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HISTORIA
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LA CIVIÚZAaON ESPAÑOLA
DESDE Ik INVASIÓN DB LOS XbABBS
HASTA LA ÉPOCA PEE8ENT&
roE
Udtviduo d$ ia Dirección general de eetudioe, y de la Jeademia
española.
TOMO IV,
MADRID:
KM lA mPEKNTA DX TXKXS,
CAlUt SB SBGOTIA» MDH. 6.
1840.
'TJ7
/ X /-¿^ ^ ¿^ -/^^
ÉPOCA CUARTA.
QUE COMPRENDE EL TIEMPO CORRIDO
DB8DB SL ADVSNimiElffTO DS FSIiIPS V.
HASTA LA RENUNCIA DE CARLOS IV EN
SU HIJO FERNANDO VII.
OBSERVACIOIVES PRELIMINARES.
¡lá\ influjo moral y político de la Francia des-
de el establecimiento de la dinastía borbónica en
lüspana, dio á esta nación una nueva fisonomía,
tan diferente hoy de la antigua , asi én las ins-
tituciones políticas, como en Ibs Sentimiento^,
hábitos y cóstuhib^s: Los sudéis qué tíoi han
traído al catado ádtiá'I, y los '^ogrésos de la ci^
vilizaclon en el siglo XVIII y parte del XIX,
formarán la materia de este tomo; pero antes de
engolfarme en t^n dificil y penosa lajT^^, vpy , á
satisfacer al cargo que se me ha hedió tÉ^iot^a^*
4
tículo de un periódico recomendando esta obra ( i );
á saber, que me detenia demasiado en la narra-
ción de los hechos históricos, economizando las
reflexiones generales y filosóficas.
G)mo la principal obligación de un histo-
riador es referir con imparcialidad y buen crite-
rio los hechos que mas conduzcan á dar a co-
nocer el estado de la sociedad, sus leyes, cos-
tumbres , industria y adelantamientos litera-
rios; me daria por satisfecho si en esta parte
hubiese tenido algún acierto, dejando á la dis-
creción de los lectores las reflexiones filosóficas, ó
las inducciones generales de los mismos hechos.
Tácito , uno de los escritores mas profundos de la
antigüedad , tan celebrado por todos los buenos
críticos en los tiempos modernos , es bien económi-
co en reflexiones filosóficas: solo las usa cuando
la gravedad de los sucesos y la oportunidad se
las presentan, y aun esto lo hace con su acostum-
brada concisión.
Ese lujo de filosofia que hoy se afecta aun en
los escritos mas ipsignificantes, esa maníj^ de ge-
neralizar las ¡deas para acomqdarlas á un ña-
ma .particular,, jamás entraron en el plan de
(í) ' Sébiinirio pintoresco Esp&dó! , ^ de noviembre
5
mí obra. Sin embargo , no he dejado de ocupar-
me en consideraciones filosóficas 7 generales cuan*
do roe han parecido necesarias. Asi , por ejemplo,
tratando en la introducción i esta obra del esta-
bledmiento del cristianismo, el mas importante
j seguro elemento de la civilización europea, hi*
ce ver el influjo que tuvo en la mejora del esta-
do social.
. Al hablar de la admisión y facultades legis-
lativas de los procuradores en las Cortes de Cas-
tilla, empecé con unas consideraciones generales
sobre el origen y progresos del sistema represen-
tativo en Europa; y en el juido comparativo qne
hice de las constituciones políticas de Castilla,
Navarra y Aragón , no escaseé las reflexiones fi-
losóficas, apoyado en la observación de los he-
chos , según allí dije , en la realidad de intere-
ses positivos , no en las falaces máximas de va*
oas teorías. Lo mismo ejecuté cuando puse en
contraposición el opresor feudalismo de Europa
con la legislación mas protectora y benéfica de
Castilla.
Esto por lo que hace al tomo primero; que
en los dos siguientes tampoco anduve escaso en
consideraciones filosóficas, cuando las creí con-
ducentes para guiar al lector en el descubrimien-
to de la verdad, en la rectificación de hechos
históricos siniestra ó erróneamente presentados
6
por algunos escritores, y qn la debida apreciación
de las innovaciones d mejoras sociales. Viniendo á
la gloriosa cpoca de los reyes católicos* no deje de
sotar el tránsito de la antigua civilización á la
moderna, manifestando el carácter esencial de es-
ta, la tendencia general á la centralización, asi
^n las [^elaciones sociales como en las ideas, el
esfuerzo dirigido á desterrar el espíritu de loca-
lidad é individualismo creando intereses generales,
y reuniendo los ánimos para constituir el estado
con dos solos elementos , pueblo y gobierno. Pro-
curé investigar los medios de que se valieron los
.reyes católicos para afianzar el poder supremo, tan
menoscabado y envilecido en el reinado anterior ; pa-
ra dar vigor á las leyes, y asegurar la administra-
ción de justicia ; para ordenar el sistema de hacien-
da, mejorar la táctica militar, contener las usurpa*
ciones de la corte romana, reformar las costum-
bres, y promover los adelantamientos de la agri-
cultura , de las artes industriales, de la navega-
ción y de las letras.
Con hechos y observaciones filosóficas di á
conocer la política de Carlos V y de Felipe II,
los bienes y males que hicieron á la monarquía,
las causas que en los reinados sucesivos de la
dinastía austríaca empobrecieron y despoblaron
á la nación, corrompieron sus costumbres , y aca-
baron con el sistema representativo.
. Por úlúmo, con Griterío filosófico, según mis
debites fuerzas alcanzaron, hiceonaí larga reseña
de los progresos industriales j literarios de los
españoles , vindicándolos de las invectivas con que
en un tiempo fueron maltratados por algunos es*
critores estrangeros.
Si lo didio no bastare para satisfacer al ilus-
trado . crítico que hizo aquella observación, no
por eso dejaré de tenerle en e! debido aprecio»
ni olvidaré jamás el favor que por otra parte ba
hecho á mis tareas , las cuales no merecen cier-
tamente tantas alabanzas.
Hecho este descargo , tan ingrato para mí
por lo que tiene de -personal, paso á dar una
breve noticia de la alteración que sufrid ta Fran-
cia en sus ideas políticas y elementos sociales du-
rante el siglo XVIII , 7 del influjo que estas opi*
niones y mudanzas ejercieron en el estado social
de España. El elemento monárquico habia pre-
valecido esclusivamente en la vigorosa y larga
dominación de Luis XIV, cujro poder no estaba
limitado por instituciones políticas de ninguna
especie. Empero su gobierno era fuerte, era ilus-
trado: todos los • ramos de la administración pú-
blica se habian mejorado notablemente. La ac*
cion del poder central se introdujo en todas las
partes de la sociedad , y logro atraer á sí lodos
los medios de fiíerxa de la misma, en lo cual
8
consiste la verdadera administración^ Por este
medio la Francia llego á hacerse respetar de las
demás naciones , y se puso al frente de la civi-
lización europea.
Pero Luis XIV abusó de este poder al fin
de su reinado; empeñóse en la guerra, impolí-
tica para él, de la sucesión dé. su nieto al trono
de España, fue vencido y humillado; y la de-
bilidad del monarca en su vejez se comunicó al
gobierno. La monarquía, dice Mr. Guizot (i), es-
taba tan desgastada en 17 12 como -el mismo
monarca , y el mal era tanto mas .grave, cuanto
que Luis XIV habia acabado con las antiguas
instituciones y costumbres. 'Sin independencia no
hay costumbres políticas/ Los caracteres enérgi-
cos y vigorosos desaparecen con la humillación
y la dependencia, pues que la fortaleza de las
almas dimana de la seguridad de sus propios
derechos.
Acercábase, pues, el tiempo en que iba á ser
combatido el elemento monárquico, primero por
el libre examen y la discusión , y luego por la
fuerza popular, como habia sucedido en Ingla*
Ierra. La ocasión era sumamente oportuna: al
(1) Historia general de la civilisadon europea, lee-
cien 14.
9
gobierno foerte j respetado dé Luis XIV había
sucedido un tnonarea ddbtl y enfermizo en so me-
nor edad , j on regenté sin prestigio que daba
ejemplo de malas costumbres!, y fomentaba* la
corrupción general. E! elemento democrático, cxal*
tado hasta lo sumo en el Contrato social j en
las obras de otros publicistas que no respetaron
las tradiciones históricas, ni tenian las grandes
miras y conocimientos profundos de Montesquieu,
fué cundiendo en las masas populares, hasta que
de una en otra guerra política se vino á parar
á una espantosa revolución, en que se hundieron
las instituciones antiguas y el mismo trono.
La monarquía española gobernada por la di-
nastía de Borbon recibid muchas ideas e impre-
siones de la Francia , como se verá mas ade-
lante, y adoptó grandes mejoras en la adníi-
nistracion pública; no siguiendo servilmente )as
inspiraciones de aquella nación, sino aSadiendo
a sas luces las que derramaron algunos sugelos
eminentes qoe honraron nuestro suelo en el si-
glo XVIII. Fueron comparativamente dichosos los
reinados de Femando VI y Carlos III , en que el
ánimo se ensancha y recrea viendo los rápidos
adelantamientos que hace la sociedad española
en la carrera de la civilización. Guiábala el es-
pirita filosófico, no con aquel ímpetu que en el
reino vecino, cuya sociedad iba á renovarse en-
teramente por medio de espantosas coavttUiones«
sino con la calma y circunspección qae caraete*
ritaron siempre á los españoles , y que afianzan
el acierto ea las innovaciones j reformas.
. I ■
■■ i
zr
CAPITULO I,
Guerra de sucesión; abolición tie los fueros de Cataluña , Aragón y
Ytlencia; alteración de la ley fuikdañieftttal an el modo «le
suceder á la corona.
vITrandes y ibuy complicados fueron los suce-
sos acaecidos en el largo reinado de Felipe Y,
qae duró 4^ anos. La monarquía española tan
abatida j miserable á la muerte de Garlos II, se-
gún manifesté en el tomo anterior, sino reco-
bra su antígaa libertad con el establecimiento de
la naeva dinastía , volvió por lo menos á ocupar
un lugar distinguido entre las demás potencias
europeas. Los españoles, defendiendo los derechos
I 2
de SQ rey y su propia independencia « repro*
dujeroQ los gloriosos hechos de su antigua bi-
zarría.
Recibió coa esto la nación una nueva vida:
el gobierno , siguiendo los progresos de la civi-
lisacion europea , disciplinó los ejércitos , creó una
respetable marina, arregló la hacienda, y fomen-
tó los demás ramos de la pública administra-
ción. Cultiváronse al mismo tiempo con ardor las
letras y las artes, y la España recobró la consi-
deración política que habia perdido en el funesto
reinado de Carlos 11. He aquí el g^ran cuadro
que con tímida mano voy á trazar , empezando
por los esclarecidos triunfos ganados en la memo-
rable guerra de sucesión.
Al comenzar esta, la monarquía española
presentaba el aspecto mas lastimoso. Las fronte-
ras y las provincias distantes del centro, esta-
ban desprovistas de guarniciones y almacenes : las
brechas que habia abierto en las murallas de Bar-
celona el duque de Vendóme en la guerra ante-
rior , no estaban todavía reparadas; apenas des-
de Rosas á Cádiz se encontraba un fuerte, una
aola plaza que tuviese guarnición y artillería. La
Galicia y la Vizcaya se hallaban en igual aban*
dono: los almaceaes vacíos, desiertos los arsenales,
y casi olvidado el arte de construir naves : redu-
cíase la marina á 1 9 galeras « algunas de ellas
i3
mallratadas , j todo el ejercito ele tierra á 2o9
hombres (i)«
Una escuadra combinada de ingleses j holán»
descs, compuesta de 5o buques de goierra y i43
hombres de desembarco, se habia presentado de-
lante de Cádiz con objeto de invadir la Anda1u«
cía. Para oponerse á estas fuerzas el marques de
Villadarias, gobernador de aquellas provincias*
no pudo reunir mas que i5o infantes 7 5o ca-
ballos. La guarnición de Cádiz no pasaba de 3 00
hombres, sin bastimentos y pertrechos de guerra:
faltaba ademas un depósito de armas para las
milicias; y en suma, la Andalucia, al estallar la'
guerra , j en vísperas de una invasión , se ha-
llaba tan descuidada y desprovista de defensa,
como cualquiera otra provincia del interior en el
seno de la paz mas profunda.
Hallábase á la sazón Felipe combatiendo glo-
riosamente contra los austriacos en Italia, adon-
de habia pasado pocos meses aptes, después de
haber sido jurado en las Cortes de Castilla y de
CataluSa (2). Habia quedado de regente del rei-
(1) Gomen tarioft de la gaem de Espada, por el nkar-
q«es de san Felipe, tomo I, pég. 39.
(9) £1 marqaet de md Felipe, dice hablasdo de estas
Cortes de Catalana lo siguiente: «No se esUbleció en ellas
lef algima provechosa al bien público y al modo de go^
'4
no con un consejo de gobierno la reina Dona Ma-
ría Luisa de Saboya , quien después de celebra*
das las G)rtes de Aragón , donde también fue ju-
biemo: todo fue confíriDar privilegios y añadir otros que
alentaban á la insolencia; porque los catalanes creen que
todo va bien gobernado gozando ellos de muchos fue-
ros* Ofrecieron nn regular donativo , no muy largo,
y volvieron á jurar fidelidad y obediencia » con menos
intención de observarla que lo habian hecho la. primera
vez. ComeníartoSf tomo J, pág, 50. Acerca de las Cortes
de Castilla, dice el señor Marina en el tomo II, cap. 4f
pág. 35, que no puede calificarse de Congreso nacional
aquella reunión, por cuanto el despotismo que habia lle-
gado á aborrecer hs^ta el nombre.de Cortes, las dispensí^
pretestando que esta formalidad causaria gastos y perjui-
cios á los pueblos. Lo contrario asegura el historiador
Belañdo, que escribió en tiempo de FcKpe V. Apoyado
en documentos originales, dice que los comisionados pa-
ra felicitar al rey por las ciudades de voto, en Cortes, re-
cibieron poderes de las mismas para hacer los actos de
juramento y pleito bomenage. £n consecuencia , compues-
tas las Cortes de estos procuradores , de los grandes y tí-
tu\o$f y del estado eclesiástico y juró el- rey ante ellas
conservar á las ciudades,, villas y lug^^ sus libertadeSf
exenciones y privilegios; asi como las Cortes le recono-
cieron por rey y le juraron obediencia y fidelidad. JftS"
ioria ewil de España y tomo J, cap. 1.®, pdffs. 27 jr 32.
réase también el Dior» de UbÜla^ nunísiro de Estado
de aquel tiempo , que coincide con la relación de Belando.
Es muy curioso este diario, y contiene apreciables docu-
mentos. Se imprimió en Madrid, año d6.1704» en un
tomo ea folio menor.
i5
lodoso áugtistó esposó , vino á Madrid, qat sin-
síosamenle lá aguardaba. Autique de tierna edad,
pues aan no babia cumplido Jos i4- anos, did
desde luego muestras de su ánimo varonil, j
de una inteligencia superior á su edad.
Recibida la noticia del desembarco de los
enemigos, convocé el cotísejo de gobierno , decla-
rando en él que estaba resuelta á pasar á Anda-
lúdMi^Y i pci'ccer en éefetísa de aquella provin-
cia. Su elocuencia y su ejemplo animaron á sus
apocados ministros , j cada cual ofreció' su v vida
Y sus bienes para tan gloriosa demanda. El car-
denal Portocarrero , principal autor del testamen-
to de Carlos II , armo j mantuvo seis escuadro-
nes de caballeria ; el obispo de G)rdoba un regi-
miento de infanteria: los nobles, los eclesiásticos
7 el pudblo siguieron aquel ejemplo; j en su-
ma, todos tomaron las armas en \ós paises mas
inmediatamente amenazados por el enemigo.
Apoderdse este del Puerto de Sfaiúik M aria,
adonde lo^ habitantes de Cádiz habian traslada-
do sus mas preciosos efectos : las tropas protes-
tantes saquearon el pueblo, profanandcf'fds' ob-*
jetos mas sagrados del culto; con lo ciDal se encen-
dió la' indignaeioa de ipa católicos espaSütes. ' I/a
plast de Cadis hita una gloriosa resistencia , y
los aliados, divididos entre sí, se embarcaron
desordenadamente y dieron la vela , d^ando en
i6
los ánimos de un pueblo ultrajado el mayor en-
cono contra la( causa y los defensores del arehi*
duque.
Cruzando los buques enemigos en la costa de
Portugal , supieron sus gefes que la flota españo-
la de America, escoltada por una escuadra fran-
cesa t no habiendo podido tomar el puerto de C^-
diz, se habia refugiado en el de Vigo, que se
bailaba en mal estado de defensa. Los enemigos
se encaminaron allá; derrotaron la escuadra com-
binada franco-española , rompieron la cadena que
obstruia la entrada del puerto, donde loSTence-
dores, se apoderaron de nueve navios de línea y
de seis galeones , mas no de las riqueza^ , como
ansiaban, pues casi todas ellas fuer^m sepultadas
en el mar. Regulábase el valor de aquellos car*
gamentos en diez y siete millones y quinientos
mil pesos fuertes en plata, sin coular el de las
mercaderias , que era, mucbo roas considerable. .
Felipe bubo dci regresar de Italia apresu-
radamenle , para oponerse aqui á las fiíerzas
enemigas. Iban estas tomando cada día mayor
incremento con la declaración de Portugal á fa-
vor del arcbi-duque, con la deserción del almi-
rante de Castilla y otros personages « y posterior-
mente con el levantamiento de Valenda , Aragón
y Cataluña. Habíanse encendido con esto dos guer-
ras en la península , una civil y otra^ estrangera,
agregándose* á tamaños desastres los continuos
descalabros qnc sufrían lo^ ejércitos de Luís XIV,
derrotados y perseguidos por los insignes caudi-
llos Malborough y el príncipe Eugenio. •
A pesar de tan grandes reveses, y del estan-
do apuradísimo en que se hallaba el erai^io, 'no
desmayd Felipe, viendo tan decididos ^n favOr
suyo todos los pueblos de la corona de Castilla,
y fart dispuestos á hacer todo ünage de ^a(;ri(i-
cios. Do8 veces tuto que abandonar el monarca
español la capital del reino para que la ocupasen* *
sus enemigos. En la primera de ellas partid para
Burgos, acompañado de la rema, y dé un gran
núnM*ro de grandes. El glorioso ejemplo que die^
ron las personas reales de energía, sufrimiento-y
resolución,' escild un entusiasmo general en la co-
roña de Castilla. Los habilantes ofrecieron «( rey
todos sus bienes, aprontaron Wvercs para e'l ejer-
cito, y se presentaron á millares para combatir ba-
jo sus banderas.
Las acertadas operaciones militares del má^
riscal de Bcrwick, general de las tropas de Fef-
1 (pe, 'obligaron 'á los aliados á abandonar la ca-
pital, á la que regresó el monarca en medio de
las mas vivas aclamaciones. Al afío siguiente ga-
nó Berwick la celebre batalla de A I mansa , en la
cual tuvieron los aliados cinco mil muertos y
doce mil prisioneros, perdiendo ademas IqiSí bag«i^-
Tomo U'^. a
i8
gcs, la artillería y ciento veinte estandartes, y
bauderas.
La segunda vez que Felipe se vid precisado
á al)andor>ar la capital y retirarse con lá corte á
Valladulíd, fue en 1.810 (i)« de resultas de la
derrota que ¿ufi^ieroQ s\ks tropas en Aragón, doo-
de se hallaron en perdona los dos monarcas com*
peí ido res. Acompañado el archiduque de sus au-
xiliares, asi iogiescs como alemanes, entró trlua-
fante en Zaragoza; y para empeñar mas á los
aragoneses, restableció su antigua constitución y
privilegios. Determinado luego su viagQ. á Ma«
.drid , entró en esta villa con grande aparato mi-
litar; pero sus habitantes le recibieron con uq
triste silencio.
Entretanto los castellanos se preparaban pa-^
ra hacer nuevos esfuerzos y sacrificios: Felipe,
alentado por la reina, ^dquiria nuevo vigor en
medio de tan grandes apuros, jurando sepultarse
en las ruinas de España, antes que abandonar á
un pueblo de quien rcclbia tan señaladas prue-
bas de fidelidad.
A la sazón llegaba á España el famoso gOf
neral Vendóme para dirigir el esfuerzo del mo-
(1) GimentarioA del niarques de san Felipe, tomo I,
pá^. 110.
'9
liarca, y aproirecharae del -celo quo .alentaba á IO0
caslollaiios. Sabedor ea el camino de qué él ene-
migo estaba en Madrid, eselauíó: sitfñffiif que el
rey, lá reina y el principe de Astu^t;A^ estén i
salvo,' yo respondo de todo lo detua». Al llegar 4
Valladolid, tío que el estado de los" T»egocí«s
presentaba mejor especió de Jo que se figura baii
los enemigos. Ademas del' cuerpo de guardias es*
[hartólas *y wa lonas, en húmero de 49 « quedaban
tódáviá'del ejeVcilo de Aragón 59 caballos y 88
♦ —
infantfñ: en las fronteírás de Castilla la Vieja y
Portugal habia 8 batallones y 12 escuadrones;
otros tatitos en Andalucía; 32 batallones y 35
escuadrones en Estremadura. De todas partes acu*
dian voluntarios á aumentar las filas del ejerci-
to, mientras quo las partidas sueltas infestaban
todos los caminos, y venian á inquietar al enemi-
go hasta las puertas de Madrid (i).
Dedicóse desde luego Vendóme á dfsri|)I¡nar
y organizar aquellas fuerzas, auxiliado del duque
de Popoli , de los condes de Aguilar de las Tor-
res y Valdecanas, y de D, José Patino (2), que
(1) Loft partidarios mmn célebre» fueron D. Feliciano
Bracamonte y O. Jo.se Vallpjo, quienes caiiaaroit ;nuclios
daftcs á los enemigo».
(*2) Fue este el célebre ministro, de cuyo gobierno
20
muy ver3aido en el ramo de hacienda , did dea-*
de entonces á conocer su gran capacidad j celo
escraordj¡MflÍO en et acopio de provisiones j per-
cepción d^los impuestos. Por los esfuerzos reu-
nidos de aquellpis hábiles sugefos, se formo un
ejéicilo. de 253 hombres, perfectamente equipar
do, en el corto espacio de cincuenta dias«. á pre-
sencia de un enemigo poderoso.
La primera operación militar de Yendome
fue impedir que el ejército enemigo de Castilla la
IVueva se reuniera con los portugueses; i cuyo
fin, marchando rápidamente por Salam^anca y
Plasencia , se apodero del puente de Aimarás. Ai
mismo tiempo un cuerpo de 2o@ franceses , al
mando deNoaílIes, entró en Cataluña con un
tren considerable de artilleria para expugnar á
Gerona. -
Estos dos movimientos combinados produje-
ron un efecto decisivo. El ejército del archídu-
se hablará roas adelante. Mr. G>xe supone que quien au-
silió á Vendóme fue don Baltasar Patino, confundiendo
sin duda á este con su hermano don José, que era el in-
teligente en el ramo de, hacienda, y quien en el siguiente
año de 17 i t pasó á la provincia de Estremadura con el
carácter de su|veriütendente general de ella y su ejército.
yida manuscrita de don José Patino^ por don José An^
ionio de Armona , corregidor que fue de Madrid,
ai
que f acantonado en las inmediaciones de la ca-
pital, donde era el calor excesivo , se disminuía
insénsiblemétite, asi por las enfermedades y los
desórdenes de la intemperancia , como por sus
continuos choques con las partidas jr* destacamen-
tos enemigos. Los generales aliados habian hecho
hs representaciones mas enérgicas á los portu-
gueses, para que se pusieran en movimiento y se
internasen en España; pero |a lentitud c indeci-
aiott del gobierno portugués dio lugar á que Ven-
dóme se interpusiese con sus fuerzas , j entonces
ae retiraron las tropas portuguesas á sus acanto-
namientos , dejando á Felipe en libertad de diri-
gir todas, sus (bertas ' contra sus mas poderosos
enemigos.
Cercados estos de obstáculos delante de un
ejército contrario que diariamente se acrecentaba,
encerrados en un pais donde apenas podian man-
tenerse por la fuerza, y nó contando ya con la
cooperación de los portugueses ; los generales alia-
dos no pensaron desde entonces mas que en reti-
rarse abandonando la capital.
Vdhrió á entrar en ella FeKpe acompañado
de Vendóme, recibiendo nuevas demostraciones
del mas acendrado amor de ius subditos, cuyo
entuliasmd'jmbrepüjd i todo encarecimiento. Fe-
tfpe'úo obstante se dietuvo poco á goziV de tan
grata satiáfiíccion: á los tres dias dejó la capital
22
para incorporarse á si| ejércítQ,. que continuaba
avanzando contra el encinigo á las ordenes de
Valdccanas, mientras que las partidas de Braca-
monte y de Vallcjo .le acosaban de i'i^ y de .no-
che en su marcha.
Por medio de un movimiento, rápido J Há-
bilmente ejecutado, según el plan de Vendóme,
llegaron las tropas de Felipe á dar alcance á un
cuerpo de seisjDiil hombres, que á las órdenes del
g;rncral ingles Sianbope, formaba la relagiiarjia;
y atacándola denodadamente en Bribuega, le
obligaron á rendirse después de un sangriento y
obstinado combate.
£1 gcners^l austriaco Slaremberg,» que man-
daba el cuerpo principal del ejercito enemigo,
retrocedió para auxiliar al ingles cuando supo el
peligro en que se hallaba; y sin haber podido evi-
tar lá rendición deSt(inhope. hubo de hacer fren-
te al ojcrcito de Felipe , que le acometió furiosa-
mente apenas le tuvo á la vista. £1 rey, que man-
daba el ala derecha, carga con denuedo, arrolla
la primera linea de la caballería enemiga « y obli-
ga á la segunda á replegarse; pero sus escuadro-
nes inconsideradamente enardecidos -se olvidan
de cubrir los flancos de la ínrantct ¡a , y es-
ta se halla en el mayor peligro. £ntoiices se ha-
ce gencrstl la batalla: los. aliados, á quienes no
queda otra alternativa que la de vencer ó mo-
23
rir, cargAfi con tal ímpetu, que el pje'rcito real
teme su derrolH, j se da ordea para rclirarse á
Toríja,
En tal apuro', los generales y oficiales espa-
ñoles, )uolando los soldados que les quedalHin,
forman un cuerpo escogido , y peleando todos ro«
mo simples soldados contienen los progresos del
enemigo, basta que ValdccaSas al frente de los
walones y de la reserva cae sobre aquel y le des-
barata. La oscuridad puso fin al comliate, y du-
rante la nocbe hizo su retirada St;ircinberg« cla-
vando su artillería y tomando el camino de Bar-
celona. Felipe se dirigió con Vendóme á Zarago-
sa: Valdecanas y M¿ibony continuaron con activi-
dad las operaciones militares; y mientras que los
franceses apoderados de Gerona descendian á los
llanos de Urgcl, los espa Soles se e&tablecian su-
cesivamente en el centro de Cataluña (i).
A pesar de estos señalados triunfos, aun no
estaba segura la corona en las sienes de Felipe;
porque el e'xíto de la guerra dependía de la lucha
empeñada en los Países -Bajos. Los franceses ha-
bían sufrido allá tan grandes perdidas, que con
una campana mas , dirigida con igual acierto que
(1) l/Eip»gnc %o\\% \t% roU de U luaisoii de Dourlioii'
par Wtlliam Gox«, tom. *i, c*sp. tS.
^4
las anteriores, Luís XIV iba á verse reducido á
recibir las condiciones de paz en las inmediacio-
nes de París; pero afortunadamente para este
monarca varió esencialmente la política del gabi-
nete ingles. La reina Ana , que no abrigaba ene-
mistad alguna personal ni política contra la Fran-
cia, como Guillermo, se entregó al partido de
los torys, quienes apoderados de loa ministerios,
y asegurados de la cooperación del parlamento,
no pensaron mas que en disolver la grande alian-
za , ya entrar 'en negociaciones de paz con el mo-
narca francés.
Firmáronse en Londres \oé^ preliminares, y
se resolvió abrir en Utrecht un congreso com^
puesto de todas las pólcncins beligerantes. Du-
rante el corso de esta importante negociación fa-
lleció el emperador de Austria sin sucesión, y re-
cayó la corona imperial en su hermano Carlos,
(Y)mpetidor de Felipe, Con e«te suceso varió ente-
ramctile la cuestión : las potencias que habían
combatido contra Luis XIV para sostenerel equi-.
librio europeo, debian ahora evitar que Carlos,
dueño de Italia y emperador de Alemania, agre*
gase á tan vastos estados el reino de Kspanav for-
mando un poder mas temible que el dd mismo
Luis.
En consecuencia se firmó la paz de Utrecht,
por la cual cedió Felipe i Inglaterra la isla de
25
Menorca y la pkza de Gíbraltar^ coiMervando la
España y la« Amérícas ; al duqoe de Saboya se
dio la isla de Sicilia con título de reino, y á la
casa de Austria se cedieron los Paises*Bajos es-^
panoles, el Milanesado, el reino de Ñapóles, loS
presidios de Toscana y la isla de Cerdena. Car-^
los VI, aunque era el mis favorecido en esta'
paz, no quiso hacerla con Felipe Y, ni recpno*
cerle por rey de España, y aun peleo un ano
mas con la Francia, si bien convino en evacuar i
Cataluña.
Los catalanes, aunque sin esperanza de so*
corros esieriores , y abandonados de todo el mun-
do, no quisieron ceder, resueltos á morir antes
qoe someterse á Felipe. Sus fuerzas estaban r^^
ducidas á 1 63 hombres regimentados , y una gran
muchedumbre de paisanos con armas; ¿ pero qu¿
▼alia esta fuerza contra el poder reunido de Luis y
Felipe? Asi es que pronto las tropas de uno y otro
ocuparon toda la Cataluña, escepto Barcelona,
cuya guarnición , uaidar con los demás habitan-*
tes, juró resistir hasta el úkimo estremo. Las fuei^
zas españolas y francesas reunidas delante de Ia!>
plaza ascendían á 359 hombres.
El sitio fue de los mas sangrientos y horro-»
rosos que recuerda la historia. Los habitantes to-
maron todas las disposiciones para defender pal-
mo á palmo el tcrrenoi' Se enTtaron los ancianos,
26
los enfermos y loda gente débil á Mallorca , re*
comendáadolos al cuidado de aquellos habitan-
tes, que eran sus hermanos y confederados. Los
clérigos, los frailes y aun las mugeres tomaroa
las armas: finalmente, después de la mas encar*
nizada resistencia , la ciuda4 hubo de rendirscr á
discreción.
. Cuando el gobierno de Inglaterra logró atraer
á los catalanes para que tomasen las armas ea
fairor del archiduque, prometió conservarles sus
privilegios, y esta promesa se ratificó de nuevo en
el tratado que se hizo para la evacuación de Ca-
taluña por los aliados. Felipe no obstante tuvo
medio de atraerse una parte del gabinete ingles,
determinándole por fin á eludir la ejecución ^
un empeño garantido por dos veces ante toda la
Europa. Asi en los artículos sometidos á la apro*
bacion de la corte de España, en virtud de tos*
convenios preliminares con la Francia , lord Le->
xington no hacia mención de la antigua constitu-^
cion de los catalanes, limitando su demanda á
un simple armisticio. En la correspondencia del-
ministro de estado ingles Bolingbroke con los ple-
nipotenciarios de Utrecht, se hablaba de los prin
vilegiós de Cataluña como contrarios á los inte-
reses de la gran Bretaña, recomendando la cons-
titución de Castilla como mas. favorable á los
subditos que quieren vivir bajo un sistema de
^7
obediencia legitima á sus soberanos (i).
Desamparados, pues, los catalanes, y suje*
tados por la fuerza , perdieron su antigua consti^
tucion, como la babian perdido ya los aragone^^
y valeocianos por un decreto de Felipe, que á la
letra dice asi: Considerando babor peidido los
reinos de Aragón y Valencia, y todos sus babi-
tantes, por la rebelión que cometieron, faltandq
enteramente al juramento de fidelidad que me hi-
cieron, como á su legítimo rey y señor, todos los
fueros, privilegios, exenciones y libertades que;
go^ban, y que con tan liberal mano se les ha-t
bian concedido, asi por mí como por los señores
reyes mis predecesores,. particularizándolos en es-
to de los demás reinos de la corona ; y tocándome
el dominio absoluto de los referidos reinos de
Aragón y Valencia, pues á la circunstancia de
ser comprendidos en los demás que tan- legitimar
mente poseo en la monarquía, se añade abora
la del justo derecho de la conquista ,que de ellos
han hecho últimamente mis armas cQ/nel motivo
de su rebelión ; y considerando también que unq
de los principales atributos de la soberanía es U
imposición y derogación de las leyes « las cuales
(1) Mr. G>if y L*Espftgne aoiia les roit d^ 1» maison de
Bourbon, tom. 2, cap. 21.
38
COD la variación de los tiempos y mactanzai def
costumbres podría yo alterar^ aun sin los grandes
y fundados motivos y circunstancias que hoy coo-
curren para ello en lo toqante á los de Aragón
y Valencia : he juzgado por conveniente, asi por
esto como por mi deseo de reducir todos mis m-
nos de España á la uniformidad de unas mismas
leyes, usos, costumbres y tribunales, gobernándo-
se igualmente todos por las leyes de Castilla,* tan
loables y plausibles en todo el universo; abolir y
derogar cntieramente, como desde luego doy por
abolidos y derogados, todos los referidos fueros,
privilegios, práctica y costumbres hasta aqui ob-
servadas en los referidos reinos de Aragón y Va-
lencia; siendo mi voluntad que estos se reduzcan
á las leyes de Castilla , y al uso , práctica y for-
ma de gobierno que se tiene y ha tenido en elíá,
y en sos tribunales , sin diferencia alguna en na-
da, &c. Buen Retiro, á 29 de Junio de 1707(1)1
En el mes siguiente se espidió otro decretó
declarando '\^ue la mayor parte de la nobleza y
otros buenos vasallos del estado general , y ma-
chos pueblos enteros babian conservado en los
reinos de Aragón y Valencia pura é indemne su
(t) Belando, historia civil de Espada, tomo I, pági-
na 316.
«9
fidelidad , rínd¡¿ndo$é solo á la fuerza íoooptras-
lable de los enemigos; Eo consecuencia les prome-
tía e! rejr la conservación de todos sus privilegios,
exenciones, franquicias j libertades; si bien con
la cláusula de que esto no se entendiese en cuan-
to al modo de gobierno, leyes y fueros de dichos
reinos , asi porque la diferencia de gobierno ba-
bia sido en gran parle ocasión de las turbaciones
pasadas, cpmo porque en el modo de gohárnar
los reinos y .pueblos no debia haber .diferencia
de leyes y. estilos.
Las máximas de gobierno absqluto sentadas
eo aquellos decretos eran muy conformes á las
ideas políticas que entonces dominaban en Casti^-
Ha. Las antiguas Cortes habian dejado de convo*
carse en el débil reinado de Carlos IL Apenas
quedaba ya un recuerdo de aquella entereza varo-
nil con que las asambleas nacionales habian de-
fendido sus derechos. La España después de haber
conservado sus instituciones políticas en el tenebro-
so tiempo de la edad media , gemía en la mas pro-
funda humillación y servidumbre al advenimiento
de la nueva dinastía (i). £1 &natismo religioso,
(1) *«Por U myerte de Felipe IV, por la menor edad
de Ctrlot II y loe diagustoe qne hubo eotre U reina ma-
dre y don Jnan de Austria , le omitieron entonces las
3 o
sósleiHclo constantemente por la inquisición, ha-
bia herido de muerte la gloria j la prosperidad
dét pueblo castellano. Afortunadamente los ade-
lanlamientos de la civilización europea hacían pre«
sentir á principios del siglo XVIIl las progresi-
vas mejoras que habían de rpcíbir asi las iustitií-
ciones políticas, como los demás ramos de la pú-
blica administración.
La Francia , gobernada entonces por el ttiTki
absoluto de los monarcas , no podía comurircar-
nos buenas máximas de gobierno; aunque sí ideas
útiles eil cuanto á administración y fomento de
hs artes industriales. Aun este bien se adquirid
al principio á costa de la independencia nacional.
Cortes^ debiendo ser precisas y convenientes; y como las
diferencias en las monarquías corrompen las buenas eos-
tambres, y después tampoco hubo Cortes en aquel dilata-
do reinado, no solo faltó quien las enderezase, sino que
con el discurso del tiempo ofuscaba Iss materins que eran
de iuspeccioB de ellas, paró en lastimoso aliandoao el
continuado afán de las mismas, pues es notoria la gran
estrechea de medios en que se halló el real patrimonio en
todo aquel reinado Ss^c* Asi se esplicaba don Vicente dj
Cangas Inclán, en una representación dirigida áFcl¡{»e V
sobre el origen y utilidad de las Cortes, sobre !a mejor
administración de justicia y otros puntos importantes. La
insertó el seBor Valladares en el tomo II de su Sei^anarío
erudito.
3i
Eí cardenal Portocarrero, icgiiD asegura el mar-
ques de San Felipe (i), para coaserYar sin riralcs
su autoridad, introdujo ea el gdi>¡erno á los irán*
ceses, por quienes fue después arrojado de el. Es-
te mal estadista hizo que el rey formase un con-
sejo secreto de gabinete, en el cual tuviese voz j
voto el embajador francés.
En esta junta, que presidia el monarca, no
entraban mas que el cardenal , el presidente del
consejo de Castilla Arias, y el embajador francés*
á cuyo voto se daba la mayor consideración. Des*
de entonces tenían tanta mano en los pegocios de
España los ministros franceses, que dieron mas
celos á las potencias estrangeras, viendo estrecha-
da la unión de \^^ dos coronas en tal grado % que
todo se ponia al arbitrio de Luis XIV. Si algu-
nas veces el gabinete de Madrid, cansado de tan^-
ta humillacKHi \ qaeria obrar con cierta indepen^
dencia, los ministros franceses, recordando lat
obligaciones que Felipe debia á su soberano « y \u
necesidad que^tenia üe sus auxilios, siempre que-
daban victoriosos. Asi aquella pririiera época, tan
gloriosa para los espaSolés por las distinguidas
pruebas que dieron de valor y lealtad, y para el
(i) G>meatarios de la gaerra de España, tom I| pá«
giaa 30.
3a
rey por el tesón coa que defendió su corona, fue
también un período de ardides palaciegos y de £or-
zosa sumisión al gabioete de Francia.
La política de España varió notablemente de
resultas del faillecimicnto de la reina, acaecido en
i4- de Febrero de 1714* Felipe, entregado á un
dolor profundo , abandonó las riendas del gobier-
no, y la princesa de los Ursinos, favorita de la
difunta reina y de su augusto esposo , amaestrada
en las intrigas palaciegas , ambiciosa y sagaz tra-»
tó de gobernar á su arbitrio la monarquía , opo*^
niendo sus ardides á los del gabinete francés, yt
aspirando i una independencia que no era poitr
ble mientras viviese Luis XIV. Por ella se con-
fió la dirección principal de los negocios al fran^
ees Orry, conocido ya por sus reformas en el ra«
mo de hacienda, y al mismo tiempo se trato de
limitar el poder y los privilegios del' clero , pcw
niendo término á los abusos eclesiásticos, y rcfre^
nando la terrible autoridad de la inquisición.
Soslenian los proyectos de Orry ¡el confesor -
del rey Robinel.y don Melchor de Macanaz, que
por su gran talento y la entereza de su carácter^ '
había ascendido de un juzgado inferior de Aragoq
á la plaza de fiscal del consejo de Caslílla, y ya
se habia dado i conocer por su oposición á las
inmunidades del clero. Presentó Macanaz un in-
flarme ó memoria al rey, en la cual se proponía
33
protiar que lo3 abasos de la iglesia habiao sido
perjudiciales i los Intereses de la corona ; que el
privilegio del asilo habla convertido el templo de
la divinidad en un reftigio de malhechores; que
otras muehas inmunidades civiles del cuerpo ecíe-
llisticó eran perjudiciales á tk autoridad real y
al tesoro publico ; y que el tribunal de la nuncia-
tura ejercía un verdadero despotismo en España.
Hizo esta Memoria una impresión profunda
en el ánimo de Felipe V« qiie mandó pasarla al
consejo de Castilla para que informase. Como este
era un ataque directo al monstruoso poder del
clero, que tenia va en EspaSa tan hondas raí*
ces^ no podía menos de escitar grande interés,
alentando las esperanzas de algunos ilustrados
espaSoles partidarios de las reformas , y escitan-
do la indignación de los interesados ei| aquellos
abusos. I^ inquisición, fiempre vigilante para
sostenerlos , declard herética v subversiva de la fe
católica aquella Memoria que habia sido denun^
ciada, si bieu por consideración #1 rey se abstuvo
por ^tonc^ de proceder confr^ !4acanaz. £1 de-
creta de la inquisición se fijó en las iglesias y pla-
zas públicas del reino, y l^sti^ en las par^^s
del palacio real.
Los refprmadores hicieron ver al rey qne la
piiblicacion de la sentepcia inquisitorial era un
atentado escandaloso contra la corona , y Felipe
Temo ir. '4
H
se irritó hasta el panto de exigir la reydcacioQ de
aquel decreto , 7 aun tuvo la intención de suspen-
der de sus funciones al santo Oficio. Este no obs-
tante osó hacer frente al monarca mismo: los in-
quisidores nuevamente nombrados por el rey no
se atrevieron á tomar posesión de sus plazas. Se
intimidó la conciencia del escrupuloso monarca«
quien mandó convocar una junta de teólogos. Didí
esta un dictamen favorable á la inquisición , cen-
surando la Memoria de Macanaz; y el consejo de
Castilla confirmó este &II0 , pues si bien recomen-
daba débilmente aquel escrito en algunos puntoSi^
le calificaba en general de violento en demasia, j
contrario á los principios de la fe católica; Felipe *
hubo de ceder á la oposición de las dos autorida-
des civil y eclesiástica* sin atreverse á adoptar el
dictamen de sus ministros; y aunque siguió prole*
giendo á Macanaz contra el poder terrible de la in-
quisición, tuvo por fin este celoso minislro^ que es-
patriarse salvándose en |a corte de Francia (i).
(1) Mr. G>ze L'Espagne soas les rois de la maison de Boar-*
bon y tom. 2 , cap. 22. Macanas dirigió al rey desde Párli*
un escrito i o ti talado: Auxilios para bien gobtrrtar una'
monarquía católica , qae puede verse en el tomo 5.* del
Semanario erudito de Valladares. En esta obra hace rese-
da de los gravísimos males que aquejaban á la monarqaia^
apuntando loa oportunos remedios.. Se lamenta de It com<« :
plicacion de las leyesi y hace ver la necesidad de na oódf-»*.
35
Otros dos sucesos notables ocurrieron en esta
época del reinado de Felipe V, y fueron la renun-
cia solemne de sus derechos á la corona de Fran-
cia, 7 la alteración de la antigua ley fundamental.
de Castilla acerca del modo de suceder en la coro*
na. Motivó lo primero ift instancia que hicieron
los ingleses pendientes las negocTaciones para la
paz « á fin de que para evitar la reunión de los
go; niMÚfiesta los per)aiciot de la amorticacion eclesiásti-
ca , del excesivo número de frailes , proponiendo la refor-
ma, de estos 9 llaáaa enfermedad pestilencial á la muche-
dartilire de jesuítas que había en España, ponderando los
per)aicíos que causaban al estado. IVata de la necesidad de
Ibipentar. el comercio 7 la industria; 7 aunque no tengan,
aplicación en el dia muchas de las mejoras que propone»
siempre serán dignos del mayor elogio los pensamientos y
el celo patriótico de este ilustre magistrado 1 que por el
bien de su pab trabajó con tanto empe&o» é biso tan cos-
tosos sacrificios. Lo mas notable es que entre sus escritos
s(e halla uno en defensa de la inquisición; pero según dice
el Sr. Mnriel en un« de sus notas al cap. 22 de la Histo-
ria de Coxe, los inquisidores calificaron de irónico «aquel
escrito 9 opiafion; que le vio eonfirmadsr después en otra
Qbff de Macfcnaii intitulada: Apología éc la defensa es^.
criia por Fr, Nicolás Jesús de Belando en fatfor de la
hisáoria civil de Mspaña^ prohibida iiy'usiamente por la
inquisieioni sirva esto para vindicación del benemérito
Má¿a«a« »• á quien no ha mucho tiempo se ha censurada
en un papel público por su instabilidad en las opiniones,
\é*9it lo que acerca de Macanas dice el marques de san
Felipe en sns Comentarios tbm. 3,^ pig. 122 yslguientea
• 36
reinos de España y Francia en ona misoia perso-
na, renunciasen sus respectivos monarcas el derecho
que pudieran tener el uno á la corona del otra Asi
se verifico de una y otra parte ; y para este efecto
convocó Felipe las Cortes, ante las cuales se leyd
su escritura de renuncia quedando esta sancionada
en ellas como fej (i), y asimismo la ezclusioa
perpetua de la casa de Austria, llamando á la de
Saboja á falta de sucesión de Felipe (2).
Aprovechándose este de la misma reunión de
Girtes, se propuso introducir en la sucesión á la
corona de España una especie de ley sálica, ó mas
bien agnación rigorosa contra la lejr fundamental
y antigua costumbre ¿e Castilla, 7 á la cual de*
bia él mismo la corona; novedad peligrosa, infuo-
dada , y que habia de producir las funestas conse-
cuencias que estamos palpando. Este inconsidera*
do proyecto se fraguo en el Consejo de Estado; j
habiéndose pasado al de Castilla sufrid una viva
oposición de parte de su gobernador Ronquillo y
otros muchos consejeros. Hé aqui como se explica,
el Sré Marina sobre el particular (3): «Examinado^
el punto en este Supremo Tribunal, hubo gran de^
(i) Véase aqaelU escritora en la Historia civil de B^
lando tomo I , pág. 545.
(2) Balando» en el mismo tomo» pág. 556.
(3) Teoría de las Górtea^^ tom. ü, pág. 25*
3r
aacuérdow y lor mis se resislicroo á que ae minki*
se la antigua forma y orden de sucesión autoriza*
da por l^tMitumbre y la ley. El presidente Ron-
quillo, que fué quien Ihso mayor resistencia , ca??
yó dt la gracia de los reyes, los cuales premiaron
su ▼irtiidy (firmesa con desterrarle de la corte.
Entr^aotoel Goosejo estendid su dictamen redu«
cido á que' para, mayor validación y firmeza, y pa«
ra la universal aceptación concurriese' ol reino al
estaUedmiento de ésta nueva ley,. bailándose este
junto en Oírles. Aunque asi lo exigía el derecho y
b gravedad del asunto;, con. todo eso no se cele*
krti^iatt en debida fiMrjna... ni se despacharon cssltfs
eonvocátorísiS4 nt.tfe biso elección de Prc^urádorcs
por loi ayuntamientos de las ciudades iy villas de
voto, < solamente se previno y miindd : á estos que
enviasen siis poderes bastanteA:á'los üipntados 4k
los Reinos , que á la sazón se bollaban en Ma-
drid (i) de quienes no babia sospecha que dejasen
(1) En esto se equivoca el Sr. Marina. Las fxirtes Da-
ñadas para el sclo de U renuncia, sé' convocaron efí''Ta
forma scottninbradaí y á ellas asistieron los DipuUidos de
Bárgoa, León, Zaragosa« Granada, Valencia t S^vilU,
f:órdo1»a, Murcia , Jaén, Galicia^ Salamanca,. (GaUtityvi)^
Madrid « Guadalafara , Tarasona , Jana , Avila , Frag^, Ba^
dafOSi PalancU, Toro^ Zamora, Caienca, Segovia, Va]ladoli4
y.ToMow Ea(S«la«.a»Umaa€orifli «alebradas en ol.afto 12
y no en el J 4 1 como equivocadamenle se dice en. una no^
38
de acceder servilmente á las iiMinaacfonesnlel go-
bierno.» » . '?.
Efin^tivamente , en cuanto á obediencia serTÍl
de aquellos Diputados « tiene sobrada razpn el Se-"
ñor Marina; ni aun mostráronla energia dé Ron«
quillo y otros consejeros para resistir la .arbitrarie-
dad de un monarca, que se atrevía i hablar en es^
tos términos: «Mando que la sucesión de esta coiro-
na proceda de aqui adelante en la forma espresada
estableciendo esta por lejr fundamental de la suce-
sión de estos reinos «sus agregados j que á ellos ae
agtegarea;' sin embargo de la ley de la Partida y
de otras cualesquiera leyes y estatutos, cpstumbres
y estilos y capitulaciones, ú otras cuaiesqtíier dia-»
posiciones de los reyes mis predecesores que húbie-
fre en contrarioVlw cuales derogo y amth on lodo
io que fu6i(«n contraría» á esta ley.»
-iM
I . f '!••'. .
•
ta 4 la historia dé Mr. Cose, tom. 11, pág. 144 1 se esta--
bledo' couio ley el naevo modo de suceder á la coronal
Este documenlo tiene la fecha en Madrid á 10 de Mayo
de 1713, y las Cortes sé cerraron eñ 10 dé Junio aigtfien^^
te. Hisioría civil de España por BehméoyVomj I, cap«i>92i
9Sy94.
capítulo u.
Ibirimoiiiodel rey ton dotti lübel F«nietio; 'ctida de le príneeM*
4eloe IMmÍi werto ^ LiMe Xiy ; alUracioaen U politiee del
gabinete de Madrid; minUterio del cardenal Alberoni; projcctoe
dt eoto^bU'y planct de refteina dvranu »n adminiatracíoa.
Jb^óoo tieñtop después de haber enTiadado Felipe
tratd. de oonbraer nuevo eolaoet porque siendo es-
crapoloso j de t^mperarneuto ardiente , no podía
▼irir sina en «h estado de. matrimonia Deseando
Lilis XIV fijar' Ié)' elección de su nieto, propuso
una de las prínc^as de Portugal , ó de Baviera,
ó una hija del príncipe de Qmde; pero la princesa
de los Ursinos qot tanto ascendiente tenia en el
4o
animo di&I rey, y qóe profcqraba conserTarle para
lo sucesivo, trató de dirigir por sí este negocio,
buscando una princesa dócil con quién pudiese te-
ner ignal favor que con la reina difunta.
Rabiando del asunto con él eclesiástico Albé-
roni , sagaz agente de la corte de iParkna en Ma-
drid, propuso ésteá Isabel Famesio, bija de Edaair-
do, último duque dé I^naá,- pintándola como
una señora ocupada sólo en sus labores, j de nio-*
gun modo temible pátra la princesa (i). Cayo esta
eíl el lazo; se concertó la boda^ se pidió permíap
mra ella á Luis XIV que la dio ton di^uslov f
de alK á poco tiempo se yeriGco el enlacé J[^ .
XX) Uns búout lombarda , décia cllistosamente Albé-
roni'y seganel lestimooio de Mr. t}oxe, indpaátata dá bnt-
tero efromag^o picentino , ed avezsa di non Mntirsi di
ftltro parUi^ cbe di niertelH ricanií et tele.
1(2) Asi refiere este importante suceso Mr. Coké ^ y con
iíl coincide basta cierto punto el marques de S. Felipe; pe-
ro de divcírso m'odo se ctieilta'eA nna bislorit .cont^ oJp ^ "
rinea del cardenal Alberoni, traducida del'español^ segaii
ae dice en la portada /é impresa en el Haya él alto de ÍTtíí
¿n ella se baila Inserta ía si^iéiltedárta^AlberonlxaiMi
AiinSstro amigo sfnyo. "Persuadido de la parte que «mni|ií^t9
fliis aattsfaccionét, voy á daros noticia ant«.« qocá nadieidel
acontecimiento mas dicboso de mi vida. £1 proyecto de ca«
Sarniento entre S. M- C. y la princesa Isabel, que (brmé des-
dé Va moef^e de la difunta rein% , y f^dk hkbi» tjonilinica-
Jio é nuestro ddqne, acaba de ser aprobado por ti rey oom
4i
La nOévi rckia antes de .ver^e con aui espato
despidió duramente á la priaceaa de los Ursino^
^ae se había adelantado hasta, Jadraque á reeil^tr
á stt sohenaoa t^^ calidad de camarera mayor^.
-^^aíteiifne de aqui esta loca que ha osado : íusmI-
tarroen"* dijo la dominante Isabel de resultas d/e 1^
primera conferencia que tuvo con \» princesa. « y al
l^nto fue esta conducida con. escolta á la frontera
de Francia. £1 marques de S. Felipe atribule s»
desgracia á las sugestiones que contra ella habían
iMcho de antemano la reina: viuda dona Ana, tia
de Isabel» el cardenal del Giudice* y Alberoní. Al-
gunos suponen que el rey Felipe. es^Jbfi de acuer-
'. 1
Ia ncdiicio» del Padre aanto y del ¡rey. ierifttí»ni»iiiMK«ri
I#etfiivoriteft. de U difunta reln^ están, en derrota, «y mh-
1^ todo la princesa (de los Uf^ínos): qaisiera que fiieseis
testigo de la desconfiansa con que ñe tñirs desdé que sos^
pedia liaber sido yo el móvil de esta' negodaeion. No )6b9^
tante liaoe algaaoa.dias vaa oonniigo de na f^rle fftfit«4ft»
y, tt^ n^nifiesla nfuy satisfecha de jeste..afonteciiDÍentOy sin-
tiendo solo no haber tenido en él parte alguna. La cono-
céis demasiado liien para conved¿eros^e que sbtomih'Ab
está de aciteMo con sus palabras.*.»,£Kstailrti'dá cárdiaal
Alberoní d«pais sa naissan^^. jasq^sa coiyifnefif;^ me^t de
*anne 1719, par Mr. J. R. traduii de Pespagnol, pág. líO.
Ar;tso sea esta la F/da dr Alberoni, iescrita segnn dice el
marque* de S. Felipe (lomo II, pág. 153) por a n grande
anfíigo de «qael^ para lo cual dio el mismo cardenal los
msleriales.
"4á
ño en esta resotádon; cansi^do ée la éepencíencia
en qoe le tenia 'la prmce^; pero el autor citado
ló duda, y deja indeciso este punto (i). Comoquie*
ca que sea U desgracia de aquella señora acarreó
la tie Orry, cesando cotí esto el'ristema de adnfi-
úistracion que habiá planteado. Alberoni que era
amigo del tarJenál Qiúdice, y tintaba de congra^
iciarié con el esTádd eclesiástico , y en especial c&tk
la corte de Roma , ihfiuyd para el restablecimien^
^6 del cardenal éñ su destino de inquisidor genc^
ral,' que bábiá jpérdido^^or los sobesos anteriores.
Aprovechando este 'tan biiena- ocasión, hizo
entender al VhóiíariQá que. él santo oficio era el'me^
jor apoyo de la corona , y obtuvo del rey un de-
creto mandando á los diferentes consejos que Te re-
presentasen losi males cansados á¿ tei religión^ y ai
estac(o bajo el anterior gobieirho. Entonces fue ciían^
^do, Idacanaz tuyo que. expatriarse i y volvió á pre-
valecer la doctrina ultramontana. Felipe, aupque
htíéúú «n el : fondo y deseoso del bies páblictf , era
éscrupqlo^ en deindsia, y por elaftfcto hipocondría^
cp^qu^ le.doDpinaba, propenso á recibir imprésiÓH
neS' de lemer reUgioso. Indolente, adornas,, cu^andq
algdn peligro ó suceso extraordinario no le hacia
• I' I
(1) Comea tirios de la guerra de EspaÜía , tom. II, pá-
finí 130.
43
obrar enérgicamente , dejáliase por lo común lle^
▼ar de \o$ consejos e inspiraciones de las personas
que le rodeaban. Asi fue que sus dos mugeres le
gobernaron alternativamente, como también la
princesa de los Ursinos en el tiempo de su viudea.
Todas las cosas variaron de semblante; el po-
der teocrático rea>brd so autoridad; et importante
puesto de ministro de estado 7 de negocios estrauf-
geros fue ocupado por el cardenal Giudice (i). Or-
17 aalid desterrado «y todo presagiaba un funesto
porvenir para esta desventurada monarquía. Enr
tretanto acaeció la muerte de Luis XIV, y ba*
bieodo sucedido en la corona de Francia el débU
•y enfermizo Luis XV que apenas.cootaba seis aoo^
de edad, ]S*elipexoniciUló el pensamiento de apóde-
xlHrse de aquella regencia ,' que por la ley,£unda*-
mmtal de Francia, y según la opinión genera) le
pertenecía; -de derecho .ea calidad de Jieredéro prer
■aantivo.ifp -jiio.. ■ •:>
En consecuencia luego que murtd^ iu abuelo
consultó sobre el par^^i^ar con sus inámos conse-
jeros; pero después de , iviia madura . delib?racioti
abandonó aquella idea temieii4QiMi9a .ccmfiBdera^íiotí
)'»7 •• • '> •■
■».. •
(f) "Comentarios de la guerra de £spaSa» tom. 11, pi'-
fina 134. . y í.
44
de Ia« potencias europeas si manifestaba la inten-
ción de bacer Valer sus derecbos. Frustrada su es-
peranza vid con despecbo al duque de Orleans
apoderarse de la regencia y de toda la* autoridad
en Francia; obstáculo grande para sus miras en
lo sucesivo.
La ambiciosa Isabel Farnesio que á los noere
meses habia tenido de Felipe un bijo llamado
Carlos, fomentaba el pensamiento de sa marido
acerca de la futura sucesión al reino de Francia
con la mira de establecer allá algún dia su pn^
pia descendencia. Empero como esto era incido
ií por lo menos distante, se ocupaba en sus prb*
pías pretenisioncs á los ducados deParma, Pla^
séncia y Toscana, pa^a coja sucesión no habia
rúÉi personas intermedias qne tres príncipes «iü
descendencia varonil. Asi que solo pensaba en bá^
cer|e du^a de aquellos estados como un entable*
cimiento ventajoso para ella en caso de que llegaae
á faltar Felipe; - ?. ;HWír
Su c6niié{er0 principal lífá'Alberoni , que ade^*
•lantando cada dia tnas^'éh la gracia de los reyes,
habia logrado remolar- ülgunos ministros poniendo
otros de su defvocion, y quitar la plaza de ayo del
príncipe jil cardenal Giudice, que ya le bacia som-
bra. Poco después obtuvo del papa el capelo por
los servicios hechos á la ielesia en el socorro dado
á los venecianos en el año de 1 7 1 6 , y el ajuste de
45
las controrersias entre h$ cortes de Roma y Es-
paña (i).
Satisfedba la ambicien de Alberoni « asesora-
da plenamente s<i autoridad en la corte de Madrid
coa el fa?er de los reyes , y puesto al frente del
gobierno, aceleró los armamentos marítimos que
se estaban preparando socolor de auxiliar á los ve-'
necianos contra los turcos, pero en realidad para
bacer una invasión en Italia (2). Habia entonces
un pretesto plausible, porque el emperador de
Austria habia becLo prender en los estados de Mi-*
lan á D. José Molinés que babia tenido ultima-
mente i su cargo los negocios de EspaSaen Roma,
y volvia á Madrid con-el destino de itíquisidor ge-
neral, que babia renunciado Giudice.
Para activar el armamento marítimo en Bai^
oeUma , envió allá Alberoni al diestro y diligentí-
simo D. José Patino, intendente general de mari-
na, con cuya actividad no tardó en bailarse pron-
ta una armada de 12 naves de guerra y 100 de
■■■■«■
(i) ComenUriot de U guerri de Espafii, tom. II, pá-
gina 153.
(2) El Sr. Murfel jastifica á Alberoni en nnt notn
al tomo II de U hiiloria deMr. Coxe, pág. 335, haciendo
ver con faertes raionet y tettimoaiot que no fue el autor
«iao el ejecutor de los designios hostiles de Felipe y au.es-
poia pira ocupar cuanto pndiesen cu Italia.
46
tranüporte cxin M m£uiie»Tp6i»o GákftIlot;a:li^
do. Después de haber partido esta escuadra de
Barcelona , el marques de Grimaldo « ministro de
Estado, dio aviso á todos los ministros que ser*
▼ian en las corles extrangeras* de laa razones 4g[iie.
tenia Felipe para continuar la guerra contra :la>
casa de Austria , cuando esta se hiliaba sobrada*
mente ocupada coa la del turco ( i ). >
Apoderáronse los españoles ^ poco tiempo de
la isla de Cerdena ; después de lo cual se hicieron
inmensos preparativos para otra expedición de ma*
yor importancia, cual era la conquista del reino
de Sicilia. Nunca se vieron en España, dice el
marques de S. Felipe (2), preparativos tan gran*
des: ni Femando el Católico que taptas expedicio-r
nes ultramarinas hizo, ni Carlos Y, ni . Felipe II
que costearon muchas, prepararon una igual a la
presente. La Europa veia con asombro que un rei-
no fatigado y exhausto con la anterior guerra de
sucesión , fuese capaz de hacer gastos tan inmensos;
en lo cual se dieron á conocer los erandes recursos
de esta nación cuando la gobemaoan sugetos in-«
leligentes. Patino era el alma de todo; para ¿1 no
(1) Comentarios de U guerra de España tom. 11, pái»
gioa 157.
(2) Comentariot tom. II, pág. 167.
4^v
■
habi^ obstáculos • j ntidai-ie oailtabí|. i ju peoerr
trábiou. • . ■ ^
G>08tabala armada . destínala para tan gran*
de empresa de 2Z navios de línea, 3 mercaoles
armados en guerra « 4 galeras, ana galeota ma-f
Uorquina, y 34o. buques de transporte cpn 3o9!-
bombres, de desembarco entre íafyaUtüí j caba-'
Hería, gente velerana y. escogida (i).. i^
Desembarcadas feliiia^te las tropas,, se em-
pezó la conquista de la Sicilia q>n buenos auspi-(
dos , aunque no* sin grande resistencia en mocbqiS.«
fuertes dé la isla. Entretanto la Inglaterra recer^
losa de aquella invasión, envió una escuadra al.
lAediterráneo de 20 navios de linea al mando del^
almirante Bing, y poco después se firmó un trata-
do de aliansa entre aquella nación , el Austria 7
la Francia, al que accedió mas tarde, Ifi Holanda
para oontrarestar los designios de Albepooi, qqeJmn.
bia querido encender una guerra general en .Eu-.
ropa. La escuadra inglesa atacó ,á,Ja española c^^
d golfo de Araicb, y esta inferÍQrfi?9 1^ caljic^d de(,
los buques, en buena oficialidad, y ei^ las m^niípr,
braa, sufirió unjcombate ^in línea ni disposición/^
(1) i Cemiiitarlos Um. 11» fág, 180,
48
ihilitar , atacando las naves inglesas i las «apaSo^'
las á su arbitrio, porque estaban divididas. £b-
suma , de la escuadra espaSola solo quedaron 1 5
naves, habiéndose perdido las restantes con SSga^
hombres de tripulación 7 728 cañones* Los espd^:
nbles sin embargo pelearon con mas bizarría que
los ingleses, y nunca se atrevieron estos á abor^
dar , por mas que á ello eran provocados.
A pesar de este descalabro las tropas espano*
las continuaban adelantando en la conquista de la
Sicilia, no obstante la tenas oposición que haciaa
las tropas del emperador auxiliadas* por los ingle--.
$es. Por su parte el regente de Francia irritado
con el cardenal Alberoni, envió contra España un
ejército al mando del duque de Berwick quiea
se apodero de Fuenterrabía y S. Sebastian sia*
haber podido impedirlo Felipe, que salió ya tarde
de Madrid á ponerse al frente de i53 hombres. I^at
provincia de Guipuacoa se sometió á los franoe*
séB^ que ocuparon también á Santona para don-
de se babian eibbarcado en buques ingleses; y-
por instigación de estos incendiaron tres navios
españoles construidos alli , y los materiales prepa-»
rados para construir otros siete. Desde Guipúzcoa
pasó Berwick al Rosellon con objeto de hacer la
guerra en Cataluña empezando por el sitio de
Rosas.
Estos reveses, los malogrados planes del car-
49 ,
denal Alberpni qae había intentado vanamen-
te iñtere|sar en su causa á las potencias- del
norte» como también la mala nueva de que los
alemanes sitiaban á Mccina sin }iabcr podido im-
pedirlo los espióles; fueron otros tantos motivos
¿e que se valieron los émulos de Alber4>ni para
indiisponeric con la reina Isabel, que interiormen-
te le despreciaba por la humildad de su ori-^
gon (i). Últimamente instigado el duque de Par-
ma por el regente de Francia para que procurase
echar de España al cardenal, envió á Madrid al
marques de Scptti. Tuvo este una larga j secrc^
conferencia con los reyes , en que les presentó las
cartas del duque su señor y varios documentos
del regente de Francia, haciéndoles ver la ruina
que amenazaba á su reino, y' la imposibilidad de
'tacer la paz si no echaban de su lado á Álberoni.
Convencido el rey expidió un decreto mandando
salir á este de Madrid en termino de ocho dias, y
de los reinos de España en el de tres semanas, con
prohibición de mezclars(^ en cosa alguna del go-
bierno ni parecer en la corte (2).
u
(1) Era hijo de an jirdinero, y en sus primeros años
había trabajado con sa padre en aquel oficio.
(2) Comentarios de la guerra de Espada tom. III , pá-
gina 2<4.
Tomo ir. l^
46
traiiíiporte cuti t% mfafiÉes^y>.^o oaMkwiailiop-»^
do. Después de haber partido esta escuadra dcr
Barcelona , el marques de Grimaldo , ministro de
Estado, dio aviso á todos los ministros que aer^
▼ian en las corles extrangeras « de laa razonea que
tenia Felipe para continuar la guerra contra- ;la>
casa de Austria , cuando esta se hallaba sobrada*
mente ocupada con la del turco (i).-
Apoderároiase los españoles m pocQ tiempo de
la isla de Cerdena ; después de lo cual se hicieroa
inmensos preparativos para otra expedición de ^tna*^
yor importancia, cual era la conquista del reino
de Sicilia. Nunca se vieron en España , dice al*
marques de S. Felipe (2), preparativos tan gran-r
des: ni Fernando el Católico que taptas expedicior
nea ultramarinas hizo, ni Garlos Y, ni . Felipe II
que costearon nmchas, prepararon una igual á la
presente. La Europa veia con asombro que un rei-
no fatigado y exhausto con la anterior guerra de
aucesion , fuese capaz de hacer gastos tan inmensos;
en lo cual se dieron á conocer los grandes recursos
de esta nación cuando la gobemaoan sugetos in-<
leligentes. Patino era el alma de todo; para el no
(1) Comentarioi de la guerra de Espaiüa tom. 11, pá<F
gioa 157. '
(2) Comentarios tom. 11, pág. 167.
4%
* ■
trácioD. ' -
« • • •
Goostaba la armada destínala p^ra tan gran*
de empresa de 22 navios. de línea, 3 mercanles
armado» en gueira, 4 galeras, una galeota ma-(
llorquina, y 34o baquía de trans.porte cph 3o9l-
hombres de desemWca entre , iB(í^ltería y c^ba-'
Hería, gente veterana y. escogida (i). >^
Desembarcadas £eliz|Bente las tropas «se em-
pezó la conquista de la Sicilia con buenos auspi-,
oos , aunque no* sin grande resistencia en mocbpis..
fuertes dé la isla. Entretanto la Inglaterra recer^
losa de aquella invasión, envió una escuadra al.
lAsditerráneo de 20 navios de linea al mando del ^
almirante Bing , y poco después se firmó un trata-
do de aliansa entre aquella nación , el .Austria 7
la Francia, al que accedió mas taride Ja Holanda;
para oontrarestar los designios de A|beroQÍ, qqe^n.
bia querido encender una guerra general en Eu-.
ropa. La escuadra inglesa atacó ,á, la español^ e^.
d golfo de Araicb« y esta infer¡or,'i?9 1^ P^l|idad de{,
los boques, en buena oficialidad, y eq las mj^piípi-.
braa, sufirió onjcombate^in línea ni disposición,
(1) CoMnlnioa Um. Up fág, 180»
=7
CAPITULO III.
Goptíanacioa del r«¡nailo d« F«U|M Y hifUiíi miMrt*.
JLF esde la caída de Alberon! acaecida en Diciem-
bre de 17 19 hasta el ministerio del barón de Ri«
perdá, el interior de la monarquía ofrece larga
materia de censura, y mujr pocos actos dignos de
recomendación. El marques de Scotti que tanto
babia contribuido á la desgracia de AIberont« le
sucedió por algún tiempo en la privanza con d
monarca y su esposa ; pero no teniendo el talento
y carácter necesarios para apoderarse del timón
del gobierno, pronto quedó reducido á un estado
de completa nulidad.
53
Siguióle en el favor el jesuíta Daubcnton; con-
fesor del rey* que á pesar de sus muchos anos no
kabia perdido la actividad de un cprtesanj» intri-
gante, ni carecía de sagacidad y destreza para los
artificiosos manejos de la cortea Como en calidad
de confesor le necesitaba para recibir consuelos
espirituales el tétrico y meticuloso monarca, go-
bernaba el ánimo de este á su arbitrio, en termi-.
nos que todos consideraban á Daubenton como el
verdadero primer ministro (i).
¿Qué era entonces Felipe? Un rey miserable,
atormentado de escrúpulos , encerrado en su pala-
cio, pasando una vida triste, monótona, acompa-
ñado únicamente de Isabel, que sufria con resig--
nacion tan mísero estado por ganar la voluntad
del rey , j satisfacer la ambición de mandar ú sa
arbitria La escrupulosa devoción y timidez del
monarca , daban aliento á la monstruosa inquisi-
ción que seguia ejerciendo inhumanamente su ti-
ránica autoridad, y ostentándola en sus detesta-^
bles autos -de fe (2). t
Scotti y Daubenton erati rivales del marques
de Grimaldo^ que habiendo debido á Orry el mi-
#
*■■"'• ' '
(t) Mr. €oze1*Espagne soüt les rois de la matMm de
Boarbon, tomo IH, cap. 22.
iíl) Pelipt inditpoctto al principio con la in^díácltfii
54
nísterio de estado , nunca babia perdido sa puesto
ni el favor del rey. Su prudencia y buen porte le
sostuvieron en tan delicadas y críticas circunstan-
cias; pero enfermo ya, y por otra parte poco ins-
truido, ni tenia la firmeza necesaria, ni los conoci-
mientos indispensables para dirigir las riendas del
estado. £1 ministro de la guerra marc[ues de Cas-
telar y su hermano D. José Patino, eran los hom-
bres de talento mas notables en aquella época, y la
reina los favorecía secretamente; pero todavía no
estaba bastante cimentado su crédito para aspirar
á la cumbre del poder*
Acercábase entretanto el proyecto que Felipe
babia concebido hacia largo tiempo de abdicar la
corona , fastidiado de los negocios , é incapaz de
dirigirlos por la atormentadora hipocondría que le '
acongojaba y consumía sus fuerzas fisicasy mora-
por inflajo de li princesa délos Ursinos, de Orry y Ma*
canaz, se acercó después macho á los partidarios de aquel
tribanal , á consecuencia de su casamiento con Isabel Far-
nesio y sus intimas relaciones con el partido italiano de
sa corte. Por desgracia es demasiado cierto que hasta la
muerte de Felipe V todos los tribunales del santo oficio
celebraron cada año uno ó dos autos de fe públicos, y
aun hasta tres, como sucedió en Sevilla el afio de 1722 y
en Granada el de 23. Historia de Mr. Coxe; tom. III, pá-
gina 6 en la nota , citando en apoyo al Sr. Llórente.
55
les. £1 decreto de renuncia se comunico al Consejo
de Castilla en la forma ordinaria , y este lo roan-
¿(d publicar solemnemente (i). Aceptada la corona
por el príncipe D. Luis« fue este proclamado en
^ de Febrero de 1724* 7 su reinado pasó como
una sombra , habiendo fallecido aquel malogrado
jdven en el siguiente Agosto de viruelas mal cura-
das d malignas , según dice el marques de S. Fe-
lipe en sus comentarios; Pérdida sensible fue la de
(1) El decreto estaba concebido en los términos si-
gaientet: «Habiendo considerado de caatro altos fc esta par-
te con alguna particular reflexión y madnreí las miserias
de esta vida por las enfermedades , guerras y turbulencias
que Dios ba sido servido enviarme en los 23 aSos de mi
reinado; y considerando también que mi hijo primogéni-
to D. Luis, principe jurado de Espada , se halla en edad
suficiente» ya casado y con capacidad, juicio y prendas
bastantes para regir y gobernar con acierto y justicia esta
monarqnia; be deliberado apartarme absolutamente del
gobierno y manejo de ella » renunciándola con todos sus es-
tados, reinos y señoríos en el referido principe D. Luis»
mi hijo primogénito, y retirarme con la reina» á quien
be bailado nn pronto ánimo y voluntad A acompañarme
gustosa A este palacio y retiro de S. Ildefooso» para servir
á Dios y desembar^aado de estos cuidados pensar en la
muerte , y solicitar mi salud. Lo participa^al Consejo para
que en su vista avise adonde convenga y Uegue á noticia de
todoi. EnS. Ildefonso á 10 de Enero de 1724« BelandOf
fuMioría ei9il de España^ ionu Jllf pág. 320.
56
este nonarca en sos floridos anos^ porque teni^
grande aplicación al despacho, y deseo de apren-
der y acertar ; pero en tan corto tiempo no ocurrid
asunto alguno de gra^e importancia y de conocido
influjo en la civilización.
Muerto Luis dirigid el Consejo de Castilla una
consulta á Felipe manifestándole la conveniencia
de que volviese á tomar las riendas del gobierno;
á la que accedió S. M. mai^dando que se juntasen
luego las Cortes para jurar por principe de Astu*
rias j sucesor de los reinos al infante D. Fernan-
do. Fue esto ñna verdadera infracción de la mis-
roa ley hecha por Felipe acerca de lá sucesión . 9\
tronó, pues que este pertenecía ya al príncipe
Fernando en virtud de la anterior renuncia de stt
padre ; pero como por una parte lá voluntad 'del
monarca era absoluta , y el consejo apoyaba aque-
lla infracción, no hubo quien teclamase, ni se tra-
tó de conVocár lai Cortes para resolver tan grá«^
ve caso.
Preciso es sin embargo confesar en obsequio
de la verdad que en esta nueva época de su reí-
nado Felipe se dedico mas seriamente a promorér *
lá industria y mejorar los diferente]; ramos de lá '
administración. Cansado de las dilaciones con que
se alargaban las negociaciones de paz en el con-
greso de Cambray, envió á Viena al holandés ba-
rón deBiperdá, ^uehábiá sidoan'tériorroénte íiiaf
,■ 57 • ■
Útil en el ramo de Hacienda , y qoe convertido al
cafolicisuio se babia establecido en Madrid. Por
conduelo de este emisario se restableció la paz j
m
buena arroonia entre las cortes de «Austria y Ma*.
drid. £1 emperador reconoció á Felipe por rey de
España « y ai infante D. Carlos (habido en su se-
gunda muger) como heredero eventual de Panna
y Toscana sin^ condición alguna feadal; y el mo-
narca español prometió favorecer la compañía del
comercio de Oslende, y la sucesión de María Te-
resa)» hija de Carlos VI en los estados hereditarios
de su padre, que era i la sazón el objeto princi*
pal de la política de Austria.
«Este diplomático aventurero , dice Mr. Co*
xe (i), babia hecho una tentativa tan atrevida co-
mo diestra para apoderarse á su vuelta del minis*
terío, presentando nn estenso y magnífico plan de
las reformas que debían hacerse en la monarquía
española. En este escrito designaba los medios
mas Conducentes para mejorar el comercio, formar
una poderosa marina, y aumentar las rentas del
Estado (2).
(1) L*EspagQe sous les rois ¿^ la msison des BoorlioiiSy
tom. III, pág. 129 y 8Ígu¡ente5.
(2) Mr. Coxe trata con alguna estenaion esta materia
tn el tom. 111, pág. 131 y aignientta* Yo me he ceuido á
ciertas nociones generales.
58
Las bases de esta nueva administración, cuyo
proyecto fue de grande utilidad á los ministerios
posteriores, darán una idea aunque breve de las
miráis de aquel hombre cstraordinario. A tres pan*
tos principales se reducia su nuevo sistema de co-
mercio ; el asiento de negros , el contrabando , él
tráfico directo con la America j otras providen-
cias encaminadas at fomento del comercio nacional*
En cuanto al asiento ó provisión de negros para
las colonias españolas cuyo perjudicial privilegio
tenian los ingleses , proponía que sino era posible
arrancársele sin empeñarse en una guerra, se de-
bia fatigarlos y aburrirlos para que ellos mismos
le abandonasen voluntariamente, como vejatorio y
de ninguna utilidad. Los medios indicados para
lograr este fin eran bien onerosos por cierto para
la Inglaterra, y no menos dificiles en la ejecución,
pero seguros llevándolos á cabo.
Por lo que hace á la extirpación del contra-
bando proponía armar escuadrillas. estacionadas de
modo que pudiesen recorrer toda la America meri-
dional , y enviar una fuerza de tierra compuesta
de 5@ infantes é igual número de caballos para
arrojar á los ingleses de las posesiones que habian
invadido. Los arbitrios para costear estos arma-
mentos estaban bien calculados , y no eran cierta-
mente gravosos. Al mismo tiempo demostraba la
utilidad de hacer el comercio directo con la Amé-
59
rica ; y para suplir la falta de manufacturas en
España proponía que se estimulase con premios y
otros beneficios á los fabricantes estrangeros para
que Tiniesen á establecerse en nuestro sucio. Tam-
bién proponia la erección de un Banco en Madrid
que diese cinco por ciento de los capitales impues-
tos en él , apuntando los fondos con que pudiera
empecarse á formar este útilísimo establecimienta
Manifestando la importancia de las Islas Fili-
pinas bajo el aspecto mercantil, proponia la for-
mación de una compañía para hacer aquel tráfi-
fico , cuyos buques dando la vela de Cadis para los
mares del Sur, dejasen parte de sus cargamentos
en Chile, y tomando por ellos plata &e encaminasen
á las Filipinas.
Para la protección y seguridad del comercio
marítimo de España indicaba la necesidad de for-'
mar en el Ferrol un puerto y un astillero que
ofreciesen un abrigo á las escuadras destinadas á
cruzar durante el verano para proteger las flotas
de America, y observar el derrotero de los buques
ingleses. Hacia ver también la conveniencia de es-
tablecer una factoría en el Ferrol para comerciar
con los paises del Norte, sin olvidar las pesque-
rías, en cuyo tráfico podrian emplearse 2o9 fami-
lias de marineros , privando á los ingleses de mas
de veinte millones di* escudos que sacaban todos
los anos de España. Últimamente proponia Ri-
6o
perdáqucse prohibiese la introducción de mana-
facturas estrangeras de lana , seda y otras , cuan-
dio las fábricas nacionales de estos artículos empe-
zasen á toipar algún incremento.
Con Is| combinación de estas j otras medidas
esperaba proporcionar un aumento tan prodigioso
en los productos industriales, én la población j r¡*
queza nacional , que según sus cálculos podría
mantenerse un ejército de 1 3 o3 hombres y una
escuadra de ico navios y fragatas^ quedando to^
davia en las arcas reales un sobrante de dos mi-
llones úe escudos.
Cuando volvió á Madrfd después de concluida
la negociación de Yiena tan a gusto del rey, le
entregó este las riendas del gobierno en la firme
persuasión de que realizaria sus grandes proyectos.
£1 por su parte mostraba la seguridad presuntuo-
sa de un hombre que confia ciegamente en sus me*
dios, y la nación alucinada le miraba y aplaudía
como i su restaurador.
Desgraciadamente la ejecucfoa no correspon**
dio á tan lisongeras esperanzas. Desvanecido el
proyectista con sus planes quiméricos y con el au*
ra popular, no contó con los obstáculos que habían
de oponerle el carácter del rey , los anHguos hábi-*
tos, las circunstancias locales, y su situación per*
spnal. Felipe naturalmente suspicaz y desconfiado,
que jamas puso su entera confianza en ministro
6i
alguno, sometió los brillantes proyectos de Ripér-
dá al examen de algunos confidentes, i quienes so-
lia pedir sus dictámenes secretos. Esta comunica-
ción fue un golpe funesto para el desyenturado
ministro. Aquellos mal intencionados consejeros
no contentos con descubrir y aun exagerar los de-
fectos de sus planes , tocaron sagazmetite el resor-
te de la prerogativa real que tanto apreciaba el
monarca , disuadiéndole de conceder al nuevo mi-
nistro el extenso poder qué necesitaba para poner
aquellos planes en ejecución.
£n suma Riperdá se hizo sospechoso al rey,
y se yid ademds contrariado por el carácter domi-
nante y altanero de la reina , que estaba contra
él prevenida. Los grandes le detestaban; muchos
de los empleados hechuras suyas le ponían obstá-
culos ó le comprometían, y él solo no tenia meáias
para resistir a tantas contradicciones y dificul-
Udes. '
Agregóse por fin á esta poderosa oposición la
imprudencia misma de Riperdá, que abusando de
tu ministerio comunicó al embajador infles una
parte de los artículos secretos del tratado de Vie-
na; revelación que le precipitó de la silla ministe-
rial , y le acarreó después tantas desgracias.
D. José Patino y su hermano el "marquen de
Caltelar que desempeñaba él ministerio de la guer-
ra, aceleraron la caida de Riperdá, quien celoso de
62
la reputación y gran capacidad de aquellos dos
rivales babia querido alejarlos de la corte, hacien-
do al primero ministro residente de España en
Bruselas, y al segundo embajador de Venecia. Pe-
ro antes de salir para sus nuevos destinos, Riper-
dá cayó estrepitosamente : el marques de Castelar
volvió al ministerio de guerra , y su hermano Don
José Patino obtuvo las secretarias de Marina y de
Indias por los buenos oficios de su amigo el con-
fesor de la reina, Agregósele poco después el mi*
ni^sterio de Hacienda con la presidencia de su con-
sejo , por la separación de D. Francisco de Arria-
za que le desempeñó dos meses y medio, acompa*
nándole en 1^ caida Grimaldo, secretario del des-
pacho de Estado.
Al tomar D. José Patino las riendas del go-
bierno se hallaba la nación en el estado siguiente.
Las relaciones exteriores estaban sumamente com-
plicadas. Las estipulaciones del tratado de Viena,
no se habían ejecutado en algunos puntos dificiles,
ni reinaba la buena fe en la correspondencia de
aquella corte , por mas íntima que entonces pare-
ciese la unión. G>n la corte de Francia no se ha-
bian arreglado las desavenencias de familia; el
cardenal Fleury que habia suplantado en el minis-
terio al duque de Borbon, no era menos desafecto
que este a los intereses de España. Con Inglater-
ra- amenazaba un rompimiento , que se verifico
63
ál Mo siguiente. El rey de Cerdena y las demai
potencias de Italia solo deseaban la tranquilidad
en sus estados; pero los incontrovertibles derechos
de la reina Doña Isabel Farnesio á.toda la heren-
cia y sucesión vde su casa en Italia , podian turbar
la paz ; debiendo creerse que el infante D. Carlos
en quien habían recaido estos derechos , como hijo
mayor de la reina « pasase á tomar posesión de
aquellos estados al frente de un ejército veterano.
En finia república de Holanda mediaba para ajus-
far las diferencias políticas que ponian en peligro
la paz de Europa y los intereses de su comercio.
El estado interior de España presentaba un
cuadro poco lisongero , hallándose empeñadas las
rentas de la corona, entregadas todavía á codiciosos
asentistas y arrendadores cargados con la riqueza de
los pueblos, mas empeñadas aun las provincias me-
diterráneas por tan duras exacciones; poco poblada
la Península; atrasada la agricultura, y apenas co^
nocido en sus puertos el comercio activo y pasivo.
£1 que se hacia en Indias por medio de flotas, de-
masiadamente atrasado , esperaba para recobrarse
el estímulo de oportunas y acertadas providencias.
La marina que habia empezado á forinarse'con
accidentales y transitorios esfuerzos, necesitaba
consolidarse por medio de un sistema fijo. Blo^
queados los galeones en Portobelo por una cscua-*
dra inglesa, se retardaba el preciso auxilio de los
64
caudales de Indias. Las pagas del ejército, de los
tribunales y ministros apenas podían satisfacer-
se (i).
He aqui las grandes atenciones, los muchos
y complicados negocios para cuya feliz terminación
se necesitaban grandes conocimientos y recursos.
D. José Patino reunia la actividad á la inteligen-
cia, y conibinando las facultades y medios que ie
proporcionaban los tr^s ramos de Marina, Indias
y Hacienda que estaban á su cargo, supo aprove^
char bien las fuerzas de la primera, para poner á
salvo los tesoros de la hacienda pública y los in-
tereses particulares. Por sus acertadas disposicio-
nes y la atinada ejecución de los gefes de marina
llegaron felizmente á la Península los caudales de
América, burlando la vigilancia de las escuadras
inglesas que andaban á caza de tan rica presa.
G)mo la guerra con la Gran Bretaña causalia
tan graves males a nuestro comercio , Patino hizo
todos los esfuerzos posibles para acabar con ella;
y al fin logró su ardiente deseo, mediante el tra-
tado de paz celebrado en Sevilla el ano de 1729*
En su artículo ^ se estipuló que las tropas espa*
(1) Memoria histórica de D. José PatiHo, por D. Joaé
Antouio de Armona.
65
JQoIas entrasen desde luego á guarnecer las plazas
de Liorna, Puerto-Fcrrayo, Parma y Plasencia
para conservar la inmediata sucesión de estos es-
tados al infante D. Garlos, y por el artículo 1 2 se
estableció una garantía para la pacificación dé los
ducados de Toscana , Parma y Plasencia al mis-
mo infante después de haber entrado en la soce-^
-óon; £n' virtud de este tratado á que se allanó
posteriormente el Austria , el infante pasó a Italia
y fijó su residencia en Parma.
Arreglados estos negocios, D. 3osé Patino, f]ue
á' los ministerios de Marina y Hacienda reunia ya
d de Guerra por la separación de su hermano el
marques de Castelár, proyecto una espedicion con-
tra Oran dtf que se habían apoderado los moros
en 1708. £1 ejército espedicionario compuesto de
253 hombres á las órdenes de Montemar que tan-
to se había distinguido en Italia; conquistó rápi-
damente las plazas de Oran y Mazarquivir, y de-
jando las competentes guarniciones, volvió triun-
fante á España.
La sucesión del reino de Polonia ocasionó en
1733 un rompimiento entre las potencias de Eu-
ropa, y declarándose entonces enemigos el rey de
España y el emperador de Austria, proyectó el
.primero la conquista de Ñapóles y Sicilia para el
infante D. Garlos. El ejercito español mandado por
el mismo Moniemar , se apoderó de las princí pa-
Tomo IF. 5
66
les plazas « derrotó á los imperiales en Bitonto , y
aseguró á D. Carlos los reinos de Ñapóles y Si-
cilia.*
He aqui nuevos y gloriosos hechos que recuer-
dan las antiguas hazañas españolas , pero que con-
sumen la sangre y los tesoros de la nación para
satisfacer la ambición de Isabel Farnesio , y here-
dar á sus hijos en Italia ; política mezquina y sa-
mamente gravosa cuando á toda costa debiera ha-
berse asegurado la paz para no pensar mas que
en el fomento de las artes industriales.
Sin embargo en medio de estos proyectos de
dominación esterior • se restablece la marina, se
adelanta con actividad la construcción de buques,
se prescriben reglas y se establece una severa eco-
nomía. Instituyese un colegio para instrucción de
una compania de guardias marinas con maestro^y
escogidos para ensenar las ciencias exactas, la as-
tronomía, la náutica, la gcografia y otras faculta-
des. De este cuerpo apenas formado salen el aSó
de 1734 dos hijos suyos D. Jorge Juan y D. An-
tonio Ulloa que ilustran á la Europa con sus
obras, recibiendo en cambio los mas distinguidos
testimonios de aprecio y consideración ( i ).
(1) A fines de 1734 en que falleció D. José Patiné
6?
Aamentanse los tesoros de Indias con el activo
fomento de sas minas, y puestos en náOTimiento con
la protección vigorosa de fuertes escuadras « se
ven U^r con frecuencia á enriquecer la España.
El comercio adquiere nuevo vigor animado con
ÍBS flotas y galeones. Los derechos marítimos de
la nación se sostienen con firmeza en ci Seno me-
jicano contra las incursiones del contrabando ex-
trangero. Se propaga la religión con nuevas misio-
nes, y se observa la mas recta administración de
justicia en las partes mas distantes del trono. Ni
ie olvidan las islas del Asia : ábrese para ellas el
camino de un comercio directo no conocida basta
entonces; y si este tráfico no prospera desde luego
por los estorbos que suscitan la política y lá emu-
lación del comercio extrangero^ queda seSalado el
norte para su buena dirección y prosperidad en
tiempos mas felices y oportunos.
Arreglada la hacienda se libertó á los pueblos
de aquellos tributos estraordinariós y precisos que
se habian exigido para atender á las gravísimas
urgencias del estado. Sacáronse d se redimieron en
parte las rentas de la corona del concurso de asen-
constiba la eacuadra española , según documentos oficiales,
de 59 baques, á saber; 34 navios de línea, 9 fragatas y 16
embarcaciones menores.
68
listas y arrendadores poderosos que las dísfrutabaa
por anticipaciones hechas á buena cuenta , abrién-
dose asi el camino á la administración real que se
estableció' generalmente poco después, con grandes
beneficios del erario y de los pueblos (i).
¡Y este ministro que tantos bienes hizo á lá
nación fue vilmente calumniado 7 escarnecido !•—
Un carmelita descalzo , portugués ^e nación , con-
ventual de S. Hermenegildo de Madrid en la ca*
He de Alcalá, llamado Fr. Manuel de Silva, empe-
zó á publicar periódicamente en Diciembre de 35
un papel manuscrito en prosa y verso intitulado
El Duende contra el ministro Patino y su gobier-
no. La sátira era amarga y cáustica, de escaso mé-
rito literario, pero de gran efecto popular, por la
propiedad con que estaban pintadas las personas»
y por el conocimiento de los negocios interiores del
estado. En uno de aquellos satíricos papeles titula-
do Las confesiones de semana santa, supone el frai-
le que todos los oficiales de la Secretaría de Esta-
do se preparan al cumplimiento de iglesia, y hacen
su confesión con el padre Patino (2). En esta con-
i
(i) Memoria histórica de D. José Patino, por el ^íUh
¿o D. José Autonio de Armona.
(2) Patino habia sido eu el verdor de sus aiíos jesoita
cu Italia.
69
fesion los covachuelos, criaturas suyas, declaran,
sus flaquezas, galanteos, manejos y fraudes, mez-
clándose algunas verdades con muchas mentiras.
El público siempre inclinado á la maledicen-
cia y á ver humillados á los poderosos , leia con
ansia el papel, y celebraba con aplauso sus chocar-
rerías , lo cual incomodaba sumamente á Patino,
que en un ano no pudo descubrir al autor por mas
esquisitas diligencias que se hicieron ; al fin se dio
con él , se le puso preso en el mismo convento , de
donde pudo fugarse á Portugal.
Heredaron los conocimientos y el celo en la
prosecución de las mejoras dos agraciados y discí-
pulos de Patino que fueron sucesivamente minis-
tros, á saber D. José del Campillo y D. Ccnon de
Somodevilla , conocido después bajo el célebre nom-
bre de marques de la Ensenada. £1 primero esta-
ba al frente del gobierno cuando por la muerte del
emperador Carlos VI acaecida enOctubfe de 1 7^0
se suscitaron las pretensiones de varios príncipes á
h sucesión de sus estados. «Felipe Y que alegaba
también derechos al todo de la herencia , hubo de
limitar sus demandas á las provincias que el em*
perador poseia en Lombardía para establecer en
ellas al infante D. Felipe. Con este objeto partid
S. A. en Febrero de 1741 p^^ra Italia, llevando
consigo al duque de Montemar con 1 53 hombres
7 al marques de la Ensenada por su secretario de
70
Estado 7 guerra ^ siéndolo ya de su dignidad- de
almirante.
«Asistid el marques en esta campana ¡al lado
del infante, y promovido á consejero de güerrja,
mereció de todos los mayores honores y dislincio*
nes, hasta que por fallecimienlo de D. José del
Campillo le nombró el rey en i4- de Mayo de
1743 su secretario de Estado y del Despacho de
Guerra y Marina, Indias y Hacienda; le honro
con el gobierno de su consejo, la /Superintendencia
general de rentas, y el manejo y distribución del
real erario, confiriéndole también el cargo de lugar-
teniente general del almirantazgo: empleos todo^
que habia reunido su antecesor D. José del Cani-
pillo.
jnCuando Ensenada vino al ministerio, I9
guerra que habia empezado por mar en 1739 , se
hallaba estendida en toda Europa con obstinación y
alternada Ibrtuna (entre las naciones aligerantes.
Los desgraciados acontecimientos de Puerto-Cabello
y de ptras invasiones que hicieron los ingleses ea
nuestras posesiones de ultramar, se recompensa-
ron gloriosamente con la heroica (defensa de Carta-
gena (de Indias , y con jel memorable «combate de
Tolón que cubrió de laureles á su general D. Juan
José ^Navarro, y á los valerosos marinos que
mandaba. Montemar y Gages que dirigian en Ita-
lia las pperacionea militares bajo las órdenes del '
7\
infante D. Felipe , sostenían con sus proezas el
crédito de la nación en los anos dei744-y45;7
SI nos fue adverso el de ijí^t en que falleció
Felipe V, no tardó afortunadamente en calmarse la
irritación de los ánimos, j al fin la política pro*-
curó reunir j combinar los intereses de las nacio-
nes europeas en el congreso de Aqnisgran el ano de
J748(i)..
(1) Noticia biográfica del marques de la 'Entenada , por
•1 Sr» D. Minia Feraaiidei de riavarrete. : c^b^: .
s-^
^T^
CAPITULO IV,
Reinado de Feraando V|.
JCil largo reinado de Felipe Y tan abundante en
acontecimientos históricos , y el modo con que ae
estableció la nueva dinastía en España , estendienh*
do después su dominación a la Italia á pesar dt
tantas dificultades j contradicciones ; me han oblí*
gado á hablar de la guerra de sucesión , y á metr*
ciarme en las relaciones exteriores mas de lo qae
hubiera querido. Pero fijados ya los Borbones en
una y otra Península , me dedicaré en este capitu-
lo y los siguientes á manifestar los progresos qaé
hizo la civilización en los dos gloriosos reinados
de Fernando VI y de Carlos III, omitiendo 6 indiv
73
ca&do ligeramente los sucesos públicos « mas pro-
pios de otra clase de historia que de la presente.
Sosegada la Europa por el tratado de Aquis-
gran , según dije en el capitulo anterior , se dedi-
có Fernando VI á conservar la paz durante su
reinado en España, plenamente convencido dé que
el espíritu caballeresco y el afán de las conquistas
habían causado gravísimos perjuicios á la nación
entprpeciendo los progresos de la agricqltqra y del
comercio. Amaestrado el monarca con una costosa
experiencia , conocía bien cuanto se había debili-r
tado la España ^n las mntiniias guerras sostenidas
para satisfacer la ambición de Isabel Farnesio, y
el establecimiento de sus hijos en Italia,
A los designios del pionarca cprrespondian
exactamente las miras del marques de la.Enjsena-
da, que al abrigo de la paz quería elevar á esta na-
ción al grado de poder y prosperidad de que era^
susceptible por sus grandes recursos, y por la bue*-
na disposición de sus moradores. «Aunque la nata-
raleza no había depositado en él , como dice el con-
de de Cabarrús (i), la llama celestial de un talen-
to superior, ni se hallaba adornado de profundos
(1) Elogio del conde de Causa, impreso por Ib^r-
ra, pág. 16.
74
conocimientos , la Providencia le habia dotado de
un alma generosa y la observación le inspiró aquél
instinto, aquel tacto precioso que hace conocer,
apreciar y aplicar oportunamente los hombres, y
enriquece é ilustra á un ministro con las luces y
el acierto de cuantos emplea.**
£1 primer cuidado de Ensenada fue el arreglo
de la hacienda, llevando enteramente á cabo él
sistema de real administración en las rentas pro-
vinciales , desterrando el funesto recurso de los ar*
ríendos y anticipaciones hechas por avaros, asen-
tistas, que tanto habían vejado á los pueblos, y á
cuyos arbitrios habia sido forzoso apelar antes por
los grandes apuros del erario. Ensenada mas felis
que sus antecesores , generalizo el sistema de ad^
ministracion que á fines del reinado de Felipe Y '
se hallaba ya establecido en algunas provinciasi
simplificando la recaudación , y concibió el pensft-^
miento de reemplazar las rentas provinciales coo
un solo impuesto ( i ).
(1) Deseoso el marques de la Ensenada, dice el seSor
Canga Arguelles en su útilísimo Diccionario de Haeien^
da (1), de cortar los dados que las rentas provinciales can*
salían á Castilla, obtuvo del benéfico Fernando VI el da-
(1) TomoIart¡caloCii/a#fr^.
75^ .
Con las providencias indicadas j otras que
pueden verse en el artículo adicional del Sr. Mu*
riel al reinado de Femando VI (\), Hegd la eco-
nomía de la administración á punto de regulari-
zarse los ingresos y gastos; de suerte que vino á
quedar un sobrante después de satisfechas las car-
gas públicas. No faltaban sin embargo extrangeros
que vituperasen á aquel monarca por su severa
economía. G)mo el sistema favorito de su reinado
era la neutralidad con el fin de conservar la paz,
descontentaba á las potencias rivales que alterna-
tivamente buscaron su alianza , y de aqui aquellas
injustas calificaciones. Pero lo cierto es que aten-
diendo al estado en que hallo Fernando la ha-
cienda publica , y á la necesidad que tenia de pro-
porcionarse recursos para llevar adelante su siste-
ma de neutralidad , no podia ser mas recomenda*-
^
creto de la abolición, estableciendo en tu lugar la única
contribución^ impuesta sobre la riqueza. Para llevarla á
efecto se formó un catastro comprensivo del número de
habitantes, y de la calidad j valor de los productos de la
agricaltora é industria^ El resultado de tan importante
operación ^ que costó al erario 40 millones de rs. se en*
cuentra consignado en 150 volúmenes que se guardaban
el aSo de 1808 en la biblioteca del departamento del for
mentó general.
(1) Historia de Mr. Coxe» tom. IV, pág. 324. .
76
ble la conducta de ahorros y parsimonia que en-
tonces se observaba. Asi pudo atender á todas las
obligaciones, y emprender costosas obras públicas
para beneficio del reino.
Entre estas merecen particular mención la del
canal de Castilla bajo la dirección del brigadier
D. Carlos Lemaur; el magnífico y costoso camino
del puerto de Guadarrama para abrir una ancha
comunicación entre las dos Castillas; el del puerto
del rey, y otros que no llegaron á concluirse.
Conociendo Ensenada la grande importancia
de la marina en una nación peninsular como- la
nuestra , y con tan ricas colonias , trató de fomen-
tarla por todos medios, á lo cual habia contribaí-
do antes de ser ministro. «Desde la paz de 1 7 48
dice el Sr. Navarrete (i), había procurado promo-
ver con buen é^Ito el comercio activo de mar« los
gremios de pesca y la construcción de buques mer*
cantes, estableciendo la matrícula bajo un sistismil
útil y conveniente , pues todo lo habían destruido
y aniquilado las guerras anteriores. Por estos me-
dios y los que pensaba adoptar, a ejemplo de otras
naciones marítimas , para crear un cuerpo de ma-
rinería, calculaba tener la suficiente para todos los
(1) Noticia biográQca del marques de la EnaensdSy
página 6.
^ 'ni ^
boqaes qaé empéiáLa i construir « estando ya
con este objeto acopiada en los arsenales el affo de
1752 toda la madera 7 demás efectos necesarios.
Para esto tuvo que levantar de planta los magní-
ficos arsenales que todavía son la admiración del
€pñ los examina. G)nt¡nud j mejoró el de Car-
raca; se hicieron de nuevo por su disposición el di-
latado y suntuoso del Ferrol , y el mas reducido
y bien proporcionado de Cartagena. Se mandaron
construir 12 navios á lá vez, y se contrataron
otros. Por medio de D. Jorge Juan se trajeron de
Inglaterra los mas hábiles constructores y maes-
tros para las fa'bricas de jarcia, lona y otras, se
hicieron en los astilleros inmensos acopios de toda
clase de géneros y pertrechos, y se publicaron or^
denanzas y reglamentos muy oportunos para la
buena administración de los crecidos gastos que
ocasionan obras de tanta magnificencia é impor-
tancia.»
La industria y el comercio recibieron conside-
rables mejoras en virtud de las providencias que
se expidieron para su fomento. Entre ellas son las
mas notables la exención total de derechos á los
aguardientes transportados de un punto de la Pe-
nínsula a otro , y á los cereales conducidos por mar
de un puerto á otro del reino ; la rebaja de dere-
chos en los tejidos de seda al tiempo de su expor-
tación ; varias franquicias concedidas para favore-
78
cer la pesqaería en los puertos de la Peniasula ; h
libre exportación de todo derecho público d moni*
cipal de los granos, vinos j aguardientes en bo-
ques españoles , debiendo pagar estos mismos artí-
culos embarcados en buques extrangeros los dere-
chos reales V mas no los municipales; y por último
la abolición de los decretos absurdos que prohibían
la exportación de la plata bajo las penas má« se-
veras. Pero el ramo de industria que mas constaih
temente llamo la atención del gobierno , fue el de
las pesquerías. Habian sufrido estas una gran de-
cadencia desde que por la cesión de Terranova he-
cha por la Francia á la Inglaterra en virtud de
lo estipulado en el tratado de Utrecht , se tíegd ci-
ta última potencia á conceder á los españoles el
derecho de pescar alli, á pesar de las ene'rgicas re-
clamaciones que se hicieron. Cerrada pues la puer-
ta á este ramo de industria , no hubo mas recurso
que fomentarle en nuestras propias costas , de la
cual resultaron muchos bienes.
Hecha la debida justicia á tan saludables pro-
videncias, preciso es decir francamente que aun no
habia en la nación el caudal de conocimientos eeo»
nómicos necesario para dar toda la conveniente di-
rección á los ramos industriales , y formar atina"
dos aranceles con que pudiese prosperar el comer-
cio. Asi es que á veces proccdia el gobierno en esta
materia con miras mezquinas y un vicioso sistenta
79
de timidez por falta de tioo. Por ejemplo , habién-
dose permitido en 1755 auna compañía de co-
mercio formada en Barcelona hacer expediciones
para Sto. Domingo, Puerto-Rico y Margarita, fue-
ron tantaa las restricciones puestas á aquel privi-
legio « que la compañía no quiso hacer uso del
mismo.
Q>n el fin de dar mas impulso á la civilizar
don, Ensenada envió varios españoles á los pai*
»ts extrangeros para perfeccionarse en las artes j
las ciencias, y trajo ademas sugetos muy instrui-
dos de otros países proporcionándoles aqui coloca-
ciones y otros medios decorosos de subsistencia.
Escitados por tan honroso estímulo se trasladaron
á España con objeto de ocuparse en la construc-
ción naval los hábiles extrangeros Briant, Tour*
nell y Sothweil; D. Miguel Casiri, versado en las
lenguas orientales se ocupó en traducir los manus-
critos árabes, y sus tareas produjeron la Bibliote-
ca arábico-hispana, bien conocida en toda Euro-
pa. El coronel D. Luis Godin, uno de los acadé-
micos franceses que habian estado en la espedicioa
científica del Perú , vino á dirigir la academia de
guardias marinas de Cádiz; D. Guillermo Bowles
después de haber viajado por la Península , escri-
bió su Introducción á la historia natural y la geo-
grafia de España , y D. José Quer ilustró la Ikh
tánica con su Flora española y otras obras.
8o
iPor no anticipar ahora las noticias lif erariai .
qac reservo para el lugar oportuno en que trata de
-los progresos intelectuales de los españoles en él
^iglo XVIII, omito aquí otros beneficios que de^-
bieron las letras y las bellas artes á este celoso
ministro, cuyos proyectos de reforma se estendian
á todos los ramos. £1 de la legislación patria no
podia, menos de llamar su atención, al ver tan
atrasado este estudio y tan imperfectos nuestros
códigos.
Asi es que en ana representación dirigida al
rey én el ano de 1 7 5 1 , proponia que á las cate*
dras de Co'digo y Digesto romano, en las cuales
solo se esplicaba aquella antigua jurisprudencia,
se sustituyesen las del Derecho patrio coa unas
Instituciones prácticas, reduciéndose á ua tomo
los tres de la Recopilación, respecto á que de las
leyes en ella contenidas, decia el ministro, muchai
están revocadas, otras no se hallan en uso, ni son
del caso en estos tiempos, otras son complicadas,
y no pocas dudosas que es preciso aclarar.
'*Para esta obra, anadia, podria formarle
una junta de ministros doctos y prudentes, que
con prolijo examen fuesen reglando y coordinando
los puntos de esta nueva Recopilación que podría
llamarse el código Fernandíno^ siendo V. M. el
que logre lo que no pudo conseguir su augustísi-
mo padre por mas que lo deseó
« En España no se sabe el derethp publico^
que es el fundameaiQ de todas las leyes; y para
su enseSansa se podría formar otra Instituía*..;
para el Derecbo canónico se había de establecer
nuevo método sobre los fundamentos de la discir
pHna eclesiástica antigua « y concilios generales y
liacionales ; pues la ignorancia que hay en esto ha
hecfap y hace grande perjuicio al estado y á la real
hacienda.»
• Grandes pensamientos eran estos, pero aun
no había llegado el tiempo de ponerlos en ejccMT
cion , asi por la dificultad de la empresa , con^p
por los insuperables obstáculos que oponian los
antiguos hábitos y los intereses individuales. Mas
übIíi'&q Ensenada en el arreglo que hizo con 1^
corta de Roma sobre los derechos del. Patrpnatp
jreal, por medio del concordato celebrado en 1 754.*
Después de ana negociación secreta que duró do^
«nos y medio, se concluyeron las antiguas altee-
caciones, recobrando la corona el derecho de pre-
.sientar para las dignidades, prebendas y beneficios;
^quedando ademas arreglados varios puntos para
hi.fliejor elección de loa ministros de la iglesia, re-
ferma del estado eclesiástico, y alivio de la mq-
aafi|üia.
Fue c^e tratado útilísimo para la España,
pues por él se ilibertd del pago de enormes sumas
que hasta entonces habian pasado á los estados
Tomo IV. 6
84
nádoQ poseedora de tan inmensas posesiones en
America necesitaba mantener constantemente una
marina numerosa, para defenderlas contra las po«
tencias interesadas en arrebatárselas. El nuevo mi-
nisterio volñd toda su atención al ejército de tier-
ra para hacerse respetar de la Francia; y esto no
dejó de ser favorable para la independencia nació»
nal por la parte de los Pirineos.
Ocupaba el ministerio de Hacienda Valpa-
raiso, que habia contribuido también á la caida
de Ensenada; y aunque ni por sus conocimientos
ni por la firmeza de su carácter era el mas propio
para desempeñar cumplidamente el puesto qae ha-
bia dejado el marques, no carecia sin embargo de
actividad é inteligencia. Por otra parte los oficiar-
les de la secretaria puestos por Ensenada , seguian
desempeñando sus destinos, y llevaban adelanta
las tareas bajo el plan de reforma anterior. El mi-
nistro de Estado don Ricardo Wall, prescindieo-
do de sii parcial adhesión á los ingleses, era tam-
bién de grande utilidad para dar impulso á la ci-
vilización por sus vastos conocimientos.
Asi , pues , hasta la muerte de Ferpando VI
acaecida en ijSg, siguió su curso la ilustración
nacional conforme al movimiento progresi^ro que
iba adquiriendo en las naciones mas cultas de
Europa. Cültiyábanse con ardor las letras; ia tole-
rancia religiosa iba sucediendo por grados al anti*
85
gao fanatismo; j el gobierno espaffol observante
el sistema de neutralidad adoptado por el rey
desde el principio de sa dominación, se dedicaba
' á promover los adelantamientos sociales. Emplea-
dos convenientemente los r^ursos se formo un res-
petable ejército: la marina llego á contar en el aSo
de 1 7 56 44 navios de línea, 19 fragatas y otros
buques de guerra hasta el número de 63 en todo, y
se pudo atender al pago de las deudas de la coro-
na, que el rey ironsideró siempre como una sagra-
da obligación.
/.
I
f ^
JLO V.
• Ji<
'■-■'. : •(
Reiuado <!«; Curio* llf. Providencial pnramiiiaHai n refrenar loe «biiaot
de la autoridad ecIeMáftica , fspulaioii de loa jeauiUs. JunU de <Mt»d9
¿ instrucción <|ue «e le dio |»ara au gobierno.
Ua monarca dotado de cara'clcr firme, irre-
prensible en su conducta, religioso sin supersti-
ción y amante del bien público; unos ministros
¡lustrados y celosos que promueven las mejoras en
todos los ramos de la adminislracion pública; re-
cursos suficientes para cubrir las atenciones del
estado; orden y tranquilidad interior; respeto á
las leyes y lectitud en la a<!minislrac¡on de jusli-
87^
cm: lM.iquifn<rfiii.itHf|i, If;^ rlrmcnlojt .(lc,pr(>5;pc-*
ildiid qiiciiitrr€«t f^ iMiiaailo de, Carlos 111. . , ,. .
A el v-Mtlyírn «¡cniprP jei ojos paría;tt,poyar;fi^ait
clof irijMa' los (lefcnsoreí dol alisolutUi^do, sin re(l^?^
xiuoar queá ua rqy ben^ifico y á unos alioa/Jos,
ministros, succdun por lo'comun otros detest^l)li;s
ó iñcpios que deslruyen cuanto tun auícresor.os hi-
rieron én £H?or.del.|)roQoinuaal. Unas buenas in^iir
itluciontSt fundadas no en, vanas teori^s^ sino, vni
l(»s hábitos* coiiunibrcs é intereses nacionales,, nyu
el único preservativo de los abusos del po(l(?r« U
l^arantiji inas se|(u^a de ,1a pública bicuandiinz^
Así ba prosperado la Inglaterra» asi ha, podido,
cnciinibrarse á tan alto grado de esplendor y po-^
deria
«Todo observador ¡mparcial , dice un ipdlcbfq
escritor ingles (i), todo hombre quQ se interese í^n
el bienestar dt sus semejantes, no podrá menos de
considerar como el mas bello fenómeno de la l^is-'
toria del género humano, la prosperidad de la
logLiterrai cuyo desa'^rullo constante y progresivo
iiuMca ba padecido interrupción. Otros diucas mas
favorecidos de la naiuraleaa ofrecerán á sus babi*
■<■*■
O) ' Mr. [{alian L' Furope au itioycn age. luni. Ilt his-
toirc lie la coiíAlílutioii U* Au|lclerre. , .
88
táhtes ibajores gócies bajó el aspecto de Inexistencia
puramente física; [^ro nb' hay país alguno donde
hs instituciones políticais hlijran derramado tantos
beneficios, donde sé hayan visto ea tal armonía h»
elementos taki comunmente discordes de la riqut^
za^ del orden y de lá HbertcuV
La Esparta tan favorecida por la naturaleza
en producciones físicas , tuvo tattkbien en lo antf-
gtio sus instituciones políticas, no trasplantadas dé
estrangeiñús climas, sino propias, nacionales, her*
ikianadaS con los sentimientos; hábitos y coslutn-<
btes de sus moradbre^. Annqite Garlos Y aherd^teii-
cialmente la constitución poh'ttca de Castilia, y B^«
lipell ab'úsd de sú autoridad, seguti hice ver en el
tomo anterior; no obstante uno y otro respetaron
él principio sancionado por las leyes y la costum-
bre de acudir i las cdrtcs en los asántós grawss, y
én especial cuando tcnian necesidad de imponer
nuevas cont^ribuciones ó pedir subsidios.
Lo iñismo hicieron Felipe III y FeKpe IV$
siendo muy notable y de^raciadamente poco hón*-
rosó, que dejai^len de convocarse las cortés c».«i
reinado mas débil y despreciable, cual fue «1 dé
Carlos 11. Felipe V acabó con los restos de liber^
tad en Aragón y Cataluña; de manera que escep-
to Navarra y las provincias Vascongadas, todo es-
taba sometido desde principios del siglo XVIII al
mando absoluto de los Borbones.
89
i: . Noera és esperar queCárlos Ilt-^iaik^aniáBié
de la péeWigátíva real como sos{Nredcdesorc»'/.«esT
Inngtése eipMitiiieaiDeB^ oaar autoridad tan ám^
pUa que le permitia mejorar, el eatado de i la voá-r
cmmtio^coavulsíoDes polftioas» 7:<^e kabia-^llegá?
db i auásioanos stniviokiicla QÍ.re¿iafña¿ioiibaúLa$
doctrinas democráticas y anti-rel¡g¡osas.qtia*l4»iCé
lÁkíañ oindtdíp^eiiíFrabeíé, es^MciakiieDle >ékl los
ttltiiBos anos de soraiHido, {e.bniefQii i»asíoa«tl#
j meloso y como igaálnieafte ¿Áts ídíoísIüosh^í^
stéoipre fialnaii' prócedidd^ieiií la» TieftitfmM coa
grande eircunspcccicMi'^i'j^deÉcíavirespetaiidQjla
creencia réiígiosaty ki autojrídad del iiobéarea. .1
> No adeliaiiarpD , < pieáv las inslkiicioj^ pait*
ticas: el solxraía^ -siguió: ejerciendo .efoióda s«i pie-
nitnd la prcrdgathrá rea) ,; yi lea prtncipaleá ite&r-
nadórea Roda , Flortdáblaiicl» Airaqda ijrGaaspOr
maaes, ocupados en «on|patir los abuioa de la aiJK-
toridad ' edesiásÍioa4^ lucha ménos: j^ligrosa >qtté !la
política, ó no creyeran oportanoeltieaupo de res^
Mecer las antiguas cortes, o no-sseí atreriáron á
proponérselo á un monarca tan cdoto de m9 pre-
rogatívaa. Por otra pakic , esta .misaaa autoridad
omnímoda , ieH facilitaba los medios 4q ejeditar
las reformas civileai» y promorer loa intereses ma*
feriales de la sociedad, i' que tanta importancia
se empesó a dar en a^uel siglo. .^
• Jio siendo posible abarcar en loi lestrechos
90
lignitos cío este lomó lo raucho que á favor del biea
público se hizo en el reinado de Carlas III, entre*
sacare de ln historia de aquel 4Íenipo las disposí-^
cienes mas notable»; empcsando por la^ providén-»
cías encaminadas á reprimir ios abusoa de Ia;au«
torídad eclesiástica, y Afianzar las prerogalivas de
la Corona.' •
<■:. -Tres eran en España los apoyos de las doclfit
ii&s'uUra«iontanas,'j del escesi^o poder de. Ia\ tú*
mana caria , á saber, los jesuÍMs, la inquiatcioQ j
d'trtbanarde la nunciatura. Gintra ellois ptifadi^
«>ijfe'roú SQS tiros los reformadores arriba citadoii
La espubion de los jcsuitasi (ue unpde tos-<actos
ina» ^rigorosos- det gobiorap^espaaoL Hasta en-
tonces nadie habiaosadoáquv'aUatir el. poder co*
losal' de esta instila'cion politico^religiosa , funda-
da por un español , la cual ejercía tan grande ior
fluencia eo ia sociedad , por el número de sua indi-
viduos y grandes talentos de muchos de ellos* por
la consideración política» que les daban sus esleniías
relaciones , por el ascendiente que tcnian end
gfabinete'de 'tos príncipes católicos, cuyas, con-
ciencias dirijian , y por el lugar que se habían
hecho en todas las ciaseis del estado.
Lanzáronse por aquel tiempo contra elloa gra-
vísimas acusaciones, en cuyo examen no entraré«
como agcno de nú propósito ; ni seria ocupación
<inuy noble la de combatir á un rendido, mucho
9^
incnos rpnsíderapfio que las tarcas l¡terai*ias.4A
tautos íodivirlijos españoles de aquella rorporacion
orupau un lugar, distinguido en la, historia de la
cívllizarioQ española. Justos sin embargo y. poden
rosoi. motivos debió tpoer Carlos lll para decreta^
su cspul&ion sin oirlos, siendo tan detenido y cir-
cunspecto cn*sus dcterniinariones y reformas. ¿Pe-
riH qiiiéo, podrá aprobar el modo con que se cje-^
cuto- su estrauamiento , dejándolos abandonado^
^D las cpstas.de Italia? (i) , ' ;
Tani|>ien espulsó de sus estados ^ U^ jesiuitas
^\ infante d y que de Parma; y e| pj|pi^¡iadigQddA
: ; . . r .
. •(!) Coniideran'lo á tangre fria y ¡aerando con i ¿i par*
cíalidad ealadetercniíiaripD, dice Mr. G)xe ^Q.m'Ustpria,
tomo 5.", pig. 15 ,. es preriao convenir .en que por mas
roiiYeuicnte y necesaria que pudiese parerer la cspulsion,
ae inftí*ló tan arbitraria crueldad en la cfeciirion de ella,
f|u« ai coraion oprioiido palpita con justa iiidignarl «n. I,iiys
individuas de una gran corporación religiosa se hallan sií^-
bitamente presos romo si fuesen culpables de los mayores
delitos, desterrados de su pslria sin forma c)e proceso,
espuestos á los mas horribles padecimientos, Obligados en
iiti á permanecer en lus estados del papa, sopeña dv per-
der la mesquina |>eusion que para su manutención se les
bahía seAalado. Véanse en el mismo capitulo y en «>1 .i(li<»
cionil del Sr. Muri«*l laa principaleí causas que iiitluye-
ron en la vApulsioii.
9^
pretestando que aquel ducado era un feudo de b
iglesia, espidió un breve contra el infante ame-
nazando á sus estados de interdicción y de esoo-
munion ásu persona, si no revocaba los dedreloi
espedidos contra los privilegios y derechoá de b
iglesia.
Los príncipes de la casa de Borbofi , din
Mr. G)ze (i) que buscaban ocasión de poner H*
mites á las pretensiones de la corte romana, lejoi
de sufrir el insulto que se hacia á un indiTidoo
de su {amilia , refrenaron el ejercicio dte la auto-
ridad pontificia con las determinaciones mas cWr-
gícas. La Francia se apoderó de Beneventa To-
das las potencias católicas se pusieron de' acuerdo
para combatir el breve del papa , como ilegal y
espedido ab irato. El rey de España en particu-
lar hizo una declaración demostrando qae aai
mas piadosos antecesores habian negado el pw
á semejantes breves de excomunión. Manddse ca
consecuencia á los^relados impedir la publicacioo
de él en sus diócesis respectivas. Al mismo tiefli-
po el consejo de Castilla reprodujo la pragmátici
sanción contra los espendedores de bulas ó brew
que atentasen contra la autoridad real ,
(1) L*Espagne sous les rois de la maúon da Boarfcooi
lomo 5.^ y pág. 23.
.93
naodo con la pena capital 7 confijcacion de bienei
a cuantos cooperasen á estender el breve contra el
duque de Parnia , y la bula in easna domini en
que estaba fundado (1).
Con esta motiro se escribid y publicd el Jui-
cio Irnparcial , obra que bia;o célebre el nombre
de Campomanes. Demostrábase en ella que la
excomunión lansada en el Monitorio de Parma
no tenia valor alguno , siendo absolutamente ne-
cesario para la seguridad é independencia de la
autoridad civil « que no se ejecutase breve alguno
en los estados católicos sin la aprobación de la au-
toridad pública. Escitd este escrito una grande ir-
ritación en los partidarios de Us máximas ultra-
montanas, que apelaron á las armas de la calum-
nia « suponiendo que se trataba de trastornar las
ipstituciones religiosas de acuerdo con el partido
de los encicQpledistas j otros filósofos franceses.
Para contener las usurpaciopes de la curÍ4 roma-
(i) Véiie Is biitorit de aquella celebre bula escrita
en 1698 por el conaejero del aupremo He Aragón O. Jiiaii
Luii Lopes I que te publicó eu 1768, con el HÍKurao de
D. Joié de Ledeaipa , fiscal del conM¡p 4c Castilla : eu uno
y otrp CfCfitQ de estos celosos magistrados ^ deficmle la
regalis cootra las usurpaciones de la autoridad ecte-
•iástica.
94
M y restringir la liraoia inquisitorial dé EipaSi
se había espedido en 1762 un real decreto pre-
viniendo , 1.^ que no se ejecutase ni cumpliese
Lula alguna ó resciipto del papa, cualquiera que
fuese su objeto, sin haber sido anteis presentada
á S. M. por el conducto correspondiente : 2.^ qoe
toda bula ó breve relativo á negocios entre partee
o personas particulares , hubiese de presentarse a!
concejo luego que se recibiese en España , sin po-
der ejecutarse hasta haber obtenido el pase: 3.'
que en lo sucesivo no pudiese el inquisidor gene-
ral publicar edictos sin autorización del rey : ¿.*
que antes de condenar la inquisición los librOf
óyese la defensa de los autores ó interesados citán-
dolos al efecto , conforme á la regla prescrita i la
inquisición de Roma por Benedicto XIV,
Este decreto tan racional fue recogido por in-
flujo del P. Eleta , confesor de Carlos III « tiut i
veces intimidaba la conciencia del rey; pero cono
este era poco aficionado á la inquisición y conocia
.Lien los abusos de la corte romana, no fue diEcil
á I05; ministros desvanecer aquellas contrarias im-
presiones, y lograr mas adelante que se pusiese ei
ejecución.
£1 obispo de Cuenca D. Isidoro Carvajal cf
cribid al P. Eleta una larga carta en que se la-
mentaba de la opresión que padccia la ¡gles;ia, de-
plorando sus males como pudiera haberlo hecbo
\
95
en' tíempa dc'^los ctníperadores gentiles. £1 confeti
sor prcsentd al rey csla carta , J habiendo manr
dado S. M.-que el obispo* diese áof^plias esplícat*
ciones esp^ificando ^u% cargos; %&v\6 csfé 0úiifu-^
so leaiendo qué recurrk* á imputaciones vagas so-^
bre loQ escesivios tributos que se exigían al clero,
notiqías idjuniosas que se publicaban contra el pa-^^
pa-y tos jesttrtá«^«llhqées dados contra las manos
iñuertas éiiksiisticas , designio* de disminuir el
núfffei^ de eclesiásticos seculares y-regular«ss de*
presión de la autoridad pontificia en la presenta-»
cion de tas bulas al consejo antes de su ejecticion,
y otros cargos semejantes. ' ■• - k.
Sometida ésta alegación al consejó de Gasti--
lid/ sas Escales D.* José Menino, después conde
tte Fiorida*blanca , y eí Sr. Campomanes- estén*
(dieron siis ínferme$ ó respuostai fis¿ales|, en- qtie
slífitarott luminosos principios y sanas doctrinas de
-legtsIaciOii eclesiástica -contra las escesiv^s. preten-
siones de la 'corte romana^ y á favor de la prero*
gativ9 reial-'(l), £1 resultado- fue bacer compare-
cer al obispo ante el consejo de Castilla, donde
í)lé reprendido por el'phéát/^énte^
Trfiínfante el itfiliíiisterio' reformador de los
ebmtácülóS'^e le oponte et fanatismo , se atrevió
■ . i . I • . I /i ! . .* ' i • • ' . ..;..; I I . ,
(1) Inipricniéronfte estos escritos eu la obra publicada
ton el Ululo df Espedieuta del lobi^po de Caeucs Orvsjal.
96
á dar algunos pa«o* mas, 7 en 17 70 se espidió una
real cédula limitando la jurisdicción de los in-
quisidores á los solos crímenes de l^regía contur
máz y apostasía ^ 7 prohibiendo toda prisiop aur
tes de tener pruebas evidentes del delito. Desde
entonces fue constantemente vigilada la inquisi-
ción por el gobierno , 7 si bien no pudo ioapedir
roas adelante el procesg del íamoso Olavide, por
lo menos. logró templar la sentencia, pues aia b
interposicioq . del re7 7 de ios ministros huhier^t
sufrido una pena mucho mas grave.
Reformóse también la administración de jiisr
ticia en los asuntos eclesiásticos , habiéqdope Qbr
tenido en 1777 del papa Clemente XIV uq bre-
ve para el establecimiento del tribupal superior
de la Bota « compuesto de seis eclesiásticos es p^r
noles propuestos por el re7 7 aprobados , por el
papa. Asi acabó el antiguo tribunal de ia IHinir
datura , que con menoscabo de Ips derechos enisr
copales 7 de la jurisdicción española habia ejerár
do un poder judicial contrariq á I4 ¿otigu^, «^r
ciplina.
Con no menor firmeza se procedió en otras tfir
formas de abusos eclesiásticos. Púsose coto á los
perjuicios de ia amortización, dcterqaiqaodp^ppiy
una Ic7(i)que no se admitiesen demandas de ina-
~n —
(1) Ley 17, tít. 5 , Hb. i de I* Novíi. Refiep.
97
nos muertas para la adquisición de bienes, aunque
motivadas con los especiosos títulos de piedad ó
necesidad. Se hizo efectiva la represión de los
inmoderados privilegios de las manos muertas,
según lo estipulado con Roma por Felipe Y en el
Concordato de i 737.Recog¡e'ronsc los breves ofen-
sivos á las regalias , y se resistid el necio empeño
de la curia romana en publicar perioJicamenlc la
bula tn cana domíni. Se quilo por regla general
á los eclesiásticos el manejo y la administrarion de
caudales profanos. Se prohibieron las maiK us he-
chas en la enfermedad de que uno muriese, á su con-
fesor, clérigo ó fraile, á" cualquier deudo de estos
y á su iglesia ó religión, para evitar las persuasión*
nes, sugestiones y fraudes con ^que turbábanla
voluntad del enfermo, contratos afectos inspirados
por la naturaleza en favor de la propia fami-
lia (i); ley anteriormente promulgada , y siern**
pre desobedecida, hasta que entonces tuvo cum-
plido efecto. Se limitó la jurisdicción diocesana,
privándola del conocimiento de algunos negocios
propios de la civil; se llevaron á efecto los breves
sobre asilos , cuya ejecución se entorpecía con fal-*
sos pretestos; se recogieron los que eran ofensivos
¿las regalías de la corona; hicicronse observar los
(i) Leyéi 15 y 16 , tit. 20 , lib. 10 de la Nov. Rcc.
T&mo IF. 7
98
olvidarlos cánones sobre residencia de bcncflcíados,
y se suprimieron los benefícios incongruos.
Estas reformas y otras que se omiten menos
importantes , encaminadas á desterrar funestas
preocupaciones y restablecer la pureza de la dis*-
ciplina ecle¿$iastica , alarmaron al clero rn gene-
ral , que empezó á murmurar con impaciencia, y
aun algunos de sus individuos se propásirun á
violentos actos. El rey sin embargo encargó á sus
justicias la mayor vigilancia para contener tales
de2$acH^«iS, mandando instruir sumarias á los mas
culpables , como sucedió con el obispo de Mon-
doñcdo y el provisor de Guadi?:, que fueron jus-
tamente casiij^ados |)or haber' impuesto indebi-
das censuras al juez ordinario.
Estrano pareccria que habiéndose hecho tan-*
to en aquel reinado para limitar el poder csccsivo
del clero, y acabar con absurdas preocupaciones*
no se suprimiese el monstruoso tribunal de la ín»
quisicion; pero es necesario tener presente que e|
rey después del motin de Madrid procedía con
timidez en toda providencia que pudiese contra-
riar la opinión pública ; y él creia que los espa-
ñoles querian la inquisición, como se lo manífcs*
tó al ministro lloda y al conde de Aranda , aña-
diendo que en nada coartaba su autoridad. Kso
no bastaba , pudiera responderse al señor don Car-
los 1I[ : la inquisición entorpecia bárbaramente
;99
los progresos de Ik ctviUzacíon , procedía tenebro^
sámente, y llevaba iodavU á. la. hoguera por de^
Utos imaginarios , como sucedió en Seyílla el aao
de 1781 coa una infeliz tenida por bruja: úl^
timo ejemplar de esta clase j borrón indeleble. ea
una época tan ilustrada.
Por los medios espresados y algunos otros qufe-
se omiten en obsequio de la brevedad , la cor
Eona recobró parte del poder que le habia usur-
pado la auloridad eclesiástica; y aunque no llega-^
ron á deslindarse completamente los límites de una
y otra autoridad , la determinación de prescntác
los breves pontificios al consejo de Castilla antes
de su ejecución , la protección concedida á los
eclesiásticos en el orden judicial contra los abusos
de la autoridad de sus superiores, el decreto. qui^
imponía á los obispos la obligación de pedir al
consejo de Castilla su aprobación relativamente á
los provisores nombrados por ellos para ejercer la
autoridad judicial en los procesos sobre matrimo^
nios y otros negocios ; y finalmente otras acerta?*
das providencias que se dictaron para contener
los abusos de la autoridad eclesiástica , contribu-
yeron á robustecer la civil con gran beneficio del
gobierno y de los gobernados.
A estas reformas siguieron otras encaminadas
al mejor régimen interior de la monarquía ;á cu-
yo fin se nombró en 1787 una junta, sometiendo
too
i fn eonocñBÍcBto r e«.fm los a
portantes M estado. El conde Ík Flartdahlsoca
oMnaaicD i esta junU ana iortrncñm coapuota
de 3^5 arti'cahM, qncTÍenen i fonnar do siitr^a
de golwenio iolann 5 eftcno es t«d«s loe r>Boa
de Estado , Gracia j Justicia , Goeira . ladia^
Mjríoa j Hxíenla. £1 rey- BÍimo qain oír j cs-
■Modar por sí aqoeib iastnicriaa , amo te cje-
cold por espacio de cerca de tns «teses ca todo*
los dcspacttosdd estada
Sao eH cstreao saaas las ideas qoe coaticB*
i^orf «aril* en ordoi i noestras reUdoaes tam la
corte !■■■>■ ; á la amorlizacioa de bienes cclt-
^amitmié u m JMn del real patronato; inommiie»-
|c* db ias YtBeatactooes y necesidad de reacdia
fatm miarlas; reforaa de la disciplioa rr^lat;
íoitfTwrioo del clero j de las demás clases M ca-
tado: reforma de tríbaoabs ; fomento de la agñ-
caltora, de la íodoitria j del eomcrdo, j de lis
I reino, con lo d
amtm
CAPITULO YI.
Contiiiaaeion ¿fA reinado de GarliM 111. Mejorat brchas en lot raiMie
OMt imnorunte» de U administmcion púhlic». FomenU de U agrical-
iora é indaaUria: tociedades económicafl y otros me<lios con que aque*
lUi 10 promovieron y adelantaron.
Jlodicadaf eo el capítulo anterior las principa-
les providencias gubernativas encaminadas al me*
jor régimen de la sociedad española , daré á cono*
cer en el presente j el que le sigue los esfuerzos
hechos en aquel reinado para fomentar la agricultu-
ra « la industria y el comercio, facilitar las comu-*
sicactones interiores « mejorar el estado de la ha*
cienda pública y dar el debido aumento á la
aunoa.
., , JÚ hablar del fomento que recibieron en este
b «f riciiUiira y las arles ÍQdu4U\%.W% > V^
102
primero que se ofrece á nuestra consideración es el
establecimiento de las sociedades económicos de*
bidas al celo del sabio Campomanes, y á la ilustra-
da protección del conde de Floridablanca. £sle
espíritu de asociación, cuyo primer ejemplo dieron
las provincias vascongadas (i), se propagó por
todo el reino, y las diversas clases del estado par-
ticiparon de este movimiento que se habia dado á
las mejoras industriales. Las principales socieda-
des de esta clase ofrecieron estimutos al trabajo,
y publicaron memorias útilísimas, entre las cuales
(1) La sociedad vascongada f^e estableció por si misma
y obtuvo la aprobación del rey en 17 65. Su digno presi-
dente el conde de PeSa-florida, rjue tantos esfuerzos iiífcu
para promover la ilustración en aquel país , publicó eti
1766 un ensayo sobre la sociedad vascongada en que se
encuentran mucbos datos y observaciones útiles y curio-
sas sobre el cultivo de las tierras y la economía rural, me-
joras de que es susceptible el comercio de los vascos espa y
fióles, y otros puntos de suma utilidad. Ocupóse diez aüo»
esta sociedad vascongada en los asuntos propios de su ins-
tituto sin ser imitada por las demás provincias del rei-
no, hasta que en 1775 algunos habitantes de Madrid se
dirijieron al consejo de Castilla para establecer uua aso*-
clarión semejante en la capital , á fui de que pudiese scr7
vir de modelo á las demás del reino ,'como asi se verilit^f^.
£1 trabajo que mas honra á la suciedad madrileiía es su
escelentc informe sobre el espediente de ley agraria
Icndiúo L'on lauta maestría por el.Sr. Jovcllanos.
io3
descuelga por su hucna doctrina erondmfV;! y nll^s
rnWiS políticas el Informe del íluslrc Jovcllanos.
ISin^ua escritor español habia prescotado faasla
cotonees uo cuadro tan filosófico j razonado sobre
las causas fisicas, morales y políticas que babian
influido en el atraso de la agricultura española.
G)fnparando su estado progresivo desde el tiempo
de los reyes católicos hasta el de Carlos III; tra-
ca con mano maestra el siguiente bosquejo «n que
reúne los principales puntos de sus investigaciones.
«Cierto es, dice, que conquistarla Granada,
reunidas tantas coronas y engrandecido el imperio
español con el descubrimiento de un nuevo mun-^
do, empezó una época que pudo ser la mas favo-
rable á la agricultura española , y es innegable
que en ella recibió mucha cstension y grandes me«
joras* Pero lejos de haberse removido entonces los
estorbos que se oponian i su prosperidad , parece
que la legislación y la política se obstinaron en
auqnentarlos. Las guerras estrangeras distantes y
continuas que sin interés alguno de la nación ago-
laron poco i poco su población y sus riquezas;
las espulsíones religiosas que agravaron conside-
rablemente entrambos males ; la protección privi*
Icgiadá de la ganadería que asolaba los campos;
la amortización civil y eeicsiástica que estancó la
mayor y mejor parte de las propiedades en ma-
nos desidiosas; y por último la díversúm d^ \^^
io4
capitales al comercio y la industria , cfeclo natu-
ral del estanco y carestía de las tierras , se opu-
sieron conslanteoiente á los progresos de un culti-
vo, que favorecido por las leyes hubiera aumen-
tado prodigiosamente el poder y la gloria de la
nación.
» Tantas causas influyeron en el enorme dc^
aliento en que yacia nuestra agricultura á la en-
trada -del presente siglo ; pero después acá los es-
torbos fueron á menos, y los estímulos i mas. La
guerra de sucesión, aunque por olra parte funf*s-
ta , no solo retuvo en casa los fondos y los brazos
rr>!fí antes perecian fuera de ella, sino que atrajo
algunos de las provincias cstraiias, y los puso en
actividad dentro de las nuestras. A la mitad del
siglo la paz habia restituido al cultivo el sosiego
que no conociera jamas, y á cuyo influjo empezó
á crecer y prosperar. Prosperaron con el la po*
Llacion y la industria y se abrieron nuevas fuea-^
tes á la riqueza pública. La legislación no solo
mas vigilante, sino también mas ilustrada, fo-
mentó lis establecimientos en Sierra-morena « en
£stremadiira , en Valencia y otras parles; favore-
cid en todas el rompimiento de las tierras incul-
tas, limito los privilegios de la ganaderia; resta-
bleció el precio de los granos ; animó el tráfico de
los frutos y produjo, en fin, esta saludable fer-
mentación , estos clamores c^ue siendo para muchos
io5
una prueba de la decadencia de nuestra agricultu-
ra « es á los 0}0S de la sociedad el mejor agüero
de su prosperidad y restablecimiento.** (i)
Mucho se hizo cfectiiramente para mejorar el
estado de laagriculiura en el feliz reinado de Car-
los III, como puede verse a$i en el citado informe
de Jovellanos, como en la memoria presentada al
rey por el conde de Floridablanca en noviembre
de 17B9, que es propiamente una apologia de su
ministerio. La providencia mas acertada para el
fomento de nuestra agricultura fue sin duda la
real pragmática de 1 1 de julio de 1765, por la
cual se abolió la tasa de los granos, y se permitid
el libre comercio de ellos. Los beneficios que de
esta oportuna determinación debian resultar están
detenidamente espresados en la a preciable obra in-
titulada; Recreación política^ c¡\íií su autor D. Ni-
colás de Arriquivar presentó á. la sociedad vascon-
gada en las juntas generales que celebró por el
mes de noviembre de 1770 (2).
Contribuyó también mucho al fomento de la
agricultura la mejora que recibió en tiempo del
ministro Roda el establecimiento de los pósitos.
(1) Informe «obre el espediente de ley agraria y edición
de Sancha, afiode 1775.
(2) Se imprimió por orden de la misma en Vitoria
«fto de 1779.
io6
inslitiicíon patridUca debida al gobierno de Fer-
nando VI. Su objeto era asegurar la subsistencia
del pueblo contra todos los accidente^, obligando ¿
todos los vecinos que tenían una tierra de labor
copropiedad ó á censo, á contribuir para el pósito
con cierto número de fanegas. Al ano siguiente
volvia á recibir el contribuyente lo que había lor
ministrado, sustituyendo una cantidad de graoQ
algo mayor , y asi sucesivamente todos los aSoí
hasta que la suma de estos aumenlus , que se lia?
raaban creces , componían lo suficiente pai a llenar
las paneras. Estableciéronse ademas varios mon-
tes de piedad en Máldga , Valencia, Galicia.. y
oirás partes para socorrer á los labradorcsv sa*
ministrándoles medios para comenzar . el cullivo
d^ sus tierras.
Pensamiento fue' también útil á la par que
grandioso la colonización y cultivo de^e^^tcrilestcct
1 ¡(Olios en. Sierra- moren a , de que resultaron, tai
lindas poblaciones, y tantos beneficios á la agricnlr
tu raí y á la seguridad de los viagrros. Desgracia*
damente se atajaron los progresos de tan uiil em-
presa con la .prisión de Olavide, dimanada .9
parte de su imprudencia , por la liberlad con que
hablaba (i).
r
(1) La calda de su protector el conde de Aranda dejé
libre campo á sus caemigos; y después de dos auos de
ISo b'istaron sia embargo tao laudables es-
fuerzos y providencias favorables á la agricultura
para ciar al cullivo de la tierra lodo el impulso ne*
cesario, y i los labradores todo el alivio á qiie
tenian deiecbo. Seguían los privilegios de la ga<^
, nadería niosteiia , la prohibición del cerramiento
de hered'ides (i), la desigual distribución de las
tierras con la acumulación de inmensas posesiones
•M Us manos muertas, el método atrasado en las
I labores, y sobre todo las insoportables cargas que
pesaban sobre la agricultura (2).
cierro en un calaboso de la inquisición, se le declaró culpa-
tde de hcregia. Inipusiéronsele en consecuencia las penas
aiguienles: privación de todos sus empleos é incapacidad de
obtener otn»a en lo sucesivo, couüscaciou de todos sus
bienes, destierro á 3() leguas de Madrid, Sitios reales, su
llueva colonia, Sevilla y Lima, lugar de su nacimiento;
prohibición de montar á caballo, de llevar vestidos de oro,
Iplata ó seda, ocho años de reclusión y de vida monisii-
ca en un convento. l.'Fspagne sous les rois de la maisou
de Bourbou, iom. V, cap. 67, pág. 132 y. siguientes.
(1) Solo se habia permitido el cerramiento de viñedos,
olivares, y otras posesiones destinadas al arbolado.
(2) Algo se habia nie)orado el sistema de rentas pro^
>iiiri9lrs por el i*eglaineuto que expidió el conde de Flori-
«lahlanca, y empeaó á ejecutarse en 1787, según manifies-
ta el mismo en la instrucción reservada que se dio á la
nueva Junia de Estado ^ art. 243 que dice asi. «La varié-
4^|1 con que los arrendadores de estas rentas (las proviii- •
«-¡ales) se nianeiaron hasta el año de 1749 en qua je maii-
io6
institución palricitica debida al gobierno de Fer-
nando VL Su objeto era asegurar la subsistencia
del pueblo contra lodos los accidente^, obligando á
todos los vecinos que tenian una tierra de labor
en propiedad ó á censo, á contribuir para el pósito
con cierto número de (anegas. Al ano siguiente
vulvia á recibir el contribuyente lo que faabia sur
ministrado, sustituyendo una cantidad de grano
algo mayor , y asi sucesivamente todos los anos
hasta que la suma d^ estos aumenlos , que se 11^
raaban creces , compoqian lo suficiente para llenar
las paneras. Estableciéronse ademas varios mon-
tes de piedad en MáUga, Valencia, Galicia. y
otras partes para socorrer á los labradores, su««
ministrándoles medios, para comenzar . el cultivo
de $us tierras.
Pensamiento fue también uh'l á la par qiie
grandioso la colonización y cultivo de^e^tcriles tcrr
lilorios en. Sierra- moren a , de que resultaron tan
lindas poblaciones, y tantos beneficios á la agriculr
tura» y á la seguridad de los viageros. Desgracia-
damente se atajaron los progresos de tan útil em-
presa, con U .pri^'on de Olavide, dimanada.cn
parte de su imprudencia , por la libertad con que
hablaba (i).
(1) La caída de su protector el conde de Aranda dejó
//iw campo á sos enemigos; y después de dos años de eu-
Ko bisUron sio embargo iao lau<]«bfes ct-
fuerzos y providoncias favorables á la agricultura
para dar al cullívo de la tierra lodo el impulso ne*
cesarlo, y i los labradores todo el alivio á qiie
tenian deiecbo. Seguian los privilegios de la ga<^
naderia iticsteíia , la prohibición del cerramiento
de heredrides (i), la desigual distribución de las
tierras con la acumulación de inmensas posesiones
eo lé$ manos muertas, el mc'todo atrasado en las
labores, y sobre todo las insoportables cargas que
pesaban sobre la agricultura (2).
cierro cu un r.a1a1>oso de la inquisición, se le declaró culpa-
ble de hcregía. Impuftiéroníele en ronsccucnria las penas
•iguienles: privación de todos sus empleos é incapacidad de
obtener otn»s en lo sucesivo, couüscaciou de todos tua
bienes, destierro á 30 leguas de Madrid, Sitios reales, su
nueva colonia, Sevilla y Lima, lugar de su nacimiento;
inroliibicion de montar á caballo, de llevar vestidos de oro,
plata ó seda, ocho años de reclusión y de vida mouistí-
ca en un convento. I.'Fspagne sous les rois de la maisou
de Bourl>ou, tom. V, cap. G7, pág. 132 y. siguientes.
(1) Solo se habia permitido el cerramiento de viñedos,
olivares, y otras posiciones destinadas al arbolado.
(2) Algo se hahia mejorado el sistema de rentas pro^
vinrialrs por el reglamento que expidió el conde de Flori-
«lablanca, yewpeaó á ejecutarse en 1787, seguu manifies-
ta el mismo en la instrucción reservada que se dio á la
nueva Junia de Estado^ art 243 que dice asi. «La vnrié-
«Llll con que lo» arrendadores de estas rentas (las provin-
ciales) se manejo ron hasta el ano de 1749 eu que jic uuiii*
io8
Tampoco podía prosperar mucho la industrii
mientras subsistiese la monstruosa alcabala, y otras
daron administrar! habia causado y arraigado grandes
abusos y desórdenes'; y para evitarlos mandé formar d re-
glamento que se ha empezado á ejecutar en este año» re-
duciendo en él á la posible uniformidad la administración
en las 22 provincias de Castilla y León, haciendo algunas
bajas considerables en los derechos con respecto á los que
se debian establecer por su legitima imposición acordada
por el reino junto en Cortes, y estableciendo algunos mé-
todos de contribuir que formasen un sistema de igualdad
geométrica ó de proporción entre los contribuyentes.» En
los siguientes artículos especiñca aquellas mejoras; y acer-
ca de la única contribución proyectada anteriormente di-
ce asi en los arts. 267 y 26B. «No hago á la junta parti-
cular encargo sobre lo que hasta ahora se ha denominado
única contribución^ porque con los reglamentos vigentes
y con las enmiendas hechas y otras que mostrará la ex-
periencia, vendrán poco á poco á simplificarse los tributos»
>de modo que se reduzcan á un método sencillo de contri-
buir, único y universal en las provincias de Castilla, que
es lo masa que se puede aspiraren esta materia.s= £1 es-
tablecer de repente una contribución única por reglas de
catastro sobre las tierras y bienes raices ó estables , que es
lo que se ha declamado en muchos papeles y en las ope-
raciones antiguas, causaria un trastorno general en la mo-
narquía con riesgo evidente de arruinarla.
No pensaba asi el gobierno cuando expidió en 1770 la
Pragmática sobre eftte punto, estableciendo en el Consejo
Real una nueva sala de única contribución, para que con-
•ultára á S. M. lo que estimase conveniente , á fin de ha-
cerla asequible.
caasai que entorpecían sus prop-esos , y de qae
tan asiargamente se habían quejado nuestros eco-
nomistas del siglo XVIII. Ya en el reinado de
Felipe V clamaba altamente el escritor Ulloa con-
tra los exhorbitantes derechos de alcabalas y cien-
tos, proponiendo el remedio de tan grave perjui-
cio (i). También se lamentaba de los derechos
qae se exigian en las aduanas interiores, cargán-
dose mas á las manufacturas nacionales que á las
cxtrangeras. La prueba está , decia este buen pa-
tricio , en que siendo la aduana de Cádiz la que
con mas moderación cobra los derechos , no baja*
ri de 8 o lo por ico lo que cobre de los tejidos
que por tierra van de Valencia, Granada y Tole-
do, y á los extrangeros les cobran dos y medio
á menos; y en los géneros mas altos no pasa de
5 por 100 como las naciones mismas co|[^fiesan en
tos escritos.. •
«Varias providencias se hallan de S. M. sobre
reglar que los derechos se cobren solo á la entra-
da y salida del reino, los extrangeros cuando en-
tran y los de fábrica española á la salida de el.
En todo el reino ha tenido efecto la orden 'ge-
neral de 3 1 de Agosto de 1 7 1 7 espedida á es-
■ MI *
(1) H^iMedmiento de Isa ftbricaf 7 comercio etpa-
toly tonol, capí. 677.
lió
te fin, menos en Andalucía, donde mas se necesi-
taba la franqueza por ser la garganta por donde
se encaminan á las Indias las mercaderías. En 2 1
de Setiembre del mismo ano se mandaron quitar
las aduanas que estaban entre Galicia y jCa^stilla,
y entre Castilla y Asturias pasándolas á los puer-
tos, como ya lo estaban eú virtud de la primera
las que mediaban entre Castilla, Valencia, Ara-
gón y Cataluña, y se habían pasado á los puertos
de mar y frontera de Francia, esplicándosc en di*
chas o'rdenes que la real mente era que los genero^
fabricados eñ España pudiesen correr desembara-
zadamente por (oda ella quitándoles para ello estos
estorbos. Este beneficio no llego' á Andahjcia; co-
hioqueda dicho, donde sobran tantas aduanas que
ademas de las de los puertos y una en cada cabeza
de los Htico reinos, hay dos interiores, una en Je-
rez y otra en Lebrija , que no pueden servir de
otra cosa que de volver á cobrar de lo que yB ha
contribuido; y lo mas cierto para embarazar que
nuestros tejidos lleguen al embarque.»
Estas y otras quejas sé repitieron de'spues en
e] Proyecto económico de W^ardv escrito en- el
ano de 'i 762 donde entre varias causas de la de-
cadencia de nuestra industria , se expresan l;is si-
guientes. «El tercer páiíó fué Sbtlv^ ehl'tilia a los
gép^rp^ e3;l,rangcros ;» lo qu^ s^ efectuó po^; varios
medios que concurriAn todos al. mismo dc$tru£tiva
III
fiíu Por la escasez ñe dinero en qiie estaba conli-
nuaincnle la corte, se aditiílían arbitrios infelices,
mas perjudiciales unos que otros , ▼. gr* la Taria-
cion en las monedas, destruidora de la fe pública
Y del comercio; los arrendamientos y anticipacio-
nes; los privilegios j mdnopolios: ademas de esto
por falta de inteligencia en los que tenían el mana-
do, los tributos y derechos de aduanas también
ae ¡mponian y cobraban de un modo errado, que
tenia los mismos malos efectos , y las naciones ez-
trangerasse Talieron de estas disposiciones denuea«
tro gobierno para adelantar sus intereses, sacando
de tiempo en tiempo cédulas que facilitaban la in-
troducción de sus mercancías, hasta que al fin lo-
graron tratados solemne.*, según consiguieron los in-
gleses en el ano de 1667, cuyas malas consecuen-
cias estamos experimentando hasta el dia de hoy.
«La cuarta causa fue la elevación de ingleses
y holandeses, que por una conducta toda contraria
ODiuy diferente de Ja nuestra, supieron sacar par*
t¡do de nuestros desaciertos , levantar sus fábricas
aobre la ruina de las de España , y hacerse due-
ños de nuestro comercio , y de los tesoros dé
Indias.» (1) r
(1) Proyecto económico por D. Bernardo Ward, irii-
preaion de Ibarra 1779, págs. 102 y -siguientck» ' ' ' - '
112
Pasíinclo luego el autor á referir Ia3 causas*
que eo su tiempo impedían I05 progresos de las
fóbricas en España « cita las siguientes: i.^ los
cientos y alcabala».que embarazan el dcspacbo de
los géneros; 2.^ los derechos áe adManas mas (a-
Torables al extrangero que al natura! ; 3.^ los im-
puestos municipales de los pueblos; ^.^ la falta de
un crédito d banco público en la nación; 5.^ los
gremios Y hermandades que motivan gaslos inú-
tiles « oiérran la puerta á las habilidades de fuera,
quitan la honesta emulación , impiden los progre-
sos de las artes, fomentan la desidia, é introdu-
cen un monopolio perjudicial al público y al co«
roercio nacional; 6.^ lá mala disposición de nues-
tro sistema económico , que no está arreglado del
liiodo que corresponde , para que la^ fábricas del
reino disfruten nuestro propio consumo dentro y
fuera de España.
Llamaron la atención del gobierno estas qne-
jas de nuestros economistas, y para el remedio de
tan graves males se adoptó un sistema económico
diferente del anterior según haré rer en el capitu-
lo siguiente como lugar mas oportuno; limitándo-
me ahora á indicar las principales disposiciones
tomadas por el conde de Floridablanca para ade-
lantar la industria nacional , segim lo expresa el
mismo en su citada Memoria. Ademas de la in-
T¡tacion que se hizo á millares de operarios ex-
fi3
trangcros para venir á establecerse en España, se
introdujeron modelos de máquinas y otras cosas
necesarias para las artes, procurando por todos
medios facilitar la enseñanza, y aspirar á la per*
feccion, que da tan gran superioridad á las manu*
facturas de otrai naciones de Europa. Se estable-*-
cieron grandes fábricas dé curtidos en Sevilla; eq
Madrid j otros pueblos grandes se fomentó la fa-*
fricación de muchos artículos de consumo ordina*
rio, en que traficaban antes los extrangeros, lle^
vándonos por ellos sumas considera blcSf
Fundáronse ademas escuelas para aprender á
tejer medias, cintas, telas finas y otros ramos de
industria , y el gobi^no sostenia con el mayor ce<*
lo y protección estos útilísimos establecimientos.
Erigióse también una fábrica de máquinas bajo la
dirección de maquinistas muy hábiles y de profe*
sores extrangeros ; y se forn^ó un gabinete de los
mejores modelos traidor de loa paisas mas cultos e
industriosos de Europa. En suma la industria iba
tomando mucho vuelo con el fomento, del gobierno,
con el de las tociedades 'económicas , y con los es*
critos que sobre la industria popular habia pub1i«r
cado el conde dé Campomanos, i quien tanto deba
la civilización española.
Tomoir^
CAPÍTULO vn.
Fomt uto del comercio exterior ¿ interior de Espafia ; providenciaf
ptra facilitar lat cbmanicacionet ioteriores del reino; aumento de !•«
rentas del estado ; fomento de la marina ; disposiciones favorables «f
ejército. Otras varias reformas que mejoraron el estado social.
Jlocreíble parece que en una nación tan ventajo-
samente situada como la nuestra , cuyo imperio se
estendía á las inmensas posesiones de América y
al fértilísimo suelo de las islas Filipinas,*, se ha-
biese pensado tan tarde en dar el aumento posible
á nuestra marina , y el necesario impulso al co*
mercio esterior con acertadas providencias* «Harto
sabidas son las consecuencias de tal jolvido de
nuestros verdaderos intereses , dice el Sr. Bre-
mon ( I ) , pues que a los últimos tiempos de la
(1) Memoria bistóncxi-cionómica sobre el comercio
general de EspaíÍAi premiada por la sociedad económica
de cala corte.
ii5
dinastía austríaca, en el nada feliz reinado de su
postrer soberano Carlos II, llegó la monarquía
española al punto de decadencia que no se ignora;
al paso que elevadas ya entonces sobre él la Ho-
landa, la Francia y la Inglaterra, se disputaban
á porfia el gran comercio oriental que ha venido
á concentrarse en la última."
La casa de Borbon reinante que encontró la
monarquía en tan mísero estado, pudo todavía
como tan oportunamente observa el mismo autor,
sacar un inmenso partido de los muchos elemen-
tos que quedaban para restablecerla en todo su vi-
gor y fuerza. «Poseía aun España sus estensos
dominios de ambas Américas, y a falta de artí-.
cidos propios con que satisfacer los consumos de
aquella parte, ningunos mas á propo'sito para ella
qae las telas de algodón de Asia, que España ha-
bría adquirido con las proporciones de su plata
con mas oportunidad que las otras naciones euro-
peas que carecían de las minas de este metal , y
sin embargo le llevaban forzosamente á los mer-
cados orientales , á costa de drficiles y complicadas
operaciones (i).»
£1 gobierno español sin embargo desatendíen^
(I) Memoria citada, pág:. 9.
ii6
áo sus verdaderos intereses, y siguiendo en esta
parte ún sistema económico lleno de errores, ni
permitid el comercio del Asia , ni aun la entrada
en España de ninguno de sus artículos, proveyén-
dose en consecuencia los españoles de ellos por la
via ilícita de los extrangeros, con lo cual se daba
fomento á un espantoso contrabando. Por lo que
hace al comercio directo de América, se obstruyo
en lugar de fomentarle, permitiendo que solo se
hiciese por flotas y galeones, y por un solo puerto.
Empezóse a reformar este absurdo sistema
mercantil entre la metrópoli y sus colonias, coa
el establecimiento de paquebotes en la Coruiía, que
salian una vez al mes para la Habana y Puerto-
Ilico y dos veces para el rio de la Plata. Permí*
tió^elés llevar medio cargamento de mercadériais
sacadas de Espacia, y retornar otro medió cargá^
mentó de frutos de America. Produjo resultados
satisfactorios esta ligera modificación del vicioso
sistema antiguo, y sirvió de preliminar el celebré
reglamento de f 778. Por él se amplió el comercio
directo con la América, limitado antes al puerto
de Cádiz , á los de Sevilla , Cartagena , Alicante,
Barcelona , Santander , la Coruna y Gijon. Mas
tarde se concedió igual privilegio á otros cinco
puertos de Ja Península, y por fin todas las pro-
vincias de España consiguieron el goce del comer-
cio directo con la América « escepto las Vasconga-
"7
das que prefirieron la conservación de sus privile-
gios , y las ganancias del contrabando á las de un
tráfico regular.
El impulso dado al comercio por aquel regla-
mento produjo los mas felices resultados. £n pocos
anos los puertos agraciados con el nuevo privile-
gio hicieron ganancias muy considerables ; tripli-
cóse la exportación de las mercaderías extrange-
ras ; se quintuplo la de las nacionales, j los retor-
nos de América aumentaron proporcionalmente.
En suma el valor total de las importaciones en
América ascendió gradualmente desde 76 hasla
3oo millones, y los retornos desde 72 hasta 800.
Adelanto también con otras saludables pro-
videncias el estado de las colonias americanas, y
las rentas de ellas se acrecentaron, á consecuencia
de las mejoras que el progreso de las luces intro-
dujo en el laboreo de las minas. Encargado por el
gobierno el laborioso extrangero Bowles de propo-
ner los medios convenientes para beneficiar con
mas acierto las famosas minas de azogue del Al-
madén , descubrid algunos nuevos procedimientos
por medio de los cuales casi se duplicaron los pro-
ductos de aquellas, y bajó una mitad el precio de
los azogues.
En virtud de tan acertadas disposiciones se
aumentó también el prbduclo de las minas del
^uevo*Mundo en la misma proporción que el de
ii8
otros raínos de la riqueza nacional; de manera
que llegó á ser casi doble la cantidad esportada de
metales preciosos desde i jSo á 1 765, sin contar
los que salían por contrabando ( i ).
£1 establecimiento de la compañía de Filipi-
nas fue un útilísimo pensamiento para fomentar
aquellas remotas posesiones , y entablar relacio*
nes mercantiles con la India oriental. Por este me-
dio se aumentó el mezquino tráfico permitido por
el despacho anual de la celeore nao de Acapulco,
que desde Nueva España conducia á aquellas islas
el producto en venta de los efectos asiáticos remi-
tidos en la misma. Pero como observa muy bien el
Sr* Muriel {2) , unas empresas tan vastas como la
de nquella compañía suponen cierta prosperidad
en la agricultura , industria y comercio interior;
(1) Solo el contrabando que hadan los ingleses anual-
mente en América después de la pas de 1763, se regulaba
en 20 millones de pesos fuertes. En el capítulo VIII adi-
cional t tomo VI de la obra que he citado tantas veces
L'Espagne sous les rote de la maison de Bourbon^ se
refiere el estado progresivo del producto de las minas de
América , con el apoyo de varios autores.
(2) L'Espa^e sous les rois de la maison de BourboUi
tom. VI, cap. VII adicional, pág. 151.=No siendo compa-
tible el privilegio de la compañía de Filipinas con las leyes
actuales, se decretó stt extinción en 1^34; y este comercio
importantísimo ha quedado libremente abierto á todos los
"9
y pueden parecer gigantescas en un pais que está
en decadencia por falta de buenas leyes, j otros
medios necesarios á la consecución de tan vastos
objetos.
Ei banco de S. Garlos no obstante los vicios
de que adolecia su establecimiento, y que están in-
dicados en la obra abajo citada (i), bizo mucbo
bien á la causa del comercio en general , porque
contribuyó a estender en España los conocimien-
tos mercantiles, como también las ideas relativas
al crédito y las ciencias económicas. El conde de
Floridablanca babla de él como un felís arlu-
trio , al que recurrió en los apuros de su admi-
nistración , y bajo este aspecto no bay duda que
en todos tiempos ba becbo grandes beneficios al
estado.
Tratóse también de fomentar la industria y
el comercio nacional , siguiendo las lecciones de
nuestros economistas de los siglos XVII y XVIII
que amargamente se quejaban del favor dado á
«•piulóles, sin perjaicio del que los eztrangeros hacen allí
iguilmente en ciertos términos &vorables y del mayor
beneficio para el incremento del producto de las mismas
lilas. Memoria histáríco-econórntca soére el comerem ge-
nero/ de Eitpaña , por el Sr. Bremon.
(1) L*Espagne sous les rois &c.| cap. VII adicional,
tom. YlfpftS. 149.
120
las manufacturas extranjeras con detrimento de
la industria nacional. El gobierno español empe-
zó á seguir un. sistema opuesto disminuyendo ó
modificando los derechos en el interior del reino,
aumentando los de importación, y en suma pro-
curando excluir la fatal competencia de los géne-
ros extrangeros con derechos restrictivos y aun
prohibitivos.
La Inglaterra ma^ perjudicada en esto que
otras naciones se quejó amargamente y entabló
negociaciones diplomáticas para la conclusión de
un tratado semejante al que habia celebrado con
la Francia , poco favorable i esta nación. Pero el
conde de Floridablanca , se mantuvo firme en la
negativa, alegando que eran muy diversas las cir*
cunstancias de Francia y España, c insistiendo en
la conservación de los. derechos existentes, como
también en la facultad que tenia el gobierno espa-
ñol de imponer otros, según se lo aconsejase su
tonveniencia (i).
(1) Mr« Coxe animado del interés nacional se queja
amargamente de Riperdá y del irlandés "Ward llamándolos
aventureros , que domiciliados en Espafia procedieron con
resentimiento contra sus respectivos países nativos , y con
el interesado objeto de adquirir importancia eu el concep-
to del |;obierno español que los protegía, (tom. V, página
366). Pero prescindiendo de las miras que llevasen aque-
\
121
Pero no solo la Inglaterra era la que tenia ta-
les pretcnsiones, tratando de sacar ventajoso par-
tido con menoscabo de nuestros intereses naciona-
les. También la Francia solicitaba privilegios en
virtud del pacto de familia de que hablaré mas
adelante. La Holanda igualmente, aunque por otro
camino quiso imponernos la ley , obligando a los
líos » su modo ele pensar coincidia con el de nnestros eco-
nombtas qn^ en el siglo XVII y desde principios del XVIII
se lamentaban amargamente del perjoicio qoe sofrían noei-
tra indiistría y comercio por el favor qoe daba nuestro vi-
cioso sistema económico á la indostría extrangera« Don
Gerónimo de UztarÍE en su Teórüea y prddica de comer"
do y de marina (1) trata con extensión del perjuicio que
nos causaban los extrangeros con la introducción de sus
manufacturas, de la necesidad de regalar prudentemente
la imposición de los derecbos á ja entrada y salida para
dificultar y aun prohibir la introducción de los que per«
judicasen á nuestra industria, alegando el ejemplo de las
naciones extrangeras que asi lo practicaban. Aun dura en
nuestros días esta contienda , y no faltan celosos patricios
que defiendan los intereses nacionales contra los amaños
de la codicia particular, y de los artificios extrangeros.
Distingüese por este celo patriótico y sus vastos conoci-
mientos en la economia pública el Sr. D. Manuel Gutiér-
rez, que en difercLtes escritos muy apreciables ha comba-
tido las doctrinas que tanto perjuicio están haciendo á
nuestra indostría y comercio.
(1) Capt. 81 y 82. Se ¡mpriniió esta obra en 17^4 j te reinpri*
mió cB Madrid, afo de 1742 ^ dos tenof en Mío.
122
españoles a hacer el comercio de Oriente « después
del establecimiento de la compañía de Filipinas,
por el cabo de Hornos y no por el de Buena-Es-
peranza « en virtud de una cláusula del tratado
de M unster confirmada por el de Utrecfa. El go*
biérno español rechazó coa firmeza una y otra de-
manda , sosteniendo el decoro del trono 7 la inde-
pendencia nacional. Entonces aun había una Es-
pana poderosa que se gobernaba por su voluntad y
sus propias leyes; que no era miserable juguete
de gabinetes estrangeros , arrastrada ppr su debi-
lidad al impulso de ágenos intereses y caprichos.
Suprimióse pues el abuso de los privilegios ó
franquicias excesivas y voluntarias que en tiempos
antiguos se habian concedido á los ingleses y ho-
landeses por los arrendadores de las aduanas ; se
uniformaron los derechos de estas; se abolió la
bolla en Cataluña ^ derecho antiquísimo y mas gra-
voso que la alcabala de Castilla ; se disminuyeron
los impuestos sobre las primeras materias « máqui-
nas y otros artículos que podian sernos útiles ; se
aumentaron los de aquellos que pódian perjudicar
á los progresos de nuestra industria y comercio, y
aun se renovaron gradualmente y con prudencia
ciertas prohibiciones de artículos cuya introducción
hubiera arruinado enteramente la industria nacio-
nal en aquellos ramos.
Con tales providencias y el comercio libre de
123
America, las aduanas qae en los anos de grande
prosperidad no baliian producido hasta aquel
tiempo mas que sesenta miHones á lo iRimo« ha-
bían subido basta ciento treinta cuando el conde de
Fiorídablanca escribia su Memoria^ <egun los
datos ofidale^ receñidos por el ministerio de Ha-
tienda.
£1 comercio interior del reino se hallaba muy
entorpecido por £silta de comunicadones interio-
res, mal gravísimo que aun en el dia se está es«
perimentando, y en lo cual se nota un descuido
muy reprensible; pues si bien es Terdad que la
Península ofrece mas dificultades que otros paises
por sus muchas montanas y demás obstáculos na-
turales bien conocidos; mucho pudiera hacer el ce-
lo de las diputaciones prorinciales y ayuntamien-
tos en la mejora de los caminos de unos pueblos á
otros, en el allanamiento y limpieza de las entra-
das y salidas , puentes rústicos y otras obras pú-
blicas de mediano coste que facilitasen las comu-
nicaciones.
En los primeros anos del reinado de Car-
los lU se trato de mejorar el estado de aquellas,
y en 1760 se destinó por primera vez un fondo
especial para la construcción de caminos. Pero ra
el ministerio de Floridablanca fue ruando á
ramo se did un grande impulso, au ment ^ i Mh
fondo con otros arbitrios, legwi
124
la Memoria de aquel celoso miaistro. Allí se es-
pecifican las infinitas obras hechas para aquel ob-!
jeto, y el estado de progresivo adelantamiento en
que se hallaban las comunicaciones interiores por
tierra. £1 medio de facilitarlas por agua no mere-
ció menos la atención del gobierno. Adelantáronse
los trabajos en el canal de Aragón, de cuyo origeo
hablé en el tomo anterior, produciendo los efec-
tos mas saludables en el fomento de la agricultu-
ra y del comercio interior de Aragón. También se
trabajo en el canal de Campos, empicándose anual-
mente la suma de 3.366,889 rs. que le estaba
asignada. Por último se empezó el canal de Gua-
darrama que habia de conducir el agua desde Toe-
relodones á Aran juez, si bien hubo de abandonar-
se por la causa espresada en la referida Memoria.
Consecuencia de las espresadas mejoras en el
régimen interior del estado fue el aumento de po-
blación, la cual desde 7.5oo3 habitantes en que á
principios del siglo XVIII la habia calculado Us-
tariz, ascendia ya á mas de lo millones por los
anos de 1787 y 1788 (i).
(1) L' Espagne sous les rois de la maison de Bourbon*
tom. 6, cap. 6 adicional, pág. 122.
«La época mas opulenta y de mayor población de la an-
tigua España fue la del reinado de los reyes católicos ; y el
número de sus habitantes calculado con la aproximación
que presta el censo de aquellos tiempos, ya reunidas las
El acrecentamiento de la población jr riqueza
nacional se demuestra por el aumento de las ren-
tas públicas de España. .Sus valores importaron
en el ano de 1722, según don Gerónimo Ustariz
en su Teórica 7 práctica del comercio, cap. 19,
la suma de 235.358,890: y en el ano de 1778
ascendian 7a á 63o.2i7,4i3 rs. 7 i3 maravcdi*-
ses (i).
No debemos sin embargo ocultar que los gas-
tos de la corona ibaú subiendo a proporción que
los ingresos aumentaban, 7 por lo regular sobre-
• i
mm
coronas, no pasó de 9.690,191 almas, no dallando nadie
^ne en todos los aSos siguientes de la dinastía austríaca,
fne precipitadamente decredendovCoteíado aquel censo del
siglo XV con el pablícado en l/O?, resaitaqaeexísiíendi»
segan este último 10,54i,2!21 almas, resulta nna diferen-
cia de 861,03U individnos mas ipie en el antígoi», 7 cuatro
millones 7 medio si se compara con d del reinado últim/»
dt la dinastia austríaca... ProJbar tan admíraMe aumenUt de
población equivale á demostrar que Ja riqueza na';«ooal ha*
bia prosperado en igual proporción f^uf: aquella se mullí'
plicaba; pues que sa límite está puesto en la alMindan^/ia 6
€Kzaa> de alimento que la sostíen^^ OrUféin^ proffrMiéffM y
ItmiieM de la pobiacion jr examen lü^Ufé^jf^f^Uk» 4s lutUí
España por don /í:fU)$ttnde Jfías^-^fÁ %0ih4ff iáíMéÁ «M Mi
memoria títufada EMpaoa ton ift4ni^írítá , físeríe f rUtt^
asegura, qoe en 1 7{0 tenía fa naf^k* ^f) hfH9Aírp% d^ %f*9 •
pa regla4b j SO naríM de liiMa; pé^^ M^
(f) £1 MsSor Canip, íhftintMttn 4#r í#si^ ímda ^ f atm»^ II«
artínilo rentas r*aUs ^^ P^^^ik^t^
126
pujaban aquellos á estos. Verdad es que en el rei-
nado de Carlos III se emplearon en beneficio pú-*
blico grandes sumas. G>nstruyéronse caminos y
puentes, edificios j otras obras públicas de utili-
dad y ornato en la capital y otros pueblos del
reino: estableciéronse fábricas, y se aprontaron
fondos para otras mejoras en varias provincias*
También destinó Carlos III grandes sumas pa*
ra el pago de la deuda pública. El rey Fernan-
do VI, dice el señor Ganga Arguelles, por su de-
creto de 1 5 de julio de 1748 mandó liquidar to-
dos los créditos pendientes hasta el ano de 1746
en que babia entrado á reinar, á fin de irlos pa-
gando conforme lo permitiera el estado de la ha-
cienda; de la cual salieron por primera partida
60 millones de rs. coci tan 'digno objeto. Por otro
dé z de diciembre de 1749 mandó el mismo mo-
narca que,anualme|3ite se separara un millón de rs.
aplicados esclusiv^mente al objeto; y en 27 de oc-
tubre de 1756 amplió la suma á la de 2.600,8
reales aplicándola al pago de créditos atrasados.
El señor don Carlos III estendió la cantidad
á diez millones de rs. anuales por decretos de 2 2
de febrero de 1760 y 1 6 de id. de 1 7 6 1 ; habién-
dola alargado en el de 1762 hasta la suma de 3o
millones. Con esto y con haberse mandado admi*-
tir en los empréstitos abiertos en los anos de 1782
y 1794 Id tercera y cuarta parte en créditos, se
127
logro bacer qae la masa de estos , que según espre-
sion del decreto de 1762 llegaba a la suma de
mil millonesv baya quedado reducida en el día á
la de 98.2i6«85o y 21 mrs. (i).
La marina se puso en un estado brillante^
digno de la nación española (2); lo cual costó su-
mas inmensas* pero también es cierto que ni ella
ni el ejercito se emplearon siempre en empresas de
utilidad pública , sino en guerras contrarias al io*
teres nacional, como vojr á manifestar en el capí-
tulo siguiente. '
El ejército no ofrecía á la verdad una pers-
pectiva tan grata y bonrosa , fenómeno estrano si
se considera que Carlos III babia debido el reino
de Ñapóles á las armas, que la ecbaba de enten-
(1) Diccionario de hacienda, tom« I, art. Créditof del
reinado de Felipe V.
(2) Los progreMM ^ la marina española en el reinado
de Carlos III fueron los siguientes. Después de la paz que sU
gnid á la desastrosa guerra de 1761 la España no tenía
mas qne 37 navios de línea 7 unas 30 fragatas. En 1770
Gonlaba 7a 51 navios, desde 58 hasta 112 cañones; 21!
fragatas, 8 urcas, 9 jebeqnes y otros 12 buques menore*:
en todo 102 buques de guerra* En 1774 tenia 64 navios de
linea, ocho de ellos de tres puentes, í}6 fragatas, 9 ícIn*-
qnes, y otros 28 buques menores de guerra en todo 1 {2.
En 1778 presentaba 67 navios de línea, 32 fragatas &<*»
total , 163 boques de gotrra de todas clases.
128
dido en el arte de la guerra, y era muy amante
de la gloría militar; pero sin duda la seguridad
que le daba por la parte de los Pirineos el pacto
de familia, y la aversión á los ingleses, le bizo
pensar mas en el restablecimiento de la marina,
que en el del cje'rcito. Lo cierto es qiie este desde
la paz convenida en 1748 se habia mantenido en
una inacción poco favorable al espíritu marcial
de los españoles; si se esceptuan la corta guerra
de Portugal poco fecunda en acontecimientos, la
espedicion de Argel en 1775 y la de Buenos-Ai-
res en 1776, que ofrecieron pocas ocasiones de
distinguirse, y de acrecentar la enseñanza mili«*
tar (i).
Sin embargo no dejo Carlos III de instituir o
proteger establecimientos en que pudiesen formar-
se oficiales instruidos de infantería , caballería, ar-
lilleria e ingenieros. Las escuelas militares del
puerto de Sta. María para la infantería, que di-
rigid con tanto acierto el genei^I Ofarril bajo las
órdenes del conde de O-Reílly; la de Ocana para
la de caballeria cuya dirección se confio al gene-
ral Ricardos, y la de Segovia para la artillería,
(1) L* Eipagne seos les rois de la m^iison de Bourbon;
tom. 6, cap. 6 adicional y pág. 133.
"9
summislrároQ al ejército disltoguidoa oficiales. En
fin, la principal nobleza voWid a dedicarse al ejcr^ -
cicio de las armas, que casi habia abandonado bajo
los últimos reyes de la dinastía austriaca.
£1 espíritu reformador del reinado de Car-
los ni mejoró también la condición del pueblo,
contribuyendo poderosamente á suavizar el trato,
i estender k urbanidad, y rectificar las costum-
bres. 'Honróse ál labrador, se derogaron las anti«
guas y barbaras leyes que declaraban viles los ofr^.
dos mecánicos (i): se introdujo el ctcmento popa*"
lar en los ayuntamientos, autorizando la elección
de dos diputados del común, y un síndico persone^
ro; con lo cual volvió el pueblo á tener parte en
loa cargos municipales, vinculados ya en la clase no*
ble; disposición que fue recibida con general aplau-
so. Animó entonces al estado llano un noble sen-»
ilmienlo de su propia* dignidad, viéndose libre
V.
(I) Se iiliijii un por honesto» y hoiw>^dost 4>cc la Jcy B,
tíi* 23t lii>> S* dé Ek N. R.y los oj&cios de curlidor« herrerp»
sastre, ^pateri>, carpintero y otros á este modo; ^fugite el
uso de ellos no eiivileoe la Gtoiilia ni la persona del fue los
e|eree, ni la inhabilita para los empleos miinicipalei da U
fif A h li c a , ni para el goce y prerogativas de la h^dalgiiia
é los que la tengan« conforme á lo declarado t^fi la prde*
•ansa de 3 de tioviemhrede 1770, aunque los ejerzan pop
•as personas.
Tomo It^, o
\
i3o
del esclusivo predominio de los nobles « honradps
sm afanes, y protegidas sus personas. G>ntr¡bu)ró
también á esto último la Instrucción de corregir
dores encaminada á mejorar la administración de
justicia^ que desgraciadamente había estado poco
atendida basta entonces.
G)adjruvaron también á. mejorar las costum-
bres otras saludables providencias: tales fueron* la
pragmática sanción sobre juegqs prohibidos; la lejr
que obligaba á los llamados gitanos á renunciar á
su vida errante 7 viciosa; y otras disposiciones en-
caminadas á desterrar la vagancia y. la holgazane-
ría, y la desordenada afición á las fiestas de toros*
poniendo coto á la mucha frecuencia con que se
repetian.
Fomentáronse los sentimientos de humani-
dad, fundándose hospicios y otros establecimientos
de beneficencia , para alimentar pobres y evitar la
mendicidad. Formóse en Madrid una junta general
y superior de caridad , á la cual se entregaron
anualmente 3o3 ducados para los objetos de su
institutor También concedió él gobierno al hospí-
cío general i43 ducados anuales. , y otras sumas a
diferentes, estableciimicntos piadosos. Contestos y
otros fondos que facilitaban el estado esctesiá^ipa
y la caridad de otros fieles, se suministraban 'sa^-
corros á muchas personan honrada^'qiie.vivi^n 6Jir
la indigencia, á muchos jornaleros y artesanos qüi;^
i3i
careoAD de trabajo, 7 en fin á cuantos necesitaban
aaxilios. £1 ejemplo de la capital produjo. un fe-
liz rebultado en otras muchas poblaciones del rei'-
no , donde, también se establecieron asociaciones de ^
beneficencia , se dotaron hospicios y casas de re-
clusión «propagándose asi los sentimientos morales,
y mejorándose notablemente el estado de la so-
ciedad.
m
CAPITULO vm.
Dm grandes detaciertM cb el reiaadp Cirlot 111 qw umumi (»▼(•
•iiBM makty y lavieroa un penicíoeo ioflige en U ciftIisackNi eipt
Mi0 i nhtr, el pecto de familia, y la cooperaeion en k guerra contrm
U indepeadeaciade tbe Eitadof-Umdeede Anériea.
M^ errando VI había oltferrado rigdirotaiiieBte el
Astema de neatralidad , tan favorable para el co-
mercio y la prosperidad de sus subditos; pero
Oírlos III en lugar de seguir tan buen ejem<»
plo« que era el mas conveniente á los intere-*
wts de la nación, tomó un rumbo contrario, mo*
vido de particulares consideraciones, y de perso-^
nales resentimientos. Miraba este monarca coo
pocM afición á los ingleses, por el bccbo siguieii-
i33
fe : Hallándose empeSado en la guerra qoe soste-
nían en Italia los Borbones de España y Franda
contra la emperatriz María Teresa « los ingleses y
el rey de Cerdcna (i) « se presentó delante de ISá-
poles una división de la escuadra inglesa, y so
comandante intimo á Girlos la orden de declararse
neutral en el termino de una hora, sopeña de ver
bombardeada la capital de su reino. £1 monarca
para evitar aquella catástrofe , se vio obligado á
prometer solemnemente por escrito que observaría
la mas rigorosa neutralidad.
Este desagrado que desde entonces le quedó con*
tra los ingleses, se acrecentó en los primeros años de
so reinado en España con motivo de las intermi-
nables contestaciones relativas á los estabiccimien*
los británicos, y al comercio de contrabando en las
Indias occidentales, y de las frecuentes vejacionef
de los cruceros ingleses. Agregábase otro motivo de
descontento, y era la constante negativa del go«
bierno ingles á las reclamaciones de los emanóles
para hacer la pesca en Terranova.
Estas quejas por una parte, y la adhesión de
Carlos á los príncipes de su familia, no menos ar-
(1) El rey de Cerdeña faltó nulamente á la alianxa
COB loi Borbone?, pasándose al bando contrarío.
ciu>iTiJLO vm.
Dm grandes deíaciertot cu el reiaadp Cirlot 111 qw MOiarai gitvl»
•iniat makty y lavieron an penückMO iofliQe en U eifilincioo uft»
Mi0 i nhtr, el pecto de familia, y la cooperación en la guerra contra
U I nd epen d enci a de tbe Eitadof-Unidot de Anériea.
M^ ernando VI había ohsenrado rígdirosamente al
aistema de neatralidad , tan favorable para el co*
anercio y la prosperidad de sus subditos; pero
Oírlos III en lugar de seguir tan buen ejem*
plo« que era el mas conveniente á los intere*
wis$ de la nación, tomó un rumbo contrarío* mo»
vido de particulares consideraciones, y de perao-l
nales resentimientos. Miraba este monarca con
poca afición i * * oleses, por el bccbo siguien-
i33
f«: Hallándose emp^ado en la gnerra qot soste*
nian en Italia los Borbones de EspaSa y Franda
contra la emperatriz María Teresa « los ingleses y
el rey de Cerdcna (i) « se presentó delante de ISá-
poles una división de la escuadra inglesa, y so
comandante intimo á Girlos la orden de declararse
neutral en el termino de ona hora* sopeña de ver
bombardeada la capital de su reino. £1 monarca
para evitar aquella catástrofe , se vió obligado á
prometer solemnemente por escrito que obserrarit
la mas rigorosa neutralidad.
Este desagrado que desde entonces le quedo con*
tra los ingleses, se acrecentó en los primeros años de
so reinado en España con motivo de las intermi-
nables contestaciones relativas á los estabiccimien*
los británicos, y al comercio de contrabando en las
Indias occidentales, y de las frecuentes vejaciones
de los cruceros ingleses. Agregábase otro motivo de
descontento, y era la constante negativa del gCK
bierno ingles á las reclamaciones de los eqiaSoles
para hacer la pesca en Terranova.
Estas quejas por una parte, y la adhesión de
Carlos á los príncipes de su familia, no menos ar«
(1) El rey de Cerddia faltó mslsmente á U «liiai;
ton loi Borbone?, pasándose al bando contrarÍQ.
i34
raigada en su corazoo c[ue la de su padre i le hi-
cieron firmar en 1 5 de agostó de 1761 la célebre
alianza conocida con el pació de familia , que tan
gravas compromisos acarreo después á los Borbo^
mes en Espafía. Resultó como era natural la guer-
ra con ]á Gran Bretaña , en la cual tomaron los
ingleses la Habana con todos los tesoros que se ter
ni^n aili guardados, nueve navios de á 60 cano-
ncs, tres fragatas j otros buques menores. Por el
mismo tiempo invadieron la opulenta ciudad de
Manila y las demás islas Filipinas. A e$tas per-
didas se aSadio' la del jgaleon de Acapulco , cuyo
valor subía á tres millones de pesos fuertes. Ajusta-
da por fin la paz en París el i o de febrero de
1 763 /fue necesario ceder á la Inglaterra las Fio-
rfdas, para recobrar la Habana y las islas Fi-
lipinas (1).
]La cesión de las Floridas á |a Inglaterra era
una gran falta política .de parte del gobierno tiS'*
paRol ««porque tarde ó temprano b^ria á los in*
gicscs dueños del golfo de Mcgico; j si la posesión
d$ la Jamaica les facilitaba el modo de arruinar
el comercio que hacSd Cadi;c en las costas de Yn»-
(1) L*Espagne sous les rofs 4e la mai^n de Bourbon,
tomo 4*^ » p&g* 502. Memorias de) principe de )a Pas, to*-
mo 3.^ y pág. f 5 en la nota.
i35
cntan , Hondaras , Goatemala y Tierra-firme , el
cstabtectfniento en las Floridas los babilitaba pa-
ra destruir el de Vera-cruz (i).
Grande ceguedad fue la de Carlos III en
adoptar con tanto ahinco los intereses de la Fran-
cia , poniéndose en lucha con la nación marítima
m^s poderosa « y la única que podía oponerse al
cumplimiento de los proyectos patrióticos concebi-
dos por algunos estadistas españoles, para las me-
joras progresivas en las posesiones de Ultramar.
El verdadero ínteres de España en aquella
época consistía en la conservación de sús colonias,
cuya posesión le daba tan gran consideración en
Europa , y las cuales regidas pdr buenos princi-
pios' ídé economia pública, hubieran podido llevar
á un alto punto la industria, el comercio, la ri-
queza, y el poder de la metro'poli (2).
Pero de todas las guerras desastrosas en, que
se vid envuelta la España , ninguna mas antipo-
lítica que la emprendida para sostener la insur-
rección de las colonias anglo-americanas : el espí-
ritu de venganza contra la Inglaterra, y no el de
(1) L*Espaguc sous les rois de la maison de Bourbon,
tomo 4*^> cap. 61 , uota última , pág. 504*
(2) L'Eapagnesous les roisy tom. 6.^, cap. 3. adi-
cional.
i36
un objeto filantrópico , pudo inspirar á unos go-
biernos tan absolutos como eran los de España j
Francia, el desatinado penjsa miento de apoyar los
|>rioc¡p¡os democráticos en América , que ya en
Europa producían tanta fermentación. ¿Y cdmo
pudo consentir el sesudo Carlos rtll en el apoyo
dado á los aúglp-americanoSf siendo un poderoso
.ejemplo y un punzante estimulo para que las co- '
lonias españolas hiciesen algún dia otro tanto?
£l conde de Aranda después de haber firma-
do como ^embajador nuestro en Francia el tratado
de pax, coa Inglaterra « reconociendo la indepen-
dencia do la3 qplonias afiglor.americanas; dirijídal
rey una memoria secreta haciendo proíiJnd]a&> re-
flexiones sobre las consecuencias que podrían. jre>^
sultar en lo sucesivo para Espaiía del establecí**
miento de una potencia tan colosal cerca de sus
colonias (i)*
Con mayor vehemencia aún ha levantado úl-*
timatncntc su voz el principe de la Paz defen*-
dicndose contra el conde de Flor idablanca , que
•en el manifiesto de <la junta central le inculpó por
el tratado de alianza con la república francesa en
mmt
(1) L'Espagne 80U5 les roii Scc tom. ^.^ , cap. 3i^ adi^
cioiía] y piigk 47.
«37
1 796. «¿ Qaé podor superior , dice , qae neceti-
dad, qué estrecliez ó qaé raras circunstancias obli-
garon al ministro español para condescender con
la Francia á precio tan subido? ¿Fué el temor?
No; la España era entonces rogada de rodillas y
mas fuerte que la Francia. ¿ Fué la opinión del
rey Carlos III? No; sa opinión fue contraria, y el
ministro trabajo largo tiempo en superarla, ¿Fué
eWoto nacional? Todo el mando en España mal-
dijo esta guerra. ¿Fué el interés del reino? Los
desastres de Gibraltar « los desastres de nuestra
armada , nuestros tesoros disipados , el comercio
perdido , nuestro crédito arruinado depondrian en
contrario. ¿ Se quedaron aqui los males? No ; es*
tos males fueron solo el principio y el preludio de
los dolores venideros. Incubada por los dos minis-
tros temerarios (el de España y Francia) al precio
irredimible de tanta sangre y de tantas ríq^ests
der ranudas , la semilla sediciosa en el norte de
América , el fatal genio de las revoluciones tomo
vida, creció como an gigante y atravesó el Atlin-
lioo^ y devoró á la. Francia, y estendió por la Euro-
pa sus estragos, y viajó á la redonda por la tierra, y
dejó en todas partes su larva inacabable."* (i)
(i) Memorias tomo 2.® « fég. 67 |d fin ^ i^^joostiBfiíM^
CAPITULO IX.
Primeros aóot del reinado de Girlot IV : origen de la reTolucion de
Francia : conducta del gobierno eipaftol en tan tremenda crisis: guer-
ra del Pirineo^ j pti lyiistada en Baailea con la república francesa*
\
' 1. ■ '
ilJIarés tempestuosos iba i surcar la nave del
estado durante la azarosa dominación de esté prín-
cipe, destinado por su mala esti^lla á llorar la
sangrienta catástrofe dé un rej deudo y aliado su-
yo ; á luchar con los sanguinarios terroristas' de
Francia , y con el inmenso poder de la Inglaterra;
á perder después la corona en un motin popula r«
y acabar sus dias en tierras estranas « lamentando
-la ingratitud de utt^ hijo : ¡época fatal para dar
impulso á los progresos de la civilización ! ¡tiem-
pos MMgasde revueltas^ de eaconados partidos , en
que la maledicencia emponzoña todos los actos, y
en que tan dificü es aparar la verdad para pre-
sentarla imparcíalmente.
El pueblo español había concebido buena idea
de las recias intenciones 7 capacidad del nuevo
monarca. Alentaba tan b'aenas esperanzas la per-
manencia en el ministerio del conde de Florida-
blanca, cuya persona había recomendado Car-
los III á su hijo como un ángel salvador en los
peligros que ofrecía la Francia (i). Poco tardaron
en realizarse estos peligros con la'gran revolución
que iba i trastornar enteramente aquel reino y po-
ner en agitación a toda la Europa.
El conde de Floridablanca acostumbrado por
tantos anos á respetar las instituciones monárqui-
cas, y á proceder en las reformas con tanta mesu-
ra , no podía mirar con buenos ojos una revolu*
cion que emprendía su larga carrera con p^sos
tan agigantados* Los tronos se estremecieron y los
atinados estadistas veian una nueva era de efer-
vescencia política» en que el elemento popular iba
á aliar su terrible bandera sobre los escombros de
la raooarquia*
(1) Memorias del Príncipe de U Pas , tomo 1.^ » pá-
fina 122.
1 4o
Sucedió también por aquellos tiempos qae un
asesino, de nación francés, osó herir alevosamente
al conde de Floridablanca ; y esta tentativa de
asesinato sé atribuyó comunmente á alguna de las
sociedades secretas de aquel reino ; nuevo motivo
que tuvo aquel personage para mirar con ojos si-
niestros las novedades acaecidas en Francia ; si bien
no formó proyectos de hostilidad, como por mu-
chos se ha creido equivocadamente.
. La conducta que pensaba seguir en cuanto al
sistema político* de España se destubrió bien en
las cortes celebradas el ano de 1789 para la )ura
y reconocimiento del príncipe de Asturias, como
heredero de la corona. «Las necesidades del esta-
do, dice el Sr. Martínez de la Rosa (1), los aba-
sos de la administración y el anhelo que ya des-
puntaba en la nación de mejorar de suerte , en-
cendieron el ánimo de algunos diputados celosos
que pidieron que las cortes se ocupasen en exami-
nar los males qae aquejaban al reino y en apli*
caries , de acuerdo con el monarca , el remedio
oportuno: este conato de reforma que empeaaroo
á mostrar las cortes inquietó sumamente al go^
bierno, poco dispuesto á satisfacer tales voto^; y
acudiendo en su ayuda an ministro sagaz, poso en
(1) Espíritu del siglo , tom. 1.^ , pág. 38 y 39.
«4i
práctica las dilaciones « las dádivas , las amenazas,
hasta qae disueltas las corles quedo tranquilo el
gobierno en el borde mismo del precipicio* dejan*
do sepultada á la nación en el mas peligroso le-*
targo (i). Tal fue el éxito que tuvieron las últi-
mas cortes , si tal nomibre merecen « que vid reu-
nidas España hasta la época de su revolución: es*
te hecho tan grave como cierto no ha menester es*
plicacion ni reflexiones ; la historia de la monar-
quía durante los cuarenta aSos últimos « debe ser
su solo comentaria" En estas mismas cortes se
derogo la pragmática de Felipe V. sobre sucesión
á la corona « restableciéndose el antiguo derecho y
práctica, según ks leyes de partida; acto que se
tuvo muj secreto, juramentando á los diputados.
mmmam^a^i^i^mm^mi
(1) Ett ana esposicion cpu dirijió al rey el conde de
Floridablanca desde sa prisión en la cindadela de Pam-
piona, decía : «Aunque d capónente no ha hecho mención
específica de las últimas cortes , no dejaron de ser impor-
tantes sus servicios en ellas : el rey lo sabe , pues hubo ob-
jitos grandes fielismente conseguidos; ^ no faltaron espí-
rüuM inquietos fue quisieron eniror en maUrias que itan
turbado oíros países : ^ro se atajó todo afortunadamen^
te con mucha potüiea y oportunas resohieiones , dejando
contentos A los reinos y é sus diputados.
j que luego hizo Taler el rey Femando VIL
La caída del conde de Florídablanca , acae-
cida en febrero de 1 792* no fue una gran pérdi-
da , por la razón que apunta el Sr. Martínez de la
Rosa en el pasage citado « como también por la
estensíon que dio al poder ministerial « anulando
el consejo de estado, concentrando en sus manos
todos los resortes de la administración, y sujetando .
á los demás ministros en sus respectivos ramos á
deliberar en común bajo su presidencia (i). Sa-
cedióle el conde de Aranda , que habiendo sido
consultado por el rey acerca de la conducta de
Florídablanca, la calífiod de inepta, impolítica y
temeraria. Pero la suya tampoco hubo dé agradar
al rey, pues que en noviembre del mismo año le
separó para reemplazarle con el duque de la Al-*
cudía (2).
Para entonces habian ya ocurrido en París las
terribles escenas del 10 de agosto de 1792 y de la
prísion de Luis XVI y su familia en la torre del
Templé, atentados precursores de otro mayor que
(1) El Principe de la Pai habla largamente en el
pítalo )2, tom. 1.^ de áns Memorí«a de las caiisu.qnt
motivaron la caida de Florídablanca.
(2) Mo espresa este en sos Memorias las causas que
inflayeron en la separación de Aranda.
r43
había de cubrir de luto' á ia Francia y de Jiorror
á la Europa toda.
£1 gobierno español se condujo en aquel bor-
rascoso tiempo con dignidad , con la nobleza ge«
nerosa propia del carácter nacional, por mas qne
digan lo contrario los detractores de nuestras gior
rías. Para salvar la vida del rey d^ Francia no
perdono medio alguno; abrió, créditos de cantidad
ilimitada en Paris para atender al decoro de los
augustos presos, y ganar si era posible votos á su
favor en la convención: ofició al ministro Pit para
que interpusiese también su mediación , áfünque en
vano; buscó por medio de su representante . eo
París sugetos de valía que protegiesen la causa del
monarca preso; 7 finalmente presentó dos notas
con una carta de mediación del rey Carlos IV en
favor de Luis, las cuales se presentaron y leyeron
en la convención (i) el dia 28 de dicien^bre del
mismo ano.
(1) He «qai el texto literal de las dos notas remitidas
al encargado de negocios. '.:■.-:
1.' Habiendo significado el gobierno de Francia al de'
España sus deseos de ver asegurada de un modo positivo
la neutralidad qu§ existía d^,hey^o^^tB ^ )a ^ ^lya naci^i^y .
S. M. C. ha autorizado al infrascrito su nrimer secretario
de estado para declarar por esta.not^|,qué la Espacia ob*
servará de su parte la neutralidad mas perfecta con re»T«
.44
«Durante sa lectura , dice el principe de la
Paz, reinó el silencio en la asamblea y en las tri-
bunas « favor no acostumbrado cuando se hablaba
en pro del infeliz monarca. Un momento se con-
cibieron esperanzas de obtener un buen suceso ; pe-
ro el terrible fallo estaba echado por los hombres
de sangre , que á falta de razones csponian sus to*
luntades con el grito y las amenazas.» «Lejos de
nosotros, esclamó el feroz TbKríot, lejos las iúr
• /
ilgm^fa^mri^m^'^f^^^i'^ma^f^^^f^^m^^^^m^mmmmm^m^^immmmmmmm^i^^fi^m^f^^if^
pecto á la guerra en que la Francia se encuentra empe-
iiada con otvat potencias. Esta nota será cangeada contra
otra igual firmada por el ministro de negocios estrange-*
ros » en la cual se darán las mismas seguridades por par*
te de lá Francia. Madrid de diciembre de 1792.=:£/ Ju*
ifue de la Alcudia.
2.* & M. C. en consecuencia de la neutralidad conve-
nida entre la España y el gobierno francés bajo la seguri-
dad de la amistad y buena fe de la nación francesa, man-
dará retirar de las fronteras las tropas que las guarne*
cen (1)9 conservando solo en las plazas el número de ellas
necesario para su servicio y el de sus destacaqaentos res^
pectivos ; \o cual será puesto en ejecución tan pronto 00-
■ .■■■ ■• #f ■ ■ ' -: r '
(I) l^hbaii «aiM» antat «itas tropas por via da firteaneioo , j
ptn laaar 1 raya fas firpaoeaat , qoa 4anil>ian aa Miiaa a|H^9aifluda
•IPirip-*
i45
fluencias de los reyes. No suframos por modo al-
guno que los ministros de las cortes estrangera§
ibcmen aquí un congreso para intimarnos la, vo-
luntad de los bandidos coronados. ¿Seria que el
déspota castellano osase amenazarnos ? (i)"
Estos Y otros despropo'sitos que dijo el bárba-
ro xlecla mador, fueron aplaudidos con estrepitosa
vocería^ los buenos se intimidaron , j nadie se
aventuró á apoyar la mediación de una corte es-
trangera : el resultado fue no hacer caso y vota^
IDO la Francia entregará otra nota , prometiendo obrar
dé igual modo por sa parte.»
Con estos documentos y lo demás que dice el Príncipe
de la Paz en el tomo 1.^ de sus Memorias , cap. 6.^ , se
desvanece la patraña inserta en la página 129 , tom. 5 de
la historia de Mr. Coxe sobre el altercado que tuvieroii en
el consejo de estado el conde de Aránda y el duque de la
Alcudia, defendiendo aquel la neutralidad, y abogando es--
te por la guerra , de cuyas resultas fué desterrado el con-
de á Granada: este destierro no se verificó hasta el año de
1794» ^^ ^"^ Aranda presentó una Memoria que corre
manuscrita , en la cual se inculpaba al gobierno de no
haberse preparado convenientemente para continuar la
guerra. Por lo demás bien sabido es que el conde era muy
partidario de -los franceses , y que antes de la revolución
estuvo enlazado en amistad con los enciclopedistas.
(1) Memorias dd Príncipe de la Paz, tomo 1.^^. pá-
gina 67 y siguientes.
TomúlF. lo
1 46
lordre ái/yowr. No obstante esta insultante repul-
sa, aun se pasaron o'rdenes al ministro español
en Paris para redoblar sus esfuerzos, y seguir 5us
oficios públicos ó privados , según le sugiriesen su
celo y lealtad , atendidas las circunstancias* y sal-
vo el honor de la corona. Asi lo hizo el Sr. Oca-
riz ; y cuando vid que iba á decidirse en la con-
vención la suerte de Luis XVI , pasó un nuevo
oficio para salvar á la augusta víctima de la
muerte.
«<En la aciaga noche del 1 7 de enero de 1 793,
acabada ya la votación sobre la suerte del rey de
los franceses y comenzado el escrutinio , mientras
se contaban los sufragios de vida tí muerte, fue
anunciado á la convención el nuevo oficio del en*
viado de España. Ocariz renovaba en el las pro-
posiciones de mediación y garantia, que desde di-
ciembre anterior tenia indicadas al consejo ejecu-
tivo ; encarecia vivamente los deseos y los ruegos
de Carlos IV; y sin pedir en aquel trance mas
favor que la vida del monarca francés, anadia es-
tar pronto á remitir á nuestra corte cualesquiera
condiciones honrosas que la Convención estimase
necesarias y bastantes para desistir de aquel pro-
ceso y terminarle, como asunto mas propio de una
solución política por la vía de un tratado, que se-
ria la gloria de las dos naciones: solución ventu-
rosa digna de nuestro siglo, prenda cierta de la
i47
paz de la Europa , y fundamento mucho mas
firme para la independencia de la Francia (i). »
Hé aqui un espectáculo imponente que honra
sobremanera al gobierno español : ninguna voz se
oye mas que la suya en favor del malhadado Luis,
í Y esta voi« que es el grito de la humanidad en-
tera , se desecha fieramente por la G)nvencion !...
Los tigres sedientos de sangre rechazan la lectura
del oficio , y no falta un Danton para proponer
que se declare la guerra á España en aquel
acto !
Cae por fin la cabeza de aquel martirizado
monarca « y entonces suspende el gobierno espa-
3ol sus entabladas negociaciones, respondiendo al
ministro francés en Madrid , que aun insistia en
ellas , que su presencia y sus gestiones en tan tris-
tes momentos eran incompatibles con el luto de la
corte. '
Y en efecto, ¿que transacción cabía ya con
unos frenéticos revolucionarios que acababan de
cometer tan horrendo crimen ; que insultaban á
todos los gobiernos y provocaban en todas partes
la guerra con sus escritos incendiarios, con sus
(I) Memorias citadas , toni. 1.**, pAff. 70 v 71
i48
discursos trastornadorcs del orden social ?
«(¿ Qué se os trae en este instante ? ( de*
«cia Barreré hablando de la mediación de Espa-
ña ) , nada mas que congeturas é ilusiones di"
plomáticas.,. No olvidéis , ciudadanos, vuestra
hermosa misión, que es la de hacer revoluciones
en todas las potencias.^ Estas ideas y otras semen
jantes, tan comunes entonces, tan aplaudidas y
preconicadas, hacian ver claramente que el objeto
de los republicanos era acabar si pudiesen con to-
das las monarquías de Europa.
No era cstrano pues que estas tratasen de ha-
cer frente para evitar la propagación de unas doc-
trinas perturbadoras del orden público , y tan con-
trarías al verdadero espíritu reformador con que
debían mejorarse las instituciones antiguas, si-
guiendo los progresos de la civilización. A pesar
de todo la E^ana no fue quien declaro primero ,
la guerra , sino el gobierno francés, j aun antes
de declararla cometió actos de hostilidad , como se
acredita en el manifiesto con que respondió el rey
de España á aquel gobierno en 23 de marzo de
1793 (1).
(1) Memoria» citadas tom. 1.^, cap. 11.
^49
EsU guerra fue una de las mas populares en
EspaSa ; el entusiasmo se hizo general. Los ayun-
tamientos del reino competian entre sí de un mo-
do asombroso en procurar recursos pecuniarios,/
en los alistamientos voluntarios de los mozos de
sos respectivos distritos. Un gran número de su-
getos ofrecieron sus riquezas y sus bienes juntamen*
te: las viudas mismas presentaban a sus hijos.
Baste decir acerca de este impulso general de leal*
tad, de patriotismo y de instinto conservador^
que no hubo necesidad de hacer sorteos , y que el
ejército se puso en pie de guerra con solo gente
vohintaria (i). La EspaSa ofreció en donativos
la enorme sama de 73 millones (2). •
La campana de 1 79^ fue gloriosa para núes*
tras armas en el Pirineo oriental:, los españoles
acreditaron su valor , nunca desmentido , en la
célebre batalla de Truillas y en otros sangrientos
combates; y el insigne general Ricardos que los
mandaba, se apoderó de los castillos y fortalezas
de Bellegarde , los Baños , la Guardia , Villa*
franca, San Telmo, Port-Vendres y Coliuvre, obli»
gando por fin a los franceses á encerrarse en
Perpinan. TSo fueron tan felices los aliados en el
(i) Memorias citadas tom. 1,^, pág. tl3, iioU^
(1) Id. id. pá({. 139.
i5o
norte, pues perdida en 26 de diciembre la terri-
ble batalla de Geisberg , los auslriacos , los pru-^
sianos Y los emigrados de Conde derrotados y fu-
gitivos abandonaron á la Francia las famosas lí-
neas de Weiscmburgo.
Las medidas estraordinarias adoptadas por la
Convención en agosto del mismo ano habian dado
á la f evolución una terrible cnergia , y medios
poderosos á los ejércitos republicanos. El comité'
ó junta de salud pública babia propuesto el si-
guiente proyecto de ley, que fue aprobado con el
mayor entusiasmo por la asamblea : Art. i P El
pueblo francés declara por el o'rgano de sus re-
presentantes que va á levantarse en masa para
defender su constitución y su libertad , y para li-
bertar el territorio francés de sus enemigos. Ar^
tículo 2P: El comité de salut públic presentará
mañana un proyecto para dar la correspondiente
organización á este gran movimiento nacional.
Por otros artículos se nombraban diez y ocho
representantes encargados de correr toda la Fran-
cia, y dirijir á los comisionados de las asambleas
primarias en la requisición de hombres , caballos,
municiones y subsistencias. Dado este grande im-
pulso, dice Mr. Thiers (i) todo se hacia posible:
(1) Histoire de la rcvolution fran^aise, tom. 1 , cap. 25,
pág. 461 I edición de Bruselas 1840.
i5i
declarando ana vez que la Francia entera, hom^
bres j cosas pertenecían al gobierno , podía este
bacer todo lo que juzgase útil é indispensable se-
gún lo que le sugiriesen sus conocimientos , los
futuros peligros j el progresivo entusiasmo. Sin
duda no era necesario levantar en masa la po^
blación entera» interrumpir la producción, y bas*
ta el trabajo necesario para proporcionarse medios
de subsistencia; pero con venia sí que el gobierno
pudiera exijirlo todo, limitándose sin embargo en
esta exacción á las necesidades , según se fuesen
presentando. El mes de agosto pues fue la época
de los grandes decretos que pusieron toda la Fran-
cia en movimiento , todos los resortes del estado
en ejercicio» 7 que terminaron en provecho de la
revolución su última y mas terrible crisis.
Este poder ene'rgico y colosal amenazaba á
los ejércitos aliados para la campana de 1794»
tan fatal para todos ellos. Por lo que bace á la
España el conde de la Union , que babia sucedi-
do al difunto general Ricardos , fue atacado en
i.^ de mayo de aquel ano por el general Dugom-
mier, y obligado á retirarse del territorio francés
para cubrir á Figucras. A esta dcs;;rac¡a se siguió
la pérdida de todos ios fuertes y plazas ganadas á
los franceses en la campana anterior, que sucesi-
vamente fueron cayendo en su poder , aunque no
sin gloriosa resistencia y esforzados combates de
l52
las tropas espauolas. Por último se perdieron ]^g
lineas de Figueras, j esta plaza con 9 d i o3 hombres
de guarnición , y bien pertrechada, cajo en poder
del enemigo, Por la parte de Guipúzcoa perdimos
á Fuenter rabia, S. Sebastian y Tolosa , quedando
acantonados los enemigos en aquella provincia, en
el valle del Bastan j en San Juan de Pie de
Puerto.
Corria el ano de 179^, y la convención de
Francia había adoptado principios mas modera-
dos de gobierno, después de haber perecido en el
cadalso el ano anterior Robespierre , S. Just ,.
G)uthon y otros furibundos jacobinos: esta mu-
danza de política interior en Francia y las gran-
des perdidas que babian sufrido el ano anterior
los aliados, hicieron pensar á algunos de ellos en
negociaciones de paz : la ajusto antes que todos el
rey de Prusia (i), cuyo ejemplo siguió poco des-
pués el gobierno de España (2). No me detendré
á calificar este convenio , porque ademas de no
pertenecer al principal asunto de esta obra , ten*»
dria que detenerme mucho en el examen, de las ra-
zones que para justificarse alega el Príncipe de la
(1) En 5 de abril de 1795.
(2) La paz entre España y la república se firmó en
Basilca el 22 de julio del mismo aíiO.
i53
Paz. Una de ellas es la necesidad d conveniencia
por lo menos de evitar una revolución moral en
los ánimos, que podria haber ocasionado el pro-
longado contacto de las tropas francesas república-^
ñas: j como esto hace mas á mi proposito, copiara
sns mismas palabras , que dan á conocer bastante
el estadio de las opiniones políticas en aquel
tiempo.
»Tal fáe en efecto uno de los motivos que in-
dinaron en favor de la paz con perfecta unatiimi-
dad al consejo del rey , sin discordar de los mios
en un ápice. Mo en verdad porque se temiese un
eambia en la lealtad ni en los sanos principios del
ttiayor número • lo cual era imposible, al menos
por entonces ; pero la historia de cosas pasadas j
presentes hacia advertir cual era él poder 7 los re-
cursos de las minoridades , cuando estas llegan á
apoyarse con el favor de las armas estrangeras,
mucho mas si estas hallan modo y medios para ce-
bar el interés de las plebes j de las gentes perdi-
das ; poderosa palanca que la propaganda republi-
cana ponia en acción en todas partes donde entra*
ban los ejércitos franceses.
» En España no dejo' de percibirse una minori-
dad de esta clase, ciertamente muy pequeña, pero
bastante para poder temerse un incendio, tanto
mas cuanto sin acudir á las doctrinas ni á los fu-
nestos efectos de la revolución francesa t nuestros
i54
propíos males desde el tiempo mismo de los go-^
dos ofrecian ejemplos peligrosos; y no tan lejos ie
nosotros la deposición de Enrique IV , las comuni-
dades de Castilla y las germanias de Valencia en
los dias de Carlos V, junto con todo esto los prcs*
tigios de la antigua constitución de Aragón, las
turbaciones de aquel reino- en tiempo de Felipe II
y los recuerdos dolorosos de sus fueros destruidos
bajo aquel reinado (i). Tales memorias fermen-
taban en algunas cabezas y pasaban á proyectos.
En junio de 179 5 una correspondencia intercepta*
da bizo ver patentemente que los franceses trabaja-
ban con suceso en formarse prosélitos en muchos
puntos importantes, y ofreció rastró para descubrir
algunas juntas que se ocupaban de planes demo-
cráticos, divididas solamente por entonces en acor-
dar si serian muchas ó una sola irepública iberiana
)o que convendría á la España. Los franceses para
dominar mas ciertamente preferían que fuesen mu-
chas. Una de aquellas juntas, y por cierto la mas
viva, se tenia en un convento , y los principales
clubistas eran frailes. El contagio ganaba : al solo
amago que los franceses hicieron sobre el Ebro«
una sociedad secreta que se tenia en Burgos pre-
ri
Í)j:-
(1) Esto es un error histórico , según queda demos-
trado anteriormente.
i55
paraba ya sus diputados para darles el abrazo fra-
ternal..r ¡Cuánto hubiera sido el mal si la prose-
cución de la guerra hubiera desenvuelto una revo-
lución en medio de elementos tan discordes de ideas
y de intereses como los que en Esparta habrían
movido los trastornos demagógicos! ¡Con qué faci*
lidad la habría entonces devorado la república
francesa!» (i)
(1) Memorias del Príncipe de U Pai lom. 1.^ página
331 en la nota.
CAPITULO X.
Tnt^clo de S. Ildefonso y guerra con U Gran Bretafia. Estado social
de España hasta principios del siglo XIX.
Xicabada la guerra con Francia parecía lo mas
natural que el gobierno español se dedicase esclu*
sivamente á cultivar las artes de la paz , evitando
todo compromiso político que le enredase en nue-
vas dificultades y peligros. Mas por una triste fa-
talidad celebro con la república francesa un trata-*
do de alianza en i8 de agosto de 1796 (i)^ y !a
(1) Las principales disposiciones del tratado eran: te-
ner la potencia requerida prontos y á disposición de la
potencia demandante 15 navios de linea, 6 fagatasycnar
«57
Inglaterra cbcHib eomtúó contra nosotros nia«
chos actos de ftoabEdad, que tlieron motifo a ana
femial declaración de gncna (i).
No laidaMOS amdka en eqperiaientar los per-
niciosos efectos de csia añera ludo. Padeció la-
mentables qndiíantos nnesira fiíena naral , per*
didas irreparaUes nuestro comercio; 7 en medio
de tan grabes males sin tener resarcimiento algu-
no, las necesidades del erario iban creciendo estraoi^
dinariamente. Las foerxas marítimas que podia
suministramos la Francia eran muj escasas , por-
que apenas empesaba a restablecer su destruida
marina. Así es que mas adelante perdimos dos
importantes posesiones, á saber, la isla de Me-
tro corbetas 6 boques ligeros , todos bien armados y eqoi*
pados ; como también 189 hombres de in&ntería y 69 de
caballería con on tren proporcionado de artillería ; de-
biendo ademas la potencia requerída remplasar al ponto
los boqoes y bajas que sufríesen las tropas por los acci-
dentes de mar ó de tierra. £1 Principe de la Paz en el to-
mo 2.® de sos Memorias, cap. 33 y sigoienles^ se ocupa
largamente en defenderse de los foríbondos atames qne le
han dado Taríos escritores por aquella alisnñ f'im tor
iiestos resoltados. ■^*-' 9^
(1) El manifiesto del rty eonlinrilikf^rf
publicó en 7 de octubre de 179fi..
i58
norca j la de la Trinidad en America , colonia
rica y floreciente. Pero apartando la coosideracmi
de tan fatales acontecimientos esteriores « TolTá«
mosla al interior del reino para hacernos cargo
de la administración pública , j del estado social
en que se halló el reino hasta fines de aquel
siglo.
Desacuerdo grande era ciertamente el querer
gobernar la nación como á mediados del siglo
XVIII « con poder absoluto , teniendo enfrente
una nación que acababa de levantarse contra él
tan estrepitosamente t y cuyo ejemplo debia influir
tanto en la sociedad española. La misma paz con
la república francesa facilitaba la introducción de
las doctrinas democráticas y de sus defensores y
sectarios. El contagio iba cundiendo , y no habia
otro medio de neutralizar sus efectos que el de
ponerse al frente de una revolución política, ine*
vitable ya para nosotros , y que había de reventar
mas tarde ó mas temprano.
Entonces hubiera podido el gobierno darle
una buena dirección , restableciendo las antiguas
instituciones españolas , y modificándolas seguA los
progresos de la moderna civilización. Se me dirá
que esto ofrecía grandes dificultades: lo conozco
asi; pero también las hubo en el reinado de Car-
los III para abatir la prepotencia del clero y des-
hacerse de los jesuítas , y uno y otro se ejecuto sin
convulisieats. /Adeniii de ^qiie no épin %éú temi-
bles entonces en EspaSa \q$ «atraTiM «políticos,
porque ni en el pueblo .estpMol se habían fixopa-
gado como en FraAcia las dottrinaa democsáiioas
y aoti'freligtosas^ ni los elanealoa coifservadores
de nuestra sociedad habían perdido £u fiieraa co-
mo en empella nación*
Peco íU .autoridad siiprena que entonces go '
bertaba la £spaoa , oootaadd «m la paoieiKÍa de
los españoles creyó qne aan podía seguir mandan-
do sin tales cortapisas « y disponer de Jas i»ntas
públicas como cnaJqoier parlieolar qm consHne
tin patrimonio, para atender iisus necesidades j i
sus caprichos.
No hablaré yo de estos últimos: mi oficio no
es acriminar, inquietar las ceniaas^e los muertos,
y hacer mas amarga la suerte de algunos que aon
Tiren, y son de^aciados. Otros ados del gobier-
no de mayor irascendenda para el estado social
serán el ob)eto de mis inrestigaciones , empezando
por ei oso que aquel hizo de su poder en los ne-
gocios edesiistioos.
No atreriéodoae a suprimir el tribunal de la
inquisición , cuya enhUaoM era ya un insufrible
baldón , una bárbara aoomalia en el estado pro-
gresÍTO de las sociedades modernas, le cortó por
lo menos los ruelos, mandando por una real orden
que no procediese con prisiones rontra persotta il*
i6o
guM alta d baja, sin consultar al rey previamen-
te y obtener su permiso (i).
Los bienes eclesiásticos privilegiados siempre,
no contribuían en la debida proporción al soste*
nimtento de las cargas públicas , con manifiesto
perjuicio de las otras clases mas productoras. Pa«
ra remediar en parte este mal, j aumentar los re«>
cursos para la estincion de vales , mandd poner en
venta el Sr. D. Carlos IV los bienes de laS cofradías,
memorias, aniversarios^ obras pias, hospitales, hos-
picios j capetlantais. Se obtuvo bula pontificia pa-
ra exigir del estado eclesiástico un subsidio cstraor-
dinario de 36 millones; y por otro Breve espe-
dido en 1806 se concedió' al rey la facultad de ven-
der y enagenar la séptima parte de los bienes cele*
siásticos, sin mas escepcion que la de los asignados
por congrua de los párrocos. También se impuso
un i5 por 100 de todos los bienes raices y dere-
chos reales que adquiriesen las míanos muertas. :
Fuerte el gobierno con los derechos de la pre-
rogativa real en puntos de disciplina eclesiástica,
espidió á 5 de setiembre de 1799 ^' siguiente dc«
creto que causo' algunos disturbios , como se verá
mas adelante. **La divina Providencia se ha ser-
vido llevar ante sí el 29 de agosto último el al«
(i) Memorias del príncipe de la Paz, tomo 11, p&gi-
na
i6i
ma de nuestro santísimo padre Pió VI , y no pu-
diéndose esperar de las circunstancias actuales de
Europa y de las turbulencias que lar agitan , que
la elección de un sucesor en el pontificado se haga
con aquella tranquilidad y paz tan deseada , ni
acaso tan pronto como necesita la iglesia; á fin de
que entretanto mis vasallos de todos mis dominios
no carezcan de los auxilios precisos de la religión,
he resuelto que hasta que yo les dé á conocer el
nuevo nombramiento del Papá, los arzobispos y
•obispos usen de toda la plenitud de sus faculta"
des conforine d la antigua disciplina de la igle-
sia para las dispensas matrimoniales y demás que
les competen, l^n Ibs demás puntos de consagra-
ción de obispos y arzobispos y otras cualesquiera
mas graves que puedan ocurrir , uie consultará la
cámara cuando se verifique alguno por mano de
mi secretario de Estado y del Despacho (i); y en-
tonces con el parecer de personas á quien tuviese
á bien pedirle, determinaré lo conveniente; sien-
do aquel supremo tribunal el que me lo represen-*
te, y á quien acudirán todos los prelados de mis
dominios hasta nueva orden mia.»
Aunque el Sr. Senmanat, patriarca de las
(1) Lo era entonces interino I). Mariano Luis de Ur-
quijo.
Tamo ir. 11
i6a
Indias, el Sr. Arce, inquisidor general y arzobispo
de Burgos , y otros muchos dignos prelados con*
testaron al gobierno ofreciendo su pronta obedien-
cia, y aplaudiendo la real determinación , no lar*
daron en alzarse contra el espíritu de ella los sec-
tarios de las doctrinas ultramontanas, y en espe-
cial el autor de un escrito anónimo contra el edic-
to pastoral del Sr. Tavira , obispo de Salamanca.
G>ntestdle no obstante victoriosamente el S. Agui«
riano , canónigo de la catedral de Calahorra y ca«
tedrático de disciplina eclesiástica en los estudios.
de S. Isidro (i). Hubo también con este motivo
agrias contestaciones con el nuncio apostólico Don
Felipe Gasoni, de cuyas resultas el ministro de
Estado le envió los pasaportes, y la orden de salir
del reino en dias contados. Medió el príncipe de
la Paz, que á la sazón estaba retirado de los ne-
gocios, aunque siempre conservando grande vali-
miento con el rey , j se revocó la orden relativa
al nuncio (a).
Mientras el Sr. Urquijo procedia con esta fir«
(1) G>leccioii diplomAtica sobre dispensas matrimo-
niales y otros puntos de disciplina eclesiástica, por D. An-
tonio Llórente.
(2) Memorias del príncipe de la Pas , tomo III , pági-
na 18.
i63
meza « el ministro de Gracia y Jasticia Caballerov
^ habia sucedido al célebre JoYellanos (i), iba
preparando el ánimo del rey contra los reforma-
dores, pintándolos como sogetps peligrosos, defen-
sores de doctrinas antimonárquicas ¿ irreligiosas;
con lo coal llegó á sobresaltarse la conciencia del
monarca , que en materias de religión era muy es-
crapuloso, aunque no cruel ni perseguidor.
En el capítulo siguiente volvere á tratar de
este punto, haciendo ver la desgracia de Urquíjo
y el triunfo de Caballero, que si bien causó grandes
vejaciones personales al partido reformador, no
pudo atajar el torrente de la opinión, declarada
ya por las nuevas doctrinas , á |pesar de la inqui-
sición, y de la vigilante policía del absolutismo.
Abora me ocuparé en describir brevemente la apu-
(1) En 1797 habían sido llamados al ministerio, por
influjo del principe de la Pas , Jovellanos y Saavedra» su-
. geios bien conocidos por su alta capacidad , y opiniones
|í^VOrables á las reformas. El primero cayé á muy poco
tiempo, y no pudo realisar sos grandes pensamientos, £1
principe dice que le derribó Caballero para sucederle ; pe-
ro entonces se atribuyó generalmente su caida al proyecto
concebido por el mismo Jovellanos de quitar al valido su
gran poder é influjo en la corte. G>mo quiera qiie sea, la
desgracia y persecución del ilustre Jovellanos, indispu-
sieron con el trono á los partidarios de las reformas, al
paso que dieron nuevo aliento á los del bando opuesto.
i64
rada situación del gobierno en cuanto á .medioi
pecuniarios , los arbitrios á que recurrió para su-
plir aquella (alta ; y concluiré este capítulo con
una resena del estado de nuestra agricultura, in-
dustria y comercio, á fines del siglo XVIII.
Las guerras seguidas primero con la repúbli-
ca francesa , y después con la Gran Bretaña « co-
mo también las demás atenciones públicas, babian
puesto al gobierno en grandes apuros. Para salir
de ellos no se habia atrevido á acudir al medio
ordinario de aumentar las contribuciones púbií«
cas, ya por no escitar un general descontento,. ya
también porque conocia lo perjudicial que era
gravar la producción, y atacar los capitales indos-
triosos de que depende la subsistencia de la clase
jornalera. Buscó pues recorsos en los préstaindV y
emisión de papel moneda » medio conocido ya en
el anterior reinado.
«El total de los vales creados entonces , dice
cl Sr. Canga Arguelles (i), fue de 94*479; d
importe de sus capitales 548.9o5,5oo rs., y el
del gravamen anual del erario por los rediuA^
21.956,220 rs. Para mantener la estimación del
papel que se creó en aquel reinado , dispuso S, M.
(1) Diccionario de Hacienda, tomo II, arC. Vales
Reales.
i65
qoe el Banco nacimial redujera á metálico i la
vista los vafes que ios poseedores te presentaran;
que se pagarán religiosamente los réditos estipu^
lados, y que se estinguieran con dinero efectÍYO
devuelto á los dueños 3|334 vales de á 3oo pe-
sos cada uno, quedando reducida con esto la ma-
sa circulante al tiempo del fallecimiento de aquel
monarca á 91,1 45 pesos $ el del capital á
533.go2,5oo rs. vn.» 7 el de los réditos, á..
21.356,100 rs. Con esto se logró que los vales '
no solo mantuvieran hasta el ano de 1793 todo
el valor que representaban, sino que gozaran .en.
su reducción libre por el metálico uno por ciento
en Madrid y dos en Cádiz.
• Pero este ventajoso estado del papel moneda
sirvió paía su ruina , por haberse desentendido el
gobierno de las bases indestructibles del crédito.
Partiendo del fiílaz principio de que el valor que
los vales conservaban en el comercio era prueba
de que la suma que representaban , es decir , el
importe de la deuda del estado contraída bajo es-
ta forma , lejos de ser excesiva distaba mucho de
ser suficiente para dar empleo á los fondos ocio-
sos existentes en la nación; echó mano de ellos
en los apuros de la guerra con Francia y poste-
riormente»
Desde Enero de 1794 hasta 6 de Abril de
1799 se hicieron cuatro emisiones de vales; sien*,
i66
do el total de los creados entonces 243,255; d
importe de sus capitales 1,759.639,500 rs., y el
de los réditos anuales 70.^85, 58o rs.
A pesar de los pingttes fondos aplicados á foi*
tener el crédito del papel , de haberse satisfedio re-
ligiosamente los intereses, j eztingufdose en el rei-
nado referido vales por la suma de 4-o3.563)470
reales, &a misma abundancia unida á las conse*
cuencias de las guerras , l^s hito perder en el cs^m*
b!o libre por el metálico desde 2 á 60 por too. .
A la progresiva desestimación del papel mo*
neda se agregaba la decadencia de la agricoltara«
de la industria y del comercio , que describia con
tanto conocimiento de la materia el Sr. Ganga
Arguelles en una Memoria que escribió en 1802
de orden del rej, j se halla inserta en el tomo I
de su Diccionario de Hacienda.
' «Inmensos terrenos entregados ál pasto; <tfrot
muchos poseídos por manos muertas que carecen
de actividad y de vigor; leyes reglamentarias qne
en el cultivo é industria intentan dirigir la mano
del hombre , que solo puede recibir un impulso
eficaz de parte desü interés; acumulaciones de bie»
nes|en pocas manos; el espíritu funesto de las^-
vinculaciones^ y los alicientes poderosos que ofre-
cen las clases no producentes , son las causas que
impiden eficaiemente que la agricultura 7 las fií-
brícas lleguen (entre nosotros) al alto grado do
167
pujanza en que se hallaron en otros tiempos.
«Efectos suyos son la cortedad de las cose-
chas de granos j simientes que no. bastando para
el consumo de las provincias , nos deja en la de-
pendencia del extrangero; la de vinos y aceites
que no tiene todf la extensión que debidra por fal-
ta de industria y de luces para propagarla y para
mejorar su calidad ; la escasez de aguardientes con
respecto á la cantidad que debiéramos sacar de
nuestros caldos, y su mala calidad nacida de la
ignorancia en el método de su elaboración; la
falta de carnes para nuestro surtido, en medio
de que los pastos consagrados á la cria de los ga-
nados^ privan al hombre de la parte del terreno
roas feraz de España ; y la de lino y cánamo que
nos hace tributarios del norte, cuando solo las
vegas de Granada y Calatayud pueden producir
lo suficiente para el consumo de nuestros arsena-
les , y para hacer un comercio muy lucrativo.»
Habla luego de la decadencia en que se halla-
ba el ramo de la cosecha de seda , porque ade-
mas de haber hecho disminuir su consumo el ca-
pricho de la moda , en algunas provincias el espí-
ritu fiscal encontraba un ramo de rentas en el
gravamen de las cosechas; y en otras el empeño de
sostener fábricas por el rey , hacia fijar el precio
de la seda, y tasar arbitrariamente el trabajo del
labrador. Tratando de las lanas , barrilla , sosa y
1 68
rubia como artículos considerables de extracción
por su abundancia j falta de consumo en nuestras
fábricas « se queja de ios derechos impuestas á al-
gunos de ellos ; y pasando luego á la industria .
nacional, dice:
«Prescindiendo, si es que se puede , de lo qae
ayudan á su ruina Jas rentas provinciales, por-
que recargando los consumos á la menuda aumen-
tan el precio del salario; aun viven para ver-
güenza nuestra los reglamentos numerosos y ridí-
culos que detienen la imagins^cion del artesano
para inventar nuevas obras ; que atan su mano
en la maniobra, y fijan á su modola calidad y.
circunstancia de las manufacturas, previniendo
con este espíritu funesto de tutela el gusto del
consumidor y el capricho* Aun existen las orde-
nanzas gremiales , que consultando mas el ínteres
particular que al público, ponen estorbos á la la-
boriosidad , sujetan al artesano á largos y costo*
sos aprendizages, le desangran con contribucio-
nes pecuniarias para su habilitación « y en fin im-
piden que el hombre trabaje cuando y como quie-
ra ^ sin mas ley que la del comprador.»
Entra luego el Sr. Canga en el pormenor Je .
las manufacturas con que podía contar España
para su surtido y el de sus posesiones ul trama ri-
ñas; y pasando m seguida al comercio dice:
«Sin agricultura y sin fabricas el comercio
iGg
desfallece, y una nadon que al atraso de estas dos
fuentes de prosperidad añada trabas al tráfico, de^
be caminar á su ruina del modo mas eficaz. ¿ Y
qué comercio puede hacer España interior ni es*
teriormente sin sobrantes proporcionados de frutos,
á pesar de la naturalesa y circunstancias de su
terreno, y sin caminos j canales para acelerar la
circulación de los géneros? ¿Guando la contribu-
ción de la alcabala y cientos sobre los demás re-
cargos acrece su precio de un modo insoportable;
cuando los registros , las investigaciones y las ri*
tualMades para asegurar á la real hacienda contra
los fraudes detienen á cada paso el arriero y al
comerciante, y le disgustan y molestan de mil
maneras? ¿Y cuando son necesarias mil formali-
dades y diligencias para habilitar una feria , y
para dar licencia á los hombres, á fin de que se
junten en los lugares que creen mas á proposito
para permutar recíprocamente los productos de su
industria ?»
Patentizando luego el mezquino tráfico que en
1 789 hicieron unas provincias del reino con otras,
según los estados de frutos y manufacturas adjun-
tos á la exposición hecha á S. M . por el conde de
Lerena en 1 79 1 : continua del modo siguiente.
«Los recargos que ponen los actuales arance-
les de entrada y salida á los géneros y efectos na-
cionales y extrangcros , favoreciendo poco á la in~-
170
dustría propia, impiden el curso del comerciot
agregándose á ello la falta de marina mercante, y
la limitación de puertos habilitados para dar sa-
lida á los frutos. Facilidad en los transportes y
multiplicados puntos de salida es lo que redamao
nuestro comercio y nuestra conveniencia , mas no
ban bastado hasta aqui las luces de la experiencia
para aumentar el número de los puertos que la sa-
biduría del gobierno abrid al negociante en el am
de 1778, quitando el monopolio que ejercia Cá-
diz, 7 que hoy se halla reducido á 12.
«Tantas faltas como las que se han tomctido
hasta aqui , y que han ocasionado el atraso mas
ruinoso de los manantiales del poder, han debili-
tado nuestro comercio con utilidad de los extran-
geros. Basta leer nuestras balanzas y los registros
de las naves que frecuentan nuestros puertos para
convencerse de su estado precario y miserable pa-
ra nosotros, cnanto pujante para los demás. En
una serie constante de anos la Inglaterra ha lle-
vado las ganancias de su comercio de 36o á 5 00
millones de reales anuales , y España sus perdidas
de 429 á 493 millones, sin compensar sus des*
calabros con las posesiones de África, Asia y
America ; porque tal vez son mayores y mas fu-
nestos ios defectos de la legislación y del sistema
de las colonias que eKde la metrópoli....
«La agricultura en decadencia, las fábricas
»7»
6 arroíiiadas 6 dd todo paralizadas « d comerdo
interior encadenado por las leyes que debieran
protegerle 7 fiímentarle ; el estertor detenido por
el sistema fiscal y por las adquisiciones de la In-
glaterra qae en el Mediterráneo derra las salidas
de Cádiz con las escuadras que enyia de Gibraltar;
en los mares de ta India con las que puede des-
padiar desde Ceilan « 7 en las de América con las
que abrigarán sus interesantes colonias de Trini-
dad y Jamaica; una deuda inmensa (i) que des*
pues de baber arruinado el crédito público ocasio-
na sendbles sacrifidos para su extindon; 7 las
casas de comerdo principales de España 6 este-
nuadas por las necesidades del erario, d embara*
zadas en sus negodos por efecto de la guerra , es
el cuadro que presenta España en el ano de
1 80 1 cuando la paz viene á aligerar la pesada
carga de una guerra, 7 el cual manifiesta los inte-
reses políticos bada donde debe dirigir el gobier-
no sus proridendas, sacando al estado de tan
triste situación, y llevándole al colmo del poder,
adonde le llaman natnrabnente sus destinos.»
(i) La deuda de EspaiKa el aSo de ISOI^ sin contar la
contraida en Améíica, las cartas de ]pago de tesoreiia ge-
neral pendientes por falta de pago , ni los capitalistas de
obras pias, ascendía á 4^08.052,771 rs. Diccionario de
Hacienda en el mismo artículo.
172
Hé aqui an cuadro bien triste presentado ofi-
cialmente al gobierno con valentía y sin rebota
A tan misero estado se hallaba reducida la nactOB
por los desaciertos anteriores, por las guerras te-
merariamente emprendidas, sin contar con los ne-
cesarios recursos para atender á los excesiyoa gas»
tos que pesaban sobre la monarquía. G)mparaiido
esta situación á la que ofrecia en tiempo dé Fer-
nando VI y en los felices anos del reinado de Car-
los III, se ve claramente cuanto habia menguado
la riqaeza pública « y crecido las angustias dd
tesoro.
'fíii
CAPITULO XI.
^rUlcípíos del siglo XIX $ elef acíoii de Bonaparte al poder; cesión que
1$ bace el pAlwraú espafiol de la Luiaiana) relaciones nuestras con It
corto de Roma , j caída de Unjuijo ; funesto ministerio de
Caballero.
JÜlI rayar la aarora del siglo XIX se hallaba á
la cabeza del gobierno de Francia, con el título de
primer cónsul, uno de aquellos hombres extraor-
dinarios que todo lo abarcan en su Comprensión
ilimitada « la guerra, la política, la administra-
ción un genio colosal que después de haber lle-
vado sus victoriosas armas hasta las pirámides de
Egipto, vuelve á Francia, ahoga la anarquía,
restablece el orden y el culto , abre las puertas de
174
Francia á los proscritos , ordena la adminislra-
cion de justicia, concibe el gran proyecto de na
nuevo código civil fomenta todos los ramos de h
prosperidad pública « y ane y amalgama en tomo
de sí todos los partidos.
Mientras se obraban estos prodigios en Fran-
cia nuestra corte cedia inconsideradamente al pri-
mer cónsul la Luisiana en cambio de la Tosca-
na, para establecer en ella al infante D. Luis con
el título de rey ; y se bacian vergonzosas conce-
siones á la curia romana. El principe de la Pai
en sus Memorias (i) dice que no tuvo parte en
aquel tratado tal como se concibió, y como le ce-
lebraron por parte de la Francia el general Ber-
tbier, y la de España D. Mariano Luis de Urqui-
]0, y añade lo siguiente, «Se juntaron dos cir-
cunstancias para que se ajustase aquel tratado
como fue pedido ; la una fue la inexperiencia dd
ministro y su flaqueza ante el prestigio que can-
saba Bonaparte ; la otra el amor y la temara de
los reyes por sus hijos. Tal vez se anadió a esto
en cuanto á Urquijo la esperanza de obtener la
propiedad de su mando interino, recomendado y
sostenido por la Francia. Como quiera que habie-
(i) Tomo VBLf cap. in.
se sido, la negociación fue concluida cen el ma-
yor secreto, de modo que aun á mí me fue ocul-
tada por los reyes, hasta un mes de estar ratifi-
cada de ambas partes*» El mismo príncipe de la
Paz confiesa haber hecho con Luciano Bonaparte
otro tratado en 21 de Marzo de 1801 , para ar-
reglar ciertos puntos relativos á aquella negocia-
don. De todos modos la cesión de la Luisiana nos
era muy perjudicial , asi por el daño que causaba
á nuestros intereses mercantiles, como porque
aquel inmenso territorio formaba un respetable
antemural á los estados de Nueva España,
Por lo que hace i nuestras relaciones con la cu-
ria romana, es de saber que Urquijo queriendo
llevar adelante las reformas eclesiásticas, exigía
del nuevo Papa Pió Vil un generoso desprendi-
miento de las prerogativas á que estaba asida
aquella curia tan foertemente ; y ademas habia
pedido sobre las antiguas pertenencias que disfru-
taba la corona en las masas decimales, una no-
vena parte mas por el tiempo que fuese necesario
para amortizar los valest
£1 sumo Pontífice concediendo aquel noveno
extraordinario escribió al rey, de un modo afinrtuo-
so, pero lamentándose de los malos consejeros que
esparcian ó dejaban esparcir doctrinas depresivas
de la silla romana , y graduando de prematuro
el real decreto de 5 de Setiembre de 1799. Que-
176
jábase en general de los obispos, y anadia que
algunos de ellos sin haberse limitado á hacer dis-
pensas, habian favorecido las doctrinas contrarias
á la santa sede , sobre cuyo asunto daba á enten-
der que se harian prolijas inspecciones para ase-
gurarse de su fe ortodoxa, reconocer las dispen-
sas que habian sido hechas, anular las que pudie-
ran haberse concedido contra las reglas eclesiásti-
cas, restablecer el principio de la unidad católica,
y otras observaciones á este tenor. Por último ro-
gaba al rey que apartase de su lado aquellos hom-
bres que engreidos de una falsa ciencia, preten-
dian hacer andar i la piadosa EspaSa los cami-
nos de perdición.
Esta carta aceleró la caida de Urquijo prepa-
rada yá por Caballero; y encargado el príncipe
de la Paz de transigir aquellos negocios con el
nuncio sin escándalo ni disturbios, convino en
que se recibiese en estos reinos la bula aueiorém
jidei^ por la cual estaban condenadas las doctri-
nas del sínodo de Pistoya, dirigiéndola á los obis-
pos para que prestasen %\a adhesión, salvas las 're<-
galías de la corona.
No satisfecho aun con esto el ministro Caba-
llero dio rienda á las persecuciones , haciendo avi*
var los procesos que tenia pendientes la inquisi-
ción contra Jovellanos , Urquijo , algunos obispos
y una multitud de sugetos de la capital acusados
^77
de jansenismo y de opiniones perniciosas en ma-
terias políticas. Asi lo refiere el príncipe de la
Paz(i), añadiendo que el rey desechólas demás
medidas rigorosas que el tribunal de la suprema
y Caballero habían propuesto , siendo una de ellas
la celebración de un auto de fe semejante al de
Olavide.
Asi quería un imbécil ministro hacer que re*-
trocediese la España á los tiempos mas atrasados;
pero afortunadamente había otras personas en el
gobierno que pensaban de distinto modo, y ademas
la civilización habia ya recibido tal impulso, que
no estaba en manos de un oscuro leguleyo apagar
su resplandeciente antorcha. Siguieron, pues, di-
fundiéndose las luces por medio de las tarcas indi -
Yiduales, según haré ver en el capítulo correspon-
diente, contrayéodome ahora á indicarlas mejoras
mas notables hechas en varios ramos de la públi-
ca administración.
Aunque en 28 de Setiembre de 1799 ^^
habían reducido en las capitales de provincia las
diversas administraciones que allí habia, con
el laudable objeto de simplificar la general ha-
(2) Mcftiorías tomo III , p6g. 108 j siguientes.
Tomo IF, I a
i8o
planta, qoe se había dado ai ¿«rtkia militar de
mar j tierra . deben coatarse el referido auoiea-
to, 7 las instas retrtbuciooes de! oficial y AtX ul-
dado- A la marinería se añadieron también pre-
mios y Tcnlajas caerás; se le pagaran aquel aña
todos los atrasos que aun quedaban de los ^e
1799 y 1800 ; y un sistema rigoroso de OHtIa-
bilidad y de medios y fondos especiales aseguró
sus pagas al corriente { i )■
Concediéronse grandes exeociones de tmpacs-
tos á diferentes artículos de nuestra industria que
era preciso fomentar, otorgándose ademas á loi
nuevamente introducidas ó innovados en España,
privilegios especiales por mas ó menos tiempo, en
razón de los esfuerzos que debían costar á loa em-
prendedores de estos nuevos ensayos de trabajo j ar-
te. Debiéronse á esta providencia madbos artc&c-
tos no conocidas antes en Espaiía, como la Eabri-
cacion de papel deesparto, paja, pita y palmitoftc-,
introducida por Aristides Francklío con la sola con-
dición de emplear operarios españoles y enseñarlos.
Los artículos extrangeros necesarios á nuestra
industria' obtnvieron franca entrada en el reíoo.
Igoal &TOr ae coocedid á la introducción de nne*
/79
Polo y Catalina , principal redactor de aquel cen-
so ; el Sr. D. Bernardo de Borja Tarrius , que for-
mo la aprecíable estadísiict de la provincia de
Avila , y otros beneméritos sugetos que después se
ban dado á conocer en diferentes destinos,
Gostfbanse en aquel ano de i8o3 I09 benefi'
cíos de la paz coocluida en 27 de Marzo de i 80^
por los plenipotenciarios de España, Franciai
Holanda é Inglaterra ( 1 )• Al abrigo de tan desea-»
da paz, que por desgracia duró poco, se dieron
nuevos estímulos á la navegación, á la industria
y al comercio, y se proyectaron algunas expedi->
ciones científicas. Los intereses de la deuda se pa-
garon exactamente ; todas las acciones de los antier
guos empréstitos , reembolsa bles por turno, se pa-
garon como en los anos anteriores ; todos los redi-*
tos de bienes de obras pias fueron satisfechos de
igual modo religiosamente.
Por el mismo ano dio principio el aumento
de pagas del ejército y armada establecido por las
nuevas ordenanzas. E)ntre las mejoras de la nueva.
H V
(1) Fue plenipotenciario de España , el Excmo. Sr. Don
José Nicolás de A^ara , uno de los distinguidos sugetos que
mas contribuyeron á las reformas en el reinado de Car-
los llf I y á difundir las luces , honrando á la nación con
sus escritos, según haré ver mas adelante.
i8o
planta, que se había dado al servicio militar de
mar j tierra , deben contarse el referido aumeq-
to, Y las justas retribuciones del oficial y del sol«
dado. A la marinería se añadieron también pre-
mios Y ventajas nuevas ; se le pagaron aquel ano
todos los atrasos que aun quedaban de , los 'de
1799 Y 1800; y un sistema rigoroso de conta-
bilidad y de medios y fondos especiales aseguro
sus pagas al corriente (i).
Concediéronse grandes exenciones de impues-
tos á diferentes artículos de nuestra industria que
era preciso fomentar, otorgándose ademas á los
nuevamente introducidos ó innovados en EspaSi,
privilegios especiales por mas ó menos tiempo, en
razón de los esfuerzos que debian costar á los em-
prendedores de estos nuevos ensayos de trabajo y ar-
te. Debiéronse á esta providencia muchos arte&c*
tos no conocidos antes en España, como la (abri*
cacion de papeHe esparto, paja, pita y palmito &c.,
introducida por Aristides Francklin con la sola con*
dicion de emplear operarios españoles y ensenarloi.
Los artículos extrangeros necesarios á nuestra
industria obtuvieron franca entrada en el reino.
Igual favor se concedió' a la introducción de nae*
(t) Memorias del príncipe de U Paz , tomo IIT, pági-
nas 335 y 336.
i8i
vos instramentos astronómicos , aparatos d instru-
mentos de fisíca, química, matemáticas y otros
necesarios para adelantar las artes. Y con respecto
á los demás artículos de comercio, se hizo un nue-
vo arreglo en las tarifas de aduana; habilitándose
nuevamente diversos puertos de España y las
Américas para facilitar mas el comercio y la na-
vegación.
G)menzdse entonces á ensayar el gran proyec-
to del Monte pío de labradores , pensamiento dig-
no del mayor elogio. Su objeto era suministrar á
aquellos , socorros cuando los necesitasen para la-
brar sus tierras , reponer sus aperos y yuntas, y
reparar sus casas y cortijos. G>mprendia ademas
el proyecto, la imposición de viudedades para las
rougeres é hijos de los mismos labradores , y el es-
tablecimiento de escuelas para ellos de economía
rural y agricultura (i). Acudid el gobierno con
mano benéfica á aliviar á las provincias que tanto
habian padecido de resultas de la terrible fiebre
amarilla reproducida en i8o3 ; aumcntd los me-
dios de subsistencia al hospicio de Madrid, sin des-
cuidar otros establecimientos de beneficencia, dsi
de la capital como de las provincias.
(i) Memorias del principe de la Paz, tomo 111} pági*
na 35S.
i8a
Debióse también á aquel gobierno otro acto
grande de beneficencia , cual fue el de la propaga-
ción de la vacuna en America y las islas Filipiniii
Para tan importante expedición salid de la G>ruSa
en 3 de Noviembre de i8o3 una corbeta con dia
facultativos escogidos « á la cabeza de ellos cl acre-
ditado Balmis, y hasta 25 niños con sus madreí
ó nodrizas, para ir inoculando brazo á brazo en el
curso de la navegación , y hacer llegar el saludable
fluido á su destino Y sin peligro de alteración.
Por conclusión de esta breve resena, que aun
pudiera alargarse con otras mejoras de menor con-
sideración , no puedo menos de tributar el debido
bomenage de alabanza al cuerpo científico de inge-
nieros de caminos^ puentes y canales. Establecido
en 1801 bajo la direeclon del ilustre matemático
y arquitecto D. Agustin de Betancourt « produjo
en breve saludables frutos en este importante
ramo de la administración pública. Los jo'vcnes
que recibieron en él su enseñanza , no tardaron en
dar muestras de sus adelantamientos, y i poco
tiempo se formó un buen plantel de ingenieros de
canales y caminos»
Desgraciadamente iban á entorpecerse bien
pronto estos adelantamientos sociales. Encendió-
se de nuevo la guerra entre la Francia y la Gran
Bretaña; y esta desgraciada península, destinada
á recibir casi siempre cl impulso de una de aque-
i83
Has naciones « se veia en el mas terrible conflicto.
Escitada por el primer cónsul de Francia para to-
mar parte en la contienda, tuvo que comprar una
precaria neutralidad con un subsidio de seis millo-
nes mensuales ( i ), dejando muy resentida á la In-
glaterra.
En el ano de i8o4 empieza en España una
nuera época de calamidades que oponen un espan-
toso dique al curso de la civilización. Enfermeda-
des, terremotos, necesidades públicas, y una rui-
nosa guerra que nos movió el inexorable Pitt , y
que empezó con el escandaloso atentado cometido
contra las cuatro fragatas españolas. El gobierno
consumió sus escasos recursos en grandes arma-
mentos marítimos , que incorporados con los de
Francia , proporcionaron á la escuadra británica
en i8o5 el memorable y para nosotros funesto
triunfo de Trafalgar , por la impericia del almi-
(1) Memorias del príncipe de la Paz y tomo III , pági-
na 307. «Todo el mundo, dice el autor, me ba cargado á
mi esta transacción mas costosa por sus resultados en polí-
tica .que la misma suma exhorbitante , que fue pactada por
Asara. Y sin embargo mi consejo dado al rey , fue rom-
per primero con la Francia que consentir aquel tratado;
consintiólo empero al fin , y fue ratificado aquel con-
trato.»
i84
rantc francés Víllcneuve. Allí pereció el poder
marítimo de España , si bien recibid nuevos tim-
bres la gloria de sus hijos, que lidiaron como hé-
roes en aquel desesperado trance.
Nuestro comercio sufrió irreparables pérdidas
en aquella época: la agricultura y la industria
habian decaído con los estragos de las epidemias
anteriores, y otras enfermedades que ae extendieron
por una gran parte de la Península. Coincidió con
estos males una grande escasez en las cosechas, (\nt
aumentaba el descontento general. En el real pa-
lacio atizaba' su fuego la discordia entre el prín-
cipe de Asturias y el de la Paz; mientras Napo^
león, declarado ya emperador de los fraoceseSt
veticia al Austria y á la Rusia , obligando á la
primera á firmar un tratado de paz poco bonrosot
y amenazando con su ilimitada ambición y altivo
predominio la independencia de otras naciones
menos poderosas.
Nunca se habia presentado en España mayor
necesidad de convocar sus antiguas G)rtes para
tratar del remedio 'le los acerbo^ males que aque-
jaban á la monarquía, y precaver los que le ama-
gaban de fuera. Lejos de esto se publicaba en el
mismo ano de i8o5 la Novísima Recopilación,
suprimiendo varias leyes fundamentales relativas
á nuestra antigua Constitución, para borrar ep
la memoria de los españoles hasta el recuerdo de
i85
la representación nacional ( i ). No hablaré de los
defectos que como compilación legal contiene aque-
lla monstruosa obra , por baberlo ejecutado con
tanto acierto el Sr. Marina en su Juicio crítico
de la' Novísima Recopilación.
Complicáronse mas en 1806 los negocios pú-
blicos : el Príncipe de la Paz viendo las usurpa-
ciones de Napoleón 7 recelando por lo sucedido
en Ñapóles (2) que tuviese el emperador reservada
. (1) £1 Príncipe de la Paz se vindica de aquel cargo
en sns Memorias , tom. 4*^9 p^* 190 , diciendo lo siguien-
te: «Caballero habia ordenado mejorar y reimprimir la
JNovisimá Recopilación , y en 2 de junio de 1805 engaSó
al rey y y le sacó una orden reservada y dirijida al consejo
de Castilla para suprimir en aquella edición diferentes le-
yes relativas á la constitución del reino , leyes fundamen-
tales las mas de ellas; gravísimo delito que cuidó de en-
cubrir I mandando igualmente de parte del rey que aque-
lla orden y el espediente que en su cumplimiento se for-
mase, fuera arcbivado, cerrado y sellado, sin que pudiera
nunca abrirse á menos de una nueva orden para bacerlo.
Cuando hizo esta maldad , añade el autor y estaba yo en-
tregado enteramente al cuidado de las dos escuadras que
se aparejaban en el Ferrol y en Cádiz. La primera noticia
de tamaña felonía no llegó á tci\% oídos sino al cabo de
dos ados de haberse cometido ; tal fue el secreto y tales las
medidas de reserva con que se condujo el ministro Ca«
ballero.»
(2) Napoleón habia destronado á Fernando IVpara co-
ronar ú fu hci*mano José Napoleón.
i86
igual soerte á esta monarquía « se preparaba pa*
ra la guerra , mientras aquel se hallaba ocu-
pado en la de Prusia. Publicó al efecto una
proclama en 6 de octubre de 1806 escitando el
generoso patriotismo de los españoles, pidiendo-
caballos, en especial á las provincias de Andalu*
cia y Estremadura , y abriendo un alistamiento
de gentes; sin determinar el objeto de estos pre-
parativos hostiles. Bien conocido sin embargo era
para los sugetos versados en la política europea.
Formada una nueva coalición por la Prusia , la
Rusia y la Suecia , el gabinete de Madrid quería
entrar en la contienda contra Napoleón; pero este
con la celeridad del rayo volvió sus armas contra
los prusianos , y en la célebre batalla de Jena
perecieron la gloria y el poder de la monarquía
prusiana.
Intimidado Carlos IV recogió velas, hizo dar
al emperador de los franceses en Berlin una sa-
tisfacción acerca de los .referidos armamentos , su-
poniéndolos dirijidos contra los ingleses , que ame-
nazaban con una invasión en las provincias me-
ridionales.
Napoleón que aun no babia vencido á los
rusos, disimuló por entonces engañando con bue-
nas palabras á nuestro enviado en Berlin , y ha-
ciendo creer que estaba satisfecho con sus espli-
caciones. A esta debilidad de Carlos IV siguieron
i87
después el reconocimiento 'de José , usorpador de
la corona de su hermano , la adhesión al bloqueo
continental , que socolor de arruinar el comercio
ingles era un sistema de opresión y latrocinio
contra los pueblos del continente (i), y por úl*
timo la humillación de poner á las ordenes del
emperador de los franceses una división auxiliar
que partid á las orillas del Báltico bajo las órde-
nes del marques de la Komana.'
Valiera' mas haberse arenturado á los trances
de una cruda guerra, según manifiesta el Prínci-^
pe de la Paz haber sido su opinión (2) , y pelear
gloriosamente unidos á los enemigos de Napoleón,
que recibir las opresoras leyes de este , y prestar-
le nuestros soldados para recibir luego en galar-
dón un yugo ignominioso. Aun tenia la nación
grandes medios de resistencia: todavia por aque-
llos tiempos sabian triunfar en América las ar-
mas españolas contra las inglesas que emprendie-
ron dos espediciones , -la una política , acaudillada
por el general Miranda con el fin de revolucionar
la costa de Tierra Firme « y la x)tra militar en
Buenos Ayres.
(1) MemOireA de Mr. Bourienne tom.
(2) Memorias tom. 4*^ cap. 25.
/ .
o
i88
Pero la imprevUion había cerrado los ojos al
gobierno español , y un torrente de acerbos males
iba á inundar esta desventurada monarquia, j i
destruir los últimos esfuerzos que entonces se ha-
cian para mejorar la administración. Diré algo
de estos y terminaré este capituló con la terrible
catástrofe que arrojó á Carlos IV del trono*
Trabajábase en el arreglo del sistema de ha-
cienda ; y el midistro Soler presentó al rey una
larga memoria sobre las obligaciones de toda espe*
cié inherentes al tesoro, sobre el importe verdade-
ro de los productos ordinarios de las rentas del es-
tado , recursos con que podia contarse, y medios
posibles de acrecentar estos valores con iguales
ventajas de la nación y del erario. Sirvió este es-
crito de fundamento para dos planes modelos de
presupuestos anuales , detallando en particular el
valor reconocido de cada renta , y la suma de gas**
tos correspondientes á los varios ministerios , he-
chos todos los cómputos sobre datos verídicos é in«
concusos por dos quinquenios respectivos al estado
de paz ó de guerra (i). Estos escritos que debie-
ron haberse publicado para que la nación conocie-
se el estado de su hacienda, se guardaron con mu-
(í) Memorias «icl Príucipe de la Pa%, tom. 4'^> P^'~
giuft 367.
1 89-
cfao misterio: el rey se reservó una copia'; con otra*
se quedó el ministro, y la tercera que se aacó, fue
á parar á maños de D. Manuel Sixto Espiífiosa (i).-
¿A que hacer este ímprobo. trabajo para sepultar-
Ic'de este modo y no poner én ejecución los presu'*
puestos? ¿No era ya' tiempo de ionponerse la co-.
roña cierto coto , dando publicidad á la distribuí
cion de las rentas, ya que tenia •cerrado jej San-
tuario de las leyes á los procuradores de las
cortes? ■ ■ ■ r- , ■
Mas útiles y efectivas eran las tareai de las
oficinas del Fomento , donde ademas del censo
de que hablé en el capituló anterior , se reiinian
todos los conocimientos que •podian' adquirirse sor»
bré la historia económica de España, se fornoaba
una biblioteca especial de escritores de economía
política y comercio, asi españoles como estráoge-*
ros; y se reunian datos para publicar todos los co-
nocimientos é invenios que pudieran ser útiles á la
producción y á la industria nacional de ambos
(1) El Príncipe dice que se tenian reservados aquellos
documentos porque se pagaba todavía á Napoleón el sub-
sidio pecuniario ; y reclamándose por nuesl'ra corte la ce-
sación de aquella carga}, teniamos que exagerar la escasez
de medios, ocultando nuestros verdaderos rorursos.
190
mondos. Presentábase ademas cada ano al gobierno
una memoria relativa al estado económico comer-
cial y político de Europa; como también los infor-
mes y estados relativos á la balanza de comercio
entre España y sus Indias, y el resultado de la
producción agrícola de la península en todos sos
ramos.
Estas y otras mncbas tareas luminosas de
aquellas oficinas permanecen las mas inéditas«
otras* se ban perdido en los trastornos de la in-
vasión francesa ', y mucbas ban sido robadas por
manos interesadas en la conservación de los aba-
sos. Una gran parte de aquellos trabajos sirvió
también para las importantes tareas de las corles
posteriores en los ramos de crédito y hacienda;
y asimismo se utilizó de los mismos datos el úni-
co ministro que bajo el gobierno absoluto de Fer-
nando Vil en la época del ano i4 al 20 , em-
prendió las deseadas reformas en la hacienda (i);
si bien no pudo llevar á cabo sus deseos.
Todavia no pararon aqui los proyectos de me-
joras que se realizaron en el reinado de Carlos IV
hasta fines del ano de 1807 , á pesar de la ope-
sicion que hacian los fanáticos y otros que por
(1) D. Martin Garay. Memorias tom. 4*
'9'
Ignorancia d interés personal estaban aferrados
á los antiguos abusos.
La imparcialidad que debe guiar la pluina
del escritor nos obliga á reconocer aun en aquellos
malbadados tiempos las büellas de la filosofia , que
pugnaba por abrirse paso entre las antiguas preo-
cupaciones j rancias doctrinas del escolasticiismo.
De esto bablare en el lugar correspondiente , con-
trayéndome ahora á otro pensamiento digno de
loa, mandado llevar á ejecución por el rejr en de-
creto de marzo de 1806. Sobre este punto deje-
mos hablar al mismo Principe de la Paz.
«Mandaba, dice, este real decreto la erección
en todas las provincias de institutos normales de
agricultura práctica que fuesen dirijidos y alum-
brados por la ciencia. Se trataba precisamente de
buscar recursos para establecer aquellas casas, y
era una emprea muy costosa, porque al tenor de
lo mandado debían ser veinte y cuatro por lo me*
nos las escuelas de esta especie , cada cual con un
campo y un jardin botánico donde se practicase
la enseñanza , en donde se ensayasen los descu-
brimientos, mc'todos, utensilios é instrumentos
nuevos que nos llegasen de otras partes ; en donde
se reuniesen todas las producciones conocidas del
pais; en donde se educasen las silvestres y se es-
plorase su importancia ; donde se aclimatasen las
exóticas que las localidades respectivas pcruiític-
sen , y donde se instruyese á los alumnos en la fi-
siología vegetal , en el dícernimiento de terreóos,
en los medios de fecundarlos según sus calidades,
y mejorar sus producciones, y en todo lo demás
que condujese á propagar entre los pueblos los co-
nocimientos físicos, industriales y economices que
necesita en tanto grado la clase labradora , para
sacar un buco partido del sudor de su frente y la
fatiga de sus brazos. Mientras se bailaban medios
no gravosos de realizar estas empresas, sebabiaya
establecido en el jardin botánico de Madrid una
escuela principal para formar maestros principa-
les de estos ramos indicados , que debcrian llevar
la luz á las provincias y gobernar las nuevas'
casas.
» Daba ya un gran estímalo á esta obra el su^
ceso prodigioso del jardin de Sanlucar , primer
ensayo que yo bice de esta suerte de establecimien*
tos, tan necesarios y tan útiles en medio de un
pais como la España , donde la grande vocación
del pueblo y el fundamento principal de la rique-
za es el cultivo de la tierra. En Sanlucar prevale*
cian y prosperaban ya, y se daban el árbol de la
quina y los de la canela , del cacao, del plátano y
del coco , con otras mucbas plantas , árboles y ar-
bustos de la America , del África y del As¡a«
huespedes ya seguros de la España, que á la
vuelta de pocos anos habrian enriquecido mas y
'93
mas el medio día de nuestras costas, y habrían
tomado carta- puebla entre nosotros."* (i)
Agradables ilusiones, bellas utopías, castillos
en el aire, como otras tantas cosas proyectadas en
España basta estos últimos tiempos, que con. tanta
facilidad se describen en el papel, y que por des-
gracia jamás se ven realizadas. Lo cierto y posi-
tivo era que el estado iba caminando á su ruina»
que la discordia se encendía n^s y mas en el real
palacio , y que el águila de Napoleón estaba ace-
chando la presa de la^ corona para clavar en ella
sus garras, cuando el rompimiento entre la familia
real le presentase ocasión oportuna.
Ajustada la paz de Tílsít con el emperador de Ru-
sia, y humillados todos los enemigos que Napoleón
tenia en el continente, tornó victorioso á París, y
á poco tiempo exijió de Portugal que adhiriéndose
á su absurdo sístema^de bloqueo continental , ar^
restase en calidad de rehenes á todos los ingleses
residentes en su territorio, secuestrase sus bienes
y confiscase las mercaderías de aquella nación. Re*
sistidse aquel gobierno , como era justo, á hacer
tan doloroso sacrificio, y entonces el emperador
de los franceses resolvió invadir á Portugal y divi-
dir este reino en tres porciones ó estados , á saber,
(1) Memorias tom. 5.*, pág. 30 y sisuieiii^s.
«94
la provincia de Entre Duero y Mino con la ciudad
de Oporto para el rey deEtruria, en compen-
sación de sus estados de Italia que habia de ocupar
Napoleón; el Alentejo j los Algarbes para el
Príncipe de la Paz; las provincias de Beira,
Tras-osmontes y la Estremadura Portuguesa ha-
bian de quedar en depósito hasta la paz general,
para disponer de ellas según las circunstancias.
Tal fue el convenio secreto celebrado en 27
de octubre de 1807 entre Napoleón y Carlos lY.
siendo de notar que pendientes estas neg;ociacio-
nes el príncipe Fernando sin licencia de sus pa-
dres escribia á Napoleón una carta implorando
su protección, y pidiéndole para esposa una prin-
cesa de su familia. Dificilmente presentará la his-
toria dos hechos mas ruines que aquella ignomi-
niosa partición de Portugal consentida por el rey
de España , y la humilde carta de su hijo po*
niéndose en manos de un' usurpador estrangero.
Después de esto ¿quépodia esperarse ya sino ana
grande avenida de infortunios ?
Entretanto penetraba en el interior de Casti-
lla la vanguardia del ejército francés destinado
contra Portugal , que no deberia haber entrado
hasta la conclusión definitiva del tratado susodi-
cho. Ardía al mismo tiempo el fuego de la dis-
cordia en palacio. Espiado el príncipe de Asturias
y sorprendido en su cuarto por el rey « se le en-
1 95
contraron varios papeles (i) que dieron motivo i
su «rresto, j al juicio que en seguida se abrid con
tanta imprudencia , para cortarle después de un
modo tan pueril j poco honroso. Eran tales dis*^
cordias en aquellas circunstancias tanto mas fu-
nestas, cuanto que facilitaban á INapoIeon la eje-
cución de sus designios , cuando solo la unión de
todos los partidos pudiera haberlos frustrado.
Seguia el emperador enviando mas y mas tro-
pas á la península , con manifiesta infracción
del tratado en que se .fijó el número de ellas. El
general Dupont comandante del segundo cuerpo
del ejercito de la Gironda, habia entrado en Irun
el 24 de diciembre de 1807 , aunque según el
anterior convenio la entrada de aquel cuerpo no
deberia verificarse sino en el caso de moverse los
ingleses para defender á Portugal. A Dupont si*
gnid Moncejr con un refuerzo considerable, y el
general Dubesme penetraba en Cataluña por la
Junquera con i23 hombres, sin previo consenti-
miento de nuestro gobierno. Indeciso este« estra-
viada la opinión por los traidores que fraguaban
la ruina de la monarquia española , 7 creyendo
neciamente la muchedumbre que Napoleón venia
(1) El PrÍBcipe de la Paz da larga cuenta de estos pa*
peles: tom. 5 de sus Memorias , págs. 175 y sigaieates«
196
á proteger al principe de Asturias y á derribar al
de la Paz; se descuido la defensa j seguridad del
reino» facilitando los injustos designios del usur*
pador.
Hallábase ya la península llena de tropas es-
trangeras : el 27 de noviembre se habta embar-
cado para el Brasil la üaimilia real de Brdganza,
y el 3 o entraron los franceses en Lisboa. Lu
plazas de Pamplona , Figueras y Barcelona fue-
ron ocupadas por los generales franceses Darmag-
nac y Lechl , valiéndose para ello de indignos
ardides: la plaza de S. Sebastian había abierto
sus puertas á los franceses de orden del rej , y el
castillo de Monjuich también se les habia entre*
gado inconsideradamente (1). En suma el gobier-
no español estaba cogido en un laaso de que ya
era casi imposible libertarse*
A principios de marzo de 1808 llegó a Ma-
drid desposeída la reina de Etruria, y pocos días
después el consejero Izquierdo» quien dio á eono^-
cer plenamente á la corte las verdaderas intencio-^
nes de Napoleón. G>mo al mismo tiempo se cn-
^n á Madrid dos cuerpos de tropas fraaf-
(1) Véase lo que acerca de efto dice el Príncipe de la
Pac en sus Memorias , tom. 5 , cap. 31 , pág. 361 j ai*-
gnientei.
^97
cesas, el rey temeroso de una violencia, determi-
no retirarse á Andalucía para defender sos derechos
si los veia atropellados, ó embarcarse para Ame-
rica, si la necesidad le obligaba á ello : en conse-
cuencia se tomaron con actividad las disposiciones
necesarias para el viage. Los parciales del prínci-
pe Fernando y otros muchos que estaban todavia
alucinados acerca de los designios de ISapoIeon,
hicieron creer á la muchedi^mbre que el viage de
los reyes era un artificio del príncipe de la Paae
para conservar su poder.
Habíase reunido en Aranjuez , donde se ha-
llaba la corte* mucha gente de los pueblos de la
comarca , atraída por 1% curiosidad ; y en la.no-
cbe del 17 al 18, señalada para la partida de la
familia real, se sublevo aquella muchedumbre
auxiliada por parte de la iropa con objeto de im-
pedir la salida de los reyes: el príncipe de la
Pa2 fue preso y Carlos IV renuncio en su hijo la
corona; ¡acontecimiento fatal cuando el enemigo
schajiaba tan cerca de Madrid! Sabidos por Mu-
rat los sucesos de Aranjuez se apresuró á ocupar
la capital « donde entró el 23 de marco al frente
de un numeroso ejército francés.
=3
ÉPOCA ».• Y ULTIMA.
DESDE EL ADITEKIMIENTO DE FERNANDO VII
HASTA QUE TUE PROMULGADA LA CONSTI-
TUCIÓN DE 1837.
JLios acónlecimieiitos de esta época son demasía-
do recientes « para que á ellos pueda aplicarse el
íoiparcíal y severo juicio de la historia. Las con-
tiendas políticas siguen con encarnizamiento; las
pasiones ban subido a un alto punto de exaltación,
y el ánimo del escritor no está exento de ellas, ni
su cabeza libre de ciertas opiniones predilectas
que pueden inclinarle á un partido.
S¡n embargo , pareciéndome que esta obra
quedaria manca si no se diesen á conocer , por lo
menos en general, los trastornos acaecidos en este
5tOO
periodo, la alteración de los elementos sociales, j
las vicisítades de la civilización ; procuraré trazar
un breve bosquejo de estas grandes mudanzas.
Hablarán solamente los hecbos, sin calificación
particular de las personas, mucbas de las cuales
▼iven todavia. De las instituciones y partidos po-
líticos diré lo puramente necesario para el objeto
de esta obra , sine ira et studio , como se espresa
Tácito en el principio de sus anali^.
CAPITULO xn.
Beinado de Fernando Vil : f» prhnerot actos de gobierno : f n viage
á Francia y fonada rennnda: Dos de mayo : gnerra de la indepen-
dencia: gobierno de la jnnU central: instalación de laa cortea en
Cadií y snt principales tareas.
JP ernando VII fue recibido en Madrid con el
mayor entusiasma La alucinada muchedumbre
creía ver en ¿I un restaurador de la monarquía,
en cuyo apoyo habian venido las tropas france*
sas. £1 clero en general celebraba su advenimien-
to , ya por estar poco satisfecho del gobierno an-
terior, que habia puesto á contribución los bienes
eclesiásticos y vendido las memorias de obras pias,
ya también por ver á uno de su clase (i) que
(1) £1 caBdnigo EKoiquií.
202
antes babia sido ayo de Fernando, llamado ahora
á la corte para intervenir en la dirección de
los negocios. También el clero en general estaba
contento con Napoleón por baber restablecido el
culto en Francia , y esperaba de él que protegiese
al nuevo monarca. Los grandes pensaban adquirir
mayor consideración en la corte con la caída del
príncipe de la Paz, y el favor que daban los nue-
vos acontecimientos al duque del Infantado « tan
querido del monarca por su adhesión y padeci-
mientos.
Poco sin embargo duraron estas gratas ila-
siones : engañado Fernando con falsos ardides,
llevado dolosamente á Francia , donde le aguar-
daba Napoleón, y trasladada también allá toda la
familia real de España , se consumo la mas atros
perfidia de que hacen memoria los anales. Fernan-
do renunció por fuerza la corona en su padre « e»*
le en Napoleón, y el usurpador en su hermano Jo-
sé. Apartemos la consideración de aquel ignomi-
nioso teatro de ruin duplicidad y opresora tirania,
para admirar el gran movimiento de un pueblo
que se alza heroicamente para defender su inde-
pendencia.
EldiaDos de mayo de 1808, memorable por
siempre en los fastos de España , iban á salir pa-
ra Francia de orden de Napoleón, la reina de
Etruria y el infante D. Francisco. Agólpase en la
ao3
l^lazaela de palacio un numeroso gentío, inquieto
ya, receloso de los designios de Napoleón, y re-
sentido del porte insolente de las tropas francesas.
Los grupos dejan pasar el coche de la reina de
Etruria; pero al partir el del infante D. Francis-
co, sea valanzan á él queriendo impedir su salida, j
acometiendo á un ayudante de Murat que estaba
presente. Acuden las tropas francesas, dispersan á
viva fuerza los grupos , y sigue á esto el general
alzamiento de la población. £1 furor suministra
armas á los sublevados : las antiguas lanzas de la
armeria que se vibraron un tiempo contra los sar-
racenos* se tinen ahora de sangre francesa: los
instrumentos de las pacíficas artes se convierten en
armas ofensivas: truena la artilleria, la metra-
lla barre las calles ; Daoiz y Yelarde perecen glo-
riosamente defendiendo la patria , y el pueblo ma-
drilei&> sucumbe al número superior , y á la disci-
plina de los feroces enemigos. Acabado el combate
y confiado el pueblo en la salvaguardia de un con-
venio ^ recorre las calles; y el sanguinario Murat
mandando prender á cuantos llevan armas ó nava-
jas, de uso común en la plebe « los entrega inhu-
manamente i la muerte en la tarde y noche de
aquel fiínestísimo dia.
Los gemidos de aquellas inocentes víctimas no
tardaron en resonar por todos los ángulos de la
monarquia« escitando una general indignación. Es
204
pontáneamente lanza la nación toda un espanfoao
grito de guerra. Allá en las ásperas montanas don-
de Pelayo levantó el glorioso pendón contra los
descreídos musulmanes , se repite aquella noble
decisión contra los nuevos invasores; y sin contar
el número de las falanges enemigas, se Iiace la
primera declaración de guerra á Piapoloon , for-
mando una junta de gobierno. Repítese este sn-
Llíme levantamiento en las demás provincias , -que
aun no están ocupadas por las tropas francesas,
y todos se preparan á la tremenda lucba.
No era esta una guerra promovida por el fa-
natismo religioso , ni comprada con el oro de In-
glaterra, como calumniosa y vilmente dijeron
nuestros enemigos; era una sublime inspiración del
sentimiento nacional que no comprenden las al-
mas vulgares , un vehemente amor á la patria,
una firme resolución de verter la última gota de
sangre en defensa de su independencia, de su re*
ligion y de sus leyes.
Este gran movimiento debía causarían el
orden moral un general trastorno , á la manera
que en el orden fisico la súbita irrupción del mar
impetuoso , cuando rompe sus naturales diques.
Exaltados hasta lo sumo los nobles sentimientos
y desencadenadas también las pasiones menos ge-
nerosas, iban á ejecutarse prodigiosas hazañas j
á cometerse grandes crímenes por unos y otros
205
combatientes. Hallábanse incorporados en lasmís'^
mas filas el absolutista que solo peleaba por el
rey y por sus hogares, y el liberal cuyo principal
ídolo era la libertad: en el común peligro y cuan*
do todavia no se habia mezclado la cuestión de
política interior con la de Independencia « abra*
zábanse y corrian unidos á morir por la patria los
que profesaban opuestas doctrinas.
Pero no tardó en mezclarse á esta guerra emi-
nentemente nacional otra de principios políticos
no menos sañuda entre los mismos españoles. De
una y otra ha hablado el Sr. conde de Toreno
con el mayor acierto ( i ) : el mismo asunto ha
ado tratado por otros apreciables escritores; y no
pudiera yo añadir datos ni pensamientos nuevos
á los ya publicados. No obstante haré algunas re**
flexiones contraidas al objeto de mi obra, que
como especial tiene otras miras en campo mas
determinado.
La sociedad espaüola necesitaba un gobierno
enérgico y vigoroso para hacer frente a Napoleón»
j no le tenia. La junta central , compuesta de los
representantes ó diputados de las provinciales, era
(1) Historia del levantamiento, guerra y revolución
de Espada.
206
sobrado numerosa para el ejercicio del poder eje-
cativo , 7 no bastante para la deliberación de los
negocios legislativos. Por otra parte agotados los
recursos de la nación en el primer levantamiento
general , era preciso buscar otros medios estraor-
dinarios para continuar la guerra ; y ni tenia el
terrible poder de un gobierno revolucionario , ni
los necesarios elementos para restablecer el orden
en los diversos ramos de la administración. No
hizo innovación alguna esencial en el ramo de
Hacienda , ni tomó disposiciones á favor del eré*
dito público. Aumentóse la deuda á consecuencia
de los suministros hechos á las tropas por los
pueblos , medio oneroso pero inevitable en una
guerra de aquella clase. La organización de los
eje'rcitos continuó en el mismo pie que al princi*
pió del levantamiento, salvas algunas modificacio-
nes hechas por las juotas provinciales , que abo-
lieron los privilegios de que gozaban ciertas cla-
ses en las promociones á los grados superiores de
la milicia. Los tribunales, los procedimientos civi-
les , y en general la legislación no sufrieron alte-
ración notable.
Preciso es sin embargo confesar que la junta
central no acudió al ruinoso medio de los emprés-
titos , reembolsando con los caudales de América,
los fondos anticipados que en las urgencias recibía
áel comercio de Cádiz y de los particulares. En sus
207
relaciones con los gobiernos estrangeros sostüTO la
dignidad de la nación; y guiada por nn inaltera-
ble patriotismo jamás desesperó de la causa que
defendía. Su firmeza produjo un efecto favorable
en el espíritu público , y la posteridad le debe este
tributo de reconocimiento (i).
En los últimos tiempos de su existencia quiso
entrar en el camino de las reformas políticas , que
hasta entonces habia esquivado por el poderoso in-
flujo de algunos individuos. Resuelta á convocar
las cortes consultó con las juntas provinciales, coa
los tribunales supremos « ayuntamientos, cabildos,
universidades y otras respetables corporaciones so-
bre la forma de reunión de aquellas, votos que de*
berian darse á las provincias de Ultramar, y tam-
bién sobre los puntos principales que el gobierno
debia someter á la deliberación de las mismas.
Los informes que recibió la junta central va-
riaban en lo esencial muy poco: G)rtes y Consti-
tución era el voto general : todos deseaban que se
formase una ley fundamental mas adecuada á las
necesidades de la actual sociedad española, y á los
progresos de la civilización ; prueba evidente de
que no era solo la independencia el objeto de la
(1) EsMti historique sur Tesprit de reforme politique
en Etpagne par A. Duverine.
208
lacha con Napoleón, sino también la libertad po-
lítica j civil, para poner freno á las demasías de
la arbitrariedad, que por tantos anos había opri-
mido á los españoles. Ocupóse en coordinar estos
informes una comisión de la misma junta» como
también en preparar los materiales de un código,
mientras otras se empleaban en las tareas admi-
nistrativas. Finalmente la junta convino en con-
vocar las cortes para el i.^ de marzo de i8io«
A esto último no dieron lugar las tropas
francesas que invadiendo la Andalucia á principios
de aquel ano , obligaron á la junta central á re-
fugiarse en la isla de León , no sin grave riesgo
de sus individuos, á quienes en su viage insulta-
ban algunos pueblos sublevados. Reunida alli nom-
bró un consejo supremo de regencia, compuesto
de cinco individuos , á quien entregó el mando,
comunicándole sus últimos acuerdos, que se redu-
cian en sustancia á lo siguiente : que la regencia
propusiese á las futuras cortes una ley fundamen-
tal que protegiese j asegurase la libertad de im-
prenta , la cual se habia mantenido hasta enton-
ces de hecho como uno de los medios mas conve-
nientes, no solo para derramar la instrucción, si-
no también para asegurar la libertad civil y polí-
tica de los ciudadanos.
No estaba muy conforme con aquellas ideas
la regencia, é iba retardando la convocación de
209
Cortes ; pero estrechada por el descontento gene-
ral que se aumentaba cada día , hubo de convo-
carlas para el 24. de setiembre de aquel ano: en
la formación ó modo de constituirse las mismas
se decidid por una sola cámara ó eslamento, se-^
gun la práctica de las antiguas cortes de Castilla.
£ste mismo principio fue después sancionado en
la Constitución de 1812, sin considerar , como
dice el publicista francés antes citado (i) « que sí
una nación para establecer sus leyes fundamenta-
les, ó revisar sus códigos antiguos, debe reunirse
en una sola asamblea « como el medio mejor de
▼encer los obstáculos que se oponen siempre á las
reformas , el caso es diferente después que ha fi-
jado las bases de su Constitución, y las del orden
público. Los gobiernos libres deben entonces adop-
tar el conveniente equilibrio entre el movimiento
rápido de los intereses nuevos y puramente popu-
lares , j la estabilidad de otros iuiereses mas an-
tiguos , cuya coqservacion desean las clases ricas
y poderosas.
Los mejores publicistas de Europa han sido
de esta misma opinión ; y Mr. Adams, aunque
republicano y revestido de la mayor autoridad en
(t) Emú hlstortc|iie 4« Tesprit de ii:rüi-ine rw Ktpag-
B€, par A. Duvu'iue.
TamoIF. x\^
periodo, la alteración de los elementos sociales, 7
las yicisitades de la civilización ; procuraré trazar .
un breve ' bosquejo de estas grapdes mudanzas.
Hablarán solamente los hechos, sin calificación
particular de las personas , muchas de las cuales
viven todavia. De las instituciones y partidos po-
líticos diré lo puramente necesario para el objeto
de esta obra , sine ira et studio , como se espresa
Tácito en el principio de. sus ana|^.
CAPITULO XII.
Beinado de Ftniaiido vil : fw primerM actot de fobieroo : so tiage
i Francia y feriada renuncia: Doi de mayo : goerra de la indepen-
dencia: gobierno de la junU central: initalacion de las cortea en
Cadis y lut prtncipalea tareaa.
Jb ernando VII fue recibido en Madrid con el
mayor entusiasma La alucinada muchedumbre
creía ver en ¿I on restaurador de la roonarquia,
en cuyo apoyo habian venido las tropas france-
sas. £1 clero en general celebraba su advenimien-
to , ya por estar poco satisfecho del gobierno an-
terior, que habia puesto á contribución los bienes
eclesiásticos y vendido las memorias de obras pias,
ya también por ver á uno de su clase (i) que
(1) £1 canónigo EKoiquií.
2ia
ca de su suelo , y por la falta de uniformidad en
las disposiciones morales de sus habitantes. La
institución de un ministerio de gobernación inte-
rior, de los gefes políticos y de las diputaciones
provinciales (no traspasando estas el círculo de sus
atribuciones administrativas) , debia producir en
la administración inmensos beneficios. ¡ Cuánto
impulso podian recibir por este medio la agricul*
tura, las artes industriales, j el comercio ! Si tan-
tos bienes habían hecho antes las sociedades eco-
nómicas sin autoridad administrativa , ¿ qué no
debia esperarse del celo y conocimientos prácticos
de estas nuevas corporaciones* revestidas por laf
ley de tantas facultades , presididas por una ilus-
trada autoridad , que sé comunicaba rápidamente
con un ministerio destinado á fomentar la pros-
peridad « á promover los intereses materiales de
cada provincia?
Por desgracia no era el tiempo mas á pro-
pósito para ensayar el nuevo gobierno adminis-
trativo: los enemigos ocupaban la mayor parte
del territorio español « y afligian á los habitantes
con onerosas contribuciones , oon vejámenes ^e
toda especie: habían desaparecido muchos estable-
cimientos agrónomos , se habían' arruiíiado mu-
chas fábricas y establecimientos literarios. Aunen
las provincias tío ocupadas se hacia sentir doloro-
sámente eí azote de la guttrSL r la esístentía de k»
2l3
moradores era muy precaria , y escasos los medios
para atender al fomento de la industria y de la
enseñanza.
Trataron también aquellas cortes de asegurar
la independencia del poder judicial, haciendo ina-
movibles á los jueces, descargándolos de toda atri-
bución gubernativa y administrativa , y sentando
las principales bases para la recta é imparcial
administración de justicia. Se abolieron la tortu-
ra legal y demás apremios con que antes se babia
martirizado á los presuntos reos : prohibiéronse
también la confiscación de bienes, y el derecho que
aun conservaban en algunos pueblos los señores
de nombrar los jueces; y por fin se suprimid el
tribunal de la inquisición, después de i4 dias de
una discusipn solemne.
Desaparecieron asimismo ciertos derechos, ó
por mejor decir privilegios feudales de los seiiores,
opuestos i los intereses y franquicias de los demás
ciudadanos , y que pugnaban con la libertad de
la industria y del comercio ; materia sumamente
delicada, por el roce que tenia con el sagrado
derecho de propiedad, no siempre respetado en
aquellos tiempos de turbulencia.
Trabajóse también en el arreglo de la hacien-
da. Por primera vez presentó á las Cortes el mi-
nistro de este ramo en febrero de i 8i i un ver-
d¿idero presupuesto de ingresos y gastos , según el
ai4
cual la suma de aquellos estaba lejos de ser sufi-
ciente para cubrir los últimos. En consecuencia
las cortes mandaron llevar á efecto el decreto de
la junta central relativo á la contribución estraor-
dínaria de guerra. También presento aquel mi-
nistro en el mes siguiente una memoria circuns-
tanciada sobre la deuda y el crédito público: j en
el mes de setiembre siguiente las cortes recono-
cieron todas las deudas antiguas , como tambian
las contraidas desde 1808 por las autoridades
nacionales.
Llamó no menos la atención del gobierno en
aquella época el estado de la instrucción publica,
y á fin de ponerla al nivel de las naciones mas
cultas de Europa , se nombró una comisión com-
puesta de sugetos acreditados por sus conocimien-
tos « para que trabajasen un plan de instrucción
pública. Hiciéronlo asi ; pero no llegó a discutirse
en aquellas cortes ni en las siguientes « por haber-
lo impedido los sucesos políticos que sobrevinieron,
Con estas y otras reformas de menor impor-
tancia se babia dado un gran paso en la carrera
de la civilización: el tiempo y los adelantamientos
sucesivos debian mejorar y perfeccionarlo que ba-
bia quedado incompleto ó mal planteado. "En
efecto • dice el escritor francés que antes he cita-
do, ¿quién pudiera esperar que las cortes españo-
las hiciesen desde el principio de su instalación le-*
aiS
jes exentas de errores, sin dar de frente con los
escollos que no pudieron evitarse en las revolucio-
nes de Inglaterra y Francia ? En el tránsito del
despotismo á la libertad se agolpa un torrente de
ideas generales, que la esperiencia sola puede re-
ducir i lo puramente esencial j practicable. ¡For-
tuna cuando aquel cambio no va acompañado de
violencias jfr persecuciones! Las cortes de Cádiz no
cometieron escesos de aquella naturaleza. ¡Plu-
guiera i Dios que hubiese imitado su conducta el
goUemo posterior de Fernando Vil!**
CAPITfJLO Jun.
Regretb áé FeHkando á É8|>afia ': a^ticton «leí titíMmk eonstitotioiíah
ofrecimiento 4|ue bacé tel rey de convocir !«■ aiitígVM eortct :■ arbitra-
rio gobierno qne esUblece: revolución del ofio 20 : eiUdo tocial de Ef*
palla hasta la invasión fraaceía de 1823»
JLia reacción política de 1 8 1 i causó un lastimo*
so retroceso en la civilización española. ¿Quién po-
drá recordar sin emoción aquel trastorno general en
las instituciones, en los intereses materiales de la
sociedad, en la enseñanza pública, en los senti-
mientos morales del pueblo? A la apacible luz de
la progresiva inteligencia sucedió un tenebroso
caos , en el cual no se oian mas que lamentos de
perseguidos y feroces gritos de perseguidores. Pero
DO imitemos á estos, no escuchemos las innobles
inspiracidies de la venganza : también el que esto
escribe tuvo una buena parte en los padecimientos
217
de aqaella época, y pudiera creerse qoe el reieoti*
miento guiaba su pluma. Tracemos con bonroia
calma el cuadro de nuestras miserias « el estado de
degradación moral é intelectual á que nos mdujo
entonces el fanatismo.
Habia dicho el rey en su célebre decreto espe-
dido en Valencia á i^ie mayo de 1 8 1 4 : **Abor-
rezco y detesto el despotismo ; ni las luces y cultu-*
ra de las naciones de Europa lo sufren ya , ni en
Espaüa fueron déspotas jamas ñus reyes « ni sus
buenas leyes y G>nstitucion lo ban autorizado....*
Y ademas de prometer que convocaría nueras cor-
tes para establecer cuanto conviniese al bien gene-
ral» anadia S. M.: **La libertad y seguridad indi-
vidual y real quedarán firmemente aseguradas por
medio de las leyes, qoe afianzando la pública tran-
quilidad dejen i todos la saludable libertad , en
cujro goce imperturbable que distingue á un go-
bierno moderado de un gobierno arbitrario y des-
pótico« deben vivir los ciudadanos que están suje-
tos i él"
Esto era lo que deseaba la parte sana de h
nación ; lo que merecian los españoles por los he-
roicos sacrificios que habian hecho en la guerra de
la independencia. Veamos como se cumplid aquella
solemne promesa. En lugar del gobierno modera-
do que se ofrecia« reinó la roas ilimitada arbitra-
riedad : las leyes eran los caprichos del gobierno y
2l8
de siis agentes; la seguridad individual iba á mo*'
rir en los calabozos y presidios. La imprenta
atizaba las venganzas , ocupada esclusivameote en'
publicar blasfemias político-religiosas de energú-
menos escritores. Restablecio'se la inquisición , sir-
viendo á veces de tribunal civil para fallar por
comisión del gobierno sobre los llamados delitoi
políticos. Los jesuitas, coya espulsion babia decre-
tado el religioso Garlos III , volvieron á vestir el
hábito j a ocupar sus antiguas casas ; al paso
que todos los conventos sé poblaban de frailes
antiguos Y nuevos, a quieneí se restituyeron to-
dos los bienes , volviendo las manos muertas con
sus' pretensiones , j^rivilégios y doctrinas, como
en los siglos de la edad media.
Desécbose el sistema de hacienda planteado
en la ¿poca anterior, como obra de la revolución,
y el desacordado góbieifiio' hubo de acudir á im-
puestos arbitrarios, á derechos exorbitantes de
aduanas que arruinaban él comercio , y á emprés-
titos onerosos , sin tener crédito ni seguras hipo-
tecas. A'un^palra esto qíié se recaudaba por medios
tan irregulares había una viciosa ádkninistracion;
dé manera qué ni ^é pagaba al ejército, ni podía
restablecerse la marina , ni aun había lo bastan-
te para cubrir las mas urgentes atenciones del
estado. Lá instrucción pública corría parejas ton
tan viciosa administración : en los establecimiéii-
219
tof de enseñanza , y especialmente en las dniver-'
sidades , volvió á reinar el escolasticismo, y no se
oian otras doctrinas qne las favorables al gobier^
no absoluto « y á las pretensiones de la romana
curia.
Desenfrenada la plebe tomó desde entonces
una parte activa en nuestras revoluciones políti*
cas , sin entender cual era el objeto y la tendencia
de ellas , resultando de aqui una verdadera anar-
quía ; ora pidiendo cadenas al despotismo y dan-
do mayor impulso a la arbitrariedad , ora profa-
nando el santo pombre de libertad, y queriendo
en lugar suyo entronizar la licencia. Desquiciadas
asi las cosas, la insubordinación se fue haciendo
liabitual ; las persecuciones , el espionage y la in-
fame delación fueron estendiendo la inmoralidad
por todas las clases del estado.
Hé aqui en lo que vienen á parar los pueblos
cuando el gobierno abandona el sendero de la
justicia , cuando las pasiones se sobreponen á las
leyes « cuando de una estremada libertad se pasa
á un estado de ignominiosa servidumbre. ¿ No era
esto volver á los calamitosos tiempos de Carlos II ?
¿Podría creerse que ni aun fuesen respetadas en
el siglo XIX las refornias hechas en el glorioso
reinado de Carlos III ?
En medio de aquellas espantosas tinieblas
vislumbráronse alguna vez rayos consoladores de
esperanza. Viendo palpablemente Fernaqdo el deS'
concierto con que se morta la máqaína del estado
en manos de los furibundos absolutistas , quiso
tomar 'otro rumbo « valiéndose de sugetos ilustra-
dos, que profesaban otras doctrinas políticas mas
racionales. Garaj y Pizarro fueron algún tiempo
sus ministros: uno y otro quisieron restablecer el
orden público* introducir en la administración un
régimen saludable, reformar la bacicnda el uno,
y recobrar en la diplomacia el otro la considera-
don que babia perdido nuestro gabinete.
*'Garay, dice un autor, aceptó el ministerio
de hacienda con el intimo conTenchooiiento de que
no le era posible salvar la nación de los males que
la amenazaban, sino con una medida vigorosa,*
cuja ejecución requeria mucba osadia. Desde que
entró en el ministerio trabajó con ardor para con-
seguir su objeto: inclinábase al sistema de con-
tribuciones directas , que basta entonces babia sus-
citado repetidas discusiones entre los economistas
españoles. Los obstáculos que se oponían á la rea-
lización de la medida proyectada eran inmensos;
mas no le desmayaron , y reunió con un celo
infatigable cuantos datos estadísticos pudo procu*
rarse. G>n estos datos y los consejos de mucbas
personas instruidas estableció un sistema de im-
puestos que no podemos considerar como perfec-
to, pero que al menos era infinitamente superior
221
al qae había prevalecido basta entonces. Algunos
creían que produciría felices resultados, 7 que era
un paso mojr importante para la reforma de las
rentas.
» Los que ansiaban reformas por lentas que
fuesen saludaron con un vivo entusiasmo la pu-
blicación del nuevo plan , que atrajo á Garaj el
odio de la camarilla, yde los ministros que de ella
dependían. Por ooosiguiente biciáronse insupera-
bles las dificultades que Garay tenia que vmoer
para llevar á cabo sus ideas; y los ministros Lo-
sano de Torres y Eguia determinaron la pérdida
de un bombre que solo era peligroso porque que»
ria introducir la reforma y el buen orden en la
bacienda(i).''
Instigado el rey por la camarilla y el frenético
parado que avasallaba su débil voluntad , firmó
el decreto de destitución de Garay y Pízarro , y
volvieron i reinar la ignorancia y el fanatismo.
El desorden sucesivo de la hacienda y las ve-
jaciones qué' sufrían todas las clases produc-
toras de la sioiciedad, habían apurado ya el sufri-
miento. Si i esto se afiade el gran número de fa-
(1) Memoiías sobre Fernando VII , edición de Valen-
cia I84O ,tom. 1, página 250 y rigaiénies.
222
' milias descontentas por las persecuciones , y la
grande emigración que ellas habían causado , se
tendrá una verdadera idea del desasosiego gene-
ral, 7 del anhelo con que se deseaha una mudanza.
La revolución política de 1820 es una terri-
ble lección para los reyes, que abusando de su po-
der < le vén derrocarse cuando se contemplan mas
aeguros.. Hallábase reunido el ejército espediciona-
-rio de Ultramar r ^ de h$ mismas tropas con que
pensaba : Fernando sujetar á los americanos , ^se
lauEa el primer grito de libertad, cuyo eco se repi-
te después por todas las provincias del .reino. Eje-
<:u^e en-un principio esta revolución con mucha
templanza : se olvidó con generosidjad la bárbara
reacción de iSi^; 00 hubo persecuciones; y los
«nemigOsde la libertad aterrados con el movimien-
to general y espontáneo de la nación^ tuvieron ocul-
to su despecho hasta qiie.se les presentase coyun-
tura para hacer guerra a| nueyp orden de cosas.
Juró el rey la Gonstitucioa « sino gustosamen-
te, á lo menos con apariencias de hvena fe , y el
infante D. Carlos, como generalísimo que á la sa-
son era , dirijió á las tropas la alocución siguien-
te : *^ldados : al prestar ení vuestras banderas
este juramento á la O)nstitucion de la monarquía
habéis contraído obligaciones inmensas: carrera
esclarecida de gloria se os está preparando. Amar
y defender la patici* * sostener el solio y la persona
aa3
del rey y enhiaros con el pueblo para consolidar
el siitemacooatitucioDal, estas son Tuestras obli-
gaciones sagradas « y esto es cuanto el rty espera
de Tosotros, y lo mismo cuyo ejemplo os prometo
de mi parle. Vuestro companero=sCarlos.^
Lossugetos llamados á componer el nuevo mi-
lusterioeran en la mayor parte de los que mas ha-
bian padecido por la persecución del ano 1 4 ( i ) ;
política desacertada « pues si bien podian abogar su
resentimiento en beneficio de la- patria^ claro es que
por lo menos babia de faltar la mutua confianza
entre ellos y el rey « naturalmente desconfiado y re-
celoso. Juntáronse las cortes, en el siguiente julio, y
desde luego se dedicaron con incansable afán á re-
parar los males del estado , que necesitaban una
reforma radical en todos los ramos de la adnu-
nistracioo.
En los estrechos límites a que, me. veo redut
cido no es posible dar cabal razón de tan impor-
tantes tareas , ni aun en el dii^ es absolutamente
(1) Don Evarisío Peres de Castro , ministro de Esta-
do; don Agoatin ArgOelIes de la Gobernación y el mar-
qnca delaa Amarillas de Gaerra, reemplazado luego por
don Cayetano Valdés; don José Canga-Argikelles, de Ha-
cienda , don Manuel García Herreros , de Gracia y Justi-
cia; don Antonio Porcel ^ de Ultramar ; y don Juan Jabat,
de Marina.
224
necesario un pleno conocimieiito de ellas ; por-
que á escepcion de algunas leyes de aquella ¿po-
ca constitucional restablecidas en la presente , lo-
do lo demás ha quedado en los anales históricos
para gloriosa memoria del celo , laboriosidad € in*
teligencia de aquellos diputados.
Ocupáronse en arreglar el sistema de hacien*
da « si bien no correspondió el éxito á las esjpé-
ransas que se babian concebido, á consecuencia
de algunas alteraciones atropelladas que se hicie-
ron en materia tan importante. Se IcTántó el el^
tanco del tabaco y se franqueó la venta de la sal
ál pormenor : suprimiéronse los derechos de puer*
tas j los puestos públicos; se rebajó i 12S mi*
¡Iones la contribudon general , y se hizo retrocc^
der de un golpe el sistema directivo, administra-
tivo y judicial de las rentas al punto en que le
habian dejado las cortes antes del ano i^. C>n-
tindose pues el año 20 con solos 460 millones
por valor de todos los ramos « y ascendiendo la
suma presupuesta de gastos á 702 millones, re-
sultaba un déficit de 24.2 millones de rs., para
cuyo suplemento se adoptó entre otros recursos la
efiecsiva aplicación á la tesoreria de la séptima
parte de los bienes propios de iglesias, conventos,
comunidades , fundaciones y de cualesquiera otras
procedencias eclesiásticas.
Aquel défidt asombroso provenia de la rcba-
225'
]a de i5i millones de rea les en la contribución
general j derechos de puertas , hecha espontánea-
mente con el objeto de captar la benevolencia de
los contribuyentes ; reduciéndose por consiguiente
el impuesto directo para el ano económico de los
dos semestres de 1820 y 1 821 a 1 52 millones,
inclusos 27 millones rcguladps a los derechos de
puertas , cuyo repartimiento entre los pueblos se
cometió al cuidado de las diputaciones provincia-
les (i). Para cubrir aquel dc'Gcit se abrió un em-
préstito de 200 millones con las casas de Laffi-
te«Hubbar y compañía sobre la garantia de la
insinuada septimacion de los bienes eclesiásticos (2).
(i) Por decreto de las cortes ordinarias de 6 de no-
viembre de lS20 se hiio el repartimiento de la contribu-
ción general á todos los pueblos de la península, fijándose
las cuotas de ella y de las equivalentes á los derechos su-
primidos de puertas. Para esto se tuvo presente el cupo
de contribución general de 1817, 18 yl9; el total de ri-
qoeaa territorial , industrial y comercial ; y la riquesa sé-
Balada por las diputaciones provinciales á cada partido ,
de acuerdo con sus representantes. Las noticias que en-
tonces se recogieron y las observaciones que se publicaron
mnidaa con aquel repartimiento , son datos estadísticos de
grande importancia;
(2) Memoria ministerial sobre el estado de la real ha-
cienda de £spañá en los ailos de 1822, 1824 y i ^25 por
el Excmo. Sr. D. Lnis Lopea Ballesteros, inserta en el dic-
cionario de Hacienda del Sr. Canga.
TbmeiT. i5
2^6
Para el segundo ano económico se calcularon
en solos 1 83.37 i,36o ^^' '^^ valores de las con-
tribuciones ordinarias directas é indirectas « las
cuales comparadas con 74-9*8979634 que impor-
taban los presupuestos de gastos , dejaban un va-
cio de. 559.526,074- rs. Establecio'se la contribu-
ción directa dividida en territorial , industrial y
sobre las casas , que tampoco produjo favorables
resultados. Asi es que para el tercer ano econó-
mico se presuponia el vaTor de las rentas en
663.763,457 f s. « Y ascendiendo el presupuesto
de gastos á 861.591,646 rs., resultaba un défi-
cit de 197.828,189 rs. Siendo mas que probable,
añade el señor Ballesteros en la citada memoria,
que no se cobrase el total de las rentas designa*
das , como habia sucedido basta entonces , no se
veia el término á que podria llegar el déficit; de
consiguiente no quedaba otra alternativa que la
de verificar con rigor la exacción de unai contri-
buciones ruinosas « según concepto de sus mismos
autores , ¿ la de cercenar con mano inexorable
los gastos hasta donde pudiesen ser satisfechos
cómodamente por los contribuyentes.
El arreglo de la legislación ocupó largamen*
te á aquellas laboriosas cortes. Se hizo y discutió
el código penal , que si bien no era una obra
maestra , atendidos los progresos que habia hecho
ya ea Europa el estudio de la legislación crimi-
227
nal. Helaba por lo menos machas ventajas á noes*
tros antiguos códigos, cuyas disposiciones en esta
parte estaban en contradicción con las luces del si-
glo, y con los adelantamientos sociales. La discu*
ttOD de éstas materias ofreció también ancho cam*
po á los ilustrados jurisconsultos del congre so pa-
ra ensenar al pueblo doctrinas y elevados senti-
mientos de humanidad , que debian necesaria*
mente influir en la moral pública, y en la ilustra-
don de los ciudadanos. También se formó el có-
digo civil, y un se imprimió parte de el ; pero no
babo tiempo para discutirle. Lástima es cierta-
oiénte que no llegase este caso ; pues en el día
tendriamos una colección de discursos bien razo-
nados sobre las materias mas importantes del de-
recho civil.
¡ Qué de bienes hubiera recibido la sociedad
española si hubiesen llegado á plantearse estas
saludables reformas hechas en su legislación civil
y criminal ! A ellas hubieran seguido los códigos
de enjuiciamiento , el de tomercio, y otro de eco-
nomía rural que tanta falta hace ; y en pocos
anos habria desaparecido ese complicado laberin-
to forense en que ahora se pierden y eternizan las
causas, con gravísimo perjuicio de los intereses
individuales y de la pública moralidad.
Los establecimientos de beneficencia, el esta-
do de las oomonicaciones' interiores « la nueva di*
228
TuioQ de provincias, y otros ramos de la admiais-
tracíon interior llamaron también la atención de
las cortes de aquella ¿poca, 7 á ellas se debieron
muchas acertadas providencias encaminadas al fo»
mentó de la prosperidad , y al alivio de las clases
menesterosas. La Instrucción pública fue objeto da
una ley especial, y se planteó un nuevo plan de
estudios, de que hablaré al dar razón en los capí«
talos siguientes de los progresos intelectuales de
losespaSoIes.
Finalmente no hubo ramo de alguna impor-
tancia en que no se hiciesen conocidas mejoras,
á pesar de la discordia civil ; ' que no tardo' en le-
vantar su horrorosa frente. Los partidos políticos
se hacían la mas cruda guerra: la anarquía iba
cundiendo por todas las provincias del reino ;
mientras que los facciosos absolutistas validos de
la división de los constitucionales , ganaban ter-
reno, hacían prosélitos, y recibían protección de la
santa Alianza. Por fin el general Barón de Eróles
tomo el mando de los absolutistas en Cataluña, y
se estableció una ¡Regencia facciosa en Urgel. La
Francia protegía ya visiblemente aquella subleva-
ción, á consecuencia de las disposiciones tomadas
en el congreso de VerOna. Habla este autorizado
ál gobierno francés á intervenir si llegase uno de
los casos siguientes: i.^ un ataque de parte de la
España , 2.^ si el rey ó la familia real se viesen
€11 peligro* 3.^ si se pretendiese mudar la dinastia
reinante.
La Francia arrimó á los Pirineos un ejercifo*
que de cordón sanitario se convirtió en ejército de
obserracion. En primeros de enero de 1823 reci-
bió el ministerio espaiíol las famosas notas de las
cuatro potencias , á saber, Francia , Rusia, Aus-
tria jPrusia. La lectura de estos documentos en
que las principales potencias de Europa proponian
reformas en el gobierno, amenazando en caso de
negativa ejecutarlas á la fuerza, debia producir
en el público una general efervescencia , y en los
ministros las mas serias reflexiones. *'£ra dema-
siado cierto por desgracia , dice el autor antes ci-
tado (1), que la anarquia Labia liccbo rápidos
progresos , y las cosas liabian llegado á un punto
que sin modificar la G)nslifucion no habia medio
de conservar la monarquia.** El gobierno sin em-
bargo creyendo ultrajada la independencia nacio-
nal respondió fuertemente á las notas, y los mi-
nistros de Austria , Rusia y Prusia apenas reci-
bieron aquella contestación, pidieron sus respecti-
vos pasaportes, y salieron de España : lo mismo hi-
zo algunos dias después el ministro plenipotencia-
rio de Francia.
(1) Memorias «obre Fernando 7.^ , tomo 2, pég. 189.
23o
El ejercito ele qae podin disponer el gobierno
apenas era suficiente para contrarestar á los fac-
ciosos, cuyo número se aumentaba de dia en dia:
escaseaban ademas los recursos de toda especie, y
la disciplina de las tropas se hallaba muy relajada.
G)n tales elementos ¿qué resistencia podria opo-
ner al grande ejército francés que amenazaba ya
desde el Pirineo? No encontrándose pues el gobier-
no seguro resolvió trasladarse á Sevilla con el rey,
esperando que la nación se alzaría contra los fran-
ceses como en i8o8. ¡Vana esperanza! Los ene-
migos entraron, allanándoles el camino los cuerpos
facciosos , y la plebe se declaró á favor del gobier-
no absoluto.
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CAPlTl>LO XIV.
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lUptablecimi^to del poder abaolato : conducta del rey en la aerada
époctí conttitncionl : eita<W «le la Méltdad ' éapafiola i muerte de Vé^ >
MDdo Vil : innoTacÍMes hechas en el estado social de Espafia hasta e(
aflo'rfelSM. ' '
I
D '„,'■■•} . . ; ' .
oloroso Of ^i^ftaopippte para to^o el que al^rlgipe
optimizólos 4^ puodionor y pafcriotisma reciordar
aqt^ellps aciagos dia^.^^iQ que las tropas de qna oa-^
cíqq que tantos pal^s o^ babja oa,usado,eiii i SoS».
cprneroo. inipunetjDDei;i|e la^C^paSa eti i8a3 djgsde
el Pirinep l^ast^ Jaf murallas de Cádiz. ¿Qpé se
liabia be^fio la i|pt¡gua enefgia de los pueblos? Su**
poDién^olof disgustados con los desórdenes anterio*
res ¿ halñao de sufrir por eso quj? una qacion es*
trangera viniese á ponerles el yugo« á restablecer
el gobierno absoluto de Fernando? £sto es incou-
a32
cebíblé. Ea MadfridT donde aua qúédabah fástFÓs
de la sangre vertida por la patria el Dos de mayo,
fueron recibidos los franceses por la plebe fanáti-
ca como sus libertadores. ¡Oh mengua !
Invadieron luego la Andalucia, y el gobierno
constitucional hubo de retirarse á Cádiz, donde
resistió algún iiidkfo ; pei^o^ri "iil vie'ndose solo y
atacado por mar y tierra , tuvo que ceder dejando
salir libremente al rey de la plaza. Esperábase
que S. M. escarmentado de reacciones , y amaes-^
trado por la esperiencia, adoptase ahora un siste-
ma de templanza y de equitativo gobierno, según
Kama prometido sotemnémentéM en su decreto de
3 o de setiembre del inismp ano. Pero apenas sa-
lió de Cádiz cuando espidió el famoso decreto de
I .^ de octubre , anulando todos los actos del go-
bierno constitucional , y después lanzó otro de
pií'^di^pdo^ fcontebidó'.en^'éflMósMéi'minos!
7 v) '.i!£í: rey'niWséfo áfen((W*^^élli^ durante «áu
viáge'á la'ctí^tafl ñb- á^ eiiéfteiiere iá" iñneo legu^^
d^ su paso mngféfi 4hdiy¡dod qüé'^ará^te el^is^
tma con$titueÍ€m8ít< ba^» sfdé^cí^¿i/á¡fo'<ií corlea
én tai dos ülthnas legiéláéWaS-^^ríi lói^ fntñistros^'
cótisef&ros de estado^ vhd^hdk'hi^^tliHmhal su^
premo^'de^ Jti^itihytomhhdcenfie^ generales ¡^ ge-^
fes púí/iicos, empleados dé tos fníñistérios^ y loé
¿éfes y éficialts' de la éstihgútdá milicia nació*
nal voltthiána ; pftóhibiéhdoles para siempre la
233
entrada en la capital y en los sitios reales^ á loa^
(jue no podrán acercarse á quince leguas en con^^
torno.»
He aquí una pena gravísima impuesta «in-
forma alguna de juicio, sin distinción de los que
habian servido Icalmente á la patria y al mismo
trono en aquellos puestos; mientras muchos de
los bullangueros que antes habian figurado en los
iñotines , quedaban impunes aclamando ahora al
rej absoluto.
* G)n estos principios de gobierno ¿qué podia
esperarse para lo sucesivo? Todo volvió' al estado
en que se hallaba el ano i4-« menois la inquisi-
ción , que no llego á restablecerse ; merced á la
resolución tomada por Fernando en este punto, de
acuerdo con la santa Alianza. Expatriáronse mi-*
llares de familias;; los constitucionales que queda-
ron en el reino padecieron toda clase de vejacio-
nes, la sangre corrió en los patíbulos... Pero
echemos un velo sobre aquellos actos de barbarie,
que la civilización y la humanidad miran como
an indeleble oprobio, para ocuparnos solamente
en los objetos análogos al principal designio de
esta obra.
La dislocación en que se hallaba la hacien-
da, y la escasez de recursos consiguiente á ella, hi«
zo pensar muy luego al gobierno absoluto en la
formación de utaa junta de hacienda , cuyos tra-
234
hájos se pasaron á informe de la dirección gene-
ral de rentas. Ambos cuei^pos , dice el Sr. Balles-
teros (i), conocieron la necesidad de algunas va-
riaciones en el sistema observado antes del ano
1817; pero discordaron en los principios. La jun-
ta quiso que en la administración de las, rentas
provinciales se suprimiesen los encabezamientos
y. las administraciones directas, y que en su lu-
gar se introdujese el repartimiento dé 270 millo-
nes anuales, á cubrir con el producto de los pues-
tos públicos , y por medio de amillaramientos en
lo que estos no alcanzasen; precediendo el señala-
miento de cuotas fijas á cada provincia y pueblo,
lo cual venia á coincidir con la contribución de
consumos entablada por las cortes , y á establecer
un método igual al de las directas, cuyo éxito
habia sido siempre malogrado.
Opinaba también que se incluyese en el re-
partimiento al reino de Navarra y á las provin-
cias exenta», probando mas con esto que la indo-,
le de sus contribuciones era verdaderamente di-*
recta , y ofendiendo ademas los fueros y costum*
bres de aquellos paises*
(1) Memoria ministerial antes citada.
235
La dirección general sin embargo amaestra-
da por la esperiencia se propuso formar un sistema
mixto de contribuciones , en que las indirectas;
tuviesen la parte preponderante, j las directas
reducidas á corto número j cuantía fuesen auxi-
liares de ellas. En consecuencia propuso las ren-
tas que se especifican en la citada memoria , y
cuyo producto se calculaba en 600 millones.
Adoptadas por el ministerio con preferencia al.
ftstema de la junta de hacienda, y discutidas por
d consejo de ministros , fueron aprobadas por el
rey.
Tratóse luego de nivelar los gastos con los
recursos^ fijando unos y otros en los correspon*
dientes presupuestos que el rey mandó formar
desde principios de 1826 por decreto de 1 4 de
noviembre del ano anterior , prefijándose las re-
glas correspondientes para facilitar aquella ope-
ración : sí bien no empezaron á regir los presu-
puestos hasta que asi se mandó por decreto de
28 de abril de 1828.
Arreglóse también el sistema de cuenta y ra-
zón , mandándose en decreto de 1 8 de diciembre
de 1823 que desde i.^ de enero siguiente se lle-
vase con absoluta separación la cuenta de la ad-
ministración y recaudación de las rentas y con-
tribuciones, de la de distribución de sus produc-
tos. Y en 5 del mismo enero se espidió otro de-
236
crcto prescribiendo los elementos de claridad j
orden en la cuenta y razón mandada establecer, y
la distinción de autoridades que la habían de for-
mar é intervenir..
Para fomentar la industria nacional se crecí
por decreto espedido en el mismo 5 de enero de
1.824- la junta de fomento con dos objetos; i.^el
de examinar si en aquellas circunstancias bastaria
e] restablecimiento de la junta general de córner^
cío, moneda y minas para dirigir el fomento de los
ramos de prosperidad pública , d si convendria
sustituirla con otro cuerpo, y de qué modo debe-
ría instituirse : 2.^ el de formar la colección de
leyes económicas, entresacándolas de nuestros có-
digos, reglamentos, ordenanzas y demás monu-
mentos legales. £1 Sr. Ballesteros dice en su me-
moria que la junta no desempeñó ninguno de aque-
llos dos primordiales encargos; pero que instala-
da por real orden de 6 de abril de aquel ano con
individuos instruidos en las materias de su insti-
tuto, trabajó varios informes sobre'empresas de
fomento; el proyecto de una ley de minas , y el de
otra sobre privilegios de invención , introducción
y mejoras de máquinas y me'todos artísticos , ade-
mas de otras útiles tarcas.
Inslituyó&e tanibicn por decreto de i8 de
agodlode 1824 el conservatorio de artes, dotán-^
dolé con 708 rs. al ano sobre los productos de la
mina de grafito de Marbella , con los que resul-
tasen de las obras que hablan de construirse en
el taller de máquinas del mismo establecimiento»
j con los que rindiesen los derechos por las pa-
tentes de los privilegios de invención; y ademas
cedió el rey al conservatorio la casa que ocupa en
la calle del Turco. Propúsose el gobierno como
objeto principal de tan útil establecimiento reunir
en ¿1 los restos del gabinete de máquinas que la
real hacienda habia costeado, y andaban dispcr^
aosy maltratados desde la invasión francesa; plan-
tear un taller de construcción de máquinas, y
^proporcionar una escuela práctica en la cual se
manifestasen á los empresarios de industria y a
loa aficionados las máquinas de hilar, cardar y
tejer, y otros instrumentos de que se hace uso en
las ciencias fisico-matemáticas. Mas adelante se
establecieron en el mismo conservatorio cátedras
. de ciencias con aplicación á las artes, de que ha-
Uard en el lugar oportuno.
Necesitando el comercio con el estrangero ana
gran reforma en los aranceles, se nombro en 6 de
abril de i82i( la junta de este nombre, que se
oeupd con zelo y aplicación en este objeto , y los
demás que se habían puesto á su cuidado, cuales
eran la redacción de una acta de navegación, la
modificación parcial del sistema de matrículas, el
arreglo proporcional y uniforme de los derechos de
238
lónelada , puerto y demás llamados de nave-
gación.
Para fomento de la agrictaltura nacional se
prohibid la introducción de granos, harinas y le-
gumbres del estrangero; pero como este ramo ne-
cesitase de reglas fundamentales, que protegiendo
la industria rural facilitasen al mismo tiempo los
medios de ocurrir sin violencia al surtido público,
para precaver con oportunidad los efectos de la
carestia , se encargo este importante trabajo á la
misma junta de aranceles.
También se tomaron providencias para fomen-
tar el ramo de mineria, que estaba muy abando-*
nado. En i.^ de enero de i825 se restauráronlas
minas de cobre de Riotinto con objeto de aumen-
tar sus rendimientos , y en decreto de 4 de julio
siguiente , espedido á consecuencia del dictamen de
la. junta de fomento, se estableció una ley de mi-
nas en que se dictaron medidas para protejer y
reanimar el laboreo y beneficio de aquellas. Echá-
ronse con esto los cimientos de un sistema que fal-
taba en el ramo de minas; y á él se debió la com-
pania que tomó varias para beneficiarlas á espen-
aas de sus capitales , y dar al reino las grandes
utilidades de esta industria. Todas las minas re-
servadas á la real hacienda y los productos perte-
necientes al estado por las que beneficiasen los
particulares , se aplicaron á la real caja de amor*
239
lísacion, para atender con ellos j los demás
recursos al pago de la deuda (i).
Por decreto de 27 de marzo de 1826 se
prescribieron reglas para el modo de conceder los
priTilegios esclusivos de invención , introducción
j mejoras de cualesquier objetos de uso artístico.
En 1827 se hizo la primera esposicion de los
productos de la industria española , á consecuen-
cia de un decreto espedido á este fin en 3 o de
marzo de 1826; y en 8 de abril de 1 828 se con-
cedió por un real decreto libertad de derechos en
aa introducción á las máquinas é instrumentos
útiles, y destinados directamente á las fábricas 6
labradores que hubiesen de usarlos.
Al mismo tiempo que algunos buenos espa-
ñoles trataban de templar el rigor del gobierno
absoluto , introduciendo las indicadas mejoras so-
ciales y otras de menor consideración, que se omi*
ten en obsequio de la brevedad « los furibundos
absolutistas , llamados apostólicos , no contentos
con el gobierno de Fernando, que en su bárbaro
concepto era demasiado liberal , intentaron derro-
carle violentamente. £1 infame Bessieres acaudi-
lló aquella primera sublevación en i825; pero
aofi)cada prontamente por las tropas y muerto el
(1) Sr. Ballesteros en la memoria citada.
24o
rclieMe caudillo « quedó restablecida la tranquífi-
dad hasta el ano de 1827, en que estallo de nuer
To la rebelión en Cataluña con doble fuerza. La
presencia del monarca, la acliva persecución de
los rebeldes, y los ejemplares castigos que se hi-
cieron en muchos de ellos, acabaron pronto con
aquel terrible levantamiento.
£1 29 fue un ano para siempre memorable
por la venida de la augusta Cristina , esposa de
Fernando, que tanto desagradó á los apostólicos,
rezelando que si Fernando llegaba á tener ^uctr
aioii varonil, quedaria postergado su ídolo D.Car-
los en la sucesión al trono. Convirtióse pronto aquel
rezelo en evidencia y sana, porque el rey viendo
en cinta á 5u augusta esposa, y mas prendado de
ella que aficionado á &\x hermano, publicó en mar-
zo de 1 83-0 la ley hecha en las cortes de 1789,
revocando la pragmática de Felipe V sobre suce-
sión. Asi aunque la reina diese á luz una nina,
ella debia ser la innu!diata heredera del trono , y
no don Carlos.
Verificóse en efecto el nacimiento de la au-
gusta Isabel, y el despecho de los apostólicos al
ver la esclusion de D. Carlos hubiera tal vez pa-
rado en una nueva insurrección , si la revolución
política acaecida en Francia el 3o de julio del
mismo ano no los hubiese contenido, y hecbo tem-
blar á D. Carlos y al rey mismo en su trono. Sa-
a4i ^
hÍMm ^pie lo* emigrados españoles animados con
aquel üioeso proyectaban una invasión, para res-
tablecer el sistema representativo* £1 gobierno es-
paSol dirijió enérgicas reclamaciones á los ga*
biaetes de Inglaterra j Francia : el primero con-
toiro los armamentos bostiles, su^pepdiendo algu-
nas de las disposiciones del alisn bilí; pero en
Francia se alentó á los emigrados » facilitándoles
algonos &ndos, aunque df^pues fueron abandona-
dos cuando ja se bailaban comprometidos* Malo^
frrfse la eapedicion en el Pirineo ; porque ademas
dt ser pocos les que la emprendieron j faltos de re-
cursos « no teman entre sí el mejor acqerdor Hicié-
mose al ano siguiente en el medio dia de España
otras tentativas que tuvieron peor resultado, cos-
tando la vida á varios denodados patriotas.; y la
consecuencia fue una cruel reacción que angustió
los ánimos, y remachó mas y mas las cadenas con
que estaba oprimida la nación,
G>braron ánimo ios apostólicos, y. en i832
Srabajaron con incansable afán para recobrar el
terreno que babian perdido , y augurar el medio
de abolir la pragmática de i83o* tM ocasión se
les vino a las manos en setiembre del mismo ano:
hallándose el rey gravísimamente enfermo en San
Ildefonso , consiguieron la revocación tan ansiada,
arrancándosela al débil Fernando cuando ya es-
taba casi moribundo. Duróles sin embargo poco
Temo ir. 16
aqaet triunfo ; porque restablecido milagroumcQle
el rey de aquella enfermedad , llegó a ^ conocer
palpablemente los intentos de su hermatoo , y del
jpartido que le miraba como su caudillo. En coa-
secuencia Calomarde fue desterrado <» j se nombro
un iauevo ministerio bajo la presidencia del señor
Cea Berra udez, que á la sazón se bailaba de em-
bajador en Londres.
£1 6 de octubre espidió el rey un decreta
habilitando para el despacho de los negocios á Ja
reina, por el tiempo que durase su enfermedad;
y en el dia siguiente se publicó otro en la Gaceta
mandando abrir las universidades que el go^
dierno anterior habia dispuesto cerrar « temiendo
la reunión de los jóvenes, generalmente animados
de sentimientos patrióticos, y adictos á las refor*
mas de las anteriores épocas constitucionales. Con
fecha de 20 del propio mes se espidió una rtal
cédula concediendo amnistia á todos los persegui^^*
dos hasta entonces como reos de estado , escep-
tuando los que votaron la destitución del rey en
Sevilla, y los que habian acaudillado fuerza aro-
mada contra su soberania (i). . it
(i) Después se amplió I9 ampislia á ciertos suget05 de
los eseepttiádos en el priñaer deéreto ; y últimamente se
'^onxplet^ fMrá todo<s. ^ •»'»' - : «• - • í'
243
Estos eran los primeros albores ele Fa laz que
iba á disipar las tinieblas de la ignorancia y del
fanatismo : todo anunciaba la dpro:KÍmacion de un
sisteñía político opuesto al que hasta entonces se
habia seguido. Los primeros pasos justificaban las
. esperanzas que habían concebido los constitucio*
nalest Los ministerios, comenzaron á preparar
grandes mejoras en la administración pública , y
ki creación del que tomó el nombre de Fomento,
anunciaba un régimen que iba á cimentarse sobre
oíros liberales principios.
• . En diciembre de i832 , á presencia de los
■limstros j otros personages de la corte , declaró
el rey que protestaba contra lo hecho el 18 de
setiembre acerca de la revocación de la pragmáti-
ca de 1 8 3o « obtenida por sorpresa en un mo*
mentó en que la violencia del mal le habia redu-
cido á un estado de postración, quedando en con*
secuencia sin efecto el decreto firmado en aquel
dia.
En primeros de enera se poblicaron los docu-
' mentos que acreditaban tas disposiciones adoptadai
por las G)rtes en' 1789V el 4-, Tolvid á tomar la
dirección de los negocios el rey, por hallarse ya
enteramente restablecido;, y en marzo.^iguiente
hizo entender á su hermano D. Carlos en tc'rminos
muy comedidos la necesidad de que saliese a via-
jar fuera de la penjpsuút.^r w^v^f> un partido
abusalia de su nombre para turbar la tranquilidad
del estado. D. Carlos se retiró á Portugal, donde
permaneció basta la llegada del general Rodil,
que participó de los últimos triunfos conseguidos
por el duque de Bragan^a contra las tropas de.
Don Miguel.
Espidióse en abril un real decreto convocan-
do las cortes para prestar juramento de fidelidadé;
y reconocer como princesa de Asturias á Isabel de
Borbon. Compusiéronse estas cortes de cierto nú-
mero de prelados « grandes, títulos, y los diputa-*
dos de las ciudades que tenian voto en cortes. Sí
en lugar de ellas se hubiese entonces formado una
yerdadera representación nacional, autorizada no
solo para el acto de la jura, sino para entender
también en las reforoMis del estado j en sentar las
bases de un buen sistema de gobierno >; bubiem
este podido plantearle sin convulsiones, al abrigo
de un trono contra el cual no se babta levantado
lodavia un terrible enemigo. Entonces se hubie*
ran reunido tal vez ¿los constitucionales W rea*
listas moderados « y se babrian afianzado machas
opiniones dudosas y vacilantes: (i).
#. •'
(1) ' Esaai ' hislorique sur l*esprit de reforpe politiqot
en Cft^gne, pW-'Mr. l>wveniiei ^. 278.
a45
El gobierno d^bia ya conocer que cl trono de
Isabel II no podía apoyarse sino en el partido li-
beral, cuya causa estaba identificada con la suya.
lia división de los dos bandos se presentaba sin
rebozo ni tergiversación : don Carlos desterrado
de la corte protestando en su destierro contra la vio-
lación de sus sonados derechos, era ya un enemigo
deelarado, cuyo apoyo estaba en el furibundo par-
tido que siempre se había opuesto á toda clase de
reformas.
La lucha comenzó apenas Fernando VII dio
el último suspiro. En las provincias de Álava y
Vizcaya lanzaron los voluntarios realistas el pri-
"mer grito á favor de D. Carlos; ejemplo que fue
seguido en Castilla por otros de la misma clase
acaudillados por Merino. Esta sublevación provocó
el decreto de supresión de todos los cuerpos de vo-
luntarios realistas, que se ejecutó en todas partes
sin resistencia: solo en Madrid la hicieron los vo«
limtarios ; pero acometidos por la tropa , que obe«
deció fielmente las órdenes de sus gefes , fueron en
breve reprimidos y desarmados.
El espíritu que animaba al ejercito se mostró
en esta ocasión, como después, opuesto a la causa
del absolutismo. Esta opinión era en general la de
los soldados y de los oficiales, según hemos visto en
la enconada guerra que siguió después , y de la
cual úo me detengo á hablar , como asunto ageno
246
del pldn de esta obra. Coptrayéndome pues al es*
tado social del reino , á la alteración que recibid su
sistema político , y á los progresos de la civiliza-
ción , diré cuanto me permitan los estrechos límites
de este capítulo, para presentar un bosquejo de tan
importantes variaciones.
Muerto el rey se esperaba generalmente un
nuevo*. sistema político indicado claramente por
las circunstancias; pero cuando el presidente del
ministerio anuncio en el famoso manifiesto ó cir-
cular de 4 de octubre que no se mudada el sis-
tema de gobierno seguido hasta entonces * la in-
quietud se hizo general, y no tardo en manifestar-
se de un modo terrible. Los generales Quesada y
Llauderdirijieron á la reina Gobernadora enérgi-
cas representaciones, manifestando la necesidad
de nombrar un nuevo ministerio que mereciese la
confianza general , y restableciese las co'rtes según
lo exijia el estado de la nación.
Este deseo general, que se manifestaba con
públicas demostraciones en Cataluña y otras pro-
vincias del reino , acabó con aquel ministerio de
transición , en cuyo lugar se nombró otrp nuevo
de diferentes principios políticos. El gobierno abso-
luto habia muerto ya, y era preciso gobernar bajo
otro sistema: el que se adoptó en el Estatuto real
no podia satisfacer á los que deseaban el gobierno
representativo en toda su estcnsion ; y de aqai re*
24?
suUd fuego tina lucha fatal para la administra-
ctoQ interior del estado ^ f mas todavía para
el bfaen éxito de la gnerra que nos hada el pre-
tendiente. Yidsé entonces la naciM lasl
te dividida en bandos , estenoada con los
cios que era fbrsoso hacer para aomeslar j
tener los ejércitos constitodanales« j con las
ladoras inTasiones que desde sos gaaridas kac£aa
de tiempo ra tiempo los beaom en las ptvsñ-
cías interiores.
Púsose al fia en i SBj na término i las
aveneocias políticas con la Gmstilacíoa
por las cortes oonstitojrcntcs . aceptada par
solemnemente jurada , j por todos racihida
el Tlnculo que debía unir j hermanar i los dife-
rentes partidos.
Esta reroladon política forma ana
época qne está fuera de «hs investi ga ciones ,
gnn manifesté en el pro sp e cto ; 7 pe
me ceñiré en lo restante de esle capftolo á dar
tida de lo hecho en los úlíiwan anos dd
anterior en *faen^cio de. la dvtlisacios.
^mbraronse por el ministerio de Fi
los primeros sabdelegados ó gobernadores dviks
de las provindas , á quienes se comon» pora s«
dirección j gobierno una instmedon bien
da en que se espedficaban las referaus de t^
SQSCcptibles los diferentes ramos qne a^auíVa
348
Empezando por la agricultura « el mas importan*
te de todos t cacargábase á aquellas autoridades
la averiguación de las causas Ideales que mas
hubiesen contribuido á su -abatimiento , •fijan-'
do el grado de influencia deW:ada una de ellas , é
indicando los medios de neutralizarlas y des*
truirlas.
Mandábase también á los subdelegados hacer
averiguaciones é informar sobre varios puntos im*
portantes relativos á pósitos ; mientras que dos
comisiones nombradas por S» M. desempeñaban
los respectivos encargos que se les habían dado* á
saber : á la una de examinar las lejes relativas al
comercio de grados, con objeto de favorecer j ase-
gurar su libertad ; y á la otra de examinar la
utilidad de los pósitos, comparada con los incon*
venientes que producen. La ganadería que debe
formar una sola profesión con la labranza , se re-
comendaba á los subdelegados como uno de ios ar-
tículos mas importantes, eapcciainaente en este
país, encargándoles que procurasen instruir á.los
ganaderos, españoles eo todos los puntos concer-
nientes á e$le ramo tan lucrativo , para que adop-
tasen en el las mejoras hechas en otras naciones
de Europa.
No menos se encarecia la necesidad de pro^
porcionar riego á todos los territorios á que pudie-
sen cslendcric, especialmente en los paiscs meri-
*49
d¡onaIes« donde por falu de agaas suelen malo-
grarse tantas cosechas. La desecación de lagunas
j pantanos « tan perjudiciales por la ínsali^bridad
7 por el terreno que ÍDutílizan, era otro de los en- ^
eargos que se hacian á aquellos gefes; como tam-
bién la de llevar á cabo la enagenacion de los ter-
renos incultos 6 baldíos, decretada antes por e)
ministerio de Hacienda, cuando aquel negocio cor-
ría á su cargo.
En la misma instrucción se indicaban otras
mejoras pertenecientes á la agricultura en que se
ocupaba el ministerio, j á las que podrian coatrir
Irair con sus luces y noticias los subdelegados» Ta-
les eran una ley clara y terminante sobre acota?
mientos ó cerramientos de heredades-, otra sobre
montes y plantíos (que se publicaron después); k
reforma de nuestra legislación en cuantor á coma^
nidad de pastos, el fomento del. cultiva de la seda,
de linos y cánamos , el de muchas plantas exóticas
que ya se habian hecho indígenas « y la aclimata-
ción de otras útilísimas que pudieran prosperar eo
nuestro suelo.
El fomento y la efieas protección de la indus*
tría era el segundo objeto que encarecidamente se
m encomendaba, con la prevenríon de que pro*
moríesen la enseñanza de la geometria y. del dibu-
jo con aplicación á las artes; que visitasen las fa*
brícas y demás establecimientos de manufacturas
25o
áe sus respectiras provincias , alentando el traliajo
con los estimólos de la alabanza y del pr«0EU0i
procurando* remover las trabas, para estender y faa»
ccr popular la industria en todo el reino. Y mien-
tras el tonüístéríó después de un detenido examen
deias ordenanasas gremiales que hasta entonces ha«
biatí entorpecido las artes^ preparaba con pleno co-
ííociniienló' dé causa nna ley que proclamase los
principios protectores de la libertad fabril, encar-
Ifaba fi sus agentes que no ¡eonsintiesen la forma-
ción de tineros gremios ni aprobasen ovevas or*
dieriiftWs/'-.-'-f ' . • ^
"''■ - T&tdbieQ se- les mandaba reconocier las cajeas
tfeagua'd cualesquiera fuersas motrices de esta esi*
píÜié qoie' hubieie en sos respectivas provincias
kpKcabhes 4* I»-mdaidrTa i empeñando á los caipita'-
liMasaIa^rofv«chani¡e¿to!deellas, y Qfreciéqdoles
ifiíántos medios dependieseo de la administración
(Mra llevar á cabo sus proyectos.
En cuanto al comerció la seguridad de las per-
flonafr ocupadas en ¿lerat el primer punto de que
trataba la instrucción , mandando á las autoridar
des" encargadas d^ gobierno civil , que diesen fa-
vor y amparo á los que ocupados en el tráfico tu*
viesen qué trasladarse frecuentemente de unas
|Kirtes á otras , permitiéndoles llevar armas si las
necesitasen, procurando mantener la seguridad
en los caminos y posadas , mejorando la comodi-
25l
dad de estas « ,y finalmepte siiprímii^do toda* ka
▼ejacioniis odiosas que antes sufrían los trafican*
tes bajo el preteslo de refrendar los pasaportes^ y
otras semejanteSi .
Sobre las fXMnunicaciones interiores para &-
cilitar y dar impulso al comercio « llamaba espe-
cialmente el ministro la atención de los subdele-
gados de fomento, encargándoles que aplicaran
desde luego todo su esmero y vigilancia para po-
ner espedí tas las comunicaciones de poco cos-
te, para conocer el estado de los caminos in-
teriores de cada provincia, los recursos destina-
dos á su apertura y, conservación, la forma de su
administración, y lo demás concerniente -á formar
una idea cabal de taics: datos. .Deberían estos ser-
vir .para:/eola!i^r e^ sistema de poioaunicacionea
provinciales con el general del reino, en qi^e se
ocupaba una comisión facultativa encargada de
trazar el plan de Jos caminos y canales , que des-
de luego podrian emprenderse.
Otra de las atribuciones propias de la auto^
ridad administrativa , era la de promover y faci-
litar la derivación de las aguas de los ríos- para
cualesquiera necesidades de la industr^ agrícola
ó fabril, la construcción de baSos, molinos bata-
neros , y otras obras de esta clase que tanto con-
tribuyen á la utilidad general.
Ademas de estas mejoras concernientes á los
252
fres mas eopiosos manantiales de la riqoesa « ha*
cía la instraccioB á los subdelegados' oportunas
advertencias para guiarlos en los demás ramos de
la administración pública. Tratando de minería
y sus agregados • ademas del encargo especial que
se bacia á tos gefes de algunas provincias meridio-
nales para promover este ramo tan importante,
se mandaba á todos favorecer la investigación y
laboreo de los carbones minerales, de que la in*
dustria saca boj tanto partido, y que no bay me-
dio de reemplazar con otro combustible.
£1 fomento de la instrucción pública era otro
de los principales encargos , sino el mas impor-
tante de todos, que se bacia i los subdelegados.
Mandábsiseles dispensar una protección especial á
la instrucción primaria, j destinar á la dotación
de estas escuelas los fondos públicos de que pu-
diesen disponer, partiendo del principio de que
ninguna medida puede influir mas en la suerte de
la sociedad. Oíros medios oportunos se les indi-
caban también para acelerar los progresos de la en-
señanza pública, que pueden verse enelcapíto«
lo VII de la instrucción.
En ella ocupaban uno de los lugares mas dis-
tinguidos los establecimientos de beneficencia; y
no podia menos de ser asi atendida su importan-
cia. £1 gobierno trataba de formar un plan gene-
ral sobre ellos con las correspondientes modifica-
253
dones locales , en Tista de los datos que deberían
proporcionarlos subdelegados sobre el estado de
esta liase de establecimientos en cada pro?inc¡a,
8US recusos y demás circunstancias conducentes al
intento.
La mejora de las cárceles y el establecimiento
de casas de corrección dcbian ocupar también d
celo de las autoridades civiles , para introducir la
aplicación al trabajo y la moralidad en aquellas
tristes moradas de padecimiento , que en otros pai*
sescultos están ya tan bien ordenadas ; al paso que
'nuestras prisiones ofrecen la imagen mas espanto-
sa de miseria, degradación c inmoralidad. ¿No
podría esto mejorarse, como índica la instrucción*
ya por medio de suscripciones voluntarias, ya por
la aplicación de arbitrios boy mal empleados, ora
estableciendo industrias en la parte de los edificios
destinada a los presos por delitos leves, ora enco-
mendando a personas benéficas la administración
de las prisiones, d por otros medios semejantes?
Omito los demasiáramos de que babla la inslruc-
tion , todos los cuales abundan en observaciones y
reglas atinadas que deben servir de norma á los ge-
fes políticos, y que ya es tiempo de llevar á ejecu-
ción, pues ha desaparecido la guerra civil, que era
el mayor obstáculo para las mejoras administrati-
vas. Estas son las que principalmente deben llamar
la atención del gobierno y de sus agentes, si la na«
254
don ha de llegar álguD dia á competir en civíHia-
cion con las otras mas collas de Europa.
Pensaniiieoto vmf útil fue lambien el estable-
dimieoto de cajas de ahorros en las provincias* á
semejanza de otros países de Europa ; pero las
circiinstancias de la nación eran poco favorables
para esta filantrópica providencia dada en 3 de
abril de i835 ; y si entonces no se cogia el de-
bido fruto de ella « por lo menos se abrid el do-
mino para plantear una institución que ba de
producir inmensos beneficios cuando se baile ge-
neralizada.
Restablecio'se el cuerpo de ingenieros civiles*
que en la reacción de i823 había desaparecido,
con harta mengua de los gobernantes de aquella
época , que no supieron conocer y apreciar la im-
portancia de aquel establecimiento. Fundiéronse
ademas por decretos de 23 de abril y i.? de ma-
yo una escuela de ingenieros de minas, otra de
ingenieros gedgrafiDs , y la tercera de íngenierqs
de bosques.
No fueron menos recomendables las provi-
dencias espedidas por el ministerio de Gracia y
Justicia para promover los adelantamientos de la
civilización. Nombráronse comisiones para la for-
mación de los códigos civil, criminal, de proce-
dimientos , y revisión del mercantil para ponerle
en armonia con los otros. El primero se presentó
;i55
' concloido á las corles por el gobierno en i836«
y desde entonces se halla pendiente su discusión,
También están mujr adelantados los otros, si no
ooncluidos; y la nación espera con impaciencia el
examen y aprobación de tan importantes tareas,
para regirse por una legislación menos complica-
da que la actual, y ma^ adecuada, á las institucio-
nes políticas, hábitos y costumbres de la éfktmt
presente.
Entretanto que se trabajaban los códigos de
procedimientos, publicó el gobierno en 26 de ser
tiembre de i835 un arreglo provisional para la
administración de justicia , que si bien no está
exento de notables defectos , como hicieron ver los
redactores del Boletin de jurisprudencia; se in-
trodujeron por el grandes reformas en esta parllB
de nuestra legislación , y mas con las posteriores
adiciones que se le (lan becho.
También se empezó por aquel ministerio la
reforma de regulares, suprimiendo toda comuni-
dad que no llegase i doce individuos , los cuales
debían agregarse a otros « quedando aquellos bie-
mes.eo beneficio de la nación. Proponíase .enton-
ces el gobierno ir acabando paulatinamente con
iqu^Daí corporaciones ,* según los principios de sa
política, no tan rápida y progresiva como la
posterior.
CAPITULP XV.
Eitado ele lát ciencias 7 la Hteratara ea Espafi» dWde pñncipiei M
•iglo XVUl hasu el reióado de Carloa IIL
ijoa investigación general j filosófica de los
adeUnlamieotos intelectuales es el objeto qne me
propongo en este y los siguientes capítulos, no
un examen particular de los autores, lo cual, cc^-
mo indiqué en otro tomo no es propio de tuna
obra destinada á bosquejar el carácter distihtiVó
j la fisonomía peculiar de las diferentes épocas
que abraza. No obstante, se darán i conocei'-'Ios
escritos que mas contribuyeron á los progresos de
la civilización.
Al frente de ellos figura en el primer tercio
del siglo XVIII el teatro críiíco de Feijoo, que
tan cruda guerra hizo á las vulgares preocupa-
ciones, y a) escolasticismo. Apenas puede conce-
birse como aquel sabio benedictino, ocupado en
los estudios monásticos -á últimos del siglo XVII,
<^poca de tinieblas en España ^ pudo atesorar tan-
ta y tan escogida doctrina , para comunicarla
luego á sus compatricios en un estilo natural,
fluido, y á veces elegante. Adelantóse como el cé-
lebre Bacon á su siglo, imitó su análisis filosó-
fico, adquirió el buen gusto en los escritores del
^iglo de Luis XIV , y pertrechado de vastos co-
nocimientos , se propuso g4iiar i sus contemporá-
neos por el sendero de la. verdadera filoísofia. Osó
combatir los felsos milagros , los escesos que se co-
metian en las peregrinaciones sagradas, las falsas
tradiciones populares, y otros abusos que afeaban
la augusta magestad de la religión.
En otras partes se lamenta del atraso en que
se hallaban las ciencias fisicas y naturales en Es-
paña, indicando las causas de ello, y la necesidad
de reformar los estudios. Al mismo tiempo se bur-
laba de las fábulas introducidas en la historia
natural , de las artes divinatorias, de las profe-
cías supuestas, de la magia, de las brujas y
duendes , y de otro4 infinitos errores acreditados
en el vulgo. iNo brilla menos su patriotismo que
su cienda, cuando defiende á los espafioles de las
T&molT. 17
258
invectivas con qae eran atacados por algunos es-
trangeros superficiales.
Es incalculable el beneficio que hicieron en
España las obras de Feijoo , y el movimiento li-
terario que dieron á esta nación, amortecida ba-
jo el ignominioso yugo dd reinado anterior. Em-
pezó entonces una nueva era de ilustración, y con
ella otras ideas distintas deias que generalmente
habiaa prevalecido en el siglo XVII (i).
Otro campeón aun mas osado que Feijoo por
el vigor de sus ataques y la tendencia mas peli-
grosa de ellos , fue el jurisconsulto Macanas , de
quien hablé con cstcnsion en el capítulo I. La in-
quisición ahogó su voz; pero la doctrina de sus es-
critos habia ya circulado por toda la península, y
produjo aunque lentamente saludables efectos. La
(1) Precedió' á Feijoo otro escritor, apenas conocido
en el dia, qae en una serie de discursos imitando los moite-
*1es de Plutarco ,, combatió la filosofa escolástica, la ma-
gia y otros errores vulgares ; y aunque persona de eleva-
da clase, hizo ver los inconvenientes de los mayorazgos.
llene por título esta óbrír el Hombre práctico , y fue su
autor el Excmo. Sr. D. Francisco Gutierre^ 'de los Rfos y
Córdoba, tercer, conde de Fernán Nunet: se imprimióf^n
Bruselas año de 1680 , y la reimprimió Ibarra en en 1764-
parece mas bien obra
Hñc iié escribió.
Por éú. culto leuguagc y fácil estilo p
del sigla XVIII ;'>iue'<lel tiiíA(¿-¿h ^¿
259
reforma de la legislación era una de las propues-
tas por M acanaz ; pero se quedó en proyecto.
Al mismo tiempo, y con menos peligro, el ju-
risconsulto catalán Finestres, catedrático de la
universidad de Gervcra , escribia en puro latín sus
disertaciones ó exercitationes sobre el derecho na-
tural y de gentes, origen de los reinos y dominios,
y otros puntos del derecho público. "'Esta obra,
dice el Illmo. Sr. Amat (i), es uno de los partos
mas felices del fecundo ingenio del autor. El que
la lea conocerá luego que el Sr. Finestres fue un
naturalista y publicista en nada inferior á Grocio
Pufiendorf y Burlamaqui. Andando tan escasos
en aquel tiempo en España los autores estrange-
ros de derecho público , por estar prohibidos casi
todos, suplieron en algún modo por ellos estas diser-
taciones del doctor Finestres. Su autor ademas del
estudio del derecho romano en que estaba versa-
dísimo, habia consultado los mejores escritores
que acerca de él han florecido en otros paises.**
Publicóse también en tiempo de Felipe Y una
apreciable historia del derecho español con el título
de Sacra Themidis hispance arcana , á nombre
de Gerardo Ernesto de Franckenau, secretario del
(1) MemoriaA para ayudar á formar un diccionario
crítico de escritores catalanes , artículo Finestres.
262
á la caterva de profesores pedantes que vcndian
por sistemas científicos sus errores, el P. Rodrí-
guez; y si no lograron estos dos reformadores es-
tablecer en todas partes el estudio de la medicina
sobre sus verdaderas bases, prepararon al menos
los ¿nimós' para una feliz revolución en aquella
ciencia.
Para instrucción de la nobleza , cuya educa-
cióín* Iflerária estaba muy descuidada, fundó e(
rey eii ún vasto edificio e( Seminario de nobles,
proveyéndole de cáledi*ás de humanidades, y otros
estadios que después se ampliaron y mejoraron,
foritiándo3e asi un plantel de jo'vencs distinguidos
por sü (^aña y educación esmerada.
'* Pbr estos y otros medios fueron propagándose
Ioscbtioi:imientos científicos ; al paso que el ejerci-
tó ' natióilall con los adelantamientos en la táctica
militar y las severas reglas de la disciplina, com-
^iSacon las mas lucidas tropas estrangeras, co-
giendo gloriosos laureles en la guerra de sucesión^
No menos adelantaba la marina con el fomento
tfel gobierno y la buena dirección del ilustre don
íor^é Juan y de otrds marinos , honra y prez de
¿íqiüfér benemérito cuerpo. '^
' •' ]Ni se limitaron á tan' importantes ramos las
mejoras que producia el estado progresivo de la
civilización! El arreglo de la hacienda pública,
la urgente necesidad de proporcióHíar recursos
263
para tantas atenciones, el necesario restableci-
miento del cre'dito público y el indispensable fo-
mento de La arruinada industria, dieron un gran-
de impulso al estudio de la ciencia económica,
que según hice ver en el tomo anterior se babia
cultivado con ardor en España desde el reinado
de Felipe III. Los respetables nombres de Uzta-
ríz (i)vZ^vala (2) y Ulloa (3) ilustraron el rei-
nado de Ff^ipe V« difundiendo útilísimos cono-
cimientos sobre los ramos mas importantes de la
prosperidad pública. Por estos j otros escritos de
aquel tiempo se ve que los intereses materiales
iban ocupando en la sociedad un lugar preeminen-.
te, después que acabada la guerra de sucesión y
concentrado en el trono todo el poder político , los
mayores estimulantes para el pueblo debian ser el
cultivo de las artes pacíficas, y la utilidad individual.
La literatura propiamente dicha no dejó de
producir copiosos frutos, á pesar de los obstácu-
(1) Teórica y práctica del comercio y marina , que
dio á luz por primera vez D. Gerónimo Uztariz en diciem-
bre de 1724 , y se reimprimió en 1742.
(2) Representación de D. Miguel Zavala sobre ios me-
dios para cobrar con equidad los tributos, de adelantar
la cobranza y de estender el comercio, impresa en 1732.
(3) Restablecimiento de las fábricas y el comercio, por
don Bernardo Uiioa. 174^*
264
los que oponían ai desarrollo de las facultades m"
telectuales et encadenamiento de la imprenta, y t»
tirania de la inquisición. Los historiadores del
reinado de Felipe V si no se distinguen como
Blancas, Mariana y Meló por su enérgico estilo,
sus animados cuadros , viva descripción de carac-
teres y situaciones , y elevadas máximas políticas,
por lo menos se descubre en ellos ( i ) un atinada
discernimiento, un espíritu investigador ocupada
siempre en desterrar de nuestros anales aviles y
eclesiásticos las fábulas que los oscurecían , dan-
do por este medio á nuestra historfa aqttel carácter
de verdad que debe distinguir particularmente á
esta clase de escritos.
(1) Hablo de los que merecen el nombre de historia^
dores : tales son Mi2aua , continuador de la bístoria de
Espaita de Mariana , y e) marques de Mondejar, á quieu
debemos las Memorias históricas de don Alonso VIII y don
Alonso el Sabio, varias obras cronológicas y el juicio crí-
tico de los historiadores de t£spaua , en que sobresalen
la copiosa erudición y el atinado juicio del autor. Perre-
ras se distingue por dos calidades que han hecho reco-
mendable su historia , asi dentro como fuera del reino^
á saber , la exactitud cronológica, y un severo juicio para
descartar los sucesos fabulu£05. Los Comentarios del mar-
ques de San Felipe merecen grande estimación por su ve-
racidad y patrióticos sentimientos. Belando es un pesado
cronista , si bieh se recomienda por su buena fé, y la fíde«>
lidad con que presenta los documentos originales de aquel
tiempo.
265
La elocuencia y la poesía fueron menos afor-
tunadas en la restauración literaria. La primera
no jpudo alzar su voz en 'el pulpito ni en el foro,
oprimida con el indigesto fárrago de los malos
predicadores, y con los pedantescos alegatos de los
leguleyos que voceaban en los tribunales.
Por lo que toca a la poesia no faltaron lite-
ratos dedicados á encaminarla por el sendero del
buen gusto , señaladamente Luzan , que en su
juiríosa poética sentó las reglas dictadas por la
sana razón á Horado y Boileau. ISo obstante « es
preciso confesar que* trató con escesivo rigor i los
dramáticos españoles del siglo XVII , juzgándo-
los por las severas reglas del teatro francés , que
ellos no se Labian propuesto observar, como que
trabajaban según otro sistema muy diverso de
aquel, y mas acomodado al gusto del público. Por
otra parte la servil iipitacion no produjo por ep-
toncesmas que poesias mediocres en el género clá-
sico (con muy rara escepcion) ; poesias desnudas de
afectos y de fuerte colorido ; de suerte que los es-
pañoles acostumbrados á la fecundidad , lozania
y pincel vigoroso de los anteriores poetas, miraban
con desden la reforma , y seguian embelesados ad-
mirando en la escena aquellos animados cuadros
que se habian formado como por .íjK^piracion , y
sin las embarazosas trabas de antiguos precep-
tistas.
266
Cultivóse también en aquel reinado la críti-
ca, distinguiéndose en este ramo el deán Marti»
como puede verse en la colección de sus cartas la-
tinas , notables por la pureza del estilo , por la
erudición y buen gusto que reinan en ellas.
Empezóse á publicar en el ano de 1 7 3*7 el
Diario de los Literatos^ periódico donde por pri-
mera vez en España se erígia un tribunal censo-
rio para juzgar los libros que se daban á luz , con
juiciosa crítica , urbana moderación y sólida doc-
trina;: si bien.no con aquel delicado gusto, saga-
cidad filosófica y estensas miras con que en estos
últimos tiempos se distingue este ramo de la lite-
rajbura tan útil como dificultoso (1).
■4m>
(1) En el diario de los literatos se publicó la graciosa
sátira conocida generalmente bajo el supuesto nombre de
Jorge Pitillas, y cuyo verdadero autor fíie D. José Cobo
de la Torre,. abuelo deL malogrado orador y buen legista
don Ramón Cobo, diputado que fue en las anteriores
cortes.
También se publicó en el mismo diario la censura que
hizo el Sr. Salafranca, uno de sus redactores, de la obra
publicada por Mayans con el titulo de Orígenes de la len^
gua española. Contestóle el autor con el nombre de don
Plácido Veranio,; pero el censor le replicó victoriosamen-
te. Aunque l^^áns no era un literato de afinado gusto»
tenia mucha erudición, y contribuyó con sus obras á los
progresos de las letras.
267
Censura aunque no literaria , sino de costum-
bres, derramó con abundante gracia el autor
de una obrita intitulada la Virtud al uso y
Mística á la moda : su objeto es ridiculisar la
hipocresía, y descubrir los artificios de los caman-
duleros en veinte documentos que diríje un padrea
su hijo, exhortándole á que se haga hipócrita para
pasar una vida descansada y regalona; Los docu-
mentos están escritos con mocho desenfado y do-
naire. Entre el décimo y el utldécimlór inserta el
autor una carta dirijidá á D. Alejandro Girón
por su hijo , llamado Carlos del INíno Jésus , dán-
dole cuenta de los progresos que iba haciendo eki
la carrera de la farándula' mística, y lo mucho
que se regalaba. El padre le contesta -brevemente
satisfecho de sus adelantamientos. La sátira en
genei'al es urbana y decente, si se esceptúa alguñ
otro pasage en que se traspasan las leyes del de-
coro y del buen gusto. El estilo es fluido, y el len-
guage propio y castizo.
El ingenio español, naturalmente libre y ene»
migo de cortapisas , se esforzaba por romper las
cadenas con que le tenian aprisionado el fanatis-
mo y la inquisición. Pero esta , vigilante siempre
con su espada vengadora y su índice espurga to-
rio , como el feroz Omar con el coran y el alfan*
ge , cortaba las alas del ingenio, haciéndole pa-
gar bien cara ^\x osadía.
!i68
■Volviendo á la proteccioa que Felipe dbpeo-
so á las letras* acertado fue y digno de alabanza
el peosamiento de fundar la Academia Española,
destinada según sus estatutos á cultivar j fijar la
pureza y elegancia del idioma castellano , dester-
rando todos los errores que en sus vocablos, en
sus modos de hablar ó en su construcción habían
introducido la ignorancia y la afectación , el descui-
do y la demasiada licencia en las innovaciones. Gk-
respondió la academia a tan justas esperanzas coo
la publicación de su diccionario y de otras obras
bien conocidas y apreciadas por los literatos na-
cionales y estrangeros. También fundó el mism#
rey la Academia déla Historia, cuyas principales
tareas se examinan y recomiendan mas adelante.
Dado el primer impulso i la restauración li-
teraria por Felipe V, su sucesor Fernando VI no
tenia mas que seguir tan glorioso ejemplo , con la
ventaja de poseer mayores recursos que so padre
para el fomento de las letras y las artes. Su mi-
nistro el celebre Ensenada, que tenia grandes
miras en todos los ramos de la administración
pública, deseaba ardientemente mejorar la ense-
ñanza, lamentándose del atraso en que esta se ha-
llaba. "Es menester, decía hablando de las uni-
versidades (i), reglar sus cátedras , reformar las
(i) Colección de documentos de aquel tiempo, que
a69
«uperfluas y establecer las que faltan con nuevas
ordenanzas para asegurar el mejor método de es-
tudios...,* No sé que haya cátedra alguna de de-
recho público , de física esperimental, de anatomía
y botánica... ISo hay puntuales cartas geográficas
del reino y de sus provincias • ni quien las sepa
grabar, ni tenemos otras que las imperfectas que
vienen de Francia y Bblanda. De esto proviene
que ignoramos la verdadera situación de los pue-
blos y sus distancias , que es una vergüenza. En
Francia trabajan continuamente en perfeccionar
las suyas , midiendo una y muchas veces los ter-
renos, dirijicndo estas operaciones el famoso Cassi-
ni el joven. G)nviene que en España se practi-
quen bajo las reglas que han proyectado D. Anto-
nio de Ulloa y D. Jorge Juan , á cuyo fin se fa-
brican en París y Londres los instrumentos nece-
sarios, y algunos están ya en Madrid."
Las observaciones astrono'micas y la relación
del viage de aquellos dos sabios se imprimieron á
costa del gobierno (i); y Ensenada siguió prote-
he debido á la generosa franquesa de mi amigo y compa-
fiero de academia el Sr. Navarrete.
(1) Salió tamKíen á luí una diiertacion histórica y
geográfica sobre la demarcación entre los dominios de
Espafia y Portugal , á nombre de don Jorge Juan y de
270
gíéndolos, como también á cuantos podían contri-
buir á la reforma de los estudios y al adelanta*
miento de la instrucción pública «que tanto le in-
teresaba. No pudo sin embargo, á. pesar de sos
esfuerzos* reformar la legislación ni fundar una
academia de ciencias como deseaba , ni dester-
rar la mala enseñanza de las universidades, por
los poderosos obstáculos que oponian los antiguos
hábitos, las preocupaciones, y el influjo de ciertas
gentes poderosas que sostenían los abusos.
Ocupábanse sin embargo en difundir las laces
muchos individuos ilustrados que ya particular-
mente , ya unidos en sociedades amistosas , culti-
vaban con ardor las ciencias y las letras. En Cá-
diz formaron una de estas asociaciones los referí-
dos Ulloa y Juan , y el francés Mr. Godin por
la clase de matemáticas ; el Dr. Porcell y D. Pe-
dro Virgilio por la medicina y cirujia; don José
Velazquez, marques de Valdeflores, y don José
Carbonell por la historia y las antigüedades , las
buenas letras y las lenguas orientales.
Ulloa. Este publicó ademas sus Noticias americanas ; y
don Jorge Juan su Examen marítñnOj reinando ya Our-
los III. De esta obra, que tanta celebridad ba dado al sa-
bio español, decia el Instituto de Francia en 1826 , que
era el tratado mas completo y profundo escrito sobre la
materia.
£1 Dr. Piquer, profesor de medicina en' Ta
ciudad de Valencia , sigutendo las huellas del doc*
tor Martin Martines , pugnó por establecer la fí-
sica, la medicina y la anatomía sobre el análisis
y la esperiencia ; adquiriendo gran celebridad con
las obras medicas y filosóficas que dejó escritas ( i).
Los progresos de la literatura aumentaban en
actividad e importancia. La academia de la his-
toria, bien penetrada del principal objeto de su
instituto, escitaba al gobierno para que hiciese re*
conocer las bibliotecas y los archivos de las ciuda-
des y cabildos de las iglesias catedrales , á fin de
recoger antiguos códices y documentos, base prin-
cipal para escribir con acierto la historia. Confor-
me á este tan atinado pensamiento , el gobierno
comisionó al padre Burricl , á don Francisco Pé-
rez Bayer y al marques de Yaldeflores , para exa-
minar todos los archivos del reino públicos y par-
ticulares. El fruto de este trabajo literario fiicuna
preciosa colección de 1 3664 documentos origina-
les de la historia de España , comprendiéndose en
ellos 439 historiadores contemporáneos de los he-
chos que referian; 4 1 34 inscripciones; 2021 me-
(1) Antes se había distinguido el médico español So-
lano de Luffuc , cuyo tratado de los pulsos y traducido des-
pués' de su muerte en inglés y francés se estendió por to-
da la Kuropa.
272
dallas, y 12 curiosos monumentos de bellas ar-
tes, sin contar varios estrados de autores anti-
guos ( I ).
Esta idea de acudir á las fuentes originales
para escribir la historia , adoptada ya en el siglo
XVI, como dige en el tomo anterior, era el me-
dio mas seguro de purgar de fábulas nuestros
anales, y asegurar los adelantamientos de este ra-
mo tan importante de la. literatura. Y este es el
mismo sistema que en los tiempos modernos se ha
adoptado en las naciones mas cultas de Europa;
de modo que ya, el principal mérito que se busca
en un historiador, es el conocimiento de los hechos
fundado en los documentos contemporáneos. Y en
vano si le falta este requisito , pretenderá suplirle
con un elegante estilo, orden y método en la compo-
sición, y otras esteriores calidades de adorno y
de recreo.
Pero volviendo á mi proposito , el tesoro his-
tórico nacional se aumento mucho con la referida
colección , con las tareas individuales que publi-
caron después los distinguidos comisionados (2) ,y
eon los apreciabics documentos antiguos que para
(2) L* Espagnc sous les rois &c., cap. adicional citado
pag. 36 S.
(2) El señor Bayer publicó una obra doctísima sobre
las medallas hebreo-samaritanas , que ba merecido gran-
273
la historia civil 7 eclesiástica de este país insertd
en su, España sagrada ^ el maestro Flqrez , uno
de los sug;etos mas doctos y juiciosos de su tiempo,
que hizo tan importantes servicios á las letras es-
pañolas con aquella obra y otras bien conocidas,
cuyo objeto era dar impulso y buena dirección al
estudio de la h¡st(|pia nacional.
En tan útiles tareas se ocup({ también el
benedictino Sarmiento , celoso apologista de las
doctrinas de Feijoo, y laborioso investigador de. la
antigua civilización* Debérnosle las Memorias para
la historia de la poesía y de los poetas españoles,
que si no se distinguen por el análisis filosófico y la
de aceptación ea toda Europa , y formó ademas el catálo-
go ó índice completo de los preciosos manuscritos de la
biblioteca del Escorial. La parte relativa á los manuscritos
castellanos , latinos y griegos , forma tres volúmenes en
folio], Gon mucbas notas y observaciones. El señor Casiri,
célebre orientalista, se encargó del catálogo relativo á los
manuscritos árabes. El P. Burriel, en sus cartas al padre
Rábago y al doctor Amaya , da noticias muy importantes
de las riquezas literarias que habia recogido, de la colec-
ción canónica que usaba la iglesia de España cu tiempo de
los godos , y de otros puntos muy interesantes de la anti-
gua historia , ademas de otros escritos que acreditan su
grande erudición. El marqués de Valdeflores escribió un
ensayo sobre los alfabetos desconocidos de las medallas y
monumentos mas antiguos de España; una noticia del
viage hecho por orden del rey; los orígenes de la poesía
castellaní, y otras ' obras de menor consideración.
Twnoir. 18
27'4
elegancia del estilo, contienen por lo menos hecbos
y noticias importantes , despertando en aquella
época el patriótico deseo de conocer bien nuestra
antigua poesía.
Ya indiqué á principios de este capítulo el
vergonzoso atraso de la elocuencia sagrada , cuya
reforma promovió eficazmente el P. Isla con su
ingenioso Fr. Gerundio. Esta amarga sátira,
abundante en sales cómicas, y también en chocar-
rerías, desterro del pulpito los absurdos sermones
que antes le proCanában , en lo cual hizo el padre
Isla un servicio importante a la civilización espa-
ñola. Debióle también esta la traducción del Gil
Blas, ó por mejor decir la restitución al suelo pa*
trio de la obra original de un ingenio español ( i ).
El señor Muriel en el artículo adicional
á e^te reinado, que cité antes, tratando del bien
que hizo el Grerundio desterrando del pulpito
aquellas estravagancias , se queja con mucha ra-
zon de que los predicadores , con escepcion de va-
rios que alli cita , dieron en otro estremo. Huyen-
do de las anteriores estravagancias, se entregaron
á una servil imitación de los oradores franceses;
(i) Véanse sobre este punto las Observaciones críticas
4cl seíior dou Juan Antonio Llórente.
275
y como estos se hallaban en continua 'lüclia toñ
los filósofos, trageron aquellas controversias,|mez<i
dándolas intenipestíTaniente con ías verdades evan*
gélicas, sin advertir cuanto podían turbar aque-
llas dudas y discusiones la antigua creencia espa*
Sola tan bien arraigada.
Otro de los males que produjo esta servil
imitación de los sermonarios franceses , fué la cor-
rupción del idioma castellano , tan reprensible co**
mo la gerigonza gongorina de los antiguos, predi-
cadores; pues que en estas y otras modernas tra-
ducciones empezaron á alterarse la sintaxis caste-
llana, la índole , y hasta la nomenclatura de nues-
tra magestuosa , rica y sonora lengua.
Los Origenes de la poesía española de Velaz-
quez aunque no desempeñaban cumplidamente el
objeto, contribuian sin embargo á inspirar afición
al estudio de nuestra antigua poesia, que iba de-
cayendo , á proporción que prevalecia el gusto
francés, y la ciega adhesión á los principios de
su teatro. D. Agustin Montiano escribia sus dos
tragedias con toda la severidad del arte , con per-
fecta observancia de las unidades , pero sin vida,
sin movimiento y calor poético; de manera que
en esta parte adelantaba muy poco la reforma.
A los progresos de la civilización cootribt
no poco en este reinado don Juan de Iriar^
dividuo de la biblioteca real, moy vp
276
historia literaria , en la crítica y en la bibliogra-
fía. A su laboriosidad se debió el catálogo de los
manuscritos griegos de aquella biblioteca , muchos
de los cuales copio de su propia mano. También
trabajó en la misma el catálogo de obras sobre
geografía, cronologia y matemáticas; y contribu-
yó á las correcciones y adiciones de la biblioteca
hispana de don Nicolás Antonio.' Las demás oirás
latinas que escribió corrieron simpre con crédito
entre los literatos.
CAPITULO XVI.
Del Miado de U enseñanza pública , y d« \o% progresos científicos en
los reinados de Carlos 111 y Carlos IV.
MM dificultad de redacir á un breve compendio
la relación de los progresos intelectuales hechos
en España , se va aumentando á proporción que
los ingenios trabajan en mas dilatado campo , j
jfüt la acción del gobierno multiplica los estable-
cimientos de enseñanza. Los abundantes materia-
les qne ofrecen los dos reinados de Carlos III y
Carlos IV, no me dejan otro recurso que el de es-
coger los que mas conduzcan á mi propósito de dar
una idea general delais verdaderas mejoras hechas
278 .• , .
en los diferentes ran]ios]¡de la instrucción pública.
Refiriendo brevemente las principales providencias
del gobierno , encaminadas al fomento de la ilus-
tración , emplearé la misma concisión en el ezá*
men crítico de las obras castellanas originales, que
mas contribuyeron á promoverla. De intento di-
go obras origínales , porque no pienso compren-
der en esta resena ni las traducciones « ni las
que reducidas a una mera compilación de doctri-
nas o materiales publicados antes en paises estran-
geros , no aumentaron nuestra riqueza literaria,
ni dieron nuevo lustre a la civilización española.
La enseñanza primaria , base fundamental
de nuestros conocimientos , y la educación popu-
lar de las clases trabajadoras, tan atrasada en la
primera mitad del siglo XVIII , recibieron un fo-
mento vital en el reinado de Carlos III , merced
á su ilustrado gobierno , á las tareas del señor
Campomanes que tanto trabajó en este punto , y
al celo de las sociedades patrióticas. Afanáronse
estas ^n aumentar y mejorar la enseñanza pri-
maria, en promover la educación é industria de
las gentes pobres , y. en fomentar la agricultura,
las artes y oficios « estableciendo ademas escuelas
de dibujo , de aritmética y geometría., y de otras
enseñanzas útiles para aquellos fines.
En todos los barrios de Madrid se estableció*
ron escuelas para las ninas pobres ó abandona-
279
das , en las cuales ademas de ensenarles la lec-
tura, escritura, doctrina cristiana, j los princi-
pios de la moral , se les ínstruia en las labores
propias de su sexo, como también en otros ramos
de industria , que después se aumentaron conside-
rablemente , llegando á ser útilísimos estableci-
mientos. Las diputaciones de la Trinidad y de san
Isidro establecieron telares de cintas semejantes á
los de Francia : en los barrios de la Comadre
j de Mira el rio , ademas dé las labores de aguja,
se les ensenó el arte de bordar con seda , hilo de
oro j plata, y el de hacer flores artificiales.
£n estas escuelas se educaban centenares de
ninas pobres ; se vcstia á las mas necesitadas ; se
distribuían .premios á las que mas se distinguían
en los exámenes ; y se dotaba á las que pasaban
al estado del matrimonio. Para atender á tan con-
siderables gastos , se suministraban aosilios es-
traordinarios á las diputaciones , sacándolos de
los fondos de caridad establecidos de orden del
benéfico Carlos III. Igual educación se daba á los
niños pobres ó abandonados , ensenándoles el ofi-
cio que se creia mas conveniente á su propio in-
terés. De estos beneficios gozaron algunos milla-
res de muchachos, según resulta de los estados im-
presos y publicados en aquella época.
El ejemplo de la capital , ya para el estableci-
miento de asociaciones de beneficencia , ya para la
28o
dotacíoQ de hospicios y otras casas de reclusión,
donde se mantenia y educaba á la gente pobre;
produjo los mejores resultados en las principales
poblaciones del reino. Entre ellas merecen especial
y honorífica mención , las de Granjitda , Barcelo-
na, Toledo, Burgos, Gerona , Cádiz , Alicante^
Yalladolid, Valencia, Ciudad-Real, Ecija, Sala-
manca, y las Canfirias; siendo muy loable el celo
que en todas ellas desplegaron las autoridades ci-
viles y eclesiásticas ( i ).
Continuó el fomento de la instrucción prima-
ria y de la educación popular en el reinado de
Carlos IV, durante el cual se aumentaron las es-
cuelas de primeras letras, y se establecieron en
las capitales de provincia , como en la- corte , aca-
demias de maestros para facilitar las mejoras en
este ramo tan importante. Las sociedades econó-
micas siguieron trabajando con afán en promover
la industria y derramar las luces en la clase tra«
bajora. "I^as colecciones de memorias , dice el
príncipe de la Paz (2), de discursos ^ proyectos y
empresas de estos cuerpos patrióticos en todo el
tiempo de mi mando, forman ellas solas una rica
biblioteca nacional , donde al lada de las teorías
(1) Memoria ó esposicion del conde de Florídablanca
al rey Carlos III.
(2) Memorias iom. 2.<^, pág. 175.
28l
j los principios generales , reinan ^us aplicaciones
al estado industrial, á las necesidades, y al ins-
tinto particular de los diversos pueblos y provin-
cias.*
Las tareas de Palomares, Anduaga y Torio,
contribuyeron en gran manera á mejorar uno de
los ramos mas- importantes de la enseñanza pri-
maria, y á ella también se dedicaron con afán
los padres de las escuelas pías , entre quienes se
distinguid por sus conocimientos, y una obra de
gran mérito en este ramo el P. Merino.
Tratóse también en el reinado de Garlos IV,
de llevar aun mas adelante la instrucción prima-
ría encomendando á los ministros residentes en
las cortes es trangeras yá los sugctos que viajaban
por cuenta del gobierno , que buscasen' prolija-
mente y remitiesen cuantos métodos de enseñan-
za populares mereciesen mas estima entre los sa-
bios de Europa. Entre tanto se registraban nues-
tros autores nacionales, y sñ estractaba y rcsumia
cuanto se hallaba al caso en nuestra historia , en
nuestras leyes , en nuestros reglamentos y orde-
nanzas , y en multitud de escritos y memorias,
algunas muy preciosas, hacinadas en los archivos,
que contenian muchas verdades y lamentos. Y es
cosa digna de notarse; los escritos mas rancios de
tres y aun cuatro siglos , coincidian con ios mas
nnevos en reclamar^las bases y los medios de una
282 .
enseñanza fructuosa, que al sentimiento religioso
juntase el de la patria casi olvidada en las escue-
las.. Traba jóse constantemente; fué nombrada una
comisión de bombres sabios y celosos, que confi-
riesen á su anchura y presentasen sus dictámenes.
Llegaron las noticias y los planes que se ba-
bian pedido de los paises estrangeros; y compa-
rado todo y discutido largamente, la comisión
unánime en sus votos, prefirió las ideas del sabio
Pestalozzi. Hecba consulta al rey de aquel dicta-
men y obtenida su real aprobación , se puso ma-
no á equella empresa , y se le dio principio por un
ensayo felicísimo ( i ).
Yidse en España por primera vez , añade el
mismo príncipe de la Paz, la educación del cuer-
po hermanada con la del alma, los recreos con-,
vertidos en egercicios militares y gimnásticos , el
tambor y el pífano en vez déla campana, los can-
tos religiosos y monárquicos, en vez del rezo tris-
te y monótono de un mal compaginado catecismo,
y los paseos históricos y los paseos sentimentales
y cristianos , en ve£ de las salidas de dos en dos
con las manos cruzadas , la vista por el suelo y
el escolapio á la cabeza con la cana. Todo era ac-
(1) Memorias del príucipc de la Pai, tom. 5.®, pá-
giua 5.
283
cion en esta escnéla , todo tenia grandeza y todo
daba estímulo. Los objetos de la enseñanza se re-
mudaban con tal arte, que á una tarea que se acá-
baba, la que yenia detras era como una especie
de descanso..... La religión entraba en esto como
ona parte eaencialísima , y la enseñanza de esta
en toda la pureza de sus fuentes y de su principal
objeto, que es la moralidad de las acciones (i). ^
Se acudid á los ayuntamientos, á las socieda-
des patrióticas y á los principales cuerpos litera*
ríos, pidiéndoles maestros y otros sugetos instrui-
dos que concurriesen á aprender , ó á presenciar
este nuevo método de enseñanza. Hasta cien indi-
viduos de estas clases , personas las mas de ellas
muy notables por su posición social , por sus ta-
lentos y su ciencia , quisieron tener entrada en el
instituto; pero no fue posible admitir á todos á
un tiempo, porque un escesivo concurso podia
perjudicar á la enseñanza. Planteáronse estos ins-
titutos en varias capitales de provincia , y se tra-
taba de establecerlos en otras. Celebráronse en
Madrid exámenes en noviembre de 1 807 , los cua-
les dieron á conocer los adelantamientos que ha-
bian hecho los alumnos ; pero la invasión francesa
y el alzamiento de la nación acaecidos poco des-
(1) Memorias citadas, tom. 5.^ pag. 11.
284
pries , acabaron con este y otros establecimientos.
Grande era á principios del reinado de Car-
los III , con pocas escepciones , el atraso de los es*
tudios destinados á difundir la ilustración en to-r
das Jas clases del pueblo, y á los cuales se da hoy
el nombre de enseñanza intermedia ó secundaria.
Eli España no faltaban establecimientos de esta
clase, mas ó menos provistos de cátedras: algu-
nos traian su origen del siglo XVI, otros del XVII
y XVIII (i). Los principales y mas adelantados
eran el seminario de nobles de Madrid , del ^üe
bable en el capítulo anterior, el de Vergara y los
esludios de san Isidro.
La fundación del seminario de Versara se de-
bió al celo del conde de Peííaflorida , quien ade-
mas de haber enviado i sus hijos á Paris y otros
paises estrangeros para que se instruyesen en las
(1) En 1538 fundó el colegio de Baeza Rodrigo Lopes
con rentas propias: actualmente es colegio de humanida-
des, de patronato real delegado. El de Monforte de Le-
mus, fue fundado en 1593 por D. Rodrigo de Castro,
cardenal y arzobispo de Sevilla, descendiente de la casa de
Lemos. Los jesuitas ensenaban en este colegio primeras le-
tras latinidad y filosofía; pero después de su espulsion
acudió á S. M. la condesa de Lemos entonres patrona, pi-
diendo en calidad de tal las reutas de los espulsadds para
plantear un nuevo seraiuario. Instituyóse en efecto con el
285
ciencias naturales, no descansó hasta ver plan*
teados aquellos estudios, que tantos benrCcíos re-
portaron á la juventud española. Dábase allí una
esmerada educación, y los alumnos rccibian sólidos
conocimientos en humanidades, ciencias exactas y
naturales , sin contar otras útiles enseñanzas.
Felipe rV fundó el establecimiento de ios es-
tudios de san Isidro en Madrid con veinte y tres
cátedras ;á saber: de lenguas sabias, humanidades,
matemáticas, filosofía natural, &c. Encargáronse
los jesuítas de aquellas enseñanzas por escritura
qne celebraron con el rey, reservándose este el pa-
titulo de Real Seminario de Monforte con ocho maestros,
dos ie primeras letras, dos de gramática latina, dos de filo-
gofia, uno de teologia escolástica, y otro de moral. Poste-
riormente se convirtió en colegio de humanidades , y co-
mo tal subsiste en el día bajo el patronato de la casa de
Benvik.
En el siglo XVII se fundaron el colegio de Sacromon-
te de Granada, y el de san Bartolomé y Santiago con es>
ludios de filosofia y teologia; el de Cabra en el reino de
Córdoba, convertido hoy en colegio de humanidades; el
de san Nicolás de Barí en Bilbao , que mantiene por tér-
mino de seis auos á seis niños huérfanos, nacidos y bau-
tisados en seis pueblos de la provincia, instruyéndolos en
la doctrína cristiana, lectura, escritura, aritmética, lati-
nidad y música , y les da auxilios en la carrera á que se
dediquen. Otros establecimientos antiguos hay de esta cla-
se, que son menos conocidos, y de los cuales no doy ra-
lon por no alargar mas esta nota.
¿86
tronato de los estudios. Suprimidos los regulares
de la compañía , estuvieron aquellos cerrados has-
ta que el rey Carlos III, mando abrirlos bajo nue-
va planta en julio de 1768, con cátedras de lati-
nidad , retoricar, poética , lengua griega , hebrea j
árabe , matemáticas, derecho natural j discipli-
na eclesiástica. ^
En la misma época se fundaban en Madrid
cátedras sueltas de ciencias exactas , físicas j na-
turales. Las sociedades patrióticas, siguiendo el
benéfico impulso del gobierno , establecian también
en algunas provincias enseñanzas de economía po-
lítica , de dibujo y otros conocimientos útiles á la
industria ; con lo cual se iba generalizando la ins-
trucción, y el apego á aquellos estudios. Faltaba^
sin embargo 4 un sistema que uniformase y diri-^
giese bien los establecimientos de segunda enseñan-
za; cada uno de los cuales se gobernaba por un
método y'reglamento particular; resultando de aquí
la falta de unidad y principios homogéneos, tan
necesaria para producir buenos resultados.
El gobierno quiso también mejorar en las uni-
versidades, asi los estudios preparatorios ó de se-
gunda enseñanza , que estaban en un lastimoso
estado, como el de las facultades mayores. Al in-
tento encargó á la de Salamanca , como la prin-
cipal, que formase un plan de estudios. Hízolo así;
pero como en ella prevalecia entonces el escolasti-
2«7
dsmo, resultó una obra en estremo defectuosa. El
' consejo de CastHIa la pasó a su fiscal , que era el
célebre Campooianes ; y á pesar de las rectifica-
ciones que este hizo en su informe , adoptadas
todas por aquel supremo tribunal , quedó todavía
muy imperfecto el plan , que se publicó y man-
dó observar en 177 1. Se adoptó provisional-
mente para testo de filosofía el Goudin, mien-
tras la misma universidad formaba un curso ele-
mental de aquella facultad según había ofrecido,
y no llegó á cumplir. ¿Qué filosofía podia ense-
narse por el Goudin? ¿Gimo transigió en este
punto Campomanes , después de combatir con
tanta firmeza y acierto los grandes abusos que
notaba en la enseñanza de la jurisprudencia civil
y canónica? ¿Gimo en un tiempo de ilustración se
sufrían tales desaciertos? ISo obstante, algo se
adelantó con las correcciones de Campomanes: la
catedral de propiedad de súmulas se substituyó con
otra de elementos de aritmética, álgebra y geo-
metría ; la de filosofía natural con otra de física
esperimental ; y se suprimió-la llamada de/ísicos
como inútil.
Mejor se bizo algunos anos después en la uni-
versidad de Valencia, cuyo rector, el señor Blas-
eo( i) , acudió á S. M • en 1 3 de setiembre de s «
(1) Era natural de Torrella junio á sajn *
288
manifestando, qué Banqueen ella se trabajaba con
tino y aplicación , j $e hacian progresos en las
ciencias , pudiera adelantarse mas en la enseñanza
pública, variando el método antiguo que se seguia,
y ordenándolo según las luces del tiempo. El rey
tuvo á bien resolver que se variase interinamente
el método de teología , según proponia el señor
Blasco, y que este se encargase de ordenar el plan
de estudios. Egecutolo así, y examinado con la
mayor detención y escrupulosidad por una junta
que nombró el rey presidida por el inquisidor ge-
neral, y compuesta entre otros del señor Peres
Bayer , del P. Rico y del P. Benito de S. Pedro,
fue aprobado por S. M. , y mandado observar en
20 de marzo de i7&7-
Por aquel plan se asignaron á la universidad^
que antes no tenia renta alguna , 2,000 pesos'
anuales, 12,000 de pensión sobre la mitra, y
tras estuvo en la corte, *le encargó el rey varias comisio-
nes en negécios graves y difíciles, que desempeñó con' el
mayor celo é inteligencia, entre otros el arreglo de los es-
tudios de san Isidro, y el método de estudios para los car-
melitas descalzos, publicado á nombre de su general, en
que dio pruebas de su vasta literatura, maduro juicio,
moderación y acrisolado gusto. Biblioteca valenciana, por
don Justo Pastor Fuster, tom. 2.®, pág. 363.
291
usUbteeieron itu tixtAtn» ir
i (ubLa bpdio pin^rrou rti vi
imo^ itiiltqué lialilnnili) «le U
en eiIe ramn loi lüitorr* ( )i •
Bl priotero ¿«puna Ait \>»\>tt
ptbietno por nríui p«iuu «f
de él se hizo en la citada Biblioteca valenciana (i).
En el último ano del reinado de Carlos IV,
publico el gobierno uñ nuevo plan de estudios, del
que hablaré cuando haya acabado de referir los
adelantamientos que hicieron las ciencias bajo la
dominación de Carlos III y de su hijo , debidos á
la protección del gobierno , y á las apreciables
tareas de algunos individuos.
Para fomento de las ciencias naturales se
fundaron el jardia botánico, y el gabinete de his-
toria' natural. Este último tomó su origen en el
reinado de Fernando VI con la colección de mu*
chos artículos que se pusieron bajo la custodia y
dirección del sabio Bowles ; pero habiéndose for-
malizado en tiempo de Carlos III el proyecto de
establecer definitivamente el gabinete, se presentó
al rey ofreciendo el suyo particular, que era muy
copioso, el americano D. Pedro Dávila. Aceptó
el rey la oferta, y le nombró director con 6o3 rea-
les de sueldo. El gabinete de Madrid es uno de
los mas preciosos de Europa , y el mas completo
en minerales (2).
También es fundación de Carlos IIK>el jardin
i .
(1) Tomo 1,^ desde la pág. 358 en adelante,
(2) £1 Sr. D. Juan Mieg , profesor de física y quími-
ca en él Wal palacio ,' en una óbrila intitulada , Paseo por
agí
, donde se establecieron dos cátedras de
aquella ciencia « que había hecho progresos en el
reinado anterior , como^ indiqué hablando de la
Florade Quer(i).
Distinguiéronse en este ramo los señores Or*
tega y Cavanilles. El primero después de haber
viajado á costa del gobierno por varios países es*
trangeros» con objeto de recoger las noticias nece-
sarias, para el adelantamiento de las ciencias na-
turales en este reino , trajo una precíosa|colecc¡on
de instrumentos 7 máquinas; trató y dio á cono-
cer al ministerio á varios sabios estrangeros con
el fin de que nuestra¿nacioo , los admitiera en su
seno para aprovecharse de sus luces ; y promovió
el establecimiento del jardín^ botánico. Escribió
con D. Antonio Palau y Verdera « siendo ambos
.catedráticos de aquel jardín, un curso elemental
de botánica , y fué ademas autor de otras obras,
cuyo catálogo puede verse en la Biblioteca de los
mejores escritores del reincido de Carlos IIJ^
T*
el gabinete]! de'Jtiistoria [natural de Madrid, da razón de
los principales objetos de Koológia de tan apreciable co-
lección.
(1) Aunque esta obra se publicó en 1762, i*einando
ya Carlos III, su autor pertenece propiamente al reinado
de Femando VI , en el que estudió y debió de escribirla.
del seaorSeinpere(i). Era también él senor Orte*
ga escelente latino, y buen buroanísta.
£1 señor Cavanilles empezó en 1 791 á recor-
rer la España de orden del rey , para examinar
los vegetales que en ella crecen* **Creí, 'dice, en
sus observaciones sobre la bístoria natural del rei«*
no de Valencia (2), que podrian ser mas útiles
mis viages si á las observaciones botánicas ana-
dia otras sobre el reino mineral , la getígi^afia y
agricultura ; puesto que apenas teniamos cosa al-
guna sobre la posición y naturaleza de los montes;
la geografía estaba may inexacta por punto gene-
ral, y se ignoraba la verdadera población y frutos
de las provincias , como también las mejoras que
en todas ellas podia recibir la agricultura, fuente
inagotable de abundancia y felicidad." El nom-
bre de este célebre naturalista es bien conocido en
Europa.
La Flora peruana de los seSores Ruiz y Pa-
vón, honra no menos á los sabios autores de esta
preciosa colección que al gobierno español , á cu-
yas espensas se hizo esta espedieion científica en
la América meridional. También se egecutaron
otras en la ' América septentrional bajo la di-
(1) Tom. rv, art! Ortega, pág. 156.
(2) Dos toms. fol. impresos con lujo y bellas estampas.
293
.reccion de los señores Mutis , Scssc y Mocino,
qae produgeron felices resultados para Ids progre-
sos de la ciencia.
No adelantaba menos que la botánica la agri-
cultura, estimulada por el celo del gobierno y de
las sociedades patrióticas. -Coatrlbuian también á
mejorar su estado los esfuei^os que empleaban
'muchos particulares ricos para perfeccionar el
cultivo de los campos con los descubrimientos mo-
dernos. A este mismo fin se encaminaban los lu-
minosos escritos que sobre esta materia se publi-
caron, asi en el reinado de Carlos III , de que da
razón el señor Sempere(i), como en el de Carlos
IV , según puede verse en las Memorias del prin-
cipe de la Paz {i\
En el seminario de Vergara de cuya funda-
ción hablé mas arriba, se establecieron cátedras
de química y metalúrgica , dotadas por la muni-
■»»i I *
(1) Biblioteca española, tora. 1.^ pág. 183; 2.^ pá-
ginas 36, 54, 109, 185; 4.^ páginas 87 y 160: 6.^ 128,
y en los artículos de las sociedades económicas.
(2) Tom. 2.^ cap. 46, pág. 289; 3.^* pág. 356 , donde
habla del Semanario de agricultura y artes que á la sa-
son se publicaba; y tom. 5.^, pág. 30 y siguientes, donde
trata del estaUecimiento de institutos normales de agrí«'
cultura práctica en todas las provincias , y del jardw*
aclimatación de Sanlucar.
ficencia de Carlos Iircon 3o3 reales aiHiales para
salarios de maestros ,^69 para los procedimientos
químicos y metalúrgicos y 33 para la formación
y manutención de un gabinete mineraldgioo(i).
Coa estas cátedras y las de fisica y química
establecidas en .Madrid, se fue generalizándola
afición ¿restos estudios 4 siendo muy notable el ar*-
^or con que los cultivaban algunos individuos de
la mas alta nobleza. El Excma Sr. marqués de
Santa Ccus, que hallándose en París concurrió
con su hi)o primogénito á la escuela de física de
Mr. Sígaud de la Fond , cuando regreso á Espa-
ña hizo traer de Paris una colección de máquinas
e instrumentos, y estableció en su misma casa una
escuela, donde dio un curso completo de física
esperimental el señor don José de Viera y Clavijo,
ayo del hijo primogénito de la casa (2).
ISo siendo de esperar los debidos progresos
en las ciencias físicas , i$in que les acompañen los
de las artes, sus ausi liares, el gobierno estableció
por orden de 25 de febrero de i794« un taller
agregado al observatorio , de instrumentos astro-
(1) Sempcre, Biblioteca, tona. S.^* pág. 176.
(2) Este mismo Sr. Viera es el autor de los elog^ios de
de Felipe V y del Tostado premiados por la Academia es^
pañola, y de un poema didáctico en cuatro cantos titula-
do: Los Ayres fijos.
295
ndmicos y fíaicos, y una enseñanza pública de
todos aquellos principios de geometría astronómica
y física , de que deben estar adornados los que se
dedican á esta ingeniosa profesión. Con el mismo
objeto se habia pensionado antes á don Carlos
Rodríguez y don Amaro Fernandez, para que
perfeccionando en Londres la habilidad de que te-
nían dadas pruebas tan positivas , se pusiesen en
estado de ensenar y dirigir los trabajos propios de
estas artes científicas.
Grande impulso se dio también al estudio de
las ciencias médicas con el establecimiento en Ma-
drid del real colegio de medicina , verificado en
1795, que no tardo en ser una de las respeta-
bles escuelas de esta ciencia en Europa, Hubo en
él distinguidos profesores , no menos que en los
otros colegios de medicina , y en las universidades,
donde se habia mejorado mucho la enseñanza de
esta útilísima profesión.
Para el estudio de la astronomía tco'rica y
práctica en toda su esteusion , se estableció tam-
bién en el reinado de Carlos IV el cuerpo de in-
genieros cosmógrafos, con las enseñanzas siguien-
tes, aritmética, anaflisis'finita y geometría ; cálcu-
lo infinitesimal , y fttlftiá*ica sublime ; trigonome-
tría plana y esférica ¡ óptica en todas m» parles;
astronomía sintética, astronomía pr^ for-
mación de cartas geográficas y feoí
296
tcorologia y sus aplicaciones ; hidrostálica é hi-
dráulica; astronomiá física; diseno j formación
de planos. Para las observaciones astronómicas se
compro en Londres un cscclente y costOvSO telesco-
pio, construido bajo la dirección del famoso as*
trdnomo Hcrscbel.
A tan útiles establecimientos científicos débe-
nos agregar el Depósito hidrográfico fundado en
Madrid ; sobre cuyo origen , importante objeto, y
progresivos adelantamientos , pienso detenerme
acaso mas de lo que permitan los estrechos lími-
tes de esta obra, ora por la grande importancia de
este establecimiento, ora porque los trabajos be-
dios en él son de los mas honrosos para la nacion«
.y ya porque en el estado tan decadente de núes*
tra marina, I conviene llamarla atención del go-
bierno y del público á tan .aI(o obji^to, que en
mas. felices tiempos constituyó una de las mayores
glorias del imperio español.
Para subir a), verdadero origen de una insti-
tución tan importante, conviene recordar qu^ , el
sabio don Jorge Jqan, comisionado por el gobier-
no, paso' en compañía de si;i distioguidp CQn^pa-
ñero don Antonio UlIoai,¿d|{^iprincipales nacio-
nes marítimas de Europus^^pn el objeto de obser*-
var atentamente su estado y progresos en la náu-
tica, para proponer al gobierno cuanto juzgara
digno de ponerse en planta eñlre nosotros. Las
profondas observaciones de estos dos insignes mari-
nos, y los vastos conocimientos que con ellas se
adquirieron , dieron un grande impulso á los co-
nocimientos náuticos en esta nación.
Establecióse en Cádiz en 1762 el obseryato-
rio astrono'míco, tan esencial para la prosperidad
de la navegación ; hiciéronse iipporlantes espedi-
ciones marítimas j descubrimientos geográficos,
bidrográficos y astronómicos , especialmente en el
continente de América; y en breve llegaron los es-
panoles á competir con las naciones mas adelanta-
das en la náutica. **£n el ano de 1789 , se dice
en la Introducción al estado general de la real
Armada del ano 1828(1), presento el gefe de
escuadra , don Vicente Tofino el atlas de las cos-
tas de EspaSa, que se le habia mandado levantar
por comisión particular que el rey tuvo á bien
confiarle , acompañando este trabajo ton un der-
rotero muy circunstanciado y correcto. La conser-
vación de las preciosas láminas en que estaban
grabados estos primeros ensayos de nuestra apli-
cación , pedia necesariamente que alguno se hiciese
cargo de su deposito y de los estampados, como
también de la reproducción subsiguiente de ejem-.
piares para el servicio de nuestra armada j demaa
■4
(O §20. . .,.,^
298
ñayegantes; y en efecto,* hubo yarias personas en-
cargadas de este objeta Pero como en aquella
época se hubiese dispuesto, de orden de S. M. ua
viage de esploracion á los mares de Asía y América,
con el fin de levantar cartas y planos de nuestras
costas y puertos en aquellos domloios con toda la
perfección conveniente ; y como poco después se
emprendiera también igual trabajo en las islas de
Barlovento, orillas dé Tierra-firme y Seno mejica-
no, creció la necesidad de que hubiese facultativos
especialmente destinados á reunir y coordinar este
cúmulo de tareas y noticias para ilustración de la
hidrografia española. ,
"De aqui nació la idea de que lo que solo
babia sido hasta entonces un mero depósito de di-
chos trabajos y noticias idebidas á la instrucción y
cefa de diferentes sugetos. comisionados al inten-
to (1), .pasase a ser una ojB.ci^a ó dependencia de*
dicada á. su arreglo y publicación, y está fué una
de las principales miras con que se estableció en
1797 el depósito hidrográfico."
Recibió este su completa organización, en
1799 en virtud de una real orden, denominándole
(1) El dep<Ss¡(o se estableció primeramente en la ralle
de la Ballesta, y en él se recogieron las cartas del Mediter»
raneo trazadas por el seíior TofíSo , las del Océano , y un
gran número de planchas de cobre, de derroteros y carias
299
hidrográfica , y nombrando para auxi-
liar del director, que á la sazón lo era el capitán
de fragata don José de Espinosa Tcllo , dos ofi-
cialeSt dos primeros pilotos , dos segundos y un
pilotin. A fines de 1807 se nombró un bibliote-
cario redactor* y posteriormente hubo otras alte-
raciones.
El director don Josc Espinosa , el teniente de
fragata don Felipe Bauza , el alférez graduado
don Juan Ferrer, primer piloto de la real arma-
da, y los demás empleados del establecimiento, no
solo fueron enlazando y publicando los trabajos de
la espedicion al estrecho de' Fuca, y los de Malas-
pina, sino que logrando ésactas e individuales no-
ticias por medio de la correspondencia que man-
tenian con otros depósitos estrangeros, y la ad-
quisición de diferentes libros y obras elementales
y preciosas ; trazaron y dieron á luz cartas de
otros mares , distintas y provechosas obras , y
para ir surtiendo á nuestros navegantes, asi en los depar-
tamentos de marina , como en los puertos de mar : cou esto
motivo se hacian bastantes adelantamientos » MÍ te la fai~
drografía y la náutica, como CA ]a*^ñavegado* y^^
Todo estaba á cargo de un oficial &ciilUltiv*
el señor don José Vargas y Ponce»"
literato. Mercurioj^de España | mtí^
3oo
promovieron espediciones españolas sobremanera
convenientes á los rápidos adelantos de la hidro-
grafía (i).
En 1 8o 4 se trasladó la dirección hidrográfica
á la casa que hoy ocupa en la calle de Alcalá, j
que le fué cedida por el rey, como también una
gran parte de libros estrangeros de la facultad
náutica; de modo que con estos y con los que
acopiaba la dirección, llego á formarse una selec-
ta biblioteca. Conservábanse también en ella una
multitud de escritos, mapas, derroteros, planos,
.diarios y otros apreciables manuscritos de célebres
autores y navegantes españoles; siendo este un es-
tablecimiento científico y literario útil para la na-
ción, y honrosísimo á la marina española (2).
¡Cuántas obras pudieran citarse de nuestros
sabios marinos, si esta fuese una obra destinada á
dar razón de todas las tareas individuales! Fio pa-
saré sin embargo en silencio, las de algunos que
especialmente se distinguieron : tales son , el Tra-
tado de navegación , la colección de tablas para
(1) Mercurio citado de setiembre de 1825.
(2) G>n la invasión de los franceses se interrumpieron
los trabajos de tan útil y distinguido establecimiento; pero
becba laipaz volvieron á continuar como antes. A este pro-
pósito me ha parecido oportuno insertar aqui el siguiente
3o í
uso de ella , j los Métodos para calcular la longi-
tud en el mar por las diferencias lunares, que pu-
blico D. Jo5C Mendoza de los Rios; la Memoria
sobre el cálculo de la latitud del lugar por dos al-
turas de Sol, obra de D. Dionisio Alcalá Galiano,
las reflexiones sobre las máquinas y maniobras del
uso de á bordo, por D. Francisco Ciscar; la espli-
cacioD de varios métodos gráficos para corregir las
distancias lunares, y resolver otros problemas de
resumen comparativo de la existencia de buques en los
auosde 1790 y 1808.
En 1790. En 1808.
Navios 76 42
Fragatas 51 30
Obrbctas 6 20
Ur¿as iJ 15
Jabeques 15 4
Balandras 10 10
Bergaiiliiies 31 50
Paquebotes 5 <
Lugres 2 1
Goletas 7 38
Patacbes 5 >»
Galeras 3 2
• ■ I
Galeotas 4 9('
Lancbas de fuersa • • 3
Balauxes • »
Místicos »
Esquifes »
• • • f •.
• « •. • '
• • •
■ «
302
la astronomíii náutica , la Mismoriá elemental so-
bre los nuevos pesos y medidas decimales, la Es«
posición de los principios del cálculo , y las notas
y adiciones al examen marítimo de D. Jorge Juan
por D. Gabriel Ciscar; los Rudimentos de táctica
naval por D. José Mazarredo ; y la Táctica níaval
de D. José Solano Ortiz de Bozas.
El estud io de la geografia recibid notable im-
pulso con la publicación que hizo el geógrafo don
Tomas López de sus mapas, y de los Principios
geográficos aplicados al uso de ellos. Aumentóse
en el reinado de Carlos IV la aplicación á esta
ciencia, que cultivó felizmente el malogrado don
Isidoro Antillon, publicando su apreciable com-
pendio de la geografia de España y Portugal , sus
Lecciones dé geografia, y las cartas esféricas del
Occéano atlántico , del gran golfo de la India , del
Báltico y los reinos que baSa,con las memorias
que acompaSan á ellos. Posteriormente hizo pro-
gresos la ciencia , sobre la cual se publicaron otras
obras estimables.
ISo fueron menos atendidas las ciencias mora-
les y políticas que cultivaron con felicidad algunos
distinguidos sugetos en los dos reinados de Carlos
III y su hijo. Al frente de ellos descuelU por su es-
traordinario celo, vastos conocimientos, y útilísi-
mos escritos el señor Campomanes , que desde su
nombramiento de fiscal en el consejo de Castillai
3o3
no empleó sus taureas sino en promover la indus-
tria , la educación del pueblo j la reforma de los
estudios. Profundo jurisconsulto, hermanó el estu-
dio de las le jes patrias con el de la economía pú-
blica , tan descuidada entre nuestros legistas, sin
advertir que la ignorancia de esta ciencia habia
producido grandes errores en la legislación.
Campomanes trató de ilustrar ál pueblo en dos
luminosos discursos ; uno sobre el Fomento de la //i-
dusiria popular ^ y otro sobre la Educación popular
de ios artesanos y su fomento ; y para ampliar sus
ideas publicó luego un apéndice dividido en cuatro
partes que forman otros tantos tomos. En el i .^ re-
imprimió varios tratados económicos de D. Miguel
Alvarez Osorio escritos entiempo de Carlos II, como
ya tengo dicho anteriormente, y un epítome de los
discursos de Francisco Martinezdc Mata. Acompa-
ñan al testo muchas notas del señor Campomanes
sumamente apreciables por los datos , noticias
económicas y atinadas observaciones que contie-
nen , $i bien no toda la doctrina contenida en ellas
es conforme a los adelantamientos que después fai
hecho la ciencia económica.
Los demás toinos del apéndice comprenden va-
rios discursos sobre fábricas, esctiéUc patrióticái,
legislación gremial de los artesanos ^ ¡ ac-
tivo de la nación, y ademas una o •
principales cédulas , decrctof i
3o4
providencias espedidas en el reinado de Carlos III,
á favor de las manufacturas y del comercio. Se
dan también á conocer varias obras estrangeras
relativas á las artes j oficios; y por último, se
inserta el Memorial de Francisco de Mata en
razón del remedio de la despoblación^ pobreza y
esterilidad de España; la mejor obra de econo-
mía política que se escribió en el siglo XVII en
España, y acaso en Europa , como dice muy fun*
dadamente el señor Sempere(i).
Pero las obras en que el señor Campomanes
acreditó sus profundos conocimientos en la legis-
lación y la historia patria, fueron el Juicio impar-
cial que trabajó en unión con el conde de Flori-
blanca, siendo los dos fiscales del consejo, y de que
ya di noticia, en el capítulo 5.^; y en especial la
que lleva por titulo: Tratado de la Regalía de
la amortización^ En e'l investiga desde su origen
el uso de la aut9r¡da4 ciyil en los bienes raices
vía ■ •
transferidos á las iglesias y comunidades;, la prác-
tica que han seguido fuera de España los prínci-
pes seculares^ para poner coto a la enagenacion de
aquellos bienes raices; y los trá^^it^ progresivos
de la regalia de amortización. pi) España con dis-
tinción de provincias y de tiempos : tarea impór-
(4) Biblioteca, tom. 2P pág. 92.
3o5
tantísima sobre una de las caestiones mas vitales
de la sociedad , llevada hasta la evidencia con
abundantes hechos históricos, y el mas vigoroso
raciocinio.
Tratóse también en el feliz reinado de Carlos
III de reformar nuestra legislación penal ; cn-^
cargo importante que confió el celoso é ilustrado
ministro Roda al consejo de Castilla. Dio este co-*
misión al señor Lardízabal para que formase un
estrado de las leyes penales de la Recopilación,
añadiendo las concordantes de todos los demás
cuerpos legales de España. Ademas de haber des-
empeñado este encargo el señor Lardízabal con
el mayor acierto , publicó un Discurso sobre las
penas contraído á las leyes criminales de España,
para facilitar su reforma, obra pequeña si se atien-
de al volumen , pero de gran mérito y trascen-
dencia, considerando su objeto y atinada ejecución.
En ella determina con filosófica precisión la natu-
raleza de las penas, el objeto de ellas, las calida-
des que deben tener para ser útiles y convenientes,
la justa proporción entre las mismas y los delitos,
con otras cuestiones filosóficas del mayor interés.
'Algunos anos antes habla publicado en latín
el jurisconsulto Acevedo, bibliotecario de los Es-
tudios de S. Isidro , su escelente diaerli '^bre
]a tortura, en que ademas de demostra
contraria á los derechos de l#
Tomo IF.
3o6
mas solemnes pactos de la sodedad« toca otras im-
portantes cuestiones de derecho natural y de gen-
tes, manifestando la necesidad de enlazar esle es-
tudio con el de la moral ( i ).
£1 mismo ano en que publico Acebedo su pre-
cioso tratado, daba á luz el abogado don Juan
Francisco de Castro el 3.^ y último tomo de su
obra intitulada: Discursos críticos sobre las leyes
y sus interpretes (2). Aunqfieesla obra filosóGca*
mente considerada, no sea de las mas aventajadas,
contiene, sin embargo, mucha j buena doctrina,
sobre todo en el punto ú objeto principal de ella,
que es el de hacer patente la falta de un cuerpo
metódico de leyes, jr la urgente necesidad de acu-
dir al remedio de un mal de tanta trascendencia.
También trato el autor con bastante acierto la cues-
tión de mayorazgos, y las consecuencias que han
producido on el suelo español.
(1) El señor Sempcre asegura haber visto en la biblio-
teca del señor don José Miguel de Flores otra obra de
Accvcdo, que á su parecer no estaba concluida , y cuyo tí-
tulo era : Idea de un nuevo cuerpo legal. Véase el estrac-
to que hace de ella en el tomo 1.^ de su Biblioteca , página
80. El tratado de la tortura está traducido al castellano
por el celebre D. Casimiro Ortega.
(2) ISo debe confundirse este Castro con otro del mis-
mo apellido, canónigo de Sevilla, defensor de la tortura,
conlcmporáneo del sciior Lardizabal» con quien tuvo con-
testaciones sobre la materia.
3o7
Las Instituciones del derecho ciyil de Castilla
publicadas en ijjf porlos señores Asso y Ma-
nuel, abrieron camino en la enmarañada selva de
nuestra jurisprudencia , por donde los jóvenes de-
dicados á esta profesión pudiesen adelantar con
menos fatiga. Verdad es que no era aquel un li-
bro elemental completo 7 filosófico, como se nece-
sitaba ; pero por lo menos estaban tratados metó-
dicamente los elementos del derecho* y en la rese-
na histórica que precede á ellos , se daban á los
jóvenes las indispensables noticias de nuestra an-
tigua legislación.
Publicaron también los mismos autores , y en
ello hicieron un gran servicio , el Fuero viejo de
Castilla^ con un discurso preliminar sobre el ori-
gen y el autor de las primeras leyes de este fuero;
y el Ordenamiento hecho en las Cortes de yUca*
/a, con otro discurso preliminar, describiendo el
estado en que se hallaba la legislación de España
en el reinado de D. Alonso XI « y los esfuerzos que
hizo este monarca para dar á las leyes el vigor
que no habian tenido en los reinados anteriores.
Cultivábase entonces mucho el estudio de nues-
tra antigua jurisprudencia , habiéndose aumentado
los medios de instrucción con las copiosas colec-
ciones que se habian hecho de cuadernos de Cor-
tes, ordenamientos , pragmáticas , fueros generales
y particulares , debido todo al reconocimiento que
3o8
se había hecho de nuestros archivos por encargo
y comisiones de los reyes D. Fernando VI y Car-
los III. Por otra parte, el estudio del derecho na-
tural se hallaba ya planteado en algunos puntos,
según dige mas arriba ; y las lecciones del Sr. Ma-
rín , que anotó la edición hecha en Madrid del
derecho natural A^ Heineclo, propagaban en la
capital de la monarquía estos conocimientos tan
importantes.
No permitiéndome los límites de esta obra
hablar de otros escritos y autores de menor nom-
bradla, cerraré este catálogo con la mención fao-.
norífica de dos ilustres magistrados, célebres lite-
ratos y grandes amigos, Jovcllanos y Melendez. £1
primero muy superior al otro bajo el concepto de ju-
risconsulto, adquirid una estraordinaria reputación
con su Informe sobre ley agraria , de que ya ba-^
ble aunque ligeramente, tratando de las sociedades
económicas. Es esta obra una de las pocas de este
género, que podemos llamar clásicas, asi por la
nobleza del estilo y propiedad de las frases, como
por la maestría con que está desempeñado el asun-
to principal.
Tratábase de subir á la indagación de las
causas que mas habian influido en el desaliento
de nuestra agricultura, para remediarlas. Pedíanse
por muchos nuevas leyes , sin considerar, como
dice el señor Jovellanos , que las causas de aquel
3o9
atraso y clesaHénto estaban por la mayor parte en
las leyes mismas, y que por consiguiente no debía
tratarse de multiplicarlas , sino de disminuirlas;
no tanto de establecer leyes nuevas, como de dero-
gar las antiguas. Las leyes solo pueden favoreced
á la agricultura animando la natural tendencia de
la misma hacia su perfección. Este favor no tan-
to estriba en prestarle estímulos, como en remover
los estorbos que retardan su progreso: en suma,
el único fin de las leyes respecto de la agricultura,
debe ser proteger el interés de sus agentes, sepa-
rando todos los obstáculos que puedan obstruir su
acción y movimiento.
He aqui el gran principio de donde partió
este ilustre sabio ; y apoyado en él , se dedica á
investigar profundamente aquellos estorbos, que
reduce á tres clases, á saber; estorbos políticos ó
derivados de la legislación ; estorbos morales d de-
rivados de la opinión ; obstáculos físicos o dimana-
dos de la naturaleza. En este examen es donde
campean el talento perspicaz, y el saber profundo
del escritor. Nada se escapa á su penetración ; la
mesta, la amortización civil y eclesiástica, los bal-
dios,' las tierras concegiles , las posturas , la aber-
tura de las heredades Pero no me es dado cs-
teüder mas el análisis : la obra está en manos
de todos, y una simple lectura de ella producirá
mas efecto que mis encarecidos elogios. TSo hablo
■\
3io
de otras tareas jurídicas del ¡lastre Jovellanos,
porque al lado de esta perderían uiucho en repu*
tacíon(i).
Melendcz nó era ciertamente un profundo le-
gista como Campomanes y Jovellanos, pero se dis-
tinguid en la elocuencia forense con sus Discursos^
que aun en cl ¿lase Icen con interés, por su ani-
mado estilo y arreglada composición. En esta par-
te aventajo á Campomanes, que nunca fue elocuen-
te, y aun al mismo Jovellanos, de quien no tene-
mos una oración de esta clase, que pueda compe-
tir con las de Melcndez.
Amigo de los dos, y digno de estar al lado de
ellos, fué el conde de Cabarrús que tanto se dis-
tinguió en la ciencia econo'mica , como acreditan
sus Cartas^ su elogio del conde de Gausa y otros
escritos, por los cuales se vé cuanto trabajó para
fomentar la prosperidad , mérito relevante que le
hace acreedor á ser contado, aunque estrangero,
entre los ilustres varones que honraron á la na- '
cion en el siglo XVIIL •
Después de tantas tareas científicas el minis-
tro Caballero publicó en 1807 un nuevo plan de
estudios, descartando de la facultad de jurispru-
(1) El señor Jovcllanos fundó cl Instituto cantábrícOi
de cuyo estado actual se hablará mas adelante.
3ii
dcDcia el deredio natural y At gentes, el deredio
público , j otros cooocimicDtos indispeiua bles al
buco legisla. Verdad es que se dismiuujo por
este plan el oúmcro de las universidades , que en
la facukail de filosofía se establecieron cátedras
de matemáticas , física , química , astronomía é
historia natural, y que se hIcIcroD algunas otras
mejoras; pero existiendo yz el plan de 17S6 da-
do á la uolversldad de Valencia, no redunda en
gloria de aquel miuislcrio una obra que á lo mas.
puede considerarse como mediana comparada con
el plan de 1 7 7 i { 1 ).
(1> n í'rinr ii-e Af la Partaagura u. el ioa,„ /,
.u» Memoria. , y.- I ■ ^ .¡.n .1,, ;;i-¿
culmte (iliiu dr
luso noiJie ^ai
Sueno sería i¡i
que nadie MÍK de
|SBB5F5SSpSC?SB!SS!piSSji5 SHr^^'T iiS¡55?^iiM»-^»i>^S^S»«i««w^^M^
CAPITULO XVII.
progresos de U literatura y de las bellas artes, en el siglo XVIIl y
priacipios del XIX.
fil impulso se había dado ya en los reinados
anteriores, y la literatura debía seguir rapu
mente el movimiento progresivo de las ri
bajo la dominación de Garlos III. Los ttti
^ran poderosos; un gobierno iloftrado
nientába las artes j las ciencias;
dad en el comercio y la indatftni^^j
tada en los tribunales ; los tei
za patentes en el gabinete de 1
«D todo e. r**:ni.; f. clmc iu;atiriti^lr ác Ifls 5%vc-
bt, auiera se Lari¿ sentir; rcprim!(]o cI 1<»na-
. resplandedcDúL ¡a antorcha cicla filoso! :.^. .
hé aquí ui. uermoso campo para los ingoniivs, im
lala^üdo parvezúr para las musas.
La historia espaiíola no contenta ya con des-
terrar las fábulas y referir con verdad los sihT.vos
políticos, aspiraba á invcsiigar con ospiVitu liloso-
fico las mas graves cuestiones del oslado , a d;ir w
cooooer las leves, el gobierno, el «i.sloma do li.i
dcnda y de guerra, las letras, las arlos, la rul
tora en fin de la nación española. I\>(o so propn
io elantor de la Historia criticado l\.^|>aMa. -«M.-is
deu, dice Mr. Depping (i), es el primor o>paiuil
que ha acometido la grande empresa do r.Miiliir
la historia de España con juicio critico, acoiim
dándose á los adelantamienlos que ba InuLo I.-*
ilustración en estos últimos tioiMjK>s. W ti.il).-ijii <¡o
este sabio forma época en la liioratura empano!.!,
■Lv ha dado nuevo lustre á la bi^toria general de
i k —
W! Alte apncublc autor cstran^oro, niuy atUito »i
pscoiafti ha escrito tamliiou una liistori.i «lo l'>|i.i-
ue inromplcla, y liabla asi ilc Masdou eu oí l-n
t>ibliuleca históriía de E.^paria f^ur protivli' a
/
3i4
España, d por mejor decir, á la nación misma;
porque Masdeu es el único en cuya obra se her-
manan Ja historia de los pueblos y de la civili-
zacion, con la historia de los gobiernos, que pare-
ce haber sido el único objeto de otros historia-
dores.»
La imparcialidad sin embargo exige que re-
bajemos algo de aquel escesivo elogio. Masdeu no
se hallaba en la mejor situación para escribir la
historia de España durante la dominación de los
árabes; porque desterrado como jcsuita de esta
nación, no podia reconocer sus archivos, ni la
autoridad de Casiri era una guia segura , según
dice el señor Conde en el prólogo de su historia de
la dominación de los árabes. Masdeu ademas no
hace profundas investigaciones sobre el estado po-
lítico y econo'mico de España en las diferentes épo-
cas que abraza su historia, ni pinta los caracteres
y sucesos coa el pincel vigoroso de Mariana.
Por lo demás escribid con diligente puntuali-
dad los sucesos acaecidos durante la dominación
de los romanos y de los godos, dando bastante
razón de la cultura española en aquellas dos e'po-
cas; porque ademas de los materiales que enconlrd
ya acopiados en Florian de Ocampo, Morales
Mariana y otros historiadores, consultó los auto-
res latinos que trataron de España, y aclard con
su perspicaz ingeniou muchos puntos dudosos. HI--
3i5
el eminente servicio Je combatir las
opiíüones ultramontanas acerca de las cscesivas
pretensiones de Roma , defendiendo la prerogati-
va real, j la pureza de la disciplina eclesiástica de
España en los primeros siglos.
A la clase de obras filosóficas pertenece tam-
lien la Historia política de las naciones euro-
' peas (i). Aunque no pueda considerarse como ori-
ginal en el fondo, por haberse escrito sobre la del
abate Reinal, sin embargo las alteraciones que
Liio el autor para corregir los errores de aqurt.
Jos apéndices qne anadió de propia cosecha, y v\
animado estilo con que supo espresarse, son uw^
ritos suficientes para hacer mención de ella, y no
pasarla en silencio, como si fuese una mera tra-
ducción. Su autor el duque de Almodovar, dis-
frazado con el nombre de don Eduardo Malo de
LuquCv tenia gran juicio y conocimiento en Uts
negocios de estado, adquirido en las cujbaj;ul.is y
otros deslinos de consideración que dcácujptnó con
acierto.
Su recto modo de pensar se manifiesta en el
tomo 2. donde censura la dureza y confusión de*
nuestras leyes crimínales, espresando su nrdiciiir
deseo de la reforma de ellas. £1 api'ndice al Ulno
^•cLa en 1784.
3i6
3. én que trata de la constitución Inglesa y de la
compania mercantil de la India oriental, oCrece
ínteres por la novedad de sus observaciones. Otro
apéndice tiene sobre el estado polítíco-ccondmico
de la Francia, donde se aprovecha de las obser-
vaciones del ministro Necker sobre la administra-
ción de las rentas, mezclando aquellas con otras
suyas muy atinadas.
Apreciable y útilísima es , aunque no esté es-
crita con espíritu filosófico, la Historia del Real
monasterio de Sahagun, por el P. Escalona, com*
puesta sobre documentos originales de aquel an-
tiquísimo monasterio. En ella se aclaran muchos
sucesos importantes de nuestra historia eclesiásti-
ca y civil. Acompánanla tres curiosos apéndices,
el último de los cuales .es una colección de 826
escrituras sacadas del archivo del mismo monas-
terio, que empiezan en el ano de 9*0 4-i y acaban en
el de 1475*
No contento el maestro Florez con el ímpro-
bo trabajo que le daba su grande obra de la Es-
paña sagrada^ publicó sus Memorias de las rei-
nas católicas^ adornadas con láminas de los tra-
ges mas usados en cada siglo: también dio á luz
el Viage hecho por^Ambrosio de Morales, de or-
den de Felipe II, á León, Galicia y Asturias,
ilustrándole con notas y una vida del autor. Y por
último completó su obra de Medallas de las co-
2¿?;o ..' — --• .L' sr:ii.:.i,... ■ i. ,. . i\>'ín.--i.-\
nie .:^'Mí^.— -í i,.i-;! .-- .. » ' .■..■-'i-i I,.;,
■an ~s±lj .uní' "¡i ^ :i i... ..ii ■ i..ii>ii4 i .i
.Die !n ;;!a ;r.j.,i;.niil
-1.iniriiii"'i «ini.itn -n r^'M ii-iinri ( íu¡
tnria ii.-.iiir'.i [.r >• -i-.n ui-ii-i ' -'i .üii- -.íi j
'iiLj. vm '.'ini:>:. 'íí'í íi- ji^hi "i i.i iiini.^ .,i -
U.-'i:ri'L ÁJ «i!.; i.-.;í :.: ;.: ■:,.v: ::'x':i-. n..:. ii :: :
i¿. •.ttr ^í U- ■■-■íL. '.'Lir:.,,. t :,{ l„ .; Mi,.c i,.;
K ocupiW Ui Un uli.i.' i.ii.
3i8
bre los principales asuntos de la obra. Su repata-
clon se ba estendído mucho fuera de España ; y
los autores, asi nacionales como estrangcros, ban
acudido á ella, siempre que se les ha ofrecido tra*-
tar del antiguo estajdo de Cataluña , y de lá flo-
reciente prosperidad de Barcelona en aquellos
tiempos.
£1 mismo ano en que Capmany'daba á luz
sus Memorias, empezaban á publicarse las anti-
guas cro'nicas de los reyes de Castilla, pensamien-
to útilísimo que el rey católico don Fernando
quiso llevar -á cabo, encargando la egecucion de
el al doctor Lorenzo Galindcz de Carvajal , quiep
solo corrigid y publicó la de don Juan IL A fi-
nes del siglo XVII se dio la misma comisión al
jurisconsulto y literato don Juan Lucas Cortes»
que parece juntó gran copia de materiales para
la obra 9 según dice el señor Llaguno, erudito
editor y anotador de las Crónicas impresas por
Sancha, de que estoy tratando (i)* Y aunque no
llegó á verificarse aquella publicación, se ve por
lo menos la importancia que se daba á esta obra«
por la dignidad y gran mérito de los sugetos á
quienes se hacia el encargo.
(1) Prólogo á la Crónica del rey don Pedro, Uno
de las Crónicas.
xüimau
320
sobre el origen y patria de los godos, y. su mo-
^narquía: el doctor Traggía su Ilustración del rei-
nado de don Ramiro II de Aragón , e! Discurso
histórico sobre el origen y sucesión del reino pi-
renaico hasta don Sancho el mayor, y la Memo-
ria sobre el origen del condado de Rívagorza, El
juicioso crítico don Joaquin Antonio del Camino
combatia el privilegio del rey don Ramiro sobre
el voto de Santiago ; el erudito don José Cornide
daba interesantes noticias de las antigüedades de
Cabeza del griego , y el cultísimo don Vicente de
los Ríos trabajaba su Discurso sobre los ilustres
autores c inventores de artilleria que han florecí*
do en España desde los reyes católicos.
Estos trabajos, insertos en las Memorias de
la Academia de la historia , y otros de esta apre-
ciable colección, ademas de aumentar el caudal
de los conocimientos históricos, contribuian á man-
tener el interés y la constante aplicación á este
ramo, el mas importante déla literatura, y que
tan grata variedad ofrece en Espaiía, por las di-
versas naciones que han ocupado su suelo* • ,
No hablare' del laborioso Gutiérrez Coro* ,í'^
nel (i) empeñado en dar un nuevo origen á lotijj
(1) Historia del origen y soberanía del condadi
reino de Castilla.* Madrid ^ año de 1785.
031
-Kyffs de Xspiña, as^nmnao ddc no desciroai-n
de los godos . sino di: ios pnncipf.' \ duques de
Cantabria , qnicees dude ios tinnQO^ mus auIt-
^uos baLiao consemdosu auloridaü, sin Taulia»r
ni dependaiciii Ji^nnuí- Farfi apoyar eue iiti(>To
úslema te vaic de todas armas . iusta de los fai-
■os cnmicoacf: y aunque ¿ nadie ha legado con-
veuwr , acopia sin cmbar^i imponante^ notician.
Tamliieu las iiay curiosas eu oira aiaa del mismo
aator intiiuiada: DÍieTtacio:i liUtdrica cronolojnc^
y (^Qealuj;icá sobre Io£ jueces d-.' Castilb Nudo
dtura ^' liaiii Calvo; asuuto ouc asiniistno tra-
to el Ti. V. Fr Benito Uantejo ea su Díserta-
áon sobre el principiD de la iodensodeocia do
Cutilla y nberanía At sos condes desde Fernán
Gtmxalez. inserta ai el tomo 3." de Iks Memorias
dt la Academia.
Ceaeíi^'ia {rrani^f bt::ieron a U literatura na-
cioDal los ejitores de la Historia de Fsjtsña de
Mariana, impresa por Monforl en Valencia eon
lujo tipográfico (i| Las notas, obsorvacioncs m-
(1)
i «¿SI
1
322
ticas, apéndices, y ensayo cronológico que acom-
pañan á esta hermosa edición, esclarecen sobre*
manera nuestros anales, acreditando el buen gus-
to que reinaba entonces, y los progresos que ha-
bia hecho el criterio filosófico en Espaiía.
La Academia de la historia habia concebido
el gran pensamiento de un diccionario geográfico
histórico, para dar á conocer la situación, el ter-
reno, las producciones naturales, la agricultura,
comercio, industria, gobierno, población c histo-
ria de todas las provincias del reino. Para la ege
cucíon de tan grandiosa obra se necesitaba un
grande acopio de materiales, y la concurrencia de
luces de todos los individuos pertenecientes á aquel
distinguido cuerpo; a todos los cuales se repartid
una Instrucción sobre el modo de formar aquel
diccionario. Parte de él se publicó en dos tomos
4..^ mayor el ano de 1802; y es la sección pri-
' mera que comprende el reino de Navarra , el se-
ñorío de Vizcaya, y las provincias de Álava y
Guipúzcoa. La egecucion correspondió á las espe-
ranzas que se tenian concebidas de tan respeta-
ble y docta corporación. La parte histórica sobre
todo está desempeñada con el mayor acierto; y
es ciertamente una pérdida para la literatura, la
lentitud con que se procede en este importante tra-
bajo. Si la academia le continuase con actividad,
haria un gran beneficio al público, y agregarla
333
ao nacTO j glorioso lítalo i loe que y» tícoe ad-
quinddi para sa jiula repatarioo.
£1 Eoiayo del iluslrc Jonllanoc sobce laj re-
preseaUcion» dramáticas j oCras dívwñooei pú-
blicas , es digno del waajoe elogio por [a rívcza
con que describe lot anlíguoc tonto», por d aní-
inado ÍDteres coa qoe recaerda las costoabn»
caballerescas, j por h ÍBportancia que da al ar-
te dramálíco, prcMStindole bajo d aspecto snoral
jr poh'ticOi ooe obMrraciooet profuodas, espiesa-
das ea noble , cnérgíoo j agradat4e estilo-
Entre los escritos faistóricoi del reinado de
Carlos UI ocap* uo li^ar distíi^ido la vida id
célebre pintor Mengs, por d Sr. Azara, en laque
este ilustre bumanista j grao conocedor de la«
artes , desentrañó oon Buestria el mérito de tao
cmiocate artista . calificando con filosófica eucti-
lud sui principales obras. Y aunque la rida de
Cicerón . del inglés Midleton. no debiera tener
aquí tugar por haberse esduido de esta rcsdU
las traducciones ; no obslante , la que biso d se-
«or Azara de aquella obra es tan clásica, que cor-
re con el crédito de una producción origiaal , y se
hubiera heth
É
1 DOtkble la omisioa de ella ( i ).
Hit»— A>«r< <»< buen dogio fünelu-
^^^ "~*AL*^''* '"* ""'S" *' ■'■'o
324
El Ensayo hístdríco-crílíco de la antigua le-
gislación castellana escrito por el señor Marina,
. para servir de introducción a la edición de las Sie-
te Partidas hecha por la Academia de la Historia,
es uno de aquellos escritos que mas honran á nues-
tra moderna literatura. Las esquisitas noticias que
contiene , el fino criterio con que despeja el anti-
guo caos.de nuestra legislación , y el tino filoso-
fico con que el autor analiza los antiguos fueros jr
demás cuerpos legales , constituyen á esta obra en
laclase de las mejores historias filoso'ficas que apa-
recieron durante el siglo XVIII y principios del
XIX. Para el historiador es un modelo de sagaz
investigación, de profundo análisis y de narración
desembarazada; para el legista, un útilísimo reper**
torio de datos y selectas noticias sobre nuestra le*
gislacion antigua. Es muy superior en mi juicio
esta obra á la Teoría de las Corles , del mismo
autor , como ya indique en uno de los tomos an-
teriores , citando en ellos con frecuencia una y
oljra obra.
don José Mor ¿e Fuentes , en su Elogio de aquel autor.
Pero lo que no dice, y yo he sabido originalmente, es que
un inglés compró por una cantidad exorbitante un tomo
pequeño de cartas del seBor Azara escritas desde Roma,
y que en Madrid posee actualmente un sugeto ilustrada
varios tomos de cartas del mismo.
325
Xa historia de los vínculos y mayorazgos que
publicó el señor Semperé en i8o5, aunque no
puede recomendarse por su estilo , que en general
es demasiado llano; contiene importantes noticias
sobre la propiedad rural de España en la edad
media y sus varias clases , sobre el origen de la
vinculación de bienes raices; multiplicación de las
enagenaciones perpetuas de bienes de la corona;
^progresivo aumento de los mayorazgos; confusión
de la jurisprudencia española, aumentada por las
leyes de Toro, y otras cuestiones de importancia.
A esta época pertenecen también las tarcas
históricas del señor Quintana, pues que en 1807
publicó el primer tomo de sus Vidas de españoles
celebres^ aunque por las revueltas y vicisitudes
de los tiempos se ha retrasado la publicación de
los otros dos tomos. El público ha juzgado ya es-
ta obra tributando á su distinguido autor los de*
birlos elogios, que me abstengo de repetir por de-
licadeza. El pensamiento eminentemente patriótico
de perpetuar la memoria de tan insignes varones,
y dar i conocer el estadp de la sociedad en que vi-
vieron, no podia menos de escitar un grande inte-
rés , y tener honrosa cabida en la historia de nues-
tra civilización. ISo ganaria esta poco si el señor
Quintana continuase publicando los trabajos que
es de suponer tenga preparados* y que esiN^r^n
con ansia cuantos cultivan las letra*' e«pi
326
Aunque no tanto como la historia civil, se cuUi-
▼d también la historia literaria en la época de que
estoy tratando. Los Mohedanos empezaron á pu-
blicar en 1766 su historia literaria de España;
compilación abundante de noticias acerca de la
antigua cultura española, recogidas de varios au-
tores , pero egecutada sin la debida imparcialidad,
con profuso acopio de erudición que la hace pe-
sada , sin aquel discernimiento filosófico que es el
alma de esta clase de trabajos, 7 que manifiesta
distintamente los verdaderos progresos de la civi-
lización ( I ). Casi en iguales defectos incurrid el
abate Lampillas en su Apologia de la literatura
española , hacinando obras buenas y medianas,
recomendando mas de lo debido algunas de estas,
calificando inesactamente muchas de las primeras,
tratando siempre de abultar nuestra riqueza litera-
ria, como sino fuera mas honroso tener, por ejemplo
(1) Si es cierto, comoi dice el señor Sempere en su
Diccionario , art. Mobedanos, ^ue habian escrito otra obra
intitulada : Reflexiones sobre la literatura española de los
tres últimos siglos comparada con la frafncesa y de otras
naciones , es lástima que no se baya impreso , pues aunque
no era de esperar.que aquel cotejo estuviese becbo con to-
do el discernimiento filosófico que requeria , y que no se
encuentra en la historia literaria de los Mobedanos , tal
ve£ lialiria en acuella obra datos y noticias ijmportantes.
327
nn bueo poema épico, que ciento apellidados tales
sin las calidades necesarias para merecer tal título.
A pesar de estos defectos y de no haber teni*
do el señor Lampíllas todo el lleno de conocii^íen-
tos de la literatura antigua y moderna de España,
para desempeñar un asunto tan vasto; es muy de
^labar el celo con que defendió á los españoles,
haciendo ver la ligereza con que los escritores
Bettinelli, Signorelli yTiraboschi, habían hablado
de nuestra cultura. Quedó victorioso, porque los
abundantes materiales de nuestra antigua y mo-
derna civilización, aunque no bien distribuidos ni
filosóficamente clasificados en aquella obra, basta*
ban para desmentir á tan injustos detractores.
G)mbat¡ólos también en una carta dirigida al
comendador Fr. Cayetano Valenti Gonzaga, el
abate don Juan Andries, literato de mayores co-
nocimientos, mas criterio filosófico, y delicado gus-
to que el abate Lampillas. Asi lo conoció el mis-
mo Tiraboschi hablando de esta carta , y encare-
ciendo la escogida erudición , la fuerza de racioci-
nio, y la moderación de su autor. Pero la obra que
dio mas renombre al abate Andrés, fué su histo-
ria sobr^ el origen, progresos y estado actual de la
literatura ( i ).
(t) Ogní leiieraiway dice el título original, esto
328
Empresa era esta agig;antada para la cual se
necesitaban ininensos conocimientos, un gran ta-
lento analizador, y el mas afinado gusto, ^o era
ciertamente labor que podia desempeñar cumpli-
damente un solo hombre. Hizo sin embargo, cuan-
lo cabe en este género de escritos, donde no se
puede entrar en investigaciones profundas, ni dar
grande estension á los datos históricos.. Escogió
con acierto, presentó con método y claridad las
épocas , calificó generalmente á los autores con ti-
no é imparcialidad ; y en suma presentó un cua-
dro general de la literatura , sino profundo , por
lo menos bastante instructivo y agradable. El ca-
pítulo 1 1 del tomo 2.^ en que trata del influjo
de los árabes en la cultura moderna de las bue-^
ñas letras , contiene noticias curiosas y filoso*
ficas observaciones acerca de las lenguas vulgares,
déla poesia provenzal, del influjo que esta tuvo en
la cultura de los otros idiomas, de la semejanza
entre los poetas árabes y los provenzales, de la
música en tiempo de los árabes , y otras cuestio-
de toda literatura, 6 de la literatura en general» no de to-
da la literatura como tradujo en castellano su hermano
don Carlos.
329
oes de grande ínteres p^ra nosotros, por el. íntimo
enlace que tienen con nuestra literatura y anlíguas
costumbres (i).
La elocuencia española tan mal parada en la
primera mitad del siglo XVIII , según apunte an-
teriormente tratando del P. Isla , debía llamar
muy principalmente la atención de los promove-
dores de la reforma literaria en el reinado de Car-
los ni. La Academia española tan interesada por
el objeto principal de su instituto en la cultura
de la lengua castellaoUi , oFrecid premios á los au-
tores de las mejores composiciones que se presen-
tasen en prosa y verso , sobre asuntos dados por
la misma. Y como á la sazón eran de moda los
elogios o panegíricos, género tan popular en Fran-
cia desde el tiempo de Fontenelle, se propuso pa-
ra primer premio en la oratoria el'elogio de Feli-
pe y, que obtuvo el académico de la bisloria don
José Viera y Cía vi jo. ¿Pero cómo podía bablarsc
imparcialmcnte de un monarca en el reinado de
f u bijo? La elocuencia necesita libertad para alzar
(i) En el reinado de Carlos III , se ettablcrió en los
Estudios de san Isidro una cátedra de historia literaria; y
en los primeros ejercicios que se tuvieron de ella , leyó el
bibliotecario segundo , don Cándido María Trigueros un
discurso sobre el estudio metódico de la misma histaria.
33o
su vuelo con gallardía. La adulación nunca pudo
ser elocuente ; y en efecto , no lo era la oración de
Clavíjo, por mas esfuerzos que bacía el autor pa-
ra remontarse.
Fue también premiado otro elogio que com-
puso el mismo autor de don Alfonso Tostado, obis-
po de Avila ; pero en realidad no era mas que
una disertación escrita como la composición ante-
rior en lenguage castizo , con elegancia á veces;
pero nunca con el vigor de Demostenes, con la
magestuosa pompa de Cicerón , ni con la eleva-
ción sublime de Bossuet.
El elogio de don Alonso el Sabio escrito por
el marino don José Vargas Ponce, se acercaba
mas que los anteriores al verdadero género orato-
rio por sus formas y animado estilo ; si bien le
Lacen desmerecer mucho cierta estudiada afecta-
ción en las sentencias, j el corte de los perio'dos
á la francesa, por haber imitado á Mr. Thumas.
G)mo quiera, el autor habia estudiado el asunto,
y supo presentar en un cuadro artísticamente tra-
zado, el mérito de don Alonso y la ilustración de
su siglo, desenvolviendo luego su cardinal pen-
samiento en largas y eruditas notas.
Siguieron á estos elogios premiados por la
Academia los que escribid Cabarrús del conde de
Gausa y de Carlos III, que tampoco pueden pre-
sentarse como modelos oratorios , aunque son
33i
naj reoomoidaUef por los noUef MDtimieDtos
que en ellos respiran , y por los dalos que contie-
nen , especialmente el del conde de Gausa, ilus-
trado con notas del autor.
El elogio de don Ventura Rodrigues, leido en
la Real sociedad de Madrid por el ilustre Jove-
llanos, aventaja mucho á los anteriores; j las no-
tas que acompañan á la edición que de él se hizo
en 1790, por la viuda de*Ibarra, forman una
de las mejores obras que tenemos en castellano
sobre las artes. También leyó en Ja misma socie-
dad un Elogio de Carlos III , que no llena cierta-
mente el objeto • como dice modestamente el au-
tor en la advertencia que precede á la impresión,
hecha también por la viuda de Ibarra en 1789.
Mas elocuente fue este benemérito escritor en
su vigorosa apologia, ó sea la Memoria que es-
cribid poco^antes de su muerte para vindicarse*
Aquel discurso abunda en elevados y patrióticos
sentimientos , espresados con un raudal de la mas
pura y animada elocución.
Posteriormente escribieron sus Elogios del
cardenal Cisncros , y de la reina católica dona Isa-
bel, los señores académicos don Vicente González
Arnao, y don Diego Clemencin. Uno y otro asun-
to ofrecian hermoso campo á los oradores, y gran-
de interés á los españoles todos. Fueron en su
tiempo muy bien recibidos, en especial el de la
332
reina Isabel por las importantes Ilustraciones que
le acompañan , y forman el tomo 6.^ de las Me-
morias dé la Academia de la Historia.
INo habia hecbo iguales progresos en el reina-
do de Carlos III la oratoria sagrada ; porque los
predicadores en general solo se ocupaban en tra-
ducir sermonarios franceses , si se esceptúan al-
gunos pocos oradores originales, que ja están ca-
si olvidados en el dia (i). Hiciéronse no obstante
posteriores adelantamientos por baberse ejercitado
en la oratoria del pulpito respetables eclesiásticos
dotados de grandes conocimientos y buen gusto.
Tales fueron los doctos Tavira, Amat, Traggia,
los agustinianos Lasala y Centeno, el abad de
Baza Navarro, y otros que supieron grangearse
una sólida reputación. Por lo que hace á la elo*
cuencia forense, con el egemplo que dieron en sus
alegaciones Campomanes y Florida blanca, con los
escritos de Mora Jarava y otros letrados de nota,
(1) Uno de ellos es el P. Gallo , abogado y presbítero
de la Congregación del Salvador, sugeto instruido que
escribió algunos buenos sermones, y btras obras sucltasi
que pueden verse en la O>leccion de' ellas publicada por
el abogado don Francisco Ignacio de Cortincs. Posterior-
mente se egercitaron en la oratoria sagrada los padres
Calatayud y Santander , que no carecen de mérito, y pue-
den contarse entre los escritores originales.
333
se formó ana ilustrada escuela que ha seguido
hasta noestros dias. Los estudios filosóficos de
jurisprudencia que se han hecho desde entonces,
han rectificado las doctrinas , dando á los discur-
sos forenses mas interés y novedad.
Tratándose de oratoria no es posible omitir
dos obras que sobre este asunto escribió el erudito
Capmany , titulada la una , Filosofia de la elo-
cuencia , y la otra Teatro de la elocuencia. En
una 7 otra acredita el grande estudio que habia
hecho de nuestros autores antiguos, la acertada
calificación de ellos , 7 el celo que empleó , asi en
estos como en otros escritos, para restablecer el
buen uso del habla castellana, tan maltratada
por traductores ignorantes, 7 otros escritos afran*
cesados en la dicción. Pero en sus investigaciones
sobre la elocuencia, no se encuentra la filosofia
que promete en una de aquellas obras, esto es, el
análisis profundo de los medios que emplearon
los grandes oradores antiguos 7 algunos moder-
nos, para conmover los ánimos, enardecer las pa-
siones, 7 conseguir con la palabra mas gloriosos
triunfos que los conquistadores con las armas.
Los mismos ejemplos que á veces cita como de-
chados de elocuencia , confirman la czaclitud do
este juicio imparcial , en que convienen conmigo
otros autores.
La crítica literaria se cultivó mucho en el rei*
334
nado de Carlos III con las acaloradas contiendas
que tenían entre sí los autores; pero los mas de
aquellos escritos dictados por el amor propio d el
espíritu de partido, están generalmente arrinco-
nados. ¿Qué- interés pueden escitar en el dia las
violentas diatribas del caustico Fomer contra
Iriartc y Trigueros, y las contestaciones de es-
tos? ¿Quie'n busca ya los furibundos artículos qae
se dispararon contra el orgulloso Huerta, y las
malas defensas que este hizo de sus temerarias
doctrinas? ¿Quien lee boy, sino un curioso eru-
dito , la descorte's y amarga crítica que hizo Cía*
dera de la traducción del Hamlct de Moratin?
Cada uno ocupa hoy en la república de las letras
el lugar que le ha señalado la justa posteridad,
y aquellos escritos se miran, ya con fria indife-
rencia.
No asi otras obras de buena crítica y erudición,
que todavia se leen con interés. Tales son las diser*
taciones impresas en las Memorias de la Acadetnia y
otras que se escribieron sobre varios puntos de li-
teratura; la Oración apologética de Forncr con
sus eruditas notas y los demás escritos de está na*
turaleza en que se defendió con criterio el buen
nombre de la literatura española; la graciosa
obra en que Cadalso combatió' á los charlatanes li-
terarios llamados eruditos á la violeta ; varios dis-
cursos del seSor Jovellanos que pueden verse en sus
335
obras; finalmente muchos de los discursos que se pu«
blicaron edel Censor, el Corresponsal del Censor,
el Apologista universal, el Memorial literario, las
Variedades de ciencia, literatura y artes, j otros
infinitos perio'dicos que salieron á luz en aquellos
dos reinados; y en los cuales se ventilaban Kis mas
importantes cuestiones de gobierno « economía po-
lítica, ciencias naturales y literatura.
£1 examen crítico de la poesía del siglo XVIII
pertenece propiamente á este lugar; porque basta
el reinado de Carlos III se cultivo poco este ramo
tan interesante de la literatura. La guerra de su*
cesión, y después de ella la atención casi esclusi*
va que se dio al fomento de los intereses materia-
les de la sociedad, y al cultivo de los conocimien-
tos necesarios para el adelantamiento de la náu-
tica, del comercio y de^a industria, hicieron mi-
rar con un interés secundario las agradables artes
de la imaginación.
El carácter de la poesía española del siglo
XVII vario' esencialmente desde principios del
XVIII, según indique anteriormente, y no podia
cienos de ser asi. £1 gusto francés dominaba en
la corte ; los modelos que ofrecía en todos los ra -
mos de la literatura el reinado de Luis XIV, go-
zaban de una reputación europea; ilúestra poe-
sía en los últimos anos del siglo XVII era una
bárbara gerigonza , co nada parecida á la poc6¡a
336
creadora y romántica de Lope y Calderón , ni á
la elegante y clásica del siglo XVI. Huyendo de
la monstruosidad gongorina aquellos primeros es-
critores del siglo XVIII siguieron la escuela fran-^
cesa, que entonces tenia mas crédito en Europa.
Desgraciadamente no asomó en aquella época
un ingenio que arrebatase la atención del público«
dando un rápido impulso á las tareas poéticas,
que egercen tan poderoso y agradable influjo en
las costumbres y en la civilización. Luzan, severo
y juicioso preceptista , aunque poco ameno y filo**
sófico para la materia que trató en su Poética, pu«
blicó algunas composiciones líricas que ocupan
un honroso lugar en nuestro Parnaso; el conde
de Torrepalma en su Deucalion hacia buen uso
de la numerosa octava, aspirando á la elevación
del poema épico, pera con resabios de afectación
y algunos recuerdos del gusto gongorino; y Mon-
tiano escribía sus tragedias con regla y compás,
frias por consiguiente y desanimadas.
^0 eran estos medios los mas adecuados pa-
ra inspirar un interés ardiente, y electrizar por
decirlo asi, á una sociedad ocupada en otros go-
ces mas positivos. Fue, pues olvidándose la poe-
sía hasta el reinado de Carlos III en que el favor
4e la corte, y una lucida concurrencia de inge«
nios , despertó la afición á los placenteros cantos
de las musas. Los dos principales restauradores
337
fueron entonces don Nicolás de Moratin ^ y Ca-
dalso. Entrambos habían hecho un grande estudio
de nuestros poetas antiguos , según se deja conocer
por el carácter de sus composiciones, por su estilo,
j el buen uso que hicieron de la versificación.
Sin embargo la poesía de Moratin es mas ori-
ginal, mas española. Algunos de sus romances, j
sobre todo el canto épico, las Naves de Cortes
destruidas y pertenecen al gdnero caballeresco y
peculiar de nuestra nación, en que las galas poé-
ticas se hermanan con la bizarría , con los eleva-
dos sentimientos, con una especie de magnificen-
cia oriental, que da á nuestra poesia un idealis*
mo diferente del de las naciones septentrionales.
«En este canto épico, y en otras obras suyas
que se han publicado después , dice con su acos-
tumbrado buen criterio el señor Quintana (i), se
advierte el prolijo estudio que entonces hacia de
nuestras tradiciones históricas, de las genealogías.
blasones y costumbres caballerescas de los tiempos
antiguos, y el partido poético que su imaginación
sabia sacar de estos objetos, para dar mas novedad
y consistencia al fondo de sus versos , que no siem-
pre se señalan por la profundidad del pensamiento.
(1) Poesías selectas castellanas, totn. {.^ IntrodaccioOi
pág. 16 edición de 1830.
Twno Jy. aa
338
ni por la gravedad y fuerza de la sentencia. Todo
lo que le rodeaba era para el bello y poético « y
tomaba en su imaginación el aspecto mas agrada-
ble y magestuoso. Jamás se pintaron con mas
amor ni efusión las circunstancias locales, y las
costumbres de un pueblo ; y Madrid , sus contor-
nos, sus calles, sus teatros, su circo, sus muge-
res , sus concursos y funciones , toman en la fan-
tasía de Moratin unas formas grandes , elegantes
y poéticas , que se manifiestan frecuentemente con
rasgos breves y espresivos, generalmente los mas
felices de su estilo , y descubren que aquel noble y
bello sentimiento era un numen que le inspiraba.»
Cadalso no tenia ciertamente el numen poéti*
co de Moratin , especialmente en las composicio-
nes que piden grandeza y elevación sostenida ; pe-
ro resucitó el buen gusto en las composiciones de
poesia ligera, y dio nuevo ser á la anacreóntica,
casi olvidada desde el tiempo en que florccia Vi-
llegas. Débese también á Cadalso el tpson cons-
tante con que fomentó el cultivo de la poesia , tri<*
butando sinceros elogios* á Moratin, dirigiendo los
primeros ensayos de Melendez, y ocupándose sin
cesar en dar un rápido movimiento á los ingenios.
Contribuyó mucho también á difundir el espíritu
filosófico , y á dar á conocer los poetas ingleses, á
alguno de los cuales quiso imitar en sus malhada-
das Noches lúgubres.
339
Afltai de hablar de Ifelendes, en qaiea ro-
ooa oaeTa época para la poesía, trataré
ligeramente de otros ingenios bien conocidos « cu-
yas obras inflo jeron mas ó menos en los progresos
de la aTilisacion. El primero será Huerta « acér-
rimo antagonista de la escuela francesa, j mal
sostenedor de la antigua española, por (alta de
gasto j de conocimientos. Oscuro y casi gongoríno
en sos composiciones poéticas, qué nadie lee en el
día, solo tuvo acierto en el género clásico, escri-
biendo su Raquel^ según las reglas del arte que
afectaba despreciar.
Adelantó algunos pasos mas la tragedia clási*
ca española , pues ya se vid animada de interés,
con escenas de numerosa versificación y nobles sen-
timientos, con cierta gallardía castellana, aunque
todavia muy lejos de la perfección. Menos des-
igual que Huerta , mas enérgico y sostenido en el
diálogo, aunque no tan fácil versificador como
aquel , escitó Ayala la simpatia nacional con su
Numancia^ asunto infeliz para una composición
de este género , y todavia mas según lo trató cl
autor: ¿pero qué pecbo español no se conmueve
con aquella terrible lucba entre el jtiránico poder
de Roma, y los sobrehumanos esfuérceos de un pae-
blo, que al fin prefiere la mas horrible mili
la ignominiosa cadena de la servidambí^
£1 culto don Tomas Iriartv^
34o
nista, esmerado en la corrección de sus obras,
acérrimo purista, fué restaurador de la comedia
clásica española en el siglo XVIII ; pues todo io
que se habia hecho hasta su tiempo valia bien
poco, inclusa la Petimetra de don IKicoIas Mora-
tin. El Scnorfto mimado , si no es una comedia
comparable á las del celebre Moratin en sales
cómicas , ^n la rapidez del diálogo y en la anima-
da pintura de los caracteres, presenta á lo me-
nos la sociedad culta de aquel tiempo , con un
diálogo natural, lenguage castizo, buenas máxi-
mas morales j oportunos chistes , sin mezcla de
indecentes chocarrerías. Ejercito'se también Iriarte
en el apólogo, género casi prosaico ,. muy acomo-
dado á su ingenio, que no se distinguia por la
elevación. Fué en esta parte feliz su desempeño,
aunque no tanto como el de Samaniego , en quien
se advierte mas naturalidad, mas abandono, por
decirlo asi, aiayor vivacidad y travesura^ mas
copia en el decir , y sobre todo mas chispa y mas
gracejo.
Fiel imitador de Fr. Luis de León el maes*
tro González ha dejado en alguna de sus compo-
siciones gratos recuerdos de aquella poesia, ideal
en su objeto, grave y solemne como los sentimien-
tos religiosos á que debió su origen. La espresion
y el estilo de González parecen del siglo XVÍ;
tiene la misma pureza en la frase, pero poca poe-
34 1
lia de estilo. Escritor de mas rigorosa fantasia y
de mas fuerte colorido era Forncr ; punzante y
enérgico en la sátira , como se ve' en la que pre-
mió ia Academia , no con aprobación de otros
. jueces que preferian la de Moratin; también su-
po Forncr elevarse tal cual vez en la lírica , pero
siguiendo las huellas de los poetas del siglo XVI,
DO abriéndose un nuevo camino.
Esta gloria estaba reservada a Meicndez: do«^
lado de una tierna sensibilidad , de ardiente ima-
ginación y esquisito gusto , dio á la anacreóntica
ana suave flexibilidad j delicada gracia , con el
bello realce de una poesia de eslilo y corrección
basta entonces desconocidas en esta clase de com-
posiciones. Sus romances si no tienen aquella lo-
sana gallardía, aquel lujo oriental que nosencan-^
tan en los antiguos moriscos y caballerescos, gé-
nero que no cultivó este gran poeta ; presentan
con la roas enérgica viveza, con la mas pintores-
ca espresion , magníficos cuadros de la naturaleasa*
tiernas escenas pastoriles, impresiones profundas
en los efectos del alma. ¿Quién no admira el
magcstuoso y terrible espectáculo que ofrece su
romance á la tempestad? ¿Quien no se siente
profundamente conmovido con la melancólica des-
cripción de la tarde, y regocijado con la bellísima
descripción de la mañana? \jOS tristes recuerdos
y amargas sensaciones que escitan en el ánimo del
342
poeta un árbol caído , arrancan hondos suspiros
en la lectura ; asi como nos arrebata j lleva en
pos de sí la hermosa Rosana , tan gallardamente
descrita, cuando con envidia de todas las zagalas
se presenta á gozar de los fuegos en la víspera
de pascua.
Cultivo Melendez con igual felicidad la églo-
ga ; y no contento con arrebatar la palma en
liquellos géneros, que tan grandes adelantamien-
tos debian a su pluma , pulsó la lira en elevado
tono, para celebrar la gloria de las artes, y la mag«
nificencia del estrellado cielo. Sin apartarse del
camino trazado por los clásicos antiguos, supo
remontarse con cierta grandeza original, buscando
nuevas c incógnitas regiones. Pero cuando sin
consultar bien sus fuerzas, ni atender a la senda
que le habia conducido hasta entonces al templo
de la gloria , quiso medirse en el ensayo épico
sobre la caida de Luzbel • con el terrible y subli-
me cantor del Paraiso perdido ; imitó en la caida
á su héroe sobrenatural , dejando un triste escar-
miento á los que desprecian el sano consejo de
Horacio (i).
Tampoco anduvo muy feliz Mefendez en al-
(1) Sumite materiam vcstris qui scribitis Kquam vi-
ribus.
343
gunas composiciones de carácter filosófico « qae
era entonces el gusto dominante en muchos escri-
tos. La manía de filosofar se habia hecho tan co«
mun en Francia , que hasta en los géneros de poe*
sia donde menos bien sientan las máximas fiiosch
ficas , se introdujo esta mala costumbre , que des-
pués cundió entre nosotros, dando cierta afecta-
ción pedantesca, y un tono declamatorio á las com-
posiciones.
Preservóse de este vicio Jovellanos, aunque
era gran filósofo , entregándose solo á las inspira-
ciones del sentimiento religioso en su admirable
epístola escrita desde la Cartuja del Paular. Su
noble y sencilla elevación , el tono afectuoso y me-
lancólico , y aquella versificación tan armoniosa y
bien sostenida que no necesita del ausilio de la
rima , dominan en todo el poema, constituyéndole
un modelo en su genero, que ningún poeta ha
sobrepujado después. Las dos sátiras que escribió
imitando la vehemencia de Juvcnal, deben contar-
se entre las pocas composiciones buenas que tene-
mos en este género, por la importancia del asunto,
la propiedad con que retrata los objetos satiriza-
dos, la encrgia de las sentencias, y el buen uso
que hizo del verso suelto.
También cultivó Jovellanos el género trágico
en su Pelayo, pero no tan feliz en la composición
ni en el estilo poético , como en la epístola ante-
344
ríor, dejó la tragedia en el mismo estado qae an-
tes tenia, para que otro cogiese los laureles tra-
tando el mismo asunto. Mas acierto tuvo en la
tragedia urbana o comedia sentimental, como en-
tonces se llamó á aquel genero , precursor del otro
espantoso j atroz , que después ha llenado la es-
cena de espectáculos repugnantes. El Delincuente
honrado interesa y conmueve por el asunto, por
la dignidad con que está representado el noble
cargo de la magistratura , y agrada sobremanera
por la dicción siempre decorosa , pura y castiza.
Debe contarse también entre los poetas ori- .
ginales que contribuyeron i los progresos de la
civilización , el distinguido humanista Cienfue-
gos (i), tan alabado en su tiempo, y hoy tan in-
justamente deprimido por algunos. ¿Gomo .han
olvidado tan pronto el lustre que dieron á la es-
pañola escena , su dicción poética, sus nobles sen-
timientos, y el animado diálogo de algunos actos
de sus tragedias? ¿INi merecerán honorífica men-
ción su entusiasmo poc'tico, la fuerza, vehemep-
(1) Su ensayo de sinónimos y otros trabajos acadé-
micos sobre el idioma castellano , acreditan el profundo
estudio que de él había hccbo , y lo ejercitado que estábil
en el análisis; ¡ojala bubicra continuado en tan impor-
tantes tareas !
345
cía y alto designio in algunas de sus compoiicío-
nes líricas? Verdad es que á veres degenera su
cnlusiasTno co hinchada declamación; que intro-
dujo en nuestra lengua algunas peligrosas inno-
vaciones; ¿pero estos deTeclos han de hacer olvi-
dar el mcrilo contraído bajo otros títulos tan glo-
riosos? A juzgar con tanta severidad, muchos de
nuestros antiguos y celebres poetas serian lanza-
dos del Parnaso.
Cierra con gloria el cat.ilogo de tan ilustres
nombres , el celebre don Leandro Moratin, que
cultivó la sátira con grande acierto, y sobresaltó
en la comedía clásica. Sus obras se han hecho
populares, y el mérito de ellas ha sido tan bien
calificado por los mejores críticos, que nada pu-
diera yo añadir en elogio suyo. La civiUiacíon,
bajo cuyo concepto me incumbe considerable, le
debió mucho por haber desterrado de nuestro
teatro las absurdas representaciones que tanto le
degradaban , por haber presentado eu la escena
ron tanta gracia y en el lenguagc mas casliio
las costumbres nacionales, combatiendo vicios y
preocupaciones que ejercían ua peroicioto indujo
en la sociedad.
tío llevo rnas adelanta efU ^
los posteriores portas de qalm
blar, según el de&ígniu d« 4
davia ¡ j coino dice mi amígol
346
en semejante caso '*por mas imparcialidad que
se guardase al hacer el examen crítico de su ca-
rácter y mérito poético, la censura podría pare-
cer contradicción , y los aplausos lisonja (i)."
La restauración que había dado nuevo ser á
Jas letras, alcanzo' también, como era natural, a
las bellas artes , cuyo cultivo sigue siempre los
progresos de la civilización. La ignorancia rei-
nante en los últimos anos del siglo XVII, depra-
vo en tal manera. el buen gusto, que á principios
del XVIII las artes se hallaban en la mas lasti-
mosa decadencia. Empezando por la arquitectura
que bajo el concepto de pública utilidad es la
priipera y mas antigua de aquellas, habia perdido
su sencillez y las buenas máximas seguidas por
Herrera y sus discípulos é imitadores. Otro Her-
rera de fatal memoria (2) puso en crédito las
]perniciosas licencias del italiano Borromini, pri-
mer autor de la corrupción de aquel arte en Ita-
lia. Abrazaron muchos sectarios este pésigao
gusto , dando á la arquitectura un carácter mez-
(1) Introduccioá á las poesias castellanas del siglo
XVIII.
(2) D. Sebastian Herrera Barnuevo , arquitecto , pin-
tor, escultor, maestro y trazador de obras reales. Elogio
de D. Ventura Rodríguez por el señor Jovellanos, nota 13.
347
quino, precursor de )a completa depravacioa á
que llegó dcspucj.
Dominaba á principios del siglo XVIII la
manera llamada churrigueresca , no con gran ra-
zón como dice el señor Jovellanos. porque don
José Churriguera el padre , aunque mucho, no
fué tan desatinado como otros. £1 mas frenético
delirante de todos fue don Pedro de Kivera.
maestro mayor de Madrid, autor de las fachadas
de] Hospicio , san Sebastian y cuartel de guardias
de Corps , de la fuente de Antón Martin , de la
antigua de la Red de sao Luis , y del enorme
puente de Toledo. "Los arquitectos mas nombra-
dos de aqaclla edad no sabrán hallar la magestad
para los templos, el decoro para los edificios pú-
blicos , ni la comodidad y la gracia para los par-
ticulares. Privados de conocimientos matemáticos,
ignorantes de los principios de su profesión, j en-
tregados á su solo capricho, violaban á porfía to-
das las máximas de la razón y del gusto, y se
alejaban mas y mas cada vez de la belleza que no
puede cxtsiir fuera de ellos." (t)
Para restablecer el buen gutto hahia hecho
venir Felipe V. algunos artistas eslrangeros, á
(I) Elugio Je üoii Vciiton 1
348
quienes se debieron grandes adelantamientos j
reformas. Estimulados con este ejemplo algunos
beneméritos españoles que habian sabido preser-
varse de la corrupción general, se dedicaron con
el mayor empeño á desterrar de nuesiro suelo la
barbarie que habia desfigurado y degradado las
artes. De estos primeros y mas conocidos refor-
madores, á quienes se debieron los progresos su-
cesivos,, hablare solamente indicando algunas de
sus principales obras ; porque para estenderme á
otros necesitaría un volumen , y ya este va pa-
sando de los límites prescritos.
Ocupará el primer lugar, como es debido, el
celebre don Ventura Bodriguez, de quien dice el
seQor Jovellanos que consagraba su juventud al
estudio de los buenos, y sólidos principios de Ja
arquitectura ; mientras Barbas, Tome, Churri-
güera y Bivera llevaban la corrupción del buen
gusto á aquel estremo de depravación , donde sue*
le ser necesario que toquen los males públicos pa-
ra empeñar á la indolencia en su remedio.
Empleado Bodriguez como delineador bajo la
dirección del arquitecto italiano luvarra, le ayudó
á trazar el modelo de un nu<!vo y magnífico pa-
lacio que Felipe V. habia mandado construir, por
haberse incendiado en i 784. el antiguo alcázar de
Madrid. luvarra pensaba edificar el nuevo pala-
cio fuera de la puerta de los Pozos ; pero la Cor-
349
te desaprobó esta idea , y cl «rquilccto muríó con
el sentimienlo Ae no verla realizada.
Habiéndose encargado la obra al italiano
Sacbettt can la prevención de que el nuevo pala-
cio se construyese en el mismo terreno donde ha-
bía estado el antiguo; se ocupó Rodrignez cerno
primer delineador de Sachcllí en levantar los pla-
nos del sucio, plaza y calles adyacentes al antiguo
palacio, y en la dclineacion de todas las obras del
nuevo, sustituyendo al arquitecto principal en to-
das sus ausencias desde que se empezó la cuns-
trnccion.
Establecida en cl reinado de Femando VI
la Academia de las Bellas Artes , fue Rodrigues
nombrado director; y dedicado con el mayor afán
á desterrar el mal guslo en la arquitectura , dejo
á \v$ posteriores ailislas decbados que imitar en
la escclenle colefjiata do santa Fe de Granada, en
lasma<;nilicas capílli* dt Zaragoza y Arenas, en
el suntuoso edificio tic f^vadnnga, en el iiello Icm-
plo de san M<arcos de Madrid, 40 el elegante
pórtico de los Prcmoslr.ltcnses , HQÍos puUrios
de Liria y Allamira, y cu < ''' 1 iinas obras
que seria piolijo rcfetir.
Bajo la diieccia^^iu^^^^ JMgnf-::
adquiíid solida
quitetiura, ta4
driguez, quínnJ
35o
só á observar las magníficas obras de Italia. Res«
títuido á su patria cooperó á la propagación del
buen gusto en la arquitectura , dirigió la casa de
la Academia española en la calle de Valverde, la
del Depósito hidrográfico en la calle de Alcalá,
la casa , ahora G)nservatorto de Artes, en la calle
del. Turco ; distinguiéndose en todas ellas según
el respetable testimonio de la Academia de san
Fernando , la buena distribución y comodidad de
sus respectivas piezas , luces y sencillo aspecto
conforme á las reglas del arte (i). Son también de
su^ invención y ejecución las cuatro fuentes del
Prado colocadas en frente de la plazuela del jar-
din botánico, y la bellísima de la Alcachofa, sin
contar otras obras para dentro y fuera de Ma-
drid. En las ausencias , ocupaciones y muerte de
su tio don Ventura desempeñó con gran tino la
plaza de arquitecto mayor de la villa de Ma-
drid , hasta que se confirió en propiedad al cele*
bre arquitecto don Juan de Yillanueva.
Son tan conocidas las obras de este distin*
(1) Distribución de premios hecha en la jantá pú-
blica de 24 de setiembre de 1808 , donde se hace especial
y honorífica mención de los distinguidos profesores que
habían fallecido hasta aquella (echa.
35i
piído profesor , que babrc de detenerme may po-
co para .recomendar el mérito de Us principales.
El Museo destinado ahora á las nobles artes, di-
ce la Academia en el citaclo escrito, fui donde el
(ubiime genio de este artista produjo aquet mag-
nífico edificio, que reuniendo la magestad á la
(olides, proporcioo j bello gusto, es y será siem-
pre un testimonio de sa fecunda imaginación j
dilatados conocimientos'.
El Observatorio astronómico Ka llnnado siem-
pre la atención pública por su belleza y elegancia.
asi como generalmente agradan por su buen gusto
y magestnosa sencillez las demás obras ejecutadas
por este benemérito profesor. Trabajó ademas co-
mo iogeoiero en los caminos de Aranjucz y de la
Granja, y en las carreteras de Cataluña por Ara-
gón y Valencia ; j como hidráulico en el canal de
□an-gacion y riego que se proyecto en los Alfa-
ques , en el gran Priorato de san Juan , y en el
desagüe de las lagunas de Vílleaa y Tembleque.
La restauración de la arquitectura promovi-
da tan eficazmente por don Ventora Rodrigues,
don Juan de Villanueva y otros dignos profeso-
res de menor nombradía , que florecieron en su
tiempo , se acelerd con las obras escritas en el
siglo XVIII íoLre tan útil arte, y de que voy á
dar una breve noticia. La primera será la Colee-
cion de diferentes papeles crillcos sobre lafjn
352
tes de la arquitectura (i). El editor de esta obra
don Diego de Villanueva , hermano del anterior
y también arquitecto, zahirió y persiguió los res-
tos del mal gusto, que aun se cscundian'en los ta-
lleres de los plateros y tallistas y de algunos ar-
quitectos contemporáneos (2).
Incomparablemente mayores fueron los resul-
tados que produjo á favor del restablecimiento de
la buena arquitectura y demás bellas artes, el via-
ge de Espafla de don Antonio Ponz^ secretario
de la Academia de san Fernando. Dotado de es-
quisito gusto y de vastos conocimientos artísticos
adquiridos en Italia dondb residió algunos anos,
4
se propuso á costa de grandes fatigas y gastos dar
idea de las mejores cabras de las nobles artes exis-
tentes en España , criticando al mismo tiempo
con imparcial severidad las defectuosas, para des-
terrar el mal gusto que tan profundas raices ha-
bia echado entre nosotros. El designio aunque
grande podia acarrear sinsabores al autor, por te-
ner que lastimar el amor propio no solo de algu-
nos profesores, sino también de otras personas dis-
tinguidas; pero Ponz arrostrando todos estos in»
II ¡ >i I
(1) Se imprimió en Valencia año de 1766 , 1.^ to-
mo, 8.*»
(2) Elogio de D. Ventara Rodrigues, nota 14*
353
convenientes llevo adelante su proyectó, con aplau-
so no solo de los sugetos ilustrados de este país,
sino también de los cstrangeros.
Habiendo cesado el víage artístido por la muer-
té de don Antonio Ponz , f'ue nombrado para con-
tinuarle el señor Bosárte, secretario de la misma
academia , quien comenzando su viage por las
ciudades de Segovia , Valladolid y Burgos, pu-
blicó en 1804. el tomo i.^ lleno de preciosas no-
ticias, y documentos ]ust¡(icativós suníaniente im-
portantes para escribir algún dia la historia de
las artes españolas. Otro tótno dejó escrito de su
segunido viage, eifi el que dio nueva muestra de sus
conocimientos ' artísticos , acreditándolos también
en una erudita Disertación sobre íos monumentos
antiguos pertenecientes á las tres nobles Artes,
existentes en Barcelona.
Pero la obra bisto'rica mas notable del siglo
XVII sobre la arquitectura, es la que ya cité en él
tomo anterior del señor Llagünó, que posterior-
mente publicó Cean con sus ilustraciones, á sa-
ber : las Noticias de los arquitectos y arquitec--
tura de España desde su restauración. El señor
JovcIlanQS habló ya de ella en una de sus notas
al Elogio de don Ventura Kodriguez , cuando aun
estaba inédita , y el juicio que entonces formó
aquel sabio dé élTa , ha sido confirmado después
por todos los inteligcnlies. '*Los hechos y memo-
Tomo IV. a3
354
rías mas exactas. decU el señor Jovellanos, las
relacioDes mas iicics y completas, los juicios mas
aliñados é imparcialcs se cticuciilraa aili cscriliis
con un estilo correcto, elrgaote y purísimo, apo-
yados en gran copia de ducumcatos raros y au-
ténticos, c ilustrados con mucha doctrina, y muy
csquisita erudición.»
Otro de los que contribuyeron mucho con sus
escritos á los adelantamicnlos de la arquitectura,
fue el presbítero valenciano, académico de honor
y de mérito por la arquitectura , don Juse Ot tiz
y Sana. Ademas de haber traducido c ilustrado
las obras de Vilruvio y Paladio sobre la arquitec-
tura , y los Diálogos sobre las artes del diseiio de
Monseiior Boltarí , dejo escritas bis siguientes
obras originales: Descripción lalino-hispnna del
antiguo teatro saguntino ; ISolicia y pUn i\e un
viage arquitectónico ant¡:uaiio, hecho por orden
del rey; Instituciones de arquitectura según la
doctrina de Vilruvio y dci antiguo. Los profeso-
res han celebrado mucho estos trabajos, que acre-
ditan los grandes conocimicnlus, la escogida eru-
dición, y el buen gusto de un autor que tanto se
desveló para difundir co España las buenas mátí-
mas de arquitectura de los tiempos antiguos.
La escuela de los grandes pintores cspaiíolcs
que florecieron en el siglo XVII , y de quienes hi-
ce honorífica mención en el lomo anterior, h^bía
355
acabado en Garreno y Cóello. El desaire que á
este último hizo la corte llamando á Lucas Jor-
dán (i), le costó la vida, y el pintor italiano quedó
dueño del campo para inundar la España de pre-
cipitadas obras, y satisfacer á su insaciable codicia.
Reinaba entonces el mal gusto en la literatura y
las artes r habian desaparecido la sencillez , la
esactitud y la filosofia ; y Jordán, que no trataba
de restablecer el gusto antiguo , sino de ganar
cuanto dinero pudiese , se acomodó á las preocu-
paciones reinantes, introduciendo cq sus composi-
ciones la oscuridad de las aiegorias , la mezcla de
historia y mitología , y la confusión de mil figu-
ras reales y fabulosas , personificando hasta* las
cosas ideales.
De aquí provino, dice el señor Cean(2), la fal-
ta de decoro en las actitudes, la complicada compo-
sición y la inverosimilitud ; de aqui los repetidos
y afectados escorzos, y las luces importunas c im-
propias , que ayudadas de la violencia de los os-
curos, producen un efecto que no da la natura-
leza: de aqui la discordancia de los colores, y
(1) Vino este profesor estrangero á Madrid en 1692.
(2) Diccionario de los mas ilustres profesores de las
bellas artes en España, art. Jordán.
otros mil defectos celebrados por la novedad, y
adoptados por el mal gusto co las artes, que do-
minaba en toila la Europa. Sin cmbarj^o, no todo
lo que dejó pintado en España Jordán es de esta
clase; bellos cuadros y frescos bay do el muy ce-
lebrados en el dia por los buenos profesores; pero
es indudable que por su precipitación y codicia
contribuyo á la corrupción del arle.
Grande fue el servicio ijue bisio don Antonio
Palomino, publicando á principios del siglo XVUl
su Museo pictórico, en que senlo los principios
del arte de la pintura con claridad y mdlodo. dan-
do reglas sencillas para la práctica . como profe-
sor inteligente, y conservando en sus Vidas de los
pintores españoles mucbos hechos importantes,
que sin su diligencia bubicrao quedado sepulta-
dos en el olvido. Sus composiciones artísticas ma-
níGestan corrección de diljuío , buen colorido, de-
coro en las figuras, propiedad en los trages, co-
nocimiento de la anatomía, perspectiva é histo-
ria , en que estaba muy versado este benemérito
profesor.
Establecida en i^Si la academia de san Fer-
nando uno de sus primeros objetos fue la ense-
ñanza de la perspectiva, tan necesaria á tas tres
nobles artes ; y para desempeñarla nombro con
aprobación del rey á don Alejandro González Ve-
lazquez, pintor y arquitecto. Unido este en su ju-
357
ventad con su hermano don Luis, que también era
boen profesor, pintaron muchas obras de conse-
cuencia al fresco y al temple , para lo que tuvie-
ron especial gragia y tnanejo. Distinguióse aun
mas que ellos su hermano menor don Antonio,
que tuvo la fortuna de lograr una pensión para
ir á estudiar á Roma. Muchas y buenas obras
pinto al óleo y al fresco, aunque las de este géne-
ro son mas estimadas: nombróle el rey en 1/54
teniente director de la nueva academia de saii
Fernando , sin haber pasado por la clase de acá*
démico , y tres anos después su pintor de cámara.
Estos, y algunos otros. profesores menos cono^
cidos, sostenian el decaido crc'dito de la pintura en
la primera mitad del siglo XVIII y algunos anos
4p!spues, hasta que el rey Carlos III trajo á Espa-
ña al celebre Mengs. ''Recobró entonces el arte sa
perfección, como dice el señor Cean (i); y las ol-
vidadas pasiones del ánimo, la grandeza de los
caracteres, la suma corrección del dibujo , el de-
coro, la belleza ideal y otras sublimes partes vol-
vieron á aparecer con las obras de este gran pro-
fesor Los demás que aspiraban á perfeccionarse
en la pintura acudian á el, en quien hallaban un
maestro y un protector, dirigiéndolos por el buen
(1) Diccionario citado , arl. Mfugs.
4
sendero , y proporciona ado obras y ascensos a los
que consideraba acrcedoros. D. Francisco Bayeu.
don Mariano Madla, Jun Gregorio Ferro, don
Francisco Ramos, don Francisco Agustín j oti
que fueron sus discípulos, como algunos mas
haberlo sido, espcrimentaron estos beneficios."
ISo es pssiblc que yo me detenga á especificar
]as obras maestras que dejó Mengs en Esparia,
□ i las bellísimas que ejecutaron algunos de sus
mas aventajados discípulos. Fl señor Ccan lo ha
ejecutado con el acierto que acostumbra hablan-
do de las artes, y nada pudiera yo añadir á
lo que él ha tratado con mas conocimiento. ¡Glo-
ria eterna al reinado de Carlos 111 en que brilla*
han con igual esplendor las letras y las arles;
en que el pintor filósofo, ademas de haber
tado nuestras preciosidades artísticas con sus ii
mortales obras, cscribia los mejores elementos
pintura que se conocen (i), Aquel fue el tiempo
de la verJ:idera restauración de las artes en Es-
paña, el que dio impulso al genio original di
Goya, tan ce'lebre por su vigoroso pincel, y
el carácter nacional que le dí^tirgue.
La escultura yacía á principios del s
ri) Víanse los e
Jlor Awru en 178'
ritos de Mcags publicados por el »
359
XVIII en cl mas lastimoso estado. Convertidos
los escultores en laUíslas, dice el señor Jovella-
nos (i), para servir en los templos á una supers-
tición tan vana y tan ignorante como ellos, al-
teraron todos los módulos, trastrocaron todos los
miembros, desfiguraron todos los tipos del ornato
* arquitectónico y produgeron una muchedumbre de
nuevas formas, si muy distantes de la sencillez y
magostad de las antiguas , mucho mas todavia de
la decencia y del buen gusto.
Sin embargo, no lodos los profesores españo-
les de quella época seguian tan depravado gusto.
Aun antes de ser llamados por Felipe V los es-
cultores estrangeros, á quienes se tiene comun-
mente por los primeros restauradores del arte en
España , habia aquí varios que sabían \trabajar
con arreglo á los buenos principios. Don Nicolás
Camarón que nació en Huesca el año de 1692,
y fue discípulo de su padre José, se estableció
á los 24 años de edad en la ciudad de Segorbe,
con crédito en su profesión, como asegura el señor
Cean (2); ejecutó la silleria del coro para aquella
catedral , y otras obras recomendables. £1 famoso
Castro, de cuyo méiito se hablará mas adelante,
(1) Flogio ele clon Ventura Rodríguez.
{*2) Diccionario , art. Camarón.
había
iprcí
sr.o
mJido los princi]
de la
I
I
I
con profi.'sorc£ cspaiioios; y cuando en Sevilla fiu
presentado al estraiigcro Freinic , primer csrultgj
de Felipe V, Labia trabajado Jos estatuas de s
Leandro y san Isidoro, en vista de las cual<
Fremin le aconsejó que pasase á Roma a peií
ctoiíarsc en el arte como lo hizo.
No hablare del escultor Duque Cornejo, piiM
aunque luvo mucha facilidad en la invención , y
debió su enseñanza i Pedio Roldan, iillímo es-
cultor ¿lo mérito que hubo en Sevilla , no im
d eslc en la sencillez de sus csUtuas , ni en la dcj
adorno; antes bien contribuyó á la propa^
dul mal guí.ta siguiendo li libertad fantástica d^
liüA descabellada imaginación.
Felipe V, que por una parte veía esfc dew
arreglo, y por otra tenia un grande apego, com«
era natural, á las cosas As su país nativo, hiz
veoír al escultor de P.iris Rcnalo Fremin, aconta
pinado de don Juan Tlerrí. piisano suyo , pari
adornar magmíicamenle los jardines que se esta*]
han haciendo en el real sitio de san Ildefonso. "Cei
le'branse mucho, dice el scííor Cean, las estatuai
y grupos de Fremin por la facilidad y franqucz^ ■
con que eslan ejecutadas, al paso que se crilican
las actitudes y el c.iracler de sus dioses y ninfas
por faltarles la sencillez y grandiosidad ática qucJ
hahia estudiado en Roma.»
36i
Vinieron también á Madrid el artista fla-
menco Mr. Luquct, y con él don Roberto MIcbel,
nacido en Francia « que podemos consüderar como
escultor español, por haberse avecindado aqui,
igualo^ente que su hermano y discípulo don Pe-
dro , ambos escultores de cámara en los reinados
de Fernando VI y Carlos III. Don Roberto, que
llegó á ser por su turno director de la Academia
de san Fernando, dejo', ademas de sus celebrad.'is
obras, muchos y diestros discípulos, que contri-
buyeron al restablecin^iento de los buenos prin-
cipios en la escultura.
Castro fue llamado de Italia por Fernando VI^
y obtuvo la plaza de primer escultor de S. M. ci)
premio de los retratos que hizo del rey y de la
reina. Ejecuto despqes en marmol los de doq
Jorge Juan, del padre Sarmiento, de don José
de Carbajal y don Alonso Clemenic de Ardslcgui,
las estatuas de Luis I, de Fernando el VI y su
esposa, las de Trajano, Teodosio, Ataúlfo, Wa-
lia, Turismundo, Enrique IV y Felipe II.
La escultura, dice el seiior Cean (i), recobró
en España su esplendor con las obras, celo y apli-
cación de este profesor. Proponía asuntos y es^pe-
(1) Diccionario citado, art. Castro, doiule puede verse
el catálogo de las obras ejecutadas por este célebre profesor.
s ventajosas á su aJülantamicnto, pstimuUba i
los jÓFencs al trabajo; Indat^aba las noticias per-
Icnerienlcí á la historia de ias bellas artes esj>a-
ñülas; defiiiidia con tesón sus boiioies y distin-
ciones; y para acredilür tos de )a escultura sobre
las demás, tradujo tlel toscano y publico en 7'53
)a Lección de Benedicto Varchi.»
El último de los restauradores del buen gusto
en la escultura (de quienes línicamcnte uic b^
propuesto tratar) será el distinguiíto profesor don
Manuel Alvarez, á quien solían llamar el griego,
asi por el empeño que ponia en imitar las formas,
actitudes y corrección del antiguo, como por la
prolijidad con que acababa las obras Discípulo
el mas aventajado de Castro, competia con este
en la rigorosa observancia de las reglas del arle
como también en el eslímuln que daba á los alum
nos con sus lecciones y su ejemplo, dirigiéndolo
por el buen camino, aun cuando estaba postradi
en cama en los últimos anos de su vida. Suya,
son las cinco estatuas de la fuente de Apolo en el
Prado y otras escelentes obras que cita el se-
ñor Cean , ejecutadas para Madrid y otros pue-
blos.
£1 grabado en dulce estaba para desapare-
cer en España bácia mediados del siglo XVIIl,
por bailarse ya á orillas del sepulcro y á la ed;id
casi itonagciiana don Juan Bernabé Palomí
363
grabador de láminas, quien sin otro maestro que el
estudio j la imitación de las estampas de los mejo-
res autores estrangeros, llegó con su empeño y es-
traordinaria aplicación á hacerse notable en este
arte (i). Dedico'se á él por fortuna uno de aque-
llos ingenios privilegiados, que á una escelente
disposición natural, reúnen la aplicación y una
esmerada enseñanza,
D* Manuel Salvador Carmona , á quien po-
demos considerar como el restaurador del grabado
en dulce, estuvo al lado de su tio don Luis Salya-
. dor Carmona, profesor de escultura, con quien
ejecutó algunas obras. Después fué pensionado á
Paris para instruirse en el grabado en dulce, y uso
del agua fuerte en los principales ramos de histo*
ria y retratos ; alli hizo tan grandes progresos que
el rey de Francia le nombró su grabador; honra
singular para un estrangero, deque no habia
ejemplar. Restituido á España , no solo fue el
restaurador del grabado , sino que arregló los
tórculos que sirven para estampar , la fabricación
(1) Grabó las láminas clel 2.^ tomo clel Museo pictó-
rico de su tio don Antonio Palomino ; y habiendo tam-
bién grabado con acierto en Córdoba el retrato de Luis
XV , agradó tanto á Felipe V. que le hizo volver inmedia-
tamente á la corte á grabar los planos de la jurisdicción
de Madrid.
364
•.'.A ¡ijficl , la composición de tintas para lo mis-
mu i y todo lo dispuso de modo que aniquiló por
i'ittuiiccs el comercio estraugero de estampas en
Lcucücio de la industria nacional (i).
Pasan de 3oo las laminas que grabo, entre
las cuales se distinguen las que designa la Aca-
demia en el Resumen citado al pie.
Bajo la dirección de Carmona y del pintor
Baye'u hizo tan rápidos progresos en el grabado
don Fernando Selma, que no tardó en darse i
conocer como un profesor sobresaliente. Sus dibu-
jos eran muy acabados, distinguiéndose por una
corrección j delicadeza que participaban de la
dulzura y suavidad de su carácter. £1 retrato de
Carlos V porTiciano, las estampas del poema
de la música de Triarte , las de la gran edición del
Quijote impreso por Ibarra , la de la Virgen y la
del Pez de Rafael dibiijiíibis y grabadas por líl , y
el sna Q^éfonso de Murillo. te dieron una glorió-
lo de Europa,
los elementos male-
y guslo del
365
ejecutaba « según se vé por las mismas cartas. Úl-
timamente adopto en el grabado un nuevo estilo
que' le puso al nivel de los primeros profesores de
su tiempo. £1 retrato de Magallanes, el Pasmo
de Sicilia de Rafael , y otras obras de esta última
época , manifiestan lo varonil de su nuevo gusto;
y aquellos toques maestros que animaron su gra-
bado, dándole mayor espíritu y valcntia (i). .
Contribuyeron también á los progresos del
arte Moles, Montaner , Fabregat, Ballester, y
sobre tqdo Amctllcr, Enguídanos y Estcvc, quie-
nes con sus escelentes grabados han adquirido un
glorioso nombre dentro y fuera de España. Sus
obras, como mas inmediatas á nuestro tiempo,
son roas conocidas ; y esta circunstancia,- junta con
la limitación á que me reduce el plan de esta obra,
disculpa suficientemente la generalidad con que
hablo de estos distinguidos profesores.
Como principales restauradores del grabado
en hueco , merecen particular mención don Tomas
Francisco Prieto , y especialmente su discípulo
don Pedro González de Sepúlvcda, á "quien debe
este arte sus mayores adelantamientos. Dístín-
agüense entre las muchas obras que ejecuto, las
•monedas árabes grabadas de orden del rey para
el* de Marruecos; las matrices para las casas de
-Uiil ■ ■ , '
(1) Resumen de las actas de la Academia citadas nii(ts.
36G
monnJa He España e Indias pertenecientes al r^
nado do Carlos IV¡ los sellos de todos tamaños pa-
ra S. M. Y demás personas reales, como también
para diferentes cuerpos y particulares ; j la me-
dalla que ejecuto con mollvo de la institución de
I.I orden de Carlos III, notable por la corrección
de su dibujo, por el buen gusto de su composición
y limpieza del grabado.
Después de esta breve noticia de los progre-
sos de las arles en España durante el siglo XVIII,
nada mas justo que asociar á tan distinguidos
profesores el respetable nombre det seíior Cean,
cuyo
diccionario citado
por mí tantas veces, es
una de las mejores obras que se ban escrito sobre
las artes. Sus datos están por lo general sacados
de los arcbivos y documentos públicos de las igle-
sias y conventos; y en esta parte aventajo mucho
á Palomino, cuyas noticias de los antiguos pin'
tores, son en gran parte inesactas. Los juicios de
Cean son también mas seguros, mas filosóficos y
determinados que los de aquel profesor; y en su-
ma, la obra es tan Interesante por su contenido
como acertada en su plan, método y distribución.
Asimismo es muy apreciablc por los fragmentos
del poema y de otras obras de Céspedes sobre la
pintdra, insertos en el Ape'nJice; como también
por las labias cronológicas y geográficas del
mo tomo.
CAPITULO XVIII.
Delta TÍcisitudes de la ensefianza pública, y de loa medios empleados
por el gobierno para su reforma desde la invasión de los franceses
en 1808 hasta la época presente.
JCin este capítulo me ocuparán los objetos que
espresa el epígrafe, s!n descender á las tareas in-
dividuales, por la razón que indiqué en el capí-
tulo anterior; después de lo cual aiiadirc algunas
reflexiones sobre la urgente necesidad de arreglar
bien los estudios preparatorios para la tercera en-
señanza, ó sean las facultades profesionales.
La invasión de los franceses que causo tan
grandes trastornos en la sociedad espaííola, bizo
1
368
notables perjuicios ala enseñanza pública, cu^
fondos SLiFrieron incalculable detrímtnto, como los
demás del Estado. Sucedió también ijue muchos
profesores abandonaron sus cátedras, huyendo de la
dominación eslrangera; y un gran número de es-
tudiantes tomo las armas d volunlariameote , u
por requisición militar. Aun los que permanecie-
ron en los estudios ¿que' sosiego podrían tener para
entregarse á la meditación en medio de aquclli
desolación universal ? Las alarmas eran
nuas; el estrepito de la guerra no dejaba u
ra de reposo a los ingenios. Hoy ocupaban los
enemigos un pueblo donde habi^t algún estableci-
miento de enseñanza ; mañana eran lanzados de
él, voUian á ocuparle y en cada allcrnaliva de
estas , las venganzas , muertes y saqueos destruian
los institutos de mayor utilidad.
El asturiano, por ejemplo , planteado
tanto acierto por el sabio Jos'ellaiios, se vid
ruinado y desierto: los soldados franceses convi
licron en cuartel su edificio; y cuando su ilu
fundador, huyendo de la perfidia de los hom
que tan mal le pagaban sus servicios patiiólii
Tolvio' á su país nativo , trató de restablcc
querido Instituto. Para ello destino la cuarta
te de su sueldo, que no pasaTia de í.o9 rs. (r),"
(I) Olius I03 teJiú páralos gastus de ti gut
36^
Aesde Juego se dedicó á taD benéfica obr^* Pero
babíeodo los franceses invadido nuevamente aquel
país, tuvo que fugarse, pereciendo en aquel amar-
go destierro.
Ni ganó tampoco la enseñanza en la primera
-restauración áe Fernando Vil ¡ pues si bien los
establecimientos de itistruccioñ pública recobra-
ron sus antiguas rentas , no asi muchos de sus
buenos profesores, que por haber sido partidario
de las instituciones políticas de Gad¡2 , fueron
despojados de sus cátedras arbitrariamente. Agre-
gase i esto el mal sistema que se adoptó, vol-
yiéndo á los atrasados estudios de la edad me-
dia ; mientras en otras naciones cultas de Euro«
pa , las ciencias faacian rápidos adelantamientos.
Este movimiento progresivo se halla hábilmente
descrito en la Historia de los progresos de las cien*
cías naturales por Cuvier , inserta por suplemento
á la historia de Bufón, publicada en castellano,
edición de Barcelona, i832 (i).
Restablecido en 1820 el régimen constitu*
cional , llamó la atención de las Cortes el mal es-*
dándose solo con 209 para sus gastos. Este desprendimien-
to es uno de los muchos rasgoi que caracterizan la mag-
nanimidad de Jovellanos.
(1) No menos se trabajaba en la literatura, como
acreditan las muchas obras de todas clases publicadas en
Tomo íT. s4
lado ¿6 la cDSeííanza; y nombrada una comiste
de su seno, á la cual se asociaron algunos suge-
tos de fuera acreditados por sus conoctmieiilos
clentíGcos, formo un nuevo pl.in de estudios, que
fue discutido y aprobado por la representación
nacional en 3fj de juuio de i 82 1. Este plan aco-
modado en general á tos adelantamientos que ba-
l)ian hecho las ciencias en Europa, pecaba por
un lujo esccsivo en las enseñanzas, pues la nacioii_
DO se bailaba en estada de costear un gran 1
mero de ellas, y hubiera valido mas arrcgU
bien la enscñaza primaria , establecer instituí^
de la segunda donde eran mas necesarios, y reía
Alemauin , Francia , Inglaterra y oíros paisEs, A prin^
pios del siglo XIX 36 propagó En í'raiicia el géiic:
niadp romiSnlíco , eslo es , según iiindama Stacl ea su
cialite obra ie la Alemania, aquella lite
su origen Ae la antigua cabalteria y ilel er
cclclire escritora supone dividido el imperio de la'liten|
tura, entre el paganismo y el cristianismo; <
tigiiedad y la edad media; añadiendo que las
origen latino, como que recibieron su civilización y
lengua de los romanos , siguieron su sistema literario ,
que las naciones de origen tcutúuico, cívilicadas
cristianismo , adoptaron otro sistema. Véanse las
vaciones generales que preceden ásu obra de la Alcrnau
y el capitulo 2.°, 2." parte de la misma , doni
presamente de la poesía clisica y romiutica.
371
. 4 - ...
mar los estudios de las universidades suprimicn*
do algunas de ellas. Sin embargo, preciso es con-
fesar que la Dirección de este ramo non^brada
entonces, trabajó mucho en beneficio de la ense-
ñanza pública, procurando acomodarse al estado
^n que se hallaban los fondos y la nación misma.
Pero no tardó esta en perder aquellos benefi-
cios con la bárbara reacción del ano 23, que aca-
bó con cuanto bueno se había hecho en este y otros
ramos. Volvieron á levantar su cabeza el escolas-
ticismo , las rancias preocupaciones y las atrasa-
das doctrinas, hasta que algunos sugctos racio-
nales y celosos 4 pasada la primera furia de aque-
lla espantosa contrarevolücion , trataron de hacer
frente a la barbarie con algunos útiles estableci-
mientos.
Fundáronse ep el G)nservatorio de artes , que
como dije en otro capítulo se habia creado en
1824., cátedras de aritmética y ^ometría, me*
canica, física, química y delincación, con objeto
de propagar estos conocimientos, y de ponerlos al
alcance del mayor número posible de personas:
enviáronse algunos pensionados á la Escuela de
manufacturas y artes de París para aprender los
conocimientos .científicos é indios tríales, observar
los métodos de enseñanza, y el régimen interior de
aquel establedimiéiilo. ]Pusiéi*onse ademas por el
G)nservator¡o cátedras de aquellas enseñanzas en
372
varios pueblos del reino ; y ca ti de febrcrc
■ 832 se publicó un ;irregIo de enseÜanzas pan
el mismo Coascrvalurio (1).
Como en 1 823 se babia anulado el plan general
de estudios de 1 8 2 1 , fue preciso hacer otro arregla-
do á los principios de aquel gobierno, j esta obra
«lió como era de esperar. El plan publicado por
M
(I) Según el presupuesta de lat Corles , qae ha pi
ci piado & regir desde l.^deeitero de IS4I , han sido
ludas para el Cooservatorío las cátedras siguientes : una
de aritméllca, geometría elemental y geomelria descnpH-
va; una de mecánica; uua de Tísica; una de química; una
de delineacioo. La easeGauía de mcráiiica se separó de la
de aritmética ygcometria, (]ue antes estaban unidas , por-
que uo solo profesor no poilia desempeünrlas cu»1 rorrcs-
ponde. Ademas se hallan puestas en varias provincias y
aprobadas en el referido presupuesto las cátedras iHguieo-
les -. en Badajoz, una de matemáticas puras y delineacion;
en liurgos, dos de geometría , mecánica , delineacion y
([uimica ; las mismas que se bm establecido en Cádiz,
Granada, Málaga, Murcia, Oviedo, Santiago, Sevilla j
Valencia.
Se bailan también planteados los siguientes estable-
cimientos de segunda enseñanza; I09 de san Icidro y Uc
las escuelas Pias de Madrid, el Instituto Cantábrico, el
Asturiano , los de Ciceres , Murcia , Lérida , Albacete,
Burgos, Soria , Tudela y los colegios de Cúrdoba y Bacza
que baccD las veces de institutos, basta que se les dé la or-
ganÍEacion de tales. Ademas bay otros proyectados
diferentes poblaciones del reino.
373
el ministro C;)Ioinar(]e en 1 824. era absurdo eo lo
relativo a asignaturas , y libros de testo, si bien
oontiene algiin/is bucnns disposiciones reglamen-
tarias tomadas ele los planes anteriores. Con aquel
desacertado sistema y la persecución de un gran
número de profesores ilustrados, ¿qué podía es-
perarse de las universidades sino vergonzoso atra*
so y malísima enseñanza? Aun asi el suspicaz
gobierno temiendo la propagación de las luces en-
tre los jóvenes reunidos, mandó cerrar las univer-
sidades, mientras que en Sevilla tenia abierta una
escuela de tauromaquia.
Aunque volvieron aquellas á abrirse por de-
creto de la reina, según dije en el capitulo i4«
no se reformó la enseñanza hasta que por un real
decreto de 25 de setiembre de i834 < se nom-
bró una dirección general de estudios compuesta
de cinco individuos. Recibió esta el especial en-
cargo de formar un nuevo plan mas conforme al
sistema político que se habia adoptado, y al es-
tado de civilización en qfje se bailaban las prin-
cipales naciones de Europa: lo cual ejecutó sin
tardanza presentando al gobierno un plan de es-
tudios en el que se hacian grandes reformas , a.«í
en el método de la enseñanza , establecimiento de
nuevas asignaturas y señalamiento de autores p;i-
ra libros de testo, como en materias de gobierno
interior y disciplina de los establecimientos lile-
rarios. Pasóse este proycclo á informe del Consejo
realquc Iilzo en e'l muclias modiricacioncs, después
de largas y luminosasconfereDcias. Trasladado por
fin el dictamen del Consejo al Minislerio, se for-
mo en este con presencia de aquellos dalos y de
otros aniccedeiiles mas antiguos, un plan de es-
tudios que se publicó en 4- de agosto de 1 836 , y
no llegó á ponerse en planta, á consecuencia de
una real orden espedida en i del siguiente mes.
Por un decreto posterior se reslabicció con el
carácter de interinidad la Dirección general de es-
ludios, conforme á lo que se prevenía en cl art
culo 3C9 de la Constitución de 1 8 1 2 , y en el
glamenlo de las Cortes de 2^ de junio de 182
Como estaban ya para abrirse las universi-
dades y otros establecimientos de cnseííanza pú-
blica , no había tiempo para plantear bíen los es¡
tudios, en caso de adoptarse alguno de los pb
formados anleríormentc, y menos para hacer otro"
nuevo. Túvose, pues, por mas acetlado arreglar
provisionalmente la enseñanza , ¡ntroiluciendo CD
ella las urgentes reformas que reclamaba impc
riosamente cl estado de la nación.
Este arreglo provisional aprobado por S.
en real orden de 29 de octubre de í
imprimió en la Gaceta de 6 de no\
cedido de una esposicion de la Dirección gencr
en que da razón de tas mejoras que había pi
1
si-
'm
375
pqestp 60 Gl,;s¡stcma general de. enseñanza. Co«
mp e^tf; arr(;g)Q provisional rige todavia , no se-
fí ii^oportuQO especificar 9C[ui las |)rinc¡pa1cs re^
(orinas que por cl.j$e hicieron en Ja enseñanza
^qupdaria y en la auperion j^l estudio de la loV
giq2^ se agrego el de la gramáticjEi ;^eneral o filoso-
fica^ con el objeto ¿q, hermanar, como dice la Di-:
rcccion, upos conocimieijitos, ^náiogo^. entre si, y
proporcionar á los alumnpi 1^ \ooasjon^,^e, ejerci-
tarse, en, el. análisis. £n^esfe primer año de filoso-
fia empieza tamhien.eleftHJ^io (je la^ matemáticas,
con el fin.pcincip^l'dc ^i^pon^r 4 loi «djscipulos
par^ el de la.£isica,.y 9C06lumbrarlos á ^raciocinar
coq csactítud; y al: catedrático de. matemáticas se
encargó tamhien la aplicación de la geometria al
dibujo lineal .<>n este •misma apo..
Al estudio de Ia,fí4Í/:a,«^ que se hace en el segu-
do aSa^imultáneapiente co.nel 2.^ do matemáticas,
8fi. agregó también Ift enseñanza dp.la geografía^
matemática. y física ,« como .preliminar ipdispensa-
blopara estudiar 9011 aprovechamiento la historia^
La enseñanza de Ja ^losofia rporal , ,que. se da
en el tercer ano , se hermanó con e| estudip de Idi,
religión, porque la sancjon. religión es . la base de;
la buena moral ; y la Es^pana , que es, csencialnnep*
te católica, no debia descuidar tan¡(iecesario estu-
dio., aJ quaisedaen el dia tan grand;^ important
cia en |los paiseí mas cultos de Europa.
les <d^|
rccMJI
376
IjU ^ lerCcVa enseñanza, ó sean las faculf»'
i4ÍQk jtttf>.'t Mii'CJ , como se tlaman cornuomenle. )C
lücícfuu l.tmbícii considerables reformas Por el
iitim <i^ 1Ü2Í nada había quedado en el estudio
tlfi la jurisprudeacia que pqdiese recordar i lo*
jNieblos sus perdidos derechos. ¿Que ideas saaas,
tJecia la Dirección , podía tener de jurisprudencia
vi que ignore los principios del derecho aaiural
y de gentes , del derecho público, y de !a ciencia
vconomica? Asi es que por el arreglo provisional
se eslablecicroD estas asignaturas, como lambii
la del derecho crtmioal de Espaiía que antes
enseñaba muy superficialmente y la del dei
mercantil, que nunca se aprendió en nuestras uni-
versidades.
£0 cuanto al estuco de la junsprudeocia
candaica, la Dirección crejrd muy acertadamente
que esta no dehia formar por si una carrera se-
parada , porque ó bien se enlaza esta enseñanza
con la jurisprudencia civil , d es el complemento
de la carrera de teología; y así se limita á seSa-
br i cada una de ellas b parle que le correspoo-
oe en este estadio; adnrlíendo fon oportaoldad
es sn esposiñoa , que bien dirígtda esU eBseaaii-
a Kara rooocer los «trdaden» timiles de b po-
testad erlesiáttica ce «aleñas de dÍKÍpKna . j
bs aitti^aas pnro^ttns ^ h eonaa las ^
Mcrabad» par hs fcctrisas «Itraanabaas.
377
Ija tcolog^ia, que por el plan de ettadíoi de
1824 había retrocedido al siglo XIII, se paso
por el iqdicado arreglo provisional en armonía
con los demás estudios reformados « despojada
del escolasticismo « pertrechada de puras doctrinas
j asistida de los estodios ausiliares eorrespon*
dientes, según puede verse en el capítulo 2«^, sec«
cioñ 2.^ del arreglo.
. En orden al estadio de la medicina en las
universidades , decia la Dirección , qae no sienda
posible discutir 7 acordar en tan corto tiempo lai
reformas sustanciales que pudieran ser precisas;
y habiendo quedado esta ciencia menos malpara*
da que otras , por no rozarse con las ideas políti^'
cas; se limitaba á proponer que no se comem^§t
el esludio de la medicina por aquel aSo en lai
universidades donde no pudiera darse c$Í9í ense^
Sanza con todos los medios necesarios, cuales sori$
el competente número de catedráticos , disector^
anfiteatro anatómico, j surtido de cadáveres* Asi
se evitará, aitadia la Dirección, el inconveniente
de que los jóvenea emprendan esta carrera donde
por falta de dichos medios no pueden hacer eo
ella los adelantamientos debidos ; qaedándoles CO'
mo les queda el arbitrio de trasladarse á otra nnu
versidad , ¿ á los colegios provistos de todo lo ne-
cesario para proporcionar una sólida enseSanza.
He aquí las principales reformas becbaa por
378
el Arreglo provisional, que sí no lian daílo al s'it- •
tema general <]c instrucción púltlica lodo el enla-
ce, regularidad y amplitud de que es susceptible,
lo cual DO puede hacerse por una medida provi^
sional, lia abierto por lo tnciios el caminQ y prc
parado á los alumnos para que puedan reci bir
aprovccbamienlo un caudal mas copioso de áof
trina, cuando resueltas por las Cortes las ba^
que tiene presentadas el gobierno para el arrcgli
general de la enseñanza secundaria y superior ,
pueda llevar este á debido efecto.
INo me detengo mas en esta materia por ha-
berse publicado ya en el Bolctin oficial de instruc-
ccion pública excelentes artículos sobre el estado
actual de ella , sobre \as granílcs mejoras que ha
recibido la enseñanza primaria, las que deben ha-
cerse en la secundaria y demás estudios; cueslio-
ncs del mayor ínteres en este importantísimo ra-
mo de la administración pública. Los datos oficiai> 1
les que en aquel periódico se presentan , y la^fl
consideraciones filosóficas con que van acomp^i^^
fiados, nada dejan que desear, y sin entrar yo en
tales investigaciones á riesgo de repetir las misaias
ideas , concluiré' este capitulo con las siguientes
observaciones acerca de tos estudios preparatorio^ J
para las facultades mayores, punto que i
un pronto arreglo, y sobre el cual m
mado bastante la atención piíblica.
379
El pía o de estudios decretado por las Cortes
en 1821 , laas conformé que los anteriores al eS""
tado que entonces tema la instrucción pública en
las naciones mas ct|Itas de ]EiUropa , dio á la ense-
ñanza secundaria }a estension é importancia que
reclaman tan útiles conocimientos f y exigia para
las facult9des de teología, leyes y medicina dis^
tintos estpdios prep^fi^torios. Pero según el siste-
ma acttial de enseñanza, son utios mismos los de
las tres carreras. Este defecto deberá desaparecer
cuando aprobadas por las Cortes las bases que tie-
ne presentadas el gobierno, puedan plantearse en
todo el reino los e^tqdios con la uniformidad y
acijsrto qrié corresponde. Solo entonces podrá re-'
solverse 8dh tino la cuestión importante de la ins*^
triiccion preparatoria mas conveniente á los discí-
pulos para emprender la carrera especial que cada
uno de ellos haya abrazado.
Ofrece este punto gran dificultad ; porque se
trata de proporcionar á los alumnos los conoci«
mientos peculiares y puramente indispensables
que necesiten para empezar con aprovechamiento
la profesión que adopten, y no hacerles perder el
tiempo en estudios preparatorios que les hayan de
ser de poca ó ninguna utilidad. Por el plan ge-
neral de estudios de í de agosto de i83o, que co^
mo he dicho no llego á plantea k'se, se exigia á
los que hubiesen de seguir las carreras de juris-
38o
pnidcRcia y teología el grado ác bachiller en le-
tras; y á los cúrtanles de mcilicina y cirujia, far-
macia y velerinaria, el de liaclitUcr cDcícocias. Lo
mismo se exige eti Francia; con \i difei encía de
que allí está bicD determinado lo que se cniícodc
poc Iclras j por ciencias; y en Espuiía no cslabaa
aun adoptadas en aquel scolído tales denomina-
ciones, espccíalniente la primera, y mucho menos
arreglados aquellos estudios para recibir el refe-
rido grado.
En la misma Francia hay escuelas prepara-
torias como la politécnica, donde los discípulos to-
dos internos y sujetos á una continua vigilancia y
dirección especial, emplean bien el tiempo, y se
preparan con sólidos conocímícnlos para las res-
pectivas profesiones. Son de tanta utilidad eslus
establecimientos, que convendría generalizarlos en
cada facultad , por cuyo medio adquirirían los
alumnos la instrucción complementaria que nece-
sitasen para empezar con fruto sus rcspcitivas
carreras. £n estas escuelas se emplea utilmente el
tiempo, no están espuestos los ¡dvenes á la disi-
pación, y los padres de familia tícncn una segu-
ridad, que ahora les falta, de la buena ocupación
de sus hijos. I,.os ejercicios continuos y en común
que hacen allí las jóvenes, y los rigorosos exáme-
nes á que están sujelos, escítan su emulación , y
les facilitan mucho los adelantamientos. En aquel
38i
reino se van propagando estos establecimientos pu»
blicos y de particulares , para proporcionar la ins-
trucción preliminar j complementaria que se nece*
sita para el estudio de las diversas profesiones; j
ojalá llegue pronto el dia en que nosotros imitando
á las naciones mas cultas de Europa « empleemos en
los progresos de la enseñanza púUica igual inte-
rés , celo j perseverancia. Sin esto no hay que es*
perar adelantamientos en la civilización , ni gran-
des mejoras en el orden social
/
k ' , ,
. i
CAPÍTULO XIX.
I • ! t
Observaciones generales^ y conclusión.
J^os sucesos referidos aunque compendiosa-
mente en esta obra, ofrecen á mi ver cuatro épo-
cas bien distintas y deteridiíiá^as del estado so-
cial de España, y de los diversos elementos dé ci-
vilización en cada una de ellas, á saber: i.^ el
de la heroica lucha con el poderio musulmán, en
que predominaron los sentimientos enérgicos de
libertad é independencia, y la España se dividió
en varios reinos: 2.^ el de la monarquía única,
de la centralización del poder y de su abuso bajo
la dominación de la casa de Austria: 3.^ el de las
383
reformas administrativas , fomeoto de los iotere-
s^s materiales de la sociedad, é introducción de
nuevas ideas, hábitos y costumbres, bajo la dinas-
lia de los Borbooes: 4*^ el de las revoluciones
políticas, en que empieza la lucba entre el poder
absoluto j la reforma constitucional, que alter-
nativamente triunfatn , originando estas vicisitu-
des grandes trastornos en el estado social
La primera de estas cuatro épocas, que pue-
de llamarse el tiempo heroico de £spana, es no*
table por la gloriosa existencia con que se forma-
ron las diversas monarquías cristianas de la edad
media. Gl sentimiento religioso prevalece en todas
ellas, inspirando grandes pensamientos, mezclados
á veces en la >plcbe con perseguidora intolerancia
y odio al mercenario y abyecto judaismo. La cruz
es una celestial ensena á cuya vista todas las cla-
ses de la sociedad corren con intrepidez á los com-
bates. £1 himno religioso .enciende los corazones
de la muchedumbre , como al. antiguo pueblo de
Grecia los cantos de Tirteo. í Mezcla noble de ca-
rácter ascético y moral que distingue á los guer*
reros de aquel tiempo , y jproduce tan grandes re-
sultados!
Hermanado con el sentimiento religiosa iba
siempre el amor de la patria, y la firme resolución
de morir defendiendo sus leyes. En los congresos
de Aragón se ve la auit^i^fid inflexíblf de los an-
384
liguos espartanos: las cortes de Caslilla r(^rucr¿4
la dignidad . prudencia y firmeza tic los antigaos
palricios de Roma. Todo era nacional enafjndlcs
tiempos; lodo presentaba una fisononiia prouia,
peculiar, cspaiíola. Nuestro sistema municipal era
diferente del de otros estados de Europa r nuestro
pueblo no se regia por el rodigo feudal de Ciras
naciones ; y aunque la Cataluña recibió soberanos,
leyes y costumbres de Francia , pronto se hizo Íq-
dependicnte , sobrepujando ea inteligencia c í
duslria á la patria de sus antt¡!;uos señores.
E! roce con los cullos y elegantes a'rabes tem-
plo la fiereza gótica de nucslros antepasados ; y en-
tonces se formaron aquellas costumbres cabalIercs-_
cas tan interesantes, aquel valor beroico mezcln
do con los entrañables afectos de humanidad, d»
roción religiosa, fidelidad y respeto al bello sexo,
que hacen tan ideal la antigua poesía. ¿Quie'n no
se siente conmovido al leer las sencillas páginas
de nuestras antiguas crónicas y de los animados
cancioneros? Todo es eminentemente poe'tico en
aquellos remotos siglos de la edad media.
Las almas degradadas que no ansian en las
sociedades modernas mas que los materiales inte-
reses, y los goces sensuales en un mundo que ellas
apellidan positivo , son incapaces de elevarse á la
superior esfera de aquellos nobles scnlimícntos que
animaron á los homhres de oíros siglos. ÜNo crM
"em-
ren-
rcs-
385
sos ídolos la riqueu n¡ el afetninado lujo , sino
la religión y la patria, cuya gloria satisfacia com-
pleta mente sus deseos. De aqui el noble tesón « la
constante lucha con los infieles, y los costosos sa-
crificios hechos por consenrar la libertad j la in-
dependencia.
De aqui también aquella gran sendUei de
costumbres, aquella parsimonia y sobriedad que
distinguieron siempre al pueblo español, para
quien tuvo la riqueza material una importancia
secundaria. Esta noble frugalidad , dice un aprc-
ciable escritor estrangcro (i), ha penetrado tan
profundamente en el carácter español , que para
él son ineficaces las tentativas de corrupción, y e!
aliciente de un ostentoso lujo.
Con aquella sencillex de costumbres se junta-
ban una gran sensatez y prudencia en la conduc-
ta, una eminente razón de estado, y cierta íbrta-
leza práctica en los negocios de la vida , que es-
cluia hasta cierto punto los placeres de la imagi-
nación, pero que realzaba la dignidad de la na-
turaleza humana. Los aragoneses en los buenos
tiempos de su historia llevaron hasta la mas in-
flexible severidad su amor á la justicia. La liber-
tad echó profundas raices cñ aquellos corazones
Üe UEspágüe , coilsideratíons sar soii passé , son pre^
ient et jon avenir , par Mr. le Barón d' Eckstein.
Tomo IF. 25
386
indómitoff que bajaron á recobrar sa independen-
cia desde las montanas del Pirineo, duros como
aquellas indestmctibles rocas , rápidos como los
torrentes que de ellas se desprendían.
En la época segunda se unieron las dos co-
ronas de Aragón jr Castilla por medio del enlace
de Isabel y Femando. Formóse entonces la gran
monarquía que absonriendo después las de €rra-
nada y de Navarra , quedó única , fuerte , vigo-
rosa, y ufana con los laureles de ocbo siglos.
Empero no era un todo compuesto de partes ho-
mogéneas: la centralización no habia nivelado
todas las provincias: las Vascongadas , Navarra,
Aragón , Cataluña y Valencia conservaban sus
fueros , sus peculiares hábitos y costumbres ; y de
aqui la gran dificultad de establecer una adminis-
tración central uniforme; inconveniente que aun
palpamos en el dia después de tantos siglos.
£1 poder real sigue su grandiosa obra de ci-
vilizar, dar orden y estabilidad á aquel gran to-
do compuesto de tan diversas partes. Organiza
una fuerza suya para tener á raya las inmodera-
das pretensiones de los proceres , acostumbrados á
competir con los monarcas. Completa la obra el
cardenal Cisneros, aquel prelado castellano rígido,
austero, maestro en la religión y la política, como
en la edad media lo hablan sido muchos obispos.
Identificados con el puebla veslian la coraza como
387
él para guerrear con los musulmanes, jr luego en
las asambleas legislativas defendían las franquicias
de la nación.
¿ Por qué inesplicable fatalidad nos legaron el
sagaz Fernando y la grande Isabel el sanguinario
tribunal de la inquisición ? ¿co'mo tratando de fo-
mentar la prosperidad de su reino, lanzaron de él
á los industriosos judios? ¡Política mezquina! ¡ver-
gonzoso tributo pagado á la intolerancia mona*
cal! Inde mali labes; de aqui el origen de nuestros
desaciertos posteriores , de la ignorancia y degra-
dación de tan gloriosa monarquía.
Carlos V, que vino á regirla sin conocer á los
españoles, animado de insaciable ambición, an-
sioso de poder ilimitado, acabó con las libertades
de Castilla. Padilla , Bravo j Maldonado fueron
los últimos de aquellos antiguos patriotas, como
Catón fue el último de los romanos. En aquella
revolución política se ven las antiguas almas de
acerado temple , bregando como el angustiado
Laoconte con las venenosas sierpes que le devoran.
La verdadera libertad , la que nace del corazón,
la que se funda en una práctica de largos siglos,
era el ansiado patrimonio de aquellos nobles cas-
tellanos, que la vieron morir ahogada por un fla-
menco , á quien el rey católico habia allanado el
' camino de la opresión.
Aquellos antiguos proceres tan poderosos é
independie
idieales
Topresentacii
se á reclamarle, i
388
fueron desposeídos del dereclio 4
en las aollgiias corles, sin atrcfe^
1 de derecto los corres
I
de
1
según las leyes fundamentales del reino, ¡Tan
grande era ya sn abalímienlo y tna irresistible el
poder de la corona! £1 clero por lo menos, aun-
que rscluido de las cortes romo la nobleza , tenia
un verdadero poder, respetable para los mismos
monarcas, apoyado en la corte de Boma , en la
inquisición, y luego en los jcsuilas, institución re-
ligiosa cuyo tipo es propiamente español, grande
en su objeto, que era la monarquía cspirilitj
como CartosV aspiraba á la temporal.
Con estos elementos se hallaba ya desfígai
la antigua sociedad espaiiola. arruinado su siste-
ma político, bumillada la nobleza , convertida en
fanatismo religioso la antigua y pura creencia de
la iglesia goda. ¿Qué hacia entrclanlu aquel he-
roico pueblo español, lan libre en otro tiempo,
tan independiente, lan bizarro, y por espacio de
ocho siglos ocupado en blandir la lanza y esgrimir
la espada contra los opresores de su patria?
Los astutos monarcas le hicieron conocer otra
gloria , la de las conquistas ; lleváronle á Italia , al
Nuevo Mundo, á los Faises B;<jos , al interior de
Alemania: allí cogia gloriosos laureles; halagá-
banle los himnos del triunfo, cegábale cI incienso
que scqucmalu en obsequio del cesar: conquistaba
389
el oro y la plata de Méjico y del Perú; abría nue-
vas regiones á la religión cristiana , gananciosos
mercados al comercio ; y estos grandes beneficios
que procuraba á la civilización general, le baciaa
olvidar sus antiguas instituciones.
Felipe II hereda la ambición de su padre, pe-
ro no tan bizarro y aventurero como él, se ocupa
mas en ia política del gabinete ; y alli concibe
grandes pensamientos , mezclados con otros pro*
yectos de fatal trascendencia. Los laureles ganados
en S. Quintin acreditan que los españoles no han
perdido la superioridad militar adquirida eo Pa-
via. La humillación del poder turco que amenaza-
ba á la Europa con sus terribles fuerzas , era un
gran beneficio hecho á la civilización europea; al
paso que la ocupación de Portugal daba mayor
consistencia á la monarquía española, aumentaba
sus recursos, y estendia. sus relaciones mercantiles;
Abarcaba Felipe con su vasta comprensión
todo el ámbito de tan estensa monaiquia : ocupa*
banle alternativamente los talleres de las artes,
ios trabajos de la estadística , el cuidado de las
obras públicas, la .protección de las letras , las
tareas de la hacienda, los negocios del clero, el
confuso laberinto de la política europea , en que
era muy práctico y entendido^ Reprimida que fué
la rebelión de los moriscos de Granada, reinó
el orden en el inleiior de la monarquía; pero era
Sgo
el ordeo ¿e los claaslros, lilendoso, y somlirío co-
mo el aeniblaate del monarca. La inquisición, mas
vigilante entonces y terrible por las heregias que
cuodian en Europa , fulminaba sentencias de
muerte en sus tenebrosas cavernas, intimidando
i cuantos cultivaban las letras españolas. La ín-
fame delación convertida por el fanatismo en de-
ber religioso, se babia mezclado con las altas ca-
lidades del carácter español para corromperlas,
coDio ct venena de la vívora inficiona la sangre
£1 disimulo y la hipocresia sucedieron á la anti-
gua franqueza y sinceridad castellana.
Aragón bacía inútiles esfuerzos para defender
su. antigua libertad:. AotonioPerez se salvaba en
Francia : el Justicia mayor perecía! en un .cadalso.
Todavía Felipe no clava en los antiguos fueros
el. agudo puñal, como Pedro IV. en el de la fa-
mosa unión, ni los borra de una plumada como
Felipe V. Contento con mostrará tos aragoneses
su poder terrible, tes deja el o5teiil<goce de unas
leyes que ban perdido ya su antigua, eficacia. Mas
diestro en el maqniavolisma que su padre, respe-^
ta'Us formas esLablecidas, convoca tas cortes de
¡i -procuradores cuando las necesita , seguro de
i^m no iiap dt oponerse á su incxürablc voimilai).
ie los Estados-Unidüs de Ho-
,. y empica los Icíoios,
391
libertad política y xtM^otA ipe tanto le
La proyectada invasión de Inglaterra, si
ideada con altas miras políticas, ofirccía cu
ejecución tan grares incomrcnientcs y pefigros,
la prudencia marcaba aqoel pessamícsto am A
sello de la reprobación ; al paso qoe la cítüíz^h-
don se horrorizaba riendo la poderosa mum^ ̀
uo déspota tendida para abogar no solo la lücr^
tad democrática de los Plises Bajos, smo la tm^^
narquia constitucional de los brilanos He a^pn b»
grandes errores de Felipe.
Aquellos tesoros tan mal empleados crao las
fuerzas Titales robadas á la índoslría espaSb£a^
que pereda exánime en medio de las ferió¿«ca#
inundaciones de plata del dinero 3iímném. I>» «S'
trangeros, los enemigos de b mfioar^ia €Sp(»Mi(a
nos la arrancaban con $a índoslniaf para ítíi^et
después la guerra al mismo que no sabía itei^ei^
ciarla en sus estados. Poblábanse ks ¿^»^eA€o#
de brazos que deberían ocuparse esi k$ t^Lier'^
y faé aqui como el pofler rigoroso qtie l^bía es^
tendido su dominación desde ¡as túéU$ A^ Vttú
bdsla las del imperto cbino, se debírita y e Awm "
me , á la msíner^ de an rasto íneettdío esattl^ Je
▼a (altando el combustíLle.
£n los reinados de Felipe III y FeUpe fV se
hace respetar todavía la monarfoia t$ftSi6U, ssaer
por la grandeza de su tradicional resombre; y fas
3g2
venerables restos ¿c sus antiguos guerreros
por la verdadera fuerza de su constÍLucioD inte-
rior. La corte se ocupa en fiestas y regocijos ; los
grandes compiten en opulencia, brilla el solio del
monarca con el falso esplendor que le cerca, co-
mo los arreboles de occidente recamados de oro y
de púrpura al tiempo de sepultarse el sol, que
luego se convierten en cárdenas tintas y pavoro
sas sombras.
Los campos van quedando desiertos : cícrrai
se unos tras otros los talleres por falta de traba'
jo: los brazos de los valientes mas acostumbrados
4
á [as lie
I que
i las labores sedentarias de la i
dustria, no pueden suplir la falta de
arrojados bárbaramente del s
los moriscos
espai
por
el
débil y escrupuloso FcIípc III- Recaudadores y
asentistas estrangeros devoran las rentas del esta-
do ; la inquisición celebra autos de fe; y en este
desquiciamiento general de la monarquía no que-
da para consuelo y gloria de sus babitantes , mas
que la célebre oombradia de algunos esclarecidos
escritores. ¿Que' diré del reinado de Carlos II?
Es !a tumba fatal donde quedan sepultados tan-
tos siglos de gloria !!!
Con deseos de restaurar la monarquía vino á
principios del siglo 1 8 un príncipe estrangero de la
casa real de Francia; pero no eran solo las insti-
tuciones administrativas de Luis XIY, y la pros-
393
perídad matenil id sacb afofirf, 1»
sitaban sos baUtaotcsL Sm ityj a m fdú¿i»
cíonal , $as antiguas eárUs faSam mk
orden fiable, on liiliii de püermm
mente espanoL £n ctfa fnrle Ffpc T hi
por el bien de so patria jihpfiíijL Mii^j
de aniqaibr los íbcrof de Aragón j Cafafgffi» par
espíritu de Trnganxa , babia igiialn d i» ü» Í lmim
manifestados en Castilla ubre c— fia eaMi áe «r-
tes , con el oMitiTO qoe refiere en saa
el marques de S. Fefípe {íy
Apurados de rccorsos I» firaneeses £
pios de la guerra de atetáom^ fesSam que s
siesen en España meras CMtfríWrwnei; pen^ ef
cardenal Portocarrero se opsso a ^b uBtnífrifiíü
do, que el rej tenia sofeimles realas síeamre fue
estuviesen bien administradas: Para el arrejfi» díe
est9 adminístracúm pidió el mij a m f^rieaait al
gobierno francés que enriase ie Yr^m^ht wm mr*
tendente general ; y entonces fiae mtmAmA^ f^hrjr^
''Esto , dice el marques de & FeCpe < «^ se
llevó bien en España ; disimolaWse el dídlir « j
con la nueva planta que quma dar el b^mtes m
(1) Toiao !«•, páfi. 46 y
394
cnagonaban mas cada dia los ánimos. Esto hi'i
discurrir á los máznales y padres de la patria,
que seria convcDientc juntar corles generales eo
Castilla, con las cuales se daria asiento á muclias
cosas , y cunGrmariiin el homcnage al rey los pue-
blos, Aiilor de este dictamen fue el marques de
Villcna , hombre por su sangre de los mas ilus-
tres, ingc'nuo , erudito y sincero: decía que "im-
>• porlaba corregir muchos abusos y establecer nue-
"Vas leyes conformes á la necesidad de ios tiem-
wpos, y que promulgadas estas de acuerdo con los
"pueblos, no solo, tendrían inviolable ejecución,
"pero se podía prometer al rey mayores tribuios
«y con mejor método cobrados ; porque nadie ¡g-
"noraba las cstrcciicces del real erario para una
"guerra que se preveía' infalible dentro y fuera
"^C España : que era raiton observase el rey los
sfueros, y que eslo !o creerían los .vúbflílos cuan-
»do con nuevo juramento los autorizase, sin aña-
"dir otros; porque en Castilla aunque había po-
"Cos, no SG tenia ambición de ellos , como ea los
» reinos de la corona de Aragón; y que asi podia
"cl rey sin peligro juntar las ciudades á cougre-
"so, que sin duda confirmaria los ánimos en la
"fidelidad . amur y obediencia a su príncipe.'
Examinada en el consejo áe gabinete cat
proposición fue desechada, y el rey espidió
decreto nianifcslando, que no conTcnia por enloi
395
ees convocar, cortes. Algosos magnates j ciudades
(añade el marques de S. Felipe) quedaron dis-
gustados de esto, porque ja se habían publí*
cado posibles aquellas , y creian que negarlas era
opresión.
!Nada pues se adelantaba en la política inte-^
rior , al paso que un eslrangero venia á turbar
los ánimos con sus precipitadas reformas , que-
riendo amoldarlo todo según las ordenanzas de
Luis XIV. Cierto es que los antiguos abusos ne-
cesitaban grandes remedios; pero era necesario
atemperarse al carácter nacional , consultar sus
costumbres y antiguas leyes, y sobre todo acudir 'á
la autoridad de las cortes , donde en los buenos
tiempos, se trataban los intereses generales deja
nación.
Pero los eslrangeros se babian apoderado del
principal influjo en la corte , y las maxiniai; polí-
ticas del gobierno absoluto de Luis XIV fueron
prevaleciendo en España, conbarta m^gua de la
independeocia nacional. Posteriormente* introdujo
la princesa de los Ur,s¡nos en el real palacio d^
Madrid la artiGciosa política de Italia, losardi^^.
des y maniobras de las camarillas. Alberoni con
mas alta capacidad quiere volver á los españoles
su antigua gloria militar, pero una desmedida
ambición, muy desigual á los medios con que
cuenta, le precipitan de su fantástico ¡ensalza-
396
míenlo. El inmoral y aventurero Kíperdá asptti
á ser el regenerador de España con algunos cono-
cimientos áv hacienda . fon [>ocos y suijerflciales
ác política , y ron un audaz cbarlaUnJsmo (|uc en
breve le hace pertlcí su [irímcta fama, j hundirse
en el abismo de la desgracia.
Afortunadamenlc vinieron en pos los Paliños,
Campillos y Ensenadas , y uias tarde los Hodas,
Florida blancas, Campomanes. Azaras y Jovella-
nos, españoles instruidos, sensatos , piáctícos ad-
ministradores los unos, diestros estadistas y sa-
bios jurisconsultos los otros, que adoptando mu-
chas reformas administrativas de Francia , y aco-
inodándolasoportunaiiicnte á nuestro sucio, dieroa,^
grande impulso á la púMica prosperidad, ^H
Los intereses materiales de la sociedad efdlffl
entonces el principal objeto de ia investigación:
la ciencia económico-política llamaba poderosa-
laentc la atención de los sabios mas distinguidos.
; Cuánto no se debió á las tareas económicas de
los jurisconsultos Campomanes y Jovcllanos , y de
otros escritores espaíiolcs. que antes y después de
ellos cstendieron las saludables doctrinas de una
ciencia tan útil , cuando no se apoderan de ella
para torcidos fines los charlatanes y curanderos
políticos! Las sociedades económicas fundadas va
tan buenos principios, y en el conocimiento prác-
tico de las lespcctiras localidades, trabajaban de
397
consuno, para sacar á esta nacían Jesvcnluratla Je
la poslraeion del siglo XVII. Aspirábase lambica
i desterrar las linieblas de la supcrslicion, á cstir-
par los abusos del poder eclesiástico, consolidando
la prerogativa real que lan victoriosamente su-
pieron defender los emínenles jurisconsultos de los
reinados de Carlos III y Carlos IV. Mezcladas an-
daban sin embargo con estos laudaliles objetos las
doctrinas filosdricas que iban propagándose acá de
la vecina Francia, para debilitar la antigua fe
española , inoculando á los incautos un ejteril es- '
ceplrcismo.
r^uevas costumbres habían sucedido á las an-
tiguas: la parsimonia castellana iba bacíendo lu-
gar al deseo de enriquecerse: el lucro, los gozes
materiales iban sucediendo al patriotismo, y á la '
antigua gloria. El favor del monarca, los bri-
llanles empleos de palacio eran las ansiadas ocu-
paciones de la antigua nobleza castellana : el dc^
potismo ministerial habia ocupado el lugar de i
los antiguos consejos del monarca j de las vene- I
rabies cortes. De lo antiguo apenas quedaban ves-
tigíoí.
INo se alzo una voz patrio'ttca j varonil que
dijese al monarca : Los progresos de la civiliza- i
cion pugnan coo el poder absoluto: el libre exa-
men es la necesaria consecuencia de la prop
cion de las luces: antes que el pueblo pida
s la reforma polft
398
, ande
amcnuz;
le, á Jarle las instituciones que le coavengan. La
o!)r3 becfaa con rcílcxion, de bucDa fe' y con los
elementos de casa, es preferible á la ejecutada por
la violencia d con repugnancia, ó por estraiías
iriíltiencias, Entretanto se oia ya á lo lejos el es-
pantoso trueno de la revolución francesa tjue iba á
correr por otros países, como la lava de un vol-
can . y el poder absoluto cerraba sus oídos á Ii
clamores del pueblo.
Ardió por fin en Esparta el fuego di
Tolucion, y como era de esperar se conmovió
el edificio antiguo hasla en sus cimientos. Los
abusos de los gobernantes anteriores, la auscDcía
del monarca , la obstinada lucba de los cspañol^j
con las tropas de un opresor estrangero, dierott
al elemento popular una fuerza terrible. La na
cion ejerció en toda plenilud la soberanía , como
era natural que sucediese en aquel estada de ho[^.,
fandad: quedo vencedora, como generalmente
queda toda pueblo denodado y constante
se aferra en mantener su independencia.
La nación por medio de sus representanti
reunidos en Cadíz formo unas nuevas institucio-
nes políticas diferentes de las antiguas ; pero el
rey á su vuelta del cautiverio en que |c habíoí^
tenido Napoleón, las anuló , diciendo en su di
crclo de 4 de mayo de 1 8 1 4 que "en la
1
\ó
iS
o
1
399
Ración de Cádiz se Iiabian copiado los príaclpioa
fvolucionarios j democráticos de la francesa de
l'jygi," y ofreciendo convocar Corles para csla-
pblecer cuanto conviniese al bien de los reinos;
jiromesa á que se falló posteriormente. Quedo,
Bues, en el trono el poder absoluto con sus anti-
guos satélites, y la inseparable comparsa de in-
Euisicíon, jesuítas y demás ausiliares del gobier-
\io teocralico-mínistcrial, (jiie en otros tiempos ha-
bía causado la ruina de España.
Como en el siglo XIX ora este un anacro-
Laísmo, un absurdo en política, contra el cual
B^ugnabao constantemente los progresos de la ct-
' 'vilizacion, no pudo durar mucho la obra de aque-
llos fanáticos, llamados por mal nombre restau-
radores; pero el daño hecho entonces á la sociedad
[ 'fue muy grande, porque se fomenlti la persecu-
l'^ion, se anularon muchas útiles reformas, se re-
t'^ucitaron antiguos abusos, se cortó el vuelo á U
Industria nacional, y en lugar de promover los
adelantamientos intelectuales, se cubrid toda la
península de errores y tinieblas.
Heslablecldse en 1820 el régimen conslitu-
cion.il, que ofreció por algún tiempo una risueña
perspectiva do orden y prosperidad; pero los al-
borotos y demasías posteriores, la división entre
el partido liberal , la lucha de este con el trono
j con los facclosor, <]ue le proclamaban como an-
I
I
tes absoluto, presentaron á la santa alianza
ocasión favorable para combatir la libertad
Espaiía y Portugal , como lo Iiabian becbo en
Italia.
Volvió Fernando á ejercer su poderío ilimi-
tado : volvieron con mas furia las persecuciones;
sumióse de nuevo esta infeliz nación en un caos,
basta que amansada la ira de los perseguidores,
ptidleron hacerse lugar algunos hombres sensatos
que sin aspirar á reformas políticas, tralaron por
lo menos de fomcnlar los intereses materiales de
esta sociedad, tan combatida de recias yasoladoras
tempestades. Mucbo se bizo por el ministerio de
Hacienda en licmpo del señor Ballesteros para or-
denar aquella, restablecer el cre'dito, nivelar Ii
gastos con los ingresos, fomentar la industria
el comercio. Mucbos y buenos ausiliares tuvo en
tan importantes tareas; y aun se bubícra becbo
mas si un partido fanático y furibundo no estuvie-
se minando siempre, y procurando destruir con io-
clinacion satánica , cuantas obras se encaminan á
la reparación del gc'nero bumano.
Este partido destructor levanltí otra vez la ca-
beza después de muerto el rey, para poner en el
trono á don Carlos, y reslablecer el despotismo y
la inquisición. Pero ya era larde: la nación ba-
liia tenido largos y dolorosos ensayos : el de.
mo y la inquisición no son de este siglo , como
ir-
1
^01
tampoco lo son las doctrinas demacra ticas del
XVlIt. Una moaíiiquia constítiicloaal cimcnlaJa
en solidas bases, apoyada en la buena moral, en
la juslícia y en el amor del pueblo; un gobierno
fuerle que reprima las facciones y haga obser-
var escrupulosamente las leyes; esto es lo que pue-
de en cl día prosperar, lo que exige el estado de
la civilización europea.
ÍNDICE. ^H
Obicnaeionei prelininaret P^íff^^^l
capítulo I. -i^^H
Guerra de sucesión ; abolición de loi fueros d» Cat/^T^^^
luna , Aragón y ffavarra ; variación de ¡a tty fun-
damental en la, tuceíivR á la corona, . . . 11
CAPÍTLI.0 II-
Miterle de Luh XIV : alteracifín en la poUUca del ga-
binete de Madrid; miniHerio del cardenal álbcroni;
proyectos de conquista y planes de reforma durante
tu adminiílraeíon ,..,...,.. 30
capítulo 111.
Continuación del reinado de Felipe V haita iv muerte, . 53
CAPÍTULO IV.
Reinado de {Fernando VI, y mfjorat hechas durante
él en la administración publica <^Í^H
Reinado de Carlos III. Providencias eneaminadaí i^^^|
refrenar los abusos de la autoridad eclesiástica: et'^^^^
pulsión de losjeawtas ¡ junta de estado é instrucción
que se le diá para tu gobierno SS
CAPÍTULO VI.
Continuación del reinado de Carlos III ; mejoras he-
chas en los mas importantes ramos de (a administra-
ción pública ; fomento de la agricultura é industria;
toeiedades eronómicaí tOl
CAPÍTULO vil.
Fomento del comercio interior y eslerior de España;
providencias para facilitar las comunicaciones inte-
riores del reino ; aumento de las rentas del estado;
fomento de la marino 114
CAPÍTULO VIII.
Dos grandes desaciertos en el reinada de Carlos III,
que cnusaron gravísimos males , y tuvieron un per-
nicioso influjo en la cicilisacion española 132
CAPÍTLLO IX.
Primeros aüoi del reinado de Carloi IV: revoluciim de
Francia ; ennducla del gobierno español en tan tre-
meinh criiii »• . -.'-v ¿ . 138
4o3
CUPÍTULO X,
IFrat ado de Scm Ildefmio y guerra am la Gran Breta*
ña : Estado socicd de España h(uta principios del
siglo XIX. . . • t 156
CAPÍTULO XI.
Elevación de Bonaparte al poder ; cesión que le hace el
gobierno español de la Luisiana; relaciones nues^
tras con la corte de Roma, y eaida de llrquijo ; fu-
nesto ministerio de Caballero 173
CAPÍTULO xn,
Reinado de Femando VII ; sus primeros actos de go»
biemo ; su viage á Francia y forzada renuncia ; dos
de Mayo ; guerra de la independencia / gobierno de
la junta central ; instalación de Uu Cortes en Cc^ix,
y sus principales tareas ......•• 201
CAPÍTULO xui.
Regreso de Femando á España ; abolición del sislefna
constitucional ; ofrecimiento que hace el rey de con-
vocar las antiguas Cortes ; gobierno arbitrario que
establece ; estado social de España hctsia la invasión
francesa de 1823, • • 216
CAPÍTULO XIV.
■
Restablecimiento del poder absoluto ; conducta del rey en
la segunda ipoca constitucional ; estado de la socie^,
dad española ; muerte de Femando Yfl ; innovado-
nes hechas en el estado social de España hasta el año
de 1836. ...,,...,...,..,...,... 231
CAPÍTULO XV.
Estado de las ciencias y la literatura en España desde
principios del siglo XVIII hasta el reinado de Car-
los III 256
CAPÍTULO XVI.
Del estado de la enseñanza pública, y de los progresos
cientitleos en los reinados de Carlos III y Carlos IV» ^HH
CAPÍTULO XVII.
Progresos de la literatura y las bellas artes en el siglo
XVIil y principios del XIX Z±%
CAPÍTULO XVIII.
De las vicisitudes de la enseñanza pública y de los me-
dios empleados por el gobierno para su reforma des^
de la invasión de los franceses en 1808 h(uta la época
presente 367
CAPÍTULO XIX.
Observaciones generales y conclusión. • • « « « . • • 382
* . I
*
1 '
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Línea,
ERRATAS
!•••■.
Página,
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19
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1
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observando
85
20
resblecer
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116
20
el célebre
al célebre
133.
1
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reinado
• » » > ■
reinado de
Id.
3
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sobre
227
11
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y aún
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^ 234
17
P»ind¡éronse
^8
17
2000 pesos
20,000 pesos
321
26
le
el
353
19
siglo XVII
siglo xrnr '
369
9
partidario
' partidarios
379
26
1830
1836
Nota. En el tomo anterior se atribuyó por inadverten-
cia al escultor Montañés la estatua de San Gerónimo dd
monasterio de Buenavista en las inmediaciones de Sevilla;
obri del céíebre profesor florentin ¿ Pedro Torrigiano.
• • •