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Full text of "Historia del Uruguay"

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VÍCTOR ARREGUINE 



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HISTORIA 



DEL 



URUGUAY 




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MONTEVIDEO 

IMPRENTA Y LITOGRAFÍA LA RAZÓN,. CALLE CERRO, 57 

1892 



Z72.I 



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;'^'/JÍOS' ÑO 



PREFACIO 



So ha repetido muchas voces que las naciones son organis- 
mos sumamente complejos, que presentan en el curso de su 
vida numerosos fenómenos semejantes á los de la vida orgá- 
nica. Esto es, en cierto sentido, una verdad incontrovertible. 
Nacen, se desarrollan y mueren, presentando á veces el espec- 
táculo de existencias efímeras, y otras el de próvidas y dura- 
bles, de influencia directa en el destino de las demfis, y larga 
proyección, asi en el espacio como en las edades. 

Nación madre fué España. Di ella surgieron otras, á las 
cuales ha trasmitido, por herencia natural, el conjunto de sus 
costumbres, ideas, temperamento, tendencias, vicios y vir- 
tudes. 

Hij^ suya es nuestra patria, de cuya historia vamos á ocu- 
parnos. 

Puédela his'oria nacional, como asimismo la de América, 
dividirse en tres épocas dentro de la unidad. Cada una de ellas 
ofrece caracteres peculiares que establecen sus límites pre- 
cisos, por ser la historia como un vasto territorio susceptible 
de división interna. Y como en estos son los ríos ó las cumbres 
de los montes, los que establecen y determinan el límite, en 
aquella son las tendencias . nuevas, los cambios do sociabi- 
Jid;id, las id*a^, Icis alteraciones en el régimen gubernamental, 
los que !o demarcan y fijan en el tiempo. 

Las épocas que en la historia del país ofrecen caracteres 
intiüíamente diferenciales ^son: el Coloniaje, la Independen- 
cia, la República. 

I^a primera comprende el estudio de las tribus que antes de 
la conq^uista y con la conquista litibitiiroa la fierra nacional; 



iV 

la conquista; la dominación colonial, con todas sus bondad 
alternativas^ sus prácticas, sus maneras de ser; las cuestiones 
de límites con Portugal, los atentados de esta nación y sus 
disputados actos de dominio; la doble faz de la conquista es- 
pañola: militar y civil; las instituciones del coloniaje; la 
administración pública; las invasiones y dominio de los in- 
gleses, y todas aquellas manifestaciones que pueden ser mo- 
tivo de estudio historial; todo, hasta las desaveniencias surgi- 
das en 1808, entre el Virey Liniers y el gobernador Elío, que 
dieron por resultado la creación de una Juntado gobierno en 
Montevideo, y la separación de hecho entre las ciudades rivales 
del Plata, ya rencilladas de antiguo, por diferencias inheren- 
tes á pueblos que viven en abierta lucha de intereses y des- 
concierto de propósitos. 

Es cierto que no aparece el levantamiento de Independencia 
en ese año; pero la grave circunstancia de ser desconocido por 
Montevideo el principio de autoridad, que Liniere represen- 
taba; el hecho de que la Junta de gobierno presidida por Elío 
fuem el ejemplo imitado mas tarde por toda la] América del 
Sud para romper el yugo de la conquista; Ja circunstancia de 
haberse la Junta declerado por una especie ¡de autonomía 
local; la incontrastable existencia de virtualidades poderosas 
tendentes al supremo logro de la Independencia;;y hasta la 
misma proximidad del estallido revolucionario, indican muy 
á las claras la descomposición del podei* colonial, el aflojamien- 
to de su férrea unidad y algo así como el desgajamiento de 
una época nueva, de aquellas dolorosas y oscuras del colo- 
niaje. 

De 1808 á 1830 abarca la segunda época. Actúan en ella el 
indio errante, que era la espi*esion grálica y bravia de su te- 
rritorio; el tupamaro valiente y de notable sagacidad; los cau- 
dillos, hijos de sus propias virtudes y de sus propios defectos; 
y, sobre todos estos elementos convulsionados y resueltos^ 
la figura gallarda de Artigas, el Libertador; de Artigas, que fué 
el llamado á imprimir dii*eccion al torrente, marcando rum- 
bos ala pasión, al instinto y aún á las aspimciones ilustra- 
das, que de consuno tendían á la emancipación. 

La independencia queda resuelta en 1828, por la cesación de 
la guerra entre los pretondJciit^s aJ territorio de la Bandín 



Órienial; pero no Sé afianza de una manem eficaz hasta ISáO, 
en que se jura la Constitución del Estado, y cesa la descon- 
fianza alimentada por los caudillos de que volviei*a á encen- 
derse la sangrienta disputa, y entran los partidos nacientes al 
vigoroso ejercicio desús derecho^í, sus aspiraciones y hasta de 
sus egoísmos implacables. 

El tercer período historial es el menos estudiado, á la vez 
que el mas difícil de todos. Ya no presenta en él la joven na- 
cionalidad al historiador el curso regular de los hechos dentro 
de su limitado territorio, ni los hechos mismos tienen la sim- 
plicidad de los del tiempo anterior, sino que se presentan com- 
plicados y difíciles de ser abordados y comprendidos en su 
vasta amplitud. 

Este tercer período, de peregrina sociabilidad, guerras es- 
trangeras, discordias civiles, tratados de alianza, intervención 
de la República en sucesos estraüos, influencias reflejadas y 
recibidas, etc., dura desde 1830, hasta la Paz de Abril de 1872, 
en que los vaivenes de la tumultuosa democmcia se apaci- 
guan, coa el desangramiento y la estenuacion de sus bandos. 
En rigor la historia contemporánea de nuestro país, empieza 
después de esa Paz y de aquella lucha partidista y armada, 
que duram desde el nacer de la República hasta el indicado 
187i, en que los partidos políticos deponen las armas y entran 
por los términos de una conciliación permanente, dispuestos 
á dejar los campos de batalla para luchar en el terrece mas 
noble délas ideas, por el triunfo de sus principios. De allí en 
adelante la sociabilidad uruguaya se suaviza y dulcifica; un 
horizonte mas amplio se descubre; la guerra civil ha cesado 
para siempre! 

Hay, pues, formas nuevas de sociabilidad; hay integración 
do fenómenos característicos de cambios fundamentales en el 
orden de los tiempos y de los sucesos humanos. Es nuestra 
verdadera historia contemporánea que principia. 

la historia no áébú meftimenté preséniar inás 6 ménoS 
bien los hechos, como un indicador de efemérides; no debe 
tampoco tener por esclusivo fin estudiar el paso de los hom- 
bres & través de las instituciones. Estudiar la marcha evolu- 



Vi 

tiva de las instituciones á través de los hombres; el encade- 
namiento natural de los hechos, produciéndose y reprodu- 
ciéndose según ciertas leyes; presentar el cuadro vivaz de 
las costumbres; desentrañar las causas que espliquen la 
mayoría de los fenómenos históricos; hé aquí algunos de sus 
fínes mas conocidos. Teniendo en cuenta sus fines no se 
olvidan sus procedimientos. Para historiar larga serie de 
anos, es necesario dividir 1 s tiempos, según su fisonomía es- 
pecial. La historia de los. pueblos americanos, á nuestro modo 
do ver, contiene elementos de todas las edades, y no podrá ha- 
cerse lógicamente su división sino con arreglo á la índole de 
sus diversas formas radicales de sociabilidad. 

El programa de historia de las escuelas del Estado no pide 
de la historia del país noticia alguna, que pase de 1852, y 
eso, sin detallar hechos, en ocasión en que pudiera el inte- 
rrogado hablar directamente de los partidos de tradición. Se 
ha creído, sin duda, que el estudio de los partidos es peligroso 
para la juventud. Nosotros no vemos ese peligro. 

Nuestro país ha recorrido en algo mas de tres siglos las 
diversas escalas historiales, que las viejas naciones anduvie- 
ran en lentos y prolongados espacios de tiempo, pasando de 
la edad de piedra del salvaje al florecimiento de los progresos^ 
actuales. Pudiérase decir que en el marco de su historia 
están contenidas todas las edades. . ¿Qué, sino la edad antigua, 
con sus tiempos heroicos, significan el descubrimiento y los 
primeros pasos de la conquista castellana? ¿ \caso es otra cosa 
que nuestra edad media el coloniaje? La revolución tiene los 
caracteres do un renacimiento, y todo el espacio por ella 
abaVcado, como así mismo el comprendido por la República y 
las guerras civiles, vienen á ser nuestm edad moderna, 
fecunda en sacudimientos, como lo son todas las épocas 
precur.s ras de una estabilidad definitiva, en que las pasiones 
salidas de madre, vuelven á su cauce natural, dejando liber- 
ad de acción al pensamiento y á lá voluntad, que armanizados 
conducen á los pueblos por derroteros seguros, á la meta 
de sus aspiraciones y destinos. En realidad no. es época 
conteipporánea ia de nuestras guerras civiles, sino que mas 
bien constituye parte de nuestra edad moderna; y j^osién- 
dülQ, no venias que haya noceaiilad do estar ocultando á h 



Javentud las verdades históricas de 1852 en adelante. La 
tradición oral, á la que se han incorporado muchos erroi-es 
está viva; y es en esa fuente impura que toma sus cono- 
cimientos de las guerras civiles la crédola niñez, esponién- 
dose á muy serios estravíos y á tener que vivir en el 
error, ó rectificar sus juicios, en el mañana. No hay peligro 
en que los niños de las escuelas sepan las proezas, los errores 
y hasta los crímenes de nuestros viejos partidos; proezas, 
crímenes y errores que pasan hoyen autoridad de cosa juz- 
gada, y pueden ser mirados de frente, sin temor de que 
lleguen á turbar la serenidad del espíritu, siempre que los 
hechos no se digan á medias y formen doctrina en pro de un 
partido ó de otro. 

Si existiera realmente peligro en el estudio de los bandos 
políticos, no se habría conjurado desde et momento en que los 
programas de historia piden que esta se sepa, aunque de ma- 
nera incompleta, hasta el 52, especie de columna de Hércules, 
'mas allá de la cual no se pasa, y á cuya proximidad han de 
sentir las almas juveniles la misma misteriosa atracción de 
lo desconocido, que deberían 'sentir los tímidos navegantes 
antiguos al acercarse á lo que se imaginaba ser el postrero 
límite del mundo. 

No se habría^ conjurado, por que- los partidos nacen antes de 
costituirse la República, y la República llevaba ya algunos 
lustros de vida al tiempo de derrumbarse la tiranía del monó- 
crata don Juan Manuel de Rosas, hecho de que se pide noticia 
ala niñez educanda; y con la República alen taban^los partidos 
y chocaban con todo el vigor que suelen tener la.« tendencias 
nacionales de un pueblo, y con el encono propio derrivado de 
tantas aspiraciones opuestas, tantos odios, tantas emulacio- 
nes, como podían caber en una nacionalidad alboreante, cuyos 
anhelos á la autonomía acababan de ser coronados por el 
éxito. 

NOTA— Entre los numerosos libros que hemos consultado 
para componer estos apuntes históricos merecen nuestra espe- 
cial mención la «Historia de la dominación españ^ la en el Uru- 
guay», del señor don Francisco Bauza y «Artigas» del doctor 
don Carlos María Ramírez. 



VIII 

La obra del señor Bauza es una sabia compilación de noti- ^' 

cias bistóricas, llena de observaciones hermosas y provista de 
plan, método y demás condiciones exijibJes á e ta clase de 
trabajos. Aunque hemos consultado casi todas las fuentes 
en que el señor Bauza ha tomado sus datos, s.u libro nos ha 
sido de mucha utilidad y bavSta nos ba servido de guía. 

En cuanto á la obra del doctor Ramírez, si bien es cierto 
que debe mirai-se como de polémica, tiene á su vez un marcado 
valor histórico, y es el mejor monumento que hasta el pre- 
sente se haya le\antado á la memoria del Libertador. 



COLONIAJE 



CAPÍTULO I 



SUMARIO -1 AMÉEICA-2ÜNA CUESTIÓN HISTÓRICA 



1— A fití\9s del siglo XV era España una de las naciones mas 
fuertes de la tierra. Grande era en ella el espíritu de conquis- 
tas y aventuras. Se hallaba militarizada y hecha para la gue- 
rra, cuando llegó áella Cristóbal Colon, uno do los genios mas 
provechosos de la humanidad, con el pensamiento fijo en vi- 
siones de una tierra lejana, de la misteriosa Catay y la Ophir 
incomparable do las leyendas salomónicas. 

Por entonces los portugueses habían navegado á lo largo del 
África, y procuraban abrirse paso á las Indias, costeando el 
Continente Negro. 

Colon también intentaba hallar eso paso, pero de distinta 
manera. Con la noción negada entonces por muchos, de que la 
tierra era redonda, esperaba, navegando siempre al poniente, 
hallar un d'a los desconocidos países orientales, casi fabulosos, 
donde crecían el alcanñDry el sándalo, y abundaban el oro y 
la pedrería preciosa. A muchos reveló sus pensamientos; pe o 
solo halló discreídos. En varias cortes europeas donde pidió 
bajeles para darse á la mar en busca de la tierra soñada, 
únicamente encontró fríos recibimientos y dudas; y hasta su 
patria, la Repúblici de Genova, se mostró sorda á su demanda. 

Lo desoyó también España. Sin embargo, al ñn de muchas 
solicitaciones Isabel la Católica, la mas grande de las reinas, 
comprendiendo á Colon, le tendió su mano protectora y Colon 
tuvo tres naves con las que partió de costas españolas en 1492. 
Después de una penosa navegación hacia el ocaso, llegó/ á 
descubrir en la noche del 12 de Octubre de ese mismo año, 
una fértil isla, que sospechó perteneciera al continente asiá- 
tico. 



2 HISTORIA DKL URUGUAY 



Era esta isla el centinela avanzado de un nuevo mundo, que 
suf citó desde luego las ambiciones de muchas naciones eu- 
ropeas. 

Estrechados, pobres, bajo la férula de tiranos señores, gemían 
los pueblos en hatos, sin luz para su ignorancia, sin pan pam 
su hambre, s'n horizontes pam sus inmortales destinos, sietido 
así que la América vino á ser para aquellas tristes multitudes 
una verdadera tierra de prom'sion, donde podrían implantar 
sus lares y su vida; tierm llamada á liberar al esclavo y al 
siervo y á dar albergue á tf das las razas expoliadas. 

Con el descubrimiento de Amí^rica ganó mas la humanidad 
quecon todas las conquistas hasta entonces alcanzadas. Pro- 
gresaron por virtud de este acontecimiento las ciencias natu- 
rales y las ciencias sociales; las matemáticas, la astronomía, 
la náutica, la física, la química fueron objetos de estudio, des- , 
de que todas estas ciencias, por entonces no muy apreciadas, 
harían en adelante falta á los hombres, para aplicarel resultado 
de sus estudios en su beneficio. Bien pronto el oro de América 
abasteció á los mercados europeos, donde la escasez metálica era 
gmnde, originándose del hecho de 'a invasión de los metales 
americanos, la necesidad de otros estudios, con lo que especial- 
mente la Economía Política vino á resultar una ciencia com- 
pleta. 

Además ofreció América nuevo horizonte para los hombros 
y pam la libertad. Horizontes inmensos pam el trabajo; para 
el progreso, para todas las actividades del espíritu humano, 
por largos siglos agobiado. 

Siendo así no podía menos de despertarse el interés de las 
naciones empobrecidas, y opemrsela transfucion de sus po- 
blaciones á la fértil y pi-ódiga tierm americana, por ministe- 
rio de lo cual pronto quedó el continente dominado por la 
raza concásica, cuya superioridad sobre las demás gamntiza 
pam ella una l^^rga existencia, al paso que las inferiores caen 
vencidas por virtud de su propia inferioridad, que las hace 
poco adoptables al progreso. 

2— En América se ha debatido mucho esta cuestión: ¿Hubiem 
sido mejor que los ingleses hubiesen poblado y dominado la 
América, en lugar de los españoles? 



VÍCTOR AtmmuiNH 3 



»««i»ii »«»*^»i< j i niw ii*»*M*ir*« ^ »' >«> ■■»» 



Muchos han sostenido y sostienen quo sí, sin duda por la 
gmndeza envidiable de los Estados Unidos, país que habiendo 
sido poblado y dominado por ingleses ha sabido conservar 
la herencia recibida. 

Esta cuestión para ser resuelta necesita ser sometida á otras 
que le son previas. En efecto, los resultados obtenidos en el 
Norte se habrían logrado en el Sud, donde (5l clima y la natu- 
raleza son otros? Se habrían sustraído á las influencias de la 
naturaleza meridional, por el hecho de ser ingleses? No ha- 
brían salido di.spuestos á la anarquía y á las turbulencias, 
bajo soles de fuego, ya que se culpa á los descendientes de cas- 
tellanos de anárquicos y turbulentos? Tratándose de latinos 
y teutones, lo primero que se debe resolver es cuales son supe- 
riores y mas aptos parn el progieso y para la libertad Si eso 
por el momento no puede demostrarse, no debe atenderse tan 
solo á los progresos del día, sino que ha de esperarse el por- 
venir, en el cual quedará demostrada la conveniencia ó in- 
conveniencia de una ü otra dominación. 

Por de pronto los teutones son fríos como sus climas bo- 
reales; ardientes entusiastas y apasionados los latinos. Ambos 
temperamentos ofrecen por igual su lado débil y vu'nerable, 
y su lado ventajoso; de suerte que mas bien sería lema para 
especulaciones filosóficas que de artículo historial, por mas que 
en los fines de la Historia entre la indagación minuciosa de 
cuanto pueda esplicar sus fenómenos y sus leyes. Nosotros 
solo estudiaremos el hecho consumado. 

La conquista española fué ruda y fangrienta. Sin embargo 
la dominación no fué mala, y mas bien tuvo caracteres be- 
nignos, dado el brutalisíi o de los tiempos en que dominó. 
A este respecto ni menos bárbaros ni menos retrógrados se 
mostraron los conquistadores ingleses. En América cazaron 
indios con perros de presa, á semejanza de los españoles, y en 
cuanto á su dominación en tierra conquistada bastará recor- 
dar que de Lord Clive, uno de los mas célebres gobernantes 
de la India, afirma Macaulay, el mas competente de los histo- 
riadores modernos, que jamás procónsul romano ni vi rey es- 
pañol le igualaron en rapacidad y barba|*ie. 



4 UtótORU DBL URtóÜAY 

\ «I il^mm^^mmmté* > •tmtim.mtmitAam^mtm- m il I » III 111 I w lili I I l ili, III I I in i n I II I» II I iii »«i II ■■«I 

Kn los mismos Estados unidos qué, sino las expoliaciones 
inglesas dieron margen ala revolución?. 

Es cierto que las instituciones de Inglaterra eran al tiempo 
del descubrimiento de América el resultado de una prepara- 
ción suficiente para la libertad y tendían á significar la com- 
binación armónica del régimen monárquico con ciertos dere- 
chos personales; pero nosepuede decir que, en rigor,dicíiasins- 
tuciones tuvieran una aplicación rigurosa en las colonias 
inglesas. Sí es cierto que los colonos del Norte se encontra- 
ron aptos para la vida democmtica á fines del siglo XVIII, 
cierto es también que á principios del presente siglo, toda la 
América del Sud se agitó movida por el deseo de obtener la 
Independencia y la libertad, haciendo sacrificios mas gmndes 
para alcanzarlas que las antiguas colonias del Norte. 

Con el encendimiento de la guerra de separación, rCspaña 
envió á América en cada español un tirano; pero, no era un 
tirano cada in^-lés cuando los Estados-Unidos buscaban su 
independencia en el terreno de las armas? 

Mas de lo que trajo España al Nuevo Mundo, no podía 
traer nación alguna. Otra nación habría traído menos ñina- 
tismo en las ideas, menos sol en la sangre, y á la vez menos 
audacia y heroísmo. 

La inquisición que los españoles importaron era institu- 
ción que por aquellos "días toda la Europa respetaba Y si 
las leyes españolas tenían mucha sustancia de leyes griegas 
y de los decenviros romanos^ la legislación de entonces no 
i-ayaba á mas grandes alturas, desde que todo el mundo acep- 
taba el derecho divino de que se declaraban asistidos los 
monarcas, y reconocía que el derecho de conquista se llevaba 
en la punta de las espadas. 

El derecho de gentes no alcanzaba mayor desarrollo. La 
teoría de que los infieles podían ser sometiólos á la esclavitud, 
y de la misma suerte los pueblos conquist dos, andaba en 
boga, y hasta era sostenida por encumbiados pensa lores, 
amigos de ceñirse á los hechos positivos y derivar de los 
injusticias consumadas leyes que reblaran casos posteriores, 
en que la desgracia necesitara el auxilio de las opiniones 
ilustres. 



VÍCTOR ARUEGÜINE 5 



En punto á buenas ideas de economía política cadie se 
habia pronunciado de una manera definitiva. El monopolio 
y los mas atroces impuestos se consideraban como derecho 
délos fuertes para con Jos débiles, y la misma Inglaterra los 
tuvo en práctica para sus colonias, mientras le fué de pro- 
vecho. Tal era el criterio do los tiempos! Los limitados 
medios de que para ilustrarse disponían los hombms no los 
permitían sino en ratos casos alcanzar la sabiduría. La igno- 
ra ncia era grande. El que quería saber debía para ello ohi- 
dar el mundo y entregarse en el silencio á la tarea de des- 
cifrar pergaminos polvorosos, donde era imposible separar 
la verdad del error, y en los cuales á la vez que podían 
hallarse buenas ideas, también se encontraban absurdos y 
pavorosas teoi-ías degradantes. 

Con tale^ elemento.5 de civilización incompleta puso en 
América sus banderas el pueblo español, conquistando el 
suelo bajo principios á que el mismo nosepodia sustraer, 
Trsjo muchos estravíos y vino con hombres hijos de 
siglos de atraso; pero entre sus estravíos venía pa-^a la 
América el bautismo de la civilización, y con los conquis- 
tadores la sangre y el espíritu de un^i^aza viril y caballeresca. 



CAPÍTULO II 



SUMARIO — 1 OldOEN DE LOS INDÍGEVAS -2 Tr1BU3 DEL RlO DB¡ 

LA Pl\ta— 3 Los Charrijas— 4 SociABiLiDAD-5 Fa- 
milia— 6 FoBMA DE Gobierno -7 Lenguaje-8 Cos- 
tumbres -9 La guerra entre los indios -10 Sus 
ALIANZAS— 11 Caracteres físicos— 12 Creencias. 

1— Los primeros descubridores de América creyendo que se 
tratara de las Indias, dieron el nombre de indios á sus aboríge- 
nes, nombre que les quedó impuesto por el uso apesar de los 
profundos caracteres que los diferencian de los habitantes 
de aquella península. 



6 HISTORIA t)EÍ. URUGUAY 



Cual soa el origen de los indígenas americanos no está segu- 
ramente averiguado. Se han encontrado sin embcirgo numero- 
sos indicios que acusan el parentesco de sus tribus con pue- 
blos del antiguo continente, y aún vestiglos de la existencia 
mas ó meaos remota de hombres civilizados, antes de la con- 
quista. En las ruinas dePalenke, en Méjico, en el Perú y Bra- 
sil se han hecho investigaciones provechosas. 

En algunas partes se ka encontrado la cru/; en otras, cons- 
trucciones cuya arquitectura, aunque india, recuerda perfec- 
tamente la arquitectura de los egipcios. Las pirámides de al- 
gunas ciudades indígenas de Méjico son un caso concreto. No 
hace muchos años en Parayba, Brasil, se hallaron plantas de 
p'és humanos grabadas en las piedras, que hacen p *nsar en 
lejanos viajeros fenicios, que habrían visitado la América mu- 
chos siglos antes de que la descubriera Colon Se .sabe que los 
fenicios señalabaa la huella de sus pasos en regiones descono- 
cidas para ellos, en la forma que queda espuesta, y no habría 
nada de estraño que en apartadas épocas, cuando constituían 
una nación marítima floreciente se lanzaran al Océano, vinien- 
do á dar en costas americanas de las que no les fuera posible 
después alejarse, quedando p>r tanto en calidad de pobladores 
forzosos. 

Otro dato que se op'>ne á la suposición de que las tribus de 
América sean autóctonas ú originarias del suelo, es la suma de 
las creencias indígenas. Todas las naciones salvajes del nuevo 
mundo creían y creen en des principios opuestos; el Bien y el 
Mal; muchos conocían la tradición del diluvio universal antes 
de ser descubiertas; algunas guardaban el recuerdo de que 
descendían de hombl-es venidos de remotos países; todo lo cuai 
hace creer en su oiígen estrangero, lo queá ser cierto probaria 
una vez mas la unidad de la especie humana. 

Los quecchuas perdíanos hablaban de un numen celeste á 
quien debieron la existencia. Los tupies y guaraníes sedaban 
por hijos de dos hombres que arribaron al Brasil, por el Cabo 
Frío, en tiempos de que ni memoria guardaban. Ambj3s hom- 
bres, que eran hermanos y tmían sus respectivas mujeres, co- 
mo no hallaran sino fieras, sojuzgaron por únicos habitantes 
del suelo en el que formaron su hogar. Talvez estos Fean los 



VICTCR ARREGÜÍKÉ 



fenicios de que hacen presumir las huellas de Parayba, y los 
actuales g^uaraníes y tupíes no resulten sino sus descendientes 
degenerados. 

2— Al oeste del Plata habitaban antas xie la dominación' es- 
pañola numerosas naciones, casi todas de filiación araucana, 
y entre ellas los tehuelches que miden ra. 1.777, y vson los hom- 
bres mas altos de la tierra. En la parte oriental, occidental del 
Uruguay y septentrional, vivían pueblos casi todos de la gran 
tribu guaraní. Llegaban hasta mas allá del Amazonas y los 
lindes del Perú. Los chiriguanos, aunque de origen platense, 
habitaban las tierras de Tarija, en Bolivia. Chiriguanos quiere 
decir en quecchua «hombres que tienen frío». Sin duda en son 
de burla é ironía les llamaban así los .subalternos de los Incas. 
Tenían gran terror á la viruela, que solía liacer estragos entre 
ellos, y cuando enfermaba alguno en la tribu, lo dejaban solo 
en el campo y huían, tapiándolas abras de los bosques con 
ramas espinosas, parn evitar el contagio. 

Los arachanes eran de Rio Grande y mantenían guerras fre- 
cuentes con los charrúas. Araclian quiere decir en guaraní 
«pueblo que vó el dia». 

Los roques (zorros) eran pescadores de las islas del Iguazú, 
muy poco numerosos. Los chañaos (probablemente de cheaná, 
«che» pronombre de la primera persona, «aná^ pariente) po- 
blaban la boca del Rio Negro; los yaros, «los que destruyen», 
eran vecinos de los chañaos de quienes vivían al sud. Suma- 
ban pocos individuos de vida guerrera, que á lo sumo alcan- 
zaban á poner 100 hombres sobre las armas; los bohanes,y otras 
pequeña's parcialidades vagaba i también al poniente del país. 

3— Los charrúas eran la tribu genui ñámente nacional; algo 
así como la espresion gráfica y bravia de su territorio. 

Por su lenguaje y creencias parecen proceder de la gran 
tribu guaraní; por su valentía y sus armas presentan una 
gran analogía con los araucanos. 

Los charrúas se hicieron merecidamente célebres por la resis- 
teucia de tres siglos que ofr-cieron á la conquista, oponiendo 
con gallarea hidalguía sus débiles d u'dos y sus pechos de bron- 
ce á Iél invasión europea. Charrúas quiere decir en guaraní; 
fsomos turbulentos» (Cha, nosotros; rúa, enojadi: os). Es po- 



8 HISTORIA DEL ÜKUGUAt 



sible que esla tribu viril viniera en otras épocas del norte ó 
del occidente y desalojara á los primitivos habitantes, (lue se- 
. rían los yaro^, chanaes, bohanes, roques, etc., á quienes habrían 
obligado á vivir en las islas y costas del Uruguay, que signifi- 
ca «Rio de los pájaros*. 

4— ios charrúas, al tiempo déla conquista vivían en lardad 
de la piedm pulida, que en geología se I ama periodo neolítico. 

Eran esencial rr. en te guerreros. Sin árboles frutales ni anima- 
les domésticos se veían precisados á luchar con la uataraleza en 
una forma prodigiosa, para poder vencerla. Y de esta lucha 
contra los pueblos enemigos y la naturaleza rebelde, tenia 
que surgir y surgió la raza fuerte, da inquebrantable fuerza 
material y mora ^ 

Como todos los pueblos primitivos vivían en un estrecho 
círculo de ideas. No poseían escritura, ni siquiera geroglí fieos, 
siendo su forma de mi^nifestar á sus vecinos la proximidad de 
una guerra, ó la necesidad de una alian<^a, los fuegos^ hogueras 
que encendían en la soledad de las noches americanas, sobre 
altos montículos, y eran al¿ o así como un telégrafo salvaje^ 
que significaba determinadas ideas, según su número y gran- 
dor. 

Entre ellos vivían sin distarbios, y mantenían con los demás 
pueblos muy escasas relaciones. Tenían sobre todos sus veci- 
nos el ascendiente del valor. 

Con nadie comerciaban, desde que les bastaba la caza y la 
pesca, á que dedicaban gran parto de su tiempo. 

Habituados á luchar continuamente no carecían por cierto 
de una viril ferocidad, y aunque profesaban una austei*a noción 
de la personalidad humana, no desdeñaban mantener en b an- 
do Ciautivei'io á sus vencidos, á quienes encomendaban Iti tarea 
de pulirle las masas y aguzarles los dardos. Sin razón la gro- 
sera ignorancia de algunos cronistas españobs los ha pintado 
como caníbales feroces, siendo así que los primeros prisioneros 
españoles que tomaron vivieron en cautividad templada du- 
rante mas de diez años, al cabo de los cuales fueron devueltos 
á los suyos. 

El carácter de los charrúas era triste y altivo. Unia» á una 
melancolía implacable una implacable bravura. Nunca se 



VtCTOa. ATOB^TJlNfí 8 



■ id Mii»^> •■i . »«a^ 



re'an á carcajadas, ni solíaa q^iejarso aún cuando los desga- 
rraran. 

.5 -La organización déla familia correspondía en los cha- 
ncuas, á, las nociones mas adelantadas. La monogamia era la 
única forma de matnmonio, y pam casarse el hombre debía 
previamente dar pruebas de valor, siendo tanto mas conside- 
rado cuanto mas enemigos hubiera muerto en la guerra, ó mas 
proezas de caza ó de riesgo acreditara. En un pueblo así no 
cabía la cobardía. El cobarde no tenia derecho á casarse. 
Aunque en muchas tribus araoricinas la mujer era objeto de 
menosprecio, esto no sucedía entre los charrúas, que respe- 
taban á la mujer, manteniéndola en condición aceptable.' 
El divorcio parece que era admitido. 

Parece también ser positivo que mataban al nacer 4 los ni- 
ños defectuosos. Por un sentimiento profundo de su vida 
guerrera, no querían seres inútiles para las luchas que fre- 
cuentemente sostenían; ni tampoco dejaban holgar á los qua 
nacían robustos, á quienes desde la infancia adiestraban en 
los mas peligrosas tareas. 

Por lo general las indias no eran madres fecundas. El padre 
ejercía un gran influjo en la familia. El anciano en la tribu, 
que se formaba de una serie de familias. 

(5— x'Vunque jamás se discutiera en las asambleas populares 
la forma de gobierno, tenían un gobierno que pudiéramos 
llamar natural o pri '.ni ti vo, que participaba á la vez de los 
caractér3S de ]la monarquía y la república, siendo mas bien 
republicano. 

El jefe de la tribu no heredaba el poder, ni tampoco lo alcan- 
zaba por el cohecho, ó las tretas indecorosas de partidos polí- 
ticos que entre ellos eran desconocidos. Todo el mundo ora elec- 
tor. Cada individuo era diputado de si mismo, sin delegar enna- 
diesu derecho: y el cacique llegaba á se.lo por aclamación uná- 
nime do su pueblo, en virtud de su valor personal, condicio- 
nas de car'cter, sag-acidad etc. Muerto un cacique después de 
cbnsagrársele fúnv'íbres honores, procedíase á la elección del 
sucesor, que resultaba ser el de mayores merecimientos. 

El cacique era un verdadero dictador, cuyas facultades li- 
initaban los ancianos, sus hombres de consejo, que for- 



\0 HISTOWA DBL URUGUAY 



«■i*««a«ito'*«>««*v«i 



W— i«fc ^. ^■yi1J^Mi> ii e* mÉ9$at^ ¿f ámfM^ 



maban una especie de Senado salvaje, d^^nde la añosa es^ 
periencia deliberaba en los casos de guerra. 

Como no se cobraban impuestos ni se mantenían relaciones 
oficiales, ni existía moneda, ni se trabajaba á sueldo, no había 
empleados públicos, ni obligación de hacer nada en provecho 
común. Resplandecía sin embargo entre ellos un austero de- 
ber, que les hacia empuñar espontáneamente las armas en caso 
de verse en peligro las libertades de la tierra, ó el decoro de 
sus hijos. El cacique, el jefe supremo, el generalísimo de aque- 
lla nación guerrera, cazaba y pescaba ala par de sus libres 
vasallos. 

No existían poderes públicos. La justicíala tomaba cada uno 
por su mano. Los hombre^ se profesaban un profundo respeto. 

La propiedad no se qonocía sino sobre loquea cada indi- 
viduo le costaba algún trabajo. Las piraguas, los libes, ó 
boleadoras, las flechas, las masas, eran la propiedad de 
cada uno. El territorio, los bosques y las aguas á todos 
pertenecían. 

La nación charrúa dominaba á lo largo y en todo el norte 
del Rio de la Plata, desde el Uruguay al Rio Grande, sir- 
viéndole de límite al norte el Rio Negro. Toda ella cons- 
tituía políticamente una confederación de pequeños estados. 
Los tuMchaes, caciques de cada parcialidad, obedecían al 
mas anciano, ilustre y sagaz de sus caciques; pero esta obe- 
diencia semejábase sencillamente á un convenio tácito, 
pues hasta el último indio era dueño de su voluniad, 
sin que nadie le impusiera cosa que no fuera de su agrado. 

Conservaban una gran pureza moral. Ya hemos dicho que 
no influía el cohecho en sus elecciones. No siempre el mas 
fuerte triunfaba, sino el mas digno de ser jefe y déla con- 
fianza de los suyos; y por mas que la fuerza mereciera un 
excelente concepto, no se imponía sino que se aceptaba por 
aquellos rudos guerreros, igualmente fuertes, animosos y 
amigos de su libertad. 

7— La palabra es uno de los rangos característicos del ser 
humano. 

Su perfección mantiene un paralelismo marcado con el 
gi-ado de cultura del hopibre. Los charrúas hablab^in el gua- 






raní, idioma que, con pequeñas modificaciones y locuciones 
locales, servía & todas las sub-tríbus de la gran tribu gua- 
raní, 

A vuelta de cada colina hablaban los indios idioma nue- 
vo, según la observación de los conquistadores; pero si bien 
esto tiene algo de verdad, no afectaban las difei*encias al 
fondo del idioma, que conservaba sus raíces en casi todas 
las lenguas indígenas. 

El guaraní es un idioma dulce ca^gado de ü?s, ies y eles» 
que hacen su pronunciación sumamente armoniosa. Muy 
simple en su estructura, ofrece sin embargo novedades sor- 
prendentes. No hay en él abjetivos ó hay muy pocos. Así se 
valen en la carencia deesas voces, de comparaciones y jun- 
ciones de verbos y sustantivos. 

No decían, por ejemplo, los charrúa^ «pueblo oriental» á los 
arachanes, que era la idea exacta que de este pueblo se forma- 
ban, sino que le llamaban «pueblo que vé el día»;— ni califica- 
ban de destructores á los y aros, aunque lo fueran, llamándoles 
en cambio, dos que destruyen», que quiere decir lo mismo y 
tiene mas colorido y vigor. 

El guaraní es sumamente honomatopéyico 6 imitativo. A 
veces una larga palabra que pare e ser pronunciada de una 
sola vez, contiene varias ideas, y muchas veces imágenes de 
que se vale para hacer comprender con mas claridad los con- 
ceptos. 

El guaraní es muy rico. Los jesuitas del coloniaje hicieron 
de él algunos estudios, pero que no bastan á las exigencias 
de los lengüistas. Felizmente aún se habla ese idioma y es 
posible que no tarde en ser estudiado por sabios competentes 
en la materia. 

8— Las costumbres charrúas se distinguían por una sobria 
sencillez. Sin grandes necesidades que satisfacer, ni medios 
pam alcanzar á vivir en la opulencia, llevaban una existencia 
modesta. Sus trajes en los rigores del invierno consistían en 
pieles que tapaban las partes del cuerpo que mas se resienten 
del frío. Se afirma que las mujeres usaban una especie de saya 
de algodón, pero es presumible que fuera de un tejido fabri- 



12 msTomA del uruoüay 



Qado de p'an tas fibrosas, dado que no conocieron el algodón 
antes de que vinieran los españoles. 

También se afirma que sentían mucho dolor á la muerte de 
un pariente ó de un cacique, en señal de lo que solían cortar- 
se una falange y arrancarse los dedos. 

Esto es inverosímil en un pueblo de cazadores, pescadores y 
guerreros, que tanto necesitaban de sus manos, para el uso de 
la flecha y del remo. Lo p-esumiblees que simplemente se 
hicieran incisiones. Si así no fuera, muchos indios al cabo de 
unos cuantos parientes y caciques muertos deberían no tener 
un solo dedo y hallarse impedidos pam todo trabajo. 

La vivienda charrúa consistía en un toldo portátil, hecho de 
ramas, el cual los resguai^daba de las inclemencias del tiempo. 
En el verano vivían en hamacas que suspendían en los árbo- 
les de sus bosques. 

No vivían en promiscuií^ad muy estensa. Su bebida era la 
chicha^ común á casi todos los pueblos sud-americanos y con- 
sistente en una mezcla de agua y miel de abejas, convenien- 
temente fermentadas. 

El charrúa, como toda tribu primitiva que lucha en gran es- 
cala por la vida, tenía algunos sentidos por estrenuo desarro- 
llados, en fuerza de ejercitarlos. Pegando el rostro al suelo 
percibía los mas lejanos rumores y los diferenciaba y distin- 
guía. Su olfato era también activo y despierto, pues en la 
vida que llevaba, de selvas y desiertos, el tigre lo rastreaba y 
él rastreaba al tigre. Los pequeños cuadrúpedos y las aves 
palmípedas del país le huían; pero el charrúa ayudado por la 
rara potencia de sus sentidos los ponía al alcance de su flecha 
y vivía de ellos. 

A diferencia de los tribus indígenas en general, debía tener, 
como así mismo los pampas y patagones, las estreraidades 
musculosas, fuertes y bien desarrolladas, por sus continuas 
carreras á tmvés de un suelo desigual; dj piedra y riscos 
unas veces, como las sierras dal Ests; arenoso c imo en toda la 
ribem del Plata; tembladizo y húmedo comeen India Muerta 
y otros parajes inundados; cruzado de ásperas 'cuchillas, por 
donde se mire. 
Algunos al describir al charrúa le atribuyen el tatuaje^ es 



VlCTOQr ÁRBEGUINE 13 



decir incisiones en el cuerpo, hechas con puntas agudas, y 
coloreadas con jugos vejetales. Se agrega quo se hacían deter- 
minado número de tajos en el rostro que también teñían de 
colorado y azul. Nada dicen á este respecto algunos historia- 
dores voraces, y hay razón para suponer que el taiwije no de- 
bía ser muy general, ó pudo ser importado, de la misma ma- 
nera que debió ser importada la palabra ^?m^M^, que es pata- 
gónica, y significa la idea del mal; pero del mal incompleto: 
de una especie de demonio bufón y brujo. 

Los charrúas miraban al bien y el mal como entidades 
abstmctas; Gualiche era una superstición rastrera de espíritus 
asustadizo?, que al tiempo del descuf)rimiento y conquista no 
se encontró en el Uruguay. EnT^lO época en que un escritor 
estudia, para describirla mas tarde como sumamente su- 
persticiosa, la palabra se habia incorporado á la tribu. 

Pero eso tal vez proviniera de las alianzas charrúas, que en 
mas de una ocasión se afianzaron con los pampas. De estas 
alianzas adquirieron, sin duda, ciertos vicios y supersticiones, 
en fuerza de verlos repetidos entre gentes amigas. 

Por ser las comidas de los charrúas frugales, moderados 
sus placeres, cortos sus vicios y su vida tina continua gimna- 
sia, alcanzaban á vivir muchos años, y no envejecían ni les 
blanqueaba el cabello, sino á una edad muy avanzada. 

9— Siendo la guerra objeto primordial de sus pensamientos 
y su acción, estaban muy hechos á ella. No la buscaban; pero 
tampoco dejaban de aceptarla; y demostraron muy grandes 
disposiciones para ella, en la sangrienta resistencia que du- 
rante tres siglos sostuvieron con el usurpa lor de la tierra nati- 
va, perdiendo los españoles mas gente en la guerra contra 
ellos sostenida, que en la conquista de toda la América; pues 
Méjico y el Perú, con ser poderosos imperios, fueron someti- 
dos á muy poca costa, y las demás parcialidades indígenas, 
casi sin esfuerzo. Ponían en caso preciso hasta 1000 hombres 
sobre las armas, y si no ponían mas era porque no formaban 
nación muy numerosa. Peleaban organizados en batallones 
de á cien soldados, en columnas, bajo una disciplina severa, 
pudiendo afirmarse que eran los primeros guerreros de Améri- 
ca. Empleaban trompas y bocinas en la pelea, y antes de 11- 



14 HISTORIA DEL URUGUA"? 



brar una acción ocultaban (i sus familias en las espesuras, 
cosa que, en caso de adversidad, no las envolviem la derrota. 
Sus armas consistían en flechas de punta de pedernal, ó made- 
ra endurecida á fuego, libes ó boleadoras, que manejaban con 
suma destreza y mazas de granito. 

Las boleadoras eran de piedra, y se componían de tres bolas 
cada una con una ranura central por la que pasaba una cuer- 
da de fibras ó de piel de zorro. Los cordeles eran de mas de dos 
metros y se unían en un centro común. En la campaña orien- 
tal se ban encontrado muchas de esas piedras: unas redondas, 
otras de forma oval, también con una ranura equidistante 
de sus polos; algunas con'una ó míis puntas agudas en los es- 
tremos opuestos. Estas ciertamente no serian bolas arroja- 
dizas. 

Las mazas tenían unos 30 centímetros de largo y 15 de diá- 
metro en la parte más ancha. Eran de piedra pulida, y figu- 
raban en cierto modo la mano de un mortero, con una aga- 
rradera delgada. (!) 

10— Las alianzas de los charrúas, aunque tácitas, eran sagra- 
das, pues la buena fé entre ellos jamás fué desmentida, ni vio- 
lada, por lo que nunca se aliaron á los chañaos, pueblo de fe- 
lones taimados, que faltaba á sus compromisos con mas velei- 
dad que dudas mostraba para contraerlos en sus casos de 
apremio. 

Generalmente los charrúas celebraban sus alianzas con los 
yaros, bohanes y minuanes,- estos últimos de la costa argenti- 
na,— todos ellos guerreros de caballerescos procederes, ajustados 
á la hombría charrúa. 

Sus alianzas ofensivas y defensivas acusan una fina sagaci- 
dad y un Lábil tacto político. Abierto su espíritu, como un 
oido, á todos los clamores de la guerm, los interpretaba y com-. 
prendía, no malgastando en casos de suprema oecesidad su 
fuerza en riñas fraternas, y buscaba, muy al contrario, las 
conveniencias de pactos más 6 menos durables, entre las nació- 



(1) El Dr. D. Alberto Palomcque conserva en su p?der una de estas ma^ 
xas» que tuvo la bondad de facilitarnos. 



VÍCTOR ARRISGUINK 15 



nes vecinas, con las cuales entendíase por medio del telégrafo 
salvaje^ que daba aviso á los bohanes, yaros y demás colindan- 
tes de sus asambleas guerreras, en las que se resolvía la paz ó 
se declaraba la lucha. Para tratar con regiones mas lejanas, co- 
mo ser los querandíes ó pampas, enviaban emisaiios como su- 
cedió al>imple asomo de laespedic:on de D. Pedro de Mendoza, 
á quien de concierto batieron y hostilizaron vivamente. 

11— Los charrúas eran de una viril organización; morenos de 
tez; de ojos pequeños y muy vivos; de cabellera lacia y 
abundante. 

La nariz charrúa afectaba la forma de la romana; no era la 
nariz aplastíida del pampa, que tan feo aspecto comunica á su 
ftsonomía; era mas bien enérgica; de líneas dums; algo 
encorvada, de ventanas abiertas y cartílagos finos. 

Prichard los describe en esta forma: «Los charrúas se colo- 
can, teniendo en cuenta su color, entre las razas negras, ó en- 
tre las que se aproximan al negro, ligeramente mezclado de 
rojo. Son derechos, proporcionados y activos; su estatura es 
mediana, una pulgada próximamente mayor que la de los es- 
pañoles. Tienen la frente despejada, las facciones i*egulares, 
aunque su nariz parece estrecha y casi hundida entre los ojos; 
las cejas poco* abundantes; nada do barba y muy poco vello en 
la superficie del cuerpo Sus cabellos son espesos, muy largos, 
lustrosos y siempre negros. Tienen las manos y los pies mas 
pequeños que los de los europeos, y el cuello de sus mujeres 
es mas delgado que el de las demás indias. 

La estatura del charrúa al decir de Orbigny, alcanzaba á 
m. 1. 680. 

1^— Lo que mas distingue al hombre de los demás seres— la 
religiosidad,— y que el natu' alista Mr. de Quatrefages, en una 
hermosa teoría suya, hace, con la moralidad, el atributo esen- 
cial de la especie humana y límite insalvable con las otras,— 
constituía en ellos un sent miento poderoso. 

No tenían ídolos ni templos, aunque parece que el cerro de 
Tupambaé, estaba dedicado á Tupa, y talvez á algunas fiestas 
religiosas. Adoraban á su Dios á cielo abierto, sin las idola- 
trías de los mstantes aborígenes de América. 

Tupa se llamaba el Dioá bueno, el que hace florecer la pri- 



16 HISTOfilA DEL URUGUAY 



■T-i- vr I r m» 



mavera y brinda la felicidad á los hombres; Tupa que quiere 
decir «¡Ah! ¿Quien eres?» Mas bien que un símbolo era una 
idea abstracta; y por la partícula admirativa ¡Tú! y por la in- 
terrogación ¿Quien eres? se deduce que debió engendrar mu- 
chas veces en el indio errante, un profundo sentimien- 
to de respeto, sorpresa y admiración hacia el misterioso 
Hacedor de las cosas. 

Añang, divinidad maligna, era la idea del mal hecha frase. 
Añang quiere decir «Yo persigo las almas». 

Esta sombría deidad bramaba en las noches tristes; rugía 
con el pampero, y ordenaba á los malos espíritus que en ron- 
das nocturnas amedrentasen á los hombres. 

Sus pocas supersticiones, fueron casi todas adquiridas des- 
pués de la conquista. 

Celebraban los novilunios con grandes regocijos, aunque su 
carácter era triste y viril. 

Respecto de la vida ulterior también pensaban alto. Las es- 
trellas para ellos eran la morada de los buenos y de los héroes. 
Es creíble que enterraran á sus muertos con las armas que usa- 
ran en vida, como asi mismo que después de las batallas que- 
maran á los muertos habidos en ellas. (1) 



(1) Aún no se han encontrado esqueletos que puedan ser considerados 
de charrúas. En la parte sud de la frontera oriental existen a'gunos miles 
de montículos artiliciales. Los entendidos sospechan que sean tumbas 
charrúas. En cuanto á los chanaes, y 'otras tribus del poniente está ave- 
riguado que enterraban 6. sus deudos bajo montículos tumulares de poca 
elevación. Los huesos chanaes que hemos podido examinar en el Museo 
Nacional, se encuentran sumamente deteriorados. El vértice de los dientes 
de nuestros aberígenes era completamente aplanado, debiéndose atribuir 
este fenómeno á que los usaban como instrumentos cortantes con dema- 
siada frecuencia. Éntrelos objetos hallados de corto tiempo á esta parte 
liguran numerosos ejemplares de la cerámica aborigen, toda ella consis- 
tente en cacharros de tierra cocida. 



VlCTOa ARRtíGtJINE 17 



CAPÍTULO III 

SUMARIO— 1 Descubrimiento del rio de la Plata.— 2 Muerte 
DE Juan día/ de solis.— 3 Paso de Magallanes.— 
4 Diego garcía.— 5 Sebastian Gaboto.— 6 Funda- 
ción DE san salvador,- 7 REGRESO DE GABOTO A 

ESPAÑA.— 8 Destrucción del fuerte de saxcti spiri- 

TU POR los TIMBÚES. 

1— Una vez descubierta la América los portugueses se die- 
ron á buscar tierras lejanas, cuya posesión deseaban todas las 
naciones. A tales estremos lleg'aba la ambi'^ion de dominio es- 
terior, que Francisco I, escluido de tomar parte en lo que 
se descubriera, preguntaba al mundo cual ei'a la cláusula 
del testamento de Adán, que escluíaal rey de Francia de he- 
redar en el nuevo mundo, y por su parte el rey Enrique VII 
de Inglaterra, mandaba á Juan Cabot, á descubrir el occiden- 
te, obteniendo el resultado de que efectivamente Cabot diera ' 
con la gran isla deTerra-Nova. Vasco de Gama había hallado 
el paso á las Indias por el sud del África en 1498, y Pedro Al- 
varez Cabral tomaba posesión en 1500 de la costa del Brasil, 
cuya costa no encontró por casualidad, como se haSvenido cre- 
yendo, sino que descubrió, mandado espresamente por don 
Manuel el Afortunado, monarca de ' Portugal, según consta 
de'^ documentos encontrados en dicho país, recientemente, 
en 1891. 

Las ambiciones inmensas de algunos príncipes europeos, 
animaron al avaro monarca Fernando V, de Castilla,', á prepa- 
rar una'nueva espedicion á la América en 1512, en la que ven- 
drían'Juan Diaz de Solis, piloto mayor d 1 reino,* Vicente Ya- 
ñez Pinzón y Diego^GarCía, portugués este último, con encar- 
go de descubrir nuevas tierras americanas. 

Según el historiador Oviedo, esta espedicion salió de costas 
españolas ea,15]2ylIogó hasta el 40.° de latitud sud, en cuya 



Ifl KtiSÍOarA Í>ÉL ÜSUáüAV 



-""I — '■ ~r '■-—*■ r- ^ — 1 — - - - - py^, ^, , g7,|-|nr — rim^g-mi ti y"i i4ii 



altura, doblando al N. O., descubrió un teriiteríoen 1513, del 
que tomó posesión á nombre de España, clavando cruces en 
señal de dominio y entablando relación con los naturales del 
suelo. Las tieí'ras oran unos vastos arenales. Solis, se internó 
en el país y no encontrando nada de mas valor hizo un carg-a- 
mento de madera, con el que regresó á España antes de seguir 
descubriendo, á causa de la violencia de los huracanes. La cos- 
ta descubierta no podia ser otra que la del Maldonado. Llega- 
do que fué á España Solis estuvo preso largos meses, y no vol- 
vió- á pensarse en él para nuevas aventuras hasta 1515. Si- 
guiendo el testimonio de Oviedo que mantenía relaciones con 
el descubridor, el país habría sido descubierto en el otoño ó in- 
vierno de 1513, y no en 1516 como se ha venido sosteniendo. 
De cualquier manera los aprontes de 1512 para una espedicion 
son veraces, y en la política de aquellos tiempos había razones 
poderosas para ocultar el viaje de Solis, á que se refiere Oviedo. 
Por otra parte todos los historiadores del Plata hablan de dos 
espediciones, refiriendo unos la primera á 1508, y otros á 1512, 
y dándolas igualmente por llegadas hasta los 40.<* de latitud 
sud. 

España era antes de descubrirse el Uruguay una nueva Fe- 
nicia, que podia enviar sus flotas á cualquier parte de la tierra. 
Sus naves mercantes pasaban de 2500 buques, 1003 de los 
cuales eran navios, de suerte que no le sería difícil á Fernan- 
do dar á Solis bastimentos por mas que algunos Layan dicho 
que vinieron equipados por el descubridor. 

La espedicion de 1512, si es cierta, debió hacerse con bastan- 
te reserva, para no dar que sospechar á la emulación de los 
portugueses, que deseaban ensnchar sus posesiones en Amé- 
rica, sobre que mantenían litigio con España. 

Ya por bula del 3 de Marzo de 1493 el Papa Alejandro VI 
había confirmado á los españoles en posesión completa de 
cuantas tierras descubrieran en el Océano Ocidental, y casi 
en^guida habia promulgado otra, por la cual se conferia á los 
españoles, cuantas islas y continentes hallamn al poniente de 
una linea imaginaria, que partiendo de uno á otro polo de la 
tierra, pasara á 100 leguas al Oeste de las islas de Cabo Verde^ 
Los portugueses^ sogün esta disposición, seríap dueños de t(h 



VicTOÍR ARREGÜTNri ítí 



das las tierras, que descubriesen, siempre que estuvieran com- 
prendidas al este de dicha línea. 

Por el tratado de Tordesillas, firmado el 7 de Marzo de 1494, 
habían convenido españoles y portugueses en aceptar las Bu- 
las del año anterior, siempre que la línea ideal estuviera á 370 
leguas al Oeste de las islas citadas, de manera que uo es estra- 
ño que Fernando, temiendo la astucia portuguesa, dispuesta 
siempre á ganar terreno por el camino de los convenios diplo- 
máticos, enviara á Solis al nuevo mundo con las mayores re- 
servas y no dejara la espedicionde 1512 estancada, como ha- 
bría sucedido si Solis, según creen muchos, no se hubiera en 
ese año entregado á los mares, en busca de regiones aún des- 
conocidas. ^ 

2— La segunda espedicion de Solis se llevó á cabo en 1515. 
Salió del puerio de Palos en Octubre y al principio de 1516 en- 
traba Solis en el Plata, que llamó Mar Dulce, llegando hasta 
donde recibe el gran rio el copioso raudal del Paraná y Ui»u- 
guay. Puso á una isla el nombre de Martin García en memo- 
ria de un despensero que alli se le murió y dejando parte de su 
-escuadra en la desem ocadura del primeix) de estos rios, es de- 
cir en la parte oriental de la masa de agua que ambos á dos 
arrojan al Plata, siguió al Ñor le, por saber hasta donde se re- 
montaban los grandes rios que del norte bajaban. 

Frente á Punta Gorda, echó anclas, y no pudiendo resistir 
á la tentación de bajar á tierra, lo hizo en compañía de 50 ma- 
rineros que le servían de escolta, no sospechando siquiera que 
los charrúas, que venían espiando sus naves desde las costas 
deMaldonado, le tenían preparada una emboscada de flecheros, 
que los sorprendió así que se metieron tierra adentro. 

Dieron rostro los españoles á los indios, pero á poco tuvieron 
que apelar á la fu^'a. dejando numero os muertos, entre e los 
á Juan Diaz do Solis, el factor Marquina y el contador Alarcon . 
y prisioneros á Fernando del Puerto, Melchor Ramos y Enri- 
que Montes, que vivieron can ti vos por espacio de 11 añoá. 

Los pocos que salvaron huyendo, fueron perseguidos con 
dura tenacidad. Voceaban los indios en pos de ellos, y cuando 
llegaron á la costa quemaron un bote» que los pocos escapados 
6 la massaa*e h9.bian dejado a^bandoaado. 



Í¿0 HlSTOnU DEL URUGUAY 



Una vez abordo^ los españoles cañonearon á los indios, pero 
las balas no alcanzaban^ por la distancia entre unos y atros 
interpuesta. 

Se reúnen entonces al resto de la escuadra, y tomando el 
mando de ella Francisco de la Torre, resuelven regresar á Es- 
paña, no sin antes bajar en Rio Grande, de donde se llevaron 
un cargamento de madera, ya que les era imposible llevar 

0.0. 

Llegan á España en Agosto de 1516, y en este mismo año 
muere Fernando, sucediéndole en el mando Carlos V, de iKis- 
tre vida militar, y alma de tirano, con el andar de los tiempos. 

So olvida por entonces el Rio de la Plata, al cuala^ despedir- 
se llamaron Mar de Solis de la Torre y sus gentes. Las infaus- 
tas noticias llegadas desde estas regiones ú España, no mueven 
el corazón de los aventureros á peligrosas empresas, que ni 
siquiera ofrecen la compensación del oro. 

3— La mocedad del monarca y los consejos de la gente fla- 
menca, le compelen á no enviar espediciones á estos países, y 
así pasan los años, hasta que llega á la Cój'te un noble hidalgo 
portugués, lleno de ambiciones dé gloria, á ofrecer su cx)ntin- 
gente para nuevos descubrimientos. Carlos Y, que tenia mujr 
buen tino en las mas de las veces, aceptó desde luego el plan 
de Hernando de Magallanes, que así se llamaba el hidalgo, y 
que se disponía á encontrar un es recho que por el S. O. co- 
municara á los dos grandes océanos que ciñen y abrazan la 
tierra. 

Después de tomar carta de ciudadanía española, salió Her- 
nando de Magallanes de San Lúcar de Barmraeda, el 20 de Se- 
tiembre de 1519. Traía intención de descubrir las islas Molu- 
cas en el Grande Océano del poniente y vino siguiendo derro- 
teros conocidos, hasta cerca de Montevideo. Al avistar el cerro 
de este nombre, un marinero portugués que estaba encarama- 
do á una gavia, monte vi eul gritó de lo alto, y Montevideo de 
entonces le quedó por nombre á la zona denominada por el 
avanzado centinela del Sud, el Cerro. 

Magallanes siguió adelante, hasta las costas de ]& Colonia, 
sin reconocer tierra; y de allí siguió é la Patagonia^donde hiio 
un d3-Qmbarco, ya entradlo el ailo d:) To?0, tomando en sogu^n 



VÍCTOR ARREGUIKE 21 



da el rumbo que sefiabia Impuesto, y entrando en ertempos- 
tuoso estreclio á que dieron su nom^^e las gentes de mar, y 
en pos de muchos riesgos logró penetrar en el Pacífico. 

La pro3za estaba realizada. Era Magallanes el primer hom- 
bre que surcaba el estrecho, llevando en el' velamen do sus bu- 
ques el perfume salobre del Atlántico á la planicie azul, infl- 
• Dita y movible del Pacífico. 

El gran marino murió en una isla de este Océano, á manos 
de feroces indígenas; pero su nombre quedó clavado en el es- 
trecho y en las constelaciones del cielo. Hay en los cielos del 
Sud unas grandes manchas blanquizcas, que no se ven sino 
cuando se ha pasado la línea equinoccial. Son los nébulas ma- 
gallánicas. 

Sebastian del Cano fué el encargado de conducir la espedi- 
cion á E a ropa. La nave Victoria, en la que recorrió mas de 
14.000 leguas, fué la primem en dar la vu Ita al riiundo. Del 
Cano, continuador del viaje emprendido por Magallanes, reci- 
bió en premio un globo ea el quo S3 leía esta inscripción: Pr¿- 
mm circimdedisti nu. 

4—En 1526 el Emperador encomendó á cuatro armadores, la 
aprestacion de una nota con destino al Rio de la Plata, de la 
que fué jefe el portugués Diego García, hombre por demás 
ambicioso, que al hacerse á la vela traía la intención de enri- 
quecer, aún cuaGdo fuera en perjuicio del .soberano. Arribó á 
las costas del Brasil á fines de 1526, pero se quedó hasta Enero 
ó Febrero del siguiente año en compañía de un bachiller pai- 
sano suyo, que encontró establecido y con quien fi.rmó un 
pacto decomprci-ventadoSOO esclavos, dejando en olvido el 
viaje proyectado. 

Entretanto los portu::<ues3s establecí ios en el Brasil no se 
dormían sobre sus laureles. Martin Alonso, gobernador de San 
Vicente, enviaba en el año' de la espedicion aludida, al portu- 
gués Alejo García con órdenes de buscar por tierra camino al 
Perú. Llegado,al Paraguay el viajero cons gr.ió hacer.se seguir 
por mas de 2000 guaraníes, con quienes llegó á los mismos lin- 
des del país de los Incas, donde recogió mucha cantidad de oro 
y plata. Al regreso lo mataron los indios y se repartieron el 



22 HISTORIA DEL URUGUAY 



boÜD. Pronto veremos como este hecho ídAhvó sobre los des- 
tinos del Plata. 

5— Carlos V. espíritu emprendedor é inquieto soñaba con el 
famoso El Dorado^ imaginado país, en el que la ambic'on su- 
ponía la existencia de monstruosos tesoros. Por lo m'smo es 
que se obstinó en el descubrimiento de esa región, y pam el 
efecto nombró á Sebastian Gaboto á fin de que diera con é). 
Gaboto salió de San Lucar algo mas tarde que Diego García, 
aunque en el mismo 1526, y después de una navegación larga 
y penosa, una de esas navegaciones en buqviés de vola, que de- 
moraban hasta 6 meses en hacer la ti-ávesía hasta el Plata, an- 
claron sus cinco naves en el Puerto de Patos, Brasil, donde le 
noticiaron que al Oeste, tierms adentro, existían famosos sur- 
tidores de oro. Súpolo y determinó abandonar el viaje á las Mo- 
lucas, á lo que se opusieron tres de sus hombres: Martin 
Méndez ex-contador de la Victoria de Magallanes, Francisco* 
de Rojas y Miguel de Rodas, su segundo. Gaboto, para evitar 
impedimentos abandonó á sus compañeros en aquella pla^^a 
desierta, y desacatando las órdenes recibidas en España se 
vino al Plata trayendo cautivos á varios hijos de caciquea 

6~En Abril de 1527 ancló frente á una isla que llamóde San 
Gabriel, de donde sipujó á poco hasta la desembocadura del rio 
San Salvador, levantando allí el fuerte de este nombre, primera 
población española en el Uruguay. Antonio deGrajeda quedó 
en el Fortin con 30 soldados, y Gaboto, habiendo recogido á 
aquellos tres españoles que fueron cautivos en 1516, cuando 
vino Solis, se resolvió á remontar el Pamná, lo que realizó 
mas tarde. De orden suya Juan Alvarez Ramón siguió por el 
Uruguay al norte, donde lo mataron los yaros. 

Se diriíiió después Gaboto al Paraná, fundando en sus cos- 
ías el fuerte de SanctiSpiritu y batiendo con éxito á los in- 
dios agaces, que en3G0 piraguas asaltaron sus naves, llogó al 
alto Paraguay donde los indios caries le cambiaron por baga- 
telas el oro y plata robados al portugués Alejo García. 

Kl amibicioso Gaboto, creyó al tiempo de recibirla abundan- 
te plata de los caries, que el Paras uay era una mina porten- 
tosa, y no vaciló en llamar Rio de la Plata al Paraná y Para- 



VÍCTOR ARREGÜINB. 23 



guay, nombre que mas tarde se aplicó al gran estuario, en 
que el Paraná y el Uruguay desembocan. 

Por estos tiempos llega Diego García á las regiones en que se 
encontraba Gaboto y después de débiles protestas, contra lo 
que él juzgaba una usurpación de atribuciones, termina por 
sometérsele y emprender bajo sus órdenes el reconocimiento 
del territorio. 

7— Ansioso Gaboto de ejercer dominio legal sobre estos vas- 
tos países, envía á la corte dos comisionados para que gestionen 
un título posesorio para él, mandando gran acopio de plata,oro- 
y naturales déla tierra á Carlos V. E' emperador los recibe con 
muestras de marcado interés; pero las gestiones de Gaboto no 
fueron oídas por el momento. Así pasaba el tiempo y crecian y 
se animaban los anbelos de Gaboto, hasta que al fin cansado 
de tan larga espera como habla hecho, de varios años, se resol- 
vió á ir á España, á tratar por si mismo de sus intereses.. Cor- 
riendo el año de 1533, después de permanecer largo t empo en 
la Corte, el monarca le confirió el titulo de Piloto Mayor del 
Eeino, y aún el de Adelantado del Rio de la Plata, que no se 
hizo efectivo,desde el momento que no se le dieron recursos pa- 
ra venir al teatro de sus aventuras. 

8— Antes de la partida de Gaboto los charrúas provocados 
por las gentes de Diego García arrasaron el fuerte de San Sal- 
vador. Ido Gaboto, algo peor hicieron los timbúes con moti- 
vos menos disculpables, aunque si mas ardientes y ciegos, 
por ser su guía una viva pasión. Ciento diez soldados ha- 
blan quedado resguardando á Sancti-Spiritu, al mando del 
prudente Ñuño de Lara. Alrededor del fuerte se empezaba á es- 
tender una pintoresca población española, amenizada por la 
presencia de mujeres, entre las cuales descollaba por su be- 
lleza Lucía Miranda, esposa del capitán Sebastian de Hurtado. 

Los timbúes hablan labrado una pérfida amistad con el de 
Lara. Una noche llega Marangoberé, que quiere decir «el com- 
batido de las adversidades»,al campamento castellano, con pro- 
visiones de boca, que entrega ádon Ñuño, quien por lo avan- 
zado de la hora invita al cacique á que con sus pocos guerre- 
ros pernocte en el Fuerte. El indio que estaba prendado con 



24 HISTOBIA DEL URUGUAY 



violenta pasión de Lucía Miranda se queda, y á la media noche 
cuando los españoles dormían, á un silbido del indio, salen 
4000 timbúes, que había emboscado en un espeso sauzal, y ata- 
can á los cristianos en hoitias. 

Se produce una lucha desesperada, entre la traición cobar- 
de y el valor sorprendido, muriendo Marangoheré á manos 
del de Lara, y cosí todos los del Fuerte, incluso su jefe, vícti- 
mas del número de los indígenas. 

Consumada la matanza de los soldados cristianos Si- 
ripo, «tronco de palma», hermano del cacique traidor, se apo- 
dera de Lucía y demás mujeres castellanas. A todo esto Hur- 
tedo que se hallaba ausente llega al Fuerte, lo encuentra des- 
truido y sabe la suerte de suesposa. Váen su bu5ca; llega á presen- 
cia de Siripo que le hace gracia de la vida siempre que elija 
por mujer una india y le deje á él á Lucía.^ Hurtado finge 
aceptar, quedando en calidad de vasallo; mas quiere un día su 
mala estrella que sea sorprendido en permitida confianza con su 
legítima esposa Siripo condena á Hurtado y á Lucía al supli- 
cio; siendo ella arrojada viva á una hoguera, y el infeliz asaeta- 
do hasta rendir el aliento. 



CAPÍTULO IV 

(1535 á 1531) 

SUMARIO — 1 EsPEDiciON DE Mendoza— 2 Desastre de ia 
EspEDiciON- 3 Regreso Y muerte de Mendoza- 4 

Teegüa en el Uruguay. 

/' 

1— Las noticias de Gaboto habían despertado en España la 
codicia de los aventureros. Don Pedro de Mendoza que mante- 
nía amistad con Carlos V, y era caballero de noble cuna, solici- 
tó y obtuvo autorización para armar una flota á su costa y ve- 
nir al Plata. So le dio el título de Adelantado del Rio de la 
Plata, y luego de obtenerlo se le presentó tal golpe de gente 



Victos ABUEGüíNfí 55 



con deseos de dirigirse k América, fi probar fortuna, que le fué 
imposible atender k todos. Al poco tiempo de estas mercedes rea- 
les preparaba Mendoza la escuad;*a mas lucida que hasta en- 
tonces hubiera venido al Continente. Las g/andes minas del 
Perú y las riquezas de Méjico no habían conseguido llamar 
tanto la atención como estos pobres países, pintados por la co- 
dicia humana como los más pródigos del mundo. La flota de 
Mendoza se componía de 14 grandes navios, en los que venían 
25C0 españoles, 150 flamencos y alemanes, 32 mayorazgos, un 
hermano de Santa Teresa de Jesús, un hermano de leche del 
Emperador y gran cantidad de nobles, todos ellos destinados á 
correr en pos de una ilusión intangible y á sobrellevar los mas 
grandes padecimientos. Tanto puede la codicia en el hombre! 
Traía además Mendoza algunos caballos, vacas y ovejas, con 
ánimo de propagarlos en el país que pensaba poblar, en cuyo 
negocio comprometía su fortuna y la de otros. 

El 1.0 de Setiembre de 1534 levó anclas la escuadra del Ade- 
lantado en San Lucar de Barrameda. 

Halláíidose bajo los trópicos, al cabo de muchos dias de na- 
vegación, hizo un desembarco en Rio Janeiro. Permaneció allí 
bastante tiempo, y en ese lapso se manifestó como un malva- 
do, mandando asesinar por envidia á su Maestre de Campo 
Juan de Osorio, cuyo cadáver apuñaleado fué exhibido á la 
espectacion de las gentes, con un cartelon difamatorio cosido 
al cuerpo. 

NoagmdóesteheC'.o al buen Die^.o de Mendoza, hermano 
del asesino, quien después de augurar terribles desgracias á la 
espedicion, por vía de castigo, separóse con algunos soldados 
del r sto de la flota, siguiendo hasta donde brillan más laii 
constelaciones del Sud. 

Algún tiempo después se le junta en Rio Grande el Ade- 
lantado y con todas las naves entran ambos en el Rio de la 
Plata, yendo á fondear frente á la actual Buenos .Aires, donde 
echaron los cimientos de esta ciudad el 2 de Febrero de 1585. 

Establecido el conquistador en tierra Ürme, traba relación 
con los indios queracd íes de quienes recibe comestibles; mas 
porque estos se niegan un dia á proporcionárselos, envía á su 
hermano D. Diego á que los bata al frente de 30O ginetes» na 



26 Hisl'ORIA DEL ÜRÜGUAlT 



previendo los males que podían venirle de su conducta provo- 
cadora. Mas antes de entrar en pelea mandó á uno de sus ca- 
pitanes á indagar el porqué de la frialdad de los indios para 
con, los españoles. Estos sin dar esplicaciones, maltrataitín al 
comisionado, con- lo que salió al campo D. Diego, trabando 
combate con los querandíes. La victoria quedó por los españo- 
les, que pagaron caro el triunfo, pues les costó la vida del he- 
roico hermano del Adelantado y mas la de treinta hombres. 
Los indios perdieron 1000 guerreros.- 

2— Vueltos á Buenos Aires les vencedores, los salvajes lejos 
deinernarse en la inmensidad de la Pampa, afluyen de to- 
dos Jos puntos del horizonte. Los charrúas intervienen y pro- 
veen á las tribus e-mntes de esforzados caudillos. La- guerra 
presenta los caracteres de una resistencia nacional. 

Sitiados por todas partes los colonos de Buenos Aires, pade- 
cen crueles hambres, al estremo de tener que devorarse los 
caballos, perros, gatos y hasta las suelas del calzado y carne 
de cai-ancho. 

A estas tristes calamidades viene luego á agregarse la pre- 
sencia de un ejército indígena de mas de 3000 hombres, que 
ataca denodadamente á la ciudad, incendiando los techos de 
totom ó paja brava, de las habitaciones españolas, arrojando 
sobre ellas dardos con manojos de paja encendida. 

Pronto cunde el incendio. Cuatrx) naves que estaban ancla- 
das en la costa, arden también en aquel día funesto parala 
conquista. 

Quedan muy mermados los españoles después de este desas- 
tre. Mendoza hace el recuento de los suyos, y encuentra que 
de aquel brillante núcleo que trajera no le quedan sino 560 
personas. Deja á uno de sus tenientes mandando en Buenos 
Aires, y resuelve remontar los grandes rios del norte en busca 
de alimentos, aprovechando una tregua de los indios. 

3— El viaje á los rios fué de poco resultado. Vuelto á la po- 
blación y no viendo sino enfermos en ella, resuelve abando- 
narla en 1537, dejando alguna gente allí. Emprende el regre- 
so á España sin conseguir llegará ella, pues murió á causa de 
haber comido abordo acosado^ por el hambre^ la carne de una 
perra enferma^ 



Vicios, ARREaubífí ^ 



Así terminó el infeliz espedicionario sin haber alcanzado si- 
quiem un sepulcro para su cuerpo exánime. Tantas cala- 
midades como probó fueron hijas de su imprudencia. Pu- 
do muy bien con la gente <iue traía poblar tierras ^ fá- 
ciles de someter no provocando alas tribus, que al fln y al ca- 
bo eran dueñas del suelo por derecho de natalicio. Otros mas 
tarde, con mas escasos recursos, lograron poblarse y hacer del 
Rio de la Plata un emporio de riqueza, debido á que poseían 
mas tino y conocimiento del medio en que venían á vivir. 

4— Dada la bravura de los indígenas uruguayos, los españo- 
les de la conquista, que solo buscaban sus personales beneficios, 
y dada también la relativa pobreza del suelo, que oTrecia re- 
sistencias al estraño deminio, pusieron en olvido el posesionar- 
se del lado oriental del Uruguay, y en lugar de buscar en él 
asiento para sus poblaciones, alzaron ciudades en el interior 
del Continente, cosa que sirvieran de puntos intermedios en- 
tre el Perú y el mar. La Asunción se fundó con ese objeto; y 
aunque solo se miraba en ella un apostadero central, en 
medio de las tierras desiertas, vino á ser por largos años la ca- 
pital de todo el Rio de la Plata, pues hasta Buenos Aires fué 
abandonada. Desde la destrucción del fuerte de San Sal- 
vador, en 1530, hasta 1550 el Uruguay no mereció siquiera ser 
vis'tado por los españoles. En estos 20 años de tregua había 
crecido otra generación en el odio á la invasión estrangera. 
Pronto la veremos luchar perlas libertades de su patria salvaje. 



> ■ » ■■ « 



'ié filSTOBU bEI, ÜRüGUA* 



CAPITULO V 

SUMARIO— 1 Domingo Martínez de Irala— 2 Real orden 
del Emperador Cáríos V concediendo liberta- 
des POLÍTICAS— 3 Alvar Nuñez, 2.^ Adelantado— 
4 Nuevo Gobierno de Irala— 5 Fundación de San 
Juan— 6 Tregua en el Uruguay. 

1— Al abandonar para siempre elRio de la Plata dejo X>. Pe- 
dro de Mendoza á su cómplice en la muerte de Osorio, Juan 
de Ayolas, por Gobernador y Capitán Genei'al de las inmensas 
regiones para que fuera nombrado Adelantado. Comeen aque- 
llos tiempos no habia ni grandes riquezas co ocidas que esplo- 
tar ni poblaciones serias, el Rio de la Plata quedó incorporado 
al vi rey nato del Peni, y nuestro país á la jurisdicción del Pa- 
raguay, que era así mismo parte integrante de aquel. Mientras 
,duró el largo interregno de 20 años en que el Uruguay no fué 
incomodado por Ja conquista, la Asunción estuvo entregada h 
profundos disturbios, encendidos por la pasión del mando á 
que aspiraran soldados oscuros é ignorantes. 

Muerto A^'olas sucedióle Domingo Martínez de Irala, el úni- 
co de todos los españoles basta entonces venidos á estas regio- 
nes, que poseía dotes verdaderas de gobernante, cualidades 
hermosas de guerrero, y á la vez instintos de tirano, con po- 
cos escrúpulos para realizar las mayores iniquidades. 

Durante su largo gobierno, que se prolongó apesar del ca- 
rácter tumultuario y ambicioso de sus tenientes, muchos in- 
dígenas, y aún españoles, fueron ahorcados de su orden en la 
Asunción. Unos por no querer su yugo bárbaro otros porque 
estorbaban las miras de su ambición, que era la de dominar co- 
mo un león en sus desiertos.- 

2— En 1538, vino al Plata el Veedor Alonso Cabrera, con una 
I^eal Ovden de Garlos V por la que se disponía q^ue, en el casa 



VÍCTOR ARREGÜINB 29 



de hallarse acéfalo el poder, reunidos los colonos procediemn 
libremente, según Dios y sus conciencias, á la elección de Go- 
bernador provisorio. 

Esta Real Orden, dictada por un autócrata acostumbrado á 
jugar con los destinos de Europa, era la cimiente viva y fecun- 
da de la libertad, que muy luego de a^^rojada en el suelo fértil 
de América habia de dar frutos hermosos. 

El Veedor Cabrera traía ambiciones grandes de mando, pet o 
aunque hizo muchos esfuerzos no pudo evitar que el General 
Irala fuera elegido gobernador, cargo que desde la ni'iiGrte de 
Ayolas venia tácitamente desempeñando. i > 

3— Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, honesto y virtuoso caballe- 
ro, en quien se miraban armonizados el valor y la prudencia, 
la probidad y la energía, el buen tino y el espíritu emprende- ' 
dor, fué la persona en quien recayó en 1540, el título de 2.° 
Adelantado del Rio de la Plata. '^ -^ *^' 

Bajo el reinado del ilustre Carlos V.^É^ijDdWa miró á la América 
mas bien que como un depósito de oro,cóíií6 un Continente que 
tenía el deber de colonizar. Asi es que venían los Adelantados 
con obligación de gastar de su peculio 8000 ducados en el fo- 
mento déla población laboriosa en sus dominios, y en ese sen- 
tido vino dispuesto Alvar Nuñe?. 

Tmía este Adelantado 700 hombres en su compañía. Eutre 
ellos venía un semillero de futuras discordias, tumultos y 
asonadas, como que figuraban los nombres de Fiancisco de 
Vergara, Ruiz Díaz Melgarejo, Felipe de Cáceres, Ñuílo de 
Chaves, Martin Suarez de Toledo y otros á quienas la fortuna 
hizo ftgura,r, con el andar de los tiempos, a frente del Gobierno 
de la Asunción, en notables pendencias y en locas empresas á 
lo largo de los territorios mediterráneos. 

Al sud del Brasil desembarcó el Adelantado en 1541, y de 
allí sedirijióápié hasta la capitfil de sus dominios, la Asun- 
ción, á la que llegó en Marzo del año siguiente, después de 
cruzar el territorio de nuestro país y los que separan 6 este 
, del Paraguay. Como se comprende esa marcha á través do de- 
siertos y selvas espesas, acompañado de centenares de hom- 
bres, equipajes, caballos, tiene los caracteres de una campaña 



30 HISTORIA DEL URUGLAY 



militar atrevida, con la cual bien podía ganar prestigio el 
esplorador. 

Pe 1*0 no sucedió así. En la Asunción fué mal recibido, y á 
los dos años de permanecer en ella depuesto en una conjura 
nocturna organizada por el partido de Irala, y enviado á Es- 
paña con un proceso bárbaro y los pies engrillados. Con él 
iba también en calidad de preso, uno de los cómplices en 
en el motin: AJonso Cabrera, que enloqueció al llegar ásu 
pais. 

Sift^ lel estorbo do Alvar Nuñez, quedó so'o el sombrío Imla, 
destacándose en el'tasto escenario de sus dominios americanos. 

Alvar Nuñez había querido repoblar á Buenos Aires, é Irala, 
que deseaba continuara siendo la Asunción el centro de .su po- 
derío absoluto y que despoblara á aquella, se habia opuesto á 
las miras del Adelantado. 

4— Una vez dueño Irala de Ja situación se entrega á los ma- 
yores excesos, y cm^t^m*jando reales órdenes, establece el ré- 
gimen de las encoji;ii^paas, que consistía* en repartir tierras é 
indios á sus amigos, al mismo tiempo que propende á la rela- 
jación de todos los vínculos que atan el hombre á la virtud. 
Toma concubinas entre las indias, y autoriza con su mal ejem- 
plo á que otros hagan lo mismo; mata al que le hace 
sombra; no perdona á sus enemigos, y termina por convertir 
su gobierno en un centro de espantosa corruptela, en que tie- 
nen carta blanca sus secuaces. Un capitán Camargo fué quien 
le habló primero de Encomiendas, con intención talvez de ser 
favorecido. Irala castiga á Camargo con la pena de muerte, 
por el delito de pensar mal, y en seguida pone en prác- 
tica su consejo, repartiendo á todos los suyos tie-ras ó in- 
dios: unos indios en calidad de niitanos^ á quienes se obligaba 
á trabajar sin sueldo, por tiempo determinado, en las mas du- 
ras faenas; otros en el carácter de yanacoas, que de por vida 
permanecían en calidad de siervos. 

Como se ve la esclavatura era impuesta por Irala. Mal se en- 
sayaba la dominación española, violando los primeros derechos 
del hombre, é indisponiendo á los naturales con los castellanos. 
No era sin embargo culpado España, sino de los individuos 
feroces que, como Irala, lograban obtener el mando, por vir- 



VICTOK ARREGÜINE 31 



tud de su influencia y valor personal, cuando node procederes 
villanos y hábiles intrigas. 

5— En 1550, cumpliendo reales órdenes. Traía envió un su- 
balterno suyo llamado Juan Romero, á que se poblara en don- 
de le pareciese mejor, con tal que fuera en las cercanías del Pla- 
ta. Interesaba ala corona tener en tales cercanías un puerto de ar- 
ribada. Ksploró Romero muchas tierras, y al cabode un tiem|30 
acabó por elegir uno de los parajes mas pintorescos de lacosta uru- 
guaya, ala entrada de un riacho, al que llamó de San Juan, 
en honor del santo de sí mismo Levantó allí una empaliza- 
da, construyó algunas casuchas de barro y totora, y en breve 
se alzó allí la población agrícola— guerrera de San Juan, la 
segunda que los españoles fundaban en el refractario Uru- 
guay. 

No tardaron mucho los charrúas en hostilizar á los 120 sol- 
dados que guardaban el fuerte y sembraban la tierra. Dieron 
principio ala guerra destruyéndoles las sementeras, y ponien- 
do sitio al poblado. 

Llevaban los españoles una vida de sobresaltos, acechanzas y 
peleas; de manera que les fué forzoso recabar auxilios de Traía. 
Mandí este á un Alonso Riquelme de Guzman, á que indagara 
lo cierto de las quejas, el cual hallando á los españoles en es- 
trema miseria, sin ropas ni víveres, demacrados y tristes, los 
racogió y llevó consigoála Asunción, dando cuenta al goberna- 
dordeque en el Uruguay no sería posible la estabilidad de pobla- 
ciones sin que gran numero de soldados, con muchas armas y 
recursos, las defendieran de los indios. No era colonizable esa 
tierra bravia á su entender, sino de riesgos militares y batidas 
diarias. 

6— Dssde ese día empezó un nuevo período de paz para el 
Uruguay, que no debía ser interrumpido por un largo espa- 
cio de tiempo. Lo pobre del suelo lo aseguraba contra la civi- 
lización, que en tan malas formas representaba Irala en el 
Paraguay. Este Irala, viejo, gastado por los vicios, por los tra- 
bajos y continuas revueltas, terminó su existencia en 1557 
sin haber pensado en una nueva tentativa de apoderamiento 
del Uruguay. A su muerte se producen los mas censurables 
escándalos; las ambiciones desbordadas, dan lugar 4 toda suer- 



32 HISTORIA DEL URUGUAY 



te de pendencias; se alzan Gobiernos impopulares y ruedan 
con estruendo; se cometen crímenes; se forman partidos mili- 
tares veleidosos y e<^tériles; viniendo á ser el término del go- 
bierno de Traía y los tiempos inmediatos, algo muy parecido 
á los sangrientos funerales de Alejandro, sin que se desmem- 
bre, empero, el territorio. Con todo, las fuerzas de la conquista 
se gastan, sin destinarse á su verdadero objeto. Mientras esto 
pf sa, otros 20 años de olvido se ciernen sobre el Uruguay. 



CAPÍTULO VI 

(151?3 á 1600) 

SUMARIO— Juan Ortiz Zarate, 3«'. Adelantado— 2 Sb indis- 
pone CON LOS CHARRÚAS— 3 TRIUNFOS DE ZaPICAN— 

4 Planes de Zapícan— 5 Alonso de Ontiveros— 
6 Rui Dial Melgarejo —7 Padecimiento de los 
españoles— 8 Derrota y muerte de Zapican— 
9 Reedificación de. San Salvador.— 10 Nueva tre- 
gua en el Uruguay. 

1 — La Audiencia de Lima habia confiado al vizcaíno don 
Juan Ortiz de Zarate, que se comprometiera á gastar 80(0 
ducados en colonizar el Rio de la Plata, lo mismo que su an- 
tecesor Alvar Nuñez, el título de 3er. Adelantado. 

Mas Zarate, no juzgando de bastante validez esa concesión, 
pasa á España, á que la Corte ratifique lo obrado por aquella 
autoridad española, y á celebrar á la voz una especie de con- 
trato con Felipe IT, sucesor de Carlos V. Yendo á su país por 
Panamíí, lo sorprende un pirata cerca del istmo, y .le roba 
cuanto oro llevara del Perú, por lo cual llega Zarate á Madrid 
en una desastrada pobreza, teniendo que pedir prestado á sus 
amigos para venir al Plata d?spucs de serle confirmado el 
poder. Se compromete con el rey á traer en 4 naves, 2C0 sol- 
dados y 300 colonos con oficio, y además á levantar una 



Víctor arreguinb &3 



población costanera* Por ío que se ve, España aiín deseaba 
establecer una dominación efectiva en América; pero cometía 
el desacierto de mandar á individuos inapropiados. Pronto 
veremos á Zarate fracazar en su empresa. 600 hombres se 
aprestaron en las naves del nuevo Adelantado, que en lugar de 
4 se elevaron á 6. Con ellas llegó á Santa Catalina en 1573, 
dejando allí aJgunas familias, niños y enfermos, para adelan- 
tarse con la gente de guerra (i reconocer el territorio. 

Era Zarate hombre de mucha vanagloria, aunque de bríos 
escasos; y la gente que con él venía no consistía en nobles se- 
ñores, ni en perturbadores del orden. Con Mendoza había 
venido la gente de blasones; con Alvar Núñez la de genio 
aventurero; con éste, humildes labriegos y soldados inútiles 
como individuos aislados, aunque fuertes como elemento -co- 
lectivo. 

En 1573 (Noviembre), ancló el Adelantado frente á la isla de 
San Gabfiel en el Uruguay. Mas no contento con permanecer 
inactivo, bajó á tierm oriental improvisando f n la costa una 
barraca con el casco de un buque náufrago. No había en esto 
intenciones dedominioen apariencia, siendo así que los charrúas 
no recibieron mal al de Zámte, mirándole mas bien' como á náu- 
frago infeliz, que como á soldado que iba dispuesto á domeñar/ 
Hubo por algún tiempo relaciones cordiales; pero luego que 
notaron los indígenas lo prolongada que se iba haciendo la 
estadía de los intrusos entraron en cautela, y aunque no so 
mostraron hostiles, se mantuvieron reservados. 

2— El viejo Zapican, cacique y general de la Confederación 
Charrúa, hábil político, por mas que fuera un guerrero de la edad 
de piedra, presumiendo qne aquella gente que vivía de su fa- 
vor pensaba quedarse por dueña de la tieri-a nativa, previno á 
los suyos de que en breve podía cambiarse el seinblante de lus 
cosas. 

No tardó el español en confirmar las sospechas del esperi- 
mentado cacique. Por cuestión de que un soldado se fugó á 
vivir entre indios nació la discordia. El soldado habia esca- 
pado en una canoa, y como iba de paz no fué mal recibido por 
los charrúas, que no conocían el delito' m,i litar de la deserción. 
Zarate reclamó al fugitivo, y autos de esperar respuesta se 



di HJStORU t>BL UBWUAV 



«II j I II t< 



apoderó del joven Abayubá, sobrinodel gran cacique, y caci- 
que también. El español no era cautivo de los indios, sino un 
hombre que habia ido á vivir entre ellos. Así quisieron hacér- 
selo comprender á Zarate por medio de un lenguaraz 20 hom- 
bres que fueron de la tribu á reclamar á Abayubá. 

El soberbio Zarate hizo prender al lenguaraz y despachó á 
la embajada, sin mas esplicaciones ni promesa de soltar al 
prisionero > Entonces el viejo Zapican vá en persona á la pre- 
sencia de Zarate, y de la conferencia que mantiene se arriba á 
un cange del español y la canoa por Abayubá. Lo pactado- se 
cumple, mas resentido el austero espíritu de los charrúas se 
predispone á la pelea, por tales exigencias y afrentas inferi- 
das á, quienes les tomaran en cuenta de amigos. El bmvo 
Zapican convoca á los pueblos á una gran asamblea guerrera, 
h fin de resolver públicamente la actitud que vá á tomar la 
República, ante los avances del invasor. 

Lasasambíeas nacionales se instalan en las selvrs agrestes. 
Los oradores indios enardecen á las turbas heroicas, pintándo- 
les la segura subyugación de la patria á no organizarse la re- 
sistencia; Tabobá y el gigantesco Anahualpo, imitados por 
otros caciques, se pronuncian por la guerm inmediata. La 
nación entera se levanta como un solo hombre, electrizada su 
fibra salvaje por entusiasmos varoniles. Un inmenso grito 
de guerra asorda al Uruguay. 

3— Todo el país se pone en pió de guerra. So suspenden las 
relaciones y los obsequios de víveres y leña al intruso; Zarate 
no comprende de lo que se trata, desde que no presume tanta 
dignidad en el alma charrúa y manda al interior una partida 
de 40 soldados en busca de leña. 

La partida es sacrificada. En medio del combate es tomado 
prisionero Cristóbal de Altamirano, á quien conservan en su 
poder los salvajes sin inferirle ofensa. Es este el comienzo de 
una sangrienta guerra nacional. 

Salen á poco del campamento de Zarate los capitanes Mar- 
tin Pinedo y Pablo Santiago, ai mando de una gruesa colum- 
na, y en cuanto se internan, chocan los charrúas con ellos y 
se empeña un sangriento combate, en el que mueren mas de 
109 españoles, que pierden la acción. En lo paas i-eñido de la 



fc «II 




36 



■■i " ■ » 



luchaocurrieron varios lances singulares. Uno de ellos fué la 
disputa que tuvieron los jefes españoles. Pinedo trató de co- 
Imrde á Santiago, y este para demostrarle, qre no lo eiti, lo 
atropello espada en alto, y no lo mató por la interposición de 
los soldados. 

Acosados por todas partes casi todos huyeron. Pinedo se tiró 
á un rio y un charrúa que lo vio se tiró tras él, cociéndolo á 
puñaladas dentro del agua. Santiago, cuando peleaba en me- 
dio de unos pocos paisanos su^os, fué muerto de un arcabuzaso 
por un soldado español, á quien un indio ultimó enseguida. 
Un valiente llamado DoiííiDgo Lares, falto de un brazo, fué 
tomado prisionero mi entras blandía la espada en los aires con 
heroica bravura, y conducido en triunfo á las chozas de los 
charrúas, que no se cansaban de admirar su comportacion. 

4— Triunfante Zapican le aconsejaron dos caciques no deja- 
ra con vida á un solo español, y aprovechara la victoria yendo 
á buscar á Zarate. Querían su esterminio. El viejo jefe acón- • 
sejó á su vez á los mozos, pintándoles otra nueva acción como 
inconveniente, y agregando que tenia el plan de llevar un 
ataque marítimo al Adelantado. Antes de su triunfo el viejo . 
Zapican babia celebrado una alianza con todas las naciones 
vecinas que merecían au confianza completa. Yerú, cacique 
de las islas del Uruguay y Paraná, formaba en ella, lo mismo 
queYamandú, astuto jefe guaraní, que mantenía aparentes 
cordiales relaciones con el español, á fin de cenocer sus in- 
tenciones y planes. Los y aros, bohanes y minuanes, y hasta 
algunos caciques timbúes y querandíes estaban comprometi- 
dos en la alianza, que era sólida y hábil, y tendía á destruir 
al invasor, donde quiera que pisara tierra. No se limitaba, 
pues, Zapican á defender su escaso territorio, sino que por 
medio de esa especie de liga Aquea salvaje, pensaba mantener 
una guerra ofensiva continental, de todos los pueblos ligados 
por la solidaridad do sus derechos, y la amenaza de perder el 
suelo en que vivían. 

De acuerdo con estas ideas, el isleño Ytrú, habia puesto cer- 
co á Santa Fé, donde Garay, hábil capitán español, de mu- 
cho tiempo dedicado á la conquista, sentaba sus reales. Habia 
fufldado á Santa Fé, y halló en esta emergencia manera de. 



86 HISTORIA DEL URUGUAY 



salvarla de Yerd, á quien derrotó en pocas jornadas. Noticia- 
do Záittte, por seis individuos españoles que se lea escaparon & 
loscharriias, de los planes de Zapi can, y temiendo los efectos 
de una combinación tan admirablemente urdida, y sobre todo 
el ataque p^r mar, se dispone á levar anclas de San Gabriel y á 
buscar refugio en Martin García, isla mas grande y segum. 
De un grupo de charrúas que vigilaba á los españoles se des- 
prende un guerrero en el mom:)nto de aprestarse las naves á 
la huida, y arrojándose al agua, con medio cuerpo fuera de 
ella, pide que el español mas valiente baje á tierra a pelear 
con él cuerpo á cuerpo, A esta gentil provocación responden 
los de abordo con una descarga de mosquetería, que ultima al 
heroico charrúa, cuyo cadávar se hunde en las aguas del rio. 

5— En estos dias acaece un ht»cho curioso. Alonso de Onti ve- 
ros pasa á tomar servicio entre los indios, siendo recibido 
con demostraciones de amistad. Viste sus ropas, y ciñendo á 
su frente la ondulante diadema de cacique, vocea desde tierra 
en castellano. Invitando á sus antiguos compañeros á que ba- 
jen ft tierra á pelear con él y con la nación á que se ha acoji- 
do. Mcás los de abordo no satisfacen sus deseos, temerosos del 
valor inaudito y no común de los charrúas, en quienes esta 
cualidad tan necesaria á la conservación del derecho agredido, 
suple al número y la ventaja do las armas del enemigo. 

6— Vientos contrarios impedían las maniobras Intentadas 
por Zarate; y lo3 Charrúas, que ya hablan destruido por el fue- 
fro la población de tierra, se mostraban amenazantes desde la 
costa, cuando acertó á llegar el capitán Rui Diaz Melgarejo, 
con unas. cuantas naves y las familias abandonadas en Santa 
Catalina por el Adelantado. 

Era Díaz Melgarejo un capitán de aventura, audaz y anda- 
riego, no sujeto áotra obediencia que á la de su voluntad va- 
riable; que un día se encontraba en las fronteras del Perú, y á 
los dos meses aparecía en Río Grande; que ora discurría á ori- 
llas del mar, om se Internaba en selvas agrestes, llenas de ti- 
gres y serpientes, sin que jamás amedrentaran á su corazón 
envejecido en los riesgos y peligros del suelo, ni le moviei-an 
á una quietud sedentaria, que el aborrecía por temperameu- 



VÍCTOR ARREGIlNE Ti 



to, los gajos del poder, ó los placeres que pudiera hallar en las 
ciudades. 

La verdad os que tuvo lástima del Adelantado, y no (i ser qiio 
lo viera tan mísero y mermado hubiera seguido su marcha 
errabunda. Por esa lástima que le inspiró el caído, convino en 
servirlo de agente. Le trajo víveres de las ribems de los gran- 
des rios; le rescató no pocos prisioneros que vivian entre infie- 
les, y luego de estas primeras incursiones, y de dejar en tierra 
las familias y enfermos, y en Martin Garcia á Zarate, se diri- 
gió en busca de Juan de Garay, que estaba en Santa Fé y no 
tenía noticia de que tan cerca tribulara el Adelantado, 
por falta de socorro. 

7— Mienti as Zarate espera la incorporación del caudillo so- 
breviene una deshecha borrasca. Fuertes pamperadas echan su 
flota á pique, y queda el mísero Adelantado en aquella* isla 
desierta espuesto á un ataque que se espera todos los dias y 
á morirse do hambre si no viene pronto en su ayuda su pai- 
sano Garay. 

Otros padecimientos no menores caben á las familias, enfer- 
mos y niños que Melgarejo abandonara en la costa de San 
Salvador, seguro do que los indios charrúas no atentarían con- 
tra su vida. En esto Melgarejo, como era bueno y sentía una 
invencible simpatía por los débiles, aplicaba á los salvajes sus 
propios sentimientos, y aunque no se equivocam esta vez, es 
lo cierto que los infelices abandonados soportaron intensos 
fríos á la intemperie, y hambres violentas, que no podían sa- 
ciar los escasos recursos que estaban al alcance de-sus manos. 

8— No tardó Garay en aprontar buen número de soldados y 
dirijirse rio abajo. En la costa del Uruguay una tempestad 
hundió la nave en que venía, salvando el caudillo en hombros 
desús indios, que eran buenos' nadadores ai^regados k 
sus soldados. En cuanto pisó tierra, los charrúas que estaban 
sobre avi.^o, se presentaron en número dé 1(00, mi- 
litarmente organizados en decurias, como las decurias i-oma- 
nas, formando en batallones, cual tenían por costumbre al 
pi-eseutarse en pelea. 

Quiso Garay sacarles la ventaja del terreno por ellos ocu- 
pado, y dispuso su gente de á pié y de á caballo en orden de 



38 HISTORIA DEL URUGUAY 



batalla. El ardid no dio el resultado que se esperaba y tuvie- 
ron los españoles que avanzar al campo enemigo, donde se 
destacaban al frente el viejo Zapican, Abayubá el joven y 
otros ardorosos caciques. 

A la Toz de ¡Santiago y cierra España! es llevado el ataque. 
El choque se produce, y por largo tiempo no se oye sino el 
rumor de las armas. Después de rota la tregua que precede á 
toda acción de guerra, y del clamoreo con que los charrúas ini- 
ciaban sus batallas, el choque reviste los caracteres, por 
parte de esto>5, de una silenciosa refriega, donde las armas to- 
man la palabra y las veces callan. La caballería hace san- 
grientos estragos. 

Los españoles en fuerza de ser diestros guerreros jispi ran á 
matar los caciques y á ellos dirijen la boca de sus tronadores 
arcabuces y el filo de sus tajantes espadas. Un oscuro solda- 
do, Juan Menialvo, mata á Zapican, el primor nombre de la 
gloria nacional. Y con Zapican cae Tabobá, á quien el mismo 
oscuro Menialvo mata por la espalda, cuandose batía heridoy de- 
sangrado con otro oscuro castellano. Mueren Abayubáy todoslos 
caciques allí presentes. Un indio, en esos momentos de bravu- 
ra, se abraza á un caballo y pretende cortarle las riendas á 
dentelladas corriéndose por la lanza que lo atravesaba. El gi- 
nete se limita á darle de puñaladas. Muerto Zapican se oscu- 
rece la estrella de la nación charrúa, mas no por eso el desa- 
liento se apodera de sus heroicos ciudadanos. En el campo que- 
dan más de doscientos indígenas en señal de vencimiento. 

Garay sale herido en el pecho, y los charrúas se retiran en 
orden, lo que prueba su mucha disciplina, pues aÚQ en los 
ejércitos regulares suele la dispersión ser irremediable con la 
muerte de sus jefes. 

Con esta victoria, á muy poca costa conseguida, se engríe 
Zarate y atribuyéndose el triunfo, dá á estas i*egiones el nom- 
bre de Níieva Vizcaya, en honor de su patria y de la de Garay. 

Tiempos atrás las habia llamado el buen Alvar Nuñez, Pro- 
vincias de Vera; pero ni ea una ni en la otra ocasión pudo du- 
rar mucho el nombre nuevo. 

9— Zarate creyendo que los charrúas se abstendrían de la 
gueri-a, desembarca en Saa Salvador y lo reconstruye, (Fe- 



Víctor arheguiné 39 



brero de 1574) nombra sus autoridades y permanece allí ali^un 
tiempo. 

Las primeras casas las levanta el astuto Yamandú, mioiítras 
adolorida el alma charrúa toma sangrientas represalias, dan- 
do muerte brutal fi los prisioneros españoles. A unos los eiitie- 
rran vivos; á otros los mutilan, y si hemos de creer á los cro- 
nistas, empalaron á algunos. 

Garay y Melgarejo que empezeron á obmr de consuno, pren- 
den al cacique Caayú, sobrino de Yamandú, que al irlo á re- 
clamar cae también prisionero. 

Coincide con estas prisiones el casual incendio de San Salva- 
dor, de cuyas llamaradas se libran los españoles huyendo á las 
naves, con el Adelantado á la cabeza. 

Vueltas las cosas á su estado Yamandú consigue evadiiso 
de su prisión, después de haber pi'oclamado á los suyos obe- 
diencia á los españoles arteramente, por ver si lo dejaban en 
libertad. 

Malcontento con la soberbia del Adelantado el cura vicario 
de San Salvador, que era un lic-nciado Trejo, se pone de 
acuerdo con algunos soldados y se dispone á derrocarlo. Descu- 
bierto el motiD, Zarate prende al vicario, reembarca sus gen- 
tes, y se dirijo á la Asunción, dejando unos pocos hombres en 
el Fuerte, en momentos que Yamandú con su ejército ame- 
nazaba á los españoles. 

10— Sospechan los historiadores que Zarate fué envenenado 
al poco tiempo de llegar á la Asunción; pero sea que muriera 
de muerte natural, ó por efecto de la ponzoña, lo cierto es que 
ni fué llorado ni sentido. 

El Adelantsdo falleció en 1575, dejando en su puesto á un 
muchacho Diego Mendieta, que hizo gobierno de calavera y no 
pocas vt ees de tirano. 

Mendieta, entregado á los placeres y vicios, puso en olvido al 
Uruguay , que tanto diera que hacer á su tio el Adelantado. 
Los españoles abandonan el Uruguay en 1576 y los charrúas 
quedan en posesión de su libertad hasta el siglo siguiente. No 
así las demás tribus del Plata, que siguen sufriendo el rigor d^ 
las armas y el yugo de los encomenderos. 



40 HISTORIA DEL URUGUAt 



CAPITULO Vil 

( 1502 á 1618 ) 

SUMARIO— 1 Hernandahias de Sí^avedra— 2 Su gobierno— 
3 Trae el ataque A los charrúas— 4 Propone y 
obtiene la división del territorio de su mando — 
5 Juicio de Kerxandarias. 

i—Muerto Garay por los mi nuanos después dé haber vuelto 
á fundar á Buenos Aires, eu 1580, y renunciado en 15')1 el Ade- 
lantazgo por Juan Torres de Vera y Aragón que lo desempe- 
ñaba, aparece en la escena histórica una personalidad de brillo: 
Hernando Arias de Saavedra, que es electj por la via popular 
en 1592, para gobernador del Paragua3% y nombrado en 1600 
sustituto del gobernador D. Diego Valdez de la Banda. 

Era este Hernán dadas, como han dado en llamarle, natuml 
de la Asunción, de cuna distinguida, de vida heroica y claro 
talento. 

Aunque hijo de Martin Suarez de Toledo antiguo gobernan- 
te del Paraguay, jamás se puso el apellido paterno, ni tampo- 
co el que le venia por línea femenina, que era Sanabria. 

Desde mozo se habia distinguido en acciones audaces. So 
cuenta que desañado un dia pvor un cacique famoso, aceptó el 
lance y le dio muerte, y que mas tarde fué amigo de muchos 
caciques que le tuvieron respeto. 

En su primer gobierno, que duró dos años, dio Ilernanda- 
rias pruebas de que poseía cualidades de político y guerrero, 
no vistas hasta entonces en los anteriores mandatarios. 

Sí so piensa que los americanos eran en toda la América, por 
lo general, escluidos del mando, ha de juzgarse do los mereci- 
mientos del joven Arias, que fué el primer hijo de América 
que gobernó en estas regiones; el primero que humanizó la 
guerra cuntmlos indios, á quienes conocía de cerca y sabía lo 
fáciles que serian para aceptar la civilización, que hasta en- 



VÍCTOR AUBKQÜINB- 41 



tone s solo<;onocian poí el lado de las expoliaciones y vio- 
lencias. 

2— De Lima le vino á Hernandai'ias el nombramienio en 
1600, que le fué confirmado por la Corte. Ya con el carácter de 
gobernador efectivo, emprende una campaña militar desde la 
Asunción á la Pampa, quedando en ella cautivo, después de 
ver á sus gentes en completa derrota. 

Permaneció así en cautividad, hasta que una noche con 
mucha audacia consiguió escapársele á los indios y llegar al 
poco tiempo á la capital de su gobierno donde se le daba por 
muerto. 

3 - Una vez entre los suyos organiza un cuerpo de tropas y 
abre una campaña contm el Chaco, cuyas bárbaras naciones 
le ofrecen obstinada resistencia; de allí baja á las tierras del 
sud, en una marcha triunfal hasta Magallanes. Como era em- 
prendedor, no satisfecho con los riesgos vencidos, busca otros 
nuevos, y resuelve venir en son de guerra contra los charrúas 
de quienes oyera hablar desde la infancia con asombro. 

No tarda en llegar al Uruguay, del que viene á turbarla paz 
disfrutada por un cuarto de siglo. 500 soldados le siguen. 
Igual número había bastado á Cortés para derribar á Méjico; 
con menos habiá Pizarro abatido á los incas; pero ahora se tmta 
de un pueblo guerrero, que tiene una noción altiva y profun- 
da de su libertad. 

La espedicion se internó en el Uruguay entro 1603 y 1604. 

Los ínflios, aunque inferiores en armas, se preparaban á la pe- 
lea y aceptaron la batalla que les ofreció eí Gobernador. Se 
dio la batalla, que fué larga y sangrienta. Después de haber, 
cesado viosa á un gu3rr3ro silir huyendo en soberbio corcel. 
Kra Hernandarias. Todos sus soldados habían quedado ó pri- 
sioneros ó muertos. 

Convencido el Gobernador de la ineficacia de las armas, para 
domeñar tanto brío, medita entonces otm forma de conquista, 
mas avenida con sus doctrinas cristianas, y en tal sentido es- 
cribe á la Corte, proponiendo que en lugar de la fuerza se em- 
plee la persuacion para someter á los salvajes; que en vez de 
soldados sean sacerdotes los agentes de la conquista, que ven- 



42 HZSXOItU DBL ÜBtJGÜAY 

gan de paz, con la cruz por arma y la persuacion por ataque, 
cosa que los indios se sometan de voluntad. 

4— En 1612 el Gobernador gestiona con ahinco la venida de 
padres misioneros, y al propio tiempo la división délos terri- 
torios de su mando cuya vasta ostensión de cientos de miles 
de leguas hacia imposible, por múltiples razones, la marcha 
progresiva y civilizadora de la dominación. 

El procurador de la Provincia es quien lleva á la Corte los 
pliegos do Hernandarias, sobre los que se expide favorablemen- 
te el Consejo de ladias recien en 1617, cuando ya el año tocaba 
á su fin. 

El monarca aprueba lo aconsejado, y es en 1618 que se opera 
la trascendental medida de dar autonomía relativa al Plata, 
en el conjunto de posesiones castellanas, creándose una Go- 
bernación independiente del Paraguay á que hasta la fecha 
perteneciera. 

5— Con estas medidas queda cumplida la misión de Hernán- 
darías, el mas fecundo y noble de los magistrados hasta en- 
tonces habido por estas tierra ; el que propendió primero á la 
regularizacion de la conquista en una forma nueva, suave y 
generosa, aboliendo las implacables luchas y poniendo á raya 
(i los encomenderos, que mantenían el indio al nivel de las 
bestias. 

Políticamente juzgado, puede considerarse el más eficaz de 
los conquistadores, pues sus iniciativas é innovaciones dieron 
casi cumplidos los resultados que se proponía. Sus miras fue- 
ron vastas y puras; sus intencionas honestas; su paso por el 
poder, que á tantos corrompe ó marea, y que de tantos carac- 
teres que parecen templados hace sibaritas ó mandones, solo 
dio energía á su natuml austero, y quehaceres provechosos á 
su actividad benefactora. Baste decir que de poderoso que su- 
bió, en dinero y haciendas, bajó pobre, y que de combatido que 
fuera por sus competidores y los descontentos que siempre 
existen en todo tiempo y lugar, vino á ser el ídolo del pueblo 
y el ejemplo de sus enemigos de antes, 



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VÍCTOR ÁRRKQUINÉ 43 



CAPÍTULO VIII 

(1619 á 16S4) 

SUMARIO— Gobierno de Góngora— 2 Gobierno de Céspe- 
des Y su AMISTAD CON LOS INDIOS— 3 SaNTO DOMINQO 

DE SoRiANO— 4 Actitud de los charriJas. 

1— D. Diego de Góngora es el hombre á quien envía Espa- 
ña con el cargo de primer gobernador de Buenos Aires, á cuya 
gobernación pertenece desde entonces la Banda Oriental del 
Uruguay, per división del gobierno del Paraguay. 

Góngora hallándolo todo en buen estado se limita por el 
momento á planear los gii*os de la administración á iniciarse, 
siendo en los comienzos de su gobierno que se le presenta oca- 
sión de tratar con indios orientales. 

Los chañaos, pueblo cobarde é indigno de su libertad, es el 
primero y el único de los que habitaban el Uruguay que 
pide vasallaje á los castellanos. El gobernador, que tiene en 
sus propósitos el de emplear la sagacidad para redimir á los 
infieles, acepta el sometimiento, y se preocupa en mandar 
misioneros cristianos al pueblo que le pide su ayuda, siendo el 
primer religioso que entra por los términos del Uruguay re- 
belde el P. González, pariente cercano de Hernandarias y ame- 
ricano como él. 

Por via de ensayo 'funda González el pueblecillo de la Con» 
cepcion, en una cuchilla de -la costa, y los charrúas que en 
eso no ven un ataque violento á su libertad tan amada, lo 
dejan tranquilo, y aún se convierten en leales amigos del 
pastor cristiano. Los chañaos, que moraban en las islas, impe- 
lidos á ellas por los charrúas, piden á poco andar al de Gón- 
gom algún pedacito de tierra firme, pretensión á que por en- 
tonces no accede el gobernador. 

Corriendo el año de 1623, muere Góngora, cuando estaba en 
Jo mejor de los proyectos. Interinamente le sucede elbogota- 



41 BISTOHIA DBL URUGUAY 



no Alonso Pérez de Salazar, Oidor de la Real Hacienda de 
Buenos Aires. 

2— En 1624 llega de la península don Francisco de Céspedes, 
provisto segundo gobernador, hombre suave, cordial y feme- 
nino. Lo primero que .hace es dar oídas á los chañaos, y ve- 
nirse á territorio oriental, donde logra la amistad de algunos 
caciques charrúas, que de verlo' tan tratable y de tan ñnas 
maneras, á diferencia de los hombres . audaces que antes vie- 
ran, le tratan con amistad aunque cautelosa sincera. 

Encontrando álos indígenas en buen terreno para la con- 
versión á los principios cristianos, este templado gobernante 
apela á. los PP» franciscanos para que amplíen los trabajos 
de González, siendo encomendada la tarea á cuatro P. P. que 
obtienen resultados lucientes. 

3— Intervienen mas tarde en estos trabajos de la fé, algunos 
jesuítas, dándose ;enese mismo año de 1624 á la fundación de 
SantoDomingo de Soriano en el paraje donde aún hoy se halla, 
y de descapillas, una en lasYívoras y otra en el Espinillo. 
Iglesia rústica y casas de barro, constituyei-on la llamada 
pomposamente ciudad, que si no era población de mucha valía 
tampoco era un fuerte militar como el antiguo San Salvador. 

4— A todo esto los charrúas no perdían de vista las inten- 
ciones de los intrusos. Los dejaban hacer; pero ¡ay! de ellos el 
día en que vislumbraran que bajo la capa de la amistad venía 
en una forma sutil y engañosa envuelta la intención de ava- 
sallarlos! 

Ellos hablan ijacido para la libertad y no consentían ni el 
menor asomo de dependencia. Talvez si los castellanos desde 
los primeros tiempos, los. hubiesen buscado en el terreno de 
las cordialidades suavizantes, en lugar de provocar en ellos la 
desconñanza y la resistencia, se hubiera conseguido i^icorpo- 
rarlos á la civilización y fusionar su sangre ardorosa y gu¡qr- 
i-era á la 3angre española, que mas tarde, en América habia de 
destemplarse con el hi.bridismo importMo por todas las razas 
del mundo. 



VlCtOR ARBEGÚiNE 45 



•frrr i - |>, » |fc n> á i r-'T iO«»i 



CAPITULO IX 

(le^xs si lea») 

SUMARIO— 1 La cria de ganado en el Ubuguai— E Las Mi- 
siones— 3 Los MAMELUCOS— 4 ALIANZA CHARRtÍA— 

5 Fundación Y DESTRUCCIÓN de Itazurubí— 6 Juicio 
SOBRE LAS Misiones. 

1— Descartando las tentativas de asiento en el Uruguay co- 
metidas por los castellanos al fundar á eSan Salvador, San 
Juan, la Concepción y Santo Domingo de Soriano, poblaciones 
todas próximas á Buenas Aires, se puede afirmar que jamás 
lo miraron como territorio eolonizable, por lo refractario, sin 
duda, que se mostraba á la invasión estrangera. Sin embargo 
no dejó de pensarse en el provecho que se podía sacar de su 
suelo fértil, abundante en buenos forrajes y aguadas saluda- 
bles y claras. Los primeros en utilizarlo fueron los leñadores, 
que proveían de combustible á la capital, y tenían sus depó- 
sitos de carbón en este lado del rio. Do tal ramo de negocio 
pasaron h pensar en la ganancia que les podría sobrevenir de la 
criado ganado, siendo asi que muy en breve trajeron yeguas y 
vacas al suelo charrúa, aumentando de ese modo el numero de 
la hacienda cerril, casualmente venida al país délos numerosos 
rebaños que ya antes, en 1587, condujera de Charcas al Para- 
guay el licenciado Vera y Aragón en cantidad de 8000 cabe- 
zas, entre lanares, vacunos, caballares y cabríos, y de otros 
puntos, y en otras ocasiones, en cantidad inferior por los her- 
manos Goes y Juan Salazar. 

El ganado procreó considerablemente en la Banda Oriental, 
dedicándose á los pocos años las gentes de Buenos Aires, al 
acarreo de carne y cueros, lo que vino á constituir la casi es- 
clusiva fuente de comercio de estos países. Para no autorizar 
el abuso la matanza fué reglamentada. Nadie podia faenar 
sin licencia, y todos los faenadores debían enti'egar al Fisco 



■I 



46 Historia del üRUGüAt 



una tercera parte del provecho. Los que tenían suficiente in- 
fluencia para conseguir permiso organizaban pandillas de 
peones, y establecían mataderos en medio del campo. De estos 
faenadoms, hombres oscuros, é ignorantes en su mayoría, y 
que no tienen bajo ningún concepto derecho pam estar vin- 
culados á la historia, desde que buscaban su mero prove- 
cho en tareas de lucro, han tomado su nombre muchos rios, 
cuchillas y aún poblaciones del país. Es mucho que sus ape- 
' llidos sin gloria quedaran vinculados á la tierra nacional; pero 
la costumbre, que suele sancionar á veces los mas graves erro- 
res, así lo ha dispuesto y así ha quedado. 

2— Lo que la audacia de los soldados castellanos no pudo ha- 
cer en esta parte de América, lo veremos realizar ahora por 
humildes sacerdotes, que abordando el problema del someti- 
miento de los indios, desde el punto de vista de los medios sua- 
vísimos, consiguen resolverlo en una forma duradera y amable. 

Los primeros jesuítas vinieron del Perú, recabados por la au- 
toridad española y bailando propias para sus fines las tierms 
del norte del Uruguay se establecieron en ellas, en una osten- 
sión de 4000 leguas, comprendidas desde el río Piratiní, en sus 
fuentes, hasta las inmediaciones del Cuareim, formando una 
serie de centros civilizados, con el mero concurso del elemento 
indígena representado por los tapes y guaraníes. 

Empiezan los jesuítas por abolir las encomiendas, formas 
brutales de la dominación, que sustituyen por las reducciones, 
que vienen á ser un término medio, prudente y estudiado, en- 
tre la timnía bárbara y la libertad errante y holgazana del in- 
dio; algo asi como una media libertad, cuyos caracteres típicos 
son el comunismo como forma social y la persuacion y ense- 
ñanza religiosa como agentes de sometimiento. 

Este ensayo prodigioso muestra pronto sus ventajas sobre la 
hostilidad abierta de la lucha. De aquellos indios perseguidos 
y encadenados á la encomienda, en condición servil, forma la 
Compañía de Jesús sus primeras reducciones, y en seguida 
una especie de República, donde cada indio tiene su estancia 
y sus derechos; donde están todos obligados al trabajo, siendo 
una parte de éste para sí propios, y otra, por vía de diezmos, 
que era el 10 o/^i para los Jesuítas. 



VÍCTOR ARBEGUIKB 47 



Así se ven alzarse en los campos considerables plantaciones 
de tabaco, ft'lgó, añil, maíz, arroz y muy principalmente de 
algodón, con el que tejían las indias muchos millares de varas 
de lienzo cada año. 

Así organizado el trabajo, que es lafuente de la vida, llegan 
á producir las Misiones, en cada i'educcion, contando la reduc- 
ccion 300 almai: 800 arrobas de algodón, otras tantas de yerba 
mate, 100 fanegas de trigo, 2C0 de maíz, 100 a* robas de tabaco 
y 15.000 varas de lienzo anualmente. 

Los misioneros proveían en años de escasez y miseria á sus 
feligi*eses de todo lo necesario; los indios permanecían aislados 
del tmto de los españoles, á quienes no se dejaba entrar en las 
Misiones mas que de paso, y si por acaso llevaban mercancías 
seles dejaba el tiempo de venderlas, también en calidad de 
viandantes. 

Los tres días primeros de la semana trabs^aban los natura- 
les para los ancianos y desvalidos, en una gran tai*ea común, 
sembrando é hilando; los domingos, después de oír misa, te- 
nían facultad para entregarse á sus danzas nacionales; á la 
música, que miraban con mucho afecto, y á simulacros de ba- 
tallas charrúas. Era una especie de teatro primitivo la fiesta 
del Domingo, en la que alternaban las danzas y las represen- 
taciones de escaso y fácil argumento moral. 

Los jesuítas tenían á su cargo la educación de los niños in- 
dios, y nombraban autoridades locales, para las que no llega- 
ron á necesitar con el tiempo ni siquiera la adquiescencia 
ni la previa consulta de la autoridad civil. 

Naturalmente este aíejamieoto de las autoridades de sable 
no fué bien mirado, y por consiguiente, aunque tuvieron al- 
gunos gobernadores amigos, fueron hostilizados en muchas 
ocasiones, hasta por otras órdenes religiosas, envidiosas de 
su inñuencia y poder sobre tan vastas naciones. Obispo 
hubo que les hizo la guerra y trató de quebrarlos. 

Las tribus tenían sus caciques electos por los de la comuni- 
dad, y sus regidores y alcaldes, cu^-as facultades estaban limi- 
tados por aquellos h quienes se había confiado su dirección, 
y qué á la verdad eran sagaces políticos, que bajo todas las 
sutilezas y buen trato consiguieron organizar una conquista 



48 HISTORIA DEI4 URUGUAY 



estable, vinculada á ellos por simpatías crecientes, generadas 
pop la afabilidad de su trato, la m$insedumbre de su carácter 
y la austeridad de sus costumbres. 

El gobierno de todas las Misiones estaba á cargo de un su- 
perior, que residía en la Candelaria, capital de sus dominios. 

Los jesuítas hablan enseñado al indio á sembrar la tierra, y 
le enseñaron también á ser albañil, herrero, carpintero, eba- 
nista, etc. Así era de ver como construían la casa del Padre, y 
la iglesia y el domicilio de la autoridad, que consistía en el 
gobernador y el Cabildo, siendo indios los miembros de esta 
corporación, é indio también el gobernador. 

Los primeros misioneros hicieron construir un pueblo en 
1625, que se liamó San Francisco de Borja, y mas tarde otros 
seis, todos los cuales fueron conocidos por los siete pueblos de 
Misiones y pertenecieron á nuestro país, aún en épocas de 
Artigas y Rivera. En poco tiempo las poblaciones se elevaron 
á 30, y cuando la autoridad civil se hizo cargo de todos ellos, 
fué aquel primer villorio la capital de las Misiones. 

Fueron los jesuítas de estas regiones quienes hicieron que 
se agregaran á las le3''es de Indias no pocas relativas al gobier- 
no de sus dominios, todas ó casi todas buenas y tendentes 
á mejorar la condición del indígena y á mantener su libertad, 
como que eran meditadas por gente honesta y de saber. 

3— A todo esto los ^Jiamelticos del Brasil, mestizos de indio 
y blanco acostumbrados al robo en despoblado, miraban con 
ojos codiciosos el esplendor do aquella zona próspera por el 
esfuerao del trabajo, y acompañaban la acción al mal deseo. 
Siendo frecuentes sus depredaciones, ya aislada, ya colectiva- 
mente, los jesuítas armaron á sus indios de la mejor manera 
que les fué dado, por cuya suerte se pusieron en actitud de 
resistir á los salteadores. 

La pena de azotes habia sido introducida en las Misiones por 
el célebre P. González, pariente de Hernandarias y hermano 
del general Santa Cruz; pero esta pena, que no se aplicaba 
con 5>go^ em muy; preferible á las encomiendas civiles, ó á la 
vida en el Brasil, donde eran vendidos como esclavos los infe- 
lices que caían «n manos del mameluco. 



Los ataques de estas gentes seguían, habiendo ocasiones en 
que venían militarmente organizados. 

En tanto esto acaecía, los jesuítas de Santo Domingo ha- 
bíanse incorporado á las Misiones del norte, dejando>n manos 
inhábiles la población mencionada, pon lo que se mantuvo en 
un estancamiento absoluto. 

A Céspedes había sucedido D. Esteban de Avila en el gobier- 
no de Buenos Aires; y al de Ávila D. Mendo de la Oueva, en 
cuyo tiempo se produjo un choque formal entre guaraníes y 
mamelucos, que fueron rechazados con el auxilio del gobei»- 
nador. 

En esta acción llevada á término en 1639, lucharon mas dé 
EOO mestizos y 2000 tupíes; pero los indios de las Misiones que 
estaban organizados en un ejército regular les acobardaron 
de tal modo que no volvieron á empuñarij las armas hasta el 
gobierno de D. Ventura Mujica, quien fué en persona á dar 
batalla á ios del Brasil, que pasaban de 2800 hombres. La ba- 
talla se dio en las márgenes silenciosas y agrestes del Mboraré 
y alcanzó á prolongarse por dos dias. En ésta ocasión perecie- 
ron casi todos los enemigos de las Misiones al impulso dé los 
guaraníes que los atacaron con infantería, caballería y cañones 
de madera de lapacho y tacuara forrada con cuero. Pero no por 
esto los pocos mestizos fugitivos pierden el ánimo y se ave- 
cinan á las Misiones con un fuerte, del que son desalojados á 
poco» 

En 1646, mal dispuesto con los jesuítas délas Misiones, por 
voces propaladas en su contra, el gobernador don Domingo 
Lariz se dispone á visitarlas y las visita, quedando tan conten- 
to de ver la civilización floreciente allí donde antes se estendía 
el desierto, que en lugar de dañarles dá informes á la Cófte 
muy favorables á la orden. ' 

4— Por este tiempo viendo 1 s charrúas que los españoles, 
ya se presenten bajo el humilde traje eclesiástico ya con las ar- 
mas sanguinosas del soldado, á lo que aspiran esal vasallaje de 
la raza^ y considerando que no contaban con muchos guerre- 
ros dentro déla tribu, resuelven aliarse con [los minuanes de 
Entre Ríos, y en vez de esperar el ataque ser ellos q^uienes la 
lleven á los castellanos» 



50 mSlíOltlA DEL UaüGÜAY 



i.aca 



La alianza se realiza y la conservan ambas naciones hasta 
la muerte, sellando con su sangre la tierra, 6 venciendo al in- 
vasor estmnjero. Desde este momento los confederados resuel- 
ven en sus asambleas populares dar hoy un asalto; sorpren- 
der mañana un destacamento; incendiar una población al si- 
guiente dia; en una palabra^ la guerra sin cuartel al usurpa- 
dor. 

Así es que veremos en adelante á estos mantenedores de la 
integridad de su suelo convertirse en asaltantes y adquirir 
hábitos de conquistadores, que asuelan y destruyen cuanto, 
les es contrario ó indiferente. 

5— Alonso Mercado, gobernador de Buenos Aires, llegó atener 
ojeriza á los jesuítas y para dañarlos procuró la preponderan- 
, cia de los mercedarios, confiando á un sacerdote de esta orden, 
la fundación de Itazurubí, en el alto Uruguay. Esta pobla- 
ción no alcanzó á tener ni siquiera un mediano número de 
habitantes, por su casi inmediata destrucción. Los charrúas, 
en una de sus frecuentes correrías al norte, arrasaron al pe- 
queño pueblo en 1662. 

6— Las Misiones y los misioneros han sido juzgados de muy 
. diversas maneras, llegando algunos á sostener que fueron per- 
O judiciales en el orden de la conquista, y otros á levantarlos 
por sobre los mejores hombres ó instituciones. 

Para juzgar los hechos humanos no basta que el éxito los 
corone ó un irreparable infortunio los rodee. La buena volun- 
tad, aunque errada, basta á veces á que una empresa sea juz- 
gada con respeto. 

En estocase se hallan las Misiones y los misioneros. 

Eran los jesuítas personas de mucho carácter, luces y senti- 
mientos altruistas. Idearon un gran imperio con leyes de Re- 
pública, en el centro del Continente; hicieron el ensayo, y la 
oposiciOQ de los suyos y los defectos orgánicos de su gran pro- 
yecto, fueron causa á que su vasta labor resultara de escaso 
provecho, quedando hoy donde antes hablan campiñas flore" 
cientos y alegres poblaciones, mudas y solitarias ruinas y 
templos adustos en el interior de las selvas. Templos en cuyas 
paredes carcomidas por el cáncer del tiempo se agita hoy una 
poderosa v^etacion trepadora. 



VÍCtoá ARREauiNE 51 



I 



No vieron los jesuítas que los elementos elegidos para la 
fuá lacionde su vasta nación eran contrarios á sus fines, por el 
hecho de que las razas superiores edifican sohre los restos de 
las razas caídas. No conocían que una ley natural é inflexible 
hace que la.*:; especies inferiores mueran al aspirar la atmósfera 
del progreso, demasiado ardiente para su temperamento acos- 
tumbrado á un ambiente distinto. 

Otro error consistió en que hicieron una especie de Falans- 
terio inmenso, aislado del resto del mundo, donde todo era 
metódico y habia una hora fija para que todos comieran y un 
sneño empezado á la misma hora para todos. 

Aparta de estos yerros, debemos convenir en que mejoraron 
la condición del indio, á quien trataron como á hermano in- 
feliz, propendiendo siempre á elevar su nivel, y á entregarlo 
laborioso al progreso y bueno á Dios. 

Parajuzgará las Misiones hay que figui*árelas como fue- 
ron. Pensar en aquellos vastos espacios de tierra en que el al- 
grdon debia parecer un campo de armiño, y el añil, el trigo y 
el tabaco florecían en sus propicias, estaciones. Hay que pen- 
sar en lo hermoso que seria hallar hoy mismo én las cercanías 
del Ouareim al pueblo de casas de barro, con su correjidor in- 
dio, que tenia facultad para dar hasta ocho palos al neófito 
borracho, ó imponerle á lo sumo dos dias de prisión. Y 
siguiendo adelante hallar al gobernador con sa pompa, y 
cerca del gobernador á los cabildantes, como él indios, con la 
vara de la justicia, el pió descalzo y el alma llena de rectitud. 

Hermoso tambiea habia de ser encontrar la religión entre los 
indígenas, y saber qué trabajaban en rudas faenas, para prac- 
ticar la caridad por el enfermo y el huérfano y la mujer sin 
esposo y el anciano sin fuerzas ó con los sentidos gastados. 

Podrá decirse que tuvieron una disciplina rígida, oque dis- 
frutaban en algo del trabajo personal de los indios; pero, qué 
trabajos y desvelos no les habia costado á ellos aquella obra 
gigantesca! De tener al indio bajo el rigor de un método se- 
vero á tenerlo en calidad de siervo vitalicio D?édia un abismo; 
de hacerlo trabajar, con parto del provecho para sí, á exter- 
minarlo pur la guerra, ó martirizarlo en la encomienda, hay 
dmerencia inaudita. Lo malo q^ue se pueda atribuir & las . Ml-^ 



52 ÍIÍSTORTA t)EL URUGUAY 



siones, no se podrá cómpamr jamás con lo bueno que se hizo 
eñ ellas. Y á los hombres hay que juzgái*los, según un pensador 
ilustre, parangonándolo malo quehicieron con el bien que no 
dejaron de hacer. 



. CAPITULO X 

SUMARIO— 1 La Colonia del Sacramento— 2 Actitud del 
Gobernador Garíio-S Debilidad de Carlos II— 
4 Progreso de las Misiones -5 El Cabildo db 
Buenos Aires 6 Felipe de Anjou-7 La esclava- 
tura en el Rio de la Plata. 

1— Después de los sucesos historiados hay una larga serie de 
año* vacíos en la historia del Uruguay. A partir de ellos lo 
que mas y primero llama la atención es la fundación de la Co- 
lonia por los portugueses. 

Vacatí te el trono de Portugal por muerte de su le ítiino 
soberano, varios potentados se disputaron la corona, vinien- 
do á lograrla Felipe II, en 1580, do cuya época en adelante Por- 
tugal quedó subyugado á España hasta 1640, quedando su inde- 
pendencia por ser reconocida hasta 1668. Portugal una vez 
afirmada su estabilidad, abrió una campaña de desquites y 
represalias formales contra los castellanos. Los portugueses del 
Brasil recibieron orden de.estender sus fronteras, y á Manuel 
Lobo, gobernador de Rio Janeiro, le fué mandado que toma- 
rá posesión de algún dominio español en el Plata, y fundara 
en el una ciudad. Enr consecuencia de esta orden recibida en 
1678 Lobo buscó la tierra mas favomble alas miras de su rey 
y dio principio ala construcción déla Colonia del Sacramento 
el 1.0 de Enero de 1680, poniendo muchos empeños en amu- 
rallarla y artillarla, fortiñcáüdosd ademasen ^as islas del Uru- 
guay. 



VÍCTOR ARBEGUINfí 53 



2— Una vez alzada la Colonia, don José de Garro, gobernador 
de Buenos Aires, noticiado del hecho por unos leñadores, se 
preparó á la resistencia, y después de recibir in'^trucciones de 
Lima se presentó á los portug-ueses intimándoles desalojo. Es- 
tos alegaron que aquella tierra era de ello, mostrándole á Ga- 
rro por iodo testimonio la falsificación de un mapa. 

En la Corte de Madrid pronto se supieron los hechos, y 
se iniciaron débiles gestiones, que no dieron resultado. 
Garro sin esperar que se le comunicara de España, rompe la 
guerra. Se trataba de una ursurpacion y no podía consertirla. 
Organiza para el caso un ejército de 260 castellanos y 3000 
guaraníes al- mando del cacique Ignacio Amandaú los últimos, 
y el todo do las fuerzas al de don Antonio de Vera Mujica. 

Vera. Mujica repasa el Uruguay y pone cerco á la Colonia, 
que ya de antes venia siendo sitiada. 

Una noche, la de su llegada,quiere i nielar el combate, soltando 
tropillas de caballos á la usanza romana, que consistía á veces 
en largar boyadas embravecidas al frente del enemigo. Que- 
ría que los oiballos recibieran la primera metrala, pei'O á es- 
to se opusieron los indios, haciéndole ver el peligro que les 
vendría de semejante operación, pues Iss bestias ametmlladas 
no harian mas que tomar dirección opuesta á los cañones y 
volverse sobre las filas sitiaioras. El asalto debía ser para el 
alba; pero en medio de la noche un indio avanzó hasta las mu- 
rallas y degolló á un centin la que dormía. Otro centinela 
que vio el cadáver disparó un tiro al aire, y el tiro que iba á 
ser en la madrugada la señal del asalto, anticipó el combate al 
que entraron sin estar preparados los castellanos, por cuyo 
motivo estuvo en peligro el éxito de la jornada, en la que se 
distinguió Amandaú, consiguiendo franquear las murallas y 
tomar á la guarnición prisionera. El bravo cacique en los 
momentos supremos de la pelea, cuando los suyos solvían 
cara, dio muestras de heroísmo, y hasta l'agó á matar á varios 
cobardes por su mano. 

En esta acción de guerra un matrimonio portugués pereció 
al frente de las tropas, que arengaban ambos á porfia; pero ni 
ese ni otros rasgos de valor fueron bastantes á sostener la usur- 
pación. A la madrugada el pabellón portugués había sido sus- 



54 HISTORIA DEL URUGUAY 



tituído por el de Castilla, y la chusma india se entregaba á un 
desenfrenado pillaje, con tal decisión que el general Vera Mu- 
jica hubo de defender espada un mano la morada del Goberna- 
dor portugués. Estos hechos pasaron el 7 de Agosto de 1680. 

3 -Mientras así se ventilaba en el Plata la cuestión, en Por- 
tugal el embajador de España gestionaba la desocupación del 
territorio con lenguaje de quien implora y no de quien recla- 
ma. Al saberse en Lisboa el desastre de Lobo, la frontera cas- 
tellana fué amenazada con un cuerpo de soldados portugueses. 
Carlos II, rey misérrimo, tembló ante el amago Cedió la Colo- 
nia á Portugal y hasta quiso castigar á Garro por haberla to- 
mado. Los cobardes siempre son indignos de gobernar aun 
pueblo, y por un príncipe que lo fué en España veremos 
cuantos trastornos trajo á esta nación en lo que se relaciona 
con sus posesiones en el Plata, la pusilanimidad de su rey 
Carlos. 

Los portugueses que hacían lo que se les antojaba con el 
mouai'ca castellano, se opusieron á que este infiriera á Garro 
una afi^nta, y hasta pidieron para él una recompensa. La Cói^ 
te desií probó al gobernador de Buenos Aires, y pam apartarlo 
del Plata lo ascendió á Presiden e de Chile, nombrando en su 
reemplazo á don José de Herrera, á quien confióla ing ata mi- 
sión de devolver la plaza de la Colonia en 1683 Los prisioneros 
fueron también devueltos. 

A partir de este año estienden los jesuítas sus dominios, los 
amplían y convierten en el núcleo mas completo de civilización 
indígena, realizando con los tapes y guamníes, tribus degene- 
radas, lo que siglos antes realizaran en sus respectivos países 
los aztecas y los incas. 

4— Al norte del Uruguay fundan en 1698 el pueblo do San 
Juan Bautista, y propenden á que la ociosidad no solo se estin- 
ga en sus Misiones, sino también en los pueblos fronterizos. 

Los portugueses no se conformaron con la Colonia. A la sor- 
dina traficaban de contrabando con los ingleses y otros pueblos 
perjudicando á las Aduanas españolas. 

5 -El Cabildo de Buenos Aires que no miraba bien el terreno 
que Portugal iba adquiriendo pasó en 1699 un oficio al rey, pi- 
diendo entmr á sangre y fuego en la Colonia, cuya concurren- 



TIGTOB ÁÉtRBOUIKIi- 55 



cía comercitil, según él, acabaría por matar á Buenos Aires y 
llevarse al Brasil todo el oro del Perú. 

6— Carlos 11, enfermo, apesarado é inútil, nada resuelve y 
muere al fin en 1700, después de deslíe edar á su familia y 
trasmitir la corona al duque de Anjou, sobrino de Luis XIV de 
Fiancia. 

El de Anjou subió al trono en medio de una coalición 
eui-opea en su contra, y tomó el nombre de Felipe V. Los por 
tugueses que no hablan querido reconocer el arbitraje del 
Papa en lo relativo á tenencia de la Colonia, se mostraron dis- 
puestos á favorecer ó por lo menos á no combatir al nuevo 
monarca. Asi es q\le este se vio precisado; para no volvérselos 
contra sí, á transijir y legalizar la usurpación de la Colonia 
entregándola para siempre á Portugal, según se estableció en 
1701 por el tratado de Alfonza. 

Ya en ese tiempo habia escrito Felipe V al gobernador Prado 
de Buenos Aires, aconsejándole estuviera sobre aviso con los 
portugueses, y noticiándole que no tardarían eo venir al Pía" 
ta tres enviados secretos del Austria, que llegarían disfraza- 
dos de misioneros con el fin de estudiar las dificultades y faci- 
lidades que ofrecían estas regiones para su apoderamiento 
por las armas. 

No contentos los portugueses con dedicarse al contrabando 
con naciones civilizadas buscaron también el contingente de 
los indios guenoas, tribu argentina, para realizarlo en mayor 
escala á lo largo de la cósta. Sabe IPi'ado esta alianza,— que 
tenia además el oculto designio de destruir las Misiones, 
para lo cual se les hablan dado armas europeas,— y se propone 
escarmentar á los guenoas, enviando á su país un ejército 
guaran ítico que lo bate y destroza después de haber sus- 
pendido dos veces la pelea por la bajada de la noche. Al fin 
quedamn talados los campos y muertos los guerreros de la tri- 
bu enemiga y los portugueses privados de una alianza impor- 
tante. Esto ocurría en 1702. 

7— La esclavatura, institución de los tiempos bárbaros, ha- 
bia sido aconsejada por el sabio Fray Bartolomé de las Casas, y 
Españal creyendo prudente reemplazar al indio por el negro 

3 



56 BISTOBIA DEL URUaUAT 



i . .t* 



autorizó desde luego q]^ tranco de carne africana en sus vastos 
dominios. Felipe V debia Francia grandes servicios recibidos 
durante la guerm de sucesión. No tuvo jior eso inconveniente 
en permitir á la ^Compañía de Guinea», que era francesa, la 
libre introducción de esclavos en el Plata por el término de 
diez años Por el tmtado de ütrech esta regalía inhumana fué 
transferida á los ingleses. 



CAPÍTULO Xi 

( 1*703 á 1*710) 

SUMARIO— 1 Valdez Inclan— 2 Cabaeí, primer montonero 
nacional— 3 los franceses toman á rlo janeiro— 
4 Paz europea y devolución de la Colonia. 

1— En 1703 es nombrado gobernador de Buenos Aires el Maes- 
tre de Campo D. Alfonso Yaldezlnclan, militar integérrimo, á 
quien veremos descollar en el cumplimiento de sus deberes. 

España y Portugal en esta sazón estaban por declararse la 
gueriti para ventilar de una vez su profunda y recíproca ene- 
miga, y el gobernador aprovechajado la oportunidad que se le 
ofrecía empezó á hostilizar á los portugueses que ocupaban la 
Colonia y las islas del Uruguay, llaves de losrios interiores y 
posiciones estratégicas recomendables. 

No tardó Inclan después desús primeras hostilidadas, en re- 
cibir orden de desalojar á los intrusos, alistado al efecto un 
ejército cuya suma pasaba de 6000 hombres, fuerza la mayor 
que hasta entonces se pusiera al frente del lusitano en sus 
guerras de América. 

El ejército, (^ue era casi todo de indios, se movió el 8 de Oc- 
bre de 1701, mandado por el sargento mayor don Baltasar Gar- 
cía de Ros, y á principios de Noviembre, ya estaba frente á la 
Colonia, á cuyo gobernador Sebastian Yeiga Cabral se le pidió 
e retirara so pena de ser tomada la plaza por asalto. £1 poi* 



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VíCtótt AfeREGtJÍNB ' ^7 



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tugues que no contaba arriba de '/OO soldados respondió que 
«dejaba la palabra al cañón», y los de García de Ros que 
deseaban la hom de te batalla, viéndola cercana acajieron con 
entusiasmo la contestación. Garciade Ros bace entonces 
levantar seis baterías frente á la plaza dando principio á un 
asedio rigoroso. 

Los portugueses para bacer entrar sin riesgo un buque que 
les venia con provisionesy soldados, piden un parlamento, y 
concedido que les fué, luego de puesto el barco á cubierto de 
un desastre, mandó el gobernador felicitar á García de Ros por 
' un hecho foijado. Kl sitiador comprendió tarde el aMid é hizo 
por toda represalia, apretar el sitio con seguidas maniobras. 
Mas tarde atacó por mar y tierra la plaza, consiguiendo una 
victoria en las aguas y una derrota en el territorio. 

Repuestos los campos adversos del común estrago, viene 
personalmente al sitio el valeix)so Yaldez Inclan, desde cuyo 
instante toman las cosas un sesgo mas peligroso para los por- 
tuguesjj; 

fc Opina Valdez poriin asalto nocturno, pero se le oponen sus 
oficiales en consejo de guerra. El asedio vuelve á estrecharse 
hasta mirarse los combatientes á tiro de pistola. 

Yaldez Inclan intima la entrega de la plaza bajo condic'o- 
nes honrosas, pero Veiga Cabral le responde con caballeresca 
altanería, coincidiendo con esta respuesta la proximidad de 
una escuadra portuguesa que viene á tomar parte en la gue- 
rra. El Jefe castellano la manda atacar. £1 comandante 
Lascano á quien se confía esa misión no se atreve á tanto y 
regresa át^davela con la nueva de que la escuadra enemiga 
es demasiado n umei osa . 

El Gobernador se dispone al asalto; mas llegada la escuadra* 
Veiga Cabral le evita ese trabajo, embarcándose - después de pe- 
gar fuego á una gran parte de la ciudad. 

2 -Por estos tiempos los charrúas, que habían conseguido la 
alianza de todas las tribus nacionales, y que hasta entonces so- 
lo guerrearan con los europeos fueran estos españoles ó portu- 
gueses, se. presen tan bajo otra faz, dispuestos á destruir las 
Misiones y 6 no dejar huella estrangera en su patria. Miran el 
sometimiento de los guaraníes como una traición; y entre es- 



éd Sistoitu tfSL tmüdft7A¥ 



ta actitud de los nativos y las usurpaciones de la raza blanca 
una estrecha solidaridad. 

Cabarí es elegido general de la alianza. Tiene como soldado 
cualidades de carácter y valor; es bien mirado de los suyos; re- 
presenta la mas vigorosa resistencia al estraño; pero, de cuanto 
lo recomienda á la historia nada es comparable al plan de sus 
campañas militares. 

Sus antepasados peleaban en batallones organizados; Cabarí 
introduce en la raza un nuevo género de guerra, consistente 
en partidas volantes, que por donde se piense han de atacar al 
enemigo; que por donde quiera que éste se iiaile sean su som- 
bra y su muerte. 

En tal concepto Cabarí es el primer montonero nacional. 
Guerrea en un punto; en otro mañana; ya se aparece al frente 
de una población y la pasa á degüello; ya se interna en los 
senos recónditos de la selva nativa; ya baja á los llanos y ma- 
ta destacamentos aislados. Desde la aparición de Cabarí el 
indio se vuelve errante y salteador. 

Es este Cabarí quien entra á poblaciones y no peixlona vida$« 
él quien pone en zozobra k Yaldez Inclan, qué ordena se le per- 
siga y aprehenda; él quien no deja tranquilas las Misiones, el 
Paraguay y demás tierras del Plata, hasta que cae prisionero 
por su audacia, para volver á ílgurar algunos años mas tar- 
de, aunque menos lemido y sin el prestigio de caudillo sin 
segundo en las naciones indígenas, que lograra alcanzaren 
sus primeras correrías. 

En 1708 acaece la muerte de Yaldez Inclan, á quien el Ca- 
bildo había formado un proceso por una cuestión amorosa, 
que movió gran escándalo y apresuró la muerte del gober- 
nador. 

Sube entonces al poder un hombre de oscura fama llamado 
Manuel Velazco, que no hace nada bueno. A Yelazco sigue en 
el mando el coronel García de Ros. 

3 -Francia, que estaba vinculada á la política de Felipe Y, 
enviaen 1711 al Almirante Dugtiay Truin, á que ataque á 
Portugal en América. El Almirante incendia una escuadra 
enclada en la bahía de Rio Janeiro y se apodera de la ciudad 
por cuyo rescate exige 600 000 cruzados* 



V 



vicfróR ÁJEtRieautKÉ tá 



4^Dos años mas tarde sobreviene la paz europea, y con ella 
el tratado de Utrech, que obliga á España a devolver á Por- 
tugal sus posesiones americanas, como asi mismo la Colonia 
áeH Sacramento. Esta en calidad de cosa permutable. 

Grarcia de Ros se opone al tratado por lo que respecta á la en- 
trega de la Colonia. La Corte le contesta que se ocupe en otros 
asuntos, entregándose desde entonces el gobernador á la perse- 
cucioA de los indios que adiestrados por Cabarí en la guerra de 
recursos causan notable estrago á las partidas españolas. La 
entrega de la Colonia se efectúa en 17i6. Los portug^ueses pre- 
tenden además 200 leguas al este y otras tantas al norte, ó sea 
-mas de lo que al presente ocupa «1 territorio de la República. 
Pregunta Ros al comisionado en que funda sus pretensiones y 
después de oidas sus estrañas razones le obliga al silencio con 
enseñarle la letra de los recientes tratados. Con todo, quedan 
los portugueses en posesión de la Colonia, las islas de Martin 
Garcia y San Gabriel, y un trecho de terreno alrededor de la 
plaza que no fuera mayor al que abarca un cañón de á 24 calca- 
do con pólvom común, carga estricta y apuntando de punta 
en blanco y no por elevación. La cesión de la Colonia fue un 
hecho censurable. Los gobiernos tienen el deber de velar sobre 
sus pueblos, como los ciudadanos el de defender ¿Ja patria. El 
que no puede ser político no debe serlo. 



CAPÍTULO XII 

SUMARIO— 1 Don Bruno Mauricio dbZ ABALA— 2 El contra- 
bando PORTUGUÉS, Y EL PIRATA MOREAU— 3 LOS POR- 
TUGUESES OCUPAN Á MONTEVIDEO —4 Z ABALA LOS DES- 
ALOJA— 5 Fundación de Montevideo. 

1— Poco después entregó el mando Gai*cia de Ros & don Bruno 
Mauricio de Zabala, á quien vei*emos levantarse por sobre la 
«oscuridad de sus tiempos. 



60 toStORlA DEL UttUGüAt 



Era el manco don Bruno natural de la villa de de Durango, en 
Yiscaya, y d^esde su mocedad se habia distinguido en accio- 
nes de guerra, luchando fuera y dentro de su país. En el sitio 
de Lérida perdió el brazo que le faltaba cuando vino á estas 
tierras, y en esta y otras ocasiones fué ganando galón á ga- 
lón )os grados militares basta alcanzar la alta gei^arquía de 
Mariscal de Campo, al que le fué agregado el titulo de gober- 
nador del Rio de la Plata en 1716, haciéndose cargo del puesto 
entrado el año de 1717. 

Al llegarencontro el contrabando en su apogeo, y noticia 
de piratas en el rio y en los mares del sud. Traía órdenes pa- 
pa fundar á Montevideo y Maldonado en el Uruguay, en cu- 
yo concepto pidió fondos á Lima, sin obtenerlos por el mo- 
mento ni de Lima ni de la Corte, dándose en ausencia de ma- 
yores tareas á normalizar la administración interna, contan- 
do por todo contingente con 300 soldados que destinó á fines 
militares. 

El soldado ganaba 2 pesos al mes, sueldo exiguo si se tiene 
en cuenta que la fanega de trigo valía 8 pesos, y en propor- 
ción y aún mas caros los otros ai*tículos de consumo. Zabala 
asigna un real de pret diario á sus tropas sobre la ganancia de 
dos pesos mensuales; pero la milicia se niega á prestar servicio 
por tan escaso estipendio, poniendo al gobernador en el caso de 
aumentarles el salario. 

2— Por ese tiempo los guenoas aliados á los portugueses ejer- 
cían en grande escala el abigeato, mermando el ganado que 
era propiedad del Fisco. Los portugueses tenían salazones y de- 
pósitos en las costas de las que enviaban directamente cue- 
ros, carnes y sebo á Europa, resultándoles de esto una ganan- 
cia prodigiosa, desde que usufructuaban por el hurto las in- 
mensas riquesas rumies del Uruguay. 

Zabala, mirando por los intereses de la corona, hizo incendiar 
las barracas escalonadas á lo largo de la ribera del Plata en 
una ostensión de muchas leguas. Pero, destruidos los depósi- 
tos quedaba en pié un temible enemigo: Esteban Moreau. 

Era este un corsario francés de hazañas audaces, que adue- 
ñado de la costa oriental hacia grandes acopios de corambre en 
tierra, y en el mar desbalijaba álos buques mercantes. De vez 



VICTOE ABEBOÜINH 61 



en cuando venia á las islas de Lobos, dándose en ellas á la caza 
de estos anñlios. 

Mopeauhabia sido batido ya por Blas deLezoen los comienzos; 
pero, atrevido y emprendedor, volvió á las costas que tenía por 
costumbre mirar como cosa propia y se estableció en Castillos 
centro de sus fechorías, en cuyo paraje levantó tiendas de cam- 
paña y además un fuerte en 1720. La costa es alli erizada de pe- 
ñascos, tallados por la naturaleza en forma de señoriales torreo- 
nes, que vistos ala distancia semejan una mansión de nobles de 
la edad media. 

Por consiguiente, siendo bravia la naturaleza del terreno, 
y ofreciendo la base de una defensa natural casi inven- 
cible, no le fué'cuesta arriba á Moreau desafiar á Zabala desde 
allí, con sus continuas depredaciones. El capitán Martin José 
deEchaurri es la persona á quien manda Zabala á batir á Mo- 
reau. 

Arrojado de la costa vuelve de nuevo el pirata á los pocos me- 
ses y funda una especie de factoría francesa. El capitán Anto- 
nio de Pando, después de una marcha penosa á tmves de fra- 
gosidades y pantanos consigue sorprenderle. Moreau resiste y 
es- muerto en la refriega. Extinguido el corsario aparecen otm 
vez los portugueses en escena. 

3— El 1.0 de Diciembre de 1723 el capitán de un buque ne- 
grero llega á Buenos Aires y declara que yendo con rumbo á 
Europa por efecto de un contratiempo se vio obligado á reca- 
lar en la bahía de Montevideo, en cu^'^o territorio vio 18 carpas 
y gente trabajando en la elevación de un fuerte. Agrega que 
los intrusos eran portugueses; y que en el puei^to quedaba una 
escuadra di9 guerra al mando de Manuel de Noronha,.y en tie- 
rra sobre 300 soldados al mando del Maestre de Campo Manuel 
Freytas deFonseca. El dato era cierto. Las fuerzas indicadas 
se habían enviado á la conquista del Uruguay por el Gober- 
nador de Rio Janeiro, con órdenes de emprenderla los de Mon- 
tevideo de acuerdo y concierto con el Gobernador de la Colo- 
nia Pedro de Vasconcellos. 

El mismo dia de saber el atentado manda Zabala un comi- 
sionado á pedir esplicaciones á Vasconcellos. El portugués 
responde que le estraña la pregunta, sabiendo Zabala que ta- 



62 EISTOBU: DBL ÜBIXKJAT 



les territorios no pertenecen á,£spafía. Se le anuncié, que las 
armas van á resolver la cuestión y se encoje de hombros, sin 
aceptar ni recbazar la amenaza, limitándose á decir que Zaba- 
la será responsable de todas las ulterioridades; 

4— Deseoso Zabala de apurar todos los recursos pacíficos es- 
cribe á Fonseca en el sentido de que desocupe á Montevideo. 
Fonseca responde como soldado, alegando imperativos manda- 
tos. Entonces se prepam Zabala para la guerra. Yasconcellos 
le pregunta dé quien ha recibido instrucciones de pelea. Za- 
bala responde que de nadie necesita órdenes para defendi9r 
los dominios de su soberano hasta peMer la vida. Ante tan 
altiva respuesta los usurpadores se preparan. Por su pairte el 
general español celebra junta de oficiales para saber si se podrá 
armar uoa escuadra, á lo que se opone la falta de recursos 
quedando la idea aplazada. 

Sin elementos de mar y con escasos recursos proyecta una 
espedicion terrestre. Arma á los capitanes Alonso de la Vega 
á quien confía 200 jinetes para que ataque á Montevideo, y á 
Francisco Cárdenas á cuyas órdenes pone buen golpe de in- 
fantes, con encargo de guarnecer al Real de San Carlos desde 
donde ei*a fácil evitar todo movimiento militar que inten- 
taran los de la Colonia, en favor de sns paisanos, que así que- 
dai'ían aislados al este. 

El 7 de Enero de 1724 acampa Vega en las cercanías de Mon- 
tevideo, y desde esa hora se dedica á hostilizar al enemigo 
arrebatándole caballos y provisiones. 

Por su parte Zabala, temiendo la ineficacia de un ataque por 
tierra convoca segunda vez á los suyos para arjpaar una es- 
cuadra. Se tocan otra vez las dificultades de antes; pero al 
fin tienen que persuadirse los oficiales de registro y maestran- 
za que no que ^a otro camino que el apronte de las naves. En 
algo mas de un mes se ponen en pié de guerra dos buques con 
mas de 600 hombres á su bordo, y algunas pequeñas naves. 
A este apronte naval hecho hasta con buques estrangeros se 
oponen algunos agentes diplomáticos; pero el gobernador alla- 
na los inconvenientes y se hace cargo de la fiesta. 

Vientos contrarios y calmas tenaces impiden su salida. Za- 
bala, para no perder, tiempo, se viene á San Juan, en tierra 



'■' .Vs. 



Víctor ABsfiétimB 6S 



uruguaya, dedicándose á quitar á Yasconcellos sus caballadas 
y á incendiarle los sembrados, por mas que dijera que en los 
incendios solo intervenia la ciega casualidad. 

La llegada de ZabalaáSan Juan habia sido el 22 de Enero. 
En ese mismo dia un chasque le trajo un pliego de Fonseca 
fechado titeadlas antes, en el que se le anunciaba que abando- 
naba á Montevideo en vista de sus aprestos bélicos y que el 
abandono se hacia no sin protesta, pues iría Fonseca á contar- 
le al rey las causas de su retiro. 

Sin embargo de esto hace venir Zabala algunas naves á 
Montevideo y él mismo se pone en marcha, después de contra- 
tar á 1000. indios tapes, para la ediñcacion de un Fuerte en el 
líaraje abandonado por los portugueses. Los tapes se conti'ata- 
ron á razón de $ 4 1/2 mensuales. 

Al llegar Zabala á Montevideo encuentra 10 esplanadas he- 
chas por los portugueses en la costa y alguna madera que no 
quisieron llevarse en su precipitada fuga. Con tales elemen- 
tos levanta una batería al este y resuelve la ida de la escuadri- 
lla españolad Buenos Aires quedando él en el terreno con 200 
soldados. Algunos días después cuando la fortiñcacion queda 
casi terminada, y solo faltan montar sus 10 cañones una 
p^rte de la guardia es escalonada al este, á lo largo de la 
costa. 

Al anochecer del 23 de Febrero la gran guardia avanzada 
no lejos de Montevideo, en una altura, avisa que al levanto .^e 
ve un navio que parece de guerra. 

Zabala se prepara. A las 8 de la noche ancla el barco desco- 
nocido en la bahía, sin saber sus tripulantes lo que pasa en 
tierra ni que lo observan los castellanos. 

Al amanecer á(ú 24, vieron los españoles que el navio traía ban- 
dera portuguesa, y que estaba al alcance de 4 cañones que ya 
S9 hablan colocado en el fortín. No bien aclaró el día le pidie- 
ron un bote los de tierra. Los de abordo lo enviaron con ban- 
dera blanca; pero el buquecillo al estar á tiro de pistola del 
mismo Zabala viró hacia abordo, en una rápida maniobra. 
Esta actitud disgustó á Zabala, que lo mandó capturar por 
una de sus lanchas, la cual consiguió echarlo á pique y apre* 
Sftr 5 mariDeros^ huyendo el resto & nado. 



64 mStORIA Í)EL URUGUAY 



Cañoneada la lancha por el buque de guerra, tomó la pala- 
bra la fortaleza del Este haciéndose oír por vez primera, y i*e- 
sol viendo á los portugueses á que apagaran sus fuegos. Una 
vez las cosas en calma baja á tierra un oficial y da esplicacio- 
nes á Zabala, diciendo que ignorando la retirada de Fonseca 
y Noronha se hablan atrevido á entrar en el puerto. Zabala lo 
trata con agasajo y le devuelve los marineros apresados; el 
buque leva anclas el 26 y dando un adiós á la costa que creia 
conquistada se pierde mas tarde tras las clams diafanidades 
del cielo. 

A fines de Mayo llegan los tapes contratados, y Zabala des- 
pués de impartir ói'denes se embarca para Buenos Aires de- 
jando en Montevideo una guarnición de 110 hombres. 

5— La Corte aprueba, en 1725, lo obrado, y promete al Go- 
bernador el concurso de 50 familias españolas y canarias, con 
más 400 infantes destinados todos á Montevideo y Maldonado, 
sobre cuya edificación insiste. 

Para el efecto el gobierno español dispone que en los navios 
de registro á cargo de don Francisco de Alzaibar, vengan de 
cuenta de este las 50 familias y de cuenta de la coi'ona los 
400 infantes prometidos. En recompensa de tales servicios se 
acuerda á Alzaibar el título y patente de capitán de mar, 
con facultad de ejercer el corso en los mares. 

Además escribe la Corte á Chile, Túcuman y Paraguay, en 
el sentido de que auxilien á Zabala con las familias que quie- 
ran venir á poblarse en Montevideo.- 

Los recursos empero no llegan. Zabala mirando por el inte- 
rés de España se dirige al Cabildo de Buenos Aires en deman- 
da de ayuda, y ofrece álos habitantes que opten por venir al 
Uruguay, durante un tiempo no menor de 5 años, título de 
hijo-dalgos, que constituía el primer escalón de la nobleza 
española, con iguales derechos que los hidalgos de España, 
para sí y sus legítimos vastagos, declarándoles nobles de lina- 
je y de solar conocido; además, la tienda que ellos eligieran, 
semillas, 200 vacas, 100 ovejas, bueyes y herramientas, caba- 
llos y carretas; alimentos por un año y pasaje gratis para las 
personas^ y sus bienes navegables; armas y casa hecha. 

Con estas promesas de regalía manda varios individuos de 



ViOTOtt ARRBQUtKB 65 



SU dependencia á recorrer la vivienda de las gentes mas pobres 
y susceptibles de ser seducidas; pero ni el halago de la nobleza, 
que era lo que mas podia tocar el corazón de los hombres cas- 
tellanos, ni todos los otros bienes unidos tuvieron el presti- 
gio de que se alistaran los pobres en el registro abierto al 
efecto. Tanto temor despertaban las tribus de la tierra 
uruguaya! 

El intento de Zabala al ofrecer tantas ventajas, era evitar 
que al llegar los canarios se apoderara de ellos el desaliento 
al ver lo desierto de la tierra y lo peligroso de habitarla. La 
Corte aprobó todo lo obrado: desde la dádiva de lo necesario, 
hasta las hijo-dalguías, equivalentes á la importación de 
una nobleza bohemia salida de la nada, pues se pensa- 
ba arrancar de Buenos Aires á lo mas pobre y aburrido que 
allí hubiera so color de tan solapadas gmnjerías, sin tener en 
cuenta el género de males que la novación podría acarrear en 
lo porvenir. 

Vuelto D. Bruno Zabala de una campaña al Paraguay y vien - 
do que no aportaban las gentes prometidas, se resuelve á fun- 
dar á Montevideo, con las solas 7 familias que hasta entonces 
se.habian inscripto, planteando con ellas él núcleo de la ciu- 
dad, que da por fundada el 20 de Enero de 1726 bajo la advoca- 
ción de San Felipe y Santiago, patronos desde entonces bas- 
ta ahora de Montevideo. 

El capitán de corazas don Pedro Millan fué el encargado de 
plantearla. De los primeros pobladores fué don Juan Antonio 
Artigas entronque de la familia del Libertador, cuj'as glorias, 
hazañas é infortunios tendremos oportunidad de conocer mas 
adelante. El primer poblador fue un soldado llamado Jorge Búi^ 
gues, que desde 1724 vivía en la Aguada en una casucha de 
piedra. 

La Corte aprueba lo hecho por Zabala en 1728, año en que el 
gobernador visita á Maldonado, informando en seguida que 
no debe poblarse por el momento aquella tierra que el juzga 
inhospitalaria y estér 1. Era un error. Tal vez Maldonado fuera 
tan excelente como Montevideo para establecer alli un puerto 
de mar y aún la capital de un Estado futuro. 

Ea Diciembre d^ 1729 llegó Zabala 6 Montevideo, La civr 



66 HiarroBiA dbl ubuouat 



bia adelantado mucho, pues á las 5Q familias traídas de tiem^ 
posatrésporAlzaibar y á la fuerza de guarnición podian 
agregarse nuevos individuos que halagados por las dádivas 
iban llegando á medida que la población tomaba incremento y 
los peligros disminuían. 

Quiso Zabala dotar á la ciudad de autoridades y al efecto 
trató de elejir un Cabildo después de levantar el acta de fun- 
dación de la ciudad (29 de Diciembre). El Cabildo debia aten- 
der á lo civil y administmtivo. Los últimos dias del mes los 
pasó el gobernador estudiando el carácter y cualidades de los 
vecinos que debían integrar y constituir la nueva autoridad. 



CAPÍTULO XIII 

SUMARIO— 1 Eltjabildo-Í Primebos tiempos deMontevtobo 
—3 Choques entre el cabildo y los comandantes 
MILITARES— 4 Restricciones AL COMERCIO— 5 Lbvaíí* 

TAMIENTO DE LOS CHARRÚAS. 

1— Al siguiente dia, !.• de Enero de 1730, después de tomar 
juramento á sus miembros, dio Zabala por instalado el Cabildo 
del cual hacía parte don José Antonio Artigas. 

El Cabildo constituía la autoridad civil y administrativa y 
se paréela, aunque con mayores y mas libres atribuciones, á 
nuestras Juntas Municipales. Era electivo; velaba por el 
cumplimiento de los mandatos superiores, por lalibertad y bie- 
nes de las personaos, por la policía de la ciudad, por la seguridad 
de los campos; interviniendo ademasen la designación de em- 
pleados y elevando peticiones ó quejas á la Real Audiencia al 
Gobernador, y basta al Monarca. 

Constaba de siete personas: Alcalde de l.er voto, que era el 
gobernador civil, y también el militar en caso de acefalía; 
Alcalde de 2.» voto, ó suplente; Alguacil Mayor, especie de co' 



VIOTOR AEHBQUmB 67 

misario y Juez; Alférez- Real, encargado de llevar el pabelloa 
en las grandes solemnidades; Alcalde Provincial, que entendía 
especialmente en 1 1 persecusion de los bandidos y en los nego- 
cios de la campaña; Kejidor Fiel Ejecutor y Alcalde de la 
Santa Hermandad. 

Al mismo tiempo que establecía el Cabildo, exbimía Zabala 
¿Montevideo de contribuciones, y cometía el grave error de 
disponer que no se confiriera empleen! cargo alguno á persona 
en cuyas venas corriera sangre de mulato, moro, judío ó ne- 
gro, siendo esta disposición de a pureza de la sangre, con el 
andar de los tiempos, fuente de numei"Osos disgustos y resul- 
tados bien negativos. 

Creado el Cabildo la nueva población siguió en una progre- 
sión constante. Las tierras que en los comienzos se repartieron 
gratuitamente, y que seguían repartiéndose en igual forma 
en chacras y estancias fuera del egido déla ciudad, y en sola- 
res dentro del egido, empezaron á escaseary á tener gran nú- 
mero de solicitantes. La jurisdicción de Montevideo compren- 
día el territorio ubicado al oeste del arroyo Cufré; al este de la 
serranía de Maldonado, sirviendo de mojón el Cerro Pan de 
Azúcar; al norte tenía por límites las cabeceras del San 
José y Santa Lucía. 

2— Aguas, pastos y bosques eran de propiedad común bas- 
tando una orden superior para que cualquier vecino entrara 
en tierras de Propios, ó sea fiscales, y también en tierras de 
señorío, y se hiciera . en ellas de leña, ó dejara pacer su ga- 
nado. Los ténsenos de propiedad fiscal daoan escaso rendimien- 
to, y todo su producido se destinaba á obras de interés geneiul. 

En aquellos días las costumbres eran sencillas, buenos los 
hombres, y aunque algo pesadas hs autoridades, siempre lle- 
nas de emulación y cariño al pueblo. 

La nobleza introducida por Zabala, que si fué excelente go- 
bernante y guerrero no dejó de ser un detestable político, tu- 
vo cortos alcances aunque produjo al principio alguna dis- 
tanciamiento entre las gentes; pero nunca tantas como la de- 
cantada pui*eza de la sangre^ que trajo discordias y escándalos. 

{'ocas eran las franquicias comerciales. Verdad es que pan^ 



68 HISTOKIA DBL URUGUAY 



abastecerse Montevideg no las necesitaba mucho. Los nluertos 
se enterraban en la Iglesia. 

Contadas ei^an las diversiones; la misa cuotidiana; el rezo al 
amanecer, al medio dia y después de la comida; la hora de dor- 
mir, antes de las ocho en invierno y á las nueve ó diez en ve- 
rano. 

3— A la autoridad representada por el Cabildo, que nació un 
siglo antes que la República y duró hasta que esta se produjo, 
se unia la autoridad militar, representada por un jefe que de- 
pendía del Gobernador de Buenos Aires. 

Montevideo dejó de ser al poco tiempo de fundado la única 
población del Uruguay. Otras y otras surgieron; cada una con 
su Cabildo y su comandante militar, que casi siempre era 
un cabo ó un sargento. 

Los cabildantes de Montevideo tenian choques frecuentes 
con los comandantes de la plaza. Temprano empezó á producir- 
se la eterna discordia americana de la fuerza armada contm la 
fuerza del derecho, siendo en ocasiones provocada por el capri- 
cho de los cabildantes, y las mas por los militares, que por regla 
general suelen mimr el gobierno como una cuestión de disci- 
plina. 

4— A raiz de funcionar el Cabildo le fué conferida á uno de 
sus miembros, por los oficiales reales de Buenos Aires, facul- 
tad extraordinaria pai*a realizar fiscalizaciones aduaneras y 
decomisar la plata sellada y artículos de consumo que pasamn 
en cuenta de contrabando. Asimismo se prohibía el comercio 
directo con el Brasil, estremándose tanto éstas medidas, que lo 
que pudo ser monopolio .soportable degeneró en espionaje 
atentatorio. De esta suerte no s 'lo se consiguió matar el libre 
cambio, sino también el intercambio tan necesario á la vida 
de las colectividades humanas. 

Si á estas medidas se agregan las frecuentes rapiñas de los 
portugueses de la Colonia y de San Pablo, que después de ro- 
bar el ganado lo hacían salir por sus puertos, sin trabas de 
ninguna especie, se tendrá una idea del descontento que debía 
reinar entre los subditos españoles dueños de haciendas y de 
granos que no podían exportar. 

Al mediar el año de 1730 arreciaron fuerte los portugueses, 



VlCTOa ARREGUINE ^ 69 



fc ^1*1 



á punto de tener que salir á campaña el Alcalde Provincial 
con vecinos armados, porque las gentes del jefe militar Pe- 
llicier y Bustaraante andaban por amotinarse y no obedecían 
á nadie. En adelante, para iguales empresas, tuvo el vecin- 
dario que reclutar gentes y mantenerlas por suscricion, para 
atender ala seguridad de sus vidas é intereses. 

5— En ese misma año un portugués mató á un charrúa en 
pelea, naciendo de aquí un levantamiento de la tribu que 
después de matar á 20 españoles indefensos sentó sus reales 
cerca de Montevideo. 

El cacique mandó decir al comandante militar que si que- 
ría pelear lo espemría tres dias en un paraje dado. El coman- 
dante tuvo miedo y se dejó estar en la ciudad. Zabala, 
había encontrado mal la muerte del charrúa, pero esto no im- 
pidió que de Montevideo salieran algún tiempo después 230 
españoles á batir á la tribu enardecida. 

D. José Romero que mandaba la columna fué deshecho en un 
combate, después del cual organizó otra de 330 soldados, vol- 
vitindo con ella á probar fortuna. Ma^ fueron tan negativos los 
resultados que perdió toda la gente y "escapó á la muerte in- 
ternándose en los montes. 

Viendo el mal giro de las cosas Zabala hace que algunos re- 
ligiosos prediquen la paz en los campos, con lo que se logra cal- 
mar á los amenazantes nativos. Los dos años siguientes al de 
1730 pasaron sin otra novedad que la elección de capitulare.*, 
que se elejian cada 1 .<> de Eneix). 



*)Ú mSTOBU BEL URüaÜAt 



CAPÍTULO XIV 

SUMARIO— 1 Miguel de Salcedo y las invasiones portü- 
auESAS— 2 Turbulencias y desprestigio del Ca- 
bildo— 3 Reacción del Cabildo— 4 Arbitrarieda- 
dades de que es víctima— 5 Origen de la contri- 
bución directa- 6 Destitución de Salcedo y medi- 
das de Ortiz de Rozas —7 El Obispo de Buenos Ai- 
res Y LOS DIEZMOS. 

. I— En 1733 los paulistas bajan desde el Ibicuy al Rio Grande 
y ho encontrando resistencia toman posesión de la tierra y se 
fortiñcan en ella. 

£1 inepto Miguel de Salcedo que habla sucedido á Zabala en 
el gobierno, y que con subvenida al poder dejara aflojarse la 
ruda armazón del dominio castellano en el Plata, é internarse 
al invasor que era incapaz de repelar, se queja á la Corte en 
1734 limitándose á pedir auxilio de ella para atacarlo . 
Al año siguiente pone sitio á la Colonia con 50G0 hombres ca- 
si todos guaraníes, en lugar de ir en persona á repeler al ene- 
migo de la frontera. Le llega d^ E-paüa una escuadrilla, y 
lejos de obrar de concierto con ella se disgusta y rencilla con 
el comandante, dejándolo irse á Barragan, en donde á no ser 
por la actitud resuelta del vecindario de Buenos Aires, los 
portugueses le hubieran quitado las naves. 

Los invasores que también se hablan fortiñcado en San Ga- 
briel, consiguen en 1737, por el tratado de Paris, 
que les deja en posesión de lo usurpado. 

Al cesar la lucha, el gobernador de la Colonia 
la via terrestre á un Sil^ Paez, que levanta un : üerte en San 
Miguel 7 lo artilla, sin aue basten las roclamaci ones de Salce- 
do, bien dé]^i|es por cierto, á hacerle desistir del propósito. 

Antes df ^to la Corte había ascendido 6 Zabala al rango de 






un armisticio 
despacha por 



I 






VlOÍOft ARHEaUINB 71 



Capitán General y Presidente de Chile, de cuyo puesto no 
pudo hacerse cargo por haherle sorprendido la muerte al volver 
de sofocar una revolución en el Paraguay, donde aholió de pa- 
so 1» libre elección de gobernadores provisorios, acordada por 
el autócrata Carlos V á los pijpblos del Plata. 

Con Salcedo los progresos de Montevideo permanecieron es- 
tancados. La ciudad estaba rodeada por una espesa muralla 
en la que trabajaban muchos cientos de hombres. Los traba- 
jadores se alimentaban con la carne de la Estancia d^l Rey^ 
ubicada al oeste del Cerro y de propiedad fiscal. 

2— El Cabildo no solóse l'evaba mal por estos tiempos con 
los comandantes de la Plaza, sino que vivía en continua dis- 
cordia, llegando en ocasiones á ser prendidos los cabildantes 
por sus colegas, y á batirse en la calle, como ocurrió en 
1738, en que un capitular detuvo á otro á altas horas de la 
noche, obligándole á un duelo allí mismo donde lo vio. 

Llegó á tanto la desarmonía del Cabildo que cayó en el 
desprestigio, perdiendo la pública estimación y el respeto 
que debe sentir cada ciudadano por las autoridades de su 
país. 

Quebrada la autoridad moi*alde la institución, la autoridad 
moral que es la fuerza de todos los débiles, el Cabildo vióse 
yictima de los soberbios mandones militares. 

Era atribución del Cabildo señalar precio á los artículos de 
consumo para evitar que el público fuese explotado. La com- 
petencia comercial no existia, y si el Cabildo no hubiera to- 
mado tales medidas, que fueron á veces abusivas, los solda- 
dos, dueños de la mayoría de las casas de negocio, habrían im- 
puesto precios fabulosos á sus artículos de venta. 

3— Eq 1738 qui^ü el Cabildo reaccionar contra la presión que 
sobre él se venia ejerciendo, valiéndose para ello de una medi- 
da que le diei'a en lo sucesivo el apoyo del pueblo. Consistió 
esta en pedir á la Corte la libertad de trueque de productos na- 
cionales con el Brasil, para dar salida al exceso de producción 
y entrada á lo que mas se necesitara, como ser, yerba, tabaco, 
azúcar, café, fruta y mandioca^ 

Reforzada la voz del Cabildo por la del Comandante militar, 
que esta vez estuvo de acuerdo, partió 6 España el comisiona- 



% 



HIS^OEÍA DBL URUGUAY 



do. Buenos Aires disfrutaba de las ventajas que se pedian, y 
no era lógico ni justo que Montevideo no las disfrutara á su 
vez. 

La Corte que no miraba por estos lejanos países y que en 
mas de una ocasión sacrificara ^ integridad territorial por 
intereses políticos del momento, dejó archivado el es- 
pediente, con perjuicio de lá ciudad que languidecía por 
instantes. Adjunto al pedido de libertad comercial elevaba el 
Cabildo otro de importancia política, cual era que los Gober- 
nadores de Montevideo emanaran de España, y no de Buenos 
Aires, que solia enviar individuos díscolos y estériles. 

4— En 1740 Salcedo quita al Cabildo uno de sus derechos mas 
caros: el de libre reunión, disponiendo que no pueda celebrar 
sus acuerdos sin primero pedir permiso al jefe militar de la 
plaza. Quedaba con esto el Cabildo espuesto á ser objeto de 
ludibrio. Bastaría en lo sucesivo la simple negativa de un Co- 
mandante Militar para que no pudiera realizar sus sesiones* 

En ese mismo año, Sautos de Uriarte, i efe de Montevideo pi- 
dió que el Cabildo se reuniera. Asi lo hizo la Corporación, en- 
viando aviso al comandante muy luego, para que viniera á las 
casas consistoriales. El Comandante mandó decir que pasaran 
al Fuerte, y como se le contestara que no era el Fuerte local 
de sus sesiones, hizo prender el Comandante á todo el Ca- 
bildo. 

Al año siguiente hizo mas Santos de Uriarte. Dio orden al 
Cabildo para que pusiera precio al trigo y maíz y obligación á 
los cosecheros de no vender sino á la persona que resultara 
agraciada con el derecho de acopio. Esto no pasaba de un ne- 
gocio leonino del que pensaba Uriarte, de acuerdo con el gober- 
nador de Buenos Aires, sacar pingües ventajas. 

El Cabildo protestó contra el atentado, alegando que los cul- 
tivadores tenían el derecho de vender á quienes les pagai*an 
Daejor, y dijo además que si eso se hacia quedaría mermada la 
producción y citaba el caso de los ganaderos, que ya no cria- 
ban hacienda por haberse fijado antes el valor de 4 reales á cada 
res, asi en los malos como en los buenos tiempos. 

5— Algo mas tarde, en 1742, el Cabildo creó un impuesto per- 
manente sobre las chacras y hornos, impuesto que debe mirar* 



VICTOB ARIÉQUINA 73 



■; > ■ .. r- . -a i k- 



se como el punto de arrranque de nuestra contribución di" 
recta. Cada horno pagó desde el año siguiente 8 pesos anuales, 
no alcanzando el importe del prímer año á producir 50 pesos. 

6— Destituido y aprehendido Salcedo por orden de la Corte; 
sumariado y confiscados sus bienes; le sucede en el mando Or- 
tiz de Rozas, á quien eleva el Cabildo de Montevideo en 1744 
una nota pidiéndole el deslinde de atribuciones entre la auto- 
ridad civil y la militar, á fin da que cada cual sepa mantener- 
se dentro de su esfera de acción. Al mismo tiempo Santos de 
Uriarte se queja de una multa que le impusiera el Cabildo, y 
el gobernador, para cortar por lo saoo y mantenerse en paz con 
las dos autoridades locales de Montevideo, desaprueba la multa 
y accede á lo que le pide el Cabildo, como así mismo á la ex. 
pulsión de los estrangeros, medida muy propia de aquellos 
tiempos pero iodigni de un pueblo civilizado. 

En este año el Obispo de Buenos Aires establece para los ha- 
bitantes de Montevideo el abolido impuesto personal de diez- 
mos, sobre la cal, teja y ladrillo, levantándose con ese motivo 
una inmensa protesta de los elabóradores de dichos materiales 
de construcción; protesta á que se adhiere la voz del Cabildo, 
ante la amenaza de una suba inmediata en los precios de aque- 
llos. 

7— El Obispo amenaza con excomunión al que no quiera pa- 
gar el diezmo, produciéndose una seria discordia entre él y la 
autoridad montevideana, acostumbrada á venerar á los religio- 
sos, desde D, Gabriel Cordobés que dijo la primera misa en la 
antigua Matriz, hasta el último fraile descalzo. 

El asunto llega á oídos de la Corte; pero la lojanía y la indi- 
ferencia de España retardan la solución por muy largo 
tiempo. 



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CAPÍTULO XV 

SUMARIO— Los ESPAÑOLES BATEN A LOS PORTUGUESES Y CHAE- 

RÚAS— 2— La mina de piedras preciosas— 3 Tratado 
DE Madrid. 

1— íEq 1747, siendo gobernador de Buenos Aires el violentó 
don José de Andonaeguy, hombre sumamente voltario, pero 
que á est^ cualidad adunaba miras honradas y un carácter 
severo, recibe repetidas quejas del Cabildo montevideano, 
motivadas por las depredaciones á que se entregaban los in- 
dios y numerosas cuadrillas de bandoleros portugueses en las 
campañas del oriente. 

Impulsado por los petitorios y las quejas el gobernador fa- 
culta y ordena, al cabo de cierto tiempo, que el Alcalde Pro- 
vincial los ataques, alistándose en consecuencia los ciudadanos, 
para cumplir la orden superior y los deseos del Cabildo. 

Hacen una salida las fuerzas montevideanas y en breves 
jornadas obtienen algunas pequeñas victorias sobre los mal- 
hechores, que así atacados se ven en la precisión de buscar re- 
fugio en los parajes poco vigilados, ó tan montuosos y agrestes 
que dificultan tóda persecución. 

En 1749, se hacen sentir los inquietos charrúas en los cam- 
pos, que talan é incendian, dando lugar á nuevas instan- 
cias del Cabildo y á nuevas medidas del gobernante, que or- 
dena se vea de someterlos atrayéndolos á la paz y en caso de 
no lograrse el propósito, se les hostilice, persiga y mate por 
tropas de Montevideo, Maldonado, Soriano y Santa Fé, que 
obren de concierto, pasando á cuchillo hasta los niños. 

Los santafecinos fueron los primeros en vencer en esta cam- 
paña, y por emulación y celos locales los de Soriano pusieron 
término á la guerra, obstinándose en una persecusion vertigi- 
^^osa de tres dias y tr^s noches, en los que auduvierpn 80 le^ 



YICTOB^ ABftBCmiNH 75 



«■«■iiil 



guas, logrando dar alcance 4 los indios j vencerlos dn dos san- 
grientos combatos £1 último, que fué el del Queguay, puso fin 
& la guerra, quedando completamente pacificado él territorio. 

Una yez resuelta la pacificación, preocupóse A^ndonaeguy en 
fortificar á Montevideo y Mdldonado; mas como le faltaran re. 
cursos hizo tantas y tan vehementes gestiones que consiguió 
se afectara á aquellos trabajos el estanco del tabaco, cuyo 
consumo dejaba al Fisco muy regulares rendimientos. 

El costo de las fortificaciones no bs^aria según se calculó por 
entonces, de 200,000 $ anuales. 

2— Los tiempos del coloniaje transcurrian iguales, monóto- 
nos, sin emociones que no provinieran de la vida rústica que 
se llevaba dentro de los centros urbanos, ó de temores de sor- 
presas de parte de los indios, cuando en 1749 una noticia con 
todos los caracteres de un acontecimiento vino k despertar la 
ambición de los unos, la curiosidad dé los otros y el asombro 

general. 
Se trataba nada menos que de un hallazgo portentoso. Un' 

Señor Enrique Petivenit, denunció la existencia de una mina 
de piedras preciosas. La noticia tomó gran vuelo. Se intere- 
só la Corte de España en el negocio en perspectiva, se corrieron 
minuciosamente los trámites del caso; el monarca mandó ana- 
lizar las piedms por un relojero de Madrd, muy ducho según 
se creía en esa materia. El relojero^ después d^un análisis proli- 
jo afirmó que las piedras enviadas desde aquí eran de lo más pe- 
regrino. Esto naturalmente dio lugar á que no se pensara en 
nada que no fueran las riquezas anunciadas por Petivenit y 
& que casi en seguida se in vertieran capitales y tiempo en la 
esplotacion de la imaginada mina de pedrería. 

Porunmomento, como deslumhrados, todos los ojos se vol- 
vieron al oscuro país de los charrúas; no se tardó en dar prin* 
cipio á los trabígos. Capitales de España y plata del Perú, fue.; 
ron destinados al obreaje. Se contrataron mineros, mecánicos^ 
canteros, peones. La cosa ei:a en el actual Departamento de 
Minas, donde aun hoy pueden verse las escavaciones hechas 
entonces y que fueron en vano, pues los minerales en cuestión 
no eran tales piedras preciosas. 

Se trataba sencillamente de un$i lamentable confusión de Pe 



% HISTOBU DBL UEtJOUAt 



■ ■■»■* i-i*' 



tivenit, y de una confusión mas lamentable todavía del reloje- 
ro madrileño. 

3— Corriendo el año de 1750 se firma el bochornoso trabado 
de Madrid sobre cuestión de límites americanos entre España 
y Portugal, llevado á término por la presión que ejerciera en 
Fernando VI, la voluptuosidad y el carácter de la reina doña 
Bárbara, su esposa, que como es sabido era portuguesa y muy 
partidaria de su patria. 

Por este tratado ambas naciones convenían en anular todo 
lo antes obmdo. Lo pactado en Utrech y Tordesillás, la deci- 
sión pontificia; las miras políticas; el derecho de los indios á 
la tierra que era de ellos; todo, todo caía sacrificado ante las 
cláusulas del documento y la sugestión fascinadora de la rei- 
na. Portugal se obligaba á devolver la Colonia, sus contornos 
é islas; pero en cambio España le cedia cuanto los portugueses 
hubieran ganado en América por la usurpación, entrando en la 
cuenta los pueblos de las Misiones situados al norte del Cua^ 
reim. Las dos coronas se comprometían á una ayuda recíproca, 
caso de que los habitantes de las tierras cedidas se opusieran á 
su ocupación por estraños dueños. No ignoraba Portugal que 
las Misiones habrían de oponer rosistencial al atentado, y su- 
po aprovecharse del débil monarca. Los límites de los dominios 
portugueses en América arrancarían del monte de Castillos 
Grandes siguiendo hacia el norte en línea ascendente, pasando 
por el lago Merimy teniendo como demarcación las mas altas 
cimas de los montes. 

. Establecía el tratado la común navegación de las aguas li- 
mitantes y la esclusiva de los rios interiores, quedando en este 
concepto el Plata; el Ibicuy y el Negro serian rios limitantes. 
Las islas pertenecerían al que mas cerca las tuviera; la barra 
situada al pié del monte de Castillos Grandes se consideraba 
común á las dos bandems. 

Nada importaba que el Plata fuera español si la tierra espa- 
ñola se enti*egaba á manos estrañas. 

Pai-a que se cumpliem lo pactado vino al Plata, mas tarde, 
el marqués de Valdelírios en compañía de los P. P. Altamira- 
no y Córdoba. La Colonia no ofrecería resistencia ei^ caso de 



i 



VIOtOR ABBEGtJIÑE Ti 



ser devuelta. En cuanto á las Misiones, no se oyó sino una 
formidable protesta. 

Los jesuítas se opusieron á su entrega y pidieron la reconsi- 
deración del tratado; alegaron que pueblos que hablan sufrido 
tantas veces las expoliaciones de los paulistas, por nada quer- 
rían ser portugueses; invocaron el derecho de los indios á 
aquellas tierras que eran suyas; sostuvieron, en fin, á todo 
trance que no debia cometerse la iniquidad de entregar 7 de 
los 30 pueblos de Misiones, los mas poblados y floridos, al por- 
tugués; pero no consiguieron parar la marcha irrevocable de 
los hechos. Algunos Papas hablan teorizado que el indio tenia 
derecho á la tierra paterna por razón de natalicio, y aún ame- 
nazado á quien intentara despojarlo de lo suyo. Apesar de 
todo esto el derecho del indio fué desconocido y violado como 
ge verá mas adelante. 



CAPÍTULO XVI 

sumario— 1 vlana primer a obern ador de montevideo— 2 
Levantamiento de los charrúas, impuesto de Bu- 
las, LAS ÁNIMAS Y SUS BIENES, AMOJONAMIENTO DE 

Propios— 3 El marqués de Valdblí ríos y los pri- 
meros TRABAJOS DE DEMARCACIÓN DE FRONTERAS. 

t 

1— Al mediar el siglo XVín ocurrió una de las mas grandes- 
mejoras pam el Uruguay. Finalizando el año de 1749 se le con- 
cedió gobierno independiente de Buenos Aires, que era lo que 
habia pedido el Cabildo. La independencia no era absoluta; 
pero se alejaba bastante de ser una dependencia de la capital. 
La Corte designaría, en adelante, á los gobernadores de Monte- 
video, como designaba de mucho atrás á los de Buenos Aires. 

El 2 de Diciembre del citado año recibió D. Joaquín de Viana 
los títulos de primer gobernador de Montevideo y coronel de 



% mStOtllA bBL ÜRÜ(JÜAY 



los reales ejércitos, dependiendo en lo militar de H capital del 
Rio de la Plata, y de la Real Audiencia en materia civil. Eran 
de su incumbencia ^1 patronato, la persecución del comercio 
ilícito y la visita de los pueblos de su gobierno. El cargo dura- 
rla 5..años y estarla rentado con S 4000 anuales. Al mismo 
tiempo se lo daban instrucciones para que la justicia fuem ad- 
ministrada en el país^y nopor jueces venidos de Charcas, 
como hasta entonces se tenia por costumbi*e. 

El 13 de Febrero, de 1751 recien vino á prestar juramento 
el gobernador ante el Capitán General del Rio de la Plata 
que seguía siendo Andonaegvy. 

En Marzo llegó á Montevideo. Pueblo y Cabildo le dispensa- 
ron una cordial acojida. Esta corpomcion ni siquiera le exigió 
la fianza que por ley debía depositar. Tales simpatías inspi- 
raba! 

Era Viana un hombre de carácter, militar distinguido, poro 
absolutista y rígido como la disciplina glacial. 

2 - Quiso Viana desde el principio dar medida de sus proce- 
deres militares, y halló motivo con el levantamiento de 
los charrúas, contra quienes envió una gruesa columna, que 
volvió vencedora de su excursión, á los ppcos di as. 

El triunfo se debió á que los españoles tomaron antes del 
combate á un cacique, quien amenazado con el tormento de- 
claró donde y en qué número estaban los suyos, suicidándose 
á ppco, apesarado de su cobarde delación. Dos fueron los cho- 
ques que en esta campaña tuvieron los charrúas, perdiendo 
en ambos algunos centenares de guerreros. 

A la vez que las autoridsules del Plata limitaban el comercio, 
la Corte espedía decretos absurdos, siendo de estos el que dis- 
puso el impuesto de Bulas en 1751, que rigió parn la América 
toda. En aquellos tieosiposla creencia en la venida de las áni- 
mas al mundo tenia sus numerosos partidarios; para aplacar 
sus penas, se^un .se decía, se le dedicaban bienes de la tierra. 
En Montevideo tenían un procurador, que de todas las fortu- 
nas sin dueño obtenía legalmente una parte para las ánimas. 
En los casos de naufragio y salvamento de carga era cuando 
madores ventilas sacabja. 

En 1752 se dio principio al amojonamiento de las tierras &s- 



• 



TIOTOR JlBRJBQUIMS 79 

: ^ 



cales ó de Propios, que contra lo dispuesto vendan siendo pa- 
trimonio de las gentes de armas; en esta tarea se empleó muy 
cerca de un año. 

3— Enese mismx), 1752, vino al Plata el marqués de Valde- 
lírios encargado por la Corte de dar solución en la práctica 
á lo convenido sobre límites y dominio con Portugal en el' 
ignominioso tratado de Madrid. 

Luego de llegado trató de consultar opiniones competen- 
tes, respecto de como debería hacerse la entrega de las Misio- 
nes. El P. Barrera, provincial de la Compañía de Jesús, que 
fué de los consultados, contestó de una manera viril. La con- 
sulta se le hacía después de haberse ordenado el desalojo, á 
los indios misioneros; pero aún se estaba en tiempo dé i'eca- 
paci'ar. Barrera hizo ver la posibilidad de una güeña C'm 
los indios, que guaixlaban odios antiguos á Portugal. ¡Ni 
cómo los indios iban á dejar para siempre sus hogares, don- 
de en los días de fiesta entonaban sus cantos á Dios, viendo 
danzar á sus pequeñuelos en las puertas del templo! ¡Cómo 
dejar la cas& desierta á la espalda, y la hacienda floreciente, 
para que adustos señores entraran en ellas, y tomaran pose- 
sión de cuanto el indio miraba como alegría de su presente y 
esperanza de su vejez! 

(g El P. Barrera, cuaudo¡hubo agotado íl6s medios delapersua- 
cion sin éxito, apeló á un estremo recurso. Dijo á Valdelírios 
que oyem la opinión de algunos ek-gobernadores del Para- 
guay, y que enti-e tanto no hiciera proceder al desalojo de los 
indígenas, sin cuyo desalojo no se animaba Portugal á entrar 
en las Misiones. Ni i'azonesni consejos atendió VaWelírios. Fiel 
ejecutor de los estravios de su rey, apeló en seguida á la vio- 
lencia para cumplir los mandatos de aquella aunque débil 
imperante voluntad. Ni siquiera quiso dar una prórroga para 
que los indios buscaran otro territorio. Mientras así procedía 
el marqués, un oscuro fraile advertía desde el fondo de las 
Misiones la proximidad de la guerra, y sostenía que debía ha- 
cerse en defensa de los derechos de España, cuyos intereses 
eran tan impíamente sacrificados con el haber y la tranqui- 
lidad de sus subditos indígenas. 

Mediaba fl ano 1752, cuando se juntaron al pié del monte de 



80 HISTOBIA DBL URUaUAY 



Castillos Grandes, el marqués y don Gómez Freyre, conde de 
Bobadela, comisionados de España y Portugal. Presenciaron 
los primeros trabajos de límites, en que intervinieron las par- 
tidas demarcadoras y algunos prácticos del país, y muy luego 
se separaron. El primer marco de límites quedaba al pié de la 
montaña, el segundo en la India Muerta, y los demás en el 
orden antes indicado, siguiendo al norte y ganando terrenos 
castellanos. 

Eran los marcos principales de mármol, de forma cuadran- 
gular; los demás de madera ó piedra del país. Los de mármol 
tenían diversas inscripciones latinas y. los escudos de las na- 
ciones contratantes mirando á sus dominios. Serios contra- 
tiempos se opusieron á la demarcación. No fué el menor la 
resistencia que opusieron los indios de Santa Tecla, ante 
cuya actitud las partidas demarcadoras abandonaron los tra- 
bajos. 

La resistencia de los indios iba á iniciarse mu^'- pronto. 
Iba á ser implacable como implacable fué la violencia. 



CAPITULO XVII 

SUMARIO— 1 Guerra guaSanítica - 2 Muerte del cacique 
Sepée— 3 Matanza de Caaybaté — 4 Fin de ^ la 

GUERRA. 

1— Luego de presumirse y tenerse noticia del alcance del in- 
fame tratado de Madrid las Misiones empezaron á convulsio- 
narse. 

Un grupo de 600 indios anduvo al norte á caza del P. Alta- 
mlrano con designio de arrojarlo al Uruguay; mas el P. que 
era esperto previno el golpe y se volvió á Buenos Aires, 
á contarle á Valdelirios que por la via pacífica no serian 
desalojadas las Misiones. Entrado ya el año HSS %l marqués 



VÍCTOR ARUEGUINE ' 81 



mostró á Andónaegúy una orden real, que le autopizaba 
para hacer la guerra á los indios, y el gol^ernador, cuyo na- 
tural le impulsaba á la violencia, fué preparándose para ini- 
ciar la campaña marcial que se proyectaba. 

En* lugar de los jesuítas á quienes se sepám de sus pues- 
tos, Buenos Aires envía al norte, con encargo de tomar la 
dirección de las Misiones al P. Alonso Fernandez, á quien le 
sucede lo que k Altamirano, que lo quieren matar. Un dia 
sube al pulpito un Padre y da lectura á la orden de desalojo. 
Los indios misioneros se apoderan del papel y lo queman pú- 
blicamente. 

Con estos antecedentes y lo porfiado que se mostraba Yalde- 
lírios, no quedaba otro camino que el de la guerra. Antes de 
emprenderla se juntan en Martín García los comisionados Bo- 
badüla y Valdelírios, en compañía del gobernador de Buenos 
Aires, y después de largas conferencias secretas, se acuerda, en 
dicha isla, llevar el ataque á los indígenas. Andonaeguy, con 
1200 soldados atacaría á San Lorenzo; el coronel portugués 
Osorio á Santo An^el, centro de los sublevados. 

La campaña empezó poco después. Mas por lo malo de los 
tiempos á la altura de Casupá se vio el jefe español impedido 
de seguir adelante^ Los caminos estaban convertidos en ver- 
daderos pantanos y las caballadas se les morían. 

En tal circunstancia manda una pequeña comisión á Yape- 
yú en procura de recursos; pero los comisionados son muertos 
por los indios. Incomunicado con los centros de población, solo 
en medio del campo, el gobernador toma el partido de avanzar. 
Bate algunas montoneras indígenas y va á campar . en el 
Dayman, 

Los charrúas que hablan hecho causa común con los guara- 
níes siguiendo su vieja política de aliarse con otras tribus, 

siempre que fuera para combatir al europeo, llevaron por es- 
tos tiempos serios ataques al Brasil, llegando en sus correrlas 
hasta mas allá de Rio Pardo. 

Los portugueses que amagaban por el lado de Santo Ángel 
viéndose seriamente hostilizados, proponen en Noviembre de 
1751 un armisticio á los indios» que es aceptado á condición de 



j82 HISTORU TfSL VKmtAt 



que se pida á la Odrto española la reconsideración del tratado 
que los entregaba á los mas desesperantes sufrimientos. 

Los portugueses q^ie pidieran el armisticio para reparar sus 
reveses, no tardan en violarlo. Andonaeguy que estaba en- 
fermo en su campamento se hace conducir en hamacas yem. 
prende la marcha hacia el Norte con 600 soldados, en compa- 
rñía del, gobernador Yiana, á quien mandara buscar en su 
ayuda. Bsto ps^ba en 1755. 

De Montevideo y Buenos Aires proniK) llegaron contingen- 
.tes 4 Andonaeguy ; pero la campaña se hizo larga y sangrien* 
ta. Los portugueses no hacian mucho por darle fin. Lo que 
sí se ocupaban de usurpar mas territorio en el pleno apogeo 
de la alianza. En Rio Grande, durante un interregno de paz, 
D. Gómez Freyre hizo levantaír el Fuerte de San Gonzalo; en 
Rio Grande, que era tierra española! 

En Enero de 1756, los ejércitos combinados se aproximaban 
al centro de la resistencia india, cuando por casualidad llega- 
ron á tomar un bombero enemigo, quien declaró que el caci- 
que Nicolás y el cacique Sepée, tenian cerca su campo. Del 
cacique Nicolás se decia entonces y se repitió después, que 
habla sido coronado emperador de las Misiones, bajo el título 
de Nicolás I, No se ha hallado la comprobación histórica de 
tal aserto. 

Sepéequeera un guerrero temible, se hallaba fortificado 
con 400 hombres y algunos cañones en la estancia de San 
Antonio, á poco trecho de los espedicionarios, que siguieron 
rumbos á ella, encontrando por doquiera, á través del desierto, 
chozas reducidas á ceniza, que el incendio habia devorado 
antes que las profanase la conquista. 

£1 30 de Enero entró el gobernador á una población india é 
interrogado con que autarizacion entraba por aquellas tier- 
ras, contestó que con la autoridad del rey. Los indios mspon- 
dieron que Dios les habia dado aquel suelo próvido y aquella 
libertad querida, y que estaban dispuestos á no dejárselos 
quitar. 

2— Con todo, el gobernador siguió adelante en actitud gue- 
rrena hasta campar cerca de las tiendas de Sepée, alas cuales 
«e animó á ir Yiana con algunos soldados. 



Vidlro& ÁBltAaüiKB VÁ 



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En el abra de una selva salvi^e chocan indios y españoles. 
Yiana se había adelantado casi solo, y después de matar al 
cacique de un balazo, es salvado de la muerte por un tambor 
que bate caja, á cuyos redobles acuden los soldados cuando la 
existencia del Gobernador de Montevideo era amenazada por 
un grupo enemigo. 

3— Con este contraste los Indios se juntan para una batalla 
formal. Alcanzan á sumar 1700 hombi*es; se atrincheran al pié 
del cerro Caaybató, que quiere decir en guaraní Monte Alto, y 
esperan á los aliados que en número de 2500 aparecen el 10 de 
Febrero, al frente de los indios que mandaba el cacique Anto- 
nio Bangui rú. 

Ñanguirü al ver tanta gente pide un armisticio y promete 
retirarse. Se le concede el armií^ticio que seijun los cronistas 
había solicitado para fortificarse en la montaña y esperar re- 
fuerzos charrúas. Una hora después de apalabrados ambos 
ejércitos, el combinado ataca á los indios no perdonando vida. 
1200 indígenas, hombres y niños, son pasados á degüello al 
pié del monte. 

Este sangriento martirologio, que los cronistas han llama- 
do batalla, y que fué matanza bárbara de gente infeliz, pudo 
muy bien haber sido precedido de un armisticio de buena fé, 
por los indio?, y seguido de un vei-dadero asesinato colectivo, 
cometido por las fuei'zas aliadas. 

La sospecha tiene su fundamento en que de éstas solo mu- 
rieron 4 hombres. Sí los indios, que tenían armas de fuego, 
no hubieran sido cargados de improviso y sin estar preveni- 
dos, ¿acaso solo habrían muerto á 4 europeos, cuando ellos 
perdieron 1200 hombres? 

Talvezáeste hecho se diera el nombre de batalla para justi- 
ficar el atentado. La historia tiene el deber de no encubrir 
atrocidades, aunque estas aparenten dimanar de motivos su- 
premos. 

Hay que pensar en el carácter de And»)naeguy que quería 
el degüello, «el bautismo de sangre» decia él, para los indios; 
no hay que echar en olvido los procederes casi siempre deslea- 
les de los portugueses de entonces, si se quiere juzgar si fué 



84 HISTOMA bKL ÚBÜQUAÍ 



ia matanza de Caaybaté el ñnal de una batalla, 6 una sorpre- 
sa de mala fé, di^o epílogo de una larga cadena de atentados. 
En Caaybaté se terminó la guerm. Al regresar de ella An- 
donaeguy, vino encontrando amenazas de muerte: 3'aen cartas 
á él dirigidas, clavadas en paloe, al borde del camino; ya en 

el campo, en cueros estaqueados, en los cuales, escritas con 
tiza, carbón ó jugo de plantas colorantes, se leian amenazas de 

muerte. 

Sin gran esfuerzo concluyó la conquista, siendo la población 

de San Lorenzo el último baluarte déla libertad indígena. 



CAPÍTULO XVIII 

SUMARIO— 1 D. Pedro de Ceballos— 2 La. cuestión de lí- 
mites— 3 Carlos III, derogación del tratado db 
Madrid ->4 Sitio t toma de la Colonia por Ceballos 
5— Tentativa anglo-portuguesa— 6 Heroica con- 
ducta y srncipio del capitán Mackdenara— 7 Cam- 
paña DE Río Grande— 6 Paz europea y devolución 
DE LA Colonia. 

' 1— Terminada la guerra guaraní tica, la vuelta de Viana s^ 
realizó sin estruendo y el nombre de un nuevo gobernador 
de Buenos Aires vino á calmar los descontentos que la pre- 
sencia de Andonaeguy en el poder provocaba, 

Kste nuevo gobernante era don Pedro de Ceballos, hábil ge- 
neral de muchos alientos y planes militares que sorprenden 
por su mpidez y acierto. Usaba de la buena fé con sus enemi- 
gos pero engañado una vez dejaba de«ser confiado para tor- 
narse cauteloso. 

2— De la cuesti(»n de límites no se vuelve á tratar hasta años 
más tarde, Al empezar el año 1761, recien pasa el gobernador 
de Buenos Aires & las Misiones, donde en unión con Valdelí- 



TICTOR ABRBQUINB 85 



ríos y Gómez Frey re, pensal?a continuar la demarcación. El 
agente portugués duda sobre cual seria el verdadero íbicuy y ' 
tras muchas dilaciones se retira á Rio Pardo en abierta desave- 
bencia mientas los españoles permanecen algún tiempo en 
los dominios guaraníticos, calmando lasúltimas resistencias de . 
algunos indígenas alzados en armas. 

Al siguiente año se avistan otra vez los comisionados que- 
riendo don Gómez Freyre, el de Portugal, que la demarcación 
arranque de Santa Tecla Se producen disenciones, pero des- 
pués de largas conferencias celebradas en el Yacui y de arribar 
á una solución, el agente portugués se marcha, confiando á 
©trasmanos la conclusión de la tarea. Los españoles también de- 
jaron el terreno i^egresando á Buenos Aii^s. 

Viana entretanto habia alzado dos Fuertes en el interior del 
país: uno en Casupá y otro en Santa Lucía, previendo tentati- 
vas de conquista por el lado del este. 

3— Un hecho inesperado vino por estos tiempos á cambiar la 
faz de las cosas. El débil Fernando murió, subiendp su herma- 
no Carlos III al trono de España, con mas deseos d« guerra que 
de paz Venia desde tierras estrañas profundamente enemista- 
do con Inglaterra, de la cual él y su país hablan sufrido grandes 
ultrajes. En Londres era costumbre, por entonces, iluminar la 
ciudad y hacer públicas manifestaciones de regocijo, toda vez 
que eradeclarada la guerra á los españoles, por cualquier país. 
El príncipe para vengarse de Inglaterra y por serias razones 
políticas celebró un pacto con todos los Borbones reinantes, 
que en la historia europea se conoce con el nombro de Pacto )|Cl 
de familia. Por él Francia y España se comprometían á hacer 
la guerra éilos ingleses^ 

Pitt, célabre ministro inglés, quiso declarársela á España an- 
tes que esta nación se la hiciera á su país Opinaba que debían 
ser tomados los dominios castellanos, y apresados sus galeones, 
que cargados de oro y plata surcaban los mares. . 

Inglaterra no oyó al gii'ande hombre, que todavía era joven , 
y le coitó caro, por que á la sombra de la paz España fomentó 
}a revolución délos Estados Unidos que los ingleses perdieron 
para síeippro. La guerra, empero, no tardó en producirse. 

Portugal, que era amigo de la Gran Bretaña se yíó envuelto 



86 mSTOBIA C^L URt}0UAT 



en ella, y el tratado de Madrid, que cedía las Misiones, quedó 
sin efecto. 

4— Volvamos los ojos al Plata. Los portugueses siguiendo 
su política de invasión paulatina se . habla li interna- 
do en las tierras de Maldonftdo, en donde hicieron el Fuerte 
de Santa Teresa. 

En vano reclamó Geballos. Sin embargo, en previsión de 
nuevos avances, fortificó á Maldonado j se dispuso á abrir 
campaña. 

En estos preparativos andaba cuando le vinieron órdenes de 
entraren guerra. Geballos que las esperaba asedió ala Colonia 
con cercado 3000 hombres y 32 velas, recibiendo de Montevideo 
mas de 100 cari*etas de munición. El l.o de Octubre (1762) 
publicó un bando, á son de caja, declarando la guerra. La no- 
ticia fué saludada con aclamaciones al rey y al gobernador 
por los sitiadores. 

Mandaba en la Colonia Vicente da Silva Fgnseca portu- 
gués astuto y de bríos. Varias veces quiso saber la causa del 
sitio, y porqué los castellanos levantaban yéranáes "baterías, 
casi á tiro de ballesta. Ceballos en todas le respondió, que en su 
casa cada uno hacia lo era más de su agrado. 

A Silva Fonseca se le ocurre, vista la actitud de Ceballos, 
hacer volar á todos los españoles, para lo cual se apalabra con 
"un HblIíslíio que ienieL pulpería donde la soldadesca de ambos 
campos solía ir á beber y le pide que soborne á un soldado 
español y se lo mande: 

Varias fueron las tentativas del italiano y todas sin éxito; 
por ñn un andaluz supo que el portugués tenia un plan y 
ofrecía dinero al español que fuese á verlo, y después de con- 
venir con su comandante pasó con mucho sigilo á casa del go- 
bernador Fonseca. El plan de este era diabólico. Los españoles 
tenian 600 barriles de pólvom y él imaginó que podría hacerla 
volar y destruir á sus enemigos. Por manera, que luego de 
muchos rodeos le propuso al andaluz el crimen, á lo que el an- 
daluz aparentó estar de acuerdo. Le dio enseguidai algún dine- 
ro y los instrumentos necesarios para consumar la explosión 
que el soldado produciría por medio de un largo reguero de 
pólvora. Le prometió además 6000 pesos y el grado de capitán, 



VÍCTOR ABRBGÜINB 87 



y buque para la fuga en caso de que no quisiera seguir sir- 
viendo. La explosión debia ser por la noche entre dos y tres de 
li^ mañana. En vano la esperó el portugués, de pié en una mu- 
ralla durante muy largas horas. Por fin al alba hubo de con- 
vencerse de que habiá sido engañado. 

Ceballos, aunque sin el concurso de su escuadra, estrecha el 
asedio. La flota la mandaba un comandante Carlos de Sarria, 
mancha del valor castellano, que no quiso entmr en guerra 
con los portugueses, alegando que no tenía ordenes del rey. 
Sin embargo, cuando se rindió la Colonia al cabo de largo ase- 
dio y después de baber abierto brechas en todo sentido, tuvo 
la sangre fría de presentarse en sus aguas en aire de triunfo» 
con las banderas al viento, como si el vencedor fuera él y no 
Ceballos. 

5— Una escuadra enemiga no tardó en presentarse al frente 
déla plaza, después de haberla conquistado los españoles. 
Sarria, á quien se presentaba la ocasión de probar los bríos que 
estaba anunciando, íéjos de eso se limitó á bajar á tierra, per- 
maneciendo escondido en unos pajonales, con el agua y el 
lodo á la cintura, después de haber ordenado que su nave fuem 
echada á pique, á ñn de que los enemigos no la tomamn. 

La escuadra enemiga que venia á recuperar la plaza abando- 
nada el 2 de Noviembre por una capitulación,'— después de la 
cual se embarcaron las familias portuguesas y los soldados, mu- 
riendo muchos ahogados en el puerto á causa dauna gran tem- 
pestad—se componía de 11 naves. La vanguardia la formaban el 
navio Lord Olive, de 60 cañones, la Aml>uscada de 30 y otro 
navio portugués de igual armamento. 

6— El capitán inglés Mackdenara era el jefe de esta espe- 
dicion anglo portuguesa y venia abordo del Lord Olive. El 
6 de Enero de 1763 la vanguardia citada rompió sus fue- 
gos sobre la Colonia, que les contestó con un vigoroso caño- 
neo, desde sus artilladas murallas. La conducta de Sarria 
puso en peligro la seguridad de la plaza, que al ñn consi- 
guió la victoria. En lo mas reñido de la acción el Lord Olive 
cae de costado, herido de 30 cañonazos, produciéndose en él 
el incendio y el terror, La nave tumbada queda sola en la 

4 



88 HISTORIA. DEL UBUGLAY 



derrota. De los 400 marines del Lord Olive, solo salvan 80, 
que ganan tierra á i^ado. Los demás perecen ahogados, ó 
han muerto en el combate. 

Cuando el buque se hundía después de 4 horas de pelea, 
un marinero se llega á Mackdenara, que queria morir con 
su na^e; lo arrastra consigo y lo obliga á echarse al Uru- 
guay. Una vez entregados á las olas aquellos dos hombres,, 
la fuerza de la corriente hace desfallecer al heroico soldado. 
Mackdenara le pide que lo suelte, que él nadará solo; let en- 
trega su espada encima de las olas y se hunde en- ellas 
voluntariamente, encontrando en ellas su tumba. 

Es de advertir que en aquellos tiempos Inglaterra solia 
condenar á muerte á sus generales vencidos. El noble guer- 
rero no quiso sobrevivir al infortunio, en pos del cual tal vez 
le esperara el cadalso. 

7 —Tan señalados triunfos movieron el ánimo de Ceballos 
á realizar una espedicion á la frontera del este, que los por- 
tugueses acababan de repasar. Envía tropas á Rio Gi'ande, y 
poco después vá él en persona á hacer la guerra con los 
continentales. Una vez en Mal donado revista sus tropas y 
abré enseguida una rápida campaña. El 8 de Abril ordena su 
gente en dos columnas y se pono en marcha con 170 carre- 
tas de municiones y vitualla. El capitán Alonso Serrato lle- 
va la dirección de la vanguardia.' 

El 15 de Abril los españoles llegan al albardon de Castillos 
Grandes y después de una marcha penosa se acercan al Fuer- 
te de Santa Teresa, que mandaba Luis Tomás Osorio, con 
mas de 1500 hombres. Levantan allí mismo una batería á 
tiro de fusil. Los portugueses intentan destruirla; pero su 
columna fuerte de 400 soldados es -repelida. Esto pasaba en la 
aurora. Por la noche desertan los soldados da Osorio dejándo- 
lo casi abandonado; la deserción de los suyos lo obliga á renr 
dirse á discreción después de una resistencia de dos días. 

Mas tardo este jefe pagó su proceder Con la vida. Aunque no 
fué cobarde, sino muy guapo, pues se entregó cuando toda 
defensa sería insensatez por su parte, Portugal que empleaba 
los procederes ingleses con sus generales vencidos, lo sometió 
á juicio en Oporto, y lo hizo morir sobre el cadalso. 



YlCíok ARfefiGUINB 69 



« 



Conseguida la toma del Fuerte meridional, Ceballos se diri- 
gió al norte. Su marcha fue una campaña triunfal y en pocos 
dias quedaron en su poder el castillo de San Miguel, que se to- 
mó sin disparar un tiro, 55 cañones, gran número de prisione- 
'ros, y conquistado Rio Grande. 

Muchas familias portuguesas hablan qued^ido abandonadas 
en los campos Ceballos las recojió, fundando con ellas á no lar- 
ga distancia de Maldonado, la población de San CaWos, nom- . 
bre (iue le dio en honor de Carlos III. * ' . 

B Cuando se disponía el general vencedor á seguir avan- 
zando le llegaron órdenes de suspenderla cara paña, pues aca- 
baba de hacerse la paz en Europa, por el tratado del 10 de 
Febi*ero de 1763, que ponía fin á la guerra de los siete años. 
Por ese tratado quedaba España en posesión del Rio Grande y 
de las islas delUruguay, devolviendo en cambio la Colonia á 
los portugueses. 

La Colonia se devolvió en ese mismo año. En ese año tam- 
bién, algunas parcialidades indias pidieron someterse á España. 
Sus caciques celebraron conferencias con los miembros del 
Cabildo, y después de todo se les señaló, pam que habitaran en •. 
ellas, las tierral situadas en las cabeceras del Santa Lucia,, 
siempre que vivieran en paz y repelieran á los portugueses, 
tratantes ladinos en el comercio de contrabando. 



^ 
I 



9Ó HISTOBU ML ÜRtléÜA^ 



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CAPITULO XIX 

SUMARIO— 1 D. Agustín de la Rosa y las instrucciones que 
TRAÍA— 2 El derecho de alcabala— 3 Invasión 

PAULATINA DE LOS PORTUGUESES— 4 EXPULSIÓN DE 

LOS jesuítas— 5 El tipo gaucho— 6 Nobles é hijos- 
D ALGOS— 7 Nuevos avances de los portugueses— 
8 Atentados y destitución del gobernador de la 
Rosa— 9 Gobierno provisobio de Viana. 

1— Viana cesó en el ejercicio del poder, después de habersa 
llevado mal con el Cabildo, al que deprimió en alguna.oca- 
sion, y de usar del título de brigadier que le fué conferido por 
sus bellas prendas militares. 

Le sustituyó en el puesto D. Agustín de la Rosa, en el año 
1764, tomando el cargo en Abril. 

Entre otras instrucciones traía de España el novel goberna- 
dor y coronel, la de no exigir á los indios, en sus visitas al 
interior, nada que no fuem el tributo legal que ellos pagaban; 
la de empadronarlos, y por fin amenaza de pagar de su pro- 
pio peculio aquellos impuestos que por descuido ú holganza 
no cobmra. 

Debia también dejar el depósito de dinero llamado de media 
anata, en garantía de buen gobierno, ó sea $ 2000 que impor- 
taba la mitad de su paga anuaU. y no tocar los fondos en di- 
nero ó cosa que lo valiera, de las p'arcialidades indias avecinda- 
das en el país. 

Al lado de estas prohibiciones en garantía de sus procederes 
honrados, se le dejaba gozar de la tercera parte de los prove- ^ 
chos que, aparte del sueldo, con la gobernación le cupieran, 
mala facultad que podia incitar al robo encubierto; se le au- 
torizaba para entender en causas civiles y dar sentencia eje- 
cutiva, lo que tampoco em bueno, poi*que lo convertía en su- 



VíCrrOít ARBBGÜlKtí 9i 



iAflkükaMa 



J)remo tribunal de justicia; se le acordaba el derecho de nom- 
brar sus lugar-tenientes, siempre que los nombrados no fue- 
ran hijos del país, lo que significaba una distinción odiosa 
entre criollos y españoles; y como complemento de tan vasto 
poder se le daba derecho de desterrar á cualquier persona, sin 
decirle por qué, ni darle esplicacion alg'una, si asi le parecia, 
pero con obligación de fundar los motivos ante la autoridad 
civil. 

Con poderes tan amplios, entró bravo el gobernador á Mon- 
tevideo. Creyó encontrar doquiera ladrones y bandidos, que en 
verdad no escaseaban, y su primer acto sonado fué levantar una 
horcado ñrme en la plaza pública. El primero en estrenarla fué 
un perro, por via de ensayo, y como se viera que funcionaba re- 
gularmente, púsose en uso, muriendo en ella de allí en ade- 
lante algunos malhechores. 

2— El derecho de alcabala se cobraba en Montevideo abusiva- 
mente y para quitárselo de encima á la población el Cabildo 
reclamó al rey en contra del abuso, que no por eso dejó de que- 
dar subsistente. 

Ese mal llamado derecho consistiaen un impuesto que se pa- 
gaba por el trueque ó permuta y aún por la simple venta. 
Vendía un individuo un número determinado de animales va- 
cunos, ó cambiaba unos productos por otros, ó recibía en pago 
de una cosa suya otra cosa, y tenia que abonar un tanto por 
ciento. Eso em el impuesto de alcabala, del que muy pocos 
tenían bien que decir. 

3— A todo esto los infatigables portugueses no dormían; do- 
tados de la rara virtud de la constancia, persistían en que debía 
ser de ellos Rio Grande. El marqués de Grimaldi los desoyó en 
España; mas ellos no dejaron de avanzar en el Uruguay. La 
conquista era sutil y voraz. Advertido de ello Bucarelil, que 
habia sustituido á Ceballos, trató de atajarla. Pero asuntos de 
mas ruido vinieron á guiarlo por otra feenda. 

Los portugueses, á la sombra de la quietud colonial se for- 
tificaron en la sierra de los Tapes, y Sá de Faría que era el go- 
bernador de ellos, al pedírsele esplicaciones tuvo suterfugios 
á mano de quehacer gala y no darlas. 



92 HISTORIA DEL URUGUAY 



Bucarelli mandó entonces una flota con 800 soldados á Rio 
Grande, sin mas resultado que la derrota. En adelante no se 
preocupó gran cosa de que avanzara el enemigo. Siguió sin 
embargo con el juego de toma y daca, en que los portugueses 
solian ganar á la larga. 

4— Asi pasaron los tiempos, hasta que los je uítas de las 
Misiones volvieron al escenario. 

Francia acababa de expulsarlos; en Portugal habia sucedido 
io mismo. El marques de Pombal los perseguía por todas par- 
tes. Algunos en Europa subieron al patíbulo acusados de re- 
gicidio. Solo Carlos III en España parecia protegerles. Pocoá 
poco, á pesar del favor que les dispensaba,. el rey entró en 
sospechas hacia ellos. De estas sospechas nació la perdición de 
la Orden. No debemos juzgar de su conducta en Europa; en 
América fué austera y civilizadora. A estos de América se les 
atribuían grandes riquezas en oró; deseo de constituir un Im- 
pei io para sí mismos en las Misiones y hasta la sangrienta 
guerra y la coronación de un cacique, "bajo el título de Ni- 
colás I. 

Un mal entendido españolismo entraba en mucho para des- 
acreditar á los jesuítas de las Misiones que eran en su mayo- 
ría estrangeros, poseídos del amor de la humaninad, sabios pa- 
cientes que buscaban la radicación déla fé en naciones salva- 
jes por medio de la persuacion y del ejemplo. 

Cari s III asesorado por el conde de Aranda decretó la expul- 
sión de los jesuítas en todos sus dominios. El conde era un sa- 
bio y hábil político, y sin duda tuvo sus razones para abatir 
á los de España; no así d los de América, que si bien tenían 
gran predicamento con los indios no atentaban contra los de- 
rechos de nadie. 

Bucarelli recibió órdenes de expulsar á. los P. de la Compañía 
de Jesús en 1767 Las órdenes eran soverísimas. Ni los cocine- 
ros escapaban á la expulsión. 

Entraba en las disposiciones el embargo de los bienes de la 
Orden; el plazo dado pai*a la desocupación del país era pe- 
i'entorio. 

Bucarelli trasmitió instrucciones al gobernador déla Rosa, 
para que obrara de conciei-to con él, y aunque los P, P. no sa- 



VÍCTOR AERÍSGIIINB 93 



bian la amenaza que pronto iba á cumplirse, algo debieron 
colijir del secreto cuando se apresuraron, en el Uruguay, á 
ponerse á cubierto de un golpe incontenible. 

La expulsión debia empezarse el 21 de Julio, pero se produ- 
jo antes por una casualidad. Paseábase de la' Rosa una 
tarde, cuando acertó á divisar un paisano con algunos 1 bros. 
Lo llíimó á su presencia y lo hizo prender para que declarara 
quien le habia dado aquellos. El paisano confesó de plano que los 
jesuítas, y el Gobernador sin esperar mas, esa misma noche 
rodeó con fuerza armada el domicilio de los religiosos, que de 
largo tiempo vivian en el país, los aprehendió y los envió el 12 
de Julio á Buenos Aires, en calidad de expulsos. El superior de 
la Orden fué el único que pei»maneció preso en Montevideo, 
mientras se le tomó declaración de los bienes de la Compañia, 
que se embargaron. Esos bienes consistían en dos estancias, 
mas de 60,000 cabezas de ganado, dos molinos, algunos escla- 
vos y casas de alquiler y una biblioteca con 800 volúmenes, 
entre los cuales figuraban los célebres códices ó manuscritos 
del historiador P. Lozano. 

Los expulsados del Rio de la Plata alcanzaron á 397, que 
fueron desterrados á los Estados pontificios. 

Preguntado Carlos III por Clemente XIII cómo era que el 
brazo que Dios le diera para defender á la Iglesia se convertía 
en su conti*a, el i*ey contestó que por evitar un gran escánda- 
lo al mundo se abstenía de decirlo y hacía el silencio alrede- 
dor *de los hechos. 

5— Expulsados los misioneros bajaron al sud los numerosos 
indígenas del norte, y pidieron al Cabildo tierras que cultivar. 
Venían con hábitos de trabajo. El Cabildo accedió al pedido y 
pronto se vieron multiplicarse las estancias en el interior 
del país. Los indios eran diestros donadores de animales cerri- 
les; araban la tierra y la cultivaban en grandes porciones, sien- 
do así que muy pronto la producción se hizo inmensa. 

De esta vasta inmigración y radicación del indio en el país, 

surgieron alianzas de familia con los europeos, y por éstas la 

aparición de un tipo netamente nacional: el gaucho, resultado 

de la cruza de razas, que desde entonces pasa á constituir la 

íínasa social que mas fi*ecuentemente ha de oponerse al yugo 



94 HISTORIA DBL URUGUAY 



estmño cuando suene la hora de los supremos esfuerzos y se le- 
vanten las poblaciones incultas, tremolando la enseña de la 
libertad. 

El gaucho ó guadério, era en su origen el malhechor ó el 
hombre errante y agreste; pero mas tarde este nombre vino á 
denotar el ginete de los campos. Así el español que lo aplicara 
en un principio al enti^eriano ó brasileño, lo aplicará en adelan- 
te al hijo de la tierm: á su propio hijo. 

Los indios de las Misiones-Jio aportaron solo la virtud del 
trabajo. Trajeron también el recuerdo de sus instituciones 
igualitarias y de sus podei*es templados; el germen casi de la 
futura República. 

6--P0CO antes de la expulsión de los jesuítas España habia 
dictado el título de nobles para todos los caciques de América, 
y el de hijos-dalgos á todos los indios que consei'varan la pure- 
za de su sangre. Era esto echar el surco de la separación entre 
dos razas de tinadas á fundirse en una, y establecer la supe- 
rioridad escrita del indio sobre el blanco, verdadero con- 
tmsentido, pues los señores de la tierra no eran los po- 
bPis indios sino los castellanos. Al mismo tiempo se les 
concedía, mediante ciertas condiciones, el ejercicio de las fun- 
ciones civiles y eclesiásticas. Esta ipedida, tendente á incluir 
al elemento nativo en el funcionamiento del organismo colo- 
nial, aunque era excelente, quedaba desvirtuada por las dos 
inmediatas. • 

7— Mienti-as se despoblaban las Misiones el virey Asambuya 
del Bmsil, estendia sus conquistas por el Rio Gmnde/en cuyo 
territorio levantó un fuerte en 1770. Como desquite, el 
gobernador de Buenos Aires procedió enseguida al bloqueo de 
la Colonia. 

En esj3 mismo año apareció en las Misiones un astuto con- 
quistador portugués So pretexto de que los indios habían 
quedado sin dirección espiritual, en aire de condolido de las 
miserias de sus semejantes, pasaba él, según decía, á ejercer 
aquel dulce ministerio que impone la fé por la persuacion. 
Mas el gobernador de Misiones D. Francisco Zabala, lo prendió 
y remitió á Buenos Aires. Otro portugués, que en igual sen- 



VÍCTOR ARRBGUlííB 95 



tido operaba, al tener noticia del hecho, abandonó la con- 
quista. 

8— Por mas que se le hubiera impedido el robo á de la Rosa 
este magietmdo hizo negocio de su puesto en muchas ocasio- 
nes. En 1771, ascendido ya á.brigadier, tmtó de formar un 
Cabildo á su paladar, para lo cual reunió á las personas del que 
iba á clausurarse, poniendo en sus manos balotas llenadas por 
él, con personas que él creía le serian de utilidad para ejercer 
actos de espío tacion. Los cesantes, que eran los que elejian, 
votaron por quien les pareció, reeligiendo á tres de los suyos. 
Esto no agrada al gobernador, que se presenta con gen- 
te armada en el Cabildo y se opone á la elección, tachán- 
dola de ilegal. Se produce entonces un altercado entre el 
gobernador y varios capitulares. De la Rosa dá orden de pren- 
der á los Alcaldes de I.® y 2.? voto y al Alguacil Mayor; la 
corporación, alega uno, queda por este hecho constituida en 
arresto, y la respuesta del gobernador es que pasen todos pre- 
sos al Fuerte. 

Este hecho violento dio lugar á que el gobernador de Buenos 
Aires, con una cordura digna de todo elogio, destituyera á 
de la Rosa, poniendo en su lugar al ex-gobernador Viana, en 
calidad de provisorio. 

El austero Capitán General y gobernador del Rio de la Plata, 
D. José Vertiz, ne se limitó á deponer al iracundo mandatario, 
sino que también desaprobó en parte, la reelección hecha por 
el Cabildo, que estaba espresamente prohibida en las Leyes de 
Indias, sin que pasaran entre una y otra elección dos períodos. 

De la Rosa viéndose en tan serios apuros empieza á devolver 
á sus víctimas lo que les habia hurtado;' pero esto no lo exime 
de un juicio de residencia, ú que lo somete Vertiz. 

9— Al hacerse cargo del poder Viana, España solicitaba re- 
cursos de América, y en el sentido de socorrerla el goberna- 
dor designó á cinco personas, con encargo de recorrer la ciudad 
y la campaña en pedimento de dinero. La suscricion no fué 
grande; asimismo algo se envió & la madre patria empobrecida. 

En Febrero de 1771 reúne Viana á la población en Cabildo 
abierto, y acuerda popularmente dividir la jurisdicción do 
Montevideo en 8 pagos, cada uno con sus autoridades locales. 



&6 HISTORIA DEL UBUGUAY 



Miguelete, Las Piedras, CaBelones, Santa Lucía, Carreta Que- 
mada, Sierra, Toledo, pagos en adelante. A cada uno de ellos 
se destinó un juez comisionado, especie de comisario encar- 
gado de perseguir el bandalaje. Ei*an los pagos verdaderas sec- 
ciones policiales. Las llamadas ahora así en campaña, son 
el pago con nombre nuevo. 

Por ese tiempo /in audaz solicitó comprar el oficio público 
de Alguacil Mayor, por el que ofreció 400 pesos. En 1772 le 
fué vendido á otro en 1500 patacones, con derecho perpetuo al 
empleo, que hasta allí habia sido electivo. Por aquellos días 
los puestos públicos no estaban rentados en muchos casos; 
V. g. los de capitulares, y mas de una vez se obligó á los ciuda* 
danos á desempeñarlos bajo pena de fuertes multas y prisiones. 

En 1772 se echa mano de un donativo, y se abren algunas 
escuelas gratuitar-, de las que el clero se hace cargo. 

En ese mismo año se hizo una reforma en la paga del ejér- 
cito, que recibía sus haberes en comestibles y bebida, asig- 
nándosele al soldado 8 reales al mes y el doble á los oficiales. 
Con ser esto un progreso, ei-a todavía un paso atrás comparan- 
do los tiempos. Zabala habia asignado mucho mas al soldado. 

De tiempo atrás los orientales del Eio Negro, límite de la 
jurisdicción de Montevideo, tenían cuestiones con los del nor- 
te de este rio, por una especie de isla, vasta zona de pastoreo 
comprendida entre el citado rio y el Yí. La cuestión fué re- 
suelta en favor de los primeros, en vista de lo cual unas cuan- 
tas familias del norte elijieron un paraje cercano para po- 
blarse y tener el derecho de posesión, antes que los del sud lo 
ocuparan. Así tuvo su origen la actual ciudad de Paysandú, 
que fué el local elejido. Sandú se llamaba el P. doctrinero de 
la pequeña población. De ahi le vino el nombre á la flore- 
ciente ciudad del litoral uruguaj o. 



VÍCTOR ÁRREaUlNE -97 



CAPITULO XX 

(1T>3 á 1T8») 

SUMARIO— 1 D. Joaquín DEL Pino— 2 Campaña de Vebtiz— 3 
Aumento de población en el Uruguay— 4 Liber- 
tad DE COMERCIO Y ReAL ORDEN SOBRE TESTAMENTOS 

—5 Avances de Portugal— 6 Creación del ViRbY- 

NATO Y ESPEDICION Y CAMPAÑAS DE CeBALLOS CONTRA 

los portugueses— 7 tratado de pa2i y límites -8 
Creación de aduanas en Montevideo y Buenos 
Aires— 9 El MONOPOLIO— 10 Francisco antonio Ma- 
ciel— 11 Conflictos entre el gobernador y el ca- 
bildo. 

1— Viana, sintiéndose enfermo y casi moribundo, abandonó 
el poder á principios de 1773, dejándolo en manos del ingenie- 
ro don Joaquín del Pino, á quien le fué conferido en propie- 
dad por la Corte al mucho tiempo de desempeñarlo. 

Mal empezó su gobierno, por haberse levantado en gue- 
rra los indios, á causa de un asesinato cometido por un 
español en la persona.de una indígena. Vertiz, escribió 
al mas poderoso de los sublevados y consiguió atr .merlos á la 
paz, con lo que se le hizo á del Pino menos penosa la tarea. Los 
portugueses no dejaban de incomodar la frontera. Un tal Pin- 
tos Bandeira, con un grupo de hombres armados, era el terror 
de la campaña. Todo parecía predecir una nueva lucha ar- 
mada. 

2— Vertiz, viendo el mal sesgo de las cosas, viene á Montevi- 
deo, pone en armas un pequeño ejército y se dirige al este. 
Ahuyenta á los salteadores; levanta un fuerte en Santa Tecla, y 
en Enero de 1774 llega á Pequirí, donde rinde por asalto á una 
fuerza enemiga, después de haberle pedido la rendición y reci- 
bido un tiro á quema ropa que no le hizo daño. 

Mientrasjesto sucedía la Corte de Madrid despertaba de su 



96 . « HISTOBU DEL URUQUAT 

sueño ppofundo. Daba por aprobado el presupuesto de fortifica- 
ción de Montevideo y Maldonado, mandando que el Peni con- 
tribuyera á la elevación de las murallas con el concurso do su 
dinero. El costo de la fortificación era grande; mas de 2.300,000 
pesos. Los recursos del Peiii no se dejaron ver por el mo- 
mento. 

3^La Corte se mostraba alarmada por la escasa población 
del Uruguay y Vertiz y Pino, para no incurrir en su desagra- 
do, se dieron á fundar poblaciones, con familias canarias, ga- 
llegas y de Asturias. Asi fué fundado Canelones en 1774. 

Estas gentes, canarias y gallegas en su mayoría, empezaron 
desde entonces á constituir la base de población caucásica en 
la campaña. Todas eran laboriosas y honradas, pues á Améri- 
ca no podian venir por disposición del rey sino hombres bue- 
nos y de conducta intachable. Sin embargo los picaros solían 
venir escondidos en la bodega de los barcos de vela, que eran 
los únicos conocidos y tardaban largos meses en hacer la tra- 
vesía del Océano. A estos picaros que venían ocultos se les Wsr 
meíbsL llovidos. 

Siendo pues, hombres de profesión conocida y conducta pa- 
sable, los españoles que venían al Plata eran destinados á 
puntos en que pudieran radicarse con sus familias. La Patago- 
nía durante muchos años se miró como tierra colonizable; mas 
luego que se vio lo impropio que era íos elementos traídos y 
llevados á ella, se trajeron á nuestros campos, con notable be- 
neficio para la futura nacionalidad. 

4— En 1774 vino al Plata una buena nueva. Tratábase do la 
libertad de comercio; libertad á medias; pero que venia á dar 
un remarcable ensanche á su comercio, vida á su industria y 
casi cumplida satisfacción á sus deseos. 

La Real orden traía fecha del 20 de Enero de ese año, y au- 
torizaba á estas provincias para comerciar con el Perú, Méjico 
Nueva Granada y Guatemala, lo que era un paso gigantesco 
en el orden de sus libertades tan oprimidas por el sistema co- 
lonial. 

Al poco tiempo otra Real Orden, también de benéficos al- 
cances, disponía que Montevideo tuviera un encargado del ra- 
mo de Hacienda, lo que quiere decir que en adelante no depen^ 



VlOTOa AaRBQUIMB 09 



doria tan estrechamente de la Real Hacienda de Buenos Aires 
como hasta el momento Labia dependido y podria adminis* 
trar con desenvoltura sus propios recursos y desarollar sus in- 
mensas fuerzas vitales. 

Al año siguente Carlos III disponía pam toda la América un 
espediente de mucha trascendencia y ventaja, cual era im- 
pedir que los moribundos testasen en favor de la Iglesia y de 
obmspias desheredando á sus Xieudos. 

Tal medida tenia su fundamento en las violencias que algu- 
nos individuos del clero y también cierta escribanos, solian 
emplear, ejerciendo presión moml sobre las voluntades enfer- 
mas, para que los caudales pasaran á manos de determinadas 
corporaciones, de lo cual unos y otros sallan ganando. 

A fin de evitar esos testamentos impuestos, el rey mandaba 
se tuviera por falsario al escribano que escriturara en aquel 
sentido. Por otra parte, para no impedir que sus vasallos dis- 
trajeran sus dineros según su voluntad crnSciente, no impe- 
día, sino que autorizaba las dádivas á tfrles 6 cuales obras, 
iglesias ó personas, sfempre que las últimas voluntades las de- 
terminara el testador en pleno uso y vigor de su salud y juicio. 

La confirmación de Pino en el Gobierno llegó recien entra- 
do el año de 1776, atribuyéndosele los mismos poderes que á 
sus antecesores é igual duración en el mando ó sea 5 años. 

5— En este espacio de tiempo los españoles liabian estado 
siempre alertas sobre las fronteras del este, pero la diplomacia 
portuguesa que oía hablar de una próxima guerra no dio lu- 
gar á hostilidades, observando una conducta moderada, pru- 
dente y de mucho equilibrio. 

Los portugueses tapaban sus miras con el manto de una 
paz ficticia; asi es que una vez preparados para entrar en lu- 
cha pusieron algunos miles de soldados en la parte austral del 
Rio Gfande, al mando de un mariscal de campo y un teniente 
geneml. 

Los españoles que pocos meses antes habian dispersado una 
escuadra en la barra del sud, contaban en esta ocasión menos 
de dos mil hombres en la frontera, al mando de dos coi'oneles, 
y una pequeña flota á las órdenes del capitán defragata Fmn- 
CÍ3CQ Javier Jdorales. A este lo atacaron y derrotaron en la barra 



loo HISTORIA DEL URUGUAY 



de Eio Grande en Abril de 1776 los portugueses, que á poco se 
apoderaban de las fortalezas «¡Triunfo!» y «Puntual». Fmncisco 
Betzebé que mandaba el fuerte de la barra lo entregó minado 
al invasor. 

La conquista quedaba idealizada. Rio Grande volvia á ser 
portugués y las bandei'as españolas se retiraban vencidas á 
Santa Teresa. 

6*-Estas noticias al ser recibidas en España sublevaron los 
ánimos. El monarca, que ya miraba por los vasallos de sus tie- 
rras americanas, pensó con alarma en la reconquista y encon- 
trando de paso justo el pedido que tres años antes se le hicie- 
ra de erigir en Vireynato las vastas colonias del Plata, pu- 
so en práctica esta idea, que las independizaba del Perú y las 
dejaba en condiciones de defenderse por sus propias fuerzas y 
recursos, sin lejanas ayudas que mal y tarde venian. 

En Julio de 1776 confió á Ceballos instrucciones para que vi- 
niera al Plata con el título de Virey. D. Pedro Ceballos debia 
venir ante todo á pelear con los portugueses; así es que todo se 
hizo con sigilo, cosa que no sospecharan que iban á ser sor- 
prendidos. Como viático se le asignaron $ 15000 al condado. 
Además se le señalaban $ 400C0 de sueldo. 

El nuevo Vireynato seguiría llamándose del Rio de la Plata 
como lá ya abolida gobernación. Abarcaría desde el Atlántico 
al Pacífico todas las tierras comprendidas al sud del Perú y 
al sud oeste del Brasil. Entraban en su vastísima estén sión 
Chile, Charcas, Cuyo, el Paraguay, el Uruguay y todos los 
demás territorios encerrados dentro de sus límites portentosos. 

A Ceballos se le encomendaba la guerra, y se le dio para em- 
prenderla el más grande ejército y la mejor escuadra que jf- 
mas se hubieran enviado al continente americano. El mando 
correspondía al virey; pero se habia guardado reserva, aún 
con los mismos soldados españoles. En apariencia la espedi- 
cion venía mandada por el marques de Casa Telly. 

La escuadra constaba de 116 naves. El ejército de 90C0 hom- 
bres. Venia este descompuesto en cuatro brigadas, mandadas 
por los brigadieres marqués de Casa Cajigal, Juan Manuel de 
Cajigal, Diego de Salazar y Guillermo Waügham. 

Tal espedicion, destinada á una guerra distante, no sehabi?^ 



VlCfOR ARHÉQtJINB 101 



visto sino en los tiempos de mayor esplendor en España. En 
ella venían una pujante artillería, un número grande de gue- 
rreros j una fortuna colosal en armas y numerario. Todo para 
salvar al Uruguay de la codicia portuguesa. 

Los gobernadores del Plata y el vi rey del Perü estaban pre- 
venidos de estos magnos aprontes; Vertiz se mantenía en la 
frontera del Brasil; Pino preparaba en Montevideo, nuevos ele- 
mentos de guerrra; la Colonia permanecía estrechamente ase- 
diada. 

El virey se habia dado por recibido de su cargo en Agosto, y 
al zarpar de Cádiz en el mes de Noviembre, lo hacia con vívei^es 
frescos que recibiera del Plata para tan larga travesía, lenta 
y pesada, pero no tanto que le impidiera apresar por el camino 
tres naves de la marina mercante portuguesa en las que halló 
papeles de importancia. Tan de importancia que .se daba en ellos 
noticia de cuantas eran y donde estaban las fuerzas portugue- 
sas y de una celada que se prepamba á Ceballos. La escuadra 
portuguesa, oculta en la ensenada de Garupas caería sobre las 
gentes del virey en cuanto estas tomaran tieri a y haría segum 
su derrota. 

En Febrero de 1777 llega Ceballos á aquella ensenada, donde 
en lugar de ser sorprendido sorprende y pone en fuga á la es- 
cuadra enemiga. 

El 22 baja á Santa Catalina y el 25 ha rendido todos sus 
fuertes y castillos. De alli se dirige á Rio Grande con su es- 
cuadra, finando Marzo; pero una tempestad le sorprende y es 
compelido á arribar áMaldonado, desde cuyo punto escribe á 
Vertiz que resguarde la frontera. El 20 de Abril llega el virey 
á Montevideo y es acojido con largos regocijos y festejos. 

Una vez en Montevideo refuerza á Vertiz y llena de sol- 
dados el territorio. Manda parte de su escuadra al Brasil para 
las operaciones de mar, y el 22 de Mayo va él mismo á la Colo- 
nia, donde ya estaba acechando á los portugueses el brigadier 
Juan Manuel de Cajigal. En pocos dias 4000 bombines ponen 
cerco á la plaza. Figuran en él tres brigadieres y dos marisca- 
les. El virey era el primer jefe que en America asediam una 
ciudad con tan completos recursos. Ceballos que gustaba ren* 
dir la^i plazas por hambre, hace abrir grandes tríncheras y le« 



102 mSTOBIA BEL ÜBUGUAY 



vantar fortines en derredor de la Colonia. Los trabajos se lle- 
van á término bajo el fuego enemigo. En vista de estos pre- 
parativos los portugueses que contaben muy inferiores 
elementos, 4)1 den capitular el l.^ de Junio antes que espo- 
ner la plaza á un desastroso bombardeo, y después de con- 
venir en las condiciones que en tales casos se observan y dis- 
cuten, la entregan el dia 3, pasando libre y de voluntad su go- 
bernador José da Rocha á residir en Buenos Aires. 

Los oficiales enemigos y muchas familias fueron enviados 
al Brasil y otros á Buenos Aires, no quedando nadie allí, sond 
Ceballos mandó demoler la plaza^ para que dejara de ser en 
adelante llamativo de las ambiciones lusitanas. La demoli- 
ción empezó el 8. Pocos dias después solo quedaba de la ciudad 
un montón de escombros, y el puerto ó canal, cegado por 
abundantes materiales de construcción y barcos viejos echa- 
dos á pique. 

Como se ve la plaza fué tratada como pueblo enemigo que 
pagara su tributo ala zana impjacable de estmnjeros con- 
quistadores. 

7— En Agosto el agitado virey se proponía buscar al ene- 
migo en sus fronteras, y ya estaba en marcha cuando le vino 
un aviso de España, por el que se le anunciaba la celebración 
de un tratado en San Ildefonso, que ponia fln á la guerra. 

Al mismo tiempo recibía el ascenso de Capitán General en 
premio de sus buenos servicios. 

Cesa entonces la guerra. 

El tratado también versaba sobre límites. El territorio espa 
ñol estaría comprendido al sud del Pequirí y al poniente del 
lagoMerin y laguna de la Manguera. El Piratiní, el Ibiminí y 
el Negro, serán los rios cuyas c -nfusas fuentes determinarían 
las respectivas posesiones. Una faja de tierra muerta, ancha 
de 3/4 de legua, servirla de cordón limítrofe á lo largo de to- 
da la frontera, viniendo á ser como la base de una colosal y 
futura muralla. La faja de tien*a seria inviolable. Su ancho 
de una hora de camino á pié, no podria ser pisado por nadie, á 
menos que se tratara de algún comisionado de los gobiernos 
contratantes. 

Quien lo pasase sin pasaporte seria juzgado como contra* 



VICTOH AHfeBGtJlNtí itó 



bandista. No podia elevarse ni agua fuerte á orillas de esa 
tierra sagrada. . . . 

J^s aguas serian navegables para las dos banderas, .siempre 
que fueran comunes; las islas de quien en tiempo seco las tu- 
viem mas cercanas. Las situadas en el mismo centro del lí- 
mite acuático no tendrían dueño, órnenos de ser muy gran- 
des, en cuyo caso pertenecerían por mitades. 

Tres partidas demarcadoras, integradas por españoles y por- 
tugueses, ñjarian los límites inmensos de ambas coronas. 

Los portugueses retardaron los trabajos con fútiles protes- 
tos. No querían un límite definitivo, para seguir avanzando 
durante los descuidos de España. 

8— El año de 1777 fué de provecho para Montevideo. El 12 de 
Octubre se dictó en la península una Real Orden para el Plata 
llamada del Comercio Libre, que venia ádar mayores impulsos 
á los progresos del Uruguay. 

Por ella, quedaban exhen tas de pagar derechos las importacio- 
nes de España y se creaban las Aduanas de Montevideo y Buenos 
Aires, hasta entonces no existentes, por erróneas creencias 
económicas, que hacían consistir la riqueza en el oro y no en 
la producción, el comercio etc. 

9— El monopolio español habia sido tanto, que se computa- 
ba un delito el comercio en estas r^^giones, y no podían los 
estranjeros vender sin licencia del rey, ni los americanos com- 
prar, bajo pena hasta de la vida. 

La América enviaba á España un gran sobrante de sus pro- 
pios recursos y sin embargo se la miraba únicamente, en 
muchos casos, como tierra proveedora de oro, llegando el mar- 
qués de la Sonora, en sus i*aptos de monopolista, á impedir, 
como Ministro que era del Consejo de Indias, el cultivo de oli- 
vares y viñedos en el continente americano, con el ñn deque 
la América tuviera que surtirse de vinos y aceites españoles. 

La inmen.sa campaña de Buenos Aires, habia sido expoliada 
al estremo de legislarse en España, que en ella no se tejieran 
sombi*eros de vicuña, debiendo ser vendidas las lanas, á precios 
corrientes, que eran los que imponía el demandante seguro de 
comprar por mas de nada, á ciertos agentes que tenían encargo 
de mandarlas & las fábricas del Estado, establecidas en España. 



104 HISTORIA DEL ÜtltJOÜAY 



España, tenia pues, el privilegio de elaborar; América el de 
vender á bajo precio las materias primas, producto de sus l«ir- 
gas faenas. 

10— Corriendo el año ^e 1781, Francisco Antonio Maciel, de 
acuerdo con la Hermandad de Caridad, consigue establecer en 
Montevideo un asilo páralos náufragos, siendo este el primer 
impulso público que reciben los sentimientos caritativos de 
la ciudad. Mas adelante Maciel se distingue por la generosidad 
cristiana de sus actos, llegando á conseguir por manera popu- 
lar el dulce dictado de padre de los pobres. 

11— Del Pino poco sonaba. Sin embargo su carácter díscolo 
y bravo dio que hablar en mas de un caso, por sus procederes 
anómalos. 

En una ocasión ^uiso que le informara el Cabildo de cuantos 
asuntos y causas criminales ó civiles estuvieran en trámite. 
El Cabildo, que estaba dentro de su derecho, se niega á cum- 
plir esas voluntades supremas que le exigían una cosa ilegal. 

Un austero anciano, Juan Antonio de Haedo, y un brioso jo- 
ven, Domingo Bauza, ambos capitulares, son los que mas se 
oponen á la arbitmriedad del gobernante. Consultan el caso 
con letrados de Buenos Aires, y esto sabe mal á Pino, y á 
Vertiz, que ya era virey y por acaso se encontraba eñ Mon- 
tevideo. De tal desagrado y choque entre los poderes vino ^el 
destierro de los dos cabildantes, siendo el viejo confinado á la 
isla deGorriti y el mozo á la de Ratas, desde donde formuló 
una protesta ante el monarca español, quien después de ente- 
rarse, impuso á Pino una multa, dio la ra^on al Cabildo y 
autorizó á los damnificados para seguir su acción contra Ver- 
t'z y contra Pino. 

El gobernador solo en caso de temerse una asonada ó con- 
moción popular, tenia derecho á ser informado; de suerte qu 
sus pretensiones fueron duramente calificadas. 

Este precedente dejaba establecida la autonomía del Cabildo 
y reflejaba sobre él la fuerza de la autoridad moral. 



VÍCTOR ARRBaUINK IOd 



CAPÍTULO XXI 

( 1^83 á 1T80) 

SUMARIO— 1 Ideas del Conde de Aoanda sobre lí Indepen- 
dencia DE Amébica— 2 Progresos del Uruguay, 

ARREGLO DE LÍMITES, INICIATIVA DE MbDINA, SERVI- 
CIO DE Correos en el Plata— 3 Proclamación de 
Carlos IV —4 Espedicion de Malbspina; Del Pino 

SE HACE CARGO DEL VIREYNATO. 

1~Eq 1783 España, por odio á laglaterra, reconocióla inde- 
pendencia de los Estados Unidos, hecho que no fué del agrado 
del conde de Aranda, ministro de Carlos III, estadista profun- 
do y profeta de los destinos de América. Temía el da Aranda 
el crecimiento de la gran Repiíblica naciente, y con el creci- 
miento la pérdida de Méjico y la Florida por absorción, y de 
la América meridional por el ejemplo. Así lo hizo comprender 
al soberano, y aún se avanzó á proponer la independencia del 
Continente, quedando España solo con Cuba, Puerto Rico y 
alguna que otra isla, como puertos de ejcala para el comercio 
de Castilla. Entraba en su plan, y también lo aconsejó, por 
creer que libres los Estados Unidos, libre seria y muy 
pronto, la América del Sud, que se formaran tres reinos en el 
nuevo mundo: Méjico, Perú y Costa Firme, ó sea la actual Re- 
pública do Colombia. Carlos III se proclamaría Emperador, y 
asi las cosas se conciliarian los intei'oses de América con el 
decoro castellano. 

' El sabio no fué atendido. Carlos III no vio en él horizonte 
lejano la tempestuosa borrasca que se venia preparando, y 
siguió creyendo con firmeza en la fidelidad servil de sus va- 
sallos, cuando sus vasallos de América, fuertes >; altivos, esta- 
ban hechos para una independencia salvaje en sus esfuerzos y 
libérrima en sus aspiraciones; capaz de luchar con el mundo 
si el mundo pretendiers^ contenerla; capaz de morir sepultada 



lOB HISTORIA DBL URUGUAY 

en los escombros de su propia grandeza si un implacable in- 
fortunio decidiera su vencimiento y el exterminio completo de 
sus caudillos, de sus pensadores y de sus enardecidas multi- 
tudes. 

No podia medir Carlos III el alcance de las ideas del conde^ 
que hasta fué ex acto en aconsejar la dependencia de Cuba y 
Puerto Rico, únicos territorios que podia conservar España. 

El conde que sabia aplicar las leyes de la historia á los su- 
cesos humanos y tenia la intuición de los supremos destinos 
del nuevo mundo, tuvo en cuenta por entonces que España 
habia arrojado en tierra fértil la simiente de futuras nacio- 
nalidades, y que pronto una corriente de entusiasmo vendria á 
inflamar el corazón de las masas incultas, dispuestas á morir ó 
vencer por la libertad bajo los pliegues de sus banderas des- 
lumbrantes. 

Es fácil presumir hasta donde se hubiera evitado á la ma- 
dre patria la pérdida vital que le ocasionaron las guerras de 
América, si aquel monarca de ideas cortas hubiese aceptado 
de plañólo que creyó una utopía de soñador, y que, sin em- 
bargo, como todas las utopías sublimes y reden toras, llevaba en 
sí la virtud de seducir los espíritus con su toque de fuego y 
la fueraa de los ideales largamente acariciados en el silencio y 
en la desgracia, por hombres dignos de llamarse libres á la faz 
de libres y de esclavos. 

La revolución se veía venir desde lejos, y España pudo muy 
bien, á no ser por el egoísmo de su monarca, contenerla y evitar 
que sobre su historia cayera la mancha indeleble de muchos 
atentados sangrientos. Silo hubiera hecho, los pueblos habrían 
pasado del coloniaje á una monarquía templada sin convulsio- 
nes anárquicas. El caudillaje, los partidos feroces, las amííicio- 
nes torpes y el desborde de todos los malos que vinieron con 
la inlependencia, y que hacían es(áamar á Bolívar en la hora 
de su muerte: «Me ruborizo al pensarlo; pero la Independencia 
es el único bien que hemos alcanzado, á costa de todos los de- 
más», seguramente no se habrían desencadenado con tanto fu- 
ror sobre los pueblos; y los hombres, y las multitudes, quizá, 
ascendiendo en el progreso y el respecto .del derecho, consi- 
guieran pasar sin esfuerzo de la monarquía á la República, con 



VÍCTOR AERBOUINB 107 



la misma facilidad que lo ha hecho el Brasil, ahori*áDdose lar- 
gas anarquías, que es fuerza se produzcan en las mutaciones 
violentas de riimbos para la humanidad. 

No es sin embargo de lamentar que las cosas se ha* 
yan producido en el orden en que por irrevocable designio 
sucedieron. Antes es de mirarse con orgullo la revolución que 
tantos bienes y tantos males trajera aparejados: primero, por- 
que demostró la fuerza virtual de las mas nobles aspiraciones 
humanas, y de lo que son capaces los pueblos tratándose de 
sacudir aún las seculares tiranías; segundo, porque sin la Re^- 
volucion la historia de América seria una pobre historia, 
humilde y oscura, sin grandes ejemplos, ni enseñan- 
zas, ni caracteres; tercero, por que las mas deleitosas lecciones 
dan un caudal poderoso de experiencia y hacen posible, des- 
pués de haber pasado, la marcha tranquila de las colectivida- 
des humanas á los fines que se proponen conseguir. Sin las 
guerras por la Independencia ni Bolívar, ni Páez, ni Sucre, 
ni San Martin, ni Artigas, ni tantos otros héroes habrían en- 
contrado una epopeya donde figurar orlados de laureles, ni sus 
figuras quedaran como mármol viviente en que podrá tallar 
esculturas heroicas la leyenda del futuro. 

2— En ese mismo año de 1783, en que un político sagaz pre- 
sentía la Independencia de América, el Uruguay avanzaba en 
el orden de su engrandecimiento, allegando pobladores á San 
José, que había sido fundado en 1781, echando los cimientos 
de Minas y tratando de ganar terreno al desierto. Entretanto 
Portugal se avenía á cumplir lo pactado en San Ildefonso, 
dando principio á la demarcación de sus límites con los del 
dominio español. 

Como tuviera algún interés en retardar esta cuestión, el go- 
bernador portugués Javier de Veiga Cabral encontró asunto 
para detenerse hasta el siguiente año, en que se colocaron los 
marcos limítrofes desde el Chuy hasta el lejano Caabaté, cé- 
lebre en la guerra guaranítica y memoria de un despojo 
afrentoso de territorio, en cambio del cual dieron los portu- 
gueses á España algunas islas abandonadas en los mares del 
África, 



108 HISTORIA DEL URUGUAY 



Sin nada de brillo en la marcha do los gobiernos del Plata, 
transcurrieron los años de 1783 y 1784; pero en este se nota la 
iniciativa de un hombre experto, que busca por el sendero del 
trabajo la adquisición de la fortuna. Llamábase don Francis- 
co Medina, y puso todo su caudal de muchos miles de pesos 
al servicio de una empresa. De su cuenta estableció, en ese 
1784, la pesca de la ballena en los mares australes, valiéndose 
para ello de harponeros del Norte, tan diestros en esta clase de 
tareas. La Corte habia establecido que los hombres de cual- 
quier nación y creencia pudieran servir en tales trabajos; 
mas después dispuso que los harponeros fueran católicos y 
vasallos del rey de España, de cuyo vasallaje debian prestar 
juramento los hombres estrangeros, con lo cual emigraron los 
individuos asi coartados en su libertad de conciencia. 

Dos espediciones pescadoras se hicieron al sud, mas á la 
tercera el virey de Buenos Aires apresó los buques balleneros 
Ve9'tizy Carmen enviándolos á España, y causando grandes 
pérdidas á Medina, que explayó su actividad en otra forma, 
planteando un gran saladero en el Colla, con resultados 
muy satisfactorios, y que á la muerte de Medina fué em- 
bargado por el virey marqués de Loreto. 

En 1785 fué establecido en el Plata, por disposición de la 
Corte, el servicio de "Correos, que desde entonces siguió fun- 
c'onando de una manera regular. 

3— En 1788, murió Carlos III, después de un tumultuoso 
reinado, sucediéndolo su hijo Carlos IV, que fué proclamado 
el 4 de Noviembre del siguiente año en Montevideo, con tres 
dias de festejos, arcos triunfales y general alegría. 

Estas fiestas tenian un carácter ostentoso. Reunidos pueblo 
y capitulares partían de la hoy plaza Constitución en orde- 
nadas legiones con la milicia, á la casa del gobernador ó sea 
el Fuerte. A la cabeza de la comitiva iban 100 ginetes de tro- 
pa, con vestimenta de lujo, sombrero de galón de plata y ban- 
dolera nueva con escudo. El gobernador, una vez solicitado 
por los capitulares, venia al frente del pueblo, llevando la de- 
recha, hasta llegar al Ayuntamiento, de donde era sacado por 
el Alférez Real,— que podiaentrar al Cabildo con vara y tomar 



VÍCTOR ARREGUINE 109 



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VOZ y voto,— el Pendón Real, de borlas de oro, con el que subia 
á un tablado espresatnente erigido. 

Allí repetía tres golpes con el regatón del ast^t-bandera 
acompañado de estas voces: Selencio! Oid! Escuchad! para 
gritar enseguida: Castilla y las Indias! Castilla y las Indias¡ 
Por el Rey, que Dios guarde! k lo cual el gobernador gritaba: 
Que viva! y el pueblo lo mismo y el Cabildo. 

Con esto quedaba hecha la proclamación y desde lo alto 
del tablado se arrojaban al populacho saquitos repletos de 
monedas. Las fiestas seguian: bailes, arcos de triunfo, ver- 
sos al monarca, compuestos por noveles poetas, y paseo en 
carrosa descubierta de un rey y una reina de apamto. 

Todo esto y mas se hizo en Montevideo para proclamar á 
Carlos IV, rey incapaz de un acto de energía, 

4— En el año corriente vino al Plata la espedicion del bri- 
gadier Alejandro Malespina, con encargo de hacer algunos 
estudios científicos. Traía el brigadier el mando de las cor- 
betas DescuHe)'ta y Atrevida, y realizó tmbajos de impor- 
tancia. 

Poco después don Joaquín del Pino fué ascendido á virey, 
ocupando su puesto en Montevideo un señor Miguel de Te- 
jada, bajo cuyo breve mandato nada de notable ocurrió en el 
Uruguay. 



lio ttlSTOÍtíA DEL TJRUGUAt 



CAPÍTULO XXII 

( 1*790 A 1'796 ) 

SUMAJIIO— Montevideo bn 1790—2 Tráfico de negros— 3 La 

PENA de azotes— 4 DlSENCIONES ENTRE EL GOBERNA- 
DOR OLAGUEB Fbliú Y EL Cabildo— 5 La primea. a 

ESCUELA gratuita— 6 GUERRA ENTRE INGLATERRA Y 

España. 



1— En el año de 1790 el brigadier Olaguer Feliü, se hizo car- 
go del gobierno de Montevideo, en ocasión en que se empren- 
dían algunas mejoras materiales. Los cimientos de la Iglesia 
Matriz se abrieron en ese año, y otras mejoras se siguieron á la 
citada. 

Los primeros tiempos pasaron sin ruido, por aquella sociedad 
que no tenia noticias de Europa sino cada seis meses ó un año, ni 
era tan grande que pudieran ocurrir en ella á menudo hechos 
dignos de mención» Nacian los hombres; llegaban á serlo sin 
saber leer ni escribir, y se morian sin haber sabido lo que es 
una vida de pasiones, ó de especulaciones científicas. Especie 
de sociedad patriarcal, no tenia mas placeres que los del bien- 
estar, ni mas aspimciones que la conservación de ese placer 
sin vida, y alguna que otra mejora local, que por simple que 
fuera producía largos y animados comentarios entre aquellos 
seres de limitada relación con las corrientes del progreso no 
muy rápidas. Era Montevideo algo menos que 'as actuales 
poblaciones de campaña. Ni fiestas públicas, á no ser las corri- 
das de toretas, ni periódicos, ni intrigas políticas, ni relaciones 
diplomáticas tenía. La bahia estaba desierta; los tigres se ve- 
nían hasta la Aguada y algunas veces hasta la ciudad. Una 
muralla de regular altura, ancha, con fozos esterioi*es, la cii"- 
cundaba, Al este se levantaba una altaciudadela; al S. O. que- 
daba la morada del gobernador. 



VÍCTOR ARREGUINB 111 



Rara érala casa de altos. Las manzanas pobladas apenas pa« 
sabati de 50, aglomeradas en un corto espacio. 

Al campo se salía por grandes portones que se cerraban al 
caer la tarde. Sombríos centinelas se paseaban durante la no- 
chq por las murallas de la ciudad. 

2— Una Real Cédula, ó decreto del rey, vino á autorizar en 
1791 la libre introducción de esclavos en el Plata, siendo el 
que mas se distinguió en este innoble tráfico un individuo de 
Buenos Aires, que hizo muchos viajes* al África, tm^'endode 
allí abundancia de carne humana para la venta. Un esclavo 
valia 250 patacones, y á Montevideo llegaron á traerse hasta 
1000 por año, lo que representaba una salida de 250.000 pesos. 

3 -Con el tráfico de esclavos andaba también en boga la pe- 
na de azotes. La autoridad azotaba en la calle, sin forma de 
proceso á los individuos. En la plaza pública se tenia un ca- 
ñón al que se ataban los destinados á sufrir tal afrenta. Ha- 
biéndose excedido mucho los de vara en apalear .en la via 
pública, la Real Audiencia de Buenos Aires hubo de interve- 
nir é intervino en el asunto en 1792, prohibiendo que fe 
castigara á nadie sin llenar las formas legales y dejar al reo 
el derecho de defensa y ape'acion. 

4— Los escándalos entre el gobernador y el Cabildo se si- 
guieron produciendo de año en año. El Cabildo casi no signi* 
ficaba otra cosa que una institución pasada de moda. Habia 
en su seno cuatro individuos que tenian el cargo comprado á 
perpetuidad, de manera que solo otros tantos eran los que se 
elejian. 

En 1795 el gobernador Olaguer Feliú, rechazó á dos miem- 
bros del Cabildo que se quejó á la Corte por ese hecho, y al 
virey D. Pedro Meló de Portugal, sustituto de Arredondo en 
el Vireyna^o del Plata. 

Enterado Meló del asunto mandó reponer á los capitulares 
rechazados por Olaguer Feliú y desaprobar la conducta de 
este señor. 

5 — Antes de terminarse el año de 1795, fué fundada en Mon- 
tevideo la primer escuela gratuita de particulares, para niños 
pobres. A Ensebio Vidal y su esposa Maria Clara Zabala les 



112 HISTORIA DEL URUaUÁT 

cabe la gloria de haber dado este paso, en el sentido de nu- 
truir con el pan del saber á las inteligencias juveniles. ^ 

6— A poco andar, en 1796, España largamente agraviada por 
Inglaterra le declaró la guerra; y Meló, el virey, quo era pru- 
dente, á fin de evitar una sorpresa en el Plata^ mandó fortifi- 
car, aún mas de lo que ya estaban, á Montevideo y Maldonado, 
haciendo además que se construyese al este del territorio, en 
el interior, una alta fbrtaleza que llevó su nombre y dio orí- 
gen á la capital de Cerré-Largo, 

El mismo quiso inspeccionar la frontem, aunque estaba 
achacoso y con el cabello blanco. Vino, pues, á Montevideo y 
se dirigía al este, cuando le sorprendió la muerte en el pueblo 
de Pando por Abril de 1797, 



CAPÍTULO XXIII 

(ITOT A 1803) 

SUMARIO— 1 BuSTAMANTB Y GuBaEA— 2 Agresiones portu- 
GUB6AS— 3 Seca y rogativas— 4 Mejoras que al- 
CALZA Montevideo durante el gobierno de Bus- 
tamantb y gubrra— 5 guerra y paz con portugal 
—6 Sublevación de negros y mestizos— 7 Fin del 
gobierno de bustamante y gübrra. 



1— Muerto Meló, pasó Olager Feliú á Buenos Aires á hacerse 
cargo del puesto acéfalo, quedando en la Gobernación de 
Montevideo el brigadier de la Real Marina don José Busta- 
mante y Guerra. Era el nuevo gobernante hombre moral y 
progresista, aunque calzaba muchos puntillos de amor pro- 
pio y hasta de orgullo. 

Apenas tomó el mando dióse cuenta de lo mal que todo 
andaba en Montevideo, y se aplicó á poner cuidado en las 
condiciones de higiene y policía de la ciudad. Juntó antes 
Cabildo abierto y acordó en él con el pueblo, establecer una. 



« -.- ■» 



fe . 



Víctor arbegueíb 113 



contribución de un real por puerta, aplicándose los resultados 
del impuesto á obras públicas; más adelante pugnó por 
mejorar en un todo sus necesidades. 

A esto, viendo el Consulado de Buenos Aires como crecia 
Montevideo en progreso, envió á España un comisionado con 
encargo de pedir que el único puerto habilitado en el Plata 
fuera la Ensenada de Barragan, lo que no fué atendido en la 
Corte gracias á que Montevideo protestó en tiempo. 

2— Los portugueses acechaban todavía la frontera y solian 
entraren la Banda Oriental, de la que arreaban todo el gana- 
do que podian. De tiempo atrás Arredondo habia dicho á 
Meló al entregarle el Vireynato, refiriéndose á los portu- 
gueses: «Quizá la diestra política de V. S. sabrá remover 
ligeramente estos embarazos y abrirse paso con el sombrero^ 
por donde yo no sabría entrar sino con la espada.» Y la espada 
érala única razón que podia contenerlos. De Rio Grande, por 
el lado del mar, exportaban al año muchos millares de cue- 
llos, y teniendo que apelar al abigeato en gran escala, para 
poseer mercado próspero no vacilaban en saltear la campaña 
oriental, toda vez que no se velaba en ella con las armas 
al brazo. 

3— A estos malestares vino á agregarse en 1799 una seca 
espantosa, que mataba la agricultura del año y ahuyentaba 
del país ¿ los ganados sedientos. El Cabildo, dolido de los 
espantos y pobreza que la. falta de agua aparejaba, juzgó 
buen espediente invocar á la Providencia, y reunido el 14 de 
Marzo, resolvió que se hicieran públicas rogativas en las 
Iglesias, durante nueve dias, para que el cielo, por inter- 
medio de los Patronos de la ciudad, se apiadaran de las 
afligen tes escenas que todo un pueblo presentaba. 

4— Bustamante y Guerra era justo y austero. Tuvo sin em- 
bargo sus piques con el Cabildo, por no querer los capitulares 
al ir en corporación á saludarle, dejar las varas de mando atrás 
de la puerta, como el gobernador exigía. 

Estas disputas no pasaron de unos cuantos rezongos recí- 
procos, y nunca se atrevió el noble castellano á cometer vio- 
lencias contra las buenos hombres de que generalmente el 
Cabildo so componía^ 



114 HÍdtOBÍA tóL unirGUAY 



Gobernando Bustamante y Guerra vino al Plata un inge- 
niero de la Coruña, con encargo , de estudiar las costas ameri- 
canas é indicar los puntos que debian tener faros permanentes, 
á fln de guiar á la navegación en su ruta incierta por las no- 
ches oscuras. El presupuesto era para construir un faro en Ibl. 
isla de Flores, y como una farola en el Cerro de Montevideo 
costaba mucho menos y podia prestar iguales ó mayores ser- 
vicios, se optó por la farola. Otra vez protestó el Consulado de 
Buenos Aires queriendo impedir esa ventaja para los montevi- 
deanos y propuso que no allí sino en las islas se colocaran fa- 
ros, cosa que el aprovechamiento fuera para Buenos Aires; pero 
la Corte no dio oídas á los egoísmos locales y la farola se levan- 
ta en 1800. 

Con gran discusión, en este año mismo, el Cabildo acordó 
cobrar un real par cada cabeza de ganado que entrara á la ciu- 
dady dos reales por cuero. Acordó también que el precio de cada 
animal vacuno fueran 9 reales, y puso en remate el derecho es- 
clusivode vender carne, que fué vendido en #40,000 por espacio 
de tres años, destinándose esos fondos á obras de interés gene- 
ral; entre otras, un lavadero público y surtidores de aguas po- 
tables que mucho escaseaban. 

Los colonos que meses y años atrás hablan arrib ido á Pata- 
gonia, vinieron en buen número dumnte el gobierno de Bus- 
tamante y Guerra á poblarse en la campaña de la Banda Crien - 
tal. Con ellos se levanta la Florida en 1800. En esa misma oca- 
sión el capitán Jorge Pacheco funda con indios de las anti- 
guas Misiones, el pueblecillo de Bethlem en las postrimerías 
territoriales del norte. 

A la sombra de las ventajas otorgadas por España y de 
una población creciente, el comercio se desarrolla con bastante 
vigor. En 1800 llegaron á sumar las transacciones comercialeá 
alrededor de 2.000,000 de pesos. 

El vii-ey Aviles de Buenos Aires quiso, por estos tiempos, 
dar nuevo impulso á las casi yernias Misiones, cuyos pueblos, 
que eran 30, se hablan reducido á una población de menos de 
46.000 personas, y para conseguir sus fines libertó á 300 fami- 
lias del trabajo en común, repartiendo entre ellas tierra y 
hapiendas; pero este paso generoso fué de éxito menguado, 



VICrOR AEBfiGÍUlkti il5 



porque faltando á los indios aquella dirección y aquel estímulo 
que antes tuvieran, se hablan tornado en gente errante y hol- 
gazana. 

5— La guerra entre España y Portugal habia de nuevo es- 
tallado. Los portugueses, en esta ocasión como en otras, se 
mostraron con ánimo de conquistar el Uruguay. 

Del Pino, sustituto del vi rey Aviles, los dejaba ganar te- 
rreno. Celebrada la paz, en 1801, con España, pidieron los 
portugueses á del Pino lo mismo que ya se les habia acordado 
en Europa. Del Pino accedió; pero en el intervalo de las nego- 
ciaciones, un tal Pedro do Canto que antes fuera jefe de sal- 
teadores, conquistaba las Misiones. No hizo mención el virey 
de que estas se devolvieran á España, j aunque tenia derecho 
de apresar los buques con bandera portuguesa, en garantía de 
la integridad de los dominios españoles, tampoco lo hizo, mer- 
ced á lo cual, cuando reclamó la entrega de aquellas vastas 
zonas, el virey del Brasil alegó que no so habia estipulado su 
devolución en el tratado de paz. La usurpación se habia efec- . 
tuado cuando la paz estaba hecha; pero no valió esta cir- 
cunstancia y las*Misiones quedaron en poder de los portu- 
gueses. 

En 1802 el comercio en el Plata tomó auje poderoso. A. 
Montevideo no más vinieron 188 navios y 646 buques de 
cabotaje. Bustamante y Guerra era el jefe del apostadero 
naval en el Plata, y tuvo en este año b^jo sus órdenes inme- 
diatas, una fragata, dos corbetas, kó lanchas cañoneras y 
otros buques más que hacian el servicio de vigilancia en las 
costas de Patagonia, y el de conreos eatre Montevideo y los • 
puertos mas cercanos. 

El país se habia dividido, aparte de la p 'aza, en cuatro Co- 
mandancias militares: Maldonado, la Colonia, Santa Teresa y 
el presidio de Martin García. 

El Regimiento de Blandengues, que se había c feado en 
1197, y en el que empezam su carrera don José Gervasio 
Artigas, en cHse de ayudante mayor, hacía el servicio 6fi 
fronteras. Constaba de 800 lanceros. 

6 -La esclavatura era grande en Montevideo. Los negros y 
mulatos constituían media población, dedicándose á ser-^ 



116 HISTORIA DfiL UHUGÜAY 



vicios domésticos en su mayoría. Hasta allí habian per- 
manecido fieles á sus amos; pero en 1803 les dio por sublevar- 
se, con lo que salieron. al campo, después de haber cometido 
repetidos crímenas; pensaban constituir una población aparte 
con odios á la raza blanca, en lo que tenían mucho predica- 
mento los mestizos. Esto dio lugar á que se levantara una 
horca. Al cabo de algunas ejecuciones se logró traerlos á 
buen partido. 

7— Cumplido el término del gobierno de Bustamante y Gue- 
rra, entró á sucederle el brigadier de marina D. Pascual 
Ruiz Huidobro, á quien los acontecimientos habian do col ;- 
car sobre el pedestal de gloria reservado á los héi-oes que 
saben luchar por la defensa de la patria. 



CAPÍTULO XXIV 

(190-4 á 1900) 

SUMARIO— 1 Ruiz Huidobro— á ViCtobia de josé*Rondeau 

SOBRE LOS portugueses— 3 ANTECEDENTE DE LA IN- 
DEPENDENCIA AMERICANA Y DE LAS INVASIONES IN- 
GLESAS- 4 Primera invasión inglesa -5 Toma de 
Buenos Aires— 6 Montevideo se prepara para la 
reconquista— 7 popham se dispone á conquistará 
Montevideo —8 Montevideo reconquista a Bulnos 
Aires. 

1— D. Pascual Ruiz Huidobro el mas heroico de los gobernan- 
tes, españoles del Plata, se hizo cargo del poder en los primeros 
dias de 1804. 

Por su natural enérgico y benigno no encontró de parte del 
Cabildo sillo buena voluntad. Su venida á Montevideo habia 
sido motivada por los temores que en España se abrigaban de 
que el Rio de la Plata provocase la ambición do algún pueblo 
poderoso; y como Ruiz Huidobro reunía al valor el buen ti- 
n'\ no fué mala la elección en su persona recaída. 



VÍCTOR ABRBGUJINB 117 



2 —El año se inicio con sucesos que despertaron la atención 
en España. En lo que respecta al Uruguay, el triunfo del te- 
niente de Blandengues don José Rondoftu^ sobre, unos portu- 
gueses que se internaron hasta la jDi^queta del Yarao, dio 
margen á que el Rey felicitara al^ joven y lo ascendiera á ca- 
pitán de caballería, y de paso reconviniera al virey por lo de- 
samparadas que tenia las frontei'as, al mismo tiempo que le 
avisabi imitarar la política portuguesa, y entrara tropas al 
Brasil con propósitos de conquista, aunque bajo capa de paz y 
buena armonía. 

3— Por estos tiempos andaba en Londres un agitador sud- 
americano, que pedía auxilios á Inglaterra para independizar 
á la América del Sud. Llamábase Francisco Miranda, y te- 
nia en Su vida antecedentes que la ilustraban. Habían lle- 
gado á capitán en España, de donde pasó á Estados Unidos 
á luchar con bravura por la Independencia del Norte; más 
tarde le celebrizaron las guerras de Europa y trabó amistad 
con Catalina II de Rusia, para entrar poco después al ser- 
vicio de la Francia y dejar su nombre grabado eu letras de 
oro en los arcos triunfales de París, donde figumn los nom- 
bres mas sonados de la revolución francesa. Era caraqueño, 
y cifraba planes de una loca aventura. La libertad de Amé- 
rica era cuestión de pocos esfuerzos para él En los campos 
de batalla de la Europa había obtenido por su valor y peri- 
cia los mas altos grados militares. A su alrededor se agrupa- 
ban, en Londres, todos los jóvenes americanos que por acaso 
vivianenla nebulosa ciudad, y otros que acudían allí atraídos 
por el esplendor de su fama. De sus labios oían la buena 
nueva de América; el evangelio nuevo de los destinos de un 
mundo; Bolívar y San Martin eran sus discípulos y recibieron 
del viejo soñador las nobles lecciones de la libertad. 

Pero la sagaz política inglesa jugaba con él y supo esplo- 
tarlo como á un vil instrumento. En 1803 se le había aso- 
ciado Sir Home Popham á quien pidiera el lord del Almiran- 
tazgo británico, Melville, iudagam los planes del caraqueño y 
viera si de concierto con él se podía tentar un movimiento 
en la América del Sud, en provecho de Inglterra. Estaba en la 
meato de Inglaterra hacer que Miranda atacara á Costa Firmo, 



118 HISTORIA DBL URUGUAY 



mientras los ingleses realizarían una espedicion al Plata. An- 
tes de realizar estos planes la Gran Bretaña dio principio á 
la guerra con los españoles. El comodoro Moore llegó á verse 
cerca de Cádiz con Bustamante y Guerra, que regi'esaba 
del Plata, y en seguida le presentó batalla. Uno de los 
cuatro barcos del ex-gobernador de Montevideo, fué echado á 
pique, apoderándose Moore de los otros, en los que iban mas 
de 5.000,000 de pesog. 

Esplicados estos antecedentes, volvamos á Ruiz Huidobro, 
que muy pronto vá á mostrarse digno de los tiempos que 
le cupieron en suerte. 

En 1804 se habia consagmdo la Matriz; y en ese mismo 
año se emprendieron algunas obras de interés público, como 
ser compostura de caminos, construcción de Casa Capitular 
y el establecimiento de un Lazareto, provocado por un buque 
que importó la fiebre amarilla. 

Un año mas tarde, 1805, el portugués Antonio Machado 
introducía la vacuna. 

4— Sir Home Popham habia partido de Inglaterra en el 
otoño de 1805, á la conquista del Cabo de Buena Esperanza.' 
Llevaba consigo unos 5000 hombres al mando de David 
Baird y el general Guillermo Carr Berresford. Una vez 
ocupada aquella colonia imaginó cosa fácil la conquista del 
Rio de la Plata. Pidió á Baird parte del ejército y alguna 
artillería. En seguida emprendió marcha á estas regiones. 
Con él venían Berresford y 16O0 hombres. De estos era el 
famoso 71 de higlanders (montañeses). 

Popham, que era amigo del Ministro Pitt, tuvo el plan de 
conquistar primero á Montevideo, y á mediados de 1806 se ha- 
llaba en el Plata dado k reconocer las costas, cerca de 
Castillos. Luego cambió de ideas y resolvió marchar á Buenos 
Aires, á la sazón gobernada por el vii*ey marqués de Sobre- 
monte, á quien diem aviso Ruiz Huidobro de la escuadra ene- 
miga, que constaba de 11 buques, con 274 cañones. 

5--E1 15 de Junio estaba ya en aguas de Buenos Aii'es 
Popham que era capitán de mar, y el 25 desembarcaba en 
Quilmes, cerca de la ciudad, poniendo en fuga á las fuerzas 
españolas que allí habia y que no se animaron á batirlo. 



VICTOB ARBEGUINB 119 



El 27 llegó á las puertas de Buenos Aires y se apoderx5 de 
la ciudad sin esfuerzo. El vi rey habia huido en una dispa- 
rada cobarde al interior y la plaza hubo de capitular, esten- 
diendo el acta un comerciante, por no haber en ella oficial 
que supiem estenderla. 

Berresford que habia sido el vencedor, sin que su triunfo 
le costara un soldado, tomó j aramento al Cabildo y enar bo- 
lo el pabellón de su tierra en la iglesia de la Capital. 

6— A poco estas noticias se supieron en Montevideo y Ruiz 
Huidobro entró en preparativos para reconquistar á Buenos 
Aires. El 2 de* Julio dio cuenta al Cabildo de lo que pasaba, 
y el 5 el Rejidor don José Gestal se comprometía á ir á la 
opuesta orilla, con ánimo de estudiar el estado de la opi- 
nión y el número de los enemigos. 

En seguida circuló proclamas el gobernador Ruiz Huído- 
hro, pidiendo la ayuda del pueblo pai*a reconquistar á la 
ciudad hermana. El entusiasmo era grande. Dia & dia se ce- 
lebraban en Montevideo juntas de guerra 'y reuniones del 
Cabildo. Los particulares hacian donativos cuantiosos y hasta 
las mujeres se distinguían por su exaltado patriotismo, con- 
tándose entre otras la esposa del gobernador señora Rosalía 
Morales. 

En vista de estar acéfalo el poder en la capital del Virey- 
nato y el Cabildo d3 ella juramentado por el usurpador, los ca- 
bildantes de Montevideo envisten á Ruiz Huidobro con la su- 
ma del poder supremo, motivo por el cual el entusiasmo reba- 
sa sus límites. 

En UQOs pocos dias se forma un ejército. Los pudientes 
acuden con piquetes de gente voluntaria, y se deshacen de 
sus esclavos á quienes enrolan, en calidad de libertos. 

Don Mateo Magariños, don. Miguel Vilardebó, don Juan 
José Seco y el benemérito don Francisco Antonio Maciel fi- 
guran entre los mas enardocidos. 

Un empréstito público para los gastos de la guerra, as- 
ciende en pocos dias á $ 50,000. El gobernador se dispone á 
marchar á la reconquista. 

En tales momentos llega de Buenos Aires, don Santiago 

5 



120 HISTORIA DBL UEU0UAY 



Liniers, oficial castellano, aunque francés de origen; pide 
500 soldados y se compromete á desalojar al enemigo; mas el 
Cabildo que otras cosas ha resuelto, no accede en el instante 
al pedido, con lo que el generoso patriota se pone á las órdenes 
de Ruiz Huidobro. 

El gobernador debia marchar con 1030 hombres; pero este nú- 
mero fué sobrepujado en 123. 73 franceses se plegaron á la co- 
lumna espedicionaria al mando de su comandante Mordell. Al 
frente del pequeño ejército figuraban don Benito Chain, Miguel 
Vilaixieibó, Cristóbal Salvañach, Victorio García Zúñiga y 
otros patriotas. Don Dámaso Larrañaga era el capellán de la 
columna. ^ 

7— Sometida Buenos Aires quiso Popham renovar su aventu- 
ra en Montevideo. Dejó á Beri'esford én la ciudad conquistada, 
embarcó en sus naves 800 soldados y á poco se presentaba en 
aguas orientales. 

Esto hizo meditar al Cabildo, que vuelve á reunirse y acuer- 
da que la espedicion reconquistadora sea confiada á Liniers, 
quedando el goJ?ernador en la plaza á la espera del ataque» 
que se presume cercano. 

'8— El 23 sale por tierra Linlors, á marchas forzadas. Una vez 
llegado á Canelones el tiempo que era de lluvia menuda y 
calante, lo detiene dos dias, . al cabo de los cuales apesar de 
estar intransitables los caminos, emprende el viaje, pasan- 
do en balsas los rios desbordados, y llega el 1.° de Agosto á 
la Colonia en la que proclama á sus gentes y avisa que si lle- 
ga á haber cobardes, el tendrá siempre á retaguardia un 
caiion cargado de metralla con que hacer fuego á los viles. 
■ Bajo una neblina densa se embarca el 3 la espedicion en 
lá escuadrilla de Gut errez Concha, y el 4 desembarca en 
las riberas opuestas, no lejos de la capital, á la que se vá 
acercando á muy pausadas marchas. Al aproximarse á Bue- 
nos Aires recibe el refuerzo de D. Juan Martin Puyrredon 
quien, después de tener en jaque al enemigo con un peque- 
ño grupo habia sido destrozado A poco .se le juntan otros 
y otros, llegando asi s.u ejército á aumentarse de una ma- 
nera considerable. 

El 10 juzgó Liniers qu« estaba en actitud de atacar y 



VictovL júXREavmis 



121 



mandó, por tanto, dQsde los Corrales del Miserere donde ha- 
bía campado, un oficio á Berresford intimándole rendición; 
15 minutos le daba para que pensara. Pelearé, fué la res- 
puesta de Berresford. 

Dirigió entonces Liniers su gente al Parque de Artillería, 
donde inició un combate. Los 200 ingleses que lo defendían 
fueron derrotados; Berresford acudió en su defensa bajo, un 
fuego nutrido, pero hubo también de ponerse en retirada 
dejando que los españoles se adueñaran del Retiro y sus in- 
mediaciones. 

Berresford intenta una suprema resistencia, para lo cual- 
se encierra en la hoy plaza de la Victoria, abocando caño- 
nes en las calles. No tarda en producirse el asalto. Durante , 
dos horas se pelea, después de las cuales, vencido el geneml 
inglés, que se había resguardado en la fortaleza, hizo al 
vencedor entrega de su espada. El vencedor le concedió Ios- 
honores de la guerra. - 

Las bajas ingesas pasaron en esta ocasión de 40D. Las es- 
pañolas no llegaron á la mitad. , 

La noticia de tales contrastes no tardó en llegar á Espa- 
ña. El monarca agradecido al esfuerzo de Montevideo le con- 
cedió el título de «Muy noble y reconquistadbrá ciudad», 
facultándola para usaren su escudo, sobre el Cerro, el laurel, 
palma y oliva de sus realeTj armas y las banderas inglesas 
abatidas al pié. Empero las banderas jamás fueron devueltas 
por Buenos Aires, y aún en el día se conservan como gloriosos 
trofeos en su Catedral. 

Con ocasión del triunfo d3 Liniers, jjl Ayudante Mayí)r 
del éuerpo de Blandengues D. José Gervasio Artigas, fué 
enviado con instrucciones de Ruiz Huidobro para Liniers, 
De vuelta naufragó el bote en que yenía, salvando la vida 
de una manera milagrosa. Ruiz Huidobro que lo apreciaba 
mucho mandó que la Real Tesorería le entregara- 300 pesos 
por los gastos que la comisión le ocasionara. En cuanto á Li- 
niers fué tan generoso con Berresford que mientras lo tuvo 
preso le trató como amigo, y hasta para hacerle menos duro 
el cautiverio asistió á los pic-nics que le dejaba reali .ar. Los 
pic-nic^ del inglés consistiaa en fogueará canon las bandadas 



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122 mSTOaiA DBL URUGUAY '■ 

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de patos en las lagunas. El entusiasmo producido por la victo- 
ria fué grande; Buenos Aires acuñó medallas conmemorativas, 
seis de las cuales se enviaron á Montevideo. El 16 el Cabildo 
agradeció por nota los servicios de esta plaza. I 

El cobarde Sobremonte, también unió su voz á la acción 
de gracias desde el interior del pais. 



CAPITULO XXV 

(1S06 á ISO'7) 

SUMARIO— 1 Llegada DE Sobremonte k Montevideo— 2 Po- 

PHAM CONQUISTA Á MaLDONADO— 3 INGLATERRA 
MANDA TRES ESPEDICIONES L LA CONQUISTA DEL RIO 

DE LA Plata— 4 Ruiz Hüidobro se prepara L la 

RESISTENCLV— 5 LLEGADA DE AUCHMUTY Y BATALLA 

DEL Cristo— 6 Los ingleses toman por asalto L 
Montevideo. 

* 

I— Con la victoria alcanzada la popularidad de Liniers ga- 
nó tanto cuanto la de Sobremonte habia empobrecido. El 
pueblo de Buenos Aires, una vez libre, depone al marqués, y 
entrega el mando militar de la plaza al vencedor, mientras 
que Sobremonte corrido de su falta de brios, depuesto y odia- 
do, se viene á Montevideo con 4000 hombres que habia junta- 
do en el interior de sus dominios. 

2— Popham,- que era .Ql^-mas empeñado en la aventura 
de conquistar á pueblos ya preparados para la independencia, 
no se amedrentó con la derrota y siguió el sitio que habia 
puesto á Montevideo, impidiendo toda comunicación por mar 
con Buenos Aires y el Perú. Montevideo estaba sin recursos 
capaces de soportar una resistencia formal; Popham amagaba, 
y por otra pártese creía que otras espediciones inglesas no se 
harían esperar. 

Sin embargo hubo quien se atreviera á ir al Perú por tie- 



VÍCTOR ARREGUINfí 123 



rra. Tanto importaba la independencia de la patria! El come- 
dido fué don Miguel Antonio Vilardebó. Emprendió viaje, pe- 
ro al llegar áOórdoba encontró que existían 300.000 pesos de 
fondos públicos y se vino con ellos. * 

No anduvo mucho tiempo solo Popham en las a^uas del 
Plata. A poco se le juntó con algunos barcos y 1400 soldados 
Juan Jaime Backouse, en compañía del cual Popham, el so- 
ñador de victorias, pretendió hacer un desen^barco en el Cerro 
el dia 28 def Octubre, mas como hubiera allí un fuerte destaca- 
mento se vino á la bahía, desde donde se entretuvo por largas 
horas en disparar cañonazos á la plaza. Recíaazado por esta, qui- 
so no obstante continuar el bloqueo, dejando este cometido al 
cargo de unas cuantas naves, y con la mayor parte de ella, se 
dirigió á Maldonado, donde los habitantes de esta ciudad le es- 
peraban en son de resistencia. 

El 29 estaba sobre la costa. Al notar su presencia el Alcalde 
del pueblo don Ventura Gutiérrez, hace tocar generala y reú- 
ne algunos soldados. Miguel Borras que era el jefe militar se 
resiste á los ingleses, cuando estos desembarcan; pero el nú- 
mero vence. Vencedores se dirigen á Maldonado; entran allí á 
saco; roban cuanto encuentran y prenden á lo principal de la 
población. 

El 30, después de un bombardeo tenaz, cae la isla Gorriti en 
poder de los invasores. Los que la defendían son enviados á la 
de Lobos, triste y desierta, con violación de lo que se había 
capitulado. Una vez confinados los valientes hispanos, se vie- 
nen á tierra valiéndose de balsas de cuero. Algunos son cap- 
turados y remitidos á las naves. 

Popham una vez dueño de la plaza, nombra para su comando 
al honrado coronel Vassal, quien reintegra á los vecinos lo 
robado por sus compatriotas y manda poner en libertad á los 
ciudadanos encarcelados. 

Kendida la población, los ingleses no tienen punto de repo- 
so. 80 gauchos los sitian. Los Blandengues que hacen la poli- 
cía de Jas largas costas, desprenden de vez en cuando partidas 
volantes para fingir un sitio poderoso en perspectiva. Unas 
veces es Artigas, otras Rondeau, el encargado de tenerlos en 
zozob a. Popham mira las evoluciones de las caballerías castO'^ 



124 HISTORIA DEL ÜBUGÚA^ 



ri «ii>4»É^H«»— <1|ifc«l»»*-»l^ 



llanas, como la vanguardia de un ejército grande, y no se 
atreve á dispersarlas; el hambre acosa á los suyos y se limita 
á bajar víveres de abordo. Los víveres no duran mucho, sin em- 
bargo, y se ve precisado á despachar un cuerpo de tropas ó 
buscarlos en la campaña. A la altura de San Carlos el coronel 
don Agustín Abreu, que Sobremonte despachara con 1200 
soldados para atacar y retomar á Maldonado, se bate con los 
espedicionarios, muriendo ea la acción él y su segundo jefe. 
Después de este combate, españoles é ingleses se vuelven al 
centro de sus respectivos' recursos. 

Mas tarde el si tío* de Maldonado se estrecha por algunas gen- 
tes que el vi rey envía, sin animarse él mismo á ir al 
asedio. 

3— En Inglaterm la noticia de la toma de Buenos Aires ha- 
bía sido muy festejad», y luego que el gabinete británico co- 
noció el vencimiento da Berresford, en vez de desistir de sus 
planes más se enardeció, UegfiCiMo á reforzar una espedicion 
considerable, que ya se dirigía al Plata. 

En la Bo'sa, en el gobierno, en los barrios de Londres, no se 
hablaba sino del Plata, y de la conquista de todo el Continen- 
te desde Méjico hasta el Estrecho. En eso pensaba la política 
inglesa, cuando despachó á Sír Samuel Auchmuty, convoya- 
do por el Almirante Sterling, que debia sustituir á Popham, 
cuyos arrebatos temía el gabinete. Venían en la espedicion 
4300 soldados y muchos cientos de artesanos, á quienes se les 
diera pasaje gi*átis. De tal manera se soñaba en el éxito! . 

Mientras Stirling se daba á la vela se aprontaba otra espe- 
dicion para la conquista de Chile, al mando del Almirante 
Murray y del General Crau fu rd, que traía consigo 4400 hom- 
bres de guerra. 

Temeroso el gabinete inglés de un fracaso en el Plata, á 
poco de la salida de Auchmuty y de la casi inmediata de 
Murray, eavió sus buques mas veleros a^ alcance del segundo, 
para que en vez de dirigirse á Chile, como se le había ordena- 
do, obrara de concierto con el otro que venia al Rio de la^Plata. 
Mas tarde despachó una tercera espedicion, cuando y* se sabia 
de tiempo ati*ás el dosasti^e do las armas inglesas en Buenos 



VÍCTOR ARRBGUINB 125 



Aires. Esta la mandaba el Teniente General Whitelock, que 
debiaser el jefe todas las fuerzas. 

Con Whitelock venían 1630 soldados. Sumadas las fuerzas 
de Popham, Backouse, Auehmuty, Murray y Whitelock, arro- 
jaban la cifm de 13,330 individuos de guerra, fuem la tripu- 
lación de los buques, y los mercaderes y artesanos que en 
Jas distintas espediciones vinieron. En todo cerca de 20,000 
ingleses, * 

El 5 de Enero de 1807 se dejó ver Auehmuty en las aguas 
de Maldonado, donde Stirling reemplazó á Popham, factor 
principal de los desvarios británicos, en aquella ocasión. Pop- 
ham estaba completamente sitiado, sin poderse mover; mas 
luego que dasembarcaron los refuerzos poderosos recien apor- 
tados, los españoles, se volvieron á Montevideo, en la cual se 
comenzaron los preparativos para una resistencia denodada. 

4— Ruiz Huidobro estaba enfermo; mas como no se anima- 
ra á contar con Sobremonta» dejó el lecho y envió comisio- 
nados á Buenos Aires en busca <ie socorros. En esta ciudad 
hallaron los enviados tan vivo y despierto el sentimiento 
egoísta de la propia conservación, que no solo no recibieron 
el auxilio solicitado, sino que por poco fueron víctimas de 
los furores frenéticos del populacho, que se levantó querien- 
do atentar contra sus vidas. 

Liniers opinaba porque se diera ayuda á quienes poco an- 
tes les" quitaran el yugo del cuello; pero el mismo horrible 
populacho, y aún las gentes de pro, combatieron el propósito 
y cortaron á su jefe la senda honrosa del deber. 

Montevideo quedaba, pues, libmda á sus propios esfuerzos, 
que asimismo eran gigantescos. Las murallas tenían arriba 
de 200^ cañones; la guarnición pasaba de 3000 soldados; las 
milicias d6 Sobremonte alcanzaban á 4'CO, de ellos 600 cor- 
dobeses al mando de Santiago Allende y 550 paraguayos al 
de Espinóla. Los Blandengues eran del número de los defen- 
sores. 

5— El 13 de Enero Auehmuty se dio á la vela, con mas de 
100 naves y 5700 soldados; el 14 apareció de mañana á lo 
largo de la costa, en dos hileras de naves, por el lado de la 
isla de Flores. 



«{ 



126 HISTOBIA DEL URUGUAY 



Ya Sobremonte lo esperaba en la playa, dispuesto á ceder al 
primer empuje. Desde el buque Diadema^ el Almirante y el 
general propusieron al vireyuna capitulación honrosa. El 
vi rey contestó desde el Buceo que no se rendía; y ese mismo 
dia proclamó con mucho fuego en las palabras á los habi- 
tantes de Montevideo. El pueblo á la voz de su pseudo jefe, 
viste las ropas del guerrero, y presenta el 16 un grupo de 
1400 voluntarios, que deseaban batirse los primeros. El vi- 
rey los recibe; pero al otro dia los devuelve á la plaza, cuando 
mas falta le hacian, creyendo sin duda que los ingleses no 
eran hombres para él. 

Los invasores desembarcan el 18 en las dunas agrestes del 
Buceo. Sobremonte los cañonea con brío á la distancia. Sin 
embarco lo quebrado V malo del terreno y los parapetos de 
arena los resguardan del estrago. Las fuerzas avanzan y al 
otro dia se dirijen á ocupar posiciones. Quiere el virey, mas 
adelante, ¡contenerlos; pero el hábil genei*al Lumbey los guía á 
la victoria. Bate el flanco español y el frente, no costándole 
gran trabajo vencer. 

El cañoneo de dos dias habia hecho creer á los de la plaza en 
la derrota de los invasores. Corría la voz de que el virey tenia 
500 prisioneros en su poder. Así es que la indignación fué 
grande cuando se vio cerca al enemigo y sa supo, que Sobre- 
monte habia huido á las Piedras. Lumbey, vencedor se fué 
aproximando alas murallas, siendo entonces que el pueblo 
airado pidió una salida general en esa misma tarde del 19. liuiz 
Huidobro que por desgracia estaba enfermo, se levantó del 
lecho y oídas que fueron las palabras del Cabildo, que opi- 
naba con la multitud, hizo que un buen ginete fuera á las 
Piedras á galope, en demanda de alguna caballera. 

La caballería vino en una marcha forzada, á mata-caba- 
llos; pero llegó tan fatigada y sudorosa en aquella ardorosa 
tarde, que hubo de diferirse la salida para el dia inmediato. 

El 20 formaban en Montevideo 5300 soldados, de los que 
650 componían el batallón de voluntarios de la ciudad. Ar- 
tigas estaba en su puesto de ayudante laayor de los Blan- 
degues. 

A las *? se puso en marcha el ejército, mandado por el 



Víctor ARREGuiNfi 12*7 



"brigadier de ingenieros don Bernardo Lecoq y el mayor de 
plaza don Francisco Javier de Viana. Francisco A. Maciel, 
el filántropo, mandaba en clase de capitán una compañía 
de voluntarios. 

Pronto se llegó al sitio del combate, que empezó á librar- 
se á la altum del Cristo, ó sea á 21 cuadras al este de la 
Ciudadela. 

Los ingleses tenían gente emboscada, y estaban manda- 
dos por el Coronel Browne y mayor Campbell. La infante- 
ría de la plaza atacó de frente y venció; atacó por el flanco 
derecho enemigo y venció; y se hubiera ciertamente con 
estas victorias parciales conseguido el éxito final, si una 
buena dirección hubiese mantenido el orden en la lucha. 

Achmuty que permanecía en la playa, observando el com- 
bate, al ver el mucho terreno que los suyos perdían, des- 
prendió dos columnas ligeras de su reserva. Mientras en el 
Cristo se peleaba cuerpo á cuerpo, Lecoq trataba en vano de 
contener á las columnas enemigas cerca de la playa. Lecoq tenia 
la gente de á caballo, y estuvo lejos de la acción principal. 
La acción no^se limitó puramente á las cercanías del Cristo, 
sino que fué estendiéndose por los suburbios del este. Poco 
á poco le llegaron refuerzos á los ingleses y Browne consi- 
guió introducir el desorden en los defensores. Lecoq creyén- 
dolo todo perdido dejó la lucha y huyó al campo. A las 
8 1/2 la columna volvía á la ciudad dejando en el lugar de la 
pelea 1000 cadáveres, entre ellos á Maciel, el padre de los po- 
bres, que jamás pudo encontrarse. Las bajas de los invasores 
no pasaron de 200 hombres. 

Artigas se portó en estas circunstancias á la altura de sus 
antecedentes. 

Vencida la columna montevideana el Cabildo pidió otra 
vez socorro á Buenos Aires, alegando la conveniencia recípro- 
ca de la ayuda mutua. Liniers, que ya habia sido elevado á 
virey, por voluntad del pueblo y deposición de Sobremonte, 
no tardó en enviar al brigadier Arce con 450 hombres. 

El mismo día de la derrota pidió el Cabildo Junta de Guerra, 
con el propósito de organizar la defensa sobre bases seguras. 
El pueblo, que sospechó eu la actitud del Cabildo intencio* 



1SJ8 HISTORIA DKL URUGÚAt 



f wr 9^ "* -^ 



I 



. nes de capitular con el enemigo estrangero, se lanzó á las 
calles protestando. Hubo algunos asesinatos y mueras á 
los que se creía traidores. El Cabildo temiendo por su 
se^ü^uridad tuvo que pedir una guardia armada á Ruiz Hui- 
dobro y más tarde no encontró mejor espediente, para cal- 
mar las iras populares desenfrenadas, que reve'kr el secreto 
de que pronto vendrían socorros desde Buenos Aires. Los in- 
gleses después de la victoria empezaron á bombardear á Mon- 
tevideo desde la naves. Por tierra siguieron avanzando, has- 
ta rodear la plaza e^ un cerco de armas. El 21 levantan una 
batería al este; el 22 levantan otras 5; el 28 una nueva al S. O. 
á 1000 yardas de la ciudad y otra mas á 600. Todas ellas te- 
ngan cañones de á24. 

El fuego contra la plaza se hacia á todas horas; la ciudad 
estaba llena de heridos y casi no habia casa de particulares 
donde no se asistiera y curara mas de uno. 

6— El 1.*» de Febrero pide Auchmuty que se rinda la plaza. 
Los sitiados contestan con altanaría. Por la noche llega Arce 
burlando la vigilancia del inglés, que temiendo la venida de 
nuevos refuerzos trata de apresurar la rendición, por medio 
de un asalto. 

El mismo dia habían cp.ído por tierra grandes pedazos de 
muralla. Cerca del Portón de San Juan los cañones ingle- 
ses habían abierto brecha: una brecha ancha de 16 varas. 
Don Juan Francisco García dio al Cabildo, en esos instantes 
10,000 cueros que tenía en sus barracas, y con ellos se tapó 
la brecha, que podía dar fácil acceso al invasor. 

El 2 de Febrero en las Juntas de Guerra de Auchmuty se 
acuerda el asalto á la ciudad, cuando la noche sea profunda 
y el sueño vele sobre los espíritus fatigados. Divide en dos 
cuerpos su ejército. El 1.° al mando de Browne para el asal- 
to; el 2.0 al del General Lumbey, de reserva. 

El jefe inglés ordena que antes que el dia 3 amanezca se 
lleve el asalto por el Portón de San Juan, cuyos pabe Iones 
desploínados, no era difícil repasar. Mordell, el francés, 
mandaba allí. La guardia dormía; algunos centinelas vigila- 
ban la bi-ecba cubierta. 

Los ingleses á favor de la sombm se fueron acercando al 



VICTOB J^RBBatJINB ISft 

Portón; pero sentidos por un centinela este disparó el tiro 
de alarma. Se echan entonces á vuelo las campanas de la 
ciudad; se coronan de g^iierreros las murallas; el pueblo des- 
pierta. Todos buscan el lado del mayor peliapro. 

Los ingleses erran durante un cuarto de hom la brecha, 
bajo un fuego nutrido; la encuentran al fin; la asaltan; Re- 
my, uno de los jefes asaltantes cae al pié de ella tendido 
de un balazo. El Portón de San Juan está convertido en dos 
torrentes de fuego. Los hombres se matan á un paso de dis- 
tancia, y por igual destrozan los cañones, quo los arcabu- 
ces, las bayonetas 3^^ las hachas. 

Mordeli cae muerto y la brecha es despejada. A nadie se 
perdona la vida. 

Cuando los ingleses entraron en la ciudad los cañones los 
espemban enfilados en las calles, y para evitar su fuego 
mortífero hubieron de tomarlos á bayoneta. Mientras la lu- 
cha babia durado al pié del Portón desmantelado, el Regi- 
miento 87, que estaba al norte, fuera de la plaza, se en- 
tusiasmó y pasando las murallas antes de recibir órdenes, 
se introdujo en la ciud»d, acrecentando así la matanza que por 
todas partes era inaudita. De todas las azoteas llovían balas 
contra el inglés. Así se luchó más de una hora t.davía, en 
las calles, en la plaza, en el atrio del templo. Al fin se tomó 
la iglesia Matriz por los ingleses y se conquistó el Fuerte 
San José. La pelea seguía no obstante. Ruiz Huidobro, desde 
la alta Ciudadela, donde ñameaba la bandem de España, lu- 
chaba con desesperación. Antes de las 8 de la mañana, cuan- 
do no era posible la defensa, parlamentó con los ingleses, no 
pidiendo nada para sí; exigiendo solo el respeto del culto y 
la garantía de la propiedad. El inglés fué en esto generoso. 
A las 8 las banderas inglesas flameaban en los edificios pú- 
blicos de la ciudad. 



130 HISTOBU DEL DBüGUAT 



CAPITULO XXVI 

SUMARIO— 1 Tiranía DE Sir Samuel Auchmuty— 2 «.Lá estre- 
lla DEL SUD»; LA ESPEDICION Á CANELONES— 3 CONS- 
PIRACIÓN ESPAÑOLA— 4 ELÍO toma Y PIERDE LA CO- 

LONLA— 5 Venida de Whitelock y cesación del 
Gobierno db Auchmuty. 



1— Dueño Auchmuty de Montevideo, por una victoria que 
en la noche del asalto le costara 540 muertos y muchos cente- 
nares de heridos, Vas~al y Browingg entre los primeros, no 
quiso celebrar su triunfo con alegrías, en honor á la heroica 
comportacion de los vencidos, que perdieron mas de 400 indi- 
viduos muertos y cerca de 1000 entre heridos y contusos. 

Los miembros del Cabildo cuando las tropas inglesas entra- 
ban á sangre y fuego hubieron de ser muertos por ellas; pero 
la generosidad de un oficial británico los puso á salvo de un- 
asesinato casi seguro. Antonio Ibarra, comaüdante de la Atre- 
vida^ le puso fuego así que vio la bandera inglesa triunfante. 

Algunas fuerzas de la plaza consiguieron huir en botes sal- 
vándose de los desmanes que pronto veremos cometer al in- 
vasor. • 

El primer cuidado de Auchmuty fué enviar á sus buques de 
guerra á todos los rendidos y hacer que por espacio de tres 
dias sus tropas recorrieran las calles, capturando á cuantos 
hallaran en ellas: niños y hombres, ancianos y mozos. El ter- 
ror era grande. 3000 soldados ingleses campaban en la ciudad. 
2000 comerciantes, obreros y curiosos se hablan pingado á 
ellos en Inglaterra y allí estaban, derramados en carpas por 
los sitio.s* valdíos; muchos sin carpas siquiera. Casi enseguida 
de la victoria eran enviados á Inglaterra, en calidad de prisio- 
neros 650 individuos. Ruiz Huidobro iba con ellos precisamen- 
te en los momentos en que de España le llegaban los despachos 



TiOTOR AEREauma 181 



de virey del Rio de la Plata. Aparte de este envío de prisio- 
neras otros quedaban en los buques, si a mas delito que ser es- 
pañoles. Mucho hubo de rogarse al vencedor para que dejara 
desembarcar á los padres de familia. 

Como Berresford antes en Buenos Aires, Auchmuty jura- 
mentó al Cabildo. 48 horas después de tomada la plaza dicta- 
ba una proclamación ó Bando de ciudad conquistada, man- 
dando que todos los ciudadanos comparecieran á la plaza 
mayor, con el fin de prestar juramento de fidelidad á Inglate- 
rra ante oficiales ingleses. El juramento, como se vé, no se 
imponía solo á las autoridades, sino á la población en masa. 

Mandaba ese bando, que se pegó en todas las esquinas, que 
los ciudadanos en el acto de presentarse trajeran todas sus 
armas de ataque y defensa y las entregaran á la nueva y vio- 
lenta autoridad. Las municiones también debian entregarse, y 
como si esto fuera poco amenazaba con la deportación á In- 
glaterra á todo aquel que no se apresurase á cumplir esta 
disposición, y ofrecía un premio de 500 pesos para el hombre 
libre que denunciara á la persona que conservase armas en 
su poder. Al esclavo lo premiaba con la libertad por el ne-rro 
acto de la delación cobarde. Esto era establecer un principio 
profundamente corruptor, y hacer que la amistad del libre y 
la fidelidad del esclavo, Saquearan ante la magnitud de la 
dádiva. Era sencillamente querer e^^plotar la debilidad, el 
egoísmo ó las miserias del hombre, en provecho de una do- 
minación imposible; una baja manera de radicar la autoridad 
inglesa, premiando el vicio y esponiendo la virtud ó el pa- 
triotismo á la verdad ó la calumnia de repetidas delaciones. 

Ser delator constituía para Auchmuty un tituló digno 
de encomio cuando para cualquier otro seria de vituperio. , 

Ese mismo bando terminaba de esta manera: «Además 
queda ordenado y mandado que todos los jefes de las ofici- 
nas y demás departamentos, que haj^-an huido de Monte- 
video, y que no volviesen entre el dia de la fecha, ó antes 
del dia 12 de este mes con sus libros, papeles y saldos de 
cuentas, no serán permitidos de residir en ningún tiempo 
debajo de la protección del gobierno británico, y su prp^ 
piedad de cualesquiera descripción será confiscada. 



VXi HISTOItlÁ DBI4 U&UaUÁY 

Todos los dueños ó poseedores de casas en Montevideo que 
no vuelvan á reclamar lo mismo antes del dia primero del 
p:óximo mes, no serán permitidos de volver, y sus casas 
y popi edades serán confiscadas. > (1) 

Mas adeladte dictó otros bandos no menos indignos, dispo- 
niendo que las casa^ de comercio, bajo pena arbitraria, cerra- 
ran sus puertas antes de las 8 de la noche; que los ciudada- 
nos pusieran sus nombres en una tablilla sobre la puerta de 
sus hogares, so castigo de pérdida de bienes; que nadie deja- 
ra pernoctar en su domicilio, sin previo aviso á la autoridad, 
á persona alguna. Quien á esto faltaba incurría en la con- 
fiscación de bienes y era deportado á Inglaterra caso de no 
ser propietario. El pernoctante quedaba sometido á la ley 
de las armas. El escla^ o que desacataba á su amo era sen- 
tenciado á muerte. Así se cometieron muchas ejecuciones, 
confiscaciones de bienes y destierros de ciudadanos, en cali- 
dad de presos, á la remota Gran Bretaña, durante la feliz- 
mente corta dominación iüglesa en Montevideo. 

2— Al servicio de tantas arbitrariedades puso Auchmuty 
un periódico. Llamábase Z a Estrella del Sud y trataba de pro- 
bar que la dominación inglesa era muy superior á la españo- 
la. Al mismo tiempo que mandaba escribir la apología de su 
desenfrenado gobierno, en inglés y castellano, pues el perió- 
dico era bi-língüe, y hacia como que solo emplearia la per 



(1) La generalidad de las personas que han escrito sobre el gobierno de 
Auchuraty ha encomiado mucho sus procederes, sin duda por no cono- 
cerlos á fondo. Trajo Auchumuty ventajas aparentes ó que convenianá 
su gobierno y á, la estabilidad de la dominación; pero en realidad propen- 
dió á la degradación de las costumbres y al quebrantamiento del carácter. 
El Bando referido, que tiene fecha 5 de Febrero y está firmado por el mis- 
mo Auchmuty, existe entre los papeles del Archivo público de Montevideo, 
con otros de su propia índole, ígua mente coodenab'.es. La casualidad, 
mas que la paciencia de una investigación laboriosa, nos ha hecho 
dar con esos papeles, revueltos sin orden en aquella oficina. El!o» 
ciertamente contribuirán á modificar el criterio falso y benévolo que de 
tan oprobios^ dominación muchos escritores sagaces se han forjado, á 
causa de ]a insuficiencia de materiales históricos conocidos hasta el mo- 
mento en que escribieran & su respecto. Auchumty fué un h&bil conquis 
tador pero fué un tirano. 



viCToa JLteÉauíNfi 133 

suacion para dominar, desprendía de Montevideo una colum- 
na de 2000 soldados á conquistar á Canelones con la persua- 
cion, no muy discutible, de las armas. La columna llevaba 
además el encargo de juramentar á todo el pais, con un jura- 
mento que no podía ser válido, puesto que lo arrancaba la 
violencia y tendía á extinguir la exaltada pasión del patrio- 
tismo, que en aquellos momentos era para todos un sagrado 
deber. 

Mientras estos y otros excesos se cometían, los domina- 
dores circulaban proclamas y afectaban un marcado respeto 
poa la religión nacional. Ardid de sabios conquistadores, 
que comprendían que las creencias religiosas no se impo- 
nen ni se extinguen, por que están grabadas de manera in- 
deleble en el fondo del alma. Por otm parte, la religión no 
importaba por el momento á los fines de la política de los 
invasores que.no traían una guerra religiosa, sino de con. 
quista. Lo que buscaban era castigar é impedir el cariño á 
la madre patria. Por eso enviaban columnas á los campos, 
á tomar juramento de fidelidad á Inglaterra; por eso el per- 
juro Pack, que había huido de Buenos Aires, después de ju- 
mr á Liniers que no volvería á pelear contra España, co- 
metía en la Coíonia los mas indignos atentados, cuando la 
beodez no le daba por mostrarse magnánimo. 

Auchumty había quedado en Montevideo con 2 batallo, 
nes y como le pareciera poca gente no vaciló en organizar 
otros 2, con el concurso de comerciantes y artesanos, ponien- 
do á su frente á su colector de Aduanas, mister Tywell, á 
quien improvisó coronel. No era necesario ese apresto, por 
cuanto á los pocos días regresaba de Canelones la columna 
de 2001, hombres, acosada por las heroicas caballerías de Ar- 
tigas y Rondeau. 

3— Auchmuty tenia enemigos por todas partes. En San 
José y la Colonia, donde dominaba Pack; en Maldonado y 
aún en Montevideo, donde los juramentados por fuerza, ur- 
dían una vasta y patriótica conspiración, ya que no podían 
pelear frente á frente á causa de no tener armas. 

Liniers estaba de acuerdo con los sediciosos, á los que debía 
remitir algunos auxilios. Por su parte los de Montevideo so 



134 HISTOEIA DEL URUGUAt 



apoderarían de los cuarteles ingleses en cuanto les llegaran 
socorros. Dos agentes bizoños, descubrieron el complot, deján- 
dose sorprender por su propia impericia en esta clase de sigi- 
losos ardides. Muchas prisiones se llevaron á cabo con este 
motivo; los agentes fueron condenados á la última pena; pero 
cuando ya estaban sobre el patíbulo y el tambor batia, y las 
campanas doblaban á muerto, Auchmuty tuvo un golpe de 
efecto; de un efecto teatral que se encuadraba muy bien en 
sus procederes: perdonó á los reos. 

4— Por estos tiempos llegó al Plata el coronel español Fran- 
cisco Javier Elío, militar de mucha audacia y mas pretensio- 
nes que méritos. De incógnito consiguió bajar á Montevideo, 
yendo enseguida á Buenos Aii^es, donde Liniers le dio 603 
hombres para que rescatara la Colonia. 

El brioso castellano la tomó por asalto á principios de Abril, 
poniendo en fuga pavorosa á sus ocupantes; mas luego Pack, 
que era un valiente por cuya cabeza ofrecía el Cabildo de Bue- 
nos Aires 4000 pesos, organizó sus tropas dispersas y volvió 
á recuperarla, después de pelear con Elío que se puso- en re- 
tirada. 

5— Whitelock, á quien mandara Inglaterra como el jefe su- 
premo de sus espediciones al Plata, llegó á Montevideo el 10 
de Mayo. Era un militar animoso serio y de mucha fama. 

El 11 fué reconocido por sus soldados y alguno que otro 
individuo castellano, que se habia puesto al servicio de los in- 
gleses. Dio el nuevo general aviso á sus tropas de que muy 
en breve irían a la conquista de Buenos Airez y empezó á or- 
ganizar su ejército, formando 4 divisiones. La 1.* iba á las ór- 
denes de Craufurd; la 2.*á. las de Auchmuty; la 3.» á las del 
brigadier general Lumbey á quien Auchmuty tuviera hasta 
pocos dias antes de comprador de caballos reyunos en los su- 
burbios de Montevideo. El coronel Mahon mandaba la división 
número 4. 

Preparados estos elementos partieron los ingleses á media- 
dos de %0ro en 90 trasportes escoltados por 20 barcos de gue- 
rra. Browoe quedó á cargo del gobierno de Montevideo. 

Es justo mencionar que bajo la tiranía de Aucchmuty el 
comercio de Montevideo vio estenderse su esfera de accioD; 



VÍCTOR ARBEGUINE 135 



que cesaron los monopolios del antiguo régimen; que todo el 
mundo tuvo el derecho de comprar y vender. Pero bien raim- 
do esto se verá que era en ventaja de los intereses de Inglate- 
rra, que buscaba en los mercados del Plata salida para su 
exceso de producción. 



CAPITULO XXVII 

(ISOT) 
SUMARIO — 1 Los INGLESES ATACAN Á BUENOS AlRES— 2 Ál- 

zaga se prepara para la defensa nacional— 3 
Derrota de los ingleses— 4 Whitelock capitula 
Y devuelve la Plaza de Montevideo. 

1— El 28 de Junio desembarcaron los ingleses en la ensenada 
de Berragan, á pocas leguas de Buenos Aires. Sus fuerzas se 
componían de 11.8)0 soldados. Buenos Aires solo contaba 8.600 
y un tren volante de 50 cañones. 

Lewison, el 2.** gefe de las fuerzas inglesas avanzó el 2 de 
Julio, batiendo á los de la plaza hasta apoderarse de los Corra- 
les del Miserere. 

El desaliento era grande después de la derrota. Liniers, en 
quien se tenía tanta confianza, no habia podido contener á la 
vanguardia de Whitelock. La plaza podia considerarse per- 
dida. 

2— En esos instantes supremos se levantó una personalidad 
salvadora de en medio de la multitud, ün Alcalde de l.®"^ voto, 
un hombre civil iba á organizar la mas vigorosa resistencia 
al invasor. Ese hombre era Martin Ákaga. 

Con una prontitud asombrosa ese hombre levantó un ejérci- 
to de voluntarios, convirtiendo además cada casa en un ba- 
luarte. Las azoteas se llenaron de piedras y tachos de aceite 
y agua hirviendo. Hasta las débiles mujeres debian pelear 
por la patria. Álzaga tomó el mando militar, recontó sus vo- 



136 HISTOBIA DEL URUGUAY 



luntarios, hizo abrir fosos y esperó el giro de los aconteci- 
mientos. Al otro dia los ingleses pidieron la entrega de la 
plaza. E§ta respondió que no se entregaba. Liniers que habia 
sido destrozado, llegaba en esas mismas horas seguido de 1000 
hombres, tíl mando le fué entregado á él. 

3— El dia 4 pidieron los ingleses nuevamente la entrega de 
la plaza; una nueva repulsa fué la contestación de Buenos 
Aires. 

El 5 á las 6 1/2 de la mañana el enemigo, después de salu- 
dar ala plaza con 21 cañonazos abala, y después de tomar 
las mejores posiciones bajo una resistencia tenaz, se situaba 
á 5 cuadras de la plaxa mayor. El Retiro, Santo Domin- 
go y la Merced estaban en poder del enemigo. Dos colum- 
nas se preparaban al asalto de los úl limos atrincheramien- 
tos. En esos momentos salo el pueblo á las calles y vence por 
doquiera. De las azoteas llueven piedras y líquidos hirvien- 
tes sobre los invasores; las posiciones son retomadas por asal- 
to. En poco tiempo caen 1000 ingleses prisioneros y quedan 
2000 fuera de combate. Craufurd se contaba entre los prime- 
ros. La noche llegaba y el desaliento cundía entre los in- 
vasores Liniers propone entonces una capitulación honrosa al 
enemigo. Este intenta un postrer ataque y es nuevamente 
rechazado. 

4— Álzaga se opone á que se capitule sin que los ingleses 
convengan en la entrega de Montevideo, y Whitelock que se 
veía mal, acepta al otro dia el convenio que sé firma el dia 7, 
comprometiéndose ambos contratantes á la devolución de pri- 
sioneros, y los invasores á dejar á Buenos Aires diez dias mas 
tarde y á Montevideo á los dos meses. 

De acuerdo españoles y británicos, se hacen grandes fune- 
rales por los muertos de ambas naciones, asistiendo Liniers á 
ellos. Tanto las tropas invasoras como el heroico pueblo de 
Buenos Aires habían rivalizado en bravum. 

De cada parte se mantuvieron 3 jefes en calidad de rehenes 
hasta la terminación y en garantía de lo pictado. Montevideo, 
desde San Carlos hasta la villa de Pando, quedaba en calidad 
de territorio neutral. El desalojo de Buenos Aires se llevó á 
cabo el 17. £1 9 de Octubre los ingleses dejaban también á 



VtCTOR ABRBdUIKB 131 

Montevideo como lo hablan convenido. Elío, nombrado gobei^ 
nador provisorio por el virey, entraba en la ciudad á las 
2 de la tarde entre aclamaciones y alearla. Así desaparecía 
para siempre el poder inglés en el Rio de la Plata, yendo sus 
agentes á purgar en Inglaterra la poca suerte de sus armas. 
Popham,el de los primeros desvarios, fué enjuiciado; oscureci- 
do Berrnesfordy Whitelock echado del ejército. 



CAPÍTULO XXVIII 

( mor a 1909 ) 

sumario— 1 los ingleses evacuají á montevideo y entra 
Elío en oauoad de gobernador—^ Rivalidades dh 
LiNiERS yElío— 3 Liniers perjudica los intereses 
comerclales de Montevideo— 4: Renuncia de Fer- 
nando VII AL TRONO DE ESPAÑA Y HECHOS QUE LA 

siGuiER'/N- 5 Las pretensiones portuguesas y el 

PARTIDO PATRIOTA DE BUENOS AlRES— 6 ERRORES DB 
LlNIERS Y LLEGADA DE SaSSENAY AL PLATA— 7 JURA 

DE Fernando Vil y nuevos desacuerdos entre Elío 
Y Liniers -8 Montevideo declara la guerra a 
Francia— 9 Liniers depone a Elío. 

1— Elío al hacerse cargo del gobierno traia dos regimientos 
titulados «Voluntarios del Rio de la Plata», uno que fué man- 
dado por don Juan Balbín y Vallejo y otro por don Prudencio 
Murguiondo. Con estos elementos importados, y otros que La- 
bia dentro de la plaza, que le aseguraban en el poder, se 
dio en los primeros tiempos á realizar mejoras materiales; mas 
luego de sancionados los respectivos poderes del virey y el 
gobernador, dejó de lado cuanto puliera preocupar á un go- 
bernante, para envidiar la posición de Liniers, que á seme- 
janza de Álzaga despertaba una especie de idolatría en Bue* 
nqs Aires. Alzaga era el héroe de los castellanos; Liniers q 



138 HISTORIA DfiL UBVatlAT 

caudillo de los criollos, á quienes amparaba y hacía respetar 
por aquellos. 

2— Elío, aprovechando las disposiciones y buena inteligen- 
cia del virey y los elementos nativos, empezó á fomentar dis- 
cordias en Montevideo, y terminó por renunciar el mando, 
con protesto de que era odiado por el caudillo de los ameri- 
canos. Esto pasaba en Noviembre, y el Cabildo creyendo cier- 
to cuanto Elío dijera y tratando de evitar la destitución del 
mandatario, tuvo á bien dirigir al virey un estenso oficio, 
pidiéndole dejara á Elío en su puesto, de lo que Liniers se 
mostró bastante sorprendido, haciendo saber esta sorpresa 
al Cabildo, y además que nadie habia influido en la renunci» 
de Elío, á no ser su propia voluntad. 

Las noticias divulgadas por el Gobernador de que el virey 
lo quería mal, causaron pésimo efecto en el pueblo, que se reu- 
nió el 2 de Diciembre promoviendo un disturbio, en el cual se ' 
pidió á gritos la permanencia de Elío en el poder. 

El Cabildo mostró entonces la comunicación de Liniers y las 
pasiones parecieron volver á su cauce natural. Liniers que su- 
po del tumulto, pidió á poco andar el castigo de los amotina- 
dos del 2. Elío que no deseaba otra cosa mostró la nota del Ca- 
bildo, que se dejó mistificar, y hasta pasó una nota insultante 
á la autoridad mayor del Vireynato, defendiendo á los suble- 
vados cuyo castigo se ordenaba y asegurando que estaría 
con ellos en el terreno de las justas reclamaciones. 

El hecho asumía los caracteres de una rebelión. En Montevi- 
deo por cualquier cosa se formaba un plebiscito, que se avanza- 
ba á tomar disposiones arriesgadas. El espíritu de independen- 
cia nacía. Montevideo empezaba á desconocer el principio de 
autoridad representada por les autoridades de Buenos. 

3— Un error de Liniers vino á agrandar estas distancias. 

Como queda dicho, con Auchmuty llegaron á Montevideo 
muchos comerciantes. Después de ellos las mercaderías ingle- 
sas abundaron tanto en el país, que lo que antes valía 100, ba- 
jo á 5, en el orden de los precios de venta. Idos los ingleses, se 
deshicieron de cuantos víveres trajeran, vendiéndolos por 
cualquier cosa. El provecho, ó la diferencia entro el bajo pre- 
cio de costo y el moderado precio de venta, auguraba algu- 



VÍCTOR ARRBGUINB 139 



ñas fortunas á quienes habían realizado fuertes compras. To- 
das las mercaderías estaban en Montevideo, y por tanto esta 
ciudad se encontraba en el caso de proveer á Buenos Aires 
de lo que allí faltara ó tuviera un valor excesivo. Liniers 
dejándose llevar de insinuaciones y pedidos del comercio por- 
teño, dispuso ya entrado el año ocho, que las mercaderías 
inglesas pagaron un 25 o/** además del aforo debiendo ser 
remitadasá la Aduana para otra vez aforarlas, como recien in- 
troducidas. Esto como era natural produjo inquietud y des- 
contento en Montevideo. Hubo protestas y rencores contra el 
virey. Su autoridad decrecía ostensiblemente de esta parte del 
Plata. 

Cuestiones de otra índole vinieron muy en breve á acentuar 
los deseos separatitas de Montevideo. 

4— Príncipes imbéciles habían pasado por el escenario do 
España en estos últimos tiempos; Carlos IV, había abdicado 
la corona en su hijo Fernando VII. Este á su vez, yendo á ver 
á NapoleonI, que llenaba la Europa con su nombre, fué obli- 
gado en Bayona á renunciarla en su favor, quedando en cali- 
dad de prisionero del dominador de los pueblos. 

A esto se siguió la dominación da España por la Francia; 
pero no sin una protesta viril. El 2 de Mayo un levantamiento 
popular habido en Madrid puso en claro el odio que la 
nación española profesaba á los usurpadores de su inde- 
pendencia. Mas tarde se organizaban en la península Juntas 
de Gobierno que pretendían gobernar á nombre del cautivo 
monarca. 

' Errantes, perseguidos por los franceses, sostenían sin em- 
bargo la dignidad de la patria, y una sombra de la oprimida 
independencia nacional. 

Napoleón había avanzado hasta las fronteras de Portugal, 
COQ cuyo motivo la Corte de' ese país, vino á establecerse en 
Rio Janeiro, lo que pronto fué sabido en Montevideo. 

Ante la magnitud de tales hechos el Cabildo montevideano 
envió al Brasil á D. Luis Larrobla con encargo de saber la 
verdad de las cosas. En Febrero pasó el comisionado á la nue- 
va Corte, y en Marzo nadie en Montevideo ignoraba los su- 
cesos de la península, la cobarde abdicación de Fernando y la 



140 HISTORIA DBL URUGÜAT 

formación de una una Junta de Gobierno en Sevilla, asi como 
el porqué de la instalación del rey de Portugal en sus dominios 
de América. 

.5— Asi pasáronlos tiempos hasta que á la mitad de Junio vi- 
no á Montevideo el brigadier Joaquin Javier Curado en misión 
secreta. Sin duda algo advirtió de contrario á los planes que le 
traían, pues se marchó muy pronto sin hacer uso de sus 
instrucciones. 

Coincidía con este hecho una tentativa del ministro de Es- 
tado portugués Souza Coutinho, quien escribió al partido pa- 
triota de Buenos Aires, y al mismo Cabildo, proponiéndoles 
que el Rio de la Plata se pusiera bajo los auspicios de la prin- 
cesa Joaquina Carlota, hermana de Fernando VJI y esposa del 
monarca portugués D. Juan VI, mujer ignorante, ambiciosa, 
y de negativas virtudes personales. 

El Cabildo rechazó con enteresa las proposiciones, pero el 
partido patriota cometió por entonces una de sus mas grandes 
locuras. Llamó á la princesa, para que viniera á coronarse rei- 
na en el Plata. Manuel Belgrano, una de las mas puras glo- 
rias argentinas, Castelli, especie de revolucionario sangrien- 
to y Puyrredon participaban de estas ideas. 

Decididamente la causa de la América peligraba; la Repúbli- 
ca era tenida como una irrealizable utopía; una cabeza coro- 
nada empezaba á ser el ideal de los' políticos porteños. 

6— Liniers no tenia talla de político; era sí un soldado va- 
liente, pero nada mas que un soldado. Su corazón no estaba 
exento de grandes virtudes. Su generosidad y lo sincero de 
sus procederes, le tmjeron pronto su ruina. Sobre todo la 
sinceridad habia de perderle en aquellos dias exigentes de in- 
triga y de una sagacidad estremada que él no poseía. 

Debido á esa falta de penetración fué él error que dejó des- 
lizarse en una proclama escrita por otro, pidiendo que el Rio 
de la Plata no se plegara á España ni á Francia en la guerra 
que mantenían «para poder acatar á aquel en quien recayera 
la soberanía» . 

En estas palabras se colejía la traición, negro delito de que 
no era capaz el caballero Liniers, como lo demostró mas adelan- 
% muriendo por los que juzgaba derechos de España. 



VltíTOR ARRÉaUINÍI 141 



v-*. 



A todo esto Napoleoli hahia enviado al Plata, á un su agente 
llamado Saissenay con pliegos, fechados en Bayona, para Li- 
niers. El agente llegó el 10 de Agosto á Montevideo, en oca- 
sión en que se levantaba un tablado en la plaza pública pam 
jurar sumisión á España dentro de dos dias. Saissenay, al 
ver el aparato de los montevideanos, se dejó llevar de sus 
ideas francesas, y dijo que harían mal en jumr á un sobera- 
no que no tenian. Exasperado Elío, despidió mal al agente, 
aunque se encargó de remitir áLiniers los pliegos recibidos," 
con otro suyo, en que pedía ciertas esplicaciones al virey. 
Los pliegos trataban de que el Rio de la Plata se sometiera á 
Napoleón, en lo que se decia estar de acuerdo el partido que en 
España soportaba el yugo estrangero. 

Los pliegos se trataron en Junta secreta en Buenos Aires, y 
sus proposiciones fueron rechazadas unánimemente. Con todo 
Liniers se allanó á escribir á Napoleón, dándole cuenta del re- 
chazo de los ingleses y la buena comportacion de sus paisanos. 
Los pliegos cayeron en poder de Elío, que desde entonces si- 
guió pensando que el virey ei*a traidor. Motivos sobraban 
para pensar de ese modo por mas que los planes traídos por 
Saissenay hubieran sido repulsados y el agente mandado^ 
prendei'. 

7— El 12 de Agosto habíase jurado en Montevideo, fidelidad 
á Fernando VII, que era lo mandado por el Supremo Consejo 
de Indias, y como Liniers se manifestara partidario de la neu- 
tralidad del Plata, y no quisiera jurar á Fernando hasta al- 
gunos dias mas tarde, crecieron las sospechas de Elío, que 
aumentó de paso un intrigante venido de España el 19 de 
Agosto. Era nativo de América y se llamaba Juan Manuel 
Goyeneche. 

La Juntado Sevilla lo había detenido cuando pensaba pa- 
sar al nuevo mundo como agente de Francia, y no precisó 
mucho dinero para convertirlo á los intereses de España; asi 
es que llegó este personaje, y después de estudiar el estado 
de los ánimos indispuso mas de lo que ya estaban á Elío y Li- 
niers, en beneficio inconsciente de la autonomía de la Banda 
Oriental, que desligó ndose de Buenos Aires por los enojos de 



i 

1 142 HISTORIA DEL URUGLAY 



¡ SUS autoridades, adquiría sentimientos» é ideas de emancipa- 



t 



cion que no tardarían en llevarse k la práctica. 

Pocos días estuvo en Montevideo el intrigante, moviendo la 
voluntad llevadiza de Elío, á que desconociera al virey por 
francés y por traidor. 

Una vez en Buenos Aires esplotó los rencores del virey, 
piútándole á Elío poco menos que como un miserable, insu- 
bordinado, lleno de rastreras pasiones. Liniers á su vez obe- 
deció á las sugestiones de Goyeneche, y en prueba de su 
amistad le confió algunas fuerzas para ir al Norte. 

8— Así las cosas, el gobernador y el pueblo de Montevideo, 
declararon guerra á la Francia el 6 de Setiembre, y Elío man» 
dó un oficio á Liniers aconsejándole la dimisión del cargo 
por su origen francés. A esto, asesorado por Goyeneche, con- 
testó Liniers que pasara á Buenos Aires. 

9— Buen cuidado de no hacerlo tuvo E ío. El virey indig- 
nado lo manda entonces prender por el capitán de navio don 
Juan Ángel Michejena, que quedaría encargado del gobier- 
no. Llega Michelena el 20 de Setiembre por la noche. Se reú- 
ne el Cabildo para oírle; mas en tales momentos cunde la no- 
ticia por el pueblo, que se subleva y quiere matar al comi- 
sionado. 

Micbelena viendo el semblante de las cosas apela á la fuga, 
huyendo a la Aguada, y salvando do las iras públicas gracias 
& un buen caballo, y á que era ginete atrevido, apesar de 
su profesión de mar. 



INDEPENDENCIA 



'--* " 



VlctOR aureísüine 145 

CAPÍTULO XXIX 

SUMARIO -1 Espontaneidad de la Revolución americana — 

2 INDEP15NDENCIA Y LIBERTAD— 3 CaUSAS QUE INFLU- 
YERON EN LA REVOLUCIÓN EN EL RlO DE LA PlATA— 

4 Hechos que la favorecieron - 5 Elementos de 

ACCIÓN. 

1— El siglo pasado al cerrarse con una gran revolucionen 
las ideas dejó por consumar á este siglo casi todas las aspi- 
•raciones latentes en el espíritu del hombre. No quiere decir 
esto que la revolución americana haya sido puramente el 
fruto de una elaboración fecunda y prolongada. En ella ha 
habido mucho de espontáneo, como que no era mas que el 
paso de un estado psicológico de sus multitudes, á otro es- 
tado psicológico, con mas necesidad de horizontes y una as- 
piración ascendente. 

En ese sentido la revolución tenia la fatalidad de una ley, 
y su hora de manifestarse habia llegado, tal como llega el 
tiempo de la floración para las selvas. Era la revolución 
americana, y con la revolución la independencia y la libertad. 
6í)mo una ley irreductible y necesaria, y tenia que produ- 
cirse de la misma manera que suele operarse la caída de los 
cuerpos por la gravedad, y la níarcha de los soles por la 
atracción de sus masas. 

No fué americana solamente la revolución. En los Estados 
Unidos tuvo su punto de arranque y fué como una línea cli- 
matérica ó una corriente electrizada que recorrió el niundo 
oprimido, despertando en todos los hombres un vago estre- 
mecimiento, un anhelo rudo y audaz no sentido tan honda- 
mente hasta entonces. De Estados Unidos pasó á Francia 
haciendo brotar de labios de uno de los caudillos revoluciona- 
rios, cuando toda la Europa coaligada pretendía ahogar la 
libertad de la Francia, aquella frase que aún destila sangre. 
¡Arrojémosle la cabeza de un rey! 

De Francia pasó á la América del Sud, sin que pueda decir- 
se que la revolución de Sud América sea su hija. Los pueblos. 



146 ^ mSTORU DEL URUaUAY 



sud-americanos no la conocieron. La conocieron las ciudades 
mas cultas; pero las mayorías de los campos la ignoraban. 
La ignomba el llanero de las planicies granadinas, y lo mismo 
el gaucho casi nómade del Uruguay y de la Pampa. Y sin 
embargo sintieron su misterios^ proximidad, como llega á 
esperimentarse una sensación. Es que la ley se imppnia, no 
por el ejemplo de la Francia sino por su potencia virtual. 
Es que los pueblos estaban preparados para sacudir el servi- 
lismo. Por eso Bolívar encontró multitudes dispuestas á mo- 
rir por la patria; por eso un oscuro llanero, Páez, de las pla- 
nicies granadinas, levanta un dia del fondo de sus pampas 
un ejército inmenso, en cuyo, general se transforma. La li- 
bertad estaba, pues, en todas pai'tes; era un fenómeno natu- 
ral, llamado á cambiar la faz de los tiempos. Los hombres 
ilustrados en ocasiones llegaron hasta contrariar sus princi- 
pios; pero fueron arrollados por la corriente de las voluntades 
adversas. 

La multitud creaba sus héroes y semidioses. Sin Bolívar, 
sin Sucre, sin San Martin, sin Artigas, la revolución se habría 
producido igualmente, pero se habría perdido en la vorágine 
de su propia grandeza, falta de labios que le dijeran el camino 
de la salvación; y de brazos que la condujeran á la victoria. 
Necesitaba caracteres que le dieran ejemplo; políticos que la 
asesoran; héroes que fueran sus caudillos, y todo eso tuvo en 
los momentos desisivos. 

2— La Revolución americana se proponía dos cosas: prime- 
ra, la Independencia, es decir la separación de España y de 
cualquier otra nación, para no vivir bajo tutela, y que los 
hombres se gobernaran por sí mismos; segunda, la libertad, ó 
sea la igualdad de derechos y la facultad de pensar, escribir, 
comerciar, trabajar y proceder libremente. 

La Independencia traería como resultado la formación de 
nuevos países; la libertad traería la República como forma de 
gobierno. 

Los pueblos americanos querían ambas cosas. Algunos hom- 
bres quisieron alternativamente lo uno ó lo otro. 

Esto pasó en la República Argentina, cuj^os pensadores alec- 
cionados por los dolores ágenos, y temerosos de los cambios ra- 



Victos ARttEGWNB 147 



dicales de una relvoucion que venía á alterarlo todo, á derrum- 
barlo todo, para que saliera del caos una forma nueva de vida, 
se espantaron de pensar en las consecuencias anexas á los he- 
chos que vendrían y trataron de producir una verdadera con- 
trarevolucion, queriendo primero la independencia sin la li- 
bertad, es decir una monarquía; y mas talude, en los tiempos 
de Álvear, 1» dependencia ó tutela de Inglaterra, pero con el 
goce de la mayor libertad individual posible. Artigas y el 
pueblo oriental no participaron de estos estravíos. Quisieron 
la independencia como medio para establecer la libertad co- 
mo fin, y aunque hubo en este querer mucho de instintivo y 
natural, no por eso deja nuestra revolución de presentarlos 
caracteres de las mas santas revoluciones. 

3— Muchas causas influyeron para que la revolución se pro- 
dujera. Las unas cercanas; remotas las otras; estas morales; 
materiales aquellas; ya una incidental, ya otra directa y 
foi'zosa. 

El sistema colonial no convenia á los americanos ni era 
justo. Los americanos no tenían opción á los puestos públi- 
cos encumbrados; no podían comerciar libremente: vender sus 
productos y comprar lo que les hiciera falta; estaban gober- 
nados por delegados militares del rey de España; no elejían 
sus magistrados; no tenían libertad de creencias, ni de pensa- 
miento escrito; el suelo era de ellos y casi no tenían derecho 
al suelo; veían á hombres de otras regiones que hablaban del 
gobierno de su país; veían oti'os con derechos que á ellos no 
les eran permitidos; otras zonas de la tierra mas pequeñas 
tenían su independencia y su bandera y ellos no tenían in- 
dependencia ni mas enseña nacional que la de España; no 
podían ser españoles, porque un Océano los separaba de Eu- 
ropa y muchas razones de los hombres nacidos fuera de su 
país, que sin embargo estaban constituidos en sus señores. 
Todas estas circunstancias influyeron do una manera directa 
en la emancipación americana. 

América poseía recursos propíos que le bastaban para sub- 
sistir independiente de cualquier nación; tenia hombres con 
que formar egércitos poderosos; sentía la necesidad de ser libre, 



148 HISTOkU bBL üatJGbAY 



de que sus hijos se gobernaran por sí mismos, y no fuem el 
capricho de un lejano rey quien los gobernara. 

Por otra parte las leyes españolas eran duras. La ley era 
obra de los hombres. Porqué América, si queria leyes nuevas 
no iba á dárselas? 

4— Tantos bienes juntos costarían una revolución; una lar- 
ga guerra que diera por resultado la cesación del dominio de 
España. Asi lo comprendieron los nativos desde mucho tiempo 
antes y solo esperaban el momento propicio de lanzarse á la 
lucha. 

Las invasiones inglesas en el Rio de la Plata rechazadas por 
el pueblo dieron á estos países la conciencia de sus fuerzas; 
la libertad de comercio sostenida por Iglaterra en su breve do- 
minación y mas tarde aceptada por el virey Cisneros, hizo 
saber al pueblo que poseía recursos bastantes para convertir el 
territorio que habitaba en países independientes. 

En España había un rey. A ese rey se le cayó la corona de 
las sienes, cuando otro mas poderoso lo tomó prisionero. Ante 
ese hecho en España se constituyeron Juntas de GrObierno pa- 
ra pelear contra el invasor. España se podia sostener sin re3% 
porqué America iba á necesitarlo? La invasión napoleónica, 
que obligó á la madre patria á détfender su territorio fué sin 
duda la que dio la ocasión y el éxito á la revolución ame- 
ricana. 

En ese sentido Napoleón es lamas fuerte de las causas acci- 
. dentales que concurrieron á la independencia del nuevo 
mundo. 

i -En el Uruguay la revolución contó desde el primer dia 
con elementos decididos. El gaucho ó tupamaro^ el hijo del 
campo, audaz, valiente, crecido en la fatiga de las mas rudas 
faenas, hábil ginete, vivo de entendimiento, sobrio, amante 
de su libertad, y lleno d^ rencor contra los godos ó es- 
pañoles, es el primero que debe temerse en cuenta. Viene des- 
pués el indio. El indio de las Misiones que fuera una víctima 
de la política portuguesa y la debilidad de un monarca espa- 
ñol; el indio charrúa que nunca se habia sometido, y haría 
causa común con los nativos, aun cuando fueran blancos, con 
tal de alejar al estranjero; los minuanas que amaban laguer- 



VÍCTOR ABRBGUINB 149 



ra por tendencia; las demás parcialidades indígenas, y los ne- 
gros esclavos, que de cualquiera que no fueran los españoles 
esperaban paejor trato. Por encima de estos elementos de ac- 
ción aparecen muchos hombres ilustrados coincidiendo en 
susaspimciones, seguros deque bajo el dominio estraño, ni 
son libres ni serán dfgnos de serlo. 



CAPÍTULO XXX 

SUMARIO— 1 Cabildo abierto del 21 de Setiembre de 1808 
—2 El pueblo de Montevideo pídb la fobmacion 
DE UNA Junta db Gobierno -3 Ruptura entre 
Montevideo y Buenos Aires. 

1— En Montevideo el pueblo se habia impuesto muchas ve- 
ces á sus autoridades. Sin embargo sus resoluciones, tomadas 
en los Cabildos abiertos á que concurriera, na habian tenido 
jamas una gran resonancia. En los Cabildos abiertas muchas 
veces se habia opuesto á los gobernadores; otras habian apoyado 
sus procederes ó sus resoluciones á tomarse. 

La creación de impuestos solia por regla geneml, dar oca- 
sión á que el pueblo deliberase; las espediciones contra los in- 
dios y los portugueses, se trataban también en Cabildo abier- 
to. Existia, pues, bastante libertad política pam el pueblo de 
Montevideo, en el sentido de resolver sobre cuestiones de su 
interés, cuando este no se oponia á la legislación en vigen- 
cia, ó á la autoridad de los vi reyes. 

Una vez conocidos los deseos de Liniers con respecto á Elío 
el pueblo pidió á voces Cabildo abierto, para resolver el tem- 
peramento que se debia seguir. Lo.s capitulares, de acuerdo 
con el gobernador, á quien consultaron en tan gmves momen- 
tos, señalaron el 21 de Setiembre para la celebración del plebis- 
cito. El pueblo nombró 19 diputados, todos capaces de apo- 



150 HISTORIA DEL URUGUAY 



nerse á las pretenciones del virey y producir un rompimiento 
con Buenos Aires. 

Entre estos diputados figuraban don Juan Francisco García 
deZúñiga, jefe do un regimiento, el presbítero Manuel Pé- 
rez y los ciudadanos Miguel A. Vilarddjjp, José A. Zubillaga, 
Fray Francisco Carballo, doctor Mateo Magariños, Cristóbal 
Salvañach y Miguel C. Tejedor. 

La reunión del 21 fué imponente. Antes de entrarse á dis- 
cutir los hechos á la orden del dia, se leyeron dos resoluciones 
una del rey, aprobando" el nombramiento de Elío y mandando 
se le tuviei-a por gobernador de Montevideo; otra de Liniers 
deponiéndolo. En seguida empezd 4 tratarse el asunto. Elío 
quiso retirarse en ese momento, pero el pueblo lo retuvo, 
como si fuem un prisionero, en la sesión. 

Liniers, como sus antecesores, tenia atribuciones para sus- 
pender á Elío, y más en esta ocasión en que la monarquía es- 
taba acéfala. El Cabildo abierto no lo entendió así. Ante todo 
estaba el nombramiento del rey en favor de Elío, según se 
alegó allí, que la voluntad de Liniers no podia deshacer ni 
anular. A pesar de no tener en su apo;>'0 el Cabildo motivos 
abultados para romper con Liniers en seguida, optó por la 
ruptura; y optó sinceramente por cuanto la pasión patriótica 
movía sus ánimos en contra del gobernante á quien se creía 
traidor. 

La resolución del Cabildo abierto fué está: «obedecer pero no 
cumplir*. En ella babia el germen separatista de las dos ribe- 
ras del Plata, y la proclamación del desacato á la autoridad 
de Buenos Aires. No cumplir lo que el virey ordenase; man- 
tener á Elío en el poder contra viento y marea; reunirse el 
Cabildo y acordar esto, y que el virey apelara á 1^ Junta de 
Sevilla ó á la Real Audiencia si no gustaba de estos procedi- 
mieotos, no podia significar ni significaba otra cosa que un 
acto de soberanía y un desconocimiento. del principio de au" 
toridad. 

2— Al pueblo le pareció poco sin embargo todo esto, y quiso 
ser mas espreso, mas sincero. A la reunión hablan asistido 
además de los diputados nombrados, el gobernador y los ca- 
bildantes, el brigadier Juan José del Pozo, Dámaso Larrañaga^ 



VÍCTOR ARBEGUmir 151 



José Liicas Obes y otras muchas personas de valer. El pueblo 
esperaba en la plaza pública. 

Iban saliendo de la sesión los que t^.n ella estuvieron, cuan- 
do un inmenso clamoreo se dejó oír y en seguida gritos de 
¡Abajo el traidor Li ni ers! ¡Junta! '.Junta! ¡Junta de Gobierno' 

Esto era (lemasiadp*. Esto era proclamar la revolución, pro- 
clamar el gobierno propio, independiente del Vireynato, que 
podria conducir bata la separación de España. Ningún otro 
país registraba un ejemplo semejante. Solo España tenia sus 
Juntas de Gobierno, y eso por que estaba el invasor estran- 
gero en su territorio y no tenia un rey que lo defendiese, ni 
un caudillo popular que se impusiera. 

Los miembros de la i eunion querían retirarse, dispersarse por 
las calles, por ver si así se evitajjaún rompimiento tan abso- 
luto, que provocaria la guerra entre las dos orillas del Plata; 
pero el pueblo no los dejó salir; les atajó el paso haciéndoles 
volver á la sala, donde en efecto se nombró é instaló la Junta 
de Gobierno, designándose á Elío para presidirla. 

Daba, pues, Montevideo el pr'mer paso en el terreno de la 
independencia, y el primer ejemplo de una Junta de Gobier- 
no instalada en América. Mas tarde todos los pueblos? ameri- 
canos imitaron á Montevideo para desobedecer á España: crea- 
ron Juntas de Gobierno. 

En este sentido cabe á Montevideo la gloria de haber sido el 
pueblo que primero avanzara en el sendero de la revolución. 

3— Como era de esperarse la ruptura se produjo entre la 
Banda Oiiental y Buenos Aires; Liniers suspendió toda comu- 
nicación con la autoridad montovideana; cerró sus pueiiios á 
las procedencias del Uruguay y llevó á cabo algunas prisio- 
nes, no animándose con todo á producirse por la guerra arma- 
da, á causa de los mucho ^^ cuidados en que lo tenian los que 
en Buenos Aires también lo creian traidor, y las pretensio- 
nes de la princesa Carlota, que él acababa de rechazar. 

Casi á un mismo tiempo Elío y Liniers enviaron diputados 
á España. El de Montevideo llevaba el encargo de pedir se con- 
servara la Juntado Gobiernoy se destituyera á Liniers. El virey 
trató de impedir que el diputado montevideano fuem á Espa- 

6 



152 HISTORIA DEL URUGUAY 



ña é hizo que tres buques con ese objeto ^e mantuvieran cer- 
ca de Montevideo. Con todo la vigilancia fué burlada. 



CAPITULO XXXI 

SUMARIO -1 Primeros PATRiOT\s— 2 La campaña— 3 Pobla- 
ción DEL ÜRUGÜAY~4 CONTRABANDO. 

1 El rompimiento entre gobernador y virey produjo en 
Montevideo una honda perturbación. La Junta de gobierno, 
que en su origen era completamente i'evolucionaria, no dejó 
de llamar la atención de algunos hombres que, en el silencio 
de sus hogares, hablan visto cruzar como una idea factible 
por su mente la idea de la emancipación. 

Como España estaba invadida por los franceses y Liniers era 
desacatado por Eíío, juzgaron ciertos hombres de enei'gía y de 
alguna fama en el país, conveniente acordar en sesionen 
secretas, entre amigos, lo que debía hacerse, caso de que las 
ulterioridades pudieran favorecerla independencia. Las pri- 
meras reuniones se celebraron poco después de instalada la 
Junta do Gobierno. Su centro de acción estaba junto al arroyo 
de las Piedras, en casa de un señor Pérez. Alli se reunian 
José Gervasio Artigas, militar de alguna edad, querido en todo 
el país por sus antecedentes de valor personal y de honor acri- 
solado, que en 1802 habia sido elevado á la categoría de Guar- 
da General de la campaña, á pedido de los estancieros, desem- 
peñando ese puesto. largo tiempo; Josa Monterroso, clérigo de 
violentas patrióticas pasiones, demócrata decidido, valeroso y 
galano en el hablar, que 3^a antes se habia lucido en la cate- 
dral de Buenos Aires por sus hermosos sermones, y que ha- 
biendo sido condiscípulo de Artigas en Montevideo, de donde 
era nativo, alcanzara á ser profesor en Córdoba, mucho antes 
de esos dias; Miguel Barreiro, esclarecido varón y noble ejem- 



VlC^Oit AteEOÜÚÍfi iSá 



pío de virtudes republicanas; el doctor Dámaso Larrañaga, sa- 
ce.dote y sabio, aunque político posibilista por demás; los Ga- 
lain, los hermanos Otorgues y otros, que miraban con visible 
descontentóla esclavitud de la patria. 

A estas reuniones de la chacra de Pérez, acudia también una 
muchacha isobrina de Artigas, por ser do confianza, la cual 
so asombraba de oír los brindis patrióticos que allí se decían 
por aquellos hombres ardorosos. 

Artigas era el que tenia ma^'or autoridad. Sus palabras 
claitis, respecto de la situación que se coiTÍa; sis ideas demo- 
cráticas; sus consejos de espera; su amistad con el paisanaje, 
todo se concertaba para darle los camcteres de jefe nato 
dGí aquellas sesiones primeras de la libertad nacional, de que 
empezaron á tener dudas los españoles. Esta circunstancia 
hizo que las sesiones se transfirieran para días mejores. • 

2— A la par de estos, otros elementos existían prontos para 
la revolución: los hombres de los campos. 

Por lo general el gaucho criollo, indio, mestizo 6 blanco, ora 
mal visto de las autoridades españolas. Su vida errante le 
hacia amar la libertad; el hábito de andar siempre á caballo 
le constituía en un g uerrillero temible, para la guerm do 
montoneras y asaltos; sus trabajos y riesgos en la selva nativa; 
ó en lo. estancia donde domaba potros y desgarretaba anima- 
les vacunos, le predisponían á las tareas guerreras, sin que el 
mismo se diera cuenta. Era por temperamento soldado. El 
amor del pago, y el sentimiento de la independencia personal, 
formaban sus virtudes ingénitas. De carácter bravo y audaz, 
despreciaba el peligro por el medio en que se habia desarro- 
llado y despreciaba á los soldados españoles, que no eran muy 
buenos ginetes, ni entendían de la vida campestre nacional. 
Sus amoríos y sus bailes; sus jue:ios, sus carreras, su guita- 
rra y sus cantos, formaban el tejido de sus pasiones. Habia 
en él un desden profundo por las autoridades rígidas, que 
apelaban á la frialdad de la ley para mantener el orden. Gus- 
taba de una libertad desordenada y bravia; admiraba el valor 
y cifraba en él su lote de fortuna; un valiente ó un payador 
mentado le producían las impresiones mas vivas. Pendía su 
atención de un canto, como de una riña de hombre ^ hombro. 



154 HISTORIA DEL ÜRUGÜAt 



Su menosprecio de la vida le llevaba á esponerla sin límite; 
la mas pequeña causa, producía en su naturaleza especial los 
mas violentos efectos. Sus cariños eran pasiones; sus enemis- 
tades odios sangrientos. Tenia algo del indio en la bi*avui*a y 
mucho del castellano en la hidalguía. 

Su amor por la libertad exagerado, aunque casi inconscien- 
te, no carecía de los caracteres de las mas profundas convic- 
ciones. 

3 —La población del territorio oriental en 1808, no alcanzaba 
á 40,000 almas, en sus 14000 leguas de praderas y bosques. A 
Montevideo correspondían algo mas de 15000 habitantes, á 
Maldonado 2000, ala Colonia solo 300, á Canelones 350. Lo más 
poblado de los campos eran los siete pueblos de Misiones, per- 
tenecientes al Uruguay por entonces, que sumaban 16500 
individuos, indios tapes y guaraníes en gran número. Estos 
pueblos eran: San Nicolás, San Miguel, San Luis, San Borja, 
San Lorenzo, San Juan y Santo Ángel. 

Todos ellos prestaron un inmenso concurso á la independen- 
cia del país. Con Artigas la sostuvieron; con Rivera contri- 
buyeron á salvarla. 

4— El contrabando era moneda corriente antes déla revolu- 
ción. Los portugueses lo había introducido y España con sus 
medidas cohercítivas y sus monopolios y sus impuestos dema- 
siado onerosos contribuyó á sancionarlo. Las fronteras esta- 
ban poco vigiladas y el comercio de contrabando se realizaba 
sin peligro por ellas. A veces salían partidas á batir á los con- 
trabandistas; pero estos que pasaban armados al territorio 
oriental, llegaron abatirlas en numerosas ocasiones. El con- 
trabando aunque era el comercio ilícito, fué un bien para estos 
países. Debido á él la producción tuvo salida frecuente en 
la época colonial y los criollos encontraron en que ocu- 
parse por mas que no fueran ellos, sino los portugueses quie- 
nes sacaran el mayor provecho. 

El contmbando hizo viables y necesarias las prácticas d?l 
comercio libre, demostrando de paso la ineficacia de las trabas 
que se oponían á la esportacion y al libre cambio de pro- 
ductos. 



Vl<3rOtl ARRKdÜÜÍÉ ISS 



CAPITULO XXXII 

SUMARIO— 1 Elío vuel-v^ á desac\tar á Liniers— 2 Motín 
DEL l.^ DE Enero de 1809 en Buenos Aires— 3 Li- 
niers ES REPUESTO POR D. CORNELIO SaAVEDRA — 

4 La Junta de Sevilla disuelvb la de Montevideo 

Y CAMBIA LAS AUTORIDADES DEL PlATA— 5 La INDE- 
PENDENCIA ES PROCLAMADA EN La PaZ~6 HIDALGO 
DE CiSNEROS DA LIBERTAD DE COMERCIO AL RlO DE 

LA Plata— 7 Planes ite la princesa Carlota é in- 
trigas MONÁRQUICAS EN RlO JaNERO-8 ELÍO PER- 
SIGUE Á LOS PJIIMEROS patriotas ORIENTALES Y DES- 
CUBRE LOS PLANES DEL PARTIDO PORTEÑO— 9 ElÍO SE 

MARCHA 1 España en busca de recursos, 

1— No so limitó la autoridad montevideana á desconocei* la 
autoridad de Liniei's. Fué mas lejos: indicó la senda del de- 
sacato al Cabildo de Buenos Aires, ante qu^en hizo graves 
cargos contra Liniers en parte fundadas ^n las apariencias 
que lo condenaban. 

El valeroso D. Pascual Ruiz Huidobro habia regresado al 
Plata, después de sufrir en las cárceles de Inglaterm el delito 
de haber defendido á Montevideo contra la usurpación mpaz 
de Sir Samuel Auchmuty. Liniers, para evitar ma^^ores de- 
sacuerdos pidió (i Elío que le devolviera el mando y disolvie- 
se la famosa Junta de Gobierno. Esto pasaba en el último dia 
de 1808, Elío debia contestar mas tarde á estas exigencias que 
nó, en el tono insultante que solía emplear. 

2— D. Martin Álzaga, el célebre organizador de la defensa 
de Buenos Aires contra Whitelóck, hacia meses que venia 
conspirando contra Liniers, de quien dudaba tanto ó raas que 
Elío. Habíase apalabrado con las tropas hispanas de la guar- 
nición de Buenos Aires, y como era hombre de una gi*an ente- 



loó HiSTORÍA faBt ÜRUGÜAír 



reza, tenia preparado un goípe de Estado que daria por tierra 
con el YÍvey francés. 

El i.ode Enero se elejían los cabildantes, cuyo mandato dura- 
ba solo un año. El 1.® de Enero de 1809 era el dia esperado^por 
Álzaga para dar su golpe de audadia. La reunión del Cabildo se 
produjo con gritos de ¡Abajo el francés Liniers! y con el nom- 
bramiento de una Junta de Gobierno, semejante á la de Mon" 
tevideo. El Cabildo habia admitido al pueblo en su seno, y 
d' spues de estar la mayoría conteste en que debía depo- 
nerse al vire3% Álzaga, con los cuerpos de línea españoles, lo 
exigióla renuncia, exigencia á que hubo de acceder, pues 
se encontraba solo en-.ia fortaleza de Gobierno, cuando lo 
rodearon las tropas y el pueblo amotinado. La renuncia le 
fué pedida en nombre del pueblo, aunque con el decisivo argu- 
mento de las armas. El vi rey no tuvo mas remedio que auto- 
rizar el ejercicio déla Junta de Gobierno. 

3— La sedición habia sido puramente española. No la aceptó 
don Cornello Saavedra, jefe de los batallones patriotas y pa- 
* triota él también, que como sus inferiores era afecto al ca- 
ballero Liniers, á cuya sombra los americanos hablan adqui- 
rido influencia y libertad de acción. En pocas horas organiza 
sus fuerzas, disuelve á los amotinados y repone á la autoridad 
caída. En seguida son disuel os los cuerpos españoles. Álzaga 
y otros mas do los conjurados, son desterrados á Pataponia. So 
levanta un proceso y se confisca la propiedad de las personas 
mas comprometidas. 

Elío al saber el fracaso del plan de Álzaga, y su confina- 
miento, manda á Francisco Javier de Yiana con un buque á 
aquella tierra desierta. 

Viana consigue secuestrar t los deportados y se viene con 
ellos á Montevideo. Álzasa. una voz libre, envia desde Monto- 
video sus quejas á la Junta Central de Sevilla. 

4-E<ta para cortar de raíz las discordias manda disolver la 
Junta de Montevideo aunque con palabras muy halagadoras 
para ella. Da á Liniers el título de conde de Buenos Aires, 
pero también le da sustituto en D Ba^taxar Hidalgo de Cisnero? 
A Elío lo asciende á Inspe^or General de Armas, y asimismo le 
envia reemplazante en la gobernación, en el Mariscal de Cam- 



VÍCTOR ARRBGUIüíB 157 



* N. -•-'« 






po don Vicente Nieto, quiea en lugar de hacerse cargo de 
Montevideo se marcha á Chuquisaca, en calidad de presi- 
dente. 

La Junta da Sevilla habia dispuesto que cada vireynato en- 
viaiu dos diputados á España, para abogar por los intereses 
de las colonias, á las que juzgaba en la categoría de territorio 
español y no de factorías. Esa medida, sin embargo de ser 
excelente, se dictaba demasiado tarde. La hom de la revolu- 
ción iba á sonar en toda América. 

5 - El ejemplo de Montevideo en Setiembre de 1808, ejerció 
una sujestion innegable en las poblaciones americanas. Quito 
y Chuquisaca lo i mitaix)n, estableciendo Juntas de Gobierno. 
La Paz, mediando Junio de 1809, proclamó la Independencia, en 
la forma que Montevideo habia proclamado el desconocimiento 
del vi rey francés Alarmados los vireyes del Perú y Rio de la 
Plata, enviaron en su contra fuerzas regulares. Goyeneche, el 
intrigante del año ocho, qie á la sazón desempeñaba la presi- 
dencia del Cuzco, se hizo sentir por su barbarie cont]*a los in- 
dependientes; don Vicente Nieto fué más templado y benigno. 

6— Al hacerse cargo del poder don Bal tazar Hidalgo se en- 
contró sin recursos. Los gas'os del Vireynato ascendían á 
3.000-000 anuales; (12 000.000 menos de lo que hoy gasta la 
sola República Oriental) las entradas no pasaban de l.SOO.OCO 
pesos. Habia, pues, un déficit de 1,8000.000 $. 

Los gustos por entonces eran tan reducidos á causa de que 
los empleados públicos ern pocos y casi no ganaban sueldo; 
de que' mo habia Cámaras legislativas, ni batallones bien 
asalariados, ni ejércitos de oficiales y jefes militares; ni cifras 
^aterradoms de viudas y menores que vivieran á cargo del 
Estado; ni cuerpo diplomático acreditado en el estrangero; ni 
escuelas públicas sostenidas por el país; ni un servicio poli - 
cial re::?lamentado; ni Deuda con el exterior, que en interesen 
y amortizaciones c )nsumieran las rentas públicas. 

Hidalgo de Cisneros se encontró con déficit como queda 
dicho, y para equilibrarlo que produjera y gastara la admi- 
nistración del Vireynato, en lugar de esquilmar al país con 
impuestos, abriólos puertos de sus dominios al comercio es- 
tranjero. Los españoles que en Buenos Aires usufructuaban 



158 HiéTORIA DEL URUGUAY 



con la prohibición del libre tráfico comercial, protestaron 
contra la medida. Don Mariano Moreno fué encargado de de- 
fender la libertad de comercio ante las autoridades. Los 
agricultores y hacendados le habian dado ese cometido. La 
defensa fué tan brilla^nte que el virey, contra la oposición 
de los suyos, y obedeciendo á sus propias liberales inclina- 
ciones, no vaciló en implantar el libre comercio. 

7— Mientras esto pasaba en el Plata, Rio Janeiro era centro 
de una gran intriga. La princesa Carlota, á quien el porteño 
Rodríguez Ven» había ofrecido la corona del Rio de la Plata en 
1808, tenia ahora á D. Manuel de Serratea, intrigante de ba- 
jas pasiones 3^ D. Manuel Belgrano, por instrumentos de su 
ambición. 

Belgrano, escritor y político mediocre, había escrito y hecho 
gestiones en su favor. El fiíarques de Casa Trujo, Ministro es- 
pañol en la capital fluminense, combatía estos planes; Lord 
Sti»angford, Ministro de Inglaterra, estaba mas bien por la 
independencia: el conde de Linares, político portugués de 
mucha penetración y miras largas, trataba de incorporar el 
Rio de la Plata á Portugal, pero de forma distinta á la anhe- 
lada por la Carlota, que quería ser reina independiente. 
Esto, unido á su falta de tino, la perdió. Belgrano y Sarmtea 
reconocían en ella el principio de legitimidad; un partido po- 
deroso de Buenos Aires le prometía acatamiento, y ella, 
creyendo tener por ese hecho la corona asegurada, se avan- 
zó un día á decir que una vez reina gobernaría con loses- 
pañoles, no dando la menor ingerencia á los portugue- 
ses en sus vastos dominios. De semejante declaración toma- 
ron nota el conde de Linares y el rey de Portugal, y desde 
aquel día la combatieron en sus tenaces pretensiones; Sarratea 
y Rodríguez Peña, agentes bonaerenses que estaban en Rio Ja- 
neiro, fueron perseguidos á tal estremo que hubieron de asi- 
larse en la legación de Inglaterra. 

8— A todo esto el partido revolucionario de Buenos Aires, 
sondeaba el ánimo de los montevideanos. 

Joaquín Suarez que había rehusado servir en el ejército es- 
pañol, Pedro Celestino Bauza, el P. Fígueredo y Francisco de 
Meló, aceptaron de lleno los planes de independencia que S3 les 



TICTOR ARREGUINE 159 



proponian en 1809. Descufciertos al poco tiempo, tuvieron 
que emigrar ü ocultarse. Elío no solo sabia eso y los persiguió 
por ello, si-nó que también tuvo conocimiento de cuanto pasa- 
ba y de las pretensiones de la Carlota, por un legajo de papeles, 
que la casualidad pusiera en sus manos. Eran las pruebas de 
la revolución y de las ambiciones insensatas de aquella mujer, 
alentada por hombres como Belgrano, Sarratea y Rodríguez 
Peña. 

9— Elío que era un ambicioso vulgar no pudo tener paz con 
Hidalgo de Cisneros como no la habia tenido con Liniers. Por 
que el virey no lo dejó ir é sofocar los disturbios déla Paz, 
dio en desacatarle y tenerle en mal concepto. Mas tarde quiso 
el virey darle la inspección de armas que le correspondía y 
se opusf^ á aceptarla. Al descubrir los papeles que daban Iqz 
sobre los destinos del Plata y las ambiciones agonas, en vez 
de obrar de consuno con el virey dio cuenta á España de 
lo que ocurría y escribió á la Carlota. No pudiendo estar 
inactivo en Montevideo y viendo que la revolución no tar- 
darla en producirse, dejó el Plata ya eitradó el año de 1810. 
Su ida á España tenia por objeto informar á sus hombres de 
lo que aquí pasaba y pedirles soldados, armas y recursos. 



160 HISTORIA DEL URUGUAY 



CAPÍTULO XXXIII 

(1910) 

SUMARIO— Primeros meses de 1810-2 Disturbios del 19 
AL 24 de Mayo en Buenos Aires— 3 La Junta de 
Gobierno del 25 de Mayo y sus primeras medidas 
—4 La reacción española— 5 Fusilamiento de Li- 
niers y OTROS— 6 Actitud de la Banda. Oriental— 
7 El Cabildo de Montevideo reconoce la autori- 
dad DE LA Junta— 8 Se jura en Montevideo el 
• Consejo de Regencia, exigiéndose otro tanto 

Á Buenos Aires— 9 Subterfugios de la Junta— 

10 Llegada del doctor Passo á Montevideo— 

1 1 La Junta de Gobierno destierra al virey Hi- 
dalgo DE CiSNEROS— 12 SÓBIA DESBARATA EL PLAN 

DE LOS AGENTES DE LA JUNTA, EN MONTEVIDEO, RE- 
DUCIENDO Á PRISIÓN A L^S COMANDANTES MURGUION- 

DO Y González Vallejo— 13 El partido nacional— 
14 El Cabildo de Montevideo rechaza los planes 

DE coronación DE LA PRINCESA CaALOTA— 15 D. GAS- 
PAR ViGODET ES NOMBRADO GOBERNADOR DE MONTE- 
VIDEO. 

1— El año de 1810 se inició para Montevideo con la elección 
de cabildantes, recayendo el cargo de Alcalde de primer voto, 
ó gobernador civil de la plaza, en don Cristóbal Salvañach. 

Los primeros meses del año se pasaron en una muda é in- 
quietante espectativa. EIío al despedirse de la ciudad dejaba 
en ella de gobernador á don Joaquín de Soria, su amigo, ape- 
sar de que el cargo habia sido otorgado al brigadier don Vi- 
cente Maria Muesas, que no lo ocupó jamás. Soria representa- 
ba las mismas arbitrarias tendencias de Elío. Sin duda estas 
marcadas afinidades de carácter determinaron la subida de 
Soria. 



VÍCTOR A.ERBamNIÍ 161 



El partido de la Revolución residente en Buenos Aires, aun* 
que Hidalgo de Cisneros era un buen gobernante, solo espe- 
raba la ocasión de echarlo^ por tierra, y esta no tardó en pre- 
sentarse. 

El 13 de Mayo un buque inglés venido de Gibraltar trajo la 
nueva del desastre de Ocaña y la dipersion de la Junta de Se- 
villa. En España todo estaba perdido perdi o. Así lo compren- 
dió el partido patriota de Buenos Aires y se apresuró á preci- 
pitar sus trabajos subversivos. ^ 

2— El 18, Hidalgo de Cisneros ¿iió un manifiesto en el que 
anunciaba la triste situación de la península y prometía no 
hacer nada sin el concurso de la voluntad popular. El 19 se 
reúne el partido de la revolución; el 20 la Junta secreta cele- 
bra sesión; Belgrano y Saavedra, solicitan del Cabildo una 
reunión popular en que se declare caduca la autoridad del 
virey. Este sabe lo que pasa y llama á Saavedra, el caudillo mi- 
litar de las fuerzas patriotas y del pueblo de Buenos Aires, lo 
consulta y le pregunta si puede contar con su apo^^o. Saave- 
dra le dice que no cuente ni con el ni con la fuerza; que su 
poderes caduco y el pueblo, por tanto, ti ene derecho á gober- 
narse por si mismo. El viiey que prevé la formación de una 
Junta de Gobierno y su deposición violenta, guarda reserva. 
Por la tarde la revolución acuartela tropas, y ya entrada la 
noche envía comisionados al virey, que por la presión de la 
fue- za promete no oponerse á loque popularmente se resuelva. 
El 21 se convoca un Cabildo abierto, en el que se acuerda para 
el dia siguiente una reunión mas numerosa. El 22 la reunión 
es en efecto grande, tumultuosa y solemne. Se discuten dps- 
de la mañana hasta las 12 de la noche las medidas á tomarse. 
La resolución final es el triunfo del bando patriota. Antes de 
terminarse la tempestuosa asamblea se declara caduca la au- 
toridad del virey y el Cabildo recibe lámplios poderes para de- 
signar una Junta de Gobierno que se encargue de elejir dipu- 
tados en todo el país, los cuales á^u vez, reunidos en un gran 
Congreso, tendrán facultad de determinar la forma de gobiei*^ 
BO que ha de rejir en adelante. 

El Cabildo, que obedecía á la influencia española, dispone el 
23, la continuación del virey en el mando. Alarmada la Junta 



162 HISTORIA DEL UBUGÜAT 

secreta le hace publicar la resolución del 22; el pueblo se su- 
bleva; pero al fin viendo al Cabildo resuelto á nombmr una 
nueva autoridad y á ceder á las exigencias de la multitud, 
torna á calmarse. 

El 24 se elije la Junta de gobierno. A su frente queda Hidal- 
gode Cisneros. Los comandantes militares parecen acatarlo; no 
8SÍ el pueblo que reincide en la sublevación, invade los cuar- 
teles, toma las armas, amenaza derribarlo todo á sangre y 
fuego, y compele al vi rey depuesto de hecbo á renunciar el 
nuevo cargo, y á la Junta á disolverse en seguida, por no 
representar sus libérrimas aspiraciones. 

3— El 25 de Mayo es el dia grande del pueblo argentino. Des- 
de las primeras horas de la mañana el Cabildo consideraba las 
exigencias d^ aquellos solemnes momentos, sin atreverse & 
entrar en la corriente de los deseos populares. Estaba vaci- 
lando entre decidirse por el partido patriota, ó por el español, 
cuando recibió una representación popular, por medio de la 
cual se le imponía uoa Junta Gubernativa, que respondia á 
los intereses americanos. Cornelio Saavedm, Juan José Cas- 
telli, Manuel Belgrano, Miguel Ascuénaga, Manuel Alberti, 
Domingo Mateu, Juan Larrea, Juan José Passo y Mariano 
Moreno, todos patriotas, figumban en ella. 

El Cabildo vaciló en aceptarla, pero el pueblo invadiendo la 
sala capitular se la impuso y declaró en ese mismo instante 
caduca la autoridad del virey. 

La Junta, pues, asumía la dirección de los destinos nacio- 
nales, con la advertencia empero, de no reconocer otro sobemno 
que el prisionero de Bayona, Fernando VIL Era esto si 
se quiere una medida de hábil política, que disimulando los 
fines déla Revolución, dejaba expedito el camino de las tran- 
sac'onesen el caso de que ella fuera derrotada. Sin embargo 
apelaba á la deslealtad desde su primer paso. 

El pueblo quedaba desde aquel dia facultado para ejejir 
sus representantes y estos pam resolver la nueva fo^-ma de 
gobierno á seguirse. 

Había en el fondo de todo una confusión espantosa; una 
contradicción solo esplicable por el deseo de no iree á las ma- 
nos, entre el reconocimiento de Fernando Vn y el de la sobe- 



VIOTOR AltItBaümB 163 



ranía nacional, que le era opuesto con toda su generosa 
energía. 

Las primeras medidas de la Junta fueron severas. Declaró 
fidelidad á Fernando VII y mandó al interior del país 500 sol- 
dados, á someter y fusilar á quienes no pensaran como ella. 
Todo al grito de ¡Viva Fernando VII! y con banderas españo- 
las. Para emplear estas medidlas rigorosas la Junta habia 
desconocido la autoridad del Consejo de Rejencia que manda- 
ba en España. 

En Julio la Junta de Gobierno dictó una disposición por la 
cual se penaba con la vida á quienes tuvieran armas del Rey 
contra ló dispuesto en bandos anteriores, ó mantuvieran cor- 
respondencia escrita con los enemigos, sembrando el despres- 
tigio de la famosa Revolución. No se escluian de ese bando 
sangriento la confiscación y la cadena, impuestas á de- 
litos mas leves, con una frecuencia que aún asombra. 

4— Estas medidas de terror no dieron los resultados que se 
esperaban. Liniers se habia sublevado en Córdoba; el Alto 
Perú también se habia sublevado; el Paraguay no reconocía 
la Junta. Montevideo tampoco la reconocía, ni el Paraguay por 
que aspiraba á independizarse de España y del núcleo con- 
tratista de Buenos Aires; Montevideo porque no veía claro en 
el fondo de esa revolución, que mas bien parecía un motin, 
quejurabaá Fernando VII y hacia fuego á sus vasallos al 
grito de ¡Viva Fernando! 

5— Liniers no tardó en caer en Córdoba. La Junta lo sen- 
Jienció á muerte, conjuntamente con otros cinco individuos, 
las iniciales de cuyos apellidos formaban este anagrama: 
¡Clamo/!, que apareció por primera vez, á los pocos dias, gra- 
bado ó puñal en un árbol. 

El conde de Buenos Aires, fué ejecutado el 26 de Agosto en 
el parejo llamado Cabeza del Tigre. 

Castelli mandó que se le fusilara, en cuanto tuvo noticia 
de que el ex vii*ey estaba prisionero, sin dilución ni pérdida 
de minuto, 

A esta ejecución se siguieron otras no menos sangrientas y 
sumarias, por el b echo de ser los sacrificados fieles á España 
y combatir en su nombre, Es cierto que España no debia se- 



161 HISTOfilA DEL URUOUAt 



t i'i^ 



guir dominando á la América, pero estas medidas de terror 
no tienen justificación, y solo sirvieron entonces para provo- 
car represalias dolorosas. 

6— La Junta do Gobierno no tardó en hacer conocer los !)e- 
chos en la Banda Oriental, y el 27 de Mayo, dos dias después 
de instalarse recibió el acatamiento de don Ramón del Pino, 
co B andante militar d.» la Colonia, que en unión del pueblo 
ofreció ese reconocimiento. 

Montevideo habia observado el semblante de las cosas con 
un Ínter c^s creciente, cuando recibió oficios, con fecha 28 de 
Mayo, en los que se Je exhortaba á que reconociera la nuev^ au- 
toridad. Hidalgo de Cisneros y la Real Audiencia firm8rf)an los 
oficios. 

Casi á un mismo tiempo llegaron á la capital un capitán 
de patricios, á gestionar el reconocimiento, y don Juan de 
Vargas, secretario del virey, que dijo que lo hecho en Bue- 
nos Aires no pasaba de un motin, y tenia los visos de la mas 
censurable ilegalidad. 

El pueblo de Montevideo quiso en aquellos instantes matar 
á Vargas y hubo necesidad de que el Cabildo lo destarran 
pai*a salvarle la vida. 

7— La Junta, tres dias después de instalada, habia pedido á 
Montevideo el envío de diputados. En Montevideo encontró 
por doquiera simpatías la idea; á tal punto que el Cabildo 
no vaciló en apresurar su reconocimiento. 

Para ello so reunió el 31 de Maj^o y resolvió una reunión 
pública, que debia efectuarse al siguiente dia. El l,^ do Ju- ^ 
niohubo Cabildo abierto, con el fin de que el pueblo dijera su 
voluntad; y el pueblo que veía realizadas sus esperanzas de 
poder gobernarse por si mismo, y habia dado el ejemplo de la 
primera Junta en 1803, no vaciló en aclamar y reconocer la de 
Buenos Aires, de una manera coniicional, y comprometién- 
dose á enviar á ella sus diputados. El dia 2 fué el señalado para 
discutir las condiciones en que seria reconocido el nuevo Go- 
bierno. 

8— Por la noche un hecho imprevisto vino á dificultar esta 
solución anhelada. El bergantín Umvo Felipitio, llegado de 
España, traía noticias de l^abersQ ÍQstalado el Coosejo ele 



VÍCTOR ARREGUINE 165 



« I' ' r mH'í '' "'- ¿ 



Regencia. Habia, pues, un gobierno legal á quien se debia re- 
conocer, y el elemento español aprovechó la coyuntura, cele- 
brando con salvas y Te-Benm la noticia. Poco después se juró 
el nuevo Gobierno, y sin perjuicio de obedecer .la. autoridad 
de la Junta se le dio aviso el 6 de Junio de que se enviaran 
los diputados pedidos, siempre que ella jurara la suprema au- 
toridad del Consejo. 

9— Lo? hombres de la Revolución se limitaron por el mo- 
mento á contestar que moririan por conservar la integridad 
de su legítimo soberano Fernando VII; pero que dudaban 
de la legitimidad del Consejo de Regencia. Estos subterfugios 
indecorosos' á nada conducian. Habia de decirse si sa negaba ó 
se prestaba obvidieucia á España; en el primer caso contarian 
con el elemento patriota; en el sogundo con la adhesión de 
los españolas. En la forma que lo hicieron no sabian los pa- 
triotas á que atonerse, ni los castellanos lo quedebian hacer* 
Se engañaba á unos y á otros, por el temor de decir «;Ya so- 
mos libres!» 

10— Dias después vino á Montevideo el doctor Passo, miembro 
de la Junta, con el encargo de allanar el camino á la Revo- 
lución. 

El 14 de Junio se le oye en Cabildo abierto. El viejo patriota 
levanta su voz inspirada en defensa de las instituciones nue- 
vas; pero Soria que tenia juramentada á la marina y á los em- 
pleados civiles, ó intimidado al Cabildo, impid'í una resolución 
favorable á las gestiones iniciadas y el 15 se declara que Mon- 
tevideo no reconocerá á la Junta hasta tanto esta no jure el 
^ consejo de Regencia. 

Para evitar conmociones Soria habia bajado marinos á tier^ 
ra y preparado la artillería. De suerte que una manifestación 
p pú^ar habría sido sofocada en seguida. Así es que el ancia- 
no Passo tuvo que salir desalentado y triste de Montevideo, 
después de haber sido maltratado por los groseros partidarios 
del rey. , 

La revolución no era esplícita; no decía categóricamente 
sus fines; los pueblos no hablan intervenido en la formación 
de la Junta de Gobierno con todo Montevideo sentía por ella 



166 HISTORIA DEL URUGUAY 



simpatías vehementes, que la actitud de Soria no dejó estallar 
en una esplosion de patriotismo. 

La autoridad revolucionaria habilitó mas tarde el puerto 
de Maldonado, hecho por el cual el Cabildo de esa ciudad 
quedó altamente reconocido, bien que no pudo manifestarlo 
mas que por nota. 

11 -El 22 de Junio la Junta de Buenos Aires crej ó conve- 
niente desterrar á las Canarias al bueno del virey, en compa- 
ñía de cinco oidores que entre la gente española eran mira- 
dos como cabezas de partido. La autoridad novel hacía bien 
en desprenderse de los hombres de influencia. Sin embargo 
muchas veces sucedió que energúmenos insignificantes paga- 
ron hasta con la vida sus arrebatos de españolismo. 

Antes de ir al destierro tuvo el virey opor tu oidad de. cartear- 
se secretamente con Soria, á quien dejó un pliego con amplios 
poderes para proceder. Un mes después, cuando Hidalgo de 
Cisneros estaba á salvo de persecuciones, publicó Soria el do- 
cumento en que se le concedía exceso de mando. El partido 
nacional de Montevideo dio en decir con ese motivo que el 
gobernador quería asumir mas poder del que por su cargo le 
correspondía, j^queel documento era apócrifo. 

12— La reacción española no habia muerto con los primeros 
acto5 de represión de la Junta. Soria, mas que nadie, amena- 
zaba el éxito de la Revolución. 

Para mermarle el poder creyeron los de Buenos Aires que se 
hacia necesaria una sublevación militar en Montevideo. Así 
es qtie algunos agentes' se pusieron al habla con los jefes de 
los dos Regimientos del Río de la Plata, que estaban en des- 
concierto con el resto de la fuerza. Don Pedro Feliciano de 
Cavia, espíritu intrigante, no fué ageno á la sublevación in- 
tentada por don Juan Balvin González Vallejo y don Pruden- 
cie Murguiondo, comandantes de ambos cuerpos. Algo colijió 
ó supo Soria, y desde días antes del señalado para la suble- 
vación empezó á hacer algunas prisiones. Ninguno de los 
dos Regimientos, de línea se llam ba uno y otro de artillería 
ligera, estaba incorporado al cuadro del ejército real. Del 
natural descontento que esto producía poco faltó para que 
¡a Revolución sacara un provecho inmediato. De tal modo 



A <^ 



VÍCTOR ARRBGUINB " 167 



cuestiones de detalles suelea influir en la marcha de los 
sucesos humanos. 

La marina y su jefe Salazar, eran fieles al gobernador, de 
cuya fidelidad sacó un partido provechoso el mandatario, con- 
viniendo tomar por sorpresa á los cuerpos sindicados de re- 
beldes. 

El 12 de Agosto fué el dia señal?tdo por Soria. 

Mandón desde temprano acuartelar sus gentes, lo que sor- 
prendió á Murguiondo, que preguntó el porqué de ta- 
les medidas. Se le contestó de forma que no satisfizo al 
vascongado, que vasco em Murguiondo, y este, por su parte, 
en previsión de algo nuevo contra la seguriciad de los suyos, 
se acuarteló también, manteniendo á sus gentes con el arma 
al bmzo. 

Alas 10 de la mañana hizo Soria tocar genera'a para diri- 
girse en seguida al cuartal de VaUejo, seguido por 2800 hom- 
bres y ocho cañones. 

El pueblo permanecía en una ansiosa espectativa, Vallejo se 
rindió sin esfuerzo. Murgiondo, por el contrario, se preparaba 
á morir antes que entregarse. Tuvo queir á su cuartel una co- 
misión del Cabildo, á pedirle que se evitara el derramamiento 
inútil de sangre, y á manifestarle también que todo se podia 
arreglar amigablemente. 

Mucho trabajó la comisión para convencerle, y al fin se lo 
llevó consigo, á la Sala Capitular, donde insultó al goberna- 
dor y llegó á enfurecerse Al fin también él entró por los tér- 
minos templados, mas no sin que se pasaran seis ú ocho horas 
en disuadirlo de su propósito de resistencia. 

Algún tiempo después los cabecillas de la fracasada revolu- 
ción eran enviados á España, con un proceso y esplicaciones 
de lo ocurrido Cavia al huir de Montevideo, comprometió mu- 
cbo A los patriotas, pues con el afán de fugar olvidó unos 
papeles, por donde vino Soria á dar con los principales pa" 
triotás confabulados en la revolución. 

Las prisiones y las persecuciones fueron en aquellos dias 
verdaderamente inmensas. 

Eu los cuerpos dosti nados & la sublevación, con el mal trato 



\ 



168 fílSTORlA Í)BL URÜGfÜAY 

. ■ ■ « . j ...■■ ■■ 1 . 1 

que S9 les dio despusá, la deserción se hizo diaria y hubo de 
tomarse precausiones y espionaje para evitarla 6 contenerla. 

13— A la sombra de estos hechos inquietantes, el partido 
nacional se fortalecía. Un Club de patriotas, en el que figu- 
raban Barreiro, Larrañaga, Francisco Araucho, Lucas José 
Obes,''Pablo Zufriateguy, el español Francisco Aguilar, fr^y 
Josa Benito Lamas, y algunos otros jóvenes, discutia la 
suerte de la patria, mientras pasaba el torrente desbordado de 
los odios de S<5ria. A estos agitadores de la capital, se unian 
los de campaña. Tomás Garcia de Zúñiga, Joi'ge Pacheco, Joa- 
quín Suarez, y los Artigas perténecian á la familia de los pro- 
pagadores de la buena nueva nacional. 

El partido nacional estaba de pié. Bolo esperaba la hora pro- 
picia para lanzarse resueltamente en las vías de la revolución. 

14— La Carlota en tanto que tales hechos pasaban, seguia 
firme en sus planes do coronación, á cuyo fin llegó á man- 
dar un agente á Montevideo y una imprenta de regalo, para 
batir con ideas á la Junta de Buenos Aires. 

El Cabildo llamó ásu seno al agente D Felipe Contucci, y 
después de oír de sus labios que la princesa aspiraba á coro- 
narse reina en Montevideo, rechazó las pretensiones de una 
manera prudente y dio aviso de los planes al marqués de 
Casa Irujo, Ministro español en Rio Janeiro. D. Nicolás Herre- 
ra, fué quien en esta ocasión asesoró á las autoridades y acon- 
sejó el rechazo en su carácter de asesor del Cabildo. 

Esto pasaba en Agosto de 1810. 

15— Las autoridades de España, teniendo esperanza en la 
fidelidad de Montevideo, nombraron mientras se operaban 
los sucosas narrados, un hombre idóneo para gobernador: don 
Gaspar Vigodet. Ya en viaje éste acordaron que además vol»- 
viera Elío, en el carácter de virey del Rio de la Plata y con al- 
gunos refuerzos. 

Vigodet llegó en Setiembre. Su norte para entenderse con 
los sublevados no debia ser nunca Is violencia, según las ór- 
denes que traía; pero bien pronto llegó Elío y aquellos sabios 
y prudentes consejos que se le dieran, cayeron desbaratad(^s 
por tierra, 



VÍCTOR ARltEGUINB 169 



m I ■<i« »" 



Llegado Vigodet á su gobierno se encontró con que mas de 
lOOO portugueses se hablan apoderado de las Misiones. Con dos 
enemigos debia luchar desde luego, y para conseguir, sino el 
triunfo, por lo menos hacerse respetar, puso una débil es- 
cuadra á las órdenes del capitán Michelena, que logró en po- 
co tiempo apoderarse del arroyo de la China y su territorio. 

La situación de Vígodet,*con todo no era de las mas acepta- 
bles. Su gobierno si bien prometía no ser como el de Soria se 
miraba con indiferencia. La autoridad habia perdido su viejo 
prestigio. Para salvarse apeló á un recurso supremo. Creó una 
especie de Junta de gobierno, á la que llamó Junta de Ha- 
cienda y de allí en adelante (fines de Octubre) gobernó con 
ella. De ella formaban parte don Cristóbal Salvañacb, goberna- 
dor civij de Montevideo, ó sea Alcalde de primer voto, el doc* 
tor don Mateo Magariños, don Juan de Cea, oidor de la Real 
Hacienda de Buenos Aires, y algunas otras porsonas de po- 
sición. 

Con la imprenta mandada por la Carlota se fundó La (rrtí?^- 
¿a, hoja impresa destinada á combatirá la Junta de Mayo. 
Sus redactores el fraile Alameda y don Nlcol's Herrera, te- 
níanla misión de opoaei» las argucias de su ingenio ala co- 
rriente de opinión naciona que tendía á romper el colo- 
niaje, demasiado vetusto y demasiado estrecho para dejar que 
crecieran en pazcas instituciones democráticas, por las cua- 
les iba la América á presentar á la Historia la mas hermosa 
do las revoluciones humanas. 



170 mSTOBU DBL URUGUAY 



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CAPÍTULO XXXIV 

(1811) 

SUMARIO— 1 Elección de Cabildo— 2 Llegada de Elío y 

PETICIÓN DE su RECONOCIMIENTO A LA JUNTA REVOLU- 
CIONARIA— 3 La Junta se niega k reconocerle y 

ACATARLE Y ELÍO SE PREPARA PARA LA GUERRA— 

4 Prisión y destierro de Obes— 5 José Gerva- 
sio Artigas— 6 Las reservas de Artigas ante 
LA actitud de la Junta— 7 A quienes confiaba la 
Junta el m^.ndo de sus jijércitos— 8 Artigas se 

resuelve 1 ROMPER CON LOS ESPAÑOLES— 9 ARTIGAS 
PASA Á OFBECER SUS SERVICIOS- Á LA JUNTA— 10 ELÍO 
DECLARA LA GUERRA Á BUENOS AlRES. 

1— Bajo el gobiorno de Vigodet se elijió con amplia 1 ber- 
tad el Cabildo de 1811. Chopitea, García, Fen-er, de las Carre- 
ras, Costa, Duran, Suarez y Olivarri, fueron los elegidos de 
ese año. Poco después llegaba Elío, ufano con su título de 
vi rey y dispuesto á no dejar en pié ni una idea revolucio- 
naria. 

2— El 12 de Enero llegó, y en cuanto se hizo cargo del go- 
bierno en Montevideo, sin estudiar la difícil situación que se 
le presentaba, se dirijió á la Junta de Mayo, pidiéndole obe- 
diencia y prometiéndole olvidar el pasado, como si ese pasado 
se pudiese olvidar; como si ese pasado no fuera la tradicicion 
gloriosa de una serie de esfuerzos realizados. Recordaba que 
los pueblos americanos podian enviar sus diputados á las Cor- 
tes españolas que se habían reunido en la Isla de León y de- 
jaba ver, lo que no era cierto, que no le agradaba la violencia, 
sino la templanza. 

3— La Junta respondió llanamente que no lo reconocía por 
vi rey. La ruptura vino en seguida! 

El 24 de Enero no más, Elío cerraba los puertos del Uruguay 



VICTOB ARRBGUIKa 1S71 



^MB«gMaM^>«MavB 



al gobierno de la Junta, reforaaba las poblaciones del litoral, 
comisionaba á la flotilla para que vigilara los rios y se decía* 
raba el mas empecinado de los empecinados^ partido español 
exagerado que acababa de cometer acaudillado por Soria los 
mas violentos desmanes. 

El brigadier D. Vicente Maria Huesas fué encargado de 
vigilar la Colonia, por donde se esperaba el ataque de los de 
Buenos Aires, en tanto que el virey buscaba ocasión de apri- 
sionar á los revolucionarios que habia en Montevideo. 

4— El mas fogoso de los adláteres del partido nacional era el 
Dr. Obes, nacido en Buenos Aires, pero de tiempo atrás ave- 
cindado en Montevideo, donde ejercía bastante influencia. 

La juventud de Obes y su facilidad de palabra predisponían 
en su favor, y como no se cuidara de las autoridades, babria 
llegado á ser el caudillo civil de la naciente colectividad patrió- 
tica á no despertar desconfianzas en Elfo, que una mañana lo 
mandó prender y lo desterró á la Habana. Se contó después 
que, al ser allanado el domicilio de Obes, un negro esclavo se 
tragó los papeles que podian comprometer á su amo. 

La a^itud agresiva de Elfo dio mucho que hablar y sobre 
todo que temer. De allí en adelante el partido patriótico sa- 
bría á que atenerse. La guerra con Buenos Aires era un he- 
cho. En Montevideo la espera y el trabajo sórdido en favor de 
la causa americana, era lo único que podia hacerse. 

5— Montevideo estaba pronto para cualquier eventualidad. 
Faltaba organizar la campaña, levantarla contra la domina- 
ción estraña y lanzarla en el sendero revolucionario. Artigas 
que mandaba una compañía en el Regimiento de Blandengues 
era de continuo requerido por sus amigos para dar la voz de 
guerra entre el pueblo; pero por creer prematuro este paso, 
guardaba el futuro caudillo una reserva profunda, que habria 
hecho dudar de su patriotismo si no se conociesen sus ante- 
cedentes y sus ideas. Artigas no era un muchacho; no corria 
ya en su sangre la locura de los años juveniles; pero sentía en 
cambio un apasionado y firme amor por la independencia de 
su patria y meditaba en la soledad del campamento un plan 
consciente y decidido. 

No se le podian pedir entusiasmos ostensibles á él que te- 



172 HISTORIA DKL URUaUAY 



wtmtmimmmmm 



Bia la esperiencia de la vida; pero se le podía exigir ener- 
gía y un espíritu dotado de heroico patriotismo. Por eso, 
cuando el partido nacional vio presos ó desterrados á sus 
miembros, todas las miradas se dirigieron á él, que era el solo 
hombre capaz de acaudillar á la Banda Qiiental y conducirla 
á la guerra con seguridades de éxito. 

Artigas había nacido en Montevideo el 19 de Junio de 1764; 
por consiguiente en el momento de estallar la revolución en 
su provincia rayaba ya en los 47 años. 

De joven habia-e dedicado alas tareas campestres, en las cua- 
les adquirió su espíritu un rudo vigor y una estrema cons- 
tancia. Pobre, aunque de familia pudiente, profesó siempre un 
culto grande á la virtud, y asi en los azares de la guerra, en 
la que hemos de verle descollar, tuvo siempre limpias las 
manos y pura la conciencia. Era fuerte y sincero; su fria 
penetración y el conocimiento de los hombres, le hacían 
sagaz y previsor; jamás amigo de la intriga. En su moce- 
dad había ganado en el trabajo su pan. Mientras fuera socio del 
estanciero Chantre en el Queguay,habia dado pruebas de amor 
al trabajo y al peligro; Ayudante Mayor de Blandengues, 
encontró siempre respeto y cariño en sus compañeros; Guar- 
da Geneml de Campaña en 1802, á pedido de los estancieros, 
había hecho una guerm tenaz á los bandidos; soldado con- 
tra las invasiones inglesas, su valor personal y su activi- 
dad incansable lo recomendaban como el primer militar 
criollo. Su carácter era triste y viril; elevada su talla; azul- 
claros sus ojos, larga su cabellera y pobladas sus barbas; su 
traje sencillo, su palabra fácil, insinuante, austera y cautelosa. 
El conjunto de su persona atraía. El gauchaje lo amaba, como 
si en él presintiera el héroe de sus epopeyas de gloria que aún 
ocultaba el porvenir. 

Se había formado en la desgracia; en la desgracia que es el 
yunque de los héroes. A los 40 años recien habíase entregado 
á la vida del hogar, casando con una prima suya, Rafaela 
Vinagran, que enloqueció de celos sin causa, un dia que Ar- 
tigas tuvo frases galantes, en su presencia, para unas mucha- 
chas amigas de ella. 

La vida monótona de los campos, lo agreste de las selvas 



VÍCTOR ARREGUINB 173 



nacionales, los riesgos de una vida azarosa, predispusieron su 
espíritu á la tarea guerrera. La disciplina le preparó mas tar- 
de para la obediencia y el mando. Su inteligencia natural le 
hizo comprender en seguida pam que sirven los ejércitos y la 
táctica guerrera. 

Este era el hombre llamado, por su influencia en la cam- 
paña, y por su amor grunde y desinteresado á la Independen- 
cia, á ser en el Plata el enemigo mayor de la dominación es- 
tr&Djeray el baluarte mas poderoso y firme de la democracia. 

Cedamos la palabra á los hechos 

6— Artigas, como su pueblo, habia mirado á la Revolución 
de Maj'-o, con la reserva, á que daba lugar la, misma revo- 
lución, ocultando sus propósitos y limitándose solo á desco- 
nocer el Consejo de Regencia y la autoridad de un virey. En 
sus escritos no habia dicho palabra que demostrara sus anhe- 
los; al contrario, protestaba un profundo amor á Fernando 
VI r, prometiendo morir por sostener sus pretensos derecho al 
nuevo mundo. 

Tal conducta teaia mucho de desleal y Artigas que sobre- 
todo amaba los procederes claros, no podia mirarla con afecto 
sin saber á que respondia. Informado muy luego del objeto 
real del movimiento de Mayo, no tardó en profesarle cierta 
simpatía, sin duda algo seca por las torpezas que la Junta 
cometiera dando galones á gente de intriga é improvisando 
jefes militares con abogados y comerciantes. 

7— En esto se parecía la Junta á la célebre Mme. de Pom- 
padeur, que repartía grandes espadas de generales entre los 
escritores notables. Imitaba sus procederes confiando la direc- 
ción desús ejércitos á políticos mediocres, ignorando ú olvi- 
dando que las dotes del político y las del guerrero están 
separadas por un abismo, por mas que algo deba entender de 
política el soldado; y que el hombre que sabe urdir una trama 
y jugar con la diplomacia raras veces sirve para otra cosa y 
menos para la guerra; pues no siendo la táctica de los ejér- 
citos, ni los conocimientos especiales de la milicia estudios 
de su predilección, ni conociendo como el valor personal debe 
ayudar al valor colectivo y encaminarlo á la victoria, mal 
puede dar tal vuelco & sus antecedentes, que de la noche á la 



174 HISTORIA DEL URUGUAY 



mañana cambie el bufete por el vasto campo de batalla, y el 
legajo de papeles, por la brillante espada del héroe. 

Entre los flamantes generales de la Junta figuraba Belgra- 
no, un perdedor de batallas. ConSarratea s^ hizo más. De sim- 
ple Comerciante que era se le puso al mando de un ejército. 

8— Aunque disgustado con estos hechos, Artigas no vaciló 
en sacrificar sus personales desagrados y su respeto por el 
decoro de las armas. Se trataba de salvar á la patria. Poco 
importaba, pues, que la Junta cometiera graves errores que 
el pueblo y la esperiencia liabHan de castigar á la larga. Así 
es que se preparó á entrar de lleno en la revuelta, previendo 
que los giros volubles de las cosas humanas y su influencia y 
la de su tierra, podrian modiflcar aquella política de conten- 
tillo para con todos. 

Entre las medidas tomadas por Elío, una de ellas fué enviar 
á Artigas y sus Blandengues á la guarnición déla Colonia. 

Con males maneras lo hizo campar en las cercanías de la 
ciudad el viejo y rígido Huesas, que allí mandaba, sin que 
por esto manifestara el jefe oriental gran resentimiento, por 
mas que no fuera de su agrado el natural despótico del briga- 
dier, con quien iba dispuesto á quebrar paces. 

9— A poco de estar allí Artigas, sucedió que Huesas hizo 
pvender á un blandengue, por alguna pendencia ó desliz. El 
jefe oriental intercedió por el soldado; pero el viejo general 
era tan brusco, que lejos de atender al oflcial se tomó con él 
en palabras, amenazándolo con ponerle una barra de grillos y 
enviarlo al presidio de Hartin García, que estaba cerca* 
A esto repondió Artigas: «Se equivoca si cree que he de dejár- 
mela poner», marchándose muy luego de allí pensativo y va- 
liente. 

Su situación era peligrosa. Aquella amenaza de viejo man- 
dón, podia degenerar para el oflcial americano en una realidad 
fulminante. Midiendo la oportunidad del momento, Artigas 
reveló lo ocurrido á un oflcial Hortiguera, su íntimo amigo. 
Ejercía sobre la voluntad de este joven una extraordinaria in- 
fluencia, y no le costó esfuerzo persuadirle para que, con 
él abandonara por la noche el campo español. 

Vino la noche. Una noche cálida de fln de verano, 2 de Fe- 



VÍCTOR ARREGÜINB 175 



brero de 1811, que vio á los dos oficiales salir á caballo del 
campamento y atravesar el nacimiento del Plata en una débil 
nave. 

La Junta de Buenos Aires recibió á los dos fugitivos con los 
brazos abiertos, como á hermanos venidos de una tierra veci- 
na, á compartir los riesgos y las desventuras de una cruzada 
común. Artigas representaba allí la Banda Oriental. Su acti- 
tud seria la señal del levantamiento de un pueblo. La Junta 
lo comprendió así y le confirió los. despachos de teniente co- 
ronel de sus ejércitos. 

10— Este hecho enojó grandemente á Elíó, jefe de los empeci- 
nados, que comprendió la significación que aquel paso de Ar- 
tigas y aquel agasajo de la Junta tenian. 

En consecuencia no tardó en declarar públicamente la gue- 
rra á la Junta,— el 12 de Febrero,-— guerra que hasta entonces 
habiasido tácita y mas bien que guerra cesación de relaciones. 

La paz se rompía de una manera definitiva en momentos 
que las armas rebeldes acababan de sufrir un descalabro en el 
norte, en el alto Paragua3^ obligando al abogado Belgrano á 
pronunciarse por el regreso. 

La Colonia, por de pronto, fué reforzada por D. Gaspar Vi- 
godet, general de la confianza de Elío. Michelena, después de 
batir con suceso á una escuadrilla de Buenos Aires, dejó esta- 
blecido el bloqueo de esa ciudad. VJV 

Quedaba producida la guerm, que no debia cesar sino con 
la cesación del dominio español en el Plata. 



í 






176 HISTORIA DEL URUGUAY 



CAPITULO XXXV 
( i«ii ) 

SUMARIO— 1 Elementos con qub cuenta la revolucionen 
LA Banda Oriental— 2 Armas de los patriotas— 
3 Grito de Asencio— 4 Levantamiento de Paysan- 
di5— 5 Levantamiento de Maldonado y el resto 
DEL país— 6 Venida de Artigas y medidas que 

CONTRA EL TOMA ElÍO— 7 SORPRESA DBL COLLA— 8 

Combate del Paso del Rey y toma de San José— 
9 Venida de Soler al teatro de la guerra- 10 
Llegada DE Belgrano— 11 Artigas y sus émulos. 

1— Declarada la guerra toda la campaña oriental se siente 
por manera espontánea, compelí da á aceptarla, de un modo 
casi instintivo. El gaucho errante apronta su corcel y se 
despide del rancho querido; el matrero deja sus selvas agres- 
tes; el indio, sabedor de la nueva, y que ya entiende la 
equitación en el caballo y sabe manejar la lanza, se apercibe 
á la lucha; el hacendado patriota hace el recuento de sus 
peones para armarles en bien de la patria, y hasta el fraile 
humilde de San Francisco se declara por la revolución y 
tiene en la oscuridad del caustrp arranques de entusiasmo. 

Hay en la atmósfera' Un vaho ai'doroso de libertad.. Todos 
conspiran contra la opresión sentida de tanto tiempo atrás 
y se preparan á rendir su tributo á los nuevos principios» 
con un ahinco y decisión sin ejemplo. 

El hecho de estar Artigas plegado á la causa revoluciona- 
ria es la mejor prueba y garantía de su bondad; y tanto el 
paisano, 'que todo lo espera del brazo de su caudillo, como 
el hombre de las ciudades, están pendientes de su voz para 
lanzarse ala guerra en un mismo instante. 

2— No cuentan empero con armas. Mas el ingenio, movido de 
la necesidad de tenerlas, suple en este caso su carencia. Se 



ViCÍOB ARÍRiSGUÍNÉ Vtl 

- - 1 - - i * -"^ Tf <• 1 , 1 ' I I i-i rtKili ■ • ■ I aj.>mT- ii w ii r i ' i -•--■■ i — — — *- ■' ■ * 

improvisan lanzas con tijeras de esquilar y cuchillos enas- 
tados en el estremo de cañas de tacuara y se utilizan las 
encopetas de caza, como armas de fuego. 

Estas armas estaban entonces representadas por el antiguo 
arcabuz español de piedra de chispa, aparato rudo y pesadoi 
que se cargaba por la boca con pólvora gruesa y bala redon- 
da, de una onza de peso. Su alcance no era grande. 

La bala disparada de un punto, iría á caer á cuatro 6 seis 
cuadras de ese punto. Las pistolas también eran de dar fuego 
con piedras de chispa y median casi media vara de largo; 
para que el disparo se hiciera, habia que pegar á la piedra 
con el gatillo varias veces, hasta que la chispa se ponía 
en contacto con el material inflamable. 

Los sables eran largos y corvos. Los usaba la tropa, á dife- 
rencia de los oficiales que solian tener espadas igualmente 
pesadas y toscas. Las lanzas agudas, de media luna y otras 
formas diversas, eran las usadas por las intrépidas caballerías 
reales. 

Los patriotas, quitando la caña de tacuara, el facón, que 
sustituía al sable y la espada, y el puñal de las faenas cam- 
pestres, pocas armas tenían. 

Los cañones estaban todos en poder de españoles. Costaba 
tmbajo, gran trabajo, cargarlos. No se cargaban cual los de 
hoy por la recámara. La bala em grande y redonda. Sus 
estragos para la guerra que iba á, iniciarse en la Banda Orien- 
tal serían poco temibles, pues á lo quebrado dol territorio, 
debía agregarse la pesadez do aquellas bestias de hierro, que 
para moverse de un lado á otro demandaban esfuerzos do 
gigante. Pai*a lo único que servían era para resguardar for- 
talezas y atacar de>de sus murallas. 

En tiempos de la revolución, los de la patria solieron usar 
en campaña cañones de madera forrados en cuero; los españoles 
las piezas de sus buques que no pesaban gran cosa. 

Las hachas fueron también pam los independientes instru- 
mentos de guerra. 

3— De acuerdo con Artigas estalló la revolución en tierm 
oriental el 28 de Febrero de 1811. 

Reunidos en la estancia de Almagro, á la margen del arroyo 



178 filSTÓRÍA DEL ÜilÜGÜAY 



de Asencio, Departamento de Soriano, se dio el grito de ¡In- 
dependencia y libertad! 

Venancio Benavidez, cabo de milicias españolas, grande de 
cuerpo y rústico de alma, que mas tarde debía morir en la ba- 
talla de Salta combatiendo contra los independientes, y el bra- 
silero Pedro Viera, llamado Perico el bailarm por su costumbre 
de bailar en zancos, con lo que ganaba partido entre el gau- 
chaje alegre y decidor, fueron los encargados de sublevar á 
Mercedes. A esta oscura gente, que resulta honrada con haber 
servido ala revolución, había que recurrir en tales tiempos. 

El levantamiento, ó pronunciamiento se hizo de acuerdo 
con el comandante militar del paraje, don Ramón Fernan- 
dez, que se plegó con toda su fuerza á los libres. El primer 
trabajo de los patriotas fué reclutar gente en los campos 
próximos. Los peones de varias estancias inmediatas no tar- 
dan en acudir al llamado de la revolución; y peones y sol- 
dados se ponen en marcha con dirección á la Capilla Nueva 
de Mercedes donde repiten el grito de Independencia, que 
desde aquel momento hade resonar en todos los corazón -^s y 
en todas las zonas del país. 

Los vecinos de la Capilla Nueva se enardecen y aumentan el 
núcleo patriota. Toman la ciudad de Mercedes; deponen la 
autoridad local y en su lugar elijen personas afectas á la 
causa. 

Esta fácil victoria tiene una resonancia inmediata y es- 
truendosa. Viera marcha al Norte, repasa el Rio Negro y 
reúne on escaso tiempo mas 400 hombres, mientras Benavi- 
dez opera en la Colonia y levanta el paisanaje. Fuertes hacen- 
dados se plegan á la revolución. Celedonio Escalada, Francis- 
co Haedo, los Chaves, Vera, Almiron y Gadea, son de este 
número. 

4— En Paysandú traman unirse al movimiento el brasilero 
Pancho Bicudo y el capitán retirado Jorge Pacheco, cruel 
preboste de la campaña que en otros dias encMpala matreros 
y que mas tarde, según la falible tradición, enchiparia ga- 
llegos y los haria montar coa espuelas como si fuemn bestias. 

A la reunión que se celebró en Casa Blanca, acuden Silves- 
tre Martinez, Ignacio Iglesias y el oficial entrerriano Fmn- 



Víctor íííiréGuIne líO 



cisco Ramii'ez, mozo guapetón y de vida llena de aventuras, 
llamado á ser alternativamente el brazo derecho y la perdí 
clon de Artigas, con el con*er de los tiempos. 

La i-eunion se efectuó con tan escasas precauciones que Mi- 
chelena llegó á sorpi-enderlos, y con excepción de Bicudo, que 
logró huiré incorporarse á la gente de Viera, á todos se trajo 
presos á la capital. 

Elío, viendo lo mal que se presentaba la guerra para él, se 
dirijió en Marzo al bloqueo de Buenos Aires para regrosar al 
poco tiempo y dar cuenta á Espíaña de lo que pasaba. Al 
efecto, envió de comisionado á Cádiz al presbítero don Rafael 
Zufriateguy. 

5— Tomando el ejemplo de los pueblos del litoral, se subleva 
Maldonado. deponiendo en Marzo á sus autoridades. Al frente 
de los sublevados figuran Juan Antonio Lavalleja, Francisco 
A. de Bustamante, Pablo Pérez, Paulioo Pimienta, José Ma- 
chado y Fmncisco Aguilar, todos ellos amigos de don Manuel 
Francisco Artigas, hermano del futuro Libertador, que tam- 
bién tomaba parte en el levantamiento. 

Los sublevados toman por asalto la plpza; rinden la guarni- 
ción; capturan k su jefe, Fi'ancisco Javier de Viana, á quien 
luego ponen en libertad, y aseguran por el lado del este el 
triunfo de la revolución. 

El pueblo de Canelones, mientras esto ocurría, también 5e 
alzaba en armas, notándose por su entusiasmo don Tomás Gar- 
cía de Zúñiga y don Francisco Vázquez, á quien llamaban el 
pequefíin por su falta de talla. Casupá y Santa Lucia no tardan 
en acudir á la voz do la patria, que para todos resuena. Artigas, 
don Manuel, y don Joaquín Buarez, dirijen en ambos parajes 
la sublevación. 

El Durazno, Tacuarembó, Bethlem, Cerro-Largo, el Pantano- 
so, todos los pueblos y distritos del país se levantan como si 
una conmoción eléctrica se hiciera sentir. Y con estas actitu- 
des surgen los hombres, los paisanos oscuros de ayer, los ha- 
cendados laboriosos y hasta los indios, y acuden á luchar por 
la patria. Descuellan desde el principio entre los sublevados 
Félix Rivem, el paraguayo Baltazar Ojeda, el santiaguino 
Blasito ó Blas Basualdo, Baltazar Vargas ó Balta vargas, paisana 



18Ó HiSTOIíIA DfiL TJRXJGUAÍ 



de Ojeda, el brasilero Manuel Pintos, Fernando Otorgues y cien- 
y cien mas. - 

En menos de un mes, desde las lejanas Misiones basta las 
puertas de la capital de la Banda, todo el país ^e subleva, 
confundiéndose todas las diferencias sociales, de^de el rico 
estanciero, hasta el gaucho malo, que tiene por patria 
y hogar la selva agreste; desde el hijo de la tierra hasta 
el estmnjero, en una misma convulsiva amalgama, en las 
filas comunes de la revolución. Tan santa era la causa y tales 
las simpatías que ella inspiraba! 

Por la misma incongruencia de los elementos revoluciona- 
rios, congruentes y nivelados al fuego de patrióticos afectos, 
y por la acción misteriosa de sus comunes sentimientos, la 
revolución en el Uruguay, no podia conducir sino á la de- 
mocracia. Nada de e.-clusiones en ella. Nada de generales 
pomposos con simpatías á coronas estrañas, ó á simples cam- 
bios de tutela, 

6 -Auxiliado Artigas con armas y dinero por los de Buenos 
Aires, pasa á su país, por éntrelas fuerzas bloqueadores de la 
ciudad argentina, y desembarca el 7 de Abril, en suelo uru- 
guayo, junto al arro3''o de las Vacas. Su vuelta á la patria es 
saludada con un grito de triunfo. El que saliera perseguido 
. del país retorna dispuesto á ceñirse la corona del hé- 
roe. Todos lo reconocen por su jefe supi'emo. En tanto 
esto pasaba caía por lo.? suelos la Junta de Gobierno, combatida 
por el coronel Saavedra, ciudadano inspirado en mas nobles 
ideas que el circulillo unita io y centralista que componía 
la autoridad desvanecida. 

Al tener noticia del desembarco de Artigas, el virey Elío 
manda á San José á uno de sus tenientes, el teniente coronel 
Bustamante, á ñn de que impida desde un punto céntrico la 
incorporación de los patriotas. 

7— Por estos dias, Benavidez, que tenia condiciones milita- 
res, levanta una fuerza do mas de 5C0 hombres con la que 
asalta y toma la población del Colla,— 14 de Abril, ~ después 
de un reñido combate. El resultado de esta victoria es la 
rendición de 180 soldados, incluso su jefe. 

Triunfos tan señalados son preludio de otros mayores. 



VÍCTOR ARBBQUINB 181 



■ ■! Ü IM I ^J II J l L I m - 



8— Manuel Artigas, primp del jefe supremo de la Banda 
Oriental, al saber que Bustamante permanece en San José y 
guarda el Paso del Rey, sobre el río, avisa á Baltavargas 
que se le reúna y juntos los dos emprenden la marcbá con 
una columna de 600 gaúcbos. Atacan al español en el Paso, 
del Rey y lo obligan á encerrarse en el pueblo, donde lo ba- 
ten de nuevo el 23 de Abril, durante uns^ porción de horas 
al cabo de las cuales se rinden á discresion los castellanos- 

En esta acción, lograda á gran esfuerzo, pierde la vida el 
anmoso Manuel Artigan Tiempo despides el gobierno de 
Buenos Aires deci-eta que su nombre con el de otro oriental, 
Lucena, muerto por la independencia en tieri*a argentina, . 
figure en la Pirámide de Mayo, símbolo erijido por la revo- 
lución á la patria libre, en una plaza de Buenos Aires. 

9— Mientras los orientales obtenían tan señalados triunfos, 
Michelena operaba en Sori.*no, á cuya población envió la au- 
toridad argentina al coronel D. Miguel Estanislao Soler, que 
entró á saco la ciudad, portándose como los antiguos con- 
quistadores bárbaros. 

La gente de Soler componía la vanguardia del ejército ar- 
gentino, que venia deshecho y derrotado del Paraguay á 
apoyar la revolución de la Banda Oriental. 

La Junta que tan halagadora se mostrara con Artigas había 
empleado con él un proceder artero y desleal, temerosa de 
que su gran influencia pudiera tomar cur-rpo en las provin- 
cias y dar por tierra con sus planes de monarquía. Se le ha- 
bía, es cierto, concedido el alto grado de caudillo oriental, 
pero exigiéndosele el sacrificio de sus justas aspiraciones. 

Artigiis lo había aceptado en bien de la patria, peí mí tien- 
do queBelgrano, viniera de jefe supremo ásu país. 

10-Belgi-ano llegó á fines de Abril, cuando toda la campa- 
na oriental estaba libre de españoles, estableciendo su cuartel 
general en Mercedes. Traía por segundo á Rondeau, y había 
recibido un auxilio de £0) soldados. 

Como se dijo, la Junta había sido depuesta por Saavedra, y 
don Manuel Belgi-ano que era miembro expectable de ella, fué 
llamado á Buenos Aires, por enemistad partidista, á rendir 



182 HISTORIA DEL URUGUAY 



cuenta de sus desastres, quedando Rondeau, por sustituto en 
el ejército de operaciones. Belgrano partió el 2 de Mayo. 

11— La Junta queriendo aprovechar el prestigio de Artigas 
habia aceptado sus servicios; pero asustada de ese mismo 
prestigio que deseaba esplotar, no vaciló en ponerle émulos 
en su país, siendo así que se elevó á coronel, grado superior al 
de Artigas, al brasilero Viera, y á comandantes á los estran- 
jeros Ojeda y Benavidez y dos hermanos Vargas, que eran 
nada cuando él salió con galones del país, despreciando opu- 
lencia y honores, que habria alcanzado, á servir á las órdenes 
de España, ó á obrar sin acuerdo de la Junta y por cuenta 
propia. 

En su país él era el primero desde tiempos atrás, y ahora, 
se veía inferior á simples cabos de milicia. 

Este proceder de la Junta habia estado muy en boga. * Ella 
ejercía la facultad degradante de levantar nulidades, entida- 
des negativas, ó simplemente ni dañosas ni útiles, y da reba- 
jar el pre tigio y la grandeza moml de los que por sí solos 
valían tanto como todos sus miembros. 

Al noticiarse á Artigas la próxima llegada de Belgrano, se 
le dijo que él mandara la gente que pudiese reunir, en la 
creencia de que sus émulos del momento pudieran ser un 
obstáculo á su lógica grandeza: pero estos émulos, mas razo- 
nables que el gobie no porteño, no se opusieron á su triunfo» 
ni habrían podido conseguirlo, pues el mérito brilla siempre 
y se hace reconocer apesar de los planes déla maldad, de las 
locuras de la ignorancia y de los dardos envenenados de la 
envidia. 



VÍCTOR ARRBGÜINB 183 



CAPITULO XXXVI 

( isii ) 

SUMARIO— 1 Artigas organiza un ejército— 2 Preliminares 

DE LA batalla DE LAS PIEDRAS— 3 LA BAT\LLA — 4 La 
VICTORIA. 

1 - Se comprenderá que Artigas resentido por el proceder 
de los de Buenos Aires se pi*eparase á demostrar su influen- 
cia y á evitar el dictado de comandante sin gente que le po- 
día venir. Se comprenderá que unido el agravio recibido á la 
profunda convicción de sus ideales, tratara de mostrar su va- 
limen to 3' amor á la patria con una acción gloriosa de guerra 
y no por medio de notas retumbantes, como lo hiciera aque- 
lla Junta porteña de antes, tumultuaria y ardiente, pero de- 
masiado floja para contener á los españoles y demasiado cie- 
ga, para no ver que Artigas representábala voluntad genei-al, 
asi en su país como mas allá de-sus fronteras. 

Mantenía Artigas relación con el coronel Rondeau, mili-, 
tar de su escuela, amigo de los mismos campamentos de 
otras h ras y patriota á la manera de los buenos americanos. 
Los vinculaba la amistad antigua y ñ-me de los ejércitos y 
una dignidad altiva que ambos poseían, en medio de unos 
tiempos en que muchos juzgaban perniciosa esa bella virtud. 

Fácil le fué, pues, al caudillo oriental entenderse con el sol- 
dado argentino, que le facilitó alguna fuerza. 

Desde los primeros días de Mayo, mientras sus recientes 
émulos se ocupaban en atacar al enemigo donde lo veían 
mermado de fuerzas, Artigas se resuelve á tomarla dirección 
delaguerm Gracias á su incansable actividad y á su mucho 
prestigio organiza un pequeño ejército, en el que íTgumn los 
mas distinguidos patriotas. 

Es la hora de la acción. La hora de dar nervio, tem- 

7 



184 HISTORIA DEL URUGUAY 



pie y aureola á la Revolución, no esclarecida por ningún 
triunfo elocuente. 

En la otra banda las tentativas patriotas habian sido casi 
siempre desgraciadas, ya por la indisciplina de sus ejércitos, 
ya por la incompetencia notoria de sus aparatosos generales. 
2— Rondeau que aquilatábala necesidad de una victoria, ob- 
tenida después de una verdadera batalla campal, fué de las 
opiniones de Artigas, aunque no lo ayudó sino con dos com- 
pañías. 

Toda la fuerza del caudillo oriental consistía en 700 soldados 
y dos piezas de artillería, cuando acampó, el 12 de Mayo, á la 
altura de Canelones. 

Los españoles defendían las Piedras, pueblo de escasa im- 
portancia, situado á 4 leguas. dd Montevideo ^ rodeado de un 
panorama hermoso, con su claro arroyo hacia el monte. 

Alli estaba el capitán de fragata don José Pesadas, militar 
español, á quien obedecían 1230 soldados. 

El mismo dia de su llegada á Canelones despachó Artigas á 
sus homleros^ con el fln de que observaran las fuerzas enemi- 
gas y esploraran todos los secret s que un general sagaz con- 
sulta antes de atacar un enemigo desconocido. 

Con fuerzas tan inferiores no se resuelve el caudillo nacio- 
nal á jugar la suerte de su causa y pide á su hermano don Ma- 
nuel Francisco Artigas, sele inco'poro seguido de300ginetes 
que teníii á su mando. 

Saben los españoles, ó presumen la intención del caudillo y 
se disponen á impedir la reunión de don Manuel Francisco que 
ya venia á marchas forzadas, desde Maldonado. Mas sucede 
que una espesa lluvia les impide maniobrar tan pronto como 
desearan, para gloria délos independientes. 

La lluvia que habla empezado el dia 12 por la noche, duró 
hasta las diez de la mañana del dia 16. Los campos se habian 
puesto blandos y fangosos, los caniinos intransitables; la ac- 
ción era por lo tanto imposible. 

Los soldados patriotas habian sufrido con alegre constan- 
cia las inclemencias del frió. 

Pequeños fogones, combatidos del viento, eran la sola lum- 
bre y calor que por la noche tenian. 



.VICTOE A^REaÜlNB ^' ISS 






Un mal churrasco, asado en la brasa, formaba su alimento. 

Apenas cesada la lluvia, el 16, Posadas destaca una fuerte 
columna que llega hasta el Sauce y es sentida y evitada por 
don Manuel Francisco. Av'sado el caudillo oriental de lo que 
pasa celebra una breve Junta de guerra por la que se resuel- 
ve cortar al enemigo. 

Al declinar el dia se mueve una parte de la fuerza acampa- 
da en Canelones, que emprende marcha al Sauce, haciendo 
alto ya muy entrada la noche. 

Felizmente el 17 amanece lluvioso para don Manuel Fran- 
cisco que logra incorporarse á su hermano; en desagravio déla 
burla los españoles saquean la estancia del Sauce, del casi cen- 
tenario padre de los Artigas. Levantan todo el ganado y vuel- 
ven con él á las Piedras. 

Se estaba en los momentos prelim'nares de una batalla. Los 
patriotas solo tenían 36 escopetas y 2 pequeños cañones. Lo 
demás era arma blanca. Mandaba la parodia de artillería don 
Eusebio Valdonegro, intrépido solando, gran tocador de guita- 
rra é improvisador de versos patrióticos que el ejército se sa- 
bia de memoria. 

3-EI 18 de Mayo de 1811 apareció en el Uruguay despejado 
y hermoso. Era un dia claro, sereno, de mucha luz y lejanías 
azules. 

A las 9 de la mañana supo Artigas un movimiento avan- 
zante del enemigo. Mueve el también su campo, compuesto de 
603 ginetes y 400 do infantería y al poco tiempo se inicia el 
fuego de guerrillas. 

Es la primera vez que la patria descarga sus armas contra 
los opj'esoi'os tan cerca de Montevideo. El enemigo ocupa su 
línea en una posición ventajosa. Es preciso arrancarle de ese 
terreno y llevarle á otro. El h '.bil caudillo criolíb ordena á don 
Antonio Pérez, que al frente de sus hombres haga una evolu- 
ción estratégica. * 

El enemigo sin comprenderla, en la ansia de batirse, pierde 
el terreno propicio y se presenta (i lucharen campo abierto. 

Artigas celebra nueva Junta de guerra. En ella se re- 
suelve el ataque. 
El Libertador^ esbelto noble, lleno de brios, proclama á los su- 



186 HISTORIA DEL URUGUAY 



yos en una arenga ardorosa y de todos los labios se levanta un 
¡viva la patria! y se jura morir por ella en la pelea. 

El plan de acción es rápido como un. meteoro, exacto, ins- 
pirado. El ala izquierda la manda el poeta Valdenegro. Manuel 
Francisco Artigas, jefe de la derecha, recibe el encargo de cor- 
tar la retirada á los españoles. 

Se necesita conocer el terreno para apreciar lo que significa 
utilizar las posiciones. El suelo es pedregoso en las cercanías de 
las Piedras, con capas de arcilla esparcidas á flor de tierra y cer- 
cos de pita, tras los cuales se podria parapetar un ejército. 

Los enemigos se buscan. La batalla empieza bajo el hermoso 
sol de aquel dia, testigo augusto de la estruendosa pelea. 
Los españoles quieren apelar al ardid. Los patriotas echan pié 
á tierray el español simulauna retirada al ver los ginetes des- 
montados. 

. A caballo y carguen! es entonces la orden del Jefe Oiiental, 
ala que responden los ginetes con un ataque brioso, inconte- 
nible, vibrante, al enemigo^ue flaquea. Los cañones son apa- 
gados á ponchazos; los infantes diezmados; las filas retroceden 
llevadas á golpe d^ lanza por los independientes. De lanzas for- 
madas con cañas de tacuara y hojas de puñal. 

El enemigo reconsidera el error cometido y trata de recobrar 
su posición abandonada, en una loma agreste, de que los pa- 
triotas les desalojan quitándolas un cañón y un carro de mu- 
niciones. ■ . 

Tratan entonces los españoles, perdida la esperanza de ganar 
la acción á campo abierto, de replegarse ala villa, sostenidos por 
sus bocas de fuegg; mas en esta retirada el hermano del Li- 
bertador los flanquea y cierra en un verdadero círculo de hie- 
rro. 

Se inicia un segundo combate, mas tenaz que el primero. 
Los briosos criollos catrgan otra vez hasta confundirse en un 
entrevero sangriento, al que dan por una parte el horror de 
la lucha y el amor ala patria y por otra el amor al rey y )a 
tradición guerrera, el colorido casi fantástico, la sombría aureo- 
la, de las mas encarnizadas peleas. Este segundo choque es lar- 
go y reñido; pero al fin de él, viendo Posadas la dispersión de 



VÍCTOR ÁRRfíGUtNfi ISÍ 



los suyos, levanta bandera de parlamento para que cese el 
ataque. 

4— Artigas tiene en esos instantes que imponer su autoridad 
para que la caLalleria no acabe con las fugitivos. Clemencia 
para los vencidos, grita el bravo guerrero y p\iede apreciar en 
aquellos momentos, según sus propias palabras, 4:1a generosi- 
dad qr^e distingue á la gente americana». Un sacerdote vá á 
recojer la espada del guerrero vencido. E's un rasgo de hidal- 
guía de Artigas, que rinde ese honor al valeroso castellano. 

Bato después, enviado por Artigas, Valdenegro se dirijo á las 
Piedras, á rendir lo gran guardia, allí asilada. La guardia no 
quiere entregar sus arm^s. Valdenegro la amenaza con hacerla 
volar de la iglesia en que estaba, en cuyo pórtico coloca dos 
cuñetes de pólvora y se pone á blandir una tea. 

El argumento esingenioso. Ante su fuerza la gran guardia 
entra por los términos suaves y se rinde á discreción. 

En esta acción, la mas sonada de aquellos días y la de mas in- 
fluencia moral, puesto que acredit|J)a el denuedo de los bizoños 
héroes, pierden los españoles ' 158 hombres entre muertos y 
heridos, cayendo cerca de500 prisioneros. Entre ellos 23 oficiales. 

La acción empezó seriamente á las 11 dej dia y se dio por 
terminada en el instante de ponerse el. sol, 5 h. 5m. p. m 
cuando venia en marcha de Montevideo, una columna de 500 
hombres, á socorrerá Posadas. Este Jefe y muchos otros fueron 
remitidosá Buenos Aires á disposición de la autoridad supe- 
rior. Algunos soldados de los rendidos, pasaron pop su propia 
voluntad a formar parte de las fuerzas de Artigas. 

Cañones, fusiles, caballos, tono quedó en poder de los patrio- 
tas entre quienes figuraba Fructuoso Rivera que en la bata- 
lla fue ascendido a capitán. 

Ni una sola gota de sangre manchó las manos del Liberta- 
dor después de la pelea. 



188 - HISTORIA DBL URUGUAt 



CAPITULO XXXVII 

(1811) 

SUMARIO— 1 Artigas PONE SITIO Á Montevideo— 2 Elio expul- 
sa DE LA PLAZA LAS FAMILIAR PATRIOTAS Y LOS 0:>N- 
VENTUALES DE SaN FRANCISCO— 3 RONDEAU VIBNE AL 
SITIO— 4 Se TRATA DE UN ARMISTICIO EN RlO JANEIRO 

—5 La invasión portuguesa y las tentativas pa- 
trióticas DE Artigas— 6 Armísticio del 20 de Oc- 
tubre. 



1— Con ia victoria de las Piedras la Revolución quedaba 
triunfante en toda la campaña oriental y los españoles redu- 
cidos á Montevideo y la Cof(Jnia. Artigas se alzaba como el 
ído:o ungido de la multitud. Buenos Aires le decretaba una 
espada de honor y le discernía el grado de Coronel; Elio le 
proponia armisticios; los orientales acudían de todos los píun- 
tosdel territorio, á formar en sus filas. 

El 20 de Mayo los patriotas vencedores se acercaron hasta 
el Arroyo Seco, donde Artigas recibió proposiciones para el 
canje de prisioneros. Ese mismo dia se le habia solicitado la 
suspensión de la marcha hacia Montevideo. Artigas respondió 
que era su deber amparar á los pueblos y se dirigió á la 
plaza. 

El canje de prisioneros se efectúa por la tarde. El 21 Arti- 
gas se sitúa en el Cerrito, que son dos cumbres pequeñas poco 
lejanas de la ciudad, para formalizar el asedio de Montevideo 
donde habia fuerzas muy superiores. 

Artigas dirijo un oficio al Cabildo, exhortándolo á que 
evítelos males de la guerra con la rendición de la plaza. Elio 
que no ignora estas gestiones, hace salir alguna gente en son 
de guerra que es vencida antes de llegar al Cerrito. 

2 -Enfurecido el virey por estos reveses, el 24 manda salir 
de ¡aplaza» en calidad de desterradas, 40 familias patriotas, en- 



VÍCTOR ÁRRECIUINB * 189 



■i in wiwoi^Tiwpwir'''^'^''— ■iwg^*^^'— g"^*»— »*— •^^•^'■■*' 



tre ellas la de Artigas. Las pobres familias se dirijen al cam- 
pamento patriota á implorar asilo. 

Pero no se limita á las familias. Sabe que en el Conven- 
to de San Francisco suele hablarse con calor de la patria, y 
por ese hecho expulsa á varios religiosos, sin mas objetos que 
lo puesto. 

Al número de los expulsos pertenecen dos bellas inteligen- 
cias juveniles: el pi*esbítero Lamas y fray Joaquín Pose. 

Mientras esto pasaba Benavidez ponia estrecho sitio á la Co- 
lonia, obligando á Vigodet á clavar los cañones en las calles 
y desalojarla; el capitán Mendoza deshacía en Castillos un 
grupo de españoles y otros pequeños triunfos se conseguían 
por lasarmas de los independientes. 

3— Elíoqueria obtener un armisticio; pero ni Artigas ni 
Buenos Aires dieron oídas á sus proposiciones. Al iniciarse 
Junio, Rondeau vino á estrechar el asedio. A Rondeau, que 
venia investido de Jefe. del sitio, hubo de dejar Artigas el 
mando para no chocar con Buenos Aires, quedando á la ca- 
beza de unos cuantos blaadngues, núcleo del futuro cuerpo 
«Blandengues de la patria», como segundo jefe del ejército 
que constaba de 3600 hombres, de los cuales Benavidez que 
habia llegado al sitio, mandaba cerca de 1000. 

En los primeros di í s del mes entrante Michelena se dirigió 
á Buenos Aires. La bombardeó durante algún tiempo pero con 
tan pocos resultados que apenas merece mencionarse el he- 
cho. 

De más éxito fué la empresa de Pablo Zufriateguy, que en 
la nOthe del 15 de Julio tomó por asalto la isla de Ratas, de- 
pósito de municiones y armas de los españoles El jefe de la 
isla perdió la vida al pié de un cañón. La guarnición entem y 
los pertrechos bélicos fueron bajados á tierra, mereciendo los 
vencedores un escudo de honor y los parabienes de Rondeau y 
Artigas. 

El sitio de la plaza tenia al virey eñ la condición de un 
prisionero. Dia á dia se arrojaban sobre 1* ciudad balas y gra- 
nadas y las guerrillas chocaban á las puertas do Montevideo. 
Elío qu^í no se decidía por una batalla campal, dirijióse por 
escrito ala Carlota pidiéndole refuerzos. Esta que no perdía los 



190 HISTORIA DEL URUGUAY 



deseos de verse coronada, estimulados sus planes por su conse- 
jero el doctor Presas, español intrigante é inteligente, hacía 
gestiones ante su esposo don Juan VI, para que socorriem 
con tropas al virey español, mas el regente que antes convi- 
viniem no intervenir en los sucesos del Plata, se abstenía de 
dar importancia á los consejos de su esposa. Sin embargo los 
de su consejero el conde de Linares, que juzgada de peligro 
para el Brasil el triunfo de la Revolución, le .decidieron á ceder 
y consultar á la gran Bretaña y al agente argentino Sarratea, 
sobre la necesidad de intervenir en la contienda, á título de pa- 
cificador. 

4— Después de un cambio de ideas entre Lord Sti-angford, 
Linares .^'"Sarratea, seacordósolicitarla mediación de Inglaterm 
y Portugal, para que cesase la guerra, con lo cual se pidió al 
ministro de Relaciones del Gabinete inglés, autorización para 
que Portugal tomara cartas en el asunto. 

Poco después se le hablaba, por Linares, de la conveniencia 
de establecer un Consejo de Regencia en América, presidido 
por la Carlota. Wellesley, Ministro-de Relaciones de Inglater- 
ra, no puso buenos ojos al proyecto y este hubo de quedar en 
nada. 

Las deliberaciones de Rio Janeiro llegaron á convenir que 
Fe hiciera un armisticio. Pero á la sombra de este arreglo 
la Corte del Brasil impartía órdenes para que el general don 
Diego de Souza, bíjam á la frontem del Uruguay. 

En Setiembre cuando acababa de ser derrocada la Junta de 
Buenos Aires y sustituida por un triunvirato y los ejércitos 
argentinos eran deshechos en el alto Perú, el general Souza 
cruzábala frontem, produciendo un movimiento de sospecha 
en todo el Rio de la Plata. 

5— El protesto de Souza era pacificar al país; más sus miras 
reales y sus instrucciones, eran obrar de concierto con las gen- 
tes de EIío, Goyeneche, Pío Tristan, y el viiey Abascál de Li- 
ma, hasta dar por los suelos con la revolución. 

Artigas que yahabia oido hablar del armisticio, pensaba 
salir al encuentro de los invasores, y oponerse al arreglo que 
ibaáentregar su paisa una nueva dominación. 

No tardó Buenos Aires en mandar órdenes á Rondeau para 



VÍCTOR AEREGUINE 191 



que entrara por el armisticio levantando el asedio. El vecinda- 
rio de las afuera'? de Montevideo, influenciado por el caudillo 
oriental eleva entonces una nota al general sitiador para que 
no abandone su puesto, y á la vez otra al gobierno ge- 
neral, solicitando que el Uruguay tenga un representante que 
en Buenos Aires vele por sus destinos. 

6 El triunvirato no se digna escuchar al pueblo oriental. 
Sarratea, Passo y Chiclana, sus miembros, optan por q1 armis- 
ticio á todo precio. Temerosos de que la guerra del Este les 
sea desfavorable, envian un comisionado á tratar con Elío, 
cuando estaba á punto de rendirse. 

El armisticio se acuerda el 20 de Octubre. Entre sus articu- 
les queda consumado el sacrificio de la Banda Oriental, en aras 
de conveniencias relativas y pueriles temores. 
, Rondeau queda avisado para levantar el sitio. Las bases del 
armisticio tenian los caracteres de una ignominiosa perfidii 
y aunque Elio y los triunviros poi'teños sabian que no eran 
sinceras sino hijas del momento, en que tenian necesidad de 
apelar al engaño mutuo, fueron aceptadas de plano. 

Por el armisticio el triunvirato reconocía en don Fernando 
Vil y su dOíCendencia derechos inalienables álos territorios de 
América; prometía ayudar á España contra la usurpación 
napoleónica; reconocía como asiento del gobierno de Elío todo 
el territorio oriental y parte ele Entre-Rios, prometiendo ade- 
mas Totirar sus fuerzas de dicho suelo. 

El Triunvirato obtenía en cambio el gobieri^o de las pro- 
vincias, con la excepción citada y el retiro de las tropas de 
Souza que divagaba en territorio uruguayo. Además se es- 
tipulaba aplazar el reconocimiento de las Cortes, que gober- 
naban á nombre del rey cautivo, hasta tanto no se celebrara 
el primer Congreso de las Provincias. 

A este precio se compraba una paz inútil y estéril. La Ban- 
da Oriental, por cuya independencia tanta sangre hablan de- 
rramado sus hijos, se entregaba á la opresión estrangera, por 
un gobierno que evidentemente no tenía derecho á tal entrega. 
Ratificado el convenio del 20 de Octubre á los cuatro dias de 
acordado en Montevideo, las tropas de Buenos Aires levanta- 
ban el sitio. 



192 HISTORIA DEL URUGUAT 



Solo Artigas quedaba en armas no sometido al afrentoso 
convenio. Solo él, en compañía de su pueblo quedaba velan - 
do por los destinos de la patria y la dig'nidad de la América 
del Sud. 



CAPITULO XXXVIII 

■ SUMARIO -Actitud de Artigas ante el- írmisticio de Oc- 
tubre— 2 El éxodo del pueblo Oriental— 3 Los 

portugueses INVADto EL URUGUAY— 4 LoS ORIENTA- 
LES SE OPONEN Á LA INVASIÓN ESTRANJERA— 5 LOS 

Charrúas SE plegan á la causa db Artigas-* 6 

ViGODETNO CUMPI^E EL armisticio DE OCTUBRE -7 

Otorgues se bate con los portugueses -8 Los 
bandoleros— 9 josé eugenio culta— 10 büenos 
Aires auxilia á Artigas— 11 El gobierno del Pa- 
raguay SE entiende con Artigas— 12 Armisticio 

DEL 26 DE Marzo de 1812. 

•<■ 

1— Ante el armisticio de Octubre que dejaba sin patria al 

pueblo oriental, á aquel pueblo ruvlo, vigoroso y altivo, que 

rompiera la lucha con denuedo, dejando en los surcos de la 

, tierra la sangre de sus héroes, no pudo permanecer indifente 

el Libertado 1% 

Una política llena de temores, no solo transijía con el ene- 
migo, sino que le entregaba fríamente el patrimonio de un 
pueblo, lo que era una torpeza, pues bien mirado se privaba 
del contingente serio y respetable de la Banda Oriental. 

Al oponerse Artigas al despojo mansilloso de su patria, tuyo 
la suficiente dignidad de arrancarse las charreteras que le 
dierala Junta y devolverlas á Buenos Aires, como algo que 
no podia usar y que le quemaba los hombros. 

2— Elío le hace proposiciones ventajosas, pero el héroe las re- 



VlCTOÍt AUREGUINB 193 

chaza con altivez y seguido de 3000 orieiitales en ar- 
mas, toma rumbos al Norte, donde sus aptitudes de general 
y de político le llevan á imponer sus montoneras indómnitas 
al codicioso opresor. 

En esta marcha larga y penosa se le van juntando volunta- 
riamente las familias de los campos, que prefieren seguir su 
suerte á quedar espuestas al yugo estraño. El terji torio 
se despuebla, mujeres, niños, tristes ancianos se plegan h su 
ejército, dejando airas los campos talados, los ranchos conver- 
tidos en ceniza la riqueza rural en ruinas. 

Víctima expiatoria de los políticos de ciudad, que no trepi- 
dan en sacrificar á los pueblos, ahí va la multitud bi*ava y 
resuelta, con la esperanza puesta en el porvenir. Ni á Fer- 
nando Yll ni á los portug^ueses quiere Artigas. 

Busca la Independencia á todo trance y do este modo de sen- 
tires su pueblo. 

Aquel era pueblo! Por donde el héroe pasaba quedaba el país 
despoblado; solas las casas; solos los montes; las estancias sin 
gente, por que nadie dejaba de seguirle. 

El pueblo, pues, aprobaba su conducta, con la sanción do 
su alianza. Asi cuando cruzaron el Uruguay, después de ha- 
berso batido en varios encuentros, con los portugueses casi 
dueños del país, formaban la suma de 16.000 personas. 16 000 
almas siguiendo á un caudillo en la desgracia, á afrontar las 
miserias y penalidades del desierto. 

Fueron en aquellos dias heroicos las márgenes del Ayuí, 
arroyo que riega al Norte de Concordia, tierra en que se posó 
á descansarla caravana errante y sin patria. Así en otras horas 
el pueblo de Israel buscaba a^lo y reposo en un oasis, bajo el sol 
del desierto. 

Aquel em pueblo! Había allí, entro los peregrinantes, muje- 
res de alma varonil y valientes niños, que en medio de las pri- 
vaciones aprendían á querer á la patria y como se debe su- 
frir por ella. Almas fuertes, voluntades de acero, ojos sin lá- 
grimas para llorar la. propia desventura, desafiando las iras de 
un implacable destino. 

Antes de acampar el pueblo Oriental en el Ayuí, mi*entras 
se operaba el viaje en el mes de Noviembre, el gene- 



194 HISTOBU DEL URUGUAY 



ral portugués, faltando á las cláusulas estipuladas por 
Elío y el triunvirato porteño, üabia atravesado el Yaguaron, 
genando territorio oriental. De allí habia seguido á Santa Te- 
resa y San Miguel. Mas tards llegó á apoderarse de Maldona- 
do. El pacto de Octubre, como se vé, 1^'os de cumplirse, pa- 
recía fomentar la agresión portuguesa. 

No era solo este el movimiento del ejército pues siniultánea- 
mente avanzaba al Norte, hasta Yapeyú en el Rio Negro y 
el Arapey, circulando proclamas, de que venia de paz y ga- 
rantizando la propiedad y la vida. De paz y matando patrio- 
tas! Y qué vidas iban á respetai^ cuando el suelo estaba sin 
mas gentes que las montoneras volantes? Ni cómo garantizar 
la propiedad sin duwíos, de que ellos se apoderaban? 

4— Uii teniente de Artigas consiguió batir una columna 

portuguesa en el Rio Negro, capturando á Bentos Manuel su 

jefe. Al mismo tiempo Manuel Pintos, brasilero que servia 

con Artigas, vencia en el Arapey al portugués Maneco y sus 

'500 soldados. 

Mientras la victoria coronaba á los esforzados montoneros, 
Pancho Bicudo, rodeado de 50 patriotas, moría heroicamente 
en Paysandú al empuje de una fuerza portuguesa cuatro 
veces mayor. Solo ocho hombres huyeron á la matanza en 
ese dia. 

5— No soló la población laboriosa de los campos habíase 
plegado al paso de Artigas. Los indomables charrúas sin mas 
ley que su voluntad, se le presentaron en número de 400 
guerreros. Artigas les ordenó atacar al enemigo, dejándoles 
libertad de mantener su campamento fuera del ejército. El 
contingente indio valió mucho en esta ocasión. Las retaguar- 
dias enemigas fueron lanceadas -mas de una vez y puestas en 
derrota por caciques oscuros y turbas sin nombre. 

6— El armisticio no habia agradado ni á la Carlota ni á los 
empecinados de Montevideo. Mal mirado Elío de los suyos por 
el hecho de firmarlo hubo de retirarse en Noviembre de 1811, 
dando por abolido el vi rey nato y dejando á Vigodet con el 
titulen de gobernador y Capitán General. Años después debia 
morir en el patíbulo, en España, á causa d^ sus ideas liberti- 
cidas. 



VÍCTOR ARREaUINB 195 



Asi es que al campar Artigas, principios de 1812, en el Ayuí 
ya estaba Vigodet como dueño de Montevideo. Era un gran 
empecinado y lejos de cumplir lo pactado por el virey, dejaba 
hacer k los portugueses. Las familias que no acompañaron á 
Artigas, huían del despoblado al empezar el año XII. El te- 
mor á los charrúas y el bandolerismo portugués las hacian 
cruzar los campos en carretas y venirse á la capital. De esta 
manera vino á dividirse la población en dos bandos, que aun- 
que sin odios entre familia y familia, estableció la permanen- 
cia de una fracción al Norte y otra al Sud. Artigas que ni 
con Portugal ni con España quería paz, batia, por medio de sus 
partidas rápidas al invasor. Dos de estos, el marqués de Alé- 
grete y el brigadier Cbagas, fueron á situarse en las Misio- 
nes, talándolas y robando hasta los Santos de las iglesias. 

El gobierno porteño había reclamado inútilmente á Vigo- 
det el cumplimiento de lo pactado con Elío; mas el goberna- 
dor lejos de acceder al justo pedido, respondió el 1,*^ de Enero 
en una nota insultante, que no se opondría al avance de los 
portugueses, porque Artigas se mostraba en el Norte. El 
convenio de Octubre estipulaba que, caso de ser invadido 
el territorio del antiguo Virey nato, las dos autoridades de él, 
obrarían de acuerdo para desalojar al intruso. Vigodet no solo 
no se oponía á la invasión sino que la tomaba en cuenta de 
aliada. 

En vano el gobierno porteño invocaba su resolución de ha- 
cer -evacuar el territorio oriental por Artigas, pues bien sabia 
Vigodet, que en el fondo aquel armisticio irrisorio era una 
trampa, en que ni él caería, ni caerían los de Buenos Aires. 

7— Artigas observando los desmanes del conquistador de 
Misiones envió contra él á don Fernando Otorgues,, gaucho 
valiente y sagaz, que presentó á Chagas y al de Alégrete tres 
combates de suerte desgraciada. Uno en Santo Tomé, el se- 



gundo en Yapeyú y el último en la Cruz, donde sus gentes 
mermadas mostmron lujo de valor, cayendo en sucesivos y 
resueltos ataques. 

8— La impunidad en que los criminales podían estar, á 
causa de lo desierto del país, dieron al paisanaje matrero 
ocasión de salir de sus escondites de los bosques, para dedicarse 



196 ffiSTOÍlIÁ DBL URUGUAY 



al robo, y da paso atacar al español, su implacable enemigo. 
Entre estos'bandoleros descolló un mulato, Encarnación, que 
por parecerse á Artigas, á quien se empezaba á dar el título 
de Protector, se hacia llamar desús iguales el protector de los 
siete pueblos^ cuando lo que hacia era mansillar con sus he- 
chos la causa nacional. No obstante sus libres instintos, estos 
hombres eran suceptibles de mejora. Hijos del -medio -agreste 
y bárbaro en que pasaron su mocedad y los años fuertes do 
la vida, tenian hazañas de tigres y una noción del deber es- 
traviada y oscura; pero en el fondo de su naturaleza habia 
algo de generoso; un oculto germen de grandeza, que Arti- 
gas en ocasionos supo aprovechar, regenerando á tales in- 
dividuos. 

El país despoblado, sin grandes defens«*s naturales, abierto 
á todo ataque, y con un núniero de habitantes que no llega- 
ba á 50,000 en toda la campaña y ciudades, mal podia prestar 
á Artigas los medios necesarios para una resistencia prolon- 
gada. 

De suerte que no hubo de mirar con escrúpulos á la gente 
de mala fama, con tal de convertirla en fuerza salvadora de 
un principio. No fué, sin embargo, sino un limitado nümei*o 
de hombres acanallados el que tomó banderas en sus filas, y 
eso esponiéndose al rigor de la disciplina, que con los níalos 
era implacable, y tornaba la libertad sin freno en una vida 
regular. 

9 -De los regenerados fué José Eugenio Culta. Este fatrio- 
ta, cabo de Blandengues de Artigas, llegó uñ dia á desertar 
hastiado de la vida angustiosa que 5e pasaba en el Ayuí, con 
animo de dedicarse ala carrera del pillaje; mas le salió tan 
bien la cosa, que donde fué á robar, se le presentó el dueño de 
la estancia y lo tomo prisionero, con ayuda de sus peones. 
Culta quiso darse por mensajero y habló dé una carta de Ar- 
tigas peixiida en el camino; pero don Tomás García Zúñiga, 
que era el propietario del campo, comprendió la maña de 
gaucho picaro que el otro alegaba y lo persuadió de su mala 
acción.' García Zúñiga después de descubrirle el villano pen- 
samiento que le cegara, le dio buenos consejos, armas y di- 
n3i*o, mandándole pelear por la p futría, 



VÍCTOR ARREGUINE 197 



V 



Desde aquel dia Culta fue un hombre honrado y un gue- 
rrero valiente. 

10— Artigas, viendo el mal éxito de Otorgues, é interosado 
por la salvación de la patria, apeló al poco tiempo al gobier- 
no de Buenos Aires, en demanda de socorros. Este atento á sus 
buenas disposiciones le envió algún socorro y el título de 
gobernador de Yapeyú. El despacho tenia por objeto alejarlo de 
la guerra. Artigas que velaba por su destronado pueblo, de- 
volvió la nota, aunque sin dejar ver el mal efecto que le ha- 
bía causado. 

11— Preparados otra vez para la guerra Vigodet y Bueoos 
Aires, este último consultó al Paraguay, por saber si estaba 
en contra de los españoles. Los paraguayos reunieron fuer- 
zas en la Candelaria y á los pocos dias se pusieron en 
comunicación con Artigas, por intermedio de don Francisco 
Laguarda, cuyo agente vino al campamento del Ayuí, y acor- 
dó con el jefe oriental algunas medidas á tomarse. 

Este acto del gobierno paraguayo que trataba de potencia 
h potencia con Artigas, disgustó profundamente á los de Bue- 
nos Aires, que no habian de perdonar jamás al héroe de las 
Piedras el alcance de su prestigio. 

.12— La Carlota que á todo tranco queria verse coronada, no 
perdía ocasión de solicitar á Goyeneche que bajara del Alto 
Pcrü, á guerrear de concierto con el de Souza. Esta 
junción, empero, no debía operarse por los malos ojos con que 
Inglaterra miraba la intervención portuguesa en los asuntos 
del Plata. 

La primera no desesperaba por esto. Se tuteaba en cartas 
con los generales del Norte y les ordenaba conferenciar con 
Elío, sobre el modo de conjurai'la revolución y estinguirla. y 
por último ofrecía hasta sus joyas con tal de ver sus deseos 
realizados. 

12— Buenos Aires que juzgaba imposible entenderse coa 
Vigodet, tocó por estos tiem.pos la influencia de lord Strang- 
ford, Ministro ingles en Rio Janeiro, con el fin de que se arri- 
bara á un armisticio luso-platense con presCindencia de Vi- 
godet. 

Esta vez el paso diplomático tuvo éxito y en la noche del 



198 HISTORIA DEL URUGUAY 



26 de Marzo de 18 2, quedó acordado ea Buenos Airés el armis- 
ticio entre el enviado portugués Rademaker, llegado ese 
mismo dia, y el gobierno argentino. Habría paz desde aquel 
momento. Los portugueses se comprometían á evacuar el 
territorio oriental. 

Poco después el agente de Portugal ordenaba á Souza, mar- 
ceara á situarse en la frontem del Brasil, orden que no fué 
acatada de pronto -sino lentamente, pues Souza algo sabia de 
un plan tenebroso pronto á desarrollarse en Buenos Aires, y 
quería mantenerse en actitud de no desagradar á la Carlota, 
cuyo deseo era no desocupar el Uruguay. 

Aquel célebre Alcalde Álzaga, tan grande en la defensa de 
Buenos Aires contra Whitelock, era jefe de un complot, cu^^o 
fin era hacer que el Rio de la Plata retornara á ser español. 
Contaba para ello con 10 000 castellanos. La conjura debia es- 
tallar en Buenos Aires el 1.^ de Julio, con voces subversivas y 
matanzas inmediatas. Este golpe haVria sido fatal á la Revo- 
lución; pero delatado á tiempo, el Dr. D. Bernardino Rivada- 
via tomó cartas eñ el asunto y logró dar con los hilos de la 
conspimcion y prender á Álzaga en la noche misma en que 
debia aquella producii-se. 

Dos dias después Álzaga era ahorcado. A esta ejecución se ' 
siguieron las de mas de 30 españoles. El Dr. Chiclana puso 
también su espíritu pesquizante á contribución en las inda- 
gaciones de Rivadavia, que condenaba á muerte, después de 
levantar un breve sumario, á los comprometidos en el tene- 
broso complot. 

Apesar del armisticio no salía Souza del territorio oriental. 
Necesario fué que lo batiera el argentino Soler en el Arapey 
Gmnde, para que evacuara el país, después de saber el des^rra- 
ciado ñn de Álzaga, con quien talvez pensara entenderse para 
abatir la causa nacional. 



VÍCTOR ARREGÜINE 199 



CAPITULO XXXIX 

SÜMARiO -1 Buenos Aires gana la adhesión de Artigas— 
2 El presidente Sarratea y su perfidia para con 
el caudillo oriental— 3 La partida tranquiliza- 
dora— 4 El empréstito patriótico- 5 Culta pone 
smo A Montevideo— 6 Asonada del 8 de Octubre 
EN Buenos Aires— 7 Rondeau viene al sitio de 
Montevideo - 8 Vigodet se prepara á darle ba- 
talla— 9 Victoria del Cebrito, 

1— Al retimrse los portugueseo de la Banda Oriental, Bue- 
nos Aires, que seguía siendo bloqueado por la escuadrilla 
de Michelena, se dispuso á poner el segundo sitio de Monte- 
video. 

Comprendió el gobierno porteño la importancia de Artigas 
en esta faena guerrera y tratf3 de desagraviarlo, por mas que no 
le tuviem simpatías, á Causa de que la franqueza del caudillo 
no se avenía con aquella velada y parsimoniosa política, que 
ora solía reconocer á Fernando Vil, ora dejaba que sus proce- 
deres la delataran como contraria al monarca, sin resolverse 
por im temperamento leal. 

Artigas fué fácilmonte abordado. Buenos Aires le envió por 
el coronel don Ventura Vázquez al campamento del Ayuí, 
armas y dioero. Artigas para probar su buena fé dio al comi- 
sionado el mando de los «Blandengues de la patria» y prome- 
tió venir al segundo sitio. 

Se discutió mucho en el gobierno, después de este hecho, 
sise debía ó no .spcorrer á Artigas. Se le temía y se le odiaba 
á la vez por los orgullosos triunviros. Al fin se envió, á don 
Nicolás de Vedia al Ayuí, con encargo de ganarse definitiva- 
mente la voluntad del caudillo, á quien halló el comisio- 
nadoen medio de su pueblo proscrito, adiestrando soldados 



200 ñISTORU DBL URUGUAY 



en el manejo del fusil, con palos que los simulaban por no 
tener fusiles verdaderos. 

Muy satisfecho dejó Vedia el campo do Artig-as y al llegar 
á Buenos Aires, habló á su gobierno, con mucho elogio del 
Caudillo. 

Todo fué oído con sombría atención por. los triunvmos- 
Supo después Vedia que el gobierno no gustaba que en su 
presencia se ponderase arcaudiilo oriental. 

2 -En Junio el gobierno designaba á uno de sus miembros 
como jefe del ejército de operaciones en el Uruguay, entre- 
gándole numerosa fuerza. A sus órdenes veoian Rondeau, 
Terrada, French y Sole^. Sarratea, general improvisado, y 
una de las mas innobles figuras de la Revolución, era esta 
vez Gptii'en tenia encargo de sitiar á Montevideo. 

En lugar de abrir campaña inmediatamente se pasó al>¿un 
tiempo el triunviro en bailes y convites en el arroyo de la 
China, á costa del Estado; muy luego fué á colocarse cerca 
del Ayuí, en aparente amistad con Artigas. Ll vaba de Se- 
cretario á Pedro Feliciano Cavia, uno de esos tantos miserables 
que para medrar finjen aceptar las buenas ideas siempre que 
el triunfo probable esté del lado de ellas De acuerdo, general 
y secretario, convinieron en que se debía dejar al héroe de las 
Piedras reducido á la categ^oria de jefe sin gente, para lo cual 
se valieron de todo linaje de intrigas. Artigas habia recibido 
bien á Sarratea, y este, hablándole en altisonante jerga de la 
necesidad de la concordia americana, no halló dificultad en in- 
sinuarse 3n el abierto y leal espíritu del caudillo. 

Sarratea disimilaba- sus malas intenciones, y como mane- 
jase mejor la ÍQtriga que la -e pada, no tardó en desarrollar 
un plan artero, que en parte obedecía á instrucciones recibi- 
das en Buenos Aires, y en parte eran el resultado de su inno- 
ble índole. 

Empezó por sembrar el descontento éntrelos jefes estmnje- 
ros que servían i.on Artigas, pintándoles lo que ganarían con 
desertar de su campamento lleno de miserias y penalidades y 
pasarse al brillante ejército nacional. Artigas no tenia dinero 
ni para satisfacer su)$ propias necesidades, ni lo precisaba par 
ra defender la patria. Sin embargo la defección no tardó en 



VÍCTOR AHBEaUINB 201 



producirse. El primer pasado fiié Vázquez, en quien tanta 
confianza depositara el jefe de los orientales. Sarratea deno- 
minó nacional, al cusi-po de Blandengues, en una orden dia, y 
lo designó con el N ° á. 

El ncial ejemplo es corruptor. El paraguayo Baltavargas imi- 
tó á Vázquez pasándose con 600 individuo •, el brasilero Pedro 
Viera, ósea el antiguo Perico el bailarín imitó á Baltavargas 
y defeccionó con 800; el español Benavidez, que mas tarde 
debia también sor ti*a^dor á la patria, y caer muerto por sus 
balas en la batalla de^Salta, abandonó asimismo á Artigas, se- 
ducido por las promesas de Sarratea. Estos últimos, Viera y 
Benavidez, eran los del grito de- Asancio que no debieron 
nunca exhalar. 

Como es natural Artigas so sintió mucho de esti felonía. 

Su ejército quedó reducido á la poca gente de Otorgues, 
Rivera, Baltazar Ojeda, Blas Basualdo y Manuel Francisco 
Artigas, que se indignaron cuando les habló Sarratea para 
que defeccionaseo, preñriendo el hambre, la miseria y las ad- 
versidades en el campo de Artigas, á la paga puntual y los 
bailes y convites rumbosos en el' arroyo de la China que 
podia brindarles Sarratea. 

Artigas, cu3''o ejército (quedaba reducido á poco mas de 1000 
hombres, se quejó á Sarratea de tan indi-<no proceder, que 
venia asombrarla desunión en las filas de la patria. Mucho 
le habia costado al caudillo oriental organizar su ejército, y 
motivo le sobraba para castigar al triunviro; pero su deseo de 
no provocar la guerra civil le llevó hasta el punto de no "mos- 
trar siquiera hostilidad á quien tan claramente trataba de 
anularlo y perderlo. 

No cesaron allí las deslealtad os de Sarratea. Aún llegó á 
tentar, aunque inútilmente, á las familias que seguían 
errantes al Libertador. Aún habló con muchos para apoderar- 
se de la persona de Artigas, que so le habia ordenado; pero 
en todo halló la mas viva repulsa. Tuvo también la audacia 
de insinuará Otorgues el asesinato del caudillo, sin mas resul- 
tado que hacerse odiar por lor; orientales. 

Artigas quQ no se habia dejado prender por Muesas, el viejo 
guerrero' español, cuando soIq era capitán de Blandengues, 



202 HISTORIA DBL URUGUAT 



— »'>■ 



menos iba á caer, ahora que era el patriarca y el ídolo de una 
nacionalidad naciente, en las redes de un astuto comerciante, 
condecorado de general. Las tentativas se hicieron; pero.Sar- 
ratea tuvo miedo de consumar las órdenes que llevaba y los 
desmanes que su natural le dictara. 

3— Mientras el Presidente Sarrratea, que lo era del Ejecutivo 
de su país, se pasaba el tiempo en sembrar la anarquía, ó en 
diversiones alegres, Vigodet se preparaba á una desespéi-ada 
resistencia y ordenaba á un cruel oficial que recorriera el 
país, al sud del Eio Ne^ro, arreendo todo el ganado que ha- 
llase en los campos, y dando muerte á los bandidos que 
prendiera, como asi mismo á los insurgentes. 

Dio el nombre de Partida tranquilizadora de la campaña al 
grupo de 30 hombres encargado de recorrerla, cuyo jefe ape- 
nas salido déla ciudad empezó á cometer tales atentados que 
merecerla el nombre de salteador, sino le viniera mejor el de 
asesino. 

La partida tranquilizadora cometió muchas ejecuciones, 
descuartizando á las víctimas y poniendo sus mutilados 
miembros y sus ensangrentadas cabezas en estacas, á la en- 
tmdade las encrucijadas y caminos; impartió orden de que 
todos los vecinos entregaran las armas so pena déla vida, 
dando plazo de 24 horas en los parajes que recorría; quemó 
cuanta canoa ó bote encontró en los ríos; remitió por viles sos- 
pechas presos tí Montevideo á numerosos ciudadanos, y has- 
ta llegó á dictar, el 20 de Ma3^o, un bando terrible, por el 
cual quedaban las mujeres sospechadas de patriotas puestas 
al nivel de reos de Estado, teniendo las autoridades de cam- 
paña la obligación do enviarlas presas á Montevideo, arrojar- 
las de sus hogares y confiscarles sns bienes. 

Estas medidas que en algunos casos se estremaron, no hi- 
cieron mas que enardecer á las valientes mujeres, que desde 
entonces dieron ejemplo de un acendrado amor á la patria, 
arrostrando, con rara fortaleza, las iras desencadenadas del 
bamboleante poderío español. 

4— Faltándole recursos para pagar á sus soldados, Vigodet 
escojitó el medio de tenerlos, y para ello estableció de acuer- 
do con el Cabildo un impuesto general de 4 o/<* sobre la pro- 



VÍCTOR ABREGUINB 203 



piedad, capitales y negocios en giro, asegurando devolver el 
producido de ese impuesto-préstamo, á los 6 meses de plazo. 
Aún cuando esta contribución anormal recibió el nombre 
de empréstito patriótico, no dio los resultados que se espera- 
ban y hubo de apelarse h'asta á la violencia para pagar á las 
tropas de Montevideo. 

En Agosto ya temia Vigodet el segundo sitio, y á fin de es- 
tar pi*evenido reconcentraba todas sus fuerzas en la capital. 
Calta, que divagaba por los campos al sud del Rio Negro, se 
hacia pasar por la vanguardia del ejército patriota, y en tal 
concepto lo temia Vigodet, dejando abandonada la población 
de Canelones, al caudillo y sus 200 gauchos, cuyo número se 
hacia ascender á mas de 1000, por los que tenian interés en 
que el audaz montonero no fuera molestado. 

Antes de aportar á Montevideo el terrible oficial de Idiparti' 
da tranquilizadora, ordenó á las autoridades de los pueblos 
campesinos que caso de prender á insurgentes, no pudién- 
doles remitir á Montevideo los pasaran por las armas, colo- 
cando sus cabezas en lugares visibles para ejemplo de los 
demás. 

En Setiembre Vigodet y el Cabildo rechazan las proposi- 
ciones de someterse á Buenos Aires, que les hace el Triunvirato 
y se apresura á jurar la Constitución promulgada por las 
Cortes de Cádiz. 

5.-Dias después, el l.<> de Octubre, aparece Culta en el Cerri- 
to, haciendo flamearla enseña de los independientes, el pa- 
bellón argentino creado por Don Manuel Belgrano, que lo 
desplegara por vez primera, una tarde de Febrero del año XII 
en el Rosario. 

El audaz Culta fué tomado por la vanguardia de un gran 
ejército, aunque no tenia mas que 200 ginetes, á los que en 
fuerza de evolucionar hizo pasar realmente poi* muchos mas 
de los que eran. 

La plaza estaba defendida por algunos miles de hombres y 
cerca de 300 cañones. 

El primer dia del sitio ya tu^o Culta que medir sus armas, 
en una guerrilla prolongada. Al anochecer se fué á situar en 



804 ' HISTORIA DEL ÜRüOUAY 



i^^lrmwas^n 



el Peñarol, donde en adelante siguió yendo á pernoctar por la 
noche. 

De dia avanzaba hasta las Tres Cruces, á media legua de 
la plaza, desde donde sus entusiastas paisanos sostenían un 
' vivo fuego con los godos. 

Tal era el patriotismo de estos hombres, que un gaucho de 
Culta, prisionero de los españoles en momentos de cruzar un 
potrero cercano á la ciudad, llegó á' tragarse los papeles re- 
servados de que era portador, y á soportar la pena de 300 azo- 
tes, que los déla plaza le impusieron, antes'de confesar á 
quien iban los pliegos que se tragara la víspera. 

6— Mientras el patriota Culta tenia en jaque á Montevideo, 
y el poder colonial en el Uruguay desesperaba de sus bríos, 
Buenos Aires daba el ejemplo de la anarquía derrocando á 
los impopulares triunviros. ' 

En efecto, el 8 de Octubre la guarnición de aquella ciudad 
daba por tierra con el poder constituido. Allí estaba en la pla- 
za pública, el coronel don José de San Martin, mas tarde el hé- 
roe de los Andes; allí Alvear, vencedor después de Vigodet, 
aunque vencedor de pocos escrúpulos; y ¿porqué no deciilo? 
allí había bastante gente civil de importancia unida al par- 
tido militar en una asonada estruendosa, que había promo- 
vido el doctor Monteagudo, hombre de intriga y fautor de dis- 
turbios en todas las ocasiones que se le presentaban. 

Cayó el triunvirato que se había vuelto casi despreciable, y 
en su lugar se elevó otro compuesto por el doctor Passo, 
don Nicolás Rodríguez Peña y doctor Antonio Al varez Yonte. 
Se resolvió mas tarde por el nuevo poder que cada ciudad 
tuviera su representante en el Congreso General á reunirse. 

Yg, veremos como estas liberalidades no hacían relación 
con Montevideo y su campaña. 

A medida que se popularizaba el nombre de Culta la deser- 
ción se producía en las filas españolas, y hasta llegaban á 
verse pasquines en las paredes de Montevideo, pegados por 
manos anónimas y escritos en son de chacota y amenaza con- 
tra el gobierno, debido á lo cual Vigodet llegó á cometer no 
pocas violencias, aunque no tan grandes como las de Elio, 



VÍCTOR ARREGUINB 205 



por ser el catalán Vigodet hombre de mas templado carácter 
si bien más adversario de Ja Revolución. 

Don Manuel de Sarratea antes de producirse la asonada del 
8 de Octubre, habia consultado á don Nicolás de Vedia sobre 
si seria conveniente dejar la espedicion al Uruguay y seguir 
con sus festejos y bailes en el arroyo de la China; pero Vedia se 
opuso á la inacción, con lo que el general se resolvió á venir 
al sitio» 

Su intento al querer abandonar al Uruguay, era estar próxi- 
mo á Buenos Aires y quebrar la influencia de San Martin, 
Alvear y otros que vallan inñnitaiñente mas que él. De suerte 
que el prudente consejo de Vedia evitó el derramamiento de 
sangre que se habría producido, á haber estado mas cerca de 
Buenos Aires Sar ratea, por los días de la rebelión de Octubre. 

7— Llevaba ya 20 días de asedio Montevideo, cuando^ apare- 
ció Rondeau en el Cerrito, con la verdadera vanguardia del 
ejército de operaciones. Allí encontró á Culta, de quien hizo 
elogios, llegando á proponerlo á Buenos Aires en el gmdo de 
capitán. 

En pocos dias Rondeau alcanzó á tener 2000 hombres. Sarra- 
tea y Artigas quedaban en el Ayuí. En la vanguardia de Ron- 
deau ñguraban los patriotas Pico, Hortiguera, Ramos, Escala- 
da y otros^ 

Las escammusas diarias se siguieron en adelante con una 
terrible frecuencia, distinguiéndose mucho don Benito Chain, 
jefe de las caballerías realistas, y héroe de sus filas. 

Montevideo tenia entonces, contando las tropas españolas, 
alrededor de 25.000 almas; y siendo pequeña para conte- 
ner tal número, muchas familias vivian en carpas, á sol y 
viento, ó bajo carretas ó en lossitÍ9S valdíos, sin mas techo que 
los cielos. 

El 22 de Octubre vino Baltavargas al sitio, con mas de 30O 
orientales, á reforzar á Rondeau; el 27 hubo canje de prisione- 
ros, confundiéndose con ese motivo las familias y gentes de los 
campos en una fraternal unión, mientras duró la escasa tre- 
gua; el 28 hubo guerrilla como siempre. En esta ocasión los 
castellanos por diferenciarse de la gente patriota salieron al 



206 HISTORIA DEL URUGUAY 



campo con un bonete rojo, lo que fué motivo de risas en el 
campo do los independientes. 

Las guerrillas se repitieron con una constancia rigorosa en 
los dias siguientes. A.1 regresar los españoles á la plaza sitiada 
los patriotas, por burla, solian ecoltarlos hasta el pié de las 
murallas á las voces de marranos al cMquero^ y otras no me- 
nos mortificantes: 

El día de todos los santos (Ide Noviembre) hubo un combate 
que pasó de escaramusa. Tarde y mañana combatieron Balta- 
vargasy Chain en la cuchilla de don don Diego, perdiendo 
entre ambos no menos de 100 hombres Los ataques fueron por 
mar y tierm. La fortaleza cfel Cerro, mandada por un coman- 
dante Ansay, también tomó parte en el combate, que fué ad- 
verso á los españoles. 

El Regimiento nüm. 6 que era de negros n^andados por Soler 
vino el' 9 de Diciembre al asedio, al que se incorporó tam- 
bién Joaquín Suarez, mozo bizarro que ya habla peleado 
en las Piedras el año anterior. Los Blandengues man- 
dados á la sazón por don Ventura Vázquez no tardaron en 
reunirse alas Hume:*osas fuerzas sitiadom-. La ciudad carecía 
de agua. Los patriotas habían cegado los pozos del Rey de que 
la población se surtía; pero esta carencia vino á subsanarse 
el 29 de Diciembi'e por un fenómeno curioso. Las aguas de la 
bahía se endulzaron, por la influenciado alguna poderosa cor- 
riente de agua duloe, lo cual hizo repetir al poeta Francisco 
Acuña deFigueroa, que entonces escribía el Diario del Sitio, 
dentro de la plaza, el dístico que dice: de esta agua no he de 
beber. El agua del puerto fué bebida como si hubiera 
caído del cielo y aun se hizo gran acopio de ella. 

Las diarias guerrillfts,en que se mermaba la tropa caste- 
llana, y los wefuerzosde continuo recibidos por Rondeau, re- 
solvieron á Vig' det á buscar en una batalla el término de 
aquella guerra en detalle. 

8— Había recibido en Noviembre 100,003 pesos, traídos de 
Lima por la fragata Apodaca y buen golpe de municiones. 
Nunca mejor que entonces podia convertirse de agredido en 
agresor, tanto mas cuando era de esperarse que los patriotas 
intentaran asaltar & Montevideo. 



VÍCTOR ARREGUINE 207 



En consecuencia. celebró Junta de guerra el 30 de Diciembre; 
alistó y acuarteló sus veteranos y milicias y se dispuso para 
jugar á campo abierto su peixiicion ó su victoria. 

9— El ejército durmió poco esa noche. Antes del alba del 31 
estaba en pié. Amanecía. No eran las cinco de la maña- 
na cuando los españoles, con sus jefes al frente 3'' las banderas 
desplegadas salían do la plaza, formando en tres legiones. 

La primera la mandaba el coronel Lacuesta. Iba á la derecha. 
Formaban en ella los «Voluntarios de Madrid», una compañía 
del «Fijo», dos de artillería urbana. El oriental Loaces, coro- 
nel, mandaba la columna del centro, guiando tres compañías, 
una de catalanes, otra del «Cuerpo del Comercio* y la torcera 
de Marina. El coronel Gallano iba á la izquierda; el bravo 
Chain, jefe de la caballería, mandaba algo mas de 100 bombres. 

El total de la fuerza castellana ei*a, según Vigodet, de 1430 
soldados; la artilferia 8 piezas. 

A la derecha marchaba el Estado Mayor, que Vigodet man- 
daba en persona, llevando como segundo jefe al brigadier D. 
Vicente María Muesas, el mismo con quien antes riñem Arti- 
gas siendo capitán de Blandengues. 

Chain fué de los primeros en atacar. Em un león en le ba- 
talla y logró con su poca gente sorprender á Baltazar Vargas, 
ó Bal ta vargas como le llamaban los suj-os, á la altura de las 
Tres Cruces. 

Hizo fi'ente el paraguayo al ser sorprendido, pero su deses- 
perada resistencia le costó caer prisionero con 39 de los suyos. 
Desús 400 soldados, solo unos ouantos huyeron á prevenir á 
Rondeau de lo que pasaba. Una gran parte quedó formando 
un tendal de muertos y heridos. 

Lacuesta, á 20 ó 30 cuadras de Montevideo, desplegó una 
gran guerrilla, que fué sorprendiendo las guardias. 

Los paisanos tomaban mate tranquilamente ó recien des- 
pertaban en el campamento patriota. Así es que la sorpresa 
iba siendo completa. 

Después de sorprender todas las avanzadas enemigas, el 
vencedor esperó al resto del ejército y é raíz de un breve 
acuerdo se re<solvió que Gallano tomara el rumbo del Cerrito, 



208 HISTORIAL DEL URUGUAY 



dpble eminencia de tierra abrupta, empinada casi al término 
de una faja de colinas quo se estiende al N. E. de la ciudad. 

Las divisiones de Loaces y Lacuesta se dirigieron á la Fi- 
gurita, donde se sabía campaba una fuerza -patriota: los ne- 
gros de Soler. 

No habia salido el sol cuando llegaban los dispersos de 
Vargas al campo de Rondeau, con infantes 4 la grupa. 

En tales angustiosos momentos el general manda llamar á 
un señor Viana, á quien dias antes habia confiado el inepto 
Sarratea el comando del sitio. Viana se desentendió de todo 
en ese instante, dejando^ Rondeau la buena ó mala ventura 
de dar rostro al peligro, cuando los españoles escalaban la 
cumbre. 

LacuiBsta, según El Diario de Figueroa, que está basado en 
las versiones realistas, logró sorprender al núm. 6, en moínen- 
tos en que Soler dormia fuera del campo de acción. 

Según otros el 6.0 fué batido en la misma falda del Cerrito, 
estando su jefe al frente, vestido de soldado, y como soldado 
con fusil y canana. 

Ssa cierto la primera ó la segunda versión, el hecho es 
que, sorprendidos, los negros de Soler, resistieron tenazmen- 
te causando fuertes bajas al español. 

Es digno de mencionarse el heroísmo de un capitán Videla, 
negro de color y de alma fuerte, que nos recuerda el caso de 
oti*o negro sublime. Falucho, muerto en un castillo del Ca- 
llao, asesinado allí, en sus almenas, por no querer tmi- 
cionar á la patria. 

Estaba herido el infeliz Videla y rodeado de enemigos, que 
le querían rendir. Mas como él luchara todavía le dijeron, po- 
niéndole las armas al pecho: grita ¡viva el Rey! ¡Viva la pa- 
tria! fué el grito del bravo capitán, último grito de su vida, 
porque en el mismo instante lo mataron. 

Del núm. d murieron unos 40 negros. Los demás derrota- 

;se al triunfante enemigo, que siguió 

estorbaban el paso. 

Hubo un momento de decisión hermosa de parte de los cas-- 
t¿?lí * -- •- ......... ... 

ámw 





Víctor arreguinb 209 



guir á los dispersos, que ala voz de Rondeau, que en ese día 
fué gran^'e como eu ningún otro, lograron organizarse de 
nuevo. Los instantes eran solemnes. Rondeau, .so'brepo- 
niéndose al honor de la batalla, mitad batalla, mitad sor- 
presa, se puso al frente de los fugitivos, que eran casi todos 
del N.^ 6, y consiguió detenerlos y echándoles en cara su con- 
ducta, atraerlos á la pelea, que se hizo entonces general. Una 
espléndida carga de bayoneta llevada en persona por Rondeau 
entonó la batalla. Los realistas que en Montevideo coronaban 
las azoteas de las casas, hablan roto en un vivo repique de 
campanas y salvas de cañón, al ver oncearla enseña española 
en la colina; pero cesaron en su regocijo al ver como los solda- 
dos déla patria la arrancaban, clavando en su lugar la blanca 
y celeste. 

Rondeau estaba enai*decido y de aquella carga viril, consi- 
guió el cambio de faz de la lucha y convertir en victoria la 
derrota uniendo la voz de mando al ejemplo. . 

La carga la había sufrido Lacúesta, que recibía órdenes do 
Huesas, que en lo mas reñido del combate fué muerto. Con 
este contraste quedó algo desconcertado el jefe de la 1.* divi- 
sión. Gallano peleaba aisladamente. Viendo Vigodet escapár- 
sele la victoria, llevó un furioso ataque á la disputada cum- 
bre, logrando otra vez enarbolar la bandera de Castilla, con 
lo cual volvieron los déla ciudad á poner á vuelo las cam- 
panas. 

Largo tiempo luchó Vigodet en aquella posición venta- 
josa, soportando los fuegos y las arremetidas de la caballería, 
mas al fin hubo de ceder terreno al arrojo de los indeper- 
dientes,-que en mayor número lo acosaban con desesperada 
violencia. La artillería que habla subido á la cumbre tuvo 
que prote2:er á cañonazos la retirada española, que se inició 
á las 10 deja mañana, bajo todos los fuegos. 

Sobre el campo de acción debieron quedar unos 500 entre 
muertos y heridos, y por mas que uno y otro ejército trata- 
ran de disminuir sus bajas y aumentar las del contrario, 
cosa muy frecuente en la guerra, el hecho es que las bajas 
de los patriotas no debieron ser iii^feriores á las de Vigodet. 

Con tan señalado triunfo Rondeau quedó nuevamente due* 



210 HISTORIA DEL URüaUAY 



ño del campo, y en condición de ser exigente con los venci- 
dos; mas no lo hizo, limitándose á complacerlos con el canje 
de prisioneros, y aún les concedió sobrada ventaja, pues dejó 
en poder del jefe castellano á Baltavargas, á quien Vigodet 
no quiso cambiar por nadie, so protesto do que los patriotas 
no tenían un prisionero de tan alta gmduacioil. Asi es que 
Vargas tuvo que vivir encarcelado casi dos años, basta que 
fué tomada la plaza. 

Desde el 31 de Diciembre el Cerrito dejó de llamarse Cerrito, 
para ser conocido bajo el nombre de . Cerrito de la Vic- 
toria, 



CAPITULO XL 

( 1S13 ) 

SUMARIO -1 Sarratea y Artigas vienen al sitio de Monte- 
video -2 OSTILIDADES DE ARTIGAS Á S ARE ATEA— 
3 SaRRATEA es EXPULSADO DEL EJÉRCITO PATRIOTA*- 

4 Asamblea Constituyente en Buenos Aires— 

5 Acción DE San Lorenzo— 6 Mísera situación de 

LA PLAZA ASEDIADA. 



1— En la noche última del año XIÍ, Rondeau solemnizaba en 
su campo la victoria con grandes hogueras, á cuyo resplandor 
ios soldados patriotas cantaban al son de la guitarra los inci- 
dentes de la acción y las esperanzas de la patria. Un chasque 
desprendido ese mismo dia del ejército sitiado cruzábalos cam- 
pos para ir á dar cuenta del fausto suceso al general Sarratea. 

Este general venia en marcha cuando recibió la noticia. 

Artigas lo seguia de lejos -en actitud de quien observa la 
marcha de un enemigo, pero sin romper con él. 

Al fin llegaron á marchas forzadas. El General en Jefe pasd 
al sitio, y Artigas, á quien seguia el gauchaje de los campos, 



Víctor arbégüike Sil 



puso su campamento en el Paso de la Arena, á corta distan- 
cia del Cerrito. 

Con el caudillo oriental venian 4.700 hombres, y como entra- 
ba en sus miras abatir ai español, escribió á Rondeau en el 
sentido de ponerse á sus órdenes, á condición de que el inepto 
Sarratea fuera expulsado del mando. 

2— Artigas habia amenazado con hostilizar al ejército de Bue- 
nos Aires, caso de no precederse á la destitución de Sarratea, 
y como no lo fuera en seguida, convino con Fructuoso Rivera i 
que debia mas tarde ser el continuador de su obra, la tarea de 
obstaculizar á los sitiadores, que se vieron á su vez sitiados 
por el gallardo mozo, que contaba entonces 24 años, y era 
sagaz en la guerra y de espíritu despierto. 
. Rivera, aunque no batió á los de Buenos Aires, se ingenió 
para impedirles les llegaran reservas de campaña, y hasta les 
arrebató una noche todas las caballadas que^ tenian. De esa 
manera obligaba Artigas á Rondeau á tomar la dirección de 
la guerra,, que el otro era incapaz de sostener por su nulidad 
como soldado. Con esto Rondeau se dio á meditar en lo que 
debia hacer, y al fia comprendiendo todo el alcance de situa- 
ción tan insostenible, resolvió sacrificar las pretensiones del 
General en Jefe, en ams de una evidente conveniencia. 

El jefe oriental tenia motivos para adoptar un temperamen- 
to rigoroso. En primer lugar se habia visto despojado de su 
patria por una política asustadiza, que le obligara á los mas 
grandes sufrimientos en el Ayuí; mas tarde la mala fé de 
Sarratea habia mermado su ejército, formado y sostenido á 
costa de su actividad, prestigio y valor; ahora que mandaba 
un nuevo ejército y recibía diariamente desertores de la plaza 
y del carápo sitiador, nada mas natural qu^ derrocara á quien 
ni á él ni á los orientales queria; á quien miraba á]a Banda 
Oriental como una provincia conquistada. 

3— En varios acuerdo secretos abordó Roníeau el punto y 
de consuno con el coronel Vedia, resolvió la deposición 
del jefe superior por un golpe de audacia. Ganó Vedia el 
ánimo de los «Dragones:^ y del «Regimiento de artillería», 
después de lo cual se avisó al agraviado caudillo oriental el 
plan urdido, pidiéndosele á la vez su concurso para consu 



él2 HiSTOUlA l)lít URtJéUAi 



inarlo. Enseguida puso Artigará las órdenes de los complo- 
tados las caballerías que mandaba don Fernando Otorgues, el 
jefe de su mayor confianza y uno de los mas resueltos pa- 
triotas. 

Al alborear el 10 do Enero de 1813, formaban en el Cerrito 
los tres cue^rpos destinados á sostener el movimiento. En esta 
situación amenazante, envió Roudeau una nota á la carpa 
del general, en,la que se le decia, que siendo necesaria la pre- 
sencia de Artigas en la línea sitiadora, y condición do esta 
presencia la sepamcion de Serratea y algunos oficiales, se 
s rviera designar sustituto y abandonar el ejército. 

Sarra'ea, por mas que contara con algún apoyo, no juzgó 
prudente presentar un combate y optó por la retirada, toman- 
do rumbo á la Colonia, en compañía de los comandantes Váz- 
quez y Valdenegro, su secretario don Feliciano Cavia, el- 
coronei Viana y algunos otros desafectos á Artigas. 

Vigodet en el interregno de los desacuerdos entre los pa- 
triólas habla tentado la fidelidad de Artigas, proponiéndole 
el empleo de brigadier y la Comandancia General de Campa^ 
ña, sin otro resultado que el rechazó, por dos veces, de tan 
menguadas proposiciones, que le llevaron unos señores La. 
rrobla y Manuel Villagran, este último pariente de Artigas. 
El caudillo oriental, cuya alma altivísima era incapaz de 
una claudicación, pasó el 26 de Febrero á tomar su puesto en 
el sitio, siendo recibido con gran alborozo por los indepen- 
diente.s. 

Con este refuerzo del sitio la zozobra de Montevideo no tuvo 
límites. En la ciudad, los heridos se morian de miseria 
lo carne y el agua escaseaban: nó habia dinero, las pá- 
lidas enfermedades se presentaban con una perspectiva- 
siniestra, el desaliento venia á los espíritus mas fuertes. Solo 
los empecinados^ pedian antes que la capitulación la muerte 
y se mostraban descontentos porque no se presentaba á cada 
hora una batalla campal. 

4— El 30 de Enero, por la noche se habia operado en Bue- 
nos Aires un hecho de consideración. Reunida la Comisión 
preparatoria de la Asamblea General Constituyente, aunque 
falta de mimeropam formar quorum^ tuvo en aquella nocho' 



VICTOB abregiunb 213 



ocasión de proclamarse poder soberano é instalarse al día in- 
mediato. Fi guipaban entre sus miembros el doctor don Ber- 
nardo Monteagudo, don Vicente López, el coronel don Carlos 
de Alvear; Víeytesy el depuesto General Serratea. 

Belgrano que al acercarse al río Pasaje, en marcha hacia al 
Norte, habia recibido la noticia de la victoria del Cerrito, 
juró obediencia al nuevo poder y siguió su carrera hasta 
Salta, donde venció á los españoles el 20 de Febrero. 

.5--A todas las desventuras de Montevideo se anadian los 
combates cuotidianos, en los que siempre morian algunos 
soldados. Los particulares hacian el corso en los rios y solian 
provejer, aunque malamente, de víveres á Montevideo. De 
estos corsarios, quien mas se distinguía por su audacia era 
un Rafael Ruiz, que á fines de Enero se aventuró á salir en' 
busca de;ieña y carne fresca, hasta mas allá de donde debía. 

Avanzó con su escuadrilla, protegida por un buque .de 
gueri-a, hasta San Lorenzo en el Paran i y una vez en este pun- 
to desembarcó con sus 250 hombres, munidos de armas y 
cañones. 

El coronel San Martin, patriota de ideas monárquicas, que 
en aquellas alternativas organizaba un cuerpo de coraceros, 
al ver gente española emboscó á los suyos, que no pasaban de 
•120, y esperó á que el enemig-o se adelantara, como lo hizo,* di- 
rigiéndose á un antiguo convento, sobre el qoe cayó S^n Mar- 
tin derrotando á los españoles, después de matarles 40 hom- 
bres. Esta acción librada al amanecer del 3 de Febrero, fué la 
primera que en América dio prestigio al nombre del futuro 
guerrero de los Andes que con su espada triunfante abriría 
después el cimiento de grandes naiionalidades. 

6— El desastre de Ruiz habia dt^jado á la plaza de Montevi- 
deo en condición misérrima. El escorbuto se desarrollaba en 
ella con pasmosa frecuencia, á causa de la carne salada á que 
se veían reducidos los alimentos de la población. El Cabildo 
mandaba agentes á Rio Grande en busca degranos; agentes á las 
costas en busca de agua, pues los algibes estaban secos; agen- 
tes por todas partes; pero nadie traía lo necesario, y allí fren* 
te ala plaza, en el Cerrito, 6500 soldados enemigos impedían 
cualquier comunicación, con los campos. Artigas mandaba 



214 HISTORIA DEL URUGUAY 

otra vez el cuerpo de Blandengues; Rondeau se obstinaba en 
mantener una buena annonía con los orientales. Estos, por 
su parte, respondían á su noble conducta con una gran deci- 
sión en la pelea. El sitio llevaba miras de prolongarse por 
mucho tiempo todavía. En Montevideo, por mas que el des- 
aliento fuera gmnde, nadie opinaba por un arreglo con el 
vencedor. 

Numancia y Zaragoza eran recordadas como modelos de 
energía por los empecinados^ que solían apalear á los indiferen- 
tes y no querían que se hablase sino de morir por, la causa 
española. 

En estos días menguados una pipa de agua valia basta 4 6 
5 pesos. El Cabildo para evi ar abusos tasó en 12 reales cada 
una y puso precio á otros artículos, que la carencia de comos- 
tibles hacia valer 20 veces mas de lo que intrínsicamente 
vahan. 

Así pasaban los meses para los monteyideanos. Todos som- 
bríos y funestos Cada dia se peleaba en las afueras, y el atre- 
vimiento de los patriotas á tanto l'egaba que se venían al 
pié á de las murallas á cantar insultos por la noche. Un dia un 
joven ginete se acerca á las guardias españolas; las denuesta 
y golpeándose la boca con la mano abierta se burla de sus 
balas y sus hombres, repitiendo mas adelante este rasgo de 
valor casi todos los días, haciendo cabriolar su corcel á tiro 
de pistola de los musos. Este joven era Juan Antonio Lava- 
lleja, en quien ya se perfilaban los contornos del héroe. 

Pam colmo de penas dos oficiales españoles Antonio y, Fran- 
cisco Diass, se encargaron de construir varios reductos artilla- 
dos al frente del campo sitiador, con lo cual el bombardeo de 
la ciudad se hizo frecuente, siendo especialmente en la noche, 
cuaudo mas bombas y balas caían dentro de la plaza. 

Falto de recursos Vi godet hubo de apelarla una especie de 
empréstito foraoso, que se repitió varias veces, y que consistía 
en obligar á los ricos á contribuir con fuertes sumas al soste- 
nimiento de la guerra. 

Este medida tomada de acuerdo con la Junta de Hacienda 
dio lugar á muchas protetas, en esta y otras ocasione?, llegan" 



VÍCTOR. ARREGUINB 215 



do en una á causar ]a muerte aun avaro que murió de un 
ataque al' deshacerse de una parte de su fortuna. 



CAPITULO XLI 

r 

SUMARIO— 1 Junta dblMigueletb -2 Artigas proyecta t.a 

CREACIÓN DE UN OONtSRESO EN LA BaNDA ORIENTAL Y 
RONDEAU LO COMBATE— 3 ARTIGAS PROYECTA EL EN- 
VÍO DE DIPUTADOS Á LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE — 
4 Los DIPUTADOS ORIENTALES DE ABRIL Y SUS INS- 
TRUCCIONES — 5 Rechazo de los diputados orienta- 
les- 6 Artigas HACE RATIFICAR la elección. 

1— Rayaba Abril. Artigas creyendo con mzon que la resis- 
tencia de la plaza no debia ser muy larga, ideaba organizar un 
gobierno nacional para su país, que debía empezar su come- 
tido así que la ciudad se rindiera y las tropas auxiliares de 
Rondeau abandonaran la Banda Oriental. 

Fiel á esta idea convocó á lo mas granado de la población del 
país; á los patriotas mas amantes de la independencia; á los 
hombres mas bien nutridos de ideas La convoca- oria tenía por 
objetóla formación previa de una Junta, con el fin de que en 
ella se designaran los mandatarios y se nombraran diputados, 
para que en la Asamblea de Buenos Aires representaran la 
provincia. Ya por estos tiempos don Nicolás Herrera habia ido 
al Paraguay á pedir representantes para aquel alto cuerpo; 
aunque fuera un solo representante. Los paraguayos se habían 
negado á ello y obligado á salir de su territorio al agente que 
escapó de la Asunción temiendo por su propia vida. 

Artigas no imitó al Paraguay apesar de los agravios reci- 
bidos y tuvo á bien después de intentar la independencia lo- 
cal, gestionar la representación de su provincia en el seno de 

8 



216 HISTOBIA DBL UKUOyAT 



la Asamblea. La Asamblea, que esponia la vida de sus agen- 
tes en demanda de diputados provinciales, habría do mirar con 
agradólos que le enviara la Banda Oriental. Al menos así llegó 
á pensarlo Artigas; al menos así era de presumí i»se. 

La primera reunión celebrada el 4 de Abril en el Miguelete 
fué numerosa. En ella se enunciaron ideas generales que pro- 
vocaban la necesidad de constituir una Junta; pero entrada la 
noche se resolvió que se instalara al día siguiente. 

El 5 de Abril se instaló deñnitivamente la Junta, en el Mi- 
guelete. 

Era el primar acto de soberanía que el país realizaba, invi- 
tado por su jefe genuino. 

Lo reunión s^ realzó en medio de un gran entusiasmo. 
Artigas que la presidía espuso el objeto que allí la cop.gre¿;a- 
ba en breve? y patrióticos términos. Dijo que se trataba de 
resolver sobre ?i debería reconoc3rso la autoridad de la Asam- 
blea, cuyo reconocimiento les habia sido impuesto, y como 
la cuestión no podía ser resuelta por él, sino por los ciudadanos 
reunidos, á ellos pedia deliberaran sobre ese punto. 

La Asamblea fué reconocida y resuelta la designación de la 
autoridad local, recibiendo Artigas el título de Gobernador 
Militar y Presidente del Cuerpo Municipal, que en adelante 
actuaría como autoridad local de la Provincia. D. Miguel 
Barreiro, persona ilustrada y de muy honrosos antecedentes 
quedó en el carácter de S'Bcretario General. D. Tomás García 
de Züñiga y D. León Pérez, figurarían comj jueces genera- 
les. D. Santiago Sierra, I). José Duran, el Dr, D. José Revuelta, 
D. Juan Monde;, D. Francisco Plá, D. José Gallegos y el Dr. 
D. Bruao Mendei, haciau parte del Cuerpo Municipal, especie 
de gobierno económico que se instaló en breve. 

Comunicada que la fuó á Rondeau la formación del gobierno 
nacional, no tuvo mas remedio que aceptar la resolución del 
pueblo, aunque lo hizo á disgusto 

2— Mas tarde Artigas llegó á revelarle el proyecto de consti- 
tuir un Congreso á la caída del poder español para que re- 
presentare á la Provincia; pero tan viva oposición le puso el 
jefe poí teíio; tanto le habló de que no reconocía poder bastan* 
te eiiél para que convocará los pueblos, que al fin hubo de 



VÍCTOR ARHEGUlKfi ' 211 



ceder el caudillo oriental en gracia á la buena armonía res- 
tablecida, que era peligroso destemplar, frente al enemigo 
común. 

3— Comunicó entonces al General Rondeau el proyecto de 
enviar cuanto antes diputados á la Asamblea. Esto cabia en 
las atribuciones del caudillo nacional, desde que por todas 
partes había circulado la Asamblea porteña el pedido' de di- 
putados. Ya no era el plan audaz de un Congreso local, lo que 
peiia Artigas; ya no era un gobierno propio con visos de in- 
dependa acia; ^se trataba simplemente de obedecer las órdenes 
del gobierno central y Rondeau, aunque con fría reserva 
aceptó en esjta ocasión, ó. aparentó aceptar el plan propuesto. 

4— A los pocos dias, en otra reunión celebrada en el Mi- 
guelete se elejian los cinco diputados que debían represen- 
tar arla Banda Oriental. Artigas y sus paisanos los enviaban 
á aquella Asamblea aristócrata de Buenos Aires, no para ser 
instrumentos serviles, ó hacer un bonito papel decorativo 
arrellenados en las butacas, indiferentes y glaciales, mien- 
tras se sancionaban sin discusión en sesiones secretas planes 
inconvenientes al porvenir americano. 

No seria Artigas quien los mandara incondicionalmente, 
como ejemplares curiosos de un pueblo sin voluntad é idea- 
les. Por el contrario, los enviaba con instrucciones austeras, 
que lo denotan como un írran repúblico y á los hombres que lo 
asesoraban como verdaderos, fieles y desinteresados ciu- 
dadanos, amibos d3 los pmcederes nobles y de las ten- 
dencias populares, encauzadas ya en una ipcontenible co- 
rriente democrática. 

Las instrucciones de Artigas llevaban en si el reflejo pode- 
roso de la libertad; de la libertad en el orden, puesta y afir- 
mada, según él la queria, en sus polos verdaderos. 

Esas instrucciones pedían ante todo la declaratoria de in- 
depende nc a de las Provincias Unidas; es decirla lealtad en la 
lucha; que nose peleara contra España al grito de ¡Viva Fernan- 
do!; la^ República como forma de gobierno; la República Fede- 
ral, en la que cada provincia conservara su autonomía; la for- 
mación de tres, poderes independientes y armónicos para la 
ízlacion: E^jecutivo, Judicial y Legislativo; el aniquilamiento 



ál8 HiafOBÍA DEL tTRmtJAÍ 



del despotismo militar, asegurando la sobemnía del pueblo; la 
difusión y promoción d'í la libertad civil y religiosa en toda la 
ostensión imaginable. Eso pedia para todas las provincias, abo- 
gando par el derecbo desconocido y humillado del ciudadano y 
del hombre de los campos. 

Tales instruccionas, basadas en las fórmulas mas elevadas 
de la libertad, interpretaban con hermosa y llana elocuen- 
cia los anhelos de las multitudes. Por iguales ideas habia 
luchado Washington en el Norte y luchaba Bolívar en las 
planicies ardientes y en las cumbres heladas de su tierra 
natal. Tales ideas informaban el credo de las generaciones 
nuevas, y hablan de triunfar en todo el continente de Amé- 
rica. Tales ideas emn la causa inicial, la causa remota y la 
cercana de la revolución: el ideal de los pueblos y de los 
hombres. 

Por ellas morian las multitudes. Por ellas que eran el ger- 
men fecundo de la revolución, que sin ellas no habría va- 
lido la pena de hacerse. 

Por estas ideas, lealmente enunciadas en medio de una lu- 
cha indecisa; por este rompimiento con un pasado dolo- 
roso y humillante, se eleva Artigas á la altura de los po- 
líticos sinceros que mas descollaran, y es el primero de los 
héroes del Rio de la Plata, talvez mas grande que aquel San 
Martin que nos deslumhra con el brillo de sus victorias y 
qufe corría inconsciente en pos de un fantasma coronado, 
ora queriendo un rey estranjero pam su patria; ora un Inca, 
un in lio del Perú, con una diadema sobre las sienes. Arti- 
gas no veía asi el apostolado del guerrero. Lo quería con la 
espada del héroe en una mano y con el amor de la libertad, 
de la igualdad, de la lealtad, en el corazón. Por eso, el que 
plumas aleves, ó estravíos de pasión, han querido pintar 
como un bandolero, como un vil asesino, como un gaucho 
bruto y montamz, sin mas aliciente que una ambición salva- 
je y sin freno, se levanta á mas grandes alturas que ninguno 
de ios héroes del Plata. San Martin tiene los Andes como pe- 
destal desús hazañas guerreras: Artigas tiene la Democracia, 
la Confederación Argentina y la República Oriental, como 
coronamiento ñnal desús patrióticos afanes. A los hombros debe 



VÍCTOR AftHEatlNB 219 



Juzgárseles por sus acciones, por sus ideas y hasta por lo que 
"intentan y no realizan, por oponérseles causas mas poderosas 
que sus medios de acción. No debe juzg¿irseles por sus éxitos, 
ni medírseles por ellos. 

El criterio del éxito suele conducir hasta la apoteosis de^ 
crimen; y francamente es mas grande cualquier soldado del 
derecho queCésar dominando al mundo. 

Para su tierra pedia Artigas el nombre de Provincia 0?'ien- 
tal, y determinaba sus límites. Al mismo tiempo queria que 
la capital del Estado no fuera Buenos Aires, núcleo centra- 
lista y absorbente, que mas tarde daria á grandes pensadores 
asunto en que ampliar y defenderlas mismas ideas de Arti' 
gas. 

5— Los diputados electos en el Miguelete por lo mejor del 
pueblo oriental, se presentaron con sus instrucciones á la 
Asamblea, pero esta los rechazó, el 11 de Junio de 1813, ale- 
gando que sus poderes no eran suficientes. 

Sin enibargo no estribaba en esto la razón de la repulsa. 
No eran los hombres los rechazados. Ei-an las ideas. 

La Logia Lautaro^ asociación de los mas notables hom- 
bres argentinos, se proponia establecer la monarquía en 
el Plata. Ai-tigas acariciaba la República, una República se- 
mejante á los Estados Unidos del Norte. Buenos Aires no que- 
ria declarar la independencia. Artigas miraba esa declamcion 
como un deber, He aquí las causas efectivas del rechazo. Por 
otra parte, aunque no mediaran eso? inconvenientes el re- 
chazo habría resultado lo mismo. ¿Cómo, la orgullosa Asam- 
blea iba á dejar que las ideas de un caudillo, por mas que 
fueran las ideas del pueblo, se presentaran en los poderes de 
los diputados de un pueblo? 

Se rechazaban los diputados orientales casi al tiempo de 
pedírsele, como de favor al Paraguay que enviase siquiera 
uno á la Asamblea! Al Paraguay que nada habia hecho por la 
independencia, yqud sí la tenia era por estar situado en el 
centro del Continente y ser pobre, se le imploraba el envió 
de quien lo i*epresentase. Al pueblo oriental, tan grande en 
su esfuerzo contm el español, se le cerraban las puertas de la 



220 HTSTORIÜL DEL URUGUAY 



aristocrática asamblea, como á un mendigo que fuera á pedir 
de caridad un asilobajo su techo empapelado. 

Aquel rechazo nada importaba sin embargo al triunfo en 
el futuro de las ideas orientales El pueblo argentino no 
estaba representado por aquel poder de miras estrechas. 

6— Artigas no cedió á esta primera repulsa. Volvió á convo- 
car á sus parciales y ratiñcó los poderes de los diputados 
orientales, en la reunión habida el 15 de Julio en el Migue- 
lete. En seguida hizo repartir circulares en todos los pueblos, 
y la campaña en masa se apresuró á. reforzar sus poderes y 
ratificar su elección. Esta vez no podían alegarse defectos de 
forma; los poderes eran amplios y completos. Además pasaba 
Larráñaga con pliegos para el gobierno porteño. Sin embar- 
go tampoco se reconoció esta veza los diputados, dejándose 
el asunto para mejor oportunidad. Eran, pues, ostensible- 
mente, las ideas y no los hombres lo que se rechazaba. Eran el 
principio federativo y la declaratoria de independencia, que 
tenian apesar de todoj un corazón en cada pecho y una ben- 
dición en todos los labios. 

El héroe nacional no abandonó por eso el campo patriota, 
por que veía el próximo fin del asedio, á causa de la miseria 
á que quedaba reducido Vigcdet. 



VICTOB ARRBaUINE 221 



l' n » liii w ii —*— y¡T I r n mm' u 'n ^ > \. .^ji» wto > 



CAPITULO XLII 

(1813) 

SUMARIO— 1 Triste situación de la plaza— 2 El gobierno 

ARGENTINO MANDA LEVANTAR EL SITIO DE MONTEVIDEO 
— RONDEAU SE RESISTE— 3 El GOBIERNO DE BüEN^ S 

Aires pide á Rondeau el envío de diputados 

ORIENTAifiS— 4 RBüNION DB La CAPILLA DE MaCIEL - 

Indigna conducta de Rondbau— 5 Los diputados 
DE Diciembre y el Triunvirato loCal— 6 Artigas 
SE indispone con Rondeau. 

1— El hambre era grande en la ciudad; la población pobre 
vagaba por las calles sin techo y sin pan, enferma y andrajosa. 

Un hombre bueno, uno de esos espíritus que en las 
épocas de calamidai pública . suelen ser el paño de lágri- 
mas de la desgracia agena, apareció en estos tiempos., parg. 
velar como una Providencia por el desvalido. y el enfermo. 
Se llamaba fray Juan Ascalza, y diariamente hacia condi- 
mentar una gran sopa de la que comian 3000 indigentes. 
Pedia limosna á los ricos y predicaba la caridad, al estremo 
do hacer en aquellos diás de egoísmo, como lo son todos los de 
miseria común, do tan bella virtud una cosa práctica. La 
Hermandad de Caridad imitaba los procederes del religioso, 
para con los infelices que por la noche dormian bajo frágiles 
techumbres. La tropa estaba impaga. La ración era escasa; 
pero el amor d^ la defensa no moria. 

Vigodet condolido del estado misérrimo de taoto desdicha- 
do, concedía á las familias permiso para buscar asilo en el 
campo sitiador. Sin embargo Rondeau llegó á negar este asilo, 
cuando vio que el bien que hacía á los pobres con recibirlos 
redundaba en perjuicio de los suyosy en alivio de ós sitiados. 
Ya entrado el invierno una violenta pamperada arrojó varios 
buques á la costa. Dos de ellos eran buques . negreros. 



222 HISTOBIA DEL URUGUAY 



Los patriotas se apoderaron de ambos y los negros en- 
contrados abordo, para ser vendidos como esclavos, se des- 
tinaron al ejército. En cuanto á los buques, se formó con ellos 
una escuadrilla sutil. 

2— Mas no debia ser todo desastre para Vigodetá quien en 
el curso de algunos meses le llegaron recursos en dinero y 
milicias, lo cual atemorizó al gobierno de Buenos Aires. Casi 
en seguida mandó levantar el sitio. 

Para el efecto ya estaban prontos en la Colonia los tras- 
portes que debían llevar á Rondeau. El previsor general se 
opuso á cumplir la orden. El gobierno insistió en el retiro; 
mas hubo al fin de mandar comisionados á estudiar el áni- 
mo de los sitiadores; los comisionados dieron la razón al ge- 
neral, con lo que el sitio siguió su curso. Rondeau fué 
sospechado de ambicioso apesar de que solo aspiraba á 
conquistar un triunfo para su país sobi*e un enemigo aco- 
sado por la desgmcia. La sospecha era injusta y maligna. 
Si alguien había en la revolución que no tuviera ambicio- 
nes, ese em Rondeau. 

Vigodet seguía cada vez mas estrechado por aquel círculo 
de fuerza. La población tenía que sacar sus muertos con pa- 
trullas armadas, por que los patriotas se iban hasta el ce- 
menterio y atacaban los fúnebres cortejos, indigna hazaña 
de valientes. 

Acosado por el hambre el ejército, no le quedaba mas sal- 
vación que la que le viniera de los lios. Asi es que el go- 
bernador hizo aprontar la escuadrilla de don Jacinto Roma» 
rate, que después de batirse con el campo sitiador, levó anclas 
entrado Noviembre, llevando á su bordo 700 infantes, al 
mando de Loaces. La espedicion fué de éxito, pues logró 
apoderarse de Martin García y avituallar á la plaza sitiada. 

3— Pasado algún tiempo el gobierno de Buenos Aires tuvo 
á bien pedir á Rondeau el envió de diputados orientales á la 
Asamblea. Este que tenia en cuenta el valimiento de Artigas, 
obediente no obstante á su gobierno, quiso que le acompa- 
ñara en la invitación que habia de dirigirse á los pueblos, 
para que concurriesen sus electores al campo sitiador. Artigas 



VÍCTOR ARBEGUINB 223 



irrTr''^^'^' 



cayó en el lazo que le tendía Rondeau firmando la convoca- 
toria que iba dirigida á los Cabildos. 

La convocatoria se espedia el 15 de Noviembre. 20 dias se 
daban para que los convocados pasaran al campo patriota. 
Artigas, en quien subsistía el cargo de jefe militar de laPro- 
"^incia, los invita para su campamento del Miguelete, foco 
de la naciente idea republicana. 

4— El 8 de Diciembre se reunió el Congreso de electores. No 
en el campo de Artigas sino en la capilla de Maciel. Rondeau 
habia tenido la precaución de avisar dos diás antes á los veci- 
nos, sin dar noticia al caudillo oriental, que no en el campa- 
mento y si en la dicha capilla, debian de celebmr sus reunio- 
nes. Se temiay se *evi taba la influencia de Artigas. 

Una vez abierta la sesión, presidida por el mismo Rondeau, 
se procedió á la elección de secretario. El cargo recayó en don 
Tom&s Garcia de Zúñiga, quien hizo oír en aquel recinto pala- 
bras austeras. Con los mismos argumentos que el general sitia- 
dor habia invocado lo camMtió teaazmente. Recordó que 
la circular del dia 6, decid que la reunión no seria en el cam- 
po guerrero, porque no se viera en ella ni sombra de coacción 
militar, y terminó invitando al general áque abandonara la 
presidencia, por que en realidad no hubara esa coacción de 
que tantos ascos se hacian. 

Rondeau se hizo el sordo y se dejó estar en el puesto. Mandó 
que la moción se discutiera, peso sin dejar el asiento, y luego 
que la vio casi perdida, después de tomar el pulso á la 
discusión, abandonó por un instante la sala, para volver 
pronto á la presidencia que se acababa de votar á su favor. La 
presión se habia hecho sobre los débiles de espíritu. 

Algunos electores tenían mandato espreso de revisar las 
actas anteriores en el campo de Artigas antes de concurrir 
al cuartel general. Y aún cuando bsto no se hizo, se discutió 
si debía pasar una comisión al campamento del caudillo orien- 
tal. Resuelto el punto por la afirmativa, pasaron el socreta- 
tario Garcia Zúñiga y don Manuel Francisco Artigas á invi- 
tarlo para la reunión del dia 9. El caudillo contestó secamen- 
te que nada tenia que hacer allí, puesto que se le había 
agraviado cruelmente. 



^ HlárORIA DEL UBUGUAY 



Alñn era hombi-ey tantas injusticias se venían cometien- 
do con él que no podía esperarse otra respuesta. 

5 — Las sesiones continuaron en la capilla presididas por 
Bondeau, a pesar délas voluntades de muchos. 
.. El elector don José Manuel Pérez alegó, para suspender la 
elección que se venia encima, que la Asamblea constituyen- 
te estaba en suspenso y que si aquello se hacia no tendrían 
los diputados orientales á quien presentar sus poderes. 

La razón era obvia, la evidencia deslumhraba; pero con to- 
do los diputados fueron electos. Las voluntades débiles se de- 
jaron imponer esta vez. Salcedo, Larrañaga y Churruarin, 
resultaron agraciados con ti voto de los electores. Esto tenia 
efecto el 9 de Diciembre. El asunto marchaba á tambor batien- 
te. En ese mismo dia se trató de la formación de una Junta 
Municipal; siendo rechazada la idea- En cambio se nombró un 
triunvirato local en el que residiría la, suma de poder atri- 
buida á un gobernador de Provincia. 

Tomás García Zúfiiga, Juan José Duran y Francisco 
Castellanos, eran los nuevos triunviros. 

Con esto se creía anular la personalidad de Artigas. 

El 10 hubo nueva reunión. En ella sa facultó á los flaman- 
tes miembros del Ejecutivo, para residenciar al gobierno de 
Abril, es decir á Artigas. Así se ahondaba el surco que nos 
separaría por siempre de la Federación Argentina. 

6— El caudillo oriental veía peligrar sus principios y su 
influencia. Iba á triunfar la idea monárquica; la que anhe- 
laba un trono y una corte estruendosa; rey y nobleza; blaso- 
nes y corona arriba; abajo pueblo, vasallaje, víctimas de la 
concupiscencia de una política sin ala-\ 

La ambición de muchos podía pretender la monarquía; el 
ilustre y bien intencionado general Belgrano, desesperado de 
obtener Ja República, la quería creyéndola la mejor y acaso 
la única forma de gobierno que se ajustaba á estos países. 
Artigas y sus hombres de pensamiento deseaban lo República; 
los principios de un libro de Tomás Payne la hacían adora- 
ble á la juventud generosa; el ejemplo de los Estados Unidos 
la acreditaba; las poblaciones rurales la presentían y desea- 
ban. Artigas estaba, sin embargo, en sus altos designios, 



TIOtOR A&BBaüIKB S2S 



destinado á los mas crueles vaivenes de la política porteña, 
queora le afcaía, ora le rechazaba como una ola traidom. 
Este hombre singular, encarnación de 'os destinos de América, 
oscurecido, casi siempre en posiciones secundarias por el te- 
mor que se le tenia, no podia sacriflcar los intereses mas caros 
de los pueblos dejándolos á merced de caracteres acomodati- 
cios, como podian serlo los diputados elejidos por Rondeau, 
como lo era el virtuoso y sabio Larrañaga, que carecía de mi- 
ras en política y tenia así los ojos del cuerpo como los del 
alma, miopes para ver á larga distancia. 

Artigas reclamó el 10 de Diciembre el cumplimiento do lo 
estipulado en el mes anterior, sobre que antes de reunirse 
el Congreso pasaran á su alojamiento los electores. Los mis- 
mos electores, los hombres débiles supeditados por Rondeau, 
respondieron que ya funcionaba el nuevo gobierno y que 
la autoridad eran ellos. 

En vano protestó contra estas palabras el buen patriota 
B. Manuel Muñoz de Haedo y pidió la anulación de lo hecho 
y que se convocam otra vez á los pueblos. En vano hicieron 
heroicos esfuerzos los que aceptaban las ideas de Artigas. 
Había allí una mayoría plegadiza, humilde, sin carácter, casi 
i*egimentada, y de esa mayoría fué el éxito. 

Con todo, los diputados orientales, después de tanto barullo, 
no fueron aceptados en la Asamblea Constituyente. Como se 
había rechazado á los que fueron por Artigas en los primeros 
días de Junio se les rechazaba á ellos, que quizá pudieran 
tener el sello de la filiación artiguista. 

Mientras esto sucedía Sar ratea negociaba un nuevo armis- 
ticio en Río Janeiro con el Ministro inglés Lord Strangford. 
A realizarse quedaría solo Artigas luchando contra los es- 
pañolea. 

Antes de terminarse el año de 1813. el gobierno porteño 
mandaba procesar á Belgrano por haber perdido en el Alto 
Perú las. batallas de Vilcapugio y Ayouma, aquella el 1.° 
de Octubre, esta el X4 de Noviembre, 



226 HISTOBIA DBL UBUGUA7 



i«pii« 



CAPÍTULO XLIII 

( 1914 ) 

SUMARIO— 1 Artigas se sepaka del asedio de Montevideo 
—2 El Directorio declara traidor A Artigas, lo 
condeva á muerte y ponb a precio su cabeza— 
3 Ar'ogas declara la guerra al Directorio— 

4 ViGODET PROCURA INÚTILMENTE ATRAERSE LOS 
ORIENTALES— 5 ARTIGAS EN LAS PROVINCIAS DEL PA- 
RANÁ— ViGODET SE HACE FUERTE— 6 EL DIRECTORIO 
LE PROPONE LA PAZ— 7 BATALLA NAVAL DEL 14 AL 

17 DE Mayo— 8 Alvear toma el mando del EJÉRaTO 

SITLADOR. 

1— Descontento Artigas pov tantas contrariedades, y por 
las nuevas tentativas de armisticio, de que se tenian vagas 
noticias, resolvió abandonar el sitio de Montevideo antes que 
irse á las manos con el General en Jefe del asedio. Apalabró á 
sus orientales y todos, incluso los Blandengues, convinieron 
en seguirle. Asi fué como se apartó de los sitiadores en la 
noche del 20 de Enero, seguido de un ejército numeroso y 
aguerrido, yendo á campar á pocas leguas en la Calera de 
Garcia. 

Rondeau retiró el 1¿\ sus guardias temiendo á Vigodet, que 
no supo aprovechar los mementos. 

El gobernador de la plaza lo que hizo fué únicamente pu- 
blicar una proclama, procurando atraerse á los agmviados 
orientales. 

2— Él 22 de Enero la Asamblea porteña habia resuelto la 
concentración del poder en una sola mano. La Ld^ia Lautaro 
anduvo mezclada en el asunto y un candidato de su placer, 
D. Gervasio Antonio Posadas, sustituyó al triunvimto, ha- 
ciéndose del mando el 31 de ese mismo mes. 

Este pei-sonaje, que em un verdadero dictador y profesaba 



VtCTOB ÁttRBQmNB 827 



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ideas realistas, sentía un gran odio por Artigas; un odio vol* 
cánico y salvaje. 

No le fué diflcil demostmrlo luego de subir al poder. El 
caudillo oriental. se habia colocado en una posición violenta 
con respecto' á Buenos Aires. No era un tmidor, ni un deser- 
tor; era simplemente el jefe de un pueblo que no queria san- 
cionar con una actitud pasiva lo que otros hicieron sin el 
acuerdo de ese pueblo, por mas que invocaran su nombre. 

Al saber Posadas la separación de Artigas, no vaciló en ful- 
minar contra él un terrible decreto. Un mal ciudadano orien- 
tal, don Nicolás Herrera, Ministro de Posadas, fué de su misma 
opinión. El deci'eto era bárbaro impolítico, de una saña 
brutal. 

Por él se ponia á precio la cabeza de Artigas, á quien sede- 
claraba traidor y fuera de la ley. Iba mas lejos el decreto. 
Prometia el perdón á los oficiales y soldados que abandonaran 
sus filas. Al que no las abandonara antes de 40 dias, se le 
sentenciaría á^uerte á las 2á horas de preso. Em deber, según 
la letra, de todo militar ó ciudadano, matar al traidor; cons- 
tituía un crimen auxiliarlo. El documento infamatorio llevaba 
esta fecha: 11 de Febrero de 1814. 

3— Artigas al saber la tremenda medida que se tomaba con- 
tra él y los suyos, declaró la guerra al Directorio desde la 
Calera de García, y prosiguió sus marchas al norte, dejando á 
Otorgues y Rivera el cuidado de dificultar á Rondeau é impe- 
dir que por la Colonia le llegaran auxilios. 

Estos procederes de Buenos Aires daban lugar á que dentro 
de la Revolución se desencadenara otra revolución. Por un 
lado la guerra de todos contra España. Por otro el choque en- 
tre la monarquía y la kepüblica. 

4— Vigodet creyó en esta ocasión sacar partido de las disen- 
cíones patriotas y al efecto mandó dos individuos al campo 
de Artigas, por ver sí lo fascinaban con tentaciones de man- 
do, grados y oro para los suyos, y para sí gran jerarquía mili- 
tar. Los momentos habrían sido buenos sise hubiese tratado 
de un traidor ó de un ambicioso. Artigas rechazó con severa 
altivez las bajezas del catalán Vig( det. 

4ntes de ir á tentar directamente á Artigas, los españoles 



ÍÍ28 mSTOitlÁ DBt tmüOTTAY 

»— — — ■>— ■<i^1— w— «»— <I H H ■ » II ■■..»» .IM I —i»wi^«Wt*|a«^——- »■ " -■■ ■ ■ 

hablan tentado a Otorgues. Loaces y Roinarate le hicieron 
grandes ofrecimientos. Lo lucha no era al fln contra los porte- 
ños? ¿No estaban acaso puestos fuera de ley por Buenos Ai- 
res todos los orientales patriotas? Ortorgués en quien la in- 
fluencia de Artigas en cuanto á flrifteza de carácter, se habia 
unido al gran temple de alma que lo em propio, respondió 
que con él no debían entenderse. 

Desalentados y seguros de no conseguir la adhesión de Otor- 
gues vieron después á Artigas en el campamento de Bethlem 
otros comisionados, en ocasión en que se pi-eparaba á pasar á 
las Misiones y desde allí sublevar las Provincias contm el 
Directorio. 

Artigas oyó á los españoles que desplegaron gran lujo de 
oratoria en la creencia de que podian persuadirle. Con los 
porteños podré arreglarme con el tiempo, con los españoles 
jamás, fué la ültitóa respuesta del caudillo. La guerra en 
las provincias de Corrientes, Entre-Rios, Santa Fó y Córóoba 
iba á encenderse contra el sistema centralista de Buenos Ai- 
res y contra sus ideas monárquicas. 

5— Las instruccione^de 1813, dadas por Artigas á los dipu- 
tados orientales se conocían de memoria. Interpretaban 
el sentimiento democrático de los pueblos Por eso cuatro 
provincias argentinas reconocieron espontáneamente la auto- 
ridad del jefe de los orientales y se alistaron bajo sus bande- 
ras, para pelear á un tiempo contra España, es decir contra 
la dominación y contm el Directorio, es decir, contra la 
timnía. 

En esa guerra los provincianos dejaron de usar el nombre 
que les venia de la tierra, para llamarse «los orientales de 
Artigas». 

Mientras tales cosas pasaban Buenos Aires preparaba una es- 
cuadra para lucharcon Vigodet. Al irlandés Guillermo Brovi^n y 
á muchos oficiales americanos, estaban encomendadas las fuer- 
zas de mar. ^'abiendo tales aprestos el gobernador de Monto- 
video, ordenó á Romarato que saliera con sus naves eu busca 
de la escuadrilla patriota, ala que batió el 11 de Marao en 
Martin Qarcia. Sin embargo de su triunfo Roraaratese metió 



^CJTOR ABRBGÜtNB 529 



en el Uruguay y al poco tiempo de su victoria Brown se 
apoderaba por asalto de aquella isla llave de los ríos. 

Contrariado por este revés el gobernador que había reci- 
bido en esos dias $ 200.000 del virey do Lima, se apresuró á 
enviar otra escuadrilla en contra de Brown, mas el indivi- 
duo á quien la confiara erado tan pocos brios que se volvió 
al puerto de Montevideo sin animarse á pelear. 

6— Vigo:let y el Directorio se temian; y el Directorio, al so- 
lo objeto de combatir al caudillo oriental, no vaciló en entrar 
en arreglos con el gobornador, proponiéndole un armisticio, 
de acuerdo con las ideas cambiadas entre Sarratea y Lord 
Straugford en Rio Janeiro. El Cabildo de Montevideo se opuso al 
armisticio, cuyas conferencias duraron de$de el l.<> al 8 de Mar- 
zo. Pero Vigodet que comprendía Jo malo de su situación, 
quiso al menos obtener una tregua, sin perjuicio de arribar 
después á una paz definitiva 

Habló Vigodet de Pezuela, general español que operaba en 
el Alto Perú, y de Artigas, áqíiienes no sedebia dejar incon- 
sultos para realizar la pas general. Los comisionados porteños 
al oirel nombre de Artigas rechazáronlas justas conclusio- 
nes del gobernador y se faeron á contarle á su gobierno como 
el empecinado Vigodet reconocía en Artigas un general sin 
cuyo consentimiento no sepodia arribar á una paz definitiva 
y segura. 

7— Siendo imposible la paz, Vigodet se pi^paró para la gue- 
rra. Aumentó la escuadra con algunos barcos, reclutó gente, 
y en una junta de guerra acordó que se librara una batalla 
naval. La escuadra quedó compuesta de 10 buques con más de 
lOí^O hombres, todo bajo el mando de don Miguel Sierra y don 
José Posadas, el valeroso vencido de las Piedras. 

Bronw se presentó en la Bahia á mediados de Abril, sin que 
Romarate que se habia internado en el Uruguay le saliera 
al paso, ó por miedo, ó por prudencia, motives de inacción que 
suelen aparentar cierta semejanza. Traía Brown ocho navios 
mandados por oficiales espertes: Oliverio Russel, Lomare, Wack 
y otros no menos diestros en las maniobras de mar. La fragata 
Hércuks era la capitana. 



230 HISTORIA DEL UBUGUAY 



El número de hombres no alcanzaba á 1000 en la escuadra 
patriota que montaba 120 cañones. 

Del 20 de Abril, al 14 de Mayo estuvo Brown bloqueando la 
plaza. Fué en ese dia que la escuadra española le salió al en- 
cuentro. Brown fingió una retirada, hasta ponerse á cubierto 
de la artillería de la plaza. - 

Recien á la altura del Bpgpo las dos escuadras cambiaron 
los primeros cañonazos, sigjiiendo Brown siempre mar afuera. 
En alta mar se libró un combate de media hora, de muy 
poca importancia. 

El 15 la escuadra española siguió cañoneándose con la ar • 
gentina durante el dia entero. Brown tenia bandera españo- 
la en su nave. Los buques no se veian de Montevideo. Solo se 
oía algo debilitada la voz poderosa del cañón. 

El 16 Brown pasó del buque almirante á la.zumaca Itati 
que acababa de reforzarle, Abordo de este buque una bala 
lle^ó á partirle una pierna, y hubo de trasladársele otra vez 
á la Hércules desde donde, echado sobre cubierta, dirijia el 
combate, mientras Sierra somántenla en el queche Hiena^ 
alejado de la lucha. 

A las 10 de la noche Brown atacaba la retaguardia españo- 
la, apoderándose de una corbeta y dos bergantines, después 
de una lucba al abordaje. 

El 17 Brown dio principio á una tenaz persecución. El que- 
che entraba en labahia á todo trapo, con el almirante venci- 
do. Tres naves encallaban en la costa del Cerro y les pegaban 
fuego sus tripulantes. Al subir á una de ellas los de Brown, 
voló la Santa Bárbara muriendo 20 personas. 

El resultaio de esta victoria, aparte de las naves y pertre- 
chos apresados fué de 417 prisioneros. Brown dijo después de la 
batalla en un parte dirigido á su gobierno, con una gracia 
muy cómica, que los españoles «nada monos "se hablan pro- 
puesto, que cortar el pescuezo á todos los que estaban en la 
escuadra, á cuyo ñn la tripulación había sido armada con 
largos cuchillos» 

El 18 Brown recibía deVigodet la proposición de un ar- 
misticio, asunto que fué pasado por el vencedor al gobierno 
de Buenos Aires. Brown levó anclas enseguida, llevándolas pre-> 



VÍCTOR ABRBGÜINE 231 



sas y dejando á Russel con la escuadra al frente de Montevi- 
deo. 

Ese mismo dia llegaba don Carlos María de Alvear con 1500 
hombres h reforzar el asedio y á reemplazará Rondeau,á quien 
se quitaba un triunfo seguro haciéndosele regresar á Buenos 
Aires. 

8— Era Alvear sobrino del director Posalas, y como él muy 
afecto á las ideas de monarquía en el Piata. Traia consigo un 
decreto por el que se declaraba la Banda Oriental provincia 
argentina y se le confería un gobernador intendente. 

Vigodet, juzgando que lo mejor era entenderse con Buenos 
Aires, comisionó á dos individu s para que trataran de un ar- 
misticio con el gobierno general. 

Este los despacho sin oirles confiriendo á Alve»r, el 28de 
Mkyo, amplios poderes para que se entendiem con Vigodet. 

Alvear se apresuró á hacer saber que tenia tales poderes á los 
déla plaza. El coronel Feliciano del Rio y don Juan de Var- ¡ 

gas pasaron enseguida á su campo, con el objeto de tratar la ' 

paz, oponiendo de paso que esta no podia realizarse sin con- \ 

sultar á Artigas y Otorgues desde que estos caudillos estaban 
en armas. * 

No gustó mucho esta proposición al porteño, pero supo disi- 



mular, accediendo en apariencia al pedido. Como todos los 
malos políticos, que son por lo general espíritus pequeños, 
apelaba Alvear á la mentira que era su fuerte. 



üSSi HISTOSIA OBL DBÜOÜAt 



CAPITULO XLIV 

(1914) 

SÜMABIO— Agudezas DE Alvear— 2 El ENTUSIASMO de los 
empecinados— 3 vlgodet intenta arhegi.os con 
Otougués— 4 Otorgues propone á nombre de Arti- 
gas LA Independencia de la banda oritíntal— 5 Ma- 
nejos de Alvear— 6 Vigodet se ENTIE^DE con el 
general srriADOR —7 Los empecinados se sublevan 
—8 Vigodet capitula— 9 Altear viola la capitu- 
lación— 10 Protesta Vigodet. 

1— Alveardejó pasar á Vargas acampana, á fin de que se 
viese con Otorgues, pero los guias que le dio lo estraviaron, 
con lo que hubo de regresar sin ver al caudillo. A su regreso 
el general sitiador lo recibió de muy mala manera, diciendo- 
le, por -impedir que los orientales entrasen en el acuerdo, que 
sospechaba connivenicias enti'e estos y la plaza. En consecuen- 
cia agregó que rompería de nuevo las hostilidades. 

2— Los españoles de la ciudad recurrierou, en vista de la 
nueva, bien inesperada por cierto, á una junta de guerra, dis- 
puestos á Idealizar el mas desesperado de los esfuerzos. De- 
claran libertos á los esclavos; forman un cuerpo con ellos; 
reparten los pocos víveres que les restan, en escasas raciones 
y esperan en actitud de defensa la nueva faz de los su- 
cesos. 

La plaza caía por si misma. Soldados hambrientos seres de- 
macrados, lívidos viejos, moribundos enfermos, tal era la ciu- 
dad por dentro. Sin víveres, sin municiones, sin esperanza, 
sin fuerza para una suprema arremetida, tenía que entregar- 
se ó perecer. 

Vigodet lo comprendió asi. Sin embargo el heroico partido 
áe los empecinados, el mas enceguecido é intransigente de 
cuautos fie imaginen, salió todavía á las calles pidiendo morir 



VÍCTOR ÁBREaumB S33 



en una postrera batalla y dando de palos en su terrible entu- 
siasmo á los que creía fríos ó sin calor para pelear como otras 
veces. 

3— Otorgues que tenia buen comzon, apesar de lo mai que lo 
han tratado muchos escritores, habia permitido mientras le 
fué "posible que las familias de Montevideo recibieran soco- 
rros. Rondeau y Alvear entendían que se les debia d^jar 
morir de hambre y ni siquiera les permitían pasar á sus 
campamentos. Otorgues, el gaucho brutal, el de los instin- 
tos pervesos, según las frases consagradas, no llevaba á 
tanto su rigor. Por esta bondad ingénita Vigodet creyó que 
podía entenderse con él, pam combatir á Alvear que estaba 
en el Ceri-ito con 5000 hombres. 

La desesperación, en verdad, suele tener por momentos espe- 
ranzas absurdas. En los últimos días de su combat do domi- 
nio, concibió Vigodet una verdadera manotada de ahogado, 
y fué querer querOtprgués entrara en arreglos con él. 

4— Otorgues* respondió por sí y por Artígas,que le habia 
dado estas órdenes, que convendría en pelear al general si- 
tiador, á condición de renunciar al vasallaje á Fernando Vil, 
y deque se declarase la independencia de la Banda Oriental. 
Independencia de España y de las Provincias Unidas, donde 
imperaba el Directorio. 

Además quería para su país, siempre en nombre de Artigas, 
la creación de un Congreso. Nacional. 

5— Antes de llegar á Montevideo, con estas noticias D Luis 
Larrobla, Vigodet despachó al cabildante Moran, para que se 
entendiera con Artigas mas Alvear que lo supo envió en ese 
mismo diaun buen ginete con pliegos para Otorgues, mani- 
festándole que todo quedaba arreglado y Artigas sería visto, 
para que no quedase inconsulto. 

Era esto una verdadera intriga; un ardid digno de los hi- 
póe itas y falsarios de la política rastrera. Jamás Je un gene- 
ral, ó siquiera de un hombre que tuviera alguna estima- 
ción de si mismo. Se trataba de impedir la conferencia de 
Moran con Artigas. 

Y asi fué. Moran que llega al campo de Otorgues, pam diri- 



B84 HXSTOfiXA DEL ÜBUGUAt 



girse al del gefe de los orientales, y Otorgues que le muesti^a 
la carta de Alvear. 

Siendo así, Moran desanda camino, en lugar de irá tratar 
con el héroe de las Piedras; llega á Montevideo y se entera 
de las intenciones de los caudillos^ orientales, traídas por 
escrito, por don Luis Larrobla. 

6— Vigodet, que era muy español, nada podia transar con 
Ai*tlgas, que alanzaba mas audaz que ninguno á la solu- 
ción definitiva del problema. 

Podía rendirse ó morir Vigodet. Nunca asentir á que la 
Banda Oriental se sepamse de Ja obediencia del monarca, y 
mucho menos ser él quien aceptara deshacerse de un enemi- 
go, que al fin peleaba al grito de ¡Viva Fernando VII! á cam- 
bio de una apostasía tan inmensa. Artigas era sincero y no 
podia hablarle sino como pensaba. Confiado en la santidad de 
su causa y en el valor de sus gauchos, abordaba de frente 
las cuestiones y no ocultaba sus pensamientos bajo el man- 
to falaz de una obediencia ciega y sin objeto. 

El 20 de Junio volvia Vigodet los ojos al Geneml sitiador, 
mandando á su línea á los señores Vilardebó, Juan de Var- 
gas, José Gestal y José de Acevedo, que convinieron las ba- 
ses de una capitulación. 

7-'El partido empecinado se oponía y para manifestar su in- 
transigencia hizo una revolución en la noche del 21, á los 
gritos de Mueran los traidores! No qmremos capitulación! La 
sedición habia estallado en la plaza y en el atrio de la Iglesia 
y mucho trabajo costó conjurarla al coronel Loaces, que dis- 
ponía de 700 soldados. Hubo prisiones en grande y de esa 
suerte consiguióse llevar adelante la paz iniciada. Vargas 
había estendido el documento de entrega de la plaza, con 
muchas cláusulas favorables á España. Buenos Aires reci- 
biría á Montevideo en calidad de depósito, y á condición de 
reconocer la integridad de la monarquía española y su do- 
minio en el Plata; reconocía á Fernando VII, y sus descen- 
dientes, como legítimo rey; se obligaría á enviar diputados á 
España para un ajuste definí ávo; los bienes y personas de 
los habitantes de Montevideo serian respetados, la guarni- 
Qion se retiraría á Maldonado con los hgnoi'es de la guerra jr 



VIOTOR ABRE0UIKB 285 



■ ■>* #L I |I I > I —— «>1W»<>^i«pw»^— X*^ 



de allí pasarla á Europa; no podrían sacarse de la plaza ar^ 
mas ni pertrechos de guerra; en la plaza se conservaría una 
guarnición no mayor de 1500 soldados, no pudiendo cambiar- 
se hasta que no se resolviera en España otm cosa; la bande- 
ra española seguiría flameando sobre las murallas y edificios 
públicos de Montevideo. 

Quedaba Romarate incluido en el convenio; los españoles 
tenian un mes de plazo para su embarque; Vigodet iría libre 
en la corbeta Mercurio que escoltaría el convoy castellano. 

8— Vigodet en el último trance de una resistencia imposi- 
ble cumplía como guerrero de honor. Alvear aceptó cuanto 
se le propuso y la capitulación quedó por ambos generales ra- 
tificada el 21. Al otro día el gobernador publicaba un de- 
cre1;o, anunciando la entrega de la plaza. Se enviaron los 
rehenes de uno á otro campo, y esa misma tarde (22) se en- 
tregó á los vencedores la fortaleza del Cerro, mientras los 
mas furiosos empecinados, y entre otros el fray Cirilo Ala- 
meda redactor de La Gaceta^ huían en un queche para po- 
nerse á salvo de posibles agmvios. 

El 23 se entregó la plaza. Recibió las llaves el coronel don 
Nicolás de Vedia. En seguida empezaron los españoles á eva- 
cuarla, llevando sus banderas desplegadas, con dirección al 
Arroyo Seco. 

Las gentes de Alvear entmron á poco con el barro á las 
rodillas. Los pocos patriotas de la ciudad estaban de fiesta. 

Sin embargo una monótona y fría tristeza reinaba en la 
ciudad. 

En los momentos de ser ocupada Montevideo perlas tropas 
de Buenos Aires el secretario de Vigodet, don Rafael Zufrate- 
guy, se adelantó al vencedor y le hizo entrega de la capitu- 
lación oríjinal, que había sido sustraída al ex-gobernador de 
la plaza. 

9— Alvear desde ese instante resuelve no cumplir lo pacta- 
do, olvidando hasta la palabra de honor, que entre militares 
suele ser y debe ser lo mas caro. Enarbola no ya la bandera de 
España, sino el estandarte patriota en todos los edificios na- 
cionales; desarma y prende á los soldados españoles que mas 
tarde serian distribuidos entre los cuerpos de las Pro- 



236 mSTOMA DBL tJEüGUAY 



vincias; remite á Buenos Aires en calidad de prisioneros de 
guerra á los jefes y oficiales, arrestando al mismo Vigodet que 
es conducido abordo de la corbeta argentina Belfast^ y mas tar- 
de deportado á Rio Janeiro en la Nancy. 

10— Vigodet protestó en Rio Janeiro de la falta de Alvear, 
alegando principios de derecho, contra la iniquidad de los 
hechos y poniendo en tela de juicio ante los pueblos la con- 
ducta del vencedor. Pero sabido es que el derecho vencido no 
tiene en la mayoría de los casos mas arma ni sanción que Ja 
protesta y el juicio pasivo de los hombres. Alvear pretendió 
justificarse en un manifiesto rumboso, que ha pasado á la 
historia como un padrón de mala fé. Su tío Posadas lo con- 
decoró con el grado de brigadier, mandando que á todos los 
suyos se les diera una medalla con esta inscripción: «Bene- 
ménro á la patria en grado heroico». . 



CAPITULO XLV 

(19 14) 

SUMARIO— 1 Importancia de la caída de Montevideo— 2 
Otokgués vence al barón de Holemberg en Entre 
Ríos— 3 Celada de Alvear á Otorgues -4 Gobier- 
no DE Rodbiguez Peña -5 Política de engaño— 
6 Campaña de Borrego— 7 Gobibrno de Soler— 
8 La diplomacia porteña— 9 Dorrego abre cam- 
paña CONTRA Rivera— 10 Sublevación de los Blan- 
dengues. 

1— La caída de Montevideo fué de una importancia incalcu- 
lable para el triunfo de la Revolución en el Plata. Fernan- 
do VII habia vuelto en Mayo al trono de España después de 
un largo cautiverio y declarado en seguida sin fuerza ni 
vjalor la Constitución liberal que desde el año XII rejía en su 
país y deberla rejir también en América; habia reprobado 



VÍCTOR AítEEGUlNfí 237 



los gobiernos que le conservaron la corona, y al tiempo de 
caer Montevideo en poder de los patriotas preparaba una es- 
pedición de 15.000 soldados destinada al Rio de la Plata, que 
envió á Colombia cuando supo que Montevideo ya no era del 
dominio español. En el Plata la bandera española había sido 
humillada en toda la parte oriental de las Provincias; así 
pues era peligroso mandar ejércitoá á territorios triunfantes, 
donde la espedicion sin una plaza fuerte que la albergara 
habría tenido que luchar desde antes de tomar tierra y se 
habria visto obligada á recuperar ciudades por asalto, para 
que después las sitiaran los patriotas, ó espuesta á una gue- 
rra de recursos, que solo podia convenir á los americanos. 

La Revolución estaba vencida en todas partes: en Méjico, 
en Colombia,, en Quito, en Chile. Donde luchaba con éxito 
era en las provincias platenses. Con Montevideo hablan caido 
mas de 3000 prisioneros. 

Vencedor Alvear no se limitó á prender e>poñoles, sino que 
también violó las demás cláusulas del convenio. En poco 
tiempo hizo llevar á Buenos Aires los 335 caños que defen- 
dían á Montevideo; la escuadrilla de Romamte y algunos 
otros buques que contaban 210 cañones y muchosHenes de 
la ciudad cuyo importe no bajaba de $ 5:500.000. 

2— Artigas estaba en Arerunguá cuando supo que el Barón 
de Holemberg, enviado por el Directorio porteño, venia á in- 
vadir su país. Oñció en seguida á Otorgues para que le die-f 
ra batalla y este animoso caudillo no tardó en pelearlo y 
tomarlo prisionero en el Espinillo, á inmediaciones de Gua- 
leguay. En seguida lo remitió con buen nómero de oficiales 
al campo de Artigas. Este, que tenia su cabeza puesta á 
precio por Posadas, puso al barón en libertad, como así mis- 
mo á todos sus oficiales. 

3— Vencido Holemberg, vino Otorgues hasta las Piedras, 
donde se situó, al tiempo de caer Montevideo en poder de 
Alvear. Desde allí dirijió una nota al vencedor pidiéndole 
la devoluciop de la plaza. Alvear se le acercó sin ser sentido 
con mas de 20jO hombres y mandó pedir comisionados * para 
tmtar de la entrega. El caudillo cayó en el lazo y envió al 
sargento mayor Antonio Suarez y al Dr. Revuelta, Una vez 



238 HISTORIA DEL URUGUAY 



en el campo argentino estos dos hombres fueron amenazados 
de muerte, quedando Suarez prisionero y siendo el otro envia 
do á la capital. 

Otorgues no pensaba en una celada, pues se habia entrado 
por un arreglo pacífico. Sin embargo Alvear esperó la noche 
y fué á sorprendeHe en su campo poniéndolo en completa 
derrota (25 de Junio de 1814). 

Alvear llegó hasta Canelones, no pasando adelante por ha- 
berle cerrado el paso Fructuoso Rivera al frente de 400 gi- 
netes. En Canelones Alvear meditó e! medio de embaucar al 
Libertador, mientras pedia refuerzos á Posadas para que á 
la sombra de un negociado se le atacara y deshiciera. 

4— El Cabildo de Montevideo era un obstáculo para Alvear. 
A fin de evitarlo el Directorio nombró á D. Nicolás Rodríguez 
Feña con el título de Delegado Extraordinario, en sustitu- 
ción del gobernador intend3nte señor Duran. 

Lo primero que hizo el Delegado fué destituir al Cabildo, 
é imponer otro, cuyos miembros eran todos afectos á los 
porteños. Del viejo Cabildo ni los porteros quedaron El 14 de 
Julio se habia hecho cargo del gobierno y se hizo sentir en 
adelante por sus desmanes y confiscaciones de bienes, á tal 
punto que Montevideo llegó á parecer una provincia con- 
quistada. El Cabildo autorizaba estas anormalidades y hasta 
decretó un crecido impuesto al comercio, que fué como una 
contribución de guerra. No conforme con cohonestar tales 
abusos y la responsabilidad de complicidades bochornosas, 
nombró á Alvear Regidor perpetuo de Montevideo. Durante 
el gobierno de R driguez Peña hubo un llamado Juez de 
propiedades extrañas que entendía en el despojo de la ciu- 
dad. Los españoles fueron las víctimas del nuevo sistema y 
no solo soportaron el saqueo sino que á veces fueron llevados 
á la cárcel y tenidos en ella con barras de grillos. 

5— Los refuerzos pedidos por Alvear no tardaron. Se trata- 
ba de la paz con Artigas y al mismo tiempo se le hacia la 
guerra. El héroe de las Piedras comprendía lo artero de es- 
tos procederes, y respondió á la guerra con la guerra pose- 
sionándose de Corrientes, Entre-Rios y Santa Fé, que le eran 
propicias. 



VÍCTOR ARRBGUINB 239 



Para mejor engañar al caudillo oriental el Directorio dero- 
gó el 17 de Agosto, el decreto de Febrero, que poaia á precio 
su cabeza. Por este nuevo decreto se le reponia en su empleo 
de coronel y se le daba el título de Comandante General de 
la Campaña de Montevideo. 

Artigas naturalmente no creyó en la sinceridad de las pa- 
cíficas intenciones del Directorio, y mientras éste le hablaba 
de la necesidad de la paz y mandaba ejércitos en su contra, 
ni desechaba la paz ni se dejaba cojer desprevenido. Ba- 
sualdo fué vencido en el Palmar, (Entre Rios), por Valde- 
negro. Alvear, Miguel Estanislao Soler y Dorrego, concerta- 
ron una campaña contra Artigas, cuyos tenientes dominaban 
el sud del país. Soler era ya Delegado de Montevideo, desde 
el 25 de Agosto, en reemplazo de Rodríguez Peña de quien 
solo quedaban malos recuerdos. 

Soler se dirigió al interior, mientras Alvear mandaba pedir 
diputados á Artigas y se quejaba de aquellas luchas estériles. 
Brillaba Setiembre, y en tanto que los diputados del Liberta- 
dor venían en camino los bandos opuestos median sus armas 
en el paraje conocido por Azotea de González, obteniendo Ri- 
vera ventaja sobre los argentinos. 

Los comisionados artiguistas, señores García Zúñiga, Cale- 
ros y Miguel Barreiro, llegaron á Canelones. Alvear los reci- 
bió cortesmente, les habló de los bienes de la paz y de los de- 
sastres de la guerra; les entregó algún dinero para el jefe de 
los orientales, invitándoles á estender muy luego de pasar á 
Montevideo, las capitulaciones que pusieran fin á la lucha. 

Los comisionados las propusieron de acuerdo con el interés 
de la patria. Alvear las aceptó de plano y pidió que las con- 
dujeran al campo de Artigas para su debida ratificación, ro- 
gándoles su pronto regreso. Dijo que se iría enseguida pftra 
Buenos Aires y ese mismo día liizo embarcar tropas, asegu- 
rando que á vista de ellos empezaba á cumplir los deseos de 
Artigas desocupando la Banda Oriental. 

Pero el astuto porteño mentía y una vez salidos los 
agentes mandó que las fuerzas, que llegaban á 3000 hombres 
bien surtidos de armas y munición, se dirijiei-an á la Colonia 



240 HISTOKU DEL URUGUAY 



y ademas ordenó á D. Manuel Dorrogo marchara con ICOO sol- 
dados á batir á los caudillos nacionales. 

6— Alvear desembarcó en la Colonia y ^ marchas forzadas 
llegó á encontrarse con Dorrego, que habia salido dias antes 
nruy tierras adentro. Bióle encargo de batir á Otorgues que 
sehálliaba tranquilamente en Mármara já. Otorgues fué sor- 
prendido la noche del 5 de Octubre. El 6 fué vencido y su 
familia cayó prisionera siendo tratada con miiy poco decoro. 
Satisfecho con su triunfo regresó el vencedor á la Colonia, 
y dio un baile oficial en el que se cometieron infamias 
dignas solo de gente de baja estofa. Asi manchaba el ilustre 
Dorrego su nombre que tanto había de brillar en la historia 
de su país! 

7— Bajo los auspicios de Soler formó el Cabildo una Asam- 
blea electoral á la que asistió escasa concurrencia. Del se- 
no de €>sa asamblea impopular salieron dos diputados para 
representar la Provincia en el Congreso porteño, ambos ima- 
gen de los que en Montevideo mandaban. Uno era Pedro Feli- 
ciano Cavia, el otro un señor Pedro Fabián Pérez. 

A estos individuos se les otorgaron poderes pamque gestio- 
naran la sumisión del Uruguay á las Provincias Unidas y 
algunas ventajas materiales. 

Nada debían decir de cuestiones de índole moral, de crear la 
Kepública ó combath* lealmente á los españoles. Cierto que 
no era el bárbaro Artigas, como le llamaban los genemles de 
salón, quien les daba poderes, ni tampoco era el pueblo orien- 
tal que andaba en armas luchando contra quienes querían un 
trono para el Rio de la Plata; un trono que son «cuatro ta- 
blas rodeadas de púrpura». 

8— El 29 de Agosto la Asamblea argentina habia autorizado 
á Posadas para que enviara comisionados á Europa, á esplicar 
á España el estado en que se encontraban sus rebeldes domi- 
nios y á quejarse de las antiguas autoridades. 

Asi mismo los comisionados recibieron instrucciones reser- 
vadas de un orden primordial. Debían gestionar la indepen- 
dencia y la venida de un rey español, inglés ó de cualquier 
otro país. Caso de no tenerse resultado harían algunas conce- 
siones á España. 



VÍCTOR ARREGUINE ^l 



Los comisionados argentinos partieron recien el 28 de Di- 
ciembre. Eran ellos dos hombres ilustres: Manuel Belgrano y 
Bernardino Rivadavia. En Europa ya estaba Sarratea estu- 
diando el terreno destinado á ser por ellos esplorado. Don 
Manuel José Garcia, comisionado en la Corte del Brasil, no 
era ageno á tales trabajos, pues tenia la tarea de insinuarse en 
el ánimo de Load Strangford, á fin de interesarle en los planes 
del Directorio. Por su parte el Ministro inglés habia aconse- 
jado y escrito al Director que se entendiera con España, á cu- 
yo Fernando VII ya vuelto al trono, se protestaba adhesión en 
los documento^ oficiales. 

Los diputados de Soler fueron aceptados en la Asamblea el 
24 de Diciembre. Iban á representar una Provincia conquista- 
da y á pedir que no se la quitam el yugo. 

9— Después de su derrota Otorgues se retiró al Bra- 
sil, por el lado del Chu3% á reponerse del desastre. Rivera 
estaba en los Tres Árboles, al norte del Rio Negro. Dorrego 
con 1200 hombres se dirigió á su encuentro. En el camino so 
le agregó la división Hortiguera y entrambos consiguieron 
poner en retirada al caudillo, persiguiéndole todo un dia. 
Por la noche Rivera les a^acó la retaguardia, para presentarse 
á la mañana siguiente en el Queguay. A los dos dias recibía 
Rivera 800 blandengues al mando de Francisco Bauza y se con- 
vertía de agredido en agresor, haciendo que Dorrego corriera 
hacia el sud, no deteniéndose sino en Mercedes, en donde lo 
estuvo sitiando. 

A fines de Diciembre Dorrego se encerraba en la Colonia, y 
después de haberle muerto una gran parte de su ejército, Ri- 
vera contramarchaba á Mercedes. 

10— Frente á esta ciudad los blandengues se sublevaron 
contra el caudillo, cuya vida estuvo en peligro. Casi desnu 
do hubo de esconderse Rivera en una atahona para no mo- 
rir á manos de aquellos hombres enfurecidos, algunos de 
los cuales saquearon la población y desertaron. La causado 
la rebelión fué el haber Rivera castigado á un blandengue. 

A fin de poner orden entre sus gentes Artigas llamó en 
seguida á Rivera. Hubo junta de guerra, mas á nadie se 
castigó por ser muchos ios culpables. 



242 mSTOttiÁ DBL imuGttrAlr 



CAPITULO XLVI 

(ISl») 

SUMARIO— 1 Alveau pide el peoteotorado de Inglaterra, 

PARA LAS PROVINCIAS DEL RlO DE LA PLATA— 2 FRA- 
CASO DE LOS PLANES DE CORONACIÓN DE UN PRINCIPE 
ESTRANJERO— 3 LOS ORIENTALES VENCEN Á DORREGO 
EN G UAYABOS— 4 FUSILAMIENTO DE PbRUGÓRRIA— 5 LoS 
ARGENTINOS EVACÚAN Á MONTEVIDEO — 6 LO OCUPAN 
LOS ORIENTALES -7 ARTIGAS PROSIGUE LA GUERRA 

CONTRA EL Directorio -8 Sublevación de Fonte- 
zuBLAS— 9 El ayuntamiento de Buenos Aires y sus 
cortesías para con Artigas— 10 Influencia de ar- 
tigas. 

1— Al empezar el año XV Alvear se encontraba en Buenos 
Aires, Soler en San José y Borrego se disponía á llevar el ata- 
que á Rivem, que estaba con Artigas en las márgenes del 
Arerunguá. 

El Director Posadas, después de haber cometido muchos de- 
saciertos renunciaba el poder, el 9 de Enero, y por esclusivas 
inñnendsis áelhZdgia Lautaro le sucedía en el Directorio 
Alvear, su pariente. 

Alvear se rodeó en seguida de un partido militar y siguió 
adelante los planes de una política i-astrera, como sus proce- 
deres. 

Bl 25 de Enero, á los 15 dias de estar en el poder «ñrmaba 
de acuerdo can la mayoría de su consejo de estado dos notas 
escritas por su ministro don Nicolás Herrem, poniendo las 
provincias Unidas del Rio de la Plata á disposición del go- 
bierno británico y pidiéndole las salvase, á pesar suyo, de 
la perdición á que marchaban. Asi mismo nombró á García 
de comisionado confidencial en la cói*te de Rio Janeiro, al 
parecer para cooperar á los trabajos de Rivadavia y de Bel* 



VÍOÍOR ABRKGUÍNB 243 

grano, pero en realidad para negociar con Lord Strangford 
la alianza 6 el protectorado de la Inglaterra. 

En la primera de aquellas notas dirigidas al Ministro de 
Relaciones Exteriores de la Gran Bretaña el Director de las 
provincias Unidas las declaraba inhábiles para gobernarse por si 
mientas, y que necesitaban una mano que las dirigiese y contu- 
viese en la es/era del orden antes que se precipitasen en los horrores 
de fa anarquía. Partiendo'^de esta base decía: Estas provincias 
desean pertenecer a la Gran Bretaña , recibir sus leyes^ obedecen* 
su gobierno y vivir bajo su mpijo poderoso. Ella^ seabando7ian sin 
condición aJguna á la generosidad y buena fédel pueblo inglés^ y 
yo estoy resuelto d sostener t injusta solicitud para Ibrarlas de 
los males que las aflijen. Y terminaba-. Es necesario se aprovechen 
los Tno^nentos, que vengan tropas que impongan á los genios dis- 
cotos, y un jefe plenamente aut rizado que empiece á dar al país 
las formas quesean de su beneplácito^ del rey y de la nación!. "^ (1) 

Mas adelante recordaba el Director que Inglaterra había 
protejido la libertad de los negros de África, y que no debía 
dejar entregados á su propia suerte á los pueblos del Plata, 
en el mismo acto de arrojarse ellos en sus brazos generosos. 

García pam obligar á Lord Strangford á volver sus pensa- 
mientos al Plata, acompañaba el pedido de Alvear con estas 
palabras: «Todo os mejor que la anaquía; y aun el mismo go- 
bierno español, después de ejercitar sus venganzas y de ago- 
biar al país con su yugo de hierro, dejaría alguna esperanza 
mas de prosperidad que las pasiones desencadenadas de pue- 
blos en anarquía » Felizmente para la América del Sud ni 
estas gestionesde Alvear y García dieron resultados, por aliar- 
se á poco España é Inglaterra, ni las de Sarratea, Riyadavia 
y Belgrano, de coronar á un principe estrangero, tuvieron 
mayor éxito. 

2— Estos agentes vagaron un año por Europa en demanda 
de un príncipe. Recurrieron ala legitimidad de Carlos IV, pa- 
di*e de Fernando VII, y lo quisieron traer de soberano del Rei- 



(J) Carlos Calvo^Atn^rica ?at(na Anales históricos de la revolución. - 
Tomo II> página S32. 



244 ' HISTORIA t>EL ÜRÜGÜAY 



no Unido del Plata, Perií y Chile, que ellos fmg'uaban; ten- 
taron la venida de Francisco de Paula, hermano del monarca 
español; se vieron con el conde de Cabarrus, que los puso en 
comunicación con el caído Carlos IV, y los esplotó á su g-us- 
to; pero nada consiguieron. El año de 1815 pasó para ellos 
en tales estériles gestiones, y al fin hulDÍeron de abandonar 
la espei*anza de ver aplicada la constitución inglesa al Rio de 
la Plata y de tener un^ monarca irresponsable y una nobleza 
exó'ica. Mucho influyó en el fracaso de estos planes liberti- 
cidas la unión europea operada en ese año y la derrota de Na- 
poleón I en Waterloo. 

Este hombre providencial favoreció sin saberlo el estallido 
de la Revolución smoiicana, cuando todo el mundo lo temía; 
y al caer, sin que de él dependiera, hizo imposible la corona- 
ción de un rey en la América española. Carlos IV teoia una 
pensión de España; Fernando VII se oponia á reconocer la In- 
depeniencia de América; si Carlos se hacia rey del Rio de la 
Plata, ó dejaba que viniese su hijo Francisco, la independen- 
cia quedaba por eso hecho rjconocida por él y la pensión se 
le quitaba. 

Por no perder una pensión Carlos IV no dio á los políticos 
porteños el placer de traerles un trono á Buenos Aires. 

Los planes de Alvear, continua ior de los de Posadas, no se 
li mi taro a á pretender el protectorado británico. Hizo más, dio 
instrucciones secretas á Garcia para que gestionara, en Rij 
Janeiro, la ocupación de la Banda Oriental por los portugue- 
ses á fin de no tener que luchar con Artigas y los orien- 
tales. 

3— Mientras Alvear se ocupaba en cuestiones de política 
Dorrego buscaba á Rivera con ánimo de darle batalla. 

La val leja que comandaba una pequeña división se tiroteó 
con el militar araren tino durante mas de dos dias; poro no 
pudo impedirle la marcha hacia al norte. 

El 10 de Enero de 1815 se avistaban los ejércitos enemigos 
en el Arroyo de Guayabos. 

Dorrego mandaba 1500 soldados cuando dio' principio la ba- 
talla, á las 12 del dia. Rivera por una simulada derrota con 
siguió llevarlo auna hondonada, donde los blandengues ocui- 



VÍCTOR ARREGÜINB 245 



tosen uñ trozo de monte esperaban la llegada del enemigo 
con el caballo de la rienda. Entraron en pelea y á las 4 y 1/2 
de la tarde Dori*ego se echaba al Uruguay con 20 hombres. 
Tan grande había sido su derrota! 

4— Dias después de esta victoria, el 12 de Enero, Artigas 
hacia fusilar en su campamento al comandante Genaro Pe- 
rugórria, que le habia traicionado. Este Perugórria mozo 
audaz y valiente, habia estado al principio con Artigas; mas 
li^ejTO su ambición y lo versátil de su naturaleza le hicieron 
defeccionar. Blas Basualdo lo venció un dia en la hacienda 
de Watell en Corrientes, de donde era nativo. Hablase en- 
cerrado en un corral da piedra y después de capitular con 
Basuakio no tuvo inconveniente en entregarse. Artigas no 
pasó por la capitulación. Era en su co;icepto necesario sacri- 
ñcar al rebelde que antes fuera su parcial. La guerra cier- 
tamente tiene estas exigencias brutales y por ellas muchas 
veces se salvan los destinos de las naciones. 

5— La posesión de Montevideo solo podia ofrecer res'sten- 
c as al Directorio. No le alcanzaban sus hombres para res- 
guardar las provincias dominadas por Artigas, La reconcen- 
tmcíon.de fuerzas en Buenos Aires, se imponía, por el hecho 
de tener Alvear muchos enemigos internos, á quienes com- 
batir. Con el propósito de hacer una paz obligada fueron 
enviados á Montevideo en Febrero los doctores Heri-era y Lu- 
cas José Obes. Tratado en el Cabildo el objeto que los traia, 
esta corporación envió dos emisarios á Artigas después de 
pedir á Otorgues el libre tránsito en el país. 

Artiga^ les exigió para hacer la paz el retiro de las fuer- 
zas porteñasde Montevideo y Entre Rios, noticia que en breve 
le fué comunicada al delegado Soler. 

Este, que tenia su ejército disminuido notablement"» por 
la deserción cuotidiana de 20 á 30 soldados, aceptó las bases y 
el 23 de Febrero empezó los preparativos de marcha. Todo lo 
que se podía llevar lo mandó echar abordo. En la tarea de lle- 
varse la pólvora situada en los depósitos del norte de la ciu- 
dad, volaron las bóvedas, pereciendo mas de 100 pe sonas. El 24 
el arcliivo de la capital fué entregado al populacho. El 25, por 
ün se fueron las tropas y ,Soler con ellas. 



246 HISTORIA DEL URUGUAY 



Malos recuerdos dejaba el gobernante porteño, cuyas virtu- 
des no eran por cierto envidiables. Ninjíuno tan descuidado 
por la cosa pública, ni mas aficionado al juego, era dado pedir. 

6 —Al dia siguiente entró Otorgues en Montevideo, en clase 
de gobernador. En ese mismo dia (26 de Febrero) se sirvió reu- 
nir el Cabildo; mas cuando estaba en lo mas animado déla 
sesión, el pueblo aglomerado á las puertas de las casas consis- 
ioriales pidió á grandes voces la destitución de los cabildan- 
tes, y la elección de otros nuevos. El deseo -i el pueblo fué 
atendido. El 4 de Marzo habia nuevo Cabildo. 

7^Por este tiempo el poder de Artigas era casi tan vasto 
como el poder directorial. Desde Enero era dueño de las Mi- 
siones después de derrotar á Matianda, que obedecía al directo- 
rio; dueño de la Provincia Oriental, hasta sus límites postreros; 
dueño de Entre Rios, Cor'ientes y Santa Fé. Córdoba también 
lo reconocía por jefe. El Paraguay se declaraba su amigo. De- 
jaba, pues de ser el je^e local para convertirse en el ídolo de las 
multitudes. Gobernadores de Provincias, se convertían en te- 
nientes suyos. Sotelo, Hereñú y Ramírez seguían sus banderas 
en la Banda Argentina. 

A principios de 1815 funda Artigas el pueblo de Purificación 
no lejos del Hei*videro, en el Uruguay y lo convierte en el 
centro de sus operaciones de guerra. 

Desde la meseta que lleva su nombre domina las vastas pla- 
nicies del poniente y las colinas del este, del sud y el norte, 
que le obedecen desde el Plata hasta la frontera de Misiones. 
Como secretario lo acompaña el fraile José Monterroso, repú- 
blico vehemente, de un extraordinario talento, que tiene la 
fra.se de Bolívar y la pasión de la democracia. 

En Marzo la guerra contra el Directorio llega á su apogeo. 
Hereñú se lanza sobro Santa Fé y poco después, el 24, se pre- 
senta Artigas y depone al Gobernador Diaz Velez. Santa Fé ei 
masa desconoce al gobierno de Alvear. 

Éste amenaza de muerte á los perturbadores del óixien; de- 
tracta á Artigas y lobaoe insultar por el Cabildo de Buenos 
Aires, al que reúne en su campo militar de los Olivos. El 
Cabildo firma un bando terrible contra el Libertador, bajóla 



VICTOB ARREGUINE 247 



presión de la amenaza. Alvear promete fusilar hasta 300 per- 
sonas 5i no se cumplen sus órdenes. 

Los cabildantes no tienen mas remedio que malti'atar al 
héroe que pasea su bandera triunfal desde las Misiones al 
Plata. (5 de Abril). 

Sin embargo el Cabildo protesta de la violencia en un acta 
secreta. 

8— Alvear habia hecho marchar contra Artigas y sus te- 
Dientesá Ignacio Alvarez Thomas, pero este al llegar á Fon- 
tezuelas (3 de Abril) se declaró con el ejército en contra del 
Director Supremo, Artigas que estaba en la Eajada del Pa- 
raná y se venia sobre Buenos Aires, apoya el 6 la sublevación 
de Alvarez que regresa á imponer al Director su renuncia del 
mando Alvear se opone á la renuncia, lo que hace que Bue- 
nos Aires se subleve también. 

El Cabildo se la pide el 14 y el 16 lo depone y asume el mando; 
nombrad 21 una junta de observación, enderezada áopontrse 
al al vearismo; designa á Rondeau como Director Supremo, y 
mientras este jefe no baja del Alto Perii pone la autoridad en 
manos de Alvarez Thomas. El ejército queda confiado al gene- 
ral Soler. 

Con Alvear cayó también la impopular Asamblea de 1813. El 
ex-di rector, que dias antes de la sublevación de Fontezuelas 
habla hecho colgar de un farol en la plaza pública al oficial 
übal y cometido otros atentados, se refugió abordo de un 
buque inglés. 

9— El Ayuntamiento de Buenos Aires, para agradar á Artigas 
y consumar por manoagena la ejecución de sus rivales, le en- 
vió con un proceso bastante á justificar la muerte de los 
culpados, (i 7 jefes partidaí ios y sostenedores del caído. Estos 
eran los coroneles don Ventura Vázquez, don Matías Balbastro 
y don Juan Fernandez; comandantes don Ramón • Larrea, don 
Antonio Paillardel y sargentos ma3'ores don Antonio Diaz y 
don Juan Zufriateguy. Artigas devolvió el horrible presente, 
contestando á la autoridad bonaerense que él no era verdugo,* 
Las proclamas difamatorias dictadas contra Artigas por el Di- 
rectorio cesante fueron quemadas en la plaza pública. 

o 



248 HISTORIA DBL URUGTJÁt 



El Cabildo de Buenos Aires, que habia encargado á Londres 
una espada para el patriarca de los orieniales, daba el 30 de 
Abril una proclama revindicatoria de Artigas en la que decía: 
«¡Ciudadanos! Libres vuestros representantes del duro despo- 
tismo que tan gloriosamente acabáis de destronar, contem- 
plan un deber suyo reparar los excesos á que lo arrastró su 
escandalosa opresión. 

Empeñado el tirano en alarmar al pueblo contra el que ini* 
cuamen te suponía invasor injusto de nuestra Provincia, pre- 
cisó con amenazas á esta corporación á autorizar con su firma 
la infame proclama del 5 del corriente. 

Ella no es mas que un tegido de imputaciones las mas 
execrables contra el ilustre y benemérito Jefe de ios orien- 
tales don José Artigas. 

Solo vuestros representantes saben con cuanto pesar dieron 
un paso que tanto ultraja el mérito de aquel héj-oe y la pureza 
de sus intenciones. 

El acuerdo secreto que celebró el Ayuntamiento es un mo-' 
numento que hará la apología de su conducta; y aunque la 
confianza con que empeió y continuó sus relaciones con aquel 
jefe lo sinceran suficientemente para con vosotros, no obstan- 
te cree de veras protestar contra la violencia can que le arran- 
có la tiranía aquella atroz declaración. 

El Cabildo espera de la confianza que os merece que esta 
solemne declaratoria desvanecerá las funestas impresiones 
que pudo ocasionar en vosotros un procedimiento forzado. 

Ciudadanos: deponed vuestros recelos; vuestros verdaderos 
intereses son el objeto de los desvelos de vuestro Ayuntamien- 
to, y para afianzarlos pro jede de acuerdo con el jefe oriental; 
la rectitud de intenciones de este invijcto general es tan noto- 
y la ha acreditado de un modo tan plausible, que no podéis 
dudar de ella sin agraviar su decoro. Olvidad las atroces im- 
posturas con que hasta aquí os ha presentado odiosa la tira- 
nía; destruid ese fermento de rivalidad que diestramente man- 
tenía el despotismo á costa de calumnias que dilacerábanla 
conducta de aquel jefe para haceros gemir bajo sus cadenas 
y alarmaros contra el bienhechor generoso que se apresuraba 
á quebrantarlas en nuestro faTor». 



Víctor AtófidUnÑii 240 



10— Así hablaba el Cabildo porteño á los habitantes de Bue- 
nos Aires, y casi al mismo tiempo Córdoba dedicaba una es-, 
pad^ de honor al caudillo oriental, con esta inscripción: «Al 
inmortal libertador Artigas». 

La bandera del Libertador flameaba en vastos territorios. 
Era la hermosa bandera de 1815 igual ala que hoy es argenti- 
na, sin el sol que esta muestra y con una faja roja diagonal, 
tendida desde la parte superior, por el ladb del asta, al borde 
inferior opuesto. 

«Alvear por su ambición estéril y egoista, por su falta de 
ideas en el mando, y por sus medidas violentas, merecía su 
caídas, afirma un historiador enemigo de Artigas, agregando 
que el nuevo sistema aspiraba k ensanchar la libertad y des- 
truir un orden de cosas que no se fundaba ni en la conve- 
niencia ni en la justicia. 

Artigas así que subió Alvarez Thomas al poder retiró sus 
fuerzas de Santa Fé y retrogadó á Paysandú, después de pro- 
clamar la fraternidad entre los pueblos de la Union y comu- 
nicarse en un lenguaje patriótico con el Ayuntamiento y el 
Ejecutivo de Buenos Aires. 

Con estos hechos coincidía la guerra contra los españoles 
en el Alto Perú llevada por el General Rondéau. El coronel 
Pagóla mandaba el núm. 9 compuesto de prisioneros caídos en 
Montevideo. Este jefe era oriental y lo seguían numerosos 
paisanos suyos en aquellas campañas que habría de operar 
por largo tiempo al pié de los Andes. , 



S50 HISTOBU DEI, ÜRUQÜAt 



CAPÍTULO XLVII 

(isies) 
SUMARIO— Artigas sa dedica á organizar su provincia y 

Á TRATAR LA PAZ CON BUEISLOS AlRES -2 DESTITUCIÓN 

DE Otorgues, Gobernador de Montevideo -3 Mi- 
sión DE Pico y Rivarola— 4 Tratado de Concordia 
propuesto p r Artigas— 5 Tratado de paz y amis- 
tad DE Pico y B i varóla— 6 Errores del Directorio 
Y DE Artigas— 7 Artigas trata de evitar la 
GUERRA— 8 Derrota de Viamont en Santa Fé— 
9 Apogeo de Artigas. 

1— Restablecida la paz con Buenos Aires, por el hecho de la 
caída de Alvear, Artigas se dedicó desde Paj'sandú á mejorar 
la situación de su Provincia, tan estenuada por la gue- 
rra y á dejar definitivamente zanjadas las diferencias que le 
apartaban de la comunión nacional. 

El Cabildo de Montevideo habia dispuesto el 25 de Abríl el 
tratamiento de Capitán General Protector y Patrono de la 
libertad de los pueblos, para Artigas. El Gnobernador Otorgues 
se opuso á este acto 4^pontáne'o el 28, declarando que era ne- 
cesario el acueiHio de todo el país para discernir tan altos 
honores, pero éstos quedaron subsistentes. Corriendo ese mis- 
mo mes de Abril Artigas notificó al Cabildo que convocara 
á los pueblos pam la celebración de un Congreso, que debia 
tener efecto en Mayo, con el fin de tratarse en él medidas re- 
lativas al 1)ien de la Provincia y al arreglo amistoso con 
Buenos Aires. 

El Congreso no dio resultado y por el momento dejó de man* 
darse diputación á Buenos Aires. 

El gobierno de Otorgues apesar de haberse iniciado bajo 
buenos auspicios, porque siempre que cae un mal gobernante 
se cifran grandes esperanzasv^n el que le sucede, no corres- 



VÍCTOR ARMGUINE 25l 



pondia á los anhelos de Montevideo. La soldadesca sin freno 
cometía mil abusos, intentando alguna vez violencias censu- 
rables. El Gobernador, de acuerdo con una Junta de Vigilan- 
cia, imitaba los procederes de Rodríguez Peña y Soler; el 
terror crecía; la población disgustada murmuraba en la som- 
bra; el mismo Cabildo lejos de oponerse á los desmanes los 
fomentaba, proponiendo al mandatario la creación de una 
junta de guerra, que éste rechazaba en Mayo. 

Artigas desde su apartado retiro mantenía relación con to- 
dos los Cabildos de los pueblos que acataban su autoridad. 
Ordenaba la libertad de esclavos; se oponía á las contribucio- 
nes que los Cabildos intentaban establecer; condenaba elec- 
ciones fraudulentas de capitulares y ordenaba la libertad del 
sufragio, y al mismo tiempo para que Otorgues no se tomara 
demasiadas atribuciones pedia al Cabildo de la capital que 
le remitiera á su camparaento á quienes creyera perjudiciales 
á la estabilidad.de las autoridades patriotas. 

En Purificación los españoles acusados del delito de sedición 
eran condenados á tmbajos forzados, consistentes en el cultivo 
de la tierra. Jamás fusilados ni castigados con otra pena cor- 
poral. 

2— Aunque los Blandengues velaban en la frontera del Este 
por la seguridad de los pobladores, los brasileños no dejaban 
de cometer grandes abusos, á tal punto de verse el Goberna- 
dor Otorgues obligado á salir á campaña para reprimirlos. 
Esta fué la ocasión en que sin miedos los habitantes de Mon- 
tevideo espusieron sus quejas al Libertador, quien hallándo- 
las fundadas, destituyó á Otorgues el 29 de Agosto, nombran- 
do provisoriamente al Delegado Barreiro para que lo reempla- 
zara, y mas tarde al coronel Rivera que supo poner en orden 
los asuntos de su gobierno. 

3— La influencia de Artigas seguía creciendo en el Rio de 
la Plata. Don José de San Martin había aconsejado al nuevo 
Directortentara la Independencia de la Banda Oriental, y éste 
para evitar tan grande influencia y al mismo tiempo la for- 
mación de un Congreso lejos de Buenos Aires, mandó comi- 
sionados al campo de Artigas. Eran ellos Blas José de Pico y 
el doctor don Francisco Bruno de Rivarola. 



25^ Historia 1)el tmtGüAY 



4— Las primeras conferencias se efectuaron á mediados de 
Junio con muy buen resultado. Artigas propuso un tratado 
de Concordia el i 6, cu^^o primer artículo decia: «Será reco- 
nocida la Convención de laPiovinca Orienial del Uruguay 
establecida en el acta del Congreso del 5 de Abril de 1813 del 
tenor siguiente: La Banda Oriental del Uruguay entra en el 
rol para formar el Estado denominado Provincias Unidas 
del Rio de la Plata. Su pacto con las demás provincias es el de 
una alianza ofensiva y defensiva. Toda Provincia tiene igual 
dignidad é iguales privilegios y derechos, y cada una renun- 
ciará el j)royecto de subyugar á otm. La Banda Oriental del 
Uruguay está en el pleno goce de su libertad y derechos, pe- 
ro queda sugeta desde ahora á la Constitución que organice el 
Congreso General del Estado, legalmente reunido, teniendo por 
base la libertad » 

En los artículos siguientes pretendía el reconocimiento de 
que cada Provincia al estallar la revolución entraba en 
ella en el concepto de que miraba como cosa propia cuanto 
le pertenecía en aquel instante; que la introducción de tropas 
en el Uruguay no había sido con .el designio de conquista; 
deduciendo de estas premisas que Buenos Aires debía reinte- 
grará Montevideo algo de lo mucho que le quitara bajo los 
gobiernos de Rodríguez Pefia y Soler. 

Pedia también el Libertador algunas armas para sú ejército 
y que el resto de las que antes pertenecieran á Montevideo, 
quedaran en Buenos Aires, en calidad de depósito, para auxi- 
liar á las provincias que tyuvieran necesidad de ellas. 

De las cuatro provincias que de hecho estaban denomina- 
das por Artigas, decia: «Las provincias y pueblos comprendi- 
dos desde la margen Oriental del Paraná hasta la cccidental 
quedad en la forma inclusa en el primer artículo de este tra- 
tado, como igualmente las provincias de Santa Fé y Córdoba, 
hasta que voluntariamente quieran separarse de la protección 
de la Provincia Oriental del Uruguay y dirección del Jefe 
de los Orientales.» 

5— Los comisionados no aceptaron ef tratado de Concordia 
y propusieron al dia siguiente otro llamado de paz y amis- 
tad. El primer articulo decia: ^^Buenos Aires reconoce la indo- 



VÍCTOR ARREaUINB 253 



pendencia de la Banda Oriental del Uruguay renunciando los 
derechos que por el aatiguo régimen le pertenecían.» En los 
otros artículos proponían la demolición de las murallas de 
Montevideo; la no devolución de lo quitado á esta plaza y que 
únicamente Corrientes y Entre Rios quedarán en Jíbertad de 
ponerse bajo la dirección del gobierno que gustaran. 

6 -Estos trabajos no dieron resultado. Ni Pico y Rivarola 
aceptaron las proposiciones del Libertador, ni éste quiso pa- 
sar por las exigencias de los otros. Realmente era una necedad 
hablarle á Artigas, quedomin^kba sobre mas de 103,000 leguas 
de territorio, de que Buenos Aires renunciarla sus pretensos 
derechos á la Banda Oriental. La Banda Oriental era libre y 
ejercía un inmenso poder sóbrelas Misiones y cuatro provin - 
cías amigas. De hecho estaba en el plenogoce de su indepen- 
dencia. Proponerle como la primera base de paz una ventaja 
que ya se había conquistado apesar de todo, acusa una falta 
completado buen sentido en aquellos hombres. Artigas bus- 
caba el gobierno republicano y la. forma federal pam estos 
pueblos. Solo sobre esas bases era posible un avenimiento. Con 
rechazar las condiciones propuestas por el Directorio, no re- 
chazaba Artigas la Independencia de su patria, como no renun- 
ciaba al predominio que venia ejerciendo en las Provincias á 
él afectas. 

Sin embargo Artigas no fué previsor. Artigas debió evitar 
la guerra que le traería Buenos Aires limitándose á incorporar 
á su país Corrientes y Entre-Rios, que estaban mas vincula- 
dos á sus ideas y planes de gobierno que la aristocracia por- 
teña. Con tal medida habría evitado la ruptura y la invasión 
portuguesa. Buenos Aires no cometió esta ve/, un error menos 
grave. Con dejar que la Provincia Oriental se incorporara á 
las demás, aceptando, como lo preceptuaba la Constitución del 
Estado, no cabe duda que hubiera aumentado su territorio y 
evitado muchas guerras. La Federación habría nacido en se- 
guida y todo lo mas que entonces pudiera suceder habría sido 
la anulación de Buenos Aires, ó la pérdida más ó menos com- 
pleta de su prioridad. 

7— Artigas que tenia buenas vistas políticas quiso no que- 
brantar la paz existente, paralo cual reunió un Congreso en 



254 mSTOBIA DEL UBUOUAT 



la Concepción del Uruguay al que concurrieron los doctores 
Cosío, Andino y Cabrera, por Entro Rios, Corrientes y Córdo- 
ba. Estos tres diputados unidos á D. Miguel Barreiro, repre- 
sentante de la Banda Oriental, pasaron á Bu^os Aires, ft pro- 
poner la paz en nombre de Artigas. Dichos diputados presen- 
taron en Julio un plan de concordia, pero á nada se arribó. 
El Directorio opinaba por la guerra. 

A raiz de estas tentativas de paz el Directorio convocnba un 
Congreso en Tucuman y otro Artigas en la ciudad de Pay- 
sandü, » 

8— Buenos Aires que tanto habia deseado la paz no tuvo 
reparo en iniciar las agresiones. Los puertos argentinos que- 
daron cerrados para Artigas, y á poco un ejército poderoso 
se dirigió á Santa Fé á someter á los tenientes de Artigas. 
Santa Fé, sometida por el general Viamont, no tuvo mas re- 
curso que incorporarse á las Provincias Unidas, el 2 de Setiem- 
bre, por un breve término. Mariano Vera, jefe artiguista, 
consiguió vencer á Viamont y dejar otra vez libre á la Pro- 
vincia. El vencido fué remitido al Libertador, con mas de 20 
oficiales. El Libertador los tuvo algunos dias en su campa- 
mento, dejándolos muy lue.^o en libertad. Viamont volvk) 
mas adelante á pelear contra Artigas. 

9— El año de 1815 terminó para las Provincias Unidas con 
una tremenda catástrofe al Oeste. El ejército de Rondeau fué 
deshecho en Sípi Sipi, por el general español Pezuela y obli- 
gado á ponerse en desastrosa retirada. Mientras así perdían 
Jas armas argentinas en el Alto Perú, la estrella del Liberta- 
dor brillaba en el tempestuoso horizonte. Sonaba su nombre 
♦^n los himnos guerreros, su bandera tricolor flameaba en di- 
latadas regiones. Berdun, uno de sus caudillos, mandal^a en 
Corrientes y Entre Rios, asesorado por el Dr. Llambí; Vera 
triunfaba en Santa Fé; los pueblos lo aclamaban su protector 
y su héroe. Sin embargo no estaba lejano el dia en que la 
adversidad pusiera á prueba el temple de su alma y la gnin- 
deza de su pueblo. 



VÍCTOR ARREGUlNfi 255 



CAPITULO XLVIII 

(191 e) 
SUMARIO— 1 El Directorio porteño negocia la invasión 

PORTUGUESA AL URUGUAY— 2 ARTIGAS HACE LA GUE- 
RRA AL Directorio— 3 La primera Biblioteca Pú- 
blica EN MONNEVIDEO— 4 AMAGOS DE INVASIÓN— 5 

Plan de campaña de Artigas— 6 Plan de los por- 
tugueses— 7 La invasión -8 Derrotas de Artigas 
9 Derrota de Rivera — 10 opinión del pueblo 
argentino sobre la invasión portuguesa— 1 1 püy- 
rredon trata de engañar al pueblo— 12 durán 
Y Giró tratan la entrega de la Banda Oriental 
AL Directorio— 13 Artigas desaprueba lo pactado 
—14 TÉRMINO de 1816. 

1— El año de 1816 es el año terrible de la Banda Oriental. 
Es el año predecesor de las grandes virtudes y las bajas 
miserias y apostasías que se albergan en lo recóndito del 
corazón humano. 

Desde los comienzos de 1816 se oía hablar en la frontera de 
una invasión próxima de los portugueses y para muchos no 
em un misterio f[ue los Directorios de Alvear y Alvarez, en 
acuerdo con D. Manuel Garcia y el Dr. Tagle, habian negociado 
en Rio Janeiro la venida de tropas estrangeras al Uruguay, 
para deshacerse de Artigas que era el representante genuino 
de la democracia en el Plata. Algo supo el Libertador de es- 
tas siniestras maquinaciones, porque siempre llegan á saberse 
tales; hechos por mas que se velen y oculten; y para no 
estar desprevenido se hizo del mayor número de armas, que 
sus parciales de Buenos Aires y otms provincias le entregaban 
y esperó con ánimo fuerte la invasión. Sus soldados estaban 
impagos desde 1811; pero eso no obstaba á la defensa de la pa- 
tria y en tales horas se vio acudir al pueblo y agruparle aire- 



256 HISTOBIA DEL URUGUAY 



dedor de la simpática bandera que simbolizaba la resistencia 
á la agresión estrangera. 

Una de las invasiones del Directorio á la Provincia de Santa 
Fé habiatenido por objeto la ocupación deesa Provincia por los 
portugueses, que entrarían en todos los territorios ocupados por 
Artigas. ElDr.D. Gregorio Tagle hablaba de la connivencia 
argentina COD la próxima invasión, con una sangre fría que 
espanta, mirando esa medida como un gran beneficio para el 
Rio de la Plata. No eran solo los Directores los comprometidos 
pero tampoco la invasión se aceptaba por todos. Las más culmi- 
nantes figuras de la Revolución se oponían á ella y mas tarde 
hablan de sufrir por combatirla persecuciones y destierros. 

2— La guerra contra el Directorio seguia y en ella se pasa- 
ron algunos meses. Artigas hacia resguardar la frontera 
y luchaba en el Oeste. Provocado á la guerra por propios y 
estraños, el Libertador la aceptaba en toda la amplitud ima- 
ginable. El Congreso de Paysandú fracasó por la proximidad 
de la invasión, aunque los diputados de las provincias aliadas 
no faltaron. Entre tanto Santa Fé luchaba por su autonomía, 
con la opresión de Buenos Aires que habla arrojado á ella un 
ejército. 

El congreso de Tucuman se habia reunido el 24 de Marzo, 
época en que venia en viaje de Portugal un ejército de 5000 
hombres de las tres armas,para someter ala exhausta Provincia 
Oriental y aba? ir si era posible su libre altanería. 

El 28 de Mayo Santa Fé no pudo ya resistir ala fuerza y bu- 
ho de celebrar una transacción. Vera su gobernador habló de 
Artigas para que la transacción fuem por él aceptada; pero 
á ese respecto habia una gran oposición. 

3 — Amagando ya el enemigo se abrió en Montevideo la pri- 
mera Bibroteca Pública, el 25 de Mayo; el sabio Larra- 
ñaga tuvo en ese dia voz inspirada para enaltecer al héroe 
oriental, á quien encontraba digno de parangonarse con Was- 
hington. El santo y seña del dia 30 en el ejército de Artigas 
Con motivo de la apertum de la Biblioteca fué este: Sean los 
orientales tan ilustrados como valientes. 

4— Tres Directorios hablan negociado la invasión portugue- 
sa: Alvear, Alvarez Thomas y Balcarce. Depuesto Balcarce en^. 



VÍCTOR AUWSGÜINB - 2o7 



W * «I I» m u ■■ t m * « I « II » 



tro á sucede ríe el mas ilustrado y el peor de los Directores, 
JuaB Martin dePueyrredon, que siguió la trama siniestra de 
sus antecesores. 

El general don Carlos Federico Lecor recibió el 4 de Junio 
instrucciones de su gobierno para atacar y someter la Provin- 
cia Oriental, queentraria á formar parte del Brasil. Al mismo 
tiempo le prevenia que si Artigas optaba por la paz, lo dejara 
en el gradó de coronel portugués con el sueldo asignado á 
esta ¿erarquía. 

Rio Grande se militarizaba. En Santa Catalina habia t opas 
de desembarco. De un dia k otro se e peraba el ataqtie. 

El Congreso de Tucumah declaraba la independencia de las 
Provincias Unidas el 9 de Julio, y se ponia en connivencia 
con el Directorio en sus planes de favorecerla conquista. El 
pueblo argentino protestaba contra el hecho próximo á consu- 
marse- El Director Supremo se limitaba á mostrar interés en 
la unidad nacional y se avanzaba á hacer aprontes bélicos 
para estraviar la opinión. 

El 22 de Julio el Cabildo de Montevideo llamó á las armas 
al pueblo. Al patriótico llamado acudieron hasta los niños. El 
ejército del Libertador se engrandeció en pocos días. 

5— El plan de Artigas para la resistencia fué luminoso y 
h^bil. Presumiendo operaciones combinadas dispuso que el 
territorio fuera resguardado al sud por Rivera, á quien susti- 
tuyó en el gobierno de Montevideo por don Manuel Artigas; 
al este porel jefe de vanguardia don Fernando Otorgues; al 
norte por sí mismo. Fortificó á Montevideo y la Colonia; dio 
órdenes conducentes á mantener la disciplina y el principio 
de autoridad, y en actitud resuelta esperó el ataque de los nu- 
merosos veteranos europeos, que después de haber peleado 
contra Napoleón, venian á provocar á un héroe americano en 
su tierra natal. 

Artigas se situó en el norte para desarrollar desde allí su 
vasto plan de defensa, dando orden al coronel don Antonio 
José Berdun de escalonar sus fuerzas entre el Cuareim y el 
Ibicuy y al coronel Andrés Artigas de situarse en las Mi- 
siones. 

En m3nos de 15 dias toda la frontera quedó resguardada; 



258 HISTORIA. Opii ÜRÜGUAT 



Rivera debía esperar la agresión por Santa Teresa, que era la 
posición mas apropiada para el ataque; en Canelones queda- 
ban el tren de guerm y algunos recursos pecuniarios. 

6— Kl plan de los portugueses era el previsto por Artigas. 
Curado con 2000 hombres atacarla por el norte; Silveym con 
otros 2000 por el este; Lecor con 6O0O y una escuadra por el 
sud. 

Ademas quedarla el - general Pintos con 2000 soldados en 
Rio Grande, para acudir desde allí á cualquier punto en que 
fuera necesaria su presencia. 

En Agosio se llevó á cabo la primera operación militar délos 
conquistadores. Sin gran esfuerzo se apoderó un cuerpo de 
ejército de Santa Teresa. De allí en adelante esperaron que pa- 
saran los frios para internarse en primavera. 

7— La invasión de los ejércitos enemigos fué casi simultá- 
nea. Elijieron el mes de Octubre para empezar la guerra. El 
espíritu nacional sublevado, hacia acudir en masa la población 
viril á la frontera amenazada por mas de 12.000 soldados que 
mandaban diversos generalas. Artigas no contaba 6000 hom- 
bres. La resistencia iba á ser desesperada. Artigas hizo aún 
un postrer esfuerzo para entenderse con* el Directorio, ha- 
blándole en un lenguaje austero y pacífico, prefiriendo la gue- 
rra á la pérdida de la libertad. 

En los primeros dias de Octubre avanzó el general Silveyí-a 
por Cerro-Largo. Costeando el Rio Negro. Otorgues que man- 
daba en esos parajes logró batirlo en Pablo Paez, después de 
cuya derrota siguió el invasor avanzando á marchas penosas, 
tiroteado noche y dia, por los gauchos de aquel caudillo. Cer- 
ca de Minas se encontró Otorgues coa Rivem; pero perdie- 
ron la ocasión de darle batalla. 

El conquistador se alojó en esa población que estaba casi 
desierta, donde lo estuvieron sitiando^ los patriotas hasta el 
año sisíuiente. Otorgues era impotente para luchar con fuéi*- 
zas regulares. De ahí que no se animara á presentar una ba- 
talla en regla al intruso, que cruzando sierras y campiñas 
desiertas logró encerrarse en una posición estratégica de pri- 
mer orden. 

8 -Con menos éxito se luchaba en el norte. Ppr aquí avan- 



VICTOB AERBGUINB 



259 



zaron tres generales: OUveira Alvarez, Mena Barrete y Abren, 
destinados por Curado á batir las distintas divisiones de Ar- 
tigas. El coronel indio Andrés Artigas fué batido el 3 de Oc- 
tubre en San Borj a por Abren; Mena Barrete consi^-uió ven- 
cer á Berdun, que se habiá internado en el Brasil, librándose 
el combate de Ibiracobay cerca de la capilla de Ñancay el 19 de 
Octubre. Derrotados estos dos caudillos nacionales, avanzó el 
general Oliveira Alvarez hacia el campamento de Artigas. 
El Libertador se encontraba al norte del Cuareim, en^ el pa- 
raje llamado Corumbé. El enemigo se presentó el 27 de Octu- 
bre frente á su pequeña división. Artigas le presentó batalla 
y fué vencido. Aquel dia la sangre oriental vQorrió abun- 
dante en defensa de la patria, 

9-^Derrotado Artigas y sus principales tenientes no le que- 
daba al invasor mas que vencer á Rivera en el Sud. Lecor 
avanzó muy len^tamente entrado Noviembre. 

Su vanguardia al mando del general Pinto de Arau jo Co- 
rrea, chocó el 19 de ese mes con las fuerzas de Fructuoso Ri- 
vera, que sumarian unos 1509 ginetes. Se luchó largas ho- 
ras en los pantanos de la India Muerta en el punto llamado 
de Malbajar; mas al fin la superioridad de las armas venció 
el denodado valor de los orientales. Allí murieron algunos 
centenares de portugueses al empuje de las caballerías pa 
triotas. 

El mayor Souza en un parte de la batalla, docia aun ma- 
riscal portugués, en seguida de la acción: «Escapé no só como 
de tres que denodadamente me vinieron á atacar al frente 
de mi escuadrón » Asi luchaban los orientales da entonces. 

Tres hombres atacaban lanza en ristre á un jefe al frente de 
toda su tropa. Tan desesperada y tan grande era la defensa 
del suelo! Los grie^ros decian que á la patria se la debe amar 
con todas las potencias del alma. De tal suerte ía amaban 
aquellos gauchos sublimes de los tiempos heroicos! Rivera dejó 
el campo seguido apenas de 300 paisanos. 

Con estas derrotas quedaba vencida la primera campaña de 
Artigas. El enemigo avanzaba á banderas desplegadas! 

Lecor antes de avanzar con el ejército y la escuadra quiso 
tra,tar coq el Cabildo un sometimiento pacífico, que no dio re- 



260 mSTOHIA. DfiL üistuauAY 



saltados. Prometía garantías y hablaba del Libertador en un 
lenguaje bratal como sus intenciones. 

10— El Director Puyrredon estaba en connivencia con los 
portugueses y aunque habii prometido auxlios al pue- 
blo oriental los i*ecursos no venían, lo cual exasperó los 
ánimos en Buenos Aires á tales estremos que el Director, 
acusado de complicidad en el crimen de la invasión, para aca- 
llar las protestas llegó á desterrar á quienes mas al>aá 
las ponían. Dorregofué llevado al bergantín 25 de Mayo en el 
carácter de preso político; los doctores Moreno, Agrelo, Pa- 
zos, Chiclana, el general French, héroe de los Andes y los coro- 
neles Pagóla y Valdenegro (orientales estos últimos) sufrieron 
una pena mayor. Se les deportó á Baltimore dondo publicaron 
un manifiesto ruidoso sobre la participación del Directorio en 
el crimen de la invasión. Valdenegro, después de una vida 
gloriosa sobrellevada en los campos de batalla, no volvió del 
destierro. 

En Baltimore tuvo un duelo en el cual fué muerto por su 
adversario. 

La protesta de los ciudadanos argentinos no tenia límite. 
Los periódicos condenaban el crimen que el Directorio miraba 
consumarse con una sonrisa de triunfo. El congreso de Tucu- 
man iba mas all:^ que Puyrredon, llegando su mezquindad 
al punto de querer el protectorado del Brasil para las pro- 
vincias Unidas. El Director, mas patriota que el Congi'eso, se 
opuso á estas miras rastrems y mantuvo en alto el pensamien- 
to capital de la Revolución en cuanto no se refería á la pobre 
Banda Oriental. 

11— Puyrredon tenia que desmentir aunque mas no fuera 
en apariencia, el cargo de complicidad con la conquista. 
Al efecto envió al coronel Vediaal campo de Lecory de Arti- 
gas, con pliegos para ambos, diciendo á Lecor que lo sorpi^en- 
dia la invasión y que se retirara á las fronteras, y remitiendo 
al Libertadoj' copia de la nota enderezada al usurpador y con- 
sejo de que raconociera la autoridad suprema de las Provincias 
Unidas. E! comisionado llegó al campo el de Lecor en Noviem- 
bre, esplicándole que las protestas escritas solo tenían por 
objeto hacer creer al país que realmente se protestaba, El 



Víctor aíiheíiuike ¿61 



portugués contestó también á fin de mistificar la opinión 
que sus marchas solo sedirijían á separar de la frontera del 
Reino del Brasil el germen de la discordia y á ocupar un país 
anarquizado. ^ 

Alegaba también que la Banda Oriental se habia declara- 
do independiente, y que por tanto no podia el gobierno de las 
Provincias Unidas entrar en desconfianza. 

Del campamento de los conquistadores pasó Vedia al del Li- 
bertador á proponerle la concordia que tantas veces se le habia 
negado y de cuya sinceridad era dado dudar. Artigas se limi- 
tó á decir á Vedia que se entendieí*a con el Delegado Barreiro 
que se encontraba en Montevideo. Vedia propuso al Delegado el 
envió de diputados á Buenos Aires para negociar la ayuda 
argentina en tan dura emergencia. 

12 -Barreiro en presencia de las proposiciones de arre- 
glo comisionó á don Juan José Duran y don Juan Fran- 
cisco Giró. Esto.*' señores llegaron el 8 de Diciembre á 
Buenos Aires, y ese mismo di a, embaucados por el hábil Puy- 
rredon, firmaron un ti atado por el cual se entregaba la Pro- 
vincia Oriental al Directorio á cambio de algunos socorros. 
Este inicuo atentado se celebró en Buenos Aires con salvas y 
repiques. Obtener una Provincia á trueque de una promesa de 
facilitar auxilios, sin comprometerse k pelear con los portu- 
gueses, era realmente un triunfo para el Director. 

13 -Artigas por estos días pensaba ya en la Independencia 
de su país, desde que le era imposible ver triunfantes sus 
ideas políticas en las Provincias Unidas. Los procederes ob- 
servados con él tenían que separarle de la Union y lo separa- 
ron. Ya en el año 1815 habla concedido patentes de corso á bu- 
ques que llevaban este nombre: República OrientaL 

En 1816 tuvo ocasión de demostrar que efectivamente era 
su ideal la independencia de su patria porque era imposible 
de otra suerte sacarla de la condición de tierra conquistada, 
espuesta á perderse con todas las demás Provincias, pam las 
cuales pidiera Alvear el protectorado británico. 

Por otra parte em ya imposible la unión. El Directorio 
atraía la invasión portuguesa, y esto lo sabia Artigas, sieu- 



262 HISTORIA DEL URUGUAY 



do asi que se le debia mirar como á un enemigo y no ñar en 
la perfidia de sus decantadas intenciones. 

Duran y Giró se hablan extralimitado en sus facultados, 
dando una prueba evidente de su absoluta carencia de patrio- 
tismo, mas tarde confirmada de una manem que no deja lugar 
á dudas. El Delegado Barreiro desaprobó el tratado y Artigas Id 
rechazó por completo el 26 de Diciembre. Hé aquí sus pala- 
bras á los comisionados datadas en su campo volante de 
Santa Ana: 

«Por precisos que fuesen los momentos del conflicto, por 
plenos que hayan sidj los poderes que VV. SS. revestían en 
su diputación, nunca debieron creerse bastantes á sellar los 
intereses de tantos pueblos sin su espreso consentimiento. 

Yo mismo no bastaría á realizarlos sin este requisito, ¿y 
VV. SS. con manr» serena han firmado el acta publicada por 
ese gobierno el 8 del presente? 

Es preciso suponer á VV. SS. estrangeros en la historia de 
nuestros sucesos, ó creerlos menos interesados en conservar 
lo sagrado de nuestros derechos, para suscribirse á unos pac- 
tos que envilecen el mérito de nuestra justicia, y cubren de 
ignominia la sangre de sus defensores. 

No confundamos la sinceridad de las intenciones con el 
error en los cálculos: partamos de un mismo principio en las 
ideas: convengamos en que VV. SS. fueron diputados de 
bu-na fé por mi delegado, y que igual confianza inspiraba 
aquel gobierno en su recibimiento, ¿seria dable ni decente 
que el supremo director se ocupase en otro objeto que el de 
franquear auxilios como lo exigia el apuro de los instantes? 
Cualquier otro resultado era impertinente á la causa común. 
Este debió ser el punto céntrico de los negocios y de la dis- 
puta de VV. SS. 

Si ret revertimos al orden de las antiguas complicaciones y 
desconfianzas, ¿por que se pretende acriminar la conducta de 
mi delegado, apareciendo tan rastrera la de ese gobierno? 

VV. SS. convienen conmigo en la nulidad del acta sin 
las ratificaciones precisas, y deben convencerse igualmente 
que la rapidez en mandarla imprimir y circular sin aquel 
requisito, era ostentar un triunfo que está reservado á otros 



nCfOn ABREGUINE 263 



afanes; El y VV. SS. no ignoran mi respuesta á las pro- 
posiciones de Agosto último, dirigidas Con los auxilios reci- 
bidos. Ella debió tenerse muy presente en . estas gestiones 
jpam no mancillar mi delicadeza. 

El jefe de los orientales ha manifestado en todos tiempos 
que ama demasiado su patria para sacrificar este rico patri- 
monio de los orientales al bajo precio de la necesidad. 

Por fortuna la presente no es tan estrema que pueda li- 
garnos á un tal compromiso. 

Tengan YV. SS. la bondad de repetirlo en mi nombre 
á ese gobierno, y asegurarle mi poca satisfacción en la liberji- 
lidad de sus ideas con la mezquindad de sus sentimientos. 

En consecuencia, VV. SS. lian cesado de su comisión, y si 
les place pueden retirarse á Montevideo. Allí podrán efec- 
tuarse las justificaciones competentes, y ojalá que los resul- 
tados de su comisión condigan á los de su reconocida hon- 
radez.» 

14— Las negociaciones quedaron rotas. Puyrredon se cruzaba 
de brazos, indiferente ante la desgracia y la desesperación de 
un pueblo. No vino ningún socorro. Duran y Giró bajaron á 
Montevid :o dispuestos á reincidir en su traición á la patria. 

Lecor pasó una parte de Diciembre festejando sus triunfos 
en Maldonado. A fines de ese mes se preparaba para atacar á 
Montevideo. La campaña oriental se disponía á perecer entre 
las ruinas de su libertad. En Montevideo el noble Barreiro y 
el austero Joaquín Suarez mantenían encendido el fuego de 
la resistencia nacional á la conquista estrangera. 



264 HISTOBIA DEL URUGUAY 



CAPITULO XLIX 

( ISIT ) 

SUMARIO— 1 Resistencia general á la invasión -2 Segunda 
CAMPAÑA DE Artigas— 3 Nuevos desastres, bata- 
lla DEL Catalán— 4 El brigadier Chagas vence 

EN EL AGUAPEY Y DESTRUYE Y ROBA LAS MISIONES — 

5 Marcha de Lecor á Montevideo -^6 Barreiro y 
Joaquín Suarez abandonan la ciudad 7 Claudica- 
ción DEL Cabildo de Montevideo - 8 Instrucciones 
DE Lecor- 9 Nuevas bajezas del Cabildo— 10 Ban- 
do-de Lecor contra los patriotas— 11 Los portu- 
gueses S"N batidos por Rivera en el Paso de Coe- 
LLO Y EL Sauce— 12 Deserción de Bauza, Oribe etc, 
—13 Rumores de invasión españole -14 Oficio de 
* Artigas á Puyrredon— 15 Toma de la Coloma— 16 
Deportación de conspiradores i Río Janeiro. 

1— A principios de 1817 los portugueses dominaban toda 
la frontera. El General Curado, el marqués de Alégrete, Abivu 
y el brigadier Chagas habían concentrado grandes fuerzas al 
Norte, alma de la resistencia nacional. 

Silveyra se mantenía en el pueblo de Minas sin poderse 
move-, esperando la proximidad de Lecor para incorporár- 
sele, y. por su parte el general en jefe de la invasión meditaba 
desde Maldonáao la toma de posesión de Montevideo. Fruc- 
tuoso Rivera y Juan Antonio Lavalleja sostenían la resisten- 
cia en el Sud. Después de la India Muerta Rivera habia segui- 
do "hostilizando la marcha del ejército de Lecor. 

Juan Antonio Lavalleja sitiaba al usurpador en Minas su 
pueblo natal, con menos de 5p0ginetes, siendo tan cerrado el 
sitio que Silveyra no se animaba á disminuir las fuertes 
guardias que pusiera desde el principio en los alrededores. 
I.a guerra que aquellos ginetes orientales le hacian desde las 



VlOTOa ABREaUINB Í65 



sierras abruptas, amilanaba el ánimo del táctico portugués 
no acostumbrado á luchar con montoneras, que tanto partido 
sacaban" de la naturale/.a de aquel suelo quabrado, cuyas bra- 
vias sinuosidades de granito conocían palmo á palmo. 

La frontera del Este ofrecia el espectáculo de un gran cam- 
pamento militar y diarias escenas de pelea. Luchas en deta- 
lle, en que pequeños grupos ponían en * zozobra á los guerri- 
dos infantes y median .sus lanzas con las de la caballería rio 
grandense que es la mas brava del Brasil. 

2— Artigas después de sus derrotas organizaba un nuevo 
ejército en el norte. Indios de las Misiones, gauchos valientes 
do Entre-Rios, milicias de Santa Fé y Corrientes y crecido 
número de gentes de su Provincia componían su nuevo ejér- 
cito para la segunda campaña de resistencia al usurpador. 

Al rayar Enero contaba con mas de 4.C00 hombres mal 
armados, pero todos buenos ginetes, todos ,es forzados corazo- 
nes. Artigas (lió el mando de 3.500 al General Andrés 
Latorre, uno de sus mejores militares que al valor unía 
brillantes condiciones de táctico; á Andrés Artigas 600, 
quedando él mismo con igual número que el último. El 
Genei-al Latorre buscó un campo aparente en el rio Cuareim, 
á las márgenes del arroyo del Catalán; Andrés Artigas fué á 
situarse en el Ibicuy sobre el Aguapey; el Libertador quedó 
con sus pocas milicias en los Tres Cerros, al norte del rio 
Arapey. 

Curado se dispuso para la nueva campaña y fraccionó su 
ejército en tres columnas. Una dejó al mando de Chagas en 
las Misiones; otra dio al General Abreu, con encargo de que 
batiera á Artigas y él mismo se dirigió en busca de Latorre. 

3— Abreu no tardó en hallarse con Artigas en el Potrero 
del Arapey, donde le presentó batalla con fuerzas muy su- 
periores. La lucha estuvo indecisa largas horas, venciendo al 
cabo el portugués. Después de esta acción que fué el 3 de 
Enero, el vencido se retiró á Purificación con el intento de 
reorganizarse. 

El 4 de Enero Latorre y Curado se avistaban en el Catalán, 
bajo un sol ardiente, en medio de una naturaleza exhube- 
i-ante. Los portugueses rompierou el fuego. Las caballerías 



266 HISTORIA. DBL URU0UA.T 



nacionales carf?aron con desesperados bríos; la batalla fué 
larga; la zana implacable, la victoria difícil. La guerra es- 
tranjera habia de ser de resultados atroces para los orientales 
y en esta ocasión no dejó de darlos. Latorre, cuando ya ano- 
checía, se puso en retirada, bajo la impresión déla mas com- 
pleta derrota. En el campo de acción habia quedado sin vida la 
tercera parte de su ^ército: mas de 1000 hombres! Asi morian 
en aquellos tiempos los heroicos campeones de la libertad na- 
cional, > 

4— El brigadier Chagas, al saber estos triunfos no quiso de- 
jar de probar fortuna. Avanzó con fuerzas numerosas hasta el 
alto Aguapey donde campaba el coronel Andrés Artigas eí 
indio, y también él obtuvo una de aquellas infames victorias 
de cuatro contra uno, el 19 de Enero. 

Enseguida el brigadier vencedor bajó á las Misiones llenan- 
do el campo de estruendo y se entregó á criminales aten- 
tados sobre pueblos exhautos, rebeldes al 3''ugo estran- 
gero. Incendió poblaciones; ordenó saqueos; quitó á las iglesias 
mas de 80 arrobas de plata; robó todo el ganado que hallara y 
dejó las antes fértiles tierras convertidas en soledades y yer- 
mos. Los pueblos de Yapeyü, La Cruz, Mártires, Santo Tomé, 
Santa María y Concepción, fueron todos incendiados! Asi 
pacificaba el invasor! 

Con estas victorias creía Curado que ya nadie le disputa- 
ría el terreno. Pero iba á tardar aún en dominar el territorio, 
pues Artigas por muchos meses habria de impedirle su incor- 
poración con Lecor. 

5— El Geneml en jefe de los invasores, luego de permane- 
cer algún tiempo en Maldonadp, emprendió á marchas for- 
zadas Tumbo á. Montevideo, que se proponiaconquistar. Traía 
consigo dos baterías. Por msr navegaba una escuadra en 
combinación con el ejército. 

Silveyra que habia sufrido dos pequeñas derrotas antes de 
apoderarse de Minas, así que supo el movimiento délas fuer- 
zas conquistadoras abandonó la población, dirigiéndose á los 
cerros de Pan de Azúcar, en cuyas gargantas logró incorpo, 
rarse al grueso del ejército y evitar— que Lavalleja y Ri- 
vera le picaran la retaguardia de su infantería veterana ó lo 



VICTOB ABRB0ÜINB 267 



batieran como en el Pintado Viejo, donde los portugueses per- 
dieron cerca de 400 soldados entre muertos y prisioneros. 

Rivera en esta marcha del vencedor á la capital lo vino ba- 
tiendo en detalle. 

El ejército de los conquistadores en el sud del país alcanza- 
ba á sumar 8000 hombres. Las escasas montoneras patriotas 
lo batian disputándole palmo á palmo el terreno. El enemigo 
tenia que abrirse el camino á cañonazos. Por fin el 18 de Ene- 
ro consiguió campar á dos leguas de Montevideo, en la Cha- 
carita. 

6— Montevideo estaba indefenso é inerme. El Cabildo no pe- 
dia oponer resistencia. Podia huiry esponerse ala persecu- 
ción, la miseria y la muerte ú optar por entregarse al vence- 
dor, en cuyo caso le esperaban recompensas y fortuna. El ca- 
mino estaba trazado. Los cobardes podían espemr al vencedor 
con los brazos cruzados. De valientes era huir para mantener 
viva la resistencia en los campos. 

El Delegado Barreiro y el integérrimo patriota don Joaquín 
Suarez, alcalde de 1er. voto, se retiraron á Canelones con lo 
que pudieron llevar, seguidos de unos pocos soldados. A favor 
de la noche fue que consiguieron evadirse, porque el enemigo 
fuerte de iOOO soldados, mantenía patrullas en los alrededores. 
Al día siguiente los fugitivos se incorporaban al ejército de 
la patria que en escaso número campaba á la altura de San- 
ta Lucia. 

7— El Cabildo de Montevideo, excepción hecha de su primer 
individuo, Suarez, optó por la claudicación vergonzosa. «Le- 
cor, habia dicho que Artigas oprimía al pueblo, y el Cabildo 
se apresuró á repetirlo. Lecor habia prometido el. orden, la 
seguridad, el alivio de las contribuciones, y el Cabildo lo salu- 
do como el Mesías en nombre de esas mismas promesas.» 

En9 de Enero presentó el Cabildo las llaves de la ciudad al 
invasor. Iba con los dos cabildantes encargados del acto el 
vicario don Dámaso Larrañaga. La plaza se entregó bajo una 
capitulación en la que se disponía que la ocupación seria tem- 
poraria. Ni Lecor ni el asustado Cabildo procedían de buena fé 
en esta transacción. Bien conocía el Cabildo las miras del 



263 HISTORU DKL URTJGUJAt 



uisuppador y éste no hizo sino llenar una fórmula vacía, cuya 
letra disimulaba sus intenciones condenables. 

El 20 entró Lecor á la plaza. Era el portugués un hombre 
de mundo afable y cortesano, con la promesa y la galantería 
en los labios. El Cabildo fué tan débil y rastrero que lo recibió 
bajo palio. 

El pueblo de Montevideo prescindió de los festejos que se si- 
guieron á esta indignidad, la primera de una larga serie de 
claudicaciones y cobardías con que había de mancillarse el 
Cabildo. 

Aquel Cabildo de 1817 no representaba en manera alguna al 
elemento nacional. Era un grupo de aportuguesados^ que tem- 
blaba al oir el rumor de las armas, mientras Artigas apronta- 
ba un tercer ejército en el norte y el sud ardía en entusiasmo 
patriótico y Rivera, Otorgues, Lavalleja, los Oribe y Bauza, 
se mantenían en actitud amenazante á cortas leguas de dis- 
tancia. 

El acto de sumisión al conquistador no era válido, porque 
estaba la imposición de la fuerza. Solo la debilidad de tales ca- 
racteres puede espli«ar ese hecho que jamas será justificado. 

Hay que convenir en que talvez no todos los miembros del 
Cabildo obraron por temor únicamenta, ó por adulación al 
estrangero. Quizá Duran y Giró obraban por antipatía al 
Libertador, que había censurado lo que ambos convinieran 
en Diciembre con el Directorio porteño. Hombres al ñn, tam- 
bién ellos debian tener sus pasiones, que en ese caso antepu- 
sieron al deber. Giró, años después, volvió por su buen nom- 
bre y se quitó la mancha de encima. No así Duran que \\Qg6 
á obtener las mas grandes gerarquias del Imperio. 

8— Lecor traía instrucciones de don Juan VI de Portugal, no 
solo para ocupar el Uruguay, sino también para formar con 
sus territorios una Capitanía General con gobierno separado 
é interino que él desempeñaría á título de gobernador. Se le 
encargaba la administración délas reatas públicas, el nom- 
bramiento de un gobernador sustituto, de un mayor de pía 
za etc. Quedaban á sus órdenes las milicias de Ílio Grande, y 
se le mandaba que una vez ocupadas Montevideo y la Colonia» 



VlOtOR ARREGUmE 269 



tratara de arrojar á la derecha del Uruguay á todas las fuer- 
zas nacionales. 

Las instrucciones de carácter administrativo mandaban que 
se conservaran los Cabildos, leyes y costumbres, cual en tiem- 
pos del coloniaje español; daban amplia libertad de comercio; 
organizaban el servicio judicial creando una Cámara de ape- 
laciones é introducían otras reformas. 

Respecto al comportamiento á observarse con los habitantes 
del país, aconsejaba el monarca los mas templados espedien- 
tes como ser que se ganase la voluntad de los párrocos, en cu- 
yo sentido le decia: «Vuestra Excelencia protegerá cuanto le 
sea posible y conviniere con el bien de los pueblos á los párro- 
cos, y los inducirá con destreza á tomar el partido de su magos- 
tad y esparcir semejante opiniones entre sus parroquia- 
nos.» (i) 

Con Buenos Aires, decia el monarca á Lecor, conservará V. 
E. la mas estricta neutralidad en la forma de las convencio- 
nes. Y anadia: «Sucediendo el caso de que Buenos Aires se 
ofrezca ayudar á V. E. en su comisión con tropa ó embarca- 
ciones, V. E. las rehusará absolutamente.» La complicidad ar- 
gentina llegaba á tanto que hasta se preveía su ayuda arma- 
da para consumarla conquista del Uruguay! 

9— Una vez dueño de Montevideo, no tardó Lecor en impo- 
nerse con su astuta política á los débiles claudicadores. Por 
su influencia y consejo el Cabildo se reunió á fines de Enero 
y resolvió, el 31 de este mes, pedir la anexión de la Banda 
Oriental a la Corona portuguesa, á cuyo efecto comisionó á 
dos de sus miembros paiti que la gestionaran en Rio Janeiro. 
La nota de sumisión es unononumento de infamia, y en su 
bajo fondo palpitan las adulaciones rastreras unidas á los 
egoísmos brutales. Don Juan VI no aceptó por el momento la 
incorporación. Se dejó besar las manos por los comisionados 
y esperó la ocasión oportuna para aceptar el ofrecimiento 
inaudito de aquella corporación que se atribula el derecho de 



(1) InsUnicciones de Su Mageatad el rey don Juan VI, para la qpupacíon 
y gobierno del territorio Oriental del Uruguay. 



270 HISTORIA DEL URUGUAY 



entregar álos invasoies el patrimonioí de todo un pueblo en 
armas contra esa misma invasión. 

10— Lecor apesar de las humillaciones del Cabildo no estaba 
tranquilo en el centro de su poder. Las guerrillas patriotas 
mantenían un sitio rigoroso sobre la ciudad, impidiendo la im- 
portación de ganado. Los portugueses tenian que salir en di- 
visiones á surtirso de agua y leña; diarias escaramuzas los 
molestaban; el general enemigo intentaba en vano el someti- 
miento. 

En vista de la tenaz resistencia que se le ofrecía no vaciló 
en apelar ala represión y en consecuencia dictó el 15 de Fe- 
brero un bando tonible, poniendo fuera de la ley á los pa^ 
triotas en armas y equiparándolos á los salteadores de cami- 
nos. En caso de no ser tomados prisioneros la represalia se 
ejercería sobre sus bienes y familias. En consonancia con este 
bando se talaron los campos próximos á Montevideo y se arrt^s- 
tó h niños y mujeres, hijos y esposas ó madres de orientales, 
que purgaron la heroicidad de^sus deudos en oscuras prisio- 
nes y en buques de la escuadra. 

No quiso Lecor dejar de mano los medios suaves áejMci/lcaí* 
al país, y para poner en práctica las instrucciones que traía 
mandó un comisionado al campo del Libertador, proponién- 
dole la paz, el respeto (( la vida y haberes de los suyos y el 
grado de coronel para sí. Artigas respondió al comisionado en 
esta forma: Dígale al General Lecor, que cuando me falten 
hombres, con perros cimarrones he de pelear á los enemigos 
de mi patria. 

Los portugueses procedían como conquistadores romanos; 
los patriotas los acosaban por hambre. 

11— En los primeros meses salia el enemigo á buscar víveres 
hasta la altura de Toledo, sin que tales víveres bastaran al 
consumo crecido de la población, lo cual obligó k Lecor á ha- 
cer una salida al frente de 500 hombres. Pasó el invasor por 
Canelones y de allí siguió rumbos al norte, hasta' el Pintado 
Viejo, en cuyas alturas Rivera empezó á hostilizarle con poco 
mas de 1000 ginetes y una pieza do artillería. 

Al regresar Lecor fué batido en el Pasó de^ Coello, mientras 
cruzaba un rio; perdió gran número de los suyos y aunque 



VÍCTOR ARBEGUINE 271 



trajo algunos miles de vacas no compensó el beneficio las 
pérdidas sufridas. Algún tiempo después Rivera obtenía un 
triunfo completo en la batalla del Sauce, cerca de Maldonado, 
perdiendo el estrangero en la acción tres cuerpos de tropa, 
5 jefes y 34 oficiales prisioneros 

12— Artigas comprendía que la presencia de Rivera en el 
norte era de una necesidad irremediable. El Libertador casi 
solo impedíala incorporación de los ejercí tos enemigos, y para 
mejor operar contm Curado alivió á su teniente^ predilecto. 
Rivera, del peso de las operaciones del sud, confiando á Otor- 
gues el comando de las fuerzas combinadas contra Lecor. 

El nuevo jefe estableció en seguida una especie de gobierno 
en Canelones, con una aduanilla terrestre; organizó el ejér- 
cito y se preparó para no dejar á luz ni^ sombra, como lo hi- 
ciera su antecesor, (i los enemigos de la patria. Este nombra- 
miento de Artigas no agradó á todos. Al número de los 
descontentos pertenecían D. Rufino Bauza, comandante del 
Batallón de libei^tos^ Manuel é Ignacio Oribe y aJgunos^otros 
distinííuidos oficiales orientales que ignoraban la complicidad 
de Puyrredon con la conquista y miraban con malos ojos la 
conducta patriótica de Artigas al no querer negociar arre- 
glos con el Directorio. 

En Agosto habian fracasado las últimas tentativas del Li- 
bertador, en ese sentido; el Director para calmar las ansias de 
pelea del pueblo argentino, inculpaba á Artigas de intransi- 
gencia feroz, ala vez que fomentaba la deserción en sus filas; 
Lecor habia prometido indulto y pasaje libre á Buenos Aires, 
á todo el que defeccionara. Tales antecedentes y la perspec- 
tivo de un sacrificio casi estéril quebrantaron la firmeza de 
aquellos hombres, que llegaron á abandonar en Setiembre las 
filas del ejército patriota, para presentarse á Puyrredon, á 
quien ofrecieron sus servicios en pro de la libertad, donde quio- 
m que se lucham por ella. 

Queda dicho que estos oficiales ignoraban la conducta pér- 
fida del gobierno porteño, y que atribulan la desunión de la 
Banda Oriental y las Provincias, á odios del Libertador y á 
pasiones censurables. Asi es que se presentaron denigrando 
á Artigas, sin cuyo requisito Puyrredon no les hubiera dado 



2^2 HISTORIA DBL tíRUGUAY 



una hospitalidad generosa. Antes de embarcarse los desorto 
res en naves portuguesas con el batallen de libertos, sufrie- 
ron á su vez la defección mas considerable. -Ellos hablan dado 
el ejemplo y los negros á quienes mandaban los imitaron per- 
fectamente quedando al servicio del conquistador por el cebo 
de una paga crecida y una vida relativamente buena. 

La deserción contristó profundamente los ánimos austeros 
y por ella tuvo Otorgues que evacuar á Canelones y diri- 
girse á Mercedes desde donde siguió en su patriótica tarea de 
hostilizar al enemigo. 

13— A todo esto llegaban rumores de que se prepai aba una 
espedicion española contra estas Provincias y que la Corte 
castellana había intimado á Portugal el abandono de la Banda 
Oriental. El hecho era grave y Puyrredon de acuerdo con el 
Congreso, que ya habia pasado á Buenos Aires, tmtó una 
alianza con Portugal cediéndole el territorio conquistado á 
cambio de su ayuda en caso de agresión española. (Setiembre 
de 1817). 

Mientras García negociaba este pacto en Rio Janeiro, el 
Conde da Barca escribía á Lecor en el sentido de que reforza- 
ra á Santa Catalina, en previsión de los hechos, y que si acer- 
taba á venir la espedicion que se decía no la dejara bajar en 
el Uruguay. Si se dirijía contra Buenos Aires le aconsejaba 
la neutralidad. 

La alianza buscada por Puyrredon en este caso, aunque 
importara la pérdida de la Banda Oriental y el aniquilamien- 
to de Artigas obedecía á razones de alta política y podía sal- 
var los destinos de la América del Sud, que á ser atacada por 
portugueses y españoles, si estos se hubieran aliado, talvez 
habría vuelto á caer en manos estrañas. 

El Directorio no se limitó á la mera alianza sino que man- 
dó agentes á Entre Ríos, Corrientes y Santa Fé, con ol fin de 
combatirlo. 

Puyrredon y los portugueses miraban al héroe nacional 
como un enemigo común. Ko así el pueblo argentino, que 
seguía viendo en él el sostenedor mas obstinado de la re- 
sistencia al europeo. 

Artigas habia bajado hasta el Paso de la Arena por el mes 



vicios i.iaíiMüiNÉ S73 



«-■f»pi. 



de Setiembre, antes del comiste del Paso de. Coello, con el 
objeto de organizar la resistencia en el Sud. Ya en marcha 
hacia el Norte supo la defección de Bauza, hecho que le apenó 
hondamente. Para saber si era obstáculo á la defensa de su 
patria dio una proclama el 11 de Octubre, en la que hablaba 
con el lenguaje de una sincerids\d apasionada, proponiendo á 
los pueblos que lo subrogaran libremente por otro si él era 
un estorbo á la realización de sus aspiraciones supremas. 

14— Puyrredon habia ab erto los puertos de las Provincias 
á los portugueses; invadido por medio de sus tenientes las 
Provincias afectas á la bandera de Artigas y empleado otros 
medios no menos estremados, que daban indicio cierto de su 
política de engaño y su connivencia con Portugal, que si 
en esos instantes podia ser una necesidad no lo habia sido 
meses antes. 

Artigas, sublevado por estos procederes del Directorio, le di- 
rigió en Noviembre desde la villa de Purificación, una nota 
llenado profundos desdenes y amenazas, recordándole que 
era un profanador de los derechos del pueblo y ad vertiéndo- 
le que temblara si se empeñaba en provocar aún su mode- 
ración. 

La carta era altiva é inspirada. No vaciló el Libertador en 
arrancar la careta al general Puyrredon mencionándole su 
complicidad en los atentados de que se veía víctima su 
pueblo. 

Invocando sus largos dolores, su dignidad do hombre y sus 
servicios á la patria, acriminaba al Director, pidiéndole ante^; 
una guerra declarada que una fría neutralidad; le observaba 
que se dejaban salir provisiones de Buenos Aires para el 
enemigo, que á no verse así auxiliado pereciera por hambre én 
la ciudad ó se hallara obligado á pelear para comer. Le recor- 
daba cómo se protejía á los prisioneros fugados á Buenos 
Aires, sin devolver las naves en que huyeran, pertenecientes 
á la Banda Oriental; cómo recibía en triunfo á los deser- 
tores orientales, cuya defección fomentaba; cómo habia pro- 
puesto la paz y la habia dejado pendiente, después de prome- 
ter el envió de diputados que jamás enviara. , 

Tales excesos^ le decia, reconocen un oríg^eu paas negro 



274 mSTORlA DEL URUGUAY 



que la fría oeutralidad. Y en frase elevada y sincera escla- 
maba: ¡Oh que dulce es el nombre de la patria y que áspero 
el camino de la virtud! Toda esa célebre carta era como un 
grito de valor y altivez. «Hablaré esta vez y hablaré para 
siempre» decia el caído al encumbrado, orgulloso de poder 
agregar <da grandeza de los orientales solo es comparable á sí 
misma»! 

Sin rodeos estampaba esta frase: «V. E. es un criminal que 
no merécela menor consideración», añadiendo quQ ño pagaba 
gaceteros, como Puyrredon, para que le hicieran su apología. 

Terminaba la carta haciendo responsable al Director ante la 
patria de sus manejos indignos con relación á la Banda 
Oriental. 

La ruptura quedaba definitivamente consumada. Los orien- 
tales perdían desde aquel momento toda esperanza^ de que les 
viniera ayuda por el lado de Buenos Aires. 
• 15— No cerró el año de 1817 sin otros grandes sucesos. Los 
portugueses se apoderaron de la Colonia, entregando su cam- 
paña á los mayores robos y horrores, dando lugar á que los 
vecinos enviaran comisiones al Libertador, á fin de quitarse 
del cuello su yugo oprobioso y su mano de hierro. 

16— La guerra en las cercanías de Montevideo nó cesaba y 
ni siquiera dentro de Montevideo dormía tranquilo el usur- 
pador. 

No eran vanos temores los que turbaban sus sueños. Una 
inmensa conspiración se formaba contra el timno de la patria, 
'^dentro de los mismos muros de la ciudad que señoreí^ra. 

Descubierto el plan Lecor procedió á prender á los complica- 
dos y simplemente sospechosos. 

Así llegó á efectuar 150 prisiones, en una ciudad que no 
contaba arriba de 10.000 almas, escluyendo la tropa. Los 150 
presos polítieos fueron remitidos á Rio Janeiro antes de ter- 
minar el año cruento de 1817. Con todo, el patriotismo infor- 
tunado retemplaba su fibra en medio á las amenazas de muer- 
te y á las perspectivas del destierro. 



Víctoa ARtóGüiNfí .575 



i 



CAPITULO L 

SUMARIO— 1 Situación política del país en 1818—2 El Di- 
rectorio LLEVA LA GUERRA A LAS PROVINCIAS — 

3 Artigas y sus enemigos— 4 Actitud de los por- 
tugueses — 5 Tercera campaña de Artigas — 
6 Triunfos de Curado sobre Artigas y Ramírez 
—7 Rivera bate á los portugueses en Guaviyú y 
Chapicuy— Sorpresa de Artigas y triuíífo de Ri- 
vera sobre Bentos Manuel Riveiro— 8 Los por- 
tugueses en el Süd— Derrota de Gaspar— Exce- 
sos DEL GENERAL PlNTOS— -9 ARTIGAS REORGANIZA SU 

EJÉRCITO— 10 Retirada DEL Rabón— 11 Los patrio- 
tas Á FINES DE 1818—12 Fundación de una inclu- 
sa EN Montevideo, 

1— Aunque debelado por varias derrotas el Libertador se- 
guia. siendo el blanco de los odios y temores de los portu- 
gueses y de la oligarquía porteña. Curado estaba en el Nor- 
te, sin poder incorporarse á los ejércitos del Sud; Puyrredon 
bamboleando en la silla del Directorio. Artigas pobre y derro- 
tado, aún era el héroe de los pueblos y el viejo caudillo de la 
libertad. 

Corrientes, Entre Rios y Santa Fé, acataban la hegemonía 
oriental. Francisco Ramírez, mozo todavía, en cuyas venas 
corrían por mitades la sangre india y la europea, y Estanislao 
López, á quien llamamn sus contemporáneos gamlii-poUtico^ 
constituían las mas fuertes columnas de Artigas fuera de 
su país. Los dos habían sido elevados á la categoría de 
caudillos de sus respectivas Provincias bajo la bandem arti- 
guista, que era la bandera de la Federación, es decir, de la 
autonomía Provincial y de la República, contra el centralis- 
mo monárquico de Buenos Aires. Los dos eran verdaderas en- 



SÍ6 HISTORIA DEL UBUGUAV 



tidades en el centro de sus recursos; pero no dejaban de aca- 
tar el pi-otectomdo de Artigas. 

Estos dos hombres ei-an los encardados de hacer la guerra á 
Puyrredon cada vez que Pnyrredon los llevaba la guerrá. El 
Director habia procurado atraérselos sin éxito. Ramírez, de 
Entre Rios, era el mas temido; su influencia personal no 
i-econocia mas límites que la voluntad de Artigas. 

* 2— A principios de 1818 el Directorio que gestionaba la co- 
ronación del principado Luca en el Rio de la Plata, príncipe 
que deberla desposarse con una princesa portuguesa llevaba la 
guerra á las provincias aliadas á Artigas. Traicionaba la de- 
mocracia y combatía al caudillaje, símbolo de las grandes 
ideas en aquellos tiempos tumultuosos. 

Nuevas espedí cienes se llevaron sobre Entre Rios y Santa 
Fé, con resultado negativo para el Directorio. Hereñu, suble- 
vado contra Ramírez, fué vencido por éste lo mismo que la 
espedicion de Montes de Oca, enviada por Buenos Aires en fa- 
vor de aquel. El barón deHolemberg, reincidente en la lucha 
contra el artiguismo, fué destrozado por Latorre. 

El Directorio perdía terreno en las provincias. Los mani- 
fiestos de los desterrados de Baltimore, conocidos por casi to- 
das las poblaciones campesinas, encendían un odio implacable 
contra la oligarquía portefia, queera acusada de alta tmicion. 

3— Artigas, el caudillo de los pueblos, sostenía dos guerras 
desiguales. Los portugueses lo atacaban con ejércitos adiestra- 
dos y armas superiores á las suyas. Puyrredon, cómpUce de los 
portugueses, le llevaba la oposición armada á las provincias 
y por todos medios tentaba la deserción en sus filas. 

4— Por el Norte los portugueses cometían toda suerte de 
excesos Soldados licenciosos recorrían los campos aprehendien- 
do familias enteras y arreando el ganado que encontraban. 
Los riograndeses, á favor de la soledad de las fronteras, se in- 
ternaban muchas leguas adentro en el territorio saquendo y 
robando á la provincia conquistada. 

Ni Lecor niCui-adose oponían .átales desmanes. Lecor en el 
Sud no se podía mover de la ciudad, sin riesgos inmediatos. 
Curado no se animab^á seguir avanzando y se conformaba 



VÍCTOR ARREGUINB 277 



con que columnas sueltas molestaran á las indefensas mujeres 
y á los desvalidos ancianos. 

5— Al iniciarse el año de 1818 Artigas estaba pronto para la 
tercera campaña. El comandante Juan Antonio Lavalleja y 
Fernando Otorgues operaban en el Norte. Francisco Ramírez, 
en Entre Ríos, dominaba el arroyo de la China donde Arti- 
gas, para mayor seguridad, teníala caja del ejército y reserva 
de armas. 

Recien el 7 de Febrero se animó el general Curado á abrir 
nueva campaña. Lo mas ardiente de la primavera y el verano 
lo había pasado á la sombra de los bosques del Cuareim, donde 
so mantuvo acampado desde que venciera á Latorre en el 
Catalán. 

En los primeros dias de su lenta marcha hacia el Sud, el 
valeroso comandante Lavalleja que mandaba la vanguardia de 
Artigas logró sorprender algunos enemigos desprendidos del 
grueso del ejército portugués; pero como otros huyemn y él 
los quisiera tomar prisioneros, se adelantó con unos pocos gau- 
chos dos ó tras leguas al norte. Su imprudencia ora grande 
y él que iba persiguiendo se vio, cuando menos lo pensaba, 
sorprendido y p3rs3guido (i su voz por todo un regimienta, que 
consiguió capturarlo. El heroico jefe víctima de su temeridad, 
fué cargado de cadenas y remitido preso h Rio Janeiro. 

El príncipe reárente le tomó cariño y quiso enviarlo á Esta- 
dos Unidos con el grado y paga de coronel portugués. 

Lavalleja no aceptó y quiso antes sufrir prisión y miserias* 

Tres años estuvo preso en la Isla das Cobras-^ triste man- 
sión donde los conquistodores encerraban k los defensores de 
la Jibertad nacional. La fiel esposa do La va J leja sufrió volun- 
tariamente la misma pena del héroe. El amor y el patriotismo 
unidos inspiraban tan altos sacrificios á la mujer oriental! 

T'or estos tiempos caían también en manos de las partidas 
riograndensqs el coronel Otorgues y algunos otros patriotas 
que opemban al Este., 

6 -Después de la prsion de Lavalleja, siguió avanzando 
hacia el Sud el ejercitado Curado. En Guaviyií coniguió ba- 
tir la vanguardia de Artigas, que se encontraba sin dirección, 
y se apoderó de Paysandü. 



278 HISTOBU DEL UBUGUAT 



El desasti-e no fué considerable. El vencedor después de la 
victoria campó á la orilla de un monte, sin animarse aten- 
tar resueltamente una batalla, atetes de que le llegara una es- 
cuadra que Lecor le habia prometido. 

Artigas, aprovechando la tregua, hizo pasar á casi todas las 
familias patriotas á. Entre Rios, á ñn de ponerlas á cubierto 
de los desmanes de la tropa, en el caso de ser desgraciado, y 
esperó tranquilo la aproximación del enemigo. 

La escuadrilla portuguesa recien á los tres meses hizo su 
aparición en el Uruguay. El 2 de Mayo al pasar frente al paso 
de Vera en el arroyo d« la China, la atacó Ramírez con los ca- 
ñones de una batería elevada en la costa. Corto fué el comba- 
te y los conquistadores siguieron navegando aguas arriba, 
hasta ponerse frente á Paysandú donde Curado tenia sus 
tiendas de campaña. 

Dueño ya de naves, el general enemigo mandó al sargento 
mayor Bentos Manuel Riveiro con orden de atacar á Ramirez. 
Riveiro cruza el rio de noche; toma la batería el 19 de Mayo 
aprisionando su pequeña guarnición; se posesiona del ari»oyo 
de la China, donde estaba Ramirez con 300 soldados, consi- 
guien'do ala vez apoderarse de la caja del ejército de Artigas; 
permite el saqueo á sus soldados; impone una crecida contri- 
bución de guerm al escaso comercio local y regresa trayendo 
á la fuerza numerosas familias á Paysandú. 

7 -Rivera se presentó por esos dias en el campo de Artigas 
y logró sorprender en Guaviyú una crecida guardia á la que 
arrebató todo el ganado que habia reunido el ejército enemi- 
go, que siguió hostilizando en detalle. El 14 de Junio tu- 
vo dos encuentros. U.node mañana y otro de tardo. El de la 
tarde operado en las puntas del Clapicuy dio por resultado 
la completa derrota de Bentos Manuel. Un tendal de muertos 
y numerosos prisioneros enemigos sellaron la victoria del 
joven caudillo. 

Este- desastre obligó al general Curado á retirarse con di- 
rección al Salto; el portugués no acostumbrado á la guerra 
de recursos, sufría una merma grande con las sorpresas á que 
diariamente se veia espuesto. 



VÍCTOR ARREGUINE 279 



En Julio desprendió el general portugués que operaba en el 
Norte, una columna regular, que el 4 de ese mes soi'prendió 
á Artigas que estaba con algo mas de 1000 hombres en las 
márgenes del Queguaj^ Chico, logrando tomar el armamento 
del Libertador y algunas familias. 

El ataque se había llevado por la noche, y Rivera que no 
astaba lejos se vino con sus gi notes asi que tuvo noticia del 
desastre, poniendo á Bentos Manuel en una completa derrota 
en la que perdió las caballadas, monturas, etc, viéndose los 
enemigos obligados á salvar por los montes (i pié, después de 
perder mas de las destorceras partes de sus gentes, al decir 
de Rivera. Barreiro fue reouperado. A no ser o habria pereci- 
do, pues el agresor lo tenia condenado á muerte. 

8— Mientras esto sucedia en el Norte, los vecinos de la Colo- 
nia, las Víboras, Colla, las Vacas, en el Sud, sufrían mil suer- 
tes de expoliaciones y para evitarlas rogaron al Libertador 
que destinara alguna fuerza á aquellos parajes. Cupo la mi- 
.-ional comandante don Juan Ramos, jefe de Soriano, quien 
con 300 ginetes peleó á fin^-s de Mayo al teniente coronel 
Gaspar, matándolo en la acción y poniendo en fuga á sus 
soldados. 

La derrota de Gaspar obligó al Barón de la La?una, Capi- 
tán General Lecor, á enviar un refuerzo á la Colonia, consis- 
tente en 100) hombres, que al mando del Teniente General 
Pintos partieron por mar de Montevideo. Pintos una Vez 
llegado á la Colonia se internó hasta el Colla y San José 
aprisionando k distinguidas señoras, á las que hizo conducir 
á Montevideo en carretas tiradas por bueyes. No se respetaba 
sexo ni edad por la conquista. Las infelices señoras sufrieron 
largo cautiverio en la Ciudadcla. Gracias á los buenos ca- 
ballos de su cocho pude librarse en esta ocasión la señora 
de Rivera. 

9— El ejército de Curado era muy numemso; por manera 
que Artigas en lugar de atacarlo ideó el proyecto de aumen- 
tar el suyo en el Este, adonde se dirijió en compañía de Rive- 
ra. Gran parte del año so pasó en trabajos de reorganización 
y cuando tuvo unos dos mil iiombres sobro las armas, confió á 

10 



280 HISTORIA DEL URUGUAY 



SU caudillo predilecto el éxito de una sorpresa, sobre Juan de 
Dios Mena Barrete, fuerte de 3800 soldados. 

10— El 3 de Octubre intentó Rivera la sorpresa; pero fué 
obligado á una retirada peligrosa, sin poder conseguir su 
intento.. 

Oigamos al mismo héroe del suceso: «El general Rivera 
mandó en persona las caballerías orientales en la retirada cé- 
lebre del Rabón en 1818, suceso que ha sido el mas notable en 
toda la guerra cont a los portugueses, españoles é imperiales, 
por cuanto el General Rivera mandaba un personal de 1700 
hombres contra 3800 do las m3j ores caballerías del Continente, 
mandadas por el Teniente General Juan de Dios Mena Barretó. 

Es de notar que las caballerías, unas y otras, estaban per- 
fectamente bien montadas y combatieron desde las 6 de la 
mañana hasta las 4 de la tarde, sin que hubiese podido notar- 
se ninguna dispersión por ninguno, por cuanto combatieron 
en un terreno escaso, lo que obligaba á los combatientes á irse 
alas manoseen las espadas y las lanzas á cada momento^). (1) 

11— Al terminar el año XVIU se oscurecía mas y mas la 
estrella de los independien tes. Manuel Artigas habia caído en 
poder de los portugueses; Bernabé Rivera, Juan Antonio La- 
valleja y otros beneméritos patriot^is, gemían en las prisio- 
nes de Isla das Cobras. Tomás García Zúñiga se habia pa- 
sado al enemigo; Otorgues también se contaba entre los p i- 
sióneros. S)lo contaba Artigas con Andrés Artigas en Cor- 
rientes, Andrés Latorre y Fj uctuoso Rivera y algunos monto- 
neros oscuros en el territorio del Uruguay. Sin embargo la 
resistencia al invasor no podia estinguirse. 

El viejo Artigas tenia fuerzas aún para sostener á la patila 
y recordaba á los suyos que perderla es de cobardes. 

12— Bajo el dominio portugués en Montevideo nada de bul- 
to pasó en el año 18 8, á no ser la fundación déla Inclusa, á 
cu3^o sostén se aplicó el producto de la lotería de caridad, 
Oteada al efecto. 

Larrañaga y el gobernador intendente general Pintos de 



(1) Víctor kvveg\\u\Q^Xarr aciones Xaclo)ialej. 



VÍCTOR ARREGUlKfí 281 



Aiauj.o Correa fueron los mas interesados en esa obra benéfi- 
ca y consig-uieron realizarla. Lecor se pasó el año sin hacer 
nada de provecho ni para sí ni para la conquista. 



CAPITULO LI 

( If^lO ) 

SUMARIO -1 Aspecto de h\ guerra á principios de 1819 - 
2 Los montevideanos bajo eu dominio de Lecor— 3 

ClíSION DE territorios HECHA POR EL CABILDO Á CON- 
DICIÓN DE QUE LOS PORTUGUESES LEVANTEN UNA FA- 
ROLA EN LA ISLA DE FLORES— 4 COMISIÓN PACIFICADO- 

PA D3SL Cabildo -5 La resistencia nací» nal en 
EL Norte— 6 Guerra del Directorio á las Pro- 
vincias—Intervención DE San Martin— Enviados 
chilenos— Causas déla guerra -7 Ideas de Arti- 
gas SOBRE EL Gobierno de Buenos Aires -8 Victo- 
ria DE Santa María— 9 Artigas propone la paz á 
Buenos Aires. 



1— El año 1819 se inició para el invasor, menos implacable 
en apariencia. Grupos dispersos de patriotas se albergaban en 
los bosques, mientras otros cruzaban el país en todas direc- 
ciones, sin atacar (i los ejércitos regulares. Los portugueses lo 
creían todo subyugado y les parecía que aquellas montone-' 
ras errantes eran incapaces de formar un nuevo ejército en 
un momento dado. 

De Artigas circulaban estrañas versiones en Montevideo. 
Unos lo daban por alejado definitivamente del territorio, otros 
por abandonado de los suyos; todos vencido para siempre. 
Sin embargo, el caudillo ni estaba vencido ni dispuesto á 
dejar la lucha. Aún iba á estremecer al enemigo en un es- 
faerao desespei'ado y supi^mo; aún iba á correr la sangre de 



Z^Z HISTORIA DEL imUGUAY 



usurpadores y de libres confundida en raudales sobre el dila- 
tado campo de batalla. 

Artigas tenia enemigos por todas partes. 

El mas terrible de ellos era Puyrredón, que á la hostilidad 
discreta unió en el correr del año 1819 la intriga y el conseja 
para p evocar la deserción en las filas del Libertador; cerró los 
puertos de su país k los orientales y trató de ganarse el ánimo 
de los gobernadores de Entre-Rios y Santa ¥é. 

2— Dejemos do lado por un momento la resistencia nacional y 
estudiemos el aspecto y los resultados de la sumisión de los 
aportuguesados. 

l.ecor ei*a un hombre de rara amabilidad, que fácilmente se 
insinuaba en muchas voluntades incapaces de otra cosa que 
no fuera el servilismo. 

Diariamente se rouniaconlos cabildantes; afectaba respe- 
tar su autoridad; los alababa sus defectos; les atribula saber 
sensatez, y así, sin que se dieran curnta, los dominaba y ha- 
cia de ellos lo que queria. 

Por la noche era cuando el Capitán General tendia sus redes 
de araña en los ratos de sobremesa, después de la cena entre 
un sorbo de café y una alabanza. 

Había ganado la adhesión de todos los capitulares y espe- 
cialmente la del gobernador civil ó alcalde de primer voto, 
don Juan José Duran, á quien condecorara con los más altos 
honores, hasta el punto de obtener para él la gerarquía y los 
galones de brigadier, aun cuando no era mas que un simple 
particular, con un horror invencible á la guerra: un viejo 
atolondradado y sumiso como una bestia doméstica. 

Aunque no era cabildante era también de las reuniones 
el doctor Nicolás Herrera, que después de caer en desgra- 
cia con el Directorio porteño, se pasó á los portugueses, que lo 
hicieron Regente del Superior Tribunal de Montevideo, en 
gratitud de lo cual servia de asesor al tirano, dando el ejem-* 
pío disolvente de una »sumision indecorosa- al estrangero, tanto 
mas inmoral y responsable cuanto que se trataba de un hom- 
b*e de talento, que á no ser servil habria podido hacer mu- 
cho por su patria. El porteño Lucas José Obes y el chileno 
José Miguel Cancera, pertenecían también al núcleo ilustra- 



VÍCTOR ARREGUINE 283 



do y antipatriótico de la ciudad por satisfacer odios y ven- 
ganzas. 

3— En los primeros dias de Enero ocurrió el naufragio de 
un buque en el Banco Inglés; la catástrofe dio tema para las 
conversaciones nocturnas del Capitán General y sus comen- 
sales. Se habló de la necesidad de un faro en la isla de Flo- 
res, y el Cabildo lo pidió con urgencia. 

Lecor á quien caracterizaba una fina sagacidad babia tra- 
tado de tiempos atrás la cuestión de límites entre Rio Grande 
y la Banda Oriental, insinuando la idea de un despojo de 
territorio al país conquistado. Así, si lo evacuaban algún día 
los portugueses, algo habrían ganado por el lado de la fron- 
tera. 

El Cabildo encontró en el naufragio del Banco Inglés, moti- 
vo para desmembrar á su patria y propuso secretamente á 
Lecor, el 15 de Enero, la entrega de ocho ó nueve mil leguas 
deterri orio á cambio de una farola en la isla de Flores. El 
30 de Enero el Capitán General contestó la nota en estilo de pro- 
tector agradecido y ese mismo dia el miserable Cabildo la- 
braba un acta en sesión secreta, por la que se convenia que la 
frontera del Uruguay quedara determinada en la forma si- 
guiente: al N. el rio Arapey, al E. laMerin y el Yaguaron, al 
S. y al O. los límites anteriores. 

La demarcación se hizo en Setiembre y Octubre, quedando 
el despojo anexado á la Capitanía General de San Pedro de 
Rio Grande. 

La farola de la isla que ya estaba empezada jamás se con- 
cluyó. Los territorios por el lado oriental se perdieron para 
siempre. 

4— Con estos actos indecorosos coincidían otros no menos 
graves. Desalentados los últimos montoneros del Sud por el 
espectáculo de una guerra larga y sin éxito, empezaron á sen- 
tirse sin fuerzas para resistir una acción tan poderosa como 
lo era la de dos ejércitos enemigos, que sumaban de 12 á 15O0O 
hombres. 

Aprovechando esta coyuntura los cabildantes se encarga- 
ron al finalizar el año de 1819, de salir en comisión pacificado- 
ra á los campos: pero no debían ir muy tranquilos cuando 



S84 HISTORIA DEL URUGUAIT 



con ellos salieron diversos destacamentos á someter las últi- 
mas resistencias armadas. Bajo la presión de la fuerza se 
sometieron algunos Cabildos, caudillos y milicias. Los úl- 
timos á condición de no servir fuera de su país. 

Joaquin Suarez habia sido preso por Lecor al intentar una 
compra de armas en Montevideo. Todo estaba perdido en 
el Sud. 

5— El Norte todavía se mostraba invencible. Es que alli es- 
taba Artigas; Artigas que era el alma de la resistencia na- 
cional. 

El incansable Libertador no se sentía rendido. Era uno de esos 
hombres que cuanto mas obtá culos encuentran á su paso mas 
empeño ponen en vencerlos. Al Este, en la nacientes del Rio 
Negro, hab'a conseguido levantar un nuevo ejército, fuerte dé 
dos mil ^»inetes. Su plan esta vez era de los mas audaces. Se 
proponía invadir el Brasil; desthizai' á los portugueses por 
este lado, y luego hacer que Entre Rios y Corrientes cayeran 
sobre los del occidente. El movimiento de reconcentración, 
apenas fué sentido. No podia imaginarse el enemigo un ata- 
que inesperado en su propio territorio. 

La guerra seguía contra la invasión y contra la autoridad 
de Buenos Aires. Las Provincias amaban el federalismo y solo 
esperaban que Artigas les ordenara el ataque para lanzarse 
con sus montoneras sobre la capital. 

6 - En Junio habia caído Puyrredon, odiado y execrado de 
sus mismos parciales. Roodeau que le habia sucedido seguía 
sus aguas eji política. Se hablaba de una espedicion española 
al Rio (Je la Plata al toando del Conde de Avisbal y el Direc- 
tor para desviarla y dar una forma definitiva d los ensueños 
de la oligarquía porteña, negociaba la venida del príncipe de 
Luca y enviaba nuevos comisionados al Brasil, que debía dar 
una princesa para la futura é imposible monarquía. 

Naturalmente estos manejos traicionaban la índole de la 
Revolución. Ramírez y López amenazaban á la capital y al 
Directorio con una guerra implacable. San Martin que tal su- 
po escribió una carta al Libei'tador, en el sentido de con- 
jurar la lucha civil ó intercedió con el gobierno de Chile, 



VÍCTOR ARREGUINB 285 



para que enviara una coiaision mediadora cerca del gran cau- 
dillo. 

En la carta decía: «No puedo ni debo analizar las causas de 
esta guerra entre hermanos; sean cuales fueren, creo que de- 
bemos cortar toda diferencia y dedicarnos á la destrucción de 
nuestros crueles enemigos los españoles, quedándonos tiempo 
para tranzar nuestras desavenencias como nos acomode, sin 
que haya un tercereen discordia que pueda aprovecharse de 
nuestras críticas circunstancias » 

El General Belg rano que estaba en Córdoba con un ejército 
interceptóla carta y el Director prohibió á los enviados chile- 
nos el cometido de su misión. Se quería la guerra civil á to- 
do trance por los de Buenos Aires. El Coní^reso se empeñaba 
en que se llevara hasta sus últimos estreñios. Así se ahogaría 
el sentimiento republicano federal, allanándose el camino á 
una dinastía estranjera! 

Las Previ ncias acusaban al general Rondeau de planes mo- 
nárquicos. Este, para vindicarse, envió comisionados al campo 
del Capitán General Artigas, quien aunque los atendió no se 
conformó del todo con sus esplicaciones, pues en su poder 
habían caído cartas é impresos que comprometían al jefe su- 
premo délas Provincias. 

7— Artigas interesado en la salvación de los principios fede- 
ralistas y de su Provincia, escribía poco después á Ra- 
mírez anunciándole el arribo de los comisionados y la falta 
de sinceridad de Rondeau. La carta terminaba en esta forma: 
« Yo respetaré á Rondeau, ó á un ns^ro que esté á la cabeza 
del Gobierno, cuando sus providencias inspiren confianza y 
abran campo á la salvación de la patria. 

« Hoy por hoy no advierto sino misterios impenetrables. 
Cada paso, el mas sencillo, presenta mil dificultades; todo 
es originado del poco deseo que anima á aquel Gobierno 
por la causa pública. Asi es qre todos sus enviados no hacen 
mas que eludir mis justas reconvenciones con enigmas ver- 
gonzosos. Ellos al fin tienen que cederá la fuerza de sus con- 
vencimientos y confesar que es imposible que se declare la 
guerra á los portuguese-! 

« En vista de esta resistencia debemos entrar en cálculos de 



286 HISTORIA DEL URUGUAY 



lo porvenir. Veremos nuestros países haciendo la ambición de 
los estrangeros, sino obstruimos los pasos que se les franquean. 

« La salud déla patria está fiada á nuestros conciudadanos, 
y depende de nuestros esfuerzos. 

« Continuarlos hará' la gloria de nuestros votos y la poste- 
ridad agradecida admirará la constante decisión de sus acé- 
rrimos defensores. » 

Asi hablaba el Libertador á sus tenientes impulsándoles k 
la guerra contra la usurpación portuguesa y la complicidad 
porteña, mientras preparaba sus elementos de acción para in- 
vadir el territorio brasilero mal resguardado y defendido. 

8— El 14 de Diciembre sus huestes indómitas sorprendían y 
derrotaban á la división del ya mariscal Abreu en Santa 
María, no lejos del* Guairapuitá-chico, en el mismo Brasil. 

Artigas en persona, con el general Latorre mandando una 
de las alas de su ejército, consumaba aquella victoria que 
daba á su personalidad combatida reflejos de una nueva glo- 
ria naciente. 

9— Bajo la impresión del triunfo escribía Artigas dos notas 
desde su carpa de vencedor en Santa Maria el 27 de Diciem- 
bre, una para el Cabildo de Buenos Aires, proponiendo la paz, 
en nombre de los intereses de la Améríca libre: otra al Con- 
greso, al cómplice de las invasiones, lacóni9a y severa. 
' «Merezca ó no vuestra soberanía la confianza de los pue- 
blos que representa, (decía al Congreso de las Provincias 
Unidas) es al menos indudable que Vuestra Soberanía debe 
celar los intereses de la Nación. E ta representó contra la 
pérfida coalición de la Corte del Brasil y la administración 
directorial; los pueblos revestidos de dignidad están alarma- 
dos justamente por la seguridad de sus intereses y los de 
América. 

«Vuestra Soberanía decida con presteza. Yo, por ini parte, 
estoy dispuesto á protejer la justicia de aquellos esfuerzos. 
La sangro americana en cuatro años ha corrido sin la me- 
nor consideración; al presente. Vuestra Soberanía debía eco- 
nomizarla, si no quiere sor responsable ante la soberanía do 
los pueblos.» 

Ramírez era el encargado de conducir estas notas. Pronto 



VÍCTOR ABREGUTNE 287 



veremos al ambicioso caudillo entreriano ir á golpear las 
puertas de la ciudad de Buenos Aires con el reg-aton. de las 
lanzas federales. 

El año XX será el de triunfo de las ideas de Artigas y de 
la ruina de su poder personal. Complicados fenómenos asi lo 
disponen. 

Venganzas, miserias humanas, ambiciones de sierpe, reali- 
zan el vencimiento del Libertador, según veremos en el ca- 
pitulo siguiente. 



288 HISTOBIA DEL URUGUAY 



CAPÍTULO LII 

1990 ) 

SUMARIO -'1 José Miguel Carrera, sus planes de alianza 
CON Artigas— 2 Su pacto con Ramírez— 3 Las mon- 
toneras FEDERALES— 4 BATALLA DE CePEDA— 5 SO- 
LER SE VUELVE CONTRA BUENOS AlRES Y PIDE LA DI- 
SOLUCIÓN DEL CONGRESO -6 TRIUNFO DE LAS IDEAS 

DE Artigas— "7 S^rrateaenescena— 8 Convención 

DEL PILAR Y CAÍDA DEL PROTECTORADO DE ARTI- 
GAS - 9 ULTIMAS resistencias armadas al USUR- 
PADOR— 10 Sometimiento de Rivera á los portu- 
gueses -11 Rivera y el regimiento de la Union— 12 
Artigas rehace su ejército en Curuzú-Cuatiá.— 13 
Artigas enrostra a Ramírez su traición— i4 Lu- 
cha entre Artigas y Ramírez— 15 Ramírez persi- 
gue al GENERAL ARTIGAS — 16 ACTITUD DE ARTIGAS 
ANTE SUS TJLTIMAS DERROTAS— 17 ARTIGAS PIDE HOS- 
PITALIDAD AL Paraguay— 18 Artigas jen el ostra- 
cismo— 19 Artigas se resiste a volver a su país — 
20 Des stroso fin de Carrera y Ramírez. 



1— Desde los principios de la dominación portuguesa se asi- 
laba en Montevideo el proscripto chileno D. José Miguel Carre- 
ra, apasionado caudillo en su país, que en 1814, joven aüíi, 
había llegado á ser el arbitro de Chile y á constituirse en dic- 
tador. 

Pasiones volcánicas movian su sangre de fuego. Dos desús 
hermanos hablan sido fusilados en Mendoza, bajo el gobierno de 
Puyrredon; O'Higgins, dictador de Chile, habia sido tan cruel 
con la familia Carrera que hasta le hizo abonar al ilustre 
patricio padre délas víctimas el importe de las balas con que 
se habia ajusticiado infamemente á sus hijos. Tan duro que le 
Mzo pagar los atahudes y e) entierro de aquellos desgraciados^ 



VÍCTOR AUtlEGUINE SáO 



encarnizándose todavía hasta con las mujeres de tan infortu- 
nada familia, persiguiéndolas como á fiemas á quienes es nece- 
sario esterminar. 

José Miguel Carrera ardía en ódioíi, contra el dictador, con- 
tra Puyrredón y San Martin; aspiraba á derrocar el gobierno 
de Buenos Aires y aponer otro que le diera soldados, para batir 
al guerrero argentino y al guerrero chileno. Con Nicolás He- 
rrem, que era su amigo, escribía folletos incendiarios atacando á 
Puyrredon y sus hombres; mas persuadido al fin de la inefica- 
cia de su propaganda intentó aliarse con los caudillos, á quie- 
nes odiaba, por ver si con ellos alcanzaba el ñn anhelado. Des- 
de aquel instante solo soñó con el triunfo de la federación; 
triunfo que le parecia el castigo mas grande que se podia dar á 
los que inmolaron á los suyos. 

Propuso su alianza á Artigas, por intermediQ del franciscano 
Solano Garcia, alianza que el Libertador rechazó dignamente. 
Por este hecho en adelante Artigas cayó envuelto en los odios 
del ardiente proscripto, que fué á ofrecer su concurso á Ramí- 
rez, á quien el jefe oriental habia prevenido que no se ftam del 
chileno. 

2— Ramír3z fué seducido por la palabra insinuante y pode- 
rosa de Carrera, que le ha'uló de lo fácil que seria dar por tie- 
rra con el Directorio porteño y apartarse del Protectorado de 
Artigas. El indio en quien la ambición de mando no podia 
tener exigencias mas crueles, oyó la voz del proscripto y acep- 
tó su alianza antes de 1820. Caía de instrumento, pero pensaba 
que el instrumento era el otro. 

3— Desde aquel dia Ramírez dejó de pertenecer al Protectora- 
do oriental y no pensó ya en combatir la dominación portu- 
guesa. La federación siguió sin embargo siendo su aspiración 
mas noble, y el gobierno de su Provincia su ambición mas gi- 
gante. No rompió en seguida con Artigas, porque la influencia 
del caudillo oriental era muy grande todavía para que se rom- 
piera con él sin los recursos necesarios. Carrera, el ilustrado 
asesor del indio bárbaro, aprovechó sus disposiciones incultas; 
fomentó la alianza de los elementos provinciales y las monto- 
neras partieron al entrar el año 1820, con rumbosa. Buenos 
Aije?, IliBvando ásu frente á López y Ramírez. 



290 HISTOKIA DBL UEUaUAY 



EmQ apenas 1.50D ginetes. Rondeau ante el amago de los 
sublevados, maadó llamar á San Martin, que se encontraba 
al pió de los Andes. San Martin, que habia prometido no 
desenvainar su espada en guerra de hermanos, desobedeció la 
orden. Belgrano, que también fué llamado, bajó desde Córdo- 
ba, pero su ejército se deshizo antes de venir á las manos 
con los federales. 

á— Aunque bastante desalentado, tuvo Rondeau tiempo pam 
organizar un ejército que opuso á las montonems cuando és- 
tas pisaban ya la Provincia de Buenos Aires. El encuentro se 
produjo el ! .° de Febrero en Cepeda. Las fuerzas del Directorio 
abandonaron el campo casi sin pelear. Rondeau y el general 
Balcarce cayeron envueltos en la derrota. Desde Cepeda Ra- 
mírez se dirigió al Congreso y al Cabildo, adjuntándoles las 
notas de Artigas. 

5— Rondeau formó un nuevo ejército que puso á las órdenes 
del general Miguel Estanislao Soler. 

El 10 de Febrero Soler fraternizaba con Ramírez y pedia al 
Cabildo de Buenos Aires el cose del Director y la disolución 
del Congreso. Tagle y el ex-Director Puyrredon hablan sido 
desterrados en Enero por el propio Congreso; ahora le tocaba 
su turno al Congreso de verse abatido por el empuje provin- 
cial y las armas de Buenos Aires sublevadas. 

6— El Cabildo habia contestado el 4 do Febrero la nota de 
Artigas, congratulándose del triunfo del federalismo, que pa- 
recía y era inevitable y dando al vencedor de Santa Maria 
las mas afectuosas pruebas de respeto. Le hablaba también 
de que en esos momentos se preparaba una diputación al ge- 
neral Ramírez, para que se tratara la paz cerca de su persona. 

Días después Directorio, Congreso, Cabildo, todo se venia 
á tierra en Buenos Aires, quedando triunfantes los principios 
proclamados por Artigas desde el Miguelete en sus instruc- 
ciones de 1813. 

7— Eli 7 de Febrero, por una rara anomalía, era elej^dodon 
Manuel de Sarratea, el implacable enemigo de Artigas, go- 
bernador de Buenos Aires^ con encargo de arreglar la paz con 
Ramírez. La paz quedaba sellada el 23 en el Pilar; el 25 enívo,- 
ban lag^lUlgneras gauchas por las calles de Buenos Aires y 



VÍCTOR ARREaUINB 291 



ataban sus caballos en la Plaza Victoria ali-ededor de la Pi- 
rámide de Mayo! * 

Las ideas de Artigas quedaban triunfantes; pero Arti- 
gas habia sido infamemente traicionado en la convención 
del Filar, porSarratea, Carrera, Ramírez y López. Sabido es 
que el destei rado chileno odiaba al libertador y que habia en- 
cendido en el corazón de los caudillos de Entre Rios y Santa 
Fé, la hoguera de una ciega ambición. 

El Libertador habia sido derrotado en Enero, y casi todos 
los suyos le hablan abandonado en su propio país, según se ve- 
rá mas adelante. ¿Que estraño, pues, que sus enemigos quisie- 
ran anularlo en la Convención del Pilar? 

8— Las cláusulas públicas de esta Convención, aceptaban el 
triunfo de los principios de Artigas y establecían la solidari- 
dad moral de las provincias para reoistir á la invasión portu- 
guesa. Asi lo exigia la opinión de toda la República, 
y así lo aceptaban los hacedores del pacto. Pero las cláu- 
sulas secretas eran otras. En su fondo estaban todo el odio y 
todas las venganzas que despertaba la noble, leal y valiente 
actitud del Libertador. Una de las estipulaciones secretas con- 
sistía en el compromiso de entregar armas y soldados á Ca- 
• rrera, para derrocar al gobierno chileno y hacer la guerra á 
San Martin, que peleaba por % libertad del continente. Otra 
era el compromiso de dar fuerzas y dinero á Ramírez para que 
pelease con Artigas que deiendia la libertad de su patria! 

En una cláusula pública se decía: «Aunque las partes con- 
tratantes estén convencidas de que todos los artículos arriba 
esprésados son conformes con los sentimientos y deseos del 
Excmo. Sr. Capitán General de la Banda Oriental, D José Ar- 
t'gas, seí?un lo ha espuesto el Sr. Gobernador de Entre Rios, 
que dice hallarse con instrucciones privadas de dicho señor 
Excmo., para este caso; no teniendo suficientes poderes en for- 
ma, se ha acordado rem tirle copia de esta acta para que, sien- 
do de su agrado, entable desde luego las relaciones que puedan 
convenir á los intereses de la Provincia de su mando, cuya in- 
corporaci'jn á las demás se miraría como un dichoso aconteci- 
miento.» 

Como se vé, maliciosamente se quitaba á Artigas el Protec- 



2M HISTORIA ML URUGUAlT 



torado que venia ejerciendo de muchos años atrás. Triunfaban 
los principios del héroe nacional y también los odios de Sa- 
rratea y Carrera y la am*bicion de los caudillos lúbereños. 

Para hacer efectiva la caída del Protectorado recibía Ramírez 
la ayuda del sargento mavor D. Lucio Mansilla, que se incor- 
pomba á las hordas entrerianas con infantería y cañones y 
con el único objeto de pelear contra Artigas. 

9— Veamos lo que -pasaba entre tanto en el Uruguay. Arti- 
gas después de su victoria sobro «1 mai'iscal Abreu, se preocu- 
paba en llevar el ataque á todos los puntos donde estuviera el 
enemigo; pero apercibido con tiempo, pudo el usurpador re- 
concentrar sus tropas en el centro del territorio. Se dieron 
algum s combates poco decisivos y Artigas acosado por Abreu, 
el brigadier Cámara y el gobernador de Rio Grande tuvo que 
retroceder hasta el arroye Tacuarembó, en cuyas márgenes se 
libró la batalla final de la resistencia á la invasión el 22 de 
Ener.> de 1820. El Libertador, que tenia á su lado jefes como 
Latorre y Laguna, luchó denodadamente por espacio de muy 
langas horas, hasta que al fin cedió vencido por la potencia 
del número, dejando .sobre el campo de batalla 8G0 cadáveres 
do orientales y casi otros tantos de enemigos. 

Este acontecimiento dejaba á los usurpadores dueños del país 
y al miserable Cabildo de Montevideo en actitud de someter 
las últimas resistencias. Rivera después de habsrse batido con 
Bentos Manuel en el Arroyo Grande y en el reñido encuentro 
do Sánchez contra Saldaña que mandaba 5"0 ) soldados, y 
viéndolo todo perdido, optó por entrar en arreglos con la co- 
misión pacificadora. 

10— Artigas habia sido destrozado. Toda tentativa de lucha 
era ineficaz. Quedaban dos caminos á seguirse: el destierro ó el 
sometimiento. 

Rivera optó por lo último y atendió al comisionado del Ca- 
bildo, que le ofrecía el rango de coronel, y su permanencia en 
el país á trueque de acatar la autoridad portuguesa. 

En estos tmtos andaba, cuando una mañana de las primeras 
de Marzo, se presentó con gran aparato de fuerzas en el cam- 
pamento de ios Tres Arboles, donde Rivera campaba, el coronel 



VÍCTOR ARREGUINE ^93 



Bentos Manuel Carneiro, presentando al caudillo, este dilema 
de hierro: el sometimiento, ó una batalla alli mismo. 

El sorprendido jefe no tuvo mas remedio que acatar el impe- 
rio de la fuerza y reconocer á los usurpadores, después de lo 
cual se vino á Canelones donde salió Lecor á recibirlo. 

Rivera se presentó solo con 100 hombres y algunos oficiales. 
Interrogado del por qué no venia con todas sus gentes, res- 
pondió haberlas licenciado, por ser todas pacíficas y tra- 
bajadoras; que pues quedaba ei país en paz, consideraba un 
deber restituir aquellos hombres á sus bogares. El Gene- 
ral encontró buena la respuesta y no tardó en dar al astuto 
caudillo,— que habia licenciado á los suyos por que no los 
corrompiera el oro portugués ó la costumbre de la obedien- 
cia. — el comando del «Regimiento de la Union», en el que 
entró don Juan Antonio Lavalleja á tomar servicio, en cuan- 
to se le puso en libertad por hallarse pacificado el territorio. 

11— -Otros muchos jefes orientales tomaron servicio en este 
cuerpo, que debia ser el que k la futura lucha de independencia 
prestara mas grande contingente de elementos directivos. 
El Regimiento de la Union situóse en Canelones, desde don- 
de lo veremos reflejar la influencia de sus jefes sóbrelos 
hombres cultos de la ciudad. 

12— Artigas que era un General de actividad asombrosa y 
de constancia comparable á la de Bolívar, no perdió las es- 
peranzas por completo al verse derrotado en Tacuarembó. 
Acostumbrado al difícil juego de la guerra, en el que hay al- 
ternativas contrarias, no dudaba del éxito final de sus luchas 
porque sus luchas eran santas; y aunque dudara,, no por eso 
dejaría de ofrecer el holocausto de su vida d la patria, hasta 
quv!; le fuera imposible seguir luchando por ella. 

Siguiendo el Cuareim se internó después de su derrota en 
los laberintos selvosos de Curuzú-cuatió, donde ala vez que 
levantaba un ejército, recibía noticia de la Convención del 
Pilar, en la que no se hablaba de declarar la guenaá los 
portugueses, por mas que uta cláusula dijera que las provin- 
cias tenían solidaridad moral en la defensa de la tierra con- 
quistada. 

13— Artigas desaprobó el Tmtado del Pilar y' le echó en 



294 HISTOBIA DEL URUGUAY 



cara al go'^ernador de Entre Ríos su falta de lealtad. Al¿o 
coligió el Libertador de la parte secreta de los tratados y así 
lo Iiizo entender también á Ramíi*ez. fc'ste negó el hecho, y 
por mas que aquel procurara atraerlo nuevamente á la unioa 
no lo consiguió. 

Ramírez que nunca habia peleado en bien de la patria en 
calidad de jefe, no era esta vez* capaz de ociiltar sus negros 
egoísmos en el fondo de su corazón. 

Artigas lo levantó de la nada, para que opusiera el poder 
de las poblaciones incultas frente á las pretens ones centra- 
listas de Buenos Aji-cs; en la guerra civil habia crecido su 
fama y se habia desarrollado su Xíarácter. En la guerra civil 
debia seguir, hasta caer inmolado bajo el filo de los cuchillos 
santafecinos. 

14«-EI Libertador vista la ineficacia do las razones quiso 
á 'a fuerza someter al rebelde. Los dos generales luciiaron. 
sin éxito en los primeros combates. En las Guachas, cerca de 
Gualeguay, se vinieron á las manos los dos ejércitos el 13 áe> 
Junio. La pe'ea fué sangrienta y prolongiada. Ramírez aban- 
donó' el campo yendo á encerrarse en la ciudad del Paraná. 

Dueño quedaba Artigas de todo Entre Ríos; pero quiso de 
nuevo abatir las cóleras del indio 3'' fué á buscarlo en el cen- 
tro de sus propios recursos. 

El 22 de Junio se presentaba Artigas en la Bajada del Pa- 
raná, donde se encontraba el rebelde. Volvieron á batirse. 
Tres hermosas cargas desesperadas llevó la caballería oriental 
á la infantería y cañones que mandaba Mansílla yk la caba- 
llería acaudillada por el mismo Ramírez. El viejo gueri^ero 
oriental sobre su caballo de pelea, mantuvo vivo el fuego por 
espacio de 8 á iO horas. 

15— Al cabo hubo de salir completamente batido, dejando 
muchos muertos y prisioneros en el campo do acción. Con es- 
ta victoria se entonó el caudillo rebelde y de perseguido se 
cambió en implacable- perseguidor. Sonaron los campos de 
Entre-Ríos y Corrientes bajo los cascos de sus caballerías in- 
dómitas. Aún se batieron los dos adversarios en el Sauce de 
Lema, (17 de Julio) en Abales, (Corrientes) y en otros muchos 



VÍCTOR ARREGUINE 295 



puntos del territorio en que antes señoreara sin émulos el 
Libertador. 

Ramírez antes de sus repetidas victorias, se habia apoderado 
de la caja del ejército de Artigas, y en la batalla de Abales 
consiguió dejarlo casi sin gente. El P. Monterroso fué de los 
prisioneros de esta acción. 

16— Sin hombres ni dinero Artigas penetró en Ims Misiones, 
á principios de Agosto, con ^nímo de ir á pedU* al dictador 
Francia, del Paraguay, un rincón de tierra en que pasar el 
resto de su existencia tempestuosa. 

Mas antes de irse para siempre de las regiones de su vieja 
gloria guerrera tuvo un recuerdo para sus infortunados ami- 
gos que gemían en las prisiones de la Isla das Cobras, y les 
mandó por un valiente la sumado 4000. pesos. Todo el dinero 
C[uo le quedaba y que debía ser entregado ú Lavalleja. 

17— Asi, pobre y errante, se dirigió al Pa-t-aguay seguido de 
40 paisanos, últimos restos de su temida grandeza. Dos caci- 
ques del Chaco cuando abandonaba el suelo do sus hechos, le 
salieron al paso para ofrece¡'le el contingento de sus tribus, 
por si queria con ellas combatir á líamii-ez. El héroe rehusó el 
concurso de esos elementos bc\rbaros y siguió al destierro con 
la misma altivez que lo habia acompañado .oiempro. 

El 23 de Setiembre se presentaba el héroe de la defensa 
nacional en la Candelaria, pidiendo un asilo al dictador» 
Francia se lo concedió. Entregó el héroe alas autoridades pa- 
raguayas su espada y su bastón de mando, siendo en 
se g:uida encerrado en un convento de la capital del país quo 
lo recibia. 

Tres meses estuvo en el Convento de las Mercedes, al cabo de 
los cuales fué confinado al lejano pueblo de Curuguayty, á 
85 leguas de la Asunción. Sus compañeros de de.sgracia fue- 
ron distribuidos en diversos lugares del territorio. El sombrío 
tirano Francia sentía temor del viejo león, que dominara tan- 
tas tiei'ras y tantos hombres en las horas de su prosperidad. 
A Curuguayty lo sigu'eron .su fiel ARsina, un asistente 
de su confianza, y el negro Montevideo que habia sido solda- 
do de sus filas y hacía de sombrerero cuando el héroe fué á 
golpear á las puertas del destierro. 



296 HISTOBIA DEL URUGUAY 



Francia le señaló un sueldo de 32 pesos mensuales, el mismo 
que se asignaba á los capitanes españoles en 1810. Lo tenia 
cautivo y manchaba por odio, porque él también lo odiaba, 
su hospitalidad con una afrenta. 

18 — En Curug-uayty Artigas se hizo labrador. Así pinta su 
vida en este pueblo uno de sus mas injustos enemigos: « A 
los 60 años que contaba entonces, entregóse seriamente á la 
labranza de la tierra que le donara su antiguo enemigo. Su 
ejemplo influyó mucho en los habitantes del lugarejo en que 
residia; convirtióse en el padre y protector de los pobres. 
Dábales cuanto reunía en sus trojes, los socorría con medica- 
mentos; los consolaba en sus lechos y aflicciones, distribuía 
entre ellos lo que poseía, en perjuicio muchas veces de lo ne- 
cesario para su existencia; y consiguió ser bien quisto, que- 
rido y respetado de los aldeanos que tantos beneficios recibían 
de sus ya año^-as manos.» (1) 

Asi pasó 33 años el viejo caudillo de los pueblos en un des- 
tierro doloroso, espirando el 23 de Setiembre de 1850, cum- 
pleaños del día en que pisara tierra paraguaya. 

Financia quiso utilizar sus servicios en 1838, en la guerm 
contra Corrientes; pero él se negó. A la muerte de ese tirano 
se le redujo á prisión por creérsele capaz de perturbar el or- 
den, cuando trabajaba tranquilamente en su chacra. Des- 
pués. ... pasó largas miserias en Curuguayty, hasta que el 
Dictador López lo hizo traer á la Asunción, donde lo cuidaban 
y querían las hijas del nuevo tirano. 

Bompland, el célebre naturalista, el doctor Derqui, el Ge- 
neral Paz y el distinguido militar brasilero Baurepaire Roben, 
lo visitaron en su destierro, atraídos por el renombre do sus 
hechos. 

El último de estos viageros piadosos refirió así há mucho, su 
encuentro con el héroe: Por los arrabale.' de la Asunción exis- 
ten muchas chacras. En una de ellas visité, hoy viejo y pobre, 
pero lleno de remiiyscencias de gloria, á aquel guerrero tan 



(I) A, D. de P. Apuntes para la historia de la Re^niblica Oriental de 
Uruguay, Volumen I. Pág. 63. 



VÍCTOR AtlREGUmE 297 



temible de antes en las campañas del Sud, el afamado D. José 
Artigas. 

No me cansaba de estar frepte á frente con este hombre 
temerario, de cuyas hazañas oí hablar desde mi infancia, y 
á quien do há mucho, reputaba muerto. 

Por su parte, n© menos satisfecho se mostró el decadente 
viejo al saber que (i su habitación me conducía la fama de 
sus hechos.— «Entonces, preguntóme risueñamente, mi nom- 
bre suena todavía en su p'sís?»— Y como le contesté afirma- 
tivamente, repuso, (\espues de pequeña pausa: • «Es lo que 
me resta detantostrabajos;— hoy vivo de limosnas!» 

Jamás olvidó el héroe (i su patria, í\ quien hasta sus ingra- 
titudes le perdonara. Un dia un viajero le regaló la Constitu- 
ción de su país y lo primero que hizo el caído gigante fué 
llevarle á sus labios, estremecido de emoción. 

19— Quisieron los gobiefnoá de su tierra traerlo á ella, 
cuando en ella ardía la guerra civil; pero él, que se elevaba 
por sobra las pas'ones de partido, él que habia tenido la 
grande y austera pasión de la patria, y de la libertad ja- 
más quiso ver regado por sangre de hermanos el suelo que- 
rido, teatro de su gloria estruendosa y cuna de su alma su- 
blime. Asi prefirió morir en el angustioso destierro, triste, 
anciano y pobre, antes que presenciar las orgías de sangro 
con que los odios candentes pagaban tributo á la discordia. 

20— El General Ramrez, vencedor rebelde de Artigas, mu- 
rió al año siguiente de sus triunfos. López de Santa Fé le 
hizo cortar la cabeza, y ponerla enjaulada sobre la mesa de 
su secretario. Carrera murió ajusticiado en Mendoza, dos me- 
ses después de degollado Ramírez. 

¿Justici ? 



298 HISTORIA DEL URUGUAY 



CAPITULO Lili 
( t»^t ) 

SÜMA.RIO— 1 Pacificación y dominio de la Banda Oriental— 

2 Situación del pats y formación de un Congreso — 

3 Elección del Congreso— 4 Lecor se impone á 

los CONGRESALES y estos ReSUSLVEN LA INCORPORA- 
CIÓN— 5 Condiciones propuestas para la an^xi^'N 
—6 Lecor acepta el pacto y juramenta a los 
habitantes somlitidos-^7 don juan vi rechaza 
las condiciones propuistas por el congreso para 

LA ANEXIÓN— 8 Los <^CaBALLEROS ORIENTALES»— 

9 Agitaciones en el Brasil. 



1— Ahuyentado Artigas del escenario político, por la triple 
a'cion de Portugal, de Buenos Aires y de la defección de los 
suyos, quedó el país pacificado. No tanto empero que no se 
sintieran en esta ó aquella zona de la campaña estallidos de 
volcan mal apagado. No tanto que el espíritu sobreexitado 
dejara de odiar al invasor y huir de su contacto. Un histo- 
riador brasilero considera en es a forma la pacificación y el do- 
minio de los invasores: «La guerra de la invasión duró tres 
años seguidos. Las tropas brasileras y portuguesas encontra- 
ron resistencias, combates, celadas, oposiciones de toda espe- 
cie por todas partes y en todas las localidades de la Provincia. 
Talados quedaron los campos, destruidas las poblaciones 
desiertos los establecimientos de cria de ganados, industria 
principal y casi única del Estado. Postrados, abatidos, mu- 
tilados y vencidos, se encorvaron por fin los habitantes á Don 
Juan YL— Los que no quisieron someterse emigraron para 
Corrientes, Entre-Rios, Santa Fó y Buenos Aires, pueblos ve- 
cinos, descendiendo de la misma raza, hablando la misma len- 
gua, viviendo con las mismas costumbres v conservando las 



VÍCTOR ARBEGUINB 299 



i 



mismas tendencias de espíritu inquieto, desordenado y anár- 
quico. 

Consiguió don Juan VI el reconocimiento oficial de su 
dominio, por parte de un congreso adrede nombrado, y de 
^ Cabildos subsiguientes. Incorporado así al Reino Unido de Por- 

tugal y Brasil, por medio de pactos y acuerdos celebrados, 
\ - ' pasó el Estado á formar parte del Imperio, tomando el título 
de Provincia Cisplatina luego que- la Independencia del Bra- 
sil se verificó. 

No mejoró ni adelantó el Estado Oriental bajo el domi- 
nio del Brasil. La guerra con don Juan VI casi le estinguió 
!a población. El Imperio no consiguió rehabilitarle las fuer- 
zas, ocupándolo y gobernándolo mas militar que civilmente. 
Poblado por la misma raza, continuaba la población hostil 
en sus sentimientos al Brasil, aunque mas ó menos tranquila 
en apai-iencia. Todavía en la ciudad de Montevideo, se tra- 
baron relaciones entre orientales y brasileros; pero en las 
villas y aldeas, y en el campo, los habitantes huían del con- 
tacto de sus conquistadores.» 

2— Mucho incomodaban á Lecor la indisciplina de los cam- 
pos y la reboMía de muchos ciudadanos. 

Desde luego se preocupó en mudar el personal de los Ca- 
bildos y acomodar en ellos á verdaderos agentes de la Corona. 
Lavalleja al volver del destierro fué incorporado al ejercito, 
puesto al lado de Rivera que dominaba en Canelones y 
tenia allí su núcleo nacional. 

Pacificado el país, proscripto Artigas, dominados los Cabil- 
dos, sometidos los jefes de la resistencia, juzgó don Juan VI 
que las cosas no debían ni podían" quedar ahí. En ese sentido 
escribió á Lecor en Abril mandándole quo se convocara un 
Congreso, en el cual se resolviera si el Uruguay optaba por su 
independencia ó prcferia formar parte del Reino Unido de 
Portugal, Brasil y Algarbes, que de años atrás estaba cons- 
tituido 

Le ordenaba evitar la influencia oficial y toda sombra de 
coacción, poro que las Córtf s estuvieran bajo la protección de 
las armas portuguesas y agregaba que las dichas Cortes no 



SOO mSTORU DBL tlRUGüAY 



meridad de los partidos, ni tan numerosas que resultaran una 
funesta oclocracia. 

Don Juan VI babia conquistado el país y queria la aproba- 
ción de la conquista. Un acto popular que diera fuerza mo- 
ral; un Congreso que la legalizara. 

3--Lecor, de acuerdo con Duran, hizo las elecciones de di- 
putados. Debia quedar escluida, según la espresion del pri- 
mero, la influencia de los partidos en tales elecciones y quedó 
sin duda.- Los agentes elijieron á su gusto y el Congreso se 
formó con empleados á sueldo, ó de amigos personales del 
Capitán Geneml de la Provincia. Rivera, Larrañaga, Garcia, 
Bianchi y Llambí, fueron de los elejidos. Duran, mariscal 
portugués, por gracia de la política de don Juan YI, presidi- 
ría aquella parodia de Congreso con la cual se iba á cosa he- 
cha. ' 

Diez y seis eran los diputados. No había uno que fuera de la 
desconfianza del dominador. 

4— Las sesiones dieron principio el 15 de Julio, bajo la 
presión dé la fuerza. Lecor, á quien se mandaba dejar que de- 
liberaran con libertad los del Congreso Extraordinario, no solo 
acuarteló las tropas ese día, sino que hizo bajar las de la es- 
cuadra en previsión de cualquier evento. 

Las sesiones se prolongaron por algunos días; Larrañaga, 
Bianchi y Llambí, los oradores de aquella sombra de soberanía 
nacional, opinaron en largos discursos por la anexión al Reino 
Unido, alegando que no estaba el Uruguay en* condiciones de 
declararse independiente por su carencia de población y re- 
cursos. No hubo discusión á este respecto. Sin embargo el Es- 
tado no iba á entregarse incondicionalmente, sino á incorpo- 
rarse, mediante ciertas condiciones. 

5— Aquel Congreso sin duda era débil. Pero la incorporación 
en la forma que se pidió, por influencia de los j6 militares 
de Canelones, no tenia los caracteres de una entrega vergon- 
zosa. 

El último día de Julio se reunió la diputación. A ella acudid 
Lecor, en representación de don Juan VI y después de discu- . 
tidos los puntos se acordó la incorporación en condiciones 
ventajosas. La Banda Oriental, según ese acuerdo, seria un 



VÍCTOR AKREGUINE 301 



\ 



Estado diferente de los demás del Reino, bajo el nombre de 
Estado Cisplatino; tendría sus antiguos límites, es decir los 
mismos que le eran propios antes que el servil Cabildo de 1819 
entregase ocho ó nueve mil leguas de territorio á Rio Grande, 
á cambio de una farola en la Isla de Flores; la libertad civi 
seria un hecho; los empleados públicos, excepción del Capitán 
General, por el momento, debían ser ^ hijos del jjaís; el Estado 
Cisplatino tendría un obispado,es decir independencíaeclesiás- 
tica; los magistrados públicos se conceptuarian responsables 
y enjuiciables; habría un Síndico Procurador General, con 
encargo de velar por los intereses del país; no podrían los va- 
gos ingresar al ejército, que se compondría de criollos, por 
quintas ó levas, y no saldría del territorio. JamávS podría el so- 
berano trasmitir el Estado á España ni á ningún otro país. 

Estas condiciones aconsejadas é impuestas por la milicia 
patriota, se formularon en su casi totalidad por Larrañaga. 

Según ellas no tendría el Uruguay una independencia ab- 
soluta; pero tampoco sería una mera pro\incia, sino un Estado 
libre, como lo era el Brasil con relación á Portugal. Más no le 
era posible exigir á un país conquistado. Sin embargo esta 
convención ofrecía el peligro de atar ala unión brasilero-por- 
tuguesa para siempre al país. Tan suave iba á ser el yugo y 
tan fuerte la vinculación, si el convenio no so rechazaba por la 
parte mas poderosa, que no se presumía por Lecor sino una 
conquista efectiva y una alianza indisoluble. 

6— Lecor Armó el pacto. El 5 de Agosto el Congreso, el Ca- 
pitán General y todos los empleados públicos juraron la Cons- 
titución del Reino Unido y la incorporación á él. Por su parte 
elj fe de la dominación, hizo que salieran á campaña parti- 
das armadas á tomar juramento á los habí tantos de las villas, 
pueblos y estancias, y áque firmaran el acta de incorpoi*acion 
en la cual se pusieron nombres de personas ausentes, muertas 
en la guerra y de otras que jamas existieron, aparte de las fir- 
mas y juramentos arrancados violentamente. Grandes festejos 
se siguieron á estos actos, 

7— Empero el posibilismo del Congreso Extraordinario no de- 
líia dar los resultados que se esperaban, Don Juan VI no acep- 



302 HISTORIA DEL URUGUAY 



tó las condiciones que se le imponían y dejó equiparado el 
flamante Estado Cisplatino á las provincias del Reino Unido. 

8— A raiz de estos sucesos algunos patriotas orientales, des- 
contentos con la dominación estrangera, formaron una socie- 
dad secreta, con el propósito de arrancar su presa al usurpa- 
dor. Se llamábanlos conjurados «Caballeros orientales,» y des- 
de fines de 1821, empezaron á mover la opinión do la campa- 
ña y la de Buenos Aires en el sentido indicado. A esta socie- 
dad de patriotas pertenecía entre otros don Francisco Giró, 
qu« de este modo se quitaba la mancha déla complicidad con 
la conquista. 

9— Vinieron á dar pábulo á estas aspiraciones las noticias 
que se recibieron muy en breve del Brasil. Los brasileros se 
llevaban mal con los portugueses y querian la Independencia. 

Llamado en este año por las Cortes de su país, pasó á residir 
en Lisboa el rey don Juan VI, dejando á su hijo Pedro de 
Braganza en Rio Janeiro, en calidad de príncipe regente, y 
con instrucciones reservadas de constituir al Brasil en Estado 
soberano, caso de que asi lo determinara la marcha de los 
acontecimientos. 

Veremos en el capítulo siguiente como la subida del joven 
príncipe al poder vino en el Uruguay á reanimar el senti- 
miento de la tan largamente anhelada independencia. 



TICTOB ARRBaOINB 303 



CAPITULO LIV 

( l^ft^ ) 

SUMARIO—l Oeigen de la desunión de portugueses y bra- 
sileros EN Montevideo t formación de una Jun- 
ta PR VISION AL DE GOBIERNO— 2 LOS DIPUTADOS ObES 

Y Aparicio quedan en Rio Janeiro -3 Las Cortes 
portuguesas discuten el porvenir del uruguay 
—4 Antagonismos entre brasileros y portugue- 
SES--5 Sublevación del general da Costa y de- 
posición DE Lecor-6 Los partidos de 1822— Es- 
peranzas patrióticas — 7 PRf POSJCIONES DE DA 

Costa á los «Caballeros Orientales» -8 Inde- 
pendencia DEL Brasil y reconocimiento del Em- 
perador por los que siguen el partido de Lecor— 
9 El partido enemigo del Lmperio envía comisio- 
nados Á LAS Provincias argentinas— 10 Inter- 
vención DE Rivadavia. 



1— La discordia que en el Brasil distanciaba á portugueses 
y brasileros, se hizo sentir de una manera demasiado ruda 
en el Plata, para que no vinieran á formar dos partidos los 
militares conquistadores. Lecor era netamente partidario de 
D. Pedro de Biaganza en los secretos de cuya política estaba 
iniciado. 

Para calmar las 'tempestades de una enemistad que no po- 
día conjurar entre sus soldados. Lecor habia instituido una 
Junta Provisional de Gobierno en que figuraban los princi- 
pales jefes enemigos de la política de Don Pedro á quien estos 
atribuian planes de ser coronado Emperador.de los brasileros. 
Los portugueses descontentos provocaban continuas suble- 
vaciones reclamando la paga, que andaba morosa y que se les 
mandase á su país. 

2— En Lisboa debian reunirse en 1822 las Cortes generales, 



304 HISTORIA DEL URUGUAY 



á cuyo efecto la Banda Oriental mandaría dos iadivíduos 
que la representaran. 

Los diputados orientales fueron Lucas José Obes y un se- 
ñor Aparicio. Partieron en Febrero á su destino; pero al ba- 
jar á Rio Janeiro se les trabajó el ánimo para que se que- 
daran allí y no siguieran viaje á Portugal. Se trataba de 
proclamar la independencia del Brasil y creyó Don Pedro 
que estos diputados, por ser americanos, no debian ir á Eu- 
ropa sino formar parte de un "Congreso, que en breve se 
reuniría en Rio Janeiro. Aparicio y Obes cambiai'on de pa- 
recer y creyeron que más conveniencia le vendría á la Pro- 
vincia por ellos representada en unirse á un territorio del 
cual la separaba una frontera que entregarse á un país 
separado por los mares. 

3— Entretanto reunidas las Cortes de Lisboa se trató en 
ellas si la Banda Oriental debía devolverse á España ó en- 
tregarse al Brasil cuya independencia se veía cercana. Mu- 
chos optaron porque se entregara á sus antiguos dueños, 
por haberles sido usurpada, otros porque se anexara al Bra- 
sil. La discusión, por el ardor en ella desplegado, hizo apla- 
zar la resolución de tan importante asunto. Sucesos mas gra- 
ves llamaron enseguida la atención de las Cortes y las cosas 
quedaron en ese estado. 

4— El Capitán General D. Carlos Federico Lecor presidía 
la Junta Provisional de Montevideo; pero esta autoridad del 
Jefe Supremo en la jerai^quia militar estaba contrabalancea- 
da por la autoridad de D. Alvaro da Costa, brigadier desa- 
fecto á la política de Don Pedro, que además de tener mu- 
cho partido' en la guarnición de Montevideo, ora el 
více-presí dente de dicha Junta, en la que abundaba el 
elemento portugués declarado, especie de empecinados de la 
dominación portuguesa en el Uruguay. 

A ñnes de Junio el vice-presidente proclamó al pueblo y 
al ejército recordando que debian ser ñeles vasallos de Don 
Juan VI, proclama que mal de su grado firmó también Le- 
cor cuya estabilidad vacilaba en Montevideo. 

Con todo Lecor no quiso romper de frente con D. Alvaro 
y optó J por avisar á Don Pedro de lo que pasaba. El príncipe 



Víctor arreguine 305 



reorente en el entrante mes, mandó al Capitán General que 
disolviera la Junta y enviara diputados á la Asamblea Cons- 
ti tu veinte que debía producirse en el Brasil y que ya esta- 
ba convocada. 

5 -Don Alvaro no quiso obedecer el decreto del príncipe, por 
creerlo un usurpador de poder y un traidor á don Juan VI. 
Lecor se preparaba para dar un golpe de mano, que el briga- 
dier evitó sublevando los cuerpos portugueses de la guarni- 
ción que lo declararon gobernador de la plaza y comandan- 
te general de armas. El depuesto Capitán General hubo de 
salir huyendo de la plaza para no caer en manos de los amo- 
tinados y buscar un asilo en Canelones en compañía de sus 
parciales mas decididos. 

En Canelones tenian su cuartel general las milicias brasile- 
ras y algunas del país, que simpatizaban con Lecor que llegó 
el 11 de Setiembre á esa pequeña capital con intento de prepa- 
rarse á la guerra. 

6— La discordia estaba ya en pió entre los conquistadores. 
Llegaba la hora de que los verdaderos patriotas algo hicieran 
por la libertad nacional, á la que Lecor dejara postrada en con- 
fabulación con los Cabildos humildes y los ciudadanos débiles 
ó vendidos al oro de la conquista. 

Dentro de la ciudad se encontraban los «Caballeros Orien- 
tales», adalides de la emancipación de la tierra conquistada. 

Los conquistadores, desde el momento de romper trataron 
de propiciarse la voluntad de los hijos del país, que á su 
vozno andaban muy unidos. 

Varios eran los partidos existentes. Desde temprano hacía- 
se sentir la índole borrascosa y sañuda de una democracia 
incipiente. El desacuerdo entre ios elementos nativos respec- 
to á las ulterioridades de la lucha próxima á iniciarse no 
tenia límites. Tin grupo de ciudadanos radicados en Monte- 
video opinaba por los portugueses, sin duda muchos de 
ellos por creer imposible que permanecieran aún largo tiem- 
po ocupando la plaza. El partido que estaba por la incorpo- 
ración al Brasil no contaba pocos afiliados; todos los que ha- 
blan recibido favores de Lecor, es decir los que se habían 
corix)mpidoy eati-egado á la conctuista, le pertenecían; otros 



afectaban ser lecoristas y por consiguiente partidarios de 
don Pedro, por que la presión de la fuerza estrangera pre- 
sente en el país, les inducía á ello sin ser, empero, ciegos 
instrumentos de los conquistadores. 

Una tercera agrupación la mas pequeñita de todas, se acor- 
daba de la dominación inglesa. Otra de parecidas proporcio- 
nes permanecía partidaria de España. Tan grande como 
estas cuatro parcialidades era la que clamaba por la in- 
corporación á las Provincias Unidas, y no menor que esta la 
que optaba franca y noblemente por la independencia abso- 
luta, que constituía en el fondo el semtimiento de todos, 
más ó menos mezclado de cariño á un dominador ó á otro, 
porqué las dominaciones estranjeras, si bien son uniforme- 
mente combatidas y hieren la dignidad de los pueblos, en- 
cuentran siempre en los débiles y en los fav. recidos alguien 
que no las repudie por completo. 

Seis eran, pues, los partidos del pequeño Estado en pers- 
pectiva. Ninguno tan apasionado como el de la Independen- 
cia, que buscaba alianzas ya por el lado de los portugueses; ys. 
por el de los argentinos, para arribar mas pronto á la solución 
anhelada. Este partido de los independientes contaba largos 
años de vida. Era el mismo que bajo las banderas de Artigas 
y de Rivera habia combatido á los eápañoles en las Piedras: á 
los argentinos en Guayabos; álos portugueses en el Catalán 
y cien otras acciones, hasta caer inmolado á la saña implaca- 
ble del conquistador en las márgenes del Tacuarembó, dejan- 
do como tributo final á sus ideas 800 cadáveres sobre aquel 
campo de batalla. 

Ese era el verdadero partido nacional. Ni por sus antece- 
dentes, ni poi sus aspiraciones podia mirar con cariño al es- 
tranjero, fuera portugués, inglés, español, brasilero ó argen- 
tino. 

7— Desde luego el brigadier don Alvaro da Costa trató de 
avenirse con el Cabildo y con los «Caballeros Orientales», 
hablándoles de la posible evacuación de la plaza por los por- 
tugueses, en cuyo caso los orientales quedarían dueños de 
incorporarse á las Provincias Unidas ó de proclamar su In- 
dependencia, El favor que empezó á dispensar el jefe portu- 



VlCl'OR ARBEGülNE a07 



guéoá los patriotas fué grande. Los Ellauri, Antüña y Giró, 
que se declaraban contrarios ala dominación, tuvieron en él 
un apoyo constante. Eran sus amigos y no vacilaban en de- 
cirle claramente sus intentos que el portugués estimulaba 
y acojiíi. 

8— En Setiembre el Brasil se declaró independiente de Por- 
tugal, resolviéndose la coronación del príncipe para el 12 de 
Octubre, en el c^Jrácter de Emperador. Estos hechos acelera- 
ron los trabajos de los patriotas orientales. Lecor trasladó su 
cuartel general á San José, desde donde manifestó que desco- 
nocia la autoridad de da Costa. El 12 de Octubre proclamó 
ante su ejército á Don Pedro I, á quien hizo jurar obedien- 
cia. El 17 los Dragones de la Union, mandados por Rivera y 
Lavalleja, aclamaron en el Arroyo de la Virgen reconoci- 
miento al nuevo monarca, dando vivas al' Emperador, á la 
Emperatriz, á la Constitución que se dictara, á la religión 
católica y á la incorporación del Estado Cisplatino al Brasil. 
A estas demostraciones de Rivera y Lavalleja, se siguió en 
todos los centros urbanos de^ país, una idéntica demostración 
de simpatia al nuevo orden de cosas. Los Cabildos de San 
'José, Maldonado, la Colonia, Minas, Canelones y otros se de- 
clararon por la incorpora ion al Brasil. Solo Mbntevideo se 
pronunciaba por la independencia ó la incorporación á las 
Provincias Unidas del Rio de la Plata. 

Verdad que en campaña las armas de Lecor impedían tales 
declaraciones y forzaban á los habitantes á decidirse por el 
imperio 

9— En la capital los ánimos halagados por las promesas 
de D. Alvaro, no daban limitación al entusiasmo. Las procla- 
mas, los discursos y los papeles revolucionarios jugaron un 
papel importante. 

Aparecieron tres periódicos El Pampero^ El Aguacero y La 
Aurora, todos tres con miras de no aceptar la antigua 
oprobiosa dominación, ni la nueva de don Pedro I. El Cabil- 
do y los «Caballeros Orientales^ hicieron salir comisiones á 
campaña, con el fin de levantar el espíritu público, algo 
abatido y sin saber á que atenerse. Despacharon en comi- 
sión á don Santiago Vázquez, al coronel don Tornas Uriarte 



308 HISTORIA DEL ÜRUGUAt 



y otros, para que recabaran la ayu'la argentina para sacudir 
el yugo estranjero; otros comisionados so dirigieron á Santa 
Fé, solicitando adoiuás el auxilio de otras provincias. En poco 
tiempo la propaganda patriota tomó gran incremento. San- 
tiago Vázquez, Juan Francisco Giró, Antonio Diaz y el caba- 
llero chileno Diego Benavente, movían las ideas en la prensa, 
que en breve contó numerosos órganos. La Ráfaga y El Ciuda- 
dano pertenecieron á este número. Con la libertad de pensar, 
el abuso de la palabra escrita no tardó en hacerse sentir, ün 
fraile Castañeda publicó por entonces una hoja impresa que 
le costó ser condenado en un juicio de imprenta, siendo el de 
esta persona el primer caso de una semejante condeiiacion. La 
propaganda de los patriotas y la oportunidad no tardaron en 
producir sus i'esultados, pues á los pocos meses se levantaba 
en armas al Este, el bravo oficial Leonardo Alvarez de Olivera. 

10— En Buenos Aires gobernaba don Martin Rodríguez ge- 
neral de templado temperamento, con quien compartían las 
funciones del gobie no don Bernardino Rivadavia y don Ma- 
nuel Jo é Garcia, el enemigo de los orientaJes. 

Rivadavia simpatizaba con la incorporación de la antigua 
provincia; pero no se animó á ayudar de plano á los orien- 
tales por el peligro que aún corria la República en s^i 
guerra con España y por la anarquía de adentro. Era un hábil 
político Heno de ilusiones generosas y de utopías irrealizables 
y aunque pudo hacer que se declarara la guerra al Brasil, optó 
por las vias diplomáticas, aconsejando á la diputación orien- 
tal obrara con tiento y cordura. Llegó á proponer que don Al- 
varo abandonase la plaza y el Cabildo declarase incorporado á 
las antiguas provincias el Estado Oriental para entonces pres- 
tarle una ayuda directa. Su política era fina y sagaz. Veia 
claramente que de cualquier manera vendría tarde ó tempra- 
no la guerra con el Brasil, y quería para el caso de compro- 
meterse en esa lucha que los orientales se ligaran por un ac- 
to formal ^. la comunidad de la Union. 



VÍCTOR AEREGülNE 309 



CAPITULO LV 

( i9»a ) 

sumario -i noblb actitud del cabildo popular de 1823— 
2 Lkcor pone sitio á Montevideo -3 Pronuncia- 
miento DB Lavalleja y Rivera por los Bandos 

rivales— 4 RiVADAVIA GESTIONA LA DEVOLUCIÓN DE 
LA BANDA ORIENTAL Y LeCOR HACE RATIFICAR LA 
INCORPORACIÓN AL IMPERIO— 5 EL PARTIDO DB LA 
GUERRA EN BUENOS AlRES — 6 SL CABILDO Y LOS 

«Caballeros Orientales» declaran nulos los 
actos de incohporacion al imperio y solicitan 
la anexión á las provincias unidas -7 combate 
naval y capitulación de montevideo • 8 los pa- 
TRIOTAS EMIGRAN— 9 Ejecución del capitán Pedro 
Amigo. 

1— El Cabildo de 1823 se olijió popularmente merced á la 
complacencia del buen don Alvaro da Costa, que i-espoudió á 
las in.sinuaciones para que abandonara la plaza, al Ca- 
bildo, en cuyo caso armas argentinas vendrían á tomar 
posesión de ella, que antes de devolverla al Brasil optaría por 
ese temperamento; pero que mejor será esperar instrucciones 
de Lisboa para proceder con entera é indiscutible autoridad. 

Giró, nombrado Síndico Procurador General hizo un llama- 
miento á las armas; el Cabildo declaró sus intenciones de 
sacudir el yugo; un empréstito popular para sostener la gue- 
rra contra l^s pretensiones brasileras llogó casi á la cifra de 
100.0;.0 pesos. La propaganda se hizo mas activa. De Buenos 
Aires vinieron socorros pecaniarios, entregados por orienta- 
les allí avecindados y personas amantes de la independencia 
Dacional. 

2— A todo esto Lecor estaba sobre Montevideo y la declara- 
ba sitiada por mar y tierra el 20 de Enero do 1823, confian- 



310 HISTORIA DEL URt'GUAY 



do la vanguardia á D. Fructuoso Rivera. D. Alvaro no se 
amilano por el asedio y escalonó fuerzas en el Miguelete y 
Paso de CasavalJe, al niaodo de D. Manuel Oribe, que era el 
jefe de los Cívicos de Moütsvideo. lüvera y Oribe desde ese dia 
libraron algunos pequeños combates, primeros de la larga 
lucha que mas tarde habia de tornarlos en jefes de dos ban- 
dos opuestos 3^ enemigos. 

3 -El Cabildo y los «Caballeros Orientales», no permanecían 
inactivos. Lavalloja y Rivera fueron vistos para que defec- 
cionaran. El primero en unirn con algunos patriotas, se do- 
claró contra los dominadores, en el Rincón de Clara. Lecor 
lo supo y lo mandó prender. Pero los encargados de hacerlo lo 
dejaron escapar, por que ellos también conspiraban contra el 
Brasil, y todo lo que pudo hacer el sostenedor de las preten- 
siones imperialistas fué confiscar sus bienes á aquellos patrio- 
tas, que emigraron á Buenos Aires. 

En cuanto á Rivera, á quien el emperador a-cendió el 26 
de Mayo al rango de brigadier general, contestó á las insi- 
nuaciones del Cabildo en ese mismo mes, desde las Piedras, 
que no creia por el momento posible la Independencia abso- 
luta. 

4 Ya en Abril el Ministro Rivadavia habia comisionado al 
prebítero don Valentín Gómez, á quien dio mas tarde instruc- 
ciónos para reclamar del Emperador la devolución fte la 
Banda Oriental. Las gestiones del agente argentino debían sor 
largas é infrucíuo-as. Lecor que no ignoraba las intenciones 
del gobierno porteño, con relación á la provincia por él con- 
quistada, y teniendo en cuenta que se tachaba de ilegal y 
violenta ia incorporación del año anterior, había á su vez 
m y n el ado q ue esta se r ati ü cai'a . 

Así lo hizo en Abril y Mayo el Síndico Procurador Gene- • 
ral imperialista García Zúñiga, recorriendo los campos con 
; fuertes destacamentos. 

Bujo la presión délas armas la' ratificación no ofreció difi- 
cultades. Asi mibuio al acta de incorporación se agregaron 
; como oti-as veces nombres de muertos, ausentes y seres que 

i jamás habían existido. 

r 5 -Lucas Josí Obüs desdo Caaelones donde se hallaba desde 



' 



i 



VÍCTOR AEUBGÜINE 311 



SU regreso del Brasil, proclamaba la UDion al Imperio con 
brios dignos de mejor causa; los Cabildo no vacilaban en se- 
guir esa cor iente perniciosa de la ambición ó del engaño 
político. Los momentos eran solemne.*. 

Las pretensiones de Portugal podian darse como descarta- 
das. Quedaban en lucba las de Buenos Air. s y el Brasil, á 
cuya sombra el sentimiento de la ijKlependencia ganaba te- 
rreno. 

El sitio de Montevideo se prolongaba demasiado; las ges- 
tiones hechas por Buenos Aires ante el gobernador Alvaro da 
Costa no ofrecían una conclusión rápida de aquel estado de 
cosas; Entre Rios y Santa Fé, que se habían preparado para 
invadir, no podían mover sus pequeños ejércitos por faita de 
dinero; (i don Valentín GíSmez se le entretenía con dilaciones 
en la Corte de Rio Janeiro; y á todo eso el ejército sitiador es- 
taba allí, alas puertas de la ciudad y la escuadra no lejos de 
la bahía. 

En Buenos Aires empe?aba á formarse un partido que op- 
taba por la guerra, contra el gobierno que optaba por la paz. 
Dorrego, jefe de esta fracción, llegó ba.sta invitar áLavalleja 
para invadir el país en esos mismos instantes Este caudillo, 
aunquo no aceptó la idea, pensaba lanzarse á. la revolución 
con algunas fuerzas que se tenían prontas en las provincias. 

6 - Bl Cabildo y los «Caballeros Orientales,» viendo la dura- 
ción déla lucha y calculando que portugueses y brasileros 
acabarían por entenderse, resolvieron comprometer á Buenos 
Air- sen la defensa de sus aspiraciones, que solos no podian 
sostener por falta de armas, hombres y dinero. De acuerdo 
con estos propósitos congregaron el 20 de Octubre, á los habi- 
tantes de la ciudad y extramuros, cuyos representantes decla- 
raron nulos y criminales todos los actos de incorporación á ¡Por- 
tugal y alBiasíl, añadiendo que los deseos y votos deí Uru- 
guay eran por la anexión á las Provincias Unidas del Rio de 
la Plata. 

Esta resolución comunicada á Buenos Aires y al Goberna- 
dor don Alvaro no dio por resultado la declaración de guerra 
al Brasil que se esperaba, por cuanto ese país no estaba en 

11 



312 HISTORU DBL URUGUAY 



condición sde comprometerse en una formidable y sangrienta 
serie de batallas. El Brasil que acababa de vencer á algunos 
gobernadüi-es de provincias rebeldes á su independencia, mer- 
ced á la ayuda del almirante Lord Cocbrane, estabaya con- 
solidado y era un enemigo temible. 

Don Alvaro nada contestó q.ue se opusiera á las declaracio- 
nes del 20 de Octubre. Sin emb'irgo no le causaron buen 
efecto. 

7— Lecor temiendo que el gobernador portugués entregara 
la plaza á los arríen tinos, impartió órdenes de pelea á sus La- 
ves, que el 23 de Octubre sostuvieron un corto combate en la 
bahía de Montevideo, con las de da Costa. Al dia siguiente 
ambos |L-enerales entraron en arreglos, que duraron Ijastaell9 
de Noviembre en que se estipuló la entrega de la plaza á los 
bmsileros mediante la aprobación, por parte de Portugal del 
convenio que suspendía las hostilidades. 

Los portugueses, así que su monarca aprobara la capitu- 
lación, abandonarían la ciudad y se volverian á Europa. En 
cuanto á Lecor se obligaba (i i*espetar vidas y bienes, sin tener 
en cuenta las opiniones políticas anteriormente sostenidas 
por los montevideanos. 

8— AI saberse esta noticíalos patriotas mas comprometidos 
emigraron á Buenos Aires y Entre Ríos, donde la opinión pú- 
blica se condensaba ea favor de la guerra. El año de "I8í3 
tíjrminó con crecientes espectativfts, sin quenada nuevo ocu- 
rriera en Montevideo después de la capitulación. 

En el campo de Lecor, que habia establecido en Maldona- 
do su capital provisoria y mautenia casi todo su ejército so- 
bre Montevideo, lo único de notarse fué la ejecu:ion del ca- 
pitán Pedro Amigo, anti;juo oficial art'guista. Joaquín 
íáuarez hizo una brillante defensa del reo, pero no con- 
siguió salvarle la vida. Amigo fué ahorcado en Canelones; 
en cuanto á Suara^ por lo que dijo al usurpador en la defen- 
sa dül condenado (x muerto, casi le to':ó ir confinado h la Isla 
das Cobras^ el célebre pre<iflio de los patriotas orientales de 
1816 á 182í^. 



VicTOK ABRBaUINE 313 



CAPÍTULO LVI 

SUMARIO -1 Gestiones del comisionado Gí^mez en Rio Ja- 
neiro -2 Jura de la Constitución del Imperio en 
EL Uruguay- 3 El Cabildo de Montevideo pide el 

ANTIGUO FÉGIMEN--4 El PARTIDO DE LA PAZ Y EL DE 
LA GUERRA EN BUENOS AlUES— 5 MlSlON ORIENTAL 

ANTE Bolívar— 6 Ida de Rivadavia a Inglaterra 

Á GESTIONAR SU MEDIACIÓN EN LA CUESTIÓN URUGUAYA, 

1— Con grande vehemencia reclamó del Brasil el agente don 
Valentín Gómez el territorio oriental, durante varios meses; 
pera de tal manera eludía el gabinete brasilero contestacio- 
nes cate¿córicas, que le fué preci'^o pedirlas con enojo. El 6 
de Febi'ero contestó recien el ministro Carvalho de Mello, 
rechazando la pretensión argentina de que la Banda Oriental 
pasase k ser parte integrante de las Provincias Unidas. Re- 
cordó el derecho de ocupación; los gastos quo esa ocupación 
c^ stara al Brasil y las actas de incorporación de años ante- 
1 iores. 

Al pedimento del Cabildo de 1823, que quería volver á ser 
argentino, opuso la mzon de que si bien era cierto que 
existia un partido de anexión á Jas Provincias, no era menos 
poderoso el que pedia y queria ser brasilero; ni menos digno 
de tenerse eu cuenta el de la independencia absoluta. Lo 
cierto es que el Brasil sostuvo el derecho dé conquista, algo 
dorado con las incorporaciones violentas, y dejó que Gómez 
se volviera á dar cuenta de su fracaso diplomático. 

Al regreso la nave Agcnora^ en que vouiu el aefente porte- 
ño naufragó en el Banco Inglés, muriendo en el naufragio el 
secretario do la misión, que lo era el poeta Esteban Luca, y 
muchos otros infelices. 

2— Consolidado el imperio del Brasil, don Pedro I disolvióla 



314 HISTORIA DEL URUGUAY 



Asamblea Constituyente y propuso á la aprobación directa 
de los pueblos un proyecto de Constitución hecha á su ca- 
pricho. 

Aun estaban en Montevideo los portugueses cuando apare- 
ció en la Provincia Oriental un comisionado con el Proyecto, 
que Lecor sometió á la consideración del Cabildo de Maldonado. 
Est9 dio su voto como se pretendia, pero á condición de que 
Labia de ser respetado el pacto de 1821. 

Posteriormente entró el barón de la Laguna en Montevideo 
(24 de Febrero) y el Cabildo de esta ciudad se apresuró á imi- 
tar al de Maldonado, con la circunstancia agravante de feli- 
citar al Emperador por haber disuelto la Asamblea. (22 de 
Abril). 

El 9 de Mayo fué el dia señalado para jurar la Constitu- 
ción de D. PedfO I. El Cabildo la juró y juró también obe- 
diencia al Emperador, cuya persona seria sagrada como un 
Dios. 

Por disposición imperial, dé Agosto á Noviembre se proce- 
dió en la Provincia Cisplatina á la elección de dos diputados 
y un senador, que debían representarla en el Cuerpo Legis- 
lativo del Imperio. Dichos señores quedaron electos el 9 de 
Noviembre. 

3 — Los Cabildos habian jurado en barbechóla Constitución 
brasilera; mas como viera el de Montevideo lo inconveniente 
de aceptarla en todas sus partes, se dirigió en Diciembre á Don 
Pedro I, por medio de una nota servil, en que le llamaba 
«Ángel del Señor», pidiéndole la conservación del antiguo 
régimen político, á lo que el Emperador se negó, a'egando 
no tener facultades para que se desconociera la Constitución 
que acababa de jurarse. 

4— En Buenos Aires, después del fracaso de la misión Gómez, 
el partido de la guerra empezó á mostrarse exigente. Kl gober- 
nador Rodríguez no se animaba á romper con el Brasil, por 
mas que el pueblo lo quisiera; Rivadavia, su Ministro prepo- 
tente, mirábalas cosas con igual calma. Tenia temperamen- 
to de soñador y un carácter tan templado, que aun para sus 
enemigos mayo res queria la transigencia política, que allá en 
su tiempo fué llamada ley del olmlo. En cuanto á García^ 



ViÓTÓR AfeBÉGÜlÑÉ 3l5 



otro de los Ministros, se oponia á la guerra. Creía que la in- 
corporación de la Banda i^nfental al Brasil era una garantía 
de paz universal. En Abril dejó el mando Rodríguez y subió 
al poder el general don Juan Gregorio las Heras, militar de 
mas cariño á los orientales pero no menos cauteloso que el 
otro. Se le pidió un rompimiento inn^ediato con el Brasil y 
se opuso. 

Desde ese dia el partido de la guerra se hizo mas impla- 
cable y se aprestó á preparar la opinión del país en favpr de 
la Provi.ncia Oriental, cuyos hijos buscaban por todos los 
medios librarse de pertenecer á una nación que no te- 
nía su idioma, sus costumbres, ni la forma de gobierno que 
ellos soíiamn y anhelaran. 

6— En el sentido de obtener la independencia, algunos 
orientales residentes en Buenos Aires y Montevideo, enviaron 
al señor Atanasio Lapido en misión cerca del Libertador Bo- 
livar, á fines de 1824. El Libertador se escusó, por repugnarle 
una guerra americana y le dijo que se entendieran con Juan 
Bautista Bustos, gobernador de Córdoba, en quien hallarían 
un ñel amigo. 

6— Al mismo tiempo que esta misión daba un resultado 
negativo, el ilustre Rivadavia se dirigia á Europa, con el 
propósito de pedir la mediación de Inglaterra pam que sin 
efusión de sangre se devolviera ala República Argentina la 
tierra usurpada por los portugueses y el Brasil. 



3lC HISTORIA BEL TJRUGüAY 



CAPITULO LVII 

SU.NiARIO— 1 Elementos bélicos del Brasil en el Uruguay 
-—2 Los federales se deciden por la guerra con 
EL Imperio— -3 Acción refleja de la victoria de 
AYACUCH0--4 Juan Manuel de Rosas a/kSA Á la 
Banda Oriental— 5 Proyectos de la Junta Pre- 
paratoria- 6 Los expatriados orientales se dis- 
ponen PARA LA GUERRA— 7 TRABAJOS DE LOS PATRIO- 
TAS EN Montevideo— 8 Preliminares de la Cruzada 
DE los Treinta y Tres -9 Los Treinta y Tres— 
10 ¡Libertad ó muerte!— 11 Por que no venia Ar- 
tigas con los Treinta yTrfs— 12 Primeros triun- 
fos Y proclama de Lavalleja— 13 Adhesión de 
Rivera— 14 Opinión estran.jt:ra i este respecto 
—15 Conducta de Rivera— 16 Rivera toma la 
dirección de i-a guehra— 17 La guerra se hace 
gene bal en todo el país. 

1— En 1825 las fuerzas brasileras do giiarriicion en la Banda 
Oriental se descomponían en la siguiente forma: Frontera 
Oriental lí>,000 hombres;— Montevideo, 5,000; -Colonia, 1,000; 
-Maldonado, 1,000; -Islas de Lolos, 500.- Total: 19,503 sol- 
dados. 

Todas estas fuerzas estaban mandadas por g-en erales dees- 
periencia. Poseían las mejores armas do su tiempo; fuertes 
baterías, naves numerusas, caballadas abundantes y metálico 
que les sobraba. 

2— A pesar de estos recursos, Buenos Aires en masa pro- 
clamaba la guerra. Dorrego, A chaval, Lecocq, Vidaly Taglo^ 
formaban un poderoso partido en favor de los orientales, y 
combatían recio al General las Heras, por su aparento indi- 
ferencia. 



VÍCTOR AtmEGUINH 317 



El partido de la guerra veía en el hecho de la ocupa- 
ción brasilera un atentado contra la integridad territorial 
argentina. Así se esplican su efervescencia y sus ataques al 
Gobierno de Buenos Aires. 

Kn Diciembre de 1824 se habia' instalado el iercer Congreso, 
que en Enero siguiente estableció la unidad federal, reno- 
vando el pacto de unión entre todas las Provincias libradas 
httsta allí á una peligrosa, larga y estéril anaríjiüa. 

3 — La victoria de Ayacucho, que • puso fin á la doitii- 
n ación española en América, tuvo en el Plata profunda re- 
sonancia guerrera. El pueblo argentino solemnizó con fies- 
tas estruendosas la caída del podor español. El partido de 
la guerra, cada vez mas engreído y numeroso, volvió á arre- 
ciar contra las Heras. Quería la guerra antcí^ del 2o de Mayo, 
y en ese sentido comprometió á varios gobernadores de Pro- 
vincia. En todas partes habia periódicos redactados por orien- 
tales clamando por que la paz, que se consideraba afrentosa, 
se convirtiera en una guerra implacable contra el usurpador. 
En Santa Fó í e organizaban milicias lo mismo que en Entre 
Ríos. 

En Buenos Aires se maltrataba publicamente á los brasile- 
ros y se atacaba al Poder Ejecutivo por su inacción. Aque- 
llos días grandes estaban satur¿uios de irns é' imprecacio- 
nes; el pueblo en masa reclamaba la lucha. Derretí o empu- 
jaba la opinión. En tales circunstancias Lavalleja fué re- 
querido para mandar los cuerpos de tropa organizados y á 
organizarse en Entre Rios. Dosechada la pi'opuesta por el 
coronel Lavalleja le fué encomendada n Bauza. 

4— Don Juan Manuel do Rosas, instrumento por enton- 
ces de don Manuel Dorre^o, fué mandado á la Banda Orion- 
tal para verse con Fructuoso Rivera, el temido brigadier del 
imperio. Con el protesto de comprar unos campos pa.só Ro- 
sas al territorio oriental después de apalabmrse con el gober- 
nador Salas de Entre Rios y halló que el jefe oriental par- 
ncipaba de las miras patrióticas que agitaba el espíritu do 
las multitudes. 

5-Kn Buenos Aires se habia formado una Junta Preparato- 
ria, que a iniciarse el año, contaba con la pía a de los Ancho- 



318 HISTORIA DEL UKUaUJLT 



rena, y con el concurso popular. TalJunta meditaba arrojar 
sobro ]a Banda Oriental, á D. Andrés Latón e con 2000 soldados 
por el lado de San Gregorio; á Lavalleja con cuatro Regi- 
mientos, á Mansilla y Dorrego por el Sud. Los ginetesde La- 
valleja vendrían cada uno con un infante á la grupa. Tres ber- 
gantines formarían la escuadrilla patriota. 

Apesar del ardor 'de estos preparativos nada se hacia. La 
prensa agriaba el tono de sus artículos marciales; en Monte- 
video se publicaban pasquines contra el Imperio. Sin era- 
bar#ío estas terribles amenazas no contaban con la ayuda 
oficial de los poderes públicos argentinos. 

6— El coronel Lavalleja que desde 1823, trabajaba en un 
saladero del Sud de Buenos Aires, al ?aber la indolencia del 
gobierno de las Horas, y su oposición á los planes de guerra, 
se reunió un dia con Manuel Oribe, Pablo Zufriateguy,Luis C. 
de la Torre, Manuel Lavalleja, Manuel Menendez y Simón del 
Pino, á fin de acordar un temperamento patriótico, ya que 
la fria pasividad del poder dejarla pasar el momento opor- 
tuno, si los orientales no lomaban la iniciativa de la guer- 
ra contra el Brasil. Estos siete valientes se comprometieron 
por escrito á invadir la Provincia conquistada, y desde esa 
hora entraron en preparativos. Atanasio Sierra, Manuel La- 
valleja y Manuel Freiré, pasaron de agentes á la campaña 
oriental; en la costa de la Agraciada se pusieron de acuerdo 
con don Tomás Gómez, para que tuviera caballos preparados 
el dia de la invasión y siguieron adelante hasta Canelones, 
sembrando la noticia del plan libertador entre quienes su- 
frían persecuciones de Lecor, manteniendo vivo el amor á la 
patria en el silencio del lio-iar. 

El señor de la Torre, fué nombrado agente en Buenos Ai- 
res, y en breve llegó Lavalleja á contar con grandes recursos 
consistentes en armas y dinero. 

7— De Montevideo salió de incógnito por esos tiempos una 
remesa de 200 fusiles. Una hermana de los Oribe, la señor». Jo- 
sefa O. de Contucci, trabajaba con varonil solicitud en pro de 
la causa y Uegó á comprometer por medio de dinero á los sar- 
gentos de un batallón pernarabucano que debían pasarse á i<» 
revolución así que Lavalleja invadiera. 



VÍCTOR ARREGUiNtí 3Í9 



Lecor algo coligió de esta conspiración que se tramaba en 
Montevideo, y renovó su sistema de prisiones. En aquellos 
días precursores de conmoción guerrera, el buque Peirajo, an- 
clado en la bahía, sirvió de prisión notante á los patriotas. 
Otorgues que residía tranquilamente en su estancia fué de 
los primeros presos. Del buque se le llevó á la lula das Cohras 
donde habia de vivir tres años y contraer una enfermedad que 
lo llevaria bien pronto á la tumba. 

8— Cumplida su misión, los comisionados á la Banda Orien- 
tal, regresaron por tierra á la Agraciada, donde •volvieron á 
hallarse Ton don Tomás Gómez y Juan Arenas encargados de 
esperar la espedicion revolucionaria en la costa con gi*andes 
tropillas de caballos. 

En una isla del delta que forman al juntar.se el Paraná y el 
Uruguay se depositaron armas y monturas. Gómez esperaba 
en la costa el desembarco de Lavalleja; pero éste impedido 
por causas agenas á su voluntad no aparecía. Tres noches 
seguidas de mediados de Abril llegó á la ribera con caballos, 
y fué todas tres obligado á retirarse, • pues las patrullas bra- 
sileras que por allí vigilaban habían empezado á mirar con 
desconfianza aquel ir y venir de elementos de locomoción 
y no dejaban abandonado el arenal de la Agraciada. 

La señal convenida entre los patriotas de tierra y los que 
vendrían de Buejos Aires consistía en dos hogueras. Una en- 
cendida en el delta por Lavalleja y otra por Gómez, en el 
territorio. 

Lavalleja no tardó en llegar á la isla donde estaban depiosi- 
tadas las armas. Llegó de noche y como no contestaran de 
tierra á sus señales, envió á ella á su hermano Manuel y k 
Oribe, con el designio deque trataran el apronte de caballos, 
elemento muy principal en la guerra que iban á emprender. 

Los comisionados que -conocían bien aquel paraje llegaron 
á la estancia do los hermanos Ruiz poniéndose de acuerdo 
con ellos. 

A una señal de tierra, debían Lavalleja y los suyos dejar 
la isla y desembarcar en la costa, seguros de que los brasi- 
leros andaban lejos de allí. 



320 HISTOIIIA DEL URUGUAY 



9— Con Lavalleja venían únicamonte 32 hombres dispuestos 
á jugarla vida en una cruzada g-loriosa é inmortal. 

Ilt^ aquí quienes eran los coni pañero;; do Lavalleja: Manuel 
Oribe, tenienie coronel; Pablo Zufriatt\ííuy, Simón del Pino, 
sar^^entos mayores; Manuel Lavalleja, Jacinto Trápani, Ma- 
nuel Freiré, Gregorio Sanabria, capitanes: Basilio Amujo, Ma- 
nuel Melendez, A tan asió Sierra. Santiago Gadea, Pantaleon 
Arti^zas, Andrés Spikcrmau, tenientes y sufitenientes; Juan 
Spikerman, Andrés Are^uatí, sar¿^entes: Andrés Chavaste, va- 
queano; Celestino Hojas, Carmelo Coimán, Ramón Ortiz, San- 
tiago Nievas, Avolino Miranda. FelipoCarapé, Francisco Lava- 
llej:í, Juan Rosas, Luciano Romero, I^^nacio Nuñez, Juan 
Acosta, Joaquin Artigas, Dionisio Oribe, Juan Ortiz, José Pa- 
lomo y Tiburcio Góm.ez, de tropa. Dos negros libertos venían 
en la Cruzada: Joaquin Artigas y Dionisio Oribe. 

10 -En la noche del 1-"^ de Abril, muy cerca de las doce, los 
hermanos Ruiz dieron faego A una hoguem. Era la señal 
convenida. Al alba, un alba neblinosa y fria, desembarcaron 
los Treinta y tres héroes, en el arroyo do los Ruices^ hoy de 
Gutiérrez, distrito de la Agraciada. Al bajar, Lavalleja y los 
suyos besaron el suelo querido, y el Jefe, poniendo una ro- 
dilla en tierra, tomó el juramento á los suyos de Vc/icer o 
morir «Juramos!» fué el grito unánime de los patriotas, y en. 
seguida se despp gó al viento la hermosa bandera de Artigas, 
que en tantos combates habia recibido el zahumerio de la 
guerra. En el centro del pabellón se leía esta frase: ¡Libertad 
ó muerte! 

1 i -¿Por qué no venia Artigas con lo,s Treinta y Tres? Estos 
confiaban en la ayuda argentina que la presencia de Artigas 
habría hecho imposible, por sus ideas liberales y sus princi- 
pios de autonomía. 

Habia que decir y conceder que la Banda Oriental seria 
una Provincia de la Union, cosa que Artií^as no hubiera acep- 
tado. Por eso, porque iban á verse solos en la guerra contra 
«1 Imperio si se invitaba al Libertador, y porque no estaría 
de acuerdo con ellos, se le omitió injustamente. Por otra par- 
te aquellos hombres valerosos ansiaban gloria para sí y lu- 
char en la categoría de generales; dirigir batallas, no depen- 



* Víctor arhe(]jüine . 321 



derde nadie, obtener los laureles del triunfo y ser héroes no 
eclipsados por ninguna mas augusta figura. 

Si hubieran querido traerlo las dificultades opuestas á 
la consumación del designio habrían sido invencible ; Fi-ancia» 
el tirano del Paraguay, hacia de su país una especie de claus- 
tro, donde nadie entraba, de donde nadie salia. De nada sirvie- 
ran las gestiones, sino de poijuicio. 

A qué, pues, tentarlas? 

Si Artipras en lugarde vivir en el remoto Curuguayty, os- 
curecido y pobre, se hubiese mantenido en tierra argentina, 
tal vez, no Lavalleja sino él hubieso intentado la Ci'uzada 
contra el Imperio. Pero vivía muerto para su país y para el 
mundo y había ambiciones nuevas que determinaban su 
permanencia y su anulación política en el fondo de las sel- 
vas del trópico. 

12— No bien amanecido el día, los Treinta y Tres héroes 
esplomron el terreno y se hicieron de gran número de adep- 
tos. Casi en seguida hallaron ocasión de batir á varios gru- 
pos sueltos, hasta que les salió al paso el coronel oriental don 
Julián Laguna á quien dispersaron. 

Con tan buen principio la Revolución del año XXV, siguió 
triunfante á Soriano. En esta población de la que se apo- 
deró Lavalleja el 24 do Abril, dio una patriótica proc am», 
recordando la abyección de la esclavitud y la grandeza de 
la libertad. Iba dirigida á oi'ientales y argentinos, puesto 
que de éstos' y de aquellos esperaba la ayuda necesaria, 
para vencer á sus poderosos enemigos. 

13— El cónsul del Imperio en Buenos Aires, Pereira SoJré, 
sabiéndola arriesgada empresa del caudillo oriental, dio aviso 
por esos dias al gobernador de la Colonia de cuanto sabía. 
El gobernador ordenó enseguida á Rivera que batiera al re- 
volucionario y sus 2C0 parciales. 

Rivera salió al encuentro de Lavalleja seguido de 70 solda- 
dos, y aunque había prometido ser fiel al Brasil en un mani- 
fiesto publicado en Febrero, lo cierto es que se pasó á Lavalle- 
ja ó se dejó tomar prisionero el 29 de Abril. 

Se cuenta que estando en Monzón el brigadier Rivera, des- 
pachó un chasque pidiendo la incorporación de un subalterno. 



322 mSTOBIA DBIi UBUOUAT * 



y que este chasque fué apresado por LavaHeja y se compro* 
metió á jugarle una estratajema guiando al jefe de los 
Treinta y Tres al sitio donde aquel se encontraba con sus po- 
cos soldados, siendo así que Lavalleja 16 tomó por sorpresa 
cuando Rivera se aproximaba con un negro á reconocer las 
fuerzas que creía suyas. Probablemente la estratajema fué 
obra de los dos caudillos que eran compadres y habían hecho 
juntos la primera guerra de independencia. 

14— Un escritor brasilero que dice que Rivera no descollaba 
por su talento, puntos de honor ni amor de gloria, refiere 
en esta forma la pasada del caudillo mas temido y astuto de la 
Banda Oriental á los Treinta y Tres. 

<cAl recibir esta orden (la de atacar á Lavalleja) quedó sor- 
prendido por lo prematuro de la empresa, mas no por ej he- 
cho, porque no ignoraba el plan. Hizo sus cálculos y se di- 
rigió al punto donde se le mandaba con su gente. 

Al encontrarse con sus antiguos amigos, en vez de obedecer 
las órdenes de su jefe trató de hablar en particular y ocul- 
tamente con Lavalleja. 

Se vieron, se dieron un abrazo y comenzaron sus planes. 

Rivera aseguró con este abrazo á los Treinta y Tres el 
éxito feliz de su arriesgada empresa. 

Era una noche c uda de invierno. Rivera,y Lavalleja esta- 
ban sentados al amor de la lumbre, tomando mate y discur- 
riendo sobre sus futuros planes de campaña, cuando un oficial 
brasileño entró inesperadamente en el rancho ó cabana y 
viendo á Rivera juzgó que se hallaba entre los suyos. 

Instóle éste á tomar asiento y acompañarles tomando mate, 
á lo que accedió el imperial, ignorando todavía quien em el 
compañero del brigadier Rivera. 

Entablaron conversación y después de cambiar preguntas 
y respuestas de interés momentáneo, el diálogo que sigue: 

Acabo de recorrer los puntos avanzados del campamento, di- 
jo el oficial brasileño, y toda nuestra gente está en sus pues- 
tos y alerta. Y apropósito, señor brigadier, añadió dirigién- 
dose á Rivera: ¿no sabe V, S. doude se halla ese bribón de 
Lavalleja? 



VICTOS AEREGtllNB 323 



Tengo unas ganas que me devoran de venir á las manos 
con él, para darle la lección que merece por su^ felonía. 

Rivera repuso solo con esa sonrisa característica del gau- 
cho, y llevando las palabras proferidas á zumba, lo que dio 
mas alas al brasileño para continuar afeando la conducta del 
antiguo teniente coronel del regimiento de dragones de la 
Union. 

Después de una pausa algo prolongada levantóse Rivera, y 
como queriendo reparar un error, le dijo al oficial brasileño; 

Pei'done amigo mi inadvertencia, por no haberle presenta- 
do aun á mi compadre' 

íjstas cortas frases iban acompañadas de la indicación mí- 
mica del sugeto que con ellos estaba. 

—Y quien es su compadre señor general? 

—Es el hril^on de Lavalleja replicó Rivera, reventando en una 
carcajada». 

Cuenta el escritor que citamos, que á esta revelación res- 
pondió el oficial de esta manera: 

«Lo que me causa . una verdadera admiración, señor gene- 
ral, es ver á usted convertido en otro tal comió su compadre. 
Está bien, aquí tiene usted su primer prisionero de guerra». 

«No tema usted semejante cosa, añadió Rivera, no es mi pri- 
mer prisionero de guerra. Vaya usted á su general y dígale, 
de mi parte, que desde hoy no estoy mas á la paga brasilera. 
Desde ahora soy un oriental libre como mi 'compadre». 

15 --Esta manera de proceder con el Brasil ha merecido 
hasta el calificativo de crimen. El Brasil fué engañado sin 
duda por Rivera: pero ese engaño, aunque censurable á los 
ojos de la moral, aseguró la independencia del país. Con 
su política posibilista Rivera habia conseguido conservar 
SQ influencia armada para el momento en que fuera ne- 
cesario echar mano de esa influencia y combatir al opre- 
sor. El momento se presentó en Abril de 1825, y desde enton- 
ces él que en 1820 se habia sometido á la fuerza de' la con 
quista fué su decidido opositor. 

16— Incorporado Rivei'a á la Revolución, Lavalleja le cedió 
la dirección de la guerra. En los documentos seria eu adelante 
el nombre del brigadier el que figurara en primera linea, aun- 



3^4 RISTOBIÁ DBL URUQUAT 



que al jefe de los Treinta y Tres le corre «ponderfa igual carác- 
ter en el ejército. 

Al saberse en los elrededoms que Rivera entraba en el movi- 
miento, todas las partidas imperialistas al mando.de orien- 
tales se plegaron d la nueva bandera, sumando desde ese dia 
los audaces republicanos un cuerpo de ejército capaz de ba- 
tirse con tropas regulares. 

De Soriano marcharnn al interior del país. Antes de llegar 
á San José Rivera mandó al comandante Borba, que en esa 
poblaron estaba, se le incorporase con su regimiento de 
brasileros. El comandante, sin saber de que se trataba, cayó 
en el ardid de guerra, aunque le indignó la celada; pero no 
tuvo mas remedio que ver á sus 200 hombres formar en las 
filas de la patria. 

17— Después de este refuerzo el ejército patriota se dirigió 
hacia Montevideo recibiendo por el camino el concurso de 
todos los descontentos con la dominación, y el 7 de Mayo de- 
claraba á la plaza en estado de sitio. 

El sargento mayor Isasa, alias Calderón, y Oribe fueron 
nombrados jefes del asedio. Al coronel Arenas se le confió el 
de la Colonia; ^e nombraron autoridades en los pueblos del 
interior y en Maldonado. La val leja situó su cuartel á una 
legua de la Florida. Rivera fué á campar sobre un brazo 
del Yí. Ambos directores de la guerra se proponían dirigir 
las operaciones de.sde el centro del territorio y levantar el 
Norte y el Sud á un mismo tiempo. 



VÍCTOR ARBEGUTNE 325 



CAPITULO LVIII 

( 199Sf ) 

SUMARIO - 1 La VALLEJA y Rivera sublevan i a campaña ~ 2 A c- 
TiTUD DE Montevideo— Rivera y Lavalleja pí.;es.ios 
APRECIO -3 Medidas represivas de Lavallkja— 4 
Acojida que la revolución encuentra en Buenos 
Aires Inútiles declamaciones del cónsul del 
Brasil— 5 El gobierno argentino manda resguar- 
dar LA FRONTERA— El PUEBLO ARMA UNA ESCUADRI- 
LLA— 6 Los PATRIOTAS TRATAN D3 ESTABLECER UN 
GOBIERNO CIVIL - 7 Se INSTALA EN LA FLORIDA EL 
PRIMER GOBIERNO NACIONAL -8 ACTOS DEL GOBIERNO 

PROVISORIO— 9 Llegada de l\ escuadra imperial al 
Plata— El pueblo de Buenos Aires ataca el con- 
sulado BRASILERO— 10 Reclamaciones del vice- 
almirante Lobo— 11 Hostilidades populares— 12 
Preparativos de guerra— 13 La diputación orien- 
tal en Buenos Aires— 14 Representación ante 
Bolívar. 

1— Puestos de acuerdo los dos caudillos d'^ la Revolución, 
Lavalleja y Rivera, no fué difícil convulsionar la campaña en 
masa. Kl prestií:>:io de esos dos hombres y la bandera que 
enarbolaban era prenda seprura do cruzadas gloriosas por el 
honor y por la libertad. Rivera ponía la astucia, Lavalleja el 
valor. Rivem conocía los campos por el olor de los pastos, y 
tenia la ciencia de la guerra de montoneras y de la mas in- 
creíble estrategia; Lavalleja, menos avezado quizá á estas co- 
sas, se hacía notar por una inti'epidez audaz y llena de fuego. 
Allí donde él estaba se vencía. 

2— Lecor, asustado del estallido que se hizo general, se pre- 
paró á la defensa. Del campo le venían fugitivos jefes y 
soldados huyendo sin pelear, y esto desde un principio le pro- 



326 HISTORIA DEL URUGUAY 



dujo gran desconñanza en el éxito déla pruerra. Pidió fuertes 
socorros á su p;iís y ordenó la reunión de Abreu, Barreto y 
Ben os Manuel en el Norte. 

En Montevideo la noticia de la lucha iniciada despertó gran- 
des entusiasmos. Los sargentos del cuerpo de pernambucanos 
que había en la plaza se declararon por la revolución. El 
Capitán General descubrió el hecho é impuso ejemplares cas- 
tigos. Muchos individuos, que parecían indiferentes se pasaron 
á los sitiadores. Para prevenir una conjuración segura dentro 
de la capital el barón de la La;<una hizo prender á los mas 
decididos patriotas. Juan Francisco Giró, Francisco Solano 
Antuña, y otros buenos orientales fueron aprehendidos y en- 
viados abordo de los buques de guerra. 

Casi al mismo tiempo se declaró la ley marcial y se pu-. 
sieron á precio las cabezas de Rivera y Lavalleja. Por el 
primero, vivo ó muerto, ofrecia el barón 4 contos de reis 
( $ 2000 ), por el segundo 3 contos ( $ 1500 ). 

3— Lavalleja en campaña se impuso con ve daderos golpes 
de dictador. Dictó al ejército el 15 de Mayo, una orden que 
se hizo estensiva á los ciudadanos, por la que se penaba con 
la vida el homicidio, el robo, la deserción y el estupro, bas- 
tando Isisemi plena 2)i'uel/a pava fusilar al culpado de cuales- 
quiera de tales delitos. La orden so hizo ley y contuvo mu- 
chos desmanes que pudieron estallar en. parajes que quedaban 
sujetos á la nueva autoridad de los Cabildos, que se apresu- 
raron á plegarse á la causa del país, mientras el de Montevi- 
deo, sumiso y fiel á los brasileros, condenaba á los héroes 
nacionales y se arrastraba en nuevas vilezas. 

4— En Buenos Aires el partido de la guerm acojió con de- 
mostraciones delirantes la audaz empresa de los Treinta y Tres 
á quienes se hablan proporcionado recursos antes de la pasada. 
El cónsul del Imperio, Sodré, entabló inútiles reclamaciones an- 
te el Ministro de Relaciones señor García, que no miraba 
bien la causa de los orientales, pero que tampoco se animaba 
á condenar la insurrección por no contrariar las inclinaciones 
populares, que por sí solas llevarían el país á la guerra. 

Sodré y García apelaban á la diplomacia. El brasilero sos- 
pechaba de cómplice al gobierno argentino en el levanta- 



VICTOa ARUEGUINE 327 



miento del Uruguay y el argentino aseguraba no tener la 
menor participación en ello, como era cierto. Sin embargo el 
p&itido de la guerra seguia comprometiendo la actitud 
nevitral del gobierno. Una comisión oriental instalada en 
Buenos Aii-es compraba y tripulaba buques y los mandaba 
atacar las naves brasileras. La goleta Libertad del Sud^ fué 
armada en guerra y tripulada por orientales con e.se propósito; 
á tal apresto se siguió el de muchos lanchónos y se proclamó 
el corso. D. Atauasio Lapido, que andaba en la Libertad del 
Snd^ consiguió traer armas y dinero á los patriotas efectuando 
un desembarco en el Buceo, k la vista del enemigo. 

S—Tmpulsado por la fuerza déla opinión pública, el general 
Las Heras se dirigió el 9 de Mayo al Congreso, pidiéndole 
autorización para resguardar la frontera del Uruguay. El 
Cong:eso accedió, permitiendo que se elevara hasta 8000 
hombres el ejército. En breve una gran línea de soldados 
argentinos debía escalonarse á lo largo del rio divisorio, al 
mando del general D. Martin Rodríguez. 

La noticia de estos preparativos dio á los jefes de la revolución 
oriental, esperanzas de ayuda. En el sentido de obtenerla se 
enviaron agentes á Buenos Aires, que unidos á la propaganda 
de la prensa influyeron bastante en el ánimo de los hombres 
del poder. 

El partido déla guerra en Buenos A' res poco caso bacía de 
las reclamaciones oficiales. La diplomacia nada puede cuando 
una corriente de opinión resuelve p)or sí misma las cuestio- 
nes. El pueblo, mientras Sodré y García se exhibian como 
mantenedores de la paz, se preparaba á emprender por su 
cuenta operaciones militares. El Brasil tenía escuadra, una 
escuadra poderosa, y la opinión quería otra, j)nra oponer á la 
brasileña. So pensaba en el viejo Brown, el héroe del mar, 
para cometerle el car¿¿o de Almirante. Sus audacias lo acredi- 
taban como el primer marino de la República. Y en efecto, él en 
Jas aguas sería lo que los montoneros en tierra. Había quie- 
nes querían que se pidiera á Bolívar la armada del Perú; pero 
la mayoría optó porque se compraran buques mercantes y 
por asalto se tomaran los imperiules. La Comisión Oriental, 
suscribió públicamente fuerteíí cantidades de dinero, con el 



328 HISTORIA 1>BL tJRCGUAY 



que adquirió 5 balleneras y una balandra, que fueron arma- 
das y destinadas al corso. Esta espedicion salió una noche de 
fines de Mayo de Buenos Aii'es con el intento de apóderarj-e 
de la corbeta de guerra Z¿*í?m¿, anclada fi ente ft la Colonia, 
mas sentida á tiempo volvió al puerto sin haber sido mo- 
lestada. 

Sodré reclamó contra el hecho que muy luego se supo. Sin 
embargo no obtuvo mayor resulta lo que en sus gestiones an- 
teriores. Trápani y Costa, ambos orientales, habiaa armado 
lanchónos El corso se ejercía sin control. Pronto taJes ataques 
al Brasil debian traer su resultado.* 

()— La feliz empresa de Lavalleja, lo dejó en breve dueño de 
todo el país. Apenas Montevideo, la Colonia y Mercedes no 
respondían á su bandera y asi mismo no había porque deses- 
perar de que pronto caerían en poder de sus armas mediante 
la ayuda argentina. El ejército oriental á ñnes de Mayo 
pasaba de 3000 hombres, de los que 1000 mandaba el propio 
Lavalleja y , otros 1000 Rivera. A ñn de activar la ayuda 
argentina que se hacia indispensable para irá buscar á los 
imperialistas á la frontera y á las ciudades, pensaron los pa- 
triotas en la conveniencia de establecer un gobierno civil, 
del que emanaran resoluciones acertadas, y que diera fuerza 
moral al movimiento. 

D. Juan Antonio Lavalleja, asesorado en ese sentido, no 
tardó en dirigirse k los Cabildos y demás autoridades, indi- 
cándoles la urgencia de constituir el gobierno provisorií^, 
con personas de reconocido patiiotismo. No fué sordo á su 
pedido el país, y el 14 de Junio se i nstalaba en la Florida 
el poder nacional, compuesto de los señores Calleros, Muño7, 
Gomensoro, Manuel Duran, Vázquez y Gabiiel Antonio Pe- 
reirá. El mas anciano de todos, D. Manuel Calleros, ocupó la 
presidencia y entró á tratarse déla guerra. 

Lavalleja pronunció en e^ acto de la apertura un patriótico 
discurso y entregó al pi*esidente una memoria de !os últimos 
sucesos, en la que daba cuenta de haber sido habilitada una 
aduana terrestre en Canelones y de la armonía existente en re 
la causa oriental y Buenos Aires. 

8— El primer acto del Gobierno Provisorio fué designará 



VIOTOft ABRBetnNB 329 

Lavalleja como jefe supremo del ejército, con el grado de bri- 
gadier, dando h Rivera la inspección de armas. Luego se 
acordó enviar á Buenos Aireas dos diputados con encargo de 
proponer al Congreso la admisión de la Provincia Oriental en 
la IJnion Argentina y demandar el auxilio nacional en la 
guerra contra el Brasil. 

Solos estaban los orientales y era preciso comprometer á los 
argentinos en una guerra común, por la que se pronunciaban 
las mas lejanas provincias. Desde el pié de los Andes al Atlán- 
tico ardían las poblaciones en deseos de guerra. Mal estin- 
guidos los hábitos marciales, no se les podía contener y es- 
tallaban doquiera con una rara es]:)ontaneidad, que hacía 
presentir al Brasil la próxima conflagración en que se vería 
envuelto. • 

9— Vino á enardecer mas estas disposiciones belicosas la pre- 
sencia de una escuadra imperial en el Plata, al mando del 
vice-almirante Ferreira Lobo, á quien mandó el Empemdor 
para impedir que buques corsarios se apoderasen de las na- 
ves que surcaban los mares con bandera brasilera. 

A mediados de Junio parecía imposible la paz. Los brasile- 
ros no tardaron en apresar á un buque que con bandera ar- 
gentina prestaba auxilio á la revolución. La indignación 
creció de punto al saberse la noticia y el 29, diade San Pedro, 
santo del Emperador, rompió toda val'a en Buenos Aires. 
Grupos de pueblo, frenéticos, ardorosos y contra quienes nada 
podía la autoridad policial, se dirijieron hacia la legación 
brasilera, y á los gritos de ¡Muera el Empemdor de ios macacos! 
¡Viva la patria! ¡Vivan los orientales! borraron el escudo de 
la nación que se miraba por enemiga, añadiendo á tamaños 
insultos amennzas contra la vida del pobre cónsul del Brasil. 

10— A raiz de estos hechos (principios de Julio) se presentó 
el vice-almirante Lobo con una escuadra en la bahía de 
Buenos Aii-es y desde abordo entabló reclamaciones, que 
García eludió por algún tiempo. Pedia el marino quo la 
Kepública Argentina retirara á Lavalleja del Urugua^^ ale- 
gando que éste era subdito de las Provincias Unidas, y re- 
criminaba la participación que atribuía á Buenos Aires en 
los sucesos orientales. 



ir 



830 HtSTOEtlA DEL UBUGÜAT 



Garda no le reconoció al principio carácter diplomático; 
pero al ñn esplicó que nada tenia que ver con la invasión 
de Abril; que en cuanto á las armas salidas de Buenos Aires 
habían sido compradas por particulares, hecho que no podia 
impedir ni á los enemigos internos de la Nación, y finalmen- 
te prometía hacer de su parte lo posible por evitar el corso 
y mandar una misión á Rio Janeiro, para evitar que la paz 
se perturbara seriamente. Tales esplicaciones dadas con ad- 
vera ene* a de que el gobierno argentino estrañaba que se le 
pidieran por el jefe de una escuadra, resolvieron á Loba á 
contestar que sus buques no tenían otro objeto que impedir 
actos de piratería y resguardar las costas de la Cisplatina en 
cuyo territorio la guerra tomaba creces. Tales emn las órde- 
nes de la Corona según respondió Lobo al señoi; García. 

11— De nada sirvieron estas tentativas de armonía porque 
el pueblo siguió en sus aprestos de guerra. No podían bajará 
tierra los oficiales brasileros: se les insultaba y apedreaba y 
aún vestidos en trajes de pai-licular sufrían ultrajes infinitos. 

Los botes de las naves tampoco podían acercai*se á la playa, 
pues en seguida de hacerlo eran sobornados los marineros á 
quienes se daban fuertes sumas para que desertamn. Se 
entregaban 50 pesos á cada desertor y se le ofrecía buen suel- 
do porque sirviera á la patria. Kn esta situación Lobo no 
podía permanecer mucho tiempo enaguas argentinas. 

Los boteros de la matrícula mercante se rehusaban á llevar 
provisiones abordo de sus naves, una gran conspiración po- 
pular imposibilitaba toda relación con los brasileros á quienes 
se llamaba macacos. 

12 — fcCn medio de esta convulsiva agitación la escuadra en 
proyecto adquiría una consolidación temible; á los lanchones 
de don R dro Trápani y don Pascual Costa se agregaban las 
naves San Martín, Maypú, Conde Amaranle y el bergantín 
Guillermo, armado en guerra y bautizado pomposamente con 
este nombre guerrero: General Lavalleja. 

No se limitaban ya al corso, sino -que también atacaban 
bergantines de guerm, como le sucedió al Gaivota, El General 
Lavalleja llegó á provisionarse con víveres que iban destinados 
á la armada de Lobo y que fueron sorprendidos en la bahía, 



VICTOB ABRBGUINB 331 



hí Ministerio de Relaciones trataba deevitar esta verdadera 
guerra en tiempo de paz, penando el corso; pero los corsarios 
salían del puerto con despachos debidamente autorizados y 
luego los devolvían desde alta mar, entregándose libremente 
y por su cuenta á hostilizar al Brasil. 

Coincidía con estos aparatos de ruptura el cambio del cón^ 
sul Sodró por el capitán da Frota, hombre de mas energía, 
que desde luego fué de opinión que el Brasil debía declarar la 
guerra. Sus notas al gobierno argentino iban enderezadas con 
violencia y acreditaban la proximidad de una resolución es- 
trema. Dos dias después de reconocido este nuevo agente (24: 
de Julio) manifestaba á su gobierno su intención de retirarse 
y la necesidad de concluir con las relaciones existentes entre 
el país en que residía y el Brasil. Con todo la política de ambas 
naciones, no estaba por la guerra inmediata, por no ha- 
llarse preparada la una ni la otra. 

13— La llegada de los diputados orientales á Buenos Aires, 
había exaltado á un grado que se parecía á la demencia, al 
partido de la guerra. Los moderados opinaban por la paz, 
la paz de unos meses siquiera. Los diarios que seguían y de- 
terminaban las corrientes de opinión general, regi.?traban 
artículos, que eran verdaderas proclamas. No se podía ni se 
debía dejar á los orientales abanonados á sus propios recur- 
sos en el momento en que ellos mandaban sus diputados á 
proponer la incorporación á las Provincias Unidas. Hacíase 
cuestión de patriotismo, y de interés nacional el ayudarles y 
por ese tenor se manifestaban el ejército y el pueblo. 

El Congreso que miraba con ojos desvendados la marcha 
de los sucesos, guardó por entonces una absoluta reserva con 
respecto á la actitud que iba á tomar en presencia de la 
diputación del Uruguay que por su cuenta había iniciado 
la guerra. 

Con todo, el Gobierno mandó á mediados de Agosto al ge- 
neral Kodriguez á situarse á lo largo del Uruguay con el 
p etesto de cuidar la frontera. Allí debía esperar la incorpo- 
rac-on de los coroneles Paz y La Madrid, brillantes espadas, y 
refuerzos de casi todas las provincias argentinas, que según 



^ 



332 HISTORIA DEL URÜ(1ÜAY 



-r— -,« 



él debian marchar citando les ordenase la patria, donde los 
llamara el honor. 

14— Al mismo tiempo que se tomabaiL estas medidas pre- 
ventivas, partía al Perú una comisión formada. por los señores 
general Alvear y ür. Díaz Velez, con el fin aparente de felici- 
tar h Bolívar á quien ]a América toda rendía un inmenso 
homenaje, y con el ^ encargo espreso de pedirle que viniera á 
la guerra del Uruguay á medir sus armas con las del Imperio. 
El 9 de Octubre llegaron á su destino, pero ol gran gvie- 
rrei'o que no quería luchar contra pueblos americanos, 
eludió el compromiso en que lo ponían, manifestando empe- 
ra dolor por la actitud del Brasil que también habia lle- 
vado sus armas, en son de conquista hasta la República de 
Bolivía. 



VÍCTOR ARREGUINB 333 



CAPÍTULO LIX 

SUMARIO— 1 Lavalleja convoca una Asamblea en la Flo- 
rida— 2 La Asamblea popular de la Florida anu- 
la LAS INCORPORACIONES ANTERIORES, DECLARA SO- 
lemnemente la independencia del país y acuerda 
que forme parte de las provincias unidas— 3 opi- 
niones sobre la incorporación á la república 
Argentina— 4 Disposiciones de la Asamblea— 5 
Lucha— 6 Acción del Águila— 7 Combate del Rin- 
cón DE LAS GALLINAS— 8 SaRANDÍ— 9 El GOBIERNO 

argentino atiende á los comisionados orientales 
—10 El agente brasilero en Buenos Aires pide su 
PASAPORTE— 11 Ideas de Rivadavia— 12 Prelimina- 
res DE GUERRA— 13 EL EMPERADOR DECLARA LA GUE- 
RRA— 14 Esta DECLARACIÓN REPERCUTE EN LA BAN- 
DA Oribntal. 

« 

1— Ante la indecisión del gobierno argentino, que no se 
i'esolvia k romper de frente con el. Brasir, Lavalleja se 
vio forzado á convocar una 'Asamblea que declarara in- . 
corporada la Provincia Oriental á las Unidas, único medio 
de obtener la ayuda do aquel gobierno. 

Convocó, en efecto, una Asamblea que debía reunirse en 
Agosto en la Florida. La elección se hizo con entera libertad. 
En todos los puntos del territorio, ocupados por los indepen- 
dientes fué un hecho el sufragio libre. Resultaron electos 
14 ciudadanos, entre los cuales se contaban don Joaquín Sua- 
rez, don Atanasio Lapido, don Luis Eduardo Pérez y don Ma- 
nuel Calleros. 

2— La Asamblea se reunió el 20 de Agosto, elijiendo á doa 
Juan Francisco Larvobla de presidente. El 22 designó á 
Lavalleja Gobernador y Capitán General de la Provincia^ 



334 HISTORIA DBL URUGUAY 



manteniéndose hasta el 25 en trabajos preparatorios. Em esa 
Asamblea el resultado libérrimo de la opinión é iba en su 
nombre á deliberar sobre la suerte de la Banda Oriental. 

El local de la Asamblea era un rancho do techo de totom 
situado en la Piedra Alta, en el corazón del país. Allí, lejos 
del clamor de las armas, podian los proceres ilustres de la 
tierm rebelde al yugo estrafio, deliberar sobre sus futuros 
destinos y decir al mundo asombrado: «Por nuestro valor, ya 
somos libres.» 

El 25 de Agosto la austera Asamblea declaraba «írritos, nu- 
los disueltos y de ningún valor para siempre, todos los ectos 
de incorporación, reconocimientos, aclamaciones y juramen- 
tos arrancados á los pueblos déla Provincia Oriental por la 
violencia de la fueraa unida á la perfidia de los intrusos pode- 
res de Portugal y el Brasil, que la han tiranizado, hollad j y 
usurpado sus inalienables derechos.» Y al mismo tiempo de- 
claraba á la antigua Provincia «De hecho y de derecho libre 
é independiente del Rey de Portugal, del Emperador del 
Brasil y de cualquier otro del Universo», con pleno poder pa- 
ra ejercer su soberanía. 

En el mismo dia, consultando las conveniencias mas inme- 
diatas, y que tan bellas aspiraciones no podian realizarse sin 
el concurso de la República Argentina en la guerra contra el 
Imperio, dispuso que la Provincia Oriental quedará"^ unida á 
las demás del Rio de la Plata. 

3 -Mucho se ha discutido sobre este punto. Quienes dicen 
que la Asamblea del XXV se propuso la independencia absolu- 
ta, quienes que solo incorporar la Provincia á la Union rota 
por Artigas. 

No siempre se debe dudar de las palabras de los hombres 
Talvez algunos de los firmantes del Acta" del 25 de Agosto, 
creyeran firmemente posible la anexión á la República Ar- 
gentina; pero la mayoría de la Asamblea y la mayoría del 
pueblo oriental, á otra cosa aspiraban: á la independencia. 
De lo contrario ¿á que lanzarse á una guerra esterminadora 
por el hecho de cambiar de tutela, cuando el imperio prodi- 
gaba honores, grados y dinero 6 los crientales, y la anexión 
6 las Provincias Unidas solo podjia reportar anarquías é incon- 



VICTOE AKREGÜINB 335 



venientes? El partido de la independencia era el mas poderoso; 
pero sus fuerzas, consistentes en dos ó tres mil hombres en 
armas, no bastaban á vencer un Imperio rico, con una gran 
escuadra y 20.000 soldados en el territorio nacional. La alian- 
za ei*a pues la condición la independencia oriental y esa 
alianza no podia realizarse sin la declaración de que seria- 
mos argentinos. 

«La Asamblea de la Florida procedió con la grandeza de un 
patriotismo sin tacha y con las vistas profundas de una polí- 
tica elevada. Encontró delante de si una nación poderosa que 
le era hosiil y otra nación pujante que iba á serlo. No tenia 
en su apoyo al instalarse otros recursos que una fuerza moral 
de dudosos quilates, y una fueraa material que sumaba 
ochocientos gauchos. 

Colocada en situación tan ardua, rompió de frente con el 
Brasil que era el enemigo mas temible, y trató de compro- 
meter en su favor á la República Argentina, presentándola 
las probabilidades de un engrandecimiento territoial. 

Esta política surtió todo el efecto deseado, luego de saber- 
se en Buenos Aires que habíamos ganado las batallas del Hin- 
cón y Sarandí.» (1) 

4— La Asamblea de 1825, al declarar la independencia man- 
dó también que el primer dia festivo se testaran y Tborraran 
desde la primera línea bástala ultima firma de los docu- 
mentos donde con stamn actos de incorporación y juramentos 
de fidelidad de los cuales hasta el recuerdo aborrecía. 

El Domingo siguiente los vecindarios de los pueblos presen- 
ciaron poseídos de entusiasmo la testación de las infamantes 
actas, con asistencia de párrocos, escribanos y magistrados 
del país. 

En los días siguientes al 25 la Asamblea se preocupó en 
organizar la administración confiriendo al gobernador fa- 
cultad de delegar el mando en una ó mas personas, siem- 
pre que las atenciones de la guerra así lo exigieran y pro- 



(1) Francisco Bauzc^, Estudios literarios. 



836 HISTORIA DEL URUGUAY 



hibiéndole concluir pactos ó alianzas de carácter interna- 
cional sin previa anuencia de la Asamblea. 

El 2 de Setiembre el nuevo Peder de la convulsionada 
Provincia se dirijía al Congreso argentino dándole cuenta 
de sus resoluciones y enviando (i los señores D. José Vidal y 
Medina y presbítero D. Tomás Javier Gomensoro en el carác- 
ter de diputados. 

El 7 declaraba lalibertsd de vientres en toda la ostensión 
del país y prohibía el tráfico de negros, resolviendo al mismo 
tiempo que los esclavos del Brasil por el hecho de penetrar en 
tierra oriental fueran libres. 

Mas adelante la progresista Asamblea abolía los impuestos 
de diezmo y cuatropea, dando así amplia libertad al derecho 
de permuta y comprii-venta. 

5— Coincidíala declaratoria de la Florida cou los prelimi- 
nares de una guerra atroz. Miles de soldados brasileros cruza- 
ban el territorio. Abreu marchaba al Occidente seguido de 
gruesa columna; casi diarios eran los combates parciales, en los 
Cuales los criollos empleaban l:i boleadora y el lazo, boleando y 
enlazando como á bestias á los infantes y aún á la caballería 
brasile.a. 

Los criollos dominaban á los usurpadores á punto de no 
permitir h Lecor una salida de la plaza. El sitiado, temiendo la 
prolongación de las angustias que desde el principio del ase- 
dióse sintieron en la ciudad, entró en arreglos con Calderón, 
que había sido un traidor. Oribe, el segundo jefe del sitio, 
debia caer asesinado de noche. Una mujer era la intermediaria 
entre Calderón y los sitiados. Apresada por Oribe confesó el 
iiecho y Calderón fué depuesto y condenado á muerte. Hivem 
pidió á Lavalleja por la vida del reo y se la salvó, aunque no 
lo merecía; 

6— Algunos pequeños triunfos habían conseguido las tropas 
orientales en el interior del país, pero no tan grandes como 
para impedir que el mariscal Abi'eu se adelantara hasta Mer- 
cedes, lüvera que le pisaba la' retaguardia fué derrotado en el 
Águila, por Bcntos Manuel, en los principios de Setiembre, 
después de cuya derrota se retiró al Este, de donde con solo 
250 gi netos volvió sobre el enemigo, mintiéndose do noche en 



VICTOll AKRÉÍ3UmE ' 337 



el Rincón de las Gallinas, trozo de una península cercada por 
los ríos Uruguay y Negro, donde guardaban los brasileros 
cosa'de 8000 cabal los . 

7— Mientras el intrépido patriota Andrés Latorre por el 
Sud de la península entretenía á, Abreu, el audaz Rivera sor- 
prendía las guardias y las tomaba prisioneras, encerrándose 
enseguida en aquella especie de bolsa de tierra que se liga 
con el territorio por un istmo delgado, donde las caballadas 
pastaban sosegadamente. Hizo .una arreada rápida y ya sa pre • 
paraba para atravesar el istmo cuando fué noticiado de que 
se aproximaba el coronel Gómez Jardín, con una columna do 
700 hombres, ignorando que él estuviera allí. 

Era imposible la huida. Rivera estaba encerrado como en 
una trampa. Jardín era hábil y contaba triple número do 
gente. 

No desesperó por eso el animoso caudillo; esperó cfue el 
enemigo se aproximara y logró sorprenderlo, el 24 de Setiem- 
bre, peleando los suyos como leones. La victoria quedó por la 
patria, cayendo en la lucha lüO imperialistas y 20 criollos 
entre muertos y heridos. 

Todas las armas y £03 prisioneros fueron el resultado de esta 
victoria que parece imponible dados los elementos de que dis- 
ponía Rivera, que tuvo en esa ocasión la bondad de dejar los 
heridos brasileros en una casa, mandando decir á Abreu quo 
se encargase de curarlos. No solo los heridos sino también 
varios oficiales y tres hijos dOxVbrcu le fueron devueltos. Pro- 
cederes así no parecen para guerras do esta naturaleza. Sin 
embargo Rivera y Lavalieja los emplearon aún en lo mas re- 
cio de la larga disputa por la independencia nacional. 

8— Los brasileros no sedaban punto de reposo an^e la acti- 
tud de las partidas sueltas que, como en los tiempos heroicos 
de Artigas, diezmaban, al intruso sin presentarle una batalla 
formal. Rivera gustaba de esta clase de guerra, en cuyo modo 
de pensar disentía con Lavalieja que optaba por las grandes 
acciones campales. Por otra parte se hacía necesario un graa 
triunfo para compeler al gobierno argentino á entrar en juego. 
Lo comprendió así Lavalieja y después de delegar el mando 
en un triunvimto, compuesto por los patriotas don Manuel 



338 HISTORIA DEL URUGUAY 



Calleros, don Manuel Duran y don José Nuñez, (22 de Setiem- 
bre) fué á situarse al borde de los montes del Santa Lucía Chi- 
co, desde donde le era fácil saber las marchas del enemigo. 

No tardaron los hermanos Oribe en comunicarle que Ben- 
tos Manuel Riveiro y Bentos Manuel Goncalvez buscaban in- 
corporarse en el centro del territorio. 

Riveiro victorioso, marchaba de Montevideo con 1200 gine- 
tes; Goncalvez venía de Rio Grande con 1000 soldados. Ambos 
debían encontrarse cerca del campamento de Lavalleja. 

Al saber Lavalleja la aproximación del enemigo mandó 
aviso á Rivem, que estaba en el Durazno, de que se le incorpo- 
rara enseguida y el mismo se trasladó á la cuchilla del Sa- 
i-andí, á cuyo pié corre el arroyo de este nombre, afluyente del 
Rio Yí. 

No esperó mucho tieínpoen ese terreno, provechoso, desde el 
punto de vista estratéjico, la venida del enemigo. El 12 de 
Octubre de mañana supo que los dos jefes brasileros se aproxi- 
maban y se dispuso para la pelea. Estaba á una legua de dis- 
tancia el enemigo, cuando Lavalleja hizo cambiar de caballos y 
tendió sus 2400 ginetesen línea de batalla. Rivera, como se- 
gundo jefe mandábala izquierda, Manuel Oiibe el centro y Pa- 
blo Zufriateguy la derecha. El General en jefe antes de em- 
pezar la lucha proclamó á los suyos amenazando al que diera 
la espalda con la muerte. 

Vuestra retirada será á Rio Grande, les dijo, aludiendo á que 
después de vencer atacarían á los imperialistas en su mismo 
país, y casi enseguida se inició la pelea entre ambos ejércitos, 
que ya estaban á corta distancia. Los brasileros se lanzaron 
sobre los patriotas tocando «á degüello.» Al estar separados 
por un espacio de dos ó tres cuadi-as Lavalleja dominando la 
emoción del momento dio á sus valientes esta orden épica; «¡Mu- 
chachos, carabina ala espalda, sable en mano!» y á ese grito los 
independientes se dirijieron en un audaz galope sobre los brasi- 
leros, á quienes sablearon con un denuedo incomparable, des- 
pués de recibir una descarga á quema ropa. La batalla fué rápi - 
da y heroica. Jamás se sableó en acción alguna con mas furor 
y encendimiento. 4Ó0 imperialistas quedaron muertos en e 
campo; 50 oficiales y 400 soldados prisioneros; heridos gran nú- 



Yicíok AtiiiEtímÑE 330 



mero y fugitivos algunos grupos dispersos, que alcanzaron á 
huir debido á que tenian caballos de excelente carrem. Todas 
las armas, así blancas coraode fuego, en número de mas de 2000; 
10 cajones áe munición; la caballada, los arreos y banderas, 
completaron las pérdidas del enemigo que jamás había sufrido 
tan completa derrota. Los patriotas so) o tuvieron 114 bajas, 
repartidas asf: muertos 30 soldados y un oficial; heridos 70 sol- 
dados y 13 oficiales. 

Ü— Los diputados orientales luchaban con muchas dificul- 
tades en Buenos Aires. La prensa había publicado el acta de 
Agosto y aplaudía la reincorporación de la Banda Oriental á 
las Provincias Unidas; el pueblo pedía frenético la guerm. JSin 
embargo el Congreso y el Ejecutivo so mantenían en una re- 
serva completa. A las reclamaciones del agente del Brasil 
había contestado García que no se encontraba en estado de pro- 
nunciarse con respecto á la cuestión oriental, lo que equivalía 
á una política de equilibrio que á nadie podía satisfacer. A 
wflnes de Setiembre los diputados que enviara la Asamblea de la 
Florida se presentaron al Congmso, pero no se incorporaron á 
ese alto cuerpo hasta el 25 de Octubre, dia en que también se 
aceptó la reincorporación de la Provincia Oriental que tal 
victoria acababa de obten '?r sobre sus injustos dominadores. 
Había sido necesario que el éxito coronara los esfuerzos de los 
caudillos orientales para que se les oyem en el seno de los po- 
deres públicos do Buenos Aires. 

El entusiasmo del pueblo argentino fué inmenso al ser co- 
nocido el triunfo de Sarandí. Hubo manifestaciones y pú- 
blicos festejos. Mueras al Emperador y vivas h Lavalleja y á 
los orientales. 

10— El 24 de Octubre después de pedir sus pasaportes, es- 
cribía el agente bi*asiIero á su monarca anunciándole que ya 
no leerá posible permanecer en Buenos Aires y que la guerra 
con el Brasil estaba resuelta. 

De hecho lo estuvo en el espíritu de todos desde que fueron 
conocidos los últimos acontecimientos, pues el gobierno ar- 
gentino envió por intermedio do 1« s hermanos Lozica, fuertes 
sumas de dinero á la Comisión Oriental que era quien repre- 
sentaba & sus compatriotas en armas^ y gestionaba efíca2:« 



340 HISTORIA DEL URÜGUAT 



mente la cooperación del pueblo argentino, ya iniciando 
siiscriciones, ya solicitando directamente dinero del Poder 
Ejecutivo. 

Con todo, la guerra no se declaraba. El partido que optaba 
por ella hacia esfueraos inauditos para producirla. A estos 
asfuei7X)s vino á agregarse otro nuevo que no tardó en deter- 
minarla. 

11— Nos referimos á Rivadavia, que acababa de regresar de 
Europa. Este templado político, exacto en sus miras con res- 
pecto á las cuestiones internacionales, venía cegado por mil 
utopías. Entre otras traía en su mente la de formar con las 
Provincias Unidas una vasta República Unitaria, y bien 
sabia que no habría de lograrlo sin grandes oposiciones de todo 
el país, que obtaba por la Federación; por Jas ideas del viejo 
Artigas. 

Los planes de Rivadavia no eran viables en época normal; 
la guerra con el Bras»! tal vez distrajera, así lo pensó, los 
ánimos y lo dejara implantar el sistema por él acariciad(T. 

Mientras se luchara con el Imperio, en una guerra nacio- 
nal, ¿quien seria osado á producirla guerra civil, por oponerse 
á la forma de gobierno que él proyectara? Era oportuno el 
momento y creyó el mas fervoroso de los unitarios que dejan- 
do que todo su pueblo marchara á la batalla, él podría en el 
interior del país echar las bases de una organización defini- 
tiva. Asi es que se pronunció por la guerra arrastrando al 
general Las Heras y arOongreso en su determinación. Desde 
ese día ya no fué el pueblo el que la pidió sino el gobierno 
que la quiso. 

12— Tras estos hechos Buenos Aires se preparó para la gue- 
rra. El marino inglés Roberto Ramsay fué enviado i'i Europa 
con el objeto de comprar buques; el. 4 de Noviembrs García 
avisaba al Emperador qne el pueblo oriental, libre por el 
esfuerzo de sus hijos, se. declaraba parte de las Provincias 
Unidas y que estas proveerían á su defensa y seguridad com- 
prometiéndose por los medios á su alcanco, (i hacer que el 
Urasil evacuara los puntos ocupados por sus armas. Esto 
equivalía á declaración de guerra. 



\ 



VÍCTOR ARRBQUINE 341 



13— La actitud de la República Argentina fué acojida con 
vivó entusiasmo en la Banda Oriental. Poi* un raro designio 
del destino los mismos que la babian d-^jado' inerme y pos- 
trada á los pies del conquistador estranjero no tardarían en 
prestarle su ayuda generosa en la guerra contra sus opreso- 
res. El traidor Isasa, el mfi riscal Abreu y otros jefes del Bra- 
sil, pasaron las fronteras del Norte y del Este á fines de No- 
viembre, con crecido número de soldados. 

El 10 de Diciembre el Emperador decretaba la guerra h las 
Provincias Unidas ordenándose las hostilizara por mar y tie- 
rra y facultando á todos sus subditos para emprender el corso 
en todos los mares donde flameara la bandera argentina El 
21 la escuadra imperial al mando de Lobo bloqueaba á Buenos 
Aires y declaraba bloqueadas todas las costas del teri'itorio 
oriental. 

14— En la Banda Oriental la declaración de guerra no pro- 
dujo sorpresa. Lavalleja que desde fines dn Noviembre sitiaba 
áLecor desde el Cer rito, con 900 í¿aúclios, mandó al norte al 
coronel Laguna. Rivera quedaba en el Dura/.no. 

Una proclama llamando á laguerra,el 19 de Diciembre, daba 
á entender que llegaba lo hora decisiva de los supremos es- 
fuer¿os Al cerrarse el año XXV la campaña or.ental quedaba 
•onvertida en un inmenso campamento. 



342 HISTORIA DEL URUGUAY 



* CAPÍTULO LX 

(1 s » e) 

SUMARIO— 1 El gobernador Las Heras acepta la guerra 
T proclama á los orientales— 2 Digno comporta- 
miento DEL Congreso— 3 El general Rodríguez al 
frente del ejército— Desagrado de Rivera con el 

GENERAL LaVALLEJA — 4 COMBATE DEL PaNTAJÍíGSO Y 

asedio de la colonia— 5 rlvadayia sube al poder 
—Conflictos—La Jcnta de representantes— 7 Su- 
blevación EN LAS Provincias— 8 La disparidad de 

LOS ÁNIMOS trasciende AL UUUOUAY— EL PRESIDENTE 

Rivadavia desconfía de Rivera— 9 Alvear se ha- 
ce CARGO DEL EJÉRCITO— 10 La E-CUADRA ES ENCO- 
MENDADA Á Brown— 11 Campañas de Brown— 12 
Anarquía y ambiciones internas— 13 Gobierno de 
SuAREZ— 14 Ma» cha de Rivera á Buenos Aire — 

15 SUBLEVECION DE TA BaNDA ORIENTAL— 16 RlVERA 

EN Santa Fé— 17 Venida del Emperador al tea- 
tro DE LA guerra— Marcha del ejército repl^li- 

CANO AL este. 



1— El año de 1826 se inició en Buenos Aires bajo favorables 
auspicios auspicios para Ja Provincia Oriental. 

El !. o de Enero el Congreso autorizo al General Las Heras 
para responder á la guerra con la guerra y decretó el corso 
contra las naves del imperio y de los individuos que llevaran 
su bandera; el 2 puso á disposición del gobierno los ejércitos 
de la República y lo facultó para otorgar á Lavallejay Rivera 
los despachos de brigadieres; en los dias siguientes se si- 
guieron tratando los mismos asuntos, con gran contento 
del pueblo y del partido federal, que era el mas compro- 
metido con ios, orien ales. Por su parte Las Heras corius- 
pondió al general entusiasmo con ardorosas proclamas. Diri- 



VÍCTOR ABREGÜINE 343 



giéndoS9 á los orientales decía: «Ocupáis el puesto que se os 
debe de justicia: formáis la primera división del ejército na- 
cional: lleváis la vanguardia en esta í uerra sagrada. Que los 
oprimidos empiecen á esperar y que los viles opresores sientan 
luego el peso de vua^tms armas. Esa vuestra patria, tan bella 
como heroica, solo produce valientes: acordaos que sois orien- 
tales, y este nombre y esta idea os asegumrán él triunfo». 

El 3 el valiente general argentino respor*dia al decreto del 
Emperador, fechado el 10 ;de Diciembre, con una bélica pro- 
clama^ que terminaba en esta forma: i A. las armas ciudadanos! 
¡Alas arn}a.s! 

2— La paz dejaba de ser. El corso iba á tener carácter legal. 
En breve vendrían al Plata piratas de todos los mares á to- 
mar parte en esta guerra por la libertad. En breve también 
la República Argentina crearla el papel moneda para aten- 
der á los gastos qu© la c ntienda le originara; el papel mone- 
da, que sena precisamente la base do su engrandecimiento fu- 
turo. No tardé el Congreso en dar aun mayores motivos al 
entusiasmo. Los Treinta y Tres fueron declarados héroes na- 
cionales y se les decretó en ese concepto una pensión vitalicio. 

3— Los primeros pasos de la guerra fueron de poca impor- 
tancia. El ejército argentino al mando del general don Martin 
Rodríguez repasó sin gran riesgo el Uruguay el 28 de Enero y se 
situó entre el Queguay y el Guaviyú. Constaba de 1500 sol- 
dados de las tres armas y permaneció largo tiempo inactivo 
apesar de que por el Norte amagtiba sin tregua Rentos Manuel 
el derrotado del Sarandi, que ahora volvía con un buen ejér- 
cito. El brigadier Rivera disgustado con el general Lavalleja, 
por los honorfs que á este se le concedían y la oposición que á 
él se le hacía, fué de los primeros en formar parte del ejérciio 
auxiliar do Rodríguez, arrastrando en este sentido á muchos 
guerrilleros patriotas que le eran afectos Al fin la guerraába 
áser común y este paso nada tenia de estraño. Sin embargo 
fué causa de rudos ataques contra Rivem, de cuya fideli- 
dad á las armas nacionales empezaron algunos á mostrar serias 
dudas que en tales momentos solo- podían traer divisiones. 

4— El y de Febrero hubo un combate en el Pantanoso en- 

12 



344 HISTORIA DBL UUUQUAT 



tra las fuerzas d3 la plaxa filiada y las de Manuel Oribs 300 
brasileros saKdos del Cerro en la mañana de ese dia fueron 
totalmente de.shechos. La Colonia estaba sitiada también por 
los patriotas; La val lega lle^ó á ella el 11 de Mau20 coa 700 
soldados á reforzar el asedio; por el momento las operaciones 
no fueron decisivas. 

5 —Mientras esto pa.saba en la íSanda Oriental Rivadavia era 
proclamado Presidente de la República Argentina en los pri- 
meros dias de Febrero. El sistema un tario quolaba triunfan- 
te por la subida de tan ilustre como estraviado ostadi^sta. 
El 8 de Febrero, dia en que se hizo car¿?o del mando, el gran 
magistrado se apodoró del ejército de Buenos Aires que 
puso bajo la dirección de los generales Cruz y Soler; el 9 
pasaba un proyecto al Congreso, declarando á Buenos Aires 
capital de la R3pública; el 7 de Marzo quitaba al gobernador 
las Heras el mando de la provincia de Buenos Aires que en 
adelante dependería del Presidente de la Nación. 

Talos hechos sublevaron el espíritu de partido aún en pre- 
sencia de la guerra estraugori; no estaba declarada la forma 
unitaria todavía, pero ya se veía venir. Los federales se pu- 
sieron de acuerdo con los caudillos de las Provincias para com- 
batir el nuevo sistema, que era el mismo de la oligarquía direc- 
torial. Lopex en Santa Fé, Rivera en el Uruguay, y otros en 
distintas Provincias fueron vistos. Lh República Argentina 
iba (i f)resentar al mundo el espectáculo do una guerra civil en 
plena guerra nacional. 

6— La Junta de representantes déla Provincia Oriental había 
aumentado á 4 el númoro de diputados en el Congreso, por así 
haberlo dispuesto una ley de la Nación. Don Juan Fmncisco 
Giró no habia aceptado el cargo; Rivadavia, designado para él, 
antes de ser presidente, tampoco pudo aceptarlo; así es que 
mientras esti pasaba los diputados orieataloó eran los seño. es 
Campana y Sierra, (unitarios) Mateo Vidal y Manuel Moreno 
(íedeíales). 

La Junta de representantes de la Banda Oriental elevó su nú- 
mero á 40 individuos y dictó distintas leyes en el curso de muy 
cortos mese?; declaró responsables á los ministros; garantizó la 
libertad individual y se ostendióen otras medidas libérrimas, 



Víctor AkRfíGrtnKií 94á« 



asegumndola libertad de opiniones, el crecimiento de la in- 
dustria, la tranquilidad de los propietarios etc., por medio 
de leyes sueltas, que suplieran la falta de una Constitución 
provinMal en armonía con la que debía ^egi^ en las Provin- 
cias Unidas. 

7— Durante algunos días de Julio discutióse en el Cong-reso 
arg^entino la forma de gobierno que debia tener la República. 
Después de largos y violentos debates triunfó el partido uni- 
tario el 19 de ese mes. Dos diputados orientales votaron de 
acuerdo con las ideas del señor Rivadavia; un voto en contra y 
el cuarto se abstuvo. Después de este triunfo peligroso era 
dado esperar que el partido vencido en el terreno de la votación 
apelara á las armas y así fué. Hubo talvez poco patriotismo en 
obrar de ese modo en presencia de una guerra nacional; pero el 
hecho es que algunas provincias se sublevaron contra el nuevo 
sistema que afectaba al mismo fondo délas instituciones, 
echando por tierra la autonomía provincial y la ambición de 
los caudillos, que ya no serían arbitros de sus respectivas pro- 
vincias, en las que por plebiscito de sus servicios á la patria y 
de su prestigio personal llegaban fi ser los jefes supremos; los 
verdaderos jefes naturales. 

S—La división de los ciudadanos ar«?entinos y de los diputa- 
dos orientales en el Congreso trascendió al campo de la puerra. 
Lavalleja no se opuso al triunfo de los unitarios pero Rivera, 
que tenía grandes ambiciones, y se creía el jefe nato de los 
orientales, tuvo veleidades federales que dieron que desconfiar 
á Rivadavia. Ya en Mayo Rodríguez le había ordenado atacar 
á Dantos Manuel que andaba al Norte del país, pero tan poco 
empeño puso en ello Rivera que se le escapó el brasilero sin 
pelear, lo cual dio motivo á que poco faltara para que el Gene- 
ral en jefe lo sometiera á un consejo de guerra. Las intrigas 
de que era víctima el caudillo no poco influyeron en el ánimo 
del Presidente Rivadavia. Se le decía que desconfiara de él^ 
por que tenía intención de pasarse á los bra.-ileros y aun se fra- 
guaron cartas que lo pintaban como traidor. 

Algún tiempodespiies Rivadavia mandaba al General Alvear- 
homb e de su plena confianza, que se hiciera cargo del ejér- 
cito que notablemente reforaado habla bajada á principios de 



34(5 HISTOHIA DiEL URUGUaV 



Julio al Durazno, desde donde era mas factible operar venta- 
josamente contra el enemigo. 

9— El 31 de Agosto el general D. Carlos de Alvear se recibía 
del mando. Venia lleno de deseos de gloria 3'^ estaba destinado 
á alcanzar en la guerra de la independencia oriental inmar- 
cesibles laureles. 

La guerra, como se recordará, habia sido decretada por mar 
y tierra por el Emperador. Caceciendo de una escuadra regu- 
lar el gobierno argentino, se improvisó una ligera escuadri- 
lla con naves mercantes, que fué puesta á las órdenes de Gui- 
llermo Brown, el valiente irlandés, ya probado en la lucha 
contra los españoles. 

10— Brown se presentó el 14 de Enero, á la vista del pue- 
blo de Buenos Aires que se habia agolpado á los mue- 
lles, ante á las primeras naves del Imperio que se presentaron 
en sus aguas. Mas los imperiales rehusaron toda acción y fue- 
ron á ocultar su vergüenza en la Punta de Lara, donde el al- 
mirante argentino fué á pelearlos el 9 de Febrero venciéndo- 
les y obligándoles á venir á Montevideo. Brown que em un 
héroe audaz y de aventuras, persiguió varias veces con sus 
naves á las del Brasil, haciéndose dueñ^» del Rio. En esta situa- 
ción se dirigió á la. Colonia, sitiada por fuerzas de tierra, y 
allí libró un sangriento combate, el 25, obligando á un buque 
enemigo, el bergantín Real Pedro^ á irse sobre la costa- 
Aunque destruyó el Fuerte de Santa Rita y cañoneó la ciu- 
dad, su empresa le costó la pérdida del Belgrano y la muerte 
te de Cerreti, comandante del Balcarce, 

Brown se mantuvo algunos dias frente á la Colonia, has- 
ta que abui^rído de la calma á que se veía entregado ordenó 
que seis cañoneras, durante la noche del 2 de Marzo, pega- 
ran fuego á los buques que se asilaban bajo los fuegos de la 
plaza. 

Las cañoneras, siendo muy cerca de la media noche, pegaron 
fuego á una de las naves, pero sorprendidas de pronto tuvie- 
ron que embicar en la playa. 

Con noticia de lo que pasaba, el vice-almirante Lobo, se 
presentó él 6 de Marzo frente á la Colonia, y aunque disponía 
de 19 naves» no se animó á atacar al que solo contaba con U* 



Víctor AtiREGüiNÉ 34'7 



Optó mas bien por esperar la incorporación de los buques 
que vagaban por el Uruguay, y bajo los fuegos de lasfortalezas 
puso sitio á la escuadrilla de Brown, que á los pocos 
dias S9 le escapaba durante la noche por entre los islotes 
del delta é iba á aparecer al alba en Buenos Aires. 

11— Brown, como buen espíritu aventurero no se daba una 
hora de soriego, y en tanto que Lobo descuidado vigilaba las 
costas, se vino al poco tiempo á Montevideo, en cuyo puerto se 
batió con la fragata Nicteroy^ una de las mejores del imperio. 
Regresó poco después á la capital araren ti na con dos bu- 
ques menores, apresados en el camino, y desde allí, soñó con 
apresar aquella fragata, cuyo fondeadero conocía, y se hizo 
otra veza la vela, cometiendo á la 25 de Mayo^ tomarla al 
abordaje. El 27 de Marzo á la noche se situaba cerca de la 
bahía defendida por una lí^ea de buques enemigos. A la me- 
dia noche se propuso el abordaje siendo sentido, apesar de sus 
precauciones, por la Emperatriz^ que le hizo fuego. 

Se trabó un ligero combateen el que murió un jefe brasile- 
ro, opinando Brown por la retirada. 

A causa de esta sorpresa, que pudo costar cam al Brasil, vi- 
no la destitución de Lobo. En su reemplazo se nombró á James 
Nortbon, marino de mas condiciones que el depuesto y espí- 
ritu menos temeroso. 

Comprendiendo Nortlion lo que importaba vencerá Brown, 
puso desde luego sitio á Buenos Aires, librando algunos peque- 
ños combates con su competidor. E! 11 de Junio estando Brown 
anclado en los Pozos, con 11 naves se le presentó la escuadra 
enemiga compuesta de 31. Se cañonearon largo rato. Brown 
ni levó anclas. El jefe imperial, después de probar el denuedo 
del republicano, se retiró al Norte. El 29 de Julio volvieron á 
encontrarse los marinos rivales, cuando el sol se habia puesto; 
el combate fué de corta dumcion, perdiendo Northon uno de 
sus buques. El 30 volvieron á pelear. Va ias embarcaciones 
quedaron fuera de combate. La 25 de Mayo quedó destrozada 
é inservible después de 8 horas de pelea. 

El gobierno argentino habia comprado 4 viejos navios en 
Chile, quedebiau llegar en Agosto, y por evitar una sorpresa 
cometió á Brown ol encargo de recibirlos en el camino. Los 



ji*: 



348 HISTORIA í)Ht ÜBUGUaY 



buques se perdieron al querer cruzar el Estrecho, y el almi- 
rante, de acuerdo con sus impulsos aventureros, lejos de que- 
dar en el Plata pasó á incomodar el Brasil, presentándose el 
20 do Noviembre frente íi Río Janeiro, donde se dejó estar tres 
dias. Pasó enseguida á incomodar á Rio Grande, regresando 
recien á fines de de Diciembre después de api^sar 14 naves 
con bandera imperial. 

Antes de terminar el año emprendió todavía algunas opera- 
ciones marítimas, sóbrela escuadrilla brasilera que navegaba 
ei Uruguay, y cuentan que al bajar á Buenos Aires recibió 
una ovación digna de los héroes antiguos. 

12— Lavalleja, el héroe de Saraudí, el temerario prisionero 
de 1818, tenia una ambición desmedida de poder, aunque 
afectaba menospreciarlo á cada paso. 

Su émulo Rivera no co recia de esa misma ambición, por 
mas que la ocultara con mayores reservas. Ambos contaban 
prosélitos en las filas del pueblo y el ejército, y empezaban (i 
ser rivales, pues ambos á la vez no podían llegar á la cúspide 
del mando. Los dos caudillos, igualmente populares, no ce- 
jaban de sus pretensiones. Lavalleja en ejercicio del Ejecu- 
tivo y Rivera acusado de traición á la pati'ia, amenazaban 
hacer peligrar la causa nacional, comprometida en la guerra. 

El primero habia reasumido el poder el 7 de Abril y 
aunque era muy necesaria su presencia en los campos de 
batalla, frente al enemigo, le habia tomado tal cariño que 
la Junta de representantes hubo de decretar y decretó, el 5 
do Julio, que delegara la gobernación en D. Joaquín Suarez 
y pasara {i ocupar su puesto en la contienda, que era dondo 
hacía falta. 

13 Suarez desde el instante en que so hizo cargo del man- 
do, íi lo que no so opuso Lavalleja por no ver en él un rival 
decidido, se preocupó seriamente de organizar y regularizar 
lo marcha de la cosa pública. El Gobierno tenia su asierjto ou 
Canelones y sus miembros, para evitar sorpresas de los por- 
tugueses, qje siempre se temían, pernoctaban en Jos montes 
y pajonales para volver de mañana á la población. 

Suarez, que poseía cualidades de gobernante, celoso y seve- 
1*0, If^jos de enti^egarse á la ostentación ruiLbosa hacia él mi.s- 



VÍCTOR AKRBGUINB 349 



Tiio el servicio de patrullas por la noche en los suburbios de 
Canelones, y ejercía sus funciones con un desinterés gran- 
de y verdadero. 

El gobierno de entonces, pobre, sin recursos, hacia merito- 
rios esfuerzos por mejorar la situación del país y darle re- 
glas fijas que determinaran la conducta de todos. 

Uno de sus actos de mas alcance fué la abolición de los 
Cabildos y la división de los Departamentos existentes, que 
emn nueve, en cuarteles. En cada cuartel había un alcalde, 
y en cada Departamento un comisario cuando menos, depen- 
diendo unos y otros del Poder Ejecutivo. Se organizó al mis- 
mo tiempo la administración de Justicia, representada por 
jueces de paz, tres letrados y un t'ibunal. 

14— Rivadavia en la República Argentina no habia com- 
prendido su misión. El partido federal, vencido en el terreno 
del voto por una mayoría ilustrada, se dio luego *á pertui- 
bar las Provincias, sembrando en ellas animosidades contra 
el Presidente. 

En la Banda Oriental muchos fueron los consultados. Rivera 
parece que no se mostró desafecto á la oposición, motivo por 
el cual fué llamado á Buenos x\ir-^s, donde llegó el 24 de 
Julio, conferenciando enseguida con Rivadavia, que lo auxi- 
lió con dinero y lo creyó decidido adalid do su política, según 
lo que Rivera le dijo. 

En tierra estrangera no supo el caudillo desplegar todas sus 
dotes de astucia. Se mostraba leal al Presidente y por otra 
parte asistía á reuniones federales. En una de las mas sona- 
das, que fué un banquete dado en casa de don Pascual Costa, 
al llegar el momeóte de los brindis, el comandante don Juan 
Manuel de Rosas, que no estaba muy en sus cabales, ponién- 
dose en pif^, llamó la atención de las señoras y caballeros pre- 
sentes, pidiéndoles permiso para formular uno, y en seguida 
alzando la copa en medio de la fiesta gritó: ^¡Bebo á la salud 
del gaucho Riveral» Al salir del banquete ambos se mostraron 
muy camaradas, Rosas por atraerlo y Rivera por cortesía. Mas 
de un leader del federalismo quiso esplotar la presencia de Ri- 
vera en Buenos Aires y entró con él en relaciones, por cuyo 



350 HISTORIA DBL UBUGUAY 



motivo Rivadavia dio orden de prisión contra el caudillo, que 
la supo y trató de ponerse á cubierto delasulterioridades. 

15— Los parciales de Rivera en la Banda Oriental al saber que 
su jefe era objeto de sospechas en Bjenos Aires, se pronuncia- 
ron por la revolución. 

Hubo distintos estallidos en los campos á fines de Agosto. El 
descontento era grande. La presencia de Alvear al frente de la 
guerra no podia ,ser simpática á la mayoría dó Jos orientales. 

La causa nacional estaba amenazada por í a discordia de ca- 
sa. Pero Alvear consiguió allanar el camino. Tomó presos á 
los primeros cabecillas del riverismo, entre otros á Bernabé Ri- 
vera y á Felipe Caballero; encargó de la persecución de los gru- 
pos sueltos al coronel Laguna, y después de muchos arrestos y 
algunos fusilamientos quedó el país pacificado al promediar 
Setiembre. 

16— El 14 de Setiembre Rivadavia ordenaba públicamente 
la prisión del brigadier Rivera; pero este ya estaba en Santa 
Fé, donde gobernaba López, el gaucJii-yolitíco de la Conven- 
ción del Pila»', que no miraba bien los proyectos unitarios del 
Presidente. 

Antes de avistarse con este gobernador, Rivem pasó gran- 
des trabajos. Habia huido de Buenos Aires, con JiOCO pesos 
que le prestara Rosas, en compañia de un mulato Luna, su 
mas fiel amigo. El dinero se le acabó pronto, y como al llegar 
k Santa Fé no le quedara ni un peso, cuentan que Luna se 
vendió como esclavo para auxiliar con el dinero de su sacrifi- 
cio á su general, que en adelante lo trató como k un hermano 
y en sus épocas de triunfo le dispensó todo su favor. 

Cuentan también que vagando en poblaciones del Paraná, 
llegó un chasque con una orden para la autoridad del lugar, 
mandando que se prondiee ó se matara á Rivera, y que no sa- 
biendo leer el alcalde, ni el chasque tampoco, se dio á leer el 
oficio á un cura, que saIvó al caudillo oriental avisándole el 
serio peligro que corría. 

Rivera encontró ayuda en López, y esto lo libró de caeren las 
mauosde los agentes del gobierno, que lo emplazó para respon- 
der en juicio público á los cargos de alta traición, y conni- 
vencias con el Brasil contra él formulados. Como era natura 



VÍCTOR ARREGUINE 35 1 



no concurrió al llamamiento, limitándose á publicar en O tu- 
hreuna carta aclaratoria de su conducta, que no fué tenida en 
cuenta. 

En ese mismo mes, por influencias de Alvear, Suarez y 
Lavalleja, la Junta de Representantes de la Banda Oriental 
condenó públicamente la actitud del caudillo, que poco des- 
pués era infamado por el gobierno argentino con la tacha de 
traidor á la patria. 

17— Después de pacificada la Banda Oriental,'movió elgene* 
ral Alvear sus fuerzas, que hablan acampado en Quinteros» 
hacia el Durazno, donde las organizó y esperó por largo espa- 
cio nuevos contingentes. 

A poco le llegó el general Soler de Buenos Aires y Lavelleja 
marchó á Entre Rios, á recabar el concurso de las Provincias, 
que no dio grandes resultados. Este brigadier regresó en Di- 
ciembre, cuando ya el ejército estaba pronto y se disponía á 
marchar al Brasil. El Emperador en persona habia venido al 
teatro de la guerra. Desdo el 2 de Diciembre se encontraba en 
él organizando sus ti'opas, cuya dirección confió al marqués 
deBarbacena, general espenmentado y temido. Los indepen- 
dientes contarían unos 7000 hombres. 9000 los imperiales; da 
estos un cuadro de 3000 alemanes probados en las guerras de 
Europa, en las campañas contra Napoleón. 

La venida del Emperador h Rio Grande produjo una gran 
conmoción en los ánimos. El Presidente Rivadavia, el Congre- 
so y el general Lavalleja, imploraron la unión en aquellas 
horas solemnes, para hacer frente al enemigo común. Alvear 
por su parte .se dispuso á invadir el Brasil y presentar bata- 
lla á los elementos reunidos en la frontera. 

Precipitando un gran choque de armas, creía con sobrada 
razón que se evitaría la derrota, pues á dejar correr el tiem- 
po y penetral' á los brasileros en la Banda Oriental, no evita- 
ría la incorporación de todos sus elementos de guerra, que 
era lo que debia evitar. A no invadir el Brasil, éste en dos ó 
tres meses formaría con los cuerpos del Sud un ejército 
de mas de 20,0C0 soldados. 

Batirlos cuanto antes, precisamente en su propio país, era 
lina solución salvadora. 



35á HlBtOUlA DEL URUGUAT 



El ejército patriota que había sido organizado en el Arroyo 
Grande, se encont:'(3 pronto para emprender marcha el 25 de 
Diciembre. Alveario dividió en tres divisiones. La priraem al 
mando de Lavalleja, formaba la vanguardia y contaba cou 
numerosos jefes y capitanes orientales; la segunda, ó centro, 
era mandada porAlvear y se componía de 4 regimientos de 
(jinetes, un escuadrón de coraceros y un cuerpo do niiiicias 
de la Colonia; la t rcora obedecía (i Soler v constaba de 8 
cuerpos de tropa, entie otros un- regimiento de artillería 
ligera. 

El mismo dia 25 proclamó Alvear á los orientales con su 
frase de fuego vibrante de entusiasmo y los hizo poner eii 
mai'cba; el 26 se movió la segunda división desde el Arroyo 
Grande, con rumbo á Porongos; el 28 la tercera se ponia en 
movimiento. La intención de Alvear consistia en marchar 
por campos desiertos en dirección al enemigo, sin ser sentido 
por éste. Asi lo ejecutó costeando el Rio Negro, cuyas frondo- 
sas márgenes servían de albergue á los patriotas después de 
las marchas diarias que hacían buscando la frontera del Bra- 
sil y la presencia de su ejército. 



VÍCTOR AREBQUINB 353 



CAPITULO LXI 

SUMARIO -1 El ejército republicano invade el Bliasil— 
2 Toma de Bagí; por los republicanos— 3 El mar- 
qués DE Barbacena organiza su ejército— 4 J^RI- 

MEROS TRIUNFOS DE LOS L\DEPENDIENTES —5 ALVEAR 
• SE FINGE fugitivo— 6 PrELIMINAVES DE B>\g;ALLA— 

7 Ituzaingó— 8 Retirada de los lmp£Rialista$ - 

Los patriotas SE DIRIJEN L CORRALES —9 NUEVAS 
VICTORIAS — 10 LeCOR se HACE CARGO DEL EJÉRCITO 

B íASiLERO— 1 1 Nuevos triunfos— Tentativas inú- 
tiles PARA AUMENTAR EL EJÉRCITO— 12 CAMPAÑAS NA- 
VALES DEL Almiraííte Brown— Los corsalhos. 



1 Las tres divisiones del ejército patriota hicieron sus mar- 
chas á través de froadosidades y campos arrasados por el in- 
cendio de los pastos, bajo un sol de fuego. El 4 de Enoi'o toilas 
tres repasaban el Rio Negro y dos d as mas tarde se situaban 
en las inmediaciones del arroyo Malo, do donde siguió Alvear 
con dirección á Tacuarembó. El' 14 llegó á este punto, procla- 
mó á sus soldados y se internó en el Brasil por la tarde. El 19 
llegó á las orillas de la laguna Paracayá, campando en la ca- 
ña !a del Aceguá y dispersando las primeras avanzadas del ene- 
migo, que tenía la suma de sus fuerzas en Santa Ana do Libra- 
mento. El Emperador hacía días que había marchado á Rio 
Janeiro, con motivo de la muerte de su esposa recientemente 
acaecida; los generales del Imperio se llevaban mal entre sí; el 
marqués de Barbacena, que desde el l.<* de Enero se hiciera 
cargo del ejército no contaba en él con gran prestigio. 

Todo presa.2:iaba su derrota apesar de sus mejores armas y 
sus aguerridos soldados. 

2 La primera maniobra del de Barbacena al tener noticia de 
la invasión, fué dirigirse al S. E. buscando incorporarse al Ma- 



854 HISTORIA DBL ÜBUGUAY 



riscal Browa, jefe de los artilleros alemanes, que se enconti'aba 
en las cercanías de Yagruaron, é impedir que Alvear se apode- 
rara de Bagé, centro de las comunicaciones con la Provincia de 
Rio Grande y almacén del ejército imperialista. 

Puestos en movimiento los dos cuerpos de tropas enemigras, 
en dii*eccion al centro de los recursos brasileros, Alvear ganó 
de mano al marqués. El 23 de Enero Lavalleja se apoderó de la 
población con lOD hombres; el 24 se aproximó el general en jefe 
de los republicanos; el 25 y 26 situó su ejército en las cercanías 
del pueblo, que hab'a sido abandonado. Lavalleja lo entró á 
saco apoderándose de $ 300.000 en comestibles del ejército ene- 
migo y del comercio particular. 

3— Frustrada la primera intención del marqués, no le que- 
daba otro recurso que unirse á la. brillante columna de Brown, 
sino quería ser deshecho en el primer encuentro. Alvear quiso 
impedir que ambos ejércitos se juntaran pero le fué imposi- 
ble. Una vez lejos de un ataque formal organizó el. marqués 
sus tropas en dos divisiones al mando de los brigadieres Barreto 
Pereira Pinto y Juan Crisóstomo Callado, confiriendo al maris- 
cal Brown la jefatura del Estado Mayor. 

4— Puesto en pié de batalla el numeroso ejército imperial, 
el marqués mandó algunas caballerías en observación del re- 
publicano, que siguió sus marchas al Norte buscando terreno 
aparente para resistir con ventaja. Zufriateguy, desprendido 
de las filas republicanas, se apoderó el 8 de Febrero de San 
Gabriel, apresando 7 carretas cargadas do armas. Al dia si- 
guiente Servando Gómez arreaba 6,000 caballos; el 13 La- 
valle batía con éxito en Bacacay las caballerías de Bentos 
Goníjalvez; el 16 triunfaba Mansilla en el Ombií, sobre una 
columna al mando de Bentos Manuel Riveiro. 

5— Alvear afoctaba una fuga hacia el Norte, con el objeto 
de cansar el ejército imperial y buscar terreno aparente. 
Desde el 5 de Febrero hasta el 17 Barbacena se empeñó 
en una marcha forzada que suponía persecución. Por el ca- 
mino proclamaba sus tropas prometiéndoles ir victorioso 
bástalas puertas de Buenos Aires Algunas carretas abando- 
nadas por Alvear en el trayecto, con partes en que se reducía 
de intento la fuerza republicana á 4000 hombres» le persuadiaa 



VÍCTOR ARREGUINB * 355 



mas y mas en la creencia de que sus enemigos estaban entre- 
gados á una fuga espantosa. Pero bien sabia Alvear el porqué 
de esta retirada aparente. Verdadero general, desarrollaba un 
plan estratéj ico ingenioso, que el otro era incapaz de valorar 
en la convicción de que iba á la caza do soldados en desorden, 
amedrentados y sin disposición de entmr en lucha. 

6— Al llegar al arroyo Oacikey, afluente del Santa Maria, se 
detuvo. Sus fuerzas eran casi todas de caballeria. Los enemigos 
superiores en número contaban con infantes y artilleros de 
primer orden, á quienes solo una posición ventajosa podia 
desbaratar en franca pelea. 

Al estar separados ambos ejércitos por dos leguas de campo, 
ell8 de Febrero, Alvear mandó tomar un paso del Rio de Santa 
Maria, hecho quequiso impedir el jefe imperial sin conseguirlo. 

El 19 los dos enemigos se encontriiban á la vista, dominando 
los independientes la llanura de Ituzaingó, destinada desde 
aquella hora á figurar en los anales de la gloria. 

Al caer la tarde del 19 Alvear dispuso una retirada ficticia 
haciendo cruzar el Santa Maiia en el paso del Rosario por algu- 
nos ginetes y carretas. Dejó que se le escapara una veintena 
de prisioneros, que llevaron al enemigóla noticia de la supues- 
ta retirad», con lo cual Barbacena ordenó, antes del alba del 20, 
que la persecución continuase, precisamente cuando el gene- 
ral republicano tendía su línea de batalla, sobre las márgenes 
del ltuzaingó,en un inmenso potrero, hermoso paraje para las 
maniobras de la caballería, que era toda su fuerza. 

7— Al salir el sol se dispusieron (i la batalla y después de un 
débil tiroteo se trabaron en una pelea encarnizadísima, en la 
que se alternaban las detonaciones de la ñimosa artillería ale- 
mana y las desesperadas cargas de ginetes heroicos que por 
largas horas chocaron con un desenfrenado valor. 

La batalla duró mas de seis horas. Varias veces las cargas de 
caballeria fueron repelidas á cañonazos por el cuadro de 
alemanes, que era el mas temido y aquel hacia el cual con- 
verjían todos los esfuerzos. Manuel Oribe, en uno de sus ata- 
ques al enemigo, viendo retroceder al cuerpo de caballeí ía que 
mandaba, sobajó del caballo y arrancándose las charreteras do 



356 • mSTOBlÁ DBL URUOUAT 



Jefe las pisoteó, gritando á los suyos que para mandar á co- 
bardes no las precisaba y que moriría solo en la batalla. 

Tal rasgo de heroísmo corrió por las filas patrióticas como 
un ñuído eléctrico enardeciendo á los independientes, que á 
ponchazos acudían á apag'ar las bocas de fuego Brandzen, uno 
de los héroes republicanos de esta jornada, cayó muerto en 
una carga que se le mandó llevar á la artillería bajo una llu- 
via de metralla; el comandante Bisary rodó también confundi- 
do con sus bravos g'inetes en aquel campo de muerte y de glo- 
ria. Lavalleja, que había iniciado la batalla contra las órdenes 
de Alvear, que quería dar ese honor á Paz y Soler, Lizo prodi- 
gios de valor. Cada hombre era un héroe en a«^uellas arreme- 
tidas espantosas, donde las lanzas chocaban con furores de in- 
fierno y la metralla llovía. A las 6 horas largas de pelea la 
artillería alemana quedaba deshecha, sus baterías tomadas, 
sus banderas en girones, sus valientes tendidos en filas de ca- 
dáveres. 

La victoria se pronunciaba por las independientes. 1203 
muertos dejaba el enemigo en el campo. El mariscal Abreu 
entre ellos. Algunos centenares de prisioneros, bagajes, im- 
prenta, banderas imperiales, todo quedaba en poder de los 
ven e lores, íi quienes mas tarde la patria dedicaría los cordo- 
n' s de I fcuzaingó en acción de gracias. Esta batalla que por 
su importancia se podría comparar con las mas famosas que se 
libraron en el ontinente americano contra los españoles, de- 
jaba al Imperio postrado. La persecución del enemigo duró 
toda la noche. Uno de ios inci lentes de la acción fué el in- 
ctndiodeun pajonal que flanqueaba al cuadro do alemanes 
durante la lucha. 

Los patriotas aprovecharon este hecho intencional y sacaron 
de él gran provecho, por cuanto contribuyó á producir la con* 
fusión y el desorden en los enemigos El general imperialista 
al dar cuenta á su gobierno de su derrota afirmaba quela bata- 
lla habid durado 11 horas Verdaderamente la acción se empe- 
ñó de un modo recio y con caract res dj batalla después de 
largos preliminares. El fuego fué de todo el dia; pero el encar- 
nizamiento y la disputa cuerpo á cuerpo déla victoria no al- 
canzó á 7 horas. 



VÍCTOR AUREGtJINE 357 



8— Después de la batalla en la que Alvear tomó efectos 
por valor de algunos cientos de miles de pesos, los brasileros se 
retiraron al Norte, formados en cuadro, mientras los indepen- 
dientes se dirijian á Cori-aies con el fin de tomar un largo 
reposo, necesario á hombres que liaban marchado mas de 4 
leguas sin descanso. 

9 -El pens:ímiento de Alvear estaba puesto en la conquista 
de Rio Grande, pam io cual pidió sin éxito el concurso de su 
gobierno. Los orientales habían contribuido con tres ó cuatro 
mil hombres para aquella campaña y nada podían hacer ya 
en obsequio de las miras de Alvear. Rivadavia bástanle tmba- 
jo tenia con dominar á las Provincias entregadas á la anarquía 
y tampoco le era posible socorrer al vencedor, que abrió la 
segunda campaña contra el Imperio á mediados de Abril. En 
pocos dias se apoderó de Bagá y sus cercanías, atacando el 23 á 
Barrete, Bentos Manuel y Bentos Gon(jalvez, que se encontra- 
ban sobre el Camacu;:\ con 1600 ginetes. Las di vi iones do Lava- 
He, Zufriateguy y Oribe, como asimismo un c jerpo mandado 
por Jorge Pacheco y 300 de caballería á las órdenes del briga- 
dier Lavalleja, consiguieron la mas completa victoria. Alvear, 
que mandaba la acción ponderó mucho el valor do los 
orientales. Los brasileros dejaron sobre los campos'del Cama- 
cuA, algunos centenares de muertos, prisioneros y heridos. 

Ganada esta acción Alvear se vino á Cerro Largo, donde 
estableció cuarteles de invierno. Una gran deserción se producía 
en'sus filas, motivada por la enemistad que profesaba á La- 
valleja. 

10— El L° de Mayo el general L cor, ya vizconde de la Lagu- 
na, reemplazó al marqués de Barbacena en el comando del 
ejército imperial, dejando la presidencia de la Provincia Gis- 
platina á García Zúñiga, barón de Vila-Villa, que consiguió 
apoderarse «leMaldonado por asalto el 17 de ese mes. 

11— Aún el ejército de operaciones obtuvo en los últimos 
días de Mayo algunos triunfos sobre el traidor Isasa y Tu a 
Teodoro, pasando enseguida á ocupar sus carpas de invierno; 
aún.Soler, general de armas de la P'mvincia, proclamó al pueblo 
y ofreció á cada pasado de la guarnición de Montevideo $ 100, y 
Joaquín Suarez delegó el gobierno en su ministro Giró, sa- 



3.58 HISTORIA DEL URUGUAY 



liendo á camparía en busca de soldados. Todo fué en vano. No 
había mas homlM-es que sirvieran. Hasta los. muchachos esta- 
ban en la guerra. 

12— No solo Qn tierra firme vencían las armas republicanas. 
Brown, á quien correspondía el mando de las fuerzas navales, 
había librado con éxito la acción del Juncal cerca de Nueva 
Palmira, el 9 de Febrero, rindiendo 4 naves y al comandante 
Sena Pereira Tras esta victoria sobrevino la desorganización 
de una parte de la escuadra, apunto de entregarse espontánea- 
mente prisionei'os á las autoridades de Gualeguaychú, con 5 
buques, hasta 500 marineros. Algunas naves hablan sido 
incendiadas. Brown después de esta campaña regresó á 
Buenos Aires, siendo recibido en triunfo. En las calles de 
la capital solevantaron arcos triunfales ostentando el retrato 
del valiente marino, los de Alvear, Lavalleja y otros héroes de 
la Kepública. En dos combates navales sucesivos el de Quil- 
mes (24 de Febrero) y el de Patagones (21 de Febrero) Browa 
consiguió vencer á los imperiales, siendo á su regi*eso á la 
ciudad festejado y victoreado por el pueblo, que después de 
desprender los caballos condujo por las calles el carruage 
del vencedor. 

La noticia de la victoriade Ituzaingó produjo en Buenos Ai- 
ros los mas vivos trasportes de ale^^ria. Sj le dio ese nombre á 
una nave del Estado y se realizaron grandes festejos. Música, 
repiques, salvas, bailes, banquetes y manifestaciones popula- 
res, fueron la demostración del j vi hilo ardoroso de aquellos dias 
de gloria para las armas republicanas. 

Brown no contento con sus recientes proezas quiso alcanzar 
otras mayores, para lo cual salió de Buenos Aires el 6 de 
Abril. 

En la noche dos bergantines de su pequeña armada, que 
solo contaba además de ellos con la lancha Con^resa y 
la goleta Sara7¿di, encallaron en la Punta de Santiago donde 
al amanecer del 7 se presentó la escuadra enemiga compuestí\ 
de 22 buques. La batalla naval duró dos dias muriendo casi to- 
dos los valientes marinos de los barcos patriotas. Un bergantín 
fue quemado; el otro quedó hecho astillas. La escuadm impe- 
rial, apesar de su triunfo sufrió descalabros muy serios. El 



VÍCTOR ARREGÜINE 359 



almimnte, gracias ala intrepidez que lo distinguía, consij^uió 
romper la línea enemiga y volver al puarto de Buenos Aires el 
9, con la noticia de su gloriosa derrota. 

Los hechos- posteriores do ambas escuadras, no tuvieron gran 
importancia en el resto del año. El corso fué lo quemas perju- 
dicó al enemigo, pues llegó á apresar cuanto buque mercante 
navegaba los mares con bandera del Imperio. 



CAPÍTULO LXII 

SUMARIO— Anarquía argentina— 2 Rivadavia opta por la 

PAZ MEDL\NTE LA RESTITUCIÓN DE LA PkOVINCIA ORIEN- 
TAL Ó SU Independencl\ 3 El enviado García trai- 
ciona Á LA República— 4 El Gobierno y el pueblo 

REPRT^EBAN SU PROCEDER Y RECHAZAN LA PAZ— CaE 
RlVADA,VIA-5 El. PUEBLO ORIENTAL SE ADHIE«E AL 
TRIUNFO DEL FEDERALISMO - 6 TRABAJOS DEL GOBEll- 
NADOR SUAREZ Y LA JUNTA DE REPRESENTANTES— 7 El 
PRESUPUESTO GENERAL DE GASTOS EN 1827 - 8 ORGANI- 
ZACIÓN juDici A L — Policía - Instrucci ^ n pública- 
9 Conflictos entre Lavalleja y las autoridades 
CIVILES- 10 Lavalleja y Suarez-11 Proceder ar- 
bitrario DE Lavalleja y actitud de las autorida- 
des civiles— 12 Nuevos conflictos— 13 Deposición 

DE LAS autoridades CIVILES — 14 DICTADURA EE 

Lavalleja. 



1— La victoria de Ituzainióy los triunfos casi simultá- 
neos de la escnadrilla argentina si bien dejaron h Rivadavia en 
condiciones de entrar en arreg^los pacíficos con el Brasil no 
consolidaron su poder bamboleante ni calmaron la oposición 
apasionada y sin cuartel que se le hacía. Unas Provincias 
aceptaban la constitución unitaria, otras se oponían á ella y 



seo HISTORIA DEL URUGUAY 



se alzaban on guerra, sin que la presencia de los grandes peli- 
gros nacionales apagara la anarquía que cual devorador in- 
cendio se mostraba en toda la República. 

En medio de sus utopías unitarias em Rivadatia un espíritu 
demasiado serio y profundo para no comprender la gravedad 
de su situación. La paz con el estran;?9ro se imponía. Después 
de todo la misma Provincia Oriental daba evidentes pruebas 
deque ni á brasileros ni á argentinos quería pertenecer. La- 
valleja andaba enemistado con Alvear; Rivera podía de 
una á otra hora aliarse al brigadier oriental, su antiguo amigo^ 
y emprender con él la guerra contra el Imperio sin el concurso 
argentino y desconocer al Pi esidente. 

La sola Buenos Aires no podía costear un ejt^rcito en esa 
lucha que llevaba dos años; el país se desorganizaba; la misma 
capital ofrecía el aspecto de la ciudad parti a del Dante, con 
sus bandos enérgicamente opuestos. 

2— Quiso pues Rivadavia, en vista de tan graves inconve. 
mentes, dar una solución decorosa á la insostenible situación 
que la anarquía interna y la guerra esterior crearan á su país, 
y comisionó el 19 de Abril ádon Manuel José García, en el ca- 
rácter do Ministro Pleaipotentíiario, para tratar la paz con el 
I'iiperio bajo condiciones honrosas. El Brasil restituirla la 
Provincia Oriental á la República, ó en su defecto convendría 
en que dicha Provincia se erijiese en un Estado independiente, 
con facultad de darse las formas institucionales que á sus habi- 
tantes agradaran. 

3— Con estas instrucciones partió el enviado en momentos 
difíciles para un avenimiento en esa forma. Cuando llegó á 
Rio Janeiro el Emperador acababa de declarar en pleno Con- 
greso que la guerra no debía terminar hasta que la Argen- 
tina no desocupara el territorio en disputa y renunciara á sus 
pretensiones dejando que permaneciera unido al Imperio. 

García que no poseía grandes dotes políticas entró en arre- 
glos con la Córl^e y, violando las instrucciones que se le dieron, 
estipuló y firmó el 24 de Mayo uca Convención pi*eliminar de 
paz, por la que se reconocía la integridad del Brasil y su dere- 
cho ala Banda Oriental, que seguiría formando parte del Im- 
perio. Aunque también se le había ordenado que el tratado 



Víctor ARHBauíNB 861 



de paz se realizam con la condición de que las partes belige- 
rantes DO reclamarían compensación alguna por los gastos de 
la guerra, convino en que las Provincias Unidas paga' ían el 
valor de las presas hechas por los corsai-ios cometiendo actos de 
piratería. El Plata seria libremente navegable á ambas na- 
ciones por espacio de 15 años. 

4— El 20 de Junio volvió García á Buenos Aires con el igno- 
minioso tratado. El gobierno lo desaprobó á los pocos días, 
por medio de un decreto y todos los partidos lo condenaron 
virilmente como una traición á ]a patria. 

Este hecho implicaba la continuación do la guerra y Ri- 
vadavia, comprendiendo que su pi*esencia en el poder sería 
un obstáculo á la pacificación del país y que las Provincias 
se mancomunarían en un idéntico propósito, elevó renuncia 
el 27 de Junio y el 28 pi*oclamó á los pueblos haciéndoles 
ver cuan peligrosa era la anarquía frente al enemigo común 
y exhortándolos á que unidos patrióticamente opusieran sus 
brios al Imperio. 

El 30 fué aceptada la renuncia y el régimen fedeml que era 
lo que los pueblos anhelaban volvió á quedar triunfante. El 5 de 
Julio fué elevado á la primera magistratum el Or. Ü. Vicente 
López; el 13 se i-elevó al general Alveardel puesto que ocupaba 
en el ejército de operaciones en el Uruguay, nombrándose en 
su lugar á Lavalleja que se encontraba en Buenos Aires; á fines 
de Agosto D. Manuel Dorreí?o asumía la presidencia provi.soria 
del país, en sustitución de López, y la dirección de la guerra. 

5— La Provincia Oriental había aceptado el 19 de Marzo la 
Constitución unitaria, por el órgano desús representantes, pero 
no todo el pueblo ni los ciudadanos en armas la aceptaron. Así 
es que, tras el vuelco sufrido por el unitarismo la reacción de 
los espíritus conciliadores no se hizo esperar y la voluntad de 
los federalistas se manifestó con entusiasmo. 

En todo el curso dw Setiembre la leí?istalura oriental autori- 
zó al Ejecutivo de la Kacion para celebrar tratados de paz y 
alianza con las naciones americanas, con el fin de continuar 
la guerra, negociación de empréstitos, etc., reservándose el de- 
recho de aprobarlos ó desaprobarlos. 

Q— Mientras tales cosas pasaban en la República Argentina 



862 HISTORIA DBL URUGUAt 



-M- 



el gobernador Suai*ez y la Junta de Representantes se dedica* 
ban á organizar el régimen político y administrativo de la 
Provincia preparando el terreno á la factura nacionalidad. 
Suarez era ante todo un patriota bien intencionado. Al produ- 
cirse el estallido de Abtil, en el año XXV dio toda su fortuna 
ái la patria, y ahora en el ejercicio del poder supremo de la Pro- 
vincia le consagraba su buena voluntad por completo, implan^ 
tando todas aquellas reformas y medidas que su perfecto senti- 
do práctico le sugería. No se distinguía por el biillo de ideas 
atrevidas, ni por el ardor de la palabra: pero su índole, su 
enérgico carácter, su desinterés, su lealtad, su abnegación, sus 
miras no muy sagaces, pero sí muy austems, hacían de él un 
verdadero estadista y un repúblico que parecía modelado en la 
forma de los mas perfectos ejemplares humanos. 

Durante lo.^ primeros meses de 1827 el gobernador Suarez y 
la legislatura dictaron medidas tendentes fi hacer lo mas 
amplia posible la libertad individual y á normalizar las fun- 
ciones públicas 

Se aseguró la propiedad, se nombraron jueces letrados para 
los departamentos que estaban en poder de los patriotas: se 
estableció una fiscalía; se legisló sobre escribanías públicas: 
se instauró un tribunal de apelaciones, y á estas reformas se 
añadieron otras como ser la re:ílamentacion del servicio poli- 
cial, de cárceles y derecho de libre tránsito. 

7— La subsistencia de los poderes públicos demandaba re- 
cursos que era menester searbitrasen. En ese sentido se crearon 
5 clases de patentes, de 10 á 60 pesos: un impuesto de cuatro 
reales por res que se faenara; el impuesto de g'uías de campa- 
ña, que pagarían los troperos, conductores de frutos del país 
y comerciantes ambulantes; asimismo se ñjó la contribución 
directa, (10 de Abril) que grababa al comercio, á la hacienda, á 
los labradores y al capital consignado. 

El Presupuesta» de gastos déla Provincia, sumamente econó- 
mico, pues no llegaba á 140.000 pesos anuales, se distribuyó 
en esta forma: 

Gobernación: $ 3.808. 

Legislatura: $ 5.300. 

Ministerio de Gobierno: $ 6.700, 



VÍCTOR ARBBGUINB 363 



Magislrntura; $ 29.460. 

Policía y cárceles: $ 62.408. 

Instrucción Pública: $ 10.800. 

Ministerio de Hacienda y Contaduría: $ 8400. 

Imprenta: $ 2.880. 

Gastos ínili tares: $ 1.080. 

Pensiones: $ 600. 

Gastos extraordinarios: $ 6844. (1) 

8— Tres puntos llamaban especialmente la atención del po- 
der público: la regularizacion de la justicia, la buena policia y 
la difusión de la enseñanza. A ellos Suarez, que en punto á 
la administración de dinero tenía ideas á loBenjamin Franklio, 
consagró su atención y gran parte de sus esfuerzos. Desde 
luego la abundancia de magistrados judiciales bien remune- 
rados, según la cortedad de los recursos de que era posible 
disponer, aseguraría la distribución equitativa, rápida y ba- 
rata de la justicia; la policía bien paga, y el servicio de cár- 
celes mas ó menos perfecto, pero organizado y reglamentado al 
fin, serían un complemento de aquella intención y seguridad 
de los vecinos pacíficos; en cuanto á la enseñanza, no menos 
sensibles iban á ser sus beneficios para el porvenir en un país 
que no había tenido tiempo de enseñar á sus hijos, ni medios, 
ni oportunidad. 

La criminalidad y delicuencia eran grandes. El estado de 
guerra en que la Provincia se veía envuelta desde 16 años 
atrás; la ignorancia de la población campesina; la propia ín- 
dole del paisano, eran fuentes de crímenes y delitos persis- 
tentes. En las selvas y en el despoblado abundaban los ma- 
treros; el juego y las riñas en las pulperías de los campos, y 
aúnenlas poblaciones, se sucedían con harta frecuencia. Era 
menester poner un dique al vicio y á la costumbre pervertida 
de muchos, 3^ no de otra forma sino creando un amplio poder 
judicial, una política regular y una cárcel en que purgaran 
sus faltas los viles ó enviciados, se evitarían ó castigarían 



(l) Fi'vinchcQ A. Bevvíx^BosqueJo Histórico de la RepúOlico. Oriental 
del Uruffuai/. 



864 HISTORIA DEL URUGUAY 



crimenes, atropellos y violencias, penados espresamente por 
la legislación adventicia implantada al efecto, mientras no 
se hicieran al respecto trabajos mas duraderos y eficaces. 

La instrucción seria realmente la base del adelanto moral del 
país. Casi nadie sabia leer en él. Hombres llenos de g'luria, 
apenas sabian poner su firma al pié de un documento; haba 
quienes ganaban un salario por escribir una carta ó estender 
un simple contrato de compra venta ó un recibo. 

Desde el apogeo de Artigas, que hiciera generosos esfuerzos 
por ilustrar á su pueblo, al que deseaba ver tan ilustrado co- 
mo valiente, no se habla vuelto á pensar en la educación de 
las turbas populares. En el sentido de hacer renacer aque- 
llas iniciativas plausibles del Libertador el gobierno de 1827 
espidió un decreto en Mayo, por el cual se mandaba que en 
cada pueblo cabeza de Departamento, y en algunos otros que 
se espresaban, hubiera una escuela de primeras letras, gratui- 
ta para los pobres hijos del pueblo que pasaran de 7 años. El 
maestro ganarla al mes $60. El método lancasteriano, muy 
acreditado entonces en el Plata, desde que lo importó Larra- 
ñaga, seria el á seguirse. Se luchaba con la dificultad de ha- 
llar profesores competentes debido á lo cual mandóse crear 
una escuela normal. Un inspector general de instrucción 
primaria y juntas inspectoras locales tenian el encargo de 
dirijir la enseñanza, que era pobre, vulgar y apenas pasaba 
de las primeras nociones. Lectura, escritura, las cuatro reglas 
aritméticas, algo de doctrina cristiana, he aquí todo. Los 
castigos impuestos á los niños eran demasiade grandes .y se 
empleaba desde la palmeta de madera hasta el ridículo. 
A Jos traviesos se les ponia un bonete rojo, de papel ó de pa- 
ño, el .saco vuelto al revés, y en esta figura se les mantenía 
largas horas espuestos á la puerta de calle, sirviendo de risa 
á los transeúntes. 

Las felices iniciativas de Suarez alcanzaron también á la 
estadística pública. Bajo su gobierno se ordenó á los curas, 
la remisión mensual de datos concernientes á nacimientos, 
óbitos y nupcialidad. 

9— Al hacerse cargo Lavalleja del ejército de operaciones 
se sintió superior al conjunto de sus compatriotas. Su nom- 



VÍCTOR ARREGUINE , 8G5 



bre sonaba con estruendo de gloria, y así como en la guerra 
era el arbitro quería serlo también en las funciones civiles. 
Algunos individuos que consagraban sus aptitudes á estas 
le eran opuestos, lo cual contrariaba su avasallante deseo de 
preponderancia, estimulado por su esposa y los mas de sus 
parciales. Necesitaba ser dictador, dominar, hacerse obede- 
cer, figurar como el primero sin restricciones civiles. De 
caudillo habíase transfoi*mado en verdadero "militar, ya por 
su largo destierro en la Isla das CohraS^ y2i por su trato con 
generales de escuela. La dicta^iura hacia falta. Los departa- 
mentos estaban regidos por comandantes militare?, y el cho- 
que entre ellos y la autoridad civil era frecuente. Por otra 
parte poderosas razones políticas determinaban al General en 
Jefe á constituirse dictador. Casi todos los empleados civiles, 
tenían mucho de unitarios. La Junta de Representantes lo 
era. Los hombres civiles de otras horas se habían entregado 
en brazosdo Portug'al y djl Imperio y ab:Oi'a que se trataba 
do independizar la Banda Oriental muchos de sus hijos, 
talvez llegaran á ser un obstáculo á este respecto. Lavalleja 
no manifestaba intenciones de constituir á su provincia en un 
Estado independiente, pero todas las probabilidades favorecían 
esta solución de la guerra. Públicamente se hablaba de ello, 
desde el rechazo del convenio de García, y desde mucho antes 
habia en el Uruguay un partido que opinaba por la inde- 
pendencia, á cuyas sugestiones no era ageno el Genera], 
Si ese hecho previsto, anunciado y sostenido por los mismos 
porteños llegara á realizarse era. natural que el jefe de los 
Treinta y Tres pensara en asegurarse la posesión del poder, 
ya que su alma no estaba exenta de ambición. 

10— No obstante ser ésta desmedida Lavalleja carecía de do- 
tes políticas y mal podía convertirse en dictador. Sin plan de 
gobierno, sin ninguna idea progresisia, ¿á qué podía aspirar? 
Al mando supremo, á saciar su ambicien inmensa. Y con 
todo, sin que el mismo Lavalleja se diera cuenta, la dictadura 
se hacia necesaria. Eran tiempos de guerra y el poder con- 
centrado en una mano, en un hombre investido por plebiscito 
de las circunstancias con facultades extraordinarias, podría 
dar unidad ala marcha del paíá en todas las esferas, Suarez 



tÍQ(j HISTORIA DEL URUGUAY 



mas pensador, mas tranquilo, mas enérgnco que el general, 
valía como gobernante lo que éste jamás llegó á valer en tal 
sentido; pero los momentos eran demasiado solemnes para que 
un hombre civil tuviera á su cargo el poder y sometiera cuando 
fuera del caso á los hombres*de guerra al cumplimiento de sus 
leyes de paz. Habia un inconciliable antagonismo entre la ley 
escrita y las costumbres, y sabido es que la costumbre llega á 
imponer la ley, sobro todo en tiempos anormales. 

11— El conflicto dio principio en Setiembre con una arbitra- 
riedad do La vallej a, que no siendo ningún poder civil en su 
tierra, hizo arrestar á dos letrados de los tres que formaban 
el Tribunal de Apelaciones, desterrándolos luego. 

El gobernador Suarez en vista del atentado trató duramente 
al General engreído y se quejó á la Junta, que á su vez tuvo 
bríos para no cohonestar la violación - de las leyes cometida 
por el jefe supremo militar. 

12— El pueblo naturalmente interesado en el conflicto se 
puso de lado del caudillo. Los jefes militares de los Depar- 
tamentos celebraron diversas reuniones con el fin de dar por 
tierra con las autoridades civiles. Hubo manifestaciones pú- 
blicas en favor do las pretensiones militares, discursos, recri- 
minaciones y amenazas por espacio do algunos días. 

Para ganar terreno la Junta procedió enérgicamente. De- 
claró que asumía la soberanía provincial, por cuanto el Con- 
greso había sido dísuelto en Buenos Aires, y declaró también 
que los jefes militares serian responsables de su infracción á 
los leyes ante el gobernador de Buenos Aires y ante ella mis, 
ma, de todo lo cual espidió copia á Dorrego y á La vallej a, 
esperando en este obediencia y ayuda en aquel. (21 de Se- 
tiembre). 

Don Joaqtlin Luarez, cuyo patriotismo estaba muy por en- 
cima délas pasiones del momento, quiso dejar el mando y li- 
bertad de acción al general Lavalleja; pero la Junta lo persua- 
dió de que debia mantenerse en su puesto y protestar contra 
la prepotencia militar, que amenazaba pasar triunfante por 
sobre leyes y poderes. 

13— Y así fué. El 4 de Octubre bajó Lavalleja al Dumzno 
donde ya se encontraban reunidos los jefes militares de los De- 



VÍCTOR ARREGUINE 367 



partamentos espei'ando sUípresehcia para deponer á la Junta y 
al gobernador delegado. Estaban alJí presentes los coroneles 
don Andrés Latorre, I^anuel Oribe, Leonardo Olivera, Pablo 
Pérez, Adrián Medina, Juan Arenas, Miguel Gregorio Planes 
y el Greneral don Julián Laguna ^j'' acordaron en esa reunión, 
á nombre de los pueblos y por sí, que el Gobernador propieta- 
rio y Capitán General déla Provincia, general Lavalleja, rea- 
sumiese el mando, deponiendo á la Junta y al delegado. Lla- 
mado Lavalleja para oír esta resolución, tomó la palabra ei 
general Laguna informándolo de ello y haciendo á los pode- 
res civiles cargos tan graves como llamarles corrompidos y ex- 
agentes serviles de los portugueses y del sistema unitario, cu- 
ya Constitución habían reconocido con prescindencia del 
pueblo y de los ciudadanos en armas, que se hallaban en tales 
horas luchando en los campos de batalla por la libertad del 
país. 

En seguida declaró que ponía, en nombre de la voluntad do 
los pueblos, el poder en manos del Capitán General, á condición 
de ser derrocadas las autoridades existentes en la Provincia y 
convocada otra Asamblea así quecesara la campaña, compitién- 
dole asimismo designar diputados pam el futuro Congreso de 
la Nación y delegar el mando en hombres honrados. Lavalleja 
aceptó, prometiendo poner al dia siguiente en ejecución lo allí 
acordado. Se labró un acta de todo, pasando enseguida á Cane- 
lones, donde radicaban las autoridades civiles, el coronel Oribe 
con algunas fuerzas. La depuesta Junta protestó contra e>tas 
medidas, pero se disolvió por si sola el 12 de Octubre, imitando 
su ejemplo el Ejecutivo. 

14— Una vez en el poder el dictador se dedicó á organizar el 
ejército, limitándose en la esfera administrativa á hacer algu- 
nas reformas en el poder judicial, cuyos miembros durarían un 
año en el ejercicio de sus funciones que serían desempeñadas 
sin sueldo, las comisarías y juzgados do paz de primera ins- 
tancia fueron reemplazados en Diciembre por consejos admi- 
nistrativos, alcalde^ ordinarios y juzgados subalternos, lo cual 
no venía á ser mas que un cambio de nombres. El pueblo 
propondría ternas de funcionarios judiciales. Fl dictador elegi- 



3u8 HISTOíilA DEL URUGUAY 



ría uno de cada terna. El Ejecutivo, asesorado por un letrado, 
haría las veces de Tribunal de Apelaciones. 



CAPITULO LXIII 

(1 9 !» 8) 

SUMARIO— 1 Estado de la guerra á principios de 1828—2 
Campaña del este— 3 Sentimiento de independen- 
cia— 4 Rivera se dispone á la conquista de Mi- 
siones— 5 Rivera pasa al Uruguay y se pone al 
habla con sus autoridades— 6 El gobierno ar- 
gentino SE opone á la campaña de Rivera— 7 
Oribe lo persigue, mientras por otra parte se 
gestiona su ida a buenos alres ó su incorpora- 
CIÓN Á Lavalleja— 8 Rivera entra en las Misio- 
nes— 9 ESTRATAJEMA DE RiVERA AL VERSE CERCADO 
DE ENEMIGOS— 10 CONQUISTA DE LaS MISIONES— 11 

Como es recibida en Buenos Aires— 12 Comporta- 
miento DE Oribe— 13 Rivera rechaza las preten- 
siones DE Buenos Ajres— 14 Como influyó en el áni- 
mo DEL Emperador la conquista de las Misionéis. 

1— Al iniciarse el año de 1828, los países beligerantes se sen- 
tían estenuados y dispuestos (i tranzar de una vez. Dorrego 
no podía atender á la g-uerra, por que harto desorganizadas se 
encontraban las Provincias Unidas (i causa de tantos anos co- 
mo llevaban de anarquía. El Imperio por sus recientes derro- 
tas no se mostraba menos dolido de la guerra. Piratas y corsa- 
rios dominaban sus mares. El sostenimiento del bloqueo de 
Buenos Aires, la formación de fuerzas en Montevideo y la de un 
ejército de operaciones en la frontera le erogaban cantidades 
ingentes. Lavalleja era el arbitro en su país y la contienda 
se sostenía casi puramente con recursos orientales» 

En esta situación ias escuadras enemigas habían paralizado 



ViGTOn AUnEGUÍNí: 3ü9 



sus combates de antes. Northon, aunque superior en armas á, 
Brown, no se animaba a batirlo y en cuanto á éste parecía 
haber perdido los bríos que le lleYai*an á cometer memorables 
empresas. 

El brigadier Lavalleja dueño de la administración de su Pro- 
vincia y de la dirección de la guerra, habia establecido su 
capital en el Durazno. Los ejércitos enemigos permanecían 
acorta distancia. Los independientes en Cerro-Largo; los im- 
periales en los bosques de San Lorenzo. 

2-En lomas fuerte del verano el Capitán General abrió la 
tercera campaña contra los brasileños, marchando al E.ste con 
1000 soldados de caballería, después de haber delegado el man- 
do en D. Luis Eduardo Pére?, per.sona de su confianza y de 
dotes especiales para ejercer el gobierno provisorio, casi sin 
color político y sin enemigos numerosos. 

En Enero penetró Lavalleja en el Brasil, adueñándose en 
pocos dias de una graii estension de territorio, sin que 
el enemigo se animara á presentarle batalla, apesar de 
tener fuerzas de las tres armas, cuando el general uruguayo 
solo disponía de ginetes. No abandonó Lecor sus posiciones 
puramente defensivas, por mas que fué buscado é incitado á 
la pelea y al abandonarlas, en Mayo, lo hizo en retirada á San 
Pedro de Rio Grande, donde se encerró de=5pues de ser esco- 
peteado durante muchas leguas por las caballerías patriotas 
([ue dueñas de vastos territorios los despojaron del ganado 
que en ellos apacentaba. 

3~Alvear había tratado duramente k Lavalleja al retirarse 
íi Buenos Aires y éste para dejar descargo á sus oficiales los 
autorizó en Marzo para hacer uso de la prensa, en defensa de sí 
propios, siempre que no se valieran del anónimo. De esta 
manera so acentuaba la imposibilidad do ser argentinos 
los orientales, y crecía el sentimiento de la propia soberanía 
é independencia. 

Pero loque vino 4 determinar e>ta solución necesaria, que se 
imponía, fué la campaña de Rivera (\ las Misiones, hecha por su 
cuenta y riesgo. 

4 - Como so recordará, sobre esto animoso caudillo pesaba la 
nota infamante de traidor puesta por Riv-davia y man- 



370 ffiSTOtllA DEL tmuGÜAt 



tenida por Dorrego, lo cual no obstó á que López lo dispen- 
sara su favor. Los dos convinieron en que una invasión á las 
Misiones precipitaría la terminación de la lucha y Rivera se 
dispuso desde entonces á iniciar tan inaudita campaña segu- 
ro de arrastrar en pos de sí á la mayoría del paisanaje criollo. 

López quería parte de esa gloria, y en tal sentido trabajó 
el ánimo de Dorrego, proponiéndole que el jefe oriental man" 
dai*a la vanguardia, hecho áque se opuso Dorrego creyendo que 
una tal actitud haría imposible la paz, cuya idea venía acari- 
ciando desde lejos. 

5— Convinieron entonces ambos caudillos en que Rivera in- 
vadiese las Misiones y sin mas espera el 25 de Febrero se pre- 
sentó este con 70 hombres en Soriano, tomando desde allí á 
Mercedes donde se le plegó mucha gente. En seguida se en- 
caminó al Durazno, centro del gobieroo, no sin antes escribir 
á don Luis Eduardo Pérez y al Capitán General, manifestán- 
doles sus patrióticos impulsos, pidiendo servir bajo las órdenes 
de Lavalleja, en el concepto de invadir las Misiones, y recal- 
cando en que era necesaria la unión de los orientales y la cesa- 
ción de las viejas discordias entre él y Lavalleja, que unidos y 
sin ayuda estrangera, bastarían k aterrar al Brasil. 

6— La noticia de la cruzada de. Rivera, se recibió con sor- 
presa en Buenos Aires. Inmediatamente de sabida, ordenó el 
Ministro de la Guerra D. Juan R. Balcarce al comandante ge- 
neral de armas don Manuel Oribe, que levantando el sitio de 
Montevideo y la Colonia, se concretara á destruir al caudillo, 
haciendo con él, caso de tomarlo prisionero, ten castigo ejemplar. 
Es que Rivera haría imposible una paz mancillosa y traería co- 
mo resultado de su intervención en la contienda la Indepen- 
dencia del Uruguay. 

7— Oribe salió enseguida k campaña. Rivera una vfez de lle- 
gar al Durazno se presentó al gobernador Pérez, que lo recibió 
con agasajo, dando cuenta á Lavalleja de su presencia (3 do 
Marzo). El Capitán General ordenó enseguida al caudillo, que 
después de tan largos meses de inacción venía á participar de 
las glorias del triunfo, que se incorporara á su ejército. A esto 
respondió Rivem, que andaba por el Arroyo Grande, que no 
juzgándose suficientemente garantido, seguía al Norte á cu-* 



Víctor arreguíííe 371 



brir de gloria las armas de la patria á las órdenes del General 
Lavalleja. Nada valieron las tentativas hechas para que fuera á 
Buenos Aires ó abandonara su plan incorporándose al ejército; 
el caudillo sigiñó en su marcha de predestinado hacía el Norte, 
donde lo llamaba la gloria. 

El 7 de Marzo pasó Oribe por el Durazno, fiel á la orden argen- 
tina, decretando la muerte para toda persona que siguiera ó 
auxiliara al que iba á la conquista de las remotas Misiones, 
donde era fácil levantar un ejército y disponer á Dorrego y al 
Emperador á hacer la paz, visto que se mataban sus pueblos 
por intereses ágenos, que no otra cosa signiñcaria la inde- 
pendencia de la Banda Oriental, próxima á realizarse, desde 
que un caudillo desobedeciendo á un pretendiente á su pa- 
tria iba á atacar al otro en su propia morada. 

8— Por el camino un enviado de Buenos Aires alcanzó á Ri- 
vera, haciéndole proposiciones para que no fuera al territorio 
de Misiones. Rivera las rechazó y el 21 de Abril se presentó en 
la margen del Ibicuj^ éhizo derrotar por Felipe Caballero, que 
mandaba 80 soldados, una guardia imperial, en la fron- 
tera del territorio, después de cuya operación penetró resuelta- 
mente en tierra enemiga. 

9-— Al cruzar el gran Ibicuy un doble peligro se presentó á la 
vista del audaz guerrero. Pero éste, que en casos de apremio 
sabía encontrar ingeniosos recursos para evitar su perdición, 
ideó en tal oportunidad un espediente que le valió el éxito 
de su camp.Mña. 

Oribe lo había seguido con verdadero encarnizamiento y al 
atravesar el rio se presentó á sus espaldas con numerosa gente. 
Al frente del caudillo se preparaban para atacarle 300 y mas 
brasileros. Estaba pues entre dos fuegos. Qué hacer en tal 
apuro? 

No se inmutó Rivera y yendo de paz al enemigo estmngero 
le dijo que aquellos que del otro lado del rio veían (los de Orí - 
be) eran parte de su ejército, dispuestos á i'omper muy pron- 
to el fuego, y que él por antigua amistad con el Brasil, 
aprovechaba la ocasión para que se pusieran en retirada, evi- 
tándoles así una derrota y la pérdida estéril de vidas. I os brasi- 
leros agradecieron y se retirai-on, y Oribe que esto vio ó creyen- 



^i HISTORIA bEL URÜGtÍAir 



do de acuerdo al oriental con el jefe contrario, retrocedió, .yen- 
do á situarse en el paso del Higo, sobre el Uruguay y el Gua- 
reini. 

10— Debido áeste ardid Rivera en menos de 20 días conquis- 
tó las Misiones. Durante cinco dias y noches persiguió tenaz- 
mente al gobernador Alencasti'e, que se internaba en las sie- 
rras de San Martin, en una vergonzosa derrota. 

Tan rápida fue esta operación que ni siquiera se hicieron 
de ganado los perseguidores teniendo que €ome' carne de 
caballo para no morir de hambre en aquelia campaña que 
soló se detuvo en los confines, avanzando hasta la Cruz Alta. 

Caballero, mientras la persecución se operaba, se habia apo- 
derado de San Francisco y Bernabé Rivera de San Borja. Así es 
que no la fué costosojal General invasor apoderarse del resto 
del país á mediados de Mayo, fecha en que se dirigió por nota 
al gobernador Dorrego, desde las orillas del Haun, detallan- 
do su importante conquista. 

11 El parte de -us victorias y su correspondencia pacífica 
con la autoridad porteña eran la mejor protesta contm la 
taclia de traidor que sobre él pesaba. En Buenos Aires so 
celebraron los triunfos de esta arriesgada campaña, hecha 
contra la voluntad del gobierno, con salvas y repiques. 

12 -El coronel Oribe, que no habia abandonado su campa- 
mento del Cuareim, bizo fusilar á los primeros chasques 
portadores de la noticia del ti'iunfo; esta llegó sin embargo y 
modificó en mucho la mala opinión en que se quería man- 
tener al jefe oriental. 

En Buenos Aires se celebraba la conquista de las Misiones, 
cuando Oribe pasaba el Ibicuy á fines de Mayo y cometía 
nuevos fusilamientos. 

Felizmente Rivera y Oribe entraron en arreglos, y un co- 
ronel López se pasó á las filas del primero con lo que este 
puJo quedaren pesesion pacífica del territorio, emprendiendo 
Oribe retirada al sud, después de haber sido amenazado por 
Rivera y al tiempo de recibir órdenes superiores mandando 
que asi lo hiciera. 

13— Mas tarde se presentó en las Misiones el gobernador 
López pidiendo el mando del ejército que el caudillo oriental 



VÍCTOR ABREGUINB 373 



tenía formado; pero est6 se negó á hacerlo como lo quería el 
gobierno de Buenos Aires. 

El Gobarnador atendió razones desistiendo de aspií-ar para 
sí las hazañas y elementos de otros esfuerzos mas laudables 
que los suyos. 

14— La conquista de las Misiones fué de una importancia 
decisiva. Rivera improvisó un ejercito de muchos cientos de 
hombres, impuso contribuciones, y tomó como efectos de gue- 
rra millares de cabezas de ganado y bienes de los fugitivos, 
creando así nuevos recursos do guerra. En cuanto á la im- 
presión producida por este hecho en el Brasil, no tuvo menos 
vigor que en la capital ar^ntina. El Emperador acababa de 
ser informado de que la desunión entre los jefes orientales era 
espantosa cuando le llegó la noticia de la toma de Misiones, 
y cuentan que dijo, pasado el primer momento de estupor 
á los circunstantes: Con otra discordia de los jefes orientales, 
se nos vienen ó Porto Algere. Preciso es que hayamos la paz. 



374 HISTORIA DEL URUGUAY 



CAPÍTULO LXIV 

SUMARIO— 1 Preliminares de paz -2 Lo que influyó i a 

CONQUISTA DE LAS MISIONES EN LA ' CONSECUCIÓN DE 
LA INDEPENDENCIA NACIONAL — 3 PakTIDA DE LOS CO- 
misionados argentinos para arreglar i a paz — 
4 Tentativas del Imperio para convertir la Ban- 
da Oriental en una factoría suya— 5 El B«asil 

CONVIENE en la INDEPENDENCIA O lENTAL— 6 D - 

rrhgo acepta el convenio que se le propone — 
1 La Independencia— Primeros actos del pueblo 
LIBRE -8 La Asamblea Constituyente— 9 Rondeau 

ES NOMBIÍADO GOBERNADOR PROVISORIO— 10 INTERI- 
NATO DE D. Joaquín Suarez— 11 Pabellón y esca- 
rapela NACIONALES — 12 LaS TIíOPAS ESTRANGERAS 
DESOCUPAN EL TERRITORIO— 13 Sb INSTALA EL GO- 
BIERNO DE Rondeau -14 Rivera y el ejército del 
Norte— 1 5— Crísis ministerial. 



1— La anarquía en las provincias argentinas, frente á una 
guerra nacional, determinaba en Borrego el deseo de Imcer la 
paz, aun á costa de perder la Banda Oriental siempre que ella 
no formara parte del Brasil. Independiente el territoro en 
disputa podia anexarse un dia (i la antigua comunión; incor- 
pora "o al Brasil jara^s searribaria á tal resultado. 

Si era grande en Dorrego el deseo de lacer la paz no lo era 
menos en el Emperador que veía su país robado por todos los 
piratas del mundo, quienes bajo banderas de guerra apreíiban 
sus naves y hacian imposible su ccmercio. A estas circunstan- 
cias ha3^ que agregar los esfuerzos de Inglaterra para que se 
optara por la cesación de la lucha, que perjudiciaba en primer 
orden los intereses ingleses. El Ministro británico no cesaba 
de aconsejar al Emperador la paz tan anhelada por Dorrego. 



VÍCTOR ARBEGUn^B 375 



Los orientales emn ya dueños de la situación y podían por 
sí solos oponerse á cualquier tentativa que impidiera su inde- 
pendencia. Así es que esta se acercaba por sí sola, como un 
hecho lógico. 

Ya en Marzo recibía el Ministro Rojas, en Buenos Aires, por 
intermedio de Lord Ponsomby, noticia de que las gestiones 
del Ministro inglés en Rio Janeiro influían poderosamente so- 
bre las ideas del Emperador, en el sentido de un arreglo, de 
acuerdo con las proposiciones de Rivadavia modificadas. El 
hecho se comunicó al gobierno oriental y dio tema á grandes 
entusiasmos y mayores esperanzas al país disputado. 

El Emperador proponía que la Banda Oriental se convirtiera 
en un Ducado independiente, ó de lo contrario en un Es- 
tado, con formas constitucionales, pero gobernado por un 
regente, que la Corte del Brasil nombraría. Buenos Aires que- 
ría que fuera una Provincia federalizada; y en último caso, se 
anadia, que fuese durante 5 años tierra neutral. 

Dorrego medio se inclinaba á la solución imperial aunque no 
le pai'ecia decorosa. Al fin era tan necesaria la paz, que á nó 
producirse la conquistade la Misiones, quizá se hubiera reali- 
zado en la forma propuesta por el monarca brasilero. 

2— Pero aquel hecho, la campaña de Misiones, vino ácambiar 
la faz de las cosas y á poner en otro terreno la cuestión, desfa- 
vorable al imperio 

Esa conquista trajo el fracaso de las primeras negocia- 
ciones y la necesidad para el imperio de acceder á que la 
Banda Oriental adquiriera su independenciaabsoluta. A no 
.ser así,Lavallejay Rivera seguramente llevarían sus ataques 
mas al interior del Brasil y se convii*tirian en señores de Rio 
Glande, que Lavalleja quería ver anexado á su país, como con- 
quista de guerra, pensamiento que tuvo muchos aoos des- 
pués cuando ya era imposible conquistar esa provincia por 
medio de las armas. 

3 -Los negociadores argentinos señores Tomas Guido y 
Juan R. Balcarce, ministi-o de la guerra este último, par- 
tieron recien el 13 de Julio para Rio Janeiro, cuando el 
ejército imperial se refugiaba en el interior de sus tieri-as y 

13 



376 HISTOBIA DEL URUGUAY 



el brigadier don Fructuoso Rivem hacía flamear los estan- 
dartes déla patria sobre territorios vastísimos del Brasil. 

4— Antes de saberse en el Plata el msult'^do de la misión 
Guido-Balearse, las autoridades imperiales de Montevideo di- 
fundiercm por todo el país un impreso en que se anunciaba 
la independencia condicional del nuevo Estado: sería inde- 
pendiente pero la gobernarla un regente emanado del Empe- 
rador. Esto se hacia por verla impresión que causaba en los 
orientales la noticia. Si reahuen te era posible que el Imperio 
no perdiera del todo un territorio que á costa de tanta sangre 
y dinero habia deseado poseer. El efecto producido por los pa- 
peles de propaganda fué pésimo. Los orientales estaban dis- 
puestos á no transijir sino sóbrela base de la Independencia. 
5— A mediados de Setiembre llegaba á Buenos Aires el se- 
cretario de la misión con los tratados de paz, firmados en Rio 
Janeiro el 27 de Agosto. 

Por esta Convención ambos países pretendientes á la Banda 
Oriental renunciaban su posesión. Se declaraba independiente 
laCisplatina de toda 3' cualquier nación, bajo la forma de 
gobi rno que los orientales quisieran darse. En seguida de ra- 
tificarse los tratados procederían á convocar una Asamblea, la 
cual nombraría un gobierno provisorio hasta la instalación de 
ot'o permanente, y redactaría una Constitución, que los 
comisarios del imperio y de las Provincias Unidas examina- 
rían, con el único objeto de ver si no se oponía á la seguridad 
de cualqíuera de los dos Estadías contratantes. 

La Gran Rretafia seria garante de esta independencia 
absoluta, que el Brasil y la Argentina se obligarían á defen- 
der. Asi mismo uno y otro país prestarian su apoyo al gobier- 
no legal que en el nuevo Estado se estableciera, hasta cinco 
añosde-pues de jurada la Constitución, caso de que la guerra 
civil lo pusiera en peligro. A los dos meses desocuparían am- 
bos países beligemntes el territorio briental, pudiendo empe- 
ro mantener el Brasil 1509 soldados en Montevideo y otros 
tantos la Argentina, en otro punto del territorio, hasta cua- 
tro meses después de nombrar los orientales su gobierno pro- 
visorio. 
Como so vé, después de 3 años de guerra venía a cumplir- 



ViCtOR AfeREGÜiNÉ 3t/ 



se el voto formulado en Agosto del XXV por la Asamblea de la 
Florida, sin el aditamiento complementario de formar partede 
las Provincias Unidas. El Uruguay iba á ver coronados sus 
desvelos con el mayor de los éxitos. El gmnde ensueño de los 
patriotas orientales iba á realizai-se al fín. 

Las potencias enemigas de la Independencia nacional iban 
á reconocerla por la fuerza de los sucesos y á pedir al país li- 
bre les permitiera la navegación de sus rios por espacio de 15 
años. 

6 —La Convención de Agosto encontró fevorable acojida en 
Dorrego, que inmediatamente mandó se reuniera la Conven- 
ción Nacional, que el 24 de Setiembre se instalaba en Santa Fé, 
con asistencia de los diputados orientales, y el 26 aprobaba los 
Tratados do Rio Janeiro autorizando al gobernador Dorrego 
para su ratificación. 

Tres dias después, el 29 de Setiembre, Dorrego ratificaba el 
Convenio, que lo había sido por el Emperador el 30 de Agosto. 
Esa misma tarde el Almirante Brown, el brigadier Ascúenaga 
y el famoso Ministro inglés señor Parisli, se embarcaban para 
Montevideo con el objeto de cangear las ratificacioues, cosa 
que se hizo el 4 de Octubre, cesando desde esedia las hostilida- 
des por completo. 

7— Un gran entusiasmo sucedió á la paz. Los orientales cele- 
braron en toda ^la ostensión de su patria, y aún en el seno de 
la patria ageoa, el éxito final de sus luchas denodadas y de sus 
esfuerzos inauditos 

Lavalleja, al tener no icia de que se estaba en vías de 
paz, sobre la base de la independencia uruguaya, queriendo 
que las cosas volvieran al orden constitucional, resolvió elevar 
renuncia de la dictadura (7 de Julio) escribiendo al delegado 
tíeñor Pérez qué convocara una Asamblea para entender en los 
intereses nacionales y nombrar sustituto en el Ejecutivo. El 
de egado Pérez impartió el 26 las órdenes necesarias, convo- 
can lo los diputados al Durazno. En Agosto qued^on hechas 
las elecciones populares, pero los acontecimientos que se espe- 
raban dieron lugar á que no se reuniera la Asamblea. Los bra- 
silems tenían su candidato pam presidir el gobierno proviso- 
rio en don Nicolás Herrera; los mal dibujados partidos orien» 



2flíQ Histoau bBt üBtiaíJAir 



tales, á Lavalleja y Rivera; los? enemigos de provocar emula- 
ciones que nos habían de ser fatales, fijaban sus miradas en 
algunos hombres conciliadores que no fueran, un peligro para 
la consolidación del futura Estado. 

8 —Una segunda convocatoria del delegado dio el resultado 
mas satisfactorio en cuanto á los elementos que debían compo- 
ner la Asamblea. Los mejoi*es patriotas y los mas ilustrados 
ciudadanos fueron elevados por los pueblos á la categoría de 
representantes. Ninguno tenía sueldo. Todos, se sentían 
animados de los mas patrióticos deseos. San José fué el punto 
designado para residencia del nuevo poder. La Asamblea se 
instaló el 24 de Noviembre y desde ese día empezó á funcionar 
en el carácter de Asamblea General Constituyente y Lejisla- 
tiva del Estado. La presidía el señor don Silvestre Blanco, pa- 
triota ilustrado y de vida intachable, 

Al abrirse las sesiones pronunció un discurso lleno de ele- 
vadas ideas. La nueva patria seria en adelante el ideal de los 
orientales. La independencia estaba conseguida á costado 
grandes sacrificios y otros no menores se hacían necesarios pa- 
ra asegurarla y conservarla. 

Aquella Asamblea de 1828 era el primer gobierno verdadera- 
mente nacional, reconocido ante el mundo. 

9— Varios eran los candidatos que se disputaban el triunfo, 
en lo re'ativo á la ocupación del gobierno provisorio. Rivera 
y Lavalleja, igualmente victoriosos y cubiertos de gloria, 
parecían un obstáculo para realizar libremente la elección. 

Elevar á uno era desagradar á otro y talvez producir la 
guerra civil. Los dos tenían méritos excelsos, iguales dere- 
chos y parciales animosos. Sin embargo se les debía escluir 
para mantener la paz y no caer en el caso previsto de in- 
tervención estranjera. 

En presencia de tal inconveniente la Asamblea supo domi- 
nar la gravedad de su situación, declarando el 30 de No^iem- 
bre, pormediode una ley, que el cargo de Capitán General y 
Gobernador provisorio podría ser desempeñado por un ciuda- 
dano nacido dentro del territorio de las Provincias Unidas» 
amigo de la independencia y libertad del país, con servicios 
remarcables prestados á él. El general don José Rondeau, quo 



VÍCTOR ARHfiGÜlNfi 3')9 



ya de antes gozaba de mucho prestigio, y era mas oriental 
que argentino, significaba una garantía de paz y orden. Su 
buen sentido práctico, su espíriru conciliador, su amor á los 
orientales, lo hacían el mas aparente para el cargo, y así es 
que la Asamblea procediendo con todo acierto lo nombró en 
aquel carácter el 1.^ de Diciembre, casi por unanimidad. Los 
pocos votos que no fueron para él, fueron para Rivera, Lava- 
lleja y don Luis E. Pérez, tres entidades nacionales con ma- 
yores derechos que Rondeau; pero igualmente inaceptables en 
aquellos momentos. 

10 -El general Rondeau se hallaba en Buenos Aires. Su 
sustituto el señor don Joaquín Suarez asumió el mando por 
él, al dia siguiente, después de prestar juramento. Ensegui- 
da la Asamblea decretó la traslación de los poderes nacionales 
á Canelones, por lo cual quedaron en suspenso sus sesiones 
durante varios dias. 

El 13 de Diciembre el sustituto Suarez desde Montevideo de- 
claraba caducas las autoridades estran jeras, y la libertad y 
seguridad de las personas puestas bajo la salvaguarda del Esta- 
do; impedía prestar obediencia, á los magistrados y al ejército, 
á otro poder que no fuera el legítimo del país y finalmente 
prometía respetar y hacer respetarlas opiniones y la libertad 
de imprenta. 

11— El 15 el Poder Legislativo creaba el pabellón nacional de 
9 listas azul-celestes sobre fondo blanco, con un sol en un 
cuadro blanco, en el ángulo superior, del lado del asta. Las 
listas simbolizarían los departamentos de entonces. El mismo 
dia Joaquín Suarez enarbolaba en Canelones la bandera de la 
patria. Cuatro dias después se creaba la escarapela nacional, 
blanca y celeste, que eran los colores queridos. 

12— Las tropas estranjeras no tardaron en cumplir lo pacta- 
do. A princepios de Diciembre los brasileros desocuparon la 
Colonia. El 18 hicieron otro tanto con Montevideo, dejando 
únicamente los 1500 soldados convenidos. Los argentinos si- 
guieron el ejemplo. Por renuncia de Lavalleja, al empezar 
Octubre, el general Paz, se habia hecho cargo de los cuer- 
pos argentinos, que marcharon á Buenos Aires en ese mismo 



380 ÜiStORlA bEL ÜBÜGUAY 



mes. Al espirar el año de 1828 las tropas de la Argentina 
evacuaban por completo el nuevo Es^iido. 

13— El general Roadeau al saber su nombramiento abando- 
nó Buenos Aires, presentándose (i la Asamblea, el 22 de Di- 
ciembre, ante la que prestó juramento. Su primer acto 
fué nombrarán. Juan Francisco Giró su Ministro de Gobier- 
no Relaciones Exteriores, Guerra y Hacienda; á D. Manuel 
Oribe comandante de un cuerpo de caballería y al Geneml 
Laguna, hombre de su amistad y confianza, comandante ge- 
nei'al de fronteras. 

14— Mientras la paz se hacía con el Brasil Rivera organiza- 
ba su lEjército del Norte y una vez ratificada y comunica- 
da á él, por Borrego, con encargo además de desocupar las 
Misiones, que seguirían siendo brasileras, se apresuró á diri- 
jirse á las autoridades de su país, cosa que hizo en Noviembre, 
poniendo en claro los motivos de su arriesgada empresa. 

En esa nota decia al gobierno provisorio de la República: 

«El Ejército del Norte, formando un ángulo de la Provin- 
cia Oriental, por la unión voluntaria de sus habitantes, y 
guiado por uno de los mas antiguos de sus soldados al centro 
de las Misiones Orientales, enarbolóen él la bandera de la Re- 
pública., por cuyos medios forzó al enetnigo á multiplicar y 
dividir sus fuerzas, ya debilitadas por los triunfos del Rincón, 
del Sarandí y de Ituzaingó, y para ma») tenerla invadió el con- 
tinente colateral con la probabilidad de estender los triunfos 
de las armas de la República, mas allá de San Pablo y aún de 
Santa Catalina. En este estado el Gobierno de la República 
de las Provincias Unidas, mandó plenipotenciarios á Rio de 
Janeiro, y ajustó los preliminares de una paz que restaura las 
ahora conquistadas Misiones al Imperio del Brasil; pe7*o que 
desala la f'rotmcia Oriental de las Provincias Unidas^ asegu- 
rando sil absoluta independencia^ con lo cual echa el pr^imer paso 
fundamental d sus altos destinos, lasolerania oriental forma 
la lase de este tratado y este era el único oljeto del origen de la 
invasión de las Misiones. Por consiguiente la guerra ha cesado 
para el Ejército del Norte». 

Se vé por este oficio datado en los campos de Itú, que la in- 



VÍCTOR ÁRBEGUINB 381 



vasion se llevó con el fin de alcanzar la independencia de la 
patria. 

Conseguida, ya no quedaba al caudillo masque bajar con su 
ejército y así lo hizo seguido por mas de 10.000 personas entre 
hombres y mujeres. Poblaciones enteras lo seguían y con 
las poblaciones venian cientos de miles de cabezas de ganado y 
centenares de carretas cargados de efectos pertenecientes á 
sus acompañantes ó conquistados en la guerra que fué de 
despojo. Tiempos mas tarde, algunas campanas traídas del 
seno de las Misiones habrían de ser colocadas en la iglesia 
Matriz de Montevideo. 

Suarez y la Asamblea habían autorizado la vuelta de Rivera 
á la patria, que se presentaba en ella como hijo pródigo, cir- 
cundada la frente por el laurel de la victoria. Un jefe b-asilero 
reclamó contra el despojo de las Misione?, pero Rivera contestó 
que la gente que v^ía lo seguia de voluntad, como era cierto, 
y que los ganados y bienes pertenecían á la emigración mi- 
sionera, lo que en mucha parte era verdad. 

La venida de Rivera al país, significaba en cierto modo un 
peligro. Para conjurarlo Rondeau de acuerdo con la Asam- 
blea, le ordenó permaneciera en observación sobre los lími- 
tes del territorio donde, del otro lado, se encontraba aún el 
general Lecor con grandes fuerzas; Así mismo se le pidió 
que diera alojamiento y trabajo á las familias que lo seguían. 
Rivera obedeció por el momento estas disposiciones tendentes 
á alejarlo de la lucha política y que podían anular su influencia 
indiscutible, para cuando ya definitivamente constituido el 
país se tratara de elevar á uno do sus hijos á la prime a 
magistratura. 

15— Con todo, Rondeau sentía vivas simpatías por Rivera 
que tenia en su contra á Lavalleja. En esos momentos el gober- 
nador había nombrado al coronel don Eugenio Garzón Minitro 
de la Guerra, ciudadano intachable y algo incoloro en cuanto 
se refiere alas pretensiones de los dos caudillos rivales, que se 
presentaban igualmente poderosos. Rivera venia del Norte con 
un gran ejército. Lavalleja dominaba en campaña, por ser casi 
todos parciales suyos los comandantes mi itareijde los Depar- 
montos. 



382 HISTORIA DEL URUGUAY 



■•««• 



Antes de finazalizar el año de 1828, tal vez por favorecer á. 
Rivera, y por influencias riveristas, el general Rondeau, su- 
primió las comandancias. Eran necesarias, pero reportaban 
grandes erogacionees y mantenían prepotente y armada la 
división de los pretendientes al gobierno próximo. 

El hecho sonó mucho y Giró que era partidario de La valle- 
ja renunció el 28 de Diciembre, siguiendo sus aguas el coro- 
nel Garzón. El año terminaba, pues, ruidosamente, con una 
crisis ministerial y un partido descontento. No era diñcil que 
los lavallejistas apelaran á las armas para conservar su poder 
Rivera se presentaba fuerte y temido. 

La Asamblea de su país le habia discernido el título de dig- 
no y benemérito general. Su Ejército del Norte se declaraba 
(30 de Diciembre) incorporado al Ejército Nacional. 



CAPITULO LXV 

(1 9 ;» 9) 

SUMARIO— 1 Los PARTIDOS— 2 Desaliento db Rondeau—S 
Ronde u pide autorización á la Asamblea para 

NOMBRAR ministros DE SU SENO— 4 SoLUCION DE LA 

CRISIS ministerial— 5 La Constitución del Estado 
6 Triunfo de los principios liberales —7 Apro- 
bación del proyecto de Constitución— 8 Leyes y 
medidas progresistas del Poder público— 9 Rivera 
en acción— 10 Rivera en ,el Estado Mayor— 11 
Lucha de pasiones. 

1—Los caudillos rivales se presentaban con iguales títulos. 
La popula»'idad de ambos era inmensa. Llenaban con sus 
nombres el presente. Uno babia dado el impulso primero á la 
independencia del país; el otro la babia conseguido. Lavalleja 
podia alegar en su favor la cruzada de Abril y la batalla 
del Sarandí. Rivera la batalla del Rincón y la campaña de 
Misiones. 



V1C5T0R ABREGUINE 383 



Uno habia adquirido hábitos militares y podia llamarse con 
orgullo el primer guerrero de la República; el otro, Rivera, 
seguia siendo el héroe de la multitud, cuyo nombre sonaba 
en las décimas del paisano y se estendia triunfante por tcdo 
el país. 

¿Qué habia en ellos que pudiera dividir la opiaion en favor 
del uno 6 del otro? Habia en primer término la idiosincracia 
nacional que tendia á formar bandos; habia los hombres que 
bajo las órdenes del uno y del otro militaran en las horas so- 
lemnes; simpatías, amistades, admiración. Eran dos héroes y 
el pueblo equilataba sus méritos sin parangonar sus defectos. 
Habia lo suQciente para que esas dos entidades guerreras se 
convirtieran en entidades políticas. 

Ni este ni aquel eran realmente políticos; en el fondo los dos 
eran republicanos; los dos carecían de programa. Ejercían 
sin embargo la suficiente influencia en su país para dividirse 
las simpatías del pueblo y formar dos partidos perso- 
nales y de pasipnes mas que de ideas. Y apesar de to- 
do, representaban ambos dos tendencias opuestíis, existentes 
en las turbas populares, pero mal despiertas y no comprendi- 
das. Rivera era mas liberal que Lavalieja, mas amigo del pue- 
blo; representaba mejor la idea de la democracia que el otro. 
Las cualidades de Lavalieja, su trato con militares de escuela, 
el círculo en que vivía, determinaban en él otras propensio- 
nes. En cierto sentido eia un conservador; un representante 
de la aristocracia, de las clases ilustradas, que hablan adula- 
do á Artigas en la hora del triunfo, volviéndole la e.^palda en 
los instantes del desaliento ó la derrota. Este, pues, represen, 
tabí las tendencias gastadas y un tanto -egoístas de las ciuda- 
des; el otro al pueblo inculto, al gaucho amante de su liber- 
tad, al indio, al menospreciado por la civilización mezquina 
de los centros urbanos, sin que quiera decirse que en ese|senti- 
do fuera esclusiva su influencia, como no lo era la de Lavalie- 
ja entre las gentes cultas. 

Pasaba con el pueblo oriental algo de lo que sucedía en 
las Provincias Unidas. Rivera en ellas habría sido federal, por- 
que el federali:imo encarnaba los ideales revolucionarios de las 
mayorías; Lavalieja unitario, por que el unitarismo no quería 



384 HISTORIA DEL URUGUAY 



romper del todo con el pasado. Rivem representaba las mayo- 
rías. Podía Lavalleja arrancarle el Poder, á que el aspiraba, pe- 
ro seria accidentalmente. De cualquier modo Rivera estaba 
destinado á triunfar. 

La lucha netamente definida rec en empezaba. Los partidos 
iban á entrar á ella con todo el vigor de fuerzas hasta enton- 
ces comprimidas, olvidada,s mientras fué necesario pelear al 
enemigo común. Ahora que la lucha con el estrangero había 
cesado tenia que nacer la lucha interior entre los elementos 
que chocaban en la joven nacionalidad. La anarquía, á que es 
tan predispuesta la raza latina, no podía dejar de manifestarse 
Las emulaciones de los héroes y la coexistencia de dos parcia- 
lidades que reunían al prestigio personal de sus caudillos la 
fuerza de las armas, producirían fatalmente la guerra civil, fe- 
nómeno por otra parte muy natural en todos los pueblos que 
se arrancan á la tutela* estraña, ó cambian de pronto la forma 
de sus instituciones sin estar suficientemente preparados para 
ello. 

2— La renuncia de Giró y Garzón había producido en el 
gobernador provisorio el mas profundo desaliento. Aco.stuni- 
brado á ganar y perder batallas, á mandar y ser obedecido, 
nunca habíase encontrado en trance tan duro. Mucha ener- 
gía y mucho tino necesitaba para volver las cosas á su lugar 
é impedir que los partidos que se disputaban francamen- 
te el campo del poder militar, como medio de alcanzar ei 
poder civil, trajeran la anarquía al Estado, que mas que 
nunca necesitaba de una corta paz, la bastante para for* 
mar su Constitución y preparar el advenimiento legal de 
quien á Rondeau sucediese en el gobierno efectivo. 

Ningún hombre de significación política quería acompañarle 
en el gobierno sin pasión de partido. Aquello era peor que 
presentar una batalla. Difícil salir del paso; imposible en- 
contrar ánimos absolutamente serenos y estraños á la can- 
dente atmósfera que á todos circundaba. 

3— En esto emerjencia se dirigió el gobernador provisorio á 
la Asamblea, pidiéndole autorización para echar mano de al- 
gunos de sus miembros y darles la invostidum de Ministros. 
La Asamblea respondió agradecida :iue se hallaba dispuesta á 



7I0T0R ABHEGtmm 3^ 



-<>«« 



privarse de los servicios de aquellos hombres que con sus ta- 
lentos pudieran conjurar el peligro. 

4— Pero el peligro no se conjuraba con esto. Los parciales 
de Lavalleja traerian la guerra y la desolación al país, y le fué 
indispensable al general estrangero retirar el. decreto que 
suprimíalas comandancias militares, mediante cuya medida 
conciliadora volvieron al Ministerio los señores Giró y Garzón, 
apesar de haber dicho en la i'enuncia que dejaban sus puestos 
por incompetencia y no por descontento de ¡jfirtido, acción 
que mucho apenara á Rondeau. Sucedía la vuelta de los seño- 
res Ministros en los primeros dias de Enero, al mismo tiempo 
tiempo que ingresaba al gobierno el señor Francisco Joaquin 
Muñoz, en el carácter de Ministro de Hacienda y los bandos 
se aprestaban á una lucha implacable. 

5— Los trabajos de organización del Estado se seguían con di- 
ficultad. A mediados de Marzo la Asamblea creó el escudo de 
armas de la Nación y siguió en sus patrióticas tareas, algo dé- 
biles mientras no se presentó el Proyecto de Constitución por 
Ja Comisión nombrada al afecto. Dicho proyecto contenía y 
consignaba los principios mas elevados de derecho, sin oponerse 
á ninguna tendencia francamente nacional y fué presentado 
á la discusión el 6 de Mayo. 

Cuatro meses discutió aquella Asamblea formada por los mas 
dignos y los mas inteligentes varones de la República, la Carta 
Fundamental que habría de rejir al país, y aunque no había 
en ella ningún artículo que se prestara á largos debates, por 
ser toda ella la esencia de la buena doctrina política hasta en- 
tonces conocida, muchos puntos se prestaron á discusión ani- 
mada. En cuanto á la forma de gobierno no cabía dis- 
crepancia. La República era el ideal de todos. El pro^^ecto 
de Constitución era de República y nadie lo atacó por este lado. 

El nombre del nuevo Estado era objeto de largo debate, y á 
este respecto andaban las opiniones divididas. Unos querían 
que se llamara República de Montevideo; otros República del 
Uruguay; pero al fin triunfó la definición que el pueblo admi- 
tía y que Artigas el primem lanzara al mundo: República 
Oriental, con el aditamento del Urugmiy^ para hacer compren- 



S86 HlSTOBLá. DBL UBUGUAT 



der que se trataba de un país nuevo situado al levante del 
gran río. 

6— Otro de los puntos mas discutidos fué el tocante á reli- 
gión. Había quienes sostenían que el Estado debería profesar 
la religión católica apostólica romana, con esclusion de todo 
otro culto, es decir, que no hubiei-a libertad de conciencia. 
Pero esta vez triunfó la buena doctrina, limitándose el Estado 
á declarar que su religión sería la católica, sin añadir apostó- 
lica romana, por ser la de la mayoría del pueblo. En estos de- 
bates en que mítchosse distinguieron, quien mas alto luchó 
por la victoria de las doctrinas mejoi-es fué don José Ellauri, 
persona de notable competencia, á cuyas luces profesaron 
grande acatamiento sus contemporáneos. 

7— La Constitución que consagraba los mas altos principios 
y garantizaba todos los derechos individuales, era quizá dema- 
siado elevada para aquel pueblo y pam las generaciones dege- 
neradas que le sucederían. No obstante era sabia y humana. 
Su discusión había terminado á la entmda de Setiembre, y el 10 
de este mes se aprobaba el proyecto unánimemente, declamndo 
el señor don Silvestre Blanco, que presidía la Asamblea, solem- 
nemente aprobada y sancionada la Constituóion del Estado, que 
fué votada por el presidente Blanco y los señores diputados Ga- 
briel A. Pereira, Cristóbal Echevarriarza, Cipriano Payan, Juan 
P. Laguna, Pedro F. Berro, Julián Alvarez, Juan B. Blanco, Pe- 
dro P. de la Sierra, Manuel Haedo, Juan M. Pei*ez, Jaime Zuda- 
ñez, José Vázquez Ledesma, Juan F. Zubillaga, José Ellauri, 
Joaquín A. Nuñez, José B. Pereira de la Luz, Fi*anciscc A. Vi- 
dal, Alejandro Chucarro, Miguel Barreiro, (ex- secretario del 
Libertador), Ramón Masini, Lorenzo J. Pérez, Santiago Váz- 
quez, Antonio D. Costa, Manuel V. Pagóla, Solano García, Lá- 
zaro Gadea, Francisco García Cortina y Luis Lamas. 

El 19 de Setiembre resolvió la Asamblea, que se pasase un 
ejemplar auténtico de la Carta Fundamental á cada una de 
las naciones signatarias, con el fin de que recibiera su apro- 
bación sin cuyo requisito no podía ponerse en vigencia. Los 
comisarios déla Argentina y el Bi-asil, reunidos en Rio Ja- 
neiro, despueá de un examen minucioso declararon, ya muy 
entrado el año XXX, que no oponiéndose á la seguridad de 



VICTOB ARRBOUmB 387 



los Estados vecinos, podía ser jurada y ejecutada en seguida. 
Tal aprobación venía á hacerse á raizde gestiones infructuo- 
sas hechas en Europa por el Imperio contra la independencia 
de la República Oriental. 

Don Santago ^Vázquez y don Nicolás Herrera fueron res- 
pectivamente enviados á la Argentina y al Brasil, en misión 
diplomática para apresurar la aprobación de la Carta Funda- 
mental del Estado. 

8— En el curso de la discusión de esta Carta, y de los tra- 
bajos previos, no estuvieron ni Rondeau ni la Asamblea 
inactivos. 

El Poder Ejecutivo provisorio, que desde Setiembre quedaba 
reducido á dos ministros, había dictado en Enero el 1 5 o/o de 
derecho á los artículos importados del exterior; en Agosto 
había decretado penas contra los vagos, penas de trabajo for- 
zado, por espacio de tres meses, y seis en casos de reincidencia 
teniéndose en el concepto de tales á los individuos pobres que 
no tuvieran ocupación, no fueran menores de edad, ni mayo- 
res de cincuenta años. Los trabajadores deberían justificar su 
dedicación al trabajo por contratos que estendían los tenien- 
tes alcaldes, capataces de estancia y patrones. 

En todo el curso del año se ocupó el general Rondeau en 
elevar el nivel intelectual déla población, mandando crear es- 
cuelas. En Montevideo se establecieron dos: de niñas una y 
de varones la otra. Se hizo obligatoria la vacuna y se dispuso 
que los niños mas morales y aplicados pudieran optar, por 
intermedio de sus padres ó tutores, á gracias especiales. 

La Asamblea por su parte hizo no menores esfuerzos tendentes á 
organizar el país. En la prensa no figuraban deslenguados; 
pero en previsión de futuras calamidades se legisló so^re la 
materia, á principios de Junio. Se declaraba la libertad del 
pensamiento, sin previa censura, responsable de los ataques á 
la religión, á la seguridad del Estado y á la vida privada de 
los individuos, debiendo entender en la calificación del delito, 
y en la graduación de la pena, jurados populares cuyo vere- 
dicto se dictaría después de oír al acusador y al acusado. Las 
penas consistían en prisión, multas y suspensión tdel derecho 
de escribir para el público. 



8M HISTORIA DEL URUOUAT 



Otm de las buenas medidas del gobierno faé la del rescato 
de los esclavos, que en calidad de libertos habían servido á la 
patria en el largo periodo de la guerra contra el Brasil (18 
de Mayo). 

La organización administrativa fué también j^bjeto de leyes 
especiales y decretos del Ejecutivo. En Julio se renovó la ins- 
talación del Tribunal de Justicia; mas adelante se regularizó 
debidamente el poder j udiciai y se reglamentó la policía; en^ 
distintos meses se hicieron otms serias reformas. Fueron abo- 
lidos definitivamente el derecho de tránsito personal en el in- 
terior del país, el de Alcabala y otros. Se creó el papel sellado, 
desde 5 centesimos á 9 pesos, declaróse libre la importación de 
instrumentos de ciencia, arte, enseñanza y agricultura, pro- 
pendiendo así al fomento de todos los progresos asequibles á 
la novel nacionalidad. 

La agricultura para que es tan propicia la tierra oriental, 
llamó desde luego la atención del Gobierno, en quien todo era 
desvelo por apresurar el florecimiento industrial y agrícola, 
cosa que debia quedar encomendada al tiempo, pues no podía 
prescindirse de trastornos y revueltas que vendrían á echar 
por tierra las ilusiones y proyectos de aquella Asamblea y 
de aquel general estranjerotan decididamente progresista. Con 
todo se crearon una Junta de Agricultura é Industria; una 
Comisión de Hijiene y un Registro de Estadística; se trató de 
poner al servicio del progreso vías fluviales y terrestres de 
comunicación y se echaron las bases de muchas mejoras, que 
debían ser tan efímeras, como había de ser intensa y 
duradera la crisis política, que empezaba á sentirse en toda 
su deforme magnitud y con toda la energía de su desmedida 
violencia. 

9— Hemos dejado de lado á Rivera para seguirlos pacos del 
gobierno establecido en el orden administrativo. Rivera no 
estaba inactivo; de sobi*e la margen oriental del Uruguay, 
donde dejara al pueblo de las Misiones que le habia seguido 
como á un conquistador, ó quizá como á un libertador, 
habia bajado al Durazno al rayar el año, y de allí escri- 
to á la Asamblea protestándole acatamiento. 

El guerrero de las campañas del Norte no contaba en ]^ 



Víctor arrbguine 389 



Asamblea una mayoría de votos, por mas que su prestigio 
fuera inmensamente mayor que ©1 de La val leja; la Asamblea 
estaba dividida en fracciones mas ó menos afectas al ano ó aj 
otro, y tampoco faltaban grupos que se llamaran unitarios^ 
federales, etc. Desde luego era necesario á Rivera estar cerca de 
la capital y seguir los rumbos variables de la política para no 
dejarse anular y así lo bizo. 

La popularidad de ambos caudillos trascendía á los hombres 
de ciudad. El mismo Rondeau mostraba visiblemente sus 
simpatías al héroe de las Misiones, que por mas que no tu- 
viera grandes talentos muchos y muy mei i torios servicios 
había prestado á la causa de su patria. 

10— Las simpatías de Rondeau, no tardaron en tomar con- 
sistencia. Comprendiendo la conveniencia qrie surjiría para 
él de estar bien con Rivera, le dio el 21 de Febrero la Jefatura 
del Estado Mayor General, con harto disgusto de la agrupa- 
ción lavallejista. 

En Junio desocuparon los brasileros la plaza de Montevideo, 
y el Provisoriato que mientras esto no se realizara perman»?- 
ciera en la Aguada, pudo entrar el L® de Mayo á la -capital, 
que desde entonces se convirtió en centro político do todas 
las aspiraciones en juego. 

11— Las pasiones arre-ciaban. En Agosto volvieron á re- 
nunciar los Ministros de Rondeau, por el vuelo que iban to- 
mando las ambiciónos de Rivera; al dia siguiente de las re- 
nuncias el gobernador que deseaba conciliar lo inconciliable, 
llamó á La val leja al mando, dándole el puesto de Rivera, á 
quien nombró mas tarJe, al mediar Setiembre, Ministro de 
Gobierno, Guerra y Relaciones Exteriores. 

Esta casi omnipotencia de Rivera en el poder enconó en 
alto grado al partido lavallejista, que empezó á mostrar- 
se mas opositor al g bierno, amenazando con la guerra 
civil al país apenas emancipado. Lúeas Obes participa- 
ba de las ideas de Rondeau, en quien influía en cuanto á 
no desagradar k Rivera, que era do los dos caudillos el mas 
temible y el que mas derechos tenia á ver colmadas sus 
aspiraciones. Asi es que lejos de esperarse la tranquilidad se 
esperaba la guerra al terminar el año. Rondeau se veía en- 



390 HISTORIA DBL URUGUAY 



tre dos corrientes opuestas que amenazaban estrellarlo. Rivera 
estaba á su lado; pero los de Lavalleja miraban en ello su 
descrédito y ruina. Eran tan grandes las ambiciones que no 
se creía pn la posibilidad de que pudieran coexistir los dos 
héroes y tan mala senda se tomaba que por ella podia irse 
fatalmente á la destru ítora anarquía, á los odios sangrientos 
y á los encarnizados campos de batalla. 



CAPÍTULO LXVI 

( 1S30 ) 

SUMARIO— 1 La República á principios de 1830 -2 Elevación 
Y caída de Lavalleja— 3 Renuncia condicional 

DERONDEAU— 4 LV:SAMBLEA SE DECLARA HOSTIL A 
RONDEAU Y NOMBRA Á LaVaLLEJA— 5 RiVERA SE ALZA 
EN ARMAS— 6 CONCILIiiCION— 7 ULTIMAS TENTATIVAS 

DEL Imperio para convertir al Uruguay en un 
Gran Ducado — 8 Jura de la Constitución del 
Estado. 

1— Dosdeeiaño anterior la n-ueva República había sido reco- 
nocida por algunas potencias. Inglaterra, el Brasil y Brémen 
tenían representantes en ella. Los esfuerzos de sus hijos, tan 
decididos y constantes, le daban derecho á figurar en el con- 
cierto de los pueblos libres, para lo cual bastábanle sus propios 
recursos. La población del país, en 183 ), fluctuaban entre 75 y 
80 mil habitantes; la industria en general tendía á radicarse; ei 
comercio de importación y exportación acrecía notablemente^ 
el precio del ganado aumentaba por la facilidad que había de 
exportar y la demanda progresiva de cueros y carne salada. 
La dominación estraña produjo por el lado del Este un buen 
aumento de población y formación de establecimientos de 
campo Los brasileros de Rio Grande poseían, de este lado de 
la frontera, áreas estensas de territorio que dedicaban á la cria 
de hacienda, Cualquier individuo que por aquellos tiempos se 



VÍCTOR ARREGUINB 391 



dedicara al trabajo con un pequeño capital, tenia noventa y 
nueve probabilidades contra una de enriquecer en pocos afios. 
La tierra casi nada valía. El gobierno recompensaba servicios 
pi*estados á la patria con suertes de campo. En las cercanías 
de Montevideo el valor de la tierra no pasaba de 8 ó 10 pesos 
la cuadra. 

2— El descontento del pirtido lavallejista subía de punto 
al ver á Rivera en el Ministerio, y ya se hablaba de la guerra 
civil cuando Rondeau para conciliar las voluntades discordes, 
suplantó al brigadier Rivera por su contrario en los puestos 
que él ocupaba, pero conftándole en cambio la Comandancia 
Generel de Campaña, donde muy bien podia trabajar por ver 
coronadas sus pretensiones y organizar seriamente su partido. 

Lavalleja que babia subido al poder el 18 de Enero fué tenaz- 
mente combatido en el mismo seno del gobierno; en Febrero 
volvieron á suprimírselas comandancias militares, lo que era 
un nuevo golpe para el lavallejismo que obligó á su jefe á 
dejar el poder para a^^urair desde la llanura la dirección de una 
oposición encarnizada. 

Con ©1 descenso de Lavalleja ascendieron á los Ministerios 
los señores EUauri, Laguna y Pereira, con lo que vino á te- 
ner Rivera una ma^^oria absoluta en el Ejecutivo, cuyo primer 
individuo le era afecto y propendía á mantener su prestigio. 

3--Desde que bajó del poder Lavalleja se dedicó á buscar 
apoyo en el parlamento; consiguió atraar al círculo llamado 
unitario^ y con los que ya le eran fieles formó una mayoría 
dispuesta á derrocar á Rondeau asi que la oportunidad se 
presen tám. 

E.sta no se hizo esperar. El gobernador mandó un dia, como 
Jefe superior de las fuerzas de la República, salir dos compa- 
ñías de soldados acampana, á lo que sus opositores de la Asam- 
blea se opusieron. Rondeau reclamó contra semejante preten- 
sión, elevando de paso renuncia condicional del Ejecutivo con 
sus ministros. El conflicto estaba producido. La Asamblea te- 
nia el derecho de ratificar su resolución y así lo hizo. 

4— Era magnifico el momento para dar el golpe, y aunque 

la renuncia del gobernador provisorio no tenia el carácter de 

indeclinable y solo era condicional, parael caso de quela Asam 



392 HISTORIA DHL URUGUAY 



blea no desistiera del propósito de nodfvjar salir fuerzas á cam- 
paña, le fué ease<?uida aceptada (17 de Abril), nombrándose al 
general Lavalleja en el carácter de gobernador interino. 

Rondeau y sus Ministros protestaron contra el proceder 
imprevisto é inesperado de la Asamblea, que lejos de atender 
razones declaró anárquica la protesta y confirmó el nombra- 
miento recaído en el caudillo rival de Rivera. 

Rondeau pudo imponerse en esos instantes y asumir una ac- 
titud resuelta contra quienes lo despojaban del mando, /pero 
prefirió embarcarse para Buenos Aires, ya que la hostilidad 
de unos pocos lo arrojaba de una tierra por la cual tanto se 
habia sacrificado. 

5--RÍ vera no podía permanecer indiferente á estos hedió? 
que importaban su anulación, y se alzó on armas, protestando 
contra la caída de Rondeau. De un lado estaban Lavalleja y 
una mayoría del Parlamento; de otro la casi totalidad de la 
campaña. El caudillo revolucionario destituyó y nombró au- 
toridades; arbitró recursos para la guerra y se dispuso á derro- 
car los poderes públicos. El Ejecutivo no sig^niñcaba otra co- 
sa que la creación voltaria de un círculo intransijente. La 
hostilidad de Rivera tenia hasta cierto punto razón de ser, 
pero de cualquier manera aquella anarquía naciente, á no ser 
conjurada en el acto, amenazaba la estabilidad del Estado y 
podía dar tugará la intervención estranjera. 

Lavalleja investido el 30 de Abril con facultades extraordi- 
narias, cometió verdaderos actos de dictador. La prensa lo ata* 
cabay él amordazó la prensa, suspendiendo su libertad; des- 
confiaba de ab^unos batallones y los disolvió creando otros; 
Rivera se mostraba francamente contrario á aquella política 
de esclusiones y él destituyó á Rivera de sus empleos; des- 
pués de todo lo cual salió á campaña, el 5 de Junio, con un 
pequeño ejército, á fin de batir al caudillo rival por la. fuerza 
de las armas, delegando el poder Ejecutivo en manos de sus 
Ministros señores Giró, Ignacio Oribe y Román de Acha. 

6— Al salir á campaña Lavalleja, pensaron los hombres de la 
ciudad en las graves consecuencias que aquel paso traería y 
se sobrepusieron á sus intransigencias. Por de pronto era de 
esperarse que la guerra seria larga, porque los dos caudillos 



VÍCTOR ABREGUINE 393 



>I.M..i*É,..,<Í,WI 1 HilliB lai ■ 



contaban con grandes elementos y eran igualmente valerosos 
y conocedores de la tarea guerrera. Mirando á otro lado la 
intervención de potencias estrañas para que cesara la gueTa 
civil, intervención que no tardaría en producirse, quizá acar- 
reara la perdida de la independencia, á costa de tantos 
sacrificios alcanzada. Así es que se organizaran comisiones 
de paz y salieran á los campamentos á predicar la cesación de 
la discordia. El sabio Larrañaga formaba parte de una do 
esas comisiones pacificadoras y tan buenas artes de oratoria 
y persuaden puso enjuego, con otros ilustras contemporá- 
neos suyos, que á los pocos dias logró apagai'se la llama que 
amenazaba trocarse en incendio pavoroso. 

Los caudillos pactaron el 16 de Junio sin estéril derrama- 
miento de sangre, comprometiéndose Rivera á respetar los 
poderes existentes hasta tanto no se constituyeran otros de 
una manera definitiva. Por su parte Lavalleja convino en no 
hostilizar á Rivera, que seguirla al frente de la Comandancia 
General de Campaña, y en proponer á la Asamblea que Rondeau 
pudiera volver al país conservando el sueldo de Gobernador y 
Capitán General, hasta que se elijiera Presidente de la Repú- 
blica, y el grado de brigadier general que habia ganado en 
las guerras por la libertad. 

Así quedó resuelta por el patriotismo la cuestión pendien- 
te, volviendo de nuevo las cosas á .su cauce regular, sin que 
se hiciera nada de notable en todo el cur.so de un mes, á no 
ser la reforma del pabellón nacional, cuyas listas azul-cele.s- 
tes se redujeron á 4, dispuestas ent e 5 blancas, el 11 de 
Julio. 

7— Reconocida la Independencia del Uruguay, y á puúto de 
ser jumda su Con.stitucion, hizo aún el Brasil sus últimas ten- 
tativas de apoderamiento. No concebían sus políticos y su 
Emperador la existencia independiente de la antigua provin- 
cia Cisplatina. 

En las miras de la política imperial de 1830, entraba el plan 
de monarquizar á la América, y en ese sentido escribía el 21 
de Abril, el ministro Calmen du Pin ó Almeida, al marqués de 
SanctoAmaro para que se propiciara la voluqtad de Francia é 



394 BISTOBU DBL URÜOUAT 



Inglaterra. Eq las instrucciones secretas que al efecto le en« 
viara, refiriéndose al Uruguay le decia; 

«En cuanto al nuevo Estado Oriental ó Provincia Cisplati 
na, que no hace parte del territorio Argentino, que ya estuvo 
incorporado al Brasil y que no puede existir independiente de 
otro Estado, V. E. tratará oportunamente y con franqueza de 
incorporarlo otra vez al Brasil. Es difícil sino imposible re- 
primir las hostilidades recíprocas y obstar á la mutua impu- 
nidad de los habitantes malhechores de una y otra frontem. 
Es el límite natural del imperio. Es, en fin, el medio eficaz de 
remover y prevenir ulteriores discordias entre el Brasil y los 
Estados del Sud. Y, en caso que la Francia y la Inglaterra se 
opongan áesta reunión al Brasil, V..E. insistirá por medio de 
razones de conveniencia política, que son obvias, en que el Es- 
tado Oriental se conserve independiente, constituyendo un 
gran Ducado ó Principado, de suerte que de modo alguno va- 
ya á formar parte de la Monarquía Argentina.» 

Por suerte para la Nación Oriental estas gestiones libertici- 
das fracasaron y los hechos se produjeron de acuerdo con las 
leyes históricas que los habían generado. 

8— A fines de Mayo los comisarios encargados de examinar 
la Constitución se habían espedido favorablemente. Su jum 
se hacía necesaria, porque seria el sello puesto á la definitiva 
independencia de la tierra, que ya se llamaba libre y cons- 
tituida. 

En consecuencia, una vez pacificado realmente el país, dis- 
puso la Asamblea que la Constitución se jurara por los pue- 
blos y autoridades de la República el 18 de Julio, y decretó su 
propia disolución para el día inmediato á la jura, que se hizo 
como sé mandaba, en medio de delirantes entusiasmos. 

En Montevideo, el juramento solemne que sancionaba los 
esfuerzos de un pueblo heroico y abría horizontes nuevos á sus 
altos destinos, se llevó á cabo en la hoy plaza de la Constitu- 
ción. 

Era un espectáculo hermoso veral pueblo y al gobierno reu- 
nidos en aquella gran fiesta nacional, sagrada é imponente. 
Los batallones, los héroes de las luchas grandes, formaban en 
filas; las banderas de la patria flameaban al viento; el pueblo 



VÍCTOR ARBBGUINB 395 



estaba allí, hencbido de generoso entusiasmo. Y cuando una 
voz pregunto á los circunstantes si juraban la Carta Funda- 
mental de la Patria, todos los pensamientos se elevaron á Dios, 
y un grito unánime, poderoso y único ; Juramos! respondió, 
y aquella gran voz pobló el espacio. 

La Independencia de la tierra, por la cual cayeran en sus 
surcos tantos centenares de valientes, quedaba sancionada; 
coronados los bríos de los charrúas que fueran los primeros en 
defenderla; los esfuerzos de Artigas, su paladín glorioso y des- 
gmciado; la cruzada de los Treinta y Tres héroes del XXV y 
los desvelos y las aspiraciones de un pueblo amante de la liber- 
tad y de la gloria. Los viejos guerreros lloraban de alegría; 
las madres enseñaban á sus hijos el pabellón oriental que bri- 
llaba al sol. Todas las cabezas estaban descubiertas, cual si el 
alma de la Patria, losmanesdeJos héroes caídos y Dios mismo 

estuviesen allí. Después las salvasdel cañón y los repiques 

délas campanas anunciaron al mundo que la voluntad de un 
pueblo acababa de cumplirse. 



FIN 



VÍCTOR ARREOUINIS 397 



NOTAS 



A 



La precipitación con que se corrijió esta obra es causa 
de que aparezcan en ella numerosos errores, que fuera largo 
anotar. 

En casos tales la fé de ermtas no muy notobles, v. g. bizoño 
en lugar de bisoñe, que tantas veces se repite en el libro, 
háceia el lector de su cuenta. Pero al lado de los errores de 
letras y puntuación figuran unos pocos de verdadera grave- 
dad, que es fuerza reparar, pues de lo contrario ó podrían indu- 
cir á eiTor ó dar á nuestro modesto ti-abajo mas lunares de 
los que le son intrínsecos. 

En la página 11 dice: «El guaiunios un idioma dulce carga- 
do de ües, íes y eles» etc. Debe leerse: «El guaraní es un 
idioma dulce, cargado de üe?, íes», etc. Lo de las eles sobra 
y solo figura por casi imperdonable descuido. Precisamente 
el guaraní se distingue por la carencia absoluta de la letra L. 
Tampoco existen en él la Ll ni la F. 

Los charrúas debían hablar un guaraní bastante impuro, 
por cuanto en las denominaciones por ellos dadas á ciertos 
rios y lugares, se nota la presencia de la L, desconocida, 
como queda dicho, por los pueblos indígenas de mas al norte 
pertenecientes k la rama guaraní tica. 

En la página 33 se lee: 

«En 1573 (Noviembre) ancló el Adelantado frente á la Isla 
San Gabriel en el Uruguay.» 

Donde dice Uruguay debe leerse Rio de la Plata. 

Página 270: La salidade Lecor hasta Canelones,á que se refie* 
re el parágrafo U> no fué de 500, sino de 5000 soldados. 



3D3 HISTORIA DBL URUGUAY 



Don Andrés Latorro, á quien algfuna voz se da el título 
de General en esta obra, no lleg'óá alcanzar ese grado.' 

Su pericia, sus años de esfuerzos desinteresados por la pa- 
tria, su valor, y otras muchas prendas que adornaban al ilus- 
tre patricio le señalan un puesto prominente en la guerra 
contra la usurpación estranjera. 

En 1802, á la edad de 20 años, era capitán de caballería, y 
fué en las guerras por la libertad uno de los mejores militares 
que acompañaron al General Artigas. 

En las campañas del Norte recibió el grado de coronel 
mientms arreciaba la invasión portuguesa, que combatió 
hasta mucho después de haber sido destrozados los ejércitos 
nacionales. 

Como organizador no contó Artigas con auxiliar mas po- 
deroso. El triunfo de Santa Maria, liltima victoria alcanzada 
contra la invasión enviada pa' D. Juan VI, en parte fué obra 
de sus esfuerzos y pericia guerrera. 

Ya libre el país quisieron los gobiernos lioni*arlo con el ge- 
neralato, grado que rechazó, alegando que la patria no ne- 
cesitaba mas de su brazo. El olvido ha echado su pesada tie- 
rra sobre este hombre heroico y sin vanidades. Es justo que 
se proteste contra ese olvido. 



Las últimas noticias científicas relativas al origen del hom- 
bre americano hacen suponer que, á poco de generalizarse y 
concretarse su estudio, sufrirán un trastorno general las mas 
de las teorías hasta hoy circulantes sobre tópicos tan esca- 
brosos cual son los que á los aborígenes atañen, tratán- 
dose de sus oscuros orígenes, de sus idiomas y de su coloca- 
ción en el orden etnográfico. 

El hallazgo del jade ó amuleto verde de los indios del Ama- 
zonas, ha elevado la polémica del origen del hombre ameri- 
cano á la categoría de debate de actualidad. 

Probado que dicha piedra ó amuleto, procede de la India y 
de la China, no queda mas camino que admitir también la 



VÍCTOR ARREGUINB 399 



procedencia estrangera del habitante primitivo del Nuevo 
Mundo. 

Tal inmigración debió efectuarse en remotísimas edades y 
renovarse periódicamente, en aluviones de carne humana, se- 
gún lo indican las portentosas ruinas de Copan y Palenque, 
coetáneas de la civilización de los egipcios, y los Imperios del 
Anahuac y del Cuzco, de data moderna al tiempo de las in- 
vasiones españolas y de tradiciones muy semejantes á las 
asiáticas. 

I.OS mound-Mlders (constructores de montículos) y los clif- 
dweliers^ (habitantes de las rocas) de la América del Norte, han 
dejado huellas de su paso, que confirman la creencia de haber 
sido el Continente poblado en los pi-imeros tiempos de la 
Vida. 

En la Repdblica Oriental se han encontrado montículos en 
un todo semejantes á los mound-Mlders de los Estados Uni- 
dos, sin que hasta el presente hayan sido estudiados con el de- 
tenimiento necesario para establecer su antigüedad. 

Los mound Ulders de San Luis (departamento de Eocta) 
cuyo número no baja de algunos miles, son por lo común de 
8 á 10 mearos de altura y de un diámetro que suele lle- 
gar á 25. 

Se componen de tierra negra y pesada, que se pulveriza á 
poco de ser removida. 

Se han encontrado varios esqueletos indios bien conserva- 
dos en los montículos del Este. Todos en cuclillas, rodeados 
de sus armas, alimentos y restos de cerámica. 

A corta distancia deSoriano, costa occidental, se ha explo- 
rado otro montículo, denominado Cerrito, de idéntico uso á 
los del Este. Los restos humanos hallados en él están fosiliza- 
dos por completo y se pulverizan al contacto del aire. 

Es casi seguro que tales construcciones fueron obra de un 
pueblo antiquísimo que nada tenia que ver con los charrúas, 
cuya entrada al país debia datar de no largo tiempo en la épo 
ca del descubrimiento. 

El hallazgo de molinos de piedra en el territorio oriental 
acusa bien á las claras la preexistencia de un pueblo agricul- 
tor con relación al charrúa por el que pudo ser desalojado. Sa- 



40) mSTOBIA DKL UBUGUAY 



bido es que este último era una nación guerrera, de vida 
errante, dedicada á la caza y á la pesca, sus solos medios de 
subsistencia. 

Es mas que posible que los conquistadores españoles dieran 
el nombre ú.q charrúas á numerosas tribus diferentes, entradas 
al país en épocas distintas y amalgamadas y fundidas en 
momentos de peligro común. 

Tales tribus habrían venido del Norte, buscando aves, cua- 
drúpedos y peces; domando pueblos sedentarios, destruyendo 
sus costumbres y forzándolos á convertii-se en guerreros ó en 
siervos, cuando no en nómades toda vez que trataran de evitar 
la alianza con sus vencedores. 

Los paraderos de salvajes, separados unos de otros por muy 
pocas leguas de distancia, suministran datos curiosos para es- 
tablecer el grado de civilización de los diferentes campamen- 
tos de la llamada, quizá con demasiada ligereza, nación 
charrúa. 

De un campamento á otro varían las armas, no en cali- 
dad, pues todas eran de pedernal, sino en el pulimento. Tal 
paradero, algunos de Rocha por ejemplo, proporciona dardos 
de sílex, primorosamente trabajados: pulverizadores de ocre, 
que se echaba á manera de cal sobre los cadáveres, y servia pa- 
ra colorear el rostro de azul ó rojo, y boleadoras que son la 
perfección déla piedra trabajada. 

Tal otro paradero, el del Miguelete v. g., solo atesom armas 
y útiles de la misma índole, pero lo mas rústica y grosera- 
mente pulidos. 

Lo propio sucedía en la elaboración de los objetos cerámicos. 
En algunos paraderos se han encontrado la aguja de red y 
discos que pueden haber pertenecido á un pueblo de teje- 
dores. 

Al paso de hallazgos que denotan una civilización relativa- 
mente elevada, la desmienten, no lejos, boleadoras casi defor- 
mes, hachas de piedra lo mas primitivas y dardos escasos y 
mal hechos, 

Esto denota la coexistencia dentro del territorio oriental de 
muchas y muy diversas parcialidades, sin duda de un común 
origen, pero de cultura y necesidades poco de acuerdo. 



VÍCTOR ARREGUmfí 401 



ÍNDICE 



V 



Páginas 
Prefacio ...»....., III 

COLONIAJE 

Capítulo 1 — i América. 2 Una cuestión histórica ... i 

Capítulo II — i Origen de los indígenas. 2 Tribus del Rio 
de ia Plata. 3 Los charrúas. 4 Sociabilidad. 5 Fa- 
milia. 6 Forma de Gobierno. 7 Lenguaje. 8 Cos- 
tumbres. 9 La guerra eutre los indios. 10 Sus 
alianzas. 11 Caracteres físicos. 12 Creencias. . 5 

Capítulo III— (1512 á 1534) — 1 Descubrimiento del Rio de 
la Plata. 2 Muerte de Juan Diaz de Solis. 3 Pa- 
so de Magallanes. 4 Diego García. 5 Sebastian 
Gaboto. 6 Fundación de San Salvador. 7 Regreso 
de Gaboto á España, o Destrucción del Fuerte de 
Sancti Spiritu por los timbúes. ...... 17 

Capítulo IV — (1535 á 1537)— i Éspedícion de Mendoza. 2 
Desastres de la espedicion. 3 Regreso y muerte 
de Mendoza. 4 Tregua en el Uruguay .... 24 

Capítulo V — (1538 á 1572)—! Domingo Martínez de Irala. 
2 Real orden del Emperador Carlos V concedien- 
do libertades políticas. 3 Alvar Nuñez 2.<* Adelan- 
tado. 4 Nuevo gobierno de Irala. 5 Fundación de 
San Juan. 6 Tregua en el Uruguay ...:.. 28 

Capítulo VI— (1^73 á 1600) — Juan Ortiz de Zarate 3*^'. Ade- 
lantado. 2 Se indispone con los charrúas, 3 Triun- 
fos de Zapican. 4 Planes de Zapican. $ Alonso de 
Ontiveros, 6 Rui Diaz Melgarejo. 7 Padecimiento 
de los españoles. 8 Derrota y muerte de Zapican. 



Á 



402 ttlSTOBIA DfiL tmÜGUAT 



■• ■■ 



Páginas 

9 Reedificación de San Salvador. lo Nueva trégifa 

en el Uruguay J2 

Capítulo VII— (1592 á 1618) — i Hernandarias de Saavedra. 
2 Su gobierno. 3 Trae el ataque á ios charrúas. 
4 Propone y obtiene la división de territorio de su 
mando. 5 Juicio de Hernandarias. . . . , • 40 

Capítulo VIII — (1619 á 1624)—! Gobierno de Góngora. 
2 Gobierno de Céspedes y su amistad con los 
indios. 3 Santo Domingo de Soriano. 4 Actitud de 
los charrúas 43 

Capítulo IX— (1625 á 1668)— i La cria de ganado en el Uru- 
guay. 2 Las Misiones. 3 Los mamelucos, 4 Alian* 
za charrúa. 5 Fundación y destrucción de Itazurubí. 
6 Juicio sobre las Misiones 45 

Capítulo X — (1669 á 1702)—! La Colonia del Sacramento. 
2 Actitud del Gobernador Garro. 3 Debilidad de 
Carlos II. 4 Progreso de las Misiones. 5 El Cabil- 
do de Buenos Aires. 6 Felipe de Anjou. 7 La es- 
clavatura en el Rio de la Plata 52 

Capítulo XI— (1703 á 1716)— i Valdez Inclan. 2 Cabarí, 
primer montonero nacionaj. 3 Los franceses toman 
á Rio Janeiro. 4 Paz europea y devolución de la 
Colonia. . 56 

Capítulo XII— (i 7 17 á 1729)— i Don Bruno Mauricio de 
Zabala. 2 El contrabando portugués y el pirata Mo- 
reau. 3 Los portugueses ocupan á Montevideo, 
4 Zabala los desaloja. 5 Fundación de Montevideo. 59 

Capítulo XIII— (.1730 á 1732)—! El Catildo. 2 Primeros 
tiempos de Montevideo. 3 Choques entre el Cabil- 
do y los comandantes militares. 4 Restricciones al 
comercio. 5 Levantamiento de los charrúas. . . 66 

Capítulo XIV — (1733 á 1746)—! Miguel de Salcedo y las 
invasiones portuguesas. 2 Turbulencias y despres- • 
tigio del Cabildo. 3 Reacción del Cabildo. 4 Arbi- 
fariedades de que es víctima, 5 Origen de la 
contribución directa. 6 Destitución de Salcedo y 



Víctor arréguinb 4Óá 



Páginas 

medidas de Ortiz de Rozas. 7 El Obispo de Buenos 

Aires y los diezmos 70 

CAPÍtüLO XV— (1747 á 1750)—! Los españoles baten á !os 
portugueses y charrúas. 2 La mina de piedras pre- 
ciosas. 3 Tratado de Madrid 74 

Capílulo XVI— (1751 á 1752)— I Viana, primer gobernador 
de Montevideo. 2 Levantamiento de los charrúas. 
Impuesto de Bulas, las ánimas y sus bienes, amojo- 
napiiento de Propios. 3 El marques de Valdelírios 
y los primeros trabajos de demarcación de fron- 
teras 77 

Capítulo XVII — (1753 á 1756) — i Guerra guaranítica. 
2 Muerte del cacique Sepée. 3 Matanza de Caay- 
baté. 4 Fin de la guerra 80 

Capítulo XVIII — (1757 á 1763) — i Don Pedro de Zeballos. 

2 La cuestión de límites. 3 Carlos III, derogación 
del tratado de Madrid. 4 Sitio y toma de la Colonia 
por Ceballos. 5 Tentativa anglo-portuguesa. 6 He- 
roica conducta y suicidio del capitán Mackdenara. 

7 Campaña de Rio Grande. 8 Paz europea y devo- 
lución de la Colonia 84 

Capítulo XIX— (1764 á 1772)—! Don Agustin de la Rosa y 
las instrucciones que traía, 2 El derecho de Alcabala. 

3 Invasión paulatina de los portugueses. 4 Expul- 
sión de los jesuítas. 5 El tipo gaucho. 6 Nobles é 
hijos-dalgos. 7 Nuevos avances de los portugueses. 

8 Atentados y destitución del Gobernador de la 

Rosa. 9 Gobierno provisorio de Viana 90 

Capítulo XX— (1773 á 1782)— i Don Joaquín del Pino. 
2 Campaña de Vertiz. 3 Aumento de población en 
el Uruguay. 4 Libertad de comercio y real orden 
sobre testamentos. 5 Avances de Portugal. 6 Crea- 
ción del Vireynato y espedicion y campañas de Ceba- 
llos contra los portugueses. 7 Tratado de paz y lí- 
mites. 8 Creación de aduanas en Montevideo y 
Bnenos Aires. 9 El monopolio. 10 Francisco Anlo- 



j 



404 HISTORIA bEL.ÜRUGÜA^ 



p; ginas 

nio Maciel. ii Conflictos entre el Gobernador) el 
Cabildo 97 

Capítulo XXI— (1783 á 1789)—! Ideas del Conde de Aranda 
sobre la independencia de América. 2 Progresos 
del Uruguay, arreglo de Umites, iniciativa de Medi- 
na, servicio de Correos en el Plata. 3 Proclamación 
de Carlos IV 4 Expedición de Malespina — Del Pino 
se hace cargo del Vireynato 105 

Capítulo XXII — (1790 á 1796) — i Montevideo en ¿790. 
2 Tráfico de negros. 3 La pena de azotes. 4 Di- 
senciones entre el Gobernador Olaguer Feliú y el 
Cabildo. 5 La primera escuela gratuita. 6 Guerra 
entre Inglaterra y España no 

Capítulo XXIII— (1797 á 1803) — i Bustamante y Guerra. 

2 Agresiones portuguesas. 3 Seca y rogativas. 

4 Mejoras que alcanza Montevideo durante el go- 
bierno de Bustamante y Guerra. 5 Guerra y paz 
con Portugal. 6 Sublevación de negros y mestizos. 

7 Fin del Gobierno de Bustamante y Guerra. . . 112 

Capítulo XXIV— (¡804 á 1806)— 1 Ruiz Huidobro. 2 Victo- 
ria de José Rondeau sobre los portugueses. 3 An- 
tecedentes de la independencia americana y de las 
invasiones inglesas. 4 Primera invasión inglesa. 

5 Toma de Buenos Aires. 6 Montevideo se prepara 
para la reconquista. 7 Popham se dispone á con- 
quistar á Montevideo. 8 Montevideo reconquista á 
Buenos Aires 116 

Capítulo XXV — (1806 á 1807)—! Llegada de Sobremonte á 
Montevideo. 2 Popham conquista á Majdonado. 

3 Inglaterra manda tres espediciones á la conquista 
del Rio de la Plata. 4 Ruiz Huidobro se prepara á 
la resistencia. 5 Llegada de Auchmuty y batalla del 
Cristo. 6 Los ingleses toman por asalto á Monte- 
video 122 

Capítulo XXVI— (1807)— i Tiranía de Sir Samuel Auchmuty, 
2 «La Estrella del Sud»; la espedicion á Canelones. 



VÍCTOR ARREGUINB 405 



Páginas 

3 Conspiración española. 4 Elío toma y pierde la 
Colonia. 5 Venida de Whitelock y cesación del 
Gobierno de Auchmuty 1^0 

Capítulo XXVII— (1807)— I Los ingleses atacan á Buenos 
Aires. 2 Alzaga se prepara para la defensa nacional. 
3 Derrota de los ingleses. 4 V/hitelock capitula y 
devuelve la plaza de Montevideo 135 

Capítulo XXVIII — (1807 á 1808) — 1 Los ingleses evacúan á 
Montevideo y entra Elío en calidad de Gobernador. 
2 Rivalidades de Liniers y Elío. 3 Liniers perjudica 
los intereses comerciales de Montevideo. 4 Renun- 
cia de Fernando Vil al trono de España y hechos 
que la siguieron. 5 Las pretensiones portuguesas y 
el partido patriota de Buenos Aires. 6 Errores de 
Liniers y llegada de Sassenay al Plata. 7 Jura de 
Fernando Vil y nuevos desacuerdos entre Elío y 
Liniers. 8 Montevideo declara la guerra á Francia. 
9 Liniers depone á Elío 137 

INDEPENDENCIA 

Capítulo XXIX — i Espontaneidad de la Revolución Ameri- 
cana. 2 Independencia y libertad. '3 Causas quo in- 
fluyeron en la revolución en el Rio de la Plata. 
4 Hechos que la favorecieron. 5 Elementos de 
acción 145 

Cai'Ítulo XXX — (1808)— 1 Cabildo abierto del 21 de Se- 
tiembre de 1808. 2 El pueblo de Montevideo pide 
la formación de una Junta de Gobierno. 3 Ruptura 
f-ntre Montevideo y Buenos Aires 149 

Capítulo XXXI — (1808)— i Primeros patriotas. 2 La cam- 
paña. 3 Población del Uruguay. 4 Contratíando. ij2 

Capítulo XXXII— (1808 á 1809)— i Ellío vuelve á desacatar 
á Liniers. 2 Motin del \.^ de Enero de 1809 en 
Buenos Aires. 3 Liniers es repuesto por D. Corne- 
lio Saavedra. 4 La Junta de Sevilla disuelve la de 
Montevideo y cambia las autoridades del Plata. 



406 HISTORIA DBL UBUGUAT 



Páginas 

5 La independencia es proclamada en La Paz. 

6 Hidalgo de Cisneros dá libertad de comercio al 
Rio de la Plata. 7 Planes de la princesa Carlota 
é intrigas monárquicas en Rio Janeiro. 8 Elío per- 
sigue á los primeros patriotas orientales y descubre 
los planes del partido porteño. 9 Elío se marcha á 
España en busca de recursos 155 

Capítulo XXXIII— (1810) — i Primeros meses de 1810. 

2 Disturbios del 19 al 14 de Mayo en Buenos Aires. 

3 La Junta de Gobierno del 25 de Mayo y sus 
primeras medidas. 4 La reacción española. 5 Fusi- 
lamiento de Liniers y otros. 6 Actitud de la Banda 
Oriental 7 El Cabildo de Montevideo reconoce la 
autoridad de la Junta. 8 Se jura en Montevideo el 
Consejo de Regencia, exijiéndose otro tanto á 
Buenos Aires. 9 Subterfugios de la Junta. 10 Lle- 
gada del doctor Passo á Montevideo. 11 La Junta 
de Gobierno destierra al vi rey Hidalgo de Cisneros. 
i 2 Soria desbarata el plan de los agentes de la 
Junta, en Montevideo, reduciendo á prisión á los 

. comandantes Murgiondo y González Vallejo. 1 3 El 
partido nacional. 14 El Cabildo de Montevideo re- 
chaza los planes d^ coronación de la princesa Car- 
lota. 15 Don Gaspar Vigodet es nombrado Goberna- 
dor de Montevideo 160 

Capítulo XXXIV — (181 1) — i Elección de Cabildo. 2 Llegada 
de Elío y petición de su reconocimiento á la Junta 
revolucionaria. 3 La Junta se niega á reconocerle y 
acatarle y Elío se prepara parala guerra. 4 Prisión 
y destierro de Obes. 5 José Gervasio Artigas. 6 Las 
reservas de Artigas ante la actitud de la Junta. 
7 A quienes confiaba la Junta el mando de sus 
ejércitos. 8 Artigas se resuelve á romper con los 
españoles. 9 Artigas pasa á ofrecer sus servicios á 
la Junta. 10 Elío declara la guerra á Buonos Aires. 170 

Capítulo XXXV — (181 1) — 1 Elementos con que cuenta la 
revolución en la Banda Oriental, 2 Armas de los 



VÍCTOR AHREaUINB 407 



Páginas 

patriotas. 3 Grito de Asencio. 4 Levantamiento de 
Paysandú. 5 Levantamiento de Maldonado y el res- 
to del país. 6 Venida de Artigas y medidas que 
contra él toma Elío. 7 Sorpresa del Colla. 8 Com- 
bate del Paso del Rey y toma de San José. 9 Venida 
de Soler al teatro de la guerra. 10 Llegada de Bel- 
grano. 11 Artigas y sus émulos 176 

Capítulo XXXVI— (181 i)— i Artigas organiza un ejército. 2 
Preliminares de la batalla de las Piedras. 3 La ba- 
talla. 4 La victoria 183 

Capítulo XXXVII — (1811) — i Artigas poae sitio á Montevi- 
deo. 2 Elío expulsa de la plaza á las familias pa- 
triotas y los conventuales de San Francisco. 3 
Rondeau viene al sitio. 4 Se trata de un armistir 
cío en Rio Janeiro ^ La invasión portuguesa y 
las tentativas patrióticas de Artigas. 6 Armisticio 
del 20 de Octubre 188 

Capítulo XXXVIII-(i 8 n á 1812)— i Actitud de Artigas 
ante el armisticio de Octubre. 2 El éxodo del pue- 
blo Oriental. 3 Los portugueses invaden el Uruguay. 
4 Los orientales sé oponen á la invasión estranje- 
ra. 5 Los charrúas se plegan á la causa de Arti- 
gas. 6 Vigodet no cumple el armisticio de Octu- 
bre. 7 Otorgues se bate con los portugueses. 8 
Los bandoleros— 9 José Eugenio Culta, 10 Buenos 
Aires auxilia á Artigas. 1 1 El gobierno del Para- 
guay se entiende con Artigas. 12 Armisticio del 
26 de Marzo de 181 2 102 

Capítulo XXXIX — (181 2)— 1 Buenos Aires gana la adhe- 
sión de Artigas. 2 El presidente Sarratea y su 
perfidia para con el caudillo oriental. 3 La parti- 
da tranquilizadora. 4 El empréstito patriótico. 5 
Culta pone sitio á MontevidQO. 6 Asonada del 8 de 
Octubre en Buenos Aires. 7 Rondeau viene al si- 
tio de Montevideo. 8 Vigodet se prepara á darle 

batalla. 9 Victoria del Cerrito 109 

Capítulo XL— (i8i 3)—i Sarratea y Artigas vienen al sitio de 



.1 



408 HISTORIA DBL URUGUAY 



Paginas 

Montevideo. 2 Hostilidades de Artigas á Sarratea. 

3 Sarratea es expulsado del ejército patriota. 4 Asam- 
blea Constituyente en Buenos Aires. 5 Acción de 
San Lorenzo. 6 Mísera situación de la plaza ase- 
diada 210 

Capítulo XLI— (i 8 1 3) — i Junta del Miguelete. 2 Artigas pro- 
yecta la creación de un Congreso en la Banda Orien- 
tal y Rondeau lo combate. 3 Artigas proyecta el 
envió de Diputados á la Asamblea Constituyente. 

4 los diputados orientales de Abril y sus instruccio- 
nes, j rechazo de los Diputados orientales. 6 Ar- 
tigas hace ratificar la elección. ,.,.., 215 

Capítulo XLII — (1813^—1 Triste situación de la plaza. 2 El 
gobierno argentino manda levantar el sitio de Mou- 
tevideo.-^Rondeau se resiste. 3 El gobierno de 
Buenos Aires pide á Rondeau el envío de diputados 
orientales. . 4 Reunión de la Capilla de Maciel.^ 
Indigna conducta de Rondeau. 5 Los diputados de 
Diciembre y el Triunvirato local— 6 Artigas se indis- 
pone con Rondeau 221 

Capítulo XLIII — (1814) — i Artigas se separa del asedio de 
Montevideo, 2 El Directorio declara traidor á Arti- 
gas, lo condena á muerte y pone á precio su cabeza. 
3 Artigas declara la guerra al Directorio. 4 Vigo- 
det procura inútilmente atraerse los orientales. 

5 Artigas en las provincias del Paraná. ^Vigodet 
se hace fuerte. 6 El Directorio le propone la paz. 
7 Batalla naval del 14 al 17 de Mayo. 8 Alvear 

toma el mando del ejército sitiador 226 

Capítulo XLIV — (1814)—! Agudezas de Alvear. 2 El en- 
tusiasmo de los empecinados. 3 Vigodet intenta 
arreglos con Otorgues. 4 Otorgues propone á 
nombre de Artigas la independencia de la Banda 
Oriental. 5 Manejos de Alvear. 6 Vigodet se en- 
tiende con el general sitiador. 7 Los empecinados 
se sqblevan. 8 Vigodet capitula, 9 Alvear viola la 
capitulación. 10 Protesta Vigodet, . • • . • 232 



VÍCTOR ABBE6UINB 409 



Paginas 

Capítulo XLV — (1814) — 1 Importancia de la caída de Mon- 
tevideo. 2 Otorgues vence al Barón de Holemberg 
en Entre Ríos. 3 Celada de Alvear á Otorgues. 
5 Gobierno de Rodríguez Peña. 5 Política de 
engaño. 6 Campaíía de Dorrego. 7 Gobierno de 
Soler. 8 La diplomacia porteña. 9 Dorrego abre 
campana contra Rivera, 10 Sublevación de los 

blandengues 236 

Capítulo XLVI^(i 81$) — i Alvear pide el Protectorado de 
Inglaterra para las Provincias del Rio de la Plata. 
2 Fracaso de los planes de coronación de un 
príncipe e.trangero. 3 Los orientales, vencen á 
Dorrego en Guayabos. 4 Fusilamiento de Perugór- 
ria. 5 Los argentinos evacúan á Montevideo. 6 Lo 
ocupan los orientales. 7 Artigas prosigue la guerra 
contra el Directorio 8 Sublevación de Fontezuelas. 
9 El Ayuntamiento de Buenos Aires y sus cortesías 
para con Artigas. 10 Influencia de Artigas. . . 242 

Capítulo XLVII — (1815)—! Artigas se dedica á organizar su 
Provincia y á tratar la paz con Buenos Aires. 
2 Destitución de Otorgues, Gobernador de Monte- 
video. 3 Misión de Pico y Rivarola. 4 Tratado de 
Concordia propuesto por Artigas. 5 Tratado de paz 
y amistad de Pico y .Rivarola. 6 Errores del Di- 
rectorio y de Artigas. 7 Artigas trata de evitar la 
guerra. 8 Derrota de Viamont en Santa Fé. 

8 Apogeo de Artigas 250 

Capítulo XLVIII— (1816) — i El Directorio porteño negocia 

la invasión portuguesa al Uruguay 2 Artigas hace 
la guerra al Directorio. 3 La primera Biblioteca 
Pública en Montevideo. 4 Amagos de invasión. 
5 Plan de campaña de Artigas. 6 Plan de los 
portugueses. 7 La invasión. 8 Derrotas de Artigas. 

9 Derrota de Rivera. 10 Opinión del pueblo ar- 
gentino sobre la invasión portuguesa. 1 1 Puyrredon 
trata de engañar al pueblo. 12 Duran y Giró tratan 
la entrega de la Banda Oriental al Directorio. 



410 HISTOniA DBL UBUGUAT 



Páginas 

13 Artigas desaprueba lo pactado. 14 Término 

de 1816 255 

Capítulo XLIX— (1817) — i Resistencia general á la invasión. 
2 "Segunda campaña de Artigas. 3 Nuevos desas- 
tres — Batalla del Catalán. 4 El brigadier Chagas 
vence en el Aguapey y destruye y roba las Misio- 
nes. 5 Marcha de Lecor á Montevideo. 6 Barreiro 
y Jpaquin Suarez abandonan la ciudad. 7 Claudi- 
cación del Cabildo de Montevideo. 8 Instrucciones 
de Lecor. 9 Nuevas bajezas del Cabildo. 10 Bando 
de Lecor contra los patriotas. 11 Los portugueses 
son batidos por Rivera en el Paso de Coello y el 
Sauce. 1 1 Deserción de Bauza, Oribe, etc. 13 Ru- 
mores de invasión española. 14 Oficio de Artigas 
á Puyrredon. 15 Toma de la Colonia. 16 Depor- 
tación de conspiradores á Rio Janeiro 264 

Capítulo L— (1818)-— 1 Situación política del país en 1818. 

2 El Directorio lleva la guerra á las Provincias. 

3 Artigas y sus enemigos. 4 Actitud de los portu- 
gueses. 5 Tercera campaña de Artigas. 6 Triunfos 
de Curado sobre Artigas y Ramirez. 7 Rivera bate 
á los portugueses en Guaviyú y Chapicuy— Sorpre- 
sa de Artigas y triunfo de Rivera sobre Bentos 
Manuel Rivciro. 8 Los portugueses en el Sud; 
Derrota de Gaspar; excesos del General , Pintos. 
9 Artigas reorganiza su ejército. 10 Retirada del 
Rabón. 11 Los patriotas á fines de 1818. 12 Fun- 
dación de una inclusa en Montevideo .275 

Capítulo LI — ('1819)—! Aspecto de la guerra á principios 
de 1 819. 2 Los montevideanos bajo el dominio de 
Lecor. 3 Cesión de territorios hecha por el Ca- 
bildo á condición de que los portugueses le- 
vanten una farola en la isla de F'lores.. 4 Comisión 
pacificadora del Cabildo. 5 La resistencia nacional 
en el Norte. 6 Guerra del Directorio á las Pro- 
vincias — Intervención de San Martin — Enviados chi- 
lenos — Causas de. la guerra. 7 Ideas de Artigas 



VÍCTOR ARRBGUWE 411 



Paginas 

sobre el gobierno de Buenos Aires. 8 Vicloria de 
Santa María. 9 Artigas propone la paz á Buenos . 

Aires ?.8i 

Capítulo LII— (1820)— i José MiguelCarrera.— sus planes de 
alianza con Artigas. 2 Su pacto con Ramírez. 3 Las 
montoneras federales. 4 Batalla de Cepeda. 5 So- 
ler se vuelve contra Buenos Aires y pide la diso- 
lución del Congreso. 6 Triunfo de las ideas de 
Artigas. 7 Sarratea en escena. 8 Convención del 
Pilar y cñída del protectorado de Artigas. 9 Últi- 
mas resistencias armadas al usurpador. 10 Some- 
timiento de Rivera á los portugueses. 1 1 Rivera y 
el regimiento de la Union, ic Artigas rehace su 
ejército en Curuzú-Cuatiá. 13 Artigas enrostra á 
Ramírez su traición, 14 Lucha entre Artigas y 
Ramírez. 15 Ramírez persigue al general Artigas, 

16 Actitud de Artig.is ante sus últimas derrotas. 

17 Artigas pide hospitalidad al Paraguay. 18 Artigas 
en el ostracismo. 19 Artigas se resiste á volver á 

su país. 20 Desastroso fin de Carrera y Ramirez. 288 
Capítulo LIII— (1821) — i Pacificación y dominio de la Banda 
Oriental. 2 Situación del país y formación de un 
Cnngreso. 3 Elección del Congreso. 4 Lecor se 
impone á los Congresales y estos resuelven la in- 
corporación. ^ Condiciones propuestas para la ane- 
xión. 6 Lecor acepta el pacto y juramenta á los ha- 
bitantes sometidos. 7 Don Juan VI rechaza las 
condiciones propuestas por el Congreso para la 
anexión. 8 Los «Caballeros Qrientales.» 9 Agita- 
ciones en el Brasil . 298 

Capítulo LIV— (1822) - i Origen de la desunión de portu- 
gueses y brasileros en Montevideo y formación de 
una Junta provisional de gobierno. 2 Los diputa- 
dos Obes y Aparicio quedan en Rio Janeiro 3 
Las Cortes- portuguesas discuten el porvenir del 
Uruguay. 4 Antagonismos entre brasileros y portu- 
gueses. 5 Sublevación del general da Costa y de- 



i 



412 HISTORIA DEL URUGUAY 



P.'grlnas 

posición de Lecor. 6 Los partidos de 1822. — Es- 
peranzas patrióticas. 7 Proposiciones de da Costa 
á, los «Caballeros Orientales». 8 Independencia 
del Brasil y reconocimiento del Emperador por 
los que siguen el partido de Lecor 9 El partido 
enemigo del Imperio envía comisionados á las pro- 
vincia^ argentinas. 10 Intervención de Rivadavia. 303 
Capítulo LV — (1823)—! Noble actitud del Cabildo popular 
de 1823. 2 Lecor pone sitio á Montevideo. 3 Pro- 
nunciamiento de Lavalleja y Rivera por los bandos 
rivales. 4 Rivadavia gestiona la devolución de h 
Banda Oriental y Lecor hace ratificar la incorpo- 
ración al Imperio. 5 El partido de la guerra en 
Buenos Aires. 6 El Cabildo, y los «Caballeros 
Orientales» declaran nulos los actos de incorpora- 
ción al Imperio y solicitan la anexión á las Pro- 
vincias Unidas. . 7 Combate naval y capitulación 
de Montevideo. 8 Los patriotas emigran. 9 Ejecu- ' 

cion del capitán Pedro Amigo. 305 

Capítulo LVI — (1824) — i Gestiones del comisionado Gómez 
en Rio Janeiro. 2 Jura de la Constitución del Im- 
perio en el Uruguay. 3 El Cabildo de Montevideo 
pide el antiguo régimen. 4 El partido de la paz y 
el de la guerra en Buenos Aires. 5 Misión orien- 
tal ante Bolívar. 6 Ida de Rivadavia á Inglaterra á 
I gestionar su mediación en la cuestión uruguaya. 813 

I Capítulo LVII— (1825) — i Elementos bélicos del Brasil en 

en Uruguay. 2 Los federales se deciden por la 
guerra con el Imperio. 3 Acción refleja de la vic- 
toria de Ayacucho. 4 Juan Manuel de Rosas pasa 
á la Banda Oriental. 5 Proyectos de la Junta 
preparatoria. 6 Los expatriados orientales se dispo- 
nen para la guerra. 7 Trabajos de los patriotas en 
I Montevideo. 8 Preliminares de la Cruzada de los 

Treinta y Tres. 10 jLibertad ó Muerte! 11 Porque 
no venia Artigas con los Treinta y Tres 12 Pri- 
meros triunfos y proclama de Lavalleja. 1 3 Adhesión 



fi 



VÍCTOR ARREGUINE 413 



P'ginas 

de Rivera. 14 Opinión estrangera á este respecto. 
15 Conducta de Rivera. 16 Rivera toma la direc- 
ción de la guerra. 17 La guerra se hace genera! en 
todo el país 316 

Capítulo LVIII— (1825) — i Lavalleja y Rivera sublevan la 
campaña. 2 Actitud de Montevideo — Rivera y Lava- 
lleja puestos á precio. 3 Medidas represivas de 
Lavalleja. 4 Acogida que la revolución encuentra 
en Buenos Aires — Inútiles reclamaciones del cónsul 
del Brasil. 5 El gobierno argentino manda res- 
guardar la frontera — El pueblo arma una escuadri- 
lla. 6 Los patriotas tratan de establecer un gobier- 
no civil. 7 Se instala en la Florida el primer go- 
bierno nacional. 8 Actos del gobierno provisorio. 
9 Llegada de la escuadra imperial al Plata -El 
pueblo de Buenos Aires ataca el Consulado brasi- 
lero. 10 Reclamación del vice-a-lmirante Lobo. 
II Hostilidades populares. 12 Preparativos de 
guerra. 13 La diputación oriental en Buenos Aires. 
14 Representación ante Bolívar 325 

Capítulo LIX — (i 82 0—1 Lavalleja convoca una Asamblea 
en la Florida. 2 La Asamblea popular de la Flori- 
da anula las incorporaciones anteriores, declara so- 
lemnemente la independencia del país y acuerda 
que forme parte de las Provincias Unidas. 3 Opi- 
niones sobre la incorporación á la República Argen- 
tina. 4 Disposiciones de la Asamblea. 5 Lucha. 
6 Acción del Águila. 7 Combate del Rincón de las 
Gallinas. 8 Sarandí. 9 El Gobierno argentino atien- 
de á los comisionados orientales. 10 El agente 
brasilero en Buenos Aires . pide su pasaporte. 
II Ideas de Rivadavia. j 2 Preliminares de guerra, 
1.3 El Emperador declara la guerra, 14 Esta decla- 
ración repercute en la Banda Oriental, . . , 333 

CAPÍnn.0 LX — (1826) — i El Gobernador Las Heras acepta 
la guerra y proclama á los orientales. 2 Digno 
comportamiento del Congreso, 3 El general Rodri- 



414 HISTORIA DBL URUGUAY 



Píginas 

guez al frente del ejército— Desagrado de Rivera 
con el general LavalJeja. 4 Combate del Pantanoso 
y asedio de la Colonia. ^ Rivadavia sube al poder. 
Conflictos — La Junta de Representantes. 7 Subleva- » 
cion de ia& Provincias. 8. La disparidad de los áni- 
mos trasciende al Uruguay— El Presidente Rivada- 
via desconfía de Rivera. 9 Alvear se hace cargo- 
del ejército. 10 La escuadra es encomendada á 
Brown. 11 ^Campañas de Brown. 12 Anarquía y 
ambiciones internas. 13 Gobierno de Suarez. 
14 Marcha de Rivera á Buenos Aires. 15 Subleva- 
ción de la. Banda Oriental. 16 Rivera en Santa fé. 
17 Venida del Emperador al teatro de la guerra — 
Marcha del ejército republicano al Este. . . . 342 

Capítulo LXI— (1827)— i El ejército republicano invade' el 
Brasil. 2 Toma de Bagé por los republicanos. 3 El 
marqués de Barbacena organiza su ejército. 4 Pri- 
meros triunfos de los independientes. 5 Alvear se 
finge fugitivo. 6 Preliminares de batalla. 7 Ituzain- 
gó. 8 Retirada de los imperialistas— Los patriotas 
se dirijen á Corrales. 9 Nuevas victorias. 10 Lecor 
se hace cargo del ejército brasilero. 1 1 Nuevos 
triunfos. Tentativas inútiles para aumentar el ejér- 
cito. 12 Campañas navales del almirante Brown— 
Los corsarios 353 

Capítulo LXII — (1827) — i Anarquía argentina. 2 Rivadavia 
opta por la paz mediante la restitución de la Pro- 
vincia oriental ó su independencia. 3 El enviado 
García traiciona á la República. 4 El gobierno y 
el pueblo reprueban su proceder y rechazan la 
paz. — Cae Rivadavia. 5 El pueblo oriental se adhiere 
al triunfo del federalismo. 6 Trabajos del Gober- 
nador Suarez y la Junta de Representantes. 7 El 
Presupuesto General de Gastos en 1827. 7 Orga- 
nización juidicial,— Policia. — Instrucción Pública. 
9 Conflictos entre Lavalleja y las autoridades ci- 



I 



VIOTOU ARREGUINE 415 



* Péginas 

viles. 12 Nuevos conflictos. 13 Deposición de las 
autoridades civiles. 14 Dictadura de Lavalleja. 3^9 

Capítulo LXIII— (1828)— 1 Estado de la guerra á principios 
de 1828. 2 Campaña del Este. 3 Sentimiento de 
independencia. 4 Rivera se dispone á la conquista 
de Misiones. 5 Rivera pasa al Uruguay y se pone 
al habla con sus antoridades. 6 El Gobierno argen- 
tino se opone á la campaña de Rivera 7 Oribe lo 
persigue, mientras por otra parte se gestiona su 
ida á Buenos Aires ó su incorporación á Lavalle- 
ja. 8 Rivera entra en las Misiones. 9 Estratajema 
de Rivera al verse cercado de enemigos. 10 Con- 
quista de las Misiones. 1 1 Como es recibida en 
Buenos Aires. 12 Comportamiento de Oribe. 13 ^ 
Rivera rechaza las pretensiones de Buenos Aires. 
14 Como influyó en el animo del Emperador la 
conquista de las Misiones 568 

Capítulo LXIV— (1828) — 1 Preliminares de paz. 2 Lo que 
influyó la conquista de las Misiones en la conse- 
cución de la independencia nacional. 3 Partida de 
los comisionados argentinos para arreglar la paz 
4 Tentativas del Imperio para convertir la Banda 
Oriental en una factoria suya. j. El Brasil conviene 
en !a independencia oriental. 6 Dorrego acepta el 
convenio que se le propone. 7 La independencia. 
— Primeros actos del pueblo libre. 8 La Asamblea 
Constituyente. 9 Rondeau es nombrado Gobernador 
provisorio. 10 Interinato de D, Joaquin Suarez. 
II Pabellón y escarapela nacionales. 12 Las tropas 
estrangeras desocupan el territorio. 13 So instala 
el gobierno de Rondeau, 14 Rivera y el Ejército 
del Norte. 1 5 Crisis ministerial 374 

Capítulo LXV — (1829)-! Los partidos. 2 Desaliento de 
Rondeau. 3 Rondeau pide autorización á la Asam- 
blea para nombrar ministros de su seno. 4 Solu- 
ción de la crisis ministerial. 5 La Constitución del 
Estado. 6 Triunfos de los principios liberales. 



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