Google
This is a digital copy of a book that was prcscrvod for gcncrations on library shclvcs bcforc it was carcfully scannod by Google as pan of a projcct
to make the world's books discoverablc onlinc.
It has survived long enough for the copyright to expire and the book to enter the public domain. A public domain book is one that was never subject
to copyright or whose legal copyright term has expired. Whether a book is in the public domain may vary country to country. Public domain books
are our gateways to the past, representing a wealth of history, culture and knowledge that's often difficult to discover.
Marks, notations and other maiginalia present in the original volume will appear in this file - a reminder of this book's long journcy from the
publisher to a library and finally to you.
Usage guidelines
Google is proud to partner with libraries to digitize public domain materials and make them widely accessible. Public domain books belong to the
public and we are merely their custodians. Nevertheless, this work is expensive, so in order to keep providing this resource, we have taken steps to
prcvcnt abuse by commcrcial parties, including placing technical restrictions on automatcd qucrying.
We also ask that you:
+ Make non-commercial use of the files We designed Google Book Search for use by individuáis, and we request that you use these files for
personal, non-commercial purposes.
+ Refrainfivm automated querying Do nol send aulomated queries of any sort to Google's system: If you are conducting research on machine
translation, optical character recognition or other áreas where access to a laige amount of text is helpful, picase contact us. We encouragc the
use of public domain materials for these purposes and may be able to help.
+ A/íJí/iííJí/i íJíírí&Hííon The Google "watermark" you see on each file is essential for informingpcoplcabout this projcct andhclping them find
additional materials through Google Book Search. Please do not remove it.
+ Keep it legal Whatever your use, remember that you are lesponsible for ensuring that what you are doing is legal. Do not assume that just
because we believe a book is in the public domain for users in the United States, that the work is also in the public domain for users in other
countries. Whether a book is still in copyright varies from country to country, and we can'l offer guidance on whether any speciflc use of
any speciflc book is allowed. Please do not assume that a book's appearance in Google Book Search means it can be used in any manner
anywhere in the world. Copyright infringement liabili^ can be quite seveie.
About Google Book Search
Google's mission is to organizc the world's information and to make it univcrsally accessible and uscful. Google Book Search hclps rcadcrs
discover the world's books while helping authors and publishers reach new audiences. You can search through the full icxi of this book on the web
atjhttp : //books . google . com/|
Google
Acerca de este libro
Esta es una copia digital de un libro que, durante generaciones, se ha conservado en las estanterías de una biblioteca, hasta que Google ha decidido
cscancarlo como parte de un proyecto que pretende que sea posible descubrir en línea libros de todo el mundo.
Ha sobrevivido tantos años como para que los derechos de autor hayan expirado y el libro pase a ser de dominio público. El que un libro sea de
dominio público significa que nunca ha estado protegido por derechos de autor, o bien que el período legal de estos derechos ya ha expirado. Es
posible que una misma obra sea de dominio público en unos países y, sin embaigo, no lo sea en otros. Los libros de dominio público son nuestras
puertas hacia el pasado, suponen un patrimonio histórico, cultural y de conocimientos que, a menudo, resulta difícil de descubrir
Todas las anotaciones, marcas y otras señales en los márgenes que estén presentes en el volumen original aparecerán también en este archivo como
tesdmonio del laigo viaje que el libro ha recorrido desde el editor hasta la biblioteca y, finalmente, hasta usted.
Normas de uso
Google se enorgullece de poder colaborar con distintas bibliotecas para digitalizar los materiales de dominio público a fin de hacerlos accesibles
a todo el mundo. Los libros de dominio público son patrimonio de todos, nosotros somos sus humildes guardianes. No obstante, se trata de un
trabajo caro. Por este motivo, y para poder ofrecer este recurso, hemos tomado medidas para evitar que se produzca un abuso por parte de terceros
con fines comerciales, y hemos incluido restricciones técnicas sobre las solicitudes automatizadas.
Asimismo, le pedimos que:
+ Haga un uso exclusivamente no comercial de estos archivos Hemos diseñado la Búsqueda de libros de Google para el uso de particulares;
como tal, le pedimos que utilice estos archivos con fines personales, y no comerciales.
+ No envíe solicitudes automatizadas Por favor, no envíe solicitudes automatizadas de ningún tipo al sistema de Google. Si está llevando a
cabo una investigación sobre traducción automática, reconocimiento óptico de caracteres u otros campos para los que resulte útil disfrutar
de acceso a una gran cantidad de texto, por favor, envíenos un mensaje. Fomentamos el uso de materiales de dominio público con estos
propósitos y seguro que podremos ayudarle.
+ Conserve la atribución La filigrana de Google que verá en todos los archivos es fundamental para informar a los usuarios sobre este proyecto
y ayudarles a encontrar materiales adicionales en la Búsqueda de libros de Google. Por favor, no la elimine.
+ Manténgase siempre dentro de la legalidad Sea cual sea el uso que haga de estos materiales, recuerde que es responsable de asegurarse de
que todo lo que hace es legal. No dé por sentado que, por el hecho de que una obra se considere de dominio público para los usuarios de
los Estados Unidos, lo será también para los usuarios de otros países. La l^islación sobre derechos de autor varía de un país a otro, y no
podemos facilitar información sobre si está permitido un uso específico de algún libro. Por favor, no suponga que la aparición de un libro en
nuestro programa significa que se puede utilizar de igual manera en todo el mundo. La responsabilidad ante la infracción de los derechos de
autor puede ser muy grave.
Acerca de la Búsqueda de libros de Google
El objetivo de Google consiste en organizar información procedente de todo el mundo y hacerla accesible y útil de forma universal. El programa de
Búsqueda de libros de Google ayuda a los lectores a descubrir los libros de todo el mundo a la vez que ayuda a autores y editores a llegar a nuevas
audiencias. Podrá realizar búsquedas en el texto completo de este libro en la web, en la página|http://books .google .comí
V. i
A
i
i.
%
<
■ii
• il
■ V
-:
i I
?
¡¿'W^j
#:
HISTORIA
DB LA
CAMPANA DE TACNA Y ARICA
1879-1880
DON ANÍBAL PINTO
o
HISTORIA
DE LA
1879-1880
POR
k VICUÑA MACKENNA
í4«Qh
ILUSTRADA CON VISTAS, RETRATOS, ETC.
SEaUNDA EDICIÓN
SANTIAGO DE CHILE
RAFAEL JOVER, EDITOR
OAIiLE DB LA BAKDB&A» NÚX. 73
t
1 Jiii r^ipoi 1
^ 1; .
E8 propiedad del editor
IM?. CERVANTES, BANDERA, 73
DEDICATORIA
gQL"Z3^
A los bravos i magnánimos jefes, oficiales, soldados
1 marinos, que ofrecieron a Chile en holocausto sus
nobles vidas en los combates de tierra i de mar que
' estas pajinas de admiración, de justicia i de gratitud
conmemoran, dedícalas el autor como el intimo, pro-
fundo 1 cariñoso homenaje de su alma de chileno i de
8u misión de escritor.
B. Vicuña Mackenna
Santiago, mayo I."" de 1881.
ADVERTENCIA
Annqne la presente obra relativa a las gloriosas campaflas
'qne el ejército de Chile llevó a cabo en los departamentos del
Sor del Perú| desde Pisagua a Moqaehna i desde Tacna a Arica,
pnede considerarse como nn libro separado i completo en el pe«
ríodo qne abraza, forma sin embargo parte integrante de la se-
rie de narraciones históricas qne el antor ha emprendido para
consignar los grandes hechos de la gnerra sostenida por Chile
4X>ntra las repúblicas aliadas del Perú i Bolivia darante los tres
aftoB de 1879, 80 i 8L
La mitad i la parte minuciosa i documentada de la gnerra
ha sido entregada ya al público en dos volúmenes titula-
dos Histeria de la Campaña de Tarapacd qne comprenden los
prolijos oríjenes de la gnerra i sn lento desarrollo hasta la crnel
pero memorable batalla qne el 27 de noviembre de 1879 dio por
resultado la ocnpadon total del departamento de Tarapacá por
los chilenos, i al propio tiempo cierra el primer ciclo i la prime-
ra faz de la gnerra.
Es dable hoi por consigaiente entrar mas de lleno en el drama
de las campaflas; i el historiador, en virtad de so tarea previa e
improba ya cnmplida, se halla en mejor aptitud de prescindir
con cierta libertad de la documentación para penetrar de lleno
en el terreno palpitante de los acontecimientos militares i de las
mas vivas peripecias de la gran contienda nacional.
y
— 8 —
En este sentido la historia recordada de la campaña de Tara-^
paca en 1879 pnede considerarse como la introducción indispen-
sable de esta serie de libros, que terminará en el volAmen con-
sagrado a la inmortal i rápida empresa qae^condajo victoriosaa^
las banderas de Chile hasta las gradas de la catedral de Lima i
el pórtico de sn palacio vice-real.
El editor se lisonjea, por consigaíente, con la jastificada espe--
Tanza de qne los dos volúmenes qne desde hoi comienza a en-
tregar al público, serán acojidas por éste con la misma benevo-
lencia qne los dos primeros, cuya edición se agotó por completo*
aun antes de estar repartidas i puestas en venta las últimas en-
tregas.
I por efate llano camino, los qne aman la gloria de su patria^
i los qne de alguna manera hayan tomado parte en sus nobles
empresas recientemente consumadas, tendrán siempre a la ma<^
no una compilación tan imparcial como verídica de los grande»
hechos de que la América i el mundo han sido testigos.
En todo caso la historia cabal de las campañas de Chile en el
Perú no tendrá mas estension que los cuatro volúmenes ya re-
cordados.
El Editor
Santiago, mayo 1.^ de 188 L
CAPITULO I
EL CAMPAMENTO DE DIBUJO
Ausencia del jeneral en jefe i del ministro de la guerra en campaña, du-
rante la eepedicion a Tarapacá. — El jeneral Baqnedano toma el mando
del ejército, i notable actiyidad que desplega al tener noticia del Qonflic»
to.— £1 teniente Besoain es el primero en traer la nueva del combate.
— ^Marcha del ejército a Dibujo. — El jeneral Baquedano encuentra al
comandante Yergara i conferencia con el cemano&nte Arteaga. — Llega
el comandante Telazquez al campamento de Dibujo. — ^Medidas que se
toman para ayeriguar el paradero del enemigo — ^El capitán Latham se
adelanta con ocho Cazadores i regresa sin noticias positiyas. — Se con-
centra toda la caballería en Dibujo. — ^Esploracion sobre Tarapacá en-
comendada al comandante Ürriola. — ^Los heridos peruanos i chilenos en
U ambulancia de Tarapacá. — Horrible aspecto de la quebrada — Los ca-
dáveres de loe oficiales del Chacabuco. — Consternación en los ánimos.
— Paso impmie de un convoi de ganado para Arica. — El AmcusowM en
Iqnique.-»Yiaje a Pisagna del ministro de la guerra i del jeneral en jefe.
— ^Establece éste su cuartel jeneral en la oficina Beamés i ordena la
persecución del enemigo por la caballería.
I.
En el libro histórico que sirve de amplia i na*
tnral introducción al que en esta portada comien-
za^ dejábamos terminada, a la caída de la tarde del
dia"27 de novienbrc de 1879 ^dia nefasto) la in-
decisa batalla de Tarapacá, ocurrida en la que-
HIST. DE LA C. DE T. I A« 2
— 10 —
brada de ese nombre i que fue tan cruel como es-
téril para ambos combatientes, chilenos i peruanos,
fruto solo de un heroico pero culpable atolondra
miento. (1)
II.
Ausentes en esos momentos, mas por la nove-
dad de la captura del puerto de Iquique que por
exijirlo el desarrollo de la campaña, el ministro
de la guerra don Bafael Sotomayor i el jeneral
en jefe don Erasmo Escala, habia quedado provi-
sionalmente el mando del campo de Dolores al
jeneral de caballería don Manuel Baquedano, que
tan humildes como patrióticos puestos desempe*
ñara desde que comenzó la guerra, fuera en An-
tofagasta al cargo de la provisión de la caballería
en el desierto, fuera en Pisagua donde tuvo a su
ciiidado personal i asiduo las máquinas de resacar
agua para proveer a la salud del ejército.
IIL
Hallábase el jeneral interino en la oficina de
Anjela, situada en el grupo de Santa Catalina i
el BearnéSy algo mas de una legua al sur del dis-
(1) HisTOBiA DB LA CampaRa db Tabapaoí, tomo 2.\
Por-
quel
o de
que
des-
íede
bre-
con-
mas
odu-
lano
rida
iban
o en
esta
roDa
abia
am-
don
da a
— 12 —
los primeros tiros, logró reunir toda su enerjía pa-
ra galopar a través de la pampa, conduciendo su
caballo por el diestro un cabo de su batería lla-
mado Eeyes.
El teniente Besoain había llegado a Dolores a.
las 4 de la tarde, i poco después confirmó su»
aprehensiones de un desastre el alférez Or tuzar
que pertenecía a la columna Santa Cruz, deshecha,
en las primeras horas de la mañana.
V.
Alarmados con aquellos anuncios, los ayudan-
tes del Estado Mayor comenzaron a poner las
tropas sobres las armas, de suerte que al venir el
jeneral al campamento, fué fácil a éste emprender
con tanta resolución como celeridad un movi-
miento de avance hacia la estación llamada de
Dibujo, situada cuatro o cinco leguas, marchando
por los rieles, hacia el sudeste de Dolores.
En consecuencia, el ejército, perfectamente
amunicionado i con víveres para dos dias en sug
morrales, se ponía en marcha hacia aquel punto
cuando los últimos destellos del crepúsculo em-
palidecían la vasta i solitaria llanura.
El Batallón Búlnes rompía la marcha, i en se-
guida desfilaban por el flanco, silenciosos pero en
perfecto orden militar, los rejimientos Buin, S."" i
4."" de línea, los batallones Naval i Valparaíso i
léa-
los
los
ico,
sa-
:ral
de
de-
del
Es-
!he
día
al
ua
!ha
[u!,
■el
cá,
ite
jre
ipa
— 14 —
VII
Instalada la división en Dibujo como mejor era
posible en el desamparo i la premura, el jeneral
Baquedano tomó con serenidad todas las medidas
que la situación requería a fin de recojer los dis-
persos, curar los heridos i esplorar el campo hacia
el Oriente, en cuya dirección estuvieron llegando
toda la noche del 27 i durante la mañana del 28
grupos de rezagados i de herídos, pero sin soltar
sus armas.
Por fortuna aquella misma noche se presentaron
en Dibujo los cirujanos AUende^Padin i Puelma-
Tupper que prestaron oportunos servicios a tanto
valeroso estropeado por el plomo enemigo, el
cansancio de las marchas i la imprevisión ajena.
VIH.
A fin de tomar lenguas de lo que pasaba en la
quebrada i mientras venia por opuestos rumbos
la dispersa caballería chilena, el jeneral en jefe
despachó en la tarde del dia 28 una descubierta
de ocho Cazadores al mando del activo capitán
voluntario don Marcos Latham.
Mas como esta fuerza regresara en la mañana
del dia 29 sin haber adquirido noticias exactas
sobre la verdadera situación del enemigo, cuyo
— 15 —
grueso suponíase a esas horas atrincherado en el
pueblo de Tarapacá, organizóse esa misma tarde
una columna formal de esploracion. Era esta
compuesta de 50 Granaderos a caballo^ de varios
oficiales que iban a buscar sus deudos muertos i
heridos, del médico mayor del ejército don José
Domingo Gutiérrez i de diversos voluntarios atraí-
dos por la novedad o la aflicción. Tomó el man-
do de esta partida el comandante del batallen
Naval don Martiniano Urriola, cuyo hijo primo -
jénito había perecido en la fatal batalla* Iban con
él en esta peregrinación del alma, el capitán
Arrate, hijo político del bravo e inmolado jefe del
2."* de línea, don Eleuterio Eamirez, el capitán
Lira Errázuriz, el alférez Luis Sarratea i otros
oficiales que contaban deudos o amigos en el
campo del martirio.
IX.
Acompañaba asimismo al comandante Urriola
el capitán Fuentes, jefe de la artillería tan dolo-
rosamente perdida en la refriega de la ante-vís-
pera, pero que confiadamente se esperaba reco^'
brar. El comandante Velazquez, jefe superior de
aquella arma habíase incorporado también a esas
horas al cuartel jeneral.
Hallábase este distinguido oficial en Pisagua
enfermo i recobrándose a bordo del Itata; mas al
— 16 —
primer vago rumor telegráfico de un contraste
sufrido por nuestras armas, solicitó un caballo i
galopando toda la noche llegaba al campo de
Dibujo a las 10 de la mañana del dia 28. A esas
horas el jeneral Baquedano reposaba su velada
a la sombra de una desvencijada estera echada
sobre un muro, i al darse cuenta de la caballero-
sa conducta de aquel pundonoroso jefe, tendióle
con efusión la mano, sellándose así en aquel sitio
la cordial amistad que conduciria a ambos mas
tarde, unidos en la responsabilidad i en los altos
puestos, a la gloriosa victoria cuyo relato pondrá
fin al presente volumen, coronando las cimas de
Tacna.
X.
Cuando el comandante Urriola desfilaba con
su pequeña columna por la pampa del Tamaru-
gal con rumbo hacia el oriente, una densa polva-
reda que avanzaba rápidamente por el sur le hizo
detener el paso en guarda de algún inesperado
peligro. Eran los cazadores a caballo que llega-
ban de Peñablanca, despachados desde Iquique
en auxilio de la división de Tarapacá cuando supo
allí el coronel Sotomayor su riesgo i su aisla-
miento. Los Granaderos hablan entrado a su tur-
no a Dibujo en la mañana del 28 en número de
180. Agregados a éstos 380 Cazadores que ingre-
— 17 —
saroD aquel campo el dia 30 de noviembre, te-
nia el jeneral Baquedano ana bonita división de
cerca de seiscientos hombres de so arma favorita
i en aqael momento la mas necesitada.
XI,
La escursion del comandante Urriola a la que-
brada de Tarapacá fué mas melancólica que fruc-
tuosa. Era aquel sitio un horrible cementerio
poblado todavía, a esas horas, de tenues j émidos
que salian de enormes piras de cadáveres. El so-
corro de los moribundos era ya tardío, pero entre
otros recojióse a un soldado que yacia al sol des-
de hacia tres dias i vivió mas tarde para vengar
su íenta a<i;onía. Llamábase este animoso soldado
de la Artillería de Marina, Facundo López, i ha-
bia sido uno de los afortunados descubridores de
Caracoles, donde como minero ganó una fortuna
que perdió en seguida como milite.
La inspección de los cadáveres sembrados en el
campo fué para los conmovidos esploradores un
espectáculo de profundo horror. «Al primero que
encontramos, escribía en una carta el alentado
oficial del Chacabuco, don Luis Sarratea, que ha-
bla ido en demanda de sus compañeros de cuerpo,
fué al inolvidable Pedro ürriola. Lágrimas roda-
ron por mis mejillas al contemplar el triste pero
glorioso fin de mi buen amigo; la herida que re-
HT8T, DE LA C. DE T. I A. 3
— 18 —
cibiera el dia de la batalla habla sido en una
pierna: pero ahora ¡qué diferencia! Tenia, ademas,
un balazo en el peeho, un bayonetazo eo el ojo
izquierdo i dos en la cabeza, fuera de varios otros
en distintas partes del cuerpo.
<tA corta distancia hallamos el cadáver de Jor-
je Cuevas. Tenia solo la herida que le habia oca-
sionado la muerte casi instantánea, i que recibie-
ra en el corazón.
«Cerca de Jorje estaba el cuerpo del pobre
Martin Frias que, como todos esos denodados ni-
ños, portóse valerosamente, vendiendo cara su
vida, batiéndose como sabe hacerlo un oficial chi-
leno, mejor dicho, como lo hace todo chileno, sin
contar al enemigo i pensando solo en la honra i
lustre de su bandera.
«El cuerpo del arrojado mayor Valdivieso, creo
haberlo reconocido en un tronco calcinado por el
fuego que nuestros bárbaros enemigos aplicaron
a los que, cayendo heridos durante^ la acción, no
pudieron reunirse con sus compañeros.
«Después de recorrer el campo, anadia el ani-
moso sepulturero, bajamos al pueblo. Al entrar a
éste encontramos treinta cuerpos carbonizados i
otros medio quemados. ¡Horrorli»
XII.
La venganza de los vencidos de San Francisco
— 19 —
gobre los que ya no podian defenderse habia sido
verdaderamente atroz. dSe hubiera dicho, escla-
maba en una carta íntima el coronel Urriola al
contemplar el cadáver despedazado de su noble
hijo, que nos habiamos batido no con hombres
sino con fieras. ]>
XIIL
Entretanto, adquirióse por los espl oradores la
certidumbre plena de que los peruanos hablan
desocupado el pueblo i la quebrada en indecible
confusión durante la noche del combate, abando-
nando armas, provisiones i sus propios heridos,
sin poder arrastrar siquiera los cañones conquis*
tados en la mañana en la ladera i que constituían,
junto con un puñado de soldados de diversos
cuerpos, su único trofeo. Sus heridos, amontona-
dos en una pobre ambulancia, alcanzaban a 165,
i entre cuarenta oficiales, encontrábase el va-
liente coronel Ríos, jefe de la 5.* división, que
falleció pocos dias mas tarde (el 12 de diciem-
bre) en el hospital de Antofa<?a8ta. Al penetrar
en la ambulancia, que se hallaba, sin remedios i
sin alimentos, a cargo de dos jóvenes cirujanos,
no siendo dueño de su dolor, el comandante Urrio-
la increpó fuertemente su conducta en la batalla
a los oficiales peruanos allí hacinados, formulando
acervos cargos por el martirio de su hijo. Pero
— 2ü —
aquellos, medrosos de su situación, se escusaron
con la barbarie incontenible del soldado. El co-
ronel Ríos mostró, sin embargo, gran entereza de .
ánimo i patriótica resignación hasta su última
hora.
XIV.
Por fortuna, entre los heridos del enemigo los
chilenos encontraron medianamente asistidos al
bravo comandante Vivar que alcanzó así aquella
misma noche (noviembre 30) la dicha por él
suspirada de morir en medio de los suyos; a los
capitanes Necochea i Silva Renard, i a los subte-
nientes del 2.% Párraga i Olmedo, que se habían
distinguido sobre manera en la batalla, así como
el teniente del Ohacabuco don Víctor Lira Errá-
zuriz. Noble cosa es recordar que todos esos va-
lientes se recobraron rápidamente de sus heridas
para ir a recibir los unos la muerte i los otros
gloriosa confirmación de su denuedo en nuevos
campos de batalla.
XV.
La columna del comandante Urriola regresó al
campo de Dibujo en la tarde del 30 de noviem-
bre, i era tan intenso el natural desfallecimiento
que en todos los ánimos infnndia la horrenda vis-
-al-
ta del campo de la matanza, que los espediciona*
rios, ocupados en dar sepultura a los muertos, de-
jaron escapar impunemente una arria de bueyes
que aquel día atravesaba la quebrada por las cer-
canías del pueblo de Tarapacá, i se dirijia a Ari-
ca desde los campos arjentinos. El comandante
Urriola se encontraba de regreso en Dibujo al
amanecer del I."" de diciembre, después de una
marcha forzada por el desierto.
XVL
Mientras todo esto, que era alarma i tristeza
para muchos pechos, tenia luf^ar en el campo soli-
tario e inclemente de Dibujo, los directores de la
guerra dábanse lenta cita en el cuartel jeneral de
Santa Catalina.
Avisado por el telégrafo desde Dolores de la
inminencia de un fracaso, el comandante del vele-
ro trasporte Amazonas se habia dirijido, a las ora-
ciones del mismo dia del combate de Pisagua, a
Iquique, en cuya rada fondeaba a las. 11 de esa
noche. En esa hora o algo mas tarde, embarcóse
de regreso el jeneral Escala, dominado por una
justa alarma, i al dia siguiente, en un segundo
viaje, el mismo trasporte condujo a Pisagua al mi-
nistro de la guerra en campaña^ con varios oficia-
les i agregados.
No se dieron, sin embargo, los dos últimos dig-
— 22 —
natarios del ejército demasiada prisa para inter-
narse en demanda del campo de Dibujo, porque
solo el 2 de diciembre, a las 5 de la tarde, deseen*
dian ambos en la estación de Bearnes de un tren
espreso, acojidos por los ecos de las bandas que
festejaban su tardío ariibo. Es regla primordial
de guerra la de que nn jeneral en jefe no debe, por
motivo alguno, separarse jamas del ejército que
comanda, i el caso ocurrido era una demostración
palpitante que la confirmaba.
El digno jeneral Escala estableció, entretanto,
su cuartel jeneral en la cómoda oficina de Bearnes,
donde existían, así como en Sauta Catalina, allí
inmediata, vastos i aun lujosos departamentos, al
paso que el ministro de la guerra en campaña iba
a asilarse en la abrigada cámara del AhtaOy buque-
gabinete en que aquel alto funcionario se hallaba
perfectamente acomodado al rol patriótico pero
lento i pasivo que le habia sido asignado como
delegado supremo de la Moneda. Ehtre algunas
medidas de detalle que el ministro i el jeneral en
jefe concertaron [)ara instalar a su vez con mayor
desahogo el ejército, sacándolo de la asolada pam-
pa de Dibujo, dispusieron acertadamente despa-
char desde Dolores una gruesa división de caba-
llería en persecución del ejército de Buendía que
se retiraba penosamente por las cabeceras de la
sierra hacia Arica.
Tal espedicion, como otras de su jénero, enco-
-- 28 —
meudada a los jinetes chilenos en aquellos hórri-
dos desiertos, ^ria completamente infructuosa.
Pero antes de narrar sus marchas i contramarchas
en los páramos i quebradas será preciso seguir de
cerca el duro i fatigoso derrotero por el cual, con
constancia digna de mejor suerte, operaba su reti-
rada el que habia sido, dos semanas hacia, el im-
ponente ejército aliado de Tarapacá, encargado
por el Perú i por Solivia de su guarda, su honra
i su defensa.
CAPITULO II
LA (RETIRADA DE LOS PERUANOS A CAMIRa
•
Inipresion de pánico bajo la cual se retiran los peruanos de Tarapacá. —
Topo^^rafía de sn derrotero. — Las quebradas ael norte.— El señor de
Chüfimisa i las «minas de frió» de Sibaya. — Aventuras del capitán chileno
Laiseca. — ^Miseria espantosa de aquellos lugares saqueados por los boli-
vianos dispersos en Pisagua i San Francisco. — Distancias i jornadas de la
retirada ae los peruanos.— Su plan hasta Camiña.-> Las. dos primeras
jomadas. — Pachica i Mocha.— Los prisioneos chilenos.— El subteniente
Silva Basterrica i Maria la Gitinde.— El cabo Plata i su relación de las
jomadas. — Cuesta de Pacomilla.— Relación del oriental Neto. — Esperan-
za que conforta a los fujitivos en su marcha. — Ordenes i socorros que
envía Montero desde Arica a Jaiña — El ejército peruano en Soga. ^Im-
portancia estratéjica de la posición de Gamifia para la retirada. — Falsa
alarma que hace abandonar a los peruanos esta línea.
Es asunto juzgado i ya fuera de la contro-
versia de la historia el de que si el sangrien-
to i memorable combate de Tarapacá fué una
ventaja militar momentánea para el ejército pe-
ruano, fué a la par jornada 'de inmarcesible gloria
para los chilenos. Victoria definitiva no hubo de
hecho para nadie. Resumióse el cruento dia en
0f\
una doble retirada que durante la noche ejecuta-
ron a la luz de la luna ambos combatientes: los
asaltantes hacia Dibujo, los asaltados a Pachica.
Pero hubo en aquel doble movimiento, casi
paralelo a la retaguardia, una diverjencia notable
para los combatientes. El ejército de Chile se
concentró para perseguir. El del Perú troco su
retirada en fuga, i este resultado fué en defi-
nitiva, la faz militar de la campaña de Tara-
paca aun para el criterio de sus propios histo-
riadores i cronistas. La desocupación del terri-
torio disputado quedó completa. I aun entre los
peruanos se han contado críticos intelijentes que
han atribuido la retirada de los que se llamaban
vencedores a su propio pánico. «Cuando el co-
ronel Suarez, jefe de estado mayor del ejército, se
ocupaba en aprestar las seis únicas muías que,
después de la fuga de las «brigadas», quedaban
de servicio pero desprovistas de los arreos de car-
ga, dice el narrador Molina, sorprendióle en uno
de los cuarteles otra noticia fatal comunicada por
un arriero.
«El misterio oculta la denuncia. Sin embargo,
debió haber sido terrible, pues el coronel Suarez
sufrió una transformación estraordinaria.
«En el acto dio orden de levantar el campo,
emprendiéndose precipitadamente la retirada mas
inconveniente que rejistra nuestra historia.
«¿Qué habia acontecido?
IIIST. DK LA C. DR T. I A. 4
— 26 —
4
í(Se cuenta que el siniestro mensajero dijo al
oido al coronel Suarez: Los chilenos descienden
a la quebrada:
o: Estas palabras fueron para el arbitro, de la
suerte del ejército como la cabeza de Medusa: Se
emprendió, pues, la marcha i se dejaron arroja*
dos sobre el campo, a la intemperie i entregados
a la ferocidad chilena, a distmguidos jefes i ofi-
ciales heridos. Allí quedó la artillería capturada,
que fué el gran trofeo de la histórica victoria, i
se abandonó a merced del invasor el mas valioso
i floreciente departamento de la república.»
II.
Es lo cierto que a las doce de la noche del dia
del formidable combate, reto a muerte de dos
pueblos, el ejército peruano se ponia en marcha
cubriendo su retaguardia la 1/ división, mandada
por el coronel Herrera, la menos trabajada en el
mortífero i prolongado encuentro de aquel dia.
Los peruanos abandonaban así no solo sus heri-
dos sino sus armas, sus municiones i hasta sus
víveres. El cuerpo que iba mejor provisto de per-
trechos en la temerosa retirada guardaba diezio-
cho cápsulas en sus morrales, es decir^ el fuego de
cinco minutos. La penuria i la zozobra de aque-
lla marcha de 95 leguas peruanas hasta Arica,
iban a ser por tanto indecibles.
— 27 —
IIÍ
Serpenteaba el áspero sendero que el deshecho
pero empedernido ejército del Pera iba a recorrer
en BU retirada, por los áridos i abruptos faldeos
de la cordillera que cierra la pampa del Tamaru-
gal hacia el oriente, i cuyas yermas cimas corona
cnal sombría diadema el lejano i solitario cono
del Isluga, volcan apagado. Es esa una ramifica-
ción de los Andes bolivianos, de horrible i des-
nudo aspecto, partido a trechos por hondas que-
bradas a manera de tajos profundamente escar-
pados por cuyo fondo corren hilos de aguas,
nauseabundas en el estío, turbias i torrentosas en
la época de las lluvias de la altiplanicie. Riegan
éstas, por temporadas, escasos campos de alfalfa i
de maiz, único alimento de la bestia i del indio,
que allí es como la bestia; al paso que los últi-
mos, en los recodos del estrecho cauce o en las
faldas que lo dominan en sus márjenes, amontonan
stts chozas de chirca i lodo, notorias por sus te-
chos planos perpetuamente exentos de la lluvia.
Unos cuantos enfermizos perales i los gallardos
pimientos o molles de Bolivia suelen dar sombra
a aquellos miserables villorrios, albergues peren-
nes de la miseria i del ocio, de la superstición i
de la chicha.
— 28
IV.
En el lóbrego laberinto de aquellas quebradas
que recuerdan a la fantasía las imájenes del aver-
no paíjano, ocupa el centro del sistema la de Ta-
rapacá, la mas fértil, amplia i abundosa, por cuya
razón hállase ubicada a su salida sobre la pampa
su vetusta capital.
Hacia el sur descienden sucesivamente las que-
bradas de Pica, famosa por sus viñedos, i las de
Huatacondo i Tamentica, lugares miserables que
abren estrechos pjisos a Bolivia i tienen, por con-
sitruiente, un poco de agua para la bebida, alfalfa
escasa para las llamas i unas cuantas chozas para
los arrieros.
V,
Hacia el norte de Tarapacá, suceden se en or-
den semejante la quebrada de Mocha, que es solo
un oasis, la de Camina que es el nacimiento del
valle de Tacna i de Pisagua, i la de Camarones,
que va a rematar al océano no lejos de Arica.
Todos son parajes rocallosos, quebrados, de as-
pecto horrible, sumamente estériles i desnudos
lo mismo de industria que de población.
Si el agua, que los visita como el Nilo por alu-
viones periódicos, fuera permanente, la estensa
1
— 29 —
pampa del Tamarugal seria susceptible de ser
convertida no solo en una opulenta dehesa de ga-
nados sino en el jardin de la América, gracias a
la suavidad de su clima. Pero la pampa, a la ma*
ñera de colosal esponja, absorve en sus insacia-
bles fauces de caliche hasta los últimos átomos
del regadío de las quebradas, i de esta suerte las
corrientes andinas que bajan de la meseta boli-
viana, conviértense en verdaderos ríos subterrá-
neos que alimentan fuentes inagotables como los
pozos de Dolores.
Quedan entonces, en medio de los secadales
del verano, por único atavío a las quebradas, unas
cuantas vertientes minerales, especialmente de
carácter sulfuroso, que los indolentes naturales
desdeñan por entero.
En Sipiza, lugarejo situado en lo mas adentro
de la quebrada de Tarapacá, hai una fuente de
esta naturaleza, i en Pica deliciosos baños natu-
rales abiertos sobre lechos de arena en la roca
viva.
VI.
Políticamente, pertenecen todas aquellas co-
marcas a la provincia de Tarapacá i forman los
distritos de ese mismo nombre, de Camina, Siba-
ya i Pica, todos los cuales tienen curas de almas,
o como seria mas propio decir, curas de chicha.
— 80 —
Allí las cuaresmas son vendimias i la vida entera
el sueño torpe de la embriaguez perpetua.
En el paraje completamente andino de Chus*
misa, situado a 83 kilómetros de Tarapacá i a
11,250 pies de altura, existe en efecto, un famoso
santuario consagrado al «Señor de Chusmisai^, al
cual en cada año llevan los indios de las quebra-
das, veinte leguas en contorno, sus torpes adora-
torios de alcohol de maiz, i algún comercio de
sogas i pieles de llama, burdos tejidos de lana i
unas pocas mercaderías europeas que andariegos
traficantes conducen desde Iquique, o descienden
allí desde Oruro, ciudad casi equidistante.
Para visitar aquel santuario, los devotos se enr
sangrientan las rodillas marchando de hinojos
sobre los guijarros; i ejecutado esto, se entregan
a espantosas bacanales de alcohol i de lujuria que
duran por estatuto ocho dias cada año, del 1.** al
6 de junio. —Es esto loque se llama la «feria de
Chusmisai», i hablando de ella dice un intelijente
cateador chileno residente largos años en esas
asperezas, que los naturales que allí ocurren avi-
ven la mayor parte del año en completa ocio-
sidad, entregados al licor i a la concupiscen-
cia.3> (1)
(1) El capitán don Andrés Laiseca en ana interesante i bas-
tante completa memoria que ha escrito sobre la provincia de
Tarapacá i que orijinal existe en nuestro poder. El capitán
— 31 —
VIL
Ed su retirada hacia el norte, los peruanos no
iban a verse obligados, por consiguiente, a visitar
en toda su estension estas quebradas sucesivas,
sino a rebanarlas en sus últimos espolones al caer
éstos a la pampa, ascendiendo en este orden i ba-
jando de continuo asperísimas cuestas, i esto, jun-
to con la desigualdad de alturas i de climas, au*
mentaría las penalidades de su marcha, agregán-
dose esas fatigas a las del hambre, la desnudez i
en ocasiones la sed, el mayor tormento para el
hombre que camina. Son a la verdad algunos de
aquellos sitios tan cerriles que, encontrándose la
ciudad de Tarapacá solo a 4,055 pies de altura so-
bre el nivel del mar, en la próxima jornada del
viajero hacia Mocha, se ha subido a dqhle eleva-
ción (7,300 pies), i en seguida en Sipiza a 10,300
Layseca es nataral de Concepción, donde nació en 1838 i ha
trabajado minas en toda la cordillera de Chile, del Perú i de
Solivia. Hallábase poco antes de la guerra ocupudo en eHplotar
una mina de azufre en la quebra<la de Sí baya, pero el cura del
lagar, que miraba con recelo su presencia en aquel sitio, predi«
có a los indios que aquel forastero estaba labrando una «mina
de frio9, lo que daria por resultado que todos sus pastales se
helarían, por cuyo motivo aun los mas libertinos resistiéronse a
trabajar. En consecuencia, hubo el esplorador de abandonar su
faena.
— 32 -
pies. Sibaya, que es el lugar mas socorrido i dou-
de existe el famoso cura que denominaba <í mi-
nas de frioD las de azufre, yace a 9,100 pies de alj
tura.
En Chusmisa (11,250 pies) suele el frió ser tan
intenso que en pleno verano estuvo al morirse
helado el esplorador Laiseca algunos años há. El
mismo refiere en su memoyia ya citada, que para
no sucumbir al influjo de una temperatura verda-
deramente polar, hubo de frotarse el cuerpo con
los témpanos de nieve que recojia de su cobertor
i de esa manera alcanzaba una reacción salvadora.
VIIL
Agregábase a esta hórrida desolación de la na-
turaleza la circunstancia de que todos aquellos mi-
serables lugarejos de las quebradas habian sido
saqueados por los dispersos de San Francisco, es-
pecialmente por los soldados bolivianos, que en
espantoso desorden se precipitaron en esa direc-
ción buscando su salida hacia Oruro. Los peruanos
mismos ayudaban al despojo de sus infelices com-
patriotas i al botin de sus aliados, encontrándose
este hecho infame señalado en las comunicaciones
de sus propioá jefes. Robos, asesinatos, violacio-
nes, todo el cortejo de crímenes que sigue a las
tropas desbandadas liabia pasado por allí en alas
de la derrota; i un estranjero que dias mas tarde
— 33 —
atravesó aquellas tristes hondanadas, viaieudo por
el cacnÍDO de Oruro a Tarapacá, qo encontró sino
cementerios donde antes existieron aldeas. Habia
comenzado en esa ocasión la temporada de las
lluvias en las sierras (era enero), i el solitario ca-
minante solia dar pienso a su enflaquecida muía
en los retoños de la cebada que verdegueaba a la
puerta de las abandonabas cabanas, esparcida la
semilla allí por los saqueadores i los fujítivos (1).
(1) El injeniero sueco don Julio B. Bergman espulsado de
Tacna por capricho salvaje del capitán jeaeral Daza.
La tala i saqueo de las quebradas habiau sidccomenzados por
los dispersos bolivianos de Pisagua que huyeron en gran número
hacia Oruro. Fué la dispersión tan completa que, en carta de
Agua Santa, noviembre 5 de 1879^ el coronel Granier decia a
Daza que al batallón Victoria le quedaban solo 230 hombres i al
Independencia vbikticuatko.
Estos mismos dispersos comenzaron a llegar a La Paz, a pié,
armados i algunos heridos, desde el 15 de noviembre^ de modo
que estos gamos del desierto recorrieron mas de mil kilómetros
en el espacio de trece dias.
Hé aquí la nota oficial que acredita esta singular facultad de
locomoción de las tropas bolivianas.
MINISTERIO DE LA GUEBBA.
Tji FaZy a 19 de noviembre de 1879,
«Sefior jeneral:
^rSírvase Ud. poner en conocimiento del capitán jeneral del
ejército, que algunos dispersos en el combate de Pisaojua, según
HIST. DK LA C. DE T. I A. f)
— 34 —
Las derrotas son ppr lo común vergüenza i mi-
serias para los que las padecen en el campo de
batalla. Perp para las comarcas en que se con su*
man, ciudad o despoblado, aseméjanse siempre a
todos los flajelós humanos. La provincia de Tara-
paca habría parecido en diciembre de 1879 recien-
temente visitada por el cólera.
el sumario qne se ha instruido, viéndose cortados por las fuerzas
enemigas, que en número considerable desembarcaron en las
caletas de Pisagua Vi'go i Junin, i no pudiendo incorporarse a
su campamento, porque también se hallaban desorientados en
las sinuosas localidades en que se encontraron, reuniéronse en el
punto llamado Camina; i allí tomaron la rara resolución de ve-
nir a visitar a 8U8 familias.
«En su consecuencia, atr^.vesaron el desierto en dispersión,
por distintos rumbos, para procurarse recursos, i efectivamente
han arribado a esta ciudad i a la villa de Oorocoro en los días 15
i siguientes de los corrientes. Entre éstos han venido algunos
heridos.
ak pesar de la penosísima marcha que han ejecutado, nin-
guno h? abandonado su rifle, i todos los han entregado en esta
policia i en la sub-prefectura de Corocero, haciendo anotar sus
nombres para volver a sus cuerpos después de tomar algún deS"
canso.
^Dígnese decirme en contestación si estos soldados volverán
iBk sus cuerpos o si serán incorporados en el ejércit;> de reserva
que con la mayor actividad voi organizando en la ciudad de
Oruro.
«Dios guarde a Ud.
Manuel Othon Jofrér^
Al señor jeneral jefe de estado mayor jeneral del ejército boliviano.
— 35 —
IX
En vista de estos accidentes i de la dura topo-
grafía de aquellos parajes, será fácil al lector ima-
jinarse cuáles serian los sufrimientos del ejército
vencido que de una manera tan violenta i asusta-
diza se alejaba a media noche de Tarapacá con
dirección a Arica. Tenia esa fuerza, ya con exce-
so fatigada, que recorrer a pié no menos de 120
leguas chilenas por lugares que no ofrecian ni el
mas pequeño socorro, i para esto empleó veinte
largos dias en medio de abrasador estío, alternado
con los hielos de las punas, ejecutando en ocasio-
nes marchas de diez i doce leguas^ conforme al
siguiente itinerario que nos conduce hasta Arica,
término de su peregrinación por el desierto:
Dias de llegada. Nombre de los logares. Distancias.
23 de noviembre Tarapacá a Pachica... 3 leguas
29 de id. Mocha 8 id.
1.** Je diciembre Pacomilla 8 id.
2 de id. Sipiza 2 id.
2 de id. Sotoca 2 id.
2 de id. Jaiña 2 id.
4 de id. Soga^. 7 id.
5 de id. Camina . , 7 id.
7 de id. Moquella 4 id.
9 de id. Ñama 6 id.
— 36 —
Dias de llegada. Nombre de los lugares. * Distancias.
10 de diciembre Marauta 7 leguas
11 de id. Esquina 7 id.
14 de id. Codpa 10 id.
16 de id. Chaca • . 12 id.
17 de id. En la pampa 7 id.
18 de id. Arica 3 id.
El plan del jeneral Buendía habia consistido
sin duda en ir descabezando la sierra por sus fal-
das i sus cuestas hasta Camina, en que comienza
la socorrida quebrada de este nombre para ganar
desde ésta i a través de la llanura la paralela de
Camarones, donde se hallaria en salvo. Mas la
aparición de una fuerza sospechosa en la prime-
ra de aquellas hendiduras le obligó a retroceder,
como mas adelante habrá de verse, forzándole a
ejecutar largo i fatigoso rodeo hasta llegar a los
arranques de Camarones i descender desde allí a
Chaca, cortijo intermedio entre Camarones i Ari-
ca, distante una jornada de ambos lugares. Chaca
es una hacienda i oasis solitario en medio de la
pampa.
XI
La primera jornada nocturna de los ftijitivos de
— 37 —
Tarapacá condújolos a Pachica, paradero estrecho
de arrieros, de cuyos canchones de alfalfa la pri-
mera división, que ahora cerraba la retaguardia,
habia partido aquella misma mañana en socorro
de Buendía, apretado en la batalla.
De Pachica, el valle de Tarapacá se interna ha-
cia Loanzana i aun hasta Sibaya en tortuoso cur-
so, sembrado de parches de viñedos, dé alfalfa i
de maiz; pero como el ejército prófugo debia re-
basar las estremidades occidentales de la sierra a
fin de ganar el norte, abandonó en su segunda
jornada el lecho de la quebrada para pasar desde
Pachica la empinada i fragosa cuesta de Mocha
que da acceso por el lado norte al pequeño oasis
de aquel nombre, derivado del quichua mochil
«mascar maiz2>.
Allí, en medio de la confusión de un completo
desastre convertido casi en irremediable disper-
sión, el jefe de estado mayor del abatido ejército
peruano, i quien en realidad conducíalo como
superior, dictó el parte oficial de la jornada del 27,
ponderándola como sin igual victoria. I en segui-
da creyó confirmar ésta espidiendo una pomposa
orden del dia en que daba las gracias en nombre
de la nación a los combatientes.
XII
Iba envuelto en el convoi de los fujitivos un
-- 38 —
puñado de cincuenta prisioneros chilenos recoji-
dos principalmente en la noche del combate, ha-
ciéndose notar eptre ellos el alférez Silva Baste -
rrica, de Zapadores, niño de tan corta edad i tan
diminuta estatura, que cuando se cansaba le echa*
ban alegremente sus custodios en una paila que
iba de sobornal sobre una muía; i por esto, al in-
terrogarle por la primera vez en Arica el jeneral
Montero preguntóle — «¿dónde habia dejado su
nodriza?... 3)
Por contraposición, marchaba junto a aquel po-
bre niño, en los primeros días de la retirada, la
cantinera chilena Maria Quinteros, cautivada en
el campo de batalla por sus antiguos conocidos i
cautivos de Iquique, donde esta mujer alegre, cor-
pulenta i animosa era conocida antes de la guerra
con el apodo de «Maria la Grande». Gracias a
sus antiguas relaciones en el ejército del Perú,
encontró luego acomodo con un proveedor arjen-
tino que la instaló en Arica con un puesto de feu
jiro, i en él favoreció mas tarde de caridad al al-
férez Silva Basterrica, su compañero de marcha i
penalidades (1).
(1) «Digo si será melindrosat
«Condolido el jeneral en jefe de que la amorosa Maria Quin-
teros hiciera la marcha a pié, ordenó que le dieran una bestia.
«La fulana no quiso aceptarla mientras no se trajera apare-
jada con una montura conveniente a su sexo.
1
— 39 —
XIII
Contando, por su parte, aquellas dos primeras
jornadas uno de los prisioneros chilenos que por
fiel a su bandera i a su jefe se habia entregado casi
voluntariamente al enemigo, el cabo Plata Barros
de la Artillería de Marina, referia sus propias pe-
ripecias i las de sus compañeros en una estensa
carta que vio la luz mas tarde, i dice así:
c Salimos de Pachica a las 7 P. M. del miislmo
dia (28 de noviembre) con dirección a un punto
denominado Mocha, el cual dista ocho leguas, te-
niendo que repechar una cuesta que está a la su-
bida de Pachica. Principiamos a subir dicha cues-
ta a las 8 de la noche; i tan parada era, que en
la mitad de ella comenzaron a quedar tendidos
los caballos i muías, pues ni los animales tenian
resistencia. Llegamos a la cumbre al amanecer
del 29.
«Seguimos nuestra marcha sin llevar una sola
gota de agua, la que a veces pudimos procurar-
nos comprándola a los soldados que nos la ven-
€ — ^¿Cómo quieren esclamó entre furiosa i escandalizada que
me ponga en ridículo yendo horquetada en esa muía?
cCon que, ya ven ustedes si gastan humos las amorosas.'»
(Benito Neto, corresponsal de La Opinión Nacional de Lima
en el ejército de Tarapacá).
— 4U —
dian a razón de un sol por un solo trago. La pa-
gábamos, sin embargo, con placer porque moríamos
de sed.
<c Seguimos todavía nuestra marcha por vma es-
tensa i pedregosa pampa, en donde tampoco en-
contramos agua, hasta llegar a la Mocha, mui
nombrada por los cholos.
«En efecto, la aldea es mui abundante en fru-
tas i en siembras, las cuales, como se supondrá,
quedaron en un estado lamentable. Una legua
antes de nuestra llegada se veia verdeguear, cosa
que nos causó gran contento, desde que tanto
tiempo no veíamos sino cauchales i terrenos sin
vejetacion.
«Llegamos a Mocha a las 6.10 P. M. del mismo
dia 29.
«Se nos llevó al instante a una casa estrecha,
donde estábamos mui oprimidos. Nos custodiaba
el batallón Iquique. ^
«A las 8 P. M. se presentó el señor jeneral en
jefe don Juan Buendía, quien nos prometió dar-
nos algún alimento, diciéndonos que él estaba en
la misma situación que nosotros, i que en el mis-
mo estado se encontraban sus tropas; agregó que
tuviésemos paciencia que luego comeríamos algo.
«No habia trascurrido, en efecto, un cuarto de
hora, añade el sencillo narrador, cuando volvió el
señor jeneral Buendía trayéndonos un cuarto de
cordero i una cabeza de chancho, i ordenó a la
lo para que
orden a la
■ de comer
lesde e] dia
s a de8c<an-
mdo se n08
[ocha, reci-
>8. Un tra-
bí todos los
roporciona-
gradecimos
i el día 8Í-
mrco desa-
iras verdes,
fatigados í
situada, se-
i. Para esto
8ta de Pa-
parte de fa-
3che del 1."
ombre, dos
— 42 —
leguas distantes de Sipiza. — Allí alojaron en in-
clemente sitio sin haber tenido siquiera una gota
de agua con que apagar la sed devoradora de la
ardiente travesía, i así no menos de diez oficiales
quedaron rezagados con sus bestias exhaustas en
aquel fatal trayecto de ocho leguas peruanas que
duró once horas consecutivas.
«En ella quedaron diez oficiales de los diferen-
tes cuerpos que componian aquella numerosa di-
visión, cuyas cabalgaduras cayeron muertas de
cansancio i de sed.
i>Algunos soldados murieron también estenua-
dos, pues la travesía la hicimos con tan poca agua
que a la mitad de la cuesta ya no teníamos que
beber. Algunos nos echábamos piedras pequeñas
a la boca para apagar un tanto la ardiente i de-
sesperada sed.
s) Llegamos a Pacomilla a las 10 P. M. del mis-
mo dia, donde acampamos, sin tener nada abso-
lutamente que comer ni menos que comprar.
Cuando íbamos en busca de algún alimento que
comprar, nos contestaban los pobres vivientes de
la aldea que los bolivianos a su pasada no habian
dejado nada, que todo se lo habian robado; agre-
gando que si llevábamos algo que les diésemos de
limosna, porque perecían de hambre.^ (1)
(1) Relación del cabo Plata.
— 44 —
dEI país debe un voto de gracias a este digno
i patriota funcionorio.
2>La falta de calzado en la tropa imposibilitaba
mucho las marchas.
i>¡Qué de cuestas arriba, qué de cuestas abajo!
Aquellos eran caminos para cabras i no para hom-
bres.
3)¡I qué de pedregales! En muchos senderos los
pies destrozados de nuestros soldados han dejado
señaladas con sangre sus huellas, d
XV.
Confortaba entretanto al desgraciado ejército
del jeneral Buendia la esperanza de encontrar
víveres a medio camino de su peregrinación, por-
que desde Tarapacá habíanse despachado al cuar-
tel jeneral de Arica chasques sucesivos anuncian-
do la inevitable desastrosa retirada i solicitando
socorros. De ello estaba ya al corriente el contra-
almirante Montero, jefe de aquella plaza desde
los últimos dias de noviembre, porque con fe-
cha 3 de diciembre escribía al gobierno de Lima
lo siguiente: «Al ejército de Tarapacá he ordena-
do su retirada a esta plaza, pudiendo asegurar a
U. S. que mediante las medidas tomadas para su
marcha, tanto como el envió de víveres, aguada,
bagajes i ambulancias para asistir a los enfermos,
me prometo que dentro de cuatro o seis dias mas
— 46 —
yes, arroz, galletas í uno o dos líos de charqui.
Ese día estuvimos mui eu grande, pues comimos
carne, según se ordenó por el señor jeneral Buen-
dia.D
I prosiguiendo la jornada hasta el punto capi-
tal de Camina que era la mitad de la jornada (40
leguas contadas desde Tarapacá) el mismo pere-
grino agrega:
€ Salimos de Jaiña, a las cuatro de la tarde con
dirección a Soga, distante siete leguas, caminan-
do por un sendero de cabras, que parece no ha-
ber sido jamas transitado por la planta del hom-
bre.
dEsc camino tenia tantas subidas i bajadas que
la mayor parte de los oficiales quedaron a pie:
los caballos murieron de cansancio i de hambre.
dA las doce de la noche se nos dio descanso
en la cumbre de un cerro, donde encontramos una
pampa enteramente desierta, sin agua ni ningún
árbol-
]>A las tres de la madrugada del dia 4 llega-
mos al valle de Soga, en el cual no encontramos
otra cosa que comer que cancha^ esto es, maiz
tostado; la carne que nos dieron no alcanzaría a
cuatro onzas i el arroz a una. Esta fué la comida
que tuvimos en Soga.
3) Pasamos allí la noche del 4, i salimos para
Camina a las 6 A. M. del 6, llegando a las 10 P.
M. También allí se nos dio carne a las 11 P. M,b
— 48 —
mente chilenos, sino arrieros o dispersos del cam-
po aliado, si bien era verdad que tiempo sobrado
hablan tenido aquéllos, no solo para picar la re-
taguardia enemiga en las quebradas transitables
de Camarones i Camina, sino aun para salirles de
frente i cortarles francamente el paso en su me-
drosa retirada. Tratar del motivo porque no eje-
cutaron medida tan obviamente aconsejada por la
situación, habiéndola emprendido en hora opor-
tuna i con medios amplios de acción, será materia
de un capítulo separado, pero no menos instructi-
vo que el presente.
í
ui-
-so-
que por el ministro de la gnerra en campan;
bia regresado a Pisagua el 28 de noviem
amanecer en el trasporte Amazonas i cómo
llegado en seguida al cuartel jeneral de Bí
el 2 de diciembre por la tarde, en compag
último alto funcionario, que a su vez regresí
leradamente de Iquique el 29,
Mas desde sn vuelta a Pisagua, el jeneral
la se habia preocupado en dictar activas me
militares a fía de despachar la caballería el
en persecución del enemigo, i con este pro[
envió al campamento de Dolores el dia 29 a
dante don Diego Dublé Alraeida.
II.
Llegó este dilijente oficial a su destino
ocho de la noche de aquel dia; pero la cabe
no se habia movido todavía de Dibujo, i a
a buscarla su jefe mas antiguo en aquel me
to, el teniente coronel don Pedro Sctto Aguí
Por mucho que fuera el empeño que, en
lias comarcas mucho mas inclementes con
bruto que contra el hombre, pusiera en sus i
tos el comandante Soto Aguilar i sus val;
capitanes Yargas (F.), Parra, Alzérreca, Zo
do í Barahona, los dos Tejimientos destina
seguir a los peruanos fujitivos de Tarapacá,
propiamente a interceptarlos, no hicieron si
— 52 —
allí andaban, haciendo gasto de laudable entu-
siasmo.
IV.
La espedicion, marchancjo rectamente al norte
para tomar lenguas de los peruanos i atajarles el
camino, llegó al oasis de Tiliviche a las ocho de
la mañana de aquel dia, habiendo atravesado con
la primera claridad del alba la abra de Jazpam-
pa. En aquel paraje deleitoso hicieron alto, i un
oficial que hacia parte de la espedicion, refiere
que al desensillar en los potrerillos alfalfados de
aquella grieta de la pampa, entre los alegres re-
linchos de los caballos tan fatigados de la vida
del desierto como sus jinetes, — cese arrojaban ofi-
ciales i tropa sobre el verde césped i se revolca-
ban.» (1)
V.
A las doce del dia la columna continuó su
marcha hacia la quebrada inmediata de Tana,
desde cuyo punto sus jefes despacharon emisarios
a tomar noticias del enemigo.
Con propósitos tales fueron comisionados, para
ir hacia Camarones el activo capitán movilizado
(1) Dublé Almbida. — Diario citado de campaña.
-54 —
de veriHcaron su entrada a Arica solo el 11 de
ciembre.
VIL
Pero el capitán Layseca, mas ladino o mas >
prendedor, babia llegado basta cerca de Gara:
avanzando con cautela bácia el oriente poi
fondo de la quebrada i dando la vuelta el £
diciembre a las seis de la tarde. Era el mii
dia en que el ejército de Buendia llegaba a Jí
a una jornada de cuatro leguas de Camina.
El esplorador chileno era en consecuencia ]
tador de una noticia de la mayor importan
Anunciaba con certidumbre plena, que el ene
go avanzaba sobre Camina i que por (tonsigui
te no solo era posible sino fácil i fructuoso ale
zarlo por el flanco i dispersarlo o rendirlo.—
las 6 P. M., dice en su diario de campaña el
mandante Dublé, llegó el capitán Layseca, i an
ció que cerca de Camina había encontrado
italiano quien le informó que el ejército perui
hambriento i en gran parte desarmado, debia
nir de un momento a otro a ese lugai", en nú
ro de tres mil hombres. El mismo informe dií
indio peruano que encontró en el camino.»
(1) Esta míema Tersion da el corresponsal de qd diar
Santiago, (El Ferroearñl) escribiendo desde el Bearnés
Libr
UQ espa
el mal
10 de d
cada ut
en Nar
Fué
románl
línea 1
nombn
habia i
cho la
gópor
dado d
Pablo £
xo travi
dose en
servicio
de béli<
Fué )
gua la reí
(taote Y¿'
íjíoyarlo i
i\aÍso \}asi
los cabsll
— 60 —
Los tres fujitivos llegaron, en pos de mil pe-
ripecias, el 13 de diciembre a Tana, pasando por
Miñe-Miñe, cuyo alcalde, un indio llamado Muñoz,
los favoreció; i de allí una avanzada de caballe-
ría los condujo al campamento del comandante
Para Arica, nos llevaron
Unos cuantos prisioneros.
Entre éstos iban tres:
Era un garjento primero,
(Necochea) i dos soldados:
San Martin, un bravo neto,
I Marin que amas de bravo
Era el mismo diablo en cuernos,
Gracioso hasta decir basta,
Peechugonazo i despiertoD.
Entretanto, lo i\nico que hai de auténtico sobre este particular,
es la carta que desde Tana escribió el sarjento Necochea al co-
mandante Yávar que se hallaba en Tili viche, i dice así:
dSeñor: En este momento hemos llegado a este punto, Tana,
después de caminar como 15 días por el interior del Perú, condu-
cidos prisioneros en el combate de Tarapacá. Ya no podemos dar
un tranco ma« hacia la pampa; la casualidad hace que el boliviano
Manuel Antesana, se ofrezca a ir voluntariamente a avisar a ese
punto, pues nosotros no hemos comido hace dos dias; desearía-
mos que se nos remitiese algo. Somos tres: un sarjento 2.° del
rejimiento 2,^ de línea i dos soldados del mismo cuerpo. Roga-
mas que se traiga al portador, que es sirviente de este punto.
Esperamos. Somos portadores de importantes noticias. tí>
Manuel Necochea,
Al jefe de la avanzada chilena.
- 68 —
anduvieron aquellos desdichados siete leguas i
otras siete el 11, acampando en la primera jor-
nada en Esquina, lugar frijidísimo, i en la segun-
da en Codpa, sitio un tanto ameno, abundante en
uvas i en tunas, i socorrido por una segunda re-
mesa de Arica.
Las últimas fuerzas de los fujitivos iban entre
tanto agotándose con la continuidad de una mar-
cha incesante por tan inhospitalaria comarca.
«Caminamos todo el dia, dice un sufrido prisionero
chileno que en ello andaba, hablando de la mar-
cha del dia 11 entre Esquina i Codpa, con un sol
ardentísimo que agotaba nuestras fuerzas, exhaus-
tas ya por la sed i el hambre. No es estraño, pues,
que una buena parte de la tropa peruana quedase
tendida en el camino. Nuestra llegada a Codpa fué
a las tres del dia 12.
dA esa hora el corneta tocó llamada i de ella
resultó que faltaban mas de 650 individuos de
tropa. La mayor parte de esa jente fué encon-
trada por uno de los arrieros que habia queda-
do en Camina, el cual me lo refirió poco des-
pués.
» Permanecimos en Codpa hasta el 14, i allí el
jeneral Buendia nos dio por su propia mano un
pan por cabeza, pan que recibimos con el mayor
placer como que no lo probábamos desde nuestra
salida de Pisagua. También se nos dio carne,
aunque en mucha mayor cantidad que en las otras
XII.
De Chaca, camino trilliido de Camari
Arica, la distancia es corta, i después de ii
modo alojaniíeuto en la pampa ou la no(
17 de dieieinlifc, el c'éi'ciío Vkíiicido i cs^
de Tarapacá liizo su cntiMda tiiunial en ;
el ejercito de Chile í de allí siguió en RU rejimicQtoa (
i Mirnliores.
E^ila mujer, notable en su esfera, h:i regref^ado i^lli
de Lima iiiiii enferma del hígado, pero se recobnij gra^
cuidados del filántropo caballero don Carlos do Mende'
sideiite de la Junta do Socorros, quien la auxilia
mpote.
La misma María Quiteña, a quien hemos visititdo en
de enferma, en la calle del Corro (mayo de 1881) no.
que sus tres colegas cantineras del 2." pe llamaban Le
lar, natural de Valp.iraiso, de 24 aflos de edad i esceleí
tada muchacho, Ru^a Rümirea, hija de Santiago, joven
anterior, i Petronila Campos que seguía a au padre, vii
do del 2." — Las dos primeruM, como ae sabe, fueron qm
no so conserva de ellas sino na zapato que nos mand<
que el coronel Lynch, i que conservamos con el respel
reliquia.
La lUmirez refiere también que al llegar a Arica lo
le descnbrioron loa cajones de municiones qne llevabaí
cargas, i ella vio por sus ojos qne estaban llenos de
sin ningún cartucho: — astucia peruana para no des
los soldudo3 i esplicacion del [lúnioo ctm que huyeron
paca.
mos su «lojiu i SU3 cnrUs ea an artículo de El Nuevo Ferrocarril
con el título de El buen soldado Agustín Toro. Ei comandante
Santa Cruz lo oprecmba altamente.
pren
prov
prep
de ti
garn
dele
nido
La noticia de la captt
yo, junto COQ la del irre]
tado por las armas de 1
de San Francisco, en li
de 1879, produjo en la
presión profunda i turl
aquel puel)lo inquieto,
nado. Rejia la ciudad,
cia del presidente Prad
vi ce-presiden te el jem
hombre probo pero ai
nes que rujian en toi
vejez i de consejeros, d
■ cues i pelifíi'osos los ot
El ministro del int
guo alcalde de Lima i
fíeencia, no alcanzaba
ser pobre habiendo ten
cienes opulentas, dote i
Don Rafael Velarde, (
pujanza la cartera de
mismo declíiró mas tar
puesto solo por compre
ber moral, lo que acus
convicción patriótica. 1
doctor Quiroga, comp
la movediza política de
\
— 125 —
(respuesta.)
Arioa, diciembre 23 de 1879,
(lOhs. P. M.)
Escelentísirao Señor don Nicolás de Piérola.
Este Departamento i el ejército seguirán lie
Dando su deber i aceptan el hecho a que se refie-
re V. E.
Montero.
XVIIL
Pero sucesos no menos estraordinarios i no me-
nos dramáticos no tardarían en sobrevenir en el
campo mismo de la Alianza, entre Tacna i Arica,
como el rebote de las conmociones que dejamos
bosquejadas i a cuya narración es fuerza consa-
gremos un capítulo separado.
-- 127 —
preaideDcia de ese cuerpo, ha resuelto investir del mando sapre-
mo al señor doctor don Nicolás de Piérola.
Dios guarde a V. S.
J. DE OSHA.
Lima^ diciembre 23 de 1879.
Exmo. señor coronel don Nicolás de Piérola:
Por la nota qne con fecha de hoi me ha dirijido el señor al-
caide del honorable consejo provincial, qneda enterado el ejér-
cito de qne V. E. ha sido investido por el paeblo de Lima del
mando supremo de la República.
Dios guarde a V. E.
(Firmado).
J. DB OSMA.
II.
PROCLAMACIÓN DB LA DICTADURA POR EL BJÉRCITO DB LIMA.
Lima^ diciejnbreí 23 de 1879,
Señor jeneral ministro de Estado en el despacho de guerra i
marina:
Beunidos en este estado mayor jeneral los señores coman-
dantes jenerales de división, jefes de brigada i jefes de los cuer-
pos del ejército, han deliberado por unanimidad no hacer armas
contra el pueblo, ni contra las fuerzas qne en el Callao estdti a
las órdenes del señor doctor don Nicolás de Piérola, cuya delí-
eracion comunicada por m( al ejército ha sido aceptada i res-
petada en todas sus partes, sino combatir al enemigo común de
— 151 —
Estos babian presentado en julio o agosto al señor Goyeneche
una propuesta formnl, para un arreglo deñnitivo sobre guano^
bajo Lis bases jenerales siguientes:
Un adelanto de veinte millones de francos al gobierno;
8e consideraban cancelados los cupones devengados hasta la
fech a;
Compromiso de pa;^^•^^ al gobierno dos libras dos chelines en
los mismos depósitos por 2ada tonrelada, i ademas cuatro libras
en bonos de la deuda esterna; corriendo de cuenta i riesgo del
«indicado de tenedores los gastos de trasportes i espeiidio.
El señor Goyeneche no se creyó con autorización suficiente
para concluir este arreglo, i no dio una contestación clara i ter-
minante, espererando talvez que el gobierno le diera instruccio-
nes sobre el particular. — Esta perplejidad e incertidumbre del
comisionado peruano, privó a la república de los fondos sufi-
cientes para conseguir poderosos elementos navales, en la época
en que aa solo blindado habia puesto de su parte la fortuna en
la guerra.
Pero las ventajas del arreglo propuesto por los tenedores, no
solo habrían proporcionado al gobierno los medios de conseguir
el triunfo sobre Chile, sino que también hablan levantado su
•abatido crédito en Europa, conquistándose las simpatías públi-
cas con las de sus tenedores, que habrian hecho su cansa solida*
ria con la del Perú.
La frialdad con que se miró una cuestión de tan trascendental
importaiK/ia por los ajentes peruanos, ha causado, pues, al Perú,
mas dailos que las últimas victorias de los chilenos en Tarapacá.
Ahora, aunque en momentos mas difíciles i premiosos para
el Perú, se van a discutir las bases jenerales de un arreglo pa-
recido a ese mismo que propusieron cuatro meses h& los tene-
dores; pero el doctor Rosas, para dar mas solidez a cualquier
<;ontrato que deba celebrarse con su firoiJi, ha preferido enten-
derse, mas bien que con solo los tenedores, con una casa respe-
table que garantice a la vez que los intereses fiscales del Perú,
los de sus acreedores.
Estos, apreciando el espíritu recto del comisionado financiero.
h«& solicitado el apoyo del Crédit InduBtriel con qnien ha :fto-
menzado a entenderse desde luego el doctor Rosas, como he
indicado al principio de esta correspondencia.
£1 grnpo de la Peruman i el de Dreyfus entretanto, hacen
todos los esfuerzos imajinábles para embarazar cualquier nego-
ciación con los tenedores, a ña de ganar tiempo, esperando un
momento oportuno que los acontecimientos de la guerra en el
Pacifico, pueda proporcionarleSypara aprovechar de las aiigiia-
tias del Perú, obligando al gobierno a capitular con ellos.
No hai duda, que los intereses do esas dos casas consignata-
rias, han de oponerle al doctor Rosas dificultades muí serias
para cualquier arreglo que intente; pero si cuenta con el apoyo
firme i decidido del gobierno, es seguro que él podrá celebrar
un buen contrato, dejando por muchos años sólidamente garan-
tizado el crédito del Perú en Europa.
Pero, no solo tiene que luchar el comisionado peruano con Ixu
resistencias ocultas i ostensibleé de los dos grupos especulado-
res en guano qne hoi comparten las utilidades de este negocio,
sino también con las que le oponen los^ ajentes de Chile, como
puede verse por la siguiente carta dirijida por Gana al Dayle
lelegraph.
El 2 apareció en los díaMOs de Londres la siguiente decl^
ración:
Sefior editor: Inclusa hallrrá usted la traducción de ana car-
ta recibida hoi de 8. E. el ministro chileno; i como ella es de
gran interés, particularmente para los tenedores de bonos pe-
ruanos, ruego a usted la inserte en su artículo monetario de
mañana, — De usted atento servidor. — Tomás Weir^ cónsul.
Diciembre 1.** — (Traducción.) — Legación de Chile, Paris, no-
viembre 29. — Señor cónsul: teniendo en consideración los riH
mores que han aparecido en algunos periódicos de Lóftdres, con
referencia a un contrato o contratos, bajo los cuales se dice que-
el gobierno del Perú va a trasferir a una tercera 'entidad la pro-
piedad de los depósitos de guano i salitre en aquel país, autori-
zo a usted para declarar oficialmente que el gobierno de Chile,
en actual posesión de esos depósitos, no reconocerá^ por todo e<
— 156 —
*
tiempa qjie permanezca en posesión de ellos, uingana reolaraa-
cton basada en contratos o arreglos de cualquier uaiaraleza, que
afecten dichos depósitos i que puedan haberse celebrado después
de la declaración de la guerra existente entre Chile i el Perú.
Sírvase n&ted hacer el mismo anuncio respecto a cualquiera
propiedad del mismo carácter porteneciente a Bolivia.
Soi de usted señor C(kisul atento servidor. — A. Blest Gana^
— Al cónsul de Chile en Londres, T. K. Weir.
IL
LA TRANSACCIÓN CON DREYFÜ».
(Belacioues del Comercio de Lima del 10 de enero de 1880.^
Tres documentos de trascendental interés para el crédito i las
finanzas del país, han abierto la nueva era que el poder de hoi
inicia en el ramo de la hacienda pública.
El primero se refiero a un arreglo definitivo do las cuestiones
pendientes con la casa da Dreyfus: el segunda) a nuevas bases p«\ra
el servicio de la deuda externa; i el tercero a un Cí)ntrato de em-
préstito, por una cantidad desconocida, con aquella misma casa.
La importancia especial de cada uno de estos decretos, nos
obliga a nn estudio separado, para emitir nuestro juicio del mo-
do mas preciso i claro que nos sea posible.
La transacción celebrada con la anterior casa consignataria^
puede sintetizarse en los siguientes términos:
El gobierno reconoce a favor de Dreyfus un saldo de cuatro
millones ocho mil libras esterlinas', aceptando provisionalmente
como comprohados los diversos cargos hechos [)or él al gobierno.
El gobierno i la casa de Dreyfus somaten a la decisión de los
tribunales de la república todos sus reclamos pendientes, i no
aceptan como base para sus resoluciones sino lus leyes i contra-
tos vijentes, i los principios de equidad i de justicia en los cnsos
no establecidos por aquellas i por estos.
Para dar mas fnoi-za a este convenio, el gobierno declara
— 157 —
eancelado i no existente el contrato de 14 do abril de 1874, que
le daba derecho para reclamar un tanto de las utilidades obteni-
das por Ihrejifus en la manipulación.
Sí ae juzgara este convenio aisladamente del contrato de em-
prestito, estipulado en un arreglo aparte, seria incaliñcable pnes
leyeria que se había concedido a Drejfus mucho mas de lo que
hubiese esperado alcanzar nuncaj aun en una capitulación i^icon"
iid^nal del gobierno^ pues nadie ignora qus ahora un año ofre-
ció Dreyfus una transacción que importaba la rebaja da un 00 ^é
del saldo que entonces reclamaba, reduciéndose este a meaos de
cinco millones de soles o sea a un millón de libras esterliuas, de-
jando pendientes ciertos carj^os que el ñsco lo hacía, como los
relaüvos al cupón que cobró indebidamente, a la prima de tres
mitones de soles que se comprometió a abonar al gobierno en
80 contrato del 69, i las diferencias de precio en las ventas del
guano; cargos que arrojaban un monto de m%s de minie millones
de soles, sin calcular la partida correspondiente a los prooechos
líquidos de la fnanipulacion.
De manera quo Dréyfus ha realizab hoi lo que ahora un ano
no se habría atrevido ni a imajinar.
Sin que sea nuestro ánimo entrar en exámea detenido del
coQtrato, es indispensable quo hagamos not ir la diferencia sal-»
tante que hai entre la cantidad que pagase ^ov/orfait a la P^
rwian i la que se fija tácitameíite en este nuevo arreglo. La
JPeruman cobra £ 4.15, i Dreyfus cobrará £ 6.15, puesto que en
otra parte se señala, como valor invariable del guano, £ 11.15,
siendo fácil probar que el forfait de 6.15 deja una utilidad de
£2.10
Pero h<vi mas todavía; según la última comunicación pasada
por los señores Aranívar i Althaus con fecha 30 do noviembre,
Dreyfus reconoció con franqueza que en verdad c^rrospondia al
gobierno una parte de las utilid:id(3S que él habia obtenido en
virtud do la concesión que se le dio para manipular el guano.
Todos estos antecedentes, hacen presumir que la anterior casa
consignataria habría accedido con satisfacción a un arreglo que
Qo le costase ningún desembolso, dejándola en plena libertad
— 158 —
para vender el gaaao que tiene en almacenes, al precio i en for-
ma que mas le convinieBe.
Consolidar la eaorme fortana que le había dado el contrato
del 69; aamentáadola considerablemeate con las atilidades es-
traordinarias alcanzadas por la maniqalacíon, i añadir a sa aeti--
vo el valor de mas de cuatrocientas mil toneladas de buen gua*
no, qne recibió coa esceso sobre los dos milloues de toneladas a
que únicamente tenia derecho segan el contrato, era sin dada»
ahora dos meses, el ideal de las aspiraciones del que hoi se enr
cuentrapor segunda vez arbitro de la fortuna fiscal del Perú*
Pero la transacción qne acaba de colocar a la casa de Dreyfus
en condiciones de ser en breve una de las mas poderosas de Eu'
ropa, puede dar acaso motivo a mui serias reclamaciones de
parte de los tenedores de bonos pernanos, dificultando, talvex,
la realización del contrato de empréstito que ha sido secura*-
mente el objetivo o el móvil real del gobierno, para haber hecho
tan amplias concesiones a Dreyfus.
Los que han puesto un término semejante, a las odiosas re-
clamaciones que habia pendientes entre lá anterior casa con-
signataria i el gobierno, deben haber apreciado bien los peligros
que esa transacción envuelve para la presente situación del país,
considerando las antipatías que contra el Per& despertarán en
el público europeo, i la actitud probable de aquellos cuyo poder
e influencia deben darnos en qué pensar seriamente en los mo-
mentos en que mas necesitamos de sus simpatías.
También debe haberse teaiJo en cuenta la negociación inicia-
da en Paris por el doctor Rosas con el Crédit Industriéis que
según la correspondencia que en seguida publicamos, ofrecia un
buen prospecto para el fisco i para el crédito del Perú, dando
fundadas e^^peranzas de un próximo contrato celebrado con ese
banco, sobre bases análogas a los que los tenedores ofrecieron
al seuoF Qoyeuoche cuatro meses há, una de las euales era la de
un adelanto de veinte millones de francos, o sea de cuatro millo-
nes d^ fuertes.
HP
CAPITULO V.
EL PLAN DE CAMPAÑA DEL DICTADOR PIÉROLA.
Laconsoripcion militar en el Perú. — El 18 por ciento de 240,000 hombres.
— Continjentes por departamentos. — Estado jeneral de conscripción. —
El continjeote ae Lima.- -c Presos» i n amarrados».— Desertores.— Or-
gaaisacioQ de la artillería i de la caballería.— El batallón de Marina. —
Escasez estraordinaria de armas, e injeniosos arbitrios de que se Talen
los peruanos para obtenerlas. — Misteriosos acarreos de riñes. — Fundi-
ción de oafiones en la Piedra lisa. — La defensa de Lima i el alealde Po-
Rss.— Aparatos de inauguración de las fortificaciones de San Bartolo-
mé i Miraflores. — Medidas de detalle. — Pierola declara por decreto ven-
eéd&ret a loe peruanos en Tarapocá. — Acepta la Orus Roja.— Arreglos
de familia. — Aspecto militar de Lima en los meses de verano, de 1880.
—Descanso del carnaTal.— El reposo de febrero en la Moneda i en el
palacio de Pizarro. — £1 dictador declara, dos semanas después de su
uistalacion en el poder, hallarse listo para emprender la campafia de es-
polsion de los chilenos. — Circular que en este sentida dirije a los pre-
fectos.—* Misión singular que confía al coronel Biilinghurst para em-
prender una campaña de circunvalación sobre Tarapacá por los lagos
Titicaca i Poopo.— Viaje del emisario de Lima a Arequipa i Puno.-'—
Sas afanes en el lago Titicaca i como zozobran l<is balsas destinadas a
conducir el ejército. — Llega Biilinghurst a la Paz i Campero apnieba
con entusiasmo sus quimeras.— Detalles i curiosas comunicaciones.—
Desembarcan los ehilenos en Pacocha i se presenta la escnadra en el
Callao el 10 de abril de 1880.
I.
Eq otro lugar de este libro hemos dicho que la
condición dominante en el carácter de don Nico-
— 160 —
las de Piérola era la tenacidad, — ^tenacidad cata-
lana.D
Llevaba así al gobierno de su pais el dictador
arequipeño la misma fuerza que le habia sosteni-
do en la conspiración — la intensidad del pro-
pósito, acompañada de una laboriosidad a toda
prueba, fantástica en ocasiones, pero incansable
siempre. Por la via de los contrastes, la fuerza del
caudillo político de Chile en esas horas era — «la
fuerza de la inercia.)^
IL
Con el fin do dar cuerpo a sus resoluciones
militares de la primara hora, dictó en efecto el
jefe supremo del Perú medidas eficaces o de de-
talle durante todo el mes de enero de 1880; i
la mas importante de aquéllas fué el planteamien-
to de la conscripción militar en toda la república.
Auxiliado probablemente por el censo de 1874,
i por los datos que, aun en pais tan desgobernado
como el Perú, le ofreciera el rejistro civil, pudo
repartir con cierta equidad el dictador los contia-
jentes solicitados de las diversas provincias del
Estado, desde Lima al Amazonas i desde Tum-
bes a las quebradas de Tarapacá.
Siendo el Perú un pais de tres millones de ha-
bitantes, el recuento de éstos arrojó un total de
245; 793 individuos aptos para las armas entre los
— 161 —
18 i 50 años, que eran los términos de la eons-'
cripcion. Descontados 5,437 estranjeros reparti-
dos en el país, el acervo líquido de la carue de
cañón quedaba en pié de 240,356 individuos. Mas
como se trataba de poner sobre las armas solo la
reserva movilizable que debía incorporarse al ejér-
cito activo, se designó el 18 por ciento del total o
sea 43,255 hombres para la inscripción inmediata;
pero todavía de este número se descontó algo mas
de la mitad (24,313) porque los últimos habían
tomado ya las armas. El monto definitivo i exiji-
Ue de hombres era solo de 18,942, todo en núme-
ros mas o menos aproximativos.
IlL
Hasta el día en que se hizo el llamamiento je-
neral (enero 24 de 1880), los departamentos co-
lindantes de Lima i Junin habían sido los que
con mas fuertes continjentes habían ocurrido a la
guerra, de suerte que seria escaso su raudal de
sangre ofrecido ahora a la formación de nuevos
ejércitos o reservas movilízables.
Lima había contribuido con 3,568 soldados, i
le quedaba un sobrante disponible solo de 725
plazas.
Junin estaba representado en el ejército activo
por 2,700 reclutas i su reserva llegaba apenas a
456 plazas. En cambio el Cuzco, que había en-
H18T. DB LA C. DE LIMA. 21
— 162 -
tregaclo ya 2,400 indios de guerra, contribuiría
todavia con 1,300, i la cgoista Arequipa que ha-
bía equipado solo 2,000 hombres ofreció un coq-
tinjente de 771.
Del resto de los departamentos, i entre aquellos
que con mayor abundancia pagarían su tributo de
fuerzas activas, figuraban en primer lugar Puno
con 2,366 reclutas, Amazonas con 1833, Cajamar-
ca con 1,734, i Ancachs con 1,007. Los demás en
proporción inferior. (1)
IV
Por la parte que correspondía a la ciudad de
Lima, orílenóse el cumplimienta del decreto de
conscripción de 26 de diciembre, por el intenden-
te de la ciudad i jefe de su policia el coronel don
Mariano Bustamante el 4 de febrero. El cupo de
limeños propiamente tales era solo de 434, i se
disponia en el llamamiento local que si no se pre-
sentaban los designados en el plazo de una sema-
na, serian presos. — Escusado es decir que en todos
los departamentos del interior, antes i después de !
ese plazo, los recalcitrantes serian aamarrados.D
(1) Por ínteres histórico, militar i estadístico que esta reseña
ofrece publicamos en el anexo de este capítulo el cuadro com-
pletí) de la conscripción del Perú, tal cual fué repartido a todos
los departamentos por el ministro del Interior Orhegoso el 26
de enero de 1880.
^ 163 —
No es tampoco necesario decir que los deserto-
res eran tan numerosos como los inscriptos, i a
este grave particular se refiere la siguiente nota
circular que el ministro de gobierno espidió re-
servadamente el 5 de febrero i que orijinal tene-
mos a la vista.
SECBKTAKIA DE GOBIERNO I POLICÍA.
Lima, febrero o de 1880.
Señor prefecto del departamento de Tacna:
Algunos cuerpos de voluntarios venidos a esta capital de los
distintos dapartamentos de la Repúblicn, con motivo de la in-
psta guerra a qne nos ha provocado Chile, han sufrido considé-
reles bajas por la deserción de individuos que estando enrola-
dos en ellos han regresado^ sin duda a su país, sin la respectiva
licencia final otorgada por la autoridad competente.
Como la tolerancia o impunidad de semejante delito, aparte
de relajar la moral i disciplina militar qne deben conservarse en
todo su rigor, según las prescripciones de las ordenanzas, traerla
fatales eonsecnencias para el ejército i mtd especialmente para
el país; S. E. el Jefe Supremo me ha encargado prevenir a U.8-
qne espida las órdenes mas efícaces a las autoridades que le es-
tán subordinadas^ para que en 1^ provincias i distritos de su
mando proceda inmediatamente a perseguir, aprehender í remi-
tir, por conducto de esa prefectura, a esta capital, a disposición
del E. M. J., a todos los desertores que se hallen en esos lugares,
siempre que no estén provistos de la respectiva licencia final que
loaesceptue del servicio por inútiles, espedida por quien corres-
ponda.
El gobierno espera del acreditado celo de US. por el bnen ser-
tícío i del de las autoridades de su dependencia, que el anterior
mandato será pronta i exactamente cumplido.
Dios guarde a US.
Nemesio Orbegoso.
— 164 —
Entre las medidas militares de detalle que el
dictador espidió con relación al ejército, después
de las que en los capítulos anteriores i el presen-
te dejamos recordadas, figuran la organización de
la artillería en una sola brigada^ con cinco batallo-
nes i la de la caballería en varias brigadas con
dos escuadrones cada una, siendo uno de estos de
a:lancerosD i otro de «tiradoresD (decreto de 3 de .
enero de 1880).
El 10 de enero se mandó asimismo crear tres
cuerpos facultativos de zapadores, de pontoneros i
de mineros.... i el 1.° de febrero, sobre la base de
la Columna Constitución del Callao, que daba la
guarnición a los buques de guerra, se creó el ¿a-
tallon de Marina, que tan lucida figura haría en
la batalla de Miradores, un año mas tarde, a las
órdenes de su braTO comandante el capitán de
navio Fanning.
VI.
El gran obstáculo para la organización de los
ejércitos del Norte i del Centro no seria sin em-
bargo la escasez de jente ni de decretos, sino la
penuria de armas. Las que habian traido bajo el
gobierno del presidente Prado el Talismán, e^
— 165 —
Limeña^ la Pilcomayo i otros trasportes desde Pp,-
namá, habían quedado o en el campo de San
Francisco o habían sido distribuidas casi en su to-
talidad al ejército de Tacna. El vice-presiden-
te La Puerta despachó a últimos de su gobier-
no un comisionado especial con libranzas has-
ta por la suma de 200 rail pesos en oro a cargo
del segundo vice-presidente Canevaro, pero esas
remesas confiadas a los fabricantes de Estados
Unidos i compuestas casi esclusivamente de fusi-
les Peabodj, tardarían todavía algunos me^es.
En cuanto al armamento del ejército colecticio
de Lima, había sido dispersado en su mayor par-
te en la asonada i combate del 21 de diciembre,
en que Lacotera i Piérola se disputaron a balazos
la dictadura.
VIL
Era a la verdad tan angustiosa la situación a
este respecto (i bien debieron saberlo los jenpra-
les chilenos para ajustar sus procedimientos a esa
pauta) que se habló de traer armas hasta por la
vía del Amazonas, que era la mas remota, pero al
mismo tiempo la menos insegura. — ccEl ministe-
rio que ha caído, escribía a Montero el ex-secre-
tarío del presidente Prado don Mariano Alvarez
desde Lima i con fecha 31 de diciembre de 1879,
había encargado a Europa considerable número
— 166 —
de rifles, ametralladoras i cañones, dicen que pa-
ra hacer la guerra a Montero i a los chilenos i es-
tablecer una dictadura. Piérola los ha ganado por
la mano, i dicen que seguirá la misma política.
Dicen también que Piérola no quiere buques de
guerra, que no hará mas que la guerra terrestre;
i que los armamentos nos vendrán por el rio Ama-
zonas, debiendo ponerse espeditos inmediatamen-
te los caminos que lleven al mas inmediato afluen-
te navegable.»
Esta idea que no era en manera alguna irrea-
lizable, pues el apostadero amazónico del Perú en
Iquitos se halla mas o menos a la misma distan-
cia de Europa que Panamá, habia sido sujerida
desde el principio de la guerra por el jeógrafo
Paz Soldán, ministro a la sazón del presidente
Prado.
VIII.
A fin de obviar en parte aquellas dificultades se
ocurrió al menesteroso pero útil arbitrio de ofre-
cer una prima por las armas estraviadas i de per-
tenencia del Estado que existian en manos de
particulares, i se acordó pagar hasta 16 soles por
un rifle Peabody o Comblain, 10 soles por una
carabina Winchester, 2 soles por un sable, un sol
por una lanza, i un sol por cada cien cápsulas me-
tálicas.... tan grande habia sido el desbarajuste i
— 167 —
el desparramo de la revuelta sobre cuyas espumas
había mecido su cuna la dictadura.
Este bando, que lleva la firma del prefecto
Echenique i que consultaba también una medida
de seguridad interna i política contra el vértigo de
los trastornos, achaque tan nativo del Perú como
el soroche, tiene la fecha del 21 de enero de 1880,
i fijaba diez dias para su ejecución. Pasado este
término se practicarían «visitas domiciliarias», i
el que hubiese hecho alguna ocultación seria pe-
nado con seis meses de cárcel i doscientos soles.
A los delatores se les ofrecía por cada denuncio
cien soles. (1)
(\) Parece que este procedimiento dio ua buen resultado
aparte de otns medidas dirijidas al mismo fin, paos en una co-
rrespondencia de mediados de febrero, leemos lo siguiente sobre
los armamentos del Perú:
«Se han obtenido últimiiraente cantidades considerables de
rifles Rerainorton de una manera misteriosa. Alcranos creen ?a-
ber, sin embargo, que estas armas llegaron a la costa en dos bu<
qaes de vela, uno con cargamento de carb;^n i el otro con trigo,
i traian estas armas debajo de sus cargamentos.
«Una parte de ellas fueron desembarcadas en Moliendo o en una
caleta cercana, según se dice, a pesar de la vijilencia de los cru-
ceros enemigos; pero sobre este punto no hai nada seguro. No cabe
dada alguna de que hai grandes cantidades de armas i municio-
nes en el istmo de Panamá pertenecientes al gobierno peruano,
pero aparentemente es muí difícil traerlas a puertos peruanos.
Todot los vapores de la compañía inglesa que salen de Panamá
están sujetos a un riguroso rejistro i se observa por los coman-
dantes el mayor cnidado para precaverse contra la introducción
clandestina de armas a bordo. Kl coronel Larraftaga, cónsul del
Perñ en Panamá, llegó aquí el 5 del presente, i se cree que el
objeto de su visita es concebir algún plan para traerlas al Perú.i)
- íéá-
IX.
Preocupóse al mismo tiempo el dictador de ha-
cer construir cañones en la vasta i bien montada
fundición que el mecánico ingles White tenia
montada en la Piedra lisa, al pié del San Cristó-
bal, i éste fué el oríjen de las innumerables pero
poco eficaces piezas de artillería que en numero
de varios centenares capturó el ejéil'cito chileno en
San Juan, Chorrillos i Miraflores. Uno de los sis-
temas de construcción se llamó Wagnér, poi* el de
su inventor; i según un escritor militar de Lima los'
cañones no eran ni de acero ni de bronce, sino de
una sustancia que a: tenia las virtudes de ambos me-
tales combinados^)... Su modelo era el de Vavas-
seur de a 4, con alcance de tres mil metros cortos.
Un injeniero peruano, o mas probablemente
mestizo, llamado Grieve, hizo también fundir al-
gunos cañones que llevaron su nombre i pesaban
<(die¿ arrobas», con un tiro de 4,500 metros cal-
culados.
Es curioso observar que el calibre de los caño-
nes se contase en Lima por arrobas, como en Chi-
le el charqui; pero esto no era obstáculo para que
el dictador, que en todo andaba, los ensayase en
persona en la playa abierta de Conchan, al norte
del Callao. Era éste su pasatiempo favorito del do-
mingo durante los meses de enero, febrero i marzo.
— 149 —
X.
Con el ensayo mas o menos afortunado de los
cañones en la arena, maduraron las aspiraciones
de defensa de Liraá que habían comenzado a jer-
minar en el cerebro ya cansado del vice-presiden-
te La Puerta i de su prefecto Lara; de suerte que
acaudillados un dia los limeños por su alcalde mu-
nicipal don Meliton Porras, un flebótomo o va-
eunador de esa ciudad enriquecido por el ajio,
ea única de varios centenares de voluntarios, prin-
cipalmente bomberos i artesanos, iniciaron solem-
nemente los trabajos de fortificación cavando una
zanja al pié del cerro de San Bartolomé el prime-
ro o segundo domingo 23 de febrero de 1880. —
Lejos estaban entonces los defensores de Lima de
imajinarse que lo que abrían con la azada no era
un foso sino una sepultura!
XI.
Para fin tan patriótico pero efímero se con»
grcgaron los entusiastas al amanecer de aquel
dia veraniego en l:i plaza publica de Lima, i
después de oir una misa i sermón qiio en el atrio
de la Catedral dijo el fomoso canónigo Tobar, re-
flactor de La Saciedad, el diario relijioso -político
del Perú, marcharon en columna de a dos, fran-
HIST. DE LA C. DE LIMA. 22
- 150 ^
eos hacia los áridos cerros que rodean por el orien-
te la ciudad, entonando algunos himnos i armados
de sus herramientas de trabajo. Presidíalos el in-
jeniero don Joaquip Capello, qu^ en unos c¡orra-
les habia demarcado el dia precedente el prifaer
zig^zag. El injeniero polaco Malinousky, hombre
de notoria habilidad, h¿ibia sido espulsado por
Piérola a cargp de antiguo civilista.
XII.
Con tal motivo dirijió a los triabajadoreg el al-
calde Porras patriótica alocución, en la. cual relu-
cia por mas de una fez de su peculiar elocueacia
la ííntig\iii palangana áe\ nativo oficio, que en Li-
ma ha qreado secta — «los palanganas de Lima» — -
«Conciudadanos, decíales en su altisonante arenga,
el alcalde ex-sangrador, en aquel dia. O3 contemplo
con todo el entusiasmo que inspiran los nobles
movimientos populares. El espectáculo que ofre-
céis halaga ampliamente al patriotismo. Después
de los abnegados sacrificios que la culta ciudad de
Lima ha hecho para el sostenimiento de la giiewja,
vosotros, ciudadanos, que no creéis haber llenado
suficientemente vuestros deberes para con la pa-
tria, acudís presuros i entusiastas a prestar el con-
curso de vuestro trabajo personal e/i esta grande
obra de fortificación de la ciudad.
«No son peligros inminentes, los que impulsan al
— 151 -
«
municipio de Lima a la realización de esta ardua
tarea. No ciertamente...»
I proseguía así el alcalde en su verbosa afluen-
cia entusiasmando a la abigarrada muchedumbre
que le seguía mas como a capataz que como a go-
bernador de la localidad.
XIII.
Esto por lo que tocaba a las palabras, reglón
abundantísimo i barato en toda operación limeña,
sea de paz, sea de guerra. Mas en cuanto a la ac-
ción eficaz, he aquí como la describe un testigo do
vista:
íAl ílegar la brillante división de voluntarios, que así puede'
llamáfsele, encontraron demarcado con no cerco cuadrado i una
pequefia muralla de piedras, el lugar de la primera trinchera.
£1 señor alcalde dirijió a la comitiva la palabra, a la qne con-
testó un digno ciudadano.
iSe procedió a colocar en el suelo una estaca conmemorativay
i dada la voz de principiar los trabajos, el señor alcalde dio la
primera palada^ i entonces como movidos por un solo impulso,
todos los brazos se levantaron i el sonido de los instrumentos
qae comenzaron a la vez su obra de zapa, se mezclaba con las
dianas que ejecutaban las bandas de música, animando a los ciu-
dadanos i comunicando vigor i fuerza hasta a l&s manos jamas
acostumbradas a tomar una tosca herramienta.
i>El espectáculo entonces fué indescriptible; mas de dos rail
ciudadanos entre los que se hallaban al lado de jóvenes vigoro-
sos, machos padres de familia acompañados de sus hijos i algu-
nos ancianos entre los que distinguimos al entusiasta coronel
don Manuel Tafur, se disputaban un puesto en la tarea, i los di-
— 152 —
lijentes encargados de esta obra de preparacioa^ señalaban ince-
santemente el sitio que debía demolerse, el que debía rellenarse, el
muro que debia ser levanfizdo i el camino llano que debía practi"
carsela.
Dos peroancei? sufrieron sin embargo los inicia-
dores que resfriaron un poco su patriótico ardor, i
fué el uno la falta de agua para beber después del
sudor del pico, i el que una sección de artillería
que por San Bartolomé hacia ejercicio, se entre-
tuvo malamente un rato en cañonearlos...
■
XIV.
t
Por lo demás, aquellos trabajos, si bien grotes-
camente dirijidos, no podían ser mas oportunos, i
aun desde entonces hablóse de iniciar las líneas de
Miraflores que tan funestas fueron mas tarde a los
chilenos. (1)
El dictador, que al parecer ño habia tomado
parte personal en aquellas disposiciones se fastidió
al fin con ellas^ i declarando que las fortificacio-
nes del alcalde Porras eran absurdas, mandó sus-
penderlas, echándolas, conforme al dicho vulgar
del país, «a la pori'a.»
(1) dLos habitantes de los baños vecinos de Síira flores, hBn
ofrecido también espontáneamente sus servicios para la obra.
Aun los pobres desgraciados naturales del Celeste Imperio se
dicen que están contajiados con el fuego del entusiasmo, pero se
ha resuelto sabiamente, pagar a todos los que asistan al trabajo
de defensas.
(Suelto de la prensa de Lima del 13 de marzso de 1880),
~ 153 —
XV.
Por esos mismos dias (enero 27) declaró tam-
bién don Nicolás de Piérola nulo todo lo actuado
en el proceso de los reos de Iquique López -Lava-
He, Guerra i otros, a título de que el ministro de
la guerra Lacotera no habia tenido facultades para
proceder a su enjuiciamiento; i en cambio, por de-
creto de 31 de enero declaró vencedores a los com-
batientes de Tarapacá como a los de Junin, Aya-
cucho i la Palma. — En el Perú las victorias se
decretan^ i el diploma de la de Tarapacá debia
contener estas palabras, como prueba.
«El venció en Tarapacá. Enalte-
ció i dio lustre a las armas del Perú combatiendo
en el el 27 de noviembre de 1879.D
XVL
En medio de estas incorrejibles vanidades que
traicionan una enfermedad mórbida del espíritu i
cuya exajeracian febril habremos de compulsar
mas adelante, el dictador, reaccionando vigorosa-
mente en el sentido de la sensatez, dictó el 25 de
febrero de 1880 el siguiente acuerdo que asociaba
al Perú a las clemencias de la guerra después
de las feroces matanzas que hablan deshonrado su
bandera en Tarapacá.
— 154 —
dr Visto el conyenio iaternacíonal celebrado en Jínebra en 22
de agosto de 1864 por varias potencias europeas» para aliviar la
condición de los heridos en la guerra;
]>yistas las modificaciones del mismo convenio sancionadas
en París en 29 de agosto de 1867;
:»yisto los artículos adiciónales al propio pacto estipulados en
Jinebra a 20 de octubre de 1 888,
^Deoi^éto:
dEI gobierno de la Bepública peruana presta su accesión al
referido convenio internacional, ajustado en Jinebra a 22 de agos«
to de 1864, asi como a las modificaciones i adiciones del mis-
mo, verificadas en las fechas arriba espresaáas, quedando en
consecuencia sin valor alguno el decreto referente a este mismo
asunto espedido en 2 de mayo de 1879 i cuyos términos pudie-
ron enjendrar duda sobre la aceptación completa por parte del
Perú de todo lo estipulado hasta ahora en los mencionados actos
internacionales.
El secretario de relaciones esteriores i culto queda encargado
de la puntual observancia del presente decreto i de mandarlo
publicar, comunicándolo en debida forma a quienes corresponda^
»Dado en el palacio de Lima a los 25 dias del mes de febrero
de 1880.
dNicoXiAs de Piérola.
i^Pedro José Calderón.^
XVII.
No descuidaba en medio de estos afanes el dic-
tador del Perú ni su sangre ni su hogar, porque
mientras creaba coroneles a sus primos i a sus
hermanos (don Carlos i don Exequiel de Piérola),
— 155 -
norubraba fiscal de la corte superior de Arequipa
a su tio o primo don Manuel de Piérola. Simples
arreglos de familia!
xvm.
Por lo demás, i mientras los chilenos, o mas pro-
piamente sus directores se reposaban en las recias
calicheras de Tarapacá, la blanda i perezosa Lima
comenzaba a tomar el aspecto de una ciudad de
guerra. «Lima se ha convertido, decía una corres-
pondencia formal del 14 de febrero, en un vasto
cuartel, no habiendo menos de quince rail solda-
dos, principalmente de infantería, estacionados en
ella en este momento, i el número se aumenta
constantemente. Es verdad que la mayor parte de
ellos son reclutas que probablemente no han vis-
to ni menos manejado armas de fuego en su vida,
habiendo sido arrancados por la fuerza a sus ho-
gares para defender a su patria, pues estos candi-
dos peruanos se imajinan evidentemente que con
vestirlos con uniforme e instruirlos en un cuartel
durante un mes, es suficiente para convertirlos en
guerreros. D
Pero lo que afectaba a la opinión pública i
a los partidos, reinaba un completo desarme
i armisticio que seria de larga duración. — «La
— 156 —
política se encuentra en calma, decia el • corres-
ponsal antes citado, en la Ciudad de los Reyes, a
consecuencia de la llegada del Carnaval con sus
numerosos días de fiesta i regocijo. El dictador,
después de dar a luz un sinnúmero de decretos,
revocando i corrijiendo muchos de los actos de
sus predecesores, parece que se ha entregado tem-
poralmente al reposo, i mientras tanto todo mar-
cha como si no hubiera tal cosa, como si una gue-
rra seria no comprometiera el porvenir del país.
Es en verdad perfectame^nte asombroso para el
observador superficial, ver la indiferencia con que
la mayoría de esta jente mira este asunto, i mien-
tras los vapores llegan unos tras otros del sur i
traen poco i nada de noticias, fuera de que Arica
que se considera inespugnable continúa a la es-
pectativa, no ocurre nada que pueda causar ese
estado de escitacion loca que cualquier rumor
de victoria o desastre produce invariablemente
por un corto tiempo, d
I, cosa digna de ser recordada, esa misma pro-
funda apatia del placer o del descanso reinaba a
esas horas en Santiago, porque una persona que
visitó la Moneda en los dias que precedieron al
carnaval de 1880, la ha comparado a un inmenso,
desierto i silencioso mausoleo.... Así se hacia la
guerra, i a ese paso caminaba la campaña en tan
importante, tan crítica i decisiva coyuntura des-
pués de la victoria
— 177 —
XX.
No era tan lento sin embargo en sus fantásticas
concepciones de campaña el dictador del Perú, co-
mo el flemático ministro de la guerra de Chile que
a la sazón dirijia las operaciones en Tarapacá, por-
que én los archivos de Lima sé han encontrado
documentos de los cuales aparece que don Nicolás
de Piérola se propoiiia arrojar a los invasores de'
esa provincia por un vasto =i singulail movimiento
de circunvalación que comenzaría en l^s márjenes
del lago Titicaca, como la misteriosa peregrina-
ción de Manco Oapac i Mama Ocko en los tiem-
pos prehistóricos del Perú.
Con este propósito, .el dictador reforzaba de
preferencia el ejército de Arequipa enviando una
espedicion, según antes vimos, a cargo del coronel
Recabárren en el Oroya; acantonaba en lea un
pié de fuerza copfiándoló al jeneral Beingolea.el
30 de diciembre de 1879, i en los últimos días de.
enero despachaba una esploracion singularísima
de reconocimiento a los lagos Titicaca i Poopo i.
de su rio intermedio, el Desaguadero, medida pe-
regrina i casi estrafalaria de guerra a que antes
hemos aludido*
Para tales fines comunicó instrucciones secre-
tas a su antiguo confidente, el coronel Billinghurst,
i éste partió a su destino por la via de Ático, Are-
quipa i Puno hacia la Paz.
HIST. DE LA C. DE LIMA. 23
■
■
■
Hallábase en esta cíuíIíílíí el emisario del dicta- i
dor a fines de febrero, i a su decir, había encon- )
traíjo U.9>a^,.eíitasiasti adhesión a su$ quimeras. j
ÍJr9',}íi''base|de é^tp,a la destruccion.de los pueates 1
del Dt]|$a^uiHdqro i su nfi.vegacÍQn en bah^ts de to-- \
tar<p,i:emrps,(ie.lobo^,.^i
, J ,ft la .veídad,*ü'at4bft$e de ponerla en .inme-
diata .^equcion, cuimdo sobrevino el desembarco
40 lo&.qhilein¡oa^tiiP£^pocha. Delante de semejante
npKedad 1q9 pl^-ni^tíi* iDftiUtftra? ■ 4e Liftia comen-
taron a despertar d^ SU» fiusuefios, fruto de su ima^
jiuftoion i de. nuestra ipe^qza,.
I páralos uiaos á Ipp <^ttoB er» y» sobrado tiem-
po. (1) .....
' Un* acontecimiento de mucho mayor isígnifica-
r <
. I.
(l) Por lo curioso de este viaje de esplorácion i sus propósi-
tos de arrojar al ejército de Chile de Tarapacá atacándolo desde
la altiplaoicie andina conireearsos trnidos de Quénos Aires, (di?*
párate que ya se le había ocurrido a Daza el dia de su caida^ i
que este curioso personaje confirma, en su reciente Manifiesto)
reproducimos' entre los anexos algunos de los' fragmentos de ía
correspondencia de Billitighur6t que nosotros poseemos orijinal
i que publicamos íntegra en marzo último con el título de El
cerebro de. Piérola.
Entre los anexos figura también una circular de Piérola, del
5 de ^arzo, en la cual. asegura que ya en esa fecha tenia resuel-
to su' plan dé campaña contrít Chile, diez dias después de haber-
se encaramado a la dictadura. . :.
= m =
cíon acabaría- (fe perfcurbg^r » la pláci4a confianza
de les limeños en su omnipotencia i en la timidez
e irresolución atribuida a los chilenos.— En la ma-
ñana del 10 de abril de 1880, por entre la espesa
bruma del oto^pr-habííise sentido dentro de la rada
i a pocos cables de su dársena del Callao una te-
rrible detonación que puso en sobresalto las dos
ciudades.
Era la escuadra chilena que hacia su aparición
viniendo desde Pacocha.a las órdenes del contra-
almirante Riveros; i el estampido que anunciaba
su presencia provenia del estallido de un torpedo
frustrado aplicado a la c?orbe;ta Union en su propio
fondeadero.
Semejante suceso desvia por su solo curso la
presente relación hacia un rumbo de mayor brilló
i movimiento. Las hostilidades, después de cinco
meses de pausa, iban a comenzar en mar i tierra
con nuevo i feliz vigor. — Al fin!
— 180 —
•ANEXOS Ali CÁMTÜLO V.
I.
LA COHSCBIPCIOir ICa.IT4Lll BÑ' Sb PBBÚ BK XMEZtO DE 1880,
CtJADRO DÉMOSTRATIVü
pon departamento» de los continj^ntes que lea corresponde dar por
ra ta formación de los ejércitos de la república en servicio ac-
tivo, con arreglo al supremo decreto de 26 de dicieTfibre último ^
Í£nconceptoalos datos de la estadística jener al.
:<X>t>'OOu::OOC0O'M00l>»Q^OCC(NCiCfí
:crít^eocooiCi'«r<:DiOt--^ oo.o oo ex» oo co oo t-
-"rr
QO
:b¿ Bopv[OJaa
80| .i'od nóioonpaQ
' <N ^ »i '♦-< e<i#
888*
^
00 Q-^ííOt^OO
«£> O »CO 00 «N
8
9)
00
o
* ««« « «
OQ t-í Cq Ct^ t-t t-t ^ t-t CO (N 1-H Oí t-í c^
1—1
'vqodj «t^89 na .
ciguato tDá
81 i« 9!juofm:^aoo
(N
l>>
I
't9ftie£tik^itcKií .IK>{
-vnoioBn nvpen^
■^eoeí5»o»-«ooacot*^c^ciíTí<oo-rc*í
O! -^ 04
CO
'o^a9iin«!^8i{« lap
fiopvn!^d9099
sopvpa scniBixu
Bt!| ep sojdCnf{.i;^83
0lO0lOCit>»i-HCQ00»0<0«:00^'^01t*»0-<C0O
*-HCC»05C^ ce 1-1 o CO -^ íOt^OJt* Ol CO
CiQ^ 1-H CQ O) ^ Ol tO ce
Cf5
81 9p«nii
-nosBín uoio«{qo¿[
•^cí5coooioo»ooooii^cot>-<:oa>'«ti-iooociO?co
i-i»0000í»0'V000'Mt>-?000a0Ol^i-it>-C0CQcftOt*
"^t*O»Ot>-»O'-^i-H»jC50í»Ot>-l>--1*'^"^t>-0>00i-iC0
»OC0CC4O-HOOC0C^C0t- OTf<00»-''^0>»-iOí<OCO
»-IOí01i-Hr-« Ol Oli-Hl-t T-H
c^
o
Ol
00
H
H
<
Q
es
e8 ca
as .
§'3
Si
o
es
a
•c
0
o
o
o
CS
8
9|
_ o
ea c3 ^
es
o
fe "
2 oí
1-^ es
<D
3
o
Í9
i-> vS
8
es
es
Eh H ¡^ -< Ph ü <J <í ^ W M ►^ ü W <í «J J Ph .-^ k5 Ü
H
O
— 181 —
u\A)
n
COMUNICACIONES DEL CORONEL BILLÍNGHÜUST AL DICTADOS
FIÉBOLA BOBRR' SUS 0PERA0I0N1E8 DE ESPLORAOION DIL
LAGO TITICACA I DEL BIO DESAGUADERO PARA
ESPULSAB A L08 CHILENOS DE TABAPACÁ, EN ENERO I FEBRERO
DE 1880
("Fragmentoe.)
I.
COMISIÓN inLITAR'PK ESPLOfiACION.
Arequipa^ febrero 18 de 1880.
4
I
A S. S. el señor secretario de estado en el despacho de guerra.
Señor secretario:
Despnes 9e alganos inconvenientes a cansa de la ftdtá de mo-
vilidad en la Panta Blanca de' Aticó i efn los pueblos del tránsi-
to^ llegué a esta ciudad el \^ del cerniente. Á mi paso por la
estación de Vítor hice un telegrama al señor jeneral Montero
anunciándole la disposicioú del supremo gobieifno de que el te-
niente de la armada que se encuentra embarcado en el Manco
Capae, don Bernardo Smitb, se constituyera en Arequipa a re-
cibir órdenes. Con posterioridad telegrafié directamente al in-
dicado oficial ; ni del primero ni del último he tenido bástala
fecha contestación.
; ; ;
A fin (le completar el estadio que do esa parte del territo-
rio perú-boliviano debe hacerse i poder suministrar a S. E. el
jefe del estado los datos que desea sobre el método que debería
emplearse para establecer una Corriente de comunicación entre
Ornro^ Pampa-A agallas o Salinas i la República Arjentina para
proveer por esa ruta al departamento de T\irapacá de los víve-
res necesarios, he suplicado al señor don Manuel A. Loayza,
respetable vecino de Iquique i conocedor como el que mas de
esos caminos^ que me acompafte. El señor Loayza'patrióticamen-
te se ha prestado a someterse b¿ los riesgos i privacíoDes de la
espedicioD. Una vez en aquellos parajes estudiaremos este im-
portante pn^io i daré cuenta d^ ello oportani^mente a Y. S. ,
Aprorxecbto esta oportunidad para ofrecer a Y. S. mis respetos.
Dios guarde a Y. B., señor Becretfítio.^ Qttiltefmo E. Bi-
llinghursL
II.
COMISIÓN MILITAR I^E EBPLORACION.
Füne, fé>rero 22 de 1880.
Á S. S. el secretario de estado en el despacho de guerra:
Beñor secretarlo:
Como lo tengo a Y. S. anunciado en mi comunicación de 18
del 9ori[{eDÍie; el dia 20t.d^é a Arequipa en vifyepara esta ciu-
dad^ ea Ja. eual me, tiene Y. :S. 4<?sde anoche., Me han acompa-^
fi^do I019 seQprea ^^s^. Lpayza i \m\ dos ayndaateyi ^ddi pri:
mero*. \, \ ■ .
Esta mafiana, a.^A dq no, perder tiempo^ fuimos a reconocer
personalmente las dos .lanchas que tiene la empresa, una lla-
mada M(^ría, que cala cuatro i n^gdío piés^ i la oifVk Edmundo^
que,icala.tr€;9,i,m^dio pies. Desde, lueg^ la que. piesta .mejores
ventajas para la navegación fluvial ^ la últimra por su calado;
desgraciadamente no está en condiciones de marcha. Sin embar-
go, el representante del señor Sp^Qdi^. me. ha ofrecido arreglar-
la de modo que esté espedita parH.el martes 24 en lamañana. '
£n la primera de las lanchas hicimos; un ensayo por el lago;
el andar de esta embarcación es de 4 a 5 millas. '
El vapor Yaptirá se encuentra actualmente en reparación; así
es que tendremos que e&pjerar el regreso del Fat?arí, que será
maüana.en la noche, para; marchar a Ohililaya,
He comprado tres ialsch"^ de tatom^ que son las que se emplean
aquí en. la ^avegacion,.i he tenido una prestada de cuero de lobo*
. — 183 —
Coa estos ¿lementps i unaa cuaa^s provjsíoaed creo qoe poflré
cumplir mi comisipu.
Dios goarde a V. S., sauor %i^tetAvio.^- Guillermo E. Pi-
llinffhurdi.
No creo de mas comuaicar a Y. S. qoe a seteaia millas de
esta cíadad i a cien metros de la orilla en la caleta de Llampo-
pata se eocueatran miaas de garbea i que los vapores del )ago
osan ea la actualidad este combustible coa biaen éxito.
«
ÜI.
. . . '
COHlálOH MILITAR Dk ESPIiOftA-ClOlf .
Ckililaya {Bolivia) y febrero 26 de 1881.
A sa señoría el secretario de estado ea el despacho de guerra.
Señor secretario :
A Id una i medía de esta mafiaiía zarpamos en el vapor Ya*
varí de Puno^ llevando a remolque la lanchita María i dos
balsas de totora; la balsa de cuero de lo1>o í la otra dé tótofa
conseguimos, no sin algunos inconvenientes, colocarlas en la
Cubierta del vapor.
»
La espedicioU; mientras se reúnen los señores Smitb i Tama-i
fo, ha quedado organizada de este modo:
Capitán Nash i el que suscribe, dedicados a la n^eusura^ son?
daje i demás observaciones del rio i lago^ . |
Don Manuel A. Loayza, encargado d^ la seceiou bálsjas«
Don Pedro Villalobos, encargado de las provisiones.
Don José Gt. González, encargado de las brigadas (de muías)
qae deben recorrer por la ribera el curso del rio para prestarnos
los auxilios necesarios.
A las ciuco de la mañana, después de tres i media horas de
navegación penosa i lenta, me dio parte el capitán del vapor
qae las balsas que venian remolcadas se habian inutilizado i
I
I
— 184 —
(\¡ae la lanchita María corría riesgo si* insistíamos en remolcar-
las. Me agregó que en el Desaguadero podríamos comprar otras
•balsas con que remplazar éstas; que a su juicio deberíamos
larff arlas al garete. Como el precio de las balsas es insignifican-
te i como en realidad comprendí que la lanchita corría peligro,
ordené que se cortase la amarra i se largaran ál garete las indi-
cadas dos balsas.
A las ocho i medía de la no(ihe atracamos al muelle de Ohiti-
laja. En el acto dispuse la marcha a La Paz .para el día si-
guiente a las siete de la mañana.
Es cuanto puedo informar a Y. S. por ahora.
Dios guarde ^ V. S., señor secrebMrip. — Guillermo E. Bir
llinffhurst.i^
.\ .
IV.
«COMISIÓN MILITAR DB E8PL0KACI0N.
, ^a Jfaz, febrero 2T cLfi \^%l.
A su señoría el secretario. dq estado eu el.despacho de la guerra*
Señor secretario;
• Arribamos a* está ciudad &yei* ít'ra'úüh, í cuarto de Ití'tátde.
He creído Conveniente traer cobmigo al capitán Nash para que
me ayude a revisar los datos que sobre el Desaguadero existen
én las oficinas publicad.
Poco después de mi llegada recibí la visita del señor ministro
de la república, doctor Quiñones; aproveché de esta visita para
esponer ante dicho funcionario el objeto de mi viaje i las ins-
trucciones que traigo.
El señor Quiñones bondadosamente me ofreció visitar al jefe
supremo de esta repúblico i obtener para hoi una entrevista.
Esta ha tenido luorar esta tarde. De acuerdo con mis instruc-
cienes desarrollé ante S. E. el jeneral Campero el plan de cam-
paña acordado por 5. E. el kfe supremo del Perú i le indiqué la
— 185 —
I
clase de facilidades que necesito^ que se reducen a un permiso
para cortar los puentes del Desa^io^uadero i una circular a los co-
rrejidores para que no me pongan obstáculo en la marcha.
S. E. el jeneral Campero se hi\ manifestado vhamente entu-
siasta por el nuevo plan-de campaQa, i nos dijo que le agradaba
tauto más cuanto que las ideas del escalen tísimo seáor Piérola
coincidían con las de él respecto del punto estratégico escojido pa^
ra el ataque a Tarapacd; i Q,p\iii\Jiió el proyecto de surtirse de
provisiones de Buenos Aires, proyecto qu£ él, por su parte ha tra-
tado de realizar.
Cree el .escelentísimo señor jeneral que Bolivia no podrá po-
ner sobre las armas diez mil hombres antes de seis meses, por
la escasez de recursos i la estenuacion en que ha quedado esta
república a consecuencia de las malas cosechas i de la preseute
guerra.
Aproveché esta aportunídad para mauifestar una vez mas, a
nombre del jefe supremo del Perú, al indicado señor jeneral, los
propósitos verdaderamente fraternales de S. E. respecto de este
país i en particular afecto por todo lo que con él se relaciona.
En resumen, el escelentísimo jeneral Campero nos ha ofreci-
do, al señor ministro plenipotenciario í a mi, toda clase de fa-
cilidades i aun agregar a la comisión al señor Mujia, ínjeniero
militar de esta república.
Creo pues, señor secretario, que dentro de cinco dias podre-
mos comenzar nuestros estudios en el territorio deseado i que
en breve podrá su señoría poner en conocimiento de S, E. el
fruta de nuestras investigaciones.
Dios guarde a V. S., señor secretario.
Guillermo E. BiUinghurst.j>
HlST. DÉ LA C. D£ LIMA 24
— 186 —
V.
(CJENEHAl. GN JEFE DEL PPIMBR EJÉRCITO DEL SDR.
Arica, feérero 24 de 1880.
Señor secretario de la guerra:
Por el aprecíable' oficio de V. S. fecha 28 del pasado, me he
itnpnesbo de que en acuerdo supremo de igual fecha ha sido des-
tinado al estado mayor jeaeral del segundo ejército el coronel
don Guillermo E. Billiaghurst, recomeudándole a la vez uua
importante comisión a los departamentos del sur.
Dios guarde a Y. S.
L, Montero.
III.
CIRCULAR DEL DICTADOR A LOS PREFECTOS DEL PKRií ANUNCtAN-
D0LE8 QUE TIENE CONCEBIDO SU PLAN DE CAMPAÑA
CONTRA CHILE EL 5 DE ENERO DE 188.0
SECRETAKÍi DB OOBIBRNO I POLICÍA.
Lima^ enero 10 de 1880.
Señor prefecto del departamento de Tacna:
S. E. el jefe supremo, cuyo principal programa consiste en
hacer efectiva la espulsion de nuestro territorio, del enemigo
invasor, se ocupa actualmente de dar la organización convenien-
te a las fuerzas que con laudable patriotismo, se hallan reuni-
das en esta capital, i las que deben reunirse en el sur; i aproxi-
mándose el momento de dar principio al plan de operaciones
que tiene formado S. E.; cree indispensable participarlo a US.,
con el objeto de que redoble su actividad en la vijilaneia de la
— 187 —
costa de sa departamento, en facilitar i asegurar el tránsito de
los correos i espresos, adoptando todas aquellas medidas que a
su juicio sean eficaces, para suplir la falta de telégrafo, en donde
estuviese interrumpido, a fin de que el servicio, especialmente
en la costa, sea cual corresponde, en presencia de un enemigo
aleve, i evite sorpresas en el departamento de su mando, al mis-
mo tiempo que, garantice el éxito de las operaciones i el triunfo
que están en el deber de alcanzar.
Confío en que el celo de US. corresponderá satisfactoriamente
a estos propósitos, que preocupan particularmente a S. E. el
jefe supremo i que llegado el caso de esperimentar sus ventajas,
el resultado será tan cumplido, como lo hace esperar el ilustra-
do patriotismo de US.
Dios sruarde a US.
D
Nemesio Orbegoso.
— 192 —
renzo. Allí, aafces del alba del día 10, debíaa jun-
tarse para combinar su acción i su sorpresa contra
los buques peruanos.
I mientras avanzan una i otra a su destino, será
útil echar una mirada a los aprestos de defensa
con que aguardaba a los chilenos el arrogante
dictador del Perú, que habia tenido ya cien dias
de plazo bajo su bota i su estatuto para prepa-
rarse.
IV.
No quedaba a los desdichados peruanos en sus
horas de angustia sino un tercio de los doce
buques dé guerra que con 64 cañones en sus portas
le habian servido i baluarte para retar, tan ufano
como insensato, a «guerra tremenda^) a Chile.
I en realidad i de hecho no disponía sino de un
solo buque capaz de tomar el mar, cual era la
escurridiza corbeta Union. Todos sus otros cascos
de guerra habia desaparecido. La fragata Indepen-
dencia fuese a pique con sus 22 cañones; el Huáscar
(5 cañones) i la Pílcomayo (6 canotiés), estaban
en poder de los chilenos i aun formaban parte
de la escuadrilla bloqueadora para aumentar, si
era dable, la humillación i pesadumbre de sus an-
tiguos dueños (1).
(1) Los peruanos habian creído divisar por entre las brumas
de enero el monitor Huáscar, voltejeando cerca del Callao^ i coa
— 193 —
3)De cuarto en cuarto de hora un cañonazo
anunciaba a los habitantes de Iquique que algo
nuevo i solemne ocurria i el jen tío aumentaba.
Momentos mas tarde la comitiva se ponia en mar-
cha, yendo encabezada poreljeneral Villagran,
quien llevaba a su derecha al señor Carreño,
gobernador civil, i a su izquierda al coronel Ve-
lazquez. Seguían a estos casi todos los jefes i ofi-
ciales de los distintos cuerpos acantonados en
Iquique i otros que solo estaban de tránsito. Notá-
banse entre los jefes el coronel Letelíer, tenientes
coroneles don Eulojio Robles, don José R. Vi-
daurre, señor Ansieta, sarjento mayor don David
Valdés, don manuel Campbell, comandante del
ToUeriy i muchos otros.
))El carro vacío iba adelante i los ataúdes eran
llevados: el del comandante Ramírez por los je-
fes José R. Yidaurre, Eulojio Robles, señor Go-
rostiaga, sarjentos mayores señores García V.,
Arrate, Valdés, capitán señor Pantoja i capitán
de puerto don Estanislao Lynch; el que contenia
los restos del capitán Garreton lo conducían los
señores Manuel Campbell, Garreton, hermano del
difunto, Montoya, Villegas i otros cuyos nombres
no pudimos averiguar.
3) Batiendo marcha i al son de música alusiva
al acto, llegó la comitiva a la iglesia en cuyo cen-
tro estaba arreglada la capilla ardiente, donde
''ueron depositados los restos.
HIST. DB LA C. DE T. I A. 25
xDespues do la misa de cuerpo presente
da i otras ceremonias relijiosas, se retiró 1í
tiva dejando los dos ataúdes en depósito e
tada capilla.» (1)
XX.
Enterrados todos los gloriosos muertos
rapacá, los chilenos se alejaron como parí
pre de aquel sitio maldito, poniendo tér
aquellas escursiones estériles que tendían
propia demora a paralizar la acción colecti
ejército, que era lo que requería la situado
campaña i reclamaba con evidente desa
opinión pública del país.
XXI.
Un poco mas tarde, (hacía fines de cnei
prendió por el lado de Pozo Álmonte una
sión de reconocimiento hacia Pica el coma
Letelier con sus Carabineroa de Tungai,
(1) Carta a Loa Tiempos, Iqnique, febrer(t 9 de ]88(
góae mas tarde a la fúnebre carga del Toro el cadáver
comandante Tliorason, i juntos llegaron cinco ataúdes
tal. En el Ingar oportuno referiremog loa honores que
fueron tributadoB, porque talea mauifestacioaoa honran,
tro concepto, a los pueblos, tanto como las victorias a 1
tos que las alcanzan.
— 195 —
canzar ningún resultado práctico, i do igual ma-
nera despacháronse, ya en una dirección ya en
otra, partidas esploradoras en el desierto i sus
confines, todas mas o menos con el mismo mal
éxito que las precedentes.
Hubiérase dicho que el ejército de ocupación
de Tarapacá estuvo consagrado durante los meses
de diciembre i enero, que sucedieron al de sus
brillantes hechos de armas del mes precedente, a
la tarea jimnástica de ejercitar el sufrimiento de
sus caballos i la musculatura de sus jinetes en to-
da la redondez de aquel árido i fatigoso desierto
de mil leguas en cuadro,
XXIL
Tuvo lugar también por este tiempo i en una
estremidad apartada de aquel Sahara americano,
un valeroso pero desgraciado encuentro en que
rindieron nobles vidas unos cuantos valientes ji-
netes chilenos abandonados a su suerte.
Ocurrió este suceso, denominado el combate de
Tarabillos, el 6 de diciembre de 1879, a las puer-
tas del pueblo de San Pedro de Atacama, de la
desastrosa pero heroica manera que vamos a na-
rrar.
xxni.
Desde el 26 de octubre de 1879 guarnecía aqno-
- 196 —
escuidada poblacii
iel desierto i ven
antiguo de Atae¡
el valiente oficia'
Emilio A Ferrei
! la República i tí
)a era novicia, le
strados i la mur
anzaba a 60 tiros
cion gastaron loí
iro de sus carab
3 campo chileno <
tos, especialmcnle
ganaderos del Ingi
celos, pidió el te
mes algún refuer
iba la comandanci
órdenes del comai
a a Galanía guarr
Cazadores del De
eros al mando c
Barbosa. Hallábaí
e uno i otro punt
inmenso triángul
aciones en el desi
se atendió nuucí
— 197 —
XXIV.
Avisado, por su parte, de tal situación raediai>-
te sus espías el jeneral Campero, que a la sazón
vagaba con su famosa e impalpable 5^ división en
la provincia vecina de Lipez, destacó en los últi-
mos dias de diciembre desde el punto llamado
Salinas de Mendoza al conocido guerrillero do
Caracoles Kufino Carrasco, con un cuerpo de irre-
gulares denominados Franco-tiradores, del cual
aquel capitanejo, hombre revoltoso pero bravo, se
titulaba coronel. Según éste, su banda constaba
solo de 70 hombres, pero estando a los informes
chilenos pasaba de 150, i ésta era probablemente
su verdadera fuerza, porque Carrasco se proponía
asaltar con ella sucesivamente a Calama, San Pe-
dro i Caracoles, sitioconocido de pasadas hazañas
de revueltas. Dos tenientes coroneles venian a sus
órdenes. (1)
(1) El jeneral Campero se hallaba acampado en Salinas
de Mendoza el 5 de diciembre, i allí tuvo casi a un mismo tiem-
po noticias de los dos combatas de San Francisco i Tarapacá,
según el siguiente oficio que envió desde aquel paraje al sub-
prefecto de aquella provincia peruana, don Luis Felipe Rosas,
estacionado en ese momento en Chiapa, aldea andina de aquella
'rada:
\ bestia. El soldado chileno sin
apar con un cintarazo de sable
seis de esa mañana dio la alar-
do campo de Calnma, i de allí
XXV.
a de todo esto, el comandante
lia siguiente, 4 de diciembre, el
le copiamos de su orijinal no
coles, diciembre 4 de 1879.
) Ferreira.
níente:
cuto se nic anuncia de Culama
do 150 hombres, en su mayor
armados, al mando del coronel
lesto en marcha desde Chiuchiu
de del dia de hoi, en dirección
Ud. pues mili prevenido para
! le llegue el refuerzo de sus
larchando para el interior han
j, cortarlo la retirada i no se les
~ 210 —
Era ésta la octava o décima correría lanzada a
las interriiinables soledades del desierto, i ha-
bría taLvez sido la última en su j enero, si el mi-
nistro de la guerra en campaña, no hubiera teni-
do 9. bien organizar otra a su manera i por su
cuenta desde el camarote del Abtao, donde se es-
tinguia su propia lenta actividad en la nostaljia
de un pontón fondeado en honda i solitaria bahía,
emparedada entre altísimos farellones.
I de cómo dio bridas a su propio pensamiento
el director civil de la campana, no sabemos si
con anuencia del jeneral en jefe o sin ella, será el
tema del próximo capítulo de esta historia.
2>Todo el camino de Atacama a Qaetena es de lo mas pésimo
que puede darse.
2>De Quetena Chica nuestros espedicionaríos caminaron en
dirección de San Cristóbal, pasando por los siguiente? puntos:
San Onofre, Pan de Azúcar, Canchichayo, Marcos Cuevas,
Luruchane, Jevatagua i Catal. Aquí se tomó prisionero a un
sárjente llamado Gregorio Vargas, perteneciente al escuadrón
de caballería denominado Franco-Tiradores, que manda Ca-
rrasco.»
I,
;1 Sotomuyor i Bueza, mioístro
legado del gobierno en la cain-
erra emprendida por Ohile con-
; aliadas, un hombre de indispu-
i patriota esclarecido. Modesto,
), coDciliador, hombre de conse-
orazon, dotado de imperturbable
nente esforzado como sus siete
m dejado todos honorable^ algu-
amoria, ladino en ocasiones, tipo
íeptoB del «hiiaso chileno», siendo
i aun cultivado, su conducta ha-
lática i respetable para todos sus
como su lastimosa muerte, ocu-
era de una victoria memorable
tribuido a preparar, lo ha colo-
ro de los mas ilustres servidores
tiempo que hallábase dotado de
a, revestía su carácter una mo-
I reflejaba la eterna inmutable
noral del jefe del estado de quien
lido en los días del gran terremo-
nna solitaria estancia de campo
e Melipilla (la hacienda de Hue-
1 parecía a prueba de sacudimíen-
— Sis —
tos, porque en las ocasiones adv<
propicias de la vida, mostrábasi
turaleza profundamente liafátic
vive de la ebullición de la sangr
con su ser, i su rostro mate, a
pero de mirar amortiguado, su
que pai'ecia en ocasiones pegar
completamente lívidos i enjutos
pecto bilioso de esos funcioQari<
las monótonas oficinas de gobie
de las fascinaciones propias del (
II.
Pero aparte de todo esto, su i
cho i por BU solo propósito una
completamente equivocada i fui
secucion de la campaña en tierr
sido en la marina, porque si ha
requiere la mas perfecta unidad,
bruñido de una dictadura railití
de un ejército i de una escuadra,
Chile, sometiéndose constaateu
apoltronamiento del jefe del Ei
perseverante error de dividir 1
ponsabilidad de los actos entre i
madas por lo mismo a vivir ei
que, disimulado en ciertas ocí
en otras i siempre funesto para
— s
razado almirante Coch
estrictamente en el prim
armas a las instrucción^
tro de la guerra, que de
por nn telegrama cruzai
de la costa, el convoi er
probablemente ileso.
Avisado asimismo e
hermano i jefe de estad
corria la división enviac
tomó la cosa, a fuer de
las oficinas, i dejó venir
ponerle remedio.
Después de estos ac(
se encerró en la cámari
profunda bahía de Pisa<
operaciones, o mas prop
de la guerra, de acuerda
jeneral en jefe, estaeio
Catalina, i sometido vii
mando inmediato, a s
único que aquí se sabe,
caustica correspondenci
mentó chileno a la I'aii
cha 17 de diciembre, de
pasa raui buena vida a
compañero fiel de mef
neral Baquedano, alegr
que, como el jeneral
Pero el ministro en campaña quie
entretenimiento en el océano, i para
en los últimos dias de diciembre la
un paseo marítimo i terrestre, que, au
te por su rapidez i su rara fortuna,
sino una signiñcacion contraproduee
sarrollo de la campaña: tal fué el en
tallón del rejimiento Lautaro al pue
cha con el objeto de ocupar una c
este puerto indefenso i llave del depi
Moquegua, i juntamente destruir L
de una movilidad que mas tarde ha
preciosa, dando ademas el alerta al a
bre el rumbo de nuestras íuturas em;
V.
Meditada i resuelta bajo tan erróne
aquella escursion mista, llamó el n
cámara en la mañana del 29 de dícíe
liante oficial de injenieros don Arí
nez, que con un pequeño cuerpo de
asistía a los servicios del puerto, i con
do de una espedicion lijera, asocia
mandante don Federico Stuven, qi
cargo la maestranza del ejército a bo
gata a vela Elvira Alvarez, anclada
el puerto de Pisagua,
En la tarde de ese propio dia raei
nes pierolistas desde 1874, al pas
lugares del infeliz Perú aparecia la
tada con nombre de montonera, t
mas horrendos crímenes i asesinato
gros cimarrones de las haciendas,
el trabajo minucioso, paciente i ba
amarilla, que volvían a reclamai
blancos i a vengar en su sangre su
minio: el África en guerra con el A
tiempo de los Faraones.
Yin.
Kesístense casi a la pluma los
eias, coDtini'ie en la parte que le correspondí
nal.B— (Siguen laa firmas).
Eran a Ja verdad tan fnertes las eiiiocion(
producían en aqnel pueblo impresionable,
habitantes perdieron la razón.— «Un respeta
a este propósito el Miati, dirio de Arequipa
loco de dolor, senador por el departamento <
nos dice, se encuentra casi loco, andándose
brero.
»En todas las esquinas se detiene i comiei
blo como sí estuviera en el pulpito.
>Sus palabras son incoherentes i denotan
«e halla en un estado normal.
sjQuién sabe hasta dónde nos llevarán los
desarrollándose desde el sacrificio de Qraul.
»¡DioB miol ¿estaremos espiando una vidt
de locuras i errores?»
que se hallaba eQ la hacie
taron a dou Antonio Prat
rrido.
sTodos nos fuimos a 1
les matamos tres negros
mos nueve entre negros e
cárcel, i esperamos al pi
interrogarlos i descubrir
dores.
»Aquí hai un plan pre
tiempo atrás, i un círculo
ha hecho creer a los negr
esclavos.
bAI atacar el pueblo de
didos: j Abajo la argolla!
13
Por otra parte, i volvie
garefio, en el mismo día í
cío de Arequipa corría a
hecho a su prefecto, la i
según dijimos guarnecía ,
del comandante de guerr
nez Tejeda, conocido por
Huachu llama (huacho i
ra ir a destituir en Moqu
tren, al prefecto don Sara
te nombrado por el jenei
]
cor
los
de
pai
de
E
Bobi
mig
E
mué
este
nom
ea I
neT
ram
sitni
— 240 —
a servirle él mismo do piloto
montaña; i como los dos fuera
después de corta vacilación se
nes, decidióse la festiva calave
de otro mozo, el comandante d
Osear Viol.
Desembarcáronse inmcdlatai
gins dos pequeños cañones Ki
distinguido teniente de marina
Palma, recientemente regresadc
hacia su carrera en ¡amarina d
una i media el Lautaro partln
conducido en dos trenes llevaí
esforzado Stuvcn, que, fiel a su
to, iba en la máquina.
La empresa de acometer r<
pueblo importante, situado en u
fias i a 60 millas de la costa, ern
pintoresca, porque el ferrocarri'
el interior es un verdadero di
gargantas i páranlos coraplotf
desprovistos de agua. El mas
podía ser causa de im fracaso i 1:
locado, una galga arrojada dt
producir segura catástrofe.
En las primeras IS millas se
un terreno completamente des
tacion de los Estanques, llama'
existen dos depú.iito.s de ní^na m
— 242 -
ehiira varía entre seis i doce cuadras,
término medio de la parte plantada i
de un kilómetro, por treinta de desarr
dirección del naciente hacia el mar.
Al comenzar esta hoya magnífica se h
tacion de Conde, que debe su nombre
yorazgo moqueguano (el condado de San
que fué usufructuario el ilustre jenera
dista 13 millas del Hospicio. Sucédense
cortos trechos las estaciones agrarias de
(a 4 millas de Conde) de Catalana (6
del Puente (1 milla).
Hállase esta última ubicada a orillas d
toso rio en la amplía vuelta que éste fon
volver por el sudoeste la ciudad de M
situada en su foudo, pero sobre una erain
la protejc del turbión; i de allí, rebasanc
blo por el poniente, trepa el camino de ]
meseta denominada Alto de la Villa qut
el pueblo viejo a sus pies.
Desde el gran terremoto del 13 de
1868 que arruinó a Arequipa i a Moqn
lineóse en la altura la planta de la nuev
quegua. Por su foudo camÍDS el tren en uua esteo:
de siete leguas, en medio de loa paisiyeB mas rarJE
reacoB. Allí ae cosechan loa mejores vinos i ae reco
sabrosas frutas.»
Temialocks
aa sospeetia, que ei mayor numero ae sus nauí-
tantes no tuvo siquiera la natural curiosidad de
ir a indagar lo que la llegada imprevista de aque-
llos trenes con tropa significaba. Algunos, i entre
éstos el prefecto intruso don Julio César Choca-
no, pensaron que aquellos podían ser soldados de
ontero que venían a restablecer en Moquegua
que loü movcdíuos políticos del Perú llaman
— 246 —
pleto a la una i media de la noche con trescientos
fusileros milicianos.
Al amanecer del dia 1.*" de enero de 1880, i
cerno intimación i salva de año nuevo, el coman-
dante Martinez hizo disparar por alto i en di-
rección a la ciudad dos cañonazos; i bastó esto
para que una comisión del pueblo se presentase
en el campamento del Alto de la Villa notifican-
do a su jefe el completo desarme de la población i
la fuga de las autoridades, i solicitando la clemen-
cia de los que tan fácilmente habian vencido coa
llegar i con dormir.
Otorgó este perdón sin grave retardo el coman-
dante de la espedicion chilena cual aguinaldo do
año nuevo, i en seguida dispuso su entrada triun-
fal a la ciudad en dos porciones, penetrando el
capitán Diaz Gana con 40 hombres por el camino
de Omate i el resto de la fuerza en columna de
honor i con flanqueadores esparcidos en guerrillas
par el barrio de San Bernabé.
La banda del Lautaro ocupó la plaza de armas
haciendo resonar el aire con el himno de Yun-
gai i el grito de guerra del chileno que es el la-
cónico pero enérjico saludo de la patria ausente:
— ¡ Viva Ohile! Un corresponsal peruano que esto
cuenta añade que los invasores entraron a Mo-
quegua haciendo oir la canción de los rotos, pero
antes habia dicho que los moqueguanos hablan si-
do sorprendidos en el sueño de los tontos.
)a DiaQaiia en esta plaza, me dirijo a U.S. a fiu de que se sirva
dictar las órdenes conveuientes para que In fuerza de su mando
no caté diseminada en la ciudad, anisando algunos daños, que
deben evitarse eu una guerra hunaanituria como la presente, i
sobre todo, cuando U.S. uo ha encontrado la menor resistencia
eo esta plaza.
«Dios guarde a U.S., S. C. J. ^
»■/. B. Pomareda.^
ñor; 1 en p
chó el 2." t
silio de sus
de vuelta e
morro de S
Tníleciblt
aquel efímc
dueido en c
ignorando
liumor ¡iivt
ron con jug
en forma i
go, que lie;
nico, fué tí
rida por aq
Llegó, 61
a Tacna ji
na del dia
mas contra
plazas de <
una concei
arcquipeño
a Ite; ya ei
mente una
mentoR, al
nuevo año
:xT.
an bolivianas, los célebres
esto se hablaba de sellar
n aquel dia de sustos. Por
tralrairante Montero di-
üo el siguiente despacho
[ia de la tarde de ese mis-
[ue vengan 50 artilleros
cañones. Contésteme. Le
on por el año nuevo, i oja-
(sic) la alianza con nues-
de batalla.— Felicite Ud.
Montero.^
on sus sombras i sus mié-
a estos dos curiosos tele-
A. TACNA.
Enero l.^c/elSSO.
.'¿.1 P. M.)
Ó de aquí con un batallón
Solar,
— 254 —
Era ésa la hora precisa en que el Lautaro to-
maba los trenes de regreso, i como si lo hubieran
adivinado desde lejos, el jefe del estado mayor, el
coronel La Torre, escribia al jeneral en jefe a las
7 i tres cuartos de aquella misma noche el si-
guiente despacho:
Jeneral Montero:
Una vanguardia chilena a dos leguas de Arica.
La Torre.
XXII.
Al fin de todo i aquietados un tanto los áni-
mos, la columna destinada a operar sobre Moque-
gua partió en forma a la madrugapa del 2 de
enero i era compuesta del batallón Cazadores de
Prado, comandante Somocurcio i otro. Los dos
cuerpos se dirijieron por tren a Tacna i reunidos
allí a una pequeña división boliviana que coman-
daba el Coronel Castro Pinto, marcharon ambas
fuerzas a Sama el dia 3 de enero. El 4 se incor-
poró el batallón Prado (1) a la guarnición de Ite
(1)
Ite, enero 4 de 1880.
(Recibido en Tacna, a las 10.30 P. M.)
yefior prefecto:
Se ha hecho rancho para el batallón Prado, pero éste no pa-
BKnvíamos en consecnencin
derÍRo Btnven un afectnoso apr
poleon (si ello ea dable) eu su
de orejas.»
FRAGMENTO DE U^A CARTA 1»
SOBRE EL VIAJE DEL L&l
Sefir 6. Vicuña Mackei
(Santiago)
Cuando desrielamos cer
quegtia, no hubo desgracia nin,
corros e hicieron fuego sobre i
rio, que esperaban el resulta
hombres de los Duestros llegar
estos individuos, que después
los que trabajaron en desriela
fueron 8, entre ellos el padre d
motor; no hubo fusilamientos.
que venia en el tren se fiigó, p
Bíouero: volvió a fugarse i se 1(
marieroD.
«Cuando fui yo coa 25 hom
iucendiar las casas de la haciet
agun, la bomba, etc.; pero no i
alguno aquí; prohibí estríctam
— 262 —
en sus penosos, aislados, inch
mente mouótonos campamen
de Pisagua, donde yacía en un
de la guerra, hasta el Bearnés
te vejetaba en la inacción el je
gada su robusta naturaleza poi
según antes vimos.
Un letal fastidio iba invadit
te aun los corazones mas resue
al decir de la prensa de aque
daron solo con un tercio de s
nuncia o licencia del mayor ni
Figuró entre loa últimos €
del jeneral en jefe, mozo ent
rra, que desengañado i triste i
de enero a esconder su desabr
na estancia de la Viña del Ma
firme de no volver a los camp
confianza irritaba i los celos
por su base.
III.
La alimentación del ejércit
(1) aLUieveo las solicitudes por eof
tnsB, dice en una carta de familia fec
Santa Catalina, el intelijente capitán d
agregado a la secretaría del jeneral eu
guidü oficial se dio también sus vaoacii
a tomar sus delicioscs baños.
— 263 —
nsacion de estas desventajas, habia
siderablemente, si bien el estado
■a completamente satisfactorio. (1)
ite de víveres seeos i especialmente
ostnda i del cbarqui desarrollaban
> grado la disentería i otras enfer-
s órganos dij estivos, al paso que el
;o, como sucedió durante toda la
ba mucho que desear, encontrándo-
casi la totalidad de su personal. (2)
>, por otra parte, gran Di!i[uero de las quejas
üla nliiuentacioii de nueíítroa soldados, i todos
jios de la uctividad, competencia i buena vo-
lelegado de la intendencia del ejé^clt^, coro-
m lo3 campamentos no pasan días de ham-
¡a antaño; ya Imsta se dan el lujo de tomar
r la maüana; tienen pan caliente i buena pro-
larecen de víverea frescos, como ceboilaa i pa-
le fabrican sit propio rancho, qtie no deja que
lento i abundante.
el soldado no tenga ahora mas quejas que la
en qne permanece, que aleja las probabilida-
ronto la campafia i regresar cubierto de lan-
irreapnndeneia al Mercurio, Iqnique, enero iítí
.enao informe que cuerpo por ennrpo pnsó al
;irujaiio en jefe del ejército, don Wenceslao
nta Catalina, con fecha de 20 de enero de
ion de uno o don rejiniientos, todos tenían de-
]tes, fuera porque careciaii du 1." o 2." ciruja-
--.^
— 264 -
IV,
Agregábanse a esta causa de viva mortificacioa
accidentes dolorosos que causaban tantas vícti-
mas como un combate parcial, echándose casi
siempre la culpa de tales fracasos a la desidia i al
sopor que parecia haber invadido durante aquella
fatal demora todos los espíritus. Fueron de esta
manera brutalmente sacrificados por un siniestro
inconcebible del ferrocarril de Pisagua a Santa
Catalina, en la tarde del 7 de enero, no menos de
60 infelices reclutas que habian llegado en el La-
mar para llenar bajas, a los cuales la autoridad
local se negó a acampar en sitio cómodo; i por
amontonárseles en un desvio de la línea en la
plaza de Pisagua, mató un tren doce infelices, hi-
riendo i maltratando gravemente no menos de
cuarenta i cinco, cuyo mayor número sucumbió en
seguida. (1)
no, o de ambos, por falta de remedios, instrumentos o cansas
semejantes. En cuanto a enfermedades, aunque el clima del de-
sierto es sano i aun benigno, había cuerpos como el de Zapado-
res que contaban un veinte por cielito de enfermos, lo que era
enorme. Un gran número de cirujanos había renunciado i no se
les mandaba remplazantes, o lo que era mas cierto, no se les
encontraba.
(1) «Hace tres días desembarcaron en ésta 600 o 700 hom-
bres destinados a llenar las bajas de los cuerpos. En seguida a
ñxx desembarco se trató de acamparlos i nosotros^ los del Par-^
ffva, enero 10 de 1880.)
BIST. DB LA C. DB T. I A.
alambre, auxiliar poderosísimo
moderna, mas allá de Tacna; i i
ses de completada la ocupación
una semana. En cnanto a penf
dos estremidades de la línea féri
e Iqniqíie, medida estratéjica tfi
jente para la defensa de aquel
pingüe negacio para quien lo
eso cuestión qne no preocupó
minuto a los caudillos de la gt
ha preocupado mas tarde ni aur
(1) LoB peruanos, sia embargo, nos ha
i los presapoeatoB de esa obra, qne ellos (
prender cuando loa BorpréndimOH. Según
tnbre de 1879, toda, la distancia que falte
Pozo Almonte i Agua Siinta, era solo de
en terreno completamente llano. E)n cuat
de 35,709 £ eo la forma sigaiente:
Eíeles de acero 2,310 v
Planchas 76J
Tornillos 14}
Clavos 63|
Agujan i cambios jnegoa. 8
i 46,200 dnrmiontes, trasporte de mater
oes, lastreaje, nivelaciones, estacionei
pozos, etc
CUARTA DIVISIÓN
onel don Orozimbo Barbosa,
Cuerpos de injantena.
Buin, (Ortiz).
Lautaro, Robles).
Zapadores, (Santa Cruz).
ina brigada completa.
un escuadrón de Granaderos.
IX.
era vez también, en la organización
¡rcito de Chile, dióse a cada división
isiliar de un jefe de estado mayor
cupo este honor a los siguientes
ea, todos jóvenes i militares de es-
al comandante don Adolfo Silva
director de la Academia militar,
al comandante de iüjenieros don
AriBtiaes jyiartinez.
Para la 3' al comandante i ayudante de estado
mayor don Diego Dublé Almeida, autor de varias
obras militares.
Para la 4.' al mayor de injenieros i hermano
del precedente don Baldomcro Dublé Almeida,
HIST. DB LA C. DB T. 1 A. 35
mozo intelijente que había
i fortificado la línea de la
ñas. (1)
(1) Esta organización elemental de
tada con incesante elanior dexde el pri
que se ocapaban de cuestiones militan
tal. — «Defde el principio de la ^err
tes de la guerra, en la primera hora, i
diarios, en el Mercurio, en el Ferroea:
rril, ea el Senado, en todas partes a <
voz, si mas no fuera, por pobre, mas
biamos pedido, solicitado, aclamado i
ganizacion militar, que juzgábamos el
í, si podemos decir así, el abecedario
conocen hasta loe niQos de las escaela
el ejército en divisiones compactas, h(
de la bandera tricolor al trapo blancc
al mando de jefes activos, vijilantes, i
ra con el soldado, de estimación enti
Ferrocarril del 17 de noviembre de 1
I como ya en esa época ee asegura
se oponia a aquella medida i el minia
con indiferencia, agregábamos en la
que tenia por título Herrar o quitar e.
la verdad que todo lo que decimos o e
i perentorio correctivo, i si los dos m
jeneral en jefe ea campaña no tieoet
aplastar rencillas i rivalidades de cuai
única causa i rtnica escasa para no ci
lugar de ctmaudantes de batalloa i c(
ciao es que recuerden (o que les recoi
proberbio que acostumbraba repetir d
amolda como un sayo a su situación
asi: ^Herrar o quitar el bancos.
— 278 —
XI.
Con mucha anterioridad a estos actos i sucesos,
había sido nombrado también jefe de estado ma-
yor del ejército el esforzado e infatigable coman-
dante don Pedro Lagos, por renuncia del coronel
don Emilio Sotomayor que no pudo avenirse con
su antiguo jefe i amigo el jeneral Escala.
armas^ síuo redaciéndolo a una absolata impotencia i hacién-
dole sentir en las propiedades e intereses de sus habitantes, to-
mado el peso de la gnerra.]>
Lo guerra habia tomado efectivamente un carácter sombrío i
casi feroz con particularidad desde el combate de Tarapacá en
que los peruanos ejecutaron actos horribles de crueldad con
nuestros heridos. Los cargos principales que la opinión formu-
laba contra el enemigo eran los siguientes: — 1.° Mal trato dado
a los prisioneros. — 2.° Muerte cruel e ignominiosa de los rendi-
dos o de los inermes, — 3.° Incendio de los lugares no fortiñeados
o de simple abrigo para los heridos^ como en San Lorenzo, i que-
ma dfy los heridos aun vivos, como en San Pedro de Atacama. —
4.° Empleo de las balas esplosivas. — 5.° Haber hecho fneyo sobre
parlamentarios^ i 6*' Haber autorizado i emprendido la guerra
de montoneros.
El autor de esta historia trató i dilucidó todos estos puntos,
comprobanbo algunos i reconociendo otros como inexactos o po-
co comprobados, en un esienso artículo que con el título de Oue-
rra de caníbales o guerra de cristianos, dio a la prensa diaria el
19 de febrero de 1880. Tratadas esas cuestiones bajo el punto
de vista de las lenidades de la guerra moderna, resultaba que
en mas de una ocasión las tropas chilenas habían faltado tam-
bién a ellas.
to íntimo i cariñoso de la tienda d
reparo de almas jenerosas, fuera causa
ignoramos, el hecho doloroso i funestí
desavenencia estalló en el cuartel j
junto con el nombramiento del jefe
ser por sus funciones los ojos i las al
cito.
Reinaba, al decir malicioso i fastic
soldados, cierta estéril actividad en 1
del cuartel jeneral, donde las nimieda
ban con tal formalidad que para dejar
i corriente una mesada de soldado s<
menos de seis trascripciones, enviándoí
tos pliegos a los diferentes jefes, ofi
pleados. No gastó sin embargo, i por d
secretaría del jeneral en jefe mas tintí
necesitaba un simple i terco acuse de ]
do llegó a sus manos la declaración
que el Congreso consagraba como un '
tico que el ejército de Tarapacá «hab
bien de la nación,» omisión grave i e
tesia que el jeneral Escala enmendó
mas tarde i con amplia corrección. (1
^1^ Con fecha 27 de diciembre de 1879 el jeneral'
te del Seuado por toda contestacioa al acuerdo que
gro al ñaal del 2." voldmen de la Historia de Tara}
acuse de recibo eacritu en doB Ifueas. Pero dos sei
de, esto es, el 8 de enero de 1880, dirijió al mini
rra ua oñcio en que yalorizando debidamente la
ataques propios de la inacción contruriacia que
algo mas tarde quitó la vida en el campamento
de las Yaras al primero de aquellos dignos pero
poco afortunados servidores de la República.
disponía qne se hiciera mención de ella en laá Iiojiis de servicioa
de iodos los jefes i oficiales que habían tomado parte en la cam-
patla. JLis oportuno el jefe de la escu:i(lra, contestó directamen-
te ef voto del Cont^reso el 5 da enero de ISSO en una nota cuyo
fioaí dice ásl': «A nombre de la escuadra qtie comando, agradez-
co a U honorable Cúmaralaalta distinción con quesehadig-
Jido honrarla.»
mST. DE LA C. DE T. 1 A. 3G
El tedio concluye de ord
tratables aun los mejor temp
soledades truecan al hombn
fiér ansco, i-eceloso i selvátici
Las cosas, a la verdad, e
tin rorapinaiento definitivo o
presión un tanto viva que €
pleó en nna de sus notas de
exijió el ministro fuera retin
hacia el 17 de enero en Pisa
pendencia ya varías veces ci
do, i hubo de mediar entre^
dilles BU secretario común
llevando i trayendo recados
de la playa a bordo i desde <
(1) DeBtleel 17 de diciembre ile
escrita a La Patria en el campanaei
Í!is desavenencias del jeneral en jefe
mas tardo el corresponsal dül Márcí
nii^rao pnrtictiltir desde Pisngua (fel
cnieiitea significativos términos; «1
-unos qiip, impuestos de l&desorgani
i-.-i tas altas re/ioacs, temeu ver re¡
tiiltnsi errores de imprevisión i de i
imUilm'inte derramada nos costaroa
»Podrfamoa a este respecto escribí
liabíimos principiado ea efecto a lev
rhaB miserias en lo relatioo a la di
pn'iximu partida de la espedicion noi
I lu lio podrian ya ser oportuuameut
logrado por completo el éxit
qiio nos habían entregado la
eá, pero sin aJelantür mcJif
la campaña en grande que ]
únicarneute un remedio efica
sacar el ejercito del desierl
rrumpiendo su letal contaji
confianza i la alegría giierrer
peculiar del soldado chileno,
paña i en vez de dormir pele
Pero ¿a dónde ir?
Era este un problema tan
mo la inacción misma, porq
los sentimientos i de los p
poca cosa se había preparado
ra de una manera adecuada
empresa acometida. Al cent
miseá anarquía en las opinio
cuion de la campaña.
XV.
Los"unos, i cutre éstos el
nábante a un ataque por tier
chanJo por la vía casi impr;
nes. Pero ya hemos recordado
ploraciones que hubieran al
para el ejército habían sido (
Dijese que iba a mandarse a
Hubo también uu lejano tiroteo de cerro a ce-
rro en la profunda garganta sin mas rcRultado
que ponderar la puntería de un soldados del San-
tiago llamado José Vega, que derribó por apues-
ta a un oficial enemigo montado en un blanco
bridón, i el estravio de un soldado de Granaderos
que se creyó muerto. ]
Cea, i acosado por la
brada donde le hiciero
gran aparato de triutif
Por esta misma ép
ocurrió también un en
de Tana, en cuyo lanc
Pardo, ayudantes del j
han un reconocimient
quince Cazadores, pu
(I) £1 parte oficial <lol ani
esta cii'ciingtiiucia, pero coqsI
El capitán Contreras lo c
que era uu vnlieute, lo llama
SeguQ el parte dul ftltimo,
oficial que bajó al f.mdo de 1
iicsto CaraoD, riíeto de un val
Estados Unidos a servir a li
Contreras perdió cuatro cal
cinco muertos.
No hemos encontrado hast
ciou que a principios do ni:
Layaecíi, ninrchando como pn
dante del 2.° escundron de Ci
Anicaniente un apunte del pr
ocupación do la quebrada se i
nos, aludiendo a su arrojo i a
dar a Oliíle an limite fietentri<
i con los burros?»
finjia xma demostración (le frente,
Miis, todos estos planes caían sobre el tapiz,
unas veces por vacilación, otras por falta de datos,
otras por el rechazo de los marinos que reunidos
en consulta sucesiva liácía la medianía de enero
opinaron que todo intento de desembarco a la
vista de Arica era temerario, i el uso de las cale-
8 ineficaz e imprudente por las dificultados pe-
— 288 —
culíares del desembarco. I era bajo muchos con-
ceptos ésa la verdad en el punto de vista marítimo
i profesional de la campaña.
XVIII.
No acertó a alumbrar la mente de ninguno de
los estratéjicos de la capital ni del campamento,
puestos al habla cuotidiana por el alambre eléc-
trico, la chispa de una espedicion que habría te-
nido por punto de partida a Moliendo, por base la
línea férrea q^ue de esa costa conduce a Arequipa
i por objetivo esta ciudad, la de Puno i la Pciz,
desde cuyo cuadrilátero andino se habria cortado
la retirada de todas las fuerzas desparramadas
por los peruanos en los departamentos de Tacna
i Moquegua, rindiéndolos tal vez sin combatir,
Pero empresa de tanto aliento, que pudo aun ser
acometida desde Antofagasta, habria necesitado
sino mejores soldados, porque los que Chile tenia
bajo su bandera sobraban para todo, jenerales mu-
cho mas espcrimentados i un caudillo de jenio que
en parte alguna se veia aparecer.
XIX.
*
Manteníase abierta en la emerjencia solo la
puerta do lio para entrar a un segundo desierto,
i al través de este llegar por jornadas no conocí-
cía de 'l'acaa, como la üe Alvaraao ea ííi"¿'¿ i la
de Santa Crnz en 1823, o a los valles rícoa i po-
pulosos de Lima como la de San Martin en 1820
i la de Búlnes en 1838, no existe decíamos en un
artícnlo que fué raui comentado en Lima i que
se dio a luz en Santiago el 5 de enero de 1880,
comparación posible entre los recursos que ofre-
cería la rica campiña de Lima, i en jeneral el va-
lle del Bimac hasta sus cabeceras, para la ocupa-
ción de un ejército, aun sin tomar posesión de la
ciudad misma, objetivo de aquella ocupación,
ciudad que concentra en sus entrañas casi todos
los recursos vivos del Perú; ul paso que Arica
Tacna no viven siquiera de sí mismas en su esta-
do normal, sino de sus valles laterales de Sama,
Locumba, Lluta i Azapa, para la provisión cuoti-
diana, i de Chile para los suministros en grande.
»En segundo lugar, el clima del valle de Lima,
levantado considerablemente sobre el mar, no
obstante su proximidad absoluta al último, ha sido
siempre reputado como uno de los mas sanos de
1« costa del Pacífico, i como tal describiólo el sa-
\ o Unánue i aun cantólo Peralta i Barnuevo.
mar (como era entonces nuestra fortuna) tenía-
mos a nuestro albedrío una vasta línea de operacio-
nes, al paso que, concentrando nuestro esfnerzo a
la costa Sur del Perú, habríamos de encajonarnos
forzosamente entre Arica e Ho, dos puntos im-
portantes, pero que en manera alguna nos condu-
cirían al desenlace de la campaña jeneral ni aun
de la parcial i sucesiva del Sur. El Morro de Sa-
ma, que pudo ser un buen sitio de desembarco al
principio de la gperra, quedaba ahora como un
punto aislado, sin significación estratéjica de im-
portancia, a menos que se llevase allí iodo el ejér-
cito.
pr<
pai
Ár
da]
la
Ar
doÉ
de
qu.
SIK
def
qu.
peí
me
ǹ
To
Ck
cor
taji
qu.
to (
bli
»Otra razón de ultima 1
objetivo posible de una car
festado. I si está infestada
¿qué acontecería en la blai
nible soldado chileno.
»¿No vale esto solo la p
tenidamente sobre lo que
mañana, con el gran prop
fin a la guerra por la sumí
del enemigo?
XXV
sPero volviendo al terreí
la conquista i ocupación fel
accesorios de la campañf
Tacna, Moquegua, Mollen
belicosa Arequipa, debilitar
ira fuerza, obligándonos a (
aisladas eo territorio enem
mismo, a todas las continj
guerra de ocupación en te
que la invasión de Lima €
poderoso movimiento de co
nuestro ejército compacto i
ria el empuje i entusiasmo d<
impulsiva que en soldados del temple de los uues-
tros se hace irresistible, se amenguariji probable-
mente hasta las proporciones de iiit dcsenyailo,
conduciéndolos a los parajes de Arica, en los cua-
les un poco de agua i un poco de verdura son las
únicas variantes i loa únicos atractivos que se le
ofrecerían en comparación con las comarcas que
hoi ocupan. ¿I vale esta leve mudanza, que nada
HI9T. DE LA 0. DE T. I A; 38
cide i
ismil
msitc
becer
lestra
No a
iljenc
tratej
eron
ilarg.
dieioi
deBei
} en e
ico i 1
los or
barse
iticia
lyor I
ticini
Una
mentt
mo se
18 de
para ese un las recientes i araorosas peticiones ae
varios departamentos, especialmente del de Qui-
llota, el Nuble i Araiico, que nos habían hecho ór-
ganos de su clamor guerrero, i en conclusión dá-
bamos al gobierno en vacaciones este consejo
llano que qnedó por entonces i durante medio
año sin acojida, pero que llegado a la ejecución
después de la batalla de Tacna armó en dos me-
ses veinte mil hombres, es decir, el doble de lo
que antes de Tacna se exijia. — «Pida el gobierno,
exclamábamos a este propósito el 2 de enero, a
cada una de las provincias vastas i populosas de
Aconcagua, Valparaíso, Santiago, Golchagua, Tal-
ca, Linares, Maule, Nuble i Concepción «n teji-
miento, dándole armas i dinero, que lo tiene en
abundancia, para su equipo; pida un batallón a las
menos considerables, como Curicó i Llanquihue;
exonere, si quiere, a las de Bio-Bio, Araueo i
Valdivia, con cargo de mantener de la rienda la
fi'< nt-era; reserve a Chiloé para la marina, i aun si
el o le place, retarde la cobranza de su contin-
jente de sangr
ma i Coquimb
Ciiile sobre li
complemento
duplicación áe
sario.
»Chile ha
ocasiones cien
bierno hoi una
bre de la pat
mil soldados
marchar. »
Nada de es
junio sino cuai
heladas sienes
que desocupa!
nombrado, cu:
i gloriosament
nian todavia
Faltaba evide
clon, i esto sei
rosos del desie
temos! «Tres
Dolores un sir
1879, esto es,
giiento i ostéri
Era la vueli
la cuaresam, i
Iones i en los
después de la
los rastrojos. ]
marse «la opi]
prensa aletar^
ríferos cuidan
tana un medi
charla, al ene
Era un hecl
el país empují
nes a la accioi
claudicar.
No era mee
mos en los caí
fastidio tomal
batos de la in
teres i las fun<
«De día en
eribia uno de
gados del ejér
espedicion a i
turas Sotomaj
i¿r qué esti
yendo bien, ci
cuando
cuando
L en el
ionfltei"-
>¡os que
9 a las
,s hasta
¡9. Hoi
BoliWa
I i^iictiii. un (íuiu ic/.iv-íiuir un los culi-
chales del desierto i cuando quizá ya muchos de
los heridos han dejado el lecho del dolor i están
de nuevo en su puesto, es cuando a nuestros ¡efes
se les ocurre marchar sobre Arica; en tres o cua-
tro días mas empezará el embarque. Caiga sobre
esas cabezas llenas de ambición por suceder a
«GlaudioB en el poder, toda la sangre que se de-
rrame inútilmente en esta jornada que debió ha-
berse llevado a cabo por lo menos dos meses
há.i> (1)
(1) Carta al aator del alférez de artillería de V. A. Bianchi,
al ancla en Pisagiia, febrero 15 de 1880.
Eu los últimos días de cuero parece ocurrió mi último encuen-
tro de la caballería chilena, batiendo los Gnuiaderoa uiia culum-
na qne ni mando de Albarraciri intentó piísar por las quebra-
das desde Camarones a Tarapacá. Según el alférez Souper en 8U
diario de campai'ia, tuvo lugar este hecho de armas el 27 de ene-
ro, resultando muerto un tcDÍeute peruano i varios prÍBÍoneroa.
Xia columna peruana se componía de 90 oficiales i solo diüz sol-
HIST. DE LA C. DE T. 1 A. 39
— 306 —
Motivos de apremio fueron estos que en gran
manera dieron lugar al atropellado embarque del
r ejército en los últimos dias de febrero, con menos
que deficientes elementos para operar de nuevo
en el desierto, a distancias mucho mas considera-
bles; i esto sin contar con el ausilio milagroso de
los rieles, porque no habia motivo alguno que
autorizase a creer que después del paseo del Lau-
taro en enero, los peruanos no hubiesen tomado
las necesarias precauciones a fin de utilizar en
todo o en parte la línea férrea de Pacocha a Mo-
quegua.
Estando a la correspondencia, para nosotros
completamente verídica, del capitán Pardo a su
familia, el conductor de equipajes del ejército
chileno don Francisco Bascuñan declaró al mi-
nistro de la guerra tres dias antes de comenzar el
embarque de la espedicion, estoes, el 15 de febre-
ro, que no contaba sino con las muías necesarias
para movilizar el parque, rancho i demás impedi-
menta de dos de las cuatro divisiones de que cons-
taba el ejército: tan lastimosamente habíase per-
dido la temporada de la inacción i de la espera en
el caliche!
dados. Los dispersos se retiraron a Arica.
A propósito de la salubridad del ejército el mismo oficial dice
que el 20 de febrero habia en el Porvenir, sobre 500 Cazadores,
95 enfermos.
febrero) i todos los jefes ocuparon sus puestos go-
zosos con salir del páramo i del ocio.
El comandante en jefe de la artillería se halla-
ba el día 11 de febrero en Iqiiique i desde ese
puerto i con esa fecha escribía al autor de este
libro estas palabras llenas de jeneroso aliento: —
«Hace tres días que estoi en este puerto; vine con
el objeto de arreglar la artillería de campaña i de
montaña que ha de quedar con el ejército de re-
serva, lo mismo una brigada de artillería de costa
para el servicio de los fuertes de Iquiquc, Pisagua
i Dolores, donde también hemos cOTistruido una
pequeña fortaleza con piezas francesas de cam-
paña.
íEl ejército de operaciones llevará siempre sus
— is baterías completas.
sDespues que desaparezca el ejército enemigo
dd Anea i Tacna podremos llevar (
setenta piezas de artillería bien se:
IV.
Por su parte, otro distinguido jef
ma, interpretando los sentimiento
mas juvenil del ejército, en vista
horizontes de la acción que se ab
los, anadia desde el campamento (
semana mas tarde, lo que en seguí
piar oemo noticia i como sentimie
tro divisiones del ejército están s
en la línea de Pisagua a Santa C
en Jazpampa, la 2.' en San Anl
Dolores i la 4.' en Santa Catalina,
por el orden de su colocación, a¡
la costa las últimas a medida que
las primeras i ocupando las posici
tros desalojamos el ejército de r
tierra vendrá de Iquique. (1)
(1) Tuvo lugnr en efecto esta marcha de ]
ta de loB bntalloDes OtiupoHcau, Ohíllan i
siertOj.el 24 de febrero. El último cuerpo dio
por su poca moralidad e indisciplina en cata
mente al salir de Iquique, donde quedó rezB
te del bfttalloii. Entre loa anexos de este (
una sencilla i pintoresca carta de un soldn
q^ue cuenta lu penusu marcha de aquello» c
— 310 -
nueva forma del ejército; pero a ninguní
drado los inoonyenientes; todo se ha
con resignación; i estoi seguro que no
a tener otro Tarapacá. Hoi cada ano
puesto que le corresponde. El campo ei
a las glorias, i éstas pertenecerán indud
al trabajo, a la intelijencia i al valor.»
En resumen de esta laudable activid
nistro de la guerra que habia ido en
Iquique el 31 de enero i regresó a Plf
de febrero, escoltado por el segundo ba
meralda, hizo un viaje de reconocimi
pocos días mas tarde, i hacia el 15 d
se constituyó de firme en el puerto del
que para reunir todos los trasportes, hi
(1) Carta al autor del comandante I>Íef;o Da
jefe de estado mayor de la 3." división. Dolores,
1881. — El mayor Salvo, embarcado ya en ese día, r
bien desde a bordo del Itata, en la rada de Pisaj
dejamos definitivamente el desierto para reaaudaí
tacion de la trajedia, cuyo primer entreacto de c
gos ha proporcionado a la tradicional pereza cbilen
de apacible sueño sobre los laureles de tres jomai
próximo marzo no alcance a escandalizarse con
. nuestras armas.»
La salida a cumpafia no podía ya retardarse un i
el estado de verdadera sobredcitaciaa de todos los
Eji cjeruiLU ucHiiiuauu a upt^rur huuí» ±iu i íu-kí-
quegua, Arica i Tacna componíase en efecto de
12,800 hombres (descontadas dos mil bajas por
enfermos u otras causas), distribuidos en las ar-
mas i cuerpos que ponemos a continuación:
Rejimiento Buin 1,200 hombres.
Id. 2." 1,200 »
Id. 3." 1,200 »
Id. 4." 1,200 B
Id. Santiago 1,200 »
Id. Esmeralda 1,200 »
Id. Lautaro 1,200 »
Id. Artillería núm. 2.. 600 »
Id. Granaderos a ca-
ballo 500 T>
Id. Artilleria de mari-
na 750 »
Id. Cazadores a caba-
llo 400 »
Id. Zapadores 600 »
Batallón Atacama 800 »
Id. Búlnes 600 »
Id. Valparaíso 350 »
Id. Navales 500 »
Id. Chacabuco 600 »
— 312 —
Batallón Coquimbo 5
Id. Pontoneros 3
Total 14,í
VI.
Comenzó el embarque del materií
Hería i de los caballos el 18 de feb
activa dirección del jefe de estado mí
del comandante Stuven que habia c
muelle i lanchas planas para aquel <
tinuó aquella difícil operación sin
con un mar plácido por escepcion i e
nancible, trabajando noche i dia co
peculiar al marino de nuestras costa
ne ejemplos que imitar. El 22 bajó a
de su campamento del Hospicio, i
Pisagua la división Amengual (la 1.
mo dia, que era domingo, recibieron
nerse en marcha desde sus résped
raentoa de San Antonio i de Dol
mandaban los coroneles Muñoz i Án
2.' i 3.'). La 4/ división quedaba a*
Santa Catalina a las órdenes del core
mientras regresaban a tomarla alf
trasportes.
Hizose con celeridad el embarqm
visión de infantería, fuerte de mas
misma hora de la noche, sufrió la tropa cruelea
trastornofl en una marcha forzada de diez leguas,
empeñado su jefe en llegar al embarcadero a la
hora pimtual de la cita. «El domiogo 23 de fe-
brero, dice la relación de un oficial que pertene-
cía a la 3." división, estábamos mui tranquilos en
nuestra función de títeres, cuando circuló como
im rayo la orden de que nos arreglásemos inme-
diatameate para marchar. Como buenos militares,
nos pusimos inmediatamente a la obra de alistar-
nos para el caso.
í A la unai media A. M. deiaraos el campamen-
to de Dolores i partimos para Pisagua.
sLa jornada era larga, once leguas nádame-
nos; i sin embargo, llegamos al puerto a las tres
de la tarde, no obstante de haber caminado todos
a pié, aunque sin descansar en ninguna parte mas
de diez minutos.
» A causa de esta marcha tan precipitada, nues-
tra división ha quedado en un estado tristísimo.
Muchos se quedaban rendidos de cansancio en el
camino. En las últimas tres leguas, daba pena ver
a los pobres soldados tirados de cansancio i de
se'l, sin que nadie les pasara un poco de agua, por-
que se nos habia concluido.
IllST. DE LA C. UE T. 1 A. 40
— 314 —
^Llegamos a Pisagua dejando en el camino mas
de mil ochocientos hombres de la división, que se
compone de mas de tres mil. En ese puerto des-
cansamos toda la tarde para esperar que llegasen
los que se habian atrasado.
dA la una i media de la noche nos embarca-
mos, pero todavia quedaban mas de cuatrocientos
hombres que no llegaban.» (1)
VIL
Esceptnando estos contratiempos de la inespe-
riencia (porque en la guerra los avisos i las órde-
nes lejanas deben darse décuplas), el embarque de
todo el ejército hízose con felicidad, enerjía i ra-
pidez dentro de la estrecha rada de Pisagua en
(1; Relación publicada en Las Novedades <lel 8 de marzo.
Otra correspondencia agregaba sobre el mismo particular lo si-
gniente: «Se me asegura que el telegrafista omiso es un perua-
no que ha sido reducido a prisión.
DDesde las doce del dia 24, un gran número de tropa se des-
prendia del cerro de Pisagua, frente al Hospicio, dirijiéndose
por el camino del ferrocarril. Este cordón de tropa no dejó de
bajar hasta las oraciones, i aun continuó mas tarde. Apesar de
haberse trabajado hasta las doce de la noche, no alcanzaron a
embarcarse algunos batallones. Favorecidos por la claridad de la
luna, que estaba magnífica, se continuó el embarque dé la tropa,
trabajando en el remolque de las lanchas planas muchas lan-
chas a vapor.»
do de mano en mana entre los regocijados com-
batientes del ejército la BÍguiente noble proclama
de su jefe, efusión del estilo antiguo, pero que no
era sino el reflejo de las ardientes, jenerosas i lar-
go tiempo comprimidas aspiraciones de aquellos
hombres esforzados:
«¡Soldados!
j> Vamos a emprender la segunda jornada de la
campaña en que nos hemos empeñado para man-
tener ileso el decoro de nuestra honra i el respe-
to de nuestro derecho. Las heroicas hazañas que
habéis realizado en la primera etapa han dejado
marcado vuestro paso por la luminosa huella de
vuestras victorias; i a esto se debe que nuestro
glorioso pabellón flamee hoi triunfante en las
mismas posiciones que ocuparon los enemigos;
quedando así sometida a nuestro dominio absoliK^
to i tranquila posesioa I
territQvÍQ.
íjSoldados cíel ejéi
íMucho 93 debe la p:
tucl a que os habéis hee
denodado esfuerzo, vua
vuestra paciente resign
en reconocer como m*
digna conducta; pero j
do vuestros sacrificios,
a exijir i esperar de vos
a quien !e debemos to
mos empuñado las arn
que los acouteeimientoa
a acometer.
lí Vamos a invadir ot
rio enemigo, donde éstt
asaltantes de Pisagiui! r
jo con que supisteis v
posiciones, i probad un
trarios que no hai obsta
venza.
i>¡B¡zarros veteram
»E1 terrible castigo
jornada impusisteis al
piicnto para que nunca
I-
Almismo tiempo circ
antes de levar anclas, un
instruccionea i de señaleí
convoi que era, a la sirai
greso sobre la acefalia
que precedió en el embaí
cito de Antofagasta a
perderse.
Ese acertado plan dec
ORDEN DE SALir
1.° Una vez que cada
porte esté listo para zarj
bordo la tropa i pertre(
izará en el palo trinquet
que mantendrá izada hai
tida.
2.° Un cañonazo del
para que todos se prepai
remolcadores tomar a su
como puedan moverse, s
3.° Un segundo cañón
nal de zarpar i tomar su <
al N. O., conforme al cr
guiándose por el Amazo7
el andar del convoi, los 1
rán primero i ea seguid
mandase aumentar el ar
lante aumentarán prime
11." Señales.— Las je
Código Internacional.
12." Llegada.- A la 11
buques tomarán el fon
cerrado, en el orden sif
Amazonas, 3." Ahtao i
5." Angapios i ToÜen, 6."
dejando en su puesto a I
Desembarco. — 1." Al 1
de los buques abrirá sus
las i cordeles (que Uevaí
cuitar el embarco de la
nes menores.
2." A la señal del bu|
pularán, con prontitud, e
ría, todas las erabarcaci
planas i esperarán al eos
buques.
3.** Cada embarcación \
nienteoUQ guardia raai'i
4.° El capitán de frag
de corbeta don Luis A.
las órdenes del comanda
bales o ])or escrito que
mente respecto al desct
apercibidos, i esto fué lo que aconteció. El convoi
se deslizaba silencioso delante del faro apagado
HIST. DB LA C. DE T. I A. 41
de Arica a las dos <
brero. Su orden d
cinco o seis hileras.
Ble
Toro
Itaia Copiapó ^
Lámar LimaA
Umlerío I E. A
Ángami
A retaguardia de
tigo del segundo di
francesa Ckasseur,
distancia.
Con el alba del (
do el convoi a la vÍí
Abtao que por su pe
El rápido trasporte
do el rejimiento Bi
en la marcha de An
la delantera en pos
A las 11 del día
bkdo la punta Colf
cocha por el sur, i n
hacia señales de api
tierra los rejiraient*
i los batallones Na
gunos jinetes.
Se adelantaron ét
tres leguas hacia el
alguna del enemigc
bia sido tan comple
sus recursos. El mi
la via férrea con sui
(las del Lautaro) i
agua del inmediatt
ciudad, i que ese di
cánico portugués,
como en Písagua, i
sor.
Hubiérase sospec
a virtud de una esp
ruanos se habían pi
los peligrosos valleí
de la serpiente del
Para inutilizar (
habríales bastado, <
tillo la válvula de
funcionaba aquel i
fresco estanque ce
dantos del rio en i
soldados esparcido
labios o la boca de
tables chorros, que
pero dulcemente hospitalario el d(
tal del ejército.
La confianza habia sido restituii
to a todos los corazones. La ale^
los improvisados campamentos de
bajo la tosca tienda del soldado, f
modos alojamientos que con visib
categorías militares habíase desde 1
piado en el pueblo el numeroso cui
nes que acompañaba al ejército.
XVI.
I aquella vehemente espansion
que reparaba tantas faltas, iba a i
corazón del pais que se sentia otrs
campaña, saliendo del sofocante >
marugal, elemento fatal que al^
todavia, equivocada pero tenazn
principio de la guerra, el regulad
la campaña en el desierto.
«Las huestes de Chile están t
mar!» esclamaba con este motive
todas las pequeñas arterías de 1
entusiasta escritor que pretendia e:
horas todas las jenerosas impacie
blo chileno. I en seguida, como sig
«Los gritos de guerra, los cántii
den a las victorias, los adioses a la
Qet
ú
•rü
líos
le]
le]
am
abl
ain
ido
3St<
>rift]
in q
(Ar
n k
ne-
ldo
del
nsa
del
1 su
iño-
COIl
que
taifl.
ANEXOS AL CAPITl
I.
PARTE OFICIAL DEL JEKBRAL ESCALA 801
EJÉRCITO CHILKNO BN í
Panocha, feí
SeDor minietro de la gaerra:
El 24 del corriente Balieron de PÍ8a|
l)aertd Ina tres primeras divisiones del
con 809 respectivas fuerzas de infanteríi
Bl coDvoí, compoesto de diezisiete bnqr
medíatfu del aeñoc coutra-al mirante
paerto a las 11 i media A. M., de3i)ue3
uavegacíon.
Ia ciudad de Pacocha habia '«ido abt
dades peruanas i por casi todos los poblí
la ocupó sin resistencia ni difícaltad.
El desembarco de las tropas, moni
continúa con actividad.
Hemos encontrado el muelle en buen
a vapor que se ha hecho funcionar con lo
Lii estension del ferrocarril i la parb
alcanzado a reconocer no han sufrido de
lido órdenes de ocuparla.
(1) Loa trasportes erftu en verdad 17, pero I
el Taro i la chata de desembarco.
— 332-
Las locomotoras no pnedea ñiii<
por mi no tienen repDeato i no las hi
rril de nada nos servirá. De Pacochc
es el panto mas alto de la serraafo,
tomayor se establecería el cuartel »
8i del valle se podría sacar con qu
De Hoepicio arranca hacia el sar
telégrafo: el camino es bueno, i mi
eea en Locumba, pero no una batiUlt
ludo opuesto del valla i tendrán avaí
cil la marcha. No creo por un mome:
donen a Tacna para resistir en Locui
cil acopiar toda clase de recursos. I:
hasta llegar al valle de Tacna, í cuar
de unamarcka larga i penosa presen
siva.
Lnego ocnpando nosotros a Hospi
pueda moverse antes de un mes de e
todo tendrá que llevarse a muía: per
vÍBÍont)8, etc., etc.
Si hai tropa en Moqnegua, como d
ra poco i no podría venirnos a ataca
no pueden ellos que dcíiembarqnemo
a Moquegua.
Mas temo yo a las tercianas que
do al jeaeral h;iga que cadí^ rájimie
nina, Anico antídoto para esta enferc
se pueda el uso de la fruta en ayuns
No creo que el enemigo abandone i
tillería a Locumba i Sama. Sería de;
Hai otro camino a Tacna i es el ■
tomar en el caso qae se fortificasen i
mas largo, pero tiene mas recursos,
pero hasta ahora eé que es via Ilospi
He trabajado un plano exacto de
— 334 —
el batnlloa Chillan i s laa siete de la tnxQaDa a
en movimíeoto; la primera estacíoD a que Ue;
del MoUe a 10 millas de Iquique i el golpe de '
desde este punto es magníñco-, supóngase a
cerros de arena de u[ia altura mas o menos que
con unas curvas tan ca^^ríohosas que parece Y.
por la mano del mas distinguido escultor, i po
al oeste los cerros macizos de piedra i unos pan
tes colores que parece que lo llevan con la tu
las riquezas que encierran: no puede ano me
Dios porque nos tenia esta voladita parn nosot
timos i como a 3 millas se divisan los rióos mii
tajaya que quedan al norte de la línea i contioi
se ll^a a la estación de la patrona peruana la q
' se ha resignado a ser chilena pues no nos quit(S
línea, aunque hubiera sido para el susto. Hi
hoi 17 millas, la mitad del camino parala Koríi
^¡gue es San Juan a 25 millas i mui poco vi
guiendo la marcha se llega a la estación Centr
ten dos líneas, una para la Noria i la otra para
término del ferrocarril ; en la estación central pi
cuatro de la tarde pues llegamos a las II i 10 n:
llana, lo que nos repuao algo, pues en tos carros
veníamos, que no tienen mas que el asiento, no
. receree i el sol de por estos mundos es el único
no venceremos; continuando nuestra marcha
punto va tomando insensiblemente al norte lie
cion a Pozo Almonte donde echamos pié a tieri
mo8 para partir ni siguiente dia a trancar el i
cuyo término es Nueva Carolina, donde llegam
tarde i después de hacer algo por la vida i api
agua, partimos a las cinco de la tarde hacia el
Dibnjo distante 15 leguas; toda la noche ma
quedos descansos i a la ana de la tai-de llegabaí
término de la jornada; yo llegué tnuclio mas t
oia con otros soldados a cargo del equipo del es
dos segnn el hambre qae tenia, una
ezamÍDando algunos restos qne qot
DO era tan bravo el toro como al príc
mo día poco antes de lae doce de la i
pamento para segair a Santa Catalin
batallones a los ocho del día 1." de ni
de descanso segnimos s este campai
despaea de tres horas de marcha. A
el alimento abnndante asi es que ei
estamos aqni nos hemos repuesto al
cha. Como ocho cuadras antes de lli
halla un olor ÍDSoportable de los cho
mil chilenos dejaron en el campo sie
La saluda, etc.
MANUEL T. THOMSON
«Union» en Moliendo i la O'liigí^ins en llu.-KiTi,'a del canitan Lau-
trup. — Bl<X[ueo de Moliendo i sus incidcntos dipluiiiálicos. — Kriicdieinn
del «Blanco», del «Amazonas» i del cLua» al ii"rto. — Aprchensiim de
una I ancha- torpedo en el pueilo de llallcnitas ]i>ircl «AniaKonas». —
Milagrosa escapada del tra:>|)oi'te «Liuicria* de lu persecución dol «Illan-
co, i dol<Loa».— El«Blanco.enliiba[iialndi;|.ondrtne¡a.— El «Cochni-
ne> i la «Mugallani's» en Aiicii. — Ke.'uelvc ct iilmirante hacer ri'levar
al «Cochraoe» con el •i|)ii:i:<cai'H i corilia el Jimiidr) de eíle inrinilgr al
eoinaridante Tli'jinson.— Ü[iri'icii)[i (¡ufi esia nunlida onciictitPfi en el ini-
nUtro Sotumayor i en el üpcpeiarin de la escuadra d'iri líuie'iio Lillo. —
Se dtrije el cotniíndatile Tlioin-^mi a Arle:» el i'-» du febrero. — 1^1 |ir¡iiier
día del bloqueo.— Impaciencia febril d(>l coiuandaiito Thoinímn por ejo-
cutar unñ haiEaña de ruu'itubre. — Cul'ioa el lu.iiiitur a tiro de la furÉiUe-
za del Morro en la mañana del :^ du febivro i se inicia un comliate du-
rante una hora. — Tli'inison reiuii'vu la ufi: ion en otro rumbo atücartdi)
el forrocarril de Tacna. — Hombiirdeo de la poblieioN i priidiíiitc cdHi;-
sania del cura Ciiavez — Muerte dol aspirante Goiuok'a i di'l iiiaríjiutxi
¿." Apoliuario Lerdundí, sobrino do un irinnde de Üípafia, — Tercera fuá
diil combale naval del 27 de fehrem. — Kl monitor "ilaiUMi Capac» fralo
de su ancladero a piiivocar al iHimucar, — Miuiiobra atrevida del cn-
luandante Thumüoii para cortarlo í echarlo a pique, i al ejecutarlo es
muerta. — Continúa el combate el valiente comandante Valverde.— Tiiina
el mando de la estación del bloiiueo el coinandante Condolí i despacha
HIST. DE LA C.' DE T. I A. 4;i
la oMagalUnesv a Pdci
mandante Thumson i i
dia d«l comljate, — Hum
gus. — Cómo fué veDga<
semana. — Partea ofieia
áo febrero de 1880.
La noticia que
que aviso de la e
cito en la maña
bandera en fúneb
valeroso cuanto
don Manuel Thoi
en Ábtao, adalit
püi'liado i ternera
adentro de la bal
ñalado jefe bloqui
car, teniendo por
Pero antes de i
desdichado, la h'
exije que volvanK
para compajÍDar ]
do en la mar dei
junto a Punta Ce
dente.
Io8 términos siguientes: «iDebo tnmbien hacer presente a V. S.
que cualquiera agresioc a los buques de raí mando, ya con tor-
pedos, ya sea coa cualquier otro medio de ataque intentado des-
de tierra, provocará el bombardeo de la población por la escua-
dra de Chile, i demás actos de hostilidades que se crean nece-
sarios.
»Eii tan dolorosa necesidad será V. S. el solo retiponsalile de
loa daños que se ocasionen a los neutrales i demás habitanteB.B
A lo cual el arn^nte comandante de la plaza dio el mismo
dia esta respuesta :
JEFE SUFEaiOB, POLÍTICO I HILITAA DG LOS DEPARTAMENTOS DEL
SUR DE LA BKPÚBLICA.
Arica, noviemlire 28 de 1 879.
Ed contestación al oficio de V. S. fecha de hui, debo decirle
que quedo enterado de au contenido; i que i;n cimoto ul uho de
— 340 —
No ocurrió novedad digna de nota en la plaza
bloqueada durante los tres primeros meses de un
largo asedio que debia durar sin solución de con-
tinuidad durante un largo medio año (28 de no-
viembre de 1879—7 de junio de 1880).
El 2 de diciembre se presentó el trasporte chi-
leno Lámar conduciendo 107 heridos i al dia si-
guiente hizo su aparición en la ya solitaria rada
el vapor de la línea inglesa Coquimbo^ conducien-
do el resto de los heridos i mutilados de San
Francisco i Tarapacá i la célebre ambulancia del
canónigo arequipeño Pérez, capturado en Pisagua
el dia del asalto de esta plaza, i la cual fué con-
ducida a Valparáiso. (1)
otro jénero de hostilidad^is que los buques de su mando pudie-
ran ejercitar contra este puerto, estoi sumamente resuelt'^, no
solo a contestar a la iniciativa de la provocación, sino también
a emplearlas por cuantos medios estén a mi alcance; jt72¿^^ esta
plaza militar no teme en manera alguna a la escuadra de la na-
ción que representan las fuer zas del mando de V. S,
Dios guarde a V. S.
Lizardo Montero,
Al comandante en jefe de la división naval chilena.
(1) JENERAL EN JEFE DEL EJÉRCITO DE CHILE.
Pisagua, noviembre 28 de 1879.
«Señor:
i>En obedecimiento a los artículos 3.** i 6.° de la humanitaria
convención de Jinebra a la que se adhirieron en la actual guerra
r
— 341 —
IV.
Mientras los buques chilenos montaban frente
a Arica la pesada guardia del bloqueo, la alíjera
corbeta Union se habia escapado del Callao el dia
7 de diciembre, i sacando quites a las corbetas
chilenas que su comandante ostentaba no temer
— ni I ■ . _ _L .^i^^ ■ . - I 1- ii-M II I ■ I , II -
los gobiernos de Chile i del Perú, remito a disposición de VS.
en el trasporte chileno Lámar ^ bajo bao'lera de la Cruz Roja,
el personal completo de una ambulancia pernaua encontrada en
la oficina salitrera üHuáscarD i uu número de heridos peruanos
i bolivianos, cuya nómina hallará VS. en el estado adjunto,
firmado por el cirujano en jefe i comandante de armas de esta
plaza.
Eras^no Escala.
Á\ señor jeceral en jefe del ejército Perú-boliviano.
El desembarco de los heridos del Lámar no dio lugar a nin-
guna etiqueta con la quisquillosa autoridad peruana de Arica>
pero a consecuencia de haber entrado el Coquimbo sin la bande-
ra peruana en su trinquete i de haberle seüalado su fondeadero
un oficial chileno, el fogoso contralmirante dictó el fulminante
decreto siguiente:
JKFE SUPERIOR, POLÍTICO I MILITAR DE LOS DEPARTAMENTOS DEL
SrR DE LA RÉPIJBLICA.
Arica, diciembre 3 de 1879.
<t Señor capitán de puerto:
íÜrdene usted al jereote de la compaüíii inglesa que el vapor
avíseme pora irme.
Márquez.
Haata oqnl no parece que estuvieran mui ajustados a la deli-
cadeza interoacioDal ni Caoevuro, ni ei cónsul de Italia en Tac-
na, ni menos los peruanos Bailón i Mánguez convertidos en €Ítii-
liaDoa.» Pero hemos encontrado tnmbien este telegrama de [)u-
ño i letra de Montero que parece corrija todo lo irregular del
iatenlo.
Arica, marzo 11 de 1880.
El jefe de la Garibaldi ae me ha negado redondumente alhe-
gindo (stc) severas iostruccioueB.
Montero.
HIST. DB LA C. DE T. I A. 44
— 34J —
no existían, i en seguida guardó la costa con tanto
desaliño, que los buques neutrales solian entrar al
puerto (al decir de los peruanos) sin la notifica-
ción del caso. (1)
VI.
La O'Higgins bloqueaba aun con anterioridad
a estos sucesos el puerto de Pacocha, i el 13 de
diciembre ocurrió a su bordo el curioso lance de
la escapada del capitán Lauthrup del cautivo Bi'-
(1) La respuesta del jefe de la plaza de Moliendo faé tan
arrogante como la del jeneral Montero.
JEFATURA MILrTAR DE LA PLAZA DB ICOLLENDO.
Diciembre 30 ie 1879.
Ho recibido la comunicación que U. S. me dirije i quedo en-
terado de su contenido. Esta plaza cumplirá con su deber, re-
chazando cualquier acto de hostilidad que emplee la división
naval de su mando, i se reserva por su parte el derecho de ha-
cer uso de cuantos medios de hostilidades tenga a su alcance.
Dios guarde a U. S.
(Firmado.)
Manaél San Boman.
En cuanto a las reclamaciones diplomáticas a que dio lugar
el bloqueo de Moliendo^ publicamos algunas de las mas intere-
santes i curiosos en los anexos del presente capítulo.
\
VIII.
Estuvo al ser aquella sumamente a
como lo son de ordinario los cruceros (
en oposición a los lentos i desacredií
queoa, porque a la altura de Supe, al
Callao, vínose como a entregar en la
lobo el trasporte peruano Limeña, que
los puertos del norte cargado de tropa
manda del Callao.
Era aquel un buque viejo i de rueda
bia hecho su estreno en el Pacífico 20 a
de modo que su andar era escaso i su fi
sible. Viéndose encima de los dos buque
que lo perseguían, su comandante se
costa para embarrancarse, pero en el
mismo de ejecutarlo, según su propia di
una ráfaga de niebla se interpuso, coi
cuentos de la cuna, entre el perseguido
seguidores, que eran el Blanco i el Ijoa,
se así por caso tan ostraño, celebrado f
ruanos como hazaña, cuando habia síd
milagro de las nubes.
IX.
Fué también en esta esciirsion cuand
el Amazonas visitaron dos veces el ví
^
349 .-
carrera Paita, en que iba de fiíga el presidente
Prado hacia Panamá, pero sin sospechar que pre-
sa en aquel momento de tanta valia i aparato fue-
ra oculta en su camarote, con la complicidad
mercenaria de la compañía inglesa.
X.
Entretanto la lancha-torpedo, que era el objeto
directo de aquella espedicion marítima, habia lle-
gado a Colon en el vapor Ailsa el I."" de enero, i
armada en Panamá por los oficiales de la marina
peruana don M. Barrera i don Arístides Yidal,
que la aguardaban en aquella ciudad desde octu-
bre, hízose a la mar con considerables dificulta-
des i cohechos. El 16 de enero entraba el buque-
cilio al puerto de Manta en la costa del Ecuador,
para enmendar una falla en su máquina, i mien-
tras los oficiales peruanos que la conducian se
marchaban por tierra a Guayaquil i de allí a Pai-
ta, para esperarla sin riesgo personal, el coman-
dante Thomson la acechaba con el Amazonas en
la bahía solitaria de Ballenitas, i el 21 de enero
entraba a Paita llevando su presa a remolque, con
no poco asombro de sus capitanes que la aguar-
daban seguros en tierra. (1)
( i) Constaba de los papeles del barco-torpedo que habia te-
nid<^ de costo 9,000 £ esterlinas. Era escelen te i prestó después
— 352 -
«Señor prefecto:
»Cuatro lanchas ha botad<
desembarcar.
iHoi 5 a las 12 M., han
fuerzas chilenas en su auda
en la caleta de Ite!
xni.
Por último, el 21 de enero
alemán Luxor, restituido a si
de prolongado embargo, entr
miso del jefe del bloqueo, tre
tiles la cruz roja i fletado
jefe de las ambulancias de Li
para llevar elementos de san
de Arica i trasportar a Lima
se creyese indispensable hace
clima.
El 28 de enero el Blancc
mente de su escursion al no
hia Independencia, un poco
desalojaba de allí tres buque
no, i en seguida se dirijia i
guerra ec campaña i especial
secretario don Eusebio 'Lillo
otro del brío heroico i a las
comandante Thomson, hicier
cuadra objeciones serian a prop
bramiento. Pero prevaleció, c
opinión del conductor responi
de ést>e la consideración no sol
agraciado sino los sentimien
amistad de camaradas que se c<
valentísimo capitán, reducido
retiro, a servir en ingloriosos
muchas veces a las órdenes de
bia colocado en las manos el ci
dallo de su profesión: —Prat,
figuraban entre éstos.
Partió el dia designado el E
Cochrane, \ éste vino a limpia]
Bar su máquina a Pisagua. El <
son quedaba así de jefe del í
sus órdenes al bravo comand
Magallanes.
XV.
Mantúvose el comandante
los primeros dias de su desem;
límites de sus instrucciones i d
tonía de los bloqueos que ení
combates sucesivos al enemigo, Bellando el último
coD el sacrificio de su altiva vida.
Hé. aquí como pasó suceso tan luctuoso, catás-
trofe i gloría de las gnerras navales de la Repú-
blica.
XVI.
Er^i el 27 de febrero, dia viernes.
El comandante Thomson habia subido al puen-
te, sin embargo, como para aniversario de fiesta,
alegre como nunca, charlador, de buen humor, i
hasta habíase afeitado, lo que es raro en el mar i
en un bloqueo.
Según es sabido, los asedios marítimos moder-
nos son esclusivameute diurnos. Durante la noche
los pontones bloqueadores avivan sus fuegos, izan
sn anclote i aléjanse a voltejear mar afuera, en
precaución de los torpedos. I es así como estas
operaciones de guerra hácense de hecho nomina-
les i completamente estéríles en sus resultados.
El ffuáacar tenia por costumbre, semejante a
los pardos guairabos de la noche, ir a cruzar al
n< rte hasta Sama, mientras que la Magallanes se
— 356 —
ponía enfrente de las quebradas de C
de Vítor. Al amanecer, uno i otro >
acercándose, sus señales i su aburrlmie
novedad! decían las banderas I ei
centinelas sin relevo iban a montar la j
puerto en el fondo de la ancha i prof
del continente que allí vuélvese saco.
Mas, como antes decíamos, el c
Thomson habia amanecido contento
en aquel dia, o lo que es lo mismo, ha
tado con ansias de pelear, porque est
él descanso i era placer. Habría soñadi
mente aquella noche con la gloria; de
cruzándose con la Magallanes a la vísl
to, dirijióse al sur hasta dar frente a
nose en seguida, pegado a tierra, rejii
su anteojo la costa i sus caletas, haf
osadamente bajo los fuegos del Morro
ce cañones.
XVII.
Eran las nueve de una mañana de c
i luminosa. Los artilleros del Morro
ban con asombro el impasible reto de
i querido atalaya, tanto mas cuanto
torio no alcanzaba el último ni con mu
derlos. El Huáscar no podía apuntar
sino dentro de cierto radio horizontal,
xvín.
La Magallanes entretanto que se 1
percibida, fondeada seis millas al no
to, soltó sus amarras, i como ave heri
el aire enloquecida por el dolor, Uegí
te su irajil estructura, a tomar parte
rado encuentro, batiéndose de cuerp
los fuertes. Uno de sus proyectiles o»
de los cañones del Morro, como par
audacia' de su capitán i el certero pul
tilleros.
XIX.
Esta primera faz de la jornada, d
de dos barcos que no tenían campo c
una plaza artillada con cañones de
canee i en pleno dominio del mar,
cerca de una hora, í durante él no
de notable, escepto el destrozo de
donde hubo ocho víctimas i catorce
(1) (Telegramas.)
DBI. SUB-FRBE'BCIO DI' ARICi AL FIUFBGTO
Arica, /A
(A 1.25 P. M.)
Baterías haciendo faego. Desgracias que lam
do a líis doce del dia al coronel
alambre de Tacna:
«Dos co ID bates:
»E1 primer combate principió a
sPenetró Huáscar a tiro i rom
gos.
sBuqucs hacen fuego población
tren 89 dirijan norte a hacerle fi
tren i el grupo pasajeros que des(
seguido a bombazos. Entonces ron
terías norte.
cion qnedó completaoiente desierta. Es cur
la disculpa que envió el pdrroco de Arica al
Bándose de su tardanza para felicitarlo, del>i
a las balas.
Señor prefecto:
, Con motivo de haberme visto sopaniJo de
diaa, a la distancia de tres leguas de mi cu
del continuo bombardeo de este puerto, nc
cirmnstancias de felicitar a U. S. antes de £
tan digno puesto, pues algunos dias antes j
codo el Jefe Supremo doctor don Nicolás t
tengo el honor de ofrecer mis servicios a
V. S.
Dios guarde a V. B., aeüoi' prefecto.
José L
Cur
tora en marcha. La ájil cañononi disparó oii po-
cos minutos doce bombas, segnn la prolija cuenta
que llevara un italiano que üii el trun venia.
Bajo esta segunda taz hízo-so en breve ¡eneral
el rudo combate, tomando parte también en él
los fuertes rasantes de la playa de Arica, a la par
( on el Morro, i un disparo fatal de éste, cayendo
HIST. DE LA C. DE T, 1 &. 46
-362 _
sobre la cubierta del monitor chileno i junto a un
cañon^ mató instantáneamente a seis de sus sir-
vientes, quedando nueve heridos.
Fué doloroso contar entre los primeros al aspi-
rante Goicolea, hijo de Chiloé, es decir, hijo del
mar, mancebo de 18 años i de grandes esperan-
zas, i al artillero segundo Apolinario Lersundi,
sobrino nieto de dos jenerales, de los cuales el
uno, el jeneral don Agustín Lersundi, hijo de Ita-
ta, fué caudillo en el Perú, i el otro, el mariscal
de campo don Francisco Lersundi, primer minis-
tro de Isabel II: tan nobles vidas fueron segadas
en esta cruenta guerra, aun en los puestos mas
oscuros! (1)
XXI.
Con la avería del monitpr sobreviene nueva i
(1) En un artículo biográfico que publicamos en El Nuevo
Ferrocarril del 26 de abril de 1880, dejamos perfectamente de-
mostrada la identidad de este orijen.
El marinero primero Apolinario Lersundi, natural de la sie-
rra de Ranquil en Coelerau, era nieto de un don Ignacio Ler-
sundi, vizcaino, que vino a Chile a principios del siglo i fué pa-
dre del jeneral don Agustín Lersundi i del padre del marinero
del Huáscar, que tenia su propio nombre. Ese don Ignacio era
hermano del jeneral i ministro español, i cuando presidia el con-
sejo de la reina en 1851, lo hizo ir a Espaüa, acojiéndolo con
mucha benevolencia. La madre del combatiente -del Hudscar^
mozo de 30 a&os, se llama doña Carmen Romero, i vive en la
mayor pobreza i desamparo, viuda, on el Tomé.
su timón.
Su rápitla concepción eni evidentemente cortar
la retirada al monitor, interponiéndose entre él i
los castillos de tierra. Viró para esto, describien-
do un semieírcnlo, i cnando estuvo a tiro de pis-
tola de su adversario, se detuvo, como si aquel
fuese un duelo de honor sujeto a leyes caballeres-
cas que exijian una pansa, siquiera para el último
saludo.
El capitán chileno pareció decir a su contendor
"■1 ese momento supremo: — «En guardia!»
r
i
r
!
)
\
\
xxn
En ese mismo instante
una misteriosa reciprocidad
se detenia también i paree
movimientos de su artiUer
grave que le ocurría i qm
mente correjido le habría 1
fensa en nuestras manos, (l
(1) «Durante ese tiempo, en qi
contendores, ijermanecieron en sileí
sncedido? ¿Por qué el Manco Capa
handió a su adveraarío con aus gra
Huáscar no disparó sua cafíonea d
haber caucado graves daños a nuea
vGn las cañones del Manco Capa
de la lanada, quebrándose el atao
hombre a asearlo, perdiéndose de e
sfsimo. I en cuanto al monitor enei
torre, o la muerte de au ciinanilan
esc instante.» —(¿i'-.lacion cUida, de
Segnn un teniente del Manco Co
el cañen que se inutilizó fué el de
teniep^e liineño Asín. El disparoqu
al centro del Huáscar, por el tenie
tural de Arica, que mandaba el c
quien propiamente dirijia el combí
viatio a bordo espresamente por Mt
efrecerle una ocii.siun do rehalulitarf
Independencia. —(Dalos del tentvnl
el intrépido Valverde, pregúntale si tira con pro-
yectiles acerados para perforar la densa tortuga
que les ataja el paso. Hace el jefe una señal afir-
mativa; vuelve el lugar- teniente la cabeza, i sién-
tese un estridor seco eomo el rechinar de un árbol
que el leñador ha derribado en la espesura.... I el
grito de «¡muerto el comandante!» estalla a la
vez, corao un incendio subterráneo i comprimido,
en todos los compartimentos del buque de torre í
de espolón.
La bala redonda de Moore, proyectil vengador
recojido por el odio i el burlado honor en Pimta
Gruesa, ha venido con rumbo de babor i ha to-
mado al comandante Thomson por la mitad lon-
jitudinal del cuerpo, llevándole de camino medio
hombre, el brH:ío izquierdo desde el hombro, el
torso en su centro i la pierna izquierda desde su
arranque, quedando únicamente el corazón, pal-
pitante todavía, en la cubierta.
El rostro del inmolado capitán no se ha desen-
cajado: sus ojos están entreabiertos i tranquilos;
BU espada, golpeada por el proyectil en la empu-
ñadura, ha saltado tres metros en el aire, i encor-
vándose como nn arco se ha metido hasta la mi-
tad de la hoja en la cubierta como para señalar
eternamente el sitio del ei
crificio. Allí cúbrela hoi, c
ejemplo de edades venider
guardan los ingleses en G
Nelson dentro de un fanal.
XXTII
Fué así, mutilado por un
mo su alma i bu denuedo, \»
dentro de la plena raadnr
imo de los mas impávidos t
de Chile.
El semblante del heroico
ovalado, hermoso i altivo,
quedado plácido, risueño i
rinero Alfredo González, t
echó sns restos dentro de un
visado del mar, el comandar
bia i-ecibido una leve lesio
i esto tal vez espliea su di
blandamente entoldados so
lázuli de su órbita. El héroe
lor humano.
El corneta de órdenes H
Dios López, muchacho de
na, no fué tocado por la bah
lo arrojó sin liabla de la t<
cubierta vomitando sangre.
"i el campo de la victoria brilla sobre éstos,
lu íe entonces en la frente de los muertos la rica
diadema de los paladines inm
Prat.
Mas, si es luto i hierro lo qi^
do, upénas liai leve i piadosa mt
el hecho por el sacrificio, com
mirez i a Vivar.
I una de esas ideas informes,
mo la primera edad de los com
de probar el Huáscar delante d
ojos i de la trémula rabiza de a
nos señores. Era la primera ve
ex-peruano se presentaba, desf
delante de la boca de los cañone
¿Osarían tirar sobre el viejo í<
¿Le dejarían pasar ileso?
¿Aceptarian el reto i el duelo '.
po por su propio heraldo, por la
fantasía de todas sus glorias?
Hé allí todo lo que el bravo
capitán chileno quería probar ei
Era un simple ensayo en vo
nario del Pacífico, para prepartí
raendo drama, gloriosa i final hí
N;iílie puede hoi dudarlo. Th<
grandecerse o morir. Desde su
Papudo (con Williams) i de Al
bian trascurrido quince años de
cura, brega penosa por el pan i
pesada que en la existencia b:
Mas como en la primera i temeíana entrada
hacia tierra tuviera el comandante Tíiomson
qaince bajas, reHÍgnó.se a conccdur a la plaza cor-
ta tregnn, i salió hasta sn habitual fondeadero de
vijía a refrescar snjente i el metal de los caño-
Des.
El acero de las batallas necesita reposo como
el músculo: la fibra metálica, como el nervio, di-
BIST. DR LA C. DE T. I A. 47
látase con el ealoi- latente, i fuerza (
uno i al otro el tiempo necesario pa
hesion i su tensión natnral se veríf
pausado enfriamiento de sus poros i
culas. (1)
Esto en cuanto a su alma.
En cuanto a su vida, vamos de pr
jarla.
XXV.
El comandante Thomson, al cae
su espada sobre el puente del Haást
sitio en que fenecieran Prat i Grau,
do apenas 41 años. Nació en Valpar
siendo su padre don Juan Joaquín 1
candinavo de nación, i su madre la
nuela Porto Marino, hija de uno de
héroes Manuel i Joisé Porto Marino,
(1) Hé aquí como el comandante Pando reí
parte del combnte en nuevo telegrama enviado
«Segundo combate: principia 2,15 P. M.
uSale monitor; con batería Sur combate ene
recibe bomba apopa que lleva pabellón: iza otr
Huáscar se interpone entre baterías Morro i .
a 50 metro9 sin hacerse daño; Huáscar no yÍTt
atrácase atacador. Se retiran enemigos, Manco,
hace agua calderas.
sCarioneB enemigos pueden incendiar Arica.
^Punterías Morro, malas.
nos no amaDiin ai capinan momson pero le le-
mian. Le consideraban como nuestro primer jefe
naval de batalla.
XXVII.
Hizo después Thomson cOn poca fortuna pero
coa laudable actividad el crucero de Panamá, i
mandó en jefe la espedícion de mar que llevó
nuestro ejército desde Antofagasta a Pisagua a
últimos de octubre. Pero sus aspiraciones, co-
mo oficial de arrojo, eran mandar el Huáscar, el
buque i la presa de mas valía que tenia la Hepú-
blica.
El comandante Thomson no representaba en
la marina chilena la ciencia sino la bravura anti-
gua i turbulenta. No sufría yugo, i era severísimo
con BUS subalternos; pero en la hora del peligro
marchaba a la cabeza de todos, i todos con con-
fianza le seguían. Cuando se trasbordó en Iquíque
al Abtao para dirijirse en mayo al Callao, la tri-
pulación entera quena irse con él, sin embargo de
que todos temían su justicia i hasta su ira.
Pero el comandante Thomson no gastaba su
altivez jenial solo en la cubierta de las naves que
con ejemplar rigor gobernaba. Para él no habia
estatura mas arriba de los cinco pies de la filia-
— 374 —
cion del aula. La última vez qi
la secretaría del Senado, en los
sa interpelación del Mimac, i sin
des ni de potentados, acusaba
franqueza las culpas i a los cal]
Nosotros le calmamos; pero si
iluminado por vehemente llam
do de nuestras impresiones; su
profundo i dulce del cielo escan
jaban a dos centellas del cielo t
El comandante Thomson en
aquel marino francés que, intci
(Luis XIV) sobre un combate
bia batido a los holandeses pt
para hacer mas viva la pintura
leras a loe cortesanos que asist
cia, i entrándose por entre elU
dos golpes, finjiendo que eran &
batalla del mar.
El almirante Blanco Encalad
pitan Thomson de una manera
ro el heroico oficial chileno, rea
de aquel ilustre Andrea Doria d
preferido servir con Juan Bart, *
almirante de Luis XIV, que ve
i a la Inglaterra reunidas.
Esa era su escuela i aquél era
— 376 —
lo sacrificio, en un fragmento de
sola corona empapada de sangre, i
una de las cuales el heroísmo era y
i para la otra un ensueño
XXIX.
Con la desaparición del comand
de su puesto de combate, no cesó
segundo, por él escojido, el tenient
Valverde, hijo de Valparaíso i de
empleado de hacienda de ese pu
mando del monitor i continuó t
arrogancia durante una larga hora,
saron solo a las tres i media de la
dose los respectivos combatientes
sitios acostumbrados en la bahía.
La triple jornada del 27 de febre
do así siete horas casi consecutivas
media de la mañana hasta las 3 i ^
A esa hora pasó el comandante '
do del Huáscar, i no pudo reprimi
al contemplar los restos destrozac
guo jefe i maestro. Pero reprimié
hora de la venganza, tomó el mane
bloqueo i despachó la Magallanes a
a lio, donde yacia la escuadra i tei
el ejército de Chile, no del todo
todavía.
gado i menos en ser cumplido. Inmediatamente
el contralmirante Ri veros se dirijió con el Blanco
i el Aligamos a Arica, i ordenó el bombardeo de
> la ciudad por espacio de seis diaa consecutivos.
f Ejecutaron esta pesada tarea, desde el 29 de
febrero hasta el 6 de marzo, el Huáscar i el An-
gamos, aquél con las piezas de su torre i el último
con una colisa de retrocarga i de inusitado alcan-
ce que acababa de montársele. Los marineros lla-
maban este cañón «el mal criado. d
No fueron en todo eficaces los disparos de
aquel bombardeo, ora por la distancia desde que
86 ejecutaba, ora porque los proyectiles cóniccs
atraviesan sin encontrar resistencia ni estallar las
endebles construcciones de la costa tropical del
Perú. En realidad no hubo mas daños de consi-
deración, desde que el ejército se había alejado,
acampándose en las lomas inmediatas, que los que
aparecen de la serie de telegramas locales que co-
piamos a continuación:
HIST.DB LA C. DE T. 1 A. 4S
EL SUB-PREPECrO DE ARICA, SOBA, AL
TACNA, SOLAR.
Arica, Tnarzo 2 dé
«El Angamos ha lanzado a las sei
de cuatro bombas, dirijidas al pan
monitor, causando lijeras averías t
cion.
íNo hai desgracia personal.
sEl Angamos estaba fuera del alci
tras baterías.
El jefe de estado mayor Latorre
esta misma ocasión, a escribir a Me
cable:
íBombardeo diario. El Langamo
de mucho alcance....»
BUBPREFECrO A PREFECTO.
Me
<iAngamos i Huáscar han hecho he
te disparos, algunos al monitor, i (
cerro.
8UBPREFECT0 A PREFECTO.
Marzo 4.
«El Angamos i Huáscar, colocados ftiera del
alcance de nuestra» baterías, han roto sus fuegos
sobre la población a las ouce i media.
pHan hecho hasta ahora como veinte disparos.
XXX.
Desde el quiuto día las lavas del diluvio de
fíiego comienzan a apagarse.
No hai telegramas reveladores del 4 de marzo
Pero los buques-bornbardas solo arrojaroi
21 bombas, seis el 5, i seis el 6 de marzo
El metal iba caldeándose poco a poce
vio del brazo se postraba i el pañol de
bárbara comenzaba a dar señales de i
anemia en todos los barcos chilenos. El di
bloqueos, hermano de Pluton i de Morfe
a recobrar su sueño perdido durante d
horas.
El Huáscar habia disparado en la ser
bombardeo, según la cuenta peruana, 1
nazos, el Amjamos 60 i la Magallanes s
día del combate: total de los chilenos, 22
Los peruanos tiraron e\ 27 de febrero 2
bas, correspondiendo 193 al Morro, 40 a
tillos del norte i 17 al Manco Oápac, i
de estas últimas la que mató al corr
Thomson por indecible, indescifrable
dad.
Después, como los tiros quedaban c
peruanos solo dispararon el 4 de mará
cañonazos del Morro, dos el 5 i ninguno
tal de disparos en siete días, 261, es decii
que los buques chilenos.
El gran total de las bombas arrojad,
combates i bombardeos de Arica desde
febrero, en que cayei-a el comandante T
hasta el 6 de marzo en que fué condig
vengado, alcanzó a 487, casi el mismo de
muerte i las bazañas del qumto capitaa del añus-
car , que después de Prat i de Grau, de Serrano i
de Aguirre, cayera sobre su cubierta, indómito
tritón, Lautaro del mar, como él iaveneible i co-
mo él inmortal.
Sus propios adversarios reconocieron su gloria,
i como los soldados del archiduque Carlos que
cargaron en sus hombros el ataúd de Marceaux,
loa peruanos habrían llevado con orgullo el fére-
tro del chileno sobre los suyos si tal honra les
hubiera cabido. «Los enemigos se han retirado,
decía en efecto por el telégrafo el contralmi-
rante Montero al coronel Camacho el dia 2 de
marzo de 1880. Volverán mui pronto. No les te-
meónos. El comandante del Huáscar ha muerto.
LaoQento su pérdida. Era un valiente.»
Montero. (1)
(1 ) TjS noticia de] combate del 29 de febrero i la de la muerte
heroica de Thomsom, Goicolea i aiis compaaeros, íaé sentida en
Chile coQ profundo pesar el 1." de marzo por los siguientes co-
blegramaB enviadoB ese mismo día desde Iqniqui
«El aefíor Sotomayor, con fecha 28, me coman
»Diga V, S. al ministro de la guerra:
sAyer 27, s las 8.30 A. M., habiéndose acero
Arica el tHoáscars, fué 'atacado por los faertí
monitor sManco Capaes.
sOontcstaron el «Huáscar» i la sMagalUnesi
cincuenta minutos.
sA las 11 A. M. hicieron sHuáscar» i iMaga
disparos sobre el ferrocarril que conducia trspas
tivo se renovó el combate.
sEq este encuentro hubo siete muertos i ni
«HuáscarD.
x>Entre los primeros figura el aspirante don E
i entre los segundos el teniente 1." don Emilio 1
niente 2.° don Tomas Pérez, levemente.
pNuestros buques se retiraron entonces a sn
estando allí notaron que el «Manco CápacD se
snyo, i el iHuáscars entonces se movió para al
su artillería, que descargó a doscientos metros, i
i>No usó del último porque notó que al cost:
babia una lancha torpedo. Mientras le daba ana
haciendo uso de su artillerfn, una granada del
el palo de raesana, matando instantáneamente
comandante del aHuáscarn, señor Thomson, a 1e
sEl segundo comandante Valverde tomó en i
do del buque, i el fuego continuó por una hora n
La uMagallanesn, durante ese tiempo, hatia
blacioD, recibiendo tres balazos en su casco i ten
de gravedad.
íParte mas detallado i pormenores irén próxii
nCondell quedó al mando del «Huáscar», qi
niendo el bloqueo.
uLas averias de la nMagallanea» no son de co
DOCÜMENTOa HELATIVOS AL INCIDENTE DEL VAPOR «COQUIMBO»
£N LA bahía de ABICA.
(Inéditos).
COMSDLAIIO DE aU MAJESTAD BB1TANICA.
Arica, 3 de diciembre de 1879.
Señor Cootralmirante, ¡efe superior político í militar de Iob de-
partamentos del sur de la República.
Se&OT contralmiraDte:
Contestando a sn estimable nota, fecha de hoi. tongo el hoQor
de poner en conocimiento de Ud. que he avisado at comandante
del baque de 8. M. B, aGarnet» lo que me escribe Ud. con res-
pecto al vapor aCoquimbo» que ha fondeado en este puerto sin
BDJetarse a los reglamentos marítimos de la Kepúblicn.
Ahora me es grato comunicar a Üd. que dicho comandante
mearisa que ha arreglado con el capitán del vapor aCoquimbu»
para qne ae qnede fondeado en este puerto bajo las órdenes de
costumbre del puerto.
Con sentimiento de distinguida considemcion, aoi de Ud.
A. i S. S.
J. \K
como consta tambiea de los adjuotiis documeatos.
Este despacho, pues, en bien de los intereses del comercio,
desea qne se ponga coto oportuno a ese abuso de los enemigos,
mediante una reclamación diplomática de Ina HeQores ministros
residentes en esa capital; i ha cuidado de so hacer jugar aquí
papel, en este importante asunto, a los ajentcs cun^^tilares acre-
ditados, por cuanto el deseo de conservar mui ulta la dignidad
de la república, aconseja que esa reclamación se verifique del
modo i en la forma que prescriben \o» principios científicos, por
los representantes de las naciones neutrales, i no por los que
desempeñan un puesto secundario.
U. S. se servirá disponer lo conveniente, previos los acuerdos
respectivos i en vista de esta nota i sus referencias.
Dios guarde a U. 8.
J. Vidal Garda i García.
JZFE 3UPKK10R POLÍTICO I MlLlTAIt DE LOS DEPAnTAMENTOS
DEL SUR.
Arica, enero 9 de ISíjO.
Seflor:
Creo llegada la oportunidad de poner en conocimiento del
honorable cuerpo consular residente en este departamento, que
alganos buques mercantes de la marina neutral han entrado i
Sfl'ido libremente del puerto de Moliendo, sin eiubargo do ha-
ll: rae cruzando al frente de éste la nave de guerra de k repú-
UIST. DE hk C. DE T. I A. 49
— 386 —
btica de Chile, qne por medio de o&cio notifica
ciembre último, el establecimiento del bloqueo.
Idéntico caso ha tenido lugar en este puerto
mes citndo, con el vapor «Bolivias de la comf
obstante también de encontrarse quizil dos bnqi
vista de la bahía, cuyo hecho es de pública not
estos casos se repiten alternatim e inevitablen
aur de la república, que hoi recorren las fuerzas
le, simulando aquella hostilidad que el derech
noce como bloqueo i para cuya realización ha ea
iuTaríabtes, juzgo de mi deber hacer presente
cía al honorable cuerpo consular a quiea le es
la defensa de los intereses de los subditos de
potencias, a fin de que, en guai^da de loa dereul
ñámente representan, i en homenaje a los prim
mente reconocidos, se sirvan tomar en seria
contenido de este oficio i apreciar, en consecuei
legalidad que conceden a los procedimientos d
Chile, una vez que materialmente no puede so
dero bloqueo, conforme a las sanas e ÍTiconcusat
ciencia iniernacional, bloqueo que aun en el
hubiese e^ristido, ha quedado de/acto en suspeí
fuerza efectiva e inmediata que lo constituye i
hechos que dejo referidos.
Con sentimiento de distinguida conaideraci
auBcribirme de usted atento, seguro servidor.
L.
Al seBor cónsul
RESPUESTAS.
Tacna, enero 12
Señor:
Los ÍDÍrascritos cónsules tieoea el honor de
m.
PARTE (íFICrAL DEL CONTR ALMIRANTE :
NAVAL DEL 27 DE FEBRERO DE 188C
Sefior MÍDÍetroi
Habiendo llegado a Pisagaa el mo
presente, de regreso de bu comisión al
fior ministro de la guerra ea campafi
levar al «Cochrane» en el bloqueo de
buque pudiese convoyar el resto del i
en Pisagua, i que debía marchar a II
encontraba el citado monitor bloquea
27, por Ina causas que especifica el pai
cribo a US., se vio obligado a trabar (
«Magallanes e, con los fuertes de
CápacB.
El combate se continuó durante cae
nuestra parte que lamentar la muert
del iHuásca», capitán de fragata c
del aspirante don Eulojio Goicolca i
que se determinan en la relación de ra
El parte del comandante de la «Ma
gata don Carlos Condell, dice lo sigui'
«Hoi 27 de febrero, a las 8 ha. 30 i
cado el monitor «Huáscaní con el objt
tes que existen en el Morro de Arica
fortalezas de la población i monitor a.
el monitor aHuAscarD se vio en la ir
contestar debidamente, acompaflándol
nes». l'/ste ataque duró próxímament
el aHiiáscar» recibió un balazo en su
>A lae 11 A. M., habiéndose acercado el cHnáecar» i aMa-
gall&Qes» a detener el tren de ferrocarril que venia de Tacna a
Arica conduciendo tropEie, i al hacerle ambos boqnea alganos
diiparos, se trabó nnevamente el combate, atacando los fiíertee
de la plaza i monitor «Manco C&pacv, resultando en este en-
cuentro siete moertos i nnere heridos del monitor «Haáscar.
Entre los maertOB se encuentra el aspirante señor Eulojio Qoi-
oolea, i entre los heridos el segando comandante, teniente pri-
mero seDor Emilio Vatverde i teniente segando señor Tomas
Pérez, habiéndose retirado ambos baques a tomar sa fondea*
dero,
>E8tando fondeados i la jetite en las faenas del buque, se vio
ai «Manco Cápac» dirtjirse afuera de la bahía. El comandante
Thomson ordenó levar i atacar el monitor, dirijiéadose el «Huás-
car» sobre él hasta aproximarse a ana distancia de 200 metros,
descargar toda su artillería i atacar con el espolón. Al encon-
trarse a esta distancia i llevar a cabo su plan de ataque, notó
qj¡6 el monitor tenia al costado que nos presentaba ana lancha-
torpedo, razón por la cual desistió de embestir i continnó d¿n-
iole nna vuelta circular, haciendo aso de lo artillería, cuando
ana de las granadas del monitor, llevándose el palo de mesana,
lizo morir instantáneamente al distinguido i valiente coman-
lante Thomson. Estp sucedió u las '¿ hs. 30 ms. F. M.
»fjn el acto el segundo comandante, teniente primero sefior
imilio Valverde, tomó el mando del buque i continuó atacando
lertes, población i monitor hasta las 3 hs. 30 ms. P. M., hora
u qae logró juntarse con la «Magallanesn, que a la par que el
Huascars hacia un vivísimo fuego por la parte sur de la po-
tación. Esta caQonera recibió tres balazos en su casco i tuvo un
sñdo de gravedad.
«Detalles i pormenores del combate, como asi mismo las ave-
as sufridas por el a{Iii!lscari>, los dará personalmente, por la
*etnnra del tiempo, el teniente primero señor Juan Tomas Ro-
^rs. E\ parte detallado dul combate lo pas^tré tan pronto como
— 390 -
paeda hacerlo el teniente primero seQc
sucedió en el mando al comandante Tbo
sFor lo qne hace a la cañonera <iMa^
mo pueda, el que snscribe pasará el par
De acuerdo con el seSor ministro de 1
dispoesto trasladar a Iquiqae el cadáveí
eoD.
También de acuerdo con el señor pii
mandante del cHuáucar» al capitán
Cocdell, i de ta iMagalIaness al de cor
gael Gaona.
Oportunameote remitiré a US. los p
cia el capitán Conilell.
Hoi me dirijo a Arica con el buque i
Angamos i la lancha- torgedo, por sí es ]
gana operación contra esa plaza.
Dios guarde a US.
Al seflor ministro de u
IV.
paste orioial dbl cúhandante del 1
sobre ex combate dk
Comandancia dbl honitob umanco capao
Al anela.~Áriea,
Benemérito se&or contralmirante, jeo
ejército del sur.
Mu es honroso poner en conocimiei
mient'Os realizados el día de hoi a bo
pedita en el menor tiempo la
que a no aer por esta circunsta
mas dilatado para sn terminac
A la 1 h. 15 mñ. P. M. dejé
el enemigo, que se conservaba
mas o méoca, emprendiendo lí
áel puerto; i uDa hora deápues,
car», deaoargó su artillería d
otroa disparos, basta que eocc
romper los fuegos de este moi
entonces el combate, que por
por el «Huáscar», que acortal
cMa^allauesD, que se consen
Des; continué, pues, avanzando
ciéndo siempre fuego sobre el b
Hubo un momento desgracia
los cañones de la torre, por 1
primera sección de la lanada; i
cari> DOS ponía sa proa, aproxii
toacion, goberné sobre dicho bi
tro costado de babor a la diste
QQ pequeño tiroteo de ametrs
el qne eia sostenido desde a bo
fiaba sobre la torre.
Sabsanado con actividad el
hacer mención, descargué sobi
por la aleta de babor, una de Is
til fu¿ a herir la popa de ese b
que sostenia su pabellón,
A 3 hs. 30 ms. hice suspend
car», aprovechando de su and;
este monitor, gobernando hacia
gallanes.p
Once tiros se hicieron con las
dos han ocasionado averías al e
la corbeta, que pasan de cincm
éstoa los fuegos de !a plaza. Acto contfnno ae trs
cuya dnracioD alternada fué de 7 bs. Mis snborc
ron todos en sus pnestoe, debieado hacer notar i
bomba que cayó en el depósito de carbón i que
un inevitable incendio faé apagado por el ayudf
pítanfa teniente 2.° don Isoiael Meza a quien m
janto con algnnos hombres de mi dependencia
guardia a contener en su orfjen el mal de que ha;
Por lo demás diré a U. S. que aun cuando el
contínnado desde el 29 del próximo pasado has
seote las averías cansadas en el puerto son de
ración.
Haré ademas presente A U. S. que habiendo
tor «Manco Capaes de orden del benemérito sea<
rante jeneral en jefe a provocar al enemigo a 'a
M. descargó certeramente sobre el «Haáscare lE
dolé serías averías los que dieron lagar a que le
sien naval abandonara la línea de ataque, voU
monitor completamente ileso a su fondeadero.
Finalmente diré a U. S. que el capitán de navi
Moore se presentó de orden del señor coutra-almi
le proporcionase una embarcación para conatituii
monitor, orden que cumplí en el acto.
Los tiros que de uua i otra parte se han he
gaientes:
TIR03 PERUANOS.
Fechu. Morra. Norte
Febrero 27 193 40 ....
Id. 29 3 3 ....
Marzo 1.°
Id. 2 ....
W. 4 4
Capitán de fragata don Mbqh
Teniente 1." don Emilio Vah
Id. 2.'' don Juan de Dio:
Id. 2." don Carlos Krng
Id. 2." don Tomas 2." Pi
Id. 2.° don Femando Gi
Guardia marina don Gaspar
Aspirante don Eulojio Goicol
Id. don Martin F. Olm
Id. don Joi^e Hernand
Id. don David Rodriga
Doctor don Pedro V. O'Rian
Contador 1." don David Rodr
Id. 2.° don Osear Gofii
Ayudante del contador don B
Injeniero 1." don David GIov
Id. 2.° don Pablo Rebol
Id. 3." don Rafael Asto
Id. 3." don Finctnoso "V
(Dotación d
Comandante, capitán de frogt
Segundo comandante, tenient
Teniente 2." don Antonio Ma
Id. 2.° don Horacio Urc
Guardia marina don Rómalo
Piloto 2." don Ramón Oaorio
Cirujano 1.° don Luis Aguirt
Contador don Domingo Lope
Injeniero 2," don J, Severo C
Id. 3.** don Manuel Roí
Id. 3." don José del Cái
Aspirante don Víctor Feruan
Id, don Alejandro Eat
Id. don Manuel Antoi
Id. don Eduardo Ibaf
— 400 —
pueblo de Moliendo al regreso del comandante Barbosa.— Detalles abo-
minables.— Quiénes quemaron a Moliendo. —Reclamación del ministro
de Italia Samminiatelli por haberse atribuido a los italianos. — Regresa
la espedicion a Paeocha i castigos que se imponen. — Moliendo es la
«Noche tristeD de la guerra del Perú. — Documentos inéditos.
I.
Narrado según se ha visto en las pajinas prece-
dentes el episodio de Arica ocurrido el 27 de fe-
brero, i vengada condignamente la muerte de su
protagonista con las mayores severidades de la
guerra, volvemos al puerto de Pacocha en cuya
rada anclaba el Blanco^ de regreso de su escur-
sion de castigo, el 1.*" de marzo de 1880.
Al dia siguiente, 2 de marzo, aportó a Pacocha
la división Barbosa (la 4.*), embarcada en Pisa-
gua en los trasportes Amazonas^ Loa i Matías
Gousiño; i con esto el ejército de operaciones que-
dó en el pió de 12,850 hombres que era su totali-
dad i sobrado para aniquilar al enemigo que tres
meses justos después de su desembarco habia de
combatir.
II.
Empleáronse los últimos dias de febrero i los
primeros de marzo en el nuevo cantón del ejér-
cito chileno, en la operación simultánea del de-
sembarque del material i del reconocimiento del
enemigo tierra adentro, trabajo que hizo fáciles
/■
— 401 —
la inveroBÍmil desidia de los peruanos, quienes,
copiando lo que tuvo lugar cuando el desembarco
de Pisagua, no sabian pelear, ni siquiera defen-
derse, ni siquiera huir. Todo lo habían dejado in-
tacto al invasor desde el muelle a la locomotora,
desde la máquina de agua a los rieles.
III.
Pero si los peruanos no habian hecho nada por
defender su suelo hollado por el estranjero, la hó-
rrida naturaleza, enemiga allí del hombre hasta
en las caricias engañosas de sus valles que brindan
la muerte en copa de pámpanos i de flores, lo ha-
bla hecho todo. En otra parte, i ya lo hemos di-
cho, de las veinte leguas (102 K.) que separan a
Pacocha de Moquegua, diez son de un árido, in«
hospitalano i horrible desierto en que ni un ave
estraviada encontraría una gota de agua para
apagar su sed. El valle, por el contrario, regala
perpetuo i opulento festin ala gala i a la muerte.
Por aquella causa los constructores de la vía
labraron espaciosos estanques en el lugar que
lleva este nombre (Los Estanques o Salinas) a
cinco leguas del punto de partida, i en Hospicio,
que es la medianía del camino. Son aquellos ver-
daderas tinas de cal i ladrillos que los trenes, al
pasar de semana en semana, llenan i vacian al-
ternativamente. Las locomotoras que viajan en el
HIST. DR LA C. DB T. I A. 51
— 402 —
desierto llevan como los dromec
Pétrea su propio sustento en su;
IV.
Era el paraje del Hospicio el 1
ductores de la campaña, guiado
compás encima de los mapas,
antemano para centro de las
campaña por hallarse a vista d<
en tal posición jeográfica que
descender a Moquegua en buscí
retirada o encaminarse a Tacna
lirle de frente.
Pero los estratéjicos de la ca
contado coa las inclemencias de
sa i yerma sábana de arena, b
la noche, que el boI tuesta cor
cano en los dias del estío. Los
mientes que allí esperimentó ¡
tarde la división Muñoz, (2.') i
pero terrible confirmación de aq
V.
Maravilláronse los tempranos
se adelantaron el primer dia de
de febrero) de encontrar la líi
remoción de un solo riel; pero e
— 403 —
cubierta con las arenas movedizas de los médanos,
mas celosos de su guarda que sus propios hijos i
señores.
Mientras el infatigable injeniero Stuven alista-
ba las locomotoras abandonadas, contra sus pre-
visiones, en la estación por los peruanos, los re-
conocimientos no pudieron alcanzar un radio de-
masiado estenso.
El activo capitán Latham habia llegado a ca-
ballo a la cabeza de una descubierta hasta el Hos-
picio el dia I."" de marzo i en seguida el capitán
Pérez del Estado Mayor practicó una nueva reco-
rrida por los rieles, sin encontrar en la vía lesión
de cuenta el 2 de marzo.
El capitán Pérez i su descubierta avanzó hasta
la Rinconada, antigua hacienda de los condes de
Moquegua, por donde pasa el camino que comu-
nica de norte a sur las ciudades de Tacna i de
Moquegua. (1)
(1) (Dicha espedicion iba al mando del ayudante del estado
mayor jeneral, capitán Francisco Pérez, i la componían el capi-
tán Manuel Rodríguez, el capitán de injenieros Enrique Muni-
zaga, alférez Quesada de cazadores i 10 hombres del Rejimiento
Cazadores a caballo.
«Recorriendo la línea, los espedicionarios llegaron a las 9 P.
M. a Estanques, donde pernoctaron, continuando su marcha a
las 4 A. M. del dia 2 hasta el Hospicio, desde cuya altura se
distinguió jente a caballo que hnia a todo escape i que, según los
soldados, su número llegaria a 8 o 10^ i según el capitán Ro<
— 404 —
Hizo en seguida el comandante Ve
reconocimiento mucho mas formal, pi
hasta el rio de lio cuyas gredosas agua
con delicia jinetes i caballos en la tare
marzo. (1)
drigaez, no psEaria de caatro.
«Al punto se mandó a trea cazadores persiga
jitivos por la derecho, mientras el resto de laespec
por la izquierda. Esto euce^Iia a las once de la mt
aMui luego se perdieron de vista los qae huian,
contianó sn marcha, sin otra novedad, hasta la
encontrar ni rastros de enemigo. De la Riacoca
como cinco leguas de Moquegua — volvieron al
era el punto que se les había señalado como ten
mina el camino de Locnmba i otros senderos.
«En el Hospicio, donde se encuentra nn estanq
Salinas, algunos rieles i dos casnchas de madei
línea telegráfica de Tacna a Moqaegna i Mollend
con la de Pacocha.
<La línea férrea se encoentra en buen estado hi
i media antes del Hospicio, donde faltan diez t
izquierda i nueve a la derecha, en una bajada de i
talvez en el mismo punto en que los peruanos qi
les cuando regreiaba la espedicion Martinez. D
hasta la Rinconada, la línea estnba buona.»
(E. Jlempel. — Correspondencia al Ferrocarril.)
(1) Acompañaron al coronel Velazqnez en su eí
guientes jinetes: don José Francisco Vergara, seci
el mayor Frías i capitanes Flores i Erráznríz d
Cazadores al mando del teniente León i 25 artilh
Iban también los señores Pérez i Augusto Orrego
estado mayor, i los ayudantes del cuartel jenera
derik.
CoQ dos días de anterioridad habian hecho tam-
bién en escaso pero seguro tren, conducido por
Stiiven en persona, una cómoda escursion los cau-
dillos del ejército, militares i paisanos. En dos ca-
rros tomaron asientos, ademas de la escolta, i fue-
ron i volvieron en un día, recorriendo la pampa
hasta la vecindad del Hospicio, el ministro de la
guerra, el jeneral en jefe, el jeneral Baquedano, el
secretario jeneral señor Vergara, el teniente coro-
nel Zubiría, los capitanes Zelaya i Silva Vergara de
ÍDJenieros, el injeniero Pretot Freiré, capellán
FonteciUa i diversos viajeros entre los que preva-
lecía, como era de regla en estos casos, el perso-
nal que en el ejército comenzaba a llamarse con
cierta enfadosa sorna <el elemento cucalón. s
VI.
Pero si bien todas aquellas esploraciones traje-
ron a los ánimos la convicción de la inverosímil
pusilanimidad i descuido de los peruanos en el
arte elemental de la guerra, pusieron también de
manifiesto una verdad terrible.
El ejército, sin estudios suficientes, sin la calma
debida, después de la inacción culpable, í con de-
Sciencia notoria de los recursos mas adecuados i
naas indispensables para la vida i las marchas en
íl desierto, había sido metido en un verdadero ca-
llejón sin salida.
El puerto de Pacocha, como los acoi
tos se encargaron de probarlo, era una 1
tenible para el ejército; el punto céntric
picio un páramo mortal; Moquegua ui
de tei'cianas, i Tacna i Arica, objetivos
paña, divisados por aquel prisma, convt
simples mirajes del horizonte, a donde
no podría llegar sino después de padc
indecibles, que lo aniquilarían sobre ma
de pelear.
Grave cuidado no pudo menos de &
espíritu de los hombres que tenian la r
lidad de todo aquello, i tan notoria fué
sion que aun llegó a hablarse en el ca:
de que el ejército seria reembarcado, i
con qué deetino. (1) «Llevamos ya do
permanencia en este puerto, uos escri
Pacocha el 7 de marzo un intelijente
estado mayor, i con una fuerza de 12,85
no sabemos todavía a donde ir . . . Teni
clase de elementos de movilización, (
dos buenas locomotoras, se han hecho
mientes hasta cuatro leguas de Moque
pues de todo resulta que no conviene
sesión ni de aquel punto. Cerca de 30
un trayecto escaso de aguadas nos e
(1) Asi lo escribió a Los Tiempos au corres]
desde Pacocha coa fecha 12 de marzo.
>r tierra, lo que
deja proDado que ao bai marcha posible sobre
esos puntos. ¿Qué objeto tuvo entonces el desem-
barco en este puerto? ¿Esperar que Arica se ria-
da con el bombardeo del Ángamos?^ (1)
VII.
Habíase, a la verdad i por de pronto, mirado
en menos el estudio prolijo de las caletas de Ite
i Sama en que desembocan respectivamente los
ños de Locumba i de Sama, paralelos al de lio i
al de Tacna, situados en el promedio de ambos,
i que por lo mismo eran el camino mas corto i
conocido para llevar un ataque mediterráneo a las
plazas de Tacna i Arica, como lo hiciera Miller
en 1821 i el coronel Gutiérrez en 1865, aquel con-
tra la primera de aquellas ciudades, el último con-
tra 8u puerto. (2)
(1) Carta del earjento mayor doQ Fidel ürrutia.
(2) El corODel Miller hizo en una sola noche la joinnda de la
caleta de Sama, al pueblo de Buena Vista o Sama o Yaras (que
todos estoB nombres tiene), i 48 horas después de sa desembar-
co ocupó a Tacna, al paso que el mayor Soler, marchando por
la costa, ee apoderó simultáueaniente de Arica.
Por este último camino avanzó a su vez sobre Arica el coronel
dutierrez cuando en 1863 lo euvió de Lima el presidente Pezet
s sofocar la revolución que eatulló en Arica en favor de Prado.
Por estoB tnotiroB nosotros indicamos como panto apropiado
de desembarco la caleta de Sama desde mai/o de 1879, i sobre
VIII.
Para mejor darse cuenta de la j
situación i de la magnitud del erroi
rá conveniente traer por un raom<
el leguario oficial de la antigua prc
quegua i echar una rápida mirada
capitales distancias.
De lio a Tacna hai 35 leguas pe
ca 42, a Moquegua por la tortuosa
tráfico de arrieros, 36 leguas.
Entretanto, desembarcando en I
las distancias se reducen justamei
(18 leguas) porque Sama o Buena
el punto céntrico de aquel cuadrilá
des sembradas en el desierto i en 1
Arica, Moquegua i Tacna, queda s
de esta última ciudad, que es su
igual distancia de Locumba que e
granero.
ese miemo particular voMmos a entrar en m
mientoB en agoato de ese aüo, caando se pnbli
carta de don Marcial Uartiaez, sorprendida ei
jería la misma idea a su hermano don Arístid
moda Arica, allí vecina está la puerta de Si
barco el comandante Miller en 1821, i con nn |
tomó no solo a Arica, sino a Tacna i a Moque,
{Ferrocarril del 25 de mayo de 1879.)
— 409 —
Por manera que lo que habría buscado como
base de operaciones el mas rudo estratéjico no ha-
bría sido el desolado Hospicio, médano de arena
situado entre altas lomas que separa los valles
de Sama i de Locumba del de lio. I esto por la
razón sencillísima i matemática de que el último
nos alejaba de nuestro objetivo, i aquél nos lleva-
ba, según de hecho se vio mas adelante, a las
puertas del campamento, de la ciudad i del ejér-
cito que íbamos a agredir.
Seria también conveniente no olvidar las si-
guientes distancias subsidiarias i cooperativas. De
Arica a Tacna, via de tierra, 14 leguas; de Mo-
quegua a Tacna 36 leguas; de lio a Moquegua 18.
De suerte que por la via de Moquegua, que era
por donde marchábamos, cuadruplicábamos las
distancias, haciendo un rodeo de 54 leguas perua-
nas (65 de Chile) cuando desembarcando en las
caletas temamos apenas 18 leguas de buen cami-
no que recorrer. Decididamente en lugar de pene-
trar en el territorio enemigo por su centro, habia-
mos ido a desembarcar en su mas remota estremi-
dad setentrionaL
IX.
En una emerjencia tan espinosa, rotas las re-
laciones del jefe civil i del caudillo militar del
ejército, teniendo a su vista un enemigo casi inac-
ETIST. DE LA C. DB T. I A. 52
cesible i a su espalda el descontentí
del país por los demoras, vino en s
apuros que una posición escepcional (
nistro de la guerra en campaña, una
sima idea, la mas funesta que naciera
silenciosa del Ahtao durante la larga
de aquel altó funcionario en tan estr<
Tal fué el plan inesperado, incon
justificable de operar, en los mom
concentración jeneral de fuerzas, sol
comercial i casi inabordable de MoUe
división de dos mil hombres.
Ejecutaba en esos momentos el
aquel puerto la corbeta G'ffiggíns,
por la Covadonga, que reconia las c
das entre Islaí, ocho millas al norte
dura del fértil valle de Tambo, grai
quipa, veinte kilómetos al sur.
Esto era de sobra para mantener aq
a raya de recursos i a la belicosa Ai
gada entre sus breñas. I tanto era es
mediados de febrero la autoridad <
creía estar divisando en todas parte
de los invasores chilenos. (1)
(1) H¿ aquí lo que el prefecto de Arequipa ei
Por otra parte, aquella costa iahospitalaria i
bravia se halla bloqueada casi por su propia es-
tructura, inaccesible las mas veces al viajero. «Las
bravezas del mar, dice un jeógrafo entendido, ha-
blando del puerto artificial de Moliendo i sus ca-
letas vecinas, son frecuentes, i aunque por lo je-
neral no ofrecen peligro a los buques, por ser
bueno el tenedero, impiden a veces los desembar-
ques por dos o tres días consecutivos i aun la comu-
nicación con tierra, sobre todo en los meses de
junio a setiembre.!
¡íO de febrero al mÍDÍstro de gobierno del Perú:
«Ei 18 de los corrientea recibí aviso del sab-prefecto de Islai,
por medio del telégrafo eléctrico, de qne en la caleta de Aranta,
ütaada entre Islaí i Qoilca, se distinguiao algunas carpas, qae
se euponian ser de los enemigos qne hubiesen desembarcado {>or
ese lagsr.
«Inmediatamente dispuse que de Moliendo se destacara la
fuerza competente sobre esa caleta, cod el ña de desalojarlos e
impedir que cortaran la línea telegráfica que une esta ciadad a
Caman¿.
>La existencia de las carpas había sido ilusoria: los enemigos
Toltejeaban en su nave al frente de ese litoral, poro hasta en-
tonces no habían saltado a tierra.
vCaaado anestra fuerza llegó a Aranta, pudo notar que los
enemigos pisaban nuestro suelo por nn sitio accesible de la costa
llamado Mollendito, sitnado entre Islai i Aranta.
•Hetrocedieroa nuestros soldados i tuvieron la suerte de lle-
gar con oportunidad para medir sus armas con loa enemigos, a
quienes obligaron a reembarcarse a la primera carga, pero cuan-
do ya liabían verificado la ruptura de la linea.!
— 412 —
XI.
Mas grave que todo esto era el hecho que debía
ser notorio a los buques bloqueadores de haber
sido desartillado aquel puerto tres meses hacia,
porque cuando los arequipeños supieron el desas-
tre de San Francisco, recelosos de un asalto en su
ciudad sagrada, mandaron quitar los cañones de
calibre que allí habia, a fines de noviembre de
1879, dejando apenas una escasa guarnición de
doscientos fusileros milicianos, llamada la colum-
na Moliendo, para la policía del puerto i sus cale-
tas de Aranta, Mollendito i otras.
Pero aun existiendo, como algunos sostenían,
una gruesa división en esos puertos bloqueados,
¿cuál ventaja positiva se alcanzaba con obligarla
a internarse para ir a reforzar el enemigo que
acumulaba sus fuerzas en el interior de aquellas
mismas provincias? «¿Qué importancia tiene Mo-
liendo? esclamaba con maduro cálculo i fundado
razonamiento militar, un joven oficial de estado
mayor que desde Paqocha con tal motivo nos es-
cribia; ¿qué importancia tiene Moliendo mirado
como plaza militar i su ejército mirado como re-
fuerzo ya sea del de Arica o del de Lima? ¿Vale
la pena de sacrificar siquiera diez hombres para
rendir aquella plaza i derrotar a unos mil quinien-
tos soldados que la guarnecen? ¿No seria mae
/
uyuívuuu ^ vuuiuu u^wvuui Dvulu Lima antes de
perder un cinco por ciento de individuos de tro-
pa por enfermedades naturales i otro tanto en es-
pediciones que no son de urjente necesidad?» (1)
XII.
No prevaleció, empero, ninguno de estos con-
ceptos en la mente del ministro de la guerra que
obraba siempre autoritariamente, sin consulta de
jefes en consejos, como para casos como el pre-
sente es de prudencia usual i aun de ordenanza.
Parece que por lo relativo a la marina obtuvo el
ministro la adhesión inmediata del contra-almi-
(1) Cftrta citada del mayor Urratia,
El estado sanitario no era tampoco satisfaotorio desde el pria-
d'pio eu lio, porqne inmediatamente el cambio de clima i el uso
de laa frotas i de licores comenzó a hacerse sentir en el ejército.
Hé aquí lo qae a este respecto decía una correspondencia en-
riada a Los Tiempo» e) 2 de marzo, esto es, una semana des-
pués del desembarco.
aEl estado sanitario del ejército no es mui halagüefio. La día-
Tea i disentería se desarrollan en gran cantiJtul. Huí también
\o pocos casos de fiebres i pneumonías. El hospital que so ha
mprovisado tiene mas de 70 enfermos, i en loa distintos cuerpos
lai también un n&mero ooasiderable. Las medioinaa, como siem-
ire, escasas, pues algunos batallones no pudieron traer las que
HKjeian. Bs rerdad que a todos se les maularon tVntes de partir;
lero en cantidades qae solo alcanzan para algunos dias, i esto
altaado algimas de primera neceaidad.D
rante jefe de la escuadra i la conformid
reBigaacioa de parte del jeneral en jefe,
rior en principio, su subordinado en el hí
Pero a quien no se consultó en lo m
precisamente ai jefe que por su posición
coyunturas del servicio en campaña era el
al jefe de estado mayor; i de aquí sobre
contratiempos í disgustos, precursores de
jedia moral para las armas de la Repúb
una exacervacion en los espíritus que al
dujo violento e irremediable estallido.
Todo en efecto hízose fuera de camino
Ha empresa malhadada.
Tiénese por cierto que el jeneral en jt
sejó (i no decimos mandó porque manda
dia) que se despachase la división Ame
que estaban los Navales i otros cuerpos ap
desembarcar con el Valparaiso. Pero el s
tomayor, destruyendo como el Sicambric
unas cuantas semanas hacia habia sido
tantos sinsabores, reyertas i afanes, cot
campaña desbaratando las divisiones, poi
los Navales de la 1.', dos cuerpos de la
en las ambulancias operó una alteración
embarcando la sección que pertenecía
«Para evitarnos apreciaciones, decia a
pecto uno de los espedicion arios de lio £
go de Santiago, i dejar a tu criterio e
sobre quién cae la responsabilidad del des
qne, en esto como en todo, se nota en la dirección
de la campaña, voi a hacerte una somera esposi-
cion de los antecedentes del asunto.
«El miüiatro Sotomayor que, dicho sea de paso
es el verdadero jmeral en jefe, fué quien dispuso
la partida de esa espedicion, la que debia ser
compuesta solamente del 3." de línea i los Nava-
les. Comunicada al jeneral Escala esta resolución,
no se opuso a ella; pero dijo que la primera divi-
sión completa debia ser la que marchase, espo-
DÍendo las razones que para ello habia.» (1)
xm.
I en seguida el encadenamiento fatal del error
marchó como habia comenzado.
Señalado el domingo 7 de marzo para el em-
barque de la espedicion en el Blanco, el Amazo-
nas i el Loa, ocurrieron tales entorpecimientos
que uno de los cuerpos elejídos, el 3." de línea,
estuvo todo el día formado en el muelle, bajo los
rayos del sol tropical, sin comer ni beber, hasta
( 1 ) Carta del campamento de Pacocha fechada el l'Z de mar-
so, pablicada en Loa Tiempos con la firma de X. X.
El misino correspooaal agrega qne coaira todo esto protestó
:1 coronel Lagos con viveza, i aua el coroEiel Ameagual qae se
levautó de la cama para ir a reclamar ea vano cotitra la eegre-
jacion que se hacia sin bu cousentimiento de uno de los cuerpos
ie sa divisioD.
que lo volvieron a su cuartel al a
noche. Algo parecido aconteció a
porque todos los augurios eran funí
Al fin la desdichada espedicion d
un dia de rubor a Chile (cosa rara (
historia) hízose a la mar con ruml
(1) (Dia 8 de marzo). — Ayer se acordó no
espedicioQ a Moliendo, con noa fuerza de 2,1
35 de caballería, en los buqaes Blanco, Amaz
1.* de estoB bnquea lleva al batallón Naval, i
3." de línea i el 3.** a 450 hombres de Zapadc
CQerpos de la 4.' dÍTÍsion i a Navales de la 1.
acordada entre gallos i media noche, ha trai
desquiciamiento en el estado mayor jeneral.
el seQor ministro Sotomayor i el contra-alt
aqnella. Al Jeneral en jefe se le dio cnenta pa:
i al jefe de estado mayor para que ordenase (
veres 1 moniciones. Según otra versión, el se
tra-almirante i jeneral en jefe, estaban de acu
cabo dicha espedicion; pero en todo caso, el,
yor no ha tenido maa conocimiento del asunte
sable — al segundo dia — para ordenar el emban
Esta medida, como es consigoiente, produjo 1
del señor coronel Lagos, de su puesto de jefe
jeneral.
aEn los doce dias que llevamos de campam
¿cree usted, se&or, qne uno sola vez hayan
una reunión los jefes de divisiones, jefe de esti
almirante i jeneral en jefe, ante el señor mini
ante el jeneral en jefe? Ninguna, señor, i lo ¡
acordó la espedicion a UollendQ.ii
(Carta en forma de diario del mayor Urrat
en lamauana del » üe marzo entre los alegres ví-
tores de la tropa que soñaba con combates.
XIV.
El mal puerto de Moliendo, situado en una cos-
ta recta como un muro formado por altos arreci-
fes, enclavados a pique i a manera de barrera
contra espumosas olas, dista 54 millas del puerto
abrigado de lio, viaje de corta jornada para tras-
portes a vapor. Ciudad nueva i convencional, co-
mo Pacocha, a virtud de ser arranque de un fe-
rrocarril de artificio, tenia Moliendo escasas pero
bonitas i hasta pintorescas habitaciones.
Algunas de éstas ostentaban el lujo de ame-
nos jardines regados con agua traida por cañería
desde Uchumayo en la cabecera de Arequipa,
prodigalidad de nababs orientales, porque allí el
agua es oro líquido. Su población no pasaba de
mil quinientas almas antes de la guerra, toda
jente industrial i de acarreo. El antiguo puerto
de Islay, abandonado como el de lio, yace tres
leguas al norte; camino áspero i quebrado por la
Bosta, i hacia el sur corren las caletas de Mejia i
la Ensenada, lugar de bafios aquél para los aro-
juipeños que viven en clima apergaminado. Dista
le Moliendo la primera de esas estaciones 14 qui-
ómetros por los rieles i la segunda 21. En la En-
lenada tuerce el ferrocarril, que ha venido si-
HIST. DR LA C. DE T. I A. 53
guiendo las sinuosidades de la costa, há<
de Tambo, i asciende en seguida la fragc
de Cahuintala, donde comienza la inmec
«Desde Moliendo, dice una relación
que hemos citado, hasta la Ensenada
estiende por la playa; desde este últi
principiaii las fuertes gradientes qne al(
por ciento. La estación de Tambo dists
metros del valle de ese nombre i de la
de Cocachacra, capital del distrito, pero
sobre su nivel.
«Desde Tambo, la línea sigue su asee
quebrada de Cahuintala con gradient
ciento i curvas de 110 metros de radio. '
de esta quebrada termina en la pampa d
do; en el paradero del mismo nombre se
agua las locomotoras por una cañería de
metros de diámetro que viene desde ü
llega hasta Moliendo, sirviendo para sur
ese pueblo; su largo es de 145 kilómetrc
(1) Para mayor eBcIarecimieoto de In topogral
de los lugares, hé aquí un cuadro de las estacione
rril de Moliendo a Areqnipa con las alturas sobt
mar qne ellas ocnpan;
Estaciones. Distancias. Altitoi
Moliendo 00 kilóm. 2
Mejia H s 3
Ensenada 21 s 10
Tal era la faja de terreno marítimo, abrupto i
completamente desnudo de vejetacion i de abrigo,
escepto a Tambo, sobre que iba a operar como a
oscuras la división abigarrada i revuelta que co-
mandaba el animoso coronel don Orozimbo Bar-
XV.
En la media noche del dia de la partida, la es-
cuadrilla se aproximó cautelosamente a la costa
que iba a asaltar, i habiendo reconocido el tenien-
te Señoret, del Blanco, la caleta de MoUendito, se
ordenó desembarcar allí los Navales, estos pájaros
del mar, anfibios en la campafia.
Saltaron así a tierra en profundo silencio las
Estaciones. Distanciiu. Altítudei.
Tambo 30 kilóm. aOO me.
Pasco 41 B .550 B
Cacheado 56 ^ 970 j>
La Joya 86 » 1,2-50 b
Vítor. 120 » ],.570 b
Qnishuarani.... 132 » 1,800 b
Uchumayo 150 b 1,910 »
Tiavaya 161 b 2,070 b
Tiiiíío Grande... 1C9 » 2,125 »
Aroiiuipa 173 b íi,300 r>
Sn viaje de subida se hace en 8 horaa 45 minnto.'í.
Id. de bajada se hace en 7 horas 25 minatus.
compañías de los valientes capita
Simpson. Pero, como era de temerse
marea i la resaca obstruyeron la plí
suspenderse el desembarco. El may
jandro Baqnedano, hermano deljene
en jefe esta columna.
Quedaron de esta suerte aislados e
ría caleta i casi sin salida 180 hombr
a eer rodeados i cautivos por fuerzas
advertidas, si éstas hubieran existido
según se esperaba. Por fortuna, and;
en calidad de práctico el entusiasta i
luntario don Arturo Villarroel, famoi
con el nombre de ajeneral Dinamita
tablas servicios en el ramo de minas
como conocedor de los lugares, sacó
tadoB Navales a la pampa, cortó el
mantuvo toda la noche alerteando a 1
enemigos destacados de la corta g
Moliendo.
El capitán Beytia tomó cuerpo j
de esos vijias de la noche que vagab
ridad, sospechando talvez que los eh
duendes.
XVI.
Entretanto, el resto de la división
operar su desembarco en Islay, lo qu
la luz uei uia » ue marzo i marchó inmediata-
mente por tierra en socorro de los Navales que
habían quedado comprometidos a las puertas de
Moliendo.
La distancia que separa a Islay de Moliendo no
es larga, según vimos pero el camino es suma-
mente fatigoso obstruido por proñindas quebra-
das, con piso movedizo de cenizas, lecho secular
de las erupciones del Misti, visible allá en el diá-
fano horizonte de las sierras.
La columna chilena hizo con considerable can-
sancio aquella fatigosa jornada, pero lograba en-
trar, reunida ya a los Navales, a la plaza de Mo-
liendo a las cuatro de la tarde, escuchando las
estimulantes tocatas de sus bandas. Iban, en el
orden de marcha, una descubierta de treinta Ca-
zadores a caballo mandada por los valientes jó-
venes Belisario Amor i Luis Armaza, de renom-
brada hazaña posterior el último; en seguida la
columna de Navales, en pos el 3.° al mando deí
comandante Castro i Zapadores al de Santa
Crnz.
La población entera había huido espantada
junto con los soldados de la guarnición, hacia el
valle de Tambo i por el sendero délos rieles, que
quedaron sembrados de pobres despojos. Solo unos
cuantos pulperos italianos, estos eternos rezaga-
dos de la guerra del Perú, so mantuvieron a cargo
del pueblo i de sus propias míseras menestras.
XVIT.
Acampó aquella tarde su división e
Barbosa, secundado por su intelijente j
tado mayor don Baldoraero Dublé Ali
la magnífica estación del ferrocarril de .
al decir común la mejor de Sud Améri
ñas hubo tomado algún reposo el activ<
lió con los Cazadores del teniente Ame
lumna Santa Cruz a proseguir su reconc
i persecución, caminando por el terraplí
rrocarril bácia el valle de Tambo, camin
qnipa.
XVIIT.
Poníase en marcha aquella ftierza a li
mañana del día 10 i llegaba a la estación
solo a la 1 P.M., diez horas mas tarde. No <
ron allí sino a dos italianos que cuidaba
ramancheles, i siguieron hacia la prósimf
de la Ensenada donde comenzaba a aj
primer verdor del valle de Tambo. Díóa
ce la descubierta del teniente Amor a la
los fujitivos, i en una animosa carga dad
ladera, cortó 17 prisioneros i entre ello
neta de artillería. El coronel Barbosa,
chaba casi solo a retaguardia, contribuy(
UB íi<|uui uiuijut: (juii iiuH catii^ttijema itra.tic!intt,
porqae viendo a su vanguardia comprometida,
hizo atar ramas a las colas de su caballo i a los
de su corta comitiva, i galopando a todo escape
produjo tal polvareda que el enemigo sospechan-
do venia un gi-an refuerzo, continuó su fuga. No
corrió sangre en aquel encuentro sino polvo, i
ipéniís si un corneta do cazadores llamado Can-
celario Ramírez sacó un rasmillón de bala en su
XIX.
Mientras todo esto pasaba a la lengua del océa-
10, avisado é\ prefecto de Arequipa, González Or-
tegoso, por el telégrafo, del desembarco de los
hilenos, en la tarde del 9, alistaba todas las fuer-
as de la plaza, i marchaba con ellas hacia la
osta en varios trenes en la madrugada del 10,
B decir, en la hora en que el coronel Barbosa
vanzaba con los Zapadores de Moliendo a Me-
a.(l)
(1) Los telegramas de akmm Jmiin n^f:
(uBecibido de Hejia a lan 2. P. M.)
Arcquijia, marzo í).
SeGor prefecto:
Uno de loa oficiales de la guardia nacional de Ibtay dice qne
XX.
Componiau la división arequipf
nes i no menos de cuatro columm
culiar deiiomiaacion de loa perua
lloB el batallón Lejion peruana,
se desembarcaron los chilenos por traspo:
lalay: son como 700 a 800 hombres.
Las compaQíaB de guardia nacioaal esl
éste. La jente está armada.
Kuestra fuerza sostuvo combate en uuo
eembarqne. La población corre en masa sol:
Ocupado Moliendo por tropas chilenas.
Cochrane, Blanco i dos trasportes ea la h
(Redbido de Mejia a las 2.30 P
Are^u
Seüor prefecto:
Varios individuos que anoche estuvieron
qne después do iñu primeras partidas de t
han desembarcando mas jente. No hai b
puerto.
Empiezan & llc/^ar los nacionales a
lay: la jente de aquí tístá lista.
Al mismo tiempo el Eco del Misti hacii
-«. 425 -*
el último sobreviviente de los cuatro Gutiérrez,
apellidado por esto, o: el Sobrado», jefe de fama, el
Apurimae que mandaba en calidad de interino el
comandante don Cipriano Soto, i el Piérola, co-
mandante Llosa. A esa altura de la campaña ha-
bia batallones oiPiérolas» en Lima, en Arequipa,
en Tacna, en Arica, en todas partes donde el dic-
tador, a la manera de César, imperaba.
Componíanse las columnas arequipeñas de la
Guardia civil, de los artesanos del pueblo, de la
llamada «Columna de HonorD i de la de jendar-
mería montada que mandaba el coronel don Ma-
nuel Ramón Rivera.
Ascendia esta tropa mas o menos a 2,500 hom-
bres colecticios, i con las fuerzas del valle i de la
cavernas del volcan con estos gritos de guerra:
«¡Areqnipeñosl fé i valor. El Perú i la América esperan mu-
cho de vuestros esfuerzos.
Ha llegado la hora solemne, i ahora, como siempre, con el
filo de vuestras armas sabréis dar a la patria una pajina de glo-
ría.
Que Grau, nuestro ínclito mártir de Mejillones, nos aliente en
3Stas supremas horas de amargara i tribulación.
Sin mirar el número de los enemigos, ni sus cañones, mar-
chemos todos a vengar los desastres sufridcs, a morir como pe-
nanos si no podemos fatigar i rendir a la victoria a nuestras
)Iantas.
¡A las armas, arequipefios! a las armas, a las armas!
Primero la muerte del mártir antes qne el vüependio del
nundo i la cadena vergonzosa del esclavo!...
Hijos del Mistí^ ;a las armasiD
HIST. DB LA C. DE T. I A. 54
costa, refnjiada en Tambo, podían ce
tres mil hombres, un tercio mas que'
chilena. Mandaban las columnas de T
Uendo los comandantes don Eduardo
Eoinaña i don Mariano Bedoya, i la
sin cañones que resguardaba la cosí
don Manuel San Román. Por nombrí
los peruanos, como el pasadero de Lí
daban jamas en descubierto.
XXL
Emprendieron su marcha los arec
mas alharaca que entusiasmo patrio
mañana del dia 10 de marzo, i a las !
drugada llegaban por los rieles a Tare
cha de los invasores i de los invadido
por consiguiente pai'alela aquella noc
La división arequipeña era maní
por el coronel don Alfonso Gonzale
prefecto pierolista del departamenti
jefe de estado mayor al coronel don
cisco Goyzueta, autor de pomposísimo
nos, al parecer, do intenso miedo.
xxn.
Dominados por su sorpresa i por si
lebraron los arequipeños una junti
aquella miBiua mañana en Tambo i resolvieron
avanzar de frente contra los chilenos para rrro-
jarlos al mar.
Pero hablan comenzado por dejar sus mejores
batallones, esto es, la Lejion peruana i el Apuri-
mac, en la altiplanicie de Oacbendo, para mante-
ner espedita su retirada.
De suerte que cuando aquellas tropas descen-
dieron al valle llamadas por el prefecto, era ya de
noche, i aunque las fuerzas contendientes estaban
a la vista desde media tarde, los jefes de una i otra
se detuvieron sin acometerse.
XXIIT.
El jefe chileno sospechó iba a ser agredido por
fuerzas superiores i se replegó esa misma noche
sobre Moliendo, incendiando a su paso las esta-
ciones i material rodante de la línea, al paso que
el prefecto arequipeño, seguíale receloso los pa-
sos, contemplando en todas partes la cruel, inú-
til i contraproducente destrucción de todos los
medios de vida i de progreso de que han hecho
conquista los pueblos modernos.
Caminando toda la noche en carros que la mis-
ma tropa empujaba en fantástica procesión, llegó
b1 coronel Barbosa a Moliendo en la nüifiana del
11, i a la tenue luz de la alborada presontúselo un
espectáculo de horror; la orjia de un ejército des-
bandado entre las llamas i las ceniz
cendio. No se ha sabido nunca con <
la manera cómo fué aplicada la tea ¡
nada población. Segiin unos, prendit
diversas pai'tes de la ciudad edificada
madera; según otros, encendida su prc
un soldado repatriado del 3.", que qu
gar su espulsion, cundió el siniestro c
i el descuido, i no ha faltado quien j
fuera todo obra de incendiarios esti
Es lo cierto de todas maneras que i
noche ardió Moliendo por todos sus c
mandóse aun su hermoso i fi-esco tei
quial que ocupaba el centro de una p
( 1 ) Esto al meaoH dijo el jeneral Escala en u
cribió al Vicario Capitalar de Santiago, esplicái
de Moliendo, con fecha 23 de abril. — «I entone
a varios italianoe con las teas en laa manos.»
Publicada esta carta, maaifestó espUcitamei
al gobierno de Chile el señor Sanminiatelli, M
con feoba 5 de marzo, i el Ministro de Belai
señoT Amanátegai le Si^tizñzo inmediatamente
de ese mismo día, observándole^ un tanto cavilo:
dato era una simple opinión personal del jeai
hacia mas de un mea que hnbia dej¡ido de mand:
Es muí posible que los italianos no hubiesec
el incendio de Moliendo, i asi lo creemos nosot
esto dejaban aquellos nacionales de comprom»
en mas de una ocasión según podrá verse en u
del preseote capítulo.
(Serían como las doce de la noche del dia 10 de
marzo, escribía uno de los jóvenes capellanes de la
dÍTÍsion a su madre í contándole con la llana na-
turalidad del hogar los horrores de aquella noche,
enando desembarqué en el muelle i me dirijí in-
mediatamente a mi alojamiento, en donde encon-
tré a la jente mui tranquila, pues no habia habido
nada sobre lo que se habia dicho del enemigo. El
incendio estaba en su mayor fuerza, la iglesia ar-
día completamente. To no me atreví a ir a ver el
faego de cerca, pues se sentían tiros a cada mo-
mento i los oficiales me dijeron que les habían
hecho a ellos algunos disparos i que era peligroso
3I ir. Esa noche me acosté vestido i como a las 3
ie la mañana. Al día siguiente me levanté tem-
pano i ensillé mi caballo. Apenas salí de la casa,
0 primero que me llamó la atención fueron los
antos que habían hecho colocar en la plaza i al
ado de nuestra casa. Sobre una mesa vi una cosa
aedío tapada con un paño, voÍ a ver qué era i me
ncuentro con el sol de la custodia i aun con el
laniísimo en ella. Inmediatamente la envolví en
1 mismo paño i la llevé a mí pieza en donde la
uardé para evitar profanaciones. Volví en seguí-
íi a la calle para hacer guardar todos lo.s santos i
emas objetos de la iglesia que hablan sacado i
Uabau en el medio de la calle. El incendio aun
o se habia extinguido del todo, pues varías casas
un ardían.
XXIT.
<i Varias familias, todas ellas de p(
bian refujiado en la plaza, en don
pedían misericordia, pues creían que
blo iba a ser quemado i que a ellas Ii
tar. Trabajo inmenso me costaba so
gurándoles que nada les iba a su
mejor de mi perorata, un tremendo
rompió todos los vidrios de la casa (
cual estábamos, haciéndola coumov
un terremoto, aumentó espantosame
ría. Todas me pedían que les echai
cien, que ya no les quedaba otro coa
de rodillas que no las mataran, que
irse a refujiar a los cerros. Al fin, df
cho batallar, conseguímos sosegarlas
habia sido causado por unos sesenl
pólvora que se incendiaron sin sabe
no causaron gran daño, gracias a q
aire libre, que si no, ¡quién sabe a dó
ido todos a parar!
«Ese dia anduve por el pueblo
mayor pai-te de las casas habían sí
por los soldados del 3." de línea í va
italianos i soldados de los otros c
advertir que al 3." de línea se le dio
ver a Islay al dia siguiente de nui
para Eer ahí reembarcado. Estos salieron de Mo-
liendo el martes en la tarde i, como era natural,
ibao furiosos porque loa haeian volverse por tie-
rra, haciendo una marcha bastante penosa. De
éstos, muchos se volvieron al pueblo, se emborra-
charon i principiaron el incendio i el saqneo. Mu-
cho temimos al principio que se hubieran quema-
do algunos que yacian completamente borrachos
en las casas que se quemaron, pero después hemos
visto que no ha faltado nínguoo a la hsta que se
hizo mas tarde.
líEl jueves i viernes (11 i 12 de marzo) el in-
cendio continuó i también la destrucción de la
BBtacion. En ésta el Gobierno peruano ha perdido
ie cinco a seis millones de pesos, pues era una
Magnífica estación mui superior a la de Santiago
Valparaíso. El viernes se permitió saquear !a
)arte de la Aduana que estaba sobre el muelle i
[ue debia ser quemada i que contenia muchísimas
nercaderías i licores.» (1)
(1) Carta del presbítero doa Eduardo Fubres a su señora
ladre. — Pacocba, marzo 17 de 1S80. — Esta carta fué pnblicacla,
al como otra del distinguido capellán del Cochrane don Ciimilo
•rtúzar, por el Yicario de Saotiago don José Ramón Astorga
ara refutar ante el ouuciu tipostólicu en Lima, Motiseílor Mo-
3iini, las exajeraciones i calumuiua del cura de Moliendo i del
icario de Arequipa don Lorenzo Bedoya.
Había eat« sacerdote vertido todo el dolor i la biel de bu alma
a su comunicaciOD oficial al ministro del Interior del Perú,
Tal era el horrendo espt
población, convertida en
que a esas horas se hallabfi
De lejos, en el mar, el ei
i, despojado de su horror, (
paisaje que se reflejaba con
agonizante en las alterosas
tura aquellas hogueras el r
los siglos vagaba, de la pin
antes de las siete de la noc
pulantes del Amazonas, qu
desde la mar, se declaró en
cendio en los suburbios de
su oríjen. . . .
«El incendio, ayudado p
adquiriendo proporciones
con sus siniestros i rojizos :
bres vecinas i la inmens
datai]a en Arequipa el 24 de ma
ninnicados por el pánico de Molleo
capellanea de Chile habían ititen
presenciando las danzas sacrilegas
jenea de los altaros, i coiitriíiuido au
rístia. Pero todas estas atrocidades
tas referidas i en la nota del se&c
comunicación tiene fecha de abril í
aquel un eepectáculü a la vez que imponente ate-
rrador.
íBaldomero Dublé, jefe de estado mayor de la
división, Diego Miller, Arturo Villarroel, jefes,
oficiales i soldados se esforzaban en contener el
elemento devorador que se cebaba en et combus-
tible que le proporcionaron los edificios de made-
ra. A pesar de los constantes i abnegados esfuer-
zos de las personas nombradas, el fuego prendió
en la iglesia que mui luego quedó reducida a ce-
nizas, así como seis a ocho manzanas de casas, si
bien de las mas insigniñcantes.
«El incendio coutinuó durante toda la noche
del 10 al 11, i a la vez que ardia Moliendo, rojos
resplandores se distinguian por Islay i Mejia. Es-
tos tres puntos eran en esos momentos inmensas
hogueras.» (1)
XXII.
De lo que pasaba entre los soldados nos dispen-
samos de hablar. Culpóse al Tejimiento 3." de los
nayores escesos, i es evidente que no hubo de
Mirte de sus jefes i oficiales ni la firmeza, ni la
)revÍ8Íon debidas, mucho menos la vijÜancia in-
lispensable en tales casos. (2)
(1) H. Hempel. — Correapondencia al JVrrotfarnV.
{l¿y A propósito de tas iDculpacionee que Be hacían unos cuer-
BIST. DR LA 0. DB T. I A. 55
— 434 —
Pero mas o menos todos los c
dicion se mancharon en aquell
por las llamas de una universa
que la dinamita había hecho ¡
estación de Moliendo, i todos suí
al paso que su material de esp
de petróleo, ardia en inestingui
el fuego por soldados de Chile c
superiores i a instrucciones exa<
Por fin, con gravísimos des(
dificultades, resultando herido c
ga de la disciplina contra la el
capitán don Ricardo Serrano pe
gó su atentado con la vida en el
reembarcar la espedicion casi a
po3 a otroB por los desórdenes de Motleai
te párrafo de una carta escrita por Felii
3." a sn padre José del Carmen Silra, un
Santiago. La carta tiene esta fecha uPa
1880, i el párrafo aludido dice así: aCon:
el cQonto al revés. Los navales cometiei
pagó con BU crédito i honor. Si puedo v
Mackenna le muestra la presente. Lo c
en contra del d." no es cierto, ¡no es cier
val fué el que cometió toda la falta
bien con loa fe/ea I el 3." que no ct
ha sido de su honor? Qué fué de su buena
ventura que si el 3." se hubiese sublevadi
los Navales para conteserlu? Nó! No k
se anblevará jamás. No crean nuestros
cometa tal desacato.»
dreotado enemigo, i sin mas fruto que aquella
vergüenza i tan horrible i mal aconsejada devas-
tación. Tres o cuatro millones destruidos, funes-
tas escenas de inmoralidad para el soldado, i la
carga de un camello de reclamaciones diplomáti-
cae, lié allí en conjunto el fruto de la fatal espe-
dicion de Molleado que no habla tenido sino una
compensación: la de alumbrar con la riqueza acu-
mulada de un pueblo los densos horizontes do una
noche de horror. — ^Lindmmo espectáculo dicen
que presentaba en la noche del 10 al 11 una área
de terreno como de dtcziocho lejuas cuadradas,
ilnminando los cen-os i las ondas del océano el
incendio que a la vez consiimia a Mollleudo, Me-
jia e Islay.
«Los estranjeros avalúan las pérdidas sufridas
por los peruanos en la destrucción de Moliendo,
Islay, Mejia, muelles, estaciones, etc., en ocho mi-
llones depesos.D (1)
No. La historia para ser tal, para merecer su
nombre i servir de enseñanza a los pueblos, tiene
jne ser inexorable en su esposícion como en sus
bIIos. i concebida así la espcdicion de ÍEolIcudo
10 fué solo un grave error militar, sino una ver-
jüenza para nuestras armas.
Fué un Tarapacá moral, la Noche triste de tan-
as i gloriosas campañas antiguas i venideras.
( 1 ) Correspondencia publicada «n Los Ticinj/oa i!ul '¿'d de eiiu-
D de 1880.
XXVII.
Felizmente la espedicion chilena rej
tarde del 12 de marzo, dejando solo dos
i a BU arribo a lio en la mañana del 13
por castigo a casi todas las clases del 3,
ció a cuatro oficiales de ese Tejimiento, i
tan que se había manchado con fraudes
probados se le condenó a muerte, escapa
por una enfermedad, que le ahorró el
una degi'adacion ejecutada a presencia d
xxvm.
Por su parte, los arequipeños habían
en pos de la corta columna chilena ava^
ta la vecindad de Tambo, con una precí
daderamente pavorosa. Afirma el coroni
ta que los chilenos se retiraban vergon
«delante del terror que les infundían
dos», í esto de tal manera, a su decir,
trayecto de Tambo a Mejia dejaron ab
once cajones de cartuchos i ffun dispersi
mismo jefe refiere en su parte de lo j
ridiculas i hasta risibles maniobras a qu
garou los peruanos para acercarse a Me
no quedaba, en la media noche del 10,
bra de un soldado chileno.
I todavía, en vez de avanzar sobre los que así
¿nian, celebraron los jefes del Misti en aqnel In-
garejo nueva junta de guerra, i en ella resolvieron
coDtramarchar al valle de Tambo, acampándose a
la sombra de los frescos olivares de Carmona.
Fija con precisión el prolijo coronel Goyzueta
la hora astronómica de esta retirada ocurrida el
día 11 de marzo, porque dice en su parte oficial
que se puso en marcha «a las 12 A. M.»
XXIX.
En resumen, los arequipeüos no se atrevieron a
ocupar a Moliendo sino cuando hacia cuarenta i
Dcho horas que había desaparecido hasta el postre-
ro de los chilenos, esto es, el 15 de marzo; i dos
iias después, mientras una parte de las fuerzas se
icampaba en Tambo, otra regresaba a Arequipa,
áendo aclamada entre vítores i repiques, como si
ín vez de andar i volver las columnas en tren de
da i de regreso, hubieran peleado i vencido.
A esas horas (marzo 17) Arequipa estaba cus-
odiada ademas por numerosos destacamentos ve-
lidos de Puno, Torata i otros parajes de la Sie-
m. (1)
(I) Las faerzaa de Puno llegaron a Arequipa el lOdeeneroa
8 órdenes del prefecto don Eifas Malpartida, i se componiaD de
•a silentes destAcamentoe : Una fracción del rejimiento 2 de
I
— 438 —
Mayo a cargo de su primer jefe^ teniente coronel don Isaac Cha-
morro.
Una sección del batallón Pano^ al mando de sus jefes^ coronel
don Wenceslao Bueno i sárjente mayor don Isaac Deza.
Columnas del Mistí i de Celadores, que mandaban respecti-
vamente los tenientes coroneles Aspiazú i Aragón.
Jendarmes de caballería.
Juntamente llegó de Lima por tierra un continjente de nn
millón de soles papel, que según se dijo iba a ser distribuido co-
mo sigue:
Para Arica 650,000
Arequipa ¿ 150,000
Cuzco 100,000
Puno 60,000
Moquegua « 50,0C0
£1 altisonante parte oficial del coronel Qoyzueta está datado
en Tambo, marzo 17 de 1880, i refiriéndose a los estragos cau-
sados por los invasores, se espresa en los irritados términos si-
guientes: (cOraito entrar en pormenores acerca de los horribles
desastres de Mejía i Moliendo, porque ü. S. que los ha visto por
sí mismo, sabrá apreciarlos en toda su magnitud. Bástame de-
cir que todas las casas de Mejía han sido saqueadas por com-
pleto: que la floreciente población de Moliendo ha quedado re-
ducida a cenizas i escombros; i que los habitantes de ambos sexos
que por desgracia quedaron en este último puerto, cuando fué
ocupado por nuestros enemigos, han sido objeto de los mayores
vejámenes i tropelías. ¡Oprobio i vergüenza para esos hombres
corrompidos, que con el atentado criminal de que hago referen-
cia han dado al mundo entero un escándalo mas de inmoralidad
i salvajismo!])
Como era de temerse, la prensa peruana i especialmente la de
Arequipa se desbordó en los mas atroces dicterios contra Chile
a cousecuencia de aquella espeJicion tan desacertada como esl
ril . En un editorial do Ld Bolsa, diario de aquel pueblo, corn
título Que sepa el mun-
iptos signientes:
fPero cnando lian hecho mas tajosa ostentación de sus instin'
tos feroces ha sido en Moliendo, donde las hordas chilenas han
saqseado loa almacenes fiscales, la propiedad particular, destrui-
iki a pulvorazos la factoría, la estaciou, el muelle, incendiado la
población, sin escluir el templo, después de robar sus vasos sa-
fradfia i, lo que es mas horripilante i desgarrador, profanar la
lustodia, bajarla del tabernáculo con sacrilegas i manchadas
nanos, Iiacerla pedazos sin respetar la sagrada hostia, al inma-
lalado Cordero, a la victima espiatoria de nuestra redención, cu-
'osfracmentoa esparcidos por el suelo serian hasta pisoteados
OT las plantas mas inmundas qae bao jamas hollado la tíe-
ra Tírjen de América, i todo esto en medio de la mas estúpida
eudez i de las blafemías mas diabólicas qne sallan de esas bo-
is infernales. Esto unido a lai llamaradas que devoraban los
iificios i el humo que cubría la atmósfera, parecía el mismo in-
emo.
Loa diarios de Chite fueron también bastante francos al apre-
ít la espedicíon de Moliendo i sus resultados, i de ellos toma-
as los principales datos en que se halla fundada esta relación,
spojándolos muchas veces de los tintes de una vira indigno-
— 440 —
ANEXOS AL CAPITULO XIL
I.
PARTE OFICIAL DEL PREFECTO DE AREQUIPA SOBRÉ LOS SUCESOS
BE MOLLENDO.
Arequipa, marzo VJ de 1880.
Señor coronel secretario en el despacho de guerra.
Befior coronel secretario:
El martes 9 del corriente tuvo conociuiiento esta prefectura,
por telegrama recibido a la 1 P. M., de que los enemigos habian
desembarcado por Islay i tomado sorpresivamente el puerto de
Moliendo^ lo que igualmente fué una sorpresa para mí, porque
hacia tiempo que varios de los buques de la escuadra chilena
voltejeaban entre Mejia e Islay sin que hubiese notado ningún
amago de desembarco ni la permanencia de un constante blo-
queo.
Al arribo de las fuerzas chilenas ^n el mencionado puerto,
tuvieron que retirarse a Mejia los ciento cincuenta nacionales
que lo guarnecian, i poco tiempo después a Tambo, con la guar-
nición de artillería que se encontraba en el segundo punto nom-
brado, viéndose ambos cuerpos en esta forzosa necesidad por el
exuberante número de los soldados i la superioridad de su ar-
mamento.
Luego que tuve conocimiento de la invasión, con la actividad
del caso i el apoyo del pueblo, que entusiastamente me pedia
los elementos para combatir, conseguí organizar una ftierza de
700 hombres. (1)
(1) Vista la nomenclatura de los cuerpos qne hemos hecho nos paree,
que esta cifra debe ser un error. Probablemente diría 1,700.
_ iteen trenea
especialeB, t|nc con el mas laudable celo i prontitud se apresuró
a alistar la empresa de estos ferrocarriles, llegando a la esta-
ción de Tambo a las 5 de la tarde del mismo dia i no ánt«s sin
dada por la mala calidad del combustible. ( 1 )
De allí hice destacar avanzadas hasta pocas millas de la En-
senada, que se encontraba ocupada por las del enemigo i las
CDalea huyeron al aproximarse las nuestras.
Ed la tarde del IH se reunió nn consejo de gnerra, en el que
«opinó por la inmediata recuperación de Moliendo, i habien-
lo tenido a los poco9 instante» noticias de que una parte de las
ueizas chilenas se encontraba en Mejia, me encaminé con las
mestras bosta la Ensenada, siendo conducidas en trenes hasta
w logar, con las precauciones necesarias, siu luz ninguna, i
alidoa de la oscuridad i BÍlencio de la noche. AIM encontramos
JgaaoB carros incendiados i otros rodeados de combustible para
erlo, lo que denota la precipitación coo que el enemigo aban-
loQó ese punto.
Inmediatamente i remontáudonos un poco, proseguimos uues-
ra marcha a pié i con el mayor sijilo i disciplina sobre Mejia,
ende, según el avitio recibido, debíamos encontrar i batir al
lemigo.
Como a los tres de la maüana entramos a esta población, don-
! desgraciadamente solo hallamos tas huellas de una reciente
ga: tales fueron velas encendidas en diferentes habitaciones,
a cajones munición, igual número de rifles, olgunas prendas
vestuario, cápsulas esparcidas, ohjetos preparados para llevar-
un barril de vino i otro de aguardiente principiados i que al
recer fueron abandonados por la priíta con que habiau huido.
El aspecto de esta población ern desolador la estación se ha-
> incendiado; las puertas i ventanas de las casas se encontra-
n abiertas, saqueadas todas, i los objetos que no habían podi
conducirse, fracturudoa i dispersos por todas partes.
I) El comandante militar Goyzuctii aHrma que llagó a las 9 de la ni
■a. TalTez el prefecto llegó en la tarde.
HIST. DR LA C. DB T. I A. 66
— 442 —
La mañana del 13 nos sorprendió en este logar, i siendo
naestra permanencia en él bastante peligrosa para la impunidad
con que podíamos ser heridos por las balas de los buques chile-
nos, resolvimos tomar las alturas de Moliendo^ como efectiva-
mente lo verificamos en el acto.
En esas posiciones reuní otro consejo de guerra, el que opinó
que por ignorarse el número de los enemigos existentes en Mo-
liendo, el cual a mas de estar perfectamente armado podía ser
mayor que el que llevábamos para batirlo, a lo que se agregaba
la protección de los buques chilenos surtos en la bahía de aquel
puerto, no debia proseguirse inmediatamente la marcha i que
por otra parte era preciso tomar en consideración el estado de
cansancio de las fuerzas espedicionarias i su falta de alimento
durante 30 horas; lo mucho que aventuraba en la espedicion,
pues en el caso de una derrota quedaría el enemigo en posesión
no solo de Moliendo, Mejia i Tambo, sino también de toda la lí-
nea entre Arequipa i aquel puerto, i finalmente la inestabilidad
de BU recuperación en el improbable caso de una victoria; porque
los fuegos de los buques chilenos concluirían por incendiar la
población, obligando a nuestras fuerzas a retirarse para no ser
impunemente despedazadas, acordó que regresásemos a la es-
tación de Tambo, de donde se dominaba i podía defenderse fá-
cilmente el valle, cerrando asimismo el paso al enemigo desde
las inespugnables posiciones de Cahuintala.
Por estos motivos regresé en la madrugada del 14 a la esta-
ción de Tambo, donde tuve aviso de que el enemigo, al saber
nuestra aproximación a Moliendo, se había apresurado a reem-
barcarse con el mayor desorden i confusión, lo que palpable-
mente notamos cuando en la noche de ese mismo día entré a ese
puerto con los nacionales de él, la guarnición de artillería i
veinte hombres de a caballo, pues vimos que la aduana i los al-
macenes fiscales no se habian incendiado, ni concluido de que-
mar el muelle, en el que se había dejado muchos de los objetos
robados, como sacos de harina, etc«
El aspecto que presentaba Moliendo era mucho mas desconsol'''
dor que el de Mejia. La maestranza, la estación, los almacén
del terroeaml i toda la parte snpeiior de la población, inolasa la
igleais, por donde babia principiado el incandío, estaban redn-
citioj a, ceaizaB i todo el material de la primera düstrozado por
la miaa que se habia hecho estallar en ella. Loa chilenos se ha-
bJao eatregado ademas a loa eaceaos mas abcrmi nables i deaea-
frenadoa; se babia aaqueado, violado a las mujeres, robado i
maltratado a mucboa nacionales i eatranjeros, llegando al es-
tremo en an crápula brutal, de escarnecer i danzar en el templo
coD las efijies de los santos, áotes de hacerlos derorar por las
llamaa.
En Moliendo sapimos por los estranjeros vecinos del lugar i
pur el comandante de na baqne de gcerra europeo, el cual se re-
Tena al ministro de guerra chileno, que las fuerzas enemigas ae
wmponian de loe batallones Navales, Zapadores, 3/ da línea i
KseDta hombrea de caballería, formando un totul de 2,500
nombres, perfectamente armados con Comblaiu, cuyo náme-
■o como notará usted, era escesivamente superior al nueatro,
|ue apenas comprendia 1,000 i tantos con las gnaruícionea del
itoral i del valle de Tambo, con loa qne nos reunimos en esa ea-
acion.
Las pérdidas caantioeísímas ocasionadas en Moliendo i en la
Inea férrea hasta la Ensenada, serian nn tanto menores si loa
jentes comerciales se hubiesen apresurado a despachar sus mer-
aderlas, conforme al decreto de 8 del corrieute que se les notÍ-
có el mismo dia por telégrafo.
Habiendo desaparecido ya et peligro, reparádose la línea fé-
rea, recompuésto^e la cañería de agua, por concluirse los tra-
ajos de reparación del telégrafo cortado, quedando resguardadas
ks mercaderías abandonadas, vueltas las autoridades i empleados
a Moliendo, i despnes de dictar las órdenes couveuieutea, he
pesado a esta capital con las fuerzas que llevé, dt'jando en
inel puerto i en Mejia la guarnición necesaria, i trayendo dos
risioneros: et uno en ta Ensenada i el otro en Moliendo.
No concluiré este parce sin aplaudir cordial i merecidamente
conducta de los jefes i oticiales del estado mayor i de las fuer-
za de la plaza, como asimismo de los bravos hijos de Arequipa,
— 444 —
por el entusiasmo ardiente, resigaacion i disc
nifestado en la espediclon qne acaba de deaoi
Dios guarde a U. S.
C. Aljtmso Qonzalt
(Inédita.)
SDD-PREFBCTUK/L DE L( FltOTINCIA DK TARATA
Marzo
Beílor Prefecto del Departamento.
Señor Prefecto:
En este momento, 2 P. M ., recibo un esp
prefecto de Chncuito, con un oficio cuyo U
sigue:
« Julio, marzo
a Señor 8ub-prefecto de la provincia
T> A las 11 de esta noche he recibido un t
> fecto de Puno cnyo tenor es el siguiente:
B Marx
B Seílor Snb-prefecto de Chucuito:
» En este momento acnbo de reciliir un te
B to de Arequipa en qne me comnnica que 1
» apoderado del puerto de Mdlcniiíi i me pit
B liis fiierzuB que haya es|>edit;is en este dep;
» la ocfision de que U. S. dé nnu prueba i
» cuando inmediatamente con su batallón I
— 445 —
» aqül sale también toda la fuerza que tengo disponible . Qne
> no haya escasa ni demora alguna en su marcha. £1 pais agrá-
> decer& a ü. S. su rápido movimiento.
:» Dios guarde a U. S.
» Elias Malpartida.
1 En otro oficio posterior me avisa, con fecha de hoi: que se
» ha marchado a Arequipa con todas las fuerzas disponibles; yo
> también marcharé mañana mismo si es posible, quedando en
> mi lugar el llamado por la lei sefior don Federico de Amat
> i en Puno el Sub-prefecto señor Gallegos. No deje U. S. de
> comunicar las ocurrencias de la costa.
» Dios guarde a ü. S.
» Manuel Zavala Gonzalez,y>
Lo que me es honroso trascribir a D. S. del mismo modo (por
ispreso) por si lo ignorase i en cumplimiento de mi deber.
Dios guarde a U. S. — S. P.
Modesto Arias,
III.
NOTA OFICIAL DEL 6UB-PBBFECT0 DE AREQUIPA
SOBBE LA ESPEDICION DE LOS CHILENOS A MOLLENDO
(Inédita.)
A ib de marzo de 1880.
efior Prefecto del departamento de Tacna.
Sefior Prefecto:
Los enemigos en número de dos mil, poco mas o menos, se
resentaron el 9 del presente en el litoral de este departamento,
bajo el amparo de los cañones de su escuadra, verificaron su
^sembarco entre Moliendo e Islay, tomando posesión del pri-
ero de estos puertos i continuando su marcha hasta la estación
ú ferrocarril de la Ensenada.
El pueblo de Arequipa, dispuesto siempre a la pelea que ha de
— 446 —
dar glorías i triunfos a la Patria, se ]e7antó incontinenti, estu-
siasta i como nn solo hombre, i demandó de la autoridad los
elementos precisos para marchar a espnisar a los contrarios.
El señor Prefecto, con la actividad que le distingue, reunió
las armas i municiones de que pudo disponer, dictó órdenes efi-
caces i prudentes; i pasadas pocas horas, salia con este pueblo
patriota que ha adquirido renombro merecido en la historia del
mundo, a disputar al enemigo desleal el lauro que la justicia
tiene reservado a la causa del Perú, en último resultado.
ün puñado de valientes, ardiendo en entusiasmo febril, sa-
lieron al litoral; i a su sola presencia, los hijos de la nación trai-
dora, que solo han peleado desde el principio de la guerra cuan-
do han sido diez contra uno i contando con fuertes i abundantes
elementos, huyeron a reembarcarse sin comprometer la con-
tienda que tanto ansiaban los arequipeuos, para probar a los
cobardes de Chile que sus corazones no se amilanan nuoca, ni
su proverbial fue^o se ha estinguido, cuando se trata de defen-
der el honor e integridad de su Patria.
Los asesinos de mujeres, de ancianos i de niños ocultaron sa
vergüenza en los buques que les esperaban; pero no sin dejar
antes vacías las casas de las abandonadas poblaciones de Mo-
liendo i Mejia i de ponerlas fuego para reducirlas a cenizas, es-
pecialmente a la primera.
Gloria digna de los héroes que la historia escribe i cuyos nom-
bres ha escrito en sus pajinas con caracteres fuljentes, es la que
acaba de alcanzar el valeroso pueblo de Arequipa; i el señor
Prefecto, que todavía se encuentra recorriendo los incendiados
lugares de nuestro litoral, ha dado una prueba, relevante por
cierto, de su tino en la adopción de medidas oportunas i de sa
serenidad i Valor al frente de los enemigos.
Lo que me es grato comunicar a ü. S. para su intelíjencia,
reservándose la Prefectura para hacerlo luego con mas prolijos
datos de lo sucedido.
Dios guarde a U. S.
Bruno Abrill
••■
IV.
SOLICPTUO DE DOS CIUDADAKOS ITALIANOS PARA ENROLARSE
EN EL BJÉRCITU l'EKUANO
I SACRIFICAR HASTA SU ULTIMA GOTA DR BANOttK.
S«&or Piefecto del departameuto:
Alejandro B02Í0 i Bartolo G. Botto de nncionalidad itali&na,
detenidos en la cárcel pública de esta ciudad, ante U. S. respe-
taosameote decimos: que dominados por los sentimientos pa-
tnótieoí de qae por connaturalización estnmos poseídos, por los
■üDchos aQos que hemos vivido en diversas partes de esta repú-
blica, no podemos mirar con indiferencia la santa i justa causa
fue tan heroicamente tratan de defender los peruanos, sin ofre-
»r nnestroe servicios como antiguos soldados eu el reino de que
temos sido sAbditos durante nuestra juventud, sacrificando nties-
Ta vida i existencia hasta perder la última gota de sangre que
ñrcula en nuestras venas en defensa de los derechos ultrajados
le la Kepública del Perú, cual nosotros somos gratos para con
il. No daremos grandes capitales ni aun medianos porque no los
iDseemos, pero el ofrecemos nuestras persouas cumo soldados o
■a la marina por estar acostumbrados a estos servicios.
Al ofrecer nuestros servicios no es nnestra intención evadirnos
e una justa condena a que podían someternos loa Tribunales
e Justicia al fallar sobre una falsa ímput;icíon de un delito de
iiilacioD de la comunicación epistolar. Este delito fué cometido
>or la necesidad en que nos encontnlhuuios t-n un despoblado. Si
IS. tuviei-aabien cerciorarse «ubre la miiferiiidt'l ruso, vería que
oBotroa no violamos la comunicracion ni ultrajiipnoft al correisfa
i al compañero de éste: soliinicnto tornamos doce piínos del re-
irido correo, i esto lo hicinms |ior la gr.in ncce.tiihtd en que nos
□contrábamoa por no cncontrnr una pt;rsoLiii que nos vendiera
i un solo pan para el sustento. I si Ü. S. quiere convencerse
las del hecho, puede ordenar quo el escribano del crimen certi-
qae acerca del estado del proceso. Por tanto
A U. S. pedimos se sirva concedemoB la ¡
(ie justicia reclamamos.
Tacna, abril 16 de 1879,
Baríolo G. Botto.
Aleja
CARTA DBL CAPITÁN DBL 3." DON RODOI
SOBRE LOS SUCESOS DE MOLLK
ESCRITA A SU PADRE DON RAMUN 1
(Inédita.)
Seííor don Ramón Portales,
lio, marzo
...EatamoB recien llegadoa do uQaespedicio
lay i Moliendo, í como se bar&n muchos con
espedicioQ i yo presencié todo lo ocnrrído, le
cion exacta de lo sucedido. Yo he llegado buf
do de la mano derecha za&do, pero estoi mejí
no le había escrito después de mi llegada.
El día 7 del presente se dio orden de eml
dia no se concluyó el embarque sino hasta el
la tarde salimos una división con dirección a
iba compuesta del Tejimiento 3." de línea,
hombrea de Zapadores i 30 hombrea de Cazad
. Los buques que fueron eran: el Blanco, el .
mar.
Llegamos a Islay a las 2 de la mañana. .
echaron botes al agna i bajaron soldados del
ba mui oscura i e! desembarco era al lado del
leta. Un bote con 15 hombrea i un oficial de£
pues los otros botes se perdieron de la caletf
Bembarcaron, pero los 15 hombres salieron, i
huyó deapaes de hacet alganos
disparos. Los Navales deaemb&rcarQD eo nna caleta vecina. A
las 10 del día había desembarcado la diviaion en Islay.
Este puerto estaba solo i en completa ruina, pnes dicen bace
tiempo estaba abandonado.
A las 11 marchamoe para Moliendo, por tierra. Eatá mal cer-
ca, pero el camino es mui malo, lleno de quebradas i el piso o
BQelo es un terreno lleno de conizas. A las 5 de la tarde llega-
mos a Moliendo. La población estaba sola, la fuerza que había
en esa, qne ae componía de 230 hombrea, huyó. A esa hora nos
faimos a acampar a la estación del ferrocarril.
La población de Moliendo casi toda se babia retirado, pues
.temían los destrozos del ejército chileno. El aspecto del puerto i
sos edificios es superior a Pisagua, a lio i a todos los demás
puertos de que hemos tomado posesión. La maeatranza i demás
establecimientos del ferrocarril quo tenían en ese puerto, eia
superior a la que nosotroa tenemos. El dia 9 se principió la des-
tnicñan de todos esos establecimientos i duró este trabajo hasta
el día 12.
Al lado de loB ediñciosse encontrarou enterrados útiles de la
maestranza. De éstos, parte se embarcó en nuestros buques, loa
qne ae creían útiles para nosotros. También se destruyó el mué-
lie i máquinas que en él había.
El dia 10 se dio orden para qne nuestro Tejimiento manchara
nuevamente a Islay. A laa 6 se puso en marcha habiendo que-
dado en el pueblo como 50 iudívíduoa de tropa faltando a lista,
para cuyo efecto se dejó a un señor oficial con tropa para reco-
¡er esos <os. Debo advertir a nsted que el dia anterior se habían
mbido ai pueblo muchos Boldiidoa nuestros, Navales i Zapado-
res, í éstos habían cometido sus tropoüiis, como saquear las casas
jae estaban solas i embriagarse.
Cuando nuestro rejimieiito iba en mitrcha para Islay, se vol-
rieron como ICO indiviiluos de tropa. Habiendo sido avisado
inestro comandante de esta falta, me envió a mí a reciijer i ho-
3er volver a esos individuos, pero por desgracia ya era tarde. Es-
HIST. OS LA O. DB T. I A. 5?
1
— 4&0 —
tos habian entrado al pueblo i en unión de la demaa tropa délos
otros cuerpos incendiaron parte de la población.
Inmediatamente se paso jente a apagar el faego, pero solo se
vino a conseguir concluirlo después de haberse incendiado una
tercera parte de la población. Los soldados que se volvieron al
pueblo estaban ebrios i como tales principiaron a acometer de-
sórdenes, como hacer tiros de rifle, saquear casas i cometer otras
clases de desórdenes con los habitantes de la población.
Le aseguro que daba terror i lástima el desorden que habia.
Mientras tanto yo me puse a las órdenes del jefe de la plaza, el
que me ordenó que recorriese la población i recojiese a todos esos
individuos, para cuyo efecto me dio fuerza armada.
A las 1 1 de la noche me mandó con un oficio para el jefe de
mi rejimiento para que se detuviera, lo que efectué acompañado
con fuerzas de Cazadores.
A las 2 de la mañana volví de mi comisión, encontrando al
pueblo mas calmado, pero cometiendo siempre desórdenes, para
cuyo efecto se me dio nuevamente fuerza para recojer a esos in-
di viduo^i.
Describirle exactamente todo lo sucedido seria mui largo i
también porque creo que usted, poco mas o menos, lo calculará.
El dia 9, en la noche, salió para el interior a un lugar llama-
do Tambo el piquete de Cazadores a Caballo, i los Zapadores el
dia 10 se encontraron con una fuerza enemiga de infantería
como de 300 hombres; tuvieron su tiroteo, tomando al enemigo
17 prisioneros.
Los nuestros vieron que venían máquinas de Arequipa con
fuerza, con jente armada en gran número, entonces se retiraron
destruyéndoles la linea del ferrocarril.
Por los prisioneros se supo que el enemigo venia con fuerza
como de 4,000 (?) hombres.
A las 3 de la mañana se me ordenó que me fuera a hacer car-
go de la guardia que habia, de nuestro rejimiento, sosteniendo
la jente que se habia juntado de los dispersos, porque el oficial
que estaba al cargo de ellos fué herido por un cabo de nuestro
mismo rejimiento que estaba ebrio i cometió la grave falta u
ibio, le
pasó la ecda i le rajó la lengaa. Pero el oñcial está mejor, sn
nombre es Ricardo Serrano, hermano del liéroe.
To tave qae estar hasta las 8 de k maQana a cargo de todos
as03 índiriduos, qne se eocontraban casi todos ebrios. Usted cal-
cnlar¿ loa malos ratos porque he tenido qne pasar.
A las 8 se roe ordenó llevase un oficio a nuestro comandante
Castro para qae siguiese su marcha i se embarcase el rejimien-
to en Islay, lo qne se efectuó en el mismo día.
El muelle i la Aduana de este puerto fueron incendiados i al
dia signiente nos fnimos a Moliendo a donde se embarcó la de-
más tropa.
Machos cargos indebidos se hacen a nuestro Tejimiento, pero
Bon mui abnltadoe i falsos i lo qne le he referido es la verdad de
los hechos, advirtiéndole solo que si ha habido desórdenes e in-
subordinaciones es debido a la cizaüa sembrada por nuestros je-
fes, pues se tenía mucha condescendencia coa la tropa. Aunque
tarde, parece que ahora vuelven sobre sus pasos i nuestro reji-
mieoto será el modelo del ejercito.
Como laa faltas son graves, se ba mandado levantar un suma-
rió al comandante i rejimieuto i a 4 oficiales. Creo que el resul-
tado será la salida del comandante Castro i de los 4 oficíales.
Con este motivo se tiene un gran odio al 3.* i qnfero variar de
cuerpo. Lo saluda su afectfsimo hijo.
Rodolfo Portales.D
CAPITULO XIII.
EL JENCRAL BAQUEOAHO EN EL ALTO DE CC
Difícil sitnacion en qne ao encnentra el ejército de Chile
precipitado daaembaico en Pncocha.— Deficiencia en. lea
pecialmente en la movilidad en viata de una campaila poi
Incertidambres i disgustos de los jefes entre ai. — Injus
comandante Bai-celS. — Choques del jenaral en jefe i d
LagoB, i reconocimientoB practicados por éste de las cale
Sama hasta Arica.— Severas manifestaciones de la preí
conductores de la guerra.— Por fortuna el enemigo ignora
i se manifiesta completamente aturdido, — Canje de los
Tarapacá. — Resuélvense los conductores de la campaQ
fatal inacción i despachan al jeneral Baquedauo con toda
para operar en el valle de Moquegua. — Marcha de esta
Pacocha hasta Conde el 12 i i:t de marzo. — Sale de Paco
MañoE i horribles padecimientos qua eaperimenta en el d
carencia de i^ua. — b^.scanas horribles.— Su le el comand
buscar aeua en el valle i su ti-eu se desriela. — Socorros <
el joneral líaquedano envia con la caballería desde Condt
visión Muflo» al valle i se rehace. — El jeneral Baquedan
atacar a loa peruanos on Moqucg na. —Cartas inúditas de
dados de la división Murloz sobre la marcha de ésta pot
El injaniero Quelart.
Cuando en la tarde del 12 de marz
regresaba a Pacocha la malhadada espt
sas i azares de la gnerra do habian alcanzado un
cambio favorable en el campo de los chilenos.
Todo lo contrario. Habían empeorado visible-
mente dia por dia, casi hora por hora; el regreso
le los cuerpos imprudentemente arrojados a las
áayas de la costa de Arequipa para ejecutar ac-
m de inútil devastación, habia dado creces al
lisgusto jeneral al saberse la esterilidad de aque-
la tentativa i las faltas cometidas por jefes, ofi-
iales í soldados. El único fruto de aquella escur-
ión había consistido a la verdad en el proceso a
ue dio lugar, resultando condenados a diversas
enas no menos de sesenta soldados, la mayor
arte clases, de los batallones comprometidos en
18 desórdenes de aquella fatal jornada.
TI.
Por otra parte los conductores de la guerra no
bian qué hacerse, ni qué emprender en defini-
rá con el ejército.
Evidentemente el objetivo de la campaña era
ataque i destrucción del ejército aliado acanto -
.do en Tacna i en Arica; pero no era dable
ertar con el camino que a esos fines conduciría.
)S diversos reconocimientos practicados hacia
Hospicio, (doce leguas) donde el camino real
iiirca hacia Moqueguu i hacia Tacna (via Lo-
cumba) habían presentado a los
radores solo un desierto árido, 1:
inhospitalario en absoluto para
soldado.
La carencia de agua era easi
dolorosa espeiñeneia pasada hat
nifiesto que sin ese elemento pr
leño, mas que para cualquiera c
tinenta, era absolutamente irapc
operaciones de importancia, qu
como en Tarapacá, a una catást
III.
En otro sentido, la deficiencia
de movilidad era tan notoria, au
tida del ejército de sus campame:
que se conceptuaba punto ménc
mover mas de una división a la
do con la cooperación del ferroc;
auxiliaría la conducción de muí
res i especialmente de dos o ti
agua. — «Tenemos elementos de
una carta escrita cuarenta i seis
desembarco del ejército en Pe
aquel tiempo causó grave prc'
ánimos, tenemos elementos de n
los suficientes para hacer las ma
exijen por allá. Cuatro mil muí
■^
i si usted se
íja solamente en la prodijiosa cantidad de vehí-
culos que se necesitarían para el acarreo del agua
i del forraje que consumirían osas cuatro mil mu-
ías i los dos mil animales mas de la caballería i
de la artillería, prescindiendo de todo otro servi-
cio, comprenderá cuan sería es la dificultad que
le señalo i se inclinará a ser mas indiiliente con
!os que tienen la dirección responsable de la guc-
.Ta.ii (1)
(t) Carta firmada X. X. X., datada en Pacocha el 13 de
bril i publicada eu El Mercurio del 28 de ese mes. Aunque
tribuida a nn jefe militar, dijose entóucetí t^ue habia sido e»-
rita por el secretario del jeoeral ea jefe, don Másimo Lira.
Apreciando las dificultades del acarroo del agua, el autor de
u misma carta se espresaba en loa términos siguientes:
«Ahora bien: snponiendo an ejército de doce mil hombres ser-
ido úoicam«nte por tres mil animales caballares i molares,
tndríamoe qne para el cousamo de on solo dia habria qne con-
Licir esta cantidad de agua:
Para doce mil hombres, a seis litros 72,000
Para tres mil animales, a veinte litros 60,000
Total 132,000
xCada uno de los estanqaes que se emplean on el acarreo del
ua tiene capacidad para mil doscientos litros; de suerte que
ra la provisión de agua, i do nada mas que agua, en un solo
V, se necesitarian ciento JÍiíz carretones con estanques, ¿I loa
gajes? ¿I las municiones? ¿I los víveres?»
El equipo de los cuerpos no era tampoco ni con mucho satis*
itorio. Un intelijente sarjento del Lautaro escribía a su padre
Coa tan escasos med:
de romaoos o de bedui
marchar con todo el ej
Tacna, o siquiera hacia
dio i rico aunque redui
paso a los aliados en el
una retirada sobre Are
ciertamente mas corto
de alejarnos del propós
la campaña, quedaba to
al enemigo por el aspen
Puno, i de allí hacia la
i el lago i, hacia Areq
Vincocaya.
No habia duda, el pe
sido mal elejido para as
i esta perplejidad moti
desde Pacochael 10 de marzo:
to está, como uq payaso. Yo ea
Der zapatos i asi signen 40 mt
rán ft Moquegun, pero no teuei
el agua. Esta es uoa falta qne
to M. Salas a su padre M. Salu
las caletAS de la costa que hizo sÍq resultados po-
sitivos el coronel Lagos, jefe de estado mayor, vi-
sitando a Ite, Sama i otros recodos alterosos de
I.t costa hasta ponerse al alcance de los cañones
del Morro de Arica en el vaporcito aviso el
Toro. (1)
íScgun esto, escribíanos a propósito de la in-
lertidumbre que reinaba en todos los espíritus un
Qtelijente oficial de estado mayor, ¿debemos apro-
echar el ejército que tenemos (con 2,000 hom-
res mas de la re-serva) para ¡r sobre el ¡ai! del
nemigo? Si esto no hacemos, podria asegurar
ue en seis meses mas no hemos destruido por com-
leto el ejército que se llama del Sur. El único
ledio de obtener este resultado en la mitad del
empo que fijo, sería reembarcando el ejército i
ivarlo cerca de Arica o Sama. Bastantes bajas
ndríamos que lamentar, pero de todos modos, el
iunfo sería nuestro. El ejército se desespera en
inacción; el jefe, el soldado í aun el oficial en
mpamento, viendo desaciertos, desconcierto en-
3 los directores i lejano término de la campa-
t, todos sus deseos son terminar para volver al
inquilo hogar.» (2)
i ) Por estoa miamoa dias el cornaadante Gorostiftga, del Co-
ínbo, i otros jeftía practicaron una corU esploracioQ al norte
Ho visitando varias fincas i propiudadea peruanas, pero sin
«r ningan mal al enemigo,
2) Carta del mayor Fidal Urrutía, Pucocba marzo 14 de
SO.
HIST. DR LA C. DE T. 1 A. 58
458 —
VI-
Por opuesto rumbo, i como acontece siempre
en casos de perturbación i desengaño, los ánimos
se habian agriado hasta el enojo recíproco i la
ira desbordada entre los caudillos conductores i
orijinadores de la empresa, siendo visible para to-
dos el divorcio casi completo de alma, voluntad i
hasta de trato que reinaba en los alojamientos del
jeneral en jefe i de su asesor legal el ministro
Sotomayor. Aunque hombre sufrido i reservado,
el coronel Lagos, jefe de estado mayor, disimulaba
apenas la profunda irritación que le causaban los
procedimientos de detalle i desconfianza de su
jefe superior, en cuyas medidas habia de ordina-
rio, a virtud de su índole minuciosa, cierta inva-
sión de facultades ajenas i subalternas. I esto
acontecía de tal manera i con tal frecuencia, que
el castigo de un soldado del Santiago, que habia
perdido o enajenado un par de botas, simple co-
rrectivo disciplinario inflijido por el pundonoroso
jefe de aquel rejimiento don Francisco Barceló,
dio lugar a un ruidoso disgusto i al arresto de tan
valiente i prestijioso jefe por el término de un mes
dentro de su propio cuerpo. El soldado castigado
se habia dado maña para sobreponerse a la auto-
ridad directa de su jefe, base de toda moral i d
toda disciplina entre las tropas.
Tal era la situación verdadera del ejército en la
segunda semana de marzo de 1880 i tres semanas
después de su apresurado desembarco en Pacoeha,
verificada el 25 de febrero.
TU.
Cundía en vista de todo esto incontenible des-
jontento, aguijoneado por la inacción, veneno sor-
lo pero corrosivo de los campamentos, en el ejér-
:Íto chileno. «La inacción nos debilita, decia con
íste motivo un corresponsal a un diario de la capi-
al, por doble causa; el espíritu militar del soldado
'a a méuos i el del contrano, aprovechándose de
se largo tiempo de descanso que le damos, recobra
larte de su confianza perdida en los pasados de-
astres. Agregúese a esto que el aumento de nues-
ras fuerzas es casi insignificante durante los dias
aun meses que permanecemos estacionarios, en
iuto que el enemigo no pierde un instante para
íclutar mas jente i proveerse de armamento, i
a se comprenderá la capital importancia de la
Bpidez de las operaciones.ji
I espresándose con mayor franqueza, acentua-
ion i cólera el confidente de un diario de Valpa-
iÍ80 vertía las siguientes duras frases, eco fiel sin
mbargo do la jencral irritación i letargo, que
lusaba ver paralizado en un médano durante lar-
as semanas un ejército brioso i vencedor com-
uesto de catorce mil soldados.
— «¿Qué significa esto, por Dios?
¿Por qué tanta ignorancia, tanta falt
mo en los que nos mandan? Tocreiaí
i al mÍDÍ8tro faltos de intelijeneia i
mun, — porque, en fin, no a todos €
la naturaleza con estas brillantes do
juzgaba ilustrados. Es tan senciUo
les concedo ni lo ultimo siquiera. N
dos ha leído jamas un libro de hist
cosa sería si lo hubieran hecho. C
chos, no han querido aprender en
que no saben, ni se les ocurre.
• «La única eeploracion seria i pro
ahora llevada a cabo, es la del coror
Las demás, apenas si han sido mei'o
to ni alcance para las operaciones
Debimos haber tomado a Moquegus
to estratéjico de hoi, al tercero o
nuestra llegada. No lo hicimos. ¿Po
lo sabe. Aseguran que por inconven
trados por el ministro i el jeneral.
todo tienen inconvenientes, menos
recibir el sueldo, estos señores de
los señores de los inconvenientes !'» (1
(1) Carta a Los Tiempos, Pacocha marzo 1
Patria de Valparaíso, marzo 15. Esta última
publicada el 25 de marao, concluía con las pa
n)r>s a Gontiuuacíon.
«La guerra ha de terminar. Entonces, cor
vin.
Afortuoadamente el enemigo no se apercibía
de nada, i fluctuaba entre el descoueierto i el es-
panto. Algo mas adelante de la presente relación
babremos de revelar sus angustias, sus riñas ¡n-
rerosímiles, sus culpables rebeliones a la vista del
nvasor; pero las dos comunicaciones siguientes
'mantenidas todavía inéditas) del anciano pré-
sete de Moquegua, el coronel don Tomas Lay-
2ca, recientemente instalado por el dictador Pie-
dla como bombre de su amafio, descubren la ti-
lidez i confusión que reinaba en su campo, du-
inte los primeros ál^m de nuestro desembarco.
tEFECrURA DE LA PROVINCIA LITORAL DE MOQUEGUA.
Moquegua, marzo 5 de 1881.
Señor Prefecto del departamento de Tacna;
Sin embargo de las muchas comisiones que esta
sfectura ha mandado para que vijilen al enemi-
tribairé a la acasacion qoe debe entablarse contra loa que
han jugado con 'a vida del ejército i con la fortaoa de la pa-
. Eaa será ana obra de ja^ticia, en la cual todos loa chilenos
eo tomar parte.»
. ese grado llegaba el calor i la ¡rritaciou dü lutt ¿uiuio-i:liad'
a veiigansa postuma!
— 462 —
go, no se puede adquirir datos
a él, ni menos conocer la dii-eec
mar. No obstante, de los divers
puede calcularse su número ei
mas o menos, teniendo sus av
direcciones hasta Salinas, habié
en días pasados hasta las Ladei
Por consiguiente, la situacií
contramos por acá es bien difíi
vía mas con la escacez de recu
nuestras pequeñas fuerzas que
batallones «Granaderos del Cu
policía, toda jente colecticia i (
armada.
Lo que ocurra i el resultado
por espreso, si para entonces r
la línea telegráfica sobre ésa,
ha salido una comisión.
Dios guarde a US.
To
PREFECTURA DE LA PROVINCIA LITl
Moquegua, ma
Señor Prefecto del depart
Con un espreso que de esta
¿8a a las 8 A. M. de ayer, oficié a ÜS. participán-
dole todo lo aüteriormente ocurrido con motivo
de la aproximación de las ftierzas enemigas.
Como dije a US. en dicho oficio, los batallones
fGran» i «Granaderos del Cuzco» se retiraron en
ía noche anterior al Alto de la Villa por disposi-
2Íon del señor comandante jeneral de la división,
jnien se quedó en el valle con el escuadrón Jen-
larmes para atender al servicio de avanzadas: a las
! P. M. me telegrafió del Conde dicho coraandan-
e jeneral avisándome que se presentaba a la vis-
a una descubierta enemiga de veinte hombres,
poco después que avanzaba en mayor número al
alie, habiendo emprendido con tal motivo su re-
irada a esta ciudad con la citada fuerza, en con-
derocion al mal estado de sus caballos. Las
panzadas chilenas, en número de 80 a 100 hora-
res, adelantaron hasta el Pacai, de donde se re-
resaron en la noche, i los nuestros permanecen
1 el valle observando los movimientos de aqué-
>s i procurando restablecer la comunicación te-
gráfica con ésa, lo que considero bastante difí-
l por cnanto el enemigo avanza con frecuencia
;1 Hospicio a las Laderas, por donde pasa el
ambre del Telégrafo.
En la mañana de hoi se ha tomado un indivi-
[O al parecer chileno, venido de Pacocha i por
se sabe que hai allí 18 batallones i una fuerza
caballería de 400 hombres que componen un
— 464 —
total de 10,000: que se decía <
bian venir sobre esta ciudad
Arica; que asimismo oyó que ei
ese puerto que tuvo lugar en
muerto un marinero del Huá
comandante, el mismo que ánt<
Amazonas.
Es cuanto por ahora tengo
US. respecto a los invasores.
Acabo de recibir aviso que el
fuerte de 500 plazas, ha llegadc
Dios guarde a US.
Tom
IX.
Entretanto, la única noveda
en el campamento de Pacocl
larguísima espera habia consistí
ochenta prisioneros chilenos c
a bordo de la corbeta de S. M. .
tre los cuales, sin contar algu
Destrales chilenos aprisionados
Tacna i Arica, se encontraban
sufridos cautivos de la batalla
(1) Entre los prisioneroB rescatados v
Zupadores Aguatin Toro que falleció a \os
I todflB ios prisioneros coiienoa, ios ciiuies aeben embarcarle
ftfiaaa pam ser conducidos a Cliile, según el canje celebrado con
.eatro gobierno. £1 trea dobe traer una bandera blanca. STiita
cbe llegaré a ésa. Estoi bastante mal.
iLizardo Montero,^
AriM, marzo 16 de 1880.
íSefior jeneral Montero:
>En la Tarquoise se han embarcinlo 80 prisioneros chilenos.
te buque ha seguido viaje al sur. También ha salido para cl
■te el blindado aleiuun Hanan.
iliai/yada.9
HIST. DB LA C. D6 T, I A. 59
— 466 —
de fuerzas enemigas mas o menos considerables
en el pueblo de Moquegua, término de la línea
férrea, i en sus contornos.
En presencia de eraerjencia tal, que podia pro-
ducir un amago de flanco en nuestra marcha diago-
nal por el desierto hasta los valles de Locumba.
Sama i Tacna, resolvióse al fin en el cuartel jene-
ral salir de cualquiera manera posible de tan fu-
nesta inacción. I fué cosa digna de notarse, res-
pecto del estado raórvido de los ánimos i de las
querellas intestinas que ajitaban los pechos en
las capas superiores del ejército, que ni para esto
ni para ningún j enero de medidas se citó jamas
a junta de guerra, como está prevenido por las
ordenanzas i como es cordura i buen consejo po-
nerlo en obra en casos apurados o de vacilación.
Se determinó por consecuencia de todo esto,
hacer salir hacia Moquegua la caballería a las ór-
denes del jeneral de esta arma don Manuel Ba-
quedano, i en seguida la segunda división que
mandaba el coronel don Mauricio Muñoz i se
componía del 2.'', de su mando, del Santiago, con
su jefe preso, i a las órdenes de su segundo el bra-
vo comandante don Estanislao León i de los bata-
llones Bálnes i Atacama con una batería Krup de
montaña. Una compañía lijera del rejimiento.
Buin, mandada por el valiente capitán don Juan
Ramón Rivera, muerto después en Chorrillos, iba
adelante de la columna de jinetes, i como sólid
queadores a caballo.
XI.
Designóse el dia 11 de marzo para tan itnpor-
íaote movimiento; pero ejecutábase todo con tal
desgreño, que habiéndose puesto en marcha una
soUimna de doscientos Cazadores al mando del
jomandante don Feliciano Echeverría a las doce
le ese dia, recibió contraorden media hora mas
arde, regresando a sus cantones. (1)
En cambio, mucho antes de la madrugada del
iguiente dia, el activo jeneral Baquedano, siem-
tre puntual hasta los ápices en el servicio, hacia
ocar diana a su banda de cornetas, i marchando
on cortos intervalos desde las tres de la mañana
or el trayecto de la via férrea, llegaba al Hospi-
io, i allí formaba un inmenso i pintoresco cuadro,
indicndo a las diez de la noche su tropa en la
rida llanura, cada jinete asido del ronzal de su
ujante bestia.
xn.
Hablan recorrido los 800 caballos del jeneral
aqiiedano en ese dia sin la menor fatiga, la mi-
(1) Diario de campaña del alférez Suuper, yacitadu.
tad de la distancia qi
Moquegua, o sea 35 mi'
habia sido hasta los est
paraje llegaron a las oi
descansando hasta las
les llevó al Hospicio, i
diez, sufriendo mortifica
apartado de los ríeles, ú
yecto. (1)
A las ocho de la mai
la caballería hacia el v;
sion de sus ricos viñe(
rio que sería la vida del
eia que un corto tiroteo
Rivera con sus abuines
Resultó del encuentro v
rido en el abdomen, peí
gas huyeron a toda bric
las tres de la tarde del
era dueño del valle de I
En su descenso del
chileno no habia eiicont
defensa, que la estraeci<
'en una bajada tan rápi'l
el Pacai, i el no habei
retaguardia de aquella c
(1) Cartas del caintan J. Pi
daao.
rosa contrariedad que
{juuu irtuir pur cuuseuuciiuia un fatal deBcalabro,
según en breve habremos de contar.
xin.
En la misma tarde del día en que emprendiera
BU marcha la columna Baquedano i auxiliada en
parte por el tren que manejaba en persona, como
era su hábito, el animoso injeniero Stuvcn, había-
se en efecto puesto en marcha la segunda división
en pos de los jinetes, i aprovechando el fresco de
la noche avanzó aquella pesada columna sin gran
trabajo hasta la estación de Estanques.
Esta parte de la línea es la menos fatigosa, a
mas de que ella encuentra al soldado i su carama-
Bola en todo su vigor. — aApénas deja el ferroca-
rril, dice un intelijente corresponsal de la prensa
jue habremos de citar con frecuencia en este re-
ato, apenas deja el ferrocarril la estación de Pa-
íocha, se interna por la tendida loma que espal-
iea la rada de lio, i continúa por algnn tiempo
jordeando el valle. La vista abarca entonces, a
a izquierda, en el fondo de la quebrada, el deli-
:ioso verde oscuro de los frondosos olivares que
¡recen en las márjcnes del rio; por ol frente, corre
i veces la via forrea tortuo.^a i accidentada, a voces
)or peinadas barrancas que corao grieta secular
incujonan el valle, i a la derecha una pampa ári-
1
— 470 —
da i desierta que se estiende en suave declive has-
ta la playa.
j>Este aspecto del terreno, semejantes a las pam-
pas de Tarapacá, se mantiene hasta llegar al pun-
to denominado Lomas.
i>Allí la línea va faldeando un estenso cerro,
cuya superficie, gracias a las neblinas invernales,
ostenta en primavera un^hermoso tapiz do menu-
da hierba i variadas florecillas silvestres. Su super-
ficie abarca algunas leguas, i éste es el lugar en
donde vienen a pacer en esa estación los ganados
de todas las haciendas del valle. (1)
XIV.
Cuando a las cinco de la tarde del 12 de mar-
zo atravesaba gallardamente la plaza de Pacocha
la división Muñoz, nadie habría sospechado los
crueles padecimientos que a pocas horas la aguar-
daban. Marchó en orden la tropa, que era demás
de 3,000 hombres, hasta las ocho de la noche; i
después de un descanso de cuatro horas aprove-
chado en sueño reparador, prosiguió el camino a
las doce de le noche con el vigor de fresca ca-
manchaca, haciendo alto cada dos horas hasta las
nueve i media de la mañana del dia 13. A esa
(1) E. T. Caviedes, corresponsal del Mercurio de Valparaíso
-Carta de Torata, abril 7 de 1880.
uura (jueuu uuaitipituíi líl dlViSlon üll tomo ti loR
erianques de Salinas como bandada de sedientos
cuervos junto al charco.
Había allí, por fortuna, agua sobrada para la
sed, i llegó en seguida de Pacocha el tren del co-
mandante Stuven conduciendo dos estanques de
repuesto que fueron asaltados como si el agua
fuera botin de opípara i codiciada fortuna.
Satisfecha la avarienta tropa i descansada la
mayor parte del dia, padeció el coronel Muñoz el
lamentable error de no aprovechar totalmente la
Qoche para la fatigosa marcha que debia condu-
cirlo hacia el Hospicio. Cierto es que levantó su
¡ampo en hora oportuna, esto es, a las cinco i
iuarto de la tarde; pero los descansos de la noche
labian sido tan prolongados que desde que apare-
!ió el sol en la mañana del dia 14 fué dejando la
lolumna larga cauda de rezagados i de sedientos
lasta la hora del mediodía, en que arrastrándose
'Or la polvorosa i enardecida pampa, comenzó a
legar la dispersa columna a los depósitos de a<nia
el Hospicio. — aEl estanque de esta estación,
uenta uno de los cirujanos del ejército que íba a
aballo i delante, debia surtir de agua al eiérci-
D; pero no tenia una sola gota, pues los peruanos
abian cortado la línea del ferrocarril i porconsi-
uiente impedido que !a máquina llevara el agua
DD que llenar el estanque i abastecer a la tropa,
■alcúlese la situación de 3,000 hombres que He-
— 472 —
gabán muertos de sed, i se encontrab¡
mente aislados sin agua i sin espe
nerla! Aquello era un cuadro atroz. H
la vida a muchos que volviao a la ra;
les con nuestras caramayolas los lal
dar agua con una de ellas a 30; he
soldados que en la noche se poniai
rocío para que los labios se lea mojar
XV.
A la verdad, uno de los oficiales c
el teniente don Pedro Navarro, hijo
roso capitán español que pereciera í
calles de Santiago el 20 de abril de
aventurero que habla sido oficial d
escribiente de abogado en Santiago i
escuela en Peneahue (1877), sucumbí
la insolación i a su propia debilidí
agonizando en la mitad del camino c
convulsiones. — «La falta de agua, ag
los espedicionarios, completando aqu»
horror, ocasionó tantos males que ni
tropa murió de sed. Aquí he visto h
dicho: '^^fortt■se de ¿'(.-J; i he visto tai
nible quü es tal muerte. La march
de 6 leguas, i durante este trayecto
su tumba en el desierto un soldado d
uno del 2°, uno del Búlnes i el jóvi
murió como a una legua antes del término de la
marcha al Hospicio.»
XVI.
CoQ la previsión i oportunidad debidas, habíase
wupado el dilijeote iujeniero Stuven en llenar
os estanques del Hospicio desde una semana ba-
tía, estrayendo agua de la estación de Conde,
¡rovista de bombas, i subiéndola a la desolada at-
ura en los estanques que para este servicio tenia
1 ferrocarril tan jenerosamente dejado en nuestras
lanos; i desde el dia 8 una guardia de 60 Grana-
eros al mando del capitán UrcuUo guardaba, sa-
le en mano, el precioso líquido que desde Moisés
3 la vida i el alraa del desierto. Pero, fuera acci-
ente, como algunos han asegnriido, fuera gula de
)s jinetes que pasaron adelante, o de sus cuballos,
lé lo cierto que al precipitarse loa primeros in-
.ütes llegados sobre los depósitos, encontraron
>énas vestijios del agua que aguardaban. Hízose
1 consecuencia en torno del exhausto charco una
rega de seres humanos enfurecidos, como la que
viajero Azara ha descrito de los animales de
lemo enloquecidos por la sed a orillas de los
jostados pajonales de las pampas arjentinas en
itíos de intensa sequedad. Era aquel un ejemplo
vo i horrible de lo que los etnógrafos modernos
aiST. DR LA C. DB T. I A. 60
— 474 —
han acostumbrodo llamar, al estudiar la teoría i
la conservación de las especies, «la lucha por la
vida» (the strugglefor Ufe. (1)
(1) Darwin. Or¿^m^(?/á;p^ci^.— Son interesantes los siguien-
tes fragmentos del horror de la sed tomados de una carta de un
capitán del Atacama, escrita en Moqnegna el 27 de marzo, i que
publicó La Revista del Sur de Concepción el 15 de abril de
1880.
...((Admírate tú de la imprevisión de nuestros jefes! Teniendo
que marchar el ejército por el mas terrible desierto, faéronse la
mayor parte de nuestros soldados sin el principal elemento: sin
agua; sin agua por íalta de caramayolas. En mi compañía folta-
ban mas de 50 caramayolas que las pedí hasta el cansancio días
antes de la partida a la mayoría del cuerpo, i para salvar mi
responsabilidad lo hice por escrito el día de la partida. Lo mis-
mo hicieron los demás comandantes de compttüía del batallón.
El comandante del cuerpo se cansó de pedirlas al jeneral en je-
fe, tanto por ^notas como verbalmente. A\ fin, como una gran
resolución, una hora antes de la partida se dio orden de que cada
soldado buscase una botella i llevase su agua!! Para entre locos
no tendría nada de estraño semejante orden; pero que esa orden
parta de hombres que se dicen de sentido común, i, mas que
eso, como resolución de los directores del ejército chileno,— de
este ejército tan digno de mejores jefes, — esto es el colmo de 1»
barbaridad i ridiculez.
]»Mientras tanto, la sed iba haciendo sus estragos de momen-
to en momento. Los soldados principiaron a tomarse sus propios
orines... i después. •• después bebían con ansias los de unos po-
cos burros que» por inútiles, no habían sido mandados al rioi
]i era de ver como peleaban aquellos infelices por poner el plato
primero para recibir el líquido!
JD Varios casos hubo de desesperación i de locura causados por
la sed.
^.•»Eran las doce cuando los portadores de la vida principia
xvn.
En tan apurado coaflicto ocuitíósg al oportuno
espediente de despachar el tren del comandante
Stuven hacia el rio, para hacerlo regresar con sus
estanques repletos del líquido salvador. Mas por
la fatalidad que antes insinuamos, i la falta de un
iencillo aviso, al precipitarse el tren hacia el río
por la abrupta bajada <íe Pacay se desrieló com-
pletamente, a las diez de una noche lóbrega i con
peUgro inminente de haber rodado por completo
hacia el abismo.
Frustró tan lamentable accidente el empeño de
«correr la tropa amontonada en el Hospicio que
:ra de tres mil soldados convertidos graduahnen-
« en fieras. De suerte que cuando después do in-
ilemente noche de insomnio i de martirio, no dí-
'isaban aquellos infelices en todo el lento curso
leí siguieute dia (marzo 15) el penacho blanco
m a llegar. Todavía no se oyó en el campamento que venia un
>idndn trayendo algunas caramayolas con agua cuando toda
t dimsion, como por encanto, ee puno de pié, i era de veraaque-
m homUeá i en aquellas actitudes. £1 campimtento semejaba
ua casa de Orates. — Se pusieron por cadi cuerpo numerosas
ii&nlia:j a fin de evitar que stj arrebat.iiscn el ajiua. Pero nada
rail para los soldados los culatazos, tas amen^xzas de la bayo-
eta, los latiyazuü del rebouqm;; tudo era iin'itil. Lo priucijial
ra touiar un surbu Je t^gua, que lo demás puuu importabae.
del vapor ni sentían el silvido precurg
gada, formóse un verdadero motin e
mas desesperada. Destacándose de toi
pos, i especialmente del batallón B6
fuera de sí, comenzaron a precipita
valle, sordos a la voz de sus oficial
amenaza de su propio jefe. I tan alto i
dadesca cólera del último, que ordei
Flores, jefe de la batería de montaña
la división, tirara granadal a granel
j i ti vos.
Ejecutólo el último conforme a si
desviando la puntería lo suficiente
sarles daño. Al tercero o cuarto dísp
de la sed (que tal se vuelven) se det
gresaroD.
xvm.
Habíales traido mediano alivio en
da del 15 el regreso de un grupo de i
asistenteB que, montados en todos loa
se pudo tener a mano, bíijaron al va
a manera de racimos con tantas caran:
tas podia llevar cada uno en el cuei
tura. De esta injeniosa manera el co
logró proporcionar a su desesperada
de 2,000 litros de agua que rescatare
das.
— 477 —
Entretanto trabajaban con titánico esfuerzo el
comandante Stuven, i su inseparable cuanto esfor*
zade segundo el capitán Marcos Lathan en la la-
dera del Pacay por zafar su máquina enterrada en
la arena, i solo en la tarde del 16 pudieron condu-
cirla, auxiliados por destacamentos de Cazadores a
caballo que el jeneral Baqnedano despachara des-
de la estación de Conde en cuyo caserío tenia su
cuartel jeneral. Repletos los estanques con las
bombas de aquel paraje i después de un corto sue-
ño, regresó Stuven a la altura llegando a tiempo
para salvar la división chilena que revuelta i de-
sesperada habia emprendido su marcha hacia el
río a las 11 de la mañana del 15, repitiendo con
ronco clamoreo, a manera de balido del ganado
3uando le llevan al Bhrey8idero:-Agua!-Agua! (1)
(1) Hé aquí como el iojeaiero Stnven refiere su lamentable
bveotnra en el parte oficial qae pasó con fecha de lio, marzo 16
le 1880:
cOontinnamos pues nuestro camino marchando tan lentamen-
e que hubo un momento que alcanzó a pararse el tren; tomé
ftmbien la precaución de colocar dos hombres como vijías sobre
I trompa de la máquina para mejor distinguir la línea, pero
nbo un instante que sentimos que el convoi se detenia. Se
landó aflojar un poco las palancas, el tren tomó mayor veloci-
ad i nos fué imposible detenerlo a tiempo, pues notamos en este
istante, encontrándonos sobre una calzada muí pendiente, la
dta de muchos rieles i durmientes i la destrucción completa del
imino. Inmediatamente se silbó para apretar palancas i se dio
mtra-vapor, pero eato sucedia a tan poca distancia que solo al-
XIX.
Destacó también el jeneral Baque'
Granaderos i cien Cazadores, para qu(
del vigoroso vino del valle, se avanz
canzamoa a evitar que el convoi se precipita'ie al o
el desrielamiento de la máquina que quedó coa la
rrada, coa solo las dos últimas ruedas eobre loa riel
clinacioQ mui pronunciada hacia adelante i medio
bre el precipicio. Inspeccionado el terreno, vimos
habían sido snstratilos con sus respectivos durmi
fueron arrojados al fondo de la quebrada junto con
qwe habia dejado en mi viaje anterior a una cortt
allí.
dLu calzada formada en la quebrada era tan pt
gosta, que fuera de loa rieles solo habia un espacie
cada lado de un terreno movedizo i de piedra, asi
bajo se hacia mui difícil para colocar las gatas i
tratar de levantar la locomotora.»
Según oí mismo Stuven, el jeneral Baquedano
do aviso al capitán Urcullo de la estraccion de ri
cay: pero deagraciadaraente esta noticia llegó a su
ñas horas de.spues de ha'jsr salido el tren para el i
Entre los anexos del presente capítulo publicam
tU3 inéditas de oficiales e individuos de tropa de Ib
üoz que cuentiin diversas i>eripec¡as de la horrib
la sed, i tratan talvez con demasiada severidad a ¡
camos también algunos fragmentos inéJitos de u
carta que el iiijeniero cataUíu Quelart, iujenioroau
ven, nos dirijió sobre ios princíjiales trabajos i ser
dos en el fuiTocarnl de Pacochu a Moquegua.
Iii sed i el cansancio, i los confortasen, trayendo a
la grupa aquellos que no pudiesen continuar la
travesía por sí solos.
Recobrada nn tanto la calma con estas medi-
das, bajó la división Muñoz en la tarde del 15 al
valle, cubierto de pámpanos i de acequias rega-
doras, con indecible deleite, Í quedó acampada
aquella noche (la del 15 de marzo) en las espa-
ciosas bodegas i caseríos del rio de lio que desde
allí forma hasta Moquegua, en el espacio de siete
leguas, ana verdadera nata de vides i de olivos.
«Cuando llegamos a Conde, esclama en una carta
de familia el teniente Teran del Santiago, fué co-
mo haber llegado a la gloria.))
XX.
La anchura media del valle es de medio quiló-
metro, si bien cerca de Conde no pasa de tres o
cuatro cuadras; i habiendo sido la recientemente
concluida vendimia sumamente prolífica, nadaban
los toneles de los injenios en jenorosos vinos grue-
sos, semejantes a los de Poitiigal i a los del sur de
España. Temeroso por lo mismo el jeneral Ba-
^iiedano de los escesos que en tropa cansada i de
iuyo libertosa pudiera causar el uso de tal acopio
3o alcohol, con la enerjía i prontitud que ha ea-
ríietcrizado todas sus resoluciones durante la guc-
— 480 —
rra, ordenó se vaciase en el canee del rio el con-
tenido de todas las bodegas.
Hízose esta singular operación al día siguiente,
i era tal la abundancia de algunos lagares que en
la bodega que le cupo hacer desocupar al alférez
Harrington, de Cazadores a caballo, los soldados
vadeaban el espumoso caldo, desnudos hasta la
cintura como si hubiera sido en el vado de un rio.
Injeniáronse sin embargo los mas astutos bebe-
dores de mil maneras para tal oportunidad i tal
cosecha, porque algunos desviaban las acequias
regadoras hacian pozos escondidos entre las pa-
rras, i así se propiciaban sabrosa reserva para sus
enjutas fauces.
Hablóse también alegremente en el campamen-
to de la maravillada injenuidad de un soldado
que, habiendo llegado rezagado, tropezó' con un
cauce de viña que corria borde a borde de fragan-
te vino, i echándose de bruces i bebiéndolo a sus
anchas, levantóse entre confundido i dichoso dan-
do gracias a los dioses de haber llegado a una
tierra en cuyos campos, en lugar de insípida agua,
corria a raudales eLuéctar querido del soldado.
XXL
Reorganizada entretanto i repuesta la división
durante el dia 16, el jeneral Baqnedano se dispu-
so emprender a firme sobre las fuerzas que ocu
/
i
lar-
nas
hacia aquella plaza al amanecer del dia 17 de
marzo.
Mas áates de narrar tan felices operaciones, se-
rá fuerza retrogradar un tanto en el camino de la
historia a ñn de dar cuenta de las fuerzas que los
peruanos habían acumulado en aquel valle, i cómo
hablan llegado basta allí.
ANEXOS AL CAPITULO XIII
I.
CASTA INáorr*. del CAnTAN DBL SANTIAGO
OH DOMINOO CASTII.t.O 90RRS LA HAHOHA DE LA 2.* DITIStUK
DB PACOCHA AL HOSPICIO
FICHADA BN HOQURaUA, ABRIL 2 DE 1880.
«Salimoa, el 12 del próximo pasado uie3, de lio con dirección
Moqnegna donde ae encontraba el eneioigo. Esta marcha es
atante larga i con la escasez del elemento priocífial, del agua.
>L1egamo3a la estación de Salinas el 13 a las 9 de la maña-
a donde lajniquina nos había podido depositar varios ostan-
aisr. DK LA C. DE T. I A. 61
— 482 —
ques (le agua para toda la a." división^ que
puesta del 2." de línea, Suntiago, Atacama, I
piezas Krup i 6 ríe campaQa, i 900 da caballi
co mi! hombrea; una linda i valiente división
i>Salimo3 de ésta como a las 5 de la tardo,
parte de la. noche i continuamos hasta tas 1:
(14) que llegamos a la estación de Hospicio
cion, con un aol de deahacer, a marchas for
agua mas que la que se tomó en la carama
con el gran calor i marcha en el desierto,
elevac'ionea, marchando así por muchas legu
agnn.
La tropa llegó toda en dispersión por el ^
sed que la devoraba, quedándose algunos boIc
el calor i el cansancio, de los cuales yo resut
les dos caramaüolas en que llevaba agua mez
sEn esta se nos murió un oficiul del rejím
rro, porque todos marchaban a pié esceptuai
tañes que iban a caballo. Creo que uno o d
otros rejimicntos también murieron, porque
que de quien quedaba, fuese quien fuera. El
Hospicio, donde las máquinas debían habe
¡Cuál seria U sorpresa do nosotros cuiíndo no
ta por haberse desrielado I;i máquina que ver
mo modo la que venia con agua cerca de M
iilamos una avanzada nuestra! Nos determina
no era posible, la tropa quería arrancarse en
taba loca; era bárbaro aquello.
bNo te puedea figurar en las circunstancii
vimos; para contener la jente se determiaií n
caballos i en e! de los jefes i en muchos de la
ramañolas que so pudiera, a seis leguas de
principia el gran "alie de Moquegua, que es
donde corre td rio lio i está llena de vifias i t
tas clases.
sYa con esto quedamos en la esperanza de
Ift% caramaOoIa'i cm n^ua
t id'>3 se fueron furb'ioa a
toDiur Ud caramaQulaa i iaa le'üaiiab.iii C'ja cuchillo. Cl rejí-
mieato perdió 400 caramnQola^ (^ue las Uevurou h>s ile otros; en
fio, en angustias pasamos esa noche i en e^porar íiue Ile^ise ai-
gana de las máquinas de cualquiera lado que esperilbamos.
iFué ÍDÚtfl: las máquinas uo se pudieron componer pronto, i
eran las once del día i todavia en esperar; íaé preciso reunir je-
fes i determÍDaron marchar iiiniediatkmeritt; hasta seis leguas
donde se encontraba agua; viaje qiie debíamos haberlo hecho en
la noche i seguido, el mismo dia que llegamos, pero no se ocu-
rrió al jefe.
»En el momento que indico se determinó marchar i como. so
demorara en tbrniar la división para empreuderla, su aniviizó a
iesbaudar la trupa e ir^e adelante sin poderla cuiitoner, úl .su
rolvió lueode rabia i nosotros nos hacíamos na poco dcseiiteii-
Jidos al ver qoe no habia remedio. Cuaado vio los grupos que
bao adelante por la loma de un cerro, tomó la medida de hucer-
es fuego cou la Artillería, alcanzando a disparar cuatro grana-
las que reventaron en medio de lo.s grupos. Feliiimente no mató
i ninguno. Tal medida nos indignó hasta mas no poder, pero
eulamos que soportar en silencio.
fiEn ñn, se organizó la división i continuando la marcha, andu-
■iraos las seis leguas, que por cerru-s .se liaceu doblen. La tropa
argada i cuu 100 tiroa cada uno podía llegar entre 8 i 9 de la
.oche; no puedes figurarte, cuando desde la altura se divisó el va-
e, vifias i i^na, el contento de la tropa al ver que ya se acer-
abaa*
II.
OABTA DEL TBN1ENTB DüN BELISABIO ZKE
SOBRE BL MISMO ASUK]
(Fragmentos.)
Taena,ju',
Sefior Beojamiii Vicmia Hackesna.
Santiago.
Estioiado seQoT i amigo:
Mal haría, seDor, en entrar a referirle te
que han sucedido deade mi salida del pi
ser ya mai trillado nuestros hechos relac
Solo me limito en la presente a comunicf
son oscuros i desconocidos para usted.
En la marcha qne hicimos del puerto c
la cual media una distancia de veinte i cu
hizo hacer una uarcha forzada hasta la e
la cual nos encontramos sin agua, siendc
de la distancia.
Debido a la descompostura de la locoi
surtir de agua el estanque que existía ei
guieute la división tuvo que permanecer
sol i una noche esperando el agua, i esto <
eicion del jefe que la comandaba, el ei
Mauricio MuDoz, jefe de la 2." división,
daba la espediciou.
Al siguiente dia llegaron dos estanque
ron insuñcientes para la fuerza que comf:
articiun de ella »c hizo coq el orden debic
ud m^ua, iwu BU uuoMja cu is uiauu, dloho OOTODel, í aquel qUO
por casnalidad tomase otro poco mas de lo limitado era huaa-
qneado i garroteado por bu propia mano, hasta el estremo de
herir a algnno como así sucedió. ComiaioQ que debía solo haberse
encomendado a an cabo u oficial si habiera sido necesario.
Tiendo los soldados qne el agna era escasa i habiendo en-
tre elloe algunos conocedores del terreno, resnltó estar el agna a
una distancia de 6 leguas mas al interior, por cayo motiro ai-
ganos mas necesitados se decidieron a llegar luego a ese punto,
sin conocimiento del jefe.
Por cayo motiro, viendo el jefe de que marchaba cierta tropa
por usa loma, la cual iba en busca de agua, ordenó que la Arti-
llería disparara granadas sobre ellos, por cuyo temor tuvieron
qoe detenerse sin cansar desgracia que lamentar.
Es de advertir de qne cuando notó esa dispersión roe mandó
ft mi í al subteniente Weber a detenerlos, i sin esperar nuestra
oonteatacion fué cuando ordenó hacer los disparos, encontrándo-
nos DoeotrOB entre elloa.
Luego que la tropa reoibió ana escasa medida de agna i una
peqaeDa ración de charqui, hizo emprender la marcha en la mis-
sa ibrma qne la anterior: el terreno pesado, sin agua i mal dor-
nidoB, el soldado, por consiguiente, al poco andar se encontraba
litigado i pedia a gritos se les diera descanso, i como el jefe no
liciera caso de las súplicas de los soldados, éstos forzosamente
«nian qne quedarse atrás.
B. Zelaya.
III.
' CARTA DE VARIOS SOLDADOS SOBRE EL MISMO TENOR.
>e6or don Benjamín VicuDa Mackenna.
Moqaegua, abril 5 de 1880.
Señor:
No teniendo ya a quieo recurrir, varios soldados úml ejército
en carapaña le saludamos deseando, cnaodo
der, ponga los remedios posibles para vi
prensa paede nsted, en tanta clase de fraudí
tígos como se nos están haciendo, remediar
Pues, sefior, (de quien nanea los que hai
do desconsolados) los que sasoribimos so
soldados de la 2.* división i nos encontra
del coronel Mauricio Mu&oz el cual desde
división, que somos Santiago, 2.° de línea,
ha tomado tal ira con nosotros que cuando e
pamento de San Antonio nos hacia ir al ej
legua, bien equipados i con mochila a la ei
de maltrataroos de esa suerte, cuando se ofr
de San Antonio & Pisagaa nos hizo ir con
arenosa i sin agua, lus mas soldados qued¡
escasez de agua en esos terrenos es increiblt
pasaron a morir de la sed a causa que no d
tres veces en toda esa distancia, que vend
12 leguas chilenas pues la legua peruana '
que ésta.
A mas tenemos otras tantas horribles a
carie: la marcha de lio a Moqueguacuya mi
la 2.* división.
Así es que de lio hasta Comles no ene
que en una sola parte: su distancia serjl 16 I
des. Habríamos andado ocho, cnando llcgam
de había agna en abundancia, pero al llegar s
tro coronel i se fué a poner en persona al lu
traba el agua con una gruesa huasca de fien
dar con ella at soldado que bebiese mas d
molde de caramayola.
Varios señores jefes estaban admirados
cuantos de nuestros compañeros les hirió
allí descansamos cerca de cinco horas i nos
al entrarse el sol: hicimos nada mas que ut
durmir tuda la noche; al otro dia al amanee
abíamoe consegaido, mas
nos daró mui poco i muí luego fueron ({iiedanila nIgUDoa agoni-
zando de la sed i otros dejando de exiatir, entre ellos un seQor
oficial del Rejimiento Santiag'o 3.' del I .", señor Navarro, dejó de
exÍBtir en medio de grandes añícciones de sed.
Al llegar a Hospicio, allí mismo fueron sus restos enterrados
en ana pampa. Mas Ue^jados que fuimos a Hospicio caai al mo-
rímos, en todo cae dia no bebimos agua i ménoa comimod. Allí
estaban a cada momento dejando de existir varios aoldados, mas
viendo que la tropa estuvo a punto de perderse toda, se ordenó
que de allí fueran a buscar agna al rio lio, i cabalgaron varios
Boldadoa llevando consigo algunos 14 otros 15 caramañolas.
Esto sucedió como a las It A. M., pero estaba tan distante el
agua qne las cargas estaban a pnesta de sol en la agnada i como
a las 2 de la mañana vinieron a llegar donde estábamos acam-
paáos. Nada se hizo para tanta tropa el agua, así fué que algu-
nos tomamos i otros dó; mas al dia siguiente era insufrible,
porque dábamos 5 pesos por mi poco de orines i no se ma-
réela.
Como que habia anas 6 leguas a donde estaba el agaa,
licímos modo de ponernos en marcha como pudiésemos porque
lo oímos la voz de todos los jefes, i algunos soldados, clases í
ifíciales, nos precipitamos a irnos adelante.
Cuando habríamos andado media legua, nuestro coronel abocó
08 cauones de artillería i él mismo fijó la puntería i mui pronto
lescargó sóbrela tropa sus tiros, mas no fueron mui certeroü
>orque alcanzaron a caer como a diez vaias mas adelante i otros
•asaban mas adelante, t'oto un soldado falleció porque le tocó
.n casco de granada. En fin. que mediante grandes fatigas lie-
Btnos a Condes donde hai macha uva i agua en abundancia;
si fué que cuando divisamos que ya estaba cerca lo que Ibaraoa
aseando, noa apuramos bastante para llegar pronto a la viña.
ios BU intento fué en la noche nbocar los cui'iones a la viQa pa-
» que nos reuniéramos, pero mi jeneral Baquedano no se lo
ertnitíó.
Alucho mas le dijéramos, pero no hai en cuenta porque uoa
— 488 —
ha prometido que si no morímos a manos del enemigo morire-
mos en manos de él i ya lo estamos viendo, porque por ana
lista que falte, sea clase o soldado, hace dar 100 palos, i al-
gunos faltamos porque ya todos los chilenos saben cuan lar-
ga ha sido nuestra campaña, así es que varias veces faltamos
una lista por deseos de ir al pueblo de Moquegua a visitar al-
gunas chilenas que allí se hallan posesionadas, i si eso hacemos
es porque al pueblo que nos tomamos nunca nos dejan entrar a
él i nos acampan a una larga distancia, de suerte que mas que
nunca tengamos uñ peso o dos no hallamos donde comprar
nada.
I sin mas esperamos, señor, no salir desatendidos de usted.
Dios guarde a usted, señor.
Varios soldados de la 2.* división.
IV.
CAUTA DEL INJENIERO QUELART, SEGUNDO DEL COMANDANTE
STÜVBN, SOBRE LOS TRABAJOS I SERVICIOS
EJECUTADOS EN EL FERROCARRIL DE PACOCHA A MOQUEQUA PARA
CONDUCIR LA 2.* DIVISIÓN.
(FragmantoB)
!••
Guando llegamos a Pacocha el coronel Lagos pasó al lado del
Itata i avisó a Stuven que debiera bajar. Efectivamente en el
muelle la máquina que servia para descargar bultos estaba inu-
tilizada i Stuven se concretó al arreglo de ella, armó el pescante
i puso en movimiento la maquinaria: ayudada por la balsa que
Stuven construyó en Fisagua, se pudo desembarcar los anímalos
i bultos pesados.
El muelle es de construcción de hierro, la cañería de agua lle-
ga hasta el muelle, en su nacimiento había un depósito hecho
al propósito para contener dinamita: no tenia nada, ya sea por
que no pudieron hacerlo o pensaron ponerla en otra parte: alam-
uiCB uc uuuic ciiDuou CU ci luuciic. uiu vcu I cwi iiu lA lUaeS*
tnoza, i loa camÍDeroa del ferrocarril, casi todos ellos Boltladof,
recorrieron la línea a distancia de udd legua, ee ocupnron en
desterrarla: estaba llena do arena í otros obstáculos. Los cami-
neros encontraron en sa trayecto nna miaa de dinamita que sa-
OUOQ i se ta eatregaron al jeneral Escala guien lea pagó por aa
ratosiasmo i trabajo.
Las máquinas de la estación de Facocha eran dos: la Pacoclia
i Moqaegno. Había otra que tenia el caldero inútil qae fué mas
tarde Ib Chilenita, todas ellas completamente desarmadas por
los pemanos. Les faltaba las bombos para la alimentación de los
ealderoB, los inyectores, las Tálrulas de distribncion del Tapor i
algunas piezas del moTÍmiento.
Era conocido entre la jente del pueblo i sobre todo de los ita-
lianos qne los máquinas no podrían servir ni en doa meses, í tan
era aa( que la opinión era jeneral en Moqnegua i cuando rieron
la primera locomotora llegar al valle, qne por orden del seDor
jeneral Baqnedano tenia la máquina que dar un pito bien largo
i fuerte, se asustaron tanto que el terror fa6 inmenso; «la má-
quina viene!» decían.
La primera máquina, la Pacocba, aolo demord tres díaa para
estar en camino.
El carbón, en grna parte, fué llevado a un alto de la Knea
distante como nna legua: gtuven rccxrió la Hnea hasta Sali-
nas. Para llegar a este resultado fué mucho el trabajo: no
se fijaba en la hora de comer, de dormir, el trabajo era de día 1
Doche, los operarios eran soldados fogoneros, caldereros, raaqui-
aistas, herreros i torneros. Se fundieron muchas piezas, como
también mnchoa trabajos que hacer para la escuadro.
En Salinas la primera atención de Stuvou fué arreglar el ea-
BDqne de agna, le faltaban las válvulas í llaves pora proveer de
tgna a las locomotoras, este estanque era de liierro tenia una ca-
pacidad de veÍDte mil litros. Las casas que formaban la estación
iran iusigui&cantes i no valia la pena en ocu¡)ar8e en ellus, dos
;n todo; carbón de piedra habin, como 300 toneladas, 100 dur-
nieutcs; en un medio galpón se estableció la oficina teU'^náñca
UIST. DB LA C. DE T. 1 Ai 62
— 490 —
quedando un soldado a su pervicio; la gradiente hasta Salinas es
fuerte i las curvas raui pronunciadas. El día se perdió en este
reconocimiento i compostura del camino.
El día siguiente lo empleamos todo en arreglar la segunda
niiiquina, la Moquegua: estriba completamente deteriorada i era
la máquina de mas fuefza.
Temeroso i desconfiado de alguna treta de los peruanos se re-
conoció bien los cilindros, las válvulas repartidoras, i para ver sí
los cond actores del vapor estaban oprimidos se puso nuevamen-
te las tapas, válvulas i cañones para aplicar el vapor sacándola
tapa que correspondia a la válvula abierta, se dio vapor fuerte
i viendo que los conductores estaban libres se arregló la máqui-
na en estado de correr, sirviendo don Marcos Lath:im, capitán
del ejército, de fogonero. Llevaba el tren muchos carros i a dis-
tancia de 10 de quilómetros de Pacochn, eu las Lomas, la gra-
diente es mui fuerte i el camino estaba mui sucio, en las curvas
los ríeles engrasados, la presión hubo que aumentarse a 150 li-
bras por pulgada cuadrada, entonces se notó un golpe, parando
en el acto la máquina se notó que las dos tapas del cilindro es-
taban del todo quebradas, el pistón hecho pedazos, i el cilindro
rasgado en toda su lonjitud i un agujero de cuatro pulgadas
cuadradíis, esto accidente fué ocasionado por un cincel i tuercas
quo se encontraban detenidas en los conductos del vapor, objetos
que no qui.^ieron solir con todo el vapor que se dio en la maes-
tranza para limpiar los conductos, objetos que deben haber sido
colociulos por lií>mbres entendidos en lamateriii. Debido al movi-
miento de la nuiqíiinn, al largo trayecto roviorrido i a la presión
fuerte que hubo que dar par.i vencer la gradiente, escupió estos
objetos o.straños a la máquina.
Eu el acto se desconectó la máquina quebrada i haciendo uso
del otro cilindro en buen estado pudo la máquina regresar a Pa-
c<^cha p3ra proceder en el acto a su compjslura. Hubo que fun-
dir una Cíimisa de bronce al rededor del cilindro, poner dos sun-
clios en cnliente en el reborde de cada uno de los estremos del
cilindro, hncer nuevo pistón i algunas piezas del movimiento: er
cinco dias qnedó concluida i lista otra vez para el camino.
sgna que coatemn el estunque, igual al ite Salinas, no era siiíl'
ciente ptua la división qne venia atraj porque habían hedió utal
UBO del agua, qne entro riel i riel estaba la demosti-aciou qne la
tiem había sido lavada.
Ef camino férreo de Hospicio a Conde, qne es la entrada al
Talle, estaba deteriorado, Jos rieles hribiiiLi aHo sacaJos o las cur-
vas engrasadas. El enemígn, a la vista, so rtitir.i!)a dcsp:u'io a
medida que avanzaba Stnveu, esperando, sin dnJa, que el tren
diese con los abstilstilos de qnu estaba sembrado el camino; el
alférez de caballería Q lesada, que mandaba esta tropa, le pre-
gante a Staven sí atacaba, tocó a la vez el pito de U m¡iq:iina i
atacoroQ al enemigo el que hnyó h;ist» Uoude. Oomo ya era de
noche, el capitán Üpcullu que iba al manJo de toda la tri»pa í
con Stuven en pI tren i que solo iban con 20 suldaJos del Boiii,
convinieron pasar la noche en un corte bien cerrado i de cerros
qne rodeaban la mtíiiiina, en cuya altura se puso la jcute nues-
tra para impedir todo ataque
En la mañana, bren ds alba, Biguió bajando la m¿ ] nina el Pa-
cay hasta llegar a Goude; ahí se volvió a encontrar al enemigo
el que sé retiró a una bodega de vinos, cerca de la estación; ésta
hacía fuego hdeia la CJiballeria nuestra i la máquina, cnanJo vi-
no un sarjento a pedir refuerzo porque la caballería no poilia
icercarse a la bodega debido a las muchas plantas dj viíias de
\ae estaba rodeada i se llevó al anca diez soldados del Bnin, los
]ae pudieron acercarse por la viña a la bodega: a los primeros
iisparos huyó el enemigo, los que fueron a dar a los Anjeles .
IJuedó la estación de Conde libre i se pudo proceder a llenar de
igua los estanques.
Begresando a encontrar la división que veuia por el Hospicio
tonde encontró la jente estenuada de sed, muchos había ya
teseaperados i su ropa suelta, echados en el suelo, moribundos,
legros i los dientes bien cerrados. El capítm Lathaui i Stuven
eoiiui que abrirles la boca con un hierro i darles un poco de agua
»>n vino i los demás recibieron el agua que tanta falta les hacia.
— 492 —
El coronel Mufloz, jefe de la divtaiou, le dio laa gi
vea i le espresó en viata de lo sucedido que había i
de 1,500 hombres. Dejó el agua que le sobi-ó ea Hoa
DOS i regresó a Pacoclia para arreglar las otraa Iocod
El qae suscribe habia hecho ya todo lo posible pan
máquina Moquegaa después de algún trabajo i debíi
vidad i mucho empeQo de los soldados que trab:
maestranza, se arreglaba la nueva espedicioa para
fué la ['acocha i Moquegua destinadas a acooipafiai
que llevaban loa útiles necesarios para ella. £1 que e
nejaba la Moquegua i Stuveu la Pacocha. Ko esí
corredor de máquinas disponible i que conociera el o¡
había que emprender el viaje basca Moquegua; Ia3
ñas iban detras del ejército; al paaar cerca de Calalú
teoito de veíate píús estaba destruido, babiaa corta
traversales; la Artillería no pudiendo pasar por el
que hacer un camino por el estero: a propósito los
bajaron con empeño. Stuvea entró en la oaaa habit:
cíbiadea Chocano para buacar maderas a propósito p:
te, deshizo el piso de una bodega i sacando las vigas,
i pilares, tuvo lo neoesario para dejar espedíto el pa<
ron lae máquinas.
El ejército llogó al río que divide el alto de la vil
gua: el puente aquí estaba desarmado, í tenia 110
go, sin mitohonea, era de construccioa suspendida, to
era de magiiífiua construcción i todo de hierro.
Regresaron las máquinas a Pacocha i Stuven se
poniendo el puente; todos los tirantes estaban snelti
te hasta la mitad de parte de Pacocha en bnen estai
ferratería, durmientes i rieles, cuando por aviso <
por persouas bien intenoíonadaa i que habían leci
de Stuven i otros jefes del ejército, le comunicaron i
de dinamita que había a la entrada del puente, Is
arreglada de tal manera que la máquina al pasar pe
oomunicaba a la composición de fulminante que pi
oion a 7 cajones de dinamita.
CAPITULO XIV
EL COMBATE DE LOS "ANJELES."
Orijen del segando ejército del sur en el Perú. — La dlrision oazqaeSa del
coronel Luna llega a los valles de Arequipa, i Piércla nombra jefe de
ella al coronel Gamarra.— Antecedentes odiosos de este jefe i su ruia
carácter. — Bien concebidas instrucciones que le imparte Piérola, i no
las ejecuta. — Rivalidades entre Gamarra i Montero, i curiosos documen*
tos que esplican por que los peruanos no defendieron a Pacocha.-* Ga-
marra concentra su división en Moquegua, avanza hacia Oonde i lanza
una proclama llamaudo «[langostas» a los chilenos.— Los Jendarmea
montados de Moquegua hacen en el valle el sei^vicio de guerrillas. — ^£1
jenerul Baquedaiio practica un reconocimiento jeneral el 17 de marzo;
organiza su divisiou en son de combate el dia 18 i el 19 avanza hasta
C alai una.— Admirable disposición i marcha del ejército.— Accidente en
el ferrocarril.^Gamarra se retira al cerro inospugnable de los Anjelea
el 19 por la noche i los chilenos ocupan sin resistencia a Moquegua el
20 a medio dia. — Reconocimientos del dia 21, i cómo dos mineros del
Atacama descubren el sendero que conduce a la cumbre de Kstuquiña.
—Descripción de la posición de los Anjeles i sus admirables defensas.
— Los morros de Estuquiña i Qiiiliuquile. — La pampa i campamento del
Arrastrado. — Intelijeute colocación que Gamarra da a sus tropas para
la defensa. — Por qué no defendieron los peruanos la cumbre de Batnqaú
fia, i curiosos cargos que se hicieron a este respecto entre sí loa corone-
les Ohocano i Gamarra. — Proceso del último en Lima i sus singulares
revelaciones. — Hábil plan estratéjico que combinan el jeneral Baque-
daño i su jofe de estado mayor, don Aritides Martínez, para rodear
las posiciones del enemigo por la quebrada de Tumilaca, atacándolo al
mismo tiempo por Estuquiña cou el Atacama.— Confíasele al coronel Mu-
ñoz la misión de rodear al enemigo i no lo cousigue por la desfavorable
organización de su fuerza. — Marcha del Atacama i sorpresa de la caba-
llada de Cazadores por 20 soldados del batallón <iGrau> que bajan de
la cuesta de los Anjeles. — Vacilación del comandante Martínez, i cómo
•1 jeaeral Boqncdnao ]a ordena ímporiosamente pro!iC|:;iiJr In operación
«OTBniada.^DiBoultadBa que la numerosa división Miiiloi encuentra
en tu (-amino por el cnjon de Tumiinca e inminente {«li^rro en que so
halla de fbv estei minnd;i (Jcsde las nltiirna como en Tiuojuic/i. — lutcre-
Kintes rcTclBcioneí del cnpitBn Cnstillo del « Par.t¡.i;_'('». — I.or |íC!iinnoe
íaben a la una de la nod.e que van n for atacarlos i In torpeza de Gn^
tnarra no le peJlnile dei^i^daznr la dívit>iod ItlufJoz (IcmIo las nltmas de
Quilencjuile.— Prodi j¡r.pa ascención del Atacania i ci'nio na npatirion on
lacnmbre del cerro de EstoquiiJa salva el dia i la divinion Mniloz —
Sorpresa de Gamam que toma al Atacamn por el fCirau» i cómo ordo
na sn «heroica retirídai. — Kficaz coopeincion de la artillería cliüeaa
desde el Alto de la Villa.— El jencral Baquedauo rubo a la altura poi
el camino teal i poiaiguieudo al enemigo, se acampa aquella tirdo
Yacango. — La división Garoarra j)rí>sijTue bu fu^a lijcia Toiata i hii
Arequipa,— Cu rioBOi documentos inüditoa de este itinerario. — Kl mic
tro de gaem, el jeneral en jefe, el contra almirante Riroroü i ur
nomeroso pemonal llegan a Yacingo en la nidia nin:hc del 22 do mar<
H), al anuncio da la victoria.— Inminente pcligi^o en que estuvieron de
mr volado* por la dinamita eu el puente de Moqueyaa. — ConniJeracio*
Des sobre el combato de los Aujetes i au verdadero canicter militar.—
Kl Atacama cambia un diado Into on nn día de gloria para üliile. —
Pérdidas i episodios dd combate, — Documentos.
I.
Cuaüdo por su feliz desembarco en Pisagua, cjc-
;ntado el (lia 2 de novicralire de 1879, los ciiilc-
los cortaron en dos el ejército de los aliados
lisiando a Buendla en la rejíon de Iquiqne i a
Montero en la do Anca, descendía hacia la costa
'ia Arequipa, de las ásperas monfañíis del Cuzco
lemillero antiguo de Koldadoa, una división de
,500 hombres destinada a reforzar el ejército de
rarapacá. Componíase esta tropa de tres batallo-
es, de «esceleiite pcrsonab denominados Gra-
aderoB del (Juzco, cuyo jefe era un coronel cnx-
nefio, como su apellido, don Manuel A. Gamarra-
I Canas, coronel Martin Alvarez i el Canchis, co-
>nel M. A. Velasco, ahombre díscolo e iusifne
— 406 —
civilista, 3) según la cepresion de uno de sus supe-
riores, que a su vez era «insigne pierolista.j)
Mandaba en jefe aquella columna el veterano
coronel don Francisco Luna, cuzqueño, hombre
anciano i de poca fortuna, porque siendo prefecto
de Arequipa en la época de Pezet i su traición,
fué depuesto por el coronel Prado al levantar
aquel impresionable pueblo contra España; i re-
cientemente ha vuelto cautivo i herido a aquella
ciudad, en circunstancias que marchaba al Cuzco
con una corta columna para apoderarse de ese de-
partamento, a nombre del gobierno de García
Calderón (abril de 1881.)
IL
La derrota de San Francisco, en primer térmi-
no, i en seguida la revolución de Piérola, parali-
zaron la marcha de aquella fuerza que quedó dis-
tribuida en diversos parajes del departamento do
Arequipa, el batallón Canchis en Mejia, cerca de
Moliendo, i el Canas en Tambo, allí vecino. Es
oportuno recordar aquí que la existencia de esta
fuerza en aquel valle fué lo que en parte motivó
la desventurada espedicion a Moliendo, cuando
hacia mas de un mes que aquella habia sido re-
tirada según en seguida habremos de ver. El ba-
tallón Granaderos, que parecía ser el mas agua-
ndo de los tres, pasó a Moquegua probablemen*'"
i^ara reforzar a Montero.
— 497 —
III.
Pero el dictador Piérola, que desde los prime-
ros días de su violento ascenso al poder ocupóse
mas que de la guerra de afianzarse en él, separó
de su puesto en los primeros dias de enero al co-
ronel Luna, llamándole a Lima i designando para
svL sucesor al coronel don Agustin Gamarra, hijo
del antiguo presidente del Perú del mismo nom-
bre, por lo cual es solo conocido en aquella tierra
de felices apodos con el nombre de «Gamarrita)!).
Es hombre ya anciano, rechoncho, de rostro ho-
rrible i de alma atravesada como sus torvos i en-
capotados ojos en rostro rugoso sembrado de cin-
turas i protuberancias. Pasa por el hombre mas
feo de su país; i el injenuo maestro de escuela de
Samegua que antes hemos citado refiere que al
verle desfilar con su división por esa aldea, cuan-
lo tomó posesión de Moquegua algo mas tarde
I todo le consoló menos su carn.T>
En otro sentido habíase hcclio este hombre es-
>ecialmente repulsivo a los chilenos por inculpár-
tele con pruebas judiciales el asesinato del bravo
íapitan chileno don ]\rarco Aurelio Gutiérrez, pros-
crito en Lima en 1852, a quien por motivos de ec-
os disparó una noche desde su balcón una carabina
•argadade postones. El coronel Gamarra, se habia
•asado sin embargo en segundas nupcias, i según
HIST. DR LA C. DE T. 1 A. * 03
sus cartas orijinales al dictador que
nuestro poder, llenas de bajas lisonjas,
«n Jjimu en condición de suma pobre;
fué llamado al servicio a título de Pien
tongo mas Dios ni nms Patria que Piérol
en una de sus cpístolaa, dándole invañf
en todas ellas el título de imi jeneral.s
IV.
Había concebido el dictador del Var
estratéjico de doble importancia políticí
para hacer frente a los chilenos en e! Su
preciso a ku émulo Montero en Tacna,
con el nombre de «Secundo ejéicito de
cuerpo de tropas en Arequipa; i como b
nuevo núcleo designó la división del Ci
dolé el título de primera división de
ejército d'i Sur, i la confió en la median
ro al coronel Gamarra. Las instrucción
■ tidas a esto jefe i que copiamos de su pn
terior revelan con claridad sus propÓ3Ít(
testualmenle como sigue:
(1) En El Mercurio ilel 22 de marzo de 1881 pul
co de et-tíin cnrtns de Qamnrra n Piérola c^ue orijini
roii retnitiditB de Liinn.
IKCTBUCCION'ES A LAS CUALES SE SUJETARA E\. SEffOB
COHONEL DON ANDRtlS GAMARRA.
cS. K. el jefe supremo de la República que ba
tenido a bien nombrar a U. S. comandante jene-
ral de la 1.' divisioQ del 2." ejército del sur, me
orrlena impartir a ü. S. las instrncciones siguien-
tes:
íl.' La división del mando de U. S. se com-
pondrá de los cuerpos que forman la división Cus-
co que mandaba el señor coronel don Fnmcisco
LuDa, que vendrá a la capitíil a ponerse a dispo-
sición del Supremo Gobierno, i del batallón «Gran»
acantonado en Moquegua, a las órdenes del coro-
nel don César Chocano.
í2.' Tan luego como U. S. tome el maudo de la
división qne se le confía, procurará organiza'-la
con la fuerza de 600 por cada batallón i con a)--e-
glo a las disposiciones supremas relativas a la or-
ganización militar de los ejércitos,
»3.' La división de U. S. se acantonará en Mo-
guegua, con el fiu de sostener a todo tráncela
línea de comunicación del primer ejército del sur,
con los departamentos de Moquegna i Arequipa,
i vjjilará en el puerto de Pacocha las operaciones
del enemigo, a cuyo efecto destacaiá sobre dicho
puerto la guarnición necesaria que deberá reclia-
— 500 —
zar toda tentativa de desembarque,
U08, dificultar en todo lo posible ol a
pas enemigas al interior del dep;ii-t
lo cual se inutilizará, en el caso do
forzosa, todos los elementos de móvil
diera aprovecliar el enemigo.
»4.' Permanecerá U. S. en Moqiiej
del Supremo Gobierno, mientras el jt
del 2." ejército del sur se constituye
tamento de Arequipa.
kS." Ilemitirá U. S. a la brevedad
secretaría un estado del personal i
de la división de su mando, con espr
una de las prendas que necesite, pan
dotación.
s6.* Hccibirá U. S. en esta capit
10,000 soles que con esta fecha ha o
el Jefe Supremo que se ponga a d
U. S.', con destino al socorro ^de la (
mundo.
7)1.' Mientras se organizan conv
las demás divisiones del 2." ejército
pondrá U. S. que uno de los cuerpos
se constituya en Tambo para dcfent
tante punto con rchieiou a las opcr
tares.
sS.' S. E. elJcfe Supremo espera
yos antecedentes lo hacen digno
consideración, corresponda al elevaí
Ge le conna aejanao, en tono caso, l-zsn puscto el ho-
nor de las armas t de la Bepúhlica.
íLima, enero 24 de 18S0.
A nadie puedo oculturse que Lis iílcr.s del tlío-
tador eapresftdas por su secrctiirto de l;i f^ccrra
3ran claras, certeras i oportunas. IMántencr en
primer térmiuo la comunicación espedita entro
irequipa i Tacna, i defiiniler a toda costa los
puertos de Moliendo i de Pacoeha, pnertas de ca-
le inevitables para la entrada de los chilenos,
uera hacia Arequipa o fuera hacía Tacna. Pero
'amos a ver cómo el coronel Gamarra, mas petu-
ante que activo, malogró tau acertadas disposi-
¡ioncs.
En consecuencia de aquellas órdenes partió en
fecto el coronel Gamarra de Lima, en los últimos
ias de enero con un estado mayor improvisado
n horas; i desembarcando en Chala, llegó a Aro-
uipa por ía vía de Ático en los primaros días du
ibrero. Era su segundo como jefe de estado uia-
or, el comandante don Simón líarríoiiiievo.
Hallábase el coronel Gamarra en Arequipa el
de febrero, i después de revistar en el vallo i!e
'ambo los batallones Canchís i Canas, que uucou-
tro candrajosos, eia zapatos e ii
tro meses», pasó a Moquegua
el 12 de febrero.
A su propio decii*, i conforoií
cías i a sus precisas iastrucciot
dado debió ser guarnecer conap
para impedir el desembarco d
desde la espedicioa del Lautarc
ticipado por ese rumbo el auuQt
ro, como era hombre suspicaz
mascarado, envolvióse iumediat
nes de mando i de etiqueta coa e
Montero i el coronel civilista d
de, que allí estaba con motivo <
los Chócanos i de los Barrios, re
superior de los batallones Gra
i de la anticua columna Hua
fuei'za desde la muerte del ¡lust
razado, habla tomado el nomb:
peruano de Vengadores de Gra
Pretendia Montero que esa ft
directamente i aun habia form;
división de su ejército, i Gama
la columna era suya como parte
gundo ejército del sur, lo que e
Trascurrieron en estas sing
poder, eficaces auxiliares de Chi
cerca de dos semanas, i a la p
ta, convertida, según Gamarn
5Íon de las fuerzas disputadiis, conforme a hi pro-
Tiesa (le Montero; i esto CM|ilicrt hx Kingiilar fortu-
la de haber encontrado los invasores cspedito su
amÍDo desdo el muelle de Pacocha hasta el Alto
ie la Yilla jtinto a Moquegtia. (1)
VI.
Ignoraban loa últimos lo qne ocnrria en el cam-
■0 de los enemigos; pero si se Imbierfi repetido al
la Biguiente de su desembarco la viaita del Lau-
íro, Moqiiegna habría caído en sus manos de ma-
nigada como la vez primera.
Entretanto el coronel Gamarra se había limi-
ido a concentrar sus cuerpos lentamente en Mo-
uegiia, haciendo venir de Tambo por la travesía
, batallón Canchis i el Canas desde Torata don-
i este batallón se hallaba desde el 6 de febrero
in la mayor miseria», según aviso de su propio
fe el coronel Velasco, i sin tener «siquiera un
(1) Entre los anexos del presente capítulo pnlilicamos nlgii-
senrifisoa docnnicTitos inéilitns solire esU üiugiilar cotnpeten-
1, n la vista del enemigo. Son todos orijinales ¡ hnn sido es-
u'dos <Ie1 ]iroce3o de Gamnrrn eo el cual ésU> lus presentó a
ulü (lo piezas juslíriaitiviie.
cigarro. El Canchis llcgi
vísperíi del ataque de los
Ademas de sus ciuitrc
coronel Gamarra con la <
Ivlcqnegtia que manduba
miel A. Jiménez, hombrt
peruanos, i con nna coUi
estélente tropa por lo jeni
monte Jendarmes i Guai
todo, la división Gamarrs
nía de marzo con un niir
mil hombres de mediana
V]
En el primer momento
cliilenos, envalentonóse >
hasta el punto de estable
Conde el 27 de febrero
ejército esta pcculiarísir
contrada mas tarde entre
estancia por uno de los c
Bfl, verdaderos rebusconei
«EL COMANDAKTI? JENIÍRAL
DEL SEGI3MD0 TiJ
A SUS se
^Compañeros:
)) Tenemos al frente a r
— 501 -
do en el presente capítulo, f
cuerpo de relficion ficciones
las que hemos marciido, hal
marra acampado con sus fm
Villa el 17 de marzo, dia en <
finalizar el capítulo precet
fuerza un movimiento el jen
la estación de Conde hacia ]
El coronel Gainarra bo
que los jinetes chilenos dcsi
de febrero, a destacar do avi
montados del comandante J
pieio, i fueron éstos los que
tiroteo con los buines del
16 en Conde. El comandaiii
sola orden perentoria i abi
«Señor comandante Jii
F i-Ketírese usted siempre, i
I como lo ha hecho antes,
[ salvo con toda su fuerza, i d
\ sos como al presente.
IX.
Dio por resultado al cautt
DO, jefe que comenzaba a h.
das las reglas del arte milit
seg' ida vino de gnamicíoa estable a ese desolado pamje una
508
X.
En el avance del dia 17, que se estendió dos o
tres leguas por el valle hacia las posiciones ene-
migas, no tuvo el jeneral Baquedano sino una ba-
ja, cayendo herido a la vuelta un soldado de Ca-
zadores de la mitad del teniente Juvenal Calderón
que cerraba la retaguardia.
Regresó el jeneral chileno a su campamento de
Conde, enjuto ya del peligroso alcohol, como el
suelo al dia siguiente de la lluvia, i después de
haber empleado todo el dia 18 en organizar mi-
litarmente su tropa, emprendió su movimiento
definitivo sobre Moque gua, marchando tranquila-
mente i en orden admirable con un hermoso sol
toda aquella jornada, siguiendo los rieles i los
pámpanos hasta Calulana, otra estación agraria
del valle, distante 10 millas de la de Conde i 4 do
la del Alto de la Villa. (1)
compañía del rejimieato Esmeralda, al mando del capitán don
Juan Félix Sanfuentes.
(1) Reproducimos en seguida de sus orijinales inéditos los fa-
mosos partes del prefecto de Moquegua en que daba cuenta a
Tacna do a,quellos insignificantes pero ponderados tiroteos,
PU^-PREFEC^URA DE l,\ PROYINOIA TARAT^V.
Marzo 18 de 1880.
Sefior Prefecto del departamento:
JiiX este momento, 10 A. M., recibo una nota del gobernado
Marzo 14.
Digo a nsted que ua nfiínero coiíaiíJoraltle do fuerzas enemi-
^, a las 11 A. M. del diu de ayer eutrarün al valle üe <!.sb;i
ciadad donde tuvo lugar un t'utírtii tiroteu que duró dii i medio;
alas 10 A. M. de U fecha sü hi repetido obro í^oal tiroteo en
la hacienda de Chamoa hasta dü:ide lui avanzad.! el eiicitiii^'), e.s
probable que traten de tojnar la ciudad que se h;illa snlo a 3 le-
gaaa de donde actualmento se encuentran.
Lo que trascribo a usted para su conocimiento.
píos guarde a usted.
Modesto Arias.
Prefectura de noqirEr.uA.
Marzo \~ de ISSO.
SeQor Prefecto del departamento de Tacna:
Desde la 1 P. M. de hoi Ha tenido lagar en et valle nu faerto
tiroteo entre los chilenos i la policía da esta provincia, que hi
lunido hasta las 3 P. M. El enemigo ha avanzado hasta Cor-
laato donde ha dejado ana gran avanzada i se ha retirado. La
lolicía qneda en Orno. No tongo pormenores acerca de muertos
herídod, aun cuando ae me asegura que do nuestra fuerza no
OB hai.
El coronel Gamarra con la división en el Alto de la Villa. Lo
ae ocurriere después participaré a usted oportunamente.
Píos guarde a usted.
Tomás Layscca.
les que dominan la ciudí
tancia de tiro de cañón,
nordeste de su hoya.
Hállase situada la liis
gua, posición completa'
ñera de sepultura, entro
confluencia de dos ríos
la sierra, el lio por la qi
cia el sud i el Torata pi
dos afluentes, i como si í
de una altísima e inacces
a mas de rail pies sobre <
dad el fiímoso contrapue
leza inaccesible, cortada
eos que son los dos rios i
Accesible al viajero i
frente, i a través de un 1
ma de zi<í-zasr, los perua:
pre invulnerable aquel n
castillo de piedra pero s
quedó demostrado en la
Pardo contra el pretendie
el último rodeado de im
quognanos, solo pudo se
breñas cuando Montero,
có por la Cí^palda en Cbu
apropiado para mi numero;
que íi poco fio subir la cuest
tu Iliuujula Pumpa del Arra
Ti'oa o cerros de Estuíiuiña i
a su espalda una tercera al
curiosa formación jeolójíca, i
rote» en Méjico, el cerro del
Establecido el campo en
fácil atender a todas partos
de esto, prolongándose el Cii
oriente, se encuentran las ¡
Torata, lugares de recursos i
militares por sí solas.
La aldea de Samegua, es[
jena de Moquegua, yace a 1
brada de Tumilaca i es su pi
Moquegua 19 quilómetros,
de 3,500 habitantes, i yace i
sobre el nivel del mar. T'
2,400 almas i se halla a S
cion. (1)
(1) «La ciudad de Moquegua tien
forme con los afioa qae cuenta de ex
que su fuudacíoD dnta desde el tier
son todns de ontigua forma es|)afii)li
pesado aspecto, do gruesas paredes d
piedra, no siendo escasos afiucllas
))ntina em;!Pilríidos, afinollns n;¡íi3 (!
rroles que usaban nucatrus abui:los.
tEato, la estreche/I de !us calles, h
— 516
Colocó en seguida dos com
deros i otra del Canchis e
Quilinquile, para barrer coi
da de Tumilaca, i encargó '
sicion importante al saijenl
eo García, 2." jefe de Grana
con la vida su consigna.
Asegurado así el frente i
sus posiciones, el coronel I
rada de satisfacción i de sej
de Estuquíña, qne cerraba i
por sí solo su mas sólido
macizo, que se encumbra sol
trado i domina las trinchei
serie de cuchillas comple
por entre las cuales serpea
bras, que no do hombres ni
«camino de los Guaneros»
su curso que a nadie ocurrí
no la previsión de defende
confiados enemigos con lo
' los rifles de los mineros de
¡^ f (1) Despaoa del friicaso, sin eta
Qamarra en Lims, juró i añrmó (\
mandante del Graa para que deat)
ceptuaba Bnficientea para la defen:
agrega en bu confesión (jae el coi
«Beta muí bien, mi coronel, así «
también ae hallaba en Lima, deda
sin disparar u:
mentó en el ^
cuesta de los .
cubierta de s(
21 en reconoc
su intelijente ^
te don Arístíi
del Norte.
De acuerdo
del 20 dos atr
conocer las ci
aquellos dos g
ma sin ser sei:
noticia de que
bles para ello:
mas. (1)
Tomando i
posición de lo
su estrema d
su plan de a
admirable pr
solamente de
pugnable sinc
migo en su vi
(1) Este impoi
coQOcido, aos ha
¿3te nos agregó q
ti&car a los dos m
cuales 100 eran Granaderos i 200 Cazadores. En-
tre estos iba el invencible capitán Parra, invulnc-
— 520
rabie como Murat en medio
eran mas o menos 1,400 ho
Tenia, a nuestro juicio, c
defecto de ser demasiado n
en un estrecho cajón, dom
Clones por altísimos cerros,
tajosamente recargada de
agrupados i atascados en de
manera de farellones i en ci
las nubes, un puñado de ho
dia contener i aun derrotar i
B marchar forzosamente poi
ras. Desde que se trataba s
tropas que se suponia irían
bria sido suficiente destacaí
columna lijera de infantería
cuadron que le sirviera de reí
pero la dolorosa memoria d
presente en los corazones i
preocupaba fuerteraent los ci
ejecutar todo con tal segur
asomos de peligro. Este esce
tivó, sin duda, aquel hacinan
pudo sernos fatal como en se
Tenia, por consiguiente, e
misión secundaria i destinad]
éxito de un combate que se 1
te por el flanco opuesto a aq
na debería operar.
dos en diversos parajes por c
falta de prácticos, pues solo
UQ sarjento del Santiago que
«na división peruana por aque
A esa miema hora i con raai
el Atacama tomaba las arma
lencio se dirijia por el camino re
to hacia el cerro de Estuqu
bia dormir el sueño que pre
dando lugar a que la luna esc
disco entre las lomas i los j
bácia el mar. El astro de la i
siempre a la guerra, habia ei
creciente.
XVIII.
Mas no había hecho el esfo
cameño un tercio de su caminí
de los potreros i viñedos del
pa árida de Tambolombo, ribi
comienza la cuesta de los Ad
fica i súbita descarga le det
echándose muchos soldados de
las zanjas, porque el pánico no
to galvánico de la sorpresa sol
(1) Dato comanioado por el coronel
febrero 6 de 1881.
XTX.
¿Qué había acoatecido? Simplemente un lance
de guerra usual entre los peruanos avezados mas
ala astucia que al denuedo i que refleja indispu-
table honor sobre el jefe del batallón cGrau» que
coronaba la altura i defendía las trincheras de los
ÁDJeles.
Dominando con la vista, como en carta jeográ-
fica que se estiende sobre una mesa, las posicio-
nes de los chilenos en el bajo, el coronol Choca-
no, conocedor hasta de los ápices del nativo suelo,
había divisado durante el día el campamento de
nuestra artillería, i su caballada paciendo tran-
qnilamente en sus propios alfalfares i a tiro de ri-
fle de sus altas trincheras. En consecuencia i desde
temprano concibió aquel jefe el plan de un asalto
nocturno, i solicitó del coronel Gamarra el permiso
necesario por medio de la siguiente carta, que él
mismo puso en sus manos cuando el jefe de la di-
visión hacia la ronda de su línea de batalla.
iMarTio 21 de 1880.
íMi querido coronel:
«Deseo preparar para esta noche un asalto so-
bre las fuerzas enemigas que se han destacado a
— 524 -
Tambolombo, i necesito pan
de Ud. Si Ud. lo tiene a b
quedar permanentemente en
Ba de esta posicioD. Así poi
que convenga, asaltos sobre '
gas que solo pueden ejecutar
nozca el terreno. Contéstei
por escrito.
vSu amigo,
XX.
Llegada la noche i entol
ra camancbaca, pudor de k
mentó del Perú, el coronel
suma habilidad, i en contr
lumna del coronel Muñoz, so
jidos i conocedores a palmos
de su tercer jefe el mayor do
do, hijo del valle como sus v
Gracias a esto, los moqii
sentir al'descuidado campan
fuego por encima de los ta
mataron en un momento 4 c
la caballada, llevaron el sobr
ral, donde no era fácil compí
i estuvieron a punto de m
bras, el tranquilo i prudente comandante Martí-
nez, creyéndose sorprendido i amagado por un
ataque directo, detuvo &u marcha oculto en el ar-
bolado i despachó a su segundo jefe, el animoso
sai^'ento mayor movilizado don Juan Francisco
Larrain Gandarillas, a poner en noticia del jene-
ral en jefe lo que ocurría i pedir órdenes.
Atravesó el mayor Larrain, dando pruebas de
indisputable bravura, el trayecto en que habia
tenido lugar la refriega de los cazadores del
tGrauí con los Cazadores a caballo, i llegó a me-
dia noche al Alto de la Villa, en los momentos
en que el jeneral Baquedano, conforme a su cos-
tumbre al emprender toda marcha, bebía sendas
tazas de té, rodeado de sus juveniles ayudantes.
Contrájose con adusto ceño el rostro de suyo
a-~ntnado del caudillo chileno, cuya primera con-
c ^ion militar ha sido siempre la exactitud, al oír
el relato i la consulta del mayo
tándose de su asiento con ade
perioso, limitóse a decir, como e
de Pisagua a bordo del Atíioz
liar lenguaje que remeda el lací
clones del telégrafo: — ¡Lo ordei
Adelante! Adelante!
xxn.
Regresó, en consecuencia, a
segundo jefe del Atacama i I1(
mas o menos a la hora en que
daba la vuelta al campamento
como botín de su sorpresa 4 cal
4 carabinas, despojos de otroi
que chyeron en sus puestos.
XXTIT.
A esas horas sabían ya los pe
ser atacados. Jente que había si
i el propio comisario de esa ah
del imponente desfile de la divi,
quebrada de Tumilaca; i si a e
nel Gamarra, mas avisado o mé
ra perfilado uno o dos de sus
crestas de Quílinquile, donde e
desde la víspera solo dos comj
— 528 —
ritos i un capítaa de injenieros hasta que llegamos
a una gran quebrada que era imposible pasara la
artillería por ser un desfiladero cortado a pique,
en donde quedamos encajonados en dos altos ce-
rros i precisamente donde estaba el enemigo arri-
ba. En vista del peligro en que nos encontrába-
mos mandé dar parte aj coronel i que tuviera a
bien venir a la vanguardia a verse conmigo.
Lo ejecutó i le hice presente la desventajosa po-
sición en que nos encontrábamos i que me dejase
avanzar, mandándome protejer para tomar la altu-
ra i viniera el dia en disposición de atacar, mien-
tras el resto tomaba una posición favorable, aunque
era difícil. Se volvió atrás para ejecutar las órdenes
del caso, pero como se demoraran en buscar una
subida por retaguardia, vino la claridad i coa ella
pude distinguir el movimiento del enemigo que
lo teníamos encima i se repartía en distintas di-
recciones para poder encerrarnos i darnos fuego
por todas partes. En el acto mandé por segunda
vez el aviso al coronel, de lo que recientemente le
habia indicado i que viniera a presenciarlo, pero
ya no nos quedaba tiempo. Vino i volvió para
marchar en retirada i dar una vuelta.» (1)
(1) Carta inédita del mayor Castillo a un amigo. — ^Moqaegna,
abril 6 de 1880. — En el combate de Tamilaca se distingaió por
sa valor uo muchacho boliviano que el capitán Castillo (hoí ma-
yor) habia tomado a su servicio en Camina^ i peleando con.
mente imposible sostener ni siquiera mediana-
mentó tm coinljate ompeñado desde parajes invi-
sibles con tropas aciimuhulas en un cajón do
cerros en forma de ataúd. Las laderas de Qnilin-
quile ocupadas por los peruanos so denominan
loa aliadi'3 TGciliió don lieiiilüs ile l;ia que vino a recrobar.se a
Chile.
Uu oficial de U división MiiriüZ a^'it'gaba por su parte, que-
jándose de injusticia [lor la poca caeiita que se hizo de !a uociotí
de Tamilaca, Iü3 siguientes detalles sr,l,re este hecho du armas
ein importancia i aiui siu brille.
«En tiiii duro í.r;ince era iiocesnrio aceptar la acción ; ¡rcUj-mu»
I" .tw-j.re.i't en ¡.'jar <k .hrl-.
»Lüs cerros (¡ue tioa rodeaiían eran iiia'-'reB¡hIc.i i a cOjIji de
gia» sacriíioii) piulJiíi )S tri;p,irIo.<. A I lí ínulas do lu Aitillcría
costó mi tra!»iijo e.Hírui:! hacerlas subir; vari;i.s do t-lbis se diermí
vuelta con caÚKnc.'i i cnja-i rodando hasta el fi-r.dn de la <]iio-
brada.
íTjLa vea arriba coutestamos el f'uejjo del eueiuigo, el cual
^'lando terreno sobre la derecha naestrii, trataba de ílanquear-
I i. Visto este movimiento, a tres compafifas del 2." Iiatallon
iliST. DE LA r. DE T. 1 A 67
iLos púlpitosv, porque
a maaera de galerías de
del rio que corre rebram
Por fortuna, i obede
del soldado, se corriere
tropa hacia la opuesta
los artilleros del mayor
fuerzo sus piezas lijaras
dominar el duro trano
mando su dispersa línea
compañías peruanas i a
saba de 700 metros. Le
gunos eficaces disparos,
por la concusión hacia 1
los artilleros al hacer fu
por las ruedas.
del raimiento 3." de llaea, a la
Migael Aírate, ordenó éate gt
Acto contÍDQO principiaron a i
escelentes resnitados, pnea col
dimos con ventaía hacer qq i
rentar número dob batia.
sNueslra división la mandi
puesta de 700 hombrea del reji
tiago, batería de artillería de
Hería.
>Laa bfyaa del 3.* de Ifnea
heridos. Las de las diviaionea i
a 40, siendo 6 u 8 loa masi
T^mpos, Moquegua marzo 24
Los ajiles halcones de
ejecutado su vuelo tle la
colno si fueran bandada
rreblunea, halcón real, li
su compañía, que era la í
el disparo de un rifle qu(
la única señal de la apai
lia lejion de bravos que ;
ñutos, salvaba el dia de
marcesible gloria. Ejec
tarde esa ascensión habri
ra Chile.
Se ha ponderado en e
lar del Atacama. Pero h
nido presente que su tí
minutos talvez, habría ca
dida de la gruesa divisi
destinada, como la colun
rapacá, a barrer el paso ;
había visto precisada a e
la batalla en eircunstan
favorables. (1)
(1) «Las loni.i3 de Rstuquifia
yns lomos p\ie(le niiirchar solo ii
miento tlcLio un declive prouunc
guea repeutiiiamente, i al uní
[I uitjuuo asi tioujmar ai eiteiaiy:u por rí;[a,ü;iittruia,u
dad 8U línea, los ataca:
que de sue cornetas sol
diaba el «Grau» arroll
marajo, i plantando so
le en los momentos ei
en línea en el Alto de
Novoa, dispersaba con
vacion la última resist
rapetos de piedra opoi
Belisario Martínez, de
ca, fijó el primero la b
cheras.
La victoria fué así
del enemigo tan comp
en tiempo a su destino
escapado un solo homb
mo, para llevar la no1
Pero gracias al fata
coronel Gamarra que <
róica», pudo hacer dee
ra por el camino de "!
el batallón Canchis a
marcha los granadero!
parte oficial el jefe vei
él se quedó en persona
su tropa con la últin
que mandaba el, a su
don Andrés Abelino I
mente que no se retir
Estando a sn propio re
levantó su campo a las 4
i se dirijió hacia Carun
Omatc i Arequipa dond
dras, i hacia Lima, donde
pe de gracia un ignoinini
Por sn parte el afortun
a cuya feliz estratejia d*
éxito del día, se hal)ia ac
ros momentos del encnen
cuesta de los Anjelcs, IIct
nes i al primer batallen
en guerrilla i la caballerí;
miestraa armas.»
Respecto de la emigra
el preceptor de Soraegua cuadro;
fueran gracio.sa!aeiite risibles, so
i bambrana de ios soldados qaa t
do era uq leou baiubriento, era un
comprar medio de pan era un tri
ñas i Granaderos emb:irgamu to'
En El M.:r.;i,-¡o del 19 de diji
parodia de eafca singular relación
los Anjeles.»
En los anexos del presente ca
curiosos documentos aobre la reti
Arequ¡i>a.
Una legua an
punto denominat
victorioso aquell
enemigo hacia A
la mañana siguie
BÍgae el camino, falde
piso de piedra granítí'
Atacama, de cuarzo i
nel al llegar a la prin
patae a las cabalgada;
Tecea antee de llegar
>A trechos esta pai
Mal Faso, se conviert
Itarrancaa en cuya prt
eos los esqueletos de i
ber rodado por la peo
«Después de ana jo
por la derecha el ccrr
notable por su estraQi
de qne toma su nomb
bAI fin tuerce el ca
cortadura del terreno,
cauce por donde corre
que pasa a espaldas d
>Se llega poco desp
habitantes, situada eo
pequeñas heredades si
del 24 de marzo, después de cuatro dias de glo-
riosas fatigas. A esa misma hora entraba de re-
greso a Pacocha el tren especial que habia condu-
cido a los directores de la guerra a Moquegua. (1)
XXXII.
El hecho de armas de los Anjeles no fué una
tampoco árboles frutalea, Bobre todo higaeras que producen de*
licioaaB brev^as, i desde allf hasta Torata coDtiaúa el camino
por la base de na cerro de empinada pendiente.
»A cada recodo del camino cambia la rústica eBcena que
mantiene constantemente embelesado al viajero. El valle por fin
se estrecha, i el sendero baja al fondo, atravesado a veces por
\as aguas del riachuelo, mientras se respira an ambiente im-
pregnado con el aroma de los heliotropos i jazmines qae cubren
las paredes del lecho.
sLa imajinacion se trasporta a las ñoridas montañas de la
Suiza, tan ponderada por los viajeros, al contemplar ese terreno
de caprichosas ondolaciones, cubierto de vejetacíon i perfectn-
mente cultivado por Iob iudfjenas.B
(1) Se ha asegurado que este tren estnvo a punto de ser vo-
lado con dinamita en el pueblo de Moquegua; pero parece que
el comandaote Stuven recibió oportuno aviso del intenio i logrií
evitarlo eatrayendo 17 kilogramos de aquella sustacia esplosi-
va que habían sido entrañados en uno de los machones del puen^
te. El informe del injeuiero Quetart que publicamos entre los
anexos del capitulo precedente da cueuta de este suceso que
pudo tener tan horribles resultados.
batalla i tuvo apenas
de vanguardia. Fué
una carga rápida i h(
tunidad i la victoria.
Como acción de f
estratéjica de primer
base, que era la circí
migo.
Cierto fué que so
tuquiña; pero la divií
de la batalla, fue sor
ligrosos bajos de Qu
absolutamente al pl
bate.
Las pérdidas de é
ron por esto do las d
zando los muertos a
por parte de los chile
recibió daño uno solo
el bravo capitán Par
su manta. (1)
(1) Entre los 9 maertoa
prendidos en la noche i «a
do José Vicente Zelada (¡\i
gresado recientemente del
puesto. Kl comandiinte Mi;
Bw nombro en su parte ofic
zadores, es digno recorJai's
bió atravesado de un bayoi
ros, I a IOS lenieQxes iviazueíos, ivioranie i meaina,
del Grau, único cuerpo que sostuvo por corto es-
pacio el fuego i el terreno. Todos los demás hu-
yeron.
Entre los jefes prisioneros del enemigo figura-
ban solo el mayor don Enrique Berrios, del bata-
llón Canchis i el tercer jefe del Grau don Apolina-
rio Hurtado, el mismo que había dado el asalto en
la media noche del 21 a los Cazadores.
xxxni.
Todo el honor de la jornada cupo al ya afama-
do, desde Pisagua, batallón Atacama, i con digna
justicia le hizo felicitnr el gobierno mediante un
acuerdo especial del ministerio de la guerra, que
como en resumen de la jornada reproducimos ín-
tegramente, cerrando con su copia el presente ca-
pítulo.
lacha caerpo a cuerpo con los asaltantes del Grau en lu noche
del 21, En su parte oficial Ganiítrra aseguró que bu jentc hnbia
muert-o mas de 200 chilenos, i el prefecto Layseca, confirmando
esta patraña, declara bajo juramento en Lima, que según sud sc-
pu'turas, vinibh'.s toilacla en la quebrada de Ttimiiaca, los eiite-
rn <\os paitaban de cien, siendo innumerables loa heridos.
— 543 ■
Esa congratulación del 1
a todo el ejército en la ór
marzo, decia como sigue:
«En la acción de la madi
senté el batallón Atácame
cuesta de los Ánjeles con
superiores a toda ponderac;
a la cabeza de la tropa, sus
valizando con él en eneijía,
subalternos de aquéllos, esi
pío i por su propio patrioi
con aquel mismo poderoso
el 2 de noviembre las alturi
»Gracias principalmente
vigoroso de alma de los
pais, se tomó posesión en
pérdida de vidas, de una i
tada inespuguable por los
dian. La fácil victoria del
cuencia de aquel acto de í
desaliento en las filas del
inmediata dispersión.
»U.S. tuvo ya ocasión de
jefes, oficiales i roldados c
pero es justo que a las fe
agreguen las del gobierno. S
mitirles las que yo les env
ello estoi seguro de interpí
te los sentimientos del paii
brus ea persona al campo cliileao. I tokiu esto espUca la alegría
coa que se recibió la noticia del éxito, i la %-Í3¡ta (le ftílicitacioa
qne en cnerpo hicieraa todos los dignatarios de la guerra al fe-
liz vencedor. Según éste, sa plan de asalto fué un secreto abso-
lato en su división, porque a todos decía que iba a marchar so-
bre Arequipa por el camino llamado del Trapiche. Ea cuanto al
o ti ézitú del coronel MuQoz, explícalo por haber insistido éste
— 544 —
en llevar su artillerfa estando desbara:
que aqael jefe llevaba dos guias, minen
bian trabajado hacia poco ea eae camiiK
tropa qne hemos reprochado a su coluí
jefe que eso se dispaso en vista de n
combatir del enemigo, caso que pudo sui
la cansa del malogro de la felicísima i
ataque, dependió de la mala orgauizacio
lumna que ea manera alguna llenó su o!
ANEXOS AL OAPITU
DOCUMENTOS INÉDITOS RELATIVOS A LA (
QUE SE ENTAEU) KNTKG EL CONTRA.-
1 LOS CORONRLKS YBLABDB
AL DESEMBARCAR LOS CSILEHO
(Telegrama de Arica a Mo
Fei
(8.45 P. M.J
Señor coronel Gamarra:
Si los chilenos aparecieran, todas las
órdenes; la patria antes (jue todo. Aun nt
gobierno para poner a bu disposición la d
CuMAMRANCIA JESBUAL DE LA 10.' DIViSIOX
Alto M CüJuk, febrero 37 de 1880.
SeQor coronel, comandante jenerttl de la primera diTÍsioa
del 2." ejército del snr:
Siendo incompatible i mni inconveniente para la poca fuerza
cjne hai en este campamento la existencia de dos comandantes
jei'erales i habiendo recibido antorizacion del señor jeneral en jefe
del primer ejército del sur para poder entregar & usted el mando
de la fuerza que hoi me obedece, a¡)rovccho desde luego dicha
luitorizacion i pongo a las inmediataa órdeues de usted el bata-
llón Granaderos del Cu/.co, cuerpo que aunque niievameiite for-
mado, eB compuesto de ciudadanos abnegados i decididos a sa-
uriñcarse en aros de la patria í que me ha dado en el poco tiem-
[K> que está a mis órdenes his mayores pruebas do Bubordinacion
i de moralidad, marchándume en el din al cuartel jeneral, a tiu
de ver si puedo allí prestar con mas eSciicia algún servicio.
Dios guarde a usted.
M. Ve lardo.
Je»bk^l bn jefe del rniMER ejíkcito dp.l bur.
Tacna, marzo 18 de ISSO.
Seflor coronel, comandante jeneral de la primera división
del ¡i." ejército, don A. Gamarru:
Por la corbeta llegada al puerto de Arica el día ilc ayer, he
recibido comunicacioues del supremo gobierno por las cuales bu
H13T. DR LA C. DE T. 1 A. (i9
— 54(
dispone que las fuerzas del \naaá<
cedimietitos a loB mandatos <le tni
la mayor anidad de accíon en Ia3
Eq consecuencia, déme U. S. ci
bélica del territürio en do», le se
tir consulta alguna Rubro la Htio
BOguir en liis iiclwalus circuustuiií
ocurra pucilíl U, S. ri,'i;iljir con oj;
Rio." gfturde ti U. S.
II
NTai. ÜI.
Alfa de I" Villa, .I/wj
Señor Jenerul:
Olira en mi poder Ja nota de f
cual me trascribe otra del aeílor I
paña, felicitando a nombre del
propio, al batiillon de mi m^nd!),
cribe, por nuestra coudiicta obser
de loa Anjeles.
Nada tnaa grato para e! bütallo
pense mejor sus pequeíSos servid'
las felicitaciones entusiastas du q
sns jefes superiores. Mi eiter;)ü f
, clavos solo del deber, se siente or
^ premiado cuando los defenHoros
guerreros de su jiutria, intorprcl
le traen una palabra de estimule
^
lo jazgo para todo el ejórcito, cuyos cuerpos, cualquiera de ellos,
llegada la oportunidad, haráu maüana lo mismo i aun maa de lo
que a uoaotros cupo hacer, pue.slo que todoH somos cljileiios i
eü todos alienta el vigoroso espíritu que infunde el amor a la
patria, que impone la fuerza ilci deber i que exalta el anlielo je-
seroso hacia la gloria.
Dios guarde a V. S.
.}>Hin M.i.rVncx-
iir.
PARTBS, CARTaS i XüTAS ISÉDITAS SOBllE Í.A HKTIltADV
ÜR LA DIVISIÓN QAMARRA DE TOHATA A ARKQtlfA.
(Parto de Gamarra)
truEB.v Dividió:
Cantinas, mai-^o 23 ik ISHO.
Seüor contralmiraute, jeneral eu jefe de! primer ejérctto del sur.
Señor cuotralmirauto:
A pesar da que por couiuoicncion do fecha 13 del que cnrsn
recibida el dia de hoi, el señor coronel secretario de Estado en
el despacho de guerra me iadica la marcha sobre este departa-
mento del seuor jeneral en jefe del 2.® ejército i con el cual debo
entenderme directamente, creo indispensable participar a U.S.
que el 28 del referido mes a horas 5 A. M. fui atacado por el
enemigo en el número de 3,000 hombres de infantería, 900 de
caballería, 7 piezas de artillería i 2 ametralladoras por los cos-
tados derecho, izquierdo i centro del alto de los Anjeles i la que-
brada de Tumilaca; i viendo después de mas de dos horas de com-
bate la imposibilidad de obtener resultados favorables, pues la
superioridad de aquel era imnoisa^ resolví salvar a todo trance
la división de mi mando, para lo que emprendí la retirada con
los batallones Granaderos, Canohis i Canas sobre esta localidad
a donde he llegado sin tener la menor novedad, pues estos han
rivalizado en moralidad i disciplina.
Lo que me es ffrato participar a U. S. para su intelijencia ma-
nifestándole en conclusión que mañana emprendo mi marcha so-
bre Órnate de donde continuaré sobre Arequipa.
Dios guarde a U. S. muchos aüos. — S. C A,
A. Garíutrra. (1)
(1) Conforme a su promesa, Gamara pasó desde Órnate ol 4 do abril na
parte mas ciroanstanoiado i lleno de falsedades i de faa Carroñadas. No lo
reproduoimos aquí, tomándolo de su proceso, por haberse dado a luz ea
Lima en i^a Patria del 28 de abril de 1880. En ese mismo periódico so
publica el parte del mismo juez del jefe de estado mayor de Gamarra doa
Simón Barrionuevo en que habla del «memorables 22 de marzo dia de
agrieto ^cuerdoD, especialmente por. el «orden admirable» de la retirada
de la división, todo testual. Parece que los derrotados dol Perú hubiesen
fondado una sociedad de elojios mutuos...
CoUlh'DANCIA Dt:L DATALLn.N
GUANADEBOS DBL CfZCO. •
O/nate, 31 di- inar^a ,/r 1S')0.
AI eeñor teniente coronel jefe del estado ninyor divisioii:tr¡t):
(Jumiilo con el deber 'de poner en conocimioato de uated Isi
porte que el cuerpu de mí miuidi) ha tomiklo eu la babitUa del
Alto de ¡OB Anjeles eu la madrugada del 22 de loa corrientes c(:ii
fuerzas enemigas.
El 20 a la madrugada entré con iliclio cuerpo al punto del
Arrastrado que está a retaguardia de aquel higar en el quy so
rennió toda la dirisíon.
£1^21 se comoaicó la orden jeueral por la cnal debía el liata-
ilon Gran cubrir la derecha i el uiío la. izquierda do la linea o,
lo qae es lo miümo, otiuel el punto do los Anjeles í el ñltirao
Quilinquile, alendo jefes de la líuea de cada uno de estos puntos
loa respectivos primeros jefes de cuerpos i debiendo el que co-
malido prestar el servicio del modo siguiente: poner de dia una
avanzada de 20 hombres al mando de su respectivo oficial i de
noche una compaüfa, sirviendo de reten el resto del batallou,
sin moverse ésto do su campamento por estar iamediata a la
trinchera indicada, siendo de la responsabilidad de diclioa pun-
tos los jefes de servicio con sus respectivos cuerpos.
A la una A. M. del 22 tuvo aviso la comandancia joncral do
que el enemigo se niovia sobre Samegua, i entonces usted como
jcfo de estado mayor ordenó que los cuerpos se pusiesen sobre
las armas, lo que se efectué.
El señor coronel comandante joneraí de la divi.siiin por órga-
no de usted ordenó que la neeta compaílfa de uii batallen que
estaba de avanzada, conforme a la orden jeueral, descendiera
inmediatamente al rio de Tumilaca a' órdenes del 2/ jofo del
cuerpo, Barjento mayor don Francisco Garcíii, u inped'r nial-
— 550 —
quiera invasioa que por ese costado pudiera hane:
que el vacío que esta dejaba lo llenara una cotup:
llon Cunchis. lo que tacábieu se verificii.
A ka 5 de la misma mañana rompió el onemi
sobre aquel costado i luego se sintieroa liia detODU
iiimefísa iiifanteña i artillería, a poco rato so vio q
goa hacían fuego en retirada i que diclia seata con;
cía la carga con denuedo i valor; eutóuces el se&
mandante jeueral dispuso que la reforzara la prime
que fué la que estuvo en ese acto en Quilinqiiile, t
monte se dio cumplimiento.
Entre tanto que esto sucedía en el lado izqoierd
cha hubo un acontecimiento triste: el enemigo Uat
alturas del cerro Estuquiña que domina los Anjtsl
al batallón Grau, i estendido sus fuegos sobre el :
visión formada en columnas paralelas en el punto
do. Entonces el señor coronel comandante jeneial,
do lo diñcí! de la situación, ordenó que desfilara
punto de Yacango en el orden siguiente: Oanchii
antes. Canas i el cuerpo de mi mando un poco df
así mismo se cumplió en un orden de disciplina i
que habrá pocos ejemplos en las retiradas qi¿c kan
cilos bajo los poderoHos fuegos del enemigo.
A la salida del Arrastrado el señor coronel com
ral, tomó el mando do la primera compaÍLÍa de mi
estaba n órdenes inmediatas de su capitán ol mo
don Andrés A. Bujazon. Con ella hizo retroceder
impidió que los soldados del batallón Atacama ooi
lestando nuestra marcha, habiéndose perdido cuai
de tropa que murieron cu este combate, A la di vis
en Yacango se incorporó poco después el .señor ci
dante jeneral sin la espresada primera compañlf
impuesto que esta la había hecho descender por I
cerro Baúl a protejer las dos compaQías que se ha
la izquierda de Tumilaca. Llegó la división a la p
en cuyo sitio eupímos que la caballería enemiga i
punto dengminailo «Ilabaya,» douJe híoimos alto. En este pan-
to podíamos sostener iiu segundo ataque con grandes ventajas
de nuestra parte. No tnvo Ingiir porque el seilor coronel coman-
dante comprendió indudablemente (¡ue Imbria aldo ])el)groso
efectuarlo, atendiendo que en este sitio se Labian reconcentrado
todaa las familias do los emigrados, mujeres, ancianos, "nio os,
cargas, equipajes, acémilas, ganndos, etc., por consiguiente con-
tinuamos nuestra marcha hasta Chuculai, donde la división hizo
alto. En la madrugada contiuuainos nuestra marcha durmiendo
en Chnculnj. Hasta este punto vino cubriendo la retaguardia la
primera coiupañta de mi cuerpo a las inmediatas órdenes del je-
fe de estado mayíir de la división i sarjento mnyor graduado
Bujaaon i ae incorporó en aquel punto a las once do la noche:
descendimos a Caruraas donde descamamos cinco dias; i des-
pués de organizada la divinion m;irchamo.-i a ocupar este pueblo.
Por todo lo esiíuesto verá ese estado mayor divisionario que
ej cuerpo de mi mando ha prestado a la causa nacional los ser-
vicios que se le ha ordenado prestara.
Él batallón Grauaderos fué el primero que rechazó al enemi-
go en el rio de Tumilaca haciéndole huir despavorido, batiéndose
contraías tres armas i hubieudo perdido a su jefe el s:írjento
mayor don Francisco García, cuyo paradero se ignora, pero que
conste a Ud. que quedó mal herido en el campo du batalla i
perdido también al teniente don Nicolás Uoncul, comandante
de esa compañía, al teniente' d'm Gaspar Coello de qnienei kc
asegura que cayerou prisioneros, el subteniento don Julián V¡-
llavicencio, quien R« hallaba en los Aujcloí custodiando muni-
cionen lltívadíis a aquel ¡inntn por orden de la couiamlaricia
jeneral como el ma^ a iirop'Vsitu para el uso de cII.ts, ialos
arrieros i bestias que condujeron jiertrecbos de refuerzo al refe-
rido pimtit de Tutuilacu.
Fiuabneute el batallón (;r.iiiadí:ros pi'otejii» l.\ retirada di;
— 552 -
toda líi tlivision en nquel memorable
un ^alor desmedirlo c! teniente don }
tenientes don Mariano García i don
Es todo lo que tengo el honor de
ponerlo en conocimiento siipeiior,
porte sin rrcomemlar como trcomieiu
i calor de todos los sciioresjf/cs, o/u
frente dd nicin'ijo en tan penosa red.
Dios guarde a Ud.
(Parte de! comandanto
R. P.
ñeñor comandnnte jefe (íe e
nion del il." ejército del sur:
Pongo en conocimiento de UJ. q
dia de ayer las 5 oonipaníns del cu
mado nn tumulto dando loa gritos—
avanzaron a la puerta de la iglesia di
Eoldadoí", el uno fugí') í el otro fué to
n los demás contuvieron el capitán i
liftsta ponerlos en orden.
Las cansas del deecoiiteiit-o de la
deserción son no tener «ocurro ni cal
porque la que tienen está mni vieja,
hersc esparcido la noticia de que (
otro al ji'fe de Cnnaa, relevanln al qi
Ifi. tiopa con soconxi diario que le si
— 554 —
con los íiierüos irregulares por la parí
evento reconcéntrese con el coronel I
gran refuerzo.
Lo que me es grafo poner en conocí
Dios guarde a U. S.
C. Alfonso
(Tolegrama del aub-jefe de estado mayo
Arequipa
(De Cam&ii¿ 6.25 P.
Señor coronel Gnmarra,
Aieqnipa.
Regrese nsted en el acto a íecona
llegaré el viernes i daremos el grito de
(Nota del jefe de estado majot del
Señor coronel Qamarra:
No hai en esta plaza nn local aparen
dad la división que U. 8. mandaí por
qne ocupe el pueblo de Faucaparta, qi
i de buen temperamento, hasta que no
Sedor comandante jeneral, ooro&el Gamara.
Mi estimado amigo:
CoDtesto por fiílta de tiempo ea do3 palabnia m apreciable
del 35 de tos corríentoa qne he leido con ínteres.
Encontrará nsted eu Paucapacta lo que necesita.
Su amigo S. S.
C. Alfonso González i Orbegoso.
F. B. — No tenemos cnarteles desocupados en eato. En Pan-
carpata he ordenado se les aliste alojamiento. Después arregla-
remos con usted mismo.
(Nota del jefe de estado mayor del 2.° ejército del iinr.)
ESTADO MATOU RE I.&S FDKRZAB.
Arequipa, abril 13 de 1880.
Señor coronel don Andrés Garaarra.
Seflor coronel:
Recibido anoche el estimable oficio de ü. S. de esa focha, me
es grato decirle en contestación lo siguiente :
El seflor coronel aub-jefe de este estado mayor jeneral don
Isaac Recabárren a bu ingreso a ¿ata de la capital de la repúbli-
ca, ha traído instrncciones del Supremo Gobierno, para organi-
zar dos divisiones qne sirvan de vanguardia al 2." ejército del
sur i con este motjvo se ordenó la oontluuacion de la marcha
de los batallones quo componían la división que U. S. mandaba
los que bao sido refundidos on los cuerpos siguientes: en el ba-
— 55G —
tiillon Apuriinac el batiillon Ciincliis i iir
el batallón Lejion Peruana el batallón (
el resto de Cunaií para que estos dos cuei
llon Himocané i el rejiínieiito 2 de Ma
dotaciones de artillería formen las doa di
deben operar sobre el enemigo, siendo
Ift primera el señor coronel don Juan I
giiuda el señor coronel dun Marcelino G
en jefe por el señor coronel Recabárren.
ha relación anterior es la verdad pura
este estado mayor Sfipa la condición en qi
Con lo espuesto, U. S. procederá seguí
Dios guarde a U. S.
(Rl epílogo do la «lieri'iion fctiíadao
Señor «Ion Andrés Giiuiiirra.
Ari'qiiijii.t
Querido amigo:
Sui>lÍciJ a usted no entre a 05t;i cUidi
hnllii pri;¡>n,ri"lo a ihn' a XAfci de prJrali
Yo estol pírstiUíliendo al pueblo p:tnv
semejante cosa, poro no obedecen i b.in p
Km <kl .V'xfi para ipie se lo fusile a ustt
Su afedÍHÍino ¡iniigo.
niantl^ntc UuMi^ i de H C'k/.iilurQ*.— lil i|uo se oica¡
Lloga el coninndaute Uublí' Aliiiciil.i ¡il Pacay i e
duiíilü cii ju/.a:nl« on uousojo ilu giiorrd i iibsut'lto.—
pai'tc <i(! lio a pouor Uoi[iiC'i :il Oiill.io.
I.
Eu la tarde del dia 24 de
qne el victorioso jeneral Baquei
las alturas de Torata, acampaba
su divigioa i como para lavga . <
no si bien engañoso valle de M(
llon Búlnes en el pueblo para 6
cía, los cuerpos de infantería
Villa i los escuadrones esparcid
del rio a la sombra de los palto
yos; pues allí estos frondosos á
i nocivo fruto, se alternan en
vivos.
La jente estaba coatenta, el
do i abundante, la comunicacio
hallaba regularizada por trenes
ba al buen pasar de los oficíale
gallinas de la cazuela que el bu
de Francia ambicionaba para SU;
poco la chicha haya que es el c(
cidad del chileno i que algunos i
i borrachos trabajaban a hurtac
ricos jagos del valle escapados
partana do su caudillo.--8La Ci
decia un empleado de la sanidat
dorando el agrado de su reside
Moquegua, antes de la aparicio
tíidor. A esto se une el continuo cantar de los pa-
jaritos que los hai en abundancia, i que solo es
interrumpido de cuando en cuando, por algún tiro
de Comblaia de algún centinela que anuncia la
vista del enemigo.
íYo estoi en pié todos los días de cinco i me-
dia a seis, i veo diariamente salir el sol que da al
campo el aspecto mas bello cuando caen sus rayos
sobre las bojas todavía mojadas porlaearaancba-
ca de la noche.
jNuestro alimento acá es de príncipes, pues
diariamente comemos gallinas, chancho, conejos,
i también carne de llamas; pues todo abunda en
este valle i también se encuentra en las muchas
caBas 'que los peruanos por su precipitada fuga
han dejado abandonadas.
iTodas las haciendas están con sus bodegas lle-
nas de licor i vinos riquísimos, los que se han
mandado echar al rio para evitar tentaciones a la
tropa. La casa que ocupamos tiene en sus bode-
gas novecientas cuarenta barricas de vino, i seis
de escelente pisco.» (1)
(1) Cart» de don Eujeiiio Peüa Vicuna d^ade el casorio de
San Julián, donde se hallaba establecida en el valle la ambu-
laocia Valparaíso que acompaüaba a la 2.* divisioa.
i;
Aquelliv plácida pero 1
Edén que encabria bajo c
cbe la serpiente de asohi
ponzoña, fué solo interrní
zo poi" una ejecución mili
saínente en el patíbulo ui
graciado rcjimiento 2." <
María Vidal. Fué causa >
dado muerte a un penian
do algo ebrio, dentro de
de facción al cuidado de i
Como era un valiente <
joven, instruido, para su
venido batiéndose bajo li
i quebrantado rcjimiento
se la oficialidad de toda li
vida, i la defendió con ci
ante el consejo de guerra
don Antonio Silva del C
el noble tributo de nn ■
cruenta guerra. La inílc:
za, de la que no se a¡>ai
Baquedano, le llevó sin
despocbo de todos los csf
esa impasible i rjilijiosa b
co de todos los- soldados >
No habia descuidado tampoco el dilijentc jene-
ral Baquedano la indispensable operación de Iia,-
(1) Al sentarBe en el banco, el cubo Vidal, mozo <le 24 años,
solicitó permiso para hablar, i dospues de pedir perdón por bu
involuntario delito a sus conipaüeroa de armas i de recomeo-
darles la abstiaencia i la disciplina, se espresó en estos términos
testuaics: — «Oompaileroa, lo único que aiento es morir sin ter-
minar esta campaQa tan gloriosii paní Cliile. Kn naJa siento la
muerte como no poderlos acompafiar a Tacna i Aricii, para que
me pagaran loa cholos la de Tanipacil.i' I luego agregó: «¡Arri-
ba tiradoresl» cayendo a la primera descarga. (Carta thl capí-
tan Teran del Santiago a sie esposa. Moqueijiia, abril 1." tk
1880).
BIST. DE LA. R. DB T. I A: 71
f—
— 562 -
cer ejecutar reconocimientOE
mente hacia su espalda, qut
ban, por una aberración de
minos que deberían conduc
consecuencia, el alférez de '
don Manuel Balbontin salió
de marzo con un pelotón de
cabeceras del valle de Locui
per con su mitad de Cazador
ferior de aquel valle, que en
áspera quebrada i en el llano
verdura.
IV.
Pero mientras las cosas pa
cado reposo en el valle, sor
los ánimos i rujia escondida
del vecino puerto. Hemos yj
i las peripecias de la violeni
naba entre las tres mas altas
ejército, encargadas de la cí
bilidad de la campaña: el mi
el jeneral en jefe i el jefe de
deplorable estado de cosas u
indefinidamente; i al fin, a '
de detalle que luego se bicie:
mo funcionario bizo formal i
el 28 de marzo ante el miáis
\
— 564 -
ministro i el gobierno. Per
Iqniqne que el señor Sotomí
netamente la alternativa en;
pia i la del jeneral Escala, i
bia estado unánime por ace]
también en la capital que
misma unanimidad de paree
cesor que deberia darse al
adelantado el ministro del
María la idea de confiar el n
coronel Velazquez, dáadol
mayor a don José Francisco
el presidente de la repúblic
con su ministro favorito e
apoyado en la ordenanza mil
el mando del jeneral Baquec
Cuatro dias pas& el mínisi
bre seguro en sus resolución
dio en concebirlas i aun ma!
lando en Iquique por el tel
BUS colegas de la capital ¡3
que la salvación del ejército
mente por las disensiones, r
(1) En lii sección (lestinadü a los;
blicamos algunas de l:i3 piezas int
(jue arrojau cierta luz sobre las ca
que dierou por resultado ei cambio (
cito.
Qos poderes para hacer i deshacer en la campaña
de mar i tierra.
VI.
Encontrábase en aqnel puerto desde el dia 28
de marzo el jeneral Baquedano, llamado con ur-
jencia por un telegrama del secretario del jeneral
en jefe don José Francisco Vergara; pero aunque
era notoria la diverjencia que reinaba entre los
caudillos, nada se le comunicó de lo que pasaba.
Solo a la mañana siguiente del arribo del minis-
tro se le hizo saber que la renuncia del jeneral
Escala había sido aceptada junto con la del jefe
de estado mayor, i en consecuencia ese mismo dia
fué dado a reconocer como jeneral en jefe el je-
neral de brigada don Manuel Baquedano i como
su segundo, a título de jefe de estado mayor, el
comandante de artillería don José Velazquez.
VJI.
Aquella doble elección era en sí misma feliz,
porque ella confiaba la suerte de !a campaña a
dos verdaderos soldados, jóveucf!, animosos, infa-
tigables para el trabajo, ríjido el uno como la loi
(condición del ánimo que las últimas luchas in-
testinas hacían particularmente precisa); abierto
el otro, como jefe i creador de una
na, a todas las ideas i cambios pi
progreso militar.
Ambos eran comparativamente
desde lejos la altura del puesto que
biendo nacido el jeneral Bjiquedaní
en 1825 i el comandante Velazque
milde aldea del departamento de
chuncaví) en 1834. El jeneral Baqii
consecuencia 54 años. Su segundo
VIII.
Pasiéronse los nuevos jefes del e
jante vigor a la tarea de restituir 1
los espíritus alterosos i a prepara
después de tanto tiempo perdido er
i en x-encillas nimias, los elementos
que el ejército necesitaba tanto co
dia para emprender su marcha há(
que hacia 40 dias habia venido a 1
visto — ¿quién lo hubiera sospeehai
mas esencial.
Para aquellos fines el nuevo jen
junta de guerra, i después en el f
banquete, a todos los jefes del ejér
da humildad solicitó la cooperacioi
en nombre de la patria, haciéndole
unidos serian invencibles. — «Sin ui
rador desde cualquier punto q
cía el norte o hacia el sur.
Por su parte, los peruanos
desde Tacna bácia aquellos pa
guerrilleros que mandaba el (
con el nombre de Flanqueadoi
doscientos hombres tan coban
tados; i vamos a dar cuenta dt
aquellas correrías por las pan
desierto dieron lugar.
XI.
Referimos ya que desde fint
emprendido una escursion d
arranques andinos de la queb
donde están los parajes i villo
baya i Mirave (este último fau
de armas en la guerra de la
alférez Balbontin, í en seguida
ferior de aquel valle el alférez
de Moquegua, camino del Hos
Pero a esas mismas horas i
bia tomado a su cargo una d
activo i entendido comandantt
Almeida, jefe de estado maj
Amunátegui i autor de un escelente tratado de
reconocimientos i avanzadas, impreso reciente-
mente en Antofagasta.
cimiento hacia Locumba por el lado de la costa,
acompañado solo de un guia i cuatro jinetes bien
DíODtiidos. Pero eri el cuartel jeneral se le obligó
a llevar consigo una escolta de 24 hombres, Ca-
zadores i Granaderos, lo que dio lugar a un lamen-
table contraste, i fué de esta manera.
xir.
Plisóse en marcha el comandante Dublé a las
ocho de la noche del último dia de marzo llevan-
do como práctico un soldado del 4." de línea llama-
do Amador Figueroa, quien como de costumbre
resultó poco perito i trascordado en sus itinerarios.
El chileno, nacido de ordinario entre las breñas,
Qo es buen guia en la llanura sino cuando tiene
divisaderos, por lo opuesto al arjentino i al perua-
no, hijos de las pampas sin marca i de los méda-
Dos sin horizontes.
El comandante Dublé se dírijia ahora hacia
Locumba, no por la vuelta del Hospicio sino atra-
/esando diagonalmente el desierto por la ruta
\ue, por el mes de junio de 1821, recorria el jc-
leral Miller, de Tacna a lio, para visitar sus en-
'ermos, acompañado de un famoso práctico que
labia imitar con admirable perfección el relincho
leí raballo 1 el i-ebuzno de las acémilas i de los
HIBT. DR LA C. DE T. I A. 7S
— 570 —
asnos, cualidad inapreciable en aquellos parajes
en que el hombre dejado a pié queda dentro de
una sepultura.
Por consiguiente, caminando toda la noche, la
corta carabana amaneció medio a medio de la
pampa arenosa que separa a lio de Locumba, i
desde allí, echando los jinetes víveres i cebada
para tres dias en sus morrales, devolvieron al
puerto las muías de carga i se encaminaron cau-
telosamente al pago de Si tana, primer paraje ha-
bitado del valle de Locumba en aquella dirección
i situado en un ribazo de secano de su rio.
XIIL
A ese punto llegó la descubierta del coman-
dante Díiblé a las nueve de la mañana del I."" de
abril, i desde allí despachó su jefe como parla-
mentario al pueblo de Locumba, miserable aldea
de 300 pobladores, al valiente capitán Hojas Al-
meida, su deudo, que voluntario le acompañaba.
La tropa era mandada por el alférez de Cazado-
res don Luis Almarza, mozo arrojado, hijo de
Chillan pero de familia de Rancagua, estirpe de
bi'avos conocida desde la Independencia i desde
Yungai.
i titulíibíi cónsul en Locamha, cuso estriiño
erríi tan adeutro, ü no kct que el cónsul i el cu-
i fueniii, como nosotros lo ereenios, dos figuro-
5S de coiKedia que representaban un papel bien
.tudiado en la mañana i cuyo protagonista era
gaerrillero Albarracin, diestro desde su moce-
id en lita celtidíis.
XV.
En consecuencia de todo est
propias reglas i advertencias 1
dante Dublé penetró incautat
tentado por el ofrecimiento d(
ave del paraiso del apetito ch
mesa del finjido párroco con si
I^ojas i Almarza, sin tomar n:
colocar un centinela en la ton
mientras los soldados se desayii
el pórtico de la iglesia, teniendí
riendas. Por en parte, lus tres (
jado sus caballos a las puerta
por el ronzal a una baranda, a
sarjento Vicente Espinosa i de
ble, un soldado despierto llama
Parecia ciertamente incompr
credulidad del jefe de la esploi
dado naturalmente malicióse, c
bra siquiera un singular pedid
cura de la comedia, solícitand
cuantos de sus soldados para
muerto en el cementerio, cuad:
desde allí se divisaba en tina k
nante.... Negóse al empeño el j
al decir del honrado sacerdote
de dos horas, i probablemente i
vivu »iuuri»jiuiu ^nru ui casu, uuuiu i^uu uiii cu t^i
cementerio donde ti esas horas hallábase ya arma-
da la escondida trampa tan injeniosamente urdida
por los guerrilleros de poncho i de Botana.
xvr.
Fuera en efecto que Albarracín hubiera subi-
do a la cabecera del valle de donde según la
creencia posterior del comandante Dublé, le es-
pantara la aparición de la corta partid/i del al-
férez Balbontin, lo que juzgamos dudoso; fuera
que aquel se hubiera mantenido escondido en los
alrededores de Locumba, como parece cierto,
tenia esa maüaua oculta su tropa en el claustro
del cementerio i en las viñas que por todas par-
tea rodean la montuosa aldea. I notando desde
sn escondite que los confiados chilenos no llega-
ban con el muerto al hombro, lanzó su jente a
manera de manada por las entradas de la plaza
disparando con gran estrépito i algazara sobre
los desmontados jinetes, cuyos caballos espanta-
dos por el ruido huyeron. I sucedió de esta suerte
que la primera intimación que los oficiales chile-
nos recibieron de la sorpresa fué una descarga
hecha del interior del patio en cuyo fogón hervía,
servida por mujeres, la pérfida cazuela, i el grito
de alarma del alentado sarjento Espinosa:—/^/
enemigo, mi comandante!
XVII.
Los esploradores do Pacocha ema
diez, i estaban a pié; do modo que moi
lio era ealviirse. Lograron esta fortuni
dante Dublé Alineida, el Karjento E
asistente Muñoz i un soldado, valiente
de Piiehaeai, llamado Nicanor Ahuma
Pero Albarríicin halvia mandado cor
salida que los fujitivos encontrarían há
pa, i por aquel desñladero era punto
imposible abrir.se paso. Acometió sin ei
lero.saraente el comandante Dublé a la
le cerraba el camiuo, yendo adelante
Ahumada, haciendo un remolino con
dando desaforados gritos de reto a los
cholos. Lograron así pasar, rccibiendt
el caballo del comandante chileno; i t
seguida a los cerros qne se empinan h;
te, tomaron el camino de Moquegaa j
cazadores que habían escapado felii
opuesto rumbo. Todos los demás, iuelí
cíales Rojas i Almarza, que fueron 1
tiiunfo a Tacna i a la Paz, cayeron
muriendo seis u ocho de aquellos bni
derse defendei*. Solo el centinela que
torre hizo uso de su carabina i vengó
(jon la de un guerrillero. Un astuto
— 57
OHiggins, de la cañonera
Angamos recientemente e
i armado en guerra, i del ^
acarreos.
No cabe en el marco d<
cuadro de las operaciones
por objeto preparar la n
interesante i dilatado de
bien complementario del
remos sencillamente la
aaiatir a los preparativos
diterránea que debia con<
los dos meses de su desen
i en pos al Alto de la Ali¡
i fuerte con la demora, 1*
unido del Perú i de Boliv:
_ 578 —
sino que se nos lleve al combate, estamoa i
tos con el jefe ({lio albinos cnnduzca sin desvian
vAlit tieae usbeil, amigo mió, conilciisado a
bre la situación.
uLaa paredes del cuartel jeneral han teuid<
lo que es una desgracia, i muchísimas letiguí
desgracia harto mayor. Por eso, mieofcraí el jei
vo aquí, no habiii en el ejército quien no estii
lu8 interíoridailes de BU despacho. Así se han
sas que debieran permanecer secretas, i así hai
diarioB de esa ciudad noticias que correspondií
pero evidentemente deafígnradoB por la malic
rea i de los comentadoreB.
íPor este conducto se supo, por ejemplo, c
la guerra exijió repetidas veces al jeneral £a
resueltamente su papel de jefe, i tomara la iai
raciones; que fuera en una palabra, la cabezi
brazo que ejecuta, asumiendo, naturalmoute, t
ponsabilidad de sus actos. No dicen los ecos
ferencias qué contestó el jeneral a estas insi
consta que nuuca se resolvió a salir de su papi
caracteriza todo el período de su maudo a una
inerte e inquebrantable; resistencia que nos hi
nos durante largos meses eu naa inacción mal
tusiasmo i que enjendrd el fastidio que roia coi
de nuestros soldados.
»Poro yo le perdono al jeneral Escala su fu
BU inactividad, su ausencia de los campos de I
suspicacia de su carácter, su afición a las inte
taciooea de oficina; lo que no puedo perdonar'
troducido una desmoralización profunda hasti
los huesos de este ejército organizado con tí
tanta intelijencia por el jeneral Arteaga, i de!
tan justamente orguUoaoa.
CAPITULO
LOS PAJONALES DE
Actividad i conooi'dia qne reioa en el campan
jenoral líaquedano toma el mando dol ejúr
qncgiia i el puerto, i doloroso accidente q\
VI! u. — Pasatiempos en el campameuto.— ü
tito acmpacochado».— Oportunaa relloxion
ineficacia de la campaña hScia Tacna. — Li
iiiiamauei-a alarmante ou lio i en Moqn
mover el ojtrcito. — El accrotario del jene
es nombrado comandante jeneial de caball
te uonibiamieiito cansa en ios jefes de esa
desplega notable actividad, se traslada a S
ría bacía Locnmba el 8 de abril. — K\ valU
ciouoii haiita Caudaravu, — Mirabe. Ilabaya
gai'a establece su campamento ou Sitaoa i
curaba. — Se incorpora a la división Vorgar.
ol primer escuadrón de Carabineros. — Me]
curaba por la vía del Hospicio.— Asesinato
cucion del soldado florales. — El coronel
valle hadta Jlirave o llabaya.— Kl coronel
ne uingim a resistencia declarando que loa
cíanos. — Curiosas jeremiadas del goberní
brahatas del guerrillero Chirí, parapetado
íes do Locumlia desplegan mucha m;is vi
madre de los Chiri i cavta que esta escribe
Prudencia de Vega, esposa del go1)crnadoi
de los indijenas del dopart-imento de Pune
vclacionen ofieiales sobie este particular. -
jriravecl 14 de abril i a llabaya 611.').— El
capa ii;'.eia 'Sama por el camino de Chipo.—
Lucuniba i te dirijo el 17 búcíu Sama.— D<
rez üou|>ur uu la niiüaua del 14 i viUi atru
niero Stiivea, habia sufrido un acc
cayendo de brnces en las laderas t
máquina llamada La Chilenita en 1
en que observaba su primer viaje d
que, perdiendo el equilibrio en unat
fué precipitado en el desfiladero dej¡
ríos diaa sin sentido i en peligro inm
rír. Ocurrió este doloroso accidenta
cerca de costar a Chile la pérdida
mas eficaces servidores en la guerra
zo de 1880.
II
Tomaba también ahora una partt
sonal, mucho mas activa que en las
dentes, en las operaciones, el ininis
rra, que se entcndia a las rail mai
nuevo jeneral en jefe del ejército;
cumplian alegremente su deber, 1
chaban, por la primera vez durant
con la celeridad debida.
La estagnación en Pacocha, tan 1
funesta para la moral i la salud del
la de Tarapacá, híibia concluido p(
en tedio insoportable para aquella 1
dnmbre armada i sujeta. Verdad es
pos hacían lucidos ejercicios, especi
tiro al blanco, i aun se amenizaban
alguno i para no hallarlo tal v^z íumediataineuto al término del
viaje?
dSnpongo o vislumbro, pero sin dato auténtico alguno, que
m.
Servían, por otra parte, di
conductores de la guerra, adc:
que de suyo es laboriosa, dos <
dad en la situación: el descont
vencí onal mente suele llaraari
pública, í las tercianas de los
Perú, impulso mucho mas ta
soluciones.
Bí clima traidor había arro
de engañosos prismas, de fioi
frutas delicadas i bebidas jene
pestilentes gargantas, i desde
de abril casos al priacipío !
nuestros directores cciinieDzaa a verse
<iEl iutectar reembarcar el ejército
seria peor sin la ocupación previa por
puertos,
kEii mis anteriores cartas le he dad
gares i otros de desembarco i sobre lo;
al interior. Puede que todavía se haga
los que hncen los plaues desdo Sautit
do estudiar las cosas como es debido i
que no es posible dejar a la espalda ej¿
terse.
I segim el jiro que van tomando los ac
ria en Arica nos cuitará el ataque a Li.
¿I dcujfues no necesitaremos muc/tas
que antes para Ucearlo a calió.'
pnllidlcas, comenznron a trabajar i a enrarecer las
filas del ejército, especialmente en Moqnegna.
Desde mediados de abril, cada tren que bajaba a
la costa traía 30, 40 i hasta 50 pacientes, al punto
de que la división Muñoz, qne habia quedado in-
tacta en los Anjeles el 22 de marzo, estaba redu-
cida casi a la mitad de su fuerza efectiva en igual
diii del mes do abril. La caballería, principalmen-
íc, obligada a vivir en los húmedos potreros a la
mira de los caballos, contribuia a los liospitales
íon mayor continjonte, uo siendo menos de 1,500
08 soldados de todas armas ([ue fueron remitidos
ID aquel mes al litoral de Tarupacá i cspecial-
aente a la Noria, donde el recobro de la cruel
olcncia venia, en razón de la altura i de la sc-
nedad del clima, con mas rapidez i eficacia. En
na ocasión el trasporto Itata llevó al sur de una
)la vez 900 enfermos!
IV.
Todos estos motivos juntos empujaban viva-
ente a la acción, i ésta comenzó do Iteclio el 6
! abril nonibrando el niini.stro de la guerra en
mpaña coronel de caballería al impetuoso i ac-
'o secretario del jeneral en jefe, don José Fran-
jeo Vergara, i encomendándolo con esa fecha el
ando en jefe de la caballería.
HIST, UE LA o. DE T. I A. 74
Fué estii medida militar jeneralme
jida por los hombres de la profesión
ciales, porque no es fácil someter a
nuevo i hasta cierto punto intruso a
a cuerpos acostumbrados a nn orden
pecial. Pero la disposición de espíriti
provisado, así como su infatigable ac
ca, le abriei'on en breve camino pr
BUS corapafieros de armas. (1)
Al día siguiente de su nombramiei
consecuencia el coronel Vergara a de
nuevo puesto i cometido militar que
(1) «La caballería chilena está al maudo de
ciaco Yergara, a (jnien han hecho coronol i ayu<
La acción que so lia hecho tomar a este caballe
ciones militares desde el prÍDcipJo do la gaer
grandemente a los jefes del ejército, i últimam
jefe de caballería que se ha finjido enfermn ánt
a loa órdenes del señor Vergara. Con este moti
gusto, quejas i murmuraciones. So ha puesto
triotismo de los jefes con tanto agravio qne se
ocupando en operaciones militares que solo a el
desempeñar, a un caballero qne será todo lo bu
, ■qnr'se quiera, pero que no es militar i no entiei
del oficio, como lo ha manifestado infinitas vec
larmente cuando al jeneral Escala se le ocurrió r
de estado mayor a Tarapacá, siendo aquella m
clasiva de la ignorancia en materia de guerra
gara.»
Correspondencia de Pacocha de abril 18 pu
Tiempos del 30 de abril de 1880.
coQocimiento de los valles cíe JUocumba i ae Sa-
ma, movitnieoto preparatorio del que de seguida
deberían ejecutar las diversas divisiones de in-
íaütería del ejército con dirección a Tacna, donde
definitivamente se hallaba concentrado el ene-
migo.
Hallábanse los brillantes rejimientos de Caza-
dores i Granaderos reducidos a poco mas de 600
jinetes en estado de montar a caballo, cuando el
8 de abril ejecutaban en masa bu marcha del va-
lle de Moquegua al de Locumba. La jornada de
aquel diu condujo la maltratada columna al Hos-
picio, donde se acampó a las seis de la tarde, i
partiendo de madrugada a la mañana siguiente,
descendía a las tres i media de la tarde al valle
de Locumba, sirviendo de guia el alférez Souper
que por esos parajes habiu andado, según vimos,
una semana hacia.
VI.
Es el valle de Locumba, como el de Sama i el
de Tacna, el cauce mas o menos profuso o pobre-
mente cultivado, según el ancho de sus márjenes
de aluvión, con viña i coca, maíz i algodón, caña
i esparto, legumbres i alfalfa, depu
tivo de un rio de temporada que, d
las crestas andinas a que sirve de
macizo del Tacora, se pierde en 1í
médanos movedizos de la costa, al
trabajosamente sus aguas, escepto
las lluvias torrenciales, a las del 1
de Locumba, dice el ínjeuiero alen
do Habich, describiendo su culti"
en~cuyo fondo corre el rio de su nc
cajonado entre cerros de 30 a ]
elevación; su ancho varía entre 2(y
pero como a 16 kilómetros del ma
cauce, que queda cubierto por las
po de avenidas; el fondo de la qnel
de los terrenos cultivados del lugai
sPor ambos lados del valle se ei
ras o pampas como la de Carneara
reas, i la de Sitana, de 3,000 h
pampas no se cultivan por falta de
»E1 rio Locumba, cuyo caudal e
arroja al mar 4 metros cúbicos de
gundo; este caudal se triplica en t
nida, i en enero, febrero, marzo i a
bundancia de las aguas anega mi;
Los paotiinos imposibilitan el cu
Han tercianas i tiebres malignas q
abandonar el cultivo de gran partí
rrenos.
vadas, que producen algodón, caña i alfalfa, com-
prendidos loa viñedos que se riegan con agua
dulce de las vertientes, pues la del rio es algo sa-
lobre. La parte no cultivada es la mas sana de la
3omarca.i>
vn.
Son peculiares de estos valles dilatados pajo-
altís en que crece el esparto i se anida entre pá-
■•idas aguas la materia jeneratriz, como en el
gro romano í en las marismas de Andalucía, de
:B fiebres palúdicas. 1 de aquí viene que sus ba-
stantes sean escasos i raquíticos, resistiéndose,
»mo a cosa de muerte, los pobladores de las ai-
ras, según cuenta el viajero Raimondi, a des-
nder a aquellos sepulcros sin ventilación, aun a
speeho del azote i del dinero, pasión sórdida
1 indio. Sus núcleos de población son por lo
srao mni reducidos i miserables, siendo el mas
pioso i capital del distrito el de Locumba, aldea
ranchos que, en represalias de la sorpresa ecle-
stico-gaerrillera del 1." de abril, fué reducida a
liza por los chilenos a su paso por el valle un
s mas tarde. (1)
1) <E1 decautodo pueblo <]e Locuiubu, lúmosu pur üiisütice-
viir.
Mas arriba el verde valle, cu;
comparativamente bajas i árenos
toma el aspecto de una agreste q
vide en diversas ramificaciones c
ducen todas a los altos de Oam
norte i a los de Tarata hacia el n
Dándose por las cimas una línea
portante pero poco frecuentada q
de Moquegua a Tacna por Tora
Tarata i Pachía. Los brazos prim
til quebrada son, sin embargo, d<
rio de Sinto, el que corre al uord
capampa por el sur, formando aqi
lentes vinos í por sna no menos agradable!
mo todos los que hemos encoutrado a núes
do, es na lodazal. Sus edificios, que n<
cieutos, son muí ordinarios i de mal gusto
indispensables basurales, forma un conjuii
lastimoso. Lo encontramos complétame^
mejor del puebla es la iglesia i una casa d
Filio, el cnal, fiel a la consigna de la ñi}'
buen pillo, echó las voladoras. Detras di
he mencionado, se ven todavía algunas sea
traición hecha .1 aquellos 2.") cazadores qui
Almarza venían a esplorar el vallo.»
(Correspondencia al Mercurio. Locumbí
<;Si seria ese Pillo, el pillo cura de Locui
Illas, las fugas de arrieros i las eoiitribucioaes
i maíz, coca i aguardiente, ración del soldado i
saqueo cuotidiano contra el infe
Hasta los pastos habían sido taladi
Hería guerrillera i desmandada del
rracin, que por aquellos sitios aní
mata, desde que los chilenos pisare
a fines de febrero.
X.
Después de una noche de alerta,
mo motivo, ordenó el coronel Verg
ñaña del 10 de abril, que el capital
con su compañía posesión de Locui
clónales, que eran sus custodios
número de 50, con la sola vista de
enos se disolvieron huyendo.
Llegó ese mismo dia al valle de
tomar parte en las operaciones de 1
2." escuadren de Carabiueros de Yt
daba el valiente comandante don ]
en número de 150 hombres, miénti
mer escuadrón, rescatado de su cau
taba en Pisagua para venir a ped
cuenta sangrienta de las torturas i i
cienes de sus jefes i soldados. E
Vargas había salido de Pacocha el
por la vía del Hospicio, i desde aqi
páramo venia reforzado por la alen
del Buín que mandaba el capifea
vanguardia de sn predio cuerpo i <
dimion marchaba con su respectiva brigada de
artillería de montaña.
Al dia siguiente, 11 de abril, hizo también su
íparicion en Sítana, campamento de la caballería,
viniendo del Hospicio, el resto de aquel hermoso
■ejimiento al mando de su comandante don José
juis Ortiz, sin mas novedad en su marcha que el
«decimiento intenso de la sed i el suicidio por
rta causa de un infeliz soldado. (1)
(I) GoDÍorme a la distribucioa de Us fuerzas del ejército ea
ivisioDes, el BuÍd pertenecía a la 4.*, pero marchaba ahora como
perteneciera a la 1.* i jiioto con ello. En la 4/ había tomado
I pneeto e] rejímiento 3.°.
Eq cuaiito a la marcha del rejímíento desde el Hospicio, hé
DÍ como la refiere alguien que hizo en au compaüla aquella
ra jomada.
iDespaes de un sinoúmero de contratiempos í difícultades
} se preseotnroii para reunir la artillería í elementos para la
idnccion de ogua i víveres, pudo couseguirge solo ol dia 10 a
1 i media A. M. qne llegase la artillería qué se esperaba a
2 P. M. del dia anterior.
Prevéngole que los elementos de conducción salieron el dia
medio dia coa dirección al valle, pero no pudieron avan;:ar
[ que dos legnas, porque se encontraron con una quebrada
linda i de muí difícil duscenao, para poder bajar los carrito-
han tenido que trabajar veinte horas consecutivas, punto de
ie no dadieroQ avanzar mas por ser pésimo el camino.
&.iidaban al cuidado de estos elementos losseQores Bascufian,
ya, Figaeroa í Víctor Castro.
Pasaré ahora al viaje de la división.
\. las 6 i media A. M. del dia 10 desñliS el Tejimiento Buín,
HIST. DF LA C. DB T. I A. 75
Hubo de lamentarse a8Ími
uno de bus oficiales, el tenii
Fernandez, natural de Talca,
quien mató estando ebrio un
pañía. Escusado es decir que
el sitio mismo su crimen con
sobrio i místico, valiente i arr
Begnido de una batería de artillería i i
caballo. A las 12 M. llegamos a río Se
ra que la tropa almorzara ¡ bebiera aj
(jne alcanzaron a traer las tropas de i
do el señor Eascufian.
i>Este descanso duró dos horas, í 1
dicho punto, al subir la quebrada, un t
compañía del primer batallón, de a]
balozo en la boca, el que le causó la u
Se cree lo hizo por encontrarse siu
fuerzas para marchar hasta el valle.
xLa artillería acampó en el alto, ánl
a las 9 P. M. El rejimiento Buin acaí
abajo, pero en el mismo valle, a los d<
sEsta marcha se cree que ha sido
cuenta el ejército por su celeridad i mt
(1) El subteniente Fernandez había
soldado distingaido del Buin en 1864, 1
de ese cuerpo don Víctor Borgoflo a ■
Corrió después suertes varias, i cuandc
peñaba el humilde puesto de inspector
Santiago. Por lo demás, hé aquí come
Jjocumba refiere su triste fin, ocurrido
de abril en que lo acupó el rejimiento.
i>Se nombró de ayanzuda a dos com
XI.
Reforzada así aquella posición importante i
puesta en comunicación aceleradamente por el
telégrafo con Pacocha, el jefe de la caballería re-
«, que fueron la primera i la cuarta dol primer batallón. En
sta última compañía había iiti soldado, Pedro Morales, que ae
coDtraba un tanto bubido, i porque otro soldado le botó una
aramañola cod vino, con el objeto de prirarie se embriagara
las, se enrejó i tenazmente porfiaba se le diera su caramayola,
tal estremo, que contestó al teniente de su compañía, seüor
Ulcíadee Fernandez, que no obedecía a nadie ínter no se le hi-
iera la devolución que él pedia.
«Viéndose ajado el teniente por tercera vez por el soldado,
k6 su espada i le dio dos planazos en la espalda. Este, paru
íDgurse, tomó su fusil Í lo cargó sin que nadie se apercibiera,
.ravesaudo de un balazo al señor Fernandez, lo que le causó la
uerte media hora después.
«Morales fué tomado, i en el consejo declaró que jamas babia
nido motivos para cometer el acto consumado; que solo era
iT vengarse de los dos palos que el se&or Fernaudez le había
.do, i que moriria con el sentimiento de haber echado un bo-
on al Tejimiento.
»E1 soldado fué condenado a la pena de muerte por el consejo
la misma noche, i fusilado al dia siguiente a las 9 A. M. con
da la tropa formada.
«Morales murió con toda sangría fría.»
£1 desdichado teniente Fernandez, pertenece a una familia
litar de Talca, Letelior por la madre. Dos de sus hermanos
le&roD en Chorrillos en el batallón Talca i ambos murieron
)r¡(wamentti.
solvió internarse hacia Mírave e Ilabaya r
do la agreste garganta de Guaslata eu ci
filaderos diez rifleros animosos habrían h
caz defensa contra nunierosa hueste.
Los habitantes del valle en todo habie
do sin embargo, menos en tomar las a
gobernador de Ilabaya, don A. Vargas,
de la independencia, hombre pobre e
dejó penetrar tranquilamente los 160 C
que condncia el coronel Vergara, conté
coa contarlos el mismo en la plaza de
aldea, i dechirar sentenciosamente que
no era tropa de línea, en aviso oficial t
raos a la vista. Solo un mozo, mas petu
alentado, hijo de un hacendado del valle
rativamcnte rico, llamado Daniel Hijii
liabia logrado reuuii' 49 tiradores que, i
eran todos voluntarios i valentísimos.
siasta labriego, dándose título de comai
guerrillns, se habia situado en Curibay
mas arriba, en el villorrio de Candara
levantado alguna jente el gobernador do
Guillen, hombre acomodado i patrón de
las, como el padre de Chirí, cuyo nombre
berto. «Es indesoríplible, decía el gt
Guillen de sus candaraveños (que así loí
el entusiasmo de este pueblo por la dcf
su turno i como panr hacer ostentación i
nos fogoso patriotismo, el gobernador de '
XII.
Por su parte el jefe de la c
ocupar militarmente a Locnml
la siguiente sobria orden del c
«Jefe de servicio para hoi e
ronel don Tomas Yávar i para
clase graduado don Feliciano
sLos señores jefes de cuerpo
gnn soldado salga de su camp;
permiso, castigando esta falta
50 a los que reincidan.
•Todo individuo que se e:
ejerciendo violencia sobre I(
despojarlos de sus bienes, serí
palos.
»A1 toque de atención des]
señores jefes de los cuerpos du
tengan todo listo para esting
toque de silencio no permitirá
vo un solo alumbrado, prohibi
cender cigarros u otras luces
al enemigo nuestra presencia.
3>IjOB animales, víveres i de
sibles crestas, para el caso que los chi
mundos, trancar el camino en la aiigo.
gar (Curibaya) dos leguus.e
Chejaya, ábr
«Cayeron a las 7 de la mafiar
partidas, una por el panteón i <
da arriba.
XIV.
Por otra parte, i mientras e
coronel Vargas, de quien los Cl
te sus émulos lugareños, decic
de peruano i entrañas de chiler
cienteinente a los capitanes íu
acémilas i raciones pedidas con
rra, su esposa doña Prudencia
tiempo i alma para dirijir con c
débil i sobresaltado, desparran:
de una carta, las siguieutes inc
cilla de la montaña: — «Don Di
pierda Ud. tiempo en retirarse,
nen buenos bijias, i no vayan í
tare, a caer en Taraguai. En Hi
hihiente.
Pr
( 1 ) El nombre correspondia siquiera t
que en esos valles laa mujeres llevan i
XV.
Mientras todo esto pasaba en la rejion superior
del valle de Locnmba, el resbaladizo guerrillero
Albarracin se había deslizado como sombra des-
xndiendo el 10 u 11 de abril al valle de Sama,
Jesde Mirave por el camino llamado de Chipe, i
!n demanda de Tacna, a cuyo ejército servia de
[escubiei-ta. Por este motivo el jefe de la caba-
[ería, no menos que por encontrar tallados los es-
rechos campos de alfalfa en aquellos miserables
igares, resolvió adelantar sus correrías hasta
lama.
En consecuencia, el 17 de abril regresaba el
jronel Yergara a Locumba de Ilabaya í Mirave,
■reando una escasa tropa de setenta animales
tmpuesta en su mayor número de muías í bíq
icer mas daño a los infelices arrieros del valle,
le destrozar una de las estancias de las patriotas
liri, llamada Pachana, en castigo de haberse
janidad, la prudencia, etc. Todos los ¡lapelea orijinaleá de
} sacamoB estos cortos estractos existuii en uucstro poder i
ron estrailloa de los archivos de Tuciia, como prenda lejftima
[a victoria. Entre los auexos dol presen tu capítulo pulilica-
s dos netos mni curiosas del prefecto de Puuo que Imciaii
sentir nn alzamiento jeaeral de los indios puneOos i oiotjue-
Dos ea favor de loa chíIeDOS.
BIST. DE LA o. DE T. I A, 76
consagrado esii familia indíjena, padi
dre, al oficio de guerrilleros. (1)
XVI.
Persiguiendo su propósito de sorp
barraein en Sama, el coronel Vergar
su marcha desde Locumba en la noel
su arribo (17 de abril), protejido poi
la noche i por la luna casi llena. La
su tropa no era brillante. La caball*
cida i despeada por las marchas, se 1
mosamente maltratada por las monti
desvencijadas de los poco cuidadosos
leños, i éstos a su vez venían trabaj
vijilias, el escaso alimento i partícub
el virus de la terciana que había ar
de padecer desmedro, en el malsano
cumba i sus contornos.
(1) El bravo Chiri (hijo) qne nnDca bajó de
mantuvo estrictamente & la defeosiva, i cuanc
manas mas tarde visitaron a Caudarave busca
alférez Letelier i Silva, no ae oyóla detonación
TodaTÍtt la áltima noticia de aquellas escari
no Be quemó un grano de pólíora, era escrita ]
guerrillero Chiri a su esposo Norberto. «Ha II
Canseco, le escribía desde Cambayo el 20 de
los chilenos son veinte mil í dicen que el «2 de
a almoreur a Tacna.v
Tardó por esto toda la noche del 17 ea llegar
la columna esploradora al pié de la cuesta por la
cual se asciende a la meseta en la que, como so-
bre una alta loma visible al ojo, corre el rio i va-
lle de Sama, semejante en esto a algunos rauda-
les de Chile cuyo lecho se empina, sin que se note,
fobre el nivel del valle central, i de aquí sus con-
;inuo8 desbordes i derrames.
El valle de Sama es, por consiguiente, mas
ibierto que el de Locumba i sus costados sou mu-
;ho menos abruptos i escarpados. Es mas que una
[uebrada una meseta, sitio por consiguiente ade-
■uado i propicio para hacer maniobrar con ven-
aja una masa de caballería.
Por lo demás, el valle de Sama si bien mas an-
hc es mucho mas corto i reducido que el de Lo-
umba, i su pueblo principal Sama o Buena Vista
lie da nombre al rio, es un villorrio de 333 ha-
itantes situado a 400 metros sobre el nivel del
lar. Dista de éste en línea recta hacia el ponien-
) unas diez leguas i otras tantas (44 i medio ki-
>metro8) a Tacna.
xvm.
Apenas habia tendido el sol su luz en Ja vasta
árida planicie en la mañana del domingo 18 de
— 604 —
abril, el coronel Vergara, jefe de la columna es-
ploradora, destacó conrio vanguardia al bravo alfé-
rez don Carlos F. Souper con 20 Cazadores i coa
orden de reconocer el valle de Sama a la altura
del pago o caserío de Buena Vista, pero sin atra-
vesarlo. Todo intento de sorpresa era vano desde
que los horizontes del desierto no solo muestraa
a la distancia de leguas los objetos, sino que los
ajigantan por un efecto óptico de la perspectiva.
La columna marchó al paso cansado de los caba-
llos en pos del esplorador.
Llegó el alférez Souper con su jente a la már-
jen norte del valle a eso de las diez de la mañana,
i notando que en la ribera opuesta habia alguna
caballería formada en línea, juzgó acertadamente
que era la de Albarracin i despachó un soldado a
retaguardia con el aviso. En seguida, i como mo-
zo atrevido, hijo de padre en que el heroísmo so-
braba para muchas jeneraciones, violentando la
orden recibida se metió al valle i lo pasó de ban-
da a banda a la vista del enemigo, cinco o seis
veces superior en número.
Los cazadores, sin cuidarse mucho de los jine-
tes de Albarracin, a quienes, como dijo Francisco
Caravajal del capitán Zenteno, no conocían sino
por la espalda, sacaron sus lazos i comenzaron a
aporratar reses para la división, que este encargo
también traia Souper; de suerte que cuando el úl-
timo trepó la barranca de la ribera sur, un poco
curneta, tres soldados i im cabo llamado Hernán-
dez, hombre valentísimo.
Divisando tan corto número, Albarracin, que
estaba en cobro desde temprano para dirijirse a
Tacna, destacó una mitad de su tropa a fin de en-
volver a Souper. Batióse éste en retirada, i lle-
gando a un callejón pantanoso i estrecho por
donde corría el camino de subida a la barranca,
se parapetó tras unas pircas i se defendió hasta
^ue le mataron al cabo Hernández.
XIX.
No le llegaba entretanto refuerzo al bravo al-
érez porque, aunque el coronel Vergara había
espachado en su aiisüío ai teniente don Juvenal
lalderou i al alférez Harrington, deudo de Souper
alentado mozo que había venido del cabo de
¡uena Esperanza para hacer la guerra por su na-
70 suelo, el cansancio de los caballos les impidió
egar antes que el grueso de la fuerza.
Estando ésta a la vista del villorrio ya nom-
rado, notó su jefe que se hallaba defendida por
aa escasa fuerza de infantería, apostada en las
isas i aun en la torre de la parroquia. Era la
lardia nacional de Sama, que on número do 75
80 hombres, la mayor parte infelices plantado-
s de algodón del valle, i pésimamente armada
malos rií
íes, habia
una resist
obarde A
es subalte
itores, la :
In vista d
gara dívíi
«edades a
, confiand
' jinetes G
comandar
ipucsta d
idante ac
EcheveiTÍ
quedado
Gl tenient
sigo al m
reca, PaiT
mo de Gi
senderos i
lando los
magarles
I la ladera
s de caza
ía chilení
isistido en
3esde ese
la acción
fué completo. Hecho esto, comenzó el destrozo a
sable de los infortunados peruanos, hijos del valle.
Defendiéronse éstos tan mal, que eseeptuando al
cabo de cazadores Domingo Zúñiga, a quien mató
un paisano traidoramcnte desde adentro de una
casa, i UQ carabinero que cayó en la loma, no sa-
có la columna chilena un solo rasguño. En cam-
bio fueron acuchillados en los
metieron a la desesperada, no
cívicos o cultivadores de algod
rendirse mas por efecto de pátiit
Distinguióse en este tiroteo de
rez Valdebenito que con diez G
entre las totoras sin dar cuartf
aquel tiempo que para obligar
rrales del pantano a los infantes
arrojó sus calzoncillos encendií
ya maduros; i cuando por la so
i del humo salían, sin conmiseí
XXI.
De la columna de Sama r(
cruel manera solo 35 prisioner
dos, agregándose un paisano qi
mediatamente por encontrarse
cápsulas de rifle, i otro que
Tacna como aviso irregular i
aquel fulminante escarmieuto.
(1) Para ]a relación del combate de 1
hemos seguido príaci pálmente el diario
Souper, oficial tan sincero como valien
la primera de ttns dotes el haber ido i vi
pie alférez, i coa nueve cintas en el pee
nes, incluso el parte oficial del corono! \
denle exfljeracion í están escritas en un
»lcalan eo 120 a 130, i otros la hacen subir a 200 i 2ú0.i>
En cnanto al fusilamieDto ordenado por el coronel Vergam, lo
iOQdenamos, cuando llegó sa noticia a Chite, en un artíctilu que
enia este título — Cuidado.' Cuidado/ Dio lugar esta apreciación
i ana polémica de prensa en ta qae el derecho moderno de gue-
Ta faé discutido en pró i en contra de ese acto.
H13T. DR LA C. DB T. I A. 77
mar, el coronel Vergara, qu
guerra no había escatimado s
llamada i se dirijióa acampai
do, dos leguas mas abajo de
durante la noche se le reuní
habían perseguido a Albarrac
de Tacna. Los últimos eu He
19 fueron los capitanes Alzér
XXIV.
Prosiguiendo su jornada h
esperaba encontrar noticias,
la columna chilena avanzó aqi
te hacia Ite, por el camino
corto que en mayo de 1821 hi
mandante Miller con su andií
barcando en Sama para capti:
mano a Tacna i Arica. Durai
de estenuacion algunos caha
acampó por la noche en una
que el frió de la noche i la huí
chaca aumentó las penalidade
Confortado sin embargo c
mar, pusiéronse de madrugadj
leños el día 20 de abril. A la
vista del océano i a medio di;
eados cuerpos en la blanda a
Ite donde encontraron de cent
— 612 —
ANEXOS AL CAPITULO XVI.
NOTAS DEL PREFECTO DE PUKO SOBBB LA ACTITUD
DE LOS INDÍJBNAS DE ESE DEPARTAMENTO I DEL DE MOQUEGUA
CON MOTIVO DE LA GUERRA ENTRE PERUANOS I GHILBKOS
I SU NOTORIA PARCIALIDAD HACIA LOS ÚLTIMOS,
PREFECTURA I COMANDANCIA JBNERAL DEL DEPARTAMENTO DB PUMO.
NÚM. 14.
A 21 de abril de 1880.
Señor Prefecto del departamento de Tacna:
En el oñcío del Sub-prefecto de la provincia de Ohacuito ju-
risdicción de este departamento, que en copia autorizada tengo
el honor de pasar a manos de ü. S., se denuncia un hecho gra-
vísimo, de que un Manuel Gutiérrez i otros indtjenas simpatizan
i favorecen a nuestros enemigoSy proporcionándoles víveres^ i lle-
gando al estremo de que un sobrino de dicho Gutiérrez se coloca
en determinados lugares para apresar a los propios qtie mandan
las autoridades.
Importando sobre manera esclarecer los hechos denunciados
en dicho oficio, para, a ser ciertos, castigar militarmente a sus
autores; tengo el honor de dirijirme a U. S. a fin de que se sirva
dictar las órdenes que conceptáe mas eficaces al intento de des-
cubrir la verdad.
Dios guarde a ü. S.
Fermin Hernández.
Julio, a 17 de abril de 1880.
SeDor Prefecto i comandante jeneral del departamento.
SeíIorP. iC. J.
Corren rumores de que loa chilenOB se han retirado de Loeum-
ba Bobre Moquegna: que todo el ejército inrasor [se halla en Fa-
cocha reembarcándose, segan nnos con dirección a Pisco i según
otroa a Huacho; pero mas factible ea que vayas a Iquiqae o
Antofingafita, a curarse las tercianas i el miedo que ha domina.
Si aeago nos llegan los blindados que se anuncian, cambiará
totalmente la faz de la gnerra i los aventureros chilenos anfri-
rán mui pronto el tremendo castigo a qae se han hecho aerehe-
dores (sic) con sn conducta salvaje i filibustera.
La indiada de esta provincia sigue mui insolente con motivo
del cobro de la contribución personal, abiertamente rechaza el
pago. Los indijeoas i vecinos de los pueblos exijen recibos tim*
hredoB, mandados por la caja fiscal, como siempre se ha acos-
tumbrado.
Los indios provinieutes de la costa dicen que los chilenos pa*
gao cinco pesos por arroba de papaa de Carumaa, que tieoea
mucha plata para comprar todo al contado, que de noche les
proporcionan cuanto necesitan los jnoi¡uef/uanos i carumeifos; que
los ciñan siempre, asegnraudo que viven a su favor; que un ca-
rameño sobrino de don Manuel Gatierrez, que /lo, sido gobernó.-
ior muchos años aHÍ, reside en el cerro ümalso, unas veces i
)tra8 en Huaítire con una l<irgacista en mano paro divisar i
¡aptnrar a los propíos que pasan entregándolos a los chilenos con
as comunicaciones qne conducen. Dicho Manuel Q-otierrez, i su
tóbrino se ocupan también en conquistar a toda la indiada a/a-
vr de los chilenos, citando i diciendo que traen inuclio oro i piala
mra librarlos de lajf contribuciones i molestias de los peruanos,
i los indios está
donde puedan i
Los indios de
teniente muchas
de Fautogrande
tes militares, lo
ertemigo i recibe,
oportunidad.
Lo que poogí
demás Snee.
Dios guarde i
— 611
«k el 8 bI gobierno que solo espera
char sobre Tacna,— Xiegan dos cw
distribaida esta en Tarapacá a las 6
posición i número del ejército de op
— Orare falta cometida por el gobie
pétente reserva, a pOBaí de los clam
blioa.— £1 campo de los peraanoe.
Batida en todas sus li
de arena que separaba a ]
co, de la ciudad de Tac
campaña; esplorados sus
caballería chilena; recono
nes sus senderos; averigo
actitud fuerte pero estri
enemigo, privado de toda
Tacna, i conocido, por úl
llano de las caletas del I
trasporte de la artillería
casi invencible de la sitúa
mentó de mover por masf
desde hacia dos meses en
Contamos, en efecto, e
cómo el Tejimiento Buiu
sien Amengual, habia lie
Hospicio, el 11 de abril. '.
mandaba aquel anciano p
el 8 de abril en escalones,
marchando el Tejimiento Esmeralda el dia 9 hacia
el Hospicio, i los batallones Naval i Valparaíso
por el sendero de la costa, reconocido por el co-
rnaadante Dublé hacia Sitana i Locumba.
Eran, sin embargo, tan insuperables las diñcul-
tades de la marcha por aquellas espantosas sole-
Jades en que la sed del soldado se vuelve ira i la
ra se trueca en muerte o en suicidio, que el coro-
lel Ámengual solo pudo hacer la concentración
otal de sus fuerzas en el valle de Locumba el 18
e abril. «El rejimiento Esmeralda, escribía el
orresponsal del Mermrio en la última fecha, lle-
6 el 11 sin novedad a Sitana. (1)
(1) Sibaoa m una aldea de 100 habitantes BÍttiada en una
iseta o ribazo del valle de Locumba, al abrirse éste en el lia'
, í 8U Dombre viene del quichua sitani «respIandezco.B Dieta
Locamba, valle arriba, 1 1 kilómetros, i de Sama o Buena*
ta 44^ kil<Smetro8, exactamente la misma distancia que haí
re Sama i Tacna; de modo que Buenavísta ea no punto per-
tamente equidistante entre el valle de Tacna i Locumba, to-
ado por puntos estremas a Tacna i a Sitana.
*or lo demás, este último es un paraje árido i sin importan-
puea vive solo del acarreo de los productos de liocumba,
08 TÍfiedoB son tan feraces que en 1 876 produjeron no menos
50,150 quintales de aguardiente, o pisco de Locumba. Eu
parajes del Perú tos lf(juidos se miden por quintales de
libras, lo que hacia decir graciosamente e injenuamente a
india que habia recibido en castigo de su honestidad cerca
ien azotes, qne chabiaa faltado pocos de éstos para enterar
lintal... <ie azotea.»
HIST. DB LA o. DB T. I A. 78
bLos batallones Naval
solo hoi a las diez A. M., c
de marclia por el camino (
Después de un descanso
paraje i en Locumba, la 1.
el valle de Sama, donde p
que las otras el 30 de abrí
IIÍ.
La división (Muñoz) co
Moquegua, diezmada por li
lentamente a salir-hácia 1
rifiuefias pero fatales hond
IV.
Precedióla, en consecue
semana la 3.' división (^
prendió alegre i marcialme
cocha, en la tarde del 22
diversos cuerpos escalonaí
res i avanzando por interv
merced a cuyas precaución
señalado al jefe de la coh
yor, fué ésta la división qi
temblé trayecto de las pai
Andando toda la noche
sion Amunátegiii acampó <
— 620 —
nos el agua corriente, la verdura i la sombra que
les ofrece reposo i consuelo.
DÜn grupo de los mas sufridos va adelante, se-
parado buen trecho del resto, formando avanzada.
Los otros siguen atrás en desorden. I no es posi-
ble tampoco guardar la fila, pues cada soldado
lleva no menos de veinte libras encima. A la es-
palda un rollo de ropa i un par de botas de re-
puesto; al costado derecho el bolsón con tiros i al
izquierdo su caramayola; al hombro, su rifle. Des-
graciado si no se hubiera suprimido la antigua i
pesada mochila de cuero!
2) Todos aquellos hombres han perdido la bulli-
ciosa alegría del campamento. Silenciosos, som-
bríos, caminan mirando al suelo, sin que les lla-
men la atención sus jefes i sus compañeros. Solo
el toque de alarma podría sacarlos de su muda
resignación. Unos se separan de la via común i
toman la que les parece mas corta i mas fácil.
Unos buscan la quebrada i otros la altura. Mien-
tras tanto, un buen número se saca las botas i se
sienta a descansar fumando un cigarrillo. Los ofi-
ciales no se inquietan porque éste o aquél toma
rumbo diverso, pues saben que todos han de en-
contrarse en el sitio convenido. (1)
Tal fué la esforzada i sufrida marcha de las dos
(1) Carta de Cayo Graco a La Patria. Pacocha, abril 24 d''
1880.
al frente del enemigo. 3ran 4 rejimientos i 4 ba-
tallones, en todo mas o menos 7 mil hombres,
agregada a la cuenta la caballería i toda la arti-
llería de montaña que habia ido llegando a lomo
de muía a Locumba i a Sama, cada brigada con
6U correspondiente división.
Atravesar un desierto de 40 leguas en el espa-
cio de ocho o diez dias para llegar a la vista de
un ejército que pudo, como se intentó, atacar
aquellas fuerzas fatigadas i en detalle, habia sido
una de las operaciones mas difíciles i para el ejér-
cito mas meritorias de la guerra.
Sin embargo, la 4.' i 2.' división no tardaron
zn llegar a tomar sus puestos en la línea de com-
bate en los campamentos de Buenavista i de las
Y^aras.
I aquí será oportuno advertir que aunque si-
tuadas en el mismo valle estas dos posiciones son
iliversas, porque el antiguo pago o aldea de Bae-
aavista, visitado por Miller en 1821, está tendido
% manera de calle a lo largo del barranco norte
íel valle de Sama, i por el opuesto la miserable
ranchería de Las Yaras, esparcida en la loma sur,
a un kilómetro mas o menos de distancia, que
VII.
Desde esa caleta despachó en efecto aquel jefe
con el anuncio del «descubriniientou de la nueva
yia a loa injenieros Zelaya i Figueroa, que anda-
ban con él, i éstos lograron presentarse en el cam-
pamento en la media noche del 23 de abril.
Bebía a esas horas su té tradicional el jeneral
en jefe acompañado del ministro de la guerra i el
jefe de estado mayor i rodeado de sus ayudantes,
cuando los dos mensajeros de Ite fueron introdu-
cidos sin ceremonia a la sala común; i después de
oir al mayor Zelaya, que se espresó con bastante
jnerjía i claridad, calificando de «desatinon la re-
nision del ejército i especialmente de la pesada
irtillería de campaña por la via del Hospicio,
)rolongándose la conferencia hasta hora mni
ivanzada de la noche, se resolvió al fin cambiar
le dirección i llevar la artillería gruesa i la 4.'
livieion per la via de Ite. Por un raro acaso, la
rtillería de campaña habia sido enviada ese mis-
10 dia al Hospicio por el ferrocarril.
Con todo, i para mejor cerciorarse, el coronel
'elazquez despachó al dia siguiente al capitán de
1 arma don José Joaquin Flores a reconocer la
aeva senda, servicio que aquel íutelijentc i ma-
)grado oficial desempeñó con laudable celeridad,
jclarando que la via era perfectamente transita-
— 624 —
ble para los cañones. Por esta i otras escursiones
semejantes, pusieron sus compañeros de arma al
capitán Flores el nombre de — «el Stanley del ejér-
cito.»
VIIL
Resuelto así el mas arduo problema de la mar-
cha al través del despoblado, se hizo retrogradar
la artillería pesada del Hospicio a Pacocha, i se dis-
puso el inmediato desembarque de la 4.* divisioQ.
Ejecutóse esta operación en el espacioso tras-
porte Itata i en el Santa Luda el 27 de abril; el
28 llegaba con su fuerza el coronel Barbosa a Ite,
desembarcaba ese dia i el 29, i continuando su
itinerario con alguna precipitación i descuido
aquella misma noche, era como habia sido avis-
tado el dia 30 por sus compañeros de la división
Amengual. (1)
(1) Fué mai digna de alabaaza la actividad que se despleg^ó
en Ite, mientras la caleta (que de sujo es buena i tiene 9 bra-
zas de agua cerca de tierra, según el jeógrafo Paz Soldán) es-
tuvo sosegada. Hé aquí^ en efecto^ lo que un corresponsal^ qae
era testigo de aquellos esfuerzos por recobrar el tiempo tan las-
timosamente perdido, escribia con fecha 1.® de mayo:
«Poco después de la llegada de la caballería partió la Cova-
donga para Pacocha a fin de traer los víveres i forraje. En se-
guida se despachó desde ese puerto al Itata con nuevos pertre-
chos, i gracic^s a los oportunos avisos del comandante Orella,
consiguió que a la cuarta división, mandada por el coronel Ba
Immia divisara dli
iuuiAumi¿u Kiu »uiu lu. uuuu/.u u6 lii división IBar'
bosa, que venía en gran deegfeño a las órdenea
¡amediatas del comandante Castro^ del 3;** — Und
de los soldados de éste sufiido cuerpo de repit-i
triados se suicidó de desesperación i de sed, i el
Jantaro, rejimiento también de repatriadcsj 8Í
lió proebas de resistencia para la fatiga i de je-
erosidad para con súa compaüeros, oo se raaü-
jvo siempre en la línea dé la snbordinaéioDí Do8
írapaüíaa de éste cuerpo, que cerraban la reta-
uatdia con otras tantas del B.% i custodiaban la
•tillería de montaña dé la división (brigada Jar-
.), se desbandaron hacia adelante, i los animosod
a i (iompiiesia di las rejímientos 2.° de líaea, Laotaro i Za-
íores, se le diera orden de venirse por mar.
El 2f llegaban en el Kala el 3:" i el Lautato, después dé
'mbatcfti' con la maj-of celeridad^ lo mismo que los víveres i
pertrechos que veuian a bordo, al dia siguiente, 2S, se pii-
íD en mardia desdo este puerto en tlirecciou a Buena Vistai
iendo él Camino que da freute al pueblo.
31 mismo Itaía, cuyo capitán se ha hecho acreedor a unti
cial recomendación por sn actividad, había tWido de Pisa-
bnasétíciiin dé artillería de seis piezas Erupp de campiuia
b ametralladora, al manilo del capitán Jarpa. Esta tropa sü
eo marcha hacia el interior a ka tres do la tarde del misnio
Qf trosnloatdndo las lomas vecinas a la playa por oí cami-
le fftidca el cerro por la izquierda.
i Itata. saliiS esa misma nnche para el norte a lin dé traer al
de la divisiuQj i quísMS la artillería de caiupaña{>>
ilSÍ. DB LA n. DS T. i ft. Ti'
— 62ü -
«terceríinoK», ostimulados [
bmvo i enéi'jico comandiitit
a Buena Vista, después de c
arrastrando a pulso los can
niulas. El coronel Burbosti
trabajo, fué el último en pre
rczHííado. (1)
IX.
Por su parte, la división 51
bien desdo Moqnegua una
cipitada sobre Conde, el í
dia 27 de abril a las ordene
coronel Muñoz; i sucedió q
lies contradictorias del jenei
tro de la guerra, por ejecuta
daroii cruelmente abandonac
de veinte i cinco Granadero
que ni mando del alférez di
teniente Silva recorrían las
tu busca de ganado.
Regreso el primero de
oficiales a Moqnegua el 2 dt
(1) En loB anexo3 tlul i>rt;seiito ci
tüí» mni iiiteioaiitcs de ciiri-csponOe
lii clivisiiin Iiiirlinsa sobi-e lii tcrrilil
sierto, e^iiiociulnieuto del 3." i íltl L
^ 628 —
^,
Ignoramos hasta hoi a punto fijo cuántos de
los des<íraciados compañeros del alférez Letelier
sucumbieron en aquella cobarde celada. Pero tu-
VQ mas fortuna que ellos el teniente de Granade-
ros Silva que fue enviado en su busca o en su
apoyo del I."" de niayo a la 1 de la tarde, no por la
víq, de Tumilaca, donde le hahri^ encqnt;ra4Q, ai-
no por la de los Anjeles,
Digna es bajo muchos conceptos de ser narra-
da con detalles la feliz cuanto romántica escapada
campameqto \ busoar allí unos objetos qne se le habían queda-
do. Apenas se babia alejado una cuadra del potrero cqando sin-
tió una descarga como de cinco tiros de riñe^ i subiéndose a una
paquefja eminencia^ vio ane su£i coqipaüeros yacian por el suelo
muertos o heridos.
:DEq estos momentos resonó una nueva descarga dirijida por
unos sesenta hombros, todos paisanos parapetados en las tapias,
i viendo Gallardo que por todas partes desembocaban en aque-
lla dirección algunos grupos de paisanos armados, buscó el ca-
mino para huir por la vía férrea i encontró un l^ombr^ que venia
a caballo er^ dirección opuesta.
j^Gallardo le hizo fuego con su carabina i le mató el caballo.
El que 1q montf^ba huyó a todo escape, i al acercarse el Grana-
dero, reconoció en el cabs^Ilo muerto \\x\o de los que habían que-
dado en el potrero.
3>To.do ese d\d, permaneció el músico oculto ontre las viüas, i
entrada ya la noche, salió a la linea i tomó el camino a Hospicio,
a donde llegó el liínes 3 a las diez de |a m.fkuana.]>,
dieodo prestadií su tinimada pluma aun iatelíjen-
te i llano corresponsal del campo chileno.
(Habiendo tenido noticias, dice en efecto, un
jente de noticias del diario Las Tiempos, el té-
jente Silva de que el alférez Leteliei' babia ido eje
'orata a Gamaco, llegó en su busca hasta Cocoré,
ete leguas al poniente de Torata, al mando de
1 destacanoonto de 20 Granaderos,
í Allí supo Silva que Letelier con su jente ha-
i bajado hacia Moquegna por el camino de Tu-
laoá i Quilíaquile, i notando síntomas alarman-^
entre los pobladores, tomó un cholo i lo oblii
a que lo Uerase a Tumilaca sin posar por
rata.
>En Tumilaca snpo el teniente Silva que los
males que conduela el alférez Letelier se en-
traban en Samegiia, i efectivamente, al llegar
te pueblo, a la una de la tarde del 2 del pre-
«, los encontró todos allí. Eran mas de 300,
)S vacunos.
Sabia unos veinte o veinticinco paisanos cus-
índoles, i como manifestasen una actitud hos-
se negasen a entregarlos, el teniente Silva so
obligado a dispararles algunos tiros, con la
huyeron hacía el pueblo.
-Uí le dijeron al teniente Silva que Letelier
ido a Moquegna acompañado por dos sol-
— 630
dadoB, invitado por el con
to de comerse una cazuels
íEste coronel Flores <
qne residía en Moquegna,
siyo, que al tomai- posesioi
tejió hasta el estremo de
guardia que cuidara su
mismo que los fundos qu
era el que encabezaba ali
autor de la celada contra i
íEl teniente Silva, sosp
nencia en Samegua podia
partió los animales en tre
dolos rio abajo, aunque co
guientes al mal estado do !
recorrido 34 leguas en 36
minos.
i. VI pasar frente al cen
lu. í. un hombre apostado
ees dio orden a la tropa
eremígos bajaban alplan.
pÜontinuó su camino ce
rioEis, hasta que unan seit
frente aI A.lto de la Vil
e.tiner.tia mas de 300 pai
sibles demostraciones de
la escasa fuerza chilena.
«Entonces el teniente
sistencía, se vio obligadc
ai hombro», con la esperanza de que un grupo
como de 40 o 50 jinetes que había en el Alto de
!a Tilla bajase a cortarle el paso.
XI.
»Pero los peruanos, en vez de hacerlo así, rom-
ieron sobre los nuestros nn nutiido fuego de fu-
lerfa, entro cuyas detonaciones resonaban de
inndo en cuando las de algunos Rempart que sin
ida tenían ocultos en Moquegua, lo mismo que
) armas de que hacían uso.
>A1 mismo tiempo que avanzaba por el valle,
isó el teniente Silva una nueva partida de tro-
; enemigas al lado de Conde; de manera quo
sncontraba rodeado por todas partes por un
iiero no menor de 600 hombres. Estos ocupa-
laa alturas del lado de Moquegua, el Alto do
'^illíi, las alturas de Conde i las cercanías de
egna, corUmdo por todan partes la retirada de
itroa 20 hombrea de cabullería.
'ero ningún peruano se atrevía a bajar de sus
íioues. Por el contrario, como haciendo alar-
i fiíi cobardía, se oían d¡.stiutaniente en medio
íOf^o las voces atipladas de algunos que gri-
-¡ En tren al pueblo, pues!
B — ¡Vendan acá
»I por el estilo í
ruana que demostr
de no bajar a batir
perando sin duda q
a atacarlos en sus g
nNuestras desver
momento por la cii
dose los enemigos s
las carabinas de los
Buficientü para heri
BÍIar a los nuestros
sPor fortuna, en
el teniente Silva u
quegua. Le dio alca
que lo condujese po
dirección a Locnml]
sar por eütre las fu
cortados todos los c
sEl cholo se neg'
gando que no conoc
de una próxima miii
teniente, lo indujei'í
bravos Granaderos.
»Se internaron e
cholo, en una quebr
üace un poco mas
cual no ee veian ni
da por hombres o pi
chos otros deBgraciac
solo en junio de 188
No eran aqnelloB <
reparal)les, los único
ejército chileno en g
despoblado, avanzam
hacia lo desconocido,
brújula, i lo que era
cesivos i aislados, en
trico amenazado de c
I hai constancia ei
(1) Según el janeral Ba(
den es suyas para no mover
con BUS fuerzas íntegras, i
guardia 150 hombres del E
cnballo del capitán Novoa.
ha hecho el coronel MuQoz
Pncocha et ministro de la ¡
vio obligado a pasar por el
bara suerte un nnmeroso df
guerra. En todo caso lo o
Letelier i a. Bilva.
Los oficíales Letelier i L
tnacion al autor de este libi
samento a sus manos en fel
bierno procuró su canjo (no
i de este modo regresaron a
el vapor CopUipó el 20 de
batería de montaña que mar
Salvo, i habría cerrado el pa
ño pero valeroso escuadrou
capitaneaba el comandante
giiida babj'á de verse, (1)
XIV.
Bajo estos adversos angt
las penalidades de su marchj
siou Muñoz abandonó a Moc
penetró esa noche en Cond(
picio.
Venia aquella tropa suma
los aires mal sanos del valh
de elementos de marcha que
rejimiento 2." de Línea, quic
cían de caramayolas.
El tiempo habia por fortu
nando toda la noche del 28 1
(1) Los datos precedentes nos hac
rías úcaeioDes por el digno jenerat C
cnmba había estado ocupado por los
de la llegadu de los chilenos. nBl ea
el capitán nrjentiuo del Mármol, que
ese cuerpo cía escolta de Daza, mart
fin de observar i prevenir cualquier
cuemigo.B Pero al poco tiempo todo
trado por la terciana, i linbieron de
dolo Alburractn con sus guerrilleros.
— 638 —
Vergara a aquella costa, i verificado su desembar-
co el 23 i 24, encontróse que la caballería acan-
tonada en aquella árida playa, llegaba a 770 jine-
tes, i por este motivo, como por conservar a toda
costa la posesión del valle, salió el comandante
Búlnes con su jente en la noche del 26 de abril,
llevando por guia al alférez Souper, i por antor-
cha la luna del desierto en todo su esplendor.
Después de una jornada de 14 horas, los Cara-
bineros ocupaban a Buena-Vista el 26 a las 11 i
media de la mañana, siendo recibidos cortesmente
por el cura del lugar don Manuel José Baluarte,
quien, a pesar de su bélico apellido, era cura ver-
dadero i no de remedo como el de Locumba i co-
mo otros.
Cinco dias estuvo de esta suerte custodiando
aquellos parajes el comandante Bulnes, i fué mas
que poltronería i timidez de los peruanos no avan-
zar desde Tacna a atacarlo o siquiera a sorpren-
derlo. Tuvo, sin embargo, el jefe chileno la pre-
caución de mudar cada noche su alojamiento,
durmiendo la del 26 en la pampa, la del 27 en la
cuesta de Locumba, a tres leguas del valle, i la
del 28 en el pago do Porquera, situado en la pla-
nicie una legua al norte del valle.
Encontrándose en aquel paraje, recibió el jefe
de Carabineros a las 4 i media de la tarde del día
29 un papel del comandante Castro del 3.^ anun-
ciándole que la 4.* división venia de Ite terribl'
Ia 3.* división, los soldados de aquélla i especial-
mente los del Lautaro, salieron largo trecho car-
gados de agua para devolverles el beneficio reci-
bido.
aTodo el día 30, dice el diario de un oficial, es-
tuvo llegando jente de Ite, de Sitana i de Locum-
ba. Se veía toda la pampa hormigueando de sol-
dados.» Arrastrábanse éstos en sedientos tropeles
i como los Infantes de la patria en 1823, en aquel
misnao sitio, se precipitaban al rio para saciar la
sed rabiosa que les traia enloquecidos.
XVI.
En aquel misino día habia
mentó de Biiena-Vista por la
jeneral en jefe, con ei personi
que presidia el coronel Lagoi
gresado de Cliile; i a virtuc
previas bien establecidas, def
en esas precisas horas el min
el coronel Velazquez trayendc
la reserva, como el Chillan, i
la artillería de campaña, que
por los trenes del Hospicio.
Con el oportuno arribo de '.
3 de mayo, el ejército estaba ;
8, establecidas cómodamente
en Yaras, el jeneral Baquedt
mente al gobierno que aguan
artillería de campaña para ras
po de la Alianza, do'nde le es¡
honihres el jeneral Campero.
XVIL
Las posiciones que ocupaba
guas de Tacna eran escelentei
tendidos en forma de calles ei
Yaras, situadas en la márjen
lies armaaoa en paueiion.
uYaras es ua lugarejo miserable, formado por
uoa sola calle orillada de ranchos de cañas i to-
tora, harto peor i en mucho inferiores a los que
Temos ea nuestros campos. Un rancho de mayo-
res dimensiones i mas alto, con sus paredes i te-
cho embarrados, sirve de capilla. El piso es el
Buelo disparejo, i el altar una especie de mesa de
tablas sin labrar, cnbiertaa de papel. Atrás se le-
vanta un remedo de coronación, i eu algo pareci-
do a un nicho haí una iraájen de la Vírjen, del
trabajo mas primitivo. La última de nuestras ca-
pillas de aldea, es una catedral.
dNo sucede lo mismo coa la capilla de Buena-
Vista, pueblo de mucho mejor aspecto i que pre-
senta muchos visos de civilización en algunas de
sus construcción ea. La iglesia de Buena- Vista,
Iglesia parroquial, tendrá unos cuarenta metros de
.argo por quince de ancho, i el conjunto del edi-
icio no es feo, sobresaliendo dos torrecillas medio
irruinadas.s
tlIbT. DE LA U. SB T. I A. Hl
XV
Por lo demás, la castn
habia sido establecida co
que la táctica i la Orden
vijilantes, i la siguiente ó
diente al primero de su ii
Las Yaras, da idea del d
todos sus prv>cedimientos
ncral bajo la inspiración d
i de su infatigable primer
te Lagos:
Cuartel ^'ener,
(Urden je
Jefe de servicio para hi
DÍano Urriola.
Ayudante de servicio
don Bclisario Campos.
La 1.' división estableo
tancia de un kilómetro a 1
compuesta de una compaj
dotación de oficiales, i ot
sobre el flanco izquierdo c
Ambas tendrán órdei:
avanzadas no hagan fucg
nadas a las avanzadas sobre los flancos de la línea.
Se recomienda igualmente a los señores jefes
de división que castiguen severamente a los indi-
viduos que incendiaren o destruyeren por otros
medios los edificios construidos en arabas riberjis
del valle.
La retreta se tocará a las 8 P. M., hora en que
se apagarla los fuegos ea el campo.
De O. del J. en J.
Pedro Lagos.
XIX.
Al propio tiempo que el ejército de operaciones
16 internaba en el desierto para librar una batalla
campal si bien no definitiva al enemigo, ee movi-
— 644 —
lizaba una parto del ejército de reserva que desde
el mes de marzo precedente se habia escalonado,
según vimos, desde Santa Catalina a Pisagiia, a
las órdenes del jeneral de brigada don José Anto-
nio Villagran, en número de seis mil hombres de
escelentes soldados. El cuartel jeneral habia sido
instalado en Pisagua i la colocación de los diver-
sos cuerpos que formaban la reserva era a medía-
dos de abril la siguiente: (1)
(1) No entra ea la cuenta que hacemos del ejército de reser-
va UD batallón de guardia nacional organizado en Iqníqne a me-
diados de marzo i que el 16 de abril contaba con 800 plazas, ha-
biendo ofrecido la novedad de que su cuerpo de oficíales fué
elejido por escrutinio del vecindario. No tomamos tampoco en
consideración el 2.*^ escuadrón do Carabineros que a fines de
marzo partió para Pacocha a las órdenes del mayor don Rafael
Vargas, después de haber espedicionado sobre Camarones en los
primeros dias de aquel mes.
Fué ésta la escursion que antes dijimos habia conducido el
capitán Layseca que dio por resultado la captura de la reducida
guarnición de aquella quebrada i produjo una pequ«ña alarma
en el cuartel jeneral en Arica. El capitán Layseca, resguardado
por los Carabineros, partió de Tacna el 6 de marzo, según el si-
guiente telegrama:
aPisagua^ febrero 15 de 1880.
:d Capitán Layseca:
dEs necesario que usted se ponga en marcha a desempeñar sa
comisión a la mayor brevedad posible. La cosa es urjente.
i> Jeneral ViUa¡/ran.^
Tenemos también a la vista una nota del capitán Layseca "^
Ea Dolores el Caupolican, batallón Saatiaguino
al mando, del teniente coronel movilizado don
Félix Valdés, que falleció prematuramente a cau>
sa de las inclemencias del clima de Facocha algo
mas tarde.
Acampaba también en aquella aguada el bata-
llón Cazadores del Desierto, a cuya mal reputada
moralidad, su nuevo jefe, el bizarro comandante
don Jorje Wood, prestaba la mas perseverante i
reparadora consagración.
La brigada de artillería que en Iquique babia
organizado el mayor Jarpa completaba aquel can-
tón.
Por último, el lucido^batallon Concepción, com-
puesto todo de jóvenes vigorosos como los mon-
tañeses del Chillan, ocupaba las casas del Porve-
nir, a las órdenes del comandante Seguel, distin-
guido oficial i descendiente de una familia señalada
por sus servicios al rei en la guerra de las fronte-
ras; al paso que el Valdivia, cuerpo organizado en
la capital como el Caupolican, cerraba la estremi-
mayor Vargas escrita en Cuya, hacienda de Camarones ot 13 do
marzo, dos días después de la sorpresa, en que aqnel enteodiilü
fificial propone marcharse a Arica i Tacna i reunirse en se<^uida
con el ejército en lio, empresa atrevida que do llegó a reali-
dad de la líne
órdenes del dili
tioez, uno de
cito.
EL estado de
la medianía de
bastante satisfti
así su equipo, i
De este segu
jeneral en jefe
lantadiis en la
tieron sucesiva
jeneral Villagí
tiempo, i por (
macion, el bata
Cazadores del '.
Ite solo en víui
(1) El jeneral V
estos cuerpos el 1 5
guerra del ejército
interesante correspi
abril i que se atríbi
ticias que preceden
como un hecho snu
que entre seis mil e
no sometido a juici
— 018 —
ejércitos, o mas propiamente en tres zonas: en el
departamento de Tacna, en el de Tarapacá i en
la provincia antes boliviana de Antofagasta. Pero
como iba a librarse una gran batalla, la prudencia
mas obvia aconsejaba, como lo habia reclamado
con raro tesón la prensa de Chile, una reserva se-
*dentaria de diez mil hombres escalonada en las
ciudades i provincias de Chile, alistándose activa-
mente para ocurrir a todas las eraerjencias sin es-
cluir un ataque inmediato i directo sobre Lima.
El pais daba para todo.
Descuidó punto tan capital el ministerio Santa
María, i esto fué, aparte de la apocada política
personal del presidente Pinto, la causa verdadera
de su caida en medio de su gloria. (1)
(1) En una carta escrita al Mercurio desde Jazpampa el 27
de abril, se hacian las siguientes juiciosas apreciaciones sobre las
fuerzas del ejército de Chile i su distribución:
«Tres son los ejércitos que tiene Chile en territorio revindi-
cado i enemigo: el do operaciones de lio a Moquegua; el do re-
Serva en la línea do Pisagua a Iquique a través del desierto, i
el de Antofagasta por la línea del Loa. Al ver esta disposición
de nuestras fuerzas, se creerá que son como tres paralelas con
sus comunicaciones fAciles i llamadas a protejerse mutuamente,
como que el todo tiende a un objetivo i se halla bajo la direc-
ción pe un solo jefe; nó, sefior: cada una de esas tres líneas, cuya
importancia, la de las dos últimas on particular, es por demás
problemática, se halla al mando de un jeneral o comandante en
jefe independiente uno del otro, i aun sus mismas relaciones
personales son tan desconocidas como son las rejiones que s
frente al enemigo en Tacna, en el cuso que fuer-
zas destacadas de Arequipa intentaran algún ama-
go, como en efecto algo mas tarde sucedió. En
todas partes i bajo todos conceptos el jeneral Ba-
quedano se mostraba por su actividad i su cautela,
su golpe de vista militar i su estratéjia, un ver-
dadero jeneral.
¡laran a cada línea.
íEsta eircunstuiícia es lii r:Li;on piinjiie el ejiircito dei norte
se llalla privado de lu fuerza de 7 a 8,000 huiubrea de ijiie lia
constado el de reserva
> Actual ID ente, desde el 23 viene operándose un movimiento
en la reserva: lian marchado pnra Pisugua los'batallonoa Chi-
llan i Uauíiolicaí), i loa dos escuadrones de CarabínoroB 1." i 2.°,
i nna conipaüía de artillería de caiiipafia; diaa antes marchó el
2.* Atacama para ese puerto, i todos se dirijen a lio. Hui queda
la reserva así: Eii Lpiiijut!, el Cülchagu.i; en Pozo Almonte, 2')
granaderos; en Sant:i Catalina, et Valdivia; en San Francisco, el
Concepción; en Doloreí", Cazadores del Desierto i media Latería
de artillería de montana, antigua; en la Noria 25 granaderos;
en Tana, igual tropa; en Jaziiauípa, el 2." Aconcagua, i en Pi-
sagiia dclie hallursc todavía o se está eiubarcamlo el Caupolican,
pues solo anoche pasó por aquí desdo Dolores.
• Uno que coiiocael territorio ae admira <li3 la estagnación eii
HIST. DK LA C. DB T. I A. 82
¿Qué acontecía
go qne aqtiol tenia
esto es, uíi mes cal
del comanílo en je
Punto muí inip
que historiamos, p
gradar buen trech"*
en los primeros en
al ejército de la
que se ha tenido a esbíis
gos lia (jueiiado ¡tnprol:
r¡i])!ic!Í, |me? es iinjinsil:
una, divorríiíiii [nir estos
do, hasta el ngua, i cna
sitan para ¡)i'Dciiriir det
ejército de operaciones
Tarapau;i, Tana i Camai
KTana se halla unida
Iqniqne en este catiniai
Tarapacá i Dolores o Di
nEn días pasados ae t
La al sur por el nombra
timaineiite me aseguran
mover «ste ejército de s
resuelto quedarse, i este
Parece, pues, que luego
vimiento de loa dos ejér
vayamos a tener un We
cniílo (itíl viíije, te iJiré Bolamente que hiibn soKk'loa que deses-
jierados de sed, so sufcidarun Ci)n aus i>rj¡)io3 rifti!s; otros reven-
taron en sangro i espiraron en el acto. La bebida do orines era
cosa que la miiyor parte emplearon para railigar un tanto la
ardiente Fod que los devoraba. Unos n otros so pelÍLia tan re-
iniiíintnte líquido, como íinico ruüurso p:ini, poder vivir. En fin
amigo, de esta marcha ine quedan muí tristes recuerdos,
»De mi compafila he tenido la suerte de no perder ninguno.
Tanto sacrificio de este |)obre roto chileno ¿cómo lo pügará la
uaciuu? ¿Pagará siempre como ha págalo Chile? La mayor parte
Id cree así i apesar de esto eiguen la baadei
igual. Si Chite es feliz lo es por sus rotos.^
(FragmeutoB.)
ya?-as, me
...aEran las doB de la mañana i recien ec
ble cuenta que desde Ite parece pequeña i
Machos Be acabaron a esta hora la curamaí
ración qae traían. Ciiminamos toda la noch(
de la noche sigaieQte, i solo llegamoa aqa{ r
sNosotroB quedamos botados sin poder i
ahi dormimos un poco, ))ero la falta de 1:
teuieodo que usar orines para mojar uuestr
>Ko quiero contarle mil ¡itrocidadea que
testigos de ellas son las lágrimas que derr
Carvallo. Todo se sabrá pero caaudo estem
ahí pediremos cuenta a las espadíis que cou
ban para mover cadáveres.
íAqiií estA todo el ejército de vanguardi
i parte de la artillería que llegará maiians
caballería trajo un cliolito que venia de Tac
ruanos veniau. Vienen pues a pelear, han si
¡Ojalá!
>Aquf parece que permaneceremos algii
hemos construido rucas.
»Los chilenos enfermos estaban en L(
Han quemado la casa donde cstabLiu siu
riendo quemados. Coo este m')tÍvo el jeneri
>Yo boté todo cnanto traift en el camino, dejando eoloel rifle,
cápenlas i tabaco. Hasta los oficiales bebieron oñoes!
Jfanuel Salas,9
(DKL H18MO AL MiaUO).
(Fra^entoe.)
Yarcíí, mayo 18 dt 1880.
...(Yo DO sé nada de Ordenanza ni tango ninguna a la mano
donde poder ver ei hai razón o dó en lo qae sucede ni tampoco,
et de donde viene la orden i qué provecho va a reponer, ni me-
nos quien es el autor: — voi al grano. Es el caso que en su viaje
de Ite a este campamento, donde la sed por nada no deja el
campo sembrado de cadáveres, corre la voz de que mi mayor di-
ce que boten todo lo accesorio i dejen solo el rifle, manicionea i
i ropa de parada; porque ademas de esto el soldado trae capote,
frazada, ropa, poncho, morral con víveres, porta-capote, víveres
i ademas un saco de esos de cebada qne uos dieron en lio para
eu caso de sitio, fortiflcarnos con ellos, lleniindolos de arena.
Fatigados con la marcha, la sed, el hambre i la fiebre i mi-
rando esos desiertos, pampas inmensas donde la vista se perdía
en insondable mar de arena, el corazón se oprimía, los sentidos
se embotaban, cada soldada no era ya el chistoso i humorístico
parlachin de la víspera sino una beatia que marcha al /arre/
del conductor, con la cabeza gacha. Qué pena, papá! qué horrible
deEesperacion! El corazón se me oprimía, quería dar rienda
suelta al llanto, desahogar asi mi aflicción, pero estos se rom-
Ubo.
— 654 —
}i)En medio del desierto, cargado coa au peso que en esos
Diomentos era innecesario para la vida, viendo para todos lados
la aridez mas espantosa i sin fuerza para proseguir, ostigado
por el calor i la sed abrumadora ¿qué baria uno? — botar todo
aquello que está de mas, dejar rifle, balas, i sus accesorios. Creo
yo esto justo, i mucbo mas cuando dicen que el mayor Carvallo
dijo a los soldados: boten lo que tengan i dejen lo que antes he
dicbo a Ud. ¿Qué bacer? otra vez preguntó.
3>Bueno, ahora se ha hecho un rejistro quitándole a cada solda-
do un recibo sobre su haber por el valor de las prendas que ha
perdido, siendo algunas de ellas demás para el soldado, como el
saco i otras que debian darse de baja, como el capote por el cual
hacen cargar 7 pesos 50 centavos, habiendo sido dado este cuan-
do recien se principió a formar el «LautaroD, ahora un aüoíl!
Manitel Salas.v
CAPITULO XVIII.
EL PRIMER EJÉRCITO DEL SUR.
Deplorable estado en que bq encuentra el ejército da Aricn &! recibirse do
ea mando el contralmiraiite Montero.— Ardor con que íste se entrega
R BU reorgnniíacion i a su aervicio. — Crea el catado mayor jeneral con-
fiiiidolo al coronel Latorre i pide urjentes socorros a Lima. — Encar^'a
el mando de las baterías de tierra al capitán de navio don Camilo Ca-
nillo.— Llegan loa restos del ejército de TarapacS, i medidas quo toma
el jeneral Montero para, reorganiwirln.— ilefunde los dos ejércitos en
uno compuesto de ceica de 10,UlM) hombrea i forma con 61 oclio divísionca
en Ai-ica. — La O." i 10,' divifíion. — Sngacidnd i elevación de inimocon que
el jeneral en jefe distiiliiiye 'es mnudos do división eiitie loa jbfes. —
Loa veteranos do Taraiiac;i.— Lom coi-oue'Ioa Cancvaro e Inclan. — Con-
dición de los cuerpos de infantería, su numeración i agrupamiento por
divisiones, — Distribución do la artilierii. — iis caballería a pié. — Diver-
sidad de armamentos i municiones. — Lamentable estado del Bcrricio
Binitario militar i creación de una aupcrin tendencia jonoral. — División
do torpediataa en la ¡ala del Alacrán. — El jeneral Montero se cafuerza
por levantar la moral de la tropa, asciende algunos sarjontos de Tara-
pacá i da de baja a varios oñcialea por indignos. — Aparatosa ceremonia
en honor del soldado que entrcgii el estandarte del 2.° de línea, — Ren-
corosa i mezquina conducta de Montero con Bnendia i Saarez.— Alta-
nería e inhumanidad de Montero con los prisioneros chilenos a quienes
obliga a trabajar on las fortificaciones del Morro, i fusja de algunos de
olios, — Los detenidos chilenos. — Huerta i Oallínato-Padiu. — Él rop.i-
triado Herquiaigo i lista do crímenG» peruanos contra chilenos que pu-
blica en Chile.
Cnando en un capítulo ya remoto de esta his-
toria referimos la tímid;i e inesplicíible fuga del
Concentrada la escasa i poltrona atención del
gobierno del jeneral Prado solo al ejército de Ta-
Tftpacá, vencido ahora en San Francisco, i la gue-
rra marítima terminada con la captura del Huás-
car i la Pilcomayo, Arica, cuartel jeneral de la
resistencia del enemigo después del rendimiento
de Iquique, no tenia propiamente mas defensa
que la natural i casi inaccesible de su afamado
Morro Í de unos cuantos cañones, subidos muchoa
de ellos ¡oh mengua de chilenos vencedores! por
nuestros propios i hercúleos soldados prisioneros
en el Rimac.
El contralmirante Montero, coartado por mil
contrariedades en el gobierno estrecho del recinto
de la plaza, habia levantado algunos parapetos i
baterías auxiliares que eran todavía de muí poca
cuenta; i en cuanto al ejército de tierra encargado
en definitiva de la defensa dft^aquella entrada real
al teriitorio del Perú, abandonada en mala hora
por los inespertos jenerales i almirantes de Chile,
existen documentos auténticos que manifiestan
su escaso número i su casi absoluta nulidad,
por la falta de disciplina, personal i cohesión mi-
litar.
HIST. DB L\ <
iir
CuaTido el presidente Pr;
Uii plaza, el 25 do noviera
desparramado en su playí
ejército bisoñe i ni siquie
plazas; i de éstas 47 eran d
i 4,260 de soldados distril
batallones iacompletos, mí
jidos. La flor del ejército d
sido segada en las pampas
plomo de Chile, o venia 1
ponderada retaliación de 1
IV.
Pero mientras los mutik
ejército del jeneral Buendíi
sámente por las desfiladei
fondo de las quebradas hác
el jefe superior aprontabas
utilizarlos.
Tres dias después de reí
es, el 28 de noviembre, ort
yor encomendando su diré
ballería don José de la Toi
decidido, pero presuntuoso
do de caballería que sus coi
Poco ma
entró a c
Arnaldo
do de 8Í
Hechc
gobierne
cierto br
La Piiei
ffarmann
nerop, ei
ejército,
carne de
tes amer
tralmirai
jinal ten
mejores
Dos se
ciembre,
que vale
en el caj
cómo fiK
deetemp'
afecto i I
IX.
Los diferentes cuerpos de
del ejército de Tarapacá 11
fuerou agrupados o dlstribii
guíente:
El batallón Puno o 6 de
ronel Ramírez de Arellano
prisionero a Chile, se incorj
8, i éste quedó al mando de
compooia de las siguieates plazas, !
Jeneralea
Jefes.
Ofíciales
Soldados
Snma
A los que hai que agregar 1.
de tropa que bao estado Ueg
pereos
Total
Tenemos también a la vista para
legr&ma orjjinal del coronel Latorr
marzo de 1880 i dinjido al doctor <
turio del jeneral Montero, en qae It
za del ejército de Arica cuando se
jefes, 304 oficiales, 3 cirujanos i 4,!
A Anea de diciembre babia 123 jefi
8,447 soldados i 414 caballos.» To
Los artilleros que habían i
en Santa Catalina fueron i
servicio sedentario de laa bal
ría de campaña que raandabo
don Domingo Barbosa, bajo
del comandante jeneral del a
rrillo, sustituido después, seg
ronel don Arnaldo Panizo.
La caballería, miserableiní
del cerro de San Francisco, c
denominaciones,' sus antiguo
indeleble vergüenza. Todo lo
de esta arma eran sus derrotí
XL
Eran el mayor número de '.
tería, batallones de fuerza reí
los mas de 400 plazas cfecti
(578 plazas), el Pisagiia (57^
de preferencia, i el «Victoria;
nombre corrió cobardemente
nía 674 plazas, podian consid
nes completos. El cuerpo de
contaba también 409 hombn
La planta normal acordada j
los qtie se hallaban sobre las arr
soldados en esta forma: jefes, 83;
cirujanos, 4; tropa, 8,391; cuUnlIos, ^
Agregaremos aquí que de laa 600 muías que per-
tenecían propiamente a la conducción del parque
i bagajes del ejército, solo 21 tenían aparejos! Tal
era el indecible desbarajuste, penuria í desperdi-
cio que en todas las cosas del Perú ent6nce8 i
ahora reinaban.
XIII.
De todo este hacinamiento de tr
i armadas con no menos de cinco
de rifles de precisión, formó el jt
en los primeros dias del mes de ei
de ocho divisiones, aproximativi
hombres cada una, i confió de
mando a los aguerridos i todavía a
de Tarapacá: a Dávila, a Cáceres,
Herrera i al juvenil i valeroso Alf
Entre los jefes de división de re
miento figuraban también dos jó
dignos del último i prtstijioso cap
ño recien nombrado, el coronel de
varo, que acababa de llegar de Li
tallón de este nombre número 2, i
cuanto caballeroso coronel don Jo
clan, hijo de Tacna, i que en la eji
to Pastor Dávila; jefe de c
don Melchor Bedoya.
Cuer^
Batallón Lima uúmero
del Cuzco número 16.
SEGUNDA c
Comandante jeneral, eoi
dres A. Cáceres; jefe de d(
don Isaac Recabárren.
Cueri
Batallón Zepita número
de Prado número 12.
TERCERA D
Comandante jeneral, c
Bolognesi; jefe de detall,
Baltasar Velarde,
Batallón Pisagua númei
de Arequipa.
CUARTA d:
Comandante jeneral, coi
jefe de detall, teniente con
vajal.
OCTAVA DIVISIÓN.
Coniaadantejeneral, coroaeldoQ
te; jefe de detall, coronel graduado
BuBtamante.
Cuerpos.
Batallón Tarapacá, Provisional d
ro 2, batallón Iqnique, columna Lo.
XVI.
Formó ademas el jefe superior de
iin poco en el vacío o en cuadros, de
siones en el curso de los meses de e
Componíase la una, que llevaba el
jente colecticia del departamento, i
batallón de nacionales en Tacna al i
dadano don F. Fernandez Prada :
por creación i decreto despachadc
(6 de febrero de 1880), el batalloi
Cazadores de Piérola,' cuyo jefe doi
launde, íntimo amigo del dictador,
»mente su puesto a la vista
según en su lugar i en su día hemos
(1) No hemos encontrado entre loa pápele
dos en Lima o en Arica, sobre la organizaci<
Montero una noticia i)recisa de la 9,' divisio
XVII.
En cuanto a los baterías fijas de la plaza de
Arica, cuyii descripción minuciosa reservamos pa-
ra lugar mas oportuno, estaban servidas las del
Morro por 204 artilleros, la mayor parte antiguos
marinos náufragos de la acorazada Independencia,
i por 29 oficiales al mando del comandante Es-
pinosa. Los fuertes a barbeta del Norte, que eran
tres, tenían 121 sirvientes i 19. oficiales; i por úl-
timo, los fuertes del Este, que miraban hacia
tierra, 18 oficiales i 105 artilleros. El ejército
se hallaba
que hacia i
ductos.
Ademas
de bahia q
nuestra vis
Oapac), el
sección de
liaba en la
visión, el c
Prado, hijo
blica, i se c(
pectivamen
811 caballería, eucontiutnos los nombres de los sub-
tenientes Enriques Bologncsi i Baldomero Pardo
de Zela que recordaban nombres ünstrcs en las
armas de aquel suelo.
Era conductor del parque cl siiijento mayor don
Ernesto Diaz Causeco, hijo de tm jeneral i ex-
presidente, de cuyos empeños iil coronel Suarez
para ascender su prole, en otro libro dimos cuenta.
Quedó compajinada en la forma que dejamos
mencionada el arma de artillería por la orden je-
neral del ejército del 25 de diciembre de 1879.
BIST. DS LV n. DE T. I A. f^5
Organizado de este
con el nombre oficial
según comenzó a llar
t-allones de infantería
escuadrones de cabal
me a una orden perc
fechada el 3 de feb:
numeración impar pa
pos de Lima.
Zepita, o núm. \.
Áyacucho, o núm.
Skmac, o núm. 5.
Victoria, o núm.. 7
Pisagua, o núm 9.
Lima, o núm. 11.
Huáscar, o núm. 1
Cazadores de Pradi
Arequipa, o núm. '.
Granaderos de Cuz
Provisional de Lin
Tarapacá, o núm.
Guardias de Areq
Arica, o núm. 27.
Artesanos de Tacr
Guardia de Tacni
Iquigue, o núm. 3
Habrá notado talvez el lector con asombro que
el cuerpo sanitario (leí ejército de Arica no con-
taba para nueve mil hombres sino con tres ciru-
janos, i no es de estrañar, por esto, que en iin
solo dia (el 14 de diciembre) i con diferencia
solo de media hora, muriesen en su hospital dos
jefes heridos en San Francisco, el comandante
don Luis Francisco Seguin i el sárjente mayor
don Manuel Trinidad Córdoba. Pero en vista de
tan deplorable deficiencia, el jeneral en jefe orga-
qízó una «superintendencia médica» que puso a
3argo del cirujano del batallón Cazadores del
Juzgo, doctor don Tomas Salazar.
(I) Esta numerncioii filé un tinto alterad;i mas tarde, ¡ ann
e caailjió por udmeros ¡¡atc^, !<i que no os Je entidad. Scgiin un
[ecreto ya recordado del dictador, cada batallón debía constar
e 600 plazas, pero esto tampoco se cumplió, salvo 8¡nj,'ulitre3
scepcioDe:< porque la dcsonüon e^i un mal endémico del ejército
el Perú. Para mayor ulariJad, on adulante nombraremos loa
.iiorpus solo por su.s denominaciuneH ííin los niiiacru^.
No limitaba su actividad el jefe superior del
Sur a la parte técnica de la organización del ejér-
cito que debía defender a Tacna i Arica contra el
tax'dío avance de los chilenos, sino que trataba d(
levantar su espíritu por actos de arrogante seve
ridad. Así le vemos deponer de su puesto al fa-
moso capellán de la fragata Independencia, el trd-
le agustino Sotíl, por r\,o haberse presentado eS'
tando cumplida su licencia, i asimismo dar de baja
por indignos a los oficiales don Domingo Váz-
quez, ayudante del batallón Canchis, al teniente
don Bernardo Salas i a dos oficiales mas, entre
gando sus nombres al oprobio de una orden del
dia jencral.
Por el mismo principio, el jeneral Montero as-
cendió a subtenientes, con fecha 5 de febrero, a los
sarjentos don Valentín Castel i don Dionisio Mo-
rales Berniúdez, que habíanse batido con bravu-
ra en San Francisco i en Tarapacá.
XXEII.
Pero llevado el jeneral peruano, como suele
acontecerle, del arrebato de su índole tropical,
exajeró estas aparatosas manefestaciones del ht^-
nor confiriendo una especie de orden de caballeri
tada por él en
sus compañeros
» Yo, por mi ^
consideración ?
liemo, quiero a
ración, entregái
les de plata, pa
compañeros lie
de la clase a qu
tades consiguiei
ytEste estandi
que llegue la ép
tedral, donde &
allí sea el simh
inmortalice a t
T>¡8oldados.'
los Santos!
j>¡Viva el ej
DÜna diana
bandas de gno
Cazadores del !
2, siguió a este
pueblo con aqi
de suponer des
tes palabras de
solemne ¡ustie
de sus compañ
{\) Sobre este
deslustró la elevación de alma del jefe superior
del Sur-Perú. Tal fué el petulante i empecinado
encarnizamiento con que de pronto i durante los
primeros meses de su gobierno militar persiguió,
haciendo seguir innoble proceso, a sus antiguos
compañeros de armas, su jefe el uno, su coman-
dante el otro, el jeneral don Juan Buendia i el
coronel don Belisario Suarez. Revolviendo, al pa-
dado el 11 de mayo 1» siguiente orden del dia que taivez habría
sido suficiente como demostración i como estímulo, evitando la
comedia i aquello de alo sublime i lo ridictilos que es lo verda-
dero.
EfíCro 11.
«Art 3." Arrebatar (?) al enemigo ec el campo de batalla
los distintivos de su nacionalidad, que son defendidos con pre-
dilección, ea un liecíio grandioso, que tiene por recompensa el
homenaje que se rinde al valor; i no se cumpliría con un sagra-
do deber, si se pasara desapercibida la heroica i patriótica ac-
ción del guardia civil üdariano de los Santos, del batallón Quar-
diaft de Arequipa, quien, en e\/ra¡for del combate, se apoderó el
27 de noviembre íiltimo, en el campo de Tarapacá, dal estan-
darte chileno del rejimiento 2," de líuea, adquiriendo con ese
trofeo, el testimonio de nuestro triunfo, un timbre glorioso para
nuestras armas i una reliquia para )a patria, como reminiscencia
de cspUndidu e histórica victorias.
MqíSoz, Joflé López, Ceferiao Vergara, Iltlefoaso Guzman, José
AlboraoZ] Pedro Feflaloaa, Federico Sálicas, Carmen Salinas,
Joaa de la Croa Anj«l, Manael Madriaga, Bernardo Vargas,
Jaan Bobadilla, Maanel Oarmons, Francisco Blaocliar, Manuel
Delgado, Juan F. Palomino, Juan B. Calderón, José M. Carva-
llo, Anacleto Carvallo, Benito Agoirre, Candelario Morales, Juan
Cisterna, Manuel Qairoga, Agastin Diaz, Florencio Molina,
Abelardo Gaete, Nicasio Solis, Jalio Espinosa, ¡Salvador Burgos,
Andrea Rojas, Adolfo Arancibia, Migue! Murtinez, Pantaleon
Gamboa, Camilo Rojas, Juan C Castro, José Arancibia, Fran-
cisco Arancibia, Francisco Maina, Pedro Baldebenito, Alfonso
Legran, José Araya.
Inútil es decir que fueron tratados por sus carceleros peores
que los salvajes.»
El mayor Henjudiigo era natural de San Fernando, i habien-
do partido a la campaña en calidad de práctico del estado ma-
yor, peleó i fué muerto en la batalla de Chorrillos.
CAPITULO XIX;
PIÉROLA I MONTERO.
Eütroordinaria penuria en que se ecouentra el ejército de Arica por razón
del bloqueo i la lejania de su bnse de Enministroa, — Absoluta escasez
de dinero. — Los telegialístaa nia Bucldoa. — Las camisae de las hijas
del Miati i el pudor de Montero.— El proceso de Buendia se paralit»
por falta de papel.— Los enfeimoa sin pan i loa oficiales ain ropa.—
Distrihncion »ie bajetaa entre civües i militares.— Amago de motín er
el Manco Capac por falta de sueldos. —Regular provisión de carne del
ejército i bu surtimiento da Salta i de Puno. — El distrito de Tamta i
sus menestras. — Establecimiento de chasques o correos a pid.— Único
socorro que recibe Montero do Arequipa; i este es aolo de municiones.-
Aventuras de un coutinjente de dinero con motivo del combate de loi
Anjotes- — Dopreoiaciou del billete i venta de esto papol por mayor. —
Entretanto Piérola socorra jenerosamente al segundo ejército de Are-
quipa.—El j ene ral Beingoloa en lea i el coronel RecabdJrren en Gami-
n:i. — Viaje del Oroi/a con un armiraento a Quilca i su aparición en To-
copula. — Captura ol vapor Dti'.iulci i fant.'istica batalla que sostieuecun
el TalUil.-^KXnnoB. que la noticia del viaje dul Oroya produce on Chile.
— ICl dictddor, apesar da haber sido reconocido pou Montero, ombaraia
su acción en todos sentidos. — Le quita el mando político del sur i nom-
bra prefecto do Tacna a bu adlátere Solar. — Lo reconviene porqae usa
el titulo deje/e luperíor que hace sombra a au dominación de jV/e supre-
mo.— Intenta desorganizar el eji'rcito de Arica nombrando jefes de sn
amaño. — Observacionea que lii hace Montero, i su patriótica sumisión
aguardando au hora.— Carta do la eípusa de Slontero .lobre las rivalidí'
des i planes de Piérola. — -Manifiesto de Montero.— Aparece de repente
la Union en Arica.
I.
No pocas zozobnis ¡ umargiis contrariedade
— 086 —
gáadose el telégrafo de conservaraos los procesos
de aquellas disolventes discordias iatestinas.
I sin embargo, hallábase tan exhausto de re-
cursos el antes opulento Sur-Peru, que esas mis-
mas convulsiones de irremediable miseria eran
trasmitidas por obreros que no recibían siquiera
sus propios escasos sueldos i escribíanlas sus au-
tores en todo j enero de desechos de papel. A ma-
nera de testigos vivos del lastimero cuadro que
trazamos, copiamos en seguida algunos de esos
telegramas que acusan la miseria mus profunda, i
que por su orden de fechas, así dicen: (1)
III.
Febrero 10 de 1880.
(De Arica a Tacna).
a Señor prefecto:
DLa tropa sin socorro tres días; la aduana sin
fondos; los libramientos inaceptables, ¿qué hago?
Arauco.y>
(1) En el mes de abril de 1880 el telegrafista de Ite don Aq-
jel Bustos se quejaba de no haber recibido su sueldo desde oc-
tubre de 1879. Igual situación cabía al telegrafista de Sama, i
ni a los operarios (camineros) de la línea se les ajustaba sa sa-
lario. Debemos agregar que el precio oficial del sol era de %
centavos plata, pero nadie lo recibía, apesar de las amenaz
— 688 —
culo, para lo cual he sido demasiado cansado. El
estado lastimoso de la tropa me obliga a romper
el silencio que me había propuesto guardar con
esa prefectura.
Montero.-B
IV.
(íArica^ marzo 19 de 1880.
DSeñor jeneral en jefe.
(Tacna).
})E1 capellán del ejército reclama diez soles pla-
ta por cinco misas que ha dicho para el ejército.
No es justo que se le demore el pago. Dígnese
U. S. ordenar si lo tiene a bien, se le abone.
Lato7V'e. i>
dAricüy marzo 27 de 1880.
)iSeñor jeneral en jefe del primer ejército del sur.
(Tacna).
dSc están tomando las ratificaciones en el pro-
ceso (Buendia i Suarez) i falta papel de oficio pa-
ra terminarlas. Disponga ü. S. se me remitan
cuatro cuadernillos el lunes.
Pedro P. Nielo.
(Fiscal).
V." K'—Laiovre.^
con em]
ya entri
Dptin
fes irein
total (2
aerarse
descuen
vuelven
los que
I luei
«Este
existen
do re mi
iKst«
varas be
rae falt
para 30
rados ci:
comb
clamf
archi
buell.
liech(
de uc
im ir
duml
puntos
tierra (
a fia d
ro^e qi
noetni
coD iré
DÍOB
(1)1
por el
los, COI
En coa
Areqoi
«Cot
Sírvasí
Pare
caencis
que el
£ate
ronel don Segundo Ja
tiempo por lii vía de Ch
Oroya abundante cargí
pa, a cargo del activo i 1
su deudo i paisano, si 1
(1) Después de dejar en t
bre vapor de ruedas, se diríji
sando su aparición no pequefl
guró que traía tropa de dei
atrevió solo a capturar al vaj
ücnlar, i a amenazar desde 1
cabotaje que fué ati-acado al i
eegun consta de los telegram
>8eñor coronel Arriag
iComo cuatro millas de ti(
con el vapor Duendes a remo
.(2
■üOroiya llegó hasta puní
bien ogarrado al muelle. Si c
pique, pero no se lo llevará,
le disparó bu cafionazo a bali
zó la proa i le contestó a pól^
firme en eu puesto.»
• .(3
tOroya se fué al sur. Se p
H¿ aquí cómo una correapi
(le Antofagasta el mismo dia
ya, pintaba los lancea del Taltal i sn iberóico combates i de-
rrota «a pólvora solai' del baqne eneniigo.
<E1 enemigo tampooo daba Ingar, pues apenas tomó a remol-
que al Duendes, se vino al centro de la bahía cd bnsca del Tal-
tal, que se hallaba fondeado en ella. Pero hé aquí que el pá-
jaro se le bsbia volado. El capitán don José Theodoro, que se
encontraba en tierra al llegar el Oroya, se fué rápidamente a
bordo de su bnque, hizo encender los fuegos i con la mayor
tana /a^on sbMÓ hicm él Sur, con su bandera chileDa izada a
popa.
«Aquí fué Troya. El Oroi/a no quería dejar escapar tan buena
presa, que él creia fuese el Toro, según el comandante Raygada
dijo a don Luis Bischofí'. Se puso furiosamente en bu persecu-
ción, i cuando el Taltal doblaba la puntilla sur del puerto, lla-
mada Punta Algodón, le disparó un cañonazo con balo.
«Al mismo tiempo, la guarnición i el pueblo se movian en
tierra en dirección de la caleta Sur para defender al Taltal, que
según se creia debía varar alK.
«El primer cañonazo del Oroya fué saludado por un estrnen-
doso /eiva Chile' lanzado por la tripulación del Taltal i secun-
dado por la tropa i el pueblo en tierra. Debo decir a usted que
cuando hablo de tropa, no hablo de un batallón ni cosa pareci-
da. Ko había mas que 23 artilleros del rejimiento número 1,
lai
de;
de
al
hoi
Or
El
hxl
qu.
el I
abi
dtc
divisiones reciencemenie lorraaaas ea Anuajtíiei*
i ajentes de su antojo.
A todo, escepto a lo último, resignóse con apa-
triótica conformidad» el jeneral Montero, guar-
dando talvez en los adentros de su alma provoca-
da 8U ira i su hora. (1)
XI.
Mas espansiva o menos discreta la varonil es-
posa del jeneral, la señora Rosa Elias, que al fin
era limeña, desahogaba su aflijido pecho en el co-
razón de los suyos, i por estos mismos dias i en
víspera del ponderado viaje de la Union a Arica,
escribía a una de sus hermanas residente en sus
haciendas patrimoniales de lea, la siguiente carta
encontrada allí mas tarde por un oficial chileno i
que pinta la verdadera situación de los ánimos i
(1) Ed el periódico El Nuew Ferrocarril del 21 de abril de
1881 pablicamos la interesante correspondencia oficial sostenida
por Montero coq el dictador por medio de su secretario de gue-
ara el coronel Iglesias, cayos notables documentos históricos
nos facron remitidos orijinales deade Lima. Cnando la prensa
de esta ciudad loa reprodujo, su lectura causó impresión profun-
da en el ánimo <Ie sus habitantes, siendo ésta naturitl mente mui
favorable a Montero que se muestra en ellos como tin verdadero
patriota, i adverso a Fiérola que descubre desenfrenada i vulgar
ambiciou personal.
de lafi cosas! -
mana, i así la
«Señora
íQueri
bCod mnch
veo estás bier
una idea de li
mucho tiempi
gracia en Ai
iodo: está desi
tiene. Este ti
a los chilenos
triotismo i cr
todo su deseo
todo hombre
decretos, i ce
bécil.
»A Carlos
bierno: dicen
figuran Cand
Agüero i otr
mui grande
habido a nin
blar. El espi
descaro.
» Saluda a
íiuefl que no aejen ae peair en sus oraciones por
k vida de su padrino; i tú, querida raia, recibe un
abrazo de tu aflijida comadre i hermana. — Sosa.v
XII.
Por 8« parte el contralmirante Montero, con-
firmando en decorosa i forzada reticencia estos
conceptos, se esplicaba en los siguientes términos
en su breve manifiesto de setiembre 22 de 1880,
rectificando al del jeneral Campero:
aíSo voi a apreciar en su conjunto ni tampoco
en cada uno de sus detalles ese importante docu-
mento. Dia llegará en que yo, que puedo tomar
las cosas de mas lejos que el señor jeneral Cam-
pero, presente al pais la relación completa i exac-
ta (le los hechos que se han sucedido en el Sur,
desde el principio de la campaña hasta mi separa-
ción del ejército; a la vez que las múltiples i com-
pilas causas que una en pos de otra vinieron pre-
parando i determinaron al fin el desastre del Alto
de la Alianza, para deducir de ellas, a su turno,
la parte de responsabilidad que debe tocar a cada
uno. Trabajo es ese que solo puede llevarse a ca-
bo después que, pasado el calor de la actualidad i
entrados los sucesos en su corriente normal, haya
vnelto la calma a los auprntiis i pueda decírsela
verdad eníera.v
XIII.
En esta situacioD, i como
querido dar un desmentidc
su famosa aparición en la ra
Union al amanecer del 17 d
simple vista su existencia ]
del sur socorros salvadores,
jieudo a su vez el engaño i
aptitud de apreciar ese hecli
mente fué solo un disfraz.
I esto es lo que de seguid
jar demostrado en el pros:
historia, porque tan peregr:
esplicado episodio de la gue
bparte en esté libro de episo
CAPITULO XX
LA "UNtON" EN ARICA.
EncoD^idM pero Tcrdftdoros prop'ÍHitos con que Pi<'ri>1a despacha la coi'bc-
ta UnioH del Callan a Arica. — Lon coinandantes Villavicencio i Aljovin.
—lía Union recala en Quilca i snbo allí por el Memhzit que el bloqueo
de Arica esW Hostenido boIo por el Huútcar.-'^ dirije a ese puerto i
favorecida por la uiebla so acerca al Morro antes de amanecer. — lion
paruanoa reanudan el cable ontrc Arica i Alollemlo.— Denpscha Villa-
TÍcencia al pnorto al teniente Hoilrigiiei, i penetrando al fondeadero cu
recibido con grande entuniatimo por los de tierra.— aE«qu¡iiaxo». — El
Iluúicia- descubi-e a la Vniua i se lanza sobre ella.— Impiesion do feal-
dad que hace a los tripnlanteB de la Unten el nuevo as|]octo del fíuút-
car— Cafionea este a la Union a distancia de 4,000 metros, i el coman-
dante Condell despocba el MaliiH Cousiiio a dar otíso al almirante a
Pococlia. — Aparecen providencialmente por el sor el Cirhranf i el
ylmazonat.-- Conferencian los comamlanteH CondcU i Latorre.i tomando
éste el mando de la flotilla, resuelven dusti'uir a la Uni'in en nú fondea-
dero.-—Arrogan te entrada que hace el Coíhrune hasta ponerse a 500
metros de la Union i lluvia do proyectiles que le descarga. — El capellán
Ortiiíar. —Suponiendo completamente desarbolada a la Union, el coman-
dante Latorre ordena sUNpender el fuego i se dirije con la escuadrilla a
la tinsenada de Chacalluta. — Kstiatajema de que se valen los pcrunnoa.
— El augurio del pajarito i los santos de Arica.— La Uiii'i» concluye su
descaiga ien qu¿ consistía el riiliciili) aocorio que ilevalia ut ejcírcito de
Montero. — 2Ü fardos tocuyo, 3.UO0 zapatos i un cajón de medicinas. —
Ni un maravedí en dinero ni en billetes. — Escapada de la Uidon, i pon-
deraciones e intenso regocijo que produce ep los peruanos. — La bazaña
de Villavicencio comparada con Sagunto i Waterloo. — Proceso seguido
en el Callao a la tripulación del Manco Capuc i singulares exajeracionca
do heroísmo a que áa lugar.— El Cochraite remplaza al Jlaáiear en el
bloqueo de Arica.
m&I. DE LA C. DB T. I A. 89
Con los propósi
te sacaremos a luz i que hubieran sido fines pa-
trióticos sino encubrieran artificiosa celada, sa-
lió del Callao a las once de la mañana del 12
de marzo de 1880 la veloz corbeta Union, última
quilla de guerra de la escuadra del Perú, con
rumbo a Arica, Mandaba el alíjero barco el capi-
tán de fragata don Manuel Villaviccncío, natunil
de Lima, hombre de 42 años, de escasa figura co-
mo físico pero de hígados hinchados i alto pecho
como jefe. Era su segundo el capitán de corbeta
don Arístides Aljobin, mozo serio i reservado, hi-
jo de Piura, como Grau, i de su escuela. Los pe-
ruanos no escatiman grados al escalafón ni sueldos
a su presupuesto ni en tierra ni en el mar; i por
esto montaba el buque en calidad de «tercer jefei
el joven limeño don Emilio Benavides, capitán
graduado de corbeta i de 29 años de edad. Ia
Union venia ademas tripulada por cuatro tenien-
tes i diez alféreces i guardia-marinas. '
II.
En su rápida marcha al sur, la Union recaló en
la tarde del 14 (dia domingo de pasión) en lari
de Qnilca, antiguo puerto de Arequipa, destroO'
Moliendo. I allí esperó al vapor del sur, measaje-
ro iafalible de noticias.
De madrugada, al dia siguiente, amarróse en
aquel puerto a su boya ol vapor Mendoza de la
compañía del Pacífico, i por pasajeros peruanos,
supo el dilijente capitán Villavicencio que la an-
cha bahía de Arica se hallaba mal vijilada, por-
que solo el Huáscar montaba la guardia del blo-
queo, habiéndose dirijido el Oochrane a Iquique
con el objeto de montar el aparato de su luz eléc-
trica recientemente llegado de Europa. I aunque
esta noticia túvola por «grosera patraña de roto»
el gacetillero Horta, roto portugués que venia
embarcado en la corbeta, a sueldo del Nacional
de Lima, era un hecho cierto contradicho en tér-
minos vulgares por hombre grosero.
III
Supieron ademas en aquel puerto los tripulau-
tes de la Union lo.s lastimeros sucesos de Molien-
do, ocurridos por esos dias, i tomaron conocimien-
to de algunos de sus m:is melancólicos detalles
por una anciana ciega que, guiada por un nifio,
habia llegado en la víspera de aquel incendiado
puerto, ¡tristísiiui iinijen de la guerra i sus te-
rrores!
IV.
Levó entretanto anclas la
cía de las favorables nuevas i
Bajeros peruanos del Mendo
tarde del lunes 15 de marz
alta noche luces sospechosas
navegó con propicio viento i
durante el día 16. Cruzó €
dia, hasta enfrentar a Arica,
i de su estratajema.
Era la noche del 16 de m
luna en sus primeras horas
perfil de la tierra, i envueltas
en nieblas matinales, ropaje
en esos climas. I a su soml
aproximóse cautelosamente ¡
minutos de la mañana del di
Villavicencio, conocedor de a
su propia heredad.
A la misma hora distiogui
del barco los vijías de tierra ¡
pechosa aparición del adve
do cambiado señales de int
destello, fué la nave amiga i
ro, i echó sus anclas pegada
cuando araanecia, a las cinco
na. El comandante Villavict
— 710 —
rada de Arica, viudas desde hacia largos meses de
los pendones del Perú, la aparición del barco pre-
dilecto de sus marinos; i mientras por una borda
(la de babor) echaba la veloz corbeta su carga a
tierra, i recibía c irbon, puesta en banda para alije-
rar, por la otra, los peruanos, conforme a sus cos-
tumbres i su gusto, traíanle a bordo un esquina-
zo a:A las siete i media de la mañana, dice el
portugués Horta, una banda de música, seguida
por una multitud de personas que vivaban al Pe-
rú, se presentó en el muelle a saludarnos, tocando
primero una entusiasta diana i la canción nacio-
nal cuando izamos el pabellón de honor. Nunca
las notas del hermoso himno de Alcedo han sido
mas gratas a nuestro corazón. Parecía que la pa-
tria estuviese de gala celebrando el aniversario de
una fecha gloriosa^).
Conforme al cortés ceremonial de los hombres
de mar, aves de pasaje que se saludan con un tra-
po o con la gorra al divisarse en los espacios, to-
dos los buques neutrales enviaron un ayudante a
dar la bien venida al recien llegado, escepto el al-
mirante inglés que montaba la fragata ShanoHj i
ello lo tomaron en cuenta los peruanos.
VI.
Entretanto el Huáscar^ único centinela chileno
del puerto, en ausencia del Cochrane^ habia si(
.„ ^„. „„.^ _„„ .rasporte Matías
Covsiño, que en esta ocasión le servia de aviso i
de bodega, se habia dirijido, cual de ordinario,
hacia al sur; i cuando después de amanecer regre-
saba de 8u ronda, como en el combate del 27 de
febrero, reconociéronle sin disimular su despecbo
BUS antiguos señores, avergonzados tripulantes
hoi de un buque fujítivo que navegaba a burtadi-
llas. 1 Inmediatamente después de la hora en que
la Union fondeó junto al muelle, añade el cronis-
ta de su viaje ya citado, se avistaron dos humos
al sur que venian por el lado del Morro, reco-
rriendo el trayecto que en la madrugada habíamos
seguido para entrar. Un cuarto de hora después
so divisaban en la embocadura del puerto dos bu-
ques enemigos, que el comandante Lagomarsiuo
con el auxilio del anteojo de larga vista reconoció
ser el Huáscar i el Matías Cousiño. El primero
tiene pintado de amarillo la línea de agua i la
torre; sus mástiles son demasiado lai'gos, desple-
gando en el tope del de mesana la bandera chile-
na, enorme trapo de lanilla que parece fatigarlo
con su peso. Ha perdido muclio en hellaza i nos
pareció una nace pirata, nido de desalmados
aventureros».
VIL
Mandaba eso día el monitor i el bloqueo el
impetuoso capitán Condell, í apenas divisó con
la claridad del dia el
dolo, entróse entre ir
hía, i a la distancia uc ■* lun uichwb íc uiopmv
ocho cañonazos. La Union forzosamente le pre-
sentaba todo su flanco para ser herida. El Huás-
car es buque mal tirador, i no hizo daño alguno
al barco aparecido.
YIII.
Mas el acaso sino la foituna de las armas d(
Chile habia querido que el monitor chileno m
se hallase solo en su tarea, porque aquella mismí
noche, i mientras la Union gobernaba mar afuerí
hacia a Arica por el norte, se adelantaban desde el
sur pegados a la costa dos barcos chilenos: el
Cockrane, que regresaba de Iquiqne para rem-
plazar al monitor, i el Amazonas, que desde lio
traía al blindado un repuesto de municiones i ve-
nia en su conserva. Porque quiso una de csascoia-
cidencias frecuentes en la vida del mar, que son
su romance como la niebla es sn túnica, la in-
mensidad su campo í el nimbo su misterio, que
uno i otro se pusieran al habla, el acorazado i el
trasporte, frente a la caleta de Vítor, quince mi-
llas al sur de Arica, mientras la Union atraca-
ba recelosa pero afortunada al muelle de aquel
puerto.
Hizo señales el comandante Latorre que ir
1 Müliua)
parii dirijirse a Arica, ignorando en absoluto lo
que allí pasaba, de suerte que cuando loa dos je-
fes que llegaban del sur sintieron los disparos del
Huáscar, dentro de la rada, creyeron que se trata-
ba solo de un bombardeo de la plaza, según era
costumbre i haeta pasatíeuipo do los aburridos
bloqueadores,
IX.
Pero una Tez dentro de la bahía i puestos al ha- ■
bla con el monitor, que salió a recibir a sus opor-
tunos huéspedes, comprendió el capitán Latorre
lo que pasaba i, como oficial superior, tomó el
mando de la escuadrilla. El Matías Cousiño había
sido despachado en la primeva hora del conflicto
por el advertido comandante Condell a Pacocha
a solicitar refuerzos i cerrar la puerta a la Union,
como a rata caida incautamente en una trampa.
Lo que había pedido al norte, el destino lo traía
ahora por distinta vereda, i esto no sería, sin em-
bargo, fortuna pava Chile. Entretanto, desde que
apareció el blindado chileno, la Union estaba mi-
litarmente perdida, porque se veia asediada por
tres buques enemigos que le cortaban el paso i no
dejaban a su jefe sino uno de estos dos últimoH
arbitrios: — o rendirse o vararse.
HIST. DB LA, n. DE T. 1 A. !)0
Conferenciari
bravos comandi
ros de la ínfanc
puente de la \
leve pausa i de
prendieron a la
que a toda fnei
coraje sobre la
deliberado de e
' Huáscar por el
ehrane, que los
co, por el norte
Muí pocas Vi
rítimas de la
heroica que la <
que vióse a su
hacia adelante,
escondida presí
mente, como ec
al arpón, azotai
00 que lo atací
a los treinta ca
de rifle; i gober
habría muerto mil veces, él volvia tranquilo a su
fondeadero convencido de haber dañado de una
mam-ra irreparable la frájil masa de su adversa-
rio. Tan certeras habían sido en efecto las pun-
terías de los cabos de cañón de Angainos, que
muchas de sus granadas, según el coraandaíite de
la Union, habían reventado en el aire directamen-
te sobre su cubierta, cayendo sus cascos a manera
de lluvia de hierro en su débil batería. I lo c¡ue es
nave, cuyo je
mitad del dií
fieren en los
cial partida,
al puente i ir
se hizo a las
dose del telé
puente con
movimiento f
íLa corbet
el tope, i eng
por entre las
que se inclín
horizonte pai
íUn entus:
tripulación s
toldilla, saca
saludos.»
Por lo den
tan te sobria \
en todos sus
orijinal la ref
«Señor prefet
»Seño
fiEn cumpl
con su comandante, capitán de navio don Manuel
, Villavicencio, éste rae manifestó la necesidad qne
tenia que le proporcionara carbón i lanchas para
dcsetübarcar los bultos qne traia; inmediatamente
se procedió a esta faena i dos horas después ya
teníamos en tierra todo el cargamento: al mismo
tiempo se le seguía embarcando carbón.
íPoco después de haber fondeado la Union so
presentaron el Huáscar i el Cousiño, el último de
los cuales, al notar cu el puerto a la corbeta, sa-
lió al Norte, a la vez que se avistaba por el Sur
un blindado, i por el Norte un trasporte chileno;
éste se dirijiú hacia el blindado i juntos se dirijie-
ron al puerto.
(1) Es estraño que el capitán de puerto fije esta hora para la
eotrada do la UnioiieX puerto, pues de lodos los ducumeotoa del
caso i del propio tenor de su nota, reaultti que la Union atracó
al muelle mucho maa tempiauo.
HIST, DE LA C. DE T. I A. 01
»A 1«8 8 hs. 50 mi
BUB fuegos sobre la ¡
rroi» variables entre
tiros; cuando estuvo
paros i poco después
»A las 9 hs. 20 mi
fuegos i a las 10 hs,
contestados por uno
retiró el Huáscar i é
situaron aguantados
a una distancia de 6.
manecieron hasta 1í
puso en movimiento
dA las 11 hs. se m
i salió hasta la parte <
I.A las 12 hs. 25 r
BUS ñiegos situándose
bA la 1 h. se diriji
a toda fuerza, hacia 1
cuando estuvo a 4,2C
el ffMorroí sobre ól i
neralizaron los fuego
entre el blindado i -
chilenos i las batería
Union i Manco Capa
2 hs. 20 ms. P. M. qi
fuera del alcance de
»Dnrante el cañón
disparos, 36 el blíndr
plead
tante
ofrecí
Di.
Po:
Dos c
acosti
írdadero propósito de la es-
ciirsion de la corbeta i de su lejítimo alcance de
guerra i de socorro, los siguientes telegramas en-
viados del puerto al jeoeral Moatero, que confuso
se hallaba en Tacna, los traicionan.
i> Arica, marzo 17 de 1880.
íSeñor jeneral: La Union ha desembarcado lo
que trajo. Todo está en el campamento. — -Ray-
gada.i
i'(12.40). — La Union ha traído veinte isiete mil
varas de brin, cien mil tiros Kemington, tres mil
pares dezapaios, dos ametralladoras (sin cureñas),
nn cajón de medicamentos i una lanchita torpedo.
— Latorre.it
Eso era todo!
Una pacotilla de buhonero que no fué siquiera
socorro de guerra, equivalente al costo de su
combustible en el viaje de venida i de regreso, i
a esto debía agregarse que en todos los telegra-
mas posteriores de los corresponsales del jeneral
en jefe del ejército, en quien el dictador Píérola
nunca dejó de ver nn rival, le agregaban esta fra-
se fatídica i trascendental: — aLa. Union no ha
iraido continjentef»
el del comandiinte Canillo i el de Villavicencio que fuerun pu-
blicadoe abuudan tomen le poi la prensa del Perú i de Chile.
27 —
1 Montero:
jue, pero le lleva mucha
delantera. — Raygada.
(Comienzan las felicitaciones que en el Perú
jamas acaban).
Señor prefecto de Tacna: (5.45 P. M.) — Salió
la Union-, El blindado calienta su máquina a pri-
sa. Nuestra corbeta va como un rayo. Lo felicito.
— Sosa.
(6 P. M.) — Al jeneral en jefe: La Union ha
salido con rumbo al sur. El blindado i el traspor-
te que estaban al norte la persignen. El Huáscar
no sé mueve. Avisaré cuando se pierda de vista.
— Coloina.
(6.7 P. M.) — Al jeneral Montero: Guando he
recibido el parte de usted la Union se habia he-
cho a la mar. Le lleva buena delantera al Co-
chrane, que es el que la persigue. Me encargó
Tillavicencio lo salude a usted. — Latorre.
(6.33 P. M.)- (Tacna).— Señor jeneral en je-
ft : La Union se ha perdido de vista del Morro.
Lleva de delani
lias. — Coloma.
(8.18 P.M.)-
Ueva diez milla!
g08 que la per
Amazonas. A n
ca8Í seguro que
cibido serias ave
bien. — Raygadc
(9.18 p. M.;;
está tranquilo! ]
regresó al puert
(1) En lo que esti
los subalternos del j<
llevado UD solo man
ft preguntar, para qii
(ioae en riesgo inniin
Algunos quisieron
minute interés de llt
Pero esto es falso, pe
ca el dia 14, i de allí
antes por el telégrafi
clones de doble carát
riaaclon coa fecha lí
visión Ganiarra, que
oficial de la jumada
de Carumas el 23 de
los Anjeles, los bardos i los prosistas del Rimac
recordaron con aquel motivo n Sagunto i a >lu-
mancia, a Trafalgar i a Waterloo, -ofreciendo al
ventnroso triunfador de la celeridad en la huida,
banquetes i coronas. (1)
nía órdenes para someterse bíqo ni coronel LeivR comandante
en jefe del 2." ejército del sur, destinado a obrar con absoluta
independencia de Montero. Todo este embrollo connta de los
documentos pablicados en los anexos del capEtalo XV, del pre
aente volñmen.
(1) cSaganto í Numancia se sepultaron en sus escombros al
grito de vira la patria, Cliurruca i Gravina sucumbieron glorio-
HIST. DE LA fí. DR T. 1 A. 92
— 730 —
XXII.
De madrugada al siguiente dia presentóse en
la rada de Arica el contralmirante Ri veros en la
nave de su insignia, atraido por el llamado del
Matías^ después de haber despachado desde Paco-
sameute en Trafalgar en desigual combate, impulsados por ese
sentimiento, Can\brone prefirió en Waterloo morir (?) antes que
rendirse; Ricaurte subió a la inmortalidad entre chispas de fae-
go i nubes de humo del parque que su fiera voluntad hizo volar
antes que caer en poder del enemigo.
]>Todos estos prodijios de valor que hacen anonadar la ímaji-
nacion bajo el peso de su grandeza, son el resultado de esa voz
suprema que vivando a la patria en el momento del combate,
parece comunicar un entusiasmo enérjico a todos los paladines
de una misma causa.x^ — (Horta).
El millonario Derteano, ofreció un espléndido banquete al co-
mandante Yillavicencio en su suntuoso rancho de Chorrillos;
igual manifestación le hicieron los alumnos del colejio de San
Carlos; los vecinos del Callao solicitaron para él el ascenso a
capitán de navio, i el famoso presidente de la Cruz Roja, monse-
ñor Roca,'olvidándose de su obra de paz i de misericordia; le di-
ríjió al dia siguiente de su llegada la siguiente belicosa misiva:
tSeñor capitán de navio don Manuel Yillavicencio, comandante
de la corbeta Union.
^Amígo i señor mió:
»Tengo a mi padre moribundol Enjugo un instante mis lá-
grimas para felicitar a usted en estas líneas, i rogarle que feli-
cite en mi nombre a su brillante oficialidad i dotación por la
hazaña con que acaban ustedes de honrar a nuestra patria.
:^Yo, el último de sus hijos, se lo agradezco de lo íntimo de
aurtna, en un veraaaero Dioqueo cíe suscos, mas
efectivo a veces que el del carboa de piedra.
IV.
Una semanii (enero 7) después de la espedicion
del Lautaro por Pacocha, ee avisó en efecto al je-
fe saperior del sur que los chilenos hablan vuelto
a desembarcar en aquel puerto, i esta vez con ca-
ballería. (1)
Dio Montero la voz de alarma a Tacna, a Mo-
quegua i a Ite, pero desde ese momento manifes-
tó la opinión que puso en ejercicio mas tardo, de
no atacarlos en su desembarco, sino de dejar a los
invasores internarse en busca de su ruina. Los te-
legramas que de su mano escribió i que a la vista
orijinal tenemos, revelan su concepción, sus ins-
trucciones i su plan.
dArica, enero 7.
»E1 jencral en jefe al comandante Chocano,
(Moquegua).— 7.55 P. M. — Comunique inmedia-
tamente las noticias que le den sus osploradores.
{I ) (Telegrama;. <iAnca, enero 7 de 1880.
sMootero a CAceres, Ite. — (9.20 A. M.) — Parece que loa clií-
if^oshao desembarcado de nuevo en Pacocba con caballerm.
Inaie preciiiciuncs. — Montero.'a
HIST. DR LA C. DE T. 1 A. 93
pueden tener mas t
rasen buques, tomi
retaguardia franc»
ponde hacer. Hoi si
lado sur. Tratamos
atención. — Monten
Anuncióse en se
jefe del ejército de
Hur, que los chilenc
su escuadra en la r
pudieron sobradara
produjo en el cam|
trascendental ¡mp
cion jeneral que in
jarnos espedito el
(1) Est« telegrama nc
a lo que en el teato apu
qne bombardeó en dos o
de doB mil hombre;:, poi
eacuadron Albarracin, 8'
enero los dos cuerpos qi
Piíito (el Sucre i el Aro
tillerfa. Esto prueba qu
Diincíi se ocultó a los pe
siempre con una espesa
rren era a la sazón jefe
i de la boliviauu el curo
I
so de desetnbaí
vio del batallo!
— Montero.
I aceattiandí
jefe que mane
suscitadas por
dores del valí
de enero, lo qii
ceres. (Conde)
Ejecútela üd.-
(1) Bd realidad
tracion desde el 26
fué enviado solo el
se en descabierto 1
cCoronel Cacen
dice que no puede
áotes de esos tiaid
Loa siguientes t
cordiaa de los 01io(
quegua con el civil
tenemos dada ante
(!2.16P. M.)-
a usted partes haci
■Necesito detalles i
No Boi prescieute (
las máquinas de II
camino, qué preca'
na aiTision. nn ex-preiüci.0 ue luutjuej^ua uu es conuucio. i o
solo tengo derecho a ord«
trae tanto siga uated ea i
(8.35 P. M,)-€Mont€
— El eeOor prefecto de M
minaa en el trayecto del I
lizar los serricios de usté
(4.45 P. M.— ifonter.
No me es permitido eiit<
Este caballero le está h
coBdncta. Tenemos cuat
Esté usted listo para sal
que le toque auo defender
mirado estoi que el coroD
iomedíatas órdeneá. ¿Hab
a servir a los chileaos? S
atenerme. Esa fuerza lia
otra autoridad a quien ot
dos parece qne quisieran
de mi pacieDcia i patríoti
mas haré un tiro en guer
el país tarde o temprano
Montero.»
(9 P. M.)— Montero
mas ínteres que el bien
habida en ese lugar a n
están decididos a sacriflct
estén de acuerdo conmigí
mo Uhocano, sin lei m patriotismo, ¡meae nouer ueaobedecicln
laa órdenes únicas que debe respetar. — MüiKero.n
<i Arica, febrero 21 de 1880.
(8.50 P. M.) — SeBor coronel Velarde: El militar monil i ab-
negado no puede pensar de otro modo. Quizá llegue el momen-
to en que podamos olvidar tantas amarguras, como iaa quo has-
ta la fecha venimos cosechando. A hombres como usted es deraaa
recomendarles lo que deben hacer. Se baila usted eu el terreno
i usted apreciará la sítuaciou.- Montero.-»
HI8T. DE LA C. DE T. 1 A. 1)4
^
— 746 —
merodeadores, sacando ganados, i como los reyes
moros de Granada, imponiendo contribuciones de
vacas, de ovejas i de vírjenes. . . .
A estas múltiples alarmas del campo perua-
no, arrancadas al campo chileno que dormía,
corresponden los siguientes telegramas, estos in-
fatigables confidentes de todas las guerras mo-
dernas.
Manzanares, secretario, al jeneral Montero. —
De Arica a Tacna. — Se me dice que fuerzas chi-
lenas andan por Azapa. El jefe de estado mayor
jeneral me confirma lo mismo. A todos los bata-
llones los he mandado poner sobre las armas.—
Manzanares.
Montero a Albarracin: (Ite). — Esté listo. Pue-
de usted ser atacado por la parte norte. Dé cuen-
ta de lo que ocurre por allá. — Montero.
Montero a Cantuarias: (Ite). — No importa ten-
ga Ud. poca jente. üd. no puede ni debe comba-
tir. Se retirará en momentos dados. Contráigase
Ud. a mandar todo lo que le pido, i dado el caso
que intenten desembarcar los chilenos, incendié
usted la población. Sáqueles a las máquinas algu-
nas piezas, i mándelas a Moquegua. Haga usted
la guerra como los rusos con Napoleón. Destn
ajEl-'K BDI'ERIOE
DE ],0S DEPARTAMENTOS
j) Arica,
sSeñor prefecto del d
BÁun cuando verbí
U. S. el plan de opera*
el departamento do eu
recomendarle por escri
b1.° Emplear todo ji
dades contra el enemi
territorio de su jurisdií
í)2.'' Severidad infle:
militares de su depenc
su jerarquía, que faltei
miento estricto de sus
uSobre estas dos
U. S. hacer jirar su au1
dos sus actos a este res
a su patriotismo i rcctc
cipada aprobación.
»Dio8 guarde a U. S
(Fií
L. Montero.
(1) Archivo de la ¡trefecti
(juieii estit coiüunicücidii íiií (
No se trataba ahora
te de jinetes en tierra
desembarco en la caleí
00 leguas al sur de Ar
probablemente en iin
uno de los buques mei
hizo en aquel deseraba
ra siguiente, cuatro di;
marones se tirotean con el er
particular. — Montero.})
El pnesto avanzado de Ca
cioD telegráSca con el cuartel
i SQs poBtes i BU alambre sin
de Chile. El 1.° de febrero M
qae habia mandado poner en
cargas de cebada epara el ca
nociera las aficiones de bu t
tino te encargo, i Bobre todo,
Al tiroteo ya citado se refi
del Becretarío Manzanares, si
de febrero;
«SeDor jeneral: Ha llegai
trayendo un prisionero ohíli
nares.Ti
El prisionero era el soldad
tan llama en su parte Seda
porque por ella lo tomaron ei
El comiaionado de Cámaro
de febrero enviaba ¡i su jefe Í!
«He llegado sin novedad.
puedo hacer nada. Día perdií
dArtcí
B Señor coronel Oam
U. S. lista para marchar
visión del ejército bolivii
acordado. — Montero. »
I a Yelarde en el revef
papel:
«Señor coronel Velar
esté lista para marchar a
sion Canevaro. Monte
Los telegramas anterio
7 de la noche, i poco maí
pues de dar orden al coroi
nna cantidad de dinamite
en jefe del ejército de Ári
varo i la boliviana deben
ral Pérez o coronel Lator
I todavía a la una de 1í
ma dirijido al prefecto Za
con urjencia que viniera (
división Dávila.
I todo pasó como pasa
por las lomas silenciosas el
callado . . .
a Arica ¡
sSubprefeeto a prefectí
noche. — Ayer mandé a lai
mo s
medi
las s
légrí
»Seíi
dn s
las p
gun
OODI
ded
gal
mer<
Ud.
la v€
íl
lladf
en el
da i
quilc
cer j
do. :
enT
diijo en los campamentos de Arica i 'racna basta
colocar a los combatientes el uno fronte al otro en
el Campo de la Alianza (1).
(1) Comunmente ee dice eo Chile, en el Perft i aun en Boli-
via ol «Alto de la Alianza»; pero el verdiidero nombre, acgiiu ea
BU lugar habrá de verso, era el qne apuntamos. — lE! Campo de
)a Alianza, es como quien dice el «Campo del Pafio de Oro» de
Fraacisco I,rei do Francia, a quien copió Campero».
jefe superior del Sur desprevenido en su almena
de piedra de Arica. Trabajada sa guara! cion por
la malaria del clima i la penuria, malaria perma-
nente del Perú, el jeneral Montero, no obstante
cierto aturdimiento que le es peculiar pero que los
años traen en calma, había visto claro en medio de
las vacilaciones i de las nuevas falsas o eontradic-
torias de sus lugar-tenientes. Sus ojos habían es-
tado siempre fijos en Tte o en Pacocha, i por eso
mantenía en cada uno de esos puestos a sus dos
capitanes favoritos: en el primero al coronel Oá-
ceres, con su propia división reforzada por la bo-
liviana del coronel Castro Pinto i los coraceros
de Daza; en el último al conocido coronel don
Manuel Velarde, observando desde Conde la vía
férrea i el puerto en medio de las convulsiones
que cada día promovían los Chócanos, incorreji-
blemente inquietos.
El nombre de estos últimos personajes parecía
en sí mismo una definición porque no podían vi-
vir sino en perpetuo cboque: i para esto eran cua-
tro o seis hermanos, descendientes, a maj'or abun-
d-'iiiento, de chileno: — vid de Araucano eu cepa
1 oqueguana
ultei
def(
este
pod(
plazi
me 1
ésta
do ]
reco
do c
lasl
B
siete
de e
al p
men
boli
en s
lian
(1)
tndd
mach
dees
i fuei
Arequipa previni
pasaba de lio al
nado a Arequipa,
o en Mejia».
Por fin, el 25 d
tres horas escasas
al contralmirante
temida nueva de
lena; e ininediats
impresiones i sus ]
la división deMoi
medio del siguien
las dos i treinta i (
dia: — «Señor pre
miento que hará (
a Moquegua, que
ejército sobre Ite,
na. Si fuesen sobr
zas existentes allí
del Alto '.del Con
so de no poder re¡
perando allí refm
sobre Ite, deben
curar caer a reta|
que el pueblo de
desde el momento
(1) So el mismo dia el jeneral diríjia al Cürouol Veliirde tu
sij^DÍente patriótica escitacton.
(2.40 I'. M.)
SeDor coronel Velarde:
Si te ha llegúelo el momento de manifestar a tu país de lo que
erea cnpo7, te felicito i me felicito. A nn hombre como tó es (te-
mas encargarle tino i pradencia. Haz de muñera qtie los propios
i .'spionaje se Bucedan.
Síonteiv.
BIST. DE LA C. DK T. I A. 90
fría variaciones síqo a virtud del miraje o de la ilu-
sión de los que contemplaban el brumoso mar dea-
de BUS atalayas de piedra, o columbraban los pardos
perfiles del continente desde las cofas de sus mas-
teleros. I casi siempre sucedia que toda novedad
anuDciadií era una falsa alarma. — aA las 2 de la
maüan-i, escribía por el telégrafo en la madrugada
del 20 de marzo (tres días después del viaje de la
Union) el coronel Latorre al jcncral Montero en
□o mandar. Si no ha sido operación, habrá sido
reconocimiento del enemigo. — Sánchez Lagomar-
sino.T» (1)
(] J "En cnanto a las falsas alarmas de que hemos hablado hé
aquí una bastante singular.
nArica, aln-il 8 de 1880.
sSefior jeoeral Montero: (Tacna).
Cl teniente coronel Medardo Cornejo me comunica qne m
hermano, radicado en Sama, le da aviao qne hace cuatro dias que
I - elesemdarcado en el M<nro de Sama cinco mil chilenos. Cum-
I con trasmitir la noticia a usted. — B
^
— 768 —
XI.
Instalado ahora el jeneral Montero, no en la
prefectura de Tacna, su puesto i su derecho cuan-
do era jefe superior del Sur, sino en una casa
particular junto a la estación del ferrocarril, su
autoridad i su influencia habíanse amenguado con-
siderablemente en lo militar, porque ticnia qne
partir hasta cierto punto su comando con el jefe
de las tropas bolivianas i en lo absoluto por lo
que correspondia a lo civil i a lo político, desde
que con notorio agravio i desmedro suyo habia
prestado su juramento de instalación en el oficio
de prefecto de Tacna el 25 de febrero, el mas
querido lugar-teniente de Piérola, don Pedro del
Solar.
Por otra parte, a poco de haber mudado sus
reales el ejército peruano a Tacna,estalló un rom-
pimiento violento entre el jeneral Montero i su jefe
de estado mayor Latorre a quien acusaba aquél
de desidioso, petulante i aun inepto para el de-
sempeño de su delicado puesto. (1)
(1) «Cuando vine, no estaba aquí el coronel La Torre, escri-
bía desde Tacna el 1 5 de abril al coronel Bolognesi el periodista
de aventura don Manuel Francisco de los Rios. Habia ido a es-
pedicionar sobre Sama i Locumba. Con el jeneral en jefe se h
armado aquí la de Dios Cristo, dando por resaltado la depc
do
ril,
bi'a
en
hi-
ili-
:í¿-
ose
or-
las
ér-
>do
30-
lue
er-
tre-
dEsos Judas encubiertos son los peores enemi-
gos que tenemos los que aliados noblemente de-
fendemos dos suelos queridos.
j)¿No veis la resistencia que oponen a la autori-
dad para auxiliar a la patria que en la hora su-
prema les pide lo que tiene derecho, puesto que de
ella recibieron beneficio? ¿No veis cómo se ocul-
tan, cómo claman i hasta cómo se llaman inmunes
ingleses i de
■vdor Piérolu
reclamación
quien exijió
ñero estraido
C, subditos
tal demanda,
tras de cam-
iento el pre-
sa departa-
a guerra que
as por la im-
a estranjera.
nadie quería
decíale desde
ado Juan C.
^^y,LVl^J^J v-uu »t>i-i«i w^ v.^ .»».*,«, .11^ ^^^ncucntro con
que no hai con quien liablar en este lugar... TSadie
quiere ser gobernador, así es, señor prefecto, que
no encuentro en esto mo;lo de proceder sino una
farsa para entorpecer el proi)ósito mió».
(1) Noaotroa publicamos los docatnentoa fntegroa 'le esta re-
.mticioD en El Mercurio de Vulpamiso en nn artículo que lle-
^1 este títnlo; Las agacíiad/ts rk don Nicolás de Purrela.
HIST. DB LA C. DK T. 1 A. 98
I
En un' capíti:
XVII) hemos vi
vicios públicos i
vecinos a la capi
pionaje corrían
porque es un hi
aquellos tiempoi
tando en tierra
de Tacna, pasa
tener la menor i
vasores. «¿Qué !
ba el jeneral Mo
bn, Barrios, desd
le respondía. A '
contrado en los £
tan importante (
el 2 de abril en (
ga, enviado en c<
el cual le decia e
marciíado sobre ]
i que Moquegua :
que era exacto (
(1) El jeneral Carai
cío de los peruanos en
en aa propia casa. Mo
(al inéD08 a los ojos del doctor Solar, su eaetnigo), el que loa
OsBoño9 fueran deudos del coronel don Belisario Suarez i qae
éate viviese ea su propia casa; pero paraca que todo uo pasó de
una Itjereza i que fué acalluda oportunamente.
(I) Leoncio Prado había organizado una montonera en Tara-
ta con el nombre de Guerrilla-Vanguardia, i el 4 íle muyo avi-
saba a Solar que tenia 40 hombres resueltos. Una semana mas
tarde nnunciiibá desde Moropuco que hiibian sido tomados
prisioneros dos soldados chilenos d^l 2." Atacama, que res-
jonden a nombres conocidos eu Copiapó: RiJmulo Ossa i Filt-
aerto Moutt. Los peruanos los suponían espias; pero en rea-
a sus re.
punto delicado de la
do aquéllas con rart
lidad parece que do pasaba
fueron captaradog eo el vat
cendído del Hospicio con &
Al eutrar a Tacna eiicr
coD varios coinpatriotoB, al
jeuto del Atacama o del Ge
pero (¡ue llevado a presen
graa desenftido las fuerzas
a 10 mil hombres i 00 cañ<
ro DO asi por los oficiales í
Por lo demás, i volviend
nota llena de baladronadas
SeíSor prefecto de este depi
S. P.
Apenas puedo disponer í
go el honor de comunicar
Ilabaja. Dentro de tres o <
que está en Locumba, i de
ré sobre Cornea i barreri (
tren entre este punto i Uoi
Si a mi llegada a Coropí
mentó, puea el que tengo
El culpable fué indulta
a poco trocóse éste ea i
aliados que, acercándose
como oportuno socorro.
El dia 18 de abril pene
lies de Tacna, en las cua
mó eu línea de parada h
8Íon de 1,500 hombres i
Claudio Ácosta, antiguo i
que venia ahora moribu
la interna llama que se
*- Componíase aquulla f
los restos de la invisible -
a cuya cabeza se habia p
ro desde Tupiza a Lipe:
La Paz, por la márjen
recorriendo cerca de m:
bolivianos llamaron ordií
de esta división los harh
Constaba aquella de
dura, aguerrida, bien di&
su mayor parte de proba
el Chorolque (eacelentes
meridional de Chichas) i
temente formado en la pe
bamba. Venia también i
un escuadrón de Guias
Ballivian, hermano del ú
Bolivia.
4UC iiu aoiau üuiu las uenuiciones ae dos pueblos
agradecidos las que os acompañen hasta la eter-
nidad, sino también la admiración del mundo, que
os contemplará con asombro cuando repercuta el
"-co de vuestras imperecederas hazañas.
«¡Soldados del Perú 1 Bolivia!- Que cada uno
de vosot
tónces o;
coa los
dejando
cienes.
sNo o
lanzadas
cada mo
consigna
vencer, t
I esa
plida jai
La en
liviana,
conduce
cié de di
cendian,
formen i
rápida i
dades i ^
ron por
jefe del
Campo I
jeneral se preaentaiáit a c¡tb;i!Io ¡laní nc'im¡míiiir ni suscrito nao
bomni-áel mando dei ejército unido.
Comunfqoese para aii ci!ai¡)ltniieoti>.
El jcneral en jefe.
tiisT. í):-: LV o. HK T. i A, yo
— 788 —
L
Cuando en el capítulo VI de este libro hicimos
memoria de la ignominiosa deposición de Daza,
tirano i juglar de Bolivia, ocurrida en el campa-
mento do Tacna el 27 de diciembre de 1879, ia-
■
sinuamos que un sacudimiento semejante Labia
tenido lugar con diferencia de horas, como en los
terremotos, en las ciudades de la altiplanicie. Era
la indignación de los pueblos que hacia eco a la
indignación de los soldados contra el cobarde i el
sayón, prófugo de Camarones i del honor.
Como de costumbre, fué La Paz la que «dio el
grito (esta es la voz técnica en Bolivia como en
Méjico), i en esta ocasión el éxito no exijió pu-
janza ni costó sangre ni siquiera pólvora, no solo
porque el ejército del déspota estaba ausente i le-
jano, sino porque, por lo contrario, acercábase el
de su antiguo rival, el prestijiosojeneral don Nar-
ciso Campero, jefe da aquella 5.^ división bolivia-
na tantas veces recordada i nunca vista, verdade-
ro mito del desierto, de la cual, como del basilisco
de ojos de diamante de la cordillera real del Pe-
rú, muchos hablaban sin que hubiera nadie que
afirmase haberla divisado. El jeperal Campero lle-
gaba, en efecto, por esos dias a Oruro i es de creer-
se que los paceños contaban, para levantarse, con
su espada. Por otra parte, el gobierno de Daz*
j
aquél déspota rufián cayó dos vecca en un dia.
III
Fueren el alma de la nueva junta un tui-bu-
lento atogado de La Paz, iisimisiuo secUirio del
candi lo
nombre
Bolivia,
del anti;
era don
quiL'to (
bre de e
dado ign
de Aya(
fué a Bo
prole.
Era el
ardor ei
Severos
noviemb
quiea ei
Krupp e
Tal ei
cion civ
era su ai
bros rest
gado doi
por una
lió como
Francise
juuta pe
Oruro, SI
clamas políticas, bombo i programa de todos Itn motines i da
809 secretarios jeneraies. Loa párrafos relativoíi al ejército i a los
ciadailaiioe, condensando la política csterior e iuterior de Bolivia,
deciau como sigue:
«Soldados del ejército nacional!
El valeroso pueblo de La Paz lia deplorado con sincero po-
Narciso Campero.^
áeSor prefecto i comandonte jeneral del departamento.
to, la revolueio
de la jornada)
Corral, a la sa:
caer prisionert
nos. I como o
fruto de su esf
ñaña (el 14
cuartel una co
lio, 1.' de la re
Pero en esi
revolución jeiit
pecho de nn ¡d
dante llamado
un sobrino suy
el cuartel de I(
habia servido
segundo jefe di
Acudió al I
amotinada, el <
balazo de revó'
na, mientras el
a boca de jarr(
derecho. Rivas
múltiple i sang
parte por los ni
Reaccionada
rebelde que pn
en pié solo el c
lia que se hiz
L^tliiiUib, 1. ununí 1 VI lili/ un; unii v;uiiiciiuu ei lllllliuu
supremo do \n repúMicü, n efecto dn proseguir la
f/ueiTa contra Chile i recoiistituii" el p;iís mccKan-
tc una conveucion, flocreto:
Art. 1." Acci>to ]íi coimsion promsíonal quQ me
confiere la patria i asumo la presideucia de Boli-
— 800 —
ronel Granier con su novel cuerpo de artesanos i
de indios.
I asi era la verdad, porque habiendo ordenado
el jeneral Campero que el día 12 se aproximasen
los cuerpos acantonados en Huaqui junto a Tia-
huanuco, i en Viacha ya en son de marcha, a la
ciudad de La Paz para pasarles revista i despedir-
los, amotináronse aquéllos, amarrando a su pro-
pio jefe el jeneral Arguedas, escándalo i novedad
de bulto que sucedió de esta manera.
El doctor Guachalla, que contaba de seguro,
con altas complicidades en La Paz, contra Cam-
pero i en favor de Corral, habia salido a campaña,
i se hallaba con su cuerpo a manera de vanguar-
dia en Tiahuanuco, paraje de seculares i grandio-
sas ruinas en la planicie que domina en profundo
i helado silencio aquella tumultosa ciudad.
En el lugarejo histórico de Viacha, situado en
la misma llanura, i a cuatro leguas de la capi-
tal, encontrábase a esas mismas horas el jeneral
don Casto Arguedas, jefe de la división auxiliar
del Perú, con dos batallones, el Bustillo i al Aya-
cucho boliviano, el parque i un escuadrón de guias
que mandaba el coronel Ballivian.
Contando con la cooperación de los parciales,
que eran numerosos, el doctor i comandante Gua-
challa contramarchó en la noche del 11 de Tia-
huanuco a Viacha, i apoderándose por sorpre""
de las municiones de la espedicion contenidas f
i»Las utopias de Campero que es un berdadera-
eníe i qne rasis se ha ocupado de hacer política
HIST. DE LA C. DK T. I A. 101
interna que de la guerra
do la quinta división a la
estado de no poder lleva
i que con miserias no ha
to: de acuerdo con los
me he determinado a axc
se verifica hoi doponien
con el único Jin de alende
a los asuntos de la guem
mi patiñotismo.
«Doi cuenta a U. lijer
pribada, reservándome 1
mente: i no espere U. po
gwno, porque no hai im s<
mo para la campaña ni
Tenientemente: esta es líi
te procuraré arreglarlos ¡
Suyo i afectísimo com
™- (1)
(1) El coronel Camocho coal
CE términos tan duros como pat
tada en Tacna, cuatro díaa desp
esto es, el 16 de marzo, tomamo
«No me atrevo a calificar eat^
qne emplear una palabra muí d
no quiero aplicar a ningún bolii
Bolivía contase entre sus hijos i
sagrada existencia.
>Aunque me asegura qne ese
do con la 5.* divieioa^ permitan
cintas en las calles
huir hacia los Yungi
solo. Granier le acora
Aconseiado por su
Ha, i favorecido por h
(don Gregorio) que 8
resentidos i aceptare
proclamóse jefe supi
Silva i comenzó a lev
es decir, contra Cara¡
Pero aquella desí
reacción no había en(
(1) CoD este fío solicitó <
nea una confereacín ea Ja ir
i celebrada ésta el dia 1 3, e
de fidelidad & la alianza al ,
si habia sublevado al ejercí
flojedad de Campero por lie
— sGete señor, escribía el d
habl&ndole de la actitud dé
9 P. M, de boi iina persona
los deseos que le animan p(
la alianza que existe entrt
Silva me ha dirijido una caí
deseos por conservar, sobre
rú i ofireciéodome que el dÍE
rencia para acordar lo ma
Puno.»
Entre los anexos de esti
comprensivo de esta ímport
mente por el criterio de los
esperando la ruptura cutre
muestriis de vigor haciendo fusilar entre oti-os al
líente capitán del estinguido batallón Dalence,
— 806 —
don Domingo Vargas, que habis
en subir con su compañía a la
Francisco; i encaminadas las o[
guerra i de la administración en t
pudo despachar la fuerte divisio
blevado el doctor Guachalla i que
dada por el jeneral dou Claudio
la fuerza auxiliar que con tanta pi
cía de discursos i alegria verdad
atribulados por recientes contrati
gado a Tacna el 18 de abril, sea
XIV.
El dia de la víspera liabia teni
to la sableadura de Sama por la (
le; i lu ñiga cobarde de Albarrac
compensada con aquel refuerzo.
Pero pisando las huellas de 1
bajado también de las sierras el
(1) DIjose entÓDCes que Albarniciu h
coronel, como un estfinulo después de si
coaas que haa solido pasar ea Chile dura:
no tuvieron asi lugar, Qfen fui asceudií
mandante don Augusto Albíirracin, buei
yor. El guerrillero ee llama Gregorio, i ta
por que al último lo vemos figurar en Is
desde 1843.
— 808 —
3.° Qae el departamento de La Paz consecuente al espirito de
fraternidad con los demás de la república, considera como pri-
mera necesidad la organización del poder páblico, para lo que
desea i espera el concurso de todos los pueblos, cuja rolantad
respeta, declara:
1.^ Que el pueblo de La Paz ratifica i sostiene la alianza perú-
boliviana, para hacer la guerra a Chile; i protesta seguir la sae^
te común hasta vencer o sucumbir en la actual lucha.
2.'' Que destituye al jeneral Hilarión Daza de la presidencia
de la república i del mando del ejército boliviano i nombra jene-
ral en jefe de éste al jeneral Narciso Campero i ruega al señor
contra-almirante jeneral Lizardo Montero se haga cargo del
mando del ejército boliviano hasta que el jeneral Campero se
constituya en el teatro de la guerra.
3.® Que nombra una }unta de gobierno compuesta de los se-
ñores coronel Uladislao Silva, doctor BudesinJo Carvajal i co-
ronel Donato Vázquez, para que poniéndose de acuerdo con loa
otros departamentos, convoque a la brevedad posible una con-
vención nacional, quedando privados del voto pasivo para la
majistratura suprema los que hicieren la convocatoria. Mientras
tanto la junta de gobierno atenderá a las urjentes necesidaded
de la guerra.
La Paz, diciembre 28 de 1879.
(Siguen las firmas.)
IL
DECRETO DE LA JUNTA REVOLUCIONARIA DE LA PAZ ORGAI^IZAKDO
EL NUEVO GOBIERNO.
Art. 1." La junta acepta la confianza que en ella deposita el
voto popular, i ofrece satisfacer las exij encías públicas en el sen-
tido de sus necesidades.
2,^ El servicio de la administración continuará en los distin-
tos ramos sin mas alteración que la que demande el cambio ;
lítico actual.
— 810 —
la gnerra nncional en que ambos pnebios se hallan con la repú-
blica de Chile.
Rogando a V, E. se digne trasmitir el contenido de este oficio
al excelentísimo gobierno del Peni, me es altamente honroso
suscribirme de V. E. mui atento i obsecuente servidor.
Severo Matos.
Al excelentísimo señor doctor J. Luis Quifiones, Enviado Estraordinario
i Ministro Plenipotenciario del Perú en Bolivia.
IV.
PRIMERAS NOTAS CAMBIADAS ENTRE LOS GOBIERNOS
DE CAMPERO I DE PTÉROLA MANTENIENDO I CONSOLIDANDO LA
ALIANZA ESTABLECIDA CONTRA CHILE,
República de Bolivia. — Secretaría jeneral de Estado. — Sección
de Relaciones Esteriores.
OrurOj enero 21 de 1880,
Señor Ministro: Al tener la alta honra de dirijirme a V. E.,
mes es grato cumplir con la orden que he recibido del jefe su-
premo de la repViblictt, señor jeneral Narciso Campero, de hacer
saber al excelentísimo gobierno del Perú, haber sido elevado a
la primera majistratura de Bolivia, por la voluntad uniforme de
los pueblos.
Este hecho, que en circunstancias ordinarias nohabria tenido
mas que una significación interna, en las actuales, en que Boli-
via i el Perú se hallan comprometidos en la defensa de su dig-
nidad ultrajada, contra una guerra de conquista que el derecho
universal condena, importa, me complazco en asegurarlo, un
cambio radical en el cumplimiento de las obligaciones que la si-
tuación impone, pues ahora, mas que nunca, Bolivia i su nuevo
gobierno abrigan la íntima convicción de que la Providencia ja-
mas abandona a los pueblos que quieren salvarse.
Por esto el jefe supremo de la república me encarga, pai
PROTESTA DE LAS SESoI
I
Madres, esposas i ciudadi
fer«Dtes ante el luctuoso (
por la facción temeraria qii
cebible escándalo de 12 d
escapftr un grito de dolor
una protesta enérjicft i seve
de lesa patria que importa
Ed DOmbre de Dios i de I
nos, esposos, hijos i paisaní
i en toi-DO del estandurt^ n
impreso. En nombre de la
contra cualquiera tentativa
nal de parte de los faccioso
cherar en eata desgraciada
Tergilenssa. Paceños, no coi
intento.
DECRETO DEL PBE8I
TBAIDORBS A LA PATRIA A
MILIT
KAaciso CAMPERO, prb.sid:
Considerando:
Que la rebelión militar i
ciudad de la Paz, en la situ
rra esterior, i en los iiiomei
cumplimiento del pn
cular.
Dado en la ciudad
marzo de mil ochocií
pero. — ( Refreodado),
HEUORANDin
El, 13 E
ENTHR EL CAUDILLO
APUNZASDO I CN
(Estracto de una
dictadur I'iérola, cbc
...aEsa conf«renc¡:
ella el aeñor:rforonel
mucha cordialidad:
en favor porque hal)
jenerai Campero, pu
lulamente nuda en \
aspirucioQ principal
te haber comandado
i de an permanencia
que en consecuencia,
sitivoü, 8U3 ?ehemei
boliviana hasta llegt
clon de amhaa reprtV
eficnz hasta wnsegii:
(jne Bolivin paeila d
las fuerzas quo le ob
aun no haliia n^umii
la voluntad popular
que Oeseit gobernar <
do dur una prueba f
presupuesto correspondiente a un mes, sin perjuicio de conti-
nuar atendiendo a ana suceaiviis uecesiJndes; que, adeniaa, que-
riii evitar así la guerra civil que tratará de hacer el señor jeaoral
Oaiijpero i ctinfiar la organización de su gobierno solo al apoyo
i absoluta voluntad de los pueblos; en fin, que si no sobrevenía
algún fatal acontecimiento en la política ijue se proponía seguir,
organizará inmediataments una buena división, con la que se
dirijirá en persona al teatro de la guerra.
Terminó asegurándome que conservaría al señor coronel Cu-
macho al mando del ejército de Bolivia que existe en Tacna,
Cuidando de proveer a todas laH necesidades.
No pude menos que agradecer al señor coronel Silvn, a ntrni-
hre de la alianza i del Pen'i, los jenerosoa prnp(Ísitos que me
habia moni festado, i solicité a la vez, que eso luismo me dijese
por escrito como constancia de nuestra conferencia, a lo que ae
prestó gustoso.
Con este fin le he dirijido la carta semi-oñcial cuya copia
mpa&o, i es de esperar que al contestarla cumpla la oferta
■ em ha hecho.
— 816 —
*
En oonsecaencia^ me he dirijido al prefecto de Puno para qoe
ordene que los vapores Yapuru, Yavay^í i algnoas otras grandes
embarcaciones que existan en actual servicio en el lago Titicaca,
estén listas en üliililaya el citado dia 19 para que trasladen a
Puno los 1,200 hombres a que poco mas o menos ascieade el
número de los cuerpos indicados.
VIII.
FRAGMENTOS DE UNA CARTA DEL CX>RONBL CAMACHO
DIRIJIDA A UN HERMANO SUYO DESDE TACNA
EL 7 DE FEBRERO DE 18S0 A PROPÓSITO DE LAS AMBICIONES
A LA PRESIDENCIA QUE COMENZABAN A SURJIR.
Me hablas de candidaturas i me preguntas qué opino de la
mia. Mi contestación es mui sencilla: en un pueblo que se halla
en campaña al frente del enemigo nacional i que tiene que con-
sagrar toda su actividad física e intelectual al éxito de la gue-
rra, seria una insensatez llamarlo a las elecciones de su primer
majístrado; i en una persona que presentase su candidatara,
seria un crimen distraer la atención de aquel con sus ambicio-
nes egoistas. No creo por nn instante que el gobierno convoque
a sufragar para presidente, i juzgo que la convención se limitará
al nombramiento de uno provisional, esoojitando los medios qae
proporcionen los recursos bélicos que tanto necesitamos.
Mas, si contra esta opinión prevaleciese la contraria, si viese
a Bolivia olvidar el interés común por preocuparse del personal,
debo decirte con franqueza, que no solo no presentaría mi can-
didatura, pero que tampoco aceptaria ni la que gratuitamente
me ofreciesen, lo cual te dará la medida de la repugnancia íd-
veneible que siento al poder.
No quiero ser el gobernante de mi patria. ¿Sabes por qué?
Por no ser el blanco de sus odios, si cumpliendo con la lei ^'^
satisfago las ezijencias de los hombres; por no ser un rei de b
irienteB en la ciudad de 1
del ejército ha tenido a bi
clama siguiente a las fuer
Compañeros;
Tengo la satisfacción di
tros votos soleoinemente i
Los amotinados de Vía
llevando tras sí el anatett
El heroico pueblo pacel
contra la sublevación del
fuerza que guarnecia aqu'
Por vez primera en nu
de las seSoras i del ejércii
neas i unánimes contra
Debéis estar orgulloso de
vuestras ideas i sentimiei
de la roas noble porción d
¡Amor al ilustre pueblí
¡Gloria al buen nombn
Amigos:
Sé que veréis con íntin
la tranquilidad interior, í¡
sombra del gobierno naci
ciaros que el señor jenera
livia, debe eacontrarae ei
los ansilioB que demanda
Camaradas:
Por hoi el crimen está
la leí.
Soldados:
Seguid cumpliendo vuf
patriotismo que tanto os
i al respeto i carifio de ti
finitiva dal ejéi'cito hacia los loma
do la Alianiaí.— Organización de
tneoto fué mudado el 14 da mayo.-
BB renuDcia del jeneral Campero
de la batalla i ardid de que se vale
tarla. — Llega al aCampo de la Alie
UD emisario del coronel Leiva anuí
SuF ocupa a Torata desde el dia 2(
baje a Locumba e inquiete la retí
i mistérica que se eBclarecerán maf
inieDtoa de Leiva.— La proviRÍon d
nos.— Penaría de loa prímeroH i ab
netal que precede a la batalla.
]
La estrecha cordialida
tre el impetaoso pero
Montero, jeneral en jefe
digno coronel Camacho, 1
pundonorosamente leal, i
en los primeros días de
la junción de los dos *
alrededores. Por el con
jefe acentuó la concordi
aparentemente, entre las
do el esterminio de Chi
que anunciaba el 4 de al
tal de las fuerzas, operai
lo había preocupado dosi
paña, encoinendada a su
den jeneral decía como s
de vuestros superiores por
disciplina militar.
«Por lioi queda declarado
ral del ejército unido, prepai
bate; mañana os confundiré
mentó para emprender la h
tanto a la apacible sombra ■
al vivificante calor del vivac,
cabida a otros sentimientos <
estímulo por la gloría i poi
confraternidad.
(1 ) Este íütereaante documento ii
esu misDia Dflturaleza que en el pref
han sido copiados del Libro de ór.
Mayor Jeneral del Ejército Aliado q
tro poder. Fu¿ encontrado oate impo
en la tienda del jeneral Ferez, jefe d
de la Alianza, i condacido a Chile p<
ejército don Eduardo Fabres, quien
quiárnoslo.
El jeneral en jefe del ejército aliat
cito boliviano desde que él, aliandon:
eauo campamento de Arica, se ins
efecto lo que a este propósito decia
marzo:
«El comandante en jefe del ejercí
fes, oficiales i soldados del ejército i
•el Perú, por la constancia con que I
actual, i espera que la ríjida mora
— 824 —
jínese qué consideraciones i respetos hacia sas
oficiales podían tener aquellos soldados, cuando
el Capitán Jeneral del Ejército i Presidente de la
Kepública se presentaba en su cuartel, entraba en
la cuadra de cada compañía que le esperaba for-
mada en ala, hacia retirar de allí a los oficiales
de la misma, i hablaba a los soldados en términos
como estos: Como están hijitosf — Cómo les tratará
— Qué les falta? — Tienen alguna queja que darm^
— Hablen^ díganme todo. — Semejante proceder, al
propio tiempo que relajaba la influencia moral del
oficial, que en cualquier caso i en todos los mo-
mentos debe pesar decisivamente sobre el áninao
del soldado, creaba en éste un instinto de casi
superioridad sobre aquél, o cuando menos, la con-
ciencia de un equilibrio de fuerzas e influencias,
que no podia sino producir una profunda relaja-
ción de la disciplina militar.
DMuchos oficiales i aun los mismos jefes reci-
bían reprimendas grotescas motivadas por quejas
mas o menos fundadas de los soldados al Capitán
Jeneral D (1).
(1) El oficial i escritor arjentino don Florencio del Mármol,
en sn libro titulado Recuerdos ele viajes i guerras (páj. 51) pu-
blicado en Buenos Aires en 1881.
A propósito de las bofetadas de Daza a sus edecanes (escuela
de Morales), hé aquí el curioso caso que apunta el capitán del
Mármol como testigo de vista.
dRecuerdOi con este motivo, el incidente que paso a refer
po miniiulo
viíino; i poi
livia duniii
durante el
impliicyble
ncrul, j)or
hiista el no
oríjtíii los
Anjditos, p
mozos de b
líizador «je
iiiiiiístro tie In
tor espi'cial cli
coptoB Bobie (j
niéiioií liaíitii )■
ti llera de líuli
«Dejenernlíi
tlíendu su &nti
tre otras cnnsi
a1>>;iin!is de lo¡
(Iftílo n la dasi
q/icialcí iJl/ei
niítasoino 1» e
pitancaflos po
a La 2ii'cc>ni
radon: mas c
cnielineiite en
de cirro, se le
BCIIiejlllllc:^ VI;
lie Ití lliiiiüilii
anr.ito a int i
liieiuu.u
i idos
en el
dos p
Büluci
caífla
prese I
sobor
los ár
Ac(
que t(
no i a
renci:
del su
do, qi
sos O
«El
gom(
mas c
go. N
(1)1
■09 Col
Jla-aldi
do aque
(Jaoiftch
riador i
Camacl
Fué, eii conseciiciicUi,
constiuitc dilijeiieiii paní
JL'fo del ejército boliviy
(le tul iiqueüii iriiisii indi
mátieaincnte corroinpÍd¡
vertido por la cer^'ezii, I
tiin jenoral, jefe i caudü
chado país. Para esto di
que espídsó ignominlos
declaró cobardes h los q
jó por faltas leves a jóv
(lentes enrolados por er
líüiana, i arrastró algui
cuya afrenta les salvó s(
pnsivas matronas de Ta
hoüieaaje da jusUuia i il¿ grut
nerísmo, para con Justo L. Mi
en la batalla de Tacua), Vega,
ra (italiano), mayores Romoi
MoECOSO.
«La juventud ilnstrad? ^i> h
i otro3 cíepartamentüs, tenia t
caerpos de «Miirillu», «La Vi
será siempre honroso recuerdo
i'iiao do jóvenes doctoi-es que hi
13S0, en clase de soldados.
(1) Se leerán prubabletQi.'nt'
es ló que vamos n cumplir.
A poco de reunidos en Tacna los jefes de los
dos ejércitos aliarlos, provocó el coronel Camacho
uníi resolución ctpital sobre la ca.mpafia, cual era
el plan de ésta, que aun no so liabia acordado, es-
tando ya los ciiilenos por esos dias a la vi.stu do
Locumba, a dos jornadas del campo aliado.
Para objeto tan apremiante i en cuya concep-
ción el coronel Canincho era mucho mas fiicrtj
jircBentc cnpítiilo las priucijiaieí m&Iiiliti qv.o el ornnel Cuiii-
clio toiuó (Iftsile (liclemlire ile \H70 a aliril tic IS.Sí) jKira reof^-i-
iiiziir i ini>vii¡/,ur ol i'júrcito b'>livi;ini>. Rmi t'«Ii)i e«r>H ilnpiiiiniti ■
toa orijiíialoa e inúdítns cstruiíli»!* d-:! liliro <le úrilciiua jeiieralo!i
yn citado. E[ beiicniúntn jciioimI ilmi Jn:iii Josó I'ercz, i-\\i<i llegó
lío l.iina. (Ii.ii.ln lu f,iMÍit c-.iinii;v!o Dan i, il mü,li.iit:M de muiv.o
''■aé su j>ritici]'nl )ui^ili;[i' ni cf^n (.'uiiiruíii.
— 83Í
qnc Montero, hombre ain
i a mas de esto marino, se
ira de oficiales jenoralns,
boliviano propuso rcsiielt
abandonara a Tacr.a, que
era una ratonera como í
lantera al enemigo raarc
Sama para librar allí bat
nos que llegaban por bi
favor de los aliados todas
i las peculiaridades de uia
tropas. El coronel Cama
órdenes de Daza aquellos ]
viembre de 1879, recorrí
costa hasta lio, en cuyo p'
del desembarco de los chi
El caudillo del ejércit'
consecuencia, i con esceler
que ocupado el valle de Si
que concentrarse con gra
malsano paraje de Locum
del Hospicio, por cuanto c
daba interceptada su coni
uas caletas de Sania i do J
recordando a Eseipion, e
África, esclamaba c-síusiaf
la esc de Sama por la zda
romano B.
Apoyábale en su idej
Saca-
¡ampo,
isaba i
1 jene-
ansie-
téjicoa
mados
ea im
o de la
a con-
cito ea
¡ruana
il men-
ean i 20,
do tau
irdade-
•ir sino
sañas i
msinna-
pritnerofl
íoBtiago,
■do uno i
aeegnrnr
)S
arrebatos individuale
batalla debía librarse
de tener a la mano el
yas formidables fortal
desastre apara morir 1
puesto del deber.» 1 1
algo de revelador i de
peruano que apoyó el
los jenerales boliviano
i este sería el único (
en Arica en el puesto
A su vez el único c
BoUvia, que apoyó el ]
i de Panizo, fué el cor
bia militado junto coi
el principio de la cam
Consintieron, sin e
del plan de Sama en <
peruanos i bolivianos
puta, i de este pacto d
sonal el oficial arjenti
veces hemos citado en
daba como ayudante
bolivianos i peruanos,
dad de recuerdos el au
didos por el contralmi
i el costftdo derecho q
tajas i hasta posicionei
»Una vez llenado <
regresamos a Tacna; i
ferencia, celebrada en'
ronel Inclan, del ejér
bien asistí, me pase a
marón los que respoi
mentos.B (1)
Mas, en definitiva
peruanos acalorados {
dieron la espalda a la
darse definitivamente
tamente antiniilitar, i
queado el puerto de
chilenos (al fin!) la ri
que era la victoria.
Tenia esto lugar er
i alarmado de las cot
(1) F. del Mármol. Libr
leer estas revelaciones nos h
ral Camacho en diversas oc
recibir sna visitas en Vífia t
peccion del valle do Sama
de abril, es decir, en los mo
era nombrado jeneral en jef
Ignoran
8Íon que e
cion del pi
fuera favo
que así pe]
pía casa; ]
en esa ocaí
del patriot
siguiente (
mandando
en jefe i re
la CoDTeacioD
1880. Ed ese,
coronel Camai
del ejército, pi
para el caso ei
de loa estados
plom&tíca fué
Campero qne
en Samn, por
marcha, llega
Esto hizo c
derrotado por
cir, la primen
cuando se con
Por su parte el uueví
pendió a la galantería i
Alianza, en una calores
que en la altiplanicie, s
todos los caudillos: — al
esclamaba en ella el je
unido: Vengo del corazí
8UB nobles i jenerosos se
fran en una sola idea: 1í
gloria común.
jFuí el primero en j
contra la villana ocupa<
el último en plegar la sa
enarboló mi brazo.
íEl desenvolví miente
tros campamentos; pero
no dejó de circular entr
del patriotismo.»
I en otra parte de si
gaba:
«Peruanos:
íSi no puedo ofrecero
luces, contad alo menos
eion a la santa causa de
sa de los peruanos con
9)'e», (1) ligados por
sangre jcnerosa, que
"jQfundir ea una mis-
atria comuD.
, i haréis pagar biea
ras ventajas con que
mido! — al vivac, al
•ciso Campero*.
mtos de la campaña
jndiente. El ejército
< tranquilamente en
dentes queda minu-
de mayo el jeneral
ierno que aguardaba
vía de Ite, la artlUe-
;on 14 mil hombres
te demorado al ene-
i oportuna paráfrasis del
himno nacioaul del Ferú.
106
— 842 —
No era este inferior en fuerzas a esas horas,
porque con la incorporación do la división Acos-
ta a naedíados de abril, el ejército boliviano acan-
tonado en Tacna, según datos oficiales que tene-
mos a la vista, había subido a 5,150 hombres, mien-
tras que los peruanos pasaban de ocho mil (1).
(1) Hemos publicado antes datos oñciales qne presentaban
la fuerza de los peruanos en una cifra próxima a 10 mil hom-
bres; pero había que descontar mil seiscientos dejados en Arica.
En cuanto a la fuerza efectiva del ejército boliviano, lié aquí un
estado oficial completo del 15 de mayo:
Nombres de los cuerpos. Jefes. Ofia. Tropa. Total.
Batallón Alianza 1.^ 8 39 603 650
n Sucre 2.^ 6 27 470 603
€ Loa 3.^ 3 20 336 359
a Aroma 4.^ 7 29 323 359
d Viedma6.** , 9 34 370 413
<c Padilla 6.^ 9 34 310 351
€ Tarija 7.^ 4 31 372 407
€ Chorolque 8.*» 4 35 419 458
« Grau 9.^ 6 31 388 425
Rejimiento Artillería 6 28 226 260
Escuadrón Coraceros 5 15 113 133
Rejimiento Murillo 5 18 148 169
€ Vanguardia 3 15 155 173
n Libres del Sur 4 22 180 206
Escuadrón Escolta 12 10 127 149
Cuerpo sanitario » 4 19 100 HS
Estado Mayor Jeneral 30 20 — 50
€ de la 1.* División 4 4 — 8
c dela2.» Id 8 — — 8
< dela3.» Id 7 4 — 11
de marcha para cualquier
j ene ralísimo Campero aci
carecen de los sacos de arena para
Siendo iadispensuble proveer de
soldados, me permito solicitar de
posible fuere, para la fuerza que a
Batallón Alianza N.*
Id. Sacre i
Id. Loa c
Id.
Aroma c
Id.
Viedmá «
Id.
Padilla c
Id.
Id.
Id.
Tanja «
Cliorolqne «
Graa <
Kejimiento Artillerfa...,
Dios gaard« a
Total
Dd.
Los cuerpos con qne Boliria
hasta la batalla de Tacna eran 22
i aquéllos se hallaban clasificados
diendo a la provincia do que procí
De Cochabamba: Batallen Aroj
Cliza; Padilla, de Tarata; Gscaad
Vanguardia, de Cochabamba; Bat
ta; Escuadren 2.* Húsares.
De La Paz: Batallón Yictería,
raceros — Escolta, Paucarpata.
De Oruro: Batallón Daleace, C
De Chuquisaca: Batallón 01añ<
De Potosí: Batallón Oolquecha
De Tarija: Batallón Tarija.
De Santa Cruz: Escolta yela8(
ele
el
18-
a
iz,
— 846 —
tradicho el jeneral Montero, pero solo coa una re-
ticencia), i la carencia no menos absoluta de movi-
lidad, que en esto no cabia contradicción posible.
Conforme a las buenas reglas de la castramen-
cion, comenzó el jeneralísimo por pasar una re-
vista jeneral al ejército de la Alianza, operación
que tuvo lugar en la planicie del panteón de Tac-
na el 26 de abril dejando grata impresión en el
alma del caudillo i del soldado; i una semana mas
tarde movilizó todo el ejército, como si lo llevara
a estrellarse contra el enemigo, camino de Sama,
el 2 de mayo, esto es, en la misma fecha en que el
jeneral Baquedano, llegado a aquel valle el dia de
la antevíspera, instalaba sus divisiones en Las
Yaras. (1)
(1) El orden en que marchó hacia Sama el ejército anido faé
el siguiente, conforme a una orden jeneral del 27 de abril qoe
orijinal tenemos a la vista:
Escuadrón Húsares de Junin (de descubierta). — Batallón Li>
ma. — Batallón Aroma.— 1.* División boliviana. — 2.* División
boliviana. — 3.* División del Perú.— 4.* División del Perú. — 2.*
División del Perú, —o.* División del Perú. — 1.' División del Pe-
rú.—6.* División del Perú. — Escuadrón Murillo. — Escuadrón
Vanguardia de Oochabamba. — Dos ametralladoras bolivianas i
cuatro peruanas. - Tres ametralladoras peruanas i dos cañones
rajados de a 12. — Seis Krupps, dos ametralladoras bolivianas, i
toda la artillería peruana. — 7.* División del Perú, — 8.* División
del Perú. — 3.* División de Bolivia. — Escuadrón Libres del Sur.
— Batallón Padilla. — Guias del Perú. — Coraceros i Guias de
Bolivia.
Para ejecutar cou mediano acierto estas operaciones^ se ocurrí
tianera de
losjeauíias, iiauía qiienuo soto uarse cuenta de
sus arreos de viaje, ejecutando una escursion pre-
via, i notando la imposibilidad de emprender, re-
gresó a Tacna dos días después de su partida.
Entretanto había dejado reconocido de esta ma-
nera el terreno de sus futuras operaciones i cinco
diaa mas tarde, el 9 de mayo, dictó la siguiente
importante orden del dia que se cumplió estricta-
mente en la inmediata mañana;
«Art. 1." El ejército se hallará listo para em-
prender la marcha a la primera señal que se indi-
a hacer una prorrfitii jeueral de mnlaa en el esquilmado valle de
Llota, coüforoie a los sigmentes telegramas que copiamos de
sus orijinales:
(Muí reservado).
Tacna, abril 27 de 1880.
SeQor coronel Bolognesi. (Arica).
Mande US, que de nn modo secreto marche nna comisión a
Lluta i se apodere de todas las mutas que se encuentren en ese
valle, así como de los respectivos aparejos. Creo que con ma-
cho provecho se puede mandar con el mismo objeto una comi-
sioQ a Codpa. Del éxito dependerá en mucha parte la suerte
del ejército. — Velarde.
A esto contestó el coronel Bolognesi, gobernador militar de
Arica el 1." de mayo: — SeQor coronel Velarde, jefe de estado
mayor. Creo que pasado mítíiana se verificará el milagro, remi-
endo a US. doscientas muías aparejadas. La requisa no ha
ado buenos resaltados, •i^o^i'^^^jí.
qne, debiendo los se
de división coaducir
bícÍoq en que se encí
mino mas corto a oci
& formar en columna
la misma disposicíoD
BÁrt. 2.° Los estad
tivos ordenarán que
chea al pié de las dii
»Árt. 3.' Antes de
liarán provistas de af
que las brigadas i cal
vaderos que están dis
DArt. 4." Los cuer]
forrajear en el dia, p<
to a retaguardia de 1í
el respectivo pienso.
íArt. 5." Se previe:
vive» en los puestof
responda a:Ejército U
«Bolivia» con que se
i Comuniqúese. — E
( I ) Libro de órdenes jem
la Alianza fué dado al cerr<
orden jeneral cnyo articulo
Art. 1." El campamento
TO cCampo de la Alianza»,
IV.
Jto de la Alianza fué ele-
!o i ojo de maestro por el
10 i aprovechado alumno
Mayor de Francia, por-
tiorco uu ribazo aislado, a
idas en todas direcciones,
nada seca, intensamente
un despliegue por el frcn-
: por los ñancos, a menos
s de agua i sacrificar rau-
\o las columnas destina-
frente i el oblicuo de las
Pero mas que esto, sien-
clive, cubierto de peque-
de matorrales aparraga-
tía manera seria la acción
¡añones del ejército chile-
jste mucho mas pujante
is bombas que caen en la
Tcito UníJo i se levantará una
9 e morías,
no coa una pilastra de piedra
do al jeaeral Campero en bu fu-
habí» continuado sirviéndole de
iconlróse en la batalla de Tacna.
107
arena no matan poi
sofocadas. (1)
(1) Hé aquí las baenas
ral Campero para situar e
coa pericia militar ocupó
cargo del peligro, dice en a
me constituí a los (loa dú
los señoree Moutero i Can
tensión i en sus mas peqti
examen fué el de añanza
mai desfavorable para nos
ba apoderarse de ella el <
ventajosa para nosotros i r
que ocupábanlos. Resolví,
ordenó i practicó sin dilac
nUna vez allí, me tranq
cf ann mas de que en aqi¡
evitaba un peligro real, a
militar. En efecto, eatábn
nuestro frente por una cej
prendia una especie de glo
nuestra espalda, ocupaiidi
llanos por ambos lados,
uienteniente por una» hon
meseta a nno i otro costa
da estaba situada de tal m
del enemigo a Tacna, que i
tener en vista,
sAquella posición, sin ei
falta de recurso, tanto pan
pero resolví obviar cate in(
a alguna distancia en los c
gro i proporcionándonos di
nacesarios para el ejército,
XV.
uencia, formada la línea de
nayo en pintoresco desorden
tos, fogones i ntnallas, en lá
media legua i en forma de
la, con el frente hacia el no-
i ciudad de Tacna a sus es-
ra necesario ver aquello, dice
, prensa de Lima, describien-
las escenas del campamento
liarse una idea de su solera-
3n. Todas las peripecias, to-
presentaba el campamento,
is diversos sentimientos que
guíente qne es aoo de mayor ínteres:
o del tjército aliado, el aeílor jeneral
! tenia instrucciones especiales del
.bandoaar bajo protesto al^funo nues-
e la constituiaa Tacna i Arioa. Poa-
efocto, un oñcio fechaJo en fiima, a
¡ue el Beflor secretario de estado en
: otras cosas, me dice lo siguiente:
3n jefe {señor Lisardo Montero), ha
lies de S. E. el jefe supienio de la
' esta secretaría, en las cuikle.^ se se-
[¡¡pales— 1." la defensiva absoluta de
nsiva ofensiva de las alturas tie Mo-
uel Jyle.siasb.
— 853 -
laa producían, nos recorda
que Thier? hace en su obra
de las guerras napoleónicas,
o las que nos presentan k
Vernet. >
La derecha de la línea en
ral Montero, la izquierda pe
el centro por el coronel Oa
por el coronel Murguia, jefi
El dia 22 de mayo se di
ayudantes del jeneral en j<
por una escarapela verde i (
dos de Bolivia i el Perú, i <
división boliviana que fué p
le a las órdenes del bravo i
del lllimani en San Francis
(1) La Orden jeneral del ejército
to de los ayudantes del jeneral en ji
«Artículo único.— Loa edecanes
E. el Supremo Director de la Gaeri
el ejército por ana escarapela bicolo
rao en el kepí para impartir oportuí
I la relativa al mando de la Unea
concebida en los términos sigaiente;
«Artículo único. — S. E. el Suprer
diepnesto que el ala derecha del eje
batallón G-rau nAmero 9, sea man<l!
contra-almirante jeneral, jeneral en
Sor, doD Lizardo Montero, i el ala i
el batallón Viedma nñmero 5, la ma
853 —
rcito unido habia sido or-
:io de vanguardia i puesta
el boliviano don Juan Sa-
el 11 de mayo, conforme a
opiamos del orijinal:
Campo de la Alianza,
A 11 de mayo de 1880.
D que loB cuerpos de caba-
irdia del ejército, desde el
uponga usted de ésta, se
i órdenes del señor coronel
idante ea jefe del ejército bolivio-
dioados los señorea comandantes
lau en dichas alas,
en Jefe,
Perex.it
t advertir qne no fué la posición
conetitnyó propiamente el Campo
e ese mes, después de un mori-
loB jenerales Campero, Montero,
)tro3 jefes, ae acordó correr la línea
n Iiv estremidod occidental de las
Trillada o lomajes arenosos de In-
médunos. Ese mismo dia ee eje-
proteatas usuales del coronel pe-
mal elejido el sitio del ala iz<
i colocar su artillería.
comandan
don Juan
Dios gi]
Luchan
provisión
días el sul
dos los asi
completo
la vida i 1
comunes i
la Aliauz£
de helada
sano del ¡
mas novec
derico Mn
cuencia d(
el batalloi
hombros (
timos hon
horas Ántt
mostrado
garganta
solemne d
ser gloría
ao i otro ejér-
laño de! carn-
ee dia eD el de
8 del Perú i
ívíspera de la
:onel doQ Se-
Antofagasta,
ce a la guerra
3, corre arras-
de ruinas.
jran reconoci-
, de que mas
¡ueata, i el 25
' de singular
de gratesto si
3Ípio de hon-
. jefe del ejér-
irarse la bata-
iolia llevar la
n la raya de
.ba su puesto
talla, a título
ea La Faz su
medíante la
— 856 —
reunioü de la asamblea que él mismo había coa-
vocado. A tan estraño escrúpulo de almanaque i
de distancia, puso término la firme negativa para
aceptarla de los comandantes jenerales Montero i
Camacbo, recurriendo este último a una estrata-
jema casuística para motivar la no aceptación de
la renuncia del j ene ralísimo, fundándose precisa-
mente en los amplios podeies que le habian sido
conferidos por la orden del dia en que el último se
despedia del ejército para combatir como soldado.
El curiosísimo i característico documento de la
renuncia del jeneral Campero decia como sigue:
EL CIUDADANO NARCISO OAMPEBO,
JBNBRAL IM JEFB I SUPREMO DIRECTOR DK LA GUBRRA BN BL 8CR
DBL PERÚ.
AL EJERCITO UNIDO-
^Defensores de la alianza!
DPor el espíritu público de las actas populares
de Bolivia que me encomendaron transitoriamen-
te el gobierno de la república i por los términos
de mi decreto i consiguiente proclama de acepta-
ción, hoi deben cesar de hecho mis funciones de
presidente de Bolivia.
T>Por una consecuencia necesaria debe cesar tam-
bién mi investidura del mando en jefe del ejército
unido*
como hasta
aguí al servicio de la alianza.
bNo importa; aunque pasajeramente he mere-
cido la alta honra, la dicha de mandar en jefe es-
te lucido i denodado ejército, quiero ahora tener
la satisfaccioD de enseñar prácticamente a nues-
tros jóvenes guerreros que mas que todo asé ohe-
decer,j> especialmente cuando se trata de salvar
la patria,
x^Viva la alianza!
bI por cnanto, al descender de la silla presi-
dencial, debo entregar a otro el mando del ejér-
cito unido, cúmpleme dar la siguiente
ORDEN JENERAL:
i-Con sujeción al art. 1.° del protocolo celebrado
en Lima a 5 de mayo de 1879 i aplicando por
anahjia a los que hoi comandan el ejército del
Perú i el ejército de Bolivia, lo establecido por
dicho artículo para los rcRpectivos presidentes:
»Art. 1.° Desde esta fecha queda encargado
del mando en jefe de ambos ejércitos su señoría
el jeneral contralmíraute don Lisardo Montero.
itArt. 2." En caso de muerte o imposibilidad
de su señoría el jeneral conti'almirante, lo reem-
plazará, como es natural, su señoría el comandan-
te en jefe del ejército, benemérito coronel don
^leodoro Camacho, mientras el eseelentísimo go-
ierno del Perú resuelve lo conveniente.
HIST. DR LA C. DE T. I A, 108
sArt. 3." El
ma fecha, sujei
caso, del coma
i listo pava ocv
nHágase sa
neral en jefe
el comandante
cada cual com
a su respectivo
den jeneral de
j)Dada en ei
25 de mayo dt
íComuníqm
Un suceso q
tuvo también
batalla que tai
25 de mayo pi
jeneral Campe
Torata, despac
Leiva, coraam
(1) El capitán ]
páj¡Q& 99 Ae su 111:
a luz ha sido copia
(A las 10.40 P. M.;
quipa. Jenerales en
auxilio. Fuerzas inme
quieten enemigo, Ch
Abandonando Moqu
Hospicio. íáomoB diez
lidad de ustedes inc
zar. (1)
(1) £d ana carta intercei
na, diríjida a su padre en f(
bras acerca de las esperanzi
mota sobre la presencia inn
«De Bolivia han llegado
nea, bien armados i con ba.
mil hombres, con 23 caflon<
sitiw que de Arequipa kan
a tos ehilotes en la retagua
darabe>.
Bespecto de los recursos
peruanos, o mas bien sus
aquí lo que rezaba otra cari
«Tacna, abril 24.— De Di
dalecío Gómez, Liuia. — Tei
alfalfas de Uuta i Futre, d
nos llegaráu después, hasta
Es de advertir aquí que
alimentados, porque solo lei
Bol diario, i éste para divid
vos por plaza; mas como
isejado Lei-
)re de Lima
lo ocuparía
después de
orno pájaro
7'e, dando la
le judío. De
a cuya ciu-
mientos del
el Cuzco i
solo faltaba
esto hízolo
), como San
uientes no-
larcaban las
¡aban el pa-
del recono-
s chilenos a
B mayores cod-
contrario, loa
npo estaba lle-
8 del mercado
jon de la rabo-
las órdenes del je
te jeneral de art
Yacas, don José
la primera vez a
cía testualmente
talles:
s&auNDA óbdb:^ ji
I Campo de i
íArt. 1.° Aun
la guerra está ín
habrá individuo
no cumpla con el
impouen; por si
dando estos sa^
cobardía, ordeno
gan presente los
íArt. 525. D
cíales que dice: <
otros o se halle \
»Art. 533. Qu
quier graduación
si no tiene órdei
sArt. 531. Qu
acción di8tingui(
sArt. 202. De
83 —
)or cobardía fuere el pri-
la sobre acción de guerra,
0 a la vista del eoeraigo
esperándole en la defen-
ismo ser muerto por cual-
castigo i ejemplo de los
ue estando en acción de
ella se escondiere, huyere
;to de herida o contusión
lacer su deber o en algún
embate en que debe ha-
lonsejo de guerra i conde-
e merezca su delito, según
rtíeulos citados queda afi-
iperior a ejecutar por sí
batalla al que vuelva cara
cobardía. Esta orden será
1 ejército en todas las lis-
ras dure la campaña,
premo director de la gue-
eute el entusiasmo patrió-
señores doctores José O.
la Ilustrísima Corte Su-
;ntoB de Tacna, Moqnegua
José Manuel Stiarez fiscal
el primer cañonazo dispa-
,u venido a ofrecer sus ser-
>jército aliado, ha tenido a
bien destinar al primero coi
honorario del estado mayor
unido i a los dos últimos co
premo director.
»Árt. 3." Asimismo el sii|
guerra en conformidad de la
Código militar i en vista di
ayudantes de carapo señalado
creto de no son su
nicar las órdenes del directo
para los distintos destinos q
tenido a bien nombrar accide:
canes a los comandantes B
Exequiel de la Peña i al C(
Agustín López, i como ayuda
capitanes Eomualdo de la I
Sorsano.
í Art. 4." Es nombrado acc
tario privado del director si
el coronel graduado Miguel I
sArt. 5." El coronel Ildefot
brado comandante jeneral de
serva compuesta de los batall
ma, previniéndose para lo s
quiera división o brigada qa<
mas antiguo tomará el mande
no se dicte la orden jeneral r
iComuníquese. El jeneral ^
— 866 —
ANEXOS AL CAPITULO XXIV.
MEDIDAS MILITARES ADOPTADAS POK RL CORONEL ÜAMACHO PARA
REORGANIZAR I MORALIZAR EL EJERCITO DE DAZA
EN LOS CANTONES DB TACNA.
(Documentos inéditos tomados del libro de órdenes jenerales del Esta-
do Mayor Jeneral del Ejército Unido).
I.
ACEPTACIÓN DEL MANDO EN JBFB DEL EJÉRCITO DB DAZA
POR EL CORONEL GAHACHO.
ESTADO MAYOR JENERAL DEL EJÉRCITO DE BOLIVIA.
Cuartel jeneral en Tacxa^ a 27 de diciembre de 1879,
El coronel Eleodoro Camacho, nombrado comandante en jefe
del ejército en esta ciudad, por el voto espontáneo i nninime
de todots los señores jenerales, jefes, oficíales i tropa de los caer-
pos bolivianos, tiene el honor de aceptar esta delicada comisíoa
i de manifestar su reconocimiento por tan inmerecida distinción
saludando i felicitando a sus compañeros de armas por el patrio-
tismo i circunspección con que han operado en este dia un cam-
bio en la dirección del ejército, de acuerdo con el pronunciado
sentimiento nacional i en armonía con las exijencias de la San-
ta Alianza perú-boliviana.
Art. 1.^ Todos los señores jenerales, jefes i oficiales del ejér-
cito, continuarán en ejercicio de sus funciones, como hasta el
dia de hoi.
Art. 2.^ El distinguido jeneral de brigada don Casto Ai^ae*
das que ha sido llamado a nombre de la patria a desempeñar ei
cargo de jefe de Estado Mayor Jeneral del Ejército, segn
prestando sus importantes servicios en dicho puesto.
leo jeneral del día parü conocimiento
jefe de Estado Uayor Jeneral.
Miffuel Aifuiíre.
II.
'.neral en Tacna, a 30 ile enero de 1880.
u habidas en la Lejion Boliviana por
ido dejar de concederse en mérito de
ales que ae han alegado por los intere-
^ue en el Per4 i Bolivia se juague dea-
ai honor de estos cuerpos que deben
le abiiegacton i patrtotiamo.
eneitiigo hace probable que el ejército
inmediatamente los ultrajes iirferidoB a
i al houor de eud armas. El seflor (Jo-
o Mayor en campaña, ha orJeiíailo:
dividuo de la «Lejion Boliviana» que
lentos qae atravesamos, se le conceda
barda e indigno de pertenecer al ejéroi-
'e de boliriano.»
iii.
teral en Tacna, a 20 de febrero de 1880.
m jefe del ejército se propone cortar
idos ea ^1 aervícío ojilitar por' la mala
dirección í tolerancia de la admmi:
no BoIo ea necesario moralizar seve
ducirlo al campo del honor, sino ta
do parte del programa del cambio
de diciembre último, de acuerdo co
boliviano. Por lo mismo se adviert
qae todaa las faltas serán ejemplar
cuencia el subteniente César Ouart
mero 5, es dado de baja, con igooi
mas, por haber orijinado su mala
dos sumarios contra su persona.
IV.
ORDEN JENERAL CASTIOAt
El señor comandante en jefe del
fundo disgusto que el día de hoi ví
tes a lo3 distinguidos cuerpo de la
tado de la manera mas violeiita i
muías que se conducía a este cuan
movilidad del ejército, ocasionando
dispersión de una parte de ella. Qi
to mas indigno cuanto (pie él se h
cuya honorabilidad i delicadeza a
sabordinacion propios de un milita
tanto tolerar un abuso que ameng
cionea debidas a la ilustre aLejion
Artículo único. — Que se castigue
de ese atentado, dándolos de alta
de infantería por ser indignos de
de que liacian parte, previniéndos
picará todo el rigor de la disciplin
te los abusos a que se refiere esta<^
— El comandante en jefe del depa:
CAPIT
Instalación da los ctiilonos en el
aspecto i buenas condiciones <
vagas noticias sobre el movim
2 de mayo.— Medidas qae ton;
Kl 2." Atacama en el Hospicio
— La caballería en It« i grave
por las bravesas del mar. — Nc
ííi, i peligros en qne pone bu í
f orlados trabajoij del comandi
cumbre la aHillería de campí
mandantes Orella i Santa Cru
nazoH la subida de la airtiller
YaniB. — Llegan a Ite Ion Casi
nador militar de la caleta su <
la caballería de Ite a Bnena
Sotomayor i el coronel Velali
de mayo. — Concentración toh
lebrar e¡ primer aniversario ¡
asados de burro en loa campal
Soto mayor. — Día ti ngu i dos mt
traido para con au pais i bono
cito viste luto, pero uo nota^si
coaduce el cadáver del núuisti
res del Desierto para librar la
Dista el valle de Si
: se cuentan
cabecera del
s su capital.
I Yaras está
ena Vista, i'
día hacia el
idera ea qae
Íes de Chile,
seis leguas,
i Baquedano
I las dívisio-
raárjtín nov-
en el campo
16 nocturno,
V'^ista en una
i atacar a los
ería i habian
■o que podia
Ida. (1)
;o rumor que
1 campo chi-
o; pero ni éste ni
iviso, i talvez do
gun cura de Lo-
leño de que el enemi
el desierto; i esta novec
de algunos, por un m
Tacna a Sama en busca
capturado por nuestras
noticia como cierta. St
de Campero fueron div
2 por las descubiertas
quien trajo el aviso no
to i a la tienda del jene
sin embargo la índole (
de la campaña, manifes
contra todo jénero de
tarde, en el sentido d
migo.
Pero aparte de esta (
las trincheras de todos ]
tenores se encargaron
del real chileno en Las
tanto azarosa por cuant
coraza, que era la artill
alas formadas por sus n
bres, caballos i cañones
sionados por las bravoz
de Ite.
Mas, fuera desconfian
cibido de Las Yaras; fu(
carencia de movilidad (
to) el meditado golpe
Acertadamente
del ejército formar
valle de Sama, sin
rrancas, posición ;
todo mas sana; i 8
en el hacha i acost
dos los flancos i arl
BUS desiertos ranel
un campamento en
te i dando vista hí
legua de estension.
situó en los flancos
nes al frente en de
la 4.' división — La
mas reducido en la
cómodo por la mej(
Vista i de su iglesi
La posición del
bien elejida; pero 1
pleta por la falta d
das. La artillería (
la caballería desde
nado en Ite para p
a Moquegua. I ese peligro
coronel Leiva se había m
cabeíía del segundo ejércit
mil hombres, jente bisoñ
cando aparentemente su ji
Para ponerse a cubierto
el jeneral chileno guardaí
á lio i el ferrocarril que co
ñera de una contra coraza
en el alto del Hospicio el '.
guarneciendo a Pacocha
Valdivia, cuerpos estraido
serva de Tarapacá.
Al propio tiempo, quedí
res traídos por mar de Pa
Cazadores del Desierto coi
De esta manera, durantt
ñas del mes de mayo, el ej
diez i seis mil hombres, hí
un vasto triángulo en esti
mentó de las Yaras i Buei
infantería con 9 rail plazaf
nea del Hospicio a Pacoc
1,500 plazas, i en Ite mil i
caballos i unos cuantos cei
Vil
Ruda hacíase en tales Ci
)Dcentracion total, a la vista del
ntábanse las contrariedades con
ria efervescencia del mar que, for-
ada de la caleta de Ite una barra
la de espumosos torbellinos, no
mbarco de víveres ni siquiera de
10 menos de municiones. El dia 4
legado el Itata con refuerzos i fo-
so cuanto abnegado capitán Mr.
de Escocia, al dirijirse a tierra
importantes para el ministro So-
) al parecer ahogado, porque el
lucia zozobró, i solo pudo ser re-
mas tai'de desde tierra. (1)
i desembarcar fué sin embargo el
to Souper, quien en todos los peli-
í atravesar en su heroica vida no
en que otros llegaran antes que éX.
te salvador, diestramente manejado, se acer-
>9 toma i loa llera a bordo del Itata, CD me*
edad, pues salvadores i salvados corren pe-
I por las revueltas olas,
imandante Stewart, — ano de los mas caba-
pitanes de la compañía i uno también de los
D prestado al ejército, — es cnidadosaanente
breve a su estado norniLiI de salud.
te incidente, el jefe de estado mayor jeneral
:o u[ia nota pidiendo sean recompensados
humanitarios vogadores»,
yo 5 de 18B0).
Vill.
Por fortuna en los dos primeroi
pronuncióse cierta bonanza en la i
desembarcarse la artillería de caír
regresado del Hospicio a Pacoch
Presidia a esta operación, como
suministro del ejército, el intelijei
del arma don José Velazquez, qu
en su verdadero puesto sus fuñe:
estado mayor jeneral.
CoD todo, la mayor dificultad j
de la artillería de campaña, tan ji
mada por él jeneral en jefe, no i
•mente en su desembarco sino e
alto médano de arena que hasta 1
cientos metros casi verticales cier
leta por todos sus ámbitos. Enc(
el coronel Velazquez para supom
lo dos poderosos, incansables e i
liares en dos oficiales distinguido
mozos de corazón, esperanzas de
riña i en su ejército, que ya no exii
Orella, comandante de la Cavado
coronel Rlcai'do Santa Cruz, coi
padores. Haciendo prodijios de t
lijencia i de recursos, i auxiliados
i los brazos de mil nervudos zapa
— 879 —
fin la tarea, i al cabo de tres días los veinte caño-
nes de la artillería pesada, uncidos sus avantrenes
a cuatro parejas de briosos caballos cada pieza, es-
peraban el día 8 de mayo la orden de marcha* «Hoi
concluimos, escribía en ese mismo día al compa-
jinador de esta historia el comandante Santa Cruz
desde la caleta de Ite, hoi concluimos de subir con
mi tejimiento la artillería de campaña a la cima
(300 metros), habiendo ensayado por la primera
vez en Chile el sistema de aparejos de mar para
esta operación. Dura ha sido la tarea para mis
pobres soldados, que a fuerza de brazos han ven-
cido una dificultad insuperable, lo que nos ahorra
caballos para el próximo combate. Quedo espe-
rando, añadía el noble adalid, de comunicarle en
pocos dias mas una nueva victoria.» I así en ver-
dad acontecería; pero no sería el joven soldado su
heraldo, sino su mas ínclita víctima. (1)
El primero en subir con sus cañones fué el in-
(1) No era tan nuevo bajo el 8ol, como lo imajiaaba el coman-
dante de Zapadores, el arte de sabir cañones con cables i moto-
nes de mar a las akuras, porque ya lo había dado a conocer e
ilustrádolo en una lámina curiosa, a mediados del siglo XVII,
el célebre injeniero militar i «catedrático do artillerfaD Firrufino,
natural de Madrid, en su obra titulada El Perferto Artillero j
impresa en esa ciudad en 1642. La teoría i la lámina demostra-
tiva de Firrufino acaban de ser reproducidas por el Me/norial de
ArtiUer'ia^ revista militar española, en número estraordinario,
(mayo 25 de 1881) con motivo del centenario de Calderón de la
Barca que fué también artillero.
fatigable esploradoi
res. «OoiQo a las d(
bia alguien desde el
tea dos disparos de
del cerro por donde
ludo que hace la ba
llega a tocar la el
cuento.»
Por lo demás, fu
lancólica estadía de
en ella residieron, \
rra acostumbraba n*
gando cartas o ajei
ayudante don Cami
del Mercurio, i áml
Orella, han desapar
El capitán Orella, {
ánimos, cayó allí m
sal de la prensa i'efi
na escena de ver in
al jefe de estado m
haciendo éste los hi
jOuán nobles cuadr
guerra i por cuánto;
vivir orgulloso de si
cima, partió el 9
s sirvientes arma-
a seguros sns jefes
se encontraría co-
Perú moderno un
varios, i menos un
quitarlos. El 13 i
8 de municiones i
;acamentos de ca-
ían en buen tiem-
comenzado a ser
Tibriento soldado.
:ial de caballería,
estadía en Yaras
elices i calumnia-
gordos i lechonee
80 favorito de los
BOU todavía en la
en Ispahan, i fué-
a de un opulento
1 Chile el suculen-
;i jefe, por no ser
n un asado de bu-
ecido bruto ofre-
Refiere iiBÍmÍHuic
111
XI.
Despachadas definitivame
ciones de guerra i boca, incl
bueyeB destinada a remplaza
Saca carnadura de los jument
marcharon el día 15 los Zap:
caballería custodiando su pro;
andado escasísimo, maltrata]
la caballada del ejército mas
cesantes por el despoblado. (
oficial que antes de partir de Ite mor
de 8D compañía Olodomiro Montes, v
que habia peleado en Yungai; i su
BU muerte, toma pié de sn apellido p:
BUS conciadadanoa a unos chilenos lis
la liacienda de Ite, que fueron toa maí
go8 de la cansa de an patria.
(1) «El forraje de los caballos se bi
ponsal de Ite el dia 6 de mayo.
cEstoB comienzan a qnerer coraersf
madera. Mandarlos a la quebrada de
allí no quedan ni seDales de pasto. 1
apuros para dar de comer a loe caballi
zadores i Carabineros, que se encuenti
ffliOB víveres para la tropa andan
caeos.
«Al amanecer del dia 7 el comanda
do coa BU chalupa una laucha repleta
de cebada. Los caballos están, pnee, t
«Parece que el mar quiere concedei
XII.
)dos los apuros i aprestos del mar,
0 en que el coronel Velazquez,
lyor del ejército, i eacarga^lo por
08 aquellos servicios especiales,
1 cuartel jeneral, i verificólo en
que partiera la caballería, acora-
;1 ministro de la guerra don Ra-
tardo del 16 de mayo montó en
su muía de viaje aquel buen pa-
onarib que por la primera vez en-
laña activa, i dando alcance a la
leguas de Ite, llegaba muí tarde
mado de fatal cansaacío al cam-
Yaras. — cSotomayor es el espíri-
del mundo, escribia alguien que
le calmaba. De noclie pnede verse que tan
' ba Bido dexperdiciada. Duaclentoa í tan-
encueotraa amontoimdos ea tierra».
«as cambiaruD rodícaltuente ana semana
mayo se sose^ caai por completo oí albo-
, hoi, eacrlbia el corresponsiil citado en sa
I a ese dia i al 15, el desembarco de mn-
rraje ha sido activísimo. Se ba trabajado
dia i Docfae. Mañana al amanecer partiremos a Bueoa Vista.
¡1 ejército tiene para bu marcha a Tacna mas de trescientos
íyes».
— 884 —
le estrechara por la última vez la mano antes de
partir en aquel mismo dia, i en campamentos
donde a cada momento llegan noticias alarman-
tes, esa tranquilidad es la mayor de las cualida-
des. A las dos de la tarde dejó este campamento
de Ite dirijiéndose a Buena Vista, donde debe
llegar a las doce de la noche 3> (1),
El comandante don Jorje Wood fué nombrado
gobernador militar de Ite, en ausencia del minis-
tro, i quedó allí de guarnición hasta la víspera de
la batalla con los Cazadores del Desierto.
XIII..
Al fin el 17 de mayo hallábase en todas sus
partes concluida la concentración del ejército
que habia comenzado el 8 de abril con la partida
de la caballería de Moquegua — ¿qué decimos? —
que habia comenzado el 25 de febrero, tres meses
hacía con el desembarco del ejército en Pacocha;
i después de tantos errores, fatigas i sacrificios
que resultaron mas o menos estériles, debió ser
aquel un fausto dia para Chile, porque una vez
juntos todos los brazos, la victoria era un simple
detalle de la gran jornada. Los jefes i el ejército
(1) Carta de Ite del 16 de mayo publicada por El Ferroca-
rril de Santiago. Se dijo entóaces que esta carta era escrita por
persona caracterizada pero que no pertenecía al ejército.
ian deseado librar la batalla el 21 de
jolemoizar grandiosamente el primer
de la inmortal hazaña en la rada de
1*0 las dificultades de la marcha por el
tblado, especialmente en cnanto a la
! agua después de la cruel esperiencia
ardaria todavía el avance jeneral so-
is del Campo de la Alianza una larga
1 17 de mayo, añadía desde Ite en su
el corresponsal civil que acabamos
aran todos los directores de la guerra
Vista, i supongo que el 19 o 20 em-
a marcha sobre Tacna. Se manifiesta
es porque la batalla tenga lugar el
inclino a creer que difícilmente al-
ies que los trasportes de agua i vive-
son mas morosos de lo que se cree;
' se puede asegurar que no se pasai'á
aso del 24.»
XIV.
> dable hacer de la inminente batalla
"io, dispúsose el ejército a conmemo-
Uiciosas fiestas en que las guirnaldas
rayan del valle, las banderolas de los
indas de música ¡ los pintarrajeados
is pantomimas harian con las «cazuo-
0 el gasto piiucipal de la alegría.
— 8S6 -
Había agua en abundancia para todo, i los chi-
lenos, jente de regadío por escelencia, rebosaban
de contento i aun de hartura en la escasez. «El
entusiasmo que reina en nuestras tropas, escla-
maba un bravo capitán del 2.'* de línea que pere-
ció gloriosamente én las altura» de Ohorríllos, es
un augurio feliz de victoria, i entiendo que no
habrá un solo jefe, oficial ni soldado que no desee
marchar en el acto contra nuestros enemigos.
Ah! nadie, ninguno se figura ser de los que han
de caer. . . .d (1)
XV.
Amaneció en consecuencia la estensa avenida
que formaban las ramadas i carpas del campa-
mento cubierta de improvisados tapizadores, que,
rivalizando un cuerpo con otro cuerpo, una divi-
sión con otra división, se esforzaban en dar lucido
aspecto a sus contornos para el próximo día del
aniversario. Los que recuerdan el aspecto del real
chileno en la tarde del 20 de mayo, lo comparan
a las avenidas del Campo de Marte de Santiago
en la víspera afanosa de las fiestas patrias de ae-
tiembre.
Pero en aquellas precisas horas, rumor sinies-
(1 ) Carta al autor del capitán don J, de la C. Reyes Oamp
Campamento de Las Yaras, mayo 19 (Jp 1880,
campamento, i detuvo todos los
ciendo los ánimos. El ministro
I Rafael Sotomayor, acababa de
que después de su larga estadía
3U buque i de su tranquila i casi
Qcia en Pacocha i eu Ite, el mi-
ra en campaña habia hecho en la
1 noche del 16 de mayo una mar-
rzadísiraa hasta Buena Vista, a
)8trado. Repúsose sin embargo, i
lia 19 habia sido uno de los mas
felices de su vida. Veía cercano
patrióticos esfuerzos, i esta satis-
sbosar aquella mañana de su na-
eoraun silenciosa i flemática, en
!s con el jeneral en jefe i los co-
ñsion i de cuerpos que le rodea-
jeneral, sitio de su alojamiento,
odia, i conforme a una costumbre
ta con su naturaleza tranquila i
sosegadamente larga siesta: — re-
i piesidente que no de soldado,
laron a comer, mostró buen ape-
igremente a la mesa i aun gustó
L>os de sopa. Pero de repente le-
ana. precipitación, diciendo que
'. no viéndole llegar, salieron a
ontraron agonizante eu cierto In-
gar de descanso contiguo al <
mía estaba amoratada, por
aquel un accidente pasajero
tal lo creen); i poniéndolo ei
graron. Pero la vida se había
tantáneamcntc i la sangre a,
no brotó de la profunda inci
ra. (1)
XVI.
De tan dolorosa como inesj
ció en edad robusta i en la p!
zas (a los 58 años) aquel h
conciliador i por escelencia pa
ocasiones i especialmente en I
(1) Nunca se ha espuesto cieutffica
de la muerte del seííor Sotomayor; per
gurado qae lo que le quitó la vida fué
producida por la escitacion de bu víají
prolongada calma i npoltronamiento d
dentaria a bordo. Su ¡ladre habia muei
(parálisis al cerebro) i de mus hermano,
i otro del corazón. El ministro tenia tí
lívido í aun melancólico, i en Yaras le
pado derecho una lágrima espesa i g
usaba estiinulantes como se ha creído
vino, ni mucho niéuoa licores, Bebia iil
tímulo pudo precipitarle, con la fatijja,
organismo.
campaña que iba a terminar contra el
¡ra Bolivia, ofreció a su país el desin-
ibuto de su consagración así en humil-
I no pedidos, como en los mas altos no
Rafael Sotomayor un hombre de alma
notable antes que todo i aun sobresa-
erra de potentados egoístas, por una
L a toda prueba, Í esta condición de su
AS que el brillo de bu intelijencia i sns
i guerra, habrá de ser su primer tim-
3 la hora de la justicia cabal llegue pa-
memoria hasta el análisis i la gratitud
ridad.
bargo aquel funcionario que tan alto
[a ocupado hasta su hora postrera en
no fué llorado como una pérdida, i
1 no se habían enfriado del todo sus
adíe notó que su desaparición creara en
tt superior uri vacío. I esto sucedía ló-
porque aun siendo un grande hombre
¡enío, sus ftincionea de ministro de la
campaña, novedad i absurdo creado
; en Chile por el apocauíieuto del man-
sremo, o los recelos recíprocos de sus
sra una rueda de mas en el mecanismo
aciones militares.
» que en momentos de crisis, ereadiien
por su propia posición embiinizosa e
hk C. DE T. I A. 112
— 8íK) —
indefinida, él habia servido de conciliación en el
cuartel jeneral i de cohesión al ejército, pero nun-
ca le habia servido de estímulo, de impulso, de
adalid, i lo que los soldados piden, aplauden i aca-
tan son caudillos i no consejeros.
I de aquí la gloria indeleble de Arturo Prat i el
olvido lentamente consumado de los que han ido
a la guerra no con la espada en la mano sino con
una cartera de papeles inútiles bajo el brazo.
Esceptuando los lictores, don Rafael Sotomayor
filé el Fabio Cunctator (moroso) de la segunda
guerra púnica del Perú,
XVII.
Hízose por esto en torno del átaud del alto dig-
natario el duelo del respeto i de la conmiseración,
pero nadie, ni siquiera el jeneral en jefe, que era
.- luiniio i leal amigo, echó de ver que las
toscas tablas de su féretro habian guardado un
fragmento de la suerte de Chile confiada esclasi-
vamente a los soldados.
Por la orden jeneral del dia 21 se dispuso que
el ejército vistiese luto por ocho dias, i se destinó
la 4.* división, acantonada en Buena Vista, para
rendirle los últimos honores.
Embalsamado de prisa su cadáver por el ciruja-
no en jefe del ejército, el doctor Allende Padir '
su secretario don Marcial Gatica, fué colocado
las i llevado a Ite bíijo la custodia
coronel Lagos, que desde su vuel-
calidad de primer ayudante del
jeneral en jefe, no se había apeado un solo dia del
caballo.
Tributáronse a los despojos del malogrado mi-
nistro en la caleta de Ite los honores debidos, por
el jefe de la guarnición don Jorje Wood el dia 22
de mayo, i en seguida llevólos a bordo del Oockra~
ne 'que bloqueaba a Arica, la cañonera Magalla-
nes, destinados a esperar allí la hora de los triun-
fos que serian sus mas dignos funerales. (1)
XVIII.
El coronel Lagos regresó inmediatamente al
campo de Las Taras llevando consigo a los Caza-
dores del Desierto, último eontínjente de la línea
de batalla que ya de hecho en esas solemnes ho-
ras comenzaba a formarse como en breve vamos
a narrar.
El fatal destino del departamento de Tacna i
(1) Los peru&DOB se apercibieron en Arica el dia 21 de qtie
algan siniestro había ocurrido en el campo de loe chilenos por-
que en nn telegrataa dirijido ese din deede ese imerto al coronel
Coloma por el antiguo prefecto don Brnno Bueno, le decía a Ina
3.25 P. M, — nCochratiey Cocaihiiija i Copiupó permanecen fon-
I dos como de ordluarío, i parece íjuc ccn gU!i¡iBbelloiics a me-
( asta».
de su capital, qne por una si
chua llamábase ciudad de :
mente «ciudad derribada», hi
el hado de la guerra. (1)
(1) Es verdaderamente curioso o1
campaKa i ocnpacíon de loa peruai
bo quichna qae eigaifica «derribar n
manera, U infeliz Moqaegoa, ciudad
ira hoi i en época anterior tiene (coic
qne simboliza el dolor) nna etimoloj
muíci enfrir i kua adoración. El gua.' d
eÍDO aimará, i consiste en nna ínter
revea del araucano en que al gua ea pi
vienen Aconca^'ua, Baoca^uct, üolcha
maizalea.
CAPITULO XXVL
BATALLA DE TACNA.
LA VÍSPERA I LA SORPRESA.
Táctica especial de batalla del jeneral Baqnedano. — Reconocimientos pre-
vios emprendidos desde Las Yaras sobre el Campo de la Alianza.— El
comandante B diñes lo avista el 10 de mayo i el comandante Lagos lo
reconoce en la madrugada del 13. —El jeneral Baquedano de acuerdo
con el Ministro de la Guerra i el Jefe de Estftdo Mayor, dispone un re-
conocimiento en fuerza de las tres armas sobre el campo enemigo el 20
de mayo, i se realiza el dia 22.— La primera jornada.— La Quebrada
Honda. —El primer cañonazo del enemigo i la certera respuesta del ma-
yor Salvo. — Temeridad de Roberto Souper que reta a un batallón ene-
migo.—Alarma en Tacna i marcha de la reserva al toque de arrebato.
— Acertado consejo que el coronel boliviano Aguirre dio al jeneral Pé-
rez i respuesta de ésto. — Nota del estado mayor boliviano i carta nota-
ble de Montero a Leiva sobre el reconocimiento del dia 22 de mayo. —
Regreso de la columna del coronel Yelazquez al campamento de Las
Yaras, i singular telegrama que se recibe de la Moneda, creando un
trunvirato para las operaciones de la gueri'a — Junta de guerra que tie-
ne lugar el 24 de mayo en el aloj^imiento del jeneral en jefe i lo que en
ella ocurrió.— El coronel Amengual i sus observaciones.— El ejército se
pone en marcha en la mañana del 25 i aspecto grandioso de sus colum-
nas avanzando por el desierto.— Los «Diez mil» de Jenofonte. — Los
Húsares de Junin sorprenden en Quebrada Honda un convoi de arrieros
conduciendo agua. — El comandante de equipajes Rascuñan i el capataz
La Mona. — Los arrieros de Chile en la campaña. — El coronel Velazquez
se adelanta a Quebrada Honda para acampar el ejército, i el jeneral
Baquedano detiene en persona la l.*^ i 2.*^ división i las instala con la
luz del dia.— El campamento de Quebrada Honda i prolijas precaucio-
nes militares que se tomaron para evitar una sorpresa. — Conferencia
postuma de los jenerales Baquedano i Camacho un año mas tarde. —
El ietieral Campero
Honda del avance en miaa dei ejer
la, se dUpone a darle un iis:i!t() nt
lugaf en su carpa i marcha fant;!:
Honda. — Error capital que padece
sorpresa, i sus inevitables resultado
lumnas i su contra-maroha. — Solo I
pata se aprozímaa hacia el flanco i
un centinela. — El campo de loa el
noche. — El comandante Martínez i i
aproximación de Suarez al nmanec
alarma. — El coronel Velazquez hao
Ib reta^ardia de Suares i el maye
Loe aliados regresan desatentados a
T
Ha 8Ído invariable cos'
neral Baquedaao iio erap
ni formar plan definitivo
nes, por cálculos de libros
sino después de prolijos,
reconocimientos practica
todas direcciones por él e
de mayor confianza i espí
En virtud de estos san
que si no recuerdan la ap
vivamente a la memoria 1
picaz de San Martin, el je
chileno tomó en Yaras to
la batalla i de la victoria,
mente un espiritual dicho
en Ite, según el cual, coi
le ponderaba las grandes
del jeueral Campero, aprt
)s del viejo mundo, le contestó: —
o muí cierto, pero con Baqiiedano lo
II.
a 10 de mayo el comandante Búl-
a de escolta al jeneral en jefe con su
Carabineros, se habla acercado a las
I enemigo, i traído la confirmación
lo éste en masa de Tacna, hallándo-
en ima estensa loma en la zona me-
ancha pampa. Por su parte, el in-
aodante Lagos, que desde el día 25
bia incorporado al ejército en cali-
ir ayudante del jenei'al en jefe, se
i destacamento de jinetes a tal in-
la eerrillada de Intiorco en la albo-
e mayo, que estuvo largo rato escu-
el lomo del caballo las dianas que
el campamento de los aliados, dor-
i arena i la confianza.
Lagos habla ratificado las noticias
2I cornandante Búlnes i su jente.
lüocian los perfiles topográficos de
¿\ enemigo, ignorábase todo lo de-
ero, el alcance de sus cañones, los
nudosos del terreno, i lo que era
ite que todo, la posibilidad del acá-
rreo de nuestra artillería de m
medanosas llanuras, pesiidilla
cion de la guerra en el campe
Para dar cuenta de todo est
en jefe, de acuerdo con el jef!
que solicitó con vivacidad hac
to directo i personal, que el c
éste en fuerza cotí las tres ai
número de jefes que fuera dal
suelto desde la tarde del día
mo dictamen de guerra en qu
nemérito ministro Sotomayo]
después era cadáver.
111.
Pasóse el dia 21, si no en I
ría que la muerte babia enluti
de la jornada que seria varia,
da. Hízose en efecto requisa (
muía de silla babia suelta en e
de los jefes i oficiales, i en ell
manera de dragones, trescient<
los cuerpos. Agregáronse a ést
del comandantes Búlnes, los Ca
Parra, junto con los Granaden
místocles Urrutia, i a esta al
700 jinetes incorporáronse pan
armas dos grandes piezas de ci
parejas de caballos eseojidos i destinadas
lascarar al enemigo i medir su radio de
I todo esto, montaron a caballo do menos
mt08 jefes i oficiales de todas las armas i
las divisiones, i a las órdenes directas del
Vehv/.quez se pusieron en marcha a las
. mañana del 22 de mayo. Iban a su lado,
dante Laicos, que se habia ofrecido jene-
te a acompañarle como simple ayudante,
) sido antes su jefe, los coroneles Amen-
lunátegui, Barbosa, Vergara i Muñoz, los
mtes Barceló, Souper, los dos Dublé,
HoUey, en una palabra, todos los jefes de
de cuerpo i de servicio que iban a tomar
la próvima batalla. El bravo Salvo venia
ie la artillería, i los revueltos infantes de
8 rejimientos a las órdenes de un simple
Allí nadie mandaba ni tenía celos del
porque mas que una división de guerra
iquella pintoresca caravana ima partida
3S cazadores que iban a dar una batida
ino al jabalí o a la pantera. — Era aquel
¡e digno del gráfico pincel de Horacio
al gran pintor de las batallas del desierto
isente siglo.
IV.
Por no estraviarse de la hu
borra en aquellas pixmpas sin t
i contra el cierzo, a poco de I
Yaras la comitiva echó pié a t
la helada arena a descansar,
Aparecida ésta, prosiguieron s
peño, i a las nueve descendí
Honda, único relieve poderos;
aquella sabana muerta i silenc
el aquilón acarreador de arena
Forma aquella quebrada un
del terreno que podrá tener tre
i barrancas de ocho o diez mi
vertical. Su bajada por el noi
artillería, pero su ascenso al lac
las dificultades de la arena acun
to i que convierte la subida en
V.
Tenían allí los peruanos su
ta montada. Torció ésta acel
a la vista de los chilenos i corr
dar la nueva del avance jeneral
to (que por tal lo tuvieron), í
de cerca por los cazadores del i
— 899 —
le los alféreces Souper i Han-ígton, dos
mestizos, iban adelante con el teniente
Lara, hoí capitán, hijo de nn capitán de
en el intervalo remuda de caballos en
ida del hondo médano a los cañonea del
Ito, i cuando éstos trepaban a la altura,
primer cañonazo de alarmí en la línea
Por el volumen del Immo del disparo,
los artilleros que era pieza de poco cali-
m las once en punto de la mañana,
le emprender el reco a oci miento minu-
as posiciones, i cuando la división esplo-
bia rebasado varias cuadras laquabrada,
■ «altoís el coronel Veiazquez a su cor-
:denes, i echados todos en el suelo se re-
en alegres i descuidados grupos a comer
0 charqui i su dura galleta, ración raati-
impamento.
*do como el labriego antes de uncirse
> al arado, necesita fortificar su músculo
,ena.
VI.
anse en tan pacífica tarea cuando apare-
horizonte, a legua i cuarto de distancia
1 metros) un punto blanquecino. Era el
un segundo disparo, i sacando los arti-
— 90Ü -
lleros sus relojes con prest
gundos que tardó en Uegai
dos. La detonación demor
diéronse cuenta aquellos de q
matívamente a cinco naíl rm
miga. (1)
El corneta del jefe de estí
diatamente natencion!» con
«marcha!»; i verificando ésta
mas adelante, calculando ha
nuestros artilleros lanzaron i
bre el Campo de la Alianza. I
dó corto; pero el segundo ca
un grupo de carpas, que seri
co, i que desaparecieron con
sido en efecto tan certera la
la segunda bomba aventó et
un soldado do la vangu;u"dii
raado Aurelio Soria, que en
centinela. Hubiérase dicho
andaba allí, como sospechóle
el viejo Carabajal en Xaxixi
(1) Esta operación es muí sencÉl)
do con la velocidad de 340 metros |
coda tree Begucdos representan mai
fórmula de los artilleros, pnra no otv
segundo. Cualquiera puede comprol
confrontando su reloj desde nua di
lies de Santiago, entre el humaüo (
9U d^touaciou.
VII.
esto, i notando que los disparos ene-
izabau ni coa mucho a nuestra lí-
ésta en batalla coo los cañones al
lUería en ala, los infantes a reta-
ispuso el reconocí cniento de cerca i
cienes.
larte de los jefes i oficiales se diri-
. centro, el coronel Velazquez se
estado mayor hacia la derecha, i el
ra, acompañado do seis ayudantes
i'or, hizo rumbo hacia el oriente, en
meo derecho del enemigo,
su costumbre, el que mas se acercó
emigas, no para reconocerlas sino
fué Roberto Souper, incorrejible-
lo. Divisando en una hondonada un
do en guerrilla, sacó aquel Murat
ble en la loma i comenzó a apostro-
i,rde3, casi a tiro de revólver. Una
a respuesta do aquella pintoresca
pues de la cual, encontrándose ile-
ó su kepi i saludando con cortesía
nqullo p'iso de su cabiillo de bata-
or él Jaaii José.
mismo noble bruto que oii Chorri-
ico balazos.
Eatretanto g
campo peruano
media a su retji
tos, conforme a
sentido el caño
diatamente la ^
Ramón, que sol
comenzó a toca
marcha el preft
de sollozos i dj
danos, sos te ni J,
Pero ya a esi
mente los espío
taran siquiera
uno. Refiere a i
don Miguel Ag
del j ene ral Can
tado mayor del
nos con dos div
tiro largo de su
Pérez juzgó iní
jinetes, i la em|
cacioQ. (1)
(1) «En aquelloí
algunos jefes pera'»
enemigo, por lo que
ria; i con este motivo el sul
del ejército boliviano diriji
siguiente despacho que se 1
«Campo (le la Allí
íTengo el agrado de participar
se sirva pooerlo en conoeimioiitn d
estado del poder ejecutivo, que el
poco mas o menos, se presentó el
distancia de cuatro millas, coinpuet
zas de caballería, i dos o tres piez
dirijir once tiros de cañón sobre di
con nueve por nuestra parte, esciis;
queño encuentro con loa defensoro;
siastas desean lanzarse sobre los ii
sEn el cambio de balas e3|)resa
rabie muerte de! joven riflero Au
Vanguardia de Coch abato ba. Por
colije que mañana, o dentro de bre
brará el combate cuya victoria se
tusiasmo febril que demuestran lo:
>Para mayores detalles del liecl
a la presente el parte orijinal ¡m!
jefe por el jefe de línea.
íSin maa que comunicar a Ud.
No hacia en sus adentn
fianza el comandante en j
— 908 —
XI.
Entretanto, satisfecha de su dia i de su propó-
sito, la carabaaa chilena del desierto se hallaba
de regreso en el campo de Las Yaras a las 7 de
la noche del mismo dia de su salida i se entregaba
al descanso.
En vista de los datos recojidos por los espío ra-
dores, i especialmente por el estado mayor jene-
ral, combinaron al siguiente dia los detalles del
ataque en el campamento de Las Yaras, i se citó
a junta jeneral de guerra para el dia 24, víspera de
la marcha sobre el enemigo. Por una singular
coincidencia, i cuando iban a impartirse las órde-
nes de batalla que deben ser siempre en un ejército,
como en un barco de guerra, esclusivamente uni-
personales, llegó al alojamiento del jeneral en jefe
un telegrama de la Moneda en el cual, acusando
recibo del anuncio de la muerte del ministro de
la guerra, se creaba en su reemplazo un triunvira-
to compuesto del jeneral Baquedano i de los co-
roneles Velazquez i Vergara para todas las resolu-
ciones serias de la campaña. El gobierno no podia
correjirse de su manía presidencial de meter, cu-
piese o nó, una cuña civil en el montaje de la
guerra; i se ha asegurado por esto que el jeneral
en jefe, indignado por aquella tutela no pedida, ^^
dio curso al mensaje, i desde ese dia dató la hoi
tle su autiguo
ble, como era
, después de
yo celebrada
estinado a la
;odon del, pa-
6 militar. El
io laconismo
¡eneral de d¡-
3aal llevarían
[a derecha, la
líi 4.' a la es-
era convenir.
s dificultades
Muñoz había
nda división i
¡efe del San-
io nsectien cía,
ir la reserva
ea BuÍD, 3.",
mil hombres
ioQ de impor-
unos preguu-
ara amoldar-
se a él, i Be les ob
6rden del dia, si I
de los coirifindfvnti
conocimiento del
Por su parte, el
de éstos, siendo el
gual, recordando
militado en el Peí
Arequipa i de Bíál
servar, i a nuestro
va estaba demasía
que convenía dar
da uno de los cuei
a las divisiones n
do el peso del ata
bierto. Contestóst
tan viejo soldadc
soldados aguerridí
bisoña, i se le hiz<
da cada división j
el Valparaíso, la !
Dea, la 3.' por la
Zapadores.
No quedó del t(
veterano del Bar
cierto enfado de I
El coronel Amen»
vie¡08 soldados d
de aquellos groga
como
lábito
es las
aQ en
(nocí-
eQ la
ampo
Dgual
o coa
eüor?
Italia,
i bis-
la de
ira la
)rovi-
íierto
bata-
on la
lante
justi-
iiida-
íldo-
ife de
lienta
I
Cíirretrts, tirudas por dos
nos de trescientas de es'
descansadas de sus fatij
conducían el líquido pr
nos de cien arrieros, la i
aconcagülnos i rancag
barriles, custodiados po
bineros al mando del ca
lante con encargo de
Quebrada Honda, dont
BU lunch de agua....
En seguida marchó (
lumna por mitades o \
elección de los jefes.
La artillería de mont
400 metros a retaguar
listos los cañones para <
La artillería pesada s
va i la caballería abane
once de la noche, desp
sus maltratadas bestias,
nete un atado de pasto
za de su montura.
I 3
h
El día estaba ardient
comida, parte esencial d
I una vez concluido el i
1
— 912 —
fantes marchaban agobiados con el peso de sus
abrigos, su agna, sus municiones (100 tiros por
plaza), sn rifle i los mil pequeños aperos del in-
dustrioso soldado chileno. Pero iban a pelear, i
todos se mostraban alegres i no pocos enhiestos.
Esceptuando los rostros i los trajes, por el paisa-
je, la arena, la sed, el cielo i las sombras lumino-
sas que proyectan los siglos sobre la gloria de las
armas de los pueblos guerreros, cualquiera que
hubiese distinguido las polvorosas colum-nas de
Chile en marcha desde la cima de una pequeña
loma que interceptaba la llanura en su medianía,
habria recordado, como una evocación apropiada
del momento solemne i del grandioso espectáculo,
la retirada de aquellos «Diez mil» que, después
del desastre de Cunaxa, condujo Jenofonte desde
el fondo de la Persia a las orillas del Bosforo a
través de las calcinadas llanuras de la Mesopota-
mia. Los chilenos en ese momento, descontados
los jinetes i los artilleros, sobrepasaban apenas al
número de los griegos.
XIV.
Entretanto, un incidente de mal augurio había
ocurrido en la vanguardia, i su noticia, traida por
un carabinero, cundió rápidamente en las filas.
El capataz de la arria de muías que habia partido
de madrugada llevando el agua de refresco par
las divisiones, obstinado como su acémila, se hab.
— 914 —
muerto del agua, uno de los volúmenes de mas
difícil trasporte en suelo movedizo. El coman-
dante Bascuñan hacia esfuerzos sobrehumanos, i
gracias a esto aquella preciosa sustancia no faltó
a la mañana siguiente en el campamento de Que-
brada Honda (1).
(1 ) Teoemos a la vista el parte orijioal que el comandante
Bascuñan pasó al estado mayor de Chile de sus esforzados ser-
vicios durante la car • paña del desierto, desde el 8 de abril eu
que comenzó el acarreo de <agua i municiones, primero por la vía
del Hospicio i de Locuinba, i después por la de I te i Las Yaras;
i aunque luchando con la inesperiencia, puede asegurarse que
aquel arduo servicio estuvo siempre bien desempeñado.
Desde el principio de la campaña un oficial italiano que había
servido en la última guerra de Francia como conductor de equi-
pajes, ofreció sus servicios al gobierno en los mismos dias en que
solicitaba patriótica i desinteresadamente fuesen admitidos los
suyos el comandante Stuven. Pero a uno i otro se le volvió du-
rante varios meses la espalda, i al primero definitivamente.
En cuanto a los arrieros chilenos, contratados casi en su to-
talidad por la Sociedad Nacional de Agricultura, se condujeron
casi siempre con su habitual esfuerzo, natural bravura i mas
que conjenial afición al trago. Se nos ha asegurado que el capa-
taz de las 60 muías, hijo de la Dehesa, pero arriero de Ranca-
gua, se llamaba Pedro Laríwna, i talvez seria por las monas que
tomaba.
Muchos de aquellos desgraciados fallecieron en la cam-
paña, ademas de los que mató el enemigo o se mataron entre
ellos. De la cuadrilla de ocho que manejaba el capataz Damián
Soto, perecieron en el hospital de Sau Ramón en Tacna la mi-
tad, Candelario Soto, Julián Guzíuan, P. ^Moreno i Budesindo
López, todos de Rancagua. El capataz Soto, anda hoí (agosf'*
de 1881) en el pescante de un coche posta de la capital in
las columnas, apoy
quedó de estrema
una especie de are >
en la vecindad de
Quebrada Honda, q
batalla i como yangí
hombres de las divi
Atacama cerraba p(
nea curva intelijent
dante, el teniente o
nombrado jefe de d:
El jeneral en jefe
su espartano vivac
junto al camino, i s£
nos que la emineneii
sables. La idea de
gravitaba en Chile (
no se apartaba tamj
de nuestros jefes. Ei
fortuna muchos hiji
Cancha-Rayada.
Establecida sol id;
de la Quebrada Ho
mayor repasaron el
línea las divisiones
(Barbosa) í la de re
_j
I fué precisamente
propusieron.
Guando al caer la ts
efecto al Campo de la
vítores de soldadesca í
«los gloriosos Húsares
muías, de barriles i de
llevados a la tienda d<
rrogado por él el capat
confesó de plano que
venia en masa sobre el
Estando a su propia
momento cuando el je
do se formó claro i fon
ro, de la cohesión i de
venia a atacarlo i qut
de sus aliados le habia
reconocimiento del dii
riorídad i aun de desp
Acostumbrado el je
los artes i ardides de
los libros que a la estr
ras americanas, resolví
mas espuestoa a un frncaao (
Tuvo Ingiir esta confereac
a sn
n, al
e las
mas
Que-
iado,
ellos
tdres
; vía- ,
!Jo al
) no-
¡ alto
a m-
cora-
trcra
iduce
coa-
supo
por-
os de
ISii-
y una
[e las
r por
to en
— 920 —
masa haciéndolo descender en columnas cerradas
por divisiones en medio de la noche i de la niebla,
dando lugar así al estravio i desconfianza recípro-
ca de las columnas en su fantástico avance por el
llano. A la verdad, lo que el jeneíalísimo de los
aliados fraguó en su mente i trató de llevar a ca-
bo no fué una sorpresa sino una batalla noctunia,
la cual en esa forma no habría podido menos de
serle funestísima-
XXII.
*
De todas suertes, a las diez de la noche del 25
de mayo i cuando los chilenos dormían como los
jigantes de la mitolojía con solo un ojo, asidos los
infantes de sus rifles i los artilleros de sus atalajes,
los jefes divisionarios del ejército unido, Montero,
Gamacho, Dávila, Castro Pinto, Canevaro, Acosta,
Cáceres i Suarez, Panizo, Zapata i otros confe-
renciaban con el jeneral Campero en su tienda de
campaña situada en la medianía del Campo de la
Alianza. I a esa hora, resuelta por unanimidad de
votos la intentada sorpresa, íbase cada jefe a po-
ner al frente de su división, presididas éstas por
sus respectivos guias, (jente toda de Sama i de
Locumba) eximios conocedores de aquellas pam-
pas en que nacieran.
Aunque no se ha conservado razón de la d¡s'
bucion de las columnas en su marcha, colíjese ^
j
— 922 —
XXIIL
Como es de costumbre, los responsable del mal
éxito echaron la culpa del fracaso a los guias, ale-
gando que éstos se empamparon. I si bien lo últi-
mo pudo suceder como un fenómeno natural del
desierto i de sus vaquéanos, no podrá negarse que
el mal orijinario estaba en la concepción, es decir,
en la multiplicidad de las column.is, que debie-
ran ser una sola i de jente escojida como en Can-
cha-Rayada i en la Macacona. La camanchaca si
no se habia posado en el pecho de los caudillos
aliados, de seguro habia invadido aquella noche
su cerebro.
Después de dos horas de incierta marcha, en
efecto, i de haberse llevado por delante el batallón
Tarija que estaba de gran guardia i que se incor-
pOTÓ en una de las divisiones, no encontrando por
ningún rumbo el campo chileno, hizo Campero, en
el medio de la pampa, junta de guias empampados,
i de suxliscordia de opiniones i de rumbos, seme-
jante a la de los relojes de los corresponsales, re-
sultó que todo el ejército iba estraviado. I para po-
nerlo a salvo de ser sorprendido en la sorpresa,
hubo de darse orden a las tres de la mañana de
contramarchar al campamento en cuyas cimas el
jeneral Pérez ordenó encender grandes fogatai
habían pasado la i
la vÍBpera de la pt
talla? Pocos duvn
tuvo miedo. Los (
en la arena o en s
ban las últimas co
en su corazón el ]
¡estraño augurio! <
conocidos cumplió
tumba que perfore
antes que el impai
sus prendas de va]
madre, al huérfau'
positarioB los uoog
sencilla i sublime.
Jarpa del Chillan,
hasta disponer se
en la traslación d<:
natal. I así en su
Por le demás, e]
la doble oscuridad
centinelas no se pi
suavemente la culi
las tinieblas no se
ayudantes de cam[
cruzaban por entr
3l cuartel jeneral
punto céatrico i
noche, decía un
% en vela, se es-
quedó el campo
a, el cielo estuvo
) fué confiada al
ra aquella noche
nos escurríamos
la colocación de
a el cirujano de
a. el cual hicimos
iquel vasto cam-
1 batalla, reinase
refunda quietud,
iominar aun con
carpas a medio
iba quizá la úni- .
i. Estábamos en
tacama, i aquella
del comandante
recorría a esas
ín compañía del
I
í
bEi
apoya
el seg
cortes
de chf
habia
hacia
íDi
la car]
a dom
íjEi
íSe,
en la (
raída,
do un
guardi
las dof
tro ale
Era
forme
en jeft:
secretí
(l)R
NueKO }
por el comandante del Atacama de la novedad,
envió a decirle que el enemigo aparecía en una
densa raasa por nuestra estrema izquierda.
ÍSo Be imajinó el jeneral Baquedano que los
aliados, acostumbrados a sus trincheras, le trajesen
un ataque de frente i campal con la clara luz del
día, pero con voz pausada i alejando apenas la
fragante taza de los labios, contestó que se retira-
sen las grandes guardias a paso lento, como es-
taba prevenido, a sus puestos en laa filas.
AI mismo tiempo el dilijente coronel Velaz-
quez a quien ninguna de las peripecias de la gue-
rra le tomaría de sorpresa, envió a decir al mayor
Frías, llamado el «huaso» por ladino i por valien-
te, que atalajase dos cañones de campaña de su
brigada co:i los mas fornidos caballos de su reji-
miento, i a toda prisa atravesíise la quebrada en
dirección diagonal hacia nuestra ala izquierda
para cañonear las masas enemigas que en esa di-
rección i en la neblinosa penumbra de l^i albora-
da se columbraban (1).
(I) Hé aqui loa términos con qne el comandante Martínez
dio cuenta de los dacesoe de aquella noche i sn alborada en sa
parte oficial de la batalla del dia BÍguiente.
«El 25 emprendimog marclia de Bnenavísta, formando parte
(le la 2/ división compuesta del rejiraierito 2." de línea i del
I lutiago, comandada por el teniente coronel don Francisco Bat-
I dó. En esta jornada no hubo novedad digna de mencionarse i
Eran las divi;
quienes, a esa h
tiraban; Í tan a
cañones, que un'
dilla que tenia
jefes divisionarii
vó al campamer
casco de granad
dentro del cam
prendidos i arre
ido a despertar.
Cuenta tambi
cito que al senti
gunos de nuestri
i envueltos en si
se hizo pernoctar a 1
del eDemigo.
»A1 amanecer del
dÍTÍBÓ que el enemi
marcba forzada se d
BÍon llevando su gu<
conocimiento de V. É
del ejército aliado, f
marchase inmediata]
Tan laego coñac el et
retrocedió apreaurads
caballería hasta toa
Tacna, donde tenia ti
fué ejecutada por mi
2.' com paula con órd
de quinientos a seise;
CAP
(EL DDE
Ordeo de batalla del ejérci
dea del dia que la diap
Lns poBÍcioneH da) enem
nti'incheradns. — Mnnia el
dei'echa del ejercito aliat
— El centro, — Las dÍvÍBÍ<
nea Loa, Orau, Cborolqu
Cantro Pinto a cargo del
nelGcnzaleE Pachacha ei
de Bolivia, i error que Re
con el Aroma. — La ai^tilli
mandada por Murguia. —
El preaidento Campero v
Camacho la izquierda.—
Amengual a la izquierda,
fila. —La reaerva jeueral
ría chilena en lai alan, — 1
ra de cañón del enemigo '
a la artillería chilena.^F
campo de liat:il!a pava ap
vo con Fuanteü Villam
Frías i Sanfaentea al c
cañones de la artillería el
yectilea que gastan por pi
de Chile encargados de
oficiales de Campero, do ]
cion de la aitillería de Cb
migo, después de una hon
riiero español Bodri
& la arena i al acasc
(1) Asegura el jenera
citado, que habiendo íhb]
deud lo deshicieseu. A 8d
altoB.
En cuanto a la formaci
que encontró en el camp
Martiniano Santa María,
TegervajeDeral i otras va
del combate.
«El ejercicio del dia dt
de batalla sobre el flanco
i a la altara del último bi
supneato de que la raaaa
ahí. Ed bu virtud se disp
»La diviaioQ Castro Pi
a su izqnierda con las col
quedarán en orden inrers
de base la artillería que
unirse otra que se indícaí
ala derecha.
>Ija división Suarez oc
BUS masaa a la izqnierda
que actualmente tiene; de
Pisagua, el Arica, el Mis
bamba. La artillería Pan
la derecha del Padilla.
»La división Mendoza.
batallones líudscar i Vii
viran de refuerzo al ala d
i escuadrón Murillo forra
808 de la divi.sion íjuarez
quierda.
sLa diviaion Herrera 1
sunidas, no tuvo er
cuntrario consta que
órdenes los Colorado,
ga final de la vietorit
batallón fué puesto di
como en el orden de
Háse sostenido ta
durante todo el curso
del Campo de la AIíj
reforzada por zanjas
ras. De aquéllas, es
comenzadas hacia ía (
dos, trabajadas por el
do Bolivia que raand
apareciendo en la esc
80 i Heno de guijarro,
lia obra que aumenta
tiles enemigos. En el
saban sino los fosos (
hacen los soldados io
to a trincheras no ha
do sino en Pisagua,
de la vía férrea, en I
las chácaras i morrud
cialmente en Arica i
rias i bien dispuestas
— 936 —
IV.
Perfiladas así, a vuelo de ave, la línea i la po-
sición del enemigo en sus tres puntos mas vulne-
rables, vamos a recorrerla de lijero por su frente
i retaguardia, comenzando como es de ordenanza
por su estrema derecha en este orden.
Servia de apoyo a esta ala el fuerte Rodríguez-
Caballero en cuyas portas habia colocado el coro-
nel Flores sus seis cañonez Krupp de montaña,
lujo i coraza del ejército aliado, manejados de cer-
ca por el capitán alemán Diu. El rejimiento Mu-
rillo, reducido a simple escuadrón de 150 plazas,
lo protejia inmediatamente a las órdenes del en-
tusiasta coronel paceño don Clodomiro Montes,
que allí fué aventado con su caballo por una bom-
ba chilena. Su tropa pelearía pié a tierra.
Seguía inmediatamente la división del nervioso
e irritable coronel Dávila que era la primera del
ejército peruano, compuesta del batallón Lima
número 8, fogueado ya en Tarapacá por su bravo
i pundonoroso jefe el coronel don Remijio Mora-
les Bermudez, natural de aquellas ásperas sierras.
terreno hasta una pequeña profundidad, se encontró con aoa
formación de pizarra deleznable, la que amontonada a los bordes
del foso, habría causado efectos desastrosos, chocando en ellas
las bombas i metrallas enemigas. Esta circunstancia i la £i"
de herramientas hizo desistir en su empeño al mencionado jei
fiel dia en Taríi]
boliviano que al
forzada jente co
guerra hallábase
ras de la Panip
en las que se í
nombre. Manda
ronel don Rain
sido segundo de
doB, i que, roto <
personal, pasara
de tenedor de lil
ca, en una casa
lia procesado i p
Campero.
Kl Grau prov*
chabamba i habi
según vimos, en
róñeles don Nati
ñarrieta en honc
en Punta Angan
te, i tenia por ofi
ilustrada juventi
El Chorolque,
un famoso batal
de Tupiza, ciuda
cia por el jenera]
de su propia ht
guerra contra Cl
Villegas, liei'inauo del jeneml
Tas, prisionero en San Fran-
ipiza, como torios sus oficiales
Doro o de Villegas,
tallón de La Paz i llevaba el
e guerrillero de la indepen-
ü.
)ra aquel bizarro coronel P.
le Corocero, que tan denoda-
al Atacama las laderas de Pi-
batallon independencia, com-
.diestrados en faenas cliilenaa.
a formaba propiamente el ala
le la alianza, i separadas de
de artillería boliviana com-
alladoras i un cañón, seguían
la división Cáceres, baluartes
la división Zapata comandaba
as el comandante don José
lioa de la artillería boliviaon según ol
LÜente comandante jeneral, el coronel
«Es de advertir aquf que la artillería todn do nnestro ejérci-
to se bailaba seccionada préviamenti a la batalla, como sigue: —
cuatro piezas Krupp a mis órdenes en el fuerte de la derecha;
— tres piezas a órdenes del corouel José Caniacho, a vanguardia
del primer tercio de nuestra línea; — tres piezas a órdenes del
No se habrá olvidac
(fisiones peruanas que
taba de los batalloDC
restos del antiguo A;
jue habia sacado de e,
fe don Julio Mac-Kle
médico escoces avecin
710Z0 de 30 años, qu(
jfreció a su patria el c
iu fortuna.
La división Cáceres
m Tarapacá, del inveí
lirecto habia pasado a
Llosa, hijo de Arequij
Je los tres mancebos c
que allí rindió la vid
Formaba el 2." grup
mtiguo batallón areq
de «Cazadores de Prs
campaña. Mas, despae
de pila i de bandera, p
siendo éste remplazadt
comaodatite Adolfo Palacios,
de aquella, i dos piezas Km)
Pando, en apoyo de la estre
dicho.»
942 —
IX.
En cuanto a los cuerpos de la división Canevaro
eran el Provisional de Lima, organizado con los
gremios de aquella ciudad i que su propio jefe,
ahora comandante de división, trajera a Arica en
la víspera de San Francisco. Pero mucho mas pu-
jante que este era el 2."" cuerpo de esta división,
porque componíanlo aquellos Cazadores del Cuz-
co que el bravo coronel ayacuchano, si bien hijo de
chileno, don Víctor Fajardo, condujo a la par con
la división Herrera, al lance final del combate de
Tarapacá, marchando por el flanco i al trote tres
leguas desde Pacliica.
En jeneral, los jefes peruanos comandantes de
batallón, liquidados los cobardes por Montero, eran
jente de primer orden, i por eso el mayor núme-
ro de ellos sucumbió en el puesto del deber i del
honor: Fajardo, Llosa, Luna, Mac-Klean, Vidal,
Barriga i el anciano coronel Mendoza que allí
mandaba una división en la estrema izquierda de
sus posiciones.
X.
Descrito i ordenado de esta manera el centro
de los aliados, seguia hacia la izquierda i en pues-
to avanzado sobre la línea de batalla la artillerí
peruana que en número de 12 cañones mandab
mandí
la mis
ea su
Amen
el batí
ocultái
do aat
de Car
que 11<
en la I
bravo
deña s
decir I
corone
Pisagu
ruano
de la [
en la j
tenso r<
resulte
Tal
po de
timo c
del COI
1600 r
cabalU
lia has
tos de
rrump
a retaguardia de
üvision Acosta, se
rpos bolivianos de
te Julio Carrillo)
aba, (comandante
s sobre sus flacos
ntemplara su triste
.rdes coraceros de
s de metal que lea
para ellos de pelear
de Colorados i el
sido colocados há-
jeneral de comba-
idos cuerpos de lí-
uia por jefes al in-
lustrado i valiente,
Ion Avelino Doria
i Alianza dejó, en
idoso i ambigua fa-
miento qne hrice iiecesa-
i que llaman aAroinai) n
.mnrilla (Ic Oriiro, tiilvez
!Oii el Sucre o '¿.° de lío-
119
— 946 ^
XIIL
En cuanto a la caballería peruana, nombrárnos-
la aquí simplemente como decoración del campo
de batalla, pues tenia por jefe a un cobarde que
lleva como por mofa el nombre de <r Aquiles:^.
El lector de este libro habrá reconocido fácil-
mente al coronel Aquiles Mende^z, comandante en
jefe de los «gloriosos Húsares de Junin», captores
de arrieros i de barriles. El coronel Ramírez que
huyó de San Francisco i el comandante Gayo que
se pasó mas tarde a Piérola en Huaraz, andaban
también por la estrema derecha de la linea, arre-
molinando sus caballos listos para huir. Solo unos
pocos oficiales de estos escuadrones cumplieron
su deber intimando a los dispersos i quedando
prisioneros o muertos en el campo. En honor de
livia que; al mando de Ayoroa, peleó en la estrema izquierda del
enemigo con señalada bravura, i era uno de los cuerpos embos-
cados de la división Acosta. El Aroma o 4.^ de línea de Bolim
vestia de rojo como los Colorados, i éstos también pelearon eo
ese flanco i en realidad formaron un solo cuerpo con los verda*
deros Colorados que vestían chaqueta roja i pantalón blanco de
brin.
Para mavor claridad pondremos aquí los. nombres i número de
orden de los cuerpos de línea del ejército boliviano:
Núm. 1.® Alianza, ^Colorados».
Nám. 2.® Sucre, «Amarillosi>.
Núm. 3.^ Illimani (desecho en San Francisco).
Núm. 4.* Aroma, de uniforme colorado i blanco.
— 947 ~
la justicia debemos agregar que no merecen de la
historia igual reproche las fuerzas de reserva que
en número de 700 hombres sacó el dilijente pre-
fecto Solar de los cuarteles i calles de Tacna, por-
que el jefe militar que las mandaba, el teniente
coronel don Napoleón Vidal, comandante de la
jendarmería de aquella ciudad, que era su cuna,
encontró allí el sepulcro de los bravos.
La división Solar se componía de 200 jendar-
mes, 60 policiales montados, 100 lanceros de Tac-
na, Sama i Tarapacá i 400 voluntarios de la re-
serva movilizada, o sea guardia nacional volunta-
ria de Tacna.
XIV.
Como es sabido, mandaba el ala derecha de los
aliados el jeneral Montero, el centro el coronel
don Miguel Casto Pinto, comandante en jefe de
la primera división boliviana, i la izquierda el co-
ronel don Eleodoro Camacho, i toda la línea el
jeneralísimo don Narciso Campero.
XV.
Tal era la triple línea de batalla de los aliados
del doble pacto secreto de 1872 que los soldados
chilenos se adelantí^ban a romper con sus bayone-
tns i cañones, i
pública de la A
Puestas sobr
coa los estrépi!
qae el último t
tes de tiros qi
escepcion del
cion en el mati
ñas cerradas \
chilenas, de fi
caballería en a
cía la estrema
roa con Rafael
repartiéndose 1
sos nimbos, bu
quebrantar pré
el frente i prol
de nuestras col
Por el órde
la división Am
estreraa derech
tra la división
visión peruana
La segunda <
mandante don
acabada del he
Momento oportuno <
error de óptica que pa(
cuerpos chilenos 1 &us_
que cada uno habia te:
línea de batalla a los
Alianza, siendo que lof
mera hora por retagí
serva situada en la dei
cstrema izquierda con 1<
gual. La equivocación
ansias de la fantasía qi
cho de llevar trajes co:
sa, el Lima de Canevá
Doria, sin contar que €
Trámente sus fundas (
Atacama, mostró sus li
serpiente roja que rera
vible, a guisa de caudt
La división Amunát
destinada, conforme al
talla del jeneral Baqi
punto de unión a la
cargadas propiamente
batalla en el naneo izq
vidarse, a fin de hacer
de la justicia i de la
i batalla íle Tacna,
zar la línea de los
da i por su centro,
ia el ataque de la
sraa derecha ene-
naentario del plan
,nzó la última, qne
a marcha diagonal
e, tres cuartos de
s en la izquierda,
, el coronel Flores
del terreno, la ba-
ue jeneral de fren-
ivo de las masas,
remetida sobre sus
^8 de la batalla, la
■ie de rocas parale-
Lrdia de la pequeña
cuartel jeneral, sus
ada por batallones
vario, los dos ejér-
loga eo trea lineas
parada de batalla
ima por su proxi-
de uno de sus jene-
gran batalla histó-
rica de aquel nona
miras arenosas di
por Escipion a A
202 A. J. C.)
El jeneral roma
de a pié en tres lí
jeras de soporte i
estremidades, la r
la cabeza, i a la i;
BUS terribles núni:
I el jeneral cari
sus lejiones veter
colecticias, galos,
centro, i al frente
res de torres de c<
La disposición
que los cañones d
vez a los hercúleo
Terminábanse ;
ñaña estos apreste
habían comenzad
perfiles de la Que!
el centro del Can:
ñonazo del eneini;
yadas de a doce.
guíente, que en esta ali
conocer:
Batería Flores, 4 caí
(modelo 1879) i 2 ame
dadas por el alférez do
del factor de Valparaia
Batería Villlarreal, 6
usados en la c;uerra fi
Batería Errázuríz, 5 c
Batería Sanfuentes, 6
Total de la artillerín
i 2 ametralladoras.
Al centro, que en la
era nuestra derecha. <
zando de frente las bat
cañones) i Abel Gomes
doras), cada cual de és
perior, por el pundonoi
por el intrépido Fñas 1
La batería de mont;
Krupp) fué dirijida de
en el momento oportur
El total de la artilleí
po peruano constaba dt
Ktupp de campaña, 17
seis de bronce) i 4 an
zas contra 31 del enem
(1) De laa ocho baterías d
tuvo su actividad I
gracias a su distan
tros fuegos, dice a
del coronel Flores
la artillería de Chi
ejecución, disputa
lumnia, nuestros
guieron sin interr
alcanzaban apenas
cion con los (erribl
con su numerosa i
canee, que en náui
ejercicio i doce de
quierda de nuestra
BUS proyectiles a le
entre los cuales el
hasta quince bomb
que afortunadamei
de ninguna clase.
íSolo al centro
llon «GrauB algún
taran un oficial i d
los pies del caballo
rejimiento Murillo
ninguno de los ind
(1) Parte oficial del <
'\ -¿O de jalio de 1880 í
i
f Pero, sobre si, apesi
y artillería de Chile cura]
I ra i de batalla, conforii]
' introducidos por el use
i laa filaa de la ¿lianza no pue
menos a en eacesiva dietancí
i qne habia sido espresamente
tf las ocho i fres cuartos A. M.
; * jeoeral Campero, alabándose
! cuando se rompieron los priu
^ se suspendieron por de pront<
viendo a suspenderse por tri
sucesivos,
^. sEsta circunstancia me hi:
t ■ ria atraernos a todo trance I
* aquella era cuestión de paciei
mente eran ventajosas, i el ei
• una manera decidida. En efe(
i-' ja de no presentar blanco a si
se hallaba oculta detrás de la
! guian las j/iezas de artillería,
tuda la planicie que él ocupa:
ñon no nos causnbaa dafio ti
de nuestras filas, por la para
o bien se enterraban las bou
produciendo una especie de e
í sarnos mayor mal. Esto dio
case cada disparo de auna o
costo de cada tiro i a su com;
No fueron sin embargo tai
nuestra artillería, porque m
oficial por un bote de bomb
cí>ronel Gamacho, el jcneral
injisas de los al
eedei" lo mismo
dándose de qii
posiciones i aqi
había designad
Duró el caño
ba el perfil de 1
sinuosidades pr
reloj desde cerc
cartajido los ra
siempre andan
T una vez tei
reinó algún tre
ron las corneta
Chile que ordt
seguida desplej
dantes del cuai
impartiéndoles
Filé este el r
deraraente grai
de la pólvora n
horizontes. La
dominantes to
latido de los ce
nientos chileno
impulso se aval
^ 962 —
tos (le hora que duró aquella marcha redobLida,
un silencio profundo reinaba en la estensa pampa;
nadie hubiera dicho que allí habia cerca de treia-
ta mil hombres que se aprestaban para despeda-
zarse.i> (1)
XXV.
I cosa verdaderamente digna de ser recordada,
el solo avance i despliegue sucesivo de nuestras ma-
sas, bastó para llevar al pecho del enemigo el ter-
ror i la convicción de su inevitable derrota. — «A
las siete de la mañana próximamente, esclama el
mas bravo de los capitanes del Perú que desde el
centro de la línea enemiga presenciara con rostro
sombrío pero con pecho de bronce el imponente
(1) Una carta del campo chileno agregaba todavía este tier-
no detalle:
«A las nneve i media nos bailábamos a tiro de cañón del ene-
migo; se hizo alto; los capellanes recorrieron las filas i después
de exhortar a los soldados, les dieron la santa absolución.—
«¡Antes de ir a morir por la patria, un instante es preciso elevar
el corazón a Dios! ]>
:»Dudo, amigo mió, que pueda e:s^istir un momento mas solem-
ne que el en que te escribo» Muchos hacian sus últimos en^»
cargos.
])Toma este anillo, decia uno^ si muero, se lo entregaras a
ellal2>-^a:Guarda esta cartera; si no me encuentras, se la darás a
mi madreis— ^d[Toma esta carta; hazla llegar a su destino. t-«
«Conserva mi reloj, es un recuerdo que quiero dejar a mi her
mano i>
Ll
A la verdad, la bat
za estaba ganada ÁnU
Para los chilenos
Perú i contra Bolivia,
densos ouadros bien protejid
dormir, i la artillería que nc
sa (¡arma de peraanosl), i ■<
ra levantar el campo a las d<
la primera laz a las crestas <
con aos primeras salras.
sEa tal orden de marcha,
nea jeoeral de combate, de <
ngimiento, de bombre a horr
i el resultado seria terríbleu
ÜLO XXVIII.
ILA OE TACNA.
CAMPO DE LA ALIANZA.
le ataque del ejároito de Ohile esperan la
po8ÍcionM del Campo de la Aliatua. — La
VslparaiBO a las iSnlenes da AmeagnaL—
I qne h Ib bacea. — Sn movimiento oblioao
0 enemigo. — Temor de los jefes bolÍTÍa-
ejo que el coronel Aanirre da a Gamacho.
> por la emboscada del ooronel Oonzales
iota. — El faego se rompe precipitadamente
raflorea. — Opinión de Campero. — So traba
a derecha la batalla. — Muerte del capitán
liman. — El beso de Amengnal. — Heioismo
1 éeta derrota en hu primer empuje toda el
ga de loe batallones peruanos Huáscar i
le dirÍHÍon Mendoza, del coronel Barriga i
Hniscar.— El ooronel Godinez.— Denoda-
ere o Amarillos de Bolivia, mientras llega
E conduce desde la estrema derecha de loi
OH batallones Alianza i Aroma, i Camperg
9 batallones fujitivoa. —Restablece en ¿tos
rreno a la 1.* división qne carece de mnní-
litanes Patricio Larrain i Alberto Qormaz
I combate.— Intrepidez de los Navales.— El
'udantes Dneflas i Carvallo, pierden saa ca-
oflciales.— Una bala en una tortilla.— El
leraos hacia la izquierda i pone en grave
lió i Amengual. — Todos los cuerpos chileDoa
—El comandante Holley del Esmeralda so-
leros í et comandante de éstos exijo órdeq
'N-
— 9Gtí —
superior.— El coronel Yerbara es autorizado para hacer cargar a loi
Granaderos, por el j enera! Baquedano. — Infructuosa carga sobre los
Colorados i Amarillos que forman cuadro i rechazan a los asaltantes.--
Sablean éstos a varios soldados de Navales en la confusión del encuen-
tro .^ Muerte del teniente del Esmeralda Aníbal Guerrero. — Elmajor
Marzani de Granaderos i el soldado distinguido Maturana —Desabri-
miento con que el jeneral Baquedano recibe del coronel Yeigara U
noticia del mal éxito de los Granaderos i resultados posteriores de esta
escena — Estraordinario heroísmo con que se baten el Esmeralda, el
Kaval i el Chillan. — ^Yargas Carampangue i el capitán José María Pin-
to.—Sefialada bravura del capitán Elias Beytia. — Matanza que los
chilenos hacen en el campo enemigo. — Muerte del coronel Lopes, i có-
mo el coronel Murguia fué salvado por un soldado de Navales. — Maerte
del 2j* jefe del batallón Alianza^ Ráyelo, i del mayor Yixcarra del Yied-
ma.—- El ¿.«Jefe del Sucre, Ballivian, i el del Aroma, Crespo, fuera de
combate.^El ataaue por el centro. — La línea de gueirillas de la 2.* di-'
visión chilena i el coronel Castro Pinto.— Arenga vengadora del oo-
mandante Canto del 2.° de línea, i cómo el Atacama se precipita hááa
el punto mas fuerte de la línea enemiga.— Rafael Torreblanca a la
vanguardia, i por qué lo elije el comandante Martínez. — Obstinado he-
roísmo de la línea de guerrillas de la 2.* división i mérito que ocsres-
ponde a los capitanes Torreblanca del Atacama, Castillo i Dinator del
Santiago, Concha i Olivos del 2.^. — Notando los jefes aliados la delúli-
dad de la línea de guerrillas, la atacan vigorosamente avanzando en
toda su línea.— Torreblanca los espera a pie firme i es muerto i bayo-
neteado.— Astucia dtf su cometa Román.— Noticias biográficas del hé-
roe Atacameño.— Furor del Atacama al saber la muerte del adalid.—
Palabras del capitán López. —El comandante Martínez manda tocar s
la carga i el Atacama se precipita sobre los batallones bolivianos de k
división Castro Pinto i especialmente sobre el Padilla que arroja las
fundas de sus kepis colorados en señal de reto. — El Santiago i el 2.*
avanzan al mismo tiempo con estraordinario denuedo. — ^Terrible mi-
ta nza.— Los tres jefes del Santiago i los tres jefes del Padilla fuera de
combate. —Bizarría de Barceló. — El capitán Olivos. >-Las bajas del
Atacama, del Santiago i del 2.^— Sublime heroísmo del capitán Arce
del Atacama i muerte de los dos Martínez.- Palabras espartanas de sa
padre. — Los jenerales Campero i Montero dominan en ese momento la
batalla desde una altura i el primero la describe con felices rasgos.—
Apurada situación de las dos divisiones chilenas que piden constante-
mente socorro. — Estoica impasibilidad militar del jeneral Baqueda-
no.— a¡A su tiempo, a su tiempo!])— A la una en punto del día el jene-
ral Baquedano dispone en persona el avance de la división AmunátegnL
—Bajas de la 1.^ división.- La artillería de marina avanza al trote en
apoyo de la división Amengua!, el Chacabuco a sostener al 2.^ i el Co-
quimbo al Atacama. — Avanza al mismo tiempo la reserva jeneral, i sn
imponente despliegue. — Arrogantes palabras del 3.°. — La batalla va a
decidirse.
I.
En las batallas corno en los huracanes, sob
viene casi siempre cierta pesada calma que pre<
Chile estrellas de (
nes adalides como
nieto.
No hacían aqnel
bríos montañeses <
izquierda de la pn
guna de sus bríos,
netas tocaban— «i
recibieron con coni
cion de sus capelli
por su patria, señi
la lontananza de
las puertas del ciel
Hecho esto, mai
No sabia a punt
píese, dado el cara
libradas entre méd
cion, sin senderos
ataque el comand»
sion. Señalósele úi
fíl de las lomas de
costa, i esto era se
— 970 -
da división, rotura peligrosa de la coraza de com-
bate por la cual una hora mas tarde el enemigo
asestó golpe casi mortal a la batalla.
Pero igual vacío existió, i en mucho mayor ám-
bito, entre la 2.* i la 4.* división; i por otra parte,
se ha esplieado la conversión escesiva de la 1.* por
el propósito de flanquear al enemigo por su estre-
ma izquierda, como en efecto tuvo lugar.
Debe quedar asimismo constancia en este pun-
to de un hecho olvidado en todas las reseñas de
la batalla, i fué el de que los pontoneros, apenas
un centenar o dos de hombres, pelearon en el ala
izquierda de la primera división, ligándola en cier-
to modo con la segunda al mando del teniente don
Daniel Silva Vergara, i dejaron 23 de sus valien-
tes camaradas en el campo de batalla.
VII.
No es tampoco justo ni por un momento olvi-
dar que en su estrema izquierda la línea de los
aliados formaba un verdadero martillo, mirando
hacia el oeste el batallón Sucre, que en esa direc-
ción tenia sus fosos inconclusos de sur a norte.
Allí estaban también en emboscada el Viedma i
el Tarija, de suerte que, si por una parte, la esce-
siva inclinación de la división Amengual hacia su
derecha tenia el inconveniente de abrir dilatado
portillo a su izquierda, ofrecía la ventaja de ope-
rar un verdadero flanqueo de la línea enemiga p^
ricanas, i que por lo n
tardar en tomar en cu
ha llamado mas tarde
Miraflores».
<La dirección de don
dice el jeneralísimo Oai
de circunvalación, era r
■ lo había previsto yo des
la que coloqué allí nuet
i> Repentinamente i a
noté que se había hecho
de batalla i que se co
nuestra parte, rompiená
ala izquierda, árUes de t
acercado lo bastante. Es
dimiento de nuestros se
íComo quiera que
combate i como por uní
nético, se estendió poco i
de batalla, hasta quepo
^
Entretanto, [\as colín
bian puesto en movimií
celó a las diez de la ms
go qne acababa de disip
del cañón, loa últimos i
ventura por las
ura, encontró el
m Flores de la
rente de batalla,
¡orno en la mar-
67 del ejército,
ven adalid res-
a su frente, por
I así era la ver-
division Acoffta,
:re i Viedma, se
)3cados tías una
probablemente
veterano de las
mdas civiles de
a Cerro Grande,
ar sus armas al
i tan oportuna,
10 mas de dos-
ñbieron con una
igos.
aquella celada;
ló; i corriendo a
batalla que con-
Jrriola, Vargas-
— 974 —
Caram pangue i HoUey, trabóse con la celeridad
del rayo un combate mortífero en la estrema iz-
quierda de las posiciones de la Alianza que allí
formaban una especie de saliente espolón. La ba-
talla comenzaba a manera de pujilato antigno:
cuerpo a cuerpo.
Cayó a los primeros disparos, entre cincuenta o
sesenta de los suyos, instantáneamente muerto el
capitán Holguin del Valparaíso i en seguida el
teniente Gillmann de Navales, ambos con una
bala en la frente, la mas hermosa de las heridas
que dan la muerte, porque ésta conviértese en
aureola en torno de la pálida sien del inmolado.
I tan cierto es lo que acabamos de decir, que
encontrando a un soldado del Esmeralda así de-
rribado, el coronel Amengual por un movimiento
involuntario de su alma de guerrero, se apeó de
su caballo de batalla llamado^n el ejército el Ca-
brito^ por el color de su piel, i alzando en sus bra-
zos el pesado busto del bravo caido en el primer
disparo, lo besó con efusión en la frente: cuadro
digno de los cantos de Homero! ^
«El subteniente Gillmann, dice un testigo de
la batalla, i a propósito de este brillante mozo
que habia dejado lucida i casi opulenta posición
en Valparaíso, recibió en medio de la frente ua
balazo que le atravesó el cráneo. Cayó ríjido de
bruces, ajitó convulsivamente la mano derech i
en seguida espiró.
— 976 —
Los soldados del Valparaíso alabaron también
en aquel trance la impávida severidad de un sub-
teniente de su cuerpo, llamado Ibañez, que en
parte alguna vemos recomendado oficialmente.
»La respuesta del jeneral fué una orden repetida por tercera
vez i mas imperiosamente qae las tres primeras. Se me ordena-
ba avanzar de frente i con inaudita premura. ¿Contra quien? Yo
no lo sabia^ el capitán Flores tampoco; pero debia obedecer i
obedecí.
:»Formé entonces mis líneas de combate; la primera fué for-
mada por el Yalparaiso disperso en guerrilla, la segunda por Na-
vales i el primer batallón del Esmeralda; la tercera por el se-
cundo batallón de este cuerpo i el Chillan. Total: 2.364 plazas,
incluso las bandas de música.
>Hacíaseme diñcil comprender que el enemigo se hubiera
retirado viéndonos a 300 varas de la cuesta de aquella loma; i
mi sospecha no tardó en ser plena evidencia.
:»En previsión de un ataque imprevisto, recorrí mi campo pa-
ra dar la última mirada a la distribución de las fuerzas de mi
mando i prepararla para un próximo encuentro.
— ^Coronel Niño, dije al jefe del Valparaíso, ¿ha hecho usted
cargar a su jente?
— íNó, coronel, me contestó.
— i^Fues haga usted cargar, repuse i ¡cuidado con una sor-
presa!
]»Se ejecutó mi orden, que resultó ser una salvación.
:d Seguí recorriendo el campo; i al llegar Navales:
— DCoronel Urriola, dije a su jefe, es llegado el momento de
marchar al matadero; es preciso no dejar mal puesta la bandera.
— líNo lo quedará, me contestó el jefe de Navales.
]>Mis tiradores se encontraban ya a 50 pasos de la cresta;
poco después la dominaban, siendo recibidos por una descarga
cerrada del enemigo que puso fuera de combate a 64 guerrille-
ros del Valparaíso. Se habia evidenciado la sospecha; el enenii-
fl^o se encontraba a 200 pasos de la cresta, i se habia ocultado a
a vista del capitán Flores en houdos hoyos i profundas zanjas.
íYa el combate se encontraba empeñado: poco después se je-
neralizaba en toda la línea]>.
•primer jeie uei viuluiih, i ui cuiiiuiiuaiue uon An-
mro Ruedas, secundo d^I HtiásCíU-, que así su-
Hisr. DE L* C. DE T. I A. 123
cumbian esfo;
to coa los ca|
otros (1).
Pero el cor
ala del ejérc
de los chilen
ñas para coiit
A primera
coronel del et
López a pedií
él mismo, haí
día con los O
tes de la líaei
(1) Eljeneral
los stguieuteB eii
noté algunos siot
3 ue pasaba i Be t
e loB mas crecic
apenas entrado <
principiaba a des
»En la indigni
llones que acabs
huían, a fin de ht
poeicloDeB. Pero 1
líos se contnviert
>Ea vista de
sobre la línea i lli
filas. Entraron er
rior a todo elojio,
de artillería al ei
bayonetas.
(2) El coronel
campo del jeneral
de la prensa en I
lorados; pero los i
garon terminante
nombrados, con escepcion del afortunado mayor
Castillo, quedaron en el campo, i algunos para no
levantarse jamas.
No formaban las cinco compañías guerrilleras
4e la segunda división sino quinientos hombres
Casi todof
Uey, Vargaf
tes Souper i
menda i por:
comenzaban
turbados que
En medio
soldados que
€derrota!i> e
Adolfo HoUí
fogosidad de
hacia la estri
LoB boIiriaDos, i
ga, i eutÓDCGS el
para dispararles
una bala qae ídí
abrasó horrorosd
>E)1 aubteniea
esos momentos
número de Holila
enemigo.
íFuera de las
de las que llovía
oídos se habían i
Diente don Guill
vaba envuelta ei:
alguna, i el mayí
alentaba a la tro
del combate, al I
biá guardado en
ga, i aun estuvo
~ 986 —
Ruyos. Contóse entre éstos el juvenil subteniente
Aspillaga, hijo del sur, que acababa de incorpo-
rarse en el cuerpo, i suerte igual habría corrido el
bravo mayor don David Marzan si un esforzado
voluntario llamado Jovino Maturana, mozo de re-
cio corazón i de miembros de Hércules, no le hu-
biese sacado de debajo de su caballo muerto, i dá-
dole el suyo para quedarse a pelear junto con el
Esmeralda. Por este rasgo de distinguido heroísmo
el soldado Maturana, que pertenecía a una familia
patricia de Colchagua, fué ascendido a sárjente en
el campo de batalla i al frente de las filas. (1)
Por otra parte, envueltos los Granaderos en nu-
bes de polvo que los cascos de sus caballos en su
carrera levantaban, pasaron a llevarse de camino
i sablearon a varios soldados de la división Amen-
gual, especialmente del cuerpo de Navales. (2)
Como respecto de la artillería i sus efectos, el
entendido jeneralísimo de la Alianza habia lo-
grado su propósito de neutralizar la potencia de
la caballería chilena, cuya pujanza conocida era
(1) El sar¡ento Maturana había sido recomendado hacía poco
como voluntario por don Leopoldo ürrutia, juez de letras de
San Fernando, a su hennano el capitaa de Granaderos don Te-
míritocles Urrutia.
(2) Se dijo que el estimable teniente del Esmeralda don Aní-
bal Guerrero, habia sido muerto de esta cruel manera; pero la
relación que publicó el capitán de su compañía don Rafael Ova-
lie, contradijo semejante rumor, porque Guerrero, herido d(»
veces, sucumbió a un tercer proyectil aue le tocó en las sienes.
En cambio, i entre otros, el soldado de Navales Daniel Moy;
fué muerto de un sablazo que le arrebató la mitad de la cabesi
.»
mundante ¡enoi
só a su lado p<
su noticia su i
momento en el
gures que de a»
nacer las iutest
taroD en días d
neral de los chi
El momentiti
tante verdaden
das divisiones (
doble número,
sobrehumanos
atacadas, debili
recha donde ei
división Dávila
lar. Con todo, i
tantas batallas,
su caballo, en i
su ejemplo, par
(1) Sobre este e;
sa en los térmiaos i
«Pero agrega el
llerfa prestado por
Por mi parte puede
Lagos i Velazques
reservo el pleno dei
entonces coinan<lan>
de la ¡¡íterra en cm
mismo cuerpo don Bi-lmuudo F. Blanco, herido en Tacna, en
carta que nos escribió desde el hospital de Iquique el 20 de jn-
nio, nos dice qne l&s últimas palabras de su comandante del
Canto fueron éstas: — aMu< hachos no hai qne hacer pri^ionerosl
Acuérdense de Tarapacál I si alguuo de ustedes vuelve cara,
qne el que esté mas cerca lo mates.
(leuda de Pisagua, grit
chos! arrojad las fundas
enemigo os conozca poi
I poniéndose a su cabe
guerrilla de Torreblanc
cia BU izquierda, i la en
puje. Fué ese el mom
frente cayó el bravo e
cuerpo, Rafael Torrebla
de nuestras batallas.
Para dar mayor rcal(
meño, el comandante I
para él las charreteras de capitán en la cuesta de
los Anjeles, encomendó a su compañía, (qne era
la segunda) el cubrir el frente de su batallón, fun-
ción de guerra que correspondía de derecho a la
cuarta compañía guerrillera. De suerte que el ca-
pitán Torreblanca peleaba allí por lujo; i en la mas
adelantada i mas comprometida posición de la lí
nea de batalla, se mantuvo cerrando la estreraa
izquierda de la segunda i aislada división, secuD'
dado por los guerrilleros del Santiago i del 2." d(
línea.
Pero cuando los jefes aliados del centro Castre
Pinto, Canevaro, Villegas del Chorolque, Fajar^'
del Cuzco, Iraola del Arequipa i especialmeei
que en Tacna minió irlorioaameiite, eseribin a bu digna madre
aesde L\s Yaraa el 18 de ra:iynestii3 pilalvraa: — «Nd ten^a cui-
dado por mf. Estuí blindado. Ii]st-itai>á ea la sitnactnii de Hernau
Cortés que qu'ími'i sus nares en Májio para triunfar o morir».
iiisT. di; la c. de t. i a. 1^5
F^
— 1001 —
pitan de la independencia, perdía aljí ano de sus
brazos i era herido el otro en los momentos en
que el bravo cirujano Kidd, del 2.*" de línea, lo cu-
raba.
Adelante de la línea i animándolo con estraor-
dinario arrojo rocibia tres balazos mortales el ter-
cer jefe del batallón que llevaba con tanto brío
el nombre déla capital déla República, i al des-
lizarse agonizando de su caballo, el mayor Silva
Arriagada, retoño cual los otros de un capitán de
los Anjeles, recojíale en sus brazos, retirando su pié
derecho engarzado en su estribera, el capitán Gas-
tillo que mandaba las guerrillas, i éste, a su vez pa-
ra seguir avanzando, confiaba el héroe moribundo a
un viejo soldado de su compañía, llamado Fuensa-
murieron heroicamente los capitanes Juan G. Zavala i Julio
Acha; los tenientes José María Obando, Delfín Butrón, Justo
Pastor Rivera, el porta-estandarte Sócrates Céspedes i N. Qar-
^cia que se alistó en la 5.*^ compañía momentos antes de la bata-
lla. Fueron heridos el que habla, del brazo i costado izquierdo,
iniítizándosele su cabalgadura por tres proyectiles; el 2,** jefe,
teniente coronel Vicente Crespo, en la parte inferíor de la rodi-
lla derecha; el sarjento mayor Manuel Cordero, de gravedad, en
el muslo derecho, i el sarjento mayor graduado Julián Paz, de
la 5.* compañía.:^
Quedaron fuera de combate, ademas de los nombrados, el ma-
yor don Manuel Marañen del Padilla, herido, i el mayor del Loa,
don Severino Peña, muerto.
El batallón Padilla, el mas distinguido i maltratado de la li-
nea boliviana junto con él Sucre i el Alianza, tuvo 120 bajas,
iy sin embargo, éstas no alcanzan a la mitad del probado i he-
roico Ataca ma.
El Alianza, sobre 500 plazas, tuvo 191 muertos: los heridos
se retiraron en gran número por la quebrada de Para, que está
contigua a Tacna i un poco mas abajo de la ciudad. Ese sendero
quedó 8eml)rado de cadáveres i de despojos.
HIST. DK LA C. OK T. I A. 12G
— 1002 —
lida,— <i El valiente corneta Pascual Val des, dice el
ofíci&l últimamente nombrado, describiendo en
carta inédita a un amigo la carga vengadora de su
Tejimiento, el valiente corneta Pascual Valdés no
dejó de tocar a la carga con su voz sonora que
los llamaba a entrar en línea mas unida para
que de esta manera fueran mas sólidos los fuegos
i hubiera mas resistencia en el caso de una carga
que intentó el enemigo, porque en cuanto vieron
que los nuestros armaron la bayoneta al toque de
— a la carga! — del** corneta ya mencionado, lo
imitaran ellos también i avanzaban resueltos, pero
no era posible resistiesen el empuje de nuestros
rotos, pues todos los oficiales trabajaban hasta la
exajeracion, como asimismo los jefes, por obtener
el triunfo» (1).
(1) Distinoruióse especialmente en esfce sangriento encuentro
la compañía del Santiago que mandaba el capitán don Pedro
Pablo Toledo (la 1.* del 2.**), ponjue de 103 soldados con que
entró al fuego perdió 71, de éstos 29 muertos i 105 heridos.
Un año cabal después de la batalla. El Comercio, diario de
Tacna, del 8 de junio de 1881, daba la siguiente melancólica no-
ticia sobre uno de los valientes del Santiago, sacrificado i olvi-
dado en el campo de batalla, donde se encontró su cadáver con
una tarjeta que decia asi:
«Bejimiento de línea <j:Santiago]>. Nombre, — Sárjenlo 2.^ Desú
deiño Huerta Solis. — Si me Tnatan, háganme el favor ele avisar
al canónigo don Pasctial Solis de Obando. — Santiago^ calle de
las Delicias, núm. 264.
«Todo esto está escrito de puño i letra del mismo bravo sar*
jento.
<rEn la parte inferior de la tarjeta se nota una cinta colorada,
proveniente, talvez, de la oxidación de algún cuerpo estrafio.»
— 1003 —
Fué aqnel el momento supremo de la titám*ea
lucha, i el jeneralísimo enemigb, pidiendo al arte
paleta rica en coloridos, lo describió, en los tér-
minos que siguen, a sus compatriotas:
ocEn estos momentos me dirijí hacia el ala de-
recha, i en una pequeña eminencia rae encontré
con el jeneral Montero, que venia hacia el centro.
Nos detuvimos allí un instante, por ser un sitio
a propósito para observar en su mayor estension
el campo de batalla. Era grandioso el cuadro que
se presentaba a nuestra vista, i no pudimos me-
nos que permanecer absortos en su contempla-
ción.
(íQuisiera poder describíroslo con los mismos
colores i variados matices con que se ofreció a mi
vista. En nuestro costado derecho, donde el com-
bate no era todavia mui encarnizado, el ala dere-
cha de nuestra línea i la izquierda* del enemigo
presentaban el aspecto de dos inmensas fajas de
fuego como envueltas por una especie de niebla
iluminada por los tintes del crepúsculo de la ma-
ñana. El centro, donde obraba con mas vigor la
artillería enemiga, ofrecia el espectáculo de un
confuso hacinamiento de nuiles bajas, unas blan-
cas i otras cenicientas, según que las descargas
— 1004 —
ernn ñe Krnpp o de ametralladoras. El costado
izquierdo, donde el combate era mas reciamente
sostenido, no presentaba sino una densa oscarí-
dad, impenetrable a la vista, pero iluminada de
momento a momento, como cuando el rayo cruza
el espacio en noche tempestuosa. El tronar era
horrible o, mas bien, no se oia mas que un trueno
indefinidamente prolongado. En su conjunto era
arrobadora, señores, l^ contemplación de este cua-
dro maravilloso, a pesar de la íntima conviccioa
de que su fondo no contenia otra cosa que la de-
solación i la muerte, disfrazadas con deslumbra-
dores ropajesi) (1).
¿Qué hacia entretanto para contrarrestar la ola
que rápidamente parecia envolver en esa terrible
hora las dos alas de la línea de batalla de los chi-
lenos, su cuartel jeneral que la dominaba desde
su centro?
El jeneral Báquedano, seguro de su dia aguar-
daba impasible el desarrolló del problema resuel-
to en su espíritu de antemano. A los azorados
ayudantes que de todos los cuerpos llegaban so-
licitando socorros, contestábales con el tranquilo
(1) Informe varias veces citado del jeneral Campero a la Con-
vención de Solivia.
— 1006 —
talante de una convicción serenamente formada i
I
en su lenguaje peculiar que en tales ocasiones
remeda los proyectiles: — ¡A su tiempo! — ¡A su
tiempo!
I cuando juzgó que «ese tiempo» (que pudo an-
ticiparse sin daño, a nuestro juicio, un cuarto de ho-
ra) habia llegado, lanzó su caballo de batalla, el
ya famoso i hoi inválido Diamante, bridón colcha-
güino envejecido bajo el arzón, al centro de la di-
visión Amunátegni. que arma al brazo aguardaba
órdenes, i personalmente la lanzó al combate; la
Artillería de Marina, al trote hacia la derecha para
arrimar el hombro al último empuje de la división
Araengual; el Chacabuco al centro para sostener
a Barceló, i el denodado Coquimbo en busca de
su jemelo el Atacama^su «cuñado i> de campamento
al que, armando sus yataganes en lá loma, resca-
taría, vengando sus terribles pérdidas con sobras
de heroismo i de castigo.
Se ha dicho que el bizarro coronel Lagos, que
en todas partes se hallaba, habia dado bajo su
propia responsabilidad la orden de avanzar a la
3.* división, i esto como un reproche de bandería
a la flema imperturbable pero segura del jeneral
en jefe. Mas el hecho cierto es que el último vino
en persona, impartió sus órdenes al sereno coronel
Amunátegui, i no contento con esto, notando que
el Chacabuco se soslayaba un tanto al emprender
su marcha hacia la altura, metió espuelas al ca-
— lOOfl —
bailo, i gritóle desde una de sus alas por dos veces:
¡Guia al centro! ¡Guia al centro! (1).
En ese instante decisivo oíanse 'líis primeras
detonaciones del canon de Barbosa (batería Fon-
(1) Datos del coronel Toro Herrera i del cirujano Kidd, qaien
allí, a retaguardia del 2.^, estaba presente. Según el último, era
notable el talante del jefe del Chacabnco, quien fumaba tranqui-
lamente un habano al entrar al fuego.
Las bajas de la 1.^ división chilena estaban representadas mas
o menos hasta ese momento de la batalla, por las siguientes ci-
fras, que eran, sin embargo, inferiores casi a un tercio a las de
la 2.* división.
Batallón de Navales. — Oficiales muertos, Juan Gillman, i he-
rido grave, capitán Guillermo Carvallo.
Oficiales heridos leves, coronel Martiniano Urriola (mui leve;,
capitanes Reinaldo Guarda, Pedro Elias Beytía, Roberto Simp-
son, teniente Enrique Délano, .subteniente Miguel Valdivieso
Huici i Enrique Grarcfa.
Muertos de tropa, 42. — Heridos de tropa, 70.
Batallón Valparaíso, — Oficíales muertos, capitán Ricardo 01-
guin; id. heridos graves, teniente Miguel Sanhiieza i José María
Garcia; id. heridos leves, ayudante Felipe Artigas, subteniente
Amador Ferreira.
Muertos de tropa, 27. — Heridos de tropa, 70. >
Rejimiento Esmeralda. — Oficiales muertos, teniente Aníbaf
Guerrero, subteniente José Santos Montalva; id. heridos, sarjento
mayor Enrique Coke, capitán Juan Rafael Ovall^", teniente Arís-
tides Pinto, subtenientes Jerman Balbontín, Mateo Bravo Ri-
vera, Juan de Dios Santiago, Luis Ureta, Julio Padilla.
Muertos de tropa, 66. — Heridos de tropa, 160.
Batallón Chillan, — ^Oficiales muertos, capitán Juan Manuel
Jarpa, subtenientes Manuel Urrutia i Abrabam Reyes Baso.
Heridos graves, capitán Honorindo E. Arredondo, tenientes
Ernesto Jiménez González, Francisco I. Rosas, subtenientes
Roberto Siderei Borne i Nicolás Yávar Jiménez; id. leve, co-
mandante José Antonio Vargas Pinochet.
Muertos de tropa, 22. — Heridos de tropa, 67.
— 1007 ~
tecillas) que rompía sus fuegos sobre la debilitada
izquierda del enemigo, i para dar a la batalla todo
su final desarrollo,' eL jeneral Baquedano ordenaba
avanzar en compactas masas la reserva.
Adelantóse ésta, que habia perdido diezisiete
hombres a retaguardia del cuartel jeneral, con la
pujanza invencible que da al soldado la suelta de
sus bríos comprimidos largo espacio por la disci-
plina; i al desfilar el 3." rej i miento de repatriados
i lejion de vengadores hacia las cuchillas que en-
rojecía la sangre de dos mil chilenos, oyeron a
muchos de sus soldados el jeneral en jefe i el co-
ronel Velazquez gritar entre bravatas de provo-
cación i de venganza: «¡Por donde pasa el 3.**
tiembla la tierra!2> (1).
Habia llegado la hora definitiva, es decir, la
hora de la crisis.
Delante de las reservas sucesivas sacadas in-
t9.cta8 del fondo de nuestras líneas cuando los
aliados, llevados de su propia asustadiza impetuo-
sidad, habían agotado por completo las suyas, iba
a dar el vuelco definitivo al dado de la guerra, i
la victoria se pasearía otra vez, como las águilas de
Alejandro en Arbelas, sobre las banderas de las
invictas i bien conducidas lejíones de Chile.
Eran las dos i media de la tarde.
(1) Datos del coronel Velazquez, que lo oyera.
CAPITULO XXIX.
BATALLA DE TACNA
(la victoria)
La Artillería de Marina llega oportunamente para decidir la victoria en el
ala izquierda del enemigo, i brillante mamobra que ejecuta el capitán
Rivera con el segundo batallón del rejimiento Esmeralda. — Muerte de
loe comandantes Mac- Olean i Llosa. — Bl coronel Camacho, al notar el
desbande de su ala, se precipita en medio de los soldados, pierde su caba-
llo i es herido gravemente.— Sus heroicas palabras al ser conducido a la
ambolancia boliviana. — Fuga del coronel Panizo i sus escusas por la
pérdida de su artillería. •« 1^1 capitán Silva Prado de la Artillería de
Marina i el comandante Ravelo, 2.^ jefe de los Colorados. — Brillante
carga del Chacabuco en auxilio del 2.^ de línea.-— Í¿1 mayor Briones i el
capitán Vargas de los Libres del Sur. — Canto de guerra de este oficial. —
El batallón Coquimbo decide la bataUa en el centro, su heroica con-
dacta i sus dolorosas pérdidas — Los oficiales Varas i Várela.— Goros-
tiaga i Pinto Agüero.— La bandera del Coauimbo i su gloriosa escolta. —
Heroísmo del capitán Luis Larrain Alcalae, que carga a la bayoneta. —
<r¡ Adelante, rotos del Coquimbo!» —El batallón Coquimbo en TacnA,
como en Maipo, decide la batalla, i honrosa manifestación que recibe de
los representantes de su provincia.— Muerte heroica del coronel Fajar-
do de los Cazadores del Cuzco.— El ataque de la derecha enemiga. —
Oportunidad i precisión con que el jeneral Baquedano lanza la 4.^ divi-
sión i consumada estratejia del coronel Barbosa i su jefe de Estado
Sayor Dublé Almeida. — La batería de montaña del capitán Fontecillas. —
rden i sistema de combate que desplegó la 4.* aivision.— Palabras
de Santa Cruz. ~ Su gloriosa muerte i noticias de su vida. — Muerte del
Capitán Molina i del subteniente Salinas de Zapadores.— Cómo murió
el subteniente Yávar del Lautaro. — Inquietud del jeneral Baquedano
Eor la suerte de la 4 * división i noticias que le comunica el comandante
lublé Almeida. — Heroica promesa de Barbosa.— El asalto del fuerte
— 1009 —
boliYiaiio i su captara por los Cazadores del Desierto, Lautaro i Zapado-
res.— Trofeos que toma el comandante Wood.— Heroísmo del doctor bo-
liviano Gabelas, qne es tomado sobre nn cañón. - El coronel Martínez
Uega al f aerte con los restos dispersos del Atacama. — Valerosa conducta
de la columna de Tacna.^Los Húsares de Junin vuelven por su honor.
^Campero i Montero se retiran juntos a las 2^ de la tarde. — ÍbIso tele-
grama atribuido al último sobre la «ira de Dios». — El jeneral Baquedano
uega a la altura i despacha como parlamentario al coronel Vergara.— El
mayor Salvo i él capitán Plores alas puertas de Tacna. -^Rstraordinaria
presencia de ánimo de este oficial i cómo se intimó rendición a Tacna
con una sábana del Matícu C(msiño,—FA coronel Amengual entra por otra
dirección a Tacna, después de haber hecho cañonear la población por la
batería Yillarreal, i altercado que sostiene en la plaza de la ciudad con el
coronel y ergara.-^El primer ramo de ñores. —Las divisiones vencedoras
bajan a beb»r al valle i se acampan en la altura.— £1 jeneral en jefe
ordena al comandante Báf ael Vargas perseguir con la caballería los dis-
persos del ejército aliado.
L
La orden de avance precipitado impartida por
el jeneral en jefe en persona a la división Amuná*
tegui en el momento decisivo i mas crítico de la
batalla, habia sido obedecida con bulliciosa alegría
por la impaciente tropa. La Artillería de Marina,
que, marchando diagonalmente hacia la derecha,
tenia mas largo trecho de revuelto i pesado mé-
dano que recorrer, se precipitó al trote, acaudillada
por su pundonoroso jefe el comandante Vidaurre,
hijo de la Serena, i llegaba precisamente en el
instante supremo del supremo esfuerzo de la pri-
mera división.
Retirado herido del campo el bizarro coronel
Urriola en ancas del caballo de un oficial del Es-
meralda (el valiente capitán Lecaros), i llevado a
improvisada ambulancia, porque las organizadas
para la batalla, como en todas partes antes i des-
mST. DR LA C. PE T. I A. ]2'7
— loiu -
pues de esta jornada, no se vieron; i puesto fuera
de combate el mayor Coke, habia tomado el .man-
do del segundo batallón Esmeralda el capitán de
su primera compañía don Fortunato Rivera, arro-
gante joven talquino que es hoi una esperanza del
ejército. Iba éste asido de la acionera del mayor
Coke, para aliviar su cansancio, cuando vino la
bala que hirió al último jefe en el muslo; i obran-
do ahora a su albedrío i secundado hábilmente por
el capitán Naranjo, alentado mozo santiaguino
que pertenecía al ejército de línea, ejecutaron am-
bos una rápida i acentuada conversión hacía la
derecha, envolviendo al Aroma i a los Colorados,
que se batían todavía con furiosa desesperación.
Los restos de los bravos Navales cargaban a su
vez junto con lo qué quedaba del Chillan, reco-
jiendo cada cual sus últimos bríos en el alma i en
sus fatigados músculos para no dejar escaparse
victoria tan terriblemente disputada.
II.
I tal lograron, porque refiere el jeneral Caraa-
cho que, cuando él descendía de la loma con la se-
guridad del éxito en su animoso pecho, barriendo
el faldeo que tenia a su frente con las veteranas
divisiones de Cáceres i de Suarez, de repente detu-
vieron éstas su marcha victoriosa i vacilaron. —
Hacia pocos minutos habíase acercado al cau-
— 1011 —
dillo boliviano el juvenil comand?inte mostizo del
Arica, vestido con sus mejores cralas de jefe en
aquel dia; i como marchase a pié, haciendo llevar
a su espalda su caballo por la brida a su corneta
de órdenes, se detuvo un momento para decir a
su superior:— «Comandante jeneral: sea US. testi-
go de cómo entra al fuego el comandante del
Arica.ií — ^I apenas habia acabado de hablar, una
bala le postró muerto, como si el bizarro talante
i el brillante uniforme de aquel valiente le hubie-
ra señalado su fatal trayecto.
Un momento después caia igualmente derriba-
do ' de su caballo, empapando sus ancas con grueso
chorro de sangre escapado por la espalda, el jefe
del Zepita, el intrépido Carlos Llosa; i el coronel
Cáceres, privado así de sus dos brazos, iba a de-
rramar tma lágrima de amigo sobre sus cadáveres.
El capitán de guerra mas querido de los peruanos,
ascendido hoi a jeneral, habia perdido dos caba-
llos, i hallóse tan comprometido, que ér mismo
confiesa en su parte oficial de la jornada haber lo-
grado con dificultad escapar de la atrevida codicia
de los chilenos el estandarte del Zepita i el de la
Universidad de Lima, confiado a los Cazadores
del Misti. Un cabo del 2.*" de línea llamado Luis
Bustamante habia conquistado para su cuerpo i
para su fama una banderola del primero de aque-
llos cuerpos.
- 1012 ~
III.
Mas ¿por qué se deteDÍan i volvían ahora el
rostro i la espalda a los movilizados chilenos, los
ufanos «vencedores de Tarapacá»? — ^Era que la.
Artillería de Marina, la misma de la poza de agua
de la quebrada de aquel nombre de siniestra me-
moria, llegaba ahora jadeante, pero no de sed de
caramayola sino de sed de venganza. I al ver
diseñarse en la llanura, al través de las ráfagas de
humo, las densas i sombrías masas de la reserva
jeneral que desplegaba sus columnas en intermina-
bles hileras de batalla, los tarapaqueños de Cáceres
i de Suarez, que habían peleado con indisputable
bravura hasta ese instante, cojidos de contajioso
pánico, como en San Francisco, se amilanaron i
corrieron. — «Viendo avanzar la reserva, dice el
teniente Souper, los aliados creyeron que todo
Chile se les venia encima, i arrancaron.»
Uno de los primeros en ceder el campo había
sido el petulante coronel Panizo, el mismo que
quería ir a morir con el ultimo hombre a Arica i
que dejó abandonados allí sus cañones, dando por
escusa que le habian muerto las muías, con mas
que él habia protestado contra aquella posición
cuando se la señalaron el dia 14 de mayo: todo
esto en presencia de varios jefes i del corresponsal
de El Nacional de Lima.
I
— 1018 —
La principal razón de su desastre que daba el
artillero peruano redundaba, no obstante, en nues-
tro honor, porque si temia que le quitaran sus ca-
ñones (como se los quitaron) era a virtud de la
«conocida resolución de los chileno8:^ (1).
Precipitóse sobre los fujitivos llamándolos al
deber el pundonoroso Camacho i aun disparó su
revólver sobre los primeros que encontró a su pa-
so pero era tarde i era inútil. Derribado su caballo
de batalla, un casco de grana'la le hería al miscuo
tiempo mortalmente en el bajo vientre, i el cau-
dillo boliviano era llevado casi moribundo a la
ambulancia de su ejército allí vecina, a retaguar-
dia (2).
(1) Parte oficial del coronel Panizo, Tarata, mayo 28 de 1880.
(2) El coronel Camacho fué recojido del campo, en quehahia
buscado la muerte, por su ayudante, el capitán don Santiago So-
lares, que le hizo montar en el cabullo de un jenprosooticÍMl del
nombre de Montes (Isaac). Héaqui la interesante manera cómo
el doctor Dalence, superintendente de las ambnlancÍHS bolivia-
nas, refiere en su notable Informe sobre los servicios del cuerpo
sanitario de Solivia^ en Tacna, la conducciou del jeneral Cama-
cho del campo de batalla. *
tfPoco tiempo después se aproximaban a la ambulancia, con
paso muí lento, dos jinetes. Eran el comHudante en jefe de
nuestro ejército, que venia herido, i el subteniente Santiago So-
lares, que le acompasaba. La fisonomía descompuenta del herido
i su acento, denotaban un pr(»fundo sufrimiento. Lo desmonta-
mos para atenderle cual requería su estado, i con la mas profunda
pena le escuchamos estas palahran: Hulnera preferido quedar
muerto en el campo antes de presenciar tan desastrosa derrota j>
Fué preciso acostarle en una camilla, i aunque manift^stó deseos
de quedarse en la ambulancia no creímos prudente el condes-
cenderle, puesto que, según lo que nos acababa de decir, en poco
tiempo mas nuestras tiendas debían ser invadidas por las tropas
enemigas. El oficial que lo acompañaba, una vez que lo vio
acomodado, se despidió de él con estas palabras: uLe dejo
- 1014 —
La artillería de Marina se habia cubierto dos
veces de gloria por su oportunidad i por su valen-
tía, i con sacrificios comparativamente cortos to*
mó ricos trofeos de banderas, cañones i prisiones
ros (1).
La mayor parte de la artillería del coronel Pa-
nizo habia quedado en manos de la primera divi-
sión i de sus recien llegados i felices auxiliares.
El comandante Vidaurre estaba vengado de la
suerte de Tarapacá i no habia tenido sino 78 ba-
jas, de estas 18 muertos, 56 heridos i 4 dispersos.
V.
Igual fortuna habia acompañado al Chacabuco
en su avance de frente sobre las posiciones en que
todavia quemaban sus últimos cartuchos el aniqui-
lado 2."* de línea i el impertérrito Santiago. Mar-
chando a la cabera de su bien conducida tropa, el
brillante comandante Toro Herrera, sin soltar
su cigarro puro de los labios, sibaritismo de la
gloria que reta a la muerte, avanzó sin que lo de-
bien atendido, mi ecranel, i me voi tranquilo a morir con Tiuestros
compañeros, e hiiiOHodo las espuelas asa caballo, partió ai galope
hacia Ih Jinea de batalla.]»
(1) El 2.^ jefe de los Colorados, el bravo i juvenil Ravelo,
rindió su esfiada al brillante capitán de la Artillería de Marina
Silva Prado, i como no pudiese hablar por el dolor de sus heridas,
para hacerse conocer, escribió en un papel, según El Comercio de
Tacna, estas palabras: — Felipe Ravelo, hijo del jeneral Ranelo,
— 1015 —
tuvieran ni el plomo ni la arena. Su segundo jefe,
el denodado i juvenil Belisario Zanartu, antiguo i
glorioso zapador, iba adelante con la guerrilla qué
todo lo harria en su avance. I así, en menos de
media hora, el entusiasta hatallon santiaguino o
mas propiamente «chimhero^, coronaba la loma
con alegres i característicos gritos de victoria. El
destino hahia querido que en todo ese frente de
batalla hubiesen peleado como vengadores los que
habian sido sacrificados como bisónos en Tarapa-
cá, i cuerpo con cuerpo, Suarez i Cáceres contra
Toro i contra Vidaurre. El Ohacabuco tuvo po-
cas bajas, apenas 50, de los cuales solo once muer-
tos (1).
(1) BegUD la relaoion publinada por el entndn mayor, el Cha-
cabuco solo tuvo 9 Diuert<»8 i 31 herido», i la Artillería de Ma-
rina 9 muertos i 14 berilios. Pero damos en el testo Jas cifras
que apunta ei coronel Araunáteguí, comandante en jnfe de la 3.*
división, en su parte oñcial, datado en Tacna el 30 de mayo
de 1881.
El Chacabnco o, mas propiamente, su veterano i honrado ayu-
dante don Félix Briones, viejo soldado de Chillan, hijo del ar-
mero del rei en esa ciudad, recojió del campo de batalla al capi-
tán boliviano de los Libres del Sur^ don Adolfo Vargas, i lo con-
dujo a la vecina ambulancia, entregándolo al doctor Dalence. A
él es a quien se refiere por las señas el último, en el siguiente
pasaje en que, sin embargo, se equivoca al capitán Vargas con
Ravelo. Briones llevó a Vargas en ancas. — Hé aquí, entretanto,
el pasaje aludido:
<Se nos dio aviso que mui cerca de nuestro campamento ha-
bia un herido que requería nuestros cuidados; ocurrimos por él
con una camilla: era el capitán Adolfo Vargas, del rejimiento
Libres del Sur, que, atravesado el pecho por una bala, daba mui
pocas esperanzas de vida. Poco después llegó, traido en ancas
por un jefe chileno de pequeña estatura, barba cana i de anteo^
joSy el teniente coronel Felipe Ravelo, herido en la pierna iz-
-^ 1016 -
VI.
No fué esa la suerte del denonado Goquirribo
que conversó totalmente hacia la izquierda en de-
manda del Atacaraa i del Santiago; pero fué mu-
cho mayor su jjloria i mas merecido su renombre,
duplicación de la fama i la victoria.
Como en Maipo, el Coquimbo entraba a decidir
qnierda, con fractura de ano de los huesos. Agradecimos al es-
presado jefe su delicadeza i procedimos a acomodar i a entender
a nuestro valeroso herido.])
El bravo comaridanttí Ravelo murió algunos dias mas tarde»
complicada su herida con el tifus. En cUMiito al capitnn Vargas»
ignoramos su suerte; pero en el Boletín de la Guerra del ejército
boliviano^ del 25 de mayo, último número que se publicó de esa
revista, encontramos una briosa C(»mp(»sicion poética de su pía-
ma, en que alienta a sus compatriotas a morir peleando. A ésta,
que tiene por titulo Frente al enemigo^ pertenece» las siguientes
estrofas:
«Scddados de la alianza, valientes campeones
De sacrosanta causa ¡arriba, a batallar!
Guardianes de los fueros i honor de dos Naciones,
Llegó el ansiado iustante, volemos a luchar.
Soldados, adelante! — alzada la visera^
Altiva la mirada, radiante de valor;
Nada deteno^a el paso, la mano firme hiera
I entre su misma sangre sepulte al invasor.
El mundo entero os mira! — La enseña esplendorosa
De dos Naciones grandes tenéis que conservar!
La vírjen, el anciano, las madres i la esposa
Cuutíaron a vosotros la guardia del hogar.
Estiende ya sus alas el Dios de la victoria
Mostrándonos brillante la senda del deber,
r •"-'
I
lül7 —
la batalla eu 8U hora postrimera derramando to*
frentes de jenerosa sangre. ^
A poco de haberse metido al fuego, caía en
efecto derribado de su caballo el comandante Go-
rostiaga con su brazo derecho hecho pedazos, i
luego el plomo boliviano postraba a su lado a sus
dos bizarros ayudantes el capitán Federico Cava-
da, mozo coquimbano, entusiasta por la guerra, i
en pos de él, el teniente don Clodomiro Várela,
niño de la Serena, hijo de padres pobres que ha-
bía seguido la bandera de su pueblo con la heroi-
ca credulidad de la infancia, enrolándose como
soldado para morir como héroe.
Tomaba en ese angustioso momento el mando
del batallón, su joven mayor don Marcial Pint(^
Agüero, que habia sido incorporado a sus filas
hacia apenas una semana. Pero digno en todo de
mandar veteranos, i llevando con apropiada arro-
gancia su nombre i su herencia de familia, se pre-
cipitó en compactas filas, domo en Miraflores, so-
bre el formidable x^entro enemigo i al fin lo que-
Abiertas nos esperan las paertas de la gloria.
Con brío en el espirita ¡soldados a vencer!
Soldados ¡adelante! alzada la visera,
Altiva la mirada, etc.
A. F. Vargas.
Campo <ile la Alianza, mayo 22 de 1880.1^
El capitán habia cumplido la palabra del poeta.
UrST. PR LA C. DK T. 1 A. TJS
— 1018
/
bró dejando 148 de los suyos en el campo i su
bandera acribillada de balas i de gloriosos servi-
dores muertos (1).
(1) Por una prudeDcia muí discatible, los únicos coerpos chi-
lenos que entraron al fuego en Tacna con sus estandartes foeron
el Valparaíso i el Coquimbo, i éste ofreció uoble tributo al su^o:
(íE\ subteniente abanderado don Carlos L. Ansieta, fué hendo
gravemente i reemplazado por el subtenieute don Juan G. Varas,
que también cayó herido, sucediéudoje sui^sivamente los sar-
jentos de la escolta Juan N. Oyarce i Cristian Helthberh, ambos
muertos, i los cabos de la misma, Daniel Díaz, muerto, i Bernar-
do Segovia, herido.
«Los últimos que tomaron el estandarte fueron los cabos Ma-
nuel C. Vera i Domingo Melendez.»
Según el parte oficial del mayor Pinto Agüero las bajas del
Coquimbo pasan de 148, es decir, la tercera parte de su efectivo
que llegaba a 480 plazas, pérdida enorme atendida la hora en
que entró al combate. Pero según el estado ya citado del coro-
nel Amunátegui, esas pérdidas fueron algo inferiores i estin
apuntadas para toda la 3/ división en el orden siguiente:
Bejimiento Artillería de Marina:
Muertos^ 18
Heridos...» 56
Dispersos » 4
Total ..• 78
Batallón Chacabuco; contuso el subteniente don Víctor Luco.
Muertos de tropa 11
Heridos id 89
Dispersos id ; • 13
Total 64
fiatallon Coquimbo. — Muerto, teniente don Clodomiro Vá-
rela.
Heridos: comandante don Alejandro Gorostiaga.
Capitanes: don Federico 2.^ Cavada i don Francisco Aristía.
Teniente, don Manuel M. Masnata.
— 1019 —
VII.
Befíeren los que lo oyeron, de un soldado del
Coquimbo, que al caer atravesado el pecho por
mortífero proyectil que lo bandeó de parte a parte,
alcanzó a esclamar: Adelante, rotos del Goquimho!...
I estas palabras que los griegos habrían esculpido
en imperecedero mármol, como las esclamaciones
de su batallón sagrado, han sido acojidas como
lema de heroisrno en las pajinas i en las leyendas
del vencedor. <iEl Coquimbo, dice uno de los mas
vivaces narradores de la batalla de Tacna, había
avanzado con la mayor celeridad a reforzar a los
Subtenientes: Jaan G. Yaras, Caupolican Iglesias i Antonio
Urqoeta.
Abanderado, Carlos L. Ansieta.
Con taso, Capitán, don Pedro C Orrego. ,
Muertos: 22 individuos de tropa.
Heridos: 107 id. id.
Entre los muertos del Coquimbo son dignos de especial re"^
cuerdo, ademas del teniente Várela, el subteniente don Juan G.
Taras i el sarjento alemán Helthberth, que entró a las filas por
noble entusiasmo. El subteniente Varas, hijo de un saríent<» de
las barricadas de la Serena de 1851, había nacido en Arqueros
el 15 de julio de 1846, i después de haber trabajado rudamente
en diversas faenas de minas, se alistó como simple soldado.
Ascendido a sarjento por su conducta en San Francisco, recibió
en Tacna una herida en el muslo i por consecuencia de ella mu-
rió en las ambulancias el 9 de junio inmediato. Sus restos fue-
mu conducidos a la Serena junto con los del teniente Várela i
allí se les tributó los honores de la gratitud pública.
Entre los anexos de este capítulo publicamos también una es-
pecial manifestación que al. Coquimbo hicieron los senadores i
diputados de su provincia.
— 1020 —
valientes del Santiago i del Atacama, que en cooír
pañía de los Zapadores sostenian ahora lo mas re-
ñido del combate. En pocos minutos salvó la dis-
tancia que lo separaba del campo de la acción, e
inmediatamente atacó con denuedo i bizarría, sin
disparar un tiro hasta que se hubo encontrado a
solo 200 metros de las trincheras.
Una vez a esa distancia, rompió sus fuegos
en avance i atacó el centro de la línea enemiga,
formada en esos momentos por el batallón Muri-
11o, boliviano, i por el rejimiento Canevaro, uno
de los mas lucidos i veteranos del ejército perua-
no, como que todo él estaba formado con antiguos
soldados del disciplinado Pichincha. Solo su ofi-
cialidad pertenecia a la flor de la juventud lime-
ña, enrolada allí por el prestijio de su millonario
jefej) (1).
(1) Oaviedbs, quien agrega al mismo respecto el sigaiente
paBaje:
«Así, no es raro que desde el comandante a los ayudantes tu-
vieran iodos sus caballos muertos durante la acción, i qne el
hermoso ejemplo de los superiores se comunicase a los soldados*.
(Tno de éstos, que en los momentos de asaltar las trincheras
caía en tierra víctima de una bala enemiga que le abría eti el
pecho mortal herida, reunió sus últimos alientos para gritar con
voz estentórea: iijAdelunte rotos del Coquimbo!» i en siegoida
espiró.
«En el lugar de las trincheras que habia atacado, se apoderó
el Ooquimbo de dos cañones, dos ametralladoras i algunas ban-
deras enemigas.])
El coronel Aguirre ha adoptado como epígrafe de su folleto
varias veces citado la esclamacion del soldado del Ooquimbo, i
a este propósito copiamos de una carta, escrita por el soldado
— 1021 —
vni.
El Coquimbo fué el Batallón Sagrado del Oara-
po de la Alianza i por eHto sin detetierse ni a tornar
respiro en esa alta loma, que era la diadema de
su costoso triunfó, prosiguió la triunfal jornada,
siendo el primer cuerpo chileno que avistara el
verde valle premio de sus magnánimos sacri fíelos.
El intrépido capitán del 2.*" de línea, don Salustio
Ortiz, se incorporó al Coquimbo con siete hom-
bres, restos dispersos de su mutilada compañía, i
con ellos le siguió hasta colocarse a la vista de
Tacna, ejecutando una carrera de dos leguas que
llenó de admiración a todo el ejército.
Juan de Dios Maldonado, de ese caerpo, el pasaje siguiente:
cPocos momentos después nos pusimos a distancia de 500 me-
tros, cuando todo el Coquimbo rompía el fuego i principiamos a
avanzar sobre el enemigo que gritaba ¡Viva el Perú! mientras
nosotros gritábamoH ¡Viva Chile!
«Hemos llegado a una distancia de 50 a 60 metros. Entonces
viendo que los jefes no mandaban armar bayoneta nosotros mis-
mos gritamos ¡Arttar bayoneta! Viendo los cholos que nosotros
íbamos a la carga, volvieron las espaldas i arrancaron en derrota
i nosotros avanzando en persiga de ellos.i^
Según el parte oficial del mayor Pinto, quien mandó armar
bayoneta al Coquimbo fué el valeroso i malogrado capitán don
Luís Larrain Alcalde. — tf Los fuegos por nuestra parte se síguie-
.ron siempre en avance i a paso rápido hasta llegar a nnos ochen-
ta metros de distancia del enemigo, oportunidad que aprovechó
el capitán de la compafiia de granaderos don Luís Larrain, para
ordenar armar la bayoneta i preparar una carga; pero el enemi-
go huyó con tal rapidez que desgraciadamente no fué aprove-
chado el coraje i serenidad del indicado capitán.»
— 1022 —
IX.
Uno de los últimos comandantes de tropa del
Perú que ftuciirnbió al implacable plomo de loa
chilenos, filé el coroael Fajanlo, que mandaba ea
la división Canevaro los Cazadores del Cuzco. Era
este jefe, después de Cáceres, el mas brillante ca-
pitán de guerra que ostentaban con orgullo en sus
filas los peruanos, i aquel dia habíase vestido de
gran parada como M ic Klean, cual si se tratase de
una fiesta o revista militar. Montaba un soberbio
alazán infles que habia traido de las salitreras de
Tarapacá, i solo cuando tres balas hablan herido
al noble bruto, consintió en que su corneta de or-
denes, un muchacho del Callao llamado Manuel
Polo, lo llevase ala retaguardia. Continuó batién-
dose denodadamente a pié el héroe ayacuchano,
hasta que una bala del Coquimbo, atravesán-
dole el corazón, le dejó sin vida, Cáceres montaba
en ese momento su tercer caballo, i Suarez aca-
baba de ser herido en una pierna; pero ambos vi-
nieron al puesto en que su desdichado amigo ca-
yera, e hicieron entregar a un hijo suyo, alférez de
su propio cuerpo, sus últimas i mas queridas pren-
das, incluso su anillo de alianza, No lejos de él,
i cubierto con un paleto civil que apenas ocultaba
sus insignias, yacia muerto, de espaldas, el coronel
Luna de los Cazadores del Misti.
— 1023 —
X.
Entretanto i en los momentos de jnsto alboro-
zo en que los tres cuerpos de la 3.* división coro-
naban casi simultáneamente por el centro i la de-
recha, si bien por diversos rumbos, la altura i to-
maban de hecho posesión del Campo de la Alianza,
que era ya a esas horas el ensangretado anfiteatro
de señalada victoria, sentíase hacia nuestra izquier-
da un fuego sostenido, pero que de momento en
momento iba debilitándose. Era la división Bar-
bosa que a esa hora i conforme a su itinerario, a
su consigna i a su denuedo, completaba la obra
común en aquella ala.
Apenas echó de ver, en efecto, con ojo certero
la grande concentración de sus masas que el ene-
migo habia hecho hacia su izquierda i hacia su
centro, juzgo el jeneral en jefe del ejército de Ohile
que era llegada la propicia coyuntura de lanzar la
vigorosa división Barbosa (2,600 hombres) sobre
el flanco derecho del enemigo, imprudente i exce-
sivamente desguarnecido de sus reservas natura-
les por los peruanos. Allí estaban a medio di&
sqIo Montero, Dávila, Vidal i la artillería prusiana
del coronel Flores, guarecida tras los improvisa-
dos espaldones de su fuerte.
En consecuencia, el ataque que allí desarrolló el
coronel Barbosa fué breve, resuelto ieuérjico con-
— 1024 —
forme a la índole de guerra de este distinguido
militar. Secundado poderosamente por su hábil i
sereno jefe de estado mayor, el teniente coronel
don Baldomcro Dublé Almeida, asentó sólidamen-
te sobre una loma arenosa, subiendo a pulsos i a
pechos de soldados los cañones de montaña de la
batería Fontecilias; i una vez logrado esto en me-
dio del fuego enemigo, dejando las seis piezas pro-
tejidas por dos compañías del Lautaro, lanzó el
comandante en jefe este arrojado rejimiento al
centro, los Zapadores de Santa Cruz a su derecha,
i los Cazadores del Desierto, con el impetuoso
Wood a la cabeza, haciendo largo rodeo por su
izquiecda.
XI.
m
Faltaban solo dos o tres minutos para las doce
del dia, i hallábase la batalla en su mayor ajita-
cion, zozobra i matanza en el centro i en el ala
opuesta, cuando la división Barbosa inició el com-
bate en orden disperso, i avanzando cada cuerpo
a su albedrío, arma a discreción, sobre la línea
enemiga.
Al impartir el jefe de la división al comandante
Santa Cruz la orden de ataque, le habia dicho: —
«Pelee, comandante, a su manera^ i si sucumbe, cae-
rá en buena compañía.i^ — <rSé quien me manda!»
contestó con concentrada i melancólica satisfac-
ción el denodado cuanto infeliz jefe, i sus corne-
1025 —
tas sonaron la señal de avance i dispersión en
orden oculto, hábilmente protejidos por la artille-
ría de montaña, enclavada atrevidamente a mil
doscientos metros del fuerte enemigo.
XII.
Pelearon los cuerpos chilenos de la izquierda
durante dos largas horas con lujo de estratéjia,
batiéndose al abrigo de los montículos de arena,
agazapándose en las zanjas, encendiéndose en las
grietas del terreno i aprovechando hasta el mas
humilde matorral para cubrirse. Pero como aque-
llas tropas ejecutaban un movimiento concéntrico
sobre un fuerte artillado i dominante del enemi-
go, sus pérdidas eran numerosas i habrian sido
mucho mayores sin aquellas precauciones del arte
moderno de guerrear contra el plomo hecho rau-
dal. I fué caso doloroso que el maestro del últi-
mo sistema de pelea en el campo chileno desde
los dias embrionarios de Antofagastk, cayera en
medio de la protectora prueba. Peleaba el coman-
dante Santa Cruz a caballo, en el centro de su
cuerpo, sin mas escudo que una ancha manta de
su abrigo de la noche que por hijiene llevaba ata-
da a su cintura, cuando una bala de Peabody vino
a herirle en el bajo vientre. Comprimió dolorosa-
mente sus labios el esforzado combatiente de Pi-
Híí^T. DK LA C. PK T. I A. l2U
— Í026 —
sagua i Tarapacá, i con sombría espresion se con-
tentó con decir:~«Estoi heridoÍD
Lleváronle sus ayudantes a retacjuardia, donde
recibió lijera curación, i empeorándose en la noche
por la inclemencia del tiempo i la inflamación de
sus tejidos, sucumbió a la mañana siguiente, sere-
na i resignada, aquelbi víctima expiatoria de ' la
guerra i la mas señalada por su graduación i por
sus méritos en el Campo de la Alianza.
XIII.
Era el comandante Santa Cruz hijo de Melipi-
11a, como los Serranos, como los Sotomayor, como
los Vargas, sus primos, i otros bravos conocidos
del ejército i la marina. Tenia por esto en medio
de su natural llaneza campesina propia del lucha-
dor chileno, no poca parte de la elevada cultura
que dan al hombre las tradiciones de familia, el
desarrollo de su intelijencia i los gustos artísticos.
Emparentado por su alcurnia nobiliaria con las
primeras familias de la colonia, la pobreza babia
visitado el hogar de los suyos, i quien habría po-
dido ser opulento mayorazgo ce trocó por la labor
i el deber en rudo soldado. Hombre de corazón,
de virtud i de entusiasmo, habia unido su vida ha- .
cia poco a una esposa en la cual la juventud no
era sino parte de sus dones, i él, por sus propias
— 1027 —
manos, había construido en los bosqnosde la fron-
tera su ajuar de desposado.
Tétrica sonrisa descorría su semblante grave, í
parecía ser presajio del fin prematuro pero glorío-
so que, en ciudad conquistada por su brazo, en el
valle enemigo encontrara.
XIV.
«
No lejos del infortunado comandante Santa
Cruz, i como bajo su ala amiga, había perecido
también un niño de Santiago, de antigua alcurnia
como él, nieto de la viuda de Juan José Carrera,
la belladona Ana María Cotapos, — el subteniente
de Zapadores don Victorino Salinas, mancebo de
frájil estructura i apenas de 19 años de edad. —
Luchó el entusiasta niño por ir a pelear como sus
abuelos, i acompañóle igual desdicha, porque,
muerto él en Tacna, el hermano que le seguía en
la suerte de la vida fué a ocupar su puesto para
sucumbir en Miraflores.
XV.
Por lo demás, i gracias a su admirable orden de
batalla, los Zapadores no perdieron sino uno de
sus capitanes, el sólido oficial don Rudesíndo Mo*
lina, hijo de Maipo i nieto del famoso «Colejiab
de esto apellido.
'í •• — 1028 —
Cadete en 1865, subteniente del 7.* en 1871,
capitán de Zapadores hacia pocos di as (abril de
1880), el destino íe llevó como por la mano al
sacrificio, porque al emprenderla marcha a pecho
descubierto sobre el fuerte, recibió, como casi
todos los capitanes chilenos inmolados en Tacna^
una bala en medio de la frente i espiró en el acto
dejando desamparada viuda i tres pequeños huér-
fanos.
No lejos de él cayó también el subteniente, re-
cien ascendido del Lautaro, don Adolfo Yávar, que
se decia pariente materno del jeneral Baquedano,
i había partido de Quillota, su ciudad natal, en
calidad de sárjente. I fué circunstancia digna de
ser conservada como esperiencia de guerra, que
aquel fuera el único oficial chileno que matara
la artillería aliada, porque un casco de granada
le perforó el pecho i la garganta debajo de la
barba.
XVI.
Al lanzarse al combate la cuarta división, apo-
yada en SUR cureñas situadas en un espolón de
arena, habíase tendido en ala en forma de abanico
que se abre sobre su mango; pero poco a poco sus
ajiles soldados iban cerrando el círculo de sus fue-
gos en torno al fuerte del injeniero español que
defendían porfiadamente los soldados de Dávila i
r
— 1029 ~
los que Montero, dejados solos desde la primera
hora, había lograda recojer de varios cuerpos.
Al marchar con su tropa hacia la estrema iz-
quierda del Campo de la Alianza el coronel Bar-
bosa, habíale recomendado el jeneral en jefe que
obrara a discreción i díchole que no le pidiera
refuerzos sino en caso de estremado apuro. I no-
tando que nadie venia de aquella ala con noticias,
despachó el jeneral Baquedano a medio dia a su
valiente ayudante de campo don Diego Dublé Al-
meida a tomar lenguas de lo que en aquella leja-
nía pasaba. Mas veloz que el viento recorrió el
ancho médano en diez minutos aquel despierto
jefe a quien amor de hermano le prestara alas, i
cuando hubo conferenciado un minuto con los
dos jefes de aquella división, regresó a galope con
buenas nuevas, — «Diga üd. a mi jeneral que en
un cuarto de hora mas, tomo el tuerte. Necesi-
to municiones, pero si éstas no llegan, lo tomaré
a la bayoneta», — fueron sus palabras. Se necesita a
la verdad ancho pecho o mandar soldados chile-
nos para hacer sobre un campo de batalla tan
arriesgadas promesas.
I como lo dijo lo puso como por reloj en ejecu-
ción el coronel Barbosa; porque afortunadamente
en esos precisos momentos notando, desde las po-
siciones centrales que ocupaban i mantenían con
sus baterías de campaña los mayores Frias i Mon-
toya, que el reducto boliviano no apagaba sus fue-
— 1030 —
g08, pasieroQ al soslayo sus cañones, i tirando
rápidamente por elevación en socorro de Fonte-
cillaSy lo enmudecieron al fín totalmente.
XVIL
Diéronse cuenta de todo desde las cercanías del
reducto los agazapados Cazadores, Lautaros i Za-
padores que a manera de leopardos, de onzas i de
jaguares, se arrastraban por Ion matorrales, i de
repente saltaron de brinco al parapeto; i revueltos
todos, sin que hubiera, como en el Morro mas tar-
de, derecho lejítimo a la prioridad de nombres ni
de banderas, entraron al recinto, junto con solda-
dos del Atacama i aun del Santiago i de otros cuer-
pos que la vorajine de la batalla i la victoria habia
arrojado hacia aquella estremidad. El coronel don
Juan Martínez venia con los últimos. El mayor
de Zapadores, don ümitel Urrutia, fué el primer
oficial de graduación que ocupó el fuerte.
Es de justicia, sin embargo, agregar que el que
tomó allí mayor número de trofeo^, fué el coman-
dante áe los Cazadores del Desierto, siendo el
primero de éstos en llegar nn sarjento prusiano
llamado Kremer, que habia hecho las campañas
de Francia en 1870-71, i que, por recordarlas en
miniatura, dejó sus toneles dé cervecero en los
Anjeles para empuñar el fusil del simple comba-
tiente •
— 1031 —
El alférez Rahausen, después capitán del Co'
quimbo, habia penetrado también en los primeros
grupos, dejando en el campo heridos de gravedad
a sus compañeros Bouquet, segundo jefe, el capi-
tán Jorje Porras, el bravo ayudante don Santiago
Vargas i otros oficiales (1).
(1) Seofun el corresponsal del Mercurio i el parte oficial del
comandante Wood, el honor de la primacía en el asalto i captura
del redncto de la derecha del enemigo,, corresponde a los Cazado-
rea del Desierto.
«En estos mismos momentos, dice el primero, se adue&aban
los Cazadores del Desierto del fuerte que tenian a su freate, i
podia decirse que a esas horas, la 1.37 de la tarde, habia cesado
el terrible combate en toda la enorme estenaion de la línea de
batalla.])
I su propio jefe afiade:-— «Nadie pondrá en duda el hecho in-
disputable de haber sido la fuerza de mi mando la que tomó
posesión del reducto desalojando al enemigo de este formidable
punto de apoyo.»
En cuanto a los trofeos tomados dentro del recinto del fuerte,
donde parece habian sido dejados para seguridad por los diver-
sos cuerpos a que pertenecían, el bravo comandante Wood los
enumera como sigue:
aEn dicho reducto fueron cojidas cinco piezas de artillería de
montaña, de las cuales cuatro Krupp i todas íutactHs; una consi-
derable cantidad de municiones; tres oficiales i muchos indivi-
duos de tropa prisioneros; doce banderas, de las cuales una, con
la señal de guerra sin cuartel, pertenecía al Rejimiento 1.^ de
Daza; otra a un rejimiento de artillería peruano i otra a uno
boliviano, otra al rejimiento de caballería Murillo que se batió
desmontado defendiendo el reducto, i las restantes no conocidas
aun, pero todas cojidas a viva fuerza en aquel punto.»
Sin embargo de todo esto, el coronel Barbosa, a quien hemos
interrogado sobre el particular para dar satisfacción hasta de
estas pequeñas rivalidades de la justa arrogancia militar, ase-
gura que no podría decidir quiénes entraron primero al fuerte, in-
clinándose a afirmar que el Lautaro i Cazadores penetraron jun-
tos i revueltos como habinn peleado, especialmente la compañía
del bravo capitán Bernabé Chacón, que se incorporó en la refriega
a los Cazadores del Desierto, según lo refiere el mismo coman-
i
— 1032 —
Haciendo cabal justicia al denuedo de nuestros
soldados, el coronel boliviano Aguirre que allí es-
taba, declaró que el fuerte fué tomado solo por el
«valor chileno 3>.
dante Wood.
De los tres cuerpos comprometídoB en la derecha el qae mas
sufrió fué el Lautaro porque tuvo 86 bajas, en seguida los Za-
padores coa 69 i por último los Cazadores del Desierto que libra-
ron bien con 43 bajas, si biea este cuerpo no entró al combate
eÍDO con 364 plazas porque habia dejado 20 soldados de guarni-
ción en Ite i 80 en Taras.
Por fortuna, fuera del capitán Molina i el subteniente Salinas
de Zapadores i del subteoiente Yávar del Lautaro, no tuvo la 4.^
división mas oficiales muertos, i sus bajas están representadas en
heridos en la forma siguiente:
El Lautaro
Oficiales heridog graves. — Capitanes José Zarate i Nicomedes
Gacitú»; subtenientes José de la Cruz Barrios i Severo Ríos.
Muertos de tropa. — Dieziseis.
Heridos de tropa. — Cincuenta i cuatro.
Contusos de tropa. — Treinta i dos.
Los Cazadores del Desierto
Oficiales heridos. — Comandante Hilario Bouquet, capitán
Jorje Pirras, teniente Santiago Barbosa, subteniente José E.
Pérez.
Muertos de tr(»pa — Cinco.
Heridos de tropa. — Treinta i ocho.
Los Zapadores
Oficiales heridos. — Capitán Abel Luna; subtenientes Jacinto
Muñoz, Juan Á. Maldonado, Beujamio Poblete, Rodolfo Diaz
Villar.
Oficial contuso. — Capitán Rafael Granifo.
Muertos de tropa. — ^Treinta.
. Heri<loB de tropa. — Treinta i nueve.
El subteniente Dinz Villar es un animoso muchacho de 19
afios i junto con el Hul)teniente Bruna del Santiago, que como
él fué herido, han sido conocidos como Los Cadetes de Tacna,
r '
— 1033
XVIII
Es también de justicia para con el enemigo ha-
cer mención de un valiente ciudadano de Bolivia,
que ahí fué tomado sobre un canon. Llamábase
éste el doctor don José Maria Cabezas, abogado
de Sucre hecho soldado por el patriotismo, i pri-
sionero todavia de Chile por el honor.
En los Libres del Sur militó también el doctor
don Esteban Ri veros con su hijo don Froilan, pa-
dre e hijo, ambos soldados rasos; i del Murillo,
cayó herido i prisionero el joven boliviano don
Boberto Mitchell; mui conocido en Santiago como
bombero.
. '
Con el feliz asalto del último reducto de los ar-
tilleros bolivianos, roto i destrozado en todas di-
recciones el frente de batalla, la jornada se habia
trocado, después de tres horas de encarnizado
combate, en decisiva, gloriosa i completa victoria
para las armas de Chile (1).
(1) Segaa es sabido, el prefecto Solar atribuyó en gran parte
la derrota de Tacna a la cobardía de los bolivianos^ a quienes,
dice en su famosa carta a Piérola, no pndo sujetar ni a rienda-
zos.
En esto hai tanta iojustioia como vanagloria, pues parece que
la división de reserva de Tacna se batió con señalado denuedo
HIST. OF. LA C. DH T. I A. 130
— 1034 —
Cuando el coronel Barbosa en ájil corcel de
ensangrentados ijares llegaba al reducto tomado
a la bayoneta entre los vítores de la tropa i las
dianas de las trompetas que proclamaban a tre-
chos la victoria en la estension de larga legua,
veíase, en efecto, alzarse por las pardas lomas en
dirección a Tacna un grupo de jinetes, uño de los
cuales distinguíase por el brioso i flexible alazán
que montaba. Era este el jeneral Campero que,
con los restos de su estado mayor i los del de Mon-
tero, se alejaba del campo de su memorable derro-
ta. Tomando la bandera de un batallón peruano
que se desorganizaba, habíase esforzado el taimado
anciano por contener en la izquierda la desbanda-
da tropa, i galopando en seguida hacia el ala que
mandaba el jeneral Montero, finjióndole esperan-
zas, díjole que todavía era posible restablecer el
combate. Pero señalóle el último con el brazo
todo el campo cubierto de dispersos^ i entonces
en la estrema derecha a las órdenes de Solar i de Montero. Se
colije esto al menos de una nóniina de bajas en que aparecen
muerto el comandante de la fuerza de Para don Manuel Alcázar,
herido el comandante Vidal (que murió mas tarde, segan diji-
mos) d la mayor parte de la oficialidad de la columna Tacna
quedó destrozada.])
Parecería también que la caballería peruana hizo ea los
postreras momentos algún esfuerzo por rescatar bqs pasadas
menguas, porque al ser cierta la nómina referida, habría muer-
to su segundo jefe el comandante Reina, el 3.^ Birme i varios
oficiules. De éstos, dos vinieron heridos a Cbile. Una duda sin
emburtfo* ¿No serian la mayor parte de estos infelices sacrifica-
dos por los propios fujitivos a quienes trataban en vano de con-
tener?
— 1085 -
enterrando su barba en el pecho Ior dos cRiidillos
de la Alianza, por la tercera vez vencida, se en-
caminaron silenciosos hacia Tacna, i de allí aque-
lla misma tarde, el uno a La Paz por Pachía i
Palca, el otro hacia Lima por Pachía, Tarata, Pu-
no i Arequipa (1).
(1) dcSenan las 3 P. M., mas o menos, dice e} sincero doctor
Dalence, cuapdo vimos pasar por nuestra derecha, a distancia de
lina cuadra i con dirección a Tacna, una comitiva de 20 a 25 ji-
netes. Uno de ellos tenia snjeto al brazo un gallardete boliviano.
Conocimos que era el que flameaba en la tienda del comandante
en jefe de nuestro ejército i presumimos que fuese la sefial de
reunión que daba a nuestros dispersos el jeneral en jefe del ejér-
cito unidcD
Por su parte, el jeneral Campero narra su retirada en estos
términos:
cBran las 3 i media P. M.
<rLos enemigos dominaban las alturas i nos hacian algunos
disparos de artillería, que alcanzaban a la ciudad de Tacna, ha-
cia la que me retiraba lentamente con los señores Montero i Ve-
larde.
^A la entrada en aquella ciudad, el jeneral Montero se separó
de mí, manifestándome que iba a comunicar sus órdenes a Ari-
ca. Una vez en la ciudad, indagué por el señor Solar, prefecto
del departamento de Moquegua (que era en realidad el alma de
la política de Lima) i, al encontrarle en la plaza principal, con-
ferenciamos respecto a lo qae se debia hacer. El me espresó que
sñ intención primitiva para el caso de un desastre habla sido
retirarse a Arica; pero que eso ja no era posible ni tenia objeto,
i que verifícarian su retirada a Fnno por Tarata. Yo, por mi par-
te, le dije que me retiraba por Palca, donde habia víveres i re-
cursos enviados por Solivia i podria reunir los restos del ejército
boliviano quo se retiraba por esa ruta.i>
Hé aquí todavía unos cuantos episodios de la batalla del
Campo de la Alianza referidos por un testigo de vista, aunque
enfermo de tercianas, el capitán arjentino del Mármol. La rela-
ción tiene vivacidad, pero en algunos pasajes, como el del Buin i
los Colorados, se resiente... de las tercianas.
<eA1 tiempo de picar la bestia, (para salir de Tacna) algunas
señoritas que estaban en un balcón frente a aquel siii*j, ajitnndo
1036 —
Eran las tres i inedia de la tarde, i la batalla^
que había demorado en su desarrollo desde las
seis de la mañana i en su fragor i resistencia des-
sus pagúelos, me salndaron al grito de ¡viva el arjentinol
a:Di vuelta la cabeza i contesté al saludo sin detenerme.
«Cuande ascendía la cuesta, era verdaderamente conmovedor
el espectáculo que ofrecían unas 300 a 500 rabonas, descendien-
do hacia Tacna, con sus hijos a las espaldas, sus ollas de comida
^ en la mano, sus lágrimas en los ojos, su queja dolorida en los
labios
«Media hora después llegaba al campo de batalla.
«Me diriji al costado izquierdo i me coloqué en la fila esterior
dein^atallon Sucre 2.^ de línea, sin otra intención que la de es-
ponerme como todos, pero no para desempeñar un papel activo,
absolutamente imposible en el estado de mi salud i la estenua-
cion de mis fuerzas.
«En aquel hervidero de balas, peor que tostaderuy como decian
los bolivianos, parecia imposible que un solo hombre pudiera
salvar ileso. Las balas cruzaban sin cesar silbando aloido^ o pi-
caban de frente, a los costados, a retaguardia, levantando cada
una 8U prano de arena para formar esa .espesa nube que por to-
das partes nos rodeaba confundida con humo.
«En aquel costado estaban también los Colorados, llegados de
la derecha en protección de la izquierda. Conteniendo i recha-
zando unos veces, avanzando i arrollando otras, Uejjraron hasta
apoderarse de prisioneros i tomar una batería que luego aban-
donaban acosados por las masas que, cada vez mas compactas,
oponia el enemigo, ante cuya superioridad de número i de
elementos era materialmente imposible alcanzar un resultado
feliz.
«El batallón Buin (?) afamado de los chilenos, avanzaba re-
suelto, i se oia en sus filas el grito de: ¡dónde están los doUh
rodos!
«Estos no eran hombres de hacerse esperar en tales ocasio-
nes. Avanzan también, i después de un nutrido fuego ganando
terreno, esgrimen la bayoneta i cargan con admirable denuedo.
«Pudo verse en tierra i bañado en sangre lín grupo formado
/
■í
— 1087 --
de las once, estaba en todas direcciones termina-
da. El jeneral Baquedano había subido por el cen-
tro a la línea del Campo d^ la Alianza; i en sitio
cercano al que hacia poco ocuparon los jenerales
fujitivos dio orden a la caballería de la izquierda,
por un colorado i uno del Buin, caya bayoneta la tenia aquel
clavada en el pecho cerca del hombro izquierdo, mientras el Co-
lorado habia introducido ia suya en la ingle derecha del chil<^no,
encontrándose ani ambos recíprocamente inutilizados.
cEntre el cholaje chileno habia también muchos hermosotes.
Uno, que quizá estaba herido, manteniéndose con una rodilli* en
tierra, se clavó la btiyoneta en el pecho con suh propias manos,
volvió a arrancarhi i la introdujo de nuevo, encontrando lo que
tal vez buscaba: el corazón i la muerte. Este soldado debia igno-
rar la máxima de Napoleón sobre el suicidio.
«Otro cuerpo chileno que tenían a su frente los jóvenes <Mu-
rillo82>, gritaba a medida que se fusilaba cou ellos: ¡Soatenetey
bolivianito!
a Los bolivianitos decentes de La Paz, de Sucre, Cochabamba,
Potosí i Santa Cruz, se sostenían cou heroica intrepidez.
dEl batallón Chorolque hacia prodijios de valor. Sus soldados,
aun heridos, no cesaban de mandarle balas al chileno.
d:Idéntica era la conducta del Canevaro, Ayacucho i otros ba-
tallones peruanos.
«Los Amarillos 2;^ de línea recibieron cargas de caballería que
rechazaron. Los fuegos que de todas partes le venían, hicieron
sufrir a este cuerpo quizá mas que a otro alguno.
«Pero todo esfuerzo era imposible. Las lineas chilenas se
prolongaban, aumentándole siempre, formando un círculo que
tendía a cerrarse por nuestra izquierda.
«La artillería boliviana se sostuvo mortífera e inconmovible
hasta el último momento. Por desgracia, el número i calidad de
sus piezas era algo menos que cero comparado con los 60 o 70
Krupps del enemigo, aunque los proyectiles no nos causaban
mayor estrago por el lecho de arena en que caían.
«Así se sostuvo este imposible hasta mas de las 3 de la tarde.
«Momentos antes habían caído sucesivamente el coronel Ca-
macho i el jeneral Pérez, herido el primero en la rejion del vien-
tre^ i el segundo, en la parte superior izquierda de la nariz.
«Poco después la derrota empozó.»
-F—í^
— 1088 —
que se había manteDÍdo completamente iDactiva,
persiguiera los restos del ejército aliado hacia Pa-
chía o hacia Arica, porque en ese momento no
era fácil discernir hacia que punto definiti\^amente
huian.
Es de oportunidad recordar en este pasaje que
el jeneral Montero no habia abandonado su idea
favorita de ir a rehacerse a Arica; pero el turbión
de la derrota lo arrastró hacia las sierras, siendo,
sin embargo, hecho notoriamente falso que hubie-
ra enviado un telegrama a Bolognesi ordenándole
se rindiese i declarando que «la ira de Dios se
ht^bia desatado contra el infeliz Peru,:^ Montero
encontró roto el alambre, i hai constancia de que
desde esa hora solo desde la estación del Hospicio
hubo comunicación con el vecino puerto (1).
Tranquilo, dichoso, pero inmutable, el jeneral
en jefe del ejército chileno continuaba desde la
(1) Dio oríjen a este falso rumor el siguieate telegrama:
TquiqtiCy junio 8 de 1881.
Sefior mioistro Amnnitegui:
Eo Arica se ha encontrado el siguionte parte de Montero, des-'
pues de la batalla de Tacna:
<No piensen en resistir, que la ira de Dios ha caido sobre el
Perrt.:^-- L^/ncL
r'f
— 1039 •—
altura dictando las disposiciones complementarias
de una batalla campal, cuando llegando hasta él
el coronel Vergara (cuyo desabrimiento era visi-
ble) tuvo a bien encomendarle la misión de ir a
intimar rendición a la ciudad de Tacna, que su-
ponía pe aprestarla a la defensa.
Pero a esas horas el enemigo la habia ya des-
amparado, completando en esa dirección su derro-
ta la aparición de toda la artillería del mayor
Salvo (veinte piezas), que perfilaron en la alta
loma que domina lá ciudad a tiro corto de canon
por el noroeste.
Sin recibir órdenes especiales habia hecho ese
arrogante i oportuno avance aquel intrépido ofi-
cial, a vanguardia de todo el ejército, i no sin es-
poner sus cañones a un asalto de parte del ene-
migo en retirada. — Su imprudencia era notoria,
pero observando la tranquilidad de la planicie,
descendió aquel jefe con la artillería de montaña
i las ametralladoras hacia el valle, dejando en la
alta colina arenosa las piezas pesadas de la bate-
ría Yillarreal en línea de batalla.
XXII.
Mostraba evidentemente el mayor Salvo ansia
viva por posesionarse de Tacna, i aunque recibió
frecuentes órdenes para retroceder, no lo verificó,
— 1040 —
9
dando por escusa lo pesado del médano en el re-
greso.
Mas, a su turno, uno de sus subalternos inme-
diatos quiso disputarle tan apetecida gloria, i sin
orden recibida, metióse a la plaza por uno de sus
arrabales, dejando a considerable distancia dos
ametralladoras que mandaba.
Era este el capitán de artillería don José Joa-
quin Flores, destinado a mostrarse siempre en la
primera fila i en la primera descubierta del ejér-
cito chileno. Penetrando, en efecto, i como a escon-
didas este valiente oficial hasta la plaza del pueblo,
preguntó a un grupo de estranjeros que allí habla
quién era el que mandaba; mas como unos cuan-
tos soldados del Perú, ebrios de vino o ebrios de
miedo, le hicieron tres o cuatro disparos con tré-
mulo i traicionero pulso, alzó tranquilamente el
artillero su kepi, en señal de saludo, i torciendo
bridas dijo con ironía a los circunstantes: — «Has-
ta luego, caballeros! »
Uno de los así interpelados (que lo contaba),
antiguo oficial alemán, habia sido testigo dé la
batalla, mirándola con anteojo en un alto mira-
dor del pueblo, i desde la primera hora del en-
cuentro, viendo descender por las laderas intermi-
nable cadena de fujitivos, habia esclamado en
francés i en el lenguaje universal de los soldados:
—lis sont rases... (1).
(1) Dato de doa Elusebio Lillo, prefecto de Tacna.
~ 1041 —
XXIIL
Solo al divisar el jefe de la artillería chilena de
la derecha el conocido caballo tordillo rabón del
«Stanley del ejércitoD, que galopaba de regreso
por los afueras del pueblo, se dio cuenta de la he-
roica temeridad de su jinete. I noticiado de lo
que habia tenido lugar, mas por via de intima-
ción que de represalia, ordenó hacer fuego sobre
la población, pero con punterías elevadas para no
dañarla. Otro tanto pero con distinto fin ejecutaba
desde la vecina altura el capitán Villarreal por
órdenes del coronel Amengual que allí se le habia
reunido en un estado de febril escitacion, con las
reliquias de sus mutilados batallones. El coronel
Amengual quería reducir a cenizas la cindadela
de la Alianza; pero por fortuna la batería Villa-
rreal que tiraba hacia la estación del ferrocarril,
solo hizo una docena de disparos. Salvo habia he-
cho diez veces ese número, i el último con la vi-
sual al reloj de la prefectura que a esa hora mar-
caba las cuatro de la tarde.
XXIV.
En esos momentos descendia el coronel Verga-
ra de las lomas acompañado de un ayudante, e
instaba al mayor Salvo, a su paso, para entrar
HIST. DB LA o. DE T. I A« 131
— 1042 —
juntos a la plaza, lo que ejecutaron, llevando en
señal de parlamento Una sábana del trasporte Mor
tías Gousiño que el capitán Lastarria del Coquim-
bo, ayudante del coronel Amunátegui, habia saca-
do de debajo de su montura.
Después del horror de la trajedia comenzaba el
alegre entusiasmo de los que vencen.
Al penetrar en las primeras calles de la pobla-
ción, divisaron también los parlamentarios chile-
nos un soldado que montaba tranquilamente la
gtiardia en una esquina i que por su uaiforme pa-
i'ecia desde la distancia pertenecer al ejército de
Chile. Reconociéronle en efecto por tal, i como
individuo del Santiago; i cuando, al desfilar, le
interrogaron sobre lo que allí hacia, contestó sen-
cillamente:—jffe venido a tomarme a Tacna. (1)
Aquel singular captor de uaa ciuda i era digno
de llevar su nombre: — «Lautaro d.
XXV
Pero mientras el p irlamiutario Vergjira entra-
ba en pláticas de arreglo con algunos de los cón-
sules estranjeros que habian salido a su encuen-
tro, hacia por otro rumbo su aparición el coronel
Amengual, acompañado del comandante Bulnes,
, „- — — - — - I I — - — ■ ■ — — ^ ■ _ ^^^^ ^ — . _ ^^ —
(1) Datos del coronel Vergara i del mayor Salvo.
~ 1043 -
seguidos de grupos de todos los cuerpos del ejér-
cito, especialmente de Carabineros i de soldados
de la Artillería de Marina. — Haciéndose presen-
tar el arrogante veterano al alcalde del pueblo, por
una comisión consular que salió a su paso, mani-
festó con tosca enerjia a aquel funcionario que
quedaba responsable del orden interno de la ciu-
dad, i fuese a sentar con la fiereza de un conquis-
tador de la edad feudal en uno de los bancos de
la plaza, mientras ordenaba a una mujer perua-
na escojiera las mejores flores del jardin para en-
viar la primera corona de la victoria al jeneral
en jefe.
XXVI.
Hallábase en tan pintoresca i jentil faena el jefe
de la primera división del ejército de Chile, cuan-
do se presentó viniendo por otra dirección el co-
ronel Vergara con su grupo, i haciéndose allí un
alarde de recíprocas supremacías, cambiáronse
ambos jefes palabras de enfadosa reconvención
ajenas a tan gran momento. Eran aquéllas las es-
pinas ocultas de las flores que la mujer tacneña
recojia en el pensil
XX vn.
Ocultábase ya el sol invernal en el fondo del
— 1044 —
ancho valle i sus mesetas de arena, cuando re-
cibieron el jeneral en jefe i el comandante Velaz-
quez la noticia de estar ocupada la ciudad, i am-
bos ordenaron bajasen unas en pos de otras las di-
visiones a beber al rio, único pero rico galardón
de sus fatigas, porque en seguida regresaron a la
altura a desempeñar sus últimos deberes de se-
pultureros, quedando solo en el bajo i en la direc-
ción a Arica, acampada en la quinta llamada de
Forero, la división Barbosa para protejer la noche
de cualquiera eventualidad.
El ejército de Chile, conforme a su costumbre,
que recuerda la vanagloria del mas renombrado
hombre de guerra del presente i pasado siglo, ha-
bla dormido sobre el campo de batalla!
Esa era desde Maipo i desde Yungai su glo-
riosa costumbre.
ANEXOS AL CAPITULO XXIX.
L
MANIFESTACIÓN DIRlJIDA AL BATALLÓN COQUMBO POK LOS
BEPKESENTANTES DB BÜ PHOVINCIA, KN RL GONUUESO NACIONAL.
Santiago y junio 29 dt 1880.
Señen •
La conducta del batallón núm. 1 de Coquimbo que usted dignamente
comandó en la gloriosa batalla del Alto de Tctcna, conducta atestiguada
por el ejército entero i por todos los boletines de la victoria, ha llenado
al país de admiración i de lejítimo orgullo a su provincia nativa.
— 1045 —
Capo, en efecto, a ese noble cuerpo, de reciente formación, la señalada
honra de marchar al asalto de las formidables posiciones del enemigo en
el momento critico de la batalla i decidir ésta con heroico empuje en el
centro de la línea de combate, arriando las rotas alas del ejército de la
Alianza hasta el fondo del valle, tomándole sus ambulancias, sus jefes i sus
estandartes, al paso que, por una escepcion, qne recojerá la historia, el
suyo propio recibia once balazos i quedaba su asta teñida con la sangre
jenerosa de los seis valientes que le sirvieron alternativamente de escol-
ta, de portas i de mártires en el camino del triunfo.
Nueve oficiales i ciento veintiséis soldados dejados fuera de combate
en esa marcha rápida e iiTesistiblc, pusieron en seguida, en pos del pabe-
llón, el sello de ]a gloria al antiguo heroismo coquimbano.
El batallón núm. 1 de Coquimbo, como las lejiones colombianas en las
faldas de Ayacucho^ marchó, en efecto, señor comandante, desde el primer
momento, a paso de vencedores; i en ese avance que desconcertó, por su or-
den i por su audacia admirables, a las aguerridas divisiones bolivianas que
la bisoña i heroica tropa encontró a su paso, tuvo usted, señor comandan-
te, la fortuna de caer de su caballo en el campo del honor, junto con sus
dos intrépidos ayudantes.
Devuelto el mando desde ese momento supremo a su joven i valeroso se-
gundo, vengó éste i el Coquimbo a los caidos en sus filas, al ejército i al
país, siendo el primero en avistar i dominar la ciudad que fuera durante
un largo año el asilo i el cuartel je neral de sus enemigos. Solo el cansan-
cio de una carrera de tres leguas i las órdenes de jefes superiores, contu-
vieron, el caer la tarde, su pujanza.
Como en Maipo, el número 1 de Coquimbo habia sido designado para
decidir la batalla, i como en Maipo la decidió con su heroismo, con su
sangre i su bandera.
¡Eterno honor sea tributado a los que asi cumplen en la historia este
doble deber del heroismo!
Entretanto, señor comandante, los abajos suscritos, senadores i diputa-
dos de la provincia de Coquímóo, hsn creído de su deber asociarse al jus-
to regocijo de sus dignos representados i enviar al valiente batallón nú-
mero 1 un voto de gracias, rogándole que, mientras llega la hora de las
debidas recompensas nacionales, se digne usted comunicarlo a sus bizarros
oficiales i a todos los individuos de su valerosa tropa en la forma que us-
ted juzgase mas acertada.
Con este motivo tienen el honor de suscribirse de usted, señor coman-
dante, atentos i respetuosos servidores. — Gerónimo Urmeneta, senador por
Coquimbo. — Benjamin Viaiña Markenna, senador por Coquimbo. — Jorfe
ffuneeus, diputado por Elqui.^^ Enrique Gami^ diputado por Elqui. — Fran-
cisco Gandarillapy diputado por Coquimbo. — Enrique Matte^ diputado por
Ovalle. — Francisco Donoso Vergara, diputado por Ovalle. — Juan Francisco
Itivas^ diputado por Ovalle. — Félix Mackenna^ diputado por Ovalle. — Pe-
dro N, Videla^ diputado por la Serena. — Carlos Vicuña Guerrero^ diputa-
do por la Serena. — José A. Tagle A.^ diputado por Combarbalá. — Fran-
cisco Carvallo Elizalde, diputado por Combarbalá — Javier Varas Marin^
diputado por Illapel. — /. N, Hurtado^ diputado por Illapel.
— 1046 •
II.
LA. DERROTA I RETIRADA DE LOS ALIADOS REFERIDA
POR ELLOS MISMOS.
(fragmentos del informe DEL JEN ERAL CAMPERO A LA CONYBI«0ION).
"Viendo yo que el número iba a inutilizar los heroicos esfuerzos de los
nuestros, mandé que algunos cu^^rpos del centro, donde el combate era me-
nos reñido, se recostasen hacia el ala izquierda. Al mismo tiempo envié
mi escolta mandada por el capitán Jésupe, a fín de que hiciera un esfuerzo
supremo, para reunir a los que se habian dispersado. (1)
En estos momentos solemnes so me anuncia por el teniente Julio Zilve-
t¡, que el coronel Camacho había caido herido i que este fatal accidente
desanima las tropas. Como antes se me hubiese dicho que el jeneral Aco^
ta habia sido destrozado con su caballo por una bomba, ordeno que el co-
ronel Ramón González se haga cargo del mando de esa ala, como el jefe
mas caracterizado que quedaba. Pero al mismo tiempo noto, que los nues-
tros empiezan a ceder abrumados por el número, insinuándose la disper-
sión en diversos puntos de la línea de batalla. A impulsos de la desesperar
cion que me infunde la inminencia de naestro desastre, tomo tm estandar-
te peruano i procuro reunir .a los que se dispersan. No consigo qoe me
rodeen sino 20 a 25 hombres. Viendo lo estéril de mis esfuerzos, dejo el
estandarte a mi edecán, el coronel Ezequiel de la Peña, afín de ver si po-
día contener a los demás dispersos. Ya no es posible. Entretanto, los ba-
tallones Colorado i Canevaro i algunos otros restos de naestro ejército,
encerrados en un semicírculo de fuego, se abren paso al través de las filas
enemigas i se baten en retirada, completamente destrozados. Bncoentro a
los señores Montero i coronel Velarde, jefe de estado mayor jeneral del
ejército peruano, quienes me anuncian que ya todo parecia acabado sin
remedio; que la derecha i ei centro se habían deshecho completamente i
peleaban en dispersión.
Al mismo tiempo se me advierte la caída del jeneral Pérez, jefe de es-
tado mayor jeneral del ejército aliado, quien había sido herido en el fra-
gor del combate i sucumbía lanzando vivas a la alianza.
Juntamente con los señores Montero i Velarde, i haciendo un esfuerzo
supremo, trato de contenerá los que huyen, en una ceja de las caldas que
dan vista a Tacna^ para conducirlos en orden a esta ciudad. Ya no es po-
sible. Arrastrados por el terror, ya nada escuchan i principian su marcha.
**i
(I) Esta escolta constaba de 18 jinetes, qae, por una deferencia especial, me
había cedido el señor jeneral Montero. Tres de aquellos fueron heridos i tam-
bién el caballo del capitán Jésupe, lo que me hizo notar éste, diciéndome:
"Jeneral: mi caballo ha sido ya condecorado por el enemigo con una medalla de
honor.**
CAPITULO XXX.
LA BATALLA DEL CAMPO DE LA ALIANZA
BAJO EL PUNTO DE VISTA MILITAR.
Reflexiones militares a que se presta la batalla del Campo de la Alianza.
— Peligro de pelear sin retirada. <— El ejército chileuo es mas numeroso
que el de la Alianza pero de hecho se baten 9,000 infantes chile-
nos contra 13,000 aliados en fuertes posiciones. — Mania de rebajar
BU námero en todos los vencidos. — ^Demostraciones numéricas. — Re-
sultados militares de la batalla — ^Prisioneros, armas i trofeos. — Bajas
del ejército de Chile i sus detalles por división. — Bajas del ejército
aliado i su enorme pérdida en oñciales. — Tacna es el Mirafloi*es de
los peruanos. — Estratejia particular i certera del jeneral Baquedano
al librar la batalla del Campo de la Alianza. — El ejército movilizado
de Chile i lo que la República tiene que esperar de sus voluntarios.—
Unidad de raza i de armas. — Desventaja de los aliados bajo este pun-
to de vista. — El orden disperso i la formación unida de las batallas mo-
dernas.— Demostraciones numéricas. — La cuestión cartuchos i su solu-
ción en el campo de batalla en contra de las exajeraciones del prin-
cipio de la campaña. — Misión de la artillería en las guerras futuras.
— Servicios que presta la caballería de Chile en la campaña i su situa-
ción espectante en la batalla de Tacna. — El servicio sanitario de Chile i
sus tristes esperiencias desde Pisagua al Campo de la Alianza. — Lamen-
table abandono de los heridos chilenos i cómo muchos de éstos son so-
corridos por las ambulancias de los Aliados. — Casos personales i honro-
sas escepciones.— Acumulación de heridos i la sed en la batalla. — Juan
Portilla i Salustio Gallardo. — La batalla del Campo de la Alianza juz-
gada como acción de guerra i su esterilidad prevista como fin estratéjico
de la campaña. — a¡La guerra comienza!» — 1 juorme error político que se
consuma en el Campo de la Alianza.— La situación verdadera de la
Alianza antes de la batalla, según el Manifiesto del jeneral Campero.-- «
Proclama del jeneral Baquedano a los vencedores de Tacna.
— 1048 —
I.
Tal habia sido, en todo heroica, gloriosa i com-
pleta, la batalla del Campo de la Alianza, digna
de alta fama en los anales de la guerra i en los
fastos del patriotismo. Pelearon en ella cuerpo a
cuerpo nueve mil chilenos, después de haber atra-
vesado cuarenta leguas de desierto con la sed en
la garganta, el cansancio de todos sus miembros
i el amor de la patria, como sublime antídoto den-
tro de sus entrañas, contra trece mil aliados que
formaban la flor del ejército aguerrido i veterano
de las repúblicas del Pera i Bolivia, eternos ene-
migos de Chile con el odio tenaz de la emulación
secreta i de la envidia desbordada.
IL
Considerada bajo un punto de vista estricta-
mente estratéjico, tuvo la batalla del Campo de
la Alianza un vicio capital para los chilenos, — el
de que su ejército fué llevado por el desierto a
pelear sin humana retirada; i esto, cuando se jue-
ga al azar de las armas, que nadie tiene por segu-
ro, la suerte de una nación, no sólo es riesgoso si-
no altamente ocasionado a catástrofes irrepara-
bles.
Comprendíanlo así muchos jefes i aun oficiales
— 1049 —
subalternos del ejército i lo lamentaban. —«Esta-
mos en un momento mui solemne, escribía al au-
tor de esta historia desde Las Yaras el 18 de ma-
yo el comandante del Chacabuco. La batalla que
se va a dar es decisiva. El triunfo tiene que ser
completo o las consecuencias serán funestas. d En
otra ocasión, hemos citado las levantadas pala-
bras del capitán Olivos, que comparaba la situa-
ción del ejército de Chile a la hueste de Hernán
Cortés, después del incendio de las naves; i esta
era la síntesis característica de la situación. Solo
los soldados que no meditan i que marchan sin mi-
rar atrás se mostraban alegres en presencia de
aquella eventualidad, i como el heroico Brandsen,
estaban inclinados a decir: — «Felices los comba-
tientes colocados entre la muerte i la victoriaÍD (1)
(1) Carta del coronel Brandsen al coronel Yiel. — Mendoza
1819.
Los aliados comprendían, por sn parte toda la imprudencia
qae habia en nuestro movimiento, i confiando especialmente en
la celeridad de Leiva, creian de buena fé tenernos ya entre sus
manos. Hé aquí en efecto lo que decia un editorial del Boletín
del Ejército Boliviano del 25 de mayo, es decir, de la víspera de
la batalla.
4[En un editorial del núm. 47 de este periódico, demostramos
lo necesario e indispensable que era no dejar salir un solo hom-
bre del ejército enemigo, del nuevo territorio que habia ifivadido,
ajin de desarmar a Chile del único ejército con que cuenta.
p Concluimos poco mas o menos diciendo: ese ejército debe que*
dar en poder nuestro^ de jeneral a tambor.
]>Lo que entonces, es decir, ahora un mes, podia ser diñcil, hoi
es completamente axequible,
i^Quién sabe si a estas horas el ejército de Arequipa ha cortar
do ya al enemigo la línea de comunicación con P acocha i su escua-
dra.
9 1 quién sabe si el enemigo se prepara a abandonar este teatro^
HIST. Dlfi LA C. DE T. I A. 132
— 1060 —
III.
En el número, tomado en globo, era mayor el
ejército de Chile que hacia la campaña a la ofen-
siva comparado el que parapetado en fuertes po-
siciones naturales le salía al paso, porque las tro-
pas que el invicto jeneral Baquedano condujo
desde Las Yar¿\s al Campo de la Alianza alcanza-
ban, contando plaza por plaza, a 13,520 soldados;
pero descontada la reserva jeneral i la caballería
de la izquierda que uo disparó un solo fusilazo,
ni hizo siquiera brillar sus sables en la jornada,
el número de combatientes fué con mucho infe-
rior al del enemigo que sostuvo su línea con trece
njil hombres sólidamente establecidos. (1)
para volver a Tarapacá; lo que francamente no debemos permitir.
;)E3 necesario cerrarle todos los puntos de la costa de que pue-
da disponer para reembarcarse, flanqueándolo por Ite i Morro de
Sama, a fin de erni)UJarlo hacia el interior, a qtie pu,rgue su pe-
cado entre las breñas de nuestras cordtlleras,T>
(1) Como es de costumbre inveterada en los vencidos, empe-
ñados en llevar las atenuaciones hasta la exajenacion, el número
de los aliados en el Campo de la Alianza ha sido reducido a pro-
porciones insostenibles.
Hemos oido al jeneral Camacho afirmar de buena fé, pero de
memf)na, en presencia del jeneral Baquedano que el total de
los aliados no pasaba de 10,800, siendo 7,000 peruanos i
3,800 bolivianos. El coronel Aguirre, en sn folleto varias veces
citado, desciende a 9,300, en esta forma: — Peruanos 5,100, boli-
vianos 4,200, i todavía El Nacional de Lima del 2(5 dejuaio de
18S0 hacia figurar solo 9,030 soldados de los cuales apenaa
8,500 eran combatientes efectivos, contra ló mil chilenos!
Entretanto, para establecer la ciñM exacta de los boliviaaoa
— 1051 —
I lo que hubo de mas alta prez para el valor de
Chile, filé que la mayor parte de los nueve mil
infantes que allí pelearon dejaron sus hogares
tenemos el cuadro oficial i reciente que publica el doctor Dalen-
ce, en el cual aparecen 5,150 eoldados; i respecto de los peruanos,
su número no ha podido descender en ningún caso de ocho mil,
según una sencilla demostración.
El ejercito que Montero reunió en Arica en enero de 1880
ascendía, según vimos, a diez mil hombres, i después se le agre-
garon diversas partidas i especinlmente la división Solar que
llegó a contar 800 plazas, de modo que vehajando 1,600 solda-
dos dejados en Arica quedaba todavía un efectivo de 9,200. Pero
queremos consentir en que por enfermedades u otros motivos se
descuenten todavía 1,200: siempre queda el número de 8,000
peruanos i 5,000 bolivianos. El siguiente estado tomado de un
diario de Solivia, confirma estos mismos resultados i dice así:
EJÉRCITO PBRÜANO.
Rejimiento de Artillería.
Infantería. — Batallón Zepita núm. 1, id. Ayacucho 3, id. Ca-
zadores del Rimac 5, id. Victoria 7, id. Fisagua 9, id. Lima 1 1 ,
id. Huáscar 13, id. Cazadores del Misti 15, id. Areqiiipa 17, id.
Granaderos del Cuzco 19, id. Provinciales de Lima 21, id. Ta-
rapacá 23, id. Granaderos de Arequipa 25, id. Arica 27, id. Ar-
tesanos de Tacna 29, id. Granaderos de Tacna 31, id. Iquique
33, id. Piérola.— Hombres 9,000.
Caballería. — Rejimiento Húsares de Jnnínni^m 1, Escuadrón
Guias 3, id. Flánqueadores de Tacna 5. — Total de cuerpos 22.
EJÉRCITO BOLIVIANO.
Infantería.— Batallón Alianza núm. 1, id. Sucre 2, id. Loa 3,
id. Aroma 4, id. Viedma 5, id. Padilla é, id. Tarija 7, id. Cho-
rolque 8, id. Grau 9.
Rejimiento de Artillería.
Caballería. — Escuadren Coraceros, id. Murillo, id Yanguar-
^ 1062 ^
como voluntarios i guardias nacionales moviliza-
dos. Con escepcion de la Artillería de Marina i
del mutilado 2."* de línea, los diez batallones i
Tejimientos de la 1.*, 2.*, 3.* i 4.' división que
entraron al fuego, en todo nueve mil combatien-
tes, pertenecian a esa nobilísima clase de hombres
que en Chile no pelea por paga, ni obediencia, ni
vanagloria, sino por Chile, al grito de «Yiva Chi-
le!i>, pronunciando cuyo nombre i bendiciéndolo,
les es dulce morir. (1)
dia de Cochabamba, id. Libres del Sor, -id. caerpo de Ambalaa-
cias 120.^Total de cuerpos 14.— Hombres 4^800.
Total del ejército aliado:
Peruano • 9,000
Boliviano. 4,800
Total , 13,800
Total de cuerpos 36
(1) Nunca hemos encontrado una razón comprensiva del
total efectivo de las divisiones chilenas; pero el siguiente dato
publicado por la prensa del Perú nos parece bastante exacto.
DIVISIÓN AMENGUAL.
Rejimiento 3.^ de línea 1000 hombres.
Batallen Esmeralda ; 500 »
Id. Navales 500 »
Id. Valparaiso 500 >
Artillería.
Una brigada 12 cañones. 120 »
Caballería.
Un escuadrón 150 >
3770 »
— 1068 —
IV
El ejército enemigo, veterano en su mayor par-
te, como sacado de comarcas que viven en ince-
DIVISIÓN Müf^OZ.
Rejimiento 2.^ de línea 1 jg^^
Id. Santiago j
Batallón Búlnes \ Q/^^
l.^Atacama / ^"" ^
Batería Krup ) ^►q
Escuadrón Cazadores J ^
2850
DIVISIÓN AMTJNÁTEOUI.
Bejimiento 4.^ de linea 1 •.¿.¡.r.
Artillería de Marina / ^^""
Batallón Chacabnco
Id. Coquimbo
Batería de campafia \ ^/.^
Escuadrón Granaderos j
} 1109 >
2850
DIVISIÓN BABBOSÁ.
Bejimiento Bnin i Lautaro 1800 »
Brigada de Zapadores, Artillería i Escuadrón \ f.^^
wanaderos j
2300
Total por divisiones con sus bajas 11770
1.* 3,770 combatientes 596 bajas.
2.» 2,850 j> 847 >
3.».. ..-. 2,850 T> 181 >
4/ 2,300 » 296 j^
11,770 1,920
El total atribuido a los chilenos es inferior en dos mil hom-
— 10fl4 —
san tes guerras civiles, fué totalmente aniquilado,
escapando unos pocos centenares por la quebrada
del Tacora hacia Bolivia i gruesos grupos de fuji-
tivos hacia Puno por Tarata. —Dos mil quinien-
tos prisioneros de la clase de tropa, tres jenera-
les, de los cuales dos moribundos i un tercero as-
cendido en el campo de batalla por la Convención
de Bolivia, como para dar mayor realce a la vic-
toria de Chile, cinco coroneles i ciento treinta ofi-
ciales, la mayor parte bolivianos, un tercio de
ellos heridos i mostrando la constancia de los bra-
vos; diez cañones, cinco ametralladoras, mil cajas
de guerra i de pertrechos, cinco mil rifles, i lo que
valia mas que todo esto, innumerables estandartes
i banderolas que sé han esparcido en las ciudades
i aldeas de la república vencedora, haciendo jiro-
nes de su gloria en lugar de formar un solo trofeo
nacional, tales fueron los resultados de aquella in-
mortal jornada que el país no supo apreciar en sus
primeras horas, ni aun tal vez hoi dia, porque vo-
ces escondidas se ocuparon en desfigurarla como
concepción i como logi*o.
bres al efectivo, pero para estimar los combatientes verdaderos
deben deducirse al menos 4,500 de la reserva i asi tendríamos
9,000 chilenos contra 13,000 aliados. En resumen, pelearon fuer-
zas mas o menos iguales 26,000 hombres de una parte i otra,
quedando 4,000 fuera de combátelo sea la sesta parte.
— 1055 —
V.
Fué un hecho militar bajo todos coaceptos bri-
llante i cabal, porque si hubo algunos defectos de
detalle, inevitables en ejércitos bisónos, ninguno
importaba la menor censara, i todo su conjunto
ante la estratejia, el criterio militar i los resulta-
dos perseguidos se hizo digno del mayor aplauso.
Porque los que imajinan que sobre un desierto de
arena, sin agua, sin trasportes, sin víveres, sin hori-
zontes, sin esploraciones que la fatiga hace impo-
sibles, se pueda maniobrar de la manera que lo
ejecutan los ejércitos europeos, marchando a la vez
sus divisiones por diez o mas rutas socorridas i
converjentes, moviéndose como los peones de un
tablero de ajedrez, ésos no conocen ni la guerra
americana ni la s:':.erra del desierto.
Todo lo contrario.
La manera como el jeneral Baquedano condu-
jo su ejército hasta dar frente al enemigo, i su tác-
tica especial encaminada a lanzarlo sobre uno de
los flancos del enemigo, haciénílole agotar sus re-
servas para caer sobre su ala opuesta en hora opor-
tuna, arrojando en pos las suyas sobre los puntos
debilitados por el cañón i el ataque a vivo fue-
go, amoldándose en esto al carácter peculiar
del chileno, le hacen alto honor como a caudillo.
Su estratejia así concebida i así planteada no solo
-. 1066 -¿
resistió ai empuje enemigo, que fué notorio, sino
a la impaciencia natural de los suyos. I su espre-
sion favorita i casi única durante la batalla — Á su
tiempo!-A su tiempo! pone de manifiesto la sereni-
dad imperturbable de su espíritu en lo recio del
encuentro, su clara previsión i la seguridad de sus
medidas calculadas de antemano.
Los enemigos de Chile, que en esta gran bata-
lla'han sido como en otras posteriores nuestros
mejores jueces contra nosotros mismos i nues-
tras mezquinas pasiones, han declarado que los je-
fes Baquedano i Velazquez condujeron con rara
maestría la batalla, agregando que la sola vista
del despliegue de su formidable reserva basto pa-
ra consumar su derrota.
Tratándose de pelear, los chilenos rara vez a la
verdad cometen faltas, porque eso precisamente
es lo que saben desde Caupolican i desde Pe-
dro de Valdivia — pelear! Los errores, las desa-
venencias, los celos, las ruedas inútiles, los ambi-
ciosos vulgares i los intrusos petulantes, esos
preceden casi siempre al fuego; pero en la batalla,
como en el crisol, todo se purifica i con la limpie-
za se engrandece i brilla.
VL
Jefes i soldados cumplieron todos su deber a
porfia en aquel dia memorable. De los primeros
— 1057 —
quedaron en el campo ciento catorce bravos, de
ellos veinte i cinco muertos, i de los últimos 1,800,
de los cuales 400 perecieron por el plomo ene-
migo i .muchos mas por la impericia, desidia i
fatal organización de nuestros servicios sanitarios
que jamas estuvieron, bajo ningún punto de vis-
ta, a la altura de su misión ni siquiera del desem-
peño del enemigo, que en esto nos aventajó, con
desmedro de nuestra fama de pueblo organizador,
intelijente i adelantado. El total efectivo de bajas
filó de 1797, i no seria aventurado agregar que la
mitad de su número, ochocientos cadáveres, que-
daron en los fosos del Campo de la Alianza o en
las camillas de las ambulancias. (1)
VII.
Batiéronse los ejércitos aliados con indisputa-
ble intrepidez, i hubo cuerpos que se cubrieron
de lejítima gloria como el Zepita, el Ayacucho, el
Alianza, el Sucre, el Padilla, el Chorolque i el
Aroma: los cuatro últimos, bolivianos. Otros, de
eterna vergüenza como el Huáscar i el Victoria
del campo del Perú. La mayor parte de los jefes
(1) Entre los anexos del presente capítalo publicamos una
razón completa de las bajas del ejército de Chile, nómina de he-
ridos i prisioneros del ejército aliado, listas de pertrechos toma-
dos, etc., etc. Las cifras no pueden ser matemáticas, porque el
estado mayor no las ha dado tales pero, pueden considerarse nlui
próximas a la verdad, con diferencia de cortísimas fraccionen.
HIST. DE LA o. DE T. I A. 133
— 1058 —
de cuerpo pagaron el tributo de su vida a su pa-
tria i a su infortunio como Pérez i Mendoza, dos
.gloriosos ancianos cuyas ensangrentadas canas
recordaban a Bolivia i al Perú dignísimos servi-
cios; i en pos de ellos seguian, en la flor de la vi-
da, Fajardo, Vidal, Llosa, Mac-Klean, Luna, Ba-
rriga, Reina, Alcázar, López, Ravelo, e innumera-
bles jefes de la clase de tenientes coroneles, ma-
yores i capitanes, muertos o heridos. (1)
Corrió a la verdad el plomo de Chile tan denso i
tan recio en el asalto de la cuchilla i en el porfía-,
do entusiasmo de los cuerpos en el ala izquierda i
(2) Conforme a los imperfectos i escasos partes oficiales del
ejército del Perú, perdió este 147 jefes í oficiales en esta forma.
El Zepita 6 muertos i 8 heridos. Los Cazaciores del Misti 5
muertos i 8 heridos, entre los primeros al mayor Igarza su tercer
jefe; el Pisagua 6 muertos i 7 heridos; el Arica 5 muertos e
igual niímeros de heridos; el Huáscar G muertos i 5 heridos, i
los Cazadores del Cuzco igual número entre muertos i heridos.
El Ayacucho dejó 24 oficiales fuera de combate, el Arequipa 13
i la división Canevaro perdió 27, correspondiendo al Lima 13 i
a los Cazadores del Rimac del l)ravo Fnjardo, 14. El Lima
núm'. 11 tuvo también 12 bajas, casi todas de capitanes, como el
Pisagua que perdió todos los suyos. En una publicación del co-
ronel Velnrde se habla de 300 oficiales del Perú muertos o he-
ridos en Tacna, pero probablemante no pasaron de 2üO, el doble
-de los chilenos.
En cuanto a los bolivianos, sus pérdidas en oficiales fueren
mui numerosas, i el coronel Aguirre publica la lista de 23 jefes
^ue déla clase de mayor a jeneral quedaron en el campo, resul-
tando muerto el jeneral Pérez, el coronel López, el bravo Rave-
lo,'cl mayor Uria, i los demás heridos.
En los anexos publicamos una relación peruana incom-
pleta que hace subir el número de sus bajas de oficiales a
134? en esta forma: — 5 coroneles, 10 tenientes coroneles, 13 sar-
án tos mayores, 28 capitanes, 41 tenientes i 37 subtenientes.
\ _ 1059 —
en el centro, que los jefes de la Alianza que no
fueron muertos en el sitio, ostentan hoi, como Ca-
macho entre los bolivianos, Murguia, Pando, Balli-
vian, Calvimonte, Adolfo Palacios i muchos otfos,
las honrosas cicatrices del deber cumplido. E igual
mérito i distinción cupo a Suarez, a Vila, a Ira-
ola, a Espinosa, a Bustios, a Morales Bermudez i
al mismo afortunado Cáceres que resultó contuso,
perdiendo todos, o el mayor número, sus caballos
de batalla como aconteciera entre los comandan-
tes de Chile.
La batalla del Campo de la Alianza fué en ver-
dad para el honor peruano lo que la de Miraflores
para el honor chileno; — el sacrificio voluntario de
la vida en una prueba terrible i desigual.
VIII.
I como primera reflexión útil para la historia i
sus enseñanzas, será digno hacer notar aquí res-
pecto de los últimos, que los cuerpos movilizados
se batieron con una eneijia, decisión i tenacidad
que pudo enorgullecer a los mas aguerridos vete-
ranos de la república. Por manera que Chile tie-
ne ya por sabido que posee en sus ciudades i co-
marcas un ejército siempre listo para su defensa i
para consolidar sus derechos i sus glorias.
Contemplada bajo el aspecto de su fuerza mus-
cular, pareció a la verdad la batalla del Campo de
— 1080 —
la Alianza una pelea de titanes, i si, así como sü
duración fué corta, se hubiese prolongado un tercio
mas de la jornada, no habría sido aquélla comba-
te de hombres sino carniceria de fieras, trocándo-
se el arenoso medaño del Campo de la Alianza
en charcos horribles de sangre. (1)
(1) La siguiente animada relación de la visita que al dia si-
sigaieote practicó el jefe de las ambulancias bolivianas, doctor
Dalence, para recojer heridos i sepultar a los muertos» da una
idea del encarnizamiento i del horror del combate» comenzando
por la izquierda de la línea de la Alianza.
«El número de muertos (dice en su folleto citado el doctor
boliviano) que computamos al ejército aliado alcanzaría a 1,500
mas o menos; habiendo sido victimados (repasados) 65 a 70 de
ellos. Entre los muertos correspondian la mayor parte a nuestro
ejército en la clase de tropa i al ejército peruano en la de jefes i
oficiales.
«Entre los nuestros dicen que fué encontrado en línea muí
avanzada un soldado del batallón Alianza junto a otro chileno^
recíprocamente atravesados por bayoneta el uno i yatagán el
otro,
«Los que nosotros encontramos mui adelante cerca del lugar
que habia ocupado una sección de la artillería enemiga, frente
al estremo de nuestra ala derecha, fueron varios del rejimiento
Murillo, i mas avanzados que todos, los cadáveres de los jóvenes
Werter Rivera i Samuel Elgueta; en seguida un buen número
de los de nuestros Zapadores; hacia el centro delante del gl¿cis
de la meseta en que se encontraba nuestra línea, muchos del ba-
tallón Gran, del Chorolque, del Loa i del Padilla, hacia la ijs-
quierda un tendal de los del batallón 2.^ i del Viedma, sobre su
propio terreno i muchos del Tarija; i en fin un considerable nú-
mero de los del batallón Alianza i algunos del Aroma, en línea
mucho mas avanzada de todos.
«Continuando nuestro camino, encontramos muertos a propor-
ción que ascendíamos a la meseta, i en las inflexiones del terre-
no que se estienden sobre ésta, un soldado del Aroma, un chile'
no, uno del Aroma (victimado), uno del Victoria (victimado),
un riflero del rejimiento Libres del Pnr, otro del mismo cuerpo,
que por una carta que tenia en el bolsillo vimos que se llamaba
Jos(í María Ayala, uno del Alianza (victimado), un soldado pe*
— 1061 —
Los ejércitos combatientes no alcanzaban a 28
mil soldados^ i de estos no menos de cuatro mil
quedaron en el campo, correspondiendo cerca de
dos mil a Chile, i el resto dividido casi por igua-
les partes entre los aliados. Los peruanos eran
menos, pero algunos de sus cuerpos abandonaron
temprano el campo, cayendo no pocos de ellos
por balas bolivianas en castigo de su miedo i de
su fuga.
JLJx*
Quedó demostrada allí en todo la superioridad
del chileno como metal de combate, lo que era ya
una noción histórica conocida, como organización
de gueri'a (no obstante sensibles vacíos e inespe-
riencias) i especialmente como armamento. Imi-
tando una espresion militar tan cruel como famo-
sa, la unidad de calibre i de resorte del rifle Com-
blain «hizo maravillase) en Tacna, como el Chasse-
roano cuyo naiforme nos era desconocido, ano del Zepita, uno
de Libres del Sar (Francisco Jiménez), un sarjento 1.^ del
Alianza (victimado con bala i bayoneta), otro del mismo caer-
po (victimado), seis chilenos, 5 de Vanguardia de Cochabamba
(tres de ellos victimados), 6 Libres del Sur, 6 soldados perua-
nos i 4 del escuadrón Coraceros. Dimos sucesivamente sepultu-
ra a todos esos cadáveres i nos dispusimos a hacer lo mismo con
un grupo de 5 rifleros Libres del Sur cerca de los que se encon-
traba un oficial de bigote i pera crespos i largos, á quien le ha-
blan quitado la levita i el calzado, i que se hallaba, como los
anteriores, en una hondonada que existe a la izquierda de la in-
flexión de terreno en que se encontraba una sección de la artille-
ría peruana, lüra este el coronel boliviano López. d
— 1062 —
pot CQ SU estreno de Mentana, diez i siete años
hacia.
Los peruanos, por el contrario, armados mas
como turba que como ejército, lucharon con la irre-
dimible desventaja de la variedad de sus rifles de
precisión. Solo el Zepita i el Pisagua estaban
armados de fusiles Comblain. Los Cazadores del
Cuzco i el batallón de Morales Bermudez tenian
Peabody americano de largo pero fatigoso tiro,
mientras que los cuerpos organizados en el sur se
batian con el ya anticuado Chassepot i los demás,
especialmente los bolivianos, con el Bemington.
X.
Con relación a la artillería no cabia compara-
ción posible, porque Chik llevaba de antemano
la victoria uncida a sus treinta cañones Krupp, al
paso que los aliados solo podian oponer a sus dis-
paros piezas abigarradas i antiguas, francesas, in-
glesas i alemanas, siendo los seis Krupps de mon-
taña de Daza su única pieza de resistencia dentro
del campo de tiro superior de las nuestras. La
ineficacia de sus proyectiles cayendo en suelo
blando fué reconocida, i la del enemigo resultó
tan inferior en esto que solo se sabe de un oficial
que por su efecto pereciera.
En cuanto al uso aun novel i pooo esperimen-
tudo do las ametralladoras, no pudo allí abrirse jui-
— 1063 —
cío porque los aliados teniendo once de estas armas
del sistema G-atling i los chilenos solo cuatro, pa-
rece que ni las unas ni las otra-^ prestaron S3r vi-
cios eficaces, i en realidad las del ejército de Chile
no hicieron un solo disparo por no dañar a nues-
tros propios soldados con su incierto tiro. Pudiera
decirse por esto que, esceptuando en las alturas
(como en Chorrillos) o en las cofas de los buques,
el uso de esta invención moderna no se halla
todavia suficientemente definido, no obstante
la farsa imperial que se llamó o: combate de For-
bach o el bautizo del príncipe imperial» en los
comienzos de la guerra franco-alemana de 1870,
que se inició para los franceses en una escaramu-
8a de ametralladoras contra huíanos.
XI,
Con la misma acentuación de superioridad que
da a un pueblo la homojeneidad de su raza, en opo-
sición a los que para su mal carecen de ella, i la
que dispensa a un ejército hi unidad de su arma-
mento de combate, púsose a descubierto en la
batalla del Campo de la Alianza, tan llena de en-
señanzas militares para la Itepública, la ventaja
indisputable del orden disperso de combate re-
comendado a los cuerpos de infantería que pelean
en avance, i especialmente a aquellos destinados
a desalojar de un puesto dado a un enemigo pa-
— 1064 —
Tapetado. Sin este arbitrio que mucho» de nues-
tros rejimientos pusieron instintivamente en obra
contra la rutina de sus jefes «a la antigua,i> la
infantería de Chile habría sido cruelmente ester-
minada en aquel esforzado ascenso a la loma que
duró cerce de tres horas.
Evidencióse mas marcadamente esta peculiari-
dad de los combates modernos en el ataque del
ala derecha del enemigo, que la división Barbosa
conquistó palmo a palmo en orden disperso, con-
forme a la táctica prusiana que con el nombre de
guerrilla inglesa habia enseñado el intelijente i
malogrado Santa Cruz a sus Zapadores.
El rejimiento Esmeralda que se batió en el ala
opuesta del enemigo sin sujetarse a la táctica al-
ternativa de ocultarse i de hacer iuego en avan-
ce, guardando distancias homojéneas de hombre a
hombre, tuvo en efecto 248 bajas i en igual pro-
porción el Santiago (222), el Naval 121 i el Co-
quimbo mismo, simple batallón que habiendo en-
trado al fuego en el último tercio de la batalla,
dejó 148 de los suyos, al paso que los Zapadores
al atacar un fuerte artillado con cañones Krupp i
defendido por 1,500 soldados resueltos, solo tuvo
77 bajas, es decir, menos de un tercio del Esnie-
ralda i solo la cuarta parte de las bajas del San-
tiago. (1)
(1) La siguiente comparación de los dos caerpos que pelearon
/
— 1066 —
• *
XII.
Besalta esta misma comprobación tan digna de
ser tomada en cuenta en futuros combates, de la
comparación del efectivo de las* divisiones con sus
bajas, tomados los unos i los otros en globo, tal
cual fueron organizados en sus tres armas, porque
el resultado que el estudio comparativo de las
que entraron de lleno i de frente, al fuego, es el
siguiente:
1.* división 3,770 plazas bajas 396
.2.' id. 2,860 '7> \ 847
4.' id. 2,300 D 3> 296
Es decir, en uno i otro caso, la mitad de las pér-
didas corresponde a la división que peleó en la iz-
en las dos alad opuestas del ejército, el uno «a la antigua,!) es
decir eu formación unida, i el otro disperso, ilustra perfecta m€lxit6
esta cuestión en esta forma.
Bajas del Esmeralda.
Bjajas de Zaptfdoresv
Oficiales muertos.... 2
Id. heridos 10
Soldados muertos.... 76
id. heridos 160
3
5
30 ' '
. 39
248 77
<
Los bolivianos reconocieron i apreciaron las ventajas del ms-
tema introducido por Santa Cruz i su fiel asociado el coronel
Doningo Toro en el ejército, i hoi probablemente lo practicarán
en las tropas que adiestran para renovar la guerra.
HIST. DB LA o. DE T. I A. 134
— 1066 —
quierda estratéjicamente, respecto de la división
de la derecha, i la tercera parte respecto de la que
peleó en el centro. La 3.* división que, sumada en
conjunto í üó por siis combatientes como las an-
teriores, constaba de 2,850 plazas, tuvo solo 181
bajas, la mayor parte de éstas del Ooquimbo, que
entró vigorosa i temerariamente en formación
Uñida como su antiguo modelo en bravura, jemelo
en- ella i en nacionalidad comarcana, en el calle-
jón de Espejo.
XIII.
I
Quedó de igual manera demostrado en el Cam-
po de la Alianza, terreno estratéjicamente elejido
por el enemigo, que si bien la caballería chilena,
tan justamente tendida d.e los peruanos, está lla-
mada a prestar incalculables servicios al ejército
porque sus jinetes son sus ojos, sus piernas i su
estómago^en las batallas libradas en calíchales
como los de Tarapacá, en las montañas como en
los Anjeles i én los médanos como en Tacna, ha de
verse condenada a ingloriosa inacción, la mas ve-
ces por la naturaleza del terreno i casi siempre
por el enflaquecimiento, fatiga i maltrato de sus
sufridas bestias. El hombre resiste mejor que el
bruto al desgaste de los climas tropicales.
' Con escepcion de la carga ineficaz de los vale-
rosos Granaderos de Yávar que los Colorados i el
— 1067 —
Sucre rechazaron formando cuadros con la rodilla
en tierra, conforme a la antigua táctica, los jinetes
chilenos fueron en la batalla del Campo de la
Alianza, simples espectadores. El escuadiKm Bul-
nes prestó buenos servicios, pero no con sus sa-
bles sino con sus ponchos, acarreando muTiiciones'
a la línea de combate, i en esa faena perdió oóho
o diez hombres. Los carabineros de Vargas (2.""
escuadrón) solo tuvieron un herido por una bala
perdida, i los brillantes Cazadores ni uno solb.
• • • »
*
XIV.
f
En cambio, la batalla del Campo de la Alian*
za afianzó hasta el mas alto heroísmo i la mas
justificada eficacia la fama de la infantería chile-
na, que, si no era tan sólida i compacta como la
de los tercios españoles de Carlos V en Pavia, no
habia de seguro dejenerado de los fusileros de
Yungay ni dé las compañías de guerrillas que
treparon mordiendo sus cartuchos al Pan de Azú-
car i al Punyan. La infantería, conforme al dicho
profético de Napoleón en Santa Elena, continua
siendo el arma rei de los ejércitos, por cuanto con
el rifle, no es la pólvora la que pelea sino el alma,
al paso que en el cañón es el metal i en la caba-
llería el bruto.
— 1068 —
XV.
Solucionóse también en esta famosa batalla
campal de una manera práctica i terminante la
discutida cuestión de las municiones que el
uso de las armas de precisión exije, i el resul-
tado dio plena razón a los que desde las primeras
horas de la campaña, i contra los alarmistas i los
exajeifados, sostuvierion que 250 cartuchos debia
ser el máximum por plaza en una batalla i 150 el
mínimum, no debiendo esoeder el total de un par-
que bien provisto, a una cifra representada por
600 tiros por plaza, o sea medio millón de tiros
para cada mil infantes. I hácese preciso recordar
aquí que habien " o encargado el gobierno catorce
millones de cari ichos a Europa^ algunos jefes
esperimentados, pero de la vieja escuela, hablaban
dé hacer llegar ese número a cincuenta millones!
Entraron en efecto los cuerpos de infantería al
fuego en Tacna con 130 tiros en sus morrales,
con escepcion del Esmeralda que no completó la
última fracción; i después del combate quedó
constancia en los partes oficiales de los jefes de
la 1.* i 2.* división, que antes de decidirse la con-
tienda agotaron su provisión varios cuerpos i en
especial el Esmeralda, el Santiago i los Cazadores
del Desierto; de suerte que el número ya indicado
debió ser el mínimun (150), quedando al alcance
— 1069 —
de los cuerpos i a su inmediata retaguardia una
provisión equivalente a 100 cartuchos de reserva.
Hubo en Tacna mas o menos doce mil infantes
chilenos, pero ni con mucho alcanzaron a quemar
un millón de tiros, porque las reservas no se batie-
ron i porque algunos de los cuerpos de la izquierda
pelearon en orden disperso, ocultándose i avanzan-
do, lo que hace los disparos mucho mas lentos, si
bien mas seguros. I a este respecto hai que dedu-
cir ademas de la cuenta total a los muertos, a
los heridos, a los rezagados, a los que rompen por
accidente sus armas, etc. Jefes observadores nos
han asegurado que el término medio de las cáp-
sulas quemadas por la infantería de Chile en Tac-
na fué de 60! lo que haria subir el número de car-
tuchos apenas a 600,000!- -El consumo de la arti-
llería, según lo dejamos antes recordado, alcanzó
a 54 por pieza, de modo que no habria daño en
que la provisión de sus armones fuera el doble.
XVI.
Son estos datos de mucha cuenta para el pro-
greso militar del país, i a la verdad es cosa que
se hace demorar con estrañeza que algunos de
nuestros intelij entes jefes i oficiales del Estado
mayor no se hayan consagrado a este jénero de
demostraciones, que son el aprendizaje práctico
i la cruelmente comprada espericncia de la gue-
— 1072 —
XVIII.
En jeneral, la tercera guerra con el Perú, que
habia sido iniciada con el sacrificio jeneroso de un
cirujano, sustentó mucho mayor número de egois-
mosque de abnegaciones en el curso de sus pruebas.
— «Nuestras ambulancias (dice un escritor hábil
que no ha gastado poca induljencia con ese ramo
oficial del servicio de la guerra) brillaron en Tac-.
na por su ausencia durante el combate, i en nuestra
ala derecha i centro no las habia absolutamente,
según pudimos constatarlo al encontrar herido al
capitán don Guillermo Carvallo de los Navales.
Después de hacerle don Víctor Castro la primera
cura, nos echamos en busca de una ambulancia
para llevar a ella al simpático joven. Pero a pesar
de haber recorrido una gran estension, no divisa-
mos mas Cruz Koja que una que se alzaba entre
un grupo de jinetes que parecían presenciar el
combate.
«Tomamos lenguas, i todos los que interroga-
mos estaban acordes en que en el campo no habia
ambulancias. 5; (1)
I en otro pasaje de su correspondencia, el mis-
mo ájente noticioso añade:
(1) Caviedes. Correspondencia al Mercurio.
— 1073 —
«No solo los muertos, por desgracia, quedaron
allí abandonados. Nuestros heridos lo estuvieron
también durante un dia entero, i algunos no ha-
blan sido recojidos aun al subsiguiente de la ba-
talla.
«Ya el 27, recorriendo algunos el campo, en-
contraban en una hondonada un lastimero grupo
de dos soldados que desde la mañana del dia an-
terior estaban allí desamparados. Aquellos infeli-
ces, que no habian podido el dia de la batalla
aplacar la sed que ya los devoraba, habian sufrido
los mas terribles tormentos con la falta del indis-
pensable líquido, agravada ahora por la fiebre de
sus heridas. Uno de ellos, no pudiendo resistir a
sus dolencias, habia fallecido, i el otro tenia a su
lado llena de orines la taza de una cantimplora, i
con ella engañaba sus padecimientos.!)
XIX.
I para aumento de rubor, nuestros propios ene-
migos espulsados de su campo por el denuedo de
los que en él quedaron, coinciden en estas dolo-
rosas apreciaciones como testigos de vista.--^(!: To-
mamos, dice el varias veces citado jefe de las bien
servidas ambulancias bolivianas, hablando de su
escursion humanitaria por el campo el dia 27, to-
mamos la dirección de nuestra línea de batalla para
recorrerla, siguiendo las huellas de los cadáveres,
HIST. DfB LA C. DB T. I A. 135
— 1074 —
hasta el estremo de nuestra ala derecha. En nues-
tro camino continuamos encontrando multitud de
hendos chilenos, qne como y¿i hemos dicho ante-
riormente habian recibido ya o practicado ellos
mismos su primera curación; así como continua-
mos encontrando también entre los cadáveres del
ejército aliado muchos que habian sido victimados.
Era de notarse en medio de ese doloroso espectá-
culo, lo injenioso de los recursos que habian to-
mado los heridos, ya para no ser abandonados en
el campo o proferidos en el recojo, ya para res-
guardarse de la intemperie i de la sed, o ya tam-
bién para poderse mover del sitio en que cayeron
i trasladarse a otro lugar.
«Los mas se habian arrastrado hacia las emi-
nencias de aquel terreno; unos habian formado su
lecho escarbando la arena hasta donde era posible
al largo de su cuerpo, a guisa de sepultura; otros
habian formado con una .^razada una especie de
toldo sobre un pabellón de rifles, otros tenian de-
positada su agua en cajas vacias de sardinas, ga-
lletas, etc., a falta de cantinas; i en fin, mas de uno
con la pierna o el muslo fracturado habia amarra-
do su rifle sobre el miembro inhabilitado a manera
de aparato de contención de fracturas ^;ara poder-
se arrastrar hasta las eminencias de las ondulacio-
nes de aquel terreno.
(íA la derecha de una pequeña colina sobresa-
liente, añade el mismo narrador, entre las que
— 1075 —
cerraban nuestra izquierda en esa rejion, escucha-
mos voces en diferentes direcciones, i vimos ma-
nos levantadas en ademan de pedir socorro. Acu-
dimos a los lugares de donde éranios llamados i
encontramos que todos eran heridos chilenos. Se
les habia practicado ya, a los mas, la primera cu-
ración; pero carecian de abrigo^ no habian tomado
alimento alguno i estaban desesperados de sed». (1)
XXI
La sed! Esa habia sido, mas que la pólvora i el
plorao, la preocupación mas intensa del soldado i
del jefe en esas ingratas guerras del desierto en que
la vida toma las formas de una catimplora de la-
tón; i es consolador afirmar que, gracias a los es-
fuerzos del comandante Bascuñan, conductor de
equipajes, a sus valientes arrieros i a los Carabi-
(1) En cuanto a las arabulancitis aliada?, algunas de las cuales
solo tuvieron, como la boliviana, sobre 800 heridos (incluso 80
chilenosl) un qt/ince por ciento de pérdidas, hé ncjuí lo que nues-
tros propios corresponsales decian en su honor. «Las ani))ulancin8
aliadas, refiere el señor Caviedes, secundado en esta por las re-
velaciones del corresponsal del Ferrocarril, }>or el contrario e.*^
tuvieron a la altura de su humanitaria misión, i la desempeña-
ron con nmt»r i valentía.
«Al atravesar las líneas enemigas nos sorprendió no encontrar
eu nuestro trayecto un solo herido, i principiamos a temer que
hubiera habido algún híjrrible «repaso.i» Pero luego, encontran-
do aun ambulante pernano, supimos por él que en los hospita-
les de sangre de Taona, es decir, a dos leguas i media de sinuoso
camino, habia no menos de 1,200 heridos peruanos i bolivianos
recojidos del campo de batalla en medio del bilbido de las balas.
— 1076 —
ñeros de Yungai, que se trocaron en acarreadores,
no ocurrieron casos dolorosos de pérdidas de vidas,
como en las marchas. Al contrario, aun a la vista
del precioso líquido en el ajeno campo, los solda-
dos vencedores tenían la calma necesaria para
precaverse, según refiérelo un facultativo boliviano
que presenció un notable caso de cautela. (1)
XX IL
Descartando estas inferioridades que traicionan
nuestra inesperiencia en cosas de guerra, la ba-
talla del Campo de la Alianza devolverá refle-
jos de fulgurosa i perdurable gloria sobre las ar-
mas de Chile en las futuras edades. — En su con*
junto fué una batalla completa, bien concebida,
(1) cuna de las partidas de soldados chilenos de diversos cuer-
pos qne llegó sin oficiales a la ambulancia boliviana, dice aquel
testigo, alcanzó a descubrir algunos barriles de agua que tenía-
mos reservados para nuestros heridos detras de algunos bultos
qne tenian las camas de los sanitarios i las montnras i ca.mas del
personal de oficiales. Grande fué la algazara que formaron con
el hallazgo, pero en medio de este jíibilo alguien esclamó: — «No
beban, niños; los cuícos pueden haber puesto en esa agua algo
malo para nosotros.D I como al oir esta observación volvieran la
mirada todos hacia nosotros en demanda de exijirnos una con-
testación, no tuvimos inconveniente en indicarles que nos sirvie-
ran el primer vaso para beber; que esa era el agua que reservá-
bamos para nuestros heridos; nos lo pasaron inmediatamente, i no
desprendieron la vista hasta verlo terminado. Llenos ya de con-
fianza i permitiéndonos separar dos barriles en la carpa de
nuestro material, formaron un numeroso grupo i no pareeia sino
que todos habian dejado de beber en mas de 24 horas.» (Doctor
Daleuce. — Folleto citado.)
— 1077 —
bien ejecutada, heroica como empuje, cabal como
concepción, decisiva como resultado militar i en
la esfera del campo de batalla.
Mas, como objetivo de una gran campaña em-
prendida por un pueblo contra sus rivales a fin de
conducirlos a términos de paz o de aniquilamien-
to, fué insuficiente i secundaria según lo hablan
previsto i anunciado con incesante constancia los
que no se inspiran en petulantes ambiciones sino
en los saludables consejos de la historia.
Como operación de guerra, tardó su prepara-
ción no menos de seis meses, (de diciembre a ma-
yo), i sin embargo de su éxito completo en el te-
rreno, la guerra, contra la absurda i poltrona
opinión que entonces imperaba en los consejos
del gobierno de Chile, quedó en pié, armada i
arrogante.
I esto sucedia porque, en oposición a preceptos
sencillos del arte militar, se insistia en llevar las
operaciones a las estremidades, que eran las provin-
cias del Sur-Perú, i no al corazón i la cabeza, que
era Lima. Jentes hubo que en medio de los rego-
cijos de la victoria reclamaron el inmediato arma-
mento del país al grito de — La guerra comienza! I
quedó así en todas sus partes justificada la opinión
que, desde las batallas de San Francisco i de Ta-
rapacá, señalara como única solución el rumbo
del Callao, cuestión que dejamos ampliamente
debatida en este libro en capítulo precedente.
1078 —
XXllT.
Pero mayor que el error cstratéjico con tantii
tcnacida^l sostoni(lo, fue la falta política cometida
en esa coyuntura: porque en los momentos en que
el £ío])icrno de Chile buscaba con ahinco los me-
dios de romper la quebradiza alianza de sus ad-
versarios, marchó a consolidarla haciéndoles verter
juntos su sangre por causa común que así de pre-
caria convirtió en santa i querida..
Acostumbrados aquellos turbulentos i mal ha-
llados vecinos a vivir con la espada desenvainada
el nno contra el otro, no habria sido empresa de
absoluta dificultad llegar a una solución por los
medios lícitos de la política i la diplomacia, al
menos con el mas débil i menos ofendido, una vez
asestado el golpe contundente al provocador i al
mas fuerte. La victoria del Campo de la Alian-
za, lejos do ser una tumba, como la de Yung.iy,
fué esta vez, i como estaba previsto, el punto de
arranque de una nueva Confederación i el mas
poderoso vínculo de cohesión entre elementos his-
tóricamente adversos i que comenzaban por sí
solos a desagregarse. (1)
(1) A este pr()})ó.sito es iiotaMe el HÍjuiente pasaje del Infor-
me, vMi'i.is veces citado, del jenernl Oíimp'iro a l:i Oonveiioion (W.
Bolivia eii el cual, ])oniendo de relieve los efectos de su viaje a
Tacna eu abril de 18S0, se espresa como sigue: (¿Desde luego,
- 1079 -
XXIV.
I toJavia, como complemento estratéjico que
luicia iíidispjiisable la coiisorvacioa i el sustento
diario del ejército, el cuidado de los heridos, la
reapertura do la línea de comunicaciones con su
base, imponíaí^^e la cruel necesidad de una segun-
da batalla, i el asalto de formidables fortalezas en
(juc la sangre volverla a correr a raudales. I eso
es lo que nos queda por narrar de la presente
historia.
XXV.
Pero parécenos antes, que es digno remate de
esta parte de nuestra relación, consagrada a valo-
i'tir tranquilamente el insigne mérito contraido
por nuestro ejército en aquella memorable cam-
paña, dejar constancia de la manifestación de
gnititud i de admiración que su jeneral en jefe le
como ya lo he hecho nohir al priiit'ipio, v.ú pres». ncia en Tacna
leaniíno li>s esj)íi'itiis, iuspiró coníianza, levaiiij !t!S úhíilh-s i, h)
que ini))('rt'iÍM nins, (.•í'Mt»i^)iiyó p »(leros.uno¡ite a fortificarlos
ví:i'!uli»s (le la ((Alianza,)) tlLMuasiuvlo (!e:>i!ita<lus pjr ciit.ui'je.'^,
iSini las nioilidrLS (]ko toiiu'. t;¡uti) en el (j'jrcito anuo en Ki or»ra-
iiizaci(íii dc\ e>ta(lo uiaviír jcMural, :^e rc.-t. M-íci;') la ai'inoiji.t en
anií)(>s ejercí los, i esto so hizo e~.í.ciisivo al pnehlo de Taciia.
J^f,{(i'h decir qaa hi uI'uuíZíl noexisfiti rVnocn el noúiljre u oficlaU
rnente^ pero no en el /(echo. Yo logré restablecerla, haciendo cam-
biar por completo el us[)ecto que hasta entonces habían tenido
las cosas.D
— 1080 —
i
consagrara (al descender de las colínas en que ha-
bía pasado tres días haciendo recojer heridos í se-
pultar los muertos) a los bravos que le habían
acompañado í a quienes dirijíó el día 31 una pro-
clama de felicitación concebida en estos términos:
([Aprovecho del uiomento qae me dejan libre las múltiples
atenciones que me ha impuesto en los últimos dias el servicio
de nuestros heridos i los deberes que surjen de la ocupación de
un pueblo enemigo, para enviar mis entusiastas felicitaciones a
los señores comandantes en jefe de divisiones, jefes de cuerpos,
oficiales, clases i soldados del ejército que sostuvieron el glorioso
combate del 26.
DSabia de antemano que cuando se trata de defender el honor
i los derechos de la patria, los jefes i soldados del ejército no
hallan ninguna empresa superior a sus esfuerzos.
i^Lo probaron en la guerra lejendaria de nuestra independen-
cia i lo atestigua el mismo territorio que hoi ocupan nuestras
armas victoriosas. Ahora me complazco en declarar que son los
herederos de nuestros héroes i mui dignos de figurar a su lado.
He sido testigo del arrojo e impetuosidad con que fueron asalta-
das las fuertes posiciones que ocupaba en el alto de Tacna el
ejército enemigo, í puedo certificar que si los soldados hicieron
prodijios de valor, los jefes les daban el ejemplo.
^Gracias a esa uniformidad i armonia de voluntades en el es-
fuerzo i en el sacrificio, nuestra victoria ha sido completa i ha
quedado consumada la obra de reparación que nos tenia enco-
r
mendada el país.
2>Cuenten, pues, los que murieron en el puesto del deber^ con
la bendición de la {)atria, que sabrá ser agradecida, i los que tu-
vieron la suerte de sobrevivir al triunfo, con los aplausos i las
consideraciones que merece el deber cumplido noble i heróica-
mente.
í>El Jeneral en Je/e.:»
¡
i
— 1081 —
ANEXOS AL CAPITULO XXX.
I.
HOMINA DB LOS OFIoIAL&S DEL EJERCITO DE CHILE MUERTOS I HERIDOS
EN LA BATALLA DEL CAMPO DR LA ALIANZA.
Batallón Atacama
Oñciales muertos. — Ayudante don Moisés de Arce, capitán don Meliton
Martínez, capitán don R. Torreblanca, subteniente don Walterio Mar-
tínez.
Oficiales heridos. — Capitán don José Miguel Puelma, tenientes Alejan-
dro Arancibia, Washington Cavada, Ignacio Toro i Juan Ramón Toro.
Subenientes Abrahan Becerra i Eujenio Martínez.
Muertos de tropa. — Setenta i ocho.
Heridos de tropa. — Doscientos cinco.
Batallón Chacabuco»
Oficial herido.— Subteniente Víctor Luco, contuso.
Muertos de tropa. — Nueve.
Heridos de tropa. — Treinta i uno.
Rejimiento Santiago.
Oficiales muertos. — Sari en to mayor Silva Arriagada, subteniente Carlos
Severin, Amador Pinto i Emilio Calderón.
Aspirante. Ernesto Henry.
Oficiiües heridos graves. — Comandante Estanislao León, teniente José
Domingo Teran, subtenientes Antonio Alberto Cervantes i Manuel Be-
nitez.
Oficiales heridos leves. — Capitán Marcelino Dinator, teniente Nicanor
O. Torres, subtenientes Víctor Brunett, Juan P. Rojas, Osvaldo Ojeda i
Fernando Qraillele.
Oficiales contusos. — Comandante Francisco Barceld, teniente Luis
Leclerc, subteniente Francisco R. Ramírez..
Abanderado, Pompeyo del Fierro.
Muertos de tropa, — Setenta i siete.
Heridos de tropa. — Doscientos diezinueve.
Batallón de Arlülería de Marina,
Muertos de tropa. — Nueve.
Heridos de tropa. — Catorce.
Batallón Coquimbo.
Oficial muerto.— -Subteniente Clodomiro Várela.
Oficiales heridos graves.*^Capitan Federido Cavada, subteniente Ma-
nuel M. Masnata, Juan G. Varas, Caupolican Iglesias, Antonio Urqueta i
Carlos S. Anzieta.
HI8T. DE LA O. DE T* I A. 136
— 1082 —
I
Oficiales heridos leves. — Comandante Alejandro Gorostiaga, capitán
Francisco Aristia.
Oficial contuso.— Capitán CrisólogoOrrego.
Muertos de tropa. — Veintidós.
Heridos de tropa. — Ciento cinco.
R-jimiento de Zapadores
Oficiales muertos — Comandante Ricardo Santa Cnix, capitán Rudesio-
do Molina, subteniente Victorino Salinas.
Oficiales heridos. — Capitán Abel Luna, subtenientes Jacinto Muñoz,
Juan A. Maldonado, Benjamin Poblete i Rodolfo Villar.
Oficial contusO.---Capitan Rafael Granifo.
Muertos de tropa.— Treinta.
Heridos de tropa. — Treinta i nueve.
Rejimiento Lautaro.
Oficial muerto. — Subteniente Adolfo Yávar.
Oficiales heridos graves. — Capitanes, José Zarate i Nicomedes Gacitüa*
subtenientes José de la Cruz Ban-ios i Severino Rios.
Muertos de tropa. — Dieziseis.
Heridos de tropa.— Cincuenta i cuatro.
Contusos de tropa. — Treinta i dos.
Cazadores del Desierto,
Oficiales heridos. — Comandante Hilario Bouquet, papitan Joije Porras,
teniente Santiago Barbosa, subteniente José E. Pérez.
Muertos de tropa. — Cinco.
Heridos de tropa. — Treinta i ocho.
Raimiento 2.* de Artüleria,
Heridos de tropa.— Dieziocho.
Carabineros de Tungay núm, 1.
Oficiales heridos. — Subteniente Miller Almeida.
Heridos de tropa.— Seis.
Batallón de Nadales.
Oficial muerto. — Juan Qnillman.
Oficial herido grave. — Capitán Guillermo Carvallo.
Oficiales heridos leves. — Coronel Martiniano Urriola (mui leve), capita-
nes Reinaldo Guarda, Pedro Elias Bcytia, Roberto Simpson, teniente En-
rique Délano, subtenientes Miguel Valdivieso Huici i Enrique García.
Muertos de tropa.— Cuarenta i dos.
Heridos de tropa. — Setenta.
Batallón Valparaíso.
Oficial muerto.— 'Capitán Ricardo Olguin.
Oficiales heridos graves. — Teniente Miguel Sanhueza i José María Gar-
cía.
Oficiales heridos leves. — Ayudante Felipe Artigas, subteniente Amador
Ferreira.
Muertos de tropa.— Veintisiete.
Heridos de tropa— Setenta.
— 1083 —
R^imimio Esmeralda.
Ofícialea muertos. — Teniente Aníbal Guerrero, subteniente José Santos
Montalva.
Oficial ei! heridos.— ^Sarjeuto mayor Enrique Coke, capitán Juan Rafael
Ovalle, tenientes Aríftides Pinto» subtenientes Jorman Balbontin, Mateo
Bravd Rivera, Juan de Dios Santiago, Luis Ureta i Julio Padilla.
Oficiales contusos. — Teniente José Antonio Echeverría, subteniente An-
tonio Echeverría.
Muertos de tropa.— Setenta i seis.
Heridos de tropa. — Ciento sesenta.
Batallón Chillan,
Oficiales muertos.— Capitán Juan Manuel Jarpa, subtenientes Manuel
Urrútia i Abraham Reyes Bazo.
Heridos graves.— Capitán Honorindo E. Arredondo, tenientes Ernesto
Jiménez González, Francisco I. Rosas, subtenientes Ruperto Siredei Bor-
nes, i Nicolás Yávar Jiménez.
Herido leve. — Comandante José Antonio Vargas Pinoehet.
Muertos de tropa. — Veintidós,
Heridos de tropa.— Setenta i siete.
Egimiento 2/ d^ Linea.
Oficiales muertos.— -Capitán Olivos, subteniente Echeverría.
Oficiales heridos.— Caj^itanes Concha i Cantos, tenientes Olmedo i Pá-
rraga, subtenientes Aguilera, Arrieta, Vinagre, Ramírez, Valverde i Ne-
coehea.
Oficiales contusos.— Mayor Garre ton, subtenientes Vijil, Zañarta^i G»-
citúa.
Muertos de tropa —Veintiocho,
Heridos de tropa.— Ciento^ochenta i cinco.
Granaderos a Caballo,
Muerto.— Alférez Aspillaffa Yávar.
Contusos.— Mayor David Moran, capitán Rodolfo Villagran.
Muertos de tropa.- Diez.
Heridos de tropa.— Veintitrés.
Pontoneros.
Muertos i heridos 23.
2* Carabineros ds Yungay,
Herido,— Uno.
— 1084 —
II.
BAZON DE LAS BAJAS DEL EJÉRCITO CHILENO EN LA BATALLA DEL CAMFQ
DE LA ALIANZA.
!.• DIVISIÓN.
Muertos. Heridos. Total.
Navales
Valparaíso.
Esmeralda.
Chillan
2.* DIVISIÓN.
2.* de linea.
Santiago....
Atacama
3.* DIVISIÓN.
Artillería de Marina.
Ghacabuco
Coquimbo
4.* DIVISIÓN.
Zapadores
Lautaro
Cazadores del Desierto.
49
28
68
25
34
82
83
10
9
25
33
48
5
RESEBVAi
Buin....
3.*
4.'
Búlnes.
CUERPOS SUELTOS
Rejimíento de Granaderos.
2.* Escuadrón Carabineros.
Pontoneros
Artillería
10
• • ■
9
104
74
170
83
199
236
213
15
14
118
113
58
39
5
4
6
2
24
1
14
17
153
102
238
108
233
318
296
25
23
143
146
106
44
5
4
6
2
34
1
23
17
Total 518 1,509 2,027
RESUMEN POR DIVISIONES.
I."* Amengual....
2l' Barcelo
3." Amunátegui..
4.** Barbosa
Reserva jeneral.
Granaderos
601 bajas
847
191
296
17
34
— 1088 —
2/ de Carabineros 1 bajas.
Pontoneros 23 »
Artillería 17 »
Total 2,027 »
Segan el resumen enviado desde Arica por el estado mayor chileno a
la Inspección del ejército, las bajas totales están resumidas del modo si-
guiente.
OF1GI4LE8.
Muertos 25
Heridos 89
Total 114
TROPA.
Muertos 409
Heridos 1284
1,693
Gran total 1,807
in.
BELA0I0NB8 DB LAS PRlCTPALBS BAJAS DEL EJÉBOITO PBHUANO BM LA
BATALLA DEL CAMPO DB LA ALIAZA.
PRIMERA DIVISIÓN.
Batallón Lima numero 11.
Muerto: sarjento mayor cuarto i efe F. Salguero.
Heridos: comandante iercer jel& J. Viscarra, mayor M. Calderón, capitán
M. Lizárraga, tenientes G. Chariarse, M. García, M. Mondeñedo, J. Silva,
P. Vargas,!. Urbina, M. Valdes, E. Maldonado, subtenientes Á, Alarcon,
S. Gane.
Granaderos del Cuzco número 19.
Muertos: capitán S. Vazques, id. F. Aguirre, tenientes J. Cuadros, N.
Alvarex, A. Flores,
Heridos: sarjento mayor F. Sagasta, capitanes 1. J. Barre to, J. Rivera,
subtenientes B. Guevara, José Nuñez.
SEGUNDA DIVISIÓN.
Cornandancia Jeneral.
Ayudante capitán L. Chacón, muerto; jefe de detall I. S. Crespo, heri-
do; subtenientes M. Vargas i M. Cabello.
— 1086 -
Batallón Zepita.
Muertos: primer jefe teniente coronel Carlos Llosa, subteniente Q. Ro-
dríguez, tenientes T. Berenguer i R. Palomino.
Heridos. Sarientos mayores M. de la Haz-i, R. Llosa, capitanes Pedro
Suare/^ G. Defgado, subtenientes 1. A. Torres Paz, S. Rodríguez, J. Sepúl-
veda, I. del Mar, F. Calvo, fi. Padilla, A. Barrenechea, B. Suarez, W La
Rosa, M. Acevedo, agregado E. Rodríguez Prieto.
Cazadcrea dd Mi%H.
Muertos: primer jefe coronel S. Luna, tenientes P. López, E. Camaeho,
S. Cárdenas.
Heridos: tercer jefe sarjento mayor C. T. Igarza, capitanes M. Vera, P.
Barrios, subteniente N. Galdos.
TERCERA DIVISON.
Comandante jeneral coronel Belisario Suarez, herido.
Pisagua número 9.
Muertos: sarjentos mayores V. Espinosa, M. Mateus, capitanes F. Da-
lona, J. Villena, teniente O. Moor.
Heridos: teniente coronel J. L. Espinosa, capitán M. Oyang^ren, tenieii-
tes C. Chocano, J. O. Zegarra, I. Cuadros, C. Vidal, R. R. Morales, O. Ro-
das, subteniente I. Rivas, ciudadano inspector Mañano de los Santos, (el
que tomó la bandera del 2."* de línea en Tarapacá )
Arica número 27.
Muertos? teniente coronel primer jefe Julio Makiean, capitán M. Monje,
subteniente N. Salas.
CÜAKTA DIVISIÓN.
Comandante jeneral coronel Jacinto Mendoza, muerto.
Victoria número 7," Huáscar.
Muertos: primer jefe coronel Belisario Barriga, segundo id. mayor Rae-
da^ capitanes Silva, Toledo, Jiménez, subteniente Pérez.
Herido: M. Valdivia.
QUINTA DIVISIÓN.
Jefe de detall teniente coronel Federico M. Barreto, herido; capitán B-
Barrios, id.
Ayacucho número 3.
Muertos: capitán 6. Prado, id. J. M. Salas, teniente G. Belando, subte-
niente J. López, id. E. Paz-Soldan, id. L. Molina.
Heridos: teniente coronel, segundo jefe G. Vila, tercer jefe, D. Araoeo;
mayor, A. Salcedo; capitán O. Correa, id. L. Herrera, id. M. Carreno, id.
A. Tarsabuada, id. J. Suarez, teniente J. Carreño, id. G. Tafíir, id. L. Váz-
quez, subteniente M. Hidalgo, id. D, Silva, id. H. Fernandez, id. S. Gu«
tierrez, id. P. Toscano, id. M. Delpino.
Arequipa número 17.
Primer jefe, teniente coronel José Iraola, herido.
-- 1087 —
8ESTA DIVISIÓN.
Cazadores del Rimac número 5.
Muertos: Pñmer jefe, coronel Víctor Fajardo, Capitán L. Velarde, id.
teniente José Sologuren, id. Oouendo,
Heridos: sanento mavor L. Nieves, mayor M. Gáceres, teniente O. Can-
seco, id. 5. Balaunde, id. E. Pastor, id. C. Paz, id. L. Sologuren, subtenien-
te T. Daza, id. J. M. Casos, teniente José R. Pizarro, subteniente B. Arós-
tejui, ayudante del detall J. Fajardo.
Lima número 21.
Heridos: ayudante mayor, teniente Plasencia, id. A. Bustos, id. E. Var-
gas, id. Ramirez, id. A. Acervi, id. R^ Espinosa, id. A. Canseco.
DIVISIÓN JRNDARME8 DB TACNA.
Columna Jendarme$.
Primer jefe, teniente coronel Napoleón Aidal, herido.
Columna agricultores de Para.
Primer jefe, don Samuel Alcázar, muerto.
Columna Artesanos,
Casi toda la oñciaüdad.
Esta división ha quedado completamente destrozada, razón por la que
no tenemos los datos suñcientes.
ArtiUeria de campaña.
Heridos: capitán E. Bodero, id. Águila, teniente Castillo, alférez Cen-
teno.
CABALLERÍA.
Húsares,
Muertos: Segando jefe, teniente coronel L. Reina; tercer jefe, saijento
mayor Birne, teniente J. Peña.
Soldados muertos i heridos, 50. Este escuadrón no se componía sino de
lOG hombres.
Guias,
El señor coronel Méndez, teniente coronel Salcedo i cpronel Nieto, me-
recen los mayores aplausos por su buen comportamiento.
IV.
RBLACION 01 LOS PRINCIPALES BOLIVIANOS PRISIONEROS EN TACNA« CON
INCLUSIÓN DB ALGUNOS PERUANOS:
Jeneral Claudio Acosta.
Coronel Ildefonso Murguia.
Coronel Ezeqniel de la Peña.
— 1088 —
Coronel Adolfo Flores.
Coronel Andrea Rios.
Teniente Qoronel Rodrigo Caballero.
Coronel Amel Sarco, edecán del señor Campero, primer ayudante del
estado mayor boliviano.
Coronel Gavino Morgado, primer ayudante del estado mayor, peruano.
Coronel José Avila, ayudante de estado mayor de la primera divÍ9Í0Q«
boliviano.
Coronel Nicanor Bacca, boliv iano.
Coronel Corsino Balsa, comisario del ejército boliviano.
Teniente coronel don Julio S. Carrillo, rejimiento Libres del Sur, boli-
viano;
Id. Mannel S. Latorre, infantería, peruano.
Id. José Quintín Ruiz, batallón Chorolque, boliviano.
Id. Manul Ponce de León, batallón 5.* de línea, peruano.
Sárjente mayor don Exequiel Aldunate, rejimiento artillería, boliviana
Id. FelipeCandiote, batallón Arequipa, peruano.
Id. Martin Murga i Cortillo, batallón Huáscar, peruano.
Capitán José S. Solares, ayudante del coronel ¿amacho, boliviano,
Id. Francisco Paja i Salas, avudañte del estado mayor jeneral, peruino.
Id. Bemardino Zavala, batallón Arica número 27, id.
Id. Enrique de Latorre, escu^ron Húsares, boliviano.
Id. Mannel A. Salazar, rejimiento Húsares de Jnnin, peruano.
Id. Manuel A. Ollongura, batallón Pisa^ua número 9, id.
Id. Belisario Frias, reümiento Artillería, boliviano.
Id. Hilarión Alvarez, batallón 5." de línea, id.
Id. graduado Rafael Saens^ Provisional Lima, peruano.
Id. Manuel S. Morales, rejimiento Libres del Sur, boliviano.
Id. Manuel J. García, batallón Lima número 11, peruano.
Teniente Mariano S. Salas, batallón Arica número 27, id.
Id: Abel Bergan, Jendarmes de Tacna, id.
Id: Antonio Rodríguez, batallen Aroma, boliviano.
Id. 1.** David José Zapata, Ar ti lleiia de Bolivia, id.
Id 1.* Marcos Soruco, rejimiento Vanguardia de Gochambaba, id.
Id. id. Felipe Gárate, batallón Areauipa número 17, peruano.
Id. id. Pedro P. Tapia, batallón 5.* ae línea, id.
Id. id. José M. Osorio, id Arica núm. 27, id.
Subteniente Luis González, rejimiento Libres del Sur, boliviano.
Id. Leoncio Zavaleta, batallón Ayacucho numero 3, peruano.
Id. José Migue IGamarra, batallón Arica número 27, peruano.
Id. Enrique Joning, Jerdarmes de Tacna de Lima, id.
Id. Carlos Courroy, batallón Provisional de linea número 1, id.
Id. Amadeo González, rejimiento Murillo, boliviano.
Teniente Gaspar Tafur, del mismo.
Teniente Heraclio Fernandez, del mismo.
Capitán Adolfo Forzaboada, del mismo.
Subteniente Mariano R. Hidalgo, del mismo.
Teniente Tomas Espinosa, del batallón Nacionales.
Subteniente Telésforo Daza, de los Cazadores de Lima.
Teniente Guillermo Chariarce, del batallón Lima número II.
Teniente Tomas Mondoñedo, del mismo.
Teniente Felipe Urbina, del mismo.
Subteniente Saturnino Cano, del mismo.
Capitán Fermín Dalon, del batallón Pisagua número 9.
Capitán Juan F. Barreto, de los Granaderos del Cuzco número 10.
Subteniente José E. del Risco, del batallón Arequipa número 17.
Capitán Manuel Carreño, del batallón Ayacucho número 3.
— 1089 —
SubtenleDite Diego Silva, del mismo caerpo.
TenienteJosé Mercedes Pena* de loa Húsares de Juain; murió el 28.
Teaiente coronel Anselmo Fernandez, dal batallón Arequipa número 17.
Id. José María Cabezas, rejimiento Artillería, id.
Id. Daniel Vera, rejimiento Murillo, id.
Id. Manuel F. Hurtado, batallón Ayacucho número 3, peruano,
Id Nicanor Jordán, batallón Aroma, boliviano.
Id. Julián A. López, batallón Tarija, id.
Id. Meliton Layeres, rejimiento Librea del Sur, id.
Id. Faustino Velasco, rejimiento Cuzco numero 19, peruano.
Id. Francisco^Bspinosa, empleado en la secretaría del jeneral en jefe,
boliviano.
Id. Aleiandrp Rios, batallón 5." de línea, boliviano.
Id. Nicasio Camacho, rejimienfo Murillo, boliviano.
Id. Luis Medrano, rejimieoto Misti, peruauo.
Alférez Luis Zenteno, rejimiento artillería, id.
Id. Daniel Alfaro, aycidante de la comandancia, tercera división, id.
Ayudante Eduardo Montes, peruano.
Paisano Jorje Olmos, boliviano.
Id. José Manzanares, secretario del jeneral Montero, peruano.
Id. Manuel B. Sañudo, oficial de secretaría del jeneral Montero, id.
Id. José San tana, oficial de la caja fiscal, id.
- Subteniente José Pedro Pérez, batallón Aromai boliviano.
Tacna^ 2de junio de 1880..
Otto Moltke.
V.
NÓMINA DE LOS PRICIPALES HBRIPOS DEL 'EJÉRCITO DE BOLIVIÁ
PRISIONEROS EN LAS AHBULANCIAS DE SU PAÍS EN TACNA, OON ALGUNOS
PERUANOS.
Coronel boliviano Eleodoro Camacho, de Inquisive, herido en la ingle
i en el vientre.
Teniente coronel José Manuel Pando, segundo jefe del rejimiento de
Artillería, natural de La Paz, herido en el brazo izquierdo.
Capitán del batallón Ohorolque Benito Corral Alcérreca, d^ Sucre, he-
rido en el pié derecho.
Capitán del batallón Tarija Camilo Porcel, de Sucre, herido en el homr
bro izquierdo.
Teniente 1.* del batallón Aroma José Osear Pinto, de Oruro, herido en
el pié derecho.
Subteniente del batallón Viedma Felipe Rivas, de Sucre, herido en el
hombro izquierdo.
Capitán del Id. Anselmo Pinilla, de La Paz, herido en la cadera iz-
quierda.
Comandante del rejimiento Libres Néstor Diaz Romero, de La Paz, he-
rido en la pierna izquierda.
Teniente 2.* de la Vanguardia de Cochambaba Carlos F. Soria, herido
en el hombro izquierdo.
HIST. DE LA O. DE T. XA. 137
— 1090 —
Subteniente Braulio Quzman de id. herido en el brazo derecho.
Sarjento mayor del batallón Graa Isaac Lopec de Cochabamba, herido
en la rodilla derecha i en la pierna izauierda.
Coronel Melchor Gumian, de Cochabamba, rasmillón en la ceja iz-
quierda.
Mayor, tercer jefe de Húsares de Junin, de Lima, Guillermo Vime, he-
rido en la pierna derecha.
Subteniente del batallón Grau Francisco Bazoberri, de Cochabamba,
herido en el costado izquierdo.
Teniete 1.° Marcial Rivas, del batallón Grau, de Cochabamba, herido en
el muslo derecho.
Subteniente José M. Ponce, del rejtmiento Libres de Sucre, herido en
el muslo derecho.
Subteniente del batallón 1." Alejandro Castillo, de La Paz, herido en el
hombro derecho.
Id. del batallón Grau Manuel J. Arauco, de Punata^ herido en el pulmón
derecho.
Subteniente del' rejimiento Libres, Manuel M. Parrado, de Omro, he-
rido en el brazo derecho.
Subteniente del batallón Padilla Gregorio V. Garcia, de Cochabanrba,
herido en el vientre. '
Capitán del rejimiento de Artillería Elias Boders, de Tumbes, con el
brazo izquierdo fracturado.
Teniente 1.** del batallón Loa Gregorio Gandarillas, de Cochabamba,'
herido en nna rodilla.
Comandante Juan Pérez, del batallón Gi'au, de La Paz, herido en la pier^
na izquierda.
Subteniente del batallón 1." Antonio Sucre, de Sucre, herido en el pe-
cho.
Teniente 1.* de id id. Miguel Ortuno, de Cochabamba, herido en la
muñeca izquierda.
Capitán del escuadrón Vanguardia de Cochabamba Zenon Cosió, de id.,
herido en la muñeca izquierda.
Teniente 2/ del batallón Viedma César Méndez, de Cochabamba, heri-
do en el pié izquierdo.
Capitán Adolfo Vargas, del rejimiento Libres, de Potosí, heiido en el
pecho.
Subteniente del id id. Ricardo Berdecio, de Potosí, herido en el hom*
bro derecho.
Teniente 1.* del batallón 2/ Hijinio Unzueta, de^La Paz, herido en el
brazo i pié izquierdos.
Teniente coronel Felipe Ravelo, segundo jefe del batallón 1.*, de Suere,
herido en la pantorrilla i muslo izquierdo»
Comandante Zenon G. Zambrano, del batallón Viedma, de Cochabamba,
herido en el pescuezo.
Toniente coronel Mariano Calvimontes, segundo jefe del batallón Tari-
ja, de Sucre, herido en la pierna izquierda.
Mayor p^raduado del batallón 1/ Joan Reyes, de Sucre, herido en el
brazo izquierdo.
Subteniente del batallón 1." León Fiavio Rico, de Cochabamba, herido
en la pantorrilla izqu'crda.
Sariento mayor del batallón Padilla Manuel Cordero, herido en la pan-
torriíla i pierna derecha.
Teniente 2/ del batallón Choroliiue Gualberto Ruiz, de Buenos Aires,
herido en los testículos i tres heridas mas en la pierna izcpiierda.
Mayor graduado del batallón Padilla Julián Paz, de Tarata, herido en
la pierna izquierda i nalga derecha.
— 1091 —
TenidQte segundo del batallón Tarija José B. Otermin, de Cocha()amba,
herido en la rodilla derecha.
Teniente primero, ayudante mayor del batallón Loa, Santiago B. de
Querrá^ de Talina, herido en el pié derecho.
Teniente segundo del escuadrón Escolta, Juan C. de la Quintana, de Po-
tosí, herido en la pierna derecha.
Tenieate coronel segundo jefe del batallón 2." Néstor Ballivian, herido
en la pantorrilla derecha.
Comandante cuarto jefe del reiimiento de artillería Adolfo Palacios, de
Cochabamba, herido en el brazo derecho.
Teniente segundo del batallón Viedma, Agustín Claros, de Cochabamba,
herido en la pantorrilla izquierda.
Manuel Porcisa, paisano, ayudante de campo del comandante en jefe,
herido en el brazo derecho. .
Sarjento mayor Apolina rio Salcedo, del batallón Ayacncho número 3.
VI.
LISTA DBL ARMAMENTO I PRICTPALB8 PERTRECHOS TOMADOS AL EJÉRCSITO
-ALIAÍX) flN LA BATALLA DSt CAMPO UK LA ALIANZA.
4 cañones Krupp de montaña, reformados, üllimo modelo.
4 cañones Blackley de montaña, de a 4 libras.
2 id id de campaña, de a 12.
5 ametralladores Gatling.
1 id de dos cañones.
4 a 5,000 riñes Peabody, Reraington i Chassepot llamado peniano.
15 carabinas de distintos sistemas.
34 lanzas de caballería, algunas con banderolas.
202 cfúones municiones Comblain, tomados por los peraanos cuando la
captura del Rimac, i recobrados en Tacna.
145 cajones granadas Krupp,
6 obturadores iÜ.
1 barril pólvora para granadas id.
3 cajones espoletas.
1 cajón estopines
75 cajas de guerra para cañones Krupp, enteramente nuevas
1 cajón atacadores
5 id municiones Blackley
3 cureñas de repuesto
320 cajones municiones Remington
78 id Peabody
27 id Chassepot peruano
1 id carabina Evans
2 id id Shneider
3 id fusil Minie
3 id Chassepot antiguo
70 corazas de bronce.
Ademas se recojió una buena cantidad de cebada, maiz, forraje, 170 pa-
res calzado del llamado cochabambino, algunos cajones de aduanas, barri-
les, odres i fondos para rancho, estos últimos ya en servicio en los ho8«
pitalesde sangre.
— 1082 —
VIL
FBAOMBNTO DB LA CORRBBPONMNCIA DI A. R0DBIGÜS2 AL CNACIONAL»
DB LIMA.
Mientras tanto, las divisiones Cáceres, Ganevaio; i los batallones boli-
fianoB 1/ Alianza i Aroma (colorados i amarillos respectivamente) hacian
prodijios por ese lado, recibiendo el doble faego de flanco i de frente del
enemi|fo.
Habían avanzado sas guerrillas basta una cuadra distante del enemigo,
i algunos soldados salian de las filas i se mezclaban entre los enemigos,
combatiendo a la bayoneta.
Ya el enemigo buia ante la impetuosidad de tal ataque; un refuerzo de
200 hombres, i la victoria era nuestra: pero ese refuerzo ¿de donde sacarlo?
*...,. y ,
Mientras tanto los regimientos chilenos Atacama, 2.* de línea, Lautaro
i algún otro mas cuyo nombre no sabemos, que ya huian, eran reforzados
contínaamente.
Cáceres herido lijeramente i habiendo perdido su segundo caballo de ba-
talla, seguia imperturbable siempre; pero su división estaba ya comple-
tamente diezmada. Llosa, jefe del Zepita, habia muerto; Luna- jefe de Ca-
zadores del Misti, caia gravemente herido.
Gane varo ileso, recorria las filas de su división i animaba a sus solda-
dos, entusiasta a pesar de las destrozos cjue veia hacer a las balas en sus
filas, i mandaba avanzar aun, pero el valiente Fajardo caia sin vida i era
sacado del campo por su hijo el joven subteniente Fajardo.
El Ayucucho recobraba su honor perdido en San Francisco, quedando
tendido la mayor parte en la línea, con sus cuatro jefes faera de combate.
El Arequipa quedaba privado de su jefe, el comandante Iraola.
Dávila combatia' como en San Francisco i Tarapacá, pero su división
disminuía a cada momento. .
Suarez veia caer al joven jefe del Arica i poco después al reconocer las
filas, su caballo de Tarapacá se detuvo, i él sintió, al mismo tiempo, algo
en una pierna. Un ayudante se acercó a sacarle la bota, pero Suarez mo-
vió la pierna con desprecio, i dijo: No es nada. Una bala se la habia atra-
vesado sin tocar^el hueso, i herido después, al pasar, el vientre al noble
caballo.
Mjfe
CAPITULO XXXL
LOS CAMPAMENTOS DE CHACALLUTA I DE AZAPA.
El comandante Vargas persigue con la caballería a los aliados hasta Pa-
chía i regresa a Tacna. — Sale con la misma dirección la reserva al man*
do del coronel Lagos el 28 de mayo i ynelve el 31. — El capitán Dinator
practica nn reconocimiento de la línea férrea i se pone en comunicación
con nuestros buques. —El negro LiCwis. — El jeneral en jefe encarga al
mayor Zelara reparar los dafíos ejecatados en la línea, i el i.® de junio
sale la caballería en dirección a Arica, i el 2 i el 3 la reserva i la arti-
llería.—Campamento de Chaoalluta, a la vista de Arica.— «Aprestos del
coronel Boloenesi, gobernador de la plaza, i honrosos antecedentes de
este jefe. — ^Montero lo confia todo a la dinamita, al partir de Arica. —
Planta militar de esta plaza de guerra. — El Morro i las baterías del
Norte. — Loe valles de Azapa i Llata.— -Ei injeniero Eléspuru propone
formar un campo fortificado para abrigar todo el ejército. >~Se abando-
na esta idea con el cambio de base de operaciones, i el injeniero Elmore
propone i ejecuta la defensa por medio de reductos i de minas. — ^El cro-
nista Pérez, i miserias i fiestas que cuenta de Arica.— Construcción del
fuerte del Este i del f aerte Cindadela. — Mala calidad de las tropas de
Arica .i continuas deserciones i motines. — Cobarde fuga del coronel
Belaunde i de varios oficiales.— Montero nombra jefe de estado mayor
a un abogado, i Bolognesi lo rechaza.— -Resolución del jefe de la plaza
para defenderla a todo trance.— Telegrama que envía a Montero el dia
de la batalla, i emociones que esperimentan ese dia los jefes de Arica,
trasmitidas por el telégrafo.— ün soldado del batallón Arica es el úni-
co que viene da morir a Arica. i>— El injeniero Elmore sale en la noche
del 26 i destruye varios parajes de la línea con dinamita. — Singular ba-
talla imajinaria que presencia i oye el telegrafista del Hospicio. — Lle-
gan al campamento de Chacalluta el jeneral Baquedano i el coronel Ye-
lazque^ el 3 de junio, i lo mudan.— Practican ese mismo dia un reconoci-
miento entre los valles de Lluta i A zapa por las alturas, i declaran que
Arica es intomable de frente. —Combinan el plan de ataque por reta-
guardia con los coroneles Lagos i Barbosa. — El Buin i el 4.<* en Azapa.
— Se hace venir el Lautaro de Tacna i el 3.*^ pasa a Azapa. — Resuelto
— 1094 —
el ataqne, el jeneral Baqaedano envia de parlameaiario al mayor Salyo
intimando la rendición de la plaza sin condiciones. — Incidente del pa-
ñuelo perfumado. — Conferencia de Salvo i Boiogneai i su diálogo tes-
tual.— Junta de guerra, a presencia de Salvo i respuesta defínltiva, ne-
gándose a rendir la plaza. — El mayor Salvo regresa a sus baterías i ae
rompe el fuego de cañón.
I.
' Cuando poníamos término a nuestra relación
en el capítulo anterior al que precede, deciamos
que al coronar el jeneral Baquedano a las tres de
la tarde del memorable 26 de mayo la loma i la
victoria del Campo de la Alianza, habia dado or-
den al comandante Rafael Vargas para que persi-
guiera con tesón al enemigo que huia desbandado
hacia la sierra.
Por pesado camino acercóse aquel valiente ofi-
cial, en consecuencia, hasta Pachia, recojiendo
prisioneros; pero mal informado por éstos, supuso
que le harían resistencia en las primeras gargan-
tas, i regresó a Tacna a las diez de la noche del
27, solicitando refuerzos. (1)
(1) «En cuanto el jeneral llegó encima del cerro me ordenó
perseguir al enemigo con todo el rejimiento de Cazadores, na
escuadrón de Granaderos i el escuadrón de mi mando. Esa tar-
de, bien poco pude hacer, por haber entrado luego la noche i ser
el terreno mui quebrado. Al dia siguiente a la diana, emprendí
de nuevo la persecución, llegué hasta las puertas de Pachía,
donde el enemigo me hizo un fuego mui vivo de fusilería Por
ser ya mui tarde i tener en mi poder 147 individuos de tropa
prisioneros i nueve oficiales, de teniente coronel abajo, incluso el
secretario del jeneral Montero, tuve que emprender mi retirada,
regresando al campamento a las I O de la noche con mi magní-
fica presa. ]> (Carta inédita del comandante B» Vargas a su padre,
Arica; juniQ 11 de 1880.)
— 1095 —
II.
Mal impresionado, a su vez, con aquella falsa
nueva el cuartel jeneral, dispuso que en la maña-
na del 28 saliera en demanda del enemigo i como
para librar batalla campal, la división de reserva,
con dos baterías de campaña i toda la caballería
a las órdenes del coronel Lagos.
Emprendió su marcha esta división, evidente-
mente demasiado pesada para su objeto, en la
mañana del 28, i como Vargas en la víspera, el
coronel Lagos regresó sin encontrar nada, escepto
unos cuantos dispersos i la noticia del total ani*
quilamiento del enemigo. — ^La reserva, deseosa de
pelear como en desquite, dio la vuelta disgustada
a Tacna el dia último del mes.
III.
Pero el mismo dia en que el coronel Lagos se
dirijia a operar por el lado de la Sierra, el jeneral
Baquedano habia ordenado al capitán don J,
D. Dinator, antiguo empresario de obras mu-
nicipales en Santiago, practicase un reconoci-
miento por la via férrea, hacia Arica, último
refujio conocido de la Alianza. Llegó aquel oficial
con 50 carabineros al mando del alférez Fornés
el dia 29 de mayo hasta la orilla del mar, no le-
— 1096 —
jos del Hospicio, sin encontrar grandes detrimen-
tos en la via; i después de haber cambiado seña-
les de intelijencia i regocijo con la escuadra blo-
queadora, tornó a Tacna a las tres de la mañana
del 30 de mayo, trayendo consigo al famoso <ine-
gro LewisD^ insigne nadador que el comandante
Latorre habia despachado desde el Gochrane a tie-
rra con comunicaciones, atravesando por entre
furiosas rompientes. Hallábase tan embravecido
el mar que solo por la vista lejana de la jente en
las jarcias habían compreD(üdo los de tierra que
a bordo sabian la victoria i la aclamaban. Eu
cuanto a enemigos, el esplorador chileno habia
divisado a lo lejos, junto al rio de Lluta, una par^-
tida de caballería que desapareció haciendo fuego
en retitada. Era la guardia avanzada que ahí i en
el Hospicio mantenía el vijilante Bolognesi.
IV.
Dio cuenta de madrugada Dinator de haber en-
contrado, casi a la vista de Tacna, el puente lla-
mado del Molle, simple viaducto de seis metros
de lonjitud, volado, destruido en parte el terra-
plén de una ladera llamada de Los Escritos, i con
algún daño el viaducto del Hospicio, estación me-
dianera en el desierto. I para reparar inmediata-
mente aquellos daños partió el mismo dia una
~ 1097 —
sección de pontoneros a cargo del dilijente mayor
de injenieros Zelaya.
Tardo este oficial pocas horas en aquella refac-
ción; i como el jeneral en jefe tenia puestos los ojos
en Arica, no tanto por la resistencia que haria su
guarnición, sino por cuanto aquella plaza i puerto
eran la llave de su posición militar i de sus sumi-
nistros ya escasos, ordenó que el dia I."" de junio
se pusiese en marcha la caballería con los coman-
dantes Vargas i.Bulnes, Cazadores i Carabineros,
dejando a los maltratados Granaderos en Las Yaras.
El dm 2 de junio partió la reserva en 32 carros,
i dos locomotoras que el enemigo nos había deja-
do intactos conforme a galana costumbre; i al
siguiente dia se embarcó la artillería con el jene-
ral en jefe i el estado mayor jeneral. Teniendo
agua i rieles todo andaria ahora a vapor.
V.
¿Qué acontecía durante este intervalo en la pla-
za que iba a ser asediada o tomada por asalto al
albedrio de los vencedores?
Dejado allí con escasas fuerzas el 4 de abril an-
terior el coronel don Francisco Bolognési, quien
proféticamente viera partir el ejército apara no
verlo volver mas,)/ se consagró con patriótico es-
fuerzo a cubrir por la prudencia, el trabajo i el
ejemplo, el honor de las armas que se le confiaran.
HIST. DB LA C. DB T. I A, 138
' ^Hombre de canas i de honras, hijo de Lima, pero
de estraccion italiana, sereno, valiente, anfrido,
consagrado desde su juventud al arma de artille-
' ría, favorito, por ésto i su honradez, del jeneral
Castilla, ora coronel desde la tomai de Arequipa
en 1858, esforzado asalto en que* fué herido.
Antes i después do esa jornada habia vivido
siete años eomo hombre de trabajo en las monta-
ñas de Carabaya, i después hizo dos o tres viajes
a Europa para elejir el armamento i los cañones
que el Perú tenia todavia én uso.
Su designación, bajo el punto de vista militar,
• habia «ido por tanto perfectamente acertada.
Mas, abandonado de hecho por Montero, como
éste habíalo sido por Piérola, sin dinero, con tro-
^ pas bisoñas, sin noticias i solo con sobra de dina-
mita, puso ahora toda su preocupación en fortifi-
car la plaza por el lado de tierra, que era el de su
flaqueza. Montero le habia dejado 250 quintales
de dinamita i un injeniero encargado de usarla,
sin mas instrucciones que estas retumbantes pala-
bras:—«Es preciso hacer volar a Arica con todos
sus defensoreses i todos sus asaltantes. Necesita-
mos un hecho que como el estertor de la muerte
sacuda hasta las últimas fibras del corazón de la
patria.D (1)
(1) Constan estas palabras de un interesante folleto que uno
de los defensores de Arica, don J. Perez^ publicó en Lima en
— 1090 —
Mas como el heroísmo es una cosa que no se
aconseja sino que se ejecuta, no era empresa fácil
realizar tales portentos.
VI.
La ciudad i puerto de Arica no ofrece fácil
deifensa por la parte de tierra, en razón de hallarse
situada en una llanura, malsano i abierto grama-
dal que se dilata hacia el norte siguiendo la playa
i los rieles. Cerros arenosos se apiñan junto a la ■
planta del pueblo por el oriente, i aquellas altas
lomas van a terminar en una especie de península
que se precipita hacia el océano levantando sobre
su abrupta playa por el sud blanquecina i áspera
cabeza. Esa és el Morro, i allí i en las cuchillas
que lo rodean, formándole espalda, yace el riñon
de la defensa militar de aquella plaza.
El Morro propio está cortado a pico, i en su
cima hai una plazoleta natural que podrá tener
unos diez mil metros cuadrados, en cuyo ámbito
desde el tiempo del jeneral Prado, los peruanos ha-
bían construido unos cuantos galpones para cuar-
teles, plantado un mástil en el centro i colocado su-
cesivamente, en medio de la estólida indiferencia
1880 con el título de Arica, sus foHijicaciones, asalto, defensa i
ruina por un testigo i ador. El señor Pérez es poeta, drama-
turgo (como se deja ver por el titulo de su libre to^ i cucalón, es
deoir^ comaudaote.
— 1100 —
de las naves chilenas, hasta nueve cañones: uno de
estos Vavasseur de 250, dos Parrots de a 100 i seis
Voruz de a 70, traídos todos cómodamente del
Callao, después de rotas las hostilidades.
VII.
Para defender la rada construyeron también los
injenicros peruanos tres baterías rasantes llamadas
impropiamente castillos, en la parte de la playa
que toma al norte, paralelas a la línea férrea; i en
cada una de ellas pusieron uno o dos cañones a
barbeta, algunos con campo de tiro hacia tierra
i los mas sin ellas. Llamábanse estos fuertes
San José, el mas vecino al pueblo con 2 cañones
Parrot de a 150, Dos de Mayo, el del del centro,
i Santa Rosa el de la estremidad setentrional,
a dos o tres kilómetros del Morro, pero cru-
zando sus fuegos. Estos últimos tenian un cañón
Voruz, fábrica de Nantes, 1864, del calibre de
250, escelentes piezas que por su posición i cam-
po de tiro infundian mas respeto a nuestras naves
que los dos cañones lisos de a 500 del Manco Ca-
paCf galápago encaparazonado de fierro, traido tam-
bién a remolque, haciendo irrisión de nuestra viji-
lancia, desde la dársena del Callao.
VIII.
Estas obras, sin embargo, que fueron altemati-
— 1101 —
vamente dirijidas por el comandante Carrillo, jefe
del monitor, por el coronel Panizo de artillería i
por el injeniero don Teobaldo Eléspuru, nieto del
jeneral aliado de Chile en Yungai, habian sido
concebidas esclusivamente para rechazar una
agresión marítima, que los peruanos, segan se ha
visto, constantemente, a todas horas temian. To-
do lo que el injeniero Eléspuru habia insinuado
como medida de defensa mediterránea habia con-
sistido en la formación de un vasto campo atrin-
cherado, que uniría el Morro con los fuertes del
Norte, presentando obras suficientemente desarro-
lladas para abrigar todo el ejército aliado.
Conviene también advertir en esta parte, que
la planicie o gramadal de Arica se halla cortada
por dos pequeños ríos, o vallejos que se denomi-
nan (el mas setentrional), de Lluta o rio del Azu-
fre, por el gusto metálico de sus aguas, i el de
Azapa, que desemboca a manera de quebrada so-
bre la población misma, i es notorio en todo el
Perú por su asombrosa fertilidad, ponderada des-
de Garcilaso. Azapa, especialmente en años hú-
medos, es la despensa de Arica, siendo esquisitas
sus naranjas i camotes, enormes sus zapallos i
fenomenales sus repollos. Lluta, al contrario, es
valle de pastos, de muías i de arrieros, i mucho
mas vasto que su jemelo. Uno i otro valle tienen
comunicación no solo por su frente, que es llano,
sino por la espalda de las cerrilladas, ruta fatal
— 1102 —
que debía conducir a loft chilenos, sin ser sentidos,
a BU final i terrible asalto por sorpresa,
XL
Cambiada a Tacna en los primeros diapi de abril
la base de las operaciones en grande, hízose pre-
ciso improvisar* de nuevo la defensa: por el lado
de tierra con arreglo a la guarnición encargada
de defender la ciudad, la cual no constaba de mas
de 1600 plazas útiles, conforme al cuadro siguien-
te que por abreviar resumimos.
Jefes Ofíls. Tropa Ármameúto
Jefatura de la Plaza 1 4
Id del Detall 1 9
Comandancia jeneral de la 7.^ Divi-
sión, 3^ 1
Batallón ^'Artesanos de Tacna'' nú-
mero 29.. i 3 32 391 Peabody.
Batidlo'n ^^Granaderos de Tacna nú-
inerdSl 2 28 218 Remia^ton.
Batallón ^^Cazadores de Piérola"..., 2 23 198 Cha^sepot.
Comandancia jeneral de la 8.^ Divi-
sión 2 2
Batallon^'Tarapacá" número 23 3 28 216 Chassepot.
Id. "Iquique" número 33 4 31 302 Id.
Batería del Morro 2 25 160 Id,
Id. del Este 3 22 92 Id.
Id. del Norte 2 18 76 Id.
Total 29 223 1653- (1)
(1) El eatado anterior fné encontrado por noeetras tropas en
Ü03
2\^»
Para prestar el auxilio de la ciencia á la cono-
cida «olidez de Bolognesi, el jeneral Montero le
habia encomendado un injeniero joven, ua tanto
petulante pero intelijente, don Teodoro Elmore,
hijo de un comerciante norte-americano, i que
tiene un Hermano de lucida carrera en la di-
plomacia, don Federico Elmore, aótualndfente acre-
ditado en Washington.
Elmore echó de ver que con la reducida fuerza
dejada en Arica no podia formarse ni con mucho
un campo atrincherado, cual lo habia dispuesto
Arica i corresponde al 5 de junio de 1880.
' De .una razón mas completa de las fuerzas de Arica qne tene-
mos a la vista aparece que existian el día del asalto 5 coroneles,
10 tenientes coroneles, 13 sarjentos mayores, 36 capitanes i en
proporción los demás subalternos. Habia en ese dia 1,859 plazas
como total, o sea dos mil contando con la tripalaoioa del moni-
tor; pero descontando los enfermos, los ausentes, los enjuiciados
i loa desertores, solo quedaban disponible los 1,653 que constan
del cuadro del testo.
En cuánto a municiones, cobraron de tal manera que tan solo
en el Morro quedaron mas de mil proyectiles i algunos cente-
nares de saquetes i barriles de |)ólvora.
Los víveres eran suficientemente abundantes porque tenían
en el gramadal bastante ganado de pié, i en cuanto a los víveres
secos almacenados en el cerro Chuño, fueron trasladados al Mo-
rro por pi'ecaucion el 18 de mayo. Según un telegrama del 19
de marzo habia 1,800 sacos arroz de 180 libras cada uno, pero
despuels del 26 de mayo el coronel Bolognesi aumentó las ra-
ciones de arroz en 6 onzas lo mismo que las de carne. El expe-
rimentado veterano sabía que para pelear es preciso comer.
Por lo demás, como era imposible que a los peruanos les fal-
tase, aun en medio de sus penurias, una parte de fiesta, hé aquí
— 1J04 —
SU predecesor, i se contrajo a poner en ejecución
dos ideas capitales, a saber: ^primera, completar,
dándoles forma de reductos, las baterías abiertas
del Este i del Norte, cubriendo su retaguardia con
parapetos de sacos i dando a sus cañones campo
circular de tiro, ^ segunda, suplir por la dina-
una parecida a la de Baeadia ea el cruel día de Písagua.
SefLor Prefecto P. A. del Solar,
Tacna.
Aricay mayo 1.^ de 1880.
(12.30 P. M.)
Deseo qae el glorioso día 2 de mayo se beadiga el estandarte
que las señoras del iafortuaado departamento de Tarapacá obse-
quiaron al batalloa- Iquique de mi mando. Nombro a U. S. en
representación del Jefe Supremo don Nicolás de Piérola^ sn pa-
drino, i si tiene a bien aceptar, dígnese nombrar apoderado
aquí. La ceremonia debe ser ¿eca^ corta i concisa^ atendidas las
circunstancias.
Alfonso Ugarte.
V.' B.^— BOLOONKSL
Arica^ mayo a de 1880.
(10 P. M.)
Señor Prefecto doctor Solar:
Hoi ha tenido lugar la bendición de la bandera del batallen
Iqilique para cuyo acto me ha honrado con su poder i'epresen-
tándolo como padrino a nombre de S. E. el Jefe Supremo de la
república, señor Piérola,
A la vez se efectuó el solenme acto de jurar el batallón la
defensa de dicha bandera hasta morir por ella.
Bologneú.
— 1105 —
mita, destribuida en torpedos, en minas i en ga-
lerías, las defieencias del tiempo, de las fuerzas i
del dinero.
En ocasión ajena a este libro hemos contado
con detención menuda todo lo que Bolognesi hizo
para cumplir aquellos fines, luchando hasta con
la escasez de picos i barretas; i por hoi nos limi-
tamos a recordar que solo el 12 de abril ponía
Elmore mano a las obras con cien hombres i mil
sacos, i que el 6 de mayo se hizo el primer ensa-
yo de su malhadado arte haciendo volar con poco
satisfactorio éxito una mina pequeña. Elmore se
proponía formar verdaderas galerías subterráneas
de lo, 12 i Í8 metros de profundidad, cargándo-
las con porciones de 5, 7 i 12 quintales de pólvora.
Mas para esto, que es lo único aconsejado por la
ciencia, si no como eficacia como probabilidad, fal-
taba todo, — tiempo, obreros, herramientas, mate-
riales i especialmente dinero. — o: A tal punto llegó
la falta de recursos, dice el comandante Pérez en
su folleto* ya citado (páj. 12), que no hubo dos
reales para comprar una vasija en que' manejar
los ácidos,...» ¿I cómo habría podido el goberna-
dor de la plaza procurarse vasija para mistos, si
ya antes vimos Quánto le costara conseguir unas
pocas varas de bayeta para abrigar su desnuda
tropa i oficiales?
filSf. Üfi LA C. DS T. I A« lád
— 1106 -
XI.
Sin embargo, gracias a la constancia í probidad
de aquel digno hombre de guerra, poderosamente
secundado por el comandante de marina Moore,
jefe de las baterías del Morro, i de los coroneles
Inclan i Alfonso ligarte que mandaban' las 7* i
8.* división allí dejadas, logróse formar una valla
de resistencia bastante considerable en toda la
prolongación de los cerros que forman la penín-
sula o punta saliente del Morro, desde la mar
hasta tres kilómetros hacia el oriente.
Para esto, el coronel Bolognesi habisr hecho
construir con parapetos de sacos dos grandes fuer-
tes o cuadrilongos en los que cabian unos 600
hombres con holgura, i constituían por el lado de
tierra como los dos puestos avanzados del Morro.
— Uno de estos reductos estaba situado sobre un
pequeño mogote en el faldeo de los cerros domi-
nando la planicie de Arica, i especialmente la en-
trada del valle de Azapa, punto estratéjico de
gran impoz'tancia, mientras el otro habia sido ubi-
cado mas arriba i sobre el lomo o cresta de la cade-
na que va a morir en el Morro, sirviendo a éste a
manera de contrafuerte, pero dominándolo con sus
fuegos a la distancia. No lejos del Morro i en el
cuello de depresión que une aquella prominencia
con la cadena de que es estremidad, existe tam-
— 1107 —
t r
bien nn pequeño cono llamado Cerro Gordo, i allí
levantaron los injenieros peruanos un parapeto de
sacos, como para cerrar el pasó liácia el Morro.
XII.
El primero de aquellos reductos, o mas propia-
rnente campos fortificados, se llamó por su forma
casi cuadrada Fuerte- Giudadela^ i el segundo, dis-
tante solo tres o cuatro cuadras, Fuerte del Este^
con tres cañones él primero (1 Voruz de 70 i
2 Parrots de 30) i 3 Voruz de a 100 el del se-
gundo. .
Kl número de artilleros no pasaba en todos los
reductos de 380, i el de los cañones de 19, en esta
forma que conviene retener en la memoria: — En
el Morro 9, en San José 2, en el Dos de Mayo 1,
en Santa Rosa 1, en el Fuerte-Cindadela 3 i en el
Fuerte EsteS.
I
Concibieron también los jefes peruanos la idea
pieregrina de fosear los dos cementerios de Aj-ica
(el protestante i el católico), situados en la lla-
nura i en el promedio entre el Fuerte-Ciudadela i
los del Norte; pero ima sola de las cortinas de
aquella obra de defensa liabria necesitado la mitad
de las fuerzas disponibles, i por esto se abandonó
la empresa. .
En cambio, se formaron varios atrincheramien-
tos sucesivos i bien dispuestos que iban uniendo
— 1108 -
al Morro coa los faertes avanzados del oriente, i
especialmenoe con el Cerro -Gordo.
Consiguióse también abocar uno de los cañones
del Morro hacia el lado de tierra i apuntando al
Cerro-Gordo.
XIII.
La división Inclan (la 7.* del ejército peruano)
defendia los dos fuertes del Este, i la de ligarte
(la 8.') el Morro i las tres baterías del Norte.
La fuerza de infantería constaba en su totalidad
de 1245 plazas, i no habia mas caballería que unos
50 milicianos de Lluta que el coronel Bolognesi
mantenía constantemente de avanzada, especial-
mente para contener sus propios desertores, jente
de Tacna i de Tarapacá en su mayor parte. (1)
Víveres tenia la plaza en mediana abundancia,
según vimos, municiones mas que de sobra, polvo-
ra i dinamita cuanta el jeneral Montero necesita-
ba para convulsionar las entrañas i el alma de su
patria.
(1) Esta aranzada que el dia del combate desapareció como
el humo de los cañones, fué la misma que avistó ^oore el Lluta
el capitán Dinator el dia 29 de mayo.
El dia 10 de ese mes el coronel Bolognesi habia solicitado de
la prefectura de Tacna que los jendarmes de esa ciudad se situa-
sen en el Hospicio, teniendo un tren a su disposición, como para
servir de vanguardia a la guarnición de Arica i cubrir el flanco
izquierdo del ejército de Tacna. Pero el prefecto Solar se con-
tentó con poner al pié de esta petición de socorro; Acúsese recibe
i archívese.
-p 1109 —
En cambio, habíanle dado por jefe de estado
mayor a ün joven abogado de Moquegua, bastan-
te entendido al parecer en píapeles, pero cuya lo-^
cuacídad, decian, iba a la par con su impericia i
con su ardimiento. El gobernador de la plaza mos-
tróse desabrido con su notnbramiento, i aun pro-
testó contra él. Sin embargo, es de equidad agre-
gar que el dia de la prueba dio aquel improvisado
jefe pruebas de honor guardando hasta lo último
supuesto. (1)
XIV.
* •
En esta situación halló a los defensores de Ari-
(1) Hé aquí el telegrama que hemos encontrado sobre este
p4;*ticular.
Mayo I.'' de 1880.
(Privado)
«Al coronel Velarde:
» Acabo de saber que se ha nombrado un doctor para jefe del
detall de esta plaza. Creo, si usted me lo permite^ que.np es
conveniente. Necesito un jefe caracterizado de Lima. La admi-
nistración de un estado mayor tiene sus fórmtílas que es precisó
conocer. No es suficiente ser doctor. 'Creo que mejor seria, si es
preciso retirar a (está borrada la palabra O. Donovan) al actual,
nombrar a Carrillo i Ariza.
a¿Cómo contesto at cargo que se me ha encomendado con un
jefe de detall sin esperiencia, con fuerzas débiles i mal armadas?
Fíjense bien.
Bologneai,^
Decididamente el cauto Bolognesi no estaba por la escuela
moderna de los cucalones.
— 1110 —
ca, que habían sido dejados allí como punto de con-
centracion en caso de derrota, el dia de la batalla,
miércoles 26 de mayo de 1880-
Las peripecias de aquel dia fueron graves i sus
emociones intensas. Desde las 11 de la mañana
comenzaron a divisarse desde el Mon^o densas co-
lumnas de humo hacia el norte, i de tarde en tar-
de se hacia sentir el ruido lejano del cañón i de
la fusilería.
Era la batalla del Campo de la Alianza.
Hasta la una del dia el telégrafo estuvo corrien-
te con la oficina de Tacna, i vamos a copiar sus
pulsaciones siguiendo en el reloj las horas i los
minutos de la angustia.
«11.35. La batalla comienza. — Ríos.t>
el 2.25. Principian a llegar bolivianos en fuga.
Los chilenos amagan la izquierda con el objeto de
pasarse a Arica. — Gonzalez.i>
<e12.30. La batalla está ahora en lo mas crudo.
BlOS.T>
• d 12.35. Un fuego nutrido sigue, pero todos los
bolivianos corren. Creo que ya tenemos perdida
la batalla. — Btos.^
al P. M. Llegan noticias que los chilenos hu-
yen. Los dispersos se reúnen en la plaza. — Bios.i>
Después, silencio completo!
XV.
Solo a las cinco de la tarde llegó, al Hospicio
— 1111 —
te
I
un soldado cl^l batallón Aricé. contando: revueltas,
según es costumbre en tales casos, mil patrañas
de victoria i de derrota, Pero se colejia de su al-
garabía trasmitida por el telégrafo al Morro, que
daba la batalla por perdida, porque, a su rudo de-
cir, el ejército aliado se reunia en Pachia i era pro-
bable un nuevo asalto a la ciudad.
De aquel dicho del soldado surjió el rumor per-
sistente de una segunda batalla inminente, que
dio la vuelta del mundo en aquel tiempo.
I ese pobre soldado (fuera de cuatro compañe-
ros ingresados al dia siguiente) que venia a bus-»
car su techo i tal vez a su sombra su sepulcro, fué
el único de aquéllos que hablan jurado venir a
morir al pié del asta del Morro, i no vinieron
XVL
»
En cambio, no pocos fueron los que desertaron
i entre ellos el jefe de un cuerpo, el coronel Be-
launde, comandante de los Cazadores de Piérola,
entusiasta amigo de este personaje i a quien los
pone-nombres peruanos denominaban, no sabemos
por qué, Sisehuto.
Tuvo lugar este hecho menguado el I*"" de ju-
nio, i el dia 5 siguieron tan villano ejemplo uñ
mayor, un capitán, dos subtenientes i un sarjento,
todo lo cual consta de la siguiente orden del dia
— 1112 —
dada en la víspera del día de la liquidacioQ del
patriotismo i del honor militar. (1)
ORDEN DE LA PLAZA.
Arica, junio 6 de 188Ó.
Art. l.^ Dispone el señor coronel qae^ con cargo de aprobación
del sapremo gobierno, sea destinado ea la clase de sárjente ma*
jor de guardia nacional como tercer jefe de la brigada de arti-
llería del este, don Ismael Meza.
2.^ Dispone igualmente que habiendo desertado cobarde i ver-
gonzosamente el sarjento mayor don Manael Revollar, el capi-
tán don Pedro Hume, los subtenientes don Enrique F. Dávila i
don Simón Quelupana i el sarjento 2.'' Oavino Vargas, sean da-
dos de baja, declarados cobardes e indignos de pertenecer al
honroso puesto de los defensores de Arica i enjuiciados para la
aplicación de lá pena que les corresponde según el estatuto
provisional.
3.® Dispone el coronel jefe de la plaza, que las fuerzas de ella
pasen revista de comisario por el presente mes el dia 8, la que
será intervenida por el señor capitán de puerto.
El jefe
La Torre. (2)
(1) Las piezas oficiales relativas a la faga del coronel Belaun-
de existen en poder del autor orijinales i no se publican aqní
por haberlas dado ya a luz.
(2) El coronel Belaunde fué aprehendido por el prefecto So-
lar en el camino de Tárala, i el último declara que no lo hizo
fusilar en el acto, conforme al artículo 8.** del Estatuto, por no
tener a su lado los oficiales jenerales que debian juzgarlo. Es
curioso, siu embargo, que en medio de aquellas vergonzosas de-
fecciones los jefes peruanos de Arica diesen en la antevíspera el
t
/
;
— 1113 —
XVIL
I a la verdad, no eran ésos los únicos casos de
abatimiento moral con que tuvieron que luchar
los defensores de Arica, realzándose así su prueba
i su fama. Porque los archivos de aquella ciudad,
entregados al botin, están llenos de testimonios
de ese jenero de pequeños procesos que traicionan
el malestar de un ejército. Ya eran los que deser-
taban, de coronel a soldado; ya un oficial que se
presentaba ebrio en una academia de clases i las
amotinaba, como aconteció con un tal Gavidia en
el fuerte San José el 14 de abril; ya un sarjento
que se negaba a trabajar en los fosos con su cua-
drilla; ya por último la guarnición entera de una
de las fortalezas del Este que rehusaba hacer el
aseo de su recinto, alegando que hacia cinco dias
no recibía diario, ni siquiera su ración de arroz,
lo que averiguado por los oficiales Ayllon i Cor-
nejo, por órdenes del gobernador Bolognesi, resul-
tó probado.
- ■ -■ - ■ ' , -- , ,_-.,■■ - —
siguiente santo i seña para el servicio de la plaza.
Arica, junio 4 de 1880,
Santo. — Enemigo cobarde tenemos.
El jefe
La Torre.
HIST. Dfl LA C. DB T. I A. 140
— 1114 —
xvm.
El coronel Bolognesi era entretanto demasiado
soldado para no comprender en medio de todo lo
que acontecía que había caido sobre sus hombros
el peso de un horrendo desastre, i se preparó con
frente levantada para sobrellevar sus consecuen-
cias. Colocándose, en consecuencia, a la altura de
^Uas, dirijió a las ocho de la noche al fujitivo jene-
ral Montero, a quien suponía con restos del ejér-
cito en Pachia, el siguiente telegrama que segu-
ramente no llegó a su destino:
Arica^ mayo 26 de 1880.
(8 P. M.)
Señor jeneral Montero,
Pachía.
Dice el coronel Bolognesi que aquí sucumbiremos todos antes
que entregar a Arica. Háganos propios, comuníquenos órdenes
i noticias del ejército i de los auxilios de Moquegua.
Manuel C, de La Torre^
Jefe de Estado mayor.
XIX.
Con el fin de la defensa i para demorar la mar-
cha del vencedor cuanto fuera dable, despachó
aquella misma noche del 26 el gobernador de la
plaza al injeniero Elmore en un carro de mano
— 1115 —
coa cuatro quintales de dinamita para que des-
truyese los pocos puntos que por su construcción
especial sobre enjuta arena ofrecía la via férrea
de Tacna.
Elijió el injeniero los tres parajes que antes de-
jamos designados, i el dia 27 a las ocho de la ma-
ñana daba cuenta de haber cumplido su comisión
en estos términos desde el Hospicio; — «Puente de
MoUe, a la vista de Tacna, volado. Otro punto
mas cerca del Hospicio en gran terraplén, lo mis-
mo. 2> Anadia en seguida que terminada así su
tarea, pensaba entrarse de incógnito a Tacna para
tomar lenguas de lo que pasaba, lo cual no sabe-
mos si fué llevado a cabo. (1)
r
(1) Ea otro sentido, i para dar una idea cariosa i verdadera
de las falsas impresiones de los sentidos cuando una gran emo-
ción los domina, hé aquí una serie de despachos del telegrafista
del Hospicio, que el dia 27 de mayo nos hace asistir a una se-
gunda batalla de Tacna completamente imajinaria, i en la cual
sin embargo, él ve a los combatientes, oye los disparos i hasta
siente cuando sus compatriotas recuperan a Tacna... Estos sin-
gulares telegramas fueron encontrados en Arica i dicen así co-
piados de BUS orijinales.
Hospicio^ mayo 27 de 1880.
(9.40 A. M.)
En este momento acabo de ver con el anfcaojo de Elmore que
el campamento está lleno de jente. Parece que todo el ejército
está allí.
Mas abajo de la cima del cerro se distingue mas jente en un
gr upo. — Ram irez.
Hospicio. — Señor coronel Bolognesi: En este momento siento
— 1116 —
XX.
Hecho todo esto i volado el puente de Chaca-
Iluta, obra de alguna importancia, el gobernador
de Arica esperó, limitándose a revisar las baterías
eléctricas, a hacer cargar las minas, racionar la jen-
te, poner fulminantes especiales a los polvorines i
mechas de tiempo a los fuertes del Norte, al mis-
mo tiempo que despachaba cablegrama sobre ca-
blegrama al coronel Leiva, via Moliendo i Are-
quipa, para que volase a su socorro (lo que aquél
jamas intentó) i enviando espreso tras espreso
a Montero pidiéndole órdenes, noticias, la clave
siquiera de las comunicaciones telegráficas que en
tiros ds tilles seguidos i cañoneo en Tacna, — Ramirez,
Mayo 27.
(1.45 P. M.)
Sisiue recio el cañoneo. — Ya se tomaron otra tez... — Ramir
rez.
• Los dos hombres que mandé mas arriba aseguran qne han
visto mucho movimiento en Tacna. Se han batido todo el diu.
Han sentido los tiros i la música. Avanzadas en todas direccio-
nes.— Ramírez.
Hospicio. — Todo lo que han visto es que por todas partes han
sentido combate i visto mucha jente que baja de Pachia hasta
Tacna por el lado de Asunta. Por Tacna han visto mucho polvo,
avanzadas por todas partes, han visto una algo cerca. — Ravti^
rez.
— 1117 —
tantas ocasiones habia solicitado sin ser oido. El
siguiente despacho, es un resumen de su actividad
i de sus clamores:
(Reservado)
€ JEFATURA DR LA PLAZA I COMANDANCIA
JENERAL DE LAS BATERÍAS.
1^ Arica, mayo 25 d& 1880.
2» Benemérito seüor jeneral Montero:
3> He hecho a U, S. cuatro propíos, sin que ninguno haya re-
gresado con su contestación. No he recibido dato ni orden algu-
na oñcial de ü. S., de manera que me encuentro a oscura».
^Necesito que U. S. me comunique el estado de su ejército,
8U posición, sus determinaciones i planes i, í^obre todo, sus ór-
denes.
> Arica resistirá hasta el último, i creo segura sn salvación, si
U. S. con el resto del ejército o unido a las fuerzas de Leiva,
jaquea Tacna desde Sama o Pachía, o hace un esfuerzo para
unirse a nosotros.
Tenemos víveres. Necesito nrjentemente la clave telegráfica.!
Solo han llegado cinco dispersos. Camino férreo inutilizado. To-
do listo para combatir.
:^Dios guarde a ü. S. — Señor jeneral.
2) Francisco Bolognesi.
(Duplicado)
i^De La Torre»
XXI.
Pero nadie, como en los pavorosos cuentos de
la niñez, venia hacia el caudillo por la ancha para-
— 1118 —
pa que tostaba el sol.... I eran por el contrario chi-
lenos los que llegaban.
Desde el dia 2 de junio había establecido en
efecto la caballería de Vargas su campamento en
la orilla norte del rio Lluta, cuyo puente habia
desaparecido totalmente; i fue en ese paraje donde
ocurrió el primer ensayo de minas, que como todas
las que allí i en Lima debian estallar, no contenían
sino susto. Al tiempo de bajar a dar agua a la ca-
ballada, el injeniero Elmore i su compañero el
torpedista Ureta prendieron por medio de una
chispa eléctrica un polvorazo que espantó los caba-
llos i desequilibró a varios soldados, pero sin lasti-
marlos: fracaso que produjo dos resultados favo-
rables en el campo chileno, porque, por una par-
te, se disminuyó el temor de las minas, i por la
otra, quedaron en poder de nuestros jefes los dos
artífices principales i conocedores de los aparatos
destructores. (1)
(1) Se dijo entonces que Elmore habia denunciado todo el
plan de las minas i aun entregado sus planos. Pero esta impu-
tación fué desvanecida por el ayudante don Augusto Orrego que
interrogó al prisionero i por el mismo coronel Lagos en una car-
ta que escribió desde Pocollay el 11 de junio al Eco de Tacna, i
en la cual declara que Elmore no reveló nada* de importancia.
Sobre este mismo particular nos escribió el señor Elmore des-
de San Bernardo el 16 de julio de 1880 una estensa carta de la
que no hacemos uso por haberle dado su autor un carácter con-
fidencial.
En cambio publicamos en se<^uida la relación de su intento
que hace el comandante Pérez i lo que cuenta de su primera
conferencia con el injeniero el rudo comandante Vargas. £1
— 1119 —
XXII.
• »
Decia^mos también en el comienzo de este capí-
tulo, que (Jm*ante el curso del día 2 de junio habian
llegado al mando del coronel Lagos los cuerpos
de la reserva, Buin, 3.°, 4.** i Búlnes, i en la maña-
na del 3 la artillería debia partir con el jeneral
en jefe. I éste, después de hacer retirar de la ve-
primero dice así. (Páj. 15.)
o: Ai amanecer del 2 de junio se observó si en realidad existia o no el
enemigo, convencidos de lo caal se constituyeron en el observatorio de las
minas, el injeniero i el teniente Üreta, cuya conducta i resolución en ese
trance les hacen siempre honor.
2>E1 observatorio era un simple matorral de caña hueca en donde estaba
la batería eléctrica a unos 500 metros de las minas. Preparada esta, se
aguardó el momento oportuno. ¿Cuál seria el contento i la ansiedad de los
operadores, cuando después de muchas vueltas i revueltas del enemigo
observan que al ñn escojian el sitio mismo de las minas? Al desfilar pue-
den por primera vez hacerse cargo de que no era un piquete el presente
sino la caballería entera; pero ¿qué importa? la resolución de morir estaba
hecha desde que se habian enviado las bestias al pueblo para no ser descu-
biertos antes de tiempo.
— 2)E1 grueso de la caballería, dice un operador al otro.
— íMejor, le contestó ést«.
— ]>Entónces ¡fuego! i preparémonos a morir.
3> Ignoramos por qué causa solo hizo esplosion una carga de cada serie;
el hecho es que así i con todo el estrépito, la tieiTa i las piedras que sil va-
han en el aire introdujeron una confusión espantosa de que nadie se daba
cuenta; los jinetes por una parte, los caballos por otra, todos corrían de-
saforadamente, creyendo que la tierra se los iba a tragar.»
La relación del comandante Varíjas dice como siíjue:
<tEn el acto me puse a buscar el lugar donde debia estar la batería eléc-
trica, luego tomé un paisano, al cual amenacé con la muerte si no me in-
dicaba el lugar i quiénes habian sido los autores. Este me lo iudicó i me
dijo quiénes eran. Despaché un piquete de tropa, con la orden de traér-
melos vivos o muertos. Mientras tanto, yo preparé ocho tiradores para fu-
silarlos en el acto i en el mismo sitio; media hora después me trajeron a
dos jóvenes, un señor Elmore i otro Úreta. Elmore comprendió Inego su
situación, i me dijo que era injeniero, que él habia colocado esos torpedos
i sabia el lugar dónde estaban muchos mas, por lo que desistí de fusilar-
los. VA joven Ureta se tomó herido de bala, pues al arrancar se le hizo
fuego i se le traspasó una pierna.:»
— 1120 —
ciudad del mar el campamento, espuesto a un bom-
bardeo del Manco Capac^ montó a caballo con los
coroneles Velazquez, Lagos i Barbosa i se dirijió
por las cuchillas de arena que cierran el gramadal
de Arica hacia el oriente i el noroeste con el fin de
divisar el valle de Azapa i las fortificaciones que
encadenándose con el Morro defendían esta entrada
i el puerto. El coronel Velazquez elijióen esa escur-
sion las posiciones mas adecuadas para colocar la
artillería de campaña, i durante todo el dia próxi-
mo i la noche hízose esta operación con gran es-
fuerzo dirijida por el comandante Novoaieí capi-
tán Flores. Fué preciso para el caso construir un
puente provisional sobre el rio Lluta.
XXIII.
Fácil fué discernir al ojo claro del jeneral
en jefe i al consejo de sus compañeros de glo-
rias i de responsabilidad, que las posiciones del
Morro i de los fuertes del oriente eran incspugna-
bles de frente, así como las baterías a barbeta de
la playa norte, porque, aun sin contar con las
minas ni la defensa de jente atrincherada que tira
de manpuesto, habría bastado una granada bien
dirijida de los fuertes o del Manco Capac para
arrasar medio rejimiento.
Kesuelta, en consecuencia la cuestión de no lle-
var un ataque de frente, por el llano o las alturas,
— 1121 —
quedaban en pié estos dos estremos de un arduo
dilema:
O el asedio, que era la estagnación,
O el asalto por retaguardia, que era la matanza.
XXIV.
- Inclináronse los jefes al último partido, porque
toíja demora traia aparejados mil inconvenientes,
i en vista de esto, aquella misma tarde quedaron
acordadas todas las providencias del asalto.
En consecuencia, durante todo el dia i noche
del 4 de junio se coronaron las alturas con la ar-
tillería de campaña de los mayores Salvo, Frias i
Montoya, haciendo esfuerzos prodijiosos de mús-
culo para arrastrar las piezas a la altura por los
médanos, i se dispuso que esa misma noche se pa-
sarían sijilosamente los cuerpos destinados al asal-
to por la ceja de la cerrillada que separa los
valles de Lluta i de Azapa. El dia antes les habia
precedido un destacamento de Cazadores parii
esplorar el valle, i cuando estos jinetes, entre los
que iba el alférez Souper, ensillaban sus bridones
en la hospitalaria «hacienda de los franceses», la \
mas contigua al pueblo, un cañonazo del Morro
daba la señal de alarma. Era que los Cazadores
del capitán Novoa llegaban por el alto a reunirse
con sus compañeros, i los artilleros de Moore ha-
bian querido enviarles aquel matinal saludo. Te-
HI8T. DE LA C. DE T. I A. 141
— 1122 —
nia esto lugar a las 7 de la mañana del 5 de junio,
dia sábado.
XXV.
Al amanecer del dia siguiente, 6 de junio, el
' Buin i el á-"* de línea hacían su aparición en el
valle de Azapa, i el coronel Lagos, que había re-
cibido al pasar por la altura la cortesía de una
bomba, les daba suelta en el y alie o: para que se
buscasen la vidaD, porque con motivo de la ajita-
cion del mar la provisión del ejército comenzaba
a ser precaria i aun crítica. Ese dia habia desem-
barcado dos sacos de galleta un animoso marinero
de la Covadonga, el español Claudio Martínez,
mozo valiente, hijo de Jibraltar, conocido por su
entusiasmo desde el combate de Iquique.
Un poco mas tarde llegó también al valle de
Azapa el S."" que habia sido reemplazado en el
campamento del rio Lluta por el Lautaro, pedido
el dia 4 por telégrafo a Tacna. Aquel brillante re-
j i miento compuesto de repatriados, como el 3.%
llegó a Lluta el 6 por la tarde.
La hora del asalto se acercaba, i éste no seria
dudoso, porque Arica, como plaza de guerra, esta-
ba perdida i en realidad habia sido tomada en
Tacna (1).
(1) Al menos así lo pensaba el autor de este libro, quien^ di»*
\
— 1123 —
Cuando los infantes i Cazadores se solazaban en
el valle poniendo a saco sus naranjales i sus huer-
tas de hortaliza (porque otra cosa no había) co-
menzaron, en efecto, a sentir después de medio dia
un intenso cañoneo. Era el preludio que, en Arica
como en Tacna, precedió a la embestida cuerpo a
cuerpo, con la sola diferencia que la resistencia
de la altiva plaza duraría dos dias en lugar de dos
*
horas.
XXVI.
Pero antes de llevar al pecho de los ya portan-
tos títulos desgraciados peruanos el implacable
yatagán de los infantes de Chile, enfurecidos por
las minas, el humano jeneral Baquedano quiso
probar la via de la magnanimidad enviando a
solicitar una rendición inmediata e incondicio-
nal.
Elijió para esta delicada comisión al mayor
Salvo, cuyas maneras caballerosas i acentuado
currieado sobre la inminente caida de aquella plaza, en un ar-
tículo descriptivo publicado en El Mercurio del 31 de mayo
{una semana antes del asalto) con el titulo de Arica caerá! se
espresaba así: —«Atacando a Tacna hemos tomado a Arica. El
rodeo ha sido largo i pudo fácilmente evitarse. Pero, en fin, he-
mos llegado i gloria sea dada a los que llegaron.})
I luego agregábamos: — dLo mejor que pueden hacer aquellos
desventurados es ir forjando los clavos con que han de inutilizar
sus cañones i el barreno que ha de echar a pique el Manco Ca-*
paCy fundador de su raza.^
— 1124 —
lenguaje le hacían especialmente apto para aquel
desempeño.
A las siete de la mañana d^l día 5 se dirijió, en
consecuencia, aquel jefe desde su batería acompa-
ñado de un corneta; i recibido a corta distancia
por el jefe de estado mayor La Torre i el co-
ronel ligarte, fué llevado hasta la casa que habi-
taba el coronel Bolognesi, al pié del Morro, dando
vista con su ^corredor pintado [de azul a la ca-
lle principal del pueblo. — Un detalle lugareño,
pero característico. Iba el parlamentario con los
ojos vendados por un pañuelo común de bolsillo;
pero a poco se destacó a galope un oficial de la
comitiva, i trayendo de regreso otro de tela riquí-
sima i profusamente perfumado, lo cambió, a la
moda de Lima, patria de las pastillas, del sahu-
merio i de los sahumadores.
XXVIL
Llegado a la presencia del jefe de la plaza el
oficial chileno, su conferencia fué breve, digna i
casi solemne de una i otra parte. El coronel Bo-
loí?nesi habia invitado al mavor Salvo a sentarse
a su lado en un pobre sofá colocado en la testera
de un salón entablado pero sin alfombra, i sin mas
arreos que una mesa de escribir i unas cuantas
sillas. I cuando en profundo silencio ambos es-
tuvieron el uno frente al otro, entablóse el siguien-
>l
— 1125 —
te diálogo, que conservamos en el papel desde una
época muí inmediata a su verificación, i que por
esto mismo fielmente copiamos.
— Lo oigo a Ud., señor, dijo Bolognesi, con voz
completamente tranquila.
— Señar, contestó Salvo, el jeneral en jefe del
ejército de Chile, deseoso de evitar un derrama-
miento inútil de sangre, después de haber vencido
en Tacna al grueso del ejército aliado, me envía
a pedir la rendición dé esta plaza, cuyos recursos
en hombres, víveres i municiones conoce th os.
— Tengo deberes sagrados, repuso el goberna-
dor de la plaza, i los cumpliré quemando el último
cartucho.
— Entonces está cumplida mi misión, dijo el
parlamentario levantándose.
— Lo que he dicho a Ud., repuso con calma el
anciano, es mi opinión personal; pero debo con-
sultar a los jefes,, i a las dos de la tarde mandaré
mi respuesta al cuartel jeneral chileno.
El coronel Bolognesi, como La valle i como Gar-
cía Calderón, queria «ganar tiempoi>.
Pero el mayor Salvo, mas previsor que nuestros
diplomáticos, le replicó en el acto: — No, señor co-
mandante jeneral; esa demora está prevista (no
lo estaba), porque en la situación, en que respec-
tivamente nos hallamos, una hora puede decidir
de la suerte de la plaza. Me retiro.
— Dígnese üd. aguardar un instante, replicó el
^
— 1126 —
gobernador de la plaza. Voi a hacer la consulta
aquí mismo, en presencia de Ud.
I ajitando una campanilla llamó un ayudante,
al que impartió orden de conducir inmediatamen-
te a consejo a todos los jefes.
XXVIIL
■
Mientras éstos llegaban conversaron los dos mi-
litares sobre asuntos jenerales; pero el jefe sitiado
insistió sobre la necesidad de regularizar la gue-
rra, lo que pareció traicionar cierta ansiedad por
su vida i la de los suyos; mas no se llegó a una
discusión formal, porque con dilación de pocos
minutos comenzaron a entrar todos los jefes a la
sala. El primero de ellos fué Moore, vestido de
paisano, pero con corbata blanca de marino; en
seguida Alfonso ligarte, cuya humilde figura ha-
cia contraste con el brillo de sus arreos; el mo-
desto i honrado Inclan, el viejo Arias, los corone-
les Várela i Bustamante, los comandantes O'Do-
novan, Zavala, Saenz Peña, los tres Cornejo i va-
rios mas.
Cuando estuvieron todos sentados, en pocas i
dignas palabras el gobernador de la plaza repro-
dujo en sustancia su conversación con el emisario
chileno, i al llegar a la respuesta que habia dado
a la intimación, se levantó tranquilamente Moore
i dijo: — «Esa es también mi opinión. i>
— 1127 —
Siguieron los demás en el mismo orden, por el
de su graduación, i entonces, dejando a su vez su
asiento el mayor Salvo, volvió a repetir: — «Seño-
res, mi n)ision está concluida. . . Lo siento mu-
cho. . . D I luego, alargando la mano a algunos de
los jefes que le tendian la suya cordialmente, fué
diciéndoles sin sarcasmo pero con acentuación: —
<r Hasta luego!. . .d
XXVIX.
Despedido en seguida en el mismo orden en
que habia sido recibido, llegaba el mayor Salvo a
su batería, a las ocho i media de la mañana, i sin
cuidarse mucho de decir cuál habia sido el resul-
tado de su comisión, pedia una alza i un nivel para
apuntar sus piezas de campaña a los fuertes del
Norte que tenia a su frente (1).
Desde ese momento no habia otra cosa que
hacer, i por esto eij ese dia, desde las nueve a la
una de la tarde i al siguiente desde las once a las
cuatro, tuvo la palabra únicamente el canon.
(1) La escena i el diálogo de la intimación de Arica nos fué
referida por el mayor Salvo a los pocos dias de sa ^llegada a
Santiago, en janio de 1880, conduciendo en el Itata los prisione-
ros de Tacna i Arica, i la hemos conservado con toda la fidelidad
de nn calco.
CAPITULO XXXII.
EL ASALTO DE ARICA.'
Bombardeo i ataque marítimo de la plaza de Arica en los diaa Ó i 6 de ja-
nio.-»El jeneral Baquedano se propone distraer al enemigo de su ver-
dadero punto de at(^que i fínje an reconocimiento de frente, desplegando
una compañía guerrillera del Buin. — Cuál era el verdadero plan.— Eifas
de cuerpos i rifas de vidas. — ^l teniente Aguirre Perry del 4.^ — Curio-
sos diálogos atiibuidos a los soIdados.^Arenga característica del co-
mandante San Martin a sus oñciales. -~m coronel Lagos envía ana
intimación de misericordia a Arica con el iujeniero Elmore, i ambiguo
papel que éste trae como contestación.— Polémica a que este documento
dio lugar.— cYa es tarde!» — El último sueño. — Antea del alba el coro-
nel Lagos hace tomar las armas a la división de ataque.— 'El 3u^ se lanxa
sobre el fuerte Cindadela i cómo lo toma.— Heroica muerte del capitán
Chacón. — El cabo peruano Cárdenas prende fuego al polvorín del fuer-
te Cindadela, i estragos que su esplosion produce. — Espantosa matanza
dentro.del f norte. — Horroi-es. — A quién corresponde la verdadera culpa.
— En los momentos en que el 3.* iza la bandera de Chile en el fuerte
Cindadela, pasa por su izquierda a la carrera el 4.^ de línea en dirección
al Morro, después de haberse tomado el fuerte del Este. — Muerte de
Inclan, O' Dono van i Cornejo. — El comandante San Martin hace tocar
alto i su tropa se precipita al asalto sin hacer caso de las cornetas. —
£1 capitán La Barrera. — «¿Quién fué el primero que llegó al Morro? j» —
£1 subteniente Carlos Aldunate'.-^E1 soldado «Copihue».— Aprestos de
Bolognesi i Moore para la última resistencia. — El coronel Ugarte <M3n-
dnce su división desde las baterías del Norte, i cómo llega a medía falda
dei Morro.— La trinchera de Cerro-Gordo. — Muerte del coronel Dasta-
mante, del comandante Zavala, i de los capitanes Nacarino, Martínez i
Kindt. — El mayor Salazar. -Muerte de Moore i Bolognesi, Alfonso
Ugarte i Armando Blondel. —El teniente Ibañez enarbola la bandera de
Chile en el mástil del Morro.^ Cobarde inmersión del Manco Capac i fu-
ga de la lancha Aliama.-^Eil Lautaro ataca los fuertes del Norte. — Gl co-
mandante Ayllon destruye todos los cañones i vuela los polvorines. — Ate-
i
— 115Í» —
rrante Mpeetáculo i lioirible i culpable matanza de rendidos en la plaia
del pneblo.— El jeneral Baquedano llega a tiempo para evitarla en par-
te.—Kapantosa estadística de la muerte. — Listas i cad/i veres. — PórdjJus
de Chile i del Pei-ú.— Tiofeos del asalto.— H(>róica muerte d^l coman-
dante San Martin i sus últimas palabras.— Singular destino de loa San
Martin en Arica. — Los funerales del héroe.— Proclama del jeneral Ba-
quedano a loa Yenoedores de Arica. — Cpnclnsion de la campaña de Tac-
na i Arica.
L
El bombardeo i ataque marítimo de Arica» eje-
cutado el domingo 6 de junio en consorcio con
las baterías de tierra, no fué feliz. Hallábase el
mar demasiado ajitado i las baterías Krupp de-
masiado apartadas pai*a hacer efecto. El coman-
dante Latorre peleón sin embargo^ bravamente» sin
ostentación, como de costumbre: el Üochrane al
centro, el Loa mandado per Peña, la Magallanes
siempre afortunada i la Covadonga siempre impá-
vida, al mando de Orella, puestos en ala. El ata-
que de mar duró tres horas (de la 1 a las 4), el
de tierra cinco, porque comenzó a las 11; i según
la cuenta de la plaza, se cambiaron 343 tiros, de
estos 71 disparados por los fuertes i 272 por los
chiilenos (1).
(1) Hé aquí la cuenta que publica el cronista Pérez en su fo-
lleto citadoy páj. 20:
Disparos peruafios. — El Morro, 40. Baterías del Norte, 21.
Baterías del Este, 6. El Manco Capac, 5. — Tot»! 71.
Disparos chilenos. — ArtillerÍH (Je tierra, 186. Cochrane, 19.
M(iffallaneSj 28. Covadonga^ 27. I^oa^ 12— T« i.il 272.
Kl Loa se eucoutraba por acciUeute eu Ari\;a,- pues» be liiiijia
al Callao llevando, entre otros pertrechos, 200 barriles de pólvora
HIST. DB LA o. DK T. I ▲. 142
— 1130 —
II.
No causaí'oo daño visible en las baterías perua-
nas nuestros buqnes, i por el contrario, la Cova-
donga recibió a flor de agaa dos balazos de a 150
que la obligaron a dirijirse a Iquique a repararse,
i el Oochrane^ ademas de muchos golpes en el
blindaje, tuvo 28 bajas en su batería, porque un
, proyectil enemigo entró por un portalón^ e inoen-
diando dos saquetes de pólvora, mató siete bravos
i dejó quemados tres veces ese número. Estuvo a
punto de suceder una catástrofe.
En cambio, se habia perturbado i fatigado al
enemigo desorientándolo sobre el punto verdade-
ro del ataque. Estudiosamente se ordenó avan-
zar al Lautaro por la planicie, desplegándose al
mismo tiempo de frente en la boca del valle de
Azapa una compañía guerrillera del Buin para
fínjir que el asalto se daría de frente.
Surtió el ardid mejor efecto que el bombardeo,
porque el gobernador de la plaza se obstinó en
creer que los chilenos se vendrían sobre sus caño-
nes a pecho descubierto, como en Pisagua.
III.
Entretanto, a la media noche de aquel mismo
a la escuadra. Fué, por tanto^ grave imprudencia poderlo al
fuego.
— 1131 —
día, el corone] Lagos hnbía levantado su campo
de Azapa, dejando encendidos sus fuegos i a car-
go de Ips Cazadores de Novoa para activar sus
llamas, i trepándose silenciosamente como som-
bras a las lomas que iba a atacar por retaguardia,
hizo alto a dos kilómetros de los fuertes en pro-
fundo silencio. Se habia prohibido fumar i hasta
conversar en voz baja.
El «plan de Arica d, como se ha llamado, con-
cebido por el jeneral Baquedano i su jefe de esta-
do mayor^ madurado i admirablemente ejecutado
por el coronel Lagos, consistía en una verdadera
sorpresa al rayar la luz, sin tirar un tiro, a la ba-
yoneta i al asalto, con tropas escojidas i no con
masas inconexas como en la frustrada tentativa de
Tacna. I para esto i para aumentar la emulación
de ios soldados, se rifaron antes de salir los cuer*
pds que debían llevar la preferencia de la muerte.
Tocó al 3.*" el Fuerte Cindadela, al 4.' el Fuerte
del Este en la altura, í al Buin, desdichado hasta
entonces eu los azares de la guerra, la retaguardia
i la reserva, como en el Campo de la Alianza. No
obstante la orden de} silencio, los alegres oficiales
de Chile rifaron también por pasatiempo sus vi-
dns, i habiendo salido absuelto el promotor de
aquella chanza, el bravo teniente del 4.° don Mi-
guel Aguirre Perry, mozo tan bravo como inteli-
jente, natural de Ovalle i antiguo estudiante de
medicina, soltó el último estrepitosa risa, que le
— 1132 —
atrajo severa recen vencioa* de bu jefe . * . Al ^á\A
siguiente los dos estaban muertos (1).
(1) Hacen estas rifas los oficiales con cigarros repartiéndose-
los, i al que le toca el mas largo ese es el gananoioso Los sol-
dados*tu vieron también aquella noche sos características char-
lasy i aunque exajerándolas ea el sentido de lo pintoresco, son
cariosas las que les atribuyó el espiritual corresponsal del J£rr-
curio, i algunas de elUs dicen asi.
^n éi Laniaro:
— ^Se quedará Chile con esto, hombre?
— ¡Mah! Se tiene que quedar no mas, poes. ¡Bonito fnese que uno deja-
ra botaos sn sangre en la tierra de estos peruanos!
— Será por lo poco que nos ha costado...
— ^No se te dé nada, hombre, que mañana se acabarán tus penas.
— Por si aoaao acertáis, ohunoho, no se te olvide sacarme al anillo i lle-
várselo a mi mujer. "^
—No tengas cuidado; ya me haré cargo de él i de ella..,
Coro de estrepitosas carcajadas...
En este momento se acerca un cabo ordenando apagar todos los fuegoa
Eran las siete de la noche.
— ¡Bah! Aquí se le fueron loe paros a mi jenezal.
—¡Qué sabiB tos, hombre!
—¿Pues nó? Mira: dejando prendidas las fogatas engafiábamos mejora
los cholos. Mientras ellos estuviesen con la boca mirando lajlamita, lle-
gábamos nosotros a los castuzos, i de repente, ¡tras I. ^ ¡a la caiga, mucha-
chos!
^*Sí; i ai no apagamos el fuego lo pasamos toda la .noche platicando, i
amanecemos mañana lacios i con el cuerpo malo para dar el encontrón.
— Decís bien, hombre.
I todos empezaron inmediatamente a apagar los tiiones.
Enel4.'':
— ¿Será cierto, hermanito, que el fuerte de aqueUa loma está foseado? ^
— ¿Ahora no mas estás en eso? ¡I la laya! Pero algún ladito ha de tener
para que salean de adentro.
— Bueno, digo yo: ¿i si no nos toca ese?
— Si no nos to<»^ no hai mas que rellenamos la zanja con los que vayan
cayendo.
— ^Mire, hermanito, no me ponga mui debajo si me voltean los cholos.
— A mí póngame donde quiera, señor. Si me toca la nuda, mas bien que
sirva de algo.
Otra escena en el Lautaro:
-«¿Cómo se llaman los castillos de nosotros?
—El de mas arriba Santa Rosa, el otro San Antonio i el de la plajra San
José.
— ¡Hombre! Estos dia,blos han buscado los santos mas milagrosos.
— Contra nada no mas. pues. Mi comandante es devoto de Santa Rosa.
— 1133
'IV.
Una vez echada la tropa sobre la arena en las
lomas altas que dominai) al Morro por el oriente,
el comandante San^ Martin, soldadp hasta la últí-
ma fibra de su corazón, hasta la médula interna
' . ■ .' ' ' • * *
de sus huesos, llamó a sus oficiales, i haciéndoles
sentarse en /cuclillas les dirijió ^u última arenga de
padre i de jefe en nombre del honor, del deber i
especialmente de su amor al 4.^ pasión de su he-
roica vida, porque, entrado niño de soldado raso
* I>l4 ■ »»^i»a»».i»tlÉ«^« ■lill»>l|l ^ i\
abogada de imposibles.
En el Bnin:
. -«i^Bieii haya amiso, que sobiob ñitalm! ^
— iNo me mga nada, sefior! creo qae estamos empecatados.
.««Pero...' pudiera ser que nos alqi^iicara a tocar. El toerte del 3»* ea
erudito.
.«^iPché! 6i esos niüos aou braros comp pearrosM. Se ^an a lo que es ba-
yoneta no mas.
^— ¿I Ids cvartinoB? ^ -
— También son buenazos. Mi comandante San Martin no afloja un
pelo.
— lA esQ viene uno aquí! Los demás pelean i uno se queda mirando!
— Pero ;qué malditas cédulasl ¿No nc* meterían tratíipa?
— ¡Quién sabe, señor! ¡Mi comandante Castro es tan caulistof,.. (cabu-
lista.) • " •
En el 8.»r
— ¿De qué serán las trincheras que vamos a atacar nosotros?
-*Son de sacos de arena, hombre,
'-Mala está la cosa, pues, porque son anchas i altazas.
•^¡Taya hombre! ¿Para qué andas con corvo e&tónces?
-4I de áhi?
-^¡í de áhi] Se le mete ' el corvo al saco dé abajo como rajarle la gu^tia
a un cuíco, i entonces verás como lueguito abrimos pasada.
- «^¡Cüertito, pues, hombre! Se do^ los de arriba, i...
£1 gran Napoleón supo lo que hacia cuando disfrazado recorrió su camr
pamento la víspera de Austerlitz.
— 1134 —
t
en ese cuerpo^ se había criado en sus filas como
dentro de una cuna. — iNo olvidéis, señores, les
dijo, el número que lleváis en vuestros kepis, i no
desamparéis un solo momento^ vuestra tropa.» El
comandante San Martín, nacido en Ooihueco, de
padres labradores, en 1840, sentó en el 4.** plaza
de soldado el 15 de octubre de 1854, de suerte
que tenia 40 años de vida i de estos veinte i seis
de ccuartiño». ^
V.
Entretanto, no menos práctico i vijilante el co-
mandante Gutiérrez (hijo de Rancagua como Bar-
celó i como Fuenzalida), segundo i verdadero jefe
de batalla del 3.^ se ocupaba con unos cuantos
soldados en mudar un poste del telégrafo acuñán-
dolo con piedras paria que le sirviese. de punto de
mira al emprender su marcha sobre la Oiudadela.
Inútil precaución! — Los destellos de \m de los
cañones enemi<;os se encarcrarian de trazarle su
verdadero i lutninoso derrotero.
Hecho todo esto, los tres cuerpos destinados al
asalto se entregaron al sueño; i a las dos de la
mañana el campamento parecía solo la pavorosa
cita de los fantasmas de la noche. — Solo un hom-
bre no dormla-T-^1 coronel Lagos — -vanguardia i
velada del ejército^ Los Cazadores dé Novoa, ron-
daban.
s
— 1185 —
VI.
Han ilamado los vencidos de Arica € Lago de
Sangre:» al ilustre captor de esa plaza por lo que
allí aconteciera a la mañana siguiente; paro por dar
una última prueba de humanidad (sfendo de 'suyo
i como soldado hombre duro) A en hora rterdadeta-
mente magnánima, porque érala del aviso, el co*»
roriel Lagos despachó en la tarde del 6 al injenie*»
ro jBilraore con una últinm intimación, según la
cual seria imposible evitar que la guarnición fuese
pasada a cuchillo a causa de la ira incontenible
jqnQ inspiraba a la tropa el estallido de 1^« minas.
Aprovechó esa misma coyuntura el comandante
.del S."" para acentuar aquel peligro i dijo al emi*
sario, al partir, estas palabras testuales que copia-
mos de una de sus cartas de amigo:
— -f Sé que usted (le dije)pasa esta noche ^ conferenciar coq
los jefes de la plaza, i creo humanitario les haga presente que,
«n caso que no entren en arreglo, no iiagan uso de sus mioas;
qne partan del principio'de que si reeibimoe orden de tomar la
plaza a viva ftierza, la tomamos; pero que si hacen uso de dina-
mita, por mas esfuerzos que hagamos a^ imposible poder hi^cer
priaionarofi ponjoe el furor del soldado eñ esos momentos no ee
podrá (Mitener» (1).
A las once i media de la noche estuvo de regre-
(1) Carta del comandante doo José Antonio Gutiérrez al
tor, PocoUay, julio 10 de 1880. • .
— 1136 —
80 el injeniero £lmore, i recibido en las avanza-
das por el alférez Sonper^ fué conducido por éste
a presencia del coronel Lagos a quien presentó un
papel sin firma en el cual se hacia aparecer como
últinoa T6€ola0Í<mfde on consejo de guerra, laidea
de o^tular oon todos los honores de una digna
resistehoiá'(l).
Los jefes chileBOs habían cumplido, en conse*
coenoia, sus deberes mas allá de lo que la humani-
dad exije, i todas las responsabilidades quedaron
(1) Hé aaui cómo cuenta el alférez Soaper su encueDtro noo-
torno^eoQ Bimore en aa diario de oampafia:
«El injemtoo tx«ia ana oaáramcaeron para el eooronel Lafoe aero da fir-
ma i le decían que le entregarían la plaxa a persona antorízaaa, scsan 9^
había acordado en la reninon de jefes habida en Arica. El ooron^ Xagoi
le contestó que ya era tarde, i que a él lo dejaría en libertad despnes de
la toma de Anea. Lo dejó oon el eoronel i me retiré para mi campa-
mento.»
El papel aladido que tenemos orijinal i certificada en nuestro
poder, decía así:
cPnede usted regresar i decir que no obstante la respuesta dada al par-
lamentario oficial señor Salyo, no estamos di9tante$ de escuchar laa propo-
kdciones dignas qne puedan hacerse o&ciaimente, llenando las prescripciones
de la gne^ i del honor.» - , - .
Habiendo negado' este hecho con rara petulancia el coronel
Várela i el jefa de JBstadó MaycM* Latorre, ámboa priaíoneroa oh
Sau Berni^rdo, el autor cambió con- eapa jefes laa notas qne se
leerán entre los anexos.
g Entretanto el injieniero Bimore no habia perdido al parecer
BU TÍaje, .pues apfovechando s« conocimiento wbal de nuestras
fuerzas i sospechando con acierto nuestros ptane^, había Jiiaísti-
do con calor para que defendieran sus compatriotas su reta-
guardia, descuidando el asalto de frente. cPor Dios^ coronel,
dice el cronista de Arica, Pérez, en la páj. 26 de su folleto i con-
signando la esclamacion de Eiinore, por Dios, coronel! bajo mi
responsabilidad no envíe uste<i un hombre al norte; tonga usted
im bataiiuu en -la 1/ iKuteria del Este, doH eu la 2.*, i el resto de
la fuerza en Cerro Gordo I»
— 1137 —
r
a cuenta' de los que se obstinaron contra su pro-
pio destino.
VIL
Mientras en el campo chileno se tomaban tan
rápidas i certeras ihedidas, el gobernador de la pla-
^za, hábilmente engañado por las demostraciones
del dia 6, enviaba la división Ugarte a defender
los fuertes de la playa, desprendiéndose así de 700
hombres que-eran la parte mas lucida de su guar-
nición, porque el lector no habrá olvidado que la
8.' división peruana se componia délos batallones
Iquique i Tarapacá, fogueados ambos en la ba-
talla de este nombre.
El oficial arjentino don Roque Saenz Peña man-
daba el primero de aquellos cuerpos; i el segundo,
don Ramón Zavala, rico propietario salitrero i
agrícola de Tarapacá, Era jefe de estado ma-
yor de la 8.* división, el coronel don Mariano E.
Bustamante; segundo jefe del Iquique, el mayor
don Isidoro Salazar, i del Torapacá, don Benigno
Cornejo.
En consecuencia, solo la división Inclan defen-
ilia los fuertes del oriente que servían de cortina
al Morro; el del Este, a las órdenes de aquel pun-
donoroso i honrado jefe; i el Cindadela, a las del
coronel don Justo Arias i Aragüez, bravo viejo,
tacneño, como Inclan, a quien los soldados llama-
ban por carina lugareño — c:don Justito».
HIST. DE LA C. DE T. I A. 143
•
— 1138 —
Formaban la guarnición del Fuerte- Ciudadela
400 Granaderos del Cuzco, con algunos artilleros,
i el Fuerte-del--S5¿e estaba defendido por los Ar-
tesanos de Tacna al mando del coronel Várela,
hijo de esa ciudad i reputado como valiente. En
cuanto al Morro, hallábase a cargo de los artille-
ros de Moore, i los fuertes del Norte, a las ór-
ílenes del sarjenta mayor de artillería don P. P.
#
Ayllon. El comandante don Ricardo O'Donovan,
comerciante de trapos i diputado por Trujillo, su
ciudad natal, era jefe de estado mayor de la divi-
sión Tnclan.
VIH.
Tales eran los "preparativos de la defensa i del
asalto en la lóbrega media noche que precedió al
memorable 7 de jut;iío de 1880, dia lánes.
El Mancó Gapac se mantenia tímidamente ama-
rrado en su fondeadero, i por una desgracia debida
probablemente a la ajitacion incesante del mar,
nuestros buques, a falta de intelijencia, se habiah
alejado a demasiada distancia aquella noche, es-
pecialmente el Gochrane.
IX.
No pardeaba todavia la lenta claridad del in-
yierno en las yermas lomas de Arica cuando loa
— 1159 —
cuerpos asaltantes tomaban las armaa éu el mas
profundo silencio. El 4.'* se corría hacia la izquier-
da para dar frente al fuerte Este, i el 3.^ marchaba
agazapado como parda manada de jabalíes en las
llanuras amazónicas. El intrépido mayor don Fe-
derico Castro, tercer jefe ^e ese teVrible cuerpo,
mozQ arrogante i hercúleo, natural de San Bernar-
do, marchaba con las dos compañías guerrilleras
a vancruardia. Una de éstas era la del valentísl-
mo l^ristan Chacón, hijo de Talagante, <jue allí
dejo nombre inmortal i su cadáver. Gutiérrez se-
guía con el resto. El comandante Castro, a quien
el coronel Lagos no nombra en su parte de la jor-
nada, se quedó atrás.
No habian andado dos cuadras los implacables
«terceranos», espulsados del Pera con notorio vi-
lipendio, cuando un lampo de luz iluminó todo el
horizonte. . . Los centinelas deT Fuerte- Cindadela
babian columbrado en los perfiles de las lomas
los lúgubres fantasmas del asalto, i el bravo Arias
dio inmediatamente la orden de romper el fuego
dé canon. Eran las cinco i media de la mañana
del lunes 7 de junio de 1880.
X.
Guiados por aquel siniestro fulgor que puso
instantáneamente de pié 10,000 combatientes es-
parcidos en un circuito de tres leguas, los ajiles
— 1140 —
soldeidos del 3.^, acostumbrados a pisar la arena
del desierto, se lanzaron a toda carrera i sin dis-
parar un tiro sobre los blanquecinos parapetos, i
en menos de quince minutos al asalto los tomaron.
Iba delante de todos el guerrillero de Talagante,
i cojiendo el fusil del primer spldado muerto de
su compañía, se puso a combatir contra los centi-
nelas de la entrada, hasta que una bala, recibida
en el pecho, lo postró moribundo. Soslayóse en
silencio el bravo chileno a lo largo del parapeto, i
sentándose en el suelo soltó lentamente el fusil,
después la espada i estirando su cuerpo, que era
pequeño, como para engrandecerse al morir digno
de Chile, dijo que le quitaran de la vista la ban-
dera peruana, izada en el muro ya tomado i. • .
espiró (1).,
De esa manera habia sucumbido bajo los umbra-
brales de la juventud el capitán que con Rodolfo
Serrauo se disputaran el puesto de honor en Tas
(l)...cEa respaesta a su apreciable de feclia 17 del presente
no tengo mas que decirle que mi capitán Tristan Chacón ha
maerto como un verdadero chileno; su valqr ha sido como el de
7ii7igun militar de nuestro ejército. Su muerte ha sido la ma^
honrosa que puede darse, pues en el momento en que íbamos a
entrar al fuerte, una bala traidora vino a cortar los momentos
mas^Ioriosos de su vida, hiriéndole en el corazop.
«Antes de morir me dijo estas palabras: — ^Muero! ... pero...
esa bandera me nubla la viñtA... cumplid con vuestro deber!. .."^
«Estas fueron sus últimas palabras que para m{ me han im^
presionado mui vivamente.]^
(Carta del subteniente don Lorenzo' 2.® Jeoffroy, dé la com-
pañía del capitán Chacón, al autor, Valparaiso, agosto 19 de
1880)-
— 1141 —
leyendas heroicas del 3.** de línea. I como si el
destino se complaciera en formar caatrastes, moria
dentro del fuerte en esos mismos instantes, dan-
do pruebas de estraordinaria bravura, el anciano
Arias Aragüez, antiguo intendente de Lima, i
de <:j[uien dice, sin duda con ponderación, un diario
de aquella ciudad que mató cinco chilenos con su
espada (1).
XL
En esos momentos habían penetrado ya al en-
sangrentado recinto del Fuerte-Ciudadela los dos
bizarros jefes del 3.** que lo conducían, i se ocu-
paban de poner a reparo contra la furia natural
del soldado vencedor, no menos de 400 prisione-
ros que hablan rendido las armas, cuando una es-
pantosa detonación estremeció el espacio i oscu-
reció el cielo largo trecho.
Era que un cabo de la artillería del fuerte,'
llamado Alfredo Cárdenas, habia puesto fuego te-
merariamente al polvorín, haciendo volar no me-
nos' de diez soldados chilenos i mucho mayor
número de los suyos. Entre los primeros, ^l que
mas alto se encumbró fué un anciano i animoso
voluntario chileno, el teniente don Bamon Tori*
bio Arriagada, hombre de 60 años, que después de
t
R
■ ■ — ■ I I ■ ■ ■
(1) Opinión Nacional del 23 de jtilío de 1880.
— 1142 —
haberse batido en Ynngai i haber recorrido toda
la América española, como personaje de caudal,
había vuelto al ejercicio de las armas únicamente
por entusiasmo patrio. Por una rara fortuna cayó
^c lo alto ileso pero completamente desnudo cual
Adán (1). '
Sucumbió también allí no se sabe si por el plo-
mo o por las llamas, el subteaiente don José Mi-
guel Poblete, asistente del jefe del cuerpo al
comenzar la campaña.
XII.
No se hablan repuesto aun del todo los solda-
dos del 3."* de la conmoción eléctrica que produje-
ra en sus nervios el estallido del polvorin del
Fuerte-Ciudadela, cuando desatándose a toda cle-
mencia, a la voz i aun a la suplica de los jefes,
se lanzaron como lobos enfurecidos sobre arremo-
linado rebaño i comenzaron a matar i matar sin
que valiera llanto, ni edad, ni perdón. • . (2)
( 1 ) El teniente Amagada eB hijo del conocido i patriota co-
ronel don Pedro Ramón Arriagada, natural de los Anjeles, qne
tuvo el honor de ser perseguido junto coa O'Híggins en 1809
por enemigo del rei, i a quien mas tarde los patriotas pusieron
el apodo de Siete pistolas , por las muchas armas que llevaba
consigo. Don Ramón Toriíno nació en Concepción el dia 14 de
abril de 1819, i por consiguiente, cuando voló, había cumplido 61
años. Recobrado de sus magulladuras, regresó a Santiago donde
hoi vive «cuidando su jardincito i sus gallinas» después de haber
volado mas alto que lo que las últimas suelen...
(2) o: De repente resuena nn sordo miyido, i al instante, sin
, — 1143 —
«
Matan así, cien, doscieutOB, trescientos desdi*
chadoR i no babia faerza humana que pudiera
contenerlos. Exactamente como las ovejas, cuando
el terror las agrupa, los soldados taQnenos, pací-
ficos obreros en su mayor parte, se habían amón-
tooado en un ángulo del fuerte, intentando salir
por encima de los parapetos, como aquellos de sus
antecesores que por escapar a los botes de las lan -
chas de Pizarro en la pla^a de Cajamarca, cuando
prendieron a Atahualpa, al huir en tropel, derriba-
ron un muro con sus pechos. Pero allí las balas i el
filo de los implacables yataganes encontraban la
gavilla mas compacta, i en vez de hombres, lo
que corría por entre las grietas de los sacos, como
en las acequias de los mataderos,, era sangre . • .
Dos des\'^enturados lograron, sin embargo, es-
capar de un montón de carne humana que los
im segando de intervalo, se abre la tierra, saltan los sacos, so
desquician las cureñas, sabe al cielo un pelotón confuso de humo,
de tierral de trozos de fierro, de piernas, de cabezas, de cadáve-
res. Ha estallado una mina. Han muerto veinte peruanos. Per<*
han muerto también diess chilenos; alli están su^ miembros mu-
tilados, sus carnes palpitantes; aquella mina estaba destinada
para ellos.
«¡No hai cuartel! La sangre pide sangre. Las minas, corvo. I
todos son pasados a cuchillo. Nadie escapa*. El suelo humea con
los cálidos torrentes. Se forman pantanos de sangre. Hai allí no
menos de 450 cadáveres. Quizá hai 500. ¿Quién sabe si no llegan
a 600?
«cSe acabó la ridicula caballerosidad. Contra las minas, 1o3
corvos.
«Sépanlo los de Limab
{Caviedes^ correspondencia del Mercurio).
— 1144 —
"aplastaba, i, como fuera de 8Í, se pusieron a correr
en dirección hacia el pueblo; pero ui)a lluvia de
balas no tardó en arrollar sus cuerpos hechos jiro-
nes—«Era aquello peor que el incendio de la
Compañía!» esclamaba un soldado que habia pre-
senciado las dos hecatombes; i a la verdad, según
unos, de los 400 artesanos de Tacna, escaparon
solo diez; según otros, solo un negrito que por
curiosidad i a .manera de mico destinado a la jau-
la, se apropió un soldado. Una mujer estaba atra-
vesada sobre la cureña de un cañón con el pecho
roto i desnudo; i cuando una hora después el je-
neral Baquedano entraba a caballo al fuerte, el
fiero bruto que montaba, como poseído instinti-
vamente . de horror, retiraba de los charcos su
^ pezuña empapada de sangre hasta el nudillo. . .
¡Horror! jHorror!
XIII.
¿De quién entretanto la culpa? Salvo lo habia
intimado. Lagos lo acentuó con su enérjica pala-
bra que nunca fué leve en la guerra, i por último
el jefe del 3.° lo anunció al postrer emisario pe-
ruano como un hecho inevitable e incontenible eu
vista de la alevosía de las minas. — «Tal como lo
habia previsto sucedió, esclama el bravo cuanto
humano coronel Gutiérrez en la carta que de él
hemos citado: habíamos tomado muchos prisione-
/
— 1145 —
I
ros, pero ciuiodo estallaron las minas, fué imposi-
ble contener el furor de los soldados. Al ver es-
parcidos los miembros de sus compañeros, ya no
fueron hombres. • . fué inútil mandar cesar el fue-
go al toque de la corneta; fué inútil que jefes i
oficiales nos pusiéramos roncos do gritar para que
cesara el fuego. • \ la carnicería continuó hasta que
quedó, el fuerte cubierto de cadáveres.»
«En vista de esto, agrega el noble jefe, ¿quié-
nes soa los culpables? — Para mí son aquellos que
estando prevenidos de lo que precisamente debia
suceder, hicieron uso de'las minas.
«Solo con la toma de Arica tengo para pasar
con mis nietos unas buenas veladas de invierno,
refiriéndoles todas las peripecias i las impresiones
recibidas en esos momentos. . .
«Las primeras palabras que pronuncié cuan-
do todo había concluido, al ver los cadáveres
amontonados, los miembros humanos .esparcidos i
las acequias de sangre, fueron: — ¡Maldición sobre
los hombres que provocan la guerra! ¡Oh! qué in-
mensa responsabilidad tienen éstos ante Dios i
ante los hombres!» (1).
(!) La carta a que tiaceuios reftfrencia, cutiienzalm en In» tér-
miiiüt) siguientes;
^...Al rejímieiito 3.® se le hace cargo de hiiher sido un pf»co
cruel por no htilier escnpado con vida mas <)ue un olícial i 10
soldados heridos de dos Imtitllones i los artilleros que Herviaa
tres ()ieza8 de grueso calibre en el fuerte Humado «Óiudadcluj»;
pero esto es iujusto si se atieude a la que sigue:
«Después que todos los jefes del Buin, 3.^ i 4.® hicimos im
HIST. Dj: LA C. DI T. I A« ^ 144
— 1146 —
XIV.
V
Mientras todo e«to acoiítecia en el fuerte Ciu-
dadela, con mas celeridad que la puerta tal vez en
narrarlo; los soldados del 3.^ que izaban en el mu-
ro el tricolor de la victoria, veían pasar por su
izquierda a carrera tendida los dos batallones del
4.** de línen, el primero con Solo Saldívar a la ca-
beza i el segundo con el ínclito San Martin, unos
pocos pasos a retaguardia.
¿Qué habia acontecido?-
El primer batallón del é."" se habia tomado con
la misma fortuna el fuerte del Este, matando un
soldadito de San Fernando, llamado Manuel Eo-
jas, al bravo I n clan que, a medio vestir, salia de
su tienda con un revólver en la mano, para dejar
así cumplida su heroica promesa de c morir como
conocimiento con el coronel Lagos, llegando hasta distancia
de 10 cuadras de losfiiertes enemigos i bajo sus fae^s el dia
antes <le la hatMlla, hablé con el prisionero peruano injeoiero
don TeCílíiro Elmort», la que sigue:
(1 (iespuHH de innertar las palabras que dijo a Elmoreí el co-
miindniíte Gutiérrez afiade):
«Kl SfQor Eimoré prniuetió cumplir mi encargo, estoi segoro
que lo lia hecho; pem couü) no lo he visto mus, convendría que
usted liablnra coii él Kol»re esto.»
El coiniíudaiite Giitifirez, |>ara evitar los peligros de la pa-
trefaccioriy ordenó enternir iiünediatamente los cadáveres de ios
peruanos i por un método singular: iiizo poner por hileras a los
mui'rtos, i en Sfgnidí vaciólos sac<'S de los parapetos sobre ellos,
valiéudose de los corvos [)ara rompeilus, ya que éstoá no habían
servido para la matanza, sino los yataganes.
— 1147 —
el último soldado en la última fortaleza de su
patria. D
Pereció también allí el jefe de estado mayor de
la 7.* clivision, don Ricardo O'Dónovan, i quedó
herido en el pecho el comandante de los Grana- \
deros de Tacna, don Marcelino Várela; i como si
hubiera querido lavarla mancha de* la bandera
de su cuerpo causada por la cobarde fu^ía de su
primer comandante Belaunde, sucumbió también
en su puesto bizarramente el segundo jefe de los
Cazadores de Piérola, don Francisco Cornejo.
No costó ni sangre ni esfuerzo a los diestros
cuartínos, ejercitados por San Martin en la gue-
rrilla i en la "esgrima, tomarse 'a la bayoneta los
parapetos i los cañones del reducto del Este, que,
como antes hemos dicho, dominaba los fuegos del ^
Morro desde mayor altura.
En consecuencia, habia sido el plan i la orden
del coronel Lagos que, una vez tomados los dos
fuertes, el 3."* i el 4.** hicieran alto, dándofee la
mano, i, entrando en el centro el Buin de refresco,
emprender así el asalto, con 3,000 infantes en línea
de guerrilla, del formidable Morro. Pero los solda-
dos chilenos no entienden de hacer medias* para
matar ni para morir, menos para dividir con otros
las glorias que creen suyas. I de esta manera, por
mas que los cornetas de San Martin, que refrenaba
por obediencia su propio ímpetu, fesonabatí tocan-
do alto i tropa, los cuartinós dando a Chile hurrahs!
_ 1148 —
tan formidables que apagaban los sonoros ecos
del l»roiice. íMnl>osti?ni a la carrera e iban sembran-
<1() la cMinibro do la bidera, |>or la cual corrían al
asaUo, de inniiiMerables cadáveres de los suyos. —
«Dos veces nos tocaron alto, dice el capitán La
Barrera en una carta íntima, pero no hicimos
caso. »
XV.
Fué ese el moraeiíto en que pasaban atronando
el aire con sus vítores por la cortina izquierda del
fuerte Cindadela los soldados del 4.* I allí eran
aclamados por sus hermanos vencedores, los que
mas adelante iban a vencer otra vez i a morir.
Fué señalado entre éstos un valerosísiibo sol-
dado del 4.^ que no tenia siquiera nombre de pi-
la, héroe verdaderamente anónimo, conocido, en
las filas con el galante sobrenombre de CopihuCy
qhien persiguiendo de parapeto en parapeto a an
oficial peruano, logró matarlo, i en seguida, a su
turno, fué muerto.
XVI.
I
£1 Morro hasta ese momento estaba silencioso.
Moore, envuelto en la tenue claridad de la ma-
ñana, no reconocia todavía suficientemente su
campo de tiro, i, por otra parte, como antes diji-
-A 1149 —
ínos, aquella gran fortaleza nmrítima tenia solo
un cañón abocado a tierra.
El comandante jeneral de las haterías del Mo*
rro armabci, en consecuencia, con rifles a sus arti-
^eros i despachaba a sus mejores capitanes, don
Oleto Martínez i don Adolfo Kíndt, natural del
Callao, a sostener los parapetos del Cerro-Gordo
que servían como de zaguán al- Morro, con unos
ochenta o cien hombres equipados a la lijera. El
mayor de artillería Nacarino, que allí pereciói
mandaba esta fuerza.
XVII.
Al propio tiempo el valeroso Alfonso ligarte,
rivalizando en su peclio el ardor bélico de la ju-
ventud con el entusiasmo patrio que era su guift,
corría a toda brida al bajo por el z'g-zag del
Morro a traer su división, sacándola a paso de trote
de los fuertes del Norte. Pero cuando llegaban a
medía falda, jadeantes de fatiga, los primeros gru-
pos del batallón Iquique con Saenz Peüa i del
Tarapacá con Zavala, caia este último i meritorio
jefe; i los soldados del 3.^ que llegaban ya por la
falda del Cerro-Gordo, mataban al segundó jefe del
Tarapacá, don Benigno Cornejo, i a los dos capita-
nes artilleros que acabamos de npmbrar. Sucumbía
también allí en esta inacabable matanza el jefe
de estado mayor de la 8.* división, el coronel don
^ _ 1150 _
Mariano E. Bufitamaute, i el segundo jefe del
Iquíqne don Isidoro Salazar. — Habiaa perecido ya
nueve jefes i todavía perecerían muchos mas. ün
tercer Cornejo (Medardo) era herido i hecho pri-
' isionero.
Saenz Peña, que desplegó indisputable valor,
fué herido en un brazo cuando subía a la cabeza de
sus mutilados tarapaqueños> i alcanzó apenas a
refujiarse en el Morro en el momento en que en-
traban en vengafJores tropeles los capitanes del 4/
que habian visto caer a su denodado jefe en la
última repechada del asalto.
XVIII.
Iban adelante de las filas del é."" los capitanes
Silva Arriagada, La Barrera, Avelino Villagran,
Pablo Marchant, i los bravos tenientes Tbañez i
Martin Bravo, éste último hijo de Talca, que ahí
recibió mortal herida i hoi es capitán. Pero antes
que ellos i revuelto con la tropa habia penetrado
en el fuerte un niño de 17 años, que los prisior
ñeros peruanos reconocieron después de la jor-
nada, por su semblante risueño i lo encendido de
su rostro infantil. Era el subteniente Cárlofr Al-
dunate, nieto del ilustre jeneral de este nombre.
«Los primeros que llegamos al Morro, dice desin-
teresadamente el capitán chillanejo don Miguel
de la Barrera, que mandaba la primera- compa-
— 1151 —
nía del pnin^er batulloD, fuimos el capitán Kicar-
do Silva Arriagrfda, yo, Marchcyat, el teniente Iba-
ñez i el subteniente ^^^u^^^t^^» 9^^^ ¿^^^ llegó mas
adelante^ chiquillo mui sufrido» (1).
Cuando los desventurados jefes peruanos » Bo-
lojjnesi, Moore, Alfonso Ugarte, Armando Blon-
del, tercei^' jefe del B itallon^ A^rtesanos de Tacna,
hijo de opulento industrial i minero francés ave-
cindado en esa ciudad, vieron penetrar en la pla-
(1) Mucho se ha discutido i disputado sobre quién fué el pri-
mero que llegó al Morro; i por haber publicado el capitán Silva
Arriagada un testimonio de los )>iÍ8Í(>neros peruanos Latoire,
Saenz Peña i otros que le otorgalian la prinifuía de su gratitud,
reconociendo que ese ¿>ficÍMl les hubia gnlvndo la vid», le ca-
yeron encima sus ct^mpañeros de armas (ii»<pntán4Í(ile tal honor.
Pero nos |)areCH que el párnit'n que ^;<»piatiioH de carta intima del
capitau La Barrera a su esposa, dej-i bien establecida la verdad,
porque esa carta uo tenia propósito de jactancia, ni de prefe-
rencia, ni estaba en manera alguna destinada a ver la luz pá«
blica.
Por otra parte, el capitán La Barrera mandaba la 1.* compa-
ñía del primer batallón, i era natural que llegase adelante, siendo
hombre valiente, ájil i de gran estatura.
£1 capitán La Burrera <iire a su mujer en la carta citada que
al principio sintió un recelo i se encomendó a KueHtra Seño-
ra del Carmen; <rpero, añade, después no me aci^rdé ni de Jesu-
cristo: nada mas que de avanzar a toda carrera, con toda la
tropa, a tomarnos el fuertei».
Refiere en seguida los peligros porque habia pasado dejandp
la mitad de su compañúi en el campo, i prole icamente agrega-
ba: (sEn esto he comprende que el Supremo Hacedor le tiene el
tiempo determmado a cada uno i la manera cómo ha concluir."^
¡Triste vaticinio que no tardó en cunipliríse en Tiicua, murien-
do a manos de oculto asesino i al golpe de una daga peruana en
cobarde celada!
— 1152 —
t
zoleta que formaba el fuerte a los primeros sol-
dados del 4.*, ceofados por indómita cólera, le-
vantaron una bandera de parlamento en la pun-
ta de una espada i se agruparon en torno de un
canon «como para morir en las gradas del altar de
su patria desdichada. Pero los soldados chilenos
no distinguian en el asalto a jefes ni .oficiales, i
disparando en todas direcciones sus rifles, mataron
a aquellos cuatro desdichados patriotas, sin que
hubiera misericordia. Todo lo contrario: derri-
bado de espahUis el veuera]i)le gol)ernador de la
plaza con la frente atravesada por un proyectil
de rifle, un soldado le asestó tan fuerte culatazo
en el cráneo que sus sesos se vaciaron en el pavi«
mentó (1).
\
(1) El comandante Pérez reoonoce el hecho de la rendición
de loa jefes superiores de Arica, porque d^paes de contar que
tanto Bolognesí como Moore intentaron volar la Santa Bárbara
del Morro, poniendo en movimiento las baterfas eléctricas (que
fnllaron), dice en la pá¡. 30 <le su folleto citado, lo siguiente: —
<tCuatro hombres no mas de nuestra purte so.stieneu el tiro-
teo, era imposible luchar cuerpo a cuerpo con I.i masa enemi-
gtil... «¡Alto el fuego» {frita el c<ironet Bolognesí... «Alto el
fuego!» repite el conmel Ugarte que corre a contenerlo i cae he-
rido por uua bala en el tmyecto... i cuando e^ C(»ronel Mmire
iba a repetir la nii-^ma voz, uuh ilescnr^fa enemiga lleva una Imla
al medio de ku noble pecho, que lo mata en el acto, i otra tundía
al altivo Bcloifnesi <|ue pucos momentos de»ipnes fu^ ultimndo,
como 1(1 fué Ugarte i todos los demás heridos que no podían
moverhel...»
El capitán La Barrera, que Ibima injennamente a Biilognesi
«el Btilnúez», no por mHÜcia 8Ín>> p(tr una pintore>iCH falta de
ortogrtiili, dice que éste al cner <ie espalda se quebró el cráneo;
pero el comundante SahÜvar, Salvo, Valazqqez i el mismo je-
neral en jefe nos han referido qne tenia en la frente an foerta
culatazo.
— 1153 —
Moore, vestido con traje de paisano, luto de su
naufrajio, era derribado a pocos pasos con dos ba-
lazos en el pecho que tineron con cuajarones de
roja sangre su túnica de n^ezclilla plomiza i su
sombrero de paja de Guayaquil. El joven Blondel,
mAs afortunado^ iba a caer al pié del má^il i el
infortunado cuanto noble i esclarecido Alfonso
Ugarte, que habia pasado la mitad de su vida eu
cariñosa hospitalidad en Chile, recibiendo éu edu-
cación mercantil en los colejios de Valparaíso, '
era arrojado por manos chilenas, después de muer-
to, a las cavernas del mar en que las olas pene-
tran con lú'gubue. jemido por entre calizas grietas,
verdaderas sepulturas de su terrible furia, menor
empleo que la del hombre que combate i mata.
Los deudos del inmolado héroe ofrecieron una
fortuna por un botón siquiera de su casaca para
memoria, pero ni esto quedó del bravo tarapa-
queño (1).
(1) Alfonso Ugarte hahin nacido en Tarapacá de padres enrí-
qnecidoa por el salitre en 1846. Educado en Valparaíso desde
1861 a 1867^ se encontraba retirado en una de sus propiedadeH
de campo del interior cuando ocurrió el terremoto del 13 de agos-
to de 1869, i por sus servicios públicos desde esa época ganó gran
crédito. En 1876, era alcalde de Iquique i tenia fijado el 1.^ de
mayo de 1879 para dirijirse a Europa de paseo, cuando estalló
la guerra en abril i tomó servicio como comandante del batallón
Iquique, batiéndose a su cabeza en Tarapacá, donde fué herido.
Su aoiAdre se habia casado en segundas aúpelas coa el rico sa-
litrero Hilliger, i fué éste quien ofreció rail pesos fuertes por
cualquiera prenda de su ropa.
Incitados por el galardón^ los soldados chilenos hicieron una
verdadera pesca de cadáveres al pié^ del tforro, i sacaron a lu
HI8T. DE LA C. DE T. I A. 145
— 1154 —
JÜlucL.
La plaza fnérte de Arica había sido tomada en
una hora justa por reloj, mientras que los jefes i
oficiales de la escuadra neutral allí surta ajustaban
apuestas de que su captura, conforme a las reglas
de la estratéjia europea, habria tardado de tres
di as a dos semanas.
A las ocho de la mañana en punto, el teniente
del 4.^ don Casimiro^ Ibafiez, el miáno que tan
gloriosamente sucumbiera en el Morro Solar, hacia,
en efecto, izar en el mástil del Morro de Arica una
banderola de su cuerpo, arriando la peruana el
sarjento primero José A. Roa, el cabo Juan Duns-
tan i el soldado José M. Correa que allí se encon-
traron como héroes i como testigos.
XXI.
La vista del tricolor chileno fué señal, en la au-
sencia de nuestros buques, para la cobarde inmer-
sión del Manco Oapac^ acción villana que motivó
de parte de su jefe un boletín que casi parodiaba
una victoria, después de haber recorrido la rada
mendigando asilo con sus tripulantes en naves de
todas las banderas, olvidado de que en Iquique un
capitán chileno dejó sentado el precedente de que
playa mas de doce «Alfonsos,)» pero nÍDgano fué el verdadero
Alfonso XII.
— 1156 —
un barco de guerra no podia irse a pique antes de
pelear, sin hacerse por ello infame reo de infame
ignominia (1).
XXII.
Al mismo tiempo que esto sucedía en la parte
alta i en el mar de Arica, el Lautaro se acercaba
cautelosa pero gallardamente a los fuertes del
Norte, i agazapándase en la oscuridad por entre
los matorrales de la llanura, iba envolviendo los
desamparados reductos como una inmensa ser-
piente que 'se enrosca sobre su presa. Viéndose
así perdido, el mayor Ayllon, que en esa parte
mandaba en jefe, simuló el aparato de la resisten-
cia, poniendo fuera de combate ocho hombres del
Lautaro; i haciendo reventar en seguida todos los
cañones de la planicie, que eran de subido valor,
prendió fuego a las mechas de tiempo de los pol-
vorines, i mientras todos iban a entregarse a gui-
sa de carneros al comandante Robles, volaban
unos ei^ pos de ^otros los tres fuertes del Norte,
con fragor horrísono, alzándose en la placidez de
azulada atmósfera inmensas espirales de tierra,
fuego i humo que, esparciéndose en las capas su-
(1) En sa parte del hundimiento del Manco Capac datado a
bordo del Itata^ donde el comandante Lagomarsino se refajió
«on su tripulacton, habla su comandante del entmiasmo de los
injenieroB, de la enerjía de los alféreces, etc., todo para echar a
piqne al buque abriendo las válvulas dentro de la bahía*. •
— 1166 "-
periorea del aire, como las ramas de árbol jigan-
tesco, piibriaa todo el campo de la lucha como
los negros tules de iomeDso catafalco fúnebre
ataúd.
No méoos de 300 soldados se rindieron de esta
manera al coronel Barbosa, que, junto con los co-
mandantes Robles i Carvallo del Lautaro, dirijian
las operaciones en esa sección un tanto inconexa
del campo de batalla (1).
XXIII.
\
Entretanto, el jeneral Baquedano i el coronel
Yelazquez, que desde las alturas del fondo do la
bahía habiap estado contemplando con ojo impa-
sible pero ansioso corazón aquella obra titánica
de los soldados de Chile, hacian atalajar sus bate-
rías a los mayores Salvo, Montoya i Frias, i se-
guido por la caballería de Búlnes i el Búlnes,
penetraba el jeneral en jefe en la plaza de Arica a
las ocho i media de la mañana en momento opor-
tuno para salvar la vida a unos cuantos centenares
de infelices rendidos que los soldados del Lau-
taro i del 3.** pretendían sacrificar con bárbara
saña, creyendo chancelar así lejítimamente, con
sangre de inocentes confiados a su custodia, la
(1) Véase entre los anexos del presente capítulo el parte
inédito del comandante del Lautaro.
r- 1157 —
larga cuenta de agravios i de ultrajes que guarda -
ban en sus pechos coü sus gobiernos i sus sátrapas.
. No menos do 70 de aquellos desgraciados, la
mayor parte pertenecientes a los batallones Iqui-
que i l^arapacá, que habian sido cortados en su
ascenso al Morro por el S."* i en sefguida [^acorrala-
dos por el Lautaro, fueron ultimados por una sola
descarga en las gradas de la iglesia parroquial dj^
Arica, que quedó así profanada como ara impura
de inmolación humana^ en lugar de haber sido
asilo de perdón* Nunca se ha sabido a punto fijo
quién hiciera consumar hecho tan inhumano i tan
inútil.
XXIV.
Con escepcion de esta mancha de sangre que
la severidad augusta de la historia no permite la-
var de la túnica de la patria sino a trueque de
es^plícita i grave condenación, como la que hace-
mos, el asalto de Arica pasará a la posteridad de
los libros i de las glorias de Chile como nno de
los títulos de mas alta valía para la pujanza i el
heroísmo de sus hijos.
Los peruanos perdieron no menos de mil hom-
bres, o sea los dos tercios de su jente, no siendo
menos de veinte los jefes i oficiales de alguna con-
sideración que allí pagaron con la vida el tributo
obligado de los asaltos a las plazas fuertes, en
— 1158 —
_qu6 no es posible distingair las per&ODalidades ni
menos las insignias. I esto fué altamente doloro-
so, porque habría sido digno de Chile i de su hon-
ra, como nación civilizada, guardar las vidas de
hombres tales como Bolognesi i Moore, como
Zavala i Arias, como Ugarte i Blondel, como Bus-
tamante i los Cornejo, antes que traer como re-
henes de su victoría una turba de soldados vestidos
de abigarradas bayeta^, que daban a la guerra
i a sus lejiones el aspecto de verdaderas compar-
sas, quitándoles hasta la última reverencia de las
desdichas militares — la lástima!
Por nuestra parte tuvimos' 474 bajas, lo que
prueba lo rudo de la acometida, correspondiendo
50 muertos i 110 heridos al 3.° de línea, 70 muer-
tos i 239 heridos al 4.®, 2 muertos i seis heridos al
Lautaro, i 6 heridos al Buin. En todo 5 oficiales
muertos, 18 heridos, i de tropa 144 muertos i 337
heridos (1). '
(1) En cuanto a los jefes i ofíoiales qae cayeron, he aqaf uim
lista comprensiva por rejimientos:
BÜIN
Herido. — Subteniente José del Carmen Yasqoez, herido gra-
vemente en el rostro,
8.* DE LÍNEA
Muertos. — Capitán Trístan Chacón.
Subteniente José Miguel Poblete^ en la esplosion ndel Fuerte
Cindadela.
Heridos. — ^Teniente Ricardo Serrano Montaner, herido leve-
' I
— 1159 —
XXV.
Pero, como Ramírez en Tarapacá i Sa^ta Cruz
en Tacna, la muerte mas dolorosa en que culminó
el caro triunfo de Arica, tres veces mas cruel que
_ «
el de Pisagua, fué la del bizarro comandante don
Juan José Sau Martin, soldado entre los soldados
de la república i el verdadero tipo del infante^
chileno.
mente en una pierna.
Id. Ramón Toribio Arriagada, herido leve en una piernaJ
Id. Salvador Urrutia, herido leve en el rostro.
Subteniente Orestes Vera, herido leve en una pierna.
Id. Félix Vivanco Pinto, herido leve en el rostro.
Id. Lorenzo 2.^ Jeolfroy, herido leve en el rostro.
Id. Bamon Guerra, herido grave en una pierna.
Id. Pedro JNolasco WoUeter.
4.** DE LÍNBA
Muerto. — Teniente coronel Juan Jo8é"San Martin.
Heridos. — Teniente Martin Bravo, herido grave en un hom-
bro.
Subteniente Miguel Aguirre Perry, herida gravísima. Tiene
atravesado el pecho i el vértice derecho de un pulmón.
Id. Juan Rafael Alamos, herida grave en el pié izquierdo.
Id. Francisco Ahumada, herido grave en el pecho.
Id. Samuel Mesa, tres heridas leves en la cabeza, brazo i pier-
na derechos.
Id. Carlos Luna, una ^herida leve en una pierna izquierda i
una contusión ea la derecha.
Id. Alberto de la Cruz, con las dos piernas atravesadas. Heri-
das algo graves.
Id. Julio Paciente de la Sota, dos heridas graves, una en una
pierna i otra en el estómago.
Capitán Pedro Onofre Uaná, levemente contuso.
Teniente Luis Víctor Gana, algo quemado con una esplusioii.
Fué a la verdad tan duro el ataque para los chilenos que
— 1160 —
Herido por una bala que le perforó el vientre
cuando ascendía el último declive del Morro, por
no desalentar a sus soldados, se sentó en un saco
junto a una trinchera, haciendo creer a muchos
de los suyos que aquella era flaqueza de ánimo,
o cansancio de sus músculos, cuando era solo su
estoica agonía que comenzaba.
Llevado al Morro, mas que^n los brazos desús
compañeros de armas, en alas de espléndida vic-
si éstos DO hubiesen cargado a carrera tendida, habrian tenido
un dia infausto, especialmente el 4."^ I ann asf, solo la 1.^ com-
pnfiía del primer batallón que mandaba La Barrera i que euírS
ni fuego con 8Q hombres, tuvo mas de 40 bajas, de éstas dos ofi-
ciales (Sota i Mesa), 2 sarjentos i tres cabos i 15 soldados muer-
tos i 18 heridos.
En realidad, el 4.^, que no contaha con mas de 800 hombre:^,
perdió cerca de la mitad de su jente, o sea 309 entre muertos i
heridos.
Naturalmente, la pérdida de los peruanos fué mucho mayor,
i enorme en muertos.
Sus bajas en corta diferencia se descomponen de la siguiente
muñera:
Muertos 900
Heridos 200
Prisioneros 500
Dispersos 100
En el Morro fueron tomados vivos 8 jefes, 26 oficiales i solo
33 soldados. Mas de 300 fueron despeñados por la ladera hacia
el mar, donde ^formaban nataj», según un apunte del coronel
Valdivieso nombrado gobernador de Arica i que este jefe tuvo a
bien comunicarnos. Los cadáveres que él hizo rec^vjer i quemar
con parafina estaban distribuidos como sigue: Al pié del Mo-
rro 367; en la plaza del pueblo (fusilados) 67; al lado del inerte
Santa Rosa 14; trente al casco de la Watej'ee 3 soldados i den-
tro de éste un oficial que se fué allí a morir; sacados del mar 35:
en el fuerte Cindadela 400.— Total: 884.
— 1161 —
toria, le colocaron en el lecho de Moore, i avisado
por el intelijente doctor Llausás, cirujano del é."",
de la proximidad de su fin, llamó con perfecta
serenidad a su antiguo i leal amigo el capitán
don Onofre Gana, que le habia recojido en el
campo, i mantuvo con el el* siguiente diálogo, que
el último nos ha conservado;
o: Cuando se tomó el Morro, San Martin me lla-
mó i me dijo:
— «Nos vamos a separar hemos triunfado...,'.
¡Viva Chile!
<cEn seguida me pasó su reloj para que se lo
entregara a su hermana. Agonizante ya, lo lleva-
mos al MoiTO, i allí me dijo:
— «Pregúntele al jeneral si está contento con
lo que ha hecho el 4.° de línea i. si aprueba mi
conducta por haber llegado hasta el Morro
(íl espiró.D (1)
(1) Es posible que la. pregunta del pundonoroso jefe 9obre si
el jeneral quedaría contento con el 4.<> se refiriese no a la gloria
con que se cubrió este i'ejimiento sino a sa heroica desobedien-
cia, i que el héroe moribundo dijese esas palabras mas por escusa
que por orgullo: tanto era su apego inviolable a la ordenanza i a
la lei militar!
El capitán, ho¡ -digno mayor, Gana, al referirnos los últimos
momentos de su amado jefe i amigo, que espiró a las 1 1 del dia,
nos mostró su magnífico reloj ingles, prenda que le habia traído
de Inglaterra el injeniero naval Marazzi, i se nalla ahora en po-
der de su única hermana doña Luz San Martín, residente en
Chillan.
El comandante San Martin ha dejado en Santiago una hijita
nacida después de su salida a campaña, i que ha quedado en la
mas triste orfandad i desamparo.
HIST. DE LA C. DE T. I A. 146
- llfl? -
XXVI-
Ál flia siguiente hiciéronse al bravo entre los
bravos tiernísimos funerales en que no hubo ojos
enjutos ni corazones sin rnemorias. Eljeneralen
jefe presidió el acto, i los veteranos del 4.** sofoca-
ban sus sollozos, como la Vieja Guardia en los
adioses de Fontainebleau, mordiendo la boca de
sus rifles, antes de hacer al mas amado de sus je-
fes la última descarga del último adiós....
Fué singularmente siniestra la jornada de Ari-
ca para los soldados que llevaban el apellido gue-
rrero de San Martin, porque cayeron en su? lomas
cuatro de ese nombre, el coínandante del 4.**, ua
hijo suyo llamado Damián, que se batia como sim-
ple soldado para aprender a ser jefe, un sárjente
natural de Coihueco, sobrino asimismo de San
•Martin, que tenia el nombre de Pedro Antonio, i
por último, un soldado del Buin, de ese apellido,
a quien fué a buscar una bala en la retaguar-
dia.
A las diez de la mañanaj la gloriosa jornada
estaba terminada en todos sus detalles, porque
nuestros buques hablan vuelto a sus fondeaderos i
empavesado sus mástiles en señal de que el lar-
go i penoso bloqueo habia terminado, escapándose
apenas, para ser volada por la dinamita, la últi-
— 1168 —
^ • « • • • tf
ma quilla que en los mares del Sur quedará tpda-
via a los provocadores de Chile. (1)
En consecuencia, i después de llenados los tristes
deberes que impone el sacriíipio de las batallas, el
jeneral en jefe resumía el heroísmo del ejército
que habia dado a Chile, tantas gloriosas jornadas,
(1) Por la desgraciadaj si bien momeníápea, ausencia de Jos
buqués bloqueadorés, la lancha Alia/nha logró esca'parse, perse-
guida de cerca por el Cockra7ie i después por el Loa, cuyo deef^
graciado comandante, siempre obstinado en sys resoluciones^ nó
quiso cortarle el paso, aunque se lo pedian todos a bordo i espe-
cialmente el abogado don Horacio Zaüartn, qu^'había.ido aconH
ducir los reatos de su amigo el ministro SQtpmayoj. la, última
lancha i)eruana, recaló a unas peñas cerca cíe. ríacocha i allí la
volaron con diiinmita hus íripulantes Flores i Mora, internán-
dose en fí^eguida al interior. Perseguidos éstos por el alfévee
de Artillería de Marina don V. A, Bianchi» de, la d(>taoion del
Loa^ fueron tomados por una avanzada chilena en Salinas o Es-
tanques.
Aquella enibarcacion no habia sido de ninguna ;utilidflcl a los
peruanos porque )aoias se atrevieron a ace.ruHr8e<a ntiedtros bit-^^
ques, aunquQ todas las noches salían ^cis diversos jefes jurando
que iban a volar al Cochrane. El 25, de mayo parece que intentó
salir a una «comisión importantísima*, pero sorprendida por el
Cochrane i \fk Ma^allfs^né^r, que al principióla : tomaron ])or. un
peñasco de la costa, hul^o de regresar milaijrQsamente al puerto,
hazaña que íué celebrada con grande alharaca, como H huir
fuera vencer. Héaquí dn telegrama que da cuenta de este últi-
mo triunfo naval de los desdichados pernanos.
Arica, mayo 25 de 1880-
(8 P. M.)
Señor coronel Coloma,
Tacna, o en el campamento.
En este momento Flores i Moro, espedicionarios de la Afía^i-
za briiulau una copa por el mui benemérito jeneral i por usted.
Yo he esperado palabra de aliento para aquellos. —No h;ii nove-
dad.— Los b'oqueadores se retiraron una hora antes que decob-
tumbre-
Bueno*
— 1164 —
en la siguiente proclamación i orden del dia del 8
de junio, que es el apropiado remate de un libro que
termina en la consumación de un alto hecho mili-
tar i que continuará para enaltecer otros de mayor
aliento i mas esclarecida fama, si es dable, todavia.
XXVII.
La proclama del jeneral en jefe decia como si-
gue:
«La historia de la guerra en que estamos empeñados con tari
entre sus mas brillantes episodios la jornada de ayer. Dificil-
mente podrá acumular en otro punto la naturaleza i la ciencia
militar mayores elementos de fuerza i de resistencia: posiciones
naturales invencibles, fortalezas iaespugnables, poderosísima
artillería, minas convenientemente colocadas para estallar en el
momento conveniente, todo hacia de este puerto una poderosa
cindadela qne podría sin temeridad defenderse contra na grueso
ejército. Sim embarco, ea poco mas de una hora de combate es*
tuvieron en nuestro poder todas las fortalezas del enemigo, sin
que ni los paciones, ni las esplosiones formidables de las minas,
ni el nutrido i mortífero fuego de fusilería hecho por dos mil
hombres bien parapetados, pudieran detener la marcha de nues-
tros sold^idos que luchaban a pecho descubierto.
]»Cupo en suerte vencer mayores resistencias, i por lo mismo
adquirir mayor gloria a los rejimíentos 3.® i 4.° de línea que han
merecido bien de la patria con su bizarro comportamiento!
3)Reciban, pues, los bravos de esos dos cnerpos, las felicitacio-
nes que les envío en nombre de la nación. Recíbanlo igualmen-
te los rojiraientos Buin i Lautaro, la artillería de la división, el
batallón Bulnes i los escuadrones de Cazadores i 1.® 2.® de Ca-
rabineros de Yurigay, porque toJoa ellos han cumplido noble-
mente con su deber en los puestos que se les designaron.
j>A 'os que cayeron en el campo debemos envidiarlos porque
— 1165 —
tavieron la saerte de morir por la patria, honrándola con sur
sacrificios i con la gloria imperecedera que le han dado.
2>Entre ellos merece especial mención el teniente coronel don
Juan José San Martin, del rejimiento 4.^ de línea, que fué siem-
pre un jefe distinguido i murió heroicamente, preocupado hasta
su último instante de la suerte i de la glojia de su patria.»
El Jeneral en Jefe.
XXIX.
I concluida así la tercera campaña de la guerra,
después de la de Antofagasta i de Tarapacá, i su
sesta jornada en pos de la de Pisagua i San Fran-
cisco, Tarapacá, los Anjeles i Tacna, queda toda-
vía reservada a la patriótica i bien intencionada
fatiga del compajinador un libro mas de enseñan-
zas inmortales.
I en él vamos de seguida a entrar!
ANEXOS AL CAPITULO XXXIL
I.
NOTAS CAMBIADAS ENTRB IOS JEFES PERUANOS DE LATORRE I VÁRELA
A PROPOSITO DB f^A OFERTA DE RENDIR LA PLAZA DE ARICA.
SS. EE. del Ferrocarril:
En nombre de la verda«l cuyo establecimiento i defensa a todos intere-
sa, siempre que por cualquier motivo so trate de desfigurarla o falsearla^
rogam )s a Uds. se dignen dar cabida en las columnas de su estimable dia-
rio a las siguientes líneas.
En el estracto que, de la sesión de la honorable Cámara de Senadores
de 10 del presente, publica el Ferrocarril^ se dice que el honorable se-
nador señor Vicuña Mackenna, siguiendo el curso de su interpelación i
ocupándose de las minas de Arica, se espresó de esta manera:
— iide —
cTftn cierto m que las tales minas no inspiran confianza alguna a loe
mismos peruanos, que los drfen$ore9 de ÁrUa quisieron rendir la plaza m
combatir. Desgraciadamente,/ ¿a nota en que proponían tu rendición llegó a
las ocho de la noche del día 6, cuando ya habia pasado el plazo fijado por
el jefe chileno i cuando el ataque estaba preparado. (Lee una nots^ firma-
da por los jefet peruanos de la plaza de Arica al mismo injeniero Elmore,
enviado por los chilenos para exijir la entrega de la plaza pacífica-
mente.)».
I en el estraoto que publica el Independiente se encuentra el siguiente
párrafo: cEl orador (señor Vicuña Mackenna) lee un documento orijinal,
según el cual, los jefes de la plaza de Arica ^ reunidos en consejo de guerra
en la noche del 6 de junio ^ ofrecieron rendirse al coronel Lagos ^ etc,>
La conformidad de estas relaciones con la que hace el Diario Oficia^
demuestra claramente que no ha habido error de concepto, ni equivoca-
ción alguna por parte de los que hicieron el estracto de dicha sesión; i
que el honorable senador señor Vicuña Mackenna, efectivamente* ha he-
cho ante el honorable Senado las dos afirmaciones siguientes: // que los
jefes de la plaza de Arica en consto de guerra dd 6 de junio resolvieron renr
airla^ sin combatir, i 2J^ que, en ejecución de esta determinación, projm-
sieron la rendición por meato de una nota firmada pbr dichos jefes i dirijida
al injeniero don T. Elmore, enviado por los jefes chilenos (indudablemen-
te por el señor jeneral Baquedano) para exijir la entrega de la plaza.
Ambas afirmaciones Bon falsas^ completam^ite falsas.
Los suscritos asistieron ai consejo de guerra ^del 6 de junio i a todos los
que antes se celebraron, i en ningimo de ellos sé acordó o determinó la
rendición de la plaza, ni en ninguuo de ellos, después del acuerdo cqlebra^
do el 28 de mayo en que se resolvió la defensa, se propuso o discutió tal punto.
Los jefes de la plaza de Arica, entre los cuales estuvieron los SQscrito«s
no han firmado nota, ni documento oficial alguno, ofreciendo rendirse, di-
rijido al señor Elmore, ni al señor jeneral Baquedano o al señor coronel La-
gos, jefes a quienes era mas natural dirigirse para tratar de un asunto de
tan grave i trascendental .importancia, i no al señor Elmore, qae niogpin
carácter oficial investía eu el ejército chileno.
Suponiendo que la afirmación anota firmada por los jefes peruanos de la
plaza de Aricáis fuera una equivocación; i que, en efecto, existiera alguna
nota, para ser talo tener carácter oficial, era menester que se hubiera fir-
mado, por lo menos, por el jefe de la plaza o por el estado mayor de ella,
lo cual no ha sucedido absolutamente.
No puede esplicarse la existencia de la nota a que ha dado lectura el
honorable senador señor Vicuña Mackenna, sino suponiendo que ha sido
engañada su credulidad i esplotada su afición a documentos inéditos con
algún escrito apócrifo o falsificado, cuya autenticidad no se ha tomado el
trabajo de averiguar o comprobar escrupulosamente, antes de llevar, como
verdadero, al seno del honorable Senado, donde todo debe ser verdad i cir-
cunspección, i al conocimiento de la prensa i del país, a quienes no se
debe engañar, un documento, cuya falsedad es fácil demostrar hasta \á
• evidencia.
Existen el señor jeneral Baquedano i el señor coronel Lagos; i puesto
que se afirma que la nota en que los jefes peruanos proponían su rendición
llegó a las 8 P. M. del dia 6 a poder del jefe chileno, apelamos al testi-
monio respetable de esos mismos señores jefes, cuya palabra autoriza su
elevada posición en el ejército chileno, para que digan con franqueza si
han visto, leido o recibido tal nota, o han oido decir siquiera que existió.
Fuera de esta prueba, a que nos remitimos, i de otras que nos abstene-
mos de consignar, ponqué no es nuestro ánimo lastimar en lo menor la
reputación del honorable senador, hai un argumento concluyente, que var
mos a esponer, para dar término a nuestro propósito.
" 1167 —
Se hizo a ias ocho de la nojche de) 6 da junio al señor jener^l fiaqueda^
no t)ot los jefes de,lap,la'Aa de' Arica el ofrecimiento de sm reAdiqioD, p no
se hizo.
Si lo primero, aunque el plazo se hubiera vencido i estuviera prep^^r&do
el ataque, éste se habría suspendido, porque tal es la leí de la guerra, no
solo en ese caso, sino en el mas apremiante aun de haberse pri|icipiado el
ataque, si el asediado pone bandera de rendición.
El ataque se hizo a las 5 de la mañana del 7 de junio, luego es eviden-
te que no hubo tal ofrecimiento de rendición. Suponer lo contrario, seria
sentar que el señor jeneral Baquedano i todos los señores jefes chilenos
no conocian las leyes de la guerra, lo que es falso, o que, conociéndolas»
quisieron sacrificar estérilmente la sangre de los suyos.
Bajo este aspecto, la nota aludida envuelve nna acusación disfroaada^
que todos rechazan por a6«wrí/a.— Somos de Uds. SS. SS.— M. Vare(4A.<^
M. O. DBi.A Torre.— San Bernardo, diciembre 13 de 1880.
A loB editores del Ferrocarril:
En la peí][Udña batalla (de palabras) que hoi me libran en sus columnas
los señores Várela i La Torre, jefes peruanos prisioneros en Arica, sé
acusa de «falsa», «completamenate falsa,» «apócrifa» i hasta de. «falsifica-
da» la afirmación que el que suscribe hizo en sa puesto de senador, de
existir en su poder un*doguuento auténtico que acreditaba el hecho do
haber estado dispuestos a rendirse los jefes que defendían la plaza de Ari-
ca, aprovechando la última intimación que les fué jenerosamente hecha
por el coronel Lngos por medio del injeniero peruano don Teodoro Elmore,
en la noche del 6 de junio, que precedió al asalto i a la captura de aquella
fortaleza.
Por única respuesta a esos señores, ruego a Uds., señores editores, den
cabida íntegramente al documento adjunto que orijinalfué entregado, certi-
ficado por el mismo emisario señor Elmore i de su puño i letra, al valiente
coronel Lagos i que este jefe remitió al estado mayor de nuestro ejérci-
to, siéndome en seguida enviado desde Tacna, a título de documento his-
tórico, como millares de otros.
Ese documento dice asi;
€Arica, junio 6 de 1880.
sy¿ P. M.
»Senor Elmore:
»Apreciamo3 debidamente los sentimientos manifestados por UpL a nom-
bre del jefe que lo ha enviado.
»Paede üd. regresar i decir que no obstante la respuesta dada alparlamen-
tario oficial señor Saloo^ No estamos distantes de escuchar las proposi-
ciones DIGNAS QUE PUEDAN HACERSE OFICIALMENTE LLENANDO LAS
pRESORiPcroNEs DE LA GUP.RRA I DEL HONOR (sigue una rúbrica.)
»El injeniero que suscribe certifica que el documento que antecede
PUá KL RESULTADO DEL CONSRJO DE GUERRA qUC tuVO lugar cl 6 CU la no-
che como consecuencia de su presencia en Arica, enviado por el señor co-
ronel Lagos a manifestar las CONVENIENCIAS DE LA CAPITULA-
CIÓN; documento que puso en manos de dicho coronel en dicha noche al volver
a ocupar supuesto de prisionero de guerra^ — Buena vista, junio 7 de 1880.—
(Firmado). — T. Elmore».
Ahora me permitirán Uds., 8eno.'*e3 editores, agregar una sola palabra.
Acostumbrado a la mas absoluta tolerancia en el lenguaje de la prensa.
— 1168 —
no ten^^o ineonvenidnte en tratar con lenidad las espresiones ofensivas i
hasta insolentes de los ¡efes peruanos prisioneros i rendidos en Arica.
No me caesla ni un leve esfuerzo, respecto de hombres desgraciados,
huéspedes mas que prisioneros en nuestro país, hacer caso omiso de esos
insultos en mi calidad de escritor público.
Pero refiriéndose el comunicado a que aludo a los actos i declaraciones
de un senador de la república, en su puesto de tal, no puedo menos de
protestar altamente contra el lenguaje descomedido i hasta grosero de in-
dividuos a quienes las leyes de la guerra i, mas que esto, las leyes del ho-
nor, hacen mudos en el país a cuyo amparo viven.
¿O es esto, señores editores, un nuevo i doloroso síntoma de la situación
que atravesamos?
De todas suertes, señores editores, termino declarando que yo no acep-
to como trasunto fiel de lo que tiene lugar en el Senado sino la versión
oficial que publica el Diario OficicU^ i por lo mismo rechazo toda inter-
pretación i juego de palabras publicado en otros diarios sobre mis decla-
raciones i discursos en el Senado.
A lo único que, conforme a mi costumbre, me estenderé en este
particular, es a exhibir, ante los ^ue quieran examinarlo, el docnmento
auténtico i orijinal cuya copia envío, sin escluir de ese eximen a los mis-
mos jefes prisioneros a quienes contesto, siempre que éstos lleguen a mi
puerta con la moderación i cortesía que su elevada clase militar i bq ac-
tual condición les aconsejan.
Benjamín Vicuña Macksnna.
Senador por Coquimbo.
Santiago, diciembre 15 de 1880.
(Eéta comunicación quedó ñn respuesta,)
IL
parte inédito del comandante del LAUTARO DON EULOJIO
ROBLES SOBRE EL COMBATE DE ARICA.
BKJIMIENTO LAUTARO.
Arico, junio 9 de 1880.
Tengo el honor de dar parte a U. S. del reconocimiento que se me ordemó
f practicar con el Repimiento el dia 6 del presente i del asalto i toma de
os fuertes San José, 2 de mayo i Santa Rosa el 7 del mismo.
El 6 me ordenó U. S. que con el primer batallón me dirijiera hasta des-
cubrir los tres fuertes nombrados que existen un poco al norte del puerto
de Arica, i estudiase el terreno i lugar convenientes para atacarlo al dia
siguiente, operación que practiqué hasta que apercibido el enemigo de mi
presencia, empezó a hacerme fuego con su artillería que estaba fuera del
alcance de mis Comblain, retirándome al campamento de Chacalluta sin
ninguna novedad.
A las 9 P. M. de este mismo dia estuvo U. S. en mi alojamiento i allí me
urdenó que a las cuatro de la madrugada emprendiese la marcha sobre
Arica, atacase i tomara los fuertes del norte, con una operación simultá-
nea con el 2/ por la retaguardia, ad virtiéndome también que el pueblo
debia serlo por el Rejimiento Buin i los fuertes del alto del Morro por el
3.* i 4.* de Imea.
Una hora antes de la prefijada por U. S. me puse e& movimiento i pasa-
— 1169 —
do el rio Chacalluta hice dispersar en guerrillas sucesivas los dos batallo-
nes tomando el 1.^ por los bajos del valle al mando del Sárjenlo Mayor
don Ramón Carvallo O. i yo con el 2.** ta parte mas alta paru atacar la
fuerza de infantería que se sabia pernoctaba a orillas del rio Azapa i ata-
car a la vez por la espalda los fuertes Santa Rosa, 2 de Mayo i San José i
cortar toda retirada al enemigo por el cajou de Azapa,
A las 6)^ fui aMistado por los fuertes i por el Monitor Manco Capac que
principiaron a di^arar sobre mi tropa, laqueeistaba advertida que al ver
salir humo de los cañones se tendiesen en el suelo i avanzaran con rapi-
dez en esta posición a fin de no ser dañados por los proyectilds enemigos
como efectivamente sucedió.
El Manco nos hizo cuatro disparos con su mas gruesa arillería, como lo
hubiera ejecutada para echar a pique a un formidable blindado; pero no
rompió una astilla siquiera del blindaje del Lautaro.
Los fuertes nos lanzaron sus proyectiles Vavasscur do a 300 i los Parroi
de a 150, hicieron estallar sus minas de dinamita i a proporción que noa
acercábamos i bailamos la infantería, hicieron volar los polvorines 2 de
Mayo i Santa Rosa. Despucs de lo cual tomamos , posesión de los fuertes.
La infantería hizo una resistencia tan débil que unos pocos minutos. con
el fuego de dos compañías^ fué suñciente para dar por terminado, el CQpi-
bate.
El campo quedó sembrado de muertos, habiendo hecho mas de tres-
cientos prisioneros de tropa, aparte algunos jefes i oñciales, recojiendo
también un considerable número de banderas.
Por nuestra parte tuve el sentimiento de perder a José Diaz i Ramón
Silva, muertos, i heridos a José Ignacio Peña, Alanuel Córdova^ Jerardo Re«
yes, Eleutcrio Mcneses, Domingo Nuñez i Manuel González, los ocho son
soldados i todos fueron heridos a bala de fusil. ^
Me hago un deber de recomendara la consideración de U. S. la com,por-«
tacion i buen espíritu de que estuvieron animados el Sarjento Mavor (ion
Ramón Carvallo O., todos los señores oñciales, clases i soldados del. regi-
miento.
Dios guarde a U. S.
RdLCIIO ROBtES.
I *
Al señor Jefe de la cuarta División coronel don Orosimbo Baibosa^
IIL
NÓMINA DE LOS PUINCIPALKS JEFES 1 OFICIALES MUERTOS EX AlUCA.
Coronel Francisco Bolognesi, jefe de la plaza.
Coronel José Joanuin Inclan, comandante jeneral de la 7.* división.
Coronel Alfonso Ugarte, comandante ieneral de la S.* división.
Coronel Juslo Arias Aragúez, jefe de los Granaderos de Tacna.
Coronel graduado Mariano G. Bustamante, jefe de detall de la 8.^ di,vi-
8Íon.
Capitán de navio Juan Guillermo Moore, jefe de las baterías del Morro.
Teniente coronel Ramón A Zavala, iefo del batallón Tarapacá.
Id Benigno Cornejo, segundo jefe del mismo.
Id Francisco Cornejo, jefe del batallón Piérola.
Id RicardoO'Donavan, iefe de detall de la 7.* división.
Sariento mayor Armando Blondcl, tercer jefe de Artesanos.
Id Isidoro Saiazar, segundo jefe del batallón Iquique.
Capitán Jote Chocano, del batallón Tarapacá.
Id Cloto Martínez, del Morro.
UIST. DE LA O. T. I A. 147
— 1170 —
Id Adolfo Kindt, d«l id.
Id Benigno Campo, del Iquique.
Subteniente Eleodoro Cebaüos, del Tarapacá.
.Id Aníbal Chavez, del id
Teniente Helmes, del id.
Subteniente Alejandro Uorfort, del id.
Teniente Simen Grados, del id.
Subteniente Ranzón Oaorio, del id.
IV.
KMLACION DS L06 PEISIONBROS PERUANOS IIECIfOS XN LA TOMA DB ARICA
EL 7 DE JCNIO DE 1880.
Medardo Cornejo, teniente coronel jefe 'de la batería del Este.
Francisco Gbocano, id id graduado del batallón Artesanos.
Juan P. AiUon, id id graduado 2.* id de las baterías del Norte.
Manuel C. do lá Torre, id id jefe do detall dé la Plaza.
Roque Saenz Peña, id id primer jefe del batallón Iquiquc.
Eduardo Raigada, capitán de fragata i capitán de puerto,
Jerdhirao Salamanca, sarjen to mayor graduado, tercer jefe del batallón
Tafapac&.
Lorenzo Infantas, id id tercer iefe del batallón Iquique.
Manuel M. Zevallos, id id graduado, cuarto jefe del batallón Iquique,
José Pozo, id id graduado ayudante de la comandancia jeneral, 3/ divi-
sión.
Augusto Soto^ id id graduado, baterías del Norte.
Rubén Rivas, id id graduado, batallón Artesanos de Tacna.
"H. García Goitisolo, id id graduado, baterías del Norte.
José María Prado, id id Maestranza.
Manuel 1 Espinosa, capitán de corbeta 2.* jefe de las baterías del Mono.
Claudio Estrada, sariento mayor, contralor del hospital.
Miguel Barrios, id id graduado, ayudante del estado mayor.
Ignacio del Gastólo, capitán del batallón Artesanos de Tacna.
Daniel Nieto, id dé las baterías del Morro.
Felipe J. Rospiglosi, id id id del Este.
Olegario Julio liospiglosi, id del batallón Artesanos de Tacna.
Víctor B. Ocampo, id del batallón Iquique.
José Chacón, id del batallón Tarapacá.
Juan García i Zegarra, id de las baterías del Morro.
Ricardo Pimenteí, id id Morro.
Ricardo Iturbe, capitán graduado, ayudante del jefe de la Plaza.
José Morales Aillon, id id b&tallon Artesanos de Tacna.
Evaristo Candióte, capitán id batallón Tarapacá
Antonio Lobats, id id Tarapacá.
David Eizaguirre.
Manuel Vargas, id Iquique.
Teodoro RcboUat, id id Iquique.
Federico Flores Elena, id graduado id Iquique.
Guillermo Bello, id id Iqnique.
Manuel Lira, id id Granaderos de Tacna.
Manuel Marías, id id baterías del Norte.
Luiís Benavides, id. graduado ayudante de la 7.*^ división.
Evaristo Peñaranda, id. id. batallón Tarapacá.
benigno Vargas, id. id. Tarapacá.
— 1171 —
Exeqaiel Vela, id.jefatarade la plaza.
Enrique Valdes, id jefatura de la piava.
Trinidad Olarte, id. id. Tarapacá.
Manuel Revelo, id. graduado, batallón Piérola.
Joan Cáeeres, id. id. Artesanos.
Jerman Paz, (capitán de corbeta) jefe del Parque»
Luis E. Gon7X)llen, teniente, baterías del Norte.
Mariano Salcedo, id; id. del Norte.
Andrés Medina, id. id. del Norte.
Juan de Dios Soto, id. batallón Artesanos do Tacna:
Benigno Velasco, id. id. Artesanos de Tacna.
Manuel A. Cortavitarte. id. id. Artesanos de Tacna.
Francisco Seguin, id, baterías del Norte.
Idanuel Hivadeneira, id. id del Norte.
Enrique Cuadro, id. id. del Norte.
Manuel Emilio Barredo, id. batallón Granaderos de Tacna.
Ayelino León, id. Iquipae.
Manuel E. Márquez, teniente del batallón Iquique.
Ernesto Aduvire, id. id. Iquique.
Manuel Aduvire, id. id. Iquique.
Mariano Méndez, id. del parque.
Anselmo Barreda, id. del batallón Piérola.
Guillermo Gamboni, id. baterías del Morro. .t
Pedro Portillo, id. id. Morro. i'
Manui»! A. Diaz, id. id. Morro. ^
Manuel J. Romero, id. id. Morro. '
Lorenzo del Carpió, id. id. Morro.
Toribio Trellos, id. id. Morro.
Juan W. Prieto, id id. Morro.
Manuel Gómez, teniente 2.* graduado id. Morro. /
Aquilino Soto, teniente del batallón Iquique.
Osear Navarro, id id. Tarapacá.
Marcos Gomes, id id. Tarapacá. ^
Manuel Llosa i Abril, id id. Tarapacá. /
José P. Valdivia, id. jefatura de la plaza.
Manuel Acevedo, id batallón Artesanos de Ta|
Francisco de P. Ramírez, id. baterías del
José Eseobar, id. batallón Artesanos de
Ricardo Salazar, subteniente del batalU
Emilio Robers, id id. Iquique.
Agusto Smit, id id. Ic|uiaue.
Manuel Ramírez, id id. Iquique.
Juan Maldonado, id id. Iquique.
Cipriano Pinto, id id. Iquique.
Manuel Lagos, id id. Iquique.
Jerman Cevallos, id id. lqni(
Federico Flor, id id. Iquiqu^ j ¡^ j^, m^^,.
Gavino Molina, subtenienf;
Manuel A. del Po/a id jT?'"*'^^; ^^^
Manuel A. PortocarreaC^ '^- ^^^''^•
Ruperto Ordenes, ídif^^^J^
Jenaro Aumente, i|r^*. j ^^j Át^„^
Emilio Britos Alj/^. 'f /vL'!"*-
.luán Francisco>«'V^, "'••."f/'Lrfn
Baldomcro Pa/Td/i^'*^ '** '*• ^°''*'-
Samuel Casi/'l '<!• ^'"^'<'-
/
/
/
/
— 1172 —
.losé Laguna, id id. Norte.
!Manuel Belaundi, batallón Artesanos de Taena.
Domingo Martinez, id. Tarapacá.
Cristian Hencke, id. Tarapacá.
Cesar A. Montalvan, id. Tarapacá.
Gaspar Loa^rza, id. Tarapacá.
Luis Cosió, id. Tarapacá.
Tropa.
En número de 600 hombres, inclusive la marinería del monitor Maneo
Capac,
RELACIÓN DB LOS SEÑORES JEFK8 I OFICIALES DBL MONITOR «MAlfOO
CAPAC» TOMADOS PRISIONEROS.
Primer comandante, capitán de fragata José Sánchez Lagomaraino.
tSegundo comandante, capitán de corbeta Rómulo Q. Ti2on.
Teniente 1.* graduado Bernardo Smith.
Id. !.• José Pizarro.
Id. 2.* Juan E. Taboada.
Id. 2.* graduado Bulojio S. Saldías.
Id. 2/ id. Nicanor Aain.
Alférez de fragata Ramón E. Bueno,
obteniente de infantería, batallón Callao número, 3 Daniel Duran.
Tdia marina: Carlos A. Leguia.
1«. id. Carlos Barandiaran.
Id. id. Luis A. Arce.
Id. i^' Felipe Q. Alcorta.
Id. id. Juan H. Mulgrero.
Primer ma^- Francisco B. i \idaurre.
ista, Tomas Colquhow.
V.
RELACIÓN DB LOS PRINO.
LES TRAPEOS DE GUERRA TOMADOS EN ARICA
\ LOS PERUANOS.
Cañones .
Un Vavassdur do a ív» ...
Dos Parrot de a 10(>"^^^*
Dos id. de a 30 *
Siete Voruz de a 100 *
Uno do bronce de a 12 '»
Siote cañones rotos por medio de la dinai^.
Mas de mil quinientas balas i irranadas Dar?"
Mil dopcientos fusiles de diversos sistemas, o^ «anones
nes do municiones. Ademas una cantidad considoVn* '•"P^?''»*?,"'»*'"?'*-
pólvora, herramientas i útiles parad servicio de ¿M*?""^**^ «""^
Han caído también en nmiar nita^t-r, ......i... ■ ^•.loeries.
caido también en poder nuestro muchai banal"!!, -^'i ,
uaries. El del 2/ do línearquitado por el enemigo cnV" ' "Y'T •"/'"""
cuperado. gracias a las ind^aciones hechas póroflcia!;3^^tj]'rc?t'f "^
dartes
' t
HISTORIA DE LA CAMPAÑA
V
DE TACNA I ARICA
•\*VMV/-
r.vis.
AüVERTBXCIA 7
CAPÍTULO PRIMERO.— El camiwmento de Dibujo 9
CAP. II. — La retirada de lo8 peruanos a Camina *24
CAP. III.— La persecución por loa chiknos 49
CAP. IV.— La fuga del presidente Piido 71
CAP. V.—Piérola dictador 104
CAP. VI.— La caida de Daza 130
CAP. VII. — La8 espediciones del desierto . 168
CAP. VIH.— El Lautaro en Moquegua 216
CAP. IX. — Las segundas vacaciones de la guerra 260
CAP. X.— De Pisagua a lio .' 303
CAP. XI.— En el mar 337
CAP. XII.— Los chilenos en Moliendo 399
CAP. XII r. — El jeneral Baquedano en el a Alto de Condei» .... 453
CAP. XIV.— El combate de «Los Ánjeles)^ 449
CAP. XV. — La sorpresa de Locumba 657
CAP. XVI. — Los pajonales de Sama 580
CAP. XVII. —La marcha ]K>r el desiento 616
CAP. XVIII. El primer ejército del sur 666
CAP. XIX.— Piérola i Montero '....., G84
ÍNDICE . '
CAPÍTULO XX.— La «Union» en Arica 705
CAP. 'XXI— Los Bustos de Arica ^ * ... 732
CAP. XXn.—£l pro-cónsol Solar en Arica 756
CAP. XXm. — Campero en la presidenoia de Bolivia ...... 787
CAP. iXIV.— En el campo de la Alianaa . . ^ '. . . Bl9
CAP. XXV.— Las Yaras . . \ r 870
CAP. XX Y L — Batalla de Tacna. La víspera i la sorpresa 893
CAP. XXYIL— Batalla de Tacna. El duelo de los oaákmes .... 930
CAP. XX Yin.— Batalla de Tacna. El asalto del campo de la Alianza 965
CAP. XXIX.— Batalla de Tacniu La victoria 1008
CAP. XXX. — La batalla del campo de la AÜansa bajo el ponto de
vista militar 1047
CAP. XXXl.— Los canipameiítos de Cbacállvta i ds Azapa .... 1093
CAP. XXXIL— El asalto de Arica . 1128
»;fe Sf
Í1&
f^i^/k,
3 2044 036 304 343
?4
T^'ffí^li^..
Jr^v
»'
X
.''C
r--
^'IC- ■* * V- *" ^ -•
^^:^-
-r V,
/-y
^
^P^ , -^
> y
14^
\
\f*^ .4
)->•
í-"-
> . t
wVtr— n — rxk
^ ^'n/1>S