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GÜEÍÍÍÍA HISPANO-AMERIOANA
Queda asegurada la propiedad literaria y hecho
depósito conforme á la ley
HISTORIA
DE LA
mu Hiepp-iEHiiii
Escrita por Enrique Meadoza y Vizcaíno.
CON UPÍ PROLOGO D>SE
SR. FRANCISCO G. COSMES
coz. J5. :EC jES^^CIC 1:1
DEL SR, ALBERTO LEDUG
SEGUIDA DE ALGUNAS PROTESTAS
PE "uAS COLOMAS ESPAÑOLAS EN MEXiiCO.
3 **- SdiiLoü sspssial para la Librería de D. José Mo:ata-ñex% F. O Box^
af i22, Trinidad Colorado, V, S, of América
MÉXICO
Aip-ari-idi» posta! 034.
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PROLOGO.
o sin justicia el conflicto entre España y los Esta-
dos Unidos ha atraido las miradas del mundo entero.
Los hombres reflexivos de Europa y América espe-
raban, con el corazón palpitante, el resultado de una lucha
que, en realidad, no era otra cosa que el certamen en que dos
razas, esencialmente antagónicas, se disputaban la supremacía
sobre el Continente descubierto por Colón, y en los varioS su-
cesos de una gnerra que, tanto por su duración cortísima,
como por descaso número de los combatientes parecía de po-
ca monta, veían no la guerra misma, sino la solución de este
problema que lleva un siglo de planteado: ¿ejercerá ó no el sa-
jonismo, la hegemonía en esta parte del mundo?
Y la ejipectativa ansiosa de lo que la suerte de las armas
decidiera, era mayor todavía en los pueblos latino americanos,
que, aunque obligados por el Derecho Internacional á guardar
correcta actitud de neutralidad, no podían presenciar sin emo-
ción profunda el desenlace del drama que habría de decidir
de sus futuros destinos. De todos esos pueblos, el nuestro es
el que, por razón de su situación geográfica, ha manifestado
mayor anciedad por los resultados de la pelea; y conocerla en
todos sus Jetalles es una necesi^ígd imperiosa, no de curiosi-
dad histórica ó de reflexiones sociológicas, sino de interés
vital.
831788
Allá muy en el fondo de nuestros corazones de mexicanos,
de hijos de los vecinos de Churubusco y del Molino del Rey,
palpitaba muy vivo el deseo de que' las armas españolas pusie-
sen un valladar insuperable al coloso anglo-sajón. Del triunfo
de ellas, del castigo de la arrogancia y de la avidez norte-aine»
rícana, dependía el que México tuviese un plazo de medio si-
glo de seguridad, durante el cual, organizándose y robuste-
ciéndose á la sombra de una política juiciosa y progresista,
prodría seguramente constituirse en potencia capaz de defen-
der su existencia como nación.
El Dios de los Ejércitos, como diría el Presidente de los
Estados Unidos en sus proclamas, atribuyendo á causiis me-
tafísicas sucesos que la tienen natural y muy clara y eviden-
te, se declaró resueltamente partidario de los norte-america-
nos. A pesar del lieroisnio de los soldados y de los marinos
españoles ese Dios parece que decidió que en las altas esferas
políticas de España existiese un hastío profundo y un cansan-
cio invencible en cuanto á las cuestiones coloniales se difería,
y esc cansancio y ese hastío, los cuales hacían considerará los
políticos de la Madre Patria como una fortuna la pérdida de
las Antillas, que tantos quebraderos de cabeza les producían y
tantos sacrificios estériles á la Nación, determinaron la pre-
mura con que, casi sin combates, ó combatiendo únicamente
por salvar el honor de las armas y la dignidad nacional, el
Gabinete presidido por Sagasta abandonase la partida, co-
menzada con los ojos puestos, no en la victoria, sino en una
paz que diese un pretexto honroso para el abandono de las
colonias de América. No es España ciertamente, lá cual, en
realidad, gana con la pérdida de Cuba y de l^uerto Rico; es
la raza latina de Europa y América la (jue algún día pedirá
al actual Gobierno Español, y ante el tribunal de la Historia,
estrecha cuanta de su egoísta conducta. Aunfjue, si hemos de
ser justos, tendremos que confesar que esa raza habría podido,
ó por lo menos debido hacer algo en pro de su propia causa,
y no d»'jar á España sola en la palestra, como dejó á México
en 18iG.
No cabe duda, pues, que en el sentido político, la cuestión
de la hegemonía sobre el continente americano se resolvió en
favor del sajonismo. No habrá ya quien dispute á los Estados
Unidos la supremacía sobre las naciones de origen español.
¿Pero con esto quedó definitivamente resuelto el caso? No
encontrará ya el espíritu yanqui resistencia en su obra de sa-
jonización de !a América.
En el orden político, en el de la fuerza de las armas, qui-
zás en el del comercio, no cabe duda. Pero en otro orden, en
el moral, en el de las costumbres, en el de la civilización pecu-
liar del latinismo, todavía hay mucho que decir. Moralmente,
España no está vencida en América.
Las cuestiones de conquista, de gobierno, de dominio po-
lítico se resuelven en una sola batalla, no así las morales, las
de civilización, que requieren un combate incesante durante si-
glos enteros, y que, á las veces suelen resolverse en el senti-
do de la victoria de los vencidos por la fuerza délas armas. No
aconteció otra cosa con los bárbaros vencedores del Imperio
Romano. Los conquistadores fueron conquistados por aque-
llos mismos que se doblegaron bajo el yugo; y, quizás sean
buenos deseos de nuestro ferviente latinismo, pero no deses-
peramos de la causa latina én América, á pesar de la reciente
derrota de España.
En el punto verdaderamente importante, en el de la influen-
cia moral del espíritu que la Madre Patria, semejante en Amé-
rica á Roma en el mundo antiguo, supo infundir á los pue-
blos de este Continente, la victoria no es aun del sajonismo.
Bien puede España haber perdido sus últimos pedazos de
tierra en esta parte del mundo que pobló con su sangre y
cultivó con su genio. No por eso habrá sellado el acta de de-
finitivo divorcio de las naciones que son sus hijas. Su espíri-
tu, esparcido desde México hasta el Cabo de Hornos, con su
lengua, con sus costumbres, con su religión, seguirá impe-
rando á pesar de todas las victorias del sajonismo en el terre-
no de los hechos. Todavía habrán de transcurrir muchos si-
glos sin que deje de ser la América Española una prolonga-
ción de España del lado de acá, del Atlánlico: innuinerable-
generaciones de hispano-americanos habrán de succderse áns
tes de que la última deje de encaininar sus miradas y sus
sentimientos hacia la noble tierra de donde vino á este Con-
tinente la vida del alma, con las creencias, el idioma y las cos-
tumbres, y algo de la vida étnica, con la sangre infundida
como savia en el árbol de la población indígena. Una ley
sociológica ineludible, una ley que no puede ser avolida por
medio de batallas ganadas lo exije así. Y esta ley, ley de he-
rencia es tt.n imperiosa para España, obligándola á no apar-
lar su atención de la América que civilizó, como para las na
ciones que de la colonización española proceden.
Por lo que á España se refiere, la ley de herencia consiste
en la herencia de ella misma; es decir, la misión de In Espa-
ña actual y futura, (continuando la tarea que en América se
impuso la España del tiempo de Isabel la Católica. El pasado
de las naciones, lo mismo que el de los individuos, les forma
á las unas y á los otros, obedeciendo á la ley citada y siem-
pre vista en la Historia, ciertos antecedentes peculiares, de los
cuales no pueden prescindir en su vida subsecuente; porq9¿
estos antecedentes, del género intelectual y moral, inq)rimen
á sus respectivos caracteres un sello es[)ecial, una idiiisincra-
cidj que les dá forma propia y viene á ser parte constitutiva
de su existencia psicológica. España por su pasado, está ligada
á América de tal manera, que aun contra la voluntad pasaje-
ra de una ó dos generaciones de españoles, no podrá prescin-
dir de sus efectos maternales hacia los pueblos hijos de su
sangre y de su espíritu.
l^ero más evidente é imperiosa se manifiesta esta ley de
herencia en los pueblos que España formó en el mundo des-
cubierto por Colón. No obstante que el medio ambif^nte en
que se han desarrollado les ha imprimido cierta diferencia
del tipo genuino español, ó á pesar de que la diferencia existía
ya desde el principio, debido á que esos pueblos no son
productos puros de la familia ibérica, sino procedentes de
la inserción de la savia de esta raza en árboles indígenas, como,
en sociología, la raza no se determina por causas étnicas, ni
físicas, sino pos* motivos psicológicos, es evidente que la he-
rencia que líspaña les dejó, y que no es más que la identidad
de sus a[)titudes morales é intelectuales con la de los españo-
les, les impone como una necesidad su unión estrecha, en el
orden de los sentimientos y de las manifestaciones del espíri-
tu, con la Madre Patria. Así como no pueden prescindir del
idioma que l^spaña les legó, porque es la hase de su vida in-
telectual, tampoco podrán prescindir de aquellos sentimientos,
que son el cimiento de su modo de ser moral. Para renunciar
á ellos, necesitan dejar de ser lo que son, ó lo que es lo mis-
mo, perder su vida nacional. En los pueblos hispano-america-
nos, la conservación del españolismo que heredaron es una
necesidad de existencia. Si España se ve obligada por sus
hijos de América, estos le están, por interés vital, á no rom-
per los vínculos que los ligan con aquella.
Puede decirse más todavía: para los in'spano-americanos,
la necí^sidad de conservar incólume la herencia españ )la que
recibieron con el ser, es mas fuerte hoy que antes, hoy que
el peligro del sajonismo triunfante se presenta mas amenaza»
dor que nunca. Ahora es cuando deben los pueblos americanos
que reconocen un origen latino fomentar y cultivar con más
empeño los caracteres de diferenciación propia que constituyen
su independencia nacional; y ya que España, vencida, no pue-
de darles el apoyo de sus armas, que al menos busquen, en
la conservación de las tradiciones ibéricas, el, apoyo moral que
fortalezca su ser genuino.
No hay que desesperar, pues. En el libro del cual es pró-
logo este humilde escrito, se verá como á pesar de los prodi-
gios de heroisidad del tipo individual español, representado por
la marina y el ejército de tierra, la España política rindió
las armas,. casi sin resistencia, por razón de conveniencia que
no nos es dado valorizar. Pero perdamos cuidado los lati-
no-americanos: todavía la partida no está ganada por el sajo-
nismo, todavía pasarán siglos y más siglos, antes de que núes-
tro espíritu, nuestra lengua, nuestras costumbres y nuestra
civilización, latinas todas ellas, sean arrastradas por la olea-
da del Norte.
España vencida en el campo de los hechos, sigue siendo
la dominadora de más de las tres cuartas partes del Conti-
nente Americano, en el terreno moral.
FRANCISCO G. COSMES,
00 00 ©o
INTRODUCCIÓN.
rdua y difícil nos parece la tarea de escribir la histo-
ria de la guerra hispano- americana en estos momen-
tos que humea en los campos de batalla la sangre de
dos pueblos amigos; cuando la suerte ha sido adversa á la na-
ción tradicionalmente noble y valiente, ligada á nuestra raza
por el origen, llena de heroísmo aun en la adversidad, para la
cual, hoy lo mismo que ayer, no tenemos mas que palabras de
admiración y respeto; cuando los tratados de paz y la cesación
de las hostilidades no bastan aun á extinguir por completo los
bríos de los antagonistas; cuando aun llegan hasta nosotros los
bélicos sones mezclados con los a>es desgarradores de las ma-
dres, de las viudas y huérfanos, que lloran, maldiciendo el pa-
so por la desolada tierra, de ese monstruo de las aberraciones
humanas que se llama la guerj-a.
Ante el sombrío cuadro que se desarrolla á nuestra vista en
los campos de batalla, parecería mejor correr un vel9y)l>re el
luctuoso pasado y relegar al mas hondo olvido estos hechos in-
faustos, extravíos de la humanidad, reiterados al presente, pa-
ra baldón de la cultura moderna, con la misma insensatez con
que acaecieron en los pueblos antiguos.
Sin embargo, el cúmulo de versiones que llegaron hasta no-
sotros durante el curso de la guerra, absurdas algunas, contra*
dictorias muchas é inexactas las mas; las dificultades con que
se tropieza para restablecer la verdad de los acontecimientos,
apoyándose sólo en las noticias cablegráficas, única fuente que
hasta hoy las ha suministrado á la mayoría del público; y, fi-
nalmente, el deseo de presentar un resumen ordenado y bre-
ve de estos acontecimientos, con la mayor claridad y exacti-
tud, útil para aquellas personas cuyas ocupaciones no les per-
miten dedicarse á la lectura de una obra completa sobre la ma-
teria, nos han decidido á afrontar las escabrosidades de seme-
lO
jante trabajo, en la confianza de que nuestros esfuerzos no se-
rán estériles.
Por otra parte, creemos de nuestro deber dar á la publicidad
los datos relativos á la pasada guerra, que hemos adquirido,
con más razón aun, cuando muchos de ellos vienen á contra-
decir las versiones generalmente admitidas sobre algunos he-
chos importantes, versiones por lo tanto, falsas.
En efecto, sea porque el origen de las noticias que vienen
por el cable á nuestros periódicos, corresponde á uno de los
paises beligerantes, que no puede ser imparcial en absoluto,
como ya se comprende; bien sea por la imposibilidad material
de obtener con exactitud la verdad de los hechos en el corto
espacio de tiempo en que son recogidas, redactadas y trasmi-
tidas estas noticias, lo cierto es que muchas de ellas han resul-
tado inexactas y algunas enteramente falsas.
Copiamos á continuación uno de los muchos cablegramas
que podríamos citar en comprobación de nuestro aserto, publi-
cado por la Prensa Asociada y trasmitido á todas las naciones
donde tiene corresponsales:
"Washington, Marzo 26 de 189S. — Datos obtenidos én el Mi-
nisterio de la Guerra, sobre el número de hombres de guardia
nacional de los Estados de la Unión con que cuenta el Go-
bierno en la actualidad y que estarían listos para el servicio
C071 cuatro horas de avisOy asciende á un 7nill6n doscicfitos mil
hombres.
El Ministro de Guerra tiene en su poder comunicaciones de
los Gobernadores de los Estados y comandantes de las guar-
dias nacionales, asegurando que con cuare?ita y ocho horas de
aviso píieden potier á disposición del Gobieryío diez milloyies cien
viil honibfes ar7?iados y equipados para el caso de un conflicto."
Los sucesos posteriores han demostrado plenamente la fal-
sedad de este despacho, puesto que á pasar de los llamamien-
tos de Mr. Me Kinley, no en cuarenta y ocho horas, sino en va-
rias semanas, apenas fué posible levantar un ejército de . . .
125,000 hombres y gastando mucho más de cien millones de
pesos.
Si á la dificultad de obtener noticias exactas, se agrega el
resultado de los esfuerzos de algunos periódicos españoles ó
mexicanos que prohijan noticias de agencias no conocidas, que-
damos sepultados en un caos de incertidumbre.
Hacemos al presente un esfuerzo para no calificar la conduc-
ta de semejantes periódicos.
*
* *
Además de las narraciones de varios testigos fidedignos, no
hemos omitido aducir el mismo testimonio de los corresponsa-
♦ II
les americanos de la Prensa Asociada, y aun insistimos en ci-
tarlo repetidas veces, siempre que hallamos en él confesiones
que tienden á favorecer la causa de España, pues en tales ca-
sos, lo creemos de una autoridad indiscutible, por razones que
saltan á la vista; de la misma manera que si á los periódicos
españoles se les escapasen conceptos favorables á la conducta
de los Estados Unidos, en el proceso de la guerra que acaba
de terminar.
No se hallarán en esta obra muchos juicios respecto de la
guerra, pero sí una reunión de hechos tomados de fuentes ofi-
ciales y, en una palabra, todos los elementos necesarios para
formarse una opinión concienzuda é imparcial.
En realidad no somos capaces de afirmar desde luego cua-
les sean las consecuencias precisas que habrán de determinar
en el porvenir los cambios operados por la guerra, ni mucho
menos su influencia social y política en los destinos de ambas
naciones. Nuestro programa se concreta á apuntar hechos, á
examinar escrupulosamente el conjunto de circunstancias, de-
jando á los sabios las deducciones.
Ante la mirada del observador se presentan desde luego es-
tos hechos: España poseía las Antillas que había conquistado
hace cuatro siglos: eran colonias suyas. ¿Tenía el derecho de
conservarlas?
Nosotros no trataremos de discutir sobre el llamado derecho
de conquista.
Sin embargo, sea ó no un derecho, lo ejerce, así como los
pueblos antiguos, actualmente Inglaterra en sus posesiones
europeas de Gibraltar, Islas de Malta y Heligoland; en sus
posesiones asiáticas de Hong-Kong, Indostau, Indochina, La-
buan, é Islas de Ceylau, y Singapore; en sus posesiones de Áfri-
ca, de Egipto, Colonia del Cabo, Puerto Natal, Guinea, Sene-
gambia, Costa de Oro, Griqualand, Gambia y las Islas Sey-
chelles, Mauricio, Gil Rivers, Sierra Leona, Malacca y Santa
Elena; en América el Canadá, Nueva Escocia, Nueva Bruns-
wick, Terranova, Belice, la Guayana y las islas Bermudas, Lu-
cayas. Jamaica, la Trinidad, Barbadas, Falkland, San Cristó-
bal, Santa Lucía, la Dominica, San Vicente, Tobago, la An-
tigua, Bahamas, Vancouver, Granada, Leeward, Monserrat,
Nevis, Príncipe Eduardo é Islas Turcas; y en sus posesiones
de Oceanía: Nueva Gales del Sur, Tasmanía, Sur-Australia,
Nueva Zelandia, Victoria y Queensland.
Ejerce igualmente este derecho de conservar sus posesiones
Francia, en sus dominios de Argelia, Senegal, Guinea, Benin,
Cote d'Avoir, Diego Suárez, Gabon, Congo, Madagascar,
12
Nossi Bee, Obock, Sultauat D' Anjouan, Tahití, Islas de Reu
nión, Santa María y Mayotte, en África. En Indostan, Co
chinchina. Annam, y Tanquin, en Asia; la Guayaua, las islas
Guadalupe, Martinica, San Pedro y Miquelon, en América
las islas Marquesas y Nueva Caledonia en Ocianía. De la mis
ma manera que Holanda, Portugal, Alemania, Dinamarca
Suecia, Noruega y casi todas las naciones europeas.
Así es que sin apreciar otros fundamentos, podemos asegu
rar que España poseía sus colonias, con el mismo derecho que
poseen las suyas Inglaterra, Francia, etc., etc., y por lo mis-
mo, tenía de hecho que conservarlas España juzga vulnerados
sus derechos de soberanía sobre Cuba, por los Estados Unidos,
desde que el centro de la Junta Revolucionaria Cubana se es-
tablece en Nueva York, y la atención del Gobierno de España
es atraída mas fuertemente desde que el envío de numerosas
expediciones filibusteras tiene lugar en la Unión Americana.
Este país declina las responsabilidades asegurando constan-
temente que"el Gobierno, á pesar de su vigilancia, no tiene co-
jiocimiento de tales expediciones. Algunas notas diplomáti-
cas se cambian en este sentido, sin más resultado que la prose-
cución de las ya dichas expediciones, y aun las colectas pú-
blicas de fondos hechas en favor de la guerra de rebelión contra
España.
Con los trastornos consiguientes á las revueltas, empiezan
á sufrir los intereses de los extranjeros en Cuba; ellos se que-
jan á sus respectivos gobiernos; se envían algunos buques pa-
ra proteger á los nacionales quejosos, y entonces surge un de-
plorable incidente, diabólico, diremos mejor, que vienen á ha-
cer el papel de la chispa elétrica en un depósito de algodón
pólvora.
Nos referimos á la destrucción del buque de guerra ameri-
cano «Mainew ocurrida en la bahía de la Habana la noche del
15 de Febrero de 1898 y á la muerte de*266 marinos, causada
por una explosión á bordo.
Inútiles fueron las pesquisas de ambos gabieruos para des-
cubrir la verdadera causa de la catástrofe: el pueblo de los Es-
tados Unidos sigue en la creencia de que el «MaineM fué des*
truido por algunos fanáticos partidarios de España; mientras
los españoles afirman que la explosión obedeció á descuido ó
impericia de los encargados de manejar las maquinólas ó á
una pérfida estratagema de los cubanos para precipitar la gue-
rra.
En vano se nombraron comisiones de ambos países para in-
vestigar el verdadero origen de la hecatombe. La comisión es-
pañola, nombrada al efecto, resolvió que la causa de la des-
trucción del buque, fué interior: la americana, nombrada por
13
el Gobierno de Washington, decidió que la causa fué exterior,
esto es, que la explosión fué motivada por un agente extraño.
Haciendo una digresión sobre este punto, nos permitimos
recomendar la lectura de los documentos que en el lugar co-
rrespondiente aparecen en la obra y los cuales darán materia
para establecer una fundada opinión sobre las causas que de-
terminaron esa sentida catástrofe
Vienen en seguida algunos incidentes diplomáticos, que
aunque de poca importancia intrínseca, son de gran significa-
ción por su trascendencia y cuyo resultado final fué la declara-
ción de la guerra entre Kspaña y ios Estados Unidos, justa-
mente deplorada por todos los hombres sensatos de uno y otro
país.
¿Cuál de las dos naciones representaba en esta lucha los fue-
ros de la razón y de la justicia?
Nosotros no lo hemos de decir. Decídanlo más bien el con-
junto de hechos que relatamos, las opinones de los paises qne
permanecieron neutrales, y las de algunos pensadores eminen-
tes contemporáneos, las cuales van insertas en nuestro libro.
Es ardua y difícil, repetimos, nuestra tarea, pero á ella es-
tamos alentados por el deseo de que nuestro humilde trabajo
contribuya á la sublime enseñanza que á las naciones, lo mis-
mo antiguas que modernas, ha proporcionado siempre la histo-
ria propiamente dicha.
Enrique Mendoza y Tlzemno.
p , ,, ,, ., Mo '^ 0&
CAPITULO I.
Origen de las diferencias entre España y los Estados Unidos. — Agentes america-
nos en Cuba. — Demandas á España. — La Luisiana y la Florida. — Francia
juzga absurdas las reclamaciones americanas. — Primeros movimientos en
favur de la insurrecci n — Expedicioaes de Narciso López — Apoyo de los
Estidos Unidos á los filibusteros.
L principio de las desavenencias entre España y los
Estados Unidos puede decirse que data del año de
1800, cuando poco después de emancipada esta na-V
ción, empezó á hacer una activa propaganda en todas
ias colonias americanas para instigarlas á que sacudiesen el yu-
go del dominio Español.
A este fin se enviaron á los agentes americanos Pilke, Lewís
y Craik á que recorrieran nuestro país, así como Cuba y Puer-
to Rico, predicando las doctrinas de Jacobo Monroe(i)y toman-
do á la vez una multitud de datos relativos á su riqueza, co-
mercio, defensa de sus puertos y elementos de guerra, los cua-
les datos, sí se tiene en cuenta que á la sazón dirigía Estados
Unidos reclamaciones contra el Intendente español en la Lui-
siana, por motivos que se verán en seguida, no podía disimu-
larse que el móvil que guiaba á aquel gobierno á tomarlos, no
era otro que el de estar prevenido para el caso de un conflicto,
que desgraciadamente hemos tenido que presenciar al fin, si
bien un siglo más tarde.
España accedió á aquellas reclamaciones y tuvo que perder
la Luisiana debido á una cabala del coloso aventurero Napo-
león Bonaparte, á quien fué cedida por el débil Carlos IV, á
cambio de un reino que jamás llegó á poseer España, el de
Etruria.
Vinieron en seguida otras demandas de los Estados Unidos,
por el hecho de haber consentido España en sus puertos las
(1) Nombrado Ministro de Relaciones y más tarde Presidente de la República.
i6
presas de guerra de los corsarios franceses, demandas de que
pronto no fueron atendidas, pero tampoco se rechazaron con
energía, siendo aplazada su resolución para más tarde. Entre
tanto los Estados Unidos se apoderaron de Amalia y Movila con
pretexto de retenerlas en depósito, mientras se contestaba á sus
reclamaciones, aunque en definitiva no volvieron ya á poder
del Gobierno de la corona.
, Su aquella época era tolerado en la Unión americana el con-
trabando con las colonias españolas del continente, y todo el
que quería rebelarse, encontraba en aquel país apoyo y pro
lección decididos. 1
Por el tratado de 1795 había concedido Espaiia á los Esta-
dos Unidos un depósito por tres años, en Nueva Orleans, á ori-
llas del Missisippí, para facilitarla salida del país de sus pro-
ductos, y queriendo dar una muestra de benevolencia, que no
fué sino de debilidad, consintió en admitirlo otros cinco arlos
más, sCn nuevo permiso. Pero como el Intendente de la Lui-
siana notase que tal depósito era causa de los continuos con-
trabandos de que hemos hablado, lo suprimió repentinamen-
te, lo cual fué pretexto para las reclamaciones entabladas por
los Estados Unidos. España dando otra prueba de debilidad,
restableció luego el depósito.
En 1804 ^^ mismo Jacobo Monroe fué enviado á España co-
mo representante de América, con facultades para arreglar las
diferencias pendientes entre ambos paises, más habiendo exi-
gido concesiones y franquicias imposibles, no se llegó á una
solución satisfactoria y el enviado tuvo que regresar á su país
sin haber terminado su misión.
España solicitó entonces de Francia su opinión respecto á
los puntos objeto de sus diferencias con los Estados Unidos, y
aquella nación por medio de su comisionado Mr. Tailleyland,
declaró las demandas americanas cjmo absurdas pretenciones
destituidas de razón.
Seguían propalándose con gran calor por toda la América las
doctrinas de Monroe, cuyas tendencias en el fondo eran des-
pertar las ideas de rebelión contra el Gobierno de la Península
y hacer la independencia de todcs los dominios españoles.
Sin duda inspirado e||ellas el Gobierno de Washington, pro-
puso á España la cesión de la parte occidental de la Florida;
más fué enérgicamente rechazada esta proposición, lo cual con-
tribuyó á acabar de convertirá aquella República, en un cen-
tro de maquinaciones hostiles al poder colonial, continuándose
las misiones laborantes con más ahinco.
A la vez que se había enviado á México al teniente ameri-
cauo Pike, se mandó al caraquense Miranda á Venezuela, uno
y otro con expediciones que, si no iban en son de guerra, sí
17
llevaban como único punto de mira el insurreccionar estas co-
lonias españolas, provistos de toda clase de elementos para ha-
cer una vigorosa propaganda, ayudados por los periódicos de
la Unión.
Kspaña tuvo conocimiento de semejantes trabajos, y sus efec-
tos desastrosos parala Península se dejaron sentir desde luego.
Con este motivo ordenó á su representante en Washington,
gestionara diplomáticamente la conservación de las colonias,
así como que se impidiese por todos los medios la organización
y salida de expediciones. El representante, que lo era Don Luis
de Onis, trabajó empeñosamente en su delicado encargo, aun-
que sin éxito alguno: las expediciones continuaron, como se ve-
rá en seguida, y las intrigantes gestiones que el Gobierno ame-
ricano hacía para apropiarse la Florida, dieron por fin el resul-
tado, y el 17 de Julio de 1821 le fué entregado este hermoso
territorio.
II
El primer movimiento formal en favor de la independencia
de Cuba debió tener lugar el 17 de Agosto de 1823.
Agentes norte y sud- americanos habían inmigrado á la Isla
y trabajaban secretamente para atraer á sus doctrinas á todas
las clases sociales.
Eran en su mayoría partidarios de Bolívar, por lo cual aquel
movimiento fué designado más tarde con el nombre de Conspi-
ración de los Soles de Bolívar.
Contaban con algunas armas y municiones y sobre todo con
el apoyo moral de Norte América, que sea por la prensa ó por
medio de sus agentes los excitaba á seguir el ejemplo de los de-
más reinos americanos ya emancipados en aquella*ftcha.
Esta conspiración fué descubierta casualmente por un escla-
vo que era el prensista de la imprenta donde se hacían las ho-
jas de propaganda. Este, sin calcular las consecuencias de su
acción, extrajo furtivamente una prueba de la proclama y la
llevó á mostrar á su prometida; la cual prueba, pasando por
distintas manos, no tardó en ir á dar á las del General Vives,
actual gobernante de la Isla.
Se descubrió que estaban de acuerdo en la conspiración más
de setecientas personas; se les recogieron varios impresos, ar-
mas, banderas, etc. y todos los promotores fueron puestos en
prisión y castigados severamente. Según las declaraciones de
los acusados, la conspiración tenía por objeto la independencia
de Cuba.
Con el escarmiento producido por los castigos del General
Vives se calmó por entonces la excitación, y cesaron los esfuer-
zos para difundir la idea de rebelión durante algunos años, no
i8
ocurriendo entre tanto sino ligeras tentativas de muy poca im-
portancia.
No pasaba lo mismo en Estados Unidos, donde con franque-
za se formaban juntas de simpatizadores con la insurrección y
se contribuía públicamente para ayudar á aquella causa.
En 1843 trajo no pocas dificultades y complicaciones al go-
bierno de la Isla la difusión de las doctrinas abolicionistas de
la esclavitud, que contaban muchos prosélites entre los mismos
cubanos.
Tres años más tarde se propuso desembozadamente la idea
de anexión de Cuba á los Estados Unnlos, cuando en 1846 el
senador Mr. Yule, de la Florida, propuso á la Cámara la com-
pra de la Isla. Tan arraigada estaba en la opinión pública la
idea de anexión, que fué preciso que los periódicos de Cuba
desvaneciesen las falsedades publicadas por la prensa america-
na al afirmar que las negociaciones en este sentido, prospera-
ban en España.
En aquella época el ex-general español Don Narciso López,
acérrimo enemigo de los intereses coloniales y fiel ejecutor de
sus propias ambiciones, había emprendido, de acuerdo con al-
gunas sociedades secretas cubanas y americanas, extensos tra-
bajos en favor de la insurrección.
En 1848, siendo Gobernante de Cuba el Conde Alcoy, obser-
vó que en poco tiempo desembarcaron una multitud de indivi-
duos sospechosos, que no eran otros que los emisarios norte-
americanos é ingleses que llevaban el encargo de sublevar los
habitantes de Cuba y proclamar la anexión á los Estados
Unidos.
Se había puesto á la cabeza de los alborotadores el expresa-
do Narciso López que intentó con mal éxito un levantamiento
en Trinidad y Cienfuegos; fué descubierto por Alcoy con mu-
cha oportunidad y sofocado completamente.
Huyó López al extranjero para continuar en su empresa,
ayudado por la propaganda que hacían los apóstoles america-
nos y por las sociedades secretas de que hemos hablado.
Trató de organizar una nueva expedición en la isla del Gato
(Cat island) del grupo de las Bahamas, hoy propiedad de In-
glaterra, donde varios aventureros americanos y descontentos
españoles ¿e reunieron para invadir á Cuba, de acuerdo con el
partido exaltado de la Isla. Pero no fué tampoco llevada á
efecto esta expedición.
Los agentes del Conde Alcoy tuvieron noticias oportunas de
los prepararivos, y mediante enérgicas protestas al Gobierno
americano se consiguió que fuera disuelta la reunión y aun,
que ofreciera el mismo Gobierno impedir la formación y salida
de nuevas expediciones, del territorio.
19
Sin embargo de estas promesas, poco creídas, se pidió á Es-
paña el aumento del ejército de la Isla y algunos vapores más,
para resguardar las costas, temiendo que el Gobierno de Cuba
fuera ánecesitarmuy pronta de estos refuerzos, como así sucedió.
III
lyópez á su vez recibía fondos de los patriotas cubanos y or-
ganizaba una segunda expedición en 1849, que había de man-
dar él en persona. Recinto al afecto sus partidarios entre la
gente de peores costumbres de los Estados Unidos y los envió
á que le esperasen en la isla Redonda, que debía ser el punto
de partida.
El Gobierno americano, ante las enérgicas protestas de Es-
paña, y no pudiendo pasar desapercibida aquella expedición,
compuesta en su mayor parte de corsarios y piratas, la mandó
disolver.
No desalentado I^ópez y queriendo evitar á toda costa la des-
moralización de sus prosélitos, logró colocar un empréstito en
los Estados Unidos de dos millones de pesos al 88 por ciento,
garantizado con la propiedad de¡^Cuba, é hizo renacer el entu-
siasmo entre aquellos aventureros, dándoles luego algunas pa-
gas da marcha.
I^es recogió en seguida juramento 'de cumplir su palabra y
les proveyó de cartas de naturaleza americana, cualquiera que
fuese su nacionalidad, como una salvaguardia para el caso de
caer en manos de los españoles.
Con objeto de aumentar López el número de suk adeptos se
valió del ardid de hacer creer al público que la expedición se
dirigía á los placeres de oro de California, con lo cual pudo
llegar hasta unos seiscientos diez nombres el número de en-
ganchados.
Atravezó la expedición el seno mexicano y tras una breve
estancia en Cabo Catoche, Yucatán emprendió, el camino de
Cuba, haciéndose á la vela los días 15 y 16 de Mayo de 1850.
El vapor español «Pizarro» tenía órdenes del Capitán Gene-
ral de Cuba de salir al encuentro de la expedición, de la cual
ya se tenía noticias. Así lo verificó y el mismo día pudo apre-
sar en Contoy á una barca y un bergantín-goleta con la co-
rrespondencia, y algunos expedicionarios armados. La mayor
parte de ellos no pudo ser capturada porque había salido de
Yucatán un día antes, en el vapor «Creóle» donde iban López y
quinientos de los suyos, que desembarcaron en Cárdenas, des-
pués de varias tentativas, el 19 de Mayo. El Gobernador D.
Francisco Cerruti se puso inmediatamente á la cabeza de die-
cisiete hombres, única fuerza de que por el momento pudo dis-
20
poner y tras una corta refriega fué hecho prisionero. Los inva-
sores se apoderaron de los fondos de la aduana y cometieron
depredaciones en la ciudad. •
En la tarde fué atacado López por otra pequeña fuerza espa-
ñola que había llegado á Cárdenas con objeto de auxiliar á
Cerruti, y la cual fué también vencida, por su pequeño núme-
ro. No obstante, se reembarcó violentamente López rumbo á
Cayo Hueso, por haber notado pocas simpatías del vecindario
hacia su causa.
Los Cónsules españoles en Estados Unidos informaron en-
tonces al Gobierno de la Isla que, según los datos recogidos,
se sabía que si la expedición de López hubiese sido secundada
por los habitantes de Cuba, habrían salido de Nueva York,
Boston, Nueva Orleans y otros puertos, cerca de diez mil hom-
bres á apoyar la revolución, tan luego como se hubiera recibi-
do esta nueva.
Las protestas y quejas que se dirigieron al Gobierno de la
Unión por parte del de España con ese motivo, fueron tales y
tan justificadas, que se logró por el cónsul de Nueva Orleans
que López fuese detenido y procesado. Mas como de las averi-
guaciones practicadas en la institución de ese proceso, resultó
que en la expedición de López estaban complicados muchos
altos funcionarios americanos, tuvo que sobreseerse la causa, no
sin el escándalo consiguiente.
Este resultado estimuló á López, como era natural, á la con-
tinuación de sus empresas.
Por aquet tiempo permanecía abierto en Texas un público
alistamiento para Cuba. Figuraba como director de aquel cen-
tro revolucionario Mr, Walker, el mismo Gobernador del Es-
tado; con el pretexto de invadir á Haiti se hacían en realidad
los preparativos para una nueva expedición á la gran Antilla.
En uno de los vapores que hacían la travesía de Nueva York
á Chagres navegaba á principios de Diciembre del misno año
(1850) el ya famoso Garibaldi, á quien se propuso de parte de
la Junta americana el mando de la proyectada expedición; más
él se excusó por estar aun pendiente, según dijo, de los suce-
sos de su país.
Al llegar el año de 51 no había sido posible á los empresa-
rios obtener dinero para la realización de sus proyectos. Poco
después, que en parte fué vencido este obstáculo, no pudo supe-
rarse el que presentaba la actitud resuelta del Gobierno de Was-
(1) Ea lo5 periódicos de Nueva Orleans aparecieron en ese año las listas de les
peíonajes de los Estados Unidos que estabau ocniplicados en los proyecto»
anxionistas de López. Entre ellos Mr. Quittnian Gobcrnadcr déla Luisiana.
Lo afirma así el historiador Justo Zarag«/c» en su obra "Las insurrecciones en
Cuba."
21
hington, que por entonces amenazó á los filibusteros con privar-
los de sus derechos de ciudadanos americanos, siendo este el
motivo para que los invasores escogieran como punto de reu-
nión y partida, las costas de Yucatán. Esta vez el ministro me-
xicano D Mariano Yañez, cumpliendo las promesas de impar-
cialidad de su gobierno á España, impidió que se llevase á tér-
mino la expedición.
Esta serie de dificultades hizo que fueran suspendidas las
tentativas de invadir á Cuba, por entonces.
IV
Los trabajos de los anexionistas no cesaban empero. Valién-
dose de los operarios americanos que trabajaban en los campos,
hacían grandes esfuerzos por difutidir el espíritu de in.-urrec-
ción.
Desde Abril de 185 1 el Capitán General, que lo era D. José
de la Concha, logró interceptar una correspondencia en la cual
halló el hilo de una verdadera conspiración. En ella se desig-
naban como promotores de un cercano levantamiento á D. Joa-
quín Agüero y Agüero, á Quesadas, Betancourt, y Recios; su-
po también por los expresados documentos que los puntos se-
ñalados para la sublevación eran Nuevitas, Trinidad y Puerto
Príncipe.
Con estos datos ordenó Concha la prisión inmediata de los
complicados, llevándose á efecto á fines del mismo mes, con
excepción de la de Agüero, señalado como jefe del levanta-
miento. Este al saber la prisión de sus compañeros trató de
ocultarse al principio, pero más tarde resolvió lanzarse solo á
la revolución, y al efecto, reunió todos sus soldados que llega-
ban al número de 43.
Eran estos en su mayoría jóvenes cubanos pertenecientes á
distinguidas familias, llenos de bríos y fanáticos por su causa.
El 8 de Julio, después de haber pernoctado en Sabanilla del
Pontón, lugar distante á cuatro leguas de las Tunas, entraron
á esta población á las dos de la mañana. Debido á la obscuridad,
á la falta de disciplina y á que habían penetrado por distintos
rumbos, ya en las calles de la población se tomaron unos á
otros por enemigos y rompieron el fuego entre sí. Huyeron
en seguida al campo abandonando algunos heridos, que hicie-
ron recojer los vecinos.
Este flimentable error hizo que la fuerza se redujese á vein-
tisiete individuos los cuales se replegaron á los bosques para
rehacerse.
A fines del mismo mes, como salieron de su escondite, fue-
ron perseguidos y cercados por el Capitán español Conus, has-
22
ta obligar á rendirse á los jefes Castellanos, Za>as, Benavides
y más tarde á Agüero y á D. Tomás Betaiicourt.
Fueron conducidos á Puerto Príncipe, y se les sometió á un
Consejo de Guerra el cual los sentenció á pena capital. A úl-
tima hora sólo fueron ejecutados Agüero ,Betancourt, Zayas y
Benavides; los demás alcanzaron indulto.
Escucharon coq gran serenidad su sentencia de muerte.
Agüero invitó á sus guardianes á- tomar un refresco, y brindó
por que terminaran las diferencias entre americanos, españoles
y cubanos. Zayas antes de recibir la descarga gritó con fuerza:
«Viva Cuba libre.»
Los demás comprometidos en este Jfvantamiento sufrieron la
misma pena en otros lugares de la Isla.
Poco influían seguramente estos sucesos en el ánimo de Ló-
pez y los suyos, que continuaban los aprestos de una expedi-
ción. Esta la hizo preceder el mismo López de las noticias más
absurdas, favorables á su causa y publicadas en los periódicos
anexionistas americanos; las cuales repercutiendo en la Isla,
volvieron á López tan abultadas y desconocidas, que ellas fue-
ron la causa que determinó el epílogo de su azarosa vida y la
captura completa de aquella desgraciada expedición, según
vamos á referirlo.
El examen de la correspondencia volvió á darle á Concha el
resultado que buscaba. Por este medio se puso al tanto de los
preparativos para la expedición.
Se hizo ésta á la vela en los primeros días de Agosto. Eran
cuatrocientos cincuenta hombres y llevaban consigo gran can-
tidad de municiones de boca y de guerra.
Según los rumores que se habían hecho circular, se sabía que
el sentimiento de rebelión era general en la Isla, que la Haba-
na se había levantado en armas y estaba -en poder de los insu-
rrectos. Tales noticias eran creídas con fe ciega por López.
Dicho esto, no parecerá extraño que el día ii fueran avista-
dos por el vigía del Morro dos vapores que eran los de la expe-
dición de López, que intentaba desembarcar en la Habana.
Mas como no viese en la costa ningún indicio de que la ciudad
estuviera en poder de los rebeldes, tuvo que dirigirse al Morri-
llo de Manimaní, punto cercano á Bahía Honda.
Tan luego como se supo en la Habana, salió el Pizarra en
persecución de López, quien al saltar á tierra pudo notar su
error, al ver que era recibido fríamente por los habitantes de la
isla; algunos campesinos hicieron fuego sobre sus soldados y al
internarse en la costa, hallaba las villas desiertas.
Mientras 150 individuos verificaban el desembarque, López
con lo'^ 300 restantes había ocupado Las Pozas, donde fueron
atacados inopinadamente por el General Ena, á quien se unió
23
después el Coronel Morales, disponiendo entre ambos de una
fnerza de cerca de 2000 hombres, ciento cincuenta caballos y
cuatro piezas de artillería. Hicieron abandonar sus posisiones
al enemigo, que huyó al campo.
El día 17 fueron sorprendidos en el Cafetal Rosales y tuvie-
ron una acción muy reñida en la cuai quedó fuera de combate
el General Kna.
Después de otros eacuentros habidos en Aguacate, San Cris*
tóbal y el Rosario, fueron los insurrectos perdiendo terreno y
cayendo prisioneros en manos de sus perseguidores, hasta que
al fin el 24 de Agosto, en un lugar del camino de Santa Cruz
de los Pinos á Pinar del Río, fué capturado López con siete de
los suyos que le acompañaban,, por medio de una emboscada
que prepararon los cabos de ronda españoles Zea y Castañeda,
y se les trasladó á la prisión del castillo del Morro.
Fueron sentenciados á la última pena y ejecutados el 19 de
Septiembre de 185 1, así como cincuenta filibuteros americanos
más, frente al castillo de Atares.
Castañeda el aprensor de López fué alevosamente asesinado
tres años más tarde por los partidarios de éste, (i)
La ejecución de filibusteros americanos craj o algunas dificul-
tades al Gobierno de España en sus relaciones con el de los Es-
tados Unidos. Estas llegaron á tal grado de tirantez, que el Con •
sul en Nueva Orleans tuvo que abandonar su puesto y aun
fueron enviados algunos buques de guerra americanos para apo-
yar las demandas de una explicación por el hecho referido. No
obstante, la claridad con que aparecía la justicia por parte de
España hizo á aquella nación deponer su actitud y al año si-
guiente volvió el Cónsul español á Nueva Orleans y los buques
de guerra fueron retirados.
El año de 1852 fué notable por la actividad en los trabajos
de la Sociedad secreta La Estrella Solitaria. Estendía sus ra-
mificaciones desde Nueva Orleans, donde estaba su matriz, á
cerca de cuarenta ciudades americanas. Sus socios se obligaban
á coadyuvar personal y moralmente á que todos los pueblos de
la tierra gozasen de libertad. Contribuían cada mes con una
cantidad la cual se invertía en armas, víveres, etc., para los in-
surrectos.
El Capitán General D. Juan de la Pezuela, encargado en-
tonces del gobierno de la Isla, ejercía una escrupulosa vigi-
lancia. Hizo varias aprehencioues de agentes extranjeros insu-
(1) HallíÍTidose Cast*fieda en'el café de "Marte y Belon" en la Habana, la tar-
de del 12 de Octubre do 1854, fué muerto por un disparo que, á través de la
ridriera de una ventana, recibió en el cráneo, dejándolo muerto en el acto.
24
rreccionistas y aun de mujeres que se ocupaban en fabricar car-
tuchos para los rifles que se esperaban de los Estados Unidos.
Kstas aprehenciones dieron por rasultado el descubrimiento
de otra conspiración llamada de Pozos Dulces, atribuida al Con-
de de este nombre, cuñado de López,
El 23 de Febrero del año siguiente fueron sentenciadas diez
personas acusadas de ser los promotores de la conspiración.
De éstas fueron ejecutadas D. Francisco Valdéz, D. Eduardo
del Cristo, D. Manuel Hernández Perdomo y D. Juan Alvarez.
Los demás estaban prófugos. El conde de Pozos Dulces fué de-
portado á la Península.
Siendo entonces Presidente de los Estados Unidos Mr. Pier*
ce, le fué dirijida una petición por los anexionistas en la que
reclamaban su apoyo para apoderarse de Cuba. Es de notarse
que tal petición estuviera secundada por algunos senadores
americanos.
A principios del año de 1854 surgió un incidente que volvió
á poner en peligro la armonía entre las relaciones diplomáticas
de España y Estados Unidos. Este incidente fué el del vapor
americano «Black Warrior.»
Cedamos la palabra á un escritor contemporáneo que lo re-
fiere de esta manera:
«El 28 de Febrero de 1854 fondeó en la bahía de la Habana
el vapor americano Black Barrior, mandado por el capitán
Buliock quien al recibir las instrucciones escritas para ajustar
sus maniobras en el puerto, así como se practicaba en todos los
puertos españoles, se negó á enterarse del documento, sin de-
volver por consiguiente el duplicado cual se le exigía, con la
firma de quedar impuesto de cuanto en la instrucción se deter-
minaba; así como se negó á presentar el manifiesto de la carga
del buque y á manifestar si iba ó no de tráncito, diciendo sólo
que estaba en lastre. Excitados con tal proceder la curiosidad
y el amor propio de los empleados fiscales y comunicando el he-
cho por el resguardo á la aduana, ordenó el administrador de
ésta, D. Mariano Adriansens, en vista de la resistencia de Bu-
llok, que se verificase la visita de fondeo, y apercibido en el
Ínterin el capitán del vapor, pidió, algunas horas después de
fondear, permiso para salir del puerto. Pero las órdenes de la
Hacienda siguieron adelante, y verificado el reconocimiento ó
visita de fondeo, resultó que estaba el buque cargado de pacas
de algodón y no de armas como se había corrido la voz. En
vista de esto y con arreglo á la instrucción de aduanas, se le
hizo presente al consignatario la multa en que el capitán había
incurrido y se le propuso, para evitar conflictos, que adicionara
á la relación de rancho la carga del buque, á lo que contestó
25
descortesmente aquél, entablando protestas con verdadero ca-
rácter de amenazas »
«He dicho que el capitán del Black Warrior había pedido
permiso para salir del puerto, á lo que se le contestó que pro-
cediendo con arreglo á la ley la descarga del buque, se le haría
la gracia de permitirle seguir su viaje, siempre que prestara la
correspondiente fianza; el Consignatario Tyng se negó y el ca-
pitán Bullock abandonó el buque al ver á lo que se le obligaba,
no queriendo presenciar la descarga ni él ni el cónsul de los Es-
tados Unidos, resuelta por los funcionarios de Hacienda vein-
tiséis horas después del fondeo, en lugar de esperar á las cua-
renta y ocho prescritas en la citada instrucción de aduanas.»
Estos son los hechos, motivo después de complicaciones in-
ternacionales, que llegaron á tomar un carácter grave.
El Presidente de los Estados Unidos Mr. Pierce, en su men-
saje de 1854, llamó á la cuestión del Waryior un casus belli.
España con su reconocida falta de energía en sus gobernan-
tes, admitió pagar la indemnización exijida por el dueño ó ar-
mador del buque y que ascendió á $ 53,000.
CAPITULO II.
Guerra separatista americana. — Causas de esta guerra é influjo sobre la insurrec-
ción de las Antillas españolas. — Santo Domingo y Puerto Rico, — Grito de
Yara. — Coincidencia con los sucesos revolucionarios de la Península. —
Caudillos cubanos insurrectos.
A guerra intestina que asoló en los años siguientes á
la gran República, influyó de una manera especial en
la insurrección de Santo Domingo, Puerto Rico y Cu-
ba, porque se quiso tomar como causa de ella la abo-
lición de la esclavitud, tan debatida ya por entonces en aque-
llas islas, cuyos habitantes eran muchos esclavos.
No fué esta en realidad la causa eficiente de la guerra de se-
cesión. Se había venido creando una división profunda entre
los habitantes de los Estados del Sur de la Unión y los del Nor-
te, nacida de la diversidad de razas, de carácter, ocupaciones,
etc.
Eran aquellos en su mayoría ricos agricultores que por los
abundantes frutos que les prodigaban sus campos, vivían con
gran desahogo, con opulencia si se quiere; guardaban una po-
sición comercial preponderante sobre los del Norte y muy su-
perior á la de éstos, que eran industriales y comerciantes casi
todos. Además, los unos eran de origen latino y franco-latino,
en tanto que los otros eran sajones y anglo-sajones. La religión
de éstos era la protestante, los del Mediodía eran católicos.
La diferencia de origen, la índole, de aspiraciones y de reli-
gión hizo pues robustecer cada día aquel inveterado antago-
nismo, hasta que el incidente de la abolición de la esclavitud,
lo transformó en odio mortal, surgiendo entonces la guerra.
Para contrarrestar el dominio de los surianos acogieron con
gran empeño sus competidores del Norte el proyecto de abolir
la esclavitud, que á la vez que les atraería el aplauso del mun-
do civilizado, conquistándoles el título de filántropos, era en
realidad un rudo golpe á su poderío, porque millares de los
28
trabajadores del Sur eran esclavos, quienes por su a#titud para
las faenas agrícolas y por lo exiguo de los salarios ton que se
les retribuía, formaban el eleme^o principal de la riqueza de
aquellas comarcas.
Inicióse una activa lucha por los habitantes de los Estados
septentrionales contra la esclavitud. Se enviaron agentes ex-
pensados por ellos á los campos del Sur con la misión de suble-
var y libertar á los esclavos, (i) originándose no pocos desór-
denes.
Llegaron las elecciones de 1860 y en ellas designaron sus res-
pectivas candidaturas los partidos republicano y demócrata:
éste á Douglas y Jhonson para la presidencia y vice-presiden-
cia de la República y aquel á Breackinridge y Lañe, para los
mismos cargos, respectivamente. Pero ni unas ni otras preva-
lecieron porque un tercer partido -medio, llamado de la Unión
constitucional que propuso á Mr. Bell, les disputó el triunfo,
sin obtenerlo tampoco: éste fué en favor de Abrahara Lincoln,
candidato de los republicanos de Chicago, que tuvo una ma-
yoría de 1.866,157 votos, contra r.375, 157 que favorecieron á
Douglas.
Derrotados los demócratas del Sur con la elección de Lin-
coln, á quien se conocía en todo el país como furibundo aboli-
cionista, no trataron ya de ocultar su hostilidad al resto de
aquella nación y quisieron llevarla luego á las vías de hecho,
cumpliendo sus antiguos deseos de emanciparse.
La Carolina del Sur fué el primer Estado que enarboló el
estandarte de la rebelión, proclamando su independencia el 20
de Diciembre de aquel año. Le siguieron los Estados de Geor-
gia, Alabama, Missisippi, Florida, Texas y Luisiana.
El resto de la República trató de impedir se llevase á cabo la
escisión. Es notable que esta vez no se inspirase la nación ame-
ricana en el mismo criterio con que intervino en nuestra cues-
tión de Texas, ni en la de Cuba, últimamente pues en lugar de
concederles la libertad que reclamaban estos Estados, empren-
dió contra ellos una sangrienta lucha para subyugarlos.
Tal fué el principio de aquella guerra formidable que asoló
á ese país durante cuatro años, siendo á la postre derrotados
y sometidos los surianos.
El objeto de este libro y sus dimensiones nos impiden seguir
paso á paso la relación de aquellos hechos sangrientos á cuyo
epílogo precedió el asesinato del mismo Lincoln por el actor C.
Wilkes Botth, la noche del 15 de Abril de 1865, mientras ce-
lebraba los triunfos de las armas federales en el teatro Ford.
(1) Uno de estos agentes, acusado de sedición, fué juzgado el 2 de Dicierabrí
3 185Í) y ahorcado en Charlestoii por sentei " ' " - > -- ^ . -^•
ginia, aprobada por el gobernador Mr. Wiso.
de 185Í) y ahorcado en Charlestoii por sentencia de la Corte del Estado de Tir-
Mr.
29
Los Estados del Sur, segúu hemos dicho estaban poblados
por descendientes de la raza latina, con identidad de intereses
y costumbres á los pueblos latino-americanos del continente.
La derrota de los confederados significó el exterminio de la pri-
mitiva raza colonizadora; la supresión del elemento hispano la-
tino en la conformación política de aquella República. O en otros
términos, se dio un paso más hacia el cumplimiento de ese vie-
jo fenómeno observado en la historia, lo mismo en los países ci-
vilizados que salvajes; las razas septentrionales irrupcionan ó
invaden de tiempo en tiempo el resto del mundo y lo dominan.
II
Kfectiva fué la influencia de la guerra norte-americana so-
bre las Antillas españolas. El año de 1863 estalló la insurrección
en Santo Domingo, en la parte de la Isla reconquistada cuatro
años antes por España- Un año más tarde se había extendido
la guerra á todas las provincias, siendo imposible por entonces
para el gobierno peninsular sofocarla debido á la situación
anormal porque atravesaba.
En Enero de 1865 el Capitán General del ejército D. Ramón
María Narvaez presentó á las Cortes el proyecto de abandonar
la Isla (sin ruborizarse, dice con intención un historiador ibe-
ro) que fué aprobado y sancionado el 10 de Mayo de aquel
año.
Don Francisco Serrano, antecesor del entonces Capitán Ge-
neral de la Isla de Cuba, D. Domingo Dulce, se declaró en Es-
paña partidario de las reformas antillanas. Tomó dos veces la
palabra en el Senado con objeto de defender los ni tereses cuba-
nos. Esto contribuyó á alentar al partido descontento, que tra-
bajaba por la insurrección.
Dulce empleó en Cuba una política tolerante y conciliadora
á la cual es atribuido el desarrollo de las conspiraciones. Enca-
reció en ese año al ministro D. Leopoldo O'Donell la ingente
necesidad de que se plantearan cuanto antes las reformas pedi-
das por los nativos; la cual demanda dio por resultado que el 25
de Noviembre autorizara el Gobierno al expresado ministro, pa-
ra abrir una información sobre las bases en que deberían fun-
darse leyes especiales para el gobierno de Cuba y Puerto Ricos
constituyendo una junta, compuesta de personas nombradas
por el gobierno y veintidós diputados, dieciséis cubanos y
seis portorriqueños, elegidos por los habitantes de cada isla.
Estas reformas, que se pretende sólo hayan sido un pretexto
de los deseosos de la independencia, para conseguirla después,
no se llegaron á implantar como se verá adelante.
30
El haber estallado en Enero de 1866 la sedición militar en-
cabezada en la Península por el General Prim, ofreció uua co-
yuntura á los libertadores cubanos, que, en combinación con
los norteamericanos, no quisieron despreciarla. El Marqués de
Lema, embajador español en París, comunicaba á su gobierno
en 31 de Mayo, que tenía noticias fidedignas de existir públicos
trabajos en los Estados Unidos para apoderarse de Cuba.
Verificada la elección délos comisionados de las Antillas pa-
ra discutir las reformas, quedó derrotado el bando conservador,
y el triunfo, á favor de los reformistas, que pretendían la auto-
nomía de la Isla con exclusión de los peninsulares en los car-
gos públicos.
Su triunfo precipitó el relevo de D. Domingo Dalce, siendo
sucedido por el general D. Francisco Lersundi, quien siguió
una conducta contraria á la de su predecesor. Combatió acre-
mente á los reformistas, mandó clausurar sus clubs ó comités,
que antes habían celebrado libremente y ordenó la prisión de
todos los simpatizadores, señalados como vagos ó viciosos y de-
portó á ciento sesenta y seis de ellos á la Isla de Fernando Poo,
donde fueron re/legados.
Una pasajera animación alentó en su obra los descontentos
de españa al saberse los sucesos ocurridos en Madrid el 22 de
Junio; para volver á abatirse con la nueva del fracaso de la re-
volución y de haber sido deportado el general Prim, su pro-
motor.
Los Estados Unidos ejercen una vez más su perniciosa in-
fluencia en la propagación de la idea de independencia de Cu-
ba, con motivo de los escandalosos sucesos ocurridos en Nueva
Orleans recientemente.
En aquella ocasión decía el Ministro de las Colonias el repre-
sentante español en Washington, que «si en otro tiempo el ele-
mento filibustero de los americanos era lo principal y la cons-
piración interior de la Isla lo accesorio, esta vez sucedía esen-
cialmente lo contrario, pudiendo asegurar que en Cuba existía
ya el foco principa/ de una revolución que tenía enlace con los
sucesos de la pasada guerra americana, y ante la cual los tra-
bajos de los continentales eran secundarios.»
Lersundi fué poco tiempo después sucedido en el mando de
Cuba por D. Joaquín del Manzano, y entonces precisamente se
reunió en España la junta de información á la cual coucurrían
españoles, cubanos y portorriqueños. Al principiar sus sesiones
quiso oir la opinión de algunos funcionarios de los que habían
estado en Cuba, como el duque de la Torre y D. Domingo Dul-
ce. Este último dio su opinión en favor de las reformas, optan-
do por la abolición inmediata de la esclavitud.
31
Trabajó la junta seis meses, y regresaron los comisionados
á las Antillas sin haber obtenido un resultado práctico que de-
jara satisfechos á los partidos conservador y reformista.
III
En 1866 5e intentó por Goicouría y el general Quesadas ha-
cer estallar la guerra en las Antillas, principiando por Puerto
Rico; no pasó este intento de haber expedido algunas procla-
mas y de activar la circulación del papel moneda de Cuba.
El 7 de Junio del año siguiente promovieron los descontentos
una sedición militar que fracasó y fué motivo de la expulsión
de muchos complicados en ella.
El lo de Septiembre publicó el comité revolucionario de Nue-
va York una proclama fechada en Cuba el 1 6 de Julio, que ter-
minaba con estas Palabras: «Viva Cuba libre. Viva Puerto Ri-
co libre y muera España para siempre en América.»
Los jefes revolucionarios de Puerto Rico señalaron los días
de la fiesta de San Juan en 1867 para dar el grito de rebelión,
pero tuvieron que aplazarlo por haber sobrevenido contrarieda-
des, 110 siendo la menor los fuertes terremotos que hubo en la
Isla y que amedrentaron á los conspiradores.
Por fin pudieron reunirse en San Thomas, más tarde, los días
9, II y 16 de Diciembre, con los vocales por Cuba de la junta
de Nueva York. D. Manuel Macías propuso dar principio á la
revolución en Puerto Rico, antes que á la de Cuba, y D. Do-
mingo Goicouría ofreció un cargamento de armas que iba á re-
cibir de los Estados Unidos. Según comunicaciones que se le-
yeron, D. Miguel Aldana y Morales Lemus debían dar el grito
to en Cuba en Septiembre ó en los primeros días de Octubre
próximos.
Debido á la complacencia de las autoridades se propalaba en
público la causa de la libertad. En las reuniones, en los cafés,
en los clubs y periódicos se hacía ostentación de los proyectos,
se discutían los planes y hasta se celebraban los triunfos, que
tenían por seguros los conspiradores.
En Lares, el Bartolo, Mirasol y Pezuela (Puerto Rico) no se
daban punto de descanso en los preparativos y con pretexto de
las fiestas de San Juan, solemnizaban el principio de la revolu-
ción por la independencia.
Cinco días después de haber dado en Cádiz por el general
Topete el grito de rebelión, ó sea el 18 de Septiembre, tuvo
principio el movimiento separatista en el pequeño pueblo de
Lares, anticipándose al señalado que fué ai 29 por haber sido
descubiertos.
32
Reunidos los revolucionarios en el cafetal del americano Mr.
Bruginan, en el Barrio de Farnias, jurisdicción de Mayagiiez,
al frente de 250 hombres marcharon al de D. Manuel Rojas,
cometiendo en el camino actos desordenados. Allí se levantó
una bandera roja con esta inscripción: «Muerte ó Libertad. Vi-
va Puerto Rico,)) y se dirigieron á Lares posesionándose del
gobierno y casa del Ayuntamiento, nombrando autoridades á
sus adeptos y aprisionando á muchos españoles.
Como presidente de aquel improvisado gobierno se nombró á
un D. Francisco Ramírez, comerciante mulato. A continuación
se expidieron los manifiestos.
Al siguiente día 24 se dirigieron los insurgentes, que ¡lega-
ron ya á 700, al inmediato pueblo de Pepino con objeto de to-
marlo y establecer otro gobierno, pero bastó una pequeña re-
sistencia que encontraron en sus habitantes para desmoralizar-
los y hacer que huyeran á los bosques. Al recibirse esta noti-
cia en Lares hicieron otro tanto los sublevados, abandonando
la plaza.
Mas tarde fueron capturados en su mayoría y otros se pre-
sentaron voluntariamente acogiéndose al decreto de la amnis-
tía concedida por el gobierno peninsular.
En España tenía lugar á la sazón el alzamiento en Cádiz
acaudillado por Prini y Topete, al cual, así como los sucesos
posteriores ocurridos en aquellos días, se debe el advenimiento
al poder del partido eu cuyas manos estaba el Gobierno penin-
sular al sobrevenir la guerra cuya narración es el objeto de es-
te libro, el mismo partido de quien tan amargamente se queja
ahora aquel país.
A D. Práxedes Mateo Sagasta le vemos figurar entonces al
frente por primera vez, del gobierno de Sevilla, por encargo de
la junta de aquella provincia; mas tarde pone en sus manos la
cartera de gobernación su correligionario Prim, después de
eliminado el ministerio González Bravo.
Aquel partido que el pueblo español elevara triunfante en sus
hombros, librada apenas la batalla de Alcolea — simulacro, más
bien, de resistencia de parte del Gobierno — llevando consigo to-
das las simpatías, representando las aspiraciones legítimas;
aquel que destrozó la liltima rama de los Borbones y la relegó
al olvido en el palacio de Pau, morada de Enrique IV en otro
tiempo, es ahora víctima de la más acre censura, escarnecido,
insultado, increpado sin miramiento alguno, llevando en sus
hombros la inmensa responsabilidad del desastre reciente.
Grande es por cierto el descontento del pueblo español para
con su actual gobierno, tan grande, que quizas no haya es-
crito todavía la última página de este libro, cuando los nombres
de sus Secretarios pasen á la historia.
33
Coincidieron con el movimiento de la Península las revolu-
ciones de Puerto Rico y la de Cuba. Los gobiernos de una y
otra isla no tuvieron noticia de los sucesos de Septiembre ocu-
rridos en España, sino hasta el día 7 de Octubre, mientras que
los revolucionarios lo supieron casi inmediatamente por sus
corresponsales de Estados Unidos, y gracias á la organización
mazónica que tenía impuesta por los propagandistas america-
nos: así es que pudieron hacer sus preparativos sin ser moles-
tados por la autoridad. Había logias que trabajaban incesan-
temente en Puerto Príncipe, Tunas, Manzanillo, Bayamo y
Holguín.
El día 9 de Octubre que se constituía en Madrid el gobierno
provisional, se reunieron en el ingenio del Rosario (Cuba)
Céspedes, Aguilera, Marcano, Izaguirre, Peral y los García,
El jefe bayamés lyicenciado Carlos Manuel Céspedes, que en-
cabezaba el pronunciamiento, supo que se había dado orden de
aprehenderlos, por lo cual aceleró la ejecución de sus planes,
reuniendo á sus principales caudillos de la insurrección en su
residencia el ingenio de la Demajagua, donde juraron vengar
los agravios á la patria y luchar hasta triunfar ó morir.
Los iniciadores de la sublebación, en numero de treinta y
siete, (i) se dirigieron al pueblo de Yara. Era su propósito apo-
derarse de Manzanillo pero no lo hicieron, aunque tenían se-
guridad en el éxito, debido á que Céspedes temió que sus sol-
dacjos, entregándose á los actos vandálicos, desprestigiaran su^
cairas y dificultaran el reclutamiento de gente.
Ku esa pequeña población de Yara se imprimió é hizo circu-
lar la prinie|fk proclama que se llamó «Manifiesto de la junta
revolucionaria de Cuba á sus habitantes, al gobierno y á to-
das las naciones.»
Cambiaron pues de itinerario y al siguiente día tuvieron el
primer choque con las tropas enviadas por el Gobernador de
Bayamo, haciendo algunos prisioneros y retirándose al campo.
El 27 se habían sublevado las jurisdicciones de Jiguaní,
Holguín, Las Tunas y Bayamo; atacaron á esta última pobla-
(1) Los patriotas de Yara que el día 10 de Octubre de 1868 proclamaron la in-
dependencia de Cuba fueron:
Carlos Manuel de Céspedes, Manuel Calvar, Bartoloraé Masó, Isaías Masó, Ra-
fael Masó. Manuel Socarras, Ángel Maestre, Juan Ruz, Emiliano García Pavón,
Emilio Tamayo. Juan Hall, Luis Marcano, Manuel üodina, Jaime Santiesteban,
Rafael Torres García. José Rafael Yzaguirre, Francisco Mañano, Félix Marca-
no, Ignacio Martínoz Roque, Agustín Valerio, Francisco Vicente Aguilera, José
Pérez, Rafael Gaymau, Manuel SantÍ9steban, Aurelio Torres, Bartolomé Labra-
da, Miguel García Pavón, Pedro Céspedes Castillo, Francisco Céspedes Castillo,
Enrique del Castillo, Juan Rafael Polanco. Amador Castillo, José Rafael Cedeño
y Francisco Cancino,
(Hoja impresa en los E. Unidos conmemorando el tercer aniversarjo de la In-
surrección de 1868).
34
ción el día siguiente, cerca de 5000 hombres, que tomaron la
plaza. La fuerza que la defendía era de ciento veinte infantes
qne encerrados en el cuartel que les servía de fuerte, resistie-
ron con heroicidad cuatro días, hasta rendirse por mandato
del gobernador Udeata.
Alentada la revolución con la toma de Bayamo pronto se
extendió desde el Oriente hasta el Camagiiey.
El general Lersundi publicó un bando en el que señalaba
penas severísimas á los promotores y coadjutores de la insu-
rrección, al cual contestó Céspedes expidiendo órdenes termi-
nantes para que fuesen castigados con todo rigor los que sir-
vieran de guías ó exploradores á los soldados de España.
O o e e o 00
CAPITULO III
Continúa la guerra disidente. — Intervención de los Estados Unidos con motivo
de las disposiciones contra los insurrectos. — Gestiones en favor de la liber-
tad de Cuba. — Otro incidente internacional. — Propcsieiones de paz. — El
General Martínez Campos. — Término de la guerra.
^s insurrectos hicieron de Bayamo el centro de sus
operaciones.
Lersundi fué sucedido en Enero de ese año por D.
Domingo Dulce, antiguo Capitán General de la Isla.
Concedió un plazo de cuarenta días para que los rebeldes de-
pusiesen las armas y aun envió una comisión á Céspedes para
ponerle las bases de un arreglo que diera fin á la guerra, pe-
ro el caudillo insurrecto nada quiso admitir que no fuese la ab-
soluta independencia de Cuba.
No pudo además llegarse á un arreglo durante el armisticio
concedido por Dulce con este objeto, porque dos emisarios in-
surrectos fueron asesinados de un modo inexplicable mientras
se dirigían á Puerto Principíela acelerar las negociaciones de
paz; á ese suceso deben añadirse los ocurridos en el teatro Vi-
llanueva de la Habana, donde se trabó una lucha á balazos en-
tre el público y la guarnición española, así como las escenas
sangrientas que en las calles se repitieron frecuentemente.
Por tanto, lejos de llegar á un avenimiento continuó la lu-
cha con más fuerza. Kl Conde de Valmaseda, al frente de las
tropas españolas, principió en Diciembre una activa campaña.
Reconquistó á Bayamo y obtuvo las primeras victorias en Río
Salado y Cauto embarcadero. Los insurrectos al retirarse de la
ciudad de Bayamo la incendiaron.
El rigor para reprimir aquellos actos Vandálicos se aumentó
naturalmente de parte de los españoles sin el éxito esperado.
Se levantaron en cinco villas tres mil individuos de color, ad-
hiriéndose á Cé.spedes, que proclamaba la abolición de la escla-
36
vitud en el territorio donde suponía ejercer jurisdicción: conti-
nuaron los incendios y asesinatos^en Mayarí, Jiguaní y Baire
mientras el Capitán General deportaba á la isla de Fernando
Poo á doscientas cincuenta personas, acusadas de sospechas de
complicidad con los rebeldes, y determinaba la confiscación de
las propiedades de los reos políticos, así como de los simpatiza*
dores con la revolución, (i)
El decreto de confiscación expedido entonces proporcionó á
los Estados Unidos coyuntura favorable para inmiscuirse en
los asuntos de Cuba.
II
i^\ cónsul de Matanzas Mr. Hall envió al Ministro de Re-
laciones Exteriores Mr. Fish, una copia del decreto, lo cual dio
por resultado que el Gobierno americano manifestara en una
nota al representante español, que el Presidente Grant había
visto con desagrado tal documento y que ¿e?iía espera^izas de qiie
fuese modificado, en cuanto se refiriera á propiedades de ciuda-
danos americanos en la Isla; también se reprobaba en dicha no-
ta la conducta de Valmaseda que en la última proclama había
hecho pública declaración de que emplearía el rigor y el exter-
minio para acabar con la insurrección. Condenaban los Estados
Unidos este proceder en nombre de la humanidad y de los in-
tereses civilizadores.
Los insurrectos no quisieron perder una ocasión tan bella
para conseguir el apoyo del gobierno ameiicano, y por medio
de la junta de Nueva York, pusieron en juego toda clase de re-
cursos para inclinarle en favor de la emancipación, no sin re-
sultado.
El Ministro americano en España, Mr. Sickles, recibió órdenes
para intentar, cerca de los poderes constituidos de la Penínsu-
la, un cambio en el modus vivejidi de los habitantes de la gran
Antilla. Esta gestión practicada con el presidente del Consejo
de ministros D. Juan Prim, dló por resultado que Mr. Sickles
contestara á su gobierno haciéndole saber que la Regencia es-
taba dispuesta á aceptar ^us buenos oficios en la pacificación de
Cuba y aún conceder á los cubanos la autonomía ó la inde-
(1) Hechos semejantes se observaron con más frecuen. ¡a en la guerra Dortea-
moricana que acabamoe de citar.
El ilustre escritor Mr. \lore, en su Historia de la guerra separatista, dice qu
,,tiu?8tro siglo no ha prescn.'iado una sola guerra en que los usos de los pueblo
civilizados y las leyes más vulgares de la humanidad hayan sido violadas tan
por completo y con más frecuencia q-.je en la que desoló parte de la gran Kepú
blica.'
37
pendencia siern^ re que éstos depusieran su actitud hostil y qne
se dejase de oír aquel continuo insulto, aquel grito de ¡mueran
los españoles! Que estaba autorizado para establecer las bases
de una convención cuyos detalles se arreglarían oportunamen-
te, siendo estas las proposiciones cardinales:
1 ^ Los Í7isur rectos depoiidfáyi las armas.
2 ^ España concederá simtiltáneamente una anmistia absolu-
ta y completa.
S "^ El pueblo de Cuba votará por sufragio universal sobre la
cuestiÓJi de su independencia.
4 ^ Si la mayoría opta por la independencia, España la con-
cederá previo el consentimiento de las Cortes.
Cuba pagará un equivalente satisfactorio garantizado por los
Estados Unidos.
Refiriéndose el representante americano el 20 de Agosto de
aquel año (69) á un telegrama de su gobierno, en el que se le
encarecía la urgente decisión sobre los preliminares de este
convenio, manifestó á Mr Fish, que había celebrado otra en-
trevista con Prim, en la cual, después de enterarse éste de la
opinión de Washington respecto de las proposiciones la y 3a,
en las que se estipulaba que los cubanos depondrían las armas
para declarar luego por medio del voto quienes eran adeptos á
la separación, confirmó que estaba dispuesto á acordar las ba-
ses de un arreglo para la independencia de Cuba, Ti) pero que
no podía dar por sí la sanción de un tratado á aquel arreglo ni
someterlo á la aprobación de las Cortes, mientras los insurrec-
tos permaneciesen con las armas en la mano.
La enérgica actitud del pueblo español, que rechazó unánime-
mente tales arreglos, cuando se hubieron publicado, obligó á
los Estados Unidos á suspender por entonces las negociaciones
para realizar su antiguo sueño de oro.
III
Seguía entretanto la guerra más encarnizada cada vez. Los
batallones de voluntarios enviados de la Península continua-
ban llegando, en tanto que los insurrectos obtenían ayuda de
la junta de Nueva York por algunas pequeñas expediciones fi-
libusteras.
(1) Los historiadores españoles pretenden que estos arreglos se debían sol '-
mente á Prim, y que ni el Ministerio ni la Regencia participaban de sus opini •-
nes. El entonces Capitán general de Cuba, D. Antonio Caballero de Rodas, afir-
mó después en Madrid en los salones del "Centro Hispano Ultra-Marino," que
él poseía una carta del general Prim, que le dirigió al entablarse las negociacio-
nes de Sickles, relativa á la venta ó cesión de la Isla á los Estados Unidos y en
la cual le pedía su ayuda para preparar allí las cosas de un modo conyeniente,
Caballero rechazó la propuesta con indignación.
38
Las protestas del Ministro español en Washington (bligarou
al Gobierno á detener y á hacer prisioneros á los que flotaban
embarcaciones con elementos de guerra; pero al nimio tiempo
dio entonces una prueba más de su parcialidad en Ta cuestión
cubana.
Con destino á la vigilancia de las costas de Cuba, España
había mandado construir en Nueva York treinta barcas caño-
neras, que el gobierno americano mandó secuestrar, aparentan-
do creer que se destinaban á la guerra con el Peiú y en cum-
plimiento, se decía, de las leyes de neutralidad; lo cual no fué
sino resultado de las intrigas de los laborantes americanos,
puesto que las barcas iban con efecto á Cuba y no al Perú,
Cuntía la cual nació.i no existía guerra; además era inconcuso
que no irían al Perú desde el momento que su construcción no
les permitía á e^as embarcaciones que pudiesen doblar el cabo
de Hornos.
La misma prensa americana condenó este proceder. Entre
otros periódicos, el «World» se expresó en estos términos:
«El Perú es una potencia que se halla en paz. . Cuba no es
una potencia en el sentido literal de la palabra. Si el Presidente
Grant tiene pruebas de que las cañoneras van á ser emplea-
das contra el Perú, ha hecho bien al embargarlas; pero si no
las tiene, y se ha puesto en conivencia para secuestrar los bu-
ques que estaban destinados á las costas de Cuba, so pretexto
de la violación de las leyes de neutralidad, su conducta es des-
honrosa y viola la primera obligación de los neutrales.»
Atacaron los insurrectos algunas poblaciones de Manzanillo,
sin éxito, entre ellas las Tunas, en cuyo asalto tomaron par-
te el i6 de Agosto las Amazonas cubanas.
Céspedes, contestando á las medidas de la autoridad, ordeió
el il^endio de todos los plantíos de caña. Fueron incendiadas,
además, Banao, Guaimaro y Cascorro.
D. Antonio Fernández Caballero de Rodas que desde Julio
había sucedido al General Dulce en el mando de Cuba, seguía
luchando contra la revolución ayudado por los batallones de
voluntarios así de la Lsla como peninsulares. El número desol-
dados en Octubre de 69 era de 80.000, los cuales á pesar de
las críticas circunstancias por que atravesaba la Península, no
dejaron de aumentarse constantemente. Sólode E'^paña habían
desembarcado 26 batallones y 25 escuadrones que sumaban
34,500 plazas. Se habían recibido también 14 buques, 20 caño-
nes Krupp, 25,000 fusiles de distintas marcas y 5,000 kilogra-
mos de pólvora, á lo cual hay que añadir las treinta barcas ca-
ñoneras construidas en Nueva York, que al fin fueron devuel-
tas.
39
Habiendo las autoridades prorrogado el tértiiitio para que se
acogieran al decreto de amnistía los insurrectos, se presenta-
ban de cuando en cuando pequeñas partidas. No obstante, tar-
dó todavía ocho años cuatro meses en pacificarse la Isla, á pe-
sar de las medidas dictadas por la autoridad y de los abundan-
tes refuerzos qne se recibían sin interrupción.
Incontables fueron en este tiempo las escenas de sangre, lio-
rror y desolación que á diario tenían lugar en el campo de la
guerra. Villas, ingenios y caseríos incendiados, pacíficos ha-
bitantes asesinados con crueldad, mujeres y niños atropellados
y vejados, multitudes vagando por los bosques, desnudas, ham-
brientas, siguiendo á los rebildee ó bien huyendo de ellos, fu-
silamientos de prisioneros, sin interrupción por uno y otro
bando y olvido de todo sentimiento humanitario.
Las pasiones llegaban á su más alto grado de excitación, y
tanto es así, que el historiador imparcial se halla perplejo ante
las notas contradictorias y falsas que en sus partes oficiales pu-
blicaban uno y otro partido.
Sumando por ejemplo el número de bajas que durante la
guerra afirman los partes españoles haber hecho á los rebeldes,
resulta una cifra monstruosamente inexacta, mayor á la de los
habitantes de la isla, capaces de pelear; en otros términos, de
ser exactos esos partes tendría que haberse terminado con la
población de toda Cuba. Tenemos á la vista un parte oficial
correspondiente á la seguftda quincena del mes de Diciembre
de yr, época en que se aseguraba que la revolución se había
casi extinguido. El parte á que aludimos dice: «resultado de
las acciones habidas en la quincena: muertos al enemigo 164,
— prisioneros 6052, {Rentados 556. « Lo cual es absurdo.
Por su part^ los insurrectos eran también amigos de las ma-
yores exajeraciones. Eu la comunicación que Céspedes dirigió
al presidente Grant, le aseguraba que su^^ejército era de 60,000
hombres bien disciplinados, que una escasa minoría no parti-
cipaba de sus ideas, que estaba su gobierno establecido formal-
mente con sus Cámaras legislativas, sus ministerios, etc., lo
cual no era sino empírico.
Esta circunstancia, así como la de ser extraña al plan de es-
te libro la narración circunstanciada de los sucesos de la gue-
rra discidente, nos excusan de describirla punto por punto.
Los jefes principales fueron siendo ejecutados á medida que
caían en manos de sus perseguidores: Goicouria, Céspedes,
Agramonte, Donato Mármol, Covadas, Castillo Mola, Betan-
court. Agüeros, Salomé Hernández, Marcano, Rosas y otros,
no existían ya el año de 74 al tomar poseción del Gobierno de
la Isla por tercera vez D. José de la Concha.
40
En el mensaje que el Presidente Grant dirigió al Congreso
americano en 1875 se quejaba de la continuación de aque-
lla guerra, la cual con las circustancias que la acompañaban era
— decía — una ofensa á las leyes de la humanidad. También
se hacía saber en dicho mensaje que España había pagado á
los Estados Unidos 80,000 pesos de indemnización á las fami-
lias de los tripulantes del VirgiJiuis.
En los años de 76 y 77 se presentaron muchos insurrectos
deponiendo las armas; algunos de ellos iban acompañados de
sus familias. En los partes que rendían las tropas españolas se
hacía mención de gran número de mujeres y niños; entre los
presentados.
Empezaba pues la pacificación.
El general D. Árcenlo Martínez Campos, ayudado del gene-
ral Jovellar, fué quien tuvo la fortuna de llevar á cabo los arre-
glos para terminar con W guerra de rebelión, (i)
El expresado gobernante hizo proposiciones á los jefes re-
beldes para que se ajustara un tratado de paz y se suspendie-
ran las hostilidades.
Conferenció personalmente con Máximo Gómez, jefe enton-
ces de la insurrección y logró después de varias entrevistas
que se firmara un tratado cuyas bases eran:
Primera. — La isla de Cuba recibirá la misma organización
política y administrativa que tiene Puerto Rico.
Segunda. — Amplio perdón para todos los delitos políticos
desde 1868 y libertad para los que estén sufriendo sentencia y
para los prisioneros políticos y perdón general para los deser-
tores de las filas españolas.
Tercera. — Se dará libertad á los negros y chinos que estén
en el campo insurgente.
Cuarta. — Ninguna persona que reconozca al gobierno español
en virtud de este tratado, podrá ser obligada á hacer la guerra
á no ser que se establezca la paz en todo el territorio.
Quinta. — A todas las personas que desean salir de la isla se
les darán medios para hacerlo, sin entrar en poblado, si así lo
desean.
Sexta. — Se hará la capitulación de cada fuerza en lugares
despoblados donde se depositarán las armas.
Séptima. — El general en jefe español, con objeto de facilitar
la adhesión de otros departamentos á estas condiciones, dará
libre paso para todas las vías terrestres y marítimas.
(1) El secreto para haber alcanzado el éxito en la* ^Pacificación de la Isla,
que habían pedido obtener sus predecesores, fué, según aseguran los histo-
riadores españoles, que Martínez Campos don-S gruesas sumas á los jefes insu-
rrectos porque depusieran las armas.
41
Octava. — Las bases anteriores se consideran generales para
todos los departamentos de esta Isla que acepten las proposi-
ciones.»
Este tratado se firmó el día lo de Febrero de 1878 y se dio
orden de que las hostilidades fuesen suspendidas en toda la isla.
El tratado se firmó en el punto llamado el Zanjón, por lo
cual es conocido con este nombre.
No todos los jefes insurrectos estuvieron conformes en las
bases que Gómez aprobó, propuestas por Martínez Campos.
Por las dificultades que los rebeldes tenían para reunirse, así
como por la gran extensión que éstos dominaban, no fué po-
sible comunicarles la noticia de la celebración de los tratados
de paz, sino hasta muchos días después.
Algunos de los jefes á quienes no se les había consultado su
parecer para firmar el tratado, se dieron por ofendidos y no qui-
sieron observar sus bases, .^re ellos el más notable quizás
fué Antonio Maceo, á quien veremos figurar en primer térmi-
no durante la segunda insurrección.
Este valiente jefe tuvo algunas entrevistas, si nó conferencias,
con el General Martínez Campos; pero no quiso tratar del asun-
to de la pacificación de la Isla.
En 1878 que fué entrevistado por un repórter del World, ma-
nifestó su grande entereza para seguir combatiendo, á pesar
de que se hallaba, en los momentos de la entrevista, herido en
veintidós distintas partes del cuerpo, á consecuencia de los com-
bates empeñados últimamente con los voluntarios. De estas
lesiones dieciseis eran de bala, y las demás de machete.
Las decantadas reformas, prometidas desde tantos años antes
no se llevaron á cabo, ó mejor dicho, no se trató de ponerlas
en práctica sino hasta diez y siete años después, que la guerra
separatista hizo explosión de nuevo, según lo veremos en el
capítulo que sigue.
La insurrección que terminó en 78 costó á España mucho
dinero y muchas vidas. De 200,000 voluntarios enviados en el
transcurso de 68 á78 sólo quedaban al fin de la guerra 120,000;
es decir, había desaparecido más de la tercera parte.
IV
Además de las expediciones que hemos citado ya detallada-
mente, en la imposibilidad de publicar una nota completa men-
cionando cada una, haremos constar sólo algunas de las prin-
cipales fletadas en las costas americanas, durante la primera
insurrección.
42
Sabido es que estas expediciones eran por lo general despa-
chadas furtivamente, apelando á mixtificaciones y engaños pa-
ra evitar fuesen estorbadas á su salida ó al desembarcar en
Cuba.
A muchos de los vapores que las conducían se les cambiaba
el nombre ó la bandera, ó ambas cosas; la mayor parte eran
destinadas á un supuesto consignatario, con la manifestación
de dirigirse á un lugar lejano de Cuba; trasbordaban su carga-
mento en alta mar á otro buque prevenido de antemano, el que
lo conducía á su verdadero destino.
Portal razón uo dejaban huella de su salida ni su desembar-
co, porque éste se verificaba en uu lugar despoblado de la cos-
ta cubana. Gran parte iban en goletas ó barcas sin nombre
6 lo ocultaban cuidadosamente sus fletadores.
Los escritores españoles que describen el principio de aque-
lla guerra dicen, como D. Emilio Sonlére, que «diariamenta
salían expediciones,» lo cual, prescindiendo del sentido hiper-
bólico de la frase, dá una idea de la mucha frecuencia con que
se repetían. Por este y otros fundamentos uo es aventurado
afirmar que los datos que publicamos en seguida sólocompren-
den una pequeña parte del total de expediciones habidas en los
cuatro primeros años de dicha guerra.
Para que se vea el valor de los servicios que á los insurrectos
hacían los simpatizadores americanos, hay que notar que algu-
nas de estas expediciones costaban millones de pesos, y los ar-
tículos de guerra se remitían en cantidades fabulosas. La ex-
pedición del «Arago,» por ejemplo, que está muy lejos de ser
la más importante, llevaba 6.000,000 de cartuchos metálicos,
10,000 fusiles, doce cañones de á 6 y á 12, 2,000 arneses com-
pletos y varios proyectiles sólidos y huecos para los cañones.
No creemos ocioso hacer constar estos apuntes que revelan
lo que en el curso de este libróse halla patentizado: los ene-
migos de España encontraron desde un principio grande apo-
yo en los Estados Unidos.
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CAPITULO lY.
Martínez Campos, pacificidor de 1* Isla. — Segunda insurrección cubana, — Jefes
revolucionarios. — Actitud de España ante el movimiento. — Segundo mando
del General M^rtíuez Campos. — Primo de Rive-a y Weyler. — El Presi-
dente y rl Sanado americano desaprueban la conducta del General Weyler
en Cuba, — Estado de la guerra de Insurrección el año de 1897.
ON grandes muestras de alegría fué recibida la noti-
cia de la terminación de la guerra por todos los ha-
bitantes de la Isla.
Aquel pueblo tras nueve años de constante lucha,
sentíase ya exangüe, ávido de recobrar su tranquilidad y de
volver al camino de la paz benéfica que le rehabilitara en sus
inmensas pérdidas, causadas por la tea incendiaria y por la des-
vasiación que tras sí habían dejado las hordas de foragidos,
mezclados, para confundirse, con los patriotas.
Aquellas familiashuérfanas, aquellos hogares desiertos, aque-
llas tribus acéfalas, clamaban piedad, de uno á otro confín de
la Antilla, y pedían en un tono más conmovedor que el que pu-
dieran haber empleado todos los oradores del mundo, el térmi-
no de tanta crueldad y desolación.
El general Martínez Campos fué el afortunado gobernante á
quien cupo la suerte de realizar en pocos meses lo que sus an-
tecesores no habían logrado en varios años.
Uniendo la severidad á los halagos fué poco á poco dome-
ñando á aquellas huestes rehacías á todo lo que significara ce-
jar un punto en sus propósitos, hasta conseguir que acudieran
dóciles á su llamado, para firmar las bases de un convenio
amistoso.
El pueblo le aclamó entonces llamándole el héroe de la paz.
Fué objeto de múltiples manifestaciones de gratitud por haber
puesto fin á aquella guerra que amenazaba acabar con los ha-
bitantes de la comarca.
46
Para celebrar este plausible acontecimiento se organizaron
festejos públicos.
Desgraciadamente aquella paz no fué tan duradera como ha-
bría sido de desearse. Los jefes insurgentes que no quisieron
adherirse al tratado de Zanjón, eiuigraron de la Isla para con-
tinuar paulatinamente sus trabajos separatistas, en las juntas
revolucionarias de Estados Unidos.
Algunos escritores españoles así lo comprendieron y encare-
cían al gobierno la necesidad de implantaren Cuba las soñadas
reformas, ya que no la autonomía. El escritor J. Sedaño dijo:
«la guerra de Cuba está aniquilada, está vencida, pero no está
muerta y no lo está por culpa del gobierno, ni lo estará mien-
tras uo se cambie de conducta.» (i)
Desde poco tiempo después de firmada la capitulación por
Máximo Gómez, se reorganizó la Junta cubana de Nueva York
y se empezaron á reunir fondos para el envío de expediciones
filibusteras cuando llegase la ocasión propicia para reanudar
la guerra.
Esta Junta tenía ya entonces delegados en nuestro país, en
Colombia, Brazil, Venezuela, Perú y casi todas las repúblicas
sud-americanas.
No cesaron por completo las tentativas de invadir á Cuba y
resucitar la revolución. Durante los diecisei-^ años que transcu-
rrieron de una á otra guerra, hubo pequeños levantamientos
sin importancia, excepto uno verificado en 1884, Q^^ llegó á
tomar serias proporciones, pero fué extinguido al cabo.
Cuando el tratado del Zanjón cumplía exactamente dieciseis
años de terminado, estalló con más fuerza la revolución cu-
bana.
Las primeras noticias que se publicaron á este respecto afir-
maban que una partida de bandoleros había aparecido en la Is-
la y que su única misión eran el robo v el pillaje; poco después
se supo que no una, sino varias gavillas merodeaban en los ca-
minos cometiendo toda clase de depredaciones é infundiendo la
alarma entre los pacíficos habitantes.
Que no era esta la verdad de lo ocurrido en Cuba lo demos-
traban claramente dos hechos muy significativos. El uno era la
inusitada festinación con que se discutían y aprobaban en las
Cortes las reformas para la Antilla, siendo inmediatamente
¡¡probadas y puestas en practica, á la sazón que circulaban los
rumores sobre tales desórdenes. El otro hecho correlativo fué
el nombramiento del general Martínez Campos para Capitán
general de la Isla.
(U Emilio Soulére. "Historia de las insurrecciones de Cuba." Tomo II, p&g.
480.
47
En efecto, /¡e trataba de reprimir tío >a las correrías de unos
cuantos forajidos sino el renacimiento de la insurrección, y con
este motivo, á la vez que se planteaban las reformas pedida«iha-
cía tanto tiempo^que quitarían el pretexto de la revolución,
se enviaba al Mariscal Martínez Campos, único que había po-
dido extinguir en poco tiempo la pasada guerra, y cuyos bue-
nos servicios tenía muy presentes el gobierno español.
II
Era en realidad el peligro más serio de lo que al principio
se supuso: los jefes rebeldes Bartolomé Massó, Antonio López,
Amador Guerra, Santos Pérez Colona, Manrara, Miró, Rabí,
Dr. Juan Gualberto Gómez, Martí y otros habían dado el gri-
to insurrecto en el pequeño pueblo de Baire, secundados por
muchos de sus partidarios.
El movimiento principió con gran fuerza. A fines del mes de
Febrero había sobre las armas 6,oou rebeldes con municiones
suficientes de boca y de guerra, y se afiliaban por centenares
los descontentos. De la junta de Nueva York se habían reci-
bido provisiones y armamento americano y continuábase ayu-
dando por todos los caminos al movimiento.
El 1 6 de Abril de aquel año llegó á la Isla el general Martí-
nez Campos, nombrado para dirigir las operaciones, y pocos
días después contaba con 40,000 voluntarios enviados de Espa-
ña. También el general Primo de Rivera tomaba posesión de
su mando.
Máximo Gómez que había permanecido fuera de la Isla de-
sembarcó el mismo mes, procedente de Santo Domingo, trayen-
do algunas tropas y provisiones.
Volvieron pues á desarrollarse escenas idénticas á las de la
insurrección pasada. vSe inició la más ruda campaña con-
tra los rebeldes á quienes se trataba como bandidos; ellos por
su parte no queriendo desmentir este dictado, se hubieron de
entregar á toda clase de excesos y depredaciones, incendiando
las sementeras y hostilizando á todo el que no se alistaba en
sus filas.
El general Martínez Campos publicó desde luego una pro-
clama excitando á la sumisión á la autoridad é imponiendo se-
veras penas á los que contribuyeran directa ó indirectamente
á la continuación de la guerra, y después de dictadas estas me-
didas emprendió la campaña personalmente, con mucha acti-
vidad.
Sus esperanzas fueron tales al principio, que en una comu-
nicación oficial aseguró al gobierno de España que la pacifica-
48
ción era obra de pocos meses, pues había destruido los princi-
pales focos del desorden.
Casi al mismo tiempo el jefe rebelde Guerra enviaba el si-
guiente mensaje á su corresponsal en Cayo Hueso:
«Diga al Herald prevenga á nuestros numerosos amigos en
los Estados Unidos que no crean todos los cuentos sobre derro-
tas de revolucionarios, inventados diariamente por las autoii-
dades españolas, pues son absolutamente falsas. Nuestra situa-
ción es muy satisfactoria y para mediados de Junio tendre-
mos en campaña 20,000 hombres.»
El periódico referido envió poco después á dos representan-
tes suyos á España, con objeto de que inquiriesen el verdadero
estado de la opinión de los hombres prominentes, sobre la cues-
tión de Cuba. Los enviados especiales del //(f/<i:/í/ pudieron com-
probar que existían en España dos sentimientos que domina-
ban á todos los demá?=, á saber: un deseo general de cultivar
las más amistosas relaciones con los Estados Unidos y una de-
cidida y unánime resolución de que España no se deshiciera
de la isla de Cuba por ningún motivo.
Tal fué el resultado de las consultas hechas á Cánovas del
Castillo, Sagasta, Morel, Castelar y á los jefes de la oposición.
III
A fines del año de 95 el ministro español en Washington Sr.
Dupuy de Lome, describiendo el carácter político de la guerra
de Cuba, la posibilidad de extinguirse y la influencia america-
na, se expresaba en estos términos:
«La insurrección cubana es un fracaso. Mas suponiendo que
mañana triunfara y se realizase la absoluta independencia de
Cuba, el resultado sería la división de la Isla en dos gobiernos:
el de Oriente qne formaría una república negra, y el de Occi-
dente, con una república blanca. El alzamiento es pura y sim-
plemente una insurrección negra, aunque no he de negar que
haya blancos identificados con el movimiento, porque :r'iempre
habrá visionarios, criminales y vagos dispuestos á tomar parte
en cualquiera reyerta.
«Cuanto más adelanta el movimiento, más claro se va viendo
que sus jefes son criminales y que su obra se dirije principal-
mente contra la propiedad particular. La gran mayoría de la
población cubana no simpatiza con ellos. Casi todos los cabeci»
lias de más importancia son negros; el único blanco de cuantía
en las filas insurrectas es Máximo Gome/, y estoy persuadido
de que ha recibido % 45,000 por sus servicios. No es la primera
vez que se ha vendido, y el general Martínez Campos puede
probarlo.
49
«Los insurrectos se proponen ahora enviar á Cuba á Calixto
García, porque comprenden la necesidad de tener más jefes
blancos, por el efecto que esto ha producido en el exterior.
«García debe la vida á España, su hijo fué cuidado por nues-
tro Gobierno, y después de todo no lia titubeado en faltar á su
palabra de honor. García es un monumento viviente de la cle-
mencia española.
«Hay muy poco peligro de que los Estados Uñidos reconoz-
can como beligerantes á los rebeldes, que no son otra cosa sino
merodeadores dedicados á destruir sin consideración ninguna
más las propiedades de americanos y Cubanos que las de espa-
ñoles. La razón por la cual los rebeldes quieren que este país
los reconozca, es porque de este modo esperan fomentar un es-
píritu de malquerencia, y, finalmente, la guerra entre España
y los Estados Unidos, para que los soldados americanos vayan
á pelear por ellos.
«Estos conspiradores contra la paz de las dos naciones saben
muy bien que las fuerzas españolas se encuentran y marchan
sobre el enemigo, é^te se fracciona en pequeñas partidas que
huyen. Si los Estados Unidos reconocieran el estado de beli-
gerancia ala insurrección, España adquiriría el derecho de Vi-
sita en alta mar. En virtud del mismo, el de registrar, y regis-
traríamos á los buques sospechosos que se dirigieran á Cnba.
« . , , Las pretensiones de los insurrectos no se inspiran en
la buena fé, no siendo otra cosa que esfuerzos, apenas disfraza-
dos, para enredar en graves dificultades á los dos gobiernos. . .
«Muchas personas preguntan: ¿en qué consiste que el Gene-
ral Martínez Campos no concentra sus tropas, marcha contra
las gueri¡ lias y acaba con la insurrección? Tanto valdría que
yo preguntara por qué el Jefe de policía de Nueva Yoik no se
pone á la cabeza de numerosas fuerzas de policía uniformada y
marcha contra los criminales que infestan la ciudad, acabando
de una vez contra las trangresiones de la ley? Cada vez que las
fuerzas españolas se concentran y marchan sobre el enemigo,
éste se fracciona en pequeñas partidas que huyen y se ocultan
en los montes. Nuestras tropas no pueden estar á la vez en to-
das partes.
«Las partidas ó guerrillas se presentan subrepticiamente en tal
ó cual lugar, robando y quemando á su paso y cuando se envía
una columna á castigarlos, se desvanecen. Es cosa dificil el
coger á las guerrillas y bien claro lo ha visto el Gobierno ame-
ricano en sus luchas con los indios. No quiere decir que entre
los insurrectos no haya hombres valientes, ni que no peleen de
vez en cuando; pero sus operaciones no constituyen verdadera
50
guerra. Los rebeldes y sus jefes negros no se dedican á pelear
contra los soldados de España, sino más bien á perjudicar la
propiedad particular.
«España ha enviado á Cuba 190,000 hombre de tropa y el
mes entrante se enviarán 7,000 más, en adición á un regimiento
de artillería montada y á un batallón de señales.
«España tiene toda clase de elementos para sofocar la insu-
rrección; los rebeldes no tienen la menor probabilidad de éxito,
yes cuestión de tiempo el que, agotados sus recursos, se entre-
guen. La masa general de las partidas podrá hacerlo sin temor,
pero los cabecillas, responsables de los crímenes cometidos,
serán castigados severamente.
«Comprendo muy bien los sentimientos que han impulsado
á muchos ciudadanos de este país á hablar en favor de lo que
creían una lucha por la libertad. Pero el verdadero carácter de
la rebelión 110 se puede ocultar y se va comprendiendo. El Go-
bierno de los Estados Unidos ha manifestado honrosas dispo-
siciones á cumplir las obligaciones que le imponen sus tratados
cotí España; más sin que pretenda formular censuras enemis-
tosas, parece que las leyes del país son bastante elásticas
para permitir que personas que un día se denominan cubanas
y al día siguiente ciudadanos americanos, tengan establecido
en Nueva York un centro desde el cual llevan adelante de la
manera más pública, operaciones dirigidas á perturbar el socie-
go del territorio de una nación que está en paz con los Estados
Unidos.
«España á traído á Cuba á un estado de gran prosperidad,
Recuérdese lo que era Santo Domingo bajo España y mírese
el estado en que se haya hoy.
«Lo mismo digo de los países de la América del Sur, hablan-
do desde luego con el respeto debido á esos jóvenes gobiernos.
«La mayor desgracia que podría sobrevenirle á Cuba sería
perder la protección de España. Así lo comprende la mayoría
del pueblo cubano, y por eso no simpatiza con los rebel-
des. »
A fines de Enero fué removido de su puesto el general Mar-
tínez Campos, quien al ser entrevistado por un repórter, dijo: «Ya
130 soy Capitán General. Ahora soy un particular, y puedo de-
cir á U. que mi remociófi 110 dará los resultados que se va7i bus-
cando. »
IV.
Fué nombrado interinamente el general Marín y á principios
de Febrero de 96 se nombró al general D. Valeriano Weyler
para que prosiguiese la campaña.
51
Cuando desembarcó en la Isla se expresó en estos términos
á cerca de su misión:
«La situación es muy grave; con el enemigo á sólo nueve
millas de la capital; con el espíritu de las tropas españolas ba-
jando más cada día; con ei ejército inútiimente subdividido
en pequeííos destacamentos, no es posible que haya un peor es-
tado de cosas.»
No repetiremos aquí las proverbiales medidas extremas á que
apeló el General Weyler, sólo diremos que al ser publicado el
bando en que las anunciaba, obtuvo como contestación otra
proclama de Máximo Gómez, en que le hacía saber que si fu-
silaba á todos los prisioneros de guerra, él, (Gómez) en justa
represalia, haría fusilar también á todos los españoles que vi-
nieran á sus manos.
Se expidió por Weyler el memorable bando que disponía la
concentración en las ciudades, de todos los campesinos y en ge-
neral de cuantas personas residiesen en el campo, las cuales
deberían refugiarse dentro de las líneas españoias, para ser pro-
tegidas. Todos jos [pasaportes y salvoconductos fueron decla-
rados nulos, y conforme á una segunda disposición, todo el que
desease viajar por el interior, tendría que solicitar pasaporte,
dando garantías de su persona, objeto de su viaje, papeles etc.
Y por fin expidió un tercer bando por el cual delegaba pode-
res y facultades extraordinarias en el ramo judicial, á los di-
versos Generales y jefes del ejército, con objeto de juzgar su-
mariamente á los reos políticos.
Al día siguiente se leía en los periódicos este cablegrama de
la Prensa Asociada:
«El Presidente Cleveland está muy indignado contra los ban-
dos publicados por el General Weyler en Cuba. Los considera
bárbaros y contrarios á todas las reglas de un estado de hosti-
lidades entre naciones civilizadas.
«I^medida que todos los habitantes de los campo^abando-
nen sus propiedades y se pongan al abrigo de las líneas espa-
ñolas, y que de no hacerlo así serán considerados como rebel-
des y tratados como tales, la considera como altamente atenta-
toria, sobre todo en el caso de ciudadanos americanos, que
poseen valiosas propiedades en los campos.»
En 21 de Febrero comunicaba lo siguiente, con motivo de los
debates en las Cámaras, para la adopción délas «resoluciones,»
el representante de la Prensa Asociada:
«Las probabilidades de una guerra con España, como resul-
tado de la adopción por el Senado de la «resolución» recono-
ciendo la'beligerancia de los revolucionarios cubanos, han con-
movido ayer á todo el país desde Alaska hasta la Florida; y
el discurso del senador Morgan ha sido el tema obligado de
todas las conversaciones.
52
«En general no es una sorpresa para el país el que se llegue
á reconocer la beligerancia de los revolucionarios, porque tal
reconocimiento es el deseo claramente expresado hace mucho
tiempo de todo el pueblo americano.
«En cuanto á los temores de que sobrevenga una guerra con
España, con motivo de tal reconocimiento, el senador Lodge
dijo ayer que es el deber de los Estados Unidos obrar firmemen-
te sin vacilaciones y de una manera efectiva y agregó «las pa-
sadas relaciones entre los Estados Unidos y España no presen-
tan lazo alguno de gratitud, de consideración, ni mucho menos
de intimidad ó de sangre, para hacernos vacilar en lo que de-
bemos hacer.»
«Entre los asertos del senador Morgan figura el de que Es-
paña, al fin y al cabo, agradecerá á los Estados Unidos el que
le ofrezca una oportunidad de declararle la guerra, «porque de
esa manera se desembarazará de Cuba con cierto decoro.»
«La idea de una guerra con España, dijo Mr. Morgan, no
debe hacer vacilar al Congreso en adoptar la resolución, que
reconoce la beligerancia de los cubanos hacia los cuales hay la
obligación de parte de los Estados Unidos de ayudarlos á sa.
lir de la insoportable tiranía que, justamente, quieren sacudir.,,
«Mr. Pratt preguntó qué efecto tendría la aprobación de la
resolución sobre beligerancia, si el presidente Cleveland le nie-
ga la suya.
«Mr. Morgan contestó que la cuestión es muy delicada y que
merece ser estudiada.
«Mr. Hale dijo: «yo creo que la guerra con España tiene que
ser el resultado de una resolución que, en este sentido, tome-
mos.»
«Mr. Morgan continuó diciendo que «es evidente que el or-
gullo de España está en juego en la pérdida de la isla de Cuba;
pero que también lo es que preferirá perderla en una guerra con
los Estados Unidos y no porque los cubanos se la arrebaten.»
«El mismo senador cuando continuó su discurso se quejó de
la condición de los cubanos en aquella guerra, llevada á cabo
contra ellos por el general Weyler con toda clase de actos de
exterminio, hasta convertir la isla en un océano de sangre.
Los diarios de Madrid y déla Habana contestaron á las fra-
ses de Morgan en un tono áspero y vehemente.
El Imparcial de Madrid acusó al Sr. Cánovas del Castillo
de tener un exceso de paciencia con ^.^esos yankets.^-*
El mes siguiente se observaba ya en toda España un movi-
miento antiamericano.
En San Sebastián se había abierto una suscripción para la
compra de buques.
53
En Toledo, Málaga, Cádiz y Salamanca, hubo manifesta-
ciones antiamericanas muy vehementes.
Bstas demostraciones desordenadas aumentaron desde que
el 6 de Abril siguiente se aprobó por la Cámara de represen-
tantes americanos el reconocimiento de la beligerancia cubana.
Poco después de esa fecha se abrió en Estados Unidos una
suscripción á un empréstito de 2 000,000 de pesos sobre bonos
de la República Cubana, con gran éxito.
Desde California á Maine hubo demanda por ellos 5^ se pu-
dieron colocar á 62^ centavos en cada peso, por término me-
dio, y en muy poco tiempo.
Las alarmantes noticias propaladas por los periódicos ameri-
canos en Abril de 96 contribuyeron no poco á aumentar la ti-
rantez de las relaciones diplomáticas entre España y los Esta-
dos Unidos, así como también, el haber sido expulsados el mes
siguiente por el General Weyler los periodistas corresponsales
del World y el Journal, de Nueva York.
Citaremos dos despachos de la Agencia «Panamerican News
Burean» fechados el 29 de Abril, que refieren dos estupendas
historias, sin otro resultado que el que acabamos de indicar:
«Nueva York, Abril 29. — La legación española en Washing-
ton y el Cónsul General de España en este puerto acaban de
descubrir un plan fraguado por cubanos para volar un buque
de guerra español y al mismo tiempo interceptar uno de los
vapores trasatlánticos españoles y apoderarse de una fuerte su-
ma de oro que el gobierno español envía para pagar á sus tro-
pas.
«Tratábase además de apoderarse del puerto de Nuevitas
haciendo ciertos movimientos en la parte oriental de la Isla á
fin de provocar la concentración de tropas en aquel rumbo para
debilitar la vigilancia de la trocha.»
A la vez se cruzaba el otro mensaje, no menos alarmante,
fechado en la Habana. Su contenido era este:
«Ayer á las 1 1 y 30 de la mañana ocurrió una explosión que
se cree fué de dinamita ó de algún poderoso explosivo en el
palacio del Capitán General.
«Las averiguaciones practicadas revelan que la explosión ocu»
rrió en una covacha en la parte baja. Una parte del edificio que-
dó convertida en un montón de escombros; las paredes que no
cayeron están cuarteadas.
«Un cajista de la imprenta de la capitanía general fué he-
rido.
«Al principio se creyó que había hecho explosión una de las
calderas de vapor; pero á poco no cupo duda alguna que la ex-
plosión había sido causada por cierta cantidad de dinamita.
Ignórase todo pormenor.»
54
Reproducidos ambos telegramas por muchos periódicos de
ij^stados Unidos y de otros países causaron gran sensación, y
inás cuando ocho días después, aún no se publicaba la comple-
ta rectificación de tales falsedades.
Otro incidente notable fué la captura de la expedición fili-
bustera que conducía el vapor americano «Competitor,» por las
circunstancias que la acompañaron. Sus tripulantes eran casi
todos americanos y al ser capturados se hizo fuego sobre ellos,
dando muerte á seis. Los demás fueron puestos en la prisión
del Morro y juzgados por un consejo de guerra.
Llamó entonces la atención que al mismo tiempo que el mi-
nistro americano en la Habana, pedía ciertas explicaciones al
gobierno de la Isla sobre el caso del «Competitor,» recibiera
orden la escuadra del Norte Atlántico para reunirse en Tomp-
kinsviile.
Entre tanto la guerra continuaba en Cuba con más encarni-
zamiento por una y otra parte.
Los siguientes datos de origen español, revelan que la acti-
vidad de la campaña en aquella segunda revolución había au-
mentado en 1896. Estos datos, confrontados con los de otras
fuentes, resultan acordes. Del 24 de Febrero que empezó la
guerra á Diciembre 31 de 1895 las bajas del ejército revolucio-
nario eran:
Muertos: 26 jefes y oficiales y 1190 soldados.
Heridos: 358. Prisioneros: 4 jefes y oficiales y 330 hombres.
Hasta el día último de Abril, en los cuatro meses transcurri-
dos del año de 96, tuvieron además estas bajas:
Muertos: 37 jefes y oficiales y 3085 hombres.
Heiridos: 12 jefes y oficiales y 1618 hombres.
Pr sioneros; 12 jefes y oficiales y 350 hombres. Además de
13 jefes y oficiales y 670 hombres que se rindieron.
Ku cuatro meses de 96 tuvieron pues los rebeldes 3122 muer-
tos; en tanto que en poco más de los diez meses anteriores so-
lo habían tenido 12 16, ó sea siete veces menos, próximamente.
Kl total de bajas habidas en los catorce meses, en las filas
insurrectas, es de 4338.
En cuanto á las de los españoles, según los mismos datos
oficiales, de fuente española, habían sido, desde el 24 de Fe-
brero de 95 en que estalló la guerra, hasta el día último de
Marzo de 96, las siguientes:
Muertos por efectos del clima y de accidentes de la guerra:
3 generales, 29 jefes, 272 oficiales y 4892 hombres: total. 5^99.
55
Estas cifras dan una idea no sólo del cruento sacrificio que á
España co-taba la guerra, sino también de la actividad con que
eran dirigidas las operaciones por el general Weyler, según
hemos dicho.
Con todo, no fué este el período álgido de la lucha, como se
verá en seguida.
Este militar cuya extremada rigidez se ha querido traducir
en crueldad, no fué á hacer la guerra, según sus mismas expre-
siones, «con caramelillos,» esto es, las medidas severas no es-
casearon en todo el tiempo que la campaña estuvo dirigida por
é). Tenía órdenes del gobierno español para acabar con la in-
surrección, y cumplía con ellas fielmente.
Hoy que el éxito de la guerra no ha sido de España, se oyen
entre sus mismos compatriotas, muy duras recriminaciones á
su preceder.
Pero ¿son fundados los cargos que se le hacen?
Una de las cuestiones más viejas en el mundo es, sin duda,
la de, hasta qué punto permiten los usos de la guerra emplear
los actos de crueldad. El que dispone de la fuerza puede trans-
gredir los usos y costumbres, ya que no se puede decir las le-
yes de la guerra hasta el límite que marque su voluntad. Y co-
mo no se crea que esto es una mera teoría, recordaremos el he-
cho de haber disparado la artillería alemana contra las ambu-
lancias de la Cruz Roja, en la guerra franco-prusiana. Recorda-
remos los hechos que hemos narrado en la guerra de los Estados
Unidos, que se ahorcaban en las plazas públicas, después de
confiscar sus bienes, á los partidarios de la abolición de la es-
clavitud, ó los abolicionistas ahorcaban á sus enemigos.
En nuestro país, ¿uo tenemos una multitud de hechos análo-
gos al de la ejecución de los jovencitos practicantes de medici-
na, de los mártires de Tacubaya, que en el largo período des-
graciadamente fecundo en guerras, que acabamos de pasar, se
desarrollaron? •
No creemos asista pues ningúu derecho de reclamar una con-
ducta humanitaria á los que se lanzan á la guerra. La guerra
es en sí misma el trastorno, la anarquía de todos los derechos.
El juez de ella es únicamente, lo ha sido y io será, la fuerza.
Por estas mismas consideraciones no creemos haya asistido
ningún derecho á los Estados Unidos para inmiscuirse en la
cuestión de Cuba, so pretexto de las crueldades cometidas por
Weyler.
Eos actos de crueldad no faltan en ninguna guerra, mas cuan-
do esta es de larga duración.
Weyler redobló sus esfuerzos para extinguir la insurrección
á fines de 96. Después de haber establecido la línea de defensa
llamada la Trocha, que dividió las provincias sublevadas de la
56
parte pacífica, inmediata á la Habana, llevó á término rápida-
mente la reconcentración de los campesinos en las ciudades
protegidas por la guarnición española.
Estableció en la Habana el centro de sus operaciones y co-
municaba por telégrafo sus órdenes á los jefes españoles envia-
dos á distintos rumbos para combatir á los insurrectos,
Con estas medidas, así como con la deportación á Fernando
Poo de algunos presos políticos y miembros déla prensa de la
Habana, se creyó que la revolución estaba próxima á ter-
minar.
Las expediciones filibusteras continuaban con pequeños in-
tervalos. El «Three Friends,» el «Laureada» y el «Bermuda» ha-
bían desembarcado grandes cargamentos y dieron margen á las
reclamaciones del ministro español Sr. Dupuy de Lome diriji-
das al gobierno americano, y como consecuencia de éstas, el
primero de dichos vapores fué decomisado en Jacksonville por
orden del Ministerio de Hacienda.
En Noviembre del año á que venimos haciendo referencia
presentaron al Ministerio de Relaciones de Estados Unidos va-
rias reclamaciones los ciudadanos americanos residentes en Pi-
nar del Río, lugar en que se había localizado la guerra.
Pedían se les indemnizara de las pérdidas que la revolución
les había ocasionado.
El presidente Cleveland viéndose cohibido por numerosas
peticiones de la Unión americana, pidiéndole fuese reconocida
la beligjerancia de los cubanos ó la intervención en la guerra
de Cuba, no quiso tomar ninguna determinación En vista de
lo manifestado por Weyler al gobierno español, en cuanto á la
terminación de la guerra en la Navidad, optó por esperar el
resultado de la lucha.
El gobierno español ante aquella actitud de los Estados Uni-
dos, recomendó al general Weyler que redoblara sus esfuerzos
para acabar con la insurrección cuanto antes. Y así lo hizo en
cumplimiento de las órdenes recibidas.
El jefe insurrecto que mayor resistencia había hecho á las
fuerzas españolas, distinguiéndose por sus actos de valor en ios
combates librados contra las huestes que mandaba, era enton-
ces José Antonio Maceo, que no había querido someterse al tra-
tado del Zanjón cuando terminó la guerra pasada en 78.
Maceo era hermano de otros seis jefes que por aquellos días,
habían ya sucumbido todos, peleando en las filas de la insu-
rrección. Iba siempre á la cabeza de sus soldados y contaba ya
con 15,000 hombres que lo seguían.
Logró sorprender la vigilancia española y trasponer el cerco
llamado la Trocha, y fué el primer jefe rebelde que lo hacía
hasta entonces.
57
Weyler ordenó la persecución de este caudillo, personalmen-
te, y en los primeros días de Diciembre pudo ser muerto en una
emboscada á donde lo condujo con falsedad un Dr. Zertuche,
que era su médico de confianza.
Muerto este jefe, así como lo habían sido ya antes Martí,
Delgado, López Coloma, Serafín Sánchez y otros, se esperó más
aún en la completa pacificación de la Isla.
Kl día lo de Diciembre se presentó al Senado americano la
siguiente proposición, subscrita por un senador de apellido
Cullon: «Resuelto:»
Por el Senado y la Cámara de Diputados que la extinción
del derecho español y la terminación de la dominación españo-
la en las islas que forman la entrada al golfo de México son ne-
cesarias para el bienestar de aquellas islas y el bienestar de los
Estados Unidos.
«En la guerra actual que ha durado 21 meses, España ha des-
perdiciado 100.000,000 de pesos, y llevado al campo de batalla á
200,000 hombres y niños, y como he dicho antes, yo creo que
es deber de los Estados Unidos hacer uso de su gran poder pa-
ra declarar y sostener como una prerrogativa de derecho que
pertenece al republicanismo en general y á esta República en
particular, que no debe continuar esa masa de ruinas en las
aguas de las Indias Occidentales, (cuyas olas tocan en nuestros
puertos) por más tiempo que el necesario para acabar la guerra.
«Y si eso no da resultado podríamos considerar la convenien-
cia de comprar la Isla pagándola bien. Ya de eso se trató du-
rante la administración pasada. Y no es que queramos el terri-
torio, lo que queremos es que el mal tenga un justo arreglo y
termine. Hagamos que esto tenga fin pronto. Que cese el de-
rramamiento de sangre y que se glorifiquen la libertad y la hu-
manidad.»
VI
Al principiar el año de 97 las probabilidades de pacificar la
isla de Cuba se multiplicaban ajuicio del Gabinete Español.
A raíz de los triunfos obtenidos por el ejército sobre los re-
beldes, se preparaba el envío de nuevos refuerzos para el ejér-
cito voluntario, que aumentaría en diez ó quince mil hombres
más, con lo cual, dada la situación de las tropas revoluciona-
rias que iban perdiendo terreno cada día y agotándose sus re-
cursos, no era un simple deseo alentado por el optimismo patrió-
tico de España el suponer que antes de llegar la estación de las
lluvias se habría logrado la terminación de la guerra sin duda.
58
No contaba España para obtener estos resultados, con la in-
gerencia de los Estados Unidos, que, aunque era solamente
moral entonces, hacía en la práctica muy embarazosa la con-
ducta que debiera seguir con los insurrectos.
Por Una parte la creencia arraigada con firmeza así en el go-
bierno como en el pueblo, de que el abandono de la Isla im-
plicaba la deshonra de la nación, no le permitía ceder un punto
en el ejercicio de sus derechos sobre la colonia. Por otra, la per-
sistencia en su manera de obrar respecto á los asuntos de Cu-
ba le traería irremisiblemente uu conflicto con los Estados Uni-
dos, que habían manifestado por medio de su presidente y mu-
chos diputados y senadores, que si el fin de la campaña contra
la insurrección no estaba próximo, intervendrían francamen-
te, lo cual era imposible que lo tolerase España sin declararles
la guerra.
En este estado, continuaba la gestación laborante no ya en
Nueva York, Cayo Hueso, Nueva Orleans, Boston y las ciu-
dades donde tenía juntas el partido revolucionario, sino hasta
e^J.os lugares más apartados.
\ Hombres políticos de todas clases discutían publicamente los
asuntos de la isla de Cuba, se adherían á la causa de los revo-
lucionarios y condenaban la conducta de España, porque no
había tratado en extinguir aquella guerra.
Uno de los diarios americanos cEI New York Journal» tuvo
ocasión de recoger, en diversas entrevistas con los gobernado-
res de los Estados de la República, sus opiniones respecto de
la guerra de independencia de la Isla.
He aquí sus respuestas:
El Gobernador Mathews, de Indianópolis: Favorezco restífel-
tamente la idea del inmediato reconocimiento de Cuba. No
creo que sería necesario tomar algunas medidas en el sentido
de positiva intervención, pues si nuestro Gobierno llega á reco-
nocer la independencia de la Isla, millares de hombres y milla-
res de dollars serían puestos á disposición de la causa de esa in-
dependencia.
El gobernador Pingrie, de Michigan: Yo por mi parte favo-
rezco la idea de la compra de Cuba por los Estados Unidos si
no se puede terminar la guerra de otra manera; esto, probable-
mente nos costará menos que emprender una guerra.
El Gobernador Budd, de California: Si las atrocidades deque
hemos tenido noticia son ciertas, el congreso debería proceder
prontamente á reconocer los derechos de beligerancia de los li-
bertadores de Cuba. Jamás habrá paz en Cuba hasta que sean
reconocidos los derechos de independencia.
El Gobernador Evans, de la Carolina del Sur: Favorezco la
idea del reconocimiento de los cubanos como beligerantes.
59
Cuando hagamos este reconocimiento, les prestaremos también
ayuda material y no veo que cosa más pudiéramos hacer por
ellos.
El Gobernador Mitchel, de la Florida: Favorezco de todo
corazón todo aquello que pueda ayudar á la independencia de
Cuba.
El Gobernador Renfren, de Oklahoma: Creo que este país de-
bería reconocer los derechos de la beligerancia de los cubanos.
El Gobernador Altgeld, de Illinois: Favorezco la idea del
reconocimiento de los insurrectos cubanos por los Estados Uni-
dos. Tengo fé ciega en toda la América y en el pueblo de IlliA
nois, que con gusto luchará por la causa de la humanidad. /
El Gobernador Hastings, de Pensylvania. Si la noticia refe«
rente á la cobarde manera como fué muerto Maceo es cierta,
opino por la intervención de este país, tanto reconociendo la
beligerancia, como prestando ayuda material á Cuba para que
logre su independencia.
El Gobernador Holcomb, de Nebraska: Nuestro Gobierno
debería reconocer los derechos de beligerania de los revolucio-
narios cubanos. Su valiente lucha, por tanto tiempo sostenida
para libertarse del yugo de la opresión europea, les concede el
derecho á las simpatías de todo americano.
Gobernador de Missouri: Favorezco la idea de ayudar mate-
rialmente á la beligerancia de los cubanos, para ayudarles á laf
guerra de su independencia.
Gobernador Franklin, de Arizona: Favorezco la idea de la
independencia de Cuba, pero no favorezco la de la intervención
del Gobierno de los Estados Unidos.
Gobernador Richards, de Montana: Según mi opinión, los
cubanos deberían ser reconocidos como beligerantes, abrigo la
esperanza de que obtengan su independencia.
Gobernador Morrill, de Kansas: Mis simpatías esíán ente-
ramente del lado de los cubanos en la lucha por su indepen-
dencia.
El gobierno de los Estados Unidos debería prestarles cuanta
ayuda pudiera y que fuera compatible con nuestros tratados
con España y con el derecho internacional.
Contestaciones parecidas á las anteriores fueron enviadas por
los gobernadores de Wisconsin New. Hampshire, Wyoming,
Virginia, New México, Colorado, Virginia occidental, Nevada,
Virginia, Washington é Idaho.»' /
Cuando fueron publicadas, estas opiniones por el periódico
de referencia, no causaron en el pueblo español ninguna sor-
presa, como era de suponerse, en razón á que ya poco antes se
había dado otro paso más directamente encaminado á la usur-
pación de los derechos de la soberanía de España.
6o
El senador Cameron había presentado á la comisión de Re-
lacioues Exteriores en Washington nna proposición referente
á la independencia de Cuba, que fné aprobada y se encierra en
estos dos puntos:
«Que los Estados Unidos de América reconocen la indepen-
dencia de la República de Cuba.
«Que los Estados Unidos harán cesar la guerra actual entre
España y Cuba^)
En contraposición á estos precedentes del conflicto interna-
cional aparecía la cordura de Mr. Cleveland, que no quiso
echar sobre sí la responsabilidad de haber sancionado la inde-
pendencia de Cuba. Todavía más, hizo comprender á los parti
darios de la causa cubana que las negociaciones en aquel senti-
do, no avanzarían un punto mientras el fuese Presidente de los
Estados Unidos, y alejó por entonces los temores de guerra,
conjurando el peligro hasta concluir su período en Marzo, que
desgraciadamente se aproximaba.
Rl Sr. D. Antonio Cánovas del Castillo Presidente del Ga-
binete español, seguía una línea de conducta no menos razona-
da y juiciosa oponiéndose por todos medios á las pretensiones
délas masas populares que pedían ya desde entonces un rom-
pimiento con los Estados Unidos,
«Mientras yo sea primer ministro, dijo en aquella ocasión, no
provocaré ningún conflicto con los Estados Uuidos, para defen-
der siempre la dignidad y la soberanía española. Estoy firme-
mente resuelto á seguir esa línea de conducta, siendo esta mi
última palabra. ''
Pero las instituciones republicanas por una parte, y la fata-
lidad por otra, airebataron de sus respectivos puestos en poco
tiempo á aquellos dos hombres, cuya permanencia en el poder
hubiera hayado quizás la solución al problema, que no halla-
ron sus sucesores.
No intentamos afirmar que Sagasta y McKiuley hayan em-
pujado á la lucha á sus respectiva.^ naciones; no abarca el plan
de este libro la explosión de nuestros propios juicios y mucho
menos sobre una teoría que no podrá sentarse jamás sólida-
mente y con la que estaría muy enlazada tal juicio. Porque
equivaldría á resolver esta cuestión: si Cleveland y Cánovas
hubiesen continuado en el poder, ¿habría habido guerra? Na-
die lo podría decidir coa certeza. Se podrá conjeturar con más
ó menos aproximación un resultado, pero no con exactitud, da-
do el sinnúmero de circustancias desconocidas que podrían so-
brevenir después, influyendo cada una aisladamente ó en con-
junto para determinar soluciones distintas al problema.
Las mismas multitudes que obligaron á McKinley y á Sa-
gasta á declarar la guerra, habrían quizás hecho otro tanto con
6i
Cleveland y Canoas. Segiia hemos visto en las anteriores pá-
ginas no eran realmente los gobiernos los provocadores de la
guerra entre ambos países, si no la segut^d'i^i'J^onsciente de las
clases numerosas, que amontonaba ofensas tras ofensas, enar-
deciendo las pasiones y exaltando los ánimos. Por el contrario,
ellos redoblaron sus esfuer/os para oponerse al desbordamiento
del odio y el deseo de venganza que sentían crecer en su derre-
dor, permaneciendo impasibles, esperando tranquilos la soñada
solución del conflicto, que no se presentó nunca.
Uniforme se levantava el clamor publico en uno y otro país
gritando: guerra! guerra!
Solamente una que otra voz, débil, aislada, se atrevía ape-
nas á indicar soluciones que evitasen la guerra.
El Sr. Pi y Margall fué uno de los poquísimos españoles que
madurando sus opiniones á la luz de la fría razón, aconsejaron
al Gobierno 7io ir d la guerra.
El diario El Liberal á^ UíiAxidi indicó también entonces la
conveniencia de pagar inmediatamente las indemnizaciones re-
clamadas por el gobierno americano en ovbio de dificultades.
Pero la obsecaciói de los que formaban el mayor número, en
lugar de oir esos y ibio-; consejos, llenó de improperios á aque-
llos que tuvieron el valor civil de sugerirlos, oponiéndose á la
avalancha popular.
lylegó el mes de Marzo de 97 William M:Kinley ocupó la
silla presidencial de los Estados Unidos, llamado por la elec-
ción que acababa de verificarle tres meses antes.
La guerra de Cuba parecía por entonces tocar á su término,
El Gobierno español, esperando en la inmediata pacificación
aprobó y trató de implantar una parte de las reformas proyec-
tadas nuevamente, en la convicción de que esta medida com*
pletaría la sumisión de aquellas provincias agitadas todavía
por los revoltosos.
No habían cesado aún por completo las escaramuzas en San-
tiago de Cuba y en Pinar del Río, sobre todo. Una de las pri-
meras providencias del Gobierno de McKinley fué la de aten-
der á los americanos necesitados residentes en Cuba. En su men-
saje de Marzo recomendó al Congreso la aprobación de un cré-
dito de 50,000 pesos con este objeto. En el mismo mensaje de-
claró que no abrigaba el más minímo temor de que las buenas
relaciones existentes entre España y América del Norte llega-
sen á alterarse por entonces.
Poco después, cuando fué aprobada por el Senado americano
la resolución que reconocía la beligerancia de los cubanos, pu-
do verse más claro la cuerda conducta del Presidente, cjue no
quiso sancionar todavía aquella resolución, que había sido ini-
ciada por el senador Morgan.
62
El día anterior al en que fué aprobada la famosa resolución,
había anunciado el general Weyler en Cuba oficialmente, la
pacificación de la mayor parte de la Isla.
El Presidente McKinley deseando obtener informes exactos
de la situación de la isla de Cuba y el estado de su revolución,
había enviado á Mr. Calhonn, con el encargo de tomar infor-
mes detallados y rendirlos en breve al Gobierno, El emis^írio no
hizo más que avivar los odios existentes entre americanos y
peninsulares, por sus imprudentes gestiones, denunciando al
Gobierno español como encubridor de la verdadera situación en
Cuba, que según él, era desastrosa y muy lejana de la pacifi-
cación, que había asegurado Weyler.
Ocioso será agregar que los insurrectos cobraron nuevos bríos
con la presencia del enviado americanOj^al conocer su inclina-
nación á la causa de la independencia/^El día 4 de Junio regre-
só á Nueva York Mr. Calhonn, llevando el resultado de sus
^ informes acerca de Cuba. En ellos ponderaba la triste condición
á que estaban reducidos los americanos en la Isla, y la necesi-
dad de que los Estados Unidas intervinieran en la terminación
de aquella guerra, á toda costa".!
Una reclamación más fué presentada por el gobierno de
Washington, por la muerte del Doctor Ricardo Ruiz acaecida
en Cuba.
El 25 del mismo mes de Junio de 97, fueron absueltos en
Estados Unidos los filibusteros que conducían municiones y
armas para Cuba en el vapor DaiinÜess, apresado por el cru-
cero «AVilmington» antes de desembarcar.
El juez declaró que no había pruebas suficientes para con-
firmar su culpabilidad.
El día 8 de Agosto fué asesinado el primer ministro del Ga-
binete español Sr. Cánovas del Castillo, por un anarquista lla-
mado Miguel Ángel Golli. Le sucedió en su puesto el General
Azcárraga, interinamente.
En Septiembre manifestaba el Cónsul general de Estados
Unidos en la Habana, Mr. Fitzhug Lee, á su llegada á Nue-
va York: «Nada anunciaba el fin próximo de la guerra en Cu-
ba cuando abandoné la Habana. Los negocios están paraliza-
dos y no hay ni la menor esperanza de que mejore la situación.»
Apoyándose sin duda en los datos comunicados por el Cón-
sul, el gobierno de Washingtcn decidió enviar una nota al de
España declarando que la prolongación de la guerra en Cuba
perjudicaba notablemente el comercio y la industria de los Es-
tados Unidos é insistiendo en que se debería remediar cuanto
antes tan desastrosa situación.
Esta nota fué presentada á fines de Septiembre por el Minis-
tro americano Woodford, al Duque deTetuán, Ministro de Re-
laciones en Madrid,
63
Ka seguida se presentó de iiuevo la reclamación de 75,000
pesos, para indemnizar á la viuda del Dr. Ruíz.
La actividad de las negociaciones diplomáticas con les Esta-
dos Unidos se calmó un poco á fines de Septiembre, por la re-
nuncia del Gabinete español presidida por Ascárraga. El 5 de
Octubre se reintegró aquel cuerpo, presidiéndolo como primer
Ministro D. Práxedes Mateo Sagasta, que inmediatamente dis-
puso el relevo del Generl Weyler en Cuba por el general D.
Ramón Blanco.
Hasta fines de ese mes pudo ser contestada la nota del go-
bierno americano, por el de Madrid.
En esta contestación se enumeraban los sacrificios hechos
por Eíipaña para concluir la guerra de Cuba y se describían las
reformas que se iban á implantar á la llegada de Blanco; con-
cluía con esta frase: «España no admite ni admitirá que una
nación extranjera intervenga en sus asuntos.»
Cuando aún no habían transcurrido cuatro días de la llega-
da del general Blanco, ya había enviado este militar un men-
saje al Gabinete español en el que manifestaba que se había
formado una favorable opinión de las facilidades para sofocar
la guerra completamente. Entre tanto los periódicos españoles
aseguraban que la pjisificación de Cuba era imposible, mien-
tras los Estados Unidos ayudasen á la insurrección por medio
del filibusterismo.
El general Blanco exponiendo la táctica que seguiría en la
campaña contra la revolución, dijo en la Habana el 3 de No-
viembre en ia noche, ante numerosos amigos suyos: «La con-
ducta militar que observaré es bajo todo punto diferente á la
que usó el general Weyler. Haré guerra á muerte al enemigo
pero jamás verteré sangre de mujeres y niños.»
Y efectivamente inició una política de conciliación, opuesta
en todo á la de Weyler.
Después de haber publicado un decreto de amnistía para los
presos políticos, hizo suspender los efectos del bando de la con-
centración; ordenó asimismo se procediese á la replantacióu in-
mediata de los campos y abrió subscripciones públicas para so-
correr al sinnúmero de necesitados que había en la Isla.
A continuación se decretó la libertad de los prisioneros del
<cCompetitor» así como otros muchos americanos detenidos en
las prisiones de la Habana. Esos acontecimientos, así como
el decreto de autonomía de Cuba, que publicó en breve el Go«
bierno peninsular, causaron muy buena impresión en los Esta-
dos Unidos,
La prensa madrileña atacó rudamente al Gabinete Sagasta
por la aprobación del decreto de autonomía, asegurando que
era autorizar la desorganización de la Patria.
64
En el primer mensaje anual, el presidente McKinley mani-
festaba á principios de Diciembre que debería el pueblo ameri-
cano abaudonar por entonces la idea de interv^ención en Cuba
ante la conducta humanitaria del general Blanco y la libertad
de los americanos presos en la Isla. Tampoco aceptó el recono-
cimiento de la beligerancia, creyéndolo peligroso para el país.
El mensaje concluía con estas palabras:
«vSi más tarde nos vemos obligados á intervenir en nombre
de la civilización y de la humanidad, será preciso que esto sea
sin provocación de nuestra parte. Es necesario, en una palabra,
que observemos una conducta neutra, con la seguridad de que
nos aprobará el mundo entero.»
Los insurrectos se negaron'entretanto á aceptar la autonomía
concedida por España y continuaron oponiéndose á la domina-
ción.
La noticia de haber sido aprobado por el Gobierno español
el decreto concediendo la autonomía, no produjo pues el efecto
deseado.
Al principiar el año de 1898 la guerra de insurrección, que
unos dos meses antes parecía haberse extinguido, volvió á ha-
cerse sentir en algunas provincias.
Los trastornos consiguientes, ocasionados así á los nativos
como á los extranjeros que residían en Cuba, dieron lugar á
nuevas quejas de los ciudadanos americanos, las cuales obraron
de tal suerte en el ánimo del Gobierno, que se resolvió adoptar
de nuevo la política de intervención, si los atentados conti-
nuaban.
Esta actitud del Gobierno americano fué conocida por los ha-
bitantes de la Antilla poco después, causando un desastroso
efecto en el ánimo de los españoles, á la vez que alentaba á
los rebeldes en la prosecución de la guerra.
Por eso cuando á fines de Febrero hubo en la Habana una
explosión de un buque americano, no faltó quien calumniara
á los españoles llamándolos autores de tamaña desgracia.
o 9 O ^ O 9
CAPITULO V.
Di'strucción del acorazado 'Maine" en la Iinbana. — ¿Uuál fué la causa del ac-
cidente?— Opinión del teniente coronel J. T, Bu( knill sobre el dictamen de
la comisión investigadora americana. — Los Estados Unidos juzgan llegado
un "casus belli." — Injusticia de su proceder.
las nueve y treinta y cinco minutos de la noche del
15 de Febrero de 1898, ei acorazado «Maioe» de la
armada norte americana, hizo explosión en la bahía
de la Habana, perdiéndose totalmente y causando
numerosas víctimas.
La primeras noticias oficiales enviadas á Washington al Se-
cretario Long por el comandante Sigsbee, capitán del buque,
dicen: el «Maine» casi sumergido; no se encuentran á Jhenkins
ni á Merrit; hay pocas esperanzas de encontrarlos: se sabe que
veinticuatro oficiales se han salvado; de los tripulantes, diez y
ocho se encuentran heridos á bordo.
((En el vapor «City of Washington)) de la línea Ward, en el
hospital y en los hoteles, se encuentran cincuenta y nueve, por
lo que hasta ahora se sabe. Los restantes perecieron á bordo ó
cerca del «Maine*.
«Se calcula el número de los que sucumbieron en 253; los
daños fueron en los compartimientos de los tripulantes.
«Pienso mandar á todos los heridos al hospital de la Haba-
na.— firmado Sigbee.»
A las once y cuarenta de la mañana del mismo día 16 de Fe-
brero, el snb secretario de Estado, recibió en Washinton el
siguiente despacho de la Habana: «Las autoridades lamentan
el accidente. — Nadie conoce el origen de la explosión.)»
El mismo día 16 por la tarde y por el citado conducto de la
Prensa Asociada, se recibieron en Washington lo siguientes
cablegramas: «El vicecónsul Springer, asegura que los oficiales
se salvaron. El capitán Sigsbee se encontraba á bordo, cuan-
66
do ocurrió la explosión y esto aconteció en la proa del buque.
No tejigo sospechas, dijo, y he hablado con varios oficiales lo mis-
mo que con marineros.»
Otro despacho, fechado el mismo día, dice:
«El crucero español Alfonso XIII que se encontraba ancla-
do cerca del «Maine» echó sus botes y salvó á treinta y siete
tripulantes del buque americano.
('Se cree que el origen fué la explosión del caldero del dina-
mo de la máquina. El capitán Sigsbee se niega á hacer una de-
claración sobre el desastre basta que no se hagan las investiga-
ciones necesarias.
«El gran número de muertos, obedece á que la mayor parte
de los marineros, estaban durmiendo al estallar la explosión.»
Un cablegrama de Madrid recibido en México, el mismo día
i6, dice:
«La noticia sobre el desastre del «Maine» c&usó honda impre-
sión en esta ciudad, y se ha sentido mucho este incidente. Se
publicó una nota semio-ficial á este respecto y el gobierno ex-
presó su pesar por la catástrofe al Mini.stro Woodford.»
Pocos díasMespués, el Ministro americano en México, Mr.
Powel Clayton, interrogado por un repórter, de un diario muy
poco simpático á la causa española, refiriéndose al deplorable
accidente, dijo;
«Ni por lin momento supongo que los españoles tengan algo
que ver con lo ocurrido. Los dos países conservan una paz mu-
tua, y semejante arción habría sido muy impolítica.
Si el puerto de la Habana está defendido con torpedos, in-
dudablemente el Maine fué guiado á alguna porción salvado
ra. Esto parece comprobar el hecho de que el buque de guerra
español «Alfonso XIII» estaba anclado muy cerca del Maifie.
Solamente en tiempo de guerra los torpedos son dirigidos á
los puertos y en semejante condición, no pueden ser tocados
por un navio. Ignalmeuie no es creíble que uji torpedo fuera en-
viado del puerto, porque esto implicaría que los españoles tenían
€71 su poder todas las baterías de los puertos.
«Algunas cabezas calenturientas, pueden haber salido en un
bote y colocado un torpedo; pero esto sería muy difícil hacerlo
sin ser cogidos, porque i?idudableme7ite los vigilantes del Maine^
estabají cumplie7ido su tarea.
Interrogado sobre el mismo asunto el Sr. Marqués de Ben-
daña, ministro de España en México, dijo que «de ninguna
manera se inclinaba á creer en la teoría del torpedo; pues entre
otras razones expuso la de que el «Alfonso XIII» buque de
guerra español, se encontraba anclado estrechamente al «Mai-
ne^» y lo más probable era que también el buque español hu-
biese sufrido averías á ser un torpedo la causa de la explosión.»
Y para confirmar las palabras del Sr. Ministro de España, re-
67
producimos el siguiente mensaje fecha i6 de Febrero y del mis-
mo origen que los anteriores, es decir, de la Prensa Asociada:
«Corrió gravísimo peligro el crucero A lfo7iso XIII á^hiáo é.
lo muy cerca que estaba el Maine, sin embargo maniobró con
tanta habilidad, que anclado junto al Maine^ soltó sus botes, y
tomó activo participio en el empeño de rescatar á los tripulan-
tes ayudado por los botes de los demás vapores españoles.»
La prensa toda de la Península á su vez comentando el su-
ceso pone de relieve los altos sentimientos de la nación espa-
ñola, como se verá por las siguientes líneas de «Kl Liberal'» fe-
cha 17 de Febrero:
«Una catástrofe de esa naturaleza, reclama los derechos de
la humanidad, y los rencores de la política deben callar ante
ella. Tales calamidades, interesan á los dos países, aunque es-
tén divididos y sean rivales, pues ellas hieren á la gran familia
humana.
"Nuestra noble nación haciendo un paréntesis á todo otro
sentimiento, no puede menos que lamentar este accidente."
Honda impresión causó en Madrid la noticia del desastre,
especialmente en los círculos diplomáticos. De ello se podrá
juzgar por el siguiente cablegrama de origen americano, así
como los que citaremos, fechados en aquella capital el 18 de
Febrero:
«Todos los miembros del Gabinete y el cuerpo diplomático
dejaron sus tarjetas en la legación americana expresando su
condolencia por el desastre del Maine y por las pérdidas de vi-
das.»
El presidente McKinley con fecha 19, envió el siguiente des-
pacho á su ministro en Madrid: «Washington — D. C. Woodford
Ministro, Madrid.
Sírvase manifestar á Su Majestad, mis agradecimientos por
los mensajes de condolencia y simpatía que manifiesta en un
telegrama que se acaba de recibir. — Firmado, McKiyiley.yt
También de la Habana el Capitán Ceneral Blanco, envió un
mensaje al encargado de negocios de España en Washington,
en nombre del gobierno colonial solicitando que se sirviese
manifestar la condolencia del Gabinete, por el desastre.
El mismo Capitán General aseguró que según los informes
por él obtenidos, «la causa de la primera explosión, fué origi-
nada, por seiscientas libras de pólvora de algodón y la otra por
las bombas y cartuchos.»
En 21 de Febrero, el comandante Naval de la Habana de-
claró que «existen pruebas de que ningún pescado muerto vino
á la superficie después de la explosión que hundió el Maine,
y al ocurrir el desastre, no hubo el menor levantamiento de
68
agua, que hubiese seguido indudablemeute si ésta hubiera si-
do causada por uua explosión submarina.»
A mayor abundamiento, un notable marino norte-americano
el vice-almirante Erben, declara, según se lee en un telegrama
fechado ese día en Nueva York, que el Maine voló por explo-
sión originada en sus propios almacenes y que esas cosas ya
han sucedido antes.»
En la misma fecha el capitán Sigsbee, comandante del Mai-
ne, telegrafió al Departamento de Marina, «que diariamente
recibió nuevas muestras de simpatía y ofrecimientos de ayuda
de parte de las autoridades españolas.»
En 22 de Febrero que se tuvo ya en Madrid un informe par-
cial de los buzos, el Sr Sagasta declaró, «que por el examen
que han hecho del casco y del interior del buque, el desastre re-
conoce por causa algún accidente dentro del mismo buque.»
El propio día 22, se publicó el siguiente despacho: «dos ca-
jas de diez pulgadas con municiones se encontraron, una era de
las que hicieron explosión y la otra estaba llena de pólvora.»
Le Temps, periódico francés de reconocida imparcialidad, di-
ce en su número correspondiente al 22 de Febrero:
"No dudamos por un solo instante qne el Gobierno español
sea inocente en esta catástrofe que tanto se ha lamentado, y no
encontramos palabras para condenar á aquellos, que por inte-
reses mezquinos, intentan manchar la honra de una nación, no-
ble por excelencia, arrojándole á la cara la comisión de un cri-
men tan atentatorio como el que dá lugar á este artículo. De-
jemos que las cosas tomen su verdadero curso, y al fin veremos
qne la causa sólo fué un accidente imprevisto.»
Con fecha 23 de Febrero, el corresponsal de la Prensa Aso-
ciada en Washington, telegrafió lo siguiente al Burean Central
en Nashville:
«Un diplomático que goza de la entera confianza del Minis-
terio, y que interpreta la actitud del Gobierno, me dijo esta
mañana que tanto el Presidente McKinley, como todos los mieyji*
bfos de su Gabinete, tie?ie7i amplias pruebas de qne la explosión
del Maine no fné causada por un acto, en el cual haya tenido in-
gereiicia el Gobierno español,^)
II
La excitación popular en Estados Unidos, obligó á ambos
gobiernos á nombrar comisiones investigadoras para descubrir
el verdadero origen de la catástrofe.
El 24 del mismo mes de Febrero llegó á la Habana el remol-
cador «Right Arm,» para dar principio á los trabajos de la
69
Corte Naval Investigadora americana, que duraron hasta el i6
de Marzo. Antes de entrar en conjeturas, bueno es citar un úl-
timo telegrama relativo al asunto, y fechado el 21 de Marzo en
Cleveland, Ohío, dice así:
«Mr. Frank H. Morris, cuarto auditor del Ministerio de Ha-
cienda y amigo íntimo del Presidente McKínley, hablando so-
bre el desastre del Maine dijo que: «cualquiera que haya sido
la causa de la catástrofe, el Presidente y los ministros están
seguros de que el gobierno español no ha tenido la menor in-
gerencia en el asunto, j)
P0- todos los despachos citados, de origen americano, se ve-
rá que no hubo absolutamente nadie que no estuviese confor-
me en que, fuera del incendio antes ó después de la explosión,
todo partió del propio buque; una de las conjeturas es que la
explosión fué de los torpedos que llev^a consigo el buque, lo
que no deja de ser bastante verosímil, pues lo más probable es
que el Maine no tuviera torpedos Whiteheads ni Howell, por
lo que, con los que se iba á maniobrar debían ser los fijos, que
los americanos cargan con dinamita, con lo que, y más si hubo
antes una explosión de calderas, que diera el choque inicial, no
hay que buscar otra causa á la Catábtrofj.
Otra conjetura es la de haberse inflamado el combustible lí-
quido que para pruebas tenía á bordo, lo que cabe en lo posi-
ble, sobre todo si era como experimento y no tenía todavía las
instalaciones que son necesarias para un huésped tan peligroso.
No es tampoco despreciable la conjetura de que la explosión
de la caldera fuese de una de las que haya tenido con fuegos .
retirados, si el buque estaba con ciertas precauciones, fuegos
retirados que son siempre del mayor peligro.
Queda por último otra conjetura, que más que ninguna pue-
de estar cerca de la verdad, y es que el buque se conservara en
son de combate, con municiones repartidas por las cubiertas,
lo que en momentos de combate es tan sólo de relativo peligro,
porque todo el mundo está en su puesto; pero si este sistema
se convierte en constante, y además se quiere aparentar que se
vive vida normal, y hay forzosamente descuido de las precaucio-
nes y entonces el peligro es inminente.
Es indudable que la tempestad de odio que se desarrolló en
los Estados Unidos al conocer el dictamen de la comisión in-
vestigadora, dio ocasicn al partido bélico, para reunir en tor-
no de su bandera á todo el país y obligó al Gobierno á decla-
rar una guerra, que hasta para los mismos americanos es difí-
cil de explicar por otras razones.
Con tal motivo y después de leer detenidamente, cuanto so-
bre la explosión del «Maine» se ha escrito, no hemos dudada
ni un momento en reproducir aquí la parte más interesante del
70
extenso y concienzudo artículo que sobre el asunto escribió el
teniente coronel J. T, Bucknill, y que fué reproducido por ca-
si todos los diarios franceses y por algunos norte americanos.
«El fallo de la Comisión investigadora, dice, es de tal impor-
tancia, que sus individuos deberán oir con paciencia el siguien-
te examen ó crítica de su trabajo emprendido con un espíritu
amistoso, por uno que desea únicamente cooperar en el esclare
cimiento de la verdad del desastre del MaÍ7ie. Con que única-
mente consigamos refutar la certeza del fallo de la Comisión
americana, habremos realizado una obra meritoria, que tiende
á hacer desaparecer la profunda aversión á España, que hoy
prevalece en los Estados Unidos.
«El Comité de Investigación trabajó durante veintitrés días,
y su informe ocupa 281 páginas de pequeños caracteres, cons*
tituidas en su mayor parte por un registro de las pruebas tes-
tificales realizadas. Antes de entrar en el examen de e^te regis-
tro, que en su perfección abraza multitud de opiniones y de
experiencias, y que por consiguiente, es á menudo confuso y en
ocasiones contradictorio, bueno será referir ligeramente algu-
nos hechos anteriores á la catástrofe.
«Durante algunos años, la rebelión de los cubanos contra
España, había recibido auxilio de los agitadores americanos,
auxilio que el gobierno de Washington no había podido im-
pedir.
«En los comienzos del presente año existía ya cierta hostili-
dad, entre las dos naciones, cuando el 24 de Enero, recibió Mr.
Lee, cónsul general de los Estados Unidos en la Habana, el si-
guíente telegrama del Departamento de Estado en Washington:
«Este gobierno tiene el propósito de reanudar las amistosas vi-
sitas navales á los puertos de Cuba. Con este objeto, el Maine
irá á la Habana, dentro de uno ó dos días. Ruego á V. prepa-
re un amistoso cambio de cortesía con las autoridades. — Firma»
do — Day.w
«El cónsul Lee, contestó lo siguiente: «Aconsejo se retrase
la visita, seis ó siete días para dar lugar á que la última exci-
tación desaparezca. Veré á las autoridades y comunicaré im-
presiones, El Gobernador General está fuera y no volverá has-
ta dentro de dos semanas, necesito saber el día y la hora de la
visita. — Firmado. — Lee.
«El General Lee, fué á Palacio por la noche y leyó el tele-
grama á las autoridades. Al otro día, telegrafió en cifra lo si-
guiente:
«Habana, Enero 25. — En una entrevista entienden autorida-
des que los Estados Unidos se proponen fines ulteriores al en-
viar el buque. Dicen que entorpecerá autonomía, que produci-
rá excitación y probablemente manifestaciones. Piden que no
71
se realice hasta que puedan tener instrucciones de Madrid y
añaden que si la visita es con fines amistosos el retrajo no ten-
drá iruportancia. — Lee.
Y después añadió, el mismo día: «Barco llegó sin novedad
á las once de la mañana de hoy; hasta ahora no ha habido ma-
nifestación.))
«Estos incidentes, parecerá que no tienen nada que ver con
nuestro estudio; pero demostraré á mis lectores, que tuvieron
señalada influencia en el hallazgo principal del Comité ameri-
cano, de que el MaÍ7ie fué destruido por «la explosión de una
mina submarina, situada b?jo la quilla del barco, explosión
que levantó el casco 30 pies sobre su posición norraab) casi al
nivel del bastidol^ número 18. Esa mina ha debido ser muy
grande y esta deducción implica necesariamente:
10 Que la mina fué colocada antes del 24 de Euero.
20 O que la mina fué colocada secretamente junto á la boya
no 4 en la noche del 24 de Enero.
39 O que se realizó esa operación después de anclado el bu-
que.
Respecto al primer punto, si el puerto estaba minado antes
del 24 ¿por qué se realizó esta operación y por qué razón ha-
bría de practicarse?
«El puerto de la Habana es pequeño. La extensión que pre-
senta hasta tres brazas de profundidad, no tiene más que una
milla de anchura, y además un banco de arena, que partiendo
del S — E, la hace aún más pequeña. X/a embocadura del N — O
no tiene en su mayor parte, en una extensión de ocho cables,
más que una anchura de un cable. Y ahora preguntó: ¿Qué
minero submarino que esté en su juicio, va á minar la parte
interior de un puerto de esa naturaleza ó va á colocar una mi-
na cerca de la boya no 4? Sería lo mismo que colocar una mi-
na, frente al muelle no i de los docks de Portmouth, y aun-
que muchos y muy hábiles ingenieros, han estudiado los me-
dios de defender este puerto, estoy seguro que ninguno, ni aun
en sus momentos más angustiosos, propuso minar las aguas
interiores, fronterizas á los muelles.
«Si las autoridades de la Habana, querían defender el puer-
to, mientras pudieran resistir, era lo más fácil hacer minar la
estrecha y larga entrada. Todo trabajo posterior de esta clase,
se haría evidentemente minando las aguas frente á la ciudad^
que se extiende extrechándose en algún espacio á uno y otro
lado de la entrada del puerto.
«En una palabra, es casi inconcebible que el puerto de la
Habana estuviese minado con algún fin cerca de la boya núm.
4, antes de la recepción del primer telegrama del Gral. Lee el
24 de Enero último. Si fuera preciso decir algo más sobre es-
72
to, añadiría que el puerto no hubiera podido minarse de esa
manera, sin que la ciudad entera tuviese conocimiento de ello;
y era evidente después del desastre que ni las personas calleje*
ras, ni el mismo cónsul Lee, sabrían nada de tales trabajos.
((Por consiguiente, sería completamente pretensioso suponer
que el interior del puerto estuviese minado, cuando se anun-
ció repentina é inesperadamente á las autoridades españolas,
el envío del Maine dieciocho horas antes de su llegada.
«La misma palabra iyiesper adámente, que emplea el Gral. Lee,
atestigua de sobra esto. El Gobernador General estaba ausente,
y el mismo cónsul Lee, no fué consultado de antemano.
«Esto nos lleva á examinar el segundo punto: ¿es, cuando
menos, probable que .se tuviera preparada de antemano una
poderosa mina, para colocarse en un momento dado en un de-
terminado punto del puerto? De ser esto cierto, ¿con qué obje-
to habría de haberse hecho este preparativo? Semejante idea
exije un gran esfuerzo de imaginación y es difícil creer que
las autoridades españolas, en ausencia del Capitán General,
preparasen rápidamente un plan y llevasen á cabo el nefasto
propósito de destruir un buque enviado para realizar una vi-
sita amistosa, por una nación con la cual, el gobierno de la Me-
trópoli, deseaba á toda costa evitar un conflicto.
«Pero si la mina no hubiera estado lista, la operación de car-
garla, cebarla > disponer los cables, habría exigido cierto tiem-
po, además de que su embarque en una lancha de vapor ú otro
cualquier barco á propósito y su colocación en las cercanías de
la boya no 4 hubiese necesitado el concurso de nu.iaerosos ope-
rarios; la operación de emplazar habría habido que realizarla
á 300 yardas de los muelies á 400 del buque alemán Guiseyíau
y á 250 del crucero español Alfonso XIII.
«De seguro hubiera sido imposible conservar secreta esta
operación, y sobre todo durante algún tiempo.
«Respecto al punto tercero, las anteriores deducciones condu-
cen sólo á esta conclusión: que si el dictamen de la Comisión
es exacto, la mina debió colocarse bajo el buque, después de la
llegada de éste á la boya.
«Sólo con examinar la prueba testifical, se adquiere la con
vlcción de que se observaba á bordo una extremada vigilancia
especialmente de noche, habiéndose establecido dobles guar-
dias y patrullas para estar prevenidos á la menor alarma y
puestos en servicio todos los botes próximos al buque.
«Nada resulta en dicha prueba más claro, que la persuación
existente en los tripulantes del Maine, desde el Comandante
hasta el último grumete, de que el puesto era de peligro, to-
mándose las oportunas precauciones, aun cuando ignoro si se
lanzaron las redes contra torpedos.
73
^ «El capitán Sigsbee, después de detallar las precauciones
que habían adoptado, concluía diciendo:
ii El sentido de todas mis ófdenes^ tenía por objeto el qae consi*
aerásemos el Maiae en una situación que exijia extremada vigi-
lancia,-n
«Había centinelas en la proa y en la popa, un contramaestre
y un grumete en el puente, otro grumete en la popa, un cabo
encargado de vigilar especialmente el costado del buque que
miraba al puerto, un oficial en el puente, y un contramaestre
con orden de vigilar el costado del buque que daba al mar;
una guardia vigilaba constantemente por la noche; los centine-
las tenían las armas cargadas, etc., etc.; precauciones contra
los que traían fardos, suponiendo que podrían emplear dinami-
ta ú otros explosivos.
«Entre los supervivientes que prestaron declaración, algunos
pensaban que el barco había sido volado por un torpedo, otros
que había sido cañoneado por una artillería gruesa, demostran-
do que oficiales y soldados estaban persuadidos de los supues-
tos peligros de su situación.
«En estas circunstancias es muy improbable que haya podi-
do colocarse una mina poderosa después de la llegada del Mai-
ne éi 6o 6 70 pies de la boya cuarta, junto á la cual estaba an-
clado el buque por la cadena de estribor. Estando la boya su-
jeta sin duda como es costumbre, con dos anclas, con objeto de
mantenerla en la misma posición, hubiera sido preciso colocar
la mina bajo las narices de los centinelas de popa y de proa,
y debe recordarse que las fases de la luna fueron las siguientes:
primer cuarto, 39 Enero; luna llena, 6 Febrero y último cuart-
to, 14 Febrero.
«Con todas estas circunstancias es muy difícil creer que pu-
diera haberse colocado una mina tan cerca del barco sia que se
supiese.
«En un meeti7ig celebrado recientemente en el «National Ci-
vic Club,)) de Brooklyn, mi amigo el Capitán Zalinski, que da-
ba aquel día una conferencia, describió la mina que pudo colo-
carse fácilmente y hacer explosión bajo el Maine. Ea descrip-
ción no acompañaba al folleto de esta conferencia y después de
leerla, quise darme cuenta de la mina que pudo producir la ca-
tástrofe, según la comisión, y que pudo ser colocada fácilmente,
según el Capitán Zalinski. Una mina poderosa exije una car-
ga de pólvora de gran fuerza, pero no un alto explosivo; debía
ser una mina de gran tamaño. Ahora bien, suponiendo que no
fué colocada de ninguna manera, ya he demostrado las dificul-
tades que se oponen á ello, ¿pudo ser lanzada?
«Seguramente que no. La distancia entre los fondos del bu-
que y el lodo no ha podido ser mayor de 14 pies, distancia que
74
apenas parecerá bastante para ser responsable de un levanta-
miento de 30 pies en la qnilla. Por lo tanto una mina, de ha-
ber sido lanzada, no debió hacerse á una profundidad que la
hicieran embarrancar en el lodo. Su submersión se fijaría en
algo próximo al calado del barco, y su resultado sería una
gruesa ola y no una quilla doblada. La idea de una mina flo-
tante es, en mi enterder, insostenible en lo referente al Maine.
«Para reasumir nuestro examen diremos: 19 Que es una lo-
cura suponer que pudo colocarse una mina cerca de la boya
número 4, formando parte de, un sistema de defensas submari-
nas, ó que este sistema pudo colocarse sin que nadie lo supie-
ra, aún sin conocer sus detalles.
«29 Que es inconcebible que se colocase en aquel sitio una
mina en la noche del 24 de Enero.
«39 Que es absurdo suponer que se colocase una mina des-
pués del 24, á 60 pies de un buque cuidadosamente vigilado y
«49 Que la suposición de una gran mina flotante es también
intolerable.»
Después de leer el concienzudo artículo del teniente coronel
Bucknill, ¿aún habrá insensatos que crean que el Maine fué
volado por una mina submarina?
III.
Así es que, según las declaraciones del Coronel Bucknill, del
vice-almirante Ij^rben, del corresponsal de la Prensa Asociada,
y del mismo capitán general, la explosión no pudo reconocer
como causa un agente externo. Todavía más, se señala ese
agente: uno de los peligrosos explosivos que llevaba á bordo
el buque.
Pero supongamos por un momento que la catástrofe hubiese
provenido de una causa exterior, ¿bastaría este sólo hecho pa-
ra hacer responsable á España?
Restaría probar que la causa exterior obedeció á un acto in-
teligente, que este acto inteligente fué de un español, y que
habiendo sido de un español, la responsabilidad es de toda la
nación ibera.
Los Estados Unidos han declarado oficialmente que la causa
de la destrucción del Maine fue externa, y de una manera tá-
cita han inferido quo la responsabilidad toca á España, al con-
siderarlo como el punto principal de las resoluciones del Sena-
do Americano, que dieron lugar al ultimátum. También se in-
fiere esta responsabilidad del hecho significativo de haber man-
dado grabar en las galletas con que se proveyó después á los
soldados que marchaban á la guerra, estas palabras: «Acordaos
del Maine» remeiiiber the Maine. Cuyo sentido implícito é in-
75
tencional es este: «Acordaos que 266 marinos hermanos, han
sido muertos en la destrucción del Maíne por un agente extra-
ño; y ahora, que vais á pelear contra España^ es tiempo de ven-
gar su muerte.
Siempre que llevéis este alimento á vuestra boca tened pre-
sente este suceso: que él sirva para aumentar vuestro valor y
para no tener piedad de quienes os han ultrajado tan cobarde-
mente.»
Indica pues este hecho que había la convicción oficial de que
España había sido causa de la destrucción del acorazado ó al
menos que de ella era la responsabilidad. De otra manera no se
explicaría el sentido de la frace Remember ¿he Ma¿?ie, Qw^náo
los americanos marchaban á la guerra dos meses después.
Concediendo que este agente hubiese sido un acto de un es-
pañol, se obra con gran injusticia al pedirle cuentas de ello á
toda la nación, ¿Acaso ha declarado Francia la guerra á Italia
al saber que Cesario Santo, asesinó á su inolvidable presidente
Sadi Carnot, era italiano? El daño, la ofensa moral, es muy
comparable.
¿Acaso declaró España la guerra á esa misma nación porque
Cánovas haya sido muerto á manos de un bandido italiano?
La Austria ¿declarará por ventura la guerra á la misma in-
fortunada Italia, por e| alevoso y cobarde asesinato reciente*
mente cometido en la persona de la emperatriz Elizabeth?
Demostrado que el gobierno americano tenía la convicción
de que España era responsable del sentido accidente, hay que
suponer en aquel gobierno mucha malevolencia ó falta de cri-
terio para conceptuar á España, es'decir á sus mandatarios, ca-
paces de cometer un crimen tan cobarde y nefando.
¿Se creerá por ventura que el general Blanco, ó que Sagasta
ola Reina Regente ordenaron la destrucción del Mainef
CAPITULO VI,
Iuflu.;nciade la destrucción del "Maine" en U guerra liispauo-americana. — Men-
saje del Presidente McKinley al Congreso americano. — Resoluciones del Se-
nado — Excitaciúa popular. — El ultinatum —Retiro de los Ministres. — Nue-
vas demostraciones anti -americanas.
I
amos visfo en los capítulos anteriores á qué grado de
txcitación habían llegado los ánimos en las clases uu
merosas de una y otra nación, con motivo de las de-
mostraciones hostiles que se habían hecho mutuamen-
te, así como por los incidentes de las discusiones en las cáma-
ras americanasTí
La nunca bastante lamentada catástrofe del Maine, vino pues
á comunicar este depósito de explosivos con la corriente eléc-
trica, y los fatales resultados no se hicieron ^ísperar.
¡'Va congreso americano á quien el populacho, poseído de in-
dignación, compulsaba, exigió, por decirlo así, del presidente
McKinley la comunicación del inolvidable mensaje de ii de
Abril, en el que declarase la ingente necesidad de intervenir
cuanto antes en la guerra que se libraba en Cuba entre espa-
ñoles é insurrectos, para ponerla fin y garantir los intereses de
los ciudadanos délos Estados Unidos. Bastante fueron discu-
tidas y condenadas á la luz da la lógica y del derecho de gen-
tes, las especiosas razones que alegara Mr. McKinley para de-
fender tan injusta intervención y disculpar un verdadero aten-
tado contra la soberanía de España. Por lo mismo no iní^istire-
mos en protestar y nos contraeremos á narrar los hechos, con
el laconismo conducente á nuestro propósito.
Hé aquí el contenido del mensaje;
«Obedeciendo al precepto de la Constitución, que ordena al
Presidente dar informes al congreso, de tiempo en tiempo, so-
bre el estado de la situación y recomendar la consideración de
algunas medidas, que juzgue nesesarias, es de mi deber hoy
78
día dirigirme á ese pder, con motivo de la grave crisis que se
ha suscitado éntrelos Estados Unidos y España, sobrevenida
por la insurección que data desde hace tres años en la Isla de
Cuba.
«Procedo de esta manera, por las relaciones íntimas que nos
ligan con la cuestión cubana, y es necesario que nuestro go-
bierno adopte una política que esté de acuerdo con los precep-
tos impuestos por los fundadores déla Repúbiica, y religiosa-
mente observados por los administradores anteriores, hasta la
fecha.
«La actual revolución no es masque la sucesión de otras in-
surrecciones semejantes, que se han llevado á cabo en Cuba
contra el dominio español, desde medio siglo ha, las cuales le
han ocasionado á los Estados Unidos muchos gastos para hacer
rtspetar las leyes de la neutralidad,
«Estas mismas le han causado al comercio americano gran-
des pérdidas, trayendo por consecuencia la indignación entre
los ciudadanos; agregada á esto la manera ciuel, bárbara y sal-
vaje de coducir la guerra, ha herido los corazones y ofendido
las simpatías humanitarias de nuestro pueblo.
«Desde que comenzó la presente revolución, esta nación ha
visto desaparecer las riquezas de esa isla á impulsos de una
guerra sin igual en los anales de la historia de Cuba, y sin se-
mejanza entre las guerras contemporáneas de los pueblos que
luchan por su libertad.
«Nuestro pueblo ha presenciado descender desde la opulen-
cia hasta el grado más ínfimo de miseria á los habitantes; su
comercio lucrativ^o arruinado, y al pueblo perecer por millares,
de hambre y de miseria.
«Nosotros mismos nos hemos visto obligados á observar aque-
lla estricta neutralidad que nuestras propias leyes ordenan, pa-
ra evitar cualquier acto que podría calificarse como una ayuda
á los cubanos.
«Nuestro comercio ha sufrido, el capital invertido por nues-
tros conciudadanos en Cuba se ha perdido casi, pero el temple
y paciencia de nuestro pueblo ha sido puesto á prueba tan pe-
nosamente, hasta producir peligrosa inquietud entre nuestros
propios ciudadanos, que han encontrado de modo inevitable su
expresión en la representación nacional; de modo que se incor-
pora en el conjunto de nuestro ser político, acrecenta la aten-
ción y queda firme en el camino de esa franca devoción al ade-
lanto interior, qne se convierte en propio interés por la riqueza
nacional, cuya máxima primera ha sido evitar todo conflicto
con las potencias extranjeras.
«Todo esto debe necesariamente haber despertado nuestra
ansiedad, y por lo tanto, ha provocado el mayor interés de par*
79
te de este gobierno, lo misrao que del de mi predecesor, en este
sentido.
«En Abril de iSgé los males que resentía nuestro país por la
guerra de Cuba, se hicieron tan onerosos, que el Presidente
Cleveland hizo un esfuerzo para conseguir la paz por medio de
la intervención de este g(>bierno, que tendiera á un honorable
arreglo de la contienda entre España y su colonia rebelde, so-
bre ias bases de un programa'efsctivo de gobierno propio para
Cuba, bajo la bandera de la soberanía de España.
«Fracasó ante la repulsa del gobierno español, que estaba
entonces en el poder, que no quiso tomar en cuenta ninguna
forma de mediación, ni siquiera un plan cualquiera de arreglo
que no se basara en la sumisión completa de los insurrectos, y
solamente entonces sobre tales bases podría España conceder
algún arreglo.
"La guerra continuaba sin abatirse.
"La resistencia de los insurrectos no disminuía de ningún
modo.
"Los esfuerzos de Espsña se aumentaron con el despacho de
nuevos contingentes á Cuba, y con la adición á los horrores d«
la lucha, de una nueva é inhumana fase sin precedentes en la
historia moderna de la civilización, en los pueblos cristianos.
"La política de desvastación y reconcentración inaugurada
por el bando del Capitán General publicado el 21 de Octu-
bre de 1 896 en la Provincia de Pinar del Río, se extendió después
á toda la isla, á donde alcanzaba el poder de las armas españo-
las por medio de ocupaciones militares.
"Todos los habitantes del campo, inclusive los que se dedi-
caban francamente á los trabajos de agricultura, fueron recibi-
dos en el interior de las ciudades guarnecidas ó en plazas aisla-
das defendidas por las tropas.
"El tráfico y cambio de provisiones de todas clases, quedó
prohibido.
"La llama del incendio se extendió por todas partes; los mo-
linos y los ingenios fueron destruidos, y en poco tiempo todo lo
que pudieran conducir á la desolación y á la ruina y destruir
lo útil para la vida del hombre, ó- para su alimentación, fué
ejecutado por. una y otra parte de los dos contendientes que te-
nían poder ásu disposición.
"Cuando hace un año la actual administración se hizo cargo
de la cosa pública, la llamada concentración se había hecho
efectiva en la mejor parte de las cuatro provincias occidentales:
Santa Clara, Matanzas, Habana y Pinar del Río.
«La población agrícola estimada en 300,000 ómáshabitantes,
fué encerrada en las ciudades ó en sus inmediatas cercanías,
privada de los medios de subsistencia, destituida de los modos
80
de vivir, abandonada enteramente y expuesta á las más espan»
tosas condiciones.
«Como se extendió la escasez de alimentos con la devastación
de lo; campos de producción, la pobreza y la necesidad llegaron
hasta la miseria y el hambre.
«Un mes, después de otro raes, la cifra de muertos iba
aumentando. En Marzo de 1897, según las cifras más pruden-
tes tomadas de fuentes oficiales españolas, la mortalidad entre
los reconcentrados por el hambre y sus consecuencias, excedió
del cincuenta por ciento.
«Nir.gúu auxilio práctico se acordó para aliviar á los desgra-
ciados.
«Las ciudades atestadas sufriendo ya la gran carestía no pu-
dieron darles ayuda. Las llamadas zonas de cultivo quedando
en el área de los centros militares, cerca de las ciudades y for-
tificaciones fueron un remedio ilusorio para los pacientes.
«Siendo los infortunados en su mayor parte, mujeres, niños
y viejos desesperados, debilitados por las enfermedades y el
iiambre, no podían haber cultivado el suelo sin herramienta ó
útiles para su sostén.
«Entie tanto, la situación militaren la isla había adquiricio
un notable cambio.
«La extraordinaria actividad que caracterizó el segundo año
de la guerra, cuando los insurrectos invadieron aún los hasta
ahora indefensos campos de Pinar del Río, y llegaron en son
de ruina y destrucción hasta los muros de la misma ciudad de
la Habana, ha degenerado en una lucha vulgar en las provin-
cias del centro y oriente de la Isla.
«Las armas españolas recobraron en cierto punto Pinar del
Río y parte déla Habana, pero bajo las condiciones existentes
de la población rural, sin inmediatamejoría de la situación
productiva.
«Aun parcialmente restringidos así, los revolucionarios sos-
tuvieron su propia conquista y sumisión, adelantada por Espa-
ña como la esencial y única base de paz, que parecía tan lejos
del principio.
«En este estado de cosas, mi administración se encontró fren-
te al grave problema de su deber.
En mi mensaje de último Diciembre, revisé la situación y
señalé los pasos dados para evitar el choque, que habría el ca-
mino para alguna forma de honrrosos arreglos.
"El asesinato del Sr. Cánovas del Castillo produjo un cam-
bio completo en el gobierno español. Esta nueva administra-
ción que llevó al poder al partido liberal, trató de implantar
una nueva política de reforma en Cuba y Puerto Rico, conce-
diendo la autonomía.
81
«Las insinuaciones del Gobierno hechas por medio de nues-
tro Enviado, con el fin de mejorar inmediata y positivamente
la situación déla Isla, aunque no aceptadas en todo, se admi-
tió una cierta forma de mediación, y fueron contestadas alegan-
do que se daría á Cuba un gobierno autonómico, sin esperar
que la guerra terminase, y que la guerra sería conducida de una
manera más humana.
«A fines de Noviembre ya no había ningún ciudadano ame-
ricano en las prisiones españolas.
«Mientras las negociaciones se llevaban á cabo aumentó el
desamparo de los desgraciados reconcentrados, y el estado de
estos llamó seriamente la atención. Esta medida de socorro
puesta en práctica por el Cónsul General, fué recibida con gra-
titud. Los esfuerzos hechos por el Comité Central, fueron de
benéficos resultados. Se hicieron los arreglos necesarios para
el transporte de las provisiones á Cuba.
«El Presidente de la Cruz Roja americana y representantes
de otras sociedades, visitaron generosamente la Isla y obraron
de conformidad con los cónsules.
«La guerra en Cuba es de tal naturaleza, que parece imprac"
ticable la subyugación y el abatimiento de uno de los dos par-
tidos contendientes, por medio de un triunfo militar. Alterna-
tivamente prevalece el agotamiento físico de una ó de otra par-
te, ó quizas de las dos. Tan espantosos resultados de la pre-
sente lucha tienen que ser debidamente considerados con equi-
dad por todo el mundo civilizado, y más que todo, por los Es-
tados Unidos afectados y lastimados, como lo están hondamen-
te en su íntima existencia.»
Con tales ideas, dijo el Presidente, que había sometido el 27
de Marzo, proposiciones finales al gobierno espafiol relativas á
un armisticio, hasta el 19 de Octubre, para las negociaciones de
paz, median^ sus buenos oficios.
«La respuesta del Gabinete español, recibida el 31 del pasa-
do— continuó— ofrece como medios de paz en Cuba, confiar su
establecimiento al departamento del Gobierno insular en cuan-
to fuera necesaria la concurrencia de este cuerpo para alcanzar
los resultados finales, aparte de las facultades reservadas por la
Constitución al Gobierno Central, no menguadas ni disminuidas.
«Como el Parlamento Cubano no se reúne hasta el día 4 de
Mayo próximo, el Gobierno español no quisiera oponerse por
su parte á la aceptación definitiva de la suspensión de hostili-
dades, si fuera pedida por los insurrectos ó por el General en
jefe á quienes obedecen, y á quien tocaría, en tal caso, determi-
nar la duración y condiciones del armisticio.
82
«Con esta última resolución en el camino directo de la paz
y su acuerdo recibido por el Ejecutivo español, se pensó haber
Terminado todo esfuerzo.
«En mi mensaje anual de Diciembre último, dije: «De las ex-
presadas medidas emana ei reconocimiento de los insurrectos
como beligerantes, la recomendacióu de la independencia de
Cuba, la intervención neutral para terminar la guerra, impo-
niendo racionales compromisos entre los contendientes, ó la in-
tervención en favor de uno ó de otro partido.
«No hablo de anexión forzosa, porque eso no puede tomarse
en cuenta. Según nuestro código de moralidad, sería una cri-
minal agresión.
«En tal vitud, considero estas proposiciones á la luz de las
palabras correctas del Presidente Grant, pronunciadas en 1875,
cuando después de varios cños de sanguinaria destrucción y
bárbaras crueldades en Cuba, llegó á la conclusión de que el
reconocimiento de la independencia de la Isla era impractica-
ble é indefendible, y que el reconocimiento de la beligerancia
no estaba gaiantizado por los hechos, conforme á los textos de
las leyes internacionales.
«Comenté especialmente el último aspecto de la cuestión, se-
ñalando la inconveniencia y los peligros positivos del recono-
cimiento de la beligerancia, que al añadir á los ya pesados car-
gos de la neutralidad en nuestra propia jurisdicción, no podía
de ningún modo exte%.ierse nuestra influencia á oficios efecti-
vos en el campo de las hostilidades.
wDesde entonces nada ha ocurrido que haya hecho variar mis
opiniones á este respecto. Reconozco ahora plenamente que la
promulgación de una proclama de neutralidad que podría titu-
larse el reconocimiento de la beligerancia, no conduciría á nin-
gún fin, pues nosotros trabajamos para la pacificación de Cu-
ba, y para que la miseria que aflige á los habitantes de la Is-
la, cese.»
Volviendo sobre el reconocimiento de la idependencia del
presente gobierno insurrecto, el Presidente tomó como prece-
dente el mensaje de Jackson, dirigido al Congreso el 21 de Di-
ciembre en 1836 sobre el reconocimiento de la independencia
de Texas.
Continuó Mr. McKinley: «En la contenida entre España y
las colonias sublevadas nos mantuvimos alejados, y no sola-
mente esperamos hasta que los nuevos Estados estuviesen en
la posibilidad de protejerse ellos mismos, sino que hasta que el
peligro pasó.
«Entonces fueron reconocidos. Este fué también el curso de
nuestra política para México. Si es cierto que con respecto á
Texas la autoridad civil de México fué expulsada, el ejército
83
invasor derrotado, el jefe de la República capturado y todo su
poder aniquilado por el gobierno organizado en Texas, por
otra parte, existía en apariencia una inmensa desigualdad en
las fuerzas físicas contra Texas.
«La República Mexicana, bajo un nuevo jefe, trató de inva-
dir nuevamente para recuperar su antiguo dominio.
«Una nueva invasión de Texas fué organizada, y nuestro re-
conocimiento de independencia en una crisis semejante, pudo
apenas considerarse como concordante con aquella prudente re-
serva con la que nosotros hemos tratado siempre semejantes
cuestiones.
«El decreto de España para la suspensión de hostilidades:
fué sometido al Congreso para que lo tomase en consideración,
anotando que si esta medida es de benéficos resultados, se ha-
brían logrado las aspiraciones de paz que quiere nuestro pue-
blo. Si fracasa, habrá otra justificación para afianzar aún más
nuestra acción manifiesta, w
El incidente del «Maine» figura notablemente en el mensaje.
Argulle el Presidente que la destrucción del buque en el
puerto de la Habana, muestra á España incapaz de garantizar
la seguridad de los barcos extranjeros.
«España ha negado toda relación con aquel desastre, y ha
ofrecido someter á arbitraje todas las diferencias que pudieran
surgir de aquel asunto.
El Presidente dijo que bajo ningún concepto piensa que fue-
se sabio ó prudente reconocer la independencia de la llamada
república cubana.
Tal reconocimiento era innecesario y no incapacitaba á los
Estados Unidos para intervenir y pacificar la isla.
Sobre este particular, el Presidente dijo: «Sujetar hoy á este
país al reconocimiento de cualquier Gobierno particular en Cu-
b^, podía comprometernos á interrumpir las condiciones interna-
cionales, obligándonos con una organización casi desconocida.
«En caso de intervención, nuestra conducta estaría sujeta á
aprobar y desaprobar tal gobierno, quedaríamos sometidos á su
dirección y á asumir su simple relación de amistosa alianza.
«Cuando aparezca, sin embargo, que hay en la Isla un go-
bierno será pronto y rápidamente reconocido.»
El Presidente dijo que quedaban en la alternativa de la in-
tervención para terminar la guerra; ó como imparcial para im-
poner un compromiso racional entre los contendientes, ó como
aliados activos de una ú otra parte,
«La forzosa intervención de los Estados Unidos como neu-
trales para contener la guerra, de acuerdo con los amplios dic-
tados de la humanidad, y siguiendo muchos precedentes histó-
ricos; en que muchos Estados vecinos han intervenido para re-
84
primir desesperados sacrificios de vida, en conflictos entre í?us
convecinos, es justificable en el terreno internacional.
«El campo de semejante intervención puede reasumirse como
sigue:
primero:
«Por la causa de la humanidad y para poner fin á las barba-
ries, derramamientos de sangre, escaceses y horribles miserias
que hoy existen allí y que las partes en el conflicto son inca-
paces ó no quieren detener ó mitigar.
«Es sobre todo nuestro deber, porque la razón llama á nues-
tras puertas.
SEGUNDO:
«Debemos á nuestros conciudadanos en Cuba auxilio y pro-
tección, y la indemnización por la vida y la propiedad que nin-
gún gobierno puede ahí darles ó concederles*, y con este obje-
to acabar con las condiciones que los privan de toda protección.
TERCERO:
«El derecho de intervenir puede justificarse por los muy se-
rios perjuicios al comercio, al tráfico, y á los intereses de nues-
tro pueblo, y por destrucción de la propiedad y desolación de
la Isla.
CUARTO:
«Lo que es de mayor importancia: la actual condición de los
asuntos en Cuba, es una constante amenaza á nuestra paz in-
terior, y ocasiona á este gobierno enormes gastos.
Estos elementos de peligro y de desorden ya citados y cono-
cidos por trágicos acontecimientos, han movido profunda y
justificadamente al pueblo americano. Ya transmití al Con-
greso el informe de la Corte Naval investigadora sobre el desas-
tre del «Maine» ocurrido en el puerto de la Habana, en la no-
che del 15 de Febrero.
«La destrucción de aquel hermoso buque causó pésima im-
presión é indecible horror, y aún mayor, al dar su fallo la Co-
misión investigadora de que la explosión fué externa, ocasio-
nada por una mina submarina.
«No se señalan aún las responsabilidades: éstas se fijarán
más tarde.
«No cabe la menor duda que el desastre del «Maine» obede-
ce á una causa exterior. Esta circunstancia demuestra que el
Gobierno español no puede garantizar la seguridad de los bu-
ques de la marina americana en el puerto de la Habana, que
se dirijan con una misión de paz. España ha pedido á este Go-
bierno que la cuestión del «Maine» se someta al arbitraje, pero
se declaró que no había tenido respuesta á este mensaje. . . .
85
«La larga experiencia ha probado que el objeto de España
para terminar la guerra, no puede alcanzarse. I^a llamarada de
la insurrección podrá encenderse ó apagarse con las distintas
estaciones; pero no ha sido apagada y ardiendo plenamente,
no puede extinguirse por los actuales sistemas.
«La única esperanza de auxilio y de reposo de una condición
que no puede prolongarse, es la pacificación de Cuba. En nom-
bre de la humanidad, en nombre de la civilización, en nombre
de los intereses americanos que peligran, tenemos el derecho y
el deber de hablar y hacer que la guerra cese en Cuba.
«En vista de estos hechos y de estas consideraciones, pido al
Congreso autorice y faculte al Presidente, para que adopte me-
didas y asegure la completa terminación de las hostilidades en-
tre el gobierno español y el pueblo cubano, así como para que
se establezca un gobierno permanente, capaz de conservar el
orden y observar sus obligaciones internacionales, asegurando
la paz y la tranquilidad, dando las garantías individuales, las
mismas que nosotros gozamos, y para que utilice las fuerzas
navales y militares de los Estados Unidos, si es necesario, con
tal fin. Por interés humanitario, y para conservar las vidas de
los necesitados en la Isla, recomiendo que las distribución de
los socorros continúe y que se vote una resolución, para que el
Tesoro público socorra á esos ciudadanos.
«La resolución está ahora en manos del Congreso. Es una
solemne responsabilidad para vosotros.
«He agotado todos los esfuerzos para mejorar la terible con-
dición de los asuntos que están pendientes. Preparado á cuu-
plir todas las obligaciones que me impone la Constitución y las
leyes, espero vuestra resolución.
«Ayer, y al estar preparado ya el anterior mensaje y oficial
información, fué recibido por mí el ultimo decreto de la Reina
Regente de España, dirigido al Gral. Blanco, para preparar y
facilitar la paz, proclamando la suspensión de hostilidades; de-
talles que todavía no se me han comunicado.
«Está circunstancia, como otras consideraciones conducentes,
estoy seguro que recibirán de vosotros escrupulosa atención en
las augustas deliberaciones en que vais á entrar.
«Si esta medida obtiene buenos resultados, entonces se ha-
brán realizado nuestras aspiraciones, como pueblo cristiano
amante de la paz. Si fracasan, solamente significarán otra jus-
tificación para nuestra actitud futura.
«Palacio del Ejecutivo, Abril ii de iS^gS. (firmado) Wiliam
McKinley. »
Como resultado del mensaje del Presidente de la Unión, el
Senado Americano votó las resoluciones siguientes, con fecha
1 6 de Abril del corriente año, y por una mayoría de cincnenta
y un votos contra treinta y siete.
86
«Bn virtud de las espantosas condiciones que han existido
por más de tres años en la Isla de Cuba, tan cerca de nuestras
propias fronteras, que han conmovido el sentido moral del pue-
blo americano y han sido para la civilización una desgracia,
evidenciada en la destrucción de un acorazado americano, con
i66 de sus oficiales y tripulantes, al estar haciendo una visita
amistosa en el puerto de la Habana; en virtud de que tal esta-
do no puede prolongarse por mas tiempo, según se ha asenta-
do en el mensaje que el Presidente de los Estados Unidos en-
vió al Congreso el 1 1 de Abril de 1898, sobre el cual se ha ba-
sado la actitud de las Cámaras; por lo tanto, se resuelve:
Primero — Que el pueblo de la Isla de Cuba tiene derecho y
debe ser libre é independiente y que el Gobierno de los Estados
Unidos reconoce, por consiguiente, á la República de Cuba co-
mo el verdadero y legal gobierno de aquella isla.
Segundo. — Que es un deber de los Estados Unidos pedir, y
el Gobierno de la Unión, debe, por lo tanto, pedir que el Go-
bierno de España abandone de una vez su autoridad y su go-
bierno en la Isla de Cuba, y retire sus fuerzas de tierra y mar,
de Cuba y de bs aguas cubanas.
Tercero. — Que el Presidente de les Estados Unidos sea y que-
de directamente facultado para usar todas las fuerzas navales
y militares de los Estados Unidos y llamar al actual servicio de
la Unión americana á las milicias de algunosEstados hasta don-
de sea necesario para llevar á cabo estas resoluciones.
Cuarto. — Que por consiguiente, los Estados Unidos desechan
toda disposición o intención de ejercer soberanía, jurisdicción
ó dirección sobre dicha Isla, excepto para la pacificación de
ella y aseguran su determinación cuando ésta sea complicada,
se deje el Gobierno y dirección de la isla á su propio pueblo.»
Las anteriores resoluciones enviadas á la Cámara de diputa-
dos para su examen y sanción, fueron aprobadas por gran ma-
yoría y devueltas al senado el 19 del mismo Abril, para que
firmadas, pasasen al Presidente para su promulgación.
Entre tanto, en España reinaba un furioso enardecimiento
contra los americanos, habiendo ocurrido graves motines en
diversos puntos de la Península, entre estos el más grave fué
uno que sobrevino en Málaga y que dio por resultado la muer-
te de un negro servidor del Consulado Americano, á manos de
los amotinados.
En la misma fecha el Cónsul General de España en Nueva
York, M. D. Arturo Baldasano y Topete, anunció en el perió-
dico las «Novedades» que los españoles que desearan salir para
la Habana podrían hacerlo el día siguiente en el vapor Pana-
má, en la inteligencia de que el Gobierno pagaría el pasaje á
los que careciesen de recursos.
87
El día 20 se verificó la solemne apertura de las Cortes espa-
ñolas en Madrid. La ceremonia revistió un brillo y una suntuo-
sidad verdaderamente indescriptibles. La Reina Regente de
España Doña María Cristina, y su augusto hijo el niño rey
Don Alfonso XIII fueron frecuentemente vitoreados por la
distinguidísima concurrencia que llenaba el recinto de la Re-
presentación Nacional.
La Soberana leyó su discurso desde el trono; á su derecha
estaba el Rey. El Sr. Sagasta se encontraba junto al Rey.
Anunció que el Gobierno ha convo:ado á las Cortes para de-
fender los derechos de España y se refirió á los esfuerzos del
Papa y las potencias para lograr el sostenimiento de la paz.
Hizo una reseña del curso de las relaciones entre España y
los Estados Unidos, demostrando que España no ha omitido
esfuerzo alguno compatible con sus derechos, para pacificar sus
colonias y mantener relaciones amistosas con los Estados Uni-
dos mientras que esta nación insistió en encontrar un pretexto
para intervenir en las relaciones entre España y suS colonias,
y esta insistencia se acentuó más desde el adveniminto del Pre-
sidente McKinley á la presidencia americana, pues con amena-
zas y notas diplomáticas procuró intervenir en el arreglo de la
cuestión cubana. Tanta ha sido esta insistencia, que los Esta-
dos Unidos han puesto obstáculos á España, cuando ha estado
próxima á lograr la pacificación de Cuba.
El discurso, además, hizo presentes todas las concesiones he-
chas á los Estados Unidos, y agregó que España hubiera ido
más adelante si los Estados Unidos hubieran respetado su so-
beranía en Cuba; asimismo hizo notar el hecho de que América
ha demostrado marcada hostilidad á España, desde la promul-
gación del armisticio, y concluyó exhortando á todos los par-
tidos para que, unidos todos al rededor del trono hicieran fren-
te al enemigo que amenazaba herir el honor de la patria.
Gran entusiasmo reinó en las Cámaras después que la Reina
terminó la lectura de su mensaje.
Durante su lectura fué interrumpida varias veces por pro-
longados vivas á España y al Rey.
Promulgadas las resoluciones del Congreso Americano, se
formuló el ultimátum para ser dirigido al Gobierno de Madrid.
El texto del documento dado á la publicidad por la Secreta-
ría de Relaciones, el día 21 es como sigue:
«Ayer, 20 de Abril de 1898, á las 11 a. m., el Ministerio de
Relaciones notificó los propósitos de este Gobierno entregando
al Ministro de España una copia de las instrucciones enviadas
al Ministro Woodford, en Madrid, y copia de las resoluciones
aprobadas por el Congreso de los Estados Unidos el día 19 del
corriente mes.
88
Después de recibir estos documentos, el Ministro español so-
licitó de este departamento sus pasaportes, de que fué provisto
ayer tarde. El Ministro Woodford en Madrid recibió al mismo
tiempo instrucciones para hacer idéntica notificación al Go •
bierno español.
He aquí el texto del mensaje dirigido al Ministro: «Abril 20
de 1898. Woodford, Ministro, Madrid — Se ha proporcionado á
usted el texto de las resoluciones aprobadas por el Congreso de
los Estados Unidos el 19 del actual en relación con la pacifica-
ción de la Isla de Cuba. Obedeciendo ese acto, el Presidente or-
dena que inmediatamente comunique dichas resoluciones al Go-
bierno de Madrid, acompañando un aviso de este Gobierno al
Gobierno de España para que renuncie á su gobierno y autori-
dad en Cuba y retire su fuerzas militares y navales. Al dar es-
te paso, el Gobierno de los Estados Unidos protesta que no tie-
ne intenciones ó disposición de ejercer soberanía, jurisdicción ó
dominio en la Isla, excepto para pacificarla y afirmar su deter-
minación: que cuando logre su objeto abandonará la Isla y
ayudará á sus habitantes bajo la clase de gobierno libre é in-
dependiente que deseen establecer. Si al dar la hora del medio
día del sábabo próximo, el día 23 de Abril, no se ha comunicado
á este Gobierno una respuesta satisfactoria á esta demanda y
resoluciones, por las cuales se obtenga la pacificación de Cuba,
el presidente procederá en ei acto y sin más aviso, haciendo
uso de las facultades que le otorga el Congreso en dichas reso-
luciones á llevarlas á efecto. — (Firmado) Shetman.
II
El Embajador de Francia, Mr. Cambon, y el Ministro de
Austria, Mr. Henegemuller, se encontraban en la Legación
de España cuando el Sr. Polo Bernabé recibió la copia del ul-
timátum, inmediatamente se hicieron arreglos para conducir
los muebles y enseres de la Legación de España á la de Aus-
tria; estos incluían los archivos y la bandera española. El Em-
bajador de Francia y el Ministro austríaco obraron juntamen-
te en el manejo de los asuntos de España entretanto.
El Sr. Polo Bernabé, á pesar de que había perdido toda es-
peranza de evitar la guerra, mantuvo la más discreta reserva.
En el exterior de la Legación encontrábanse un teniente y
un oficial de policía, de guardia.
A las diez y media, hora en que se presentaron los Ministros
de Francia, Austria y Bélgica, aún no se tenía noticia de si ya
se habían fiirmado las resoluciones. Alas 11 20 a. m. un men-
89
sajero (un negro) del Ministerio de Relaciones se presentó en
la Legación y de una manera inconveniente, dijo que tenía un
mensaje del Ministerio para el Ministro de España; el Sr. Polo
Bernabé pidió permiso al Embajador francés, con quién en
esos momentos estaba ocupado y recibió al mensajero en el co-
modor; vio la cubierta, y notando que era el ultimátum, dijo
al mensajero que esperase la respuesta. Esta ya estaba prepa-
rada. No fué una contestación al ultimátum, sino una solicitud
de sus pasaportes. Hé aquí el texto de la solicitud:
«Legación de España)), Washington, Abril 20 de 1898. — Sr.
Secretario: Las resoluciones adoptadas por el Congreso de los
Estados Unidos de América y aprobadas hoy por el Presidente
son de tal naturaleza, que mi permanencia en Washington se
hace imposible y me obliga á suplicar á usted me extienda mis
pasaportes. La protección de los intereses de España se ha
encomendado al Embajador de Francia y al Ministro de Aus-
tria-Ungría. Con esta ocasión, por cierto bastante penosa pa-
ra mí, tengo el honor de reiterar á usted las muestras de mi
mayor consideración. — Luis Polo Bernabé. — Al Hon John
Sherman, Secretario de Relaciones Exteriores de los Estados
Unidos.»
La carta fué enviada al Ministerio de Relaciones, por el Mi-
nistro, y volvió á reunirse con sus amigos, esperando recibir
sus pasaportes. Inmediatamente cesó la calma en la Legación
y se hicieron los preparativos para la partida y el envío de ex-
tensos cables á Madrid. Todos los efectos oficiales y personales,
ya desde tiempo empacados, fueron sellados y lacrados.
Se hicieron arreglos con el ferrocarril y estaban listos para
partir el Ministro Polo Bernabé, el primer Secretario, Sr Juan
Duboc, los segundos secretarios Sres. Pablo Soler y Acqueroni,
el tercer secretario Sr. Balarza, los attachés, los Sres. Pía y
Almeida, el attaché militar, Capitán de la Casa, el attaché na-
val, teniente de Carrasta.
Después de abandonar Washington el Ministro Polo, hizo
pública su partida. Estas personas se dirigían, sin pérdida de
tiempo, á España. Además de la nota, solicitando sus pasapor-
tes, el Ministro español acusó recibido del ultimátum.
La exitación de la ciudad hizo al edificio de la legación ser
el centro de curiosidad de gran número de gentes.
La solicitud del Ministro español para obtener sus pasapor-
tes, se proveyó á las T2. 45 entregándoselos al Sr. Polo un men-
sajero (un negro) del subsecretario Day.
Los pasaportes iban acompañados de una nota del Secreta-
rio Sherman, en que le expresaba su profundo sentimiento por
haber sido conducido á dar este paso.
En la misma noche el gobierno americano trasmitió á su
Ministro en Madrid el General Stward L. Woodford, para que
90
lo presentase al de España, el texto del ultimátum. Mr. Wood-
ford contestó con el siguiente despacho:
Momentos antes de presentar al gobierno español el ultima-
ium de los Estados Unidos, fui notificado que las relaciones di-
plomáticas entre las dos naciones quedaban rotas; he recibido
mis pasaportes, entregado la Legación al Embajador de Ingla-
terra y salgo para París.»
Efectivamente, el Ministro Americano se puso en camino y
el siguiente día 22, llegó á la frontera. El tren que lo conducía
fué atacado varias veces á pedradas, siendo necesario que lo
protegiese la guardia civil con los marrazos desenvainados.
La excitación aumentó considerablemente, á causa de que en
Valladolid, pretendió aprehender la policía á un miembro de
la Legación americana apellidado Moreno, á lo cual se opuso
resueltamente el General Woodford.
En varias ocasiones ocurrieron incidentes más ó menos gra-
ves. Los estudiantes del colegio militar de Segovia subieron
á la plataforma del tren gritando ¡viva España! Desde Tolosa
á San Sebastián un fuerte destacamento de policía custodiaba
el tren.
En los momentos de entrar en territorio francés, estando el
tren detenido, se agrupó numerosa multitud y empezó á pedir
que hablara Mr. Woodford y á preguntarle si tenía algo que
decir. Este hizo, una significativa señal de asentimiento, y ha-
biéndose restablecido el silencio, salió á la plataforma se descu-
brió cortesmente y dijo: —¡Adiós!
o^o o o o o o
CAPITULO YII
La salida de la Habana del Cónsul Lee. — Ronn pimiento de las hostilidades. — Cap.
tura de la barca española Buenaventura. — Salida de la escuadra americana-
— -El bloqueo de Cuba — Declaraci nes del Gobierno español y del General
Blanco. — Las potencias se declaran neutrales — Nuev<* proclama de Mc-
Kinley.
O solo los Ministros de las dos naciones enemistadas
tuvieron que soportar las destemplanzas de la plebe
al abandonar sus respectivas cancillerías, según he-
mos visto; los Cónsules generales se encontraron en la
misma penosa situación, y aun, muchos particulares que los
acompañaron al retirarse.
Pero ninguno de aquellos personajes se vio tan groseramente
denostado como Mr. Fitzhugh Lee, Cónsul americano en la
Habana, sin duda por la activa participación que había tenido
en la cuestión cubana, cuyo desagradable epílogo se iba á pre-
sentar. Cuando se dirigió de su residencia al vapor que debía
conducirlo á los Estados Unidos, así como á sus compatriotas
que se embarcaban con él, fueron todos silbados y apedreados
por el camino. De la multitud salían gritos de «fuera de aquí,
yankees cochinos,» y otros parecidos.
iíste incidente contribuyó no poco á que, cuando el Cónsul
General de la Habana fué recibido en audiencia privada por el
Presidente McKinley, diese muchos exagerados informes de la
situación, inspirados en el deseo de concitar las iras del pueblo
americano contra los españoles, por el efecto de indignación y
el deseo de venganza que en su ánimo habían producido aque-
llos actos.
Antes que la solución pacífica del conflicto internacional se
hubiese hecho imposible, comenzaron los preparativos de gue-
rra en los Estados Unidos. Desde el año anterior, y bajo la dis-
culpa de que los buques eran recientemente comprados y debía
92
ensayarse la puntería de sus cañones, se practicaban verdade-
ros simulacros de combate en los ejercicios de tiro al blanco.
En España por el contrario, se hacían, sin precipitación, com-
posturas y reparaciones, cuando la guerra estaba en vísperas
de declararse y aún, muchos de sus navios concurrieron á la
lucha con serias averías en sus máquinas, según tendremos oca-
sión de verlo después.
Esta nación compró algunos, á última hora, obligada á ha-
cerlo, más bien por los donativos que liberalmente ponían á su
disposición con este objeto las colonias de la América latina,
que por haber premeditado la guerra naval.
Debemos mencionar las fuertes sumas enviadas por las sus-
cripciones de la colonia argentina, y la mexicana especialmen-
te, que en distintas partidas y ocasiones llegó á remitir un mi-
llón de pesos, y habría continuado la colecta para contribuir á
la compra de buques de guerra, si ésta no se hubiese declarado,
y la actitud neutral del gobierno de nuestro país no lo hubiese
impedido.
Las dimensiones de este libro no nos permiten, como deseá-
ramos, reproducir aquí la distribución que se hizo de tan va-
liosos donativos, muchos de los cuales, no sólo fueron para com-
prar buques de guerra, sino también para aliviar la horrorosa
miseria que había en las clases menesterosas de Cuba. Baste
decir que además de metálico, se enviaron muchas remesas de
víveres consistentes en harina, semillas de todas clases, etc.
Los Estados Unidos compraron en Abril los buques «París,»
«St. Louis,» «St. Paul» y «Nitchroy.»
El día 22 se declararon las hostilidades oñcialmente entre
uno y otro país.
El primer acontecimiento de la guerra fué la captura, verifi-
cada por el cañonero americano Nashville, de la barca españo-
la «Buenaventura» qué con un cargamento de duelas se dirigía
á Veracruz.
Era la «Buenaventura» un^ embarcación de cien toneladas, y
tripulada por veinte marineros. El cañonero americano comen-
zó á dispararle granadas, apenas le dio vista, muy cerca de
Cayo Hueso, por lo cual hubo aquella de rendirse siendo con-
ducida al puerto por su aprehensor.
Esta presa que se reputó injustamente consumada, por no
conocerse aún la declaración de guerra, dio origen á \a< protes-
tas de los dueños de la «Buenaventura» sin que nada hubieran
obtenido, á pesar de lo justificado de la reclamación. Por lo
demás, vino á influir en las gentes supersticiosas, quienes no
auguraron nada bueno para los españoles, de una guerra que
comenzaba con la pérdida de una barca cuyo nombre era tan
significativo.
93
En el mismo día se comenzó á hacerse á la mar la escuadra
americana .del Norte Atlántico, zarpando á las 5.45 a. m. con
rumbo al estrecho de la Florida, que es el punto por donde se
cruza menor extensión de mar entre Cayo Hueso y la Habana.
Estaba compuesta la escuadra del buque almirante acoraza-
do «Nueva York,» el «lowa» y el «Indiana» los cruceros «Mar-
blead,» «Detroit» y «Nansville,» los cañoneros «Puritan,» «He-
lena,» aWillmington,» «Cristine,» «Machias» y «New-Port,» el
monitor «Anphitrite,» el «Mangrove,» el «May fiover» y los tor-
pederos «Cussing,» «Dupont,» «Porter» y «Footering.»
Fué también firmada en igual fecha por el Presidente Me-
Kinley la proclama en que notificaba á las naciones el bloqueo
del Puerto de la Habana por la escuadra americana.
El documento dice á la letra.
«El Presidente de los Estados Unidos de América proclama,
que facultado pt)r las resoluciones del Congreso aprobadas el
día 20 de Abril de 1898, se dirigió al Gobierno de España de-
mandando á dicho Gobierno que renuncie su autoridad y go-
bierno en la Isla de Cuba y retire sus fuerzas militares y nava-
les de Cuba y su*^ fl^i^uas; y que habiendo sido facultado para
hacer uso de las fuerzas navales y militares de los Estados Uni-
dos, y en caso necesario, hacer uso de las guardias nacionales
de los Estados, para llevará efecto esta proclama, el Presi-
dente considera necesario iniciar y sostener el bloqueo (fe la
costa Norte de la Isla de Cuba, incluyendo todos los puertos de
dicha costa entre Cárdenas y Bahía Honda, y el puerto de Cien-
fuegos en la costa sur de la Isla de Cuba, por lo tanto yo Wi-
lliam McKinley, Presidente Constitucional de los Estados Uni-
dos, con el fin de llevar á efecto las resoluciones mencionadas,
por este acto declaro y proclamo que los Estados Unidos de
América han instituido y mantendrán el bloqueo de la costa
Norte de la Isla de Cuba, incluyendo los puertos en dicha cos-
ta entre Cárdenas y Bahía Honda, y el puerto de Cienfuegos
en la costa de Cuba. Cumpliendo con las leyes de los Estados
Unidos y la ley de las naciones aplicable á este caso, una fuer-
za suficiente se colocará para evitar la entrada y salida de bu-
ques á dichos puertos. Cualquier buque neutral que se acerque
ó que intente salir de un puerto sin previo aviso ó conocimien-
to del establecimiento del bloqueo, será oportunamente adver-
tido por el Comandante de la escuadra bloqueadora y registra-
rá en sus libros el hecho y fecha de la advertencia, y si este
mismo buque intentara entrar en alguno de los puertos blo-
queadores será capturado y enviado al puerto más cercano para
instruirle causa contra el casco y cargamento como presa, si
es que así se estima conveniente. Buques neutrales que se en-
cuentren en dichos puertos tendrán un plazo de 30 días para
salir, contados desde el establecimiento del bloqueo.
Y para su constancia y fines consiguientes, firmo la presen-
te proclama y ordeno sea sellada con el sello del Gobierno de
los Estados Unidos.
Dado en el Palacio del Poder Ejecutivo de la ciudad de
Washington, este día 22 de Abril de 1898. A. D. y 122 de la
Independencia de los Estados Unidos.
(Firmado). IVm. McKÍ7iley.y>
II
Por su parte, el Gobierno colonial publicó un manifiesto en
Cuba, protestando contra la intervención de los Estados Uni-
dos la cual se efectuaba precisamente en los momentos de inau-
gurar el nuevo régimen que garantía ampliamente la libertad
política de la Isla, y cuando se iba á elegir el primer parla-
mento colonial que reemplazaba la soberanía de España por
medio de la autonomía.
El manifiesto después de agregar que los americanos no te-
nían otro propósito que la anexión de Cuba concluía con estas
palabras:
«Es deber de todos los habitantes rechazar la invasión. Re-
cordad la conducta de los defensores de la Habana contra la in-
vasilón inglesa de Abermasle.»
El Capitán General Blanco publicó también un decreto dero-
gando el que concedía perdón á los insurrectos y sujetando 9
la ley marcial á todos los culpables de traición, crímenes con-
tra la paz ó contra la nación, revueltas, sediciones, etc.
Los aprestos para la defensa de la Habana se hacían con gran
activdad, las baterías se alistaban y los ayudantes de órdenes
corrían en todas direcciones llamando al ejército á las armas.
La artillería de las fortificaciones fué minuciosamente revista-
da y los artilleros recibieron consignas de hacer guardia sobre
los cañones toda la noche. El General Blanco salió para Santa
Clara que se encontraba revuelta, y el Gobernador Militar, Ge-
neral Arólas, asumió el mando de la Habana.
Los insurrectos continuaban haciendo oposición al régimen
autonómico implantado por España, alegando que faltaba el
verdadero gobierno independiente; y que aquel sistema repre-
sentaba la continuación del dominio colonial. Así es que tan
luego como fueron derogados por el general Blanco los decre-
tos de amnistía y perdón por los delitos políticos, volvieron á
asumir su carácter intransigente los revolucionarios y se mani-
festaron abiertamente aliados de los americamos, proyectando
por entonces un ataque sobre la Habana, que esperaban sería
secundado por la escuadra bloqueadora, para obrar en combi-
nación.
95
La Gaceta Oficial del Gobierno de Madrid, publicó el siguien-
te decreto, con fecha 24 de Abril:
«Las relaciones diplomáticas con los Estados Unidor están ro-
tas y el estado de guerra ha comenzado entre ambas naciones.
Se han suscitado numerosas cuestiones sobre la ley interna-
cional, las cuales tienen que ser definidas con precisión, prin-
cipalmente porque la injusticia y la provocación proviene de
nuestros adversarios, y ellos son los que por su conducta detes*
table han originado este grave conflicto.»
El mismo día la escuadra americana apostada frente á la
Habana, se puso en línea de combate, encabezada por el cruce-
ro almirante «Nueva York» y dio gran presión al vapor de sus
máquinas á eso de las cuatro de la tarde.
El motivo de aquel movimiento fué el haberse avistado un
buque entre la Habana y Matanzas que parecía caminar con
rumbo al Este. Bien pronto los buques americanos se pusieron
á la caza dejando atrás á todos el «Nueva York) que marchaba
con mayor velocidad. Los artilleros de éste recibieron orden
de cargar y estar alerta. Después de algunos nudos recorridos,
se distinguió perfectamente la bandera española que flotaba so-
bre el buque perseguido, el cual á todo vapor pretendía alcan-
zar agua de poco fondo.
Cuando se encontraba ya á tres millas de la costa, y á una
del Nueva York, empezó á disparar sobre el barco español, que
era el «Pedro de Bilbao.)) Este se paró y fué apresado por los
americanos.
Fueron también apresados los buques «Jover)) y «Remus)) en
las mismas aguas. El primero, español, fué conducido con el
(íPedro)) á Cayo Hueso. El segundo, alemán, después de haber
justificado que ignoraba la declaración de guerra, fue puesto
en libertad.
La escuadra española apostada en Cabo Verde, esperaba ór-
denes para marchar, y el Almirante Cervera mostraba gran
impaciencia por entrar en acción.
El Capitán General de Cuba, Señor Blanco, telegrafió á su
gobierno que los buques españoles podían ser utilizados en cual-
quiera otra parte fuera de la Habana, porque este puerto se bas-
taba para su defensa.
L*^ cuestión de subsistencias se iba volviendo difícil á con-
secuencia del bloqueo. Los víveres todos encarecían notable-
mente, y la carne era un artículo verdaderamente difícil para
su adquisición.
Con fecha 26 la Gaceta Oficial del Gobierno británico publi-
có una proclama de neutralidad definiendo la actitud de las
autoridades inglesas con respecto á los subditos ingleses duran-
te la guerra entre España y los Estados Unidos.
96
El Gobierno español envió también á las potencias una cir-
cular expresando su sentimiento por la dura necesidad de verse
obligada á apelar á la fuerza para repeler la escandalosa agre-
sión de los Estados Unidos y defender la integridad nacional
y la dignidad histórica del patrio suelo.
La circular continúa así: «La historia ofrece pocos ejemplos
en que la razón sea tan evidente de una parte, y el ultraje tan
marcado de la otra.
España tiene de su parte la razón, el proceder correcto y la
prudencia, mientras que los Estados Unidos no tienen de la
suya más que deslealtad é impulsos de desmedidas ambiciones.»
Después de referirse á la execrable conducta del General
Fitzhugh Lee, la nota reproduce el texto de las resoluciones
del Congreso marcando las últimas palabras «como tratando de
libertar á los cubanos.»
Se predice también que Cuba no se declarará pacificada has-
ta que esté lista para manejarse por sí misma.
La nota da detalles de la ruptura de las negociaciones entre
España y los Estados Unidos, terminando con la siguiente de-
claración:
«El pueblo español espera el ataque con tranquila serenidad
decidido á vender caras sus vidas y á defender con energía sus
derechos de permanecer en América. Confía que en esta obra
tendrá el apoyo de los cubanos que han permanecido fieles, co-
mo de los mismos españoles.»
III
En el Ministerio de Guerra y Marina de Estados Unidos se
desplegaba la mayor actividad. A la vez que había sido publi-
cada la proclama del presidente McKinley llamando á las ar-
mas á los voluntarios, se había dirigido un mensaje al Comodo-
ro Dewey, que se hallaba entonces en el mar de la China, para
que alistase su escuadra y se dirigiese sin pérdida de tiempo á
atacar á los buques españoles surtos en la bahía de Manila del
Archipiélago Filipino, y tomata posesión — si el éxito no leerá
desfavorable — de la capital de aquellas islas.
Al mismo tiempo se preparaba la expedición invasora de Cu-
ba que había de desembarcar en un puerto de la costa oriental,
provista de gran cantidad de municiones de. boca y de guarra,
y se hacían arreglos para que las fuerzas de los insurrectos
apoyasen el desembarco.
El Ministerio de Relaciones había entrado también en un
período de gran actividad, con motivo del aviso á las nacipnes
así del rompimiento de las hostilidades, como del bloqueo de
Cuba.
97
La declaración de gnerra fue comunicada por la siguiente
nota:
«Ministerio de Relaciones. Abril 25 — El Congreso aprobó el
día 20 de Abril una resolución referente á la intervención para
la pacificación é independencia de la Isla de Cuba. El Gobier-
no español con fecha 21 de Abril informó al Ministro america-
no en Madrid que consideraba esta resolución equiv^alente á
una declaración de guerra, y que por lo t anto, retiraba á su Mi-
nistro en Washington, terminando así todas las relaciones di-
plomáticas.
«Por esta razón el Congreso aprobó hoy una resolución de-
clarando que un estado de guerra existe entre ambas naciones,
incluso el día 21 de Abril.
«Informad al Gobierno ante el cual estáis acreditado que ase-
gure la neutralidad en la presente guerra. [Firmado] Sherman.w
El siguiente día se publicó en Washington una nueva pro-
clama del Presidente de la Unión Mr. McKinley, cuyo texto
damos á conocer.
«Proclama del Presidente de los Estados Unidos: En virtud
de un acto del Congreso aprobado el 25 de Abril de 1898, en
que se declara que la guerra existe y que la guerra ha existido
desde el 21 de Abril A. D. 1898 incluso el mismo día, entre los
Estados Unidos y el Reino de España y en virtud de que se
desea que esta guerra ¿ea conducida basada en los principios de
armonía con la presente opinión de las naciones, y sancionados
por el último sistema ya anunciado de que la política de este
gobierno será la de no recurrir al corso, sino sujetarse á las
condiciones del Tratado de París, por lo tanto, yo Wm. Mc-
Kinley, Presidente Constitucional de los Estados Unidos de
América, en virtud de las facultades que me conceden la Cons-
titución y las leyes, por lo tanto, declaro y proclamo:
(.(Primero. La bandera neutral ampara las mercancías enemi-
gas, con excepción del contrabando de guerra.
c^Segundo. Las mercancías neutrales que no sean contraban-
do de guerra, no pueden ser confiscadas aunque estén bajo la
bandera enemiga.
Tercero, I^os bloqueos para que sean obligatorios, deben ser
efectivos.
Cuarto. Los buques mercantes españoles, en cualquiera de los
puertos ó aguas dentro de los Estados Unidos, se les permiti-
rá hasta ei 21 de Mayo inclusive, descargar y zarpar de dichos
puertos ó aguas; y si estos buques son eífcontrados en alta mar
por cualquiera de los buques de los Estados Unidos, se les per-
mitirá continuar su viaje, si después de visitados aparece que
sus cargamentos fueron tomados á bordo antes de la expiración
del plazo indicado, siempre que ninguna de las cláusulas ante-
riores pueda aplicarse á barcos españoles, teniendo á su bordo
98
oficiales en el servicio militar ó naval del enemigo, ni carbón,
excepto aquel que sea necesario para el viaje ú otro artículo
prohibido ó contrabando de guerra ó que lleven algún despa-
cho del ó para el gcbierno español.
iiQui?ito. Cualquier buque mercante español que haya zarpa-
do antes del 21 de Abril de 1898 de cualquier puerto extranje-
ro para los puertos ó aguas americanas, se le permitirá entrar
á estos puertos ó aguas, descargar y salir sin ser molestado; si
algunos de estos buques son encontrados en alta mar por los
buques americanos se les permitirá continuar su viaje á cual-
quier puerto que no esté bloqueado.
i(Sex¿o. Se ejercitará el derecho de vista con estricta sujeción
á los derechos de los neutrales y los viajeros de los vapores co-
rreos no serán interrumpidos, salvo que existiesen sospechas de
que violan las leyes con respecto al contrabando ó bloqueo.
(Firmado) Wm. McKinley.
«Dado en ei Palacio del Poder Ejecutivo en Washington á
los veintiséis días de Abril de 189S.
Las declaraciones de neutralidad en Francia, Austria, Por-
tugal, Japón, México y algunos paises sub-americanos se fue-
ron haciendo sucesivamente en los días inmediatos. Alemania
manifestó que reservaba sus derechos para adoptar una deci-
sión, y no fué sino algún tiempo después cuando se declaró
también por la completa neutralidad.
Mientras estos sucesos se desarollaban en América, prepa-
rábanse otros más sensacionales en las posesiones españolas de
Asia.
El Comodoro americano Jorge Dewey al mando de una po-
derosa escuadra se acercaba á Filipinas. El Almirante espa-
nal Montejo, cuyo heroísmo había de dar carácter á la página
más épica de esta historia nefasta, se preparaba para salir á su
encuentro comandando una flotilla de barcos de madera, tri»
pulados por hombres que habían hecho previamente el sacrifi-
cio de su vida en aras del amor á la patria y del honor español.
ffi^^S5»^:S;5Sía:^4^:i5g^á5«^^3:$g^S^^*^ ^'^^^i£^^^:¿^!>£^
CAPITULO VIII
Principia la guerra. — Breve reseña histórica de las Islas Filipinas. — El primer
combate naval.— C mo eran los buques españoles y cómo los americanos que
combatieron. — Descripción de la batalla de Cavite. — Yalercsa conducta de
los españoles. — Muerte del capitán Cadarso Rey. — Buques echados á pique.
— Partes oficiales de la batalla. — Opinión de un escritor francés, te»tigo pre-
sencial.
' I .
r, estado de guerra existía ya de hecho entre España
y América. En los dos continentes se creía que el
primer cañonazo iba á resonar de un momento á otro.
Se supuso que los buques americanos próximos á
la Isla hubiesen roto el fuego sobre uno de sus puertos y que
el primer combate tendría lugar en la costa cubana, en el gol-
fo de México ó en tierra de la misma Antilla ó, en todo caso,
en algún punto del Atlántico. Así es que la noticia de que la
primera batalla se había verificado el 19 de Mayo en Manila,
se recibió con verdadera sorpresa.
Los sucesos posteriores desarrollados en el Archipiélago fili-
pino le han dado gran significación en la política internacio-
nal; por lo tanto creemos oportuno, antes de hacer la descrip-
ción de la memorable batalla, decir dos palabras acerca de su
geografía histórica y política.
Las islas Filipinas se hallan situadas en la parte septentrio-
nal del Archipiélago asiático. Las rodea por el Norte y Oeste
el mar de la China; por el Este el Océano Pacífico y por el Sur
el mar de Célebes. La tierra más próxima al Norte es la isla
Formosa, al Este, las islas Palaos; al Sur, las islas Célebes al
Oeste el Borneo y al Oeste la Cochinchina.— En cuanto á la
distancia con España, la más corta para la navegación es de
16,580 kilómetros á través del Canal de Suez y de 25,000 por
el cabo de Buena Esperanza.— Las 1,400 islas que forman el
Archipiélago filipino, se dividen en cinco grupos: Luzón, (la
100
más importante), Bisayas, Paragua, Joló y Mindauao. Alguna
vez se han visto obligadas las autoridades militares de estas
dos últimas provincias, á reprimir enérgicamente los desmanes
y fechorías cometidas por ciertas hordas levantiscas y rapaces,
pertenecientes casi en su totalidad á la raza musulmana, por-
que la gran mayoría de la población isleña se compone de ma-
layos, cuyo carácter dócil y sumiso se ha hecho siempre nota-
ble, dando por lo tanto muy poco que hacer á las autoridades
de la Colonia. En estos ultimes años ha habido algunas rebe-
liones de los naturales, instigados por las tenebrosas maquina-
ciones de las sociedades secretas que tanto abundan en la Isla.
El gobierno peninsular recuerda ahora el pérfido proceder
del Dr. Rizo, así como el del célebre revolucionario Emilio
Aguinaldo. Este, habiéndose obligado á no hacer armas contra
España, recibió, según convenio, gruesas sumas de manos del
ex Capitán general Primo de Rivera, juró y dio su palabra de
honor entonces, de que no volvería á tomar parte en la revolu-
ción, para acaudillar después á los insurrectos en el movimlen
to sedicioso que estalló no hace mucho. No es este el único
caso de perfidia que se registra en la historia de las revolucio-
nes coloniales. El ex-Capitán general Martínez Campos pagó
también bastante cara la conducta traidora de los jefes insu-
rrectos cubanos en 78, (i) sin obtener mejores resultados.
Las Islas Filipinas fueron descubiertas en 152 1 por los in-
signes navegantes Magallanes y Elcano, durante el reinado de
Felipe II cuyo nombre llevan en honor de este monarca.
D. Luis Velasco, segundo virrey de la Nueva España, fué
quien organizó la expedición que había de conquistarlas, y
nombró jefe de ella á D. Miguel López de Legazpi. El día 21
de Noviembre de 1563 salió dicha expedición del puerto de
Navidad y después de tres meses de navegación llegó á Fili-
pinas el 13 de Febrero del siguiente año, procediendo desde
luego á la conquista, que debido á su habilidad, pudo llevarse
á cabo sin tropiezos y el día 15 de Marzo de 1871 tomó pose-
sión de ellas á nombre del Rey de España
Las Filipinas tienen una extensión territorial de 398,772 ki-
lómetros cuadrados; en la actualidad su población es aproxi-
mfldaraente, de unos 7.000,000 de habitantes, los que pertene-
cen en su gran mayoría, como antes dijimos, á la raza malaya.
El elemento peninsular, no predomina aquí como sucede en
Cuba. El país es sumamente fértil y rico; la agricultura es la
fuente principal de esta riqueza; las producciones de café, ca-
cao, tabaco, vainilla, etc. y muy particularmente sus maderas
(1) A este respecto puede verae lo publicado por el Señor Dupuj'de Lome, Mi-
nistro de Espaüa eu Wasliin/;tou, cxponiPndo su juicio sobre la iusurrccción cu-
bana. Aparece insertado en la página 48 de este libro,
101
preciosas, frutas tropicales y plantas textiles, son exportadas
en grandes cantidades á los mercados de Europa y Norte Amé-
rica.
A raíz del levantamiento iniciado en Baire(islade Cuba) ha-
ce tres años, llevóse á cabo otro semejante en esta apartada re-
gión de Oriente, siendo en poco tiempo sofocado por las ague-
rridas huestes del General D. Camilo Polavieja. Después han
vuelto los belicosos is'leños, capitaneados siempre por el cabe-
cilla Aguinaldo, á hacer armas contra España. Últimamente
tomó la insurrección mayores proporciones debido á la inter-
vención armada de los Estados Unidos.
No es esta tampoco la primera vez que las islas Filipinas se
ven atacadas por invasores extranjeros. El año de 1762 arribó
al Archipiélago una escuadra inglesa, al mando del almirante
Jorge Cornish y del brigadier Drapier, quienes intimaron la
rendición de Manila, bombardeándola al ver su resistencia. La
pusilanimidad é ineptitud de su Gobernador General, el arzo-
bispo Rojo, hicieron que el Consejo de administración y gobier-
no, unido á las principales autoridades militares y civiles, nom-
braran entonces Gobernador y Capitán General interino á D.
Simón Anda y Salazar quien supo mantener en las Filipinas el
prestigio y dominio de España. Debido á su valor y patriotis-
mo, á pesar de hallarse Manila en poder de los invasores ingle-
ses, el nuevo Capitán General logró organizar un pequeño ejér-
cito voluntario, con el que pudo encerrar al enemigo y derro-
tarlo completamente, subsanando así el error y las debilidades
del arzobispo Rojo, que ya había subscripto el acta de cesión
de la capital del archipiélago filipino á la gran Bretaña.
Hecha poco después la paz con Inglaterra, D. Simón Anda
y Salazar entró en Manila al frente de sus tropas, cuyo contin-
gente se componía de 5,800 hombres sin disciplina, pero ani-
mados por el más leal y ardiente patriotismo.
II
Declarada á España la guerra por la República de Norte-
América, parece que se había meditado con anticipación, muy
á la sordina, dar un golpe seguro sobre las posesiones españo-
las en la Oceanía, que nadie se hubiera esperado jamás, pues-
to que el motivo que tuvo esa nación para emprender la gue-
rra, fué darle la liberlad d Cuba.
Él Gobierno de Washington libró sus ordenes al Comandan-
te de la escuadra americana en el mar asiático, previniéndole
que á la mayor brevedad se dirigiese con sus naves rumbo al
Archipiélago filipino, de cuyas costas no se encontraban en-
tonces muy distante.
102
Cumplidas estas órdenes, se avistaron poco tiempo después
en aguas filipinas los buques de guerra americanos, al mando
del Comodoro Dewey, y cuyas fuerzas navales eran las siguien-
tes: el «Olyrapia» buque almirante, crucero protegido de prime-
ra, de 5.880 toneladas, 2\ nudos de velocidad; 4 cañones 8 pul-
gadas; 10 cañones de tiro rápido de 5 pulgadas; 4 cañones de
6 libras, 6 de una libra y 4 ametralladoras. «Baltimore,» cruce-
ro de segunda clase, con 4,600 toneladas, 20, 6 nudos de velo-
cidad, 4 cañones de 8 pulgadas, 6 id, de 6 pulgadas, 4 caño-
nes de 6 libras de tiro rápido; 3 cañones de 3 libras, 2 cañones
de I libra, 8 pulgadas y 2 ametralladoras. «Boston,» crucero
de segunda, con 3. 189 toneladas; velocidad 55 nudos; 2 ca-
ñones de á 8 pulgadas, 6 cañones de i 6, 4 cañones de 6 lil)ras
de tiro rápido, 2 de á 3 libras, 2 de á una libra, i de á 8, 3 de
á una pulgada, y dos ametralladoras. «Raleigh,» de segujida
clase, velocidad, 19 nudos, un cañón de seis pulgadas, 10 ca-
ñones de 5 pulgadas de tiro rápido, S cañones de 6 libras, 4
de libra y 4 ametralladoras. «Concord,» de tercera clase, con
I. 700 toneladas, 17 nudos de velocidad, 6 cañones de 6 pulga-
das, 2 cañones de 6 libras de tiro rápido, 3 de 3 libras, un ca-
ñón de I libra y 6 ametralladoras. «Petrel,» de cuarta clase con
890 toneladas; 13 nudos de velocidad, 4 cañones de 6 pulgadas,
2 cañones de 6 libras de tiro rápido y 4 ametralladoras. Acom-
pañaban á estos buques de combate los transportes armados,
«Helene,» «Zaphir» y «Nashani,» el guarda costa «Me Cullongh»
el carbonero «Sahn» y el buque de provisiones «Seafarer.» Es-
tos dos últimos, así como el «Zaphir» y «Nashani» no tomaron
participación en la contienda, permaneciendo á alguna distan-
cia fuera de la línea de combate.
A fin de que Se pueda juzgar con toda conciencia é impar-
cialidad del sangriento drama desarrollado en Cavite en las
primeras horas de la mañana del día 19 de Mayo damos á con-
tinuación un pormenor del número y calidad de buques espa-
ñoles que hicieron frente al poderoso enemigo. Fueron estos
barcos: el «Reina María Cristina,» buque almirante, de 3 450
toneladas, botado al agua en 188 1; con una velocidad de 12 nu-
dos; 6 cañones Hontoria de 6. 2 pulgadas, 2 cañones de 2.7 pul-
gadas, 3 de 2. 3 pulgadas de tiro rápido, 6 cañones de 1.4 pul-
gadas y dos ametralladoras. «Castilla,» Crucero de segunda cla-
se, construido en el año de 1881, de 3. 342 toneladas, 3 cañones
Krupp de 5. 9 pulgadas, 2 cañones de 4. 7 pulgadas, 3 cañones
de 3. 3 pulgadas, 2 cañones de tiro rápido y 2 ametralladoras.
«Velasco,» cañonero que se hallaba en la ensenada de Bacoor,
reparándose, de 1.5 12 toneladas, 3 cañones Hontoria de 5 9
pulgadas, 2 cañones Armstroug de 7 pulgadas y 2 ametra-
lladoras. «Don Antonio de UUoa;» de 1,130 toneladas, 10 nudos
103
de velocidad, con 4 cañones Hontoria, de 7 pulgadas, 3 caño-
nes de 2 pulgadas y dos ametralladoras.
«Don Juan de Austria,» de 1130 toneladas, 11 nudos de ve-
locidad, 4 cañones Hontoria, de 7 pulgadas, 2 cañones de tiro
rápido de 2 pulgadas, i cañón de 15 pulgadas y 2 ametrallado-
ras. «General Lazo,» cañonero de 524 toneladas, 10.5 nudos de
velocidad, 2 cañones Hontoria de 47 pulgadas, i de 3 5 pul-
gadas, 2 cañones pequeños de tiro rápido y i ametralladora. «El-
cano,» de 520 toneladas y 10 nudos de velocidad, 3 cañones
de 4.7 pulgadas, i de 3.5 pulgadas, 2 cañones pequeños de
tiro rápido y i ametralladora. «Marqués del Duero,» aviso de
400 toneladas, 9.6 nudos de velocidad, con i cañón de 6.2
pulgadas, 2 cañones de 4 7 pulgadas y i ametralladora. «Isla
de Cuba,» crucero de 3a clase de 1,400 toneladas, 10.5 nudos
de velocidad, 4 cañones Hontoria de 4.7 pulgadas, 2 cañones
pequeños y 2 ametralladoras. «Isla de Luzón,» de 1030 to-
neladas, 9.6 nudos de velocidad, 3 cañones Hontoria de 4.7
pulgadas, 2 cañones de 3.5 pulgadas y 2 ametralladoras. «Isla
de Mindanao,> vapor- correo de la Compañía Trasatlántica,
que no tomó ningún participio en el combate, lo mismo que el
trasporte «Manila,» los cuales permanecieron fondeados en la
ensenada de Bacoor durante la contienda. Todos estos barcos,
excepción hecha de los cruceros «Reina María Cristina,» «D.
Antonio de Ulloa» y «D. Juan de Austria» eran de madera y ca-
recían del blindaje de protección. Algunos de ellos se encontra-
ban en muy mal estado, resultando casi inútiles para el ser-
vicio.
En cuanto á su armamento, debemos hacer constar que muy
pocos fueron los que llevaron cañones de tiro rápido. Sólo el
buque «Reina María Cristina» poseía los cañones de 14 centí-
metros, que era lo que más valía del artillado de la flota espa-
ñola. Adolecía ésta también de la falta de un cuerpo práctico é
idóneo de maquinistas, pues en la premura con que se procedió
á su organización hubo necesidad de echar mano de hombres
que nunca habían sido marinos de guerra. Los cuerpos de con-
destables y artilleros también fueron muy deficientes, y algu-
nos reclutados á última hora; el desastre tenía pues que resul-
tar no solamente probable, sino ineludible para España.
En resumen, cinco fueron las naves españolas, que represen-
taron algún valor efectivo en esta hecatombe, las que en con-
junto sumaban 11,290 caballos de fuerza, 13,371 toneladas, 76
cañones, 1,875 tripulantes y 12 millas de velocidad el de ma-
yor andar.
La escuadra norteamericana se componía en su mayor parte,
de cruceros protegidos y modernos, con una velocidad media
de algo más de 17 millas, y de cañoneros de primera, con un
104
total de 2í,4io toneladas, 49,290 caballos de fuerza, 163 bocas
de fuego (la mayor parte de tiro rápido) 1,750 plazas á bordo,
montando el «OlympiaM 4 formidables cañones de 20 centíme-
tros; los cañones fueron gobernados por artilleros ingleses con-
tratados antes de zarpar del puerto de Hong Kong la escuadra
norteamericana, por el Gonsul de esta nación. Mr. Wildam,
quien ofreció á las blue jackets británicos 500 dollars mensuales
en pago de sus servicios. Debemos hacer constar también que
dichos marinos ingleses eran en su mayoría desertores de la
escuadra de la Gran Bretaña. Tal es la versión de un subdito
francés que se encontraba en el lugar de los acontecimientos, y
que á continuación trascribimos.
El día 25 de Abril, á media noche salió el Contralmirante de
la escuadra española D. Patricio Montojo de la bahía de Ma-
nila para el puerto de Subic, acompañado de los cruceros «Rei-
na María Cristina,» «D. Juan de Austria,» «Isla de Cuba,« «Isla
de Luzón,)) aviso «Marqués del Duero» y el cCastilla.»
Este último viejo navio, se hallaba en malísimas condiciones
á causa del deterioro completo del casco, que le impedía casi
todo movimiento; sólo pudo ser utilizable, á medias, como una
ineficaz batería flotante.
El día 26 celebró en Subic el Contralmirante una conferen-
cia con el Capitán de navio. Sr. del Río, sobre el estado en que
se encontraban las obras de defensa de ese puerto, por donde se
vino en conocimiento dé la deplorable situación en que se ha
liaban. Se procedió inmediatamente á reparar el mal en lo que
fuese posible, puesto que se acercaba la hora de presentarse la
armada enemiga en las aguas del Archipiélago. Como se com-
prenderá, estas improvisadas defensas resultaron insuficientes
en virtud de la violencia con que se llevaron á cabo.
Era tan lamentable la situación que guardaba el crucero
«Castilla,» que á consecuencia de la corta travesía verificada pa-
ra llegar á Subic, hacía mucha agua cuando arribó á este puer-
to, al grado de que fué necesario taparle las hendiduras que
presentaba, con cemento, operación que tardó algunos días lo-
grándose al fin que quedara el buque casi estanco, pero mate-
rialmente imposibilitado para utilizar su máquina.
En las primeras horas de la mañana del día 27 los barcos
referidos se dirigieron á la parte Suroeste del puerto precitado
á fin de cubrir su boca que era donde se hacía más indispensa-
ble la resistencia. El «Castilla» se retiró sobre el extremo No-
roeste de la Isla Grande para defender con sus fuegos la entra-
da del Oeste. La del Este quedaba cerrada con los cascos de
algunos bRrcos mercantes echados á pique con tal propósito.
Con profundo desagrado notó el Contralmirante Montojo que
no habían sido montados, como lo esperaba, los cañones en la
105
Isla, y mucho más aún aumentó su disgusto al manifestársele
que tardarían más de mes y medio en estar emplazados dichos
cañones.
La defensa de torpederos fué nula porque se dudaba de su
eficacia para proteger la rada. No defendida ésta bajo tal me-
dio, ni por las baterías de tierra, tenía que resistir la escuadra
con sus escasos elementos el formidable ataque de la flota nor-
teamericana, en un reducidísimo círculo.
III
Abrigaba aún la esperanza Montojo de que el enemigo no se
dirigía al puerto de Subic, dándole de esta manera tiempo pa-
ra prepararse algo mejor y poderle hacer frente en condiciones
menos desfavorables; pero estas esperanzas se desvanecieron
bien pronto. Al día siguiente recibió del Cónsul españolen
Hong-Kong un telegrama que textualmente, decía: «Escua-
dra enemiga salió á las dos de la tarde de la bahía de Mirs, y
según confidencias, se dirige á Subic para destruir nuestra es-
cuadra y después marchará sobre Manila.»
El telegrama demostraba que el enemigo conocía perfecta-
mente los movimientos de la escuadra española, así como tam-
bién sabía que carecía de medios de defensa el fondeadero ó
puerto de Subic. En efecto, estos pormenores le fueron comuni-
cados al Comodoro Dewey, jefe de las fuerzas navales america-
nas, por varios agentes y espías chinos, japoneses y británicos.
El día 28 de Abril el Contralmirante Montojo convocó á jun-
ta extraordinaria de comandantes, y todos, á excepción del je-
•iffe del arsenal de Subic, Sr. del Río, opinaron que la situación
era insostenible, y que debían trasladarse á la batería de Ma-
nila, para aceptar allí el combate en condiciones más favora-
bles. Esta resolución contrarió muchísimo al comandante del
arsenal expresado, y no comprendemos qué motivos hubo de
tener por apoyar su opinión puesto que realmente la bahía de
Manila ofrecía mayores ventajas á la escuadra, que las que pu-
diese tener el puerto de Subic.
Como se había convenido y resuelto el día 29 abandonó la
flota el puerto de Subic, y se dirigió á Manila, desechándose la
idea de apostar los buques cerca de esta última ciudad, porque
lejos de defenderla, provocaría el bombardeo de la plaza, que
hubiera sido desastroso. Se optó pues, unánimemente, por to-
mar posiciones en el fondo de Cañacao, con el menor calado
posible á fin de poder combinar los fuegos de la escuadra con
los de las baterías de punta Sangley y del «UUoa.»
Dio luego el Contralmirante Montojo, orden al comandante
Sr. del Río da que concentrara todas sus fuerzas en el punto
io6
más conveniente y estratégico del arsenal de su mando, así co-
mo para quemar, si era necesario, las existencias de carbón al-
macenadas en el depósito, antes de que cayese éste en poder
del enemigo. Fué despachado para Manila el «Don Juan de
Austria» con el objeto de que se reuniera el mayor número de
chalanas, cargadas de arena, para que sirviesen de defensa á la
línea de flotación del «Castilla» que como antes dijimos carecía
de movimiento, y protegerlo en lo que fuese posible contra los
torpederos y granadas enemigas.
En la tarde del citado día 29 fondeó la escuadrilla hispana
en el seno de Cañacao, y el siguiente, 30 de Abril, quedaron
establecidos en línea de combate el «María Cristina,» «Castilla,»
«Don Juan de Austria,» «Don Antonio de Ulloa,» «Isla de Lu-
2Ón,» «Isla de Cuba» y «Marqués del Duero,» mientras que el
transporte «Manila» iba á reunirse en el fondo de la ensenada
de Bacoor con los cañoneros «Velasco» y «Lazo,» que como ya
referimos primero, se hallaban en reparaciones.
A las siete de la tarde fué trasmitido de Subic un telegrama
anunciando que la flota enemiga había entrado en el puerto á
las tres, y no encontrando allí á Montojo y su escuadra como
esperaba, había ordenado el Comandante Mr. Jorge Dewey,
saliera inmediatamente para la bahía de la capital filipina.
Llegaba á la bahía el trasatlántico «Islade Mindauao» á cu-
yo capitán aconsejó Montojo salvara su navio partiendo en el
acto rumbo al puerto de Singapore; pero la falta de la autoriza-
cióu respectiva de la compañía Transatlántica, no decidió de
pronto al capitán, y al fin se refugió con su bnque en las inme-
diaciones de Bacoor.
A eso de la media noche oyéronse cañonazos hacia la isla del
Corregidor, y á las dos de la madrugada del día 19 de Mayo,
recibió Montojo aviso telegráfico del arribo de la escuadra ame-
ricana á dicha isla. Ayudada por sus potentes proyectores, di-
rigió sus fuegos á las baterías del Corregidor. Inmediatamente
dio aviso el jefe de la armada, Sr. Montojo, al comandante del
arsenal, capitán Sostoa, y al gobernador de la plaza de Cavite,
general Don Tomás García Peña, á fin de que se procediese sin
pérdida de tiempo á cargar la artillería y que todos los oficia-
les, soldados y marineros estuviesen en sus puestos. Prevenida
la escuadra para el combate con los fuegos avivados, sólo se
esperaba ya por instantes la llegada de la flota enemiga. Los
barcos comandados por el Contralmirante D. Patricio Montojo.
habían sido pintados antes, de un color gris obscuro, y se les
despojó de toda obra muerta, masteleros y botes, con objeto de
evitar; en cuanto fuese dable, el efecto de los proyectiles y as-
tillazos del invasor norteamericano. Kste apareció al fin, frente
á Cavite, á las tres d^ la madrugada.
I07
Una hora después se hizo la señal de zafarrancho de comba-
te. Pocos momentos antes de las cinco distinguió el «Donjuán
de Austria» la escuadra enemiga, y pasados algunos instantes
ie avistó desde á bordo, algo confusa, pero dispuesta ya en lí-
nea de batalla como á cinco mil metros distante de la española.
Formaba en primer lugar el buque insignia «Olympia,» se-
guían el «Baltimore,» «Boston,» Concord,» «Helene,» «Petrel»
y Me Cullough», permanecieron fuera de la línea los transpor-
tes «Zaphír» y «Nashani.» A las cinco y cuarto de la mañana
rompió el fuego la Batería de la Punta Saugley, y cuyos pri-
meros proyectiles no alcanzaron al enemigo; sus cañones eran
dos de quince centímetros, sistema Ordoñez, y de los cuales
nada más uno tenía su boca de fuego en dirección á la flota da
Dewey. Pocos momentos después abrió también el fuego una
de las baterías de Manila, y antes de las seis, una vez ya hecha
la señal, lo verificó la escuadra española, respondiendo inme-
diatamente la enemiga.
El combate fué entablado. El fuego de los norte- americanos
era rapidísimo; se veía la flota española materialmente evuel-
ta en un diluvio de proyectiles, muy particularmente el "Cris-
tina," que fué en el que concentraron sus fuegos los contrarios.
No había transcurrido mucho tiempo cuando una granada ame-
ricana hizo explosión en el castillo del "Reina Cristina," ma-
tando ó hiriendo á casi todos los individuos que prestaban sus
servicios en los cuatro principales cañones del buque; hizo
también grandes averías en el palo trinquete, y los fragmen-
tos del maderamen destrozaron parte de los timoneles que go-
bernaban el puente, por lo cual tuvo necesidad de tomar la
rueda el teniente de navio D. José Nuñez que con gran sere-
nidad permaneció en su puesto, gobernando hábilmente el ti-
món, hasta que terminó la sangrienta refriega. Estalló otra gra-
nada en el soyado del "Cristina", y originó el encendió de los
masteleros de la marinería, no causando grandes daños por ha-
ber sido pronto sofocado.
La escuadra americana avanzó hacia la contraria, y afinando
su puntería, disparó sobre ésta una verdadera lluvia de me-
trallas con sus magníficos cañones de tiro rápido; causó mu-
chas bajas y no pocos desperfectos á los infortunados navios
españoles.
«El Cristina,» también recibió una granada formidable que
le destrozó por completo el servo-motor quedando sin gobierno
por algunos momentos, mientras se procuraba engranar su rue-
de mano, y al llevarse á cabo esta operación explotó otra gra-
nada en la popa de la nave, que dejó fuera de combate á nueve
americanos, y muy mal herido á un segundo teniente. Otra más
hizo astillas el pico del palo mesana, arrastrando la bandera y
io8
la insignia del contra almirante Mont&jo, las cuales fueron re-
puestas inmediatamente. Nuevas granadas reventaron en dis-
tintas partes del buque y algunas de pequeño calibre aSvesa-
ron sus chimeneas, á la vez que eran perforados los guardaco-
lores por otra de las granadas, que dejó fuera de combate á
un condestable y quince hombres sirvientes de la artillería.
iíl cañón de proa de estribor quedó inutilizado por un grueso
proyectil. Otra granada atravezó el costado reventando en el
soyado y cansó un espantoso incendio á bordo mientras seguía
la tempestad de granadas y bombas de todos calibres, descar-
gadas sobre el buque almirante. Por último, una bomba explo-
siva reventó en la cámara de oficiales, convertida en hospital
de sangre provisionalmente. El estrago que produjo fué horro-
roso: los iti felices heridos que allí se curaban fueron muertos
unos y mutilados otros, sembrando el pánico y terror consi-
guientes. Por todas partes se oían ayes lastimeros de dolor lan-
zados por las débiles voces de los heridos que se mezclaban con
las más terribles denostaciones de los que se retorcían horrible-
mente mutilados, en los charcos de su propia sangre. Es impo-
tente la pluma para transcribir al papel el cuadro de horror que
se desarrollaba en aquellos momentos supremos. La sangre hu-
mana corría aún tibia y humeante á caudales sobre la cubierta
del navio-insignia español y los fragmentos de los cuerpos des-
trozados de sus defensores se veían por todas partes, muchos
de ellos palpitantes todavía. Un infeliz americano, fué alcanza-
do por un casco de granada que le desgarró el vientre por com-
pleto echándole fuera los intestinos; el héroe con pasmosa y
aterradora serenidad se recogía éstos con una mano, mientras
que con la otra apoyaba su fusil en un montón de cadáveres
descargándolo furioso sobre el enemigo
Episodios semejantes, llenos de valor y de entereza, abunda-
ron en esta memorable jornada, mas á pesar de tanto heroísmo
derrochado y de tanta sangre generosamente derramada, todo
al fin resultó inútil.
Hablemos de la catástrofe del «María Cristina». Decíamos
que este barco había sido presa de las llamas, y para agravar
más su precaria situación, el único cabo de cañón fué al fin ani-
quilado por un proyectil que le originó gravísima herida, de-
jándolo fuera de combate. No quedó ni un sólo hombre ileso
á bordo del buque almirante español, porque hasta el Jefe de la
flota Don Patricio Montojo, resultó con una seria contusión en
la pierna izquierda.
En semejantes circunstancias resolvió abandonar al «Cristi-
na,» después de recojer su insignia y bandera, que material-
mente se encontraban ya acribilladas á cañonazos; sus costados,
chimeneas y arboladuras, envueltos por las llamas, y fuera de
109
combate casi toda su dotación, así como la mayor parte de la
oficialidad.
El contralmirante Montojo hizo señales al mismo tiempo al
«Isla de Cuba)) y al «Luzón)) para que acudiesen á recoger los
restos de la tripulación, y una vez llevada esta maniobra á
cabo por los botes del «Cuba,)) «Luzón)) y «Marqués del Duero,»
el «María Cristina,)) fue echado á pique por sus denodados de-
fensores, á fin de que nada pudiese aprovechar de él el enemi-
go. El Contralmirante Don Patricio Montojo arboló inmediata-
mente su insignia en el crucero «Isla de Cuba)). El heroico co-
mandante del «Reina Cristina)) Don Luis Cadarso y Rey fué
herido por una granada mientras dirigía las maniobras de sal-
vamento á bordo del navio.
Fué uno de los jefes de la armada que más se distinguieron
durante el combate.
Cuando había perdido toda esperanza de salvar su buque, no
quiso salvarse tampoco. Aceptó voluntr.riamenta la muerte y
se hundió con él, en compañía de sus marinos muertos y heri-
dos, bajo las profundidades del océano.
El «Don Antonio de Ulloa)) se defendió no menos heroica-
mente: con dos únicas piezas de que pudo disponer y con quin-
ce hombres para los servicios indispensables de tan escasa arti-
llería, hizo frente á los gruesos proyectiles del «Olympia)) y del
«Concord,)) que no tardaron en causarle rumbos en su linea de
flotación y en echarlo á pique pocos momentos después. Fué
muerto su bravo comandante, lo mismo que aquellos denoda-
dos marinos.
«El Castilla)) luchó con tesón, pero su artillería fué pronto
inutilizada por las metrallas enemigas y sólo del cañón de po-
pa pudo servirse hasta el fin. Corrió este buque la misma suer-
te que los otros; incendiado por las granadas americanas fué
echado á pique por su comandante D. Alonso Morgado, que lo
abandonó á tiempo, salvando al resto de la tripulación de una
manera ordenada.
Sus bajas fueron de 32 muertos y 90 heridos.
El "Don Juan de Austria," con bastantes averías y muchas
bajas, y teniendo las carboneras incendiadas, acudió en auxi-
lio del "Castilla," pero poco, mejor dicho, nada podía hacer en
favor de este navio, por las condiciones lamentable, en que se
encontraba.
El "Isla de Luzón" tenía también tres cañones desmontados,
y serias averías en su casco y arboladura, y por último el "Mar-
qués del Duero" quedó con sus máquinas inservibles, lo mismo
que uno de sus reductos y el cañón de proa.
A las ocho de la mañana suspendió el fuego la escuadaa ene-
miga, dando entonces orden Montojo que los buques que aun
lio
quedaban, fuesen á tomar posisiones en la ensenada de Bacoor,
y resistiesen allí hasta el último extremo al enemigo.
IV.
Tres horas después se reanudó el combate, la escuadra ame-
ricana formó un estrecho círculo con el objeto de acabar con
los restos de la flota española, lo cual consiguió después de
unos cnantos disparo?, por la escasa resistencia que pudo pre-
sentar con los pocos cañones que aun conservaba montados.
Había llegado el fin del desastre, el epílogo del sangriento dra-
ma: no era posible sostener por más tiempo tan triste situación.
Todo se había perdido en Filipinas para España, menos su ho-
nor y su dignidad. Sus bravos y nobles hijos fueron vencidos,
es cierto, pero jamás por cobardía ó falta de patriotismo; te-
nían obligación de luchar hasta morir, pero nunca se les po-
dría exigir que alcanzasen la victoria. Heroismo fué el haber
preferido hundirse con sus buques antes que dejarlos en peligro
de caer en manos del enemigo.
Las bajas españolas, según los datos oficiales que hemos te-
nido á la vista, ascendieron á 6i8 hombres entre jefes y oficia-
les, [i] ^
La población de Cavite también sufrió no poco á causa del
bombardeo de que fué víctima.
De los buques españoles que tomaron parte en la refriega no
pudo salvarse uno solo.
Veamos ahora el parte oficial comunicado por el Comodoro
Dewey al Ministro de Guerra y Marina de los Estados Unidos.
El primer mensaje enviado á Washington, dice:
"Manila, Mayo lo. — Escuadra llegó á Manila al amanecer
hoy. Inmediatamente trabó combate con enemigo y destruyó
los siguientes buques españoles: "María Cristina," "Castilla"
"Ulloa\ "Isla de Cuba" («General Lazo» "Duero" "Correo,"
(1) En cuanto al núnero de bajas que hubo en la batalla de Cavite los siguientes
partes oficiales, como ?e vé, están desaconles. üebomos desechar el del Comodoro
Dewey que afirma que estas fueron 150 las españolas; y debemos desecharlo por"
que es lógico suponer en él ignorancia de lo que ocurría en los buques enemigos
que no estuvieron bajos sus órdenes.
La cifra fijada por el Gobernador General de Filipinas, que hace subir el nú-
mero de bajas á 618. nos parece la más verosímil. Según el mismo mensaje regre-
saron de Cavite á Manila lüOü marinos de la escuadra destruida; lo cual indica
que de 1875, total de plaza» á bordo de los navios españoles, debemos restar lOüO
que regresaron á Manila, quedando en consecuencia 875, de los que no habla el
mensaje, así es que solamt-nte 257, número que es exajerado, resulta que queda-
rían en Cavite por otros distintos motivo?, y 618 serían las bajas en resumen.
Además, los datos que h» mos adquirido posteriormente, confirman la exactitud
•del mensaje del (jobernador de Filipin.TS.
Por lo qup hace á las bajas americanas no hemos encontrado hasta ahora nada
que contradiga la versión de que estas se redujeron á seis marinos heridos.
III
**Velasco," «Mindano,» un transporte y batería flotante en Ca-
vite. Escuadra americana ilesa, sólo unos cuantos marinos lige-
ramente heridos. Único medio comunicación es telegrafiar á Cón-
sul americano en Hong-Kong. Comunicaréme con él (firmado)
Dewey.»
El día 7 de Mayo se recibió dicho mensaje, y á continuación
este otro:
«Cavite, Mayo 4. — Long Ministro Marina. — He tomado po-
sesión de estación naval de Cavite, Islas Filipinas y destruido
sus fortificaciones. He destruido sus fortificaciones á la entrada
de la bahía que la protegen. Tengo dominada la bahía, puedo
tomar la ciudad en cualquier momento. La escuadra bien, ma-
rinos en excelente salud y espíritu. Las pérdidas españolas son
considerables, aunque no se saben todas. 150 muertos, entre
éstos el Capitán del "María Cristina." Estoy ayudando á prote-
ger á los enfermos y heridos españoles que se encuentran en los
hospitales dentro de nuestras líneas. Gran excitación reina en
Manila. Protegeré á los extranjeros. — Dewey.n
El Gobernador General de Filipinas telegrafió de Manila, el
mismo día 7, á Madrid lo siguiente:
«El enemigo ha tomado á Cavite en el arsenal estableciendo
un completo bloqueo. Se dice que á pedimento de los cónsules
extranjeros, los americanos no bombardearán la capital. (Ma-
nila) á condición de que ya no haga fuego sobre los buques
americanos, que se encuentran fuera de tiro. Un mil marinos
de nuestra escuadra destruida llegaron ayer. Las pérdidas de
nuestra escuadra ascienden á seiscientos dieciocho.»
La Embajada de Francia recibió en Washington otro despa-
cho referente á la batalla, concebido en estos términos:
"Seis cruceros y cañoneros españoles tomaron parte en el
combate. Kl primer ataque dio principio entre 8 y 9 de la ma-
ñana del 10 de Mayo.
Los buques americanos avanzaron en línea de combate for-
mando una V algo abierta, encontrando á la escuadra españo-
la que formaba línea de combate en figura de Y invertida, el
crucero Almirante "María Cristina" del Almirante Montojo,
encontrándose en el ápice. Este buque fué el centro del fuego
que quedó acribillado y se fué á pique, por los cañones del
"Concord." Se dice que recibió 100 proyectiles de cañones de
tiro rápido de 5 y 6 pulgadas en dos minutos, á una distancia
de 1,000 yardas.
Después de que se notó que el buque almirante estaba fuera
de combate y que el almirante Montojo lo abandonaba en un
bote, el fuego se concentró sobre el crucero "Don Juan de Aus-
tria," que fué destrozado; su capitán, primer oficial y más de
una tercera parte de su tripulación, perecieron. Al buque de
112
madera "Castilla" el fuego convergente del enemigo, pronto lo
incendió y echó á pique.
La táctica adoptada por el Comodoro Dewey, parece que fué
el método que se considera como el mejor por las autoridades
navales en Europa, y que consiste en elegir un buque y con-
centrar todo el fuego sobre él.
La formación de la línea de combate adoptada por los espa-
ñoles, es la táctica antigua, mientras que la del Comodoro De-
wey permite que cada buque en la línea de combate, concentre
su fuego según se le ordene.
Se desprende de la pérdida de los tres buques españoles más
grandes, que Dewey escogió á éstos, uno tras otro, descargan-
do sobre ellos una lluvia de metrallas, que en poco tiempo los
puso fuera de combate.
El primer encuentro, agrega el mensaje, duró 40 minutos
después del primer disparo; parte de este tiempo se ocupó en
tomar posiciones para el mejor éxito del plan de atacar á uno
después de otro de los buques más importantes. Parece que el
segundo encuentro se ocasionó por la aparición de algunos bu-
ques españoles, que sin duda se encontraban cruzando fuera de
la bahía y que entraban en el puerto en esos momentos."
Las siguientes palabras del contralmirante Montcjo, después
de la batalla, revelan el magnífico comportamiento de sus ma-
rinos y la imposibilidad de haber siquiera resistido con éxito:
"Todos los jefes, oficiales, maquinistas contramaestres, con-
destables, marinos y soldados, decía el Almirante español, han
rivalizado en sostener con honor el buen nombre de la marina
en esta triste jornada. La insuficiencia de los buques que com-
ponían mi pequeña escuadra, la falta de personal de todas cla-
ses, especialmente de condestables y artilleros de mar, la esca-
sa idoneidad de algunos maquinistas improvisados, la casi ca-
rencia de cañones de tiro rápido, las triplicadas fuerzas del ene-
migo, y la ninguna protección de la mayor parte de nuestros bu-
ques; todo contribuyó á hacer más cruento el sacrificio que hi-
cimos en aras de la Patria y para alejar la eventualidad de los
horrores de un bombardeo á la casi inerme ciudad de Manila,
con el convencimiento de que al medir nuestras escasas fuerzas
con las muy superiores del enemigo, íbamos á una muerte casi
segura, y por de contado á perder todos nuestros buques como
desgraciadamente ha sucedido."
A fin de rendir homenaje á la justicia, y al verdadero mé-
rito, transcribimos en seguida un notable trabajo de que es
autor el distinguido oficial de la armada francesa que se oculta
IÍ3
bajo el modesto pseudónimo de "El teniente X" y que ha
presenciado los sucesos y conoció perfectamente á las personas
que en ellos figuran. Dicha labor literaria fué publicada el 15
de Agosto de 98, con el título de "La Guerra eu Filipinas," y
apareció en la acreditada publicación francesa "La Revue de
París."
El articulista no siente la menor inclinación hacia España —
según él mismo afirma con entera franqueza — y no pocos de
sus juicios respecto deesa nación aparecen demasiado duros.
Por esto precisamente no es sospechoso su testimonio cuando
reconoce que el valor y las cualidades militares de los españo-
les fueron puestas á prueba en aquella memorable jornada. Es-
te trabajo del referido escritor francés contiene implícitos, car-
gos muy severos contra el gobierno español que nada hizo de
su parte para salvar á la nación de la deshonra.
He aquí algunos fragmentos:
"Miércoles, Mayo 11. — Los españoles pretenden que harán
una resistencia desesperada y no cederán hasta el último mo-
mento. Manila tiene quizás, más recursos de los que se creía.
La ciudad, amurallada, se tausforma en cindadela y servirá
de reducto á la defensa. Los oficiales de marina salvados del
desastre de Cavite, pasan á servir con las tropas de tierra. No
parecen tener apego á la vida. Entretanto, basta ver las miradas
que dirije á estos valientes un inglés ó un americano, para com-
prender que los desprecian. Es el desprecio del rico por el po-
bre, del bien vestido por el andrajoso. Verdad es que el espa-
ñol devuelve el desprecio al sajón, pero no deja de comprender
que éste es inconcebible y que el aspecto le favorece. El inglés
produce, ciertamente, el efecto de un hombre rico, fuerte, inte-
ligente y mejor apercibido para vivir, así como, al fin de cuen-
tas, el que hace más honor á la vida. Pero el español, aún en
el momento en que le condeno, suscita la idea del hombre he-
roico.
"Nó, no permitiré que en mi presencia se calumnie á España.
Nada tengo de común con este pueblo: mi razón le rechaza,
mis sentimientos le tienen repugnancia, mi espíritu no le tiene
piedad, y hasta estoy persuadido de que sus desdichas son un
justo castigo; pero nadie se burle del aspectivo furioso que sien-
ten los españoles por la muerte. Todos los pueblos tienen sus
turbas que convierten en vicios ridículos las mas hermosas vir-
tudes nacionales. Nosotros tenemos los patrioteros de dublé y
los trágicos saltimbanquis; los ingleses tienen sus tenderos hi-
pócritas y sus usureros políticos; no es, pues, extraño que los
españoles tengan sus falsos caballeros. Pero sería menester no
tener corazón de hombre para no honorarios como á nobles ven-
cidos. Estos hombres aman su patria y su espada infinitamente
114
más que la vida. Irán á la muerte con gran júbilo y no la sen-
tirán siquiera. Espiran acribillados de heridas sin poferir una
palabra, sin hacer un gesto, sin implorar esa gota de agua que
hace soñar con el paraíso á los agonizantes >
«Jueves 12 de Mayo. Les he visto maniobrar, 3^ he conocido
yankccs de todas calañas. No hay que esperar de ellos ni justi-
cia, ni reserva, ni la menor moderación, ni la menor generosi-
dad. Hasta hoy respondían á todo:» ¡Tenemos eldollars! sin sos-
pechar qué repugnancia produce esta contestación á los espíri-
tus grandes y á las almas nobles. Ahora añadirán: ¡Tenemos
cañones!^ Con estos dos argumentos convertirán en derechos
todas sus concupicencias. 'Los yajikees, son alemanes nerviosos.
Los alemanes :ienen siempre á mano un texto para legitimarla
violencia que les convenga. Los ymikees tendrán siempre una
máquina: sea el pueblo, al que los Presidentes lamentarán ver-
se forzados á obedecer, sea el Dios del Capitolio, que sólo cono-
ce ásu gente. Las Repúblicas de América, después de su anti-
gua Metrópoli, serán las primeras en experimentarlo. A Euro-
pa le llegará su vez, por haber abdicado, manteniéndose apar-
tada de la guerra, y sobre todo si deja á los yankees poner pié
en las Filipinas. El asunto de Cavite fué un violento combate
de artillería en que uno de los beligerantes tenía todos los ca-
ñones y el otro le servía de blanco. Los americanos prodigaron,
según consta, los proyectiles disparando 3,000 cañonazos. Des-
pués les faltaron las municiones. Esto se llama proceder más
que á la ligera. Han tenido más suerte que destreza. Es cierto
que un cañoneo intensísimo^ como aquel, es de un efecto abru-
mador cuandc el enemigo es débil y no tiene los elementos pa-
ra responder^ pero en cualesquiera otras circunstancias es una
táctica absurda.»
"Antes de zarpar de Hong-Kong los americanos, embarcaron
artilleros ingleses, desertores de la armada británica. Así se ex-
plica la seguridad del tiro americano en el combate de Cavite;
sus piezas estaban dirigidas por hhíe jackets; á cada desertor
se le sedujo mediante un sueldo de quinientos dollavs al mes,
como si fuera un almirante. Me resisto aun á creerlo: la inso-
lencia de estos procederes sajones es demasiada. Pero la histo-
ria no rechaza lo inverosímil. Los ingleses y americanos, entre
sí, son como los bávaros y los prusianos: se odian pero son de
la misma familia y se entienden contra los demás. Los ameri-
canos, el día mismo que hicieron la paz con Inglaterra, hace
más de un siglo, estaban dispuestos á ayudarles para arrojar á
los franceses de Canadá, si lo hubieran necesitado los ingleses.
Es preciso cerciorarse de si el hecho es cierto. Inglaterra no
protestará, puesto que han sido los Estados Unidos los que lle-
varon esos marineros.
"5
vicio de España, ni siquiera hubiera logrado salir del puerto de
Hong-Kong: se le hubiera ahorcado allí mismo. A mi juicio,
el Cónsul Wildam ha manejado los hilos principales de la em-
presa americana en el mar de la China. El es quien la dirige,
quien merece estatuas, y teniéndolas, se honrará en él á la ma-
rina, pues el Cónsul Wildam es un antiguo oficial de la escua-
dra norteamericana. Con tres docenas de hombres de este tem-
ple distribuidos hábilmente en todos los países, la nación que
los nombre se hallará por doquier en su casa. El Cónsul Wil-
dam, siendo como es americano puro, es el prototipo deeseins»
trumento peligroso y admirable que se llama el Cónsul de In-
glaterra, ó si se prefiere, del republicano de Roma. «
Hace notar también el entendido escritor que hubiese sido
preferible para España no tener escuadra en las Filipinas, á te-
nerla en tales condiciones, porque los barcos de madera sólo
sirven para incendiarse. También señala el «Teniente X» como
un error gravísimo é imperdonable, el envío de los buques de
Cervera á Cuba, que debieron haber sido mandados al Archi-
piélago magallánico, según los más rudimentales principios de
la ciencia militar." (i)
(1) Véase al fin de este libro los juicios emitidos por uno de nuestros compa-
ñeros de labores, distinguido miembro de la colonia española á quien debemos
la narración del anterior capítulo, y cuya firma aparece al calce de dichos jui-
cios, en el artículo "Conclusión." Por no interrumpir el orden cronológico del
libr«, no aparece publicados en este lugar, como hubiéramos deseado.
-^^^i^^^^^T^^^
ff;ííC^á>aí5;:t$3í¿^4$s^i;$C^á:^í5;5í^^
CAPITULO IX.
Versión americana sobre la batalla d 3 Civite — El comandante del "Don Anto-
nio de Ulloa." sucumbe heroicamente. — Los buques que tomaron parte en e
combate. — Los insurrectos ofrecen ayudar á los americanos en su ataque so-
bre Cuba. — Sucesos de la Habana. — Actitud de las naciones europeas. — Nue-
vas presas de guerra. — Disturbios en España. — Ataque rechazado en Cárde-
nas,— Los americanos son rechazados en San Juan de Puerto Rico. — Discur
80 de Mr. Chamberlain.
|a obligacióu que tiene el historiador de citar á ca da
paso las fuentes de donde toma los datos que apoyan
ísu narración, aparece más clara tratándose de hechos
[cauy recientes, como son los que referimos, y más aún,
cuando el origen de los documentos que consultamos es espa-
ñol ó americano, generalmente. Equivale á decir, que por ahora
es difícil establecer la verdad, absoluta hasta en sus últimos
detalles, de los sucesos de la guerra hispano- americana, cuan-
do las versiones que se refieren á ellos son españolas ó ameri-
canas, de cuya imparcialidad dudamos, con fundamento.
No es tiempo todavía de que sea ahogada la influencia de
las pasiones exaltadas por la lucha.
En la imposibilidad de disponer de otro testimonio que no
sea el de los mismos antagonistas, transcribiremos las relacio-
nes de uno y otro, al ocuparnos de los diversos hechos de ar-
mas que tuvieron lugar.
I^a narración de los sucesos de Cavite que aparece en el ca-
pítulo anterior es, con excepción de los partes cablegrafieos,
de origen español. Veamos ahora la versión americana comu-
nicada al gobierno, y á uno de los principales diarlos:
«Hong.Kong, Mayo 8:
Debido á que el cable entre este puerto y las Filipinas se en-
cuentra cortado á Considerable distancia de la capital filipina, ha
habido dilaciones para recibir una narración detallada del com*
ii8
bate, y hasta ayer que llegó el bote despacho: «McCullough»
pudieron conocerse los detalles completos,- pero debido á acu-
mulación de mensajes en la oficina del cable, no fué posible
transmitir más que una breve relación de los sucesos.
Al fin del combate, el Comodoro Dewey ancló su escuadra
frente á Manila y envió un mensaje al Gobernador General
Agustín, anunciándole el bloqueo del puerto y agregando que
si se disparaba un solo cañonazo s( bre sus buque? atacaría
todas las baterías al rededor de Manila.
Se confirma el inf-rrae de que ni un solo hombre á bordo de
la escuadra americana fué muerto, ningún buque salió averia-
do de importancia y solamente se'S marinos resultaron heridos
á bordo del crucero «Baltimore».
Cuando la escuadra ameticana salió de este puerto, el pri-
mer punto que tocó fué el cabo Bolinao. El Comodoro Dewey
deseaba que los jefes insurrectos que iban á bordo desembar-
caian para cerciorarse de las fuerzas de los rebeldes, de sus po-
siciones y de su-i intenciones respecto al cambio de gobierno.
El Comodoro se opuso seriamente á que los insurrectos co-
metieran excesos de ninguna especie. Los jefes Insurrectos se
negaron á desembarcar, y los buques americanos costearon lar-
go tiempo sin poder encontrar á los insurrectos en la playa. El
Comodoro Dewey llegó frente á Subic, distante 38 millas al
Norte de la bahía de Manila, el sábado 30 de Abril y envió á
los cruceros «Baltimore» y «Concord» para reconocer el campo
enemigo. No encontraron buques españoles fuera de la bahía
de Manila y el Comodoro resolvió arriesgar el paso sobre las
minas de la entrada y entrar á la bahía esa misma noche, pro-
tegido por la obscuridad de ésta.
El plan de combate adoptado por el Almirante Montojo era
el de mantener á sus buques más pequeños dentro de la bahía,
protegidos por un rompe-olas y las fortificaciones de Cavite; los
buques más grandes cruzaban frente á Manila y Cavite. La eS'
cuadra ameiicana entró á la bahía el sábado por la noche. No
había patruya establecida ni tampoco había proyectadores. Una
chispa que salió por la chimenea del «McCullough» denunció
la presencia de la escuadra enemiga. En las primeras horas de
la mañana, descubierta la posición de la escuadra americana,
el crucero «María Cristina» rompió el fuego y los demás bu-
ques y baterías de la costa siguieron su ejemplo. Cuando la es-
cuadra americana comenzó sus evoluciones, frente al curso que
seguía el crucero «Olympia» se levantó una manga de agua que
se supone haya sido el efecto producido por la explosión de
una mina submarina ó un torpedo.
119
La entrada de la escuadra americana á la bahía se efectuó
de la mant^ra siguiente: el crucero «Olympia» abría la marcha
seguido por los cruceros «Baltimore», «Raleigh.» «Bostoa» y
wConcord,)) el cañonero «Petrel, í) el bote despacho «Hugh Me
Cullongh» y los transportes «Nashani» y «Zaphire, que cerra-
ban la marcha. Kn columna sencilla marcharon hasta ponerse
frente á Manila, dando el frente á los buques españoles. La es-
cuadra española rompió el fuego á 6,000 yardas de distancia,
pero el Comodoro Dewey no dio orden de hacer fuego sino has-
ta encontrarse á 4.000 yardas de su adversario, que fué cuando
dio principio la batalla. Kl crucero almirante «María Cristina»,
acompañadode «Don Juan de Austria,» «Don Antonio de Uiloa,»
«Isla de Luzón» y «Mindanao», se encontraban formados en lí-
nea de combate fuera de Cavite, mientras en el interior de la
bahía se encontraban cuatro cañoneros y un torpedero. Enton-
ces los buques americanos hicieron varias evoluciones pasando
seis veces frente á los buques españoles sobre los que descarga-
ron una verdadera lluvia de metrallas. El crucero «María Cris-
tina,» quedó acribillado, una de sus chimeneas fué volada y
principió el incendio á bordo. Poco después el «Castilla» co-
menzó á arder quedando totalmente destruido hasta su línea
de flotación. .«Don Antonio de Uiloa» fué el buque español que
dio más que hacer á los americanos y dio muestras de un valor
desesperado. Su comandante al ver que su buque estaba de-
sastrozamente despedazado por las metrallas americanas, vien-
do, la imposibilidad de mantenerlo á flote, clavó su bandera
en el palo mayor y se hundió con toda su tripulación, pelean-
do como héroes hasta el fin. Su casco fué, acribillado por las
balas americanas y su cubierta fué barrida por completo; pero
sin embargo de ésto, los españoles, aunque su buque se hun-
día á sus pies, continuaron disparando sus cañones bajo cu-
bierta hasta que el buque se sumergió en las aguas de la bahía
arrastrando consigo á un grupo de héroes de su patria y defen-
¿ores de su honor.
Durante el combate, un torpedero español cruzaba las aguas
de la playa, intentando acercarse á los buques americanos; pe-
ro pronto fué descubierto y materialmente fué despedazado por
los cañones americanos. El «Mindanao,» en este inter, se enca-
minó hacia la playa, y se varó para evitar irse á pique, pues
estaba haciendo agua, y los demás buques pequeños buscaron
refugio tras del rompe-olas.
El combate que principio á las 6.30 se suspendió á las 8.30,
para continuarse al medio día.
Alas dos p. m., los cruceros «Concord» y «Baltimore,» hicie-
ron callar las baterías de Cavite, dejándolas convertidas en un
montón de escombros con la bandera blanca flotando sobresellos.
I20
El arsenal ardía, y una explosión aumentó la terrible mor-
tandad entre los defensores de España en tierra. Sobre las aguas
veíanse los cascos de los buques españoles incendiados ó des-
truidos, mientras el «Baltimore» había recibido pocas averías.
Una granada española hizo explosión á su bordo causando la
explosión de sus municiones que tenía sobre la cubierta é hirió
á seis de sus marinos. Varias balas españolas pasaron á una
peligrosa proximidad del Comodoro Dewey, pero estas, poco ó
ningún daño causaron al "Olympia". Por otra parte, cerca de
150 hombres perecieron á bordo de los buques españoles.
El Almirante Montcjo trasladó su bandera al crucero "Isla
de Cuba" cuando el «María Cristina» comenzó á arder, pero
también el "Isla de Cuba" fué destruido. El «María Cristina»
perdió á su capitán, prin er oficial, al capellán y contramaestre,
debido á una metralla que derrumbó el puente. A bordo del
"Castilla" se registraron cerca de cien muertos y más de sesen-
ta salieron heridos. Algunos oficiales americanos estiman el
número de marines españoles heridos durante el combate, en
fflás de mil.
El «Olympia» fué tocado cinco veces en su parte superior.
Aunque los cañones Krupp, situados en la ejfplanada de
Manila, sostuvieron un fuego nutrido sobre los buques ameri-
canos, el Comedero Dewey no contestó á él y poco después
esas baterías enaibolaion la bandera blanca en señal de rendi-
ción.
Los fuertes á la entrada de la bahía fueron desarmados el
miércoles, después de capitular.
Después de terminado el combate, el Comodoro Dewey en-
vió un ultimátum á las baterías de tierra, diciendo que ó cesa-
ban de hacer fuego ó las bombardeaba.
Después propuso á las autoridades españolas que continua-
ran en el poder bajo la bandera americana, mientras se termi-
naba la guerra; pero las autoridades españolas retardaron su
contestación y estuvieron telegrafiando á Madrid. Los ameri-
canos solicitaron, hacer uso del cable y como esto se les nega-
ra, lo cortaron, dejando así á Manila sin comunicación.
Durante la batalla, el vapor inglés "Esmeralda" se presentó
á la entrada de la bahía y un crucero americano salió á su en-
cuentro creyendo que fuera algún buque español; pero al des-
cubrir la bandera inglesa se le amonestó para que se retirase.
El "Esmeralda" se retiró 10 ó 15 millas al Norte de la bahía.»
Del mifcmo origen es la descripción de las escuadras, que
insertamos en seguida.
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Concord,
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123
II
Por lo que hace á los acoütecimieatos de Cuba podemos ase-
gurafque la guerra había empezado, casi al mismo tiempo que
en Manila, aunque no hubiese tenido lugar ua encuentro de la
importancia de aquel.
Desde el día 26 de Abril el General Blanco telegrafió á Ma-
drid, que un cañonero americano, que intentaba hacer un des-
embarco cerca de Mariel, fué rechazado por las fuerzas espa-
ñolas.
El cañonero, que trataba de hacer un reconocimiento en lá
costa, fué bruscamente atacado por las baterías de tierra, esca-
pando por milagro.
lyOS insurrectos comunicaron al gobierno de Washington su
dr-cisión de cooperar con el ejército americano que debía inva-
dir á Cuba. Los j'fes Calixto García y Máximo Gómez, por
medio de emisarios, hicieron saber su resolución y enviaron ade-
más muchos informes, descripciones del terreno y mapas de
la costa cubana, señalando los lugares más á propósito para
que las fuerzas americanas penetrasen á la Isla. Se convino
en que el desembarco se verificaría en la segunda semana de
Mayo y los insurrectos lo apoyarían desde la costa, impidiendo
el ataque de las fuerzas españolas que pudieran presentarse.
También esperaban á la expedición algunos guías, conocedo-
res del terreno; la expedición misma traía otros á bordo.
En la Habana todos les habitantes sospechosos por sus opi-
niones así cubanos como peninsulares, fueron obligados á uni-
formarse, declarando el Capitán General que aquellos que se
resistiesen á usar el uniforme militar español, serían considera-
dos como partidarios del ejército invasor. Muchos cubanos ha-
bían ofrecido ya, desde antes de ser publicado este bando, que
prestarían sus servicios para rechazar la invasión americana,
unidos á los españoles. De esta manera el puerto de la Habana
parecía estar defendido por un numeroso ejército, que algunos
emigrados hacían subir á 150,000 hombres, al hablar délas de-
fensas de la capital de Cuba.
El 30 de Abril un navio americano fue atacado por las ba-
terías de la costa de Mariel, durante un reconocimiento que ha-
cía; se le obligó á retirarse después de haber contestado débil-
mente. Otro buque de guerra fué igualmente rechazado en la
bahía; de Cienfuegos cuya entrada trató de franquear. En el
mismo lugar se efectuó al día siguiente la captura del vapor
español «Argonauta,)) que conducía municiones de guerra. A
pesar de su resistencia desesperada, fueron hechos prisioneros
sus tripulantes y llevados al fuerte McPherson.
124
Algunos tiroteos de poca importancia se repitieron en lo
días siguientes, sin que ninguno de ellos presentara el carácte
de un encuentro formal.
Autorizadas opiniones navales creyeron que eran probables
dos capturas importantes: la del «Alfonso XII« que se hallaba
entonces en las Barbadas, de paso para Cuba, con un carga-
mento de víveres, y 500,000 pesos; y la del «Oregón,» que pudo
haber sido apresado por la escuadra española de Cabo Verde,
según se le llamaba.
Este buque en compañía del cañonero «Marietta» conducían
al «Nitchroy» recientemente comprado al Brazil, hacia las cos-
tas americanas, Siü embargo ni una ni otra captura fué inten-
tada.
Notable íué por aquellos días la actitud resueltamente hostil
á España y favorable á los Estados Uiiidos que Inglaterra asu-
mió. Los discursos pronunciados por Lord Salysbury y Mr.
Chamberlaiii aplaudiendo de una manera indirecta la interven-
ción de los Estados Unidos en Cuba é impugnando la conduc-
ta de España, causaron gran sensación en toda Europa.
Mas no sólo Inglaterra volvió las espaldas á España después
del desastre de Manila. Fué de observarse cómo el cambio se
operó bruscamente en otras naciones que antes le habían ma-
nifestado sus simpatías.
En cuanto alo demás, la actitud de la Europa puede verseen-
las siguientes frases tomadas de los principales perió lieos.
Con la única excepción de Austria, á España se le ceusuró
por el desgraciado éxito del combate de Manila.
El Viena Fremblatt dijo: los americanos no han ganado glo-
rias en la victoria de Manila, pues todas las ventajas estaban
en su favor y nada en contra de ellos. El mismo diario agrega
que los españoles lucharon como héroes y en realidad fué una
derrota.
La Freipresse: las potencias serán responsables en lo futuro
si no median y evitan la matanza de un pueblo ya gastado en
las guerras civiles é impotente para entrar en una contienda
con una gran nación.
Le Fígaro dijo: el gobierno francés no paele apoyar á una
nación que por sí sola no puede defenderse.
Le Sviim ios americanos han juzgado á Francia con premura
al creer que el pueblo francés está dispuesto á tomar la parte
de España.
Le Soleil: con otro combate acabarán las ilusiones de España,
y las dificultades con los Estados Unidos se arreglarán enton-
ces amigablemente.
La Prensa de Rusia unánimemente elogió á los marinos ame-
ricanos y dijo que el resultado de la batalla de Manila fué tal
125
como se esperaba. Favoreció la ocupación permanente de Fili
pinas por los americanos.
// Popólo Romayio, de Roma, dijo que la derrota de Manila
fué el principio del fin de la guerra entre España y Estados
Unidos. Ha enseñado á los españoles lo que antes no sabían, y
es: que los americanos son guerreros y marinos. Además, ha
demostrado á Europa y al mundo entero que los Estados Uni-
dos están mejor preparados que España, para la guerra, que
ésta última ha forzado.
La prensa inglesa rebozaba de alegría. Es posible que no es-
tuvieran mas satisfechos, si ellos hubieran ganado la batalla,
El Manchester Guardián dijo que esa victoria es digna de la
raza anglo-sajona, y enseñará á las naciones á respetar á los
americanos. Agregó que Inglaterra es la única nación europea
que comprende á los americanos, puesto que por sus venas cir-
cula la misma sangre y tiene las mismas aspiraciones.
El Daily Graphic publicó un extenso editorial exhortando al
Gobierno para que hiciese lo posible por la formación de una
alianza con los Estados Unidos.
Ea Pall Malí Gazette preveía en la victoria americana en las
Filipinas una nueva potencia alzarse en el horizonte europeo.
América, dijo el Gazette, tendrá que contarse con ella en los
movimientos europeos del porvenir.
La misma prensa madrileña no se resignaba ante los sucesos
de Filipinas. Algu^^os periódicos echaban el peso de la respon-
sabilidad sobre el gobierno, otros le increpaban duramente, en
tanto que los carlistas promovían algunos disturbios en las pro-
vincias.
El día 7 de Mayo tuvo lugar una escena violenta en la Cáma-
ra de Diputados. Un diputado de apellido Mella tomó la pala-
bra y echó en cara al gobierno de la Regencia el desastre sufri-
do, con frases tan duras, que tocaban aun á las augustas perso-
nalidades de la Reina y su hijo.
El Presidente del Consejo de Ministros, Sr. Sagasta, apoya-
do por la mayoría de la Cámara, protestó en medio de la ma-
yor confusión. Los republicanos tomaron la parte de los carlis-
tas. El Presidente de la Cámara pidió al Sr. Mella que retirara
sus palabras, á lo que el Diputado se negó redondamente.
El Presidente llamó al orden al Sr. Mella tres veces, dicien-
do que su negativa á retirar las palabras que acababa de pro-
ferir, era ofensiva á la actual dinastía. Entonces pidió á la Cá-
mara la expulsión del miembro que ofendía á la dinastía. Se
puso á votación en medio de la mayor excitación y resultó la
expulsión del Sr. Mella por 199 votos contra 19; los carlistas
y republicanos votaron juntos. Al anunciarse el resultado de
la votación, los carlistas y republicanos salieron de la Cámara.
• 126
Los carlistas declararon que no volverían á la Cámara hasta
que se permitiera el regreso á ella al Sr. Mella.
Como se repitiesen los disturbios, en algunas de las provin-
cias fué declarada la ley marcial.
III
La escuadra bloqueadora verificó tres capturas más: el ber-
gantín «Lorenzo» apresado por el «Montgomer3^» cerca de la
Habana; venía del Río de la Plata con un cargamento de car-
ne seca. «El Espartero» balandra pescadora aprehendida por
el «Morrillw á tres millas de Mariel, y la tercera fué la goleta
«Madre de Dios» cargada de pescado, la aprisionó el «New
Port."
El primer combate formal en aguas de Cuba se efectuó el
día II, en la bahía de Cárdenas y en Cienfuegos, que intenta-
ron los insurrectos descargar ocho botes grandes fletados con
municiones. *
Ayudados por los buques americanos que disparaban sus ca-
ñones de continuo sobre Cienfuegos, se acercaron á U costa
con el fin de lograr su objeto, pero varios batallones de infante-
ría hicieron fuego sobre los botes, los que se retiraron inme-
diatamente. Al mismo tiempo las baterías de los fnerle-^ y otras
á lo largo de la costa hicieron fuego sobre los americanos, que
se retiraron, pero intentaron nuevamente desembarcar á orillas
del río Tremao, volviendo á ser rechazados.
El despacho en que escribe el General Blanco el combate de
Cienfuegos, dice:
«Los americanos arrojaron como unas seiscientas granadas al
intentar efectuar un desembarco con grandes botes remolcados
por lanchas de vapor.
«Algunos de los botes desembarcaron á sus hombres, pero los
últimos fueron enérgica y victoriosamente rechazados, todos
á lo largo de la línea.
«Viéronse obligados los americanos á embarcarse de nuevo á
toda prisa, y tuvieron pérdidas considerables en las cinco ho-
ras que duró la pelea. Se retiraron en dirección del Oeste.
«Se dio la embestida de acuerdo con las bandas de insurrec-
tos á quienes se puso en fuga.
«Las pérdidas españolas consistieron en dos muertos y cator-
ce heridos.»
Poco después penetraron al interior del puerto de Cárdenas
los cañoneros «Wilmington,» «Hudson» y el torpedero «Wins-
lew.» Entraron al puerto con el propósito de acometer á cier-
tos cañoneros españoles de que se tenía noticia que andaban
por allí.
127
No los descubrieron los americanos sino cuando los españo-
les rompieron el fuego. Las baterías de la costa de Cárdenas
sostuvieron el tiroteo de los cañoneros.
Comenzó la pelea á la una y cincuenta minutos p. m. y du-
ró como por espacio de una hora.
Resultaron heridos: R. E. Cox, Artillero; D. McKeon, Cuar-
tel maestre, el Mayor Pattersou, el fogonero F. Gray y el
teniente J. B. Bernandou Todos ellos están heridos levemente,
excepto Patterson, cuyo estado es grave.
Terrible fué la lucha mientras duró. Bl «Wilmington» y el
«Hudson» rompieron el fuego sobre los barcos españoles que
estaban en los diques. Se inició el tiroteo á una distancia de. . .
3.500 yardas.
Algunos minutos después llegó el «Winslow» y tomó parte en
la refriega. En unos instantes se reconcentró en él toda la aten-
ción de los cañoneros españoles y baterías de la playa; por
donde quiera llovían sobre el torpedero balas y granadas.
Sostuvieron aun el fuego el «Wilmington» y el «Hudson,»
pero no pudieron evitar los tremendos estragos del tiroteo, que
privó de la existencia á algunos de los tripulantes del torpedero.
A las 2 y 35 minutos p. m. estalló una bomba en el «Wins-
low» y le hizo pedazos la caldera, á los pocos instantes empe-
zó el barco á dar vueltas. Hubo algunos momentos de fatídica
suspensión; se dejaron oír gritos de triunfo de los españoles
que estaban en los cañoneros y en las baterías, y se desató de
nuevo el huracán sobre el indefenso barco.
Kl cañonero «Hudson» que estaba á poca distancia, voló á
socorrer al «Winslow,» se le acercó á toda prisa y probó á sal-
var á la amenazada tripulación.
Hasta este momento, si se exceptúa el disparo que hizo pe-
dazos la caldera del «Winslow,» el fuego de los españoles ha-
bía sido inútil; pero como el «Winslov^» estaba dando vueltas
en el agua, se puso más al alcance de los tiros y descargaron
sobre él otra lluvia de proyectiles.
En los momentos en que el cañonero había arrojado un cable
para salvar á la tripulación del «Winslow» cayó una granada
sobre cubierta matando á W. Bagley teniente abanderado y
cuatro marinos más.
La ciudad y los cañoneros españoles sufrieron pequeñas ave-
rías.
También dice el despacho del General Blanco que á la vez
que estaban atacando el puerto de Cienfuegos, atacaban igual-
mente el de Cárdenas y continúa:
«Uno de sus buques mayores ancló como á una milla de los
muelles, y en seguida intentó el enemigo desembarcar tropas,
128
pero nuestras fnerzas, compuestas de voluntarios y de dos com-
pañías de infantería lo obligaron á desistir 4e su propósito.
«Nuestros cañoneros inutilizaron uno de los destructores del
enemigo y forzaron á los buques restantes de la escuadra á
abandonar la bahía.
«La guarnición tuvo cinco heridos, y como diez lo fueron á
bordo de los barcos.
«Fué poco el daño causado á la ciudad, no obstante que ca-
yó una granada en el consulado inglés.
«El ataque se había proyectado en cooperación con las tro-
pas insurrectas que fueron derrotadas recientemente en San Mi-
guel.
«He dado la enhorabuena, tanto á las tropas como á los ha-
bitantes de la ciudad, por la prueba inequívoca que han pro-
porcionado de su lealtad á Esp&ña.
«Muchos fueron los americanos que, al intentar el desembar-
que, cayeron bajo el fuego español.
«En Cárdenas perdieron la vida dos de los habitantes, heri-
dos por los proyectiles del enemigo.»
Al día siguiente al en que se recibieron noticias de Manila
de que el Comodoro Dewey ||abía tomado la plaza, los subdi-
tos alemanes residentes en esta ciudad, enviaron urgente de-
manda al gobierno alemán pidiendo protección contra el bom-
bardeo y peligros que corrían de ser saqueados por los indígenas.
La respuesta fué inmediata. El cónsul alemán recibió ins-
trucciones para oponerse enérgicamente á toda devastación
inútil que no estuviera conforme á los actos de guerra, y que
se opusiera al desembarque de tropas americanas si éstas no
eran suficientes para mantener el orden; que protegiese las vi-
das é intereses de los alemanes y que fijase el total de los per-
juicios sufridos por Alemania.
En el Ínterin tres Embajadores, sin incluir á vSir, Julián
Pauncefote, hicieron representaciones amistosas al Ministro de
Relaciones Mr. Day, recordándole que conforme al mensaje del
Presidente McKinley, la libertad de Cuba era el único objeto
de la actual guerra, y que por lo tanto, el bombardeo de los
puertos cubanos solamente aumentaría las miserias del pueblo,
y sería contrario á los sentimientos expresados por los Estados
Unidos. Se le recordó que los derechos de los residentes euro-
peos debían ser respetados. El Presidente McKinley se impre-
sionó con este argumento y entonces fué cuando se dio orden
de levantar parcialmente el bloqueo de Cuba y se proyectó el
ataque de la escuadra española.
El ejército invasor al mando del general Miles recibió las
últimas órdenes para embarcarse rumbo á Cuba, y á pesar de
129
las protestas contra los bombardeos, se dio orden al Almirante
Sampson de atacar á Puerto Rico.
Esta orden fué cumplida el día 13 en las primeras horas de
la mañana.
A las tres se tocó llamada general á bordo del «lowa» y se
dio principio á las maniobras de alistarse para el combate. Los
tripulantes estaban ancosos por entrar en él. A esa hora no se
veían señales de defensa en las fortificaciones.
El combate principió á las 5. 15 a. m. y terminó á jas 8. 15
Las baterías del enemigo no cesaron de hacer fuego ni fueron
calladas.
A las cinco y minutos, el «lowa» se encaminó á la costa. Sú-
bitamente viró y presentando un costado á las fortificaciones,
les descargó simultáneamente todos sus cañones. Durante 14
minutos no cesó de hacer fuego, entre tanto el «New York» y el
«Indiana» y otros buques dispararon sobre los fuertes. El «lowa»
se volvió hasta donde estaba situado el «Wampatuck » Pocos
momentos después regresó hacia la costa.
Los fuertes concentraban sus fuegos sobre el «Terror» que se
encontraba á 700 yardas de la costa. Todos los buques de lí-
nea pasaron frente á las baterías sin hacer caso á los disparos
de los fuertes.
A los heridos se les auxilió en el acto.
Alas 7. 40 el Almirante Sampson hizo señal de suspender el
fuego y retirarse.
El «lowa» encabezó la retirada, el «Terror» fué el último en
alinearse, pues no vio la señal y continuó el fuego durante me-
dia hora.
Los buques que tomaron parte en el combate fueron: "Icwa,"
"Indiana," "New York," "Terror," "Amphitrite," "Montgo-
mery," "Wampatuck" y "Porten"
El fuego de los españoles fué nutrido á la vez que terrible;
pero casi todos sus disparos estuvieron fuera de blanco y los
únicos buques tocados por las balas españolas fueron el "New
York" y el "lowa." Estos se acercaron á los fuertes hasta po-
nerse bajo sus cañones.
Los españoles pelearon como valientes. Una de las torres del
"Amphitrite" se descompuso durante el combate, pero fué re-
parada en el acto.
Las metrallas pasaban á torrentes sobre los buques.
El castillo del Morro, al Este de la entrada de la bahía, fué el
punto objetivo de los artilleros americanos. El Almirante
Sampson y el capitán Evans se escaparon de sufrir heridas gra-
ves por las astillas que volaban, pues estaban sobre el puente
der'Iowa."
I30
El mar estaba algo agitado, lo que hacía un poco difícil apun-
tar con certeza.
Nubes de polvo indicaban donde caían las balas americanas.
Las balas silbaban sobre las cabezas de los españoles; pero és-
tos continuaban al pié de sus cañones.
Las bajas de los americanos consistieron en dos muertos y
siete heridos.
El anterior relato del bombardeo fué comunicado por el re-
presentante de la Prensa Asociada abordo del "lowa."
En aquellos días fueron conocidas las frases del orador Cham-
berlain, Ministro de las Colonias inglesas, causando una pro-
funda impresión en todos los círculos diplomáticos.
He aquí algunas de ellas contenidas en el famoso discurso
elogiando la política de Lord Salisbury:
«Allende los mares existe una nación potente y generosa,
que habla nuestra pr^^pia lengua y- nació de nuestra raza, que
tiene intereses idénticos á los nuestros.
Puedo aventurarme á decir que, terrible como es la guerra, y
por terrible que sea con las modernas máquinas de destrucción
y muerte, aún á costa de una guerra, tendría cuenta y por una
grande y noble causa la bandera de las franjas y estrellas on-
deará lado á lado de la bandera inglesa sobre una alianza an-
glo-americana.w
El discurso produjo gran entusiasmo y aplausos ensordece-
dores interrumpían constantemente á Mr. Chamberlain.
«La gran Bretaña, declaró, no debe rechazar la alianza con
una nación, cuyas simpatías é intereses están con ella.»
Este nuevo desengaño de la tan decantada justicia de los in-
gleses, impresionó hondamente al gabinete español, que empe-
zó á comprender, aunque tarde, que España se hallaba sola,
frente á un enemigo poderoso, sin más apoyo en toda la euro-
pa, que el platonismo de la Austria, perdida la esperanza que
le hubiera inspirado la conducta ambigua de Alemania, al des-
cubrir que el motivo de su misterioso silencio era el interés co-
mercial de sus fabricantes de cañones.
^t:tí!¡tíím^*!i:í^^íf*^^:t^^tí^^f^!tí¿¡^
CAPITULO X.
Movimiento d« las escuadras. --Fracaso de la primera expedici<'n para invadir á
Cuba -La situación en Manila- -Crisis en el Gabinete españel — Nuevo mi-
nisterio.— Refuerzos para Dewey. — Actitud de los insurrectos filipinos —
Nueva proclama de McKinley. — Llegada de Cervera con su escuadra á
Santiago de Cuba. — Tentativas de desembarcos americanos.
mm
AN luego como se tuvieron noticias en Madrid del
bombardeo de San Juan de puerto Rico, el Almirante
Bermejo. Ministro de Marina, comunicó por telégra-
fo instrucciones al Comandante de la escuadra espa-
ñola de Cabo Verde á fin de que se pusiera en camino para
las Antillas.
Por su parte el secretario de Marina de los Estados Unidos
ordenó retardar la salida del ejército de invasión hasta que el
Almirante Cervera hubiese entrado en algún puerto de Cuba
ó puerto Rico, tratando de evitar un encuentro con su escua-
dra.
La noticia del triunfo español en Cárdenas causó gran entu-
siasmo en Madrid, así como el rumor, que corría muy valido, de
que la escuadra de Cervera no solamente iba á batir á la de
Sampson, sino que también bombardearía los puertos de Esta-
dos Unidos en el Atlántico, imitando la conducta de los mari-
nos americanos que atacaron inopinadamente á Puerto Rico.
La falta de aviso, que precediera al ataque de San Juan, in-
dignó á ios habitantes pacíficos de la ciudad. En las Cortes de
Madrid hubo enérgicas protestas contra aquel acto, en pugna
con los usos de g^uerra observados entre naciones cultas. El
Ministro de Guerra, General Correa, manifestó en plena sesión
que «la conducta de los americanos era la de unos bandidos, y
que el gobierno español pondría el hecho en conocimiento de
las potencias.»
Gran actividad se desplegó en los ministerios de Guerra y
Marina de una y otra nación en los días subsecuentes al bom-
bardeo de Puerto Rico. Después de haberse comunicado órde-
132
nes á Cervera para que se dirijiese á Cuba ó ¿ la costa ameríca,
según que fuese ó nó descubierto por las escuadras enemigas,
se principió á alistar con toda diligencia la escuadra de Cádiz
al mando del Almirante Cámara que debía ir á Manila á desa-
lojar á Dewey.
Esta formidable escuadra se debía componer de los buques
«Pelayo> «Cíirlos» V.» «Victoria» «Alfonso XII^ «Patriota» y
«Rápido.» Estos dos últimos de la línea Haniburg Amencan et
Columbia, anteriormente.
Por lo que toca al Almirante Cervera cumplía fielmente el
programa que se le había señalado, y era de notarse que debido
á su prudente conducta las maniobras permanecieron en el más
grande secreto á pesar de las noticias frecuentes de los perió-
dicos. A tal punto llegó á ignorarse la ruta de la escuadra y
era tal el ministerio que envolvía sus movimientos que se le Ha-
mo por algunos la escuadra fantasma, en razón á las contra-
dictoras verdones que circulaban respecto á su paradero.
El Ministerio americano pudo averiguar después de muchos
días y con gran trabajo, que la mencionada escuadra se diri-
gía á las costas de Terranova y que en seguida iría directa
mente á Portland, Boston, Newport ú, otro puerto de Norte
América. Fué contrariada esta noticia por otros despachos que
anunciaron sucesivamente el paso de la escuadra por el Oeste
de la Martinica, por frente á las costas de Venezuela y luego
por las del Brazil, así como que se dirigía á Cuba.
Inmediatamente recibió aviso la escuadra que se llamó volan-
te, al mando del Comodoro Schley, de que debería hacerse á la
mar para salir al encuentro de Cervera.
He aquí el mensaje de la Prensa Asociada que anunció la
salida, con fecha 14 de Mayo:
«La escuadra volante, el mando del Comodoro Scheley, se
hizo hoy á la mar á las 3 y 45 en punto, llevando órdenes se-
cretas.
«La escuadra se compone de los siguientes buques: de pri-
mera clase: «Broklyn» y «Massachuetts» de segunda clase; el
«Texas,» yatch protegido, «Scorpion» «Collier» y «Sterling.»
«El Comodoro Schley recibió las órdenes de Washington es-
ta mañana á las diez,
«Se negó á divulgar el destino de la escuadra.
«La combinación de los acorazados y cruceros se considera
como muy formidable, y el calibre y número de los cañones se
considera superior ji los de cualquiera otra escuadra semejan-
te del mundo.
«Se cree que el New Orleans» y el «Minneapolis» partirán
más tarde para incorporarse á la escuadra volante.»
Los americanos habían logrado cortar dos de los tres cables
que llegan á Cienfuegos el día anterior. La operación les eos-
133
tó bastante cara, porque algunos soldados españoles que se ha-
bían ocultado en la costa los atacaron rudamente y á pesar
del fuego de los cañones americAnos no cedieron en su ataque;
murieron seis americanos y más de doce resultaron gravemen-
te heridos.
Un mensaje de la Habana dio cuenta el mismo día \A de ha-
ber sido rechazados nuevamente los americanos, dice así:
«Desde el amanecer de hoy, cinco de los buques del enemigo
han intentado protejer el desembarque de americanos, pero es-
tos han sido rechazados j obligados á reembarcar. Como no
tenemos buques disponibles, las tropas en las costas seguían
los movimientos de los americanos y evitaron su desembar-
que. Dos americanos cayeron prisioneros, un oficial español
fué muerto y varios soldados.'!
Este mensaje se refería evidente al fracaso de la expedición
Dorst, que rn otro despacho americano hallamos relatada de
esta manera:
«Cayo Hueso, Mayo 15.— El vapor «Gussie» que salió de
Tampa el 10 del corriente con dos compañías del 1° de Infan-
tería escoltando 7,000 rifles y 200,000 cartuchos para uso de
los insurrectos en la provincia de Pinar del Río, se estuvo á la
capa frente á las costas de Cuba, el jueves, viernes y sábado,
acompañado del cañonero auxiliar «Manning» procurando efec-
tuar un desembarque, pero todos sus intentos fueron vanos.
«El capitán J. H. Dorst, del Estado Mayor del General Miles
y ex- Atache militar de la Embajada americana en Viena, te-
nía bajo sus órdenes esta expedición, que regresó esta maña'
na. Su comandante que se encuentra en extremo mortificado
por su fracaso en cumplir con la misión que se le encomenda-
ra, rehusó hablar sobre el asunto y sólo admitió su fracaso; di-
ciendo que el «Gussie» regresará á Tampa.
«Antes de abandonar las aguas cubanas, la expedición Dorst
tuvo una escaramuza con la caballoría española, cerca de Ca-
banas, á 15 millas al Oes:e de la Habana^ donde se hizo un In-
tento para desembarcar parte del cargamento.
«El viernes por la mañana, el Capitán Dorst abandonó el
proyecto de desembarcar en ese punto y se hizo á la mar rum-
bo al Este, para Matanzas, donde se hizo otro intento de desem-
barcar la carga en Punta Maya, una milla distante de la en-
trada de la bahía; pero también este intento fué en vano.
«El «Gussie» y su acompañante se encaminaron hacia la cos-
ta, y cuando estaban á dos millas de la playa, una terrible des-
carga de fusilería les anunció que allí se encontraban las tro-
pas españolas dispuestas á darles cordial bienvenida, si se atre-
vían á desembarcar.
«Parece que los españoles recibieron aviso del proyectado
desembarque en esos puntos.
134
«Después de estos dos fracasos, el Capitán Dorst resolvió
abandonar la idea, y regresó á este puerto, como ya se ha di-
cho.
«Difícil sería encontrar un g:rupo de soldados que mostraran
tanta contrariedad como los que venían á bordo del «Gussie>
Tenía órJenes y no hablar una sola palabra sobre el fracaso
de la expedición, y cuando el bote de la Prensa Asociada se
acercó al «Gussie» los soldados contestaban con silencio á las
preguntas que se les hacían.
«Poco después de su llegada el capitán Dorst saltó á tierra
y por telégrafo comunicó al Ministro de la Guerra, el fracaso
de laespedición.»
Las fuerzas españolas tenían previo conocimiento de los
puntos de desembarque convenidos entre los insurrectos y los
americanos, y á esto se atribuye el gran número de hombres
destinadgs á la defensa de los mismos-
Diez d|as antes de la salida de la expedición á Cayo Hueso:
el Generai Delgado, de las fuerzas insurrectas de la provincia
de Pinar del Río, había convenido con los americanos que ésta
debería desembarcar en la costa cerca de Matanzas, y que de
ahí los insurrectos conducirían las armas y municiones al cam-
pamento de Máximo Gómez, lo cual, debido á la actividad de
los españoles, no se pudo llevar á cabo.
Las escuadras continuaban los aprestos para entrar en ac-
ción muy pronto. El 15 de Mayo zarparon de Curacpao e! «In-
fanta María Teresa» y el «Vizcaya» para alcanzar á la flota
de Cervera que se dirigía á Cuba.
Al mismo tiempo el «Oregon» había salido de Bahía, Brazil,
para acompañarse del «Marietta» y del «Nitchroy» con órde-
nes de incorporarse todos á la escuadra de Sampson.
II
Por más que los últimos despachos del Comodoro Dewey
aseguraban que él podía tomar la ciudad de Manila en un mo-
mento dado, no hubo ninguna otra acción naval ó en tierra,
con este objeto, más aún, los mismos mensajes concluían afir-
mando que la situación era insostenible si no se le enviaban
pronto refuerzos.
El General Augustin, notificó al Gobierno español que po-
dría resistir por algún tiempo á los buques americanos.
Quizás este informe del Capitán General de Filipinas haya
servido para escusar la negligencia del Gabinete español en,el
envío de refuerzos para recobrar aquella colonia; la anunciada
salida del Almirante Cámara con su escuadra no llegó á rea-
lizarse, por más que el gobierno americano no hacía ningún
misterio del próximo envío de grandes refuerzos á Dewey
135
La expedición llevaría gran cantidad de municiones y
14000 hombres, 9000 voluntarios y 5000 regulares. El jefe de
la expedición sería el general Merrit. El primer convoy debía
hacerse á la vela, el 25, en los vapores «City of Pekin» «City of
Sydney» y «Australia.» Esta debía ser la primera de las tres
proyectadas expediciones.
Los frecuentes cambios que había tenido el Gabinete español
ó como se les llama —las crisis— motivaron tan punible é
inexplicable conducta. En cada formación de un nuevo gabine
te se resentía profundamente la marcha de los negocios públi
eos: el entrante, no quería hacerse solidario délos actos del ga
bínete que salía, empezaba por desaprobar lo hecho y proyec-
taba nuevas reformas para Cuba y Filipinas, etc. Sólo de esta
manera se comprende la serie de torpezas cometidas por el
Gobierno español en el proceso de esta guerra.
El 17 de Mayo el Gabinete había sido reorganizado bajo la
presidencia de Sagasta, por los siguientes personajes:
Ministro de Relaciones, Señor Romero Girón.
Ministro de Guerra, General Correa.
Ministro de Marina, Señor Auñón.
Ministro de las Colonias, Señor Gamazo.
Ministro de Obras Públicas, Duque de Amodóvar.
Ministro de Hacienda, Señor López Fuigcerver.
Ministro del Interior, Señor Capdepon.
El nuevo gabinete desplegó una gran actividad en la defen-
sa de los puertos españoles. Se ordenó fuesen colocadas minas
en casi todos y en algunos de ellos se hicieron instalar torpe-
deros.
El envío de la escuadra á Filipinas seguía discutiéndose.
Entretanto la expedición americana se hizo á la vela del
puerto de San Francisco, como se había anunciado.
El despacho referente á la salida decía asi:
«San Francisco, Mayo 25.— Hoy en la tarde salió de este
puerto el primer ejército americano con rumbo á playas ex-
tranjeras. A las 4 p. m. el General de Brigada Anderson hizo
señales desde el puente del «Australia» al «City of Pekin» y al
«City of Sydney,» para que se pusiesen en movimiento.
«La señal fué obedecida y pocos momentos después se en-
contraban en camino para Manila.»
El 1er. Batallón de voluntarios de California, se embarcó
en el vapor,«City of Pekin» en el «City of Sydney» el 1er. Ba-
tallón de voluntarios de Oregon, el 14 de Infantería regular y
una compañía de artilleros.
El jefe insurreto Aguinaldo expuso al Comodoro Dewey su
deseo de obrar en combinación con él para atacar á Manila,
desde poco tiempo después del combate de Cavite. El jefe
136
americano no aceptó por de pronto la oferta de Aguinaldo pe
ro tampoco quiso obrar en desacuerdo con él. La actitud del
Comodoro alentó á los revolucionarios, quienes creyéndose
apoyados moralmente por la nación americana, redoblaron sus
ataques contra las autoridades de la colonia, originándose mu
chos atentados y represalias contra los españoles de aque-
llas islas.
El Capitán General Augustín comunicó al gobierno de Es
paña que los elementos de que disponía eran insuficienfes para
contener á los insurrectos y demandó el pronto envío de re-
fuerzos. No ha llegado á nuestras noticias qué hizo el gabine-
te de Sagasta en obsequio de aquella razonada indicación de
su gobernante filipino.
III
Una nueva proclama del Presidente McKinley fué expedida
* llamando 75,000 voluntarios más á las armas.
El día 19 de Mayo recibió el Ministro de Marina en Madrid,
Señor Auñón, el siguiente despacho del Almirante de la escua-
dra española, fechado en Santiago de Cuba, anunciando su
arribo:
«Esta mañana, sin incidente alguno, llegué á este puerto
acompañado de mi escuadra.»
La Reina Regente envió sus felicitaciones á Cervera por el
término de su viaje y su entrada en Santiago.
El gobierno americano continuó recibiendo de sus agentes
noticias contradictorias en cuanto al paradero de la flota espa-
ñola, y no fué sino hasta cinco días después, cuando se ratificó
la noticia de estar en la Bahia de Santiago todos los buques
de Cervera.
En el tiempo que había transcurrido desde el bombardeo de
San Juan no cesaron los ataques á las costas de Cuba de parte
de los americanos, con el objeto de efectuar desembarcos.
El punto de la costa cubana elegido para penetrar á la Isla
fué la bahía de Guantánamo, inmediata á Santiago de Cuba
Una de las más formales de estas tentativas, fué la de que tu-
V o lugar el 19 de Mayo en el mismo punto de Guantánamo.
Dos buques americanos trataron de apoyar otro desembarco
sin éxito. Un batallón de infantería que vigilaba la playa, en
combinación con el cañonero español «Bandera,* rechazó á los
invasores causándoles no pocas bajas. La tentativa fué repeti-
da obteniendo idéntico resultado.
Por entonces se dio la orden á la escuadra de Sampson para
que bloqueara el puerto de Santiago de Cuba. La situación de
Cervera, considerada como muy peligrosa por las autoridades
137
íiavales, parecía á muchas personas una prudente medida del
Almirante, que reple^^ado á los fuertes de tierra se había hecho
muy difícil de ser v^encido y que entre tanto obligaba á la po-
derosa escuadra enemiga á vigilarlo día y noche por mucho
tiempo, á lo menos mientras se pudiera haber hecho efectivo el
bloqueo de Santiago, lo cual habría sido una cosa difícil.
En los últimos días del mes de Mayo, llegaron á Washington
procedentes de Cuba, dos oficiales del Estado Mayor del Gene-
ral insurrecto Calixto García, con ciertos despachos privados
de este jefe y facultades para conferenciar á nombre del ejér-
cito rev^olucionario con el gobierno americano. La conferencia
se verificó con el secretario Alger y en ella expusieron los je-
fes cubanos que contaban con cerca de 25,000 hombres bien
equipados los cuales cooperarían con las fuerzas americanas
de invasión. También se trató de la ayuda que los cubanos da-
rían á los americanos en el desembarque que iba á tener lugar
en seguida, poniéndose de acuerdo en cuanto á la hora y el lu-
gar de la playa en que deberían reunirse los dos ejércitos.
El teniente Coronel Cortijo, cuñado del General Weyler y
el Sr. García Julien que habían sido capturados á bordo del
«Argonauta» fueron canjeados por los corresponsales america-
nos Thrall y Johues, después de varios días de gestionar el
canje las autoridades americanas.
CAPITULO XT
Ata'.^ne a Santiago de Cuba por los buques aiiiericanos. ~ Rumores de paí:.— -Üun-
dimiento del "M«nimac" — Priiner desembarco de tropas americanas en Cu-
ba.— Cooperaci*'n délos insurrectos —Santiago de Cuba bonnharde«d<í nu<!-
^'anif^nte. — Ataqn* á Caimanera.
mí
í rudo ataque de metralla tuvo lugar el día 31 de
Mayo á las dos de la tarde por la escuadra del Como-
doro Schley contra los buques del almirante Cerve»-
ira, estacionados en el puerto de Santiago.
El Ministro de Marina americano afirmó después del comba-
te que sólo había sido un reconocimiento para descubrir el nú-
mero y situación de las baterías de tierra, para madurar el pían
de penetrar á la bahía la Oota del Comodoro. Sin embargo, fué
un ataque formalmente contestado por las baterías y los buques
españoles y que ocasionó pérdidas materiales por una 3^ otra
parte, según lo refieren los mensajes que á continuación trans-
cribimos:
«Nueva York, junio 2. Frente á Santiago, Junio l^'— (vía
Kingston,)— La primera batalla en la cual la escuadra ameri*
cana midió sus fuerzas contra los buques españoles apoyados
por baterías modernas, ha tenido verificativo y los honores t;^<-
tán de parte de los americanos!
Los tresmejores buques de la escuadra americana, — el «lowa,»
*Massachustts» y *Nueva Orleans» fueron los elegidos para
el combate>
Durante cincuenta y cinco minutos, esta tarde estuvieron
combatiendo contra el «Cristóbal Colón,* buque Insignia del
Almirante Cervera, y las fortificaciones poderosas de la entra-
da angosta de la bahía de Santiago de Cuba. Tres de las cuatro
baterías fueron apagadas con cerca de cincuenta disparos.
140
<Más tarde el Comodoro Schley resolvió cerciorarse definiti-
vamente si todos los buques de la escuadra del Almirante Cei-
vera se encontraban dentro de la bahía, y dio órdenes al cru.
cero*'Marblehead,'* para que se acercara lo más posible al ca
nal y viera cuantos buques se encontraban dentro.
«Tan pronto como el "Marble head" descubrió la colocación
de los buques españoles, salió á la mar para dar parte al Co-
modoro Schley.
<La escuadra española constaba de los cruceros de primera
•'Cristóbal Colón," el buque insignia del Almirante Cervera.
•'Almirante Oquendo," "V^izcaya" é "Infanta María Teresa" y
k)s destro3'ers "Pintón" y "Furor". Los buques americanos
"Brooklyn" y " Texas" estaban anclados como á dos millas íil
Este, tomando carbón. Kl "Haward," "Harblehead," "Cristine"
y "Eagle" se encontraban más distantes.
«A la boca de la entrada del puerto se encontraba el "Crisió-
ba) Colón."
«Cuando el "Masschusetts," caminando á razón de 16 nudos
por hora, se encontraba como á 4.0Ó0 yardas de la entrada del
puerto, qfc[i nube de humo se levantó sobre la proa del buque
insignia, y uno de los cañones de 8 pulgadas hizo el primer
disparo que dio principio al combate. Antes de que pudiera
seguirse la trayectoria de la granada y antes de que los es-
pañoles pudieran contestar, uno de los cañones de 21 ¡)ulgadas
de la proa del acorazado "Massachusetts" fué disparado. El
proyectil cayó cerca de la popa del "Cristóbal Colón." Ya á
esta hora los españoles estaban listos para combatir.
«Las tres baterías del lado Este y otra en la isla en el centro,
rompieron el fuego. Los cañones del "Cristóbal Colón" hicie
ron fuego nutrido. El "New Orleans" con sus cañones de 6 pul-
gadas, cargados con pólvora sin humo, hizo varios disparos.
«El "lowa" les siguió: el capitán Evans esperó hasta poner-
se frente al "Cristóbal Colón" para disparar con éxito sus ca-
ñones de 12 pulgadas de proa.
«Los tres buques comenzaron después á disparar junios.
«Las baterías españolas mejoraron su puntería durante el se-
gundo paso de los buques americanos. Varias metrayas c;iye-
ron cerca del "lowa" y "New Orleans" y una en peligrosa proxi-
midad del "Massachusetts." Estas metrayas fueron disparadas
por las baterías del lado Oeste del canal.
«Una de las metrayas del "lowa" cayó sobre el "Cristóbal Co-
lón." Por algunos momentos pareció que el buque estaba in
cendiándose; pero las llamas fueron sofocadas inmediatamente
«Después de 35 minutos de continuos disparos. las dos bale
rías, al lado derecho de la entrada de la bahía, fueron apa
«iadis.
Cinco minutos después se apagó la batería en la isla del cen-
tro.
^L'd batalla duró cincuenta y cinco minutos. No hubieron
bajas del lado délos americanos. Los buques americanos re-
sultaron sin averías.»
< A bordo del bote despacho de la Prensa Asociada d^and}, ^
frente á Puerto Antonio, Junio 10. (dilatado en transmisión) —
Ayer en la tarde, la escuadra mandada por Schley, atacó las
baterías de Santiago^ combatiendo también con la escuadra de
Cervera, que se encuentra en el puerto.
«El buque almirante español «Cristóbal Colón,* fué tocado
dos veces por los proyectiles del «Massachusetts»
'^Las baterías españolas fueron destrozadas por el fuego del
crucero < Nueva Orleans.»
«Los españoles dispararon cerca de 300 pro3'ectiles, y los
americanos como una cuarta parte menos de ese número.
«Duranteuna hora el «Massachusetts,» «lowa^» «NewOrleans»
y «Vixen» buques pertenecientes á la escuadra del Comodoro
Schley, midieron sus fuerzas con la escuadra del Almirante
Cervera y con las baterías de tierra que protejen la entrada de
la bahía de Santiago de Cuba, lugar donde se encuentra el Al-
mirante español. Este es el primer encuentro de las fuerzas na-
vales que ha ocurrido y no ha sido más que un preludio de se-
rios acontecimientos para fines de la semana.
«Poco antes de las diez de la mañana el Comodoro Schley se
pasó del *Brooklyn> á bordo del acorazado «Massachusetts»
donde permaneció durante el combate, enarbolando la bandera
de almirante.
«A la una de latarde se hizo la señal desde el ^Massachusetts»
para formar en línea de combate y el «lowa,» «New Orleans» y
«Vixen» tomaron sus posisiones. El ^Massachusetts* caminaba
á media máquina hasta encontrarse á unas quince millas dis-
tante de la entrada del puerto; entonces viró y se dirigió hacia
la bahía. El «New Orleans* seguía muy de cerca al abanderado
y el «lowa» venía como á media milla detrás.
«El abanderado aumentó su velocidad y pronto caminaba á
razón de diez nudos por hora.
«Más y más se acercaba á las baterías, y á los ansiosos vigías
á bordo de los demás buques americanos les parecía que nun-
ca haría fuego. De repente, y cuando se encontraba como á 500
yardas de la entrada de la bahía, se levantó una enorme nube
de humo blanco y amarillo sobre la proa del abanderado y sus
cañones de trece pulgadas dispararon dos metrallas, que, pa-
sando por encima de las colinas, una de las metrallas tocó al
crucero español «Cristóbal Colón,» que se encontraba anclado
en la entrada.
142
«En se^ruída se dispararon los cañones de las torrecillas ác
proa y las metrallas caían cerca del <^Colón.«
«Las baterías de tierra comenzaron á hacer fileno sobre el
«Massachusetts,í pero el buque estaba fuera del alcance desús
cañones y entonces diris^ieron su fuego sobre el crucero «New-
Orleans.' Kste crucero tenía órdenes de empeñar combate con-
tra las baterías y atraerse el fueg^o de éstas lo más que fuera
posible. Sus instrucciones se llevaron p1 pié de la letra. Su pri-
mer disparo descubrió á una batería situada sobre una loma
más allá del castillo del Morro.
"Dos disparos más hicieron volar pedazos de los muros del
Morro. Kn segfuida el "New Orleans" diriírió sus fuecros sobre
las baterías. Cada disparo que hacía causaba daño á los espa-
ñoles
"El "íowa" sigfuió á estos buques y dedicó su atención á los
buques dentro de la bahía. Sus metrallas de doce pulg^adas
caían cerca de los buques españoles. El "Cristóbal Colón" nosa-
lió averiado y sostuvo su fueg^o hasta mucho después de que
los buques americanos se encontraban fuera de su alcance.
'El "lowa" al mando del Capitán Ewans, el "Massachusetts''
mandado por el capitán Híiíirinson, el "Texas" diritiido por el
capitán Philipns, y el "New Orleans'' por el capitán W. F'olííer,
sostuvieron terrible fuego sobre el castillo del Morro. Socapita
y Punta Gorda, durante dos horas y sus proyectiles de enorme
calibre causaron terribles estragos á las defensas de la entrada
del puerto. Los muros de Socapita y el Morro quedaron con-
vertidos en polvo, y los artilleros y tropas de Infantería de los
españoles podían verse refugiados detrás de las lomas cerca-
nas. El crucero auxiliar que se unió á la escuadra del Corp(5-
doro Schley antes de que comenzara la batalla, fué tocado por
las bombas españolas, y está seriamente averiado. Fué el "St.
Paul."
**Los buques españoles desde el interior de la bahía, después
de ajustar su línea de proyección, dispararon sobre los buques
americanos sus proyectiles pasando por encima de las lomas."
Veamos nhora los siguientes partes del combate; de fuente es-
p.'iñola:
"Habana, julio 10— El siguiente es el parte español que con
relación al anunciado combate en Santiago de Cuba, se public*')
en esta ciudad:
"La escuadra americana compuesta de los siguientes buques:
»lowa," «Massachusetts," «Texas," «Broklyn," *New Orleans,"
Marblehead," «Mineápolis," y otros cruceros, á demás de va
rios buques pequeños, tomaron posiciones del día 31 de Mayo
al Oeste de la boca del canal de Santiago. Los cinco primeros
buques mencionados rompieron el fuego. El crucero español
♦ Cristóbal Colón," que estaba anclado cerca de Punta (rorda,
143
podía verse desde el mar. El fuego de los americanos fué con-
testado por el castillo del Morro, la Socapita, Punta Gorda, las
baterías de tierra y el crucero ^^Cristóbal Colón.» La escuadra
americana hizo 70 disparos con proyectiles de calibre 32, sin
causar el menor daño. El bombardeo duró noventa minutos.
«La escuadra americana se retiró llel/ádose un trasatlántico
armado de crucero auxiliar, con graves a vería. s Tres bombas
hicieron explosión sobre la popa del acorazado <'Iov^a.i^
«Otro de los buques está incendiándose. Varios proyectiles
americanos cayeron dentro de la bahía cerca de los cruceros
españoles.
«Gran entusiasmo reina en Santiago.»
«Habana, Junio 1°.— La escuadra volante americana al man
do del Comodoro Schley, compuesta de acorazados y cruceros,
atacó las fortificaciones de Santiago de Cuba. Nuestro acora-
zado «Cristóbal Colón* guardaba la boca del canal, protegido
por el fuego de las fortificaciones. El enemigo fué rechazado
con graves averías, (firmado.) Manterola.»
El Almiranse Manterola era un comandante de las fuerzas
vanales de España en aguas cubanas.
Se vé pues por los anteriores despachos que no se trató de
un simple reconocimiento según Schley aseguró en su parte
oficial al Ministerio de Marina, sino de un combate formal,
siendo la victoria española.
El mismo parte de Schley concluía con estas palabras: «estoy
cerciorado de que la escuadra de Cervera está en Santiago.»
Según hemos dicho ya en otro lugar, sólo se esperaba saber
á punto fijo el paradero de la escuadra española para movili
zar el ejército americamo de invasión. Así fué que al recibirse
esta noticia se hicieron los preparativos para el violento envío
de las tropas á Cuba.
II
Se empezaba á sentir la influencia de un partido deseoso de
la paz en España, en vista de las inmensas probabilidades que
había para la victoria por parte de los americanos, y de la con
vicción de que prolongar la guerra sería acrecer la indemniza-
ción que se cobrara. A los oficios amistosos del Vaticano,
Francia, Austria y casi todas las naciones auropeas correspon-
dió España manifestando que ella estaba dispuesta á aceptar
la paz siempre que sus condiciones no fueran incompatibles
con el honor nacional. La actitud de los americanos, por el con-
trario, quitaba toda esperanza de paz. En Washington se afir-
maba que cualesquiera negociaciones de paz eran todavía pre
maturas.
144
El día 3 de Junio fué hundido el buque carbonero americano
«Merrimac» por el teniente constructor naval T Hobson, joven
de 24 años, 3' seis tripulantes, á la entrada de la bahía de San-
tiago en un lugar del canal donde la profundidad es de unas
cuantas brazas y la anchura de 300 yardas. El Almirante Samp-
son que ordenó la operación de echar el buque á pique, intentó
impedir el paso de la escuadra de Cervera con el obstáculo que
á la navegación presentaría el casco sumergido. La operación
fué felizmente ejecutada: Hobson por medio de una explosión
de torpedo hundió el barco en el lugar escogido, salvándose
milagrosamente. El y sus compañeros fueron recogidos por el
Almirante Cervera y hechos prisioneros de guerra.
La acción de Hobson fué muy celebrada en Estados Unidos
por el arrojO grande que significaba, y no se habló de otra co-
sa durante muchos días. Su celebridad ha venino á opacarse
un poco desde que Cervera, sin haber removido el < Merrimac»
salió sin ninguna dificultad de la bahía cuando lo intentó, co-
mo luego veremos.
La vanguardia de la expedición á Cuba se encomendó á un
cuerpo de ingenieros que debía desembarcar en Aguadores, al
Este del Morro cerca de Santiago de Cuba. La expedición
que se compondría de 15000 hombres más, debía desembarcar
poco después
Con el objeto de apoyar el desembarque se hizo un nuevo
ataque sobre Santiago, más formidable que el anterior
El combate principió el día 6 á las 7 y 45 de la mañana y du-
ró hasta las 11.
En esas tres horas, los americanos sostuvieron nutrido y efi-
caz fuego contra las fortificaciones del Morro, Socapa, Punta
Gorda y Cinco Reales, además de bombardear á los buques del
Almirante Cervera que se encontraban dentro de la bahía.
Cerca de mil seiscientos proyectiles fueron lanzados por los
cañones de la escuadra americana durante las tres horas que
duró el bombardeo.
El castillo del Morro y las fortificaciones de Socapa y Punta
Gorda quedaron muy deterioradas.
La escuadra española se acercó á la boca interior del canal
que conduce á la bahía, y los americanos concentraron su fue-
go sobre los buques, resultando que el crucero «Infanta María
Teresa» fué tocado.
Los americanos principiaron su ataque en Aguadores, lugar
donde se efectuó el desembarque de las tropas.
Las tropas insurectas atacaron por tierra á la ciudad, al mis-
mo tiempo que la flota americana atacaba por mar.
Debido al ataque simultáneo de la escuadra, se logró desem-
barcar en Aguadores á ochocientos expedicionarios. Los insu-
rrectos al mando de Calixto García atacaron también á los in-
145
vasores. Así es que las fuerzas españolas se veían atacadas por
tres enemigos á la vez: la escuadra, los insurrectos y los sol-
dados americanos.
El combate fué encarnizado y sangriento. He aquí los par-
tes oficiales, en extracto:
«Habana, Junio 6. — Detalles de fuente española recibidos
hoy en esfa ciudad relativos al bombardeo de Santiago de Cu-
ba por la escuadra americana ocurrido esta mañana, dicen que
los americanos dispararon cerca de 1 600 proyectiles de todas
clases. El fuego fué contestado por el Castillo del Morro y las
otras baterías. Al medio día se inició otro bonmbardeo sobre
Aguadores al Este de Santiago, Los españoles afirman haber
recibido ambos ataques.
«Admiten que el Castillo del Morro resultó algo averiado y
que el crucero «Reina Mercedes» tuvo averías de poca impor-
tancia.
«El comandante Militar de Santiago al rendir su parte dice
qne el fuego de los americanos no desmontó una sola pieza de
artillería y agrega qne nueve de los buques americanos desa-
parecieron á la vista antes de obscurecer.
«Según el parte oficial las pérdidas del ejército español as-
cienden á un soldado muerto, un Jefe, cuatro oficiales y veinti-
dós soldados heridos. Las pérdidas en las fuerzas navales as-
cendieron á un Comandante, un oficial y cinco marineros muer-
tos.
«Madrid Junio 7. — El Almirante Cervera telegrafía que seis
buques americanos bombardearon á Santiago y las fortificacio-
nes de las costas. Tres oficiales fueron muertos. Un oficial y
siete soldados salieron heridos entre las tropas. Las averías
causadas al castillo del Morro y las fortificaciones de la Soca-
pa fueron insignificantes.
«Cabo Haitiano, Junio 7. — Las últimas noticias que acaban
de llegar, demuestran que el Coronel Ordóñez, Capitán Sán-
chez y los Tenientes Irizar, Pérez y García, resultaron heridos
durante el combate de Santiago. Los españoles alegan que
únicamente un soldado fué muerto, pero las bajas á sus fuer-
zas navales son tal cual se dijo antes.»
Siguiendo nuestro sistema de transcribir las narraciones de
uno y otro combatiente, copiamos en seguida la americana:
«Abordo del bote-despacho «Dandy» de !a Prensa Asociada
frente á Santiago de Cuba, lunes [al medio día] vía Kingston,
Jamaica, Junio 7 [el martes al medio día.]— La escuadra ameri-
cana sostuvo hoy en la mañana un combate con las baterías
españolas que defendían la entrada del puerto de Santiago de
Cuba y después de tres horas de bombardeo acallaron casi to-
dos los fuertes y destruyeron varias baterías de tierra, rindien-
146
dose las baterías «Estrella»» y -Catalina,» dos de los principales
fuertes.
«La escuadra formada en doble línea de combate á una dis-
tancia de seis millas frente al Morro y á las seis de la mañana,
se dirigió hasta colocarse á una distancia de tres mil yardas
de la costa. Al «Broklyn» le segían el <»Marblehead,» -Texas,»
^Masachussetts* dirigiéndose hacia el Oeste. La segunda línea
estaba formada por el New York» seguido por el New Or-
leans,*Iowa» y «Oregóní dirigiéndose hacia elOeste. ENVixen»
y «Swance» se encontraba á alguna distancia á la izquierda.
El "Dolphin" y ''Porter hacían iguales movimientos en el flan
co derecho.
"La línea encabezada por el "New York,'' atacó las nuevas
baterías de tierra cerca del Castillo del Morro.
"La línea formada por el "Brooklyn," se situó frente á las
baterías Estrella y Catalina, y á las nuevas baterías de tierra,
á lo largo de la costa.
"Las baterías españolas permanecieron ca liadas. Es dudoso
-saber si á los españoles les fué posible determinar el carácter
del movimiento debido á la densa neblina y pesada niebla que
reinaba en la mañana. .
"Repentinamente se lanzó una bomba de doce pulgadas que
cayó frente á la batería Estrella^ destruyéndola, instantánea-
mente comenzó el fuego de parte de ambas escuadras, la del
vice-Almirante Sampson y Comodoro Schley y un torrente del
bombas caían sobre las baterías españolas.
"Los españoles contestaron inmediatamente, pero su artille-
ría era mny débil.
"El humo cubría con densas nubes á los buques.
"No hubo maniobras de parte de la escuadra los buques per-
manecieron en sus lugares primitivos haciendo fuego continuo.
"Los buques se encontraban cerca de la costa, y por esto se
es dificultaba á los artilleros americanos llegar hasta las báte-
las situadas en la colina.
"Antes del bombardeo se dio orden para evitar el fuego so-
bre el castillo del Morro, pues el Almirante americano había
sido informado de que el teniente Hobson y los otros prisione-
neros del "Merrimac" se hallaban allí.
"A pesar de esto, el castillo del Morro sufrió algunas averías
La línea del Comodoro Schley se movía cerca de la costa y
haciendo fuego á corta distancia. El "Brooklyn" "Texas'' causa-
ron grandes daños alas baterías españolas, acallándolas pronto.
"Mientras los buques sostenían el fuego con las fuertes bate-
rías, el "Swance" y "Vixen" sostenían combate con las peque-
ñas baterías frente á ellas,logrando en poco tiempo silenciarlas.
"El "Brooklyn" se acercó á ochocientas yardas y entonces
la destrucción causada por sus cañones y los del"Marblehead" y
M7
-^Texas» fué verdaderamente terrible. En pocos minutos las
obras de madera de la Estrella se incendiaron y la batería aca-
lló sus fuegos. Al Este del «New York» y «New Orleans» silen-
ciaron la batería Cayo Smith y en seguida las otras baterías.
La puntería no resultó tan certera debido á la elevación de los
cañones, muchas bombas cayeron y los artilleros españoles se
retiraron.
«Poco después de las nueve cesó el fuego y los buques se re-
tiraron en perfecto orden, para evitar el uso de las baterías del
puerto. Entonces el fuego se asemejaba á la prolongada rever-
beración del trueno del rayo, y las metrallas tocaban las bate-
rías españolas con terrible efecto.. El incendio estalló en los
fuertes de Catalina, acallándose los cañones españoles. El fue-
go de la escuadra continuó hasta las diez de la mañana, hora
en que los disparos españoles cesaron por completo, y el Al-
mi» ante Sampson dio la señal «cese el combate.»
«En general, los tiros de la escuadra fueron muy destructores.
"Muchas de las baterías han sido reducidas á silencio y las
fortificaciones «Estrella» y «Catalina» han salido tan averiadas,
que es dudoso si éstas podrán ser reparadas para que vuelvan
á prestar servicios efectivos durante la guerra.
«Después que la escuadra se retiró, los españoles regresa-
ron á algunos de los cañones y dispararon doce bombas sobre
la escuadra, sin causarle daños. Una de las bombas cayó cerca
de un buque carbonero.
«Durante el combate ningún buque salió averiado, ni ningu-
na desgracia ha habido que lamentar »
El primer desembarco de tropas am_ericanas de invasión que
permaneció en la costa sin reembarcarse no se verificó sino
hasta el día 12. El teniente coronel Huntington, al mando de
800 hombres de infantería de Marina que desde el día 7 habían
salido de Ca3^o Hueso en el vapor «Panther» hicieron algunas
tentativas apoyados por la escuadra, pero no fué sino hasta
aquel día cuando lograron saltar á tierra 3^ tomar posesión de
un campamento español donde encontraron tres obuses, varias
armas y municiones y el pabellón español izado, asi como una
bandera del tercer regiiiii.ento del príncipe.
El punto escogido, al Este de la rada de Guantánamo, es un
punto estratégico seguro y á propósito para fondear, dista cua-
renta millas de Santiago y estaba defendido por unos cuantos
soldados españoles, que aun cuando de prento se retiraron,
volvieron luego á atacar rudamente á los recien llegados.
Tan luego como se recicibió la noticia de haber desembarca-
do las tropas de avanzada, se puso en marcha el resto del ejér-
cito de invasión compuesto de 15 regimientos de Infantería de
línea 3 de voluntarios del Estado de New York y una del Massa-
chusetts: total infantería 561 oficiales, y 10,700 de tropa.
148
Seis regimientos de Infantería de línea y un regimiento de
voluntarios: total de caballería 168 oficiales, y 3,155 de tropa.
Ingenieros, dos compañías, 9 oficiales y 250 ae tropa.
Cuerpo de señales: 2 oficiales y 50 hombres.
Artillería, cuatro baterías de campaña con 14 oficiales y 323
hombres.
Dos baterías de sitio con 4 oficiales y 132 hombres.
Estado Mayor Especial: 15 jefes y oficiales.
Servicio de sanidad y ambulancia.
Total general: 773 oficiales y 14, 610 individuos de tropa.
Estas tropas fueron conducidas por treinta y cinco transpor-
tes resguardados por doce buques de guerra.
La expedición salió de Tampa, Florida el día 14 á las nue-
ve de la mañana.
En cuanto á las demás tentativas de los buques americanos
para hacer penetrar soldados en la Isla, podemos asegurar que
en la semana que precedió al desembarco en Aguadores, dia-
riamente se hacían esfuerzos infructuosos y algunos de ellos
costaron caro á los buques.
Ill
Una semana después de haber "alido la expedición para Fi-
lipinas se hizo á la vela la segunda. El jefe de toda la expedi-
ción. General Merrit, acompañó á los transportes que salieron
de California.
Era indudable que al recibirse estos refuerzos en Manila se
intentaría luego la toma de la ciudad. Pero un incidente im-
previsto dificultó las operaciones del ejército americano y em-
barazó mucho la conducta del gobierno. Este incidente fué la
oposición que Alemania manifestó á cualquiera medida violen-
j ta que se intentara en Manila por Dewey ó las fuerzas de tie-
/ rra que iban en camino. La intervención de Alemania fué acen-
tuada por la concentración paulatina de su flota en la bahía de
Manila. El día 10 de Junio se hallaban fondeados los siguien-
tes cruceros de primera clase alemanes: «Augusta,» «Irene,»
«Gefion» y «Cormorán.*
El «Kaisser» acorazado de primera, iba en camino.
Conviene recordar que Alemania hasta entonces no había
hecho sino declaraciones verbales, por medio de sus represen-
tantes, sobre la neutralidad que observaría en la guerra. Esto
dio origen á serios temores de que una nueva complicación sur-
giera con dicha potencia.
En cuanto á la escuadra española de Cámara, desde los pri-
meros días del mes se hizo á la mar llevando órdenes selladas;
pero una semana más tarde se supo con sorpresa que habfa re-
149
gresado sin novedad, y que su programa requería ir á praeü-
car una serie de maniobras, las cuales dio por terminadas con
sus regresos.
Por lo demás los movimientos de esta escuadra eran tan n^is-
teriosos como los de la de Cervera, aunque algunas autorida-
des navales opinaron que en vista de los desperfectos de los
buques de Cámara, no era un misterio la causa de su inmovi-
lización, puesto que antes de emprender una larga travesía ne-
cesitaba repararlos.
Efectivamente, la escuadra-de Cámara cu3^os barcos princi
pales adolecían de descomposturas, estaba, á mediados de Ju-
nio, reparándose en el puerto de Cádiz para emprender su via-
je á Cuba, según las órdenes del gobierno, de las cuales pare-
cía en espera.
Por lo que hace á la campaña en Cuba, la activa cooperación
de los insurrectos fué descubierta por los españoles de Santia-
go y Guantámano desde el día 8. Un despacho del corregpon-.
sal de la Prensa Asociada frente á Santiago de Cuba, fechado
el 10 de Junio dice lo siguiente:
«En estos últimos días la actividad de los españoles ha sido
particularmente notable. Valiéndose de bueyes han estado
transportando artillería á las fortificaciones, en las que los sol-
dados trabajan en colocarla, y ha habido otras señales mani-
fiestas de que los españoles están preparando una resistencia
desesperada. Fácil es que trasladen á los fuertes algunos de
los cañones de los buques que estaban al mando de Ceivera.
«Los insurrectos, en número de 5.000, se han apostado en una
montaña situada hacia el Occidente; pero 2,000 de ellos care-
cen de armas.
«El General Máximo Gómez, que se haya ahora como á 150
millas en lo interior de la isla, está actualmente en camino pa-
ra la costa.
«El Almirante Sampson está cooperando activamente con
los insurrectos. Ayer estuvieron á bordo del «New York» el ca-
becilla Miniet, de las fuerzas rebeldes y su Estado Mayor, y tu-
vieron una larga conferencia. Los oficiales navales han esta-
do emprendiendo expediciones, sobresalientes por su audacia,
para mantener la comunicación con loa insurrectos y desem-
barcarles armas. Han sido los barcos «Swance.» 5^ «Vixen» los
que principalmente se han dedicado á esa tarea. El teniente
Sharp, del<Vixen» y el sub -comandante Delhanty, del «Suwan-
ce,» han tenido que desempeñar diariamente importantes co-
misiones, y las han llenado todas con feliz éxito.
«Ha consistido principalmente la t; rea en llevar y traer men-
sajes; pero el «Swance» ha estado ocupado en asuntos de ma-
yor importancia. Este barquito cañonero ha desembarcado 300
I50
bultos de armas pequeñas y municiones, 300 rifles de Spring-
field^ ÍOO carabinas, 2,000 machetes, con equipo y provisiones.
«Fueron entregfados estos objetos ayer miércoles, como á 15
millas al Oeste de Santíag-o á 800 insurrectos que bajaron á la
playa dejando en la montaña el orrueso de la fuerza.
«Fué penoso el desembarco pero se verificó sin niníjuna in-
terrupción.
«Refirieron los insurrectos que diariamente hay cn^ientros
entre ellos y los españoles.
Se ha recibido absoluta confirmación del anunciado desem-
barque de tropas americanas en A<?uadores. Las fuerzas mili-
tares españolas hicieron un supremo esfuerzo para evitar el
desembarque, pero fueron rechazadas experimentando pérdi-
das de consideración, por las tropas americanas ayudadas por
las fuerzas insurrectas. Se sabe que los americanos se unieron
el lunes con el General García y en la actualidad se encuen-
tran atrincherados cerca de la ciudad Los españoles están com-
pletamente encerrados y su rendición no .es sino cuestión de
tiempo. No cabe la menor duda que los daños causados á los
españoles en el bombardeo de Santiago por la escuadra, fué
mayor de lo que se supuso al principio.»
Al Ministerio de Marina americauo se había comunicado con
fecha 10 el parte oficial del desembarco cerca de Guantámano
y se agregaba en el mismo mensaje que los americanos incen-
diaron un pequeño pueblo que hallaron primero á su en-
cuentro.
El último cable que unía á Santiago de Cuba con el resto del
mundo fué cortado^ realizándose la operación de manera de
entablar fácilmente la comunicación en un momento dado.
Los americanos, con inmensos trabajos, lograron posesio-
narse del Caimanera en la costa inmediata áGuantámano auxi-
liados por los disparos del «Dolphin.» Sin embargo tardaron
tres días de combate continuo para que su posesión se hiciera
indisputable. Los españoles dueños del campamento que á su
llegada encontraron los marineros abandonado, no tardaron
en retroceder emprendiendo un vivo ataque contra los invaso-
res que sostuvieron el fuego con trabajo.
Una relacif'm del corresponsal de la Prensa Asociada dice así:
«Campamento de marinos de los Estados Unidos junto al
puerto de Guantámano, lunes 13 de Junio á medio día Mensa-
je del «Wanda,» barCo de la Prensa Asociada: vía Kingston Ju-
nio 14. á las 7 a m— Después de dos noches de reñido comba-
te, flota aun la bandera americana en territorio cubano, sobre
el campamento del batallón de marineros, quienes aseguran
que lo conservarán allí hasta que lleguen las tropas. Así pues,
ha tocado á los marineros lo más difícil de la pelea, la situa-
ción es grave, están ya desfallecidos á fuerza de pelear, ata-
í5i
ques casi incesantes. Muy pocas probabilidades tienen de des-
cansar ó de dormir, y no se sabe á punto fijo cuando llegará el
auxilio. Si no fuera por los cañones protectores de la escuadra,
el reducido grupo de marineros habria sido ya exterminado
por las fuerzas españolas de Santiago de Cuba, cuyo número
es incomparablemente superior.
«Puede ser que logren conservar su posición, pero les es im-
posible ir adelante mientras no les llegue el refuerzo. Las tien-
das de campaña de los soldados hacían pensar al principio en
uu día de fiesta; pero hoy se ha convertido la ilusión en reali-
dad horrenda. El menor movimiemo en el campamento es co-
mo una señal para que hagan ejercicio al blanco los españoles
cuyos fusiles estriados, tienen un alcance mayor que los nues-
tros
«Es imposible estimar con'exactitud el número de la fuerza
enemiga, sólo puede decirse que es crecido. Como dos terceras
partes de esas fuerzas, rodean el campo noche por noche con
un círculo de muerte, y el tiroteo de los Maüssers es vigoro-
sísimo.
«Por la noche pelean los sitiadores, pelean al estilo de los in-
dios: cada yarda de chaparral es una emboscada.
«Después del primer ataque el sábado en la noche, el coronel
Huntington decidió que se hiciera una nueva tentativa el do-
ñiingo por la noche y ordenó que se formasen trincheras por
todos los lados del campamento, y en ellas esperó la mayor
parte del batallón la embestida la últii|a noche.
«Verificóse ésta poco después del obscurecer y desde ese
momento hasta la venida del nuevo día hubo un fuego conti-
nuado y á veces nutridísimo.
«Los americanos por su parte, tuvieron dos muertos y cua-
tro heridos. Los muertos fueron el Sargento Enrique Goode,
de los soldados de marinos, atravesado de un balazo en el lado
derecho del pecho; el soldado raso Tauman, que tan pronto co-
mo fué herido cayó por tierra y murió instantáneamente.
"Los heridos son: el soldado raso Wallece, que rodó de la al-
tura y se rompió una pierna; el de igual clase, Martín que re-
cibió un balazo en una pierna; el de la misma graduación, Rai-
bury, herido con bala en un brazo, y el de empleo de igual ca-
tegoría, Burk, herido- también de un brazo.
"La primera acometida de los españoles fué á las 3 p. m., y
el último tiro disparado por ellos á las 3 a. m. En el transcur-
so de la noche arremetieron los españoles contra el campa-
mento de los marineros que estaban en la costa, y el "Marble-
head," creyendo que los americanos habían sido desalojados,
lanzó varias bombas al lugar; sin embargo, fué repelido el em-
puje por el escaso destacamento de marinos que se hallaban
152
en el campamento. Las bombas del Marblehead hicieron ex-
plosión entre los soldados navales.
"La refriega fué la primera de la guerra en que los cubanos
tomaron parte en ayuda de los americanos, y su cooperación
no fué muy brillante que digamos. En momentos en que^ por
la tarde estaban los marineros haciendo fuego sobre una par-
tida reducida de españoles que apareció á corta distancia del
campamento, los cubanos se pusieron á disparar en desorden
y mandaron una descarga que precisamente iba á causar estra-
gos entre los americanos. Casos hubo de gravísimo peligro, y,
sin embargo, nadie resultó herido.
Parte oficial español de la acción de Caimanera.
•'Caimanera Junio 13.
"Al comandante General de la División Militar de Santiago
de Cuba.
"Al amanecer del sábado, siete buques apareeieron en el
puerto de Caimanera y dispararon sus ametralladoras y toda
clase de proyectiles sobre la playa del Este y Cayo Toro, has-
ta que incendiaron el frente en la plaza del Éste y las casas de
pilotos fueron ocupadas después por destacamentos de mari-
nos americanos.
"El cañoneo continuó con más ó menos intensidad hasta las
cinco de la tarde, pues la playa del Este estaba solamente de-
fendida por dos cañones antiguos y trincheras de arena, así
que el destacamento nada podía hacer contra los buques, que
hacían fuego sobre ellos por todas partes. Por último se reti-
raron á Managua y Cuzco, sin que dejaran de hacer descargas.
"Desde ese momento los soldados ocuparon Punta Caracotes,
observando los movimientos de los buques que ocupan todo el
exterior del puerto, con una verdadera flota de buques, unos
armados y otros auxiliares. También he tomado el paso del
Enano,
"Permaneceré en Caimanera y solamente abandonaré ese
puerto cuando lo estime necesario.
"No he podido resistir á los americanos con sólo el fuego de
fusilería.
"Los fuertes Sandoval y Cayo Toro han disparado sus caño-
nes, pero sin efecto; pues los buques enemigos se pusieron fue-
ra de su alcance tomando posiciones en el canal del centro.
Tengo noticias de que los insurrectos, en Baracoa, por señales
que les hacen los buques americanos, se han acercado á la ba-
hía. Desde el sábado los americanos han cortado los cables y
no he podido repararlos.
"Los bomberos gozan de buena salud y mantienen magnífi-
co espíritu. Continúo dando solamente medias raciones y de
153
este modo tendré suficiente para un mes tiiás. No tengo harina
ni modo de conseguirla, pues como he dicho anteriormente, ha-
ce mucho tiempo no hay granos. También estamos esca-
sos de quinina, pero me he posesionado de una botica y tendré
suficiente provisión de esta droga para un mes. La ciudad es-
tá sufriendo grandes privaciones. Hoy se encuentra en el puer-
to un gran buque acorazado el "Oregon" acompañado de otros
siete buques y un transporte el "Sain Paul."
•'Me regreso á la Caimanera después de despachar al porta-
dor con este parte. El mensajero es de mi entera confianza,
pues siempre ha prestado buenos servicios. Encarecidamente
lo recomiendo á su Excelencia en caso de que llegue sin nove-
dad. (Firmado) Félix Paran jau, Comandante de la segunda Bri-
gada de la divisi ón de Oriente del Ejército Español en Cuba.
e e e e e e e
CAPITULO XI í
Continúan l^s combat s en Guantánamo — Difícil sit'isoión en Manila. — Salida
de la escuadra española de reserva — Desembarco en Cuba d»^ las fueizas de
invasión al mando del G 'n ral Shafter — Se prepara un atique conibin»<b>
d la ciudad de Santiago. — Las def-nsas es[>añnlas.- Prinien s combates con
el grueso del í'jército americano.
I.
la vez que zarpaba para Manila: la segunda expedi-
ción del puerto de San Francisco, se organizaba rápi-
iamente la que había de invadir á Puerto Rico.
FA General Shafter, jefe del ejército invasor de Cu~
ba, era esperado con ansia por los marinos americanos que se
habían posesionado de una pe :iuefta porción de terreno en Guan-
tánamo; seguían resistiendo, con grandes pérdidas, el incesante
ataque de las tropas españolas, y entre ellas existía el temor
de que si el ejército de ocupación tardaba mucho tiempo, qui-
zás no encontrase vivo á uno solo, á pesar de la cooperación
de los insurrectos, ó tendrían que replegarse á los buques.
Hasta la tercera noche, los americanos pudieron descansar
un poco tras de una refriega interumpida apenas, durante los
tres días últimos.
El 14 por la tarde los marinos americanos con la coopera
ción de los insurrectos cubanos atacaron al campamento espa-
ñol, situado como á cinco millas de las trincheras americanas.
Las tropas españolas constaban de 400 hombres de tropas re-
gulares; los americanos destruyeron el campamento y cegaron
el pozo que les surtía de agua. Un americano \' varios cuba-
nos resultaron heridos. Dos cubanos fueron muertos.
Al día siguiente á las cinco de la mañana el enemigo hizo un
ataque inesperado sobre la retaguardia y flanco izquierdo de
las tropas americanas. Cuando las avanzadas vinieron en su
auxilio, las guerrillas españolas se. deslizaron por dentro de
ellos y se pusieron como á cien yardas de distancia, á tiempo
«56
que en h\s trincheras americanas se disparó accidentalmente
un rifle que los hizo creer que habían sido descubiertos y rom-
pieron un terrible tiroteo que no causó daño alguno. Entonces
los americanos tomaron sus posiciones de defensa é hicieron
trente á las guerrillas.
Además, las piezas de artillería ligera montadas en distintos
ángulos sobre las trincheras y las ametralladoras, enviaron
una verdadera lluvia de balas dentro de los chaparrales donde
estaban apostados los españoles, quienes se dispersaron en to-
das direcciones. Algunos de los españoles mantuvieron sus po-
siciones por el flanco izquierdo. El auxiliar <Panther^^ hizo va-
rios disparos sobre el enemigo mientras los marinos se ocupa-
ban en rechazar el ataque de la retaguardia.
Los cubanos que tan v^alientemente se batieron la noche an-
terior^ con dificultad fueron obligados A tomar parte en la es-
caramuza de la mañana. Varios de éstos se negaban á entrar
en combate y sus oficiales á puros cintarazos les forzaron á
combatir.
El numero de tropas insurrectas, según Calixto Garcia ma-
nifestó en una comunicación al general Miles, enviada con su
representante Hernández, ascendía á 9,000, los cuales puso á
sus órdenes anticipadamente para atacar á las fuerzas espa-
ñolas.
Antes del viernes 17 de Junio, que era el día designado para
la llegada de las tropas de Shafter, fueron reforzados los ma-
rinos por 1,000 cubanos más al mando del jefe Rabí, pudiendo
así resistir mejor al ataque de los españoles.
El día 16 la escuadra del vice- Almirante Sampson bombar-
deó por tercera vez las baterías de Santiago de Cuba. Duran-
te algunas horas acribilló las baterías á derecha é izquierda, y
solamente dejó en paz el castillo del Morro, donde estaban pre-
sos el teniente Hobson y sus compañeros.
Por lo que hace á la situación en Manila empeoraba cada
día. Teniendo Dewey sitiada la ciudad por agua y los insurrec-
tos por tierra, se había establecido un bloqueo cuyos desas-
trosos resultados se hicieron sentir primero que el de Cuba. En
Filipinas, así por la distancia tan grande de España, como por
estar aislado el Archipiélago de centros importantes de comer
cío, no fué posible burlar la vigilancia de la escuadra— como
en el bloqueo de Cuba sucedió tantas veces — ni proporcionarse
víveres, desde principios de Mayo. No debemos omitir la pu-
blicación del siguiente relato, de cuya exactitud estamos con-
vencidos, y que pinta muy bien la horrorosa siluación de la
ciudad.
"Manila, Junio 5. Vía Hong-Kong Junio 17.- Hoy se decla-
ró aquí oficialmente que la falta de provisiones ha llegado á
ser asunto serio.
157
«Los voluntarios, protegidos por algunos cañoneros que se
enviaron á la laguna en busca de alimentos para la ciudad, re-
gresaron hoy, dando cuenta del fracaso de su misi(3n.
«Se concede también oficialmente que las tropas españolas
han estado sin alimento durante las últimas treinta y seis ho-
ras.
"Se admite también oficialmente que las tropas en número
de 36,000 carecen en absoluto de víveres.
«Los rebeldes ganan terreno continuamente.
«La flotilla española no pudo efectuar el desembarque á pe-
sar del prolongado fuego de los cañones. Sin embargo, ningu-
no de los que resistieron el desembarque fué muerto. Esto des-
vanece la última esperanza de provisionar la Capital de las Fi-
lipinas.
""Durante el curso de la semana pasada, todas las guarnicio
nes fueron atacadas simultáneamente,
"Los insurrectos se han unido en la sección al Norte de Pa-
sig y en la orilla del río de Pasig, desde donde han rechazado á
los cañoneros españoles hasta De^^a,
'"La zona de hostilidades de los insurrectos es en extremo
defensiva pues está cubierta de densos bosques, teniendo
innumerables emboscadas naturales^ así como trmcheras. Las
tropas españolas son valerosas y heroicas hasta la desespera-
ción; pero se encuentran en una condición desoladora debido
á la falta de alimentos.
'"Todas las compañías españolas no han tenido que comer
durante dos días, y algunas de ellas literalmente están perecien-
do. Es un cuadro desastroso.
"Los campesinos asisten por caridad á los soldados que pe-
recen y algunos soldados ingleses convidaron a3^er á los solda-
dos que custodiaban á la ciudad; compraron por algunos cheli-
nes todo lo que tenía un fondista y lo repartieron á los solda-
dos que dijeron era el primer alimento que tomaban desde hacía
algunos días.
"Una persona hizo notar que hay gentes que merecen ser
linchadas por permitir este estado de cosas.
"Se vé á los oficiales pasear diariamente por los cafés y b/u-
levars^ y charlar con los ingleses mientras que los hombres que
tienen á su cargo están pereciendo de hambre.
''Ayer los insurrectos atravesaron el río Zapote y descendie-
ron también de la laguna para atacar á los españoles por el
flanco y les tomaron algunos cañones.
"Los españoles hicieron una buena resistencia hasta que se
ordenó retirada, probablemente por no ser suficiente sus mu-
niciones.
«Es imposible comprender cómo pueden abandonarse sin
sin combate tan magníficas posiciones.
«Los rebeldes tomaron hoy las Pinas. Prague, Tuíag-o, Maí-
da}^ y Pineda, todas en la línea de las costas.
«Los españoles perdieron diez y nueve liombres entre muer-
tos y heridos y 7,090 volvieron aquí sin daños.
«Én Calocán, estancia del ferrocarril de los suburbios, hay
todavía algunas tropas muy mal atrincheradas.
«La aldea est.i llena ae rebeldes, y la línea del ferrocarril se
ha roto y desprendido por los insurectos que han prometido,
volverla á colocar cuando termine la guerra.
«Muchas tropas de nativos no ocultan sus intenciones de de-
sertar.
«Hay una disputa furiosa porrefugíar detrds de los viejos mu
ros y en la cindadela por órdenes del Gobernador, ú toda la
población déla ciudad.
«El Capitán General formó un consejo de guerra en el cual
se propuso la rendición, porque la resistencia es enterament-^,
inútil; y un deplorable derramamiento de sangre y los esfuer-
zos heroicos no servirían de nada por la falta de provisiones y
la pequenez de la fuerza. ,
«Los insurrectos no esperan más que la orden para avanzar
sobre Manila,
«La familia del General Agustín fué capturada por los re-
beldes..»
Hasta entonces, que se recibieron estas noticias y otras se-
mejantes en Madrid, se acordó el envío de la escuadra de re-
serva á Manila.
«La tarde del 17 de junio zarparon de Cádiz los siguientes
buques «Carlos V,» «Pelayo,» «Rápido,» «Patriota/^ «Audaz,»
«Osado,» «Prosperina.» Giralda,» « Prelado,» que conducía á
su bordo al Ministro de Marina Capitán Auñon, ^Alfonso XIll,-
"Covadonga/' Antonio López/' Isla de Pinos," Buenos Aires-'
y San Francisco."
Los últimos tres transportes iban cargados con tropas. Los
primeros pasaron frente al Peñón con rumbo á Cartagena. Es-
tos buques formaban la escuadra de reserva de España, al man-
do del Almirante Cámara.
Los despachos que á continuacién copiamos, bosquejan el
estado de la opinión pública de España.
•'Madrid, Junio 17.— Gran entusiasno se manifiesta en toda la
ciudad con motivo de la salida de la escuadra de Cádiz. Un
sentimiento optimista se expresa en el pórtico y corrillos de!
palacio de las Cortes.
"En esta ciudad se dice que la escuadra del Almirante Cáma-
ra se compone de más de 20 buques, incluyendo cruceros auxi-
liares y ís agrega que lleva una inmensa cantidad de material
159
de guerra, inclusive uii misterioso explosivo. También se su-
surra que la escuadra se dividirá cuando se encuentre en alta
mar y se dirigirá á rumbos distintos.
«Un nuevo contingente de tropas se está alistando bajo las
banderas y se demuestra mucha actividad en los Ministerios
de Guerra y Marina.
*Los trabajos en \^s fortificaciones se activan día y noche, y
se afirma que se está formando una tercera escuadra, compues-
ta del «Lepanto», Cardenal Cisneros, -Alfonso XIT* \' otros
cruceros auxiliares.
«Cádiz será el rendezvous de esa escuadra y corre la impre-
sión general que una guerra defensiva será la del porvenir. Se
anuncia semi oficialmente que el gobierno no cuenta ya con el
apoyo de las Potencias, ni aun Alemania, á pesar de sus in
mensos intereses en las Filipinas, podrá hacer algo en favor
de España.»
A la salida de Cámara se publicó este mensaje en la capital
americana:
«Washington, Junio 7.— Tan pronto como la escuadra que se
encuentra en Santiago sea destruida ó capturada, se ordenará
al Comodoro Schley, que vuelva á Hampson Roads con el ob
jeto de reorganizar la escuadra evolucionarla.
«Se asegura que se trata de encomendar á Schley la tarea
más importante referente á la guerra,ia de atravesar el Atlán-
tico con una grande y formidable escuadra de buques de gue
rra para ir á atacar en sus propias aguas á la escuadra espa-
ñola de reserva.
«Semejante flota no tendría igual en la guerra moderna, y se
gún los oficiales, se pondrá al cuidado de Schley.
«Hsta medida no se pondrá en práctica si la reserva españo-
la no mostrase intenciones do seguir á Cervera.
El nioqueo de la tlabana, que iba á cumplir dos meses de
establecido, no era tan absoluto como se creía. Algunas embar
caciones españolas lo habían burlado y á eso se debe que des-
pués de tanto tiempo no se hubieran agotado los medios de
subsistir de los habitantes de la ciudad.
La carne se vendía á cincuenta centavos la libra, la manteca
de puerco al mismo precio, el arroz á veinte centavos, los cua
les precios indicaban que había escacés de estos artículos, pero
no carencia absoluta de ellos.
Otro tanto podía decirse del bloqueo de vSantiago de Cuba.
En aquella fecha (18 de Junio) el vapor español Purísima
1 6o
Concepción' burlando ki vigilancia át los buques ameiicanos
desembarcó en las Tunas un í^ran cargamento de provisiones
habiendo zarpado de Kingston.
Esta noticia que llegó á oídos del jefe de la escuadra blo-
queadoríi, hizo que la vigilancia se redoblara en todos los bu-
ques.
Gran empeño manifestaban las autoridades americanas pof
el canje del teniente Mobson y sus arrojados compañeros pre-
sos en el castillo del Morro. El General Blanco no quiso acce-
der luego alas reiteradas peticiones americanas en este sentido,
hasta no recibir órdenes de Madrid. El extraordinario interés
manifestando por su rescate, hacía á las autoridades españolas
suponer que se oudiera sacar gran partido de este canje y ma-
duraban la manera de obtener de él todo el provecho posible.
Esta fué la razón de haberse rechazado al principio las pro-
puestas de libertad para Hobson
El día 21 comenzó en la playa de Baiquirí, inmediata á San-
tiago, el desembarco de las tropas del General Shafter. Puestos
de acuerdo los dos jefes americanos decidieron simular un vio-
lento ataque al puerto de Cárdenas, con el objeto de atraer á
ios españoles hacia aquel punto. Mientras se efectuaba esta
operación los transportes esperaban, sin presentarse en San-
tiago. Al fin el día 20 en la noche fueron avistados, y al día si-
guiente principiaron las maniobras del desembarco continuan-
do el 22.
El Secretario Alger recibió el siguiente mensaje:
«Playa del Este, Junio 2.— Al Ministro de la Guerra Was-
hington. De Baiquirí, Cuba 22. Desembarco en Baiquii í esta
mañana con éxito.
Muv poca ó ninguna resisten("ia (firmado) «Shafter»^.
El Ministro Long recibió un mensaje más extenso de Samp
son á las 6. 50 p. m.
- «Antes de desembarcar hicieron algunos disparos sobre e^
vecindario el «Nueva Orleans» el «Detroit» el «Cristine*. el
íWasp» y el ^Swance.» Se hizo una demostración sobre Caba-
nas para llamar la atención del enemigo. El «Texas» alacó la
batería del Oeste. Tuvo un muerto.
Las minas submarinas se han sacado del canal de Guantá-
namo, donde se ha establecido la comunicación telegráfica.
I Firmado] Sampson.
Otro mensaje de la prensa decía:
Baiquirí (Cuba), Junio 22, vía Kingston.- -Las tropas ame-
ricanas están desembarcando en Baiquirí, á 17 millas de San-
tiago. 3,000 hombres han saltado ya á tierra, protegidos por el
fuego de la escuadra que al mismo tiempo está bombardeando
á Aguadpres.»
i5i
Antes de principiar el desembarque se notó una numerosa
"íuerza de tropas españolas, cerca de la costa, en las imediacio-
nes de Aguadores^ Obrando de acuerdo con las instrucciones
del General Shafter, los cubanos atacaron á los españoles por
la retaguardia. Los buques americanos bombardearon la costa
al mismo tiempo. Las tropas americanas atacaron entonces á
ios españoles, y desembarcaron, cogiéndolos entre dos fuegos.
El Almirante Cervera obedeciendo á una disposición del ca-
pitán General Blanco ordenó que una fuerza compuesta de ma-
rinos de su escuadra se dirigiera á tierra para ayudar alas fuer-
zas españolas á rechazar al enemigo.
I^os americanos, que no habían encontrado resistencia debido
al bombardeo de la escuadra sobre Siboney y Guantánamo, se
vieron atacados bruscamente por una fuerza española con la
cual se trabó un recio combate hasta que llegó la noche. Ha-
bían desembarcado ya 3,000 soldados. Cuando las tropas ame-
ricanas continuaron desembarcando, los españoles se batieron
en retirada, ordenadamente, teniendo que abandonar algunos
puntos estratégicos á los invasores
Entre tanto la escuadra de Cámara continuaba su ruta hacia
el Oriente. El día 20 se encontraba en Cartagena y continuó
luego su marcha hacia el Canal de Suez.
El 24 se publicó este mensaje:
«Washington, Junio 24. —Ya no se duda aquí de que la escua-
dra española de Cádiz se dirije con rapidez al Oriente.
«En las costas del Mediterráneo, los agentes de confianza del
<Tobierno están observando el movimniento de buques y apro-
vechándose de toda información fidedigna,
íAsí es que cuando llegó hoy la noticia por conducto de es
tos agentes, de que se avistó anteayer la escuadra en Pantela-
ria, los oficiales se inclinaron á aceptar la afirmación como in-
dudable.
«Según las cuentas de los oficiales de marina, la escuadra se
encontraría ya cerca de Candía, al vSur de Grecia.
«Avanzando lít^escuadra llegaría á Puerto de Said á la en-
trada del canal de Suez próximamente el lunes ó martes,
«Desde este punto, no se cree que la escuadra española avan
ce más, porque se expresa confidencialmente que todo movi-
mniento español no es más que aparente, para satisfacer las
más exigentes demandas del pueblo español, y especialmente
del partido clerical que algo haría por salvar á las Filipinas y
á España.
f67
«Hay duda de que las autoridade."S del canal permitan que bu-
ques españoles se arriesguen á pasarlo, aunque CAmara esté
deseando exponerse á atravesarlo.»
Desgraciadamente las ideas contenidas en el último parte de
este despacho, relativas á los movimientos de la escuadra de
Cámara, hubieron de realizarse exactamente, segiin tendremos
ocasión de verlo en seguida.
En esa misma fecha, y debido á la sobrexitación popular sc
determinó la disolución de las Cortes españolas, y firmó la Rei-
na regente el decreto relativo^ El discurso del diputado Cana-
lejas, pronunciado en la Cámara dos días antes, contribuyó á
que esta medida se llevase á cabo con festinación. Manifestó en
su discurso que la guerra ha sido un fracaso y una vergüenza
para España, la que cada día se vé más humillada debido á la
incompetencia del Gobierno. El lustre de las armas españolas,
dijo, que por tres siglos se ha mantenido brillante, se está opa-
cando, y alegó que el Gobierno procuraba ahora salvarse de
la actual situación, clausurando las cortes.
Canalejas exhortó apasionadamente á las Cortes á que no
suspendieran las sesiones y dejaran el honor de la nación en
manos de traidores.
En la misma sesión del 24 de Junio, el debate de la Cámara
recayó, sobre la cuestión filipina y por el apa.sionamiento que
caracterizó á las discusiones, tuvo que acabar desordenada-
mente.
Romero Robledo, el orador conservador, precipitó los desór-
denes atacando viciosamente al General Polavieja, ex-Mmistro
de la Guerra y ex-Capitán General de las Filipinas, por haber
tratado la paz con el jefe insurrecto Aguinaldo. Alegó que ese
pacto corrompido se formuló cuando España esperaba que los
que entonces estaban á su servicio sofocarían la rebpli»')n por
la fuerza de las armas.
Si el General hubiera permanecido fiel á las tradiciones del
ejército, Aguinaldo no viviría hoy p.ira ayudar á la degrada-
ción de España. Robledo fué interrumpido en esta parte de su
discurso con gritos de «no es cierto.»
Una escena de confusión siguió á la sesión que hubo de sus'
penderse temporalmente y cuando se reanudó, Robledo pre
guntó al gobierno si deseaba la paz ó la guerra. Si era la gue
rra, demandó que contestara el gobierno qué garantías podía
ofrecer al país de que sería capaz de continilar la guerra, que
hasta la fecha no había resultado más que en pérdidas de vidas
y agotamiento del tesoro, ruinosos compromisos y humillacio-
nes.
i63
Si el gobierao desea la paz^ añadió, ;por qué no lo dice cía
ra y terminantemente? Robledo aconsejó al gobierno que si
deseaba la paz sería prudente tratarla directamente con los
Estados Unidos, pues las potencias le pedirían una comisión
por su mediación.
II 1
El día 27 de Junio zarparon de San Francisco California á las
2, 30 P. M. los transportes "Cit}^ of Para." "Ohio/' "Morgan
City" é "Indiana," buque insignia, rumbo á Manila, llevando á
bordo 6,000 soldados para reforzar al Almirante Dewey.
El mismo día se recibió en Madrid la noticia de la llegada do ,
la escuadra de Cámara á Puerto Said^ Egipto.
Por lo que hace á las operaciones de desembarco en Cuba,
continuaban con toda actividad. En Baiquirí sólo quedaron el
3^ y el 9^ de caballería custodiando el desembarque^ mientras
se dirigían violentamente hacia Santiago los demás regimien
tos. Tomaron el camino de Baiquirí á Jara^uay. Cuatro bate
rías de artillería y varias ametralladoras se pudieron montar
sobre las lomas que dominan la bahía de Santiago, y en gene
ral fueronse ocupando poco á poco todas las eminencias que
circundan la ciudad.
Entre tanto los buques de la escuadra volvieron á bombar
dear á Aguadores durante las primeras horas de la mañana.
Entre Siboney y Baiquirí estaba acampado el General espa
ftol Rul3ín. con fuerzas de San Fernando, Talavera, Provisio-
nal de Puerto Rico y dos compañías movilizadas. Parte del ba
tallón Provisional se había situado en la arqueta de Sevilla, por
donde forzosamente tenían que pasar las tropas americanas en
su avance. Desde los días 23 y 24 sostuvieron el fuego de los
americanos valientemente á pesar de que el segundo día per-
manecieron sin tomar alimento á consecuencia del incesante
ataque del enemigo. Al fin la< tropas españolas tuvieron qucj
retirarse á Santiago de Cuba á las cinco y media de la tar
de después de un combate casi no interrumpido de 48 horas.
El enemigo acampó en los altos de Sevilla, extendiendo sus
avanzadas hasta el pozo. Desde allí prepararon el ataque para
el Caney y Santiago.
Para reconocer y estudiar el terreno y cerciorarse bien déla
posición de las tropas españolas elevaron el día 31 un globo
164
cautivo. Iban en él dos americanos. El cable á que estaba su-
jeto el globo amarraba en el campamento.
Desde allí, asestando en todas direcciones largos anteojos, lo
examinaban todo á su sabor.
Se hicieron al globo algunas descargas de fusilería, pero los
proyectiles no les alcanzaban.
Continuaron estas operaciones hasta que comenzó el atr.que'
al Caney, y simultáneamente á las posiciones de San Juan.
Ocupaba la posición de Pozo Blanco, así como la de los Altos
de Sevilla por las avanzadas de los americanos, una guerrilla
de v^oluntarios que defendían ésta última tuvo que huir al apro-
ximarse el enemigo.
De entre los soldados heridos y convalecientes que se haya-
ban en el hospital de Pozo Blanco, fué necesario nombrar cua-
tro secciones para que acudiesen á oponerse á los movimien-
tos de invasión.
Atrincherados lo mejor que pudieron se desplegaron ocupan-
do los puntos más importantes.
Fueron tan certeras las primeras descargas, que los soldados
imericanos se detuvieron y hasta hubieron de retroceder un
tanto Pero esto duró apenas un instante ó hicieron funcionar
:ilgunas piezas de artillería y ya no hubo defensa posible.
Una granada derribó por completo el cobertizo en donde va-
rios tiradores españoles estaban parapetados: cayeron confun
didos entre| los escombros y muchos quedaron allí muertos.
Un guardia civil de segunda, joven decidido, se puso á la ca-
beza del puñado de compañeros que allf quedaba y se encargó
del mando. Se llamaba Raimundo Braña Alonzo.
Pelearon aún todo lo posible, pero era tal la granizada de ba-
h\s, que en breve quedaron deshechos.
De los 38 que formaban la primera sección sólo quedaron
cinco. Al retirarse, una descarga de los americanos dejó al
bravo guardia acompañado únicamente por un soldado; ambos
para no caer prisioneros corrieron al portillo de Caney.
A Pozo Blanco llegó por la noche el batallón de Talavera,
pero sus esfuerzos para hacer retroceder á los americanos fue-
ron inútiles.
Las fuerzas insurrectas al mando de Caixto García habían
seguido acudiendo á unirse al ejército de invación. El siguien-
te despacho del corresponsal de la Prensa Asociada en el cam-
pamento americano describe así las operaciones de los insu-
rrectos.
«Jaraguay, Junio 26 vía Kingston. Junio 28. — El General
Calixto García al mando de 5,000 hombres que se encontraban
en las montañas de las cercanías de Santiago de Cuba fueron
conducidos á este punto á bordo de los transportes americanos.
i65
Más de 3,000 rebeldes, en la totalidad de las fuerz.is revolu-
oíonarias en la parte Sur de la Isla, provincia de Santiago de
Cuba, se encuentran reconcentrados en ó cerca de Jaraguay.
Tres cuartas partes de éstos están armados de rifles modernos
pero están casi desnudos. La mayor parte de los insurrectos
están familiarizados con los métodos de guerra seguidos 'por
ios españoles y conocen todos los caminos y veredas por las
montañas. Con el objeto de protejer las avanzadas americanas
sobre Santiago, se envió un destacamento hacia Guantánamo
para dar la alarma en caso de que las tropas españolas inten-
tasen dar sorpresa ó efectuar una unión de las tropas de San-
tiago con las tropas del General Escario.
CAPITULO XIII.
La escuadra de Cámara en Oriente — Dificultades para continuar su ruta hacia
Filipinas. — Los americanos en Santiago. — Su ataque á la ciudad. — Épica
defen.sa de los españoles — Batallas de Caney, San Juan y Canosa. — Relato
de un testigo presencial. — Destrucción de la escuadra de Cervera. — Narra-
'!Í6n d-il Capitán Kvans del '<Iovva."
ablegramas fechados en Port Said, Egipto, el 30 de
liinio comunicaron que la poderosa escuadra españo-
la enviada para socorrer a los esforzados defensores
de Manila y mandada por el Almirante Cámara, se en-
contraba anclada en aquel puerto, en espera de proveerse de
carbón y obtener el permi.so necesario de la Compañía del Ca-
nal de Suez para atravesar este canal y navegar hacia el pun-
to de su destino Así era en efecto.
El Gobierno egipcio, sujeto al protectorado inglés, notificó
al Almirante Cámara que la presencia de .su escuadra en Port
.Said constituía una violación de las leyes sobre neutralidad, y
que en consecuencia los buques deberían hacerse á la mar. Al
mismo tiempo se ordenó al Gobernador de Port Said, que es^
torbase .su aprovisionamiento de carbón que hacía la flota, y
apremiase al Cónsul español para conseguir la salida de éste.
Circuló otra versión, relativa á que la flota de España no se
había podido proveer ,de carbón en Egipto, porque entre tanto
se negociaba el permiso del Gobierno para verificarlo, el Con
sul americano en Port Said había comprado 22,000 toneladas
de combustible que había en el puerto y constituían la total
existencia del artículo. Se añadía que los Estados Unidos po-
drían aprovechar este carbón para remitirlo al Comodoro De-
wey á Eilipinas, lo mismo que para conservar una parte, en
previsión de que lo necesitase la escuadra de Watson ó cual-
quiera buque americano.
1 68
Fuese cual fuera la causa, el Almirante español Cámara lu-
chaba con inmensas dificultades en su travesía ,y frente á í^ort
Said lleg() á resolver el abandono de sus torpederos, para qui-
reiíresaran á Europa y continuar hacia Manila con su escua-
dra muy debilitada. La siguiente nota oficial trasmitida d(^l
Cairo el mismo día puede dar idea de lo crítico de la situación.
Dice así-
<^Los buques de guerra españoles que comprenden la escua-
dra del Almirante Cámara están trasbordando el carbón traído
por los transportes españoles. El Gobierno ha notificado que
no puede permitir semejante operación y debe suspenderse in-
mediatamente. Al mismo tiempo ha notificado al Almirante
que deberá abandonar Port Said, pues el límite de 24 horas ya
se ha excedido considerablemente.
Por contestación á la notificación, los españoles dijeron que
sus buques necesitaban repararse y comenzaron á descargar el
carbón tomado á bordo con objeto de hacer las reparaciones.»
El í° de Julio los buques del, Almirante Cámara se habían
retirado del Puerto y entrado en el canal de San Francisco pa-
ra recibir earbón de los barcos españoles «Colón>' y «Covadon-
ga,^ entrados la víspera en el Canal de Suez. Lh operación del
transborde de combustible duró todo el día siguiente.
Entre tanto los acontecimientos en Cuba tomaban maycr im-
portancia cada día, preparándose lo primera acción que sería
decisiva en el éxito de la guerra. Desde el 2^ de junio el Ge-
neral Shafter, Comandante de la poderosa expedición ameri-
cana desembarcada en Santiago, avanzó al frente de una pe-
queña escolta hasta Caney, ciudad de poquísima importancia si-
tuada al Noroeste de Santiago El cuartel general fué estable-
cido en el campo no lejos de allí, y principiaron las disposicio-
nes para el combate haciendo adelantar los cañones de sitio ;i
la vanguardia; Bien pronto la línea americana quedó extendi-
da desde frente á Caney hasta frente á Santiago.
El 1° de Julio, avazaron sobre Santiago los americanos, alia-
dos con los insurretos al mando de Calixto García. El Gene-
ral Kent dirigió el ataque sobre Aguadores, en tanto que los
Generales Lawton y Wheeler, secundados por Calixto García
y el resto de divisiones del ejército americano, se arrojaban so-
bre Santiago. El combate fué terrible particularmente en Sevi-
lla punto cercano de Agimdores. Los españoles se batían como
leones sin desanimarse por la superioridad en el número, en las
armas, en las posiciones y aprovisionamiento que sobre ellos
tenían los americanos. La lucha comenzó por un ataque sobre
Caney punto de partida del camino carretero que va á Santiago
El estrago causado sobre las fuerzas del General americano
Kent^ sobre los cuales concentraron su fuego los españoicsjiuí
16^>
enorme, siendo preciso que los reforzaran* La wton, Wheeler y
García, para que aquellos se vieran obligados á ceder el terre-
no defendiéndolo paso á paso.
Las fuerzas de mar entre tanto, secundaban el ataque deno-
dadamente. Mientras el contra Almirante Sampson arrasaba
casi, con la superioridad de sus cañones y proj^ectiles colosales,
las baterías que acab aban de ser reconstruidas en el puerto, la
flota del Almirante español Cervera lanzaba una lluvia de me-
tralla sobre las tropas americanas. Al anochecer el Gobierno
de Washington era in formado de que los españoles cedían sus
posiciones después de batallar el día entero reñidamente, su-
friendo más de mil bajas el ejército americano. El «Vesubius*
disparando con dinamita, produjo el pánico entre los habitan-
tes de Santiago.
Fie aquí el parte oficial del General Shafter:
«He tenido recio combate hoy, el que duró desde las 8 a. m.
iiasta el obscurecer.
Hemos ocupado las trincheras exteriores del enemigo. No hay
más de tres cuartos de milla de distancia entre mis líneas y la
ciudad.
La división del General Lawton y la Brigada del General
Bates, ha estado combatiendo todo el día y á las cuatro de la
tiarde tomaron Caney.
Durante la noche estarán en marclia y avanzarán sobre San-
tiago.
Al amanecer nuestras tropas serán atrincheradas allí y con-
siderablemente reforzadas.
La batalla se continuará probablemente mañana al ama-
necer,
f.as pérdidas americanas son considerables. Algunos las cal-
culan en 1,000 entre muertos yheridos^^ (firmado) Shafter.
Con diferencia de pormenores el Gobierno de Madrid fué in-
formado de la batalla el mismo día, confirmando la fatal no-
ticia de haber sido rechazados los defensores de la Isla. En cuan-
to al número de bajas sufridas por los españoles se hacía lle-
gar á dos mil entre muertos y heridos, pero se aclaró después
que esta cifra era exajerada en una tercera parte á lo menos.
El 2 de Julio se reanudó el combate con ma3'or ardimiento, y
continuó el día entero Todavía sin que se tuviera noticia en
Washington del resultado, se recibió un mensaje del General
Shafter pidiendo al gobierno con toda urgencia que enviase un
trran refuerzo de médicos militares. Esta solicitud obsequiada
inmediatamente con el envío del buque hospital que llevaba
muchos cirujanos y aun tenía órdenes de recoger otros en
Fuerte Monroe. despertó la mayor ansiedad en toda la Unión
Americana, por saber el número de víctimas habidas en aque
(los dos días de incesante batallar.
170
El ejército americano combatió con firmeza con el propósito
de apoderarse de las posiciones españolas interiores.
La batería del Capitán Grimes bombardeó durante una hora
uno de los suburbios de la ciudad. La caballería de la división
del General Summer y la división del General Kent. avanza-
ron sobre la batería de San Juan al medio día, posesionándose
de ella antes de la puesta del sol. La división del General
Lawton y la batería del capitán Caprons desalojaron á los
españoles de Caney.
Los reíTimientos 6° y 16° atacaron las trincheras del lado
Este y después de reñida lucha tuvieron que ceder los espa-
ñoles, quiene^s se batieron en retirada hacia Santiajío.
La batería del Capitán Panckhurst situada sobre una loma
bombardeó la parte del Este de la ciudad de Santiasfo. Las lí-
neas de defensa españolas por ese lado quedaron completamen-
te destrozadas. Los españoles pelearon valientemente.
El parte del combate dirijido al Gobierno de Madrid, fué
concebido en los términos sií^uientes:
«El ejército del General Shafter compuesto de 17,000 hom-
bres de infantería y 82 cañones de sitio de varios calibres, ata-
có las posiciones españolas frente á Santiago, ayudado por
600 rebeldes al mando de Calixto García.
«Los españoles apenas contaban 6.000 hombres, la mayor
parte voluntarios. Nuestras tropas pelearon con her()ico valor,
r.a retirada se hizo en perfecto orden. Nuestras pérdidas son
considerables. Las del enemigo son enormes. La li.sta de nues-
tros heridos incluye al General Linares, Coronel Ordóñez y
Mayores Azaraz y Onejía.
«El ataque de los americanos sobre Caney fue severo La po-
sición estaba defendida por el General Yurn del Rey con 500
hombres. Al principio fué rechazado el enemigo, pero renovó
su ataque.»
Un despacho posterior dice: «Los americanos peleaban de
continuo. Los españoles se defendieron heroicamente. Núes
tros heridos son numerosos é incluyen al Oneral Vara del
Rey y al Mayor Domínguez.
La lucha se hace difícil, 2,000 españoles tienen que hacer
frente á 25,000 hombres del enemigo.»
El triunfo de los americanos en Santi;ig-o no estaba aun ase-
gurado, sin embargo. vSu posición no era tan ventajosa como la
de los españoles, y de haber continuado el sitio en estas condi
ciones, es probable que el ejército americano habría tenido qur-
reembarcarse antes que le llegaran refuerzos. Pero la fortuna
que en todo le fué contraria á la noble España durante est.'i gue-
rra, preparó las cosas de otro modo, como veremos adelante.
Por ahora reproducimos el siguiente informe del General Sha-
ter que prueba la verdad de esta aseveración.
«Playa del Este Junio 3.— Al Ministro de la Guerra. Was-
hington.—Nuestras tropas rodean la ciudad de Santiago por el
Norte y Este, aunque nuestra línea es débil. Al acercarnos á la
ciudad hemos encontrado que las defensas son tan poderosas
que me será imposible tomar la población por asalto con mis
fuerzas actuales. Nuestras brjas hasta hoy pueden ascender á
mil; pero aun no llegamos al fin. Poca enfermedad, fuera de in-
solación debido al extremado calor y las fatigas de la batalla,
que existe entre las tropas. El General Wheeler está gravemen-
te enfermo y hoy será conducido al hospital. El General Young
también se encuentra enfermo en cama. El General Hawckins
está ligeramente herido en un pié. La conducta y espíritu de.
nuestras tropas son magníficos.— Firmado (Shaftek.)*
II
Veamos ahora lo que pasaba en el campamento español.
Las trincheras americanas se habían construido durante los
días P 2 y 3 de Julio en el punto llamado el Portillo de Caney,
esta operación que para los españoles hubiera sido laboriosí-'
sima por encontrarse agotados por falta de alimentos resultó
fácil para los americanos que poseían unos aparatos, especie
de arados, con los cuales rápida y cómodamente removían la
tierra.
En los tres días se libraron combates aunque de poca dura-
ción.
El coronel español Aldea ocupaba con algunas fuerzas las
trincheras más avanzadas.
El día 2 pidió el enemigo parlamento.
• Los parlamentarios, dos ó tres oficiales, se avisaron prime-
ramente con Aldea. Pedían que fuese enviado á Santiago de
Cuba un oficial español conduciendo unos pliegos. Comenzó á
gestion<^rse ya entonces, por lo visto, la capitulación. Los plie-
gos fueron enviados, pero como no obstante eso continuasen
en el campamento americano los trabajos de fortificación y no
cesase contra las tropas españolas un nutrido tiroteo, el tenien-
te coronel de caballería Pascual Herrera Orzáis, que defendía
la segunda línea de defensas del Portillo, dio cuenta de tan in-
comprensible hecho al coronel Aldea.
Le ordenó éste que fuera sin pérdida de tiempo á conferen-
ciar con el jefe de Estado Mayor de las tropas americanas. A.^í
\o hizo el señor Herrera.
172
—Me sorprende y extraña— le dijo— que habiendo cesado
el fuego en las líneas españolas en virtud del parlamento por
vos pedido, continúen vuestras tropas no solo dedicándose á
ios trabajos de fortificación, lo cual es quebrantar cuanto las
leyes militares ordenan, sino también haciendo fuego.
El jefe americano mandó se suspendiesen aquellos trabajos
así como que cesasen los disparos.
Los referidos pliegos del ejército americano los recogió un
oficial español y lo llevó á su destino. Estaban dirigidos al
General Toral, que ya entonces asumía el mando de general en
jeja de la provincia.
El día 3 á las cuatro y media de la mañana, rompió el enemi-
go un nutrido fuego sobre las trincheras españolas en exten-
sión considerable; contestaron aquellas tropas con igual ener-
gía. El Portillo fué valientemente defendido. La artillería de
que disponían los españoles en el Portillo de Caney la forma-
ban ocho cañones, dos de tiro nápido y seis antiguos de los lla-
mados de plazií. En los tres días citados se hicieron con ellos
más de 300 disparos.
Los jefes americanos pidieron de nuevo parlamento al Gene-
neral Toral y un nuevo pliego le fué enviado. Aunque la sus-
pensión de las hostilidades duró hasta el día 10, los americanos
continuaban haciendo fortificaciones y cuando terminó el ar-
misticio ya habían colocado hasta bO cañones.
El memorable combate de Caney tuvo lugar el mismo día
que se verificó la batalla de Santiago.
Un testigo presencial español lo refiere de esta manera:
«Fué uno de los combates en que mayor heroísmo demostra
ron nuestras tropas.
El día 1^ de Julio á Iíjs 10 de la mañana comenzaron el ataqur
al pueblo las fuerzas yankees. Consistían éstas en dos colum
ñas perfectamente armadas y equipadas. Nuestras fuerzas,
mandadas por el heroico General Vara del Rey, no pasaban de
4f)3 hombres, que formaban 3 compañías del batallón de hi
Constitución y algunas guerrillas. Ni un solo cañón había eh
el poblado.
Los yankees en cambio tenían numerosas piezas de artilU-
ría y disponían también de caballería.
Roto el fuego con verdadaro encarnizamiento por ambas
partes, largo rato permaneció indeci.so el resultado. Sufrimos
dolorosas bajas pero los yankees las tenían también conside-
rables.
Era comandante militar de Caney el capitán de la guardia
civil D. Manuel Romero Villegas.
El mismo día 1^ comenzado ya el combate, se ofreció á ir
desde Santiago á desempeñar dicho cargo.
—En buen momento llega usted,— le dijo \^'^ra del Rey.
173
— Vengo voluntario, mi acneral—oontestó. -Hay que estar
á lo bueno y á lo malo.
Era Caney para el ejército yankee posición importantísiniíi,
un punto avanzado que convenía ocupar, arrasar hacer desa-
parecer, á fin de poder avanzar sobre Santiago de Cuba,
De ahí los desesperados esfuerzos que para defender hacían
nuestras tropas 3^ el empeño del enemigo en lanzarlas de allí.
El General Vara del Rey, jefe de las fuerzas, fué herido eñ
las dos piernas mientras practicaba un reconocimiento en per
sona en nuestras filas.
Prosiguió la lucha en el Caney encarnizadísima.
Hubo rasgos de valor por parte de nuestros soldados, mus-
grandes. Sin embargo, hubo que ceder ante el peso abrumador
de tantofe miles y tan continuo y nutrido fuego.
A las 4 de la tarde cuando los A53 hombres habían quedado
tan mermados en número, que solo una tercera parte existían,
se dispuso la retirada.
Por el camino del Cristo se dirigieron unos cuantos super-
vivientes con dirección á Santiago de Ctiba. Iba á su frente el
coronel Puñet. *
El resto de las destrozadas fuerzas marchó por el camino de
Cuevitas.
Por allí iban también para Santiago los camilleros que con-
ducían vivo aún entonces, pues sólo estaba herido en las pier-
nas, al General Vara del Rey. Era una tristísima comitiva.
Detrás de las camillas seguían unos 50 ó 60 soldados heridos,
Peños de sudor y de polvo, manando sangre las heridas recién
recibidas. Unos caminaban á pie, otros á caballo, en acémi-
las, etc., y muy pocos pudieron llegar á Santiago.
Los yankees, al ver desfilar á aquellos infelices no .se mo-
vieron á compasión, sino que lanzaron sobre ellos infinidad de
proyectiles.
Muchos cayeron muertos y algunos pocos, que no reeibie-
ron lesión alguna en el terrible combate anterior, fueron heri-
dos entonces.
El comandante militar de Cañe}' señor Romero Villegas, se
retiró el último cuando vio que ya no le quedaba que hacer
allí, montó á caballo y partió á galope para Santiago. Avan-
zó poco trecho; una bala de Mausser le atravesó de lado á lado
penetrándole pgr un homóplato. Dos balas mataron á su caba-
llo y éste y suj[inete rodaron por el suelo.
Acudieron algunos soldados norteamericanos y un oficial y
el señor Romero fué reducido á prisión; le condujeron á un
vivac del campamento de los yankees y le curaron con la ma-
yor solicitud 3' esmero dos médicos del ejército. Sólo le hicie-
ron prisionero para poder curarlo.
Í74
En el mismo vivac á que fué llevado halló el señor Romero
<1 30 españoles heridos también en el recién terminado comba-
te de Caney.
Figuraba entre ellos don Antonio Vara del Rey, hermano y
ayudante del bravo j^eneral que acababa de fallecer. Pero él
sobrevivió.
También estaba allí herido el encargado de la estación tele-
irráfica del Caney señor Manzano, que se había batido con de-
nuedo.
Fueron trasladados al siguiente día al Hospital de sangre
que la Cruz Roja yankee tenía establecido en la iglesia del Ca-
En la acción de este nombre fallecieron, además del General
don Joaquín Vara del Rey, los comandantes don Rodrigo Agüe-
ro y don Rafael Aragón, el capitán don Antonio X'ara del Rey
y los tenientes don P2duardo Domínguez, también ayudante
del general; don Alfredo Vara del Rey, sobrino de éste, don
Pedro Fuentes, don Manuel Morales, don Antonio Rubio, don
Segundo Llanes, don José .Marquínez y don Enrique Casadavah
Por su herojsmo merece especial recuerdo el factor del Ca-
ney señor Garay, que combatió en primera línea y murió he-
roicamente. Recibió tres balazos.
Resultaron heridos de más ó menos cuidado los capitanes
don Manuel Romero Villegas, don Isidro Arias y don Baldo-
mcro Vigo, y los segundos tenientes, don Inocencio Rojo, don
Antonio Martínez, don Domingo Murillo, don Manuel Estévez,
don Lorenzo Salinas y don Domingo Muñoz, éste último de las
guerrillas volantes.
El médico militar don Ángel Rodríguez fué también herido
cuando se dedicaba á practicar la curación de un soldado en el
mismo campo de batalla.
El testigo presencial citado prosigue así su narración:
«Los yankees también tuvieron pérdidas importantes: confe-
saron ellos mismos haber tenido más de 1,500 bajas entre muer-
tos y heridos.
Nuestras tropas gastaron en el combate del Caney, que como
dejo dicho dun') 10 horas, 80,000 cartuchos Mausser y Re-
mington-
En el hospital de sangre de la Cruz Roja^ permanecieron los
heridos españoles hasta el día 5 de julio.
El enemigo había tenido muchas bajas en el Caney y el ata-
que á Santiago de Cuba, realizados ambos en un mismo día, y
necesitaba de todos los médicos; resolvióse por esto á enviar
nuestros heridos á Santiago de Cuba, para que allí fuesen cui-
dados, fué un acto de humanidad que mucho agradecieron los
pobres enfermos.
175
El General yanqui envió un oficial á participar al General
gobernador de Santiago si quería recogerlos, se le contestó
afirmativamente y el traslado se verificó.
Fueron llevados los heridos á nuestro campo en carros faci^
litados por los yanquis; estos carros eran unas amplias, cómo-
das y excelentes ambulancias arrastradas por poderosos caba-
llos percherones.
Entregados los heridos á las autondades españolas los yan-
quis se retiraron.
No había en el Caney ni en las inmediaciones de Santiago
alambradas para facilitar el paso. SeJ|abían en un principio
colocado contra los insurrectos cubanos, pero se les hizo desa-
parecer por inútiles al desembarcar los yanquis, para poder
construir trincheras.
Fué el combate del Caney uno de los más sañudos en la guerra.
Un detalle: defendió aquel punto el batallón de la Constitu
ción, núm. 29, y fué tal su heroísmo que los soldados yanquis,
terminando el ataque, disputaban comprar los números de
metal dorado, distintivo de dicho cuerpo que los individuos del
mismo Uevaban en las solapas de las blusas ó chaquetas de ra
yadillo.
—¡Oh, Constitución! ¡Oh, Caney\ exclamaban— r5/o ser n ■
cnerdo.
Allí tuvieron los norteamericanos muchas bajas: hubo bata
llón que quedó reducido á 12 hombres y un oficial; las núes
tras fueron también muy dolorosas.
El Caney estaba defendido por 400 hombres, la división yan
qui que atacaba el poblado se componía de más de 12,000
hombres.
En cuanto á la muerte del General Vara del Rey nos dijeron
que recorría con una pequeña columna el día 1° todas las avan
zadas, cuando en un encuetro fué herido en las dos piernas.
Se retiraba con sus tropas é iba en una camilla después de ha
ber sido curado, cuando los yanquis recrudecieron el ataque
con ímpetu. Mataron á los camilleros que lo conducían y á un
sobrino del General que era ayudante suyo é hirieron también
gravemente al capitán ayudante, hermano del General y lla-
mado don Antonio.
El bravo Vara del Rey recibió un balazo más. El proyectil
le penetró por un ojo.
Las fuerzas se retiraron como pudieron, )' el cadáver, con
otros muchos, quedó abandonado, le recogieron los yanquis y
le dieron sepultura en un camino.
Después, cuando supieron de quien se trataba, lo desente-
rraron y lo condujeron al Cementerio de Caney y le tributaron
los honores de ordenanza.
Tuvieron los j-anquis en el ataque á Caney, muchísimas bajas.
l^6
No pueden convencerse de que había allí defendiendo el po-
blado 400 hombres nada más; creían que eran algunos miles.»
Circuló la noticia, creída todavía mucho tiempo después de
la guerra, de que el General Pando al trente de b,000 hombres
acudía en auxilio del General Linares, á marchas forzadas. Es-
to era inexacto.
Los esperados refuer/os salieron el 22deJunlo de Manzanillo
en medias brigadas, una mandada por el General Ruiz Rañoy
y compuesta por los batallones de Puerto Rico y Alcántara, y
ía otra por Escario con el regimiento de Isabel lá Católica y el
batallón de Andalucía, alternando en ir á vanguardia y á reta-
guardia-
Al llegar á Bayamo se enteraron de que estaba ocupada por
los insurrectos.
El General Rañoy se ofreció á tomar la población y después
de haberse nombrado veinte hombres de cada batallón con es-
te objeto, apoyado por 400 caballos y otras fuerzas de reserva
dio el asalto con buen éxito. Los insurrectos apenas presenta-
ron resistencia.
• Las fuerzas españolas continuaron su marcha tomando des-
de Figuani hasta Palma Soríano todas las posiciones" de los
insurectos.
Sin embargo, cuando se pusieron á las órdenes de 'J'oral es-
tos refuerzos, puede decirse que ya era tarde: las negociaciones
para la capitulación estaban casi terminadas.
Las fuerzas que defendían á Santiago cuando el Cjencral \'a-
ra del Rey fué muerto, sólo eran 3,000 hombres.
Posteriormente llegó el coronel Aldea con 1,000 soldados;
Escario con 5,000 y Rui^ Rañoy con 2,000.
Se reconcentraron además allí otros 2,000 y pico de soldados,
que guarnecían los fuertes de los alrrededores.
Había un total de ll/>00 hombres.
ill
El relato de un testigo presencial que tomó parte en la bata-
lla, en el ejército español, continúa de esta manera, hablando
de los combates de San Juan y Canosa:
«Estos dos combates fueron verdaderamente terribles.
Sólo puede compararse la defensa heroica que de las trinche-
ras situadas en las lomas de San Juan y Canosa hicieron un
puñado de valientes, con la que del poblado de Caney llevaron
á cabo con un coraje y un denuedo que asombraron al enemi-
go, otros cuantos valerosos soldados.
177
Como ya lievo dicho, ambos importantes combales, los priii*
cipales que en la campaña hubo, ocurrieron en un mismo día.
Divididos los norte americanos en dos numerosas divisiones,
atacaron simultáneamente, en compactas masas, con tropas de
refresco 3' abundante artillería al Caney y á las trincheras de
San Juan.
■ Estas dominaban ;í Santiago y constituían con las del fuer-
ce de Canosa su principal ó mejor aún, su única deíensa.
Roto el fuego á las seis de la mañana en Caney se corrió á
San Juan.
A las diez de la mañana comenzó aquí el ataque.
Sólo hábia emplazadas en estas trincheras dos piezas de mon-
taña, de tiro rápido.
Estíiban allí Ordoñez y el General Linares con su ayudante
señor Arraiz y defendían las trincheras la tercera compañía de
Puerto Rico, segunda de Talavera y 18 caballos de este últi-
mo cuerpo.
Comenzó el ataque.
Por una parte y por otra .'-e hacía un fuego horroroso. Los
yanquis avanzaban casi á paso ligero, baja la cabeza y con el
fusil preparado; los que iban á vanguardia disparaban; los de-
más adelantaban sin soltar un tiro apresuradamente, dando
estentóreos ¡burras!
Les hacen nuestros soldados la justicia de reconocer que se
batieron entonces como unos valientes.
La defensa de la trinchera fué heroica. El fuego de fusilería
era nutridísimo, incesante, pero no bastaba á contener la vio-
lenta é impetuosa arremetida de los norteamericanos; estuvie-
ron éstos á raya sin embargo, sin poder avanzar un paso, re-
volviéndose inútilmente y sufriendo no pocas bajas merced á
los certeros disparos que con las dos piezas de montaña se les
hacían.
Dirigía personalmente el fuego en estas baterías el coronel
Ordoñez.
Tenían los yanquis entonces admirablemente situadas, seis
piezas rodadas de 12 y hacían con ellas mortífero fuego, su de-
seo era desmontar nuestros dos cañones, mas no lo consiguie-
ron; mataron, sin embargo, al capitán y á los dos oficiales que
allí estaban, quienes cayeron al pié de los cañones sin dejar de
exitar álos soldados y de repetir aim en el estertor de la agonía.
— ¡Euego! ¡Fuego!
Desgraciadamente los cañones callaron, las dificultades que
los N^anqtiis tenían para avanzar fueron menores. Se habían
acabado las municiones de las dos bocas de fuego, que queda-
ron ya inútiles.
Ocurrió esto á las tre.> de la tarde.
178
l*;ícíl es suponer la rabia, la desesperaeión de los soldados,
sobre todos de los artilleros. Los yanquis earifaron furiosa-
mente.
Comenzaba á evacuar la trinchera la compañía de Puerto
Rico que estaba mermadísima; habían muerto el capitán y los
dos oficiales que la mandaban, por lo cual dispuso que pasase
á la sejrunda línea de fuego, ó sea á las trincheras del frente
Caney, que estaban detrás de la de San Juan.
De un balazo fué muerto entonces el teniente de Talavera
señor Valle.
Quería el enemigo apoderarse de los dos cañones, que ya no
disparaban. Nuestos soldados se lanzaron sobre uno de los ca-
ñones, lo desmontaron presurosos y abriéndose paso escapa-
ron con él, llevándoselo sobre sus hombros, no obstante estar
rendidos de fatiga. El otro cañ<3n quedó en podcT de los nor-
teamericanos.
Fué imposible hacer más.
Los yanquis ocuparon la trinchera medio destruida ya, y lle-
na de cadáveres de uno y otro ejército, el/fc^ando sobre un mu-
ro una bandera.
Continuó luego el ataque en la Segunda línía de fuego, en
las trincheras de Canosa, donde murió el Coronel Bustamante
y el comandante Manso, y salieron heridos Linares, su ayu-
dante Arraiz y otros.
La trinchera de las lomas de Cano.sa era muy tj^tensa. La
defendían dos compañías de Talavera y hasta mucho tiempo
después no .se envió allí ningún refuerzo.
A la primera descarga muri<!) el capitán señor Manso, de un
balazo en un ojo, mandando dos oficiales y ochenta soldados,
Del hospital Je Santiago se enviaron entonces á la finche-
ra 185 soldados, que apenas se hallaban convalecientes de sus
heridas, y una guerrilla movilizada,
Cayeron heridos sucesivamente el comandante señor Busto
el teniente .señor Bolívar.
Linares se paseaba examinando el campo desdeña meseta
de la trinchera y de pronto se acercó á unos oficiales, á pié^ y
les dijo:
Estoy herido, pero no importa; vosotros seréis los defenso-
res de la plaza.
Cuando estábamos quebrantados en absoluto y habíamos
gastado dos cajas grandes de municiones, llegaron una compa-
ñía de Puerto Rico y una sección de marina desemb ircada de
la escuadra y mandada por un señor Bustamante.
Anocheció y se suspendió el fuego, que .se hizo al siguiente día
más horroroso. La sección de maricos se batió con verdadero
coraje.' de 600 hombres de que constaba sólo quedaron unos 30
179
Había ordenado eí jefe Bustamantc al capitán González que
llevase la fuerza de marina en ayuda de Talavera. Cuando Gon-
zález se acercó á él poco tiempo después y le decía, mi coronel
está cumplida la orden, recibió Bustamante un balazo.
El coronel del batallón de Simancas, D. José Raquero Mar-
tínez, jefe de un sector de trichera, desapareció entre los es-
combros al estallar allí una granada.
No ha vuelto á saberse de él.
La trinchera de Canosa no llegó á rendirse; se suspendió el
fuego en virtud de órdenes del general Toral al hacerse la ca-
pitulación. Sólo entonces pudieron ocuparla los yankees.
Por la noche antes de entregarla, quisieron tomarla sorpren-
diendo á sus defensores algunas fuerzas de caballería, y aunque
loofraron penetrar fueron rechazados á bayonetazos.
Cuando toda lucha hubo terminado, los soldados 3'ankees se
acercaban á los nuestros, á saludarles y felicitarles dándoles al
propio tiempo rof), pan y otros víveres.*
IV
X'amos á referir ahora el acontecimiento más desastroso de
c-^ta guerra, el que fué causa de la terminación de ella, porque
d:ó fin se puede decir al pod.^r naval de España, y el que como
más inverosímil fué recibido por todos los que ansiaban el
triunfo del derecho sobre la fuerza. Desde el lunes 4 de Julio
comenzó á circular rápidamente en esta ciudad la infausta no-
ticia de que la escuadra española, surta en la Bahía de Santia-
go al mando del Almirante Cervera, había sido destruida to-
talmente por los americanos, que se encontraban frente á ella,
y á las órdenes del Contralmirante Sampson y el Comodoro
Sheley. Tan magna, tan inesperada, tan irreparable era aque-
lla catástrofe, que nadie quería creer en ella. ¿Cómo podía ser
que Cervera tan hábil marino y tan valiente soldado, conocien-
do fielmente la situación de su flota y la superioridad del ene-
migo, se hubiese lanzado en una aventura tan descabellada,
como era la de abandonar la bahía custodiada por acorazados
poderosísimos y cuyos cañones lanzaban proyectiles de una
potencia verdr.deramente irresistible? Y sin embargo así fué.
Violentado por superiores órdenes, que la disciplina le prohibía
discutir (1) el bizarfD Almirante esp mol se lanzó á la mar en
(l) He aquí la correspondencia oficial cambiada antea de la salida de Cervera.
En ella 8¿ vé que el Almirante tuvo que ceder ante lo inevitable, aunque su con-
vicción era de que al abandonar el puerto de Santiago sería aniquilado con su es-
cuadra.
"Habana. Junio 23. — Cervera, Santiag'o.— El Capitán General nrie informa que
tanto la ciudad como su escuadra, están ya tan escasos de provisiones, que ten-
drá que limitar las raciones de los marinos á frijoles, y de los soldados á arroz: y
que aún en este caso las provisiones no durarán mucho tiempo. Siendo la situa-
cióa tan gfvave. puede resultar que por falta de provisiones la ciudad tendrá que
1 8o
pleno Jí,i, con todas sus embarcaciones, sin otro anhelo que
cumplir con su deber, sin otra espectativa que morir pe'lcando.
Kl día 4 fué conocido aquí un boletín publicado en Washing-
ton el día anterior, conteniendo el siguiente parte oficial:
«La escuadra española intentó escapar de la bahía de San-
tiago á las 9. 30 de la mañana de ayer. A las dos de la tarde el
«Cristóbal Colón" encalló i\ sesenta millas al Oeste de Santia-
go, arrió su bandera v se rindió.
rendir.qe ó ser abandonada por la guarnición, marchando al Este en cuyo casa
con U eaiCHsez do provisiones en la escuadra, el puerto bloqueado y la ciudad en
podir del enemigro, su sifuación sería en extremo gravf; antea qi^ psto suceda
deseo qu« usted me informe Hetalladameníe sobre la situación. H • pedido al Co-
mandante de la estación naval que rinda parte, y he sabido que el bloqueo aiin en
la nocho, es tan estricto que no hay posibilidad de forzarlo: sin embargo, es nece-
sario hacer algo Procuraré enviar á usted tres ó cuatro buques. P^ro sería con-
veniente queuoted se comunicara conmigo pues no deseo hacer nada sin consul-
tar con usted. La situación tiene que ^er más clara para usted que p^ra mí, pues
está en el sitio de los acontecimientos, y si usted vé manera alguna de mojorar la
situación, le ruego que nr»»' informe lo más pronto que le sea posible. — "Mante-
rola."
"Santiago Junio 24. — Almirante Manterola, Apostadero Habana. — Mi opi-
nión es que serí» impo-^ible ptra los buques en el puerto, forzar el bloqueo. Las
provisiones que tenemos á bordo alcanzarán para todo el mes de Julio; pero creo
que para esa fecha el sitio habrá concluido; están sembrando torpedos Bus-
tamante: pero hay todavía una entrada al Piste del cabo Smith. Mis felicitacio-
nes nor el brillante combate del "Isabel 11." — "CJervera."
"Habana Junio 24de9'?- — (ieneral Linares. — Santiago. — Diga usted al Almi
rante Cerrera que despo conocer su opinión acerca de U situación y sus planes de
campaña. Dígale también, que yo creo debo d< jar ese punto tan prontj) como pue-
da é ir á donde le parezca más oportuno, porque su posición en ese puerto, á mi
nodo de pensar, es excesivamente peligrosa.
La noche pasada había solo si-te buques allí, mientras que en Cienfuegos ha-
bía tres y aquí nueve, á pesar de lo cual el "Montevideo" y el "Santo Domingo"
que salieron á las dos de la mañana, pudieron for/ar el bloqueo con facilidad. —
"Klanco."
"Madrid Junio 24 de9^ — Gipitán (leneral Blanco —Habana —Estando redu-
cida la escuadra bloqueadora á siete buques en Santiago, el gobierno piensa que
es una excelente ocasión para que nuesrra escuadra pueda huir. — Correa."
"Santiago Junio ^S de 9<. — Capitán General Blanco, — (Por intermedio del Al-
mirante Manterola. Jefe del Apostadero) — Habana— Desde el último despacho
de usted, he recibido una carta del General Linares, trasmitiéndome un
despacho de usted en el que me pide mi parecer acerca de la situación En mi
primera carta indicaba cual era, y en la presente ocasión entraré en detalles. No
es cierto que la escuadra bloqueadora haya sido nuncí reducida á solo siete bu-
ques; y aún cuando a-<í fuera los seis orincipales solamente, representan una fuer-
za tres veces mavor que la mía Lv falta de cañones de gran alcance en las forti-
ficaciones á la entrada del puerto, nos impide mantener los buQ'ies americanos á
gran distancia. Por tal razón, sucede que están siempre á la boca del puerto y con
sus poderosos focos de luz hacen para mí imposible escapar sin presentar batalla
y derrotarlos: ¿ mi juicio cualquiera tentativa para dejar este puerto, traería con-
sigo de un modo seguro, la pérdida de la escuadra, la muerte de casi toda la tri-
pulación, cosa que yo nunca tomaré bajo mi responsabilidad; pero si usted lo or-
fiena, lo ejecutaré. A mi modo de pensar, la pérdida de la escuadra era segura des-
de que se me ordenó venir aquí, así es que la gravedad de la situación presente,
no me causa sorpresa. Usted ordenará si debo ó no, ir á este sacrificio que yo creo
será inútil. — "Cervera."
"Smtiago. Junio 25 de 98. —Capitán General Blanco, Habana.— El Gobierno
me ordena ponerme bajo sus órdenes conforme al decreto de Noviembre 13 de
1872, lo que hago con el mayor placer, pues tal es mi deber y daré á Ud. deta-
1 les acerca de las condiciones de la escuadra:
i8i
El«Infanta María Teresa^^ "Oquendo" y "Vizcaya" se vieron
obligados á encallar, fueron incendiados, siendo después vola-
dos por los cañones de nuestros buques como á veinte millas
distante de Santiago.
El «Furor» y el «Plutón-> fueron destruidos á veinticuatro
millas del puerto .
Nuestras bajas consisten en un muerto y dos heridos.
De tres mil proyectiles para loa cañonea Ilontoria de catorce centímetros so-
lo seiscientos veinte están útiles. Los otros se encuentran absolutamente inúti-
les, no habiendo'sido reemplazados p£ir otros buenos, á causa de la falta de me-
dios cuando salimos de España. Dos cañones Honroria de catorce centímeti'os
del "Oquendo" no están buenos y he ordenado que sean cambiados: un gran nú-
mero de espoletas están fuera de servicio. Al "Colón" le falta su batería princi-
pal. El fondo del "Vizcaya'' rstá sucio y ha perdido su velocidad. El "María
Teresa" tiene pocos cañones útiles y Ion del 'Vizcaya* y "Oquendo" casi no tie-
nen parque. Además, tenemos muy poco carbón y provisiones para el mes de Ju-
lio. La escuadra del bloqueo es cuatro vec^'s superior. Por tales motivos, nu<stra
tentativa para dejar este puerto, significaría nuestra inmediata, segrura y absolu-
ta destrucción. Una graa parte de mis marineros está en tierra reforzJfndn la
guarnición de la ciudad. El día 23 consideré como un dt ber mío enviar al Go-
bierno los informes contenidos en el siguiente telegrama. "El enemigo está en
el mar, ha capturado Baiquirí, Hoy capturará seguramente Siboney á (.esar de la
brillante defens-a que se sostendrá. Ayer cinco batallones salieron de Manzanillo,
llegarán á tiempo para prolongar la agonía porque dudo mucho que sean capa-
ces de salvar la ciudad. Como es absolutamente imposible para la escuadra esca-
par bajo tales circunstancias, espero resistir con todas mis fuerzas, en caso de ne-
cesidad, y destruir los buques como último recurso." Esta es la expresión de mi
parecer que está de acuerdo con la de los comandantes de todos mis buques. Espe-
ro instrucciones. — "Cervera."
"Madrid. Junio 26 de 98— -Capitán General Blanco- Habana— El Gobier-
no creo que en la primera oportunidad todos los buques de la escuadra ó
aquellos cuyas condiciones ofrezcan la esperanza de poder salvarse, dejen
el puerto y que se dé al Almirante entera libertad para seguir la direc-
ción que le parezca — Correa."
"Habana, Junio 26 de 98.— Almirante Cervera. — Santiago. — Recibí sus dos
telegramas. Correspondo altamente á la satisfacción que expiesa usted al
ser puesto bajo mis órdenes, me considero muy hoi rado y deseo que me con-
sidere más como compañero que como jefe Me parece que usted ex; gera
un poco las dificaltades para salir de Santiag >. No hay necesidad de pelear.
Todo lo que se le pide á usted es salir de la prisión en que la escuadra se
encuentra, y no creo que esto sea imposible si usted se aprovecha de cir-
cunstancias oportunas tales como una ni che obscura, un tienapo tempestuo-
so, etc. Así podrá usted burlar la vigilancia del enemigo y tomar el camino
que mejor estime. Además, en caso de que sea sorprendido, recuerde que la
puntería es incierta en la noche y aunque los buques sufran algunas averias,
éstas no serán de importancia cuando se tiene en consideración la salvación
de la escuadra. Usted me dice que la pérdida de Santiago es pegara en cuyo
caso usted destruiría á la escuadra, y esta es mayor razón para que usted
intente salir puesto que es siempre preferible para un solíiado sucumbir
en la batalla, cuando tiene muchas probabilidades de éxito. Por otra parte,
la destrucción de los buques no es de ningún modo segura, puesto que
pudiera suceder, como pasó en la Habana el siglo pasado, cuando los ingle-
ses impusieron como condición para la capitulación, la entrega de la es-
cuadra que estaba encerrada en ese puerto. Por mi parte repito, pienso que
sería muy difícil, aun admitiendo la superioridad do los buques enemigos,
que saliendo en una noche obscura y aprovechando una buena oportunidad
como la partida ó reducción temporal de la escuadra enemiga, nuestros bu-
l82
í-as bajas al enemigo se cuentan por cientos, y mil trecientos
pricionf^ros que se encuentran á bordo de mis buques Entre
los prisioneros se encuentra el Almirante Cervera. (Firmado. )
Sanipson.»
Gran parte de la colonia española de México, y los numerosos
simpatizadores con quien cuenta la causa, de España, se nenia-
ban á dar crédito á la noticia, con tanta más razón, cuan-
que.s sufrieran erande^ daños. Una prueba de esto, es la salida de aquí de
"Kl Mt)nteviíieo" y del "Santo Domingo" á pesar de los nueve buques blo-
quea-lores; la salida del "Purísima Concepción" y la Ileffada del "Reina
Cri^'^tina" á Cienfuegos cuando había treí> buques enemip;os. Si sus buques
fueran capturados de al^ún modo en cualquier puerto cubano, el efecto en
todo el mund , sería desastroso y la guerra se consideraría terminada en
favor tlel enemi'jro. En e^tos momentos todas las nacione-; de la tierra tie-
nen fija la mirada en !a escuadra de usted; en ella está encerrado el ho-.or
dft la nación como estoy seguto de que usted comprende. K,l (iobieroo es de
la uüsin i opinión; l.i >itudción no me ofrece ninguna duda, porque yo tengo
grao cOiiíiaoza en el éxito. Dejo c mipletamente á la disoreción de usted
el curso que seguirá, auo cuando varios buques tengan que ser sacrificadf;8.
Como una señal favorable, debo decir á usted ([ue el Capitán del crucero al^niAn
"Gier," ha ex])resado la opinión de que la escuadra puede efectuar la salida «It
8antÍAg> .sin ex aonerse agrandes p-ligros. — Blanco."
"Santiago. Junio 27 de 9* — Capitán General Blanco. — Habana — Su tfdograma
/le »ver obra en mi poder. .Muchas gracias por sus cariñosa^? frases. Debería yo
inclinarme ante su opinión sin discutirla, habiéndole ya comunicado mi opinión.
«l« Süués á»' madura rff exión. Siempre he creído que existen otros marinos mas
(•omp»*t<'ntes que yo, y mucho siento que ninguno d-^ello^ pueda reñir para tomar
f-1 mando de esta escuadra, haciéndome su subordinado. Considero su telegrai;,;»
como una orden para salir de la rada, y en tal virtud solicitaré del General Lina-
res que vuelvan á en ha rcarse las fuerzas que saltaron atierra, de confornui-kH
«.'on las órdenes de usted.
Ruego á usted 'e sirva confirmar la ord^-n de salida del puerto, porque no está
asentada en términos < xplícitos. y mucho me apenaría el no interpretar sus
¿rdenes correctamente — "Cerrera."
Santiago. Junio 28 de 9ci. — Capitán General Blanco. — Habana. — Ks imposible
reembarcar las fuerzas de la escuadra del Almirante Cervera hasta que lleguen
los r»^luerzo8. — 'Linares."
Habana, Junio 28 de Q-^.— Almirante Cerrera —San ti aeo.— Deseo mejorar
todo lo posible la sitúa -ion de Santiago. Estoy haciendo todo lo humanamente
posible. 4>ara enviar á ust»'d provisiones, y si puedo hacerlo le enriaré refuerzos
para de esta suerte prolonear la defensa y tal vf z lograr que se levante el sitio
de la plaza, que dará por último resultado el salvamento de la escuadra. En caso
de no poder enviarle los rtfuer/.os, tendrá usted que abandonar el puerto á pes^r
de las ditícultades que s^ presentan Mi resolución es, que permanezca la esruí»-
dra en esc' puerto hasra que lleguen ias raciones, esperando una oportunidad
propicia para abandonarlo, partiendo para donde u?t<'d crea más convenient*;
pero en raso de que las cosas se compliquen, aún al punto de creer que la caída
de Santiago es inminente, la escuadra d»'berá partirjnmediatamente de la ma-
nera que s"a posible, y su destino será determinado por usted y los dignos co-
mandanres de los buques, que no dudo confirmarán con sus actos la reputación
de que gozan. — "Blanco."'
* í»antiae:o. Junio 28 de Qí^ —Capítáw General Blanco. — Habana. — R-cibí "U
telegrama. Favor de repetirlo desde !a palabra "grave" hasta el tin de la oración,
pues no lo he conii)r.'ndido l»i"n repecto á ese punto Todas sus órdenes serán
cun)plidas í-ouio im ji r sea posible, á pesar del hecho que la escasez de carb-in io
hará difícil. E-<to8 buqu s necesitan doct- horas para cHlentarse y si permanee- n
encendidos para pern.itirles aiirovechar la primera oportunidad para salir ib 1
puerto, quemarán á ra/.ón de quince tonela<las diarias de carbón cada uno. Sin
»;iiib»riro, creo haber interpretado la signiticación de sus órdenes, que es, si tengo
183
to que en algunos cablegramas de Europa se afirmaba que la
escuadra de Cervera había logrado escapar de la bahía de San-
tiago, después de un combate furioso con los barcos americí -
nos, dirigiéndose á todo vapor hacia el OevSte. En Madrid mis-
mo prevaleció con tal insistencia esta noticia que hubo públicas
manifestaciones de regocijo para celebrarla. Pero el siguiente
cablegrama de la Prensa Asociada no dejó lugar á ninguna
duda.
«Madrid, Julio v5.— El Presidente del Consejo de Ministros,
Señor Sagasta, anuncia oficialmente que la escuadra del Al-
mirante Cervera ha sido derrotada; que el «Almirante Oquen-
do» fué incendiado; el «Infanta María Teresa^* echado á pique,
y que el almirante Cervera es hoy prisionero de guerra de los
americanos.*
He aquí los detalles del combate:
Cuando Cervera hubo recibido el día 2 de Julio la ratifica-
ción de la orden dada por el General Blanco para que saliera
de la bahía, se dispuso á la fuga.
Hubiera emprendido la marcha por la noche, según el creyó .
más conveniente, pero el General Linares le /rdenó que no-
saliera sino hasta el día siguiente á las nueve de la mañana
una oportunidad favorable, In. aproveche de la mejor manera posible y sí no, á al-
tinia íiora habré de salir del puerto aún á pesar de que la perdida de la escuadra
sera int'vitable. — "Cervera."
Habana, Julio I "^ de 98. — Almiranre Cerrera. — Santiago. — He tenido noticia
dei avance del enemigo á pesar de los heroicos esfuerzos de dtfensa de las tropas
en Santiago, .y de acu*'rdo con las instrucciones del Gobierno, usted debe reem-
barcar á aquellos de sus tripulantes que desembarcaron, y aprovecharse de la
prin^era oportunidad para salir del puerto con todos sus buques. Tomará usted
la ruta que usred crea más conveniente, y queda usted autorizado para dejar en
ol puerto aquellos buques, que por razón de su poco andar ú otras razones, no
tendrían la posibilidad de escapar. Debo informar á usted que en Cienfuegoa,
solamente haj rres buques enemigos bloqueando el puerto, y frente á la Habana
hay nu( ve, ninguno de ellos de importancia. — 'Blanco.'
Santiago, Julio 1 "-^ de 98. — Capitán General Blanco. — Habana- — Como con-
tinuación de mi telegrama de ayer, debo informar á usted que el General Lina-
res me contesta que no puede devolverme mis marinos porque ocupan posiciones
á lo largo de la línea de fuego y en bs trinchi-ras. y que si se retiran, los ameri-
canos po'lrían avanzar por los puritos vacados. Sin estos marinos la escuadra
no podrá salir del puerto. Espero nuevas instrucciones de usted. — "Cervera."
"Santiago, Julio 1^ de 98 — Gapitán General Blanco — Habana. — Por con-
ducto del General Toral tiene usted noticia del combate de hoy. El General To-
ral opina que si se retiran mis marinos de ios puntos que ocupan, resultaría la
caida de Santiago; y sin ellos no puedo in'^entar escapar. Mi opinión es la mis-
ma que la del General Toral, y nuestra salida sería en ese caso una fuga. Mis Ca-
pitanes opinan de la misma manera. Envíe las Instrucciones que pedí. "Cervera."
"Habana, Julio 2 de 93. — Almirante Cervera. — Santiago. — Embarque con toda
prisa sus marinos y salga del puerto inmediatamente con la escuadra. — Blanco."
(Con su puño y letra, el General Blaneo agregó al despacho las siguientes pa-
labras que escribió á la vuelta del telegrama: "Doce horas solamente son necesa-
rias para que Cervera se alíete.)"
Madrid. Julio ó. — Capitán General Blanco. — Habana.
Las instrucciones dadas al Almirante Cervera se aprueban. — "Correa.,,
i84
hora en que podría sorprender á los marinos americanos, quie-
nes, por ser domingo, estarían entregados á los oficios divinos.
Así, pues, á la hora convenida y aprovechando la ausencia
del Almirante Sampson que había abandonado momentánea-
mente la escuadra bloqueadora á bordo del «Xew York,» para
ir á inspeccionar las operaciones militares en Santiago, se hizo
en el buque iusignia la señal de ponerse en marcha, y á las
nueve en punto la escuadra española abandonaba el puerto de
Santiago donde había permanecido seis semanas.
Encabezaba el desfile de la flota el «María Teresa,» buque
iasignia; le seguían por orden el «Vizcaxí-a,» el «Colón» y el
«Oquendo* como á un cable de distanci i uno de otro, y los c;i-
-atorpederos «Plutón» y <^Furor.s
Pasó el «Teresa» sin dificultad, lo mismo que el resto d-- l;i
escuadra, el obstáculo que se había creído presentaría el NK-
rrimac,» hundido por el teniente Hobson, pocos días ames.
La posición de la escuadra de Sampson era un semicírculo
fjrmado por el «Brroklyn,* «Texas,» «lova,^ «Oregón,» «In-
diana» y »Gloucester,* El -^New York,» navio Almirante, for-
maba entre el -J3rooklyn> y el «Texas,» pero á la hora del
combate se hallaba ausente, según hemos dicho. Igualmente
el «Massachusetts» y el <Marblehead» se hallaban en Guaniá-
namo.
Cuando el Almirante Cervera se convenció de que había
sido descubierto por los navios enemigos, que aparecían al
frente, formando un cerco de ocho millas, dio orden de que su
buque rompiera el fuego. Todos los demás caminaban con toda
la fuerza de sus máquinas, tratando, ante todo, de escapar.
Los navios bloqueadores que habían descubierto á los bu-
ques enemigos desde su aparición en la boca del canal, se mo-
vían también á toda máquina para ponerse en línea de com-
bate.
El Comodoro Schley. que tripulaba el «Broklyn,» en ausen-
cia del Almirante Sampson, asumió el mando, á la vez que el
«Resolute» partía, con toda su velocidad, á dar parte al Almi-
rante Sampson de que el enemigo pretendía alejars» .
Una vez fuera de la rada los buques españoles trataron d
escapar, doblando por su derecha, á la izquierda do la recua-
dra bloqueadora.
En razón á su velocidad, pronto cambiaron de posición: el
V Colón» y el » Vizcaya,» como más veloces, se pusieron á la
vanguardia dejando frente á la flota al «Teresa^ y al «Oquen-
do» que por lo misino fueron las primeras ví'ctimas.
Empezaron á atacar al ^Teresa» el InJian.i y el low.i
siéndooste el que acertó primeramenlc un disparo vn c\ ¡)uque
insiírnia ( -pan.)].
i85
Los navios americanos tuvieron que describir una curva para
ir en persecución de la escuadra fuoitiva, porque trataban de
evitar el efecto de las baterías de tierra, especialmente de la
del i\ Forro.
El «Oregon» y el «Texas> enviaban sus granadas contra el
«Vizcaya» y el «Colón» si bien este último media hora después
de su salida de la bahía, iba poniéndose fuera del alcance de
sus perseguidores.
Entretanto el «María Teresa» que como hemos dicho, había
recibido una granada del «lowa,» fué alcanzado por otra me-
tralla del «Indiana» que produjo el incendio á bordo consuma
rapidez..
A las diez y quince minutos el «Teresa» tenía la mayor par-
te de sus cañones desmontados y un violento incendio había
invadido todos sus departamentos: empezaba á hundirse. En-
tonces el Almirante Cervera cediendo ante lo imposible, deter-
minó embarrancar su buque y así lo verificó en las rocas de
Nima-Nima, á seis millas de Santiago, arriando su bandera.
El Almirante abandonó el último el navio; salió á nado á la
playa inmediata ayudado por un hijo su3^o, oficial de su mis-
mo buque; mas viendo que el «Gloucester» envió sus botes pa-
ra salvar á los náufragos, se rindió el teniente Morton y se
hizo conducir prisionero al referido buque.
Al ser recibido en el portalón le estrechó la mano el coman-
dante y le dijo: «Saludóos Señor. Habéis sostenido un combate
como ninguno se vio en el mar.»
El «Oquendo» fué averiado también mu}- pronto por los pro-
yectiles del «Brooklyn,» »Oregon,» «lowa» é «Indiana.» Uno de
ellos determinó la explosión de la santa bárbara y produjo el
incendio rápidamente. Luego hicieron explosión sus propios
torpedos.
A las 10 y 30 a. m. ó sea un cuarto de hora después del
"Teresa," el "Oquendo," completamente destruido, arrió su ban-
dera y enarboló la rendición, embarrancando en el lugar de la
costa llamado Juan González.
Fuera de combate estos dos buques, el fuego americano se
concentró en el "Vizcaya" que en pos del "Colón" amenazaba
escapase de su alcance.
El "Oregon" y el "Texas" lo perseguían más de cerca; el es-
tallido de las baterías indicaban que los proyectiles americanos
hacían explosión en el interior del buque. El "Pluton" y el
"Furor" pretenden entonces acercarse al "Vizcaya/' á tiempo
que el "lowa" reforzaba el ataque del "Oregon" y el "Texas,"
y más tarde el "Gloucester."
El "Vizcaya" continuaba haciendo fuego sobre sus enemigos
con objeto de favorecer el avance de los torpederos; mas fué
1 86
imposible. El "Gloucester," á la vez que recibía una descarga
de toda la segunda batería del ^Vizcaya,» se puso frente á los
torpederos á fin de impedirles el paso. El »Oregon» y el «lowa» y
el c Texas» descargaron entonces una lluvia de metrallas y balas
sobre el «Vizcaya,» precisamente á tiempo que el Almirante
Sampson, á bordo del New York llegaba al teatro de la guerra-
El «Vizcaya,» bastante averiado ya, tuvo aún que hacer fren-
te á un enemigo más: el Indiana que llegé á reforzar el ataque,
no sin haber antes dejado fuera de combate á los torpederos,
combinando sus fuegos con los del ^Gloucester.»
Tanto el «Furor» como el <;Pluton» fueron víctimas de explo-
siones en sus propios almacenes, determinadas por los fuegos
enemigos.
El resto de las tripulaciones (pues la mayor parte pereció) se
echó al mar para ganar la playa á nado, mas fueron recogidos
los náufragos por los botes del «Gloucester.»
A las 11 y 15 a. m. el Vizcaya arrió la bandera que había
defendido tan heroicamente 3- embarrancó en Aserraderos, á
quince millas de Santiago. Su tripulación fué recOí.íida por el
<tIowa,» el «Ericson» y el ^Hist» que se apresuraron á socorrer
á los náufragos.
Debido á la superioridad de su maquinaria el Colón continua-
ba su marcha 3' á esa hora aventajaba seis millas de distancia
al fBrooklyn.» Este buque, el «Oregon,» el «Texas» y el «lowa»
daban caza al último de la escuadra española, que por su lige-
reza parecía iba á escapar; pero no fué así. Ea lentitud decre-
ciente de sus disparos indicaba el terrible efecto de los del ene-
migo, hasta que al fin uno de los proyectiles del «Oregon» de-
terminó una explosión que hizo asomar las llamas sobre cubier-
ta El capitán del «Colón.» don Emilio Moren se vio pues obli-
gado á virar hacia la playa, comprendiendo que todo había
concluido. A la 1 y 20 p. m. se rindió encallando en Río Tor-
quino.
Su tripulación fué conducida á bordo del >^New Yorkí>
Una narración americana dice así, apropósito del "Colón" y
el heroísmo de Cervera.
"El "Cristóbal Colón" era el navio almiranie de la escuadra
española \^ el único que, por su velocidad suprema, se esperaba
que se salvaría. Por esta razón, deseando ligar al suyo el des
tino de los otros, el almirante Cervera transfirió su bandera al
infanta "María Teresa" á cuyo bordo esperaba sobrevivir ó pe-
recer más claro: asociarse á la suerte deparada á los que más
riesgo iban corriendo en una tentativa circundada de pieligros.
Esta acción valerosa, esta abnegación ejemplar, parecen ser
características en el caballeroso Almirante.
í87
De su presencia de espíritu y de su iatrepidez en Vi tentativa
frustrada de su salida de la Rada de Santiago, sólo se dirá que
combatió contra elementos muy superiores y que su actitud en
un combate tan desigual es un hecho distinguido en los anales
de la historia naval.
Las dotaciones españolas se batieron con el heroismo tradi-
cional, con el mismo denuedo de las de Manila. De los 2,110
hombres del Almirante Cervera, algo más de seiscientos pere-
cieron al pié de las baterías, heridos unos por el fuego ameri
cano, víctimas otros de de la explosión de santa Bárbara abordo.
Los puentes de los cruceros españoles quedaron cubiertos de
cadáveres. Tuvieron entre muertos y heridos 1.300 bajas; de
éste número 600 corresponde á los muertos y 1,400 fueron he
chos prisioneros. También sobre el mar se veían flotar nume
rosos restos humanos.
La humareda que desprendían los buques incendiados cubría
un espacio de cuatro millas.
lie aquí el parte oficial del Almirante Cervera.
«^Playa del Este, Julio 4 de 98.— Capitán General Blanco.
Habana.— Salí de Santiago de Cuba ayer por la mañana con .to-
da la escuadra 3' después de combate desigual y contra fuerzas
tres veces mayores que la mía, toda mi escuadra quedó des
truida, habiéndoles dado orden de que encayaran sobre lasro
cas. El «María Teresa» el «Oquendo» y el ^Vizcaya» hicieron
explo.sión y el "Colón" segú i me informan los americanos, em-
barrancó y se volcó; los destoyers hicieron explosión. Aun no
sé el número de los que hayan perecido, pero á no dudarlo pa-
sarán de seiscientos los muertos y los heridos son muchos, aun-
que no en tan gran proporción. Nosotros los supervivientes
somos prisioneros de los americanos. Mi gente se portó con
gran valor y se han conquistado las alabanzas del enemigo. Al
comandante del "Vizcaya" se le permitió retener su espada.
Estoy altamente satisfecho de la generosidad con que nos tra
ta el enemigo. Villamil se cuenta entre los muertos y creo La-
zaga también pereció. Entre los heridos se encuentra Enlate.
Hemos perdido todo y necesito {onáos>.~Cervera.
He aquí la descripción que hace de la memorable batalla el
capitán Evans, del <Iovva,» la cual es, sin duda, la más deta-
llada:
«Cuando el primer buque del Almirante Cervera enseñó su
proa á la entrada de la bahía de Santiago, un marino que en
esos momentos se encontraba sentado en el puente del buque
i88
de guerra «lowa^ g^rító: ;qué es aquel panto negro que se des
tnca en la boca de la barra?
En un momento la tripulación del 4o\va^ estaba en sus pues
tos respectiv^os, y la aproximación del buque enemigo era señala
lada á la vez por una espesa nube de humo que anunciaba e-
primer cañonazo de alarma, (\ las nueve y treinta minutos de
la mañana.
A la sazón yo me encontraba en mi camarote, y al oir el dis
paro precipitéme á la cubierta, y en el acto comenzó la manio-
bra de guerra; el timbre de señales ordenó al maquinista mar-
char (i plena velocidad; cargué el timón á estribor y en breves
instantes el lowa» cruzaba los límites de proa del «Infanta
María Teresa, v el primer buque de la escuadra enemiga, que
majestuosamente salía de la bahía de Santiago ^e Cuba. Luego
que los movimientos del Jowa» fueron conocidos del enemigo
el «María Teresa^ rápidamente se escabuyó hacia el Oeste, mas
un tanto fuera de tiempo, pues una metralla de doce pulgadas,
hábilmente lanzada del cañón frontero hacía su terrible explo-
sión en la proa del elegante buque español.
[Entablóse la lucha! y esta constituido un verdadero espec-
táculo.
La salida de la hermosa, pero infortunada escuadra enemiga,
en perfecta columna, equidistante, aumentaudo su velocidad á
trece nudos, era soberbia.
El Jowa,i desde ese momento no cesó de hacer fuego con
sus cañones de grueso calibre; siempre adelante del ^María
Teresa,» obligándole á mantener su proa á estribor y procu-
rando con mis cañones de proa, echar á pique uno de los bu
ques que tomaban la descubierta, el «Oregón,» el «Indiana,
el «Brooklyn» y el -Texas, ^^ por su parte hacían excelente
trabajo con sus cañones de grueso calibre.
En un corto espacio de tiempo, relativamente, todos los bu
ques enemigos habían salido de la barra, y se hizo casi impo-
sible para el 4owa» poder destruir el primero ó segundo buque
enemigo, dada la inferioridad de locomoción á los cruceros es-
pañoles.
A esa hora, después de la salida de la escuadra del Almiran
te Cervera, la columna enemiga se encontraba á diez mil yar
das de nosotros, casi poniéndose fuera de tiro certero. No ha
bía tiempo que perder, y cargué el timón á estribor, virando
rápidamente, para descargar sobre el «María Teresa^» una jom
pleta andanada de los cañones de ese lado del «To\va,»> quien,
volviendo á lomar .su posición con suma presteza, dirigió su
proa al segundo crucero que pasaba el «Oquendo,^^ y descar-
gó sobre éste sus gruesos cañones del frente.
i89
Las máquinas, durante estas maniobra>, movían sus excén-
tricas con una velocidad Vertiginosa, imprimiendo á nuestros
buques un avance de proa tan fuerte, que las turbulentas olas
eran hendidas hasta llevar su espuma sobre el puente; en tan-
to que el «Oquendo» y el -^María Teresa > disparaban sobre mi
buque "lowa" una verdadera granizada de bombas, cuyos es-
tragos sólo fueron sentidos en las chimeneas y el palo mayor.
El "Cristóbal Colón," siendo de más rápido andar que el res-
to de la flota española, presto dejó á sus compañeros á reta-
guardia, haciendo poderosos esfuerzos para escaparse.
Este crucero al pasar frente al "lowa" colocó dos metrallas
de á seis pulgadas con magnífica puntería en nuestra proa por
el lado del estribor; una de éstas atravesó de parte á parte
ntiestra caja impermeable, derribó la defensa y fué á reventar
en el interior de los camarotes de proa, causando estragos de
consideración; la otra pasó el casco á la altura de la línea de
flotación y se fué á alojar cerca de la caja impermeable, donde
aún permanece.
Una vez que era imposible para el «lowa» la destrucción de
alguno de los cruceros españoles, que habían avarz ido mu
cho adelante del «Oquendo,» determiné cortar el paso á éste y,
para el efecto, cargué el timón á estribor y gané la paralela del
buque enemigo; colocándose el <;Iowa* á mil cien A^ardas de
distancia y cisparando toda la batería, inclusive los cañones de
tiro rápido, hice :uspender un tanto la marcha del tOquendo.i-
El resultado de esta descarg i fué aterrador!
Muchas bombas de á doce y de á ocho pulgadas vimos que
hicieron explosión dentro del casco del buque, y pronto las lia
mas y el humo comenzaron á envolverle.
Pasado que hubo el pánico las máquinas del lOquendoí
volvieron á funcionar, y li.stj alejóse del ^lowa» para en mala
hora pasar frente al «Oregon^ v el «Te xas,» que á su turno des-
cargaron sus baterías sobre el enemigo.
En esos momentos el grito de alarma de nuestro vigía anun-
ciaba la aparición de dos torpederos destructores, un cuarto á
estribor y á cuatro mil 3^ardas de distancia.
Inmediatamente fué abierto el fuego sobre ellos, y una me
tralla de doce pulgadas destrozó completamente la popa de
uno. . . . Al mismo tiempo que hacía explosión nuestra bomba
en el bote enemigo, una, lanzada per ellos, pasaba á muy po-
cos pies sobre mi cabeza.
¡Bravo! exclamé . . . ese parece saber mucho de artillería! . . .
En la horrible revuelta de los ( ruceros que en desorden avan-
zaban, se movía de uno á otro lado el pequeño -^Gloucester^
ora diparando sobre un crucero, ora sobre un torpedero, y cau-
sando estragos por todas partes donde había blanco sobre que
190
hacer tiro. Fué una verdadera maravilla que no hubiese que-
dado destruido por el chaparrón de metrallas que en su derre-
dor hacia explosión.
La sangrienta lucha tomaba incremento por instantes. El
» Vizcaya* se defendía con desesperación y logró colocar algu
nos proyectiles en la cubierta del Jowa»; durante quince minu-
tos el cañoneo, por ambas partes, llegó á su máximun de ac-
ción.
El «Vizcaya» con asombrosa rapidez disparaba sobre el
*'Iowa" más sus proyectiles no causaban electo alguno debido
á su mala dirección; en cambio las bombas del buque america-
no visitaban con suma frecuencia los flancos del crucero espa
ñol que al pasar frente al «Oregon» recibió de éste una conri
pleta granizada de bombas.
Los estragos del combate empezaron á ser palpables: el «In-
fanta Mana Teresa» y el vi Almirante OquendO' alejándose de
la columna del enemigo, ponía su proa con rumbo á la playa,
envuelto en espesos nubarrones de humo producido por el in
oendio.
El «Te.xas» el «Oregon* y el «lowa^ atacaban sin tregua á
los buques españoles, los cuales en pocos momentos quedaron-
convertidos en informes masas de humo y fuego, arriando su
bandera.
Presto el «María Teresa > desplegó su bandera blanca, á la
vez que su tripulación en completo desorden, se precipitaba á
la mar. Pocos minutos después la "Santa Bárbara" de este her
moso buque producía una formidable explosión. Esto pasaba
veinte minutos después que fi.é disparado el primer cañonazo
de esa memorable acción naval.
En segundo término, y á una aparente larga distancia, el
"Brooklyn" y el "Crist«)bal Colón" ocupábanse con matemática
precisión en cambiar metrallas mutuamente.
Cincuenta minutos después de haber disparado nuestro pri
mer proyectil^ había otro crucero fuera de combate: el "Vizca-
ya" lamido por las llamas di» igía su proa hacia la playa de Ase-
rraderos, donde al fin encontró su íiltimo lecho de descanso.
Sabiendo que yo no podía dar alcance al "Cristóbal Colón,"
y que el <Oregon» y el "Brooklyn" indudablemente podían, en
compañía del "New York," siendo éste el que más se acercaba
á él, resolví acudir al llamamiento de la humanidad, y me alle-
gué á aquel brillante y bravo cuerpo de marinos que habían
rendido su bandera á la escuadra americana, al mando del Al-
mirante Sampson. Así fué como la proa del "lowa" se dirigió
hacia el "Vizcaya" cuyo casco estaba envuelto en largas llamas.
Mi buque avanzó hasta donde la profundidad lo permitía y en
seguida se largaron todos los botes para socorrer á los venci-
igi
dos que se estaban ahogando por docenas. Los que por sus ho-
rribles heridas, no habían podido echarse al mar, se retorcían
desesperadamente sobre la cubierta del crucero español, preras
del fuego que los asara, vivos aún. El número de valientes ren
didos era grande.
Al mismo tiempo que me acercíiba á impatir auxilios á los
marinos españoles^ descubrí que una partida de cubanos desde
los arrecifes hacía fuego sobre aquello.3 desafortunados náuíra
gos que luchaban cuerpo á cuerpo con la muerte, arrollados
por las enormes olas que con furia reventaban en las rocas
abruptas de la playa.
Esto no duró mucho tiempo, pues, tres ó cuatro bombas de
grueso calibre se encargaron de calmarla furia de los que bien
pudic^ramos, por la barbarie que cabe en el acto, llamar sal
vajes. Lo que ;l mi pesar no pude remediar, fué la mutilación
de tanto hombre cometida por la tremenda cantidad de enormes
tiburones.
Estos seres inhumanos se encontraban en un alto grado de
exitación producida por el espectáculo que ofrecía el mar tinto
en sangre y los ayes supremos de dolor salidos de los moribun
dos valientes.
Mi tripulación activa, bien pronto había recogido algunos
centenares de náufragos, y pude á la vez s'ocorrer á los que se
quemaban en la cubierta del crucero "Vizcaya" cuyos pequeños
almacenes hacían explosión á cortos intervalos causando ho
rrorosos estragos en el buque. Mis botes regresando con su
carga humana formaban un largo cordón y presto se llenó la cu-
bierta del «lowa» con la fuerza española, siendo de notar que
todos desde oficiales á marineros, estaban completamente des
nudos. Las piernas de algunos de ellos estaban enteramente
destrozadas por el contacto de las metrallas, y otros estaban
mutilados de una manera inconcebible.
En el fondo de los botes había tres ó cuatro pulgadas de san-
gre; en muchos viajes llegaban algunos cadáveres sumergidos
en aquel rojo imponente líquido. Estos bravos luchadores muer-
tos por la querida patria, fueron después sepultados con los
honores militares debidos, por los tripulantes del «Iowa>- Ejem
píos de heroísmo, ó mejor dicho de fanatismo por la disiplina,
jamás llabían sido llevados al terreno de la práctica tal cual se
llevaron por los v.:.lientes marinos españoles. Uno de e^-^tos, con
el brazo izquierdo completamente arrancado de su sitio, el hue
so descarnado pendiendo solamente de pequeños fragmentos de
piel, enteramente desnudo^ bañado en sangre, con serenidad
estoica^ subió la escala y al pisar la cubierta del "lov^a", se cua
dró y saludó á mi tripulación con tan hondo respeto que todos
nos sentimos altamente conmovidos. Otro de estos valientes lie
192
gó, metido en ima charca de sansfre, con la pierna derecha úni-
camente; fué atado con un cable é izado á bordo sin proferir
una sola queja.
Gradualmente se fue llenando la cubierta de españoles; el
maderamen siempre blanco y limpio, se veía entonces, total
mente rojo de sangre, y yíi plenamente ocupado por los rendi-
dos, era casi difícil reconocer en el <jIowa» un buque de guerra
americano.
La sanare imperaba por doquiera, y después de algunas ho-
ras de fatigas nobles, docientos setenta y dos hombres desnu
dos recibían agua y alimentos, de aquellos que pocos minutos
antes, les habían enviado verdadera lluvia de metrallas que
sembraban desolación y ruina.
Para terminar aquella faena llegó al último bote conduciendo
al capitán del •'Vizcaya," señor Eulate, para quien se llevó una
silla, pues evidentemente estaba herido. Todos sus oficiales y
marineros al verlo llegar se apresuraron á darle la bienvenida,
cuadrándose y presentaron armas luego que se desató la silla
de la carrucha. El capitán Eulate, poco á poco se puso en pié
me saludó con grave dignidad, desprendió su espada del cinto
llevó su guarnición á la altura de sus labios, la besó reveren
temente y con los ojos brotando lágrimas me la entregó¡¡¡
Aquel hermoso acto quedará indeleble para siempre en mi-
memoria. Saludé al valiente español y no acepté su espada.
Un sonoro y prolongado !hurra¡ salió de la tripulación del "lo
wa" Luego tomaron mis oficiales al capitán Eulate en silla dó-
manos y lo condujeron á un cam:irote ya dispuesto, para que
el médico le reconociera las heridas; ya que íbamos á bajar de
la cubierta una formidable explosión, que hizo vibrar las capas
del aire á varias millas en rededor, anunciaba el fin del "V^iz
caya." El capitán Eulate volvió la cara y extendiendo los bra
zos hacia el lugar donde se produjera la detonación grito: "A
dios "Vizcaya'' ya ''y los sollozos ahogaron sus pa
labras.
La guerra había entonces asumido otro aspecto: el pagador
del "lowa'* ordenaba la distribución de uniformes entre aque-
lla multitud de hombres desnudos y presto las provisiones re-
paraban los cuerpos fatigados del combate. |^
Como viera yo que la tripulación de los dos primeros buques
echados á pique no había sido visitada por los nuestros, puse
la proa hacia donde se hallaban. A poco andar encontré al
'*Glouce.ster" que regresaba trayendo al Almirante Cervera á
sus oficiales y un gran número de heridos, muchos de estos en
teramente mutilados. Varios prisioneros que ganaron la playa
fueran muertos por las balas cubanas.
Í93
En seguida el "Haward" recogió la tripulación del "Almiran-
te Oquendo" y del "infanta María Teresa" y cerca ya de me-
dia noche, el primero de estos buques tenía á su bordo nove-
cientos setenta y seis prisioneros de guerra estando heridos un
considerable número de ellos.
Con respecto á valor y energía nada hay registrado en las
páginas de la historia que pueda ser un símil con la acción del
Almirante Cervera.
Salió, como él perfectamente lo sabía, con la plena convic-
ción de que su flota quedaría destruida por la escuadra ameri
cana; mas tenía la esperanza de poder salvar al «Cristóbal Co-
lón» debido á su gran velocidad. El espectáculo que ofrecían
los dos torpederos desti uctores, mBras cascaras de papel^ mar-
chando á todo vapor bajo la granizada de bombas enemigas en
pleno día, r,ólo se puede describir de esta manera: un acto es-
pañol 3' ordenado por el General Blanco; la misma frase encaja
perfectamente con respecto á todo movimiento de la escuadra
española: heroísmo en su más alto grado.
En contraste con los candentes arranques de los españoles
estaba el efecto del frío v deliberado trabajo vankee.
- »
La escuadra americana permanecía sorda á todo sentimiento
humanitario; al parecer estaba allí para combatir y destruir, y
así fué que al entrar en zafarrancho de combate, atacó sin pie-
dad al enemigo; mas esta crueldad trocóse en generosa corte-
sía cuan presto arriaron su pabellón los españoles^ y sin apa
sionamiento diré, que si en alguna memorable jornada cupo el
sentimienio de humanidad, éste fué demostrado por los ame
ricanos.
El Almirante Cervera fué trasbordado á mi buque del ^^Glou-
cester» que lo había salvado de una muerte segura. Al saltar
sobre cubierta fué recibido militarmente por un completo esta-
do ma\''or del Comandante y los artilleros del -^lowa.» Con los
rostros ennegrecidos por la pólvora, salieron casi desnudos á
dar la bienvenida al valiente marino, que en traje interior úni-
camente 3^ con la cabeza descubierta gravemente pisaba el puen-
te del buque vencedor, '
La numerosa tripulación del ^lowa» en unión de la del^^Glou
cester» prorrumpía en un grito de júbilo cuando el Almirante
español respetuosamente saludó á los marinos amer canos.
Aunque el valiente vencido sin insignia ninguna, ponía su
desnudo pie en la' cubierta del «lowa todo el mundo hubiera
reconocido que cada molécula del cuerpo de Cervera, constituía
por sí sola, un almirante.
Su rendición á los rudos golpes de la guerra la efectuó con
tan heroicos y nobles detalles, que por siempre lo colocarán á
una altura envidiaik^
194
Kl «lovv.'i disparó treinta y una metrallas de doce pulgadas,
cuarenta y ocho, de á ocho, doscientas setenta de á cuatro, mil
sesenta proyectiles de á seis libras y ciento veinte de A una
libra. Los oficiales del A^izcaya» me dijeron que les había sidc
imposible sujetar á sus artilleros ante sus cañones respectivos,
debido al nutridísimo fuego de los buques americanos.
El agua que arrojaban las mangueras, mezclada con la sao
gre que abundantemente manaba de las heridas de los españo-
les, daba A la cubierta de sus cruceros un aspecto imponente
y desolado/ Fragmentos de seres humanos yacían en confu
sión entre los cañones enemigos, y á conos intervalos las me
trallas sembraban el pánico.
Por las cavidades de uno de los costados del A'izcaya» se
escapaban enormes lenguas de fuego que enroscándose en la
cubierta, tostaban los cuerpos de los moribundos que-desespe
radamente pedían socorro con lastimeros gritos.
Las explosiones de los buques encallados se sucedían sin tre-
gua y cad/i conmoci(3n de estas era se.uida de inmensos ayes
de martirjfe.
De los cañones de seis libras fueron disparados cuatrocientos
cuarenta proyectiles. En la parte superior de la torrecilla los
artilleros no descansaban un instante disparando sin cesar con
los cañones de á libra. Las bombas enemigas cruzaban silban-
do por encima de los artilleros sin que estos siquiera se aga
chasen para esquivar sus golpes.
Uno de* estos aguerridos hombres, cegado completamente
por la pólvora, permanecfa sobre la manivela de sus cañones de
á doce, maniobrando al acaso, sin que humanos esfuerzos bas-
taran á desprenderlo de su puesto. Otros, carbonizados casi,
con un pañuelo mojado sobre la cara, con dos agujeros para los
ojos, disparaban metralla con una presteza increíble.
Como los cañones de á seis estaban tan cerca de los de á
ocho, no se podía permanecer entre ellos con seguridad, }• así,
cada vez que eran disparados los de grueso calibre se ordenaba
á los artilleros de los primeros retirarse; mas estos se negaban
á obedecer aquella orden y seguían en su sitio enviando chapa-
rrones de bombas. Cuando los cañones de á ocho pulgadas
eran disparados, la conmoción era tan terrible, que repelía ala
parada de artilleros de los cañones de menor calibre á una dis-
tancia de diez pies.. cual si fuesen de papel. ¡Nada importaba!
Estos, sordos como un canto, debido, á las tremendas vibracio
nes, regresaban furiosos á sus cañones y, á su vez, hacían fue-
go sin cesar, hasta que por último, por la fuerza, eran arrastra-
dos de sus puestos.
Tal encarnizamiento y tal bravura eran frecuentemente ob
servados en todos los cruceros empeñados en la refriega.
J95
Durante la permanencia del Almirante Cervcra en el «lowa,*
de todos se hizo amar. Nos dijo que después que recibió la or-
den de marcha del Gral. Blanco que efectuaría la noche del
día 2 de Julio pero que el Gral. Linares se lo impidió dicién-
dole: < Espere vd. hasta mañana en la mañana, que á esa hora
los sorprenderá cuando estén entregados al servicio divino,
pues es domingo.
Para terminar mi mal trazada descripción agregaré que, el
indiana» fué tocado dos vecs, el ^Oregon» tres y el «lowaí
nueve veces Con r esperto á los otros buques americanos, no
podría yo fijar sus a<-^•erías, pues eso toca ;í sus capitanes res-
pectivamente.*
Hasta aquí la narración del capitán Evans.
Los marinos españoles supervivientes al desastre afirman
que el capitán del "Oquendo" Don Juan de Lasaga se suicidó
antes de declararse prisionero.
El comandante Villamil, segundo de Cervera, y jefe de la flo-
tilla torpedera, pereció á bordo del "Plutón.'' Villamil era re-
conocido en España como el perito más inminente en materia
de explosivos aplicados á la guerra naval.
De la tripulación del "Oquendo" que se componía de 487
personas, sólo se salvaron cinco.
líe aquí los nombres de los jefes y oficiales hechos prisione-
ros.
Del " María Teresa:" Almirante. D. Pascual Cervera: Capi
lán, Me Choron; Pagador, Mellado; Tenientes: Burquetas. Ir-
naz, Cerón, Cervera, Carrasco; Cadete, Moreno.
Del ''Vizcaya:"- Capitán Eulate (herido); segundo Capitán
Roldan. Tenientes Capriles, Quorija, Leujo, Pasos y Sauces;
Guardias Marinas: Castro, Castañeda. ALanjón, Sobrini, Cape-
llán, Biesa; Cirujano, Jurada; Cadetes: Morris, Manjón, Vega.
Quezada, Tossi, Obertin y Bentiiz; infantería de Marina, Capi-
tán Beleato.
"Cristóbal Colón" Comodoro, Don José Paredes; Capitán D.
l'^milio Moreu; Capitán de infantería de Marina, León; Tenien-
tes; Brutón, Cal y Paredes; Cirujano, Nuñez; .Subtenientes:
Arancibia, Lerba; Pagador, Cobanillas, segundo Cirujano, Me-
ueses; Capellán, Gronero: Ingeniero, Chapelle.
Caza-torpedero "Furor:" Teniente, Carlier; Ingeniero, Cur-
néa.
Caza- torpedero "Plutón:" Teniente Vesca; Ingeniero, Bordo;
Marinos, setecientos treinta v ocho.
" " '" — o{)3o >^_y — o{)
CAPITULO XIV.
Demandas de rendicióu de Santiago. — Consecuencia de la pérdida de la esciia
dra española. — Dificultades en la comunicación con España. — R endición de
Santiago. — Bases déla capitulación. — Cesan las hositilidades. — Capitulación
de Manila.
|as pliegos, que hemos visto en el capítulo anterior.
ine envió al General Toral el jefe americano Shafter
contenían la demanda de la rendición y también el
(aviso de que, si no se accedía á su solicitud, bombar-
dearía la ciudad. Como el General Toral por sí solo no pudiese
resolver nada respecto á la rendición sin comunicarlo antes á
Madrid para obtener instrucciones, la respuesta que envió al
General americano no fué la que éste deseaba, esto es^ no de-
cidía la capitulación, pero indicaba se debían suspender las
hostilidades para dar tiempo á que las mujeres, niños, ancianos
y no combatientes se pusiesen á salvo del bombardeo, caso de
que para el plazo fijado por Shafter no hubiese decidido nada
el Jefe español.
Al día siguiente se intimó de nuevo al General Toral, jefe
de la guarnición de Santiago, la rendición de la plaza, y como
respondiese con una negativa firme y enérgica, más de quince
mil personas embargadas por el pánico intentaron salir de la
ciudad huyendo de los horrores del bombardeo y del hambre.
Ancianos decadentes, mujeres llevando en brazos á sus crías,
niños de poca edad, se dirigían á Caney, á San Luis y otro.s
puntos en busca de pan y de seguridad.
He aquí las comunicaciones cambiadas con tal motivo entre
los jefes de ambos ejércitos:
"Cuartel General de las tropas americanas, cerca del río de
San Juan, Isla de Cuba, Julio 3 de 1898J E. a. m.-Al coman-
dante en jefe de las tropas españolas.— Santiago de Cuba. Se-
ñor: Me veré obligado, si usted no rinde la plaza, á bombar-
dearla. Ruego á usted informe á los ciudadanos de naciones
extranjeras y á las mujeres y. niños que deben abandonarla
198
ciudad antes Ce la una del día de mañana. — De usted respetuo-
so y obediente servidor. /?. W. Slutfter, Mayor General del
ejército de los Estados Unidos **
La siguiente es la contestación qu(^ por conducto del Coro-
nel Dorst recibió á las seis y treinta p. m: "Santiai^o de Cuba,
2 p. m. Julio 3.— A su excelencia el Gral. en jefe de las tropas
de los Estados Unidos: Río de San Juan.— Teng^o el honor de
responder á la comunicación de usted fechada hoy á las 8. 30
p. m. y recibida á la una de la tarde, en la cual demanda Ud. la
rendición de la ciudad, y, en caso contrario, me anuncia que
bonibardeanl la ciudad y que debo avisar á los extranjeros,
mujeres y niños, que abandonen la ciudad antes de la una de
la tarde de mañma.
Es mi deber decir á Ud, que esta ciudad no se rendirá, y
que informaré á los Cónsules extranjeros y habitantes, del con-
tenido de su mensaje. — DeUd. respetuosamente. Toral, Coman-
dante en jefe del cuarto cuerpo del ejército."
El día 24 se reanudó, pues, el combate en, vista de la n< «cati-
va de Toral.
El resultado inmediato de la irreparable pérdida de la escua-
dra española fué que los americ?nos pudiesen emprender sus
operaciones de sitio sobre Santiago con toda calma y seguridad
porque lejos de que hubiera buques que los molestasen con sus
disparos desde la bahía, contaban con la cooperación de su es-
.'uadra que podía causar, y en efecto causó, grandísimo daño
entre los combatientes españoles. El Gobierno de Washington
desplegó la ma3^or actividad en enviar á Shafter todos los re-
fuerzos posibles y desde el 6 del mismo mes de Julio comenza-
ron á zarpar transportes de Tampa conduciendo soldados, arti
Hería, y provisiones de boca y guerra en gran cantidad.
Por lo que hace á la rendición, el jefe de las fuerzas de San-
tiago no sabía que partido tomar. El no podía admitir la capi
lulación sin recibir antes de Madrid la orden correspondiente,
V como el cable que comunicaba á Santiago con la capital de
España estaba en poder del enemigo, no podía valerse de él
])aaa resolver tan difícil situación.
Mientras tanto el General Shafter pu so una nueva comuni-
cación á Toral m miíestándole que con objeto de facilitar la
salida de ios no combatientes, extranjeros, mujeres, niños, etc.
concedería un nuevo armisticio hasta el día 10, en cuya fecha
iba á continuar el bombardeo si no hubiere recibido aviso de
que la capitulación era aceptada.
El General español reunió á los principales jefes y oficiales
de su ejército para consultarles sobre la determinación que se-
ría prudente tomar en la imposibilidad de comunicarse con el
199
Gobierno de España. Todos opinaron unánimemente que se re-
sistiera al enemigo hasta el último extremo.
Mas como el plazo señalado no tardaba en cumplirse y las
probabilidades de la victoria aumentaban cada día en favor de
los invasores, decidióse el General Toral á solicitar el permiso
de los americanos para comunicarse con el General Blanco o
para usar el cable y consultar á Madrid la situación, mientras^
se llegaba el término propuesto.
Esta tregua fué muy favorable á los soldados americanos
que se encontraban en extremo fatigados, con las ropas que no
habían podido cambiar en varios días de lluvia, completamen-
te mojadas, y resintiendo ya bastantes enferm.edades. Los perió-
dicos alemanes que son los que con más imparcialidad y com-
petencia han tratado de todo lo relativo á la guerra hispano-
americana, aseguraron por esos días, que si la resistencia de
Santiago se hubiera prolongado por algunas semanas, el ejér-
cito americano, extenuado por las fatigas y diezmado por las
enfermedades habría tenido que reembarcarse. Cuánto hubie-
ra mejorado la situación de los españoles con que las cosas to-
masen este girol Por desgracia parecía decretado de ante ma-
no que todo les habría de ser fatal.
El día 8 los americanos proporcionaron empleados del cable
para que pusieran en comunicación á los españoles con su go-
bierno, á efecto de obtener instrucciones precisas sobre la con
ducta que se debía seguir. Los telegrafistas entraron en San-
tiago y estuvieron funcionando, pero nada se obtuvo. El Gabi-
nete español gestionó entre tanto aisladamente con Washing-
ton, que el armisticio se prolongara por diez días para facilitar
las negociaciones de paz.
El 9, en vista de no haberse dado respuesta definitiva pom-
parte de los españoles, determinó el General Shafter que prin
cipiara el bombardeo de Santiago el día 10, aunque no con
gran actividad. En la tarde del siguiente día, el crucero "Broo-
klyn" y los acorazados "Texas" é "Indiana" al mando del Co-
modoro Schley, empezaron á lanzar bombas sobre la ciudad.
Los buques citados se formaron en línea de combate de Este
;í Oeste y como á un cuarto de milla distantes de la costa, dis-
parando por elevación sobre las colinas que descienden hasta
la playa, y ocultan á la vista la ciudad distante cinco millas.
El bombardeo se efectuó durante una hora, siendo suspendido
para continuarlo en las primeras horas del día siguiente.
Después de haberse disparado 35 proyectiles de los cañones
de 8 pulgadas el Comodoro mandó suspender el fuego conven-
cido que los cañones del "Brooklyn" no alcanzaban la ciudad,
y de esta suerte dejó el campo libre á los acorazados para dis-
parar sus cañones de 13 pulgadas. Los disparos se hacían á in-
tervalos, y con mucha deliberación. Las señales desde las coli-
200
ñas, indicaban que las metrallas caían casi mil pies fuera de
tiro y á la izquierda de los españoles.
Al mismo tiempo las baterías de tierra disparaban- terrible
carga de metralla sobre las líneas españolas. Estas contestaron
desde el primer ataque, rompiendo el fuego de artillería ligera
sobre las trincheras enemigas. También hubo disparos de fu-
silería^ si bien más escasos La inferioridad del armamento ha-
cía que el daño causado por los sitiados no estuviera en rela-
ci(3n con el que ellos recibían de los sitiadores.
El día 12 fué enarbolada en Santiago la bandera parlamen-
taria.
El corresponsal del Times de Londres, que fué el mismo que
sirvió de intérprete en la conferencia que tuvo lugar el día 12.
refiere así la entrevista de los jefes de ambos ejércitos:
•Jx\vanzamos hasta la mitad del camino entre las trincheras
españolas y americanas, y allí encontramos un oficial español
y su escolta, y también el arzobispo de Santiago, acompañado
de dos sacerdotes.
«El documento que el oficial nos entregó estaba dirigido al
comandante general de las tropas americanas, y solicitaba una
entrevista con él para el siguiente día.
«Terminado esto, se adelantó el arzobispo y manifestó que
había acompañado al parlamentario con objeto de solicitar auto
rización para atravesar las líneas americanas, en unión de 30
curas y 2<S monjas. Alegó que, tratándose de no combatientes,
entendía que estaban en el mismo caso que los que habían sa-
lido de la ciudad.
Dijo también el arzobispo que en el bombardeo del día an-
terior habían sido demolidas varias casas, por lo que creía Ue-
üado el caso de transladarse él y los suyos á lugar seguro. Tra-
duje esta petición al oficial americano, que me rogó informara
al arzobispo de que su petición sería transmitida al (ieneral
Shafter, y que, según toda probabilidad, se le concedería en el
acto la autorización necesaria. *
El arzobispo rogó entonces que la respuesta se enviara por
duplicado, mandando un ejemplar al (.'xeneral gobernador de la
f laza y otro á él.
La acción del arzohi.spo. ejerció, sin duda alguna, poderosa
influencia en las autoridades españolas de Santiago.
Aquella tarde el General Linares, aunque desde el V de ju
lio en que fué herido, había entregado el mando activo de las
fuerzas al General Toral, envió un largo cablegrama á Madrid.
\o pude ver una copia de este documento. El General Linares
manifestaba que su situación en Santiago era imposible; que
t -nía muv pocas provisiones, y que no le quedaban municiones
20I
más que para algunos días; que la población le había abando-
nado y que también el clero amenazaba ausentarse.
«Indicaba la diferencia entre el sitio de Santiago y el sitio
de Gerona, pues en esta ciudad, todo el mundo, sin exceptuar
las mujeres y los niños, había cooperado á la defensa. Final-
mente, ofrecía sacrificar su reputación y sacrificarse él mismo
haciendo la entrega á los americanos.
«A este despacho no recibió contestación de Madrid, pero al
día siguiente, el General Blanco, á quien también se había di-
rigido el General Linares, le autorizó á hacer la capitulación. ^^
El cerco de la Ciudad se había completado, entretanto avan-
zaron las fuerzas araericanas al mando del general Lawton ha-
cia la parte Norte. El General Toral deliberaba sobre las pro-
posiciones que se le hablan hecho para obtener la rendición, y
procuraba comunicarse con el Capitán General. Al terminar el
día, en vista de que Shafter en cumplimiento de lo que se le
ordenaba de Washington, exigía la rendición incondicional de
la plaza y la guarnición, el jefe español decidió mantenerse fir-
me hasta el último extremo y así lo comunicó. Los americanos
se dispusieron para el asalto.
El 13 tuvieron una conferencia los generales Shafter Wheeler
y Toral, manifestando este oíltimo que estaba autorizado por
su gobierno para proponer su retirada y la entrega de la bahía
y del puerto, la posesión oriental de Cuba y las municiones de
guerra. Los generales americanos en virtud de sus instruccio-
nes contestaron que no podían tratar sino sobre la rendición
del ejército, el cual ofrecía el Gobierno de Washington condu-
cir por su cuenta á España. Toral pidió un plazo de veinticua-
tro horas para consultar á ^Ladrid, sobre esta proposición de
trasladar á la Península á los defensores de Santiago.
A primera hora del día 14, telegrafió el General Shafter íil
Gobierno americano, que el comandante de las tropas españo-
las en Santiago aceptaba la rendición de la plaza nombrando
comisionados para ultimar las bases respectivas. Este arreglo
comprendía á más de la ciudad, toda la parte oriental de la Is-
la de Cuba, desde Aserraderos, punto situado en la costa Sur,
hasta Sagua en la costa Xorte, vía Palma; extensión de terri-
torio en la cual se encontraban operando en total del cuarto
cuerpo del ejército español. ¥A Almirante Sampson exigió de
Shafter que no se terminara la capitulación sin estipular la
completa remoción de las minas puestas á la entrada de la
bahía, y la evacuación de I9S fuertes que habían disparado con- ♦
tra sus buques.
El mismo día en que el (icneral Toral aceptó la rendición de
sus fuerzas, bajo la condición de ser'transladadas á España, el
(^eneral Shafter declíiraba que una considerable parte de su
ejército* se hallaba infestada de fiebre amarilla y que era nece-
-no proceder sin pérdid." - embarcar las fuerzas
hacia Estados Unidos ce que. de no hacerio asi se-
rían diezmadas irremisic . . ...... . , r la epidemia.
A la vez tomaba toda clase de medidas para impedir la pro-
pagadófl de la f- '-- — --^ -
n
Heme- r ^ _ ios soldados del eje.: _^_, defendió á
Santiago, y los lialHtaiites de la ciudad, no contaban ya con
medios de subsistencia para oponerse a la rendición mucho
tiempo; hemos visto d doiuedo con que fué defendida la plaza
á costa de tama sature española; hemos \Í5to la grande supe-
rknidad del ejército deSlüifter, no sc-lo numérica sino también
y prmci|ia]iiieiite en los elementos de guerra de todas clases, y
hesoaos vistOL por último, que Toral recibe de Madrid por me-
dio dri General Blanco la. orden de rendirse. No obstante, cuan-
do fué pid>licada por la prensa la noticia de la capitulación de
Santiago, una Tempestad de iras populares se desató contra el
jefe español qne rindiera el territorio.
Los preparativos qoe hacía la tercera escuadra americana,
al mando del comodoro Wastson para su viaje á través del
Atlántico, no eran un misterio para nadie. Se sabía que l.is ór-
denes expedidas por el departamento de Guerra se referían a!
boodiardeo de poertos españoles, si era podbie vencer antes ú
la flota del Almirante Cámara, lo cual era de llamar la atención
cuando se 3.t^^^2^ '■'*^~''" ^"? "~?'' ■''•nductos e"^'^ • •'•*'-"; -"^'-"^ ^"^ *'"^-
tados de pa.
Xo cesaban lampoco ae ansiad-
la ciMpiili en Puerto Rico.
Los arreglos <le la capitulación íütron, puci-, icrr
día 14, entre los comiskmados de Shafter y los de Te '
El territorio rendido abarcaba 5,000 millas cuadradas, desde
Aguadores, 15 millas al Oeste de Santiago, hasta Palma Soria-
ivo y Satina, al Xorte, excepci<ki hecha de Holguin. Quedaban
i jgíúiO soldados e^>añoles prisioneros, debiendo entregar sus
amas; este namero aameató <Jtespaés hasta 2i),0Cú.
El general Miles, qoe desde al principio fué en ' de la
direccíóft de la rampalla en Cuba y que entcn- — ha en
playa del Esle^ ponto no lejano de Santi _ j, ^ Was
• hington la siguiente nota referente^ la : día 14 en
Ja noche:
«iCniaro - .^ ^"uerra Washington. Frer..^ ,. .-santiago.—
El Genera] Toral, Comandante de las tropas españolas, ha ren-
dido formalmente al ejército de su rr ' i condición de que
ésas sean enviadas á España.
203
El General Shafter nombrará comisiones para llevar á cabo
la entrega formal
Una parte del ejército está infestada de fiebre amarilla, y se
hacen esfuerzos para aislar á los atacados á bordo de tos boques
hospitales.
Se hacen arreaos para llevar á cabo inmediatamente cuai-
qniera orden del Presidente ó de usted, (firmado) Xeison A-
MUes Comandante en Jefe del Ejército de los Estadas Unidos.»
He aqní la comonicación de Toral al jefe americano:
«A su Excelencia el Comandante de las tropas amerícaoas^
Excelentísimo sefion Estoy autorizado por el GabirrHO para
■ apitular. Tenfi^o, poes, el honor de ponerlo en va«»stro conocr-
rniento y solicitar se sirva designar la hora y In^ar donde mis
comisionados conferenciarán con los de Vuestra Exceleocra. á
efecto de que formulen los puntos de la cafHtolafrión sobre \z.^
bases convenidas en esta fecba.
A su debido tiempo debo manifestar que deseo saber la r- -
iución del Gobierno americano respecto al regreso del ejér, -.
con el objetojje anotarla en el acta de la capitolación. AI ieí-
rao tiempo apelo á* la galantería y gracia de vuestra exceienc^i
hacia los soldados españoles que se les permita regresar á Li
Península con sus armas
Tengo el honor de ofrecerme á sus urdenes.— yos;^ Torai^ Ge-
neral en Tefe del Cuarto Cuerpo del Ejército.— Al Genenü
Shafter. Comandante en Jefe de las fuerzas anaericanas.>
Por es* a comimicación vemos que el gobierno de Madrid
ordenó la capitulación, y por consiguiente, que se comete una
fifran injusticia con hacer responsable solamente al Genersl
Toral.
F^ llegada la ocasión de rectificar uca inexactitud afirmada
por el General Shafter en un despacho que publicó el >í^"--^-'
rio de Guerra el día 16. EHce ase
«Los Estados Unidos convioien en conducirá España y a : ^
mayor brevedad posible, todas las tropas españolas en los dis
tritos rendidos; los tropas se embarcarán ai tí puerto más cer-
cano al punto que guarnezcan; ios oficiales españoles guarda-
nin sus armas al cinto; los oficiales y las tropas conservarán sus
efectos personales; al Comandante español se le autoriza para
sacar los archivos militares de los distritos rendidos; las trops'c
voluntarias y guerrillas que deseen j>ermanecer en la isla, po-
drán hacerlo entregando sus armas; las tropas españolas sal-
drán de la ciudad con honores de la guerra, entregando sus ar-
mas en un punto determinado, mientras llega la fesolnci^ del
gobierno de Washington, habiéndose convenido que los comi-
sionados americanos recomendarán al gobierno que se permita
á los españoles llevar i España las armas que tan TaÜeniemes-
te h:in defendido.
204
Este punto depende de la voluntad del Gobierno de Washing-
ton.
Me tomo la libertad de llamar la atención á que entre miles
de los soldados vendidos según dice el General Toral^ hay cer-
ca de 12fiOO que no han hecho un sólo dispavo. Ascienden á
cerca de 24,000 el minero de soldados que habrán de transpor-
tarse á España, según el cálculo del General Toral. (^Firmado)
W. R. Shafter, Mayor General. ^^
En qué punto se encontraban esos doce mil hombres que no
lucieron un solo disparo, y qué disculpa tendría la rendición
en este caso?
Entretanto había sido declarada la ley marcial por el Go-
bierno español en toda la Península, estableciendo la rigurosa
censura de la prensa^ mientras se terminaban los arreglos de la
capitulación de Santiago.
Las bases fueron sancionadas el día 16 por el Gobierno de
Madrid y eran las siguientes:
«Primero. Las hostilidades cesarán mientras se llegue al
acuerdo formal de la rendición.
Segundo. La rendición inclu\^e la rendición de las tropas es-
pañolas y material de guerra dentro de los límites de la pro-
vincia.
Tercero. Los Estados Unidos, transportarán á España, por
su propia cuenta^ todas las tropas españolas que se rindan^ em-
barcándose éstas en el puerto más próximo al lugar de su ren-
dición.
Cuarto. Los oficiales guardarán sus armas al cinto y los sol-
dados sus efectos personales.
Quinto. Después de la rendición, las fuerzas españolas ayu-
darán á la remoción de las obstrucciones á la navegación en la
entrada del puerto de Santiago.
Sexto. Después de la capitulación, el Comandante español
entregará un inventario de las armas 3^ municiones de guerra,
así como el roll de las tropas en el Distrito.
Séptimo. Al General español se le permitirá conservar los
archivos militares de la Provincia.
Octavo. Todas las guerrillas y voluntarios que deseen per-
manecer, bajo su palabra de no volver á tomar armas contra
los Estados Unidos, podrán hacerlo.
Noveno. Las tropas españolas marcharán fuer i de la ciudad
con todos los honores de la guerra, deponiendo sus armas, de
las que dispondrá el gobierno de los Estados Unidos. Los co-
misionados ítmericanos recomendarán á su Gobierno que esas
armas sean devueltas á aquellos que tan heroicamente las han
defendido.»
205
Estas bases habían sido discutidas el día anterior por los co-
misionados de ambos ejércitos y la sanción fué comunicada á
Cuba el 17.
Llegaban entonces á Annápolis en la costa americana á bor-
do del crucero "St. Louis" el Almirante Cervera y sus valero-
sos marinos como prisioneros de guerra.
La lista entregada al General Shafter por el General Toral,
de los soldados rendidos que habrían de transportarse á Espa-
ña, alcanzaba á 22,789 el 19 de Julio.
Este día salió de San Francisco una nueva expedición para
Dewey en el transporte <^Pensylvania,» compuesta de 1,500
hombres al mando del coronel Kessler.
A la vez hacía sus últimos preparativos para zarpar de Sibo-
ney á bordo del crucero " Yale'* la expedición invasora de Puer-
to Rico al mando del General Nelson A. Miles.
III.
He aquí los mensajes oficiales cambiado.s entre el Gabinete
'spañol y las autoridades militares de la Habana y Santiago
sobre la rendición:
«Habana, Junio 8 de 98.— Gral. Correa, Minitro de la Guerra,
Madrid.— El ejército siempre dispuesto para cualquier sacrifi-
cio en bien de la nación, permanece intacto en los actuales mo-
mentos y está lleno de espíritu, pues todavía se sostiene con
vigor en Santiago de Cuba. Después de brillantes batallas en
las que aunque se ha perdido algún terreno, ha disputado con
gran valor el terreno palmo á palmo, al enemigo se le han
causado grandes bajas. Es mi opinión que la m lyoría de las
clases militares, no escucharían coa paciencia proposiciones de
paz, mucho menos escucharían proposiciones para abandonar
el territorio que el ejército ha defendido con tanto ahínco. Con
provisiones y municiones, podríamos mantener nuestras posi-
ciones durante muchos meses y la victoria costaría muy cara
al enemigo^ aunque la absoluta posesión del mar, que gozan
los americanos, haría penosa la existencia por la falta de pro-
visiones. Las batallas son en extremo difíciles por razón de la
escasez de municiones, y el gobierno se vé constantemente es-
torbado debido á las frecuentes perturbaciones del orden pú-
blico. En resumen, permítaseme decir, que el ejército en mayo-
ría, desea la guerra por el honor de las armas así cómo por
propio honor: y que sería en extremo penoso para ellos abando-
nar al enemigo sin combatir, la tierra que han conservado du-
rante tantos años á costa de su preciosa sangre. Esta es la opi-
nión y yo tambié.i sostengo que esta es la mUi.~ Blanco.—
206
tMadrid, Julio 12 de 98— Capitán General Blanro, Habana.
—Recibí su tel entrama N° 202: me sorprende mucho que estan-
do salvado el honor de su ejército indomable, como á no du-
darlo lo está, para gloria de la nación, las fuerzas de Santiago
insistan en la continuación de la guerra en la que con toda
seguridad no pueden ya ganar más laureles ni llegará otro re-
sultado que el de ser compelidos á rendirse en poco tiempo, de-
bido á la falta de provisiones y municiones. Ko es de creerse
que el enemigo conociendo la lamentable situación de nuestras
tropas de Santiago, se dé prisa para sufrir y arriesgar nuevas
pérdidas, especialmente desde que estando en posición por me-
dio del bloqueo, de impedir la llegada de socorros, ellos pue-
den posesionarse de la isla sin más sacrificio de sangre por su
parte.
Tampoco puede explicarse el motivo de la tenacidad de us-
ted en mantener una posesión en esa tierra ingrata que nos
rechaza y hace odiosa ante nosotros por su deseo de separar-
se de la madre Patria. Yo creo que el ejército preferiría aban-
•donarla, á la ruina y desolación que tanta insistencia acarrea
ría al desgraciado país que en vista del porvenir que la aguar-
da, clama por paz con honor.
El actual momento será el que debe asegurarse. Sea lo que
fuere, y sin dejar de sentir en el fondo de mi corazón el ver-
dadero orgullo de un español y soldado, los excelsos sentimien-
tos de nuestro ejército si mal concibo y deduzco que se permi-
tirá que sus nobles fines intervengan con la disciplina y que
los soldados no olvidarán sus deberes de obediencia y sumisión
á los decretos del Gobierno, dándoles aquella atención que se-
guramente conservara el honor del ejército. Yo creo por lo tan-
to, que cualesquiera sean los decretos del gobierno, el ejército
los ejecutará y no prentenderá constituirse en una amenaza
para la nación de esta suerte, acarreando sobre sí mismo la
grin desgracia de tener que rendirse Djr falla de provisiones
y otros medios de sostén. •
Sin embargo, deseo tener absoluta seguridad de i-sio. y us-
ted, sólo usted puede dármela.
Tenga usted la amabilidad de comunicármelo tan pronto co-
mo sea posible, pues estos son momentos críticos.- Comvi.
Habana, julio 13 de 98.— General Correa, Ministro de la Gue-
rra, Madrid. Los asuntos que discute en su telegrama confi
dencial nüm. 107, dirigido á mí, siendo de suprema gravedad é
importancia y como los generales en su mayoría se encuentn'U
ausentes al frente de sus mandos, no me será posible responder
á usted hasta mañana. Ruego á usted excuse e.sta corta demo-
ra que confío será para h'iGn. - Blanco."
"Madrid, Julio 12 de 98. - Blanco Capitán General, Haba-
na.— Los americanos, dueños absolutos del .sitio, s.d^itndo por
207
experiencia lo costoso que ha sido para ellos trabar combate
con nuestros bravos soldados, se limitarán en lo de adelante
de extender y' estrechar el bloqueo, y á bombardear los puer-
tos al mismos tiempo despachando buques para atacar Puerto
Rico, Las Canarias, las Baleares y aun las ciudades de la cos-
ta de la península, esperando que ayudados por los indios to-
marán posesión de las Filipinas y seguramente perturbarán el
orden público en la nación.
El inequívoco deber de cualquier Gobierno es el evitar se-
mejante é irreparable mal buscando por todos P^s medios el fin
de un combate tan desigual como desastroso. La paz puede obte-
nerse hoy bajo condiciones que serían aceptadas y honorables
para el ejército, pero una vez que Cuba haya sido reducida por
el hambre, el Puerto de Manila perdido^ una parte si no toda la
Isla de Puerto Rico ocupada y la mayor parte de nuestras ciu-
dades importantes de la costa sean bombardeadas, ya no será
posible pensar en la paz. La descompostura y ruina sería el re-
sultado. Confío en vista de estas razones en que U. y los gene-
rales bajo sus órdenes á quienes nuestras instituciones, y sobre
todo, nuestra querida patria les son tan caras, sabrán responder
á la disciplina del siempre valeroso ejército y rendir obediencia
á las resoluciones del Gobierno respecto á la paz. Espero con
verdadera ansiedad su respuesta, que le ruego me envíe con
toda prisa..— Sagasta.^
«Santiago, Julio 12 de 98.— Capitán General Blanco, Ha-
bana.—Y Gral. Correa Ministro de la Guerra, Madrid.— Aun-
que postrado en cama por gran debilidad y atroces dolores, la
situación de nuestras aguerridas tropas ocupa mi pensamiento
á tal grado que creo de mi deber imponer á Vuestra Excelen-
cia y al Ministro de la Guerra, del estado de cosas tal como en
realidad son. Las líneas del enemigo se encuentran muy cerca
de la ciudad por razones de la naturaleza del terreno, y los
nuestros se encuentran extendidos á 14 kifómetros de distancia
de la población. Las tropas están débiles y ei.fermas en consi-
derable proporción; no se les envía á los hospitales por la ne-
cesidad de tenerlos en las trincheras. Durante las últimas vein-
te horas ha llovido torrencialmente y las tropas en las trinche-
ras están sin protección alguna contra el elemento, les es has-
ta imposible secar sus ropas, se mantienen únicamente con
arroz, varios de los jefes han muerto, muchos oficiales se en-
cuentran heridos enfermos ó han desaparecido.
Bajo estas circunstancias, es imposible querer formar el sitio,
porque al intentarlo nuestras fuerzas carecerían de una tercera
parte de su número que no podía salir y nos veríamos debilita-
dos por las bajas que nos causara el enemigo: resultando un ver-
dadero desastre sin salvar como Ud. lo desea, nuestro diezma-
do batallón. Para poder salir protegidos por la división de Hol-
208
g'uín sería necesario que las líneas del enemigo se rompan, y
para hacer esto en combinación con los refuerzos del Holguín
necesitarían una marcha forzada de ocho días y la conducción
de gran cantidad de raciones que apenas podrían hacerse. En
tal virtud, la situación ha llegado á una crisis aguda, el sacrifi-
cio sería inútil. El enemigo ha comprendido nuestra situación,
V estando establecido tan cerca de nosotros, puede agotar nues-
iras iuerza« sm exponer las suyas como se hizo ayer bombar-
deándonos por tierra y (\ grande elevación por mar sin que pu-
diéramos ver sus baterías. Parece que la escuadra enemiga ha
fijado lA dirección pues que bombardea la ciudad por secciones
con precisión matemática.
La ciudad de Santiago no es Gerona, un punto amurallado,
parte del territorio de la metrópoli defendido palmo á palmo
por sus propios hijos incluyendo ancianos, mujeres y niños,
quienes ayudaban y exponían sus vidas impulsados por el sa-
( rosanto ideal de la independencia y estimulados por la espe-
ranza de auxilio que al fin les lle^ó Este es un lugar solitario,
el completo éxodo de sus habitantes tanto cubanos como es-
pañoles, incluyendo aun los empleados públicos; solamente
permanece aquí el clero y éste principió á salir ayer con el Ar-
:':obispo á la cabeza; estos defensores no pueden comenzar ya
una campaña llena de entusiasmo y energía. Han estado luchan-
do durante tres años contra el clima, privaciones y fatigas y boy
se encuentran colocados en las tristes circunstancias de no te-
ner ni alimento, ni fuerza física, ni medios de recuperarla.
El honor del ejército tiene sus límites y apelo al buen senti-
do del Gobierno y al de la nación entera para que diga siestas
sufridas tropas no le han mantenido incólume tantas veces des-
de el 18 de Ma3'o, cuando se vieron sujetos al primer bombar-
deo. Si se hace necesario que hagamos un sacrificio por razones
que yo ignore^ ó si se hace necesario que alguna otra personji
asuma la reponsabilidad que he anticipado en mis telegramas
anteriores, me ofrezco lealmente al altar de mi patria, ó si por
otra parte se desea, retendré el mando con el objeto de firmar
la rendición, pues mi modesta reputación es de poco valor com-
parada con los intereses de la nación. Linares.^
Habana, julio 14 de 98.— Sagasta, Madrid.— La opinión que
prevalece entre la generalidad del ejército en Cuba y de la que
nosotros, todos los generales, participamos, demanda la conti-
nuación de la guerra. Creemos nosotros que el honor del ejérci-
to demanda mayores sacrificios, pero el ejército jamás se pre-
sentará como obstáculo para el cumplimiento de las órdenes
del gobierno, las que obedecerá como es de su deber hacerlo.
Profundamente agradecido estoy por las frases alhagadorasque
se sirve dirigirme en su telegrama fecha 12 del corriente; pero al
mismo tiempo me apena en extremo tener que informar á Ud.
209
que no me será posible continuar por míís tiempo á la (íob^zii
de este ejército, en caso de que el Gobierno resuelva solicitar
ía paz, —Blíinco.
«Habana, Junio 17. — General Correa, Ministro de la Guerra,
Madrid — La rendición de Santiago se efectuó esta mañana sin
la menor intervención de mi autoridad, según los informes que
he transmitido á Ud. A pesar de este desmembramiento de la
isla, el ejército continúa lleno de espíritu y la guerra podría
continuarse si usted nos enviara provisiones que sería conve-
niente hacer por conducto de buques bajo la proteccóni de la
bandera neutral; al mismo tiempo buscando la manera de en-
viarnos municiones. La caída ce Santiago no entraña en sí
verdadera importancia militar y puede decirse que la guerra
en realidad no ha principiado todavía. Hace varios días envié
instrucciones para la concentración de las divisiones de Holguín
y Puerto Príncipe, para maniobrar de acuerdo con los movi-
mientos del enemigo. La campaña decisiva tendrá que hacerse
de este lado de la trocha, y el enemigo tendrá que sufrir graves
pérdidas para poder penetrar á esta sección.— Blanco.
IV
La institución que se llama de la Cruz Roja, cuya sublime y
filantrópica misión consiste en au.xiliar á los heridos en el carñ-
po de batalla impartiéndoles toda clase de cuidados, prestó
grandes servicios no sólo á los heridos en los combates, sino
también á los necesitados que por la escasez de víveres esta-
ban á punto de perecer.
De estos desgraciados había algunos millares en el territorio
rendido y fueron de mucha importancia los servicios que aque-
lla asociación les impartió.
Después de la batalla naval fuera de la bahía de Santiago
acudió á socorrer á los heridos un buque hospital fletado por
la misma asociación de la Cruz Roja.
Según hemos dicho, la escuadra española al mando del Al-
mirante Cámara tuvo que regresar á las costas de España des-
pués de haber enerado en el Canal de Suez. El permi.so para
haber entrado y regresado luego por aquella posesión inglesa
costó á España 160,000 pesos oro.
La flota americana del Comodoro Wastson recibió instruccio-
nes de permanecer á la expectativa para en caso de que la es-
cuadra de Cámara intentase dirigirse á Cuba saliera á su en-
cuentro para destruirla.
Entre tanto la expedición que había de invadir á Puerto Ri-
co se había alistado y el 21 de Julio á las tres de la tarde se hi-
2IO
20 á la mar en Síboney, Cuba, un convoy compuesto del «Mas-
sachusett,í> el «Cincinati» y el «Annápolis» y además cuatro
barcos auxiliares, el «Gloucester,» el <?Guasp,» el *Leiden» y el
Dixie.»
«El Yale» conducía la mayor parte de las tropas cuyo núme-
ro ascendía á 3,000 hombres.
Al tercer día se organizó otra expedición llevando 4,000 hom-
bres más.
Las noticias de los triunlos obtenidos por el ejército america-
no en Cuba, influyeron grandemente en el ánimo de Dewey
para normar su conducta respecto á la toma de Manila.
El 17 de Julio anunció á las fuerzas españolas que aún que-
daban en la ciudad que si en término de seis días no se rendían
bombardearía la ciudad. Mas con esperanza del anunciado
arribo de la escuadra de Cámara no quisieron rendirse los espa-
ñoles á pesar de las continuas molestias que les causaban las
huestes de Aguinaldo, que pedían tamoién la rendición desde
muchos días antes.
El día 23 de Julio comunicaba el General Shafter el siguien*''
mensaje de Safntiago de Cuba:
«El teniente Miles llegó hoy procedente de San Luis y Las
Palmas, á donde fué á recibir las armas de las tropas españo-
las rendidas según el tratado con el General Toral.
«El número de hombres rendidos pasan del anunciado por el
General Toral, asciende á 3,005 regulares y 300 voluntarios los
que han rendido sus armas,
«Tres mil rifles fueron entregados, los que serán conducidos
á esta ciudad.
«Según parece, el número de tropas que habrá de embarcarse
para España, pasará de 21,000. Hay cerca de 12,000 en este
punto, 3,000 en San Luis, 6,000 en Gúantánamo, y más de 2,000
en Sagua y Baracoa. — {¥\rm?iáo).— Shafter.^
El día 26 la expedición de Puerto Rico desembarcó en Gua-
naca. El siguiente mensaje oficial da cuenta del desembarque:
«Saint Thomas, Julio 26.— Hoy á las 9.15 a. m. llegó la expe-
dición. Desembarque efectuóse sin novedad. No hay baterías
en Puerto Guanaca. El «Gloucester» entró á la bahía y desem-
barcó una compañía de infantería al mando de los Tenientes
Huss y Wood, quienes dispersaron á un destacamento de espa-
ñoles. Enarbolamos bandera americana. Los transportes de -
sembarcaron á las tropas sin oposición alguna a3'udados por los
botes del «Massachusetts.»
El día 26 fué presentado al Presidente McKinley un m n^t
por el Ministro francés en Washington, Mr. Jules Cambon so-
licitando á nombre de España la terminación de la guerra y en
solicitud de las demandas que para restablecer la pa/ hiciera
el gobierno americano. El Presidente conteste) qu' consultaría
211
con el consejo de Ministros y daría su resoluci(3n á aquel asun-
to sin pérdida de tiempo. El documento que M. Cambon entre-
^6 á Mr. McKinley, está concebido en los siguientes términos:
«^Los gobiernos de los Estados Unidos y de España, están
por desgracia, empeñados en una guerra originada á conse-
cuencia de haber pedido el gobierno norte-americano que Es-
paña abandonase su dominación en la is|^de Cuba, demanda
ésta á que España no quiso someterse:
«En la lucha armada, resultado de esta negativa, reconoce
España haber sido vencida.
«Los perjuicios que le ha causado esta guerra son grandes, y
cree llegado el m.oniento de poder pedir dignamente á los Esta-
dos Unidos su cooperación, con objeto de terminar la guerra;
por lo tanto ruega que se le den á conocer, por medio del Em-
bajador de Francia en Washington, las condiciones que exigirá
de España el gobierno de Estados Unidos, para concluir la paz.*
Por lo que hace á la guerra en Cuba no había cesado, excep
tuando en el territorio rendido. Las tropas americanas _v la es
cuadra habían conseguido la rendición de otras poblaciones in-
mediatas á Santiago y algunas distantes como la de Gibara.
La fiebre amarilla causaba entre las tropas americanas gran-
des estragos. El siguiente boletín publicado por el General
Shafter el día 2 de Agosto da á conocer la terrible proporción
en que la epidemia se había desarrollado entre las tropas en
Cuba, alcanzando una cifra alarmante:
«El estado sanitario de las tropas el día 31 de julio es como
sigue: Total de enfermos, 4,25rx Total atacados de fiebre, 3,164.
Casos nuevos de fiebre, 653. Atacados de fiebre vueltos al ser-
vicio, 722. Muertes ocurridas el día 30 de Julio: 6 soldados ra-
sos, 4 artillerjs y un sargento de caballería. Un soldado murió
de herida causada por su propia mano.»
Al tener conocimiento de este mensaje dispuso el Secretario
de la Guerra que las tropas avanzaran á un punto del interior
de la Isla llamado San Luis, para cambiar su residencia. Pero
después, y antes de recibirse la respuesta de España, se ordenó
el reembarque para Estados Unidos de las tropas americanas
que habían hecho la campaña en Santiago.
Las proposiciones que los Estados Unidos presentaron á Es-
paña como respuesta á la demanda de paz hecha por el Mi
nistro fí anees Cambon, fueron transmitidas á Madrid y puestas
á discusión por el Gabinete Sagasta. Sin embargo, la respuesta
de España tardó en comunicarse más de una semana, lo cual
hizo suponer que tales proposiciones habían sido rechazadas.
Se solicitó desde luego por parte del gobierno de la Península
que cesaran las hostilidades mientras se discutían las bases de
la paz; el ejército americano continuaba sin embargo sus ope-
raciones en Puerto Rico, Cuba y Manila.
212
En Puerto Rico aunque fué rechazado el cuerpo de vanguar-
dia que intentó desembarcar en Puerto Ponce, pudo al fin lle-
varse á cabo esta maniobra dos días más tarde auxiliadas las
tropas por los buques de guerra que lo acompañó y por fin la
plaza de puerto Ponce fué tomada.
En Filipinas tuvo lugar un sangriento combate el día 31 de
Julio entre amerio*|os y espinóles. A la llegada de la tercera
expedición de tropas americanas los voluntarios españoles, in-
dignados, decidieron atacarlas trincheras enemigas y así lo ve-
rificaron en el punto llamado Malate, cerca de Manila. Las tro-
pas españolas que formaban la guarnicióL de Manila atacaron
el campamento americano. Las tropas españolas pasaban de
3,000. Cargaron repetidas veces. El fuego de los americanos
rompió el centro de las fuerzas españolas retirándose éstas.
Más tarde hicieron un segundo ataque, retirándose después á
los matorrales, desde donde sostuvieron nutrido tiroteo. Once
americanos resultaron muertos y treinta y siete heridos. Las
pérdidas de los españoles no fueron grandes. Durante el com-
bat^e los rebeldes permanecieron neutrales.
El parte americano de la batalla dice lo siguiente:
«Las tropas del General Green en número de 3,000 habían
estado avanzando y atrincherándose. La llegada de la tercera
expedición enfureció á los españoles y resolvieron dar batalla
á las tropas americanas antes de que el campamento Dewcy
fuera reforzado. Las trmcheras americanas se extendían desde
la playa en un tramo de 300 yardas al flanco izquierdo de las
tropas insurrectas. El domingo, siendo día festivo para los re-
beldes, el flanco izquierdo se retiró, dejando expuesto el flanco
derecho de las tropas americanas.
Las compañías A y E del batallón 11° de Pensylvania y la
Hatería de Utha recibieron órdenes de reforzar ese punto.
En medio de un aguacero torrencial, las tropas españolas en
número de 3,000 intentaron sorprender el campamento ameri-
cano. Las avanzadas viéronse obligadas á refugiarse dentro de
las trincheras, las que fueron asaltadas.
Las tropas de Pensylvania no se movieron y resistieron con
tenacidad al enemigo á pesar del nutrido fuego de fusilería que
sobre ellos caía.
No se veía más que el fulgor de los disparos de los rifles
Mai^sser de los españoles. Los americanos se lanzaron sobre
fas tropas asaltantes. La Batería de Utha se distinguió, pues
tuvo que arrastrar sus cañones por entre lodazales donde las
piezas se hundían hasta ol eje de cureña. Dos cañones hicieron
un movimiento de flanco haciendo terrible fuego sobre las tro-
pas españolas, las que .se retiraron en desorden. La infantería
americana había agotado sus municiones, por lo que no persi-
guió á los que se retiraban
213
Durante la noche los españoles recogieron sus muertos. Los
americanos muertos fueron enterrados al día siguiente. Duran-
te la noche del día 1° de Agosto se continuó la lucha; pero los
españoles hacían fuego de cañón, la batería de Utah respondió
\' el fueg-o de la artillería duró una hora.
Los muertos americanos ascienden á 13 y en los hospitales
ha}^ diez hombres gravemente heridos.
El día 4 de Agosto se verificó un tercer desembarque de tro-
pas en Puerto Rico, llegadas en los vapores «St. Louis» y <?St.
Paul.»
Todavía en esta fecha se libró un combate en Matanzas, Cu-
ba, entre españoles é insurrectos, siendo éstos derrotados.
Era de notarse por entonces el cambio operado en la opinión
pública en cuanto al restablecimiento de la paz en España. En
la capital se discutía en todos los círculos políticos y se expre-
saba claramente el deseo de que terminara aquella serie de ca-
lamidades que la guerra había traído. Ya no se impugnaba du-
ramente al que se atrevía á pedir paz, como antes sucedió, y
exceptuando el elemento militar, que permaneció hasta el fin
rehacido á todo arreglo para obtener la paz, podía decirse que
el sentimiento público estaba en favor de ella.
Las sesudas reflexiones de Pi y IMargall resonaron entonces
de nuevo en los oídos del pueblo pero esta vez no parecieron
ya una locura como antes de ir cá la guerra.
El Protocolo que contenía las proposiciones para el restable-
cimiento de la paz y que era el objeto de la discusión del Ga-
binete de Madrid sufrir algunas modificaciones por una y otra
parte.
Por fin fué aprobado y se hizo público su contenido en las
dos naciones el 11 de Agosto. He aquí el texto de Protocolo:
1 =^ España renuncia á todo título y derecho de soberanía en
la isla de Cuba.
2^. La Isla de Puerto Rico y las denifis islas en las Antillas
que hasta hoy han reconocido la soberanía de España y una de
ías islas del grupo de las Ladronas, d elección de los Estados
Unidos, serán cedidas por España A los Estados Unidos.
3=1 Los Estados Unidos ocuparán y retendrán la bahí;i y
ciudad de Manila, mientras se concluye el tratado de paz el
cual determinará el dominio, disposición y Gobierno de las is-
las Filipinas.
4^"1 Cuba, Puerto Rico y las otras Antillas españolas .;erán
evacuadas inmediatamente por España, y los comisionados se
nombrarán dentro del término de diez días y se reunirán den-
tro del término de treinta días después de firmado el Protocolo
en la Habana y San Juan de í^uerto Rico para arreglar y eje-
cutar los detalles de la ejecución.
214
5'^ Los Estados Unidos y Kspnña nombrarán cada una no
más de cinco Plenipotenciarios para neirociar y concluir el tra-
tado de paz. Los Plenipotenciarios se reunirán en París antes
del día 1*^ de Octubre próximo.
6** Al firmarse el Protocolo, se suspenderán las hostilidades
y se darán órdenes á este efecto, tan pronto como sea posible á.
cada g"obierno comunicarse con los comandantes de sus tuerzas
navales y militares.
En la misma fecha se publicó unn proclama de McKinley
ordenando la suspensión de las hostilidades.
El Protocolo fué firmado por Mr. Cambon representando á
España y Mr. Alacr en representaci('>n de los lisiados Unidos.
V
Si la comunicación cableoráfica con Manila no hubiese esta-
do interrumpida, se habría evitado un nuevo y superfino derra-
mamiento de sanare, en la toma de esa ciudad por los ameri-
canos.
En efecto, el día 12 fué trasmitido un mensaje al General
Merrit, ordenándole la suspensión de las hostilidades en virtud
de los tratados de paz con España; mas el mensaje lleiió á su
destino el día 16, esto es, cuando ya se había consumado la
capitulación de Manila, tras un largo y santrriento combate.
Desde el día 6 de Agosto el comodoro Dewey demandó la
rendición de la ciudad obteniendo del Comandante español una
enérgica negativa.
El General Augustín que había renunciado el puesto de Ca-
pitán General, recibió órdenes de rendirse, las cuales se excu-
só de cumplir por no estar ya al frente de las tropas. Se ha ase-
gurado en España que dicho General será juzgado por un Con
sejo de Guerra por haber desobedecido una orden superior.
Dewey fijó un plazo de cuarenta y ocho horas para que se
le resolviera acerca de la capitulación que solicitaba, y enton-
ces el Comandante español pidió una tregua para hacer que se
pusieran en salvo las mujeres y los niños.
El asalto de la ciudad debería pues tener lugar el día 8 á me
dio día, que espiraba el plazo fijado por los americanos, pero
habiendo conferenciado Dewey y Merrit, jefe de las fuerzas de
tierra, acordaron diferirlo hasta el día 13.
En esta fecha no habiendo obtenido respuesta afirmativa en
cuanto á la rendición de la ciudad, en la mañana se formó en
línea de batalla frente á Manila la escuadra americana. El «O-
lympia» fué el buque que hizo el primer disparo contra el fuer-
te de Malate. Las bombas de los americanos no alcanzaban á
215
llegar al blanco, y se gastó algún tiempo en ponerse á distancia
conveniente para hacer tiro. En seguida el "Callao," uno de los
cañoneros expresados por Dewey, avanzó hasta ponerse junto
á los fuertes y les mandó nutrido fuego. El fuerte dejí"* de con
testar, pero disparó sobre las tropas americanas que estaban
embistiendo contra las trincheras españolas. Después de una
hora de combate, se ordenó que suspendiesen el fuego los bu-
ques americanos, en atención á que el fuerte no respondía.
La escuadra continuó haciendo disparos hacia el lado Sur d<
la ciudad para despejar el camino á las tropas americanas que
daban el asalto^ las cuales abanzaban á medida que el campo
iba siendo despejado por los españoles.
A la vanguardia de las tropas iban las baterías Utah y As-
tor, pero como la primera tenía cañones de mucho peso no pu-
dieron arrastrarse por los pantanos, continuando solo la bate-
ría Astor á quien tocó la parte más ruda del combate. La se-
guían el 23° de línea y los voluntarios de Minnesota, á lo largo
del camino de la margen derecha del río Pasig, á donde ya la
escuadra no pudo prestar ayuda alguna.
Al llegar á la unión con el camino de Cingalon la vanguardia
sorprendió las poderosas trincheras de los españoles. Inespera-
damente, los españoles hicieron una descarga terrible sobre
los americanos matando á los artilleros de la batería de Astor
y á un soldado de los voluntarios de Minnesota La batería se
vio obligada á retroceder debido al mortífero fuego de los es
pañoles dejando abandonados dos cañones. Pero á tiempo llega-
ron las reservas al mando del Coronel Overshine y con este
auxilio los artilleros lograron recobrar sus piezas haciéndolas
funcionar nuevamente con más vigor.
Los españoles se vieron obligados á retroceder hasta reple
garse dentro de la parte amurallada de la ciudad.
El combate duró hasta la tarde. Convencidos los españoles
de que sería inútil continuar por más tiempo haciendo resisten-
cia á costa de tanta sangre, resolvieron rendirse después de ha-
ber hecho una heroica defensa. Se enarboló pues una bandera
de tregua por los españoles.
El Cónsul velga de Manila, M. Andree, fué á bordo, del
«Olympia» y volvió con un teniente americano á donde estaba
el gobernador militar español, que convino en rendirse.
El General Merritt se encaminó al palacio á las 3 y 30 minu
tos y allí halló á los españoles formados en línea de batalla.
Los soldados rindieron sus armas, pero los oficiales obtuvieron
el permiso de conservar sus espadas.
La "Cruz Roja" de California prestó valiosa ayuda á los en
íermos y heridos.
2l6
Perfecto orden reinó en Manila en la noche del 13 de Ag"osto,
pues los americanos entraron á la ciudad y se pusieron guar-
dias en torno de las casas de todos los extranjeros^ con el fin
de impedir que fueran saqueadas. A los insurrectos no se les
permitió tomar parte en el ataque de la ciudad, sino que se les
mantuvo á retaguardia de los americanos. Para evitar derra-
mamiento de sangre, se les vedó que entrasen á la ciudad des-
pués de la rendición, como no fuera sin armas.
Antes de capitular, los españoles quemaron el transporte «Ce-
l)ú» en el río Pasig.
El General Merritt asumió el mando como Gobernador
militar.
Un despacho de Manila^ fechado el día 18 dice que el núme-
ro total de bajas por parte de los americanos en el ataque y to
ma de la ciudad, fué 46 muertos y 100 heridos.
Los españoles tuvieron 200 muertos y 400 heridos. Los ame-
ricanos trataron de no causar destrozos en la población y res-
petar á los no combatientes; cinco rebeldes fueron fusilados
por haber saqueado una casa.
El general Merritt publicó una proclama decretando que el
gobierno provisional y las autoridades locales conservaran sus
puestos y todo permanecería invariable.
Una nueva proclama declaró que cualquier habitante que se
resistiese á reconocer á las autoridades actuales sería tratado
como infractor de la ley
El General Jardenes tuvo una entrevista con un representan-
te de la Prensa Asociada en el curso de la cual dijo, que sa-
bía que la lucha no ofrecía ninguna esperanza, pero que trató
de resistir á los americanos en nombre del honor; pero que es-
taba decidido á rendirse por cuidado de los no combatientes, y
que aplaudía la humanidad que habían mostrado los america-
nos.
El General Augustín no quiso presenciar la rendición de la
ciudad que hubiera soportado aquel sitio prolonerado por más
de tres meses. Poco antes logró que se le admitiera á bordo de
un vapor alemán, en compañía de su familia y su servidumbre
emprendió el viaje á Hong-Kong.
Nombradas las comisiones respectivas por uno y otro ejér
cito para discutir las bases de la capitulación, éstas llegaron á
un acuerdo el día siguiente y la rendición se llevó á cabo.
He aquí el parte oficial que recibió cuatro días después el
Gobierno de Washington.
Parte oficial del Almirante Dcwey relativo á la rendición vi»
Manila.
«Manila, Agosto 15, Al Ministro de la Marina.— Washington.
- La ciudad de Manila se rindió hov á las cinco <.!e la tarde
217
á las fuerzas americanas de mar y tierra, después de un ataque
combinado. Una división de la escuadra bombardeó los fuer-
tes y trincheras de Malate ó sea el lado Sur de la ciudad, re-
chazando al enemigo, mientras nuestras tropas avanzaban por
ese mismo lado 3^ al mismo tiempo. La bandera americana fué
enarbolada por el Teniente Brumby. Hicimos cerca de 7,000
prisioneros. La escuadra sufrió algunas bajas. Uno de los bu-
ques salió averiado.
P:1 dia 7 del actual el General Merrit y yo demandamos la
rendición de la plaza, pero el gobernador general se negó á ca-
pitular.—(Firmado).- -Dí'ZL'O'-''
— «Hong Kong, Agosto 20.— Al ayudante General Corbin.—
Washington.— Las siguientes son las bases de la capitulación de
Manila:— Los subscritos, nombrados para las comisiones que
han de terminar las bas^s de la capitulación de la ciudad y
defensas de Manila y sus suburiios y las tropas españolas esta-
cionadas allí, de aci.erdo con el arreglo convenido el día ante-
rior, entre el Mayor General Wesley Merrit, General en Jefe
de las tropas de los Estados Unidos en las Filipinas, y Su Ex-
celencia D. Fermín Jardenes, General en Jefe interino de las
tropas españolas en Filipinas.
P Todas las tropas españolas tanto europeas como nativas
(\apitulan con la ciudad y sus defensas con todos los honores
de la guerra, depositando sus armas en los puntos designados
por las autoridadus de los Estados Unidos, y permanecerán en
los cuarteles y bajo las órdenes de sus oficiales y sujetos á las
órdenes de las autoridades citadas hasta la conclusión de la paz
entre las dos naciones beligerantes. Todas las personas intui-
das en la capitulación permanecerán en Luzón; pero los oficia-
les harán uso de su casa habitación la que será respetada
mientras se observen las ordenanzas prescritas por su gobier-
no y leyes vigentes.
2° Los oficiales retendrán sus armas al cinto, cabalgaduras
y propiedades personales. Todos los edificios públicos y pro
• piedades públicas por lista detallada serán entregadas á los
oficiales designados por los Estados Unidos.
3° Dentro de diez días de la fecha se entregará á los oficia-
les de los Estados Unidos, una lista completa y por duplicado
de las tropas rendidas y las propiedades públicas y material de
guerra que se incluyen en la capitulación.
4® Toda cuestión relativa á la repartición de las tropas e.s-
paftplas ó sus oficiales y sus familias, deberán someterse al Go-
bierno de los Estados Unidos en Washington, Las familias es-
pañolas podrán salir de la ciudad en cualquier tiempo que lo
2l8
deseen. La entrega de las armas á las tropas españolas se efec-
tuará cuando estas evacúen la isla ó lo hagan las tropas de los
Estados Unidos.
.')° Los oficiales y irop¿is del ejército español incluidos en es-
ta capitulación serán provistos, según 5:u rango, por el gobier-
no de los Estados Unidos de las raciones y toda ayuda necesa-
ria tal cual si fueren prisioneros de guerra, hasta la concla.sión
del tratado de paz entre España y los Estados Unidos.
Todos los fondos en la Tesorería española y todos los fondos
públicos serán entregados á las autoridades de los Estados
Unidos.
T"* Esta ciudad, sus habitantes, igh\sias. sus instituciones de
enseñanza y las propiedades particulares de toda prescripción
quedarán bajo la protección y honor del ejército de los Esta-
dos Unidos.— (Firmado) 1^^ N Green. Brigadier General.— B.
í^. Lamberton, Capitán de Navio de*la Marina de los Estados
Unidos de América.— Charles A. Witter, Teniente Coronel.
A.— H. Crowder, Teniente Coronel y Asesor. -Nicolás de la
Peña, Auditor General.— Carlos Reyes, Coronel de Ingenieros,
—José María Oriatu, Jefe de Estado Mayor. - (Firmado) Merritt.
Mayor General.»
El día 21 llegaron á Manila los transportes «Puebla» y «Perú»
teniendo á su bordo á las tropas de los Generales Ottis y Huges
las cuales una vez desembarcadas aumentaron la numerosa
guarnición de la ciudad. La toma de Manila por los americanos
alentó á los insurrectos de las demás islas á la rebelión contra
la autoridad española. Algunas ciudades fueron tomadas des
pues por los rebeldes, los peninsulares maltratados y encarce
lados los inofensivos religiosos.
A fines de Noviembre de 98 había en las prisiones de los re-
beldes filipinos más de 6,000 españoles, por cuyo rescate pedían
una fuerte suma.
En los tratados de paz de España con Estados Unidos se es-
tipuló la libertad de los prisioneros políticos así españoles como
cubanos y filipinos, por lo cual lo de exigir dinero por la liber-
tad de los españoles no pasó de un buen deseo de los revolu-
cionarios.
CAPITULO XV.
R'íuuión en París de las comisiones española y americana para ultimar los tra-
tados de paz — Resultado de las conferencias. — Opiniones de la prensa sobre
la conducta de los Estados Unidos. — Firma del tratado. — Protesta de Es-
paña
ombradas las comisiones respectivas por una y otra
nación, dieron principio á sus labores en los prime-
ros días de Octubre. Las conferencias tuvieron lu-
gar en el suntuoso edificio del Ministerio de Relacio-
nes en Farís.
La Comisión americana presidida por el Juez y ex-Ministro
Willam R. Day la componían los senadores C. R. Davis. W.
P. Tuye, Weneiew Read y G. Gray. El Secretario lo fué Mr.
Moore.
En cuanto á la española, cuyos nombramientos fueron acepta-
dos con visible repugnancia después de grandes instancias de
parte de) Gobierno, la formaban el Sr. Montero Ríos, como pre-
sidente, y los señores^ General Cerezo, Arbazuza, Garnica y
Willaurrutia. Secretario Sr. Ojeda.
Las discusiones se prolongaron por más de dos meses, aun
cuando el resultado se esperaba pocos días después de haberse
reunido los comisionados.
El primer punto objeto de disensión para las comisiones fué
el porvenir de Filipinas. Los americanos, á nombre de su Go-
bierno exigieron la sesión del archipiélago á la cual con pal-
maria justicia y alegando razones fundadas en el derecho in-
ternacional, pretendieron oponerle los españoles.
La misión de los representantes de España y Norte Améri-
ca era fijar en un texto conciso y detallado el Protocolo que dos
meses antes se había firmado en Washington. Descender á
las minuciosidades que aquel documento no pudo abarcar
debido á la premura con que las circunstancias exigían se ter-
2 20
minara, en bien de los intereses de los beli<íerantes. Se tenía
que desarrollar los puntos que esencialmente ó en extracto cons-
taban ya en el protocolo, sin añadir nada diverso, sin alterar lo
esencial de él.
Por esta razón, además de la graiide injusticia que envolvía
la demanda americana sobre las Filipinas, pareció á los comi-
sionados españoles que era apartarse de las estipulaciones con-
tenidas en el Protocolo el exigir una nueva y capital concesión
que cambiaba radicalmente la índole del convenio primitivo.
En efecto, en el artículo 3° del Protocolo relativo á Filipina^
nada se dice de su adquisición por los Estados Unidos y si se-
establece que será ocupada la capital del Archipiélago por la-
fuerzas agiericanas así como la bahía de Manila «mientras s<
concluía el tratado de paz.»
Los comisionados españoles rechazaron naturalmente la in-
noble proposición americana, lo cual vino á entorpecer la mar
cha de las negociaciones al grado que, no queriendo ceder ni
los americanos en su injusta demanda ni los españoles en con-
cederla, se llegó á dificultar una solución pacífica, ó lo que es
lo mismo, no quedaba otro camino que el de continuar la güera.
En tal extremo los comisionados americanos presentaron un
memorándum á sus colegas españoles retirando con exigencia
la cesión del archipiélago y señalando un plazo perentorio dr
una semana para que se contestara á sus pretensiones, asegu
rando que en caso de no accederse á ellas, darían por termina-
das sus labores y lo notificarían á su gobierno para que se con-
tinuaran las hostilidades.
En tal extremo, y ante la imposibilidad material de España
para aceptar la prosecusión de la guerra, tuvieron que ceder
los comisionados ante la fuerza bruta, tolerando, pues no puedt-
decirse que hayan aceptado, la expoliación consumada por el
vencedor.
La prensa francesa fué la primera en hacer notar la aberra
ción americaníi.
«Le Temps» dijo con fecha 30 de Noviembre:
«^Los americanos realmente intentan abandonar la doctrina
Monroe? ó ;intentarán todavía sostener esa insostenible doctri-
na? De las últimas noticias que tenemos á la mano, se deduce
que los americanos están atacados de fiebre territorial. ;I)ónde
acabará todo esto?
«Si los americanos se proponen mezclarse en el Asia, ;qué
impedimento ha\^ que les prohiba mezclarse en el África? En
nuestra opinión, las Potencias cometieron un error irreparable
cuando se negaron á evitar la guerra ibero-americana. *
-Le Fígaro» opina que hoy que la guerra se ha terminado
Inglaterra y los Estados Unidos tendrán sus dificultades con
motivo de la divi.sión de los despojos. <
221
-Es increíble, dice, que el interés de Inglaterra haya sido
puramente por amor á sus hijos rebeldes. La Inglatera no está
establecida bajo estos principios. Muy pronto demandará su
parte de los despojos, y es de preguntarse que los yanques en
medio de su desmedida ambición están dispuestos á dar al Cé-
sar lo que es del César. No tendremos mucho que esperar.-
«Le Soleil» dice: No tardará mucho en son^ir la hora en que
los americanos recibirán el condigno castigo por su ambición.
Las Filipinas serán para ellos una inversión muy cara. Las Fi-
lipinas arruinaron á España y esas mismas islas serán los arre-
cifes donde la nave de la nación americana va á estrellarse.
Los Estados Unidos se han apartado de los gloriosos principios
que la hicieron tan grande, y su expiación será segura, aunque
tal vez no tan pronto.»
Allanada la dificultad que presentó la cuestión filipina para
término de las negociaciones de paz, éstas avanzaron rápida-
mente. A fines de Noviembre pudieron llegar á un acuerdo fi-
nal y el día 30 se convino en las bases del Tratado, que debían
redactarse para ser firmadas en seguida.
Los artículos que abraza el Tratado son diecisiete y se re-
lacionan con los puntos siguientes:
Art. P España renuncia á su soberanía sobre Cuba.
Art. 2^ España cede á los Estados Unidos la isla de Puerto
Rico, y las otras islas que están bajo el dominio de España en
las Antillas, así como la isla Guan del grupo de las Ladronas.
Art. 3^ Cesión del Archipiélago filipino, mediante una com-
pensación de 20.000,000 de pesos.
Art. 4° Contiene los detalles relativos á la cesión de Filipi-
nas, la liberación de los españoles prisioneros de los tagalos, etc.
Art. 5° Se refiere á la cesión de los cuarteles, del material de
guerra, de los almacenes, de los edificios y de todas las propie-
dades pertenecientes á la administración española en Filipinas.
Art. 6^ Contiene la renuncia de ambas naciones á toda re-
clamación mutua.
Art. 7^ Concede á España durante el término de diez años,
los mismos derechos que á los Estados Unidos para su comer-
cio y su navegación en Filipinas.
Art. 8° Se refiere á la libertad de todos los prisioneros de
guerra hechos por España, así como de los individuos aprehen-
didos por crímenes ó delitos políticos cometidos en las Colonias
cedidas á los Estados Unidos.
Art. 9° Garantiza los derechos legales de los españoles resi-
dentes en Cuba.
Art 10° Establece la libertad religiosa en Filipinas y conce-
de los mismos derechos á todas las Iglesias.
Art. 11'' Se refiere á la composición de toda clase de tribu
nales en Puerto Rico y en Cuba.
222
Art. 12^ Se refiere á la Administración de la Justicia en Cu-
ba y en Puerto Rico.
Art. 13^ Concede á España, durante cinco años, la conserva-
ción de sus derechos de reproducción y de autores, en los te
rritorios cedidos, así como la admisión, libre de gastos, de li-
bros españoles en dicho territorio.
Art. 14° Trata del establecimiento de consulados españoles
en los territorios cedidos á los Estados Unidos.
Art. 15" Concede al comercio de España, en Cuba, en Puer-
to Rico y en Filipinas, el mismo tratado que al comercio de los
Estados Unidos, durante diez años. Los buques españoles serán
considerados como costeros.
Art 16° Estipula que las obligaciones de los Estados Uni-
dos respecto á los ciudadanos españoles y de sus propiedades
en Cuba, cesarán cuando los Estados Unidos abandonen la au
toridad que van á ejercer sobre la isla.
Art. 17° Dice que el tratado debe ser ractificado por los dos
Gobiernos durante los seis meses que seguirán á la fecha de la
firma de las dos comisiones.
El tratado se firmó el día 10 de Diciembre de 1898 á las 9 y
15 minutos p. m.
En el mismo documento se hizo constar una valiente y enér-
gica protesta de España contra la conducta de los Estados
Unidos, que contiene, entre otras, estas frases:
-Las concesiones que nos han obligado á hacer, nos afectan
menos que el insulto lanzado á nuestra patria por el Presiden-
te McKinley en su mensaje al Congreso, respecto al incidente
del "Maine," y nos proponemos de nuevo intentar someter la
cuestión á un tribunal internacional, compuesto de Inglaterra,
Francia y Alemania, para que determine quién ha de cargar
con la responsabilidad de la catástrofe. ^^
Y en otro lugar dice la protesta, sobre el mismo asunto.
«España ha propuesto el arbitraje; pero los Estados Unidos
se niegan á concederle el derecho que se otorga á los crimina-
les, á saber, el de defenderse.
6 0 0 0 0 0 0
3o ^_,-~-0Ho ,_^r- of)!jO^ ^_y O^íJO ^_y- -0^(30 s^ Ojí^o v_^— <»{¡^0 ^^- (»{)
CONCLMSTON
orno en los momentos que terminamos la seounda
edieión de la Historia de la Guerra Hispano America-
na, apenas acababa de firmarse el tratado de París, pa-
ra concluir la paz, nos vimos en el caso de apelar
al testimonio de la prensa para reunir las incompletas notas
que publicamos en el capítulo anterior relativas á dicho trata-
do, en la imposibilidad de disponer de otras fuentes históricas.
Al cerrar nuestro libro no quedamos en la comisión de que
él no pueda contener quizás algún error, pues no creemos que
los libros históricos no conteng^an errores.
Al gran historiador Cesar Cantú lo hemos visto al juzgar á
D. Benito Juárez incurrir en tales inexactitudes, que un hijo
de este hombre célebre los ha hallado insultantes y aun calum-
niosos á la memoria de su pac' re.
Nosotros hemos procurado despojarnos de toda pasión en el
curso de nuestro trabajo, ahogando las propias simpatías, mu-
chas veces, que el pueblo español nos inspira y con el cual fra
ternizamos porque pertenece á la misma raza latina, así como
por la identidad de creencia, costumbres é índole.
Con .todo, á pesar de haber suprimido nuestros propios jui-
cios; á pesar de omitir los comentarios á que se presentan mu
chos episodios de la guerra, la sola narración de los sucesos
descritos creemos que constituye el mejor comentario y la más
enérgica de todas las protestas que pudieran hacerse contra la
cadena de injusticias y atentados de que ha sido víctima Es-
paña.
Nosotros hemos luchado por dejar consignada la verdad só-
brelos hechos históricos porque, repetimos, creemos la mejor
protesta, aun i'uando la historia que terminamos tiaiga un do-
loroso recuerdo para los buenos hijos de España.
224
Sólo nos resta consagrar los últimos renglones de nuestro li-
bro al homenaje de tantos marinos como sucumbieron, márti-
res del deber y el patriotismo, en las batallas de Santiago y
Cavite,"no menos que al de los soldados muertos en la épica
defensa de Caney y Santiago.
Sus nombres quedarán resplandecientes en los brt)nces de la
historia y su patria los cubrirá agradecida con el manto de la
inmortalidad.
Cumple también á nuestro propósito insertar á continuación
algunos documentos, de origen español, que dan á conocer el
verdadero estado de la opinión pública respecto á los tristes
su( esos, que acabamos de referir.
h3n ellos damos lugar preferente al juicio crítico del Señor
Andrés Barral Arteaga, distinguido miembro de la colunia
española en la ciudad de México, y á quién debemos la narra-
ción de la batalla en que fué destruida la escuadra en Cavite
según manifestamos en el lugar que corresponde.
229
se vieron en la necesidad de luchar casi constantemente sin re-
cibir su paga, haciendo frente, llenos de resignación, al hambre,
ala más espantosa miseria, y á todo género de enfermedades que
cruelmente los diezmara. Al infortunado y heroico general Va-
ra de Rey se le abandona en Caney á la cabeza de un puñado
de valientes, lo mismo que al general Linares,
Otro tanto acontece con el pundonoroso general D. Basilio
Agustín en las Filipinas, que nunca llegó á recibir los refuezos
que el gobierno le ofreciera, viéndose al fin obligado á abando-
nar el país, después de sostener desigual y heroica lucha por es«
pació de tres meses consecutivos, no autorizando de este modo
con su presencia la capitulación de Manila, y evitando al mis-
mo tiempo más derramamiento de sangre, con la prolongación
de una resistencia inútil. Sería imposible para nosotros señalar
punto por punto, todos y cada uno de los desmanes y errores
cometidos por nuestros gobernantes, pues necesitaríamos ocu-
par muchas páginas, y se haría interminable este libro. Básteme
decir, por última vez, que ellos esclusivamente son los respon-
sables de todas nuestras desgracias y calamidades. Tenemos
además la convicción de qne no está lejano el día en que la luz
de la verdad se abra paso, y entonces nuestra desventurada
España conocerá á sus pérfidos servidores. No nos hacíamos la
ilusión de poder vencer al enemigo, porque éste era superior
en número y en elementos, pero tampoco hubimos de su-
ponernos que nuestro Gobierno había de buscar una paz tan
denigrante, aceptada por el Gabinete de Washington, cuando
aún teníamos fundadas probabilidades de continuar luchando,
si no para vencer, repetimos, sí al menos para conseguir mayo-
res y más honrrosas ventajas, al firmar el abominable Protoco-
lo. Es dolorosamente cierto que nuestro aniquilamiento en el
mar había sido completo, pero todavía nos quedaban en Cuba
más de cien mil hombres dispuestos á pelear hasta el último
momento, el cual ejército había originado no pocos descalabros
á las huestes enemigas, máxime cuando éstas comenzaban á
diezmarse á causa de las numerosas enfermedades producidas
por la falta de aclimatación. Aunque no nos deslumhran los
galones ni las charreteras debemos hacer constar que el ejército
ha estado á la altura de su elevada misión, habiendo cumplido,
en lo general, con su deber luchando hasta morir cuando era
preciso, y obedeciendo con toda disciplina las órdenes superio*
res aunque éstas pugnaran con sus convicciones y principios.
Nuestros hombres de Estado, no teniendo armas posibles cou
que defenderse, pretenden ahora lanzar sobre el ejército el
sambenito de la deshonra y del ultraje, descargando en él sin
justicia ni razón el peso abrumador de todas las responsabilida-
des, lyos que nos encontramos separados de las altas esferas del
230
Poder, los que vivimos alejados del círculo impuro, corrompi-
do de la política, no podríamos justificadamente hacerle car-
go á la digna institución que nos ocupa, principalmente cuan-
do sus hechos y honrosos antecedentes históricos la ponen al
abrigo de toda sospecha; los miamos jefes y oficiales norteame-
ricanos, y aun la prensa hispanófoba é iracunda de aquel país
han hecho merecidos elogios de la bizarría con que lucharon
nuestros soldados y marinos, á quienes llamó el Emperador
Guillermo II: «¡Valientes, pero desgraciados!»
De la actual política del gobierno ni aun siquiera podemos
esperar ya las atrevidas empresas y los idealismos, desorgani-
zadores, pero grandes y generosos de tiempos no lejanos, por-
que en medio de su decreptitud carece de ánimo y de entereza,
y sólo tiende á su propia conservación antes de consentir ser
noblemente vencida, en los rudos pero honrosos embates de la
lucha. El desenlace de los acontecimientos que hoy lamenta-
mos puede sernos tal vez ventajoso. Con el pretexto colonial
se imponía la necesidad de mantener constantemente sobre las
armas un numeroso ejército, que originaba grandes mermas á
nuestro exhausto Tesoro nacional. Por el mismo motivo nos
hacíamos la ilusión de poseer una escuadra que no existía, y
que sin embargo su presupuesto cuesta á la Nación muchos
millones de pesetas. Ahora no deben de pesar sobre el país
esas gavelas. No es necesario ya sostener tantos soldados, ni
conservar tampoco esos cascarones viejos que hoy yacen en su
mayor parte en las profundidades del Océano.
No sufrirían más las desventuradas madres que veían con ho-
rror el alistamiento de sus hijos para irle á servir al Rey en
las apartadas y mortíferas regiones desús dominios, donde tan-
tos infelices perdieron su existencia sin que hubieran recibido
los últimos consuelos que les impartiera una mano amante y ca-
riñosa. Por el contrario, bendecirán á Dios una y mil veces por
haberlas librado de tan cruel y tremendo azote. Los que lamen-
tarán profundamente la pérdida de nuestras colonias, son esa ca-
terva de hambrientos individuos, que como aluvión desenfre-
nado irrupcionaban constantemente los principales puestos en
la administración pública debido al punible favoritismo del ca-
cicazgo. Ya no habrá para ellos la facilidad que antes tenían
de enr^iquecerse de la noche á la mañana ni de regresar con
humos de grandes señores á la Metrópoli, para disfrutar enella
e.\ /amiente que les proporcionara el no despreciable producto
de su insólita rapiña. Nuestras provincias de Castilla y Extre-
madura, y otras muchas, poseen extensas y fértiles llanurasdon-
de con el esfuerzo de la laboriosidad y la constancia, pueden
alcanzar magníficos y honestos resultados. Ahí es á donde de-
bendirigirsus miradas todos aquellos sujetosque ayer esquilma-
231
ran sin escrúpulos, las exj/uberantes fuentes de riqueza de nues-
tros tesoros ultramarinos. Bl Gobierno que venga á levantar á
la España de esa abrumadora postración que enerva su vigor y
su grandeza, al optar por una política de sabia reconstitución
económica, debe también transformar cuanto antes esas espa-
das y bayonetas, hoy cesantes, en arados y demás implementos
propios para nuestra abandonada agricultura.
La humanidad en general ganaría no poco si se realizara el
actualmente debatido proyecto de desarme universal; todos
esos brazos parralizados, todas esas energías sin acción podrían
tener brillante éxito si se emplearan en el desenvolvimiento y
desarrollo de la industria, las artes y la agricultura. Nuestro
país debe ahora acomodar su vida á la situación de ingente
estrechez en que se encuentra, pero, por supuesto, sin renun-
ciar ni un solo instante á sus elevados destinos, aviniéndose
resignado á los infortunios y á la desgracia que hoy lo agobian
sin clemencia. Ahora más que nunca debemos aplicar los gran-
des remedios á nuestros enormes males, poniendo en armonía
los medios con el fin, cosa en que jamás hubimos pensado an-
tes. Habemos vivido en un sueño profundo y constante, y hoy
que nuestros delirios de grandeza se han convertido en terribles
y espantosas realidades, nos asustamos con nuestras desgracias
y miserias, y aún queremos desfallecer abrumados por el enorme
peso de nuestros infortunios. Descalabros quizás más importan-
tes y dolorosos hemos sufridos antes, sin haber dado muestras
tan marcadas de abatimiento y de desesperación. Perdimos en
los reinados de los Felipes, á los Países Bajos, á Portugal y Gi-
braltar; más tarde hubimos de renunciar á nuestra soberanía
sobre Ñapóles, Sicilia y Tánger, empezando después, durando
el reinado el Carlos III, la desmembración del entonces nuestro
vasto imperio americano, perdiéndose éste, casi en su totalidad,
por el imbécil y pusilánime Fernando VII.
No son, pues, nuevas nuestras desdichas y por más que és-
tas nos sean profundamente sensibles, repetimos, no debemos
renunciar al imperio de nuestra legendaria grandeza. Todas las
principales naciones han sufrido su Waterloo; y tras de ese
doloroso vía crucis que pone hoy á prueba nuestra entereza y
abnegación, pueden ocultarse no lejanos días de bienestar, para
nuestra Patria.
Es menester que todos nos decidamos á emprender la ardua,
pero grandiosa tarea de nuestra reconstitución interna y de
nuestra rehabilitación ante el mundo entero. Hay que salvar
los restos de nuestro patrimonio nacional proscribiendo para
siempre esa maldita política que nos ha perdido y aniquilado
constantemente. No debe España, no puede resignarse nuestro
país á las abyecciones de sus desastres actuales, cuando por
232
fortuna aún no llega al completo agotamiento de sus grandes
elementos de vida. Poseemos todavía las Baleares, las Canarias
y las plazas del Norte de África, que es hacia donde debemos
dirigir nuestras aspiraciones predilectas, después de atender con
esmero á todas nuestras necesidades internas.
Profunda indignación nos provoca el inicuo proceder de Nor-
te América, cuyo país, atropellando á la razón y á la justicia,
viene á arrebatarnos villanamente lo que hubimos de conservar
por espacio de cuatro siglos, y á la faerza de nuestra pro-
pia sangre. Es una burla sangrienta el atreverse á tomar en
serio, los pueriles pretextos dados por aquella Nación para
sancionar ante la faz del mundo su pérfida conducta. Es un
sarcasmo inaudito el considerar que ese país proceda de buena
fe, llevando su nobleza hasta el sacrificio, en aras sacrosantas
de la humanidad. Nó, no es posible que el que conozca el espí-
ritu de ese pueblo inmortal, que el que haya estudiado su índo-
le y su historia, lo considere dotado de las grandes virtudes y
lo juzgue capaz de practicar el bien, á costa de sus intereses y
conveniencias. Antes que los Estados Unidos declarasen injus-
tamente la guerra á España, los hombres prominentes de aquel
país llenaban de elogios á los principales jefes de la insurrección
cubana; hacían notar las buenas cualidades que adornaban á
los Maceo, Gómez, García y demás cabecillas, considerándolos
dignos de que elGobierno de Washington les concediese la be-
ligerancia. Poco después, no satisfechos \os ya7ikees con esa pre-
rrogativa hacia los cubanos, hicieron formal promesa de que la
Grande Antilla se haría independiente de la Metrópoli, arras-
trando á nuestro país á desigual y ventajosísima conti'^nda, se-
guros ya del triunfo, dada la supeiioridad en número y en ele*
mentos.
Es, por último, invadido el suelo cubano y cuando apenas
las huestes del general Shafter huellan con sus disformes plan-
tas las vírgenes playas antillanas, y sin conocer á fondo á los
que fuesen poco tiempo antes motivo de su admiración y sim-
patía, se desata dicho general americano en terribles imprope-
rios contra los jefes cubanos, los llama un hato de bandidos.
La bombástica y exagerada prensa americana viene después á
corroborar las opiniones del general Shafter, y aparecen furi-
bundos artículos en los diarios más caracterizados, tales como
el wSun,» el «Tribuue» y el «Herald,» diciendo que sólo se pue-
de comparar á los cubanos con las pieles rojas é 'igorrotes y
agotan contra ellos sus dicterios.
Ese cambio tan intempestivo de los norteamericanos no nos
sorprende. Procuraron atraerse la simpatía de los ^?¿¿7y/V¿>í en-
dulzándoles á éstos la boca con la miel de su decantada liber-
tad, y una vez que ya no necesitaron de ellos, los maltratan y
233
desprecian. Dueños hoy de la situación como lo están en el Ar-
chipiélago hawaino harán de la infeliz antilla lo que más cua-
dre con sus planes de sórdida ambición.
Pocos, muy pocos pensaban en la Unión Norteamericana co-
mo el honrado escritor Mr. CoUins, que decía al principio de
la guerra. «Si no fuera por este hecho (el hecho de darle á Cu-
ba la independencia) nuestra guerra con España sería el pilla-
je de un ladrón audaz y poderoso.)) Esta elocuente frase del
referido escritor americano es tan terminante que no da lugar
á comentarios. Baste recordar el injusto despojo de que Méxi-
co fué víctima en 47 para que pueda comprenderse la verdad
que en el fondo encierran las palabras de Mr. Collins, en este
arranque de cínica franqueza. Alentado hoy ese país con su
nueva victoria, y no habiendo tenido, durante la guerra con
España, ni siquiera una protesta por parte de la Europa, que
era la única que pudo haber puesto coto á su incalificable con-
ducta, fácil es comprender el género de política que ha de ob-
servar en el porvenir. I^a integridad y soberanía de la América
española están gravemente amenazadas.
Dueños los norte-americanos de la llave del Golfo mexicano
y del Océano Pacífico; teniendo en consideración sus proyectos
sobre el Canal de Nicaragua, su preponderancia comercial y
marítima en Centro América, y contando como cuenta con
una formidable escuadra, próxima á aumentarse enormemente
con nuevos y poderosos cruceros v acorazados, no creemos pe-
car de pesimistas al prever que en no lejanos días proseguirá el
invasor Tío Samuel su marcha triunfal hacia el cabo(Je Hor-
nos. Creemos de rigurosa justicia, antes de terminar estos ren-
glones, consagrarle un merecido elogio á nuestros compatrio-
tas dignamente diseminados por la hospitalaria tierra hispano
americana, quienes con generoso y noble desprendimiento acu-
dieron al llamado que les hiciera la Patria, contribuyendo to-
dos, ricos y desheredados, con su óbolo para los cuantiosos gas-
tos que originó la guerra, movidos por el más leal y ardiente
patriotismo. La distinguida y numerosa colonia de la Repú-
blica Argentina se hizo notable por su esplendidez, porque
además de haber enviado á nuestra corte gruesas sumas de di-
ñero, acaba de regalar á la Nación el magnífico crucero «Río
de la Plata,» construido á sus expensas. Acciones como estas
no necesitan encomios: se recomiendan ampliamente por sí mis-
mas.
Y sin embargo, el esfuerzo hecho por los españoles ausentes
de la Patria, no alcanzó todo el esplendor que nosotros mismos
hubiéramos deseado. ¿Por qué? Porque á través de la inmensa
distancia que nos limita de los patrios lares, traslucíamos la in-
fame perfidia de nuestros gobernantes, y comprendíamos, lie-
234
nos de indignación, que todos nuestros sacrificios resultarían
estériles, dada la actitud denigrante y desdichada asumida por
Sagasta, ante el sangriento ultraje inferido al país, por el impío
invasor norteamericano. El desenlace funesto de los^ucesos vi-
no á corroborar nuestros dolorosos presentimientos. Nuestra
consternación es hoy general, pues la herida fué tremenda y de
difícil cicatrización. ¡Quiera Dios que pronto se disipen los den-
sos nubarrones que opacan en estos momentos el cielo esplen-
doroso de nuestra adorada patria!
A?idrés Barrql Arteaga.
' Protestas de la Colonia Española en México.
Insertamos á continuación algunas de las numerosas protes*
tas publicadas por la colonia española con motivo del desastro-
so fin que la guerra tuvo para España, y las condiciones one-
rosas del Protocolo.
I^a mayor parte están escritas en un tono demasiado vehe-
mente; pero ellas dan idea del grado de excitación á que había
llegado el sentimiento público, y por lo mismo, las insertamos
á pesar de la destemplanza que se advierte en el lenguaje de
todas ellas:
Protesta de la Colonia Española Oe Lagaña del Carmen,
Estado de Campeche.
Si cada protesta nuestra hiriera de muerte á los culpables,
sentiríamos al menos el placer de la venganza; pero quienes es-
cuchan con incomprensible estoicismo, ajeno á nuestra raza, los
sollozos de la Patria avergonzada, oirán con la misma impasi-
bilidad y culpable indiferencia cuantas enérgicas protestas se
hagan contra ellos.
Tiene un límite la conciencia humana, que cuando por el
camino del vicio llega hasta él, olvida, embotada por el cri-
men, toda noción de dignidad y no queda ni Patria, ni familia,
ni nada; un paso más y allí están el cadalso y el oprobio.
Para los que envían tropas y barcos al matadero en nombre
del honor nacional, sepultado de antemano por ellos, cualquier
castigo es inmensamente insuficiente para vengar acción de tal
magnitud.
Las madres españolas, á imitación de las lacedemonias, ven
caer á sus hijos sobre el campo de batalla y se resignan á tan
235
grandioso sacrificio. ¿Por qué tanto heroísmo, por qué tanta
grandeza? ¿Porque viva la Patria, y en cambio, ¡cuatro mise-
rables llevan al mercado todo nuestro tesoro de dignidad! ¡Msal
ditos sean! ¡monstruos del siglo, maldición de nuestra historia!
Si tuviéramos en nuestra mano un manubrio mágico para
atormentarlos, no aflojaríamos jamás, y allí con inmenso pla-
cer escucharíamos los eternos y horripilantes alaridos de infer-
nal desesperación. Todo, todo es pequeño é impotente para
formular el castigo que merecen los que han vendido nuestra
bandera y humillado el honor de nuestros soldados.
Y en tanto el pueblo, atrofiado, al parecer, sumido en in-
concebible marasmo, busca una frase para darle nombre en el
círculo de las conveniencias nacionales á tan criminales atenta-
dos. ¿No habrá en nuestra querida España de legendarias gran-
dezas un genio que, á imitación del Bruto de Roma, enseñe al
pueblo el puñal sepultado en el corazón de nuestra Patria? ¡Ah,
si surgiera, ¡qué hermosas guillotinas se levantarían para los
Tarquines de Madrid.
Laguna del Carmen, Octubre 3 de 1898. — M. Gntiérrez C,
Tomás Molina^ D, Carbajal, R. Condales, J. M, García Z.,
Luis Rodríguez^ José Rico^ Mateo Ruiz C. R, L. Ansoleaga.
Protesta de Orizaba, Estado de Veracruz.
La colonia española residente en este Cantón de la Repúbli-
ca Mexicana', movida á impulsos del más ardiente patriotismo,
del que tiene dada señaladas pruebas, protesta de la manera
más enérgica contra la conducta infame del actual Gobierno
español presidido por Práxedes Mateo Sagasta; que este grupo
de hombres trabajadores y ajenos á todo color político y mise-
rias de partido, no vacila en presentarle ante nuestra Nación,
siempre heroica, como el más criminal, cobarde é inepto de
cuantos gobernantes registra la historia Patria; y en todos sus
actos, siendo el más saliente, el más funsto giro dado á la guerra
presente con los Estados Unidos de Norte América, desde an-
tes que hubiera sido declarada por dicha República, sin el más
leve motivo que la justifique, y sólo contando con el muy efi-
caz apoyo del traidor Sagasta, que se le impartió aún mas efi-
caz del que los mismos yankees apetecían. No cabe disculpa
alguna á tan gran criminal, porque ante los hechos son inútiles
todos los argumentos, por pruebas tan plenas como evidentes,
se derivan de aquellos, y forman par sí solos el proceso con-
denatorio. Si el jurado y la defe^ tienen en él participa-
ción, servirá únicamente, de fórmula indispensable para cubrir
«1 expediente.
236
Bajo tales conceptos, vertidos después de maduro examen, y
puesta la mano sobre el corazón, nosotros, como pequeña frac-
ción del pueblo español que es el componente para juzgar los
delitos de lesa-patria, y antes de que nuestra gloriosa bandera
bicolor quede humillada, pedimos: la pena capital aplicada win-
continentiw á Práxedes Mateo Sagasta por traidor consumado,
y para todos los Ministros — que todavía hoy preside con escán-
dalo inaudito — la que arrojen los autos del sumario rápido que
deberá incoarse desde luego con sujeción á las prescripciones
del Código Militar, por lo que corresponda á sus respectivos
cargos, lo mismo que á todos los individuos que de cualquiera
manera hayan coadyuvado á la formación del por siempre odio-
so protocolo, orillando á la Nación para que acepte tan vergon-
zosa paz sin ejemplo.
En tal virtud, suplicamos á todos los verdaderos españoles
de allende y aquende el Océano, lo mismo que á los nacidos en
esta República y á los que se hayan diseminados por todo el
mundo, se adhieran á nuestro propósito, y al de que jamás re
nunciaremos á la soberanía española en todas y cada una de as
posesiones ultramarinas que pretenden arrebatarnos, alevosa,
cobarde y traidoramente, esa República anglo-sajona formada
de remiendos y que tanto y tanto nos debe; á tal grado, que
nuestra Patria es su más importante acreedora.
Que el yanki no ha vencido en esta guerra injustísima con
España, ya lo hemos visto: que nunca nos vencerá solo, si per-
manecemos unidos con la fe en Dios y en nuestras tradiciones,
está fuera de toda duda; y además, ninguna nación, por muy
poderosa que sea, tiene derecho á inmiscuirse en los asuntos
peculiares de la nuestra. En todo caso, vencer 6 morir con glo-
ria es nuestro deber, que cumpliremos siempre, honrando la
memoria de nuestros antepasados.
Por último, sólo nos resta lanzar la voz estentórea y tan es-
tridente, que repercuta en ambos continentes. ¡Viva España!
Orizaba, Septiembre 27 de 1898. — José Díaz Merodio. — Pe-
dro Díaz Merodio. — José Soler. — F. Arredondo. — Antonio Her-
nández.— José Ruiz y Ruiz. — José Nieto. — Emilio Nieto. —Ma-
nuel López. — Alfredo López. — Felipe Gómez Sotres.— Isidro
Villamonte.— Manuel Noriega. — Eduardo Ablega. — Lorenzo.
González Juan Gavito Sotres. — Inocencio Cueli. — Francisco
Valle. — Z. B. Roca. — Juan Lorenzo.
237
Protestas de Tlalnepantla. Estado de México.
Los que suscriben, miembros de la Junta Patriótica españo-
la de esta localidad, y en representación de todos los españoles
residentes en este Distrito, maniñestan: que han visto en la
prensa, publicados los términos de la paz ajustada entre los
miembros del Gabinete español, presidido por el Sr. D. Práxe-
des Mateo Sagasta y el Gobierno de los Estados Unidos; y con-
siderando: Primero: que el Protocolo de la paz ajustada, con-
tiene la deshonra de la madre Patria, pues además de renun-
ciarse la soberanía que ejerce en la Isla de Cuba, consiente en
la anexión á los Estados Unidos de la Isla de Puerto Rico y
una de las islas Ladronas, y subordina esa propia soberanía, á
los deseos de los norteamericanos, en las islas Filipinas, y todo
esto sin haber sido vencida en la guerra á que fué injustamen-
te obligada en defensa de sus derechos y de su repetida sobe-
ranía. Segundo: que los hechos del Gabinete español como la
recisión del contrato celebrado con la casa de Ansaldo para la
adquisición de varios buques de guerra, efectuado por el Sr.
Cánovas del Castillo, de imperecedera memoria, ejecutada por
el Sr. Ministro Moret, el abandono de las fuerzas españolas en
Filipinas; la destrucción de la escuadra del valiente é infortu-
nado Almirante Cervera, mandándole salir de Santiago de Cu-
ba á pesar de sus observaciones y otros muchos hechos, deno-
ta que si no estaba obligado con los enemigos de la Patria, los
favorecía con sü apatía, imprevisión y falta de patriotismo.
Tercero: que la guerrra sostenida hasta aquí, ha estado subal-
ternada en todo el Gabinete español, sin tener los Jefes de los
diversos cuerpos de Ejército, libertad de acción en sus movi-
mientos, ni protección alguna en los momentos más precisos
para combatir con éxito al enemigo. Cuarto: que la destrucción
de la escuadra Cervera y la capitulación de las fuerzas en el
puerto de Santiago de Cuba, cuyo hecho se escribirá en la His-
toria para baldón del Gabinete del Sr. Sagasta, no ponen á Es-
paña en la imposibilidad de continuar defendiendo su sobera-
nía y sus derechos, y mucho menos se le puede declarar venci-
da en la lucha, único caso en que se vería obligada á someter-
se á la ley del más fuerte.
Protestamos de la manera más enérgica y solemne, contra
los términos vergonzozos contenidos en el protocolo de Paz,
ajustada entre el Gabinete Español y el Gobierno de los Esta-
dos Unidos de Norte-América. Excitamos muy formalmente á la
Junta Patriótica de la capital de la Rnpública, para que se di-
rija á las Cortes de Madrid en nombre de la Colonia de Méxi-
co, á fin de que por ningún motivo consienta en la desmembra-
238
clon del territorio español, vigile por la honra de la Patria, y
rechace, con la indignación que merece, ese Protocolo vergon-
zoso de paz, y así mismo, para que excite á todas las Juntas
Patrióticas de la República y á todos los españoles, sea cual
fuere el lugar de su domicilio, á que ayuden á la Patria en es-
tos momentos de prueba por que atraviesa, con sus intereses,
con su sangre, ó con lo que puedan, para salvar de la deshonra
que quieren imprimir sobre su frente un puñado de malos y
raido res hijos.
Presidente, Vice?iie Pérez. — Secretario, José Cayeja.
Protesta de Tnxpan. Estado de Veracruz.
La pequeña Colonia española radicada en este puerto, no
puede ni debe guardar silencio ante los vergonzosos episodios
que se vienen desarrollando en nuestra desventurada Patria, por
los gobernantes decrépitos y traidores en cuyas manos cayó la
dirección del Gobierno, después de la inolvidable tragedia de
Santa Águeda. Así como respondimos al grito que se nos diera
el año de 1895, iniciando cuantiosa suscrición para el aumento
de nuestra infortunada escuadra, y más tarde para ayudar al sos-
tenimiento de nuestro ejército de operaciones en los campos de
Cuba, hoy que vemos defraudadas todas nuestras esperanzas,
con la mayoría de nuestros buques de guerra en el fondo délos
mares, con nuestros valientes marinos prisioneros del enemigo,
con nuestros soldados en camino para la Penínzula después de
haber dejado la dignidad de la Patria en poder de los yankees,
con la entrega de los Maüsser que les diera España para morir
defendiéndola; después de tantos desaciertos transmitidos á to-
do el mundo por boca del vencedor, inculpando vencidos y ven-
cedores á los Ministros de la Corona de faltos de talento para
dirigir la campaña, de energías para el mando de los subalter-
nos y de valor para levantar el espíritu de ese pueblo español,
que tiene páginas en su historia como las de Zaragoza, donde
se fusilaba al que hablara de capitulación, hechos como el sitio
del Perú, donde el inmortal Rodil nos dejó escrito con torren-
tes de sangre un Código por el que deben regirse nuestros Ge-
nerales para la rendición de una plaza española; después de esos
hechos tan gloriosos para el pueblo ibero, no puede tener nues-
tro labio otra expresión con que anatematizar al Gobierno res-
ponsable que la de Itraidores!
Santiago de Cuba, Ponce, Mayagiiez, Yauco. Juana Díaz,
Arroyo y Guayama, son plazas que representan una población
de más de doscientos mil habitantes. ¿A cuántos inva-ores se
han rendido esas poblaciones? ¿por qué lo hicieron? para qué
239
sirvieron Blanco en Cuba y Macías en Puefto Rico? Para nada;
para presenciar el despojo de los últimos íiroues que nos que-
dan en América, vendidos en la Corte pOT un político tan in-
fame como aquel Obispo D. Oppas, de inolvidable recuerdo.
Para eso han servido Blanco en Cuba y Macías en Puerto Rico.
El pueblo español yace en el mayor de los letargos. ¿No ha-
brá un Weyler que lo despierte? ¿Ya no quedan en nuestra ado-
rada Patria descendientes de Daoiz y Velarde? ¡Oh, si los ha-
brá! entonces .... presenciaremos en las postrimerías del
siglo XIX las enseñanzas que diera al mundo el gran pueblo
francés, al terminar el pasado siglo.
Que venga la redención, si para conseguirla se impone un
nuevo noventa y tres, i i bendita sea!!
Luis Montólo. — SilverioA. Gutiérrez. — Bernardo Arteaga. —
M. González. — Emilio Cervio. — José Mesequer. — ^Jesús Ortiz.
— Emilio González. — Tomás de la Huerta. — J. Huerta. — Ricar-
do Gómez. Juan Astorquiza. — Braulio García. — Alejandro Ba-
da.— José Fernández Noval. — José Lorenzo. — Dionisio P. Ma-
rañón. — Daniel Diaz.— Aquilino Folgueras. —Santos González
Pedro Mester.— Jo-íé Viñas. — Fermín Fernández. — Claudio
Valdéz.— Faustino Fernández. — Primitivo Rodríguez. — Pas-
cual Borque. — Gerardo Folgueras. — Matías del Foyo. — Fran-
cisco C. Ferrando. — Antonio Sierra. — Carlos Lorenzo. — ^José
Arzuaga. — Antonio Peña.— Adolfo Fernández Madrero.— José
Granda. -José F. Fernández. -Ramón Tato de la Fuente.—
Antonio R. Peña. — Pedro G. Blanco.— Francisco Luiña.
Protesta de la Colonia Española en Malelmala
San Luis Potosí.
Los que suscribimos, en vista de las noticias que respecto á
la paz entre los Estados Unidos y España publican los perió-
dicos españoles de México, acordamos protestar, contra los ac-
tos del Gobierno que actualmente rige los destinos de nuestra
querida Patria, por creer que al ser aceptadas las proposiciones
generales que para la terminación de la guerra ofrecen los yan-
kees, se menoscaban la honra de España y la gloria adquirida
por ella durante siglos de heroica lucha. No pretendemos que
todos los españoles residentes en esta República sean de nues-
tro modo de pensar; á los que estén acordes con nuestra protes»
ta invitamos á que lo hagan Constanza fin de que allá en nues-
tra Patria, 'sepan el modo de pensape los| que á miles de leguas
lloran las desgracias inherentes á la guerra y se avergüenzan
al saber que van á ser despojados de pedazos queridos del te-
rritorio español.
240
La actual contienda la originó la decantada independencia
de Cuba; en las bases propuestas por los Estados Unidos para
la paz, no se conforman éstos con pedir dicha independencia
contraria á los deseos de la población culta de la Isla; piden
también la cesión de nuestra fiel Antilla, Puerto Rico, amada
pos España por su adhesión, y una de las islas Ladronas, del
archipiélago Carolino, al cual defendimos en época no remota
contra las intenciones de una poderosa nación europea.
No nos ha sido favorable hasta ahora la suerte en la guerra;
pero por períodos más críticos pasó España y supo salir de
ellos con el honor que la nación requería.
La Colonia Española de México, en varias ocasiones felicitó
al Gobierno de España por su valerosa actitud frente á otra
nación mucho más poderosa; ahora, al ser aceptada las condi-
ciones de paz impuestas, iniciamos esta protesta contra la acep-
tación de ellas por el Gobierno de España, por creerlas humi-
llantes para el valiente pueblo español.
Suyos affmos. attos. S. S. Q. S, M. B.— Valentín Fernández.
— Dámaso Ortíz.— Andrés Senosiaín. — Antonio Gaverre.— Juan
M. Escajadillo. -Miguel Gavere.— José Díaz Cazares.— Fran-
cisco Quintana. — Manuel Aranda. — José García.— I. Narezo.
—José Pérez y Pérez.— Indalecio de la Torre.— R. Galnares.
—Germán Martínez.- Felipe Ortíz.— Manrique Diez.— Enrique
Calzada— Joaquín Calzada. — Adolfo Dou.— Juan Puente— M.
Romano. -Anastasio Cueto.— Santiago Vivanco.— Eustaquio de
Cos.— Ceferino Guillen. --José R. Angelina. -Juan G. Marroquín.
Prologo • 3
Introducción 9
CAPITULO I.
Origen de las diferencias entre España y los Es-
tados Unidos. — Agentes americanos en Cuba.
— Demandas á España. La Luisiana y la Flo-
rida.— Francia juzga absurdas las reclamacio-
nes americanas. — Primeros movimientos en.
favor de la insurección. — Expediciones de
Narciso López. — Apoyo de los Estados Uni-
dos á los filibusteros , 15
CAPITULO II.
Guerra separatista americana. — Causas de esta
guerra é influjo sobre la insurrección de las
Antillas españolas. — Santo Damingo y Puer-
to Rico.Grito de Yara. — Coincidencia con los
sucesos revolucionarios de la Península. —
Caudillos cubanos insurrectos 27
CAPITULO III.
Continúa la guerra disidente. — Intervención de
Los Estados Unidos con motivo de las diposi-
ciones contra los insurectos. — Gestiones eu
favor de la libertad de Cuba. — Otro incidente
internacional. — Proposiciones de paz. — El
General Martínez Campos. — Término de la
guerra . . , 35
CAPITULO IV.
Martínez Campas, pacificador de la Isla. — Segun-
da insurrección cubana. — Jefes revoluciona-
rios.— Actitud de España ante el movimiento.
242
Segundo mando del General Martínez Cam-
pos.— Primo de Rivera y Weyler. — El Pre-
sidente y el Senado americano desaprueban la
conducta del General Weyler en Cuba. — Es-
tado de la guerra de insurrección en el año de
1897 45
CAPITULO V.
Destrucción del acorazado «Maiae» en la Habana
— ¿Cuál fué la causa del accidente? — Opinión
del teniente-coronel J. T. Buckuill sobre el
dictamen de la comisión investigadora ameri-
cana.— Los Estados Unidos juzgan llegado un
"casus belli''. — Injusticia de su proceder . . 65
CAPITULO VI.
Influencia de la destrucción del "Maine" en la gue
rra hispano-americano. — Mensaje del Presi-
dente Mckinley al Congreso americano. — Re-
soluciones del Senado. — Excitación popular.
— El Ultimátum. — Retiro de los Ministros. —
Nuevas demostraciones anti-americanas . . 77
CAPITULO VIL
La salida de la Habana del Cónsul Lee. — Rom-
pimiento de las hostilidades. — Captura de la
barca española Buenaventura. — Salida de la
escuadra americana. — El bloqueo de Cuba. —
Declaraciones del Gobierno español y del Gene-
ral Blanco. — Las potencias se declaran neu-
trales.— Nueva proclama de Mckinley ... 91
CAPITULO VIH.
Principia la guerra. — Breve reseña histórica de
las Islas Filipinas. — El primer combate naval.
— Como eran los buques españoles y cómo los
americanos que combatieron.— Descripciones
de la batalla de Cavite.— Valerosa condi^^<-a de ^
los españoles. — Muerte del Capitán C -so
Rey.— Buques echados á pique. ^Partes'c. dia-
les de la batalla.— Opinión de un escritor fran-
cés, testigo presencial • 99
243
CAPITULO IX.
Versión americana sobre la batalla de Cavite.—
El comandante del "Don Antonio de Ulloa/^
Sucumbe heroicamente. — Los buques que to-
maron parte en el combate. — Los insurrectos
ofrecen ayudar á los americanos en su ataque
sobre Cuba. — Sucesos de la Habana. —Actitud
de las naciones europeas.— Nueas presas de
guerra.— Disturbios en España. — Ataque re-
chazado en Cárdenas. — Los americanos son
rechazados en San Juan de Puerto Rico. —
Discurso de Mr. Chamberlain 117
CAPITULO X.
Movimiento de las escuadras. — Fracaso de la pri-
mera expedición para invadir á Cuba.— La si-
tuación en Manila.— Crisis en el Gabinete es-
pañol.—Nuevo ministerio. — Refuerzos para
Dewey. — Actitud de los insurrectos filipinos.
Nueva proclama de McKinley. — Llegada de
Cervera con su escuadra á Santiago de Cuba
—Tentativa de desembarcos americanos. . , 131
CAPITULO XI.
Ataque á Santiago de Cuba por los buques ame-
ricanos.—Rumores de paz.— Hundimiento del
«Merrimac» — Primer desembarco de tropas
americanas en Cuba. — Cooperación de los in-
surrectos.— Santiago de Cuba bombardeado
nuevamente. — Ataque á Caimenera . . - . 139
CAPITULO XIL
Continúan los combates en Guantánamo — .
Difícil situación de Manila. — Salida de la
escuadra española de reserva. — Desembarco
en Ca^a de las fuerzas de invasión al mando
de\^.¿^:ineral Shafter. — Se prepara un ataque
coi^íi:^do á la ciudad de Santiago.— Las de-
fensas españolas.— Primeros combates con el
grueso del ejército americano 155
244
CAPITULO XIII.
La escuadra de Cámara en Oriente.— Diticulta-
des para continuar su ruta hacia Filipinas. —
Los americanos en Santiago.— Su ataque á la
ciudad.— Épica defensa de los españoles.—
Batallas de Caney, San Juan y Canosa.— Rela-
to de un testigo presencial. — Destrucción de
la escuadra de Cervera.— Narración del capi-
tán Evans del "lowa.'' 167
CAPITULO xiy.^
Demandas de rendición de Santiago. — Consecuen-
cias de la pérdida de la escuadra española. —
Dificultades en la comunicación con España.
— Rendición de Santiago.— Bases déla capitu-
lación.— Cesan las hostilidades. — Capitula-
ción de Manila 197
CAPITULO XV. . _
Reunión en París de las comisiones españolas y
americanos para ultimar los tratados de paz.
— Resultado de las conferencias.— Opiniones
de la prensa sobre la conducta de los Estados
Unido».— Firma del Tratado.— Protesta de Es-
paña 219
Conclusión 223
Opinión española sobre la guerra 225
Protesta de la colonia española en México . . 234
^^^^
THIS BOOK IS DUE ON THE LAST DATE
STAMPED BELOW
AN INITIAL FINE OF 25 CENTS
WILL BE ASSESSED FOR FAILURE TO RETURN
THIS BOOK ON THE DATE DUE. THE PENALTY
.Wll-L INCREASE TO 50 CENTS ON THE FOURTH
DAY AND TO $1.00 ON THE SEVENTH DAY
OVERDUE.
MAR .3 1936
MAR 101936
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