos,  está  lla- 
mada a  prestar   incalculables  servicios  al  ejército 
porque  sus  jinetes   son   sus   ojos,  sus  piernas  i  su 
estómago^en  las  batallas  libradas  en  calíchales 
como  los  de  Tarapacá,  en  las  montañas  como  en 
los  Anjeles  i  én  los  médanos  como  en  Tacna,  ha  de 
verse  condenada  a  ingloriosa  inacción,  la  mas  ve- 
ces por  la  naturaleza  del  terreno  i  casi  siempre 
por  el  enflaquecimiento,  fatiga  i  maltrato  de  sus 
sufridas  bestias.    El  hombre  resiste  mejor  que  el 
bruto  al  desgaste  de  los  climas  tropicales. 
'    Con  escepcion  de  la  carga  ineficaz  de  los  vale- 
rosos  Granaderos  de  Yávar  que  los  Colorados  i  el 


—  1067  — 

Sucre  rechazaron  formando  cuadros  con  la  rodilla 
en  tierra,  conforme  a  la  antigua  táctica,  los  jinetes 
chilenos  fueron  en  la  batalla  del  Campo  de  la 
Alianza,  simples  espectadores.  El  escuadiKm  Bul- 
nes  prestó  buenos  servicios,  pero  no  con  sus  sa- 
bles sino  con  sus  ponchos,  acarreando  muTiiciones' 
a  la  línea  de  combate,  i  en  esa  faena  perdió  oóho 
o  diez  hombres.  Los  carabineros  de  Vargas  (2."" 
escuadrón)  solo  tuvieron  un  herido  por  una  bala 
perdida,  i  los  brillantes  Cazadores  ni  uno  solb. 

•  •      •  » 

* 

XIV. 

f 

En  cambio,  la  batalla  del  Campo  de  la  Alian* 
za  afianzó  hasta  el  mas  alto  heroísmo  i  la  mas 
justificada  eficacia  la  fama  de  la  infantería  chile- 
na, que,  si  no  era  tan  sólida  i  compacta  como  la 
de  los  tercios  españoles  de  Carlos  V  en  Pavia,  no 
habia  de  seguro  dejenerado  de  los  fusileros  de 
Yungay  ni  dé  las  compañías  de  guerrillas  que 
treparon  mordiendo  sus  cartuchos  al  Pan  de  Azú- 
car i  al  Punyan.  La  infantería,  conforme  al  dicho 
profético  de  Napoleón  en  Santa  Elena,  continua 
siendo  el  arma  rei  de  los  ejércitos,  por  cuanto  con 
el  rifle,  no  es  la  pólvora  la  que  pelea  sino  el  alma, 
al  paso  que  en  el  cañón  es  el  metal  i  en  la  caba- 
llería el  bruto. 


—  1068  — 


XV. 


Solucionóse  también  en  esta  famosa  batalla 
campal  de  una  manera  práctica  i  terminante  la 
discutida  cuestión  de  las  municiones  que  el 
uso  de  las  armas  de  precisión  exije,  i  el  resul- 
tado dio  plena  razón  a  los  que  desde  las  primeras 
horas  de  la  campaña,  i  contra  los  alarmistas  i  los 
exajeifados,  sostuvierion  que  250  cartuchos  debia 
ser  el  máximum  por  plaza  en  una  batalla  i  150  el 
mínimum,  no  debiendo  esoeder  el  total  de  un  par- 
que bien  provisto,  a  una  cifra  representada  por 
600  tiros  por  plaza,  o  sea  medio  millón  de  tiros 
para  cada  mil  infantes.  I  hácese  preciso  recordar 
aquí  que  habien  "  o  encargado  el  gobierno  catorce 
millones  de  cari  ichos  a  Europa^  algunos  jefes 
esperimentados,  pero  de  la  vieja  escuela,  hablaban 
dé  hacer  llegar  ese  número  a  cincuenta  millones! 

Entraron  en  efecto  los  cuerpos  de  infantería  al 
fuego  en  Tacna  con  130  tiros  en  sus  morrales, 
con  escepcion  del  Esmeralda  que  no  completó  la 
última  fracción;  i  después  del  combate  quedó 
constancia  en  los  partes  oficiales  de  los  jefes  de 
la  1.*  i  2.*  división,  que  antes  de  decidirse  la  con- 
tienda agotaron  su  provisión  varios  cuerpos  i  en 
especial  el  Esmeralda,  el  Santiago  i  los  Cazadores 
del  Desierto;  de  suerte  que  el  número  ya  indicado 
debió  ser  el  mínimun  (150),  quedando  al  alcance 


—  1069  — 

de  los  cuerpos  i  a  su  inmediata  retaguardia  una 
provisión  equivalente  a  100  cartuchos  de  reserva. 
Hubo  en  Tacna  mas  o  menos  doce  mil  infantes 
chilenos,  pero  ni  con  mucho  alcanzaron  a  quemar 
un  millón  de  tiros,  porque  las  reservas  no  se  batie- 
ron i  porque  algunos  de  los  cuerpos  de  la  izquierda 
pelearon  en  orden  disperso,  ocultándose  i  avanzan- 
do, lo  que  hace  los  disparos  mucho  mas  lentos,  si 
bien  mas  seguros.  I  a  este  respecto  hai  que  dedu- 
cir ademas  de  la  cuenta  total  a  los  muertos,  a 
los  heridos,  a  los  rezagados,  a  los  que  rompen  por 
accidente  sus  armas,  etc.  Jefes  observadores  nos 
han  asegurado  que  el  término  medio  de  las  cáp- 
sulas quemadas  por  la  infantería  de  Chile  en  Tac- 
na fué  de  60!  lo  que  haria  subir  el  número  de  car- 
tuchos apenas  a  600,000!- -El  consumo  de  la  arti- 
llería, según  lo  dejamos  antes  recordado,  alcanzó 
a  54  por  pieza,  de  modo  que  no  habria  daño  en 
que  la  provisión  de  sus  armones  fuera  el  doble. 

XVI. 

Son  estos  datos  de  mucha  cuenta  para  el  pro- 
greso militar  del  país,  i  a  la  verdad  es  cosa  que 
se  hace  demorar  con  estrañeza  que  algunos  de 
nuestros  intelij entes  jefes  i  oficiales  del  Estado 
mayor  no  se  hayan  consagrado  a  este  jénero  de 
demostraciones,  que  son  el  aprendizaje  práctico 
i  la  cruelmente  comprada  espericncia  de  la  gue- 


—  1072  — 


XVIII. 


En  jeneral,  la  tercera  guerra  con  el  Perú,  que 
habia  sido  iniciada  con  el  sacrificio  jeneroso  de  un 
cirujano,  sustentó  mucho  mayor  número  de  egois- 
mosque  de  abnegaciones  en  el  curso  de  sus  pruebas. 
— «Nuestras  ambulancias  (dice  un  escritor  hábil 
que  no  ha  gastado  poca  induljencia  con  ese  ramo 
oficial  del  servicio  de  la  guerra)  brillaron  en  Tac-. 
na  por  su  ausencia  durante  el  combate,  i  en  nuestra 
ala  derecha  i  centro  no  las  habia  absolutamente, 
según  pudimos  constatarlo  al  encontrar  herido  al 
capitán  don  Guillermo  Carvallo  de  los  Navales. 
Después  de  hacerle  don  Víctor  Castro  la  primera 
cura,  nos  echamos  en  busca  de  una  ambulancia 
para  llevar  a  ella  al  simpático  joven.  Pero  a  pesar 
de  haber  recorrido  una  gran  estension,  no  divisa- 
mos mas  Cruz  Koja  que  una  que  se  alzaba  entre 
un  grupo  de  jinetes  que  parecían  presenciar  el 
combate. 

«Tomamos  lenguas,  i  todos  los  que  interroga- 
mos estaban  acordes  en  que  en  el  campo  no  habia 
ambulancias.  5;  (1) 

I  en  otro  pasaje  de  su  correspondencia,  el  mis- 
mo ájente  noticioso  añade: 


(1)  Caviedes.  Correspondencia  al  Mercurio. 


—  1073  — 

«No  solo  los  muertos,  por  desgracia,  quedaron 
allí  abandonados.  Nuestros  heridos  lo  estuvieron 
también  durante  un  dia  entero,  i  algunos  no  ha- 
blan sido  recojidos  aun  al  subsiguiente  de  la  ba- 
talla. 

«Ya  el  27,  recorriendo  algunos  el  campo,  en- 
contraban en  una  hondonada  un  lastimero  grupo 
de  dos  soldados  que  desde  la  mañana  del  dia  an- 
terior estaban  allí  desamparados.  Aquellos  infeli- 
ces, que  no  habian  podido  el  dia  de  la  batalla 
aplacar  la  sed  que  ya  los  devoraba,  habian  sufrido 
los  mas  terribles  tormentos  con  la  falta  del  indis- 
pensable líquido,  agravada  ahora  por  la  fiebre  de 
sus  heridas.  Uno  de  ellos,  no  pudiendo  resistir  a 
sus  dolencias,  habia  fallecido,  i  el  otro  tenia  a  su 
lado  llena  de  orines  la  taza  de  una  cantimplora,  i 
con  ella  engañaba  sus  padecimientos.!) 

XIX. 

I  para  aumento  de  rubor,  nuestros  propios  ene- 
migos espulsados  de  su  campo  por  el  denuedo  de 
los  que  en  él  quedaron,  coinciden  en  estas  dolo- 
rosas  apreciaciones  como  testigos  de  vista.--^(!: To- 
mamos, dice  el  varias  veces  citado  jefe  de  las  bien 
servidas  ambulancias  bolivianas,  hablando  de  su 
escursion  humanitaria  por  el  campo  el  dia  27,  to- 
mamos la  dirección  de  nuestra  línea  de  batalla  para 
recorrerla,  siguiendo  las  huellas  de  los  cadáveres, 

HIST.  DfB  LA  C.  DB  T.  I  A.  135 


—  1074  — 

hasta  el  estremo  de  nuestra  ala  derecha.  En  nues- 
tro camino  continuamos  encontrando  multitud  de 
hendos  chilenos,  qne   como  y¿i  hemos  dicho  ante- 
riormente habian   recibido  ya  o  practicado  ellos 
mismos  su  primera   curación;  así  como  continua- 
mos encontrando  también  entre  los  cadáveres  del 
ejército  aliado  muchos  que  habian  sido  victimados. 
Era  de  notarse  en  medio  de  ese  doloroso  espectá- 
culo, lo  injenioso  de  los  recursos   que   habian  to- 
mado los  heridos,  ya  para  no  ser  abandonados  en 
el  campo  o  proferidos  en  el  recojo,  ya  para  res- 
guardarse de  la  intemperie  i  de  la  sed,  o  ya  tam- 
bién para  poderse  mover  del  sitio  en  que  cayeron 
i  trasladarse  a  otro  lugar. 

«Los  mas  se  habian  arrastrado  hacia  las  emi- 
nencias de  aquel  terreno;  unos  habian  formado  su 
lecho  escarbando  la  arena  hasta  donde  era  posible 
al  largo  de  su  cuerpo,  a  guisa  de  sepultura;  otros 
habian  formado  con  una  .^razada  una  especie  de 
toldo  sobre  un  pabellón  de  rifles,  otros  tenian  de- 
positada su  agua  en  cajas  vacias  de  sardinas,  ga- 
lletas, etc.,  a  falta  de  cantinas;  i  en  fin,  mas  de  uno 
con  la  pierna  o  el  muslo  fracturado  habia  amarra- 
do su  rifle  sobre  el  miembro  inhabilitado  a  manera 
de  aparato  de  contención  de  fracturas  ^;ara  poder- 
se  arrastrar  hasta  las  eminencias  de  las  ondulacio- 
nes de  aquel  terreno. 

(íA  la  derecha  de  una  pequeña  colina  sobresa- 
liente, añade  el  mismo  narrador,  entre  las  que 


—  1075  — 

cerraban  nuestra  izquierda  en  esa  rejion,  escucha- 
mos voces  en  diferentes  direcciones,  i  vimos  ma- 
nos levantadas  en  ademan  de  pedir  socorro.  Acu- 
dimos a  los  lugares  de  donde  éranios  llamados  i 
encontramos  que  todos  eran  heridos  chilenos.  Se 
les  habia  practicado  ya,  a  los  mas,  la  primera  cu- 
ración; pero  carecian  de  abrigo^  no  habian  tomado 
alimento  alguno  i  estaban  desesperados  de  sed».  (1) 

XXI 

La  sed!  Esa  habia  sido,  mas  que  la  pólvora  i  el 
plorao,  la  preocupación  mas  intensa  del  soldado  i 
del  jefe  en  esas  ingratas  guerras  del  desierto  en  que 
la  vida  toma  las  formas  de  una  catimplora  de  la- 
tón; i  es  consolador  afirmar  que,  gracias  a  los  es- 
fuerzos del  comandante  Bascuñan,  conductor  de 
equipajes,  a  sus  valientes  arrieros  i  a  los  Carabi- 


(1)  En  cuanto  a  las  arabulancitis  aliada?,  algunas  de  las  cuales 
solo  tuvieron,  como  la  boliviana,  sobre  800  heridos  (incluso  80 
chilenosl)  un  qt/ince  por  ciento  de  pérdidas,  hé  ncjuí  lo  que  nues- 
tros propios  corresponsales  decian  en  su  honor.  «Las  ani))ulancin8 
aliadas,  refiere  el  señor  Caviedes,  secundado  en  esta  por  las  re- 
velaciones del  corresponsal  del  Ferrocarril,  }>or  el  contrario  e.*^ 
tuvieron  a  la  altura  de  su  humanitaria  misión,  i  la  desempeña- 
ron con  nmt»r  i  valentía. 

«Al  atravesar  las  líneas  enemigas  nos  sorprendió  no  encontrar 
eu  nuestro  trayecto  un  solo  herido,  i  principiamos  a  temer  que 
hubiera  habido  algún  híjrrible  «repaso.i»  Pero  luego,  encontran- 
do aun  ambulante  pernano,  supimos  por  él  que  en  los  hospita- 
les de  sangre  de  Taona,  es  decir,  a  dos  leguas  i  media  de  sinuoso 
camino,  habia  no  menos  de  1,200  heridos  peruanos  i  bolivianos 
recojidos  del  campo  de  batalla  en  medio  del  bilbido  de  las  balas. 


—  1076  — 

ñeros  de  Yungai,  que  se  trocaron  en  acarreadores, 
no  ocurrieron  casos  dolorosos  de  pérdidas  de  vidas, 
como  en  las  marchas.  Al  contrario,  aun  a  la  vista 
del  precioso  líquido  en  el  ajeno  campo,  los  solda- 
dos vencedores  tenían  la  calma  necesaria  para 
precaverse,  según  refiérelo  un  facultativo  boliviano 
que  presenció  un  notable  caso  de  cautela.  (1) 

XX IL 

Descartando  estas  inferioridades  que  traicionan 
nuestra  inesperiencia  en  cosas  de  guerra,  la  ba- 
talla del  Campo  de  la  Alianza  devolverá  refle- 
jos de  fulgurosa  i  perdurable  gloria  sobre  las  ar- 
mas de  Chile  en  las  futuras  edades. — En  su  con* 
junto  fué  una  batalla  completa,  bien  concebida, 


(1)  cuna  de  las  partidas  de  soldados  chilenos  de  diversos  cuer- 
pos qne  llegó  sin  oficiales  a  la  ambulancia  boliviana,  dice  aquel 
testigo,  alcanzó  a  descubrir  algunos  barriles  de  agua  que  tenía- 
mos reservados  para  nuestros  heridos  detras  de  algunos  bultos 
qne  tenian  las  camas  de  los  sanitarios  i  las  montnras  i  ca.mas  del 
personal  de  oficiales.  Grande  fué  la  algazara  que  formaron  con 
el  hallazgo,  pero  en  medio  de  este  jíibilo  alguien  esclamó: — «No 
beban,  niños;  los  cuícos  pueden  haber  puesto  en  esa  agua  algo 
malo  para  nosotros.D  I  como  al  oir  esta  observación  volvieran  la 
mirada  todos  hacia  nosotros  en  demanda  de  exijirnos  una  con- 
testación, no  tuvimos  inconveniente  en  indicarles  que  nos  sirvie- 
ran el  primer  vaso  para  beber;  que  esa  era  el  agua  que  reservá- 
bamos para  nuestros  heridos;  nos  lo  pasaron  inmediatamente,  i  no 
desprendieron  la  vista  hasta  verlo  terminado.  Llenos  ya  de  con- 
fianza i  permitiéndonos  separar  dos  barriles  en  la  carpa  de 
nuestro  material,  formaron  un  numeroso  grupo  i  no  pareeia  sino 
que  todos  habian  dejado  de  beber  en  mas  de  24  horas.»  (Doctor 
Daleuce. — Folleto  citado.) 


—  1077  — 

bien  ejecutada,  heroica  como  empuje,  cabal  como 
concepción,  decisiva  como  resultado  militar  i  en 
la  esfera  del  campo  de  batalla. 

Mas,  como  objetivo  de  una  gran  campaña  em- 
prendida por  un  pueblo  contra  sus  rivales  a  fin  de 
conducirlos  a  términos  de  paz  o  de  aniquilamien- 
to, fué  insuficiente  i  secundaria  según  lo  hablan 
previsto  i  anunciado  con  incesante  constancia  los 
que  no  se  inspiran  en  petulantes  ambiciones  sino 
en  los  saludables  consejos  de  la  historia. 

Como  operación  de  guerra,  tardó  su  prepara- 
ción no  menos  de  seis  meses,  (de  diciembre  a  ma- 
yo), i  sin  embargo  de  su  éxito  completo  en  el  te- 
rreno, la  guerra,  contra  la  absurda  i  poltrona 
opinión  que  entonces  imperaba  en  los  consejos 
del  gobierno  de  Chile,  quedó  en  pié,  armada  i 
arrogante. 

I  esto  sucedia  porque,  en  oposición  a  preceptos 
sencillos  del  arte  militar,  se  insistia  en  llevar  las 
operaciones  a  las  estremidades,  que  eran  las  provin- 
cias del  Sur-Perú,  i  no  al  corazón  i  la  cabeza,  que 
era  Lima.  Jentes  hubo  que  en  medio  de  los  rego- 
cijos de  la  victoria  reclamaron  el  inmediato  arma- 
mento del  país  al  grito  de — La  guerra  comienza!  I 
quedó  así  en  todas  sus  partes  justificada  la  opinión 
que,  desde  las  batallas  de  San  Francisco  i  de  Ta- 
rapacá,  señalara  como  única  solución  el  rumbo 
del  Callao,  cuestión  que  dejamos  ampliamente 
debatida  en  este  libro  en  capítulo  precedente. 


1078  — 


XXllT. 

Pero  mayor  que  el  error  cstratéjico  con  tantii 
tcnacida^l  sostoni(lo,  fue  la  falta  política  cometida 
en  esa  coyuntura:  porque  en  los  momentos  en  que 
el  £ío])icrno  de  Chile  buscaba  con  ahinco  los  me- 
dios  de  romper  la  quebradiza  alianza  de  sus  ad- 
versarios, marchó  a  consolidarla  haciéndoles  verter 
juntos  su  sangre  por  causa  común  que  así  de  pre- 
caria convirtió  en  santa  i  querida.. 

Acostumbrados  aquellos  turbulentos  i  mal  ha- 
llados vecinos  a  vivir  con  la  espada  desenvainada 
el  nno  contra  el  otro,  no  habria  sido  empresa  de 
absoluta  dificultad  llegar  a  una  solución  por  los 
medios  lícitos  de  la  política  i  la  diplomacia,  al 
menos  con  el  mas  débil  i  menos  ofendido,  una  vez 
asestado  el  golpe  contundente  al  provocador  i  al 
mas  fuerte.  La  victoria  del  Campo  de  la  Alian- 
za, lejos  do  ser  una  tumba,  como  la  de  Yung.iy, 
fué  esta  vez,  i  como  estaba  previsto,  el  punto  de 
arranque  de  una  nueva  Confederación  i  el  mas 
poderoso  vínculo  de  cohesión  entre  elementos  his- 
tóricamente adversos  i  que  comenzaban  por  sí 
solos  a  desagregarse.  (1) 


(1)  A  este  pr()})ó.sito  es  iiotaMe  el  HÍjuiente  pasaje  del  Infor- 
me, vMi'i.is  veces  citado,  del  jenernl  Oíimp'iro  a  l:i  Oonveiioion  (W. 
Bolivia  eii  el  cual,  ])oniendo  de  relieve  los  efectos  de  su  viaje  a 
Tacna  eu  abril  de  18S0,  se   espresa  como  sigue:   (¿Desde  luego, 


-    1079  - 


XXIV. 

I  toJavia,  como  complemento  estratéjico  que 
luicia  iíidispjiisable  la  coiisorvacioa  i  el  sustento 
diario  del  ejército,  el  cuidado  de  los  heridos,  la 
reapertura  do  la  línea  de  comunicaciones  con  su 
base,  imponíaí^^e  la  cruel  necesidad  de  una  segun- 
da batalla,  i  el  asalto  de  formidables  fortalezas  en 
(juc  la  sangre  volverla  a  correr  a  raudales.  I  eso 
es  lo  que  nos  queda  por  narrar  de  la  presente 
historia. 

XXV. 

Pero  parécenos  antes,  que  es  digno  remate  de 
esta  parte  de  nuestra  relación,  consagrada  a  valo- 
i'tir  tranquilamente  el  insigne  mérito  contraido 
por  nuestro  ejército  en  aquella  memorable  cam- 
paña, dejar  constancia  de  la  manifestación  de 
gnititud  i  de  admiración  que  su  jeneral  en  jefe  le 


como  ya  lo  he  hecho  nohir  al  priiit'ipio,  v.ú  pres».  ncia  en  Tacna 
leaniíno  li>s  esj)íi'itiis,  iuspiró  coníianza,  levaiiij  !t!S  úhíilh-s  i,  h) 
que  ini))('rt'iÍM  nins,  (.•í'Mt»i^)iiyó  p  »(leros.uno¡ite  a  fortificarlos 
ví:i'!uli»s  (le  la  ((Alianza,))  tlLMuasiuvlo  (!e:>i!ita<lus  pjr  ciit.ui'je.'^, 
iSini  las  nioilidrLS  (]ko  toiiu'.  t;¡uti)  en  el  (j'jrcito  anuo  en  Ki  or»ra- 
iiizaci(íii  dc\  e>ta(lo  uiaviír  jcMural,  :^e  rc.-t.  M-íci;')  la  ai'inoiji.t  en 
anií)(>s  ejercí  los,  i  esto  so  hizo  e~.í.ciisivo  al  pnehlo  de  Taciia. 
J^f,{(i'h  decir  qaa  hi  uI'uuíZíl  noexisfiti  rVnocn  el  noúiljre u  oficlaU 
rnente^  pero  no  en  el /(echo.  Yo  logré  restablecerla,  haciendo  cam- 
biar por  completo  el  us[)ecto  que  hasta  entonces  habían  tenido 
las  cosas.D 


—  1080  — 
i 

consagrara  (al  descender  de  las  colínas  en  que  ha- 
bía pasado  tres  días  haciendo  recojer  heridos  í  se- 
pultar los  muertos)  a  los  bravos  que  le  habían 
acompañado  í  a  quienes  dirijíó  el  día  31  una  pro- 
clama de  felicitación  concebida  en  estos  términos: 

([Aprovecho  del  uiomento  qae  me  dejan  libre  las  múltiples 
atenciones  que  me  ha  impuesto  en  los  últimos  dias  el  servicio 
de  nuestros  heridos  i  los  deberes  que  surjen  de  la  ocupación  de 
un  pueblo  enemigo,  para  enviar  mis  entusiastas  felicitaciones  a 
los  señores  comandantes  en  jefe  de  divisiones,  jefes  de  cuerpos, 
oficiales,  clases  i  soldados  del  ejército  que  sostuvieron  el  glorioso 
combate  del  26. 

DSabia  de  antemano  que  cuando  se  trata  de  defender  el  honor 
i  los  derechos  de  la  patria,  los  jefes  i  soldados  del  ejército  no 
hallan  ninguna  empresa  superior  a  sus  esfuerzos. 

i^Lo  probaron  en  la  guerra  lejendaria  de  nuestra  independen- 
cia i  lo  atestigua  el  mismo  territorio  que  hoi  ocupan  nuestras 
armas  victoriosas.  Ahora  me  complazco  en  declarar  que  son  los 
herederos  de  nuestros  héroes  i  mui  dignos  de  figurar  a  su  lado. 
He  sido  testigo  del  arrojo  e  impetuosidad  con  que  fueron  asalta- 
das las  fuertes  posiciones  que  ocupaba  en  el  alto  de  Tacna  el 
ejército  enemigo,  í  puedo  certificar  que  si  los  soldados  hicieron 
prodijios  de  valor,  los  jefes  les  daban  el  ejemplo. 

^Gracias  a  esa  uniformidad  i  armonia  de  voluntades  en  el  es- 
fuerzo i  en  el  sacrificio,  nuestra  victoria  ha  sido  completa  i  ha 
quedado  consumada  la  obra  de  reparación  que  nos  tenia  enco- 

r 

mendada  el  país. 

2>Cuenten,  pues,  los  que  murieron  en  el  puesto  del  deber^  con 

la  bendición  de  la  {)atria,  que  sabrá  ser  agradecida,  i   los  que  tu- 

vieron  la  suerte  de  sobrevivir  al  triunfo,  con  los  aplausos  i  las 

consideraciones  que  merece  el  deber  cumplido  noble  i  heróica- 

mente. 

í>El  Jeneral  en  Je/e.:» 


¡ 
i 


—  1081  — 


ANEXOS  AL  CAPITULO  XXX. 


I. 


HOMINA  DB  LOS  OFIoIAL&S   DEL  EJERCITO  DE  CHILE   MUERTOS  I  HERIDOS 

EN  LA  BATALLA  DEL  CAMPO   DR   LA    ALIANZA. 

Batallón  Atacama 

Oñciales  muertos. — Ayudante  don  Moisés  de  Arce,  capitán  don  Meliton 
Martínez,  capitán  don  R.  Torreblanca,  subteniente  don  Walterio  Mar- 
tínez. 

Oficiales  heridos. — Capitán  don  José  Miguel  Puelma,  tenientes  Alejan- 
dro Arancibia,  Washington  Cavada,  Ignacio  Toro  i  Juan  Ramón  Toro. 

Subenientes  Abrahan  Becerra  i  Eujenio  Martínez. 

Muertos  de  tropa. — Setenta  i  ocho. 

Heridos  de  tropa. — Doscientos  cinco. 

Batallón  Chacabuco» 

Oficial  herido.— Subteniente  Víctor  Luco,  contuso. 
Muertos  de  tropa. — Nueve. 
Heridos  de  tropa. — Treinta  i  uno. 

Rejimiento  Santiago. 

Oficiales  muertos. — Sari  en  to  mayor  Silva  Arriagada,  subteniente  Carlos 
Severin,  Amador  Pinto  i  Emilio  Calderón. 

Aspirante.  Ernesto  Henry. 

Oficiiües  heridos  graves. — Comandante  Estanislao  León,  teniente  José 
Domingo  Teran,  subtenientes  Antonio  Alberto  Cervantes  i  Manuel  Be- 
nitez. 

Oficiales  heridos  leves. — Capitán  Marcelino  Dinator,  teniente  Nicanor 
O.  Torres,  subtenientes  Víctor  Brunett,  Juan  P.  Rojas,  Osvaldo  Ojeda  i 
Fernando  Qraillele. 

Oficiales  contusos.  —  Comandante  Francisco  Barceld,  teniente  Luis 
Leclerc,  subteniente  Francisco  R.  Ramírez.. 

Abanderado,  Pompeyo  del  Fierro. 

Muertos  de  tropa, — Setenta  i  siete. 

Heridos  de  tropa. — Doscientos  diezinueve. 

Batallón  de  Arlülería  de  Marina, 

Muertos  de  tropa. — Nueve. 
Heridos  de  tropa. — Catorce. 

Batallón   Coquimbo. 

Oficial  muerto.— -Subteniente  Clodomiro  Várela. 

Oficiales  heridos  graves.*^Capitan  Federido  Cavada,  subteniente  Ma- 
nuel M.  Masnata,  Juan  G.  Varas,  Caupolican  Iglesias,  Antonio  Urqueta  i 
Carlos  S.  Anzieta. 

HI8T.  DE  LA  O.  DE  T*  I  A.  136 


—  1082  — 

I 

Oficiales  heridos  leves. — Comandante  Alejandro  Gorostiaga,  capitán 
Francisco  Aristia. 
Oficial  contuso.— Capitán  CrisólogoOrrego. 
Muertos  de  tropa. — Veintidós. 
Heridos  de  tropa. — Ciento  cinco. 

R-jimiento  de  Zapadores 

Oficiales  muertos — Comandante  Ricardo  Santa  Cnix,  capitán  Rudesio- 
do  Molina,  subteniente  Victorino  Salinas. 

Oficiales  heridos. — Capitán  Abel  Luna,  subtenientes  Jacinto  Muñoz, 
Juan  A.  Maldonado,  Benjamin  Poblete  i  Rodolfo  Villar. 

Oficial  contusO.---Capitan  Rafael  Granifo. 

Muertos  de  tropa.— Treinta. 

Heridos  de  tropa. — Treinta  i  nueve. 

Rejimiento  Lautaro. 

Oficial  muerto. — Subteniente  Adolfo  Yávar. 

Oficiales  heridos  graves. — Capitanes,  José  Zarate  i  Nicomedes  Gacitüa* 
subtenientes  José  de  la  Cruz  Ban-ios  i  Severino  Rios. 
Muertos  de  tropa. — Dieziseis. 
Heridos  de  tropa.— Cincuenta  i  cuatro. 
Contusos  de  tropa. — Treinta  i  dos. 

Cazadores  del  Desierto, 

Oficiales  heridos. — Comandante  Hilario  Bouquet,  papitan  Joije  Porras, 
teniente  Santiago  Barbosa,  subteniente  José  E.  Pérez. 
Muertos  de  tropa. — Cinco. 
Heridos  de  tropa. — Treinta  i  ocho. 

Raimiento  2.*  de  Artüleria, 

Heridos  de  tropa.— Dieziocho. 

Carabineros  de  Tungay  núm,  1. 

Oficiales  heridos. — Subteniente  Miller  Almeida. 
Heridos  de  tropa.— Seis. 

Batallón  de  Nadales. 

Oficial  muerto. — Juan  Qnillman. 

Oficial  herido  grave. — Capitán  Guillermo  Carvallo. 

Oficiales  heridos  leves. — Coronel  Martiniano  Urriola  (mui  leve),  capita- 
nes Reinaldo  Guarda,  Pedro  Elias  Bcytia,  Roberto  Simpson,  teniente  En- 
rique Délano,  subtenientes  Miguel  Valdivieso  Huici  i  Enrique  García. 

Muertos  de  tropa.— Cuarenta  i  dos. 

Heridos  de  tropa. — Setenta. 

Batallón  Valparaíso. 

Oficial  muerto.— 'Capitán  Ricardo  Olguin. 

Oficiales  heridos  graves. — Teniente  Miguel  Sanhueza  i  José  María  Gar- 
cía. 

Oficiales  heridos  leves. — Ayudante  Felipe  Artigas,  subteniente  Amador 
Ferreira. 

Muertos  de  tropa.— Veintisiete. 

Heridos  de  tropa— Setenta. 


—  1083  — 


R^imimio  Esmeralda. 

Ofícialea  muertos. — Teniente  Aníbal  Guerrero,  subteniente  José  Santos 
Montalva. 

Oficial ei!  heridos.— ^Sarjeuto  mayor  Enrique  Coke,  capitán  Juan  Rafael 
Ovalle,  tenientes  Aríftides  Pinto»  subtenientes  Jorman  Balbontin,  Mateo 
Bravd  Rivera,  Juan  de  Dios  Santiago,  Luis  Ureta  i  Julio  Padilla. 

Oficiales  contusos. — Teniente  José  Antonio  Echeverría,  subteniente  An- 
tonio Echeverría. 

Muertos  de  tropa.— Setenta  i  seis. 

Heridos  de  tropa. — Ciento  sesenta. 

Batallón   Chillan, 

Oficiales  muertos.— Capitán  Juan  Manuel  Jarpa,  subtenientes  Manuel 
Urrútia  i  Abraham  Reyes  Bazo. 

Heridos  graves.— Capitán  Honorindo  E.  Arredondo,  tenientes  Ernesto 
Jiménez  González,  Francisco  I.  Rosas,  subtenientes  Ruperto  Siredei  Bor- 
nes, i  Nicolás  Yávar  Jiménez. 

Herido  leve. — Comandante  José  Antonio  Vargas  Pinoehet. 

Muertos  de  tropa. — Veintidós, 

Heridos  de  tropa.— Setenta  i  siete. 

Egimiento  2/  d^  Linea. 

Oficiales  muertos.— -Capitán  Olivos,  subteniente  Echeverría. 

Oficiales  heridos.— Caj^itanes  Concha  i  Cantos,  tenientes  Olmedo  i  Pá- 
rraga,  subtenientes  Aguilera,  Arrieta,  Vinagre,  Ramírez,  Valverde  i  Ne- 
coehea. 

Oficiales  contusos.— Mayor  Garre  ton,  subtenientes  Vijil,  Zañarta^i  G»- 
citúa. 

Muertos  de  tropa  —Veintiocho, 

Heridos  de  tropa.— Ciento^ochenta  i  cinco. 

Granaderos  a  Caballo, 

Muerto.— Alférez  Aspillaffa  Yávar. 

Contusos.— Mayor  David  Moran,  capitán  Rodolfo  Villagran. 

Muertos  de  tropa.- Diez. 

Heridos  de  tropa.— Veintitrés. 

Pontoneros. 
Muertos  i  heridos  23. 

2*     Carabineros  ds  Yungay, 
Herido,— Uno. 


—  1084  — 


II. 


BAZON  DE  LAS  BAJAS  DEL  EJÉRCITO  CHILENO  EN  LA  BATALLA   DEL  CAMFQ 

DE  LA  ALIANZA. 


!.•    DIVISIÓN. 


Muertos.  Heridos.  Total. 


Navales 

Valparaíso. 
Esmeralda. 
Chillan 


2.*  DIVISIÓN. 


2.*  de  linea. 
Santiago.... 
Atacama 


3.*  DIVISIÓN. 


Artillería  de  Marina. 

Ghacabuco 

Coquimbo 


4.*    DIVISIÓN. 


Zapadores 

Lautaro 

Cazadores  del  Desierto. 


49 
28 
68 
25 


34 

82 
83 


10 

9 

25 


33 

48 

5 


RESEBVAi 


Buin.... 

3.* 

4.' 

Búlnes. 


CUERPOS  SUELTOS 


Rejimíento  de  Granaderos. 
2.*  Escuadrón  Carabineros. 

Pontoneros 

Artillería 


10 

•  •  ■ 

9 


104 

74 

170 

83 


199 
236 
213 


15 

14 
118 


113 
58 
39 


5 
4 
6 
2 


24 

1 

14 
17 


153 
102 
238 
108 


233 

318 
296 


25 

23 

143 


146 

106 

44 


5 
4 

6 
2 


34 

1 

23 

17 


Total 518  1,509  2,027 


RESUMEN  POR  DIVISIONES. 


I."*  Amengual.... 

2l'  Barcelo 

3."  Amunátegui.. 

4.**  Barbosa 

Reserva  jeneral. 
Granaderos 


601     bajas 
847 
191 
296 

17 

34 


—  1088  — 

2/  de  Carabineros 1     bajas. 

Pontoneros 23       » 

Artillería 17        » 

Total 2,027        » 

Segan  el  resumen  enviado  desde  Arica  por  el  estado  mayor  chileno  a 
la  Inspección  del  ejército,  las  bajas  totales  están  resumidas  del  modo  si- 
guiente. 

OF1GI4LE8. 

Muertos 25 

Heridos 89 

Total 114 

TROPA. 

Muertos 409 

Heridos 1284 

1,693 
Gran  total 1,807 


in. 


BELA0I0NB8  DB  LAS  PRlCTPALBS  BAJAS  DEL  EJÉBOITO  PBHUANO  BM  LA 

BATALLA  DEL  CAMPO   DB  LA  ALIAZA. 

PRIMERA    DIVISIÓN. 

Batallón  Lima  numero  11. 

Muerto:  sarjento  mayor  cuarto  i  efe  F.  Salguero. 

Heridos:  comandante  iercer  jel&  J.  Viscarra,  mayor  M.  Calderón,  capitán 
M.  Lizárraga,  tenientes  G.  Chariarse,  M.  García,  M.  Mondeñedo,  J.  Silva, 
P.  Vargas,!.  Urbina,  M.  Valdes,  E.  Maldonado,  subtenientes  Á,  Alarcon, 
S.  Gane. 

Granaderos  del  Cuzco  número  19. 

Muertos:  capitán  S.  Vazques,  id.  F.  Aguirre,  tenientes  J.  Cuadros,  N. 
Alvarex,  A.  Flores, 

Heridos:  sarjento  mayor  F.  Sagasta,  capitanes  1.  J.  Barre to,  J.  Rivera, 
subtenientes  B.  Guevara,  José  Nuñez. 

SEGUNDA     DIVISIÓN. 

Cornandancia  Jeneral. 

Ayudante  capitán  L.  Chacón,  muerto;  jefe  de  detall  I.  S.  Crespo,  heri- 
do; subtenientes  M.  Vargas  i  M.  Cabello. 


—  1086  - 


Batallón  Zepita. 

Muertos:  primer  jefe  teniente  coronel  Carlos  Llosa,  subteniente  Q.  Ro- 
dríguez, tenientes  T.  Berenguer  i  R.  Palomino. 

Heridos.  Sarientos  mayores  M.  de  la  Haz-i,  R.  Llosa,  capitanes  Pedro 
Suare/^  G.  Defgado,  subtenientes  1.  A.  Torres  Paz,  S.  Rodríguez,  J.  Sepúl- 
veda,  I.  del  Mar,  F.  Calvo,  fi.  Padilla,  A.  Barrenechea,  B.  Suarez,  W  La 
Rosa,  M.  Acevedo,  agregado  E.  Rodríguez  Prieto. 

Cazadcrea  dd  Mi%H. 

Muertos:  primer  jefe  coronel  S.  Luna,  tenientes  P.  López,  E.  Camaeho, 
S.  Cárdenas. 

Heridos:  tercer  jefe  sarjento  mayor  C.  T.  Igarza,  capitanes  M.  Vera,  P. 
Barrios,  subteniente  N.  Galdos. 

TERCERA   DIVISON. 

Comandante  jeneral  coronel  Belisario  Suarez,  herido. 

Pisagua  número  9. 

Muertos:  sarjentos  mayores  V.  Espinosa,  M.  Mateus,  capitanes  F.  Da- 
lona,  J.  Villena,  teniente  O.  Moor. 

Heridos:  teniente  coronel  J.  L.  Espinosa,  capitán  M.  Oyang^ren,  tenieii- 
tes  C.  Chocano,  J.  O.  Zegarra,  I.  Cuadros,  C.  Vidal,  R.  R.  Morales,  O.  Ro- 
das, subteniente  I.  Rivas,  ciudadano  inspector  Mañano  de  los  Santos,  (el 
que  tomó  la  bandera  del  2."*  de  línea  en  Tarapacá  ) 

Arica  número  27. 

Muertos?  teniente  coronel  primer  jefe  Julio  Makiean,  capitán  M.  Monje, 
subteniente  N.  Salas. 

CÜAKTA    DIVISIÓN. 

Comandante  jeneral  coronel  Jacinto  Mendoza,  muerto. 

Victoria  número  7,"  Huáscar. 

Muertos:  primer  jefe  coronel  Belisario  Barriga,  segundo  id.  mayor  Rae- 
da^  capitanes  Silva,  Toledo,  Jiménez,  subteniente  Pérez. 
Herido:  M.  Valdivia. 

QUINTA   DIVISIÓN. 

Jefe  de  detall  teniente  coronel  Federico  M.  Barreto,  herido;  capitán  B- 
Barrios,  id. 

Ayacucho  número  3. 

Muertos:  capitán  6.  Prado,  id.  J.  M.  Salas,  teniente  G.  Belando,  subte- 
niente J.  López,  id.  E.  Paz-Soldan,  id.  L.  Molina. 

Heridos:  teniente  coronel,  segundo  jefe  G.  Vila,  tercer  jefe,  D.  Araoeo; 
mayor,  A.  Salcedo;  capitán  O.  Correa,  id.  L.  Herrera,  id.  M.  Carreno,  id. 
A.  Tarsabuada,  id.  J.  Suarez,  teniente  J.  Carreño,  id.  G.  Tafíir,  id.  L.  Váz- 
quez, subteniente  M.  Hidalgo,  id.  D,  Silva,  id.  H.  Fernandez,  id.  S.  Gu« 
tierrez,  id.  P.  Toscano,  id.  M.  Delpino. 

Arequipa  número  17. 

Primer  jefe,  teniente  coronel  José  Iraola,  herido. 


--  1087  — 

8ESTA  DIVISIÓN. 

Cazadores  del  Rimac  número  5. 

Muertos:  Pñmer  jefe,  coronel  Víctor  Fajardo,  Capitán  L.  Velarde,  id. 
teniente  José  Sologuren,  id.  Oouendo, 

Heridos:  sanento  mavor  L.  Nieves,  mayor  M.  Gáceres,  teniente  O.  Can- 
seco,  id.  5.  Balaunde,  id.  E.  Pastor,  id.  C.  Paz,  id.  L.  Sologuren,  subtenien- 
te T.  Daza,  id.  J.  M.  Casos,  teniente  José  R.  Pizarro,  subteniente  B.  Arós- 
tejui,  ayudante  del  detall  J.  Fajardo. 

Lima  número  21. 

Heridos:  ayudante  mayor,  teniente  Plasencia,  id.  A.  Bustos,  id.  E.  Var- 
gas, id.  Ramirez,  id.  A.  Acervi,  id.  R^  Espinosa,  id.  A.  Canseco. 

DIVISIÓN    JRNDARME8    DB  TACNA. 

Columna   Jendarme$. 

Primer  jefe,  teniente  coronel  Napoleón  Aidal,  herido. 

Columna  agricultores  de  Para. 

Primer  jefe,  don  Samuel  Alcázar,  muerto. 

Columna  Artesanos, 

Casi  toda  la  oñciaüdad. 

Esta  división  ha  quedado  completamente  destrozada,  razón  por  la  que 
no  tenemos  los  datos  suñcientes. 

ArtiUeria  de  campaña. 

Heridos:  capitán  E.  Bodero,  id.  Águila,  teniente  Castillo,  alférez  Cen- 
teno. 

CABALLERÍA. 

Húsares, 

Muertos:  Segando  jefe,  teniente  coronel  L.  Reina;  tercer  jefe,  saijento 
mayor  Birne,  teniente  J.  Peña. 

Soldados  muertos  i  heridos,  50.  Este  escuadrón  no  se  componía  sino  de 
lOG  hombres. 

Guias, 

El  señor  coronel  Méndez,  teniente  coronel  Salcedo  i  cpronel  Nieto,  me- 
recen los  mayores  aplausos  por  su  buen  comportamiento. 


IV. 


RBLACION  01  LOS  PRINCIPALES    BOLIVIANOS   PRISIONEROS  EN  TACNA«  CON 

INCLUSIÓN  DB  ALGUNOS  PERUANOS: 


Jeneral  Claudio  Acosta. 
Coronel  Ildefonso  Murguia. 
Coronel  Ezeqniel  de  la  Peña. 


—  1088  — 

Coronel  Adolfo  Flores. 

Coronel  Andrea  Rios. 

Teniente  Qoronel  Rodrigo  Caballero. 

Coronel  Amel  Sarco,  edecán  del  señor  Campero,  primer  ayudante  del 
estado  mayor  boliviano. 

Coronel  Gavino  Morgado,  primer  ayudante  del  estado  mayor,  peruano. 

Coronel  José  Avila,  ayudante  de  estado  mayor  de  la  primera  divÍ9Í0Q« 
boliviano. 

Coronel  Nicanor  Bacca,  boliv  iano. 

Coronel  Corsino  Balsa,  comisario  del  ejército  boliviano. 

Teniente  coronel  don  Julio  S.  Carrillo,  rejimiento  Libres  del  Sur,  boli- 
viano; 

Id.  Mannel  S.  Latorre,  infantería,  peruano. 

Id.  José  Quintín  Ruiz,  batallón  Chorolque,  boliviano. 

Id.  Manul  Ponce  de  León,  batallón  5.*  de  línea,  peruano. 

Sárjente  mayor  don  Exequiel  Aldunate,  rejimiento  artillería,  boliviana 

Id.  FelipeCandiote,  batallón  Arequipa,  peruano. 

Id.  Martin  Murga  i  Cortillo,  batallón  Huáscar,  peruano. 

Capitán  José  S.  Solares,  ayudante  del  coronel  ¿amacho,  boliviano, 

Id.  Francisco  Paja  i  Salas,  avudañte  del  estado  mayor  jeneral,  peruino. 

Id.  Bemardino  Zavala,  batallón  Arica  número  27,  id. 

Id.  Enrique  de  Latorre,  escu^ron  Húsares,  boliviano. 

Id.  Mannel  A.  Salazar,  rejimiento  Húsares  de  Jnnin,  peruano. 

Id.  Manuel  A.  Ollongura,  batallón  Pisa^ua  número  9,  id. 

Id.  Belisario  Frias,  reümiento  Artillería,  boliviano. 

Id.  Hilarión  Alvarez,  batallón  5."  de  línea,  id. 

Id.  graduado  Rafael  Saens^  Provisional  Lima,  peruano. 

Id.  Manuel  S.  Morales,  rejimiento  Libres  del  Sur,  boliviano. 

Id.  Manuel  J.  García,  batallón  Lima  número  11,  peruano. 

Teniente  Mariano  S.  Salas,  batallón  Arica  número  27,  id. 

Id:  Abel  Bergan,  Jendarmes  de  Tacna,  id. 

Id:  Antonio  Rodríguez,  batallen  Aroma,  boliviano. 

Id.  1.**  David  José  Zapata,  Ar ti lleiia  de  Bolivia,  id. 

Id  1.*  Marcos  Soruco,  rejimiento  Vanguardia  de  Gochambaba,  id. 

Id.  id.  Felipe  Gárate,  batallón  Areauipa  número  17,  peruano. 

Id.  id.  Pedro  P.  Tapia,  batallón  5.*  ae  línea,  id. 

Id.  id.  José  M.  Osorio,  id  Arica  núm.  27,  id. 

Subteniente  Luis  González,  rejimiento  Libres  del  Sur,  boliviano. 

Id.  Leoncio  Zavaleta,  batallón  Ayacucho  numero  3,  peruano. 

Id.  José  Migue  IGamarra,  batallón  Arica  número  27,  peruano. 

Id.  Enrique  Joning,  Jerdarmes  de  Tacna  de  Lima,  id. 

Id.  Carlos  Courroy,  batallón  Provisional  de  linea  número  1,  id. 

Id.  Amadeo  González,  rejimiento  Murillo,  boliviano. 

Teniente  Gaspar  Tafur,  del  mismo. 

Teniente  Heraclio  Fernandez,  del  mismo. 

Capitán  Adolfo  Forzaboada,  del  mismo. 

Subteniente  Mariano  R.  Hidalgo,  del  mismo. 

Teniente  Tomas  Espinosa,  del  batallón  Nacionales. 

Subteniente  Telésforo  Daza,  de  los  Cazadores  de  Lima. 

Teniente  Guillermo  Chariarce,  del  batallón  Lima  número  II. 

Teniente  Tomas  Mondoñedo,  del  mismo. 

Teniente  Felipe  Urbina,  del  mismo. 

Subteniente  Saturnino  Cano,  del  mismo. 

Capitán  Fermín  Dalon,  del  batallón  Pisagua  número  9. 

Capitán  Juan  F.  Barreto,  de  los  Granaderos  del  Cuzco  número  10. 

Subteniente  José  E.  del  Risco,  del  batallón  Arequipa  número  17. 

Capitán  Manuel  Carreño,  del  batallón  Ayacucho  número  3. 


—  1089  — 

SubtenleDite  Diego  Silva,  del  mismo  caerpo. 

TenienteJosé  Mercedes  Pena*  de  loa  Húsares  de  Juain;  murió  el  28. 

Teaiente  coronel  Anselmo  Fernandez,  dal  batallón  Arequipa  número  17. 

Id.  José  María  Cabezas,  rejimiento  Artillería,  id. 

Id.  Daniel  Vera,  rejimiento  Murillo,  id. 

Id.  Manuel  F.  Hurtado,  batallón  Ayacucho  número  3,  peruano, 

Id  Nicanor  Jordán,  batallón  Aroma,  boliviano. 

Id.  Julián  A.  López,  batallón  Tarija,  id. 

Id.  Meliton  Layeres,  rejimiento  Librea  del  Sur,  id. 

Id.  Faustino  Velasco,  rejimiento  Cuzco  numero  19,  peruano. 

Id.  Francisco^Bspinosa,  empleado  en  la  secretaría  del  jeneral  en  jefe, 
boliviano. 

Id.  Aleiandrp  Rios,  batallón  5."  de  línea,  boliviano. 

Id.  Nicasio  Camacho,  rejimienfo  Murillo,  boliviano. 

Id.  Luis  Medrano,  rejimieoto  Misti,  peruauo. 

Alférez  Luis  Zenteno,  rejimiento  artillería,  id. 

Id.  Daniel  Alfaro,  aycidante  de  la  comandancia,  tercera  división,  id. 

Ayudante  Eduardo  Montes,  peruano. 

Paisano  Jorje  Olmos,  boliviano. 

Id.  José  Manzanares,  secretario  del  jeneral  Montero,  peruano. 

Id.  Manuel  B.  Sañudo,  oficial  de  secretaría  del  jeneral  Montero,  id. 

Id.  José  San  tana,  oficial  de  la  caja  fiscal,  id. 
-   Subteniente  José  Pedro  Pérez,  batallón  Aromai  boliviano. 

Tacna^  2de  junio  de  1880.. 

Otto  Moltke. 


V. 


NÓMINA  DE  LOS  PRICIPALES  HBRIPOS  DEL  'EJÉRCITO   DE  BOLIVIÁ 
PRISIONEROS  EN   LAS  AHBULANCIAS  DE   SU   PAÍS  EN  TACNA,    OON    ALGUNOS 

PERUANOS. 

Coronel  boliviano  Eleodoro  Camacho,  de  Inquisive,  herido  en  la  ingle 
i  en  el  vientre. 

Teniente  coronel  José  Manuel  Pando,   segundo  jefe  del   rejimiento   de 
Artillería,  natural  de  La  Paz,  herido  en  el  brazo  izquierdo. 

Capitán  del  batallón  Ohorolque  Benito  Corral  Alcérreca,  d^  Sucre,  he- 
rido en  el  pié  derecho. 

Capitán  del  batallón  Tarija  Camilo  Porcel,  de  Sucre,  herido  en  el  homr 
bro  izquierdo. 

Teniente  1.*  del  batallón  Aroma  José  Osear  Pinto,  de  Oruro,  herido  en 
el  pié  derecho. 

Subteniente  del  batallón  Viedma  Felipe  Rivas,  de  Sucre,  herido  en  el 
hombro  izquierdo. 

Capitán  del  Id.   Anselmo  Pinilla,  de  La  Paz,  herido  en  la  cadera  iz- 
quierda. 

Comandante  del  rejimiento  Libres  Néstor  Diaz  Romero,  de  La  Paz,  he- 
rido en  la  pierna  izquierda. 

Teniente  2.*  de  la  Vanguardia  de  Cochambaba  Carlos  F.  Soria,  herido 
en  el  hombro  izquierdo. 

HIST.  DE  LA  O.  DE  T.  XA.  137 


—  1090  — 

Subteniente  Braulio  Quzman  de  id.  herido  en  el  brazo  derecho. 

Sarjento  mayor  del  batallón  Graa  Isaac  Lopec  de  Cochabamba,  herido 
en  la  rodilla  derecha  i  en  la  pierna  izauierda. 

Coronel  Melchor  Gumian,  de  Cochabamba,  rasmillón   en  la  ceja  iz- 
quierda. 

Mayor,  tercer  jefe  de  Húsares  de  Junin,  de  Lima,  Guillermo  Vime,  he- 
rido en  la  pierna  derecha. 

Subteniente  del  batallón  Grau  Francisco  Bazoberri,  de  Cochabamba, 
herido  en  el  costado  izquierdo. 

Teniete  1.°  Marcial  Rivas,  del  batallón  Grau,  de  Cochabamba,  herido  en 
el  muslo  derecho. 

Subteniente  José  M.  Ponce,  del  rejtmiento  Libres  de  Sucre,  herido  en 
el  muslo  derecho. 

Subteniente  del  batallón  1."  Alejandro  Castillo,  de  La  Paz,  herido  en  el 
hombro  derecho. 

Id.  del  batallón  Grau  Manuel  J.  Arauco,  de  Punata^  herido  en  el  pulmón 
derecho. 

Subteniente  del'  rejimiento  Libres,  Manuel  M.  Parrado,  de  Omro,  he- 
rido en  el  brazo  derecho. 

Subteniente  del  batallón  Padilla  Gregorio  V.  Garcia,  de  Cochabanrba, 
herido  en  el  vientre.  ' 

Capitán  del  rejimiento  de  Artillería  Elias   Boders,  de  Tumbes,  con  el 
brazo  izquierdo  fracturado. 

Teniente  1.**  del  batallón  Loa  Gregorio  Gandarillas,   de  Cochabamba,' 
herido  en  nna  rodilla. 

Comandante  Juan  Pérez,  del  batallón  Gi'au,  de  La  Paz,  herido  en  la  pier^ 
na  izquierda. 

Subteniente  del  batallón  1."  Antonio  Sucre,  de  Sucre,  herido  en  el  pe- 
cho. 

Teniente  1.*  de  id  id.  Miguel  Ortuno,  de  Cochabamba,  herido  en  la 
muñeca  izquierda. 

Capitán  del  escuadrón  Vanguardia  de  Cochabamba  Zenon  Cosió,  de  id., 
herido  en  la  muñeca  izquierda. 

Teniente  2/  del  batallón  Viedma  César  Méndez,  de  Cochabamba,  heri- 
do en  el  pié  izquierdo. 

Capitán  Adolfo  Vargas,  del  rejimiento  Libres,  de  Potosí,  heiido  en  el 
pecho. 

Subteniente  del  id  id.  Ricardo  Berdecio,  de  Potosí,  herido  en  el  hom* 
bro  derecho. 

Teniente  1.*  del  batallón  2/  Hijinio  Unzueta,  de^La  Paz,  herido  en  el 
brazo  i  pié  izquierdos. 

Teniente  coronel  Felipe  Ravelo,  segundo  jefe  del  batallón  1.*,  de  Suere, 
herido  en  la  pantorrilla  i  muslo  izquierdo» 

Comandante  Zenon  G.  Zambrano,  del  batallón  Viedma,  de  Cochabamba, 
herido  en  el  pescuezo. 

Toniente  coronel  Mariano  Calvimontes,  segundo  jefe  del  batallón  Tari- 
ja,  de  Sucre,  herido  en  la  pierna  izquierda. 

Mayor  p^raduado  del  batallón  1/  Joan  Reyes,    de  Sucre,  herido  en  el 
brazo  izquierdo. 

Subteniente  del  batallón  1."  León  Fiavio   Rico,  de  Cochabamba,  herido 
en  la  pantorrilla  izqu'crda. 

Sariento  mayor  del  batallón  Padilla  Manuel  Cordero,  herido  en  la  pan- 
torriíla  i  pierna  derecha. 

Teniente  2/  del  batallón  Choroliiue  Gualberto  Ruiz,  de  Buenos  Aires, 
herido  en  los  testículos  i  tres  heridas  mas  en  la  pierna  izcpiierda. 

Mayor  graduado  del  batallón  Padilla  Julián  Paz,  de  Tarata,  herido  en 
la  pierna  izquierda  i  nalga  derecha. 


—  1091  — 

TenidQte  segundo  del  batallón  Tarija  José  B.  Otermin,  de  Cocha()amba, 
herido  en  la  rodilla  derecha. 

Teniente  primero,  ayudante  mayor  del  batallón  Loa,  Santiago  B.  de 
Querrá^  de  Talina,  herido  en  el  pié  derecho. 

Teniente  segundo  del  escuadrón  Escolta,  Juan  C.  de  la  Quintana,  de  Po- 
tosí, herido  en  la  pierna  derecha. 

Tenieate  coronel  segundo  jefe  del  batallón  2."  Néstor  Ballivian,  herido 
en  la  pantorrilla  derecha. 

Comandante  cuarto  jefe  del  reiimiento  de  artillería  Adolfo  Palacios,  de 
Cochabamba,  herido  en  el  brazo  derecho. 

Teniente  segundo  del  batallón  Viedma,  Agustín  Claros,  de  Cochabamba, 
herido  en  la  pantorrilla  izquierda. 

Manuel  Porcisa,  paisano,  ayudante  de  campo  del  comandante  en  jefe, 
herido  en  el  brazo  derecho.    . 

Sarjento  mayor  Apolina rio  Salcedo,  del  batallón  Ayacncho  número  3. 


VI. 


LISTA  DBL  ARMAMENTO  I  PRICTPALB8  PERTRECHOS   TOMADOS  AL  EJÉRCSITO 
-ALIAÍX)    flN  LA  BATALLA  DSt   CAMPO  UK  LA  ALIANZA. 

4  cañones  Krupp  de  montaña,  reformados,  üllimo  modelo. 

4  cañones  Blackley  de  montaña,  de  a  4  libras. 

2  id  id  de  campaña,  de  a  12. 

5  ametralladores  Gatling. 
1  id  de  dos  cañones. 

4  a  5,000  riñes  Peabody,  Reraington  i  Chassepot  llamado  peniano. 
15  carabinas  de  distintos  sistemas. 

34  lanzas  de  caballería,  algunas  con  banderolas. 

202  cfúones  municiones  Comblain,  tomados  por  los  peraanos  cuando  la 
captura  del  Rimac,  i  recobrados  en  Tacna. 
145  cajones  granadas  Krupp, 

6  obturadores  iÜ. 

1  barril  pólvora  para  granadas  id. 

3  cajones  espoletas. 
1  cajón  estopines 

75  cajas  de  guerra  para  cañones  Krupp,  enteramente  nuevas 
1  cajón  atacadores 

5  id  municiones  Blackley 
3  cureñas  de  repuesto 

320  cajones  municiones  Remington 

78  id  Peabody 

27  id  Chassepot  peruano 

1  id  carabina  Evans 

2  id  id        Shneider 

3  id  fusil  Minie 

3  id  Chassepot  antiguo 

70  corazas  de  bronce. 

Ademas  se  recojió  una  buena  cantidad  de  cebada,  maiz,  forraje,  170  pa- 
res calzado  del  llamado  cochabambino,  algunos  cajones  de  aduanas,  barri- 
les, odres  i  fondos  para  rancho,  estos  últimos  ya  en  servicio  en  los  ho8« 
pitalesde  sangre. 


—  1082  — 


VIL 


FBAOMBNTO  DB  LA  CORRBBPONMNCIA    DI  A.  R0DBIGÜS2  AL  CNACIONAL» 

DB  LIMA. 

Mientras  tanto,  las  divisiones  Cáceres,  Ganevaio;  i  los  batallones  boli- 
fianoB  1/  Alianza  i  Aroma  (colorados  i  amarillos  respectivamente)  hacian 
prodijios  por  ese  lado,  recibiendo  el  doble  faego  de  flanco  i  de  frente  del 
enemi|fo. 

Habían  avanzado  sas  guerrillas  basta  una  cuadra  distante  del  enemigo, 
i  algunos  soldados  salian  de  las  filas  i  se  mezclaban  entre  los  enemigos, 
combatiendo  a  la  bayoneta. 

Ya  el  enemigo  buia  ante  la  impetuosidad  de  tal  ataque;  un  refuerzo  de 
200  hombres,  i  la  victoria  era  nuestra:  pero  ese  refuerzo  ¿de  donde  sacarlo? 

*...,. y , 

Mientras  tanto  los  regimientos  chilenos  Atacama,  2.*  de  línea,  Lautaro 
i  algún  otro  mas  cuyo  nombre  no  sabemos,  que  ya  huian,  eran  reforzados 
contínaamente. 

Cáceres  herido  lijeramente  i  habiendo  perdido  su  segundo  caballo  de  ba- 
talla, seguia  imperturbable  siempre;  pero  su  división  estaba  ya  comple- 
tamente diezmada.  Llosa,  jefe  del  Zepita,  habia  muerto;  Luna- jefe  de  Ca- 
zadores del  Misti,  caia  gravemente  herido. 

Gane  varo  ileso,  recorria  las  filas  de  su  división  i  animaba  a  sus  solda- 
dos, entusiasta  a  pesar  de  las  destrozos  cjue  veia  hacer  a  las  balas  en  sus 
filas,  i  mandaba  avanzar  aun,  pero  el  valiente  Fajardo  caia  sin  vida  i  era 
sacado  del  campo  por  su  hijo  el  joven  subteniente  Fajardo. 

El  Ayucucho  recobraba  su  honor  perdido  en  San  Francisco,  quedando 
tendido  la  mayor  parte  en  la  línea,  con  sus  cuatro  jefes  faera  de  combate. 

El  Arequipa  quedaba  privado  de  su  jefe,  el  comandante  Iraola. 

Dávila  combatia' como  en  San  Francisco  i  Tarapacá,  pero  su  división 
disminuía  a  cada  momento.     . 

Suarez  veia  caer  al  joven  jefe  del  Arica  i  poco  después  al  reconocer  las 
filas,  su  caballo  de  Tarapacá  se  detuvo,  i  él  sintió,  al  mismo  tiempo,  algo 
en  una  pierna.  Un  ayudante  se  acercó  a  sacarle  la  bota,  pero  Suarez  mo- 
vió la  pierna  con  desprecio,  i  dijo:  No  es  nada.  Una  bala  se  la  habia  atra- 
vesado sin  tocar^el  hueso,  i  herido  después,  al  pasar,  el  vientre  al  noble 
caballo. 


Mjfe 


CAPITULO  XXXL 


LOS    CAMPAMENTOS    DE    CHACALLUTA    I  DE    AZAPA. 

El  comandante  Vargas  persigue  con  la  caballería  a  los  aliados  hasta  Pa- 
chía  i  regresa  a  Tacna. — Sale  con  la  misma  dirección  la  reserva  al  man* 
do  del  coronel  Lagos  el  28  de  mayo  i  ynelve  el  31. — El  capitán  Dinator 
practica  nn  reconocimiento  de  la  línea  férrea  i  se  pone  en  comunicación 
con  nuestros  buques. —El  negro  LiCwis.  — El  jeneral  en  jefe  encarga  al 
mayor  Zelara  reparar  los  dafíos  ejecatados  en  la  línea,  i  el  i.®  de  junio 
sale  la  caballería  en  dirección  a  Arica,  i  el  2  i  el  3  la  reserva  i  la  arti- 
llería.—Campamento  de  Chaoalluta,  a  la  vista  de  Arica.— «Aprestos  del 
coronel  Boloenesi,  gobernador  de  la  plaza,  i  honrosos  antecedentes  de 
este  jefe. — ^Montero  lo  confia  todo  a  la  dinamita,  al  partir  de  Arica. — 
Planta  militar  de  esta  plaza  de  guerra. — El  Morro  i  las  baterías  del 
Norte. — Loe  valles  de  Azapa  i  Llata.— -Ei  injeniero  Eléspuru  propone 
formar  un  campo  fortificado  para  abrigar  todo  el  ejército.  >~Se  abando- 
na esta  idea  con  el  cambio  de  base  de  operaciones,  i  el  injeniero  Elmore 
propone  i  ejecuta  la  defensa  por  medio  de  reductos  i  de  minas. — ^El  cro- 
nista Pérez,  i  miserias  i  fiestas  que  cuenta  de  Arica.— Construcción  del 
fuerte  del  Este  i  del  f  aerte  Cindadela. — Mala  calidad  de  las  tropas  de 
Arica  .i  continuas  deserciones  i  motines. — Cobarde  fuga  del  coronel 
Belaunde  i  de  varios  oficiales.— Montero  nombra  jefe  de  estado  mayor 
a  un  abogado,  i  Bolognesi  lo  rechaza.— -Resolución  del  jefe  de  la  plaza 
para  defenderla  a  todo  trance.— Telegrama  que  envía  a  Montero  el  dia 
de  la  batalla,  i  emociones  que  esperimentan  ese  dia  los  jefes  de  Arica, 
trasmitidas  por  el  telégrafo.— ün  soldado  del  batallón  Arica  es  el  úni- 
co que  viene  da  morir  a  Arica. i>— El  injeniero  Elmore  sale  en  la  noche 
del  26  i  destruye  varios  parajes  de  la  línea  con  dinamita. — Singular  ba- 
talla imajinaria  que  presencia  i  oye  el  telegrafista  del  Hospicio. — Lle- 
gan al  campamento  de  Chacalluta  el  jeneral  Baquedano  i  el  coronel  Ye- 
lazque^  el  3  de  junio,  i  lo  mudan.— Practican  ese  mismo  dia  un  reconoci- 
miento entre  los  valles  de  Lluta  i  A  zapa  por  las  alturas,  i  declaran  que 
Arica  es  intomable  de  frente.  —Combinan  el  plan  de  ataque  por  reta- 
guardia con  los  coroneles  Lagos  i  Barbosa. — El  Buin  i  el  4.<*  en  Azapa. 
— Se  hace  venir  el  Lautaro  de  Tacna  i  el  3.*^  pasa  a  Azapa. — Resuelto 


—  1094  — 

el  ataqne,  el  jeneral  Baqaedano  envia  de  parlameaiario  al  mayor  Salyo 
intimando  la  rendición  de  la  plaza  sin  condiciones. — Incidente  del  pa- 
ñuelo perfumado. — Conferencia  de  Salvo  i  Boiogneai  i  su  diálogo  tes- 
tual.— Junta  de  guerra,  a  presencia  de  Salvo  i  respuesta  defínltiva,  ne- 
gándose a  rendir  la  plaza. — El  mayor  Salvo  regresa  a  sus  baterías  i  ae 
rompe  el  fuego  de  cañón. 


I. 


'  Cuando  poníamos  término  a  nuestra  relación 
en  el  capítulo  anterior  al  que  precede,  deciamos 
que  al  coronar  el  jeneral  Baquedano  a  las  tres  de 
la  tarde  del  memorable  26  de  mayo  la  loma  i  la 
victoria  del  Campo  de  la  Alianza,  habia  dado  or- 
den al  comandante  Rafael  Vargas  para  que  persi- 
guiera con  tesón  al  enemigo  que  huia  desbandado 
hacia  la  sierra. 

Por  pesado  camino  acercóse  aquel  valiente  ofi- 
cial, en  consecuencia,  hasta  Pachia,  recojiendo 
prisioneros;  pero  mal  informado  por  éstos,  supuso 
que  le  harían  resistencia  en  las  primeras  gargan- 
tas, i  regresó  a  Tacna  a  las  diez  de  la  noche  del 
27,  solicitando  refuerzos.  (1) 

(1)  «En  cuanto  el  jeneral  llegó  encima  del  cerro  me  ordenó 
perseguir  al  enemigo  con  todo  el  rejimiento  de  Cazadores,  na 
escuadrón  de  Granaderos  i  el  escuadrón  de  mi  mando.  Esa  tar- 
de, bien  poco  pude  hacer,  por  haber  entrado  luego  la  noche  i  ser 
el  terreno  mui  quebrado.  Al  dia  siguiente  a  la  diana,  emprendí 
de  nuevo  la  persecución,  llegué  hasta  las  puertas  de  Pachía, 
donde  el  enemigo  me  hizo  un  fuego  mui  vivo  de  fusilería  Por 
ser  ya  mui  tarde  i  tener  en  mi  poder  147  individuos  de  tropa 
prisioneros  i  nueve  oficiales,  de  teniente  coronel  abajo,  incluso  el 
secretario  del  jeneral  Montero,  tuve  que  emprender  mi  retirada, 
regresando  al  campamento  a  las  I O  de  la  noche  con  mi  magní- 
fica presa.  ]>  (Carta  inédita  del  comandante  B»  Vargas  a  su  padre, 
Arica;  juniQ  11  de  1880.) 


—  1095  — 


II. 


Mal  impresionado,  a  su  vez,  con  aquella  falsa 
nueva  el  cuartel  jeneral,  dispuso  que  en  la  maña- 
na del  28  saliera  en  demanda  del  enemigo  i  como 
para  librar  batalla  campal,  la  división  de  reserva, 
con  dos  baterías  de  campaña  i  toda  la  caballería 
a  las  órdenes  del  coronel  Lagos. 

Emprendió  su  marcha  esta  división,  evidente- 
mente demasiado  pesada  para  su  objeto,  en  la 
mañana  del  28,  i  como  Vargas  en  la  víspera,  el 
coronel  Lagos  regresó  sin  encontrar  nada,  escepto 
unos  cuantos  dispersos  i  la  noticia  del  total  ani* 
quilamiento  del  enemigo. — ^La  reserva,  deseosa  de 
pelear  como  en  desquite,  dio  la  vuelta  disgustada 
a  Tacna  el  dia  último  del  mes. 


III. 


Pero  el  mismo  dia  en  que  el  coronel  Lagos  se 
dirijia  a  operar  por  el  lado  de  la  Sierra,  el  jeneral 
Baquedano  habia  ordenado  al  capitán  don  J, 
D.  Dinator,  antiguo  empresario  de  obras  mu- 
nicipales en  Santiago,  practicase  un  reconoci- 
miento por  la  via  férrea,  hacia  Arica,  último 
refujio  conocido  de  la  Alianza.  Llegó  aquel  oficial 
con  50  carabineros  al  mando  del  alférez  Fornés 
el  dia  29  de  mayo  hasta  la  orilla  del  mar,  no  le- 


—  1096  — 

jos  del  Hospicio,  sin  encontrar  grandes  detrimen- 
tos en  la  via;  i  después  de  haber  cambiado  seña- 
les de  intelijencia  i  regocijo  con  la  escuadra  blo- 
queadora,  tornó  a  Tacna  a  las  tres  de  la  mañana 
del  30  de  mayo,  trayendo  consigo  al  famoso  <ine- 
gro  LewisD^  insigne  nadador  que  el  comandante 
Latorre  habia  despachado  desde  el  Gochrane  a  tie- 
rra con  comunicaciones,  atravesando  por  entre 
furiosas  rompientes.  Hallábase  tan  embravecido 
el  mar  que  solo  por  la  vista  lejana  de  la  jente  en 
las  jarcias  habían  compreD(üdo  los  de  tierra  que 
a  bordo  sabian  la  victoria  i  la  aclamaban.  Eu 
cuanto  a  enemigos,  el  esplorador  chileno  habia 
divisado  a  lo  lejos,  junto  al  rio  de  Lluta,  una  par^- 
tida  de  caballería  que  desapareció  haciendo  fuego 
en  retitada.  Era  la  guardia  avanzada  que  ahí  i  en 
el  Hospicio  mantenía  el  vijilante  Bolognesi. 


IV. 


Dio  cuenta  de  madrugada  Dinator  de  haber  en- 
contrado, casi  a  la  vista  de  Tacna,  el  puente  lla- 
mado del  Molle,  simple  viaducto  de  seis  metros 
de  lonjitud,  volado,  destruido  en  parte  el  terra- 
plén de  una  ladera  llamada  de  Los  Escritos,  i  con 
algún  daño  el  viaducto  del  Hospicio,  estación  me- 
dianera en  el  desierto.  I  para  reparar  inmediata- 
mente aquellos  daños  partió  el  mismo  dia  una 


~  1097  — 

sección  de  pontoneros  a  cargo  del  dilijente  mayor 
de  injenieros  Zelaya. 

Tardo  este  oficial  pocas  horas  en  aquella  refac- 
ción; i  como  el  jeneral  en  jefe  tenia  puestos  los  ojos 
en  Arica,  no  tanto  por  la  resistencia  que  haria  su 
guarnición,  sino  por  cuanto  aquella  plaza  i  puerto 
eran  la  llave  de  su  posición  militar  i  de  sus  sumi- 
nistros ya  escasos,  ordenó  que  el  dia  I.""  de  junio 
se  pusiese  en  marcha  la  caballería  con  los  coman- 
dantes Vargas  i.Bulnes,  Cazadores  i  Carabineros, 
dejando  a  los  maltratados  Granaderos  en  Las  Yaras. 

El  dm  2  de  junio  partió  la  reserva  en  32  carros, 
i  dos  locomotoras  que  el  enemigo  nos  había  deja- 
do intactos  conforme  a  galana  costumbre;  i  al 
siguiente  dia  se  embarcó  la  artillería  con  el  jene- 
ral en  jefe  i  el  estado  mayor  jeneral.  Teniendo 
agua  i  rieles  todo  andaria  ahora  a  vapor. 


V. 


¿Qué  acontecía  durante  este  intervalo  en  la  pla- 
za que  iba  a  ser  asediada  o  tomada  por  asalto  al 
albedrio  de  los  vencedores? 

Dejado  allí  con  escasas  fuerzas  el  4  de  abril  an- 
terior el  coronel  don  Francisco  Bolognési,  quien 
proféticamente  viera  partir  el  ejército  apara  no 
verlo  volver  mas,)/  se  consagró  con  patriótico  es- 
fuerzo a  cubrir  por  la  prudencia,  el  trabajo  i  el 
ejemplo,  el  honor  de  las  armas  que  se  le  confiaran. 

HIST.  DB  LA  C.  DB  T.  I  A,  138 


'  ^Hombre  de  canas  i  de  honras,  hijo  de  Lima,  pero 
de  estraccion  italiana,  sereno,  valiente,  anfrido, 
consagrado  desde  su  juventud  al  arma  de  artille- 
'  ría,  favorito,  por  ésto  i  su  honradez,  del  jeneral 
Castilla,  ora  coronel  desde  la  tomai  de  Arequipa 
en  1858,  esforzado  asalto  en  que*  fué  herido. 

Antes  i  después  do  esa  jornada  habia  vivido 
siete  años  eomo  hombre  de  trabajo  en  las  monta- 
ñas de  Carabaya,  i  después  hizo  dos  o  tres  viajes 
a  Europa  para  elejir  el  armamento  i  los  cañones 
que  el  Perú  tenia  todavia  én  uso. 

Su  designación,  bajo  el  punto  de  vista  militar, 
•  habia  «ido  por  tanto  perfectamente  acertada. 

Mas,  abandonado  de  hecho  por  Montero,  como 
éste  habíalo  sido  por  Piérola,  sin  dinero,  con  tro- 
^  pas  bisoñas,  sin  noticias  i  solo  con  sobra  de  dina- 
mita, puso  ahora  toda  su  preocupación  en  fortifi- 
car la  plaza  por  el  lado  de  tierra,  que  era  el  de  su 
flaqueza.  Montero  le  habia  dejado  250  quintales 
de  dinamita  i  un  injeniero  encargado  de  usarla, 
sin  mas  instrucciones  que  estas  retumbantes  pala- 
bras:—«Es  preciso  hacer  volar  a  Arica  con  todos 
sus  defensoreses  i  todos  sus  asaltantes.  Necesita- 
mos un  hecho  que  como  el  estertor  de  la  muerte 
sacuda  hasta  las  últimas  fibras  del  corazón  de  la 
patria.D  (1) 


(1)  Constan  estas  palabras  de  un  interesante  folleto  que  uno 
de  los  defensores  de  Arica,  don  J.  Perez^  publicó  en  Lima  en 


—  1090  — 


Mas  como  el  heroísmo  es  una  cosa  que  no  se 
aconseja  sino  que  se  ejecuta,  no  era  empresa  fácil 
realizar  tales  portentos. 


VI. 


La  ciudad  i  puerto  de  Arica  no  ofrece  fácil 
deifensa  por  la  parte  de  tierra,  en  razón  de  hallarse 
situada  en  una  llanura,  malsano  i  abierto  grama- 
dal  que  se  dilata  hacia  el  norte  siguiendo  la  playa 
i  los  rieles.  Cerros  arenosos  se  apiñan  junto  a  la  ■ 
planta  del  pueblo  por  el  oriente,  i  aquellas  altas 
lomas  van  a  terminar  en  una  especie  de  península 
que  se  precipita  hacia  el  océano  levantando  sobre 
su  abrupta  playa  por  el  sud  blanquecina  i  áspera 
cabeza.  Esa  és  el  Morro,  i  allí  i  en  las  cuchillas 
que  lo  rodean,  formándole  espalda,  yace  el  riñon 
de  la  defensa  militar  de  aquella  plaza. 

El  Morro  propio  está  cortado  a  pico,  i  en  su 
cima  hai  una  plazoleta  natural  que  podrá  tener 
unos  diez  mil  metros  cuadrados,  en  cuyo  ámbito 
desde  el  tiempo  del  jeneral  Prado,  los  peruanos  ha- 
bían construido  unos  cuantos  galpones  para  cuar- 
teles, plantado  un  mástil  en  el  centro  i  colocado  su- 
cesivamente, en  medio  de  la  estólida  indiferencia 


1880  con  el  título  de  Arica,  sus  foHijicaciones,  asalto,  defensa  i 
ruina  por  un  testigo  i  ador.  El  señor  Pérez  es  poeta,  drama- 
turgo (como  se  deja  ver  por  el  titulo  de  su  libre to^  i  cucalón,  es 
deoir^  comaudaote. 


—  1100  — 

de  las  naves  chilenas,  hasta  nueve  cañones:  uno  de 
estos  Vavasseur  de  250,  dos  Parrots  de  a  100  i  seis 
Voruz  de  a  70,  traídos  todos  cómodamente  del 
Callao,  después  de  rotas  las  hostilidades. 

VII. 

Para  defender  la  rada  construyeron  también  los 
injenicros  peruanos  tres  baterías  rasantes  llamadas 
impropiamente  castillos,  en  la  parte  de  la  playa 
que  toma  al  norte,  paralelas  a  la  línea  férrea;  i  en 
cada  una  de  ellas  pusieron  uno  o  dos  cañones  a 
barbeta,  algunos  con  campo  de  tiro  hacia  tierra 
i  los  mas  sin  ellas.  Llamábanse  estos  fuertes 
San  José,  el  mas  vecino  al  pueblo  con  2  cañones 
Parrot  de  a  150,  Dos  de  Mayo,  el  del  del  centro, 
i  Santa  Rosa  el  de  la  estremidad  setentrional, 
a  dos  o  tres  kilómetros  del  Morro,  pero  cru- 
zando sus  fuegos.  Estos  últimos  tenian  un  cañón 
Voruz,  fábrica  de  Nantes,  1864,  del  calibre  de 
250,  escelentes  piezas  que  por  su  posición  i  cam- 
po de  tiro  infundian  mas  respeto  a  nuestras  naves 
que  los  dos  cañones  lisos  de  a  500  del  Manco  Ca- 
paCf  galápago  encaparazonado  de  fierro,  traido  tam- 
bién a  remolque,  haciendo  irrisión  de  nuestra  viji- 
lancia,  desde  la  dársena  del  Callao. 

VIII. 

Estas  obras,  sin  embargo,  que  fueron  altemati- 


—  1101  — 

vamente  dirijidas  por  el  comandante  Carrillo,  jefe 
del  monitor,  por  el  coronel  Panizo  de  artillería  i 
por  el  injeniero  don  Teobaldo  Eléspuru,  nieto  del 
jeneral  aliado  de  Chile  en  Yungai,  habian  sido 
concebidas  esclusivamente  para  rechazar  una 
agresión  marítima,  que  los  peruanos,  segan  se  ha 
visto,  constantemente,  a  todas  horas  temian.  To- 
do lo  que  el  injeniero  Eléspuru  habia  insinuado 
como  medida  de  defensa  mediterránea  habia  con- 
sistido en  la  formación  de  un  vasto  campo  atrin- 
cherado, que  uniría  el  Morro  con  los  fuertes  del 
Norte,  presentando  obras  suficientemente  desarro- 
lladas para  abrigar  todo  el  ejército  aliado. 

Conviene  también  advertir  en  esta  parte,  que 
la  planicie  o  gramadal  de  Arica  se  halla  cortada 
por  dos  pequeños  ríos,  o  vallejos  que  se  denomi- 
nan (el  mas  setentrional),  de  Lluta  o  rio  del  Azu- 
fre, por  el  gusto  metálico  de  sus  aguas,  i  el  de 
Azapa,  que  desemboca  a  manera  de  quebrada  so- 
bre la  población  misma,  i  es  notorio  en  todo  el 
Perú  por  su  asombrosa  fertilidad,  ponderada  des- 
de Garcilaso.  Azapa,  especialmente  en  años  hú- 
medos, es  la  despensa  de  Arica,  siendo  esquisitas 
sus  naranjas  i  camotes,  enormes  sus  zapallos  i 
fenomenales  sus  repollos.  Lluta,  al  contrario,  es 
valle  de  pastos,  de  muías  i  de  arrieros,  i  mucho 
mas  vasto  que  su  jemelo.  Uno  i  otro  valle  tienen 
comunicación  no  solo  por  su  frente,  que  es  llano, 
sino  por  la  espalda  de  las  cerrilladas,  ruta  fatal 


—  1102  — 

que  debía  conducir  a  loft  chilenos,  sin  ser  sentidos, 
a  BU  final  i  terrible  asalto  por  sorpresa, 

XL 

Cambiada  a  Tacna  en  los  primeros  diapi  de  abril 
la  base  de  las  operaciones  en  grande,  hízose  pre- 
ciso improvisar*  de  nuevo  la  defensa:  por  el  lado 
de  tierra  con  arreglo  a  la  guarnición  encargada 
de  defender  la  ciudad,  la  cual  no  constaba  de  mas 
de  1600  plazas  útiles,  conforme  al  cuadro  siguien- 
te que  por  abreviar  resumimos. 

Jefes  Ofíls.  Tropa  Ármameúto 

Jefatura  de  la  Plaza 1  4 

Id    del  Detall 1  9 

Comandancia  jeneral  de  la  7.^  Divi- 
sión,   3^  1 

Batallón  ^'Artesanos  de  Tacna''  nú- 
mero 29..  i 3  32    391  Peabody. 

Batidlo'n  ^^Granaderos  de  Tacna  nú- 

inerdSl 2  28    218  Remia^ton. 

Batallón  ^^Cazadores  de  Piérola"...,  2  23    198  Cha^sepot. 

Comandancia  jeneral  de  la  8.^  Divi- 
sión    2  2 

Batallon^'Tarapacá"  número  23 3  28    216  Chassepot. 

Id.    "Iquique"  número  33 4  31     302        Id. 

Batería  del  Morro 2  25    160        Id, 

Id.    del  Este 3  22      92        Id. 

Id.    del  Norte 2  18      76        Id. 

Total 29  223  1653-   (1) 

(1)  El  eatado  anterior  fné  encontrado  por  noeetras  tropas  en 


Ü03 


2\^» 


Para  prestar  el  auxilio  de  la  ciencia  á  la  cono- 
cida «olidez  de  Bolognesi,  el  jeneral  Montero  le 
habia  encomendado  un  injeniero  joven,  ua  tanto 
petulante  pero  intelijente,  don  Teodoro  Elmore, 
hijo  de  un  comerciante  norte-americano,  i  que 
tiene  un  Hermano  de  lucida  carrera  en  la  di- 
plomacia, don  Federico  Elmore,  aótualndfente  acre- 
ditado en  Washington. 

Elmore  echó  de  ver  que  con  la  reducida  fuerza 
dejada  en  Arica  no  podia  formarse  ni  con  mucho 
un  campo  atrincherado,  cual  lo  habia  dispuesto 


Arica  i  corresponde  al  5  de  junio  de  1880. 
'  De  .una  razón  mas  completa  de  las  fuerzas  de  Arica  qne  tene- 
mos a  la  vista  aparece  que  existian  el  día  del  asalto  5  coroneles, 
10  tenientes  coroneles,  13  sarjentos  mayores,  36  capitanes  i  en 
proporción  los  demás  subalternos.  Habia  en  ese  dia  1,859  plazas 
como  total,  o  sea  dos  mil  contando  con  la  tripalaoioa  del  moni- 
tor; pero  descontando  los  enfermos,  los  ausentes,  los  enjuiciados 
i  loa  desertores,  solo  quedaban  disponible  los  1,653  que  constan 
del  cuadro  del  testo. 

En  cuánto  a  municiones,  cobraron  de  tal  manera  que  tan  solo 
en  el  Morro  quedaron  mas  de  mil  proyectiles  i  algunos  cente- 
nares de  saquetes  i  barriles  de  |)ólvora. 

Los  víveres  eran  suficientemente  abundantes  porque  tenían 
en  el  gramadal  bastante  ganado  de  pié,  i  en  cuanto  a  los  víveres 
secos  almacenados  en  el  cerro  Chuño,  fueron  trasladados  al  Mo- 
rro por  pi'ecaucion  el  18  de  mayo.  Según  un  telegrama  del  19 
de  marzo  habia  1,800  sacos  arroz  de  180  libras  cada  uno,  pero 
despuels  del  26  de  mayo  el  coronel  Bolognesi  aumentó  las  ra- 
ciones de  arroz  en  6  onzas  lo  mismo  que  las  de  carne.  El  expe- 
rimentado veterano  sabía  que  para  pelear  es  preciso  comer. 

Por  lo  demás,  como  era  imposible  que  a  los  peruanos  les  fal- 
tase, aun  en  medio  de  sus  penurias,  una  parte  de  fiesta,  hé  aquí 


—  1J04  — 

SU  predecesor,  i  se  contrajo  a  poner  en  ejecución 
dos  ideas  capitales,  a  saber:  ^primera,  completar, 
dándoles  forma  de  reductos,  las  baterías  abiertas 
del  Este  i  del  Norte,  cubriendo  su  retaguardia  con 
parapetos  de  sacos  i  dando  a  sus  cañones  campo 
circular  de  tiro,  ^  segunda,  suplir  por  la  dina- 
una  parecida  a  la  de  Baeadia  ea  el  cruel  día  de  Písagua. 
SefLor  Prefecto  P.  A.  del  Solar, 

Tacna. 

Aricay  mayo  1.^  de  1880. 

(12.30  P.  M.) 

Deseo  qae  el  glorioso  día  2  de  mayo  se  beadiga  el  estandarte 
que  las  señoras  del  iafortuaado  departamento  de  Tarapacá  obse- 
quiaron al  batalloa- Iquique  de  mi  mando.  Nombro  a  U.  S.  en 
representación  del  Jefe  Supremo  don  Nicolás  de  Piérola^  sn  pa- 
drino, i  si  tiene  a  bien  aceptar,  dígnese  nombrar  apoderado 
aquí.  La  ceremonia  debe  ser  ¿eca^  corta  i  concisa^  atendidas  las 
circunstancias. 

Alfonso  Ugarte. 

V.'  B.^— BOLOONKSL 


Arica^  mayo  a  de  1880. 
(10  P.  M.) 
Señor  Prefecto  doctor  Solar: 

Hoi  ha  tenido  lugar  la  bendición  de  la  bandera  del  batallen 
Iqilique  para  cuyo  acto  me  ha  honrado  con  su  poder  i'epresen- 
tándolo  como  padrino  a  nombre  de  S.  E.  el  Jefe  Supremo  de  la 
república,  señor  Piérola, 

A  la  vez  se  efectuó  el  solenme  acto  de  jurar  el  batallón  la 
defensa  de  dicha  bandera  hasta  morir  por  ella. 

Bologneú. 


—  1105  — 

mita,  destribuida  en  torpedos,  en  minas  i  en  ga- 
lerías, las  defieencias  del  tiempo,  de  las  fuerzas  i 
del  dinero. 

En  ocasión  ajena  a  este  libro  hemos  contado 
con  detención  menuda  todo  lo  que  Bolognesi  hizo 
para  cumplir  aquellos  fines,  luchando  hasta  con 
la  escasez  de  picos  i  barretas;  i  por  hoi  nos  limi- 
tamos  a  recordar  que  solo  el  12  de  abril  ponía 
Elmore  mano  a  las  obras  con  cien  hombres  i  mil 
sacos,  i  que  el  6  de  mayo  se  hizo  el  primer  ensa- 
yo de  su  malhadado  arte  haciendo  volar  con  poco 
satisfactorio  éxito  una  mina  pequeña.  Elmore  se 
proponía  formar  verdaderas  galerías  subterráneas 
de  lo,  12  i  Í8  metros  de  profundidad,  cargándo- 
las con  porciones  de  5,  7  i  12  quintales  de  pólvora. 
Mas  para  esto,  que  es  lo  único  aconsejado  por  la 
ciencia,  si  no  como  eficacia  como  probabilidad,  fal- 
taba todo, — tiempo,  obreros,  herramientas,  mate- 
riales i  especialmente  dinero. — o:  A  tal  punto  llegó 
la  falta  de  recursos,  dice  el  comandante  Pérez  en 
su  folleto*  ya  citado  (páj.  12),  que  no  hubo  dos 
reales  para  comprar  una  vasija  en  que'  manejar 
los  ácidos,...»  ¿I  cómo  habría  podido  el  goberna- 
dor de  la  plaza  procurarse  vasija  para  mistos,  si 
ya  antes  vimos  Quánto  le  costara  conseguir  unas 
pocas  varas  de  bayeta  para  abrigar  su  desnuda 
tropa  i  oficiales? 


filSf.  Üfi  LA  C.  DS  T.  I  A«  lád 


—  1106  - 


XI. 


Sin  embargo,  gracias  a  la  constancia  í  probidad 
de  aquel  digno  hombre  de  guerra,  poderosamente 
secundado  por  el  comandante  de  marina  Moore, 
jefe  de  las  baterías  del  Morro,  i  de  los  coroneles 
Inclan  i  Alfonso  ligarte  que  mandaban'  las  7*  i 
8.*  división  allí  dejadas,  logróse  formar  una  valla 
de  resistencia  bastante  considerable  en  toda  la 
prolongación  de  los  cerros  que  forman  la  penín- 
sula o  punta  saliente  del  Morro,  desde  la  mar 
hasta  tres  kilómetros  hacia  el  oriente. 

Para  esto,  el  coronel  Bolognesi  habisr  hecho 
construir  con  parapetos  de  sacos  dos  grandes  fuer- 
tes o  cuadrilongos  en  los  que  cabian  unos  600 
hombres  con  holgura,  i  constituían  por  el  lado  de 
tierra  como  los  dos  puestos  avanzados  del  Morro. 
— Uno  de  estos  reductos  estaba  situado  sobre  un 
pequeño  mogote  en  el  faldeo  de  los  cerros  domi- 
nando la  planicie  de  Arica,  i  especialmente  la  en- 
trada del  valle  de  Azapa,  punto  estratéjico  de 
gran  impoz'tancia,  mientras  el  otro  habia  sido  ubi- 
cado mas  arriba  i  sobre  el  lomo  o  cresta  de  la  cade- 
na  que  va  a  morir  en  el  Morro,  sirviendo  a  éste  a 
manera  de  contrafuerte,  pero  dominándolo  con  sus 
fuegos  a  la  distancia.  No  lejos  del  Morro  i  en  el 
cuello  de  depresión  que  une  aquella  prominencia 
con  la  cadena  de  que  es  estremidad,  existe  tam- 


—  1107  — 

t  r 

bien  nn  pequeño  cono  llamado  Cerro  Gordo,  i  allí 
levantaron  los  injenieros  peruanos  un  parapeto  de 
sacos,  como  para  cerrar  el  pasó  liácia  el  Morro. 

XII. 

El  primero  de  aquellos  reductos,  o  mas  propia- 
rnente  campos  fortificados,  se  llamó  por  su  forma 
casi  cuadrada  Fuerte- Giudadela^  i  el  segundo,  dis- 
tante solo  tres  o  cuatro  cuadras,  Fuerte  del  Este^ 
con  tres  cañones  él  primero  (1  Voruz  de  70  i 
2  Parrots  de  30)  i  3  Voruz  de  a  100  el  del  se- 
gundo. . 

Kl  número  de  artilleros  no  pasaba  en  todos  los 
reductos  de  380,  i  el  de  los  cañones  de  19,  en  esta 
forma  que  conviene  retener  en  la  memoria: — En 
el  Morro  9,  en  San  José  2,  en  el  Dos  de  Mayo  1, 
en  Santa  Rosa  1,  en  el  Fuerte-Cindadela  3  i  en  el 
Fuerte  EsteS. 

I 

Concibieron  también  los  jefes  peruanos  la  idea 
pieregrina  de  fosear  los  dos  cementerios  de  Aj-ica 
(el  protestante  i  el  católico),  situados  en  la  lla- 
nura i  en  el  promedio  entre  el  Fuerte-Ciudadela  i 
los  del  Norte;  pero  ima  sola  de  las  cortinas  de 
aquella  obra  de  defensa  liabria  necesitado  la  mitad 
de  las  fuerzas  disponibles,  i  por  esto  se  abandonó 
la  empresa.     . 

En  cambio,  se  formaron  varios  atrincheramien- 
tos sucesivos  i  bien  dispuestos  que  iban  uniendo 


—  1108  - 

al  Morro  coa  los  faertes  avanzados  del  oriente,  i 
especialmenoe  con  el  Cerro -Gordo. 

Consiguióse  también  abocar  uno  de  los  cañones 
del  Morro  hacia  el  lado  de  tierra  i  apuntando  al 
Cerro-Gordo. 

XIII. 

La  división  Inclan  (la  7.*  del  ejército  peruano) 
defendia  los  dos  fuertes  del  Este,  i  la  de  ligarte 
(la  8.')  el  Morro  i  las  tres  baterías  del  Norte. 

La  fuerza  de  infantería  constaba  en  su  totalidad 
de  1245  plazas,  i  no  habia  mas  caballería  que  unos 
50  milicianos  de  Lluta  que  el  coronel  Bolognesi 
mantenía  constantemente  de  avanzada,  especial- 
mente para  contener  sus  propios  desertores,  jente 
de  Tacna  i  de  Tarapacá  en  su  mayor  parte.  (1) 

Víveres  tenia  la  plaza  en  mediana  abundancia, 
según  vimos,  municiones  mas  que  de  sobra,  polvo- 
ra  i  dinamita  cuanta  el  jeneral  Montero  necesita- 
ba  para  convulsionar  las  entrañas  i  el  alma  de  su 
patria. 


(1)  Esta  aranzada  que  el  dia  del  combate  desapareció  como 
el  humo  de  los  cañones,  fué  la  misma  que  avistó  ^oore  el  Lluta 
el  capitán  Dinator  el  dia  29  de  mayo. 

El  dia  10  de  ese  mes  el  coronel  Bolognesi  habia  solicitado  de 
la  prefectura  de  Tacna  que  los  jendarmes  de  esa  ciudad  se  situa- 
sen en  el  Hospicio,  teniendo  un  tren  a  su  disposición,  como  para 
servir  de  vanguardia  a  la  guarnición  de  Arica  i  cubrir  el  flanco 
izquierdo  del  ejército  de  Tacna.  Pero  el  prefecto  Solar  se  con- 
tentó con  poner  al  pié  de  esta  petición  de  socorro;  Acúsese  recibe 
i  archívese. 


-p  1109  — 

En  cambio,  habíanle  dado  por  jefe  de  estado 
mayor  a  ün  joven  abogado  de  Moquegua,  bastan- 
te entendido  al  parecer  en  píapeles,  pero  cuya  lo-^ 
cuacídad,  decian,  iba  a  la  par  con  su  impericia  i 
con  su  ardimiento.  El  gobernador  de  la  plaza  mos- 
tróse desabrido  con  su  notnbramiento,  i  aun  pro- 
testó contra  él.  Sin  embargo,  es  de  equidad  agre- 
gar que  el  dia  de  la  prueba  dio  aquel  improvisado 
jefe  pruebas  de  honor  guardando  hasta  lo  último 
supuesto.  (1) 

XIV. 

*  • 

En  esta  situación  halló  a  los  defensores  de  Ari- 

(1)  Hé  aquí  el  telegrama  que  hemos  encontrado  sobre  este 
p4;*ticular. 

Mayo  I.''  de  1880. 

(Privado) 
«Al  coronel  Velarde: 

» Acabo  de  saber  que  se  ha  nombrado  un  doctor  para  jefe  del 
detall  de  esta  plaza.  Creo,  si  usted  me  lo  permite^  que.np  es 
conveniente.  Necesito  un  jefe  caracterizado  de  Lima.  La  admi- 
nistración de  un  estado  mayor  tiene  sus  fórmtílas  que  es  precisó 
conocer.  No  es  suficiente  ser  doctor.  'Creo  que  mejor  seria,  si  es 
preciso  retirar  a  (está  borrada  la  palabra  O.  Donovan)  al  actual, 
nombrar  a  Carrillo  i  Ariza. 

a¿Cómo  contesto  at  cargo  que  se  me  ha  encomendado  con  un 
jefe  de  detall  sin  esperiencia,  con  fuerzas  débiles  i  mal  armadas? 
Fíjense  bien. 

Bologneai,^ 

Decididamente  el  cauto  Bolognesi  no  estaba  por  la  escuela 
moderna  de  los  cucalones. 


—  1110  — 

ca,  que  habían  sido  dejados  allí  como  punto  de  con- 
centracion  en  caso  de  derrota,  el  dia  de  la  batalla, 
miércoles  26  de  mayo  de  1880- 

Las  peripecias  de  aquel  dia  fueron  graves  i  sus 
emociones  intensas.  Desde  las  11  de  la  mañana 
comenzaron  a  divisarse  desde  el  Mon^o  densas  co- 
lumnas  de  humo  hacia  el  norte,  i  de  tarde  en  tar- 
de se  hacia  sentir  el  ruido  lejano  del  cañón  i  de 
la  fusilería. 

Era  la  batalla  del  Campo  de  la  Alianza. 

Hasta  la  una  del  dia  el  telégrafo  estuvo  corrien- 
te con  la  oficina  de  Tacna,  i  vamos  a  copiar  sus 
pulsaciones  siguiendo  en  el  reloj  las  horas  i  los 
minutos  de  la  angustia. 

«11.35.  La  batalla  comienza. — Ríos.t> 

el 2.25.  Principian  a  llegar  bolivianos  en  fuga. 
Los  chilenos  amagan  la  izquierda  con  el  objeto  de 
pasarse  a  Arica. — Gonzalez.i> 

<e12.30.  La  batalla  está  ahora  en  lo  mas  crudo. 

BlOS.T> 

•  d  12.35.  Un  fuego  nutrido  sigue,  pero  todos  los 
bolivianos  corren.  Creo  que  ya  tenemos  perdida 
la  batalla. — Btos.^ 

al  P.  M.  Llegan  noticias  que  los  chilenos  hu- 
yen. Los  dispersos  se  reúnen  en  la  plaza. — Bios.i> 

Después,  silencio  completo! 

XV. 

Solo  a  las  cinco  de  la  tarde  llegó,  al  Hospicio 


—  1111  — 

te 

I 

un  soldado  cl^l  batallón  Aricé.  contando:  revueltas, 
según  es  costumbre  en  tales  casos,  mil  patrañas 
de  victoria  i  de  derrota,  Pero  se  colejia  de  su  al- 
garabía trasmitida  por  el  telégrafo  al  Morro,  que 
daba  la  batalla  por  perdida,  porque,  a  su  rudo  de- 
cir, el  ejército  aliado  se  reunia  en  Pachia  i  era  pro- 
bable un  nuevo  asalto  a  la  ciudad. 

De  aquel  dicho  del  soldado  surjió  el  rumor  per- 
sistente de  una  segunda  batalla  inminente,  que 
dio  la  vuelta  del  mundo  en  aquel  tiempo. 

I  ese  pobre  soldado  (fuera  de  cuatro  compañe- 
ros ingresados  al  dia  siguiente)  que  venia  a  bus-» 
car  su  techo  i  tal  vez  a  su  sombra  su  sepulcro,  fué 
el  único  de  aquéllos  que  hablan  jurado  venir  a 
morir  al  pié  del  asta  del  Morro,  i  no  vinieron 


XVL 


» 

En  cambio,  no  pocos  fueron  los  que  desertaron 

i  entre  ellos  el  jefe  de  un  cuerpo,  el  coronel  Be- 
launde,  comandante  de  los  Cazadores  de  Piérola, 
entusiasta  amigo  de  este  personaje  i  a  quien  los 
pone-nombres  peruanos  denominaban,  no  sabemos 
por  qué,  Sisehuto. 

Tuvo  lugar  este  hecho  menguado  el  I*""  de  ju- 
nio, i  el  dia  5  siguieron  tan  villano  ejemplo  uñ 
mayor,  un  capitán,  dos  subtenientes  i  un  sarjento, 
todo  lo  cual  consta  de  la  siguiente  orden  del  dia 


—  1112  — 


dada  en  la  víspera  del  día  de  la  liquidacioQ  del 
patriotismo  i  del  honor  militar.  (1) 

ORDEN   DE   LA   PLAZA. 

Arica,  junio  6  de  188Ó. 

Art.  l.^  Dispone  el  señor  coronel  qae^  con  cargo  de  aprobación 
del  sapremo  gobierno,  sea  destinado  ea  la  clase  de  sárjente  ma* 
jor  de  guardia  nacional  como  tercer  jefe  de  la  brigada  de  arti- 
llería del  este,  don  Ismael  Meza. 

2.^  Dispone  igualmente  que  habiendo  desertado  cobarde  i  ver- 
gonzosamente el  sarjento  mayor  don  Manael  Revollar,  el  capi- 
tán don  Pedro  Hume,  los  subtenientes  don  Enrique  F.  Dávila  i 
don  Simón  Quelupana  i  el  sarjento  2.''  Oavino  Vargas,  sean  da- 
dos de  baja,  declarados  cobardes  e  indignos  de  pertenecer  al 
honroso  puesto  de  los  defensores  de  Arica  i  enjuiciados  para  la 
aplicación  de  lá  pena  que  les  corresponde  según  el  estatuto 
provisional. 

3.®  Dispone  el  coronel  jefe  de  la  plaza,  que  las  fuerzas  de  ella 
pasen  revista  de  comisario  por  el  presente  mes  el  dia  8,  la  que 
será  intervenida  por  el  señor  capitán  de  puerto. 

El  jefe 

La  Torre.  (2) 


(1)  Las  piezas  oficiales  relativas  a  la  faga  del  coronel  Belaun- 
de  existen  en  poder  del  autor  orijinales  i  no  se  publican  aqní 
por  haberlas  dado  ya  a  luz. 

(2)  El  coronel  Belaunde  fué  aprehendido  por  el  prefecto  So- 
lar en  el  camino  de  Tárala,  i  el  último  declara  que  no  lo  hizo 
fusilar  en  el  acto,  conforme  al  artículo  8.**  del  Estatuto,  por  no 
tener  a  su  lado  los  oficiales  jenerales  que  debian  juzgarlo.  Es 
curioso,  siu  embargo,  que  en  medio  de  aquellas  vergonzosas  de- 
fecciones los  jefes  peruanos  de  Arica  diesen  en  la  antevíspera  el 


t 


/ 

; 


—  1113  — 


XVIL 

I  a  la  verdad,  no  eran  ésos  los  únicos  casos  de 
abatimiento  moral  con  que  tuvieron  que  luchar 
los  defensores  de  Arica,  realzándose  así  su  prueba 
i  su  fama.  Porque  los  archivos  de  aquella  ciudad, 
entregados  al  botin,  están  llenos  de  testimonios 
de  ese  jenero  de  pequeños  procesos  que  traicionan 
el  malestar  de  un  ejército.  Ya  eran  los  que  deser- 
taban, de  coronel  a  soldado;  ya  un  oficial  que  se 
presentaba  ebrio  en  una  academia  de  clases  i  las 
amotinaba,  como  aconteció  con  un  tal  Gavidia  en 
el  fuerte  San  José  el  14  de  abril;  ya  un  sarjento 
que  se  negaba  a  trabajar  en  los  fosos  con  su  cua- 
drilla; ya  por  último  la  guarnición  entera  de  una 
de  las  fortalezas  del  Este  que  rehusaba  hacer  el 
aseo  de  su  recinto,  alegando  que  hacia  cinco  dias 
no  recibía  diario,  ni  siquiera  su  ración  de  arroz, 
lo  que  averiguado  por  los  oficiales  Ayllon  i  Cor- 
nejo, por  órdenes  del  gobernador  Bolognesi,  resul- 
tó probado. 

-  ■  -■  -      ■ '       ,   --       ,   ,_-.,■■  -  — 

siguiente  santo  i  seña  para  el  servicio  de  la  plaza. 

Arica,  junio  4  de  1880, 

Santo. — Enemigo  cobarde  tenemos. 

El  jefe 

La  Torre. 

HIST.  Dfl  LA  C.  DB  T.  I  A.  140 


—  1114  — 


xvm. 

El  coronel  Bolognesi  era  entretanto  demasiado 
soldado  para  no  comprender  en  medio  de  todo  lo 
que  acontecía  que  había  caido  sobre  sus  hombros 
el  peso  de  un  horrendo  desastre,  i  se  preparó  con 
frente  levantada  para  sobrellevar  sus  consecuen- 
cias. Colocándose,  en  consecuencia,  a  la  altura  de 
^Uas,  dirijió  a  las  ocho  de  la  noche  al  fujitivo  jene- 
ral  Montero,  a  quien  suponía  con  restos  del  ejér- 
cito en  Pachia,  el  siguiente  telegrama  que  segu- 
ramente no  llegó  a  su  destino: 

Arica^  mayo  26  de  1880. 
(8  P.  M.) 

Señor  jeneral  Montero, 

Pachía. 

Dice  el  coronel  Bolognesi  que  aquí  sucumbiremos  todos  antes 
que  entregar  a  Arica.  Háganos  propios,  comuníquenos  órdenes 
i  noticias  del  ejército  i  de  los  auxilios  de  Moquegua. 

Manuel  C,  de  La  Torre^ 
Jefe  de  Estado  mayor. 

XIX. 

Con  el  fin  de  la  defensa  i  para  demorar  la  mar- 
cha del  vencedor  cuanto  fuera  dable,  despachó 
aquella  misma  noche  del  26  el  gobernador  de  la 
plaza  al  injeniero  Elmore  en  un  carro  de  mano 


—  1115  — 

coa  cuatro  quintales  de  dinamita  para  que  des- 
truyese los  pocos  puntos  que  por  su  construcción 
especial  sobre  enjuta  arena  ofrecía  la  via  férrea 
de  Tacna. 

Elijió  el  injeniero  los  tres  parajes  que  antes  de- 
jamos designados,  i  el  dia  27  a  las  ocho  de  la  ma- 
ñana daba  cuenta  de  haber  cumplido  su  comisión 
en  estos  términos  desde  el  Hospicio; — «Puente  de 
MoUe,  a  la  vista  de  Tacna,  volado.  Otro  punto 
mas  cerca  del  Hospicio  en  gran  terraplén,  lo  mis- 
mo. 2>  Anadia  en  seguida  que  terminada  así  su 
tarea,  pensaba  entrarse  de  incógnito  a  Tacna  para 
tomar  lenguas  de  lo  que  pasaba,  lo  cual  no  sabe- 
mos si  fué  llevado  a  cabo.  (1) 


r 


(1)  Ea  otro  sentido,  i  para  dar  una  idea  cariosa  i  verdadera 
de  las  falsas  impresiones  de  los  sentidos  cuando  una  gran  emo- 
ción los  domina,  hé  aquí  una  serie  de  despachos  del  telegrafista 
del  Hospicio,  que  el  dia  27  de  mayo  nos  hace  asistir  a  una  se- 
gunda batalla  de  Tacna  completamente  imajinaria,  i  en  la  cual 
sin  embargo,  él  ve  a  los  combatientes,  oye  los  disparos  i  hasta 
siente  cuando  sus  compatriotas  recuperan  a  Tacna...  Estos  sin- 
gulares telegramas  fueron  encontrados  en  Arica  i  dicen  así  co- 
piados de  BUS  orijinales. 

Hospicio^  mayo  27  de  1880. 
(9.40  A.  M.) 

En  este  momento  acabo  de  ver  con  el  anfcaojo    de  Elmore  que 
el  campamento  está  lleno  de  jente.  Parece  que  todo  el  ejército 
está  allí. 

Mas  abajo  de  la  cima  del  cerro  se  distingue  mas  jente  en  un 
gr  upo. — Ram  irez. 


Hospicio. — Señor  coronel  Bolognesi:  En  este  momento  siento 


—  1116  — 


XX. 

Hecho  todo  esto  i  volado  el  puente  de  Chaca- 
Iluta,  obra  de  alguna  importancia,  el  gobernador 
de  Arica  esperó,  limitándose  a  revisar  las  baterías 
eléctricas,  a  hacer  cargar  las  minas,  racionar  la  jen- 
te,  poner  fulminantes  especiales  a  los  polvorines  i 
mechas  de  tiempo  a  los  fuertes  del  Norte,  al  mis- 
mo tiempo  que  despachaba  cablegrama  sobre  ca- 
blegrama al  coronel  Leiva,  via  Moliendo  i  Are- 
quipa, para  que  volase  a  su  socorro  (lo  que  aquél 
jamas  intentó)  i  enviando  espreso  tras  espreso 
a  Montero  pidiéndole  órdenes,  noticias,  la  clave 
siquiera  de  las  comunicaciones  telegráficas  que  en 

tiros  ds  tilles  seguidos  i  cañoneo  en  Tacna, — Ramirez, 


Mayo  27. 
(1.45  P.  M.) 


Sisiue  recio  el  cañoneo. —  Ya  se  tomaron  otra  tez... — Ramir 


rez. 


•  Los  dos  hombres  que  mandé  mas  arriba  aseguran  qne  han 
visto  mucho  movimiento  en  Tacna.  Se  han  batido  todo  el  diu. 
Han  sentido  los  tiros  i  la  música.  Avanzadas  en  todas  direccio- 
nes.— Ramírez. 


Hospicio. — Todo  lo  que  han  visto  es  que  por  todas  partes  han 
sentido  combate  i  visto  mucha  jente  que  baja  de  Pachia  hasta 
Tacna  por  el  lado  de  Asunta.  Por  Tacna  han  visto  mucho  polvo, 
avanzadas  por  todas  partes,  han  visto  una  algo  cerca. — Ravti^ 
rez. 


—  1117  — 

tantas  ocasiones  habia  solicitado  sin  ser  oido.  El 
siguiente  despacho,  es  un  resumen  de  su  actividad 
i  de  sus  clamores: 

(Reservado) 

€  JEFATURA  DR  LA  PLAZA  I  COMANDANCIA 
JENERAL  DE  LAS  BATERÍAS. 

1^ Arica,  mayo  25  d&  1880. 
2» Benemérito  seüor  jeneral  Montero: 

3> He  hecho  a  U,  S.  cuatro  propíos,  sin  que  ninguno  haya  re- 
gresado con  su  contestación.  No  he  recibido  dato  ni  orden  algu- 
na oñcial  de  ü.  S.,  de  manera  que  me  encuentro  a  oscura». 

^Necesito  que  U.  S.  me  comunique  el  estado  de  su  ejército, 
8U  posición,  sus  determinaciones  i  planes  i,  í^obre  todo,  sus  ór- 
denes. 

> Arica  resistirá  hasta  el  último,  i  creo  segura  sn  salvación,  si 
U.  S.  con  el  resto  del  ejército  o  unido  a  las  fuerzas  de  Leiva, 
jaquea  Tacna  desde  Sama  o  Pachía,  o  hace  un  esfuerzo  para 
unirse  a  nosotros. 

Tenemos  víveres.  Necesito  nrjentemente  la  clave  telegráfica.! 
Solo  han  llegado  cinco  dispersos.  Camino  férreo  inutilizado.  To- 
do listo  para  combatir. 

:^Dios  guarde  a  ü.  S. — Señor  jeneral. 

2) Francisco  Bolognesi. 
(Duplicado) 

i^De  La  Torre» 

XXI. 

Pero  nadie,  como  en  los  pavorosos  cuentos  de 
la  niñez,  venia  hacia  el  caudillo  por  la  ancha  para- 


—  1118  — 

pa  que  tostaba  el  sol....  I  eran  por  el  contrario  chi- 
lenos los  que  llegaban. 

Desde  el  dia  2  de  junio  había  establecido  en 
efecto  la  caballería  de  Vargas  su  campamento  en 
la  orilla  norte  del  rio  Lluta,  cuyo  puente  habia 
desaparecido  totalmente;  i  fue  en  ese  paraje  donde 
ocurrió  el  primer  ensayo  de  minas,  que  como  todas 
las  que  allí  i  en  Lima  debian  estallar,  no  contenían 
sino  susto.  Al  tiempo  de  bajar  a  dar  agua  a  la  ca- 
ballada, el  injeniero  Elmore  i  su  compañero  el 
torpedista  Ureta  prendieron  por  medio  de  una 
chispa  eléctrica  un  polvorazo  que  espantó  los  caba- 
llos i  desequilibró  a  varios  soldados,  pero  sin  lasti- 
marlos: fracaso  que  produjo  dos  resultados  favo- 
rables en  el  campo  chileno,  porque,  por  una  par- 
te, se  disminuyó  el  temor  de  las  minas,  i  por  la 
otra,  quedaron  en  poder  de  nuestros  jefes  los  dos 
artífices  principales  i  conocedores  de  los  aparatos 
destructores.  (1) 


(1)  Se  dijo  entonces  que  Elmore  habia  denunciado  todo  el 
plan  de  las  minas  i  aun  entregado  sus  planos.  Pero  esta  impu- 
tación fué  desvanecida  por  el  ayudante  don  Augusto  Orrego  que 
interrogó  al  prisionero  i  por  el  mismo  coronel  Lagos  en  una  car- 
ta que  escribió  desde  Pocollay  el  11  de  junio  al  Eco  de  Tacna,  i 
en  la  cual  declara  que  Elmore  no  reveló  nada*  de  importancia. 

Sobre  este  mismo  particular  nos  escribió  el  señor  Elmore  des- 
de San  Bernardo  el  16  de  julio  de  1880  una  estensa  carta  de  la 
que  no  hacemos  uso  por  haberle  dado  su  autor  un  carácter  con- 
fidencial. 

En  cambio  publicamos  en  se<^uida  la  relación  de  su  intento 
que  hace  el  comandante  Pérez  i  lo  que  cuenta  de  su  primera 
conferencia  con  el  injeniero   el  rudo  comandante  Vargas.  £1 


—  1119  — 


XXII. 

•  » 

Decia^mos  también  en  el  comienzo  de  este  capí- 
tulo, que  (Jm*ante  el  curso  del  día  2  de  junio  habian 
llegado  al  mando  del  coronel  Lagos  los  cuerpos 
de  la  reserva,  Buin,  3.°,  4.**  i  Búlnes,  i  en  la  maña- 
na del  3  la  artillería  debia  partir  con  el  jeneral 
en  jefe.  I  éste,  después  de  hacer  retirar  de  la  ve- 


primero  dice  así.  (Páj.  15.) 

o: Ai  amanecer  del  2  de  junio  se  observó  si  en  realidad  existia  o  no  el 
enemigo,  convencidos  de  lo  caal  se  constituyeron  en  el  observatorio  de  las 
minas,  el  injeniero  i  el  teniente  Üreta,  cuya  conducta  i  resolución  en  ese 
trance  les  hacen  siempre  honor. 

2>E1  observatorio  era  un  simple  matorral  de  caña  hueca  en  donde  estaba 
la  batería  eléctrica  a  unos  500  metros  de  las  minas.  Preparada  esta,  se 
aguardó  el  momento  oportuno.  ¿Cuál  seria  el  contento  i  la  ansiedad  de  los 
operadores,  cuando  después  de  muchas  vueltas  i  revueltas  del  enemigo 
observan  que  al  ñn  escojian  el  sitio  mismo  de  las  minas?  Al  desfilar  pue- 
den por  primera  vez  hacerse  cargo  de  que  no  era  un  piquete  el  presente 
sino  la  caballería  entera;  pero  ¿qué  importa?  la  resolución  de  morir  estaba 
hecha  desde  que  se  habian  enviado  las  bestias  al  pueblo  para  no  ser  descu- 
biertos antes  de  tiempo. 

— 2)E1  grueso  de  la  caballería,  dice  un  operador  al  otro. 

— íMejor,  le  contestó  ést«. 

— ]>Entónces  ¡fuego!  i  preparémonos  a  morir. 

3> Ignoramos  por  qué  causa  solo  hizo  esplosion  una  carga  de  cada  serie; 
el  hecho  es  que  así  i  con  todo  el  estrépito,  la  tieiTa  i  las  piedras  que  sil  va- 
han en  el  aire  introdujeron  una  confusión  espantosa  de  que  nadie  se  daba 
cuenta;  los  jinetes  por  una  parte,  los  caballos  por  otra,  todos  corrían  de- 
saforadamente, creyendo  que  la  tierra  se  los  iba  a  tragar.» 

La  relación  del  comandante  Varíjas  dice  como  siíjue: 

<tEn  el  acto  me  puse  a  buscar  el  lugar  donde  debia  estar  la  batería  eléc- 
trica, luego  tomé  un  paisano,  al  cual  amenacé  con  la  muerte  si  no  me  in- 
dicaba el  lugar  i  quiénes  habian  sido  los  autores.  Este  me  lo  iudicó  i  me 
dijo  quiénes  eran.  Despaché  un  piquete  de  tropa,  con  la  orden  de  traér- 
melos vivos  o  muertos.  Mientras  tanto,  yo  preparé  ocho  tiradores  para  fu- 
silarlos en  el  acto  i  en  el  mismo  sitio;  media  hora  después  me  trajeron  a 
dos  jóvenes,  un  señor  Elmore  i  otro  Úreta.  Elmore  comprendió  Inego  su 
situación,  i  me  dijo  que  era  injeniero,  que  él  habia  colocado  esos  torpedos 
i  sabia  el  lugar  dónde  estaban  muchos  mas,  por  lo  que  desistí  de  fusilar- 
los. VA  joven  Ureta  se  tomó  herido  de  bala,  pues  al  arrancar  se  le  hizo 
fuego  i  se  le  traspasó  una  pierna.:» 


—  1120  — 

ciudad  del  mar  el  campamento,  espuesto  a  un  bom- 
bardeo del  Manco  Capac^  montó  a  caballo  con  los 
coroneles  Velazquez,  Lagos  i  Barbosa  i  se  dirijió 
por  las  cuchillas  de  arena  que  cierran  el  gramadal 
de  Arica  hacia  el  oriente  i  el  noroeste  con  el  fin  de 
divisar  el  valle  de  Azapa  i  las  fortificaciones  que 
encadenándose  con  el  Morro  defendían  esta  entrada 
i  el  puerto.  El  coronel  Velazquez  elijióen  esa  escur- 
sion  las  posiciones  mas  adecuadas  para  colocar  la 
artillería  de  campaña,  i  durante  todo  el  dia  próxi- 
mo i  la  noche  hízose  esta  operación  con  gran  es- 
fuerzo dirijida  por  el  comandante  Novoaieí  capi- 
tán Flores.  Fué  preciso  para  el  caso  construir  un 
puente  provisional  sobre  el  rio  Lluta. 

XXIII. 

Fácil  fué  discernir  al  ojo  claro  del  jeneral 
en  jefe  i  al  consejo  de  sus  compañeros  de  glo- 
rias i  de  responsabilidad,  que  las  posiciones  del 
Morro  i  de  los  fuertes  del  oriente  eran  incspugna- 
bles  de  frente,  así  como  las  baterías  a  barbeta  de 
la  playa  norte,  porque,  aun  sin  contar  con  las 
minas  ni  la  defensa  de  jente  atrincherada  que  tira 
de  manpuesto,  habría  bastado  una  granada  bien 
dirijida  de  los  fuertes  o  del  Manco  Capac  para 
arrasar  medio  rejimiento. 

Kesuelta,  en  consecuencia  la  cuestión  de  no  lle- 
var un  ataque  de  frente,  por  el  llano  o  las  alturas, 


—  1121  — 

quedaban  en  pié  estos  dos  estremos  de  un  arduo 

dilema: 

O  el  asedio,  que  era  la  estagnación, 

O  el  asalto  por  retaguardia,  que  era  la  matanza. 

XXIV. 

-  Inclináronse  los  jefes  al  último  partido,  porque 
toíja  demora  traia  aparejados  mil  inconvenientes, 
i  en  vista  de  esto,  aquella  misma  tarde  quedaron 
acordadas  todas  las  providencias  del  asalto. 

En  consecuencia,  durante  todo  el  dia  i  noche 
del  4  de  junio  se  coronaron  las  alturas  con  la  ar- 
tillería de  campaña  de  los  mayores  Salvo,  Frias  i 
Montoya,  haciendo  esfuerzos  prodijiosos  de  mús- 
culo para  arrastrar  las  piezas  a  la  altura  por  los 
médanos,  i  se  dispuso  que  esa  misma  noche  se  pa- 
sarían sijilosamente  los  cuerpos  destinados  al  asal- 
to por  la  ceja  de  la  cerrillada  que  separa  los 
valles  de  Lluta  i  de  Azapa.  El  dia  antes  les  habia 
precedido  un  destacamento  de  Cazadores  parii 
esplorar  el  valle,  i  cuando  estos  jinetes,  entre  los 
que  iba  el  alférez  Souper,  ensillaban  sus  bridones 
en  la  hospitalaria  «hacienda  de  los  franceses»,  la  \ 
mas  contigua  al  pueblo,  un  cañonazo  del  Morro 
daba  la  señal  de  alarma.  Era  que  los  Cazadores 
del  capitán  Novoa  llegaban  por  el  alto  a  reunirse 
con  sus  compañeros,  i  los  artilleros  de  Moore  ha- 
bian  querido  enviarles  aquel  matinal  saludo.  Te- 

HI8T.  DE  LA  C.  DE  T.  I  A.  141 


—  1122  — 

nia  esto  lugar  a  las  7  de  la  mañana  del  5  de  junio, 
dia  sábado. 

XXV. 

Al  amanecer  del  dia  siguiente,  6  de  junio,  el 
'  Buin  i  el  á-"*  de  línea  hacían  su  aparición  en  el 
valle  de  Azapa,  i  el  coronel  Lagos,  que  había  re- 
cibido al  pasar  por  la  altura  la  cortesía  de  una 
bomba,  les  daba  suelta  en  el  y  alie  o:  para  que  se 
buscasen  la  vidaD,  porque  con  motivo  de  la  ajita- 
cion  del  mar  la  provisión  del  ejército  comenzaba 
a  ser  precaria  i  aun  crítica.  Ese  dia  habia  desem- 
barcado dos  sacos  de  galleta  un  animoso  marinero 
de  la  Covadonga,  el  español  Claudio  Martínez, 
mozo  valiente,  hijo  de  Jibraltar,  conocido  por  su 
entusiasmo  desde  el  combate  de  Iquique. 

Un  poco  mas  tarde  llegó  también  al  valle  de 
Azapa  el  S.""  que  habia  sido  reemplazado  en  el 
campamento  del  rio  Lluta  por  el  Lautaro,  pedido 
el  dia  4  por  telégrafo  a  Tacna.  Aquel  brillante  re- 
j  i  miento  compuesto  de  repatriados,  como  el  3.% 
llegó  a  Lluta  el  6  por  la  tarde. 

La  hora  del  asalto  se  acercaba,  i  éste  no  seria 
dudoso,  porque  Arica,  como  plaza  de  guerra,  esta- 
ba perdida  i  en  realidad  habia  sido  tomada  en 
Tacna  (1). 


(1)  Al  menos  así  lo  pensaba  el  autor  de  este  libro,  quien^  di»* 


\ 


—  1123  — 

Cuando  los  infantes  i  Cazadores  se  solazaban  en 
el  valle  poniendo  a  saco  sus  naranjales  i  sus  huer- 
tas de  hortaliza  (porque  otra  cosa  no  había)  co- 
menzaron, en  efecto,  a  sentir  después  de  medio  dia 
un  intenso  cañoneo.  Era  el  preludio  que,  en  Arica 
como  en  Tacna,  precedió  a  la  embestida  cuerpo  a 
cuerpo,  con  la  sola  diferencia  que  la  resistencia 
de  la  altiva  plaza  duraría  dos  dias  en  lugar  de  dos 

* 

horas. 

XXVI. 

Pero  antes  de  llevar  al  pecho  de  los  ya  portan- 
tos  títulos  desgraciados  peruanos  el  implacable 
yatagán  de  los  infantes  de  Chile,  enfurecidos  por 
las  minas,  el  humano  jeneral  Baquedano  quiso 
probar  la  via  de  la  magnanimidad  enviando  a 
solicitar  una  rendición  inmediata  e  incondicio- 
nal. 

Elijió  para  esta  delicada  comisión  al  mayor 
Salvo,  cuyas  maneras    caballerosas  i  acentuado 


currieado  sobre  la  inminente  caida  de  aquella  plaza,  en  un  ar- 
tículo descriptivo  publicado  en  El  Mercurio  del  31  de  mayo 
{una  semana  antes  del  asalto)  con  el  titulo  de  Arica  caerá!  se 
espresaba  así:  —«Atacando  a  Tacna  hemos  tomado  a  Arica.  El 
rodeo  ha  sido  largo  i  pudo  fácilmente  evitarse.  Pero,  en  fin,  he- 
mos llegado  i  gloria  sea  dada  a  los  que  llegaron.}) 

I  luego  agregábamos: — dLo  mejor  que  pueden  hacer  aquellos 
desventurados  es  ir  forjando  los  clavos  con  que  han  de  inutilizar 
sus  cañones  i  el  barreno  que  ha  de  echar  a  pique  el  Manco  Ca-* 
paCy  fundador  de  su  raza.^ 


—  1124  — 

lenguaje  le  hacían  especialmente  apto  para  aquel 
desempeño. 

A  las  siete  de  la  mañana  d^l  día  5  se  dirijió,  en 
consecuencia,  aquel  jefe  desde  su  batería  acompa- 
ñado de  un  corneta;  i  recibido  a  corta  distancia 
por  el  jefe  de  estado  mayor  La  Torre  i  el  co- 
ronel ligarte,  fué  llevado  hasta  la  casa  que  habi- 
taba el  coronel  Bolognesi,  al  pié  del  Morro,  dando 
vista  con  su  ^corredor  pintado  [de  azul  a  la  ca- 
lle principal  del  pueblo. — Un  detalle  lugareño, 
pero  característico.  Iba  el  parlamentario  con  los 
ojos  vendados  por  un  pañuelo  común  de  bolsillo; 
pero  a  poco  se  destacó  a  galope  un  oficial  de  la 
comitiva,  i  trayendo  de  regreso  otro  de  tela  riquí- 
sima i  profusamente  perfumado,  lo  cambió,  a  la 
moda  de  Lima,  patria  de  las  pastillas,  del  sahu- 
merio i  de  los  sahumadores. 

XXVIL 

Llegado  a  la  presencia  del  jefe  de  la  plaza  el 
oficial  chileno,  su  conferencia  fué  breve,  digna  i 
casi  solemne  de  una  i  otra  parte.  El  coronel  Bo- 
loí?nesi  habia  invitado  al  mavor  Salvo  a  sentarse 
a  su  lado  en  un  pobre  sofá  colocado  en  la  testera 
de  un  salón  entablado  pero  sin  alfombra,  i  sin  mas 
arreos  que  una  mesa  de  escribir  i  unas  cuantas 
sillas.  I  cuando  en  profundo  silencio  ambos  es- 
tuvieron el  uno  frente  al  otro,  entablóse  el  siguien- 


>l 


—  1125  — 

te  diálogo,  que  conservamos  en  el  papel  desde  una 
época  muí  inmediata  a  su  verificación,  i  que  por 
esto  mismo  fielmente  copiamos. 

— Lo  oigo  a  Ud.,  señor,  dijo  Bolognesi,  con  voz 
completamente  tranquila. 

— Señar,  contestó  Salvo,  el  jeneral  en  jefe  del 
ejército  de  Chile,  deseoso  de  evitar  un  derrama- 
miento inútil  de  sangre,  después  de  haber  vencido 
en  Tacna  al  grueso  del  ejército  aliado,  me  envía 
a  pedir  la  rendición  dé  esta  plaza,  cuyos  recursos 
en  hombres,  víveres  i  municiones  conoce th os. 

— Tengo  deberes  sagrados,  repuso  el  goberna- 
dor de  la  plaza,  i  los  cumpliré  quemando  el  último 
cartucho. 

— Entonces  está  cumplida  mi  misión,  dijo  el 
parlamentario  levantándose. 

— Lo  que  he  dicho  a  Ud.,  repuso  con  calma  el 
anciano,  es  mi  opinión  personal;  pero  debo  con- 
sultar a  los  jefes,,  i  a  las  dos  de  la  tarde  mandaré 
mi  respuesta  al  cuartel  jeneral  chileno. 

El  coronel  Bolognesi,  como  La  valle  i  como  Gar- 
cía Calderón,  queria  «ganar  tiempoi>. 

Pero  el  mayor  Salvo,  mas  previsor  que  nuestros 
diplomáticos,  le  replicó  en  el  acto: — No,  señor  co- 
mandante jeneral;  esa  demora  está  prevista  (no 
lo  estaba),  porque  en  la  situación,  en  que  respec- 
tivamente nos  hallamos,  una  hora  puede  decidir 
de  la  suerte  de  la  plaza.  Me  retiro. 

— Dígnese  üd.  aguardar  un  instante,  replicó  el 


^ 


—  1126  — 

gobernador  de  la  plaza.  Voi  a  hacer  la  consulta 
aquí  mismo,  en  presencia  de  Ud. 

I  ajitando  una  campanilla  llamó  un  ayudante, 
al  que  impartió  orden  de  conducir  inmediatamen- 
te a  consejo  a  todos  los  jefes. 

XXVIIL 

■ 

Mientras  éstos  llegaban  conversaron  los  dos  mi- 
litares sobre  asuntos  jenerales;  pero  el  jefe  sitiado 
insistió  sobre  la  necesidad  de  regularizar  la  gue- 
rra, lo  que  pareció  traicionar  cierta  ansiedad  por 
su  vida  i  la  de  los  suyos;  mas  no  se  llegó  a  una 
discusión  formal,  porque  con  dilación  de  pocos 
minutos  comenzaron  a  entrar  todos  los  jefes  a  la 
sala.  El  primero  de  ellos  fué  Moore,  vestido  de 
paisano,  pero  con  corbata  blanca  de  marino;  en 
seguida  Alfonso  ligarte,  cuya  humilde  figura  ha- 
cia contraste  con  el  brillo  de  sus  arreos;  el  mo- 
desto i  honrado  Inclan,  el  viejo  Arias,  los  corone- 
les Várela  i  Bustamante,  los  comandantes  O'Do- 
novan,  Zavala,  Saenz  Peña,  los  tres  Cornejo  i  va- 
rios mas. 

Cuando  estuvieron  todos  sentados,  en  pocas  i 
dignas  palabras  el  gobernador  de  la  plaza  repro- 
dujo en  sustancia  su  conversación  con  el  emisario 
chileno,  i  al  llegar  a  la  respuesta  que  habia  dado 
a  la  intimación,  se  levantó  tranquilamente  Moore 
i  dijo: — «Esa  es  también  mi  opinión. i> 


—  1127  — 

Siguieron  los  demás  en  el  mismo  orden,  por  el 
de  su  graduación,  i  entonces,  dejando  a  su  vez  su 
asiento  el  mayor  Salvo,  volvió  a  repetir: — «Seño- 
res, mi  n)ision  está  concluida. . .  Lo  siento  mu- 
cho.  . .  D  I  luego,  alargando  la  mano  a  algunos  de 
los  jefes  que  le  tendian  la  suya  cordialmente,  fué 
diciéndoles  sin  sarcasmo  pero  con  acentuación: — 
<r Hasta  luego!.  .  .d 

XXVIX. 

Despedido  en  seguida  en  el  mismo  orden  en 
que  habia  sido  recibido,  llegaba  el  mayor  Salvo  a 
su  batería,  a  las  ocho  i  media  de  la  mañana,  i  sin 
cuidarse  mucho  de  decir  cuál  habia  sido  el  resul- 
tado de  su  comisión,  pedia  una  alza  i  un  nivel  para 
apuntar  sus  piezas  de  campaña  a  los  fuertes  del 
Norte  que  tenia  a  su  frente  (1). 

Desde  ese  momento  no  habia  otra  cosa  que 
hacer,  i  por  esto  eij  ese  dia,  desde  las  nueve  a  la 
una  de  la  tarde  i  al  siguiente  desde  las  once  a  las 
cuatro,  tuvo  la  palabra  únicamente  el  canon. 


(1)  La  escena  i  el  diálogo  de  la  intimación  de  Arica  nos  fué 
referida  por  el  mayor  Salvo  a  los  pocos  dias  de  sa  ^llegada  a 
Santiago,  en  janio  de  1880,  conduciendo  en  el  Itata  los  prisione- 
ros de  Tacna  i  Arica,  i  la  hemos  conservado  con  toda  la  fidelidad 
de  nn  calco. 


CAPITULO  XXXII. 


EL  ASALTO  DE  ARICA.' 

Bombardeo  i  ataque  marítimo  de  la  plaza  de  Arica  en  los  diaa  Ó  i  6  de  ja- 
nio.-»El  jeneral  Baquedano  se  propone  distraer  al  enemigo  de  su  ver- 
dadero punto  de  at(^que  i  fínje  an  reconocimiento  de  frente,  desplegando 
una  compañía  guerrillera  del  Buin. — Cuál  era  el  verdadero  plan.— Eifas 
de  cuerpos  i  rifas  de  vidas. — ^l  teniente  Aguirre  Perry  del  4.^ — Curio- 
sos diálogos  atiibuidos  a  los  soIdados.^Arenga  característica  del  co- 
mandante San  Martin  a  sus  oñciales.  -~m  coronel  Lagos  envía  ana 
intimación  de  misericordia  a  Arica  con  el  iujeniero  Elmore,  i  ambiguo 
papel  que  éste  trae  como  contestación.— Polémica  a  que  este  documento 
dio  lugar.— cYa  es  tarde!» — El  último  sueño. — Antea  del  alba  el  coro- 
nel Lagos  hace  tomar  las  armas  a  la  división  de  ataque.— 'El  3u^  se  lanxa 
sobre  el  fuerte  Cindadela  i  cómo  lo  toma.— Heroica  muerte  del  capitán 
Chacón. — El  cabo  peruano  Cárdenas  prende  fuego  al  polvorín  del  fuer- 
te Cindadela,  i  estragos  que  su  esplosion  produce. —  Espantosa  matanza 
dentro.del  f  norte. — Horroi-es. — A  quién  corresponde  la  verdadera  culpa. 
— En  los  momentos  en  que  el  3.*  iza  la  bandera  de  Chile  en  el  fuerte 
Cindadela,  pasa  por  su  izquierda  a  la  carrera  el  4.^  de  línea  en  dirección 
al  Morro,  después  de  haberse  tomado  el  fuerte  del  Este. — Muerte  de 
Inclan,  O' Dono  van  i  Cornejo. — El  comandante  San  Martin  hace  tocar 
alto  i  su  tropa  se  precipita  al  asalto  sin  hacer  caso  de  las  cornetas. — 
£1  capitán  La  Barrera. — «¿Quién  fué  el  primero  que  llegó  al  Morro? j» — 
£1  subteniente  Carlos  Aldunate'.-^E1  soldado  «Copihue».— Aprestos  de 
Bolognesi  i  Moore  para  la  última  resistencia. — El  coronel  Ugarte  <M3n- 
dnce  su  división  desde  las  baterías  del  Norte,  i  cómo  llega  a  medía  falda 
dei  Morro.—  La  trinchera  de  Cerro-Gordo. — Muerte  del  coronel  Dasta- 
mante,  del  comandante  Zavala,  i  de  los  capitanes  Nacarino,  Martínez  i 
Kindt. — El  mayor  Salazar. -Muerte  de  Moore  i  Bolognesi,  Alfonso 
Ugarte  i  Armando  Blondel.  —El  teniente  Ibañez  enarbola  la  bandera  de 
Chile  en  el  mástil  del  Morro.^  Cobarde  inmersión  del  Manco  Capac  i  fu- 
ga de  la  lancha  Aliama.-^Eil  Lautaro  ataca  los  fuertes  del  Norte. — Gl  co- 
mandante Ayllon  destruye  todos  los  cañones  i  vuela  los  polvorines. — Ate- 


i 


—   115Í»  — 

rrante  Mpeetáculo  i  lioirible  i  culpable  matanza  de  rendidos  en  la  plaia 
del  pneblo.—  El  jeneral  Baquedano  llega  a  tiempo  para  evitarla  en  par- 
te.—Kapantosa  estadística  de  la  muerte. — Listas  i  cad/i veres. — PórdjJus 
de  Chile  i  del  Pei-ú.— Tiofeos  del  asalto.— H(>róica  muerte  d^l  coman- 
dante San  Martin  i  sus  últimas  palabras.— Singular  destino  de  loa  San 
Martin  en  Arica. — Los  funerales  del  héroe.— Proclama  del  jeneral  Ba- 
quedano a  loa  Yenoedores  de  Arica. — Cpnclnsion  de  la  campaña  de  Tac- 
na i  Arica. 


L 


El  bombardeo  i  ataque  marítimo  de  Arica»  eje- 
cutado el  domingo  6  de  junio  en  consorcio  con 
las  baterías  de  tierra,  no  fué  feliz.  Hallábase  el 
mar  demasiado  ajitado  i  las  baterías  Krupp  de- 
masiado apartadas  pai*a  hacer  efecto.  El  coman- 
dante Latorre  peleón  sin  embargo^  bravamente»  sin 
ostentación,  como  de  costumbre:  el  Üochrane  al 
centro,  el  Loa  mandado  per  Peña,  la  Magallanes 
siempre  afortunada  i  la  Covadonga  siempre  impá- 
vida, al  mando  de  Orella,  puestos  en  ala.  El  ata- 
que de  mar  duró  tres  horas  (de  la  1  a  las  4),  el 
de  tierra  cinco,  porque  comenzó  a  las  11;  i  según 
la  cuenta  de  la  plaza,  se  cambiaron  343  tiros,  de 
estos  71  disparados  por  los  fuertes  i  272  por  los 
chiilenos  (1). 


(1)  Hé  aquí  la  cuenta  que  publica  el  cronista  Pérez  en  su  fo- 
lleto citadoy  páj.  20: 

Disparos  peruafios. — El  Morro,  40.  Baterías  del  Norte,  21. 
Baterías  del  Este,  6.  El  Manco  Capac,  5. — Tot»!  71. 

Disparos  chilenos. — ArtillerÍH  (Je  tierra,  186.  Cochrane,  19. 
M(iffallaneSj  28.  Covadonga^  27.  I^oa^  12— T«  i.il  272. 

Kl  Loa  se  eucoutraba  por  acciUeute  eu  Ari\;a,- pues»  be  liiiijia 
al  Callao  llevando,  entre  otros  pertrechos,  200  barriles  de  pólvora 

HIST.  DB  LA  o.  DK  T.  I  ▲.  142 


—  1130  — 


II. 


No  causaí'oo  daño  visible  en  las  baterías  perua- 
nas nuestros  buqnes,  i  por  el  contrario,  la  Cova- 
donga  recibió  a  flor  de  agaa  dos  balazos  de  a  150 
que  la  obligaron  a  dirijirse  a  Iquique  a  repararse, 
i  el  Oochrane^  ademas  de  muchos  golpes  en  el 
blindaje,  tuvo  28  bajas  en  su  batería,  porque  un 
,  proyectil  enemigo  entró  por  un  portalón^  e  inoen- 
diando  dos  saquetes  de  pólvora,  mató  siete  bravos 
i  dejó  quemados  tres  veces  ese  número.  Estuvo  a 
punto  de  suceder  una  catástrofe. 

En  cambio,  se  habia  perturbado  i  fatigado  al 
enemigo  desorientándolo  sobre  el  punto  verdade- 
ro del  ataque.  Estudiosamente  se  ordenó  avan- 
zar  al  Lautaro  por  la  planicie,  desplegándose  al 
mismo  tiempo  de  frente  en  la  boca  del  valle  de 
Azapa  una  compañía  guerrillera  del  Buin  para 
fínjir  que  el  asalto  se  daría  de  frente. 

Surtió  el  ardid  mejor  efecto  que  el  bombardeo, 
porque  el  gobernador  de  la  plaza  se  obstinó  en 
creer  que  los  chilenos  se  vendrían  sobre  sus  caño- 
nes a  pecho  descubierto,  como  en  Pisagua. 

III. 

Entretanto,  a  la  media  noche  de  aquel  mismo 

a  la  escuadra.  Fué,  por  tanto^  grave  imprudencia  poderlo  al 
fuego. 


—  1131  — 

día,  el  corone]  Lagos  hnbía  levantado  su  campo 
de  Azapa,  dejando  encendidos  sus  fuegos  i  a  car- 
go de  Ips  Cazadores  de  Novoa  para  activar  sus 
llamas,  i  trepándose  silenciosamente  como  som- 
bras  a  las  lomas  que  iba  a  atacar  por  retaguardia, 
hizo  alto  a  dos  kilómetros  de  los  fuertes  en  pro- 
fundo silencio.  Se  habia  prohibido  fumar  i  hasta 
conversar  en  voz  baja. 

El  «plan  de  Arica d,  como  se  ha  llamado,  con- 
cebido por  el  jeneral  Baquedano  i  su  jefe  de  esta- 
do mayor^  madurado  i  admirablemente  ejecutado 
por  el  coronel  Lagos,  consistía  en  una  verdadera 
sorpresa  al  rayar  la  luz,  sin  tirar  un  tiro,  a  la  ba- 
yoneta i  al  asalto,  con  tropas  escojidas  i  no  con 
masas  inconexas  como  en  la  frustrada  tentativa  de 
Tacna.  I  para  esto  i  para  aumentar  la  emulación 
de  ios  soldados,  se  rifaron  antes  de  salir  los  cuer* 
pds  que  debían  llevar  la  preferencia  de  la  muerte. 
Tocó  al  3.*"  el  Fuerte  Cindadela,  al  4.'  el  Fuerte 
del  Este  en  la  altura,  í  al  Buin,  desdichado  hasta 
entonces  eu  los  azares  de  la  guerra,  la  retaguardia 
i  la  reserva,  como  en  el  Campo  de  la  Alianza.  No 
obstante  la  orden  de}  silencio,  los  alegres  oficiales 
de  Chile  rifaron  también  por  pasatiempo  sus  vi- 
dns,  i  habiendo  salido  absuelto  el  promotor  de 
aquella  chanza,  el  bravo  teniente  del  4.°  don  Mi- 
guel Aguirre  Perry,  mozo  tan  bravo  como  inteli- 
jente,  natural  de  Ovalle  i  antiguo  estudiante  de 
medicina,  soltó  el  último  estrepitosa  risa,  que  le 


—  1132  — 


atrajo  severa  recen vencioa*  de  bu  jefe .  * .  Al  ^á\A 
siguiente  los  dos  estaban  muertos  (1). 


(1)  Hacen  estas  rifas  los  oficiales  con  cigarros  repartiéndose- 
los, i  al  que  le  toca  el  mas  largo  ese  es  el  gananoioso  Los  sol- 
dados*tu vieron  también  aquella  noche  sos  características  char- 
lasy  i  aunque  exajerándolas  ea  el  sentido  de  lo  pintoresco,  son 
cariosas  las  que  les  atribuyó  el  espiritual  corresponsal  del  J£rr- 
curio,  i  algunas  de  elUs  dicen  asi. 

^n  éi  Laniaro: 

— ^Se  quedará  Chile  con  esto,  hombre? 

— ¡Mah!  Se  tiene  que  quedar  no  mas,  poes.  ¡Bonito  fnese  que  uno  deja- 
ra botaos  sn  sangre  en  la  tierra  de  estos  peruanos! 

— Será  por  lo  poco  que  nos  ha  costado... 

— ^No  se  te  dé  nada,  hombre,  que  mañana  se  acabarán  tus  penas. 

— Por  si  aoaao  acertáis,  ohunoho,  no  se  te  olvide  sacarme  al  anillo  i  lle- 
várselo a  mi  mujer.  "^ 

—No  tengas  cuidado;  ya  me  haré  cargo  de  él  i  de  ella.., 

Coro  de  estrepitosas  carcajadas... 

En  este  momento  se  acerca  un  cabo  ordenando  apagar  todos  los  fuegoa 
Eran  las  siete  de  la  noche. 

— ¡Bah!  Aquí  se  le  fueron  loe  paros  a  mi  jenezal. 

—¡Qué  sabiB  tos,  hombre! 

—¿Pues  nó?  Mira:  dejando  prendidas  las  fogatas  engafiábamos  mejora 
los  cholos.  Mientras  ellos  estuviesen  con  la  boca  mirando  lajlamita,  lle- 
gábamos nosotros  a  los  castuzos,  i  de  repente,  ¡tras I. ^  ¡a  la  caiga,  mucha- 
chos! 

^*Sí;  i  ai  no  apagamos  el  fuego  lo  pasamos  toda  la  .noche  platicando,  i 
amanecemos  mañana  lacios  i  con  el  cuerpo  malo  para  dar  el  encontrón. 

— Decís  bien,  hombre. 

I  todos  empezaron  inmediatamente  a  apagar  los  tiiones. 


Enel4.'': 

— ¿Será  cierto,  hermanito,  que  el  fuerte  de  aqueUa  loma  está  foseado?  ^ 

— ¿Ahora  no  mas  estás  en  eso?  ¡I  la  laya!  Pero  algún  ladito  ha  de  tener 
para  que  salean  de  adentro. 

— Bueno,  digo  yo:  ¿i  si  no  nos  toca  ese? 

— Si  no  nos  to<»^  no  hai  mas  que  rellenamos  la  zanja  con  los  que  vayan 
cayendo. 

— ^Mire,  hermanito,  no  me  ponga  mui  debajo  si  me  voltean  los  cholos. 

— A  mí  póngame  donde  quiera,  señor.  Si  me  toca  la  nuda,  mas  bien  que 
sirva  de  algo. 

Otra  escena  en  el  Lautaro: 
-«¿Cómo  se  llaman  los  castillos  de  nosotros? 

—El  de  mas  arriba  Santa  Rosa,  el  otro  San  Antonio  i  el  de  la  plajra  San 
José. 
— ¡Hombre!  Estos  dia,blos  han  buscado  los  santos  mas  milagrosos. 
— Contra  nada  no  mas.  pues.  Mi  comandante  es  devoto  de  Santa  Rosa. 


—  1133 


'IV. 


Una  vez  echada  la  tropa  sobre  la  arena  en  las 

lomas  altas  que  dominai)  al  Morro  por  el  oriente, 

el  comandante  San^  Martin,  soldadp  hasta  la  últí- 

ma  fibra  de  su  corazón,  hasta  la  médula  interna 

'  .         ■  .'  '       '         •  *  * 
de  sus  huesos,  llamó  a  sus  oficiales,  i  haciéndoles 

sentarse  en  /cuclillas  les  dirijió  ^u  última  arenga  de 
padre  i  de  jefe  en  nombre  del  honor,  del  deber  i 
especialmente  de  su  amor  al  4.^  pasión  de  su  he- 
roica vida,  porque,  entrado  niño  de  soldado  raso 


*         I>l4  ■      »»^i»a»».i»tlÉ«^«         ■lill»>l|l         ^         i\ 


abogada  de  imposibles. 


En  el  Bnin: 
.  -«i^Bieii  haya  amiso,  que  sobiob  ñitalm!  ^ 

— iNo  me  mga  nada,  sefior!  creo  qae  estamos  empecatados. 

.««Pero...'  pudiera  ser  que  nos  alqi^iicara  a  tocar.  El  toerte  del  3»*  ea 
erudito. 

.«^iPché!  6i  esos  niüos  aou  braros  comp  pearrosM.  Se  ^an  a  lo  que  es  ba- 
yoneta no  mas. 

^— ¿I  Ids  cvartinoB?  ^    - 

— También  son  buenazos.  Mi  comandante  San  Martin  no  afloja  un 
pelo. 

— lA  esQ  viene  uno  aquí!  Los  demás  pelean  i  uno  se  queda  mirando! 

— Pero  ;qué  malditas  cédulasl  ¿No  nc*  meterían  tratíipa? 

— ¡Quién  sabe,  señor!  ¡Mi  comandante  Castro  es  tan  caulistof,..  (cabu- 
lista.) •  "       • 

En  el  8.»r 

— ¿De  qué  serán  las  trincheras  que  vamos  a  atacar  nosotros? 

-*Son  de  sacos  de  arena,  hombre, 

'-Mala  está  la  cosa,  pues,  porque  son  anchas  i  altazas. 

•^¡Taya  hombre!  ¿Para  qué  andas  con  corvo  e&tónces? 

-4I  de  áhi? 

-^¡í  de  áhi]  Se  le  mete ' el  corvo  al  saco  dé  abajo  como  rajarle  la  gu^tia 
a  un  cuíco,  i  entonces  verás  como  lueguito  abrimos  pasada. 
-  «^¡Cüertito,  pues,  hombre!  Se  do^  los  de  arriba,  i... 

£1  gran  Napoleón  supo  lo  que  hacia  cuando  disfrazado  recorrió  su  camr 
pamento  la  víspera  de  Austerlitz. 


—  1134  — 

t 

en  ese  cuerpo^  se  había  criado  en  sus  filas  como 
dentro  de  una  cuna. — iNo  olvidéis,  señores,  les 
dijo,  el  número  que  lleváis  en  vuestros  kepis,  i  no 
desamparéis  un  solo  momento^  vuestra  tropa.»  El 
comandante  San  Martín,  nacido  en  Ooihueco,  de 
padres  labradores,  en  1840,  sentó  en  el  4.**  plaza 
de  soldado  el  15  de  octubre  de  1854,  de  suerte 
que  tenia  40  años  de  vida  i  de  estos  veinte  i  seis 
de  ccuartiño».  ^ 


V. 


Entretanto,  no  menos  práctico  i  vijilante  el  co- 
mandante Gutiérrez  (hijo  de  Rancagua  como  Bar- 
celó  i  como  Fuenzalida),  segundo  i  verdadero  jefe 
de  batalla  del  3.^  se  ocupaba  con  unos  cuantos 
soldados  en  mudar  un  poste  del  telégrafo  acuñán- 
dolo con  piedras  paria  que  le  sirviese. de  punto  de 
mira  al  emprender  su  marcha  sobre  la  Oiudadela. 
Inútil  precaución! — Los  destellos  de  \m  de  los 
cañones  enemi<;os  se  encarcrarian  de  trazarle  su 
verdadero  i  lutninoso  derrotero. 

Hecho  todo  esto,  los  tres  cuerpos  destinados  al 
asalto  se  entregaron  al  sueño;  i  a  las  dos  de  la 
mañana  el  campamento  parecía  solo  la  pavorosa 
cita  de  los  fantasmas  de  la  noche. — Solo  un  hom- 
bre no  dormla-T-^1  coronel  Lagos — -vanguardia  i 
velada  del  ejército^  Los  Cazadores  dé  Novoa,  ron- 
daban. 


s 


—  1185  — 


VI. 


Han  ilamado  los  vencidos  de  Arica  €  Lago  de 
Sangre:»  al  ilustre  captor  de  esa  plaza  por  lo  que 
allí  aconteciera  a  la  mañana  siguiente;  paro  por  dar 
una  última  prueba  de  humanidad  (sfendo  de 'suyo 
i  como  soldado  hombre  duro)  A  en  hora  rterdadeta- 
mente  magnánima,  porque  érala  del  aviso,  el  co*» 
roriel  Lagos  despachó  en  la  tarde  del  6  al  injenie*» 
ro  jBilraore  con  una  últinm  intimación,  según  la 
cual  seria  imposible  evitar  que  la  guarnición  fuese 
pasada  a  cuchillo  a  causa  de  la  ira  incontenible 
jqnQ  inspiraba  a  la  tropa  el  estallido  de  1^«  minas. 
Aprovechó  esa  misma  coyuntura  el  comandante 
.del  S.""  para  acentuar  aquel  peligro  i  dijo  al  emi* 
sario,  al  partir,  estas  palabras  testuales  que  copia- 
mos de  una  de  sus  cartas  de  amigo: 

— -f  Sé  que  usted  (le  dije)pasa  esta  noche  ^  conferenciar  coq 
los  jefes  de  la  plaza,  i  creo  humanitario  les  haga  presente  que, 
«n  caso  que  no  entren  en  arreglo,  no  iiagan  uso  de  sus  mioas; 
qne  partan  del  principio'de  que  si  reeibimoe  orden  de  tomar  la 
plaza  a  viva  ftierza,  la  tomamos;  pero  que  si  hacen  uso  de  dina- 
mita, por  mas  esfuerzos  que  hagamos  a^  imposible  poder  hi^cer 
priaionarofi  ponjoe  el  furor  del  soldado  eñ  esos  momentos  no  ee 
podrá  (Mitener»  (1). 

A  las  once  i  media  de  la  noche  estuvo  de  regre- 


(1)  Carta  del  comandante  doo  José  Antonio  Gutiérrez  al 
tor,  PocoUay,  julio  10  de  1880.  •    . 


—  1136  — 

80  el  injeniero  £lmore,  i  recibido  en  las  avanza- 
das por  el  alférez  Sonper^  fué  conducido  por  éste 
a  presencia  del  coronel  Lagos  a  quien  presentó  un 
papel  sin  firma  en  el  cual  se  hacia  aparecer  como 
últinoa  T6€ola0Í<mfde  on  consejo  de  guerra,  laidea 
de  o^tular  oon  todos  los  honores  de  una  digna 
resistehoiá'(l). 

Los  jefes  chileBOs  habían  cumplido,  en  conse* 
coenoia,  sus  deberes  mas  allá  de  lo  que  la  humani- 
dad exije,  i  todas  las  responsabilidades  quedaron 


(1)  Hé  aaui  cómo  cuenta  el  alférez  Soaper  su  encueDtro  noo- 
torno^eoQ  Bimore  en  aa  diario  de  oampafia: 

«El  injemtoo  tx«ia  ana  oaáramcaeron  para  el  eooronel  Lafoe  aero  da  fir- 
ma i  le  decían  que  le  entregarían  la  plaxa  a  persona  antorízaaa,  scsan  9^ 
había  acordado  en  la  reninon  de  jefes  habida  en  Arica.  El  ooron^  Xagoi 
le  contestó  que  ya  era  tarde,  i  que  a  él  lo  dejaría  en  libertad  despnes  de 
la  toma  de  Anea.  Lo  dejó  oon  el  eoronel  i  me  retiré  para  mi  campa- 
mento.» 

El  papel  aladido  que  tenemos  orijinal  i  certificada  en  nuestro 
poder,  decía  así: 

cPnede  usted  regresar  i  decir  que  no  obstante  la  respuesta  dada  al  par- 
lamentario oficial  señor  Salyo,  no  estamos  di9tante$  de  escuchar  laa  propo- 
kdciones  dignas  qne  puedan  hacerse  o&ciaimente,  llenando  las  prescripciones 
de  la  gne^  i  del  honor.»  -      ,  -        . 

Habiendo  negado' este  hecho  con  rara  petulancia  el  coronel 
Várela  i  el  jefa  de  JBstadó  MaycM*  Latorre,  ámboa  priaíoneroa  oh 
Sau  Berni^rdo,  el  autor  cambió  con-  eapa  jefes  laa  notas  qne  se 
leerán  entre  los  anexos. 

g  Entretanto  el  injieniero  Bimore  no  habia  perdido  al  parecer 
BU  TÍaje,  .pues  apfovechando  s«  conocimiento  wbal  de  nuestras 
fuerzas  i  sospechando  con  acierto  nuestros  ptane^,  había  Jiiaísti- 
do  con  calor  para  que  defendieran  sus  compatriotas  su  reta- 
guardia, descuidando  el  asalto  de  frente.  cPor  Dios^  coronel, 
dice  el  cronista  de  Arica,  Pérez,  en  la  páj.  26  de  su  folleto  i  con- 
signando la  esclamacion  de  Eiinore,  por  Dios,  coronel!  bajo  mi 
responsabilidad  no  envíe  uste<i  un  hombre  al  norte;  tonga  usted 
im  bataiiuu  en  -la  1/  iKuteria  del  Este,  doH  eu  la  2.*,  i  el  resto  de 
la  fuerza  en  Cerro  Gordo  I» 


—  1137  — 

r 

a  cuenta'  de  los  que  se  obstinaron  contra  su  pro- 
pio destino. 

VIL 

Mientras  en  el  campo  chileno  se  tomaban  tan 
rápidas  i  certeras  ihedidas,  el  gobernador  de  la  pla- 
^za,  hábilmente  engañado  por  las  demostraciones 
del  dia  6,  enviaba  la  división  Ugarte  a  defender 
los  fuertes  de  la  playa,  desprendiéndose  así  de  700 
hombres  que-eran  la  parte  mas  lucida  de  su  guar- 
nición, porque  el  lector  no  habrá  olvidado  que  la 
8.'  división  peruana  se  componia  délos  batallones 
Iquique  i  Tarapacá,  fogueados  ambos  en  la  ba- 
talla  de  este  nombre. 

El  oficial  arjentino  don  Roque  Saenz  Peña  man- 
daba el  primero  de  aquellos  cuerpos;  i  el  segundo, 
don  Ramón  Zavala,  rico  propietario  salitrero  i 
agrícola  de  Tarapacá,  Era  jefe  de  estado  ma- 
yor de  la  8.*  división,  el  coronel  don  Mariano  E. 
Bustamante;  segundo  jefe  del  Iquique,  el  mayor 
don  Isidoro  Salazar,  i  del  Torapacá,  don  Benigno 
Cornejo. 

En  consecuencia,  solo  la  división  Inclan  defen- 
ilia  los  fuertes  del  oriente  que  servían  de  cortina 
al  Morro;  el  del  Este,  a  las  órdenes  de  aquel  pun- 
donoroso i  honrado  jefe;  i  el  Cindadela,  a  las  del 
coronel  don  Justo  Arias  i  Aragüez,  bravo  viejo, 
tacneño,  como  Inclan,  a  quien  los  soldados  llama- 
ban por  carina  lugareño — c:don  Justito». 

HIST.  DE  LA  C.  DE  T.  I  A.  143 


• 


—  1138  — 

Formaban  la  guarnición  del  Fuerte- Ciudadela 
400  Granaderos  del  Cuzco,  con  algunos  artilleros, 
i  el  Fuerte-del--S5¿e  estaba  defendido  por  los  Ar- 
tesanos de  Tacna  al  mando  del  coronel  Várela, 
hijo  de  esa  ciudad  i  reputado  como  valiente.  En 
cuanto  al  Morro,  hallábase  a  cargo  de  los  artille- 
ros de  Moore,  i  los  fuertes  del  Norte,  a  las  ór- 
ílenes  del  sarjenta  mayor  de  artillería  don  P.  P. 

#  

Ayllon.  El  comandante  don  Ricardo  O'Donovan, 
comerciante  de  trapos  i  diputado  por  Trujillo,  su 
ciudad  natal,  era  jefe  de  estado  mayor  de  la  divi- 
sión Tnclan. 

VIH. 

Tales  eran  los  "preparativos  de  la  defensa  i  del 
asalto  en  la  lóbrega  media  noche  que  precedió  al 
memorable  7  de  jut;iío  de  1880,  dia  lánes. 

El  Mancó  Gapac  se  mantenia  tímidamente  ama- 
rrado en  su  fondeadero,  i  por  una  desgracia  debida 
probablemente  a  la  ajitacion  incesante  del  mar, 
nuestros  buques,  a  falta  de  intelijencia,  se  habiah 
alejado  a  demasiada  distancia  aquella  noche,  es- 
pecialmente el  Gochrane. 


IX. 


No  pardeaba  todavia  la  lenta  claridad  del  in- 
yierno  en  las  yermas  lomas  de  Arica  cuando  loa 


—  1159  — 

cuerpos  asaltantes  tomaban  las  armaa  éu  el  mas 
profundo  silencio.  El  4.'*  se  corría  hacia  la  izquier- 
da para  dar  frente  al  fuerte  Este,  i  el  3.^  marchaba 
agazapado  como  parda  manada  de  jabalíes  en  las 
llanuras  amazónicas.  El  intrépido  mayor  don  Fe- 
derico Castro,  tercer  jefe  ^e  ese  teVrible  cuerpo, 
mozQ  arrogante  i  hercúleo,  natural  de  San  Bernar- 
do,  marchaba  con  las  dos  compañías  guerrilleras 
a  vancruardia.  Una  de  éstas  era  la  del  valentísl- 
mo  l^ristan  Chacón,  hijo  de  Talagante,  <jue  allí 
dejo  nombre  inmortal  i  su  cadáver.  Gutiérrez  se- 
guía con  el  resto.  El  comandante  Castro,  a  quien 
el  coronel  Lagos  no  nombra  en  su  parte  de  la  jor- 
nada, se  quedó  atrás. 

No  habian  andado  dos  cuadras  los  implacables 
«terceranos»,  espulsados  del  Pera  con  notorio  vi- 
lipendio, cuando  un  lampo  de  luz  iluminó  todo  el 
horizonte. . .  Los  centinelas  deT  Fuerte- Cindadela 
babian  columbrado  en  los  perfiles  de  las  lomas 
los  lúgubres  fantasmas  del  asalto,  i  el  bravo  Arias 
dio  inmediatamente  la  orden  de  romper  el  fuego 
dé  canon.  Eran  las  cinco  i  media  de  la  mañana 
del  lunes  7  de  junio  de  1880. 


X. 


Guiados  por  aquel  siniestro  fulgor  que  puso 
instantáneamente  de  pié  10,000  combatientes  es- 
parcidos en  un  circuito  de  tres  leguas,  los  ajiles 


—  1140  — 

soldeidos  del  3.^,  acostumbrados  a  pisar  la  arena 
del  desierto,  se  lanzaron  a  toda  carrera  i  sin  dis- 
parar un  tiro  sobre  los  blanquecinos  parapetos,  i 
en  menos  de  quince  minutos  al  asalto  los  tomaron. 
Iba  delante  de  todos  el  guerrillero  de  Talagante, 
i  cojiendo  el  fusil  del  primer  spldado  muerto  de 
su  compañía,  se  puso  a  combatir  contra  los  centi- 
nelas de  la  entrada,  hasta  que  una  bala,  recibida 
en  el  pecho,  lo  postró  moribundo.  Soslayóse  en 
silencio  el  bravo  chileno  a  lo  largo  del  parapeto,  i 
sentándose  en  el  suelo  soltó  lentamente  el  fusil, 
después  la  espada  i  estirando  su  cuerpo,  que  era 
pequeño,  como  para  engrandecerse  al  morir  digno 
de  Chile,  dijo  que  le  quitaran  de  la  vista  la  ban- 
dera peruana,  izada  en  el  muro  ya  tomado  i.  • . 

espiró  (1)., 

De  esa  manera  habia  sucumbido  bajo  los  umbra- 
brales  de  la  juventud  el  capitán  que  con  Rodolfo 
Serrauo  se  disputaran  el  puesto  de  honor  en  Tas 


(l)...cEa  respaesta  a  su  apreciable  de  feclia  17  del  presente 
no  tengo  mas  que  decirle  que  mi  capitán  Tristan  Chacón  ha 
maerto  como  un  verdadero  chileno;  su  valqr  ha  sido  como  el  de 
7ii7igun  militar  de  nuestro  ejército.  Su  muerte  ha  sido  la  ma^ 
honrosa  que  puede  darse,  pues  en  el  momento  en  que  íbamos  a 
entrar  al  fuerte,  una  bala  traidora  vino  a  cortar  los  momentos 
mas^Ioriosos  de  su  vida,  hiriéndole  en  el  corazop. 

«Antes  de  morir  me  dijo  estas  palabras: — ^Muero! ...  pero... 
esa  bandera  me  nubla  la  viñtA... cumplid  con  vuestro  deber!. .."^ 

«Estas  fueron  sus  últimas  palabras  que  para  m{  me  han  im^ 
presionado  mui  vivamente.]^ 

(Carta  del  subteniente  don  Lorenzo'  2.®  Jeoffroy,  dé  la  com- 
pañía del  capitán  Chacón,  al  autor,  Valparaiso,  agosto  19  de 
1880)- 


—  1141  — 

leyendas  heroicas  del  3.**  de  línea.  I  como  si  el 
destino  se  complaciera  en  formar  caatrastes,  moria 
dentro  del  fuerte  en  esos  mismos  instantes,  dan- 
do  pruebas  de  estraordinaria  bravura,  el  anciano 
Arias  Aragüez,  antiguo  intendente  de  Lima,  i 
de  <:j[uien  dice,  sin  duda  con  ponderación,  un  diario 
de  aquella  ciudad  que  mató  cinco  chilenos  con  su 
espada  (1). 


XL 


En  esos  momentos  habían  penetrado  ya  al  en- 
sangrentado recinto  del  Fuerte-Ciudadela  los  dos 
bizarros  jefes  del  3.**  que  lo  conducían,  i  se  ocu- 
paban de  poner  a  reparo  contra  la  furia  natural 
del  soldado  vencedor,  no  menos  de  400  prisione- 
ros que  hablan  rendido  las  armas,  cuando  una  es- 
pantosa detonación  estremeció  el  espacio  i  oscu- 
reció el  cielo  largo  trecho. 

Era  que  un  cabo  de  la  artillería  del  fuerte,' 
llamado  Alfredo  Cárdenas,  habia  puesto  fuego  te- 
merariamente al  polvorín,  haciendo  volar  no  me- 
nos' de  diez  soldados  chilenos  i  mucho  mayor 
número  de  los  suyos.  Entre  los  primeros,  ^l  que 
mas  alto  se  encumbró  fué  un  anciano  i  animoso 
voluntario  chileno,  el  teniente  don  Bamon  Tori* 
bio  Arriagada,  hombre  de  60  años,  que  después  de 

t 

R 

■   ■  —        ■  I  I  ■  ■  ■ 

(1)   Opinión  Nacional  del  23  de  jtilío  de  1880. 


—  1142  — 

haberse  batido  en  Ynngai  i  haber  recorrido  toda 
la  América  española,  como  personaje  de  caudal, 
había  vuelto  al  ejercicio  de  las  armas  únicamente 
por  entusiasmo  patrio.  Por  una  rara  fortuna  cayó 
^c  lo  alto  ileso  pero  completamente  desnudo  cual 
Adán  (1).     ' 

Sucumbió  también  allí  no  se  sabe  si  por  el  plo- 
mo o  por  las  llamas,  el  subteaiente  don  José  Mi- 
guel Poblete,  asistente  del  jefe  del  cuerpo  al 
comenzar  la  campaña. 

XII. 

No  se  hablan  repuesto  aun  del  todo  los  solda- 
dos del  3."*  de  la  conmoción  eléctrica  que  produje- 
ra en  sus  nervios  el  estallido  del  polvorin  del 
Fuerte-Ciudadela,  cuando  desatándose  a  toda  cle- 
mencia, a  la  voz  i  aun  a  la  suplica  de  los  jefes, 
se  lanzaron  como  lobos  enfurecidos  sobre  arremo- 
linado  rebaño  i  comenzaron  a  matar  i  matar  sin 
que  valiera  llanto,  ni  edad,  ni  perdón.  • .  (2) 


( 1 )  El  teniente  Amagada  eB  hijo  del  conocido  i  patriota  co- 
ronel don  Pedro  Ramón  Arriagada,  natural  de  los  Anjeles,  qne 
tuvo  el  honor  de  ser  perseguido  junto  coa  O'Híggins  en  1809 
por  enemigo  del  rei,  i  a  quien  mas  tarde  los  patriotas  pusieron 
el  apodo  de  Siete  pistolas ,  por  las  muchas  armas  que  llevaba 
consigo.  Don  Ramón  Toriíno  nació  en  Concepción  el  dia  14  de 
abril  de  1819,  i  por  consiguiente,  cuando  voló,  había  cumplido  61 
años.  Recobrado  de  sus  magulladuras,  regresó  a  Santiago  donde 
hoi  vive  «cuidando  su  jardincito  i  sus  gallinas»  después  de  haber 
volado  mas  alto  que  lo  que  las  últimas  suelen... 

(2)  o:  De  repente  resuena  nn  sordo  miyido,  i  al  instante,  sin 


,       —  1143  — 

« 

Matan  así,  cien,  doscieutOB,  trescientos  desdi* 
chadoR  i  no  babia  faerza  humana  que  pudiera 
contenerlos.  Exactamente  como  las  ovejas,  cuando 
el  terror  las  agrupa,  los  soldados  taQnenos,  pací- 
ficos obreros  en  su  mayor  parte,  se  habían  amón- 
tooado  en  un  ángulo  del  fuerte,  intentando  salir 
por  encima  de  los  parapetos,  como  aquellos  de  sus 
antecesores  que  por  escapar  a  los  botes  de  las  lan  - 
chas  de  Pizarro  en  la  pla^a  de  Cajamarca,  cuando 
prendieron  a  Atahualpa,  al  huir  en  tropel,  derriba- 
ron un  muro  con  sus  pechos.  Pero  allí  las  balas  i  el 
filo  de  los  implacables  yataganes  encontraban  la 
gavilla  mas  compacta,  i  en  vez  de  hombres,  lo 
que  corría  por  entre  las  grietas  de  los  sacos,  como 
en  las  acequias  de  los  mataderos,,  era  sangre .  • . 

Dos  des\'^enturados  lograron,  sin  embargo,  es- 
capar de  un  montón  de  carne  humana  que  los 


im  segando  de  intervalo,  se  abre  la  tierra,  saltan  los  sacos,  so 
desquician  las  cureñas,  sabe  al  cielo  un  pelotón  confuso  de  humo, 
de  tierral  de  trozos  de  fierro,  de  piernas,  de  cabezas,  de  cadáve- 
res. Ha  estallado  una  mina.  Han  muerto  veinte  peruanos.  Per<* 
han  muerto  también  diess  chilenos;  alli  están  su^  miembros  mu- 
tilados, sus  carnes  palpitantes;  aquella  mina  estaba  destinada 
para  ellos. 

«¡No  hai  cuartel!  La  sangre  pide  sangre.  Las  minas,  corvo.  I 
todos  son  pasados  a  cuchillo.  Nadie  escapa*.  El  suelo  humea  con 
los  cálidos  torrentes.  Se  forman  pantanos  de  sangre.  Hai  allí  no 
menos  de  450  cadáveres.  Quizá  hai  500.  ¿Quién  sabe  si  no  llegan 
a  600? 

«cSe  acabó  la  ridicula  caballerosidad.  Contra  las  minas,  1o3 
corvos. 

«Sépanlo  los  de  Limab 

{Caviedes^  correspondencia  del  Mercurio). 


—  1144  — 

"aplastaba,  i,  como  fuera  de  8Í,  se  pusieron  a  correr 
en  dirección  hacia  el  pueblo;  pero  ui)a  lluvia  de 
balas  no  tardó  en  arrollar  sus  cuerpos  hechos  jiro- 
nes—«Era  aquello  peor  que  el  incendio  de  la 
Compañía!»  esclamaba  un  soldado  que  habia  pre- 
senciado las  dos  hecatombes;  i  a  la  verdad,  según 
unos,  de  los  400  artesanos  de  Tacna,  escaparon 
solo  diez;  según  otros,  solo  un  negrito  que  por 
curiosidad  i  a  .manera  de  mico  destinado  a  la  jau- 
la, se  apropió  un  soldado.  Una  mujer  estaba  atra- 
vesada sobre  la  cureña  de  un  cañón  con  el  pecho 
roto  i  desnudo;  i  cuando  una  hora  después  el  je- 
neral  Baquedano  entraba  a  caballo  al  fuerte,  el 
fiero  bruto  que  montaba,  como  poseído  instinti- 
vamente .  de  horror,  retiraba  de  los  charcos  su 
^  pezuña  empapada  de  sangre  hasta  el  nudillo. . . 
¡Horror!  jHorror! 

XIII. 

¿De  quién  entretanto  la  culpa?  Salvo  lo  habia 
intimado.  Lagos  lo  acentuó  con  su  enérjica  pala- 
bra que  nunca  fué  leve  en  la  guerra,  i  por  último 
el  jefe  del  3.°  lo  anunció  al  postrer  emisario  pe- 
ruano como  un  hecho  inevitable  e  incontenible  eu 
vista  de  la  alevosía  de  las  minas. —  «Tal  como  lo 
habia  previsto  sucedió,  esclama  el  bravo  cuanto 
humano  coronel  Gutiérrez  en  la  carta  que  de  él 
hemos  citado:  habíamos  tomado  muchos  prisione- 


/ 


—  1145  — 

I 

ros,  pero  ciuiodo  estallaron  las  minas,  fué  imposi- 
ble contener  el  furor  de  los  soldados.  Al  ver  es- 
parcidos  los  miembros  de  sus  compañeros,  ya  no 
fueron  hombres.  • .  fué  inútil  mandar  cesar  el  fue- 
go  al  toque  de  la  corneta;  fué  inútil  que  jefes  i 
oficiales  nos  pusiéramos  roncos  do  gritar  para  que 
cesara  el  fuego.  •  \  la  carnicería  continuó  hasta  que 
quedó, el  fuerte  cubierto  de  cadáveres.» 

«En  vista  de  esto,  agrega  el  noble  jefe,  ¿quié- 
nes soa  los  culpables? — Para  mí  son  aquellos  que 
estando  prevenidos  de  lo  que  precisamente  debia 
suceder,  hicieron  uso  de'las  minas. 

«Solo  con  la  toma  de  Arica  tengo  para  pasar 
con  mis  nietos  unas  buenas  veladas  de  invierno, 
refiriéndoles  todas  las  peripecias  i  las  impresiones 
recibidas  en  esos  momentos. . . 

«Las  primeras  palabras  que  pronuncié  cuan- 
do todo  había  concluido,  al  ver  los  cadáveres 
amontonados,  los  miembros  humanos  .esparcidos  i 
las  acequias  de  sangre,  fueron: — ¡Maldición  sobre 
los  hombres  que  provocan  la  guerra!  ¡Oh!  qué  in- 
mensa responsabilidad  tienen  éstos  ante  Dios  i 
ante  los  hombres!»  (1). 

(!)  La  carta  a  que  tiaceuios  reftfrencia,  cutiienzalm  en  In»  tér- 
miiiüt)  siguientes; 

^...Al  rejímieiito  3.®  se  le  hace  cargo  de  hiiher  sido  un  pf»co 
cruel  por  no  htilier  escnpado  con  vida  mas  <)ue  un  olícial  i  10 
soldados  heridos  de  dos  Imtitllones  i  los  artilleros  que  Herviaa 
tres  ()ieza8  de  grueso  calibre  en  el  fuerte  Humado  «Óiudadcluj»; 
pero  esto  es  iujusto  si  se  atieude  a  la  que  sigue: 

«Después  que  todos  los  jefes  del  Buin,  3.^  i  4.®  hicimos  im 

HIST.  Dj:  LA  C.  DI  T.  I  A«  ^  144 


—  1146  — 


XIV. 

V 

Mientras  todo  e«to  acoiítecia  en  el  fuerte  Ciu- 
dadela,  con  mas  celeridad  que  la  puerta  tal  vez  en 
narrarlo;  los  soldados  del  3.^  que  izaban  en  el  mu- 
ro el  tricolor  de  la  victoria,  veían  pasar  por  su 
izquierda  a  carrera  tendida  los  dos  batallones  del 
4.**  de  línen,  el  primero  con  Solo  Saldívar  a  la  ca- 
beza i  el  segundo  con  el  ínclito  San  Martin,  unos 
pocos  pasos  a  retaguardia. 

¿Qué  habia  acontecido?- 

El  primer  batallón  del  é.""  se  habia  tomado  con 
la  misma  fortuna  el  fuerte  del  Este,  matando  un 
soldadito  de  San  Fernando,  llamado  Manuel  Eo- 
jas,  al  bravo  I n clan  que,  a  medio  vestir,  salia  de 
su  tienda  con  un  revólver  en  la  mano,  para  dejar 
así  cumplida  su  heroica  promesa  de  c morir  como 


conocimiento  con  el  coronel  Lagos,  llegando  hasta  distancia 
de  10  cuadras  de  losfiiertes  enemigos  i  bajo  sus  fae^s  el  dia 
antes  <le  la  hatMlla,  hablé  con  el  prisionero  peruano  injeoiero 
don  TeCílíiro  Elmort»,  la  que  sigue: 

(1  (iespuHH  de  innertar  las  palabras  que  dijo  a  Elmoreí  el  co- 
miindniíte  Gutiérrez  afiade): 

«Kl  SfQor  Eimoré  prniuetió  cumplir  mi  encargo,  estoi  segoro 
que  lo  lia  hecho;  pem  couü)  no  lo  he  visto  mus,  convendría  que 
usted  liablnra  coii  él  Kol»re  esto.» 

El  coiniíudaiite  Giitifirez,  |>ara  evitar  los  peligros  de  la  pa- 
trefaccioriy  ordenó  enternir  iiünediatamente  los  cadáveres  de  ios 
peruanos  i  por  un  método  singular:  iiizo  poner  por  hileras  a  los 
mui'rtos,  i  en  Sfgnidí  vaciólos  sac<'S  de  los  parapetos  sobre  ellos, 
valiéudose  de  los  corvos  [)ara  rompeilus,  ya  que  éstoá  no  habían 
servido  para  la  matanza,  sino  los  yataganes. 


—  1147  — 

el  último  soldado  en  la  última  fortaleza  de  su 
patria.  D 

Pereció  también  allí  el  jefe  de  estado  mayor  de 
la  7.*  clivision,  don  Ricardo  O'Dónovan,  i  quedó 
herido  en  el  pecho  el  comandante   de  los  Grana-  \ 

deros  de  Tacna,  don  Marcelino  Várela;  i  como  si 
hubiera  querido  lavarla  mancha  de*  la  bandera 
de  su  cuerpo  causada  por  la  cobarde  fu^ía  de  su 
primer  comandante  Belaunde,  sucumbió  también 
en  su  puesto  bizarramente  el  segundo  jefe  de  los 
Cazadores  de  Piérola,  don  Francisco  Cornejo. 

No  costó  ni  sangre  ni  esfuerzo  a  los  diestros 
cuartínos,  ejercitados  por  San  Martin  en  la  gue- 
rrilla i  en  la  "esgrima,  tomarse  'a  la  bayoneta  los 
parapetos  i  los  cañones  del  reducto  del  Este,  que, 
como  antes  hemos  dicho,  dominaba  los  fuegos  del  ^ 
Morro  desde  mayor  altura. 

En  consecuencia,  habia  sido  el  plan  i  la  orden 
del  coronel  Lagos  que,  una  vez  tomados  los  dos 
fuertes,  el  3."*  i  el  4.**  hicieran  alto,  dándofee  la 
mano,  i,  entrando  en  el  centro  el  Buin  de  refresco, 
emprender  así  el  asalto,  con  3,000  infantes  en  línea 
de  guerrilla,  del  formidable  Morro.  Pero  los  solda- 
dos chilenos  no  entienden  de  hacer  medias*  para 
matar  ni  para  morir,  menos  para  dividir  con  otros 
las  glorias  que  creen  suyas.  I  de  esta  manera,  por 
mas  que  los  cornetas  de  San  Martin,  que  refrenaba 
por  obediencia  su  propio  ímpetu,  fesonabatí  tocan- 
do alto  i  tropa,  los  cuartinós  dando  a  Chile  hurrahs! 


_  1148  — 

tan  formidables  que  apagaban  los  sonoros  ecos 
del  l»roiice.  íMnl>osti?ni  a  la  carrera  e  iban  sembran- 
<1()  la  cMinibro  do  la  bidera,  |>or  la  cual  corrían  al 
asaUo,  de  inniiiMerables  cadáveres  de  los  suyos. — 
«Dos  veces  nos  tocaron  alto,  dice  el  capitán  La 
Barrera  en  una  carta  íntima,  pero  no  hicimos 
caso. » 


XV. 


Fué  ese  el  moraeiíto  en  que  pasaban  atronando 
el  aire  con  sus  vítores  por  la  cortina  izquierda  del 
fuerte  Cindadela  los  soldados  del  4.*  I  allí  eran 
aclamados  por  sus  hermanos  vencedores,  los  que 
mas  adelante  iban  a  vencer  otra  vez  i  a  morir. 

Fué  señalado  entre  éstos  un  valerosísiibo  sol- 
dado del  4.^  que  no  tenia  siquiera  nombre  de  pi- 
la, héroe  verdaderamente  anónimo,  conocido,  en 
las  filas  con  el  galante  sobrenombre  de  CopihuCy 
qhien  persiguiendo  de  parapeto  en  parapeto  a  an 
oficial  peruano,  logró  matarlo,  i  en  seguida,  a  su 
turno,  fué  muerto. 

XVI. 

I 

£1  Morro  hasta  ese  momento  estaba  silencioso. 

Moore,  envuelto  en  la  tenue  claridad  de  la  ma- 
ñana, no  reconocia  todavía  suficientemente  su 
campo  de  tiro,  i,  por  otra  parte,  como  antes  diji- 


-A  1149  — 


ínos,  aquella  gran   fortaleza  nmrítima  tenia  solo 
un  cañón  abocado  a  tierra. 

El  comandante  jeneral  de  las  haterías  del  Mo* 
rro  armabci,  en  consecuencia,  con  rifles  a  sus  arti- 
^eros  i  despachaba  a  sus  mejores  capitanes,  don 
Oleto  Martínez  i  don  Adolfo  Kíndt,  natural  del 
Callao,  a  sostener  los  parapetos  del  Cerro-Gordo 
que  servían  como  de  zaguán  al-  Morro,  con  unos 
ochenta  o  cien  hombres  equipados  a  la  lijera.  El 
mayor  de  artillería  Nacarino,  que  allí  pereciói 
mandaba  esta  fuerza. 

XVII. 

Al  propio  tiempo  el  valeroso  Alfonso  ligarte, 
rivalizando  en  su  peclio  el  ardor  bélico  de  la  ju- 
ventud con  el  entusiasmo  patrio  que  era  su  guift, 
corría  a  toda  brida  al  bajo  por  el  z'g-zag  del 
Morro  a  traer  su  división,  sacándola  a  paso  de  trote 
de  los  fuertes  del  Norte.  Pero  cuando  llegaban  a 
medía  falda,  jadeantes  de  fatiga,  los  primeros  gru- 
pos del  batallón  Iquique  con  Saenz  Peüa  i  del 
Tarapacá  con  Zavala,  caia  este  último  i  meritorio 
jefe;  i  los  soldados  del  3.^  que  llegaban  ya  por  la 
falda  del  Cerro-Gordo,  mataban  al  segundó  jefe  del 
Tarapacá,  don  Benigno  Cornejo,  i  a  los  dos  capita- 
nes artilleros  que  acabamos  de  npmbrar.  Sucumbía 
también  allí  en  esta  inacabable  matanza  el  jefe 
de  estado  mayor  de  la  8.*  división,  el  coronel  don 


^  _   1150  _ 

Mariano  E.  Bufitamaute,  i  el  segundo  jefe  del 
Iquíqne  don  Isidoro  Salazar. — Habiaa  perecido  ya 
nueve  jefes  i  todavía  perecerían  muchos  mas.  ün 
tercer  Cornejo  (Medardo)  era  herido  i  hecho  pri- 
'  isionero. 

Saenz  Peña,  que  desplegó  indisputable  valor, 
fué  herido  en  un  brazo  cuando  subía  a  la  cabeza  de 
sus  mutilados  tarapaqueños>  i  alcanzó  apenas  a 
refujiarse  en  el  Morro  en  el  momento  en  que  en- 
traban en  vengafJores  tropeles  los  capitanes  del  4/ 
que  habian  visto  caer  a  su  denodado  jefe  en  la 
última  repechada  del  asalto. 

XVIII. 

Iban  adelante  de  las  filas  del  é.""  los  capitanes 
Silva  Arriagada,  La  Barrera,  Avelino  Villagran, 
Pablo  Marchant,  i  los  bravos  tenientes  Tbañez  i 
Martin  Bravo,  éste  último  hijo  de  Talca,  que  ahí 
recibió  mortal  herida  i  hoi  es  capitán.  Pero  antes 
que  ellos  i  revuelto  con  la  tropa  habia  penetrado 
en  el  fuerte  un  niño  de  17  años,  que  los  prisior 
ñeros  peruanos  reconocieron  después  de  la  jor- 
nada, por  su  semblante  risueño  i  lo  encendido  de 
su  rostro  infantil.  Era  el  subteniente  Cárlofr  Al- 
dunate,  nieto  del  ilustre  jeneral  de  este  nombre. 
«Los  primeros  que  llegamos  al  Morro,  dice  desin- 
teresadamente el  capitán  chillanejo  don  Miguel 
de  la  Barrera,   que  mandaba  la  primera- compa- 


—  1151  — 


nía  del  pnin^er  batulloD,  fuimos  el  capitán  Kicar- 
do  Silva  Arriagrfda,  yo,  Marchcyat,  el  teniente  Iba- 

ñez  i  el  subteniente  ^^^u^^^t^^»  9^^^  ¿^^^  llegó  mas 
adelante^  chiquillo  mui  sufrido»  (1). 


Cuando  los  desventurados  jefes  peruanos  » Bo- 
lojjnesi,  Moore,  Alfonso  Ugarte,  Armando  Blon- 
del,  tercei^'  jefe  del  B  itallon^  A^rtesanos  de  Tacna, 
hijo  de  opulento  industrial  i  minero  francés  ave- 
cindado en  esa  ciudad,  vieron  penetrar  en  la  pla- 


(1)  Mucho  se  ha  discutido  i  disputado  sobre  quién  fué  el  pri- 
mero que  llegó  al  Morro;  i  por  haber  publicado  el  capitán  Silva 
Arriagada  un  testimonio  de  los  )>iÍ8Í(>neros  peruanos  Latoire, 
Saenz  Peña  i  otros  que  le  otorgalian  la  prinifuía  de  su  gratitud, 
reconociendo  que  ese  ¿>ficÍMl  les  hubia  gnlvndo  la  vid»,  le  ca- 
yeron encima  sus  ct^mpañeros  de  armas  (ii»<pntán4Í(ile  tal  honor. 
Pero  nos  |)areCH  que  el  párnit'n  que  ^;<»piatiioH  de  carta  intima  del 
capitau  La  Barrera  a  su  esposa,  dej-i  bien  establecida  la  verdad, 
porque  esa  carta  uo  tenia  propósito  de  jactancia,  ni  de  prefe- 
rencia, ni  estaba  en  manera  alguna  destinada  a  ver  la  luz  pá« 
blica. 

Por  otra  parte,  el  capitán  La  Barrera  mandaba  la  1.*  compa- 
ñía del  primer  batallón,  i  era  natural  que  llegase  adelante,  siendo 
hombre  valiente,  ájil  i  de  gran  estatura. 

£1  capitán  La  Burrera  <iire  a  su  mujer  en  la  carta  citada  que 
al  principio  sintió  un  recelo  i  se  encomendó  a  KueHtra  Seño- 
ra del  Carmen;  <rpero,  añade,  después  no  me  aci^rdé  ni  de  Jesu- 
cristo: nada  mas  que  de  avanzar  a  toda  carrera,  con  toda  la 
tropa,  a  tomarnos  el  fuertei». 

Refiere  en  seguida  los  peligros  porque  habia  pasado  dejandp 
la  mitad  de  su  compañúi  en  el  campo,  i  prole  icamente  agrega- 
ba: (sEn  esto  he  comprende  que  el  Supremo  Hacedor  le  tiene  el 
tiempo  determmado  a  cada  uno  i  la  manera  cómo  ha  concluir."^ 

¡Triste  vaticinio  que  no  tardó  en  cunipliríse  en  Tiicua,  murien- 
do a  manos  de  oculto  asesino  i  al  golpe  de  una  daga  peruana  en 
cobarde  celada! 


—  1152  — 

t 

zoleta  que  formaba  el  fuerte  a  los  primeros  sol- 
dados del  4.*,  ceofados  por  indómita  cólera,  le- 
vantaron una  bandera  de  parlamento  en  la  pun- 
ta de  una  espada  i  se  agruparon  en  torno  de  un 
canon  «como  para  morir  en  las  gradas  del  altar  de 
su  patria  desdichada.  Pero  los  soldados  chilenos 
no  distinguian  en  el  asalto  a  jefes  ni  .oficiales,  i 
disparando  en  todas  direcciones  sus  rifles,  mataron 
a  aquellos  cuatro  desdichados  patriotas,  sin  que 
hubiera  misericordia.    Todo  lo  contrario:  derri- 
bado  de  espahUis  el  veuera]i)le  gol)ernador  de  la 
plaza  con  la  frente  atravesada   por  un  proyectil 
de  rifle,  un  soldado  le  asestó  tan  fuerte  culatazo 
en  el  cráneo  que  sus  sesos  se  vaciaron  en  el  pavi« 
mentó  (1). 

\ 

(1)  El  comandante  Pérez  reoonoce  el  hecho  de  la  rendición 
de  loa  jefes  superiores  de  Arica,  porque  d^paes  de  contar  que 
tanto  Bolognesí  como  Moore  intentaron  volar  la  Santa  Bárbara 
del  Morro,  poniendo  en  movimiento  las  baterfas  eléctricas  (que 
fnllaron),  dice  en  la  pá¡.  30  <le  su  folleto  citado,  lo  siguiente: — 
<tCuatro  hombres  no  mas  de  nuestra  purte  so.stieneu  el  tiro- 
teo, era  imposible  luchar  cuerpo  a  cuerpo  con  I.i  masa  enemi- 
gtil...  «¡Alto  el  fuego»  {frita  el  c<ironet  Bolognesí...  «Alto  el 
fuego!»  repite  el  conmel  Ugarte  que  corre  a  contenerlo  i  cae  he- 
rido por  uua  bala  en  el  tmyecto...  i  cuando  e^  C(»ronel  Mmire 
iba  a  repetir  la  nii-^ma  voz,  uuh  ilescnr^fa  enemiga  lleva  una  Imla 
al  medio  de  ku  noble  pecho,  que  lo  mata  en  el  acto,  i  otra  tundía 
al  altivo  Bcloifnesi  <|ue  pucos  momentos  de»ipnes  fu^  ultimndo, 
como  1(1  fué  Ugarte  i  todos  los  demás  heridos  que  no  podían 
moverhel...» 

El  capitán  La  Barrera,  que  Ibima  injennamente  a  Biilognesi 
«el  Btilnúez»,  no  por  mHÜcia  8Ín>>  p(tr  una  pintore>iCH  falta  de 
ortogrtiili,  dice  que  éste  al  cner  <ie  espalda  se  quebró  el  cráneo; 
pero  el  comundante  SahÜvar,  Salvo,  Valazqqez  i  el  mismo  je- 
neral  en  jefe  nos  han  referido  qne  tenia  en  la  frente  an  foerta 
culatazo. 


—  1153  — 

Moore,  vestido  con  traje  de  paisano,  luto  de  su 
naufrajio,  era  derribado  a  pocos  pasos  con  dos  ba- 
lazos en  el  pecho  que  tineron  con  cuajarones  de 
roja  sangre  su  túnica  de  n^ezclilla  plomiza  i  su 
sombrero  de  paja  de  Guayaquil.  El  joven  Blondel, 
mAs  afortunado^  iba  a  caer  al  pié  del  má^il  i  el 
infortunado  cuanto  noble  i  esclarecido  Alfonso 
Ugarte,  que  habia  pasado  la  mitad  de  su  vida  eu 
cariñosa  hospitalidad  en  Chile,  recibiendo  éu  edu- 
cación mercantil  en  los  colejios  de  Valparaíso, ' 
era  arrojado  por  manos  chilenas,  después  de  muer- 
to, a  las  cavernas  del  mar  en  que  las  olas  pene- 
tran con  lú'gubue.  jemido  por  entre  calizas  grietas, 
verdaderas  sepulturas  de  su  terrible  furia,  menor 
empleo  que  la  del  hombre  que  combate  i  mata. 
Los  deudos  del  inmolado  héroe  ofrecieron  una 
fortuna  por  un  botón  siquiera  de  su  casaca  para 
memoria,  pero  ni  esto  quedó  del  bravo  tarapa- 
queño  (1). 


(1)  Alfonso  Ugarte  hahin  nacido  en  Tarapacá  de  padres  enrí- 
qnecidoa  por  el  salitre  en  1846.  Educado  en  Valparaíso  desde 
1861  a  1867^  se  encontraba  retirado  en  una  de  sus  propiedadeH 
de  campo  del  interior  cuando  ocurrió  el  terremoto  del  13  de  agos- 
to de  1869,  i  por  sus  servicios  públicos  desde  esa  época  ganó  gran 
crédito.  En  1876,  era  alcalde  de  Iquique  i  tenia  fijado  el  1.^  de 
mayo  de  1879  para  dirijirse  a  Europa  de  paseo,  cuando  estalló 
la  guerra  en  abril  i  tomó  servicio  como  comandante  del  batallón 
Iquique,  batiéndose  a  su  cabeza  en  Tarapacá,  donde  fué  herido. 

Su  aoiAdre  se  habia  casado  en  segundas  aúpelas  coa  el  rico  sa- 
litrero Hilliger,  i  fué  éste  quien  ofreció  rail  pesos  fuertes  por 
cualquiera  prenda  de  su  ropa. 

Incitados  por  el  galardón^  los  soldados  chilenos  hicieron  una 
verdadera  pesca  de  cadáveres  al  pié^  del  tforro,  i  sacaron  a  lu 

HI8T.  DE  LA  C.  DE  T.  I  A.  145 


—  1154  — 


JÜlucL. 


La  plaza  fnérte  de  Arica  había  sido  tomada  en 
una  hora  justa  por  reloj,  mientras  que  los  jefes  i 
oficiales  de  la  escuadra  neutral  allí  surta  ajustaban 
apuestas  de  que  su  captura,  conforme  a  las  reglas 
de  la  estratéjia  europea,  habria  tardado  de  tres 
di  as  a  dos  semanas. 

A  las  ocho  de  la  mañana  en  punto,  el  teniente 
del  4.^  don  Casimiro^  Ibafiez,  el  miáno  que  tan 
gloriosamente  sucumbiera  en  el  Morro  Solar,  hacia, 
en  efecto,  izar  en  el  mástil  del  Morro  de  Arica  una 
banderola  de  su  cuerpo,  arriando  la  peruana  el 
sarjento  primero  José  A.  Roa,  el  cabo  Juan  Duns- 
tan  i  el  soldado  José  M.  Correa  que  allí  se  encon- 
traron como  héroes  i  como  testigos. 

XXI. 

La  vista  del  tricolor  chileno  fué  señal,  en  la  au- 
sencia de  nuestros  buques,  para  la  cobarde  inmer- 
sión del  Manco  Oapac^  acción  villana  que  motivó 
de  parte  de  su  jefe  un  boletín  que  casi  parodiaba 
una  victoria,  después  de  haber  recorrido  la  rada 
mendigando  asilo  con  sus  tripulantes  en  naves  de 
todas  las  banderas,  olvidado  de  que  en  Iquique  un 
capitán  chileno  dejó  sentado  el  precedente  de  que 


playa  mas  de  doce  «Alfonsos,)»  pero  nÍDgano  fué  el  verdadero 
Alfonso  XII. 


—  1156  — 

un  barco  de  guerra  no  podia  irse  a  pique  antes  de 
pelear,  sin  hacerse  por  ello  infame  reo  de  infame 
ignominia  (1). 

XXII. 

Al  mismo  tiempo  que  esto  sucedía  en  la  parte 
alta  i  en  el  mar  de  Arica,  el  Lautaro  se  acercaba 
cautelosa  pero  gallardamente  a  los  fuertes  del 
Norte,  i  agazapándase  en  la  oscuridad  por  entre 
los  matorrales  de  la  llanura,  iba  envolviendo  los 
desamparados  reductos  como  una  inmensa  ser- 
piente que 'se  enrosca  sobre  su  presa.  Viéndose 
así  perdido,  el  mayor  Ayllon,  que  en  esa  parte 
mandaba  en  jefe,  simuló  el  aparato  de  la  resisten- 
cia, poniendo  fuera  de  combate  ocho  hombres  del 
Lautaro;  i  haciendo  reventar  en  seguida  todos  los 
cañones  de  la  planicie,  que  eran  de  subido  valor, 
prendió  fuego  a  las  mechas  de  tiempo  de  los  pol- 
vorines, i  mientras  todos  iban  a  entregarse  a  gui- 
sa de  carneros  al  comandante  Robles,  volaban 
unos  ei^  pos  de  ^otros  los  tres  fuertes  del  Norte, 
con  fragor  horrísono,  alzándose  en  la  placidez  de 
azulada  atmósfera  inmensas  espirales  de  tierra, 
fuego  i  humo  que,  esparciéndose  en  las  capas  su- 


(1)  En  sa  parte  del  hundimiento  del  Manco  Capac  datado  a 
bordo  del  Itata^  donde  el  comandante  Lagomarsino  se  refajió 
«on  su  tripulacton,  habla  su  comandante  del  entmiasmo  de  los 
injenieroB,  de  la  enerjía  de  los  alféreces,  etc.,  todo  para  echar  a 
piqne  al  buque  abriendo  las  válvulas  dentro  de  la  bahía*. • 


—  1166  "- 

periorea  del  aire,  como  las  ramas  de  árbol  jigan- 
tesco,  piibriaa  todo  el  campo  de  la  lucha  como 
los  negros  tules  de  iomeDso  catafalco  fúnebre 
ataúd. 

No  méoos  de  300  soldados  se  rindieron  de  esta 
manera  al  coronel  Barbosa,  que,  junto  con  los  co- 
mandantes Robles  i  Carvallo  del  Lautaro,  dirijian 
las  operaciones  en  esa  sección  un  tanto  inconexa 
del  campo  de  batalla  (1). 

XXIII. 

\ 

Entretanto,  el  jeneral  Baquedano  i  el  coronel 
Yelazquez,  que  desde  las  alturas  del  fondo  do  la 
bahía  habiap  estado  contemplando  con  ojo  impa- 
sible pero  ansioso  corazón  aquella  obra  titánica 
de  los  soldados  de  Chile,  hacian  atalajar  sus  bate- 
rías a  los  mayores  Salvo,  Montoya  i  Frias,  i  se- 
guido por  la  caballería  de  Búlnes  i  el  Búlnes, 
penetraba  el  jeneral  en  jefe  en  la  plaza  de  Arica  a 
las  ocho  i  media  de  la  mañana  en  momento  opor- 
tuno para  salvar  la  vida  a  unos  cuantos  centenares 
de  infelices  rendidos  que  los  soldados  del  Lau- 
taro i  del  3.**  pretendían  sacrificar  con  bárbara 
saña,  creyendo  chancelar  así  lejítimamente,  con 
sangre  de  inocentes   confiados  a  su  custodia,  la 


(1)  Véase  entre  los  anexos  del  presente  capítulo  el  parte 
inédito  del  comandante  del  Lautaro. 


r-    1157    — 

larga  cuenta  de  agravios  i  de  ultrajes  que  guarda  - 
ban  en  sus  pechos  coü  sus  gobiernos  i  sus  sátrapas. 
.  No  menos  do  70  de  aquellos  desgraciados,  la 
mayor  parte  pertenecientes  a  los  batallones  Iqui- 
que  i  l^arapacá,  que  habian  sido  cortados  en  su 
ascenso  al  Morro  por  el  S."*  i  en  sefguida  [^acorrala- 
dos  por  el  Lautaro,  fueron  ultimados  por  una  sola 
descarga  en  las  gradas  de  la  iglesia  parroquial  dj^ 
Arica,  que  quedó  así  profanada  como  ara  impura 
de  inmolación  humana^  en  lugar  de  haber  sido 
asilo  de  perdón*  Nunca  se  ha  sabido  a  punto  fijo 
quién  hiciera  consumar  hecho  tan  inhumano  i  tan 
inútil. 

XXIV. 

Con  escepcion  de  esta  mancha  de  sangre  que 
la  severidad  augusta  de  la  historia  no  permite  la- 
var de  la  túnica  de  la  patria  sino  a  trueque  de 
es^plícita  i  grave  condenación,  como  la  que  hace- 
mos, el  asalto  de  Arica  pasará  a  la  posteridad  de 
los  libros  i  de  las  glorias  de  Chile  como  nno  de 
los  títulos  de  mas  alta  valía  para  la  pujanza  i  el 
heroísmo  de  sus  hijos. 

Los  peruanos  perdieron  no  menos  de  mil  hom- 
bres, o  sea  los  dos  tercios  de  su  jente,  no  siendo 
menos  de  veinte  los  jefes  i  oficiales  de  alguna  con- 
sideración que  allí  pagaron  con  la  vida  el  tributo 
obligado  de  los  asaltos  a  las  plazas  fuertes,  en 


—  1158  — 

_qu6  no  es  posible  distingair  las  per&ODalidades  ni 
menos  las  insignias.  I  esto  fué  altamente  doloro- 
so, porque  habría  sido  digno  de  Chile  i  de  su  hon- 
ra, como  nación  civilizada,  guardar  las  vidas  de 
hombres  tales  como  Bolognesi  i  Moore,  como 
Zavala  i  Arias,  como  Ugarte  i  Blondel,  como  Bus- 
tamante  i  los  Cornejo,  antes  que  traer  como  re- 
henes de  su  victoría  una  turba  de  soldados  vestidos 
de  abigarradas  bayeta^,  que  daban  a  la  guerra 
i  a  sus  lejiones  el  aspecto  de  verdaderas  compar- 
sas, quitándoles  hasta  la  última  reverencia  de  las 
desdichas  militares — la  lástima! 

Por  nuestra  parte  tuvimos'  474  bajas,  lo  que 
prueba  lo  rudo  de  la  acometida,  correspondiendo 
50  muertos  i  110  heridos  al  3.°  de  línea,  70  muer- 
tos i  239  heridos  al  4.®,  2  muertos  i  seis  heridos  al 
Lautaro,  i  6  heridos  al  Buin.  En  todo  5  oficiales 
muertos,  18  heridos,  i  de  tropa  144  muertos  i  337 
heridos  (1).  ' 


(1)  En  cuanto  a  los  jefes  i  ofíoiales  qae  cayeron,  he  aqaf  uim 
lista  comprensiva  por  rejimientos: 

BÜIN 

Herido. — Subteniente  José  del  Carmen  Yasqoez,  herido  gra- 
vemente en  el  rostro, 

8.*  DE  LÍNEA 

Muertos. — Capitán  Trístan  Chacón. 

Subteniente  José  Miguel  Poblete^  en  la  esplosion  ndel  Fuerte 
Cindadela. 
Heridos. — ^Teniente  Ricardo  Serrano  Montaner,  herido  leve- 


'  I 


—  1159  — 


XXV. 


Pero,  como  Ramírez  en  Tarapacá  i  Sa^ta  Cruz 
en  Tacna,  la  muerte  mas  dolorosa  en  que  culminó 
el  caro  triunfo  de  Arica,  tres  veces  mas  cruel  que 

_  « 

el  de  Pisagua,  fué  la  del  bizarro  comandante  don 
Juan  José  Sau  Martin,  soldado  entre  los  soldados 
de  la  república  i  el  verdadero  tipo   del  infante^ 
chileno. 


mente  en  una  pierna. 

Id.  Ramón  Toribio  Arriagada,  herido  leve  en  una  piernaJ 
Id.  Salvador  Urrutia,  herido  leve  en  el  rostro. 
Subteniente  Orestes  Vera,  herido  leve  en  una  pierna. 
Id.  Félix  Vivanco  Pinto,  herido  leve  en  el  rostro. 
Id.  Lorenzo  2.^  Jeolfroy,  herido  leve  en  el  rostro. 
Id.  Bamon  Guerra,  herido  grave  en  una  pierna. 
Id.  Pedro  JNolasco  WoUeter. 

4.**  DE  LÍNBA 

Muerto. — Teniente  coronel  Juan  Jo8é"San  Martin. 

Heridos. — Teniente  Martin  Bravo,  herido  grave  en  un  hom- 
bro. 

Subteniente  Miguel  Aguirre  Perry,  herida  gravísima.  Tiene 
atravesado  el  pecho  i  el  vértice  derecho  de  un  pulmón. 

Id.  Juan  Rafael  Alamos,  herida  grave  en  el  pié  izquierdo. 

Id.  Francisco  Ahumada,  herido  grave  en  el  pecho. 

Id.  Samuel  Mesa,  tres  heridas  leves  en  la  cabeza,  brazo  i  pier- 
na derechos. 

Id.  Carlos  Luna,  una  ^herida  leve  en  una  pierna  izquierda  i 
una  contusión  ea  la  derecha. 

Id.  Alberto  de  la  Cruz,  con  las  dos  piernas  atravesadas.  Heri- 
das algo  graves. 

Id.  Julio  Paciente  de  la  Sota,  dos  heridas  graves,  una  en  una 
pierna  i  otra  en  el  estómago. 

Capitán  Pedro  Onofre  Uaná,  levemente  contuso. 

Teniente  Luis  Víctor  Gana,  algo  quemado  con  una  esplusioii. 

Fué  a  la  verdad  tan  duro  el  ataque  para  los  chilenos  que 


—  1160  — 

Herido  por  una  bala  que  le  perforó  el  vientre 
cuando  ascendía  el  último  declive  del  Morro,  por 
no  desalentar  a  sus  soldados,  se  sentó  en  un  saco 
junto  a  una  trinchera,  haciendo  creer  a  muchos 
de  los  suyos  que  aquella  era  flaqueza  de  ánimo, 
o  cansancio  de  sus  músculos,  cuando  era  solo  su 
estoica  agonía  que  comenzaba. 

Llevado  al  Morro,  mas  que^n  los  brazos  desús 
compañeros  de  armas,  en  alas  de  espléndida  vic- 


si  éstos  DO  hubiesen  cargado  a  carrera  tendida,  habrian  tenido 
un  dia  infausto,  especialmente  el  4."^  I  ann  asf,  solo  la  1.^  com- 
pnfiía  del  primer  batallón  que  mandaba  La  Barrera  i  que  euírS 
ni  fuego  con  8Q  hombres,  tuvo  mas  de  40  bajas,  de  éstas  dos  ofi- 
ciales (Sota  i  Mesa),  2  sarjentos  i  tres  cabos  i  15  soldados  muer- 
tos i  18  heridos. 

En  realidad,  el  4.^,  que  no  contaha  con  mas  de  800  hombre:^, 
perdió  cerca  de  la  mitad  de  su  jente,  o  sea  309  entre  muertos  i 
heridos. 

Naturalmente,  la  pérdida  de  los  peruanos  fué  mucho  mayor, 
i  enorme  en  muertos. 

Sus  bajas  en  corta  diferencia  se  descomponen  de  la  siguiente 
muñera: 

Muertos 900 

Heridos 200 

Prisioneros 500 

Dispersos 100 

En  el  Morro  fueron  tomados  vivos  8  jefes,  26  oficiales  i  solo 
33  soldados.  Mas  de  300  fueron  despeñados  por  la  ladera  hacia 
el  mar,  donde  ^formaban  nataj»,  según  un  apunte  del  coronel 
Valdivieso  nombrado  gobernador  de  Arica  i  que  este  jefe  tuvo  a 
bien  comunicarnos.  Los  cadáveres  que  él  hizo  rec^vjer  i  quemar 
con  parafina  estaban  distribuidos  como  sigue:  Al  pié  del  Mo- 
rro 367;  en  la  plaza  del  pueblo  (fusilados)  67;  al  lado  del  inerte 
Santa  Rosa  14;  trente  al  casco  de  la  Watej'ee  3  soldados  i  den- 
tro de  éste  un  oficial  que  se  fué  allí  a  morir;  sacados  del  mar  35: 
en  el  fuerte  Cindadela  400.— Total:  884. 


—  1161  — 

toria,  le  colocaron  en  el  lecho  de  Moore,  i  avisado 
por  el  intelijente  doctor  Llausás,  cirujano  del  é."", 
de  la  proximidad  de  su  fin,  llamó  con  perfecta 
serenidad  a  su  antiguo  i  leal  amigo  el  capitán 
don  Onofre  Gana,  que  le  habia  recojido  en  el 
campo,  i  mantuvo  con  el  el*  siguiente  diálogo,  que 
el  último  nos  ha  conservado; 

o: Cuando  se  tomó  el  Morro,  San  Martin  me  lla- 
mó i  me  dijo: 

— «Nos  vamos  a  separar hemos  triunfado...,'. 

¡Viva  Chile! 

<cEn  seguida  me  pasó  su  reloj  para  que  se  lo 
entregara  a  su  hermana.  Agonizante  ya,  lo  lleva- 
mos al  MoiTO,  i  allí  me  dijo: 

—  «Pregúntele  al  jeneral  si  está  contento  con 
lo  que  ha  hecho  el  4.°  de  línea  i.  si  aprueba  mi 
conducta  por  haber  llegado  hasta  el  Morro 

(íl  espiró.D  (1) 


(1)  Es  posible  que  la. pregunta  del  pundonoroso  jefe  9obre  si 
el  jeneral  quedaría  contento  con  el  4.<>  se  refiriese  no  a  la  gloria 
con  que  se  cubrió  este  i'ejimiento  sino  a  sa  heroica  desobedien- 
cia, i  que  el  héroe  moribundo  dijese  esas  palabras  mas  por  escusa 
que  por  orgullo:  tanto  era  su  apego  inviolable  a  la  ordenanza  i  a 
la  lei  militar! 

El  capitán,  ho¡  -digno  mayor,  Gana,  al  referirnos  los  últimos 
momentos  de  su  amado  jefe  i  amigo,  que  espiró  a  las  1 1  del  dia, 
nos  mostró  su  magnífico  reloj  ingles,  prenda  que  le  habia  traído 
de  Inglaterra  el  injeniero  naval  Marazzi,  i  se  nalla  ahora  en  po- 
der de  su  única  hermana  doña  Luz  San  Martín,  residente  en 
Chillan. 

El  comandante  San  Martin  ha  dejado  en  Santiago  una  hijita 
nacida  después  de  su  salida  a  campaña,  i  que  ha  quedado  en  la 
mas  triste  orfandad  i  desamparo. 

HIST.  DE  LA  C.  DE  T.  I  A.  146 


-  llfl?  - 


XXVI- 


Ál  flia  siguiente  hiciéronse  al  bravo  entre  los 
bravos  tiernísimos  funerales  en  que  no  hubo  ojos 
enjutos  ni  corazones  sin  rnemorias.  Eljeneralen 
jefe  presidió  el  acto,  i  los  veteranos  del  4.**  sofoca- 
ban sus  sollozos,  como  la  Vieja  Guardia  en  los 
adioses  de  Fontainebleau,  mordiendo  la  boca  de 
sus  rifles,  antes  de  hacer  al  mas  amado  de  sus  je- 
fes la  última  descarga  del  último  adiós.... 

Fué  singularmente  siniestra  la  jornada  de  Ari- 
ca para  los  soldados  que  llevaban  el  apellido  gue- 
rrero de  San  Martin,  porque  cayeron  en  su?  lomas 
cuatro  de  ese  nombre,  el  coínandante  del  4.**,  ua 
hijo  suyo  llamado  Damián,  que  se  batia  como  sim- 
ple soldado  para  aprender  a  ser  jefe,  un  sárjente 
natural  de  Coihueco,  sobrino  asimismo  de  San 
•Martin,  que  tenia  el  nombre  de  Pedro  Antonio,  i 
por  último,  un  soldado  del  Buin,  de  ese  apellido, 
a  quien  fué  a  buscar  una  bala  en  la  retaguar- 
dia. 

A  las  diez  de  la  mañanaj  la  gloriosa  jornada 
estaba  terminada  en  todos  sus  detalles,  porque 
nuestros  buques  hablan  vuelto  a  sus  fondeaderos  i 
empavesado  sus  mástiles  en  señal  de  que  el  lar- 
go i  penoso  bloqueo  habia  terminado,  escapándose 
apenas,  para  ser  volada  por  la  dinamita,  la  últi- 


—  1168  — 

^  •  «  •  •  •  tf 

ma  quilla  que  en  los  mares  del  Sur  quedará  tpda- 
via  a  los  provocadores  de  Chile.  (1) 

En  consecuencia,  i  después  de  llenados  los  tristes 
deberes  que  impone  el  sacriíipio  de  las  batallas,  el 
jeneral  en  jefe  resumía  el  heroísmo  del  ejército 
que  habia  dado  a  Chile,  tantas  gloriosas  jornadas, 


(1)  Por  la  desgraciadaj  si  bien  momeníápea,  ausencia  de  Jos 
buqués  bloqueadorés,  la  lancha  Alia/nha  logró  esca'parse,  perse- 
guida de  cerca  por  el  Cockra7ie  i  después  por  el  Loa,  cuyo  deef^ 
graciado  comandante,  siempre  obstinado  en  sys  resoluciones^  nó 
quiso  cortarle  el  paso,  aunque  se  lo  pedian  todos  a  bordo  i  espe- 
cialmente el  abogado  don  Horacio  Zaüartn,  qu^'había.ido  aconH 
ducir  los  reatos  de  su  amigo  el  ministro  SQtpmayoj.  la,  última 
lancha  i)eruana,  recaló  a  unas  peñas  cerca  cíe.  ríacocha  i  allí  la 
volaron  con  diiinmita  hus  íripulantes  Flores  i  Mora,  internán- 
dose en  fí^eguida  al  interior.  Perseguidos  éstos  por  el  alfévee 
de  Artillería  de  Marina  don  V.  A,  Bianchi»  de,  la  d(>taoion  del 
Loa^  fueron  tomados  por  una  avanzada  chilena  en  Salinas  o  Es- 
tanques. 

Aquella  enibarcacion  no  habia  sido  de  ninguna  ;utilidflcl  a  los 
peruanos  porque  )aoias  se  atrevieron  a  ace.ruHr8e<a  ntiedtros  bit-^^ 
ques,  aunquQ  todas  las  noches  salían  ^cis  diversos  jefes  jurando 
que  iban  a  volar  al  Cochrane.  El  25, de  mayo  parece  que  intentó 
salir  a  una  «comisión  importantísima*,  pero  sorprendida  por  el 
Cochrane  i  \fk  Ma^allfs^né^r,  que  al  principióla  : tomaron  ])or. un 
peñasco  de  la  costa,  hul^o  de  regresar  milaijrQsamente  al  puerto, 
hazaña  que  íué  celebrada  con  grande  alharaca,  como  H  huir 
fuera  vencer.  Héaquí  dn  telegrama  que  da  cuenta  de  este  últi- 
mo triunfo  naval  de  los  desdichados  pernanos. 

Arica,  mayo  25  de  1880- 
(8  P.  M.) 
Señor    coronel    Coloma, 

Tacna,  o  en  el  campamento. 

En  este  momento  Flores  i  Moro,  espedicionarios  de  la  Afía^i- 
za  briiulau  una  copa  por  el  mui  benemérito  jeneral  i  por  usted. 
Yo  he  esperado  palabra  de  aliento  para  aquellos.  —No  h;ii  nove- 
dad.— Los  b'oqueadores  se  retiraron  una  hora  antes  que  decob- 

tumbre- 

Bueno* 


—  1164  — 

en  la  siguiente  proclamación  i  orden  del  dia  del  8 
de  junio,  que  es  el  apropiado  remate  de  un  libro  que 
termina  en  la  consumación  de  un  alto  hecho  mili- 
tar i  que  continuará  para  enaltecer  otros  de  mayor 
aliento  i  mas  esclarecida  fama,  si  es  dable,  todavia. 

XXVII. 

La  proclama  del  jeneral  en  jefe  decia  como  si- 
gue: 

«La  historia  de  la  guerra  en  que  estamos  empeñados  con  tari 
entre  sus  mas  brillantes  episodios  la  jornada  de  ayer.  Dificil- 
mente  podrá  acumular  en  otro  punto  la  naturaleza  i  la  ciencia 
militar  mayores  elementos  de  fuerza  i  de  resistencia:  posiciones 
naturales  invencibles,  fortalezas  iaespugnables,  poderosísima 
artillería,  minas  convenientemente  colocadas  para  estallar  en  el 
momento  conveniente,  todo  hacia  de  este  puerto  una  poderosa 
cindadela  qne  podría  sin  temeridad  defenderse  contra  na  grueso 
ejército.  Sim  embarco,  ea  poco  mas  de  una  hora  de  combate  es* 
tuvieron  en  nuestro  poder  todas  las  fortalezas  del  enemigo,  sin 
que  ni  los  paciones,  ni  las  esplosiones  formidables  de  las  minas, 
ni  el  nutrido  i  mortífero  fuego  de  fusilería  hecho  por  dos  mil 
hombres  bien  parapetados,  pudieran  detener  la  marcha  de  nues- 
tros sold^idos  que  luchaban  a  pecho  descubierto. 

]»Cupo  en  suerte  vencer  mayores  resistencias,  i  por  lo  mismo 
adquirir  mayor  gloria  a  los  rejimíentos  3.®  i  4.°  de  línea  que  han 
merecido  bien  de  la  patria  con  su  bizarro  comportamiento! 

3)Reciban,  pues,  los  bravos  de  esos  dos  cnerpos,  las  felicitacio- 
nes que  les  envío  en  nombre  de  la  nación.  Recíbanlo  igualmen- 
te los  rojiraientos  Buin  i  Lautaro,  la  artillería  de  la  división,  el 
batallón  Bulnes  i  los  escuadrones  de  Cazadores  i  1.®  2.®  de  Ca- 
rabineros  de  Yurigay,  porque  toJoa  ellos  han  cumplido  noble- 
mente con  su  deber  en  los  puestos  que  se  les  designaron. 

j>A  'os  que  cayeron  en  el  campo  debemos  envidiarlos  porque 


—  1165  — 

tavieron  la  saerte  de  morir  por  la  patria,  honrándola  con  sur 
sacrificios  i  con  la  gloria  imperecedera  que  le  han  dado. 

2>Entre  ellos  merece  especial  mención  el  teniente  coronel  don 
Juan  José  San  Martin,  del  rejimiento  4.^  de  línea,  que  fué  siem- 
pre un  jefe  distinguido  i  murió  heroicamente,  preocupado  hasta 
su  último  instante  de  la  suerte  i  de  la  glojia  de  su  patria.» 

El  Jeneral  en  Jefe. 

XXIX. 

I  concluida  así  la  tercera  campaña  de  la  guerra, 
después  de  la  de  Antofagasta  i  de  Tarapacá,  i  su 
sesta  jornada  en  pos  de  la  de  Pisagua  i  San  Fran- 
cisco, Tarapacá,  los  Anjeles  i  Tacna,  queda  toda- 
vía reservada  a  la  patriótica  i  bien  intencionada 
fatiga  del  compajinador  un  libro  mas  de  enseñan- 
zas inmortales. 

I  en  él  vamos  de  seguida  a  entrar! 


ANEXOS    AL  CAPITULO  XXXIL 

I. 


NOTAS  CAMBIADAS  ENTRB  IOS  JEFES  PERUANOS  DE  LATORRE  I  VÁRELA 
A  PROPOSITO    DB  f^A  OFERTA  DE    RENDIR  LA  PLAZA  DE  ARICA. 

SS.  EE.  del  Ferrocarril: 

En  nombre  de  la  verda«l  cuyo  establecimiento  i  defensa  a  todos  intere- 
sa, siempre  que  por  cualquier  motivo  so  trate  de  desfigurarla  o  falsearla^ 
rogam  )s  a  Uds.  se  dignen  dar  cabida  en  las  columnas  de  su  estimable  dia- 
rio a  las  siguientes  líneas. 

En  el  estracto  que,  de  la  sesión  de  la  honorable  Cámara  de  Senadores 
de  10  del  presente,  publica  el  Ferrocarril^  se  dice  que  el  honorable  se- 
nador señor  Vicuña  Mackenna,  siguiendo  el  curso  de  su  interpelación  i 
ocupándose  de  las  minas  de  Arica,  se  espresó  de  esta  manera: 


—  iide  — 

cTftn  cierto  m  que  las  tales  minas  no  inspiran  confianza  alguna  a  loe 
mismos  peruanos,  que  los  drfen$ore9  de  ÁrUa  quisieron  rendir  la  plaza  m 
combatir.  Desgraciadamente,/  ¿a  nota  en  que  proponían  tu  rendición  llegó  a 
las  ocho  de  la  noche  del  día  6,  cuando  ya  habia  pasado  el  plazo  fijado  por 
el  jefe  chileno  i  cuando  el  ataque  estaba  preparado.  (Lee  una  nots^  firma- 
da por  los jefet  peruanos  de  la  plaza  de  Arica  al  mismo  injeniero  Elmore, 
enviado  por  los  chilenos  para  exijir  la  entrega  de  la  plaza  pacífica- 
mente.)». 

I  en  el  estraoto  que  publica  el  Independiente  se  encuentra  el  siguiente 
párrafo:  cEl  orador  (señor  Vicuña  Mackenna)  lee  un  documento  orijinal, 
según  el  cual,  los  jefes  de  la  plaza  de  Arica ^  reunidos  en  consejo  de  guerra 
en  la  noche  del  6  de  junio  ^  ofrecieron  rendirse  al  coronel  Lagos  ^  etc,> 

La  conformidad  de  estas  relaciones  con  la  que  hace  el  Diario  Oficia^ 
demuestra  claramente  que  no  ha  habido  error  de  concepto,  ni  equivoca- 
ción alguna  por  parte  de  los  que  hicieron  el  estracto  de  dicha  sesión;  i 
que  el  honorable  senador  señor  Vicuña  Mackenna,  efectivamente*  ha  he- 
cho ante  el  honorable  Senado  las  dos  afirmaciones  siguientes:  //  que  los 
jefes  de  la  plaza  de  Arica  en  consto  de  guerra  dd  6  de  junio  resolvieron  renr 
airla^  sin  combatir,  i  2J^  que,  en  ejecución  de  esta  determinación,  projm- 
sieron  la  rendición  por  meato  de  una  nota  firmada  pbr  dichos  jefes  i  dirijida 
al  injeniero  don  T.  Elmore,  enviado  por  los  jefes  chilenos  (indudablemen- 
te por  el  señor  jeneral  Baquedano)  para  exijir  la  entrega  de  la  plaza. 

Ambas  afirmaciones  Bon  falsas^  completam^ite  falsas. 

Los  suscritos  asistieron  ai  consejo  de  guerra ^del  6  de  junio  i  a  todos  los 
que  antes  se  celebraron,  i  en  ningimo  de  ellos  sé  acordó  o  determinó  la 
rendición  de  la  plaza,  ni  en  ninguuo  de  ellos,  después  del  acuerdo  cqlebra^ 
do  el  28  de  mayo  en  que  se  resolvió  la  defensa,  se  propuso  o  discutió  tal  punto. 

Los  jefes  de  la  plaza  de  Arica,  entre  los  cuales  estuvieron  los  SQscrito«s 
no  han  firmado  nota,  ni  documento  oficial  alguno,  ofreciendo  rendirse,  di- 
rijido  al  señor  Elmore,  ni  al  señor  jeneral  Baquedano  o  al  señor  coronel  La- 
gos, jefes  a  quienes  era  mas  natural  dirigirse  para  tratar  de  un  asunto  de 
tan  grave  i  trascendental  .importancia,  i  no  al  señor  Elmore,  qae  niogpin 
carácter  oficial  investía  eu  el  ejército  chileno. 

Suponiendo  que  la  afirmación  anota  firmada  por  los  jefes  peruanos  de  la 
plaza  de  Aricáis  fuera  una  equivocación;  i  que,  en  efecto,  existiera  alguna 
nota,  para  ser  talo  tener  carácter  oficial,  era  menester  que  se  hubiera  fir- 
mado, por  lo  menos,  por  el  jefe  de  la  plaza  o  por  el  estado  mayor  de  ella, 
lo  cual  no  ha  sucedido  absolutamente. 

No  puede  esplicarse  la  existencia  de  la  nota  a  que  ha  dado  lectura  el 
honorable  senador  señor  Vicuña  Mackenna,  sino  suponiendo  que  ha  sido 
engañada  su  credulidad  i  esplotada  su  afición  a  documentos  inéditos  con 
algún  escrito  apócrifo  o  falsificado,  cuya  autenticidad  no  se  ha  tomado  el 
trabajo  de  averiguar  o  comprobar  escrupulosamente,  antes  de  llevar,  como 
verdadero,  al  seno  del  honorable  Senado,  donde  todo  debe  ser  verdad  i  cir- 
cunspección, i  al  conocimiento  de  la  prensa  i  del  país,  a  quienes  no  se 
debe  engañar,  un  documento,  cuya  falsedad  es  fácil  demostrar  hasta  \á 
•  evidencia. 

Existen  el  señor  jeneral  Baquedano  i  el  señor  coronel  Lagos;  i  puesto 
que  se  afirma  que  la  nota  en  que  los  jefes  peruanos  proponían  su  rendición 
llegó  a  las  8  P.  M.  del  dia  6  a  poder  del  jefe  chileno,  apelamos  al  testi- 
monio respetable  de  esos  mismos  señores  jefes,  cuya  palabra  autoriza  su 
elevada  posición  en  el  ejército  chileno,  para  que  digan  con  franqueza  si 
han  visto,  leido  o  recibido  tal  nota,  o  han   oido  decir  siquiera  que  existió. 

Fuera  de  esta  prueba,  a  que  nos  remitimos,  i  de  otras  que  nos  abstene- 
mos de  consignar,  ponqué  no  es  nuestro  ánimo  lastimar  en  lo  menor  la 
reputación  del  honorable  senador,  hai  un  argumento  concluyente,  que  var 
mos  a  esponer,  para  dar  término  a  nuestro  propósito. 


"  1167  — 

Se  hizo  a  ias  ocho  de  la  nojche  de)  6  da  junio  al  señor  jener^l  fiaqueda^ 
no  t)ot  los  jefes  de,lap,la'Aa  de' Arica  el  ofrecimiento  de  sm  reAdiqioD,  p  no 
se  hizo. 

Si  lo  primero,  aunque  el  plazo  se  hubiera  vencido  i  estuviera  prep^^r&do 
el  ataque,  éste  se  habría  suspendido,  porque  tal  es  la  leí  de  la  guerra,  no 
solo  en  ese  caso,  sino  en  el  mas  apremiante  aun  de  haberse  pri|icipiado  el 
ataque,  si  el  asediado  pone  bandera  de  rendición. 

El  ataque  se  hizo  a  las  5  de  la  mañana  del  7  de  junio,  luego  es  eviden- 
te que  no  hubo  tal  ofrecimiento  de  rendición.  Suponer  lo  contrario,  seria 
sentar  que  el  señor  jeneral  Baquedano  i  todos  los  señores  jefes  chilenos 
no  conocian  las  leyes  de  la  guerra,  lo  que  es  falso,  o  que,  conociéndolas» 
quisieron  sacrificar  estérilmente  la  sangre  de  los  suyos. 

Bajo  este  aspecto,  la  nota  aludida  envuelve  nna  acusación  disfroaada^ 
que  todos  rechazan  por  a6«wrí/a.— Somos  de  Uds.  SS.  SS.— M.  Vare(4A.<^ 
M.  O.  DBi.A  Torre.— San  Bernardo,  diciembre  13  de  1880. 


A  loB  editores  del  Ferrocarril: 

En  la  peí][Udña  batalla  (de  palabras)  que  hoi  me  libran  en  sus  columnas 
los  señores  Várela  i  La  Torre,  jefes  peruanos  prisioneros  en  Arica,  sé 
acusa  de  «falsa»,  «completamenate  falsa,»  «apócrifa»  i  hasta  de.  «falsifica- 
da» la  afirmación  que  el  que  suscribe  hizo  en  sa  puesto  de  senador,  de 
existir  en  su  poder  un*doguuento  auténtico  que  acreditaba  el  hecho  do 
haber  estado  dispuestos  a  rendirse  los  jefes  que  defendían  la  plaza  de  Ari- 
ca, aprovechando  la  última  intimación  que  les  fué  jenerosamente  hecha 
por  el  coronel  Lngos  por  medio  del  injeniero  peruano  don  Teodoro  Elmore, 
en  la  noche  del  6  de  junio,  que  precedió  al  asalto  i  a  la  captura  de  aquella 
fortaleza. 

Por  única  respuesta  a  esos  señores,  ruego  a  Uds.,  señores  editores,  den 
cabida  íntegramente  al  documento  adjunto  que  orijinalfué  entregado,  certi- 
ficado por  el  mismo  emisario  señor  Elmore  i  de  su  puño  i  letra,  al  valiente 
coronel  Lagos  i  que  este  jefe  remitió  al  estado  mayor  de  nuestro  ejérci- 
to, siéndome  en  seguida  enviado  desde  Tacna,  a  título  de  documento  his- 
tórico, como  millares  de  otros. 

Ese  documento  dice  asi; 

€Arica,  junio  6  de  1880. 

sy¿  P.  M. 

»Senor  Elmore: 

»Apreciamo3  debidamente  los  sentimientos  manifestados  por  UpL  a  nom- 
bre del  jefe  que  lo  ha  enviado. 

»Paede  üd.  regresar  i  decir  que  no  obstante  la  respuesta  dada  alparlamen- 
tario  oficial  señor  Saloo^  No  estamos  distantes  de  escuchar  las  proposi- 
ciones    DIGNAS    QUE    PUEDAN     HACERSE    OFICIALMENTE    LLENANDO  LAS 

pRESORiPcroNEs  DE  LA  GUP.RRA  I  DEL  HONOR  (sigue  una  rúbrica.) 

»El  injeniero  que  suscribe  certifica  que  el  documento  que  antecede 

PUá  KL  RESULTADO  DEL  CONSRJO  DE  GUERRA  qUC  tuVO  lugar  cl  6   CU  la  no- 

che  como  consecuencia  de  su  presencia  en  Arica,  enviado  por  el  señor  co- 
ronel Lagos  a  manifestar  las  CONVENIENCIAS  DE  LA  CAPITULA- 
CIÓN; documento  que  puso  en  manos  de  dicho  coronel  en  dicha  noche  al  volver 
a  ocupar  supuesto  de  prisionero  de  guerra^ — Buena  vista,  junio  7  de  1880.— 
(Firmado). — T.  Elmore». 

Ahora  me  permitirán  Uds.,  8eno.'*e3  editores,  agregar  una  sola  palabra. 
Acostumbrado  a  la  mas  absoluta  tolerancia  en  el  lenguaje  de  la  prensa. 


—  1168  — 

no  ten^^o  ineonvenidnte  en  tratar  con  lenidad  las  espresiones  ofensivas  i 
hasta  insolentes  de  los  ¡efes  peruanos  prisioneros  i  rendidos  en  Arica. 

No  me  caesla  ni  un  leve  esfuerzo,  respecto  de  hombres  desgraciados, 
huéspedes  mas  que  prisioneros  en  nuestro  país,  hacer  caso  omiso  de  esos 
insultos  en  mi  calidad  de  escritor  público. 

Pero  refiriéndose  el  comunicado  a  que  aludo  a  los  actos  i  declaraciones 
de  un  senador  de  la  república,  en  su  puesto  de  tal,  no  puedo  menos  de 
protestar  altamente  contra  el  lenguaje  descomedido  i  hasta  grosero  de  in- 
dividuos a  quienes  las  leyes  de  la  guerra  i,  mas  que  esto,  las  leyes  del  ho- 
nor, hacen  mudos  en  el  país  a  cuyo  amparo  viven. 

¿O  es  esto,  señores  editores,  un  nuevo  i  doloroso  síntoma  de  la  situación 
que  atravesamos? 

De  todas  suertes,  señores  editores,  termino  declarando  que  yo  no  acep- 
to como  trasunto  fiel  de  lo  que  tiene  lugar  en  el  Senado  sino  la  versión 
oficial  que  publica  el  Diario  OficicU^  i  por  lo  mismo  rechazo  toda  inter- 
pretación i  juego  de  palabras  publicado  en  otros  diarios  sobre  mis  decla- 
raciones i  discursos  en  el  Senado. 

A  lo  único  que,  conforme  a  mi  costumbre,  me  estenderé  en  este 
particular,  es  a  exhibir,  ante  los  ^ue  quieran  examinarlo,  el  docnmento 
auténtico  i  orijinal  cuya  copia  envío,  sin  escluir  de  ese  eximen  a  los  mis- 
mos jefes  prisioneros  a  quienes  contesto,  siempre  que  éstos  lleguen  a  mi 
puerta  con  la  moderación  i  cortesía  que  su  elevada  clase  militar  i  bq  ac- 
tual condición  les  aconsejan. 

Benjamín  Vicuña  Macksnna. 

Senador  por  Coquimbo. 

Santiago,  diciembre  15  de  1880. 
(Eéta  comunicación  quedó  ñn  respuesta,) 


IL 

parte  inédito  del  comandante  del  LAUTARO  DON  EULOJIO 
ROBLES  SOBRE  EL  COMBATE  DE  ARICA. 

BKJIMIENTO  LAUTARO. 

Arico,  junio  9  de  1880. 

Tengo  el  honor  de  dar  parte  a  U.  S.  del  reconocimiento  que  se  me  ordemó 

f practicar  con  el  Repimiento  el  dia  6  del   presente  i  del  asalto  i  toma  de 
os  fuertes  San  José,  2  de  mayo  i  Santa  Rosa  el  7  del  mismo. 

El  6  me  ordenó  U.  S.  que  con  el  primer  batallón  me  dirijiera  hasta  des- 
cubrir los  tres  fuertes  nombrados  que  existen  un  poco  al  norte  del  puerto 
de  Arica,  i  estudiase  el  terreno  i  lugar  convenientes  para  atacarlo  al  dia 
siguiente,  operación  que  practiqué  hasta  que  apercibido  el  enemigo  de  mi 
presencia,  empezó  a  hacerme  fuego  con  su  artillería  que  estaba  fuera  del 
alcance  de  mis  Comblain,  retirándome  al  campamento  de  Chacalluta  sin 
ninguna  novedad. 

A  las  9  P.  M.  de  este  mismo  dia  estuvo  U.  S.  en  mi  alojamiento  i  allí  me 
urdenó  que  a  las  cuatro  de  la  madrugada  emprendiese  la  marcha  sobre 
Arica,  atacase  i  tomara  los  fuertes  del  norte,  con  una  operación  simultá- 
nea con  el  2/  por  la  retaguardia,  ad virtiéndome  también  que  el  pueblo 
debia  serlo  por  el  Rejimiento  Buin  i  los  fuertes  del  alto  del  Morro  por  el 
3.*  i  4.*  de  Imea. 
Una  hora  antes  de  la  prefijada  por  U.  S.  me  puse  e&  movimiento  i  pasa- 


—  1169  — 

do  el  rio  Chacalluta  hice  dispersar  en  guerrillas  sucesivas  los  dos  batallo- 
nes tomando  el  1.^  por  los  bajos  del  valle  al  mando  del  Sárjenlo  Mayor 
don  Ramón  Carvallo  O.  i  yo  con  el  2.**  ta  parte  mas  alta  paru  atacar  la 
fuerza  de  infantería  que  se  sabia  pernoctaba  a  orillas  del  rio  Azapa  i  ata- 
car a  la  vez  por  la  espalda  los  fuertes  Santa  Rosa,  2  de  Mayo  i  San  José  i 
cortar  toda  retirada  al  enemigo  por  el  cajou  de  Azapa, 

A  las  6)^  fui  aMistado  por  los  fuertes  i  por  el  Monitor  Manco  Capac  que 
principiaron  a  di^arar  sobre  mi  tropa,  laqueeistaba  advertida  que  al  ver 
salir  humo  de  los  cañones  se  tendiesen  en  el  suelo  i  avanzaran  con  rapi- 
dez en  esta  posición  a  fin  de  no  ser  dañados  por  los  proyectilds  enemigos 
como  efectivamente  sucedió. 

El  Manco  nos  hizo  cuatro  disparos  con  su  mas  gruesa  arillería,  como  lo 
hubiera  ejecutada  para  echar  a  pique  a  un  formidable  blindado;  pero  no 
rompió  una  astilla  siquiera  del  blindaje  del  Lautaro. 

Los  fuertes  nos  lanzaron  sus  proyectiles  Vavasscur  do  a  300  i  los  Parroi 
de  a  150,  hicieron  estallar  sus  minas  de  dinamita  i  a  proporción  que  noa 
acercábamos  i  bailamos  la  infantería,  hicieron  volar  los  polvorines  2  de 
Mayo  i  Santa  Rosa.  Despucs  de  lo  cual  tomamos ,  posesión  de  los  fuertes. 

La  infantería  hizo  una  resistencia  tan  débil  que  unos  pocos  minutos. con 
el  fuego  de  dos  compañías^  fué  suñciente  para  dar  por  terminado,  el  CQpi- 
bate. 

El  campo  quedó  sembrado  de  muertos,  habiendo  hecho  mas  de  tres- 
cientos prisioneros  de  tropa,  aparte  algunos  jefes  i  oñciales,  recojiendo 
también  un  considerable  número  de  banderas. 

Por  nuestra  parte  tuve  el  sentimiento  de  perder  a  José  Diaz  i  Ramón 
Silva,  muertos,  i  heridos  a  José  Ignacio  Peña,  Alanuel  Córdova^  Jerardo  Re« 
yes,  Eleutcrio  Mcneses,  Domingo  Nuñez  i  Manuel  González,  los  ocho  son 
soldados  i  todos  fueron  heridos  a  bala  de  fusil.  ^ 

Me  hago  un  deber  de  recomendara  la  consideración  de  U.  S.  la  com,por-« 
tacion  i  buen  espíritu  de  que  estuvieron  animados  el  Sarjento  Mavor  (ion 
Ramón  Carvallo  O.,  todos  los  señores  oñciales,  clases  i  soldados  del.  regi- 
miento. 

Dios  guarde  a  U.  S. 

RdLCIIO  ROBtES. 

I  * 

Al  señor  Jefe  de  la  cuarta  División  coronel  don  Orosimbo  Baibosa^ 


IIL 

NÓMINA  DE    LOS  PUINCIPALKS  JEFES  1  OFICIALES    MUERTOS  EX  AlUCA. 

Coronel  Francisco  Bolognesi,  jefe  de  la  plaza. 
Coronel  José  Joanuin  Inclan,  comandante  jeneral  de  la  7.*  división. 
Coronel  Alfonso  Ugarte,  comandante  ieneral  de  la  S.*  división. 
Coronel  Juslo  Arias  Aragúez,  jefe  de  los  Granaderos  de  Tacna. 
Coronel  graduado  Mariano  G.  Bustamante,  jefe  de  detall  de  la  8.^  di,vi- 
8Íon. 
Capitán  de  navio  Juan  Guillermo  Moore,  jefe  de  las  baterías  del  Morro. 
Teniente  coronel  Ramón  A  Zavala,  iefo  del  batallón  Tarapacá. 
Id  Benigno  Cornejo,  segundo  jefe  del  mismo. 
Id  Francisco  Cornejo,  jefe  del  batallón  Piérola. 
Id  RicardoO'Donavan,  iefe  de  detall  de  la  7.*  división. 
Sariento  mayor  Armando  Blondcl,  tercer  jefe  de  Artesanos. 
Id  Isidoro  Saiazar,  segundo  jefe  del  batallón  Iquique. 
Capitán  Jote  Chocano,  del  batallón  Tarapacá. 
Id  Cloto  Martínez,  del  Morro. 

UIST.   DE  LA  O.  T.  I  A.  147 


—  1170  — 

Id  Adolfo  Kindt,  d«l  id. 
Id  Benigno  Campo,  del  Iquique. 
Subteniente  Eleodoro  Cebaüos,  del  Tarapacá. 
.Id  Aníbal  Chavez,  del  id 
Teniente  Helmes,  del  id. 
Subteniente  Alejandro  Uorfort,  del  id. 
Teniente  Simen  Grados,  del  id. 
Subteniente  Ranzón  Oaorio,  del  id. 


IV. 

KMLACION   DS  L06    PEISIONBROS    PERUANOS  IIECIfOS    XN  LA  TOMA  DB  ARICA 

EL  7    DE  JCNIO    DE  1880. 

Medardo  Cornejo,  teniente  coronel  jefe  'de  la  batería  del  Este. 

Francisco  Gbocano,  id  id  graduado  del  batallón  Artesanos. 

Juan  P.  AiUon,  id  id  graduado  2.*  id  de  las  baterías  del  Norte. 

Manuel  C.  do  lá  Torre,  id  id  jefe  do  detall  dé  la  Plaza. 

Roque  Saenz  Peña,  id  id  primer  jefe  del  batallón  Iquiquc. 

Eduardo  Raigada,  capitán  de  fragata  i  capitán  de  puerto, 

Jerdhirao  Salamanca,  sarjen to  mayor  graduado,  tercer  jefe  del  batallón 
Tafapac&. 

Lorenzo  Infantas,  id  id  tercer  iefe  del  batallón  Iquique. 

Manuel  M.  Zevallos,  id  id  graduado,  cuarto  jefe  del  batallón  Iquique, 

José  Pozo,  id  id  graduado  ayudante  de  la  comandancia  jeneral,  3/  divi- 
sión. 

Augusto  Soto^  id  id  graduado,  baterías  del  Norte. 

Rubén  Rivas,  id  id  graduado,  batallón  Artesanos  de  Tacna. 

"H.  García  Goitisolo,  id  id  graduado,  baterías  del  Norte. 

José  María  Prado,  id  id  Maestranza. 

Manuel  1  Espinosa,  capitán  de  corbeta  2.*  jefe  de  las  baterías  del  Mono. 

Claudio  Estrada,  sariento  mayor,  contralor  del  hospital. 

Miguel  Barrios,  id  id  graduado,  ayudante  del  estado  mayor. 

Ignacio  del  Gastólo,  capitán  del  batallón  Artesanos  de  Tacna. 

Daniel  Nieto,  id  dé  las  baterías  del  Morro. 

Felipe  J.  Rospiglosi,  id  id  id  del  Este. 

Olegario  Julio  liospiglosi,  id  del  batallón  Artesanos  de  Tacna. 

Víctor  B.  Ocampo,  id  del  batallón  Iquique. 

José  Chacón,  id  del  batallón  Tarapacá. 

Juan  García  i  Zegarra,  id  de  las  baterías  del  Morro. 

Ricardo  Pimenteí,  id  id  Morro. 

Ricardo  Iturbe,  capitán  graduado,  ayudante  del  jefe  de  la  Plaza. 

José  Morales  Aillon,  id  id  b&tallon  Artesanos  de  Tacna. 

Evaristo  Candióte,  capitán  id  batallón  Tarapacá 

Antonio  Lobats,  id  id  Tarapacá. 

David  Eizaguirre. 

Manuel  Vargas,  id  Iquique. 

Teodoro  RcboUat,  id  id  Iquique. 

Federico  Flores  Elena,  id  graduado  id  Iquique. 

Guillermo  Bello,  id  id  Iqnique. 

Manuel  Lira,  id  id  Granaderos  de  Tacna. 

Manuel  Marías,  id  id  baterías  del  Norte. 

Luiís  Benavides,  id.  graduado  ayudante  de  la  7.*^  división. 

Evaristo  Peñaranda,  id.  id.  batallón  Tarapacá. 

benigno  Vargas,  id.  id.  Tarapacá. 


—  1171  — 

Exeqaiel  Vela,  id.jefatarade  la  plaza. 

Enrique  Valdes,  id  jefatura  de  la  piava. 

Trinidad  Olarte,  id.  id.  Tarapacá. 

Manuel  Revelo,  id.  graduado,  batallón  Piérola. 

Joan  Cáeeres,  id.  id.  Artesanos. 

Jerman  Paz,  (capitán  de  corbeta)  jefe  del  Parque» 

Luis  E.  Gon7X)llen,  teniente,  baterías  del  Norte. 

Mariano  Salcedo,  id;  id.  del  Norte. 

Andrés  Medina,  id.  id.  del  Norte. 

Juan  de  Dios  Soto,  id.  batallón  Artesanos  do  Tacna: 

Benigno  Velasco,  id.  id.  Artesanos  de  Tacna. 

Manuel  A.  Cortavitarte.  id.  id.  Artesanos  de  Tacna. 

Francisco  Seguin,  id,  baterías  del  Norte. 

Idanuel  Hivadeneira,  id.  id  del  Norte. 

Enrique  Cuadro,  id.  id.  del  Norte. 

Manuel  Emilio  Barredo,  id.  batallón  Granaderos  de  Tacna. 

Ayelino  León,  id.  Iquipae. 

Manuel  E.  Márquez,  teniente  del  batallón  Iquique. 

Ernesto  Aduvire,  id.  id.  Iquique. 

Manuel  Aduvire,  id.  id.  Iquique. 

Mariano  Méndez,  id.  del  parque. 

Anselmo  Barreda,  id.  del  batallón  Piérola. 

Guillermo  Gamboni,  id.  baterías  del  Morro.  .t 

Pedro  Portillo,  id.  id.  Morro.  i' 

Manui»!  A.  Diaz,  id.  id.  Morro.  ^ 

Manuel  J.  Romero,  id.  id.  Morro.  ' 

Lorenzo  del  Carpió,  id.  id.  Morro. 

Toribio  Trellos,  id.  id.  Morro. 

Juan  W.  Prieto,  id  id.  Morro. 

Manuel  Gómez,  teniente  2.*  graduado  id.  Morro.  / 

Aquilino  Soto,  teniente  del  batallón  Iquique. 

Osear  Navarro,  id  id.  Tarapacá. 

Marcos  Gomes,  id  id.  Tarapacá.  ^ 

Manuel  Llosa  i  Abril,  id  id.  Tarapacá.  / 

José  P.  Valdivia,  id.  jefatura  de  la  plaza. 

Manuel  Acevedo,  id  batallón  Artesanos  de  Ta| 

Francisco  de  P.  Ramírez,  id.  baterías  del 

José  Eseobar,  id.  batallón  Artesanos  de 

Ricardo  Salazar,  subteniente  del  batalU 

Emilio  Robers,  id  id.  Iquique. 

Agusto  Smit,  id  id.  Ic|uiaue. 

Manuel  Ramírez,  id  id.  Iquique. 

Juan  Maldonado,  id  id.  Iquique. 

Cipriano  Pinto,  id  id.  Iquique. 

Manuel  Lagos,  id  id.  Iquique. 

Jerman  Cevallos,  id  id.  lqni( 

Federico  Flor,  id  id.  Iquiqu^  j    ¡^  j^,  m^^,. 

Gavino  Molina,  subtenienf; 

Manuel  A.  del  Po/a  id  jT?'"*'^^;  ^^^ 

Manuel  A.  PortocarreaC^  '^-  ^^^''^• 

Ruperto  Ordenes,  ídif^^^J^ 

Jenaro  Aumente,  i|r^*. j  ^^j  Át^„^ 

Emilio  Britos  Alj/^. 'f /vL'!"*- 

.luán  Francisco>«'V^,  "'••."f/'Lrfn 

Baldomcro  Pa/Td/i^'*^  '**  '*•  ^°''*'- 

Samuel  Casi/'l  '<!•  ^'"^'<'- 


/ 

/ 

/ 

/ 


—  1172  — 

.losé  Laguna,  id  id.  Norte. 

!Manuel  Belaundi,  batallón  Artesanos  de  Taena. 

Domingo  Martinez,  id.  Tarapacá. 

Cristian  Hencke,  id.  Tarapacá. 

Cesar  A.  Montalvan,  id.  Tarapacá. 

Gaspar  Loa^rza,  id.  Tarapacá. 

Luis  Cosió,  id.  Tarapacá. 

Tropa. 

En  número  de  600  hombres,  inclusive  la  marinería  del  monitor  Maneo 
Capac, 

RELACIÓN    DB   LOS  SEÑORES  JEFK8  I  OFICIALES  DBL  MONITOR  «MAlfOO 

CAPAC»  TOMADOS    PRISIONEROS. 

Primer  comandante,  capitán  de  fragata  José  Sánchez  Lagomaraino. 
tSegundo  comandante,  capitán  de  corbeta  Rómulo  Q.  Ti2on. 
Teniente  1.*  graduado  Bernardo  Smith. 
Id.        !.•    José  Pizarro. 
Id.        2.*    Juan  E.  Taboada. 
Id.        2.*    graduado  Bulojio  S.  Saldías. 
Id.        2/        id.    Nicanor  Aain. 
Alférez  de  fragata  Ramón  E.  Bueno, 
obteniente  de  infantería,  batallón  Callao  número,  3  Daniel  Duran. 
Tdia  marina:  Carlos  A.  Leguia. 
1«.  id.        Carlos  Barandiaran. 

Id.        id.        Luis  A.  Arce. 
Id.        i^'        Felipe  Q.  Alcorta. 
Id.         id.        Juan  H.  Mulgrero. 
Primer  ma^-        Francisco  B.  i  \idaurre. 
ista,  Tomas  Colquhow. 


V. 

RELACIÓN  DB  LOS  PRINO. 


LES  TRAPEOS  DE  GUERRA  TOMADOS    EN   ARICA 
\    LOS   PERUANOS. 


Cañones . 
Un   Vavassdur  do  a  ív»  ... 
Dos    Parrot     de  a  10(>"^^^* 
Dos      id.  de  a    30      * 

Siete  Voruz       de  a  100      * 
Uno  do  bronce  de  a     12       '» 

Siote  cañones  rotos  por  medio  de  la  dinai^. 


Mas  de  mil  quinientas  balas  i  irranadas  Dar?" 
Mil  dopcientos  fusiles  de  diversos  sistemas,  o^  «anones 
nes  do  municiones.  Ademas  una  cantidad  considoVn*  '•"P^?''»*?,"'»*'"?'*- 
pólvora,  herramientas  i  útiles  parad  servicio  de  ¿M*?""^**^  «""^ 
Han  caído  también  en  nmiar  nita^t-r,  ......i...  ■ ^•.loeries. 


caido  también  en  poder  nuestro  muchai  banal"!!,  -^'i  , 

uaries.  El  del  2/  do  línearquitado  por  el  enemigo  cnV" '  "Y'T  •"/'""" 
cuperado.  gracias  a  las  ind^aciones  hechas  póroflcia!;3^^tj]'rc?t'f  "^ 


dartes 


'      t 


HISTORIA  DE  LA  CAMPAÑA 

V 

DE  TACNA  I  ARICA 


•\*VMV/- 


r.vis. 

AüVERTBXCIA 7 

CAPÍTULO  PRIMERO.— El  camiwmento  de  Dibujo 9 

CAP.  II. — La  retirada  de  lo8  peruanos  a  Camina *24 

CAP.  III.— La  persecución  por  loa  chiknos 49 

CAP.  IV.— La  fuga  del  presidente  Piido 71 

CAP.  V.—Piérola  dictador 104 

CAP.  VI.— La  caida  de  Daza 130 

CAP.  VII. — La8  espediciones  del  desierto  .                   168 

CAP.  VIH.— El  Lautaro  en  Moquegua 216 

CAP.  IX. — Las  segundas  vacaciones  de  la  guerra 260 

CAP.  X.— De  Pisagua  a  lio .' 303 

CAP.  XI.— En  el  mar 337 

CAP.  XII.— Los  chilenos  en  Moliendo 399 

CAP.  XII  r. — El  jeneral  Baquedano  en  el  a  Alto  de  Condei»  ....  453 

CAP.  XIV.— El  combate  de  «Los  Ánjeles)^ 449 

CAP.  XV. — La  sorpresa  de  Locumba 657 

CAP.  XVI. — Los  pajonales  de  Sama 580 

CAP.  XVII. —La  marcha  ]K>r  el  desiento 616 

CAP.  XVIII.     El  primer  ejército  del  sur 666 

CAP.  XIX.— Piérola  i  Montero '.....,  G84 


ÍNDICE  .  ' 

CAPÍTULO  XX.— La  «Union»  en  Arica 705 

CAP. 'XXI— Los  Bustos  de  Arica ^   *    ...    732 

CAP.  XXn.—£l  pro-cónsol  Solar  en  Arica 756 

CAP.  XXm. — Campero  en  la  presidenoia  de  Bolivia  ......    787 

CAP.  iXIV.— En  el  campo  de  la  Alianaa  .    .    ^ '.     .    .    Bl9 

CAP.  XXV.— Las  Yaras  .    .    \ r 870 

CAP.  XX Y  L — Batalla  de  Tacna.  La  víspera  i  la  sorpresa 893 

CAP.  XXYIL— Batalla  de  Tacna.  El  duelo  de  los  oaákmes    ....    930 
CAP.  XX Yin.— Batalla  de  Tacna.  El  asalto  del  campo  de  la  Alianza    965 

CAP.  XXIX.— Batalla  de  Tacniu  La  victoria 1008 

CAP.  XXX. — La  batalla  del  campo  de  la  AÜansa  bajo  el  ponto  de 

vista  militar 1047 

CAP.  XXXl.— Los  canipameiítos  de  Cbacállvta  i  ds  Azapa ....  1093 
CAP.  XXXIL— El  asalto  de  Arica .  1128 


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