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Full text of "Historia de la guerra hispano-americana"

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GIFT  or 
JANE  K.SATHER 


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GÜEÍÍÍÍA  HISPANO-AMERIOANA 


Queda  asegurada  la  propiedad  literaria  y  hecho 
depósito  conforme  á  la  ley 


HISTORIA 


DE    LA 


mu  Hiepp-iEHiiii 


Escrita  por  Enrique  Meadoza  y  Vizcaíno. 


CON  UPÍ   PROLOGO  D>SE 


SR.  FRANCISCO  G.  COSMES 


coz.  J5.  :EC  jES^^CIC  1:1 


DEL    SR,    ALBERTO    LEDUG 

SEGUIDA  DE  ALGUNAS  PROTESTAS 

PE  "uAS  COLOMAS  ESPAÑOLAS  EN  MEXiiCO. 


3  **-  SdiiLoü  sspssial  para  la  Librería  de  D.  José  Mo:ata-ñex%  F.  O  Box^ 
af  i22,  Trinidad  Colorado,  V,  S,  of  América 


MÉXICO 

Aip-ari-idi»  posta!  034. 


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PROLOGO. 


o  sin  justicia  el  conflicto  entre  España  y  los  Esta- 
dos Unidos  ha  atraido  las  miradas  del  mundo  entero. 
Los  hombres  reflexivos  de  Europa  y  América  espe- 
raban, con  el  corazón  palpitante,  el  resultado  de  una  lucha 
que,  en  realidad,  no  era  otra  cosa  que  el  certamen  en  que  dos 
razas,  esencialmente  antagónicas,  se  disputaban  la  supremacía 
sobre  el  Continente  descubierto  por  Colón,  y  en  los  varioS  su- 
cesos de  una  gnerra  que,  tanto  por  su  duración  cortísima, 
como  por  descaso  número  de  los  combatientes  parecía  de  po- 
ca monta,  veían  no  la  guerra  misma,  sino  la  solución  de  este 
problema  que  lleva  un  siglo  de  planteado:  ¿ejercerá  ó  no  el  sa- 
jonismo,  la  hegemonía  en  esta  parte  del  mundo? 

Y  la  ejipectativa  ansiosa  de  lo  que  la  suerte  de  las  armas 
decidiera,  era  mayor  todavía  en  los  pueblos  latino  americanos, 
que,  aunque  obligados  por  el  Derecho  Internacional  á  guardar 
correcta  actitud  de  neutralidad,  no  podían  presenciar  sin  emo- 
ción profunda  el  desenlace  del  drama  que  habría  de  decidir 
de  sus  futuros  destinos.  De  todos  esos  pueblos,  el  nuestro  es 
el  que,  por  razón  de  su  situación  geográfica,  ha  manifestado 
mayor  anciedad  por  los  resultados  de  la  pelea;  y  conocerla  en 
todos  sus  Jetalles  es  una  necesi^ígd  imperiosa,  no  de  curiosi- 
dad histórica  ó  de  reflexiones  sociológicas,  sino  de  interés 
vital. 

831788 


Allá  muy  en  el  fondo  de  nuestros  corazones  de  mexicanos, 
de  hijos  de  los  vecinos  de  Churubusco  y  del  Molino  del  Rey, 
palpitaba  muy  vivo  el  deseo  de  que' las  armas  españolas  pusie- 
sen un  valladar  insuperable  al  coloso  anglo-sajón.  Del  triunfo 
de  ellas,  del  castigo  de  la  arrogancia  y  de  la  avidez  norte-aine» 
rícana,  dependía  el  que  México  tuviese  un  plazo  de  medio  si- 
glo de  seguridad,  durante  el  cual,  organizándose  y  robuste- 
ciéndose á  la  sombra  de  una  política  juiciosa  y  progresista, 
prodría  seguramente  constituirse  en  potencia  capaz  de  defen- 
der su  existencia  como  nación. 

El  Dios  de  los  Ejércitos,  como  diría  el  Presidente  de  los 
Estados  Unidos  en  sus  proclamas,  atribuyendo  á  causiis  me- 
tafísicas sucesos  que  la  tienen  natural  y  muy  clara  y  eviden- 
te, se  declaró  resueltamente  partidario  de  los  norte-america- 
nos. A  pesar  del  lieroisnio  de  los  soldados  y  de  los  marinos 
españoles  ese  Dios  parece  que  decidió  que  en  las  altas  esferas 
políticas  de  España  existiese  un  hastío  profundo  y  un  cansan- 
cio invencible  en  cuanto  á  las  cuestiones  coloniales  se  difería, 
y  esc  cansancio  y  ese  hastío,  los  cuales  hacían  considerará  los 
políticos  de  la  Madre  Patria  como  una  fortuna  la  pérdida  de 
las  Antillas,  que  tantos  quebraderos  de  cabeza  les  producían  y 
tantos  sacrificios  estériles  á  la  Nación,  determinaron  la  pre- 
mura con  que,  casi  sin  combates,  ó  combatiendo  únicamente 
por  salvar  el  honor  de  las  armas  y  la  dignidad  nacional,  el 
Gabinete  presidido  por  Sagasta  abandonase  la  partida,  co- 
menzada con  los  ojos  puestos,  no  en  la  victoria,  sino  en  una 
paz  que  diese  un  pretexto  honroso  para  el  abandono  de  las 
colonias  de  América.  No  es  España  ciertamente,  lá  cual,  en 
realidad,  gana  con  la  pérdida  de  Cuba  y  de  l^uerto  Rico;  es 
la  raza  latina  de  Europa  y  América  la  (jue  algún  día  pedirá 
al  actual  Gobierno  Español,  y  ante  el  tribunal  de  la  Historia, 
estrecha  cuanta  de  su  egoísta  conducta.  Aunfjue,  si  hemos  de 
ser  justos,  tendremos  que  confesar  que  esa  raza  habría  podido, 
ó  por  lo  menos  debido  hacer  algo  en  pro  de  su  propia  causa, 
y  no  d»'jar  á  España  sola  en  la  palestra,  como  dejó  á  México 
en  18iG. 


No  cabe  duda,  pues,  que  en  el  sentido  político,  la  cuestión 
de  la  hegemonía  sobre  el  continente  americano  se  resolvió  en 
favor  del  sajonismo.  No  habrá  ya  quien  dispute  á  los  Estados 
Unidos  la  supremacía  sobre  las  naciones  de  origen  español. 

¿Pero  con  esto  quedó  definitivamente  resuelto  el  caso?  No 
encontrará  ya  el  espíritu  yanqui  resistencia  en  su  obra  de  sa- 
jonización  de  !a  América. 

En  el  orden  político,  en  el  de  la  fuerza  de  las  armas,  qui- 
zás en  el  del  comercio,  no  cabe  duda.  Pero  en  otro  orden,  en 
el  moral,  en  el  de  las  costumbres,  en  el  de  la  civilización  pecu- 
liar del  latinismo,  todavía  hay  mucho  que  decir.  Moralmente, 
España  no  está  vencida  en  América. 

Las  cuestiones  de  conquista,  de  gobierno,  de  dominio  po- 
lítico se  resuelven  en  una  sola  batalla,  no  así  las  morales,  las 
de  civilización,  que  requieren  un  combate  incesante  durante  si- 
glos enteros,  y  que,  á  las  veces  suelen  resolverse  en  el  senti- 
do de  la  victoria  de  los  vencidos  por  la  fuerza  délas  armas.  No 
aconteció  otra  cosa  con  los  bárbaros  vencedores  del  Imperio 
Romano.  Los  conquistadores  fueron  conquistados  por  aque- 
llos mismos  que  se  doblegaron  bajo  el  yugo;  y,  quizás  sean 
buenos  deseos  de  nuestro  ferviente  latinismo,  pero  no  deses- 
peramos de  la  causa  latina  én  América,  á  pesar  de  la  reciente 
derrota  de  España. 

En  el  punto  verdaderamente  importante,  en  el  de  la  influen- 
cia moral  del  espíritu  que  la  Madre  Patria,  semejante  en  Amé- 
rica á  Roma  en  el  mundo  antiguo,  supo  infundir  á  los  pue- 
blos  de  este  Continente,  la  victoria  no  es  aun  del  sajonismo. 

Bien  puede  España  haber  perdido  sus  últimos  pedazos  de 
tierra  en  esta  parte  del  mundo  que  pobló  con  su  sangre  y 
cultivó  con  su  genio.  No  por  eso  habrá  sellado  el  acta  de  de- 
finitivo divorcio  de  las  naciones  que  son  sus  hijas.  Su  espíri- 
tu, esparcido  desde  México  hasta  el  Cabo  de  Hornos,  con  su 
lengua,  con  sus  costumbres,  con  su  religión,  seguirá  impe- 
rando á  pesar  de  todas  las  victorias  del  sajonismo  en  el  terre- 
no de  los  hechos.  Todavía  habrán  de  transcurrir  muchos  si- 
glos sin  que  deje  de  ser  la    América  Española  una  prolonga- 


ción  de  España  del  lado  de  acá,  del  Atlánlico:  innuinerable- 
generaciones  de  hispano-americanos  habrán  de  succderse  áns 
tes  de  que  la  última  deje  de  encaininar  sus  miradas  y  sus 
sentimientos  hacia  la  noble  tierra  de  donde  vino  á  este  Con- 
tinente la  vida  del  alma,  con  las  creencias,  el  idioma  y  las  cos- 
tumbres, y  algo  de  la  vida  étnica,  con  la  sangre  infundida 
como  savia  en  el  árbol  de  la  población  indígena.  Una  ley 
sociológica  ineludible,  una  ley  que  no  puede  ser  avolida  por 
medio  de  batallas  ganadas  lo  exije  así.  Y  esta  ley,  ley  de  he- 
rencia es  tt.n  imperiosa  para  España,  obligándola  á  no  apar- 
lar  su  atención  de  la  América  que  civilizó,  como  para  las  na 
ciones  que  de  la  colonización  española  proceden. 

Por  lo  que  á  España  se  refiere,  la  ley  de  herencia  consiste 
en  la  herencia  de  ella  misma;  es  decir,  la  misión  de  In  Espa- 
ña actual  y  futura,  (continuando  la  tarea  que  en  América  se 
impuso  la  España  del  tiempo  de  Isabel  la  Católica.  El  pasado 
de  las  naciones,  lo  mismo  que  el  de  los  individuos,  les  forma 
á  las  unas  y  á  los  otros,  obedeciendo  á  la  ley  citada  y  siem- 
pre vista  en  la  Historia,  ciertos  antecedentes  peculiares,  de  los 
cuales  no  pueden  prescindir  en  su  vida  subsecuente;  porq9¿ 
estos  antecedentes,  del  género  intelectual  y  moral,  inq)rimen 
á  sus  respectivos  caracteres  un  sello  es[)ecial,  una  idiiisincra- 
cidj  que  les  dá  forma  propia  y  viene  á  ser  parte  constitutiva 
de  su  existencia  psicológica.  España  por  su  pasado,  está  ligada 
á  América  de  tal  manera,  que  aun  contra  la  voluntad  pasaje- 
ra de  una  ó  dos  generaciones  de  españoles,  no  podrá  prescin- 
dir de  sus  efectos  maternales  hacia  los  pueblos  hijos  de  su 
sangre  y  de  su  espíritu. 

l^ero  más  evidente  é  imperiosa  se  manifiesta  esta  ley  de 
herencia  en  los  pueblos  que  España  formó  en  el  mundo  des- 
cubierto por  Colón.  No  obstante  que  el  medio  ambif^nte  en 
que  se  han  desarrollado  les  ha  imprimido  cierta  diferencia 
del  tipo  genuino  español,  ó  á  pesar  de  que  la  diferencia  existía 
ya  desde  el  principio,  debido  á  que  esos  pueblos  no  son 
productos  puros  de  la  familia  ibérica,  sino  procedentes  de 
la  inserción  de  la  savia  de  esta  raza  en  árboles  indígenas,  como, 


en  sociología,  la  raza  no  se  determina  por  causas  étnicas,  ni 
físicas,  sino  pos*  motivos  psicológicos,  es  evidente  que  la  he- 
rencia que  líspaña  les  dejó,  y  que  no  es  más  que  la  identidad 
de  sus  a[)titudes  morales  é  intelectuales  con  la  de  los  españo- 
les, les  impone  como  una  necesidad  su  unión  estrecha,  en  el 
orden  de  los  sentimientos  y  de  las  manifestaciones  del  espíri- 
tu, con  la  Madre  Patria.  Así  como  no  pueden  prescindir  del 
idioma  que  l^spaña  les  legó,  porque  es  la  hase  de  su  vida  in- 
telectual, tampoco  podrán  prescindir  de  aquellos  sentimientos, 
que  son  el  cimiento  de  su  modo  de  ser  moral.  Para  renunciar 
á  ellos,  necesitan  dejar  de  ser  lo  que  son,  ó  lo  que  es  lo  mis- 
mo, perder  su  vida  nacional.  En  los  pueblos  hispano-america- 
nos,  la  conservación  del  españolismo  que  heredaron  es  una 
necesidad  de  existencia.  Si  España  se  ve  obligada  por  sus 
hijos  de  América,  estos  le  están,  por  interés  vital,  á  no  rom- 
per los  vínculos  que  los  ligan  con  aquella. 

Puede  decirse  más  todavía:  para  los  in'spano-americanos, 
la  necí^sidad  de  conservar  incólume  la  herencia  españ  )la  que 
recibieron  con  el  ser,  es  mas  fuerte  hoy  que  antes,  hoy  que 
el  peligro  del  sajonismo  triunfante  se  presenta  mas  amenaza» 
dor  que  nunca.  Ahora  es  cuando  deben  los  pueblos  americanos 
que  reconocen  un  origen  latino  fomentar  y  cultivar  con  más 
empeño  los  caracteres  de  diferenciación  propia  que  constituyen 
su  independencia  nacional;  y  ya  que  España,  vencida,  no  pue- 
de darles  el  apoyo  de  sus  armas,  que  al  menos  busquen,  en 
la  conservación  de  las  tradiciones  ibéricas,  el, apoyo  moral  que 
fortalezca  su  ser  genuino. 

No  hay  que  desesperar,  pues.  En  el  libro  del  cual  es  pró- 
logo este  humilde  escrito,  se  verá  como  á  pesar  de  los  prodi- 
gios de  heroisidad  del  tipo  individual  español,  representado  por 
la  marina  y  el  ejército  de  tierra,  la  España  política  rindió 
las  armas,. casi  sin  resistencia,  por  razón  de  conveniencia  que 
no  nos  es  dado  valorizar.  Pero  perdamos  cuidado  los  lati- 
no-americanos: todavía  la  partida  no  está  ganada  por  el  sajo- 
nismo, todavía  pasarán  siglos  y  más  siglos,  antes  de  que  núes- 


tro  espíritu,  nuestra  lengua,  nuestras  costumbres  y  nuestra 
civilización,  latinas  todas  ellas,  sean  arrastradas  por  la  olea- 
da del  Norte. 

España  vencida  en  el  campo  de  los  hechos,  sigue  siendo 
la  dominadora  de  más  de  las  tres  cuartas  partes  del  Conti- 
nente Americano,  en  el  terreno   moral. 

FRANCISCO  G.  COSMES, 


00  00  ©o 


INTRODUCCIÓN. 


rdua  y  difícil  nos  parece  la  tarea  de  escribir  la  histo- 
ria de  la  guerra  hispano- americana  en  estos  momen- 
tos que  humea  en  los  campos  de  batalla  la  sangre  de 
dos  pueblos  amigos;  cuando  la  suerte  ha  sido  adversa  á  la  na- 
ción tradicionalmente  noble  y  valiente,  ligada  á  nuestra  raza 
por  el  origen,  llena  de  heroísmo  aun  en  la  adversidad,  para  la 
cual,  hoy  lo  mismo  que  ayer,  no  tenemos  mas  que  palabras  de 
admiración  y  respeto;  cuando  los  tratados  de  paz  y  la  cesación 
de  las  hostilidades  no  bastan  aun  á  extinguir  por  completo  los 
bríos  de  los  antagonistas;  cuando  aun  llegan  hasta  nosotros  los 
bélicos  sones  mezclados  con  los  a>es  desgarradores  de  las  ma- 
dres, de  las  viudas  y  huérfanos,  que  lloran,  maldiciendo  el  pa- 
so por  la  desolada  tierra,  de  ese  monstruo  de  las  aberraciones 
humanas  que  se  llama  la  guerj-a. 

Ante  el  sombrío  cuadro  que  se  desarrolla  á  nuestra  vista  en 
los  campos  de  batalla,  parecería  mejor  correr  un  vel9y)l>re  el 
luctuoso  pasado  y  relegar  al  mas  hondo  olvido  estos  hechos  in- 
faustos, extravíos  de  la  humanidad,  reiterados  al  presente,  pa- 
ra baldón  de  la  cultura  moderna,  con  la  misma  insensatez  con 
que  acaecieron  en    los  pueblos  antiguos. 

Sin  embargo,  el  cúmulo  de  versiones  que  llegaron  hasta  no- 
sotros durante  el  curso  de  la  guerra,  absurdas  algunas,  contra* 
dictorias  muchas  é  inexactas  las  mas;  las  dificultades  con  que 
se  tropieza  para  restablecer  la  verdad  de  los  acontecimientos, 
apoyándose  sólo  en  las  noticias  cablegráficas,  única  fuente  que 
hasta  hoy  las  ha  suministrado  á  la  mayoría  del  público;  y,  fi- 
nalmente, el  deseo  de  presentar  un  resumen  ordenado  y  bre- 
ve de  estos  acontecimientos,  con  la  mayor  claridad  y  exacti- 
tud, útil  para  aquellas  personas  cuyas  ocupaciones  no  les  per- 
miten dedicarse  á  la  lectura  de  una  obra  completa  sobre  la  ma- 
teria, nos   han  decidido  á  afrontar  las  escabrosidades   de  seme- 


lO 

jante  trabajo,  en  la  confianza  de  que  nuestros  esfuerzos  no  se- 
rán estériles. 

Por  otra  parte,  creemos  de  nuestro  deber  dar  á  la  publicidad 
los  datos  relativos  á  la  pasada  guerra,  que  hemos  adquirido, 
con  más  razón  aun,  cuando  muchos  de  ellos  vienen  á  contra- 
decir las  versiones  generalmente  admitidas  sobre  algunos  he- 
chos importantes,  versiones  por  lo  tanto,  falsas. 

En  efecto,  sea  porque  el  origen  de  las  noticias  que  vienen 
por  el  cable  á  nuestros  periódicos,  corresponde  á  uno  de  los 
paises  beligerantes,  que  no  puede  ser  imparcial  en  absoluto, 
como  ya  se  comprende;  bien  sea  por  la  imposibilidad  material 
de  obtener  con  exactitud  la  verdad  de  los  hechos  en  el  corto 
espacio  de  tiempo  en  que  son  recogidas,  redactadas  y  trasmi- 
tidas estas  noticias,  lo  cierto  es  que  muchas  de  ellas  han  resul- 
tado inexactas  y  algunas  enteramente  falsas. 

Copiamos  á  continuación  uno  de  los  muchos  cablegramas 
que  podríamos  citar  en  comprobación  de  nuestro  aserto,  publi- 
cado por  la  Prensa  Asociada  y  trasmitido  á  todas  las  naciones 
donde  tiene  corresponsales: 

"Washington,  Marzo  26  de  189S. — Datos  obtenidos  én  el  Mi- 
nisterio de  la  Guerra,  sobre  el  número  de  hombres  de  guardia 
nacional  de  los  Estados  de  la  Unión  con  que  cuenta  el  Go- 
bierno en  la  actualidad  y  que  estarían  listos  para  el  servicio 
C071  cuatro  horas  de  avisOy  asciende  á  un  7nill6n  doscicfitos  mil 
hombres. 

El  Ministro  de  Guerra  tiene  en  su  poder  comunicaciones  de 
los  Gobernadores  de  los  Estados  y  comandantes  de  las  guar- 
dias nacionales,  asegurando  que  con  cuare?ita  y  ocho  horas  de 
aviso  píieden  potier  á  disposición  del  Gobieryío  diez  milloyies  cien 
viil  honibfes  ar7?iados y  equipados  para  el  caso  de  un  conflicto." 

Los  sucesos  posteriores  han  demostrado  plenamente  la  fal- 
sedad de  este  despacho,  puesto  que  á  pasar  de  los  llamamien- 
tos de  Mr.  Me  Kinley,  no  en  cuarenta  y  ocho  horas,  sino  en  va- 
rias semanas,  apenas  fué  posible  levantar  un  ejército  de  .  .  . 
125,000  hombres  y  gastando  mucho  más  de  cien  millones  de 
pesos. 

Si  á  la  dificultad  de  obtener  noticias  exactas,  se  agrega  el 
resultado  de  los  esfuerzos  de  algunos  periódicos  españoles  ó 
mexicanos  que  prohijan  noticias  de  agencias  no  conocidas,  que- 
damos sepultados  en  un  caos  de  incertidumbre. 

Hacemos  al  presente  un  esfuerzo  para  no  calificar  la  conduc- 
ta de  semejantes  periódicos. 

* 
*    * 

Además  de  las  narraciones  de  varios  testigos  fidedignos,  no 
hemos  omitido  aducir  el  mismo  testimonio   de  los  corresponsa- 


♦  II 

les  americanos  de  la  Prensa  Asociada,  y  aun  insistimos  en  ci- 
tarlo repetidas  veces,  siempre  que  hallamos  en  él  confesiones 
que  tienden  á  favorecer  la  causa  de  España,  pues  en  tales  ca- 
sos, lo  creemos  de  una  autoridad  indiscutible,  por  razones  que 
saltan  á  la  vista;  de  la  misma  manera  que  si  á  los  periódicos 
españoles  se  les  escapasen  conceptos  favorables  á  la  conducta 
de  los  Estados  Unidos,  en  el  proceso  de  la  guerra  que  acaba 
de  terminar. 

No  se  hallarán  en  esta  obra  muchos  juicios  respecto  de  la 
guerra,  pero  sí  una  reunión  de  hechos  tomados  de  fuentes  ofi- 
ciales y,  en  una  palabra,  todos  los  elementos  necesarios  para 
formarse  una  opinión  concienzuda  é  imparcial. 

En  realidad  no  somos  capaces  de  afirmar  desde  luego  cua- 
les sean  las  consecuencias  precisas  que  habrán  de  determinar 
en  el  porvenir  los  cambios  operados  por  la  guerra,  ni  mucho 
menos  su  influencia  social  y  política  en  los  destinos  de  ambas 
naciones.  Nuestro  programa  se  concreta  á  apuntar  hechos,  á 
examinar  escrupulosamente  el  conjunto  de  circunstancias,  de- 
jando á  los  sabios  las  deducciones. 


Ante  la  mirada  del  observador  se  presentan  desde  luego  es- 
tos hechos:  España  poseía  las  Antillas  que  había  conquistado 
hace  cuatro  siglos:  eran  colonias  suyas.  ¿Tenía  el  derecho  de 
conservarlas? 

Nosotros  no  trataremos  de  discutir  sobre  el  llamado  derecho 
de  conquista. 

Sin  embargo,  sea  ó  no  un  derecho,  lo  ejerce,  así  como  los 
pueblos  antiguos,  actualmente  Inglaterra  en  sus  posesiones 
europeas  de  Gibraltar,  Islas  de  Malta  y  Heligoland;  en  sus 
posesiones  asiáticas  de  Hong-Kong,  Indostau,  Indochina,  La- 
buan,  é  Islas  de  Ceylau,  y  Singapore;  en  sus  posesiones  de  Áfri- 
ca, de  Egipto,  Colonia  del  Cabo,  Puerto  Natal,  Guinea,  Sene- 
gambia,  Costa  de  Oro,  Griqualand,  Gambia  y  las  Islas  Sey- 
chelles, Mauricio,  Gil  Rivers,  Sierra  Leona,  Malacca  y  Santa 
Elena;  en  América  el  Canadá,  Nueva  Escocia,  Nueva  Bruns- 
wick, Terranova,  Belice,  la  Guayana  y  las  islas  Bermudas,  Lu- 
cayas.  Jamaica,  la  Trinidad,  Barbadas,  Falkland,  San  Cristó- 
bal, Santa  Lucía,  la  Dominica,  San  Vicente,  Tobago,  la  An- 
tigua, Bahamas,  Vancouver,  Granada,  Leeward,  Monserrat, 
Nevis,  Príncipe  Eduardo  é  Islas  Turcas;  y  en  sus  posesiones 
de  Oceanía:  Nueva  Gales  del  Sur,  Tasmanía,  Sur-Australia, 
Nueva  Zelandia,   Victoria  y  Queensland. 

Ejerce  igualmente  este  derecho  de  conservar  sus  posesiones 
Francia,  en  sus  dominios  de  Argelia,  Senegal,  Guinea,  Benin, 
Cote   d'Avoir,    Diego    Suárez,    Gabon,    Congo,    Madagascar, 


12 

Nossi  Bee,  Obock,  Sultauat  D'  Anjouan,  Tahití,  Islas  de  Reu 
nión,  Santa  María  y  Mayotte,  en  África.  En  Indostan,  Co 
chinchina.  Annam,  y  Tanquin,  en  Asia;  la  Guayaua,  las  islas 
Guadalupe,  Martinica,  San  Pedro  y  Miquelon,  en  América 
las  islas  Marquesas  y  Nueva  Caledonia  en  Ocianía.  De  la  mis 
ma  manera  que  Holanda,  Portugal,  Alemania,  Dinamarca 
Suecia,  Noruega  y  casi  todas  las  naciones  europeas. 

Así  es  que  sin  apreciar  otros  fundamentos,  podemos  asegu 
rar  que  España  poseía  sus  colonias,  con  el  mismo  derecho  que 
poseen  las  suyas  Inglaterra,  Francia,  etc.,  etc.,  y  por  lo  mis- 
mo, tenía  de  hecho  que  conservarlas  España  juzga  vulnerados 
sus  derechos  de  soberanía  sobre  Cuba,  por  los  Estados  Unidos, 
desde  que  el  centro  de  la  Junta  Revolucionaria  Cubana  se  es- 
tablece en  Nueva  York,  y  la  atención  del  Gobierno  de  España 
es  atraída  mas  fuertemente  desde  que  el  envío  de  numerosas 
expediciones  filibusteras  tiene  lugar  en  la  Unión  Americana. 

Este  país  declina  las  responsabilidades  asegurando  constan- 
temente que"el  Gobierno,  á  pesar  de  su  vigilancia,  no  tiene  co- 
jiocimiento  de  tales  expediciones.  Algunas  notas  diplomáti- 
cas se  cambian  en  este  sentido,  sin  más  resultado  que  la  prose- 
cución de  las  ya  dichas  expediciones,  y  aun  las  colectas  pú- 
blicas de  fondos  hechas  en  favor  de  la  guerra  de  rebelión  contra 
España. 

Con  los  trastornos  consiguientes  á  las  revueltas,  empiezan 
á  sufrir  los  intereses  de  los  extranjeros  en  Cuba;  ellos  se  que- 
jan á  sus  respectivos  gobiernos;  se  envían  algunos  buques  pa- 
ra proteger  á  los  nacionales  quejosos,  y  entonces  surge  un  de- 
plorable incidente,  diabólico,  diremos  mejor,  que  vienen  á  ha- 
cer el  papel  de  la  chispa  elétrica  en  un  depósito  de  algodón 
pólvora. 

Nos  referimos  á  la  destrucción  del  buque  de  guerra  ameri- 
cano «Mainew  ocurrida  en  la  bahía  de  la  Habana  la  noche  del 
15  de  Febrero  de  1898  y  á  la  muerte  de*266  marinos,  causada 
por  una  explosión  á  bordo. 

Inútiles  fueron  las  pesquisas  de  ambos  gabieruos  para  des- 
cubrir la  verdadera  causa  de  la  catástrofe:  el  pueblo  de  los  Es- 
tados Unidos  sigue  en  la  creencia  de  que  el  «MaineM  fué  des* 
truido  por  algunos  fanáticos  partidarios  de  España;  mientras 
los  españoles  afirman  que  la  explosión  obedeció  á  descuido  ó 
impericia  de  los  encargados  de  manejar  las  maquinólas  ó  á 
una  pérfida  estratagema  de  los  cubanos  para  precipitar  la  gue- 
rra. 

En  vano  se  nombraron  comisiones  de  ambos  países  para  in- 
vestigar el  verdadero  origen  de  la  hecatombe.  La  comisión  es- 
pañola, nombrada  al  efecto,  resolvió  que  la  causa  de  la  des- 
trucción del  buque,  fué  interior:  la  americana,   nombrada  por 


13 

el  Gobierno  de  Washington,  decidió  que  la  causa  fué  exterior, 
esto  es,  que  la  explosión  fué  motivada  por  un  agente  extraño. 

Haciendo  una  digresión  sobre  este  punto,  nos  permitimos 
recomendar  la  lectura  de  los  documentos  que  en  el  lugar  co- 
rrespondiente aparecen  en  la  obra  y  los  cuales  darán  materia 
para  establecer  una  fundada  opinión  sobre  las  causas  que  de- 
terminaron esa  sentida  catástrofe 

Vienen  en  seguida  algunos  incidentes  diplomáticos,  que 
aunque  de  poca  importancia  intrínseca,  son  de  gran  significa- 
ción por  su  trascendencia  y  cuyo  resultado  final  fué  la  declara- 
ción de  la  guerra  entre  Kspaña  y  ios  Estados  Unidos,  justa- 
mente deplorada  por  todos  los  hombres  sensatos  de  uno  y  otro 
país. 

¿Cuál  de  las  dos  naciones  representaba  en  esta  lucha  los  fue- 
ros de  la  razón  y  de  la  justicia? 

Nosotros  no  lo  hemos  de  decir.  Decídanlo  más  bien  el  con- 
junto de  hechos  que  relatamos,  las  opinones  de  los  paises  qne 
permanecieron  neutrales,  y  las  de  algunos  pensadores  eminen- 
tes contemporáneos,  las  cuales  van  insertas  en  nuestro  libro. 

Es  ardua  y  difícil,  repetimos,  nuestra  tarea,  pero  á  ella  es- 
tamos alentados  por  el  deseo  de  que  nuestro  humilde  trabajo 
contribuya  á  la  sublime  enseñanza  que  á  las  naciones,  lo  mis- 
mo antiguas  que  modernas,  ha  proporcionado  siempre  la  histo- 
ria propiamente  dicha. 

Enrique  Mendoza  y  Tlzemno. 


p  ,  ,,  ,,  .,  Mo '^ 0& 


CAPITULO  I. 


Origen  de  las  diferencias  entre  España  y  los  Estados  Unidos. — Agentes  america- 
nos en  Cuba.  —  Demandas  á  España. — La  Luisiana  y  la  Florida. — Francia 
juzga  absurdas  las  reclamaciones  americanas. — Primeros  movimientos  en 
favur  de  la  insurrecci  n — Expedicioaes  de  Narciso  López — Apoyo  de  los 
Estidos  Unidos  á  los  filibusteros. 


L  principio  de  las  desavenencias  entre  España  y  los 
Estados  Unidos  puede  decirse  que  data  del  año  de 
1800,  cuando  poco  después  de  emancipada  esta  na-V 
ción, empezó  á  hacer  una  activa  propaganda  en  todas 
ias  colonias  americanas  para  instigarlas  á  que  sacudiesen  el  yu- 
go del  dominio  Español. 

A  este  fin  se  enviaron  á  los  agentes  americanos  Pilke,  Lewís 
y  Craik  á  que  recorrieran  nuestro  país,  así  como  Cuba  y  Puer- 
to Rico,  predicando  las  doctrinas  de  Jacobo  Monroe(i)y  toman- 
do á  la  vez  una  multitud  de  datos  relativos  á  su  riqueza,  co- 
mercio, defensa  de  sus  puertos  y  elementos  de  guerra,  los  cua- 
les datos,  sí  se  tiene  en  cuenta  que  á  la  sazón  dirigía  Estados 
Unidos  reclamaciones  contra  el  Intendente  español  en  la  Lui- 
siana, por  motivos  que  se  verán  en  seguida,  no  podía  disimu- 
larse que  el  móvil  que  guiaba  á  aquel  gobierno  á  tomarlos,  no 
era  otro  que  el  de  estar  prevenido  para  el  caso  de  un  conflicto, 
que  desgraciadamente  hemos  tenido  que  presenciar  al  fin,  si 
bien  un  siglo  más  tarde. 

España  accedió  á  aquellas  reclamaciones  y  tuvo  que  perder 
la  Luisiana  debido  á  una  cabala  del  coloso  aventurero  Napo- 
león Bonaparte,  á  quien  fué  cedida  por  el  débil  Carlos  IV,  á 
cambio  de  un  reino  que  jamás  llegó  á  poseer  España,  el  de 
Etruria. 

Vinieron  en  seguida  otras  demandas  de  los  Estados  Unidos, 
por  el   hecho  de   haber  consentido    España  en   sus  puertos  las 


(1)  Nombrado  Ministro  de  Relaciones  y  más  tarde  Presidente  de  la  República. 


i6 

presas  de  guerra  de  los  corsarios  franceses,  demandas  de  que 
pronto  no  fueron  atendidas,  pero  tampoco  se  rechazaron  con 
energía,  siendo  aplazada  su  resolución  para  más  tarde.  Entre 
tanto  los  Estados  Unidos  se  apoderaron  de  Amalia  y  Movila  con 
pretexto  de  retenerlas  en  depósito,  mientras  se  contestaba  á  sus 
reclamaciones,  aunque  en  definitiva  no  volvieron  ya  á  poder 
del  Gobierno  de  la  corona. 

,  Su  aquella  época  era  tolerado  en  la  Unión  americana  el  con- 
trabando con  las   colonias  españolas  del    continente,  y  todo   el 
que  quería    rebelarse,    encontraba  en  aquel  país    apoyo  y  pro 
lección  decididos.  1 

Por  el  tratado  de  1795  había  concedido  Espaiia  á  los  Esta- 
dos Unidos  un  depósito  por  tres  años,  en  Nueva  Orleans,  á  ori- 
llas del  Missisippí,  para  facilitarla  salida  del  país  de  sus  pro- 
ductos, y  queriendo  dar  una  muestra  de  benevolencia,  que  no 
fué  sino  de  debilidad,  consintió  en  admitirlo  otros  cinco  arlos 
más,  sCn  nuevo  permiso.  Pero  como  el  Intendente  de  la  Lui- 
siana  notase  que  tal  depósito  era  causa  de  los  continuos  con- 
trabandos de  que  hemos  hablado,  lo  suprimió  repentinamen- 
te, lo  cual  fué  pretexto  para  las  reclamaciones  entabladas  por 
los  Estados  Unidos.  España  dando  otra  prueba  de  debilidad, 
restableció  luego    el  depósito. 

En  1804  ^^  mismo  Jacobo  Monroe  fué  enviado  á  España  co- 
mo representante  de  América,  con  facultades  para  arreglar  las 
diferencias  pendientes  entre  ambos  paises,  más  habiendo  exi- 
gido concesiones  y  franquicias  imposibles,  no  se  llegó  á  una 
solución  satisfactoria  y  el  enviado  tuvo  que  regresar  á  su  país 
sin  haber  terminado  su  misión. 

España  solicitó  entonces  de  Francia  su  opinión  respecto  á 
los  puntos  objeto  de  sus  diferencias  con  los  Estados  Unidos,  y 
aquella  nación  por  medio  de  su  comisionado  Mr.  Tailleyland, 
declaró  las  demandas  americanas  cjmo  absurdas  pretenciones 
destituidas  de  razón. 

Seguían  propalándose  con  gran  calor  por  toda  la  América  las 
doctrinas  de  Monroe,  cuyas  tendencias  en  el  fondo  eran  des- 
pertar las  ideas  de  rebelión  contra  el  Gobierno  de  la  Península 
y  hacer  la  independencia  de  todcs  los  dominios  españoles. 

Sin  duda  inspirado  e||ellas  el  Gobierno  de  Washington,  pro- 
puso á  España  la  cesión  de  la  parte  occidental  de  la  Florida; 
más  fué  enérgicamente  rechazada  esta  proposición,  lo  cual  con- 
tribuyó á  acabar  de  convertirá  aquella  República,  en  un  cen- 
tro de  maquinaciones  hostiles  al  poder  colonial,  continuándose 
las  misiones  laborantes  con  más  ahinco. 

A  la  vez  que  se  había  enviado  á  México  al  teniente  ameri- 
cauo  Pike,  se  mandó  al  caraquense  Miranda  á  Venezuela,  uno 
y  otro   con    expediciones  que,  si  no  iban  en  son  de  guerra,   sí 


17 

llevaban  como  único  punto  de  mira  el  insurreccionar  estas  co- 
lonias españolas,  provistos  de  toda  clase  de  elementos  para  ha- 
cer una  vigorosa  propaganda,  ayudados  por  los  periódicos  de 
la  Unión. 

Kspaña  tuvo  conocimiento  de  semejantes  trabajos,  y  sus  efec- 
tos desastrosos  parala  Península  se  dejaron  sentir  desde  luego. 
Con  este  motivo  ordenó  á  su  representante  en  Washington, 
gestionara  diplomáticamente  la  conservación  de  las  colonias, 
así  como  que  se  impidiese  por  todos  los  medios  la  organización 
y  salida  de  expediciones.  El  representante,  que  lo  era  Don  Luis 
de  Onis,  trabajó  empeñosamente  en  su  delicado  encargo,  aun- 
que sin  éxito  alguno:  las  expediciones  continuaron,  como  se  ve- 
rá en  seguida,  y  las  intrigantes  gestiones  que  el  Gobierno  ame- 
ricano hacía  para  apropiarse  la  Florida,  dieron  por  fin  el  resul- 
tado, y  el  17  de  Julio  de  1821  le  fué  entregado  este  hermoso 
territorio. 

II 

El  primer  movimiento  formal  en  favor  de  la  independencia 
de  Cuba  debió  tener  lugar  el  17  de  Agosto  de  1823. 

Agentes  norte  y  sud- americanos  habían  inmigrado  á  la  Isla 
y  trabajaban  secretamente  para  atraer  á  sus  doctrinas  á  todas 
las  clases  sociales. 

Eran  en  su  mayoría  partidarios  de  Bolívar,  por  lo  cual  aquel 
movimiento  fué  designado  más  tarde  con  el  nombre  de  Conspi- 
ración de  los  Soles  de  Bolívar. 

Contaban  con  algunas  armas  y  municiones  y  sobre  todo  con 
el  apoyo  moral  de  Norte  América,  que  sea  por  la  prensa  ó  por 
medio  de  sus  agentes  los  excitaba  á  seguir  el  ejemplo  de  los  de- 
más reinos  americanos  ya  emancipados  en  aquella*ftcha. 

Esta  conspiración  fué  descubierta  casualmente  por  un  escla- 
vo que  era  el  prensista  de  la  imprenta  donde  se  hacían  las  ho- 
jas de  propaganda.  Este,  sin  calcular  las  consecuencias  de  su 
acción,  extrajo  furtivamente  una  prueba  de  la  proclama  y  la 
llevó  á  mostrar  á  su  prometida;  la  cual  prueba,  pasando  por 
distintas  manos,  no  tardó  en  ir  á  dar  á  las  del  General  Vives, 
actual  gobernante  de  la  Isla. 

Se  descubrió  que  estaban  de  acuerdo  en  la  conspiración  más 
de  setecientas  personas;  se  les  recogieron  varios  impresos,  ar- 
mas, banderas,  etc.  y  todos  los  promotores  fueron  puestos  en 
prisión  y  castigados  severamente.  Según  las  declaraciones  de 
los  acusados,  la  conspiración  tenía  por  objeto  la  independencia 
de  Cuba. 

Con  el  escarmiento  producido  por  los  castigos  del  General 
Vives  se  calmó  por  entonces  la  excitación,  y  cesaron  los  esfuer- 
zos para  difundir  la  idea  de  rebelión  durante  algunos  años,  no 


i8 

ocurriendo  entre  tanto  sino  ligeras  tentativas  de  muy  poca  im- 
portancia. 

No  pasaba  lo  mismo  en  Estados  Unidos,  donde  con  franque- 
za se  formaban  juntas  de  simpatizadores  con  la  insurrección  y 
se  contribuía  públicamente  para  ayudar  á  aquella  causa. 

En  1843  trajo  no  pocas  dificultades  y  complicaciones  al  go- 
bierno de  la  Isla  la  difusión  de  las  doctrinas  abolicionistas  de 
la  esclavitud,  que  contaban  muchos  prosélites  entre  los  mismos 
cubanos. 

Tres  años  más  tarde  se  propuso  desembozadamente  la  idea 
de  anexión  de  Cuba  á  los  Estados  Unnlos,  cuando  en  1846  el 
senador  Mr.  Yule,  de  la  Florida,  propuso  á  la  Cámara  la  com- 
pra de  la  Isla.  Tan  arraigada  estaba  en  la  opinión  pública  la 
idea  de  anexión,  que  fué  preciso  que  los  periódicos  de  Cuba 
desvaneciesen  las  falsedades  publicadas  por  la  prensa  america- 
na al  afirmar  que  las  negociaciones  en  este  sentido,  prospera- 
ban en  España. 

En  aquella  época  el  ex-general  español  Don  Narciso  López, 
acérrimo  enemigo  de  los  intereses  coloniales  y  fiel  ejecutor  de 
sus  propias  ambiciones,  había  emprendido,  de  acuerdo  con  al- 
gunas sociedades  secretas  cubanas  y  americanas,  extensos  tra- 
bajos en  favor  de  la  insurrección. 

En  1848,  siendo  Gobernante  de  Cuba  el  Conde  Alcoy,  obser- 
vó que  en  poco  tiempo  desembarcaron  una  multitud  de  indivi- 
duos sospechosos,  que  no  eran  otros  que  los  emisarios  norte- 
americanos é  ingleses  que  llevaban  el  encargo  de  sublevar  los 
habitantes  de  Cuba  y  proclamar  la  anexión  á  los  Estados 
Unidos. 

Se  había  puesto  á  la  cabeza  de  los  alborotadores  el  expresa- 
do Narciso  López  que  intentó  con  mal  éxito  un  levantamiento 
en  Trinidad  y  Cienfuegos;  fué  descubierto  por  Alcoy  con  mu- 
cha oportunidad  y  sofocado  completamente. 

Huyó  López  al  extranjero  para  continuar  en  su  empresa, 
ayudado  por  la  propaganda  que  hacían  los  apóstoles  america- 
nos y  por  las  sociedades  secretas  de  que  hemos  hablado. 

Trató  de  organizar  una  nueva  expedición  en  la  isla  del  Gato 
(Cat  island)  del  grupo  de  las  Bahamas,  hoy  propiedad  de  In- 
glaterra, donde  varios  aventureros  americanos  y  descontentos 
españoles  ¿e  reunieron  para  invadir  á  Cuba,  de  acuerdo  con  el 
partido  exaltado  de  la  Isla.  Pero  no  fué  tampoco  llevada  á 
efecto  esta  expedición. 

Los  agentes  del  Conde  Alcoy  tuvieron  noticias  oportunas  de 
los  prepararivos,  y  mediante  enérgicas  protestas  al  Gobierno 
americano  se  consiguió  que  fuera  disuelta  la  reunión  y  aun, 
que  ofreciera  el  mismo  Gobierno  impedir  la  formación  y  salida 
de  nuevas  expediciones,  del  territorio. 


19 

Sin  embargo  de  estas  promesas,  poco  creídas,  se  pidió  á  Es- 
paña el  aumento  del  ejército  de  la  Isla  y  algunos  vapores  más, 
para  resguardar  las  costas,  temiendo  que  el  Gobierno  de  Cuba 
fuera  ánecesitarmuy  pronta  de  estos  refuerzos,  como  así  sucedió. 

III 

lyópez  á  su  vez  recibía  fondos  de  los  patriotas  cubanos  y  or- 
ganizaba una  segunda  expedición  en  1849,  que  había  de  man- 
dar él  en  persona.  Recinto  al  afecto  sus  partidarios  entre  la 
gente  de  peores  costumbres  de  los  Estados  Unidos  y  los  envió 
á  que  le  esperasen  en  la  isla  Redonda,  que  debía  ser  el  punto 
de  partida. 

El  Gobierno  americano,  ante  las  enérgicas  protestas  de  Es- 
paña, y  no  pudiendo  pasar  desapercibida  aquella  expedición, 
compuesta  en  su  mayor  parte  de  corsarios  y  piratas,  la  mandó 
disolver. 

No  desalentado  I^ópez  y  queriendo  evitar  á  toda  costa  la  des- 
moralización de  sus  prosélitos,  logró  colocar  un  empréstito  en 
los  Estados  Unidos  de  dos  millones  de  pesos  al  88 por  ciento, 
garantizado  con  la  propiedad  de¡^Cuba,  é  hizo  renacer  el  entu- 
siasmo entre  aquellos  aventureros,  dándoles  luego  algunas  pa- 
gas da  marcha. 

I^es  recogió  en  seguida  juramento  'de  cumplir  su  palabra  y 
les  proveyó  de  cartas  de  naturaleza  americana,  cualquiera  que 
fuese  su  nacionalidad,  como  una  salvaguardia  para  el  caso  de 
caer  en  manos  de  los  españoles. 

Con  objeto  de  aumentar  López  el  número  de  suk  adeptos  se 
valió  del  ardid  de  hacer  creer  al  público  que  la  expedición  se 
dirigía  á  los  placeres  de  oro  de  California,  con  lo  cual  pudo 
llegar  hasta  unos  seiscientos  diez  nombres  el  número  de  en- 
ganchados. 

Atravezó  la  expedición  el  seno  mexicano  y  tras  una  breve 
estancia  en  Cabo  Catoche,  Yucatán  emprendió,  el  camino  de 
Cuba,  haciéndose  á  la  vela  los  días  15  y  16  de  Mayo  de  1850. 

El  vapor  español  «Pizarro»  tenía  órdenes  del  Capitán  Gene- 
ral de  Cuba  de  salir  al  encuentro  de  la  expedición,  de  la  cual 
ya  se  tenía  noticias.  Así  lo  verificó  y  el  mismo  día  pudo  apre- 
sar en  Contoy  á  una  barca  y  un  bergantín-goleta  con  la  co- 
rrespondencia, y  algunos  expedicionarios  armados.  La  mayor 
parte  de  ellos  no  pudo  ser  capturada  porque  había  salido  de 
Yucatán  un  día  antes,  en  el  vapor  «Creóle»  donde  iban  López  y 
quinientos  de  los  suyos,  que  desembarcaron  en  Cárdenas,  des- 
pués de  varias  tentativas,  el  19  de  Mayo.  El  Gobernador  D. 
Francisco  Cerruti  se  puso  inmediatamente  á  la  cabeza  de  die- 
cisiete hombres,  única  fuerza  de  que  por  el  momento  pudo  dis- 


20 

poner  y  tras  una  corta  refriega  fué  hecho  prisionero.  Los  inva- 
sores se  apoderaron  de  los  fondos  de  la  aduana  y  cometieron 
depredaciones  en  la  ciudad.  • 

En  la  tarde  fué  atacado  López  por  otra  pequeña  fuerza  espa- 
ñola que  había  llegado  á  Cárdenas  con  objeto  de  auxiliar  á 
Cerruti,  y  la  cual  fué  también  vencida,  por  su  pequeño  núme- 
ro. No  obstante,  se  reembarcó  violentamente  López  rumbo  á 
Cayo  Hueso,  por  haber  notado  pocas  simpatías  del  vecindario 
hacia  su  causa. 

Los  Cónsules  españoles  en  Estados  Unidos  informaron  en- 
tonces al  Gobierno  de  la  Isla  que,  según  los  datos  recogidos, 
se  sabía  que  si  la  expedición  de  López  hubiese  sido  secundada 
por  los  habitantes  de  Cuba,  habrían  salido  de  Nueva  York, 
Boston,  Nueva  Orleans  y  otros  puertos,  cerca  de  diez  mil  hom- 
bres á  apoyar  la  revolución,  tan  luego  como  se  hubiera  recibi- 
do esta  nueva. 

Las  protestas  y  quejas  que  se  dirigieron  al  Gobierno  de  la 
Unión  por  parte  del  de  España  con  ese  motivo,  fueron  tales  y 
tan  justificadas,  que  se  logró  por  el  cónsul  de  Nueva  Orleans 
que  López  fuese  detenido  y  procesado.  Mas  como  de  las  averi- 
guaciones practicadas  en  la  institución  de  ese  proceso,  resultó 
que  en  la  expedición  de  López  estaban  complicados  muchos 
altos  funcionarios  americanos,  tuvo  que  sobreseerse  la  causa,  no 
sin  el  escándalo  consiguiente. 

Este  resultado  estimuló  á  López,  como  era  natural,  á  la  con- 
tinuación de  sus  empresas. 

Por  aquet  tiempo  permanecía  abierto  en  Texas  un  público 
alistamiento  para  Cuba.  Figuraba  como  director  de  aquel  cen- 
tro revolucionario  Mr,  Walker,  el  mismo  Gobernador  del  Es- 
tado; con  el  pretexto  de  invadir  á  Haiti  se  hacían  en  realidad 
los  preparativos  para  una  nueva  expedición  á  la  gran  Antilla. 

En  uno  de  los  vapores  que  hacían  la  travesía  de  Nueva  York 
á  Chagres  navegaba  á  principios  de  Diciembre  del  misno  año 
(1850)  el  ya  famoso  Garibaldi,  á  quien  se  propuso  de  parte  de 
la  Junta  americana  el  mando  de  la  proyectada  expedición;  más 
él  se  excusó  por  estar  aun  pendiente,  según  dijo,  de  los  suce- 
sos de  su  país. 

Al  llegar  el  año  de  51  no  había  sido  posible  á  los  empresa- 
rios obtener  dinero  para  la  realización  de  sus  proyectos.  Poco 
después,  que  en  parte  fué  vencido  este  obstáculo,  no  pudo  supe- 
rarse el  que  presentaba  la  actitud  resuelta  del  Gobierno  de  Was- 

(1)  Ea  lo5  periódicos  de  Nueva  Orleans  aparecieron  en  ese  año  las  listas  de  les 
peíonajes  de  los  Estados  Unidos  que  estabau  ocniplicados  en  los  proyecto» 
anxionistas  de  López.  Entre  ellos  Mr.  Quittnian  Gobcrnadcr  déla  Luisiana. 

Lo  afirma  así  el  historiador  Justo  Zarag«/c»  en  su  obra  "Las  insurrecciones  en 
Cuba." 


21 

hington,  que  por  entonces  amenazó  á  los  filibusteros  con  privar- 
los de  sus  derechos  de  ciudadanos  americanos,  siendo  este  el 
motivo  para  que  los  invasores  escogieran  como  punto  de  reu- 
nión y  partida,  las  costas  de  Yucatán.  Esta  vez  el  ministro  me- 
xicano D  Mariano  Yañez,  cumpliendo  las  promesas  de  impar- 
cialidad de  su  gobierno  á  España,  impidió  que  se  llevase  á  tér- 
mino la  expedición. 

Esta  serie  de  dificultades  hizo  que  fueran  suspendidas  las 
tentativas  de  invadir  á  Cuba,  por  entonces. 

IV 

Los  trabajos  de  los  anexionistas  no  cesaban  empero.  Valién- 
dose de  los  operarios  americanos  que  trabajaban  en  los  campos, 
hacían  grandes  esfuerzos  por  difutidir  el  espíritu  de  in.-urrec- 
ción. 

Desde  Abril  de  185 1  el  Capitán  General,  que  lo  era  D.  José 
de  la  Concha,  logró  interceptar  una  correspondencia  en  la  cual 
halló  el  hilo  de  una  verdadera  conspiración.  En  ella  se  desig- 
naban como  promotores  de  un  cercano  levantamiento  á  D.  Joa- 
quín Agüero  y  Agüero,  á  Quesadas,  Betancourt,  y  Recios;  su- 
po también  por  los  expresados  documentos  que  los  puntos  se- 
ñalados para  la  sublevación  eran  Nuevitas,  Trinidad  y  Puerto 
Príncipe. 

Con  estos  datos  ordenó  Concha  la  prisión  inmediata  de  los 
complicados,  llevándose  á  efecto  á  fines  del  mismo  mes,  con 
excepción  de  la  de  Agüero,  señalado  como  jefe  del  levanta- 
miento. Este  al  saber  la  prisión  de  sus  compañeros  trató  de 
ocultarse  al  principio,  pero  más  tarde  resolvió  lanzarse  solo  á 
la  revolución,  y  al  efecto,  reunió  todos  sus  soldados  que  llega- 
ban al  número  de  43. 

Eran  estos  en  su  mayoría  jóvenes  cubanos  pertenecientes  á 
distinguidas  familias,  llenos  de  bríos  y  fanáticos  por  su  causa. 
El  8  de  Julio,  después  de  haber  pernoctado  en  Sabanilla  del 
Pontón,  lugar  distante  á  cuatro  leguas  de  las  Tunas,  entraron 
á  esta  población  á  las  dos  de  la  mañana.  Debido  á  la  obscuridad, 
á  la  falta  de  disciplina  y  á  que  habían  penetrado  por  distintos 
rumbos,  ya  en  las  calles  de  la  población  se  tomaron  unos  á 
otros  por  enemigos  y  rompieron  el  fuego  entre  sí.  Huyeron 
en  seguida  al  campo  abandonando  algunos  heridos,  que  hicie- 
ron recojer  los  vecinos. 

Este  flimentable  error  hizo  que  la  fuerza  se  redujese  á  vein- 
tisiete individuos  los  cuales  se  replegaron  á  los  bosques  para 
rehacerse. 

A  fines  del  mismo  mes,  como  salieron  de  su  escondite,  fue- 
ron perseguidos  y  cercados  por  el  Capitán  español  Conus,  has- 


22 

ta  obligar  á  rendirse  á  los  jefes  Castellanos,  Za>as,  Benavides 
y  más  tarde  á  Agüero  y  á  D.  Tomás  Betaiicourt. 

Fueron  conducidos  á  Puerto  Príncipe,  y  se  les  sometió  á  un 
Consejo  de  Guerra  el  cual  los  sentenció  á  pena  capital.  A  úl- 
tima hora  sólo  fueron  ejecutados  Agüero  ,Betancourt,  Zayas  y 
Benavides;  los  demás  alcanzaron  indulto. 

Escucharon  coq  gran  serenidad  su  sentencia  de  muerte. 
Agüero  invitó  á  sus  guardianes  á-  tomar  un  refresco,  y  brindó 
por  que  terminaran  las  diferencias  entre  americanos,  españoles 
y  cubanos.  Zayas  antes  de  recibir  la  descarga  gritó  con  fuerza: 
«Viva  Cuba  libre.» 

Los  demás  comprometidos  en  este Jfvantamiento  sufrieron  la 
misma  pena  en  otros  lugares  de  la  Isla. 

Poco  influían  seguramente  estos  sucesos  en  el  ánimo  de  Ló- 
pez y  los  suyos,  que  continuaban  los  aprestos  de  una  expedi- 
ción. Esta  la  hizo  preceder  el  mismo  López  de  las  noticias  más 
absurdas,  favorables  á  su  causa  y  publicadas  en  los  periódicos 
anexionistas  americanos;  las  cuales  repercutiendo  en  la  Isla, 
volvieron  á  López  tan  abultadas  y  desconocidas,  que  ellas  fue- 
ron la  causa  que  determinó  el  epílogo  de  su  azarosa  vida  y  la 
captura  completa  de  aquella  desgraciada  expedición,  según 
vamos  á  referirlo. 

El  examen  de  la  correspondencia  volvió  á  darle  á  Concha  el 
resultado  que  buscaba.  Por  este  medio  se  puso  al  tanto  de  los 
preparativos  para  la  expedición. 

Se  hizo  ésta  á  la  vela  en  los  primeros  días  de  Agosto.  Eran 
cuatrocientos  cincuenta  hombres  y  llevaban  consigo  gran  can- 
tidad de  municiones  de  boca  y  de  guerra. 

Según  los  rumores  que  se  habían  hecho  circular,  se  sabía  que 
el  sentimiento  de  rebelión  era  general  en  la  Isla,  que  la  Haba- 
na se  había  levantado  en  armas  y  estaba -en  poder  de  los  insu- 
rrectos.  Tales  noticias  eran  creídas  con  fe  ciega  por  López. 

Dicho  esto,  no  parecerá  extraño  que  el  día  ii  fueran  avista- 
dos por  el  vigía  del  Morro  dos  vapores  que  eran  los  de  la  expe- 
dición de  López,  que  intentaba  desembarcar  en  la  Habana. 
Mas  como  no  viese  en  la  costa  ningún  indicio  de  que  la  ciudad 
estuviera  en  poder  de  los  rebeldes,  tuvo  que  dirigirse  al  Morri- 
llo de  Manimaní,  punto  cercano  á  Bahía  Honda. 

Tan  luego  como  se  supo  en  la  Habana,  salió  el  Pizarra  en 
persecución  de  López,  quien  al  saltar  á  tierra  pudo  notar  su 
error,  al  ver  que  era  recibido  fríamente  por  los  habitantes  de  la 
isla;  algunos  campesinos  hicieron  fuego  sobre  sus  soldados  y  al 
internarse  en  la  costa,  hallaba  las  villas  desiertas. 

Mientras  150  individuos  verificaban  el  desembarque,  López 
con  lo'^  300  restantes  había  ocupado  Las  Pozas,  donde  fueron 
atacados  inopinadamente  por  el  General  Ena,  á  quien  se  unió 


23 

después  el  Coronel  Morales,  disponiendo  entre  ambos  de  una 
fnerza  de  cerca  de  2000  hombres,  ciento  cincuenta  caballos  y 
cuatro  piezas  de  artillería.  Hicieron  abandonar  sus  posisiones 
al  enemigo,  que  huyó  al  campo. 

El  día  17  fueron  sorprendidos  en  el  Cafetal  Rosales  y  tuvie- 
ron una  acción  muy  reñida  en  la  cuai  quedó  fuera  de  combate 
el  General  Kna. 

Después  de  otros  eacuentros  habidos  en  Aguacate,  San  Cris* 
tóbal  y  el  Rosario,  fueron  los  insurrectos  perdiendo  terreno  y 
cayendo  prisioneros  en  manos  de  sus  perseguidores,  hasta  que 
al  fin  el  24  de  Agosto,  en  un  lugar  del  camino  de  Santa  Cruz 
de  los  Pinos  á  Pinar  del  Río,  fué  capturado  López  con  siete  de 
los  suyos  que  le  acompañaban,,  por  medio  de  una  emboscada 
que  prepararon  los  cabos  de  ronda  españoles  Zea  y  Castañeda, 
y  se  les  trasladó  á  la  prisión  del  castillo  del  Morro. 

Fueron  sentenciados  á  la  última  pena  y  ejecutados  el  19  de 
Septiembre  de  185 1,  así  como  cincuenta  filibuteros  americanos 
más,  frente  al  castillo  de  Atares. 

Castañeda  el  aprensor  de  López  fué  alevosamente  asesinado 
tres  años  más  tarde  por  los  partidarios  de  éste,   (i) 

La  ejecución  de  filibusteros  americanos  craj o  algunas  dificul- 
tades al  Gobierno  de  España  en  sus  relaciones  con  el  de  los  Es- 
tados Unidos.  Estas  llegaron  á  tal  grado  de  tirantez,  que  el  Con  • 
sul  en  Nueva  Orleans  tuvo  que  abandonar  su  puesto  y  aun 
fueron  enviados  algunos  buques  de  guerra  americanos  para  apo- 
yar las  demandas  de  una  explicación  por  el  hecho  referido.  No 
obstante,  la  claridad  con  que  aparecía  la  justicia  por  parte  de 
España  hizo  á  aquella  nación  deponer  su  actitud  y  al  año  si- 
guiente volvió  el  Cónsul  español  á  Nueva  Orleans  y  los  buques 
de  guerra  fueron  retirados. 

El  año  de  1852  fué  notable  por  la  actividad  en  los  trabajos 
de  la  Sociedad  secreta  La  Estrella  Solitaria.  Estendía  sus  ra- 
mificaciones desde  Nueva  Orleans,  donde  estaba  su  matriz,  á 
cerca  de  cuarenta  ciudades  americanas.  Sus  socios  se  obligaban 
á  coadyuvar  personal  y  moralmente  á  que  todos  los  pueblos  de 
la  tierra  gozasen  de  libertad.  Contribuían  cada  mes  con  una 
cantidad  la  cual  se  invertía  en  armas,  víveres,  etc.,  para  los  in- 
surrectos. 

El  Capitán  General  D.  Juan  de  la  Pezuela,  encargado  en- 
tonces del  gobierno  de  la  Isla,  ejercía  una  escrupulosa  vigi- 
lancia. Hizo  varias  aprehencioues  de  agentes  extranjeros  insu- 

(1)  HallíÍTidose  Cast*fieda  en'el  café  de  "Marte  y  Belon"  en  la  Habana,  la  tar- 
de del  12  de  Octubre  do  1854,  fué  muerto  por  un  disparo  que,  á  través  de  la 
ridriera  de  una  ventana,  recibió  en  el  cráneo,  dejándolo  muerto  en  el  acto. 


24 

rreccionistas  y  aun  de  mujeres  que  se  ocupaban  en  fabricar  car- 
tuchos para  los  rifles  que  se  esperaban  de  los  Estados  Unidos. 
Kstas  aprehenciones  dieron  por  rasultado  el  descubrimiento 
de  otra  conspiración  llamada  de  Pozos  Dulces,  atribuida  al  Con- 
de de  este  nombre,  cuñado  de  López, 

El  23  de  Febrero  del  año  siguiente  fueron  sentenciadas  diez 
personas  acusadas  de  ser  los  promotores  de  la  conspiración. 
De  éstas  fueron  ejecutadas  D.  Francisco  Valdéz,  D.  Eduardo 
del  Cristo,  D.  Manuel  Hernández  Perdomo  y  D.  Juan  Alvarez. 
Los  demás  estaban  prófugos.  El  conde  de  Pozos  Dulces  fué  de- 
portado á  la  Península. 

Siendo  entonces  Presidente  de  los  Estados  Unidos  Mr.  Pier* 
ce,  le  fué  dirijida  una  petición  por  los  anexionistas  en  la  que 
reclamaban  su  apoyo  para  apoderarse  de  Cuba.  Es  de  notarse 
que  tal  petición  estuviera  secundada  por  algunos  senadores 
americanos. 

A  principios  del  año  de  1854  surgió  un  incidente  que  volvió 
á  poner  en  peligro  la  armonía  entre  las  relaciones  diplomáticas 
de  España  y  Estados  Unidos.  Este  incidente  fué  el  del  vapor 
americano  «Black  Warrior.» 

Cedamos  la  palabra  á  un  escritor  contemporáneo  que  lo  re- 
fiere de  esta  manera: 

«El  28  de  Febrero  de  1854  fondeó  en  la  bahía  de  la  Habana 
el  vapor  americano  Black  Barrior,  mandado  por  el  capitán 
Buliock  quien  al  recibir  las  instrucciones  escritas  para  ajustar 
sus  maniobras  en  el  puerto,  así  como  se  practicaba  en  todos  los 
puertos  españoles,  se  negó  á  enterarse  del  documento,  sin  de- 
volver por  consiguiente  el  duplicado  cual  se  le  exigía,  con  la 
firma  de  quedar  impuesto  de  cuanto  en  la  instrucción  se  deter- 
minaba; así  como  se  negó  á  presentar  el  manifiesto  de  la  carga 
del  buque  y  á  manifestar  si  iba  ó  no  de  tráncito,  diciendo  sólo 
que  estaba  en  lastre.  Excitados  con  tal  proceder  la  curiosidad 
y  el  amor  propio  de  los  empleados  fiscales  y  comunicando  el  he- 
cho por  el  resguardo  á  la  aduana,  ordenó  el  administrador  de 
ésta,  D.  Mariano  Adriansens,  en  vista  de  la  resistencia  de  Bu- 
llok,  que  se  verificase  la  visita  de  fondeo,  y  apercibido  en  el 
Ínterin  el  capitán  del  vapor,  pidió,  algunas  horas  después  de 
fondear,  permiso  para  salir  del  puerto.  Pero  las  órdenes  de  la 
Hacienda  siguieron  adelante,  y  verificado  el  reconocimiento  ó 
visita  de  fondeo,  resultó  que  estaba  el  buque  cargado  de  pacas 
de  algodón  y  no  de  armas  como  se  había  corrido  la  voz.  En 
vista  de  esto  y  con  arreglo  á  la  instrucción  de  aduanas,  se  le 
hizo  presente  al  consignatario  la  multa  en  que  el  capitán  había 
incurrido  y  se  le  propuso,  para  evitar  conflictos,  que  adicionara 
á  la  relación  de  rancho  la  carga    del    buque,  á  lo  que  contestó 


25 

descortesmente  aquél,  entablando  protestas  con  verdadero  ca- 
rácter de  amenazas » 

«He  dicho  que  el  capitán  del  Black  Warrior  había  pedido 
permiso  para  salir  del  puerto,  á  lo  que  se  le  contestó  que  pro- 
cediendo con  arreglo  á  la  ley  la  descarga  del  buque,  se  le  haría 
la  gracia  de  permitirle  seguir  su  viaje,  siempre  que  prestara  la 
correspondiente  fianza;  el  Consignatario  Tyng  se  negó  y  el  ca- 
pitán Bullock  abandonó  el  buque  al  ver  á  lo  que  se  le  obligaba, 
no  queriendo  presenciar  la  descarga  ni  él  ni  el  cónsul  de  los  Es- 
tados Unidos,  resuelta  por  los  funcionarios  de  Hacienda  vein- 
tiséis horas  después  del  fondeo,  en  lugar  de  esperar  á  las  cua- 
renta y  ocho  prescritas  en  la  citada  instrucción  de  aduanas.» 

Estos  son  los  hechos,  motivo  después  de  complicaciones  in- 
ternacionales, que  llegaron  á  tomar  un  carácter  grave. 

El  Presidente  de  los  Estados  Unidos  Mr.  Pierce,  en  su  men- 
saje de  1854,  llamó  á  la  cuestión  del   Waryior  un  casus  belli. 

España  con  su  reconocida  falta  de  energía  en  sus  gobernan- 
tes, admitió  pagar  la  indemnización  exijida  por  el  dueño  ó  ar- 
mador del  buque  y  que  ascendió  á  $  53,000. 


CAPITULO  II. 


Guerra  separatista  americana. — Causas  de  esta  guerra  é  influjo  sobre  la  insurrec- 
ción de  las  Antillas  españolas. — Santo  Domingo  y  Puerto  Rico, — Grito  de 
Yara. — Coincidencia  con  los  sucesos  revolucionarios  de  la  Península. — 
Caudillos  cubanos  insurrectos. 


A  guerra  intestina  que  asoló  en  los  años  siguientes  á 
la  gran  República,  influyó  de  una  manera  especial  en 
la  insurrección  de  Santo  Domingo,  Puerto  Rico  y  Cu- 
ba, porque  se  quiso  tomar  como  causa  de  ella  la  abo- 
lición de  la  esclavitud,  tan  debatida  ya  por  entonces  en  aque- 
llas islas,  cuyos  habitantes  eran  muchos  esclavos. 

No  fué  esta  en  realidad  la  causa  eficiente  de  la  guerra  de  se- 
cesión. Se  había  venido  creando  una  división  profunda  entre 
los  habitantes  de  los  Estados  del  Sur  de  la  Unión  y  los  del  Nor- 
te, nacida  de  la  diversidad  de  razas,  de  carácter,  ocupaciones, 
etc. 

Eran  aquellos  en  su  mayoría  ricos  agricultores  que  por  los 
abundantes  frutos  que  les  prodigaban  sus  campos,  vivían  con 
gran  desahogo,  con  opulencia  si  se  quiere;  guardaban  una  po- 
sición comercial  preponderante  sobre  los  del  Norte  y  muy  su- 
perior á  la  de  éstos,  que  eran  industriales  y  comerciantes  casi 
todos.  Además,  los  unos  eran  de  origen  latino  y  franco-latino, 
en  tanto  que  los  otros  eran  sajones  y  anglo-sajones.  La  religión 
de  éstos  era  la  protestante,  los  del  Mediodía  eran  católicos. 

La  diferencia  de  origen,  la  índole,  de  aspiraciones  y  de  reli- 
gión hizo  pues  robustecer  cada  día  aquel  inveterado  antago- 
nismo, hasta  que  el  incidente  de  la  abolición  de  la  esclavitud, 
lo  transformó  en  odio  mortal,  surgiendo  entonces  la  guerra. 

Para  contrarrestar  el  dominio  de  los  surianos  acogieron  con 
gran  empeño  sus  competidores  del  Norte  el  proyecto  de  abolir 
la  esclavitud,  que  á  la  vez  que  les  atraería  el  aplauso  del  mun- 
do civilizado,  conquistándoles  el  título  de  filántropos,  era  en 
realidad  un  rudo  golpe  á  su  poderío,  porque  millares  de  los 


28 

trabajadores  del  Sur  eran  esclavos,  quienes  por  su  a#titud  para 
las  faenas  agrícolas  y  por  lo  exiguo  de  los  salarios  ton  que  se 
les  retribuía,  formaban  el  eleme^o  principal  de  la  riqueza  de 
aquellas  comarcas. 

Inicióse  una  activa  lucha  por  los  habitantes  de  los  Estados 
septentrionales  contra  la  esclavitud.  Se  enviaron  agentes  ex- 
pensados por  ellos  á  los  campos  del  Sur  con  la  misión  de  suble- 
var y  libertar  á  los  esclavos,  (i)  originándose  no  pocos  desór- 
denes. 

Llegaron  las  elecciones  de  1860  y  en  ellas  designaron  sus  res- 
pectivas candidaturas  los  partidos  republicano  y  demócrata: 
éste  á  Douglas  y  Jhonson  para  la  presidencia  y  vice-presiden- 
cia  de  la  República  y  aquel  á  Breackinridge  y  Lañe,  para  los 
mismos  cargos,  respectivamente.  Pero  ni  unas  ni  otras  preva- 
lecieron porque  un  tercer  partido -medio,  llamado  de  la  Unión 
constitucional  que  propuso  á  Mr.  Bell,  les  disputó  el  triunfo, 
sin  obtenerlo  tampoco:  éste  fué  en  favor  de  Abrahara  Lincoln, 
candidato  de  los  republicanos  de  Chicago,  que  tuvo  una  ma- 
yoría de  1.866,157  votos,  contra  r.375,  157  que  favorecieron  á 
Douglas. 

Derrotados  los  demócratas  del  Sur  con  la  elección  de  Lin- 
coln, á  quien  se  conocía  en  todo  el  país  como  furibundo  aboli- 
cionista, no  trataron  ya  de  ocultar  su  hostilidad  al  resto  de 
aquella  nación  y  quisieron  llevarla  luego  á  las  vías  de  hecho, 
cumpliendo  sus  antiguos  deseos  de  emanciparse. 

La  Carolina  del  Sur  fué  el  primer  Estado  que  enarboló  el 
estandarte  de  la  rebelión,  proclamando  su  independencia  el  20 
de  Diciembre  de  aquel  año.  Le  siguieron  los  Estados  de  Geor- 
gia, Alabama,  Missisippi,  Florida,  Texas  y  Luisiana. 

El  resto  de  la  República  trató  de  impedir  se  llevase  á  cabo  la 
escisión.  Es  notable  que  esta  vez  no  se  inspirase  la  nación  ame- 
ricana en  el  mismo  criterio  con  que  intervino  en  nuestra  cues- 
tión de  Texas,  ni  en  la  de  Cuba,  últimamente  pues  en  lugar  de 
concederles  la  libertad  que  reclamaban  estos  Estados,  empren- 
dió contra  ellos  una  sangrienta  lucha  para  subyugarlos. 

Tal  fué  el  principio  de  aquella  guerra  formidable  que  asoló 
á  ese  país  durante  cuatro  años,  siendo  á  la  postre  derrotados 
y  sometidos  los  surianos. 

El  objeto  de  este  libro  y  sus  dimensiones  nos  impiden  seguir 
paso  á  paso  la  relación  de  aquellos  hechos  sangrientos  á  cuyo 
epílogo  precedió  el  asesinato  del  mismo  Lincoln  por  el  actor  C. 
Wilkes  Botth,  la  noche  del  15  de  Abril  de  1865,  mientras  ce- 
lebraba los  triunfos  de  las  armas  federales  en  el  teatro  Ford. 


(1)  Uno  de  estos  agentes,  acusado  de  sedición,  fué  juzgado  el  2  de  Dicierabrí 
3  185Í)  y  ahorcado  en  Charlestoii  por  sentei    "     '    "  -  >  --       ^     .     -^• 

ginia,  aprobada  por  el  gobernador  Mr.  Wiso. 


de  185Í)  y  ahorcado  en  Charlestoii  por  sentencia  de  la  Corte  del  Estado  de  Tir- 

Mr. 


29 

Los  Estados  del  Sur,  segúu  hemos  dicho  estaban  poblados 
por  descendientes  de  la  raza  latina,  con  identidad  de  intereses 
y  costumbres  á  los  pueblos  latino-americanos  del  continente. 
La  derrota  de  los  confederados  significó  el  exterminio  de  la  pri- 
mitiva raza  colonizadora;  la  supresión  del  elemento  hispano  la- 
tino en  la  conformación  política  de  aquella  República.  O  en  otros 
términos,  se  dio  un  paso  más  hacia  el  cumplimiento  de  ese  vie- 
jo fenómeno  observado  en  la  historia,  lo  mismo  en  los  países  ci- 
vilizados que  salvajes;  las  razas  septentrionales  irrupcionan  ó 
invaden  de  tiempo  en  tiempo  el  resto  del  mundo  y  lo  dominan. 


II 

Kfectiva  fué  la  influencia  de  la  guerra  norte-americana  so- 
bre las  Antillas  españolas.  El  año  de  1863  estalló  la  insurrección 
en  Santo  Domingo,  en  la  parte  de  la  Isla  reconquistada  cuatro 
años  antes  por  España-  Un  año  más  tarde  se  había  extendido 
la  guerra  á  todas  las  provincias,  siendo  imposible  por  entonces 
para  el  gobierno  peninsular  sofocarla  debido  á  la  situación 
anormal  porque  atravesaba. 

En  Enero  de  1865  el  Capitán  General  del  ejército  D.  Ramón 
María  Narvaez  presentó  á  las  Cortes  el  proyecto  de  abandonar 
la  Isla  (sin  ruborizarse,  dice  con  intención  un  historiador  ibe- 
ro) que  fué  aprobado  y  sancionado  el  10  de  Mayo  de  aquel 
año. 

Don  Francisco  Serrano,  antecesor  del  entonces  Capitán  Ge- 
neral de  la  Isla  de  Cuba,  D.  Domingo  Dulce,  se  declaró  en  Es- 
paña partidario  de  las  reformas  antillanas.  Tomó  dos  veces  la 
palabra  en  el  Senado  con  objeto  de  defender  los  ni tereses  cuba- 
nos. Esto  contribuyó  á  alentar  al  partido  descontento,  que  tra- 
bajaba por  la  insurrección. 

Dulce  empleó  en  Cuba  una  política  tolerante  y  conciliadora 
á  la  cual  es  atribuido  el  desarrollo  de  las  conspiraciones.  Enca- 
reció en  ese  año  al  ministro  D.  Leopoldo  O'Donell  la  ingente 
necesidad  de  que  se  plantearan  cuanto  antes  las  reformas  pedi- 
das por  los  nativos;  la  cual  demanda  dio  por  resultado  que  el  25 
de  Noviembre  autorizara  el  Gobierno  al  expresado  ministro,  pa- 
ra abrir  una  información  sobre  las  bases  en  que  deberían  fun- 
darse leyes  especiales  para  el  gobierno  de  Cuba  y  Puerto  Ricos 
constituyendo  una  junta,  compuesta  de  personas  nombradas 
por  el  gobierno  y  veintidós  diputados,  dieciséis  cubanos  y 
seis  portorriqueños,  elegidos  por  los  habitantes  de  cada  isla. 

Estas  reformas,  que  se  pretende  sólo  hayan  sido  un  pretexto 
de  los  deseosos  de  la  independencia,  para  conseguirla  después, 
no  se  llegaron  á  implantar  como  se  verá  adelante. 


30 

El  haber  estallado  en  Enero  de  1866  la  sedición  militar  en- 
cabezada en  la  Península  por  el  General  Prim,  ofreció  uua  co- 
yuntura á  los  libertadores  cubanos,  que,  en  combinación  con 
los  norteamericanos,  no  quisieron  despreciarla.  El  Marqués  de 
Lema,  embajador  español  en  París,  comunicaba  á  su  gobierno 
en  31  de  Mayo,  que  tenía  noticias  fidedignas  de  existir  públicos 
trabajos  en  los  Estados  Unidos  para  apoderarse  de  Cuba. 

Verificada  la  elección  délos  comisionados  de  las  Antillas  pa- 
ra discutir  las  reformas,  quedó  derrotado  el  bando  conservador, 
y  el  triunfo,  á  favor  de  los  reformistas,  que  pretendían  la  auto- 
nomía de  la  Isla  con  exclusión  de  los  peninsulares  en  los  car- 
gos públicos. 

Su  triunfo  precipitó  el  relevo  de  D.  Domingo  Dalce,  siendo 
sucedido  por  el  general  D.  Francisco  Lersundi,  quien  siguió 
una  conducta  contraria  á  la  de  su  predecesor.  Combatió  acre- 
mente á  los  reformistas,  mandó  clausurar  sus  clubs  ó  comités, 
que  antes  habían  celebrado  libremente  y  ordenó  la  prisión  de 
todos  los  simpatizadores,  señalados  como  vagos  ó  viciosos  y  de- 
portó á  ciento  sesenta  y  seis  de  ellos  á  la  Isla  de  Fernando  Poo, 
donde  fueron  re/legados. 

Una  pasajera  animación  alentó  en  su  obra  los  descontentos 
de  españa  al  saberse  los  sucesos  ocurridos  en  Madrid  el  22  de 
Junio;  para  volver  á  abatirse  con  la  nueva  del  fracaso  de  la  re- 
volución y  de  haber  sido  deportado  el  general  Prim,  su  pro- 
motor. 

Los  Estados  Unidos  ejercen  una  vez  más  su  perniciosa  in- 
fluencia en  la  propagación  de  la  idea  de  independencia  de  Cu- 
ba, con  motivo  de  los  escandalosos  sucesos  ocurridos  en  Nueva 
Orleans  recientemente. 

En  aquella  ocasión  decía  el  Ministro  de  las  Colonias  el  repre- 
sentante español  en  Washington,  que  «si  en  otro  tiempo  el  ele- 
mento filibustero  de  los  americanos  era  lo  principal  y  la  cons- 
piración interior  de  la  Isla  lo  accesorio,  esta  vez  sucedía  esen- 
cialmente lo  contrario,  pudiendo  asegurar  que  en  Cuba  existía 
ya  el  foco  principa/  de  una  revolución  que  tenía  enlace  con  los 
sucesos  de  la  pasada  guerra  americana,  y  ante  la  cual  los  tra- 
bajos de  los  continentales  eran  secundarios.» 

Lersundi  fué  poco  tiempo  después  sucedido  en  el  mando  de 
Cuba  por  D.  Joaquín  del  Manzano,  y  entonces  precisamente  se 
reunió  en  España  la  junta  de  información  á  la  cual  coucurrían 
españoles,  cubanos  y  portorriqueños.  Al  principiar  sus  sesiones 
quiso  oir  la  opinión  de  algunos  funcionarios  de  los  que  habían 
estado  en  Cuba,  como  el  duque  de  la  Torre  y  D.  Domingo  Dul- 
ce. Este  último  dio  su  opinión  en  favor  de  las  reformas,  optan- 
do por  la  abolición  inmediata  de  la  esclavitud. 


31 

Trabajó  la  junta  seis  meses,  y  regresaron  los  comisionados 
á  las  Antillas  sin  haber  obtenido  un  resultado  práctico  que  de- 
jara satisfechos  á  los  partidos  conservador  y  reformista. 


III 

En  1866  5e  intentó  por  Goicouría  y  el  general  Quesadas  ha- 
cer estallar  la  guerra  en  las  Antillas,  principiando  por  Puerto 
Rico;  no  pasó  este  intento  de  haber  expedido  algunas  procla- 
mas y  de  activar  la  circulación  del  papel  moneda  de  Cuba. 

El  7  de  Junio  del  año  siguiente  promovieron  los  descontentos 
una  sedición  militar  que  fracasó  y  fué  motivo  de  la  expulsión 
de  muchos  complicados  en  ella. 

El  lo  de  Septiembre  publicó  el  comité  revolucionario  de  Nue- 
va York  una  proclama  fechada  en  Cuba  el  1 6  de  Julio,  que  ter- 
minaba con  estas  Palabras:  «Viva  Cuba  libre.  Viva  Puerto  Ri- 
co libre  y  muera  España  para  siempre  en  América.» 

Los  jefes  revolucionarios  de  Puerto  Rico  señalaron  los  días 
de  la  fiesta  de  San  Juan  en  1867  para  dar  el  grito  de  rebelión, 
pero  tuvieron  que  aplazarlo  por  haber  sobrevenido  contrarieda- 
des, 110  siendo  la  menor  los  fuertes  terremotos  que  hubo  en  la 
Isla  y  que  amedrentaron  á  los   conspiradores. 

Por  fin  pudieron  reunirse  en  San  Thomas,  más  tarde,  los  días 
9,  II  y  16  de  Diciembre,  con  los  vocales  por  Cuba  de  la  junta 
de  Nueva  York.  D.  Manuel  Macías  propuso  dar  principio  á  la 
revolución  en  Puerto  Rico,  antes  que  á  la  de  Cuba,  y  D.  Do- 
mingo Goicouría  ofreció  un  cargamento  de  armas  que  iba  á  re- 
cibir de  los  Estados  Unidos.  Según  comunicaciones  que  se  le- 
yeron, D.  Miguel  Aldana  y  Morales  Lemus  debían  dar  el  grito 
to  en  Cuba  en  Septiembre  ó  en  los  primeros  días  de  Octubre 
próximos. 

Debido  á  la  complacencia  de  las  autoridades  se  propalaba  en 
público  la  causa  de  la  libertad.  En  las  reuniones,  en  los  cafés, 
en  los  clubs  y  periódicos  se  hacía  ostentación  de  los  proyectos, 
se  discutían  los  planes  y  hasta  se  celebraban  los  triunfos,  que 
tenían  por  seguros  los  conspiradores. 

En  Lares,  el  Bartolo,  Mirasol  y  Pezuela  (Puerto  Rico)  no  se 
daban  punto  de  descanso  en  los  preparativos  y  con  pretexto  de 
las  fiestas  de  San  Juan,  solemnizaban  el  principio  de  la  revolu- 
ción por  la  independencia. 

Cinco  días  después  de  haber  dado  en  Cádiz  por  el  general 
Topete  el  grito  de  rebelión,  ó  sea  el  18  de  Septiembre,  tuvo 
principio  el  movimiento  separatista  en  el  pequeño  pueblo  de 
Lares,  anticipándose  al  señalado  que  fué  ai  29  por  haber  sido 
descubiertos. 


32 

Reunidos  los  revolucionarios  en  el  cafetal  del  americano  Mr. 
Bruginan,  en  el  Barrio  de  Farnias,  jurisdicción  de  Mayagiiez, 
al  frente  de  250  hombres  marcharon  al  de  D.  Manuel  Rojas, 
cometiendo  en  el  camino  actos  desordenados.  Allí  se  levantó 
una  bandera  roja  con  esta  inscripción:  «Muerte  ó  Libertad.  Vi- 
va Puerto  Rico,))  y  se  dirigieron  á  Lares  posesionándose  del 
gobierno  y  casa  del  Ayuntamiento,  nombrando  autoridades  á 
sus  adeptos  y  aprisionando  á  muchos  españoles. 

Como  presidente  de  aquel  improvisado  gobierno  se  nombró  á 
un  D.  Francisco  Ramírez,  comerciante  mulato.  A  continuación 
se  expidieron  los  manifiestos. 

Al  siguiente  día  24  se  dirigieron  los  insurgentes,  que  ¡lega- 
ron ya  á  700,  al  inmediato  pueblo  de  Pepino  con  objeto  de  to- 
marlo y  establecer  otro  gobierno,  pero  bastó  una  pequeña  re- 
sistencia que  encontraron  en  sus  habitantes  para  desmoralizar- 
los y  hacer  que  huyeran  á  los  bosques.  Al  recibirse  esta  noti- 
cia en  Lares  hicieron  otro  tanto  los  sublevados,  abandonando 
la  plaza. 

Mas  tarde  fueron  capturados  en  su  mayoría  y  otros  se  pre- 
sentaron voluntariamente  acogiéndose  al  decreto  de  la  amnis- 
tía concedida  por  el  gobierno  peninsular. 

En  España  tenía  lugar  á  la  sazón  el  alzamiento  en  Cádiz 
acaudillado  por  Prini  y  Topete,  al  cual,  así  como  los  sucesos 
posteriores  ocurridos  en  aquellos  días,  se  debe  el  advenimiento 
al  poder  del  partido  eu  cuyas  manos  estaba  el  Gobierno  penin- 
sular al  sobrevenir  la  guerra  cuya  narración  es  el  objeto  de  es- 
te libro,  el  mismo  partido  de  quien  tan  amargamente  se  queja 
ahora  aquel  país. 

A  D.  Práxedes  Mateo  Sagasta  le  vemos  figurar  entonces  al 
frente  por  primera  vez,  del  gobierno  de  Sevilla,  por  encargo  de 
la  junta  de  aquella  provincia;  mas  tarde  pone  en  sus  manos  la 
cartera  de  gobernación  su  correligionario  Prim,  después  de 
eliminado  el  ministerio  González  Bravo. 

Aquel  partido  que  el  pueblo  español  elevara  triunfante  en  sus 
hombros,  librada  apenas  la  batalla  de  Alcolea — simulacro,  más 
bien,  de  resistencia  de  parte  del  Gobierno — llevando  consigo  to- 
das las  simpatías,  representando  las  aspiraciones  legítimas; 
aquel  que  destrozó  la  liltima  rama  de  los  Borbones  y  la  relegó 
al  olvido  en  el  palacio  de  Pau,  morada  de  Enrique  IV  en  otro 
tiempo,  es  ahora  víctima  de  la  más  acre  censura,  escarnecido, 
insultado,  increpado  sin  miramiento  alguno,  llevando  en  sus 
hombros  la  inmensa  responsabilidad  del  desastre  reciente. 

Grande  es  por  cierto  el  descontento  del  pueblo  español  para 
con  su  actual  gobierno,  tan  grande,  que  quizas  no  haya  es- 
crito todavía  la  última  página  de  este  libro,  cuando  los  nombres 
de  sus  Secretarios  pasen  á  la  historia. 


33 

Coincidieron  con  el  movimiento  de  la  Península  las  revolu- 
ciones de  Puerto  Rico  y  la  de  Cuba.  Los  gobiernos  de  una  y 
otra  isla  no  tuvieron  noticia  de  los  sucesos  de  Septiembre  ocu- 
rridos en  España,  sino  hasta  el  día  7  de  Octubre,  mientras  que 
los  revolucionarios  lo  supieron  casi  inmediatamente  por  sus 
corresponsales  de  Estados  Unidos,  y  gracias  á  la  organización 
mazónica  que  tenía  impuesta  por  los  propagandistas  america- 
nos: así  es  que  pudieron  hacer  sus  preparativos  sin  ser  moles- 
tados por  la  autoridad.  Había  logias  que  trabajaban  incesan- 
temente en  Puerto  Príncipe,  Tunas,  Manzanillo,  Bayamo  y 
Holguín. 

El  día  9  de  Octubre  que  se  constituía  en  Madrid  el  gobierno 
provisional,  se  reunieron  en  el  ingenio  del  Rosario  (Cuba) 
Céspedes,  Aguilera,  Marcano,  Izaguirre,  Peral  y  los  García, 
El  jefe  bayamés  lyicenciado  Carlos  Manuel  Céspedes,  que  en- 
cabezaba el  pronunciamiento,  supo  que  se  había  dado  orden  de 
aprehenderlos,  por  lo  cual  aceleró  la  ejecución  de  sus  planes, 
reuniendo  á  sus  principales  caudillos  de  la  insurrección  en  su 
residencia  el  ingenio  de  la  Demajagua,  donde  juraron  vengar 
los  agravios  á  la  patria  y  luchar  hasta  triunfar  ó  morir. 

Los  iniciadores  de  la  sublebación,  en  numero  de  treinta  y 
siete,  (i)  se  dirigieron  al  pueblo  de  Yara.  Era  su  propósito  apo- 
derarse de  Manzanillo  pero  no  lo  hicieron,  aunque  tenían  se- 
guridad en  el  éxito,  debido  á  que  Céspedes  temió  que  sus  sol- 
dacjos,  entregándose  á  los  actos  vandálicos,  desprestigiaran  su^ 
cairas  y  dificultaran  el  reclutamiento  de  gente. 

Ku  esa  pequeña  población  de  Yara  se  imprimió  é  hizo  circu- 
lar la  prinie|fk  proclama  que  se  llamó  «Manifiesto  de  la  junta 
revolucionaria  de  Cuba  á  sus  habitantes,  al  gobierno  y  á  to- 
das las  naciones.» 

Cambiaron  pues  de  itinerario  y  al  siguiente  día  tuvieron  el 
primer  choque  con  las  tropas  enviadas  por  el  Gobernador  de 
Bayamo,  haciendo  algunos  prisioneros  y  retirándose  al  campo. 

El  27  se  habían  sublevado  las  jurisdicciones  de  Jiguaní, 
Holguín,  Las  Tunas  y  Bayamo;  atacaron  á  esta  última  pobla- 

(1)  Los  patriotas  de  Yara  que  el  día  10  de  Octubre  de  1868  proclamaron  la  in- 
dependencia de  Cuba  fueron: 

Carlos  Manuel  de  Céspedes,  Manuel  Calvar,  Bartoloraé  Masó,  Isaías  Masó,  Ra- 
fael Masó.  Manuel  Socarras,  Ángel  Maestre,  Juan  Ruz,  Emiliano  García  Pavón, 
Emilio  Tamayo.  Juan  Hall,  Luis  Marcano,  Manuel  üodina,  Jaime  Santiesteban, 
Rafael  Torres  García.  José  Rafael  Yzaguirre,  Francisco  Mañano,  Félix  Marca- 
no,  Ignacio  Martínoz  Roque,  Agustín  Valerio,  Francisco  Vicente  Aguilera,  José 
Pérez,  Rafael  Gaymau,  Manuel  SantÍ9steban,  Aurelio  Torres,  Bartolomé  Labra- 
da, Miguel  García  Pavón,  Pedro  Céspedes  Castillo,  Francisco  Céspedes  Castillo, 
Enrique  del  Castillo,  Juan  Rafael  Polanco.  Amador  Castillo,  José  Rafael  Cedeño 
y  Francisco  Cancino, 

(Hoja  impresa  en  los  E.  Unidos  conmemorando  el  tercer  aniversarjo  de  la  In- 
surrección de  1868). 


34 

ción  el  día  siguiente,  cerca  de  5000  hombres,  que  tomaron  la 
plaza.  La  fuerza  que  la  defendía  era  de  ciento  veinte  infantes 
qne  encerrados  en  el  cuartel  que  les  servía  de  fuerte,  resistie- 
ron con  heroicidad  cuatro  días,  hasta  rendirse  por  mandato 
del  gobernador  Udeata. 

Alentada  la  revolución  con  la  toma  de  Bayamo  pronto  se 
extendió  desde  el  Oriente  hasta  el  Camagiiey. 

El  general  Lersundi  publicó  un  bando  en  el  que  señalaba 
penas  severísimas  á  los  promotores  y  coadjutores  de  la  insu- 
rrección, al  cual  contestó  Céspedes  expidiendo  órdenes  termi- 
nantes para  que  fuesen  castigados  con  todo  rigor  los  que  sir- 
vieran de  guías  ó  exploradores  á  los  soldados  de  España. 


O  o  e  e  o  00 


CAPITULO  III 


Continúa  la  guerra  disidente. — Intervención  de  los  Estados  Unidos  con  motivo 
de  las  disposiciones  contra  los  insurrectos. — Gestiones  en  favor  de  la  liber- 
tad de  Cuba. — Otro  incidente  internacional. — Propcsieiones  de  paz. — El 
General  Martínez  Campos. — Término  de  la  guerra. 


^s  insurrectos  hicieron  de  Bayamo  el  centro  de  sus 
operaciones. 

Lersundi  fué  sucedido  en  Enero  de  ese  año  por  D. 
Domingo  Dulce,  antiguo  Capitán  General  de  la  Isla. 

Concedió  un  plazo  de  cuarenta  días  para  que  los  rebeldes  de- 
pusiesen las  armas  y  aun  envió  una  comisión  á  Céspedes  para 
ponerle  las  bases  de  un  arreglo  que  diera  fin  á  la  guerra,  pe- 
ro el  caudillo  insurrecto  nada  quiso  admitir  que  no  fuese  la  ab- 
soluta independencia  de  Cuba. 

No  pudo  además  llegarse  á  un  arreglo  durante  el  armisticio 
concedido  por  Dulce  con  este  objeto,  porque  dos  emisarios  in- 
surrectos fueron  asesinados  de  un  modo  inexplicable  mientras 
se  dirigían  á  Puerto  Principíela  acelerar  las  negociaciones  de 
paz;  á  ese  suceso  deben  añadirse  los  ocurridos  en  el  teatro  Vi- 
llanueva  de  la  Habana,  donde  se  trabó  una  lucha  á  balazos  en- 
tre el  público  y  la  guarnición  española,  así  como  las  escenas 
sangrientas  que  en  las  calles  se  repitieron  frecuentemente. 

Por  tanto,  lejos  de  llegar  á  un  avenimiento  continuó  la  lu- 
cha con  más  fuerza.  Kl  Conde  de  Valmaseda,  al  frente  de  las 
tropas  españolas,  principió  en  Diciembre  una  activa  campaña. 
Reconquistó  á  Bayamo  y  obtuvo  las  primeras  victorias  en  Río 
Salado  y  Cauto  embarcadero.  Los  insurrectos  al  retirarse  de  la 
ciudad  de  Bayamo  la  incendiaron. 

El  rigor  para  reprimir  aquellos  actos  Vandálicos  se  aumentó 
naturalmente  de  parte  de  los  españoles  sin  el  éxito  esperado. 
Se  levantaron  en  cinco  villas  tres  mil  individuos  de  color,  ad- 
hiriéndose á  Cé.spedes,  que  proclamaba  la  abolición  de  la  escla- 


36 

vitud  en  el  territorio  donde  suponía  ejercer  jurisdicción:  conti- 
nuaron los  incendios  y  asesinatos^en  Mayarí,  Jiguaní  y  Baire 
mientras  el  Capitán  General  deportaba  á  la  isla  de  Fernando 
Poo  á  doscientas  cincuenta  personas,  acusadas  de  sospechas  de 
complicidad  con  los  rebeldes,  y  determinaba  la  confiscación  de 
las  propiedades  de  los  reos  políticos,  así  como  de  los  simpatiza* 
dores  con  la  revolución,  (i) 

El  decreto  de  confiscación  expedido  entonces  proporcionó  á 
los  Estados  Unidos  coyuntura  favorable  para  inmiscuirse  en 
los  asuntos  de  Cuba. 


II 

i^\  cónsul  de  Matanzas  Mr.  Hall  envió  al  Ministro  de  Re- 
laciones Exteriores  Mr.  Fish,  una  copia  del  decreto,  lo  cual  dio 
por  resultado  que  el  Gobierno  americano  manifestara  en  una 
nota  al  representante  español,  que  el  Presidente  Grant  había 
visto  con  desagrado  tal  documento  y  que  ¿e?iía  espera^izas  de  qiie 
fuese  modificado,  en  cuanto  se  refiriera  á  propiedades  de  ciuda- 
danos americanos  en  la  Isla;  también  se  reprobaba  en  dicha  no- 
ta la  conducta  de  Valmaseda  que  en  la  última  proclama  había 
hecho  pública  declaración  de  que  emplearía  el  rigor  y  el  exter- 
minio para  acabar  con  la  insurrección.  Condenaban  los  Estados 
Unidos  este  proceder  en  nombre  de  la  humanidad  y  de  los  in- 
tereses civilizadores. 

Los  insurrectos  no  quisieron  perder  una  ocasión  tan  bella 
para  conseguir  el  apoyo  del  gobierno  ameiicano,  y  por  medio 
de  la  junta  de  Nueva  York,  pusieron  en  juego  toda  clase  de  re- 
cursos para  inclinarle  en  favor  de  la  emancipación,  no  sin  re- 
sultado. 

El  Ministro  americano  en  España,  Mr.  Sickles,  recibió  órdenes 
para  intentar,  cerca  de  los  poderes  constituidos  de  la  Penínsu- 
la, un  cambio  en  el  modus  vivejidi  de  los  habitantes  de  la  gran 
Antilla.  Esta  gestión  practicada  con  el  presidente  del  Consejo 
de  ministros  D.  Juan  Prim,  dló  por  resultado  que  Mr.  Sickles 
contestara  á  su  gobierno  haciéndole  saber  que  la  Regencia  es- 
taba dispuesta  á  aceptar  ^us  buenos  oficios  en  la  pacificación  de 
Cuba  y  aún  conceder  á  los  cubanos  la  autonomía  ó  la  inde- 


(1)  Hechos  semejantes  se  observaron  con  más  frecuen. ¡a  en  la  guerra  Dortea- 
moricana  que  acabamoe  de  citar. 

El  ilustre  escritor  Mr.  \lore,  en  su  Historia  de  la  guerra  separatista,  dice  qu 
,,tiu?8tro  siglo  no  ha  prescn.'iado  una  sola  guerra  en  que  los  usos  de  los  pueblo 
civilizados  y  las  leyes  más  vulgares  de  la  humanidad  hayan  sido  violadas  tan 
por  completo  y  con  más  frecuencia  q-.je  en  la  que  desoló  parte  de  la  gran  Kepú 
blica.' 


37 

pendencia  siern^  re  que  éstos  depusieran  su  actitud  hostil  y  qne 
se  dejase  de  oír  aquel  continuo  insulto,  aquel  grito  de  ¡mueran 
los  españoles!  Que  estaba  autorizado  para  establecer  las  bases 
de  una  convención  cuyos  detalles  se  arreglarían  oportunamen- 
te, siendo  estas  las  proposiciones  cardinales: 

1  ^    Los  Í7isur rectos  depoiidfáyi  las  armas. 

2  ^  España  concederá  simtiltáneamente  una  anmistia  absolu- 
ta y  completa. 

S  "^  El  pueblo  de  Cuba  votará  por  sufragio  universal  sobre  la 
cuestiÓJi  de  su  independencia. 

4  ^  Si  la  mayoría  opta  por  la  independencia,  España  la  con- 
cederá previo  el  consentimiento  de  las  Cortes. 

Cuba  pagará  un  equivalente  satisfactorio  garantizado  por  los 
Estados  Unidos. 

Refiriéndose  el  representante  americano  el  20  de  Agosto  de 
aquel  año  (69)  á  un  telegrama  de  su  gobierno,  en  el  que  se  le 
encarecía  la  urgente  decisión  sobre  los  preliminares  de  este 
convenio,  manifestó  á  Mr  Fish,  que  había  celebrado  otra  en- 
trevista con  Prim,  en  la  cual,  después  de  enterarse  éste  de  la 
opinión  de  Washington  respecto  de  las  proposiciones  la  y  3a, 
en  las  que  se  estipulaba  que  los  cubanos  depondrían  las  armas 
para  declarar  luego  por  medio  del  voto  quienes  eran  adeptos  á 
la  separación,  confirmó  que  estaba  dispuesto  á  acordar  las  ba- 
ses de  un  arreglo  para  la  independencia  de  Cuba,  Ti)  pero  que 
no  podía  dar  por  sí  la  sanción  de  un  tratado  á  aquel  arreglo  ni 
someterlo  á  la  aprobación  de  las  Cortes,  mientras  los  insurrec- 
tos permaneciesen  con  las  armas  en  la  mano. 

La  enérgica  actitud  del  pueblo  español,  que  rechazó  unánime- 
mente tales  arreglos,  cuando  se  hubieron  publicado,  obligó  á 
los  Estados  Unidos  á  suspender  por  entonces  las  negociaciones 
para  realizar  su  antiguo  sueño  de  oro. 

III 

Seguía  entretanto  la  guerra  más  encarnizada  cada  vez.  Los 
batallones  de  voluntarios  enviados  de  la  Península  continua- 
ban llegando,  en  tanto  que  los  insurrectos  obtenían  ayuda  de 
la  junta  de  Nueva  York  por  algunas  pequeñas  expediciones  fi- 
libusteras. 


(1)  Los  historiadores  españoles  pretenden  que  estos  arreglos  se  debían  sol '- 
mente  á  Prim,  y  que  ni  el  Ministerio  ni  la  Regencia  participaban  de  sus  opini  •- 
nes.  El  entonces  Capitán  general  de  Cuba,  D.  Antonio  Caballero  de  Rodas,  afir- 
mó después  en  Madrid  en  los  salones  del  "Centro  Hispano  Ultra-Marino,"  que 
él  poseía  una  carta  del  general  Prim,  que  le  dirigió  al  entablarse  las  negociacio- 
nes de  Sickles,  relativa  á  la  venta  ó  cesión  de  la  Isla  á  los  Estados  Unidos  y  en 
la  cual  le  pedía  su  ayuda  para  preparar  allí  las  cosas  de  un  modo  conyeniente, 
Caballero  rechazó  la  propuesta  con  indignación. 


38 

Las  protestas  del  Ministro  español  en  Washington  (bligarou 
al  Gobierno  á  detener  y  á  hacer  prisioneros  á  los  que  flotaban 
embarcaciones  con  elementos  de  guerra;  pero  al  nimio  tiempo 
dio  entonces  una  prueba  más  de  su  parcialidad  en  Ta  cuestión 
cubana. 

Con  destino  á  la  vigilancia  de  las  costas  de  Cuba,  España 
había  mandado  construir  en  Nueva  York  treinta  barcas  caño- 
neras, que  el  gobierno  americano  mandó  secuestrar,  aparentan- 
do creer  que  se  destinaban  á  la  guerra  con  el  Peiú  y  en  cum- 
plimiento, se  decía,  de  las  leyes  de  neutralidad;  lo  cual  no  fué 
sino  resultado  de  las  intrigas  de  los  laborantes  americanos, 
puesto  que  las  barcas  iban  con  efecto  á  Cuba  y  no  al  Perú, 
Cuntía  la  cual  nació.i  no  existía  guerra;  además  era  inconcuso 
que  no  irían  al  Perú  desde  el  momento  que  su  construcción  no 
les  permitía  á  e^as  embarcaciones  que  pudiesen  doblar  el  cabo 
de  Hornos. 

La  misma  prensa  americana  condenó  este  proceder.  Entre 
otros  periódicos,  el  «World»  se  expresó  en  estos  términos: 

«El  Perú  es  una  potencia  que  se  halla  en  paz. .  Cuba  no  es 
una  potencia  en  el  sentido  literal  de  la  palabra.  Si  el  Presidente 
Grant  tiene  pruebas  de  que  las  cañoneras  van  á  ser  emplea- 
das contra  el  Perú,  ha  hecho  bien  al  embargarlas;  pero  si  no 
las  tiene,  y  se  ha  puesto  en  conivencia  para  secuestrar  los  bu- 
ques que  estaban  destinados  á  las  costas  de  Cuba,  so  pretexto 
de  la  violación  de  las  leyes  de  neutralidad,  su  conducta  es  des- 
honrosa y  viola  la  primera  obligación  de  los  neutrales.» 

Atacaron  los  insurrectos  algunas  poblaciones  de  Manzanillo, 
sin  éxito,  entre  ellas  las  Tunas,  en  cuyo  asalto  tomaron  par- 
te el  i6  de  Agosto  las  Amazonas  cubanas. 

Céspedes,  contestando  á  las  medidas  de  la  autoridad,  ordeió 
el  il^endio  de  todos  los  plantíos  de  caña.  Fueron  incendiadas, 
además,  Banao,   Guaimaro  y  Cascorro. 

D.  Antonio  Fernández  Caballero  de  Rodas  que  desde  Julio 
había  sucedido  al  General  Dulce  en  el  mando  de  Cuba,  seguía 
luchando  contra  la  revolución  ayudado  por  los  batallones  de 
voluntarios  así  de  la  Lsla  como  peninsulares.  El  número  desol- 
dados en  Octubre  de  69  era  de  80.000,  los  cuales  á  pesar  de 
las  críticas  circunstancias  por  que  atravesaba  la  Península,  no 
dejaron  de  aumentarse  constantemente.  Sólode  E'^paña  habían 
desembarcado  26  batallones  y  25  escuadrones  que  sumaban 
34,500  plazas.  Se  habían  recibido  también  14  buques,  20  caño- 
nes Krupp,  25,000  fusiles  de  distintas  marcas  y  5,000  kilogra- 
mos de  pólvora,  á  lo  cual  hay  que  añadir  las  treinta  barcas  ca- 
ñoneras construidas  en  Nueva  York,  que  al  fin  fueron  devuel- 
tas. 


39 

Habiendo  las  autoridades  prorrogado  el  tértiiitio  para  que  se 
acogieran  al  decreto  de  amnistía  los  insurrectos,  se  presenta- 
ban de  cuando  en  cuando  pequeñas  partidas.  No  obstante,  tar- 
dó todavía  ocho  años  cuatro  meses  en  pacificarse  la  Isla,  á  pe- 
sar de  las  medidas  dictadas  por  la  autoridad  y  de  los  abundan- 
tes refuerzos  qne  se  recibían  sin  interrupción. 

Incontables  fueron  en  este  tiempo  las  escenas  de  sangre,  lio- 
rror  y  desolación  que  á  diario  tenían  lugar  en  el  campo  de  la 
guerra.  Villas,  ingenios  y  caseríos  incendiados,  pacíficos  ha- 
bitantes asesinados  con  crueldad,  mujeres  y  niños  atropellados 
y  vejados,  multitudes  vagando  por  los  bosques,  desnudas,  ham- 
brientas, siguiendo  á  los  rebildee  ó  bien  huyendo  de  ellos,  fu- 
silamientos de  prisioneros,  sin  interrupción  por  uno  y  otro 
bando  y  olvido  de  todo  sentimiento  humanitario. 

Las  pasiones  llegaban  á  su  más  alto  grado  de  excitación,  y 
tanto  es  así,  que  el  historiador  imparcial  se  halla  perplejo  ante 
las  notas  contradictorias  y  falsas  que  en  sus  partes  oficiales  pu- 
blicaban uno  y  otro  partido. 

Sumando  por  ejemplo  el  número  de  bajas  que  durante  la 
guerra  afirman  los  partes  españoles  haber  hecho  á  los  rebeldes, 
resulta  una  cifra  monstruosamente  inexacta,  mayor  á  la  de  los 
habitantes  de  la  isla,  capaces  de  pelear;  en  otros  términos,  de 
ser  exactos  esos  partes  tendría  que  haberse  terminado  con  la 
población  de  toda  Cuba.  Tenemos  á  la  vista  un  parte  oficial 
correspondiente  á  la  seguftda  quincena  del  mes  de  Diciembre 
de  yr,  época  en  que  se  aseguraba  que  la  revolución  se  había 
casi  extinguido.  El  parte  á  que  aludimos  dice:  «resultado  de 
las  acciones  habidas  en  la  quincena:  muertos  al  enemigo  164, 
— prisioneros  6052,  {Rentados  556. «  Lo  cual  es  absurdo. 

Por  su  part^  los  insurrectos  eran  también  amigos  de  las  ma- 
yores exajeraciones.  Eu  la  comunicación  que  Céspedes  dirigió 
al  presidente  Grant,  le  aseguraba  que  su^^ejército  era  de  60,000 
hombres  bien  disciplinados,  que  una  escasa  minoría  no  parti- 
cipaba de  sus  ideas,  que  estaba  su  gobierno  establecido  formal- 
mente con  sus  Cámaras  legislativas,  sus  ministerios,  etc.,  lo 
cual  no  era  sino  empírico. 

Esta  circunstancia,  así  como  la  de  ser  extraña  al  plan  de  es- 
te libro  la  narración  circunstanciada  de  los  sucesos  de  la  gue- 
rra discidente,  nos  excusan  de  describirla  punto  por  punto. 

Los  jefes  principales  fueron  siendo  ejecutados  á  medida  que 
caían  en  manos  de  sus  perseguidores:  Goicouria,  Céspedes, 
Agramonte,  Donato  Mármol,  Covadas,  Castillo  Mola,  Betan- 
court.  Agüeros,  Salomé  Hernández,  Marcano,  Rosas  y  otros, 
no  existían  ya  el  año  de  74  al  tomar  poseción  del  Gobierno  de 
la  Isla  por  tercera  vez  D.  José  de  la  Concha. 


40 

En  el  mensaje  que  el  Presidente  Grant  dirigió  al  Congreso 
americano  en  1875  se  quejaba  de  la  continuación  de  aque- 
lla guerra,  la  cual  con  las  circustancias  que  la  acompañaban  era 
— decía — una  ofensa  á  las  leyes  de  la  humanidad.  También 
se  hacía  saber  en  dicho  mensaje  que  España  había  pagado  á 
los  Estados  Unidos  80,000  pesos  de  indemnización  á  las  fami- 
lias de  los  tripulantes  del    VirgiJiuis. 

En  los  años  de  76  y  77  se  presentaron  muchos  insurrectos 
deponiendo  las  armas;  algunos  de  ellos  iban  acompañados  de 
sus  familias.  En  los  partes  que  rendían  las  tropas  españolas  se 
hacía  mención  de  gran  número  de  mujeres  y  niños;  entre  los 
presentados. 

Empezaba  pues  la  pacificación. 

El  general  D.  Árcenlo  Martínez  Campos,  ayudado  del  gene- 
ral Jovellar,  fué  quien  tuvo  la  fortuna  de  llevar  á  cabo  los  arre- 
glos para  terminar  con  W  guerra  de  rebelión,   (i) 

El  expresado  gobernante  hizo  proposiciones  á  los  jefes  re- 
beldes para  que  se  ajustara  un  tratado  de  paz  y  se  suspendie- 
ran las  hostilidades. 

Conferenció  personalmente  con  Máximo  Gómez,  jefe  enton- 
ces de  la  insurrección  y  logró  después  de  varias  entrevistas 
que  se  firmara  un  tratado  cuyas  bases  eran: 

Primera. — La  isla  de  Cuba  recibirá  la  misma  organización 
política  y  administrativa  que  tiene  Puerto  Rico. 

Segunda. — Amplio  perdón  para  todos  los  delitos  políticos 
desde  1868  y  libertad  para  los  que  estén  sufriendo  sentencia  y 
para  los  prisioneros  políticos  y  perdón  general  para  los  deser- 
tores de  las  filas  españolas. 

Tercera. — Se  dará  libertad  á  los  negros  y  chinos  que  estén 
en  el  campo  insurgente. 

Cuarta. — Ninguna  persona  que  reconozca  al  gobierno  español 
en  virtud  de  este  tratado,  podrá  ser  obligada  á  hacer  la  guerra 
á  no  ser  que  se  establezca  la  paz  en  todo  el  territorio. 

Quinta. — A  todas  las  personas  que  desean  salir  de  la  isla  se 
les  darán  medios  para  hacerlo,  sin  entrar  en  poblado,  si  así  lo 
desean. 

Sexta. — Se  hará  la  capitulación  de  cada  fuerza  en  lugares 
despoblados  donde  se  depositarán  las  armas. 

Séptima. — El  general  en  jefe  español,  con  objeto  de  facilitar 
la  adhesión  de  otros  departamentos  á  estas  condiciones,  dará 
libre  paso  para  todas  las  vías  terrestres  y  marítimas. 


(1)  El  secreto  para  haber  alcanzado  el  éxito  en  la*  ^Pacificación  de  la  Isla, 
que  habían  pedido  obtener  sus  predecesores,  fué,  según  aseguran  los  histo- 
riadores españoles,  que  Martínez  Campos  don-S  gruesas  sumas  á  los  jefes  insu- 
rrectos porque  depusieran  las  armas. 


41 

Octava. — Las  bases  anteriores  se  consideran  generales  para 
todos  los  departamentos  de  esta  Isla  que  acepten  las  proposi- 
ciones.» 

Este  tratado  se  firmó  el  día  lo  de  Febrero  de  1878  y  se  dio 
orden  de  que  las  hostilidades  fuesen  suspendidas  en  toda  la  isla. 

El  tratado  se  firmó  en  el  punto  llamado  el  Zanjón,  por  lo 
cual  es  conocido  con  este  nombre. 

No  todos  los  jefes  insurrectos  estuvieron  conformes  en  las 
bases  que  Gómez  aprobó,  propuestas  por  Martínez  Campos. 
Por  las  dificultades  que  los  rebeldes  tenían  para  reunirse,  así 
como  por  la  gran  extensión  que  éstos  dominaban,  no  fué  po- 
sible comunicarles  la  noticia  de  la  celebración  de  los  tratados 
de  paz,  sino  hasta  muchos  días  después. 

Algunos  de  los  jefes  á  quienes  no  se  les  había  consultado  su 
parecer  para  firmar  el  tratado,  se  dieron  por  ofendidos  y  no  qui- 
sieron observar  sus  bases,  .^re  ellos  el  más  notable  quizás 
fué  Antonio  Maceo,  á  quien  veremos  figurar  en  primer  térmi- 
no durante  la  segunda  insurrección. 

Este  valiente  jefe  tuvo  algunas  entrevistas,  si  nó  conferencias, 
con  el  General  Martínez  Campos;  pero  no  quiso  tratar  del  asun- 
to de  la  pacificación  de  la  Isla. 

En  1878  que  fué  entrevistado  por  un  repórter  del  World,  ma- 
nifestó su  grande  entereza  para  seguir  combatiendo,  á  pesar 
de  que  se  hallaba,  en  los  momentos  de  la  entrevista,  herido  en 
veintidós  distintas  partes  del  cuerpo,  á  consecuencia  de  los  com- 
bates empeñados  últimamente  con  los  voluntarios.  De  estas 
lesiones  dieciseis  eran  de  bala,  y  las  demás  de  machete. 

Las  decantadas  reformas,  prometidas  desde  tantos  años  antes 
no  se  llevaron  á  cabo,  ó  mejor  dicho,  no  se  trató  de  ponerlas 
en  práctica  sino  hasta  diez  y  siete  años  después,  que  la  guerra 
separatista  hizo  explosión  de  nuevo,  según  lo  veremos  en  el 
capítulo  que  sigue. 

La  insurrección  que  terminó  en  78  costó  á  España  mucho 
dinero  y  muchas  vidas.  De  200,000  voluntarios  enviados  en  el 
transcurso  de  68  á78  sólo  quedaban  al  fin  de  la  guerra  120,000; 
es  decir,  había  desaparecido  más  de  la  tercera  parte. 


IV 

Además  de  las  expediciones  que  hemos  citado  ya  detallada- 
mente, en  la  imposibilidad  de  publicar  una  nota  completa  men- 
cionando cada  una,  haremos  constar  sólo  algunas  de  las  prin- 
cipales fletadas  en  las  costas  americanas,  durante  la  primera 
insurrección. 


42 

Sabido  es  que  estas  expediciones  eran  por  lo  general  despa- 
chadas furtivamente,  apelando  á  mixtificaciones  y  engaños  pa- 
ra evitar  fuesen  estorbadas  á  su  salida  ó  al  desembarcar  en 
Cuba. 

A  muchos  de  los  vapores  que  las  conducían  se  les  cambiaba 
el  nombre  ó  la  bandera,  ó  ambas  cosas;  la  mayor  parte  eran 
destinadas  á  un  supuesto  consignatario,  con  la  manifestación 
de  dirigirse  á  un  lugar  lejano  de  Cuba;  trasbordaban  su  carga- 
mento en  alta  mar  á  otro  buque  prevenido  de  antemano,  el  que 
lo  conducía  á  su  verdadero  destino. 

Portal  razón  uo  dejaban  huella  de  su  salida  ni  su  desembar- 
co, porque  éste  se  verificaba  en  uu  lugar  despoblado  de  la  cos- 
ta cubana.  Gran  parte  iban  en  goletas  ó  barcas  sin  nombre 
6  lo  ocultaban  cuidadosamente  sus  fletadores. 

Los  escritores  españoles  que  describen  el  principio  de  aque- 
lla guerra  dicen,  como  D.  Emilio  Sonlére,  que  «diariamenta 
salían  expediciones,»  lo  cual,  prescindiendo  del  sentido  hiper- 
bólico de  la  frase,  dá  una  idea  de  la  mucha  frecuencia  con  que 
se  repetían.  Por  este  y  otros  fundamentos  uo  es  aventurado 
afirmar  que  los  datos  que  publicamos  en  seguida  sólocompren- 
den  una  pequeña  parte  del  total  de  expediciones  habidas  en  los 
cuatro  primeros  años  de  dicha  guerra. 

Para  que  se  vea  el  valor  de  los  servicios  que  á  los  insurrectos 
hacían  los  simpatizadores  americanos,  hay  que  notar  que  algu- 
nas de  estas  expediciones  costaban  millones  de  pesos,  y  los  ar- 
tículos de  guerra  se  remitían  en  cantidades  fabulosas.  La  ex- 
pedición del  «Arago,»  por  ejemplo,  que  está  muy  lejos  de  ser 
la  más  importante,  llevaba  6.000,000  de  cartuchos  metálicos, 
10,000  fusiles,  doce  cañones  de  á  6  y  á  12,  2,000  arneses  com- 
pletos y  varios  proyectiles  sólidos  y  huecos  para  los  cañones. 

No  creemos  ocioso  hacer  constar  estos  apuntes  que  revelan 
lo  que  en  el  curso  de  este  libróse  halla  patentizado:  los  ene- 
migos de  España  encontraron  desde  un  principio  grande  apo- 
yo en  los  Estados  Unidos. 


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CAPITULO  lY. 


Martínez  Campos,  pacificidor  de  1*  Isla. — Segunda  insurrección  cubana, — Jefes 
revolucionarios. — Actitud  de  España  ante  el  movimiento. — Segundo  mando 
del  General  M^rtíuez  Campos. — Primo  de  Rive-a  y  Weyler. — El  Presi- 
dente y  rl  Sanado  americano  desaprueban  la  conducta  del  General  Weyler 
en  Cuba, — Estado  de  la  guerra  de  Insurrección  el  año  de  1897. 


ON  grandes  muestras  de  alegría  fué  recibida  la  noti- 
cia de  la  terminación  de  la  guerra  por  todos  los  ha- 
bitantes de  la  Isla. 
Aquel  pueblo  tras  nueve  años  de  constante  lucha, 
sentíase  ya  exangüe,  ávido  de  recobrar  su  tranquilidad  y  de 
volver  al  camino  de  la  paz  benéfica  que  le  rehabilitara  en  sus 
inmensas  pérdidas,  causadas  por  la  tea  incendiaria  y  por  la  des- 
vasiación  que  tras  sí  habían  dejado  las  hordas  de  foragidos, 
mezclados,  para  confundirse,  con  los  patriotas. 

Aquellas  familiashuérfanas,  aquellos  hogares  desiertos,  aque- 
llas tribus  acéfalas,  clamaban  piedad,  de  uno  á  otro  confín  de 
la  Antilla,  y  pedían  en  un  tono  más  conmovedor  que  el  que  pu- 
dieran haber  empleado  todos  los  oradores  del  mundo,  el  térmi- 
no de  tanta  crueldad  y  desolación. 

El  general  Martínez  Campos  fué  el  afortunado  gobernante  á 
quien  cupo  la  suerte  de  realizar  en  pocos  meses  lo  que  sus  an- 
tecesores no  habían  logrado  en  varios  años. 

Uniendo  la  severidad  á  los  halagos  fué  poco  á  poco  dome- 
ñando á  aquellas  huestes  rehacías  á  todo  lo  que  significara  ce- 
jar un  punto  en  sus  propósitos,  hasta  conseguir  que  acudieran 
dóciles  á  su  llamado,  para  firmar  las  bases  de  un  convenio 
amistoso. 

El  pueblo  le  aclamó  entonces  llamándole  el  héroe  de  la  paz. 
Fué  objeto  de  múltiples  manifestaciones  de  gratitud  por  haber 
puesto  fin  á  aquella  guerra  que  amenazaba  acabar  con  los  ha- 
bitantes de  la  comarca. 


46 

Para  celebrar  este  plausible  acontecimiento  se  organizaron 
festejos  públicos. 

Desgraciadamente  aquella  paz  no  fué  tan  duradera  como  ha- 
bría sido  de  desearse.  Los  jefes  insurgentes  que  no  quisieron 
adherirse  al  tratado  de  Zanjón,  eiuigraron  de  la  Isla  para  con- 
tinuar paulatinamente  sus  trabajos  separatistas,  en  las  juntas 
revolucionarias  de  Estados  Unidos. 

Algunos  escritores  españoles  así  lo  comprendieron  y  encare- 
cían al  gobierno  la  necesidad  de  implantaren  Cuba  las  soñadas 
reformas,  ya  que  no  la  autonomía.  El  escritor  J.  Sedaño  dijo: 
«la  guerra  de  Cuba  está  aniquilada,  está  vencida,  pero  no  está 
muerta  y  no  lo  está  por  culpa  del  gobierno,  ni  lo  estará  mien- 
tras uo  se  cambie  de  conducta.»  (i) 

Desde  poco  tiempo  después  de  firmada  la  capitulación  por 
Máximo  Gómez,  se  reorganizó  la  Junta  cubana  de  Nueva  York 
y  se  empezaron  á  reunir  fondos  para  el  envío  de  expediciones 
filibusteras  cuando  llegase  la  ocasión  propicia  para  reanudar 
la  guerra. 

Esta  Junta  tenía  ya  entonces  delegados  en  nuestro  país,  en 
Colombia,  Brazil,  Venezuela,  Perú  y  casi  todas  las  repúblicas 
sud-americanas. 

No  cesaron  por  completo  las  tentativas  de  invadir  á  Cuba  y 
resucitar  la  revolución.  Durante  los  diecisei-^  años  que  transcu- 
rrieron de  una  á  otra  guerra,  hubo  pequeños  levantamientos 
sin  importancia,  excepto  uno  verificado  en  1884,  Q^^  llegó  á 
tomar  serias  proporciones,  pero  fué  extinguido  al  cabo. 

Cuando  el  tratado  del  Zanjón  cumplía  exactamente  dieciseis 
años  de  terminado,  estalló  con  más  fuerza  la  revolución  cu- 
bana. 

Las  primeras  noticias  que  se  publicaron  á  este  respecto  afir- 
maban que  una  partida  de  bandoleros  había  aparecido  en  la  Is- 
la y  que  su  única  misión  eran  el  robo  v  el  pillaje;  poco  después 
se  supo  que  no  una,  sino  varias  gavillas  merodeaban  en  los  ca- 
minos cometiendo  toda  clase  de  depredaciones  é  infundiendo  la 
alarma  entre  los  pacíficos  habitantes. 

Que  no  era  esta  la  verdad  de  lo  ocurrido  en  Cuba  lo  demos- 
traban claramente  dos  hechos  muy  significativos.  El  uno  era  la 
inusitada  festinación  con  que  se  discutían  y  aprobaban  en  las 
Cortes  las  reformas  para  la  Antilla,  siendo  inmediatamente 
¡¡probadas  y  puestas  en  practica,  á  la  sazón  que  circulaban  los 
rumores  sobre  tales  desórdenes.  El  otro  hecho  correlativo  fué 
el  nombramiento  del  general  Martínez  Campos  para  Capitán 
general  de  la  Isla. 

(U  Emilio  Soulére.  "Historia  de  las  insurrecciones  de  Cuba."  Tomo  II,  p&g. 
480. 


47 

En  efecto,  /¡e  trataba  de  reprimir  tío  >a  las  correrías  de  unos 
cuantos  forajidos  sino  el  renacimiento  de  la  insurrección,  y  con 
este  motivo,  á  la  vez  que  se  planteaban  las  reformas  pedida«iha- 
cía  tanto  tiempo^que  quitarían  el  pretexto  de  la  revolución, 
se  enviaba  al  Mariscal  Martínez  Campos,  único  que  había  po- 
dido extinguir  en  poco  tiempo  la  pasada  guerra,  y  cuyos  bue- 
nos servicios  tenía  muy  presentes  el  gobierno  español. 


II 

Era  en  realidad  el  peligro  más  serio  de  lo  que  al  principio 
se  supuso:  los  jefes  rebeldes  Bartolomé  Massó,  Antonio  López, 
Amador  Guerra,  Santos  Pérez  Colona,  Manrara,  Miró,  Rabí, 
Dr.  Juan  Gualberto  Gómez,  Martí  y  otros  habían  dado  el  gri- 
to insurrecto  en  el  pequeño  pueblo  de  Baire,  secundados  por 
muchos  de  sus  partidarios. 

El  movimiento  principió  con  gran  fuerza.  A  fines  del  mes  de 
Febrero  había  sobre  las  armas  6,oou  rebeldes  con  municiones 
suficientes  de  boca  y  de  guerra,  y  se  afiliaban  por  centenares 
los  descontentos.  De  la  junta  de  Nueva  York  se  habían  reci- 
bido provisiones  y  armamento  americano  y  continuábase  ayu- 
dando por  todos  los  caminos  al  movimiento. 

El  1 6  de  Abril  de  aquel  año  llegó  á  la  Isla  el  general  Martí- 
nez Campos,  nombrado  para  dirigir  las  operaciones,  y  pocos 
días  después  contaba  con  40,000  voluntarios  enviados  de  Espa- 
ña. También  el  general  Primo  de  Rivera  tomaba  posesión  de 
su  mando. 

Máximo  Gómez  que  había  permanecido  fuera  de  la  Isla  de- 
sembarcó el  mismo  mes,  procedente  de  Santo  Domingo,  trayen- 
do algunas  tropas  y  provisiones. 

Volvieron  pues  á  desarrollarse  escenas  idénticas  á  las  de  la 
insurrección  pasada.  vSe  inició  la  más  ruda  campaña  con- 
tra los  rebeldes  á  quienes  se  trataba  como  bandidos;  ellos  por 
su  parte  no  queriendo  desmentir  este  dictado,  se  hubieron  de 
entregar  á  toda  clase  de  excesos  y  depredaciones,  incendiando 
las  sementeras  y  hostilizando  á  todo  el  que  no  se  alistaba  en 
sus  filas. 

El  general  Martínez  Campos  publicó  desde  luego  una  pro- 
clama excitando  á  la  sumisión  á  la  autoridad  é  imponiendo  se- 
veras penas  á  los  que  contribuyeran  directa  ó  indirectamente 
á  la  continuación  de  la  guerra,  y  después  de  dictadas  estas  me- 
didas emprendió  la  campaña  personalmente,  con  mucha  acti- 
vidad. 

Sus  esperanzas  fueron  tales  al  principio,  que  en  una  comu- 
nicación oficial  aseguró  al  gobierno  de  España  que  la  pacifica- 


48 

ción  era  obra  de  pocos  meses,  pues  había  destruido  los  princi- 
pales focos  del  desorden. 

Casi  al  mismo  tiempo  el  jefe  rebelde  Guerra  enviaba  el  si- 
guiente mensaje  á  su  corresponsal  en  Cayo  Hueso: 

«Diga  al  Herald  prevenga  á  nuestros  numerosos  amigos  en 
los  Estados  Unidos  que  no  crean  todos  los  cuentos  sobre  derro- 
tas de  revolucionarios,  inventados  diariamente  por  las  autoii- 
dades  españolas,  pues  son  absolutamente  falsas.  Nuestra  situa- 
ción es  muy  satisfactoria  y  para  mediados  de  Junio  tendre- 
mos en  campaña  20,000  hombres.» 

El  periódico  referido  envió  poco  después  á  dos  representan- 
tes suyos  á  España,  con  objeto  de  que  inquiriesen  el  verdadero 
estado  de  la  opinión  de  los  hombres  prominentes,  sobre  la  cues- 
tión de  Cuba.  Los  enviados  especiales  del  //(f/<i:/í/ pudieron  com- 
probar que  existían  en  España  dos  sentimientos  que  domina- 
ban á  todos  los  demá?=,  á  saber:  un  deseo  general  de  cultivar 
las  más  amistosas  relaciones  con  los  Estados  Unidos  y  una  de- 
cidida y  unánime  resolución  de  que  España  no  se  deshiciera 
de  la  isla  de  Cuba  por  ningún  motivo. 

Tal  fué  el  resultado  de  las  consultas  hechas  á  Cánovas  del 
Castillo,  Sagasta,  Morel,  Castelar  y  á  los  jefes  de  la  oposición. 

III 

A  fines  del  año  de  95  el  ministro  español  en  Washington  Sr. 
Dupuy  de  Lome,  describiendo  el  carácter  político  de  la  guerra 
de  Cuba,  la  posibilidad  de  extinguirse  y  la  influencia  america- 
na, se  expresaba  en  estos  términos: 

«La  insurrección  cubana  es  un  fracaso.  Mas  suponiendo  que 
mañana  triunfara  y  se  realizase  la  absoluta  independencia  de 
Cuba,  el  resultado  sería  la  división  de  la  Isla  en  dos  gobiernos: 
el  de  Oriente  qne  formaría  una  república  negra,  y  el  de  Occi- 
dente, con  una  república  blanca.  El  alzamiento  es  pura  y  sim- 
plemente una  insurrección  negra,  aunque  no  he  de  negar  que 
haya  blancos  identificados  con  el  movimiento,  porque  :r'iempre 
habrá  visionarios,  criminales  y  vagos  dispuestos  á  tomar  parte 
en  cualquiera  reyerta. 

«Cuanto  más  adelanta  el  movimiento,  más  claro  se  va  viendo 
que  sus  jefes  son  criminales  y  que  su  obra  se  dirije  principal- 
mente contra  la  propiedad  particular.  La  gran  mayoría  de  la 
población  cubana  no  simpatiza  con  ellos.  Casi  todos  los  cabeci» 
lias  de  más  importancia  son  negros;  el  único  blanco  de  cuantía 
en  las  filas  insurrectas  es  Máximo  Gome/,  y  estoy  persuadido 
de  que  ha  recibido  %  45,000  por  sus  servicios.  No  es  la  primera 
vez  que  se  ha  vendido,  y  el  general  Martínez  Campos  puede 
probarlo. 


49 

«Los  insurrectos  se  proponen  ahora  enviar  á  Cuba  á  Calixto 
García,  porque  comprenden  la  necesidad  de  tener  más  jefes 
blancos,  por  el  efecto  que  esto  ha  producido  en  el  exterior. 

«García  debe  la  vida  á  España,  su  hijo  fué  cuidado  por  nues- 
tro Gobierno,  y  después  de  todo  no  lia  titubeado  en  faltar  á  su 
palabra  de  honor.  García  es  un  monumento  viviente  de  la  cle- 
mencia española. 

«Hay  muy  poco  peligro  de  que  los  Estados  Uñidos  reconoz- 
can como  beligerantes  á  los  rebeldes,  que  no  son  otra  cosa  sino 
merodeadores  dedicados  á  destruir  sin  consideración  ninguna 
más  las  propiedades  de  americanos  y  Cubanos  que  las  de  espa- 
ñoles. La  razón  por  la  cual  los  rebeldes  quieren  que  este  país 
los  reconozca,  es  porque  de  este  modo  esperan  fomentar  un  es- 
píritu de  malquerencia,  y,  finalmente,  la  guerra  entre  España 
y  los  Estados  Unidos,  para  que  los  soldados  americanos  vayan 
á  pelear  por  ellos. 

«Estos  conspiradores  contra  la  paz  de  las  dos  naciones  saben 
muy  bien  que  las  fuerzas  españolas  se  encuentran  y  marchan 
sobre  el  enemigo,  é^te  se  fracciona  en  pequeñas  partidas  que 
huyen.  Si  los  Estados  Unidos  reconocieran  el  estado  de  beli- 
gerancia ala  insurrección,  España  adquiriría  el  derecho  de  Vi- 
sita en  alta  mar.  En  virtud  del  mismo,  el  de  registrar,  y  regis- 
traríamos á  los  buques  sospechosos  que  se  dirigieran  á  Cnba. 

«  .  ,  ,  Las  pretensiones  de  los  insurrectos  no  se  inspiran  en 
la  buena  fé,  no  siendo  otra  cosa  que  esfuerzos,  apenas  disfraza- 
dos, para  enredar  en  graves  dificultades  á  los  dos  gobiernos. . . 

«Muchas  personas  preguntan:  ¿en  qué  consiste  que  el  Gene- 
ral Martínez  Campos  no  concentra  sus  tropas,  marcha  contra 
las  gueri¡ lias  y  acaba  con  la  insurrección?  Tanto  valdría  que 
yo  preguntara  por  qué  el  Jefe  de  policía  de  Nueva  Yoik  no  se 
pone  á  la  cabeza  de  numerosas  fuerzas  de  policía  uniformada  y 
marcha  contra  los  criminales  que  infestan  la  ciudad,  acabando 
de  una  vez  contra  las  trangresiones  de  la  ley?  Cada  vez  que  las 
fuerzas  españolas  se  concentran  y  marchan  sobre  el  enemigo, 
éste  se  fracciona  en  pequeñas  partidas  que  huyen  y  se  ocultan 
en  los  montes.  Nuestras  tropas  no  pueden  estar  á  la  vez  en  to- 
das partes. 

«Las  partidas  ó  guerrillas  se  presentan  subrepticiamente  en  tal 
ó  cual  lugar,  robando  y  quemando  á  su  paso  y  cuando  se  envía 
una  columna  á  castigarlos,  se  desvanecen.  Es  cosa  dificil  el 
coger  á  las  guerrillas  y  bien  claro  lo  ha  visto  el  Gobierno  ame- 
ricano en  sus  luchas  con  los  indios.  No  quiere  decir  que  entre 
los  insurrectos  no  haya  hombres  valientes,  ni  que  no  peleen  de 
vez  en  cuando;   pero  sus  operaciones  no  constituyen  verdadera 


50 

guerra.  Los  rebeldes  y  sus  jefes  negros  no  se  dedican  á  pelear 
contra  los  soldados  de  España,  sino  más  bien  á  perjudicar  la 
propiedad  particular. 

«España  ha  enviado  á  Cuba  190,000  hombre  de  tropa  y  el 
mes  entrante  se  enviarán  7,000  más,  en  adición  á  un  regimiento 
de  artillería  montada  y  á  un  batallón  de  señales. 

«España  tiene  toda  clase  de  elementos  para  sofocar  la  insu- 
rrección; los  rebeldes  no  tienen  la  menor  probabilidad  de  éxito, 
yes  cuestión  de  tiempo  el  que,  agotados  sus  recursos,  se  entre- 
guen. La  masa  general  de  las  partidas  podrá  hacerlo  sin  temor, 
pero  los  cabecillas,  responsables  de  los  crímenes  cometidos, 
serán  castigados  severamente. 

«Comprendo  muy  bien  los  sentimientos  que  han  impulsado 
á  muchos  ciudadanos  de  este  país  á  hablar  en  favor  de  lo  que 
creían  una  lucha  por  la  libertad.  Pero  el  verdadero  carácter  de 
la  rebelión  110  se  puede  ocultar  y  se  va  comprendiendo.  El  Go- 
bierno de  los  Estados  Unidos  ha  manifestado  honrosas  dispo- 
siciones á  cumplir  las  obligaciones  que  le  imponen  sus  tratados 
cotí  España;  más  sin  que  pretenda  formular  censuras  enemis- 
tosas,  parece  que  las  leyes  del  país  son  bastante  elásticas 
para  permitir  que  personas  que  un  día  se  denominan  cubanas 
y  al  día  siguiente  ciudadanos  americanos,  tengan  establecido 
en  Nueva  York  un  centro  desde  el  cual  llevan  adelante  de  la 
manera  más  pública,  operaciones  dirigidas  á  perturbar  el  socie- 
go  del  territorio  de  una  nación  que  está  en  paz  con  los  Estados 
Unidos. 

«España  á  traído  á  Cuba  á  un  estado  de  gran  prosperidad, 
Recuérdese  lo  que  era  Santo  Domingo  bajo  España  y  mírese 
el  estado  en  que  se  haya  hoy. 

«Lo  mismo  digo  de  los  países  de  la  América  del  Sur,  hablan- 
do desde  luego  con  el  respeto  debido  á  esos  jóvenes  gobiernos. 

«La  mayor  desgracia  que  podría  sobrevenirle  á  Cuba  sería 
perder  la  protección  de  España.  Así  lo  comprende  la  mayoría 
del  pueblo  cubano,  y  por  eso  no  simpatiza  con  los  rebel- 
des. » 

A  fines  de  Enero  fué  removido  de  su  puesto  el  general  Mar- 
tínez Campos,  quien  al  ser  entrevistado  por  un  repórter,  dijo:  «Ya 
130  soy  Capitán  General.  Ahora  soy  un  particular,  y  puedo  de- 
cir á  U.  que  mi  remociófi  110  dará  los  resultados  que  se  va7i  bus- 
cando. » 

IV. 

Fué  nombrado  interinamente  el  general  Marín  y  á  principios 
de  Febrero  de  96  se  nombró  al  general  D.  Valeriano  Weyler 
para  que  prosiguiese  la  campaña. 


51 

Cuando  desembarcó  en  la  Isla  se  expresó  en  estos  términos 
á  cerca  de  su  misión: 

«La  situación  es  muy  grave;  con  el  enemigo  á  sólo  nueve 
millas  de  la  capital;  con  el  espíritu  de  las  tropas  españolas  ba- 
jando más  cada  día;  con  ei  ejército  inútiimente  subdividido 
en  pequeííos  destacamentos,  no  es  posible  que  haya  un  peor  es- 
tado de  cosas.» 

No  repetiremos  aquí  las  proverbiales  medidas  extremas  á  que 
apeló  el  General  Weyler,  sólo  diremos  que  al  ser  publicado  el 
bando  en  que  las  anunciaba,  obtuvo  como  contestación  otra 
proclama  de  Máximo  Gómez,  en  que  le  hacía  saber  que  si  fu- 
silaba á  todos  los  prisioneros  de  guerra,  él,  (Gómez)  en  justa 
represalia,  haría  fusilar  también  á  todos  los  españoles  que  vi- 
nieran á  sus  manos. 

Se  expidió  por  Weyler  el  memorable  bando  que  disponía  la 
concentración  en  las  ciudades,  de  todos  los  campesinos  y  en  ge- 
neral de  cuantas  personas  residiesen  en  el  campo,  las  cuales 
deberían  refugiarse  dentro  de  las  líneas  españoias,  para  ser  pro- 
tegidas. Todos  jos  [pasaportes  y  salvoconductos  fueron  decla- 
rados nulos,  y  conforme  á  una  segunda  disposición,  todo  el  que 
desease  viajar  por  el  interior,  tendría  que  solicitar  pasaporte, 
dando  garantías  de  su  persona,  objeto  de  su  viaje,  papeles  etc. 
Y  por  fin  expidió  un  tercer  bando  por  el  cual  delegaba  pode- 
res y  facultades  extraordinarias  en  el  ramo  judicial,  á  los  di- 
versos Generales  y  jefes  del  ejército,  con  objeto  de  juzgar  su- 
mariamente á  los  reos  políticos. 

Al  día  siguiente  se  leía  en  los  periódicos  este  cablegrama  de 
la  Prensa  Asociada: 

«El  Presidente  Cleveland  está  muy  indignado  contra  los  ban- 
dos publicados  por  el  General  Weyler  en  Cuba.  Los  considera 
bárbaros  y  contrarios  á  todas  las  reglas  de  un  estado  de  hosti- 
lidades entre  naciones  civilizadas. 

«I^medida  que  todos  los  habitantes  de  los  campo^abando- 
nen  sus  propiedades  y  se  pongan  al  abrigo  de  las  líneas  espa- 
ñolas, y  que  de  no  hacerlo  así  serán  considerados  como  rebel- 
des y  tratados  como  tales,  la  considera  como  altamente  atenta- 
toria, sobre  todo  en  el  caso  de  ciudadanos  americanos,  que 
poseen  valiosas  propiedades  en  los  campos.» 

En  21  de  Febrero  comunicaba  lo  siguiente,  con  motivo  de  los 
debates  en  las  Cámaras,  para  la  adopción  délas  «resoluciones,» 
el  representante  de  la  Prensa  Asociada: 

«Las  probabilidades  de  una  guerra  con  España,  como  resul- 
tado de  la  adopción  por  el  Senado  de  la  «resolución»  recono- 
ciendo la'beligerancia  de  los  revolucionarios  cubanos,  han  con- 
movido ayer  á  todo  el  país  desde  Alaska  hasta  la  Florida;  y 
el  discurso  del  senador  Morgan  ha  sido  el  tema  obligado  de 
todas  las  conversaciones. 


52 

«En  general  no  es  una  sorpresa  para  el  país  el  que  se  llegue 
á  reconocer  la  beligerancia  de  los  revolucionarios,  porque  tal 
reconocimiento  es  el  deseo  claramente  expresado  hace  mucho 
tiempo  de  todo  el  pueblo  americano. 

«En  cuanto  á  los  temores  de  que  sobrevenga  una  guerra  con 
España,  con  motivo  de  tal  reconocimiento,  el  senador  Lodge 
dijo  ayer  que  es  el  deber  de  los  Estados  Unidos  obrar  firmemen- 
te sin  vacilaciones  y  de  una  manera  efectiva  y  agregó  «las  pa- 
sadas relaciones  entre  los  Estados  Unidos  y  España  no  presen- 
tan lazo  alguno  de  gratitud,  de  consideración,  ni  mucho  menos 
de  intimidad  ó  de  sangre,  para  hacernos  vacilar  en  lo  que  de- 
bemos hacer.» 

«Entre  los  asertos  del  senador  Morgan  figura  el  de  que  Es- 
paña, al  fin  y  al  cabo,  agradecerá  á  los  Estados  Unidos  el  que 
le  ofrezca  una  oportunidad  de  declararle  la  guerra,  «porque  de 
esa  manera  se  desembarazará  de  Cuba  con  cierto  decoro.» 

«La  idea  de  una  guerra  con  España,  dijo  Mr.  Morgan,  no 
debe  hacer  vacilar  al  Congreso  en  adoptar  la  resolución,  que 
reconoce  la  beligerancia  de  los  cubanos  hacia  los  cuales  hay  la 
obligación  de  parte  de  los  Estados  Unidos  de  ayudarlos  á  sa. 
lir  de  la  insoportable  tiranía  que,  justamente,  quieren  sacudir.,, 

«Mr.  Pratt  preguntó  qué  efecto  tendría  la  aprobación  de  la 
resolución  sobre  beligerancia,  si  el  presidente  Cleveland  le  nie- 
ga la  suya. 

«Mr.  Morgan  contestó  que  la  cuestión  es  muy  delicada  y  que 
merece  ser  estudiada. 

«Mr.  Hale  dijo:  «yo  creo  que  la  guerra  con  España  tiene  que 
ser  el  resultado  de  una  resolución  que,  en  este  sentido,  tome- 
mos.» 

«Mr.  Morgan  continuó  diciendo  que  «es  evidente  que  el  or- 
gullo de  España  está  en  juego  en  la  pérdida  de  la  isla  de  Cuba; 
pero  que  también  lo  es  que  preferirá  perderla  en  una  guerra  con 
los  Estados  Unidos  y  no  porque  los  cubanos  se  la  arrebaten.» 

«El  mismo  senador  cuando  continuó  su  discurso  se  quejó  de 
la  condición  de  los  cubanos  en  aquella  guerra,  llevada  á  cabo 
contra  ellos  por  el  general  Weyler  con  toda  clase  de  actos  de 
exterminio,  hasta  convertir  la  isla  en  un  océano  de  sangre. 

Los  diarios  de  Madrid  y  déla  Habana  contestaron  á  las  fra- 
ses de  Morgan  en  un  tono  áspero  y  vehemente. 

El  Imparcial  de  Madrid  acusó  al  Sr.  Cánovas  del  Castillo 
de  tener  un  exceso  de  paciencia  con  ^.^esos  yankets.^-* 

El  mes  siguiente  se  observaba  ya  en  toda  España  un  movi- 
miento antiamericano. 

En  San  Sebastián  se  había  abierto  una  suscripción  para  la 
compra  de  buques. 


53 

En  Toledo,  Málaga,  Cádiz  y  Salamanca,  hubo  manifesta- 
ciones antiamericanas  muy  vehementes. 

Bstas  demostraciones  desordenadas  aumentaron  desde  que 
el  6  de  Abril  siguiente  se  aprobó  por  la  Cámara  de  represen- 
tantes americanos  el  reconocimiento  de  la  beligerancia  cubana. 

Poco  después  de  esa  fecha  se  abrió  en  Estados  Unidos  una 
suscripción  á  un  empréstito  de  2  000,000  de  pesos  sobre  bonos 
de  la  República  Cubana,  con  gran  éxito. 

Desde  California  á  Maine  hubo  demanda  por  ellos  5^  se  pu- 
dieron colocar  á  62^  centavos  en  cada  peso,  por  término  me- 
dio, y  en  muy  poco  tiempo. 

Las  alarmantes  noticias  propaladas  por  los  periódicos  ameri- 
canos en  Abril  de  96  contribuyeron  no  poco  á  aumentar  la  ti- 
rantez de  las  relaciones  diplomáticas  entre  España  y  los  Esta- 
dos Unidos,  así  como  también,  el  haber  sido  expulsados  el  mes 
siguiente  por  el  General  Weyler  los  periodistas  corresponsales 
del  World  y  el  Journal,  de  Nueva  York. 

Citaremos  dos  despachos  de  la  Agencia  «Panamerican  News 
Burean»  fechados  el  29  de  Abril,  que  refieren  dos  estupendas 
historias,  sin  otro  resultado  que  el  que  acabamos  de  indicar: 

«Nueva  York,  Abril  29. — La  legación  española  en  Washing- 
ton y  el  Cónsul  General  de  España  en  este  puerto  acaban  de 
descubrir  un  plan  fraguado  por  cubanos  para  volar  un  buque 
de  guerra  español  y  al  mismo  tiempo  interceptar  uno  de  los 
vapores  trasatlánticos  españoles  y  apoderarse  de  una  fuerte  su- 
ma de  oro  que  el  gobierno  español  envía  para  pagar  á  sus  tro- 
pas. 

«Tratábase  además  de  apoderarse  del  puerto  de  Nuevitas 
haciendo  ciertos  movimientos  en  la  parte  oriental  de  la  Isla  á 
fin  de  provocar  la  concentración  de  tropas  en  aquel  rumbo  para 
debilitar  la  vigilancia  de  la  trocha.» 

A  la  vez  se  cruzaba  el  otro  mensaje,  no  menos  alarmante, 
fechado  en  la  Habana.  Su  contenido  era  este: 

«Ayer  á  las  1 1  y  30  de  la  mañana  ocurrió  una  explosión  que 
se  cree  fué  de  dinamita  ó  de  algún  poderoso  explosivo  en  el 
palacio  del  Capitán  General. 

«Las  averiguaciones  practicadas  revelan  que  la  explosión  ocu» 
rrió  en  una  covacha  en  la  parte  baja.  Una  parte  del  edificio  que- 
dó convertida  en  un  montón  de  escombros;  las  paredes  que  no 
cayeron  están  cuarteadas. 

«Un  cajista  de  la  imprenta  de  la  capitanía  general  fué  he- 
rido. 

«Al  principio  se  creyó  que  había  hecho  explosión  una  de  las 
calderas  de  vapor;  pero  á  poco  no  cupo  duda  alguna  que  la  ex- 
plosión había  sido  causada  por  cierta  cantidad  de  dinamita. 
Ignórase  todo  pormenor.» 


54 

Reproducidos  ambos  telegramas  por  muchos  periódicos  de 
ij^stados  Unidos  y  de  otros  países  causaron  gran  sensación,  y 
inás  cuando  ocho  días  después,  aún  no  se  publicaba  la  comple- 
ta rectificación  de  tales  falsedades. 

Otro  incidente  notable  fué  la  captura  de  la  expedición  fili- 
bustera que  conducía  el  vapor  americano  «Competitor,»  por  las 
circunstancias  que  la  acompañaron.  Sus  tripulantes  eran  casi 
todos  americanos  y  al  ser  capturados  se  hizo  fuego  sobre  ellos, 
dando  muerte  á  seis.  Los  demás  fueron  puestos  en  la  prisión 
del  Morro  y  juzgados  por  un  consejo  de  guerra. 

Llamó  entonces  la  atención  que  al  mismo  tiempo  que  el  mi- 
nistro americano  en  la  Habana,  pedía  ciertas  explicaciones  al 
gobierno  de  la  Isla  sobre  el  caso  del  «Competitor,»  recibiera 
orden  la  escuadra  del  Norte  Atlántico  para  reunirse  en  Tomp- 
kinsviile. 


Entre  tanto  la  guerra  continuaba  en  Cuba  con  más  encarni- 
zamiento por  una  y  otra  parte. 

Los  siguientes  datos  de  origen  español,  revelan  que  la  acti- 
vidad de  la  campaña  en  aquella  segunda  revolución  había  au- 
mentado en  1896.  Estos  datos,  confrontados  con  los  de  otras 
fuentes,  resultan  acordes.  Del  24  de  Febrero  que  empezó  la 
guerra  á  Diciembre  31  de  1895  las  bajas  del  ejército  revolucio- 
nario eran: 

Muertos:  26  jefes  y  oficiales  y  1190  soldados. 

Heridos:  358.   Prisioneros:  4  jefes  y  oficiales  y  330  hombres. 

Hasta  el  día  último  de  Abril,  en  los  cuatro  meses  transcurri- 
dos del  año  de  96,  tuvieron  además  estas  bajas: 

Muertos:  37  jefes  y  oficiales  y  3085  hombres. 

Heiridos:  12  jefes  y  oficiales  y  1618  hombres. 

Pr  sioneros;  12  jefes  y  oficiales  y  350  hombres.  Además  de 
13  jefes  y  oficiales  y  670  hombres  que  se  rindieron. 

Ku  cuatro  meses  de  96  tuvieron  pues  los  rebeldes  3122  muer- 
tos; en  tanto  que  en  poco  más  de  los  diez  meses  anteriores  so- 
lo habían  tenido  12 16,  ó  sea  siete  veces  menos,  próximamente. 

Kl  total  de  bajas  habidas  en  los  catorce  meses,  en  las  filas 
insurrectas,  es  de  4338. 

En  cuanto  á  las  de  los  españoles,  según  los  mismos  datos 
oficiales,  de  fuente  española,  habían  sido,  desde  el  24  de  Fe- 
brero de  95  en  que  estalló  la  guerra,  hasta  el  día  último  de 
Marzo  de  96,  las  siguientes: 

Muertos  por  efectos  del  clima  y  de  accidentes  de  la  guerra: 
3  generales,  29  jefes,  272  oficiales  y  4892  hombres:  total.  5^99. 


55 

Estas  cifras  dan  una  idea  no  sólo  del  cruento  sacrificio  que  á 
España  co-taba  la  guerra,  sino  también  de  la  actividad  con  que 
eran  dirigidas  las  operaciones  por  el  general  Weyler,  según 
hemos  dicho. 

Con  todo,  no  fué  este  el  período  álgido  de  la  lucha,  como  se 
verá  en  seguida. 

Este  militar  cuya  extremada  rigidez  se  ha  querido  traducir 
en  crueldad,  no  fué  á  hacer  la  guerra,  según  sus  mismas  expre- 
siones, «con  caramelillos,»  esto  es,  las  medidas  severas  no  es- 
casearon en  todo  el  tiempo  que  la  campaña  estuvo  dirigida  por 
é).  Tenía  órdenes  del  gobierno  español  para  acabar  con  la  in- 
surrección, y  cumplía  con  ellas  fielmente. 

Hoy  que  el  éxito  de  la  guerra  no  ha  sido  de  España,  se  oyen 
entre  sus  mismos  compatriotas,  muy  duras  recriminaciones  á 
su  preceder. 

Pero  ¿son  fundados  los  cargos  que  se  le  hacen? 

Una  de  las  cuestiones  más  viejas  en  el  mundo  es,  sin  duda, 
la  de,  hasta  qué  punto  permiten  los  usos  de  la  guerra  emplear 
los  actos  de  crueldad.  El  que  dispone  de  la  fuerza  puede  trans- 
gredir los  usos  y  costumbres,  ya  que  no  se  puede  decir  las  le- 
yes de  la  guerra  hasta  el  límite  que  marque  su  voluntad.  Y  co- 
mo no  se  crea  que  esto  es  una  mera  teoría,  recordaremos  el  he- 
cho de  haber  disparado  la  artillería  alemana  contra  las  ambu- 
lancias de  la  Cruz  Roja,  en  la  guerra  franco-prusiana.  Recorda- 
remos los  hechos  que  hemos  narrado  en  la  guerra  de  los  Estados 
Unidos,  que  se  ahorcaban  en  las  plazas  públicas,  después  de 
confiscar  sus  bienes,  á  los  partidarios  de  la  abolición  de  la  es- 
clavitud, ó  los  abolicionistas  ahorcaban  á  sus  enemigos. 

En  nuestro  país,  ¿uo  tenemos  una  multitud  de  hechos  análo- 
gos al  de  la  ejecución  de  los  jovencitos  practicantes  de  medici- 
na, de  los  mártires  de  Tacubaya,  que  en  el  largo  período  des- 
graciadamente fecundo  en  guerras,  que  acabamos  de  pasar,  se 
desarrollaron?     • 

No  creemos  asista  pues  ningúu  derecho  de  reclamar  una  con- 
ducta humanitaria  á  los  que  se  lanzan  á  la  guerra.  La  guerra 
es  en  sí  misma  el  trastorno,  la  anarquía  de  todos  los  derechos. 
El  juez  de  ella  es  únicamente,  lo  ha  sido  y  io  será,  la  fuerza. 

Por  estas  mismas  consideraciones  no  creemos  haya  asistido 
ningún  derecho  á  los  Estados  Unidos  para  inmiscuirse  en  la 
cuestión  de  Cuba,  so  pretexto  de  las  crueldades  cometidas  por 
Weyler. 

Eos  actos  de  crueldad  no  faltan  en  ninguna  guerra,  mas  cuan- 
do esta  es  de  larga  duración. 

Weyler  redobló  sus  esfuerzos  para  extinguir  la  insurrección 
á  fines  de  96.  Después  de  haber  establecido  la  línea  de  defensa 
llamada  la  Trocha,  que  dividió  las  provincias  sublevadas  de  la 


56 

parte  pacífica,  inmediata  á  la  Habana,  llevó  á  término  rápida- 
mente la  reconcentración  de  los  campesinos  en  las  ciudades 
protegidas  por  la  guarnición  española. 

Estableció  en  la  Habana  el  centro  de  sus  operaciones  y  co- 
municaba por  telégrafo  sus  órdenes  á  los  jefes  españoles  envia- 
dos á  distintos  rumbos  para  combatir  á  los  insurrectos, 

Con  estas  medidas,  así  como  con  la  deportación  á  Fernando 
Poo  de  algunos  presos  políticos  y  miembros  déla  prensa  de  la 
Habana,  se  creyó  que  la  revolución  estaba  próxima  á  ter- 
minar. 

Las  expediciones  filibusteras  continuaban  con  pequeños  in- 
tervalos. El  «Three  Friends,»  el  «Laureada»  y  el  «Bermuda»  ha- 
bían desembarcado  grandes  cargamentos  y  dieron  margen  á  las 
reclamaciones  del  ministro  español  Sr.  Dupuy  de  Lome  diriji- 
das  al  gobierno  americano,  y  como  consecuencia  de  éstas,  el 
primero  de  dichos  vapores  fué  decomisado  en  Jacksonville  por 
orden  del  Ministerio  de  Hacienda. 

En  Noviembre  del  año  á  que  venimos  haciendo  referencia 
presentaron  al  Ministerio  de  Relaciones  de  Estados  Unidos  va- 
rias reclamaciones  los  ciudadanos  americanos  residentes  en  Pi- 
nar del  Río,  lugar  en  que  se  había  localizado  la  guerra. 

Pedían  se  les  indemnizara  de  las  pérdidas  que  la  revolución 
les  había  ocasionado. 

El  presidente  Cleveland  viéndose  cohibido  por  numerosas 
peticiones  de  la  Unión  americana,  pidiéndole  fuese  reconocida 
la  beligjerancia  de  los  cubanos  ó  la  intervención  en  la  guerra 
de  Cuba,  no  quiso  tomar  ninguna  determinación  En  vista  de 
lo  manifestado  por  Weyler  al  gobierno  español,  en  cuanto  á  la 
terminación  de  la  guerra  en  la  Navidad,  optó  por  esperar  el 
resultado  de  la  lucha. 

El  gobierno  español  ante  aquella  actitud  de  los  Estados  Uni- 
dos, recomendó  al  general  Weyler  que  redoblara  sus  esfuerzos 
para  acabar  con  la  insurrección  cuanto  antes.  Y  así  lo  hizo  en 
cumplimiento  de  las  órdenes  recibidas. 

El  jefe  insurrecto  que  mayor  resistencia  había  hecho  á  las 
fuerzas  españolas,  distinguiéndose  por  sus  actos  de  valor  en  ios 
combates  librados  contra  las  huestes  que  mandaba,  era  enton- 
ces José  Antonio  Maceo,  que  no  había  querido  someterse  al  tra- 
tado del  Zanjón  cuando  terminó  la  guerra  pasada  en  78. 

Maceo  era  hermano  de  otros  seis  jefes  que  por  aquellos  días, 
habían  ya  sucumbido  todos,  peleando  en  las  filas  de  la  insu- 
rrección. Iba  siempre  á  la  cabeza  de  sus  soldados  y  contaba  ya 
con  15,000  hombres  que  lo  seguían. 

Logró  sorprender  la  vigilancia  española  y  trasponer  el  cerco 
llamado  la  Trocha,  y  fué  el  primer  jefe  rebelde  que  lo  hacía 
hasta  entonces. 


57 

Weyler  ordenó  la  persecución  de  este  caudillo,  personalmen- 
te, y  en  los  primeros  días  de  Diciembre  pudo  ser  muerto  en  una 
emboscada  á  donde  lo  condujo  con  falsedad  un  Dr.  Zertuche, 
que  era  su  médico  de  confianza. 

Muerto  este  jefe,  así  como  lo  habían  sido  ya  antes  Martí, 
Delgado,  López  Coloma,  Serafín  Sánchez  y  otros,  se  esperó  más 
aún  en  la  completa  pacificación  de  la  Isla. 

Kl  día  lo  de  Diciembre  se  presentó  al  Senado  americano  la 
siguiente  proposición,  subscrita  por  un  senador  de  apellido 
Cullon:  «Resuelto:» 

Por  el  Senado  y  la  Cámara  de  Diputados  que  la  extinción 
del  derecho  español  y  la  terminación  de  la  dominación  españo- 
la en  las  islas  que  forman  la  entrada  al  golfo  de  México  son  ne- 
cesarias para  el  bienestar  de  aquellas  islas  y  el  bienestar  de  los 
Estados  Unidos. 

«En  la  guerra  actual  que  ha  durado  21  meses,  España  ha  des- 
perdiciado 100.000,000  de  pesos,  y  llevado  al  campo  de  batalla  á 
200,000  hombres  y  niños,  y  como  he  dicho  antes,  yo  creo  que 
es  deber  de  los  Estados  Unidos  hacer  uso  de  su  gran  poder  pa- 
ra declarar  y  sostener  como  una  prerrogativa  de  derecho  que 
pertenece  al  republicanismo  en  general  y  á  esta  República  en 
particular,  que  no  debe  continuar  esa  masa  de  ruinas  en  las 
aguas  de  las  Indias  Occidentales,  (cuyas  olas  tocan  en  nuestros 
puertos)  por  más  tiempo  que  el  necesario  para  acabar  la  guerra. 

«Y  si  eso  no  da  resultado  podríamos  considerar  la  convenien- 
cia de  comprar  la  Isla  pagándola  bien.  Ya  de  eso  se  trató  du- 
rante la  administración  pasada.  Y  no  es  que  queramos  el  terri- 
torio, lo  que  queremos  es  que  el  mal  tenga  un  justo  arreglo  y 
termine.  Hagamos  que  esto  tenga  fin  pronto.  Que  cese  el  de- 
rramamiento de  sangre  y  que  se  glorifiquen  la  libertad  y  la  hu- 
manidad.» 


VI 


Al  principiar  el  año  de  97  las  probabilidades  de  pacificar  la 
isla  de  Cuba  se  multiplicaban  ajuicio  del  Gabinete   Español. 

A  raíz  de  los  triunfos  obtenidos  por  el  ejército  sobre  los  re- 
beldes, se  preparaba  el  envío  de  nuevos  refuerzos  para  el  ejér- 
cito voluntario,  que  aumentaría  en  diez  ó  quince  mil  hombres 
más,  con  lo  cual,  dada  la  situación  de  las  tropas  revoluciona- 
rias que  iban  perdiendo  terreno  cada  día  y  agotándose  sus  re- 
cursos, no  era  un  simple  deseo  alentado  por  el  optimismo  patrió- 
tico de  España  el  suponer  que  antes  de  llegar  la  estación  de  las 
lluvias  se  habría  logrado  la  terminación  de  la  guerra  sin  duda. 


58 

No  contaba  España  para  obtener  estos  resultados,  con  la  in- 
gerencia de  los  Estados  Unidos,  que,  aunque  era  solamente 
moral  entonces,  hacía  en  la  práctica  muy  embarazosa  la  con- 
ducta que  debiera  seguir  con  los  insurrectos. 

Por  Una  parte  la  creencia  arraigada  con  firmeza  así  en  el  go- 
bierno como  en  el  pueblo,  de  que  el  abandono  de  la  Isla  im- 
plicaba la  deshonra  de  la  nación,  no  le  permitía  ceder  un  punto 
en  el  ejercicio  de  sus  derechos  sobre  la  colonia.  Por  otra,  la  per- 
sistencia en  su  manera  de  obrar  respecto  á  los  asuntos  de  Cu- 
ba le  traería  irremisiblemente  uu  conflicto  con  los  Estados  Uni- 
dos, que  habían  manifestado  por  medio  de  su  presidente  y  mu- 
chos diputados  y  senadores,  que  si  el  fin  de  la  campaña  contra 
la  insurrección  no  estaba  próximo,  intervendrían  francamen- 
te, lo  cual  era  imposible  que  lo  tolerase  España  sin  declararles 
la  guerra. 

En  este  estado,  continuaba  la  gestación  laborante  no  ya  en 
Nueva  York,  Cayo  Hueso,  Nueva  Orleans,  Boston  y  las  ciu- 
dades donde  tenía  juntas  el  partido  revolucionario,  sino  hasta 
e^J.os  lugares  más  apartados. 

\  Hombres  políticos  de  todas  clases  discutían  publicamente  los 
asuntos  de  la  isla  de  Cuba,  se  adherían  á  la  causa  de  los  revo- 
lucionarios y  condenaban  la  conducta  de  España,  porque  no 
había  tratado  en  extinguir  aquella  guerra. 

Uno  de  los  diarios  americanos  cEI  New  York  Journal»  tuvo 
ocasión  de  recoger,  en  diversas  entrevistas  con  los  gobernado- 
res de  los  Estados  de  la  República,  sus  opiniones  respecto  de 
la  guerra  de  independencia  de  la  Isla. 

He  aquí  sus  respuestas: 

El  Gobernador  Mathews,  de  Indianópolis:  Favorezco  restífel- 
tamente  la  idea  del  inmediato  reconocimiento  de  Cuba.  No 
creo  que  sería  necesario  tomar  algunas  medidas  en  el  sentido 
de  positiva  intervención,  pues  si  nuestro  Gobierno  llega  á  reco- 
nocer la  independencia  de  la  Isla,  millares  de  hombres  y  milla- 
res de  dollars  serían  puestos  á  disposición  de  la  causa  de  esa  in- 
dependencia. 

El  gobernador  Pingrie,  de  Michigan:  Yo  por  mi  parte  favo- 
rezco la  idea  de  la  compra  de  Cuba  por  los  Estados  Unidos  si 
no  se  puede  terminar  la  guerra  de  otra  manera;  esto,  probable- 
mente nos  costará  menos  que  emprender  una  guerra. 

El  Gobernador  Budd,  de  California:  Si  las  atrocidades  deque 
hemos  tenido  noticia  son  ciertas,  el  congreso  debería  proceder 
prontamente  á  reconocer  los  derechos  de  beligerancia  de  los  li- 
bertadores de  Cuba.  Jamás  habrá  paz  en  Cuba  hasta  que  sean 
reconocidos  los  derechos  de  independencia. 

El  Gobernador  Evans,  de  la  Carolina  del  Sur:  Favorezco  la 
idea   del   reconocimiento  de  los  cubanos   como   beligerantes. 


59 

Cuando  hagamos  este  reconocimiento,  les  prestaremos  también 
ayuda  material  y  no  veo  que  cosa  más  pudiéramos  hacer  por 
ellos. 

El  Gobernador  Mitchel,  de  la  Florida:  Favorezco  de  todo 
corazón  todo  aquello  que  pueda  ayudar  á  la  independencia  de 
Cuba. 

El  Gobernador  Renfren,  de  Oklahoma:  Creo  que  este  país  de- 
bería reconocer  los  derechos  de  la  beligerancia  de  los  cubanos. 

El  Gobernador  Altgeld,  de  Illinois:  Favorezco  la  idea  del 
reconocimiento  de  los  insurrectos  cubanos  por  los  Estados  Uni- 
dos. Tengo  fé  ciega  en  toda  la  América  y  en  el  pueblo  de  IlliA 
nois,  que  con  gusto  luchará  por  la  causa  de  la  humanidad.        / 

El  Gobernador  Hastings,  de  Pensylvania.  Si  la  noticia  refe« 
rente  á  la  cobarde  manera  como  fué  muerto  Maceo  es  cierta, 
opino  por  la  intervención  de  este  país,  tanto  reconociendo  la 
beligerancia,  como  prestando  ayuda  material  á  Cuba  para  que 
logre  su  independencia. 

El  Gobernador  Holcomb,  de  Nebraska:  Nuestro  Gobierno 
debería  reconocer  los  derechos  de  beligerania  de  los  revolucio- 
narios cubanos.  Su  valiente  lucha,  por  tanto  tiempo  sostenida 
para  libertarse  del  yugo  de  la  opresión  europea,  les  concede  el 
derecho  á  las  simpatías  de  todo  americano. 

Gobernador  de  Missouri:   Favorezco  la  idea  de  ayudar  mate- 
rialmente á  la  beligerancia  de  los  cubanos,  para  ayudarles  á  laf 
guerra  de  su   independencia. 

Gobernador  Franklin,  de  Arizona:  Favorezco  la  idea  de  la 
independencia  de  Cuba,  pero  no  favorezco  la  de  la  intervención 
del  Gobierno  de  los  Estados  Unidos. 

Gobernador  Richards,  de  Montana:  Según  mi  opinión,  los 
cubanos  deberían  ser  reconocidos  como  beligerantes,  abrigo  la 
esperanza  de  que  obtengan  su  independencia. 

Gobernador  Morrill,  de  Kansas:  Mis  simpatías  esíán  ente- 
ramente del  lado  de  los  cubanos  en  la  lucha  por  su  indepen- 
dencia. 

El  gobierno  de  los  Estados  Unidos  debería  prestarles  cuanta 
ayuda  pudiera  y  que  fuera  compatible  con  nuestros  tratados 
con  España  y  con  el  derecho  internacional. 

Contestaciones  parecidas  á  las  anteriores  fueron  enviadas  por 
los  gobernadores  de  Wisconsin  New.  Hampshire,  Wyoming, 
Virginia,  New  México,  Colorado,  Virginia  occidental,  Nevada, 
Virginia,  Washington  é  Idaho.»'  / 

Cuando  fueron  publicadas,  estas  opiniones  por  el  periódico 
de  referencia,  no  causaron  en  el  pueblo  español  ninguna  sor- 
presa, como  era  de  suponerse,  en  razón  á  que  ya  poco  antes  se 
había  dado  otro  paso  más  directamente  encaminado  á  la  usur- 
pación de  los  derechos  de  la  soberanía  de  España. 


6o 

El  senador  Cameron  había  presentado  á  la  comisión  de  Re- 
lacioues  Exteriores  en  Washington  nna  proposición  referente 
á  la  independencia  de  Cuba,  que  fné  aprobada  y  se  encierra  en 
estos  dos  puntos: 

«Que  los  Estados  Unidos  de  América  reconocen  la  indepen- 
dencia de  la  República  de  Cuba. 

«Que  los  Estados  Unidos  harán  cesar  la  guerra  actual  entre 
España  y  Cuba^) 

En  contraposición  á  estos  precedentes  del  conflicto  interna- 
cional aparecía  la  cordura  de  Mr.  Cleveland,  que  no  quiso 
echar  sobre  sí  la  responsabilidad  de  haber  sancionado  la  inde- 
pendencia de  Cuba.  Todavía  más,  hizo  comprender  á  los  parti 
darios  de  la  causa  cubana  que  las  negociaciones  en  aquel  senti- 
do, no  avanzarían  un  punto  mientras  el  fuese  Presidente  de  los 
Estados  Unidos,  y  alejó  por  entonces  los  temores  de  guerra, 
conjurando  el  peligro  hasta  concluir  su  período  en  Marzo,  que 
desgraciadamente  se  aproximaba. 

Rl  Sr.  D.  Antonio  Cánovas  del  Castillo  Presidente  del  Ga- 
binete español,  seguía  una  línea  de  conducta  no  menos  razona- 
da y  juiciosa  oponiéndose  por  todos  medios  á  las  pretensiones 
délas  masas  populares  que  pedían  ya  desde  entonces  un  rom- 
pimiento con  los  Estados  Unidos, 

«Mientras  yo  sea  primer  ministro,  dijo  en  aquella  ocasión,  no 
provocaré  ningún  conflicto  con  los  Estados  Uuidos,  para  defen- 
der siempre  la  dignidad  y  la  soberanía  española.  Estoy  firme- 
mente resuelto  á  seguir  esa  línea  de  conducta,  siendo  esta  mi 
última  palabra. '' 

Pero  las  instituciones  republicanas  por  una  parte,  y  la  fata- 
lidad por  otra,  airebataron  de  sus  respectivos  puestos  en  poco 
tiempo  á  aquellos  dos  hombres,  cuya  permanencia  en  el  poder 
hubiera  hayado  quizás  la  solución  al  problema,  que  no  halla- 
ron sus  sucesores. 

No  intentamos  afirmar  que  Sagasta  y  McKiuley  hayan  em- 
pujado á  la  lucha  á  sus  respectiva.^  naciones;  no  abarca  el  plan 
de  este  libro  la  explosión  de  nuestros  propios  juicios  y  mucho 
menos  sobre  una  teoría  que  no  podrá  sentarse  jamás  sólida- 
mente y  con  la  que  estaría  muy  enlazada  tal  juicio.  Porque 
equivaldría  á  resolver  esta  cuestión:  si  Cleveland  y  Cánovas 
hubiesen  continuado  en  el  poder,  ¿habría  habido  guerra?  Na- 
die lo  podría  decidir  coa  certeza.  Se  podrá  conjeturar  con  más 
ó  menos  aproximación  un  resultado,  pero  no  con  exactitud,  da- 
do el  sinnúmero  de  circustancias  desconocidas  que  podrían  so- 
brevenir después,  influyendo  cada  una  aisladamente  ó  en  con- 
junto para  determinar  soluciones  distintas  al  problema. 

Las  mismas  multitudes  que  obligaron  á  McKinley  y  á  Sa- 
gasta á  declarar  la  guerra,  habrían  quizás  hecho  otro  tanto  con 


6i 

Cleveland  y  Canoas.  Segiia  hemos  visto  en  las  anteriores  pá- 
ginas no  eran  realmente  los  gobiernos  los  provocadores  de  la 
guerra  entre  ambos  países,  si  no  la  segut^d'i^i'J^onsciente  de  las 
clases  numerosas,  que  amontonaba  ofensas  tras  ofensas,  enar- 
deciendo las  pasiones  y  exaltando  los  ánimos.  Por  el  contrario, 
ellos  redoblaron  sus  esfuer/os  para  oponerse  al  desbordamiento 
del  odio  y  el  deseo  de  venganza  que  sentían  crecer  en  su  derre- 
dor, permaneciendo  impasibles,  esperando  tranquilos  la  soñada 
solución  del  conflicto,    que  no  se  presentó  nunca. 

Uniforme  se  levantava  el  clamor  publico  en  uno  y  otro  país 
gritando:  guerra!  guerra! 

Solamente  una  que  otra  voz,  débil,  aislada,  se  atrevía  ape- 
nas á  indicar  soluciones  que  evitasen  la  guerra. 

El  Sr.  Pi  y  Margall  fué  uno  de  los  poquísimos  españoles  que 
madurando  sus  opiniones  á  la  luz  de  la  fría  razón,  aconsejaron 
al  Gobierno  7io  ir  d  la  guerra. 

El  diario  El  Liberal  á^  UíiAxidi  indicó  también  entonces  la 
conveniencia  de  pagar  inmediatamente  las  indemnizaciones  re- 
clamadas por  el  gobierno  americano  en  ovbio   de   dificultades. 

Pero  la  obsecaciói  de  los  que  formaban  el  mayor  número,  en 
lugar  de  oir  esos  y  ibio-;  consejos, llenó  de  improperios  á  aque- 
llos que  tuvieron  el  valor  civil  de  sugerirlos,  oponiéndose  á  la 
avalancha  popular. 

lylegó  el  mes  de  Marzo  de  97  William  M:Kinley  ocupó  la 
silla  presidencial  de  los  Estados  Unidos,  llamado  por  la  elec- 
ción que  acababa  de  verificarle  tres  meses  antes. 

La  guerra  de  Cuba  parecía  por  entonces   tocar  á  su  término, 

El  Gobierno  español,  esperando  en  la  inmediata  pacificación 
aprobó  y  trató  de  implantar  una  parte  de  las  reformas  proyec- 
tadas nuevamente,  en  la  convicción  de  que  esta  medida  com* 
pletaría  la  sumisión  de  aquellas  provincias  agitadas  todavía 
por  los  revoltosos. 

No  habían  cesado  aún  por  completo  las  escaramuzas  en  San- 
tiago de  Cuba  y  en  Pinar  del  Río,  sobre  todo.  Una  de  las  pri- 
meras providencias  del  Gobierno  de  McKinley  fué  la  de  aten- 
der á  los  americanos  necesitados  residentes  en  Cuba.  En  su  men- 
saje de  Marzo  recomendó  al  Congreso  la  aprobación  de  un  cré- 
dito de  50,000  pesos  con  este  objeto.  En  el  mismo  mensaje  de- 
claró que  no  abrigaba  el  más  minímo  temor  de  que  las  buenas 
relaciones  existentes  entre  España  y  América  del  Norte  llega- 
sen á  alterarse  por  entonces. 

Poco  después,  cuando  fué  aprobada  por  el  Senado  americano 
la  resolución  que  reconocía  la  beligerancia  de  los  cubanos,  pu- 
do verse  más  claro  la  cuerda  conducta  del  Presidente,  cjue  no 
quiso  sancionar  todavía  aquella  resolución,  que  había  sido  ini- 
ciada por  el  senador  Morgan. 


62 

El  día  anterior  al  en  que  fué  aprobada  la  famosa  resolución, 
había  anunciado  el  general  Weyler  en  Cuba  oficialmente,  la 
pacificación  de  la  mayor  parte  de  la  Isla. 

El  Presidente  McKinley  deseando  obtener  informes  exactos 
de  la  situación  de  la  isla  de  Cuba  y  el  estado  de  su  revolución, 
había  enviado  á  Mr.  Calhonn,  con  el  encargo  de  tomar  infor- 
mes detallados  y  rendirlos  en  breve  al  Gobierno,  El  emis^írio  no 
hizo  más  que  avivar  los  odios  existentes  entre  americanos  y 
peninsulares,  por  sus  imprudentes  gestiones,  denunciando  al 
Gobierno  español  como  encubridor  de  la  verdadera  situación  en 
Cuba,  que  según  él,  era  desastrosa  y  muy  lejana  de  la  pacifi- 
cación, que  había  asegurado  Weyler. 

Ocioso  será  agregar  que  los  insurrectos  cobraron  nuevos  bríos 
con  la  presencia  del  enviado  americanOj^al  conocer  su  inclina- 
nación  á  la  causa  de  la  independencia/^El  día  4  de  Junio  regre- 
só á  Nueva  York  Mr.  Calhonn,  llevando  el  resultado  de  sus 
^  informes  acerca  de  Cuba.  En  ellos  ponderaba  la  triste  condición 
á  que  estaban  reducidos  los  americanos  en  la  Isla,  y  la  necesi- 
dad de  que  los  Estados  Unidas  intervinieran  en  la  terminación 
de  aquella  guerra,  á  toda  costa".! 

Una  reclamación  más  fué  presentada  por  el  gobierno  de 
Washington,  por  la  muerte  del  Doctor  Ricardo  Ruiz  acaecida 
en  Cuba. 

El  25  del  mismo  mes  de  Junio  de  97,  fueron  absueltos  en 
Estados  Unidos  los  filibusteros  que  conducían  municiones  y 
armas  para  Cuba  en  el  vapor  DaiinÜess,  apresado  por  el  cru- 
cero «AVilmington»  antes  de  desembarcar. 

El  juez  declaró  que  no  había  pruebas  suficientes  para  con- 
firmar su  culpabilidad. 

El  día  8  de  Agosto  fué  asesinado  el  primer  ministro  del  Ga- 
binete español  Sr.  Cánovas  del  Castillo,  por  un  anarquista  lla- 
mado Miguel  Ángel  Golli.  Le  sucedió  en  su  puesto  el  General 
Azcárraga,  interinamente. 

En  Septiembre  manifestaba  el  Cónsul  general  de  Estados 
Unidos  en  la  Habana,  Mr.  Fitzhug  Lee,  á  su  llegada  á  Nue- 
va York:  «Nada  anunciaba  el  fin  próximo  de  la  guerra  en  Cu- 
ba cuando  abandoné  la  Habana.  Los  negocios  están  paraliza- 
dos y  no  hay  ni  la  menor  esperanza  de  que  mejore  la  situación.» 

Apoyándose  sin  duda  en  los  datos  comunicados  por  el  Cón- 
sul, el  gobierno  de  Washingtcn  decidió  enviar  una  nota  al  de 
España  declarando  que  la  prolongación  de  la  guerra  en  Cuba 
perjudicaba  notablemente  el  comercio  y  la  industria  de  los  Es- 
tados Unidos  é  insistiendo  en  que  se  debería  remediar  cuanto 
antes  tan  desastrosa  situación. 

Esta  nota  fué  presentada  á  fines  de  Septiembre  por  el  Minis- 
tro americano  Woodford,  al  Duque  deTetuán,  Ministro  de  Re- 
laciones en  Madrid, 


63 

Ka  seguida  se  presentó  de  iiuevo  la  reclamación  de  75,000 
pesos,  para  indemnizar  á  la  viuda  del  Dr.  Ruíz. 

La  actividad  de  las  negociaciones  diplomáticas  con  les  Esta- 
dos Unidos  se  calmó  un  poco  á  fines  de  Septiembre,  por  la  re- 
nuncia del  Gabinete  español  presidida  por  Ascárraga.  El  5  de 
Octubre  se  reintegró  aquel  cuerpo,  presidiéndolo  como  primer 
Ministro  D.  Práxedes  Mateo  Sagasta,  que  inmediatamente  dis- 
puso el  relevo  del  Generl  Weyler  en  Cuba  por  el  general  D. 
Ramón  Blanco. 

Hasta  fines  de  ese  mes  pudo  ser  contestada  la  nota  del  go- 
bierno americano,  por  el  de  Madrid. 

En  esta  contestación  se  enumeraban  los  sacrificios  hechos 
por  Eíipaña  para  concluir  la  guerra  de  Cuba  y  se  describían  las 
reformas  que  se  iban  á  implantar  á  la  llegada  de  Blanco;  con- 
cluía con  esta  frase:  «España  no  admite  ni  admitirá  que  una 
nación  extranjera  intervenga  en  sus  asuntos.» 

Cuando  aún  no  habían  transcurrido  cuatro  días  de  la  llega- 
da del  general  Blanco,  ya  había  enviado  este  militar  un  men- 
saje al  Gabinete  español  en  el  que  manifestaba  que  se  había 
formado  una  favorable  opinión  de  las  facilidades  para  sofocar 
la  guerra  completamente.  Entre  tanto  los  periódicos  españoles 
aseguraban  que  la  pjisificación  de  Cuba  era  imposible,  mien- 
tras los  Estados  Unidos  ayudasen  á  la  insurrección  por  medio 
del  filibusterismo. 

El  general  Blanco  exponiendo  la  táctica  que  seguiría  en  la 
campaña  contra  la  revolución,  dijo  en  la  Habana  el  3  de  No- 
viembre en  ia  noche,  ante  numerosos  amigos  suyos:  «La  con- 
ducta militar  que  observaré  es  bajo  todo  punto  diferente  á  la 
que  usó  el  general  Weyler.  Haré  guerra  á  muerte  al  enemigo 
pero  jamás  verteré  sangre  de  mujeres  y  niños.» 

Y  efectivamente  inició  una  política  de  conciliación,  opuesta 
en  todo  á  la  de  Weyler. 

Después  de  haber  publicado  un  decreto  de  amnistía  para  los 
presos  políticos,  hizo  suspender  los  efectos  del  bando  de  la  con- 
centración; ordenó  asimismo  se  procediese  á  la  replantacióu  in- 
mediata de  los  campos  y  abrió  subscripciones  públicas  para  so- 
correr al  sinnúmero  de  necesitados  que  había  en  la  Isla. 

A  continuación  se  decretó  la  libertad  de  los  prisioneros  del 
<cCompetitor»  así  como  otros  muchos  americanos  detenidos  en 
las  prisiones  de  la  Habana.  Esos  acontecimientos,  así  como 
el  decreto  de  autonomía  de  Cuba,  que  publicó  en  breve  el  Go« 
bierno  peninsular,  causaron  muy  buena  impresión  en  los  Esta- 
dos Unidos, 

La  prensa  madrileña  atacó  rudamente  al  Gabinete  Sagasta 
por  la  aprobación  del  decreto  de  autonomía,  asegurando  que 
era  autorizar  la  desorganización  de  la  Patria. 


64 

En  el  primer  mensaje  anual,  el  presidente  McKinley  mani- 
festaba á  principios  de  Diciembre  que  debería  el  pueblo  ameri- 
cano abaudonar  por  entonces  la  idea  de  interv^ención  en  Cuba 
ante  la  conducta  humanitaria  del  general  Blanco  y  la  libertad 
de  los  americanos  presos  en  la  Isla.  Tampoco  aceptó  el  recono- 
cimiento de  la  beligerancia,  creyéndolo  peligroso  para  el  país. 
El  mensaje  concluía  con  estas  palabras: 

«vSi  más  tarde  nos  vemos  obligados  á  intervenir  en  nombre 
de  la  civilización  y  de  la  humanidad,  será  preciso  que  esto  sea 
sin  provocación  de  nuestra  parte.  Es  necesario,  en  una  palabra, 
que  observemos  una  conducta  neutra,  con  la  seguridad  de  que 
nos  aprobará  el  mundo  entero.» 

Los  insurrectos  se  negaron'entretanto  á  aceptar  la  autonomía 
concedida  por  España  y  continuaron  oponiéndose  á  la  domina- 
ción. 

La  noticia  de  haber  sido  aprobado  por  el  Gobierno  español 
el  decreto  concediendo  la  autonomía,  no  produjo  pues  el  efecto 
deseado. 

Al  principiar  el  año  de  1898  la  guerra  de  insurrección,  que 
unos  dos  meses  antes  parecía  haberse  extinguido,  volvió  á  ha- 
cerse sentir  en  algunas  provincias. 

Los  trastornos  consiguientes,  ocasionados  así  á  los  nativos 
como  á  los  extranjeros  que  residían  en  Cuba,  dieron  lugar  á 
nuevas  quejas  de  los  ciudadanos  americanos,  las  cuales  obraron 
de  tal  suerte  en  el  ánimo  del  Gobierno,  que  se  resolvió  adoptar 
de  nuevo  la  política  de  intervención,  si  los  atentados  conti- 
nuaban. 

Esta  actitud  del  Gobierno  americano  fué  conocida  por  los  ha- 
bitantes de  la  Antilla  poco  después,  causando  un  desastroso 
efecto  en  el  ánimo  de  los  españoles,  á  la  vez  que  alentaba  á 
los  rebeldes  en  la  prosecución  de  la  guerra. 

Por  eso  cuando  á  fines  de  Febrero  hubo  en  la  Habana  una 
explosión  de  un  buque  americano,  no  faltó  quien  calumniara 
á  los  españoles  llamándolos  autores  de  tamaña  desgracia. 


o  9  O  ^  O  9 


CAPITULO  V. 


Di'strucción  del  acorazado 'Maine"  en  la  Iinbana. — ¿Uuál  fué  la  causa  del  ac- 
cidente?— Opinión  del  teniente  coronel  J.  T,  Bu(  knill  sobre  el  dictamen  de 
la  comisión  investigadora  americana. — Los  Estados  Unidos  juzgan  llegado 
un  "casus  belli." — Injusticia  de  su  proceder. 


las  nueve  y  treinta  y  cinco  minutos  de  la  noche  del 
15  de  Febrero  de  1898,  ei  acorazado  «Maioe»  de  la 
armada  norte  americana,  hizo  explosión  en  la  bahía 
de  la  Habana,  perdiéndose  totalmente  y  causando 
numerosas  víctimas. 

La  primeras  noticias  oficiales  enviadas  á  Washington  al  Se- 
cretario Long  por  el  comandante  Sigsbee,  capitán  del  buque, 
dicen:  el  «Maine»  casi  sumergido;  no  se  encuentran  á  Jhenkins 
ni  á  Merrit;  hay  pocas  esperanzas  de  encontrarlos:  se  sabe  que 
veinticuatro  oficiales  se  han  salvado;  de  los  tripulantes,  diez  y 
ocho  se  encuentran  heridos  á    bordo. 

((En  el  vapor  «City  of  Washington))  de  la  línea  Ward,  en  el 
hospital  y  en  los  hoteles,  se  encuentran  cincuenta  y  nueve,  por 
lo  que  hasta  ahora  se  sabe.  Los  restantes  perecieron  á  bordo  ó 
cerca  del  «Maine*. 

«Se  calcula  el  número  de  los  que  sucumbieron  en  253;  los 
daños  fueron  en  los  compartimientos  de  los  tripulantes. 

«Pienso  mandar  á  todos  los  heridos  al  hospital  de  la  Haba- 
na.— firmado  Sigbee.» 

A  las  once  y  cuarenta  de  la  mañana  del  mismo  día  16  de  Fe- 
brero, el  snb  secretario  de  Estado,  recibió  en  Washinton  el 
siguiente  despacho  de  la  Habana:  «Las  autoridades  lamentan 
el  accidente. — Nadie  conoce  el  origen  de  la  explosión.)» 

El  mismo  día  16  por  la  tarde  y  por  el  citado  conducto  de  la 
Prensa  Asociada,  se  recibieron  en  Washington  lo  siguientes 
cablegramas:  «El  vicecónsul  Springer,  asegura  que  los  oficiales 
se  salvaron.  El  capitán  Sigsbee  se  encontraba  á  bordo,  cuan- 


66 
do  ocurrió  la  explosión  y  esto  aconteció  en  la  proa  del  buque. 

No  tejigo  sospechas,  dijo,  y  he  hablado  con  varios  oficiales  lo  mis- 
mo  que  con  marineros.» 

Otro  despacho,  fechado  el  mismo  día,   dice: 

«El  crucero  español  Alfonso  XIII  que  se  encontraba  ancla- 
do cerca  del  «Maine»  echó  sus  botes  y  salvó  á  treinta  y  siete 
tripulantes  del  buque  americano. 

('Se  cree  que  el  origen  fué  la  explosión  del  caldero  del  dina- 
mo de  la  máquina.  El  capitán  Sigsbee  se  niega  á  hacer  una  de- 
claración sobre  el  desastre  basta  que  no  se  hagan  las  investiga- 
ciones necesarias. 

«El  gran  número  de  muertos,  obedece  á  que  la  mayor  parte 
de  los  marineros,  estaban  durmiendo  al  estallar  la  explosión.» 

Un  cablegrama  de  Madrid  recibido  en  México,  el  mismo  día 
i6,  dice: 

«La  noticia  sobre  el  desastre  del  «Maine»  c&usó  honda  impre- 
sión en  esta  ciudad,  y  se  ha  sentido  mucho  este  incidente.  Se 
publicó  una  nota  semio-ficial  á  este  respecto  y  el  gobierno  ex- 
presó su  pesar  por  la  catástrofe  al  Mini.stro  Woodford.» 

Pocos  díasMespués,  el  Ministro  americano  en  México,  Mr. 
Powel  Clayton,  interrogado  por  un  repórter,  de  un  diario  muy 
poco  simpático  á  la  causa  española,  refiriéndose  al  deplorable 
accidente,  dijo; 

«Ni  por  lin  momento  supongo  que  los  españoles  tengan  algo 
que  ver  con  lo  ocurrido.  Los  dos  países  conservan  una  paz  mu- 
tua, y  semejante  arción  habría  sido  muy  impolítica. 

Si  el  puerto  de  la  Habana  está  defendido  con  torpedos,  in- 
dudablemente el  Maine  fué  guiado  á  alguna  porción  salvado 
ra.  Esto  parece  comprobar  el  hecho  de  que  el  buque  de  guerra 
español  «Alfonso  XIII»  estaba  anclado  muy  cerca  del  Maifie. 
Solamente  en  tiempo  de  guerra  los  torpedos  son  dirigidos  á 
los  puertos  y  en  semejante  condición,  no  pueden  ser  tocados 
por  un  navio.  Ignalmeuie  no  es  creíble  que  uji  torpedo  fuera  en- 
viado del  puerto,  porque  esto  implicaría  que  los  españoles  tenían 
€71  su  poder  todas  las  baterías  de  los  puertos. 

«Algunas  cabezas  calenturientas,  pueden  haber  salido  en  un 
bote  y  colocado  un  torpedo;  pero  esto  sería  muy  difícil  hacerlo 
sin  ser  cogidos,  porque  i?idudableme7ite  los  vigilantes  del  Maine^ 
estabají  cumplie7ido  su  tarea. 

Interrogado  sobre  el  mismo  asunto  el  Sr.  Marqués  de  Ben- 
daña,  ministro  de  España  en  México,  dijo  que  «de  ninguna 
manera  se  inclinaba  á  creer  en  la  teoría  del  torpedo;  pues  entre 
otras  razones  expuso  la  de  que  el  «Alfonso  XIII»  buque  de 
guerra  español,  se  encontraba  anclado  estrechamente  al  «Mai- 
ne^» y  lo  más  probable  era  que  también  el  buque  español  hu- 
biese sufrido  averías  á  ser  un  torpedo  la  causa  de  la  explosión.» 
Y  para  confirmar  las  palabras  del  Sr.  Ministro  de  España,  re- 


67 

producimos  el  siguiente  mensaje  fecha  i6  de  Febrero  y  del  mis- 
mo origen  que  los  anteriores,  es  decir,    de  la  Prensa  Asociada: 

«Corrió  gravísimo  peligro  el  crucero  A lfo7iso  XIII  á^hiáo  é. 
lo  muy  cerca  que  estaba  el  Maine,  sin  embargo  maniobró  con 
tanta  habilidad,  que  anclado  junto  al  Maine^  soltó  sus  botes,  y 
tomó  activo  participio  en  el  empeño  de  rescatar  á  los  tripulan- 
tes ayudado  por  los  botes  de  los  demás  vapores  españoles.» 

La  prensa  toda  de  la  Península  á  su  vez  comentando  el  su- 
ceso pone  de  relieve  los  altos  sentimientos  de  la  nación  espa- 
ñola, como  se  verá  por  las  siguientes  líneas  de  «Kl  Liberal'»  fe- 
cha 17  de  Febrero: 

«Una  catástrofe  de  esa  naturaleza,  reclama  los  derechos  de 
la  humanidad,  y  los  rencores  de  la  política  deben  callar  ante 
ella.  Tales  calamidades,  interesan  á  los  dos  países,  aunque  es- 
tén divididos  y  sean  rivales,  pues  ellas  hieren  á  la  gran  familia 
humana. 

"Nuestra  noble  nación  haciendo  un  paréntesis  á  todo  otro 
sentimiento,  no  puede  menos  que  lamentar  este  accidente." 

Honda  impresión  causó  en  Madrid  la  noticia  del  desastre, 
especialmente  en  los  círculos  diplomáticos.  De  ello  se  podrá 
juzgar  por  el  siguiente  cablegrama  de  origen  americano,  así 
como  los  que  citaremos,  fechados  en  aquella  capital  el  18  de 
Febrero: 

«Todos  los  miembros  del  Gabinete  y  el  cuerpo  diplomático 
dejaron  sus  tarjetas  en  la  legación  americana  expresando  su 
condolencia  por  el  desastre  del  Maine  y  por  las  pérdidas  de  vi- 
das.» 

El  presidente  McKinley  con  fecha  19,  envió  el  siguiente  des- 
pacho á  su  ministro  en  Madrid:  «Washington — D.  C.  Woodford 
Ministro,  Madrid. 

Sírvase  manifestar  á  Su  Majestad,  mis  agradecimientos  por 
los  mensajes  de  condolencia  y  simpatía  que  manifiesta  en  un 
telegrama  que  se  acaba  de  recibir. — Firmado,   McKiyiley.yt 

También  de  la  Habana  el  Capitán  Ceneral  Blanco,  envió  un 
mensaje  al  encargado  de  negocios  de  España  en  Washington, 
en  nombre  del  gobierno  colonial  solicitando  que  se  sirviese 
manifestar  la  condolencia  del  Gabinete,  por  el  desastre. 

El  mismo  Capitán  General  aseguró  que  según  los  informes 
por  él  obtenidos,  «la  causa  de  la  primera  explosión,  fué  origi- 
nada, por  seiscientas  libras  de  pólvora  de  algodón  y  la  otra  por 
las  bombas  y  cartuchos.» 

En  21  de  Febrero,  el  comandante  Naval  de  la  Habana  de- 
claró que  «existen  pruebas  de  que  ningún  pescado  muerto  vino 
á  la  superficie  después  de  la  explosión  que  hundió  el  Maine, 
y  al  ocurrir  el  desastre,  no   hubo  el  menor   levantamiento  de 


68 

agua,  que  hubiese  seguido  indudablemeute  si  ésta   hubiera  si- 
do causada  por  uua  explosión  submarina.» 

A  mayor  abundamiento,  un  notable  marino  norte-americano 
el  vice-almirante  Erben,  declara,  según  se  lee  en  un  telegrama 
fechado  ese  día  en  Nueva  York,  que  el  Maine  voló  por  explo- 
sión originada  en  sus  propios  almacenes  y  que  esas  cosas  ya 
han  sucedido  antes.» 

En  la  misma  fecha  el  capitán  Sigsbee,  comandante  del  Mai- 
ne, telegrafió  al  Departamento  de  Marina,  «que  diariamente 
recibió  nuevas  muestras  de  simpatía  y  ofrecimientos  de  ayuda 
de  parte  de  las  autoridades  españolas.» 

En  22  de  Febrero  que  se  tuvo  ya  en  Madrid  un  informe  par- 
cial de  los  buzos,  el  Sr  Sagasta  declaró,  «que  por  el  examen 
que  han  hecho  del  casco  y  del  interior  del  buque,  el  desastre  re- 
conoce por  causa  algún  accidente  dentro  del  mismo  buque.» 

El  propio  día  22,  se  publicó  el  siguiente  despacho:  «dos  ca- 
jas de  diez  pulgadas  con  municiones  se  encontraron,  una  era  de 
las  que  hicieron  explosión  y  la  otra  estaba  llena  de  pólvora.» 

Le  Temps,  periódico  francés  de  reconocida  imparcialidad,  di- 
ce en  su  número  correspondiente  al  22  de  Febrero: 

"No  dudamos  por  un  solo  instante  qne  el  Gobierno  español 
sea  inocente  en  esta  catástrofe  que  tanto  se  ha  lamentado,  y  no 
encontramos  palabras  para  condenar  á  aquellos,  que  por  inte- 
reses mezquinos,  intentan  manchar  la  honra  de  una  nación,  no- 
ble por  excelencia,  arrojándole  á  la  cara  la  comisión  de  un  cri- 
men tan  atentatorio  como  el  que  dá  lugar  á  este  artículo.  De- 
jemos que  las  cosas  tomen  su  verdadero  curso,  y  al  fin  veremos 
qne  la  causa  sólo  fué  un  accidente  imprevisto.» 

Con  fecha  23  de  Febrero,  el  corresponsal  de  la  Prensa  Aso- 
ciada en  Washington,  telegrafió  lo  siguiente  al  Burean  Central 
en  Nashville: 

«Un  diplomático  que  goza  de  la  entera  confianza  del  Minis- 
terio, y  que  interpreta  la  actitud  del  Gobierno,  me  dijo  esta 
mañana  que  tanto  el  Presidente  McKinley,  como  todos  los  mieyji* 
bfos  de  su  Gabinete,  tie?ie7i  amplias  pruebas  de  qne  la  explosión 
del  Maine  no  fné  causada  por  un  acto,  en  el  cual  haya  tenido  in- 
gereiicia  el  Gobierno  español,^) 


II 

La  excitación  popular  en  Estados  Unidos,  obligó  á  ambos 
gobiernos  á  nombrar  comisiones  investigadoras  para  descubrir 
el  verdadero  origen  de  la  catástrofe. 

El  24  del  mismo  mes  de  Febrero  llegó  á  la  Habana  el  remol- 
cador «Right  Arm,»   para   dar   principio   á   los   trabajos  de  la 


69 

Corte  Naval  Investigadora  americana,  que  duraron  hasta  el  i6 
de  Marzo.  Antes  de  entrar  en  conjeturas,  bueno  es  citar  un  úl- 
timo telegrama  relativo  al  asunto,  y  fechado  el  21  de  Marzo  en 
Cleveland,  Ohío,  dice  así: 

«Mr.  Frank  H.  Morris,  cuarto  auditor  del  Ministerio  de  Ha- 
cienda y  amigo  íntimo  del  Presidente  McKínley,  hablando  so- 
bre el  desastre  del  Maine  dijo  que:  «cualquiera  que  haya  sido 
la  causa  de  la  catástrofe,  el  Presidente  y  los  ministros  están 
seguros  de  que  el  gobierno  español  no  ha  tenido  la  menor  in- 
gerencia en  el  asunto,  j) 

P0-  todos  los  despachos  citados,  de  origen  americano,  se  ve- 
rá que  no  hubo  absolutamente  nadie  que  no  estuviese  confor- 
me en  que,  fuera  del  incendio  antes  ó  después  de  la  explosión, 
todo  partió  del  propio  buque;  una  de  las  conjeturas  es  que  la 
explosión  fué  de  los  torpedos  que  llev^a  consigo  el  buque,  lo 
que  no  deja  de  ser  bastante  verosímil,  pues  lo  más  probable  es 
que  el  Maine  no  tuviera  torpedos  Whiteheads  ni  Howell,  por 
lo  que,  con  los  que  se  iba  á  maniobrar  debían  ser  los  fijos,  que 
los  americanos  cargan  con  dinamita,  con  lo  que,  y  más  si  hubo 
antes  una  explosión  de  calderas,  que  diera  el  choque  inicial,  no 
hay  que  buscar  otra  causa  á  la  Catábtrofj. 

Otra  conjetura  es  la  de  haberse  inflamado  el  combustible  lí- 
quido que  para  pruebas  tenía  á  bordo,  lo  que  cabe  en  lo  posi- 
ble, sobre  todo  si  era  como  experimento  y  no  tenía  todavía  las 
instalaciones  que  son  necesarias  para  un  huésped  tan  peligroso. 
No  es  tampoco  despreciable  la  conjetura  de  que  la  explosión 
de  la  caldera  fuese  de  una  de  las  que  haya  tenido  con  fuegos  . 
retirados,  si  el  buque  estaba  con  ciertas  precauciones,  fuegos 
retirados  que  son  siempre  del  mayor  peligro. 

Queda  por  último  otra  conjetura,  que  más  que  ninguna  pue- 
de estar  cerca  de  la  verdad,  y  es  que  el  buque  se  conservara  en 
son  de  combate,  con  municiones  repartidas  por  las  cubiertas, 
lo  que  en  momentos  de  combate  es  tan  sólo  de  relativo  peligro, 
porque  todo  el  mundo  está  en  su  puesto;  pero  si  este  sistema 
se  convierte  en  constante,  y  además  se  quiere  aparentar  que  se 
vive  vida  normal,  y  hay  forzosamente  descuido  de  las  precaucio- 
nes y  entonces  el  peligro  es  inminente. 

Es  indudable  que  la  tempestad  de  odio  que  se  desarrolló  en 
los  Estados  Unidos  al  conocer  el  dictamen  de  la  comisión  in- 
vestigadora, dio  ocasicn  al  partido  bélico,  para  reunir  en  tor- 
no de  su  bandera  á  todo  el  país  y  obligó  al  Gobierno  á  decla- 
rar una  guerra,  que  hasta  para  los  mismos  americanos  es  difí- 
cil de  explicar  por  otras  razones. 

Con  tal  motivo  y  después  de  leer  detenidamente,  cuanto  so- 
bre la  explosión  del  «Maine»  se  ha  escrito,  no  hemos  dudada 
ni  un  momento  en  reproducir  aquí  la  parte  más  interesante  del 


70 

extenso  y  concienzudo  artículo  que  sobre  el  asunto  escribió  el 
teniente  coronel  J.  T,  Bucknill,  y  que  fué  reproducido  por  ca- 
si todos  los  diarios  franceses  y  por  algunos  norte  americanos. 
«El  fallo  de  la  Comisión  investigadora,  dice,  es  de  tal  impor- 
tancia, que  sus  individuos  deberán  oir  con  paciencia  el  siguien- 
te examen  ó  crítica  de  su  trabajo  emprendido  con  un  espíritu 
amistoso,  por  uno  que  desea  únicamente  cooperar  en  el  esclare 
cimiento  de  la  verdad  del  desastre  del  MaÍ7ie.  Con  que  única- 
mente consigamos  refutar  la  certeza  del  fallo  de  la  Comisión 
americana,  habremos  realizado  una  obra  meritoria,  que  tiende 
á  hacer  desaparecer  la  profunda  aversión  á  España,  que  hoy 
prevalece  en  los  Estados  Unidos. 

«El  Comité  de  Investigación  trabajó  durante  veintitrés  días, 
y  su  informe  ocupa  281  páginas  de  pequeños  caracteres,  cons* 
tituidas  en  su  mayor  parte  por  un  registro  de  las  pruebas  tes- 
tificales realizadas.  Antes  de  entrar  en  el  examen  de  e^te  regis- 
tro, que  en  su  perfección  abraza  multitud  de  opiniones  y  de 
experiencias,  y  que  por  consiguiente,  es  á  menudo  confuso  y  en 
ocasiones  contradictorio,  bueno  será  referir  ligeramente  algu- 
nos hechos  anteriores  á  la  catástrofe. 

«Durante  algunos  años,  la  rebelión  de  los  cubanos  contra 
España,  había  recibido  auxilio  de  los  agitadores  americanos, 
auxilio  que  el  gobierno  de  Washington  no  había  podido  im- 
pedir. 

«En  los  comienzos  del  presente  año  existía  ya  cierta  hostili- 
dad, entre  las  dos  naciones,  cuando  el  24  de  Enero,  recibió  Mr. 
Lee,  cónsul  general  de  los  Estados  Unidos  en  la  Habana,  el  si- 
guíente  telegrama  del  Departamento  de  Estado  en  Washington: 
«Este  gobierno  tiene  el  propósito  de  reanudar  las  amistosas  vi- 
sitas navales  á  los  puertos  de  Cuba.  Con  este  objeto,  el  Maine 
irá  á  la  Habana,  dentro  de  uno  ó  dos  días.  Ruego  á  V.  prepa- 
re un  amistoso  cambio  de  cortesía  con  las  autoridades. — Firma» 
do — Day.w 

«El  cónsul  Lee,  contestó  lo  siguiente:  «Aconsejo  se  retrase 
la  visita,  seis  ó  siete  días  para  dar  lugar  á  que  la  última  exci- 
tación desaparezca.  Veré  á  las  autoridades  y  comunicaré  im- 
presiones, El  Gobernador  General  está  fuera  y  no  volverá  has- 
ta dentro  de  dos  semanas,  necesito  saber  el  día  y  la  hora  de  la 
visita.  — Firmado.  — Lee. 

«El  General  Lee,  fué  á  Palacio  por  la  noche  y  leyó  el  tele- 
grama á  las  autoridades.  Al  otro  día,  telegrafió  en  cifra  lo  si- 
guiente: 

«Habana,  Enero  25. — En  una  entrevista  entienden  autorida- 
des que  los  Estados  Unidos  se  proponen  fines  ulteriores  al  en- 
viar el  buque.  Dicen  que  entorpecerá  autonomía,  que  produci- 
rá  excitación  y  probablemente  manifestaciones.    Piden  que  no 


71 

se  realice  hasta  que  puedan  tener  instrucciones  de  Madrid  y 
añaden  que  si  la  visita  es  con  fines  amistosos  el  retrajo  no  ten- 
drá iruportancia. — Lee. 

Y  después  añadió,  el  mismo  día:  «Barco  llegó  sin  novedad 
á  las  once  de  la  mañana  de  hoy;  hasta  ahora  no  ha  habido  ma- 
nifestación.)) 

«Estos  incidentes,  parecerá  que  no  tienen  nada  que  ver  con 
nuestro  estudio;  pero  demostraré  á  mis  lectores,  que  tuvieron 
señalada  influencia  en  el  hallazgo  principal  del  Comité  ameri- 
cano, de  que  el  MaÍ7ie  fué  destruido  por  «la  explosión  de  una 
mina  submarina,  situada  b?jo  la  quilla  del  barco,  explosión 
que  levantó  el  casco  30  pies  sobre  su  posición  norraab)  casi  al 
nivel  del  bastidol^  número  18.  Esa  mina  ha  debido  ser  muy 
grande  y  esta  deducción  implica  necesariamente: 

10  Que  la  mina  fué  colocada  antes  del  24  de  Euero. 

20  O  que  la  mina  fué  colocada  secretamente  junto  á  la  boya 
no  4  en  la  noche  del  24  de  Enero. 

39  O  que  se  realizó  esa  operación  después  de  anclado  el  bu- 
que. 

Respecto  al  primer  punto,  si  el  puerto  estaba  minado  antes 
del  24  ¿por  qué  se  realizó  esta  operación  y  por  qué  razón  ha- 
bría de  practicarse? 

«El  puerto  de  la  Habana  es  pequeño.  La  extensión  que  pre- 
senta hasta  tres  brazas  de  profundidad,  no  tiene  más  que  una 
milla  de  anchura,  y  además  un  banco  de  arena,  que  partiendo 
del  S — E,  la  hace  aún  más  pequeña.  X/a  embocadura  del  N — O 
no  tiene  en  su  mayor  parte,  en  una  extensión  de  ocho  cables, 
más  que  una  anchura  de  un  cable.  Y  ahora  preguntó:  ¿Qué 
minero  submarino  que  esté  en  su  juicio,  va  á  minar  la  parte 
interior  de  un  puerto  de  esa  naturaleza  ó  va  á  colocar  una  mi- 
na cerca  de  la  boya  no  4?  Sería  lo  mismo  que  colocar  una  mi- 
na, frente  al  muelle  no  i  de  los  docks  de  Portmouth,  y  aun- 
que muchos  y  muy  hábiles  ingenieros,  han  estudiado  los  me- 
dios de  defender  este  puerto,  estoy  seguro  que  ninguno,  ni  aun 
en  sus  momentos  más  angustiosos,  propuso  minar  las  aguas 
interiores,  fronterizas  á  los  muelles. 

«Si  las  autoridades  de  la  Habana,  querían  defender  el  puer- 
to, mientras  pudieran  resistir,  era  lo  más  fácil  hacer  minar  la 
estrecha  y  larga  entrada.  Todo  trabajo  posterior  de  esta  clase, 
se  haría  evidentemente  minando  las  aguas  frente  á  la  ciudad^ 
que  se  extiende  extrechándose  en  algún  espacio  á  uno  y  otro 
lado  de  la  entrada  del  puerto. 

«En  una  palabra,  es  casi  inconcebible  que  el  puerto  de  la 
Habana  estuviese  minado  con  algún  fin  cerca  de  la  boya  núm. 
4,  antes  de  la  recepción  del  primer  telegrama  del  Gral.  Lee  el 
24  de  Enero  último.  Si  fuera  preciso  decir   algo  más  sobre  es- 


72 

to,  añadiría  que  el  puerto  no  hubiera  podido  minarse  de  esa 
manera,  sin  que  la  ciudad  entera  tuviese  conocimiento  de  ello; 
y  era  evidente  después  del  desastre  que  ni  las  personas  calleje* 
ras,  ni  el  mismo  cónsul  Lee,  sabrían  nada  de  tales  trabajos. 

((Por  consiguiente,  sería  completamente  pretensioso  suponer 
que  el  interior  del  puerto  estuviese  minado,  cuando  se  anun- 
ció repentina  é  inesperadamente  á  las  autoridades  españolas, 
el  envío  del  Maine  dieciocho  horas  antes  de  su  llegada. 

«La  misma  palabra  iyiesper adámente,  que  emplea  el  Gral.  Lee, 
atestigua  de  sobra  esto.  El  Gobernador  General  estaba  ausente, 
y  el  mismo  cónsul  Lee,  no  fué  consultado  de  antemano. 

«Esto  nos  lleva  á  examinar  el  segundo  punto:  ¿es,  cuando 
menos,  probable  que  .se  tuviera  preparada  de  antemano  una 
poderosa  mina,  para  colocarse  en  un  momento  dado  en  un  de- 
terminado punto  del  puerto?  De  ser  esto  cierto,  ¿con  qué  obje- 
to habría  de  haberse  hecho  este  preparativo?  Semejante  idea 
exije  un  gran  esfuerzo  de  imaginación  y  es  difícil  creer  que 
las  autoridades  españolas,  en  ausencia  del  Capitán  General, 
preparasen  rápidamente  un  plan  y  llevasen  á  cabo  el  nefasto 
propósito  de  destruir  un  buque  enviado  para  realizar  una  vi- 
sita amistosa,  por  una  nación  con  la  cual,  el  gobierno  de  la  Me- 
trópoli, deseaba  á  toda  costa  evitar  un  conflicto. 

«Pero  si  la  mina  no  hubiera  estado  lista,  la  operación  de  car- 
garla, cebarla  >  disponer  los  cables,  habría  exigido  cierto  tiem- 
po, además  de  que  su  embarque  en  una  lancha  de  vapor  ú  otro 
cualquier  barco  á  propósito  y  su  colocación  en  las  cercanías  de 
la  boya  no  4  hubiese  necesitado  el  concurso  de  nu.iaerosos  ope- 
rarios; la  operación  de  emplazar  habría  habido  que  realizarla 
á  300  yardas  de  los  muelies  á  400  del  buque  alemán  Guiseyíau 
y  á  250  del  crucero  español  Alfonso  XIII. 

«De  seguro  hubiera  sido  imposible  conservar  secreta  esta 
operación,  y  sobre  todo  durante  algún  tiempo. 

«Respecto  al  punto  tercero,  las  anteriores  deducciones  condu- 
cen sólo  á  esta  conclusión:  que  si  el  dictamen  de  la  Comisión 
es  exacto,  la  mina  debió  colocarse  bajo  el  buque,  después  de  la 
llegada  de  éste  á  la  boya. 

«Sólo  con  examinar  la  prueba  testifical,   se  adquiere   la  con 
vlcción  de  que  se  observaba  á  bordo  una  extremada  vigilancia 
especialmente  de  noche,  habiéndose  establecido  dobles  guar- 
dias y   patrullas   para   estar  prevenidos  á  la  menor  alarma  y 
puestos  en  servicio  todos  los  botes  próximos  al  buque. 

«Nada  resulta  en  dicha  prueba  más  claro,  que  la  persuación 
existente  en  los  tripulantes  del  Maine,  desde  el  Comandante 
hasta  el  último  grumete,  de  que  el  puesto  era  de  peligro,  to- 
mándose las  oportunas  precauciones,  aun  cuando  ignoro  si  se 
lanzaron  las  redes  contra  torpedos. 


73 

^  «El  capitán  Sigsbee,   después   de  detallar  las  precauciones 
que  habían  adoptado,  concluía  diciendo: 

ii El  sentido  de  todas  mis  ófdenes^  tenía  por  objeto  el  qae  consi* 
aerásemos  el  Maiae  en  una  situación  que  exijia  extremada  vigi- 
lancia,-n 

«Había  centinelas  en  la  proa  y  en  la  popa,  un  contramaestre 
y  un  grumete  en  el  puente,  otro  grumete  en  la  popa,  un  cabo 
encargado  de  vigilar  especialmente  el  costado  del  buque  que 
miraba  al  puerto,  un  oficial  en  el  puente,  y  un  contramaestre 
con  orden  de  vigilar  el  costado  del  buque  que  daba  al  mar; 
una  guardia  vigilaba  constantemente  por  la  noche;  los  centine- 
las tenían  las  armas  cargadas,  etc.,  etc.;  precauciones  contra 
los  que  traían  fardos,  suponiendo  que  podrían  emplear  dinami- 
ta ú  otros  explosivos. 

«Entre  los  supervivientes  que  prestaron  declaración,  algunos 
pensaban  que  el  barco  había  sido  volado  por  un  torpedo,  otros 
que  había  sido  cañoneado  por  una  artillería  gruesa,  demostran- 
do que  oficiales  y  soldados  estaban  persuadidos  de  los  supues- 
tos peligros  de  su  situación. 

«En  estas  circunstancias  es  muy  improbable  que  haya  podi- 
do colocarse  una  mina  poderosa  después  de  la  llegada  del  Mai- 
ne  éi  6o  6  70  pies  de  la  boya  cuarta,  junto  á  la  cual  estaba  an- 
clado el  buque  por  la  cadena  de  estribor.  Estando  la  boya  su- 
jeta sin  duda  como  es  costumbre,  con  dos  anclas,  con  objeto  de 
mantenerla  en  la  misma  posición,  hubiera  sido  preciso  colocar 
la  mina  bajo  las  narices  de  los  centinelas  de  popa  y  de  proa, 
y  debe  recordarse  que  las  fases  de  la  luna  fueron  las  siguientes: 
primer  cuarto,  39  Enero;  luna  llena,  6  Febrero  y  último  cuart- 
to,  14  Febrero. 

«Con  todas  estas  circunstancias  es  muy  difícil  creer  que  pu- 
diera haberse  colocado  una  mina  tan  cerca  del  barco  sia  que  se 
supiese. 

«En  un  meeti7ig  celebrado  recientemente  en  el  «National  Ci- 
vic  Club,))  de  Brooklyn,  mi  amigo  el  Capitán  Zalinski,  que  da- 
ba aquel  día  una  conferencia,  describió  la  mina  que  pudo  colo- 
carse fácilmente  y  hacer  explosión  bajo  el  Maine.  Ea  descrip- 
ción no  acompañaba  al  folleto  de  esta  conferencia  y  después  de 
leerla,  quise  darme  cuenta  de  la  mina  que  pudo  producir  la  ca- 
tástrofe, según  la  comisión,  y  que  pudo  ser  colocada  fácilmente, 
según  el  Capitán  Zalinski.  Una  mina  poderosa  exije  una  car- 
ga de  pólvora  de  gran  fuerza,  pero  no  un  alto  explosivo;  debía 
ser  una  mina  de  gran  tamaño.  Ahora  bien,  suponiendo  que  no 
fué  colocada  de  ninguna  manera,  ya  he  demostrado  las  dificul- 
tades que  se  oponen  á  ello,  ¿pudo  ser  lanzada? 

«Seguramente  que  no.  La  distancia  entre  los  fondos  del  bu- 
que y  el  lodo  no  ha  podido  ser  mayor  de  14  pies,  distancia  que 


74 

apenas  parecerá  bastante  para  ser  responsable  de  un  levanta- 
miento de  30  pies  en  la  qnilla.  Por  lo  tanto  una  mina,  de  ha- 
ber sido  lanzada,  no  debió  hacerse  á  una  profundidad  que  la 
hicieran  embarrancar  en  el  lodo.  Su  submersión  se  fijaría  en 
algo  próximo  al  calado  del  barco,  y  su  resultado  sería  una 
gruesa  ola  y  no  una  quilla  doblada.  La  idea  de  una  mina  flo- 
tante es,  en  mi  enterder,  insostenible  en  lo  referente  al  Maine. 

«Para  reasumir  nuestro  examen  diremos:  19  Que  es  una  lo- 
cura suponer  que  pudo  colocarse  una  mina  cerca  de  la  boya 
número  4,  formando  parte  de, un  sistema  de  defensas  submari- 
nas, ó  que  este  sistema  pudo  colocarse  sin  que  nadie  lo  supie- 
ra, aún  sin  conocer  sus  detalles. 

«29  Que  es  inconcebible  que  se  colocase  en  aquel  sitio  una 
mina  en  la  noche  del  24  de  Enero. 

«39  Que  es  absurdo  suponer  que  se  colocase  una  mina  des- 
pués del  24,  á  60  pies  de  un  buque  cuidadosamente  vigilado  y 

«49  Que  la  suposición  de  una  gran  mina  flotante  es  también 
intolerable.» 

Después  de  leer  el  concienzudo  artículo  del  teniente  coronel 
Bucknill,  ¿aún  habrá  insensatos  que  crean  que  el  Maine  fué 
volado  por  una  mina  submarina? 

III. 

Así  es  que,  según  las  declaraciones  del  Coronel  Bucknill,  del 
vice-almirante  Ij^rben,  del  corresponsal  de  la  Prensa  Asociada, 
y  del  mismo  capitán  general,  la  explosión  no  pudo  reconocer 
como  causa  un  agente  externo.  Todavía  más,  se  señala  ese 
agente:  uno  de  los  peligrosos  explosivos  que  llevaba  á  bordo 
el  buque. 

Pero  supongamos  por  un  momento  que  la  catástrofe  hubiese 
provenido  de  una  causa  exterior,  ¿bastaría  este  sólo  hecho  pa- 
ra hacer  responsable  á  España? 

Restaría  probar  que  la  causa  exterior  obedeció  á  un  acto  in- 
teligente, que  este  acto  inteligente  fué  de  un  español,  y  que 
habiendo  sido  de  un  español,  la  responsabilidad  es  de  toda  la 
nación  ibera. 

Los  Estados  Unidos  han  declarado  oficialmente  que  la  causa 
de  la  destrucción  del  Maine  fue  externa,  y  de  una  manera  tá- 
cita han  inferido  quo  la  responsabilidad  toca  á  España,  al  con- 
siderarlo como  el  punto  principal  de  las  resoluciones  del  Sena- 
do Americano,  que  dieron  lugar  al  ultimátum.  También  se  in- 
fiere esta  responsabilidad  del  hecho  significativo  de  haber  man- 
dado grabar  en  las  galletas  con  que  se  proveyó  después  á  los 
soldados  que  marchaban  á  la  guerra,  estas  palabras:  «Acordaos 
del  Maine»  remeiiiber  the  Maine.    Cuyo  sentido  implícito  é  in- 


75 

tencional  es  este:  «Acordaos  que  266  marinos  hermanos,  han 
sido  muertos  en  la  destrucción  del  Maíne  por  un  agente  extra- 
ño; y  ahora,  que  vais  á  pelear  contra  España^  es  tiempo  de  ven- 
gar su  muerte. 

Siempre  que  llevéis  este  alimento  á  vuestra  boca  tened  pre- 
sente este  suceso:  que  él  sirva  para  aumentar  vuestro  valor  y 
para  no  tener  piedad  de  quienes  os  han  ultrajado  tan  cobarde- 
mente.» 

Indica  pues  este  hecho  que  había  la  convicción  oficial  de  que 
España  había  sido  causa  de  la  destrucción  del  acorazado  ó  al 
menos  que  de  ella  era  la  responsabilidad.  De  otra  manera  no  se 
explicaría  el  sentido  de  la  frace  Remember  ¿he  Ma¿?ie,  Qw^náo 
los  americanos  marchaban  á  la  guerra  dos  meses  después. 

Concediendo  que  este  agente  hubiese  sido  un  acto  de  un  es- 
pañol, se  obra  con  gran  injusticia  al  pedirle  cuentas  de  ello  á 
toda  la  nación,  ¿Acaso  ha  declarado  Francia  la  guerra  á  Italia 
al  saber  que  Cesario  Santo,  asesinó  á  su  inolvidable  presidente 
Sadi  Carnot,  era  italiano?  El  daño,  la  ofensa  moral,  es  muy 
comparable. 

¿Acaso  declaró  España  la  guerra  á  esa  misma  nación  porque 
Cánovas  haya  sido  muerto  á  manos  de  un  bandido  italiano? 

La  Austria  ¿declarará  por  ventura  la  guerra  á  la  misma  in- 
fortunada Italia,  por  e|  alevoso  y  cobarde  asesinato  reciente* 
mente  cometido  en  la  persona  de  la  emperatriz  Elizabeth? 

Demostrado  que  el  gobierno  americano  tenía  la  convicción 
de  que  España  era  responsable  del  sentido  accidente,  hay  que 
suponer  en  aquel  gobierno  mucha  malevolencia  ó  falta  de  cri- 
terio para  conceptuar  á  España,  es'decir  á  sus  mandatarios,  ca- 
paces de  cometer  un  crimen  tan  cobarde  y  nefando. 

¿Se  creerá  por  ventura  que  el  general  Blanco,  ó  que  Sagasta 
ola  Reina  Regente  ordenaron  la  destrucción  del  Mainef 


CAPITULO  VI, 


Iuflu.;nciade  la  destrucción  del  "Maine"  en  U  guerra  liispauo-americana. — Men- 
saje del  Presidente  McKinley  al  Congreso  americano. — Resoluciones  del  Se- 
nado — Excitaciúa  popular. — El  ultinatum  —Retiro  de  los  Ministres. — Nue- 
vas demostraciones  anti  -americanas. 


I 


amos  visfo  en  los  capítulos  anteriores  á  qué  grado  de 
txcitación  habían  llegado  los  ánimos  en  las  clases  uu 
merosas  de  una  y  otra  nación,  con  motivo  de  las  de- 
mostraciones hostiles  que  se  habían  hecho  mutuamen- 
te, así  como  por  los  incidentes  de  las  discusiones  en  las  cáma- 
ras americanasTí 

La  nunca  bastante  lamentada  catástrofe  del  Maine,  vino  pues 
á  comunicar  este  depósito  de  explosivos  con  la  corriente  eléc- 
trica,  y  los  fatales  resultados  no  se  hicieron  ^ísperar. 

¡'Va  congreso  americano  á  quien  el  populacho,  poseído  de  in- 
dignación, compulsaba,  exigió,  por  decirlo  así,  del  presidente 
McKinley  la  comunicación  del  inolvidable  mensaje  de  ii  de 
Abril,  en  el  que  declarase  la  ingente  necesidad  de  intervenir 
cuanto  antes  en  la  guerra  que  se  libraba  en  Cuba  entre  espa- 
ñoles é  insurrectos,  para  ponerla  fin  y  garantir  los  intereses  de 
los  ciudadanos  délos  Estados  Unidos.  Bastante  fueron  discu- 
tidas y  condenadas  á  la  luz  da  la  lógica  y  del  derecho  de  gen- 
tes, las  especiosas  razones  que  alegara  Mr.  McKinley  para  de- 
fender tan  injusta  intervención  y  disculpar  un  verdadero  aten- 
tado contra  la  soberanía  de  España.  Por  lo  mismo  no  iní^istire- 
mos  en  protestar  y  nos  contraeremos  á  narrar  los  hechos,  con 
el  laconismo  conducente  á  nuestro  propósito. 
Hé  aquí  el  contenido  del  mensaje; 

«Obedeciendo  al  precepto  de  la  Constitución,  que  ordena  al 
Presidente  dar  informes  al  congreso,  de  tiempo  en  tiempo,  so- 
bre el  estado  de  la  situación  y  recomendar  la  consideración  de 
algunas  medidas,  que  juzgue  nesesarias,   es  de    mi    deber  hoy 


78 

día  dirigirme  á  ese  pder,  con  motivo  de  la  grave  crisis  que  se 
ha  suscitado  éntrelos  Estados  Unidos  y  España,  sobrevenida 
por  la  insurección  que  data  desde  hace  tres  años  en  la  Isla  de 
Cuba. 

«Procedo  de  esta  manera,  por  las  relaciones  íntimas  que  nos 
ligan  con  la  cuestión  cubana,  y  es  necesario  que  nuestro  go- 
bierno adopte  una  política  que  esté  de  acuerdo  con  los  precep- 
tos impuestos  por  los  fundadores  déla  Repúbiica,  y  religiosa- 
mente observados  por  los  administradores  anteriores,  hasta  la 
fecha. 

«La  actual  revolución  no  es  masque  la  sucesión  de  otras  in- 
surrecciones semejantes,  que  se  han  llevado  á  cabo  en  Cuba 
contra  el  dominio  español,  desde  medio  siglo  ha,  las  cuales  le 
han  ocasionado  á  los  Estados  Unidos  muchos  gastos  para  hacer 
rtspetar  las  leyes  de  la  neutralidad, 

«Estas  mismas  le  han  causado  al  comercio  americano  gran- 
des pérdidas,  trayendo  por  consecuencia  la  indignación  entre 
los  ciudadanos;  agregada  á  esto  la  manera  ciuel,  bárbara  y  sal- 
vaje de  coducir  la  guerra,  ha  herido  los  corazones  y  ofendido 
las  simpatías  humanitarias  de  nuestro  pueblo. 

«Desde  que  comenzó  la  presente  revolución,  esta  nación  ha 
visto  desaparecer  las  riquezas  de  esa  isla  á  impulsos  de  una 
guerra  sin  igual  en  los  anales  de  la  historia  de  Cuba,  y  sin  se- 
mejanza entre  las  guerras  contemporáneas  de  los  pueblos  que 
luchan  por  su  libertad. 

«Nuestro  pueblo  ha  presenciado  descender  desde  la  opulen- 
cia hasta  el  grado  más  ínfimo  de  miseria  á  los  habitantes;  su 
comercio  lucrativ^o  arruinado,  y  al  pueblo  perecer  por  millares, 
de  hambre  y  de  miseria. 

«Nosotros  mismos  nos  hemos  visto  obligados  á  observar  aque- 
lla estricta  neutralidad  que  nuestras  propias  leyes  ordenan,  pa- 
ra evitar  cualquier  acto  que  podría  calificarse  como  una  ayuda 
á  los  cubanos. 

«Nuestro  comercio  ha  sufrido,  el  capital  invertido  por  nues- 
tros conciudadanos  en  Cuba  se  ha  perdido  casi,  pero  el  temple 
y  paciencia  de  nuestro  pueblo  ha  sido  puesto  á  prueba  tan  pe- 
nosamente, hasta  producir  peligrosa  inquietud  entre  nuestros 
propios  ciudadanos,  que  han  encontrado  de  modo  inevitable  su 
expresión  en  la  representación  nacional;  de  modo  que  se  incor- 
pora en  el  conjunto  de  nuestro  ser  político,  acrecenta  la  aten- 
ción y  queda  firme  en  el  camino  de  esa  franca  devoción  al  ade- 
lanto interior,  qne  se  convierte  en  propio  interés  por  la  riqueza 
nacional,  cuya  máxima  primera  ha  sido  evitar  todo  conflicto 
con  las  potencias  extranjeras. 

«Todo  esto  debe  necesariamente  haber  despertado  nuestra 
ansiedad,  y  por  lo  tanto,  ha  provocado  el  mayor  interés  de  par* 


79 

te  de  este  gobierno,  lo  misrao  que  del  de  mi  predecesor,  en  este 
sentido. 

«En  Abril  de  iSgé  los  males  que  resentía  nuestro  país  por  la 
guerra  de  Cuba,  se  hicieron  tan  onerosos,  que  el  Presidente 
Cleveland  hizo  un  esfuerzo  para  conseguir  la  paz  por  medio  de 
la  intervención  de  este  g(>bierno,  que  tendiera  á  un  honorable 
arreglo  de  la  contienda  entre  España  y  su  colonia  rebelde,  so- 
bre ias  bases  de  un  programa'efsctivo  de  gobierno  propio  para 
Cuba,  bajo  la  bandera  de  la  soberanía  de  España. 

«Fracasó  ante  la  repulsa  del  gobierno  español,  que  estaba 
entonces  en  el  poder,  que  no  quiso  tomar  en  cuenta  ninguna 
forma  de  mediación,  ni  siquiera  un  plan  cualquiera  de  arreglo 
que  no  se  basara  en  la  sumisión  completa  de  los  insurrectos,  y 
solamente  entonces  sobre  tales  bases  podría  España  conceder 
algún  arreglo. 

"La  guerra  continuaba  sin  abatirse. 

"La  resistencia  de  los  insurrectos  no  disminuía  de  ningún 
modo. 

"Los  esfuerzos  de  Espsña  se  aumentaron  con  el  despacho  de 
nuevos  contingentes  á  Cuba,  y  con  la  adición  á  los  horrores  d« 
la  lucha,  de  una  nueva  é  inhumana  fase  sin  precedentes  en  la 
historia  moderna  de  la  civilización,  en  los  pueblos  cristianos. 

"La  política  de  desvastación  y  reconcentración  inaugurada 
por  el  bando  del  Capitán  General  publicado  el  21  de  Octu- 
bre de  1 896  en  la  Provincia  de  Pinar  del  Río,  se  extendió  después 
á  toda  la  isla,  á  donde  alcanzaba  el  poder  de  las  armas  españo- 
las por  medio  de  ocupaciones  militares. 

"Todos  los  habitantes  del  campo,  inclusive  los  que  se  dedi- 
caban francamente  á  los  trabajos  de  agricultura,  fueron  recibi- 
dos en  el  interior  de  las  ciudades  guarnecidas  ó  en  plazas  aisla- 
das defendidas  por  las  tropas. 

"El  tráfico  y  cambio  de  provisiones  de  todas  clases,  quedó 
prohibido. 

"La  llama  del  incendio  se  extendió  por  todas  partes;  los  mo- 
linos y  los  ingenios  fueron  destruidos,  y  en  poco  tiempo  todo  lo 
que  pudieran  conducir  á  la  desolación  y  á  la  ruina  y  destruir 
lo  útil  para  la  vida  del  hombre,  ó-  para  su  alimentación,  fué 
ejecutado  por.  una  y  otra  parte  de  los  dos  contendientes  que  te- 
nían poder  ásu  disposición. 

"Cuando  hace  un  año  la  actual  administración  se  hizo  cargo 
de  la  cosa  pública,  la  llamada  concentración  se  había  hecho 
efectiva  en  la  mejor  parte  de  las  cuatro  provincias  occidentales: 
Santa  Clara,  Matanzas,  Habana  y  Pinar  del  Río. 

«La  población  agrícola  estimada  en  300,000  ómáshabitantes, 
fué  encerrada  en  las  ciudades  ó  en  sus  inmediatas  cercanías, 
privada  de  los  medios  de  subsistencia,  destituida  de  los  modos 


80 

de  vivir,  abandonada  enteramente  y  expuesta  á  las  más  espan» 
tosas  condiciones. 

«Como  se  extendió  la  escasez  de  alimentos  con  la  devastación 
de  lo;  campos  de  producción,  la  pobreza  y  la  necesidad  llegaron 
hasta  la  miseria  y  el  hambre. 

«Un  mes,  después  de  otro  raes,  la  cifra  de  muertos  iba 
aumentando.  En  Marzo  de  1897,  según  las  cifras  más  pruden- 
tes tomadas  de  fuentes  oficiales  españolas,  la  mortalidad  entre 
los  reconcentrados  por  el  hambre  y  sus  consecuencias,  excedió 
del  cincuenta  por  ciento. 

«Nir.gúu  auxilio  práctico  se  acordó  para  aliviar  á  los  desgra- 
ciados. 

«Las  ciudades  atestadas  sufriendo  ya  la  gran  carestía  no  pu- 
dieron darles  ayuda.  Las  llamadas  zonas  de  cultivo  quedando 
en  el  área  de  los  centros  militares,  cerca  de  las  ciudades  y  for- 
tificaciones fueron  un  remedio  ilusorio    para  los  pacientes. 

«Siendo  los  infortunados  en  su  mayor  parte,  mujeres,  niños 
y  viejos  desesperados,  debilitados  por  las  enfermedades  y  el 
iiambre,  no  podían  haber  cultivado  el  suelo  sin  herramienta  ó 
útiles  para  su  sostén. 

«Entie  tanto,  la  situación  militaren  la  isla  había  adquiricio 
un  notable  cambio. 

«La  extraordinaria  actividad  que  caracterizó  el  segundo  año 
de  la  guerra,  cuando  los  insurrectos  invadieron  aún  los  hasta 
ahora  indefensos  campos  de  Pinar  del  Río,  y  llegaron  en  son 
de  ruina  y  destrucción  hasta  los  muros  de  la  misma  ciudad  de 
la  Habana,  ha  degenerado  en  una  lucha  vulgar  en  las  provin- 
cias del  centro  y  oriente  de  la  Isla. 

«Las  armas  españolas  recobraron  en  cierto  punto  Pinar  del 
Río  y  parte  déla  Habana,  pero  bajo  las  condiciones  existentes 
de  la  población  rural,  sin  inmediatamejoría  de  la  situación 
productiva. 

«Aun  parcialmente  restringidos  así,  los  revolucionarios  sos- 
tuvieron su  propia  conquista  y  sumisión,  adelantada  por  Espa- 
ña como  la  esencial  y  única  base  de  paz,  que  parecía  tan  lejos 
del  principio. 

«En  este  estado  de  cosas,  mi  administración  se  encontró  fren- 
te al  grave  problema  de  su  deber. 

En  mi  mensaje  de  último  Diciembre,  revisé  la  situación  y 
señalé  los  pasos  dados  para  evitar  el  choque,  que  habría  el  ca- 
mino para  alguna  forma  de  honrrosos  arreglos. 

"El  asesinato  del  Sr.  Cánovas  del  Castillo  produjo  un  cam- 
bio completo  en  el  gobierno  español.  Esta  nueva  administra- 
ción que  llevó  al  poder  al  partido  liberal,  trató  de  implantar 
una  nueva  política  de  reforma  en  Cuba  y  Puerto  Rico,  conce- 
diendo la  autonomía. 


81 

«Las  insinuaciones  del  Gobierno  hechas  por  medio  de  nues- 
tro Enviado,  con  el  fin  de  mejorar  inmediata  y  positivamente 
la  situación  déla  Isla,  aunque  no  aceptadas  en  todo,  se  admi- 
tió una  cierta  forma  de  mediación,  y  fueron  contestadas  alegan- 
do que  se  daría  á  Cuba  un  gobierno  autonómico,  sin  esperar 
que  la  guerra  terminase,  y  que  la  guerra  sería  conducida  de  una 
manera  más  humana. 

«A  fines  de  Noviembre  ya  no  había  ningún  ciudadano  ame- 
ricano en  las  prisiones  españolas. 

«Mientras  las  negociaciones  se  llevaban  á  cabo  aumentó  el 
desamparo  de  los  desgraciados  reconcentrados,  y  el  estado  de 
estos  llamó  seriamente  la  atención.  Esta  medida  de  socorro 
puesta  en  práctica  por  el  Cónsul  General,  fué  recibida  con  gra- 
titud. Los  esfuerzos  hechos  por  el  Comité  Central,  fueron  de 
benéficos  resultados.  Se  hicieron  los  arreglos  necesarios  para 
el  transporte  de  las  provisiones  á  Cuba. 

«El  Presidente  de  la  Cruz  Roja  americana  y  representantes 
de  otras  sociedades,  visitaron  generosamente  la  Isla  y  obraron 
de  conformidad  con  los  cónsules. 

«La  guerra  en  Cuba  es  de  tal  naturaleza,  que  parece  imprac" 
ticable  la  subyugación  y  el  abatimiento  de  uno  de  los  dos  par- 
tidos contendientes,  por  medio  de  un  triunfo  militar.  Alterna- 
tivamente prevalece  el  agotamiento  físico  de  una  ó  de  otra  par- 
te, ó  quizas  de  las  dos.  Tan  espantosos  resultados  de  la  pre- 
sente lucha  tienen  que  ser  debidamente  considerados  con  equi- 
dad por  todo  el  mundo  civilizado,  y  más  que  todo,  por  los  Es- 
tados Unidos  afectados  y  lastimados,  como  lo  están  hondamen- 
te en  su  íntima  existencia.» 

Con  tales  ideas,  dijo  el  Presidente,  que  había  sometido  el  27 
de  Marzo,  proposiciones  finales  al  gobierno  espafiol  relativas  á 
un  armisticio,  hasta  el  19  de  Octubre,  para  las  negociaciones  de 
paz,  median^  sus  buenos  oficios. 

«La  respuesta  del  Gabinete  español,  recibida  el  31  del  pasa- 
do— continuó— ofrece  como  medios  de  paz  en  Cuba,  confiar  su 
establecimiento  al  departamento  del  Gobierno  insular  en  cuan- 
to fuera  necesaria  la  concurrencia  de  este  cuerpo  para  alcanzar 
los  resultados  finales,  aparte  de  las  facultades  reservadas  por  la 
Constitución  al  Gobierno  Central,  no  menguadas  ni  disminuidas. 

«Como  el  Parlamento  Cubano  no  se  reúne  hasta  el  día  4  de 
Mayo  próximo,  el  Gobierno  español  no  quisiera  oponerse  por 
su  parte  á  la  aceptación  definitiva  de  la  suspensión  de  hostili- 
dades, si  fuera  pedida  por  los  insurrectos  ó  por  el  General  en 
jefe  á  quienes  obedecen,  y  á  quien  tocaría,  en  tal  caso,  determi- 
nar la  duración  y  condiciones  del  armisticio. 


82 

«Con  esta  última  resolución  en  el  camino  directo  de  la  paz 
y  su  acuerdo  recibido  por  el  Ejecutivo  español,  se  pensó  haber 
Terminado  todo  esfuerzo. 

«En  mi  mensaje  anual  de  Diciembre  último,  dije:  «De  las  ex- 
presadas medidas  emana  ei  reconocimiento  de  los  insurrectos 
como  beligerantes,  la  recomendacióu  de  la  independencia  de 
Cuba,  la  intervención  neutral  para  terminar  la  guerra,  impo- 
niendo racionales  compromisos  entre  los  contendientes,  ó  la  in- 
tervención en  favor  de  uno  ó  de  otro  partido. 

«No  hablo  de  anexión  forzosa,  porque  eso  no  puede  tomarse 
en  cuenta.  Según  nuestro  código  de  moralidad,  sería  una  cri- 
minal agresión. 

«En  tal  vitud,  considero  estas  proposiciones  á  la  luz  de  las 
palabras  correctas  del  Presidente  Grant,  pronunciadas  en  1875, 
cuando  después  de  varios  cños  de  sanguinaria  destrucción  y 
bárbaras  crueldades  en  Cuba,  llegó  á  la  conclusión  de  que  el 
reconocimiento  de  la  independencia  de  la  Isla  era  impractica- 
ble é  indefendible,  y  que  el  reconocimiento  de  la  beligerancia 
no  estaba  gaiantizado  por  los  hechos,  conforme  á  los  textos  de 
las  leyes  internacionales. 

«Comenté  especialmente  el  último  aspecto  de  la  cuestión,  se- 
ñalando la  inconveniencia  y  los  peligros  positivos  del  recono- 
cimiento de  la  beligerancia,  que  al  añadir  á  los  ya  pesados  car- 
gos de  la  neutralidad  en  nuestra  propia  jurisdicción,  no  podía 
de  ningún  modo  exte%.ierse  nuestra  influencia  á  oficios  efecti- 
vos en  el  campo  de  las  hostilidades. 

wDesde  entonces  nada  ha  ocurrido  que  haya  hecho  variar  mis 
opiniones  á  este  respecto.  Reconozco  ahora  plenamente  que  la 
promulgación  de  una  proclama  de  neutralidad  que  podría  titu- 
larse el  reconocimiento  de  la  beligerancia,  no  conduciría  á  nin- 
gún fin,  pues  nosotros  trabajamos  para  la  pacificación  de  Cu- 
ba, y  para  que  la  miseria  que  aflige  á  los  habitantes  de  la  Is- 
la, cese.» 

Volviendo  sobre  el  reconocimiento  de  la  idependencia  del 
presente  gobierno  insurrecto,  el  Presidente  tomó  como  prece- 
dente el  mensaje  de  Jackson,  dirigido  al  Congreso  el  21  de  Di- 
ciembre en  1836  sobre  el  reconocimiento  de  la  independencia 
de  Texas. 

Continuó  Mr.  McKinley:  «En  la  contenida  entre  España  y 
las  colonias  sublevadas  nos  mantuvimos  alejados,  y  no  sola- 
mente esperamos  hasta  que  los  nuevos  Estados  estuviesen  en 
la  posibilidad  de  protejerse  ellos  mismos,  sino  que  hasta  que  el 
peligro  pasó. 

«Entonces  fueron  reconocidos.  Este  fué  también  el  curso  de 
nuestra  política  para  México.  Si  es  cierto  que  con  respecto  á 
Texas  la  autoridad  civil  de  México   fué  expulsada,  el  ejército 


83 

invasor  derrotado,  el  jefe  de  la  República  capturado  y  todo  su 
poder  aniquilado  por  el  gobierno  organizado  en  Texas,  por 
otra  parte,  existía  en  apariencia  una  inmensa  desigualdad  en 
las  fuerzas  físicas  contra  Texas. 

«La  República  Mexicana,  bajo  un  nuevo  jefe,  trató  de  inva- 
dir nuevamente  para  recuperar  su  antiguo  dominio. 

«Una  nueva  invasión  de  Texas  fué  organizada,  y  nuestro  re- 
conocimiento de  independencia  en  una  crisis  semejante,  pudo 
apenas  considerarse  como  concordante  con  aquella  prudente  re- 
serva con  la  que  nosotros  hemos  tratado  siempre  semejantes 
cuestiones. 

«El  decreto  de  España  para  la  suspensión  de  hostilidades: 
fué  sometido  al  Congreso  para  que  lo  tomase  en  consideración, 
anotando  que  si  esta  medida  es  de  benéficos  resultados,  se  ha- 
brían logrado  las  aspiraciones  de  paz  que  quiere  nuestro  pue- 
blo. Si  fracasa,  habrá  otra  justificación  para  afianzar  aún  más 
nuestra  acción  manifiesta,  w 

El  incidente  del  «Maine»  figura  notablemente  en  el  mensaje. 

Argulle  el  Presidente  que  la  destrucción  del  buque  en  el 
puerto  de  la  Habana,  muestra  á  España  incapaz  de  garantizar 
la  seguridad  de  los  barcos  extranjeros. 

«España  ha  negado  toda  relación  con  aquel  desastre,  y  ha 
ofrecido  someter  á  arbitraje  todas  las  diferencias  que  pudieran 
surgir  de  aquel  asunto. 

El  Presidente  dijo  que  bajo  ningún  concepto  piensa  que  fue- 
se sabio  ó  prudente  reconocer  la  independencia  de  la  llamada 
república  cubana. 

Tal  reconocimiento  era  innecesario  y  no  incapacitaba  á  los 
Estados  Unidos  para  intervenir  y  pacificar  la  isla. 

Sobre  este  particular,  el  Presidente  dijo:  «Sujetar  hoy  á  este 
país  al  reconocimiento  de  cualquier  Gobierno  particular  en  Cu- 
b^,  podía  comprometernos  á  interrumpir  las  condiciones  interna- 
cionales, obligándonos  con  una  organización  casi  desconocida. 

«En  caso  de  intervención,  nuestra  conducta  estaría  sujeta  á 
aprobar  y  desaprobar  tal  gobierno,  quedaríamos  sometidos  á  su 
dirección  y  á  asumir  su  simple  relación  de  amistosa  alianza. 

«Cuando  aparezca,  sin  embargo,  que  hay  en  la  Isla  un  go- 
bierno será  pronto  y  rápidamente  reconocido.» 

El  Presidente  dijo  que  quedaban  en  la  alternativa  de  la  in- 
tervención para  terminar  la  guerra;  ó  como  imparcial  para  im- 
poner un  compromiso  racional  entre  los  contendientes,  ó  como 
aliados  activos  de  una  ú  otra  parte, 

«La  forzosa  intervención  de  los  Estados  Unidos  como  neu- 
trales para  contener  la  guerra,  de  acuerdo  con  los  amplios  dic- 
tados de  la  humanidad,  y  siguiendo  muchos  precedentes  histó- 
ricos; en  que  muchos  Estados  vecinos  han  intervenido  para  re- 


84 

primir  desesperados  sacrificios  de  vida,  en  conflictos  entre  í?us 
convecinos,  es  justificable  en  el  terreno  internacional. 

«El  campo  de  semejante  intervención  puede  reasumirse  como 
sigue: 

primero: 

«Por  la  causa  de  la  humanidad  y  para  poner  fin  á  las  barba- 
ries, derramamientos  de  sangre,  escaceses  y  horribles  miserias 
que  hoy  existen  allí  y  que  las  partes  en  el  conflicto  son  inca- 
paces ó  no  quieren  detener  ó  mitigar. 

«Es  sobre  todo  nuestro  deber,  porque  la  razón  llama  á  nues- 
tras puertas. 

SEGUNDO: 

«Debemos  á  nuestros  conciudadanos  en  Cuba  auxilio  y  pro- 
tección, y  la  indemnización  por  la  vida  y  la  propiedad  que  nin- 
gún gobierno  puede  ahí  darles  ó  concederles*,  y  con  este  obje- 
to acabar  con  las  condiciones  que  los  privan  de  toda  protección. 

TERCERO: 

«El  derecho  de  intervenir  puede  justificarse  por  los  muy  se- 
rios perjuicios  al  comercio,  al  tráfico,  y  á  los  intereses  de  nues- 
tro pueblo,  y  por  destrucción  de  la  propiedad  y  desolación  de 
la  Isla. 

CUARTO: 

«Lo  que  es  de  mayor  importancia:  la  actual  condición  de  los 
asuntos  en  Cuba,  es  una  constante  amenaza  á  nuestra  paz  in- 
terior, y  ocasiona  á  este  gobierno  enormes  gastos. 

Estos  elementos  de  peligro  y  de  desorden  ya  citados  y  cono- 
cidos por  trágicos  acontecimientos,  han  movido  profunda  y 
justificadamente  al  pueblo  americano.  Ya  transmití  al  Con- 
greso el  informe  de  la  Corte  Naval  investigadora  sobre  el  desas- 
tre del  «Maine»  ocurrido  en  el  puerto  de  la  Habana,  en  la  no- 
che del  15  de  Febrero. 

«La  destrucción  de  aquel  hermoso  buque  causó  pésima  im- 
presión é  indecible  horror,  y  aún  mayor,  al  dar  su  fallo  la  Co- 
misión investigadora  de  que  la  explosión  fué  externa,  ocasio- 
nada por  una  mina  submarina. 

«No  se  señalan  aún  las  responsabilidades:  éstas  se  fijarán 
más  tarde. 

«No  cabe  la  menor  duda  que  el  desastre  del  «Maine»  obede- 
ce á  una  causa  exterior.  Esta  circunstancia  demuestra  que  el 
Gobierno  español  no  puede  garantizar  la  seguridad  de  los  bu- 
ques de  la  marina  americana  en  el  puerto  de  la  Habana,  que 
se  dirijan  con  una  misión  de  paz.  España  ha  pedido  á  este  Go- 
bierno que  la  cuestión  del  «Maine»  se  someta  al  arbitraje,  pero 
se  declaró  que  no  había  tenido  respuesta  á  este  mensaje.  .    .    . 


85 

«La  larga  experiencia  ha  probado  que  el  objeto  de  España 
para  terminar  la  guerra,  no  puede  alcanzarse.  I^a  llamarada  de 
la  insurrección  podrá  encenderse  ó  apagarse  con  las  distintas 
estaciones;  pero  no  ha  sido  apagada  y  ardiendo  plenamente, 
no  puede  extinguirse  por  los  actuales  sistemas. 

«La  única  esperanza  de  auxilio  y  de  reposo  de  una  condición 
que  no  puede  prolongarse,  es  la  pacificación  de  Cuba.  En  nom- 
bre de  la  humanidad,  en  nombre  de  la  civilización,  en  nombre 
de  los  intereses  americanos  que  peligran,  tenemos  el  derecho  y 
el  deber  de  hablar  y  hacer  que  la  guerra  cese  en  Cuba. 

«En  vista  de  estos  hechos  y  de  estas  consideraciones,  pido  al 
Congreso  autorice  y  faculte  al  Presidente,  para  que  adopte  me- 
didas y  asegure  la  completa  terminación  de  las  hostilidades  en- 
tre el  gobierno  español  y  el  pueblo  cubano,  así  como  para  que 
se  establezca  un  gobierno  permanente,  capaz  de  conservar  el 
orden  y  observar  sus  obligaciones  internacionales,  asegurando 
la  paz  y  la  tranquilidad,  dando  las  garantías  individuales,  las 
mismas  que  nosotros  gozamos,  y  para  que  utilice  las  fuerzas 
navales  y  militares  de  los  Estados  Unidos,  si  es  necesario,  con 
tal  fin.  Por  interés  humanitario,  y  para  conservar  las  vidas  de 
los  necesitados  en  la  Isla,  recomiendo  que  las  distribución  de 
los  socorros  continúe  y  que  se  vote  una  resolución,  para  que  el 
Tesoro  público  socorra  á  esos  ciudadanos. 

«La  resolución  está  ahora  en  manos  del  Congreso.  Es  una 
solemne  responsabilidad   para  vosotros. 

«He  agotado  todos  los  esfuerzos  para  mejorar  la  terible  con- 
dición de  los  asuntos  que  están  pendientes.  Preparado  á  cuu- 
plir  todas  las  obligaciones  que  me  impone  la  Constitución  y  las 
leyes,  espero  vuestra  resolución. 

«Ayer,  y  al  estar  preparado  ya  el  anterior  mensaje  y  oficial 
información,  fué  recibido  por  mí  el  ultimo  decreto  de  la  Reina 
Regente  de  España,  dirigido  al  Gral.  Blanco,  para  preparar  y 
facilitar  la  paz,  proclamando  la  suspensión  de  hostilidades;  de- 
talles que  todavía  no  se  me  han  comunicado. 

«Está  circunstancia,  como  otras  consideraciones  conducentes, 
estoy  seguro  que  recibirán  de  vosotros  escrupulosa  atención  en 
las  augustas  deliberaciones  en  que  vais  á  entrar. 

«Si  esta  medida  obtiene  buenos  resultados,  entonces  se  ha- 
brán realizado  nuestras  aspiraciones,  como  pueblo  cristiano 
amante  de  la  paz.  Si  fracasan,  solamente  significarán  otra  jus- 
tificación  para  nuestra  actitud  futura. 

«Palacio  del  Ejecutivo,  Abril  ii  de  iS^gS.  (firmado)  Wiliam 
McKinley. » 

Como  resultado  del  mensaje  del  Presidente  de  la  Unión,  el 
Senado  Americano  votó  las  resoluciones  siguientes,  con  fecha 
1 6  de  Abril  del  corriente  año,  y  por  una  mayoría  de  cincnenta 
y  un  votos  contra  treinta  y  siete. 


86 

«Bn  virtud  de  las  espantosas  condiciones  que  han  existido 
por  más  de  tres  años  en  la  Isla  de  Cuba,  tan  cerca  de  nuestras 
propias  fronteras,  que  han  conmovido  el  sentido  moral  del  pue- 
blo americano  y  han  sido  para  la  civilización  una  desgracia, 
evidenciada  en  la  destrucción  de  un  acorazado  americano,  con 
i66  de  sus  oficiales  y  tripulantes,  al  estar  haciendo  una  visita 
amistosa  en  el  puerto  de  la  Habana;  en  virtud  de  que  tal  esta- 
do no  puede  prolongarse  por  mas  tiempo,  según  se  ha  asenta- 
do en  el  mensaje  que  el  Presidente  de  los  Estados  Unidos  en- 
vió al  Congreso  el  1 1  de  Abril  de  1898,  sobre  el  cual  se  ha  ba- 
sado la  actitud  de  las  Cámaras;  por  lo  tanto,  se  resuelve: 

Primero — Que  el  pueblo  de  la  Isla  de  Cuba  tiene  derecho  y 
debe  ser  libre  é  independiente  y  que  el  Gobierno  de  los  Estados 
Unidos  reconoce,  por  consiguiente,  á  la  República  de  Cuba  co- 
mo el  verdadero  y  legal  gobierno  de  aquella  isla. 

Segundo. — Que  es  un  deber  de  los  Estados  Unidos  pedir,  y 
el  Gobierno  de  la  Unión,  debe,  por  lo  tanto,  pedir  que  el  Go- 
bierno de  España  abandone  de  una  vez  su  autoridad  y  su  go- 
bierno en  la  Isla  de  Cuba,  y  retire  sus  fuerzas  de  tierra  y  mar, 
de  Cuba  y  de  bs  aguas  cubanas. 

Tercero. — Que  el  Presidente  de  les  Estados  Unidos  sea  y  que- 
de directamente  facultado  para  usar  todas  las  fuerzas  navales 
y  militares  de  los  Estados  Unidos  y  llamar  al  actual  servicio  de 
la  Unión  americana  á  las  milicias  de  algunosEstados  hasta  don- 
de sea  necesario  para  llevar  á  cabo  estas  resoluciones. 

Cuarto. — Que  por  consiguiente,  los  Estados  Unidos  desechan 
toda  disposición  o  intención  de  ejercer  soberanía,  jurisdicción 
ó  dirección  sobre  dicha  Isla,  excepto  para  la  pacificación  de 
ella  y  aseguran  su  determinación  cuando  ésta  sea  complicada, 
se  deje  el  Gobierno  y  dirección  de  la  isla  á  su  propio  pueblo.» 

Las  anteriores  resoluciones  enviadas  á  la  Cámara  de  diputa- 
dos para  su  examen  y  sanción,  fueron  aprobadas  por  gran  ma- 
yoría y  devueltas  al  senado  el  19  del  mismo  Abril,  para  que 
firmadas,  pasasen  al  Presidente  para  su  promulgación. 

Entre  tanto,  en  España  reinaba  un  furioso  enardecimiento 
contra  los  americanos,  habiendo  ocurrido  graves  motines  en 
diversos  puntos  de  la  Península,  entre  estos  el  más  grave  fué 
uno  que  sobrevino  en  Málaga  y  que  dio  por  resultado  la  muer- 
te de  un  negro  servidor  del  Consulado  Americano,  á  manos  de 
los  amotinados. 

En  la  misma  fecha  el  Cónsul  General  de  España  en  Nueva 
York,  M.  D.  Arturo  Baldasano  y  Topete,  anunció  en  el  perió- 
dico las  «Novedades»  que  los  españoles  que  desearan  salir  para 
la  Habana  podrían  hacerlo  el  día  siguiente  en  el  vapor  Pana- 
má, en  la  inteligencia  de  que  el  Gobierno  pagaría  el  pasaje  á 
los  que  careciesen  de  recursos. 


87 

El  día  20  se  verificó  la  solemne  apertura  de  las  Cortes  espa- 
ñolas en  Madrid.  La  ceremonia  revistió  un  brillo  y  una  suntuo- 
sidad verdaderamente  indescriptibles.  La  Reina  Regente  de 
España  Doña  María  Cristina,  y  su  augusto  hijo  el  niño  rey 
Don  Alfonso  XIII  fueron  frecuentemente  vitoreados  por  la 
distinguidísima  concurrencia  que  llenaba  el  recinto  de  la  Re- 
presentación Nacional. 

La  Soberana  leyó  su  discurso  desde  el  trono;  á  su  derecha 
estaba  el  Rey.  El  Sr.  Sagasta  se  encontraba  junto  al  Rey. 
Anunció  que  el  Gobierno  ha  convo:ado  á  las  Cortes  para  de- 
fender los  derechos  de  España  y  se  refirió  á  los  esfuerzos  del 
Papa  y  las  potencias  para  lograr  el  sostenimiento    de  la  paz. 

Hizo  una  reseña  del  curso  de  las  relaciones  entre  España  y 
los  Estados  Unidos,  demostrando  que  España  no  ha  omitido 
esfuerzo  alguno  compatible  con  sus  derechos,  para  pacificar  sus 
colonias  y  mantener  relaciones  amistosas  con  los  Estados  Uni- 
dos mientras  que  esta  nación  insistió  en  encontrar  un  pretexto 
para  intervenir  en  las  relaciones  entre  España  y  suS  colonias, 
y  esta  insistencia  se  acentuó  más  desde  el  adveniminto  del  Pre- 
sidente McKinley  á  la  presidencia  americana,  pues  con  amena- 
zas y  notas  diplomáticas  procuró  intervenir  en  el  arreglo  de  la 
cuestión  cubana.  Tanta  ha  sido  esta  insistencia,  que  los  Esta- 
dos Unidos  han  puesto  obstáculos  á  España,  cuando  ha  estado 
próxima  á  lograr  la  pacificación  de  Cuba. 

El  discurso,  además,  hizo  presentes  todas  las  concesiones  he- 
chas á  los  Estados  Unidos,  y  agregó  que  España  hubiera  ido 
más  adelante  si  los  Estados  Unidos  hubieran  respetado  su  so- 
beranía en  Cuba;  asimismo  hizo  notar  el  hecho  de  que  América 
ha  demostrado  marcada  hostilidad  á  España,  desde  la  promul- 
gación del  armisticio,  y  concluyó  exhortando  á  todos  los  par- 
tidos para  que,  unidos  todos  al  rededor  del  trono  hicieran  fren- 
te al  enemigo  que  amenazaba  herir  el  honor  de  la  patria. 

Gran  entusiasmo  reinó  en  las  Cámaras  después  que  la  Reina 
terminó  la  lectura  de  su  mensaje. 

Durante  su  lectura  fué  interrumpida  varias  veces  por  pro- 
longados vivas  á  España  y  al  Rey. 

Promulgadas  las  resoluciones  del  Congreso  Americano,  se 
formuló  el  ultimátum  para  ser  dirigido  al  Gobierno  de  Madrid. 
El  texto  del  documento  dado  á  la  publicidad  por  la  Secreta- 
ría de  Relaciones,  el  día  21  es  como  sigue: 

«Ayer,  20  de  Abril  de  1898,  á  las  11  a.  m.,  el  Ministerio  de 
Relaciones  notificó  los  propósitos  de  este  Gobierno  entregando 
al  Ministro  de  España  una  copia  de  las  instrucciones  enviadas 
al  Ministro  Woodford,  en  Madrid,  y  copia  de  las  resoluciones 
aprobadas  por  el  Congreso  de  los  Estados  Unidos  el  día  19  del 
corriente  mes. 


88 

Después  de  recibir  estos  documentos,  el  Ministro  español  so- 
licitó de  este  departamento  sus  pasaportes,  de  que  fué  provisto 
ayer  tarde.  El  Ministro  Woodford  en  Madrid  recibió  al  mismo 
tiempo  instrucciones  para  hacer  idéntica  notificación  al  Go  • 
bierno  español. 

He  aquí  el  texto  del  mensaje  dirigido  al  Ministro:  «Abril  20 
de  1898.  Woodford,  Ministro,  Madrid — Se  ha  proporcionado  á 
usted  el  texto  de  las  resoluciones  aprobadas  por  el  Congreso  de 
los  Estados  Unidos  el  19  del  actual  en  relación  con  la  pacifica- 
ción de  la  Isla  de  Cuba.  Obedeciendo  ese  acto,  el  Presidente  or- 
dena que  inmediatamente  comunique  dichas  resoluciones  al  Go- 
bierno de  Madrid,  acompañando  un  aviso  de  este  Gobierno  al 
Gobierno  de  España  para  que  renuncie  á  su  gobierno  y  autori- 
dad en  Cuba  y  retire  su  fuerzas  militares  y  navales.  Al  dar  es- 
te paso,  el  Gobierno  de  los  Estados  Unidos  protesta  que  no  tie- 
ne intenciones  ó  disposición  de  ejercer  soberanía,  jurisdicción  ó 
dominio  en  la  Isla,  excepto  para  pacificarla  y  afirmar  su  deter- 
minación: que  cuando  logre  su  objeto  abandonará  la  Isla  y 
ayudará  á  sus  habitantes  bajo  la  clase  de  gobierno  libre  é  in- 
dependiente que  deseen  establecer.  Si  al  dar  la  hora  del  medio 
día  del  sábabo  próximo,  el  día  23  de  Abril,  no  se  ha  comunicado 
á  este  Gobierno  una  respuesta  satisfactoria  á  esta  demanda  y 
resoluciones,  por  las  cuales  se  obtenga  la  pacificación  de  Cuba, 
el  presidente  procederá  en  ei  acto  y  sin  más  aviso,  haciendo 
uso  de  las  facultades  que  le  otorga  el  Congreso  en  dichas  reso- 
luciones á  llevarlas  á  efecto.  —  (Firmado)  Shetman. 


II 


El  Embajador  de  Francia,  Mr.  Cambon,  y  el  Ministro  de 
Austria,  Mr.  Henegemuller,  se  encontraban  en  la  Legación 
de  España  cuando  el  Sr.  Polo  Bernabé  recibió  la  copia  del  ul- 
timátum, inmediatamente  se  hicieron  arreglos  para  conducir 
los  muebles  y  enseres  de  la  Legación  de  España  á  la  de  Aus- 
tria; estos  incluían  los  archivos  y  la  bandera  española.  El  Em- 
bajador de  Francia  y  el  Ministro  austríaco  obraron  juntamen- 
te en  el  manejo  de  los  asuntos  de  España  entretanto. 

El  Sr.  Polo  Bernabé,  á  pesar  de  que  había  perdido  toda  es- 
peranza de  evitar  la  guerra,  mantuvo  la  más  discreta  reserva. 

En  el  exterior  de  la  Legación  encontrábanse  un  teniente  y 
un  oficial  de  policía,  de  guardia. 

A  las  diez  y  media,  hora  en  que  se  presentaron  los  Ministros 
de  Francia,  Austria  y  Bélgica,  aún  no  se  tenía  noticia  de  si  ya 
se  habían  fiirmado  las  resoluciones.  Alas  11  20  a.  m.  un  men- 


89 

sajero  (un  negro)  del  Ministerio  de  Relaciones  se  presentó  en 
la  Legación  y  de  una  manera  inconveniente,  dijo  que  tenía  un 
mensaje  del  Ministerio  para  el  Ministro  de  España;  el  Sr.  Polo 
Bernabé  pidió  permiso  al  Embajador  francés,  con  quién  en 
esos  momentos  estaba  ocupado  y  recibió  al  mensajero  en  el  co- 
modor;  vio  la  cubierta,  y  notando  que  era  el  ultimátum,  dijo 
al  mensajero  que  esperase  la  respuesta.  Esta  ya  estaba  prepa- 
rada. No  fué  una  contestación  al  ultimátum,  sino  una  solicitud 
de  sus  pasaportes.  Hé  aquí  el  texto  de  la  solicitud: 

«Legación  de  España)),  Washington,  Abril  20  de  1898. — Sr. 
Secretario:  Las  resoluciones  adoptadas  por  el  Congreso  de  los 
Estados  Unidos  de  América  y  aprobadas  hoy  por  el  Presidente 
son  de  tal  naturaleza,  que  mi  permanencia  en  Washington  se 
hace  imposible  y  me  obliga  á  suplicar  á  usted  me  extienda  mis 
pasaportes.  La  protección  de  los  intereses  de  España  se  ha 
encomendado  al  Embajador  de  Francia  y  al  Ministro  de  Aus- 
tria-Ungría.  Con  esta  ocasión,  por  cierto  bastante  penosa  pa- 
ra mí,  tengo  el  honor  de  reiterar  á  usted  las  muestras  de  mi 
mayor  consideración. — Luis  Polo  Bernabé. — Al  Hon  John 
Sherman,  Secretario  de  Relaciones  Exteriores  de  los  Estados 
Unidos.» 

La  carta  fué  enviada  al  Ministerio  de  Relaciones,  por  el  Mi- 
nistro, y  volvió  á  reunirse  con  sus  amigos,  esperando  recibir 
sus  pasaportes.  Inmediatamente  cesó  la  calma  en  la  Legación 
y  se  hicieron  los  preparativos  para  la  partida  y  el  envío  de  ex- 
tensos cables  á  Madrid.  Todos  los  efectos  oficiales  y  personales, 
ya  desde  tiempo  empacados,  fueron  sellados  y  lacrados. 

Se  hicieron  arreglos  con  el  ferrocarril  y  estaban  listos  para 
partir  el  Ministro  Polo  Bernabé,  el  primer  Secretario,  Sr  Juan 
Duboc,  los  segundos  secretarios  Sres.  Pablo  Soler  y  Acqueroni, 
el  tercer  secretario  Sr.  Balarza,  los  attachés,  los  Sres.  Pía  y 
Almeida,  el  attaché  militar,  Capitán  de  la  Casa,  el  attaché  na- 
val, teniente  de  Carrasta. 

Después  de  abandonar  Washington  el  Ministro  Polo,  hizo 
pública  su  partida.  Estas  personas  se  dirigían,  sin  pérdida  de 
tiempo,  á  España.  Además  de  la  nota,  solicitando  sus  pasapor- 
tes, el  Ministro  español  acusó  recibido  del  ultimátum. 

La  exitación  de  la  ciudad  hizo  al  edificio  de  la  legación  ser 
el  centro  de  curiosidad  de  gran  número  de  gentes. 

La  solicitud  del  Ministro  español  para  obtener  sus  pasapor- 
tes, se  proveyó  á  las  T2. 45  entregándoselos  al  Sr.  Polo  un  men- 
sajero (un  negro)  del  subsecretario  Day. 

Los  pasaportes  iban  acompañados  de  una  nota  del  Secreta- 
rio Sherman,  en  que  le  expresaba  su  profundo  sentimiento  por 
haber  sido  conducido  á  dar  este  paso. 

En  la  misma  noche  el  gobierno  americano  trasmitió  á  su 
Ministro  en  Madrid  el  General  Stward  L.  Woodford,  para  que 


90 

lo  presentase  al  de  España,  el  texto  del  ultimátum.  Mr.  Wood- 
ford  contestó  con  el  siguiente  despacho: 

Momentos  antes  de  presentar  al  gobierno  español  el  ultima- 
ium  de  los  Estados  Unidos,  fui  notificado  que  las  relaciones  di- 
plomáticas entre  las  dos  naciones  quedaban  rotas;  he  recibido 
mis  pasaportes,  entregado  la  Legación  al  Embajador  de  Ingla- 
terra y  salgo  para  París.» 

Efectivamente,  el  Ministro  Americano  se  puso  en  camino  y 
el  siguiente  día  22,  llegó  á  la  frontera.  El  tren  que  lo  conducía 
fué  atacado  varias  veces  á  pedradas,  siendo  necesario  que  lo 
protegiese  la  guardia  civil  con  los  marrazos  desenvainados. 

La  excitación  aumentó  considerablemente,  á  causa  de  que  en 
Valladolid,  pretendió  aprehender  la  policía  á  un  miembro  de 
la  Legación  americana  apellidado  Moreno,  á  lo  cual  se  opuso 
resueltamente  el  General  Woodford. 

En  varias  ocasiones  ocurrieron  incidentes  más  ó  menos  gra- 
ves. Los  estudiantes  del  colegio  militar  de  Segovia  subieron 
á  la  plataforma  del  tren  gritando  ¡viva  España!  Desde  Tolosa 
á  San  Sebastián  un  fuerte  destacamento  de  policía  custodiaba 
el  tren. 

En  los  momentos  de  entrar  en  territorio  francés,  estando  el 
tren  detenido,  se  agrupó  numerosa  multitud  y  empezó  á  pedir 
que  hablara  Mr.  Woodford  y  á  preguntarle  si  tenía  algo  que 
decir.  Este  hizo,  una  significativa  señal  de  asentimiento,  y  ha- 
biéndose restablecido  el  silencio,  salió  á  la  plataforma  se  descu- 
brió cortesmente  y  dijo: —¡Adiós! 


o^o  o  o  o  o  o 


CAPITULO  YII 


La  salida  de  la  Habana  del  Cónsul  Lee. — Ronn pimiento  de  las  hostilidades. — Cap. 
tura  de  la  barca  española  Buenaventura. — Salida  de  la  escuadra  americana- 
— -El  bloqueo  de  Cuba — Declaraci  nes  del  Gobierno  español  y  del  General 
Blanco. —  Las  potencias  se  declaran  neutrales — Nuev<*  proclama  de  Mc- 
Kinley. 


O  solo  los  Ministros  de  las  dos  naciones  enemistadas 
tuvieron  que  soportar  las  destemplanzas  de  la  plebe 
al  abandonar  sus  respectivas  cancillerías,  según  he- 
mos visto;  los  Cónsules  generales  se  encontraron  en  la 
misma  penosa  situación,   y  aun,   muchos  particulares  que  los 
acompañaron  al  retirarse. 

Pero  ninguno  de  aquellos  personajes  se  vio  tan  groseramente 
denostado  como  Mr.  Fitzhugh  Lee,  Cónsul  americano  en  la 
Habana,  sin  duda  por  la  activa  participación  que  había  tenido 
en  la  cuestión  cubana,  cuyo  desagradable  epílogo  se  iba  á  pre- 
sentar. Cuando  se  dirigió  de  su  residencia  al  vapor  que  debía 
conducirlo  á  los  Estados  Unidos,  así  como  á  sus  compatriotas 
que  se  embarcaban  con  él,  fueron  todos  silbados  y  apedreados 
por  el  camino.  De  la  multitud  salían  gritos  de  «fuera  de  aquí, 
yankees  cochinos,»  y  otros  parecidos. 

iíste  incidente  contribuyó  no  poco  á  que,  cuando  el  Cónsul 
General  de  la  Habana  fué  recibido  en  audiencia  privada  por  el 
Presidente  McKinley,  diese  muchos  exagerados  informes  de  la 
situación,  inspirados  en  el  deseo  de  concitar  las  iras  del  pueblo 
americano  contra  los  españoles,  por  el  efecto  de  indignación  y 
el  deseo  de  venganza  que  en  su  ánimo  habían  producido  aque- 
llos actos. 

Antes  que  la  solución  pacífica  del  conflicto  internacional  se 
hubiese  hecho  imposible,  comenzaron  los  preparativos  de  gue- 
rra en  los  Estados  Unidos.  Desde  el  año  anterior,  y  bajo  la  dis- 
culpa de  que  los  buques  eran  recientemente  comprados  y  debía 


92 

ensayarse  la  puntería  de  sus  cañones,  se  practicaban  verdade- 
ros simulacros  de  combate  en  los  ejercicios  de  tiro  al  blanco. 
En  España  por  el  contrario,  se  hacían,  sin  precipitación,  com- 
posturas y  reparaciones,  cuando  la  guerra  estaba  en  vísperas 
de  declararse  y  aún,  muchos  de  sus  navios  concurrieron  á  la 
lucha  con  serias  averías  en  sus  máquinas,  según  tendremos  oca- 
sión de  verlo  después. 

Esta  nación  compró  algunos,  á  última  hora,  obligada  á  ha- 
cerlo, más  bien  por  los  donativos  que  liberalmente  ponían  á  su 
disposición  con  este  objeto  las  colonias  de  la  América  latina, 
que  por  haber  premeditado  la  guerra  naval. 

Debemos  mencionar  las  fuertes  sumas  enviadas  por  las  sus- 
cripciones de  la  colonia  argentina,  y  la  mexicana  especialmen- 
te, que  en  distintas  partidas  y  ocasiones  llegó  á  remitir  un  mi- 
llón de  pesos,  y  habría  continuado  la  colecta  para  contribuir  á 
la  compra  de  buques  de  guerra,  si  ésta  no  se  hubiese  declarado, 
y  la  actitud  neutral  del  gobierno  de  nuestro  país  no  lo  hubiese 
impedido. 

Las  dimensiones  de  este  libro  no  nos  permiten,  como  deseá- 
ramos, reproducir  aquí  la  distribución  que  se  hizo  de  tan  va- 
liosos donativos,  muchos  de  los  cuales,  no  sólo  fueron  para  com- 
prar buques  de  guerra,  sino  también  para  aliviar  la  horrorosa 
miseria  que  había  en  las  clases  menesterosas  de  Cuba.  Baste 
decir  que  además  de  metálico,  se  enviaron  muchas  remesas  de 
víveres  consistentes  en  harina,  semillas  de  todas  clases,  etc. 

Los  Estados  Unidos  compraron  en  Abril  los  buques  «París,» 
«St.  Louis,»  «St.  Paul»  y  «Nitchroy.» 

El  día  22  se  declararon  las  hostilidades  oñcialmente  entre 
uno  y  otro  país. 

El  primer  acontecimiento  de  la  guerra  fué  la  captura,  verifi- 
cada por  el  cañonero  americano  Nashville,  de  la  barca  españo- 
la «Buenaventura»  qué  con  un  cargamento  de  duelas  se  dirigía 
á  Veracruz. 

Era  la  «Buenaventura»  un^  embarcación  de  cien  toneladas,  y 
tripulada  por  veinte  marineros.  El  cañonero  americano  comen- 
zó á  dispararle  granadas,  apenas  le  dio  vista,  muy  cerca  de 
Cayo  Hueso,  por  lo  cual  hubo  aquella  de  rendirse  siendo  con- 
ducida al  puerto  por  su  aprehensor. 

Esta  presa  que  se  reputó  injustamente  consumada,  por  no 
conocerse  aún  la  declaración  de  guerra,  dio  origen  á  \a<  protes- 
tas de  los  dueños  de  la  «Buenaventura»  sin  que  nada  hubieran 
obtenido,  á  pesar  de  lo  justificado  de  la  reclamación.  Por  lo 
demás,  vino  á  influir  en  las  gentes  supersticiosas,  quienes  no 
auguraron  nada  bueno  para  los  españoles,  de  una  guerra  que 
comenzaba  con  la  pérdida  de  una  barca  cuyo  nombre  era  tan 
significativo. 


93 

En  el  mismo  día  se  comenzó  á  hacerse  á  la  mar  la  escuadra 
americana  .del  Norte  Atlántico,  zarpando  á  las  5.45  a.  m.  con 
rumbo  al  estrecho  de  la  Florida,  que  es  el  punto  por  donde  se 
cruza  menor  extensión  de  mar  entre  Cayo  Hueso  y  la  Habana. 

Estaba  compuesta  la  escuadra  del  buque  almirante  acoraza- 
do «Nueva  York,»  el  «lowa»  y  el  «Indiana»  los  cruceros  «Mar- 
blead,»  «Detroit»  y  «Nansville,»  los  cañoneros  «Puritan,»  «He- 
lena,» aWillmington,»  «Cristine,»  «Machias»  y  «New-Port,»  el 
monitor  «Anphitrite,»  el  «Mangrove,»  el  «May  fiover»  y  los  tor- 
pederos «Cussing,»  «Dupont,»  «Porter»  y  «Footering.» 

Fué  también  firmada  en  igual  fecha  por  el  Presidente  Me- 
Kinley  la  proclama  en  que  notificaba  á  las  naciones  el  bloqueo 
del  Puerto  de  la  Habana  por  la  escuadra  americana. 

El  documento  dice  á  la  letra. 

«El  Presidente  de  los  Estados  Unidos  de  América  proclama, 
que  facultado  pt)r  las  resoluciones  del  Congreso  aprobadas  el 
día  20  de  Abril  de  1898,  se  dirigió  al  Gobierno  de  España  de- 
mandando á  dicho  Gobierno  que  renuncie  su  autoridad  y  go- 
bierno en  la  Isla  de  Cuba  y  retire  sus  fuerzas  militares  y  nava- 
les de  Cuba  y  su*^  fl^i^uas;  y  que  habiendo  sido  facultado  para 
hacer  uso  de  las  fuerzas  navales  y  militares  de  los  Estados  Uni- 
dos, y  en  caso  necesario,  hacer  uso  de  las  guardias  nacionales 
de  los  Estados,  para  llevará  efecto  esta  proclama,  el  Presi- 
dente considera  necesario  iniciar  y  sostener  el  bloqueo  (fe  la 
costa  Norte  de  la  Isla  de  Cuba,  incluyendo  todos  los  puertos  de 
dicha  costa  entre  Cárdenas  y  Bahía  Honda,  y  el  puerto  de  Cien- 
fuegos  en  la  costa  sur  de  la  Isla  de  Cuba,  por  lo  tanto  yo  Wi- 
lliam  McKinley,  Presidente  Constitucional  de  los  Estados  Uni- 
dos, con  el  fin  de  llevar  á  efecto  las  resoluciones  mencionadas, 
por  este  acto  declaro  y  proclamo  que  los  Estados  Unidos  de 
América  han  instituido  y  mantendrán  el  bloqueo  de  la  costa 
Norte  de  la  Isla  de  Cuba,  incluyendo  los  puertos  en  dicha  cos- 
ta entre  Cárdenas  y  Bahía  Honda,  y  el  puerto  de  Cienfuegos 
en  la  costa  de  Cuba.  Cumpliendo  con  las  leyes  de  los  Estados 
Unidos  y  la  ley  de  las  naciones  aplicable  á  este  caso,  una  fuer- 
za suficiente  se  colocará  para  evitar  la  entrada  y  salida  de  bu- 
ques á  dichos  puertos.  Cualquier  buque  neutral  que  se  acerque 
ó  que  intente  salir  de  un  puerto  sin  previo  aviso  ó  conocimien- 
to del  establecimiento  del  bloqueo,  será  oportunamente  adver- 
tido por  el  Comandante  de  la  escuadra  bloqueadora  y  registra- 
rá en  sus  libros  el  hecho  y  fecha  de  la  advertencia,  y  si  este 
mismo  buque  intentara  entrar  en  alguno  de  los  puertos  blo- 
queadores  será  capturado  y  enviado  al  puerto  más  cercano  para 
instruirle  causa  contra  el  casco  y  cargamento  como  presa,  si 
es  que  así  se  estima  conveniente.  Buques  neutrales  que  se  en- 
cuentren en  dichos  puertos  tendrán  un  plazo  de  30  días  para 
salir,  contados  desde  el  establecimiento  del  bloqueo. 


Y  para  su  constancia  y  fines  consiguientes,  firmo  la  presen- 
te proclama  y  ordeno  sea  sellada  con  el  sello  del  Gobierno  de 
los  Estados  Unidos. 

Dado  en  el  Palacio  del  Poder  Ejecutivo  de  la  ciudad  de 
Washington,  este  día  22  de  Abril  de  1898.  A.  D.  y  122  de  la 
Independencia  de  los  Estados  Unidos. 

(Firmado).   IVm.  McKÍ7iley.y> 

II 

Por  su  parte,  el  Gobierno  colonial  publicó  un  manifiesto  en 
Cuba,  protestando  contra  la  intervención  de  los  Estados  Uni- 
dos la  cual  se  efectuaba  precisamente  en  los  momentos  de  inau- 
gurar el  nuevo  régimen  que  garantía  ampliamente  la  libertad 
política  de  la  Isla,  y  cuando  se  iba  á  elegir  el  primer  parla- 
mento colonial  que  reemplazaba  la  soberanía  de  España  por 
medio  de  la  autonomía. 

El  manifiesto  después  de  agregar  que  los  americanos  no  te- 
nían otro  propósito  que  la  anexión  de  Cuba  concluía  con  estas 
palabras: 

«Es  deber  de  todos  los  habitantes  rechazar  la  invasión.  Re- 
cordad la  conducta  de  los  defensores  de  la  Habana  contra  la  in- 
vasilón  inglesa  de  Abermasle.» 

El  Capitán  General  Blanco  publicó  también  un  decreto  dero- 
gando el  que  concedía  perdón  á  los  insurrectos  y  sujetando  9 
la  ley  marcial  á  todos  los  culpables  de  traición,  crímenes  con- 
tra la  paz  ó  contra  la  nación,  revueltas,  sediciones,  etc. 

Los  aprestos  para  la  defensa  de  la  Habana  se  hacían  con  gran 
activdad,  las  baterías  se  alistaban  y  los  ayudantes  de  órdenes 
corrían  en  todas  direcciones  llamando  al  ejército  á  las  armas. 
La  artillería  de  las  fortificaciones  fué  minuciosamente  revista- 
da y  los  artilleros  recibieron  consignas  de  hacer  guardia  sobre 
los  cañones  toda  la  noche.  El  General  Blanco  salió  para  Santa 
Clara  que  se  encontraba  revuelta,  y  el  Gobernador  Militar,  Ge- 
neral Arólas,  asumió  el  mando  de  la  Habana. 

Los  insurrectos  continuaban  haciendo  oposición  al  régimen 
autonómico  implantado  por  España,  alegando  que  faltaba  el 
verdadero  gobierno  independiente;  y  que  aquel  sistema  repre- 
sentaba la  continuación  del  dominio  colonial.  Así  es  que  tan 
luego  como  fueron  derogados  por  el  general  Blanco  los  decre- 
tos de  amnistía  y  perdón  por  los  delitos  políticos,  volvieron  á 
asumir  su  carácter  intransigente  los  revolucionarios  y  se  mani- 
festaron abiertamente  aliados  de  los  americamos,  proyectando 
por  entonces  un  ataque  sobre  la  Habana,  que  esperaban  sería 
secundado  por  la  escuadra  bloqueadora,  para  obrar  en  combi- 
nación. 


95 

La  Gaceta  Oficial  del  Gobierno  de  Madrid,  publicó  el  siguien- 
te decreto,  con  fecha  24  de  Abril: 

«Las  relaciones  diplomáticas  con  los  Estados  Unidor  están  ro- 
tas y  el  estado  de  guerra  ha  comenzado  entre  ambas  naciones. 

Se  han  suscitado  numerosas  cuestiones  sobre  la  ley  interna- 
cional, las  cuales  tienen  que  ser  definidas  con  precisión,  prin- 
cipalmente porque  la  injusticia  y  la  provocación  proviene  de 
nuestros  adversarios,  y  ellos  son  los  que  por  su  conducta  detes* 
table  han  originado  este  grave  conflicto.» 

El  mismo  día  la  escuadra  americana  apostada  frente  á  la 
Habana,  se  puso  en  línea  de  combate,  encabezada  por  el  cruce- 
ro almirante  «Nueva  York»  y  dio  gran  presión  al  vapor  de  sus 
máquinas  á  eso  de  las  cuatro  de  la  tarde. 

El  motivo  de  aquel  movimiento  fué  el  haberse  avistado  un 
buque  entre  la  Habana  y  Matanzas  que  parecía  caminar  con 
rumbo  al  Este.  Bien  pronto  los  buques  americanos  se  pusieron 
á  la  caza  dejando  atrás  á  todos  el  «Nueva  York)  que  marchaba 
con  mayor  velocidad.  Los  artilleros  de  éste  recibieron  orden 
de  cargar  y  estar  alerta.  Después  de  algunos  nudos  recorridos, 
se  distinguió  perfectamente  la  bandera  española  que  flotaba  so- 
bre el  buque  perseguido,  el  cual  á  todo  vapor  pretendía  alcan- 
zar agua  de  poco  fondo. 

Cuando  se  encontraba  ya  á  tres  millas  de  la  costa,  y  á  una 
del  Nueva  York,  empezó  á  disparar  sobre  el  barco  español,  que 
era  el  «Pedro  de  Bilbao.))  Este  se  paró  y  fué  apresado  por  los 
americanos. 

Fueron  también  apresados  los  buques  «Jover))  y  «Remus))  en 
las  mismas  aguas.  El  primero,  español,  fué  conducido  con  el 
(íPedro))  á  Cayo  Hueso.  El  segundo,  alemán,  después  de  haber 
justificado  que  ignoraba  la  declaración  de  guerra,  fue  puesto 
en  libertad. 

La  escuadra  española  apostada  en  Cabo  Verde,  esperaba  ór- 
denes para  marchar,  y  el  Almirante  Cervera  mostraba  gran 
impaciencia  por  entrar  en  acción. 

El  Capitán  General  de  Cuba,  Señor  Blanco,  telegrafió  á  su 
gobierno  que  los  buques  españoles  podían  ser  utilizados  en  cual- 
quiera otra  parte  fuera  de  la  Habana,  porque  este  puerto  se  bas- 
taba para  su  defensa. 

L*^  cuestión  de  subsistencias  se  iba  volviendo  difícil  á  con- 
secuencia del  bloqueo.  Los  víveres  todos  encarecían  notable- 
mente, y  la  carne  era  un  artículo  verdaderamente  difícil  para 
su  adquisición. 

Con  fecha  26  la  Gaceta  Oficial  del  Gobierno  británico  publi- 
có una  proclama  de  neutralidad  definiendo  la  actitud  de  las 
autoridades  inglesas  con  respecto  á  los  subditos  ingleses  duran- 
te la  guerra  entre  España  y  los  Estados  Unidos. 


96 

El  Gobierno  español  envió  también  á  las  potencias  una  cir- 
cular expresando  su  sentimiento  por  la  dura  necesidad  de  verse 
obligada  á  apelar  á  la  fuerza  para  repeler  la  escandalosa  agre- 
sión de  los  Estados  Unidos  y  defender  la  integridad  nacional 
y  la  dignidad  histórica  del  patrio  suelo. 

La  circular  continúa  así:  «La  historia  ofrece  pocos  ejemplos 
en  que  la  razón  sea  tan  evidente  de  una  parte,  y  el  ultraje  tan 
marcado  de  la  otra. 

España  tiene  de  su  parte  la  razón,  el  proceder  correcto  y  la 
prudencia,  mientras  que  los  Estados  Unidos  no  tienen  de  la 
suya  más  que  deslealtad  é  impulsos  de  desmedidas  ambiciones.» 

Después  de  referirse  á  la  execrable  conducta  del  General 
Fitzhugh  Lee,  la  nota  reproduce  el  texto  de  las  resoluciones 
del  Congreso  marcando  las  últimas  palabras  «como  tratando  de 
libertar  á  los  cubanos.» 

Se  predice  también  que  Cuba  no  se  declarará  pacificada  has- 
ta que  esté  lista  para  manejarse  por  sí  misma. 

La  nota  da  detalles  de  la  ruptura  de  las  negociaciones  entre 
España  y  los  Estados  Unidos,  terminando  con  la  siguiente  de- 
claración: 

«El  pueblo  español  espera  el  ataque  con  tranquila  serenidad 
decidido  á  vender  caras  sus  vidas  y  á  defender  con  energía  sus 
derechos  de  permanecer  en  América.  Confía  que  en  esta  obra 
tendrá  el  apoyo  de  los  cubanos  que  han  permanecido  fieles,  co- 
mo de  los  mismos  españoles.» 

III 

En  el  Ministerio  de  Guerra  y  Marina  de  Estados  Unidos  se 
desplegaba  la  mayor  actividad.  A  la  vez  que  había  sido  publi- 
cada  la  proclama  del  presidente  McKinley  llamando  á  las  ar- 
mas á  los  voluntarios,  se  había  dirigido  un  mensaje  al  Comodo- 
ro Dewey,  que  se  hallaba  entonces  en  el  mar  de  la  China,  para 
que  alistase  su  escuadra  y  se  dirigiese  sin  pérdida  de  tiempo  á 
atacar  á  los  buques  españoles  surtos  en  la  bahía  de  Manila  del 
Archipiélago  Filipino,  y  tomata  posesión — si  el  éxito  no  leerá 
desfavorable — de  la  capital  de  aquellas  islas. 

Al  mismo  tiempo  se  preparaba  la  expedición  invasora  de  Cu- 
ba que  había  de  desembarcar  en  un  puerto  de  la  costa  oriental, 
provista  de  gran  cantidad  de  municiones  de.  boca  y  de  guarra, 
y  se  hacían  arreglos  para  que  las  fuerzas  de  los  insurrectos 
apoyasen  el  desembarco. 

El  Ministerio  de  Relaciones  había  entrado  también  en  un 
período  de  gran  actividad,  con  motivo  del  aviso  á  las  nacipnes 
así  del  rompimiento  de  las  hostilidades,  como  del  bloqueo  de 
Cuba. 


97 

La  declaración  de  gnerra  fue  comunicada  por  la  siguiente 
nota: 

«Ministerio  de  Relaciones.  Abril  25 — El  Congreso  aprobó  el 
día  20  de  Abril  una  resolución  referente  á  la  intervención  para 
la  pacificación  é  independencia  de  la  Isla  de  Cuba.  El  Gobier- 
no español  con  fecha  21  de  Abril  informó  al  Ministro  america- 
no en  Madrid  que  consideraba  esta  resolución  equiv^alente  á 
una  declaración  de  guerra,  y  que  por  lo  t  anto,  retiraba  á  su  Mi- 
nistro en  Washington,  terminando  así  todas  las  relaciones  di- 
plomáticas. 

«Por  esta  razón  el  Congreso  aprobó  hoy  una  resolución  de- 
clarando que  un  estado  de  guerra  existe  entre  ambas  naciones, 
incluso  el  día  21  de  Abril. 

«Informad  al  Gobierno  ante  el  cual  estáis  acreditado  que  ase- 
gure la  neutralidad  en  la  presente  guerra.  [Firmado]  Sherman.w 

El  siguiente  día  se  publicó  en  Washington  una  nueva  pro- 
clama del  Presidente  de  la  Unión  Mr.  McKinley,  cuyo  texto 
damos  á  conocer. 

«Proclama  del  Presidente  de  los  Estados  Unidos:  En  virtud 
de  un  acto  del  Congreso  aprobado  el  25  de  Abril  de  1898,  en 
que  se  declara  que  la  guerra  existe  y  que  la  guerra  ha  existido 
desde  el  21  de  Abril  A.  D.  1898  incluso  el  mismo  día,  entre  los 
Estados  Unidos  y  el  Reino  de  España  y  en  virtud  de  que  se 
desea  que  esta  guerra  ¿ea  conducida  basada  en  los  principios  de 
armonía  con  la  presente  opinión  de  las  naciones,  y  sancionados 
por  el  último  sistema  ya  anunciado  de  que  la  política  de  este 
gobierno  será  la  de  no  recurrir  al  corso,  sino  sujetarse  á  las 
condiciones  del  Tratado  de  París,  por  lo  tanto,  yo  Wm.  Mc- 
Kinley, Presidente  Constitucional  de  los  Estados  Unidos  de 
América,  en  virtud  de  las  facultades  que  me  conceden  la  Cons- 
titución y  las  leyes,  por  lo  tanto,  declaro  y  proclamo: 

(.(Primero.  La  bandera  neutral  ampara  las  mercancías  enemi- 
gas, con  excepción  del  contrabando  de  guerra. 

c^Segundo.  Las  mercancías  neutrales  que  no  sean  contraban- 
do de  guerra,  no  pueden  ser  confiscadas  aunque  estén  bajo  la 
bandera  enemiga. 

Tercero,  I^os  bloqueos  para  que  sean  obligatorios,  deben  ser 
efectivos. 

Cuarto.  Los  buques  mercantes  españoles,  en  cualquiera  de  los 
puertos  ó  aguas  dentro  de  los  Estados  Unidos,  se  les  permiti- 
rá hasta  ei  21  de  Mayo  inclusive,  descargar  y  zarpar  de  dichos 
puertos  ó  aguas;  y  si  estos  buques  son  eífcontrados  en  alta  mar 
por  cualquiera  de  los  buques  de  los  Estados  Unidos,  se  les  per- 
mitirá continuar  su  viaje,  si  después  de  visitados  aparece  que 
sus  cargamentos  fueron  tomados  á  bordo  antes  de  la  expiración 
del  plazo  indicado,  siempre  que  ninguna  de  las  cláusulas  ante- 
riores pueda  aplicarse  á  barcos  españoles,  teniendo  á  su  bordo 


98 

oficiales  en  el  servicio  militar  ó  naval  del  enemigo,  ni  carbón, 
excepto  aquel  que  sea  necesario  para  el  viaje  ú  otro  artículo 
prohibido  ó  contrabando  de  guerra  ó  que  lleven  algún  despa- 
cho del  ó  para  el  gcbierno  español. 

iiQui?ito.  Cualquier  buque  mercante  español  que  haya  zarpa- 
do antes  del  21  de  Abril  de  1898  de  cualquier  puerto  extranje- 
ro para  los  puertos  ó  aguas  americanas,  se  le  permitirá  entrar 
á  estos  puertos  ó  aguas,  descargar  y  salir  sin  ser  molestado;  si 
algunos  de  estos  buques  son  encontrados  en  alta  mar  por  los 
buques  americanos  se  les  permitirá  continuar  su  viaje  á  cual- 
quier puerto  que  no  esté  bloqueado. 

i(Sex¿o.  Se  ejercitará  el  derecho  de  vista  con  estricta  sujeción 
á  los  derechos  de  los  neutrales  y  los  viajeros  de  los  vapores  co- 
rreos no  serán  interrumpidos,  salvo  que  existiesen  sospechas  de 
que  violan  las  leyes  con  respecto  al  contrabando  ó  bloqueo. 

(Firmado)    Wm.  McKinley. 

«Dado  en  ei  Palacio  del  Poder  Ejecutivo  en  Washington  á 
los  veintiséis  días  de  Abril  de  189S. 

Las  declaraciones  de  neutralidad  en  Francia,  Austria,  Por- 
tugal, Japón,  México  y  algunos  paises  sub-americanos  se  fue- 
ron haciendo  sucesivamente  en  los  días  inmediatos.  Alemania 
manifestó  que  reservaba  sus  derechos  para  adoptar  una  deci- 
sión, y  no  fué  sino  algún  tiempo  después  cuando  se  declaró 
también  por  la  completa  neutralidad. 

Mientras  estos  sucesos  se  desarollaban  en  América,  prepa- 
rábanse otros  más  sensacionales  en  las  posesiones  españolas  de 
Asia. 

El  Comodoro  americano  Jorge  Dewey  al  mando  de  una  po- 
derosa escuadra  se  acercaba  á  Filipinas.  El  Almirante  espa- 
nal  Montejo,  cuyo  heroísmo  había  de  dar  carácter  á  la  página 
más  épica  de  esta  historia  nefasta,  se  preparaba  para  salir  á  su 
encuentro  comandando  una  flotilla  de  barcos  de  madera,  tri» 
pulados  por  hombres  que  habían  hecho  previamente  el  sacrifi- 
cio de  su  vida  en  aras  del  amor  á  la  patria  y  del  honor  español. 


ffi^^S5»^:S;5Sía:^4^:i5g^á5«^^3:$g^S^^*^  ^'^^^i£^^^:¿^!>£^ 


CAPITULO  VIII 


Principia  la  guerra. — Breve  reseña  histórica  de  las  Islas  Filipinas. — El  primer 
combate  naval.— C  mo  eran  los  buques  españoles  y  cómo  los  americanos  que 
combatieron. — Descripción  de  la  batalla  de  Cavite. — Yalercsa  conducta  de 
los  españoles. — Muerte  del  capitán  Cadarso  Rey. — Buques  echados  á  pique. 
— Partes  oficiales  de  la  batalla. — Opinión  de  un  escritor  francés,  te»tigo  pre- 
sencial. 

'         I       . 


r,  estado  de  guerra  existía  ya  de  hecho  entre  España 
y  América.  En  los  dos  continentes  se  creía  que  el 
primer  cañonazo  iba  á  resonar  de  un  momento  á  otro. 
Se  supuso  que  los  buques  americanos  próximos  á 
la  Isla  hubiesen  roto  el  fuego  sobre  uno  de  sus  puertos  y  que 
el  primer  combate  tendría  lugar  en  la  costa  cubana,  en  el  gol- 
fo de  México  ó  en  tierra  de  la  misma  Antilla  ó,  en  todo  caso, 
en  algún  punto  del  Atlántico.  Así  es  que  la  noticia  de  que  la 
primera  batalla  se  había  verificado  el  19  de  Mayo  en  Manila, 
se  recibió  con  verdadera  sorpresa. 

Los  sucesos  posteriores  desarrollados  en  el  Archipiélago  fili- 
pino le  han  dado  gran  significación  en  la  política  internacio- 
nal; por  lo  tanto  creemos  oportuno,  antes  de  hacer  la  descrip- 
ción de  la  memorable  batalla,  decir  dos  palabras  acerca  de  su 
geografía  histórica  y  política. 

Las  islas  Filipinas  se  hallan  situadas  en  la  parte  septentrio- 
nal del  Archipiélago  asiático.  Las  rodea  por  el  Norte  y  Oeste 
el  mar  de  la  China;  por  el  Este  el  Océano  Pacífico  y  por  el  Sur 
el  mar  de  Célebes.  La  tierra  más  próxima  al  Norte  es  la  isla 
Formosa,  al  Este,  las  islas  Palaos;  al  Sur,  las  islas  Célebes  al 
Oeste  el  Borneo  y  al  Oeste  la  Cochinchina.— En  cuanto  á  la 
distancia  con  España,  la  más  corta  para  la  navegación  es  de 
16,580  kilómetros  á  través  del  Canal  de  Suez  y  de  25,000  por 
el  cabo  de  Buena  Esperanza.— Las  1,400  islas  que  forman  el 
Archipiélago  filipino,  se  dividen  en  cinco  grupos:  Luzón,  (la 


100 

más  importante),  Bisayas,  Paragua,  Joló  y  Mindauao.  Alguna 
vez  se  han  visto  obligadas  las  autoridades  militares  de  estas 
dos  últimas  provincias,  á  reprimir  enérgicamente  los  desmanes 
y  fechorías  cometidas  por  ciertas  hordas  levantiscas  y  rapaces, 
pertenecientes  casi  en  su  totalidad  á  la  raza  musulmana,  por- 
que la  gran  mayoría  de  la  población  isleña  se  compone  de  ma- 
layos, cuyo  carácter  dócil  y  sumiso  se  ha  hecho  siempre  nota- 
ble, dando  por  lo  tanto  muy  poco  que  hacer  á  las  autoridades 
de  la  Colonia.  En  estos  ultimes  años  ha  habido  algunas  rebe- 
liones de  los  naturales,  instigados  por  las  tenebrosas  maquina- 
ciones de  las  sociedades  secretas  que  tanto  abundan  en  la  Isla. 

El  gobierno  peninsular  recuerda  ahora  el  pérfido  proceder 
del  Dr.  Rizo,  así  como  el  del  célebre  revolucionario  Emilio 
Aguinaldo.  Este,  habiéndose  obligado  á  no  hacer  armas  contra 
España,  recibió,  según  convenio,  gruesas  sumas  de  manos  del 
ex  Capitán  general  Primo  de  Rivera,  juró  y  dio  su  palabra  de 
honor  entonces,  de  que  no  volvería  á  tomar  parte  en  la  revolu- 
ción, para  acaudillar  después  á  los  insurrectos  en  el  movimlen 
to  sedicioso  que  estalló  no  hace  mucho.  No  es  este  el  único 
caso  de  perfidia  que  se  registra  en  la  historia  de  las  revolucio- 
nes coloniales.  El  ex-Capitán  general  Martínez  Campos  pagó 
también  bastante  cara  la  conducta  traidora  de  los  jefes  insu- 
rrectos cubanos  en  78,  (i)  sin  obtener  mejores  resultados. 

Las  Islas  Filipinas  fueron  descubiertas  en  152 1  por  los  in- 
signes navegantes  Magallanes  y  Elcano,  durante  el  reinado  de 
Felipe  II  cuyo  nombre  llevan  en  honor  de  este  monarca. 

D.  Luis  Velasco,  segundo  virrey  de  la  Nueva  España,  fué 
quien  organizó  la  expedición  que  había  de  conquistarlas,  y 
nombró  jefe  de  ella  á  D.  Miguel  López  de  Legazpi.  El  día  21 
de  Noviembre  de  1563  salió  dicha  expedición  del  puerto  de 
Navidad  y  después  de  tres  meses  de  navegación  llegó  á  Fili- 
pinas el  13  de  Febrero  del  siguiente  año,  procediendo  desde 
luego  á  la  conquista,  que  debido  á  su  habilidad,  pudo  llevarse 
á  cabo  sin  tropiezos  y  el  día  15  de  Marzo  de  1871  tomó  pose- 
sión de  ellas  á  nombre  del  Rey  de  España 

Las  Filipinas  tienen  una  extensión  territorial  de  398,772  ki- 
lómetros cuadrados;  en  la  actualidad  su  población  es  aproxi- 
mfldaraente,  de  unos  7.000,000  de  habitantes,  los  que  pertene- 
cen en  su  gran  mayoría,  como  antes  dijimos,  á  la  raza  malaya. 
El  elemento  peninsular,  no  predomina  aquí  como  sucede  en 
Cuba.  El  país  es  sumamente  fértil  y  rico;  la  agricultura  es  la 
fuente  principal  de  esta  riqueza;  las  producciones  de  café,  ca- 
cao, tabaco,  vainilla,  etc.  y  muy  particularmente  sus  maderas 

(1)  A  este  respecto  puede  verae  lo  publicado  por  el  Señor  Dupuj'de  Lome,  Mi- 
nistro de  Espaüa  eu  Wasliin/;tou,  cxponiPndo  su  juicio  sobre  la  iusurrccción  cu- 
bana. Aparece  insertado  en  la  página  48  de  este  libro, 


101 

preciosas,  frutas  tropicales  y  plantas  textiles,  son  exportadas 
en  grandes  cantidades  á  los  mercados  de  Europa  y  Norte  Amé- 
rica. 

A  raíz  del  levantamiento  iniciado  en  Baire(islade  Cuba)  ha- 
ce tres  años,  llevóse  á  cabo  otro  semejante  en  esta  apartada  re- 
gión de  Oriente,  siendo  en  poco  tiempo  sofocado  por  las  ague- 
rridas huestes  del  General  D.  Camilo  Polavieja.  Después  han 
vuelto  los  belicosos  is'leños,  capitaneados  siempre  por  el  cabe- 
cilla Aguinaldo,  á  hacer  armas  contra  España.  Últimamente 
tomó  la  insurrección  mayores  proporciones  debido  á  la  inter- 
vención armada  de  los  Estados  Unidos. 

No  es  esta  tampoco  la  primera  vez  que  las  islas  Filipinas  se 
ven  atacadas  por  invasores  extranjeros.  El  año  de  1762  arribó 
al  Archipiélago  una  escuadra  inglesa,  al  mando  del  almirante 
Jorge  Cornish  y  del  brigadier  Drapier,  quienes  intimaron  la 
rendición  de  Manila,  bombardeándola  al  ver  su  resistencia.  La 
pusilanimidad  é  ineptitud  de  su  Gobernador  General,  el  arzo- 
bispo Rojo,  hicieron  que  el  Consejo  de  administración  y  gobier- 
no, unido  á  las  principales  autoridades  militares  y  civiles,  nom- 
braran entonces  Gobernador  y  Capitán  General  interino  á  D. 
Simón  Anda  y  Salazar  quien  supo  mantener  en  las  Filipinas  el 
prestigio  y  dominio  de  España.  Debido  á  su  valor  y  patriotis- 
mo, á  pesar  de  hallarse  Manila  en  poder  de  los  invasores  ingle- 
ses, el  nuevo  Capitán  General  logró  organizar  un  pequeño  ejér- 
cito voluntario,  con  el  que  pudo  encerrar  al  enemigo  y  derro- 
tarlo completamente,  subsanando  así  el  error  y  las  debilidades 
del  arzobispo  Rojo,  que  ya  había  subscripto  el  acta  de  cesión 
de  la  capital  del  archipiélago  filipino  á  la  gran  Bretaña. 

Hecha  poco  después  la  paz  con  Inglaterra,  D.  Simón  Anda 
y  Salazar  entró  en  Manila  al  frente  de  sus  tropas,  cuyo  contin- 
gente se  componía  de  5,800  hombres  sin  disciplina,  pero  ani- 
mados por  el  más  leal  y  ardiente  patriotismo. 

II 

Declarada  á  España  la  guerra  por  la  República  de  Norte- 
América,  parece  que  se  había  meditado  con  anticipación,  muy 
á  la  sordina,  dar  un  golpe  seguro  sobre  las  posesiones  españo- 
las en  la  Oceanía,  que  nadie  se  hubiera  esperado  jamás,  pues- 
to que  el  motivo  que  tuvo  esa  nación  para  emprender  la  gue- 
rra, fué  darle  la  liberlad  d  Cuba. 

Él  Gobierno  de  Washington  libró  sus  ordenes  al  Comandan- 
te de  la  escuadra  americana  en  el   mar  asiático,  previniéndole 
que  á  la  mayor  brevedad  se  dirigiese  con   sus  naves  rumbo  al 
Archipiélago  filipino,  de  cuyas  costas  no  se  encontraban  en- 
tonces muy  distante. 


102 

Cumplidas  estas  órdenes,  se  avistaron  poco  tiempo  después 
en  aguas  filipinas  los  buques  de  guerra  americanos,  al  mando 
del  Comodoro  Dewey,  y  cuyas  fuerzas  navales  eran  las  siguien- 
tes: el  «Olyrapia»  buque  almirante,  crucero  protegido  de  prime- 
ra, de  5.880  toneladas,  2\  nudos  de  velocidad;  4  cañones  8  pul- 
gadas; 10  cañones  de  tiro  rápido  de  5  pulgadas;  4  cañones  de 
6  libras,  6  de  una  libra  y  4  ametralladoras.  «Baltimore,»  cruce- 
ro de  segunda  clase,  con  4,600  toneladas,  20,  6  nudos  de  velo- 
cidad, 4  cañones  de  8  pulgadas,  6  id,  de  6  pulgadas,  4  caño- 
nes de  6  libras  de  tiro  rápido;  3  cañones  de  3  libras,  2  cañones 
de  I  libra,  8  pulgadas  y  2  ametralladoras.  «Boston,»  crucero 
de  segunda,  con  3.  189  toneladas;  velocidad  55  nudos;  2  ca- 
ñones de  á  8  pulgadas,  6  cañones  de  i  6,  4  cañones  de  6  lil)ras 
de  tiro  rápido,  2  de  á  3  libras,  2  de  á  una  libra,  i  de  á  8,  3  de 
á  una  pulgada,  y  dos  ametralladoras.  «Raleigh,»  de  segujida 
clase,  velocidad,  19  nudos,  un  cañón  de  seis  pulgadas,  10  ca- 
ñones de  5  pulgadas  de  tiro  rápido,  S  cañones  de  6  libras,  4 
de  libra  y  4  ametralladoras.  «Concord,»  de  tercera  clase,  con 
I.  700  toneladas,  17  nudos  de  velocidad,  6  cañones  de  6  pulga- 
das, 2  cañones  de  6  libras  de  tiro  rápido,  3  de  3  libras,  un  ca- 
ñón de  I  libra  y  6  ametralladoras.  «Petrel,»  de  cuarta  clase  con 
890  toneladas;  13  nudos  de  velocidad,  4  cañones  de  6  pulgadas, 
2  cañones  de  6  libras  de  tiro  rápido  y  4  ametralladoras.  Acom- 
pañaban á  estos  buques  de  combate  los  transportes  armados, 
«Helene,»  «Zaphir»  y  «Nashani,»  el  guarda  costa  «Me  Cullongh» 
el  carbonero  «Sahn»  y  el  buque  de  provisiones  «Seafarer.»  Es- 
tos dos  últimos,  así  como  el  «Zaphir»  y  «Nashani»  no  tomaron 
participación  en  la  contienda,  permaneciendo  á  alguna  distan- 
cia fuera  de  la  línea  de  combate. 

A  fin  de  que  Se  pueda  juzgar  con  toda  conciencia  é  impar- 
cialidad del  sangriento  drama  desarrollado  en  Cavite  en  las 
primeras  horas  de  la  mañana  del  día  19  de  Mayo  damos  á  con- 
tinuación un  pormenor  del  número  y  calidad  de  buques  espa- 
ñoles que  hicieron  frente  al  poderoso  enemigo.  Fueron  estos 
barcos:  el  «Reina  María  Cristina,»  buque  almirante,  de  3  450 
toneladas,  botado  al  agua  en  188 1;  con  una  velocidad  de  12  nu- 
dos; 6  cañones  Hontoria  de  6.  2  pulgadas,  2  cañones  de  2.7  pul- 
gadas, 3  de  2.  3  pulgadas  de  tiro  rápido,  6  cañones  de  1.4  pul- 
gadas y  dos  ametralladoras.  «Castilla,»  Crucero  de  segunda  cla- 
se, construido  en  el  año  de  1881,  de  3. 342  toneladas,  3  cañones 
Krupp  de  5.  9  pulgadas,  2  cañones  de  4.  7  pulgadas,  3  cañones 
de  3.  3  pulgadas,  2  cañones  de  tiro  rápido  y  2  ametralladoras. 
«Velasco,»  cañonero  que  se  hallaba  en  la  ensenada  de  Bacoor, 
reparándose,  de  1.5 12  toneladas,  3  cañones  Hontoria  de  5  9 
pulgadas,  2  cañones  Armstroug  de  7  pulgadas  y  2  ametra- 
lladoras. «Don  Antonio  de  UUoa;»  de  1,130  toneladas,  10  nudos 


103 

de  velocidad,  con  4  cañones  Hontoria,  de   7   pulgadas,    3  caño- 
nes de  2  pulgadas  y  dos  ametralladoras. 

«Don  Juan  de  Austria,»  de  1130  toneladas,  11  nudos  de  ve- 
locidad, 4  cañones  Hontoria,  de  7  pulgadas,  2  cañones  de  tiro 
rápido  de  2  pulgadas,  i  cañón  de  15  pulgadas  y  2  ametrallado- 
ras. «General  Lazo,»  cañonero  de  524  toneladas,  10.5  nudos  de 
velocidad,  2  cañones  Hontoria  de  47  pulgadas,  i  de  3  5  pul- 
gadas, 2  cañones  pequeños  de  tiro  rápido  y  i  ametralladora.  «El- 
cano,»  de  520  toneladas  y  10  nudos  de  velocidad,  3  cañones 
de  4.7  pulgadas,  i  de  3.5  pulgadas,  2  cañones  pequeños  de 
tiro  rápido  y  i  ametralladora.  «Marqués  del  Duero,»  aviso  de 
400  toneladas,  9.6  nudos  de  velocidad,  con  i  cañón  de  6.2 
pulgadas,  2  cañones  de  4  7  pulgadas  y  i  ametralladora.  «Isla 
de  Cuba,»  crucero  de  3a  clase  de  1,400  toneladas,  10.5  nudos 
de  velocidad,  4  cañones  Hontoria  de  4.7  pulgadas,  2  cañones 
pequeños  y  2  ametralladoras.  «Isla  de  Luzón,»  de  1030  to- 
neladas, 9.6  nudos  de  velocidad,  3  cañones  Hontoria  de  4.7 
pulgadas,  2  cañones  de  3.5  pulgadas  y  2  ametralladoras.  «Isla 
de  Mindanao,>  vapor- correo  de  la  Compañía  Trasatlántica, 
que  no  tomó  ningún  participio  en  el  combate,  lo  mismo  que  el 
trasporte  «Manila,»  los  cuales  permanecieron  fondeados  en  la 
ensenada  de  Bacoor  durante  la  contienda.  Todos  estos  barcos, 
excepción  hecha  de  los  cruceros  «Reina  María  Cristina,»  «D. 
Antonio  de  Ulloa»  y  «D.  Juan  de  Austria»  eran  de  madera  y  ca- 
recían del  blindaje  de  protección.  Algunos  de  ellos  se  encontra- 
ban en  muy  mal  estado,  resultando  casi  inútiles  para  el  ser- 
vicio. 

En  cuanto  á  su  armamento,  debemos  hacer  constar  que  muy 
pocos  fueron  los  que  llevaron  cañones  de  tiro  rápido.  Sólo  el 
buque  «Reina  María  Cristina»  poseía  los  cañones  de  14  centí- 
metros, que  era  lo  que  más  valía  del  artillado  de  la  flota  espa- 
ñola. Adolecía  ésta  también  de  la  falta  de  un  cuerpo  práctico  é 
idóneo  de  maquinistas,  pues  en  la  premura  con  que  se  procedió 
á  su  organización  hubo  necesidad  de  echar  mano  de  hombres 
que  nunca  habían  sido  marinos  de  guerra.  Los  cuerpos  de  con- 
destables y  artilleros  también  fueron  muy  deficientes,  y  algu- 
nos reclutados  á  última  hora;  el  desastre  tenía  pues  que  resul- 
tar no  solamente  probable,  sino  ineludible  para  España. 

En  resumen,  cinco  fueron  las  naves  españolas,  que  represen- 
taron algún  valor  efectivo  en  esta  hecatombe,  las  que  en  con- 
junto sumaban  11,290  caballos  de  fuerza,  13,371  toneladas,  76 
cañones,  1,875  tripulantes  y  12  millas  de  velocidad  el  de  ma- 
yor andar. 

La  escuadra  norteamericana  se  componía  en  su  mayor  parte, 
de  cruceros  protegidos  y  modernos,  con  una  velocidad  media 
de  algo  más   de   17   millas,  y  de  cañoneros  de  primera,  con  un 


104 

total  de  2í,4io  toneladas,  49,290  caballos  de  fuerza,  163  bocas 
de  fuego  (la  mayor  parte  de  tiro  rápido)  1,750  plazas  á  bordo, 
montando  el  «OlympiaM  4  formidables  cañones  de  20  centíme- 
tros; los  cañones  fueron  gobernados  por  artilleros  ingleses  con- 
tratados antes  de  zarpar  del  puerto  de  Hong  Kong  la  escuadra 
norteamericana,  por  el  Gonsul  de  esta  nación.  Mr.  Wildam, 
quien  ofreció  á  las  blue  jackets  británicos  500  dollars  mensuales 
en  pago  de  sus  servicios.  Debemos  hacer  constar  también  que 
dichos  marinos  ingleses  eran  en  su  mayoría  desertores  de  la 
escuadra  de  la  Gran  Bretaña.  Tal  es  la  versión  de  un  subdito 
francés  que  se  encontraba  en  el  lugar  de  los  acontecimientos,  y 
que  á  continuación  trascribimos. 

El  día  25  de  Abril,  á  media  noche  salió  el  Contralmirante  de 
la  escuadra  española  D.  Patricio  Montojo  de  la  bahía  de  Ma- 
nila para  el  puerto  de  Subic,  acompañado  de  los  cruceros  «Rei- 
na María  Cristina,»  «D.  Juan  de  Austria,»  «Isla  de  Cuba,«  «Isla 
de  Luzón,))  aviso  «Marqués  del  Duero»  y  el  cCastilla.» 

Este  último  viejo  navio,  se  hallaba  en  malísimas  condiciones 
á  causa  del  deterioro  completo  del  casco,  que  le  impedía  casi 
todo  movimiento;  sólo  pudo  ser  utilizable,  á  medias,  como  una 
ineficaz  batería  flotante. 

El  día  26  celebró  en  Subic  el  Contralmirante  una  conferen- 
cia con  el  Capitán  de  navio.  Sr.  del  Río,  sobre  el  estado  en  que 
se  encontraban  las  obras  de  defensa  de  ese  puerto,  por  donde  se 
vino  en  conocimiento  dé  la  deplorable  situación  en  que  se  ha 
liaban.  Se  procedió  inmediatamente  á  reparar  el  mal  en  lo  que 
fuese  posible,  puesto  que  se  acercaba  la  hora  de  presentarse  la 
armada  enemiga  en  las  aguas  del  Archipiélago.  Como  se  com- 
prenderá, estas  improvisadas  defensas  resultaron  insuficientes 
en  virtud  de  la  violencia  con  que  se  llevaron  á  cabo. 

Era  tan  lamentable  la  situación  que  guardaba  el  crucero 
«Castilla,»  que  á  consecuencia  de  la  corta  travesía  verificada  pa- 
ra llegar  á  Subic,  hacía  mucha  agua  cuando  arribó  á  este  puer- 
to, al  grado  de  que  fué  necesario  taparle  las  hendiduras  que 
presentaba,  con  cemento,  operación  que  tardó  algunos  días  lo- 
grándose al  fin  que  quedara  el  buque  casi  estanco,  pero  mate- 
rialmente imposibilitado  para  utilizar  su  máquina. 

En  las  primeras  horas  de  la  mañana  del  día  27  los  barcos 
referidos  se  dirigieron  á  la  parte  Suroeste  del  puerto  precitado 
á  fin  de  cubrir  su  boca  que  era  donde  se  hacía  más  indispensa- 
ble la  resistencia.  El  «Castilla»  se  retiró  sobre  el  extremo  No- 
roeste de  la  Isla  Grande  para  defender  con  sus  fuegos  la  entra- 
da del  Oeste.  La  del  Este  quedaba  cerrada  con  los  cascos  de 
algunos  bRrcos  mercantes  echados  á  pique  con  tal  propósito. 

Con  profundo  desagrado  notó  el  Contralmirante  Montojo  que 
no  habían  sido  montados,  como  lo  esperaba,    los  cañones  en  la 


105 

Isla,  y  mucho  más  aún  aumentó  su  disgusto  al  manifestársele 
que  tardarían  más  de  mes  y  medio  en  estar  emplazados  dichos 
cañones. 

La  defensa  de  torpederos  fué  nula  porque  se  dudaba  de  su 
eficacia  para  proteger  la  rada.  No  defendida  ésta  bajo  tal  me- 
dio, ni  por  las  baterías  de  tierra,  tenía  que  resistir  la  escuadra 
con  sus  escasos  elementos  el  formidable  ataque  de  la  flota  nor- 
teamericana, en  un  reducidísimo  círculo. 

III 

Abrigaba  aún  la  esperanza  Montojo  de  que  el  enemigo  no  se 
dirigía  al  puerto  de  Subic,  dándole  de  esta  manera  tiempo  pa- 
ra prepararse  algo  mejor  y  poderle  hacer  frente  en  condiciones 
menos  desfavorables;  pero  estas  esperanzas  se  desvanecieron 
bien  pronto.  Al  día  siguiente  recibió  del  Cónsul  españolen 
Hong-Kong  un  telegrama  que  textualmente,  decía:  «Escua- 
dra enemiga  salió  á  las  dos  de  la  tarde  de  la  bahía  de  Mirs,  y 
según  confidencias,  se  dirige  á  Subic  para  destruir  nuestra  es- 
cuadra y  después  marchará  sobre  Manila.» 

El  telegrama  demostraba  que   el  enemigo  conocía  perfecta- 
mente los  movimientos  de  la  escuadra  española,  así  como  tam- 
bién sabía  que  carecía  de  medios  de  defensa  el  fondeadero  ó 
puerto  de  Subic.  En  efecto,  estos  pormenores  le  fueron  comuni- 
cados al  Comodoro  Dewey,  jefe  de  las  fuerzas  navales  america- 
nas, por  varios  agentes  y  espías  chinos,  japoneses  y  británicos. 
El  día  28  de  Abril  el  Contralmirante  Montojo  convocó  á  jun- 
ta extraordinaria  de  comandantes,  y  todos,  á  excepción  del  je- 
•iffe  del  arsenal  de  Subic,  Sr.  del  Río,   opinaron  que  la  situación 
era  insostenible,  y  que  debían  trasladarse  á  la  batería  de  Ma- 
nila, para  aceptar  allí  el  combate  en  condiciones  más  favora- 
bles. Esta  resolución  contrarió  muchísimo  al  comandante  del 
arsenal  expresado,  y  no  comprendemos  qué  motivos  hubo  de 
tener  por  apoyar  su  opinión  puesto  que  realmente  la  bahía  de 
Manila  ofrecía  mayores  ventajas  á  la  escuadra,  que  las  que  pu- 
diese tener  el  puerto  de  Subic. 

Como  se  había  convenido  y  resuelto  el  día  29  abandonó  la 
flota  el  puerto  de  Subic,  y  se  dirigió  á  Manila,  desechándose  la 
idea  de  apostar  los  buques  cerca  de  esta  última  ciudad,  porque 
lejos  de  defenderla,  provocaría  el  bombardeo  de  la  plaza,  que 
hubiera  sido  desastroso.  Se  optó  pues,  unánimemente,  por  to- 
mar posiciones  en  el  fondo  de  Cañacao,  con  el  menor  calado 
posible  á  fin  de  poder  combinar  los  fuegos  de  la  escuadra  con 
los  de  las  baterías  de  punta  Sangley  y  del  «UUoa.» 

Dio  luego  el  Contralmirante  Montojo, orden  al  comandante 
Sr.  del  Río  da  que  concentrara  todas  sus  fuerzas  en  el  punto 


io6 

más  conveniente  y  estratégico  del  arsenal  de  su  mando,  así  co- 
mo para  quemar,  si  era  necesario,  las  existencias  de  carbón  al- 
macenadas en  el  depósito,  antes  de  que  cayese  éste  en  poder 
del  enemigo.  Fué  despachado  para  Manila  el  «Don  Juan  de 
Austria»  con  el  objeto  de  que  se  reuniera  el  mayor  número  de 
chalanas,  cargadas  de  arena,  para  que  sirviesen  de  defensa  á  la 
línea  de  flotación  del  «Castilla»  que  como  antes  dijimos  carecía 
de  movimiento,  y  protegerlo  en  lo  que  fuese  posible  contra  los 
torpederos  y  granadas  enemigas. 

En  la  tarde  del  citado  día  29  fondeó  la  escuadrilla  hispana 
en  el  seno  de  Cañacao,  y  el  siguiente,  30  de  Abril,  quedaron 
establecidos  en  línea  de  combate  el  «María  Cristina,»  «Castilla,» 
«Don  Juan  de  Austria,»  «Don  Antonio  de  Ulloa,»  «Isla  de  Lu- 
2Ón,»  «Isla  de  Cuba»  y  «Marqués  del  Duero,»  mientras  que  el 
transporte  «Manila»  iba  á  reunirse  en  el  fondo  de  la  ensenada 
de  Bacoor  con  los  cañoneros  «Velasco»  y  «Lazo,»  que  como  ya 
referimos  primero,  se  hallaban  en  reparaciones. 

A  las  siete  de  la  tarde  fué  trasmitido  de  Subic  un  telegrama 
anunciando  que  la  flota  enemiga  había  entrado  en  el  puerto  á 
las  tres,  y  no  encontrando  allí  á  Montojo  y  su  escuadra  como 
esperaba,  había  ordenado  el  Comandante  Mr.  Jorge  Dewey, 
saliera  inmediatamente  para  la  bahía  de  la  capital  filipina. 

Llegaba  á  la  bahía  el  trasatlántico  «Islade  Mindauao»  á  cu- 
yo capitán  aconsejó  Montojo  salvara  su  navio  partiendo  en  el 
acto  rumbo  al  puerto  de  Singapore;  pero  la  falta  de  la  autoriza- 
cióu  respectiva  de  la  compañía  Transatlántica,  no  decidió  de 
pronto  al  capitán,  y  al  fin  se  refugió  con  su  bnque  en  las  inme- 
diaciones de  Bacoor. 

A  eso  de  la  media  noche  oyéronse  cañonazos  hacia  la  isla  del 
Corregidor,  y  á  las  dos  de  la  madrugada  del  día  19  de  Mayo, 
recibió  Montojo  aviso  telegráfico  del  arribo  de  la  escuadra  ame- 
ricana á  dicha  isla.  Ayudada  por  sus  potentes  proyectores,  di- 
rigió sus  fuegos  á  las  baterías  del  Corregidor.  Inmediatamente 
dio  aviso  el  jefe  de  la  armada,  Sr.  Montojo,  al  comandante  del 
arsenal,  capitán  Sostoa,  y  al  gobernador  de  la  plaza  de  Cavite, 
general  Don  Tomás  García  Peña,  á  fin  de  que  se  procediese  sin 
pérdida  de  tiempo  á  cargar  la  artillería  y  que  todos  los  oficia- 
les, soldados  y  marineros  estuviesen  en  sus  puestos.  Prevenida 
la  escuadra  para  el  combate  con  los  fuegos  avivados,  sólo  se 
esperaba  ya  por  instantes  la  llegada  de  la  flota  enemiga.  Los 
barcos  comandados  por  el  Contralmirante  D.  Patricio  Montojo. 
habían  sido  pintados  antes,  de  un  color  gris  obscuro,  y  se  les 
despojó  de  toda  obra  muerta,  masteleros  y  botes,  con  objeto  de 
evitar;  en  cuanto  fuese  dable,  el  efecto  de  los  proyectiles  y  as- 
tillazos del  invasor  norteamericano.  Kste  apareció  al  fin,  frente 
á  Cavite,  á  las  tres  d^  la  madrugada. 


I07 

Una  hora  después  se  hizo  la  señal  de  zafarrancho  de  comba- 
te. Pocos  momentos  antes  de  las  cinco  distinguió  el  «Donjuán 
de  Austria»  la  escuadra  enemiga,  y  pasados  algunos  instantes 
ie  avistó  desde  á  bordo,  algo  confusa,  pero  dispuesta  ya  en  lí- 
nea de  batalla  como  á  cinco  mil  metros  distante  de  la  española. 

Formaba  en  primer  lugar  el  buque  insignia  «Olympia,»  se- 
guían el  «Baltimore,»  «Boston,»  Concord,»  «Helene,»  «Petrel» 
y  Me  Cullough»,  permanecieron  fuera  de  la  línea  los  transpor- 
tes «Zaphír»  y  «Nashani.»  A  las  cinco  y  cuarto  de  la  mañana 
rompió  el  fuego  la  Batería  de  la  Punta  Saugley,  y  cuyos  pri- 
meros proyectiles  no  alcanzaron  al  enemigo;  sus  cañones  eran 
dos  de  quince  centímetros,  sistema  Ordoñez,  y  de  los  cuales 
nada  más  uno  tenía  su  boca  de  fuego  en  dirección  á  la  flota  da 
Dewey.  Pocos  momentos  después  abrió  también  el  fuego  una 
de  las  baterías  de  Manila,  y  antes  de  las  seis,  una  vez  ya  hecha 
la  señal,  lo  verificó  la  escuadra  española,  respondiendo  inme- 
diatamente la  enemiga. 

El  combate  fué  entablado.  El  fuego  de  los  norte- americanos 
era  rapidísimo;  se  veía  la  flota  española  materialmente  evuel- 
ta  en  un  diluvio  de  proyectiles,  muy  particularmente  el  "Cris- 
tina," que  fué  en  el  que  concentraron  sus  fuegos  los  contrarios. 
No  había  transcurrido  mucho  tiempo  cuando  una  granada  ame- 
ricana hizo  explosión  en  el  castillo  del  "Reina  Cristina,"  ma- 
tando ó  hiriendo  á  casi  todos  los  individuos  que  prestaban  sus 
servicios  en  los  cuatro  principales  cañones  del  buque;  hizo 
también  grandes  averías  en  el  palo  trinquete,  y  los  fragmen- 
tos del  maderamen  destrozaron  parte  de  los  timoneles  que  go- 
bernaban el  puente,  por  lo  cual  tuvo  necesidad  de  tomar  la 
rueda  el  teniente  de  navio  D.  José  Nuñez  que  con  gran  sere- 
nidad permaneció  en  su  puesto,  gobernando  hábilmente  el  ti- 
món, hasta  que  terminó  la  sangrienta  refriega.  Estalló  otra  gra- 
nada en  el  soyado  del  "Cristina",  y  originó  el  encendió  de  los 
masteleros  de  la  marinería,  no  causando  grandes  daños  por  ha- 
ber sido  pronto  sofocado. 

La  escuadra  americana  avanzó  hacia  la  contraria,  y  afinando 
su  puntería,  disparó  sobre  ésta  una  verdadera  lluvia  de  me- 
trallas con  sus  magníficos  cañones  de  tiro  rápido;  causó  mu- 
chas bajas  y  no  pocos  desperfectos  á  los  infortunados  navios 
españoles. 

«El  Cristina,»  también  recibió  una  granada  formidable  que 
le  destrozó  por  completo  el  servo-motor  quedando  sin  gobierno 
por  algunos  momentos,  mientras  se  procuraba  engranar  su  rue- 
de mano,  y  al  llevarse  á  cabo  esta  operación  explotó  otra  gra- 
nada en  la  popa  de  la  nave,  que  dejó  fuera  de  combate  á  nueve 
americanos,  y  muy  mal  herido  á  un  segundo  teniente.  Otra  más 
hizo  astillas  el  pico  del  palo  mesana,    arrastrando  la  bandera  y 


io8 

la  insignia  del  contra  almirante  Mont&jo,  las  cuales  fueron  re- 
puestas inmediatamente.  Nuevas  granadas  reventaron  en  dis- 
tintas partes  del  buque  y  algunas  de  pequeño  calibre  aSvesa- 
ron  sus  chimeneas,  á  la  vez  que  eran  perforados  los  guardaco- 
lores  por  otra  de  las  granadas,  que  dejó  fuera  de  combate  á 
un  condestable  y  quince  hombres  sirvientes  de  la  artillería. 

iíl  cañón  de  proa  de  estribor  quedó  inutilizado  por  un  grueso 
proyectil.  Otra  granada  atravezó  el  costado  reventando  en  el 
soyado  y  cansó  un  espantoso  incendio  á  bordo  mientras  seguía 
la  tempestad  de  granadas  y  bombas  de  todos  calibres,  descar- 
gadas sobre  el  buque  almirante.  Por  último,  una  bomba  explo- 
siva reventó  en  la  cámara  de  oficiales,  convertida  en  hospital 
de  sangre  provisionalmente.  El  estrago  que  produjo  fué  horro- 
roso: los  iti felices  heridos  que  allí  se  curaban  fueron  muertos 
unos  y  mutilados  otros,  sembrando  el  pánico  y  terror  consi- 
guientes. Por  todas  partes  se  oían  ayes  lastimeros  de  dolor  lan- 
zados por  las  débiles  voces  de  los  heridos  que  se  mezclaban  con 
las  más  terribles  denostaciones  de  los  que  se  retorcían  horrible- 
mente mutilados,  en  los  charcos  de  su  propia  sangre.  Es  impo- 
tente la  pluma  para  transcribir  al  papel  el  cuadro  de  horror  que 
se  desarrollaba  en  aquellos  momentos  supremos.  La  sangre  hu- 
mana corría  aún  tibia  y  humeante  á  caudales  sobre  la  cubierta 
del  navio-insignia  español  y  los  fragmentos  de  los  cuerpos  des- 
trozados de  sus  defensores  se  veían  por  todas  partes,  muchos 
de  ellos  palpitantes  todavía.  Un  infeliz  americano,  fué  alcanza- 
do por  un  casco  de  granada  que  le  desgarró  el  vientre  por  com- 
pleto echándole  fuera  los  intestinos;  el  héroe  con  pasmosa  y 
aterradora  serenidad  se  recogía  éstos  con  una  mano,  mientras 
que  con  la  otra  apoyaba  su  fusil  en  un  montón  de  cadáveres 
descargándolo  furioso  sobre  el  enemigo 

Episodios  semejantes,  llenos  de  valor  y  de  entereza,  abunda- 
ron en  esta  memorable  jornada,  mas  á  pesar  de  tanto  heroísmo 
derrochado  y  de  tanta  sangre  generosamente  derramada,  todo 
al  fin  resultó  inútil. 

Hablemos  de  la  catástrofe  del  «María  Cristina».  Decíamos 
que  este  barco  había  sido  presa  de  las  llamas,  y  para  agravar 
más  su  precaria  situación,  el  único  cabo  de  cañón  fué  al  fin  ani- 
quilado por  un  proyectil  que  le  originó  gravísima  herida,  de- 
jándolo fuera  de  combate.  No  quedó  ni  un  sólo  hombre  ileso 
á  bordo  del  buque  almirante  español,  porque  hasta  el  Jefe  de  la 
flota  Don  Patricio  Montojo,  resultó  con  una  seria  contusión  en 
la  pierna  izquierda. 

En  semejantes  circunstancias  resolvió  abandonar  al  «Cristi- 
na,» después  de  recojer  su  insignia  y  bandera,  que  material- 
mente se  encontraban  ya  acribilladas  á  cañonazos;  sus  costados, 
chimeneas  y  arboladuras,  envueltos    por  las  llamas,  y  fuera  de 


109 

combate  casi  toda  su  dotación,  así  como  la  mayor  parte  de  la 
oficialidad. 

El  contralmirante  Montojo  hizo  señales  al  mismo  tiempo  al 
«Isla  de  Cuba))  y  al  «Luzón))  para  que  acudiesen  á  recoger  los 
restos  de  la  tripulación,  y  una  vez  llevada  esta  maniobra  á 
cabo  por  los  botes  del  «Cuba,))  «Luzón))  y  «Marqués  del  Duero,» 
el  «María  Cristina,))  fue  echado  á  pique  por  sus  denodados  de- 
fensores, á  fin  de  que  nada  pudiese  aprovechar  de  él  el  enemi- 
go. El  Contralmirante  Don  Patricio  Montojo  arboló  inmediata- 
mente su  insignia  en  el  crucero  «Isla  de  Cuba)).  El  heroico  co- 
mandante del  «Reina  Cristina))  Don  Luis  Cadarso  y  Rey  fué 
herido  por  una  granada  mientras  dirigía  las  maniobras  de  sal- 
vamento á  bordo  del  navio. 

Fué  uno  de  los  jefes  de  la  armada  que  más  se  distinguieron 
durante  el  combate. 

Cuando  había  perdido  toda  esperanza  de  salvar  su  buque,  no 
quiso  salvarse  tampoco.  Aceptó  voluntr.riamenta  la  muerte  y 
se  hundió  con  él,  en  compañía  de  sus  marinos  muertos  y  heri- 
dos, bajo  las  profundidades  del  océano. 

El  «Don  Antonio  de  Ulloa))  se  defendió  no  menos  heroica- 
mente: con  dos  únicas  piezas  de  que  pudo  disponer  y  con  quin- 
ce hombres  para  los  servicios  indispensables  de  tan  escasa  arti- 
llería, hizo  frente  á  los  gruesos  proyectiles  del  «Olympia))  y  del 
«Concord,))  que  no  tardaron  en  causarle  rumbos  en  su  linea  de 
flotación  y  en  echarlo  á  pique  pocos  momentos  después.  Fué 
muerto  su  bravo  comandante,  lo  mismo  que  aquellos  denoda- 
dos marinos. 

«El  Castilla))  luchó  con  tesón,  pero  su  artillería  fué  pronto 
inutilizada  por  las  metrallas  enemigas  y  sólo  del  cañón  de  po- 
pa pudo  servirse  hasta  el  fin.  Corrió  este  buque  la  misma  suer- 
te que  los  otros;  incendiado  por  las  granadas  americanas  fué 
echado  á  pique  por  su  comandante  D.  Alonso  Morgado,  que  lo 
abandonó  á  tiempo,  salvando  al  resto  de  la  tripulación  de  una 
manera  ordenada. 

Sus  bajas  fueron  de  32  muertos  y  90  heridos. 

El  "Don  Juan  de  Austria,"  con  bastantes  averías  y  muchas 
bajas,  y  teniendo  las  carboneras  incendiadas,  acudió  en  auxi- 
lio del  "Castilla,"  pero  poco,  mejor  dicho,  nada  podía  hacer  en 
favor  de  este  navio,  por  las  condiciones  lamentable,  en  que  se 
encontraba. 

El  "Isla  de  Luzón"  tenía  también  tres  cañones  desmontados, 
y  serias  averías  en  su  casco  y  arboladura,  y  por  último  el  "Mar- 
qués del  Duero"  quedó  con  sus  máquinas  inservibles,  lo  mismo 
que  uno  de  sus  reductos  y  el  cañón  de  proa. 

A  las  ocho  de  la  mañana  suspendió  el  fuego  la  escuadaa  ene- 
miga, dando  entonces  orden    Montojo   que  los  buques  que  aun 


lio 

quedaban,  fuesen  á  tomar  posisiones  en  la  ensenada  de  Bacoor, 
y  resistiesen  allí  hasta  el  último  extremo  al  enemigo. 

IV. 

Tres  horas  después  se  reanudó  el  combate,  la  escuadra  ame- 
ricana formó  un  estrecho  círculo  con  el  objeto  de  acabar  con 
los  restos  de  la  flota  española,  lo  cual  consiguió  después  de 
unos  cnantos  disparo?,  por  la  escasa  resistencia  que  pudo  pre- 
sentar con  los  pocos  cañones  que  aun  conservaba  montados. 
Había  llegado  el  fin  del  desastre,  el  epílogo  del  sangriento  dra- 
ma: no  era  posible  sostener  por  más  tiempo  tan  triste  situación. 
Todo  se  había  perdido  en  Filipinas  para  España,  menos  su  ho- 
nor y  su  dignidad.  Sus  bravos  y  nobles  hijos  fueron  vencidos, 
es  cierto,  pero  jamás  por  cobardía  ó  falta  de  patriotismo;  te- 
nían obligación  de  luchar  hasta  morir,  pero  nunca  se  les  po- 
dría exigir  que  alcanzasen  la  victoria.  Heroismo  fué  el  haber 
preferido  hundirse  con  sus  buques  antes  que  dejarlos  en  peligro 
de  caer  en  manos  del  enemigo. 

Las  bajas  españolas,  según  los  datos  oficiales  que  hemos  te- 
nido á  la  vista,  ascendieron  á  6i8  hombres  entre  jefes  y  oficia- 
les, [i]  ^ 

La  población  de  Cavite  también  sufrió  no  poco  á  causa  del 
bombardeo  de  que  fué  víctima. 

De  los  buques  españoles  que  tomaron  parte  en  la  refriega  no 
pudo  salvarse  uno  solo. 

Veamos  ahora  el  parte  oficial  comunicado  por  el  Comodoro 
Dewey  al  Ministro  de  Guerra  y  Marina  de  los  Estados  Unidos. 

El  primer  mensaje  enviado  á  Washington,  dice: 

"Manila,  Mayo  lo. — Escuadra  llegó  á  Manila  al  amanecer 
hoy.  Inmediatamente  trabó  combate  con  enemigo  y  destruyó 
los  siguientes  buques  españoles:  "María  Cristina,"  "Castilla" 
"Ulloa\  "Isla  de  Cuba"  («General  Lazo»   "Duero"  "Correo," 

(1)  En  cuanto  al  núnero  de  bajas  que  hubo  en  la  batalla  de  Cavite  los  siguientes 
partes  oficiales,  como  ?e  vé,  están  desaconles.  üebomos  desechar  el  del  Comodoro 
Dewey  que  afirma  que  estas  fueron  150  las  españolas;  y  debemos  desecharlo  por" 
que  es  lógico  suponer  en  él  ignorancia  de  lo  que  ocurría  en  los  buques  enemigos 
que  no  estuvieron  bajos  sus  órdenes. 

La  cifra  fijada  por  el  Gobernador  General  de  Filipinas,  que  hace  subir  el  nú- 
mero de  bajas  á  618.  nos  parece  la  más  verosímil.  Según  el  mismo  mensaje  regre- 
saron de  Cavite  á  Manila  lüOü  marinos  de  la  escuadra  destruida;  lo  cual  indica 
que  de  1875,  total  de  plaza»  á  bordo  de  los  navios  españoles,  debemos  restar  lOüO 
que  regresaron  á  Manila,  quedando  en  consecuencia  875,  de  los  que  no  habla  el 
mensaje,  así  es  que  solamt-nte  257,  número  que  es  exajerado,  resulta  que  queda- 
rían en  Cavite  por  otros  distintos  motivo?,  y  618  serían  las  bajas  en  resumen. 

Además,  los  datos  que  h»  mos  adquirido  posteriormente,  confirman  la  exactitud 
•del  mensaje  del  (jobernador  de  Filipin.TS. 

Por  lo  qup  hace  á  las  bajas  americanas  no  hemos  encontrado  hasta  ahora  nada 
que  contradiga  la  versión  de  que  estas  se  redujeron  á  seis  marinos  heridos. 


III 

**Velasco,"  «Mindano,»  un  transporte  y  batería  flotante  en  Ca- 
vite.  Escuadra  americana  ilesa,  sólo  unos  cuantos  marinos  lige- 
ramente heridos.  Único  medio  comunicación  es  telegrafiar  á  Cón- 
sul americano  en  Hong-Kong.  Comunicaréme  con  él  (firmado) 
Dewey.» 

El  día  7  de  Mayo  se  recibió  dicho  mensaje,  y  á  continuación 
este  otro: 

«Cavite,  Mayo  4. — Long  Ministro  Marina. — He  tomado  po- 
sesión de  estación  naval  de  Cavite,  Islas  Filipinas  y  destruido 
sus  fortificaciones.  He  destruido  sus  fortificaciones  á  la  entrada 
de  la  bahía  que  la  protegen.  Tengo  dominada  la  bahía,  puedo 
tomar  la  ciudad  en  cualquier  momento.  La  escuadra  bien,  ma- 
rinos en  excelente  salud  y  espíritu.  Las  pérdidas  españolas  son 
considerables,  aunque  no  se  saben  todas.  150  muertos,  entre 
éstos  el  Capitán  del  "María  Cristina."  Estoy  ayudando  á  prote- 
ger á  los  enfermos  y  heridos  españoles  que  se  encuentran  en  los 
hospitales  dentro  de  nuestras  líneas.  Gran  excitación  reina  en 
Manila.   Protegeré  á  los  extranjeros. — Dewey.n 

El  Gobernador  General  de  Filipinas  telegrafió  de  Manila,  el 
mismo  día  7,  á  Madrid  lo  siguiente: 

«El  enemigo  ha  tomado  á  Cavite  en  el  arsenal  estableciendo 
un  completo  bloqueo.  Se  dice  que  á  pedimento  de  los  cónsules 
extranjeros,  los  americanos  no  bombardearán  la  capital.  (Ma- 
nila) á  condición  de  que  ya  no  haga  fuego  sobre  los  buques 
americanos,  que  se  encuentran  fuera  de  tiro.  Un  mil  marinos 
de  nuestra  escuadra  destruida  llegaron  ayer.  Las  pérdidas  de 
nuestra  escuadra  ascienden  á  seiscientos  dieciocho.» 

La  Embajada  de  Francia  recibió  en  Washington  otro  despa- 
cho referente  á  la  batalla,  concebido  en  estos  términos: 

"Seis  cruceros  y  cañoneros  españoles  tomaron  parte  en  el 
combate.  Kl  primer  ataque  dio  principio  entre  8  y  9  de  la  ma- 
ñana del  10  de  Mayo. 

Los  buques  americanos  avanzaron  en  línea  de  combate  for- 
mando una  V  algo  abierta,  encontrando  á  la  escuadra  españo- 
la que  formaba  línea  de  combate  en  figura  de  Y  invertida,  el 
crucero  Almirante  "María  Cristina"  del  Almirante  Montojo, 
encontrándose  en  el  ápice.  Este  buque  fué  el  centro  del  fuego 
que  quedó  acribillado  y  se  fué  á  pique,  por  los  cañones  del 
"Concord."  Se  dice  que  recibió  100  proyectiles  de  cañones  de 
tiro  rápido  de  5  y  6  pulgadas  en  dos  minutos,  á  una  distancia 
de  1,000  yardas. 

Después  de  que  se  notó  que  el  buque  almirante  estaba  fuera 
de  combate  y  que  el  almirante  Montojo  lo  abandonaba  en  un 
bote,  el  fuego  se  concentró  sobre  el  crucero  "Don  Juan  de  Aus- 
tria," que  fué  destrozado;  su  capitán,  primer  oficial  y  más  de 
una  tercera  parte  de  su  tripulación,  perecieron.    Al  buque  de 


112 

madera  "Castilla"  el  fuego  convergente  del  enemigo,  pronto  lo 
incendió  y  echó  á  pique. 

La  táctica  adoptada  por  el  Comodoro  Dewey,  parece  que  fué 
el  método  que  se  considera  como  el  mejor  por  las  autoridades 
navales  en  Europa,  y  que  consiste  en  elegir  un  buque  y  con- 
centrar todo  el  fuego  sobre  él. 

La  formación  de  la  línea  de  combate  adoptada  por  los  espa- 
ñoles, es  la  táctica  antigua,  mientras  que  la  del  Comodoro  De- 
wey permite  que  cada  buque  en  la  línea  de  combate,  concentre 
su  fuego  según  se  le  ordene. 

Se  desprende  de  la  pérdida  de  los  tres  buques  españoles  más 
grandes,  que  Dewey  escogió  á  éstos,  uno  tras  otro,  descargan- 
do sobre  ellos  una  lluvia  de  metrallas,  que  en  poco  tiempo  los 
puso  fuera  de  combate. 

El  primer  encuentro,  agrega  el  mensaje,  duró  40  minutos 
después  del  primer  disparo;  parte  de  este  tiempo  se  ocupó  en 
tomar  posiciones  para  el  mejor  éxito  del  plan  de  atacar  á  uno 
después  de  otro  de  los  buques  más  importantes.  Parece  que  el 
segundo  encuentro  se  ocasionó  por  la  aparición  de  algunos  bu- 
ques españoles,  que  sin  duda  se  encontraban  cruzando  fuera  de 
la  bahía  y  que  entraban  en  el  puerto  en  esos  momentos." 

Las  siguientes  palabras  del  contralmirante  Montcjo,  después 
de  la  batalla,  revelan  el  magnífico  comportamiento  de  sus  ma- 
rinos y  la  imposibilidad  de  haber  siquiera  resistido  con  éxito: 
"Todos  los  jefes,  oficiales,  maquinistas  contramaestres,  con- 
destables, marinos  y  soldados,  decía  el  Almirante  español,  han 
rivalizado  en  sostener  con  honor  el  buen  nombre  de  la  marina 
en  esta  triste  jornada.  La  insuficiencia  de  los  buques  que  com- 
ponían mi  pequeña  escuadra,  la  falta  de  personal  de  todas  cla- 
ses, especialmente  de  condestables  y  artilleros  de  mar,  la  esca- 
sa idoneidad  de  algunos  maquinistas  improvisados,  la  casi  ca- 
rencia de  cañones  de  tiro  rápido,  las  triplicadas  fuerzas  del  ene- 
migo, y  la  ninguna  protección  de  la  mayor  parte  de  nuestros  bu- 
ques; todo  contribuyó  á  hacer  más  cruento  el  sacrificio  que  hi- 
cimos en  aras  de  la  Patria  y  para  alejar  la  eventualidad  de  los 
horrores  de  un  bombardeo  á  la  casi  inerme  ciudad  de  Manila, 
con  el  convencimiento  de  que  al  medir  nuestras  escasas  fuerzas 
con  las  muy  superiores  del  enemigo,  íbamos  á  una  muerte  casi 
segura,  y  por  de  contado  á  perder  todos  nuestros  buques  como 
desgraciadamente  ha  sucedido." 


A  fin  de  rendir  homenaje  á  la  justicia,  y  al  verdadero  mé- 
rito, transcribimos  en  seguida  un  notable  trabajo  de  que  es 
autor  el  distinguido  oficial  de  la  armada  francesa  que  se  oculta 


IÍ3 

bajo  el  modesto  pseudónimo  de  "El  teniente  X"  y  que  ha 
presenciado  los  sucesos  y  conoció  perfectamente  á  las  personas 
que  en  ellos  figuran.  Dicha  labor  literaria  fué  publicada  el  15 
de  Agosto  de  98,  con  el  título  de  "La  Guerra  eu  Filipinas,"  y 
apareció  en  la  acreditada  publicación  francesa  "La  Revue  de 
París." 

El  articulista  no  siente  la  menor  inclinación  hacia  España — 
según  él  mismo  afirma  con  entera  franqueza — y  no  pocos  de 
sus  juicios  respecto  deesa  nación  aparecen  demasiado  duros. 
Por  esto  precisamente  no  es  sospechoso  su  testimonio  cuando 
reconoce  que  el  valor  y  las  cualidades  militares  de  los  españo- 
les fueron  puestas  á  prueba  en  aquella  memorable  jornada.  Es- 
te trabajo  del  referido  escritor  francés  contiene  implícitos,  car- 
gos muy  severos  contra  el  gobierno  español  que  nada  hizo  de 
su  parte  para  salvar  á  la  nación  de  la  deshonra. 

He  aquí  algunos  fragmentos: 

"Miércoles,  Mayo  11. — Los  españoles  pretenden  que  harán 
una  resistencia  desesperada  y  no  cederán  hasta  el  último  mo- 
mento. Manila  tiene  quizás,  más  recursos  de  los  que  se  creía. 
La  ciudad,  amurallada,  se  tausforma  en  cindadela  y  servirá 
de  reducto  á  la  defensa.  Los  oficiales  de  marina  salvados  del 
desastre  de  Cavite,  pasan  á  servir  con  las  tropas  de  tierra.  No 
parecen  tener  apego  á  la  vida.  Entretanto,  basta  ver  las  miradas 
que  dirije  á  estos  valientes  un  inglés  ó  un  americano,  para  com- 
prender que  los  desprecian.  Es  el  desprecio  del  rico  por  el  po- 
bre, del  bien  vestido  por  el  andrajoso.  Verdad  es  que  el  espa- 
ñol devuelve  el  desprecio  al  sajón,  pero  no  deja  de  comprender 
que  éste  es  inconcebible  y  que  el  aspecto  le  favorece.  El  inglés 
produce,  ciertamente,  el  efecto  de  un  hombre  rico,  fuerte,  inte- 
ligente y  mejor  apercibido  para  vivir,  así  como,  al  fin  de  cuen- 
tas, el  que  hace  más  honor  á  la  vida.  Pero  el  español,  aún  en 
el  momento  en  que  le  condeno,  suscita  la  idea  del  hombre  he- 
roico. 

"Nó,  no  permitiré  que  en  mi  presencia  se  calumnie  á  España. 
Nada  tengo  de  común  con  este  pueblo:  mi  razón  le  rechaza, 
mis  sentimientos  le  tienen  repugnancia,  mi  espíritu  no  le  tiene 
piedad,  y  hasta  estoy  persuadido  de  que  sus  desdichas  son  un 
justo  castigo;  pero  nadie  se  burle  del  aspectivo  furioso  que  sien- 
ten los  españoles  por  la  muerte.  Todos  los  pueblos  tienen  sus 
turbas  que  convierten  en  vicios  ridículos  las  mas  hermosas  vir- 
tudes nacionales.  Nosotros  tenemos  los  patrioteros  de  dublé  y 
los  trágicos  saltimbanquis;  los  ingleses  tienen  sus  tenderos  hi- 
pócritas y  sus  usureros  políticos;  no  es,  pues,  extraño  que  los 
españoles  tengan  sus  falsos  caballeros.  Pero  sería  menester  no 
tener  corazón  de  hombre  para  no  honorarios  como  á  nobles  ven- 
cidos. Estos  hombres  aman  su  patria  y  su  espada  infinitamente 


114 

más  que  la  vida.  Irán  á  la  muerte  con  gran  júbilo  y  no  la  sen- 
tirán siquiera.  Espiran  acribillados  de  heridas  sin  poferir  una 
palabra,  sin  hacer  un  gesto,  sin  implorar  esa  gota  de  agua  que 
hace  soñar  con  el  paraíso  á  los  agonizantes > 

«Jueves  12  de  Mayo.  Les  he  visto  maniobrar,  3^  he  conocido 
yankccs  de  todas  calañas.  No  hay  que  esperar  de  ellos  ni  justi- 
cia, ni  reserva,  ni  la  menor  moderación,  ni  la  menor  generosi- 
dad. Hasta  hoy  respondían  á  todo:»  ¡Tenemos  eldollars!  sin  sos- 
pechar qué  repugnancia  produce  esta  contestación  á  los  espíri- 
tus grandes  y  á  las  almas  nobles.  Ahora  añadirán:  ¡Tenemos 
cañones!^  Con  estos  dos  argumentos  convertirán  en  derechos 
todas  sus  concupicencias.  'Los yajikees,  son  alemanes  nerviosos. 
Los  alemanes  :ienen  siempre  á  mano  un  texto  para  legitimarla 
violencia  que  les  convenga.  Los  ymikees  tendrán  siempre  una 
máquina:  sea  el  pueblo,  al  que  los  Presidentes  lamentarán  ver- 
se forzados  á  obedecer,  sea  el  Dios  del  Capitolio,  que  sólo  cono- 
ce ásu  gente.  Las  Repúblicas  de  América,  después  de  su  anti- 
gua Metrópoli,  serán  las  primeras  en  experimentarlo.  A  Euro- 
pa le  llegará  su  vez,  por  haber  abdicado,  manteniéndose  apar- 
tada de  la  guerra,  y  sobre  todo  si  deja  á  los  yankees  poner  pié 
en  las  Filipinas.  El  asunto  de  Cavite  fué  un  violento  combate 
de  artillería  en  que  uno  de  los  beligerantes  tenía  todos  los  ca- 
ñones y  el  otro  le  servía  de  blanco.  Los  americanos  prodigaron, 
según  consta,  los  proyectiles  disparando  3,000  cañonazos.  Des- 
pués les  faltaron  las  municiones.  Esto  se  llama  proceder  más 
que  á  la  ligera.  Han  tenido  más  suerte  que  destreza.  Es  cierto 
que  un  cañoneo  intensísimo^  como  aquel,  es  de  un  efecto  abru- 
mador cuandc  el  enemigo  es  débil  y  no  tiene  los  elementos  pa- 
ra responder^  pero  en  cualesquiera  otras  circunstancias  es  una 
táctica  absurda.» 

"Antes  de  zarpar  de  Hong-Kong  los  americanos,  embarcaron 
artilleros  ingleses,  desertores  de  la  armada  británica.  Así  se  ex- 
plica la  seguridad  del  tiro  americano  en  el  combate  de  Cavite; 
sus  piezas  estaban  dirigidas  por  hhíe  jackets;  á  cada  desertor 
se  le  sedujo  mediante  un  sueldo  de  quinientos  dollavs  al  mes, 
como  si  fuera  un  almirante.  Me  resisto  aun  á  creerlo:  la  inso- 
lencia de  estos  procederes  sajones  es  demasiada.  Pero  la  histo- 
ria no  rechaza  lo  inverosímil.  Los  ingleses  y  americanos,  entre 
sí,  son  como  los  bávaros  y  los  prusianos:  se  odian  pero  son  de 
la  misma  familia  y  se  entienden  contra  los  demás.  Los  ameri- 
canos, el  día  mismo  que  hicieron  la  paz  con  Inglaterra,  hace 
más  de  un  siglo,  estaban  dispuestos  á  ayudarles  para  arrojar  á 
los  franceses  de  Canadá,  si  lo  hubieran  necesitado  los  ingleses. 
Es  preciso  cerciorarse  de  si  el  hecho  es  cierto.  Inglaterra  no 
protestará,  puesto  que  han  sido  los  Estados  Unidos  los  que  lle- 
varon esos  marineros. 


"5 

vicio  de  España,  ni  siquiera  hubiera  logrado  salir  del  puerto  de 
Hong-Kong:  se  le  hubiera  ahorcado  allí  mismo.  A  mi  juicio, 
el  Cónsul  Wildam  ha  manejado  los  hilos  principales  de  la  em- 
presa americana  en  el  mar  de  la  China.  El  es  quien  la  dirige, 
quien  merece  estatuas,  y  teniéndolas,  se  honrará  en  él  á  la  ma- 
rina, pues  el  Cónsul  Wildam  es  un  antiguo  oficial  de  la  escua- 
dra norteamericana.  Con  tres  docenas  de  hombres  de  este  tem- 
ple distribuidos  hábilmente  en  todos  los  países,  la  nación  que 
los  nombre  se  hallará  por  doquier  en  su  casa.  El  Cónsul  Wil- 
dam, siendo  como  es  americano  puro,  es  el  prototipo  deeseins» 
trumento  peligroso  y  admirable  que  se  llama  el  Cónsul  de  In- 
glaterra, ó  si  se  prefiere,  del  republicano  de  Roma. « 

Hace  notar  también  el  entendido  escritor  que  hubiese  sido 
preferible  para  España  no  tener  escuadra  en  las  Filipinas,  á  te- 
nerla en  tales  condiciones,  porque  los  barcos  de  madera  sólo 
sirven  para  incendiarse.  También  señala  el  «Teniente  X»  como 
un  error  gravísimo  é  imperdonable,  el  envío  de  los  buques  de 
Cervera  á  Cuba,  que  debieron  haber  sido  mandados  al  Archi- 
piélago magallánico,  según  los  más  rudimentales  principios  de 
la  ciencia  militar."  (i) 


(1)  Véase  al  fin  de  este  libro  los  juicios  emitidos  por  uno  de  nuestros  compa- 
ñeros de  labores,  distinguido  miembro  de  la  colonia  española  á  quien  debemos 
la  narración  del  anterior  capítulo,  y  cuya  firma  aparece  al  calce  de  dichos  jui- 
cios, en  el  artículo  "Conclusión."  Por  no  interrumpir  el  orden  cronológico  del 
libr«,  no  aparece  publicados  en  este  lugar,  como  hubiéramos  deseado. 


-^^^i^^^^^T^^^ 


ff;ííC^á>aí5;:t$3í¿^4$s^i;$C^á:^í5;5í^^ 


CAPITULO  IX. 


Versión  americana  sobre  la  batalla  d 3  Civite — El  comandante  del  "Don  Anto- 
nio de  Ulloa."  sucumbe  heroicamente. — Los  buques  que  tomaron  parte  en  e 
combate. — Los  insurrectos  ofrecen  ayudar  á  los  americanos  en  su  ataque  so- 
bre Cuba. — Sucesos  de  la  Habana. — Actitud  de  las  naciones  europeas. — Nue- 
vas presas  de  guerra. — Disturbios  en  España. — Ataque  rechazado  en  Cárde- 
nas,—  Los  americanos  son  rechazados  en  San  Juan  de  Puerto  Rico. — Discur 
80  de  Mr.  Chamberlain. 


|a  obligacióu  que  tiene  el  historiador  de  citar  á  ca  da 
paso  las  fuentes  de  donde  toma  los  datos  que  apoyan 
ísu  narración,  aparece  más  clara  tratándose  de  hechos 
[cauy  recientes,  como  son  los  que  referimos,  y  más  aún, 
cuando  el  origen  de  los  documentos  que  consultamos  es  espa- 
ñol ó  americano,  generalmente.  Equivale  á  decir,  que  por  ahora 
es  difícil  establecer  la  verdad,  absoluta  hasta  en  sus  últimos 
detalles,  de  los  sucesos  de  la  guerra  hispano- americana,  cuan- 
do las  versiones  que  se  refieren  á  ellos  son  españolas  ó  ameri- 
canas, de  cuya  imparcialidad  dudamos,  con  fundamento. 

No  es  tiempo  todavía  de  que  sea  ahogada  la  influencia  de 
las  pasiones  exaltadas  por  la  lucha. 

En  la  imposibilidad  de  disponer  de  otro  testimonio  que  no 
sea  el  de  los  mismos  antagonistas,  transcribiremos  las  relacio- 
nes de  uno  y  otro,  al  ocuparnos  de  los  diversos  hechos  de  ar- 
mas que  tuvieron  lugar. 

I^a  narración  de  los  sucesos  de  Cavite  que  aparece  en  el  ca- 
pítulo anterior  es,  con  excepción  de  los  partes  cablegrafieos, 
de  origen  español.  Veamos  ahora  la  versión  americana  comu- 
nicada al  gobierno,  y  á  uno  de  los  principales  diarlos: 

«Hong.Kong,  Mayo  8: 

Debido  á  que  el  cable  entre  este  puerto  y  las  Filipinas  se  en- 
cuentra cortado  á  Considerable  distancia  de  la  capital  filipina,  ha 
habido  dilaciones  para  recibir  una  narración  detallada  del  com* 


ii8 

bate,  y  hasta  ayer  que  llegó  el  bote  despacho:  «McCullough» 
pudieron  conocerse  los  detalles  completos,-  pero  debido  á  acu- 
mulación de  mensajes  en  la  oficina  del  cable,  no  fué  posible 
transmitir  más  que  una  breve  relación  de  los  sucesos. 

Al  fin  del  combate,  el  Comodoro  Dewey  ancló  su  escuadra 
frente  á  Manila  y  envió  un  mensaje  al  Gobernador  General 
Agustín,  anunciándole  el  bloqueo  del  puerto  y  agregando  que 
si  se  disparaba  un  solo  cañonazo  s(  bre  sus  buque?  atacaría 
todas  las  baterías  al  rededor  de  Manila. 

Se  confirma  el  inf-rrae  de  que  ni  un  solo  hombre  á  bordo  de 
la  escuadra  americana  fué  muerto,  ningún  buque  salió  averia- 
do de  importancia  y  solamente  se'S  marinos  resultaron  heridos 
á  bordo  del  crucero  «Baltimore». 

Cuando  la  escuadra  ameticana  salió  de  este  puerto,  el  pri- 
mer punto  que  tocó  fué  el  cabo  Bolinao.  El  Comodoro  Dewey 
deseaba  que  los  jefes  insurrectos  que  iban  á  bordo  desembar- 
caian  para  cerciorarse  de  las  fuerzas  de  los  rebeldes,  de  sus  po- 
siciones y  de  su-i  intenciones  respecto  al  cambio  de  gobierno. 

El  Comodoro  se  opuso  seriamente  á  que  los  insurrectos  co- 
metieran excesos  de  ninguna  especie.  Los  jefes  Insurrectos  se 
negaron  á  desembarcar,  y  los  buques  americanos  costearon  lar- 
go tiempo  sin  poder  encontrar  á  los  insurrectos  en  la  playa.  El 
Comodoro  Dewey  llegó  frente  á  Subic,  distante  38  millas  al 
Norte  de  la  bahía  de  Manila,  el  sábado  30  de  Abril  y  envió  á 
los  cruceros  «Baltimore»  y  «Concord»  para  reconocer  el  campo 
enemigo.  No  encontraron  buques  españoles  fuera  de  la  bahía 
de  Manila  y  el  Comodoro  resolvió  arriesgar  el  paso  sobre  las 
minas  de  la  entrada  y  entrar  á  la  bahía  esa  misma  noche,  pro- 
tegido por  la  obscuridad  de  ésta. 

El  plan  de  combate  adoptado  por  el  Almirante  Montojo  era 
el  de  mantener  á  sus  buques  más  pequeños  dentro  de  la  bahía, 
protegidos  por  un  rompe-olas  y  las  fortificaciones  de  Cavite;  los 
buques  más  grandes  cruzaban  frente  á  Manila  y  Cavite.  La  eS' 
cuadra  ameiicana  entró  á  la  bahía  el  sábado  por  la  noche.  No 
había  patruya  establecida  ni  tampoco  había  proyectadores.  Una 
chispa  que  salió  por  la  chimenea  del  «McCullough»  denunció 
la  presencia  de  la  escuadra  enemiga.  En  las  primeras  horas  de 
la  mañana,  descubierta  la  posición  de  la  escuadra  americana, 
el  crucero  «María  Cristina»  rompió  el  fuego  y  los  demás  bu- 
ques y  baterías  de  la  costa  siguieron  su  ejemplo.  Cuando  la  es- 
cuadra americana  comenzó  sus  evoluciones,  frente  al  curso  que 
seguía  el  crucero  «Olympia»  se  levantó  una  manga  de  agua  que 
se  supone  haya  sido  el  efecto  producido  por  la  explosión  de 
una  mina  submarina  ó  un  torpedo. 


119 

La  entrada  de  la  escuadra  americana  á  la  bahía  se  efectuó 
de  la  mant^ra  siguiente:  el  crucero  «Olympia»  abría  la  marcha 
seguido  por  los  cruceros  «Baltimore»,  «Raleigh.»  «Bostoa»  y 
wConcord,))  el  cañonero  «Petrel, í)  el  bote  despacho  «Hugh  Me 
Cullongh»  y  los  transportes  «Nashani»  y  «Zaphire,  que  cerra- 
ban la  marcha.  Kn  columna  sencilla  marcharon  hasta  ponerse 
frente  á  Manila,  dando  el  frente  á  los  buques  españoles.  La  es- 
cuadra española  rompió  el  fuego  á  6,000  yardas  de  distancia, 
pero  el  Comodoro  Dewey  no  dio  orden  de  hacer  fuego  sino  has- 
ta encontrarse  á  4.000  yardas  de  su  adversario,  que  fué  cuando 
dio  principio  la  batalla.  Kl  crucero  almirante  «María  Cristina», 
acompañadode  «Don  Juan  de  Austria,»  «Don  Antonio  de  Uiloa,» 
«Isla  de  Luzón»  y  «Mindanao»,  se  encontraban  formados  en  lí- 
nea de  combate  fuera  de  Cavite,  mientras  en  el  interior  de  la 
bahía  se  encontraban  cuatro  cañoneros  y  un  torpedero.  Enton- 
ces los  buques  americanos  hicieron  varias  evoluciones  pasando 
seis  veces  frente  á  los  buques  españoles  sobre  los  que  descarga- 
ron una  verdadera  lluvia  de  metrallas.  El  crucero  «María  Cris- 
tina,» quedó  acribillado,  una  de  sus  chimeneas  fué  volada  y 
principió  el  incendio  á  bordo.  Poco  después  el  «Castilla»  co- 
menzó á  arder  quedando  totalmente  destruido  hasta  su  línea 
de  flotación.  .«Don  Antonio  de  Uiloa»  fué  el  buque  español  que 
dio  más  que  hacer  á  los  americanos  y  dio  muestras  de  un  valor 
desesperado.  Su  comandante  al  ver  que  su  buque  estaba  de- 
sastrozamente  despedazado  por  las  metrallas  americanas,  vien- 
do, la  imposibilidad  de  mantenerlo  á  flote,  clavó  su  bandera 
en  el  palo  mayor  y  se  hundió  con  toda  su  tripulación,  pelean- 
do como  héroes  hasta  el  fin.  Su  casco  fué,  acribillado  por  las 
balas  americanas  y  su  cubierta  fué  barrida  por  completo;  pero 
sin  embargo  de  ésto,  los  españoles,  aunque  su  buque  se  hun- 
día á  sus  pies,  continuaron  disparando  sus  cañones  bajo  cu- 
bierta hasta  que  el  buque  se  sumergió  en  las  aguas  de  la  bahía 
arrastrando  consigo  á  un  grupo  de  héroes  de  su  patria  y  defen- 
¿ores  de  su  honor. 

Durante  el  combate,  un  torpedero  español  cruzaba  las  aguas 
de  la  playa,  intentando  acercarse  á  los  buques  americanos;  pe- 
ro pronto  fué  descubierto  y  materialmente  fué  despedazado  por 
los  cañones  americanos.  El  «Mindanao,»  en  este  inter,  se  enca- 
minó hacia  la  playa,  y  se  varó  para  evitar  irse  á  pique,  pues 
estaba  haciendo  agua,  y  los  demás  buques  pequeños  buscaron 
refugio  tras  del  rompe-olas. 

El  combate  que  principio  á  las  6.30  se  suspendió  á  las  8.30, 
para  continuarse  al  medio  día. 

Alas  dos  p.  m.,  los  cruceros  «Concord»  y  «Baltimore,»  hicie- 
ron callar  las  baterías  de  Cavite,  dejándolas  convertidas  en  un 
montón  de  escombros  con  la  bandera  blanca  flotando  sobresellos. 


I20 

El  arsenal  ardía,  y  una  explosión  aumentó  la  terrible  mor- 
tandad entre  los  defensores  de  España  en  tierra.  Sobre  las  aguas 
veíanse  los  cascos  de  los  buques  españoles  incendiados  ó  des- 
truidos, mientras  el   «Baltimore»  había    recibido  pocas  averías. 

Una  granada  española  hizo  explosión  á  su  bordo  causando  la 
explosión  de  sus  municiones  que  tenía  sobre  la  cubierta  é  hirió 
á  seis  de  sus  marinos.  Varias  balas  españolas  pasaron  á  una 
peligrosa  proximidad  del  Comodoro  Dewey,  pero  estas,  poco  ó 
ningún  daño  causaron  al  "Olympia".  Por  otra  parte,  cerca  de 
150  hombres  perecieron  á  bordo  de  los  buques  españoles. 

El  Almirante  Montcjo  trasladó  su  bandera  al  crucero  "Isla 
de  Cuba"  cuando  el  «María  Cristina»  comenzó  á  arder,  pero 
también  el  "Isla  de  Cuba"  fué  destruido.  El  «María  Cristina» 
perdió  á  su  capitán,  prin  er  oficial,  al  capellán  y  contramaestre, 
debido  á  una  metralla  que  derrumbó  el  puente.  A  bordo  del 
"Castilla"  se  registraron  cerca  de  cien  muertos  y  más  de  sesen- 
ta salieron  heridos.  Algunos  oficiales  americanos  estiman  el 
número  de  marines  españoles  heridos  durante  el  combate,  en 
fflás  de  mil. 

El  «Olympia»  fué  tocado  cinco  veces  en  su  parte  superior. 

Aunque  los  cañones  Krupp,  situados  en  la  ejfplanada  de 
Manila,  sostuvieron  un  fuego  nutrido  sobre  los  buques  ameri- 
canos, el  Comedero  Dewey  no  contestó  á  él  y  poco  después 
esas  baterías  enaibolaion  la  bandera  blanca  en  señal  de  rendi- 
ción. 

Los  fuertes  á  la  entrada  de  la  bahía  fueron  desarmados  el 
miércoles,  después  de  capitular. 

Después  de  terminado  el  combate,  el  Comodoro  Dewey  en- 
vió un  ultimátum  á  las  baterías  de  tierra,  diciendo  que  ó  cesa- 
ban de  hacer  fuego  ó  las  bombardeaba. 

Después  propuso  á  las  autoridades  españolas  que  continua- 
ran en  el  poder  bajo  la  bandera  americana,  mientras  se  termi- 
naba la  guerra;  pero  las  autoridades  españolas  retardaron  su 
contestación  y  estuvieron  telegrafiando  á  Madrid.  Los  ameri- 
canos solicitaron,  hacer  uso  del  cable  y  como  esto  se  les  nega- 
ra, lo  cortaron,  dejando  así  á  Manila  sin  comunicación. 

Durante  la  batalla,  el  vapor  inglés  "Esmeralda"  se  presentó 
á  la  entrada  de  la  bahía  y  un  crucero  americano  salió  á  su  en- 
cuentro creyendo  que  fuera  algún  buque  español;  pero  al  des- 
cubrir la  bandera  inglesa  se  le  amonestó  para  que  se  retirase. 
El  "Esmeralda"  se  retiró  10  ó  15  millas  al  Norte  de  la  bahía.» 

Del  mifcmo  origen  es  la  descripción  de  las  escuadras,  que 
insertamos  en  seguida. 


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Baltimore 

Boston, 

Kaleigh, 

Concord, 

Petrel; 

Me.  Cullou 

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123 


II 


Por  lo  que  hace  á  los  acoütecimieatos  de  Cuba  podemos  ase- 
gurafque  la  guerra  había  empezado,  casi  al  mismo  tiempo  que 
en  Manila,  aunque  no  hubiese  tenido  lugar  ua  encuentro  de  la 
importancia  de  aquel. 

Desde  el  día  26  de  Abril  el  General  Blanco  telegrafió  á  Ma- 
drid, que  un  cañonero  americano,  que  intentaba  hacer  un  des- 
embarco cerca  de  Mariel,  fué  rechazado  por  las  fuerzas  espa- 
ñolas. 

El  cañonero,  que  trataba  de  hacer  un  reconocimiento  en  lá 
costa,  fué  bruscamente  atacado  por  las  baterías  de  tierra,  esca- 
pando por  milagro. 

lyOS  insurrectos  comunicaron  al  gobierno  de  Washington  su 
dr-cisión  de  cooperar  con  el  ejército  americano  que  debía  inva- 
dir á  Cuba.  Los  j'fes  Calixto  García  y  Máximo  Gómez,  por 
medio  de  emisarios,  hicieron  saber  su  resolución  y  enviaron  ade- 
más muchos  informes,  descripciones  del  terreno  y  mapas  de 
la  costa  cubana,  señalando  los  lugares  más  á  propósito  para 
que  las  fuerzas  americanas  penetrasen  á  la  Isla.  Se  convino 
en  que  el  desembarco  se  verificaría  en  la  segunda  semana  de 
Mayo  y  los  insurrectos  lo  apoyarían  desde  la  costa,  impidiendo 
el  ataque  de  las  fuerzas  españolas  que  pudieran  presentarse. 
También  esperaban  á  la  expedición  algunos  guías,  conocedo- 
res del  terreno;  la  expedición  misma  traía  otros  á  bordo. 

En  la  Habana  todos  les  habitantes  sospechosos  por  sus  opi- 
niones así  cubanos  como  peninsulares,  fueron  obligados  á  uni- 
formarse, declarando  el  Capitán  General  que  aquellos  que  se 
resistiesen  á  usar  el  uniforme  militar  español,  serían  considera- 
dos como  partidarios  del  ejército  invasor.  Muchos  cubanos  ha- 
bían ofrecido  ya,  desde  antes  de  ser  publicado  este  bando,  que 
prestarían  sus  servicios  para  rechazar  la  invasión  americana, 
unidos  á  los  españoles.  De  esta  manera  el  puerto  de  la  Habana 
parecía  estar  defendido  por  un  numeroso  ejército,  que  algunos 
emigrados  hacían  subir  á  150,000  hombres,  al  hablar  délas  de- 
fensas de  la   capital  de  Cuba. 

El  30  de  Abril  un  navio  americano  fue  atacado  por  las  ba- 
terías de  la  costa  de  Mariel,  durante  un  reconocimiento  que  ha- 
cía; se  le  obligó  á  retirarse  después  de  haber  contestado  débil- 
mente. Otro  buque  de  guerra  fué  igualmente  rechazado  en  la 
bahía;  de  Cienfuegos  cuya  entrada  trató  de  franquear.  En  el 
mismo  lugar  se  efectuó  al  día  siguiente  la  captura  del  vapor 
español  «Argonauta,))  que  conducía  municiones  de  guerra.  A 
pesar  de  su  resistencia  desesperada,  fueron  hechos  prisioneros 
sus  tripulantes  y  llevados  al  fuerte  McPherson. 


124 

Algunos  tiroteos  de  poca  importancia  se  repitieron  en  lo 
días  siguientes,  sin  que  ninguno  de  ellos  presentara  el  carácte 
de  un  encuentro  formal. 

Autorizadas  opiniones  navales  creyeron  que  eran  probables 
dos  capturas  importantes:  la  del  «Alfonso  XII«  que  se  hallaba 
entonces  en  las  Barbadas,  de  paso  para  Cuba,  con  un  carga- 
mento de  víveres,  y  500,000  pesos;  y  la  del  «Oregón,»  que  pudo 
haber  sido  apresado  por  la  escuadra  española  de  Cabo  Verde, 
según  se  le  llamaba. 

Este  buque  en  compañía  del  cañonero  «Marietta»  conducían 
al  «Nitchroy»  recientemente  comprado  al  Brazil,  hacia  las  cos- 
tas americanas,  Siü  embargo  ni  una  ni  otra  captura  fué  inten- 
tada. 

Notable  íué  por  aquellos  días  la  actitud  resueltamente  hostil 
á  España  y  favorable  á  los  Estados  Uiiidos  que  Inglaterra  asu- 
mió. Los  discursos  pronunciados  por  Lord  Salysbury  y  Mr. 
Chamberlaiii  aplaudiendo  de  una  manera  indirecta  la  interven- 
ción de  los  Estados  Unidos  en  Cuba  é  impugnando  la  conduc- 
ta de  España,  causaron  gran  sensación  en  toda  Europa. 

Mas  no  sólo  Inglaterra  volvió  las  espaldas  á  España  después 
del  desastre  de  Manila.  Fué  de  observarse  cómo  el  cambio  se 
operó  bruscamente  en  otras  naciones  que  antes  le  habían  ma- 
nifestado sus  simpatías. 

En  cuanto  alo  demás,  la  actitud  de  la  Europa  puede  verseen- 
las  siguientes  frases  tomadas  de  los  principales  perió  lieos. 

Con  la  única  excepción  de  Austria,  á  España  se  le  ceusuró 
por  el  desgraciado  éxito  del  combate  de  Manila. 

El  Viena  Fremblatt  dijo:  los  americanos  no  han  ganado  glo- 
rias en  la  victoria  de  Manila,  pues  todas  las  ventajas  estaban 
en  su  favor  y  nada  en  contra  de  ellos.  El  mismo  diario  agrega 
que  los  españoles  lucharon  como  héroes  y  en  realidad  fué  una 
derrota. 

La  Freipresse:  las  potencias  serán  responsables  en  lo  futuro 
si  no  median  y  evitan  la  matanza  de  un  pueblo  ya  gastado  en 
las  guerras  civiles  é  impotente  para  entrar  en  una  contienda 
con  una  gran  nación. 

Le  Fígaro  dijo:  el  gobierno  francés  no  paele  apoyar  á  una 
nación  que  por  sí  sola  no  puede  defenderse. 

Le  Sviim  ios  americanos  han  juzgado  á  Francia  con  premura 
al  creer  que  el  pueblo  francés  está  dispuesto  á  tomar  la  parte 
de  España. 

Le  Soleil:  con  otro  combate  acabarán  las  ilusiones  de  España, 
y  las  dificultades  con  los  Estados  Unidos  se  arreglarán  enton- 
ces amigablemente. 

La  Prensa  de  Rusia  unánimemente  elogió  á  los  marinos  ame- 
ricanos y  dijo  que  el  resultado  de  la  batalla  de    Manila  fué  tal 


125 

como  se  esperaba.    Favoreció  la  ocupación  permanente  de  Fili 
pinas  por  los  americanos. 

//  Popólo  Romayio,  de  Roma,  dijo  que  la  derrota  de  Manila 
fué  el  principio  del  fin  de  la  guerra  entre  España  y  Estados 
Unidos.  Ha  enseñado  á  los  españoles  lo  que  antes  no  sabían,  y 
es:  que  los  americanos  son  guerreros  y  marinos.  Además,  ha 
demostrado  á  Europa  y  al  mundo  entero  que  los  Estados  Uni- 
dos están  mejor  preparados  que  España,  para  la  guerra,  que 
ésta  última  ha  forzado. 

La  prensa  inglesa  rebozaba  de  alegría.  Es  posible  que  no  es- 
tuvieran mas  satisfechos,  si  ellos  hubieran  ganado  la  batalla, 

El  Manchester  Guardián  dijo  que  esa  victoria  es  digna  de  la 
raza  anglo-sajona,  y  enseñará  á  las  naciones  á  respetar  á  los 
americanos.  Agregó  que  Inglaterra  es  la  única  nación  europea 
que  comprende  á  los  americanos,  puesto  que  por  sus  venas  cir- 
cula la  misma  sangre  y  tiene  las  mismas  aspiraciones. 

El  Daily  Graphic  publicó  un  extenso  editorial  exhortando  al 
Gobierno  para  que  hiciese  lo  posible  por  la  formación  de  una 
alianza  con  los  Estados  Unidos. 

Ea  Pall  Malí  Gazette  preveía  en  la  victoria  americana  en  las 
Filipinas  una  nueva  potencia  alzarse  en  el  horizonte  europeo. 
América,  dijo  el  Gazette,  tendrá  que  contarse  con  ella  en  los 
movimientos  europeos  del  porvenir. 

La  misma  prensa  madrileña  no  se  resignaba  ante  los  sucesos 
de  Filipinas.  Algu^^os  periódicos  echaban  el  peso  de  la  respon- 
sabilidad sobre  el  gobierno,  otros  le  increpaban  duramente,  en 
tanto  que  los  carlistas  promovían  algunos  disturbios  en  las  pro- 
vincias. 

El  día  7  de  Mayo  tuvo  lugar  una  escena  violenta  en  la  Cáma- 
ra de  Diputados.  Un  diputado  de  apellido  Mella  tomó  la  pala- 
bra y  echó  en  cara  al  gobierno  de  la  Regencia  el  desastre  sufri- 
do, con  frases  tan  duras,  que  tocaban  aun  á  las  augustas  perso- 
nalidades de  la  Reina  y  su  hijo. 

El  Presidente  del  Consejo  de  Ministros,  Sr.  Sagasta,  apoya- 
do por  la  mayoría  de  la  Cámara,  protestó  en  medio  de  la  ma- 
yor confusión.  Los  republicanos  tomaron  la  parte  de  los  carlis- 
tas. El  Presidente  de  la  Cámara  pidió  al  Sr.  Mella  que  retirara 
sus  palabras,  á  lo  que  el  Diputado  se  negó  redondamente. 

El  Presidente  llamó  al  orden  al  Sr.  Mella  tres  veces,  dicien- 
do que  su  negativa  á  retirar  las  palabras  que  acababa  de  pro- 
ferir, era  ofensiva  á  la  actual  dinastía.  Entonces  pidió  á  la  Cá- 
mara la  expulsión  del  miembro  que  ofendía  á  la  dinastía.  Se 
puso  á  votación  en  medio  de  la  mayor  excitación  y  resultó  la 
expulsión  del  Sr.  Mella  por  199  votos  contra  19;  los  carlistas 
y  republicanos  votaron  juntos.  Al  anunciarse  el  resultado  de 
la  votación,  los  carlistas  y  republicanos  salieron  de  la  Cámara. 


•    126 

Los  carlistas  declararon  que  no   volverían  á  la    Cámara   hasta 
que  se  permitiera  el  regreso  á  ella  al  Sr.  Mella. 

Como  se  repitiesen  los  disturbios,  en  algunas  de  las  provin- 
cias fué  declarada  la  ley  marcial. 

III 

La  escuadra  bloqueadora  verificó  tres  capturas  más:  el  ber- 
gantín «Lorenzo»  apresado  por  el  «Montgomer3^»  cerca  de  la 
Habana;  venía  del  Río  de  la  Plata  con  un  cargamento  de  car- 
ne seca.  «El  Espartero»  balandra  pescadora  aprehendida  por 
el  «Morrillw  á  tres  millas  de  Mariel,  y  la  tercera  fué  la  goleta 
«Madre  de  Dios»  cargada  de  pescado,  la  aprisionó  el  «New 
Port." 

El  primer  combate  formal  en  aguas  de  Cuba  se  efectuó  el 
día  II,  en  la  bahía  de  Cárdenas  y  en  Cienfuegos,  que  intenta- 
ron los  insurrectos  descargar  ocho  botes  grandes  fletados  con 
municiones.  * 

Ayudados  por  los  buques  americanos  que  disparaban  sus  ca- 
ñones de  continuo  sobre  Cienfuegos,  se  acercaron  á  U  costa 
con  el  fin  de  lograr  su  objeto,  pero  varios  batallones  de  infante- 
ría hicieron  fuego  sobre  los  botes,  los  que  se  retiraron  inme- 
diatamente. Al  mismo  tiempo  las  baterías  de  los  fnerle-^  y  otras 
á  lo  largo  de  la  costa  hicieron  fuego  sobre  los  americanos,  que 
se  retiraron,  pero  intentaron  nuevamente  desembarcar  á  orillas 
del  río  Tremao,  volviendo  á  ser  rechazados. 

El  despacho  en  que  escribe  el  General  Blanco  el  combate  de 
Cienfuegos,    dice: 

«Los  americanos  arrojaron  como  unas  seiscientas  granadas  al 
intentar  efectuar  un  desembarco  con  grandes  botes  remolcados 
por  lanchas  de  vapor. 

«Algunos  de  los  botes  desembarcaron  á  sus  hombres,  pero  los 
últimos  fueron  enérgica  y  victoriosamente  rechazados,  todos 
á  lo  largo  de  la  línea. 

«Viéronse  obligados  los  americanos  á  embarcarse  de  nuevo  á 
toda  prisa,  y  tuvieron  pérdidas  considerables  en  las  cinco  ho- 
ras que  duró  la  pelea.    Se  retiraron  en  dirección  del  Oeste. 

«Se  dio  la  embestida  de  acuerdo  con  las  bandas  de  insurrec- 
tos á  quienes  se  puso  en  fuga. 

«Las  pérdidas  españolas  consistieron  en  dos  muertos  y  cator- 
ce heridos.» 

Poco  después  penetraron  al  interior  del  puerto  de  Cárdenas 
los  cañoneros  «Wilmington,»  «Hudson»  y  el  torpedero  «Wins- 
lew.»  Entraron  al  puerto  con  el  propósito  de  acometer  á  cier- 
tos cañoneros  españoles  de  que  se  tenía  noticia  que  andaban 
por  allí. 


127 

No  los  descubrieron  los  americanos  sino  cuando  los  españo- 
les rompieron  el  fuego.  Las  baterías  de  la  costa  de  Cárdenas 
sostuvieron  el  tiroteo  de  los  cañoneros. 

Comenzó  la  pelea  á  la  una  y  cincuenta  minutos  p.  m.  y  du- 
ró como  por  espacio  de  una  hora. 

Resultaron  heridos:  R.  E.  Cox,  Artillero;  D.  McKeon,  Cuar- 
tel maestre,  el  Mayor  Pattersou,  el  fogonero  F.  Gray  y  el 
teniente  J.  B.  Bernandou  Todos  ellos  están  heridos  levemente, 
excepto  Patterson,  cuyo  estado  es  grave. 

Terrible  fué  la  lucha  mientras  duró.  Bl  «Wilmington»  y  el 
«Hudson»  rompieron  el  fuego  sobre  los  barcos  españoles  que 
estaban  en  los  diques.  Se  inició  el  tiroteo  á  una  distancia  de. .  . 
3.500  yardas. 

Algunos  minutos  después  llegó  el  «Winslow»  y  tomó  parte  en 
la  refriega.  En  unos  instantes  se  reconcentró  en  él  toda  la  aten- 
ción de  los  cañoneros  españoles  y  baterías  de  la  playa;  por 
donde  quiera  llovían  sobre  el  torpedero  balas  y  granadas. 

Sostuvieron  aun  el  fuego  el  «Wilmington»  y  el  «Hudson,» 
pero  no  pudieron  evitar  los  tremendos  estragos  del  tiroteo,  que 
privó  de  la  existencia  á  algunos  de  los  tripulantes  del  torpedero. 

A  las  2  y  35  minutos  p.  m.  estalló  una  bomba  en  el  «Wins- 
low»  y  le  hizo  pedazos  la  caldera,  á  los  pocos  instantes  empe- 
zó el  barco  á  dar  vueltas.  Hubo  algunos  momentos  de  fatídica 
suspensión;  se  dejaron  oír  gritos  de  triunfo  de  los  españoles 
que  estaban  en  los  cañoneros  y  en  las  baterías,  y  se  desató  de 
nuevo  el  huracán  sobre  el  indefenso  barco. 

Kl  cañonero  «Hudson»  que  estaba  á  poca  distancia,  voló  á 
socorrer  al  «Winslow,»  se  le  acercó  á  toda  prisa  y  probó  á  sal- 
var á  la  amenazada  tripulación. 

Hasta  este  momento,  si  se  exceptúa  el  disparo  que  hizo  pe- 
dazos la  caldera  del  «Winslow,»  el  fuego  de  los  españoles  ha- 
bía sido  inútil;  pero  como  el  «Winslov^»  estaba  dando  vueltas 
en  el  agua,  se  puso  más  al  alcance  de  los  tiros  y  descargaron 
sobre  él  otra  lluvia  de  proyectiles. 

En  los  momentos  en  que  el  cañonero  había  arrojado  un  cable 
para  salvar  á  la  tripulación  del  «Winslow»  cayó  una  granada 
sobre  cubierta  matando  á  W.  Bagley  teniente  abanderado  y 
cuatro  marinos  más. 

La  ciudad  y  los  cañoneros  españoles  sufrieron  pequeñas  ave- 
rías. 

También  dice  el  despacho  del  General  Blanco  que  á  la  vez 
que  estaban  atacando  el  puerto  de  Cienfuegos,  atacaban  igual- 
mente el  de  Cárdenas  y  continúa: 

«Uno  de  sus  buques  mayores  ancló  como  á  una  milla  de  los 
muelles,  y  en  seguida  intentó   el  enemigo  desembarcar  tropas, 


128 

pero  nuestras  fnerzas,  compuestas  de  voluntarios  y  de  dos  com- 
pañías de  infantería  lo  obligaron  á  desistir  4e  su  propósito. 

«Nuestros  cañoneros  inutilizaron  uno  de  los  destructores  del 
enemigo  y  forzaron  á  los  buques  restantes  de  la  escuadra  á 
abandonar  la  bahía. 

«La  guarnición  tuvo  cinco  heridos,  y  como  diez  lo  fueron  á 
bordo  de  los  barcos. 

«Fué  poco  el  daño  causado  á  la  ciudad,  no  obstante  que  ca- 
yó una  granada  en  el  consulado  inglés. 

«El  ataque  se  había  proyectado  en  cooperación  con  las  tro- 
pas insurrectas  que  fueron  derrotadas  recientemente  en  San  Mi- 
guel. 

«He  dado  la  enhorabuena,  tanto  á  las  tropas  como  á  los  ha- 
bitantes de  la  ciudad,  por  la  prueba  inequívoca  que  han  pro- 
porcionado de  su  lealtad  á  Esp&ña. 

«Muchos  fueron  los  americanos  que,  al  intentar  el  desembar- 
que, cayeron  bajo  el  fuego  español. 

«En  Cárdenas  perdieron  la  vida  dos  de  los  habitantes,  heri- 
dos por  los  proyectiles  del  enemigo.» 

Al  día  siguiente  al  en  que  se  recibieron  noticias  de  Manila 
de  que  el  Comodoro  Dewey  ||abía  tomado  la  plaza,  los  subdi- 
tos alemanes  residentes  en  esta  ciudad,  enviaron  urgente  de- 
manda al  gobierno  alemán  pidiendo  protección  contra  el  bom- 
bardeo y  peligros  que  corrían  de  ser  saqueados  por  los  indígenas. 

La  respuesta  fué  inmediata.  El  cónsul  alemán  recibió  ins- 
trucciones para  oponerse  enérgicamente  á  toda  devastación 
inútil  que  no  estuviera  conforme  á  los  actos  de  guerra,  y  que 
se  opusiera  al  desembarque  de  tropas  americanas  si  éstas  no 
eran  suficientes  para  mantener  el  orden;  que  protegiese  las  vi- 
das é  intereses  de  los  alemanes  y  que  fijase  el  total  de  los  per- 
juicios sufridos  por  Alemania. 

En  el  Ínterin  tres  Embajadores,  sin  incluir  á  vSir,  Julián 
Pauncefote,  hicieron  representaciones  amistosas  al  Ministro  de 
Relaciones  Mr.  Day,  recordándole  que  conforme  al  mensaje  del 
Presidente  McKinley,  la  libertad  de  Cuba  era  el  único  objeto 
de  la  actual  guerra,  y  que  por  lo  tanto,  el  bombardeo  de  los 
puertos  cubanos  solamente  aumentaría  las  miserias  del  pueblo, 
y  sería  contrario  á  los  sentimientos  expresados  por  los  Estados 
Unidos.  Se  le  recordó  que  los  derechos  de  los  residentes  euro- 
peos debían  ser  respetados.  El  Presidente  McKinley  se  impre- 
sionó con  este  argumento  y  entonces  fué  cuando  se  dio  orden 
de  levantar  parcialmente  el  bloqueo  de  Cuba  y  se  proyectó  el 
ataque  de  la  escuadra  española. 

El  ejército  invasor  al  mando  del  general  Miles  recibió  las 
últimas  órdenes  para  embarcarse  rumbo  á  Cuba,  y  á  pesar  de 


129 

las  protestas  contra  los  bombardeos,  se  dio  orden  al  Almirante 
Sampson  de  atacar  á  Puerto  Rico. 

Esta  orden  fué  cumplida  el  día  13  en  las  primeras  horas  de 
la  mañana. 

A  las  tres  se  tocó  llamada  general  á  bordo  del  «lowa»  y  se 
dio  principio  á  las  maniobras  de  alistarse  para  el  combate.  Los 
tripulantes  estaban  ancosos  por  entrar  en  él.  A  esa  hora  no  se 
veían  señales  de  defensa  en  las  fortificaciones. 

El  combate  principió  á  las  5.  15  a.  m.  y  terminó  á  jas  8.   15 
Las  baterías  del   enemigo  no  cesaron  de  hacer  fuego  ni  fueron 
calladas. 

A  las  cinco  y  minutos,  el  «lowa»  se  encaminó  á  la  costa.  Sú- 
bitamente viró  y  presentando  un  costado  á  las  fortificaciones, 
les  descargó  simultáneamente  todos  sus  cañones.  Durante  14 
minutos  no  cesó  de  hacer  fuego,  entre  tanto  el  «New  York»  y  el 
«Indiana»  y  otros  buques  dispararon  sobre  los  fuertes.  El  «lowa» 
se  volvió  hasta  donde  estaba  situado  el  «Wampatuck  »  Pocos 
momentos  después   regresó  hacia  la  costa. 

Los  fuertes  concentraban  sus  fuegos  sobre  el  «Terror»  que  se 
encontraba  á  700  yardas  de  la  costa.  Todos  los  buques  de  lí- 
nea pasaron  frente  á  las  baterías  sin  hacer  caso  á  los  disparos 
de  los  fuertes. 

A  los  heridos  se  les  auxilió  en  el  acto. 

Alas  7.  40  el  Almirante  Sampson  hizo  señal  de  suspender  el 
fuego  y  retirarse. 

El  «lowa»  encabezó  la  retirada,  el  «Terror»  fué  el  último  en 
alinearse,  pues  no  vio  la  señal  y  continuó  el  fuego  durante  me- 
dia hora. 

Los  buques  que  tomaron  parte  en  el  combate  fueron:  "Icwa," 
"Indiana,"  "New  York,"  "Terror,"  "Amphitrite,"  "Montgo- 
mery,"   "Wampatuck"  y  "Porten" 

El  fuego  de  los  españoles  fué  nutrido  á  la  vez  que  terrible; 
pero  casi  todos  sus  disparos  estuvieron  fuera  de  blanco  y  los 
únicos  buques  tocados  por  las  balas  españolas  fueron  el  "New 
York"  y  el  "lowa."  Estos  se  acercaron  á  los  fuertes  hasta  po- 
nerse bajo  sus  cañones. 

Los  españoles  pelearon  como  valientes.  Una  de  las  torres  del 
"Amphitrite"  se  descompuso  durante  el  combate,  pero  fué  re- 
parada en  el  acto. 

Las  metrallas  pasaban  á  torrentes  sobre  los  buques. 

El  castillo  del  Morro,  al  Este  de  la  entrada  de  la  bahía,  fué  el 
punto  objetivo  de  los  artilleros  americanos.  El  Almirante 
Sampson  y  el  capitán  Evans  se  escaparon  de  sufrir  heridas  gra- 
ves por  las  astillas  que  volaban,  pues  estaban  sobre  el  puente 
der'Iowa." 


I30 

El  mar  estaba  algo  agitado,  lo  que  hacía  un  poco  difícil  apun- 
tar con  certeza. 

Nubes  de  polvo  indicaban  donde  caían  las  balas  americanas. 
Las  balas  silbaban  sobre  las  cabezas  de  los  españoles;  pero  és- 
tos continuaban  al  pié  de  sus  cañones. 

Las  bajas  de  los  americanos  consistieron  en  dos  muertos  y 
siete  heridos. 

El  anterior  relato  del  bombardeo  fué  comunicado  por  el  re- 
presentante de  la  Prensa  Asociada  abordo  del  "lowa." 

En  aquellos  días  fueron  conocidas  las  frases  del  orador  Cham- 
berlain,  Ministro  de  las  Colonias  inglesas,  causando  una  pro- 
funda impresión  en  todos  los  círculos  diplomáticos. 

He  aquí  algunas  de  ellas  contenidas  en  el  famoso  discurso 
elogiando  la  política  de  Lord  Salisbury: 

«Allende  los  mares  existe  una  nación  potente  y  generosa, 
que  habla  nuestra  pr^^pia  lengua  y- nació  de  nuestra  raza,  que 
tiene  intereses  idénticos  á  los  nuestros. 

Puedo  aventurarme  á  decir  que,  terrible  como  es  la  guerra,  y 
por  terrible  que  sea  con  las  modernas  máquinas  de  destrucción 
y  muerte,  aún  á  costa  de  una  guerra,  tendría  cuenta  y  por  una 
grande  y  noble  causa  la  bandera  de  las  franjas  y  estrellas  on- 
deará lado  á  lado  de  la  bandera  inglesa  sobre  una  alianza  an- 
glo-americana.w 

El  discurso  produjo  gran  entusiasmo  y  aplausos  ensordece- 
dores interrumpían  constantemente  á  Mr.  Chamberlain. 

«La  gran  Bretaña,  declaró,  no  debe  rechazar  la  alianza  con 
una  nación,  cuyas  simpatías  é  intereses  están  con  ella.» 

Este  nuevo  desengaño  de  la  tan  decantada  justicia  de  los  in- 
gleses, impresionó  hondamente  al  gabinete  español,  que  empe- 
zó á  comprender,  aunque  tarde,  que  España  se  hallaba  sola, 
frente  á  un  enemigo  poderoso,  sin  más  apoyo  en  toda  la  euro- 
pa,  que  el  platonismo  de  la  Austria,  perdida  la  esperanza  que 
le  hubiera  inspirado  la  conducta  ambigua  de  Alemania,  al  des- 
cubrir que  el  motivo  de  su  misterioso  silencio  era  el  interés  co- 
mercial de  sus  fabricantes  de  cañones. 


^t:tí!¡tíím^*!i:í^^íf*^^:t^^tí^^f^!tí¿¡^ 


CAPITULO    X. 


Movimiento  d«  las  escuadras. --Fracaso  de  la  primera  expedici<'n  para  invadir  á 
Cuba  -La  situación  en  Manila- -Crisis  en  el  Gabinete  españel — Nuevo  mi- 
nisterio.— Refuerzos  para  Dewey. — Actitud  de  los  insurrectos  filipinos  — 
Nueva  proclama  de  McKinley. — Llegada  de  Cervera  con  su  escuadra  á 
Santiago  de  Cuba. — Tentativas  de  desembarcos  americanos. 


mm 


AN  luego  como  se  tuvieron  noticias  en  Madrid  del 
bombardeo  de  San  Juan  de  puerto  Rico,  el  Almirante 
Bermejo.  Ministro  de  Marina,  comunicó  por  telégra- 
fo instrucciones  al  Comandante  de  la  escuadra  espa- 
ñola de  Cabo  Verde  á  fin  de  que  se  pusiera  en  camino  para 
las  Antillas. 

Por  su  parte  el  secretario  de  Marina  de  los  Estados  Unidos 
ordenó  retardar  la  salida  del  ejército  de  invasión  hasta  que  el 
Almirante  Cervera  hubiese  entrado  en  algún  puerto  de  Cuba 
ó  puerto  Rico,  tratando  de  evitar  un  encuentro  con  su  escua- 
dra. 

La  noticia  del  triunfo  español  en  Cárdenas  causó  gran  entu- 
siasmo en  Madrid,  así  como  el  rumor,  que  corría  muy  valido,  de 
que  la  escuadra  de  Cervera  no  solamente  iba  á  batir  á  la  de 
Sampson,  sino  que  también  bombardearía  los  puertos  de  Esta- 
dos Unidos  en  el  Atlántico,  imitando  la  conducta  de  los  mari- 
nos americanos  que  atacaron  inopinadamente  á   Puerto    Rico. 

La  falta  de  aviso,  que  precediera  al  ataque  de  San  Juan,  in- 
dignó á  ios  habitantes  pacíficos  de  la  ciudad.  En  las  Cortes  de 
Madrid  hubo  enérgicas  protestas  contra  aquel  acto,  en  pugna 
con  los  usos  de  g^uerra  observados  entre  naciones  cultas.  El 
Ministro  de  Guerra,  General  Correa,  manifestó  en  plena  sesión 
que  «la  conducta  de  los  americanos  era  la  de  unos  bandidos,  y 
que  el  gobierno  español  pondría  el  hecho  en  conocimiento  de 
las  potencias.» 

Gran  actividad  se  desplegó  en  los  ministerios  de  Guerra  y 
Marina  de  una  y  otra  nación  en  los  días  subsecuentes  al  bom- 
bardeo de  Puerto  Rico.  Después  de  haberse  comunicado  órde- 


132 

nes  á  Cervera  para  que  se  dirijiese  á  Cuba  ó  ¿  la  costa  ameríca, 
según  que  fuese  ó  nó  descubierto  por  las  escuadras  enemigas, 
se  principió  á  alistar  con  toda  diligencia  la  escuadra  de  Cádiz 
al  mando  del  Almirante  Cámara  que  debía  ir  á  Manila  á  desa- 
lojar á  Dewey. 

Esta  formidable  escuadra  se  debía  componer  de  los  buques 
«Pelayo>  «Cíirlos»  V.»  «Victoria»  «Alfonso  XII^  «Patriota»  y 
«Rápido.»  Estos  dos  últimos  de  la  línea  Haniburg  Amencan  et 
Columbia,  anteriormente. 

Por  lo  que  toca  al  Almirante  Cervera  cumplía  fielmente  el 
programa  que  se  le  había  señalado,  y  era  de  notarse  que  debido 
á  su  prudente  conducta  las  maniobras  permanecieron  en  el  más 
grande  secreto  á  pesar  de  las  noticias  frecuentes  de  los  perió- 
dicos. A  tal  punto  llegó  á  ignorarse  la  ruta  de  la  escuadra  y 
era  tal  el  ministerio  que  envolvía  sus  movimientos  que  se  le  Ha- 
mo por  algunos  la  escuadra  fantasma,  en  razón  á  las  contra- 
dictoras verdones  que  circulaban  respecto  á  su  paradero. 

El  Ministerio  americano  pudo  averiguar  después  de  muchos 
días  y  con  gran  trabajo,  que  la  mencionada  escuadra  se  diri- 
gía á  las  costas  de  Terranova  y  que  en  seguida  iría  directa 
mente  á  Portland,  Boston,  Newport  ú,  otro  puerto  de  Norte 
América.  Fué  contrariada  esta  noticia  por  otros  despachos  que 
anunciaron  sucesivamente  el  paso  de  la  escuadra  por  el  Oeste 
de  la  Martinica,  por  frente  á  las  costas  de  Venezuela  y  luego 
por  las  del  Brazil,  así  como  que  se  dirigía  á  Cuba. 

Inmediatamente  recibió  aviso  la  escuadra  que  se  llamó  volan- 
te, al  mando  del  Comodoro  Schley,  de  que  debería  hacerse  á  la 
mar  para  salir  al  encuentro  de  Cervera. 

He  aquí  el  mensaje  de  la  Prensa  Asociada  que  anunció  la 
salida,  con  fecha  14  de  Mayo: 

«La  escuadra  volante,  el  mando  del  Comodoro  Scheley,  se 
hizo  hoy  á  la  mar  á  las  3  y  45  en  punto,  llevando  órdenes  se- 
cretas. 

«La  escuadra  se  compone  de  los  siguientes  buques:  de  pri- 
mera clase:  «Broklyn»  y  «Massachuetts»  de  segunda  clase;  el 
«Texas,»  yatch  protegido,  «Scorpion»  «Collier»  y  «Sterling.» 

«El  Comodoro  Schley  recibió  las  órdenes  de  Washington  es- 
ta mañana  á  las  diez, 

«Se  negó  á  divulgar  el  destino  de  la  escuadra. 

«La  combinación  de  los  acorazados  y  cruceros  se  considera 
como  muy  formidable,  y  el  calibre  y  número  de  los  cañones  se 
considera  superior  ji  los  de  cualquiera  otra  escuadra  semejan- 
te del  mundo. 

«Se  cree  que  el  New  Orleans»  y  el  «Minneapolis»  partirán 
más  tarde  para  incorporarse  á  la  escuadra  volante.» 

Los  americanos  habían  logrado  cortar  dos  de  los  tres  cables 
que  llegan  á  Cienfuegos    el  día  anterior.  La  operación  les  eos- 


133 

tó  bastante  cara,  porque  algunos  soldados  españoles  que  se  ha- 
bían ocultado  en  la  costa  los  atacaron  rudamente  y  á  pesar 
del  fuego  de  los  cañones  americAnos  no  cedieron  en  su  ataque; 
murieron  seis  americanos  y  más  de  doce  resultaron  gravemen- 
te heridos. 

Un  mensaje  de  la  Habana  dio  cuenta  el  mismo  día  \A  de  ha- 
ber sido  rechazados  nuevamente  los  americanos,  dice  así: 

«Desde  el  amanecer  de  hoy,  cinco  de  los  buques  del  enemigo 
han  intentado  protejer  el  desembarque  de  americanos,  pero  es- 
tos han  sido  rechazados  j  obligados  á  reembarcar.  Como  no 
tenemos  buques  disponibles,  las  tropas  en  las  costas  seguían 
los  movimientos  de  los  americanos  y  evitaron  su  desembar- 
que. Dos  americanos  cayeron  prisioneros,  un  oficial  español 
fué  muerto  y  varios  soldados.'! 

Este  mensaje  se  refería  evidente  al  fracaso  de  la  expedición 
Dorst,  que  rn  otro  despacho  americano  hallamos  relatada  de 
esta  manera: 

«Cayo  Hueso,  Mayo  15.— El  vapor  «Gussie»  que  salió  de 
Tampa  el  10  del  corriente  con  dos  compañías  del  1°  de  Infan- 
tería escoltando  7,000  rifles  y  200,000  cartuchos  para  uso  de 
los  insurrectos  en  la  provincia  de  Pinar  del  Río,  se  estuvo  á  la 
capa  frente  á  las  costas  de  Cuba,  el  jueves,  viernes  y  sábado, 
acompañado  del  cañonero  auxiliar  «Manning»  procurando  efec- 
tuar un  desembarque,  pero  todos  sus  intentos  fueron  vanos. 

«El  capitán  J.  H.  Dorst,  del  Estado  Mayor  del  General  Miles 
y  ex- Atache  militar  de  la  Embajada  americana  en  Viena,  te- 
nía bajo  sus  órdenes  esta  expedición,  que  regresó  esta  maña' 
na.  Su  comandante  que  se  encuentra  en  extremo  mortificado 
por  su  fracaso  en  cumplir  con  la  misión  que  se  le  encomenda- 
ra, rehusó  hablar  sobre  el  asunto  y  sólo  admitió  su  fracaso;  di- 
ciendo que  el  «Gussie»  regresará  á  Tampa. 

«Antes  de  abandonar  las  aguas  cubanas,  la  expedición  Dorst 
tuvo  una  escaramuza  con  la  caballoría  española,  cerca  de  Ca- 
banas, á  15  millas  al  Oes:e  de  la  Habana^  donde  se  hizo  un  In- 
tento para  desembarcar  parte  del  cargamento. 

«El  viernes  por  la  mañana,  el  Capitán  Dorst  abandonó  el 
proyecto  de  desembarcar  en  ese  punto  y  se  hizo  á  la  mar  rum- 
bo al  Este,  para  Matanzas,  donde  se  hizo  otro  intento  de  desem- 
barcar la  carga  en  Punta  Maya,  una  milla  distante  de  la  en- 
trada de  la  bahía;  pero  también  este  intento  fué  en  vano. 

«El  «Gussie»  y  su  acompañante  se  encaminaron  hacia  la  cos- 
ta, y  cuando  estaban  á  dos  millas  de  la  playa,  una  terrible  des- 
carga de  fusilería  les  anunció  que  allí  se  encontraban  las  tro- 
pas españolas  dispuestas  á  darles  cordial  bienvenida,  si  se  atre- 
vían á  desembarcar. 

«Parece  que  los  españoles  recibieron  aviso  del  proyectado 
desembarque  en  esos  puntos. 


134 

«Después  de  estos  dos  fracasos,  el  Capitán  Dorst  resolvió 
abandonar  la  idea,  y  regresó  á  este  puerto,  como  ya  se  ha  di- 
cho. 

«Difícil  sería  encontrar  un  g:rupo  de  soldados  que  mostraran 
tanta  contrariedad  como  los  que  venían  á  bordo  del  «Gussie> 
Tenía  órJenes  y  no  hablar  una  sola  palabra  sobre  el  fracaso 
de  la  expedición,  y  cuando  el  bote  de  la  Prensa  Asociada  se 
acercó  al  «Gussie»  los  soldados  contestaban  con  silencio  á  las 
preguntas  que  se  les  hacían. 

«Poco  después  de  su  llegada  el  capitán  Dorst  saltó  á  tierra 
y  por  telégrafo  comunicó  al  Ministro  de  la  Guerra,  el  fracaso 
de  laespedición.» 

Las  fuerzas  españolas  tenían  previo  conocimiento  de  los 
puntos  de  desembarque  convenidos  entre  los  insurrectos  y  los 
americanos,  y  á  esto  se  atribuye  el  gran  número  de  hombres 
destinadgs  á  la  defensa  de  los  mismos- 

Diez  d|as  antes  de  la  salida  de  la  expedición  á  Cayo  Hueso: 
el  Generai  Delgado,  de  las  fuerzas  insurrectas  de  la  provincia 
de  Pinar  del  Río,  había  convenido  con  los  americanos  que  ésta 
debería  desembarcar  en  la  costa  cerca  de  Matanzas,  y  que  de 
ahí  los  insurrectos  conducirían  las  armas  y  municiones  al  cam- 
pamento de  Máximo  Gómez,  lo  cual,  debido  á  la  actividad  de 
los  españoles,  no  se  pudo  llevar  á  cabo. 

Las  escuadras  continuaban  los  aprestos  para  entrar  en  ac- 
ción muy  pronto.  El  15  de  Mayo  zarparon  de  Curacpao  e!  «In- 
fanta María  Teresa»  y  el  «Vizcaya»  para  alcanzar  á  la  flota 
de  Cervera  que  se  dirigía  á  Cuba. 

Al  mismo  tiempo  el  «Oregon»  había  salido  de  Bahía,  Brazil, 
para  acompañarse  del  «Marietta»  y  del  «Nitchroy»  con  órde- 
nes de  incorporarse  todos  á  la  escuadra  de  Sampson. 

II 

Por  más  que  los  últimos  despachos  del  Comodoro  Dewey 
aseguraban  que  él  podía  tomar  la  ciudad  de  Manila  en  un  mo- 
mento dado,  no  hubo  ninguna  otra  acción  naval  ó  en  tierra, 
con  este  objeto,  más  aún,  los  mismos  mensajes  concluían  afir- 
mando que  la  situación  era  insostenible  si  no  se  le  enviaban 
pronto  refuerzos. 

El  General  Augustin,  notificó  al  Gobierno  español  que  po- 
dría resistir  por  algún  tiempo  á  los  buques  americanos. 

Quizás  este  informe  del  Capitán  General  de  Filipinas  haya 
servido  para  escusar  la  negligencia  del  Gabinete  español  en,el 
envío  de  refuerzos  para  recobrar  aquella  colonia;  la  anunciada 
salida  del  Almirante  Cámara  con  su  escuadra  no  llegó  á  rea- 
lizarse, por  más  que  el  gobierno  americano  no  hacía  ningún 
misterio  del  próximo  envío  de  grandes  refuerzos  á  Dewey 


135 

La  expedición  llevaría  gran  cantidad  de  municiones  y 
14000  hombres,  9000  voluntarios  y  5000  regulares.  El  jefe  de 
la  expedición  sería  el  general  Merrit.  El  primer  convoy  debía 
hacerse  á  la  vela,  el  25,  en  los  vapores  «City  of  Pekin»  «City  of 
Sydney»  y  «Australia.»  Esta  debía  ser  la  primera  de  las  tres 
proyectadas  expediciones. 

Los  frecuentes  cambios  que  había  tenido  el  Gabinete  español 
ó  como  se  les  llama  —las  crisis—  motivaron  tan  punible    é 
inexplicable  conducta.  En  cada  formación  de  un  nuevo  gabine 
te  se  resentía  profundamente  la  marcha  de  los  negocios  públi 
eos:  el  entrante,  no  quería  hacerse  solidario  délos  actos  del  ga 
bínete  que  salía,  empezaba  por  desaprobar  lo  hecho  y  proyec- 
taba nuevas  reformas  para  Cuba  y  Filipinas,  etc.  Sólo  de  esta 
manera  se  comprende  la  serie  de  torpezas  cometidas  por  el 
Gobierno  español  en  el  proceso  de  esta  guerra. 

El  17  de  Mayo  el  Gabinete  había  sido  reorganizado  bajo   la 
presidencia  de  Sagasta,  por  los  siguientes  personajes: 
Ministro  de  Relaciones,  Señor  Romero  Girón. 
Ministro  de  Guerra,  General  Correa. 
Ministro  de  Marina,  Señor  Auñón. 
Ministro  de  las  Colonias,  Señor  Gamazo. 
Ministro  de  Obras  Públicas,  Duque  de  Amodóvar. 
Ministro  de  Hacienda,  Señor  López  Fuigcerver. 
Ministro  del  Interior,  Señor  Capdepon. 

El  nuevo  gabinete  desplegó  una  gran  actividad  en  la  defen- 
sa de  los  puertos  españoles.  Se  ordenó  fuesen  colocadas  minas 
en  casi  todos  y  en  algunos  de  ellos  se  hicieron  instalar  torpe- 
deros. 
El  envío  de  la  escuadra  á  Filipinas  seguía  discutiéndose. 
Entretanto  la  expedición  americana  se  hizo  á  la  vela  del 
puerto  de  San  Francisco,  como  se  había  anunciado. 
El  despacho  referente  á  la  salida  decía  asi: 
«San  Francisco,  Mayo  25.— Hoy  en  la  tarde  salió  de  este 
puerto  el  primer  ejército  americano  con  rumbo  á  playas  ex- 
tranjeras.   A  las  4  p.  m.  el  General  de  Brigada  Anderson  hizo 
señales  desde  el  puente  del  «Australia»  al  «City  of  Pekin»  y  al 
«City  of  Sydney,»  para  que  se  pusiesen  en  movimiento. 

«La  señal  fué  obedecida  y  pocos  momentos  después  se  en- 
contraban en  camino  para  Manila.» 

El  1er.  Batallón  de  voluntarios  de  California,  se  embarcó 
en  el  vapor,«City  of  Pekin»  en  el  «City  of  Sydney»  el  1er.  Ba- 
tallón de  voluntarios  de  Oregon,  el  14  de  Infantería  regular  y 
una  compañía  de  artilleros. 

El  jefe  insurreto  Aguinaldo  expuso  al  Comodoro  Dewey  su 
deseo  de  obrar  en  combinación  con  él  para  atacar  á  Manila, 
desde  poco  tiempo  después  del  combate  de  Cavite.  El  jefe 


136 

americano  no  aceptó  por  de  pronto  la  oferta  de  Aguinaldo  pe 
ro  tampoco  quiso  obrar  en  desacuerdo  con  él.  La  actitud  del 
Comodoro  alentó  á  los  revolucionarios,  quienes  creyéndose 
apoyados  moralmente  por  la  nación  americana,  redoblaron  sus 
ataques  contra  las  autoridades  de  la  colonia,  originándose  mu 
chos  atentados  y  represalias  contra  los  españoles  de  aque- 
llas islas. 

El  Capitán  General  Augustín  comunicó  al  gobierno  de  Es 
paña  que  los  elementos  de  que  disponía  eran  insuficienfes  para 
contener  á  los  insurrectos  y  demandó  el  pronto  envío  de  re- 
fuerzos. No  ha  llegado  á  nuestras  noticias  qué  hizo  el  gabine- 
te de  Sagasta  en  obsequio  de  aquella  razonada  indicación  de 
su  gobernante  filipino. 

III 

Una  nueva  proclama  del  Presidente  McKinley  fué  expedida 
*  llamando  75,000  voluntarios  más  á  las  armas. 

El  día  19  de  Mayo  recibió  el  Ministro  de  Marina  en  Madrid, 
Señor  Auñón,  el  siguiente  despacho  del  Almirante  de  la  escua- 
dra española,  fechado  en  Santiago  de  Cuba,  anunciando  su 
arribo: 

«Esta  mañana,  sin  incidente  alguno,  llegué  á  este  puerto 
acompañado  de  mi  escuadra.» 

La  Reina  Regente  envió  sus  felicitaciones  á  Cervera  por  el 
término  de  su  viaje  y  su  entrada  en  Santiago. 

El  gobierno  americano  continuó  recibiendo  de  sus  agentes 
noticias  contradictorias  en  cuanto  al  paradero  de  la  flota  espa- 
ñola, y  no  fué  sino  hasta  cinco  días  después,  cuando  se  ratificó 
la  noticia  de  estar  en  la  Bahia  de  Santiago  todos  los  buques 
de  Cervera. 

En  el  tiempo  que  había  transcurrido  desde  el  bombardeo  de 
San  Juan  no  cesaron  los  ataques  á  las  costas  de  Cuba  de  parte 
de  los  americanos,  con  el  objeto  de  efectuar  desembarcos. 

El  punto  de  la  costa  cubana  elegido  para  penetrar  á  la  Isla 
fué  la  bahía  de  Guantánamo,  inmediata  á  Santiago  de  Cuba 

Una  de  las  más  formales  de  estas  tentativas,  fué  la  de  que  tu- 
V  o  lugar  el  19  de  Mayo  en  el  mismo  punto  de  Guantánamo. 
Dos  buques  americanos  trataron  de  apoyar  otro  desembarco 
sin  éxito.  Un  batallón  de  infantería  que  vigilaba  la  playa,  en 
combinación  con  el  cañonero  español  «Bandera,*  rechazó  á  los 
invasores  causándoles  no  pocas  bajas.  La  tentativa  fué  repeti- 
da obteniendo  idéntico  resultado. 

Por  entonces  se  dio  la  orden  á  la  escuadra  de  Sampson  para 
que  bloqueara  el  puerto  de  Santiago  de  Cuba.  La  situación  de 
Cervera,  considerada  como  muy  peligrosa  por  las  autoridades 


137 

íiavales,  parecía  á  muchas  personas  una  prudente  medida  del 
Almirante,  que  reple^^ado  á  los  fuertes  de  tierra  se  había  hecho 
muy  difícil  de  ser  v^encido  y  que  entre  tanto  obligaba  á  la  po- 
derosa escuadra  enemiga  á  vigilarlo  día  y  noche  por  mucho 
tiempo,  á  lo  menos  mientras  se  pudiera  haber  hecho  efectivo  el 
bloqueo  de  Santiago,  lo  cual  habría  sido  una  cosa  difícil. 

En  los  últimos  días  del  mes  de  Mayo,  llegaron  á  Washington 
procedentes  de  Cuba,  dos  oficiales  del  Estado  Mayor  del  Gene- 
ral insurrecto  Calixto  García,  con  ciertos  despachos  privados 
de  este  jefe  y  facultades  para  conferenciar  á  nombre  del  ejér- 
cito rev^olucionario  con  el  gobierno  americano.  La  conferencia 
se  verificó  con  el  secretario  Alger  y  en  ella  expusieron  los  je- 
fes cubanos  que  contaban  con  cerca  de  25,000  hombres  bien 
equipados  los  cuales  cooperarían  con  las  fuerzas  americanas 
de  invasión.  También  se  trató  de  la  ayuda  que  los  cubanos  da- 
rían á  los  americanos  en  el  desembarque  que  iba  á  tener  lugar 
en  seguida,  poniéndose  de  acuerdo  en  cuanto  á  la  hora  y  el  lu- 
gar de  la  playa  en  que  deberían  reunirse  los  dos  ejércitos. 

El  teniente  Coronel  Cortijo,  cuñado  del  General  Weyler  y 
el  Sr.  García  Julien  que  habían  sido  capturados  á  bordo  del 
«Argonauta»  fueron  canjeados  por  los  corresponsales  america- 
nos Thrall  y  Johues,  después  de  varios  días  de  gestionar  el 
canje  las  autoridades  americanas. 


CAPITULO  XT 


Ata'.^ne  a  Santiago  de  Cuba  por  los  buques  aiiiericanos.  ~  Rumores  de  paí:.— -Üun- 
dimiento  del  "M«nimac"  —  Priiner  desembarco  de  tropas  americanas  en  Cu- 
ba.— Cooperaci*'n  délos  insurrectos  —Santiago  de  Cuba  bonnharde«d<í  nu<!- 
^'anif^nte. —  Ataqn*  á  Caimanera. 


mí 


í  rudo  ataque  de  metralla  tuvo  lugar  el  día  31  de 
Mayo  á  las  dos  de  la  tarde  por  la  escuadra  del  Como- 
doro Schley  contra  los  buques  del  almirante  Cerve»- 
ira,  estacionados  en  el  puerto  de  Santiago. 

El  Ministro  de  Marina  americano  afirmó  después  del  comba- 
te que  sólo  había  sido  un  reconocimiento  para  descubrir  el  nú- 
mero y  situación  de  las  baterías  de  tierra,  para  madurar  el  pían 
de  penetrar  á  la  bahía  la  Oota  del  Comodoro.  Sin  embargo,  fué 
un  ataque  formalmente  contestado  por  las  baterías  y  los  buques 
españoles  y  que  ocasionó  pérdidas  materiales  por  una  3^  otra 
parte,  según  lo  refieren  los  mensajes  que  á  continuación  trans- 
cribimos: 

«Nueva  York,  junio  2.  Frente  á  Santiago,  Junio  l^'— (vía 
Kingston,)— La  primera  batalla  en  la  cual  la  escuadra  ameri* 
cana  midió  sus  fuerzas  contra  los  buques  españoles  apoyados 
por  baterías  modernas,  ha  tenido  verificativo  y  los  honores  t;^<- 
tán  de  parte  de  los  americanos! 

Los  tresmejores  buques  de  la  escuadra  americana, — el  «lowa,» 
*Massachustts»  y  *Nueva  Orleans»  fueron  los  elegidos  para 
el  combate> 

Durante  cincuenta  y  cinco  minutos,  esta  tarde  estuvieron 
combatiendo  contra  el  «Cristóbal  Colón,*  buque  Insignia  del 
Almirante  Cervera,  y  las  fortificaciones  poderosas  de  la  entra- 
da angosta  de  la  bahía  de  Santiago  de  Cuba.  Tres  de  las  cuatro 
baterías  fueron  apagadas  con  cerca  de  cincuenta  disparos. 


140 

<Más  tarde  el  Comodoro  Schley  resolvió  cerciorarse  definiti- 
vamente si  todos  los  buques  de  la  escuadra  del  Almirante  Cei- 
vera  se  encontraban   dentro  de  la  bahía,  y  dio   órdenes  al  cru. 
cero*'Marblehead,'*  para  que  se  acercara  lo  más  posible  al  ca 
nal  y  viera  cuantos  buques  se  encontraban  dentro. 

«Tan  pronto  como  el  "Marble  head"  descubrió  la  colocación 
de  los  buques  españoles,  salió  á  la  mar  para  dar  parte  al  Co- 
modoro Schley. 

<La  escuadra  española  constaba  de  los  cruceros  de  primera 
•'Cristóbal  Colón,"  el  buque  insignia  del  Almirante  Cervera. 
•'Almirante  Oquendo,"  "V^izcaya"  é  "Infanta  María  Teresa"  y 
k)s  destro3'ers  "Pintón"  y  "Furor".  Los  buques  americanos 
"Brooklyn"  y  "  Texas"  estaban  anclados  como  á  dos  millas  íil 
Este,  tomando  carbón.  Kl  "Haward,"  "Harblehead,"  "Cristine" 
y  "Eagle"  se  encontraban  más  distantes. 

«A  la  boca  de  la  entrada  del  puerto  se  encontraba  el  "Crisió- 
ba)  Colón." 

«Cuando  el  "Masschusetts,"  caminando  á  razón  de  16  nudos 
por  hora,  se  encontraba  como  á  4.0Ó0  yardas  de  la  entrada  del 
puerto,  qfc[i  nube  de  humo  se  levantó  sobre  la  proa  del  buque 
insignia,  y  uno  de  los  cañones  de  8  pulgadas  hizo  el  primer 
disparo  que  dio  principio  al  combate.  Antes  de  que  pudiera 
seguirse  la  trayectoria  de  la  granada  y  antes  de  que  los  es- 
pañoles pudieran  contestar,  uno  de  los  cañones  de  21  ¡)ulgadas 
de  la  proa  del  acorazado  "Massachusetts"  fué  disparado.  El 
proyectil  cayó  cerca  de  la  popa  del  "Cristóbal  Colón."  Ya  á 
esta  hora  los  españoles  estaban  listos  para  combatir. 

«Las  tres  baterías  del  lado  Este  y  otra  en  la  isla  en  el  centro, 
rompieron  el  fuego.    Los  cañones  del  "Cristóbal  Colón"  hicie 
ron  fuego  nutrido.  El  "New  Orleans"  con  sus  cañones  de  6  pul- 
gadas, cargados  con  pólvora  sin  humo,  hizo  varios  disparos. 

«El  "lowa"  les  siguió:  el  capitán  Evans  esperó  hasta  poner- 
se frente  al  "Cristóbal  Colón"  para  disparar  con  éxito  sus  ca- 
ñones de  12  pulgadas  de  proa. 

«Los  tres  buques  comenzaron  después  á  disparar  junios. 

«Las  baterías  españolas  mejoraron  su  puntería  durante  el  se- 
gundo paso  de  los  buques  americanos.  Varias  metrayas  c;iye- 
ron  cerca  del  "lowa"  y  "New  Orleans" y  una  en  peligrosa  proxi- 
midad del  "Massachusetts."  Estas  metrayas  fueron  disparadas 
por  las  baterías  del  lado  Oeste  del  canal. 

«Una  de  las  metrayas  del  "lowa"  cayó  sobre  el  "Cristóbal  Co- 
lón." Por  algunos  momentos  pareció  que  el  buque  estaba  in 
cendiándose;  pero  las  llamas  fueron  sofocadas  inmediatamente 

«Después  de  35  minutos  de  continuos  disparos.  las  dos  bale 
rías,  al  lado  derecho  de  la  entrada  de  la  bahía,  fueron  apa 
«iadis. 


Cinco  minutos  después  se  apagó  la  batería  en  la  isla  del  cen- 
tro. 

^L'd  batalla  duró  cincuenta  y  cinco  minutos.  No  hubieron 
bajas  del  lado  délos  americanos.  Los  buques  americanos  re- 
sultaron sin  averías.» 

<  A  bordo  del  bote  despacho  de  la  Prensa  Asociada  d^and}, ^ 
frente  á  Puerto  Antonio,  Junio  10.  (dilatado  en  transmisión)  — 
Ayer  en  la  tarde,  la  escuadra  mandada  por  Schley,  atacó  las 
baterías  de  Santiago^  combatiendo  también  con  la  escuadra  de 
Cervera,  que  se  encuentra  en  el  puerto. 

«El  buque  almirante  español  «Cristóbal  Colón,*  fué  tocado 
dos  veces  por  los  proyectiles  del  «Massachusetts» 

'^Las  baterías  españolas  fueron  destrozadas  por  el  fuego  del 
crucero  < Nueva  Orleans.» 

«Los  españoles  dispararon  cerca  de  300  pro3'ectiles,  y  los 
americanos  como  una  cuarta  parte  menos  de  ese  número. 

«Duranteuna  hora  el  «Massachusetts,»  «lowa^»  «NewOrleans» 
y  «Vixen»  buques  pertenecientes  á  la  escuadra  del  Comodoro 
Schley,  midieron  sus  fuerzas  con  la  escuadra  del  Almirante 
Cervera  y  con  las  baterías  de  tierra  que  protejen  la  entrada  de 
la  bahía  de  Santiago  de  Cuba,  lugar  donde  se  encuentra  el  Al- 
mirante español.  Este  es  el  primer  encuentro  de  las  fuerzas  na- 
vales que  ha  ocurrido  y  no  ha  sido  más  que  un  preludio  de  se- 
rios acontecimientos  para  fines  de  la  semana. 

«Poco  antes  de  las  diez  de  la  mañana  el  Comodoro  Schley  se 
pasó  del  *Brooklyn>  á  bordo  del  acorazado  «Massachusetts» 
donde  permaneció  durante  el  combate,  enarbolando  la  bandera 
de  almirante. 

«A  la  una  de  latarde  se  hizo  la  señal  desde  el  ^Massachusetts» 
para  formar  en  línea  de  combate  y  el  «lowa,»  «New  Orleans»  y 
«Vixen»  tomaron  sus  posisiones.  El  ^Massachusetts*  caminaba 
á  media  máquina  hasta  encontrarse  á  unas  quince  millas  dis- 
tante de  la  entrada  del  puerto;  entonces  viró  y  se  dirigió  hacia 
la  bahía.  El  «New  Orleans*  seguía  muy  de  cerca  al  abanderado 
y  el  «lowa»  venía  como  á  media  milla  detrás. 

«El  abanderado  aumentó  su  velocidad  y  pronto  caminaba  á 
razón  de  diez  nudos  por  hora. 

«Más  y  más  se  acercaba  á  las  baterías,  y  á  los  ansiosos  vigías 
á  bordo  de  los  demás  buques  americanos  les  parecía  que  nun- 
ca haría  fuego.  De  repente,  y  cuando  se  encontraba  como  á  500 
yardas  de  la  entrada  de  la  bahía,  se  levantó  una  enorme  nube 
de  humo  blanco  y  amarillo  sobre  la  proa  del  abanderado  y  sus 
cañones  de  trece  pulgadas  dispararon  dos  metrallas,  que,  pa- 
sando por  encima  de  las  colinas,  una  de  las  metrallas  tocó  al 
crucero  español  «Cristóbal  Colón,»  que  se  encontraba  anclado 
en  la  entrada. 


142 

«En  se^ruída  se  dispararon  los  cañones  de  las  torrecillas  ác 
proa  y  las  metrallas  caían  cerca  del  <^Colón.« 

«Las  baterías  de  tierra  comenzaron  á  hacer  fileno  sobre  el 
«Massachusetts,í  pero  el  buque  estaba  fuera  del  alcance  desús 
cañones  y  entonces  diris^ieron  su  fuego  sobre  el  crucero  «New- 
Orleans.'  Kste  crucero  tenía  órdenes  de  empeñar  combate  con- 
tra las  baterías  y  atraerse  el  fueg^o  de  éstas  lo  más  que  fuera 
posible.  Sus  instrucciones  se  llevaron  p1  pié  de  la  letra.  Su  pri- 
mer disparo  descubrió  á  una  batería  situada  sobre  una  loma 
más  allá  del  castillo  del  Morro. 

"Dos  disparos  más  hicieron  volar  pedazos  de  los  muros  del 
Morro.  Kn  segfuida  el  "New  Orleans"  diriírió  sus  fuecros  sobre 
las  baterías.  Cada  disparo  que  hacía  causaba  daño  á  los  espa- 
ñoles 

"El  "íowa"  sigfuió  á  estos  buques  y  dedicó  su  atención  á  los 
buques  dentro  de  la  bahía.  Sus  metrallas  de  doce  pulg^adas 
caían  cerca  de  los  buques  españoles.  El  "Cristóbal  Colón"  nosa- 
lió  averiado  y  sostuvo  su  fueg^o  hasta  mucho  después  de  que 
los  buques  americanos  se  encontraban  fuera  de  su  alcance. 

'El  "lowa"  al  mando  del  Capitán  Ewans,  el  "Massachusetts'' 
mandado  por  el  capitán  Híiíirinson,  el  "Texas"  diritiido  por  el 
capitán  Philipns,  y  el  "New  Orleans''  por  el  capitán  W.  F'olííer, 
sostuvieron  terrible  fuego  sobre  el  castillo  del  Morro.  Socapita 
y  Punta  Gorda,  durante  dos  horas  y  sus  proyectiles  de  enorme 
calibre  causaron  terribles  estragos  á  las  defensas  de  la  entrada 
del  puerto.  Los  muros  de  Socapita  y  el  Morro  quedaron  con- 
vertidos en  polvo,  y  los  artilleros  y  tropas  de  Infantería  de  los 
españoles  podían  verse  refugiados  detrás  de  las  lomas  cerca- 
nas. El  crucero  auxiliar  que  se  unió  á  la  escuadra  del  Corp(5- 
doro  Schley  antes  de  que  comenzara  la  batalla,  fué  tocado  por 
las  bombas  españolas,  y  está  seriamente  averiado.  Fué  el  "St. 
Paul." 

**Los  buques  españoles  desde  el  interior  de  la  bahía,  después 
de  ajustar  su  línea  de  proyección,  dispararon  sobre  los  buques 
americanos  sus  proyectiles  pasando  por  encima  de  las  lomas." 

Veamos  nhora  los  siguientes  partes  del  combate; de  fuente es- 
p.'iñola: 

"Habana,  julio  10— El  siguiente  es  el  parte  español  que  con 
relación  al  anunciado  combate  en  Santiago  de  Cuba,  se  public*') 
en  esta  ciudad: 

"La  escuadra  americana  compuesta  de  los  siguientes  buques: 
»lowa,"  «Massachusetts,"  «Texas,"  «Broklyn,"  *New Orleans," 
Marblehead,"  «Mineápolis,"  y  otros  cruceros,  á  demás  de  va 
rios  buques  pequeños,  tomaron  posiciones  del  día  31  de  Mayo 
al  Oeste  de  la  boca  del  canal  de  Santiago.  Los  cinco  primeros 
buques  mencionados  rompieron  el  fuego.  El  crucero  español 
♦  Cristóbal  Colón,"  que  estaba  anclado   cerca  de   Punta  (rorda, 


143 

podía  verse  desde  el  mar.  El  fuego  de  los  americanos  fué  con- 
testado por  el  castillo  del  Morro,  la  Socapita,  Punta  Gorda,  las 
baterías  de  tierra  y  el  crucero  ^^Cristóbal  Colón.»  La  escuadra 
americana  hizo  70  disparos  con  proyectiles  de  calibre  32,  sin 
causar  el  menor  daño.  El  bombardeo  duró  noventa  minutos. 

«La  escuadra  americana  se  retiró  llel/ádose  un  trasatlántico 
armado  de  crucero  auxiliar,  con  graves  a  vería. s  Tres  bombas 
hicieron  explosión  sobre  la  popa  del  acorazado  <'Iov^a.i^ 

«Otro  de  los  buques  está  incendiándose.  Varios  proyectiles 
americanos  cayeron  dentro  de  la  bahía  cerca  de  los  cruceros 
españoles. 

«Gran  entusiasmo  reina  en  Santiago.» 

«Habana,  Junio  1°.— La  escuadra  volante  americana  al  man 
do  del  Comodoro  Schley,  compuesta  de  acorazados  y  cruceros, 
atacó  las  fortificaciones  de  Santiago  de  Cuba.  Nuestro  acora- 
zado «Cristóbal  Colón*  guardaba  la  boca  del  canal,  protegido 
por  el  fuego  de  las  fortificaciones.  El  enemigo  fué  rechazado 
con  graves  averías,  (firmado.)  Manterola.» 

El  Almiranse  Manterola  era  un  comandante  de  las  fuerzas 
vanales  de  España  en  aguas  cubanas. 

Se  vé  pues  por  los  anteriores  despachos  que  no  se  trató  de 
un  simple  reconocimiento  según  Schley  aseguró  en  su  parte 
oficial  al  Ministerio  de  Marina,  sino  de  un  combate  formal, 
siendo  la  victoria  española. 

El  mismo  parte  de  Schley  concluía  con  estas  palabras:  «estoy 
cerciorado  de  que  la  escuadra  de  Cervera  está  en  Santiago.» 

Según  hemos  dicho  ya  en  otro  lugar,  sólo  se  esperaba  saber 
á  punto  fijo  el  paradero  de  la  escuadra  española  para  movili 
zar  el  ejército  americamo  de  invasión.  Así  fué  que  al  recibirse 
esta  noticia  se  hicieron  los  preparativos  para  el  violento  envío 
de  las  tropas  á  Cuba. 


II 


Se  empezaba  á  sentir  la  influencia  de  un  partido  deseoso  de 
la  paz  en  España,  en  vista  de  las  inmensas  probabilidades  que 
había  para  la  victoria  por  parte  de  los  americanos,  y  de  la  con 
vicción  de  que  prolongar  la  guerra  sería  acrecer  la  indemniza- 
ción que  se  cobrara.  A  los  oficios  amistosos  del  Vaticano, 
Francia,  Austria  y  casi  todas  las  naciones  auropeas  correspon- 
dió España  manifestando  que  ella  estaba  dispuesta  á  aceptar 
la  paz  siempre  que  sus  condiciones  no  fueran  incompatibles 
con  el  honor  nacional.  La  actitud  de  los  americanos,  por  el  con- 
trario, quitaba  toda  esperanza  de  paz.  En  Washington  se  afir- 
maba que  cualesquiera  negociaciones  de  paz  eran  todavía  pre 
maturas. 


144 

El  día  3  de  Junio  fué  hundido  el  buque  carbonero  americano 
«Merrimac»  por  el  teniente  constructor  naval  T  Hobson,  joven 
de  24  años,  3'  seis  tripulantes,  á  la  entrada  de  la  bahía  de  San- 
tiago en  un  lugar  del  canal  donde  la  profundidad  es  de  unas 
cuantas  brazas  y  la  anchura  de  300  yardas.  El  Almirante  Samp- 
son  que  ordenó  la  operación  de  echar  el  buque  á  pique,  intentó 
impedir  el  paso  de  la  escuadra  de  Cervera  con  el  obstáculo  que 
á  la  navegación  presentaría  el  casco  sumergido.  La  operación 
fué  felizmente  ejecutada:  Hobson  por  medio  de  una  explosión 
de  torpedo  hundió  el  barco  en  el  lugar  escogido,  salvándose 
milagrosamente.  El  y  sus  compañeros  fueron  recogidos  por  el 
Almirante  Cervera  y  hechos  prisioneros  de  guerra. 

La  acción  de  Hobson  fué  muy  celebrada  en  Estados  Unidos 
por  el  arrojO  grande  que  significaba,  y  no  se  habló  de  otra  co- 
sa durante  muchos  días.  Su  celebridad  ha  venino  á  opacarse 
un  poco  desde  que  Cervera,  sin  haber  removido  el  <  Merrimac» 
salió  sin  ninguna  dificultad  de  la  bahía  cuando  lo  intentó,  co- 
mo luego  veremos. 

La  vanguardia  de  la  expedición  á  Cuba  se  encomendó  á  un 
cuerpo  de  ingenieros  que  debía  desembarcar  en  Aguadores,  al 
Este  del  Morro  cerca  de  Santiago  de  Cuba.  La  expedición 
que  se  compondría  de  15000  hombres  más,  debía  desembarcar 
poco  después 

Con  el  objeto  de  apoyar  el  desembarque  se  hizo  un  nuevo 
ataque  sobre  Santiago,  más  formidable  que  el  anterior 

El  combate  principió  el  día  6  á  las  7  y  45  de  la  mañana  y  du- 
ró hasta  las  11. 

En  esas  tres  horas,  los  americanos  sostuvieron  nutrido  y  efi- 
caz fuego  contra  las  fortificaciones  del  Morro,  Socapa,  Punta 
Gorda  y  Cinco  Reales,  además  de  bombardear  á  los  buques  del 
Almirante  Cervera  que  se  encontraban  dentro  de  la  bahía. 

Cerca  de  mil  seiscientos  proyectiles  fueron  lanzados  por  los 
cañones  de  la  escuadra  americana  durante  las  tres  horas  que 
duró  el  bombardeo. 

El  castillo  del  Morro  y  las  fortificaciones  de  Socapa  y  Punta 
Gorda  quedaron  muy  deterioradas. 

La  escuadra  española  se  acercó  á  la  boca  interior  del  canal 
que  conduce  á  la  bahía,  y  los  americanos  concentraron  su  fue- 
go sobre  los  buques,  resultando  que  el  crucero  «Infanta  María 
Teresa»  fué  tocado. 

Los  americanos  principiaron  su  ataque  en  Aguadores,  lugar 
donde  se  efectuó  el  desembarque  de   las  tropas. 

Las  tropas  insurectas  atacaron  por  tierra  á  la  ciudad,  al  mis- 
mo tiempo  que  la  flota  americana   atacaba  por  mar. 

Debido  al  ataque  simultáneo  de  la  escuadra,  se  logró  desem- 
barcar en  Aguadores  á  ochocientos  expedicionarios.  Los  insu- 
rrectos al  mando  de  Calixto  García  atacaron  también  á  los  in- 


145 

vasores.  Así  es  que  las  fuerzas  españolas  se  veían  atacadas  por 
tres  enemigos  á  la  vez:  la  escuadra,  los  insurrectos  y  los  sol- 
dados americanos. 

El  combate  fué  encarnizado  y  sangriento.  He  aquí  los  par- 
tes oficiales,  en  extracto: 

«Habana,  Junio  6. — Detalles  de  fuente  española  recibidos 
hoy  en  esfa  ciudad  relativos  al  bombardeo  de  Santiago  de  Cu- 
ba por  la  escuadra  americana  ocurrido  esta  mañana,  dicen  que 
los  americanos  dispararon  cerca  de  1  600  proyectiles  de  todas 
clases.  El  fuego  fué  contestado  por  el  Castillo  del  Morro  y  las 
otras  baterías.  Al  medio  día  se  inició  otro  bonmbardeo  sobre 
Aguadores  al  Este  de  Santiago,  Los  españoles  afirman  haber 
recibido  ambos  ataques. 

«Admiten  que  el  Castillo  del  Morro  resultó  algo  averiado  y 
que  el  crucero  «Reina  Mercedes»  tuvo  averías  de  poca  impor- 
tancia. 

«El  comandante  Militar  de  Santiago  al  rendir  su  parte  dice 
qne  el  fuego  de  los  americanos  no  desmontó  una  sola  pieza  de 
artillería  y  agrega  qne  nueve  de  los  buques  americanos  desa- 
parecieron á  la  vista  antes  de  obscurecer. 

«Según  el  parte  oficial  las  pérdidas  del  ejército  español  as- 
cienden á  un  soldado  muerto,  un  Jefe,  cuatro  oficiales  y  veinti- 
dós soldados  heridos.  Las  pérdidas  en  las  fuerzas  navales  as- 
cendieron á  un  Comandante,  un  oficial  y  cinco  marineros  muer- 
tos. 

«Madrid  Junio  7. — El  Almirante  Cervera  telegrafía  que  seis 
buques  americanos  bombardearon  á  Santiago  y  las  fortificacio- 
nes de  las  costas.  Tres  oficiales  fueron  muertos.  Un  oficial  y 
siete  soldados  salieron  heridos  entre  las  tropas.  Las  averías 
causadas  al  castillo  del  Morro  y  las  fortificaciones  de  la  Soca- 
pa fueron  insignificantes. 

«Cabo  Haitiano,  Junio  7. — Las  últimas  noticias  que  acaban 
de  llegar,  demuestran  que  el  Coronel  Ordóñez,  Capitán  Sán- 
chez y  los  Tenientes  Irizar,  Pérez  y  García,  resultaron  heridos 
durante  el  combate  de  Santiago.  Los  españoles  alegan  que 
únicamente  un  soldado  fué  muerto,  pero  las  bajas  á  sus  fuer- 
zas navales  son  tal  cual  se  dijo  antes.» 

Siguiendo  nuestro  sistema  de  transcribir  las  narraciones  de 
uno  y  otro  combatiente,  copiamos  en  seguida  la  americana: 

«Abordo  del  bote-despacho  «Dandy»  de  !a  Prensa  Asociada 
frente  á  Santiago  de  Cuba,  lunes  [al  medio  día]  vía  Kingston, 
Jamaica,  Junio  7  [el  martes  al  medio  día.]— La  escuadra  ameri- 
cana sostuvo  hoy  en  la  mañana  un  combate  con  las  baterías 
españolas  que  defendían  la  entrada  del  puerto  de  Santiago  de 
Cuba  y  después  de  tres  horas  de  bombardeo  acallaron  casi  to- 
dos los  fuertes  y  destruyeron  varias  baterías  de  tierra,  rindien- 


146 

dose  las  baterías  «Estrella»»  y  -Catalina,»  dos  de  los  principales 
fuertes. 

«La  escuadra  formada  en  doble  línea  de  combate  á  una  dis- 
tancia de  seis  millas  frente  al  Morro  y  á  las  seis  de  la  mañana, 
se  dirigió  hasta  colocarse  á  una  distancia  de  tres  mil  yardas 
de  la  costa.  Al  «Broklyn»  le  segían  el  <»Marblehead,»  -Texas,» 
^Masachussetts*  dirigiéndose  hacia  el  Oeste.  La  segunda  línea 
estaba  formada  por  el  New  York»  seguido  por  el  New  Or- 
leans,*Iowa»  y  «Oregóní  dirigiéndose  hacia  elOeste.  ENVixen» 
y  «Swance»  se  encontraba  á  alguna  distancia  á  la  izquierda. 
El  "Dolphin"  y  ''Porter  hacían  iguales  movimientos  en  el  flan 
co  derecho. 

"La  línea  encabezada  por  el  "New  York,''  atacó  las  nuevas 
baterías  de  tierra  cerca  del  Castillo  del  Morro. 

"La  línea  formada  por  el  "Brooklyn,"  se  situó  frente  á  las 
baterías  Estrella  y  Catalina,  y  á  las  nuevas  baterías  de  tierra, 
á  lo  largo  de  la  costa. 

"Las  baterías  españolas  permanecieron  ca  liadas.  Es  dudoso 
-saber  si  á  los  españoles  les  fué  posible  determinar  el  carácter 
del  movimiento  debido  á  la  densa  neblina  y  pesada  niebla  que 
reinaba  en  la  mañana.  . 

"Repentinamente  se  lanzó  una  bomba  de  doce  pulgadas  que 
cayó  frente  á  la  batería  Estrella^  destruyéndola,  instantánea- 
mente comenzó  el  fuego  de  parte  de  ambas  escuadras,  la  del 
vice-Almirante  Sampson  y  Comodoro  Schley  y  un  torrente  del 
bombas  caían  sobre  las  baterías  españolas. 

"Los  españoles  contestaron  inmediatamente,  pero  su  artille- 
ría era  mny  débil. 

"El  humo  cubría  con  densas  nubes  á  los  buques. 

"No  hubo  maniobras  de  parte  de  la  escuadra  los  buques  per- 
manecieron en  sus  lugares  primitivos  haciendo  fuego  continuo. 

"Los  buques  se  encontraban  cerca  de  la  costa,  y  por  esto  se 
es  dificultaba  á  los  artilleros  americanos  llegar  hasta  las  báte- 
las situadas  en  la  colina. 

"Antes  del  bombardeo  se  dio  orden  para  evitar  el  fuego  so- 
bre el  castillo  del  Morro,  pues  el  Almirante  americano  había 
sido  informado  de  que  el  teniente  Hobson  y  los  otros  prisione- 
neros  del  "Merrimac"  se  hallaban  allí. 

"A  pesar  de  esto,  el  castillo  del  Morro  sufrió  algunas  averías 
La  línea  del  Comodoro  Schley  se  movía  cerca  de  la  costa  y 
haciendo  fuego  á  corta  distancia.  El  "Brooklyn"  "Texas''  causa- 
ron grandes  daños  alas  baterías  españolas,  acallándolas  pronto. 

"Mientras  los  buques  sostenían  el  fuego  con  las  fuertes  bate- 
rías, el  "Swance"  y  "Vixen"  sostenían  combate  con  las  peque- 
ñas baterías  frente  á  ellas,logrando  en  poco  tiempo  silenciarlas. 

"El  "Brooklyn"  se  acercó  á  ochocientas  yardas  y  entonces 
la  destrucción  causada  por  sus  cañones  y  los  del"Marblehead"  y 


M7 

-^Texas»  fué  verdaderamente  terrible.  En  pocos  minutos  las 
obras  de  madera  de  la  Estrella  se  incendiaron  y  la  batería  aca- 
lló sus  fuegos.  Al  Este  del  «New  York»  y  «New  Orleans»  silen- 
ciaron la  batería  Cayo  Smith  y  en  seguida  las  otras  baterías. 
La  puntería  no  resultó  tan  certera  debido  á  la  elevación  de  los 
cañones,  muchas  bombas  cayeron  y  los  artilleros  españoles  se 
retiraron. 

«Poco  después  de  las  nueve  cesó  el  fuego  y  los  buques  se  re- 
tiraron en  perfecto  orden,  para  evitar  el  uso  de  las  baterías  del 
puerto.  Entonces  el  fuego  se  asemejaba  á  la  prolongada  rever- 
beración del  trueno  del  rayo,  y  las  metrallas  tocaban  las  bate- 
rías españolas  con  terrible  efecto..  El  incendio  estalló  en  los 
fuertes  de  Catalina,  acallándose  los  cañones  españoles.  El  fue- 
go de  la  escuadra  continuó  hasta  las  diez  de  la  mañana,  hora 
en  que  los  disparos  españoles  cesaron  por  completo,  y  el  Al- 
mi»  ante  Sampson  dio  la  señal  «cese  el  combate.» 
«En  general,  los  tiros  de  la  escuadra  fueron  muy  destructores. 

"Muchas  de  las  baterías  han  sido  reducidas  á  silencio  y  las 
fortificaciones  «Estrella»  y  «Catalina»  han  salido  tan  averiadas, 
que  es  dudoso  si  éstas  podrán  ser  reparadas  para  que  vuelvan 
á  prestar  servicios  efectivos  durante  la  guerra. 

«Después  que  la  escuadra  se  retiró,  los  españoles  regresa- 
ron á  algunos  de  los  cañones  y  dispararon  doce  bombas  sobre 
la  escuadra,  sin  causarle  daños.  Una  de  las  bombas  cayó  cerca 
de  un  buque  carbonero. 

«Durante  el  combate  ningún  buque  salió  averiado,  ni  ningu- 
na desgracia  ha  habido  que  lamentar  » 

El  primer  desembarco  de  tropas  am_ericanas  de  invasión  que 
permaneció  en  la  costa  sin  reembarcarse  no  se  verificó  sino 
hasta  el  día  12.  El  teniente  coronel  Huntington,  al  mando  de 
800  hombres  de  infantería  de  Marina  que  desde  el  día  7  habían 
salido  de  Ca3^o  Hueso  en  el  vapor  «Panther»  hicieron  algunas 
tentativas  apoyados  por  la  escuadra,  pero  no  fué  sino  hasta 
aquel  día  cuando  lograron  saltar  á  tierra  3^  tomar  posesión  de 
un  campamento  español  donde  encontraron  tres  obuses,  varias 
armas  y  municiones  y  el  pabellón  español  izado,  asi  como  una 
bandera  del  tercer  regiiiii.ento  del  príncipe. 

El  punto  escogido,  al  Este  de  la  rada  de  Guantánamo,  es  un 
punto  estratégico  seguro  y  á  propósito  para  fondear,  dista  cua- 
renta millas  de  Santiago  y  estaba  defendido  por  unos  cuantos 
soldados  españoles,  que  aun  cuando  de  prento  se  retiraron, 
volvieron  luego  á  atacar  rudamente  á  los  recien  llegados. 

Tan  luego  como  se  recicibió  la  noticia  de  haber  desembarca- 
do las  tropas  de  avanzada,  se  puso  en  marcha  el  resto  del  ejér- 
cito de  invasión  compuesto  de  15  regimientos  de  Infantería  de 
línea  3  de  voluntarios  del  Estado  de  New  York  y  una  del  Massa- 
chusetts:  total  infantería  561  oficiales,  y  10,700  de  tropa. 


148 

Seis  regimientos  de  Infantería  de  línea  y  un  regimiento  de 
voluntarios:  total  de  caballería  168  oficiales,  y  3,155  de  tropa. 

Ingenieros,  dos  compañías,  9  oficiales  y  250  ae  tropa. 

Cuerpo  de  señales:  2  oficiales  y  50  hombres. 

Artillería,  cuatro  baterías  de  campaña  con  14  oficiales  y  323 
hombres. 

Dos  baterías  de  sitio  con  4  oficiales  y  132  hombres. 

Estado  Mayor  Especial:  15  jefes  y  oficiales. 

Servicio  de  sanidad  y  ambulancia. 

Total  general:  773  oficiales  y  14,  610  individuos  de  tropa. 

Estas  tropas  fueron  conducidas  por  treinta  y  cinco  transpor- 
tes resguardados  por  doce  buques  de  guerra. 

La  expedición  salió  de  Tampa,  Florida  el  día  14  á  las  nue- 
ve de  la  mañana. 

En  cuanto  á  las  demás  tentativas  de  los  buques  americanos 
para  hacer  penetrar  soldados  en  la  Isla,  podemos  asegurar  que 
en  la  semana  que  precedió  al  desembarco  en  Aguadores,  dia- 
riamente se  hacían  esfuerzos  infructuosos  y  algunos  de  ellos 
costaron  caro  á  los  buques. 

Ill 

Una  semana  después  de  haber  "alido  la  expedición  para  Fi- 
lipinas se  hizo  á  la  vela  la  segunda.  El  jefe  de  toda  la  expedi- 
ción. General  Merrit,  acompañó  á  los  transportes  que  salieron 
de  California. 

Era  indudable  que  al  recibirse  estos  refuerzos  en  Manila  se 
intentaría  luego  la  toma  de  la  ciudad.  Pero  un  incidente  im- 
previsto dificultó  las  operaciones  del  ejército  americano  y  em- 
barazó mucho  la  conducta  del  gobierno.  Este  incidente  fué  la 
oposición  que  Alemania  manifestó  á  cualquiera  medida  violen- 
j  ta  que  se  intentara   en  Manila  por  Dewey  ó  las  fuerzas  de  tie- 

/  rra  que  iban  en  camino.  La  intervención  de  Alemania  fué  acen- 

tuada por  la  concentración  paulatina  de  su  flota  en  la  bahía  de 
Manila.  El  día  10  de  Junio  se  hallaban  fondeados  los  siguien- 
tes cruceros  de  primera  clase  alemanes:  «Augusta,»  «Irene,» 
«Gefion»  y  «Cormorán.* 

El  «Kaisser»  acorazado  de  primera,  iba  en  camino. 

Conviene  recordar  que  Alemania  hasta  entonces  no  había 
hecho  sino  declaraciones  verbales,  por  medio  de  sus  represen- 
tantes, sobre  la  neutralidad  que  observaría  en  la  guerra.  Esto 
dio  origen  á  serios  temores  de  que  una  nueva  complicación  sur- 
giera con  dicha  potencia. 

En  cuanto  á  la  escuadra  española  de  Cámara,  desde  los  pri- 
meros días  del  mes  se  hizo  á  la  mar  llevando  órdenes  selladas; 
pero  una  semana  más  tarde  se  supo  con  sorpresa  que  habfa  re- 


149 

gresado  sin  novedad,  y  que  su  programa  requería  ir  á  praeü- 
car  una  serie  de  maniobras,  las  cuales  dio  por  terminadas  con 
sus  regresos. 

Por  lo  demás  los  movimientos  de  esta  escuadra  eran  tan  n^is- 
teriosos  como  los  de  la  de  Cervera,  aunque  algunas  autorida- 
des navales  opinaron  que  en  vista  de  los  desperfectos  de  los 
buques  de  Cámara,  no  era  un  misterio  la  causa  de  su  inmovi- 
lización, puesto  que  antes  de  emprender  una  larga  travesía  ne- 
cesitaba repararlos. 

Efectivamente,  la  escuadra-de  Cámara  cu3^os  barcos  princi 
pales  adolecían  de  descomposturas,  estaba,  á  mediados  de  Ju- 
nio, reparándose  en  el  puerto  de  Cádiz  para  emprender  su  via- 
je á  Cuba,  según  las  órdenes  del  gobierno,  de  las  cuales  pare- 
cía en  espera. 

Por  lo  que  hace  á  la  campaña  en  Cuba,  la  activa  cooperación 
de  los  insurrectos  fué  descubierta  por  los  españoles  de  Santia- 
go y  Guantámano  desde  el  día  8.    Un  despacho  del  corregpon-. 
sal  de  la  Prensa  Asociada  frente  á  Santiago  de  Cuba,  fechado 
el  10  de  Junio  dice  lo  siguiente: 

«En  estos  últimos  días  la  actividad  de  los  españoles  ha  sido 
particularmente  notable.  Valiéndose  de  bueyes  han  estado 
transportando  artillería  á  las  fortificaciones,  en  las  que  los  sol- 
dados trabajan  en  colocarla,  y  ha  habido  otras  señales  mani- 
fiestas de  que  los  españoles  están  preparando  una  resistencia 
desesperada.  Fácil  es  que  trasladen  á  los  fuertes  algunos  de 
los  cañones  de  los  buques  que  estaban  al  mando  de  Ceivera. 

«Los  insurrectos,  en  número  de  5.000,  se  han  apostado  en  una 
montaña  situada  hacia  el  Occidente;  pero  2,000  de  ellos  care- 
cen de  armas. 

«El  General  Máximo  Gómez,  que  se  haya  ahora  como  á  150 
millas  en  lo  interior  de  la  isla,  está  actualmente  en  camino  pa- 
ra la  costa. 

«El  Almirante  Sampson  está  cooperando  activamente  con 
los  insurrectos.  Ayer  estuvieron  á  bordo  del  «New  York»  el  ca- 
becilla Miniet,  de  las  fuerzas  rebeldes  y  su  Estado  Mayor,  y  tu- 
vieron una  larga  conferencia.  Los  oficiales  navales  han  esta- 
do emprendiendo  expediciones,  sobresalientes  por  su  audacia, 
para  mantener  la  comunicación  con  loa  insurrectos  y  desem- 
barcarles armas.  Han  sido  los  barcos  «Swance.»  5^  «Vixen»  los 
que  principalmente  se  han  dedicado  á  esa  tarea.  El  teniente 
Sharp,  del<Vixen»  y  el  sub -comandante  Delhanty,  del  «Suwan- 
ce,»  han  tenido  que  desempeñar  diariamente  importantes  co- 
misiones, y  las  han  llenado  todas  con  feliz  éxito. 

«Ha  consistido  principalmente  la  t;  rea  en  llevar  y  traer  men- 
sajes; pero  el  «Swance»  ha  estado  ocupado  en  asuntos  de  ma- 
yor importancia.  Este  barquito  cañonero  ha  desembarcado  300 


I50 

bultos  de  armas  pequeñas  y  municiones,  300  rifles  de  Spring- 
field^  ÍOO  carabinas,  2,000  machetes,  con  equipo  y  provisiones. 

«Fueron  entregfados  estos  objetos  ayer  miércoles,  como  á  15 
millas  al  Oeste  de  Santíag-o  á  800  insurrectos  que  bajaron  á  la 
playa  dejando  en  la  montaña  el  orrueso  de  la  fuerza. 

«Fué  penoso  el  desembarco  pero  se  verificó  sin  niníjuna  in- 
terrupción. 

«Refirieron  los  insurrectos  que  diariamente  hay  cn^ientros 
entre  ellos  y  los  españoles. 

Se  ha  recibido  absoluta  confirmación  del  anunciado  desem- 
barque de  tropas  americanas  en  A<?uadores.  Las  fuerzas  mili- 
tares españolas  hicieron  un  supremo  esfuerzo  para  evitar  el 
desembarque,  pero  fueron  rechazadas  experimentando  pérdi- 
das de  consideración,  por  las  tropas  americanas  ayudadas  por 
las  fuerzas  insurrectas.  Se  sabe  que  los  americanos  se  unieron 
el  lunes  con  el  General  García  y  en  la  actualidad  se  encuen- 
tran atrincherados  cerca  de  la  ciudad  Los  españoles  están  com- 
pletamente encerrados  y  su  rendición  no  .es  sino  cuestión  de 
tiempo.  No  cabe  la  menor  duda  que  los  daños  causados  á  los 
españoles  en  el  bombardeo  de  Santiago  por  la  escuadra,  fué 
mayor  de  lo  que  se  supuso  al  principio.» 

Al  Ministerio  de  Marina  americauo  se  había  comunicado  con 
fecha  10  el  parte  oficial  del  desembarco  cerca  de  Guantámano 
y  se  agregaba  en  el  mismo  mensaje  que  los  americanos  incen- 
diaron un  pequeño  pueblo  que  hallaron  primero  á  su  en- 
cuentro. 

El  último  cable  que  unía  á  Santiago  de  Cuba  con  el  resto  del 
mundo  fué  cortado^  realizándose  la  operación  de  manera  de 
entablar  fácilmente  la  comunicación  en  un  momento  dado. 

Los  americanos,  con  inmensos  trabajos,  lograron  posesio- 
narse del  Caimanera  en  la  costa  inmediata  áGuantámano  auxi- 
liados por  los  disparos  del  «Dolphin.»  Sin  embargo  tardaron 
tres  días  de  combate  continuo  para  que  su  posesión  se  hiciera 
indisputable.  Los  españoles  dueños  del  campamento  que  á  su 
llegada  encontraron  los  marineros  abandonado,  no  tardaron 
en  retroceder  emprendiendo  un  vivo  ataque  contra  los  invaso- 
res que  sostuvieron  el  fuego  con  trabajo. 

Una  relacif'm  del  corresponsal  de  la  Prensa  Asociada  dice  así: 

«Campamento  de  marinos  de  los  Estados  Unidos  junto  al 
puerto  de  Guantámano,  lunes  13  de  Junio  á  medio  día  Mensa- 
je del  «Wanda,»  barCo  de  la  Prensa  Asociada:  vía  Kingston  Ju- 
nio 14.  á  las  7  a  m— Después  de  dos  noches  de  reñido  comba- 
te, flota  aun  la  bandera  americana  en  territorio  cubano,  sobre 
el  campamento  del  batallón  de  marineros,  quienes  aseguran 
que  lo  conservarán  allí  hasta  que  lleguen  las  tropas.  Así  pues, 
ha  tocado  á  los  marineros  lo  más  difícil  de  la  pelea,  la  situa- 
ción es   grave,  están  ya   desfallecidos  á  fuerza  de  pelear,  ata- 


í5i 

ques  casi  incesantes.  Muy  pocas  probabilidades  tienen  de  des- 
cansar ó  de  dormir,  y  no  se  sabe  á  punto  fijo  cuando  llegará  el 
auxilio.  Si  no  fuera  por  los  cañones  protectores  de  la  escuadra, 
el  reducido  grupo  de  marineros  habria  sido  ya  exterminado 
por  las  fuerzas  españolas  de  Santiago  de  Cuba,  cuyo  número 
es  incomparablemente  superior. 

«Puede  ser  que  logren  conservar  su  posición,  pero  les  es  im- 
posible ir  adelante  mientras  no  les  llegue  el  refuerzo.  Las  tien- 
das de  campaña  de  los  soldados  hacían  pensar  al  principio  en 
uu  día  de  fiesta;  pero  hoy  se  ha  convertido  la  ilusión  en  reali- 
dad horrenda.  El  menor  movimiemo  en  el  campamento  es  co- 
mo una  señal  para  que  hagan  ejercicio  al  blanco  los  españoles 
cuyos  fusiles  estriados,  tienen  un  alcance  mayor  que  los  nues- 
tros 

«Es  imposible  estimar  con'exactitud  el  número  de  la  fuerza 
enemiga,  sólo  puede  decirse  que  es  crecido.  Como  dos  terceras 
partes  de  esas  fuerzas,  rodean  el  campo  noche  por  noche  con 
un  círculo  de  muerte,  y  el  tiroteo  de  los  Maüssers  es  vigoro- 
sísimo. 

«Por  la  noche  pelean  los  sitiadores,  pelean  al  estilo  de  los  in- 
dios: cada  yarda  de  chaparral  es  una  emboscada. 

«Después  del  primer  ataque  el  sábado  en  la  noche,  el  coronel 
Huntington  decidió  que  se  hiciera  una  nueva  tentativa  el  do- 
ñiingo  por  la  noche  y  ordenó  que  se  formasen  trincheras  por 
todos  los  lados  del  campamento,  y  en  ellas  esperó  la  mayor 
parte  del  batallón  la  embestida  la  últii|a  noche. 

«Verificóse  ésta  poco  después  del  obscurecer  y  desde  ese 
momento  hasta  la  venida  del  nuevo  día  hubo  un  fuego  conti- 
nuado y  á  veces  nutridísimo. 

«Los  americanos  por  su  parte,  tuvieron  dos  muertos  y  cua- 
tro heridos.  Los  muertos  fueron  el  Sargento  Enrique  Goode, 
de  los  soldados  de  marinos,  atravesado  de  un  balazo  en  el  lado 
derecho  del  pecho;  el  soldado  raso  Tauman,  que  tan  pronto  co- 
mo fué  herido  cayó  por  tierra  y  murió  instantáneamente. 

"Los  heridos  son:  el  soldado  raso  Wallece,  que  rodó  de  la  al- 
tura y  se  rompió  una  pierna;  el  de  igual  clase,  Martín  que  re- 
cibió un  balazo  en  una  pierna;  el  de  la  misma  graduación,  Rai- 
bury,  herido  con  bala  en  un  brazo,  y  el  de  empleo  de  igual  ca- 
tegoría, Burk,  herido- también  de  un  brazo. 

"La  primera  acometida  de  los  españoles  fué  á  las  3  p.  m.,  y 
el  último  tiro  disparado  por  ellos  á  las  3  a.  m.  En  el  transcur- 
so de  la  noche  arremetieron  los  españoles  contra  el  campa- 
mento de  los  marineros  que  estaban  en  la  costa,  y  el  "Marble- 
head,"  creyendo  que  los  americanos  habían  sido  desalojados, 
lanzó  varias  bombas  al  lugar;  sin  embargo,  fué  repelido  el  em- 
puje por  el  escaso  destacamento   de  marinos  que   se  hallaban 


152 

en  el  campamento.  Las  bombas  del  Marblehead  hicieron  ex- 
plosión entre  los  soldados  navales. 

"La  refriega  fué  la  primera  de  la  guerra  en  que  los  cubanos 
tomaron  parte  en  ayuda  de  los  americanos,  y  su  cooperación 
no  fué  muy  brillante  que  digamos.  En  momentos  en  que^  por 
la  tarde  estaban  los  marineros  haciendo  fuego  sobre  una  par- 
tida reducida  de  españoles  que  apareció  á  corta  distancia  del 
campamento,  los  cubanos  se  pusieron  á  disparar  en  desorden 
y  mandaron  una  descarga  que  precisamente  iba  á  causar  estra- 
gos entre  los  americanos.  Casos  hubo  de  gravísimo  peligro,  y, 
sin  embargo,  nadie  resultó  herido. 

Parte  oficial  español  de  la  acción  de  Caimanera. 

•'Caimanera  Junio  13. 

"Al  comandante  General  de  la  División  Militar  de  Santiago 
de  Cuba. 

"Al  amanecer  del  sábado,  siete  buques  apareeieron  en  el 
puerto  de  Caimanera  y  dispararon  sus  ametralladoras  y  toda 
clase  de  proyectiles  sobre  la  playa  del  Este  y  Cayo  Toro,  has- 
ta que  incendiaron  el  frente  en  la  plaza  del  Éste  y  las  casas  de 
pilotos  fueron  ocupadas  después  por  destacamentos  de  mari- 
nos americanos. 

"El  cañoneo  continuó  con  más  ó  menos  intensidad  hasta  las 
cinco  de  la  tarde,  pues  la  playa  del  Este  estaba  solamente  de- 
fendida por  dos  cañones  antiguos  y  trincheras  de  arena,  así 
que  el  destacamento  nada  podía  hacer  contra  los  buques,  que 
hacían  fuego  sobre  ellos  por  todas  partes.  Por  último  se  reti- 
raron á  Managua  y  Cuzco,  sin  que  dejaran  de  hacer  descargas. 

"Desde  ese  momento  los  soldados  ocuparon  Punta  Caracotes, 
observando  los  movimientos  de  los  buques  que  ocupan  todo  el 
exterior  del  puerto,  con  una  verdadera  flota  de  buques,  unos 
armados  y  otros  auxiliares.  También  he  tomado  el  paso  del 
Enano, 

"Permaneceré  en  Caimanera  y  solamente  abandonaré  ese 
puerto  cuando  lo  estime  necesario. 

"No  he  podido  resistir  á  los  americanos  con  sólo  el  fuego  de 
fusilería. 

"Los  fuertes  Sandoval  y  Cayo  Toro  han  disparado  sus  caño- 
nes, pero  sin  efecto;  pues  los  buques  enemigos  se  pusieron  fue- 
ra de  su  alcance  tomando  posiciones  en  el  canal  del  centro. 
Tengo  noticias  de  que  los  insurrectos,  en  Baracoa,  por  señales 
que  les  hacen  los  buques  americanos,  se  han  acercado  á  la  ba- 
hía. Desde  el  sábado  los  americanos  han  cortado  los  cables  y 
no  he  podido  repararlos. 

"Los  bomberos  gozan  de  buena  salud  y  mantienen  magnífi- 
co espíritu.  Continúo   dando  solamente  medias  raciones  y  de 


153 

este  modo  tendré  suficiente  para  un  mes  tiiás.  No  tengo  harina 
ni  modo  de  conseguirla,  pues  como  he  dicho  anteriormente,  ha- 
ce mucho  tiempo  no  hay  granos.  También  estamos  esca- 
sos de  quinina,  pero  me  he  posesionado  de  una  botica  y  tendré 
suficiente  provisión  de  esta  droga  para  un  mes.  La  ciudad  es- 
tá sufriendo  grandes  privaciones.  Hoy  se  encuentra  en  el  puer- 
to un  gran  buque  acorazado  el  "Oregon"  acompañado  de  otros 
siete  buques  y  un  transporte  el  "Sain  Paul." 

•'Me  regreso  á  la  Caimanera  después  de  despachar  al  porta- 
dor con  este  parte.  El  mensajero  es  de  mi  entera  confianza, 
pues  siempre  ha  prestado  buenos  servicios.  Encarecidamente 
lo  recomiendo  á  su  Excelencia  en  caso  de  que  llegue  sin  nove- 
dad. (Firmado)  Félix  Paran jau,  Comandante  de  la  segunda  Bri- 
gada de  la  divisi  ón  de  Oriente  del  Ejército  Español  en  Cuba. 


e  e  e  e  e  e  e 


CAPITULO  XI í 


Continúan  l^s  combat  s  en  Guantánamo — Difícil  sit'isoión  en  Manila. — Salida 
de  la  escuadra  española  de  reserva  —  Desembarco  en  Cuba  d»^  las  fueizas  de 
invasión  al  mando  del  G 'n  ral  Shafter — Se  prepara  un  atique  conibin»<b> 
d  la  ciudad  de  Santiago. —  Las  def-nsas  es[>añnlas.-  Prinien  s  combates  con 
el  grueso  del  í'jército  americano. 

I. 

la  vez  que  zarpaba  para  Manila:  la  segunda  expedi- 
ción del  puerto  de  San  Francisco,  se  organizaba  rápi- 
iamente  la  que  había  de  invadir  á  Puerto  Rico. 
FA  General  Shafter,  jefe  del  ejército  invasor  de  Cu~ 
ba,  era  esperado  con  ansia  por  los  marinos  americanos  que  se 
habían  posesionado  de  una  pe  :iuefta  porción  de  terreno  en  Guan- 
tánamo; seguían  resistiendo,  con  grandes  pérdidas,  el  incesante 
ataque  de  las  tropas  españolas,  y  entre  ellas  existía  el  temor 
de  que  si  el  ejército  de  ocupación  tardaba  mucho  tiempo,  qui- 
zás no  encontrase  vivo  á  uno  solo,  á  pesar  de  la  cooperación 
de  los  insurrectos,  ó  tendrían  que  replegarse  á  los  buques. 

Hasta  la  tercera  noche,  los  americanos  pudieron  descansar 
un  poco  tras  de  una  refriega  interumpida  apenas,  durante  los 
tres  días  últimos. 

El  14  por  la  tarde  los  marinos  americanos  con  la  coopera 
ción  de  los  insurrectos  cubanos  atacaron  al  campamento  espa- 
ñol, situado  como  á  cinco  millas  de  las  trincheras  americanas. 
Las  tropas  españolas  constaban  de  400  hombres  de  tropas  re- 
gulares; los  americanos  destruyeron  el  campamento  y  cegaron 
el  pozo  que  les  surtía  de  agua.  Un  americano  \'  varios  cuba- 
nos resultaron  heridos.  Dos  cubanos  fueron  muertos. 

Al  día  siguiente  á  las  cinco  de  la  mañana  el  enemigo  hizo  un 
ataque  inesperado  sobre  la  retaguardia  y  flanco  izquierdo  de 
las  tropas  americanas.  Cuando  las  avanzadas  vinieron  en  su 
auxilio,  las  guerrillas  españolas  se.  deslizaron  por  dentro  de 
ellos  y  se  pusieron   como  á  cien  yardas  de   distancia,  á  tiempo 


«56 

que  en  h\s  trincheras  americanas  se  disparó  accidentalmente 
un  rifle  que  los  hizo  creer  que  habían  sido  descubiertos  y  rom- 
pieron un  terrible  tiroteo  que  no  causó  daño  alguno.  Entonces 
los  americanos  tomaron  sus  posiciones  de  defensa  é  hicieron 
trente  á  las  guerrillas. 

Además,  las  piezas  de  artillería  ligera  montadas  en  distintos 
ángulos  sobre  las  trincheras  y  las  ametralladoras,  enviaron 
una  verdadera  lluvia  de  balas  dentro  de  los  chaparrales  donde 
estaban  apostados  los  españoles,  quienes  se  dispersaron  en  to- 
das direcciones.  Algunos  de  los  españoles  mantuvieron  sus  po- 
siciones por  el  flanco  izquierdo.  El  auxiliar  <Panther^^  hizo  va- 
rios disparos  sobre  el  enemigo  mientras  los  marinos  se  ocupa- 
ban en  rechazar  el  ataque  de  la   retaguardia. 

Los  cubanos  que  tan  v^alientemente  se  batieron  la  noche  an- 
terior^ con  dificultad  fueron  obligados  A  tomar  parte  en  la  es- 
caramuza de  la  mañana.  Varios  de  éstos  se  negaban  á  entrar 
en  combate  y  sus  oficiales  á  puros  cintarazos  les  forzaron  á 
combatir. 

El  numero  de  tropas  insurrectas,  según  Calixto  Garcia  ma- 
nifestó en  una  comunicación  al  general  Miles,  enviada  con  su 
representante  Hernández,  ascendía  á  9,000,  los  cuales  puso  á 
sus  órdenes  anticipadamente  para  atacar  á  las  fuerzas  espa- 
ñolas. 

Antes  del  viernes  17  de  Junio,  que  era  el  día  designado  para 
la  llegada  de  las  tropas  de  Shafter,  fueron  reforzados  los  ma- 
rinos por  1,000  cubanos  más  al  mando  del  jefe  Rabí,  pudiendo 
así  resistir  mejor  al  ataque  de  los  españoles. 

El  día  16  la  escuadra  del  vice- Almirante  Sampson  bombar- 
deó por  tercera  vez  las  baterías  de  Santiago  de  Cuba.  Duran- 
te algunas  horas  acribilló  las  baterías  á  derecha  é  izquierda,  y 
solamente  dejó  en  paz  el  castillo  del  Morro,  donde  estaban  pre- 
sos el  teniente  Hobson  y  sus  compañeros. 

Por  lo  que  hace  á  la  situación  en  Manila  empeoraba  cada 
día.  Teniendo  Dewey  sitiada  la  ciudad  por  agua  y  los  insurrec- 
tos por  tierra,  se  había  establecido  un  bloqueo  cuyos  desas- 
trosos resultados  se  hicieron  sentir  primero  que  el  de  Cuba.  En 
Filipinas,  así  por  la  distancia  tan  grande  de  España,  como  por 
estar  aislado  el  Archipiélago  de  centros  importantes  de  comer 
cío,  no  fué  posible  burlar  la  vigilancia  de  la  escuadra— como 
en  el  bloqueo  de  Cuba  sucedió  tantas  veces — ni  proporcionarse 
víveres,  desde  principios  de  Mayo.  No  debemos  omitir  la  pu- 
blicación del  siguiente  relato,  de  cuya  exactitud  estamos  con- 
vencidos, y  que  pinta  muy  bien  la  horrorosa  siluación  de  la 
ciudad. 

"Manila,  Junio  5.  Vía  Hong-Kong  Junio  17.-  Hoy  se  decla- 
ró aquí  oficialmente  que  la  falta  de  provisiones  ha  llegado  á 
ser  asunto  serio. 


157 

«Los  voluntarios,  protegidos  por  algunos  cañoneros  que  se 
enviaron  á  la  laguna  en  busca  de  alimentos  para  la  ciudad,  re- 
gresaron hoy,  dando  cuenta  del  fracaso  de  su  misi(3n. 

«Se  concede  también  oficialmente  que  las  tropas  españolas 
han  estado  sin  alimento  durante  las  últimas  treinta  y  seis  ho- 
ras. 

"Se  admite  también  oficialmente  que  las  tropas  en  número 
de  36,000  carecen  en  absoluto  de  víveres. 

«Los  rebeldes  ganan  terreno  continuamente. 

«La  flotilla  española  no  pudo  efectuar  el  desembarque  á  pe- 
sar del  prolongado  fuego  de  los  cañones.  Sin  embargo,  ningu- 
no de  los  que  resistieron  el  desembarque  fué  muerto.  Esto  des- 
vanece la  última  esperanza  de  provisionar  la  Capital  de  las  Fi- 
lipinas. 

""Durante  el  curso  de  la  semana  pasada,  todas  las  guarnicio 
nes  fueron  atacadas  simultáneamente, 

"Los  insurrectos  se  han  unido  en  la  sección  al  Norte  de  Pa- 
sig  y  en  la  orilla  del  río  de  Pasig,  desde  donde  han  rechazado  á 
los  cañoneros  españoles  hasta  De^^a, 

'"La  zona  de  hostilidades  de  los  insurrectos  es  en  extremo 
defensiva  pues  está  cubierta  de  densos  bosques,  teniendo 
innumerables  emboscadas  naturales^  así  como  trmcheras.  Las 
tropas  españolas  son  valerosas  y  heroicas  hasta  la  desespera- 
ción; pero  se  encuentran  en  una  condición  desoladora  debido 
á  la  falta  de  alimentos. 

'"Todas  las  compañías  españolas  no  han  tenido  que  comer 
durante  dos  días,  y  algunas  de  ellas  literalmente  están  perecien- 
do. Es  un  cuadro  desastroso. 

"Los  campesinos  asisten  por  caridad  á  los  soldados  que  pe- 
recen y  algunos  soldados  ingleses  convidaron  a3^er  á  los  solda- 
dos que  custodiaban  á  la  ciudad;  compraron  por  algunos  cheli- 
nes todo  lo  que  tenía  un  fondista  y  lo  repartieron  á  los  solda- 
dos que  dijeron  era  el  primer  alimento  que  tomaban  desde  hacía 
algunos  días. 

"Una  persona  hizo  notar  que  hay  gentes  que  merecen  ser 
linchadas  por  permitir  este  estado  de  cosas. 

"Se  vé  á  los  oficiales  pasear  diariamente  por  los  cafés  y  b/u- 
levars^  y  charlar  con  los  ingleses  mientras  que  los  hombres  que 
tienen  á  su  cargo  están  pereciendo  de  hambre. 

''Ayer  los  insurrectos  atravesaron  el  río  Zapote  y  descendie- 
ron también  de  la  laguna  para  atacar  á  los  españoles  por  el 
flanco  y  les  tomaron  algunos  cañones. 

"Los  españoles  hicieron  una  buena  resistencia  hasta  que  se 
ordenó  retirada,  probablemente  por  no  ser  suficiente  sus  mu- 
niciones. 

«Es  imposible  comprender  cómo  pueden  abandonarse  sin 
sin  combate  tan  magníficas  posiciones. 


«Los  rebeldes  tomaron  hoy  las  Pinas.  Prague,  Tuíag-o,  Maí- 
da}^  y  Pineda,  todas  en  la  línea  de  las  costas. 

«Los  españoles  perdieron  diez  y  nueve  liombres  entre  muer- 
tos y  heridos  y  7,090  volvieron  aquí  sin  daños. 

«Én  Calocán,  estancia  del  ferrocarril  de  los  suburbios,  hay 
todavía  algunas  tropas  muy  mal  atrincheradas. 

«La  aldea  est.i  llena  ae  rebeldes,  y  la  línea  del  ferrocarril  se 
ha  roto  y  desprendido  por  los  insurectos  que  han  prometido, 
volverla  á  colocar  cuando  termine  la  guerra. 

«Muchas  tropas  de  nativos  no  ocultan  sus  intenciones  de  de- 
sertar. 

«Hay  una  disputa  furiosa  porrefugíar  detrds  de  los  viejos  mu 
ros  y  en  la  cindadela  por  órdenes  del  Gobernador,  ú  toda  la 
población  déla  ciudad. 

«El  Capitán  General  formó  un  consejo  de  guerra  en  el  cual 
se  propuso  la  rendición,  porque  la  resistencia  es  enterament-^, 
inútil;  y  un  deplorable  derramamiento  de  sangre  y  los  esfuer- 
zos heroicos  no  servirían  de  nada  por  la  falta  de  provisiones  y 
la  pequenez  de  la  fuerza.  , 

«Los  insurrectos  no  esperan  más  que  la  orden  para  avanzar 
sobre  Manila, 

«La  familia  del  General  Agustín  fué  capturada  por  los  re- 
beldes..» 

Hasta  entonces,  que  se  recibieron  estas  noticias  y  otras  se- 
mejantes en  Madrid,  se  acordó  el  envío  de  la  escuadra  de  re- 
serva á  Manila. 

«La  tarde  del  17  de  junio  zarparon  de  Cádiz  los  siguientes 
buques  «Carlos  V,»  «Pelayo,»  «Rápido,»  «Patriota/^  «Audaz,» 
«Osado,»  «Prosperina.»  Giralda,»  «  Prelado,»  que  conducía  á 
su  bordo  al  Ministro  de  Marina  Capitán  Auñon,  ^Alfonso  XIll,- 
"Covadonga/'  Antonio  López/'  Isla  de  Pinos,"  Buenos  Aires-' 
y  San  Francisco." 

Los  últimos  tres  transportes  iban  cargados  con  tropas.  Los 
primeros  pasaron  frente  al  Peñón  con  rumbo  á  Cartagena.  Es- 
tos buques  formaban  la  escuadra  de  reserva  de  España,  al  man- 
do del  Almirante  Cámara. 

Los  despachos  que  á  continuacién  copiamos,  bosquejan  el 
estado  de  la  opinión  pública  de  España. 

•'Madrid,  Junio  17.— Gran  entusiasno  se  manifiesta  en  toda  la 
ciudad  con  motivo  de  la  salida  de  la  escuadra  de  Cádiz.  Un 
sentimiento  optimista  se  expresa  en  el  pórtico  y  corrillos  de! 
palacio  de  las  Cortes. 

"En  esta  ciudad  se  dice  que  la  escuadra  del  Almirante  Cáma- 
ra se  compone  de  más  de  20  buques,  incluyendo  cruceros  auxi- 
liares y  ís  agrega  que  lleva  una  inmensa  cantidad   de  material 


159 

de  guerra,  inclusive  uii  misterioso  explosivo.  También  se  su- 
surra que  la  escuadra  se  dividirá  cuando  se  encuentre  en  alta 
mar  y  se  dirigirá  á  rumbos  distintos. 

«Un  nuevo  contingente  de  tropas  se  está  alistando  bajo  las 
banderas  y  se  demuestra  mucha  actividad  en  los  Ministerios 
de  Guerra  y  Marina. 

*Los  trabajos  en  \^s  fortificaciones  se  activan  día  y  noche,  y 
se  afirma  que  se  está  formando  una  tercera  escuadra,  compues- 
ta del  «Lepanto»,  Cardenal  Cisneros,  -Alfonso  XIT*  \'  otros 
cruceros  auxiliares. 

«Cádiz  será  el  rendezvous  de  esa  escuadra  y  corre  la  impre- 
sión general  que  una  guerra  defensiva  será  la  del  porvenir.  Se 
anuncia  semi  oficialmente  que  el  gobierno  no  cuenta  ya  con  el 
apoyo  de  las  Potencias,  ni  aun  Alemania,  á  pesar  de  sus  in 
mensos  intereses  en  las  Filipinas,  podrá  hacer  algo  en  favor 
de  España.» 

A  la  salida  de  Cámara  se  publicó  este  mensaje  en  la  capital 
americana: 

«Washington,  Junio  7.— Tan  pronto  como  la  escuadra  que  se 
encuentra  en  Santiago  sea  destruida  ó  capturada,  se  ordenará 
al  Comodoro  Schley,  que  vuelva  á  Hampson  Roads  con  el  ob 
jeto  de  reorganizar  la  escuadra  evolucionarla. 

«Se  asegura  que  se  trata  de  encomendar  á  Schley  la  tarea 
más  importante  referente  á  la  guerra,ia  de  atravesar  el  Atlán- 
tico con  una  grande  y  formidable  escuadra  de  buques  de  gue 
rra  para  ir  á  atacar  en  sus  propias  aguas  á  la  escuadra  espa- 
ñola de  reserva. 

«Semejante  flota  no  tendría  igual  en  la  guerra  moderna,  y  se 
gún  los  oficiales,  se  pondrá  al  cuidado  de  Schley. 

«Hsta  medida  no  se  pondrá  en  práctica  si  la  reserva  españo- 
la no  mostrase  intenciones  do  seguir  á  Cervera. 


El  nioqueo  de  la  tlabana,  que  iba  á  cumplir  dos  meses  de 
establecido,  no  era  tan  absoluto  como  se  creía.  Algunas  embar 
caciones  españolas  lo  habían  burlado  y  á  eso  se  debe  que  des- 
pués de  tanto  tiempo  no  se  hubieran  agotado  los  medios  de 
subsistir  de  los  habitantes  de  la  ciudad. 

La  carne  se  vendía  á  cincuenta  centavos  la  libra,  la  manteca 
de  puerco  al  mismo  precio,  el  arroz  á  veinte  centavos,  los  cua 
les  precios  indicaban  que  había  escacés  de  estos  artículos,  pero 
no  carencia  absoluta  de  ellos. 

Otro  tanto  podía  decirse  del   bloqueo   de  vSantiago  de  Cuba. 
En   aquella   fecha    (18  de  Junio)  el    vapor  español      Purísima 


1 6o 

Concepción'  burlando  ki  vigilancia  át  los  buques  ameiicanos 
desembarcó  en  las  Tunas  un  í^ran  cargamento  de  provisiones 
habiendo  zarpado  de  Kingston. 

Esta  noticia  que  llegó  á  oídos  del  jefe  de  la  escuadra  blo- 
queadoríi,  hizo  que  la  vigilancia  se  redoblara  en  todos  los  bu- 
ques. 

Gran  empeño  manifestaban  las  autoridades  americanas  pof 
el  canje  del  teniente  Mobson  y  sus  arrojados  compañeros  pre- 
sos en  el  castillo  del  Morro.  El  General  Blanco  no  quiso  acce- 
der luego  alas  reiteradas  peticiones  americanas  en  este  sentido, 
hasta  no  recibir  órdenes  de  Madrid.  El  extraordinario  interés 
manifestando  por  su  rescate,  hacía  á  las  autoridades  españolas 
suponer  que  se  oudiera  sacar  gran  partido  de  este  canje  y  ma- 
duraban la  manera  de  obtener  de  él  todo  el  provecho  posible. 
Esta  fué  la  razón  de  haberse  rechazado  al  principio  las  pro- 
puestas de  libertad  para  Hobson 

El  día  21  comenzó  en  la  playa  de  Baiquirí,  inmediata  á  San- 
tiago, el  desembarco  de  las  tropas  del  General  Shafter.  Puestos 
de  acuerdo  los  dos  jefes  americanos  decidieron  simular  un  vio- 
lento ataque  al  puerto  de  Cárdenas,  con  el  objeto  de  atraer  á 
ios  españoles  hacia  aquel  punto.  Mientras  se  efectuaba  esta 
operación  los  transportes  esperaban,  sin  presentarse  en  San- 
tiago. Al  fin  el  día  20  en  la  noche  fueron  avistados,  y  al  día  si- 
guiente principiaron  las  maniobras  del  desembarco  continuan- 
do el  22. 

El  Secretario  Alger  recibió  el  siguiente  mensaje: 

«Playa  del  Este,  Junio  2.— Al  Ministro  de  la  Guerra  Was- 
hington. De  Baiquirí,  Cuba  22.  Desembarco  en  Baiquii  í  esta 
mañana  con  éxito. 

Muv  poca  ó  ninguna  resisten("ia  (firmado)   «Shafter»^. 

El  Ministro  Long  recibió  un  mensaje   más  extenso  de  Samp 
son  á  las  6.  50  p.  m. 

-  «Antes  de  desembarcar  hicieron  algunos  disparos  sobre  e^ 
vecindario  el  «Nueva  Orleans»  el  «Detroit»  el  «Cristine*.  el 
íWasp»  y  el  ^Swance.»  Se  hizo  una  demostración  sobre  Caba- 
nas para  llamar  la  atención  del  enemigo.  El  «Texas»  alacó  la 
batería  del  Oeste.  Tuvo  un  muerto. 

Las  minas  submarinas   se  han   sacado   del  canal  de  Guantá- 
namo,  donde  se  ha  establecido  la   comunicación  telegráfica. 
I  Firmado]  Sampson. 

Otro  mensaje  de  la  prensa  decía: 
Baiquirí  (Cuba),  Junio  22,  vía  Kingston.- -Las  tropas  ame- 
ricanas están  desembarcando  en  Baiquirí,  á  17  millas  de  San- 
tiago. 3,000  hombres  han  saltado  ya  á  tierra,  protegidos  por  el 
fuego  de  la  escuadra  que  al  mismo  tiempo  está  bombardeando 
á   Aguadpres.» 


i5i 

Antes  de  principiar  el  desembarque  se  notó  una  numerosa 
"íuerza  de  tropas  españolas,  cerca  de  la  costa,  en  las  imediacio- 
nes  de  Aguadores^  Obrando  de  acuerdo  con  las  instrucciones 
del  General  Shafter,  los  cubanos  atacaron  á  los  españoles  por 
la  retaguardia.  Los  buques  americanos  bombardearon  la  costa 
al  mismo  tiempo.  Las  tropas  americanas  atacaron  entonces  á 
ios  españoles,  y  desembarcaron,  cogiéndolos  entre  dos  fuegos. 

El  Almirante  Cervera  obedeciendo  á  una  disposición  del  ca- 
pitán General  Blanco  ordenó  que  una  fuerza  compuesta  de  ma- 
rinos de  su  escuadra  se  dirigiera  á  tierra  para  ayudar  alas  fuer- 
zas españolas  á  rechazar  al  enemigo. 

I^os  americanos,  que  no  habían  encontrado  resistencia  debido 
al  bombardeo  de  la  escuadra  sobre  Siboney  y  Guantánamo,  se 
vieron  atacados  bruscamente  por  una  fuerza  española  con  la 
cual  se  trabó  un  recio  combate  hasta  que  llegó  la  noche.  Ha- 
bían desembarcado  ya  3,000  soldados.  Cuando  las  tropas  ame- 
ricanas continuaron  desembarcando,  los  españoles  se  batieron 
en  retirada,  ordenadamente,  teniendo  que  abandonar  algunos 
puntos  estratégicos  á  los  invasores 

Entre  tanto  la  escuadra  de  Cámara  continuaba  su  ruta  hacia 
el  Oriente.  El  día  20  se  encontraba  en  Cartagena  y  continuó 
luego  su  marcha  hacia  el  Canal  de  Suez. 

El  24  se  publicó  este  mensaje: 

«Washington,  Junio  24. —Ya  no  se  duda  aquí  de  que  la  escua- 
dra española  de  Cádiz  se  dirije  con  rapidez  al  Oriente. 

«En  las  costas  del  Mediterráneo,  los  agentes  de  confianza  del 
<Tobierno  están  observando  el  movimniento  de  buques  y  apro- 
vechándose de  toda  información  fidedigna, 

íAsí  es  que  cuando  llegó  hoy   la  noticia  por  conducto  de  es 
tos  agentes,  de  que  se  avistó  anteayer  la  escuadra  en  Pantela- 
ria,  los  oficiales  se  inclinaron  á  aceptar  la  afirmación  como  in- 
dudable. 

«Según  las  cuentas  de  los  oficiales  de  marina,  la  escuadra  se 
encontraría  ya  cerca  de  Candía,  al  vSur  de  Grecia. 

«Avanzando  lít^escuadra  llegaría  á  Puerto  de  Said  á  la  en- 
trada del  canal  de  Suez  próximamente  el  lunes  ó  martes, 

«Desde  este  punto,  no  se  cree  que  la  escuadra  española  avan 
ce  más,  porque  se  expresa  confidencialmente  que  todo  movi- 
mniento español  no  es  más  que  aparente,  para  satisfacer  las 
más  exigentes  demandas  del  pueblo  español,  y  especialmente 
del  partido  clerical  que  algo  haría  por  salvar  á  las  Filipinas  y 
á  España. 


f67 

«Hay  duda  de  que  las  autoridade."S  del  canal  permitan  que  bu- 
ques españoles  se  arriesguen  á  pasarlo,  aunque  CAmara  esté 
deseando  exponerse  á  atravesarlo.» 

Desgraciadamente  las  ideas  contenidas  en  el  último  parte  de 
este  despacho,  relativas  á  los  movimientos  de  la  escuadra  de 
Cámara,  hubieron  de  realizarse  exactamente,  segiin  tendremos 
ocasión  de  verlo  en  seguida. 

En  esa  misma  fecha,  y  debido  á  la  sobrexitación  popular  sc 
determinó  la  disolución  de  las  Cortes  españolas,  y  firmó  la  Rei- 
na regente  el  decreto  relativo^  El  discurso  del  diputado  Cana- 
lejas, pronunciado  en  la  Cámara  dos  días  antes,  contribuyó  á 
que  esta  medida  se  llevase  á  cabo  con  festinación.  Manifestó  en 
su  discurso  que  la  guerra  ha  sido  un  fracaso  y  una  vergüenza 
para  España,  la  que  cada  día  se  vé  más  humillada  debido  á  la 
incompetencia  del  Gobierno.  El  lustre  de  las  armas  españolas, 
dijo,  que  por  tres  siglos  se  ha  mantenido  brillante,  se  está  opa- 
cando, y  alegó  que  el  Gobierno  procuraba  ahora  salvarse  de 
la  actual  situación,  clausurando  las  cortes. 

Canalejas  exhortó  apasionadamente  á  las  Cortes  á  que  no 
suspendieran  las  sesiones  y  dejaran  el  honor  de  la  nación  en 
manos  de  traidores. 

En  la  misma  sesión  del  24  de  Junio,  el  debate  de  la  Cámara 
recayó,  sobre  la  cuestión  filipina  y  por  el  apa.sionamiento  que 
caracterizó  á  las  discusiones,  tuvo  que  acabar  desordenada- 
mente. 

Romero  Robledo,  el  orador  conservador,  precipitó  los  desór- 
denes atacando  viciosamente  al  General  Polavieja,  ex-Mmistro 
de  la  Guerra  y  ex-Capitán  General  de  las  Filipinas,  por  haber 
tratado  la  paz  con  el  jefe  insurrecto  Aguinaldo.  Alegó  que  ese 
pacto  corrompido  se  formuló  cuando  España  esperaba  que  los 
que  entonces  estaban  á  su  servicio  sofocarían  la  rebpli»')n  por 
la  fuerza  de  las  armas. 

Si  el  General  hubiera  permanecido  fiel  á  las  tradiciones  del 
ejército,  Aguinaldo  no  viviría  hoy  p.ira  ayudar  á  la  degrada- 
ción de  España.  Robledo  fué  interrumpido  en  esta  parte  de  su 
discurso  con  gritos  de  «no  es  cierto.» 

Una  escena  de  confusión  siguió  á  la  sesión  que  hubo  de  sus' 
penderse  temporalmente  y  cuando  se  reanudó,  Robledo  pre 
guntó  al  gobierno  si  deseaba  la  paz  ó  la  guerra.  Si  era  la  gue 
rra,  demandó  que  contestara  el  gobierno  qué  garantías  podía 
ofrecer  al  país  de  que  sería  capaz  de  continilar  la  guerra,  que 
hasta  la  fecha  no  había  resultado  más  que  en  pérdidas  de  vidas 
y  agotamiento  del  tesoro,  ruinosos  compromisos  y  humillacio- 
nes. 


i63 

Si  el  gobierao  desea  la  paz^  añadió,  ;por  qué  no  lo  dice  cía 
ra  y  terminantemente?  Robledo  aconsejó  al  gobierno  que  si 
deseaba  la  paz  sería  prudente  tratarla  directamente  con  los 
Estados  Unidos,  pues  las  potencias  le  pedirían  una  comisión 
por  su  mediación. 


II 1 


El  día  27  de  Junio  zarparon  de  San  Francisco  California  á  las 
2,  30  P.  M.  los  transportes  "Cit}^  of  Para."  "Ohio/'  "Morgan 
City"  é  "Indiana,"  buque  insignia,  rumbo  á  Manila,  llevando  á 
bordo  6,000  soldados  para  reforzar  al  Almirante  Dewey. 

El  mismo  día  se  recibió  en  Madrid  la  noticia  de  la  llegada  do , 
la  escuadra  de  Cámara  á  Puerto  Said^  Egipto. 

Por  lo  que  hace  á  las  operaciones  de  desembarco  en  Cuba, 
continuaban  con  toda  actividad.  En  Baiquirí  sólo  quedaron  el 
3^  y  el  9^  de  caballería  custodiando  el  desembarque^  mientras 
se  dirigían  violentamente  hacia  Santiago  los  demás  regimien 
tos.  Tomaron  el  camino  de  Baiquirí  á  Jara^uay.  Cuatro  bate 
rías  de  artillería  y  varias  ametralladoras  se  pudieron  montar 
sobre  las  lomas  que  dominan  la  bahía  de  Santiago,  y  en  gene 
ral  fueronse  ocupando  poco  á  poco  todas  las  eminencias  que 
circundan  la  ciudad. 

Entre  tanto  los  buques  de  la  escuadra  volvieron  á  bombar 
dear  á  Aguadores  durante  las  primeras  horas  de  la  mañana. 

Entre  Siboney  y  Baiquirí  estaba  acampado  el  General  espa 
ftol  Rul3ín.  con  fuerzas  de  San  Fernando,  Talavera,  Provisio- 
nal de  Puerto  Rico  y  dos  compañías  movilizadas.  Parte  del  ba 
tallón  Provisional  se  había  situado  en  la  arqueta  de  Sevilla,  por 
donde  forzosamente  tenían  que  pasar  las  tropas  americanas  en 
su  avance.  Desde  los  días  23  y  24  sostuvieron  el  fuego  de  los 
americanos  valientemente  á  pesar  de  que  el  segundo  día  per- 
manecieron sin  tomar  alimento  á  consecuencia  del  incesante 
ataque  del  enemigo.  Al  fin  la<  tropas  españolas  tuvieron  qucj 
retirarse  á  Santiago  de  Cuba  á  las  cinco  y  media  de  la  tar 
de  después  de  un  combate  casi  no  interrumpido  de  48  horas. 

El  enemigo  acampó  en  los  altos  de  Sevilla,  extendiendo  sus 
avanzadas  hasta  el  pozo.  Desde  allí  prepararon  el  ataque  para 
el  Caney  y  Santiago. 

Para  reconocer  y  estudiar  el  terreno  y  cerciorarse  bien  déla 
posición  de  las  tropas  españolas  elevaron   el  día  31  un  globo 


164 

cautivo.    Iban  en  él  dos  americanos.    El  cable  á  que  estaba  su- 
jeto el  globo  amarraba  en  el  campamento. 

Desde  allí,  asestando  en  todas  direcciones  largos  anteojos,  lo 
examinaban  todo  á  su  sabor. 

Se  hicieron  al  globo  algunas  descargas  de  fusilería,  pero  los 
proyectiles  no  les  alcanzaban. 

Continuaron  estas  operaciones  hasta  que  comenzó  el  atr.que' 
al  Caney,  y  simultáneamente  á  las  posiciones  de  San  Juan. 

Ocupaba  la  posición  de  Pozo  Blanco,  así  como  la  de  los  Altos 
de  Sevilla  por  las  avanzadas  de  los  americanos,  una  guerrilla 
de  v^oluntarios  que  defendían  ésta  última  tuvo  que  huir  al  apro- 
ximarse el  enemigo. 

De  entre  los  soldados  heridos  y  convalecientes  que  se  haya- 
ban  en  el  hospital  de  Pozo  Blanco,  fué  necesario  nombrar  cua- 
tro secciones  para  que  acudiesen  á  oponerse  á  los  movimien- 
tos de  invasión. 

Atrincherados  lo  mejor  que  pudieron  se  desplegaron  ocupan- 
do los  puntos  más  importantes. 

Fueron  tan  certeras  las  primeras  descargas,  que  los  soldados 
imericanos  se  detuvieron  y  hasta  hubieron  de  retroceder  un 
tanto  Pero  esto  duró  apenas  un  instante  ó  hicieron  funcionar 
:ilgunas  piezas  de  artillería  y  ya  no  hubo  defensa  posible. 

Una  granada  derribó  por  completo  el  cobertizo  en  donde  va- 
rios tiradores  españoles  estaban  parapetados:  cayeron  confun 
didos  entre|  los  escombros  y  muchos  quedaron  allí  muertos. 

Un  guardia  civil  de  segunda,  joven  decidido,  se  puso  á  la  ca- 
beza del  puñado  de  compañeros  que  allf  quedaba  y  se  encargó 
del  mando.    Se  llamaba  Raimundo  Braña  Alonzo. 

Pelearon  aún  todo  lo  posible,  pero  era  tal  la  granizada  de  ba- 
h\s,  que  en  breve  quedaron  deshechos. 

De  los  38  que  formaban  la  primera  sección  sólo  quedaron 
cinco.  Al  retirarse,  una  descarga  de  los  americanos  dejó  al 
bravo  guardia  acompañado  únicamente  por  un  soldado;  ambos 
para  no  caer  prisioneros  corrieron  al  portillo  de  Caney. 

A  Pozo  Blanco  llegó  por  la  noche  el  batallón  de  Talavera, 
pero  sus  esfuerzos  para  hacer  retroceder  á  los  americanos  fue- 
ron inútiles. 

Las  fuerzas  insurrectas  al  mando  de  Caixto  García  habían 
seguido  acudiendo  á  unirse  al  ejército  de  invación.  El  siguien- 
te despacho  del  corresponsal  de  la  Prensa  Asociada  en  el  cam- 
pamento americano  describe  así  las  operaciones  de  los  insu- 
rrectos. 

«Jaraguay,  Junio  26  vía  Kingston.  Junio  28.  —  El  General 
Calixto  García  al  mando  de  5,000  hombres  que  se  encontraban 
en  las  montañas  de  las  cercanías  de  Santiago  de  Cuba  fueron 
conducidos  á  este  punto  á  bordo  de  los  transportes  americanos. 


i65 

Más  de  3,000  rebeldes,  en  la  totalidad  de  las  fuerz.is  revolu- 
oíonarias  en  la  parte  Sur  de  la  Isla,  provincia  de  Santiago  de 
Cuba,  se  encuentran  reconcentrados  en  ó  cerca  de  Jaraguay. 
Tres  cuartas  partes  de  éstos  están  armados  de  rifles  modernos 
pero  están  casi  desnudos.  La  mayor  parte  de  los  insurrectos 
están  familiarizados  con  los  métodos  de  guerra  seguidos  'por 
ios  españoles  y  conocen  todos  los  caminos  y  veredas  por  las 
montañas.  Con  el  objeto  de  protejer  las  avanzadas  americanas 
sobre  Santiago,  se  envió  un  destacamento  hacia  Guantánamo 
para  dar  la  alarma  en  caso  de  que  las  tropas  españolas  inten- 
tasen dar  sorpresa  ó  efectuar  una  unión  de  las  tropas  de  San- 
tiago con  las  tropas  del   General  Escario. 


CAPITULO  XIII. 


La  escuadra  de  Cámara  en  Oriente — Dificultades  para  continuar  su  ruta  hacia 
Filipinas. — Los  americanos  en  Santiago. — Su  ataque  á  la  ciudad. — Épica 
defen.sa  de  los  españoles — Batallas  de  Caney,  San  Juan  y  Canosa. — Relato 
de  un  testigo  presencial. — Destrucción  de  la  escuadra  de  Cervera. — Narra- 
'!Í6n  d-il  Capitán  Kvans  del  '<Iovva." 


ablegramas  fechados  en  Port  Said,  Egipto,  el  30  de 
liinio  comunicaron  que  la  poderosa  escuadra  españo- 
la enviada  para  socorrer  a  los  esforzados  defensores 
de  Manila  y  mandada  por  el  Almirante  Cámara,  se  en- 
contraba anclada  en  aquel  puerto,  en  espera  de  proveerse  de 
carbón  y  obtener  el  permi.so  necesario  de  la  Compañía  del  Ca- 
nal de  Suez  para  atravesar  este  canal  y  navegar  hacia  el  pun- 
to de  su  destino    Así  era  en  efecto. 

El  Gobierno  egipcio,  sujeto  al  protectorado  inglés,  notificó 
al  Almirante  Cámara  que  la  presencia  de  .su  escuadra  en  Port 
.Said  constituía  una  violación  de  las  leyes  sobre  neutralidad,  y 
que  en  consecuencia  los  buques  deberían  hacerse  á  la  mar.  Al 
mismo  tiempo  se  ordenó  al  Gobernador  de  Port  Said,  que  es^ 
torbase  .su  aprovisionamiento  de  carbón  que  hacía  la  flota,  y 
apremiase  al  Cónsul  español  para  conseguir  la  salida  de  éste. 
Circuló  otra  versión,  relativa  á  que  la  flota  de  España  no  se 
había  podido  proveer ,de  carbón  en  Egipto,  porque  entre  tanto 
se  negociaba  el  permiso  del  Gobierno  para  verificarlo,  el  Con 
sul  americano  en  Port  Said  había  comprado  22,000  toneladas 
de  combustible  que  había  en  el  puerto  y  constituían  la  total 
existencia  del  artículo.  Se  añadía  que  los  Estados  Unidos  po- 
drían aprovechar  este  carbón  para  remitirlo  al  Comodoro  De- 
wey  á  Eilipinas,  lo  mismo  que  para  conservar  una  parte,  en 
previsión  de  que  lo  necesitase  la  escuadra  de  Watson  ó  cual- 
quiera buque  americano. 


1 68 

Fuese  cual  fuera  la  causa,  el  Almirante  español  Cámara  lu- 
chaba con  inmensas  dificultades  en  su  travesía  ,y  frente  á  í^ort 
Said  lleg()  á  resolver  el  abandono  de  sus  torpederos,  para  qui- 
reiíresaran  á  Europa  y  continuar  hacia  Manila  con  su  escua- 
dra muy  debilitada.  La  siguiente  nota  oficial  trasmitida  d(^l 
Cairo  el  mismo  día  puede  dar  idea  de  lo  crítico  de  la  situación. 
Dice  así- 

<^Los  buques  de  guerra  españoles  que  comprenden  la  escua- 
dra del  Almirante  Cámara  están  trasbordando  el  carbón  traído 
por  los  transportes  españoles.  El  Gobierno  ha  notificado  que 
no  puede  permitir  semejante  operación  y  debe  suspenderse  in- 
mediatamente. Al  mismo  tiempo  ha  notificado  al  Almirante 
que  deberá  abandonar  Port  Said,  pues  el  límite  de  24  horas  ya 
se  ha  excedido  considerablemente. 

Por  contestación  á  la  notificación,  los  españoles  dijeron  que 
sus  buques  necesitaban  repararse  y  comenzaron  á  descargar  el 
carbón  tomado  á  bordo  con  objeto  de  hacer  las  reparaciones.» 

El  í°  de  Julio  los  buques  del,  Almirante  Cámara  se  habían 
retirado  del  Puerto  y  entrado  en  el  canal  de  San  Francisco  pa- 
ra recibir  earbón  de  los  barcos  españoles  «Colón>'  y  «Covadon- 
ga,^  entrados  la  víspera  en  el  Canal  de  Suez.  Lh  operación  del 
transborde  de  combustible  duró  todo  el  día  siguiente. 

Entre  tanto  los  acontecimientos  en  Cuba  tomaban  maycr  im- 
portancia cada  día,  preparándose  lo  primera  acción  que  sería 
decisiva  en  el  éxito  de  la  guerra.  Desde  el  2^  de  junio  el  Ge- 
neral Shafter,  Comandante  de  la  poderosa  expedición  ameri- 
cana desembarcada  en  Santiago,  avanzó  al  frente  de  una  pe- 
queña escolta  hasta  Caney,  ciudad  de  poquísima  importancia  si- 
tuada al  Noroeste  de  Santiago  El  cuartel  general  fué  estable- 
cido en  el  campo  no  lejos  de  allí,  y  principiaron  las  disposicio- 
nes para  el  combate  haciendo  adelantar  los  cañones  de  sitio  ;i 
la  vanguardia;  Bien  pronto  la  línea  americana  quedó  extendi- 
da desde  frente  á  Caney  hasta   frente  á  Santiago. 

El  1°  de  Julio,  avazaron  sobre  Santiago  los  americanos,  alia- 
dos con  los  insurretos  al  mando  de  Calixto  García.  El  Gene- 
ral Kent  dirigió  el  ataque  sobre  Aguadores,  en  tanto  que  los 
Generales  Lawton  y  Wheeler,  secundados  por  Calixto  García 
y  el  resto  de  divisiones  del  ejército  americano,  se  arrojaban  so- 
bre Santiago.  El  combate  fué  terrible  particularmente  en  Sevi- 
lla punto  cercano  de  Agimdores.  Los  españoles  se  batían  como 
leones  sin  desanimarse  por  la  superioridad  en  el  número,  en  las 
armas,  en  las  posiciones  y  aprovisionamiento  que  sobre  ellos 
tenían  los  americanos.  La  lucha  comenzó  por  un  ataque  sobre 
Caney  punto  de  partida  del  camino  carretero  que  va á  Santiago 

El  estrago  causado  sobre  las  fuerzas  del  General  americano 
Kent^  sobre  los  cuales  concentraron  su  fuego  los  españoicsjiuí 


16^> 

enorme,  siendo  preciso  que  los  reforzaran*  La  wton,  Wheeler  y 
García,  para  que  aquellos  se  vieran  obligados  á  ceder  el  terre- 
no defendiéndolo  paso  á  paso. 

Las  fuerzas  de  mar  entre  tanto,  secundaban  el  ataque  deno- 
dadamente. Mientras  el  contra  Almirante  Sampson  arrasaba 
casi,  con  la  superioridad  de  sus  cañones  y  proj^ectiles  colosales, 
las  baterías  que  acab  aban  de  ser  reconstruidas  en  el  puerto,  la 
flota  del  Almirante  español  Cervera  lanzaba  una  lluvia  de  me- 
tralla sobre  las  tropas  americanas.  Al  anochecer  el  Gobierno 
de  Washington  era  in  formado  de  que  los  españoles  cedían  sus 
posiciones  después  de  batallar  el  día  entero  reñidamente,  su- 
friendo más  de  mil  bajas  el  ejército  americano.  El  «Vesubius* 
disparando  con  dinamita,  produjo  el  pánico  entre  los  habitan- 
tes de  Santiago. 

Fie  aquí  el  parte  oficial  del  General  Shafter: 

«He  tenido  recio  combate  hoy,  el  que  duró  desde  las  8  a.  m. 
iiasta  el  obscurecer. 

Hemos  ocupado  las  trincheras  exteriores  del  enemigo. No  hay 
más  de  tres  cuartos  de  milla  de  distancia  entre  mis  líneas  y  la 
ciudad. 

La  división  del  General  Lawton  y  la  Brigada  del  General 
Bates,  ha  estado  combatiendo  todo  el  día  y  á  las  cuatro  de  la 
tiarde  tomaron  Caney. 

Durante  la  noche  estarán  en  marclia  y  avanzarán  sobre  San- 
tiago. 

Al  amanecer  nuestras  tropas  serán  atrincheradas  allí  y  con- 
siderablemente reforzadas. 

La  batalla  se  continuará  probablemente  mañana  al  ama- 
necer, 

f.as  pérdidas  americanas  son  considerables.  Algunos  las  cal- 
culan en  1,000  entre  muertos  yheridos^^  (firmado)  Shafter. 

Con  diferencia  de  pormenores  el  Gobierno  de  Madrid  fué  in- 
formado de  la  batalla  el  mismo  día,  confirmando  la  fatal  no- 
ticia de  haber  sido  rechazados  los  defensores  de  la  Isla.  En  cuan- 
to al  número  de  bajas  sufridas  por  los  españoles  se  hacía  lle- 
gar á  dos  mil  entre  muertos  y  heridos,  pero  se  aclaró  después 
que  esta  cifra  era  exajerada  en  una  tercera  parte  á  lo  menos. 

El  2  de  Julio  se  reanudó  el  combate  con  ma3'or  ardimiento,  y 
continuó  el  día  entero  Todavía  sin  que  se  tuviera  noticia  en 
Washington  del  resultado,  se  recibió  un  mensaje  del  General 
Shafter  pidiendo  al  gobierno  con  toda  urgencia  que  enviase  un 
trran  refuerzo  de  médicos  militares.  Esta  solicitud  obsequiada 
inmediatamente  con  el  envío  del  buque  hospital  que  llevaba 
muchos  cirujanos  y  aun  tenía  órdenes  de  recoger  otros  en 
Fuerte  Monroe.  despertó  la  mayor  ansiedad  en  toda  la  Unión 
Americana,  por  saber  el  número  de  víctimas  habidas  en  aque 
(los  dos  días  de  incesante  batallar. 


170 

El  ejército  americano  combatió  con  firmeza  con  el  propósito 
de  apoderarse  de  las  posiciones  españolas  interiores. 

La  batería  del  Capitán  Grimes  bombardeó  durante  una  hora 
uno  de  los  suburbios  de  la  ciudad.  La  caballería  de  la  división 
del  General  Summer  y  la  división  del  General  Kent.  avanza- 
ron sobre  la  batería  de  San  Juan  al  medio  día,  posesionándose 
de  ella  antes  de  la  puesta  del  sol.  La  división  del  General 
Lawton  y  la  batería  del  capitán  Caprons  desalojaron  á  los 
españoles  de  Caney. 

Los  reíTimientos  6°  y  16°  atacaron  las  trincheras  del  lado 
Este  y  después  de  reñida  lucha  tuvieron  que  ceder  los  espa- 
ñoles, quiene^s  se  batieron  en  retirada  hacia  Santiajío. 

La  batería  del  Capitán  Panckhurst  situada  sobre  una  loma 
bombardeó  la  parte  del  Este  de  la  ciudad  de  Santiasfo.  Las  lí- 
neas de  defensa  españolas  por  ese  lado  quedaron  completamen- 
te destrozadas.  Los  españoles  pelearon  valientemente. 

El  parte  del  combate  dirijido  al  Gobierno  de  Madrid,  fué 
concebido  en  los  términos  sií^uientes: 

«El  ejército  del  General  Shafter  compuesto  de  17,000  hom- 
bres de  infantería  y  82  cañones  de  sitio  de  varios  calibres,  ata- 
có las  posiciones  españolas  frente  á  Santiago,  ayudado  por 
600  rebeldes  al  mando  de  Calixto  García. 

«Los  españoles  apenas  contaban  6.000  hombres,  la  mayor 
parte  voluntarios.  Nuestras  tropas  pelearon  con  her()ico  valor, 
r.a  retirada  se  hizo  en  perfecto  orden.  Nuestras  pérdidas  son 
considerables.  Las  del  enemigo  son  enormes.  La  li.sta  de  nues- 
tros heridos  incluye  al  General  Linares,  Coronel  Ordóñez  y 
Mayores  Azaraz  y  Onejía. 

«El  ataque  de  los  americanos  sobre  Caney  fue  severo  La  po- 
sición estaba  defendida  por  el  General  Yurn  del  Rey  con  500 
hombres.  Al  principio  fué  rechazado  el  enemigo,  pero  renovó 
su  ataque.» 

Un  despacho  posterior  dice:  «Los  americanos  peleaban  de 
continuo.  Los  españoles  se  defendieron  heroicamente.  Núes 
tros  heridos  son  numerosos  é  incluyen  al  Oneral  Vara  del 
Rey  y  al  Mayor  Domínguez. 

La  lucha  se  hace  difícil,  2,000  españoles  tienen  que  hacer 
frente  á  25,000  hombres  del  enemigo.» 

El  triunfo  de  los  americanos  en  Santi;ig-o  no  estaba  aun  ase- 
gurado, sin  embargo.  vSu  posición  no  era  tan  ventajosa  como  la 
de  los  españoles,  y  de  haber  continuado  el  sitio  en  estas  condi 
ciones,  es  probable  que  el  ejército  americano  habría  tenido  qur- 
reembarcarse  antes  que  le  llegaran  refuerzos.  Pero  la  fortuna 
que  en  todo  le  fué  contraria  á  la  noble  España  durante  est.'i  gue- 


rra,  preparó  las  cosas  de  otro  modo,  como  veremos  adelante. 
Por  ahora  reproducimos  el  siguiente  informe  del  General  Sha- 
ter  que  prueba  la  verdad  de  esta  aseveración. 

«Playa  del  Este  Junio  3.— Al  Ministro  de  la  Guerra.  Was- 
hington.—Nuestras  tropas  rodean  la  ciudad  de  Santiago  por  el 
Norte  y  Este,  aunque  nuestra  línea  es  débil.  Al  acercarnos  á  la 
ciudad  hemos  encontrado  que  las  defensas  son  tan  poderosas 
que  me  será  imposible  tomar  la  población  por  asalto  con  mis 
fuerzas  actuales.  Nuestras  brjas  hasta  hoy  pueden  ascender  á 
mil;  pero  aun  no  llegamos  al  fin.  Poca  enfermedad,  fuera  de  in- 
solación debido  al  extremado  calor  y  las  fatigas  de  la  batalla, 
que  existe  entre  las  tropas.  El  General  Wheeler  está  gravemen- 
te enfermo  y  hoy  será  conducido  al  hospital.  El  General  Young 
también  se  encuentra  enfermo  en  cama.  El  General  Hawckins 
está  ligeramente  herido  en  un  pié.  La  conducta  y  espíritu  de. 
nuestras  tropas  son  magníficos.— Firmado  (Shaftek.)* 


II 


Veamos  ahora  lo  que  pasaba  en  el  campamento  español. 

Las  trincheras  americanas  se  habían  construido  durante  los 
días  P  2  y  3  de  Julio  en  el  punto  llamado  el  Portillo  de  Caney, 
esta  operación  que  para  los  españoles  hubiera  sido  laboriosí-' 
sima  por  encontrarse  agotados  por  falta  de  alimentos  resultó 
fácil  para  los  americanos  que  poseían  unos  aparatos,  especie 
de  arados,  con  los  cuales  rápida  y  cómodamente  removían  la 
tierra. 

En  los  tres  días  se  libraron  combates  aunque  de  poca  dura- 
ción. 

El  coronel  español  Aldea  ocupaba  con  algunas  fuerzas  las 
trincheras  más  avanzadas. 

El  día  2  pidió  el  enemigo  parlamento. 
•  Los  parlamentarios,  dos  ó  tres  oficiales,  se  avisaron  prime- 
ramente con  Aldea.  Pedían  que  fuese  enviado  á  Santiago  de 
Cuba  un  oficial  español  conduciendo  unos  pliegos.  Comenzó  á 
gestion<^rse  ya  entonces,  por  lo  visto,  la  capitulación.  Los  plie- 
gos fueron  enviados,  pero  como  no  obstante  eso  continuasen 
en  el  campamento  americano  los  trabajos  de  fortificación  y  no 
cesase  contra  las  tropas  españolas  un  nutrido  tiroteo,  el  tenien- 
te coronel  de  caballería  Pascual  Herrera  Orzáis,  que  defendía 
la  segunda  línea  de  defensas  del  Portillo,  dio  cuenta  de  tan  in- 
comprensible hecho  al  coronel  Aldea. 

Le  ordenó  éste  que  fuera  sin  pérdida  de  tiempo  á  conferen- 
ciar con  el  jefe  de  Estado  Mayor  de  las  tropas  americanas.  A.^í 
\o  hizo  el  señor  Herrera. 


172 

—Me  sorprende  y  extraña— le  dijo— que  habiendo  cesado 
el  fuego  en  las  líneas  españolas  en  virtud  del  parlamento  por 
vos  pedido,  continúen  vuestras  tropas  no  solo  dedicándose  á 
ios  trabajos  de  fortificación,  lo  cual  es  quebrantar  cuanto  las 
leyes  militares  ordenan,  sino  también  haciendo  fuego. 

El  jefe  americano  mandó  se  suspendiesen  aquellos  trabajos 
así  como  que  cesasen  los  disparos. 

Los  referidos  pliegos  del  ejército  americano  los  recogió  un 
oficial  español  y  lo  llevó  á  su  destino.  Estaban  dirigidos  al 
General  Toral,  que  ya  entonces  asumía  el  mando  de  general  en 
jeja  de  la  provincia. 

El  día  3  á  las  cuatro  y  media  de  la  mañana,  rompió  el  enemi- 
go un  nutrido  fuego  sobre  las  trincheras  españolas  en  exten- 
sión considerable;  contestaron  aquellas  tropas  con  igual  ener- 
gía. El  Portillo  fué  valientemente  defendido.  La  artillería  de 
que  disponían  los  españoles  en  el  Portillo  de  Caney  la  forma- 
ban ocho  cañones,  dos  de  tiro  nápido  y  seis  antiguos  de  los  lla- 
mados de  plazií.  En  los  tres  días  citados  se  hicieron  con  ellos 
más  de  300  disparos. 

Los  jefes  americanos  pidieron  de  nuevo  parlamento  al  Gene- 
neral  Toral  y  un  nuevo  pliego  le  fué  enviado.  Aunque  la  sus- 
pensión de  las  hostilidades  duró  hasta  el  día  10,  los  americanos 
continuaban  haciendo  fortificaciones  y  cuando  terminó  el  ar- 
misticio ya  habían  colocado  hasta  bO  cañones. 

El  memorable  combate  de  Caney  tuvo  lugar  el  mismo  día 
que  se  verificó  la  batalla  de  Santiago. 

Un  testigo  presencial  español  lo  refiere  de  esta  manera: 

«Fué  uno  de  los  combates  en  que  mayor  heroísmo  demostra 
ron  nuestras  tropas. 

El  día  1^  de  Julio  á  Iíjs  10  de  la  mañana  comenzaron  el  ataqur 
al  pueblo  las  fuerzas  yankees.  Consistían  éstas  en  dos  colum 
ñas  perfectamente  armadas  y  equipadas.  Nuestras  fuerzas, 
mandadas  por  el  heroico  General  Vara  del  Rey,  no  pasaban  de 
4f)3  hombres,  que  formaban  3  compañías  del  batallón  de  hi 
Constitución  y  algunas  guerrillas.  Ni  un  solo  cañón  había  eh 
el  poblado. 

Los  yankees  en  cambio  tenían  numerosas  piezas  de  artilU- 
ría  y  disponían  también  de  caballería. 

Roto  el  fuego  con  verdadaro  encarnizamiento  por  ambas 
partes,  largo  rato  permaneció  indeci.so  el  resultado.  Sufrimos 
dolorosas  bajas  pero  los  yankees  las  tenían  también  conside- 
rables. 

Era  comandante  militar  de  Caney  el  capitán  de  la  guardia 
civil  D.  Manuel  Romero  Villegas. 

El  mismo  día  1^  comenzado  ya  el  combate,  se  ofreció  á  ir 
desde  Santiago  á  desempeñar  dicho  cargo. 

—En  buen  momento  llega  usted,— le  dijo  \^'^ra  del  Rey. 


173 

— Vengo  voluntario,  mi  acneral—oontestó.  -Hay  que  estar 
á  lo  bueno  y  á  lo  malo. 

Era  Caney  para  el  ejército  yankee  posición  importantísiniíi, 
un  punto  avanzado  que  convenía  ocupar,  arrasar  hacer  desa- 
parecer, á  fin  de  poder  avanzar  sobre  Santiago  de  Cuba, 

De  ahí  los  desesperados  esfuerzos  que  para  defender  hacían 
nuestras  tropas  3^  el  empeño  del  enemigo  en  lanzarlas  de  allí. 

El  General  Vara  del  Rey,  jefe  de  las  fuerzas,  fué  herido  eñ 
las  dos  piernas  mientras  practicaba  un  reconocimiento  en  per 
sona  en  nuestras  filas. 

Prosiguió  la  lucha  en  el  Caney  encarnizadísima. 

Hubo  rasgos  de  valor  por  parte  de  nuestros  soldados,  mus- 
grandes.  Sin  embargo,  hubo  que  ceder  ante  el  peso  abrumador 
de  tantofe  miles  y  tan  continuo  y  nutrido  fuego. 

A  las  4  de  la  tarde  cuando  los  A53  hombres  habían  quedado 
tan  mermados  en  número,  que  solo  una  tercera  parte  existían, 
se  dispuso  la  retirada. 

Por  el  camino  del  Cristo  se  dirigieron  unos  cuantos  super- 
vivientes con  dirección  á  Santiago  de  Ctiba.  Iba  á  su  frente  el 
coronel  Puñet.  * 

El  resto  de  las  destrozadas  fuerzas  marchó  por  el  camino  de 
Cuevitas. 

Por  allí  iban  también  para  Santiago  los  camilleros  que  con- 
ducían vivo  aún  entonces,  pues  sólo  estaba  herido  en  las  pier- 
nas, al  General  Vara  del  Rey.  Era  una  tristísima  comitiva. 
Detrás  de  las  camillas  seguían  unos  50  ó  60  soldados  heridos, 
Peños  de  sudor  y  de  polvo,  manando  sangre  las  heridas  recién 
recibidas.  Unos  caminaban  á  pie,  otros  á  caballo,  en  acémi- 
las, etc.,  y  muy  pocos  pudieron  llegar  á  Santiago. 

Los  yankees,  al  ver  desfilar  á  aquellos  infelices  no  .se  mo- 
vieron á  compasión,  sino  que  lanzaron  sobre  ellos  infinidad  de 
proyectiles. 

Muchos  cayeron  muertos  y  algunos  pocos,  que  no  reeibie- 
ron  lesión  alguna  en  el  terrible  combate  anterior,  fueron  heri- 
dos entonces. 

El  comandante  militar  de  Cañe}'  señor  Romero  Villegas,  se 
retiró  el  último  cuando  vio  que  ya  no  le  quedaba  que  hacer 
allí,  montó  á  caballo  y  partió  á  galope  para  Santiago.  Avan- 
zó poco  trecho;  una  bala  de  Mausser  le  atravesó  de  lado  á  lado 
penetrándole  pgr  un  homóplato.  Dos  balas  mataron  á  su  caba- 
llo y  éste  y  suj[inete  rodaron  por  el  suelo. 

Acudieron  algunos  soldados  norteamericanos  y  un  oficial  y 
el  señor  Romero  fué  reducido  á  prisión;  le  condujeron  á  un 
vivac  del  campamento  de  los  yankees  y  le  curaron  con  la  ma- 
yor solicitud  3'  esmero  dos  médicos  del  ejército.  Sólo  le  hicie- 
ron prisionero  para  poder  curarlo. 


Í74 

En  el  mismo  vivac  á  que  fué  llevado  halló  el  señor  Romero 
<1  30  españoles  heridos  también  en  el  recién  terminado  comba- 
te de  Caney. 

Figuraba  entre  ellos  don  Antonio  Vara  del  Rey,  hermano  y 
ayudante  del  bravo  j^eneral  que  acababa  de  fallecer.  Pero  él 
sobrevivió. 

También  estaba  allí  herido  el  encargado  de  la  estación  tele- 
irráfica  del  Caney  señor  Manzano,  que  se  había  batido  con  de- 
nuedo. 

Fueron  trasladados  al  siguiente  día  al  Hospital  de  sangre 
que  la  Cruz  Roja  yankee  tenía  establecido  en  la  iglesia  del  Ca- 

En  la  acción  de  este  nombre  fallecieron,  además  del  General 
don  Joaquín  Vara  del  Rey,  los  comandantes  don  Rodrigo  Agüe- 
ro y  don  Rafael  Aragón,  el  capitán  don  Antonio  X'ara  del  Rey 
y  los  tenientes  don  P2duardo  Domínguez,  también  ayudante 
del  general;  don  Alfredo  Vara  del  Rey,  sobrino  de  éste,  don 
Pedro  Fuentes,  don  Manuel  Morales,  don  Antonio  Rubio,  don 
Segundo  Llanes,  don  José  .Marquínez  y  don  Enrique  Casadavah 

Por  su  herojsmo  merece  especial  recuerdo  el  factor  del  Ca- 
ney señor  Garay,  que  combatió  en  primera  línea  y  murió  he- 
roicamente. Recibió  tres  balazos. 

Resultaron  heridos  de  más  ó  menos  cuidado  los  capitanes 
don  Manuel  Romero  Villegas,  don  Isidro  Arias  y  don  Baldo- 
mcro Vigo,  y  los  segundos  tenientes,  don  Inocencio  Rojo,  don 
Antonio  Martínez,  don  Domingo  Murillo,  don  Manuel  Estévez, 
don  Lorenzo  Salinas  y  don  Domingo  Muñoz,  éste  último  de  las 
guerrillas  volantes. 

El  médico  militar  don  Ángel  Rodríguez  fué  también  herido 
cuando  se  dedicaba  á  practicar  la  curación  de  un  soldado  en  el 
mismo  campo  de  batalla. 

El  testigo  presencial  citado  prosigue  así  su  narración: 

«Los  yankees  también  tuvieron  pérdidas  importantes:  confe- 
saron ellos  mismos  haber  tenido  más  de  1,500  bajas  entre  muer- 
tos y  heridos. 

Nuestras  tropas  gastaron  en  el  combate  del  Caney,  que  como 
dejo  dicho  dun')  10  horas,  80,000  cartuchos  Mausser  y  Re- 
mington- 

En  el  hospital  de  sangre  de  la  Cruz  Roja^  permanecieron  los 
heridos  españoles  hasta  el  día  5  de  julio. 

El  enemigo  había  tenido  muchas  bajas  en  el  Caney  y  el  ata- 
que á  Santiago  de  Cuba,  realizados  ambos  en  un  mismo  día,  y 
necesitaba  de  todos  los  médicos;  resolvióse  por  esto  á  enviar 
nuestros  heridos  á  Santiago  de  Cuba,  para  que  allí  fuesen  cui- 
dados, fué  un  acto  de  humanidad  que  mucho  agradecieron  los 
pobres  enfermos. 


175 

El  General  yanqui  envió  un  oficial  á  participar  al  General 
gobernador  de  Santiago  si  quería  recogerlos,  se  le  contestó 
afirmativamente  y  el  traslado  se  verificó. 

Fueron  llevados  los  heridos  á  nuestro  campo  en  carros  faci^ 
litados  por  los  yanquis;  estos  carros  eran  unas  amplias,  cómo- 
das y  excelentes  ambulancias  arrastradas  por  poderosos  caba- 
llos percherones. 

Entregados  los  heridos  á  las  autondades  españolas  los  yan- 
quis se  retiraron. 

No  había  en  el  Caney  ni  en  las  inmediaciones  de  Santiago 
alambradas  para  facilitar  el  paso.  SeJ|abían  en  un  principio 
colocado  contra  los  insurrectos  cubanos,  pero  se  les  hizo  desa- 
parecer por  inútiles  al  desembarcar  los  yanquis,  para  poder 
construir  trincheras. 
Fué  el  combate  del  Caney  uno  de  los  más  sañudos  en  la  guerra. 

Un  detalle:  defendió  aquel  punto  el  batallón  de  la  Constitu 
ción,  núm.  29,  y  fué  tal  su  heroísmo  que  los  soldados  yanquis, 
terminando  el  ataque,  disputaban  comprar  los  números  de 
metal  dorado,  distintivo  de  dicho  cuerpo  que  los  individuos  del 
mismo  Uevaban  en  las  solapas  de  las  blusas  ó  chaquetas  de  ra 
yadillo. 

—¡Oh,  Constitución!  ¡Oh,  Caney\  exclamaban— r5/o  ser  n  ■ 
cnerdo. 

Allí  tuvieron  los  norteamericanos  muchas  bajas:  hubo  bata 
llón  que  quedó  reducido  á  12  hombres  y  un  oficial;  las  núes 
tras  fueron  también  muy  dolorosas. 

El  Caney  estaba  defendido  por  400  hombres,  la  división  yan 
qui  que  atacaba  el  poblado  se  componía  de  más  de  12,000 
hombres. 

En  cuanto  á  la  muerte  del  General  Vara  del  Rey  nos  dijeron 
que  recorría  con  una  pequeña  columna  el  día  1°  todas  las  avan 
zadas,  cuando  en  un  encuetro  fué  herido  en  las  dos  piernas. 
Se  retiraba  con  sus  tropas  é  iba  en  una  camilla  después  de  ha 
ber  sido  curado,  cuando  los  yanquis  recrudecieron  el  ataque 
con  ímpetu.  Mataron  á  los  camilleros  que  lo  conducían  y  á  un 
sobrino  del  General  que  era  ayudante  suyo  é  hirieron  también 
gravemente  al  capitán  ayudante,  hermano  del  General  y  lla- 
mado don  Antonio. 

El  bravo  Vara  del  Rey  recibió  un  balazo  más.  El  proyectil 
le  penetró  por  un  ojo. 

Las  fuerzas  se  retiraron  como  pudieron,  )'  el  cadáver,  con 
otros  muchos,  quedó  abandonado,  le  recogieron  los  yanquis  y 
le  dieron  sepultura  en  un  camino. 

Después,  cuando  supieron  de  quien  se  trataba,  lo  desente- 
rraron y  lo  condujeron  al  Cementerio  de  Caney  y  le  tributaron 
los  honores  de  ordenanza. 

Tuvieron  los  j-anquis  en  el  ataque á Caney, muchísimas  bajas. 


l^6 

No  pueden  convencerse  de  que  había  allí  defendiendo  el  po- 
blado 400  hombres  nada  más;  creían  que  eran  algunos  miles.» 

Circuló  la  noticia,  creída  todavía  mucho  tiempo  después  de 
la  guerra,  de  que  el  General  Pando  al  trente  de  b,000  hombres 
acudía  en  auxilio  del  General  Linares,  á  marchas  forzadas.  Es- 
to era  inexacto. 

Los  esperados  refuer/os  salieron  el  22deJunlo  de  Manzanillo 
en  medias  brigadas,  una  mandada  por  el  General  Ruiz  Rañoy 
y  compuesta  por  los  batallones  de  Puerto  Rico  y  Alcántara,  y 
ía  otra  por  Escario  con  el  regimiento  de  Isabel  lá  Católica  y  el 
batallón  de  Andalucía,  alternando  en  ir  á  vanguardia  y  á  reta- 
guardia- 
Al  llegar  á  Bayamo  se  enteraron  de  que  estaba  ocupada  por 
los  insurrectos. 

El  General  Rañoy  se  ofreció  á  tomar  la  población  y  después 
de  haberse  nombrado  veinte  hombres  de  cada  batallón  con  es- 
te objeto,  apoyado  por  400  caballos  y  otras  fuerzas  de  reserva 
dio  el  asalto  con  buen  éxito.  Los  insurrectos  apenas  presenta- 
ron resistencia. 

•  Las  fuerzas  españolas  continuaron  su  marcha  tomando  des- 
de Figuani  hasta  Palma  Soríano  todas  las  posiciones"  de  los 
insurectos. 

Sin  embargo,  cuando  se  pusieron  á  las  órdenes  de  'J'oral  es- 
tos refuerzos,  puede  decirse  que  ya  era  tarde:  las  negociaciones 
para  la  capitulación  estaban  casi  terminadas. 

Las  fuerzas  que  defendían  á  Santiago  cuando  el  Cjencral  \'a- 
ra  del  Rey  fué  muerto,  sólo  eran  3,000  hombres. 

Posteriormente  llegó  el  coronel  Aldea  con  1,000  soldados; 
Escario  con  5,000  y  Rui^  Rañoy  con  2,000. 

Se  reconcentraron  además  allí  otros  2,000  y  pico  de  soldados, 
que  guarnecían  los  fuertes  de  los  alrrededores. 

Había  un  total  de  ll/>00  hombres. 


ill 


El  relato  de  un  testigo  presencial  que  tomó  parte  en  la  bata- 
lla, en  el  ejército  español,  continúa  de  esta  manera,  hablando 
de  los  combates  de  San  Juan  y  Canosa: 

«Estos  dos  combates  fueron  verdaderamente  terribles. 

Sólo  puede  compararse  la  defensa  heroica  que  de  las  trinche- 
ras situadas  en  las  lomas  de  San  Juan  y  Canosa  hicieron  un 
puñado  de  valientes,  con  la  que  del  poblado  de  Caney  llevaron 
á  cabo  con  un  coraje  y  un  denuedo  que  asombraron  al  enemi- 
go, otros  cuantos  valerosos  soldados. 


177 

Como  ya  lievo  dicho,  ambos  importantes  combales,  los  priii* 
cipales  que  en  la  campaña  hubo,  ocurrieron  en  un  mismo  día. 

Divididos  los  norte  americanos  en  dos  numerosas  divisiones, 
atacaron  simultáneamente,  en  compactas  masas,  con  tropas  de 
refresco  3'  abundante  artillería  al  Caney  y  á  las  trincheras  de 
San  Juan. 

■    Estas   dominaban  ;í  Santiago  y  constituían   con  las   del  fuer- 
ce de  Canosa  su  principal  ó  mejor  aún,  su  única  deíensa. 

Roto  el  fuego  á  las  seis  de  la  mañana  en  Caney  se  corrió  á 
San  Juan. 

A  las  diez  de  la  mañana  comenzó  aquí  el  ataque. 

Sólo  hábia  emplazadas  en  estas  trincheras  dos  piezas  de  mon- 
taña, de  tiro  rápido. 

Estíiban  allí  Ordoñez  y  el  General  Linares  con  su  ayudante 
señor  Arraiz  y  defendían  las  trincheras  la  tercera  compañía  de 
Puerto  Rico,  segunda  de  Talavera  y  18  caballos  de  este  últi- 
mo cuerpo. 

Comenzó  el  ataque. 

Por  una  parte  y  por  otra  .'-e  hacía  un  fuego  horroroso.  Los 
yanquis  avanzaban  casi  á  paso  ligero,  baja  la  cabeza  y  con  el 
fusil  preparado;  los  que  iban  á  vanguardia  disparaban;  los  de- 
más adelantaban  sin  soltar  un  tiro  apresuradamente,  dando 
estentóreos  ¡burras! 

Les  hacen  nuestros  soldados  la  justicia  de  reconocer  que  se 
batieron  entonces  como  unos  valientes. 

La  defensa  de  la  trinchera  fué  heroica.  El  fuego  de  fusilería 
era  nutridísimo,  incesante,  pero  no  bastaba  á  contener  la  vio- 
lenta  é  impetuosa  arremetida  de  los  norteamericanos;  estuvie- 
ron éstos  á  raya  sin  embargo,  sin  poder  avanzar  un  paso,  re- 
volviéndose inútilmente  y  sufriendo  no  pocas  bajas  merced  á 
los  certeros  disparos  que  con  las  dos  piezas  de  montaña  se  les 
hacían. 

Dirigía  personalmente  el  fuego  en  estas  baterías  el  coronel 
Ordoñez. 

Tenían  los  yanquis  entonces  admirablemente  situadas,  seis 
piezas  rodadas  de  12  y  hacían  con  ellas  mortífero  fuego,  su  de- 
seo era  desmontar  nuestros  dos  cañones,  mas  no  lo  consiguie- 
ron; mataron,  sin  embargo,  al  capitán  y  á  los  dos  oficiales  que 
allí  estaban,  quienes  cayeron  al  pié  de  los  cañones  sin  dejar  de 
exitar  álos  soldados  y  de  repetir  aim  en  el  estertor  de  la  agonía. 

—  ¡Euego!     ¡Fuego! 

Desgraciadamente  los  cañones  callaron,  las  dificultades  que 
los  N^anqtiis  tenían  para  avanzar  fueron  menores.  Se  habían 
acabado  las  municiones  de  las  dos  bocas  de  fuego,  que  queda- 
ron ya  inútiles. 

Ocurrió  esto  á  las  tre.>  de  la  tarde. 


178 

l*;ícíl  es  suponer  la  rabia,  la  desesperaeión  de  los  soldados, 
sobre  todos  de  los  artilleros.  Los  yanquis  earifaron  furiosa- 
mente. 

Comenzaba  á  evacuar  la  trinchera  la  compañía  de  Puerto 
Rico  que  estaba  mermadísima;  habían  muerto  el  capitán  y  los 
dos  oficiales  que  la  mandaban,  por  lo  cual  dispuso  que  pasase 
á  la  sejrunda  línea  de  fuego,  ó  sea  á  las  trincheras  del  frente 
Caney,  que  estaban  detrás  de  la  de  San  Juan. 

De  un  balazo  fué  muerto  entonces  el  teniente  de  Talavera 
señor  Valle. 

Quería  el  enemigo  apoderarse  de  los  dos  cañones,  que  ya  no 
disparaban.  Nuestos  soldados  se  lanzaron  sobre  uno  de  los  ca- 
ñones, lo  desmontaron  presurosos  y  abriéndose  paso  escapa- 
ron con  él,  llevándoselo  sobre  sus  hombros,  no  obstante  estar 
rendidos  de  fatiga.  El  otro  cañ<3n  quedó  en  podcT  de  los  nor- 
teamericanos. 

Fué  imposible  hacer  más. 

Los  yanquis  ocuparon  la  trinchera  medio  destruida  ya,  y  lle- 
na de  cadáveres  de  uno  y  otro  ejército,  el/fc^ando  sobre  un  mu- 
ro una  bandera. 

Continuó  luego  el  ataque  en  la  Segunda  línía  de  fuego,  en 
las  trincheras  de  Canosa,  donde  murió  el  Coronel  Bustamante 
y  el  comandante  Manso,  y  salieron  heridos  Linares,  su  ayu- 
dante Arraiz  y  otros. 

La  trinchera  de  las  lomas  de  Cano.sa  era  muy  tj^tensa.  La 
defendían  dos  compañías  de  Talavera  y  hasta  mucho  tiempo 
después  no  .se  envió  allí  ningún  refuerzo. 

A  la  primera  descarga  muri<!)  el  capitán  señor  Manso,  de  un 
balazo  en  un  ojo,  mandando  dos  oficiales  y  ochenta  soldados, 

Del  hospital  Je  Santiago  se  enviaron  entonces  á  la  finche- 
ra 185  soldados,  que  apenas  se  hallaban  convalecientes  de  sus 
heridas,  y  una  guerrilla  movilizada, 

Cayeron  heridos  sucesivamente  el  comandante  señor  Busto 
el  teniente  .señor  Bolívar. 

Linares  se  paseaba  examinando  el  campo  desdeña  meseta 
de  la  trinchera  y  de  pronto  se  acercó  á  unos  oficiales,  á  pié^  y 
les  dijo: 

Estoy  herido,  pero  no  importa;  vosotros  seréis  los  defenso- 
res de  la  plaza. 

Cuando  estábamos  quebrantados  en  absoluto  y  habíamos 
gastado  dos  cajas  grandes  de  municiones,  llegaron  una  compa- 
ñía de  Puerto  Rico  y  una  sección  de  marina  desemb  ircada  de 
la  escuadra   y  mandada  por  un  señor  Bustamante. 

Anocheció  y  se  suspendió  el  fuego,  que  .se  hizo  al  siguiente  día 
más  horroroso.  La  sección  de  maricos  se  batió  con  verdadero 
coraje.' de  600  hombres  de  que  constaba  sólo  quedaron  unos  30 


179 

Había  ordenado  eí  jefe  Bustamantc  al  capitán  González  que 
llevase  la  fuerza  de  marina  en  ayuda  de  Talavera.  Cuando  Gon- 
zález se  acercó  á  él  poco  tiempo  después  y  le  decía,  mi  coronel 
está  cumplida  la  orden,  recibió  Bustamante  un  balazo. 

El  coronel  del  batallón  de  Simancas,  D.  José  Raquero  Mar- 
tínez, jefe  de  un  sector  de  trichera,  desapareció  entre  los  es- 
combros al  estallar  allí  una  granada. 

No  ha  vuelto  á  saberse  de  él. 

La  trinchera  de  Canosa  no  llegó  á  rendirse;  se  suspendió  el 
fuego  en  virtud  de  órdenes  del  general  Toral  al  hacerse  la  ca- 
pitulación. Sólo  entonces  pudieron  ocuparla  los  yankees. 

Por  la  noche  antes  de  entregarla,  quisieron  tomarla  sorpren- 
diendo á  sus  defensores  algunas  fuerzas  de  caballería,  y  aunque 
loofraron  penetrar  fueron  rechazados  á  bayonetazos. 

Cuando  toda  lucha  hubo  terminado,  los  soldados  3'ankees  se 
acercaban  á  los  nuestros,  á  saludarles  y  felicitarles  dándoles  al 
propio  tiempo  rof),  pan  y  otros  víveres.* 

IV 

X'amos  á  referir  ahora  el  acontecimiento  más  desastroso  de 
c-^ta  guerra,  el  que  fué  causa  de  la  terminación  de  ella,  porque 
d:ó  fin  se  puede  decir  al  pod.^r  naval  de  España,  y  el  que  como 
más  inverosímil  fué  recibido  por  todos  los  que  ansiaban  el 
triunfo  del  derecho  sobre  la  fuerza.  Desde  el  lunes  4  de  Julio 
comenzó  á  circular  rápidamente  en  esta  ciudad  la  infausta  no- 
ticia de  que  la  escuadra  española,  surta  en  la  Bahía  de  Santia- 
go al  mando  del  Almirante  Cervera,  había  sido  destruida  to- 
talmente por  los  americanos,  que  se  encontraban  frente  á  ella, 
y  á  las  órdenes  del  Contralmirante  Sampson  y  el  Comodoro 
Sheley.  Tan  magna,  tan  inesperada,  tan  irreparable  era  aque- 
lla catástrofe,  que  nadie  quería  creer  en  ella.  ¿Cómo  podía  ser 
que  Cervera  tan  hábil  marino  y  tan  valiente  soldado,  conocien- 
do fielmente  la  situación  de  su  flota  y  la  superioridad  del  ene- 
migo, se  hubiese  lanzado  en  una  aventura  tan  descabellada, 
como  era  la  de  abandonar  la  bahía  custodiada  por  acorazados 
poderosísimos  y  cuyos  cañones  lanzaban  proyectiles  de  una 
potencia  verdr.deramente  irresistible?  Y  sin  embargo  así  fué. 
Violentado  por  superiores  órdenes,  que  la  disciplina  le  prohibía 
discutir  (1)  el  bizarfD  Almirante  esp  mol  se  lanzó  á  la  mar  en 

(l)  He  aquí  la  correspondencia  oficial  cambiada  antea  de  la  salida  de  Cervera. 
En  ella  8¿  vé  que  el  Almirante  tuvo  que  ceder  ante  lo  inevitable,  aunque  su  con- 
vicción era  de  que  al  abandonar  el  puerto  de  Santiago  sería  aniquilado  con  su  es- 
cuadra. 

"Habana.  Junio  23. — Cervera,  Santiag'o.— El  Capitán  General  nrie  informa  que 
tanto  la  ciudad  como  su  escuadra,  están  ya  tan  escasos  de  provisiones,  que  ten- 
drá que  limitar  las  raciones  de  los  marinos  á  frijoles,  y  de  los  soldados  á  arroz:  y 
que  aún  en  este  caso  las  provisiones  no  durarán  mucho  tiempo.  Siendo  la  situa- 
cióa  tan  gfvave.  puede  resultar  que  por  falta  de  provisiones   la  ciudad  tendrá  que 


1 8o 

pleno  Jí,i,  con  todas  sus  embarcaciones,  sin  otro  anhelo  que 
cumplir  con  su  deber,  sin  otra  espectativa  que  morir  pe'lcando. 

Kl  día  4  fué  conocido  aquí  un  boletín  publicado  en  Washing- 
ton el  día  anterior,  conteniendo  el  siguiente  parte  oficial: 

«La  escuadra  española  intentó  escapar  de  la  bahía  de  San- 
tiago á  las  9.  30  de  la  mañana  de  ayer.  A  las  dos  de  la  tarde  el 
«Cristóbal  Colón"  encalló  i\  sesenta  millas  al  Oeste  de  Santia- 
go, arrió  su  bandera  v  se  rindió. 


rendir.qe  ó  ser  abandonada  por  la  guarnición,  marchando  al  Este  en  cuyo  casa 
con  U  eaiCHsez  do  provisiones  en  la  escuadra,  el  puerto  bloqueado  y  la  ciudad  en 
podir  del  enemigro,  su  sifuación  sería  en  extremo  gravf;  antea  qi^  psto  suceda 
deseo  qu«  usted  me  informe  Hetalladameníe  sobre  la  situación.  H  •  pedido  al  Co- 
mandante de  la  estación  naval  que  rinda  parte,  y  he  sabido  que  el  bloqueo  aiin  en 
la  nocho,  es  tan  estricto  que  no  hay  posibilidad  de  forzarlo:  sin  embargo,  es  nece- 
sario hacer  algo  Procuraré  enviar  á  usted  tres  ó  cuatro  buques.  P^ro  sería  con- 
veniente queuoted  se  comunicara  conmigo  pues  no  deseo  hacer  nada  sin  consul- 
tar con  usted.  La  situación  tiene  que  ^er  más  clara  para  usted  que  p^ra  mí,  pues 
está  en  el  sitio  de  los  acontecimientos,  y  si  usted  vé  manera  alguna  de  mojorar  la 
situación,  le  ruego  que  nr»»' informe  lo  más  pronto  que  le  sea  posible. — "Mante- 
rola." 

"Santiago  Junio  24. — Almirante  Manterola,  Apostadero  Habana. — Mi  opi- 
nión es  que  serí»  impo-^ible  ptra  los  buques  en  el  puerto,  forzar  el  bloqueo.  Las 
provisiones  que  tenemos  á  bordo  alcanzarán  para  todo  el  mes  de  Julio;  pero  creo 
que  para  esa  fecha  el  sitio  habrá  concluido;  están  sembrando  torpedos  Bus- 
tamante:  pero  hay  todavía  una  entrada  al  Piste  del  cabo  Smith.  Mis  felicitacio- 
nes nor  el  brillante  combate  del  "Isabel  11." — "CJervera." 

"Habana  Junio  24de9'?- — (ieneral  Linares. — Santiago. —  Diga  usted  al  Almi 
rante  Cerrera  que  despo  conocer  su  opinión  acerca  de  U  situación  y  sus  planes  de 
campaña.  Dígale  también,  que  yo  creo  debo  d<  jar  ese  punto  tan  prontj)  como  pue- 
da é  ir  á  donde  le  parezca  más  oportuno,  porque   su  posición  en  ese  puerto,  á  mi 
nodo  de  pensar,  es  excesivamente  peligrosa. 

La  noche  pasada  había  solo  si-te  buques  allí,  mientras  que  en  Cienfuegos  ha- 
bía tres  y  aquí  nueve,  á  pesar  de  lo  cual  el  "Montevideo"  y  el  "Santo  Domingo" 
que  salieron  á  las  dos  de  la  mañana,  pudieron  for/ar  el  bloqueo  con  facilidad. — 
"Klanco." 

"Madrid  Junio  24  de9^  — Gipitán  (leneral  Blanco —Habana  —Estando  redu- 
cida la  escuadra  bloqueadora  á  siete  buques  en  Santiago,  el  gobierno  piensa  que 
es  una  excelente  ocasión  para  que  nuesrra  escuadra  pueda  huir. — Correa." 

"Santiago  Junio  ^S  de  9<. — Capitán  General  Blanco, — (Por  intermedio  del  Al- 
mirante Manterola.  Jefe  del  Apostadero) — Habana— Desde  el  último  despacho 
de  usted,  he  recibido  una  carta  del  General  Linares,  trasmitiéndome  un 
despacho  de  usted  en  el  que  me  pide  mi  parecer  acerca  de  la  situación  En  mi 
primera  carta  indicaba  cual  era,  y  en  la  presente  ocasión  entraré  en  detalles.  No 
es  cierto  que  la  escuadra  bloqueadora  haya  sido  nuncí  reducida  á  solo  siete  bu- 
ques; y  aún  cuando  a-<í  fuera  los  seis  orincipales  solamente,  representan  una  fuer- 
za tres  veces  mavor  que  la  mía  Lv  falta  de  cañones  de  gran  alcance  en  las  forti- 
ficaciones á  la  entrada  del  puerto,  nos  impide  mantener  los  buQ'ies  americanos  á 
gran  distancia.  Por  tal  razón,  sucede  que  están  siempre  á  la  boca  del  puerto  y  con 
sus  poderosos  focos  de  luz  hacen  para  mí  imposible  escapar  sin  presentar  batalla 
y  derrotarlos:  ¿  mi  juicio  cualquiera  tentativa  para  dejar  este  puerto,  traería  con- 
sigo de  un  modo  seguro,  la  pérdida  de  la  escuadra,  la  muerte  de  casi  toda  la  tri- 
pulación, cosa  que  yo  nunca  tomaré  bajo  mi  responsabilidad;  pero  si  usted  lo  or- 
fiena,  lo  ejecutaré.  A  mi  modo  de  pensar,  la  pérdida  de  la  escuadra  era  segura  des- 
de que  se  me  ordenó  venir  aquí,  así  es  que  la  gravedad  de  la  situación  presente, 
no  me  causa  sorpresa.  Usted  ordenará  si  debo  ó  no,  ir  á  este  sacrificio  que  yo  creo 
será  inútil. — "Cervera." 

"Smtiago.  Junio  25  de  98. —Capitán  General  Blanco,  Habana.— El  Gobierno 
me  ordena  ponerme  bajo  sus  órdenes  conforme  al  decreto  de  Noviembre  13  de 
1872,  lo  que  hago  con  el  mayor  placer,  pues  tal  es  mi  deber  y  daré  á  Ud.  deta- 
1  les  acerca  de  las  condiciones  de  la  escuadra: 


i8i 

El«Infanta  María  Teresa^^  "Oquendo"  y  "Vizcaya"  se  vieron 
obligados  á  encallar,  fueron  incendiados,  siendo  después  vola- 
dos por  los  cañones  de  nuestros  buques  como  á  veinte  millas 
distante  de  Santiago. 

El  «Furor»  y  el  «Plutón->  fueron  destruidos  á  veinticuatro 
millas  del  puerto . 

Nuestras  bajas  consisten  en  un  muerto  y  dos  heridos. 


De  tres  mil  proyectiles  para  loa  cañonea  Ilontoria  de  catorce  centímetros  so- 
lo seiscientos  veinte  están  útiles.  Los  otros  se  encuentran  absolutamente  inúti- 
les, no  habiendo'sido  reemplazados  p£ir  otros  buenos,  á  causa  de  la  falta  de  me- 
dios cuando  salimos  de  España.  Dos  cañones  Honroria  de  catorce  centímeti'os 
del  "Oquendo"  no  están  buenos  y  he  ordenado  que  sean  cambiados:  un  gran  nú- 
mero de  espoletas  están  fuera  de  servicio.  Al  "Colón"  le  falta  su  batería  princi- 
pal. El  fondo  del  "Vizcaya''  rstá  sucio  y  ha  perdido  su  velocidad.  El  "María 
Teresa"  tiene  pocos  cañones  útiles  y  Ion  del  'Vizcaya*  y  "Oquendo"  casi  no  tie- 
nen parque.  Además,  tenemos  muy  poco  carbón  y  provisiones  para  el  mes  de  Ju- 
lio. La  escuadra  del  bloqueo  es  cuatro  vec^'s  superior.  Por  tales  motivos,  nu<stra 
tentativa  para  dejar  este  puerto,  significaría  nuestra  inmediata,  segrura  y  absolu- 
ta destrucción.  Una  graa  parte  de  mis  marineros  está  en  tierra  reforzJfndn  la 
guarnición  de  la  ciudad.  El  día  23  consideré  como  un  dt  ber  mío  enviar  al  Go- 
bierno los  informes  contenidos  en  el  siguiente  telegrama.  "El  enemigo  está  en 
el  mar,  ha  capturado  Baiquirí,  Hoy  capturará  seguramente  Siboney  á  (.esar  de  la 
brillante  defens-a  que  se  sostendrá.  Ayer  cinco  batallones  salieron  de  Manzanillo, 
llegarán  á  tiempo  para  prolongar  la  agonía  porque  dudo  mucho  que  sean  capa- 
ces de  salvar  la  ciudad.  Como  es  absolutamente  imposible  para  la  escuadra  esca- 
par bajo  tales  circunstancias,  espero  resistir  con  todas  mis  fuerzas,  en  caso  de  ne- 
cesidad, y  destruir  los  buques  como  último  recurso."  Esta  es  la  expresión  de  mi 
parecer  que  está  de  acuerdo  con  la  de  los  comandantes  de  todos  mis  buques.  Espe- 
ro instrucciones. — "Cervera." 

"Madrid.  Junio  26  de  98— -Capitán  General  Blanco-  Habana— El  Gobier- 
no creo  que  en  la  primera  oportunidad  todos  los  buques  de  la  escuadra  ó 
aquellos  cuyas  condiciones  ofrezcan  la  esperanza  de  poder  salvarse,  dejen 
el  puerto  y  que  se  dé  al  Almirante  entera  libertad  para  seguir  la  direc- 
ción que  le  parezca — Correa." 

"Habana,  Junio  26  de  98.— Almirante  Cervera. — Santiago. — Recibí  sus  dos 
telegramas.  Correspondo  altamente  á  la  satisfacción  que  expiesa  usted  al 
ser  puesto  bajo  mis  órdenes,  me  considero  muy  hoi  rado  y  deseo  que  me  con- 
sidere más  como  compañero  que  como  jefe  Me  parece  que  usted  ex;  gera 
un  poco  las  dificaltades  para  salir  de  Santiag  >.  No  hay  necesidad  de  pelear. 
Todo  lo  que  se  le  pide  á  usted  es  salir  de  la  prisión  en  que  la  escuadra  se 
encuentra,  y  no  creo  que  esto  sea  imposible  si  usted  se  aprovecha  de  cir- 
cunstancias oportunas  tales  como  una  ni  che  obscura,  un  tienapo  tempestuo- 
so, etc.  Así  podrá  usted  burlar  la  vigilancia  del  enemigo  y  tomar  el  camino 
que  mejor  estime.  Además,  en  caso  de  que  sea  sorprendido,  recuerde  que  la 
puntería  es  incierta  en  la  noche  y  aunque  los  buques  sufran  algunas  averias, 
éstas  no  serán  de  importancia  cuando  se  tiene  en  consideración  la  salvación 
de  la  escuadra.  Usted  me  dice  que  la  pérdida  de  Santiago  es  pegara  en  cuyo 
caso  usted  destruiría  á  la  escuadra,  y  esta  es  mayor  razón  para  que  usted 
intente  salir  puesto  que  es  siempre  preferible  para  un  solíiado  sucumbir 
en  la  batalla,  cuando  tiene  muchas  probabilidades  de  éxito.  Por  otra  parte, 
la  destrucción  de  los  buques  no  es  de  ningún  modo  segura,  puesto  que 
pudiera  suceder,  como  pasó  en  la  Habana  el  siglo  pasado,  cuando  los  ingle- 
ses impusieron  como  condición  para  la  capitulación,  la  entrega  de  la  es- 
cuadra que  estaba  encerrada  en  ese  puerto.  Por  mi  parte  repito,  pienso  que 
sería  muy  difícil,  aun  admitiendo  la  superioridad  do  los  buques  enemigos, 
que  saliendo  en  una  noche  obscura  y  aprovechando  una  buena  oportunidad 
como  la  partida  ó  reducción  temporal  de  la  escuadra  enemiga,  nuestros  bu- 


l82 

í-as  bajas  al  enemigo  se  cuentan  por  cientos,  y  mil  trecientos 
pricionf^ros  que  se  encuentran  á  bordo  de  mis  buques  Entre 
los  prisioneros  se  encuentra  el  Almirante  Cervera.  (Firmado. ) 
Sanipson.» 

Gran  parte  de  la  colonia  española  de  México,  y  los  numerosos 
simpatizadores  con  quien  cuenta  la  causa,  de  España,  se  nenia- 
ban á  dar  crédito  á  la  noticia,  con  tanta  más  razón,   cuan- 

que.s  sufrieran  erande^  daños.  Una  prueba  de  esto,  es  la  salida  de  aquí  de 
"Kl  Mt)nteviíieo"  y  del  "Santo  Domingo"  á  pesar  de  los  nueve  buques  blo- 
quea-lores; la  salida  del  "Purísima  Concepción"  y  la  Ileffada  del  "Reina 
Cri^'^tina"  á  Cienfuegos  cuando  había  treí>  buques  enemip;os.  Si  sus  buques 
fueran  capturados  de  al^ún  modo  en  cualquier  puerto  cubano,  el  efecto  en 
todo  el  mund  ,  sería  desastroso  y  la  guerra  se  consideraría  terminada  en 
favor  tlel  enemi'jro.  En  e^tos  momentos  todas  las  nacione-;  de  la  tierra  tie- 
nen fija  la  mirada  en  !a  escuadra  de  usted;  en  ella  está  encerrado  el  ho-.or 
dft  la  nación  como  estoy  seguto  de  que  usted  comprende.  K,l  (iobieroo  es  de 
la  uüsin  i  opinión;  l.i  >itudción  no  me  ofrece  ninguna  duda,  porque  yo  tengo 
grao  cOiiíiaoza  en  el  éxito.  Dejo  c  mipletamente  á  la  disoreción  de  usted 
el  curso  que  seguirá,  auo  cuando  varios  buques  tengan  que  ser  sacrificadf;8. 
Como  una  señal  favorable,  debo  decir  á  usted  ([ue  el  Capitán  del  crucero  al^niAn 
"Gier,"  ha  ex])resado  la  opinión  de  que  la  escuadra  puede  efectuar  la  salida  «It 
8antÍAg>  .sin  ex aonerse  agrandes   p-ligros. — Blanco." 

"Santiago.  Junio  27  de  9* — Capitán  General  Blanco. — Habana — Su  tfdograma 
/le  »ver  obra  en  mi  poder.  .Muchas  gracias  por  sus  cariñosa^?  frases.  Debería  yo 
inclinarme  ante  su  opinión  sin  discutirla,  habiéndole  ya  comunicado  mi  opinión. 
«l«  Süués  á»'  madura  rff  exión.  Siempre  he  creído  que  existen  otros  marinos  mas 
(•omp»*t<'ntes  que  yo,  y  mucho  siento  que  ninguno  d-^ello^  pueda  reñir  para  tomar 
f-1  mando  de  esta  escuadra,  haciéndome  su  subordinado.  Considero  su  telegrai;,;» 
como  una  orden  para  salir  de  la  rada,  y  en  tal  virtud  solicitaré  del  General  Lina- 
res que  vuelvan  á  en  ha  rcarse  las  fuerzas  que  saltaron  atierra,  de  confornui-kH 
«.'on  las  órdenes  de  usted. 

Ruego  á  usted  'e  sirva  confirmar  la  ord^-n  de  salida  del  puerto,  porque  no  está 
asentada  en  términos  <  xplícitos.  y  mucho  me  apenaría  el  no  interpretar  sus 
¿rdenes  correctamente — "Cerrera." 

Santiago.  Junio  28  de  9ci. — Capitán  General  Blanco. — Habana. —  Ks  imposible 
reembarcar  las  fuerzas  de  la  escuadra  del  Almirante  Cervera  hasta  que  lleguen 
los  r»^luerzo8. — 'Linares." 

Habana,  Junio  28  de  Q-^.— Almirante  Cerrera —San ti aeo.— Deseo  mejorar 
todo  lo  posible  la  sitúa  -ion  de  Santiago.  Estoy  haciendo  todo  lo  humanamente 
posible.  4>ara  enviar  á  ust»'d  provisiones,  y  si  puedo  hacerlo  le  enriaré  refuerzos 
para  de  esta  suerte  prolonear  la  defensa  y  tal  vf  z  lograr  que  se  levante  el  sitio 
de  la  plaza,  que  dará  por  último  resultado  el  salvamento  de  la  escuadra.  En  caso 
de  no  poder  enviarle  los  rtfuer/.os,  tendrá  usted  que  abandonar  el  puerto  á  pes^r 
de  las  ditícultades  que  s^  presentan  Mi  resolución  es,  que  permanezca  la  esruí»- 
dra  en  esc'  puerto  hasra  que  lleguen  ias  raciones,  esperando  una  oportunidad 
propicia  para  abandonarlo,  partiendo  para  donde  u?t<'d  crea  más  convenient*; 
pero  en  raso  de  que  las  cosas  se  compliquen,  aún  al  punto  de  creer  que  la  caída 
de  Santiago  es  inminente,  la  escuadra  d»'berá  partirjnmediatamente  de  la  ma- 
nera que  s"a  posible,  y  su  destino  será  determinado  por  usted  y  los  dignos  co- 
mandanres  de  los  buques,  que  no  dudo  confirmarán  con  sus  actos  la  reputación 
de  que  gozan. — "Blanco."' 

*  í»antiae:o.  Junio  28  de  Qí^  —Capítáw  General  Blanco. — Habana. — R-cibí  "U 
telegrama.  Favor  de  repetirlo  desde  !a  palabra  "grave"  hasta  el  tin  de  la  oración, 
pues  no  lo  he  conii)r.'ndido  l»i"n  repecto  á  ese  punto  Todas  sus  órdenes  serán 
cun)plidas  í-ouio  im  ji  r  sea  posible,  á  pesar  del  hecho  que  la  escasez  de  carb-in  io 
hará  difícil.  E-<to8  buqu  s  necesitan  doct-  horas  para  cHlentarse  y  si  permanee-  n 
encendidos  para  pern.itirles  aiirovechar  la  primera  oportunidad  para  salir  ib  1 
puerto,  quemarán  á  ra/.ón  de  quince  tonela<las  diarias  de  carbón  cada  uno.  Sin 
»;iiib»riro,  creo  haber  interpretado  la  signiticación  de  sus  órdenes,  que  es,  si  tengo 


183 

to  que  en  algunos  cablegramas  de  Europa  se  afirmaba  que  la 
escuadra  de  Cervera  había  logrado  escapar  de  la  bahía  de  San- 
tiago, después  de  un  combate  furioso  con  los  barcos  americí  - 
nos,  dirigiéndose  á  todo  vapor  hacia  el  OevSte.  En  Madrid  mis- 
mo prevaleció  con  tal  insistencia  esta  noticia  que  hubo  públicas 
manifestaciones  de  regocijo  para  celebrarla.  Pero  el  siguiente 
cablegrama  de  la  Prensa  Asociada  no  dejó  lugar  á  ninguna 
duda. 

«Madrid,  Julio  v5.— El  Presidente  del  Consejo  de  Ministros, 
Señor  Sagasta,  anuncia  oficialmente  que  la  escuadra  del  Al- 
mirante Cervera  ha  sido  derrotada;  que  el  «Almirante  Oquen- 
do»  fué  incendiado;  el  «Infanta  María  Teresa^*  echado  á  pique, 
y  que  el  almirante  Cervera  es  hoy  prisionero  de  guerra  de  los 
americanos.* 

He  aquí  los  detalles  del  combate: 

Cuando  Cervera  hubo  recibido  el  día  2  de  Julio  la  ratifica- 
ción de  la  orden  dada  por  el  General  Blanco  para  que  saliera 
de  la  bahía,  se  dispuso  á  la  fuga. 

Hubiera  emprendido  la  marcha  por  la  noche,  según  el  creyó . 
más  conveniente,  pero  el  General  Linares  le  /rdenó  que  no- 
saliera  sino  hasta  el  día  siguiente  á  las  nueve  de  la  mañana 


una  oportunidad  favorable,  In.  aproveche  de  la  mejor  manera  posible  y  sí  no,  á  al- 
tinia  íiora  habré  de  salir  del  puerto  aún  á  pesar  de  que  la  perdida  de  la  escuadra 
sera  int'vitable. — "Cervera." 

Habana,  Julio  I  "^ de  98. — Almiranre  Cerrera. — Santiago. — He  tenido  noticia 
dei  avance  del  enemigo  á  pesar  de  los  heroicos  esfuerzos  de  dtfensa  de  las  tropas 
en  Santiago,  .y  de  acu*'rdo  con  las  instrucciones  del  Gobierno,  usted  debe  reem- 
barcar á  aquellos  de  sus  tripulantes  que  desembarcaron,  y  aprovecharse  de  la 
prin^era  oportunidad  para  salir  del  puerto  con  todos  sus  buques.  Tomará  usted 
la  ruta  que  usred  crea  más  conveniente,  y  queda  usted  autorizado  para  dejar  en 
ol  puerto  aquellos  buques,  que  por  razón  de  su  poco  andar  ú  otras  razones,  no 
tendrían  la  posibilidad  de  escapar.  Debo  informar  á  usted  que  en  Cienfuegoa, 
solamente  haj  rres  buques  enemigos  bloqueando  el  puerto,  y  frente  á  la  Habana 
hay  nu(  ve,  ninguno  de  ellos  de  importancia. —  'Blanco.' 

Santiago,  Julio  1  "-^  de  98. — Capitán  General  Blanco. — Habana- — Como  con- 
tinuación de  mi  telegrama  de  ayer,  debo  informar  á  usted  que  el  General  Lina- 
res me  contesta  que  no  puede  devolverme  mis  marinos  porque  ocupan  posiciones 
á  lo  largo  de  la  línea  de  fuego  y  en  bs  trinchi-ras.  y  que  si  se  retiran,  los  ameri- 
canos po'lrían  avanzar  por  los  puritos  vacados.  Sin  estos  marinos  la  escuadra 
no  podrá  salir  del  puerto.     Espero  nuevas  instrucciones  de  usted. — "Cervera." 

"Santiago,  Julio  1^  de  98 — Gapitán  General  Blanco — Habana. — Por  con- 
ducto del  General  Toral  tiene  usted  noticia  del  combate  de  hoy.  El  General  To- 
ral opina  que  si  se  retiran  mis  marinos  de  ios  puntos  que  ocupan,  resultaría  la 
caida  de  Santiago;  y  sin  ellos  no  puedo  in'^entar  escapar.  Mi  opinión  es  la  mis- 
ma que  la  del  General  Toral,  y  nuestra  salida  sería  en  ese  caso  una  fuga.  Mis  Ca- 
pitanes opinan  de  la  misma  manera.  Envíe  las  Instrucciones  que  pedí.  "Cervera." 

"Habana,  Julio  2  de  93.  —  Almirante  Cervera. — Santiago. — Embarque  con  toda 
prisa  sus  marinos  y  salga  del  puerto  inmediatamente  con  la  escuadra. — Blanco." 

(Con  su  puño  y  letra,  el  General  Blaneo  agregó  al  despacho  las  siguientes  pa- 
labras que  escribió  á  la  vuelta  del  telegrama:  "Doce  horas  solamente  son  necesa- 
rias para  que  Cervera  se  alíete.)" 

Madrid.  Julio  ó. — Capitán  General  Blanco. — Habana. 

Las  instrucciones  dadas  al  Almirante  Cervera  se  aprueban. — "Correa.,, 


i84 

hora  en  que  podría  sorprender  á  los  marinos  americanos,  quie- 
nes, por  ser  domingo,  estarían  entregados  á  los  oficios  divinos. 
Así,  pues,  á  la  hora  convenida  y  aprovechando  la  ausencia 
del  Almirante  Sampson  que  había  abandonado  momentánea- 
mente la  escuadra  bloqueadora  á  bordo  del  «Xew  York,»  para 
ir  á  inspeccionar  las  operaciones  militares  en  Santiago,  se  hizo 
en  el  buque  iusignia  la  señal  de  ponerse  en  marcha,  y  á  las 
nueve  en  punto  la  escuadra  española  abandonaba  el  puerto  de 
Santiago  donde  había  permanecido  seis  semanas. 

Encabezaba  el  desfile  de  la  flota  el  «María  Teresa,»  buque 
iasignia;  le  seguían  por  orden  el  «Vizcaxí-a,»  el  «Colón»  y  el 
«Oquendo*  como  á  un  cable  de  distanci  i  uno  de  otro,  y  los  c;i- 
-atorpederos  «Plutón»  y  <^Furor.s 

Pasó  el  «Teresa»  sin  dificultad,  lo  mismo  que  el  resto  d--  l;i 
escuadra,  el  obstáculo  que  se  había  creído  presentaría  el  NK- 
rrimac,»  hundido  por  el  teniente  Hobson,  pocos  días  ames. 

La  posición  de  la  escuadra  de  Sampson  era  un  semicírculo 
fjrmado  por  el  «Brroklyn,*  «Texas,»  «lova,^  «Oregón,»  «In- 
diana» y  »Gloucester,*  El  -^New  York,»  navio  Almirante,  for- 
maba entre  el  -J3rooklyn>  y  el  «Texas,»  pero  á  la  hora  del 
combate  se  hallaba  ausente,  según  hemos  dicho.  Igualmente 
el  «Massachusetts»  y  el  <Marblehead»  se  hallaban  en  Guaniá- 
namo. 

Cuando  el  Almirante  Cervera  se  convenció  de  que  había 
sido  descubierto  por  los  navios  enemigos,  que  aparecían  al 
frente,  formando  un  cerco  de  ocho  millas,  dio  orden  de  que  su 
buque  rompiera  el  fuego.  Todos  los  demás  caminaban  con  toda 
la  fuerza  de  sus  máquinas,  tratando,  ante  todo,  de  escapar. 

Los  navios  bloqueadores  que  habían  descubierto  á  los  bu- 
ques enemigos  desde  su  aparición  en  la  boca  del  canal,  se  mo- 
vían también  á  toda  máquina  para  ponerse  en  línea  de  com- 
bate. 

El  Comodoro  Schley.  que  tripulaba  el  «Broklyn,»  en  ausen- 
cia del  Almirante  Sampson,  asumió  el  mando,  á  la  vez  que  el 
«Resolute»  partía,  con  toda  su  velocidad,  á  dar  parte  al  Almi- 
rante Sampson  de  que  el  enemigo  pretendía  alejars»  . 

Una  vez  fuera  de  la  rada  los  buques  españoles   trataron  d 
escapar,  doblando  por  su  derecha,  á  la  izquierda  do  la  recua- 
dra bloqueadora. 

En  razón  á  su  velocidad,  pronto  cambiaron  de  posición:  el 
V Colón»  y  el  » Vizcaya,»  como  más  veloces,  se  pusieron  á  la 
vanguardia  dejando  frente  á  la  flota  al  «Teresa^  y  al  «Oquen- 
do»  que  por  lo  misino  fueron  las  primeras  ví'ctimas. 

Empezaron  á  atacar  al    ^Teresa»   el     InJian.i     y  el    low.i 
siéndooste  el  que  acertó  primeramenlc  un  disparo  vn  c\  ¡)uque 
insiírnia  (  -pan.)]. 


i85 

Los  navios  americanos  tuvieron  que  describir  una  curva  para 
ir  en  persecución  de  la  escuadra  fuoitiva,  porque  trataban  de 
evitar  el  efecto  de  las  baterías  de  tierra,  especialmente  de  la 
del  i\ Forro. 

El  «Oregon»  y  el  «Texas>  enviaban  sus  granadas  contra  el 
«Vizcaya»  y  el  «Colón»  si  bien  este  último  media  hora  después 
de  su  salida  de  la  bahía,  iba  poniéndose  fuera  del  alcance  de 
sus  perseguidores. 

Entretanto  el  «María  Teresa»  que  como  hemos  dicho,  había 
recibido  una  granada  del  «lowa,»  fué  alcanzado  por  otra  me- 
tralla del  «Indiana»  que  produjo  el  incendio  á  bordo  consuma 
rapidez.. 

A  las  diez  y  quince  minutos  el  «Teresa»  tenía  la  mayor  par- 
te de  sus  cañones  desmontados  y  un  violento  incendio  había 
invadido  todos  sus  departamentos:  empezaba  á  hundirse.  En- 
tonces el  Almirante  Cervera  cediendo  ante  lo  imposible,  deter- 
minó embarrancar  su  buque  y  así  lo  verificó  en  las  rocas  de 
Nima-Nima,  á  seis  millas  de  Santiago,  arriando  su  bandera. 

El  Almirante  abandonó  el  último  el  navio;  salió  á  nado  á  la 
playa  inmediata  ayudado  por  un  hijo  su3^o,  oficial  de  su  mis- 
mo buque;  mas  viendo  que  el  «Gloucester»  envió  sus  botes  pa- 
ra salvar  á  los  náufragos,  se  rindió  el  teniente  Morton  y  se 
hizo  conducir  prisionero  al  referido  buque. 

Al  ser  recibido  en  el  portalón  le  estrechó  la  mano  el  coman- 
dante y  le  dijo:  «Saludóos  Señor.  Habéis  sostenido  un  combate 
como  ninguno  se  vio  en  el  mar.» 

El  «Oquendo»  fué  averiado  también  mu}-  pronto  por  los  pro- 
yectiles del  «Brooklyn,»  »Oregon,»  «lowa»  é  «Indiana.»  Uno  de 
ellos  determinó  la  explosión  de  la  santa  bárbara  y  produjo  el 
incendio  rápidamente.  Luego  hicieron  explosión  sus  propios 
torpedos. 

A  las  10  y  30  a.  m.  ó  sea  un  cuarto  de  hora  después  del 
"Teresa,"  el  "Oquendo,"  completamente  destruido,  arrió  su  ban- 
dera y  enarboló  la  rendición,  embarrancando  en  el  lugar  de  la 
costa  llamado  Juan  González. 

Fuera  de  combate  estos  dos  buques,  el  fuego  americano  se 
concentró  en  el  "Vizcaya"  que  en  pos  del  "Colón"  amenazaba 
escapase  de  su  alcance. 

El  "Oregon"  y  el  "Texas"  lo  perseguían  más  de  cerca;  el  es- 
tallido de  las  baterías  indicaban  que  los  proyectiles  americanos 
hacían  explosión  en  el  interior  del  buque.  El  "Pluton"  y  el 
"Furor"  pretenden  entonces  acercarse  al  "Vizcaya/'  á  tiempo 
que  el  "lowa"  reforzaba  el  ataque  del  "Oregon"  y  el  "Texas," 
y  más  tarde  el  "Gloucester." 

El  "Vizcaya"  continuaba  haciendo  fuego  sobre  sus  enemigos 
con  objeto  de  favorecer  el  avance  de  los  torpederos;  mas  fué 


1 86 

imposible.  El  "Gloucester,"  á  la  vez  que  recibía  una  descarga 
de  toda  la  segunda  batería  del  ^Vizcaya,»  se  puso  frente  á  los 
torpederos  á  fin  de  impedirles  el  paso.  El  »Oregon»  y  el  «lowa»  y 
el  c Texas»  descargaron  entonces  una  lluvia  de  metrallas  y  balas 
sobre  el  «Vizcaya,»  precisamente  á  tiempo  que  el  Almirante 
Sampson,  á  bordo  del  New  York  llegaba  al  teatro  de  la  guerra- 

El  «Vizcaya,»  bastante  averiado  ya,  tuvo  aún  que  hacer  fren- 
te á  un  enemigo  más:  el  Indiana  que  llegé  á  reforzar  el  ataque, 
no  sin  haber  antes  dejado  fuera  de  combate  á  los  torpederos, 
combinando  sus  fuegos  con  los  del  ^Gloucester.» 

Tanto  el  «Furor»  como  el  <;Pluton»  fueron  víctimas  de  explo- 
siones en  sus  propios  almacenes,  determinadas  por  los  fuegos 
enemigos. 

El  resto  de  las  tripulaciones  (pues  la  mayor  parte  pereció)  se 
echó  al  mar  para  ganar  la  playa  á  nado,  mas  fueron  recogidos 
los  náufragos  por  los  botes  del  «Gloucester.» 

A  las  11  y  15  a.  m.  el  Vizcaya  arrió  la  bandera  que  había 
defendido  tan  heroicamente  3-  embarrancó  en  Aserraderos,  á 
quince  millas  de  Santiago.  Su  tripulación  fué  recOí.íida  por  el 
<tIowa,»  el  «Ericson»  y  el  ^Hist»  que  se  apresuraron  á  socorrer 
á  los  náufragos. 

Debido  á  la  superioridad  de  su  maquinaria  el  Colón  continua- 
ba su  marcha  3'  á  esa  hora  aventajaba  seis  millas  de  distancia 
al  fBrooklyn.»  Este  buque,  el  «Oregon,»  el  «Texas»  y  el  «lowa» 
daban  caza  al  último  de  la  escuadra  española,  que  por  su  lige- 
reza parecía  iba  á  escapar;  pero  no  fué  así.  Ea  lentitud  decre- 
ciente de  sus  disparos  indicaba  el  terrible  efecto  de  los  del  ene- 
migo, hasta  que  al  fin  uno  de  los  proyectiles  del  «Oregon»  de- 
terminó una  explosión  que  hizo  asomar  las  llamas  sobre  cubier- 
ta El  capitán  del  «Colón.»  don  Emilio  Moren  se  vio  pues  obli- 
gado á  virar  hacia  la  playa,  comprendiendo  que  todo  había 
concluido.  A  la  1  y  20  p.  m.  se  rindió  encallando  en  Río  Tor- 
quino. 
Su  tripulación  fué  conducida  á  bordo  del  >^New  Yorkí> 
Una  narración  americana  dice  así,  apropósito  del  "Colón"  y 
el  heroísmo  de  Cervera. 

"El  "Cristóbal  Colón"  era  el  navio  almiranie  de  la  escuadra 
española  \^  el  único  que,  por  su  velocidad  suprema,  se  esperaba 
que  se  salvaría.  Por  esta  razón,  deseando  ligar  al  suyo  el  des 
tino  de  los  otros,  el  almirante  Cervera  transfirió  su  bandera  al 
infanta  "María  Teresa"  á  cuyo  bordo  esperaba  sobrevivir  ó  pe- 
recer más  claro:  asociarse  á  la  suerte  deparada  á  los  que  más 
riesgo  iban  corriendo  en  una  tentativa  circundada  de  pieligros. 
Esta  acción  valerosa,  esta  abnegación  ejemplar,  parecen  ser 
características  en  el  caballeroso  Almirante. 


í87 

De  su  presencia  de  espíritu  y  de  su  iatrepidez  en  Vi  tentativa 
frustrada  de  su  salida  de  la  Rada  de  Santiago,  sólo  se  dirá  que 
combatió  contra  elementos  muy  superiores  y  que  su  actitud  en 
un  combate  tan  desigual  es  un  hecho  distinguido  en  los  anales 
de  la  historia  naval. 

Las  dotaciones  españolas  se  batieron  con  el  heroismo  tradi- 
cional, con  el   mismo  denuedo  de  las  de  Manila.     De  los  2,110 
hombres  del  Almirante  Cervera,  algo  más  de  seiscientos  pere- 
cieron al  pié  de  las  baterías,  heridos  unos  por  el  fuego  ameri 
cano,  víctimas  otros  de  de  la  explosión  de  santa  Bárbara  abordo. 

Los  puentes  de  los  cruceros  españoles  quedaron  cubiertos  de 
cadáveres.  Tuvieron  entre  muertos  y  heridos  1.300  bajas;  de 
éste  número  600  corresponde  á  los  muertos  y  1,400  fueron  he 
chos  prisioneros.  También  sobre  el  mar  se  veían  flotar  nume 
rosos  restos  humanos. 

La  humareda  que  desprendían  los  buques  incendiados  cubría 
un  espacio  de  cuatro  millas. 

lie  aquí  el  parte  oficial  del    Almirante  Cervera. 

«^Playa  del  Este,  Julio  4  de  98.— Capitán  General  Blanco. 
Habana.— Salí  de  Santiago  de  Cuba  ayer  por  la  mañana  con  .to- 
da la  escuadra  3'  después  de  combate  desigual  y  contra  fuerzas 
tres  veces  mayores  que  la  mía,  toda  mi  escuadra  quedó  des 
truida,  habiéndoles  dado  orden  de  que  encayaran  sobre  lasro 
cas.  El  «María  Teresa»  el  «Oquendo»  y  el  ^Vizcaya»  hicieron 
explo.sión  y  el  "Colón"  segú  i  me  informan  los  americanos,  em- 
barrancó y  se  volcó;  los  destoyers  hicieron  explosión.  Aun  no 
sé  el  número  de  los  que  hayan  perecido,  pero  á  no  dudarlo  pa- 
sarán de  seiscientos  los  muertos  y  los  heridos  son  muchos,  aun- 
que no  en  tan  gran  proporción.  Nosotros  los  supervivientes 
somos  prisioneros  de  los  americanos.  Mi  gente  se  portó  con 
gran  valor  y  se  han  conquistado  las  alabanzas  del  enemigo.  Al 
comandante  del  "Vizcaya"  se  le  permitió  retener  su  espada. 
Estoy  altamente  satisfecho  de  la  generosidad  con  que  nos  tra 
ta  el  enemigo.  Villamil  se  cuenta  entre  los  muertos  y  creo  La- 
zaga  también  pereció.  Entre  los  heridos  se  encuentra  Enlate. 
Hemos  perdido  todo  y  necesito  {onáos>.~Cervera. 


He  aquí  la  descripción  que  hace  de  la  memorable  batalla  el 
capitán  Evans,  del  <Iovva,»  la  cual  es,  sin  duda,  la  más  deta- 
llada: 

«Cuando  el  primer  buque  del  Almirante  Cervera  enseñó  su 
proa  á  la  entrada  de  la  bahía  de  Santiago,  un  marino  que  en 
esos  momentos  se  encontraba  sentado  en  el  puente  del  buque 


i88 

de  guerra  «lowa^  g^rító:  ;qué  es  aquel  panto  negro  que  se  des 
tnca  en  la  boca  de  la  barra? 

En  un  momento  la  tripulación  del  4o\va^  estaba  en  sus  pues 
tos  respectiv^os,  y  la  aproximación  del  buque  enemigo  era  señala 
lada  á  la  vez  por  una   espesa  nube  de  humo  que  anunciaba  e- 
primer  cañonazo  de  alarma,  (\  las  nueve  y  treinta  minutos  de 
la  mañana. 

A  la  sazón  yo  me  encontraba  en  mi  camarote,  y  al  oir  el  dis 
paro  precipitéme  á  la  cubierta,  y  en  el  acto  comenzó  la  manio- 
bra de  guerra;  el  timbre  de  señales  ordenó  al  maquinista  mar- 
char (i  plena  velocidad;  cargué  el  timón  á  estribor  y  en  breves 
instantes  el  lowa»  cruzaba  los  límites  de  proa  del  «Infanta 
María  Teresa, v  el  primer  buque  de  la  escuadra  enemiga,  que 
majestuosamente  salía  de  la  bahía  de  Santiago  ^e  Cuba.  Luego 
que  los  movimientos  del  Jowa»  fueron  conocidos  del  enemigo 
el  «María  Teresa^  rápidamente  se  escabuyó  hacia  el  Oeste,  mas 
un  tanto  fuera  de  tiempo,  pues  una  metralla  de  doce  pulgadas, 
hábilmente  lanzada  del  cañón  frontero  hacía  su  terrible  explo- 
sión en  la  proa  del  elegante  buque  español. 

[Entablóse  la  lucha!  y  esta  constituido  un  verdadero  espec- 
táculo. 

La  salida  de  la  hermosa,  pero  infortunada  escuadra  enemiga, 
en  perfecta  columna,  equidistante,  aumentaudo  su  velocidad  á 
trece  nudos,  era  soberbia. 

El  Jowa,i  desde  ese  momento  no  cesó  de  hacer  fuego  con 
sus  cañones  de  grueso  calibre;  siempre  adelante  del  ^María 
Teresa,»  obligándole  á  mantener  su  proa  á  estribor  y  procu- 
rando con  mis  cañones  de  proa,  echar  á  pique  uno  de  los  bu 
ques  que  tomaban  la  descubierta,  el  «Oregón,»  el  «Indiana, 
el  «Brooklyn»  y  el  -Texas, ^^  por  su  parte  hacían  excelente 
trabajo  con  sus  cañones  de  grueso  calibre. 

En  un  corto  espacio  de  tiempo,  relativamente,  todos  los  bu 
ques  enemigos  habían  salido  de  la  barra,  y  se  hizo  casi  impo- 
sible para  el  4owa»  poder  destruir  el  primero  ó  segundo  buque 
enemigo,  dada  la  inferioridad  de  locomoción  á  los  cruceros  es- 
pañoles. 

A  esa  hora,  después  de  la  salida  de  la  escuadra  del  Almiran 
te  Cervera,  la  columna  enemiga  se  encontraba  á  diez  mil  yar 
das  de  nosotros,  casi  poniéndose  fuera  de  tiro  certero.  No  ha 
bía  tiempo  que  perder,  y  cargué  el  timón  á  estribor,  virando 
rápidamente,  para  descargar  sobre  el  «María  Teresa^»  una  jom 
pleta  andanada  de  los  cañones  de  ese  lado  del  «To\va,»>  quien, 
volviendo  á  lomar  .su  posición  con  suma  presteza,  dirigió  su 
proa  al  segundo  crucero  que  pasaba  el  «Oquendo,^^  y  descar- 
gó sobre  éste  sus  gruesos  cañones  del  frente. 


i89 

Las  máquinas,  durante  estas  maniobra>,  movían  sus  excén- 
tricas con  una  velocidad  Vertiginosa,  imprimiendo  á  nuestros 
buques  un  avance  de  proa  tan  fuerte,  que  las  turbulentas  olas 
eran  hendidas  hasta  llevar  su  espuma  sobre  el  puente;  en  tan- 
to que  el  «Oquendo»  y  el  -^María  Teresa  >  disparaban  sobre  mi 
buque  "lowa"  una  verdadera  granizada  de  bombas,  cuyos  es- 
tragos sólo  fueron  sentidos  en  las  chimeneas  y  el  palo  mayor. 
El  "Cristóbal  Colón,"  siendo  de  más  rápido  andar  que  el  res- 
to de  la  flota  española,  presto  dejó  á  sus  compañeros  á  reta- 
guardia, haciendo  poderosos  esfuerzos  para  escaparse. 

Este  crucero  al  pasar  frente  al  "lowa"  colocó  dos  metrallas 
de  á  seis  pulgadas  con  magnífica  puntería  en  nuestra  proa  por 
el  lado  del  estribor;  una  de  éstas  atravesó  de  parte  á  parte 
ntiestra  caja  impermeable,  derribó  la  defensa  y  fué  á  reventar 
en  el  interior  de  los  camarotes  de  proa,  causando  estragos  de 
consideración;  la  otra  pasó  el  casco  á  la  altura  de  la  línea  de 
flotación  y  se  fué  á  alojar  cerca  de  la  caja  impermeable,  donde 
aún  permanece. 

Una  vez  que  era  imposible  para   el  «lowa»  la  destrucción  de 
alguno  de  los  cruceros   españoles,   que  habían   avarz  ido  mu 
cho  adelante  del  «Oquendo,»  determiné  cortar  el  paso  á  éste  y, 
para  el  efecto,  cargué  el  timón  á  estribor  y  gané  la  paralela  del 
buque  enemigo;  colocándose  el    <;Iowa*    á   mil   cien  A^ardas  de 
distancia  y  cisparando  toda  la  batería,  inclusive  los  cañones  de 
tiro  rápido,  hice  :uspender  un  tanto  la  marcha  del  tOquendo.i- 
El  resultado  de  esta  descarg  i  fué  aterrador! 
Muchas  bombas  de  á   doce  y  de   á  ocho  pulgadas  vimos  que 
hicieron  explosión  dentro  del  casco  del  buque,  y  pronto  las  lia 
mas  y  el  humo  comenzaron   á  envolverle. 

Pasado  que  hubo  el  pánico  las  máquinas  del  lOquendoí 
volvieron  á  funcionar,  y  li.stj  alejóse  del  ^lowa»  para  en  mala 
hora  pasar  frente  al  «Oregon^  v  el  «Te  xas,»  que  á  su  turno  des- 
cargaron sus  baterías  sobre  el  enemigo. 

En  esos  momentos  el  grito  de  alarma  de  nuestro  vigía  anun- 
ciaba la  aparición  de  dos  torpederos  destructores,  un  cuarto  á 
estribor  y  á  cuatro  mil  3^ardas  de  distancia. 

Inmediatamente  fué  abierto  el  fuego  sobre  ellos,  y  una  me 
tralla  de  doce  pulgadas  destrozó  completamente  la  popa  de 
uno. . .  .  Al  mismo  tiempo  que  hacía  explosión  nuestra  bomba 
en  el  bote  enemigo,  una,  lanzada  per  ellos,  pasaba  á  muy  po- 
cos pies  sobre  mi  cabeza. 

¡Bravo!  exclamé  . . .  ese  parece  saber  mucho  de  artillería! .  . . 
En  la  horrible  revuelta  de  los  (  ruceros  que  en  desorden  avan- 
zaban, se  movía  de  uno  á   otro  lado  el  pequeño    -^Gloucester^ 
ora  diparando  sobre  un  crucero,  ora  sobre  un  torpedero,  y  cau- 
sando estragos  por  todas  partes  donde  había  blanco  sobre  que 


190 

hacer  tiro.  Fué  una  verdadera  maravilla  que  no  hubiese  que- 
dado destruido  por  el  chaparrón  de  metrallas  que  en  su  derre- 
dor hacia  explosión. 

La  sangrienta   lucha   tomaba   incremento   por  instantes.  El 
» Vizcaya*  se  defendía  con  desesperación  y  logró  colocar  algu 
nos  proyectiles  en  la  cubierta  del  Jowa»;  durante  quince  minu- 
tos el  cañoneo,  por  ambas  partes,  llegó  á  su   máximun  de  ac- 
ción. 

El  «Vizcaya»  con  asombrosa  rapidez  disparaba  sobre  el 
*'Iowa"  más  sus  proyectiles  no  causaban  electo  alguno  debido 
á  su  mala  dirección;  en  cambio  las  bombas  del  buque  america- 
no visitaban  con  suma  frecuencia  los  flancos  del  crucero  espa 
ñol  que  al  pasar  frente  al  «Oregon»  recibió  de  éste  una  conri 
pleta  granizada  de  bombas. 

Los  estragos  del  combate  empezaron  á  ser  palpables:  el  «In- 
fanta Mana  Teresa»  y  el  vi  Almirante  OquendO'  alejándose  de 
la  columna  del  enemigo,  ponía  su  proa  con  rumbo  á  la  playa, 
envuelto  en  espesos  nubarrones  de  humo  producido  por  el  in 
oendio. 

El  «Te.xas»  el  «Oregon*  y  el  «lowa^  atacaban  sin  tregua  á 
los  buques  españoles,  los  cuales  en  pocos  momentos  quedaron- 
convertidos  en  informes  masas  de  humo  y  fuego,  arriando  su 
bandera. 

Presto  el  «María  Teresa >  desplegó  su  bandera  blanca,  á  la 
vez  que  su  tripulación  en  completo  desorden,  se  precipitaba  á 
la  mar.  Pocos  minutos  después  la  "Santa  Bárbara"  de  este  her 
moso  buque  producía  una  formidable  explosión.  Esto  pasaba 
veinte  minutos  después  que  fi.é  disparado  el  primer  cañonazo 
de  esa  memorable  acción  naval. 

En  segundo  término,  y  á  una  aparente  larga  distancia,  el 
"Brooklyn"  y  el  "Crist«)bal  Colón"  ocupábanse  con  matemática 
precisión  en  cambiar  metrallas  mutuamente. 

Cincuenta  minutos  después  de  haber  disparado   nuestro  pri 
mer  proyectil^  había  otro  crucero  fuera  de  combate:  el  "Vizca- 
ya" lamido  por  las  llamas  di»  igía  su  proa  hacia  la  playa  de  Ase- 
rraderos, donde  al  fin  encontró  su  íiltimo  lecho  de  descanso. 

Sabiendo  que  yo  no  podía  dar  alcance  al  "Cristóbal  Colón," 
y  que  el  <Oregon»  y  el  "Brooklyn"  indudablemente  podían,  en 
compañía  del  "New  York,"  siendo  éste  el  que  más  se  acercaba 
á  él,  resolví  acudir  al  llamamiento  de  la  humanidad,  y  me  alle- 
gué á  aquel  brillante  y  bravo  cuerpo  de  marinos  que  habían 
rendido  su  bandera  á  la  escuadra  americana,  al  mando  del  Al- 
mirante Sampson.  Así  fué  como  la  proa  del  "lowa"  se  dirigió 
hacia  el  "Vizcaya"  cuyo  casco  estaba  envuelto  en  largas  llamas. 
Mi  buque  avanzó  hasta  donde  la  profundidad  lo  permitía  y  en 
seguida  se  largaron  todos   los  botes  para  socorrer  á  los  venci- 


igi 

dos  que  se  estaban  ahogando  por  docenas.  Los  que  por  sus  ho- 
rribles heridas,  no  habían  podido  echarse  al  mar,  se  retorcían 
desesperadamente  sobre  la  cubierta  del  crucero  español,  preras 
del  fuego  que  los  asara,  vivos  aún.  El  número  de  valientes  ren 
didos  era  grande. 

Al  mismo  tiempo  que  me  acercíiba  á  impatir  auxilios  á  los 
marinos  españoles^  descubrí  que  una  partida  de  cubanos  desde 
los  arrecifes  hacía  fuego  sobre  aquello.3  desafortunados  náuíra 
gos  que  luchaban  cuerpo  á  cuerpo  con  la  muerte,  arrollados 
por  las  enormes  olas  que  con  furia  reventaban  en  las  rocas 
abruptas  de  la  playa. 

Esto  no  duró  mucho  tiempo,  pues,  tres  ó  cuatro  bombas  de 
grueso  calibre  se  encargaron  de  calmarla  furia  de  los  que  bien 
pudic^ramos,  por  la  barbarie  que  cabe  en  el  acto,  llamar  sal 
vajes.  Lo  que  ;l  mi  pesar  no  pude  remediar,  fué  la  mutilación 
de  tanto  hombre  cometida  por  la  tremenda  cantidad  de  enormes 
tiburones. 

Estos  seres  inhumanos  se   encontraban  en  un   alto  grado  de 
exitación  producida  por  el  espectáculo  que  ofrecía  el  mar  tinto 
en  sangre  y  los  ayes  supremos  de  dolor  salidos  de  los  moribun 
dos  valientes. 

Mi  tripulación  activa,  bien  pronto  había  recogido  algunos 
centenares  de  náufragos,  y  pude  á  la  vez  s'ocorrer  á  los  que  se 
quemaban  en  la  cubierta  del  crucero  "Vizcaya"  cuyos  pequeños 
almacenes  hacían  explosión  á  cortos  intervalos  causando  ho 
rrorosos  estragos  en  el  buque.  Mis  botes  regresando  con  su 
carga  humana  formaban  un  largo  cordón  y  presto  se  llenó  la  cu- 
bierta del  «lowa»  con  la  fuerza  española,  siendo  de  notar  que 
todos  desde  oficiales  á  marineros,  estaban  completamente  des 
nudos.  Las  piernas  de  algunos  de  ellos  estaban  enteramente 
destrozadas  por  el  contacto  de  las  metrallas,  y  otros  estaban 
mutilados  de  una  manera  inconcebible. 

En  el  fondo  de  los  botes  había  tres  ó  cuatro  pulgadas  de  san- 
gre; en  muchos  viajes  llegaban  algunos  cadáveres  sumergidos 
en  aquel  rojo  imponente  líquido.  Estos  bravos  luchadores  muer- 
tos por  la  querida  patria,  fueron  después  sepultados  con  los 
honores  militares  debidos,  por  los  tripulantes  del  «Iowa>-  Ejem 
píos  de  heroísmo,  ó  mejor  dicho  de  fanatismo  por  la  disiplina, 
jamás  llabían  sido  llevados  al  terreno  de  la  práctica  tal  cual  se 
llevaron  por  los  v.:.lientes  marinos  españoles.  Uno  de  e^-^tos,  con 
el  brazo  izquierdo  completamente  arrancado  de  su  sitio,  el  hue 
so  descarnado  pendiendo  solamente  de  pequeños  fragmentos  de 
piel,  enteramente  desnudo^  bañado  en  sangre,  con  serenidad 
estoica^  subió  la  escala  y  al  pisar  la  cubierta  del  "lov^a",  se  cua 
dró  y  saludó  á  mi  tripulación  con  tan  hondo  respeto  que  todos 
nos  sentimos  altamente  conmovidos.  Otro  de  estos  valientes  lie 


192 

gó,  metido  en  ima  charca  de  sansfre,  con  la  pierna  derecha  úni- 
camente; fué  atado  con  un  cable  é  izado  á  bordo  sin  proferir 
una  sola  queja. 

Gradualmente  se  fue  llenando  la    cubierta  de   españoles;  el 
maderamen  siempre  blanco  y  limpio,    se  veía   entonces,  total 
mente  rojo  de  sangre,  y  yíi  plenamente  ocupado  por  los  rendi- 
dos, era  casi  difícil  reconocer  en  el  <jIowa»  un  buque  de  guerra 
americano. 

La  sanare  imperaba  por  doquiera,  y  después  de  algunas  ho- 
ras de  fatigas  nobles,  docientos  setenta  y  dos   hombres  desnu 
dos  recibían  agua  y  alimentos,  de   aquellos  que  pocos  minutos 
antes,  les  habían  enviado  verdadera   lluvia   de   metrallas   que 
sembraban  desolación  y  ruina. 

Para  terminar  aquella  faena  llegó  al  último  bote  conduciendo 
al  capitán  del  •'Vizcaya,"  señor  Eulate,  para  quien  se  llevó  una 
silla,  pues  evidentemente  estaba  herido.  Todos  sus  oficiales  y 
marineros  al  verlo  llegar  se  apresuraron  á  darle  la  bienvenida, 
cuadrándose  y  presentaron  armas  luego  que  se  desató  la  silla 
de  la  carrucha.  El  capitán  Eulate,  poco  á  poco  se  puso  en  pié 
me  saludó  con  grave  dignidad,  desprendió  su  espada  del  cinto 
llevó  su  guarnición  á  la  altura  de  sus  labios,  la  besó  reveren 
temente  y  con  los  ojos  brotando  lágrimas    me  la  entregó¡¡¡ 

Aquel  hermoso  acto  quedará  indeleble  para  siempre  en  mi- 
memoria.  Saludé  al  valiente  español  y  no  acepté  su  espada. 
Un  sonoro  y  prolongado  !hurra¡  salió  de  la  tripulación  del  "lo 
wa"  Luego  tomaron  mis  oficiales  al  capitán  Eulate  en  silla  dó- 
manos y  lo  condujeron  á  un  cam:irote  ya  dispuesto,  para  que 
el  médico  le  reconociera  las  heridas;  ya  que  íbamos  á  bajar  de 
la  cubierta  una  formidable  explosión,  que  hizo  vibrar  las  capas 
del  aire  á  varias  millas  en  rededor,  anunciaba  el  fin  del  "V^iz 
caya."  El  capitán  Eulate  volvió  la  cara  y  extendiendo  los  bra 
zos  hacia  el  lugar  donde  se  produjera  la  detonación  grito:    "A 

dios  "Vizcaya'' ya ''y  los  sollozos  ahogaron  sus  pa 

labras. 

La  guerra  había  entonces  asumido  otro  aspecto:  el  pagador 
del  "lowa'*  ordenaba  la  distribución  de  uniformes  entre  aque- 
lla multitud  de  hombres  desnudos  y  presto  las  provisiones  re- 
paraban los  cuerpos  fatigados  del  combate.  |^ 

Como  viera  yo  que  la  tripulación  de  los  dos  primeros  buques 
echados  á  pique  no  había  sido  visitada  por  los  nuestros,  puse 
la  proa  hacia  donde  se  hallaban.  A  poco  andar  encontré  al 
'*Glouce.ster"  que  regresaba  trayendo  al  Almirante  Cervera  á 
sus  oficiales  y  un  gran  número  de  heridos,  muchos  de  estos  en 
teramente  mutilados.  Varios  prisioneros  que  ganaron  la  playa 
fueran  muertos  por  las  balas  cubanas. 


Í93 

En  seguida  el  "Haward"  recogió  la  tripulación  del  "Almiran- 
te Oquendo"  y  del  "infanta  María  Teresa"  y  cerca  ya  de  me- 
dia noche,  el  primero  de  estos  buques  tenía  á  su  bordo  nove- 
cientos setenta  y  seis  prisioneros  de  guerra  estando  heridos  un 
considerable  número  de  ellos. 

Con  respecto  á  valor  y  energía  nada  hay  registrado  en  las 
páginas  de  la  historia  que  pueda  ser  un  símil  con  la  acción  del 
Almirante  Cervera. 

Salió,  como  él  perfectamente  lo  sabía,  con  la  plena  convic- 
ción de  que  su  flota  quedaría  destruida  por  la  escuadra  ameri 
cana;  mas  tenía  la  esperanza  de  poder  salvar  al  «Cristóbal  Co- 
lón» debido  á  su  gran  velocidad.  El  espectáculo  que  ofrecían 
los  dos  torpederos  desti  uctores,  mBras  cascaras  de  papel^  mar- 
chando á  todo  vapor  bajo  la  granizada  de  bombas  enemigas  en 
pleno  día,  r,ólo  se  puede  describir  de  esta  manera:  un  acto  es- 
pañol 3'  ordenado  por  el  General  Blanco;  la  misma  frase  encaja 
perfectamente  con  respecto  á  todo  movimiento  de  la  escuadra 
española:  heroísmo  en  su  más  alto  grado. 

En  contraste  con  los  candentes  arranques  de  los  españoles 

estaba  el  efecto  del  frío  v  deliberado  trabajo  vankee. 

-    » 

La  escuadra  americana  permanecía  sorda  á  todo  sentimiento 
humanitario;  al  parecer  estaba  allí  para  combatir  y  destruir,  y 
así  fué  que  al  entrar  en  zafarrancho  de  combate,  atacó  sin  pie- 
dad al  enemigo;  mas  esta  crueldad  trocóse  en  generosa  corte- 
sía cuan  presto  arriaron  su  pabellón  los  españoles^  y  sin  apa 
sionamiento  diré,  que  si  en  alguna  memorable  jornada  cupo  el 
sentimienio  de  humanidad,  éste  fué  demostrado  por  los  ame 
ricanos. 

El  Almirante  Cervera  fué  trasbordado  á  mi  buque  del  ^^Glou- 
cester»  que  lo  había  salvado  de  una  muerte  segura.  Al  saltar 
sobre  cubierta  fué  recibido  militarmente  por  un  completo  esta- 
do ma\''or  del  Comandante  y  los  artilleros  del  -^lowa.»  Con  los 
rostros  ennegrecidos  por  la  pólvora,  salieron  casi  desnudos  á 
dar  la  bienvenida  al  valiente  marino,  que  en  traje  interior  úni- 
camente 3^  con  la  cabeza  descubierta  gravemente  pisaba  el  puen- 
te del  buque  vencedor,     ' 

La  numerosa  tripulación  del  ^lowa»  en  unión  de  la  del^^Glou 
cester»  prorrumpía  en  un  grito  de  júbilo  cuando  el  Almirante 
español  respetuosamente  saludó  á  los  marinos  amer  canos. 

Aunque  el  valiente  vencido  sin  insignia  ninguna,  ponía  su 
desnudo  pie  en  la' cubierta  del  «lowa  todo  el  mundo  hubiera 
reconocido  que  cada  molécula  del  cuerpo  de  Cervera,  constituía 
por  sí  sola,  un  almirante. 

Su  rendición  á  los  rudos  golpes  de  la  guerra  la  efectuó  con 
tan  heroicos  y  nobles  detalles,  que  por  siempre  lo  colocarán  á 
una  altura  envidiaik^ 


194 

Kl  «lovv.'i  disparó  treinta  y  una  metrallas  de  doce  pulgadas, 
cuarenta  y  ocho,  de  á  ocho,  doscientas  setenta  de  á  cuatro,  mil 
sesenta  proyectiles  de  á  seis  libras  y  ciento  veinte  de  A  una 
libra.  Los  oficiales  del  A^izcaya»  me  dijeron  que  les  había  sidc 
imposible  sujetar  á  sus  artilleros  ante  sus  cañones  respectivos, 
debido  al  nutridísimo  fuego  de  los  buques  americanos. 

El  agua  que  arrojaban  las  mangueras,  mezclada  con  la  sao 
gre  que  abundantemente  manaba  de  las  heridas  de  los  españo- 
les, daba  A  la  cubierta  de  sus  cruceros  un  aspecto  imponente 
y  desolado/  Fragmentos  de  seres  humanos  yacían  en  confu 
sión  entre  los  cañones  enemigos,  y  á  conos  intervalos  las  me 
trallas  sembraban  el  pánico. 

Por  las  cavidades  de  uno  de  los  costados  del  A'izcaya»  se 
escapaban  enormes  lenguas  de  fuego  que  enroscándose  en  la 
cubierta,  tostaban  los  cuerpos  de  los  moribundos  que-desespe 
radamente  pedían  socorro  con  lastimeros  gritos. 

Las  explosiones  de  los  buques  encallados  se  sucedían  sin  tre- 
gua y  cad/i  conmoci(3n  de  estas  era  se.uida  de  inmensos  ayes 
de  martirjfe. 

De  los  cañones  de  seis  libras  fueron  disparados  cuatrocientos 
cuarenta  proyectiles.  En  la  parte  superior  de  la  torrecilla  los 
artilleros  no  descansaban  un  instante  disparando  sin  cesar  con 
los  cañones  de  á  libra.  Las  bombas  enemigas  cruzaban  silban- 
do por  encima  de  los  artilleros  sin  que  estos  siquiera  se  aga 
chasen  para  esquivar  sus  golpes. 

Uno  de*  estos  aguerridos  hombres,  cegado  completamente 
por  la  pólvora,  permanecfa  sobre  la  manivela  de  sus  cañones  de 
á  doce,  maniobrando  al  acaso,  sin  que  humanos  esfuerzos  bas- 
taran á  desprenderlo  de  su  puesto.  Otros,  carbonizados  casi, 
con  un  pañuelo  mojado  sobre  la  cara,  con  dos  agujeros  para  los 
ojos,  disparaban  metralla  con  una  presteza  increíble. 

Como  los  cañones  de  á  seis  estaban  tan  cerca  de  los  de  á 
ocho,  no  se  podía  permanecer  entre  ellos  con  seguridad,  }•  así, 
cada  vez  que  eran  disparados  los  de  grueso  calibre  se  ordenaba 
á  los  artilleros  de  los  primeros  retirarse;  mas  estos  se  negaban 
á  obedecer  aquella  orden  y  seguían  en  su  sitio  enviando  chapa- 
rrones de  bombas.  Cuando  los  cañones  de  á  ocho  pulgadas 
eran  disparados,  la  conmoción  era  tan  terrible,  que  repelía  ala 
parada  de  artilleros  de  los  cañones  de  menor  calibre  á  una  dis- 
tancia de  diez  pies.. cual  si  fuesen  de  papel.  ¡Nada  importaba! 
Estos,  sordos  como  un  canto,  debido,  á  las  tremendas  vibracio 
nes,  regresaban  furiosos  á  sus  cañones  y,  á  su  vez,  hacían  fue- 
go sin  cesar,  hasta  que  por  último,  por  la  fuerza,  eran  arrastra- 
dos de  sus  puestos. 

Tal  encarnizamiento  y  tal  bravura  eran  frecuentemente  ob 
servados  en  todos  los  cruceros  empeñados  en  la  refriega. 


J95 

Durante  la  permanencia  del  Almirante  Cervcra  en  el  «lowa,* 
de  todos  se  hizo  amar.  Nos  dijo  que  después  que  recibió  la  or- 
den de  marcha  del  Gral.  Blanco  que  efectuaría  la  noche  del 
día  2  de  Julio  pero  que  el  Gral.  Linares  se  lo  impidió  dicién- 
dole:  <  Espere  vd.  hasta  mañana  en  la  mañana,  que  á  esa  hora 
los  sorprenderá  cuando  estén  entregados  al  servicio  divino, 
pues  es  domingo. 

Para  terminar  mi  mal  trazada  descripción  agregaré  que,  el 
indiana»  fué  tocado  dos  vecs,  el  ^Oregon»  tres  y  el  «lowaí 
nueve  veces  Con  r  esperto  á  los  otros  buques  americanos,  no 
podría  yo  fijar  sus  a<-^•erías,  pues  eso  toca  ;í  sus  capitanes  res- 
pectivamente.* 

Hasta  aquí  la  narración  del  capitán  Evans. 

Los  marinos  españoles  supervivientes  al  desastre  afirman 
que  el  capitán  del  "Oquendo"  Don  Juan  de  Lasaga  se  suicidó 
antes  de  declararse  prisionero. 

El  comandante  Villamil,  segundo  de  Cervera,  y  jefe  de  la  flo- 
tilla torpedera,  pereció  á  bordo  del  "Plutón.''  Villamil  era  re- 
conocido en  España  como  el  perito  más  inminente  en  materia 
de  explosivos  aplicados  á  la  guerra  naval. 

De  la  tripulación  del  "Oquendo"  que  se  componía  de  487 
personas,  sólo  se  salvaron  cinco. 

líe  aquí  los  nombres  de  los  jefes  y  oficiales  hechos  prisione- 
ros. 

Del  "  María  Teresa:"  Almirante.  D.  Pascual  Cervera:  Capi 
lán,  Me  Choron;  Pagador,  Mellado;  Tenientes:  Burquetas.  Ir- 
naz,  Cerón,  Cervera,  Carrasco;  Cadete,  Moreno. 

Del  ''Vizcaya:"-  Capitán  Eulate  (herido);  segundo  Capitán 
Roldan.  Tenientes  Capriles,  Quorija,  Leujo,  Pasos  y  Sauces; 
Guardias  Marinas:  Castro,  Castañeda.  ALanjón,  Sobrini,  Cape- 
llán, Biesa;  Cirujano,  Jurada;  Cadetes:  Morris,  Manjón,  Vega. 
Quezada,  Tossi,  Obertin  y  Bentiiz;  infantería  de  Marina,  Capi- 
tán Beleato. 

"Cristóbal  Colón"  Comodoro,  Don  José  Paredes;  Capitán  D. 
l'^milio  Moreu;  Capitán  de  infantería  de  Marina,  León;  Tenien- 
tes; Brutón,  Cal  y  Paredes;  Cirujano,  Nuñez;  .Subtenientes: 
Arancibia,  Lerba;  Pagador,  Cobanillas,  segundo  Cirujano,  Me- 
ueses;  Capellán,  Gronero:  Ingeniero,  Chapelle. 

Caza-torpedero  "Furor:"  Teniente,  Carlier;  Ingeniero,  Cur- 
néa. 

Caza- torpedero  "Plutón:"  Teniente  Vesca;  Ingeniero,  Bordo; 
Marinos,  setecientos  treinta  v  ocho. 


"  "  '"  — o{)3o >^_y — o{) 


CAPITULO  XIV. 


Demandas  de  rendicióu  de  Santiago. — Consecuencia  de  la  pérdida  de  la  esciia 
dra  española. — Dificultades  en  la  comunicación  con  España. — R  endición  de 
Santiago. — Bases  déla  capitulación. — Cesan  las  hositilidades. — Capitulación 
de  Manila. 


|as  pliegos,  que  hemos  visto  en  el  capítulo  anterior. 
ine  envió  al  General  Toral  el  jefe  americano  Shafter 
contenían  la  demanda  de  la  rendición  y  también  el 
(aviso  de  que,  si  no  se  accedía  á  su  solicitud,  bombar- 
dearía la  ciudad.  Como  el  General  Toral  por  sí  solo  no  pudiese 
resolver  nada  respecto  á  la  rendición  sin  comunicarlo  antes  á 
Madrid  para  obtener  instrucciones,  la  respuesta  que  envió  al 
General  americano  no  fué  la  que  éste  deseaba,  esto  es^  no  de- 
cidía la  capitulación,  pero  indicaba  se  debían  suspender  las 
hostilidades  para  dar  tiempo  á  que  las  mujeres,  niños,  ancianos 
y  no  combatientes  se  pusiesen  á  salvo  del  bombardeo,  caso  de 
que  para  el  plazo  fijado  por  Shafter  no  hubiese  decidido  nada 
el  Jefe  español. 

Al  día  siguiente  se  intimó  de  nuevo  al  General  Toral,  jefe 
de  la  guarnición  de  Santiago,  la  rendición  de  la  plaza,  y  como 
respondiese  con  una  negativa  firme  y  enérgica,  más  de  quince 
mil  personas  embargadas  por  el  pánico  intentaron  salir  de  la 
ciudad  huyendo  de  los  horrores  del  bombardeo  y  del  hambre. 
Ancianos  decadentes,  mujeres  llevando  en  brazos  á  sus  crías, 
niños  de  poca  edad,  se  dirigían  á  Caney,  á  San  Luis  y  otro.s 
puntos  en  busca  de  pan  y  de  seguridad. 

He  aquí  las  comunicaciones  cambiadas  con  tal  motivo  entre 
los  jefes  de  ambos  ejércitos: 

"Cuartel  General  de  las  tropas  americanas,  cerca  del  río  de 
San  Juan,  Isla  de  Cuba,  Julio  3  de  1898J  E.  a.  m.-Al  coman- 
dante en  jefe  de  las  tropas  españolas.— Santiago  de  Cuba.  Se- 
ñor: Me  veré  obligado,  si  usted  no  rinde  la  plaza,  á  bombar- 
dearla. Ruego  á  usted  informe  á  los  ciudadanos  de  naciones 
extranjeras  y  á  las  mujeres  y.  niños   que  deben    abandonarla 


198 

ciudad  antes  Ce  la  una  del  día  de  mañana.  — De  usted  respetuo- 
so y  obediente  servidor.  /?.  W.  Slutfter,  Mayor  General  del 
ejército  de  los  Estados  Unidos  ** 

La  siguiente  es  la  contestación  qu(^  por  conducto  del  Coro- 
nel Dorst  recibió  á  las  seis  y  treinta  p.  m:  "Santiai^o  de  Cuba, 
2  p.  m.  Julio  3.— A  su  excelencia  el  Gral.  en  jefe  de  las  tropas 
de  los  Estados  Unidos:  Río  de  San  Juan.— Teng^o  el  honor  de 
responder  á  la  comunicación  de  usted  fechada  hoy  á  las  8.  30 
p.  m.  y  recibida  á  la  una  de  la  tarde,  en  la  cual  demanda  Ud.  la 
rendición  de  la  ciudad,  y,  en  caso  contrario,  me  anuncia  que 
bonibardeanl  la  ciudad  y  que  debo  avisar  á  los  extranjeros, 
mujeres  y  niños,  que  abandonen  la  ciudad  antes  de  la  una  de 
la  tarde  de  mañma. 

Es  mi  deber  decir  á  Ud,  que  esta  ciudad  no  se  rendirá,  y 
que  informaré  á  los  Cónsules  extranjeros  y  habitantes,  del  con- 
tenido de  su  mensaje. — DeUd.  respetuosamente.  Toral,  Coman- 
dante en  jefe  del  cuarto  cuerpo  del  ejército." 

El  día  24  se  reanudó,  pues,  el  combate  en,  vista  de  la  n<  «cati- 
va de  Toral. 

El  resultado  inmediato  de  la  irreparable  pérdida  de  la  escua- 
dra española  fué  que  los  americ?nos  pudiesen  emprender  sus 
operaciones  de  sitio  sobre  Santiago  con  toda  calma  y  seguridad 
porque  lejos  de  que  hubiera  buques  que  los  molestasen  con  sus 
disparos  desde  la  bahía,  contaban  con  la  cooperación  de  su  es- 
.'uadra  que  podía  causar,  y  en  efecto  causó,  grandísimo  daño 
entre  los  combatientes  españoles.  El  Gobierno  de  Washington 
desplegó  la  ma3^or  actividad  en  enviar  á  Shafter  todos  los  re- 
fuerzos posibles  y  desde  el  6  del  mismo  mes  de  Julio  comenza- 
ron á  zarpar  transportes  de  Tampa  conduciendo  soldados,  arti 
Hería,  y  provisiones  de  boca  y  guerra  en  gran  cantidad. 

Por  lo  que  hace  á  la  rendición,  el  jefe  de  las  fuerzas  de  San- 
tiago no  sabía  que  partido  tomar.  El  no  podía  admitir  la  capi 
lulación  sin  recibir  antes  de  Madrid  la  orden  correspondiente, 
V  como  el  cable  que  comunicaba  á  Santiago  con  la  capital  de 
España  estaba  en  poder  del  enemigo,  no  podía  valerse  de  él 
])aaa  resolver  tan  difícil  situación. 

Mientras  tanto  el  General  Shafter  pu  so  una  nueva  comuni- 
cación á  Toral  m miíestándole  que  con  objeto  de  facilitar  la 
salida  de  ios  no  combatientes,  extranjeros,  mujeres,  niños,  etc. 
concedería  un  nuevo  armisticio  hasta  el  día  10,  en  cuya  fecha 
iba  á  continuar  el  bombardeo  si  no  hubiere  recibido  aviso  de 
que  la  capitulación  era  aceptada. 

El  General  español  reunió  á  los  principales  jefes  y  oficiales 
de  su  ejército  para  consultarles  sobre  la  determinación  que  se- 
ría prudente  tomar  en  la  imposibilidad   de  comunicarse  con  el 


199 

Gobierno  de  España.  Todos  opinaron  unánimemente  que  se  re- 
sistiera al  enemigo  hasta  el  último  extremo. 

Mas  como  el  plazo  señalado  no  tardaba  en  cumplirse  y  las 
probabilidades  de  la  victoria  aumentaban  cada  día  en  favor  de 
los  invasores,  decidióse  el  General  Toral  á  solicitar  el  permiso 
de  los  americanos  para  comunicarse  con  el  General  Blanco  o 
para  usar  el  cable  y  consultar  á  Madrid  la  situación,  mientras^ 
se  llegaba  el  término  propuesto. 

Esta  tregua  fué  muy  favorable  á  los  soldados  americanos 
que  se  encontraban  en  extremo  fatigados,  con  las  ropas  que  no 
habían  podido  cambiar  en  varios  días  de  lluvia,  completamen- 
te mojadas,  y  resintiendo  ya  bastantes  enferm.edades.  Los  perió- 
dicos alemanes  que  son  los  que  con  más  imparcialidad  y  com- 
petencia han  tratado  de  todo  lo  relativo  á  la  guerra  hispano- 
americana, aseguraron  por  esos  días,  que  si  la  resistencia  de 
Santiago  se  hubiera  prolongado  por  algunas  semanas,  el  ejér- 
cito americano,  extenuado  por  las  fatigas  y  diezmado  por  las 
enfermedades  habría  tenido  que  reembarcarse.  Cuánto  hubie- 
ra mejorado  la  situación  de  los  españoles  con  que  las  cosas  to- 
masen este  girol  Por  desgracia  parecía  decretado  de  ante  ma- 
no que  todo  les  habría  de  ser  fatal. 

El  día  8  los  americanos  proporcionaron  empleados  del  cable 
para  que  pusieran  en  comunicación  á  los  españoles  con  su  go- 
bierno, á  efecto  de  obtener  instrucciones  precisas  sobre  la  con 
ducta  que  se  debía  seguir.  Los  telegrafistas  entraron  en  San- 
tiago y  estuvieron  funcionando,  pero  nada  se  obtuvo.  El  Gabi- 
nete español  gestionó  entre  tanto  aisladamente  con  Washing- 
ton, que  el  armisticio  se  prolongara  por  diez  días  para  facilitar 
las  negociaciones  de  paz. 

El  9,  en  vista  de  no  haberse  dado  respuesta  definitiva  pom- 
parte de  los  españoles,  determinó  el  General  Shafter  que  prin 
cipiara  el  bombardeo  de  Santiago  el  día  10,  aunque  no  con 
gran  actividad.  En  la  tarde  del  siguiente  día,  el  crucero  "Broo- 
klyn"  y  los  acorazados  "Texas"  é  "Indiana"  al  mando  del  Co- 
modoro Schley,  empezaron  á  lanzar  bombas  sobre  la  ciudad. 

Los  buques  citados  se  formaron  en  línea  de  combate  de  Este 
;í  Oeste  y  como  á  un  cuarto  de  milla  distantes  de  la  costa,  dis- 
parando por  elevación  sobre  las  colinas  que  descienden  hasta 
la  playa,  y  ocultan  á  la  vista  la  ciudad  distante  cinco  millas. 
El  bombardeo  se  efectuó  durante  una  hora,  siendo  suspendido 
para  continuarlo  en  las  primeras  horas  del  día  siguiente. 

Después  de  haberse  disparado  35  proyectiles  de  los  cañones 
de  8  pulgadas  el  Comodoro  mandó  suspender  el  fuego  conven- 
cido que  los  cañones  del  "Brooklyn"  no  alcanzaban  la  ciudad, 
y  de  esta  suerte  dejó  el  campo  libre  á  los  acorazados  para  dis- 
parar sus  cañones  de  13  pulgadas.  Los  disparos  se  hacían  á in- 
tervalos, y  con  mucha  deliberación.  Las  señales  desde  las  coli- 


200 

ñas,  indicaban  que  las  metrallas  caían  casi  mil  pies  fuera  de 
tiro  y  á  la  izquierda  de  los  españoles. 

Al  mismo  tiempo  las  baterías  de  tierra  disparaban-  terrible 
carga  de  metralla  sobre  las  líneas  españolas.  Estas  contestaron 
desde  el  primer  ataque,  rompiendo  el  fuego  de  artillería  ligera 
sobre  las  trincheras  enemigas.  También  hubo  disparos  de  fu- 
silería^ si  bien  más  escasos  La  inferioridad  del  armamento  ha- 
cía que  el  daño  causado  por  los  sitiados  no  estuviera  en  rela- 
ci(3n  con  el  que  ellos  recibían  de  los  sitiadores. 

El  día  12  fué  enarbolada  en  Santiago  la  bandera  parlamen- 
taria. 

El  corresponsal  del  Times  de  Londres,  que  fué  el  mismo  que 
sirvió  de  intérprete  en  la  conferencia  que  tuvo  lugar  el  día  12. 
refiere  así  la  entrevista  de  los  jefes  de  ambos  ejércitos: 

•Jx\vanzamos  hasta  la  mitad  del  camino  entre  las  trincheras 
españolas  y  americanas,  y  allí  encontramos  un  oficial  español 
y  su  escolta,  y  también  el  arzobispo  de  Santiago,  acompañado 
de  dos  sacerdotes. 

«El  documento  que  el  oficial  nos  entregó  estaba  dirigido  al 
comandante  general  de  las  tropas  americanas,  y  solicitaba  una 
entrevista  con  él  para  el  siguiente  día. 

«Terminado  esto,  se  adelantó  el  arzobispo  y  manifestó  que 
había  acompañado  al  parlamentario  con  objeto  de  solicitar  auto 
rización  para  atravesar  las  líneas  americanas,  en  unión  de  30 
curas  y  2<S  monjas.  Alegó  que,  tratándose  de  no  combatientes, 
entendía  que  estaban  en  el  mismo  caso  que  los  que  habían  sa- 
lido de  la  ciudad. 

Dijo  también  el  arzobispo  que  en  el  bombardeo  del  día  an- 
terior habían  sido  demolidas  varias  casas,  por  lo  que  creía  Ue- 
üado  el  caso  de  transladarse  él  y  los  suyos  á  lugar  seguro.  Tra- 
duje esta  petición  al  oficial  americano,  que  me  rogó  informara 
al  arzobispo  de  que  su  petición  sería  transmitida  al  (ieneral 
Shafter,  y  que,  según  toda  probabilidad,  se  le  concedería  en  el 
acto  la  autorización  necesaria.  * 

El  arzobispo  rogó  entonces  que  la  respuesta  se  enviara  por 
duplicado,  mandando  un  ejemplar  al  (.'xeneral  gobernador  de  la 
f  laza  y  otro  á  él. 

La  acción  del  arzohi.spo.  ejerció,  sin  duda  alguna,  poderosa 
influencia  en  las  autoridades  españolas  de  Santiago. 

Aquella  tarde  el  General  Linares,  aunque  desde  el  V  de  ju 
lio  en  que  fué  herido,  había  entregado  el  mando  activo  de  las 
fuerzas  al  General  Toral,  envió  un  largo  cablegrama  á  Madrid. 
\o  pude  ver  una  copia  de  este  documento.  El  General  Linares 
manifestaba  que  su  situación  en  Santiago  era  imposible;  que 
t  -nía  muv  pocas  provisiones,  y  que   no  le  quedaban  municiones 


20I 

más  que  para  algunos  días;  que  la   población  le  había  abando- 
nado y  que  también  el  clero  amenazaba  ausentarse. 

«Indicaba  la  diferencia  entre  el  sitio  de  Santiago  y  el  sitio 
de  Gerona,  pues  en  esta  ciudad,  todo  el  mundo,  sin  exceptuar 
las  mujeres  y  los  niños,  había  cooperado  á  la  defensa.  Final- 
mente, ofrecía  sacrificar  su  reputación  y  sacrificarse  él  mismo 
haciendo  la  entrega  á  los  americanos. 

«A  este  despacho  no  recibió  contestación  de  Madrid,  pero  al 
día  siguiente,  el  General  Blanco,  á  quien  también  se  había  di- 
rigido el  General  Linares,  le  autorizó  á  hacer  la  capitulación. ^^ 

El  cerco  de  la  Ciudad  se  había  completado,  entretanto  avan- 
zaron las  fuerzas  araericanas  al  mando  del  general  Lawton  ha- 
cia la  parte  Norte.  El  General  Toral  deliberaba  sobre  las  pro- 
posiciones que  se  le  hablan  hecho  para  obtener  la  rendición,  y 
procuraba  comunicarse  con  el  Capitán  General.  Al  terminar  el 
día,  en  vista  de  que  Shafter  en  cumplimiento  de  lo  que  se  le 
ordenaba  de  Washington,  exigía  la  rendición  incondicional  de 
la  plaza  y  la  guarnición,  el  jefe  español  decidió  mantenerse  fir- 
me hasta  el  último  extremo  y  así  lo  comunicó.  Los  americanos 
se  dispusieron  para  el  asalto. 

El  13  tuvieron  una  conferencia  los  generales  Shafter  Wheeler 
y  Toral,  manifestando  este  oíltimo  que  estaba  autorizado  por 
su  gobierno  para  proponer  su  retirada  y  la  entrega  de  la  bahía 
y  del  puerto,  la  posesión  oriental  de  Cuba  y  las  municiones  de 
guerra.  Los  generales  americanos  en  virtud  de  sus  instruccio- 
nes contestaron  que  no  podían  tratar  sino  sobre  la  rendición 
del  ejército,  el  cual  ofrecía  el  Gobierno  de  Washington  condu- 
cir por  su  cuenta  á  España.  Toral  pidió  un  plazo  de  veinticua- 
tro horas  para  consultar  á  ^Ladrid,  sobre  esta  proposición  de 
trasladar  á  la  Península  á  los  defensores  de  Santiago. 

A  primera  hora  del  día  14,  telegrafió  el  General  Shafter  íil 
Gobierno  americano,  que  el  comandante  de  las  tropas  españo- 
las en  Santiago  aceptaba  la  rendición  de  la  plaza  nombrando 
comisionados  para  ultimar  las  bases  respectivas.  Este  arreglo 
comprendía  á  más  de  la  ciudad,  toda  la  parte  oriental  de  la  Is- 
la de  Cuba,  desde  Aserraderos,  punto  situado  en  la  costa  Sur, 
hasta  Sagua  en  la  costa  Xorte,  vía  Palma;  extensión  de  terri- 
torio en  la  cual  se  encontraban  operando  en  total  del  cuarto 
cuerpo  del  ejército  español.  ¥A  Almirante  Sampson  exigió  de 
Shafter  que  no  se  terminara  la  capitulación  sin  estipular  la 
completa  remoción  de  las  minas  puestas  á  la  entrada  de  la 
bahía,  y  la  evacuación  de  I9S  fuertes  que  habían  disparado  con-  ♦ 
tra  sus  buques. 

El  mismo  día  en  que  el  (icneral  Toral  aceptó  la  rendición  de 
sus  fuerzas,  bajo  la  condición  de  ser'transladadas  á  España,  el 
(^eneral  Shafter  declíiraba  que  una  considerable  parte  de  su 
ejército* se  hallaba  infestada  de  fiebre  amarilla  y  que  era  nece- 


-no  proceder  sin  pérdid."    -  embarcar  las  fuerzas 

hacia  Estados  Unidos  ce  que.  de  no  hacerio  asi  se- 

rían diezmadas  irremisic . .   ......  . ,  r  la  epidemia. 

A  la  vez  tomaba  toda  clase  de  medidas  para  impedir  la  pro- 
pagadófl  de  la  f-  '--      —  --^  - 


n 


Heme-  r  ^  _  ios  soldados  del  eje.:  _^_,  defendió  á 
Santiago,  y  los  lialHtaiites  de  la  ciudad,  no  contaban  ya  con 
medios  de  subsistencia  para  oponerse  a  la  rendición  mucho 
tiempo;  hemos  visto  d  doiuedo  con  que  fué  defendida  la  plaza 
á  costa  de  tama  sature  española;  hemos  \Í5to  la  grande  supe- 
rknidad  del  ejército  deSlüifter,  no  sc-lo  numérica  sino  también 
y  prmci|ia]iiieiite  en  los  elementos  de  guerra  de  todas  clases,  y 
hesoaos  vistOL  por  último,  que  Toral  recibe  de  Madrid  por  me- 
dio dri  General  Blanco  la.  orden  de  rendirse.  No  obstante,  cuan- 
do fué  pid>licada  por  la  prensa  la  noticia  de  la  capitulación  de 
Santiago,  una  Tempestad  de  iras  populares  se  desató  contra  el 
jefe  español  qne  rindiera  el  territorio. 

Los  preparativos  qoe  hacía  la  tercera  escuadra  americana, 
al  mando  del  comodoro  Wastson  para  su  viaje  á  través  del 
Atlántico,  no  eran  un  misterio  para  nadie.  Se  sabía  que  l.is  ór- 
denes expedidas  por  el  departamento  de  Guerra  se  referían  a! 
boodiardeo  de  poertos  españoles,  si  era  podbie  vencer  antes  ú 
la  flota  del  Almirante  Cámara,  lo  cual  era  de  llamar  la  atención 
cuando  se  3.t^^^2^ '■'*^~''"  ^"?  "~?''  ■''•nductos  e"^'^  •  •'•*'-"; -"^'-"^  ^"^  *'"^- 
tados  de  pa. 

Xo  cesaban  lampoco  ae  ansiad- 
la ciMpiili  en  Puerto  Rico. 

Los  arreglos  <le  la  capitulación  íütron,  puci-,  icrr 
día  14,  entre  los  comiskmados  de  Shafter  y  los  de  Te  ' 

El  territorio  rendido  abarcaba  5,000  millas  cuadradas,  desde 
Aguadores,  15  millas  al  Oeste  de  Santiago,  hasta  Palma  Soria- 
ivo  y  Satina,  al  Xorte,  excepci<ki  hecha  de  Holguin.  Quedaban 
i jgíúiO  soldados  e^>añoles  prisioneros,  debiendo  entregar  sus 
amas;  este  namero  aameató  <Jtespaés  hasta  2i),0Cú. 

El  general  Miles,  qoe  desde  al  principio  fué  en  '     de  la 

direccíóft  de  la  rampalla  en  Cuba  y  que  entcn- —  ha  en 

playa  del  Esle^  ponto  no  lejano  de  Santi   _  j,  ^  Was 

•  hington  la  siguiente  nota  referente^  la  :  día  14  en 

Ja  noche: 

«iCniaro  -  .^  ^"uerra  Washington.  Frer..^  ,.  .-santiago.— 
El  Genera]  Toral,  Comandante  de  las  tropas  españolas,  ha  ren- 
dido formalmente  al  ejército  de  su  rr  '  i  condición  de  que 
ésas  sean  enviadas  á  España. 


203 

El  General  Shafter  nombrará  comisiones  para  llevar  á  cabo 
la  entrega  formal 

Una  parte  del  ejército  está  infestada  de  fiebre  amarilla,  y  se 
hacen  esfuerzos  para  aislar  á  los  atacados  á  bordo  de  tos  boques 
hospitales. 

Se  hacen  arreaos  para  llevar  á  cabo  inmediatamente  cuai- 
qniera  orden  del  Presidente  ó  de  usted,  (firmado)  Xeison  A- 
MUes  Comandante  en  Jefe  del  Ejército  de  los  Estadas  Unidos.» 

He  aqní  la  comonicación  de  Toral  al  jefe  americano: 

«A  su  Excelencia  el  Comandante  de  las  tropas  amerícaoas^ 

Excelentísimo  sefion  Estoy  autorizado  por  el  GabirrHO  para 
■  apitular.  Tenfi^o,  poes,  el  honor  de  ponerlo  en  va«»stro  conocr- 
rniento  y  solicitar  se  sirva  designar  la  hora  y  In^ar  donde  mis 
comisionados  conferenciarán  con  los  de  Vuestra  Exceleocra.  á 
efecto  de  que  formulen  los  puntos  de  la  cafHtolafrión  sobre  \z.^ 
bases  convenidas  en  esta  fecba. 

A  su  debido  tiempo  debo  manifestar  que  deseo  saber  la  r-  - 
iución  del  Gobierno  americano  respecto  al  regreso  del  ejér,  -. 
con  el  objetojje  anotarla  en  el  acta  de  la  capitolación.   AI  ieí- 
rao  tiempo  apelo  á*  la  galantería  y  gracia  de  vuestra  exceienc^i 
hacia  los  soldados  españoles  que  se  les  permita  regresar  á  Li 
Península  con  sus  armas 

Tengo  el  honor  de  ofrecerme  á  sus  urdenes.— yos;^  Torai^  Ge- 
neral en  Tefe  del  Cuarto  Cuerpo  del  Ejército.— Al  Genenü 
Shafter.  Comandante  en  Jefe  de  las  fuerzas  anaericanas.> 

Por  es*  a  comimicación  vemos  que  el  gobierno  de  Madrid 
ordenó  la  capitulación,  y  por  consiguiente,  que  se  comete  una 
fifran  injusticia  con  hacer  responsable  solamente  al  Genersl 
Toral. 

F^  llegada  la  ocasión  de  rectificar  uca  inexactitud  afirmada 
por  el  General  Shafter  en  un  despacho  que  publicó  el  >í^"--^-' 
rio  de  Guerra  el  día  16.  EHce  ase 

«Los  Estados  Unidos  convioien  en  conducirá  España  y  a  :  ^ 
mayor  brevedad  posible,  todas  las  tropas  españolas  en  los  dis 
tritos  rendidos;  los  tropas  se  embarcarán  ai  tí  puerto  más  cer- 
cano al  punto  que  guarnezcan;  ios  oficiales  españoles  guarda- 
nin  sus  armas  al  cinto;  los  oficiales  y  las  tropas  conservarán  sus 
efectos  personales;  al  Comandante  español  se  le  autoriza  para 
sacar  los  archivos  militares  de  los  distritos  rendidos;  las  trops'c 
voluntarias  y  guerrillas  que  deseen  j>ermanecer  en  la  isla,  po- 
drán hacerlo  entregando  sus  armas;  las  tropas  españolas  sal- 
drán de  la  ciudad  con  honores  de  la  guerra,  entregando  sus  ar- 
mas en  un  punto  determinado,  mientras  llega  la  fesolnci^  del 
gobierno  de  Washington,  habiéndose  convenido  que  los  comi- 
sionados americanos  recomendarán  al  gobierno  que  se  permita 
á  los  españoles  llevar  i  España  las  armas  que  tan  TaÜeniemes- 
te  h:in  defendido. 


204 

Este  punto  depende  de  la  voluntad  del  Gobierno  de  Washing- 
ton. 

Me  tomo  la  libertad  de  llamar  la  atención  á  que  entre  miles 
de  los  soldados  vendidos  según  dice  el  General  Toral^  hay  cer- 
ca de  12fiOO  que  no  han  hecho  un  sólo  dispavo.  Ascienden  á 
cerca  de  24,000  el  minero  de  soldados  que  habrán  de  transpor- 
tarse á  España,  según  el  cálculo  del  General  Toral.  (^Firmado) 
W.  R.  Shafter,  Mayor  General.  ^^ 

En  qué  punto  se  encontraban  esos  doce  mil  hombres  que  no 
lucieron  un  solo  disparo,  y  qué  disculpa  tendría  la  rendición 
en  este  caso? 

Entretanto  había  sido  declarada  la  ley  marcial  por  el  Go- 
bierno español  en  toda  la  Península,  estableciendo  la  rigurosa 
censura  de  la  prensa^  mientras  se  terminaban  los  arreglos  de  la 
capitulación  de  Santiago. 

Las  bases  fueron  sancionadas  el  día  16  por  el  Gobierno  de 
Madrid  y  eran  las  siguientes: 

«Primero.  Las  hostilidades  cesarán  mientras  se  llegue  al 
acuerdo  formal  de  la  rendición. 

Segundo.  La  rendición  inclu\^e  la  rendición  de  las  tropas  es- 
pañolas y  material  de  guerra  dentro  de  los  límites  de  la  pro- 
vincia. 

Tercero.  Los  Estados  Unidos,  transportarán  á  España,  por 
su  propia  cuenta^  todas  las  tropas  españolas  que  se  rindan^  em- 
barcándose éstas  en  el  puerto  más  próximo  al  lugar  de  su  ren- 
dición. 

Cuarto.  Los  oficiales  guardarán  sus  armas  al  cinto  y  los  sol- 
dados sus  efectos  personales. 

Quinto.  Después  de  la  rendición,  las  fuerzas  españolas  ayu- 
darán á  la  remoción  de  las  obstrucciones  á  la  navegación  en  la 
entrada  del  puerto  de  Santiago. 

Sexto.  Después  de  la  capitulación,  el  Comandante  español 
entregará  un  inventario  de  las  armas  3^  municiones  de  guerra, 
así  como  el  roll  de  las  tropas  en  el  Distrito. 

Séptimo.  Al  General  español  se  le  permitirá  conservar  los 
archivos  militares  de  la  Provincia. 

Octavo.  Todas  las  guerrillas  y  voluntarios  que  deseen  per- 
manecer, bajo  su  palabra  de  no  volver  á  tomar  armas  contra 
los  Estados  Unidos,  podrán  hacerlo. 

Noveno.  Las  tropas  españolas  marcharán  fuer  i  de  la  ciudad 
con  todos  los  honores  de  la  guerra,  deponiendo  sus  armas,  de 
las  que  dispondrá  el  gobierno  de  los  Estados  Unidos.  Los  co- 
misionados ítmericanos  recomendarán  á  su  Gobierno  que  esas 
armas  sean  devueltas  á  aquellos  que  tan  heroicamente  las  han 
defendido.» 


205 

Estas  bases  habían  sido  discutidas  el  día  anterior  por  los  co- 
misionados de  ambos  ejércitos  y  la  sanción  fué  comunicada  á 
Cuba  el  17. 

Llegaban  entonces  á  Annápolis  en  la  costa  americana  á  bor- 
do del  crucero  "St.  Louis"  el  Almirante  Cervera  y  sus  valero- 
sos marinos  como  prisioneros  de  guerra. 

La  lista  entregada  al  General  Shafter  por  el  General  Toral, 
de  los  soldados  rendidos  que  habrían  de  transportarse  á  Espa- 
ña, alcanzaba  á  22,789  el  19  de  Julio. 

Este  día  salió  de  San  Francisco  una  nueva  expedición  para 
Dewey  en  el  transporte  <^Pensylvania,»  compuesta  de  1,500 
hombres  al  mando  del  coronel  Kessler. 

A  la  vez  hacía  sus  últimos  preparativos  para  zarpar  de  Sibo- 
ney  á  bordo  del  crucero  "  Yale'*  la  expedición  invasora  de  Puer- 
to Rico  al  mando  del  General  Nelson  A.  Miles. 


III. 


He  aquí  los  mensajes  oficiales  cambiado.s  entre  el  Gabinete 
'spañol  y  las  autoridades  militares  de  la  Habana  y  Santiago 
sobre  la  rendición: 

«Habana,  Junio  8  de  98.— Gral.  Correa,  Minitro  de  la  Guerra, 
Madrid.— El  ejército  siempre  dispuesto  para  cualquier  sacrifi- 
cio en  bien  de  la  nación,  permanece  intacto  en  los  actuales  mo- 
mentos y  está  lleno  de  espíritu,  pues  todavía  se  sostiene  con 
vigor  en  Santiago  de  Cuba.  Después  de  brillantes  batallas  en 
las  que  aunque  se  ha  perdido  algún  terreno,  ha  disputado  con 
gran  valor  el  terreno  palmo  á  palmo,  al  enemigo  se  le  han 
causado  grandes  bajas.  Es  mi  opinión  que  la  m  lyoría  de  las 
clases  militares,  no  escucharían  coa  paciencia  proposiciones  de 
paz,  mucho  menos  escucharían  proposiciones  para  abandonar 
el  territorio  que  el  ejército  ha  defendido  con  tanto  ahínco.  Con 
provisiones  y  municiones,  podríamos  mantener  nuestras  posi- 
ciones durante  muchos  meses  y  la  victoria  costaría  muy  cara 
al  enemigo^  aunque  la  absoluta  posesión  del  mar,  que  gozan 
los  americanos,  haría  penosa  la  existencia  por  la  falta  de  pro- 
visiones. Las  batallas  son  en  extremo  difíciles  por  razón  de  la 
escasez  de  municiones,  y  el  gobierno  se  vé  constantemente  es- 
torbado debido  á  las  frecuentes  perturbaciones  del  orden  pú- 
blico. En  resumen,  permítaseme  decir,  que  el  ejército  en  mayo- 
ría, desea  la  guerra  por  el  honor  de  las  armas  así  cómo  por 
propio  honor:  y  que  sería  en  extremo  penoso  para  ellos  abando- 
nar al  enemigo  sin  combatir,  la  tierra  que  han  conservado  du- 
rante tantos  años  á  costa  de  su  preciosa  sangre.  Esta  es  la  opi- 
nión y  yo  tambié.i  sostengo  que  esta  es  la  mUi.~ Blanco.— 


206 

tMadrid,  Julio  12  de  98— Capitán  General  Blanro,  Habana. 
—Recibí  su  tel entrama  N°  202:  me  sorprende  mucho  que  estan- 
do salvado  el  honor  de  su  ejército  indomable,  como  á  no  du- 
darlo lo  está,  para  gloria  de  la  nación,  las  fuerzas  de  Santiago 
insistan  en  la  continuación  de  la  guerra  en  la  que  con  toda 
seguridad  no  pueden  ya  ganar  más  laureles  ni  llegará  otro  re- 
sultado que  el  de  ser  compelidos  á  rendirse  en  poco  tiempo,  de- 
bido á  la  falta  de  provisiones  y  municiones.  Ko  es  de  creerse 
que  el  enemigo  conociendo  la  lamentable  situación  de  nuestras 
tropas  de  Santiago,  se  dé  prisa  para  sufrir  y  arriesgar  nuevas 
pérdidas,  especialmente  desde  que  estando  en  posición  por  me- 
dio del  bloqueo,  de  impedir  la  llegada  de  socorros,  ellos  pue- 
den posesionarse  de  la  isla  sin  más  sacrificio  de  sangre  por  su 
parte. 

Tampoco  puede  explicarse  el  motivo  de  la  tenacidad  de  us- 
ted en  mantener  una  posesión  en  esa  tierra  ingrata  que  nos 
rechaza  y  hace  odiosa  ante  nosotros  por  su  deseo  de  separar- 
se de  la  madre  Patria.  Yo  creo  que  el  ejército  preferiría  aban- 
•donarla,  á  la  ruina  y  desolación  que  tanta  insistencia  acarrea 
ría  al  desgraciado  país  que  en  vista  del  porvenir  que  la  aguar- 
da, clama  por  paz  con  honor. 

El  actual  momento  será  el  que  debe  asegurarse.  Sea  lo  que 
fuere,  y  sin  dejar  de  sentir  en  el  fondo  de  mi  corazón  el  ver- 
dadero orgullo  de  un  español  y  soldado,  los  excelsos  sentimien- 
tos de  nuestro  ejército  si  mal  concibo  y  deduzco  que  se  permi- 
tirá que  sus  nobles  fines  intervengan  con  la  disciplina  y  que 
los  soldados  no  olvidarán  sus  deberes  de  obediencia  y  sumisión 
á  los  decretos  del  Gobierno,  dándoles  aquella  atención  que  se- 
guramente conservara  el  honor  del  ejército.  Yo  creo  por  lo  tan- 
to, que  cualesquiera  sean  los  decretos  del  gobierno,  el  ejército 
los  ejecutará  y  no  prentenderá  constituirse  en  una  amenaza 
para  la  nación  de  esta  suerte,  acarreando  sobre  sí  mismo  la 
grin  desgracia  de  tener  que  rendirse  Djr  falla  de  provisiones 
y  otros  medios  de  sostén.  • 

Sin  embargo,  deseo  tener  absoluta  seguridad  de  i-sio.  y  us- 
ted, sólo  usted  puede  dármela. 

Tenga  usted  la  amabilidad  de  comunicármelo  tan  pronto  co- 
mo sea  posible,  pues  estos  son  momentos  críticos.-   Comvi. 

Habana,  julio  13  de  98.— General  Correa,  Ministro  de  la  Gue- 
rra, Madrid.  Los  asuntos  que  discute  en  su  telegrama  confi 
dencial  nüm.  107,  dirigido  á  mí,  siendo  de  suprema  gravedad  é 
importancia  y  como  los  generales  en  su  mayoría  se  encuentn'U 
ausentes  al  frente  de  sus  mandos,  no  me  será  posible  responder 
á  usted  hasta  mañana.  Ruego  á  usted  excuse  e.sta  corta  demo- 
ra que  confío  será  para  h'iGn.  -  Blanco." 

"Madrid,  Julio  12  de  98.  -  Blanco  Capitán  General,  Haba- 
na.— Los   americanos,  dueños  absolutos  del   .sitio,  s.d^itndo  por 


207 

experiencia  lo  costoso  que  ha  sido  para  ellos  trabar  combate 
con  nuestros  bravos  soldados,  se  limitarán  en  lo  de  adelante 
de  extender  y'  estrechar  el  bloqueo,  y  á  bombardear  los  puer- 
tos al  mismos  tiempo  despachando  buques  para  atacar  Puerto 
Rico,  Las  Canarias,  las  Baleares  y  aun  las  ciudades  de  la  cos- 
ta de  la  península,  esperando  que  ayudados  por  los  indios  to- 
marán posesión  de  las  Filipinas  y  seguramente  perturbarán  el 
orden  público  en  la  nación. 

El  inequívoco  deber  de  cualquier  Gobierno  es  el  evitar  se- 
mejante é  irreparable  mal  buscando  por  todos  P^s  medios  el  fin 
de  un  combate  tan  desigual  como  desastroso.  La  paz  puede  obte- 
nerse hoy  bajo  condiciones  que  serían  aceptadas  y  honorables 
para  el  ejército,  pero  una  vez  que  Cuba  haya  sido  reducida  por 
el  hambre,  el  Puerto  de  Manila  perdido^  una  parte  si  no  toda  la 
Isla  de  Puerto  Rico  ocupada  y  la  mayor  parte  de  nuestras  ciu- 
dades importantes  de  la  costa  sean  bombardeadas,  ya  no  será 
posible  pensar  en  la  paz.  La  descompostura  y  ruina  sería  el  re- 
sultado. Confío  en  vista  de  estas  razones  en  que  U.  y  los  gene- 
rales bajo  sus  órdenes  á  quienes  nuestras  instituciones,  y  sobre 
todo,  nuestra  querida  patria  les  son  tan  caras,  sabrán  responder 
á  la  disciplina  del  siempre  valeroso  ejército  y  rendir  obediencia 
á  las  resoluciones  del  Gobierno  respecto  á  la  paz.  Espero  con 
verdadera  ansiedad  su  respuesta,  que  le  ruego  me  envíe  con 
toda  prisa..— Sagasta.^ 

«Santiago,  Julio  12  de  98.— Capitán  General  Blanco,  Ha- 
bana.—Y  Gral.  Correa  Ministro  de  la  Guerra,  Madrid.— Aun- 
que postrado  en  cama  por  gran  debilidad  y  atroces  dolores,  la 
situación  de  nuestras  aguerridas  tropas  ocupa  mi  pensamiento 
á  tal  grado  que  creo  de  mi  deber  imponer  á  Vuestra  Excelen- 
cia y  al  Ministro  de  la  Guerra,  del  estado  de  cosas  tal  como  en 
realidad  son.  Las  líneas  del  enemigo  se  encuentran  muy  cerca 
de  la  ciudad  por  razones  de  la  naturaleza  del  terreno,  y  los 
nuestros  se  encuentran  extendidos  á  14  kifómetros  de  distancia 
de  la  población.  Las  tropas  están  débiles  y  ei.fermas  en  consi- 
derable proporción;  no  se  les  envía  á  los  hospitales  por  la  ne- 
cesidad de  tenerlos  en  las  trincheras.  Durante  las  últimas  vein- 
te horas  ha  llovido  torrencialmente  y  las  tropas  en  las  trinche- 
ras están  sin  protección  alguna  contra  el  elemento,  les  es  has- 
ta imposible  secar  sus  ropas,  se  mantienen  únicamente  con 
arroz,  varios  de  los  jefes  han  muerto,  muchos  oficiales  se  en- 
cuentran heridos  enfermos  ó  han  desaparecido. 

Bajo  estas  circunstancias,  es  imposible  querer  formar  el  sitio, 
porque  al  intentarlo  nuestras  fuerzas  carecerían  de  una  tercera 
parte  de  su  número  que  no  podía  salir  y  nos  veríamos  debilita- 
dos por  las  bajas  que  nos  causara  el  enemigo:  resultando  un  ver- 
dadero desastre  sin  salvar  como  Ud.  lo  desea,  nuestro  diezma- 
do batallón.  Para  poder  salir  protegidos  por  la  división  de  Hol- 


208 

g'uín  sería  necesario  que  las  líneas  del  enemigo  se  rompan,  y 
para  hacer  esto  en  combinación  con  los  refuerzos  del  Holguín 
necesitarían  una  marcha  forzada  de  ocho  días  y  la  conducción 
de  gran  cantidad  de  raciones  que  apenas  podrían  hacerse.  En 
tal  virtud,  la  situación  ha  llegado  á  una  crisis  aguda,  el  sacrifi- 
cio sería  inútil.  El  enemigo  ha  comprendido  nuestra  situación, 
V  estando  establecido  tan  cerca  de  nosotros,  puede  agotar  nues- 
iras  iuerza«  sm  exponer  las  suyas  como  se  hizo  ayer  bombar- 
deándonos por  tierra  y  (\  grande  elevación  por  mar  sin  que  pu- 
diéramos ver  sus  baterías.  Parece  que  la  escuadra  enemiga  ha 
fijado  lA  dirección  pues  que  bombardea  la  ciudad  por  secciones 
con  precisión  matemática. 

La  ciudad  de  Santiago  no  es  Gerona,  un  punto  amurallado, 
parte  del  territorio  de  la  metrópoli  defendido  palmo  á  palmo 
por  sus  propios  hijos  incluyendo  ancianos,  mujeres  y  niños, 
quienes  ayudaban  y  exponían  sus  vidas  impulsados  por  el  sa- 
(  rosanto  ideal  de  la  independencia  y  estimulados  por  la  espe- 
ranza de  auxilio  que  al  fin  les  lle^ó  Este  es  un  lugar  solitario, 
el  completo  éxodo  de  sus  habitantes  tanto  cubanos  como  es- 
pañoles, incluyendo  aun  los  empleados  públicos;  solamente 
permanece  aquí  el  clero  y  éste  principió  á  salir  ayer  con  el  Ar- 
:':obispo  á  la  cabeza;  estos  defensores  no  pueden  comenzar  ya 
una  campaña  llena  de  entusiasmo  y  energía.  Han  estado  luchan- 
do durante  tres  años  contra  el  clima,  privaciones  y  fatigas  y  boy 
se  encuentran  colocados  en  las  tristes  circunstancias  de  no  te- 
ner ni  alimento,  ni  fuerza  física,  ni  medios  de  recuperarla. 

El  honor  del  ejército  tiene  sus  límites  y  apelo  al  buen  senti- 
do del  Gobierno  y  al  de  la  nación  entera  para  que  diga  siestas 
sufridas  tropas  no  le  han  mantenido  incólume  tantas  veces  des- 
de el  18  de  Ma3'o,  cuando  se  vieron  sujetos  al  primer  bombar- 
deo. Si  se  hace  necesario  que  hagamos  un  sacrificio  por  razones 
que  yo  ignore^  ó  si  se  hace  necesario  que  alguna  otra  personji 
asuma  la  reponsabilidad  que  he  anticipado  en  mis  telegramas 
anteriores,  me  ofrezco  lealmente  al  altar  de  mi  patria,  ó  si  por 
otra  parte  se  desea,  retendré  el  mando  con  el  objeto  de  firmar 
la  rendición,  pues  mi  modesta  reputación  es  de  poco  valor  com- 
parada con  los  intereses  de  la  nación.    Linares.^ 

Habana,  julio  14  de  98.— Sagasta,  Madrid.— La  opinión  que 
prevalece  entre  la  generalidad  del  ejército  en  Cuba  y  de  la  que 
nosotros,  todos  los  generales,  participamos,  demanda  la  conti- 
nuación de  la  guerra.  Creemos  nosotros  que  el  honor  del  ejérci- 
to demanda  mayores  sacrificios,  pero  el  ejército  jamás  se  pre- 
sentará como  obstáculo  para  el  cumplimiento  de  las  órdenes 
del  gobierno,  las  que  obedecerá  como  es  de  su  deber  hacerlo. 
Profundamente  agradecido  estoy  por  las  frases  alhagadorasque 
se  sirve  dirigirme  en  su  telegrama  fecha  12  del  corriente;  pero  al 
mismo  tiempo  me  apena  en  extremo  tener  que  informar  á  Ud. 


209 

que  no  me  será  posible  continuar  por  míís  tiempo  á  la  (íob^zii 
de  este  ejército,  en  caso  de  que  el  Gobierno  resuelva  solicitar 
ía  paz, —Blíinco. 

«Habana,  Junio  17.  — General  Correa,  Ministro  de  la  Guerra, 
Madrid — La  rendición  de  Santiago  se  efectuó  esta  mañana  sin 
la  menor  intervención  de  mi  autoridad,  según  los  informes  que 
he  transmitido  á  Ud.  A  pesar  de  este  desmembramiento  de  la 
isla,  el  ejército  continúa  lleno  de  espíritu  y  la  guerra  podría 
continuarse  si  usted  nos  enviara  provisiones  que  sería  conve- 
niente hacer  por  conducto  de  buques  bajo  la  proteccóni  de  la 
bandera  neutral;  al  mismo  tiempo  buscando  la  manera  de  en- 
viarnos municiones.  La  caída  ce  Santiago  no  entraña  en  sí 
verdadera  importancia  militar  y  puede  decirse  que  la  guerra 
en  realidad  no  ha  principiado  todavía.  Hace  varios  días  envié 
instrucciones  para  la  concentración  de  las  divisiones  de  Holguín 
y  Puerto  Príncipe,  para  maniobrar  de  acuerdo  con  los  movi- 
mientos del  enemigo.  La  campaña  decisiva  tendrá  que  hacerse 
de  este  lado  de  la  trocha,  y  el  enemigo  tendrá  que  sufrir  graves 
pérdidas  para  poder  penetrar  á  esta  sección.— Blanco. 


IV 


La  institución  que  se  llama  de  la  Cruz  Roja,  cuya  sublime  y 
filantrópica  misión  consiste  en  au.xiliar  á  los  heridos  en  el  carñ- 
po  de  batalla  impartiéndoles  toda  clase  de  cuidados,  prestó 
grandes  servicios  no  sólo  á  los  heridos  en  los  combates,  sino 
también  á  los  necesitados  que  por  la  escasez  de  víveres  esta- 
ban á  punto  de  perecer. 

De  estos  desgraciados  había  algunos  millares  en  el  territorio 
rendido  y  fueron  de  mucha  importancia  los  servicios  que  aque- 
lla asociación  les  impartió. 

Después  de  la  batalla  naval  fuera  de  la  bahía  de  Santiago 
acudió  á  socorrer  á  los  heridos  un  buque  hospital  fletado  por 
la  misma  asociación  de  la  Cruz  Roja. 

Según  hemos  dicho,  la  escuadra  española  al  mando  del  Al- 
mirante Cámara  tuvo  que  regresar  á  las  costas  de  España  des- 
pués de  haber  enerado  en  el  Canal  de  Suez.  El  permi.so  para 
haber  entrado  y  regresado  luego  por  aquella  posesión  inglesa 
costó  á  España  160,000  pesos  oro. 

La  flota  americana  del  Comodoro  Wastson  recibió  instruccio- 
nes de  permanecer  á  la  expectativa  para  en  caso  de  que  la  es- 
cuadra de  Cámara  intentase  dirigirse  á  Cuba  saliera  á  su  en- 
cuentro para  destruirla. 

Entre  tanto  la  expedición  que  había  de  invadir  á  Puerto  Ri- 
co se  había  alistado  y  el  21  de  Julio  á  las  tres  de  la  tarde  se  hi- 


2IO 

20  á  la  mar  en  Síboney,  Cuba,  un  convoy  compuesto  del  «Mas- 
sachusett,í>  el   «Cincinati»  y  el   «Annápolis»   y  además  cuatro 
barcos  auxiliares,  el  «Gloucester,»  el  <?Guasp,»  el  *Leiden»  y  el 
Dixie.» 

«El  Yale»  conducía  la  mayor  parte  de  las  tropas  cuyo  núme- 
ro ascendía  á  3,000  hombres. 

Al  tercer  día  se  organizó  otra  expedición  llevando  4,000  hom- 
bres más. 

Las  noticias  de  los  triunlos  obtenidos  por  el  ejército  america- 
no en  Cuba,  influyeron  grandemente  en  el  ánimo  de  Dewey 
para  normar  su  conducta  respecto  á  la  toma  de  Manila. 

El  17  de  Julio  anunció  á  las  fuerzas  españolas  que  aún  que- 
daban en  la  ciudad  que  si  en  término  de  seis  días  no  se  rendían 
bombardearía  la  ciudad.  Mas  con  esperanza  del  anunciado 
arribo  de  la  escuadra  de  Cámara  no  quisieron  rendirse  los  espa- 
ñoles á  pesar  de  las  continuas  molestias  que  les  causaban  las 
huestes  de  Aguinaldo,  que  pedían  tamoién  la  rendición  desde 
muchos  días  antes. 

El  día  23  de  Julio  comunicaba  el  General  Shafter  el  siguien*'' 
mensaje  de  Safntiago  de  Cuba: 

«El  teniente  Miles  llegó  hoy  procedente  de  San  Luis  y  Las 
Palmas,  á  donde  fué  á  recibir  las  armas  de  las  tropas  españo- 
las rendidas  según  el  tratado  con  el  General  Toral. 

«El  número  de  hombres  rendidos  pasan  del  anunciado  por  el 
General  Toral,  asciende  á  3,005  regulares  y  300  voluntarios  los 
que  han  rendido  sus  armas, 

«Tres  mil  rifles  fueron  entregados,  los  que  serán  conducidos 
á  esta  ciudad. 

«Según  parece,  el  número  de  tropas  que  habrá  de  embarcarse 
para  España,  pasará  de  21,000.  Hay  cerca  de  12,000  en  este 
punto,  3,000  en  San  Luis,  6,000  en  Gúantánamo,  y  más  de  2,000 
en  Sagua  y  Baracoa. — {¥\rm?iáo).— Shafter.^ 

El  día  26  la  expedición  de  Puerto  Rico  desembarcó  en  Gua- 
naca.  El  siguiente  mensaje  oficial  da  cuenta  del  desembarque: 

«Saint  Thomas,  Julio  26.— Hoy  á  las  9.15  a.  m.  llegó  la  expe- 
dición. Desembarque  efectuóse  sin  novedad.  No  hay  baterías 
en  Puerto  Guanaca.  El  «Gloucester»  entró  á  la  bahía  y  desem- 
barcó una  compañía  de  infantería  al  mando  de  los  Tenientes 
Huss  y  Wood,  quienes  dispersaron  á  un  destacamento  de  espa- 
ñoles. Enarbolamos  bandera  americana.  Los  transportes  de  - 
sembarcaron  á  las  tropas  sin  oposición  alguna  a3'udados  por  los 
botes  del  «Massachusetts.» 

El  día  26  fué  presentado  al  Presidente  McKinley  un  m  n^t 
por  el  Ministro  francés  en  Washington,  Mr.  Jules  Cambon  so- 
licitando á  nombre  de  España  la  terminación  de  la  guerra  y  en 
solicitud  de  las  demandas  que  para  restablecer  la   pa/  hiciera 
el  gobierno  americano.    El  Presidente  conteste)  qu'  consultaría 


211 

con  el  consejo  de  Ministros  y  daría  su  resoluci(3n  á  aquel  asun- 
to sin  pérdida  de  tiempo.  El  documento  que  M.  Cambon  entre- 
^6  á  Mr.  McKinley,  está  concebido  en  los  siguientes  términos: 

«^Los  gobiernos  de  los  Estados  Unidos  y  de  España,  están 
por  desgracia,  empeñados  en  una  guerra  originada  á  conse- 
cuencia de  haber  pedido  el  gobierno  norte-americano  que  Es- 
paña abandonase  su  dominación  en  la  is|^de  Cuba,  demanda 
ésta  á  que  España  no  quiso  someterse: 

«En  la  lucha  armada,  resultado  de  esta  negativa,  reconoce 
España  haber  sido  vencida. 

«Los  perjuicios  que  le  ha  causado  esta  guerra  son  grandes,  y 
cree  llegado  el  m.oniento  de  poder  pedir  dignamente  á  los  Esta- 
dos Unidos  su  cooperación,  con  objeto  de  terminar  la  guerra; 
por  lo  tanto  ruega  que  se  le  den  á  conocer,  por  medio  del  Em- 
bajador de  Francia  en  Washington,  las  condiciones  que  exigirá 
de  España  el  gobierno  de  Estados  Unidos,  para  concluir  la  paz.* 

Por  lo  que  hace  á  la  guerra  en  Cuba  no  había  cesado,  excep 
tuando  en  el  territorio  rendido.  Las  tropas  americanas  _v  la  es 
cuadra  habían  conseguido  la  rendición  de  otras  poblaciones  in- 
mediatas á  Santiago  y  algunas  distantes  como  la  de  Gibara. 

La  fiebre  amarilla  causaba  entre  las  tropas  americanas  gran- 
des estragos.  El  siguiente  boletín  publicado  por  el  General 
Shafter  el  día  2  de  Agosto  da  á  conocer  la  terrible  proporción 
en  que  la  epidemia  se  había  desarrollado  entre  las  tropas  en 
Cuba,  alcanzando  una  cifra  alarmante: 

«El  estado  sanitario  de  las  tropas  el  día  31  de  julio  es  como 
sigue:  Total  de  enfermos,  4,25rx  Total  atacados  de  fiebre,  3,164. 
Casos  nuevos  de  fiebre,  653.  Atacados  de  fiebre  vueltos  al  ser- 
vicio, 722.  Muertes  ocurridas  el  día  30  de  Julio:  6  soldados  ra- 
sos, 4  artillerjs  y  un  sargento  de  caballería.  Un  soldado  murió 
de  herida  causada  por  su  propia  mano.» 

Al  tener  conocimiento  de  este  mensaje  dispuso  el  Secretario 
de  la  Guerra  que  las  tropas  avanzaran  á  un  punto  del  interior 
de  la  Isla  llamado  San  Luis,  para  cambiar  su  residencia.  Pero 
después,  y  antes  de  recibirse  la  respuesta  de  España,  se  ordenó 
el  reembarque  para  Estados  Unidos  de  las  tropas  americanas 
que  habían  hecho  la  campaña  en  Santiago. 

Las  proposiciones  que  los  Estados  Unidos  presentaron  á  Es- 
paña como  respuesta  á  la  demanda  de  paz  hecha  por  el  Mi 
nistro  fí  anees  Cambon,  fueron  transmitidas  á  Madrid  y  puestas 
á  discusión  por  el  Gabinete  Sagasta.  Sin  embargo,  la  respuesta 
de  España  tardó  en  comunicarse  más  de  una  semana,  lo  cual 
hizo  suponer  que  tales  proposiciones  habían  sido  rechazadas. 
Se  solicitó  desde  luego  por  parte  del  gobierno  de  la  Península 
que  cesaran  las  hostilidades  mientras  se  discutían  las  bases  de 
la  paz;  el  ejército  americano  continuaba  sin  embargo  sus  ope- 
raciones en  Puerto  Rico,  Cuba  y  Manila. 


212 

En  Puerto  Rico  aunque  fué  rechazado  el  cuerpo  de  vanguar- 
dia que  intentó  desembarcar  en  Puerto  Ponce,  pudo  al  fin  lle- 
varse á  cabo  esta  maniobra  dos  días  más  tarde  auxiliadas  las 
tropas  por  los  buques  de  guerra  que  lo  acompañó  y  por  fin  la 
plaza  de  puerto  Ponce  fué  tomada. 

En  Filipinas  tuvo  lugar  un  sangriento  combate  el  día  31  de 
Julio  entre  amerio*|os  y  espinóles.  A  la  llegada  de  la  tercera 
expedición  de  tropas  americanas  los  voluntarios  españoles,  in- 
dignados, decidieron  atacarlas  trincheras  enemigas  y  así  lo  ve- 
rificaron en  el  punto  llamado  Malate,  cerca  de  Manila.  Las  tro- 
pas españolas  que  formaban  la  guarnicióL  de  Manila  atacaron 
el  campamento  americano.  Las  tropas  españolas  pasaban  de 
3,000.  Cargaron  repetidas  veces.  El  fuego  de  los  americanos 
rompió  el  centro  de  las  fuerzas  españolas  retirándose  éstas. 
Más  tarde  hicieron  un  segundo  ataque,  retirándose  después  á 
los  matorrales,  desde  donde  sostuvieron  nutrido  tiroteo.  Once 
americanos  resultaron  muertos  y  treinta  y  siete  heridos.  Las 
pérdidas  de  los  españoles  no  fueron  grandes.  Durante  el  com- 
bat^e  los  rebeldes  permanecieron  neutrales. 

El  parte  americano  de  la  batalla  dice  lo  siguiente: 

«Las  tropas  del  General  Green  en  número  de  3,000  habían 
estado  avanzando  y  atrincherándose.  La  llegada  de  la  tercera 
expedición  enfureció  á  los  españoles  y  resolvieron  dar  batalla 
á  las  tropas  americanas  antes  de  que  el  campamento  Dewcy 
fuera  reforzado.  Las  trmcheras  americanas  se  extendían  desde 
la  playa  en  un  tramo  de  300  yardas  al  flanco  izquierdo  de  las 
tropas  insurrectas.  El  domingo,  siendo  día  festivo  para  los  re- 
beldes, el  flanco  izquierdo  se  retiró,  dejando  expuesto  el  flanco 
derecho  de  las  tropas  americanas. 

Las  compañías  A  y  E  del  batallón  11°  de  Pensylvania  y  la 
Hatería  de  Utha  recibieron  órdenes  de  reforzar  ese  punto. 

En  medio  de  un  aguacero  torrencial,  las  tropas  españolas  en 
número  de  3,000  intentaron  sorprender  el  campamento  ameri- 
cano. Las  avanzadas  viéronse  obligadas  á  refugiarse  dentro  de 
las  trincheras,  las  que  fueron  asaltadas. 

Las  tropas  de  Pensylvania  no  se  movieron  y  resistieron  con 
tenacidad  al  enemigo  á  pesar  del  nutrido  fuego  de  fusilería  que 
sobre  ellos  caía. 

No  se  veía  más  que  el  fulgor  de  los  disparos  de  los  rifles 
Mai^sser  de  los  españoles.  Los  americanos  se  lanzaron  sobre 
fas  tropas  asaltantes.  La  Batería  de  Utha  se  distinguió,  pues 
tuvo  que  arrastrar  sus  cañones  por  entre  lodazales  donde  las 
piezas  se  hundían  hasta  ol  eje  de  cureña.  Dos  cañones  hicieron 
un  movimiento  de  flanco  haciendo  terrible  fuego  sobre  las  tro- 
pas españolas,  las  que  .se  retiraron  en  desorden.  La  infantería 
americana  había  agotado  sus  municiones,  por  lo  que  no  persi- 
guió á  los  que  se  retiraban 


213 

Durante  la  noche  los  españoles  recogieron  sus  muertos.  Los 
americanos  muertos  fueron  enterrados  al  día  siguiente.  Duran- 
te la  noche  del  día  1°  de  Agosto  se  continuó  la  lucha;  pero  los 
españoles  hacían  fuego  de  cañón,  la  batería  de  Utah  respondió 
\'  el  fueg-o  de  la  artillería  duró  una  hora. 

Los  muertos  americanos  ascienden  á  13  y  en  los  hospitales 
ha}^  diez  hombres  gravemente  heridos. 

El  día  4  de  Agosto  se  verificó  un  tercer  desembarque  de  tro- 
pas en  Puerto  Rico,  llegadas  en  los  vapores  «St.  Louis»  y  <?St. 
Paul.» 

Todavía  en  esta  fecha  se  libró  un  combate  en  Matanzas,  Cu- 
ba, entre  españoles  é  insurrectos,  siendo  éstos  derrotados. 

Era  de  notarse  por  entonces  el  cambio  operado  en  la  opinión 
pública  en  cuanto  al  restablecimiento  de  la  paz  en  España.  En 
la  capital  se  discutía  en  todos  los  círculos  políticos  y  se  expre- 
saba claramente  el  deseo  de  que  terminara  aquella  serie  de  ca- 
lamidades que  la  guerra  había  traído.  Ya  no  se  impugnaba  du- 
ramente al  que  se  atrevía  á  pedir  paz,  como  antes  sucedió,  y 
exceptuando  el  elemento  militar,  que  permaneció  hasta  el  fin 
rehacido  á  todo  arreglo  para  obtener  la  paz,  podía  decirse  que 
el  sentimiento  público  estaba  en  favor  de  ella. 

Las  sesudas  reflexiones  de  Pi  y  IMargall  resonaron  entonces 
de  nuevo  en  los  oídos  del  pueblo  pero  esta  vez  no  parecieron 
ya  una  locura  como  antes  de  ir  cá  la  guerra. 

El  Protocolo  que  contenía  las  proposiciones  para  el  restable- 
cimiento de  la  paz  y  que  era  el  objeto  de  la  discusión  del  Ga- 
binete de  Madrid  sufrir  algunas  modificaciones  por  una  y  otra 
parte. 

Por  fin  fué  aprobado  y  se  hizo  público  su  contenido  en  las 
dos  naciones  el  11  de  Agosto.  He  aquí  el  texto  de  Protocolo: 

1  =^  España  renuncia  á  todo  título  y  derecho  de  soberanía  en 
la  isla  de  Cuba. 

2^.  La  Isla  de  Puerto  Rico  y  las  denifis  islas  en  las  Antillas 
que  hasta  hoy  han  reconocido  la  soberanía  de  España  y  una  de 
ías  islas  del  grupo  de  las  Ladronas,  d  elección  de  los  Estados 
Unidos,  serán  cedidas  por  España  A  los  Estados  Unidos. 

3=1  Los  Estados  Unidos  ocuparán  y  retendrán  la  bahí;i  y 
ciudad  de  Manila,  mientras  se  concluye  el  tratado  de  paz  el 
cual  determinará  el  dominio,  disposición  y  Gobierno  de  las  is- 
las Filipinas. 

4^"1  Cuba,  Puerto  Rico  y  las  otras  Antillas  españolas  .;erán 
evacuadas  inmediatamente  por  España,  y  los  comisionados  se 
nombrarán  dentro  del  término  de  diez  días  y  se  reunirán  den- 
tro del  término  de  treinta  días  después  de  firmado  el  Protocolo 
en  la  Habana  y  San  Juan  de  í^uerto  Rico  para  arreglar  y  eje- 
cutar los  detalles  de  la  ejecución. 


214 

5'^  Los  Estados  Unidos  y  Kspnña  nombrarán  cada  una  no 
más  de  cinco  Plenipotenciarios  para  neirociar  y  concluir  el  tra- 
tado de  paz.  Los  Plenipotenciarios  se  reunirán  en  París  antes 
del  día  1*^  de  Octubre  próximo. 

6**  Al  firmarse  el  Protocolo,  se  suspenderán  las  hostilidades 
y  se  darán  órdenes  á  este  efecto,  tan  pronto  como  sea  posible  á. 
cada  g"obierno  comunicarse  con  los  comandantes  de  sus  tuerzas 
navales  y  militares. 

En  la  misma  fecha  se  publicó  unn  proclama  de  McKinley 
ordenando  la  suspensión  de  las  hostilidades. 

El  Protocolo  fué  firmado  por  Mr.  Cambon  representando  á 
España  y  Mr.  Alacr  en  representaci('>n  de  los  lisiados  Unidos. 


V 


Si  la  comunicación  cableoráfica  con  Manila  no  hubiese  esta- 
do interrumpida,  se  habría  evitado  un  nuevo  y  superfino  derra- 
mamiento de  sanare,  en  la  toma  de  esa  ciudad  por  los  ameri- 
canos. 

En  efecto,  el  día  12  fué  trasmitido  un  mensaje  al  General 
Merrit,  ordenándole  la  suspensión  de  las  hostilidades  en  virtud 
de  los  tratados  de  paz  con  España;  mas  el  mensaje  lleiió  á  su 
destino  el  día  16,  esto  es,  cuando  ya  se  había  consumado  la 
capitulación  de  Manila,  tras  un  largo  y  santrriento  combate. 

Desde  el  día  6  de  Agosto  el  comodoro  Dewey  demandó  la 
rendición  de  la  ciudad  obteniendo  del  Comandante  español  una 
enérgica  negativa. 

El  General  Augustín  que  había  renunciado  el  puesto  de  Ca- 
pitán General,  recibió  órdenes  de  rendirse,  las  cuales  se  excu- 
só de  cumplir  por  no  estar  ya  al  frente  de  las  tropas.  Se  ha  ase- 
gurado en  España  que  dicho  General  será  juzgado  por  un  Con 
sejo  de  Guerra  por  haber  desobedecido  una  orden  superior. 

Dewey  fijó  un  plazo  de  cuarenta  y  ocho  horas  para  que  se 
le  resolviera  acerca  de  la  capitulación  que  solicitaba,  y  enton- 
ces el  Comandante  español  pidió  una  tregua  para  hacer  que  se 
pusieran  en  salvo  las  mujeres  y  los  niños. 

El  asalto  de  la  ciudad  debería  pues  tener  lugar  el  día  8  á  me 
dio  día,  que  espiraba  el  plazo  fijado  por  los  americanos,  pero 
habiendo  conferenciado  Dewey  y  Merrit,  jefe  de  las  fuerzas  de 
tierra,  acordaron  diferirlo  hasta  el  día  13. 

En  esta  fecha  no  habiendo  obtenido  respuesta  afirmativa  en 
cuanto  á  la  rendición  de  la  ciudad,  en  la  mañana  se  formó  en 
línea  de  batalla  frente  á  Manila  la  escuadra  americana.  El  «O- 
lympia»  fué  el  buque  que  hizo  el  primer  disparo  contra  el  fuer- 
te de  Malate.    Las  bombas  de  los  americanos  no  alcanzaban  á 


215 

llegar  al  blanco,  y  se  gastó  algún  tiempo  en  ponerse  á  distancia 
conveniente  para  hacer  tiro.  En  seguida  el  "Callao,"  uno  de  los 
cañoneros  expresados  por  Dewey,  avanzó  hasta  ponerse  junto 
á  los  fuertes  y  les  mandó  nutrido  fuego.  El  fuerte  dejí"*  de  con 
testar,  pero  disparó  sobre  las  tropas  americanas  que  estaban 
embistiendo  contra  las  trincheras  españolas.  Después  de  una 
hora  de  combate,  se  ordenó  que  suspendiesen  el  fuego  los  bu- 
ques americanos,  en  atención  á  que  el  fuerte  no  respondía. 

La  escuadra  continuó  haciendo  disparos  hacia  el  lado  Sur  d< 
la  ciudad  para  despejar  el  camino  á  las  tropas  americanas  que 
daban  el  asalto^  las  cuales  abanzaban  á  medida  que  el  campo 
iba  siendo  despejado  por  los  españoles. 

A  la  vanguardia  de  las  tropas  iban  las  baterías  Utah  y  As- 
tor,  pero  como  la  primera  tenía  cañones  de  mucho  peso  no  pu- 
dieron arrastrarse  por  los  pantanos,  continuando  solo  la  bate- 
ría Astor  á  quien  tocó  la  parte  más  ruda  del  combate.  La  se- 
guían el  23°  de  línea  y  los  voluntarios  de  Minnesota,  á  lo  largo 
del  camino  de  la  margen  derecha  del  río  Pasig,  á  donde  ya  la 
escuadra  no  pudo  prestar  ayuda  alguna. 

Al  llegar  á  la  unión  con  el  camino  de  Cingalon  la  vanguardia 
sorprendió  las  poderosas  trincheras  de  los  españoles.  Inespera- 
damente, los  españoles  hicieron  una  descarga  terrible  sobre 
los  americanos  matando  á  los  artilleros  de  la  batería  de  Astor 
y  á  un  soldado  de  los  voluntarios  de  Minnesota  La  batería  se 
vio  obligada  á  retroceder  debido  al  mortífero  fuego  de  los  es 
pañoles  dejando  abandonados  dos  cañones.  Pero  á  tiempo  llega- 
ron las  reservas  al  mando  del  Coronel  Overshine  y  con  este 
auxilio  los  artilleros  lograron  recobrar  sus  piezas  haciéndolas 
funcionar  nuevamente  con  más  vigor. 

Los  españoles  se  vieron  obligados  á  retroceder  hasta  reple 
garse  dentro  de  la  parte  amurallada  de  la  ciudad. 

El  combate  duró  hasta  la  tarde.  Convencidos  los  españoles 
de  que  sería  inútil  continuar  por  más  tiempo  haciendo  resisten- 
cia á  costa  de  tanta  sangre,  resolvieron  rendirse  después  de  ha- 
ber hecho  una  heroica  defensa.  Se  enarboló  pues  una  bandera 
de  tregua  por  los  españoles. 

El  Cónsul  velga  de  Manila,  M.  Andree,  fué  á  bordo,  del 
«Olympia»  y  volvió  con  un  teniente  americano  á  donde  estaba 
el  gobernador  militar  español,  que  convino  en  rendirse. 

El  General  Merritt  se  encaminó  al  palacio  á  las  3  y  30  minu 
tos  y  allí  halló  á  los  españoles  formados  en  línea  de  batalla. 
Los  soldados  rindieron  sus  armas,  pero  los  oficiales  obtuvieron 
el  permiso  de  conservar  sus  espadas. 

La  "Cruz  Roja"  de  California  prestó  valiosa  ayuda  á  los  en 
íermos  y  heridos. 


2l6 

Perfecto  orden  reinó  en  Manila  en  la  noche  del  13  de  Ag"osto, 
pues  los  americanos  entraron  á  la  ciudad  y  se  pusieron  guar- 
dias en  torno  de  las  casas  de  todos  los  extranjeros^  con  el  fin 
de  impedir  que  fueran  saqueadas.  A  los  insurrectos  no  se  les 
permitió  tomar  parte  en  el  ataque  de  la  ciudad,  sino  que  se  les 
mantuvo  á  retaguardia  de  los  americanos.  Para  evitar  derra- 
mamiento de  sangre,  se  les  vedó  que  entrasen  á  la  ciudad  des- 
pués de  la  rendición,  como  no  fuera  sin  armas. 

Antes  de  capitular,  los  españoles  quemaron  el  transporte  «Ce- 
l)ú»  en  el  río  Pasig. 

El  General  Merritt  asumió  el  mando  como  Gobernador 
militar. 

Un  despacho  de  Manila^  fechado  el  día  18  dice  que  el  núme- 
ro total  de  bajas  por  parte  de  los  americanos  en  el  ataque  y  to 
ma  de  la  ciudad,  fué  46  muertos  y  100  heridos. 

Los  españoles  tuvieron  200  muertos  y  400  heridos.  Los  ame- 
ricanos trataron  de  no  causar  destrozos  en  la  población  y  res- 
petar á  los  no  combatientes;  cinco  rebeldes  fueron  fusilados 
por  haber  saqueado  una  casa. 

El  general  Merritt  publicó  una  proclama  decretando  que  el 
gobierno  provisional  y  las  autoridades  locales  conservaran  sus 
puestos  y  todo  permanecería  invariable. 

Una  nueva  proclama  declaró  que  cualquier  habitante  que  se 
resistiese  á  reconocer  á  las  autoridades  actuales  sería  tratado 
como  infractor  de  la  ley 

El  General  Jardenes  tuvo  una  entrevista  con  un  representan- 
te de  la  Prensa  Asociada  en  el  curso  de  la  cual  dijo,  que  sa- 
bía que  la  lucha  no  ofrecía  ninguna  esperanza,  pero  que  trató 
de  resistir  á  los  americanos  en  nombre  del  honor;  pero  que  es- 
taba decidido  á  rendirse  por  cuidado  de  los  no  combatientes,  y 
que  aplaudía  la  humanidad  que  habían  mostrado  los  america- 
nos. 

El  General  Augustín  no  quiso  presenciar  la  rendición  de  la 
ciudad  que  hubiera  soportado  aquel  sitio  prolonerado  por  más 
de  tres  meses.  Poco  antes  logró  que  se  le  admitiera  á  bordo  de 
un  vapor  alemán,  en  compañía  de  su  familia  y  su  servidumbre 
emprendió  el  viaje  á  Hong-Kong. 

Nombradas  las  comisiones  respectivas  por  uno  y  otro  ejér 
cito  para  discutir  las  bases  de  la  capitulación,  éstas  llegaron  á 
un  acuerdo  el  día  siguiente  y  la  rendición  se  llevó  á  cabo. 

He  aquí  el  parte  oficial  que  recibió  cuatro  días  después  el 
Gobierno  de  Washington. 

Parte  oficial  del  Almirante  Dcwey  relativo  á  la  rendición  vi» 
Manila. 

«Manila,  Agosto  15,  Al  Ministro  de  la  Marina.— Washington. 
-  La  ciudad  de  Manila    se   rindió   hov   á   las  cinco  <.!e  la  tarde 


217 

á  las  fuerzas  americanas  de  mar  y  tierra,  después  de  un  ataque 
combinado.  Una  división  de  la  escuadra  bombardeó  los  fuer- 
tes y  trincheras  de  Malate  ó  sea  el  lado  Sur  de  la  ciudad,  re- 
chazando al  enemigo,  mientras  nuestras  tropas  avanzaban  por 
ese  mismo  lado  3^  al  mismo  tiempo.  La  bandera  americana  fué 
enarbolada  por  el  Teniente  Brumby.  Hicimos  cerca  de  7,000 
prisioneros.  La  escuadra  sufrió  algunas  bajas.  Uno  de  los  bu- 
ques salió  averiado. 

P:1  dia  7  del  actual  el  General  Merrit  y  yo  demandamos  la 
rendición  de  la  plaza,  pero  el  gobernador  general  se  negó  á  ca- 
pitular.—(Firmado).-  -Dí'ZL'O'-'' 

—  «Hong  Kong,  Agosto  20.— Al  ayudante  General  Corbin.— 
Washington.— Las  siguientes  son  las  bases  de  la  capitulación  de 
Manila:— Los  subscritos,  nombrados  para  las  comisiones  que 
han  de  terminar  las  bas^s  de  la  capitulación  de  la  ciudad  y 
defensas  de  Manila  y  sus  suburiios  y  las  tropas  españolas  esta- 
cionadas allí,  de  aci.erdo  con  el  arreglo  convenido  el  día  ante- 
rior, entre  el  Mayor  General  Wesley  Merrit,  General  en  Jefe 
de  las  tropas  de  los  Estados  Unidos  en  las  Filipinas,  y  Su  Ex- 
celencia D.  Fermín  Jardenes,  General  en  Jefe  interino  de  las 
tropas  españolas  en  Filipinas. 

P  Todas  las  tropas  españolas  tanto  europeas  como  nativas 
(\apitulan  con  la  ciudad  y  sus  defensas  con  todos  los  honores 
de  la  guerra,  depositando  sus  armas  en  los  puntos  designados 
por  las  autoridadus  de  los  Estados  Unidos,  y  permanecerán  en 
los  cuarteles  y  bajo  las  órdenes  de  sus  oficiales  y  sujetos  á  las 
órdenes  de  las  autoridades  citadas  hasta  la  conclusión  de  la  paz 
entre  las  dos  naciones  beligerantes.  Todas  las  personas  intui- 
das en  la  capitulación  permanecerán  en  Luzón;  pero  los  oficia- 
les harán  uso  de  su  casa  habitación  la  que  será  respetada 
mientras  se  observen  las  ordenanzas  prescritas  por  su  gobier- 
no y  leyes  vigentes. 

2°  Los  oficiales  retendrán  sus  armas  al  cinto,  cabalgaduras 
y  propiedades  personales.    Todos  los  edificios  públicos  y  pro 
•  piedades  públicas  por  lista  detallada  serán   entregadas  á  los 
oficiales  designados  por  los  Estados  Unidos. 

3°  Dentro  de  diez  días  de  la  fecha  se  entregará  á  los  oficia- 
les de  los  Estados  Unidos,  una  lista  completa  y  por  duplicado 
de  las  tropas  rendidas  y  las  propiedades  públicas  y  material  de 
guerra  que  se  incluyen  en  la  capitulación. 

4®  Toda  cuestión  relativa  á  la  repartición  de  las  tropas  e.s- 
paftplas  ó  sus  oficiales  y  sus  familias,  deberán  someterse  al  Go- 
bierno de  los  Estados  Unidos  en  Washington,  Las  familias  es- 
pañolas podrán  salir  de  la  ciudad  en  cualquier  tiempo  que  lo 


2l8 

deseen.  La  entrega  de  las  armas  á  las  tropas  españolas  se  efec- 
tuará cuando  estas  evacúen  la  isla  ó  lo  hagan  las  tropas  de  los 
Estados  Unidos. 

.')°  Los  oficiales  y  irop¿is  del  ejército  español  incluidos  en  es- 
ta capitulación  serán  provistos,  según  5:u  rango,  por  el  gobier- 
no de  los  Estados  Unidos  de  las  raciones  y  toda  ayuda  necesa- 
ria tal  cual  si  fueren  prisioneros  de  guerra,  hasta  la  concla.sión 
del  tratado  de  paz  entre  España  y  los  Estados  Unidos. 

Todos  los  fondos  en  la  Tesorería  española  y  todos  los  fondos 
públicos  serán  entregados  á  las  autoridades  de  los  Estados 
Unidos. 

T"*  Esta  ciudad,  sus  habitantes,  igh\sias.  sus  instituciones  de 
enseñanza  y  las  propiedades  particulares  de  toda  prescripción 
quedarán  bajo  la  protección  y  honor  del  ejército  de  los  Esta- 
dos Unidos.— (Firmado)  1^^  N  Green.  Brigadier  General.— B. 
í^.  Lamberton,  Capitán  de  Navio  de*la  Marina  de  los  Estados 
Unidos  de  América.— Charles  A.  Witter,  Teniente  Coronel. 
A.— H.  Crowder,  Teniente  Coronel  y  Asesor.  -Nicolás  de  la 
Peña,  Auditor  General.— Carlos  Reyes,  Coronel  de  Ingenieros, 
—José  María  Oriatu,  Jefe  de  Estado  Mayor.  -  (Firmado)  Merritt. 
Mayor  General.» 

El  día  21  llegaron  á  Manila  los  transportes  «Puebla»  y  «Perú» 
teniendo  á  su  bordo  á  las  tropas  de  los  Generales  Ottis  y  Huges 
las  cuales  una  vez  desembarcadas  aumentaron  la  numerosa 
guarnición  de  la  ciudad.  La  toma  de  Manila  por  los  americanos 
alentó  á  los  insurrectos  de  las  demás  islas  á  la  rebelión  contra 
la  autoridad  española.  Algunas  ciudades  fueron  tomadas  des 
pues  por  los  rebeldes,  los  peninsulares  maltratados  y  encarce 
lados  los  inofensivos  religiosos. 

A  fines  de  Noviembre  de  98  había  en  las  prisiones  de  los  re- 
beldes filipinos  más  de  6,000  españoles,  por  cuyo  rescate  pedían 
una  fuerte  suma. 

En  los  tratados  de  paz  de  España  con  Estados  Unidos  se  es- 
tipuló la  libertad  de  los  prisioneros  políticos  así  españoles  como 
cubanos  y  filipinos,  por  lo  cual  lo  de  exigir  dinero  por  la  liber- 
tad de  los  españoles  no  pasó  de  un  buen  deseo  de  los  revolu- 
cionarios. 


CAPITULO  XV. 

R'íuuión  en  París  de  las  comisiones  española  y  americana  para  ultimar  los  tra- 
tados de  paz  — Resultado  de  las  conferencias. — Opiniones  de  la  prensa  sobre 
la  conducta  de  los  Estados  Unidos. — Firma  del  tratado. — Protesta  de  Es- 
paña 


ombradas  las  comisiones  respectivas  por  una  y  otra 
nación,  dieron  principio  á  sus  labores  en  los  prime- 
ros días  de  Octubre.  Las  conferencias  tuvieron  lu- 
gar en  el  suntuoso  edificio  del  Ministerio  de  Relacio- 
nes en  Farís. 

La  Comisión  americana  presidida  por  el  Juez  y  ex-Ministro 
Willam  R.  Day  la  componían  los  senadores  C.  R.  Davis.  W. 
P.  Tuye,  Weneiew  Read  y  G.  Gray.  El  Secretario  lo  fué  Mr. 
Moore. 

En  cuanto  á  la  española,  cuyos  nombramientos  fueron  acepta- 
dos con  visible  repugnancia  después  de  grandes  instancias  de 
parte  de)  Gobierno,  la  formaban  el  Sr.  Montero  Ríos,  como  pre- 
sidente, y  los  señores^  General  Cerezo,  Arbazuza,  Garnica  y 
Willaurrutia.  Secretario  Sr.  Ojeda. 

Las  discusiones  se  prolongaron  por  más  de  dos  meses,  aun 
cuando  el  resultado  se  esperaba  pocos  días  después  de  haberse 
reunido  los  comisionados. 

El  primer  punto  objeto  de  disensión  para  las  comisiones  fué 
el  porvenir  de  Filipinas.  Los  americanos,  á  nombre  de  su  Go- 
bierno exigieron  la  sesión  del  archipiélago  á  la  cual  con  pal- 
maria justicia  y  alegando  razones  fundadas  en  el  derecho  in- 
ternacional, pretendieron  oponerle  los  españoles. 

La  misión  de  los  representantes  de  España  y  Norte  Améri- 
ca era  fijar  en  un  texto  conciso  y  detallado  el  Protocolo  que  dos 
meses  antes  se  había  firmado  en  Washington.  Descender  á 
las  minuciosidades  que  aquel  documento  no  pudo  abarcar 
debido  á  la  premura  con  que  las  circunstancias  exigían  se  ter- 


2  20 

minara,  en  bien  de  los  intereses  de  los  beli<íerantes.  Se  tenía 
que  desarrollar  los  puntos  que  esencialmente  ó  en  extracto  cons- 
taban ya  en  el  protocolo,  sin  añadir  nada  diverso,  sin  alterar  lo 
esencial  de  él. 

Por  esta  razón,  además  de  la  graiide  injusticia  que  envolvía 
la  demanda  americana  sobre  las  Filipinas,  pareció  á  los  comi- 
sionados españoles  que  era  apartarse  de  las  estipulaciones  con- 
tenidas en  el  Protocolo  el  exigir  una  nueva  y  capital  concesión 
que  cambiaba  radicalmente  la  índole  del  convenio  primitivo. 

En  efecto,  en  el  artículo  3°  del  Protocolo  relativo  á  Filipina^ 
nada  se  dice  de  su  adquisición  por  los  Estados  Unidos  y  si  se- 
establece  que  será  ocupada  la  capital  del  Archipiélago  por  la- 
fuerzas  agiericanas  así  como  la  bahía  de  Manila  «mientras  s< 
concluía  el  tratado  de  paz.» 

Los  comisionados  españoles  rechazaron  naturalmente  la  in- 
noble proposición  americana,  lo  cual  vino  á  entorpecer  la  mar 
cha  de  las  negociaciones  al  grado  que,  no  queriendo  ceder  ni 
los  americanos  en  su  injusta  demanda  ni  los  españoles  en  con- 
cederla, se  llegó  á  dificultar  una  solución  pacífica,  ó  lo  que  es 
lo  mismo,  no  quedaba  otro  camino  que  el  de  continuar  la  güera. 

En  tal  extremo  los  comisionados  americanos  presentaron  un 
memorándum  á  sus  colegas  españoles  retirando  con  exigencia 
la  cesión  del  archipiélago  y  señalando  un  plazo  perentorio  dr 
una  semana  para  que  se  contestara  á  sus  pretensiones,  asegu 
rando  que  en  caso  de  no  accederse  á  ellas,  darían  por  termina- 
das sus  labores  y  lo  notificarían  á  su  gobierno  para  que  se  con- 
tinuaran las  hostilidades. 

En  tal  extremo,  y  ante  la  imposibilidad  material  de  España 
para  aceptar  la  prosecusión  de  la  guerra,  tuvieron  que  ceder 
los  comisionados  ante  la  fuerza  bruta,  tolerando,  pues  no  puedt- 
decirse  que  hayan  aceptado,  la  expoliación  consumada  por  el 
vencedor. 

La  prensa  francesa  fué  la  primera  en  hacer  notar  la  aberra 
ción  americaníi. 

«Le  Temps»  dijo  con  fecha  30  de  Noviembre: 

«^Los  americanos  realmente  intentan  abandonar  la  doctrina 
Monroe?  ó  ;intentarán  todavía  sostener  esa  insostenible  doctri- 
na? De  las  últimas  noticias  que  tenemos  á  la  mano,  se  deduce 
que  los  americanos  están  atacados  de  fiebre  territorial.  ;I)ónde 
acabará  todo  esto? 

«Si  los  americanos  se  proponen  mezclarse  en  el  Asia,  ;qué 
impedimento  ha\^  que  les  prohiba  mezclarse  en  el  África?  En 
nuestra  opinión,  las  Potencias  cometieron  un  error  irreparable 
cuando  se  negaron  á  evitar  la  guerra  ibero-americana. * 

-Le  Fígaro»  opina  que  hoy  que  la  guerra  se  ha  terminado 
Inglaterra  y  los  Estados  Unidos  tendrán  sus  dificultades  con 
motivo  de  la  divi.sión  de  los  despojos.  < 


221 

-Es  increíble,  dice,  que  el  interés  de  Inglaterra  haya  sido 
puramente  por  amor  á  sus  hijos  rebeldes.  La  Inglatera  no  está 
establecida  bajo  estos  principios.  Muy  pronto  demandará  su 
parte  de  los  despojos,  y  es  de  preguntarse  que  los  yanques  en 
medio  de  su  desmedida  ambición  están  dispuestos  á  dar  al  Cé- 
sar lo  que  es  del  César.  No  tendremos  mucho  que  esperar.- 

«Le  Soleil»  dice:  No  tardará  mucho  en  son^ir  la  hora  en  que 
los  americanos  recibirán  el  condigno  castigo  por  su  ambición. 
Las  Filipinas  serán  para  ellos  una  inversión  muy  cara.  Las  Fi- 
lipinas arruinaron  á  España  y  esas  mismas  islas  serán  los  arre- 
cifes donde  la  nave  de  la  nación  americana  va  á  estrellarse. 
Los  Estados  Unidos  se  han  apartado  de  los  gloriosos  principios 
que  la  hicieron  tan  grande,  y  su  expiación  será  segura,  aunque 
tal  vez  no  tan  pronto.» 

Allanada  la  dificultad  que  presentó  la  cuestión  filipina  para 
término  de  las  negociaciones  de  paz,  éstas  avanzaron  rápida- 
mente. A  fines  de  Noviembre  pudieron  llegar  á  un  acuerdo  fi- 
nal y  el  día  30  se  convino  en  las  bases  del  Tratado,  que  debían 
redactarse  para  ser  firmadas  en  seguida. 

Los  artículos  que  abraza  el  Tratado  son  diecisiete  y  se  re- 
lacionan con  los  puntos  siguientes: 

Art.  P  España  renuncia  á  su  soberanía  sobre  Cuba. 

Art.  2^  España  cede  á  los  Estados  Unidos  la  isla  de  Puerto 
Rico,  y  las  otras  islas  que  están  bajo  el  dominio  de  España  en 
las  Antillas,  así  como  la  isla   Guan  del  grupo  de  las  Ladronas. 

Art.  3^  Cesión  del  Archipiélago  filipino,  mediante  una  com- 
pensación de  20.000,000  de  pesos. 

Art.  4°  Contiene  los  detalles  relativos  á  la  cesión  de  Filipi- 
nas, la  liberación  de  los  españoles  prisioneros  de  los  tagalos,  etc. 

Art.  5°  Se  refiere  á  la  cesión  de  los  cuarteles,  del  material  de 
guerra,  de  los  almacenes,  de  los  edificios  y  de  todas  las  propie- 
dades pertenecientes  á  la  administración  española  en  Filipinas. 

Art.  6^  Contiene  la  renuncia  de  ambas  naciones  á  toda  re- 
clamación mutua. 

Art.  7^  Concede  á  España  durante  el  término  de  diez  años, 
los  mismos  derechos  que  á  los  Estados  Unidos  para  su  comer- 
cio y  su  navegación  en  Filipinas. 

Art.  8°  Se  refiere  á  la  libertad  de  todos  los  prisioneros  de 
guerra  hechos  por  España,  así  como  de  los  individuos  aprehen- 
didos por  crímenes  ó  delitos  políticos  cometidos  en  las  Colonias 
cedidas  á  los  Estados  Unidos. 

Art.  9°  Garantiza  los  derechos  legales  de  los  españoles  resi- 
dentes en  Cuba. 

Art  10°  Establece  la  libertad  religiosa  en  Filipinas  y  conce- 
de los  mismos  derechos  á  todas  las  Iglesias. 

Art.  11''  Se  refiere  á  la  composición  de  toda  clase  de  tribu 
nales  en  Puerto  Rico  y  en  Cuba. 


222 

Art.  12^  Se  refiere  á  la  Administración  de  la  Justicia  en  Cu- 
ba y  en  Puerto  Rico. 

Art.  13^  Concede  á  España,  durante  cinco  años,  la  conserva- 
ción de  sus  derechos  de  reproducción  y  de  autores,  en  los  te 
rritorios  cedidos,  así  como  la  admisión,  libre  de  gastos,  de  li- 
bros españoles  en  dicho  territorio. 

Art.  14°  Trata  del  establecimiento  de  consulados  españoles 
en  los  territorios  cedidos  á  los  Estados  Unidos. 

Art.  15"  Concede  al  comercio  de  España,  en  Cuba,  en  Puer- 
to Rico  y  en  Filipinas,  el  mismo  tratado  que  al  comercio  de  los 
Estados  Unidos,  durante  diez  años.  Los  buques  españoles  serán 
considerados  como  costeros. 

Art    16°  Estipula  que  las    obligaciones   de   los  Estados  Uni- 
dos respecto  á  los  ciudadanos  españoles  y    de  sus  propiedades 
en  Cuba,  cesarán  cuando  los  Estados  Unidos  abandonen  la  au 
toridad  que  van  á  ejercer  sobre  la  isla. 

Art.  17°  Dice  que  el  tratado  debe  ser  ractificado  por  los  dos 
Gobiernos  durante  los  seis  meses  que  seguirán  á  la  fecha  de  la 
firma  de  las  dos  comisiones. 

El  tratado  se  firmó  el  día  10  de  Diciembre  de  1898  á  las  9  y 
15  minutos  p.  m. 

En  el  mismo  documento  se  hizo  constar  una  valiente  y  enér- 
gica protesta  de  España  contra  la  conducta  de  los  Estados 
Unidos,  que  contiene,  entre  otras,  estas  frases: 

-Las  concesiones  que  nos  han  obligado  á  hacer,  nos  afectan 
menos  que  el  insulto  lanzado  á  nuestra  patria  por  el  Presiden- 
te McKinley  en  su  mensaje  al  Congreso,  respecto  al  incidente 
del  "Maine,"  y  nos  proponemos  de  nuevo  intentar  someter  la 
cuestión  á  un  tribunal  internacional,  compuesto  de  Inglaterra, 
Francia  y  Alemania,  para  que  determine  quién  ha  de  cargar 
con  la  responsabilidad  de  la  catástrofe. ^^ 

Y  en  otro  lugar  dice  la  protesta,  sobre  el  mismo  asunto. 

«España  ha  propuesto  el  arbitraje;  pero  los  Estados  Unidos 
se  niegan  á  concederle  el  derecho  que  se  otorga  á  los  crimina- 
les, á  saber,  el  de  defenderse. 


6  0  0  0  0  0  0 

3o ^_,-~-0Ho ,_^r-       of)!jO^ ^_y O^íJO ^_y-    -0^(30 s^ Ojí^o v_^— <»{¡^0 ^^- (»{) 


CONCLMSTON 


orno  en  los  momentos  que  terminamos  la  seounda 
edieión  de  la  Historia  de  la  Guerra  Hispano  America- 
na, apenas  acababa  de  firmarse  el  tratado  de  París,  pa- 
ra concluir  la  paz,  nos  vimos  en  el  caso  de  apelar 
al  testimonio  de  la  prensa  para  reunir  las  incompletas  notas 
que  publicamos  en  el  capítulo  anterior  relativas  á  dicho  trata- 
do, en  la  imposibilidad  de  disponer  de  otras  fuentes  históricas. 

Al  cerrar  nuestro  libro  no  quedamos  en  la  comisión  de  que 
él  no  pueda  contener  quizás  algún  error,  pues  no  creemos  que 
los  libros  históricos  no  conteng^an  errores. 

Al  gran  historiador  Cesar  Cantú  lo  hemos  visto  al  juzgar  á 
D.  Benito  Juárez  incurrir  en  tales  inexactitudes,  que  un  hijo 
de  este  hombre  célebre  los  ha  hallado  insultantes  y  aun  calum- 
niosos á  la  memoria  de  su  pac' re. 

Nosotros  hemos  procurado  despojarnos  de  toda  pasión  en  el 
curso  de  nuestro  trabajo,  ahogando  las  propias  simpatías,  mu- 
chas veces,  que  el  pueblo  español  nos  inspira  y  con  el  cual  fra 
ternizamos  porque  pertenece  á  la  misma  raza  latina,  así  como 
por  la  identidad  de  creencia,  costumbres  é  índole. 

Con  .todo,  á  pesar  de  haber  suprimido  nuestros  propios  jui- 
cios; á  pesar  de  omitir  los  comentarios  á  que  se  presentan  mu 
chos  episodios  de  la  guerra,  la  sola  narración  de  los  sucesos 
descritos  creemos  que  constituye  el  mejor  comentario  y  la  más 
enérgica  de  todas  las  protestas  que  pudieran  hacerse  contra  la 
cadena  de  injusticias  y  atentados  de  que  ha  sido  víctima  Es- 
paña. 

Nosotros  hemos  luchado  por  dejar  consignada  la  verdad  só- 
brelos hechos  históricos  porque,  repetimos,  creemos  la  mejor 
protesta,  aun  i'uando  la  historia  que  terminamos  tiaiga  un  do- 
loroso recuerdo  para  los  buenos  hijos  de  España. 


224 

Sólo  nos  resta  consagrar  los  últimos  renglones  de  nuestro  li- 
bro al  homenaje  de  tantos  marinos  como  sucumbieron,  márti- 
res del  deber  y  el  patriotismo,  en  las  batallas  de  Santiago  y 
Cavite,"no  menos  que  al  de  los  soldados  muertos  en  la  épica 
defensa  de  Caney  y  Santiago. 

Sus  nombres  quedarán  resplandecientes  en  los  brt)nces  de  la 
historia  y  su  patria  los  cubrirá  agradecida  con  el  manto  de  la 
inmortalidad. 

Cumple  también  á  nuestro  propósito  insertar  á  continuación 
algunos  documentos,  de  origen  español,  que  dan  á  conocer  el 
verdadero  estado  de  la  opinión  pública  respecto  á  los  tristes 
su(  esos,  que  acabamos  de  referir. 

h3n  ellos  damos  lugar  preferente  al  juicio  crítico  del  Señor 
Andrés  Barral  Arteaga,  distinguido  miembro  de  la  colunia 
española  en  la  ciudad  de  México,  y  á  quién  debemos  la  narra- 
ción de  la  batalla  en  que  fué  destruida  la  escuadra  en  Cavite 
según  manifestamos  en  el  lugar  que  corresponde. 


229 

se  vieron  en  la  necesidad  de  luchar  casi  constantemente  sin  re- 
cibir su  paga,  haciendo  frente,  llenos  de  resignación,  al  hambre, 
ala  más  espantosa  miseria,  y  á  todo  género  de  enfermedades  que 
cruelmente  los  diezmara.  Al  infortunado  y  heroico  general  Va- 
ra de  Rey  se  le  abandona  en  Caney  á  la  cabeza  de  un  puñado 
de  valientes,  lo  mismo  que  al  general  Linares, 

Otro  tanto  acontece  con  el  pundonoroso  general  D.  Basilio 
Agustín  en  las  Filipinas,  que  nunca  llegó  á  recibir  los  refuezos 
que  el  gobierno  le  ofreciera,  viéndose  al  fin  obligado  á  abando- 
nar el  país,  después  de  sostener  desigual  y  heroica  lucha  por  es« 
pació  de  tres  meses  consecutivos,  no  autorizando  de  este  modo 
con  su  presencia  la  capitulación  de  Manila,  y  evitando  al  mis- 
mo tiempo  más  derramamiento  de  sangre,  con  la  prolongación 
de  una  resistencia  inútil.  Sería  imposible  para  nosotros  señalar 
punto  por  punto,  todos  y  cada  uno  de  los  desmanes  y  errores 
cometidos  por  nuestros  gobernantes,  pues  necesitaríamos  ocu- 
par muchas  páginas,  y  se  haría  interminable  este  libro.  Básteme 
decir,  por  última  vez,  que  ellos  esclusivamente  son  los  respon- 
sables de  todas  nuestras  desgracias  y  calamidades.  Tenemos 
además  la  convicción  de  qne  no  está  lejano  el  día  en  que  la  luz 
de  la  verdad  se  abra  paso,  y  entonces  nuestra  desventurada 
España  conocerá  á  sus  pérfidos  servidores.  No  nos  hacíamos  la 
ilusión  de  poder  vencer  al  enemigo,  porque  éste  era  superior 
en  número  y  en  elementos,  pero  tampoco  hubimos  de  su- 
ponernos que  nuestro  Gobierno  había  de  buscar  una  paz  tan 
denigrante,  aceptada  por  el  Gabinete  de  Washington,  cuando 
aún  teníamos  fundadas  probabilidades  de  continuar  luchando, 
si  no  para  vencer,  repetimos,  sí  al  menos  para  conseguir  mayo- 
res y  más  honrrosas  ventajas,  al  firmar  el  abominable  Protoco- 
lo. Es  dolorosamente  cierto  que  nuestro  aniquilamiento  en  el 
mar  había  sido  completo,  pero  todavía  nos  quedaban  en  Cuba 
más  de  cien  mil  hombres  dispuestos  á  pelear  hasta  el  último 
momento,  el  cual  ejército  había  originado  no  pocos  descalabros 
á  las  huestes  enemigas,  máxime  cuando  éstas  comenzaban  á 
diezmarse  á  causa  de  las  numerosas  enfermedades  producidas 
por  la  falta  de  aclimatación.  Aunque  no  nos  deslumhran  los 
galones  ni  las  charreteras  debemos  hacer  constar  que  el  ejército 
ha  estado  á  la  altura  de  su  elevada  misión,  habiendo  cumplido, 
en  lo  general,  con  su  deber  luchando  hasta  morir  cuando  era 
preciso,  y  obedeciendo  con  toda  disciplina  las  órdenes  superio* 
res  aunque  éstas  pugnaran  con  sus  convicciones  y  principios. 

Nuestros  hombres  de  Estado,  no  teniendo  armas  posibles  cou 
que  defenderse,  pretenden  ahora  lanzar  sobre  el  ejército  el 
sambenito  de  la  deshonra  y  del  ultraje,  descargando  en  él  sin 
justicia  ni  razón  el  peso  abrumador  de  todas  las  responsabilida- 
des, lyos  que  nos  encontramos  separados  de  las  altas  esferas  del 


230 

Poder,  los  que  vivimos  alejados  del  círculo  impuro,  corrompi- 
do de  la  política,  no  podríamos  justificadamente  hacerle  car- 
go á  la  digna  institución  que  nos  ocupa,  principalmente  cuan- 
do sus  hechos  y  honrosos  antecedentes  históricos  la  ponen  al 
abrigo  de  toda  sospecha;  los  miamos  jefes  y  oficiales  norteame- 
ricanos, y  aun  la  prensa  hispanófoba  é  iracunda  de  aquel  país 
han  hecho  merecidos  elogios  de  la  bizarría  con  que  lucharon 
nuestros  soldados  y  marinos,  á  quienes  llamó  el  Emperador 
Guillermo  II:  «¡Valientes,  pero  desgraciados!» 

De  la  actual  política  del  gobierno  ni  aun  siquiera  podemos 
esperar  ya  las  atrevidas  empresas  y  los  idealismos,  desorgani- 
zadores, pero  grandes  y  generosos  de  tiempos  no  lejanos,  por- 
que en  medio  de  su  decreptitud  carece  de  ánimo  y  de  entereza, 
y  sólo  tiende  á  su  propia  conservación  antes  de  consentir  ser 
noblemente  vencida,  en  los  rudos  pero  honrosos  embates  de  la 
lucha.  El  desenlace  de  los  acontecimientos  que  hoy  lamenta- 
mos puede  sernos  tal  vez  ventajoso.  Con  el  pretexto  colonial 
se  imponía  la  necesidad  de  mantener  constantemente  sobre  las 
armas  un  numeroso  ejército,  que  originaba  grandes  mermas  á 
nuestro  exhausto  Tesoro  nacional.  Por  el  mismo  motivo  nos 
hacíamos  la  ilusión  de  poseer  una  escuadra  que  no  existía,  y 
que  sin  embargo  su  presupuesto  cuesta  á  la  Nación  muchos 
millones  de  pesetas.  Ahora  no  deben  de  pesar  sobre  el  país 
esas  gavelas.  No  es  necesario  ya  sostener  tantos  soldados,  ni 
conservar  tampoco  esos  cascarones  viejos  que  hoy  yacen  en  su 
mayor  parte  en   las  profundidades  del  Océano. 

No  sufrirían  más  las  desventuradas  madres  que  veían  con  ho- 
rror el  alistamiento  de  sus  hijos  para  irle  á  servir  al  Rey  en 
las  apartadas  y  mortíferas  regiones  desús  dominios,  donde  tan- 
tos infelices  perdieron  su  existencia  sin  que  hubieran  recibido 
los  últimos  consuelos  que  les  impartiera  una  mano  amante  y  ca- 
riñosa. Por  el  contrario,  bendecirán  á  Dios  una  y  mil  veces  por 
haberlas  librado  de  tan  cruel  y  tremendo  azote.  Los  que  lamen- 
tarán profundamente  la  pérdida  de  nuestras  colonias,  son  esa  ca- 
terva de  hambrientos  individuos,  que  como  aluvión  desenfre- 
nado irrupcionaban  constantemente  los  principales  puestos  en 
la  administración  pública  debido  al  punible  favoritismo  del  ca- 
cicazgo. Ya  no  habrá  para  ellos  la  facilidad  que  antes  tenían 
de  enr^iquecerse  de  la  noche  á  la  mañana  ni  de  regresar  con 
humos  de  grandes  señores  á  la  Metrópoli,  para  disfrutar  enella 
e.\ /amiente  que  les  proporcionara  el  no  despreciable  producto 
de  su  insólita  rapiña.  Nuestras  provincias  de  Castilla  y  Extre- 
madura, y  otras  muchas,  poseen  extensas  y  fértiles  llanurasdon- 
de  con  el  esfuerzo  de  la  laboriosidad  y  la  constancia,  pueden 
alcanzar  magníficos  y  honestos  resultados.  Ahí  es  á  donde  de- 
bendirigirsus  miradas  todos  aquellos  sujetosque  ayer  esquilma- 


231 

ran  sin  escrúpulos,  las  exj/uberantes  fuentes  de  riqueza  de  nues- 
tros tesoros  ultramarinos.  Bl  Gobierno  que  venga  á  levantar  á 
la  España  de  esa  abrumadora  postración  que  enerva  su  vigor  y 
su  grandeza,  al  optar  por  una  política  de  sabia  reconstitución 
económica,  debe  también  transformar  cuanto  antes  esas  espa- 
das y  bayonetas,  hoy  cesantes,  en  arados  y  demás  implementos 
propios  para  nuestra  abandonada  agricultura. 

La  humanidad  en  general  ganaría  no  poco  si  se  realizara  el 
actualmente  debatido  proyecto  de  desarme  universal;  todos 
esos  brazos  parralizados,  todas  esas  energías  sin  acción  podrían 
tener  brillante  éxito  si  se  emplearan  en  el  desenvolvimiento  y 
desarrollo  de  la  industria,  las  artes  y  la  agricultura.  Nuestro 
país  debe  ahora  acomodar  su  vida  á  la  situación  de  ingente 
estrechez  en  que  se  encuentra,  pero,  por  supuesto,  sin  renun- 
ciar ni  un  solo  instante  á  sus  elevados  destinos,  aviniéndose 
resignado  á  los  infortunios  y  á  la  desgracia  que  hoy  lo  agobian 
sin  clemencia.  Ahora  más  que  nunca  debemos  aplicar  los  gran- 
des remedios  á  nuestros  enormes  males,  poniendo  en  armonía 
los  medios  con  el  fin,  cosa  en  que  jamás  hubimos  pensado  an- 
tes. Habemos  vivido  en  un  sueño  profundo  y  constante,  y  hoy 
que  nuestros  delirios  de  grandeza  se  han  convertido  en  terribles 
y  espantosas  realidades,  nos  asustamos  con  nuestras  desgracias 
y  miserias,  y  aún  queremos  desfallecer  abrumados  por  el  enorme 
peso  de  nuestros  infortunios.  Descalabros  quizás  más  importan- 
tes y  dolorosos  hemos  sufridos  antes,  sin  haber  dado  muestras 
tan  marcadas  de  abatimiento  y  de  desesperación.  Perdimos  en 
los  reinados  de  los  Felipes,  á  los  Países  Bajos,  á  Portugal  y  Gi- 
braltar;  más  tarde  hubimos  de  renunciar  á  nuestra  soberanía 
sobre  Ñapóles,  Sicilia  y  Tánger,  empezando  después,  durando 
el  reinado  el  Carlos  III,  la  desmembración  del  entonces  nuestro 
vasto  imperio  americano,  perdiéndose  éste,  casi  en  su  totalidad, 
por  el  imbécil  y  pusilánime  Fernando  VII. 

No  son,  pues,  nuevas  nuestras  desdichas  y  por  más  que  és- 
tas nos  sean  profundamente  sensibles,  repetimos,  no  debemos 
renunciar  al  imperio  de  nuestra  legendaria  grandeza.  Todas  las 
principales  naciones  han  sufrido  su  Waterloo;  y  tras  de  ese 
doloroso  vía  crucis  que  pone  hoy  á  prueba  nuestra  entereza  y 
abnegación,  pueden  ocultarse  no  lejanos  días  de  bienestar,  para 
nuestra  Patria. 

Es  menester  que  todos  nos  decidamos  á  emprender  la  ardua, 
pero  grandiosa  tarea  de  nuestra  reconstitución  interna  y  de 
nuestra  rehabilitación  ante  el  mundo  entero.  Hay  que  salvar 
los  restos  de  nuestro  patrimonio  nacional  proscribiendo  para 
siempre  esa  maldita  política  que  nos  ha  perdido  y  aniquilado 
constantemente.  No  debe  España,  no  puede  resignarse  nuestro 
país  á  las  abyecciones  de  sus  desastres  actuales,  cuando  por 


232 

fortuna  aún  no  llega  al  completo  agotamiento  de  sus  grandes 
elementos  de  vida.  Poseemos  todavía  las  Baleares,  las  Canarias 
y  las  plazas  del  Norte  de  África,  que  es  hacia  donde  debemos 
dirigir  nuestras  aspiraciones  predilectas,  después  de  atender  con 
esmero  á  todas  nuestras  necesidades  internas. 

Profunda  indignación  nos  provoca  el  inicuo  proceder  de  Nor- 
te América,  cuyo  país,  atropellando  á  la  razón  y  á  la  justicia, 
viene  á  arrebatarnos  villanamente  lo  que  hubimos  de  conservar 
por  espacio  de  cuatro  siglos,  y  á  la  faerza  de  nuestra  pro- 
pia sangre.  Es  una  burla  sangrienta  el  atreverse  á  tomar  en 
serio,  los  pueriles  pretextos  dados  por  aquella  Nación  para 
sancionar  ante  la  faz  del  mundo  su  pérfida  conducta.  Es  un 
sarcasmo  inaudito  el  considerar  que  ese  país  proceda  de  buena 
fe,  llevando  su  nobleza  hasta  el  sacrificio,  en  aras  sacrosantas 
de  la  humanidad.  Nó,  no  es  posible  que  el  que  conozca  el  espí- 
ritu de  ese  pueblo  inmortal,  que  el  que  haya  estudiado  su  índo- 
le y  su  historia,  lo  considere  dotado  de  las  grandes  virtudes  y 
lo  juzgue  capaz  de  practicar  el  bien,  á  costa  de  sus  intereses  y 
conveniencias.  Antes  que  los  Estados  Unidos  declarasen  injus- 
tamente la  guerra  á  España,  los  hombres  prominentes  de  aquel 
país  llenaban  de  elogios  á  los  principales  jefes  de  la  insurrección 
cubana;  hacían  notar  las  buenas  cualidades  que  adornaban  á 
los  Maceo,  Gómez,  García  y  demás  cabecillas,  considerándolos 
dignos  de  que  elGobierno  de  Washington  les  concediese  la  be- 
ligerancia. Poco  después,  no  satisfechos  \os  ya7ikees  con  esa  pre- 
rrogativa hacia  los  cubanos,  hicieron  formal  promesa  de  que  la 
Grande  Antilla  se  haría  independiente  de  la  Metrópoli,  arras- 
trando á  nuestro  país  á  desigual  y  ventajosísima  conti'^nda,  se- 
guros ya  del  triunfo,  dada  la  supeiioridad  en  número  y  en  ele* 
mentos. 

Es,  por  último,  invadido  el  suelo  cubano  y  cuando  apenas 
las  huestes  del  general  Shafter  huellan  con  sus  disformes  plan- 
tas las  vírgenes  playas  antillanas,  y  sin  conocer  á  fondo  á  los 
que  fuesen  poco  tiempo  antes  motivo  de  su  admiración  y  sim- 
patía, se  desata  dicho  general  americano  en  terribles  imprope- 
rios contra  los  jefes  cubanos,  los  llama  un  hato  de  bandidos. 
La  bombástica  y  exagerada  prensa  americana  viene  después  á 
corroborar  las  opiniones  del  general  Shafter,  y  aparecen  furi- 
bundos artículos  en  los  diarios  más  caracterizados,  tales  como 
el  wSun,»  el  «Tribuue»  y  el  «Herald,»  diciendo  que  sólo  se  pue- 
de comparar  á  los  cubanos  con  las  pieles  rojas  é  'igorrotes  y 
agotan  contra  ellos  sus  dicterios. 

Ese  cambio  tan  intempestivo  de  los  norteamericanos  no  nos 
sorprende.  Procuraron  atraerse  la  simpatía  de  los  ^?¿¿7y/V¿>í  en- 
dulzándoles á  éstos  la  boca  con  la  miel  de  su  decantada  liber- 
tad, y  una  vez  que  ya  no  necesitaron  de  ellos,  los  maltratan  y 


233 

desprecian.  Dueños  hoy  de  la  situación  como  lo  están  en  el  Ar- 
chipiélago hawaino  harán  de  la  infeliz  antilla  lo  que  más  cua- 
dre con  sus  planes  de  sórdida  ambición. 

Pocos,  muy  pocos  pensaban  en  la  Unión  Norteamericana  co- 
mo el  honrado  escritor  Mr.  CoUins,  que  decía  al  principio  de 
la  guerra.  «Si  no  fuera  por  este  hecho  (el  hecho  de  darle  á  Cu- 
ba la  independencia)  nuestra  guerra  con  España  sería  el  pilla- 
je de  un  ladrón  audaz  y  poderoso.))  Esta  elocuente  frase  del 
referido  escritor  americano  es  tan  terminante  que  no  da  lugar 
á  comentarios.  Baste  recordar  el  injusto  despojo  de  que  Méxi- 
co fué  víctima  en  47  para  que  pueda  comprenderse  la  verdad 
que  en  el  fondo  encierran  las  palabras  de  Mr.  Collins,  en  este 
arranque  de  cínica  franqueza.  Alentado  hoy  ese  país  con  su 
nueva  victoria,  y  no  habiendo  tenido,  durante  la  guerra  con 
España,  ni  siquiera  una  protesta  por  parte  de  la  Europa,  que 
era  la  única  que  pudo  haber  puesto  coto  á  su  incalificable  con- 
ducta, fácil  es  comprender  el  género  de  política  que  ha  de  ob- 
servar en  el  porvenir.  I^a  integridad  y  soberanía  de  la  América 
española  están  gravemente  amenazadas. 

Dueños  los  norte-americanos  de  la  llave  del  Golfo  mexicano 
y  del  Océano  Pacífico;  teniendo  en  consideración  sus  proyectos 
sobre  el  Canal  de  Nicaragua,  su  preponderancia  comercial  y 
marítima  en  Centro  América,  y  contando  como  cuenta  con 
una  formidable  escuadra,  próxima  á  aumentarse  enormemente 
con  nuevos  y  poderosos  cruceros  v  acorazados,  no  creemos  pe- 
car de  pesimistas  al  prever  que  en  no  lejanos  días  proseguirá  el 
invasor  Tío  Samuel  su  marcha  triunfal  hacia  el  cabo(Je  Hor- 
nos. Creemos  de  rigurosa  justicia,  antes  de  terminar  estos  ren- 
glones, consagrarle  un  merecido  elogio  á  nuestros  compatrio- 
tas dignamente  diseminados  por  la  hospitalaria  tierra  hispano 
americana,  quienes  con  generoso  y  noble  desprendimiento  acu- 
dieron al  llamado  que  les  hiciera  la  Patria,  contribuyendo  to- 
dos, ricos  y  desheredados,  con  su  óbolo  para  los  cuantiosos  gas- 
tos que  originó  la  guerra,  movidos  por  el  más  leal  y  ardiente 
patriotismo.  La  distinguida  y  numerosa  colonia  de  la  Repú- 
blica Argentina  se  hizo  notable  por  su  esplendidez,  porque 
además  de  haber  enviado  á  nuestra  corte  gruesas  sumas  de  di- 
ñero,  acaba  de  regalar  á  la  Nación  el  magnífico  crucero  «Río 
de  la  Plata,»  construido  á  sus  expensas.  Acciones  como  estas 
no  necesitan  encomios:  se  recomiendan  ampliamente  por  sí  mis- 
mas. 

Y  sin  embargo,  el  esfuerzo  hecho  por  los  españoles  ausentes 
de  la  Patria,  no  alcanzó  todo  el  esplendor  que  nosotros  mismos 
hubiéramos  deseado.  ¿Por  qué?  Porque  á  través  de  la  inmensa 
distancia  que  nos  limita  de  los  patrios  lares,  traslucíamos  la  in- 
fame perfidia  de  nuestros  gobernantes,   y  comprendíamos,  lie- 


234 

nos  de  indignación,  que  todos  nuestros  sacrificios  resultarían 
estériles,  dada  la  actitud  denigrante  y  desdichada  asumida  por 
Sagasta,  ante  el  sangriento  ultraje  inferido  al  país,  por  el  impío 
invasor  norteamericano.  El  desenlace  funesto  de  los^ucesos  vi- 
no á  corroborar  nuestros  dolorosos  presentimientos.  Nuestra 
consternación  es  hoy  general,  pues  la  herida  fué  tremenda  y  de 
difícil  cicatrización.  ¡Quiera  Dios  que  pronto  se  disipen  los  den- 
sos nubarrones  que  opacan  en  estos  momentos  el  cielo  esplen- 
doroso de  nuestra  adorada  patria! 

A?idrés  Barrql  Arteaga. 

'  Protestas  de  la  Colonia  Española  en  México. 

Insertamos  á  continuación  algunas  de  las  numerosas  protes* 
tas  publicadas  por  la  colonia  española  con  motivo  del  desastro- 
so fin  que  la  guerra  tuvo  para  España,  y  las  condiciones  one- 
rosas del  Protocolo. 

I^a  mayor  parte  están  escritas  en  un  tono  demasiado  vehe- 
mente; pero  ellas  dan  idea  del  grado  de  excitación  á  que  había 
llegado  el  sentimiento  público,  y  por  lo  mismo,  las  insertamos 
á  pesar  de  la  destemplanza  que  se  advierte  en  el  lenguaje  de 
todas  ellas: 

Protesta  de  la  Colonia  Española  Oe  Lagaña  del  Carmen, 
Estado  de  Campeche. 

Si  cada  protesta  nuestra  hiriera  de  muerte  á  los  culpables, 
sentiríamos  al  menos  el  placer  de  la  venganza;  pero  quienes  es- 
cuchan con  incomprensible  estoicismo,  ajeno  á  nuestra  raza,  los 
sollozos  de  la  Patria  avergonzada,  oirán  con  la  misma  impasi- 
bilidad y  culpable  indiferencia  cuantas  enérgicas  protestas  se 
hagan  contra  ellos. 

Tiene  un  límite  la  conciencia  humana,  que  cuando  por  el 
camino  del  vicio  llega  hasta  él,  olvida,  embotada  por  el  cri- 
men, toda  noción  de  dignidad  y  no  queda  ni  Patria,  ni  familia, 
ni  nada;  un  paso  más  y  allí  están  el  cadalso  y  el  oprobio. 

Para  los  que  envían  tropas  y  barcos  al  matadero  en  nombre 
del  honor  nacional,  sepultado  de  antemano  por  ellos,  cualquier 
castigo  es  inmensamente  insuficiente  para  vengar  acción  de  tal 
magnitud. 

Las  madres  españolas,  á  imitación  de  las  lacedemonias,  ven 
caer  á  sus  hijos  sobre  el  campo  de  batalla  y  se  resignan  á  tan 


235 

grandioso  sacrificio.  ¿Por  qué  tanto  heroísmo,  por  qué  tanta 
grandeza?  ¿Porque  viva  la  Patria,  y  en  cambio,  ¡cuatro  mise- 
rables llevan  al  mercado  todo  nuestro  tesoro  de  dignidad!  ¡Msal 
ditos  sean!  ¡monstruos  del  siglo,  maldición  de  nuestra  historia! 

Si  tuviéramos  en  nuestra  mano  un  manubrio  mágico  para 
atormentarlos,  no  aflojaríamos  jamás,  y  allí  con  inmenso  pla- 
cer escucharíamos  los  eternos  y  horripilantes  alaridos  de  infer- 
nal desesperación.  Todo,  todo  es  pequeño  é  impotente  para 
formular  el  castigo  que  merecen  los  que  han  vendido  nuestra 
bandera  y  humillado  el  honor  de  nuestros  soldados. 

Y  en  tanto  el  pueblo,  atrofiado,  al  parecer,  sumido  en  in- 
concebible marasmo,  busca  una  frase  para  darle  nombre  en  el 
círculo  de  las  conveniencias  nacionales  á  tan  criminales  atenta- 
dos. ¿No  habrá  en  nuestra  querida  España  de  legendarias  gran- 
dezas un  genio  que,  á  imitación  del  Bruto  de  Roma,  enseñe  al 
pueblo  el  puñal  sepultado  en  el  corazón  de  nuestra  Patria?  ¡Ah, 
si  surgiera,  ¡qué  hermosas  guillotinas  se  levantarían  para  los 
Tarquines  de  Madrid. 

Laguna  del  Carmen,  Octubre  3  de  1898. — M.  Gntiérrez  C, 
Tomás  Molina^  D,  Carbajal,  R.  Condales,  J.  M,  García  Z., 
Luis  Rodríguez^  José  Rico^  Mateo  Ruiz  C.   R,  L.  Ansoleaga. 

Protesta  de  Orizaba,  Estado  de  Veracruz. 

La  colonia  española  residente  en  este  Cantón  de  la  Repúbli- 
ca Mexicana',  movida  á  impulsos  del  más  ardiente  patriotismo, 
del  que  tiene  dada  señaladas  pruebas,  protesta  de  la  manera 
más  enérgica  contra  la  conducta  infame  del  actual  Gobierno 
español  presidido  por  Práxedes  Mateo  Sagasta;  que  este  grupo 
de  hombres  trabajadores  y  ajenos  á  todo  color  político  y  mise- 
rias de  partido,  no  vacila  en  presentarle  ante  nuestra  Nación, 
siempre  heroica,  como  el  más  criminal,  cobarde  é  inepto  de 
cuantos  gobernantes  registra  la  historia  Patria;  y  en  todos  sus 
actos,  siendo  el  más  saliente,  el  más  funsto  giro  dado  á  la  guerra 
presente  con  los  Estados  Unidos  de  Norte  América,  desde  an- 
tes que  hubiera  sido  declarada  por  dicha  República,  sin  el  más 
leve  motivo  que  la  justifique,  y  sólo  contando  con  el  muy  efi- 
caz apoyo  del  traidor  Sagasta,  que  se  le  impartió  aún  mas  efi- 
caz del  que  los  mismos  yankees  apetecían.  No  cabe  disculpa 
alguna  á  tan  gran  criminal,  porque  ante  los  hechos  son  inútiles 
todos  los  argumentos,  por  pruebas  tan  plenas  como  evidentes, 
se  derivan  de  aquellos,  y  forman  par  sí  solos  el  proceso  con- 
denatorio. Si  el  jurado  y  la  defe^  tienen  en  él  participa- 
ción, servirá  únicamente,  de  fórmula  indispensable  para  cubrir 
«1  expediente. 


236 

Bajo  tales  conceptos,  vertidos  después  de  maduro  examen,  y 
puesta  la  mano  sobre  el  corazón,  nosotros,  como  pequeña  frac- 
ción del  pueblo  español  que  es  el  componente  para  juzgar  los 
delitos  de  lesa-patria,  y  antes  de  que  nuestra  gloriosa  bandera 
bicolor  quede  humillada,  pedimos:  la  pena  capital  aplicada  win- 
continentiw  á  Práxedes  Mateo  Sagasta  por  traidor  consumado, 
y  para  todos  los  Ministros — que  todavía  hoy  preside  con  escán- 
dalo inaudito — la  que  arrojen  los  autos  del  sumario  rápido  que 
deberá  incoarse  desde  luego  con  sujeción  á  las  prescripciones 
del  Código  Militar,  por  lo  que  corresponda  á  sus  respectivos 
cargos,  lo  mismo  que  á  todos  los  individuos  que  de  cualquiera 
manera  hayan  coadyuvado  á  la  formación  del  por  siempre  odio- 
so protocolo,  orillando  á  la  Nación  para  que  acepte  tan  vergon- 
zosa paz  sin  ejemplo. 

En  tal  virtud,  suplicamos  á  todos  los  verdaderos  españoles 
de  allende  y  aquende  el  Océano,  lo  mismo  que  á  los  nacidos  en 
esta  República  y  á  los  que  se  hayan  diseminados  por  todo  el 
mundo,  se  adhieran  á  nuestro  propósito,  y  al  de  que  jamás  re 
nunciaremos  á  la  soberanía  española  en  todas  y  cada  una  de  as 
posesiones  ultramarinas  que  pretenden  arrebatarnos,  alevosa, 
cobarde  y  traidoramente,  esa  República  anglo-sajona  formada 
de  remiendos  y  que  tanto  y  tanto  nos  debe;  á  tal  grado,  que 
nuestra  Patria  es  su  más  importante  acreedora. 

Que  el  yanki  no  ha  vencido  en  esta  guerra  injustísima  con 
España,  ya  lo  hemos  visto:  que  nunca  nos  vencerá  solo,  si  per- 
manecemos unidos  con  la  fe  en  Dios  y  en  nuestras  tradiciones, 
está  fuera  de  toda  duda;  y  además,  ninguna  nación,  por  muy 
poderosa  que  sea,  tiene  derecho  á  inmiscuirse  en  los  asuntos 
peculiares  de  la  nuestra.  En  todo  caso,  vencer  6  morir  con  glo- 
ria es  nuestro  deber,  que  cumpliremos  siempre,  honrando  la 
memoria  de  nuestros  antepasados. 

Por  último,  sólo  nos  resta  lanzar  la  voz  estentórea  y  tan  es- 
tridente, que  repercuta  en  ambos  continentes.  ¡Viva  España! 

Orizaba,  Septiembre  27  de  1898. — José  Díaz  Merodio. — Pe- 
dro Díaz  Merodio. — José  Soler. — F.  Arredondo. — Antonio  Her- 
nández.— José  Ruiz  y  Ruiz. — José  Nieto. — Emilio  Nieto.  —Ma- 
nuel López. — Alfredo  López. — Felipe  Gómez  Sotres.— Isidro 
Villamonte.— Manuel  Noriega. — Eduardo   Ablega. — Lorenzo. 

González Juan  Gavito  Sotres.  — Inocencio  Cueli. — Francisco 

Valle. — Z.  B.  Roca. — Juan  Lorenzo. 


237 


Protestas  de  Tlalnepantla.  Estado  de  México. 

Los  que  suscriben,  miembros  de  la  Junta  Patriótica  españo- 
la de  esta  localidad,  y  en  representación  de  todos  los  españoles 
residentes  en  este  Distrito,  maniñestan:  que  han  visto  en  la 
prensa,  publicados  los  términos  de  la  paz  ajustada  entre  los 
miembros  del  Gabinete  español,  presidido  por  el  Sr.  D.  Práxe- 
des Mateo  Sagasta  y  el  Gobierno  de  los  Estados  Unidos;  y  con- 
siderando: Primero:  que  el  Protocolo  de  la  paz  ajustada,  con- 
tiene la  deshonra  de  la  madre  Patria,  pues  además  de  renun- 
ciarse la  soberanía  que  ejerce  en  la  Isla  de  Cuba,  consiente  en 
la  anexión  á  los  Estados  Unidos  de  la  Isla  de  Puerto  Rico  y 
una  de  las  islas  Ladronas,  y  subordina  esa  propia  soberanía,  á 
los  deseos  de  los  norteamericanos,  en  las  islas  Filipinas,  y  todo 
esto  sin  haber  sido  vencida  en  la  guerra  á  que  fué  injustamen- 
te obligada  en  defensa  de  sus  derechos  y  de  su  repetida  sobe- 
ranía.  Segundo:  que  los  hechos  del  Gabinete  español  como  la 
recisión  del  contrato  celebrado  con  la  casa  de  Ansaldo  para  la 
adquisición  de  varios  buques  de  guerra,  efectuado  por  el  Sr. 
Cánovas  del  Castillo,  de  imperecedera  memoria,  ejecutada  por 
el  Sr.  Ministro  Moret,  el  abandono  de  las  fuerzas  españolas  en 
Filipinas;  la  destrucción  de  la  escuadra  del  valiente  é  infortu- 
nado Almirante  Cervera,  mandándole  salir  de  Santiago  de  Cu- 
ba á  pesar  de  sus  observaciones  y  otros  muchos  hechos,  deno- 
ta que  si  no  estaba  obligado  con  los  enemigos  de  la  Patria,  los 
favorecía  con  sü  apatía,  imprevisión  y  falta  de  patriotismo. 
Tercero:  que  la  guerrra  sostenida  hasta  aquí,  ha  estado  subal- 
ternada en  todo  el  Gabinete  español,  sin  tener  los  Jefes  de  los 
diversos  cuerpos  de  Ejército,  libertad  de  acción  en  sus  movi- 
mientos, ni  protección  alguna  en  los  momentos  más  precisos 
para  combatir  con  éxito  al  enemigo.  Cuarto:  que  la  destrucción 
de  la  escuadra  Cervera  y  la  capitulación  de  las  fuerzas  en  el 
puerto  de  Santiago  de  Cuba,  cuyo  hecho  se  escribirá  en  la  His- 
toria para  baldón  del  Gabinete  del  Sr.  Sagasta,  no  ponen  á  Es- 
paña en  la  imposibilidad  de  continuar  defendiendo  su  sobera- 
nía y  sus  derechos,  y  mucho  menos  se  le  puede  declarar  venci- 
da en  la  lucha,  único  caso  en  que  se  vería  obligada  á  someter- 
se á  la  ley  del  más  fuerte. 

Protestamos  de  la  manera  más  enérgica  y  solemne,  contra 
los  términos  vergonzozos  contenidos  en  el  protocolo  de  Paz, 
ajustada  entre  el  Gabinete  Español  y  el  Gobierno  de  los  Esta- 
dos Unidos  de  Norte-América.  Excitamos  muy  formalmente  á  la 
Junta  Patriótica  de  la  capital  de  la  Rnpública,  para  que  se  di- 
rija á  las  Cortes  de  Madrid  en  nombre  de  la  Colonia  de  Méxi- 
co, á  fin  de  que  por  ningún  motivo  consienta  en  la  desmembra- 


238 

clon  del  territorio  español,  vigile  por  la  honra  de  la  Patria,  y 
rechace,  con  la  indignación  que  merece,  ese  Protocolo  vergon- 
zoso de  paz,  y  así  mismo,  para  que  excite  á  todas  las  Juntas 
Patrióticas  de  la  República  y  á  todos  los  españoles,  sea  cual 
fuere  el  lugar  de  su  domicilio,  á  que  ayuden  á  la  Patria  en  es- 
tos momentos  de  prueba  por  que  atraviesa,  con  sus  intereses, 
con  su  sangre,  ó  con  lo  que  puedan,  para  salvar  de  la  deshonra 
que  quieren  imprimir  sobre  su  frente  un  puñado  de  malos  y 
raido  res  hijos. 

Presidente,   Vice?iie  Pérez.  — Secretario,  José  Cayeja. 

Protesta  de  Tnxpan.  Estado  de  Veracruz. 

La  pequeña  Colonia  española  radicada  en  este  puerto,  no 
puede  ni  debe  guardar  silencio  ante  los  vergonzosos  episodios 
que  se  vienen  desarrollando  en  nuestra  desventurada  Patria,  por 
los  gobernantes  decrépitos  y  traidores  en  cuyas  manos  cayó  la 
dirección  del  Gobierno,  después  de  la  inolvidable  tragedia  de 
Santa  Águeda.  Así  como  respondimos  al  grito  que  se  nos  diera 
el  año  de  1895,  iniciando  cuantiosa  suscrición  para  el  aumento 
de  nuestra  infortunada  escuadra,  y  más  tarde  para  ayudar  al  sos- 
tenimiento de  nuestro  ejército  de  operaciones  en  los  campos  de 
Cuba,  hoy  que  vemos  defraudadas  todas  nuestras  esperanzas, 
con  la  mayoría  de  nuestros  buques  de  guerra  en  el  fondo  délos 
mares,  con  nuestros  valientes  marinos  prisioneros  del  enemigo, 
con  nuestros  soldados  en  camino  para  la  Penínzula  después  de 
haber  dejado  la  dignidad  de  la  Patria  en  poder  de  los  yankees, 
con  la  entrega  de  los  Maüsser  que  les  diera  España  para  morir 
defendiéndola;  después  de  tantos  desaciertos  transmitidos  á  to- 
do el  mundo  por  boca  del  vencedor,  inculpando  vencidos  y  ven- 
cedores á  los  Ministros  de  la  Corona  de  faltos  de  talento  para 
dirigir  la  campaña,  de  energías  para  el  mando  de  los  subalter- 
nos y  de  valor  para  levantar  el  espíritu  de  ese  pueblo  español, 
que  tiene  páginas  en  su  historia  como  las  de  Zaragoza,  donde 
se  fusilaba  al  que  hablara  de  capitulación,  hechos  como  el  sitio 
del  Perú,  donde  el  inmortal  Rodil  nos  dejó  escrito  con  torren- 
tes de  sangre  un  Código  por  el  que  deben  regirse  nuestros  Ge- 
nerales para  la  rendición  de  una  plaza  española;  después  de  esos 
hechos  tan  gloriosos  para  el  pueblo  ibero,  no  puede  tener  nues- 
tro labio  otra  expresión  con  que  anatematizar  al  Gobierno  res- 
ponsable que  la  de  Itraidores! 

Santiago  de  Cuba,  Ponce,  Mayagiiez,  Yauco.  Juana  Díaz, 
Arroyo  y  Guayama,  son  plazas  que  representan  una  población 
de  más  de  doscientos  mil  habitantes.  ¿A  cuántos  inva-ores  se 
han  rendido  esas  poblaciones?   ¿por   qué  lo  hicieron?  para  qué 


239 

sirvieron  Blanco  en  Cuba  y  Macías  en  Puefto  Rico?  Para  nada; 
para  presenciar  el  despojo  de  los  últimos  íiroues  que  nos  que- 
dan en  América,  vendidos  en  la  Corte  pOT  un  político  tan  in- 
fame como  aquel  Obispo  D.  Oppas,  de  inolvidable  recuerdo. 
Para  eso  han  servido  Blanco  en  Cuba  y  Macías  en  Puerto  Rico. 

El  pueblo  español  yace  en  el  mayor  de  los  letargos.  ¿No  ha- 
brá un  Weyler  que  lo  despierte?  ¿Ya  no  quedan  en  nuestra  ado- 
rada Patria  descendientes  de  Daoiz  y  Velarde?  ¡Oh,  si  los  ha- 
brá! entonces  ....  presenciaremos  en  las  postrimerías  del 
siglo  XIX  las  enseñanzas  que  diera  al  mundo  el  gran  pueblo 
francés,  al  terminar  el  pasado  siglo. 

Que  venga  la  redención,  si  para  conseguirla  se  impone  un 
nuevo  noventa  y  tres,  i  i  bendita  sea!! 

Luis  Montólo. — SilverioA.  Gutiérrez. — Bernardo  Arteaga. — 
M.  González. — Emilio  Cervio. — José  Mesequer. — ^Jesús  Ortiz. 
— Emilio  González.  — Tomás  de  la  Huerta. — J.  Huerta.  — Ricar- 
do Gómez.  Juan  Astorquiza. — Braulio  García. — Alejandro  Ba- 
da.— José  Fernández  Noval. — José  Lorenzo. — Dionisio  P.  Ma- 
rañón.  — Daniel  Diaz.— Aquilino  Folgueras. —Santos  González 

Pedro  Mester.— Jo-íé  Viñas. — Fermín    Fernández. — Claudio 

Valdéz.— Faustino  Fernández. — Primitivo  Rodríguez. — Pas- 
cual Borque. — Gerardo  Folgueras. — Matías  del  Foyo. — Fran- 
cisco C.  Ferrando. — Antonio  Sierra. — Carlos  Lorenzo. — ^José 
Arzuaga. — Antonio  Peña.— Adolfo  Fernández  Madrero.— José 
Granda.  -José  F.  Fernández.  -Ramón  Tato  de  la  Fuente.— 
Antonio  R.  Peña.  — Pedro  G.  Blanco.— Francisco  Luiña. 

Protesta  de  la  Colonia  Española  en  Malelmala 
San  Luis  Potosí. 

Los  que  suscribimos,  en  vista  de  las  noticias  que  respecto  á 
la  paz  entre  los  Estados  Unidos  y  España  publican  los  perió- 
dicos españoles  de  México,  acordamos  protestar,  contra  los  ac- 
tos del  Gobierno  que  actualmente  rige  los  destinos  de  nuestra 
querida  Patria,  por  creer  que  al  ser  aceptadas  las  proposiciones 
generales  que  para  la  terminación  de  la  guerra  ofrecen  los  yan- 
kees,  se  menoscaban  la  honra  de  España  y  la  gloria  adquirida 
por  ella  durante  siglos  de  heroica  lucha.  No  pretendemos  que 
todos  los  españoles  residentes  en  esta  República  sean  de  nues- 
tro modo  de  pensar;  á  los  que  estén  acordes  con  nuestra  protes» 
ta  invitamos  á  que  lo  hagan  Constanza  fin  de  que  allá  en  nues- 
tra Patria, 'sepan  el  modo  de  pensape  los|  que  á  miles  de  leguas 
lloran  las  desgracias  inherentes  á  la  guerra  y  se  avergüenzan 
al  saber  que  van  á  ser  despojados  de  pedazos  queridos  del  te- 
rritorio español. 


240 

La  actual  contienda  la  originó  la  decantada  independencia 
de  Cuba;  en  las  bases  propuestas  por  los  Estados  Unidos  para 
la  paz,  no  se  conforman  éstos  con  pedir  dicha  independencia 
contraria  á  los  deseos  de  la  población  culta  de  la  Isla;  piden 
también  la  cesión  de  nuestra  fiel  Antilla,  Puerto  Rico,  amada 
pos  España  por  su  adhesión,  y  una  de  las  islas  Ladronas,  del 
archipiélago  Carolino,  al  cual  defendimos  en  época  no  remota 
contra  las  intenciones  de  una  poderosa  nación  europea. 

No  nos  ha  sido  favorable  hasta  ahora  la  suerte  en  la  guerra; 
pero  por  períodos  más  críticos  pasó  España  y  supo  salir  de 
ellos  con  el  honor  que  la  nación  requería. 

La  Colonia  Española  de  México,  en  varias  ocasiones  felicitó 
al  Gobierno  de  España  por  su  valerosa  actitud  frente  á  otra 
nación  mucho  más  poderosa;  ahora,  al  ser  aceptada  las  condi- 
ciones de  paz  impuestas,  iniciamos  esta  protesta  contra  la  acep- 
tación de  ellas  por  el  Gobierno  de  España,  por  creerlas  humi- 
llantes para  el  valiente  pueblo  español. 

Suyos  affmos.  attos.  S.  S.  Q.  S,  M.  B.— Valentín  Fernández. 
—  Dámaso  Ortíz.— Andrés  Senosiaín.  — Antonio  Gaverre.— Juan 
M.  Escajadillo.  -Miguel  Gavere.— José  Díaz  Cazares.— Fran- 
cisco Quintana. — Manuel  Aranda. — José  García.— I.  Narezo. 
—José  Pérez  y  Pérez.— Indalecio  de  la  Torre.— R.  Galnares. 
—Germán  Martínez.-  Felipe  Ortíz.— Manrique  Diez.— Enrique 
Calzada— Joaquín  Calzada.  — Adolfo  Dou.— Juan  Puente— M. 
Romano. -Anastasio  Cueto.— Santiago  Vivanco.— Eustaquio  de 
Cos.— Ceferino  Guillen. --José  R.  Angelina.  -Juan  G.  Marroquín. 


Prologo •   3 

Introducción 9 

CAPITULO  I. 

Origen  de  las  diferencias  entre  España  y  los  Es- 
tados Unidos. — Agentes  americanos  en  Cuba. 
— Demandas  á  España.  La  Luisiana  y  la  Flo- 
rida.— Francia  juzga  absurdas  las  reclamacio- 
nes americanas. — Primeros  movimientos  en. 
favor  de  la  insurección. — Expediciones  de 
Narciso  López. — Apoyo  de  los  Estados  Uni- 
dos á   los    filibusteros ,       15 

CAPITULO  II. 

Guerra  separatista  americana. — Causas  de  esta 
guerra  é  influjo  sobre  la  insurrección  de  las 
Antillas  españolas. — Santo  Damingo  y  Puer- 
to Rico.Grito  de  Yara. — Coincidencia  con  los 
sucesos  revolucionarios   de   la   Península. — 

Caudillos  cubanos    insurrectos 27 

CAPITULO  III. 

Continúa  la  guerra  disidente. — Intervención  de 
Los  Estados  Unidos  con  motivo  de  las  diposi- 
ciones contra  los  insurectos. — Gestiones  eu 
favor  de  la  libertad  de  Cuba. — Otro  incidente 
internacional.  —  Proposiciones  de  paz. —  El 
General  Martínez  Campos. — Término   de   la 

guerra  .     .    , 35 

CAPITULO  IV. 

Martínez  Campas,  pacificador  de  la  Isla. — Segun- 
da insurrección  cubana. — Jefes  revoluciona- 
rios.— Actitud  de  España  ante  el  movimiento. 


242 

Segundo  mando  del  General  Martínez  Cam- 
pos.— Primo  de  Rivera  y  Weyler. — El  Pre- 
sidente y  el  Senado  americano  desaprueban  la 
conducta  del  General  Weyler  en  Cuba. — Es- 
tado de  la  guerra  de  insurrección  en  el  año  de 

1897 45 

CAPITULO  V. 
Destrucción  del  acorazado  «Maiae»  en  la  Habana 
— ¿Cuál  fué  la  causa  del  accidente? — Opinión 
del  teniente-coronel  J.  T.  Buckuill  sobre  el 
dictamen  de  la  comisión  investigadora  ameri- 
cana.— Los  Estados  Unidos  juzgan  llegado  un 
"casus  belli''. — Injusticia  de  su  proceder  .    .       65 

CAPITULO  VI. 
Influencia  de  la  destrucción  del  "Maine"  en  la  gue 
rra  hispano-americano. — Mensaje  del  Presi- 
dente Mckinley  al  Congreso  americano. — Re- 
soluciones del  Senado. — Excitación  popular. 
— El  Ultimátum. — Retiro  de  los  Ministros. — 
Nuevas  demostraciones  anti-americanas  .    .       77 

CAPITULO  VIL 
La  salida  de  la  Habana  del  Cónsul  Lee. — Rom- 
pimiento de  las  hostilidades. — Captura  de  la 
barca  española  Buenaventura. — Salida  de  la 
escuadra  americana. — El  bloqueo  de  Cuba. — 
Declaraciones  del  Gobierno  español  y  del  Gene- 
ral Blanco. — Las  potencias  se  declaran  neu- 
trales.— Nueva  proclama  de  Mckinley  ...       91 

CAPITULO  VIH. 
Principia  la  guerra. — Breve  reseña  histórica  de 
las  Islas  Filipinas. — El  primer  combate  naval. 
— Como  eran  los  buques  españoles  y  cómo  los 
americanos  que  combatieron.— Descripciones 
de  la  batalla  de  Cavite.— Valerosa  condi^^<-a  de  ^ 
los  españoles. — Muerte  del  Capitán  C  -so 
Rey.— Buques  echados  á  pique. ^Partes'c.  dia- 
les de  la  batalla.— Opinión  de  un  escritor  fran- 
cés, testigo  presencial •      99 


243 

CAPITULO  IX. 

Versión  americana  sobre  la  batalla  de  Cavite.— 
El  comandante  del  "Don  Antonio  de  Ulloa/^ 
Sucumbe  heroicamente. — Los  buques  que  to- 
maron parte  en  el  combate. — Los  insurrectos 
ofrecen  ayudar  á  los  americanos  en  su  ataque 
sobre  Cuba. — Sucesos  de  la  Habana. —Actitud 
de  las  naciones  europeas.— Nueas  presas  de 
guerra.— Disturbios  en  España. — Ataque  re- 
chazado en  Cárdenas. — Los  americanos  son 
rechazados  en  San  Juan  de  Puerto  Rico. — 
Discurso  de    Mr.   Chamberlain 117 

CAPITULO  X. 
Movimiento  de  las  escuadras. — Fracaso  de  la  pri- 
mera expedición  para  invadir  á  Cuba.— La  si- 
tuación en  Manila.— Crisis  en  el  Gabinete  es- 
pañol.—Nuevo  ministerio. —  Refuerzos  para 
Dewey. — Actitud  de  los  insurrectos  filipinos. 
Nueva  proclama  de  McKinley. — Llegada  de 
Cervera  con  su  escuadra  á  Santiago  de  Cuba 
—Tentativa  de  desembarcos  americanos.  .    ,     131 

CAPITULO  XI. 
Ataque  á  Santiago  de  Cuba  por  los  buques  ame- 
ricanos.—Rumores  de  paz.— Hundimiento  del 
«Merrimac» — Primer  desembarco  de  tropas 
americanas  en  Cuba. — Cooperación  de  los  in- 
surrectos.— Santiago  de  Cuba  bombardeado 
nuevamente. — Ataque  á  Caimenera  .    .    -    .     139 

CAPITULO  XIL 
Continúan  los  combates  en  Guantánamo — . 
Difícil  situación  de  Manila. — Salida  de  la 
escuadra  española  de  reserva. — Desembarco 
en  Ca^a  de  las  fuerzas  de  invasión  al  mando 
de\^.¿^:ineral  Shafter. — Se  prepara  un  ataque 
coi^íi:^do  á  la  ciudad  de  Santiago.— Las  de- 
fensas españolas.— Primeros  combates  con  el 
grueso  del   ejército   americano 155 


244 

CAPITULO  XIII. 
La  escuadra  de  Cámara  en  Oriente.— Diticulta- 
des  para  continuar  su  ruta  hacia  Filipinas. — 
Los  americanos  en  Santiago.— Su  ataque  á  la 
ciudad.— Épica  defensa  de  los  españoles.— 
Batallas  de  Caney,  San  Juan  y  Canosa.— Rela- 
to de  un  testigo  presencial. — Destrucción  de 
la  escuadra  de  Cervera.— Narración  del  capi- 
tán  Evans    del    "lowa.'' 167 

CAPITULO  xiy.^ 

Demandas  de  rendición  de  Santiago. — Consecuen- 
cias de  la  pérdida  de  la  escuadra  española. — 
Dificultades  en  la  comunicación  con  España. 
— Rendición  de  Santiago.— Bases  déla  capitu- 
lación.— Cesan  las  hostilidades.  —  Capitula- 
ción de  Manila 197 

CAPITULO  XV.  .      _ 

Reunión  en  París  de  las  comisiones  españolas  y 
americanos  para  ultimar  los  tratados  de  paz. 
— Resultado  de  las  conferencias.— Opiniones 
de  la  prensa  sobre  la  conducta  de  los  Estados 
Unido».— Firma  del  Tratado.— Protesta  de  Es- 
paña  219 

Conclusión 223 

Opinión  española  sobre  la  guerra 225 

Protesta  de  la  colonia  española  en  México  .    .     234 


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